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Spanish; Castilian Pages 291 [212] Year 2016
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ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ EL COLEGIO DE MÉXICO
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ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ EL COLEGIO DE MÉXICO
HISTORIA MÍNIMA DEL
PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL
Colección HISTORIAS MINIMAS Director
Pablo rankelevich
Consejo cditorial Soledad Loseza Carlos Marichal Oscar Mazin Erika Pan Francisco Zapata
HISTORIA MÍNIMA DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL
Rogelio Hernández Rodríguez
EL COLEGIO DE MÉXICO
324.2 720509 H557 1h
Hemández Rodríguez, Rogelio Historia mínima del Partido Revolucionario Institucional / Ro-
gelio Hemández Rodríguez — 1% ed, — México, D,E : El Colegio de
México, 2016,
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291 p.: 21 cm — (Colección Historias mínimas) I5BN 978-607-028-220-5 l. Fanido Revolucionario institucional > Historia. 2. Fanido
Maclonal Bevolucionaro — Historia. 4, México — Política y sodal-
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Primera edición, enero de 2016 Primera reimpresión, marzo de 2016 DR O EL COLEGIO DE MÉxICO, A.C.
Caminoal Ajusco 20 Pedregal de Santa Teresa 10740 México, D.F.
www.colmex.mx
ISBN impreso: 978-607-628-220-5 ISBNdigital: 978-607-462-859-3 Impreso en México La transformacióna libro electrónico del presente título fue realizada por Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it O 2017. +52 (55) 52 54 38 52 contacto(Vink-it.ink www.ink-it.ink
ÍNDICE Agradecimientos Introducción
L El Partido Nacional Revolucionario Las condiciones políticas La fundación del partido El pNrR y el Maximato El partido del Estado y las instituciones IT. Del partido de masasal partido institucionalizado
La afirmación de las instituciones La organización de las masas Hacia la maquinaria electoral La creación del pr1
III. Los añosdel letargo. El priismo en el país Estabilidad política y pasividad del partido
control El estancamiento
La política priista Una militancia real Una autonomía imprevista
IV. La reforma de Carlos A. Madrazo El surgimiento político de las clases medias
El político de la reforma El intento de reforma interna La sociedad cambiante De nuevo, el letargo
V, La tecnocracia y la fractura del pPrI La élite política y el PRI La tecnocracia, la nueva élite dominante
La racionalidad tecnocrática La tecnocracia frente al pri
El quiebre interno. La Corriente Democrática
La obligada disputa interna VI La reformasalinista. Los dos proyectos de partido La reforma electoral El gabinete de compromiso La reforma del pri Primera etapa, 1988-1992 Segunda etapa, 1992-1993 La candidatura de Colosio La propuesta de Colosio VIT. La ruptura con el presidente. La derrota El candidato improvisado La soledad y pasividad del presidente La conveniente distancia con el pri
Un partido en busca de liderazgo La dirigencia de Roberto Madrazo Epílogo. Un regreso condicionado Presencia electoral
Élites estatales Anexo
Bibliografía recomendada
AGRADECIMIENTOS
Este libro tiene sus principales deudas con Francisco Gómez, Pablo Yankelevich y Javier Garciadiego, quienes en varias ocasiones y de diversas formas, me persuadieron de prepararlo. Cuando todavía tenía dudas de su conveniencia, fueron amigos y colegas como Virginia Careaga, Graciela Carrazco, Pilar Moreno y Jean-Francois Prud*hommelos que pacientemente insistieron en que era un buen proyecto reconstruir la historia del pri en un texto sencillo pero que no sacrificara la seriedad en el análisis. Espero haberlo conseguido. A José Luis Reyna y Francisco Zapata les debo importantes observaciones a la primera versión del texto que me ayudaron mucho a mejorarlo.
INTRODUCCIÓN Con frecuencia, los analistas de la política cometen el error de suponer que los hechos y las instituciones del presente se comportan de acuerdo con intenciones previas que, no importa el tiempo transcurrido, habían trazado el camino y los procedimientos necesarios para lograrlos. Como alguna vez escribiera Alan Knight, al responder a algunas interpretaciones equivocadas, pensar que Lázaro Cárdenas y sus acciones estaban previstas en la Revolución de 1910 es tan absurdo comodecir que el Gulag era una consecuencia natural de la Revolución de octubre en Rusia. Aunque parezca una obviedad, a veces es necesario recordar que la historia no se conduce siguiendo un guión previamente elaborado y que los políticos, cuando en realidad son profesionales, toman decisiones determinadas por el momento, sin pretender que perduren ni tampoco que la evolución que puedan seguir esté planeada. En 1929, cuando Plutarco Elías Calles decidió hacer realidad la fundación del Partido Nacional Revolucionario no estaba pensando que se convertiría en el Partido de la Revolución Mexicana, luego en el Partido Revolucionario Institucional, que gobernaría ininterrumpidamente el país hasta el año 2000, que sería derrotado en dos ocasiones en las elecciones presidenciales y que en el 2012 recuperaría el poder. La advertencia tiene sentido porque el Pri, como una de las instituciones centrales del sistema político, ha sido objeto de una repetida interpretación teleológica que no sólo lo considera un aparato de manipulación sino que ese objetivo fue previsto desde su nacimiento. La interpretación no tiene nada de académica y por ello ha predominado en las confrontaciones políticas y partidarias. Pero másallá de su utilidad en ese terreno, la interpretación solamente ha servido para que no se conozca qué hacía el Pri, cómo se desarrolló, qué conflictos tuvo y, quizá lo más importante, por qué ha logrado sobrevivir por más de 80 años. De hecho, su propia evolución revela cómo los intereses políticos han predominado sobre la interpretación académica. Mientras el pNr y el pPrM, Sus antecesores, cuentan con estudios puntuales, algunos de ellos notables por su profundidad, minuciosidad y rigor analítico, el PrI no tiene ninguna historia semejante, apenas un puñado de textos que analizan situaciones o eventos específicos, pero no una historia que dé cuenta de su funcionamiento desde que se creó en 1947. En buena medida, la explicación se encuentra en los periodos
históricos en los que cada etapa del partido se ubica. Los años veinte y sobre todo los treinta, corresponden a los primeros años de la posrevolución, cuando las instituciones del sistema político se formaron, cuando los líderes de la época exponían ideas y compromisos sociales. Y, dependiendo de las simpatías, se ve en Calles, el creador del pnr, al líder arbitrario que creó un partido solamente para controlar la política y fortalecer su posición, y a Cárdenas, que lo transformó en PRM, al presidente comprometido con el pueblo, revolucionario con buenas intenciones, que todo lo hizo para beneficio social y siguiendo los mandatos de la Revolución. No se dice nada de cómo Calles construyó instituciones y leyes básicas para el funcionamiento del Estado, muchas de las cuales sobreviven hasta el presente, ni menos se dice que Cárdenas fue el responsable del corporativismo clientelar, tan criticado en el partido, y que fue quien convirtió al Estado en un severo tutor de los trabajadores. Peroel pPrI no tiene ese contexto romántico. Por el contrario, el PrI se desarrolló
en la etapa de dominio absoluto, con un sistema autoritario que limitó y controló a la competencia y que sirvió sin condiciones a los proyectos de los gobiernos que se sucedieron en el poder. El pri no es, entonces, más que un instrumento de
control, de sometimiento. No se dice nada de cómo esa época es la misma que hizo al país un ejemplo de estabilidad política y desarrollo económico que, desde luego, no se debe a él como partido, pero que sí le demandó una actuación determinada comoinstitución al servicio del Estado. Debido precisamente a la estabilidad de aquella época, el prI era considerado un organismo homogéneo, vertical, centralizado, con un mando único que lograba
imponer su voluntad sin cuestionamientos a todos sus miembros. Como resultado de esta interpretación, el pri no fue objeto de investigaciones particulares y dio pie a ideas parcialmente ciertas que, sin embargo, no lograban dar cuenta de su funcionamiento. La más grave de ellas fue suponer que su existencia, y por supuesto su dominio político, se debía única y exclusivamente a que recibía apoyos indebidos del gobierno, de tal manera que si ellos cesaban y se construía un sistema electoral verdaderamente autónomo, que garantizara la equidad en la competencia, el pr1 perdería las elecciones y en el corto plazo desaparecería. No es necesario abundar mucho para demostrar que la profecía no se cumplió. Ese y otros errores han sido el resultado de la falta de estudios que expliquen su funcionamiento y su evolución. Por eso los que existen, como ya se señaló antes, abordan aspectos muy específicos que, usualmente, desvelan prácticas concretas o conflictos particulares: las candidaturas a diputados federales; la reforma de Carlos A. Madrazo; alguna campaña presidencial destacada; asambleas conflictivas, o la derrota presidencial. La sola enumeración de tareas analizadas en el PRI debería mostrar que, contra lo supuesto, no era un organismo homogéneo
sino uno con variados grupos que imponían diferentes prácticas y en algunas ocasiones provocaban enfrentamientos que, sin embargo, no ponían en riesgo su permanencia.
El presente estudio no pretende dar una explicación final del Pri pero sí reconstruir su desarrollo a partir de dos ideas básicas: ni su fundación ni su desarrollo respondieron a un programa preestablecido por algunas mentes privilegiadas, y su característica principal, ser un partido de Estado, si bien estableció la subordinación al jefe del Ejecutivo, también diseñó una estructura descentralizada que permitió la aparición de liderazgos, el desarrollo de una militancia y grupos internos que convivieron bajo la autoridad del presidente en turno. Las tres etapas del partido no se explican por ser adecuaciones previstas sino como ajustes necesarios a realidades y necesidades específicas que fueron interpretadas, definidas y aplicadas por los presidentes en su momento. El prI fue siempre un partido instrumental que no puso en duda, al menos no hasta el final del siglo pasado, su subordinaciónal jefe del Ejecutivo, pero quesí tuvo amplios espacios de libertad: lo mismo en la relación con las corporaciones que en la postulación de candidatos y la autonomía estatal para mantener la estabilidad. El Pri tuvo poco de centralizado. En rigor, fue un partido que funcionó localmente para atender las necesidades de cada entidad y eso determinó que el liderazgo real recayera en los mandatarios estatales y no en la dirección nacional ni menosaúnen la Presidencia de la República. Esa autonomía le garantizó el funcionamiento adecuado en cada circunstancia y zona, lo que hizo posible convertirlo en una maquinaria electoral eficiente. Esas condiciones le garantizaron las victorias, el predominio sobre los adversarios y, gracias al sistema electoral no competitivo, el control de la política. Pero también hizo posible que se estableciera en todos los estados del país, que organizara a las élites, las integrara con grupos y líderes específicos y, al final, que tuviera presencia en toda la República. Dio paso a múltiples arbitrariedades, sin duda, pero hizo posible que la estabilidad política del país se construyera desde los estados. En ese sentido, el PrI fue más un organismo descentralizado que uno sometido a la jerarquía nacional. Pero tuvo tres limitaciones fundamentales. La primera fue su composición social que aunque fue cambiando en los primeros años, después de 1938 no se ajustó a la realidad del país. En 1929 nació para incorporar a los caudillos revolucionarios que controlaban recursos económicos, organizaciones sociales, gobiernos estatales, partidos e incluso milicias, y que amenazaban el poder del Estado. La crisis que se provocó en 1928 con el asesinato de Álvaro Obregón,el caudillo que se había convertido en el árbitro de las ambiciones particulares, obligó a Calles a diseñar un organismo que diera certidumbre a la competencia
entre líderes. En 1938 Cárdenas reconoció que el poder había pasado de los caudillos a las masas y que era indispensable incorporarlas al partido del gobierno porque en ellas radicaba la verdadera fuerza política. Las prioridades del momento se acompañaron de una definición en cuanto al compromiso del gobierno, puessi debía actuar conforme a los principios sociales de la Revolución, el partido a su servicio debía incorporar a los sectores populares mayoritarios. Fue así que el partido pasó de ser un organismo de individuos a uno de masas organizadas. El pri mo cambió de definición a pesar de que le correspondería funcionar en una sociedad que sería transformada radicalmente gracias al desarrollo económico a partir de los años cuarenta. Mientras el prRI se mantuvo con obreros, campesinos y un ambiguo sector popular, la sociedad cobijó a un nuevo y pujante actor: los sectores medios, educados, con ingresos crecientes y movilidad asegurada que, sin embargo, no tenían una vía de expresión política, lo que en los años de bonanza económica no fue importante, pero que a partir de la crisis se volvió vital porque esos sectores fueron los más afectados y eran los que tenían mayor capacidad para movilizarse. La segunda limitación fue su incapacidad para desarrollar acciones propias que le dieran apoyo en la sociedad. El pri se benefició de las políticas gubernamentales y principalmente de los programas sociales que los gobiernos pusieron en marcha gracias al desarrollo económico. Los años del priismo dominante coinciden con los del crecimiento sostenido, durante los cuales el gobierno atendió la educación en todos sus niveles; los servicios médicos y asistenciales; la vivienda y su financiamiento; la expansión de la energía eléctrica y petrolera; la construcción de obras de infraestructura, y, en un sentido amplio, permitió empleos e ingresos estables. Esa tarea fue capitalizada por el Pri porque se había definido como partido del pueblo y los gobiernos que formaba respondían comprobadamente a las necesidades de la sociedad. Fue por eso que las inequidades políticas y electorales podían pasarse por alto siempre y cuando el gobierno diera resultados verificables en el ingreso y las condiciones sociales. En ese esquema, las deficiencias del gobierno se trasladarían, tal como sucedió en la realidad, al Pr: y,
por ende, la crisis y las restricciones presupuestales del gobierno marcarían las limitaciones políticas del partido. La tercera condicionante tiene relación con su estructura y liderazgo. Como
partido del Estado, el pri no tuvo una dirección propia, autónoma, ni un sistema de arbitraje interno. Esas responsabilidades descansaban enel jefe del Ejecutivo que decidía el rumbo del partido, designaba al presidente del Comité Ejecutivo Nacional y lo removía cuando lo estimaba pertinente. La dirección del Pri se encargaba del funcionamiento cotidiano, de las negociaciones entre sectores y lideres locales, pero la orientación y tareas esenciales del Pri las establecía el
presidente de la República. Como complemento de este sometimiento, la decisión más importante del sistema, que era la selección del candidato a la Presidencia, estaba en manos del mandatario saliente, no del partido, que solamente ponía en marchael aparato cuando se conocía al elegido. La atribución presidencial suponía tanto el sometimiento del partido comola disciplina de la élite política. En ambos casos lo relevante no era la facultad que se derivaba del ejercicio del poder, sino la autoridad que el presidente tenía comoreal y reconocido líder de la élite y del pr. Con dificultades que la historia ha registrado, ese liderazgo funcionó con eficacia desde que se estableció en 1958 y hasta 1988, cuando la convergencia de varios factores provocó la ruptura interna y el cuestionamiento de la autoridad presidencial. La crisis sería más grave cuando el Pri fuera derrotado en las elecciones en el año 2000 y perdiera la Presidencia de la República y con ella, a su lider y guía. El PRI experimentó varios problemas y enfrentó diversos desafíos, pero mantuvo dos características esenciales: su maquinaria electoral, basada en los estados y en su activa militancia, y en el camino revaloró a los liderazgos estatales que poco a poco condujeron al partido en los enfrentamientos con la oposición partidaria y, en especial, con su original líder, el presidente de la República. Estos factores le han permitido al viejo partido sobrevivir a la competencia electoral, a la derrota presidencial y a la pérdida de su liderazgo histórico. Como se verá en estas páginas, ha sobrevivido pero está muy lejos de resolver los dilemas y deficiencias de su estructura. El trabajo no está dividido en periodos históricos sino en etapas y coyunturas específicas del pri. Los dos primeros capítulos abordan tanto su nacimiento en 1929 como su transformación en 1938 y finalmente la fundación del pri en 1947. Un capítulo está dedicado a reconstruir cómo el Pr1I se mantuvo sin cambios desde 1947 y demostró con toda claridad que era un partido subordinado al Poder Ejecutivo, absolutamente instrumental para los fines de los gobiernos en turno.El siguiente capítulo revisa en detalle la que fue la reforma interna más importante que se pudo llevar a cabo, que desarrolló Carlos A. Madrazo en 1965, y que no pudo prosperar debido a la extrema confianza que la élite gobernante tenía en la política nacional. Los siguientes capítulos abordan la serie de conflictos que vivió el pRI cuando comenzó a enfrentar seriamente la competencia electoral y que lo obligó a revisar su estructura y liderazgos. El primero y más importante de todos los problemas derivó de la confrontación entre la vieja élite política y la élite tecnocrática que tomó el poder en 1982, que provocó un fuerte enfrentamiento del cual resultó el marginamiento dela vieja élite y la peor fractura interna que el prI haya tenido en su historia. De esa confrontación resultaría la salida de un importante grupo de priistas y la formación de una alternativa de izquierda en el
sistema electoral mexicano. Los dos capitulos siguientes analizan las condiciones en las que el presidente Salinas impuso una reformaal pri que lo adecuara a su proyecto de modernización económica, pero también que cancelara las posibilidades de recuperación de la vieja élite política. Como será posible ver en ese capítulo, las intenciones del presidente de la República se enfrentaron a una militancia activa, orientada por los liderazgos estatales que hizo de la reforma de aquel sexenio una auténtica rebelión de la militancia. El último capítulo aborda las tensas relaciones entre el pri y el presidente Zedillo que ocasionaron, finalmente, la separación entre esas dos instituciones y que abonaron la derrota presidencial del año 2000. El libro cierra con un epílogo acerca de las condiciones en las que el pri regresó al poder en el año 2012 y evalúa las limitaciones estructurales del partido. Seguramente este trabajo no será el estudio definitivo del pri pero ofrece una explicación integral de la organización. Si es así, habrá cumplido su cometido y el que esta colección de El Colegio de México le ha confiado.
l EL PARTIDO NACIONAL REVOLUCIONARIO LAS CONDICIONES POLÍTICAS
Los partidos políticos nacen para ejercer el poder, pero no todos nacen para luchar por él y eventualmente conseguirlo. El Partido Revolucionario Institucional, en su primera versión, no tuvo como propósito alcanzar el poder sino retenerlo. Este objetivo fue determinante en su evolución porque no sólo lo subordinó al poder, restándole autonomía y capacidad de adaptación, sino que hizo del partido un instrumento al servicio de los intereses y necesidades políticas, pero también sociales, del Estado. Desde 1929 el partido fue pensado para acompañar y servir a los programas estatales y su organización, definiciones y acciones que no respondieron a su propia lógica como partido sino a las circunstancias políticas del país. La fecha de su fundación es un indicador claro del papel que desempeñaría la nueva organización. En rigor, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue una institución más en un programa amplio de construcción de organismos,leyes y prácticas que intentaban pacificar al país, darle un cauce civilizado y para entonces moderno, para terminar con una prolongada incertidumbre política que procedía de la todavía cercana etapa armada de la Revolución. Los múltiples y variados movimientos que se crearon en contra de la dictadura de Porfirio Díaz no fueron capaces de construir un poder unificado tras la salida del general. Una prueba de esta incapacidad se encuentra en el hecho de que, como bien se sabe, el gobierno
de Díaz se derrumbó en las primeras semanas del levantamiento armado y su temido ejército, al que se suponía poderoso y capaz de aplastar cualquier rebelión, fue disuelto tras pocos y breves enfrentamientos. Sin ejército, sin apoyo y asediado por diferentes frentes, Díaz renunció y se exilió del país. Pero la Revolución, en especial los enfrentamientos armados no concluyeron conla salida
del dictador, por el contrario, a partir de entonces los diferentes ejércitos con sus respectivos líderes se enfrascaron en batallas que causaron pérdidas humanasy, lo más importante en términos institucionales, la destrucción de la economía y la sociedad. La Revolución demostró una notable eficacia para derrumbar el poder pero no pudo construir un mando único, capaz de unificar los grupos armados, diseñar una nueva organización política para el país y, por encima de todo, determinar civilizadamente los mecanismos para gobernar y elegir a los
gobernantes. La inestabilidad política, acompañada de la violencia armada, fue una prueba de que los líderes revolucionarios no compartían las mismas ideas, tenían intereses encontrados y no acertaban a definir un nuevo cauce institucional. Sin duda que hubo avancessignificativos en este terreno y el más destacado fue el de prepararla Constitución de 1917, que expresaría tanto los ideales del movimiento como la idea formal que los representantes tenían del nuevo poder y su forma de ejercerlo. Pero a pesar de sus avanzadas propuestas, la Constitución no fue suficiente para que los revolucionarios acordaran cómo, quiénes y con qué méritos podrían ocupar la Presidencia. No eran las leyes ni los procedimientos jurídicos los que fallaban, era la política la que no daba certidumbre. Las revoluciones destruyen y dispersan el poder, y las sociedades, para sobrevivir, deben unificarlo de nuevo. A los revolucionarios mexicanos les
llevaría demasiado tiempo conseguir esta tarea, en buena medida porque todoslos sobrevivientes consideraban tener los mismos derechos para ocupar la silla presidencial. Y al menos en cuanto recursos armados y sociales no les faltaba la razón. El derrumbe del Porfiriato no afectó solamente al gobierno federal y las instituciones nacionales, también eliminó, casi con la misma rapidez, a las
estatales. El extremo grado de centralización que caracterizó al Porfiriato, determinó que las funciones básicas de las administraciones estatales pasaran a manos del Ejecutivo federal. Si la ausencia de poderes locales fue una consecuencia esperable de la caida de Díaz, el vacío se agravó porque los movimientos revolucionarios nacieron y se multiplicaron en los estados. Prácticamente en cada entidad surgió un líder revolucionario, formó un cuerpo armado bajo su mandoy ejerció el poder político sin oposición local ni federal. Con diferente suerte, que dependía sobre todo de las alianzas nacionales que construyeran, los caudillos-generales de la Revolución erigieron poderes locales fuertes y en algunas ocasiones, regionales. Además de ejércitos propios, que operaban en cada entidad pero que, según las circunstancias y los acuerdos, podían actuar en otras regiones e incluso desempeñarse como ejército nacional, los caudillos controlaban la política en los estados, dictaban e imponían leyes propias (agrarias, laborales, educativas) y fundaban o controlaban organizaciones de trabajadores. Otros, los más poderosos y con miras más amplias en la política nacional, fundaron partidos locales. Con semejantes recursos y poderes, los caudillos construían alianzas temporales para favorecer sus intereses y avanzar en sus posiciones.
Hacia los años veinte del siglo pasado la única figura con verdaderos y reconocidos méritos militares era Álvaro Obregón. Antes de él habían figurado varios destacados generales: Lucio Blanco, Pascual Orozco, Emiliano Zapata y
Francisco Villa, y otros, como Venustiano Carranza, cuya valía acaso no fuera
militar pero sí política. Pero a mediados de los años veinte el único caudillo vivo era Obregón. A su alrededor había muchos otros pero ninguno que pudiera disputarle no sólo los méritos sino, lo más relevante, su autoridad como líder
nacional, capaz de señalar rumbos y unificar intereses. Era en torno de Obregón que los caudillos se agrupaban y actuaban, al menos en cuanto a la política nacional. Las decisiones de Obregón eran pragmáticas y, en ese sentido, útiles: imponersus ideas y construir las alianzas necesarias para llevarlas a cabo, incluida desde luego la sucesión presidencial. A cambio, dejaba completa autonomía para que los caudillos controlaran sus estados. A los opositores los destruía sin miramientos, política o físicamente, como lo demostrarían los casos de Adolfo de la Huerta y los más trágicos de Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano. Por medio del convencimiento o por la fuerza, Obregónera el caudillo que controlaba a los líderes e imponía alguna certidumbre en la política. Desde luego que tal personalismo abría la puerta a la arbitrariedad. Después de gobernar entre 1920 y 1924, Obregón impuso a Plutarco Elías Calles como su sucesor, no tanto porque tuviera merecimientos militares indiscutibles, sino porque era un hábil y leal político. Pero tras su mandato, las condiciones políticas no cambiaron sustancialmente y menos dieron cabida a una nueva personalidad para relevar a Calles en la Presidencia. En parte por ello, pero también por la ambición de Obregón, se decidió violentar la Constitución y el principal precepto revolucionario de la no reelección para que el sonorense volviera a la Presidencia. Esta evidente falta a los ideales revolucionarios, el dominio de Obregón, que no admitía competencia pero que tampoco creaba las condiciones para que los aspirantes disputaran el poder, y la multiplicación de caudillos que deseaban alcanzarlo pero no encontraban otra forma de conseguirlo más que con la anuencia del caudillo o la rebelión, hacía de la política del país en 1928 un asunto impredecible que abonabala inestabilidad. Y los conflictos no sólo afectaron a los lideres revolucionarios y a la política, como lo prueba el que tuvo lugar con la Iglesia, en los años finales del gobierno de Calles, que derivaría en un prolongado enfrentamiento armado que llevaría al asesinato del presidente electo en San Ángel. LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO
La muerte del general significaba mucho más que la desaparición del prestigiado militar, ya convertido en presidente electo. El país perdía al mandatario, pero lo más grave es que con ello desaparecía la única autoridad respetada por los caudillos y líderes locales que, aun con arbitrariedades, imponía los equilibrios
necesarios para gobernar. Con la muerte de Obregón desaparecía el centro regulador de las ambiciones, lo que dio la oportunidad para que todoslos caudillos reclamaran iguales condiciones para aspirar al poder. Calles, por más que fuera el presidente todavía en funciones, no tenía la autoridad para imponer el orden y tampoco contaba con el respeto de los propios obregonistas, que de inmediato sospecharon que el asesinato no era obra de los fanáticos cristeros sino de la ambición del presidente por perpetuarse en el poder. Para todos los caudillos y en especial para Calles, el asesinato amenazaba con una crisis mucho más severa que la simple sustitución del mandatario. De nuevo,los lineamientos constitucionales no eran el problemaprincipal sino la ausencia de mecanismos políticos que fueran respetados por un conjunto de caudillos con pretensiones desmedidas. La organización y control de líderes se volvió prioritaria para Calles y en medio dela incertidumbre rescataría una vieja idea de Obregón, expresada por escrito y entre sus seguidores, incluido el mismo Calles, de construir un partido que agrupara a los revolucionarios. Los partidos no eran una novedad en México para esa época. Hacia 1929 existían cerca de mil partidos en todo el país, organizaciones que variaban en número de agremiados, muchos de ellos apenas con los dirigentes como militantes, incapaces de presentar candidatos a todos los puestos de elección, pero otros muy fuertes, en especial en algunas entidades del país, como los partidos Socialista del Trabajo en el Estado de México, Socialista Fronterizo en Tamaulipas, Radical de Tabasco, Socialista del Sureste en Yucatán, e incluso dos
asentados en el Distrito Federal, que eran fuerzas políticas muy respetables: el Partido Liberal Mexicano (PLM), cuyo poder derivaba tanto de la militancia obligada de la Confederación Regional Obrera Mexicana (crom) comode su líder, Luis N. Morones, y el Nacional Agrarista (ena), con poca militancia pero que era
dirigido por agraristas tan respetables como Antonio Díaz Soto y Gama y Aurelio Manrique. Una característica que unía a estos dos últimos partidos y que contribuía a darles visibilidad en el país era su abierto anticallismo, que con la aparición del pnr se fortaleció. El caso del pLmM y de Morones es un ejemplo de cómo la desaparición de Obregón alteró los equilibrios políticos de la época, porque el líder obrero y la cromM habían estado siempre al lado de los sonorenses, sin embargo, ya en el gobierno callista, Morones se había distanciado del caudillo y se había alineado
cada vez más con Calles en busca de apoyos para intervenir en la sucesión. Al ocurrir el asesinato, Morones al igual que Calles, fueron acusados de haberlo planeado. En esos primeros meses comenzaría el distanciamiento del líder con el que sería Jefe Máximo porque Morones pronto advirtió que el proyecto del pr llevaba consigo la subordinación del pLm, de la crom y de su liderazgo. Ésa fue la
razón de que Morones criticara el proyecto callista como una forma de fortalecer al sonorense y no una opciónpara pacificar al país. Aunque Calles y los primeros dirigentes del Pwr expresaron en diversas ocasiones que el partido debía agrupar a los sindicatos, es decir convertirse en una organización de masas, el poder de los caudillos era inocultable por lo que se pospuso tal objetivo para centrar todos los esfuerzos en integrar a los líderes estatales y regionales. Lo más importante al final de los años veinte era construir una institución capaz de darle orden a las aspiraciones individuales. Que la alternativa haya sido crear un partido político y no la acción concertada de los caudillos y la voluntad presidencial, demuestra que las ambiciones personales no encontraban ningún límite en el poder gubernamental. En rigor, la construcción del partido, como otras instituciones, será un recurso para fortalecer al Estado y no
una demostración de fuerza. Aunque Calles era sin duda el inspirador y conductor de la obra, la verdadera puesta en práctica corrió a cargo de caudillos y lideres locales. El Comité Organizador del pr, que fue instalado en diciembre de 1928 a instancias de Calles, estuvo integrado, además de Calles, por siete políticos leales tanto al ex presidente como al caudillo asesinado, Obregón: Aarón Sáenz, Luis L. León, Manuel Pérez Treviño, Basilio Vadillo, Bartolomé García Correa, Manlio Fabio
Altamirano y David Orozco. Unade las características distintivas de este Comité era que la mayoría ya había militado en otros partidos e incluso había formado y dirigido alguno, como León, que lo había hecho con el Partido Revolucionario Sonorense; Pérez Treviño con el Laborista de Coahuila, y García Correa conel
Socialista del Sureste. El programa lo vigilaba de cerca Calles, quien presidía el Comité, pero la obra recaía en políticos experimentados que no sólo habían construido organizaciones locales sino que aún conservaban su influencia. Para completar los condicionamientos, debe recordarse que el presidente interino, nombrado para sustituir a Obregón y convocar a nuevos comicios, era Emilio Portes Gil, hasta entonces fiel seguidor de los sonorenses, con sobrada experiencia política como gobernador de Tamaulipas donde había fundado sindicatos, organizaciones sociales y el poderoso e influyente Partido Socialista Fronterizo, que dominaría aquel estado y que aun sobreviviria al pNR. La experiencia de los organizadores pronto se demostraría porque los documentos básicos y la estructura del partido se elaboraron con gran rapidez. En enero de 1929, apenas dos meses después de instalado el Comité, estaban listos los proyectos de la Declaración de Principios, Programa de Acción y Estatutos, redactados por Basilio Vadillo, Luis L León y José Manuel Puig Casauranc. Los documentos, si bien incluían características de otros partidos, también mostraban
el cambio de política y un tono moderado, en especial en temas tan conflictivos
como el reparto agrario, que en algunos estados se había aplicado con programas radicales y que constituía uno de los temas más conflictivos entre los caudillos revolucionarios. Expresaba total respeto a la Constitución, tanto en el sentido jurídico de sus normas como en la forma de gobierno, las instituciones y su voluntad democrática, entendida como sufragios libres y respeto a las mayorías. Reconocía la importancia de la clase obrera y en general, el compromiso social derivado de la Revolución, por lo que se declaraba comprometido a agrupara los “revolucionarios” y llevarlos al poder para que los gobiernos fueron responsables de cumplir esos objetivos. Esta herencia revolucionaria, que el partido asumió desde su nacimiento, también se expresaba en la educación, cultura, desarrollo
económico y soberanía nacional. El partido se reconocía como un medio para expresar esos ideales y veía en el gobierno al responsable de cumplirlos. No era, desde el principio, solamente un exponente de ideologías ni tampoco un instrumento electoral, sino que se definía como un medio de la Revolución y del gobierno. El pPNR diseñó una estructura centralizada que se expresaba en líneas directas de autoridad que se iniciaban en los comités Ejecutivo Nacional y Directivo Nacional, y que llegaban hasta los comités municipales. Si el propósito era controlar a los caudillos, el partido no podía abrir espacios al asambleiísmo para que la fuerza de los líderes manipulara a los representantes. Una prueba de esta convicción se encuentra en el reconocimiento explícito de los partidos regionales y estatales que se buscaba integrar, pero que en un principio figuraban como una estructura paralela a la dirección nacional. Se trataba, en la práctica, de
desaparecerlos para que el pNR asumiera las funciones locales, pero se reconocía que la tarea no era inmediata, de tal manera que el nuevo organismo tuvo que convivir con esos poderes reales. Más aún, la idea de avanzar hacia el partido de masas estaba contemplada en la propuesta de integración y convivencia con los partidos locales porque los dirigentes estaban conscientes de que los principales sindicatos y organizaciones agrarias eran dependientes de esos organismos. El supuesto de fondo era que al fusionar el pur con los partidos locales las masas se integrarían automáticamente. No obstante, todo dependía de que se cumpliera la principal condición de incorporar plenamente a quienes controlaban a los partidos locales, los caudillos.
