Introduccion A Los Metodos De Analisis Del Discurso

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DOMINIQUE MAINGUENEAU

INTRODUCCIÓN A LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS

HACHETTE

Versión castellana: Lucila Castro Título original francés: Initiation aux méthodes de 1’ analyse du discours

© 1976 Hachette © 1980 Librería Hachette S.A. © 1989 Librería Hachette S.A. Rivadavia 739 - Buenos Aires Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 ISBN: 950-506-186-2 IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINE

INTRODUCCION Escribir una introducción a los problemas y métodos del análisis del discurso de ninguna manera constituye una empresa de contornos fáciles de trazar: hasta puede sostenerse que esta disciplina reciente­ mente anexada a la problemática lingüística no ha superado todavía el estadio de los prolegómenos y aún busca constituir su metodología y su objeto. Pero hay algo quizás aún más grave: lo que aqueja al análisis del discurso no es solamente una dificultad de articularse sobre el campo de las ciencias humanas, sino también una dificultad para constituir su unidad dentro de la teoría lingüística. En efecto, a menudo aparece como una especie de parásito de esa teoría, tomando de ella conceptos y métodos sin sujetarse a un rigor suficiente. Además, en gran medida toma elementos de la enunciación y de la semántica, que precisamente son los dominios más inestables en la reflexión lingüís­ tica contemporánea. En todos los planos, pues, el análisis del discurso aparece como una especie de pariente pobre, v muchos lingüistas estarían tentados de dejar su constitución para las calendas griegas. Es cierto que la lingüística está lejos de concebir de manera satis­ factoria su articulación con las otras prácticas científicas, lejos tam­ bién de presentar rigor v unidad en todo, pero el análisis del discurso parece ser solamente un doble degradado de ella, un reflejo que aumenta sus carencias. En esas condiciones, es lícito preguntarse qué interés puede presentar una introducción a una disciplina que todavía marcha a tientas. Es posible esgrimir varios argumentos para justificar una em­ presa semejante: este campo de investigación, siendo uno de los más problemáticos de la lingüística, no deja de ser uno de los más activos. Esta paradoja solo es aparente, pues el análisis del discurso tiene el privilegio de situarse en el punto de contacto entre la reflexión lin­ güística y las otras ciencias humanas, tanto que la mayoría de las veces es a través del análisis del discurso que muchos estudiantes e investigadores se enfrentan con la teoría lingüística. Esto tiene una consecuencia inmediata: en la actualidad existe una especie de “de­ manda” teórica muy grande de parte de las ciencias humanas, deman­ da frente a la cual la “oferta” de la lingüística resulta ridiculamente

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

insuficiente. Esta situación debe llevar a la lingüística a no refugiarse en un cierto mito de una “lingüística pura”. En lugar de considerar con burla o consternación la perversión de los conceptos lingüísticos, más le vale intentar controlar en la medida de lo posible este fenó­ meno inevitable y dar a los que tienen necesidad de ellos no tanto los instrumentos necesarios para disponer de procedimientos más rigurosos, como la posibilidad de captar los problemas teóricos que su práctica les plantea. Muchos no lingüistas desearían que el análisis del discurso les proporcionara una técnica “científica” que les permitiera obtener re­ sultados formalizados, directamente utilizables para sus interpretacio­ nes extralingüísticas. Aun suponiendo que la lingüística llegue a al­ canzar en este dominio un nivel de rigor más satisfactorio, exigirá más que nunca una reflexión crítica de parte del que la utilice, si este no quiere ser víctima de las mayores ingenuidades epistemoló­ gicas. Nuestro propósito es al fin de cuentas modesto: no es esta de ningún modo una obra de investigación sino, como hemos dicho, una exposición del “estado de la cuestión”, un panorama bastante des­ pejado de las principales orientaciones de la investigación lingüís­ tica en este campo. Lo esencial de los materiales se encuentra disperso en diversas revistas y algunos libros, pero no siempre es fácil extraer de ellos una visión de conjunto, dado que estos trabajos proceden en gran medida a tientas o toman objetos de análisis muy específicos. En razón del propósito que la anima, una “introducción” como esta deberá muchas veces contentarse con esquematizar, simplificar realidades que, debido a su complejidad y a las deficiencias de la investigación lingüística, se encuentran todavía en un estado de nebulosa. Como veremos, en este campo el rigor de los enfoques a menudo es, desgraciadamente, proporcional a su carácter reductor. Con esta obra esperamos sobre todo provocar una toma de conciencia de la necesidad de una elabo­ ración teórica antes de cualquier práctica; por lo demás, repetimos, en esta área las cosas no están tan adelantadas como para eximir de tal elaboración, y cada tipo de corpus exige un considerable trabajo de adaptación de los métodos para encararlo. Es posible que algunos lectores experimenten una decepción ante el carácter trivial y elemen­ tal de los procedimientos que presentaremos; ciertamente, frente a la tarea por cumplir, la metodología es a veces muy poco refinada, pero hay que comprender también que la mayor parte del tiempo nos veremos obligados a separar esos trabajos del contexto epistemológico en el que adquieren su significación plena. Algunas palabras sobre el plan de este libro: la preocupación pedagógica que ha guiado su redacción se refleja en su organización. 8

INTRODUCCIÓN

En primer término, intentaremos situar brevemente la problemática del análisis del discurso en la historia de la lingüística estructural; después, nos ocuparemos de aclarar la polisemia del concepto de discurso, difícil de dominar a causa de su uso significativamente pletórico. La segunda parte apunta a brindar al lector una información sobre los aparatos metodológicos que proporciona la lingüística. Los hemos agrupado alrededor de tres enfoques principales: lexicológico, sintáctico y “enunciativo”. Añadiremos una cuarta parte, sobre orien­ taciones que todavía no están muv desarrolladas pero que en el futuro pueden ofrecer grandes posibilidades al análisis del discurso. SITUACIÓN DEL ANALISIS DEL DISCURSO

Frecuentemente se define discurso como un término que rempla­ zaría al de habla (Saussure) y se opondría, en consecuencia, a lengua; si así fuera, el análisis del discurso no tendría ningún fundamento. En efecto, si bien es necesario remontarse al Curso de lingüística gene­ ral de Ferdinand de Saussure, lo es precisamente para construir el concepto de discurso sobre un cuestionamiento del de habla, y no para volver a este. Ya que la célebre dicotomía fundadora lengua/habla ha dispuesto de la suerte de la lingüística estructural durante muchas décadas, veamos cómo concibe el Curso esa oposición. La lengua es una realidad social, y el habla, una realidad indi­ vidual. “Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez: l 9, lo que es social de lo que es individual; 29, lo que es esencial de lo que es acce­ sorio y más o menos accidental.” 1 Además, “la lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación [ . . . ] . El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia”.2

En otras palabras, la lengua corresponde a la memoria, y la ima­ gen del diccionario, del tesoro de los signos, surge como consecuencia lógica: “La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos.” 3 1. F. de Saussure, Curso de lingüística general, traducción española, Bue­ nos Aires, Losada, 1945, p. 57. 2. Ibídem. 3. Ibíd., p. 65. 9

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Dadas las características que permiten oponer lengua y habla, se comprende que la oración no corresponde a la lengua sino al habla, lugar de la actividad y de la inteligencia. A partir de las fuentes manuscritas del Curso se podrían mostrar las vacilaciones de Saussure a este respecto, pero lo importante es que la oposición lengua/habla ha terminado por convertirse en la oposi­ ción entre un código homogéneo, un sistema de reglas universales, y una libertad y espontaneidad que escapan a toda regla. Evidentemente esta oposición se había hecho aun más neta desde el momento que la lengua no incluía la oración. En efecto, la oposición lengua/habla corre el riesgo de oponer lo sistemático (la lengua) a lo individual, a lo contingente (el habla), a Ia~autonomía de un sujeto hablante, sujeto sicológico sometido a pasiones, necesidades, etc. En esta pers­ pectiva no hay lugar para el “discurso”, concepto que apunta a despojar al sujeto hablante de su papel central para integrarlo al funcio­ namiento de enunciados, de textos cuyas condiciones de posibilidad se articulan sistemáticamente sobre formaciones ideológicas. Así, la dicotomía lengua/habla puede llevar a considerar que por un lado está lo que es sistemático y racional, un objeto homogéneo y autárquico, la lengua, y por otro, lo que corresponde al uso contin­ gente del sistema, a lo retórico, lo político, etc. Habría, por una parte, un conjunto de palabras dotadas de un sentido fijo y trasparente, y por otra, su uso. En realidad se trata de saber si el vínculo entre el sentido de las oraciones de un texto y sus condiciones sociohistóricas es algo secundario o es constitutivo de ese sentido mismo, indepen­ dientemente de la ilusión que puede tener el hablante de que la significación de su discurso coincide con lo que él “quiere decir”. No es cuestión, obviamente, de dirigir inútiles reproches a Saussure: la ocultación de lo que seguidamente se definirá como discurso responde a una especie de necesidad, considerando el contexto en que se definió la lingüística estructural. No es de extrañar que una superación de la oposición lengua/ habla se haya cumplido en ese campo privilegiado que son las obras “literarias”. Al colocar, desde una perspectiva posteriormente califi­ cada de “estructuralista”, el principio de inmanencia en el centro de su estudio de los textos, es decir, al intentar estudiar la estructura del texto en sí mismo y por sí mismo, rechazando toda consideración exterior a él, los trabajos de los formalistas rusos 4 permitieron extraer una lógica de los encadenamientos trasoracionales, particularmente en el 4. Nombre que se da al grupo de jóvenes lingüistas rusos que entre 1910 y 1920 sentaron las bases y emprendieron los primeros trabajos concretos en el campo del análisis estructural de las formas literarias. Entre ellos puede mencionarse a V. Propp, R. Jakobson, J. Tinianov y B. V. Tomashevski. Consultar la antología de T. Todorov, Théoríe de la littérature, Senil, 1965. 10

INTRODUCCIÓN

dominio del cuento folclórico. Las investigaciones de V. Propp5 son actualmente bien conocidas en Francia, y han permitido construir los primeros esbozos de sintaxis narrativa, de lógica del relato.6 Es cierto que este tipo de corpus parece un dominio demasiado específico para tener una incidencia directa en el estudio de las lenguas naturales o de enunciados aparentemente menos estructurados, pero se comprende fácilmente que al aplicar los principios fundamentales de la lingüís­ tica estructural a cuentos populares, “nouvelles”, etc., la escuela de los formalistas rusos preparaba la toma en consideración por parte 3e la lingüística de lo que después se llamaría el discurso. Lo esencial era aplicar el concepto de ^sistema” a enunciados muy largos, pues la extensión de este tipo de enfoques a objetos cada vez menos privi­ legiados solo era una cuestión de coyuntura epistemológica. De más está decir que el análisis del discurso no podía, por definición, que­ darse en una perspectiva de análisis inmanente de los textos. Los formalistas rusos lograron producir una ruptura con respecto al enfo­ que impresionista y filológico de las obras literarias, pero no llegaron a concebir la relación de estas con sus condiciones sociohistóricas. Es en la década del 50 cuando se producen acciones mucho más decisivas para la constitución del análisis del discurso. Nos encon­ tramos entonces ante dos aportes en cierto sentido simétricos: la extensión de los procedimientos de la lingüística distribucional nor­ teamericana, a enunciados que superan los límites de la oración (deno­ minados discursos), por parte de Zellig S. Harris en 1952, y los trabajos dfí_JRoman Jakobson v Émile Benveniste sobre la enunciación; como veremos, se trata, por un lado, de una problemática lingüística muy norteamericana, y por otro, muv europea. Más adelante consideraremos la concepción de Harris; por ahora basta decir que es el primer lingüista que extendió directamente los procedimientos utilizados para el análisis de las unidades de la lengua a enunciados que van más allá del marco de la oración. Una de las grandes paradojas de este análisis del discurso es el hecho de que su iniciador directo haya trabajado con exclusión de cualquier referencia a la significación. Paradoja que quizá solo sea tal debido a que tene­ mos la tendencia a asimilar apresuradamente el estructuralismo euro­ peo postsaussureano y el distribucionalismo norteamericano, de los cuales el contexto ideológico, los postulados y los métodos son en 5. Especialista en cuento folclórico. Su obra fundamental, Morfología del cuento (Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972), demostró que era posible construir un modelo elemental del cual se derivaban una infinidad de cuentos folclóricos superficialmente muy diferentes. 6. Cf. en Francia, por ejemplo, los trabajos de T. Todorov, Grammaire du Décaméron, Mouton, 1969; C. Brémond, Logique du récit, Seuil, 1973, y A. J. Greimas Sémantique structurale, Larousse, 1966 (trad. esp.: La semántica estruc­ tural, Madrid, Gredos, 1971), y Du sens, Seuil 1970 (trad. esp.: En torno al sentido , Madrid, Fragua, 1973). 11

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realidad diferentes. En Harris, “no existe la elección entre dos objetos, ni dos lingüísticas: la de la lengua y la del habla. La descripción formal de los datos —gramática o si se quiere estructura— es un concepto operatorio que permite el estudio del fenómeno lingüístico”.7 En cambio, Benveniste o Jakobson buscan desentrañar cómo se inscribe el sujeto hablante en los enunciados que emite, es decir, se tiende a sustituir una lengua concebida como un repertorio de signos combinados sistemáticamente por la idea de que “el hablante se apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posición de hablante por medio de índices específicos”, según Benveniste;8 el hablante establece asimismo un cierto tipo de relación con su propio enunciado y con el mundo. Este punto de vista nuevo tiene una gran incidencia en la constitución de una teoría del discurso. (No hay que engañarse, sin embargo, en este punto: por la vía de la enunciación no es que se vuelva al habla saussureana, sino que se trata de un con­ junto de reglas basadas en un aparato formal; de otro modo, la teoría de la enunciación estaría en contradicción con los presupuestos del análisis del discurso, que se basa en la irreductibilidad de las inten­ ciones del sujeto hablante a los mecanismos específicos de los enun­ ciados que produce en una situación determinada.) Hasta aquí nos hemos referido solamente a aportes situados dentro del campo mismo de la lingüística, pero esta perspectiva es demasiado restrictiva, en la medida que las problemáticas elaboradas en un dominio determinado de las ciencias humanas participan de otras disciplinas (y esto es tanto más inevitable en el caso del análisis del discurso). Nos parece que el desarrollo del análisis del discurso puede ser abordado desde dos puntos de vista diferentes: como una tentativa de subsanar las deficiencias del tradicional análisis de con­ tenido,9 pero también como síntoma y consecuencia de ese contexto teórico a menudo muy difuso que es el “estructuralismo”. De una manera esquemática, puede decirse que el análisis de contenido se desarrolló en el espacio que el estructuralismo lingüístico había dejado vacío, pero del cual las ciencias humanas, sobre todo la sociología, no podían prescindir. El análisis de contenido pretende ser un método de tratamiento controlado de la información contenida en textos, por medio de una “grilla” de lectura obje­ 7. D. Leeman, Langages 29, p. 26. 8. Langages 17, p. 14. 9. El análisis de contenido se desarrolló en los Estados Unidos, particular­ mente después de la Segunda Guerra Mundial, entre los sociólogos e historiadores. Mencionemos dos clásicos del género: Bernard Berelson, Contení Analysis in Communication Research, Glencoe, The Free Press, 1952, y Harold J. Lasswell et alii, Language of Politics, New York, G. Stewart, 1949. Para una presentación y una crítica, ver R. Robin, Histoire et linguistique, capítulo 3; para una defensa del análisis de contenido y una crítica al enfoque lingüístico, consultar la introducción de Tracts en mai 1968, Armand Colin, 1974. 12

INTRODUCCIÓN tiva, cuyos resultados han de ser interpretados. En términos generales, hay que disponer en el punto de partida de un repertorio estructurado de “categorías” que sirvan para normalizar la diversidad superficial de los textos de modo.de hacerlos comparables; una vez homogeneizadas las “cualidades”, generalmente es posible cuantificar. Todo el problema reside precisamente en la construcción de esas categorías: ni siquiera recurriendo a una estadística léxica o a una sintaxis ele­ mental, resuelve el análisis de contenido la cuestión de la estructuración del texto. Sería presuntuoso pensar que la lingüística, a través del anális^del discurso, estará inmediatamente en condiciones de remplazar, pura y simplemente, al análisis de contenido: las miras de este último son evidentemente más “empíricas” que las de la lingüística, pues sólo apunta a “caracterizar el corpus [. . .] por medio de una disposición particular de conceptos extraídos de la metalengua, de manera de marcar lo que su contenido tiene de específico o de singular en relación con otros corpus o con otras partes del mismo corpus desde el punto de vista de la socio­ logía o de la sicosociología”;10 así, no es verdaderamente el funcionamiento de un discurso lo que se toma como objetivo. Trabajar sobre textos no constituye sin embargo una práctica obvia e ino­ cente, cualesquiera que sean los resultados, a menudo interesantes, a los que se llega a través del análisis de contenido. ¿Es posible estudiar el contenido de un discurso sin una teoría del discurso?

A decir verdad, estas deficiencias solo aparecieron como tales en razón de la penetración progresiva (por no decir invasión) del “estructuralismo”, que se basa esencialmente en los aportes de la lingüística estructural, calificada de “ciencia piloto”. La lingüística misma ha sufrido los efectos de este fenómeno, al verse enfrentada a objetos nuevos y a la exigencia de producir nuevos conceptos para responder a una notable demanda. Así, se ha vuelto imperativo consi­ derar a los mitos, sueños, novelas, filmes, cuadros, etc., como conjuntos significativos cuyas leyes de significación se busca establecer con la ayuda de conceptos tomados de la lingüística, ciencia de ese sistema de significación por excelencia que es una lengua natural. En estas condiciones, la posición de una lingüística cuyo campo de aplicación se limitaba a la oración se hacía absolutamente insostenible. En términos más generales, la aparición del análisis del discurso no es más que el síntoma de un cambio en el estatus acordado a los textos. La práctica de los textos, hasta el momento de la penetración de los análisis estructurales, estaba dominada por el punto de vista "filológico”. Ya fuera en literatura, en historia, en etnología, en filosofía, etc., se trataba de devolver los textos a la vida que se consideraba que los había producido. í Se buscaban fuentes, influen­ cias, alusiones al contexto de la época, se quería descifrar, reconstituir (si era preciso) el texto original, señalar eventualmente las falsifica­ ciones, evaluar su interés, etc. Se llegaba así a rodear el texto de un 10. Des tracts en mai 1968, introducción. 13

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aparato de notas, de críticas que debían permitir su lectura, es decir, de hecho, permitir encontrar directamente el pasado del que ema­ naba: la superficie del lenguaje era atravesada, una vez eliminada la opacidad, y se alcanzaba su sentido, el de la época o del autor que él ponía de manifiesto. Por el enfoque estructural, todo texto se ha vuelto ahora, de “documento” que era, “monumento”, según la feliz expresión de Michel Foucault. Ya no se atraviesa el lenguaje para atrapar su sentido, despojándolo de los accidentes históricos, que lo han vuelto opaco, sino que se busca despejar sus condiciones de posi­ bilidad para explicar su funcionamiento, con la ayuda de teorías de la lengua, del inconsciente, de los discursos, de la ideología, etc., siste­ máticamente articuladas. Se despliega un sistema de correlaciones que escapan a un contacto inmediato con lo vivido. El análisis del discurso es el nombre dado a un conjunto de respuestas de la lingüística, muv elementales por el momento, a esta enorme presión. A la vez, veremos, se plantea una grave cuestión: ¿qué es de incumbencia de la lingüís­ tica en un discurso y qué no lo es? Y lo que no ¿a qué disciplina o disciplinas corresponde? Entretanto, el distribucionalismo norteamericano había integrado la oración en la “lengua”; esta ampliación será aun más marcada después, en la teoría generativa de Chomsky, que establece como punto de partida a O, es decir, la oración. Así es como Chomsky afirma que, según Saussure, “la formación de la oración no es estrictamente un problema de lengua sino más bien un problema de lo que él llama el habla; ella se encuentra, pues, fuera del campo de la lingüística propiamente dicha. Es un proceso de creación libre, sin restricción por parte de reglas lingüísticas salvo aquellas que gobiernan la forma de las palabras y la disposición de los sonidos. Desde este punto de vista, la sintaxis es un problema secundario y, efectivamente, hay pocas obras de sintaxis durante el período de la lingüística estructurar .11

De hecho, Chomsky se separaba rigurosamente de Saussure al afirmar el carácter dominante de la sintaxis y remplazar la concepción de una lengua-depósito de signos por la de una “creatividad” del sujeto hablante concebida como sistema de reglas. Al contrario de Harris, que distinguía claramente entre oración y discurso, Chomsky mantiene una cierta ambigüedad sobre este punto, pareciendo admitir implícitamente que los sujetos hablantes producen oraciones. En ver­ dad, la teoría chomskiana no se construye contra una problemática del discurso sino que la ignora casi totalmente. La competencia, con­ cebida como el sistema abstracto de reglas que sirven de base a las oraciones producidas por el sujeto hablante, deja en la oscuridad las 11. Le langage et la pemée, Payot, 1970, p. 37. 14

INTRODUCCIÓN

variaciones debidas a las condiciones de producción de los enunciados v a los hablantes.12 No es de extrañar, pues, que un teórico de la lingüística del discurso pueda escribir que “el concepto de compe­ tencia [...] no llega a dar el conocimiento de la realidad del discurso, ya que, como fundamento de una teoría de la oración para un ha­ blante-oyente ficticio, es incapaz de revelar la existencia del discurso”.13 Además, habría que ponerse de acuerdo sobre e f término discurso, que se encuentra no solo en el centro de la reflexión de un filósofo como Michel Foucault sino también en definiciones lingüísticas muy restrictivas; este uso tan abundante y variado debe ser tomado como un síntoma de su carácter teórico inestable. POLISEMIA DEL TÉRMINO “DISCURSO”

Contrariamente a lo que sucede en otros campos de la lingüís­ tica, el análisis del discurso tiene grandes dificultades para dominar su objeto. Lingüistas y no lingüistas hacen del concepto de “discurso” un uso a menudo incontrolado, y mientras unos tienen de él una con­ cepción muy restrictiva, otros hacen de él un sinónimo muy poco estricto del “texto” o de “enunciado”. En lingüística, quizá menos que en otros campos, no hay eviden­ cias, y es necesario tener una clara conciencia de esta diversidad de empleos para no incurrir en un contrasentido. Nosotros nos limitare­ mos a hacer algunas observaciones clarificadoras, sin pretender de ningún modo resolver un problema terminológico de tal magnitud. Si consideramos los diversos usos propiamente lingüísticos de discurso, podemos mencionar: 1Q Discurso 1: sinónimo del habla saussureana; este es el sentido corriente del término en la lingüística estructural. 29 Discurso 2: el discurso no está tanto referido a un sujeto sino más bien considerado como una unidad lingüística de dimen­ sión superior a la oración (trasoracional) un mensaje tomado globalmente, un enunciado. 39 Discurso 3: en este sentido, el discurso está propiamente inte­ grado al análisis lingüístico, ya que se considera el conjunto de las reglas de encadenamiento de las sucesiones de ora­ ciones que componen el enunciado. El lingüista norteameri­ cano Zellig S. Harris fue el primero que, en 1952, propuso un procedimiento para estudiar estos encadenamientos. 12. Es la famosa concepción del “hablante-oyente ideal” de Chomsky. Ver la introducción de Aspectos de la teoría de la sintaxis, Madrid, Aguilar. 1968. 13. D. Slatka, Langages 23, p. 109. 15

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4P Discurso 4: en lo que se podría llamar la "escuela francesa” de análisis del discurso, se opone enunciado y discurso en una definición que nos parece muy realista: “El enunciado es la sucesión de las oraciones emitidas entre dos blancos semánticos, dos detenciones de la comunicación; el discurso es el enunciado con­ siderado desde el punto de vista del mecanismo discursivo que lo condiciona. Así, la consideración de un texto desde el punto de vista de su estructuración «en lengua» hace de él un enunciado; un estudio lingüístico de las condiciones de producción de ese texto hará de él un discurso.” 14

59 Discurso 5: nos vemos obligados a señalar un uso de discurso que recorta los precedentes, pero con la diferencia de que sería su reformulación en el marco de las teorías de la enun­ ciación (más adelante volveremos a este punto). Es en este sentido que para Émile Benveniste “la enunciación supone la conversión individual de la lengua en discurso”;15 en otra obra, el mismo autor da la definición siguiente: "Hay que entender discurso en su extensión más amplia: toda enunciación que supone un hablante y un oyente, y en el primero, la intención de influir de alguna manera en el otro”.16 6° Discurso 6: apenas separable de sus otros usos, la noción de "discurso” entra frecuentemente en una oposición lengua/discurso. La lengua se opone entonces como conjunto finito, rela­ tivamente estable, de elementos, al discurso, entendido como lugar en que se ejerce la creatividad, lugar de la contextualización imprevisible que confiere nuevos valores a las unidades de la lengua. Así es como se dirá que la polisemización de una unidad léxica es un hecho de discurso que se convierte progresivamente en hecho de lengua. Si bien la definición 4 nos parece muy aceptable, no deja de pre­ sentar un problema, en la medida en que numerosos autores hablan de "análisis del discurso” en el sentido de estudio lingüístico de las unidades trasoracionales desde un punto de vista gramatical estricto y sin ninguna referencia a las condiciones de producción del discurso (así estudian, por ejemplo, el juego de los sustitutos pronominales en un enunciado seguido). La oposición enunciado/discurso puede así llegar a ocultar la importante oposición oración/discurso. Sería quizá deseable utilizar el término enunciado para los enunciados que supe14. L. Guespin, Langages 23, p. 10. 15. Langages 17, p. 13. 16. Problémes de linguistique générale, p. 242 [la traducción española Pro­ blemas de lingüística general, México, Siglo XXI, 1971 es incompleta: falta el artículo “Les relations de temps dans le verbe franyais”]. 16

INTRODUCCIÓN

ran los límites de la oración si se los considera en su estructuración estrictamente lingüística, y el de discurso cuando se consideran las condiciones de producción de un enunciado (ya sea que consista en una sola oración o en muchas, aunque sea muy raro que hava que considerar discursos de una sola oración). Es evidente que íos dos enfoques están inextricablemente ligados: muchos lingüistas piensan que un estudio puramente interno de la lengua, sin tomar en conside­ ración el discurso, es imposible, sobre todo en el campo de la semán­ tica. Una fuente de confusión no menos importante reside en la opo­ sición enunciado/discurso que se apoya en la perspectiva de la enunciación. Oswald Ducrot, en su obra Dire et ne pas direy distingue así dos componentes en la interpretación semántica de un enunciado lingüístico: un componente lingüístico propiamente dicho y un com­ ponente retórico. El componente lingüístico asigna un sentido “lite­ ral” a los enunciados, fuera de cualquier contexto enunciativo deter­ minado, mientras que el componente retórico interpreta ese enunciado integrándolo a una situación precisa de comunicación. Ducrot no se inscribe explícitamente en el marco de una oposición enunciado/dis­ curso, pero ella está implícita en la lógica de sus palabras. En otros autores, las cosas son más claras: consideremos, por ejemplo, el esquema de P. Charaudeau,17 que usa sentido donde Ducrot (p. 111) pone significación, y viceversa. Enunciado + situación de comunicación = Discurso I I uso-consenso especificidad ; i sentido significación