El pNrR no resolvió todos los problemas para los que había sido destinado. La resistencia de varios líderes y caudillos fue visible desde los primeros momentos. Dosprincipales partidos, el p.m de Morones y la crom, y el na de Soto y Gama,se negaron a integrarse argumentando que el nuevo partido no tenía nada de revolucionario sino que era un simple instrumento del callismo para perpetuarse en el poder. Como se pudo confirmar durante los siguientes seis años, no les
faltaba razón a los críticos, sin embargo, el rechazo también se originaba en que no aceptaban someterse a la voluntad presidencial porque aspiraban a conseguir el poder, tal como lo habían hecho hasta entonces, y reconocían que al incorporarse a la nueva organización deberían someterse a los mandatos de Calles. En particular, el p.m de Moronesera lo suficientemente fuerte como para haber sobrevivido ante el grupo sonorense, pues después de apoyar por un tiempo al obregonismo, Morones se había distanciado hasta alcanzar una significativa independencia. La fuerza del pLM dependía no tanto del lider Morones, blanco frecuente de críticas, sino de la influencia histórica de la central obrera, por mucho la más relevante organización obrera hasta el nacimiento de la crm la que, por cierto, surgiría de una escisión cromista bajo la conducción de Vicente Lombardo Toledano. Ni a Calles ni al pur pasaba inadvertido que era la militancia obrera, las masas organizadas, el pilar fundamental del pLmM y que ése debería ser el camino a seguir porel partido del Estado. Para la mayoría de los caudillos, sin embargo, el nacimiento del nuevo partido
demostraba que el gobierno federal, pese a sus debilidades, contaba ya con el poder suficiente para aplastar cualquier rebelión. Si con anterioridad los sonorenses al frente del gobierno federal habian demostrado que no tolerarían conspiraciones y levantamientos armados, el día de la aparición del pnr se presentó una nueva oportunidad para demostrar que el propósito de encauzar a los caudillos era firme, pues en esa fecha se produjo la que sería una de las últimas rebeliones, encabezada por José Gonzalo Escobar, que formalmente se pronunció no en contra del pnr sino de Calles. La asonada, que terminaría muy pronto, fue una advertencia de que el partido revolucionario sería el único canal aceptado oficialmente para hacer política. De ahí que los caudillos se afiliaran y, al menos formalmente, aceptaran sus reglas y propósitos. Los caudillos se inscribieron pero hicieron todo lo posible por mantener su independencia. El primer presidente del PNR, Manuel Pérez Treviño, fiel callista, no consiguió que los partidos desaparecieran como era el propósito. Algunos, carentes ya de apoyo federal y débiles por naturaleza, fueron muriendo paulatinamente, pero otros, vinculados a gruposy líderes locales fuertes sobrevivieron, como los partidos en el Estado de México, Tabasco, Yucatán y Tamaulipas. En la práctica, estos partidos funcionaron comorepresentantes locales del pNr, pero no siempre compartieron sus objetivos. Algunas veces, en un claro
reconocimiento de su debilidad, el pur postuló a los candidatos de los partidos locales, lo que en los hechos volvía al partido nacional dependiente de los ya existentes, pero en otros casos el pNR tuvo que enfrentar en los comicios a los
partidos locales. No se trataba de competencias ideológicas, en las que partidos y candidatos propusieran programas alternativos, sino confrontaciones entre grupos
locales poderosos, celosos de su control local y con fuertes ambiciones nacionales, y el cada día más decidido poder federal que se expresaba en el pNr. De lo que no había ninguna duda era de su relación con el Ejecutivo federal. Apenas formado,
el partido callista demostró que era un instrumento útil para el Estado y la primera encomienda fue preparar los comicios que elegirían al presidente sustituto de Obregón. La relación entre el pr y el gobierno fue estrecha y no dejó lugar a dudas, primero, de que actuaría conforme el presidente y el grupo dominante querían, y segundo, que su operación descansaba en los caudillos locales, sus grupos y organizaciones. En medio de las críticas y sospechas acerca de los verdaderos asesinos de Obregón, Calles utilizó toda su influencia para conseguir que Portes Gil, ex gobernador de Tamaulipas y fiel al grupo sonorense, ocupara la presidencia interina. Pero Calles no se apartó de la política sino que se asumió comodirigente de la nueva élite, el gobierno y el programa revolucionario. Con el sonorense en el poder real, Portes Gil se desempeñó como mandatario formal, encargado en la
práctica de resolver los diversos conflictos que se heredaron o produjeron en esos años. Portes Gil, además de contar con una larga trayectoria política, había demostrado que conocía bien el valor de un partido subordinado, pues como mandatario en "Tamaulipas había formado el muy influyente Partido Socialista Fronterizo, mediante el cual había controlado candidatos a puestos locales, integrado sindicatos y afianzado su posición como líder en el estado. Portes Gil, desde la presidencia, colaboró de cerca con el dirigente formal del pr y con
Calles para preparar y llevar adelante la candidatura de Pascual Ortiz Rubio. EL PNR Y EL MAXIMATO
Las elecciones fueron una demostración de la funcionalidad del nuevo partido. Pascual Ortiz Rubio ganó abrumadoramente los comicios a pesar de enfrentar una de las campañas testimoniales más importantes, como fue la de José Vasconcelos. Aunque la competencia fue intensa y estuvo empañada por una violencia extrema, los comicios no mostraron a una oposición que realmente amenazara al grupo en el poder. Pero ademásde la eficacia en el control del proceso, el pNr confirmó que podía cumplir con el principal cometido para el que había nacido, que era agrupar y conducir a los caudillos, sus grupos y sus variadas ambiciones. Si hasta la muerte de Obregón la unidad del grupo dependía de los acuerdos impuestos porel sonorense, ahora sin él era el partido el que daba certidumbre. La elección de Pascual Ortiz Rubio había enfrentado una abierta oposición, pero no una disidencia del grupo gobernante y menos aún había propiciado una revuelta armada. Aunque con dificultades, el partido había integrado y ordenado las
aspiraciones. Un comienzo que marcaría el futuro del partido en su relación conel sistema político en desarrollo. La eficacia del pr, con todo, dependía de un factor inocultable que era el poder y alto grado de independencia de los caudillos y líderes locales. Si bien se habían integrado a la nueva organización y habían aceptado la candidatura de un político sin vinculación directa con los grupos, como lo era Ortiz Rubio, seguían imponiendo condiciones en la política local y tenían una notable influencia en la nacional por medio de los diputados seleccionados porellos y que, en la práctica, no representaban los proyectos del pr o del gobierno federal sino de los caudillos locales. Todavía en los años treinta del siglo pasado las cámaras no tenían un auténtico funcionamiento institucional, de colaboración con el Ejecutivo. En la práctica, eran los espacios en que diversos grupos actuaban en la política nacional mediante negociaciones y acuerdosparticulares. Ni el presidente en turno y menos aún el pyR podían imponer su voluntad a las bancadas, que aunque en lo formal eran del partido del Estado, no respondían homogéneamente a su voluntad. Durante los primeros meses del mandato de Ortiz Rubio los diputados y senadores se dividieron en dos grupos, los rojos y los blancos. Los primeros, más cercanos a las tesis revolucionarias, con un fuerte radicalismo sobre todo en
cuanto a la religión, y los segundos, más propensos a la moderación política, con frecuencia cercanos al conservadurismo. Los dos grupos, quesi bien tenían fuertes vínculos locales, actuaban más por propósitos sociales e ideológicos, lo que demostraba que el partido no había logrado definir un programa que todos sus miembros compartieran. Las propuestas de los grupos en las cámaras revelabanel conjunto de contradicciones que prevalecian entre los revolucionarios pues lo mismo insistían
en las metas
sociales
del movimiento armado,
en
sus
compromisos con los campesinos y los obreros, que demandaban apoyo del Estado para estimular la economía de libre mercado y la protección del empresariado en ciernes. Con todo, esta etapa de división ideológica dio paso a otra más peligrosa por cuanto los bandos dejaron de identificarse por sus propuestas y se transformaron en grupos locales dirigidos por los diversos caudillos. Pronto aparecieron los llamados bloques, tanto en las cámaras como entre los gobernadores. Los bloques legislativos eran la manifestación clara de que los diputados y senadores actuaban como bancadas locales, con líderes propios leales a los caudillos. En la medida que eran variados y que podían actuar mediante asociaciones temporales, era indispensable contar con una guía que ofreciera al Ejecutivo certidumbre política. Los bloques, siempre bajo el mando de un líder fuerte, entre los que destacaba Gonzalo N. Santos, fueron la respuesta del gobierno federal para controlar los conflictos. Una respuesta que demostraba que el pNR no podía imponer condiciones entre las bancadas y que, por tanto, la
afiliación tenía mucho de interés temporal. En la práctica, eran los bloques los que establecían las líneas de comportamiento de los legisladores, las que agrupaban bancadas y podían construir mayorías. El bloque predominante, sin embargo, estaba en estrecho contacto con el verdadero líder político nacional, que en esos años no era el presidente la República sino el Jefe Máximo, Calles. En un evidente reconocimiento de que la política todavía estaba en manos de los individuos, era Calles quien diseñaba las estrategias con el líder del bloque mayoritario, con frecuencia Santos. Era entonces el potosino el que, mediante seguidores y grupos, construía los apoyos al Ejecutivo. Aunque fue un recurso efectivo, no era confiable a largo plazo, de ahí que Calles y el pNrR propusieran una medida audaz contra la dispersión política y la representación local en las cámaras, como anular la reelección inmediata de diputados y senadores. La Revolución, que había nacido con la exigencia de terminar con la reelección, solamente la había aplicado a los ejecutivos, nacional desde luego, pero también a los gobernadores y presidentes municipales. Sin embargo, sin una clara explicación, se había permitido que los legisladores gozaran de un privilegio que en la práctica fortalecía el poder de los caudillos, quienes al controlar candidaturas y por tanto representantes, ejercían una notable influencia en la política nacional en el Congreso de la Unión. Para Calles y sus allegados, la reelección era un recurso de los caudillos que limitaba el poder del Ejecutivo federal. Aunque la medida en el mediano y largo plazos fortaleció al presidencialismo, en su origen fue un recurso que buscaba lo mismo que el pnr:el control efectivo de los caudillos y la concentración del poder en el Estado. Como era de esperarse, dadas las funciones que cumplían los legisladores, la propuesta fue rechazada en un principio por el mismo bloque mayoritario bajo el mando de Santos. Era claro que a pesar de la cercanía del potosino con Calles, los intereses de Santos no eran los de fortalecer al Ejecutivo federal sino el de los caudillos,
entre los que él figuraba. El primer intento fue un sonoro fracaso para Calles, el mandatario Ortiz Rubio y el pr, que vieron con sorpresa que los bloques de diputados y senadores rechazaban la medida. El rechazo y en particular la insubordinación de Santos demostraban que era imprescindible terminar con los bloques y su alto grado de independencia porque podían oponerse al Ejecutivo federal. Esa primera actitud de Santos, lejos de terminar con el proyecto callista, lo fortaleció. Calles tuvo que ejercer toda su influencia para rectificar la decisión y el PNR Suspendió a Santos como militante. En 1932, tras fuertes presiones y discusiones, se aceptó la modificación constitucional que prohibió la reelección consecutiva de diputados y senadores. Si bien la medida fue aprobada, para todos fue evidente que el pur estaba muy lejos de ser la autoridad que impusiera condiciones y comportamientos a sus afiliados. Era claro también que el poder
seguía en manos de grupos y caudillos locales que si bien no tenían suficiente capacidad para controlar el partido y la política nacional, sí ejercían una decisiva influencia capaz de contradecir los programas gubernamentales. A los problemas internos del pr siguió la que sería su más significativa caracteristica con relación al Estado, es decir su subordinación ostensible. El pNR
desarrolló sus primeros años en uno de los periodos más importantes en la construcción del sistema político porque fue cuando se establecieron las instituciones políticas centrales, pero también cuando más quedaron cuestionadas debido a la activa participación del Jefe Máximo, Calles. Si en los últimos meses de su mandato y en medio de la crisis política provocada por el asesinato de Obregón, el sonorense había mantenido el poder, al terminar su periodo fue claro que no estaba dispuesto a abandonarlo. Fue Calles quien eligió al presidente interino Portes Gil, quien allanó el camino para que Ortiz Rubio fuera candidato y quien formó parte del gabinete presidencial de ambos mandatarios, incluso como secretario de Guerra y Marina. Ese poder, basado desde luego en la persona, demostraba que el país y el sistema no se conducirían institucionalmente a pesar de que existían ya los organismosy las leyes necesarias. La debilidad institucional era la causa de que Calles, sin verdadero ascendiente militar, hubiera acumulado poder para imponerse y conducir la política nacional. El pNr no fue la excepción y menos aún cuando Calles deseaba someter al resto de caudillos. Fue así que al concluir Portes Gil sus funciones de presidente interino se convirtiera, por decisión de Calles, en secretario de Gobernación del nuevo gabinete y poco despuésen el dirigente del partido, con la encomienda de profundizar las medidas. Portes Gil contaba en su larga historia política con la experiencia de haber construido y conducido un partido exitoso en su natal Tamaulipas, de tal manera que parecía el candidato idóneo para encabezar al joven PNr, con objetivos ambiciosos pero con pocos recursos para lograrlo. Portes Gil asumió el cargo y muy pronto mostró para qué lo quería pues declaró que el partido era “gobiernista”, es decir, un instrumento del Estado para cumplir con las metas de la Revolución. El partido, diría Portes Gil, era “la revolución hecha gobierno”, con lo
cual no había duda de que, en un sentido social, serviría para que se cumplieran aquellas demandas pero, en la práctica, era un recurso activo del gobierno para hacer lo que en su “proyecto revolucionario” fuera indispensable. El mayor problema fue que, en un evidente reflejo de la situación política del país, Portes Gil empleó el pur para minar el poder de los caudillos pero también para fortalecer su posición. La influencia de los líderes locales, y su frecuente práctica de fortalecerse a costa del poder de otros, era tan común que Portes Gil, pese a conocer y compartir los objetivos de Calles, empleó la nueva posición que el sonorense le había entregado para su propio beneficio, pues al tiempo que
aprovechó las oportunidades que la conflictiva situación política le presentaba para cumplir con las encomiendas callistas, avanzó en la consecución de sus propios intereses. Si Calles presionó para que el pr cumpliera con su papel de conciencia revolucionaria sobre el programa de Ortiz Rubio, Portes Gil aprovechó las divisiones grupales para fortalecer su posición en contra de los apoyos al mandatario. Los conflictos no cesaron y, por el contrario, se agudizaron porque cada vez fue más abierto el distanciamiento entre Calles y el presidente Ortiz Rubio, que trataba de terminar con su influencia. Portes Gil empleó todos sus recursos dentro y fuera del partido para fortalecer al callismo frente al Ejecutivo y Ortiz Rubio hizo lo mismo en los bloqueslegislativos que le eran fieles. La batalla entre el callismo, visible en las cámaras pero sobre todo en el pnr, y el presidente de la República debilitaron más las endebles instituciones políticas. Portes Gil se vio obligado a abandonar la dirección del pur no tanto por no cumplir con el propósito de atacar al presidente sino porque intentó hacerse de un poder personal que, por definición, enfrentaría el del Jefe Máximo. Ante la dimisión de Portes Gil fue de nuevo Calles quien decidió al sucesor, para lo cual eligió al gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas, hasta entonces un fiel callista a pesar de haber desarrollado en su estado medidas que el sonorense no compartía pero que, en la práctica, demostraban cómo el gobierno federal tenía un poder limitado para intervenir en las políticas de los estados y, por contraste, cómo los gobernadores controlaban sus territorios. Cárdenasllegó a la
presidencia del pNr en octubre de 1930 con la encomienda de terminar con los enfrentamientos internos y darle unidad al partido, y aunque la tarea no era fácil, contaba con la ayuda no sólo de Calles sino con la amistad de Ortiz Rubio, detal manera que el michoacano se presentaba como un eficaz intermediario que, además, no parecía tener interés en construirse un grupo propio, comosí lo había intentado Portes Gil. Cárdenas se concentró en el partido y con más énfasis que su antecesor subrayó su posición política. Para Cárdenas el sistema debía tener una vida institucional que diera certidumbre y para ello debía fortalecer sus dos elementos básicos: el gobierno y el partido. El primero era responsable de cumplir con los programas sociales y económicos, y el segundo debía constituirse en el medio que organizara a las masas y completara la acción gubernamental. La definición política del partido, sin embargo, tenía un fuerte desafio en las pugnas internas que exhibían la falta de autoridad central. A Cárdenas le interesaba más consolidar al partido como verdadera institución nacional que favorecer a alguna facción, por eso no intentó debilitar a los grupos sino que fortaleció su papel de dirigente al mediar entre ellos y equilibrar sus posiciones. Convencido de su vocación institucional, Cárdenas terminó con la práctica de usar
al partido como ariete de los callistas y declaró su respeto al presidente y su investidura. Con Cárdenas, el pNR no fue una fuente de críticas al mandatario y,
por el contrario, en más de una ocasión le demostró su apoyo, incluso expulsando militantes que públicamente criticaron decisiones presidenciales, como ocurrió en diciembre de 1930 cuando algunos senadores pusieron en duda la actuación del secretario de Hacienda, Luis Montes de Oca, cuando firmó acuerdos para liquidar la deuda exterior. Para Cárdenas,el partido no podía ser un opositor del Ejecutivo ni poner en riesgo su estabilidad. Definición relevante porque si bien afirmaba la lealtad del partido, también le abría el camino de una mayor subordinación al Ejecutivo al obligarlo a apoyar sus decisiones. Otra preocupación de Cárdenasera materializar las tareas sociales del partido. Para el michoacano, el pnr sólo podría
ser el instrumento de la sociedad, que llevara los reclamos sociales al gobierno,si integraba a las masas campesinas y obreras. El problema era que las principales organizaciones se habían mantenido fuera del partido y en más de una ocasiónle eran Opositoras, pues a pesar de las declaraciones formales y reales, el partido seguía mostrando su subordinación,no tanto al Ejecutivo federal sino a Calles. Además de las reservas que los sindicatos y agrupaciones campesinas tenían sobre el Jefe Máximo, se encontraba el hecho todavía más delicado de que las
organizaciones más importantes estaban vinculadas a caudillos y partidos locales. El ejemplo más ilustrativo era la crom, cuya importancia sindical no estaba en duda pero que no se integraría al partido por su sometimiento a su dirigente Morones, que también controlaba al pLmM. La crom tenía una fuerza nacional indudable pero en los estados la historia se repetía en diversos grados. Lo mismo en Tamaulipas, donde Portes Gil seguía teniendo influencia, que en San Luis Potosí donde Saturnino Cedillo dominaba, o el Estado de México y Tabasco, donde grupos y Garrido Canabal tenían control absoluto. Así, no sólo no se cumplía el propósito de agrupar a las masas y con ello hacer del partido la conciencia social, sino que tampoco se lograba asentar su autoridad sobre los caudillos. Las elecciones seguían siendo un obstáculo real porque el pur no podía seleccionar libremente a los candidatos ni conseguir el apoyo total de los grupos locales. En especial en los estados y los municipios, el pur veía cómo los caciques y caudillos imponían candidatos, con tal fuerza que el partido se veía obligado a aceptarlos para no tener que confrontar a los partidos locales y correr el riesgo de una casi segura derrota frente a ellos. Ante esta limitación, que impedía realizar las tareas partidarias, Cárdenas promovió la afiliación de nuevos miembros, evidentemente individuales. Sin capacidad real para incorporar a las masas, en abril de 1931 Cárdenas presionó para que los comités locales reclutaran militantes. La idea de fondo era crear lealtades duraderas al organismo nacional y restarle posibilidades a los partidos
locales. A cambio, sin embargo, el pur reafirmaba su vocación individualista. Lo
más paradójico era que el pNR había nacido para controlar a los caudillos pero era el mismo poderde estos líderes lo que obligaba al partido a fortalecer la militancia individual. La medida, que completaba el resto de esfuerzos por someter a los caudillos, tuvo efectos positivos porque entre 1930 y 1931 solamente nacieron dos nuevos partidos estatales, ambos en Colima, lo que demostraba que, incluso con dificultades, el PNrR avanzaba en su intención de ser la única alternativa
organizativa. No había logrado aún desaparecer a todos los partidos pero al menos ya era claro que el pr era la vía reconocida para hacer política y que ya no era una opción viable crear más partidos, al menos nosi la intención era hacer política en el círculo oficial. Cárdenas, pese a contar con autoridad personal y cercanía con Calles, no logró sortear todas las dificultades. Aunque había conseguido afianzar la lealtad del pur a la Presidencia, no había logrado controlar los frecuentes conflictos entre callistas y seguidores de Ortiz Rubio, de tal manera que poco a poco la función intermediadora de Cárdenas comodirigente se vio más comprometida para apoyar a algún bando. El michoacano, como ya lo había declarado y reafirmado con medidas disciplinarias, no aceptaba que el pur fuera el medio para que los callistas actuaran contra el presidente, pero tampoco quería oponerse abiertamente al Jefe Máximo para no comprometer su propio futuro político. Así, cuando terminóla licencia que había solicitado para dejar la gubernatura de Michoacán renunció a la presidencia del pNr. Calles le pidió entonces que siguiera unos meses más, lo que Cárdenas aceptó hasta mediados de 1931. Su actuación ante Calles fue tan reconocida por el sonorense, en especial porque no puso en duda nuncasu lealtad, que el Jefe Máximo llevó a Cárdenas al gabinete de Ortiz Rubio nada menos que como secretario de Gobernación, encargado de manejar la para entonces conflictiva política nacional, agravada por las protestas obreras y los enfrentamientos en las cámaras. En lugar de Cárdenas, Manuel Pérez Treviño fue nombrado por segunda ocasión presidente del pr. Mucho más comprometido y fiel a Calles que Cárdenas, Pérez Treviño mantuvoal partido en línea con los deseos del sonorense en contra del presidente. El dirigente terminó con la práctica cardenista de servir de intermediario entre los grupos y se mostró abierto partidario del callismo, que atacaba no sólo a sus adversarios dentro del partido sino al gobierno de Ortiz Rubio desde las cámaras. Ante la cada día más fuerte agitación social que se vivía en el país, protagonizada en las calles por los sindicatos y por los seguidores del Jefe Máximo en el Congreso, el pNrR no fue un instrumento del gobierno sino del verdadero dirigente Calles, empeñado ya en provocar la renuncia presidencial. Aun cuando el pur se había formado para fortalecer el sistema en construcción,
pacificando a los caudillos y, por ende, unificando el poder en la Presidencia, en los primeros años de vida fue tan subordinado al callismo que sirvió exactamente para el propósito contrario: servir al poder individual de Calles contra el Ejecutivo. El PNR no era aúnla institución instrumental del sistema, sino el medio de control
personal del que quería ser el dirigente de la Revolución. La mayor prueba del sometimiento y la actuación nada institucional del pr tuvo lugar en 1931 cuando Ortiz Rubio recibió la renuncia de varios secretarios,
motivada no por la voluntad presidencial sino por la de Calles quien en una muestra de su superioridad ocupó la Secretaría de Guerra y Marina. Como parte de las presiones, Pérez "Treviño y el cen del partido en conjunto también renunciaron pero Calles no aceptó la del dirigente. La demostración era tan obvia e irrespetuosa de la investidura presidencial que marcó el destino de Ortiz Rubio. Calles asumió en los hechos la conducción del gobierno, del partido y finalmente en 1932 presentó su renuncia al gabinete, como muestra de su desacuerdo con el presidente de la República. Al final, un día después de presentar su tercer informe de gobierno, Ortiz Rubio presentó la suya, la cual no llevaría a nuevos comiciosal producirse al tercer año del mandato, si no a un presidente sustituto. El nombramiento recaería en otro político callista, Abelardo L. Rodríguez, quien al momento de producirse la renuncia de Ortiz Rubio era secretario de Guerra y Marina en sustitución de Calles, y en cuya designación el presidente no había intervenido. El sometimiento del partido fue evidente en la crítica situación de septiembre de 1932 porque, aunque Calles mantuvo el control del sucesor, fue el pNr el que formalmente actuó para concretar el apoyo del Congreso. Como prueba de su vocación política, el partido sorpresivamente puso fin a los enfrentamientos entre grupos, no sólo por su indiscutible apoyo al callismo sino porque los adversarios ya no tenían motivos una vez que Ortiz Rubio abandonara la Presidencia. Pero también el pNR asumió el papel de organizador del grupo gobernante porque pudo imponer líneas de conducta a los legisladores. Siempre instrumental, el pr fue muy útil para el callismo y formalmente al gobierno porque Abelardo L. Rodríguez era el mandatario que Calles deseaba y que se condujo de acuerdo con sus lineamientos. Con el respaldo de Calles al presidente sustituto, el pNrR fue el partido fiel, flexible y siempre servicial al gobierno, lo que no había hecho con Ortiz Rubio. Era claro que la autonomía del pr estaba en duda y que su dependencia era tanta que funcionaría incluso contra la institución presidencialsi así lo determinaba su verdadero líder. En los años siguientes cambiaría la lealtad del partido pero no su subordinación. Con Cárdenasal frente del poder nacional,el partido asumiría su dependencia del Ejecutivo, ya no de los líderes circunstanciales, lo que marcaría definitivamente su función institucional dentro
del sistema: no serviría ya a líderes en particular sino al poder presidencial. La salida de Ortiz Rubio fortaleció al callismo y al propio partido, que tuvo más control sobre los militantes. La primera muestra del cambio tuvo lugar a fines de 1932 cuando se realizó la Convención Nacional Extraordinaria en Aguascalientes, en la que los delegados aprobaron varias reformas constitucionales que marcarían la política nacional. La más relevante fue prohibir la reelección del presidente de la República y de los gobernadores, en cualquiera de sus variantes (constitucional, interino, sustituto), y la inmediata de legisladores
federales y locales, al igual que de los presidentes municipales. Era cierto que la reforma corregía la arbitrariedad de Obregón quien para regresar al poder obligó a anular la reelección presidencial en 1927, pero también confirmaba que había comenzado a someter a los caudillos y sus grupos legislativos que un año antes se habían opuesto a la modificación. Calles demostraba que el pnr se fortalecía y con él su propio poder. Otra prueba tendría lugar unos días después, nada menos que en una elección estatal, el ámbito más difícil de manejar para el partido. En Puebla se renovó la gubernatura y el mandatario saliente, Leónides Andreu Almazán, intentó imponer a su sucesor y enfrentó al pr en una alianza con el partido de Morones, muy fuerte en la entidad debido a la extensa industria textil. El gobernador manipuló el proceso y la jornada electoral para que su candidato ganara e incluso proclamó su triunfo, pero el ejército federal intervino e impuso por la fuerza al postulado por el pnr, el callista José Mijares Palencia. Lenta pero consistentemente, el partido del Estado controlaba a los caudillos, claro está, para
conseguir los objetivos del Jefe Máximo. Sin competencia entre los grupos internos y, en consecuencia, aliado del presidente Rodríguez, el pNR fue eficaz para preparar la sucesión presidencial. Como el mandatario sucesor no se opuso a los deseos callistas como sí lo hiciera Ortiz Rubio, su periodo fue estable y le permitió poner en marcha cambios institucionales importantes y asegurarse de que el pur asumiera su función formal de postular al candidato y vigilar su campaña. Esta circunstancia sería decisiva para el país porque los callistas, ya sin competencia de cuidado, intentaron que el Jefe Máximo los favoreciera. Calles se inclinó por el ex gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, quien para entonces le había dado sobradas pruebas de lealtad. Como había sido patente en esos seis conflictivos años, el poder de Calles
era indiscutible y sin su voluntad ningún político podía tener futuro, menos si se trataba de la Presidencia de la República, no sólo por la relevancia propia del cargo sino porque desde él se aseguraba su influencia. Cárdenas no podría haber conseguido el favor callista si no hubiera demostrado que era confiable políticamente y, en consecuencia, incapaz de contravenir los deseos callistas. La oportunidad fue aprovechada por el michoacano que, primero, logró sobrevivir a
los enfrentamientos entre callistas y, después, tejer alianzas con importantes caudillos de la época con aspiraciones presidenciales y que no simpatizaban ya con Calles, pero que por separado no podian enfrentarlo, como Juan Andreu Almazán y Saturnino Cedillo, y políticos que ya habían tenido su oportunidad pero que querían conservar alguna parcela de poder, como Emilio Portes Gil. Para Calles, el ex gobernador michoacano no era un peligro y, por el contrario, era más confiable que los callistas más radicales. Al final, Cárdenas alcanzó la postulación con el apoyo indiscutible del Jefe Máximo y el respaldo de Rodríguez, con quien Cárdenas mantenía una relación cercana. Con los verdaderos poderes a su favor, el michoacano no tuvo problemas en asegurar el completo alineamiento del partido, al que convenció de preparar el Plan Sexenal, con el cual Cárdenas ofreció un programa de gobierno y la reivindicación de los principios de la Revolución. Tal era la confianza de Calles en Cárdenas que no cuestionóel plan, a pesar de que en él se advertía un abierto apoyo gubernamental a los trabajadores y campesinos, que a la postre serviría como pretexto para el enfrentamiento entre ambos políticos. Como lo muestra la historia, Cárdenas desarrolló esa atención social que en el corto plazo llevaría a una de las crisis políticas más severas de la época pero que le serviría para eliminar la influencia del Jefe Máximo, personal y grupal, y fortalecer definitivamente la Presidencia. En plena correspondencia con ese fortalecimiento institucional y su compromiso social, Cárdenas introduciría una reforma profunda en el pr que definiría para siempre su estructura y vinculación con el Estado. El partido, con todo y sus tropiezos, había conseguido por fin convertirse en el medio reconocido por los grupos y caudillos para aspirar al poder. Si bien la candidatura de Cárdenas fue disputada por el callismo radical, lo hizo dentro del partido, con sus reglas formales e informales, y al final los perdedores aceptaronel resultado que favoreció al michoacano. Aunque el Pr todavía enfrentaba resistencias en los estados, en 1933 pudo postular al candidato y futuro presidente de la República sin levantamientos ni conspiraciones. Desde luego que los grupos contrarios a Cárdenas no perdieron la esperanza de minar su poder o, al menos, preservar el suyo como vigilantes del mandatario, como lo hicieran con Ortiz Rubio, pero en la coyuntura electoral se plegaron a la decisión de Calles. Era, a no dudarse, un significativo triunfo del partido como vehículo de control y conducción de las aspiraciones de los caudillos. Con la candidatura de Cárdenas quedó claro que no habría más forma de hacer política ni menos aún disputar el poder que la vía ofrecida por el pNr. También fue claro que cualquier oposición a la voluntad del partido no sería tolerada y menos si provenía de la propia élite gobernante. Una de las características distintivas del sistema político ya era visible desde los años treinta: las diferencias y discrepancias se admitirían siempre y
cuandose aceptaran las reglas de conducta impuestas por el partido del Estado. La oposición abierta no tendría otro camino que organizarse como adversario y recibiría un tratamiento diferente y no siempre tolerante. EL PARTIDO DEL ESTADO Y LAS INSTITUCIONES
La importancia que ha tenido para la política nacional el partido del Estado ha opacado detalles relevantes de la circunstancia histórica en que nació. Tanta atención ha recibido que pareciera que entre fines de los años veinte y treinta del siglo pasado solamente la formación del partido fue un propósito del Estado posrevolucionario, lo que ha llevado a pensar que hubopor lo tanto un objetivo de control y no de estabilidad política. Sin embargo, una mirada atenta del periodo revela que el nacimiento del partido fue tan sólo un mecanismo másdel Estado, en concreto del gobierno federal, para restar poder a los caudillos y fortalecer la autoridad central mediante la construcción de instituciones que a largo plazo configurarían el sistema político. La Revolución, como cualquier proceso similar en otras partes del mundo, provocó la caida del régimen previo pero también destruyó las instituciones y procedimientos que empleaba. El régimen porfirista fue altamente centralizado y reprodujo en términos generales ese funcionamiento en los estados, de tal manera que al derrumbarse, dicho sea de paso, con los
primeros levantamientos se llevó consigo la autoridad central que servía de guía e intermediario. La vieja tradición de poder local que ha caracterizado a los estados del país sirvió como base para reconstruir autoridades locales, lo que se fortaleció enormemente con los jefes revolucionarios que operaban en regiones conejércitos
bajo su mando. La autoridad se fragmentó en favor de los caudillos y no favoreció al gobierno federal que desde los primeros momentos se vio sin recursos de todo tipo para imponerse en el país. Aunque la Constitución fue redactada tempranamente y dio el marco jurídico al nuevo régimen, no pudo proveer de instituciones eficaces al gobierno central. Hacia los años veinte y treinta las reglas sociales, económicas y políticas esenciales eran atribución de los gobernantes estatales, a menudo los mismos caudillos revolucionarios. Los primeros trazos sobre la educación, las
soluciones agrarias, el sindicalismo e incluso la recaudación fiscal aparecieron en los estados según los deseos de los líderes locales. La autonomía con la que funcionaron los gobernantes propició una variedad de soluciones, en apariencia contradictorias, que si bien respondían a las ideas del caudillo se fundaban en la realidad de cada estado. Fue así que mientras en Michoacán y Veracruz se extendió el reparto agrario colectivo, en San Luis Potosí, Jalisco y Sonora se
estableció la pequeña propiedad. La falta de autoridad central hizo posible que la educación fuera del conservadurismo al radicalismo extremo, dependiendo de las particularidades de cada estado y las ideas de cada caudillo. Alfinal, el gobierno federal sólo veía cómo se aplicaban leyes locales que se acompañaban de organismos sindicales propios y que lejos de integrar al país en torno de un proyecto de nación, únicamente fortalecían las ambiciones personales. Si lo social y político era preocupante, lo militar y económico era vital porque dejaba desprotegido e incapacitado al gobierno para desarrollar cualquier programa propio. Los gobiernos de los sonorenses, en particular el de Calles, que se extendió
arbitrariamente al llamado Maximato, se caracterizó por un significativo proceso de institucionalización que, si se considera sólo el papel preponderante de Calles, resultó paradójico porque, al final, tenía el propósito de construir leyes y organismos que fortalecieran al gobierno precisamente por encima de los individuos. En ese propósito general, Calles y sus seguidores pusieron en marcha cambios esenciales que, con independencia de los deseos personales del sonorense, fortalecieron al Estado y, en lo inmediato, al gobierno federal.
Uno de los más graves problemas que enfrentaron los gobiernos posrevolucionarios fue la carencia de recursos económicos, derivado del desorden monetario y fiscal, resultado no sólo de la caída del Porfiriato sino de los variados ejércitos revolucionarios que sin ningún ordenamiento central expediían monedas que hacia los años veinte seguían teniendo valor. No existían normas ni procedimientos comunes que regularan los impuestos, formas de recaudación e ingresos reales que pudieran darle recursos al gobierno federal y con ello le permitieran desarrollar programas de inversión. Aunque se aplicaron algunas medidasde política económica durante el gobierno de Obregón, le correspondió al de Calles lo que José Iturriaga de la Fuente ha llamado con toda propiedad “revolución hacendaria”, que aunque se centró en su mandato constitucional entre 1925 y 1928, se extendió al Maximato mismo. El calificativo de “revolución” resulta de la profundidad de las medidas establecidas pues crearon un verdadero marco institucional y regulatorio tanto en lo monetario como en lo financiero y fiscal, que dieron facultades a la Secretaría de Hacienda para regular la economía y, acaso lo más importante para el futuro del Estado posrevolucionario, recursos económicosal gobierno federal. En 1924 comenzaron los esfuerzos por establecer principios recaudatorios y monetarios; fue así que a fines de ese año se estableció, por primera vez en la
historia nacional, el impuesto sobre la renta, que en su parte más formal serviría para recaudar ingresos fiscales directos al gobierno, pero que en su aspecto central daba al Estado autoridad para fijar impuestos a todos los sectores sociales, es
decir, demostraba la soberanía del Estado al imponerse al poder económicode las clases propietarias. También en ese año se expidió la Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios que sería reformada y fortalecida en 1926, con la cual, también por primera vez, el Estado podía regular a los bancos, los más fuertes, que databan del Porfiriato y que dada la ausencia de autoridad central se autorregulaban e incluso determinaban la actividad bancaria y financiera. La medida más relevante, sin embargo, tendría lugar un año después, en 1925, cuando se creara el Banco de México,el banco central, que si bien estaba
contemplado en la Constitución de 1917 como instrumento del Estado mexicano, no había sido creado hasta entonces. La importante institución dio al gobierno la facultad determinante de regular a partir de ese momento la moneda, su
expedición y su valor, y le permitió manejar desde entoncesla política monetaria. En el mismo año se fundó otro organismo que completaría el programa financiero: la Comisión Nacional Bancaria, órgano central en la regulación de los bancos, del crédito, el ahorro y el financiamiento. Muy pronto dieron frutos las nuevas instituciones y los procedimientos, pues en 1926 se creó el Banco Nacional de Crédito Agrícola, destinado básicamente a las pequeñas propiedades, la alternativa callista al reparto agrario. El ejido, que se extendería durante el cardenismo,llevó consigo la creación de su organismo financiero: el Banco Nacional de Crédito Ejidal, fundado en 1935. El apoyo financiero a la industria, en aquella época centrada en pequeñas y medianas factorías, se atendió expresamente por el gobierno federal con Nacional Financiera, en 1934, con la cual se confirmaba la
voluntad federal de promover el desarrollo económico mediante la industria y no sólo con el agro. Uno de los recursos más influyentes de los caudillos posrevolucionarios era el control que ejercían sobre los ejércitos locales. Como resultado del proceso revolucionario, en el cual proliferó la creación de variados grupos armadosbajo el mando directo de líderes militares, al terminar ese penoso periodo la mayoría de ellos no desaparecieron ni menos aún se integraron en una unidad federal. En realidad, el que se mantenía comoejército central era insuficiente para garantizar la protección del gobierno, lo que obligaba a sus mandos a negociar apoyos con los líderes locales. Más aún, la existencia de sus ejércitos daba a los caudillos la posibilidad real de amenazar el poder central. Algunos por su cuenta y la mayoría bajo acuerdos específicos, presionaban por alcanzar el poder que, en última instancia, podían pretender por la fuerza. El mando único, centralizado y controlado por el gobierno federal, era tan sólo una aspiración durante los años veinte, y el sólo hecho de que no existiera confirmaba la debilidad del Estado y, por contraste, el poder real de los caudillos. Sería Calles, no durante su mandato
pero sí bajo su influencia en el Maximato, quien impusiera la profesionalización
del ejército que básicamente significaba integrar los diferentes cuerpos armados estatales bajo una estructura federal, con autoridad y regulación centralizada. La medida, que formalmente se establecería en 1932 al inaugurarse la Escuela Superior de Guerra, fue un proceso que pacientemente llevó a cabo el general Joaquín Amaro,militar leal a Calles desde fines de los años veinte. Al concluirse el proceso, el Estado contaba con un verdaderoejército, sometido a una disciplina
única, con autoridades reconocidas en su cuerpo central y que muy pronto dio origen a lealtades institucionales, no a lealtades particulares identificadas con caudillos y caciques locales. La medida fue efectiva en sus propósitos generales pero no eliminó por completo los mandos locales, en particular el de algunos caudillos como Saturnino Cedillo, que mantuvieron el control sobre las milicias al acompañarlo con variadas políticas sociales y principalmente agrarias. Como lo confirmaría la historia, ese fundamento armado era un fuerte estimulo para conspirar, una intención y práctica que poco a poco fueron desapareciendo. A partir de 1932 las amenazas disminuyeron gracias al control central, como lo prueba que la última rebelión, la cedillista, fuera aplastada rápidamente porel presidente Cárdenas en 1938. Este fallido intento constituye el fin de los levantamientos armados que caracterizaron los primeros años del régimen posrevolucionario y que fuera posible gracias a la profesionalización del ejército, que claramente fortaleció al poder central y con ello al Estado. Las milicias locales eran el recurso de fuerza para mantener el poder pero de ninguna manera el único y en muchas ocasiones ni siquiera el más importante. Para personajes como Saturnino Cedillo la milicia era fundamental, pero para otros como Emilio Portes Gil, Francisco J. Múgica, Adalberto Tejeda, Tomás
Garrido Canabal, lo eran las políticas agrarias y laborales. La incapacidad del gobierno federal para diseñar e imponerpolíticas de este tipo en todo el país era una de las carencias más sentidas socialmente porque además de confirmar su debilidad frente a los poderes locales, demostraba que los gobiernos posrevolucionarios no podían cumplir con los propósitos del movimiento de 1910. Cada caudillo y líder local ponía en práctica lo que creía adecuado de acuerdo con sus ideas y las necesidades de la zona. Para algunos estados con fuertes demandas agrarias y con tradiciones comunitarias, como Michoacán o Veracruz, la opción era el reparto colectivo, pero en otros, más alejados y con principios de posesión individual, la alternativa era la pequeña propiedad. Pese a ello, las medidas adoptaban diferentes formas de organización y participación social. En todas, sin embargo, se acompañaban de organizaciones sociales propias que servían lo mismo para darles cuerpo a los beneficiarios que una base de movilización a los líderes. En la medida que era el caudillo local quien determinaba el camino a seguir, podían construirse lealtades seguras que fortalecían sus ambiciones.
Quizá por ser menos conflictiva, la política laboral fue la primera en ser controlada por el gobierno federal que en 1929, con Portes Gil como presidente interino, resultó en la Ley Federal del "Trabajo. La medida fue sin duda audaz porque eliminó una de las bases discrecionales más eficaces de los poderes locales y le permitió al Estado construir tanto la política general para el país como reorientar las lealtades sindicales. La política agraria tendría que esperar algunos años más, concretamente a que Cárdenas asumiera el reparto agrario colectivo comopolítica de Estado y con ella la reorganización de las múltiples agrupaciones campesinas. Pero al menosal final de los años veinte el Estado ya controlaba la política obrera. No debe perderse de vista que la imposición de la Ley Federal del Trabajo no sólo significaba que el Estado determinara su sentido y manejara su regulación, sino sobre todo que asumía plenamente su función de árbitro entre las clases sociales. No se trataba de que algún líder arbitrario intercediera ni menos aún que la desigualdad social y económica entre patrones y obreros resolviera los conflictos. Demostraba que el Estado tenía la autoridad suficiente para imponerlas condiciones de negociación y resolución de diferencias. Era un paso esencial en su compromiso social que, además, demostraba que la Revolución eliminaba la política porfirista de sometimiento laboral. A mediadosde los años treinta el Estado posrevolucionario ya había construido las principales instituciones económicas y sociales que le asegurarían su intervención y la posibilidad real de desarrollar programas gubernamentales. Es en ese proceso de institucionalización que cobra sentido el nacimiento del pnr. Si el establecimiento del partido se aísla de las circunstancias de la época resulta un simple instrumento de control que, dada la influencia indiscutible de Calles en su época, se volvía personal. Pero en 1929 su creación fue un recurso más para someter la arbitrariedad de los caudillos y terminar con la dispersión del poder que debilitaba tanto al Estado, dependiente de las fuerzas locales. El pPNrR fue un instrumento subordinado al Estado no sólo para asegurarle el poder a la élite gobernante, sino para darle cauce civilizado a una competencia sin reglas y procedimientos en la que predominaban la violencia, los acuerdos y las ambiciones personales. No obstante, su subordinación fue extrema durante la tercera década del siglo pasado porque no lo era del Estado sino del Jefe Máximo. Y no deja de ser una grave paradoja en la construcción del sistema político que ese proceso de institucionalización, determinante a largo plazo, fuera sometido a la voluntad personal de un político como Calles. La institucionalización no podía funcionar si antes no se eliminaba por completo toda arbitrariedad individual. Esa tarea tendría que esperar algunos años más, hasta el ascenso de Lázaro Cárdenasal poder.
11 DEL PARTIDO DE MASAS AL PARTIDO INSTITUCIONALIZADO
Hacia 1934, cuando el general Cárdenas asumió el poder, no parecía que la situación política cambiara en sus principales aspectos. Hasta entonces, todo el proceso de postulación, la campaña y las elecciones presidenciales probaban que el verdadero autor de la política era Calles, lo que indicaba que seguía tomandolas decisiones principales, por sobre las instituciones nacionales, y que las políticas que se habían seguido desde hacía al menos una década no se modificarían. Los propósitos sociales de la Revolución seguirían posponiéndose en beneficio de unos cuantos y para que los callistas convirtieran al pais en un patrimonio particular. El pyrR era un buen ejemplo de cómose habían trastocado los objetivos. Nacido para controlar a los caciques y caudillos, y encauzar sus aspiraciones políticas para que la autoridad federal se fortaleciera, había terminado convirtiéndose en un dócil instrumento del Jefe Máximo. Su dependencia nunca había sido puesta en duda pero estaban muy lejos de ejercerla el Estado o el gobierno federal. Había integrado a los caudillos posrevolucionarios y conseguido que varios partidos locales desaparecieran, pero no había logrado imponer su autoridad como partido nacional. En rigor, las postulaciones eran el resultado de negociaciones entre caudillos locales y el callismo que, contra lo propuesto en un inicio, solamente aseguraban el poder de los líderes. El pNR seguía siendo un partido de caciques y caudillos que respondía a los intereses del Jefe Máximo. Instrumentoal fin, pero en manos de un individuo, no del Estado, no del sistema
político y menos aún útil para cumplir con las metas sociales del movimiento armado. De ahí que las organizaciones obreras y campesinas se mantuvieronal margen y se rehusarana integrarse. Sin embargo, a pesar de la influencia de los caudillos, un fenómenosocial se había ido desarrollando lenta pero consistentemente y en poco tiempo sería aprovechado porel recién elegido presidente. Lo mismo en los estados que en la capital del país se habían fortalecido las organizaciones obreras y campesinas. Muchas, en especial las obreras, eran viejas y antecedían con mucho a los caudillos surgidos de la Revolución, pero otras se formaron precisamente porellos para someter a los trabajadores y controlar la política en sus estados. El proceso de institucionalización fue centralizando las normas jurídicas y fortaleciendo a las
organizaciones para que los liderazgos internos fueran cada vez más importantes y permitieran que los organismos más fuertes tomarandistancia de los caudillos. El cambio era visible a fines de los años veinte y fue un motivo para que Calles criticara y debilitara a los gobiernos del Maximato, que como el de Ortiz Rubio pretendió darles aliento. Eran tan importantes hacia 1933 que se convirtieron enla principal base de apoyo de Cárdenas, tanto para obtener el beneplácito de Calles comopara desarrollar su campaña presidencial. A una mente tan aguda comola de Cárdenas, no había pasado inadvertido que la política había cambiado en su centro de acción y que era imprescindible volver la mirada a las organizaciones para no perder el control dela política. Tampocoera ajena esta situación al general Cárdenas, porque como gobernador de Michoacán había impulsado el reparto agrario y en un sentido amplio las políticas sociales, mediante la formación de organizaciones campesinas y obreras que él mismo había patrocinado. Como presidente del pr había intentado incorporar a los sindicatos y darles un mayor peso en las decisiones, pero la influencia del callismo lo había frustrado. En rigor, Cárdenas había reconocido su fuerza desde la campaña porque su Plan Sexenal no era sólo un programa de acción sino un manifiesto social que, tácitamente, reconocía que los gobiernos posrevolucionarios no habían cumplido sus tareas sociales. Para Cárdenas era obligación del Estado velar por el bienestar de las masas y para ello era imprescindible que participaran en las acciones gubernamentales. El partido debía convertirse en un auténtico medio de acción y expresión de las masas. Si como todos lo habian declarado desde su formación, el partido era un instrumento del Estado, la única forma de que actuara en beneficio de las mayorías era que éstas se integraran al partido y por esa vía formaran gobiernos. Muy pronto Cárdenas tendría la oportunidad de hacer realidad el proyecto. La transformacióndel partido del Estado de un organismo de caudillos a uno de masas, sería el punto culminante de su obra social y muestra de su firme convencimiento de que el gobierno estaría comprometido con la política social cuando las masas estuvieran integradas al partido y en consecuencia al Estado. LA AFIRMACIÓN DE LAS INSTITUCIONES
Apenas tomara el poder, Cárdenas tendría que enfrentar la ambivalencia del sistema, que si bien contaba con importantes instituciones, estaban limitadas porla
voluntad de un individuo. Pero también tuvo que enfrentar la tensión que se vivía entre organizaciones de masas y caudillos. Ninguna de las dos situaciones podría resolverse por separado y Cárdenas tuvo que hacerlo casi de manera simultánea. Desde 1933, en plena postulación y campaña presidencial, la agitación social y en
especial obrera eran manifiestas. Las protestas y movilizaciones respondían al deficiente desempeño económico, resultado tardío de los efectos de la severa crisis
financiera de 1929. Las demandas por aumentos salariales y para aplicar programas en beneficio social eran frecuentes desde fines de la administración de Rodríguez. Cárdenas, a pesar del nada oculto disgusto de Calles, decidió atender las peticiones. Convencido de que el asunto agrario era no sólo urgente sino prioritario, comenzó una activa política de reparto de tierras basado en la propiedad colectiva y no individual, y asumió una mayor tolerancia e incluso abierto apoyo a los sindicatos obreros. Una de sus medidas más importantes, encaminada claramente a acercar a los sindicatos con su gobierno, fue la
abrogación del artículo de la joven Ley Federal del "Trabajo que prohibía a los sindicatos intervenir en política. El artículo fue elaborado en su momento precisamente para evitar que las demandassindicales dieran paso a movilizaciones sociales que criticaran la política del gobierno. Para Cárdenas era indispensable que los sindicatos vieran respaldo oficial porque, como sucedería inmediatamente, se convertirían en el principal apoyo del gobierno. Todos los propósitos de Cárdenas, en lo social y político, dependían de que el Estado y su materialización administrativa, el gobierno federal, fueran realmente soberanos, lo que implicaba terminar con la pesada y arbitraria influencia de Calles. Si el rechazo social al callismo ya era patente desde años atrás, en los primeros años de la nueva administración fue creciente no sólo por los efectos de la crisis financiera internacional, sino porque los mismossindicatos advirtieron en Cárdenas la posibilidad de obtener un mayor apoyo que en los gobiernos anteriores. Y no se equivocaron, porque las demandas por mejoramiento de salarios y condiciones sociales en general, recibieron un enormealiento gracias a la tolerancia de Cárdenas que veía en las organizaciones su base de apoyo. Como ya había ocurrido en el pasado reciente, el callismo y en especial el Jefe Máximo criticaron la complacencia del gobierno y reclamaron el control de las protestas. A las primeras declaraciones de Calles siguió una entrevista que le concedió a Ezequiel Padilla, un político de toda su confianza y del propio Cárdenas, debido a su hasta entonces fidelidad al grupo gobernante. En junio de 1935 se publicó la entrevista en la que Calles criticaba el creciente número de huelgas y la agitación social que significaban las manifestaciones y demandasobreras. Calles advertía de un estado de inestabilidad en el que veía complacencia y apoyo oficial, pues en lugar de contenerlas protestas parecía alentarlas. Aunque no acusabaal presidente de instigarlas, si lo responsabilizaba de tolerarlas porque observaba un peligroso radicalismo social en Cárdenas. Si bien no era extraño que Calles interviniera en política debido a su evidente
papel protagónico desde 1928, las declaraciones calaron hondo en el gobierno y pronto reconoció Cárdenas que Calles intentaría detener el proyecto y, de continuar las desavenencias, promovería su destitución. El callismo era fuerte como grupo pero sobre todo porque tenía casi control total de las instituciones. Callistas prominentes dominaban el gabinete de Cárdenas, como ya había sucedido en las tres administraciones anteriores, lo que limitaba la acción directa del presidente, pero también dominaban las cámaraslegislativas, el partido y los gobiernos locales. En otras condiciones, fundamentalmente sin el apoyo y amplia actividad de las masas, ese control hubiera terminado expulsando al presidente de la República. Pero en 1935 la situación era por completo distinta. Cárdenas, como ya lo había hecho desde su toma de posesión, permitió que los sindicatos actuaran sin cortapisas y éstos aprovecharon la oportunidad para protestar por la intervención de Calles. Con la total anuencia oficial, los grupos independientes de la crom, hasta entonces la más importante agrupación obrera, se unieron a otros sindicatos y formaron el Comité Nacional de Defensa Proletaria. La principal demanda dejó de ser económica para convertirse en un abierto rechazo al callismo y al control que ejercía en los sindicatos. Ante la arbitrariedad de Calles, el movimiento obrero brindó su apoyo Cárdenas, lo que sería decisivo en los días siguientes. La primera manifestación de fortaleza presidencial fue renovar por completo su gabinete para eliminar al callismo e incorporar tanto a cardenistas leales como a aliados temporales, como Portes Gil y Saturnino Cedillo. A las organizaciones no pasaría inadvertida la decidida actitud de Cárdenas y en medio de las movilizaciones ya aparecía como reclamo principal la salida de Calles del pais. El sonorense cambiaría de actitud ante las manifestaciones en su contra y decidió salir del país voluntariamente a mediados de 1935, pero al ver que su poder se desvanecía, decidió regresar y volver a intervenir en diciembre de ese año. Cárdenas, ya con el apoyo indiscutible de los sindicatos, tomó el control de las instituciones. Sin vacilar, destituyó a 25 gobernadores y a la mayoría de senadores y diputados federales para limpiar de callistas la política. En los hechos, Cárdenas no sólo estaba anulando el arbitrario papel de Calles sino que estaba afianzandoel poder presidencial. Eliminaría a callistas del Congreso y de las gubernaturas, pero también haría indisputable el predominio del Poder Ejecutivo sobre el resto de poderes de la Unión e instituciones del sistema. La siguiente medida sería la destitución del presidente del pur y el nombramiento de un político hábil y por entonces leal a Cárdenas como lo era Portes Gil. Las primeras declaraciones del tamaulipeco no dejaban lugar a dudas del rumbo que tomaría ya el partido. Para Portes Gil, el pur sería leal al presidente no a los individuos y “secundaria” al
Ejecutivo en todas sus acciones. Desde entonces, el programa, los objetivos y las
acciones del partido serían las del gobierno federal. El presidente de la República sería el líder real del partido. El cambio en la política nacional fue profundo porque por primera vez el Ejecutivo tenía autoridad real para determinar las acciones de los avanzados organismos que Obregón y sobre todo Calles habían construido. Ese largo periodo de cambios, en el que ya se habían diseñado instituciones fundamentales para la fortaleza del Estado posrevolucionario, había sido poco productivo por la actitud de Calles de convertirse en el único capaz de decidir el rumbo del país. Las instituciones tenían atribuciones y poderes suficientes, pero para que pudieran desarrollarlos era necesaria la eliminación de líderes como Calles. Cárdenas lo haría realidad y demostraría en los años siguientes que el sistema que se había construido sería de una fortaleza insospechadaañosantes. El partido tendría una función relevante en el cambio. Sin ponerse para nada en duda la subordinación del pur, Cárdenas lo dirigió para consolidar la limpieza callista de los puestos de representación. Por primera vez en su corta vida, el PNR asumió la responsabilidad de decidir candidaturas y realizar campañas. Con la destitución de los gobernadores callistas se puso fin a la influencia determinante que tenían en las designaciones y sometimiento de los legisladores. Pero no fue una medida temporal sino que estableció el principio que caracterizaría la relación entre los gobernadores y el Ejecutivo federal hasta fines del siglo xx, el de la subordinación. El partido también asumió la responsabilidad social que Cárdenas le había destinado. Centró sus actividades en formar organizaciones obreras y campesinas pero también en difundir sus ideas y propuestas, casi siempre las que expresabael presidente Cárdenas en los medios que ya tenía, como el periódico El Nacional, algunas revistas y una estación de radio. El partido ya no actuaba para fortalecer a un grupo sino al gobierno federal y su programa. De ahí que el pnr adoptara de inmediato una Clara tendencia de izquierda, por completo opuesta al conservadurismo que había mantenido hasta entonces. Se declaró “auténticamente socialista”, sin definir, sin embargo, lo que podía entenderse por socialismo, y adoptó un lenguaje cada vez más radical aunque, precavidamente, se cuidó de no mostrarse antiestadounidense, en buena medida porque ya llamaba la atención del gobierno norteamericano cada vez más preocupado de que el “socialismo” cardenista afectara sus intereses económicos. El viraje del pr logró convencer a obreros y campesinos de su compromiso social y con gran rapidez hizo posible su incorporación voluntaria, por largo tiempo esperada. Organizaciones antes reacias a integrarse al partido de Calles, solicitaron su ingreso, algunas en 1934 y la mayoría a partir de la ruptura con Calles en 1935. Importantes organismos como el Partido Nacional Agrarista, la
Liga Nacional Campesina y la Confederación Campesina Mexicana, antes críticas al PNR, aceptaron actuar bajo el amparo del partido. Otras, sin embargo, ubicadas en el sector rural, como la Liga Nacional Campesina Úrsulo Galván y la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, se mantuvieron todavía independientes. En parte por ello pero sobre todo porque Cárdenas advertía una extrema debilidad campesina, promovió formalmente la organización del sector. En julio de 1935, a días del autoexilio de Calles, ordenó al pNr encargarse de preparar convenciones campesinas y organizar ligas y sindicatos
para los trabajadores del campo. Cárdenasy el pNrR buscaron crear una sola liga de comunidades agrarias en cada entidad para que al final se convocara a una asamblea nacional que diera pasoa la central única del país. Es importante subrayar que si bien había varias e importantes organizaciones agrarias, no existian en todas las entidades y en otras, caracterizadas por los
conflictos agrarios, se contaba con más de una, con liderazgos y propósitos particulares. Al asumir la responsabilidad de agruparlas, Cárdenas y el pNr no sólo impondrían una visión homogénea sino asumirían el control de un sector hasta entonces disperso y altamente volátil en términos políticos. Pero además de este riesgo, Cárdenas advertía que la unificación campesina era indispensable para poner en marcha su ambicioso programa de reparto agrario, personalmente importante pero que se había convertido en un compromiso del candidato en el Plan Sexenal. La prueba de que este proyecto era central para Cárdenas se encuentra en la febril actividad que desplegó el pr para organizar las ligas campesinas y la central única. Para septiembre de 1935 ya existía un programa inicial del organismo y de octubre de ese año a marzo de 1936, se contaba ya con 13 ligas estatales. A nadie pasaba inadvertido que Cárdenas estaba promoviendo una agitación social de la que no se tenía registro desde la etapa armada. Muchos sectores sociales se mostraron críticos y auspiciaron el regreso de Calles con la esperanza de que el viejo líder pudiera controlar al presidente. En diciembre de 1935 el sonorense decidió volver a México, pero su poder estaba definitivamente minado y la organización de las masas era una realidad que determinaría la política. Con organizaciones obreras y campesinas fortalecidas y, sobre todo, bajo el mando del PNR, Cárdenas expulsaría del país a Calles en abril de 1936. La salida del sonorense, esta vez mediante la fuerza, fue la mayor demostración de que a partir de entonces ya no había más poder que el institucional y concretamente del Ejecutivo federal. LA ORGANIZACIÓN DE LAS MASAS
Puede entenderse con cuánta libertad contó Cárdenasa partir de entonces. Con la organización campesina en desarrollo, el pr asumió la tarea de unificar al movimiento obrero. A diferencia del campesinado, sometido y desarticulado históricamente, el movimiento obrero tenía una impresionante organización, con liderazgos propios y fuertes, disperso en variados sindicatos y confederaciones. La tarea de Cárdenas, encomendada nuevamente al partido, no era crear organizaciones sino unificarlas en una poderosa central nacional. La oportunidad la brindó la Unión General de Obreros y Campesinos de México (uGocm), conocida como la crom escindida, debido a que una fuerte corriente encabezada por Vicente Lombardo Toledano había logrado fracturar el férreo control de Morones y su antigua central. En febrero de 1936 la ucocm se constituyó en el albergue y guía de la futura crm. Lo relevante el caso es quesi bien la iniciativa provenía del Ejecutivo, la conducción de los trabajos fue obra de la ucocm. La fundamental diferencia entre la creación de la cnc y la crm radica en que la primera fue creada y preparada por el gobierno cardenista, mientras que la segunda fue una iniciativa totalmente sindical. Aunque sería tutelada por el Estado, la crm seria el resultado de una larga historia de actividad obrera y la unificación sería su Obra, no del Estado, no del partido. Esa mayor independencia mostraba que el movimiento obrero era mucho más fuerte que el campesino y que al formarse una central nacional, tendría una influencia indiscutible que no podia dejarse libre. Para Cárdenas, la creación de la crm no significaba solamente la unificación de las organizaciones, significaba someter su poder al control del Estado y del partido. La tarea por eso sería más accidentada. La relación no sería para nada tersa. La crm, una vez formada, probó que era una fuerza determinante pues nació con más de 3 000 organizaciones y cerca de 600 000 afiliados en todo el país, muchos de ellos con décadas previas de existencia y autonomía probadas. El primer desencuentro tuvo lugar a pocos días de formarse la crm porque la central obrera también se encargó de organizar sindicatos Campesinos que pretendía incorporar a su organización. Con la autonomía y experiencia de que gozaba, este proyecto era inadmisible para Cárdenas quien de inmediato se opuso a la medida. Con el único argumento de que los campesinos estaban en condiciones “especiales”, el presidente declaró que requerían la intervención directa del Estado y de ningún otro sector. Cárdenas iniciaría la costosa política de asumir una diferencia social sustentada en la inferioridad y la desprotección, casi insuperable, que obligaba al Estado a una protección excesiva. En el fondo, lo especial que subrayaba Cárdenas era la dispersión y atávico atraso del campesinado, totalmente opuesto a la fortaleza que históricamente había demostrado el sindicalismo obrero. Para no dejar dudas de su voluntad, Cárdenas prohibió a la crm intervenir de cualquier forma en la
organización campesina y ordenó que fuera el pr el único responsable de esa tarea. En una prueba más del carácter instrumental del partido, el pNrR acató la orden de acuerdo con su papel de “partido del gobierno”. Cárdenas, sin embargo, reconocería que la crm era su principal aliado, precisamente por su fuerza y porque, pese a todos sus esfuerzos, la central campesina aún era un proyecto. Las limitaciones a su actuación se reforzaron con un mayor acercamiento basado en el apoyo gubernamental a las demandas sindicales. Desde entonces se desarrolló una tensa relación entre la crm y el Ejecutivo porque cada uno midió las posibilidades de obtener ventajas. La crm, por ejemplo, fortaleció su posición fuera del partido como apoyo masivo al general Cárdenas pero dentro buscó obtener la mayor cantidad posible de candidaturas. Cárdenas, para no afectar su proyecto, en el que la crm era vital, al menos hasta que no hubiera una corporación que la contuviera, dejó que las tensiones corrieran dentro del partido, lo que llevó a enfrentamientos entre su presidente Portes Gil y la central. Si en el pasado reciente, cuando el tamaulipeco ocupó por primera vez la presidencia del PNrR, mostró que aprovechaba esa posición privilegiada para fortalecerse, en 1936 la historia se repitió. Portes Gil, sin posibilidades ya de regresar a la Presidencia de la República, pretendió constituirse en un líder influyente en la política nacional. Su regreso al pNR y su hasta entonces buena relación con Cárdenas, le dio alicientes para retomar su proyecto, con el inconveniente de que en el partido había una nueva y relevante fuerza. Las elecciones internas de abril de 1936 fueron el motivo para que el conflicto estallara entre la dirección del pNR y la central obrera. Desde la formación de la crm y su plena incorporación al partido, Portes Gil hizo lo posible para limitar su influencia y en las elecciones fue inocultable que pretendia colocar a sus seguidores en la mayor cantidad posible de puestos, lo que naturalmente rechazaba la crm, que buscaba lo mismo pero con una fuerza determinante en el partido. El resultado fue desastroso porque el enfrentamiento y la manipulación de Portes Gil fueron evidentes y, por un lado, provocaron unabaja participación de militantes y, por otro, el abierto rechazo de la crm que resultó derrotada ante el control de Portes Gil. Para los dirigentes obreros y sus múltiples aliados, el experimento de 1936 demostraba que el pur no había cambiado sustancialmente con el cardenismo y que seguía dominado porel callismo, ahora sin Calles. El golpe fue muy duro para Cárdenas porque ponia en duda su verdadera voluntad de acabar con el personalismo y hacer del partido un auténtico medio para las masas. Las consecuencias fueron delicadas porque las elecciones de 1936 para renovar el Congreso federal y algunas gubernaturas reflejó un cambio político muy peligroso,
ya que esta vez el pur no enfrentó a partidos locales como en el pasado, sino a candidatos independientes apoyados por las ligas de comunidades agrarias ya fortalecidas y por diversos sindicatos estatales. La llamada de atención fue severa porque si bien el partido había terminado con los partidos locales dominados por caudillos, no era capaz todavía de controlar a los nuevos actores políticos, las
organizaciones de masas. Al constituirse la nueva legislatura el problema fue mayor pues si bien el portesgilismo era mayoritario, no impidió que se formara un fuerte y activo bloque de izquierda integrado por obreros y campesinos, que de inmediato se declaró en contra de Portes Gil y la dirección del partido. Aunque el enfrentamiento podía parecer limitado a la relación entre organizaciones de masas y el partido, en realidad ponía en riesgo la política cardenista al no poder contar con la incondicionalidad de las masas. La situación era tan insostenible que Portes Gil fue forzado a renunciar en agosto de 1936. El cambio le permitió a Cárdenas radicalizar al partido bajo el mando de Silvano Barba González, cardenista leal que hasta ese momento se desempeñaba comosecretario de Gobernación. Cárdenas y Barba redefinieron profundamente el perfil y el rumbo del partido. En parte para ganarse la confianza de las organizaciones obreras y campesinas pero también porque ése era el propósito del presidente, el pur se declaró un frente de trabajadores y campesinos, lo que significaba reconocer a las masas como fuerza y actor político central, pero también que el partido se convertiría en el instrumento para controlarlos y guiar su comportamiento. Entre 1936 y 1937 Cárdenas radicalizó profundamente su política obrera y campesina, alentando sus demandas y extendiendo su protección. Para entonces, todavía la central campesina estaba en proyecto debido a que la formación de ligas de comunidades no alcanzaba a todos los estados. De ahí que el pur retomara la encomienda y se esforzara en crearlas o unificarlas. La tarea rindió frutos pues entre diciembre de 1936 y marzo de 1938 el pur completó la creación de ligas en todo el país. Ya en el primer trimestre de 1938 la cnc pudo fundarse sobre bases sólidas en todos los estados. Aunque hubo resistencias en algunas organizaciones, en especial de los agraristas más radicales concentrados en Michoacán y Veracruz, el proyecto avanzó porque fue de la mano del extenso reparto agrario que Cárdenas impulsó. Los radicales perdieron rápidamente legitimidad porque el presidente, sin necesidad de reclamaciones específicas, procedía a expropiar y repartir tierras. La aspiración de Cárdenas de organizar y sobre todo incorporara los trabajadores era una realidad a principios de 1938. La prueba podía claramente encontrarse en las movilizaciones, pero también en la membresía del partido. El pNr que recibió Cárdenasera, sin duda alguna, un partido de individuos y en particular de caciques y caudillos, con menos de un millón de afiliados, pero a fines de 1937, con
sindicatos y ligas de comunidades agrarias en su estructura, el pNrR contaba con más de tres millones de militantes. El partido del Estado ahora sí era una realidad. Desde 1929, cuandose creó, el
PNR fue definido comotal pero si bien había logrado unificar en su momentoa los verdaderos líderes del país, no se había convertido en la organización dominante de la política. En 1938, con caudillos prácticamente eliminados y organizaciones de masas sometidas, el pNr había alcanzado el objetivo de ser la única opción real en la política, los puestos de representación y el gobierno. Ya no tenía opositores reales. El Partido Comunista Mexicano, que desde fines de los veinte y sobre todo en el cardenismo se había sumado a la política gubernamental, incluso en las tareas de organización sindical, había perdido visibilidad. Hacia 1938 apenas contaba con 17 000 afiliados, cifra similar al todavía existente p.m moronista. Con
las masas incorporadas, el papel del pur como partido del pueblo era una realidad que nadie podía poner en duda. Con una organización en los hechos distinta, que en el fondo hacía del pNr un partido de masas, el cambio formal no representaba ningún problema. La coyuntura, sin embargo, parece haber brindado la oportunidad porque a fines de 1937 la política social, en especial el reparto agrario y los apoyos abiertos al sindicalismo en los frecuentes conflictos obreros, despertó una ola de críticas dentro y fuera del país, que llevaron a Cárdenas a reforzar sus apoyos. En ese año, Cárdenas anunció la institucionalización de los sectores dentro del partido al proponer que las organizacionesafines decidieran “entre ellas” a los candidatos a puestos de elección. Cada conjunto propondría y la dirección del partido elegiría como árbitro final. Para nadie era ajeno que la medida significaba entregar la operación del partido a las organizaciones y dejaba a su presidente y, en los hechos, al de la República, la conducción política. De ahí que la crm y la cnc aceptaran de inmediato la propuesta. Así, en tan sólo tres años se reconocía la conversión del partido de Calles en uno detrabajadoresal servicio del Estado. Cárdenas, no obstante, limitaría la influencia de ambas corporacionesal crear e
incorporar a untercer sector, el militar, y a fines de 1937 propondría un cuarto,el popular, sin clara definición pero que se formaría básicamente con la recién creada Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FsTSE), es decir, con empleados del gobierno federal. La propuesta final fue presentada primero a los líderes obreros, en un claro reconocimiento de su superioridad, en diciembre de 1937, y unos días más tarde a los dirigentes del partido. En la misma oportunidad se les comunicó la transformación formal del pr en un organismo sectorial y corporativo. De nuevo, el cambio era forzado por el gobierno federal para adecuar al partido a los proyectos estatales. Al igual que hiciera Calles en 1929, Cárdenas en 1938 lo ajustó, primero, a la nueva realidad social y, segundo,
al proyecto presidencial en turno. En los veinte, el pur respondía a la necesidad de institucionalizar la política, en los treinta, a fortalecer los compromisos sociales.