Dicho de otro modo, el sentido de un enunciado se define fuera de todo marco enunciativo, mientras que su significación está refe­ rida a las circunstancias de comunicación que hacen de él un discurso: “Si se considera el enunciado en su marco enunciativo, entonces este enunciado se convierte en discurso, con una significación específica además de su sentido-consenso [basado en el consenso lingüístico de los sujetos hablantes]”. Veamos un ejemplo, tomado de Charaudeau. “En la base de los buenos negocios en Irlanda se encuentra el Allied Irish Investment Bank”. Este enunciado puede tener, además de su “sentido”, “signifi­ caciones” diversas: —Yo puede ser un anticapitalista que quiere convencer a un tú que sostiene que Irlanda no tiene una economía basada en el capita­ 17. “Réflexion pour une typologie des discours”, en Études de Linguistique Appliquée N9 11, setiembre de 1973, p. 28. 17

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lismo; en este caso, diremos que el enunciado contiene la informa­ ción: “ve usted que Irlanda está bajo la dominación de los trusts finan­ cieros”. —Puede tratarse de un eslogan publicitario de la forma “si usted compra P, obtendrá el resultado X”; debemos entonces sacar del enunciado las informaciones siguientes, parte integrante de su infor­ mación: “si usted quiere que sus negocios marchen bien, e s n e c e s a r io poner en la base de ellos al AliB; a h o r a b ie n , usted quiere eso, p o r l o t a n t o póngase en contacto con el AIIB”. Así, al cambiar las relaciones yo-tú, cambia la totalidad de la significación de este enunciado. Toda la dificultad de esta nueva oposición enunciado/discurso reside en la cuestión de saber cuáles son las relaciones entre las condi­ ciones de producción (L. Guespin) y las circunstancias de comuni­ cación (P. Charaudeau), cuestión tanto más delicada cuanto que las dos perspectivas declaran explícitamente su relación con un análisis del discurso. Parece sin embargo posible afirmar que el análisis del discurso en el sentido de Guespin presupone la otra perspectiva. El tipo de significación que se puede extraer al insertar el enunciado en su marco enunciativo resulta al fin relativamente inmediato, aunque se trate de una significación implícita: existe un conjunto de reglas, todavía mal conocidas, en la práctica habitual de la lengua, que permiten a todo sujeto hablante de esa lengua decodificar correcta­ mente la interpretación de esos enunciados. La otra perspectiva, en cambio, apunta esencialmente a significaciones construidas a partir de hipótesis y de métodos basados en una teoría de la articulación del discurso sobre las condiciones sociohistóricas. Mientras que los pri­ meros buscan más bien elucidar los mecanismos de la práctica usual del lenguaje, los segundos se interesan sobre todo en textos y en tipos de textos elegidos en función de preocupaciones que van más allá del marco de una eventual teoría de la comunicación ordinaria. Además, los problemas de interpretación de enunciados fuera de con­ texto no se presentan en los discursos estudiados como objetos sociohistóricos, ya que las restricciones contextúales eliminan ambigüedades de este tipo (por otra parte, ¿son estas ambigüedades realmente lin­ güísticas? ). En consecuencia, estas dos oposiciones enunciado/discurso se re­ cortan muy netamente sin que sea posible definir lo que en derecho le corresponde a cada una. En estas condiciones, no se puede resolver esta falta de rigidez conceptual, y es preciso ver en ella el correlato del carácter muy inestable de la ‘enunciación” (v. infra, parte III) y de la semántica, al menos en el momento actual. Por nuestra parte, en este libro nos ocuparemos esencialmente de los discursos-objetos sociohistóricos y no de lo que Oswald Ducrot llamaba el “compo­ nente retórico”. 18

INTRODUCCIÓN

Hay también usos de la noción de discurso que podrían califi­ carse, más que de no lingüísticos, de “paralingüísticos”. Este es parti­ cularmente el caso de Jacques Derrida y de Michel Foucault, cuya reflexión se articula muy a menudo sobre la lingüística, pero sin quedarse jamás fijada en ella. En un artículo titulado “La structure, le signe et letíjeu dans le discours des sciences humaines”,18 Jacques Derrida trata de concebir el acontecimiento que ha hecho que se haya “debido sin duda comenzar a pensar que no había centro, que el centro no podía ser pensado en la forma de un estar presente, que el centro no tenía lugar natural, que no era un lugar fijo, sino una función, una especie de no-lugar en el cual se jugaban hasta el infinito sustituciones de signos. Es entonces e! momento en que el lenguaje invade el campo problemático universal; es entonces el momento en que, a falta de centro o de origen, todo se vuelve discurso [la bastardilla es nuestra], con la condición de ponerse de acuerdo sobre esta palabra, es decir sistema en el cual el significado central, originario o trascendental, no está nunca absolutamente presente fuera de un sistema de dife­ rencias. La ausencia de significado trascendental extiende hasta el infinito el campo y el juego de la significación”.19

La reflexión del filósofo desborda ampliamente el marco de la lingüística, y su concepto de “discurso” vale para el conjunto de los sistemas de signos con los cuales se ven enfrentadas las ciencias huma­ nas. Esta extensión de un concepto lingüístico no deja de ser intere­ sante; en un nivel muy general, puede decirse que la definición del discurso como rechazo de una instancia central es bastante satisfac­ toria, pues da cuenta del doble proceso por el cual se ha constituido una lingüística del discurso: rechazo del habla saussureana, conside­ rada como “libertad del hablante, signo de su unicidad y de su incomparabilidad”,20 y rechazo correlativo de la sujeción a los límites de la frase, que libera a la teoría del discurso de la noción de “juicio” refe­ rido a la subjetividad. Al hacer esto, la teoría del discurso se funda como un “análisis no subjetivo de los efectos de sentido” contra la ilusión que tiene el sujeto “de estar en el origen del sentido”.21 El discurso parece estar también en el centro de la reflexión de Michel Foucault, al menos si nos atenemos a la frecuencia con que usa el término: “regularidades discursivas”, “unidades del discurso”, “formaciones discursivas”, “orden del discurso”, etc., están entre sus conceptos fundamentales (asimismo, puede advertirse un empleo muy particular del vocablo enunciado). Aquí nos limitaremos a hacer una 18. 1966, reproducido en 1967 en L’écriture et la différence, p. 409 s. 19. P. 411. 20. M. Pécheux y C. Haroche, en t.a. informations 1972, 1, p. 13. 21. M. Pécheux y C. Fuchs, “Mises au point et perspectives á propos de l’analyse automatique du discours”, en Langages 37, p. 8. 19

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

sola observación: da la impresión de que Michel Foucault ha podido distinguir su proyecto tan claramente de la empresa lingüística sólo porque la lingüística a la que él remite es la lingüística propiamente saussureana, basada en la dicotomía lengua/habla, ignorando tanto la problemática del análisis del discurso como las teorías de la enuncia­ ción. Así, afirma: “El análisis de los enunciados no pretende ser una descripción total, exhaus­ tiva, del «lenguaje» o de «lo que ha sido dicho»... No toma el lugar de un análisis lógico de las proposiciones, de un análisis gramatical de las oraciones, de un análisis sicológico o contextual de las formulaciones: constituye una manera diferente de enfrentar las realizaciones verbales, de disociar su complejidad, de aislar los términos que se entrecruzan en ellas y de respetar las diversas regu­ laridades a las que ellas obedecen. Al poner en juego el enunciado frente a la oración o la proposición [la bastardilla es nuestra], no se intenta volver a encon­ trar una totalidad perdida”.22

Los trabajos de Foucault mantienen, pues, relaciones un tanto falsas con la lingüística del discurso. Lamentablemente, en el marco de este libro no podemos desa­ rrollar los puntos de vista de Julia Kristeva, que busca rearticular teoría de las ideologías, sicoanálisis y semiología en una nueva formalización de los sistemas de significación. Veamos solamente el con­ cepto de texto: si bien en la práctica lingüística funciona a menudo como un simple doblete de discurso en el sentido 3, conviene sin embargo señalar que Kristeva ha elaborado considerablemente esta noción, en direcciones muy enriquecedoras para el análisis del discur­ so. Para esta autora, la semiología “toma actualmente por objeto mu­ chas prácticas semióticas que ella considera como traslingüísticas, es decir hechas a través de la lengua y no reductibles a sus categorías”.23 En otras palabras, el discurso se construye también a través de estruc­ turaciones que le son propias; de ahí la definición de texto como “un aparato traslingüístico que redistribuye el orden de la lengua [...], una productividad, lo cual quiere decir: 1. su relación con la lengua en la que se sitúa es redistributiva (destructivo-constructiva), por lo tanto puede ser abordado a través de categorías lógicas más que puramente lingüísticas; 2. es una permutación de textos, una intertextualidad: en el espacio de un texto, muchos enunciados, tomados de otros textos, se cruzan y se neutralizan”.24 22. Archéologie du savoir, p. 142. 23. Le texte clos, 1968. 24. Ibídem. 20

INTRODUCCIÓN PROBLEMAS METODOLÓGICOS

Un discurso no es, pues, una realidad evidente, un objeto con­ creto ofrecido a la intuición, sino el resultado de una construcción. La concepción del discurso como algo dado a la intuición y que bastaría con recortar está acompañada a menudo del postulado implí­ cito de que existe una estructura única que sería suficiente desentrañar para conocer la “esencia” de ese discurso. Asimismo, uno tendería fácilmente a oponer una lengua llamada “natural”, sin reglas, la de la conversación corriente por ejemplo, a tipos de discursos netamente definidos (discurso polémico, argumentación, etc.), que entregarían sin ambigüedad los signos evidentes de su existencia como discursos; esto sería volver a introducir subrepticiamente la oposición lenguarestricción/habla-libertad. Es necesario más bien considerar que todos los enunciados, en derecho, corresponden a tipologías, a mecanismos trasorarionoles de un cierto grado de generalidad, pero de manera más o menos difusa. Por ejemplo, la conversación corriente obedece a reglas de encadenamiento, a restricciones que no por corresponder, evidentemente, a otro tipo de “rigor” que un discurso electoral, dejan de obedecer a un orden propio. Del mismo modo, más allá de estas restricciones generales que pesan sobre cualquier conversación, exis­ ten tipos de restricciones en función de los tipos de condiciones de producción (de acuerdo con el estatus social de los hablantes, el am­ biente, los roles, etc.). No hay que oponer, por lo tanto, un hipotético lenguaje libre, que sería “natural”, sin ninguna restricción, y enunciados sometidos a dife­ rentes restricciones, que serían “discursos”: habrá que considerar el discurso más bien como el resultado de la articulación de uná plurali­ dad más o menos grande de estructuraciones trasoracionales, en fun­ ción de las condiciones de producción. Eso supone, sin embargo, que se mantenga la existencia de una “lengua”, de una base lingüística común. En efecto, no se puede de ninguna manera pretender que, en razón de la diversidad de las ideologías de los hablantes, de la varia­ ción del ambiente, la lengua estalle en una pluralidad heterogénea de “microlenguas”. Esta “base” a partir de la cual se construyen los discursos no debe ser considerada como si estuviera en la oración En la actualidad, un cierto número de lingüistas25 intentan mostrar que un texto cualquiera constituye una totalidad lingüística especí­ fica más allá de la simple suma de las oraciones que lo componen. Se trata, pues, de un nivel superior de análisis que es parte de la “lengua”, es decir, de las condiciones necesarias para la existencia de un discurso cualquiera. Conviene distinguir cuidadosamente entre esta problemá­ 25. Mencionemos en particular a un conjunto de lingüistas alemanes: Thümmel, Heidolph, Stempel, etc. A este respecto puede consultarse el número 26 de la revista Langages y su bibliografía, p. 122. 21

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tica de “lengua” y las reglas de estructuración textuales vinculadas con tipos discursivos particulares. Así, no habría que mezclar, por ejemplo, las consideraciones relativas a los sustitutos pronominales o a la eliminación de la ambigüedad por el contexto con las que se refie­ ren a la organización de las partes de una disertación filosófica. Entre las estructuras discursivas más finas y las estructuras más generales de la lengua puede construirse una escala de diversos gra­ dos de complejidad: así, se distinguen regulaciones trasoracionales de un gran nivel de generalidad (narración, argumentación, diálogo, etc.); en un nivel inferior, pueden señalarse tipos de estructuración más específicos, para llegar finalmente a regulaciones finas muy particu­ lares. Estas observaciones no deben llevar a pensar que las regulaciones encajan armoniosamente unas en otras; por el contrario, se trata de una interacción: así, en el nivel más elemental, un diálogo comprende muchas veces componentes narrativos, y viceversa, o componentes argumentativos; un discurso didáctico puede tomar la forma de un diálogo, etc. Cuando se abordan estructuras discursivas complejas, este fenómeno se marca aun con más claridad. Además, en esos discursos complejos es considerable el peso del intertexto. Con el término intertexto se designa el conjunto de las relaciones con otros textos que se manifiestan en el interior de un texto (cita, parodia, paráfrasis, nega­ ción, etc.): en este caso resulta a menudo más pertinente establecer esas relaciones con el intertexto que poner el texto en relación inme­ diata v primaria con las condiciones de producción. El análisis del discurso se caracteriza por operar las más de las veces sobre varios discursos puestos en relación al considerar sus con­ diciones de producción; por lo demás, este es el sentido que ha tomado la mayoría de las investigaciones en este campo. “El análisis del discurso supone la consideración conjunta de varios textos, dado que la organización interna del texto aislado no puede remitir sino a sí misma (estructura cerrada) o a la lengua (estructura infinita, reiteración de los mismos procesos) [. . .]. Cuando el análisis se desarrolla sobre un solo texto, se hace referencia a una tipología existente.” 26

Necesariamente hay que establecer un invariante para llevar a cabo un análisis de discurso. Encontramos aquí el problema de la constitución del corpus; la comparabilidad de los discursos supone invariantes: el mismo hablante en ambientes diferentes, con roles dife­ rentes, diferentes hablantes en las mismas condiciones de producción, etc. No hay que olvidar, sobre todo, la diversidad de las relaciones que pueden mantener los discursos entre ellos: alianza, inclusión, anta­ 26. G. Provost-Chauveau, Langue Frangaise 9, p. 19. 22

INTRODUCCIÓN

gonismo, etc., y la necesidad de una reflexión teórica exterior a la lingüística stricto sensu para determinar si el estado de las condiciones de producción presenta un grado suficiente de estabilidad y homoge­ neidad. En cuanto a los corpus posibles, evidentemente son infinitos en número, pero los tipos de discursos analizables no ¿jo son. Reflexio­ nando, se comprende fácilmente que surgen muchas dificultades si se pretende considerar como equivalentes todos los corpus teórica­ mente posibles. Lo específico del análisis del discurso es que intenta construir modelos de discursos articulando esos modelos sobre condi­ ciones de producción. Se trata pues de poner en relación esas dos instancias por medio de una “teoría del discurso”. Al hacerlo es posi­ ble chocar con dos obstáculos simétricos: enfrentarse con discursos muy complejos, difíciles de relacionar con sus condiciones de produc­ ción o, por el contrario, encontrarse con discursos de estructuración muy difusa, que se ponen en relación con las condiciones de produc­ ción de una manera tan inmediata que el desequilibrio se establece esta vez en beneficio de las condiciones de producción. Ello no signi­ fica que esos dos tipos de discursos no tengan interés para la inves­ tigación, muy por el contrario, pero si intentara empezar por ellos, el análisis del discurso correría el riesgo de adoptar una mala estrategia heurística. Supongamos que tomamos por ejemplo un corpus de discurso teo­ lógico. Estos textos se definirían esencialmente por las relaciones que tienen con una multitud de otros textos teológicos sometidos a la misma regla, dado que esta remisión de texto a texto es una de las características esenciales de este tipo de discurso. Como el estatus de los eclesiásticos y del conjunto de las instituciones religiosas en una formación social es muy complejo, poner en relación directa y sin mediación las condiciones de producción y ese tipo de discurso sería una tarea muy difícil de realizar. A la inversa, un corpus com­ puesto de discursos “espontáneos” y poco estructurados sería, en el estado actual de los conocimientos lingüísticos —es decir, de nuestra ignorancia—, una estrategia equivocada: las condiciones de produc­ ción tomarían demasiada importancia. En otras palabras, para tra­ bajar con el máximo de eficacia, vale más tratar de equilibrar discurso y condiciones de producción para que su articulación sea lo más rica posible. Nos parece que esto explica en parte el éxito que tiene actual­ mente el análisis de corpus de discursos políticos. Es conveniente precisar este punto: esta elección no es una exclu­ sión de los otros tipos de discursos, sino una elección “estratégica” que debe permitir una ampliación progresiva de los tipos de corpus que se toman en consideración. L. Guespin llega también a la misma conclusión en cuanto a las razones profundas de esta restricción del campo de investigación: “si no se quiere introducir el laxismo en este 23

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

dominio todavía nuevo que es el análisis de discurso, se impone espe­ cializarse en textos cuyas reglas discursivas sean lo menos capricho­ sas posible. A este título, el enunciado político es particularmente satisfactorio”.27 Para este autor, en el discurso político “se trata general­ mente de enunciados sobre enunciados; así el problema de la situación se reduce al mínimo; siendo la situación un discurso precedente, ella ya es lingüística”.28 Parece sin embargo que el discurso político tiene con las condi­ ciones de producción una relación menos mediata que muchos otros tipos de discursos y que, si bien la situación con frecuencia ya es lin­ güística, no obstante, por el estatus de sus protagonistas (jefes de partido, diputados, etc.) y por su función muy señalada en la forma­ ción social, el discurso político constituye un dominio privilegiado: discurso muy estructurado pero menos complejo29 que muchos otros, discurso producido dentro del marco de un conjunto de instituciones que fijan y delimitan con claridad sus condiciones de producción, dis­ curso lo más apropiado para una lectura en términos de ideología. Para la lingüística existen dos maneras de concebir el discurso. La primera consiste en no ver en él más que una simple extensión de la lingüística. La segunda hace del discurso el síntoma de una crisis interna de la lingüística, particularmente en el campo de la semántica. Por el momento, la situación no está estabilizada, y esta fase de tran­ sición permite la coexistencia de acepciones múltiples, enredadas y hasta contradictorias. Un interrogante que es imposible dejar de plantearse y que ya hemos encontrado es, pues, el de qué es lo que corresponde propia­ mente al campo de la lingüística en el análisis del discurso. No se puede, al menos por ahora, dar una respuesta satisfactoria a esa pre­ gunta. Una cosa es segura: no es solo la lingüística la que debe trazar esa línea divisoria, sino más bien una teoría del discurso. Una idea de la complejidad del problema puede tenerse considerando la solu­ ción que ha intentado aportar Émile Benveniste, que en 1962 proponía la oposición siguiente: “Hay por un lado la lengua, conjunto de signos formales, extraídos por procedimientos rigurosos, escalonados en cla­ ses, combinados en estructuras y en sistemas, y por el otro, la mani­ festación de la lengua en la comunicación viviente”. La oración no es unidad de la lengua sino del discurso: ‘Con la oración se sale del dominio de la lengua como sistema de signos y se penetra en otro universo, el de la lengua como instrumento de comunicación, cuya 27. Langages 23, p. 23. 28. Ibídem. 29. El uso del calificativo complejo es muy aproximativo; no queremos decir que existen discursos “simples” y otros “complejos”: con estos términos nos referimos al tipo de regulaciones trasoracionales que se articulan en la unidad del discurso. 24

INTRODUCCIÓN

expresión es el discurso”.30 Pero subsiste la falta de rigidez conceptual: ¿el estuoo del discurso corresponde a la lingüística solamente? ¿Qué estatus dar al discurso que sobrepasa los límites de la oración? ¿Se toman en consideración las condiciones de producción del discurso? Benve­ niste retoma esta pregunta siete años después: “Hay que superar la noción saussureana del signo como principio único, del cual depende­ rían a la vez la estructura y el funcionamiento déMa lengua. Esta superación se hará por dos caminos: en el análisis intralingüístico, por la apertura de una nueva dimensión de significación, la del discurso, que nosotros llamamos semántica, que en adelante se distinguirá de la que está vinculada con el signo y que será semiótica; en el análisis traslingüístico de los textos obras, por la elaboración de una metasemántica que se construirá sobre la semántica de la enunciación”.31 El equívoco sólo queda desplazado: ¿cómo separar lo que corres­ ponde a lo “intralingüístico” y lo que corresponde a lo “traslingüís­ tico”, salvo en los casos extremos? Lo que se encuentra en el nudo de la dificultad es precisamente el carácter muy oscuro de la enun­ ciación. Asimismo, una de las preguntas esenciales que actualmente se plantea la lingüística se refiere a la semántica: ¿puede afirmarse que esta corresponde únicamente a la lingüística? Los lingüistas tra­ tan de evitar las posiciones tajantes —excluir de la lingüística el estu­ dio del sentido o bien incluirlo totalmente en ella—, y prefieren hablar de interacción entre lengua v discurso o, simplemente, como Benveniste, hacer de ellos dos universos diferentes. Si la enunciación ha dado origen a muchos equívocos es porque, valiéndose de ella como una garantía, muchos trabajos pretenden mantenerse dentro de un marco intralingüístico mientras desarrollan puntos de vista que otros juzgan “traslingüísticos” (correspondientes al análisis del dis­ curso) considerándolos desde una perspectiva más estrecha o, al me­ nos, diferente de la enunciación. Después de una fase de expansión “estructuralista”, en sentido estricto, dominada por el análisis distribucional, y de una fase de expansión de la gramática generativa y trasformacional que ha pro­ movido un notable desarrollo de la sintaxis, la lingüística choca fron­ talmente con los problemas de una semántica no lexicológica. La noción de discurso viene entonces a suplir una carencia, pero sin que sea posible, todavía, asignarle un estatus teórico riguroso. Desde un punto de vista totalmente pragmático, en este libro entenderemos por discurso fundamentalmente organizaciones trasoracionales que corres­ pondan a una tipología articulada sobre condiciones de producción sociohistóricas. Problemas de lingüística general, México, Sig lo X X I, 1971, p. 128-129. Prohlémes de linguistique générale II. 1974, p, 66 ¡la s bastardillas son Problemas de lingüística general II, México, S ig lo X X I, 1977.

30. 31. n u e stra s]; trad. esp.:

25

LOS ENFOQUES DEL DISCURSO ADVERTENCIA

Los “métodos” que vamos a presentar han sido ordenados bajo diferentes títulos (el enfoque lexicológico, el enfoque sintáctico, la enunciación). Esta división de ninguna manera está basada en una teoría, sino que es solamente el síntoma de las dificultades con las que se enfrenta el análisis del discurso: ella no constituye, pues, sino una clasificación pragmática con miras a una presentación clara. En efecto, estas tendencias (más que enfoques) no tienen otro fundamento que una cierta división de hecho del campo del análisis del discurso, división cuyo fin desean ver los investigadores de modo de preparar la construcción de una teoría capaz de integrar estos caminos diversos. No disimularemos el hecho de que esta presentación es dema­ siado selectiva y que muchos otros trabajos habrían podido ser comen­ tados en este mismo marco. El análisis del discurso —es sabido— tiene el peligroso privilegio de encontrarse en el punto de intersección de disciplinas que están ellas mismas en vías de constitución y cuya articulación con la lingüística es, por desgracia, tan necesaria como aún balbuciente. No es de extrañar, en consecuencia, que “métodos” (en el senti­ do riguroso del término) como los de M. Pécheux, de Harris, o los enfoques estadísticos, coexistan con hipótesis a menudo rudimenta­ rias —como la enunciación—, cuyos elementos todavía no presentan unidad Sin caer en un pesimismo excesivo, hay que tener, sin émbargo, las más grandes reservas en cuanto a la estabilidad de los compo­ nentes de lo que se ha dado en llamar análisis del discurso. Retomando la célebre metáfora de Claude Levi-Strauss, diremos que el análisis del discurso se constituye por un trabajo de ‘bricolage” y que por ahora está solamente en el estadio en que ensaya un poco todos los instrumentos metodológicos disponibles.