En cualquier caso, el partido probaba que no tendría más vida propia que aquella que el Ejecutivo le concediera y que, en contraste, era un instrumento del Estado. En la reunión con los dirigentes del pur, Cárdenas explicó sus ideas sobre la estructura y funciones del partido. Para él, el partido tenía las mismas responsabilidades que el gobierno con la Revolución, en especial en cuanto a las largamente pospuestas políticas sociales, y para ello debía convertirse en vehículo de la “masa de opinión”nacional integrada por sus principales representantes, a su entender, obreros, campesinos, militares y empleados federales. Para que el gobierno pudiera cumplir efectivamente con sus compromisos, el partido debía asumirse como un partido de trabajadores y la integración sectorial significaba que el pueblo tuviera injerencia directa en el gobierno y sus programas. Si el pueblo estaba en el partido, sería el pueblo el que estuviera representado en las instituciones políticas, empezando con la Presidencia. La ecuación de Cárdenas era simple: el pueblo era igual a los trabajadores, que debian integrarse al partido de la Revolución y así convertirse en gobierno. De esta manera, el gobierno
naturalmente sería del pueblo. La convocatoria de Cárdenas tendría un eco extraordinario. Sindicatos e incluso el mismo Partido Comunista, en otra vacilación y confusión más, aplaudió la propuesta presidencial. Pocas, muy pocas voces advirtieron que más allá de las buenas intenciones, la medida propuesta llevaba un riesgo implícito de control político. Entre las pocas voces que desconfiaron del cambio destacaba la de Víctor Manuel Villaseñor, quien desde la misma crm rechazó la propuesta porque la veía como una oculta estrategia de control sindical. No tuvo consecuencias, dada la convincente política social de Cárdenas y el creciente apoyo obrero y campesino que, además, reconoció al nuevo partido como suyo. “Tan convencido, que la crm
inmediatamente declaró obligatoria la afiliación de los trabajadores al partido por el solo hecho de formar parte de un sindicato. El corporativismo era ya una realidad. En enero de 1938 estaban redactados, y aprobados por Cárdenas, los nuevos documentos y estatutos del ya llamado Partido de la Revolución Mexicana. En la III Asamblea Nacional Ordinaria, celebrada en abril de 1938, nació formalmente
el prm, el partido corporativo y del Estado, que surgía del viejo pnrR diseñado por Calles. Un aspecto relevante de este proceso, que puede extenderse en general a otras instituciones políticas y sociales, es que el cambio cardenista del partido se realizó sobre la estructura de la vieja organización callista. Cárdenas utilizó el pur para su política y lo transformó, pero no lo destruyó para formar otro. Enrealidad, por másdiferencias que hubiera entre los presidentes, incluso tan profundas como
las que enfrentaron a Calles y Cárdenas, los ejecutivos no hicieron de sus gobiernos una tarea de destrucción. Por el contrario, aprovecharon las instituciones que cada uno fundaba para promover sus políticas e introdujeron cambios solamente para adecuarlos a sus propósitos. El prM se constituyó en partido de masas porque las masas habían ya desplazado a los caudillos como actores políticos relevantes. Pero la estructura del prmM fue la misma que la que tenía el partido de Calles, con la diferencia de que los sujetos que tomarían las decisiones serían desde entonces los sindicatos y las ligas de campesinos, no los caudillos. Y tan claro era para Cárdenas que las organizaciones eran determinantes, que se empeñó en fortalecer a los sectores militar y popular para compensara la crm y la cnc. La misma asamblea fundadora del prmM fue una prueba de la nueva realidad, pues de los 393 delegados, 100 eran de sindicatos, 96 de organizaciones
campesinas, 96 del sector popular y 101 militares. Esto último fue vital para Cárdenas no porque fuera militar sino porque con su creación daba salida a las aspiraciones políticas del ejército, deudor indiscutible de la Revolución, y porque lo oponía a la fuerza obrera. Como lo comprobaría aquella histórica asamblea, solamente los militares podrían compensar la influencia organizada de los sindicatos y en especial de la crm. Pero también se lograba otro objetivo. Si la integración de los obreros y campesinos, no individual sino colectiva, probaba el propósito estatal de controlar a los sectores, la de los militares, tampoco en lo individual sino como ejército, le daba al nuevo partido un carácter estatal indiscutible. No había mejor forma de demostrar que el partido era auténticamente una organización del Estado que integrando a los militares, es decir al instrumento mediante el cual se define la principal característica de un Estado que es el uso legítimo dela fuerza, al partido. Los militares, al ser reconocidos como agrupación con intereses comunes no perdían su carácter de fuerza armada, distintiva de una función estatal por excelencia, que además definía al Estado sustancialmente. El partido de Cárdenas era mucho más que representación social, mucho más que compromiso del gobierno: era un instrumento activo del Estado y a partir de entoncesdel sistema. El partido aclamado en marzo de 1938 sí cambió sus propósitos. La declaración de principios reconoció la lucha de clases y el derecho de los trabajadores a buscar el poder. El prM se asumía como partido de los trabajadores y, por ende, como medio para formar gobiernos de trabajadores. Más aún, el prm declaraba que buscaría establecer un régimen socialista, por eso su lema fue “democracia de trabajadores”. Establecía como tareas inmediatas del gobierno las políticas de beneficio social y para ello buscaría una mayor intervención del Estado en la economía. Su estructura era declaradamente corporativa: no admitiría más que
afiliaciones colectivas mediante la incorporación de sindicatos, lo que reconocía la obligatoriedad de pertenecer al partido por el solo hecho de formar parte de un sindicato, liga agraria u organización social. Sólo se aceptaría a individuos si no existía una organización social identificada con su trabajo. La dirección del partido reconocía esta nueva realidad y convertía al Consejo Nacional en órgano máximo de autoridad constituido por los sectores. El Comité Central Ejecutivo sería la instancia ejecutiva del Consejo y estaría integrada por seis miembros,entre ellos representantes directos de cada sector. Aunque el poder de las corporaciones era indiscutible, el esquema salvaguardaba su sometimiento mediante severos recursos de control. El cce, con todo y estar dominado por los sectores, era tan sólo un órgano de arbitraje entre ellos, a los cuales reconocía como iguales sin importar su afiliación particular. Másaún, mientras la naciente cnc agrupaba a todo el sector agrario, el obrero se dividía en diversas organizaciones y aunque la crm era mayoritaria, para el partido era tan sólo una organización másentre los sindicatos. El recurso mediante el cual Cárdenas introdujo el control fue la obligada paridad entre desiguales, paridad que era administrada por el presidente del partido, hombre leal al titular del Ejecutivo. En sus manosestaba la posibilidad de manejar compensacionesparticulares entre organizaciones y sectores para limitar la natural superioridad de los más fuertes, con la crm a la cabeza. De ahí que se apresurara la formación de la cnc. Hasta el nacimiento del prm existian 28 ligas de comunidadesagrarias en el país, 13 creadas con Portes Gil y 15 con Barba. A Luis I. Rodríguez, leal cardenista que fue elegido primer presidente del prm, le correspondió organizar las cuatro restantes entre marzo y agosto de 1938. Asi fue como en ese último mes se realizó la convención constitutiva de la cnc. Como ya se había advertido antes, la organización campesina fue tutelada sin interrupciones por el Estado, lo que marcó el sometimiento de la central a los dictados del partido del gobierno, incluida la imposibilidad de designar libremente a sus dirigentes. Como lo muestra su larga historia, los líderes de la cuc no fueron nunca campesinos y menosejidatarios. Fueron políticos dedicados a las cuestiones agrarias, muchos con estudios universitarios y largas carreras en puestos de elección popular, pero no trabajadores del campo. A diferencia de la crm y el resto de sindicatos, que sí fueron dirigidos por obreros auténticos (al menos después de Lombardo Toledano), la cnc nació de la mano del Estado. Fue el mismo Estado,
concretamente el presidente, el que determinó sus demandas y estructura. Y para garantizar su carácter incondicional pero también monopólico del sector, Cárdenas declaró a la cnc único organismo autorizado para solicitar tierras y atender su reparto. Sin duda hubo la intención de fortalecer a una naciente y débil
organización, pero también el deseo de prevenir la multiplicación de actores en el campo. De nuevo, el movimiento obrero ofreció una evidencia contraria muy riesgosa por su larga experiencia en la que muchossindicatos y confederaciones se disputaban la representación del sector en sus diferentes ramas productivas. El campesinado, disperso e históricamente sometido, era también fácilmente manipulable en la política, de ahí que Cárdenas no hubiera permitido su organización independiente ni mucho menos que otros líderes intentaran fundar organismos competidores. A diferencia de la crm, la cnc nació para agrupar y controlar a todo el sector agrario, en especial el ejidal. Tendrían que pasar muchos años para que se formaran otras agrupaciones que, tal como lo temía Cárdenas, disputaran la representación campesina. El PrRM fue extraordinariamente fuerte. En 1938 contaba con una afiliación sorprendente para un partido tan joven, pues sumaba 4 305 000 miembros,de los cuales la mayoría eran campesinos (2 500 000) y obreros (1 250 000). El popular contaba con 500 000 y el militar, toda vez que lo formaban las fuerzas armadas, alcanzaba apenas 55 000. Comopartido del pueblo destinado a ser gobierno,sería definido por su presidente, Rodríguez, como un frente popular para ganar elecciones. En tan sólo poco más de un año enfrentaría su primera prueba en ese terreno, el de preparar la sucesión de Cárdenas. HACIA LA MAQUINARIA ELECTORAL
A pesar de todo el avance conseguido en cuanto a la incorporación de las masas, en 1939 el prm estaba lejos de controlarlas por completo y menos aún en los asuntos políticos. La fuerza de las corporaciones puso en verdadero peligro la estrategia cardenista de postular a Manuel Ávila Camacho. Aunque Cárdenas no ocultó sus preferencias por el secretario de Defensa, formalmente lo obligó a renunciar para buscar la candidatura del partido, pero entre los principales actores que tanto apreciaba Cárdenas, los trabajadores y las fuerzas armadas, Ávila Camacho no era el preferido. Para los primeros era Francisco J. Múgica, de cuyos compromisos sociales e ideológicos de izquierda no había ninguna duda, y entre los segundos era Juan Andreu Almazán quien, a la postre, sería un fuerte candidato presidencial al encabezar la primera y mejor organizada oposiciónal ya partido del Estado. La aparente imparcialidad de Cárdenas y las presiones sobre el prmM para conducir la postulación, solamente alentaron a las corporaciones, en especial, las
obreras, a respaldar a Múgica. Al final, elrm no pudo imponer su autoridad a las corporaciones y se tuvo que recurrir a un nuevo actor para forzar el compromiso de los sectores en el partido. Fueron el gobernador Miguel Alemány los líderes de
las cámaras del Congreso, Gonzalo N. Santos y Leobardo Reynoso, los que organizaron a mandatariosy legisladores para anunciar el apoyo a Ávila Camacho. Sólo hasta que Miguel Alemán, reunido con los mandatarios, se pronunció a favor del ex secretario de la Defensa, fue que la crm y la cnc lo respaldaron.El partido, en los hechos, quedó al margen de un proceso que desde el principio amenazaba con salirse de control. Y, como lo registra la historia, de hecho lo fue pues la
marginación de Múgica, leal cardenista, fue costosa para el prm, y la oposición de Almazáncreció tanto que pusoenriesgoel triunfo de Ávila Camacho quearrastró consigo una acusación de fraude en los comicios. La lección cimbró al Ejecutivo y marcó el futuro del sistema político y del partido del Estado. Cárdenas entregaba instituciones fuertes pero también a las corporaciones, un nuevo actor que podía condicionar las acciones gubernamentales. Había reconocido el surgimiento de las masas y sobre todo había advertido que su fuerza era tan grande que no podía dejarse libre, disponible para un nuevo lider o algún partido opositor. Por eso Cárdenas promovió su organización y su integración al partido del Estado. Lo había conseguido con éxito notable pero a un alto costo porque las organizaciones, dentro y fuera del partido, eran decisivas en la política. Por voluntad expresa de Cárdenas, el prm se había convertido en un partido de trabajadores y, por ende, eran ellos los que en conjunto decidían sus acciones, mientras que en la sociedad imponían sus movilizaciones. Aunque Ávila Camacho ya había mostrado moderación y algunas reservas acerca de las medidas cardenistas, el poder de las corporaciones alcanzaba tal magnitud que podía limitar los programas del nuevo gobierno. Para Ávila Camacho,tanto el partido como el papel de las corporaciones debía cambiar para dar certidumbre política al país. La primera medida, decretada a días de tomar posesión, en diciembre de 1940,
fue suprimir al llamado sector militar del rm. No era desconocida la oposición de Ávila Camachodeintegrar las fuerzas armadasa la política partidaria, pues como secretario de la Defensa lo había expresado al mismo presidente Cárdenas. En contra de la opinión del michoacano, para Ávila Camacho era peligroso que el ejército, y no sólo algunos militares en lo individual, actuara políticamente en el partido. A Ávila Camacho no pasaba inadvertido que se estaba incorporando una institución central del Estado a una actividad de suyo polémica y que con ello se comprometía a la institución y en especial sus funciones. Como militar con larga experiencia en la Secretaría de la Defensa, Ávila Camacho había conocido las fricciones internas derivadas del protagonismo político de algunos militares y, más aún, había padecido de cerca la oposición militar de algunos oficiales que habian simpatizado con Almazán. La institucionalidad del ejército debía asegurarse para bien del Estado y no comprometerlo en actividades políticas y menos aún
partidarias. La rectificación en cuanto al ejército fue tan sólo una arista del amplio programa de control del radicalismo cardenista en otros terrenos sociales y gubernamentales. El prM no sería la excepción sino que, por el contrario, recibiría una particular atención presidencial. Motivado internacionalmente por la segunda Guerra Mundial y la cada vez más generalizada política de unidad nacional, el nuevo presidente del partido, Antonio Villalobos, desarrolló una política de
conciliación entre sectores y de moderación partidaria. La unidad demandaba colaboración social y no lucha de clases, de tal manera que dejó de hablarse de ese concepto y, sobre todo, se anuló el compromiso cardenista de hacerlo realidad en el PrRM. Sin lucha de clases, el partido dejaría de ser una arena de discusión ideológica para fortalecerse como instrumento electoral, destinado a preparar candidatos, campañas y ganar comicios. El cambio de estrategia no sólo buscaba contenerel activismo sindical sino someter al partido a una tarea delimitada de apoyo al Ejecutivo. Al definirlo como organismo electoral, el prm se despolitizaba y sus miembros dejarían de emplearlo como vehículo de definición y acaso de elaboración de programas gubernamentales. La política y sus implicaciones se trasladaban por completo al gobierno y a las instituciones básicas del sistema. En una demostración de fuerza, el presidente determinó cambios estructurales en el partido sin pasar por los órganos internos. El periódico El Nacional, que hasta entonces había sido el medio de expresión y propagandapartidaria, le fue retirado al pRM y trasladado a la Secretaría de Gobernación, con lo cual se acababa la difusión de ideas y, por encima de todo, se cancelaba cualquier posible polémica política iniciada y menos dirigida por el prmM. El gobierno dejó de referirse al partido, a sus ideas o actividades, y al menos desde el Ejecutivo, el partido no fue más un objeto de atención pública, pero tampoco se le permitió intervenir en asuntos gubernamentales o de política interna. El partido solamente volvería a ser parte del Estado, y en esa medida, medio de expresión popular, cuando postulara candidatos y enfrentara comicios. Instrumento subordinado pero únicamente para ganar elecciones. Una fuerza tan importante como la que tenían las corporaciones, dentro y fuera del partido, no podía contenerse con simples decretos. La más influyente medida fue externa al partido y, al igual que hiciera Cárdenas, fue la política social del nuevo presidente. Ávila Camacho cambió la política económica para estimularla producción industrial, lo que llevó a terminar con los apoyos abiertos a las demandas obreras pero también con el reparto agrario. La propuesta de centrar el desarrollo económico en la industria y no en el campo no era nueva e incluso aparecía claramente en el Plan Sexenal de Cárdenas, pero los problemas políticos
y la convicción del presidente de que los campesinos estaban en desventaja, hicieron que el general se concentrara en el campo y en estabilizar la economía. Pero a partir de 1940 la perspectiva era distinta, al igual que las ideas presidenciales. Si bien el mayor impulso a la industrialización se produjo en el siguiente sexenio, Ávila Camachoinició el proceso, en particular, convirtiendo a
los trabajadores en mano de obra que si bien debía contar con remuneraciones satisfactorias no debía poner en riesgo la formación de capital que, de acuerdo con la lógica económica, debería reinvertirse para fortalecer la industria, los rendimientos y, a largo plazo, producir beneficios sociales. En esa lógica capitalista, el sindicalismo debía ser un colaborador, atemperar sus demandas y no politizarlas, lo que significaba eliminar el radicalismo y las movilizaciones que Cárdenastanto había promovido. Una parte complementaria de esta política fue si no terminar al menos sí restringir el reparto agrario en su sentido colectivo, tan apreciado por Cárdenas. Para el agrarismo másradical e incluso para los viejos agraristas revolucionarios, la propiedad y explotación del campo debía ser colectiva y en algunas regiones fuertemente influidas por la tradición prehispánica, como Morelos, debía ser comunal. Cárdenas era un convencido de esta política y por eso extendió las expropiacionesy el reparto ejidal. Sin embargo, no era una visión compartida por todos los políticos ni mucho menosaceptada en todoel país entre los trabajadores del campo. En realidad, la idea de la propiedad colectiva era propia de zonas con importante población indígena, ubicadas principalmente en el sureste del país y algunas del centro, como Michoacán o Morelos. La propiedad colectiva no era considerada legítima en los estados norteños, en los que el esfuerzo individual era altamente apreciado. Ya desde los primeros días de la Revolución la cuestión agraria fue objeto de fuertes discrepancias entre los caudillos, pero en los años inmediatos a la etapa armada no fueron graves debido a la independencia de que gozaban los lideres estatales, en la práctica, capaces de determinar las políticas a seguir. Pero a partir de los años treinta, cuando el gobierno federal asumió plenamente la política agraria con leyes y organizaciones campesinas, el reparto fue cuestionado. Si los sonorenses, como Obregón y Calles, no aceptaban el colectivismo, tampoco lo aceptaban caudillos cercanos al campo como Saturnino Cedillo o los lideres jaliscienses. De ahí que el reparto ejidal de Cárdenas fuera tan criticado y más cuando en su empeño el general realizó expropiaciones y repartos a todas luces arbitrarias, como en La Laguna o Yucatán con el henequén, un producto sólo parcialmente agrícola. Al asumir el poder Ávila Camacho se concluyó con las expropiaciones, el reparto colectivo se congeló y en su lugar se favoreció la pequeña propiedad, en particular con financiamientos. La consecuencia social de
tales medidas fue el sometimiento de las organizaciones obreras y campesinas que si bien advirtieran que los días de agitación quedaban atrás y se profundizaba su control, lo aceptaron en aras de la necesaria unidad nacional y la colaboración entre clases sociales. El consiguiente debilitamiento del partido se completó con dos medidas más. La primera fue el cambio de dirigencia en la principal central obrera, la crm. Lombardo Toledano, que había conducido la disidencia en la crom y logradola escisión que diera lugar a la crm, pero que también había mostrado una singular posición crítica ante el partido callista, fue desplazado por Fidel Velázquez, líder más dócil y fiel al sistema. La crm desde entonces asumió sin cuestionamientosla tutela del Estado y las directrices que el gobierno y el partido le imponían. La advertencia que hombres como Villaseñor habían formulado al crearse el corporativismo en el partido, se hacía realidad con Ávila Camacho: más que integración al gobierno popular, era el control sindical por parte del Estado. La otra medida fue crear el verdadero contrapeso corporativo a la crm y la cnc. Sin sector militar, las grandes centrales podían enfrentar a los empleados federales en las decisiones partidarias, de ahí que se volviera prioritario darle cuerpo al llamado sector popular. En 1942 comenzaron los trabajos para fundar la nueva corporación (en los cuales tuvo un papel destacado un joven político que años después sacudiría al partido, Carlos A. Madrazo) y en 1943 nació la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (cnop), con 10 categorías que lo mismo incluían empleados federales que maestros, profesionistas, pequeños propietarios, jóvenes y mujeres, así como toda aquella organización que claramente no fuera obrera O campesina. A pesar de la indefinición social, la central nació fuerte y lo demostró sin duda en las elecciones de medio término, pues la cuor obtuvo 56 de las 144 candidaturas, frente a 21 de la crm, 43 de la cnc
y 24 de otras organizaciones. El partido ahora sí contaba con un tercer sector que no comprometía a una institución clave del Estado como eran las fuerzas armadas y que, por el contrario, hacía de su diversa composición social una virtud, pues demostraba que el prmM no era un partido clasista, únicamente de trabajadores y campesinos, sino de la sociedad en su conjunto y, por ende, los gobiernos que formara representarían a todos los ciudadanos. Mientras se producían estos cambios, Villalobos insistía en que el partido debía concentrarse en los procesos electorales y que en los tiempos intermedios sólo debía promover actividades sociales, no políticas. Adicionalmente, fortaleció la centralización de las decisiones partidarias en los cuerpos formales de autoridad. Concentró el poder en la dirigencia nacional y corresponsabilizó a los gobernadores y a los cuerpos partidarios locales del control del partido en los estados. La práctica no sólo buscaba someter a los sectores sino hacer
responsables a los mandatarios del éxito político del partido, una práctica que no cambiaría durante varias décadas en la organización. Lentamente pero sin vacilaciones, el partido había cambiado entre 1940 y 1944,y si bien desde 1941 se hablaba en los círculos oficiales de un cambio de partido, la idea no cobraría credibilidad hasta octubre de 1944 cuando la ctm, en una última demostración de
independencia, hizo público su rechazo a cualquier cambio que significara disminuir la influencia de los sectores. De paso criticaba que el proyecto del nuevo partido ya no asumiera la representación de los trabajadores ni los compromisos sociales del gobierno, lo que se reflejaba en el nuevo nombre que ya se difundía: Partido Demócrata Mexicano. Para la crm, nombre y estructura mostraban un viraje a la derecha que no era compatible con los ideales de la Revolución. La protesta tuvo efectos limitados pues si bien consiguió que algunas medidas internas no se aplicaran, incluido el nuevo nombre, no logró detener la transformación que, en la práctica, se había iniciado desde 1941. Quizá porque Ávila Camacho y Villalobos estaban conscientes de que el cambio ya se había operado, esperaron a preparar la postulación del candidato a la Presidencia para formalizar las modificaciones y el nacimiento del nuevo organismo, el Partido Revolucionario Institucional, en 1946. LA CREACIÓN DEL PRI
Comoen sus dos versionesanteriores, el partido del Estado se transformó en 1946 para adecuarse a los proyectos sociales. Por más que durante el cardenismo los actores participaran activamente y se hubiera declarado al prM un partido de trabajadores para alcanzar el socialismo, no dejaba de ser un propósito del Ejecutivo que sólo por coincidencia compartían los sindicatos. En 1929 el pPNr nació para controlar caudillos, en 1938 se cambió a PprRM para someter a las organizaciones de masas. Que Calles y Cárdenas pensaran en instituciones y política social no cambiaba en nada que el partido fuera un instrumento para que lo llevaran a cabo. Esa dependencia nunca cambiaría, al menos hasta que el pri no perdiera el poder en el año 2000. El partido del Estado estaría siempre al servicio de los proyectos del Ejecutivo en turno. En 1946, al acercarse la sucesión presidencial y después de un largo proceso de cambios internos que fueron eliminando el radicalismo del prm, el partido asumió sus nuevas tareas en correspondencia con los nuevos proyectos presidenciales. Y para que no hubiera ninguna duda de esta correlación, la misma asamblea partidaria que postuló a Miguel Alemán como candidato fue la que declaró constituido al pri, en enero de 1946. El 18 de enero se constituyó el partido y el día 19 Alemán protestó como candidato de la nueva organización.
El partido sustituyó sus documentos básicos en partes sustanciales para ratificar su papel como representante de toda la sociedad y, sobre todo, para eliminar cualquier propuesta ideológica que pudiera identificarlo con posiciones y propuestas radicales. Sin abandonar los ideales de la Revolución, el partido reconoció que la etapa de confrontaciones ideológicas había terminado y que la única manera de seguir cumpliendo con sus objetivos sociales era con las instituciones democráticas. Por eso el nombre que adoptó y que, sin duda, entraña una contradicción conceptual: una Revolución supuestamente vigente en cuanto a propósitos e ideales pero que se desarrolla mediante instituciones, en particular, el gobierno federal. Para empezar, el pPriI reconoció como único sistema político a la democracia y
sus instituciones fundamentales, la representación social y federal en las cámaras legislativas, y al gobierno de la República como responsable de los programas en beneficio de la sociedad y del desarrollo económico. Aunque siguió reconociendo el derecho de los trabajadores a alcanzar el poder, asumió la defensa de las libertades ciudadanas y el respeto a la ley y sus instituciones. Eliminó los radicalismos cardenistas de pretender un gobierno socialista de trabajadores, de corporativismo obrero y de colectivismo agrario. En lugar del énfasis social, el PRI puso su atención en el desarrollo económico que sería la base para el crecimiento sostenido y la fuente de los beneficios sociales. Como quedaría claro en 1950 con una nueva reforma interna, ese desarrollo económico sólo sería posible por la acción directa del Estado, lo que implicaba que hubiera una mayor intervención económica para promoverlo y no como el liberalismo tradicional postulaba: dejarlo a las fuerzas del mercado y la voluntad de los particulares. Aquella primera modificación al nuevo partido cambiaba por completo las viejas definiciones, en lo social y en lo económico. El pri reconocía el desarrollo
económico y a una sociedad más diversificada en cuanto a sectores y, en especial, a las clases medias a las que veía fortalecidas y en crecimiento, y a las que supuestamente agruparía en su sector popular. Como parte de este propósito, el PRI le dio mayor atención a las mujeres, jóvenes y profesionistas y formóel Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (teEPES) como organismo que debía darle seriedad a los planteamientos y programas del partido, así como proporcionar información y datos al gobierno federal. Su apreciación de quienes constituían las clases medias nunca fue tan clara que lo llevara a una definición. De la misma manera que se hiciera con Ávila Camacho cuando se fundó la cnor, lo popular se convirtió en sinónimo de clase media y, si acaso, en 1946 se añadía el rubro de profesionistas como un nuevo componente. La falta de claridad acerca de lo que este sector social implicaba, sería muy costoso para el pri cuando en los años sesenta las clases medias mostraran su fortaleza económica y política, sin que
el Pri (y en rigor, ninguna agrupación partidaria) las hubiera reconocido como nuevosactores sociales. El partido presentó también nuevos estatutos y una estructura centralizada. Aunque no se hablaba de militancia corporativa e incluso podría pensarse que se convocaba a los individuos, las definiciones eran ambiguas porque solamente se refería a ciudadanos comunes. En los hechos, el pri mantenía a los sectores
corporativizados en la estructura de decisión. La Asamblea Nacional seguía siendo la máxima autoridad pero se creaba una Gran Comisión que, en la práctica, asumía su representación como autoridad real, y en ella se materializaba el corporativismo pues se integraba con 15 miembros, cinco por cada sector elegido en la Asamblea Nacional. Se mantenía aún el Comité Central Ejecutivo, con un presidente y un secretario general, designados por la asamblea; secretarios por sector, nombrados por las corporaciones, y dos secretarios de acción política: un diputado federal y un senador. La representación a todas luces era sectorial y paritaria, y la novedad descansaba en la centralización que se depositaba en la presidencia, formalmente elegida en asamblea, pero en realidad dependiente del Ejecutivo federal. Las candidaturas a puestos de elección serían decididas en convenciones y la presidencial en la Asamblea Nacional. El Pri dejaba de ser, tal como se había previsto desde el gobierno de Ávila Camacho, un órgano de actividades políticas para ser un instrumento de control y una maquinaria electoral. Las dos tareas se desarrollaron puntualmente. El proyecto presidencial, enfocado al crecimiento económico, fue desarrollado consistentemente por el gobierno de Alemán y ello llevó consigo el sometimiento absoluto del sindicalismo y las demandas obreras. La crm reafirmó el poder de Fidel Velázquez, el marginamiento de Lombardo y el control de cualquier disidencia. En 1947, con motivo del cambio de secretario general en la crm, una fuerte corriente sindical, encabezada por los ferrocarrileros, promovió la elección de Luis Gómez Z. como sustituto de Fidel Velázquez, frente al candidato del grupo dominante, Fernando Amilpa. Velázquez, aún en funciones, haría todo por
contener a la oposición. Fue un éxito parcial porque la disidencia abandonó la crm para formar la Central Única de Trabajadores, integrada por varios sindicatos, todos ellos con larga trayectoria independiente, como los de ferrocarrileros, tranviarios y electricistas. La disidencia, cada vez más evidente y activa, tendría una respuesta oficial precisamente con el sindicato ferrocarrilero al imponerse a un nuevo secretario general, Jesús Díaz de León, apodado El Charro porsu afición a la actividad de suertes con los caballos, con quien se inauguró el control vertical, intolerante y represivo del movimiento obrero, conocido desde entonces como charrismo,que se extendería hasta los años setenta casi sin interrupciones. De la crm surgiría un cambio político formalmente significativo. Con motivo
de la escisión promovida por Gómez Z., la crm convocó a un congreso destinado a revisar la estructura de la organización. Lombardo, que había perdido el control de la central que fundara y que añoraba el activismo cardenista, propuso la fundación de un nuevo partido, definido de izquierda, al que se integraría la crm. No sólo implicaba una diferencia ideológica con el Pri, sino la separación de la central emblemática del partido oficial. Lo significativo era que aunque Lombardo Toledano definía de izquierda al nuevo partido, en su propuesta lo hacía promotor de los mismosideales del priismo: democracia, bienestar social, industrialización,
nacionalismo. La única diferencia era que, a su juicio, el pri había perdido eficacia para conseguirlo al haberse sometido incondicionalmenteal gobierno. Aunqueal principio Amilpa y Velázquez aceptaron la propuesta, al avanzar los preparativos de Lombardo la rechazaron y ordenaron a los sindicatos permanecer en el Pri. Lombardo y sus seguidores fueron expulsados, al igual que los comunistas, hasta entonces reconocidos como militantes tanto en el Partido
Comunista como en la crm y por ende enel pri. Era claro que la disidencia no se toleraría y que el control vertical, en la crm y en el partido, se habían afianzado, por lo que Lombardo dirigió sus esfuerzos a crear el Partido Popular, al que más tarde se añadiría el calificativo de Socialista. Al margen de sus ideas y propuestas, de su debilidad y poca simpatía ciudadana, el pps fue una instancia tolerada e incluso alentada por el gobierno que lo vio como una opción electoral y, de acuerdo con las definiciones de la época, de izquierda. El partido de Lombardo desempeñó un papel central en los comicios porque se presentó como el polo opuesto a la derecha representada desde el cardenismo por el pan. Pese a todo,el pps sobrevivió hasta que el sistema dio un vuelco radical en 1988 al fundarse la más consistente organización de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática, después de la escisión cardenista en el pri.
El campoy en particular el reparto agrario sufrieron durante el alemanismo una profunda rectificación encaminada a detener el radicalismo cardenista y a someter al sector campesino. Miguel Alemán, con el apoyo del panismo, modificó la Constitución para introducir el amparo agrario y promover la pequeña propiedad. En consecuencia con el proyecto económico, Alemán declaraba concluida la primera etapa de la reforma agraria para que se diera paso a la segunda, consistente en mejorar la producción, introducir tecnología adecuada y financiamiento, para lo cual la pequeña propiedad, y no la colectiva pulverizada en múltiples dueños formales, era la única capaz de desarrollarla. En la práctica, la modificación alemanista terminó con el reparto y desde luego con las expropiaciones, y sepultó al ejido como opción productiva. La iniciativa, que implicó una modificaciónal artículo 27 constitucional avalada por el Congreso, no fue refutada por nadie y menosaún, significativamente, por la cnc, que dejó pasar
el cambio sin protestar. El control político era un hecho consumado y para ello había sido de gran ayuda el corporativismo que Cárdenastanto estimuló. La gran pretensión de los políticos posrevolucionarios de crear un pais de instituciones, que dieran instrumentos al Estado, se había cumplido al final de los años cuarenta. De entre todos, el partido destacaría porque en él descansaría el control electoral y en consecuencia, el aseguramiento de los principales puestos de elección popular. Desde luego, el más relevante sería la Presidencia de la República, desde la cual se desarrollarían los programas económicos y sociales que siempre se reclamarían populares. El Pri, sin embargo, ya no fue el partido de masasactivas sido sometidas al control estatal. Su carácter corporativo le permitía mantener agrupadosa los trabajadores y campesinos, pero su participación no era política sino puramente electoral. Los sindicatos tendrían la oportunidad de hacer política sólo consiguiendo puestos de elección y para ello debían competir dentro del partido con las otras agrupaciones. La competencia era interna y daba como resultado que las instituciones contaran con representantes populares. Las medidas que se tomaran tendrían, por lo tanto, un compromiso popular de origen. La fundación del pri fue, sin duda, relevante pero una vez que se creó, sus funciones fueron marginadas para dar paso a las acciones presidenciales. Comolo atestigua la historia, incluso en sus primeros años de vida durante el alemanismo, lo importante políticamente fueron los programas y actividades del gobierno, incluso para someter al sindicalismo. No fue el pri el que diseñó y aplicó las medidas de control sino el gobierno federal y sus políticas obrera y agraria que convirtieron al sindicalismo en un recurso de sometimiento, no de defensa
popular. El pri sería desde entonces una poderosa maquinaria electoral que desarrollaría mecanismos cada vez más eficaces para asegurarse los triunfos electorales, incluso cuando la realidad del país llevara al gobierno a promover reformas electorales y nuevas formas de competencia. En ningún momento el partido del Estado dejó de cumplir su cometido: ser un instrumento eficaz del Estado para controlar caudillos, masas y finalmente las elecciones. Mientras cumpliera esas tareas, el pri no experimentaría cambios, ni siquiera adecuaciones a su estructura. Confiados partido y gobierno en que su dominio político y electoral no enfrentaba amenazas serias, no se le sometió a reformas durante décadas.
Desde 1946 cuandose creó el pri y hasta la llegada de Carlos A. Madrazo en 1965 a su dirección, la élite gobernante no entendió que era necesario poneral día el partido. Pero aun en esa circunstancia y teniendo al frente a un político tan experimentado como Madrazo, la extrema confianza del priismo en su superioridad hizo fracasar los intentos de reforma. Después de esa breve sacudida, el PRI regresó a su pasividad, profundizó las equivocadas prácticas internas y su rigidez estructural. Para el pr1, los profundos cambios económicos y sociales que
experimentó el país a partir de los años cuarenta, hechos realidad por los programas gubernamentales, no representaron ningún cambio que lo pusieran en correspondencia con la nueva sociedad que se había creado.
II LOS AÑOS DEL LETARGO. EL PRIISMO EN EL PAÍS ESTABILIDAD POLÍTICA Y PASIVIDAD DEL PARTIDO
A diferencia de lo que pasó con el pr y el prmM, que fueron instrumentos de cambio para consolidar el poder del Estado con unainstitución sólida en el ámbito político y electoral, el pr1, al menos hasta 1965 cuando Carlos A. Madrazo intentó un cambio, vivió largos años de inercia, pasividad y, como se probaría después, con un sorprendente desconocimiento de las transformaciones que tenían lugar en el país. Las dos primeras versiones del partido del Estado le dieron una gran capacidad de acción, no sólo porque ése era su propósito (controlar caudillos y después masas organizadas) sino porque el país atravesaba cambios profundos y frecuentes. Entre 1929 y 1946 tuvieron lugar los más importantes ajustes institucionales de la etapa posrevolucionaria que configuraron, prácticamente hasta la actualidad, el sistema político mexicano. En esos turbulentos años el partido se creó para que el Estado tuviera un brazo que reuniera a los cada vez más numerosos sujetos políticos que la dispersión del poder había provocado. Sin muchas guías políticas, los grupos vencedores de la Revolución disputaron violentamente el poder, y el Estado, que heredara algunas bases del Porfiriato, que se hiciera de una Constitución liberal avanzada, no tenía los suficientes recursos
institucionales para darle sentido y control a la política. El partido fue una institución más que, gracias a recibir todo el respaldo del Estado, fue cumpliendo con las tareas asignadas. En 1946el país había iniciado una etapa de crecimiento y estabilidad política que determinaría el futuro del partido. Paradójicamente, el pri fue una de las víctimas del éxito del sistema porque al conseguirse el crecimiento económico y administrar el reparto de beneficios sociales, prácticamente se eliminaron los conflictos y se dio paso a una notable y reconocida estabilidad política. Sin desafios que amenazaran el poder y obligaran a ajustar el sistema, el pri entró en un letargo que, en los hechos, lo inmovilizó. El partido se convirtió en un administrador de elecciones, en el medio para postular candidatos y proporcionarle al sistema los mínimos de una legitimidad formal en lo electoral. No había cuestionamientos internos que lo llevaran a intentar cambiosy porlo tanto el Pri se asumió eficaz, con una estructura adecuada política y socialmente que no
necesitaba ninguna modificación. Fiel a su carácter instrumental, el pri fue un factor fundamental en el proceso de estabilidad política al manejar eficientemente los procesoselectorales. En los sistemas autoritarios la legitimidad no procede, como en las democracias, de las elecciones, toda vez que su característica distintiva es la de
tener un pluralismo limitado en el que la participación política y la oposición son controladas para no arriesgar el poder. Las elecciones se realizan puntualmente, cuentan con la normatividad necesaria para darles formalidad y cierta certidumbre a los participantes, admiten grados variables de oposición organizada a la cual, incluso, le reconocen triunfos, pero nunca es lo imparcial y equitativa que debiera, de tal manera que las victorias para el partido del Estado están sobradamente aseguradas. En México fue evidente, y durante décadas aceptado como un mal incuestionable, que el pri ganara todas las elecciones y obtuviera prácticamente todos los puestos de elección popular. En condiciones tan controladas que el partido mayoritario nunca pierde los comicios, las elecciones se convierten en un ritual que puede cumplir varios propósitos, pero nunca el de legitimar por completo a los gobiernos. La legitimidad, sin la cual no puede sobrevivir ningún sistema, en el autoritarismo procede de fuentes diversas y fundamentalmente del desempeño de los gobiernos. En México, el autoritarismo obtuvo su legitimidad de la eficacia del gobierno para mantener durante años un sostenido crecimiento económico que,al mismo tiempo que pudo crear capital, proporcionó recursos presupuestales para que los gobiernos priistas desarrollaran una reconocida política social. Gracias a ese crecimiento, se pudo proporcionar educación, atención médica, vivienda, salarios y prestaciones laborales, créditos, etc., que si bien distaron de ser
equitativos, fueron lo suficientemente amplios y alcanzaron a diversos grupos sociales, que le concedieron apoyo y reconocimiento político al priissmo. Aunque a nadie pasaba inadvertido que el Pri ganaba todos los procesos electorales en condiciones de competencia controlada, con oposiciones más testimoniales que reales, los gobiernos que de ellos surgían demostraban capacidad para administrar, generar desarrollo y beneficios sociales tangibles. El PRI cumplía otros cometidos no menos importantes. El primero, para el cual fue diseñado desde los tiempos del cardenismo, fue incorporar a los sectores mayoritarios de la población mexicana. Hasta los años cuarenta esos sectores eran nada más campesinos y trabajadores, las clases medias eran un puñado poco importante y los empresarios en ciernes, además de minoritarios, estaban por principios ideológicos excluidos del partido surgido de la Revolución. Las masas estaban incorporadasal partido, en él actuaban social y políticamente, y competían mediante sus corporaciones para obtener candidaturas y puestos de representación
e incluso de gobierno. Al ocupar estos puestos podían, en la práctica, desarrollar sus intereses y proyectos de clase. Y el proceso iba más allá de la formalidad representativa porque si la competencia era interna, el Pri se convertía en la práctica en una arena electoral previa a los procesos constitucionales formales. Si el PRI era capaz de garantizar la representación a las corporaciones, no había razón para que los agremiados buscaran otras opciones partidarias, pero tampoco para que no votaran por ellos mismos en los comicios. Si, por un lado, las mayorías estaban incluidas en el partido y sus agremiados podían obtener candidaturas y puestos, y por otro, el gobierno podía distribuir beneficios sociales, los triunfos, en su enorme mayoría, no necesitaban del fraude para ser realidad. El pri, en su afán de constituirse si no en la única opción sí en la máseficaz,
desarrolló otra característica importante. Fue el recurso para incorporar a la disidencia y desarmar movimientos opositores. Fue, por principio, inclusivo, de tal manera que ofreció a los críticos la oportunidad de integrarse a sus filas, conseguir un puesto y desde él la posibilidad de materializar sus propuestas, a condición de reconocer sus reglas y límites. La disidencia fue aceptada a cambio de que sus integrantes aceptaran hacerlo dentro de los caucesinstitucionales. Si lo aceptaban, tenían el camino abierto para hacer política y la posibilidad de desarrollar una carrera que al tiempo que satisfaciera sus intereses particulares pudiera hacer realidad sus proyectos y propuestas en la política nacional. De lo contrario, el disidente solamente tenía el camino de la oposición que, dentro del autoritarismo, significaba tolerancia limitada. Ésta era una muestra indudable de control, pero también un recurso eficaz para que el sistema y el priismo se hicieran de liderazgos naturales, que obtuvieran con rapidez indicios de las necesidades sociales para transmitirlas al gobierno y, por último, para que los disidentes no tuvieran que enfrentar al Estado, que tuvieran una opción real de participación y, en consecuencia, que sus críticas no los llevaran a una oposición organizada que profundizara conflictos y enfrentamientos. La voluntad de reconocer la discrepancia no fue una concesión del sistema, fue una necesidad para garantizar la estabilidad política, y en ese proceso el pri fue el recurso más eficaz por décadas. Y una manera de queel pri lograra hacerlo dependía del propio gobierno, que al cumplir con su deber de desarrollar el país y contar con recursos para distribuir los beneficios, dejaba muy pocas necesidades que pudieran explotarse políticamente. Con protestas residuales o con pocos inconformes que se negaban a observar las condiciones, el sistema pudo administrar a la disidencia y las protestas. La estabilidad política que caracterizó al sistema autoritario desde los años cuarenta hasta finales de los sesenta, no fue resultado de la represión sino de gobiernos capaces de promoverel desarrollo y de un partido inclusivo que admitió y reconoció la discrepancia. De
nuevo, el partido era útil para el sistema pero, en esencia, era dependiente de las acciones del Estado y concretamente del gobierno federal. OPOSICIÓN Y CONTROLDE LAÉLITE POLÍTICA
El partido nació en 1929 para crear una vida civilizada que asegurara el ascenso al poder. Sin autoridad central reconocida y con una aguda dispersión del poder entre caudillos, el ascenso a la Presidencia se decidía por las armas o porque un grupo de caudillos lograba sobreponerse al resto. El problema no estaba en la falta de legalidad ni de formalidad normativa sino en la evidente fuerza de los caudillos que no reconocían más autoridad que la suya. La crisis política que se generó con el asesinato de Obregón hizo apremiante el acuerdo forzado entre caudillos. El PNR, al reunir a los principales líderes bajo la tutela de Calles, comenzó el proceso para dar certidumbre a la sucesión. Sin embargo, los resultados no serían del todo satisfactorios. Hasta los años treinta el pwr y sobre todo Calles fueron determinantes para evitar las revueltas y lograr acuerdos entre caudillos. Cárdenas, al eliminaral callismo y a los últimos líderes tradicionales, llevó el proceso a una etapa más institucional en la que sería el partido el que controlara la sucesión y su candidato enfrentara, si acaso hubiera, a oposiciones organizadas. Pero la nueva etapa supuso otros desafíos. El principal fue lograr que el presidente en turno fuese reconocido como auténtico líder de la élite política para que su decisión, impuesta al partido, fuera aceptada por los competidores. Aunque el prM sometió con cierto éxito a las corporaciones, no lo hizo del todo con la élite que en 1940 tuvo enfrentamientos graves para reconocer primero al candidato de Cárdenas, Ávila Camacho, y después para vencer al principal disidente y luego fuerte opositor, Almazán. Cárdenas y Ávila Camacho tuvieron que someter en los primeros momentos al que parecía el candidato natural, Múgica, cercano a Cárdenas, tan radical o más que el presidente saliente y por ello mismo el más confiable para las corporaciones. Múgica aceptaría al final la decisión del partido, que no era otra que la de Cárdenas, pero no así Almazán, militar con un fuerte ascendiente entre el ejército, que aún se reclamaba principal acreedor de la Revolución. Almazán rechazó las presiones oficiales, se negó a someterse al prM y, por primera vez en la historia posrevolucionaria, aceptó participar en la arena electoral. Fundó un partido político, opositor desde luego al prmM y realizó una campaña activa que desafió con singular éxito al partido del Estado, a grado tal que aún se sospecha de un fraude fraguado por el gobierno federal para darle el
triunfo a Ávila Camacho.
Esas elecciones de 1940 no serían las únicas en las que la élite gobernante sufriera divisiones con motivo de la sucesión presidencial. La historia se repetiría
en 1946, con la separación de Ezequiel Padilla, y en 1952, con la del general Miguel Henriquez Guzmán. En ambos casos, las disidencias fueron costosas porque pusieron en duda la autoridad presidencial y mostraron la ausencia de mecanismos institucionales para que el partido del Estado, para entonces el nuevo PRI, Controlara a la élite. Padilla tuvo una campaña destacada y aunque su oposición fue limitada, era un político reconocido que había prestado importantes servicios al sistema en situaciones críticas, como fiscal en el asesinato de
Obregón, como legislador durante el cardenismo y como canciller de la República durante el avilacamachismo. Su fidelidad institucional era reconocida y por ello sus aspiraciones presidenciales le parecían legítimas. Al igual que ocurriera seis años antes, el presidente saliente favoreció a Miguel Alemán y no a Padilla quien, repitiendo la historia, rechazó la decisión del prI y enfrentó con otro partido al candidato oficial. Aunque la oposición de Padilla fue débil, la autoridad presidencial igualmente fue cuestionada. Alemán, a pesar de que hizo del pr1 una maquinaria electoral y que fortaleció el control sobre las corporaciones, no pudo imponersea la élite por completo. En 1952 el cardenismo, desplazado durante 12 años y convencido de que no tendría más oportunidades si Alemán decidía por sí solo al candidato, encontró en Henríquez Guzmán a un fuerte prospecto. Militar reconocido, con fidelidad institucional sin cuestionamientos y, por añadidura, militante del cardenismo con toda la carga ideológica y social que llevaba consigo en medio de un amplio apoyo a la industrialización, Henriquez Guzmán fue un aspirante respetable que el pri no pudo someter. De nuevo, la disidencia dio paso a la hasta entonces más importante oposición organizada, como partido y como opción
electoral. La fortaleza del henriquismo no radicaba únicamente en el candidato y en su identificación cardenista, sino en el hecho de que numerosos e importantes priistas abandonaron el partido para organizar la campaña opositora. No se trataba sólo de que un priista rebelde desafiara al poder sino de que una corriente importante de la élite gobernante decidía enfrentarlo, no para destruir al sistema sino para presentar una alternativa al proyecto seguido hasta entonces. La disidencia probaba que pese a todo el poder de que disponía el presidente, no había logrado crear un mecanismo reconocido por todos para decidir al sucesor, sin duda la parte más delicada del poderpriista. En estas circunstancias también era claro que el partido no tenía la fuerza para controlar a la élite y a los posibles críticos internos. Y era obvio para entonces que el PRI era estructuralmente incapaz de hacerlo porque una decisión tan relevante no le correspondía tomarla. El partido negociaba entre corporaciones las candidaturas a legislaturas y alcaldías, pero ni siquiera las gubernaturas estaban en sus manos, sino en las del gobierno federal. Menos aún podía tener alguna intervención en la
sucesión presidencial. Cuando más, y esto fue lo cuestionable en los tres episodios opositores, debía controlar a los aspirantes y a sus grupos. Hasta 1952 fue evidente que ésta era una tarea inconclusa para el partido pero sobre todo para la autoridad presidencial. Sería Adolfo Ruiz Cortines quien estableciera el recurso electivo no tanto por su habilidad y talento personales, sino porque finalmente la Presidencia contaba con autoridad y recursos para imponerdisciplina a la élite. Hacia 1957, cuando el presidente descubrió a su candidato, Adolfo López Mateos, no había disidencia ni menos aún oposición organizada. No significaba que no hubiera habido aspirantes (y algunos sobradamente fuertes como Gilberto Flores Muñoz, el principal) sino que, porfin, el presidente había logrado el liderazgo entre la élite y los grupos. Era natural que una vez reconocida la autoridad presidencial, el partido pudiera manejar la postulación y la campaña. El procedimiento que depositaba en el presidente saliente la decisión final sobre el sucesor, que solamente el pri recibía y organizaba, sería aceptado sin cuestionamientos hasta 1987 cuando unacorriente interna tuviera no sólo apoyo en el pri para cuestionar la decisión, sino apoyos electorales para desafiar fuertemente al candidato priista en las elecciones de 1988. En contraste con estas carencias, el pri sí había conseguido controlar todos los caminos para hacer política. Aunque los tres desafios electorales fueron significativos y claramente mostraban fisuras en el control de la élite, ninguno de ellos sobrevivió a los comicios. Lo mismo candidatos que organizaciones desaparecieron de la escena política una vez que el sistema declarara al triunfador, lo que significaba que los movimientos reconocían la fortaleza del gobierno pero también que una vez concluida la oposición, se podía regresar al priismo activo. Muy pocosde los militantes de esas competencias, sobre todo del henriquismo,el más serio y mejor organizado, se mantuvieron fuera del partido del Estado y de su política después de las derrotas. Como prueba de que el sistema podía perdonar y volver a ofrecer opciones a la disidencia, se encuentran Padilla, el candidato opositor a Alemán, que regresaría como senador de la República, y Marcelino García Barragán, uno de los principales dirigentes del henriquismo, que sería nada menos que secretario de la Defensa, ambos en el gobierno de Díaz Ordaz. El pri avanzaba en el control de la política, indudablemente. EL ESTANCAMIENTO
Vencidas las corrientes internas, unificada la élite política, asegurada la autoridad presidencial y con un sostenido crecimiento económico que proporcionaba recursos para promover la atención social, la estabilidad política fue un hecho comprobable que tuvo dos consecuencias: la inexistencia de una oposición que
realmente disputara el poder y la extrema confianza en el pri sobre su eficacia. El PRI asumió que no tenía ya ningún desafío que enfrentar y por ende no necesitaba cambio alguno en sus prácticas y menos aún en su estructura. Con una legitimidad que procedía de la gestión gubernamental y sin partidos opositores que amenazaran su dominio, el pri vivió un estancamiento que lo inmovilizó y que a largo plazo le impidió adaptarse a las transformaciones que había experimentado la sociedad mexicana. El pNrR vivió nueve años y el prmM ocho, y en ambos cambios fue la situación política la que impuso la necesidad. Sin duda que detrás de la oportunidad hubo liderazgos auténticos que supieron reconocer las nuevas realidades y la obligatoriedad de poneral día al partido para enfrentar los retos. Pero a partir de 1946 el pri se sumió en el conformismoy la rutina. Ni siquiera en 1965, cuando un nuevo liderazgo llamó la atención sobre los desafíos que amenazaban el dominio priista, hubo entendimiento y ánimo de reconocerlos. Como se verá más adelante, los esfuerzos de Madrazo fueron anulados y sorprendentemente el pri volvió a sumirse en el conformismo. Después de la experiencia de Madrazo,el partido y sus reales dirigentes, los presidentes de la República, no tuvieron la capacidad de entender que la sociedad que gobernaban había cambiado y tendría que ser una nueva disidencia la que sacudiera al partido para que se iniciara una nueva etapa de cambio que, de tan tardía, fue incapaz de acercarse a una sociedad que demandaba cambios democráticos y para la que el pri no era ya unaalternativa. El PRI no realizó ningún cambio sustantivo ni siquiera para contener las críticas internas que lo habían desafiado en 1940, 1946 y 1952. Latarea de control corrió a cargo por completo de la Presidencia y de las instituciones del Estado, el partido simplemente observó los conflictos y recibió las instrucciones presidenciales. Era frecuente que al comenzar cada administración el partido convocara a asambleas ordinarias y que anunciara cambios en su programa de acción. Si de suyo las reuniones no anunciaban una modificación de fondo, el que se concentraran en el Programa de Acción y no en la Declaración de Principios ni menos aún en los Estatutos, indicaba ya que el propósito era simplemente afirmarse como la sombra del Ejecutivo. Las asambleas servían para que el documento partidario repitiera el programa de gobierno en turno, con las prioridades que el nuevo mandatario impulsaba: obra social con Ruiz Cortines, desarrollo económico y fortalecimiento en educación y salud con López Mateos. Aunque los cambios se anunciaban como adecuaciones del partido a la realidad nacional, en la práctica solamente probaban su subordinación al Ejecutivo federal. En el proyecto era el mandatario el que imponía el rumbo al partido y éste lo asumía con total complacencia. Desdeluego, no había contradicciones profundas entre uno y otro, pero sí cambios de énfasis que el partido introducía como nuevas tareas O, al menos, como sus objetivos a
promover. Fue así comoel pri llevó a sus documentos las Juntas de Mejoramiento Moral, Cívico y Material que tanto agradaban a Ruiz Cortines, la reforma de 1952 que dio el voto a la mujer (lo que obligó a una modificación estatutaria que les reconociera espacios), la reforma electoral de 1962 (aplicada en los comicios de 1964), la intervención económica en energía y los programas educativos que López Mateos impulsara. El pri era tan sólo un receptor de las acciones y propósitos del gobierno federal. Fuera de los ajustes a los programas de acción, los Estatutos sólo fueron revisados para incorporar a las mujeres y, durante la presidencia de Alfonso Corona del Rosal, que duró todo el sexenio de López Mateos, para fortalecer la estructura local del partido en los comités seccionales, distritales y regionales, con lo cual se fortalecía la presencia del partido en las estructuras básicas con mirasa tener un mayor control electoral. Ni un solo intento por recuperar la crítica política, integrar nuevos sectores sociales o modificar la estructura corporativa. Menos aún para cuestionar los procedimientos de postulación de candidatos a puestos de elección popular. El letargo en el que vivió el pri era tan evidente que en algunos políticos motivó críticas serias. Quizá la más importante en ese largo periodo fue la que encabezó el ex presidente Cárdenas en 1957, en medio de la incertidumbre por conocer al candidato presidencial. Iniciada con declaraciones suyas y finalmente formalizada en propuestas en el conocido como Manifiesto cardenista, que fue firmado por más de un centenar de políticos identificados con él, Cárdenas criticaba las funciones que el pri desarrollara por casi una década. El general y su documento abordaban medidas amplias que debían emprenderse desde el gobierno, como reformar la ley electoral para propiciar más competencia, nacionalizar la industria eléctrica, retomar los principios revolucionarios de beneficio social, etc., asuntos que de hecho constituyen un programa de gobierno. Pero el pri resultaba involucrado porque a los ojos del general esa tarea, la de preparar el plan de gobierno, ya no la hacía desde los años cuarenta porque había renunciado a su autonomía y había perdido su capacidad crítica. Para el cardenismo, la subordinación del partido al Ejecutivo era tan lacerante que había desvirtuado sus propósitos básicos. Cárdenas demandaba cambios estructurales en el Pri, que pasaban por democratizar la elección de los dirigentes de los sectores, mejorar la selección de candidatos, recuperar su compromiso social para contener lo que llamaba “derechización”, por el extremo énfasis en la industrialización, y recuperar la independencia del Ejecutivo. La crítica y en especial el manifiesto fueron decisivos para diseñar el programa de gobierno de López Mateos pero no para reformar al partido. Más aún, el nuevo mandatario ofrecería al menos en dos
ocasiones la dirección del pri a Cárdenas pero éste la rechazó en su afán de ser crítico del gobierno. Si hasta entonces, el único crítico del Pr, que acompañaba sus observaciones con propuestas, se negabaa dirigirlo y, en su caso, a aplicarlas,
ni el pri ni la élite gobernante tenían por qué tomar en serio el cambio. Los esfuerzos fueron vanos. A pesar de que López Mateos adoptó casi todaslas propuestas del manifiesto, incluida la reforma electoral, no atendió al pr1, en buena medida porque la propia reforma le dio un nuevo aliento a la competencia al ampliar la presencia de la oposición mediante la representación proporcional de los llamados “diputados de partido”. El efecto fue afianzar la confianza en que nada afectaba al pri en lo electoral y en su representación social. LA POLÍTICA PRIISTA
Sin vida política propia, el pri se fortaleció como maquinaria electoral en un doble sentido: garantizarse los triunfos sobre la oposición y asegurarse la lealtad de las corporaciones al postular principalmente a sus dirigentes. En realidad y contra la opinión generalizada, la élite política responsable de las decisiones fundamentales no fue preparada y formada por el partido sino por la administración pública y, con más precisión, por el gobierno federal. La verdadera conducciónde la política nacional estuvo en manos del Ejecutivo federal, principal responsable del gobierno, encargado tanto de desarrollar programas económicos y sociales, como de garantizar la conducción de las instituciones y la estabilidad del país. Los presidentes, durante todo el dominio priista, surgieron de los gabinetes y no de los puestos de elección ni menos del partido. Aunque contaron con alguna experiencia en ambos camposprofesionales, lo característico de sus trayectorias fue la larga carrera en la administración pública. El gobierno y sus cargos administrativos fueron en realidad el medio que formóa la élite política tradicional y el gabinete fue el punto de llegada de largas trayectorias de los funcionarios. Para el éxito político, materializado en el ingreso a un gabinete presidencial, lo relevante nunca fue la carrera electoral ni menos aún la partidaria. Una mirada a las trayectorias de los secretarios de Estado entre 1946 y 2000, cuando la oposición derrotó al pri en los comicios presidenciales, muestra que cerca del 60% de sus integrantes, incluidos quienes fueran presidentes de la República, tuvieron solamente puestos administrativos, y el 40% restante los combinaron con cargos de elección y en el PRI. El dato es relevante, además de subrayar la importancia de la carrera gubernamental en la experiencia política, porque permite preguntarse a quiénes sí preparabael partido. Si la élite realmente gobernante no pasaba porel pri, éste se concentraba en agrupara las corporaciones, negociar los puestos y proporcionarles
a los dirigentes la oportunidad de hacer carrera electoral. En rigor, éste fue siempre su propósito desde que Cárdenas entendió que la única manera de que las mayorías llegaran al poder era darles los puestos de representación a las masas, incorporadas en las corporaciones. El proyecto nunca se abandonó a pesar de que el cambio de 1946 restó poder a las organizaciones y las sometió a un mando centralizado. Durante los años del prm las corporaciones se repartieron los puestos sin que nadie se los impidiera, y con el pri se trató de controlar el proceso mediante votaciones individuales en elecciones manejadas por la dirección del partido. Si bien las corporaciones advirtieron el cambio político que significó el nacimiento del Pri, no intentaron impedirlo sino encontrar medios que les garantizaran el control de las candidaturas. Un día después de constituirse el Pri, las corporaciones formaron el llamado “Pacto de las centrales”, en el que reconocían que las designaciones de dirigentes y de candidatos a puestos de elección debían regirse por el principio de las mayorías en cada sector. Se reconocían como “depositarias de la voluntad” de sus mayorías y, por ende, representantes de sus intereses en el terreno político y electoral. Reafirmaban su militancia en el Pri pero adelantaban que serían las propias centrales las que diseñarían el esquema de reparto de candidaturas para evitar la competencia entre ellas. El resultado fue un convenio entre las corporaciones para acordar los puestos que cada unarecibiría del partido. El propósito no sólo era asegurarse las postulaciones sino evitar la intervención de los dirigentes del partido. Pero el Ejecutivo no admitiría el convenio unilateral y menos cuandose trataba de restarle poder en el partido, de ahí que durante su primer año de vida el pri se enfrascara en una tensa confrontación entre las centrales y la dirección priista que trataba de someterlas. No fue hasta que la crm amenazara en 1947 con abandonar al Pri e integrarse al Partido Popular, de Lombardo,que se estableció el sistema de cuotas que a largo plazo le restaría toda capacidad de competencia cuando la sociedad mexicana cambiara y los partidos de oposición se fortalecieran, pero en 1947 fue el recurso ideal para tranquilizar a las corporaciones. El pri no aceptó que las centrales decidieran por sí mismas las candidaturas sino que distribuyó los cargos por distritos y zonas donde cada corporación tenía presencia decisiva. Las cuotas serían permanentes y solamente las centrales escogerían a los individuos que las ocuparian. En ese momento pareció la mejor solución porque aseguró a las organizaciones una representación política particular y porque la sociedad mexicana todavía no presentaba nuevos y activos sectores sociales. Hacia fines de los años cuarenta la sociedad seguía teniendo como mayorías a obreros y campesinos, y por lo tanto, los sindicatos y las ligas agrarias dominabanlos distritos electorales. Parecía un acuerdo de mutuo beneficio ya que en esas condiciones la centrales controlaban los puestos de
representación del pri y se aseguraban los triunfos en los comicios. Ese mutuo beneficio hizo posible que la maquinaria electoral del partido actuara con eficacia porque los agremiados tenian motivos particulares y personales para ganar las elecciones y lograr que sus dirigentes llegaran a los puestos de representación. El acuerdo tuvo otro beneficio importante para el Ejecutivo federal porque al entregar los puestos de elección a las corporaciones en condiciones para ellas equitativas, desviaba su atención de los cargos directivos del partido que hasta el PRM habían tenido fuerte intervención de las centrales. Para el Ejecutivo, el pri debía ser un instrumento subordinado que respondiera a sus directrices y cuyos puestos pudiera manejar a su arbitrio, pero las corporaciones siempre habian intentado aumentar su influencia en la dirección nacional, por lo que, con diferencias de grado, siempre había sido un motivo de tensión con el Ejecutivo. Las cuotas fueron una solución adecuada porque satisfacian las expectativas de los dirigentes al ofrecerles un espacio político seguro y permanente, lo que disminuyó de inmediato su interés en controlar al partido. Si el pri les proporcionaba el medio para intervenir en política y los puestos para que los dirigentes siguieran carreras exitosas pasando de un cargoa otro, la dirección del partido dejaba de ser atractivo y, por el contrario, se volvía un importante recurso electoral. El esquema de cuotas fue tan convincente que las centrales, ya sin necesidad de competir entre ellas ni confrontarse con la dirección del partido, no volvieron a cuestionar su militancia. Pero como muchas otras prácticas, ésta se desvirtuó con el paso del tiempo porque las cuotas se mantuvieron prácticamente intocadas mientras la población y los distritos se transformaban de manera acelerada. Conforme el país se modernizaba, la urbanización y los sectores medios se extendieron y fortalecieron, y las anteriores mayorías obreras y campesinas desaparecieron. El resultado fue que los candidatos priistas correspondían cada vez menosa las características de muchos distritos. Fue así que en zonas de clase media, incluidas muchas ciudades capitales de los estados, las candidaturas seguían siendo ocupadas por la crm o por la cnc cuando las poblaciones trabajadora y campesina eran ya minoritarias O inexistentes. Durante años el esquema se reprodujo sin graves conflictos debido simplemente a que no había ni oposición seria ni elecciones verdaderamente competitivas. Como en otros aspectos políticos y sociales, en esto el pr1 asumió una extraordinaria pasividad, en parte por conveniencia pero también porque no pudo identificar a tiempo los cambios de la sociedad que debía representar. UNA MILITANCIA REAL
Quizá la novedad más destacada en la formación del pri fue el esfuerzo por
centralizar jerárquicamente la autoridad directiva del partido. El Comité Central Ejecutivo (reminiscencia del izquierdismo cardenista que todavía duraría algunos años, hasta que se eliminara la parte “central”) se convirtió en la verdadera autoridad del partido. Se integraba por el presidente, secretario general, cinco secretarios representantes de cada sector (incluidos los jóvenes y las mujeres) y uno por cada cámara federal. Solamente el presidente se designaba por la Asamblea Nacional y el resto por el Consejo Nacional, pero a propuesta del propio presidente, lo que eliminaba toda injerencia de las corporaciones y fortalecía el poderdel dirigente. Esta centralización se trasladó a la estructura estatal y local no sólo con el propósito de asegurar la marginación de los sectores en la conducción del partido sino para mejorar las tareas electorales. Los consejos ejecutivos regionales se integrarían mediante convocatoria del cce a los presidentes de los consejos municipales de cada entidad, bajo la supervisión de delegados centrales. Los consejos municipales se formarían a criterio de cada comité regional, es decir de la autoridad estatal aprobada por la dirección nacional. Por primera vez en la historia del partido del Estado la autoridad tenía un perfil claro que establecía una línea jerárquica directa que descendía de la dirigencia nacional hasta las locales. El punto central era que la presidencia del partido no era autónomasino que dependía por completo del jefe del Ejecutivo, intermediada por lo general, por el secretario de Gobernación, principal responsable de la política interna. El diseño, no obstante, creaba nuevos responsables en cada entidad al delegar el control y la operación directa del partido en los gobernadores. A partir de 1947 cada mandatario sería el responsable de la estructura del partido en su entidad, con el claro propósito de manejar la política y garantizar el predominio nacional del partido. La encomienda llevaba consigo el reconocimiento de que los gobernadores gozarían de la autonomía indispensable para manejar a su arbitrio las instituciones locales y, en primera instancia, al partido para garantizar la estabilidad política. El límite se encontraba en no interferir nada en los proyectos nacionales ni menos con la autoridad presidencial. El recurso no era, en este sentido, nuevo porque respondía a una realidad insoslayable de la política nacional: la imposibilidad de que la autoridad federal se hiciera cargo por completo de la integración del país. Ante la falta de recursos directos y las enormes diferencias económicas, sociales, culturales, etc. de cada región, el
sistema político descansó siempre en los liderazgos locales. Así funcionó el Porfiriato, y la Revolución lo que destruyó fue la autoridad tradicional que sólo fue sustituida por caudillos y jefes militares. El desafío durante la segunda y tercera décadas fue someterlos a la dirección nacional pero no eliminarlos como recurso de control estatal. Ésa fue la tarea del conjunto de instituciones que se crearon durante el callismo y el Maximato. Hacia los años cuarenta los lideres
tradicionales prácticamente habían desaparecido y se había ya fortalecido institución ejecutiva en cada entidad. Las gubernaturas, a semejanza de autoridad presidencial, asumían el mando político de los estados que, en esquema de dominio absoluto priista, significaba la homogeneidad
la la un de
comportamiento.