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I. EL ENFOQUE LEXICOLOGICO 1. LA LEXICOMETRIA

A) LAS INVESTIGACIONES LEXICOMÉTRICAS » DEL LABORATORIO DE LEXICOLOGIA POLÍTICA DE LA ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE SAINT CLOUD2

Al ocuparnos de los trabajos de este equipo, no queremos decir que son los únicos estudios llevados a cabo en este campo; por ejemplo, nos referiremos también, aunque más someramente, a las investigaciones realizadas dentro del marco del “análisis factorial de las correspondencias”, que tiene preocupaciones muy semejantes. Nos ha parecido que se trataba de una tentativa de encarar el problema del discurso en forma sistemática, muy representativa tanto de las posibilidades como de los límites de la utilización de los instrumentos estadísticos. La estadística, fuera de contexto y en contexto, ofrece un aparato metodológico muy diversificado, del cual quisiéramos aclarar, en lo posible, algunos aspectos. Ejemplos del empleo de la estadística para estudiar el léxico de un texto son en Francia los trabajos de P. Guiraud3 y de Ch. Muller;4 ERA 56 es parte de sus investigaciones, a las que da nuevas derivaciones. 1. Término que el equipo de Saint-CIoud ha preferido al de estadística léxica. 2. Este laboratorio es un equipo de investigación, ERA 56, asociado al Centro Nacional de Investigación Científica. 3. Problémes et méthodes de la statistique linguistique, Paris, P.U.F., 1960, y Les caracteres statistiques du vocabtdaire, P.U.F., 1954. 4. Essai de statistique lexicale: le vocabulaire du théátre de P. Corneille, Larousse, y La statistique linguistique, Hachette, 1974 (colección “Langue-Linguistique-Communication” ). 29

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Principios de análisis La lexicometría se niega a privilegiar algún elemento, cualquiera que sea, en un discurso; se basa en lo exhaustivo de los relevamientos, la uniformidad del recuento y la unicidad del criterio de recuento. Tres elecciones primordiales guían esta investigación: a) elección del ítem formal, b) elección de la red estadística, c) elección de la norma intrínseca.5 a) De la totalidad del discurso sólo se conservan, como objetos de análisis, los ítems formales (las palabras gráficas), con exclusión de cualquier lematización, es decir de cualquier agrupamiento de ítems sobre bases lexicográficas (poner los verbos en infinitivo, los plurales en singular, etc.). En efecto, para el equipo, la no lematización “se esfuerza por mantenerse en la superficie del discurso, a fin de poner de relieve sus realizaciones habituales o excepcionales”, mientras que “la le­ matización impone una problemática de lengua”.6 b) Al recurrir a la estadística matemática, se busca extraer leyes, construir “redes”, tanto sobre el eje paradigmático (“jerarquías de proporciones”) como sobre el eje sintagmático (“ordena­ miento de posiciones”) y sobre el eje “situacional”7 (relacio­ nes de determinación entre las condiciones de producción y las formas léxicas). Todas estas “redes” apuntan a definir “el sentido como el resultado global de un conjunto de relaciones de eficacia”.8 c) Eso significa que la norma será definida en el interior de los corpas y no, por ejemplo, con referencia a la “lengua”; se trata de una necesidad ineludible, a menos de replantear el concepto de “discurso”. El recurrir a la estadística también impone restricciones y suscita dificultades. No nos demoraremos en los problemas lingüísticos que presenta el solo hecho de confiar en que, ocupándose sólo de los ítems formales en un discurso, las mediciones y las redes extraídas forman una imagen válida de los discursos y, más allá de ellos, de sus emiso­ res. Vayamos mejor a las cuestiones vinculadas con la estadística, cuestiones que deben ser bien comprendidas si se quiere tener una idea justa de este tipo de enfoque. Hay que distinguir absolutamente tres niveles: 5. Des tracts en Mai 1968, Armand Colin, 1974, p. 19. 6. L ’indexation minimale, mimeografiado, mayo de 1973, p. 24. 7. Des tracts en Mai 1968, p. 23. 8. Ibídem. 30

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

1. Un registro de frecuencia: el registro de una frecuencia de cier­ tos caracteres cuantificables más elevada en un corpus que en otro. Ese registro no significa nada en sí mismo. 2. Nivel de inferencia estadística: se demuestra que tal corpus posee significativamente más caracteres cuantificables de un tipo determinado que tal otro. Aquí interviene la noción de hipótesis nula:9 si se toma por norma el corpus mismo y se supone que el carácter que se estudia obedece solamente al azar (situación evidentemente ideal), es posible calcular la “distancia” entre el modelo teórico así obtenido (“hipótesis nula”) y la repartición real; se determina un “umbral de pro­ babilidad” que permite disponer de un intervalo entre los límites del cual la “hipótesis nula” no podría ser rechazada. En general se toma un umbral del 95 ó 99 por ciento: si el carácter cuantificable está fuera de estos porcentajes, se lo juzga significativo y la ‘hipótesis nula” es rechazada. En ese caso, corresponde al investigador definir una hipótesis basada en esa “significatividad”. 3. Nivel de inferencia sociolingüística: se decide entonces que tal emisor ha escrito significativamente con más de ese carácter cuantificable que tal otro. Gracias al “umbral” definido, es posible evaluar el grado de seguridad con el cual se da una conclusión. Tratamiento de los textos Se empieza por imprimir el corpus integral en tarjetas perforadas, siguiendo un código convenido; un programa de indexación que fun­ ciona sobre computadora separa del corpus las palabras “funcionales” (los instrumentos gramaticales que forman una lista cerrada, deter­ minada de antemano). Solo quedan, pues, las formas realmente “léxi­ cas”: esta es la única manipulación del discurso al comienzo. Los in­ vestigadores de Saint-Cloud se atienen al material escrito, a los “ítems” (unidades gráficas separadas por dos blancos), a las oraciones. De este modo se construyen índices (alfabéticos, jerárquicos). Dividiremos esta presentación en dos partes: la lexicometría “pa­ radigmática”, que efectúa sus cálculos sin tener en cuenta los contextos de los ítems, y la lexicometría de las “coocurrencias”, que busca cuantificar los entornos de los ítems. Son dos perspectivas evidentemente complementarias. No nos detendremos tanto en los índices estadísti­ cos de los ítems “fuera de contexto”, que son de las cosas relativa­ mente mejor conocidas en estadística léxica,10 como en los índices 9. Sobre la “hipótesis nula”, consultar Ch. Muller, La statistique linguis­ tique, Hachette, 1974, pp. 48, 91. 10. Particularmente por los trabajos de P. Guiraud y Ch. Muller. 31

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

relativos a la estadística de los contextos, el estudio de las coocu­ rrencias. Para hacer más concreta esta rápida presentación, tomaremos co­ mo guía el estudio más importante realizado dentro de este marco, referido al vocabulario de los volantes (panfletos) emitidos por grupos políticos estudiantiles en la región de París durante los acontecimien­ tos de mayo de 1968. Este estudio es el objeto de una extensa obra.11 Aclaremos dos puntos, para comprender bien lo que sigue. Los autores dividen los acontecimientos de mayo en tres períodos: P1 = 1-13 de mayo (estudiantes), P2 = 14-30 de mayo (huelga obrera) P3 = 31*de mayo - 16 de junio (reflujo), y utilizan las siguientes abreviaturas para los grupos: Comité de Acción (hay varios con este nombre), CA = grupos políticos, GP Anars = Anarquistas, FER = Federación de los Estudiantes Revolucionarios (trotskista), JCR = Juventud Comunista Revolucionaria (trotskista), 22 M = Movimiento del 22 de Marzo, PCF = Partido Comunista Francés, PSU = Partido Socialista Unificado, Situs = Situacionistas, UJCML = Unión de las Juventudes Comunistas Marxistas-Leninistas, = Voz Obrera (trotskista). VO I. LEXICOMETRÍA FUERA DE CONTEXTO (PARADIGMATICA)

Hay algunos índices estadísticos que tienen el objeto de medir la longitud de diversas unidades (volante, oración, segmento, ítem). Otro índice estudia el coeficiente de lexicalidad de los diversos emisores, es decir la proporción de formas léxicas en un texto, por oposición a las formas funcionales. Otros se refieren a la extensión y la estructura del vocabulario. Número de ítems — Coeficiente de repetición general (RG) = ------------------------Número de formas 11. Des tracts en Mai 1968: mesures de vocabulaire et de contenu, Armand Colin, 1974. Este libro es el resultado de la colaboración^ de ERA 56 (M. Tournier, A. Geffroy, P. Lafon) y “analistas del contenido” de la Universidad de Lyon II (Mouillaud, Gouazé, Demonet). 32

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

— Coeficiente de repetición funcional (RF) Número de ítems funcionales Número de formas funcionales — Coeficiente de repetición léxica (RL) Número de ítems léxicos __ ___________ó ______________________ Número de formas léxicas Estos coeficientes se afinan por: a) el cálculo de un efectivo teórico del vocabulario: se comparan los emisores calculando para cada uno de ellos un vocabulario “teó­ rico”, el que tendrían si se redujera, por sorteo de su sobrante de ítems, su longitud al más corto de ellos. Así se perfecciona la noción de “ri­ queza léxica”. b) estructura “léxica” del vocabulario: cálculo destinado a distin­ guir los grupos según el criterio siguiente: dos grupos pueden tener el mismo número de ítems léxicos y utilizar de manera muy diferente las frecuencias de las formas (ejemplo absurdo: 100 ítems para 50 formas pueden corresponder respectivamente a 45 formas de frecuen­ cia 1 y una forma de frecuencia 5, o a una repartición más regular). Se señala así una repetición más o menos grande en las formas más frecuentes (palabras-temas, según Guiraud). La interpretación es di­ fícil: fila diversidad es índice de pensamiento inconsistente o de pro­ fundidad? Estos índices son en realidad insuficientes y es necesario recurrir al estudio de las formas específicas de cada emisor. Los vocabularios Nos ocuparemos principalmente de estos índices, que constituven una investigación bastante original en este campo. La cuestión cen­ tral es la siguiente: ¿qué formas léxicas permiten caracterizar la origi­ nalidad del discurso de un emisor y qué formas pertenecen al fondo común, al “discurso trivial” de mayo de 1968? La noción de frecuencia no t s simple y unívoca. “La frecuencia es la resul­ tante de dos tipos de empleo: generalidad de un término, si este es tomado del repertorio fundamental de los usuarios de la época (estado de lengua) o del de una situación de comunicación (estado de discurso); particularidad, si el término caracteriza un momento, un tema o un género preciso (registro) o bien si es propio de un hablante individual o colectivo al que contribuye a caracterizar (idiolecto). Toda frecuencia es, pues, una magnitud mixta, que resulta de una relación y de una acumulación”.12

12. Op. cit,, p. 131. 33

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

El vocabulario original Es el recuento de las formas que solo se encuentran en un emisor determinado. Lo importante es la acumulación o la poca frecuencia de las formas originales en el texto. Se calculan entonces los porcenta­ jes que permiten agrupar a los emisores por familias según su grado de originalidad (obviamente, se busca compensar el factor de longitud de los diferentes corpus para no falsear la clasificación). Inversamente, se confecciona la lista de las formas léxicas comu­ nes a los hablantes; se trata de definir un vocabulario “trivial” que da cuenta tanto de la repartición como de la frecuencia. Se parte de la frecuencia relativa (o probabilidad) de la forma léxica en el con­ junto del corpus y se deduce de ella para cada parte una subfrecuencia teórica. Considerando la distancia entre la subfrecuencia real­ mente observada en esa parte y la subfrecuencia teórica —que se mide por el procedimiento llamado de las distancias reducidas—, se puede entonces definir como específica una forma que sobrepasa un umbral determinado de esas distancias reducidas. Las formas triviales, en cambio, no tienen ninguna distancia normal. De este modo es po­ sible sacar a la luz el vocabulario específico de un período, de un grupo, o de un grupo durante un período determinado. Para que esta especificidad tenga un sentido, hay que operar solo con las formas léxicas de una frecuencia suficiente. A cada grupo, o período, puede atribuirse un índice de particularidad, en función del porcentaje de formas originales y de formas específicas, eliminando el parámetro de la extensión del vocabulario. Por ejemplo, para los grupos de mayo del 68, la clasificación de particularidad se establece de la manera siguiente:13 índice de particularidad PSU JCR CAQ 22 M CAOE VO PCF CAE

25,1% 27 % 28,7% 28,7% 30,1% 30,4% 30,9% 33,2%

34,4% CCA CAU 36,4% ML 37,2% ANARS 37,7% FER 40,4% SITUS 42,0% 42,4% CAL

El núcleo no específico se define como el vocabulario formado por las unidades que no son marcadas ni por los períodos ni por los grupos: son 72 formas de los GP y 137 de los CA. En esta lista hay que separar el “francés fundamentar’ de primer grado 14 y la parte del 13. Ibíd., p. 160. 14. Lista de palabras que sirvieron ai C.R.E.D.I.F. para elaborar el “fran­ cés fundamental” (Vélaboration du frangais fondamental, París, Didier, 1956). 34

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

vocabulario político fundamental de los volantes de mayo. Resulta finalmente que este núcleo trivial sólo representa el 5 por ciento del corpus. El núcleo no específico permite nuevas investigaciones: qué parte de la utilización del núcleo corresponde a cada período, qué uso hace de él cada grupo, etc. Al recurrir al análisis factorial de las correspondencias (v. in/ra), los autores quisieron también estudiar los parentescos léxicos, y hacen intervenir tres variables: los emisores, los períodos y los fragmentos (esto es, un emisor en un período determinado); en otras palabras, por ejemplo, qué relaciones de proximidad tienen entre sí los diversos emisores en cuanto a la especificidad de su vocabulario, y en función de cada período. Se encuentran dos usos discursivos diferentes: los grupos trotskistas, en particular, dan la prioridad al vocabulario común de mayo sobre sus vocabularios específicos; en las dos antípodas se encuentran el PCF (vocabulario de partido) y ML, 22M, SITUS, ANARS. El cálculo de las distancias entre fragmentos lleva a fijar sucesi­ vamente una de las dos variables (emisor, período). Se habla de afinidad (o por el contrario de antagonismo léxico) entre un emisor y su vecino más cercano para un período dado. Se comprueba que en el primer período los situacionistas son el antagonista de todos los grupos, mientras que en el segundo período lo son los anarquistas (¿los emisores más marginales?). Un último índice, el índice de cohesión, permite estudiar la per­ manencia, la estabilidad de los emisores durante los tres períodos (de Pi a P2, de P2 a ¥3, de Pi a P3) por el término medio de estas tres distancias. La interpretación es difícil: ¿esclerosis o coherencia? o bien, en el caso contrario, ¿espontaneidad o incoherencia? COHESIÓN fuerte

(

1 1

: PCF

PSU

débil

2

22MFER ! ML JC R : ' i VO i

Anart

Situs 2.23

M edia

Figura 1 15

Hay que señalar, sin embargo, que esta “cohesión” depende estre­ chamente del carácter más o menos repetitivo del vocabulario, pero no solamente de eso: así, el PSU está en segunda posición por la cohe­ sión a pesar de su vocabulario bastante variado (quinta posición). 15. Des tracts en Mai 1968, p. 182. 35

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO II. LEXICOMETRÍA EN CONTEXTO: LAS COOCURRENCIAS

‘ La lexicometría del índice, de la lista y de la palabra debe completarse con una descripción estadística de la secuencia, de la distribución.” 16 La coocurrencia no se define en el punto de partida como una relación semántica, sino que corresponde a la posición material de las redes de atracción estadística de las formas que se repiten varias veces en el corpus. La computadora contabiliza las unidades léxicas de las expan­ siones a la izquierda y a la derecha de una forma léxica elegida como polo dentro de los límites de las puntuaciones fuertes, es decir de la oración. Se llama cofrecuencia observada (cfo) el número de aparicio­ nes de una forma léxica observadas en el entorno de un “polo”. Pero este índice resulta evidentemente insuficiente, pues es dar el mismo valor a un ítem inmediatamente cercano al polo y a un ítem más alejado; se introduce entonces un índice de proximidad. Se da el valor -j- al ítem inmediatamente contiguo, -j- al segundo y así sucesivamente hasta completar la expansión. Pero aparece una nueva dificultad: un determinado ítem vecino, que sólo se encuentra raramente pero siempre inmediatamente contiguo al polo, pasaría de­ lante de otro, repetido con mucha frecuencia en las cercanías del polo pero en un lugar más alejado. Se define entonces el coeficiente de vecindad v para privilegiar la frecuencia evitando este inconveniente. cofrecuencia observada X a/ £ l/d donde

= índice de proximidad

Este coeficiente es afinado a su vez, trasformado en un coefi­ ciente C que reduce todos los polos a un coeficiente medio: _

v x 100

frecuencia del polo Nueva dificultad: ¿los coocurrentes mayores corresponderían a las formas más frecuentes del corpus? Interviene entonces la cofrecuencia teórica (cft), que es el producto de la longitud de la expansión en ítems por la frecuencia relativa de la forma en el corpus. Se presentan tres casos: 1) cfo p* cft (cfo sensiblemente igual a cft): se dice entonces que la vecindad es “normal”. 16. Ibíd., p. 184. 36

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

2) cfo < cft (cfo menor que cft): se puede entonces considerar que el polo “repele” esta forma de su vecindad. Podría quizás encararse la estructuración de los gráficos de “repulsión” de los tabúes. 3) cft < cfo (cft menor que cfo): se habla de atracción por parte del polo. En este caso, se hablará de coocurrentes. Para afinar estas nociones, se recurre a la prueba $e la “distancia reducida”,17 que se define por la medida entre el valor observado de una variable y su valor teórico (esta prueba se basa en el postulado estadístico según el cual cada forma léxica tiene en cada etapa del texto una probabilidad igual de ser el término buscado, probabilidad que corresponde a su frecuencia relativa en el corpus). Una vez com­ pletadas todas estas manipulaciones, queda aislado un resto de formas significativas en las dos expansiones de la forma-polo. Ordenando estos coocurrentes jerárquicamente, con relación a una cima, se obtiene un léxico grama. Los lexicogramas Se pueden considerar dos tipos de lexicogramas: 1) de un solo piso, planos; 2) de varios pisos, escalonados. 1) Lexicograma de un solo piso: Se representan con un gráfico conectado las relaciones de las cim a s co n el p o l o : 1*

Figura 2

2) Lexicograma de varios pisos: Es un procedimiento recursivo: tomando como “polo" uno de los coocurrentes de ese primer piso, se determina otro piso, y así suce­ sivamente: 17. Ver Ch. Muller, La statistique linguistique, p. 69. 18. Cf. Des tracts en Mai 1968, p. 192. 37

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Figura 3 19

Se dice que P2 hace de punto de conexión entre dos lexicogramas de pisos diferentes. Una cima del segundo piso puede, a su vez, con la prueba de dis­ tancia reducida, tener coocurrentes a la derecha y a la izquierda. Si algunos de estos coocurrentes coinciden con formas léxicas del piso segundo o primero, hav cierre por falta de salida (“impasse”), por oposición al “árbol” que implica la abertura. Pero este árbol debe obe­ decer a “reglas de marcha” rigurosas, para que no se abran ramifica­ ciones no pertinentes. Si se comprueba que la cima alcanzada está insu­ ficientemente representada por su frecuencia en el corpus, no está permi­ tido continuar el gráfico a partir de ella: es una cima pendiente. Cuando es el coeficiente de coocurrencia de un polo el que es insuficiente, o cuando no hav coocurrencia en absoluto, se habla de un pozo. Se habla de circularidad (“cyclage”) cuando los coocurrentes de un polo ya han aparecido en un piso anterior. Si uno de los coocurrentes es el polo mismo, hay cerramiento (“bouclage”). Para cada polo se puede calcu­ lar el número medio de vecinos que engendra en todas sus expansiones: esto es la amplitud de una vecindad. Comparando la amplitud de la vecindad a la izquierda del polo y la de la derecha, es posible consi­ derar qué posición media ocupa el polo en la oración. Algunas formas están situadas a la izquierda en todos los corpus, o a la derecha, pero otras pueden estar a la izquierda en algunos corpus y a la derecha en otros. “El lingüista, interpretando las ubicaciones así determinadas, podría extraer de allí indicaciones sobre funcionamientos sintácticos mayores”.20 La amplitud general se define como la suma de la amplitud izquierda y la amplitud derecha; esta amplitud permite aislar dos grupos de formas “extremas”, características de dos tipos de “microdiscursos”: las formas léxicas que funcionan preferentemente en secuen­ cias cortas y las que funcionan en las secuencias largas. No nos deten­ dremos en las múltiples reflexiones que se pueden suscitar a partir de este índice, tanto en el campo sintáctico como en el de una tipología del discurso del volante. 19. Dea tracts en Mai 1968, p. 192. 20. lh'ul., p. 202. 38

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

El estudio de los coocurrentes de un polo permite comparar el entorno léxico de una forma idéntica en el corpus de dos emisores diferentes o, a la inversa, comparar el entorno de dos términos dife­ rentes que funcionan en un mismo corpus (se llega así a una aproxi­ mación interesante a la noción de “sinonimia”). Comparemos, por ejemplo, los lexicogramas del polo étudiants [estudiante] en el corpus de los CA v en el de los GP: 21 GP ¿s Étudiants ^ [estudiantes] * travailleurs

paysans

[trabajadores]

[campesinos]

* ouvriers

facultés

[obreros]

CA / Étudiants v estudiantes]^^ * travailleurs

[trabajadores] lutte

[facultades]

* action

veulent

[acción]

[quieren]

comité

Sorbonne

[comité]

[lucha] * ouvriers

lobreros] Mai

[Sorbona]

usinas

C.R .S. cóté

[fábricas] * lycéens

[bando, partido]

[estudiantes secundarios]

[mayo] * enseignants

[docentes] combat

nouvelle

[nueva]

* hier

m édecine

[ayer]

[m edicina ]

* jeunes

occupent

[jóvenes]

[ocupan]

* face

enseignantt

[cara, frente]

[docentes]

luttes

Censier syndicales

[luchas] soiidaire

[sindícales]

[solidario]

refusent

coude

[combate] * jeunes

[jóvenes] * action

[acción] vive

[viva] fédératíon

[federación] trois

[tres] unión

[rehúsan]

[codo]

savent

exploitation

[saben]

[explotación]

C .G .T . manifestar

intentions

[intenciones]

[manifestar]

accepte

directions

[acepta]

[direcciones]

Charléty rejoignez

victimes [víctimas] comprendre

[unios] C .G .T .

[comprender] Citroén refusé

[rehusado] unis

[unidos] coude

[codo] seul

[solo] nature

[naturaleza] résister

[resistir] fascistes

[fascistas]

[unión] centaines

[centenas] m asse

[masa] F.E.R . révolte [rebelión] vendredi

[viernes] barricadas

[barricadas] Jour

[día] * hier

[ayer] * face

[cara, frente] isoler

[aislar] 10

opposer [o p o n e r]

colére

[cólera] nuit

[noche] riposte

[respuesta]

* travailleurs

[trabajadores] * ouvriers

[obreros] lutte

[lucha] * jeunes

[jóvenes] * enseignants

[docentes] progressistes

[progresistas] * lycéens

[estudiantes secundarios] révolutionnaire

[revolucionario] répression

[represión] université

[universidad] professeurs

[profesores) quartier

[barrio] doivent

[deben] rué

[calle] Nanterre * facultés

[facultades] latín

[latino] peuvent

[pueden] paysans

[campesinos] ensem ble

[conjunto] socialista

[socialista] apprentis

[aprendices] participer

[participar] battre

[golpear] droit

[derecho] organiser

[organizar] * refusent

[rehúsan]

21 . Ibíd.,

p.

217 .

39

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Los términos precedidos de un asterisco definen la intersección coocurrencial, o sea el 26 por ciento de los términos del gráfico. El estudio de los lexicogramas del polo étudiants [estudiantes] puede hacerse también para cada emisor tomado aisladamente, para ver cuál es la contribución de cada uno al lexicograma global. Se ob­ serva, por ejemplo, que la UJCML se caracteriza por una proximidad importante al lexicograma de los GP, mientras que el PCF contribuye muv escasamente a él, aunque el vocablo esté empleado en sus docu­ mentos casi con tanta frecuencia como en los de la UJCML. Inversamente, es posible estudiar los casi sinónimos, por ejemplo travailleurs [trabajadores] y ouvriers [obreros], de manera de ver si su funcionamiento diverge, y en qué medida. Hay una multitud de aná­ lisis que pueden realizarse en este dominio. Así, después de haber construido el lexicograma de un solo piso de esos dos lexemas en los corpus CA y GP, se puede trazar el esquema de las intersecciones de sus coocurrentes.

O UVRIERS B Com ités de A cció n AB

A TR AVAILLEUR S C om ités de A cc ió n

ensem ble AD vive

paysans AC m illio n s revendications gréve in te lle ctu els entreprises

ACD

AB D

BD com ités F lin s usine

0

ABCD étudiants so lid arité

jeunes lutte CD m ilitan ts lycéens

Grupos p o lítico s O UVRIERS D

A B C D

Grupos p o lítico s C TRAVAILLEURS

Figura 4 22

22. IhUL, p. 226. 40

= = = =

zonas de travailleurs en CA zonas zonas zonas

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

ABCD constituye una especie de “núcleo” fundamental de atracción mayor: ¿voluntad de asegurar la unión entre las luchas obreras y estudiantiles? Si es la “unión” lo que caracteriza la intersección de estos dos lexemas, ¿en qué consisten sus diferencias? Ouvrvers tiende a funcionar, sobre todo en los documentos de los comités de accionen un contexto inmediato, localizado. La forma travailletirs, en cambio, menos encar­ nada, sobre todo en su empleo por parte de los grupos políticos, en­ cuentra sus características de funcionamiento en la red de términos abstractos.23 La comparación de los espectros informa poco sobre el “sentido” de este polo, pero mucho sobre su contextuaUzación, es decir sus cone­ xiones, imprevisibles en la “lengua”. Pueden estudiarse otros pares de palabras: gréve/lutte, étudiants/ travailleurs. Por ejemplo, la intersección de lutte GP v lutte CA es del 13 por ciento, mientras que la de gréve CA y gréve GP es del 39 por cierto.

Figura 5 24

Este esquema debe ser corregido inmediatamente: solo el PCF y el ML facilitan este “parentesco”, pues, para los otros grupos, la inter­ sección es casi vacía. De este modo se pueden construir verdaderas redes al considerar ouvrier f| étudiants, travailleurs 0 étudiants, redes que después son referidas a los diferentes emisores políticos. Existen igualmente índices estadísticos que permiten estudiar los grados de estereotipia de los coocurrentes de un polo, particularmente gracias a la relación: NFL (número de formas léxicas) NIL (número de ítems léxicos) Se habla así de disponibilidad contextual. Si se calcula la diferen­ cia entre el valor real de la relación de contexto y su valor teórico (en 23. Ibíd., p. 230. 24. Ibíd., p. 235. 41

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

función de la frecuencia), es posible comparar palabras emparentadas, o la misma palabra en hablantes diferentes. Tomemos por ejemplo el vocablo pouvoir [poder]. Está “disponible para una contextualización diversificada’25 en la JCR y VO, pero “se comporta como un término restringido en PSU, 22 M y ML”. Es una de las palabras más frecuen­ tes del PSU, pero, si bien es aun más frecuente en el PCF, no tiene para este la misma importancia que para el PSU, ya que la diferencia valor real/valor teórico es nula (se ve aquí que la frecuencia no significa nada en sí misma). Se dirá que pouvoir funciona como polo de agluti­ nación en el PSU y solamente como forma-tema en el PCF: se trata en realidad de lexemas diferentes, el poder que hay que combatir, el poder que hav que conquistar. A cada emisor se puede atribuir un con­ junto de “polos de aglutinación” y clasificarlos en función de estas restricciones contextúales a sus palabras más frecuentes. No menos interesantes son las informaciones que brinda el lexico­ grama de varios pisos: si se toma como punto de partida la palabra más frecuente y mejor repartida del corpus, lutte [lucha], se observa que el corpus de los GP permite construir 11 pisos (105 cimas), mientras que el de los CA queda completo en 5 pisos (26 cimas). Mientras que el gráfico amplificado de los CA se satura rápida­ mente, su gráfico simplificado muestra una estructuración variada, fuer­ te hasta el piso 5. En cambio el gráfico de los GP alcanza una comple­ jidad enorme que lo hace difícilmente representable (272 cimas), pero a partir de un núcleo inicial muy ligado entre sí y muy reducido. De esto se deduce una hipótesis: “Los grupos políticos operan sobre un esquema profundo de alta frecuencia (lutte-étudiants-travailleurs), con prioridad acordada a étudiants y después a travailleurs. Sobre esta red fundamental, han sabido crear una redecilla extremadamente diversificada y dispersada.. . Sig­ no, por un lado, de un acuerdo léxico de fondo en la mayoría de los emisores políticos y, por el otro, de una heterogeneidad léxica enorme en los funcionamientos adyacentes [...], [los CA], de origen espontá­ neo, ensayan al azar impactos militantes, parten de un esquema básico mucho más diversificado y menos homogéneo del cual da cuenta aquí la estructura fuertemente secuencial, desigualmente soldada y menos cerrada sobre sí misma de lutte-travailleurs-étudiants-ouvriers-comité(s) -action-gréve. En cambio su vocabulario de conjunto, que parece más reducido, se revela también más homogéneo, concentrado alrededor de nudos secundarios importantes tales como greve y action.”21 El manejo de los lexicogramas es muy delicado: la esperanza de los actores sería, siguiendo la red de las “cadenas de atrac­ ción, sacar a la luz, más allá de lo textual y de lo dicho, otros mensajes, 25. Ibíd., p. 244. 27. Ibíd., p. 255. 42

Figura 6 26

26. Ibid.y p. 251.

43

Reglas

de marcha:

reprendre

conditions

11

facultés

JL|rH

usines

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

menos inmediatos, menos evidentes”. Estas solo son las premisas de una profundización metodológica y teórica que se debe proseguir. Se impone la máxima prudencia: “descripción lexicométrica significa únicamente describir un sistema léxico con la ayuda de una medición apoyada en pruebas”;28 se trata de técnicas al servicio de la semántica y de la historia, y no de un edificio autosuficiente. Algunas conclusiones: índices sintéticos29 Para sintetizar estos diferentes modelos y permitir una clasificación lexicométrica de los diversos emisores, se observan tres criterios: longi­ tud, conformidad, repetitividad. La “longitud” agrupa los cálculos refe­ ridos a la longitud de los volantes, ítems, segmentos, oraciones. La “con­ formidad” se basa en la conformidad con los modelos de extensión del vocabulario, de trivialidad del vocabulario, conformidad coocurrencial (conformidad con los lexicogramas generales de los términos mayores, aglutinación media) y por último “centralidad léxica” (parentesco me­ dio de un emisor con los otros grupos, y con el conjunto de los grupos, incluido él mismo). En cuanto a la “repetitividad”, actúa sobre una multitud de índices, desde la “restricción contextual” hasta la repetiti­ vidad léxica. La repetitividad permite oponer dos “políticas de escritura”: por un lado, un discurso repetitivo, con muchos eslogans, enganchado apre­ suradamente alrededor de algunas formas esenciales, “política de sim­ plificación y de dirigismo lingüísticos, de formulación cerrada: escritura de cadena”, que caracteriza al PCF y la FER, y, por el otro, un dis­ curso fluido, variado, “escritura de trama” (JCR, situacionistas), pero la interpretación de esto es extremadamente delicada. La UJCML, el 22 de Marzo y el PSU participan de las dos escrituras sin fijarse en una u otra. Es interesante comprobar que la estereotipia no es de la misma naturaleza cuando se cristaliza alrededor de las palabras más frecuen­ tes o alrededor de formas secundarias (el caso de la UJCML, particu­ larmente). El PSU tiene una posición muy notable, ya que compensa sus ausencias de repetitividad con una ausencia de originalidad léxica: cohesión muy fuerte de un vocabulario a la vez trivial y variado. ¿Po­ dría decirse que la escritura de cadena es una escritura “de protección” y “de cobertura”, mientras que la escritura de trama sería una escritura “desacralizante”, “de divertimiento”? B) A PROPÓSITO DEL ANÁLISIS FACTORIAL DE LAS CORRESPONDENCIAS

Se trata de un método matemático de tratamiento de los datos, 28. Ibíd., p. 278. 29. Cf. Des traets en Mai 1968, p. 280 s. 44

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

elaborado por J. P. Benzécri y sus colaboradores del Instituto de Esta­ dística de la Universidad de París. El método ya ha sido objeto de aplicaciones diversas en las ciencias humanas, particularmente en socio­ logía. Con fines lexicológicos se utiliza desde hace varios años, y el historiador A. Prost ha publicado un estudio sobre el vocabulario de las proclamas electorales de 1881, 1885 y 1889 30 qut^ en gran medida se inspira en estos procedimientos: es de esta obra de la que nos ocuparemos aquí. El análisis factorial, precisémoslo bien, sólo es un método de trata­ miento de los datos, v no de constitución de los datos. Dicho de otro modo, es pasible de las mismas críticas que cualquier empresa que opera sobre las palabras en la superficie del discurso; además, se trata de una estadística “fuera de contexto”, con los inconvenientes que ello implica. Veremos, sin embargo, que tal método presenta un gran interés para la interpretación de numerosos discursos. En el marco de este libro, no es cuestión de explicar en detalle este análisis factorial, ni siquiera de hacer un resumen sucinto de él, de modo que nos contentaremos con algunas indicaciones. Tomemos un ejemplo sencillo: supongamos que vamos a estudiar la posi­ ción respectiva de varios diputados en función de la frecuencia del uso que hacen de dos términos, por ejemplo justicia y orden. Estos datos pueden representarse muy bien mediante un sistema de ejes ortogonales. Si se asigna la abscisa a justicia y la ordenada a orden, cada diputado será un punto en la intersección de las paralelas a los ejes, según su frecuencia de empleo de los dos términos. Supongamos un diputado A que utiliza justicia cinco veces y orden dos veces, y un diputado B que utiliza dos veces justicia y cuatro veces orden. B 1

4

1.