La autonomía política de los mandatarios fue controlada por otros mecanismos administrativos y presupuestales que asumió la Federación y, en particular, por el sometimiento a la política nacional que se expresó en dos condicionantes: nunca intervenir en la sucesión local para evitar que los grupos se perpetuaran y su inmediata destitución si ponían en riesgo la estabilidad política local. Pero si la paz en los estados era una tarea, los gobernadores solamente la podían cumplirsi tenían el control de los grupos, el Congreso y las alcaldías, para lo cual el partido era indispensable. El reconocimiento fue natural porque respondía al interés del Ejecutivo de centralizar el partido. Hacia fines de los años cuarenta, el fortalecimiento presidencial no estaba cuestionado pero tampocola autoridad local de los gobernadores. La única manera de que este esquema de responsabilidades delegadas funcionara,sin arriesgar la estabilidad, era el dominio del partido sobre todos los aspectos de la política y la total identificación de los priistas con la autoridad presidencial. De ahí se derivó una imagen de control priista que privilegió a la dirección nacional. Se supuso que el Comité Ejecutivo Nacional era en verdad el que decidía todo y que los priistas se conducirían igual, con las mismas prácticas e intereses, en todas partes del país. El diseño que adoptó el pri fue exactamente el contrario pues al delegar responsabilidades y conceder autonomía de gestión a los gobernadores, Cada uno manejó la estructura local del partido de manera diferencial dependiendo de sus realidades y sus condiciones. Del mismo modo que respondió a características propias, desarrolló prácticas que respondierana ellas. En los estados de la República el Pr1 tuvo una estructura y dirección semejante, pero funcionó de manera por completo distinta al pri nacional. En los estados no hubo una diferenciación institucional como sí sucedió en el centro del país, donde cada ámbito y organización desarrolló actividades y prácticas propias. En los estados se establecieron relaciones estrechas y muchas veces imposibles de identificar entre las instituciones de la vida pública y profesional. Prácticamente era lo mismo estar en las cámaras locales, las alcaldías, la administración
gubernamental e incluso las universidades. La homogeneidad no apareció en las tareas, Obligadamente distintas dado el carácter de la dependencia, pero sí en la pertenencia partidaria, lo que permitió a los gobernadores manejarla política local. Por eso en los estados fue normal que la política fuese algo que atravesaba la vida pública y profesional, en la que era casi lo mismo ser funcionario del
gobierno, legislador o alcalde y al mismo tiempo priista. En algunos estados incluso otras actividades claramente alejadas de la política, como la educación y las universidades, estuvieron incorporadas sin que se tomaran en cuenta para nada sus funciones particulares. Ser profesor universitario y también funcionario público, por ejemplo, fue común e incluso bien visto por la sociedad, que reconocía los compromisos sociales de los priistas. Por supuesto, esa estrecha dependencia llevaba a que las direcciones de las instituciones universitarias fueran decididas por los mandatarios, formal o informalmente, para garantizarse el control de las organizaciones. Así se desarrolló una manera de hacer política que parecía propia de la realidad mexicana pero que, en rigor, fue del priismo: donde se estuviera, si se era militante del partido, se hacían tareas para bien del pri, de la
política y del país. Por supuesto que en el fondo de este comportamiento estaba la certeza de que la única manera de hacer política, conseguir puestos y construir una carrera que
diera influencia a los individuos era dentro del Pri. Por eso lo que se hiciera en la universidad, el congreso o el partido era meritorio para mejorar las expectativas personales y, por ende, era más importante reconocerse como priista que como diputado o alcalde, porque éstos eran cargos temporales mientras que la calidad de priista era una carrera política de largo plazo. Vale la pena advertir que esta práctica desbordó al priismo como tal para convertirse en una imagen socialmente aceptada en la que hacer política y ser priista era lo mismo. Las prácticas que se desarrollaron, dentro y fuera de lo electoral, llegaron a penetrar tanto en la vida pública que, sin posibilidades de alternancia, el priismo se convirtió en un distintivo nacional. Ni siquiera cuando la democracia se estableció en el país y la alternancia de partidos se volvió normal, se ha abandonado la percepción de que se hace “política priista”, no importa ya ni el partido ni la ideología que formalmente se adopte. UNA AUTONOMÍA IMPREVISTA
El reparto de responsabilidades partidarias a los estados creó un espacio de autonomía para la militancia priista. Si el gobernador se constituyó en el líder del partido y empleó su cargo para manejar la política, el solo hecho de que tuviera un mandato temporal y que no pudiera decidir al sucesor, limitó su influencia en la organización. Los militantes sobrevivían al gobernador y por ello valoraban sus actividades cotidianas, de cuya eficiencia y visibilidad dependería que el nuevo mandatario los favoreciera en sus carreras. Las corporaciones contribuyeron en
mucho a ampliar la autonomía de la militancia asociada a los órganos directivos estatales, porque al asegurarse los puestos de elección mediante las cuotas, no
tenían interés en ocuparse de las tareas cotidianas del partido. Su mayor y, sin duda, relevante participación tenía lugar en las jornadas electorales, campañas y sobre todo el día de los comicios, para cubrir la totalidad de casillas, pero concluía en cuanto ese proceso llegabaa su fin. Las tareas menudas, de contacto social e incluso entre instituciones controladas
por los priistas, las realizaba ese otro tipo de militante. En ellos descansaba la presencia del partido en los largos periodos entre elecciones que, por varias razones, dejaban disponibles las corporaciones. Conforme las condicionessociales del país cambiaban, la importancia de la militancia activa cobró mayor relevancia porque los líderes sindicales, al perder el control del reparto de beneficios que realizaba el gobierno, perdieron también el control del voto de los agremiados. Sin beneficios tangibles, los agremiados tuvieron independencia para actuar política y sobre todo electoralmente, pero en contraste, la militancia en los estados
simplemente mantuvo su comportamiento porque no respondía a un liderazgo corporativo y al disminuir la influencia de las centrales su espacio de acción creció y con él la posibilidad de mejorar sus aspiraciones. Las fuentes de su actividad eran del todo distintas a las corporativas. El extremo control que ejercían las centrales dependía por completo de la actividad gubernamental que utilizaba a los lideres como intermediarios para distribuir los beneficios sociales. Los líderes ganaban ascendencia e incluso, en varios casos,
legitimidad entre los agremiados, gracias a que eran eficientes gestores de esas ganancias sociales: salarios, prestaciones sindicales, atención médica, vivienda,
recursos que, en su totalidad provenían del gobierno federal. Conformelas crisis económicas fueron limitando la capacidad gubernamental y reduciendo sus programassociales, los líderes perdieron su poder interno. Como fue visible hacia fines de los ochenta, las corporaciones fueron incapaces de asegurarle el voto al PRI; Sin embargo, el partido mantuvo una porción valiosa de votos entre la población. La militancia asociada a la estructura del partido tenía como fuente de su actividad al propio partido, no a los gobiernos federal o estatales. De tal suerte que al disminuir el poder corporativo y, sobre todo, cambiar la composición de la sociedad en beneficio de los sectores medios, esa militancia pudo encargarse cada vez más del futuro del pri. De ahí que la reforma más ambiciosa del partido después del experimento de Madrazo, desarrollada por Colosio y Salinas en los años noventa, se centrara primordialmente en la estructura directiva. Como se verá
en los próximos capítulos, fue esa militancia, asociada y más de una vez encabezada por los gobernadores, la que impuso el sentido de los cambios internos desde los años noventa e incluso desafió al presidente Ernesto Zedillo, el mandatario surgido del partido que experimentaría la alternancia política.
Durante las primeras décadas de su vida, el Pri desarrolló tres de sus características distintivas. La primera fue su estructura corporativa, que a cambio de no intervenir en su dirección fue la principal beneficiaria de los cargos electorales mediante un mecanismo que, a la postre, le sería enormemente dañino al partido, como fueron las cuotas a cada central. Este tipo de militancia fue marginal a las tareas partidarias porque al tener aseguradas las candidaturas, redujo su participación a las jornadas electorales, sin duda importantes, pero limitadas a momentos específicos de la política nacional y local. Fue, a no dudarlo, muy importante para el éxito de las campañas pero sobre todo para asegurarse los votos que daban los triunfos al partido, pero su eficacia dependía de factores ajenos al Pri. Por el contrario (y aquí se encuentra la segunda característica), la propia estructura organizativa del partido, que se creó para centralizarlo, estimuló la formación de otro tipo de militante que se encargaba de las tareas cotidianas de la organización. En los periodos en que no se realizaban elecciones, el partido desarrollaba actividades sociales, de propaganda, de comunicación entre representantes populares, que recaían por completo en individuos sin necesaria relación con las centrales. Fueron militantes interesados en desarrollar carreras políticas dentro y para el partido que, sin embargo, no tenían garantizadas las candidaturas por el sistema de cuotas corporativas. Para ellos, la actividad partidaria era el único recurso para ayudarse en sus propósitos, lo que además de darles un conocimiento directo del Pr1 les permitía desarrollar una fidelidad y compromiso mayores. Si en los periodos de estabilidad este tipo de militancia le dio sustento al partido, en los de crisis encabezó los cambios e incluso defendió al pri de los enfrentamientos con los presidentes Salinas y Zedillo. Mientras las corporaciones perdían presencia e incluso desaparecían de las reuniones que decidían los cambios en el Pri, la militancia de los estados se fortaleció en torno de los gobernadores y enfrentó a sus tradicionales líderes, los presidentes de la República. A largo plazo serían ambos sujetos políticos los que harían sobrevivir al partido cuandola alternancia los desplazara del poder. La tercera característica es que se reafirmó el liderazgo de los presidentes de la República como reales y efectivos dirigentes del partido. Desde luego, no se trataba, como la leyenda cuenta, de que el presidente se encargara de decidir cada una de las tareas cotidianas del partido y ni siquiera de elegir a los candidatos a los puestos de elección. Ésas eran responsabilidades que asumían los dirigentes del partido, el presidente y el secretario general, siempre supervisados o en colaboración con el secretario de Gobernación. El jefe del Ejecutivo sólo intervenía en casos particularmente relevantes o conflictivos y que, por ello mismo, superaban la autoridad del presidente del Pri y del secretario de Gobernación. Pero el presidente sí era quien decidía al líder formal del partido, su
permanencia y, cuando los hubiera, los cambios internos. La realidad es que el pri se convirtió en una institución más del sistema político que, como todos ellos bajo el autoritarismo, se sometía al Ejecutivo federal. En correspondencia con la centralización y la delegación de tareas, los gobernadores asumieron el mismo papel del presidente en sus estados, y lo más delicado es que lo hicieron con un grado de discrecionalidad mucho mayor que el que tenía el presidente. Sin recursos económicos que recaudar ni obra pública que desarrollar, a los gobernadores estatales les bastó durante décadas una sencilla
estructura de gobierno para administrar los recursos que les transfería la Federación. Sin tareas sociales o económicas sustantivas, los mandatarios se
encargaron fundamentalmente de la política local. Se constituyeron en los líderes indiscutibles de los grupos, de las instituciones formales (congreso, ayuntamientos) y, por encima de todo, de la maquinaria estatal del partido. En la medida que fue más estrecha la relación entre gobernadores y partido, dada la menor complejidad de la política local, los mandatarios desarrollaron una cercanía mayor con la militancia activa que generó lealtades particulares, orientadas en primera instancia por intereses locales y en segundo plano, nacionales. Ésa fuela razón por la cual, al producirse el distanciamiento entre el Pri nacional y la tecnocracia gobernante desde los ochenta, el partido volvería la mirada hacia los mandatarios, algunos de los cuales mostraron un liderazgo creíble para la militancia que hasta entonces había sostenido al partido. La combinación de factores, muchos de ellos resultado de la práctica repetida y no de la normatividad, configuraron un partido enormemente eficaz como maquinaria electoral. La imagen que se desarrolló en aquellos años y que perduró incluso en medio del cambio democrático, fue que el pri era homogéneo y el presidente en turno se ocupaba de su conducción en todos sus aspectos. La realidad, como siempre, era más compleja y se sostenía en un delicado mecanismo de operación y liderazgo que, en los hechos, descansaba en las estructuras locales. Una experiencia que puede ejemplificar con claridad esta circunstancia es la política electoral en el Distrito Federal. Desde que a la capital de la República le fue cancelada su autonomía y sus habitantes perdieron el derecho a elegir a sus gobernantes y representantes, la única manera de mostrar el dominio electoral del PRI era en las votaciones federales para renovar al Congreso y, con másprecisión, la Cámara de Diputados. Las repetidas victorias del Pri hicieron creer que el partido tenía una base de apoyo indiscutible que era el que le daba las victorias en los comicios. Cuando a fines del siglo pasado el Distrito Federal recuperó su autonomía y los habitantes pudieron votar, la derrota del pri fue tan contundente que demostró la total ausencia del partido en la capital. Sin necesidad de competir en el Distrito Federal, el prI no había desarrollado una estructura local que
organizara a la militancia y se hiciera cargo de las campañas. El Pri en la capital descansó por completo en la mismaestructura nacional, sin separarse ni identificar necesidades específicas. Nada extraño es entonces que una vez perdida la Presidencia de la República y cuestionado el liderazgo nacional del partido, el priismo en la capital del país prácticamente haya desaparecido. En los estados la realidad fue históricamente distinta. La competencia partidaria por más controlada que estuviera, siempre existió y las jornadas electorales se verificaron sin interrupción. Las estructuras locales tuvieron que atender los comicios, preparar candidatos y campañas, y garantizar los triunfos. Y, dadas las diferencias regionales, crearon estructuras propias, adecuadas a sus condiciones. De ahí que al realizarse los comicios, cada maquinaria actuara con eficacia de acuerdo con sus circunstancias. Las aplastantes victorias que experimentó el pri respondieron a condiciones externas pero también a la experiencia propia. El sistema electoral fue diseñado para promover limitadamente a la oposición, reconocerle triunfos que legitimaran al Pri, que les permitieran disentir e incluso cuestionar al sistema, pero nunca poneren riesgo su dominio. Sin embargo, eso no
convirtió al pri en un organismo vacío, porque la realización de los comicios, además de ser una obligación constitucional, implicaba procesos de negociación interna y de trabajo social que desarrollaban los militantes. Si previamente a las elecciones la militancia local sostenía las redes sociales, durante los procesos el corporativismo movilizaba a sus agremiados en las campañas, en las casillas y con los votos. No era la centralización la que hacía funcional al partido, era la separación de tareas y los liderazgos locales los que mantenían coordinadas las actividades. Una maquinaria muy eficaz pero sostenida por condiciones endebles. El corporativismo debía gozar de beneficios para alimentar la lealtad electoral de los agremiados, los liderazgos locales debían reproducirse y no provocar disidencias, y el jefe del Ejecutivo debía ser un reconocido líder del priismo. No debía ser un simple dirigente formal sino construir la autoridad política para que sus directrices fueran reconocidas. Condicionesdifíciles de mantenera lo largo del tiempo y que suponían una adecuación constante del partido. Exactamente lo que no sucedió. Pero durante muchos años no pareció que las circunstancias fueran a cambiar. El desarrollo económico fue una realidad comprobable que hizo posible que el gobierno federal, al tiempo que fomentaba la formación de capitales pusiera en marcha programasde atención social. El ingreso, si bien fue inequitativo, creó un nivel de vida aceptable que auguraba continuar sin contratiempos. El resultado fue la práctica desaparición de los conflictos sociales que, en los hechos, indicaban aceptación del sistema y, con él, de las instituciones políticas básicas. La estabilidad y el crecimiento convirtieron al país en un ejemplo para el mundo en
desarrollo y sobre todo para América Latina, atravesada por tensiones sociales y políticas. El buen desempeño gubernamental, aunado a un sistema electoral controlado, fortaleció la percepción de que el Pri no sería desafiado y que continuaría con la misma posición ventajosa, con apoyos sociales y sin partidos opositores consistentes. Y la realidad parecia confirmarlo porque hacia los años sesenta las votaciones para el partido del Estado eran tan abrumadoras que la oposición ni siquiera obtenía los votos que le dieran representación legislativa, menosaúnalgún puesto de gobierno. Con todo, el partido más respetable de la oposición, el pan, formulaba en cada jornada electoral críticas y acusaciones de fraude. En las elecciones presidenciales de 1958 la inconformidad panista subió de tono y en protesta por los resultados su dirigencia ordenó a sus cinco diputados federales no tomar posesión de sus escaños. A mediados del gobierno de Adolfo López Mateos se produjo una primera muestra nacional de que la hegemonía priista no podía continuar igual, cuando el ex presidente Cárdenas formó el Movimiento de Liberación Nacional que no sólo agrupó a la izquierda mexicana, incluido el Partido Comunista, sino a la que sobrevivía dentro del pri. El descontento con el esquema de competencia era evidente y reclamaba atención inmediata. El gobierno de López Mateos enfrentó el problema con una reforma electoral dirigida, por supuesto, a los partidos y no necesariamente a los ciudadanos. La medida, bastante novedosa para la época, fue temporalmente eficaz y dio un nuevoaliento al sistema y al Pr. Entre 1955 y 1964, los partidos reconocidos, PAN, PPS y PARM, apenas
consiguieron 20 curules de las 483 que comprendieron las tres legislaturas. La legislación vigente y las condiciones de competencia no ofrecían ninguna oportunidad para que esa representación cambiara por lo que se propuso introducir una modalidad que ampliara la participación de esos partidos. En 1962 López Mateos presentó la iniciativa de reforma que creaba la figura de “diputados de partido” mediante la cual la organización que consiguiera 2.5% de la votación se le asignarían cinco diputados y por cada medio punto porcentual adicional se agregaría uno más hasta el límite de 20. La figura fue la versión mexicana de la representación proporcional que se acompañaba de la novedad de no creardistritos plurinominales sino asignar las curules de acuerdo con la votación creciente. Los distritos de mayoría se conservaban como representación básica pero se estimulaba la participación y con ello los votos que darían más presencia a los partidos minoritarios. Con todo y que la reforma no mejoraba las condiciones de competencia ni proporcionaba estimulos para crear más partidos, fue bien recibida por la oposición que vio una oportunidad real de ampliar su presencia. Y la expectativa se cumplió porque entre 1964 y 1973 cuando la nueva legislación estuvo vigente, la oposición obtuvo un total de 105 curules, la mayor parte de las
cuales fueron para el pan, el principal y más serio adversario del pri. La reforma, que no se aplicaría durante el gobierno de López Mateos sino a partir del siguiente, dio un respiro a la competencia al brindar nuevas oportunidades de participación a los partidos opositores. Con más escaños en la Cámara de Diputados, la oposición, representada básicamente porel Pan, tuvo oportunidad de presentar iniciativas, críticas al gobierno y mejorar su imagen ante los ciudadanos, pero también fue un ingrediente adicional que abonóa la estabilidad política. Los años cincuenta y sesenta constituyen la etapa de crecimiento económico sostenido del país y también de la expansión de los programas sociales. El gobierno de López Mateos, en el que se presentaría la reforma electoral de 1964, fue quizá la administración presidencial más ambiciosa en cuanto a proyectos de crecimiento porque decidió proporcionar un apoyodirecto y tangible a la industria no sólo con apoyos a la inversión, sino con recursos materiales, como fue la impresionante obra pública (carreteras, presas de riego y para la producción eléctrica), la mexicanización de la industria eléctrica y el fortalecimiento de la petrolera, y también la atención a los programas sociales. En educación, López Mateos puso particular interés en el nivel básico, con los muy conocidos libros de texto, pero también con la construcción de escuelas y normales para preparar maestros. También atendió la educación superior, a la que le aumentó los presupuestos dirigidos en especial a la unam y al Politécnico Nacional. La salud fue otra vertiente de los programas oficiales al expandir los hospitales de los institutos del gobierno federal, imss e IsssTE, y, por supuesto alentar la preparación de médicos. Con una economía estable, en pleno crecimiento y con una verificable atención social que auguraba mejores niveles de vida y, sobre todo, movilidad social, la legitimidad de los gobiernos fue una consecuencia natural. La estabilidad tuvo un aliciente con las elecciones federales, que si bien no experimentaron ninguna transformación en cuanto a los partidos participantes, sí permitieron que los ciudadanosno lo cuestionaran y a los partidos les abrió una oportunidad decrítica. Ante ello, ni la élite gobernante ni menos aún el Pri reconocieron ninguna
necesidad de cambio. Se asumió que el partido del Estado era todavía funcional, lo que ratificó una vez más que era por completo dependiente del gobierno y del Ejecutivo federal. Si los programas gubernamentales rendían frutos visibles y la sociedad aceptaba las condiciones sociales y políticas, el pri seguiría siendo la maquinaria electoral y corporativa que había sido hasta entonces. Lo másdelicado fue que a pesar de que era evidente el cambio económico y social del país, ni el gobierno ni el partido tuvieron conciencia de que su estructura ya no se correspondía con la sociedad. A pesar de que ya contaba con el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales y que el pri reunía a varios de los
intelectuales de la época, no pudo identificar la necesidad de ponerse al día. De la obra gubernamental recibía el apoyo y los beneficios electorales y de su militancia el trabajo en campañas y comicios, de tal manera que asumió sin cuestionamiento alguno la bonanza política y se reconoció, erróneamente, eficaz. Cuando comenzaron a presentarse algunos conflictos sociales el gobierno sólo acertó a reformar el sistema electoral con la implícita intención de que la competencia entre partidos sirviera como válvula de escape a las presiones sociales. Si la mirada se puso en lo electoral fue porque se seguía creyendo que el PRI mantenía la representación de las mayorías y que cualquier otro sector, incluidas las clases medias, no era políticamente importante. Las corporaciones seguían siendo representativas y determinantes, y el resto podía canalizar su descontento en el terreno electoral y en los tres partidos de oposición que también se pensaba eran eficaces para dar salida a la protesta. Sorprendentemente no hubo quien cuestionara la inmovilidad del pri y cuando ocurrió, hacia mediados de los años sesenta, la respuesta no dejó ninguna duda de la extrema confianza en la que el priismo vivía. Cuando Carlos A. Madrazo se propuso desarrollar una reforma que, vista a la distancia, era limitada porque apenas cambiaba el procedimiento de postulación de candidatos, nadie en la élite gobernante lo respaldó y sólo obtuvo apoyo de aquella militancia vinculada a la estructura directiva en los estados. Lo más delicado fue que Madrazo puso en evidencia los condicionamientos estructurales del partido y su extrema dependencia tanto del presidente como de los gobernadores. Como se verá adelante, la reforma no prosperó y aunque si mostró a algunos priistas que el partido enfrentaba desafios, la élite gobernante asumió que ninguno de ellos obligaba a cambios profundos. A pesar de que los años sesenta y setenta conmovieron al país por los conflictos y movilizaciones,el PRI nO cambió en naday el gobierno siguió introduciendo reformaselectorales.
IV LA REFORMA DE CARLOS A. MADRAZO EL SURGIMIENTO POLÍTICO DE LAS CLASES MEDIAS
El sistema político fue, a pesar de sus limitaciones en cuanto a la participación en la competencia electoral, muy exitoso en su estabilidad y en el desarrollo económico. Si bien la segunda Guerra Mundial proporcionó una oportunidad determinante para que algunas economías expandieran su industria, México pudo poner en marcha un modelo de crecimiento que aprovechó la coyuntura mundial con la suficiente solidez para que sobreviviera al armisticio y continuara rindiendo beneficios. La sustitución de importaciones que avanzara en los años cuarenta fue ajustada una década más tarde, después de que mostrara sus limitaciones, principalmente en su relación externa y produjera la traumática devaluación de 1954, Las modificaciones rectificaron varias de sus limitaciones pero mantuvieron el esquema de estímulos y apoyos al capital lo que dio nuevos impulsos al crecimiento. De 1940 a 1952, el piB creció a un promedio de 5.9% anual, pero de 1952 a 1970 aumentó a 6.6%. Con un crecimiento de esa magnitud el gobierno federal pudo desarrollar programas sociales que elevaron sustancialmente el nivel de vida y transformaron a la sociedad mexicana. El cambio fue radical y convirtió al país en un ejemplo de eficiencia para muchas economías emergentes. Como bien se sabe, el desarrollo basado en la industrialización lleva consigo la
urbanización y con ella el crecimiento de las clases medias. México tuvo un consistente desarrollo económico desde 1940 que cambió por completo la composición de la sociedad. El prB, que en los años del cardenismo tuvo una tasa de crecimiento de 3.5% anual, llegó a 5.9% con Ávila Camacho hasta alcanzar 7.2% entre 1952 y 1964. Con ese ritmo, el gobierno pudo invertir y desarrollar intensos programas. La producción de energía fue esencial para promover la industrialización y la infraestructura, de ahí que tuviera particular atención gubernamental. De una producción de poco más de 42 millones de barriles de petróleo durante el cardenismo, Pemex extraería 68 447 000 con Miguel Alemán y más de 160 millones con López Mateos. La electricidad también tendría un crecimiento importante al pasar de 2 381 000 kilowatts por hora con Cárdenas, a 4 427 000 con Alemán, y después de la mexicanización de las empresas extranjeras con López Mateos, a 12 368 000. La comunicación en el territorio nacional mejoraría de
manera espectacular pues de 7 758 kilómetros de carreteras en los años de Cárdenas, el gobierno construiría más de 21 000 con Alemán para llegar a 49 077 con López Mateos. Los aspectos sociales fueron particularmente atendidos por los gobiernos posrevolucionarios. El gasto en educación, en todos sus niveles, pasó de 15.12% respecto del presupuesto total entre 1934 y 1940, a 26.44% con López Mateos. El Instituto Mexicano del Seguro Social, fundado en 1942, había alcanzado una cobertura de 941 800 derechohabientes en el sexenio alemanista para llegar a 4 428 000 en el sexenio 1958-1964. Crecimiento económico y atención social impulsaron la urbanización. Las dos ciudades más importantes después del Distrito Federal, Guadalajara en Jalisco y Monterrey en Nuevo León, son ejemplares del proceso pues de absorber 14.7 y 31.8%, respectivamente, de sus poblaciones totales en 1930, pasaron a 30.3 y 65.7% en 1960. Ése sería, en términos generales, el comportamiento en el resto de entidades. Una muestra de 27
ciudadescapitales del país entre 1930 y 1960 revela que su asentamiento pasó de 2 207 095 habitantes, a 6 693 409, un crecimiento de más de 200% en 30 años. Y se
completa el panorama con otros datos relacionados: en 1940 la población urbana representaba apenas 43% del total nacional, pero en 1960 ya alcanzaba 51% y una década más tarde llegaba a 59%. En unas cuantas décadas las ciudades se habían extendido como las principales zonas de asentamiento de la población, y ya no el campo, característico de finales del siglo x1x y de los primeros años del xx. En los años cuarenta la población económicamente activa ubicada en las actividades primarias representaba 65% del total, lo que demostraba que el desarrollo económico no dependía prioritariamente de la industria. Pero en 1970 las actividades secundarias y terciarias ya ocupaban 55% de la PEa nacional. El desarrollo estabilizador, iniciado en los años cincuenta, había transformado
estructuralmente al país y propiciado tanto el crecimiento de la industria como de las clases medias, principales beneficiarias de la modernización. Los sectores medios, que eran tan reducidos en los primeros años de la posrevolución,
experimentaron un fortalecimiento sorprendente a partir de los años cincuenta verificable, en primera instancia, en su poder económico. Entre 1950 y 1970 los sectores medios absorbieron de manera creciente el ingreso del país: de representar 36.5% en 1950 pasaron a 43.5% en 1970, mientras que los trabajadores descendieron su porcentaje de 20 a 18%, e incluso las clases altas disminuyeron su ingreso de 45.5 a 39.2%. El crecimiento de los sectores medios fue significativo tanto en la población como en especial en su poder económico, como puede advertirse en 1970, cuando absorbían casi 10% más del ingreso de los sectores altos y 20% de los más pobres. El desarrollo económico fue sin duda redituable para un sector nuevo de la
sociedad mexicana. De hecho, no sólo recibió los beneficios sino que fue creado por el crecimiento, pues ni en los años treinta o cuarenta podía encontrarse como sector importante. Fue con la expansión económica, la industrialización y la urbanización que ese sector ocupó un espacio influyente. Las obras más destacadas del gobierno federal se dirigieron a la infraestructura, claramente para promover la industria, pero también las áreas sociales. El mejor ejemplo de esta estrategia se ubica en la administración de López Mateos, cuando el Estado asumió crecientes responsabilidades en la conducción de la economía al reorganizar el presupuesto e inversiones públicas, reordenar y programar la producción de energía necesaria y poner en marcha un ambicioso programa de carreteras y comunicaciones. Al mismo tiempo fue la administración que más recursos destinó a la educación y salud, como lo prueban las inversiones en la construcción de escuelas y normales para atender a los niños y los jóvenes, y preparar maestros con plazas aseguradas y dependientes del gobierno federal. Es el periodo en el que la educación superior y tecnológica recibió fuertes incrementos en su financiamiento, lo que significó aumentar la matrícula y expandir la planta de profesores e investigadores. Fue durante ese gobierno que se expandió la red de atención médica, no sólo en los institutos vinculados a los trabajadores sino en la dirigida a la población en general por medio de la entonces llamada Secretaría de Salubridad y Asistencia. Una medida complementaria fue el apoyo directo a la formación de médicos y personal relacionado con la atención hospitalaria en la Universidad Nacional, lo que prueba que la planeación educativa iba de la mano de la inversión federal en sus programas de atención médica. Por eso la educación superior y tecnológica, que recibió un impulso extraordinario, se convirtió en la principal fuente de movilidad social. Educación pública y asegurada, desde el nivel básico hasta el superior, fue un bien que la población recibió y cuya consecuencia principal fue el fortalecimiento de los sectores medios. Este impulso no podía limitarse a los beneficios económicosy sociales, y menos en un sector con facilidad de comunicación, educación, movilidad. El
gobierno hizo cuanto pudo para beneficiarlo, pero no le construyó un canal de expresión política que fuera útil durante su crecimiento para conocer sus inquietudes, pero mucho más para permitirles la crítica cuando el crecimiento económico cesara al final de los años sesenta. El sistema político había construido medios de expresión para los sectores sociales mayoritarios y, más aún, los había incorporado al partido del Estado. Tenían formas de manifestar sus intereses y, lo más relevante, de tener
representación política, de tal manera que tenían presencia y medios para actuar. Pero los sectores medios, nacidos varias décadas después de formadoel partido, no fueron reconocidos como una fuerza política destacada y por lo tanto no se les
abrió ningún canal de participación. El Pr1, desde su nacimiento en 1946, en pleno inicio del desarrollo, se mantuvo al margen de los cambiossociales y no advirtió a tiempo la importancia de acercarse a las clases medias. El sistema, por su lado, no
obligó al partido a integrarlos, pero tampoco creó una vía de expresión adecuada que diera cabida a sus inquietudes. La única alternativa que encontró fue la electoral, que en un principio no se identificó necesariamente con los sectores medios sino con el descontento de los partidos. De cualquier forma, el sistema electoral fue considerado desde los años sesenta como la opción para que las clases medias expresan su descontento, con la pretensión implícita de que cualquier motivación económica o social se traduciría políticamente en preferencias partidarias y por ende expresable en las elecciones. La estrategia fue costosa para el pri y decisiva para el cambio político del país. A partir de los años sesenta México experimentó un quiebre en su reconocida estabilidad. Después de años en los que el conflicto social fue controlado eficazmente, las protestas y movilizaciones aparecieron de manera, para muchos,
sorpresiva. La mayor sorpresa del fenómeno radicaba en que los reclamos no procedían de las clases trabajadoras sino de los sectores medios. Si durante los años treinta y cuarenta fueron los reclamos sindicales los que ocuparon el escenario político, a partir del crecimiento económico,de los beneficios sociales y del control corporativo, su participación decayó hasta casi desaparecer con la última protesta, violentamente reprimida, de los ferrocarrileros en 1958. Los sindicatos no volverían a encabezar las protestas hasta los años setenta y, lo más relevante, es que las que realizaron no tuvieron consecuencias determinantes en
las batallas por la transición democrática. El escenario fue ocupado por los sectores que habían sido los más protegidos y beneficiados por el sistema. Durante la década de los sesenta aparecieron en las movilizaciones maestros, médicos y estudiantes de educación superior, cuyas demandas, en especial las de los primeros, fueron en un principio por mejoras económicas (salarios o becas) y de libertad de asociación, pero como lo demostraron los segundos, el reclamo más importante y no siempre consciente, fue por el reconocimiento y participación política. Si maestros y médicos, por ejemplo, podían identificar intereses comunes gracias a su profesión y actividad,la temporalidad del rol de estudiantes hizo de ellos los catalizadores de todo tipo de movilizaciones: contra los aumentos de las tarifas del transporte, de los precios de alimentos, por la autonomía de las instituciones universitarias o contra la autoridad como principio básico de la sociedad. No hubo propuestas de cambio político o democracia como forma de organización de la sociedad. Los movimientos fueron muy específicos cuando la identidad social permitió configurar demandas claras, como fueron los casos de maestros y médicos, pero
en el caso de los estudiantes los reclamos fueron generales, contra autoridades
diversas. Ninguno, visto con objetividad, hizo propuestas políticas que implicaran cambios en el sistema político. Fue la rigidez institucional del sistema la que resolvió las movilizaciones con la fuerza y puso en evidencia su incapacidad para permitir mayor representación y participación de una sociedad diferente y más compleja en su composición y demandas. Pero no fueron las protestas sociales la única vía de expresión del descontento de esos sectores, también lo fue el medio electoral. Las clases medias
aprovecharon los comicios porque estuvieron a su alcance debido a que tuvieron acceso a la información y a la participación directa en las zonas urbanas, donde radicaban. La mejor prueba de ello se encuentra en el tipo de problemas que en este terreno se presentaron en esa época. Si bien la reforma de 1964 dio aliento a los partidos y distendió los reclamos en las elecciones, no evitó los conflictos en
los estados y, en particular, en las ciudades capitales, por triunfos no reconocidos o porque el pri ponía oídos sordos a las demandas de cambio. Entre fines de los años cincuenta y principios de los sesenta surgieron conflictos graves en varias localidades, y algunos pusieron en riesgo la estabilidad en los estados de San Luis Potosi y Zacatecas. En plena correspondencia con los cambios sociales en todo el país, en San Luis y significativamente en su capital se desarrolló un amplio e influyente movimiento integrado en su origen por profesionistas (médicos y abogados principalmente) y universitarios, que se propuso terminar con el largo dominio de Gonzalo N. Santos, las arbitrariedades de los gobernantes y la falta de participación política y electoral. El movimiento tuvo dos características destacadas: buscar la postulación de su más importante lider, Salvador Nava,a la alcaldía de la capital, y hacerlo dentro del pri, es decir, la
disidencia aceptó las condiciones de participación del sistema, trató de hacerlo por medio del partido oficial y, por ende, no cuestionó para nadalas institucionesy las prácticas vigentes. Como era previsible, el pri estatal, controlado por Santos, no reconoció a Nava y postuló a un fiel seguidor del cacique. Fue entonces que Nava y su grupo abandonaronel pri, organizaron su propia opción electoral y buscaron con éxito el voto ciudadano en los comicios. El gobierno local no reconoció el triunfo de Navapero a diferencia del pasado, esta vez encontró eco en el Ejecutivo federal quien destituyó al gobernador, designó a un sucesoralejado del cacique y obligó a aceptar el triunfo del navismo. Algo similar sucedió en Zacatecas, donde la oposición, también organizada por profesionistas en la capital, volvió a desafiar al gobierno del estado en 1958, después de que lo hubiera hecho al menosseis años antes. Los intentos, al igual que en San Luis Potosí, se habían iniciado dentro del priismo local pero el cacique Leobardo Reynoso los había marginado sistemáticamente. En 1958 la oposición ya estaba organizada fuera del partido
oficial y contaba con presencia en varios municipios, lo que le dio una fuerza mayor para desafiar otra vez al cacique. Al igual que Santos, Reynoso no reconoció los triunfos de la oposición y los reprimió violentamente. Aunque en este caso el gobierno federal no destituyó al gobernador, sí lo obligó a reconocer triunfos a la oposición y terminó con el poder del cacique Reynoso. Estas dos lecciones mostraron que el pri no había entendido los cambios sociales y no había reconocido que debía adaptarse. En ambos conflictos se encontraba un mismo patrón de comportamiento: fuertes sectores medios de la sociedad habían decidido participar en política y lo habian hecho dentro del partido oficial, lo que significaba un alto grado de reconocimiento institucional. Pero el pri no los había incorporado ni había aceptado siquiera sus reclamos. Confiado aún en su estructura corporativa, había marginado las propuestas y continuaba postulando candidatos con el mismo perfil de años anteriores. La disidencia, lejos de desaparecer, se había fortalecido y, más delicado aún, se había convertido en una opción organizada que además obtuvo el apoyo del electorado. Debía ser claro que el Pri podía ser vencido incluso dentro de los límites electorales de la época, si se formaba una auténtica opción ciudadana.Si el partido del Estado quería continuar dominando, debía incorporar demandas y sobre todo convencer a un nuevo y activo sujeto social que cada vez más aumentaba su espacio dentro de la población y que, en consecuencia, buscaba participación política. EL POLÍTICO DE LA REFORMA
La élite gobernante no entendió el desafío que se presentaba y se mantuvo firme en la idea de que el esquema político y electoral seguiría favoreciendo al Pri a pesar de la transformación social. Al finalizar el gobierno de López Mateos los sectores medios habían alcanzadotal fuerza que presentaron serios retos políticos. A la administración siguiente, encabezada por Gustavo Díaz Ordaz, uno de los mandatarios más conservadores y convencidos de la inmovilidad del sistema, a
grado tal que desecharía cualquier conciliación y optaría por la fuerza para lograr la paz social, le correspondería enfrentar las más graves muestras del descontento acumulado y la falta de vías adecuadas para la participación. En medio de esa confianza extrema, llegó al pri uno de los políticos más sensibles a los cambios, Carlos A. Madrazo, cercano a Díaz Ordaz y uno de los más decididos seguidores de su candidatura en los meses finales del gobierno de López Mateos. No sería hasta su llegada en 1965, cuando el pri experimentaría un intento de ponerlo al día en su capacidad para representar a la nueva sociedad mexicana. El intento, con todo, puso en evidencia un sistema notablemente cerrado, poco dispuesto a los
cambios. Si Madrazo pudo advertir la necesidad de los cambios en el pri no sólo se debió a su talento personal sino a su experiencia política, extraida de su contacto con organizacionesy la política social, y no desde la administración pública. Madrazo comenzóen la política cuando contaba apenas con 15 años de edad y ya destacaba entre sus compañeros estudiantes durante los años del dominio de Tomás Garrido Canabal en Tabasco. Con la protección del caudillo, Madrazo obtuvo las facilidades para hacer política en el estado, estudiar más tarde en la Escuela Nacional Preparatoria en el Distrito Federal y vincularse muy pronto a las actividades políticas nacionales. Sus años universitarios coincidieron con el ascenso de Cárdenas a cuya política se integró desde el principio. Fue un activo promotorde las organizaciones estudiantiles socialistas, como todo lo que se hizo durante el cardenismo, y de muchas de ellas fue su dirigente. Debido a su claro compromiso con el cardenismo, Madrazo no sólo sobrevivió a la caída de su protector Garrido Canabal, sino que formó parte del proyecto político cardenista más importante como fue la transformación del pNrR y su conversión corporativista. Madrazo fue un activo participante en la convención fundadora del prm y vivió sus primeros meses como secretario particular del primer presidente Luis 1. Rodríguez, leal cardenista. A su lado, Madrazo conoció directamente el poder de las organizaciones de masas, su influencia determinante en el partido y la que sería su principal forma de demostrarlo, el control sobre las candidaturas. Luis I. Rodríguez abandonaría pronto la dirección del partido, pero Madrazo continuaría su actividad en él, a tal grado que hacia el final del cardenismo Madrazo formaba parte del Consejo Nacional como representante del inicial sector popular. Su participación en las actividades del partido estaría siempre asociada como militante a las tareas básicas de organización, no a alguna corporación, toda vez que nunca perteneció a las dos fundamentales, obrera y campesina. En la lógica corporativa del partido de los años cuarenta, los militantes debían estar integrados,así fuera formalmente, alguna organización. En su proyecto, Cárdenas había considerado un sector popular, más residual que definido, para darle cuerpo a la militancia asociada a la estructura directiva. Sería Ávila Camacho quien materializaría el proyecto y, en él, Madrazo fue un personaje central al formar parte del pequeño grupo que creó la cnop, diseñó su estructura y determinó sus funciones. De hecho, Madrazo y otros políticos ya habian fundado en 1941la Confederación de Organizaciones Populares, organismo creado con plena autonomía del Ejecutivo federal y de la propia dirección del prM. En buena medida, la existencia independiente de la cor fue un estímulo para que Ávila Camacho promoviera la formación del sector popular bajo su mando. A pesar de que el proyecto fue encomendado a un leal al presidente, Antonio Nava Castillo, en coordinación con Antonio Villalobos, dirigente del pr, la cuop se desarrolló
sobre la base de las organizaciones y estructura ya creadas porla cop. Al crearse el nuevo organismo, Madrazo ya ocupaba un puesto en el Comité Ejecutivo, verdadero centro de decisión. Como la cnop tenía un perfil poco definido al agrupar principalmente a profesionistas sin sector, la rsrseE ocupó el verdadero espacio corporativo, pero dejó margen suficiente para que políticos destacados avanzaran en sus carreras. Fue el caso de Madrazo, quien después de un breve paso en la regencia del Distrito Federal, a cargo de Javier Rojo Gómez, obtuvo su única diputación federal postulado por la cnop. Su relevancia política y su abierto compromiso con la temprana candidatura presidencial de Rojo Gómez hicieron de Madrazo un personaje visible e influyente. Por eso también fue el blanco de la estrategia del secretario de Gobernación, Miguel Alemán, para eliminar a Rojo Gómez de la competencia. En 1945, Madrazo y dos diputados más, Pedro Téllez Vargas y Sacramento Joffre, los tres representantes de cada sector del partido y afiliados a la precandidatura del regente, fueron acusados de traficar con los envios de braceros a Estados Unidos y fueron encarcelados. Su paso por Lecumberri duró pocos meses y más tarde fueron exonerados por completo, pero la medida puso fuera de la competencia a Rojo Gómez, y a Madrazolo alejó durante 10 añosdela vida política activa, al menosde la que se realizaba en el centro del país. Durante el sexenio de Miguel Alemán, Madrazo no tuvo ninguna oportunidad de retomar su carrera y apenas pudo desempeñar tareas menores, pero sí actuó en su estado natal e incluso en otras entidades, organizando sindicatos y asesorando trabajadores y agricultores, así como gestionando apoyos económicos e incluso algunas obras de infraestructura para el estado. En 1955,al ser retirado del cargo el gobernador Manuel Bartlett Bautista, después un serio conflicto interno, Madrazo obtuvo una nueva oportunidad porque el gobernador sustituto, Miguel Orrico de los Llanos, no sólo era familiar de Madrazo sino amigo del presidente Adolfo Ruiz Cortines. Gracias a ello, de 1955 a 1958, Madrazo mantuvo un pie en
Tabasco y otro en el Distrito Federal como representante del gobierno del estado en la capital, y en 1958 se convirtió en gobernador. Durante su administración Tabasco se transformó económica y socialmente gracias a que Madrazo gestionó exitosas y costosas obras de infraestructura, así como recursos presupuestales para desarrollar programasde vivienda, educación, asistencia médica, etc., todo gracias a su estrecha relación con el presidente López Mateos, con quien había compartido varias experiencias políticas en su juventud. La reconstrucción del perfil de Madrazo es útil para explicar por qué tuvo la sensibilidad para reconocer la necesidad de cambios en el partido. Su estrecho contacto con las organizaciones de masas, con los sectores corporativos, con la estructura directiva del partido y con los procesos electorales, le permitieron
entender que la sociedad había cambiado y que el partido del Estado enfrentaba crecientes retos que no podía resolver con una estructura anquilosada que era arropada por una élite vinculada a la administración pública federal. Madrazo participó en el partido prácticamente desde su fundación y tuvo destacada presencia en eventos decisivos en su desarrollo, pero también estuvo presente cuando la sociedad cuestionó el dominio del pPriI. Los años cincuenta, cuando el
partido enfrentó desafíos electorales, y los turbulentos sesenta, cuandolas clases medias se movilizaron en busca de participación, fueron bien entendidas por Madrazo. Su experiencia en el terreno político partidario era tan reconocida que Gustavo Díaz Ordaz le retribuyó su apoyo no con una secretaría de Estado, como muchos esperaban, sino nada menos que con la presidencia del partido. Por supuesto, Díaz Ordaz nolo llevó allí para que Madrazo lo transformara, como fue evidente en los mesessiguientes a su designación. EL INTENTO DE REFORMA INTERNA
A la distancia, la reforma que Madrazo intentó introducir en el pri fue limitada porque si bien hizo cuestionamientos a la estructura del partido y la dirección ideológica y política, no se propuso seriamente conseguir su autonomía del Ejecutivo, medida que, sin embargo, derivaba casi de manera natural del conjunto de propuestas. El objetivo principal del tabasqueño era romper con una parte del sistema de cuotas en las candidaturas, aquellas que se dirigían a los municipios, cuya importancia política había crecido al concentrar los conflictos electorales más delicados en los últimos años. A pesar del corto alcance de la propuesta, la reforma atacaba dos de los principios básicos de control del pri: la tradicional influencia de los gobernadores para decidir la política estatal y el poder alcanzado por las corporaciones. Limitada, pero que ponía en entredicho una práctica recurrente que aseguraba posiciones a grupos internos que, por supuesto, no deseaban ninguna modificación. Ademásde las reformas mismas, el diagnóstico que Madrazo elaboró sobre el partido fue importante porque mostraba una evaluación puntual de las debilidades del pri en las nuevas condiciones de la sociedad mexicana. Para Madrazo el partido no debía ocuparse solamente de las elecciones, lo que había sido su función distintiva desde que el Ejecutivo lo transformó en 1947, sino que debía recuperar sus funciones políticas y sociales. Pero aunque propuso revisar estas
tareas, en realidad a Madrazole sirvió para dirigirse a otro sitio, la militancia y la cercanía del pri con la sociedad. En su histórico discurso de toma de posesión el 5 de diciembre de 1964, Madrazo recordó que aunque el pri contaba con más de ocho millones de miembros no podía estar seguro de conservarlos si no los
educaba como auténticos militantes y no simples afiliados. Si no lo conseguía, el PRI estaría muy pronto amenazado porque algunos perderían confianza en el partido, lo abandonarían y muchoslo enfrentarían en las elecciones. Al referirse a la militancia y no a la afiliación, Madrazo estaba criticando el mecanismo corporativo en el que descansaba la fuerza del partido y que en el pasado había funcionado. Para él, la incorporación obligada de trabajadores y campesinos por la simple sindicalización no convertía a los miembros en militantes, es decir, en individuos convencidos y comprometidos con el partido. La tarea del pri era convencerlos, no mediante el adoctrinamiento sino con
acciones sociales. En el mismo discurso, Madrazoinsistió en que el pri no debería contar con “rebaños” de afiliados que sólo circunstancialmente se acercaban al partido, sino con individuos que voluntaria y racionalmente decidieran incorporarse. De ahí derivó una de las críticas más duras al priismo pues insistió en que mientras el partido no supiera “levantar el entusiasmo del pueblo, los partidos de oposición ganarán adeptos”, lo que sucedía porque apoyaba causas impopulares y postulaba candidatos sin compromiso social. La élite gobernante recibió con extrañeza esta crítica porque daba por sentado que tenía militancia convencida y que, además,el partido y sus acciones estaban comprometidas con la sociedad, tal como los discursos afirmaban.
Como lo diría Madrazo en otras oportunidades, el Pri había enfrentado problemas electorales e incluso importantes escisiones porque había postulado candidatos interesados solamente en el puesto, que habían conseguido por la inercia del sistema de cuotas, y que no siempre eran bien recibidos por el electorado. Para Madrazo los candidatos debían estar comprometidos con el partido y éste con las causas populares, si se esperaba verdadera simpatía de parte de los ciudadanos. Pero en las condiciones del pri, la pretensión era imposible de cumplir si, como había ocurrido durante casi dos décadas, los cargos de elección popular servían para pagar lealtades sindicales. Al fin político formado en las tareas del partido y sin afiliación corporativa, Madrazo entendía que la militancia activa resultaba frustrada cuando sus aspiraciones políticas eran canceladas para darles cargos a los lideres de las organizaciones. El resultado de esa práctica era, para el nuevo líder, la causa de que los partidos de oposición se fortalecieran, no porque crecieran sus preferencias electorales sino porque los militantes priistas perdían la confianza en el partido y lo abandonaban. Madrazo comenzó los cambioscon la estructura directiva. Como se ha anotado antes, el prRI se inauguró fortaleciendo la jerarquía del partido y concentrando las funciones directivas desde la presidencia nacional hasta los comités municipales y distritales. Madrazo no intentó para nada modificarlo y más bien, aprovechó la centralización para fortalecer su autoridad y su proyecto. Sus primeras medidas
fueron renovar los comités directivos estatales y municipales para dotarlos de autonomía y lealtad a la presidencia nacional del pri. Con ello Madrazo atentaba contra un principio normativo del partido pues aunque en la formalidad los comités locales respondían al cen, en realidad eran designados y manejados por los gobernadores, en quienes descansaba la responsabilidad del control político de los estados. Madrazo conocía bien el procedimiento, no sólo porque conocía al partido sino porque como gobernador de Tabasco asumió esa función por completo, pues aunque dio libertad al comité directivo, no dejó de supervisar su actuación y menos cuando introdujo reformas sociales importantes que fueron apuntaladas por el partido. Para él, como mandatario, el Pri local fue un instrumento de apoyo invaluable, por ende estaba convencido de que era una atribución tradicional de los gobernadores. Si Madrazose atrevió a desafiarlos en este terreno fue porque indirectamente se acercaba a su propósito de controlar las candidaturas frente a las corporaciones. Pero como fue evidente meses después,el riesgo era demasiado porque Madrazo no pudo limitar el efecto a los sectores sino que lo llevó a desafiar la autoridad de los mandatarios. En rigor, si la medida prosperaba llegaría mucho más lejos que la postulación de candidatos, porquesi lograba consolidar la autonomía directiva del partido y limitar la participación de los gobernadores y, de paso la de las corporaciones, le daría un poder enorme al presidente del partido que tarde o temprano llegaría a romper la extrema subordinación que históricamente tenía con el Ejecutivo. Tal alcance no podía pasar inadvertido a los principales involucrados, lo que de inmediato, en los primeros meses de 1965, le ocasionó serios desencuentros con los gobernadores. Uno de los primeros conflictos tuvo lugar en Chihuahua, donde el gobernador Práxedes Giner Durán atacó a Madrazo por remover al presidente del comité directivo estatal, evidentemente vinculado al gobernador. Madrazo lo enfrentó y aprovechó la toma de posesión del nuevo líder del partido local, arropado por el cen, para demostrar que llevaría el proyecto adelante. De forma inusual, Madrazo llevó a todo el cen a tomarla protesta al dirigente local y en su discurso advirtió que no aceptaría ninguna injerencia en el proceso que no fuera la de los militantes del Pri. Con claridad que le costaría reproches, afirmó que no toleraría la intromisión de los gobernadores en las tareas directivas del partido. Desde entonces, la relación sería crecientemente tensa entre Madrazo y los grupos internosdelpri. En esa ocasión, Madrazo anunció la que sería la medida más ambiciosa de su proyecto, la reforma de los mecanismos de postulación de candidatos, que consistía en el voto directo de los militantes y no como había sido hasta entonces, por cuotas asignadas a las centrales. Antes de poner en marcha la medida, procedió a otra, relacionada con la estructura directiva en la que también se
aplicaba la participación directa de los afiliados. En junio de 1965, cuando ya había removido a buena parte de los comités directivos estatales, Madrazo anunció que se elegirían nuevos comités municipales y seccionales mediante la votación directa de militantes en asambleas, con lo cual se eliminaba la práctica de que los comités directivos estatales los integraran para controlar centralizadamente su operación. El procedimiento implicaba una desconocida autonomía local porque la elección de dirigentes seccionales sería en votación directa de los militantes en asamblea local, en la que también se elegirían los delegados para organizar los municipales. Para estos últimos, se presentarían planillas con todos los cargos directivos, propuestos por al menos una tercera parte de los delegados asistentes. Además de que las centrales perdían el control, Madrazo hacía de los militantes, siempre vinculados a la dirección del partido, el centro de la decisión. Comoera previsible, mientras gobernadores y centrales protestaban, la medida fue bien recibida por la militancia priista, a tal grado que en apenas un mes se instalaron dos terceras partes de los comités seccionales y municipales. A pesar de las resistencias, el proyecto de Madrazo avanzó con firmeza y a mediados de 1965 consiguió la renovación y, donde no los había con anterioridad, la instalación de comités directivos locales y estatales. Así, la dirección nacional del pri adquirió una fuerza notable gracias a que mayoritariamente respondía a ella la estructura jerárquica del partido. Quizá como nunca antes había sucedido en la historia del partido del Estado, la presidencia nacional de Madrazo tuvo real independencia para manejar a la organización. Fortalecido con el éxito de la renovación directiva, Madrazo insistió en que el PRI debía atender sus tareas sociales y desarrollarlas sobre todo cuando no hubiera elecciones. La militancia, a la que tanto había defendido desde su toma de protesta, sería la encargada de reavivar el contacto social del partido con el objetivo de que el pri fuera capaz de conocer las inquietudes y demandassociales. La vieja propuesta que estuvo en el fondo del nacimiento del prm, de convertir al partido en una eficaz correa de transmisión que le mostraba el pulso de la sociedad al Estado, fue retomada por Madrazo en 1965. Como ya lo había advertido, la única manera de que la oposición no se alimentara de priistas desilusionados y de que el electorado no buscara otras opciones en la oposición, era que el pri recuperara su capacidad para llevar al gobierno las demandas de la población. A partir de mediados de 1965, Madrazo prestó particular atención a las urgencias agrarias y pidió al partido que preparara propuestas para renovar el reparto de tierras, bajo la idea de que se incubabaen el país un extremo malestar en el campo que podía desatar la violencia. En un discurso en Arandas, Jalisco, tierra de levantamientos, caciquismo y añejas protestas agrarias, Madrazo afirmó que si en
Los Altos habían surgido revueltas había sido por la desatención gubernamental. La mejor manera de aliviar esta ausencia, era que el partido se convirtiera en el
expositor de problemas y soluciones ante las dependencias del gobierno federal. El partido no debería ocupar el espacio de los secretarios de Estado, sino sólo servirles como medio de comunicación. Los liderazgos y grupos tradicionales del pri podian haber pasado poralto estas declaraciones porque, en la práctica, no dejaban de ser declaraciones que estaban lejos de materializarse, pero la renovación de la estructura directiva y la propuesta sobre las elecciones internas para elegir candidatos a puestos municipales, fueron medidas que atentaban directamente contra su poder. Y, desde luego, las causas de
los ataques que llevarían al fracaso el proyecto y a la renuncia de Madrazoa fines de 1965. El tabasqueño fue muy cuidadoso en limitar el experimento a los cargos municipales porque estaba consciente de que su aplicación a otros puestos electorales, en especial los del ámbito federal, lo llevarían a enfrentar por completo a las corporaciones ya que eran su principal área de reparto y control. Pero también porque para Madrazo el municipio era “el fundamento de la vida democrática” al constituirse en la primera autoridad y gobierno en contacto conla población. Además de atender las necesidades básicas de los habitantes, se convertían en el ámbito electoral y político de más interés para el ciudadano, precisamente porque debían resolver demandas sociales en el lugar donde desarrollaban su vida cotidiana. Si había un espacio electoral donde el ciudadano tenía particular interés en elegir a un político comprometido socialmente, era en el municipio. De esa autoridad la población esperaba resultados y acciones visibles, y por ello el partido debía postular a militantes convencidos. El municipio era para Madrazo el espacio donde lo social y las funciones de gobierno se traducían en verdadero interés político, por eso había sido también el escenario de los principales desafíos electorales al partido. Aunque nuncafue explícito en cuantoal sujeto social que aprovechaba esos espacios, era evidente que se trataba de las clases medias porque los municipios donde se habían escenificado los conflictos no eran rurales sino urbanos. Los cuestionamientos, por lo tanto, no eran
generalizados y una mirada atenta revelaba que procedían precisamente de que los candidatos no estaban comprometidos ni identificados con la población en la medida que eran postulados por las centrales, en zonas donde ya no tenían representación o contacto social.
La propuesta reformadora consistía en que los candidatos a los cargos de presidente, síndicos y regidores surgieran de la votación directa y secreta de los militantes en cada sección electoral, organizados y supervisados por los comités seccionales del partido. Ésta era la razón para haberse embarcado en el proyecto de renovar los comités locales y hacerlo bajo el principio de la votación
individual: tendrían que ser los dirigentes locales, elegidos por la militancia, los que vigilaran la elección de candidatos municipales. La propuesta suponía, con toda claridad, entregar las candidaturas a la militancia activa, no a las corporaciones, y evitar que los mandatarios colocaran a sus seguidores sin mayor compromiso que su fidelidad al Ejecutivo local y más interés que el de hacer carrera política bajo su amparo. La medida conciliaba a las corporaciones porque establecía que mientras al cargo de presidente podían presentarse tanto militantes en lo individual como representantes de sectores, para síndicos y regidores se presentarían planillas por cada sector que existiera en la zona. Así, a los militantes se presentarían dos boletas, una con todos los aspirantes a la presidencia y otra con las planillas de las organizaciones. El mecanismo contemplaba dos controles: uno local, que consistía en acompañar las propuestas por firmas de un porcentaje de los militantes de la sección, y otro central, en el que el cen evaluaría los merecimientos de los precandidatos. La tercera característica del procedimiento era que los candidatos resultarian de elecciones internas entre los militantes locales. La propuesta era singular porque facilitaba que militantes sin sector corporativo lograran postularse y garantizaba a las corporaciones puestos municipales aunque en competencia entre ellas, en el caso de que la zona contara con más de un sector fuerte. Y todo por la vía de la votación directa. Aunque limitada la participación de las corporaciones, el mecanismo les proporcionaba una oportunidad para ganar porque, como era obvio, no impedía el voto dirigido de los de los agremiados a cada sector, de ahí que las centrales no desaprobaran por completo la reforma. No fue el caso de los gobernadores que, en la práctica, perdieron el control y la posibilidad de seguir colocando a seguidores en los ayuntamientos. Para los mandatarios, acostumbrados históricamente a manejar la política local, los ayuntamientos y en especial las ciudades capitales, eran puestos fundamentales para equilibrar fuerzas políticas y, sobre todo, asegurarse lealtades. El rechazo fue abierto pero, sorprendentemente, tuvo éxito en su aplicación porque durante el segundo semestre de 1965 se eligieron candidatos bajo este principio en 1 151 municipios de los poco más de 2 000 de competencia electoral que existían en 10 estados de la República. Notable éxito que probaba que no sólo era posible desarrollar la práctica sino que no era tan insatisfactoria para los sectores del partido, además de aumentar la eficiencia electoral del pri. El éxito,
sin embargo, debe tomarse con cautela porque no hay ninguna evidencia de que los comicios internos hayan sido efectivamente democráticos, que no se haya manipulado el voto o, lo más seguro, movilizado el corporativo. Lo que sí es comprobable es que las elecciones constitucionales fueron totales victorias para el PRI y le redituaron apoyos auténticos entre la población. En cualquiera de los
casos, las medidas de Madrazo demostraban que el militante podía reconciliarse con la dirección del partido y convivir con las corporaciones en un acuerdo más O menos equitativo que revaloraba la pertenencia al PrI. La reforma cumplió el propósito de convencer nuevamente y quizá lo más peligroso para el conservadurismopriista fue el ascendiente que consiguió Madrazo en lo personal, así como la autonomía de la dirección del partido. Ambos logros fueron vistos con preocupación tanto por los mandatarios estatales como por el mismo Ejecutivo federal que, como lo demostró todo su sexenio, no toleraba cuestionamientos. Hubo al menos dos anuncios que aumentaron el nerviosismo por las medidas tomadas. El primero fue del secretario general del Pri, Lauro Ortega, quien adelantó que el sistema de votación directa se extendería a diputados locales y federales, así como a los gobernadores. No dio más información ni tampoco mencionó alguna fecha, por lo que fue tomado con cautela, pero Madrazo, días mástarde, sí propuso que a partir de enero de 1966, en previsión de los comicios de medio término, darían comienzo las auscultaciones para seleccionar a los candidatos a diputados federales, en convenciones organizadas por la dirección priista. Si el anuncio de Ortega parecía tan sólo una idea, la de Madrazo sí cobraba importancia porque de realizarse elecciones internas las corporaciones podían perder sus cuotas en la Cámarabaja. Estos y algunos otros conflictos (el intento, más propagandístico que real, del entonces líder de la bancada priista en la Cámara de Diputados, Alfonso Martínez Domínguez, de reimplantar la reelección de legisladores, que fue aplaudida por la oposición) acarrearon a Madrazo más enemigos dentro del partido que fueron desgastando su influencia. Pero el detonante de su renuncia fue el enfrentamiento abierto que tuvo con el gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis, al renovarse las alcaldías en el estado. El gobernador en principio no se opuso públicamente al mecanismo de planillas y voto directo, pero las fabricó con allegados, de tal manera que en cualquier caso resultaran postulados sus seguidores. De los 17 municipios de la entidad solamente en tres, Culiacán, la
capital, Los Mochis y Rosario, fueron impugnadas las elecciones por el escandaloso fraude cometido, pues a pesar de que los principales contendientes eran seguidores del gobernador se manipularon los votos con papeletas falsas para beneficiar a alguno. El cen del Pri aceptó las 14 elecciones restantes, declaró nulas las tres impugnadas y ordenó su reposición. Sánchez Celis, sin embargo, manejó todos los recursos para impedir que se aplicara el mecanismo de Madrazo, incluso manteniendo cerradas las oficinas de los comités directivos municipales para evitar el registro de candidatos y amenazando a los enviados del cen priista, responsables de supervisar las elecciones. Ante el abierto rechazo del gobernador, Madrazo tomó una medida radical, nunca antes vista, que fue retirar al pri de las
elecciones constitucionales, de tal manera que de los 17 municipios únicamente presentó candidaturas en 14 y en los tres impugnados dejó solos a los candidatos del gobernador. No había en la historia del partido y menos en su etapa priista, centralizada, subordinaday, en esos términos,fiel a los liderazgos establecidos, un episodio tan delicado como el enfrentamiento que Madrazo había escenificado con Sánchez Celis. No sólo el presidente del partido era el que rechazaba una atribución reconocida, sino el pri, como partido instrumental, el que probaba que podía ser autónomo. Más allá de la arbitrariedad mostrada por el mandatario, lo que realmente trascendía del evento era el mecanismo político concedido a los gobernadores de manejar a su arbitrio las instituciones locales y, en primera instancia, la estructura del partido, para controlar la política local. De hecho,la crítica que se formuló públicamente a Madrazo era ésa: haber intervenido en un área y atribuciones que les pertenecían a los gobernadores. En 1965la élite priista no podía entender que el pri se opusiera a la tradición que hasta entonces le había sido tan eficaz para mantener el poder. Y no deja de ser sorprendente esta confianza cuando precisamente en ese año había tenido lugar una de las protestas más significativas por el tipo de demandas, pero en particular por los integrantes, los médicos, de los profesionistas más prestigiados y más protegidos socialmente. Más aún, un año después comenzarían las movilizaciones estudiantiles que desembocaríanen el histórico y trágicamente finalizado movimiento de 1968. Una prueba sorprendente de cómo los políticos, por más profesionales que sean, pueden no reconocer que las sociedades demandan cambios que deben ser atendidos para mantener la confianza ciudadana y, por encima de todo, la estabilidad política. La agresividad con la que el medio político atacó a Madrazo después del conflicto en Sinaloa, en primer lugar los gobernadores, pero también desdeel pri, como legisladores, funcionarios del gobierno federal y la prensa, entonces tan dócil a las indicaciones oficiales, muestra la profundidad de las reformas del tabasqueño, si no para modificar de fondo el partido, sí para eliminar privilegios a gruposy líderes, sin duda benéficos para ellos pero dañinos para su organización y de paso para el sistema en cuyo apoyo habían sido creados. Pero también muestra la enorme ceguera de la élite gobernante y de los sectores supuestamente críticos, con la prensa a la cabeza, que prefirieron apoyar la intolerancia oficial. Madrazo tuvo que renunciar a la presidencia del pri en noviembre de 1965 y el sucesor, Lauro Ortega, eliminó de inmediato el procedimiento en el que había colaborado. El partido declaró inaplicables las reformas del tabasqueño y reivindicó el corporativismo y el sistema de cuotas como adecuado para el partido porque, todavía en 1965, seguía representando a las mayorías del país. El mismo Madrazo
se convertiría entonces en un ejemplo vivo de lo que había previsto pues se le marginó de la política y en 1967 se comprometió con diversos sectores priistas, académicos e intelectuales, en la formación de un nuevo partido que hiciera realidad sus propuestas. El movimiento estudiantil de 1968 y sobre todo la brutalidad con la que sistema decidió terminarlo (durante el cual más de una vez se acusó a Madrazo de patrocinarlo e incluso dirigirlo), llevó al tabasqueño a declarar que no era oportuno continuar con el proyecto. De haber continuado, Madrazo se habría convertido en el centro disidente del pri, historia que había terminado en 1952 con Henriquez Guzmán. Por poco tiempo, porque 20 años después tendría lugar la más exitosa experiencia, con la Corriente Democrática, que desafiaría al pri y daría lugar a la opción de izquierda más consistente del sistema. Pero más allá de los detalles del proceso que enfrentaría a Madrazo con los gobernadores, lo que vale la pena rescatar es que el intento de reforma del tabasqueño encontró un fuerte apoyo en el sector del pri al que nadie le había prestado atención históricamente: la militancia. No se podía esperar que un partido construido y organizado para servir al poder, que había definido incluso sus liderazgos tanto nacional como en los estados con ese propósito, tuviera una simpatía tan grande por medidas como las que propuso Madrazo, a no ser porque hubiera un claro beneficiario que, desde luego, no podían ser las corporaciones. En 1965 lo que quedó claro fue que a pesar de los fuertes controles que ejercían corporaciones y gobernadores, había un espacio en el que la militancia podía actuar siempre y cuando encontrara el apoyo en un auténtico líder tanto interno como externo. Madrazo fue lo primero, pero nunca consiguió el apoyo del verdadero líder del partido que era el presidente de la República. De todas maneras, para un político experimentado, el intento de Madrazo lo que debía demostrar era que tarde o temprano esa militancia podría proponer alternativas tanto al carácter instrumental que se le había definido al partido como a la búsqueda de liderazgos realmente identificados con ella. Tendrían que pasar muchos años y varios conflictos, a grado tal que el presidente de la República perdiera su ascendencia dentro de la militancia, para que comenzaran realmente los cambios en busca de la autonomia del pri. LA SOCIEDAD CAMBIANTE
Los años sesenta marcaron una explosión de movilizaciones y protestas promovidas todas por los sectores medios, que no cesaron a pesar de que el sistema respondió con una violencia extrema. Las protestas no disminuyeron porque si bien expresaban una difusa demanda de participación social, el origen
era profundamente económico y social. Hacia el final de los años sesenta el modelo de crecimiento que fuera tan exitoso desde mediados de los cuarenta,llegó a su fin. El desarrollo estabilizador había sido efectivo pero fue sostenido con fuertes condicionantes que afectaban las finanzas públicas y, a la postre, limitaban la expansión de la economía. El crecimiento del país, que había llegado a promedios de casi 7% anual entre 1950 y 1965, cayó sistemáticamente hasta niveles de 6% hacia el final de los sesenta. Sin crecimiento sostenido, los recursos
del Estado para continuar con los proyectos sociales se vieron seriamente limitados. Las clases medias, que habían recibido los beneficios, que habían visto crecer sus ingresos y su nivel de vida, fueron las primeras en resentir el estancamiento de la economía. La educación no parecía ser ya el principal motor de la movilidad social, ni el ingreso crecía y en ocasiones tampoco era suficiente para mantenerel
nivel de vida acostumbrado. Por ello no fue extraño que fueran estudiantes, maestros y profesionistas quienes criticaran al gobierno por su ineficacia.