2-

< ¥~ l iii i ii ii ---------------ii ii ii

3Orden

.

(._

1--

i !

! ! t,

1

2

3

4

5

Figura 7 Para el conjunto de los diputados, obtenemosuna especie de “nube” de pun­ tos. Se puede construir matemáticamente una recta que pase lo más al medio posi­ ble de esta nube, es decir una recta tal que la distancia de los puntos de la nube 30. Vocabulaire des proclamations électorales de 1881,1885 et 1889, P.U.F., 1974 (Publications de la Sorbonne). 45

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO a esta recta sea la menor posible. En realidad no se toma la distancia sino el cuadrado de la distancia: la recta será entonces “la recta de los cuadrados míni­ mos” o “eje factorial”. Este eje pasa por el “punto medio”, es decir el punto cuyas coordenadas corresponden a la media de los empleos de los dos términos en todos los diputados. Aquí puede suceder una de dos cosas: o bien la forma de la nube es tal que este primer eje factorial, o primer factor, resume bien la nube de puntos, su “información”, o bien es necesario “extraer” un segundo factor para resumir mejor la información restante. En la medida es que nuestra nube tiene solo dos dimen­ siones en nuestro ejemplo (los dos términos justicia y orden), solo se pueden extraer dos factores, y volver a encontrar los datos iniciales a partir de estos dos factores. La diferencia entre la primera nube y la segunda (la obtenida después de la extracción de los factores) es que la construcción de la segunda impide cualquier relación llamada de “correlación”. Hay correlación entre dos series cuando una varía en función de la otra (por ejemplo, si los diputados que emplean mucho justicia emplean poco urden, y viceversa). En términos matemáticos, se dirá que hay correlación si la suma del producto de las coordenadas de cada punto no es nula, siendo el origen de los dos ejes el punto medio de las dos series. Sobre un espacio de dos dimensiones, un método semejante no ofrece dema­ siado interés, pero teniendo que vérseías con cincuenta, cien, docientas o más palabras, las cosas serían totalmente irrepresentables. El objetivo es comparar sistemáticamente entre ellos todos los pares que forman un diputado y su fre­ cuencia de empleo de cada término: si se asemejan, en qué medida, si varían en sentido contrario, etc. En efecto, de manera análoga, en espacios pluridimensionales se demuestra la existencia de entes matemáticos llamados también factores que toman un valor tanto sobre el conjunto de los diputados como sobre el conjunto de los términos. Para hacerlo, se extraen esos “factores” de acuerdo con un orden estricto: el primer factor extraído es el que resume la proporción más importante de infor­ mación contenida en la nube. A partir de los datos, se puede calcular el porcen­ taje de información que cada factor debería resumir si no hubiera ninguna corres­ pondencia pertinente entre los datos: es posible evaluar así el grado de significatividad de los factores. Con 50 factores, cada uno, en la “hipótesis nula” (v. supra), resumiría un 2 por ciento de la información. Un factor es una función matemática que permite asignar un valor real a-todos los elementos (cada diputado y cada término): el primer factor toma tal valor para cada uno de esos elementos; el segundo, tal otro, y así sucesivamente. Si se inscriben estos valores sobre una sucesión de ejes (los factores extraídos), con un origen, se obtiene una repartición significativa de los diputados y de los términos. Señalemos que el conjunto de los diputados y el conjunto de los vocablos son solidarios, estando la posición de los diputados sobre el eje vinculada con pala­ bras: así, dos términos que se encuentran cercanos en el eje son empleados por los mismos diputados frecuentemente uno con el otro. Pero muchas veces el ana­ lista es llevado a representar diputados y términos separadamente, lo cual no debe, sin embargo, hacer pensar que los diputados son independientes de los términos. Aquí no podemos detallar los procedimientos que permiten, en particular, compensar las distorsiones entre las frecuencias absolutas de uso de los términos. 46

EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO Conviene recordar que el análisis factorial apunta esencialmente a restablecer en forma gráfica los datos iniciales en su complejidad, y haciendo visibles las rela­ ciones coherentes que ellos implican: la interpretación se funda entonces en un estudio de sus correspondencias.

El trabajo de Prost se ha basado en un corpus r^table en muchos aspectos: se trata de las profesiones de fe y compromisos electorales que el diputado Barodet había pedido que se reunieran y publicaran como anexos al Boletín Oficial a partir de 1881. Es un corpus muy homogéneo, que ofrece grandes facilidades para un análisis compa­ rativo. Para las proclamas de 1881, el análisis factorial se había basado en 53 vocablos escogidos por el autor en razón de su carácter signi­ ficativo. Para no hacerse pasible de las críticas que podría suscitar una selección de ese tipo, Prost cambió sus datos para las elecciones de 1889: se definió una muestra de 113 diputados (un quinto de la cámara) en función de su tendencia política y de la región que repre­ sentaban. En cuanto a los términos, se tomaron los que tenían una frecuencia absoluta superior a 10, un total de 240 vocablos. El autor se niega a excluir términos que podrían juzgarse a priori sin interés político, pues considera “como político todo el vocabulario utilizado en situaciones reconocidas en general como políticas”31 y se niega así a prejuzgar el resultado del estudio. El primer factor cruzado con el segundo da resultados interesantes (v. Figura 8, en la página siguiente): El primer factor (Fi) opone netamente izquierda/derecha (es negativo para la derecha y positivo para la izquierda). Las excepcio­ nes solo son aparentes: así, el diputado radical 607 está a la derecha porque intenta recobrar una circunscripción de los bonapartistas. El gráfico localiza a los boulangistas en el centro-derecha, entre los con­ servadores y los oportunistas. El segundo factor (F2) tiende a oponer los extremos al centro. Este diagrama debe completarse necesariamente con el estudio del de las palabras (que no reproducimos aquí). Encontramos, por el primer factor, a la derecha la denuncia de los scandales [escándalos], milliards [miles de millones]; la evocación de los honnetes gens; el léxico de la lucha escolar: enseignement [enseñanza], école [escuela], enfant [niño], pere [padre], famille [familia], etc. A la izquierda, en cambio, encontramos travailleur [trabajador], ouvrier [obrero], démocratie [democracia], réforme [reforma], comité [comité], radical [radi­ cal], social [social], etc. Se observan polarizaciones difícilmente pre­ visibles: France [Francia], Nation [Nación], pays [país], peuple [pue­ blo], patrie [patria] están a la derecha, lo mismo que paix [paz], 31. Op. cit., p. 111. 47

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

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7T

FN2 4- ser 4- V -f PP 4- por ¡~hFNi Los hombres buscan la felicidad. => La felicidad es buscada por los hombres.

• Trasformación de énfasis: Consiste en colocar la FN2a la cabeza de la oración. Buscan la felicidad. => — Es la felicidad lo que buscan. — La felicidad es lo que buscan — La felicidad, la buscan.

• Inversión:

Una muchacha apareció. => Apareció una muchacha.

B. Relaciones entre una oración que contiene un sustantivo, y un grupo sustantivo + modificador de sustantivo: • FNi -f ser + adj => FNi + adj Los libros son magníficos. => Libros magníficos. . .

• FN, + V -f Prep + FN2 :=>JFNj 4- Prep -f FN2 Las flores vienen de Francia. =» Flores de Francia. . .

• FN, 4- ser 4- FN2 => FN! 4- FN2

El huelguista es un agitador. => El huelguista, un agitador...

• FN! + V -f FN2 => FNi 4- V 4- sufijo 4- de 4- FN2

Las hormigas devoran las plantas. => Las hormigas devoradorás de plantas. . .

• Con estos casos está vinculada la trasformación relativa, que hace de dos frases una sola: ( f n , X v ‘ + f n 3 => FN> + Lo juzgan loco.

D. La coordinación: Los elementos coordinados se colocan en la misma clase de equi­ valencia:

_ _ ( Los varones son mortales. • Los varones yy las mujeres T mujeres son mortales. ., ' son mortales. =¡> que sostienen al discurso son un conjunto de rasgos sociológicos (como la pertenencia a una deter­ minada categoría social) pero se trasforman en “una serie de forma­ ciones imaginarias que designan el lugar que A y B [destinador y des­ tinatario] se asignan cada uno a sí mismo y al otro, la imagen que se hacen de su propia ubicación y de la ubicación del otro” 98 (formaciones imaginarias que evidentemente están ligadas, a través de la ideología, a los rasgos sociológicos). Es decir que hay que situarse, de golpe, en el nivel de la ideología. Cada sujeto está constituido en realidad por un conjunto de “roles discursivos”, ligados a su “estatus”, a los “emplaza­ mientos” institucionales, etc. No hay que eliminar a ninguno de los dos términos, ubicación/ubicación representada (formación imaginaria), en beneficio del otro, ni confundir, en consecuencia, situación (objeti­ vamente definible) y posición (representación de las situaciones). Pécheux ha precisado recientemente que tampoco hay que confundir el efecto de las relaciones de ubicación con lo vivido, las actitudes y representaciones del sujeto. En este caso, lo que hace falta es “una teoría no subjetiva de la constitución del sujeto en su situación Qpncreta de enunciador”.99 A cada “formación imaginaria” así definida se le puede asociar una “pregunta implícita”, cuya respuesta sostiene la formación corres­ pondiente, como muestra el cuadio siguiente:

95. 96. 97. 98. 99.

L ’analyse automatique du discours, Dunod, 1969. p. 18. Ibídem. Langages 37, p. 10. Ibídem, p. 19. Ibídem, p. 15. 161

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO I a (A) I a (B) I b (B) i » (A)

Imagen A para en A. Imagen B para en A. Imagen B para en B. Imagen A para en B.

de la ubicación de } el sujeto ubicado > ) de la ubicación de 1 el sujeto ubicado > ) de la ubicación de ) el sujeto ubicado > j de la ubicación de ] el sujeto ubicado > j

= ¿quién soy yo para ha­ blarle así? = ¿quién es él para que yo le hable así? = ¿quién soy yo para que él me hable así? — ¿quién es él para ha­ blarme así?

Pero esto es notoriamente insuficiente, pues “todo proceso discur­ sivo supone, de parte del emisor, una anticipación de las representa­ ciones del receptor, sobre la cual se basa la estrategia del discurso”;100 de donde: IA (ÍB(A )), Ia(Ib(B )), Ib(Ia(B )), Ib(Ia(A)); por ejemplo: Ia(Ib(A)) = imagen que A cree que B tiene de A. Es innecesario precisar la relación que une los conceptos de presuposición y de for­ mación imaginaria: “la situación no debe ser concebida de manera simplemente cronológica o geográfica, como una localización espaciotemporal. La «situación de discurso», a la cual remiten las presuposi­ ciones, incluye, como parte integrante, ciertos conocimientos que el sujeto hablante suministra a su oyente. Ella concierne pues a la imagen que se hacen los participantes del diálogo unos de otros”.101 La “retórica”, definida como el estudio de los medios discursivos de que dispone un sujeto determinado para persuadir a un auditorio determinado, constituye una aproximación importante desde este punto de vista. Una argumentación supone condiciones previas ligadas a estas formaciones imaginarias. C. Perelman y C. Obrecht-Tyteca, teóricos contemporáneos de una “nueva retórica”.102 insisten mucho en este punto: la argumentación supone que sean satisfechas ciertas condiciones. Se necesita en primer lugar una comunidad, y el acuerdo respecto de la necesidad de debatir tal cuestión. Aquí intervienen las “ubicaciones”, pues, “en nuestro mundo jerarquizado, ordenado, existen generalmente reglas que establecen cómo puede entablarse la conversación, un acuer­ do previo resultante de las propias normas de la vida social”.103 No se habla a todo el mundo, y el solo hecho de argumentar, en lugar de dar una orden o recurrir a la violencia, supone que se fija un precio a la adhesión del interlocutor. Además, para argumentar ante tal o cual comunidad, es necesario estar habilitado para hacerlo. Ciertas institu­ ciones tienen como función asignar automáticamente estas formaciones 100. 101. p. 34. 102. 103. 162

Vanalyse automatique du discours, p. 20. O. Ducrot, La preuve et le dire, editor Jean-Pierre Delarge, Mame, 1973, La nouvelle rhétorique: Traité de Vargumentation, 1958. Op. cit., p. 20.

LA ENUNCIACIÓN

imaginarias; por ejemplo, un especialista que presenta una comunica­ ción a un congreso científico no tiene necesidad de justificar su derecho a la palabra: IA(A ): un especialista IaCB): un especialista ^

{

Ib(B): un especialista u IB(A): un especialista Pero raramente son las cosas tan fáciles; con mucha frecuencia hay que justificar un estatus para tomar la palabra en determinadas circunstancias. Esta armonización de las formaciones imaginarias es un punto esencial para todo el desarrollo de la argumentación. El hecho de estar habilitado para tomar la palabra es función de las opiniones dominantes en el auditorio. Recíprocamente, el orador busca construirse un auditorio adaptado; por ejemplo, un determinado candidato a la presidencia no necesita dar un estatus al auditorio (son electores) pero debe conferirse uno a sí mismo para estar acreditado ante los electores: la opinión quiere que el que ocupa el lugar de candidato a la presi­ dencia sea un hombre político; si no lo es, su discurso correrá el riesgo de no ser recibido. Así pues, el candidato tiene dos soluciones: a) dar pruebas de su capacidad política; b) conferirse un estatus diferente (trabajador, ciudadano, etc.). Además, los oradores intentan construirse una situación de comunicación en que las formaciones imaginarias creen un acuerdo favorable; así, A no será un candidato que se dirige a electores, sino un ‘‘hombre sincero” que se dirige a “hombres sinceros”, de manera de superar la imagen de ambicioso que supone que B tiene de A. Ahora bien, según se inscriba en la formación imaginaria del hombre competente, del profesor, del patriota, del demócrata, etc., organizará en consecuencia el conjunto de su discurso: los argumentos, las citas, las alusiones, etc., dependerán de eso. El lingüista alemán W. Kummer, en un texto que analiza, muestra que un diputado de la República Democrática Alemana, que debía dar su opinión sobre un proyecto de ley en representación de un partido, tenía diferentes roles ante el parlamento. Antes de subir a la tribuna, es anunciado como portavoz de su partido. Una vez en la tribuna, sus­ tituye esa “ubicación” y las formaciones imaginarias correspondientes por otras (hablo en tanto que trabajador agrícola, en tanto que presidente de una granja de 400 hectáreas...) ; al mismo tiempo, cambia las for­ maciones imaginarias ligadas al auditorio, al dirigirse tan pronto al parlamento, tan pronto a los agricultores, a los ciudadanos del país, etc. Kummer concluye de esto que “el auditorio de la argumentación es un grupo de referencia que cambia según los diferentes momentos de la argumentación, y el orador asume diversos roles durante el discurso. Los oyentes son en cada caso un grupo del cual él se consi­ dera a sí mismo como un miembro”.104 De esta manera se superponen a 104. Textsorten, Athenaum - Skripten Linguistik, Athenaum Verlag, 1972.

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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

través del discurso situaciones de comunicación (y formaciones imagi­ narias ) diversas, y el orador hace variar su argumentación en función de las hipótesis que implica cada formación imaginaria. Evidentemente, en este sentido son posibles muchos refinamientos, que la retorica tradicional habia codificado parcialmente. Una relectura de los tratados de retórica, desde este punto de vista, se probaría cier­ tamente fructífera. UBICACIONES Y ACTOS DE LENGUAJE

Por la vía de las reflexiones sobre los “actos de lenguaje”, parece­ ría que puede realizarse la articulación entre estas “ubicaciones” y la lingüistica. Ducrot, hemos visto, abre él mismo esta perspectiva al intro­ ducir, bajo el nombre de “roles”, estas posibilidades en el interior mismo de lo que denomina el “componente lingüístico” (por oposición al “componente retórico ’ —que prevería el sentido de un enunciado en función de su significación y de la situación de discurso—, el “compo­ nente lingüístico”, recordemos, asignaría una significación al enunciado, fuera de todo contexto), al incluú en este componente los valores ilocutorios. Al buscar integrar la actividad del lenguaje en una teoría general de la acción, Ducrot pretende sobrepasar el marco estricto de los valores ilocutorios: “Hay, en efecto, un gran número de morfemas, giros y expresiones que, sin ser ellos mismos ilocutorios, no pueden ser descriptos sino en relación con la orientación pragmática del discurso, con la manera de enfrentar a los interlocutores, con su modo de actuar el uno sobre el otro por medio de la palabra”.105 Esta noción de “rol” parece aproximarse a la de “ubicación”: “La lengua abarca, a título irreductible, todo un catálogo de relaciones interhumanas, toda una panoplia de roles que el hablante puede elegir para sí e imponer al receptor” 106 (la bastardilla es nuestra). Ducrot ve en la filosofía analítica inglesa “la idea de que la lengua constituye un género teatral particular, que ofrece al sujeto hablante un cierto nú­ mero de empleos institucionales estereotipados [...]; nosotros quisié­ ramos hacer de la presuposición misma un rol -quizás el más perma­ nente— en la gran comedia del habla” 107 (la bastardilla es nuestra). En un artículo titulado significativamente “Essai pour Austin”,108 Denis Slatka parece retomar este tema exactamente en el punto en que se interrumpe Ducrot, pero a un nivel muy programático. Resumida grosso modo, su concepción es la siguiente: por un lado, Austin no puede desarrollar su teoría de los “actos de discurso” en razón de la ausencia de una “teoría del todo social” (el materialismo histórico) 105. 108. 107. 108.

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Op. c i t p. 128. Ihídem. Ihídem, p. 49. En Langue FranCaise 21.

LA ENUNCIACIÓN

v, por otro, la lingüística es impotente para integrar la “pragmática”, nuevo nombre para la antigua “extralingüística”. Para remediar estas faltas, hay que destruir la problemática del “sujeto” y definirlo “como soporte material de relaciones sociales; las relaciones sociales especifi­ can ubicaciones (posiciones, condiciones) en la estructura del todo seriar.109 Esta formulación se hace explícitamente eixfel marco de lo desarrollado por Althusser: las diferentes instituciones especifican a la vez un sistema de normas (reglas) y de sanciones destinadas a sujetar a los individuos a su ubicación asignándoles la ideología (los valores) conveniente a su roT’.n0 Las instituciones tienen la función de asegurar la “puesta en escena” de los roles gracias a un sistema de reglas. Searle distinguía entre “reglas constitutivas” y “normativas”; Slakta las reformula así: “la institución «constituye» al individuo como sujeto (de la ideología) y por su aspecto «normativo» hace funcionar «los rituales» con las reglas anónimas que gobiernan las prácticas de los sujetos”. En este punto la reflexión de Slatka se articula con la lingüística: con el “rol” es suministrado el “texto” del rol; los “actos de discurso” son en realidad “prácticas discursivas”: “Una teoría del lenguaje está ligada a una ciencia de las ideologías, simplemente porque hablar es una prác­ tica reglada por rituales. El dominio (interiorización) de estos siste­ mas de reglas define la competencia general o ideológica”.111 “UBICACIONES” Y GRAMÁTICA DE CASOS

La teoría lingüística debe poder especificar estas “ubicaciones” posibles, en función de la competencia ideológica. Denis Slatka piensa que tal proyecto es realizable sobre la base de la “gramática de casos” de Fillmore.112 Como aquí no podemos desarrollar una presentación de la teoría de Fillmore, nos contentaremos con decir que, a ejemplo de los “casos” de la gramática griega o latina, esta gramática se basa en relaciones a la vez semánticas y sintácticas. Como ejemplos de “ca­ sos” se pueden citar el agente (instigador del proceso), la fuente (origen del proceso), el instrumento, etc. A la luz de esta gramática, intenta representar algunos verbos ilocutorios. Nosotros daremos algunas indicaciones tomadas de un artículo más antiguo,113 que se ocupa preci­ samente de los verbos ilocutorios en los Libros de quejas. Las ventajas que aporta una “gramática de casos” son evidentes: “Es a partir del verbo que se definen, a nivel de la estructura profunda, los diferentes roles, esto es, las relaciones casuales”.114 En otras pala­ 109. Ibídem, p. 100. 110. Ibídem, p. 101. 111. Ibídem, pp. 101-102. 112. “The case for case”, en E. Bach y R. T. Harms (eds.), Universals in lingüistica, Rinehart and Winston, pp. 1-88. 113. “Esquisse d’une théorie lexico-sémantique: pour une analyse d’un texte politique”, Langages 23, pp. 87-134. 114. Ibídem, p. 116.

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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

bras, los “roles” son integrados en la estructura lingüística. Ya en un artículo anterior,115 llegaba Slatka a la conclusión de que “el rol desem­ peñado por el individuo en la estructura lingüística no deja de estar en relación con la ubicación que tiene en las estructuras que definen una formación social dada”.116 Se propone así una tripartición: rol/participante/actor, tripartición articulada sobre la estructura de la gramática:117 1. Nivel abstracto de los roles (agente, instrumento, etc.). 2. Nivel concreto de los participantes (para los Libros de quejas, serán los diputados, los habitantes, etc., por un lado, y el rey, por otro). 3. Nivel retórico de los actores, nivel que presupone a los otros dos pero que posee una cierta autonomía (el rey está especificado como paciente influido, y los diputados como influyentes). Vamos a precisar un poco esta formulación, lamentando tener que simplificarla tanto: 1. En el nivel 1: Se dispone de un inventario de roles, fijados por la gramá­ tica, de un conjunto de “potencialidades” (posibilidades teóricas) para un verbo determinado. Así, el verbo demander [“pedir”] (V + agente (A) + contraagente (CA) + objeto (O ) + instrumento (I )), realizado en superficie, por ejemplo, bajo la forma superficial: Par ces cahiers [“Por estos libros”] (I), nous [“noso­ tros”] (A) demandons [“pedimos”] (V) au roi [“al rey”] (CA) Vabolition des priviléges [“la abolición de los privilegios”] (O ). Las potencialidades son dobles: a) sintácticas (la posición de los roles); b) semánticas (las potencialidades ilocutorias del verbo). 2. En el nivel 2: Se ponen en relación el texto-matriz y el texto concreto. En este caso, esa será la situación de los Libros de quejas en tales circunstancias. La ‘“demanda” puede definirse en ellos según dos tipos de potencialidad ilocutoria: 1. fuerte: demander [“pedir”!, prier [“rogar”], solliciter [“solicitar”], supplier [“suplicar”], requerir [“requerir”], réclamer [“reclamar”], exiger [“exigir”]. 2. débil: représenter [“representar”], déclarer [“declarar”], etc. Asimismo, el universo del discurso se hace concreto: los “roles” se convierten en “participantes”, se inscribe un léxico político. El agente, definido como “Parti­ cipante 1”, está constituido por un paradigma doble (habitants [“habitantes”], paroisse [“parroquia”], etc., y députés [“diputados”], représentants [“representan­ tes”], etc.), absorbidos eventualmente en un Nous [“nosotros”], “fuente ilocutoria” 115. “L’acte de «demander» dans les «Cahiers de Doléances»”, Langue FranGaise 9. 116. Ibídem, p. 73. 117. Langages 27, pp. 115 ss. W6

LA ENUNCIACIÓN de la demanda. De hecho, hay un desdoblamiento: en tanto que ciudadanos, los participantes 1 constituyen a sus diputados en CA, pero en tanto que súbditos, constituyen también al rey en CA. El “objeto” está constituido por la abolición de los privilegios. 3. En el nivel 3: La estructura de los roles determina a los “actores”, pues las realizaciones concretas de los roles determinan la “retoricó del discurso”. A este nivel son descriptas las relaciones que los dos niveles precedentes no pueden integrar: Agente -> participante 1 —> “influyente” (Nous) Contraagente —» participante 2 —> “paciente influido” (el rey) Dativo —» participante 3 —> beneficiario (los desgraciados) de donde surge una oposición: a) los ricos b ) los pobres objeto —> las demandas —» los abusos ~ las desgracias de donde surge una oposición: a) los privilegios b) la miseria Así es como, por ejemplo, el proceso de convaincre [“convencer”] trae cónsigo un discurso didáctico: descripción de los hechos, ejemplos, etc.; emouvoir [“conmover”] implica un discurso afectivo, que oscila entre el consejo y la seducción. A este nivel pueden interpretarse los elogios dirigidos al rey, el reconocimiento enfático, etc. Estas fórmulas escriben el “ritual” que constituye al agente como “sujeto” del rey. Se entrecruzan dos discursos: discurso laudatorio (el buen pueblo/el monarca benefactor) y discurso polémico contra los ricos. “Aprehendidos en estos tipos de discurso, los ítems léxicos toman necesariamente valores connotativos, específicos del texto concreto, valores que deben ser evaluados en función de la oposición general que existe entre enunciados polémicos (peyorativos) y enunciados laudato­ rios («mejorativos»)

En resumen, puede decirse que el nivel 1 se sitúa en el plano de la competencia específica (teoría de la gramática), y los otros dos niveles hacen funcionar simultáneamente esta primera “competencia” y la “competencia generar (basada en una teoría de las ideologías). Esta reflexión parte de la idea, absolutamente correlativa de este concepto de “ubicación” de que “resulta imposible, en todo rigor, separar el conocimiento ideológico implícito del universo social y el conocimiento tácito de las reglas lingüísticas”.118 CONCLUSIÓN

La problemática de la enunciación es extremadamente inestable: a falta de una teoría del discurso digna de ese nombre, uno está ten­ 118. Arf. cit., p. 112. 167

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tado de hacer entrar allí todo lo que corresponde a la articulación de lo discursivo con sus condiciones de producción. Se salta de una con­ cepción restrictiva a una concepción amplia de la enunciación. Si, como decíamos al principio, la enunciación se confunde cada vez más con la “pragmática”, la lingüística, por su parte, tiene cada vez más difi­ cultades en mantener el estancamiento de sus tres compartimentos sintaxis/semántica/pragmática, y lo mismo pasa con el análisis del dis­ curso. ¿Pueden separarse rigurosamente los mecanismos que correspon­ den a una teoría de la enunciación y lo que corresponde a una semántica intralingüística. Si bien la enunciación llena un vacío entre “lengua” y “habla”, ocupando el lugar de una “pragmática”, uno no puede evitar yer allí “no un concepto, sino el signo de un problema”.119 ¿Sé puede tener la esperanza de articular la “enunciación” y conceptos como el de *ubicación” o el de “emplazamiento institucional”? Si bien es cierto que el análisis del discurso no puede ser intralingüístico, no es tan fácil saber qué es lo que tiene que tomar de la lingüística y qué de las otras ciencias humanas. La oposición 120 entre R. Robin (historiadora) y L. Guespin (lingüista) es muy significativa a este respecto: la histo­ riadora tiene la impresión de que el lingüista piensa que el discurso es en sí mismo la clave de su propia inteligibilidad, mientras que el lin­ güista prefiere pensar que “la historia no nos concierne sino en tanto nos permite precisar las condiciones de producción. Solo podría apa­ recer en este dominio lingüístico como ciencia complementaria, y no como término último [...]. Si lo que la ideología significa socialmente estuviera fuera del campo de la lingüística, habría que reconocer de una vez por todas que el análisis del discurso es imposible”.121 Si la problemática de la enunciación permite introducir en la lingüística ele­ mentos que hasta ahora se rechazaban al campo de lo “extralingüístico”, ella hace surgir aun más agudamente las dificultades ligadas a la articulación entre la lingüística y una teoría del discurso.

119. R. Robin, op. cit, p. 80. 120. L. Guespin critica la posición de R. Robin en Langages 23, pp. 20-21, y R. Robin le responde en Histoire et linguistique, p. 50. 121. Art. cit., p. 21. 168

IV. A PROPÓSITO DE LA GRAMATICA DE TEXTO

Esta cuarta y última parte tiene un estatus particular: apunta sola­ mente a dibujar, a grandes trazos los contornos de ciertas perspecti­ vas que, aunque a menudo engañosas en el momento actual, no por ello son menos promisorias. Si bien las soluciones que aportan muchos “gramáticos de texto” parecen muchas veces difícilmente acep­ tables, no es menos cierto que los problemas que recogen debían ser recogidos: el análisis del discurso no puede seguir ignorando que los discursos tienen una estructuración específica, aunque eso provoque dificultades considerables. En las páginas siguientes no se verá, pues, más que una voluntad de señalar algunas de esas dificultades. N. B. Nos veremos obligados a remitir a trabajos que se incriben absoluta­ mente fuera de la orientación lingüística de “gramática de texto” stricto sensu. No es que pretendamos hacerlos entrar aquí a pesar de ellos; consideramos simplemnte dos cosas: l 9) ellos comparten con la gramática de texto la esperanza de cons­ truir modelos de la estructura de textos (ya sea que se trate de argumentación o de narración); 29) la gramática de texto busca integrar los trabajos que recortan sus perspectivas en un marco más global y, en sus elaboraciones teóricas, se basa en los logros alcanzados por ellos.

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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

1. UNA LAGUNA GRAVE PARA EL ANALISIS DEL DISCURSO

Habíamos partido de una concepción del “discurso” como estruc­ tura trasoracional, pero da la impresión de que hemos perdido de vista que se trataba de eso. El enfoque lexicológico parece preocuparse poco por la estructura efectiva de los enunciados; el método distribucional de Harris no ha sido utilizado en Francia sino al precio de una deses­ tructuración de los textos; el método de AAD se propone precisamente romper la “superficie discursiva” para encontrar las “familias para­ frásticas”. Lamentar la existencia de una laguna semejante no redunda, evidentemente, en decir que, puesto que los discursos concretos se pre­ sentan como una sucesión de oraciones, los métodos de análisis del discurso no deben tomar por objeto sino los mecanismos de encadena­ miento de esas oraciones. Si bien es heurísticamente necesario alejarse de la “superficie”, ello no debe, sin embargo, conducir a ignorar ese aspecto esencial del funcionamiento de los discursos; un discurso ad­ quiere su especificidad tanto en la estructuración de sus encadenamien­ tos, de su “textura”, como en su léxico. La “explicación de texto” tradi­ cional ha sido cuestionada, pero el terreno que ocupaba dista mucho de haber sido reocupado enteramente por la lingüística. No olvidemos que el dominio inmenso (e inestable) de la “retórica” tradicional no dejaba vacío el espacio que la reflexión lingüística intenta retomar ahora, después de haberlo barrido en nombre de los principios funda­ dores del estructuralismo. El análisis del discurso no puede eludir el análisis de enunciados sucesivos pero, una vez más, se hace sentir cruelmente la ausencia de una tipología de los discursos suficiente­ mente operativa; estamos singularmente desguarnecidos en la medida en que no conocemos bien los procesos de estructuración que sobre­ pasan los límites de la oración. Ante la falta de una teoría de los mecanismos trasoracionales, los investigadores se ven obligados a hacer un uso “salvaje” e informal de nociones vinculadas con ellos, pero sin poder articularlas sistemática­ mente, sin integrarlas en un marco explicativo coherente. Sin embargo, todos concuerdan en reconocer que en esas organizaciones de enuncia­ dos operan efectos de sentido muy complejos y diversos. No queremos decir que no se hayan hecho tales estudios ae enunciados sucesivos, pero se han hecho en el marco de los estudios sobre la narratividad, o sobre la argumentación (donde la articulación con los procesos lin­ güísticos es la mayoría de las veces superflua o alusiva), o en el marco de trabajos muy circunscriptos, basados en el mensaje publicitario particularmente.

J 70

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

Un diferendo significativo El diferendo que ha enfrentado a E. Verón y S. Fisher con el AAD de Michel Pécheux es muy significativo.1 Estos dos autores se toman en particular del carácter que ellos juzgan reductor (“aun desfigurador”) de la descomposición de la superficie en enunciados elementales canónicos tal como la practica el AAD. ¿ 1. La normalización puramente sintáctica del texto da como resul­ tado la manipulación semántica del texto sin saberlo. Ahora bien, nada prueba que los elementos que esta normalización trasforma o elimina no tengan importancia; ¿basta conservar intactos los sustantivos, ver­ bos y adjetivos? 2. El texto se convierte, después de la normalización, en una super­ ficie uniforme: se mandan a la primera columna voz, tiempo, moda­ lidad, modo, con lo cual el investigador se impide cualquier estudio de las relaciones entre lo presentado y lo presupuesto, cualquier teori­ zación de lo discursivo. Pero la ideología opera tanto en los fenómenos de presuposición como en el contenido de los lexemas. 3. No se toman en consideración la estructura global, las leyes de desarrollo de los textos. Es necesario, pues, introducir un estudio de la argumentación, basado en el señalamiento de los operadores de enca­ denamiento en el discurso. La conclusión de Fisher y Verón refleja bien estas preocupaciones: “El análisis que acabamos de presentar [. . .1 quería señalar la posibilidad de preparar un trabajo sobre lo discursivo que consistiera en la marcación de ope­ raciones semánticas [. . .], estas operaciones son operaciones discursivas. No vemos, pues, razón de postular que ellas tienen lugar dentro de los límites de la oración, definida como unidad, sea en superficie, sea al nivel profundo. En segundo lugar, un mismo indicador en superficie (una, es por eso q ue. . . , etc.) puede implicar operaciones diferentes, y eso depende, justamente, del contexto argumentativo dado por el discurso que lo rodea [...]. En tercer lugar, estas operaciones no son indi­ ferentes a las restricciones «externas»; no se trata de analizar «el discurso» en general, una sistematización de los conocimientos que concierna a la naturaleza del (o al tipo de) discurso implicado en un caso particular puede ayudar ampliamente al señalamiento mismo de las operaciones [la bastardilla es nuestra].” 2 LOS LÍMITES DEL ESTRUCTURALISMO

Es cierto que en este dominio casi todo está por hacerse; asimismo, hay que seguir con el máximo interés las investigaciones que, aun dentro de la lingüística generativa y trasformacional, llegan a cues­ tionar algunos de sus fundamentos. Para numerosos investigadores, sobre 1. “Baranne est une créme”, en Communications, NQ 20: Le linguistique et le sociologique. 2. Art. cff., p. 181. 171

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

todo en Alemania,3 lo esencial de esta controversia gira alrededor de la problemática oración/texto, es decir que se preguntan si el límite que se dieron la lingüística estructural primero y después la lingüística chomskiana debe ser la oración o no. Hasta hace poco, la lingüística aceptaba una concepción de la oración que el padre de la lingüística norteamericana, Louis Bloomfield, definió asi: una oración es “una forma lingüística independiente, que no está incluida en virtud de algún tipo de construcción gramati­ cal en una forma lingüística más grande”. De modo que el dominio de la gramática no va más allá de la oración porque la oración es la unidad lingüística más grande. Émile Benveniste, en un artículo de 1962,4 enun­ cia una serie de argumentos para justificar esta limitación: — La oración puede ser segmentada, pero no puede ser integrada en una unidad más grande. —La oración es ante todo un predicado. — La oración no constituye una c!ase formal cuyos elementos puedan oponerse entre sí. — La proposición no puede constituir una parte de una totalidad de un rango o nivel superior. Una proposición puede solamente preceder o seguir a otra proposición, en una relación de sucesión. Un grupo de proposiciones no constituye una unidad de un orden superior a la proposición. — La oración contiene signos, pero no es ella misma un signo. — Las oraciones (a diferencia de los morfemas o de los fonemas) son infi­ nitas en número.

Benveniste saca de esto la conclusión de que "la oración, creación indefinida, variedad sin límite, es la vida misma del lenguaje en acción”, mientras que “la lengua [es un] conjunto de signos formales, desga­ jados por procedimientos rigurosos, dispuestos en clases, combinados en estructuras y en sistemas”. Tal actitud es muy característica del “estructuralismo”, que trabaja esencialmente sobre unidades discretas con ayuda de las operaciones de segmentación y sustitución. Sin embargo, al querer encerrarse en el marco estricto de la ora­ ción, los lingüistas se encuentran rápidamente con dificultades cpnsiderables. Así lo comprueba, por ejemplo, con lucidez John Lyons, que, después de haber citado la posición clásica de Bloomfield, presenta diversos casos en que ella se revela problemática, para concluir final­ mente: “La oración es la unidad máxima de descripción gramatical [...]. Los ejemplos anteriores, que podrían multiplicarse, muestran que las relaciones distribucionales sobrepasan a menudo los límites de los segmentos de enunciados que normalmente se considerarían 3. Se pueden mencionar los nombres de T. Ihwe, H. Isenberg, W. Kummer, E. Lang. W. Thümmel, J. Petófi, H. Rieser, etc. Consultar la bibliografía. 4. “Los niveles del análisis lingüístico”, incluido en Problemas de lingüística general, México, Siglo XXI, 1971, pp. 118 ss. 172

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE/TEXTO

como oraciones distintas. En esto parece haber una contradicción”.5 Para evitarla, Lvons desdobla la noción de “oración” y distingue una ‘‘oración-entidad abstracta” que da cuenta también de las relaciones interoracionales, y una “oración-segmento” que corresponde a la noción superficial de oración. Esta distinción le permite concluir: “hecha esta observación, seguiremos conformándonos a la práctica normal de los lingüistas, diciendo que los enunciados están compu^tos de oraciones”.6 Como se ve, se trata aquí de un medio para mantener la práctica habi­ tual: la otra solución posible es la de la “gramática textual” que apunta a centrar sus preocupaciones precisamente en las regularidades inter­ oracionales, que tradicionalmente la lingüística rechazaba como una cuestión marginal. Señalemos rápidamente algunos problemas que han conducido a ciertos lingüistas a preguntarse si no sería interesante tomar en consi­ deración fenómenos que sobrepasan el marco de la oración. • El par pregunta/respuesta: la respuesta constituye un enunciado dependiente de un enunciado anterior. Ej.: Con Pablo puede ser relacionado con la pregunta ¿Con quién quiere hablar? pero no con ¿Por qué te vas? • Los anafóricos (elementos que retoman otro segmento del dis­ curso). Ej.: Ayer vino el cartero. Esta carta fue traída por é l Esto con­ cierne a toda la clase de los pronombres (él, ellos, ella, ellas, le, etc.). En realidad, este tipo de anáforas es el más simple. En un enunciado como Pablo es gentil. Este gato me lo regaló él, el pronombre él es el sustituto de Pablo en tanto que remplaza a una segunda ocurrencia de Pablo que tendría el mismo referente y sería el mismo morfema que el primer Pablo. Siguiendo a M. Gross,7 pedemos decir que este él tiene por “referente discursivo” a Pablo, unidad léxica anterior perteneciente al mismo texto. Existen sin embargo otras anáforas por pro­ nombre; en Pablo compró un libro, y yo me robé este, este designa un referente en el contexto extralingüístico, constituyendo no obstante una anáfora de un libro (“referente externo” de este según Gross). Dos ejemplos para terminar: (1) Juan se compró un libro, y yo me robé uno y(2) Juan compró varios libros; yo he leído uno; en los dos casos, el pronombre remite a la FN precedente sin tener el mismo referente; según Gross, en (1), un libro es “referente léxico”, y en (2), un “refe­ rente inclusivo”.

Mencionemos un último problema, que confunde mucho a los lin­ güistas: la anaforización de un indefinido. En Cuando un perro es 5. Introduction to theoretical linguistics, London/New York, Cambridge University Press, (trad. esp.: Introducción en la lingüística teórica, Barcelona, Teide, 1971). 6. Ibíd. 7. “On grammatical reference”, en Generative Grammar in Europe, 1971, eds. F. Kiefer y N. Ruwet. 173

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

atacado, este aúlla, no se puede remplazar este por un perro sin cambiar el sentido de la oración. El este tiene aquí más bien una función de identificación, de índice. El anafórico puede retomar unidades lingüísticas más extensas. Ej.: Ama a su hermana con locura. Eso es desagradable. Se habla también de “correferencia” cuando, en el mismo universo de discurso, varias unidades lingüísticas tienen el mismo referente. Los problemas que provocan las anáforas ponen en juego fenómenos semánticos y sintácticos complejos. En efecto, se puede anaforizar un sustantivo por otro (v. infra el ejemplo: B.B. está sola ... La actriz ha abandonado su residencia, donde la actriz es una anáfora de B.B.), pero también retomar una oración entera, o una sucesión de oraciones, por un sustantivo: así, en lugar de la anaforización por eso en Ama a su hermana con locura. Eso es desagradable, se podría tener esa pasión, esa perversión, ese afecto, que son tanto golpes de fuerza discursivos con respecto al destinatario, como factores de cohesión textual. En efecto, bajo la apariencia de una simple anáfora se descubre fácilmente una proposición enmascarada: “amar a la propia hermana con locura es una perversión”. La repetición encubre el carácter nuevo y de ningún modo evidente de tal proposición: una vez establecida esa anáfora, ella permite orientar el texto en otras direcciones. En efecto, si se elige anaforizar con afecto, la oración siguiente parecerá la expresión del buen sentido: Un afecto semejante, si bien a veces es excesivo, es en sí una cosa buena. Pero esta otra también parecerá evidente: Me sorprende una perversión semejante en un muchacho que me parecía equilibrado. En otras palabras, la anaforización introduce la posibilidad de volver aceptable tal o cual afirmación. Obviamente, son las restric­ ciones discursivas las que regulan este género de fenómenos: según el tipo de discurso, según las elecciones (políticas, filosóficas, etc.) opera­ das por el discurso, será posible o no determinada anaforización. Las mismas observaciones pueden hacerse con respecto a las anáforas de sustantivo: el comando palestino puede anaforizarse con esos asesinos (rechazo), los combatientes revolucionarios (valor “mejorativo”), ese grupúsculo de extremistas (rechazo moderado), etc. Así, la significación de esas anáforas no puede ser correctamente desentrañada si no se toma en consideración el discurso en que se insertan. Estos fenómenos de anaforización son múltiples y omnipresentes en las rela­ ciones interoracionales: a ellos se debe en gran medida la constitución de la trama coherente que asegura la unidad de los textos. Es por eso que el lingüista alemán Isenberg 8 ha construido una lista de “marcadores referenciales”, de “rasgos” afec­ tados a ciertos signos del discurso para mostrar de qué modo cumplen su función de referencia en el texto. [± n] = es la primera vez que en el texto considerado se hace referencia al objeto afectado por este marcador. 8. Überlegungen zur Texttheorie [Reflexiones sobre teoría del texto], 1968, bibliografía de Langages 26, A.8. 174

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO (Algo tan evidente, en apariencia, como que un artículo remite a un con­ texto más amplio que la oración. Así es como un indefinido no puede ser empleado más que cuando se trata de la primera ocurrencia del sustantivo en el discurso, mientras que el artículo llamado “definido” o el demostrativo sólo son posibles una vez que el sustantivo ha sido introducido en el discurso.) [± id] = ya se ha hecho referencia al objeto, pero con otro nombre. [± k] = ellocutor supone que el interlocutor conoce éf objeto en cuestión. ( ± i] = el objeto es identificable. ( ± g] = el término que lleva este marcador no se refiere a un objeto deter­ minado, tiene un alcance general. [± c] = contraste entre dos términos (del tipo Pablo es bello; su amigo, en cambio, es feo). [=t d] = el objeto está en el campo visual del interlocutor, es directamente identificr.ble.

Asimismo, en lugar de considerar la recurrencia de un sintagma en un texto, es posible inclinarse sobre otro aspecto, no menos funda­ mental: las relaciones entre oraciones (lógicas, temporales, etc.) aparen­ temente independientes (no unidas por una conjunción), problema vinculado directamente con la tan compleja cuestión de las relaciones entre coordinación y subordinación. Isenberg ha confeccionado una lista de una decena de relaciones interora­ cionales que, aunque comporta entrecruzamientos y no es completa, brinda una visión de este problema.9 Damos aquí algunas: 1. Tematización de objeto: En el garaje había un auto. El coche estaba pintado a nuevo. 2. Enlace causal: La lámpara no funciona. El filamento está roto. 3. Enlace de motivo: Juan fue al sótano. Va a buscar carbón. 4. Diagnóstico: Heló. Los caños de la calefacción reventaron. Etc.

También se pueden estudiar las relaciones entre subordinación y coordinación: preguntarse, en particular, si es posible convertir las coordinaciones en subordinaciones y viceversa y, en caso de que así sea, si hay límites para esta conversión. Efectivamente, se pueden examinar muchas correspondencias, por ejemplo: a) Bien quil soit parti, rien ne va. b) 11 a beau étreparti rien ne va etcétera. Las pocas cuestiones que acabamos de señalar están lejos de cubrir la totalidad de los problemas cuya consideración debe conducir a supe­ rar el límite de la oración: numerosos aspectos de las relaciones de ,

, 10

9. Traducción francesa de J. F. Bourdin y P. Duhem, en Langages 26, p. 61. 10. “Aunque él se haya ido, nada marcha”; “por más que él se haya ido, nada marcha”. La primera oración incluye una proposición subordinada. En la segunda, la construcción avoir beau + infinitivo establece un sentido concesivo respecto de la proposición que sigue, pero no hay entre ellas relación de subor­ dinación. (N. de la T.) 175

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tiempo, el acento de oración, y en general la prosodia, las relaciones tema/rema, la presuposición, la negación, las ambigüedades, los morfe­ mas de función argumentativa, etc., obligan igualmente a tomar en consideración estructuras trasoracionales. Por ejemplo, no es posible explicar dentro de los límites dela oración en que figuran los condicionales subrayados en el texto siguiente, es necesario remontarse más allá: “Le «rapport Méraud» s’attaque á bien d’autres sujets, tels que la réduction de leventail des salaires, la modification du systéme actuel dattribution des différentes prestations sociales. Leur montant serait calculé en fonction des revenus des bénéficiaires. 11 en irait de méme pour certains impóts. La mise en oeuvre de ces propositions suppose que Ton soit parvenú á fixer les éléments á partir desquels seraient adoptées des mesures de redistribution et de compensation” 11 (Courrier Picard, 8-3-75).

En términos muy generales, puede decirse que la gramática chomskiana tema dos actitudes posibles frente al discurso: hacer de él una simple sucesión de oraciones o ignorarlo lisa y llanamente, dejando su estudio para una teoría, futura, de la “ejecución”. Lo más simple es por cierto no plantear la temible cuestión de los límites de la oración el problema del “contexto lingüístico”. Así, encontramos en los generativistas Katz v Fodor una afirmación como esta: “Los gramáticos bus­ can describir la estructura de una oración, separada de las posiciones en las cuales ella puede encontrarse en los discursos (escritos u ora­ les) o en los contextos no lingüísticos (sociales o físicos)”.(Observe­ mos que las dos exclusiones se colocan en un plano de equivalencia.) La gramática de texto, en cambio, apunta en parte a plantearse las cuestiones que antes se eludían. Para el “gramático de texto” W. Kummer, por ejemplo, cuya posición es significativa, la gramática de una lengua debe cumplir las condiciones siguientes: 1. Enumerar todas las oraciones bien construidas posibles en una lengua y fijar los tipos de desviación de las oraciones mal construidas. 2. Asignar a cada oración una descripción estructural. 3. Indicar las interpretaciones posibles de una oración dada.

Además de estos objetivos, una gramática generativa de discurso debe: 1. Analizar toda oración de la lengua y asignarle interpretaciones posibles. 2. Explicar las conexiones entre oraciones en un discurso dado. 11. “El «informe Méraud» aborda muchos otros asuntos, tales como la reducción de la escala de salarios, la modificación del sistema actual de asignación de las diferentes prestaciones sociales. Su monto sería calculado en función de las rentas de los beneficiarios. Lo mismo resultaría para ciertos impuestos. La aplicación de esas propuestas supone que se ha llegado a fijar los elementos a partir de los cuales serían adoptadas medidas de redistribución y de compensa* ción.” (N. de la T.) 176

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO 3. Permitir definir un texto coherente de un lenguaje L y un proceso de generación de textos coherentes en L.

En la economía global de su “gramática de discurso” (texto), prevé Kummer 12 un conjunto de “reglas de coherencia” que especifi­ quen “las relaciones anafóricas o las otras relaciones entre oraciones o partes de oraciones vinculadas. En el proceso de gensíación de un dis­ curso coherente, estas reglas funcionan como indicadores de las condi­ ciones que debe cumplir necesariamente una oración que sigue o una oración que precede para que un texto sea coherente”.13 COHFRENCIA TEXTUAL

Este problema de la “coherencia” está evidentemente en el centro de toda la reflexión sobre el texto: ¿no sería la coherencia para el texto el concepto equivalente al de “gramaticalidad” para la oración? Se habla así de “texto bien construido” como de “oración bien construida”. Para muchos, esta identificación no constituye un problema: “El término textualidad es análogo al término gramaticalidad en una gramática de oración, es por lo tanto un concepto lingüístico”.14 El problema de la “coherencia” textual es abordado, por ejemplo, por I. Bellert,15 que define así un texto “coherente”: “una secuencia de oraciones O,, 0 2...........On tal que la interpretación semántica de cada oración Oí (para 2 < i < n) depende de la interpretación de la secuencia O í...........Ot—1” o, dicho en términos más sencillos, que la interpretación correcta de una oración de un discurso depende del contexto precedente.

Bellert habla aquí de un texto idealizado, es decir sin digresio­ nes, que tenga un hilo continuo, etc. Define la “interpretación semán­ tica” de una oración como el conjunto de las inferencias ( = consecuen­ cias) que pueden ser extraídas de esa oración. Esas inferencias pueden hacerse por las reglas de la lengua, pero también en función de un cierto conocimiento del mundo (en el sentido más amplio) que tiene el receptor. Una condición necesaria (pero no suficiente) para la coherencia de textos reside, esquemáticamente, en el hecho de la repetición: la estructura lógico-semántica de cada oración es tal que al menos un ítem léxico contenido en ella, o al menos tina proposición que pueda ser inferida de ella, se encuentra también en las frases precedentes; estas inferencias deben ser consideradas como lazos que aseguran la inter­ pretación de un texto coherente. Veamos el ejemplo siguiente: 12. 13. 14. 15.

Poetics N9 5, pp. 29-30. Art. cit., p. 31. Janos S. Petófi, Folia lingüistica V (1971), p. 284. “On a condition for the coherence of texts”, Semiótica II, 4, 1970. 177

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(1 )El hijo mayor de Ana dejó Varsovia para estudiar en la Sorbona. El ovente puede extraer de él un conjunto de conclusiones: a) Ana tiene un hijo varón. b) Ana tiene más de un hijo. c) El hijo mayorestaba anteriormente en Varsovia. d) El hijo mayor fue a Francia. e) El hijo mayor es estudiante, investigador científico o artista. f) El hijo mayor completó sus estudios secundarios. Etcétera. Se observa que un primer tipo de reglas de inferencia puede ser incluido en la descripción de la lengua, v las conclusiones serían extraí­ das por deducción (rigurosa), por ejemplo a) o b). El otro tipo se apova en un conocimiento del mundo, y en un razonamiento induc­ tivo, v no podría ser incluido enla descripción de la lengua, por ejemplo d) v c). Sin embargo, los dos tipos desempeñan unafunción análoga para fundamentar la coherencia de un texto. Para inferir f) de (1), estamos obligados a asentar una premisa suplementaria, que surge de nuestro conocimiento del mundo y cons­ tituye una generalización por razonamiento inductivo: “Si alguien es estudiante universitario, ha terminado sus estudios secundarios”. De esto se desprende que la interpretación de ciertos textos, garantizada por el conocimiento del mundo, no es accesible a los receptores que no tienen el conocimiento del mundo que el locutor (el autor) supone que poseen. Una falta de conocimiento podrá entonces hacer creer, erróneamente, que el texto no es coherente. A la inversa, si el oyente tiene un conocimiento del mundo más amplio que el hablante, puede sacar de una frase más conclusiones de lo que el hablante creyó que ponía en ella. En cambio, A Pedro le gusta mucho la Sorbona. Francia encierra riquezas arquitectónicas no es coherente si el receptor no asienta la premisa, tal vez nueva para él, de que la Sorbona está en Francia. En resumen, las conclusiones del primer tipo (deductivas) cons­ tituyen la interpretación semántica de una oración, fuera de todo con­ texto, mientras que las del segundo tipo corresponden a la interpreta­ ción semántica que incluye un conocimiento del mundo. Veamos otro ejemplo: (1) Brigitte Bardot está sola. La actriz ha abandonado su resi­ dencia. (2) El hijo de Pedro está loco. El chico se tiró por la ventana. En (2), el conocimiento de la lengua basta para identificar el chico como el hijode Pedro, ya que el lexema hijo implica que un hijo sea un niño o un hombre. En cambio, la interpretaciónde (1) surge del conocimiento del mundo: Brigitte Bardot es actriz. Eso no impide que (1) v (2) funcionen de manera análoga para establecer la coherencia. 178

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO En lo que concierne a la interpretación de los textos, es fácil comprender que la condición de coherencia puede ser satisfecha de diversas maneras, y que a menudo son posibles varias interpretaciones, si uno se basa en la repetición de proposiciones diferentes como lazos de coherencia. Para los textos antiguos, al faltar el correspondiente conocimiento del mundo, el establecimiento de estos lazos es a menudo hipotético. Esto está vinculado con lo que decía J.-B. Marce­ llesi,16 valiéndose del concepto de “cultura”, en relación con un tipo de situación de comunicación determinado: así, la creencia de que Jauréfs' era un agente de Guillermo II era parte de una “cultura” política de los años de preguerra. La coherencia textual no debe ser considerada, pues, como un dato interior al texto, sino como el resultado inestable de un ajuste permanente de un locutor y un auditorio a través de una “cultura” variable.

Retomando el ejemplo anterior, el que no sabe que Brigitte Bardot es actriz puede adivinarlo porque falta un intermediario para que el texto sea coherente: Brigitte Bardot es actriz. Esto presupone que el receptor piensa que el texto es coherente. (Observemos asimismo que el uso de un nombre propio o de una descripción definida, obliga al receptor a presuponer no solo que esa construcción sustantiva se refiere a un objeto, sino también que ese referente es único en el discurso considerado.) Un enunciado sólo tiene coherencia si se hace intervenir la totalidad del contexto discursivo a través de un conocimiento del mundo. Hemos relacionado, más arriba, este problema con el del tipo de discurso y sus opciones ideológicas. Así, un discurso entre lingüis­ tas permite una anáfora como esta: La relativa y los afijos plantean problemas graves. Se hacen demasiadas trasformaciones ad hoc. Solo las personas familiarizadas con estas cuestiones saben que afijos y rela­ tivas son objeto de trasformaciones en gramática generativa; un lector “inocente” podría pensar que se trata de dos cosas sin relación. En un discurso de lingüistas a no lingüistas (divulgación), esta anaforización sería imposible: estamos ante una restricción impuesta por el tipo de discurso. Ciertos discursos pueden presentarse como un juego basado en la anáfora léxica, al hacer uso de perífrasis, descripciones definidas, cuya claridad es mayor o menor según la familiaridad del destinatario con el discurso de que se trata y el universo al que este remite. No todo el mundo está en posición de saber que las descripciones defi­ nidas el ermitaño de Croisset y el padre del naturalismo son anafóricos posibles de Gustave Flaubert; en la mayoría de los casos los efectos son más matizados, pero solo un conocimiento de un contexto cultural y una toma de posición pueden hacer que Frangois Mitterrand y el líder de la oposición sean correferenciales en tal época y en tal perió­ dico (en función de sus opciones políticas). Algunos lingüistas plantean la existencia de una presuposición de 16. Langages 23, p. 25. 179

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identificación correferencial: a diferencia de la presuposición existencial que postula que existe un referente que corresponde al nombre, esta presuposición postularía la identidad del referente de dos sintag­ mas nominales. En términos generales, las descripciones definidas son un factor de coherencia textual importante, v de múltiples maneras. El caso de la nominalización es particularmente sencillo: “No toleraremos que los X se rindan. La rendición de los X significaría el fin de nuestras esperanzas”. Los epítetos son asimismo muy interesantes: “Fabricamos nuestras cremas solamente con plantas de montaña ... Estos productos de esencias naturales preservan el equilibrio de los tejidos. .. ”, o también: “Los policías han señalado a dos individuos sospechosos: uno habla francés con un fuerte acento extranjero... El hombre de acento extranjero parece .. .” ¿UN NIVEL “MACROESTRUCTURAL”?

Cuando es cuestión de relaciones interoracionales inmediatas o rela­ tivamente simples, no se trata de una modificación cualitativa deci­ siva del modelo sintáctico. Pero las cosas cambian notablemente cuan­ do se hace intervenir, por .ejemplo, fenómenos vinculados con la argu­ mentación.17 En este caso, se define en realidad una unidad global de un nivel superior, un texto que es algo más que las relaciones intercracicnales stricto sensu. Aquí hay dos cosas muy diferentes: las regula­ ridades sintácticas que intentan destacar, por ejemplo, los que estu­ dian la anaforización exigen ser puestas en relación con un contexto más amplio que la oración para poder dar cuenta de ellas, pero “es posible plantear la existencia de relaciones entre oraciones sin llamar «texto» a la entidad superior de la cual estas relaciones serían ele­ mentos constitutivos”, como escribe el lingüista alemán E. Lang.18 Este autor da diversas razones que no obstante le parecen demos­ trar la necesidad de construir una “gramática de texto”, concebido este como ‘ resultado de operaciones de integración” 19 Menciona Lang las siguientes propiedades de los textos: —hacer perder la ambigüedad a las oraciones; —el texto contiene otros presupuestos e implicaciones que los de las oraciones que lo componen; —el texto tiene otras posibilidades de paráfrasis que la oración (pro­ blema de los resúmenes, en particular). 17. Por ejemplo, W. Thümmel, “Verüberlegungen zu einer Textgrammatik: Koordination und Subordinaron” [Reflexiones sobre una gramática de texto: coordinación y subordinación], 1970, reproducido parcialmente en Langages 26, p. 69. 18. Art. cit., p. 76. 19. I b í d p. 78. 180

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Existen así, en la “competencia” del hablante, las operaciones correspondientes que intervienen en la construcción de la significación del texto: —integración en una “superestructura semántica” de las inter­ pretaciones semánticas de las oraciones particulares; —establecimiento de las condiciones de compatibilidad entre los presupuestos y lo explícito de un texto y los de las dracioses aisladas; —establecimiento de relaciones de equivalencia (entre otras) entre fragmentos de longitud variable, hasta la comprensión de la coherencia del texto. El texto es entonces considerado como una unidad específica, de un nivel superior al de la oración. Yendo más adelante en este sentido, encontramos los procesos de “macroestructuración”, según la expresión de T. Van Dijk: la cohe­ rencia textual no se determina solamente en el nivel de relaciones interoracionales “lineales” (como la anaforización), sino que puede sos­ tenerse la hipótesis de que se determina también en un nivel macroestructural, considerando el texto “globalmente”. Con esto, el autor sale de la problemática estrictamente sintáctica de las relaciones inter­ oracionales y se coloca en un punto de articulación entre la lingüística y las otras ciencias humanas. Lo importante es no mezclar sin control estos puntos de vista diferentes. Desgraciadamente, no es fácil dife­ renciar y articular estos aspectos. El interés del análisis del discurso se inclina espontáneamente hacia los factores de estructuración global de los textos. Estos factores son múltiples y toda construcción de una tipología de los discursos está obligada a sacarlos a la luz. Entre ellos, hay dos que correspon­ den a modos omnipresentes de organización textual: la narratividad y la argumentación. Lo que particularmente retiene aquí la atención de los investigadores es el juego a la vez riguroso y flexible de las restricciones. En las páginas que siguen nos ocuparemos (muy some­ ramente) de estos aspectos. Lo cual no significa que las relaciones interoracionales se limiten a ellos, ni que el estudio de la estructura de los textos pueda permitirse descuidar los aspectos más directamente lingüísticos de las preocupaciones de la gramática de texto. Lo que interesa para el análisis del discurso no es solamente construir un modelo de la “competencia textual” (si es que existe tal competencia) sino también ver cómo son explotados los recursos del sistema de la lengua en determinado discurso o tipo de discurso, considerando sus condiciones de producción.

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2. LA ARGUMENTACIÓN

Hoy en día, el campo de la antigua retórica despierta un interés renovado que se concentra particularmente en dos aspectos: el que se relaciona con la teoría de los tropos (figuras), por un lado, y el que corresponde a la argumentación, por otro. En este segundo aspec­ to nos detendremos por algunas páginas. La argumentación, como la narratividad, constituye un factor muy notable de coherencia discursiva: una argumentación se define como una acción compleja finalizada; este fin coincide con la adhe­ sión de los oyentes a una tesis presentada por el hablante y que da lugar a un encadenamiento estructurado de argumentos. Esta finalidad se alcanza a través de una serie de “subfinalidades”, que son los diferentes argumentos, ligados por una “estrategia” global. Frecuen­ temente existe una jerarquización de los argumentos: tal argumento contribuye a establecer tal otro, situado en un nivel superior, y así suce­ sivamente. Además, las relaciones entre las diversas proposiciones obe­ decen a mecanismos de número finito, estudiados desde hace mucho tiempo, ya sea que se trate de un sistema formal (con axiomas y reglas de deducción), ya sea que se trate de enlaces mucho menos rigurosos que se mueven en el marco de la simple verosimilitud (como es el caso en la mayoría de las argumentaciones). Ahora bien, en el nivel del análisis del discurso se encuentra el mismo peligro que en el nivel de las difíciles relaciones que existen entre lógica y lenguaje: el peligro “reduccionista”. Una perspectiva reduccionista consiste en pensar que el núcleo, la esencia profunda del lenguaje, constituye un lenguaje lógico simple: desde una pers­ pectiva semejante, todo lo que no pudiera reducirse a eso correspon­ dería a los caprichos del uso, a fenómenos superficiales, etc. Tal acti­ tud es muy impopular entre los lingüistas, que están prontos a denun­ ciar todo “paralelismo lógico-gramatical”. Sin embargo, esto no debe conducir a' caer en el exceso opuesto: diremos pues, siguiendo a Oswald Ducrot, que la función fundamental de la lengua no és cier­ tamente de orden lógico, pero que la lengua tiene, no obstante, una función lógica. (Al hablar de “la” lógica cometemos una escandalosa simplificación, puesto que en realidad existe una multitud de siste­ mas lógicos.) La confrontación entre lengua natural y lenguaje lógico permite captar la imposibilidad de reducir el lenguaje a una lógica. Es así como, para dar un ejemplo elemental, se comprueba que el conector proposicional A (conjunción) es conmutativo (poco importa que se tenga A A B o B A A, ya que A y B deben ser simultáneamente “ver­ daderos”); en la lengua, en cambio, la conjunción y toma a menudo un valor cronológico que no permite la conmutación. Igualmente 182

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puede atacarse la expresión de la noción de “condición suficiente” o la noción de causalidad.20 De todas maneras, el resultado es siempre el mismo: una noción lógica unívoca y simple parece disolverse pro­ gresivamente en la complejidad del funcionamiento de la lengua. Esta no puede, particularmente, usar premisas falsas y obtener argu­ mentos válidos, ni unir por medio de un conector proposiciones que no tengan una proximidad semántica suficiente. ó Es indudable, en cambio, que existe una función argumentativa en el lenguaje, función que apunta, por ejemplo, a llevar al interlocutor a sacar tal o cual conclusión. En otras palabras, ciertos morfemas, giros, etc. hacen más que trasmitir un contenido semántico: cumplen un papel argumentativo. Ducrot habla también de un “acto ilocutorio de argumentación” 21 y estudia algunos de sus aspectos. Dice, por ejemplo, a propósito de puisque [ya que] y mais [pero]: “Para descri­ bir la conjunción puisque, hay que señalar que al decir A puisque B, yo no me contento con informar al destinatario que el contenido A está necesariamente implicado por el contenido B, sino que, dejando constancia del hecho de que él admite B, y refiriéndome a la impli­ cación de A por B, lo intimo a admitir A. Por lo tanto, no es sufi­ ciente decir que puisque, en vista de su significación, puede ser utili­ zado para cumplir el acto de argumentar. En realidad, su significa­ ción es servir para cumplir ese acto (y en eso mismo reside su especi­ ficidad en relación con si [si] o parce que [porque]). Del mismo modo, no es posible comprender el rol de la conjunción mais si vse dice solamente que ella señala la oposición de las dos proposiciones que une. Por esta razón, hemos propuesto describir A mais B como A, tú tiendes a sacar de A una cierta conclusión r; no debes hacerlo, pues B, tan verdadero como A, sugiere la conclusión no-r. Así, el enunciado A mais B supone que, en el espíritu de los interlocutores, hay al menos una proposición r, para la cual A es un argumento, y B, un contraar­ gumento. Dicho de otro modo, el enunciado contiene en sí mismo una alusión a una caracterización argumentativa de las proposiciones que lo constituyen”.22 Obviamente, los recursos argumentativos del francés no se limitan a puisque y mais: con esto no hacemos más que dar el sentido de un proceso que concierne a una multitud de fenómenos lingüísticos tradi­ cionalmente considerados como “marginales”, en la medida en que solo se prestaba atención al valor puramente informativo de su con­ tenido. Si ahora nos situamos en el plano del discurso, las cosas se pre­ sentan a la vez como más simples y más complejas. Más simples, porque el contexto reduce la polivalencia de los elementos que tienen 20. Como hace O. Ducrot, por ejemplo, en La prcuve et le dire, J. P. Delarge ed., Mame, 1973, capítulo V. 21. I b í d p. 226. 22. Ibídem. 183

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una función argumentativa, pero también más complejas porque la argumentación no es más que una de las redes que constituyen el discurso y su estructura; sus particularidades solo cobran sentido en su confrontación con las otras redes v, más allá, con las condiciones de producción. Si se emprende un camino heurístico que vaya de la lógica a los discursos, o a los tipos de discursos, se encuentran dificultades muy reveladoras. Así, por ejemplo, el estudio que con fines pedagógicos realizaron Y. Blum y J. Brisson 23 sobre la relación de implicación en el discurso publicitario nos ofrece una buena ilustración de la dife­ rencia entre la variedad de las estructuras lingüísticas y la simplicidad de las estructuras lógicas. Registran no menos de una decena de giros diferentes: 1. S i. . . entonces 2. Todo A . . . es B 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11.

(muy raro) Tout ce qui est opérationnel est nótre [Todo lo que es operativo es nuestro!. Basta con A para B Pour faire glacer Danino, il suffit de le mettre au freezer [Para hacer congelar a Danino basta ponerlo en el freezer]. Imperativo + proposición Exigez la marque Société et vous aurez un tres bon roquefort [Exija la marca Société y tendrá usted un muy buen roquefort]. N y (Proposición) Ariel et la fumée devient fraicheur [Ariel, y el fumar se vuelve frescura]. Un simple (N) Un simple shampooing Récital peut faire vivre le chátain de vos cheveux [Un simple lavado con Récital puede hacer vivir el castaño de sus ca­ bellos] . Con N (Proposición) Avec la publicité, vous étes informé [Con la publi­ cidad, usted está informado]. Avec Déodorily on ne sent plus le temps passer [Con Déodoril no se siente más pasar el tiempo]. ( Inf.) cest (Inf.) L’ouvrir, cest entrer dans la mode [Abrirlo es entrar en la moda]. (Inf.) o (Inf.) Vivre á 3.000 m ou boire Evian [Vivir a 3.000 metros o beber Evian]. N . . . (grupo nominal) Banania . . . du ressort pour ¡a journée [Banania .. . energía para la jornada]. N (foto) After-shave X (foto de un atleta).

Se comprueba en primer lugar que hay un deslizamiento constante de la condición suficiente (sí usted compra tal producto, obtendrá tal resultado) a la condición necesaria (si usted quiere tal resultado, 23. Langue F ranQaise 12, p. 83. 184

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entonces necesita tal producto). Los autores ven en esto una ley gene­ ral del discurso: el destinatario tiene tendencia a creer que se le comunica un máximo de información y hace de si un si y solo si. De hecho, es imposible disociar el giro sintáctico utilizado del contenido mismo de cada mensaje publicitario. Comparemos, por ejemplo, 2) y 6), que se oponen claramente, aun despojados de sus contextos. El adjetivo calificativo opérationnel, con tgjdo lo que supone de eficiencia “científica”, remite a la figura discursiva de un enun­ ciador infalible y eficaz: de allí un mensaje lapidario, unívoco, que no deja lugar a dudas (todo X es Y). En cambio, en 6), se ve fácilmente que simple es polivalente: tiene una función lógica, la de expresar la condición suficiente (basta Récital para...), pero conserva su valor semántico (simplicidad) y toda la carga eufórica que éste conlleva (naturalidad, pureza, etc.); además, un simple + sustantivo (cf. un simple soldat [un simple soldado], un simple particulier [un simple particular], etc.), según el Dictionnaire du frangais contemporain, significa: “que es solamente lo que indica el nombre”, contraste entre esta simplicidad y la amplitud del resultado (hacer vivir el castaño). Hay pues, a la vez e indisolublemente, valor lógico, euforia semántica (vinculada con la relación codificada simplicidad/vida) y argumento de eficacia; en este aviso, la posición de un enunciador modesto, bo­ rroso, que se excluye del mensaje para no dejar subsistir más que dos realidades —usted (o más bien sus cabellos) y Récital—, es todo lo con­ trario de 2), que excluía el usted del mensaje para poner delante, agresivamente, al enunciador. No es difícil desentrañar una organiza­ ción lógica en el discurso publicitario (consistente en una trivial implicación), pero este rasgo específico, y fundamental, no alcanza al funcionamiento efectivo del mensaje publicitario, en el cual la función puramente referencial, informativa, es tan indispensable como secundaria. Si, a la inversa, se parte de un discurso particular y se intenta desentrañar su estructura argumentativa, se encuentran idénticas difi­ cultades. M. J. Borel y G. Vignaux hablan de “atravesar la superficie lingüística hacia la organización de los contenidos” (organización ar­ gumentativa—D. M.) ;24 esta fórmula presenta problemas desde el mo­ mento en que se trata de análisis del discurso. Está perfectamente justificada cuando se estudia en sí misma la estructura del razona­ miento natural, pero es equívoca cuando se estudia un discurso par­ ticular. No basta construir una armazón lógica, es necesario estudiar su función en el discurso. En otras palabras, el análisis lógico no permite alcanzar una mítica “esencia” del discurso que quedaría oculta por la variedad superficial de las estructuras lingüísticas: este es sólo un nivel de análisis, integrado en una explicación “globalizante”. Consideremos, por ejemplo, el análisis que hacen Borel y Vignaux de este muy breve texto de Georges Pompidou: “Cette histoire est 24. Langtte FranCaise 12, p. 68. 185

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insupportable. J ai été six ans Premier ministre et je n’ai jamais rencontré un truand á qui jaie remis une carte de policier”.25 Se considera que este texto refuta la proposición: “existe una policía paralela”. Una vez trascripta en el formalismo de la “lógica natural”,26 esta argumen­ tación contiene no menos de 21 líneas: premisas, posición de la alter­ nativa, demostración; no la reproducimos aquí porque su explicitación sería demasiado larga. Este análisis trasforma ese texto elíptico en una deducción total explicitada y coherente. Esta reconstrucción del discurso es satisfactoria para poner a prueba un mecanismo lógico pero no puede ser suficiente en una perspectiva de análisis del discurso: la perfección formal encubre en realidad lo que constituye la especifi­ cidad de ese discurso. El sacar a la luz la argumentación no es sino un paso previo indispensable que permite plantearse cuestiones mucho más elaboradas sobre el funcionamiento de ese discurso: cuáles son las premisas; si son explícitas; en qué se basan (autoridad del enunciador, hechos, ideas recibidas); en qué se apoya el valor persuasivo de los argumentos; qué relación hay entre la estructura de la argumen­ tación, el auditorio al que se dirige el hablante, el orden superficial del enunciado; etcétera. Cada discurso permite plantear tal o cual tipo de cuestiones, en función de las preocupaciones del analista. Consideremos otro ejemplo: Al analizar la segunda Provincial de Pascal,27 Oswald Ducrot se enfrenta con un discurso aparentemente inverso del que acabamos de ver: no se trata en absoluto de un discurso superficialmente poco estructurado y cuya relación con la estructura argumentativa sea muy indirecta; por el contrario, el razonamiento aplicado es totalmente ex­ plícito, perfectamente riguroso, y obedece sin la menor dificultad a las reglas del más ordinario cálculo de los predicados. Parece que se ha alcanzado la “esencia” del texto, ya que este no ha sido para nada desestructurado y él mismo adopta voluntariamente una forma lógica rigurosa para ser irrefutable. Sin embargo, el análisis del discurso no aceptará la ley que así le impone el discurso: lo que presenta problema, lo que hay que “trabajar”, es precisamente esta tranquilizante perfec­ ción lógica, en lugar de quedarse satisfecho con ella (invocando el “genio de Pascal”, geómetra de genio que clarificó cuestiones embro­ lladas por la ignorancia de torpes teólogos). Ducrot señala en efecto una falla: “Pascal, en esta discusión, toma la palabra suffisant [suficiente] en el sentido técnico de los matemá­ ticos, sentido que no es el de lenguaje ordinario”.28 Lo mismo sucede 25. “Esta historia es insoportable. He sido primer ministro durante seis años y nunca he encontrado un truhán al que haya entregado una tarjeta de policía.” (N. de la T.) 26. Es el formalismo lógico que ha puesto a punto J. B. Grize, adaptando la lógica clásica a los procedimientos naturales de razonamiento. 27. En la Segunda Provincial, Pascal discute la posición de los dominicos acerca de la “gracia suficiente”. 28. Langue Frani'aise 12, p. 90. 186

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

con el adjetivo nécessaire [necesario]. Pascal hace así “deslizarse” el sentido de estos adjetivos, y gracias a ese deslizamiento llega a resolver un problema que, planteado en sus términos habituales, no es soluble dentro de una deducción de tipo matemático. Ducrot saca en conclu­ sión que Pascal “ilustra la actitud reduccionista”. Así es, pero para el análisis del discurso es necesario dar cuenta de este fenómeno tomando en consideración las condiciones de pro­ ducción: el ‘‘golpe de fuerza” discursivo que constituye el desplaza­ miento del problema de la gracia divina hacia una formulación lógica remite a la figura del enunciador, del receptor, a la ideología que le sirve de base, etc. El desconocimiento de las reglas propias del discurso teológico (paradojas, juegos de palabras, ambigüedades, etc.) está unido a la aparición de un discurso racionalista que ocupa el lugar de aquel, pero también a la figura del “honnéte homme” no especialista que se dirige a las personas decentes por el canal de un lenguaje clásico totalmente trasparente, que analiza perfectamente la representación. Y como el “buen sentido” es algo que todos comparten, el discurso sobre la gracia puede desplazarse al área mundana. El des­ lizamiento de sentido que ha señalado Ducrot no es en realidad más que el síntoma de un cambio global de “régimen discursivo” y no la alteración de algunos significados (por lo demás, el análisis de Ducrot es un tanto simplificado^ al comparar el discurso de las Provinciales con el lenguaje ordinario, sin introducir la instancia determinante que es el discurso teológico). La argumentación constituye pues un nivel de análisis privile­ giado, pero que de ninguna manera puede ser disociado del funciona­ miento global del discurso y de sus condiciones de posibilidad: un silogismo puede ser aplicado tanto en un mensaje publicitario como en un discurso filosófico, con una incidencia totalmente diferente en cada caso. En el plano descriptivo solamente, es imposible hacer abstracción del hecho de que el discurso argumentativo está “en situación” y sos­ tenido por un sujeto de enunciación: la argumentación “hace intervenir la actividad del sujeto y la del auditorio en la construcción misma del discurso”;29 “estar en situación para el discurso significa que el hablante integra en su enunciación no solo un cierto número de elementos situacionales que le parece necesario introducir a título de premisas, sino que también trata como presupuestos aquellos que estima conocidos por su interlocutor”.30 Aquí podemos remitir asimismo a las “forma­ ciones imaginarias” de Micheí Pécheux y a las “ubicaciones” que ellas suponen. Retórica y situación Ahora bien, la retórica aristotélica, así como sus desarrollos re29. G. Vignaux y M.-J. Borel, art. cit., p. 72. 30. I b í d p. 77. 187

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

cientes (C. Perelman), insiste mucho en estos problemas vinculados con la situación. Así es como Perelman distingue diferentes estatus en las premisas a las cuales se refiere la argumentación. Al hacer esa lista, Perelman destaca el hecho de que el hablante, para construir su argumentación, parte de una '‘base”, de una especie de punto de acuerdo que él supone que tiene con el auditorio: Los hechos: son los objetos de acuerdo universal, reconocidos por el auditorio. Para Perelman, nohay ningún criterio “que nos permita, en todas las circunstancias, e independientemente de la actitud de los oyen­ tes, afirmar que una cosa es un hecho”. Verdades: sistemas más complejos relativos a enlaces entre hechos (teoría religiosa, etc.). Presunciones: cosas admitidas por el auditorio, vinculadas a lo normal, lo vero­ símil, pero cuya validez conviene reforzar. Valores: objetos, seres ideales que se usan para incitar a la acción (la jus­ ticia, etc.). Jerarquías jerarquías reconocidas entre valores (el Hombre es superior al de valores: anim al. . .). Lugares: premisas muy generales, rúbricas vacías, moldes para producir argumentos concretos para discursos determinados; por ejemplo, “el lugar de la cantidad”: una cosa vale más que otra por razones cuantitativas. Este lugar se opone a menudo al “lugar de la calidad”: tal cosa vale más que tal otra por razones cualitativas. Así, en las elecciones presidenciales de 1974, los vencedores se atenían a la cantidad (“nosotros somos la mayoría”), mientras que los vencidos les respondían con la calidad (“nosotros representamos a la Francia activa, joven . . . ” ).

Conviene sobre todo ver en esta clasificación que la argumenta­ ción es absolutamente indisociable de la situación de enunciación, es decir del estatus del hablante y de los oyentes, pero también de las creencias de esos oyentes, de los valores en uso en la comunidad en cuestión, etc. Los “lugares” tienen tendencia a consolidarse, a producir siempre los mismos contenidos; estos “lugares comunes” varían en función de las épocas, de los auditorios, de los tipos de discursos de que se trate. ¡Soñar con el estereotipo de la virtud de los viejos romanos opuesta a la decadencia de estos tiempos! Son fragmentos destacables, como las citas estereotipadas, de probada eficacia. La argumentación se mueve por lo general dentro de lo verosímil, el éndoxon según Aristóteles (es decir, lo que es conforme a la doxa, la opinión común) y usa así enlaces específicos, como la analogía (A es a B lo que C es a D) u otros menos caracterizados. Hay argu­ mentos de un tipo particular, campo de elección para el análisis del discurso: el ejemplo, la ilustración, el modelo (según la terminología de Perelman). 188

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

• La generalización a_ partir de un ejemplo es un tipo de argu­ mento corriente. En la argumentación se inserta la narración en forma de anécdota. Puede tratarse de ejemplos históricos, ficticios, de recuer­ dos personales, etc. El ejemplo, para ser verosímil, busca tomar como protagonista a un personaje reconocido por la comunidad. • La ilustración no apunta a establecer una regja por generali­ zación sino a reforzar una regla mostrando su interés por la variedad de sus aplicaciones: “Desde que he sido elegido, toda m bien: (ilustración): 1. Hay asilos. 2. Los ancianos tienen calefacción”, etcétera. • El modelo constituye un paradigma para el auditorio, que reco­ noce que ese modelo es una incitación imperativa a imitarlo: así, en la época de la Revolución Francesa, Catón y Bruto eran modelos del republicanismo más puro, mientras que César era considerado el antimodelo correspondiente. La “dispositio” En un nivel “macroestructurar, no puede ignorarse que existen reglas que gobiernan la organización global de la argumentación. En la retórica clásica, la “dispositio” distribuía estas grandes partes del discurso. Tradicionalmente se distinguían cuatro: a) exordio: apelación a los sentimientos de benevolencia del audi­ torio, anuncio del plan; b) narratio: relato de los hechos involucrados en la causa; c) confirmatio: exposición de los argumentos; d) epílogo: resumen y apelación a los sentimientos. No pretendemos que este ordenamiento sea pertinente para todas las argumentaciones, pero señalamos solamente este problema: para todo tipo de discurso existe una distribución de las partes específicas que el análisis del discurso debe sacar a la luz (no olvidemos que nuestra cultura occidental está profundamente impregnada de las leyes de la retórica y que conviene no ignorarlas cuando se abordan textos “antiguos”). El estudio de un corpus de textos publicitarios que ensalzan diferentes cremas de belleza nos ha permitido, por ejemplo, desentrañar el esquema de “dispositio” siguiente: l 9 Cuadro de las agresiones que la vida moderna y la intemperie hacen sufrir a la piel. 29 Aparición y descripción de una crema capaz de remediar esos daños. 39 Cómo actúa esa crema sobre la piel. 49 Cuadro de los resultados del tratamiento sobre la piel. Este esquema se encuentra, con variaciones superficiales, en muchos textos, que desarrollan más o menos deter­ minada parte. Pero existen otros tipos de “dispositio” para elogiar el mismo producto. No hay que tratar de encontrar “la dispositio de las dispositiones”, para

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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO aplicarla mecánicamente a todos los textos de ese tipo, pasados, presentes o futuros: la “dispositio” no es más que uno de los aspectos del funcionamiento global del texto publicitario y solo puede ser estudiada dentro de ese funciona­ miento. No existe “argumento en sí”, y la eficacia de un argumento no vale sino en un contexto netamente definido.

En la exposición de los argumentos, hay diversos órdenes posi­ bles: del más débil al más fuerte, del más fuerte al más débil, el más débil en el medio, orden cronológico, orden de exaltación del orador, etc. Aristóteles hace del “ejemplo” un mal menor en la argumentación; por ser pura inducción, es un argumento débil; en consecuencia, sólo será eficaz si se le sabe elegir el lugar: si se coloca el ejemplo antes de las deducciones, estas perderán su crédito, mientras que, colocado después, parecerá un “testimonio”. Pero si solo se dispone de “ejemplos” para convencer, habrá que reunir muchos para simular una generali­ zación, que de todas maneras es imposible. Esta “sintaxis” de los argu­ mentos no puede ser disociada arbitrariamente de las condiciones de producción del discurso. Para dar un ejemplo simple, el grado de complejidad de los encadenamientos de argumentos está vinculado con la capacidad receptiva del auditorio (lo que Aristóteles enunciaba así: “la función de la retórica es tratar tem as... ante oyentes que no tienen la facultad de inferir por numerosos grados ni de seguir un razonamiento a partir de un punto alejado”, 1357 a 1). La organización de la argumentación remite a una hipótesis sobre el auditorio. El mismo Aristóteles establece, por ejemplo, una relación entre el recurrir a la ‘máxima” (tipo de discurso), el estatus del hablante y el del auditorio: usar máximas no sería eficaz si el hablante fuera joven, o el auditorio (o los dos). En efecto, la ideología atribuve la experiencia a los viejos y el ardor a los jóvenes: conviene no oponerse a las restricciones ideológicas de la comunidad a la que se apunta. Hay pues una relación entre la “formación imaginaria”, ligada a los protagonistas, y la tipología de los discursos. No basta entonces desentrañar una estructuración argumentativa en un texto para pretender haber desentrañado su “esencia”: el uso de los procedimientos de argumentación remite a múltiples funciones, según el estatus del discurso considerado.

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A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

3. ESTRUCTURAS NARRATIVAS

Otro factor de coherencia textual, muy estudiado también y no menos importante, está constituido por los problemas de “narratividad”. En efecto, la narratividad está lejos de concernir solamente a la historia o las novelas: ella define igualmente un conjunto de textos no literarios y cotidianos. Toda la dificultad consiste precisamente en articular gramática narrativa y gramática textual una con otra. Suponemos que el lector conoce las principales investigaciones que se desarrollaron a partir de la obra de V. Propp.31 Recordemos solamente que, en esos trabajos, se intenta considerar un corpus de relatos que se da por sentado que es homogéneo (el Decamerón, determinados cuentos maravillosos, determinado tipo de cuento maravi­ lloso, etc.) como otras tantas realizaciones superficiales de una especie de modelo invariante, pensado como una secuencia de “unidades na­ rrativas elementales”, que Propp denomina “funciones” y que define como acciones (Partida, Recompensa, etc.). El modelo de Propp ha sido considerablemente flexibilizado32 pero con todo, queda de él la hipótesis fundamental de que las posibilidades narrativas son limita­ das en el absoluto y lo son tanto más cuanto más fina es la tipología en cuestión; como para el estudio de la lengua, se revela en el universo narrativo un juego de restricciones. No es de extrañar que H. Isenberg, después de haber estudiado lo que él llama “texto de una sola oración”, pase a estudiar textos de varias oraciones empleando “funciones narrativas”.33 No toma como punto de referencia los trabajos de Propp, sino las sugestiones de sociolingüistas norteamericanos —Labov, William, Waletzky—, que ha­ bían distinguido, bastante informalmente, cinco “funciones” encadena­ das en los relatos orales de aventuras personales hechos por hablantes poco cultos: la orientación, la complicación, la evaluación, la resolución y la moraleja. Isenberg trata de integrar estas funciones en la gramática de texto, en tanto que unidades que definen un nivel de coherencia discursiva superior al de las oraciones aisladas, siguiendo en eso la idea de que se trata de factores que determinan la estructuración global de un texto: “Se trata de elementos de la comunicación que no forman directamente parte de la estructura propiamente semántica de las oraciones de superficie, pero que aparecen como nudos que las dominan”.34 La manera de integrar estas “funciones” es muy ele­ mental pero, intuitivamente, responde bien a la idea de que se trata 31. Morfología del cuento, Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972. 32. Ver en particular las críticas de C. Brémond en Communications 8, 1966. 33. Der Begriff “Text" in der Sprachtheorie ÍE1 concepto “texto” en la teoría del lenguaje], 1970 (citado en Langages 26, p. 73). Langages 26, p. 73. 3 4 .

191

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

de unidades de un nivel superior: en un texto (T) que obedezca al orden canónico de las cinco funciones, tendremos el árbol siguiente, en el cual las letras minúsculas representan oraciones de superficie: Texto

O

O

O

O

O

O

O

a

b

c

d

e

f

g

Ese árbol podría corresponder a la siguiente redacción escolar que analiza Isenberg: —Orientación: a) Hace tres años, salí a pasear con mi hermano. b) Vagabundeábamos por las calles de Leipzig y no prestábamos atención al tránsito. —Complicación: c) De repente mi hermano me tiró a un costado. —Evaluación: d) En una esquina, habíamos querido cruzar sin prestar atención. e) El semáforo estaba en verde. —Resolución: f) Mi hermano y yo igual llegamos a tiempo a la otra vereda. — Moraleja: g) Desde ese día, nunca cruzo la calle cuando el semáforo está en verde.

Para el análisis del discurso se trata de un fenómeno esencial: como la argumentación, la narración se presenta como un encadena­ miento de actos finalizado, cuyas articulaciones mantienen relaciones elementales codificadas. En otras palabras, esta macroestructuración narrativa organiza las microestructuras lingüísticas. Surgen dificulta­ des: qué reglas enlazan estos dos niveles de organización, cómo con­ cebir las relaciones entre esta “gramática narrativa” y las gramáticas lingüísticas (comprendidas en ellas las gramáticas “textuales”). Se habla, en efecto, comúnmente de “sintaxis narrativa”, de “proposición narrativa”, de “actantes”. La homología entre las dos gramáticas es aun más clara cuando se trata de una gramática lingüística sintácticosemántica del tipo de la de Fillmore; se sabe que A. J. Greimas ha tomado de la sintaxis, para su teoría narrativa, el concepto de “actantes”; del mismo modo, la gramática de los casos emplea los 192

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

‘roles”, como la gramática narrativa (los roles de "agente”, de “bene­ ficiario”, por ejemplo, son comunes a las dos teorías). Un trabajo considerable debería ser por lo tanto llevado a cabo para estudiar la interacción estructural de los conceptos de la lingüística y de la gramática narrativa. Consideremos por ejemplo la gramática narrativa de C. Brémond. Este trabajo presenta la ventaja de aparecer como ufca empresa siste­ mática, aunque no todos los investigadores comparten sus puntos de vista. La grilla que este enfoque permite construir constituye un nivel de estructuración global. Así, la ‘proposición narrativa”, que repre­ senta el papel de la “frase mínima” de la lingüística, tendría la estruc­ tura siguiente:35 nombre de las personas conexión sintáctica

proceso

fase del proceso eventual en acto efectivo

volición

agente

paciente

voluntario involuntario

Este esquema es muy abstracto, pues “agente” y “paciente” son especificables en una lista estructurada y finita de “roles narrativos” elementales universales. Así, los “pacientes”, que son los que son afectados por procesos modificadores o conservadores, se dividen en paciente influido, beneficiario, víctima. Los agentes, en agente influ­ yente, mejorador, degradador, protector, frustrador. A su vez, el influ­ yente puede ser especificado en informador, disimulador, seductor, intimidador, obligador, etc. El análisis de los roles narrativos permite distinguir una cincuentena de “procesos” correlativos, ya que el “rol” no existe sino en y para el relato. Una metafísica de las facultades del ser humano (poder de iniciativa, mérito y demérito, etc.) hace posible una organización racional de estos procesos; por ejemplo, si se atribuye un valor al devenir del sujeto-paciente, la modificación es especificada en mejoramiento/degradación, y la conservación, en protección/frus­ tración. A estas “proposiciones narrativas” hay que agregar además rela­ ciones interoracionales, que Brémond dibuja de la manera siguiente:

35. Logique du récit, p. 310. 193

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO Proposiciones narrativas ________ I______________ I-----— subordinadas independientes i____ I----I— 1— ! simultáneas sucesivas simultáneas ( simul) (post) lógicas (vel)

físicas lógicas (conte- (implinido) cación)

sucesivas físicas (causalidad) causa causa positiva negativa (medio) (obstáculo)

36

Las proposiciones independientes son las que sólo pueden ser ordenadas cronológicamente. La relación de subordinación tiene un carácter “lógico” (cuando, por ejemplo, una proposición implica a otra) o "físico” (cuando un acontecimiento es causa de otro, por ejemplo). En cuanto a la causalidad, la causa puede ser, para un personaje, medio de cumplir un fin (el efecto) u obstáculo para realizar ese fin (el efecto es el fracaso). Es imposible entrar en detalles; veamos sólo un ejemplo:37 la fábula de La Fontaine Febo y Bóreas (VI, 3). Propo­ sición 1

sintaxis — obstáculo degradación: término protección: efecto protección:

proceso degradación

oración act.

protección

act.

vol.

viajero

viajero

protección

ef.

vol.

viajero

viajero

degradación

ef.

vol.

Bóreas

viajero

volición agente vol. Bóreas

paciente viajero

El agente (Bóreas) acomete la empresa de infligir a otro (el viajero) una degradación de su suerte (proposición 1). Bóreas choca con la obstrucción del otro (obstáculo), que acomete la empresa de protegerse y logra protegerse. Bóreas fracasa (ef.) así involuntaria­ mente (vol.) en esta empresa de degradación. Hay que enfrentarse, pues, con un léxico y una sintaxis, sintaxis de doble nivel (el de la proposición elemental y el de las relaciones entre proposiciones). Las reflexiones sobre la gramática de texto y la gramática narra­ tiva están estrechamente ligadas, y es también en el mismo marco, el 36. Ibíd., p. 321. 37. Ibíd., p. 318. 194

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

de la gramática generativa, que ciertos autores buscan articularlas entre ellas. Lo que está en juego en esta investigación es definir una homogeneidad en la formulación de estas gramáticas. Gramática de texto y gramática narrativa se basarían así en el mismo aparato formal, con todas las ventajas que ello implica. Lo cual no tiene nada de sorprendente: las investigaciones semióticas, en general, son tributarias de la lingüística, de la cual toman conceptos y métodos (de este hecho proviene la acusación de “imperialismo de la lingüística* cuando esos préstamos ganan la totalidad del campo de las ciencias humanas). La gramática narrativa ha conocido, pues, una especie de estadio “estructuralista”, y ahora hace abundante uso de los conceptos de la gramá­ tica generativa y trasformacional; así es como, después de haber introducido la noción de "proposición narrativa”,38 Tzvetan Todorov introdujo la de “trasformación narrativa”.39 Numerosos teóricos de la gramática de texto sustentan al mismo tiempo una “gramática narra­ tiva generativa”. El más prolijo de ellos es sin duda T. Van Dijk, que se destaca particularmente por un copioso artículo con el significativo título de “gramáticas textuales y estructuras narrativas”, cuya idea ge­ neral es la siguiente: “definir con ayuda de un sistema formal las estructuras narrativas posibles y proyectar tales estructuras sobre es­ tructuras engendradas por gramáticas y lógicas textuales”. Hay que preguntarse, sin embargo, qué es lo que se alcanza prac­ ticando una decodificación tal en términos de sintaxis, de “funciones”. Esta estructuración fundamental sólo da, la mayoría de las veces, una capa muy delgada del contenido del “texto narrativo” tomado en su totalidad: como la estructura de la argumentación, la capa de narratividad constituye, en el mismo carácter que la lengua propiamente dicha, un juego riguroso de restricciones a priori a partir de las cuales, o más bien a través de las cuales, el texto puede construir sus signi­ ficaciones propias. El texto narrativo constituye, según las palabras de Brémond, “un entrelazamiento de códigos entre los cuales el de los roles es sin duda el más pobre (y a la vez el más restrictivo y el más fácilmente descifrable)”.40 Como en el caso de la argumentación, el análisis del discurso tiene allí un elemento explicativo esencial, dado que el análisis opera sobre restricciones ya significativas, que recubren y estructuran la textura toda. Por el relato se alcanza una “lógica” narrativa. Así, pueden estudiarse los silencios de un texto (ausencia de tal función necesaria para la coherencia narrativa), un juego de trasformaciones (comparar, por ejemplo, “X quiere proteger a Y”, “Y es el eventual beneficiario de una empresa de protección de X”, y “exis­ te un proceso dirigido a proteger, del cual X es el agente voluntario, e Y, el eventual beneficiario”). De la misma manera, se puede con­ siderar qué importancia cumple el código de los roles narrativos en 38. Grammaire du Décaméron, Mouton, 1969. 39. Les transformations narratives, Poétique 3, Seuil, 1970. 40. Op. cit.y p. 323. 195

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

el sistema de interacciones de los códigos que se aplican en un texto dado, si hay “enclaves no narrativos”, cuál es su estatus, etc. Si bien la teoría narrativa determina un nivel de estructuración global, el análisis del discurso no puede quedarse fijado en él y sólo debe estu­ diar su funcionamiento en un universo discursivo particular. Sin embargo, no será muy fácil establecer la articulación entre esos códigos diversos, ni decidir por cuál comenzar. Para Brémond, la capa narra­ tiva debe ser la primera en ser despejada en un texto; “justamente por ser el más restrictivo y el más fácilmente descifrable, nos parece que su análisis es el requisito previo al establecimiento de una interrogación metódica sobre las significaciones suministradas por los otros códigos [....]. Infraestructura del mensaje narrativo, no contiene, pero lleva las significaciones más lábiles que motivan la exégesis”.41 Hay aquí un problema de estrategia heurística que no puede ser resuelto sin con­ siderar el tipo de discurso en cuestión. Quisiéramos insistir en un punto importante: en el texto argu­ mentativo es frecuente que se use un relato como argumento; en otras palabras, las mismas unidades textuales funcionan simultáneamente en los dos planos, argumentativo y narrativo, estando uno subordinado al otro. Pero las cosas pueden invertirse; así, la argumentación puede no ser sino el medio utilizado por un influyente que busca alcanzar sus fines en un relato. En el caso de textos un tanto complejos, las relaciones entre estos dos procesos de estructuración global pueden ser extremadamente sutiles.

41. Ibídem. 196

A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO 4. SOBRE LA “GRAMATICA DE TEXTO”: ALGUNAS OBSERVACIONES CRITICAS

No podemos pensar en desarrollar aquí los progi^mas, las investi­ gaciones, a que da lugar la “gramática de texto”. Además de no tener espacio para ello, su exposición plantea dificultades enormes; estos trabajos s§ presentan, en general, bajo dos formas extremas: el pro­ yecto vago (por no decir utópico) y las puestas a punto de forma­ lismos de una enorme complejidad. Ambas cosas son difíciles de expo­ ner, por razones inversas. Solo queremos insistir en dos nociones omni­ presentes entre los “gramáticos de texto” (stricto sensu), ansiosos de construir una gramática generativa de texto: las de competencia textual y estructura profunda textual Se verá que estos conceptos no son inocentes y se alejan peligrosamente de las necesidades de un verda­ dero análisis del discurso. Una competencia textual Ya hemos señalado la aparición, en la gramática de texto, de nociones como la de “competencia textual”. De acuerdo con T. Van Dijk, tal competencia (así como el “hablante ideal” que ella supone) podría multiplicarse en función de la pluralidad de los tipos de textos: el hecho de que un hablante sepa distinguir un poema de un manual de matemática (sic), diferenciar los diversos tipos de textos, corres­ ponde a su competencia textual, expresable ella misma por una “gra­ mática generativa de texto”.42 No será de extrañar, por lo tanto, que exista también, por ejemplo, una “competencia narrativa”. En otro artículo,43 Van Dijk agrega que “una teoría narrativa (parcial) se inserta en una lingüística (gramática textual); de esa gramática, ella constituirá solamente un subconjunto de textos lingüísticos, es decir un tipo” 44 fundado sobre el principio de que “la narratividad es una de las facultades cognitivas, y más específicamente semióticas y lin­ güísticas, del hombre [...], competencia narrativa”. Expresiones seme­ jantes se encuentran en Jens Ihwe: una gramática generativa trasformacional trasoracional engendrará “el conjunto infinito de las estruc­ turas textuales bien construidas (Ti) que son lingüísticamente descriptibles [...]; la teoría narrativa tendrá, entonces, que especificar las condiciones no lingüísticas que debe satisfacer cualquier estructura textual seleccionada. Estas condiciones serán organizadas en una es­ 42. “Foundations for typologies of texts”, Semiótica 4, 1972, VI, p. 297 s. 43. Essais de sémiotique narrative et textuelle, p. 184. 44. Op. cit., p. 191. 197

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tructura jerárquica especificada por las reglas de la teoría narrativa”,45 estando esto sustentado, una vez más, por el principio de una “compe­ tencia narrativa”, facultad del hombre. Gotz Wienold lleva estas ideas al extremo, al proponer “desarro­ llar un modelo d.e texto particular especificando rasgos de un modelo general de análisis del discurso de tal manera que las propiedades del conjunto de textos elegidos se caracterizarán por restricciones a los rasgos del modelo general”.46 Así la narratividad sería “derivada” de un modelo universal de Texto, especificado por “un mecanismo formal de derivación de modelos de diferentes especies de discursos a partir de un modelo de análisis del discurso”.47 El ideal sería derivar todos los tipos de textos “de términos primitivos válidos para todas las clases de textos y de reglas de formación que operaran sobre los términos primitivos”. Es como si el cuestionamiento que la “gramática de texto” ha hecho de la lingüística de la oración sólo sirviera para reforzar el estatus del “hablante ideal”: la única diferencia es que la competencia parece multiplicarse en una pluralidad de competencias derivadas de una “metacompetencia” universal textual de un sujeto humano uni­ versal. Esta arquitectura ideal (e idealista) sería perfectamente homo­ génea por el uso exclusivo, para su construcción, de los conceptos de la teoría generativa. El trasfondo ideológico de tales construcciones es evidentemente incompatible con el análisis del discurso. Para no encerrarse en un sistema tan perfecto como inservible, los gramáticos recurren, por ejemplo, a una oposición competencia narrativa/ejecución narrativa: una vez definida la competencia narra­ tiva, será posible; “en una segunda etapa, emprender la elaboración de la teoría de la ejecución narrativa”.48 La homología entre esta teoría y la teoría generativa será completa cuando la teoría narrativa se complete con una “situación de comunicación idealizada”, que permi­ tirá integrar todo lo que hasta ahora no ha sido posible integrar, es decir “el emisor, el receptor, el momento, el lugar y el campo perceptual del enunciado, etc.”;49 en otras palabras, se agregaría una “prag­ mática” a la teoría narrativa (?). Una “estructura profunda” textual Paralelamente a esta esperanza de derivar todos los textos posibles de un sistema totalmente abstracto, por una especie de generación ideal, se encuentra la esperanza de construir para cada texto una es­ 45. "Sur les fondements d’une théorie générale de la structure narrative”, Poetics 3 (1972), p. 10. 46. “On deriving models of narrative analysis from models of discourse analvsis”. Poetics 3, p. 15. 47. Ibíd., p. 16. 48. Jens Ihwe, art. cit., p. 8. 49. Ibíd., p. 11. 198

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pecie de "estructura profunda” a partir de la cual se podría engendrar la totalidad del texto. Para Janos Petófi, por ejemplo, es necesario “un tipo de gramática que interprete como la estructura profunda de los textos una estructura (base de texto) en la cual un componente estructural (yo lo llamo «representación semán­ tica del texto») puede ser distinguido de la información que^eterm ina el orde­ namiento lineal del texto dado”; la “representación semántica del texto contiene todas las unidades semánticas básicas a partir de las cuales se construye el texto considerado, sin determinar, de todos modos, el orden final de las oraciones del texto”.50 Y Van Dijk califica esta “estructura profunda” textual de “nivel macroestructural” que define la coherencia de un texto: “Los lexemas y las estruc­ turas semánticas que ellos representan son interpretados en relaciones más globales que caracterizan al texto entero”;51 un conjunto de reglas trasformacionales se considera el enlace entre la estructura profunda y la superficie. “Estas macroestructuras —dice en otro lugar— pueden ser identificadas con las repre­ sentaciones semánticas globales o la estructura profunda de los textos. Son estruc­ turas subyacentes y determinan trasformacionalmente la coherencia lineal super­ ficial de las oraciones sucesivas del texto.”

Para algunos, ‘‘la forma de las estructuras profundas textuales es semejante a la estructura interna de las proposiciones en una lógica modal de los predicados: categorías performativas, categorías modales (ambas clases acompañadas por operadores pragmáticos de tiempo y de lugar), seguidas por una proposición-núcleo formada por un predicado y por un conjunto ordenado de argumentos”.52 Esta hipótesis se basa particularmente en una comparación de estas macroestructuras con un “programa” de computadora, un “plan*. Así, S. J. Schmidt, después de haber postulado la necesidad de esta “estructura profunda”, propone “describir la producción del texto como un proceso de decisiones cuyas etapas individuales son reguladas por la intención dominante de comunicación de la producción de un efecto (la intención del hablante)* y plantea que la “estructura pro­ funda del texto” debe ser concebida como “el esquema abstracto, temático, de la intención de comunicación”,53 funcionando esta estruc­ tura “como principio generador (por así decirlo, como un programa para computadora) de la elección y de la puesta en forma de consti­ tuyentes textuales de la estructura profunda”.54 Poner en relación sistemática las superficies discursivas con estos esquemas globales subyacentes parece, por el momento, quimérico, sal­ 50. “Text grammars, text theory and the theory of literature” en Poetics, 7, 51. “Grammaires textuelles et structures narratives”, p. 189. 52. Semiótica 4 (1972), p. 307. 53. “Théorie et pratique d’une étude scientifique de la narrativité littéraire”, en Essais de sémiotique narrative et textuelle, p. 146. 54. I b í d p. 147. 1973>

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vo en estudios sobre textos muy particulares. Por otra parte, es de temer que postular esa estructura subyacente conduzca a desviaciones graves: se corre el riesgo de ceder a la tentación de ver en ella la “clave” del texto, su esencia estable, de la cual la superficie no sería más que la realización contingente, como si las condiciones de produc­ ción fueran sólo elementos accesorios, restricciones exteriores que inter­ vinieran en el momento en que el juego ya está hecho. Competencia textual y estructura profunda textual son conceptos poco compatibles con el análisis del discurso: por un lado, se trata de un sujeto ideal que sirve de soporte a un sistema de reglas recor­ tado de toda historicidad; por otro, se encuentra la esencia del texto bajo la forma de una intención fundamental, de un “plan”. De todas maneras, parece que no se ha cuestionado el postulado de que el sentido es trasparente, un dato fijo previo a todo empleo en un dis­ curso determinado. CONCLUSIÓN

Pese a que el hecho de superar los límites de la oración debería conducir a una tentativa de articular las estructuras trasoracionales con las condiciones de producción del discurso, parece que la “gra­ mática de texto”, sucumbiendo a la fascinación que ejerce el forma­ lismo, corre el riesgo de encerrar la discursividad en una verdadera torre de marfil logicista y de caer en el vacío. Evidentemente, no es agregando una “ejecución” a la “competencia textual” como puede esperarse resolver las dificultades del análisis del discurso. No es sino restablecer, una vez más, la oposición entre lo que corresponde ai sistema, a la necesidad, y lo que es contingente, histórico, retórico, etc. Estas perspectivas permiten destacar ciertos aspectos propiamente lingüísticos de la textualidad (coherencia, correferencia, etc.), lo cual constituye ya un aporte importante. En efecto, no es posible ignorar las reglas de funcionamiento de un discurso (en los niveles macroestructural y microestructural); pretender estudiar la constitución de la significación en un discurso sin una teoría de la dependencia contextual sigue siendo un callejón sin salida. El peso y el carácter cid hoc del aparato formal desplegado para construir estas “gramáticas tex­ tuales” no deben provocar como respuesta una confianza inmoderada en las virtudes de una pragmática ecléctica, que nunca es más que un mal menor. En este momento la lingüística se encuentra en una fase de gran confusión, ya que se pone en duda el trazado de sus límites: la fron­ tera entre sintaxis v semántica es cuestionada, particularmente por la “semántica generativa”;55 el reciente desarrollo de “pragmáticas” 56 55. Recordamos que este es el nombre dado a un conjunto de propuestas teóricas de autores como Mac Cawley, L a k o ff, Bach, P. Postal y otros que, a

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A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

ha revolucionado la frontera- entre situación de comunicación y enun­ ciado, y va hemos visto que también se discute mucho la frontera entre “oración” v “discurso”. A este cuestionamiento de las divisiones tradicionales se agrega una fragmentación de la investigación lingüística en tendencias di­ versas: 1. Una tendencia formalista, la de la gramática generativa (con sus variantes: semántica interpretativa y generativa); de esta ten­ dencia participa, como hemos visto, la “gramática de texto”. 2. Una tendencia que se ocupa esencialmente de pragmática? representada por los nombres de Searle, Ducrot, etc. 3. Una tendencia sociolingüística que intenta concebir la varia­ ción lingüística; esta tendencia, en plena expansión en los Estados Unidos, está representada particularmente por W Labov.57 Es como si se tratara de poner en relación el sistema de la lengua, la actividad de los sujetos hablantes y la sociedad, sin poder articu­ larlos realmente: contradicción que perjudica al análisis del discurso, ya que este tiene necesidad de recurrir a las tres y de hacerlas inter­ venir simultáneamente. Aunque el análisis del discurso repite, a su nivel, la misma contradicción: tendencia formalista (la “gramática de texto” y el análisis harrisiano), tendencia “pragmática” (actos de len­ guaje, interés por la argumentación, modalidades, etc.), tendencia “sociológica” (tipos de discurso, situación de comunicación, condicio­ nes de producción, etc.), cuando en realidad las tres son indisociables, como hemos intentado demostrar. Así pues, el análisis del discurso no tiene, por el momento, posibi­ lidad de clarificar sus relaciones con la lingüística, aunque sí está em condiciones de ayudarla a pensar sus contradicciones. Al afrontar directamente la estructuración de discursos, la lingüística es llevada a medir sus posibilidades en este dominio, permitiendo de este modo al análisis del discurso saber qué puede esperar de ella y, en conse­ cuencia, qué deberá pedir a las otras ciencias humanas y qué deberá elaborar él mismo. partir de 1967, han cuestionado el modelo chomskiano: rechazo de la autonomía de la sintaxis, rechazo del concepto de “estructura profunda”, estructuras sintáctico-semánticas subyacentes que no contienen ítems léxicos sino elementos semán­ ticos primitivos sobre los cuales operan las trasformaciones, único tipo de reglas admitido. 56. Ver a este respecto el frondoso artículo de Dieter Wunderlich “Pragmatique, situation d’énonciation et deixis”, en Langages 26: “la pragmática con­ tiene, además de las condiciones de buena formación que deben cumplir las cadenas de señales lingüísticas, ciertas condiciones de adecuación que la produc­ ción de tales señales debe satisfacer en situaciones de enunciación dadas para que ellas sean efectivamente comprendidas” (p. 34). 57. Puede consultarse a este respecto la obra de J.-B. Marcellesi y B. Gardin Introduction á la sociolinguistique, Larousse, 1974.

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CONCLUSIÓN Cada discurso, cada tipo de discurso presenta problemas especí­ ficos, apela a elementos tomados de tal o cual disciplina y, dado el carácter de “encrucijada” que asume el análisis de discurso en el cam­ po de las ciencias humanas, sería vano pretender actualmente construir un edificio teórico coherente. Por el momento, nos encontramos en una situación inestable; la mayoría de los trabajos se ocupan de textos particulares, abordados a través de métodos “arreglados” a partir de la lingüística. También es difícil generalizar basándose en estudios realizados sobre corpus que presentan problemas particulares, y con distintos grados de preocupación por el rigor conceptual: ciertos estu­ dios no son en el fondo más que una exégesis tradicional sobre la cual se despliegan algunos conceptos lingüísticos, mientras que otros, en cambio, buscan ante todo efectuar comprobaciones o construir aparatos metodológicos. Nuestra recorrida, en lugar de hacernos encontrar métodos que se ejerzan mecánicamente en dominios constituidos, no ha suscitado más que interrogantes, sin permitirnos siquiera delimitar exactamente el campo del análisis del discurso. Una de las paradojas del análisis del discurso reside en la relativa facilidad con que puede tomárselo como objeto de reflexiones teóricas y en la no menor facilidad que ofrece para análisis “salvajes”, para un “bricolage” empírico (felizmente productivo). Entre las dos posibilidades existe un vacío relativo, que habrá que llenar progresivamente. Para algunos, la reflexión sobre las posibilidades del actual aná­ lisis del discurso puede terminar en un escepticismo corrosivo. Un ejemplo de ello es la actitud de J.-C. Gardin.1 Su crítica fundamental podría enunciarse así: la mayoría de los análisis de textos aplican a un corpus un método considerado “científico” (lingüístico o de otra clase), obtienen “resultados”, pero no se preguntan: 1. ¿Por qué aplicar ese método al corpus? 2. ¿Qué puede depirse de los resultados, más allá del hecho de que son el producto de (tal) método aplicado a (tal) corpus?2 En otras palabras, su aprovechamiento científico es muy difícil, ya que la 1. Les analyses de discours, Delachaux et Niestlé, 1974. 2. Ibíd., p. 18. 202

CONCLUSIÓN verificación es imposible. En realidad, “el objetivo no debería ser solamente la construcción de una teoría capaz de «dar cuenta de ciertos hechos», sin otra exi­ gencia, sino adquirir a través de esa teoría un poder de predicción de los hechos en cuestión, sin el cual no es posible determinar propiamente el valor de la cons­ trucción”.3 O bien el análisis de discurso construye objetos sin ningíyi aparato metodo­ lógico, o bien se subordina a una técnica y no se ocupa de verificación (pragma­ tismo eficaz y formalismo inoperante). La lingüística sirve de garantía científica a estos análisis, cuando a veces no es más que un placebo y no conduce sino a truismos. Para no ser pura “literatura”, estos análisis deberían someterse a las reglas del discurso científico y abandonar este entredós superfluo. Y “bien mirado —según Gardin—, vale más una exégesis probada, aunque no se vea demasiado por qué operaciones lógico-lingüísticas ha sido inducida de los textos, que una interpretación rigurosamente deducida pero que no brinda ningún asidero al cono­ cimiento experimental de estos”.4

Por su parte, las propuestas teóricas sobre el análisis del discurso se dedican habitualmente a definir las deficiencias de las teorías lin­ güísticas actuales, deficiencias que les permiten después esbozar los contornos de una lingüística del discurso capaz de integrar la situa­ ción, los hablantes, el intertexto, etc. En cambio, en el plano de los estudios concretos, nos encontramos con análisis de un eclecticismo notable que extraen elementos interesantes, pero sin que realmente sea planteada la cuestión de la adecuación de los métodos al objeto, y en consecuencia de la validez de las conclusiones. No basta pues aplicar un cierto número de instrumentos metodológicos, es necesario además organizar la metodología en función de hipótesis explícitas sobre la estructuración del discurso en cuestión. El análisis del discurso está en una posición ingrata frente a la lingüística, si bien esta busca cada vez más integrar a su problemática las cuestiones que aquél le plantea. Por el momento, y sin duda du­ rante mucho tiempo todavía, el análisis del discurso está obligado a tocar un poco todos los dominios de la lingüística sin poder hacerlo con un rigor suficiente, y haciendo muy frecuentemente de aprendiz de brujo. Lo ideal sería no partir de la palabra, ni aun de la oración, sino considerar el proceso de integración que constituye el discurso. Pero en esto 110 hay que engañarse tampoco. La “gramática de texto” tiene que estar articulada con la historia, la teoría de las ideologías, etc., porque si no, correría el riesgo de caer en el vacío. El concepto clave es el de “articulación”. Afortunadamente, los puntos de vista de Althusser han evacuado la problemática del re­ flejo, de la homología,etc. Pordesgracia, “sibien es necesaria una teoría de la articulación de laprácticadiscursiva en el conjuntode la 3. Ibíd ., p. 19. 4. Ibíd., p. 56. 203

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

formación social, esa teoría, digámoslo con toda claridad, no existe actualmente* (R. Robin). Como esta laguna no permite articular la lingüística con las otras ciencias humanas, los lingüistas tendrían ten­ dencia de desconfiar fácilmente de las incursiones de otras disciplinas en su dominio, mientras que los no lingüistas verían de buena gana en el análisis del discurso un método para fabricar automáticamente pruebas para justificar hipótesis construidas independientemente de la toma en consideración de lo discursivo. Se ha deplorado la ausencia de una tipología efectiva de los dis­ cursos; este es un punto crucial que determina muchas cosas. Por el momento, el análisis del discurso está apresado entre el funcionamiento recursivo de los mecanismos de la lengua y la unicidad de tal discurso particular, e intenta* llenar este vacío recurriendo a una tipología pre­ matura, superficial, fragmentaria: una tipología permitiría señalar sis­ temas de restricciones intermediarias entre esas restricciones univer­ sales de la lengua y el carácter único de cada corpus. Lamentablemente, es como si para algunos la lingüística constitu­ yera una entidad perfectamente definida de la cual bastaría tomar “métodos”, ellos mismos absolutamente eficientes. Que los discursos están hechos de palabras no es un argumento suficiente para fundar la necesidad de recurrir a la lingüística: en efecto, el problema con­ siste en preguntarse qué parte toca a la lingüística ( y a qué lingüís­ tica) en el estudio de tal o cual tipo de discurso. ¿Hay que enriquecer indefinidamente el dominio de la lingüística para hacerla capaz de analizar todos los tipos de texto o, por el contrario, hay que dejar que se constituyan diferentes ciencias del discurso (ciencia del rela­ to, del discurso teológico, filosófico, etc.) independientes de la lingüís­ tica? Esta alternativa se complica por la frecuente confusión entre el uso de la lingüística como tal y el uso de la lingüística como “modelo” (a decir verdad, esta confusión no es fácil de dominar por el momen­ to, en la medida en que —signo de los tiempos— la lingüística es decretada “ciencia piloto” de un universo de las ciencias humanas “donde todo se ha vuelto lenguaje”). El análisis del discurso es rechazado así hacia dos extremos: por un lado, están los que buscan ampliar el marco de la lingüística para 'permitirle integrar lo que por el momento corresponde al análisis del discurso; por el otro, los que, sin volver a la dicotomía lingüístico/ extralingüístico, que se ha hecho muy sospechosa, dejarían la cons­ titución de una teoría del discurso para las calendas griegas. No dire­ mos que la verdad está entre los dos sino, con Michel Pécheux, que “si la lingüística es solicitada por tales o cuales puntos exteriores a su dominio, es porque de alguna manera, dentro mismo de su dominio, la lingüística encuentra también esas cuestiones, bajo la forma de cuestiones que le conciernen”, lo cual no significa que deba ser ella la única que las responda.

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BIBLIOGRAFÍA

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Esta muy sucinta bibliografía procura ante todo ser utilizable y menciona fundamentalmente obras accesibles. Es un instrumento de trabajo elemental, pero esperamos que eficaz. La clasificación se hace por materias, y no por autores, para facilitar la búsqueda. tf

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EL ANÁLISIS AUTOMATICO DEL DISCURSO a) Obras teóricas: M. P é c h e u x , Analyse automatique du discours, Dunod, 1969. G l. H a r o c h e , P, H e n r y , M. P é c h e u x , “La sémantique et la coupure saussurienne”, en Langages 24, 1971. M. Pécheux et al., “Analyse du discours (Langue et idéologies)”, Langages 37, marzo de 1975. M. P é c h e u x , Les Vérités de La Palice; linguistique, sémantique, philosophie, Maspero, 1975. b) Manual: “Manuel pour l’utilisation de la méthode A.A.D.”, revista T. A. Informations, 1972-1, pp. 13-59. c) Algunos estudios realizados: G. G a y o t y M. P é c h e u x , “Recherches sur le discours illuministe au XVIIIe siécle: Claude de Saint-Martin et les circonstances”, Anuales E.S.C., mayo-agosto de 1971, pp. 681-704. M. P é c h e u x , “É tu d e expérim en tale d e conditions déterm inant la p lau sib ilité d ’une théorie p sy ch o lo g iq u e”, Bulletin de Psychologie, 1971-1972, XXV, pp . 102-118. M. P é c h e u x y J. W e s s e liu s , “á propos du mouvement étudiant et des luttes de la classe ouvriére: trois organisations étudiants en 1968”, en R. R ob ín , Histoire et linguistique, pp. 245-260. G. G a y o t, “Discours fraternel et discours polémique”, ibídem, pp. 229-244. d) Reseñas del AAD: G .P r o v o st-C h a u v e a u , en La Pensée, N9 161, junio de 1970, pp. 135-138. J. D u b o is, en Journal de Psychologie Nórmale et Pathologique, N9 3, pp. 359-360. A. T r o g n o n , en Bulletin de Psychologie 1972, 304, pp . 280-281, bajo el título: “A.A.D. en p sych ologie et thém e des artefacts expérim en taux”. LA ENUNCIACIÓN J. L. A u stin , H o w to do things with words, 1962; traducción francesa: Quand dire cest faire, Seuil, 1970;' traducción española: Palabras y acciones, Buenos Aires, Paidós, 1971. C h. B a l l y , Linguistique générale, linguistique frangaise, Francke, 1932. Ch. B a l ly , “Syntaxe de la modalité explicite”, Cahiers F. de Saussure, 1942. E. B e n v e n is te , Problémes de linguistique générale, Gallimard, 1966; traducción 207

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO española incompleta: Problemas de lingüística general, México, Siglo XXI, 1971.

E. B e n v e n ist e , “L’appareil formel de l’énonciation”, Langages 17, marzo de 1970. P. C h a r a u d e a u , “Réflexion pour une typologie des discours”, Études de Linguistique Appliquée, julio de 1973. L. C o u r d esses , “Blum et Thorez en mai 1936; analyses d ’énoncés”, Langue FranQaise 9, p p . 22-34. J. D u b o is , “Enoncé et énonciation”, Langages 13, marzo de 1969. O. D u c ro t , “Les indéfinis et l’énonciation”, Langages 17. O. D uc ro t , Dire et ne pas dire, Hermann, 1972. O. D uc ro t , “D e Saussure á la philosophie du langage”, prefacio a Actes de langage de J. R. S e a r l e , Hermán, 1972. Ch. J. F il l m o r e , “Verbes de jugement”, Langages 17. P. K u e n t z , “Parole/Discours”, Langue Frangaise 15. F. K ie f e r , “Sur les présuppositions”, en Essais de sémantique générale, Mame, 1973. R. J akobson , Essais de linguistique générale, colección “Points”; traducción espa­ ñola: Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix Barral, 1976. A. M eu n íer , “ModaHtés et communication”, Langue Frangaise 21. J. P in c h ó n , “L’homme dans la langue: l’expression du temps”, Langue Frangaise 2. J. R. S ea r l e , Speech acts, Cambridge, 1969; traducción francesa: Les actes de langage, Hermann, 1972. D. S l a t k a , “L’acte de demander dans le Cahiers de Doléances” Langue Fran­ gaise 9. D. S l a t k a , “Esquisse d’une théorie lexico-sémantique pour une analyse de texte politique , Langages 23. D. S l a t k a , “Essai pour Austin”, Langue Frangaise 21. P. F. S t r a w sg n , “Phrase et acte de parole”, Langages 17. T. T odorov , “Problémes de l’énonciation”, Langages 17. Z. V e n d l e r , “Les performatifs en perspective”, Langages 17. D. W u n d e r l ic h , “Pragmatique, situation d’énonciation et deixis”, Langages 26. LA “GRAMÁTICA DE TEXTO” —En Langages 26 están presentes ciertos aspectos de la gramática de texto, pero bajo su ángulo lingüístico (pp. 59-80). En el mismo número (p. 122) se ofrece una bibliografía que incluye solo autores alemanes, y hasta 1970. —Dos artículos de T. V a n D ijk han aparecido en francés: “Aspects d’une théorie générative du texte poétique”, en Essais de sémiotique poétique, Larousse, 1972, y sobre todo “Grammaires textuelles et structures narratives”, en Essais de sémiotique narrative et textuelle, Larousse, 1973, pp. 176-207. —Un artículo de S. J. S c h m id t en la misma compilación (pp. 136-160): “Théorie et pratique d’une étude scientifique de la narrativité littéraire”. —T. V a n D ij k y W. K in t s c h , “Comment on se rappelle et on résume des histoires”, en Langages 40, diciembre de 1975. Las restantes publicaciones están en su mayoría en alemán y algunas en 208

BIBLIOGRAFÍA inglés. Además de las mencionadas en la bibliografía de Langages 26, pueden citarse: T. V a n D ijk , Some aspects of text grammars, The Hague/Paris, 1972. T. V a n D ij k , J. I h w e , J. S. PErÓFi y H. R ie se r , “T wo texts grammatical xnodels”. en Foundations of Language (8 , 4 ) , 1972. W. K u m m e r , Quantifikation und Identitat in Texten, Beitrage zur generativen Grammatik [Cuantificación e identidad en textos, aportes a la gramática generativa], Braunschweig, 1971, pp. 122-141. W. K u m m e r , “Outlines of a model for a grammar of discourse”, Poetics 3, 1972, pp. 29-55. J. S. P e t ó f i , “The syntactico-semantic organization of text-structures”, Poetics 3, 1972, pp. 56-95. J. S. P e t ó f i , “Generativity and text-grammar”, Folia Lingüistica 5, 1972. En enero de 1972 se realizó en la Universidad de Bielefeld un congreso sobre los problemas relativos al texto, que reunió a numerosos especialistas, princi­ palmente alemanes. El tema f-we “Differenzierungs Kriterien für Textsorten” [Criterios de diferenciación para la clasificación de textos]. Las actas de la reunión, editadas por Athenáum-Skripten Linguistik, al cuidado de E. G ü l ic h y W. R a íb l e , aparecieron a fines de ese año bajo el título de Textsorten [Clases de textos]. El volumen incluye una amplia bibliografía que recoge las publicaciones sobre el tema hasta 1972. La revista internacional Poetics, dirigida por T. V a n D ij k , contiene numerosos artículos sobre los problemas de gramática textual. LA ARGUMENTACIÓN A r ist ó te les , Tópicos. A r ist ó te les , Retórica. R. B a r t h e s , “L’ancienne Rhétorique”, Communications 16. Y. B l u m y J. B r isso n , “Implication et publicité”, Langue Frangaise 12. M. J. B o r e l y G. V ig n a u x , “Stratégies discursives et aspects logiques de

la argu­ mentaron” Langue Frangaise 12. O. D uc ro t , La preuve et le dire, Jean-Pierre Delarge ed., Mame, 1973 (compila­ ción de artículos). O. D u c r o t , “ á propos de la deuxiéme Provinciale”, Langue Frangaise 12. O. D ucrot y J. D e p r e sl e , “Analyse logique d’un texte de Montesquieu sur l’esclavage”, Langue Frangaise 12. J.-B. G rize , Logique I. II, Gauthier-Villars, 1969. A. K ib e d i -V a r g e , Rhétorique et littérature, Didier, 1970. G. P e r e l m a n , O l b r e c h t s -T y t e c a , La Nouvelle Rhétorique, P.U.F., 1958. ANÁLISIS DEL RELATO R. B a r t h e s , “Introduction á l’analyse structurale des récits”, Communications 8; traducción española: Introducción al análisis estructural de los relatos, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1973. 209

MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO C. B r é m o n d , Logique du récit, Seuil, 1973. A. J. G re im a s, D u sens, Seuil, 1970; traducción española: En tomo al sentido, Madrid, Fragua, 1973. L. M a r t in y C. C h a b r o l , “Sémiotiques narratives, récits bibliques”, Langages 22. V. P r o p p , Morfología del cuento, traducción española, Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972; traducción francesa: Morhologie du conte, Seuil, 1970. T . T odorov , Grammaire du Décaméron, Mouton, 1969; traducción española: Gra­ mática del Decamerón, Madrid, Ediciones Josefina Betancor, 1973. Sémiotique narrative et textuelle, colección de artículos presentada por C. C h a b r o l , Larousse, 1973 (reúne trabajos de R. Barthes, C. Brémond, A. J. Greimas, T. Van Dijk, etc.). TRABAJOS SOBRE ANÁLISIS DEL DISCURSO J.-C. G a r d in , Les analyses de discours, Delachaux et Niestlé, 1974. H. R o b ín , Histoire et linguistique, Armand Colin, 1973. Langages 23, “Le discours politique”, setiembre de 1971. Langages 13, “L’analyse du discours”, marzo de 1969. Langue Frangaise 9, “Linguistique et société”, febrero de 1971. Langue Frangaise 15, “Langage et histoire”, setiembre de 1972. Langue Frangaise 28, “Textes et discours non littéraires”, diciembre de 1975.

210

ÍNDICE DE TERMINOS A acto de lenguaje 145 s. afinidad léxica 35 amplitud de una vecindad 38 amplitud general 38 anáfora 173, 174 análisis automático del discurso 95 s. análisis de contenido 12, 13 análisis factorial de las correspondencias 44 s. análisis sémico 69 antonimia 65 archisemema 72 argumentación 163, 182 s. 67 asociaciones atracción 37 B 38 “bouclage” (cerramiento) C 56, 57 campo semántico casos (gramática de los— ) 165-167 38 cerramiento (“bouclage”) 38 cima pendiente 38 circularidad (“cyclage”) circunstancias de 148, 157 comunicación 142-144 cita 78 clase de equivalencia 32-33 coeficiente de repetición 36 coeficiente de vecindad 36 cofrecuencia observada 36 cofrecuencia teórica coherencia textual 87, 153, 177-180 35 cohesión (índice de— ) competencia/ejecución 14, 114, 176 122 conativa (función—) condiciones de producción 18, 95, 157 44 conformidad léxica 157, 159 connivencia 58-60 connotación/denotación 66 constelaciones 31, 36 coocurrencia 174 correferencia 86 cuasitrasformación. 38 “cyclage (circularidad)

D denotación 58-60 denotativa (función—) 122 descripción definida 154, 179 diacrónica (interferencia—) 137 diafásica (interferencia—) 137 137 diastrática (interferencia—) 137 diatópica (interferencia—) discurso 9, 10, 11, 15 s., 24, 25, 77, 95, 118, 119 139, 140 discurso directo ' 139, 140 discurso indirecto 129, 130 dislocación 41 disponibilidad contextual 189-190 “dispositio” distancia 134, 141, 142 distancias reducidas 34 (procedimiento de las—) distribucionalismo 11, 14, 65, 76 s. 97, 104 dominio E enmascaramiento 158, 159 emotiva (función—) 122 empleo 58 enunciación 11, 16, 17, 25, 112 s., 167 16, 20 enunciado enunciado elemental 100 138-144 enunciado referido 29-54 estadística léxica estructuralismo 13, 76, 113, 114, 115, 171 estructura profunda textual 198, 199 F 46 factor 122 fática (función—) 19, 95 formación discursiva 95 formación ideológica 161, 162 formación imaginaria 31, 52 frecuencia funciones del lenguaje 122, 123, 124 191 s. funciones narrativas G gramática generativa 14, 84, 113, 114, 115, 176 gramática narrativa (ver narratividad)

211,

H habla (lengua/discurso) 9, 10, 12 15-16, 19, 114 hiperdominio 108 hiponimia 66 hipótesis nula 31 historia/discurso 118-121 homcnimia 67

I

identidades 66 ¡locutorio (acto—) 146 s., 183 implicación 183, 184, 185, 186 implícito 152 s. índice de particularidad 34 indicial (aspecto—) 116 indirecto (discurso—) 139, 140 interferencia léxica 137 intertexto 20, 22, 63, 64, 139, 140, 141 ítem 30 lengua/habla/discurso 9, 10, 21, 24, 60, 114 lematización 30 lexicograma 37 lexicología 55-75 lexicometría 29-54 locutorio (acto—) 147 longitud 44 lugar retórico 188 M macroestructural (nivel—) 180, 181 metalingüística (función—) 123 modalidad apreciativa 127 modalidad de enunciación 115, 126 mod tlid^d de enunciado 126, 127 modalidad de mensaje 115, 126, 128 modalidad enunciativa 160 modalidad lógica 127 modalización 125, 135 N 10-11, 191 s., 197 narratividad 148 neologismo 30 norma intrínseca 71 núcleo sémico 79 ocurrencia ligada 135 opacidad 65 oposición 90, 92 oración básica 84 oración núcleo oración/texto 24, 25, 171, 172, 173, 174, 175, 176 original (vocabulario—) 34 212

participante 167 pasivacion 130, 131, 132 performativo 135, 145 perlocutorio (acto—) 147 personas del verbo 118, 119 poética (función—) 123 polo 36 polo de aglutinación 42 posición ideológica (práctica discursiva) 160 posición ideológica (pragmática) 112 s. pozos 38 presuposición 151 s., 162 proceso discursivo 96, 97 proximidad (índice de—) 36 punto de conexión 38 R rechazo (marcas de—) 141, 142 reglas normativas/constitutivas 149 relato 117, 191 s. rema 128 repetitividad 44 retórica 162, 163, 183, 189, 190 rol 164, 165, 193 69, 70, 71, 72, 73 sema 70 sema contextual semema 70 sentido 17, 18 significación 17, 18 simétrica (sustitución—) 104, 105 simulación 158, 159 sinonimia 66 tema/rema 128 tensión 135 texto 13, 20, 74, 93 texto (gramática de—) 169 s. tiempos verbales 118 s., 176 tipología de los discursos 63, 118, 124 80, 83-87, 129, trasformación 130, 131, 132, 133 135 trasparencia U 157 ‘ubicación’ valor virtualidad vocabulario

55, 56, 188 72 33

ÍNDICE Introducción Situación del análisis del discurso Polisemia del término “discurso” Problemas metodológicos LOS ENFOQUES DEL DISCURSO I. El enfoque lexicológico 1. La Lexicometría A) Las investigaciones lexicométricas del laboratorio de lexicología política de la Escuela Normal Superior de Saint Cloud B) A propósito del análisis factorial de lascorrespondencias 2. Lexicología no cuantitativa II. El enfoque sintáctico 1. El análisis del discurso de Z. S. Harris 2. El análisis harrisiano en sentido lato 3. El “análisis automático del discurso” III. La enunciación 1. El aspecto indicial; problemas de tipología 2. Las modalidades 3. Los actos de lenguaje 4. Las “ubicaciones” IV. A propósito de la gramática de texto 1. Una laguna grave para el análisis del discurso 2. La argumentación 3. Estructuras narrativas 4. Sobre la “gramática de texto”: algunas observaciones críticas Conclusión Bibliografía

7 9 15 21 29 29 29 44 55 76 76 90 95 112 116 125 145 157 169 170 182 191 197 202 205

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avella­ neda, provincia de Buenos Aires, en enero de 1989.