Propuestas, sin embargo, no las había. La mejor muestra son los movimientos más importantes de la época: el de los médicos, quienes solicitaban aumento en sus ingresos y asociación independiente, y el de los estudiantes que cuestionaban la brutalidad y la falta de espacios para discutir y participar políticamente. No hubo, como el romanticismoinsiste, propuestas para democratizar al sistema, ni siquiera demandas por modificaciones electorales. La protesta fue difusa en sus motivaciones y nadie, menos en el gobierno, supo entender cómosatisfacerlas para evitar los conflictos. Pero la respuesta, por más violenta que fue, no la terminóy, por el contrario, motivó otro tipo de manifestaciones. La más grave fue la expansión dela guerrilla, en particular la urbana, que tuvo efectos sobre todo en los sectores medios y el empresariado. La guerrilla rural ya existía y por sus propias características operaba en zonas delimitadas que podían atacarse militarmente; sus acciones fueron lentas pero efectivas a mediano plazo y, lo más importante, no rebasaron sus fronteras geográficas, de tal manera que los daños para el sistema fueron pocos. No fueel caso de la guerrilla urbana cuyas estrategias se desarrollaban en las ciudades, principales áreas de actividad de los sectores medios. Si la manera de obtener financiamiento para sostener sus actividades era mediante el secuestro de individuos con recursosy el asalto a los bancos, los lugares donde operaban eran las ciudades, no la sierra o el campo. El Estado no podía atacarla si no era también en las ciudades, lo que llevó a una violencia que las clases medias, principales críticas del sistema, padecían objetivamente. La violencia con la que actuó la guerrilla que, además, se fundaba en una posición intransigente y de rechazo a las instituciones del sistema, opacó el
problema de fondo queera la falta de oportunidades para participar en política y la brutalidad con la que el sistema había respondido. La élite gobernante no fue del todo insensible pero hizo un diagnóstico limitado de la situación en la que su partido no estuvo incluido. La falta de espacios políticos para expresar las críticas fue entendida por el gobierno como problema exclusivo de los sectores medios y supuso que podía atenderse por la vía electoral. La estrategia de Luis Echeverría fue hacer del sistema, del gobierno y de las instituciones ámbitos de tolerancia e incorporación. Lo que fue conocido como “apertura democrática” fue un conjunto de medidas dirigidas a quienes habían sido los actores de las propuestas de los sesenta. Echeverría intentó acercarse a las universidades, a los estudiantes y a los profesores, y promovió una reforma electoral que estimulaba la participación de los jóvenes. El objetivo de la reforma electoral era doble, por un lado, ampliar la representación de los partidos existentes al disminuir el umbral de votos para obtener diputados de representación proporcionaly, por otro, alentar a los jóvenes a participar en política, en particular en las elecciones. Se estableció la edad para votar en 18 y no en 21 años, y también se disminuyó la necesaria para postularse a todos los cargos de representación popular. Uno de los aspectos más destacados de la estrategia presidencial fue permitir un mayor grado de crítica en los medios de comunicación, entre los que destacó la prensa escrita. El complemento de esta política fue una modificación del modelo de desarrollo que se basó en una mayor intervención del Estado en la economía como actor directo, con empresas y regulaciones, pero también con un mayor presupuesto y másinversiones. La estrategia, sin embargo, no logró modificar los condicionantes del desarrollo estabilizador que afectaban tanto los ingresos del sector público como los estímulos a la producción, de tal manera que el Estado no fue capaz de obtener fuentes seguras de financiamiento que le permitieran mantener el proyecto. Además, Echeverría provocó un enfrentamiento con el sector privado que se sintió amenazado no sólo porque el Estado ocupaba espacios que consideraba exclusivos, sino porque significaba un cambio radical en las relaciones conel Ejecutivo, en especial en cuanto a la certidumbre en las políticas económicas. El conjunto de medidas no fue satisfactorio. La política económica no logró reavivar el desarrollo y por ende no proporcionó los recursos necesarios para reactivar los programas sociales, pero sí provocó una aguda crisis que profundizó más los problemas. La crisis del echeverriismo marcó el inicio de la debacle económica del país que, con pequeñas diferencias, no ha sido resuelto desde entonces y que se ha caracterizado por quiebres recurrentes y tasas de crecimiento mediocres,lejanas a las históricas de los sesenta (desde el gobierno de Miguel de la Madrid las tasas de crecimiento de la economía escasamente han pasado de 2%
anual en promedio, incluyendo las dos administraciones del pan) y que no permiten resolver los más urgentes problemas sociales. En lo político tampoco rindió frutos. Los intentos por acercarse a los sectores medios no prosperaron y se complicaron con el más grave enfrentamiento que se conociera con el sector privado,principal aliado y beneficiario del modelo económico del país. Despuésde la crisis del echeverriismo el sistema tuvo un respiro en el sexenio de José López Portillo gracias a un ajuste económico basado en los altos ingresos petroleros. La nueva administración se enfrentó en los primeros años a los aumentos de precios y a la contracción económica, como resultado directo del equivocado manejo económicodel final del sexenio anterior. Pero con las medidas de control, los ingresos petroleros, las expectativas crecientes y un entorno internacional muy favorable, el gobierno amplió los recursos para aumentar el gasto y resolver las limitaciones del ingreso público, pero no para modificar las bases de la política económica en su conjunto. En 1977, el primer año del nuevo gobierno, el PB apenas creció 3.4%, lo que representó una caida de más de 100% del ritmo que se había alcanzado de 1964 a 1973. Pero en 1978, apenas un año después, el pis fue de 8.2% y en 1979 pasó a 9.1%, las cifras más altas de toda la historia económica de México. Todavía mantendría una expectativa creciente en 1980 y 1981 cuandoel prb registró tasas de 8.3 y 7.9%, respectivamente. Como ocurriera en otros ámbitos, el éxito que se consiguió en los primeros años con tasas de crecimiento superiores a las alcanzadas en los sesenta, cegó a los políticos y a los analistas, incluidos los propios empresarios que creyeron en la estrategia gubernamental y no pudieron ver las fallas estructurales. La expansión petrolera de México llevó al gobierno a un riesgoso endeudamiento externo, impulsado por las bajas de interés, que parecía sostenerse con la exportación petrolera. Pero a fines de 1981, la caída en los precios del energético y el aumento de las tasas de interés provocaron una nueva y más profunda crisis económica que obligaría a sucesivas devaluaciones y, formalmente, a la nacionalización de la banca y al control de cambios. La crisis financiera internacional mostró que los ingresos petroleros no resolvían las fallas de fondo de la estrategia y que era indispensable no sólo un plan que rectificara el programa sino el conocimiento especializado para ponerlo en marcha. Esa tarea, no obstante, no podría ya diseñarla y menos aplicarla esa generación política. La crisis económica, en especial por la inflación y la reducción de los ingresos, afectó a la sociedad, pero en especial a los sectores medios. Las circunstancias empeoraron cuando el presidente decidió nacionalizar la banca, más como una demostración de autoridad que como medida económica. El resultado fue agravar la crisis con el sector privado, principal afectado al perder los bancos, y con una parte de los sectores medios que tenían depósitos en dólares porque sus ahorros se
vieron seriamente afectados al disminuir o de plano desaparecer por la decisión presidencial de eliminar esa figura bancaria y pagar los dólares a una tasa de cambio fijada por la autoridad hacendaria. Errores en la política económica y una absoluta ausencia de medios políticos para expresar el malestar de la sociedad, llevaron a una delicada situación al comenzar la década de los años ochenta. La decisión gubernamental de canalizar el descontento por la vía de las elecciones no dio el resultado que se esperaba porque los partidos existentes no fueron capaces de expresar reales preferencias, pero sí el rechazo al sistema y al PRI. De los tres partidos de oposición existentes, sólo el Pan representaba una opción real, indudablemente conservadora, pero confiable porque el pps y el parM, ademásde sus vagas definiciones ideológicas, habían sido permanentesaliados del PRI, de tal forma que ni por ideología ni menos oposición política podían ser atractivos para los electores. La reforma de 1972 había servido únicamente para estimular el voto contrario que, procedente de las zonas urbanas, expresaba el creciente malestar de los sectores medios y, después de los enfrentamientos con Echeverría y López Portillo, del empresariado. Si ya en las elecciones federales de 1973 para renovar la Cámara de Diputados fue evidente que el pri perdía votos en las principales ciudades y destacadamente en las capitales, las presidenciales de 1976 fueron un fuerte llamado de atención porque el candidato del pri no tuvo con quien competir ya que el pan, debido a conflictos internos, no pudo presentar candidato, y el pps y el parm, comoera habitual, se sumaronal priista. La votación oficial, por abundante que fuera y en apoyo del pri, no servía para fortalecer al sistema ni para legitimar a las autoridades. La participación seguía siendo un problema sin solución en el terreno electoral. El presidente López Portillo y su secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, emprendieron la más ambiciosa reforma electoral de la época, que marcaría el rumbo de las siguientes y que definiría al medio electoral comola vía de cambio político que en los años siguientes llevaría a la democracia y a una de sus más preciadas consecuencias: la alternancia. La reforma de 1977 abrió mayores espaciosa los partidos y, sobre todo, dio el reconocimiento a la izquierda mexicana para convertirse en una opción política y electoral dirigida a un sector crítico de la población que, por definición intelectual e ideológica, no podia identificarse con la derecha panista. Además de sacar a la izquierda de los corredores universitarios, la reforma aligeró los requisitos para formar partidos y estableció la obligación del Estado de financiar su operación, de tal manera que su supervivencia no estuviera amenazada por la falta de recursos. El aliciente fue extraordinario para que los sectores más críticos fortalecieran a las organizaciones de izquierda, las obligaran a presentarse como auténtica opción institucional y tuvieran espacios activos en el Congreso. El viejo Partido Comunista se vio
obligado a renunciar a su ortodoxia y a aceptar las elecciones como medio de expresión política. Comoel partido más importante de la izquierda, el Comunista inició un largo proceso que lo llevaría a incorporar a otras corrientes y organizaciones de izquierda, primero como Partido Socialista Unificado de México y luego como Partido Mexicano Socialista, para ofrecer una opción agrupada de la izquierda a la población. Su historia debe ser contada aparte pero no puede dejar de observarse que, pese a todo, está ligada a la del pri, no sólo porque en su pasado remoto colaboró con el partido del Estado (en el cardenismo, por ejemplo) sino porque su perfil, ideología y comportamiento resultaron trastocados en cuando la corriente disidente del pri, que nació en 1987, se apoderó un par de años despuésdel pms, lo convirtió en el Partido de la Revolución Democrática y transformó a la izquierda histórica en la izquierda priista, estatista y populista, que no encontraba espacios en el pri de la ascendiente tecnocracia. DE NUEVO, EL LETARGO
Después de frustrada la reforma de Madrazo, el pri entró de nuevo en un prolongado letargo que lo mantuvo por completo al margen de los cambios sociales y políticos del país. Mientras la sociedad experimentaba transformaciones profundas y resentía las consecuencias de políticas económicas equivocadas,el prI no se planteaba siquiera la necesidad de introducir algún cambio que lo convirtiera en una opción política para una sociedad que estaba muylejos de ser la de los años cuarenta, cuando nació. El violento rechazo con el quela élite política puso fin al experimentoe incluso a la trayectoria de Madrazo, era una grave prueba de que su confianza se basaba en la incapacidad para entender el entorno político en el que funcionaba. Si algo había sido reiteradamente criticado por algunos priistas desde la formación del pri, era que sus obligadas tareas electorales habían cancelado su tradicional capacidad para hacer política, es decir, actuar en la sociedad para advertir sus demandas y prever los cambios. Su conversión en maquinaria electoral, que sólo actuaba postulando candidatos, haciendo campañas y movilizando votos, lo había anquilosado al convertirlo en una agencia de colocaciones, no de militancia, no de pensamiento. El paréntesis
madracista fue más relevante por exhibir la incapacidad dela élite para entenderla necesidad de los cambios que porel fracaso de las medidas. Las había rechazado porque consideró al tabasqueño un imprudente, que las había propuesto por razones personales y no porqueel partido las necesitara. No había sido capaz de comprender las movilizaciones de los sesenta y no lo sería tampoco para reconocer las que ocurrirían en las dos décadas siguientes. Con una certidumbre
que no deja de sorprender, el priismo se mantuvo seguro de que seguía agrupando a las mayorías de la sociedad y que los sectores que estaban fuera eran, además de minoritarias, políticamente poco importantes. Creyó,al igual que el gobierno, que los comicios y los partidos eran suficientes para canalizar sus protestas sin arriesgar su dominio ni menos la estabilidad el país. También sorprende que el Estado desarrollara varias medidas en lo electoral y lo político durante los años setenta y no considerara al Pr, su instrumento más importante, necesario para acercarse a la sociedad. Si la dirección priista no lo advertía, y menos después de la renuncia de Madrazo, el gobierno federal lo relegaba a la tarea de preparar candidatos y lograr sus victorias. De 1965 a 1972 el Pri no hizo nada que lo sacara de su marasmo.Si algo debía destacarse era su afán por eliminar cualquier medida que recordara el periodo de Madrazo. No fue hasta la salida de Manuel Sánchez Vite y la designación de Jesús Reyes Heroles como presidente del cen, cuando el partido tuvo algo que mereciera mencionarse. Los presidentes que condujeron al partido en esos años son expresiones claras del estancamiento: Lauro Ortega, que seguiría a Madrazo y que tendría el triste papel de eliminar las reformas luego de que las apoyara como secretario general del tabasqueño, y Alfonso Martínez Domínguez, que había sido uno de los adversarios de Madrazo y que llegaría al partido en la etapa final del sexenio de Díaz Ordaz para proteger la sucesión y, sobre todo, al intolerante mandatario. Echeverría, que no confiaba en él por su extrema identificación con el ex presidente, lo retiró del cargo y puso en su lugar a Manuel Sánchez Vite, entonces gobernador de Hidalgo y líder del poderoso sNTE. Al igual que Martínez Domínguez, que había sido dirigente de los trabajadores del Distrito Federal, Sánchez Vite representaba la fuerza de las corporaciones en la vida interna del partido. Reyes Heroles era un político distinto, no sólo porque no pertenecía a ningún sector sino porque en su ya para entonces importante trayectoria se había distinguido por sus méritos intelectuales. Como militante priista y como historiador, Reyes Heroles se había dedicado a reflexionar sobre la llamada ideología de la Revolución y el papel del partido como promotor de ella. En su toma de posesión afirmó, consecuente con sus ideas, que el pri debía hacer política
“en todas partes y a todas horas”, lo que a muchos pareció que auguraba una mayor participación del partido en la política nacional. Pero, de hecho, Reyes Heroles adelantaba el apoyo irrestricto del partido a la política presidencial, no un proyecto de cambio. Echeverría ya había puesto en marcha su política activa, con un lenguaje de izquierda con el que buscaba acercarse a los sectores críticos y que al atemorizar al sector privado lo obligaba a construirse apoyos. Reyes Heroles y el prI serían los encargados de movilizar los apoyos y, en ese sentido, el llamado
para hacer política no era otra cosa que alinear a las corporaciones en favor de las políticas presidenciales. Las circunstancias obligarían a Reyes Heroles a desarrollar sus habilidades políticas al extremo porque tuvo que mantener el control de las corporaciones, llamadas entonces a apoyar al presidente, pero descontentas por el crecimiento de la insurgencia obrera, en más de una ocasión alentada por el mismo presidente en su búsqueda de apoyos populares. Reyes Heroles mantuvo la confianza corporativa negociando los cargos de elección, con lo cual sólo se fortaleció su fuerza y el anquilosamiento del partido para enfrentar de mejor manera los comicios. Reyes Heroles paralelamente intentó actualizar la posición ideológica del partido. Su discurso como presidente del cen no desperdició la oportunidad para recordar los compromisos sociales del pri y sus orígenes revolucionarios, pero donde tuvo lugar la mejor exposición de su proyecto ideológico fue durante la VII Asamblea Nacional, en octubre de 1972, en la que insistió en que la Revolución solamente podía continuarse como obra social mediante las instituciones, lo que
daba sentido al nombre del partido, y el gobierno, responsable directo de la obra pública. Nada nuevo, por supuesto, pero que en pleno echeverriismo servía para explicar el renovado intervencionismo del Estado en la economía. Con más énfasis que en el pasado,el pri afirmaba que la única forma de garantizar el desarrollo era que el Estado asumiera mayores responsabilidades, lo que garantizaría que el desarrollo sirviera a la sociedad. El Estado, diría Reyes Heroles, debía no sólo
intervenir como actor económico, sino debía regular y planear la economía para que rindiera los frutos esperados. Su discurso y las modificaciones que la asamblea introdujo al Programa de Acción, propusieron por primera vez la planeación económica como recurso del Estado para lograr el crecimiento. Si algo queda de la gestión del veracruzano, es la reivindicación del Estado como promotor de la economía, entendida como fuente de beneficios sociales y no como medición estadística. El Estado era, de nuevo, como se afirmara en los años
siguientes a la Revolución, el ente responsable del bienestar social. No volvería a recuperase tal idea, al menos no en los años siguientes, dominados por la tecnocracia, preocupada por los equilibrios de la economía, no en dar resultados sociales. Reyes Heroles no acompañaría la discusión ideológica con ningún cambio estructural, ninguna adaptación a una sociedad que para 1976 estaba ya enfrentada. Y la parálisis continuaría con el nuevo gobierno pues, como era habitual, el pr solamente siguió las indicaciones del Ejecutivo, se ajustó a sus propuestas y desarrolló sus tareas electorales. El periodo de López Portillo en el PRI fue lamentable porque sólo se hizo eco de la euforia presidencial y la temporal estabilidad económica. Para el nuevo líder del Pri, Carlos Sansores Pérez, el
partido estaba en uno de sus mejores momentos, sus sectores seguían siendo
representativos del pueblo mexicano y, por ende, el pr1 continuaba expresando sus intereses. En su lógica, los gobiernos y los representantes surgidos del partido actuaban, en consecuencia, para el pueblo, Mayor complacencia no podía haber y llevó al partido a la sumisión. En la IX Asamblea Nacional, realizada en agosto de 1978, el pr1 modificó una vez más su Programa de Acción y, comolo había hecho desde 1947 cada vez que un nuevo gobierno empezaba su gestión, lo adecuóa las propuestas presidenciales. En esa asamblea, el pri no hizo más que incorporar las propuestas de LópezPortillo: la reforma administrativa (la más ambiciosa desde la introducida por López Mateos), que contaba entre sus avances la formación de la Secretaría de Programación y Presupuesto para incorporar formalmente la planeación y la programación del gasto; la reforma política, que revolucionaria el sistema electoral y de partidos con la incorporación de la izquierda comunista; la rectoría del Estado, traducida materialmente en la explotación del petróleo, y el compromiso social de la obra pública sustentada en los ingresos petroleros, que se convertiría en el programa característico del periodo, el Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar). La Declaración de Principios simplemente subrayó el compromiso del partido con la pluralidad y la democracia que resultaría de la mayor competencia electoral y que la reforma política claramente anunciaba. Ninguna modificación, sólo sometimiento al gobierno en turno. Las tareas del partido, que para nada habían cambiado, no implicaban modificaciones en su estructura y funciones básicas. Lo electoral era prioritario, ganar y controlar a los grupos políticos, construir mecanismos que aseguraran, desde las instituciones, la estabilidad política en los estados y en el país. El pri cumplió a cabalidad con la tarea pues vigiló las candidaturas a puestos de elección popular y mantuvo el control de los mandatarios. Lo mismo fue funcional para retirar a gobernadores arbitrarios, como fue el caso durante el echeverriismo de Sánchez Vite, que renunciara a la presidencia del pri para regresar a la gubernatura de Hidalgoy tratara de intervenir en la sucesión presidencial, o manipulando votos y negociando cargos, como lo hiciera Porfirio Muñoz Ledo en 1975 cuando otorgara la primera senaduría de oposición al líder del pps, Jorge Cruickshank, a cambio de no reconocerla victoria de Alejandro Gascón Mercado en los comicios para renovar el gobierno de Nayarit. Como maquinaria electoral, el pri fue efectivo y por eso mismo no parecía haber perdido funcionalidad. Si sólo se tratara de ganar comicios, tal vez no habría perdido presencia, pero incluso en ese terreno, perdió flexibilidad. Hacia fines de los setenta, el prI no representaba como creía a la mayoría de la población, ni sus corporaciones eran ya capaces de ganar con facilidad los comicios. La sociedad
era mucho más compleja y diversificada, las elecciones serían más complicadasy la crítica al sistema avanzaba. En esas condiciones, el pri no era ya el órgano de acción y compromiso social que alguna vez fue, y poco a poco comenzó a perder eficacia en el terreno electoral. No fue solamente el avance de la oposición, sino
los cambios en la élite política nacional lo que agravó la crisis del pr1. Una nueva élite,
distinta
a
la
tradicional,
haría
cambios
profundos
en
la
acción
gubernamental, exigiría transformaciones ideológicas y obligaría al pri a actuar, incluso en contra de sus orígenes. Un cambio que, propio de la tecnocracia, no tendría clara orientación política. Si en algo no hubo dudas para esa nueva élite, fue que el Pri era instrumental, subordinado, y debía actuar conforme al deseo presidencial. Si lo había hecho en el pasado, acompañando cada proyecto sexenal, tenía que hacerlo también cuando la tecnocracia decidiera cambiar el rumbo del país. Pero contra lo previsto, el PRI comenzó su transformación más profunda,el distanciamiento de su líder natural, el presidente de la República, y volvió la mirada a nuevosactores y dirigentes.
y LA TECNOGRACIA Y LA FRACTURA DEL PRI
Después de 1965 fue evidente que si algún cambio experimentaría el pri no sería por iniciativa propia sino porque, acaso, el Ejecutivo lo decidiera. Y aunque el cambio provino efectivamente de ese actor, no sucedió sino hasta que la realidad del país y los conflictos entre la élite gobernante provocaron la más grave crisis interna en el partido, que no sólo marcó su destino sino que transformó la competencia partidaria y electoral de México. Con el ascenso de Miguel de la Madrid a la Presidencia en 1982 se inició la sustitución de la élite política tradicional y el dominio de una nueva generación, conocida convencionalmente como tecnocracia, que introdujo cambios en la economía, la administración pública y que condujo el país, aún bajo las siglas del pr1, hasta las elecciones del 2000. Lo político no fue prioritario para ellos y, más aún, fue considerado comola causa de los problemas de México. Su desatención provocó diversos problemas que en el mediano plazo llevaron a la fractura más seria del Pri en 1987, a desdibujar su ideología y a que un sector importante, todavía afín a los viejos principios del partido, lo abandonara y formara la opción de izquierda másseria en el país. El carácter subordinado del Pri no fue cabalmente comprendido por la tecnocracia porque supuso que bastaría conducirlo en la misma dirección de sus reformas para que funcionara de la misma manera que en el pasado. Como cualquier partido, el Pri se orientaba por principios políticos, no por una racionalidad instrumental que, en sí misma, minaría la base social de la organización. Hacia 1987 desembocaron diversas tensiones y conflictos dentro y fuera del prI, que llevaron tanto a la militancia como a los liderazgos a cuestionar seriamente la autoridad del presidente de la República, por tradición, su verdadero conductor. Para comprender el rumbo que siguió el partido es conveniente detenerse en las características de lo que fue la élite política tradicional y la relación que mantuvo conelpri. LA ÉLITE POLÍTICA Y EL PRI
Es normal pensar que son los partidos los que preparan a los políticos, los adiestran y les proporcionan la experiencia necesaria para desempeñarse en las instituciones nacionales pero en la práctica, los partidos solamente reúnen y
presentan a los políticos, es la actividad cotidiana en las entidades públicas lo que formaal político, le enseña qué hacer y bajo qué circunstancias debe actuar, de ahí que lo esencial para determinar el perfil del político sea identificar los ámbitos donde lleva a cabo la política. De nuevo, los partidos parecen ser importantes al igual que las asambleas legislativas donde, se supone, tienen lugar los debates políticos, el contraste de propuestas y programas, y la capacidad para negociar y encontrar acuerdos. No obstante, el supuesto puede cuestionarse en países como México donde la centralización de la vida pública en el gobierno federal llevó a que la política realmente decisiva se desarrollara en ese medio, usualmente identificado con la administración y la burocracia. El sistema presidencialista, que se caracteriza por hacer del Ejecutivo un poder por completo autónomo del Legislativo, se fortaleció por la concentración de funciones administrativas, económicas y presupuestales, de tal manera que el presidente y su gabinete se convirtieron en el centro de la política nacional. De los gabinetes salieron, al menos hasta 1994, los presidentes de la República, lo que suponía, en principio, haber colaborado con la administración anterior pero también que el resto de puestos políticos, por más importantes que parecieran, no eran elegibles para ocupar el más elevado cargo del país y que, por lo tanto, las carreras que se desarrollaron en ellos no eran relevantes si no convergían con la administración pública federal. Contra las versiones comunes que afirman que el político tradicional se formó siempre en los cargos de elección popular y el pri, y que los tecnócratas lo hicieron en la administración pública, las trayectorias de todos los que llegaron a ser secretarios de Estado, incluidos los mismos presidentes, prueba que fueron siempre los puestos en el gobierno federal los que formarona los políticos. Delos 250 funcionarios que ocuparon una secretaría de Estado entre 1946y el año 2000, cuando termina el largo periodo de dominio priista, 145, es decir, 58% solamente tuvieron cargos en la administración pública y el resto los combinaron con los puestos de elección y en el partido. Nadie llegó a los gabinetes ni por supuesto a la Presidencia de la República contando sólo con posiciones de elección ni menos aún en el partido. Este porcentaje no cambia en ningunode los periodos comprendidos y en algunos incluso aumenta hasta 60%, como en las administraciones de Gustavo Díaz Ordaz y de Carlos Salinas, u 85% en el
gobierno de Luis Echeverría. La persistencia de lo administrativo demuestra que la política no fue nunca privativa de lo electoral o partidario y que se depositó en el gobierno federal. Para los políticos fue siempre más importante colaborar en la administración que en el partido, las cámaras legislativas o los gobiernos estatales y menos aún municipales. Como puede suponerse, esta carrera contenía algunas condiciones de
preparación que adiestraban a los funcionarios y les proporcionaban experiencia. Una de ellas fue realizarlas en largos periodos que, en promedio,significaban 25 años de trayectorias ininterrumpidas. La segunda condición fue ascender paulatinamente en la jerarquía administrativa de tal manera que se conocieran las responsabilidades y las líneas de autoridad. La tercera fue hacerlo en áreas especificas de la administración pública, incluso en secretarías determinadas, para lograr no sólo experiencia sino especialización. Estas condiciones, nunca
formalizadas pero puntualmente observadas por los funcionarios, dieron, además de experiencia política, preparación administrativa para desarrollar los programas públicos más allá de cada sexenio. El ascenso paulatino y, en particular, la sucesión en la Presidencia y los cambios en las secretarías de Estado garantizaban la renovación generacional en los mandosaltos pero también en los medios, donde
descansaba siempre el trabajo administrativo de las dependencias. Así fue como en cada cambio de gobierno los titulares de las secretarías normalmente eran los subsecretarios con varios años de experiencia acumulada. Puede entenderse que su formación fuese política no sólo por la concentración de funciones que recaía en los puestos administrativos, sino porque los gobiernos posrevolucionarios promovieron el desarrollo económico para crear bienes y servicios de bienestar social. La política social fue el objetivo prioritario del crecimiento y la base de sustentación del sistema. La estabilidad política dependía de que los conflictos fuesen controlables y la única forma de conseguirlo era satisfaciendo las necesidades de la sociedad, desde luego no en su totalidad perosi lo suficiente para mostrar gobiernos eficientes, capaces de promover desarrollo y beneficios. Como se ha dicho antes, en esa tarea el Estado era fundamental y, más aún, le definía su vocación social. De ahí que los políticos formados en las décadas centrales del siglo pasado se identificaran con determinadosvalores en los que el Estado, la administración pública y la economía ocupaban lugares relevantes. Para esa generación de políticos la racionalidad económica, que
después se ha convertido en un principio que guía a todo el gobierno federal, no era más que un procedimiento técnico, nunca un mandato de comportamiento. Desde luego que pudo sostenerse tal idea porque los criterios económicos, dentro y fuera del país, habían definido al Estado comoel principal responsable. Si en la economía internacional el Estado benefactor dominabaen los países desarrollados, en México, el Estado asistencialista procedía de la misma Revolución y había definido las tareas del nuevo sistema político. La coincidencia, por distintas razones, era total e incluso en el sistema político alternativo, el socialismo, el
Estado era igualmente prioritario. Por supuesto que ese Estado no aceptaba la democracia y la propiedad privada, pero ocupaba el mismo papel central en la economía y la sociedad.
Lo que hizo posible el cambio fue el derrumbe del modelo económico. Hacia fines de los años sesenta la economía mexicana mostraba signos inequívocos de parálisis: la inflación crecía, el PIB se estancaba, los ingresos públicos se restringían y, por ende, los programas del gobierno, en especial los sociales, como educación, salud, vivienda y de infraestructura, se limitaban. El ajuste del modelo
era indispensable y los gobiernos de Echeverría y López Portillo lo intentaron de la única manera que esa generación de políticos lo entendía: con la intervención del Estado como agente, promotor y activo sujeto de la economía. Los resultados no fueron los esperados y además de hacer más grave la situación económica, provocaron conflictos sociales y políticos que cuestionaron seriamente la legitimidad de los gobernantes. La crisis económica, su equívoco manejo y la situación política pusieron en duda la capacidad de los políticos tradicionales. Si lo económico se había convertido en lo decisivo, incluso para resolver los conflictos sociales y políticos, su control debía recaer en profesionales, en expertos que supieran los detalles de la economía. Para la nueva generación que llegó al poder con el priismo, la economía era demasiado importante, demasiado técnica y especializada que no podía seguir en las manosde los políticos. LA TECNOCRACIA, LA NUEVA ÉLITE DOMINANTE
Cuando la nueva generación se hizo del poder en los años ochenta, hubo analistas
que intentaron caracterizarla como un sector que se había formado en la administración pública o que pertenecía a áreas profesionales técnicas, como las ciencias aplicadas. La idea, que fue másintuitiva que empíricamente comprobable, no resiste un análisis serio. Los gabinetes y los presidentes que encabezaron los últimos tres gobiernos priistas no muestran trayectorias distintas, en cuanto a la importancia del sector público en su formación, de las que tuvieron sus antecesores. Los caracteriza su procedencia administrativa en particular y, sobre todo, una manera de entender y aplicar las políticas gubernamentales. Al igual que la mayoría de sus antecesores, la tecnocracia se formó en la administración pública y apenas tuvo contacto con los medios electoral y partidario, pero a diferencia de ellos, sus carreras se desarrollaron en el área financiera y sobre todo en la
Secretaría de Hacienda y el Banco de México, principales artífices del modelo económico que se implantó en México desde los años cuarenta y que, con adaptaciones, se mantuvo hasta principiar la séptima década. El área financiera es una de las más antiguas en la administración pública mexicana y, desde luego, fue central en el proceso de concentración de poderen el gobierno posrevolucionario. En forma paralela a la creación de instituciones políticas, las finanzas tuvieron una atención particular mo sólo porque
proporcionaban los recursos para que el gobierno mantuviera su autoridad en el país, sino porque diseñaron y aplicaron los programas para que el Estado posrevolucionario cumpliera sus responsabilidades sociales. La relevancia de la Secretaría de Hacienda se afianzó con la fundación del banco central en 1925 porque a diferencia de otros, en el mundo desarrollado y también en el latinoamericano, no fue un organismo autónomo del gobierno ni menos de la autoridad hacendaria sino, en los hechos, un órgano esencial de apoyo en el manejo de la política monetaria. Si durante las primeras décadasel área financiera mantuvo el control de las finanzas públicas y de la economía, fue a partir de los cuarenta, una vez concluida la etapa de creación de instituciones del sistema político moderno, que cobró una importancia mayor al diseñar y poner en marcha el proyecto de desarrollo basado en la industrialización. El modelo de sustitución de importaciones, y luego el del desarrollo estabilizador, suponía apoyos a la creación de capitales para su inversión y otorgaba al Estado un papel central, no comoactor directo pero sí como regulador y, sobre todo, como fuente de recursos fiscales. La política fiscal fue determinante para que los empresarios y sus empresas contaran con capitales, así como la política presupuestal que les concedió, en exceso, beneficios en los precios de los bienes y servicios públicos. El modelo tuvo un éxito notable porque durante la quinta y sexta décadas fomentó la industrialización y el crecimiento económico, y proporcionó suficientes recursos para que el gobierno federal promoviera las inversiones públicas en lo social, energía e infraestructura y, quizá lo más importante para sus propios diseñadores, sin que las severas condiciones del modelo afectaran los ingresos, el gasto y, en general, las finanzas públicas. El éxito económico tuvo importantes consecuencias para el sector financiero gubernamental. Uno de los efectos fue su rápida y constante modernización como área administrativa, que le permitió ponerse al día con los cambios en la economía y las instituciones internacionales. Como ninguna otra área de la administración pública, la financiera estuvo a la vanguardia de las adaptaciones técnicas y especializadas, y promovió, también como ninguna otra, la preparación de sus funcionarios. Aunque la economía como disciplina profesional apareció en México tarde, a fines de los años veinte (la por entonces Escuela de Jurisprudencia creó en la Universidad Nacional el Departamento de Economía, que no se independizaría sino hasta 1935 como Escuela Nacional), los que se encargaron de las finanzas públicas, en su mayoría abogados de origen, comprendieron la necesidad de preparar especialistas en la materia y fomentaron su educación. El área financiera se convirtió en un carril profesional dentro del gobierno, selectivo y de acceso limitado por su alta especialización. El buen desempeño del modelo económico, atribuible a su alta calidad técnica, y los beneficios que trajo consigo convirtieron a sus miembros en
un cuerpo profesional homogéneo, con arraigada valoración de sí mismo y convencido del papel central que había desempeñado enel desarrollo del país. Para la tecnocracia su valía no dependía de sus habilidades políticas sino de su conocimiento especializado que, además, se mantenía al margen de la política y sus problemas. La elevada consideración que los tecnócratas tenían de sí mismos no era compartida por los políticos tradicionales que siempre vieron en la economía, sus particularidades y necesidades, asuntos técnicos, dirigidos a hacer bien los procesos económicos pero subordinados a los imperativos políticos y sociales. La política, base del sistema y de la operación gubernamental, mantuvo su distancia de la economía y los tecnócratas no aspiraron a otra cosa que a seguir manejando la economía. Esta convivencia se mantuvo sin contratiempos hasta que
el modelo se agotó a fines de los años sesenta. Desde luego que para ellos el cambio introducido por Echeverría no era necesario, porque el modelo apenas necesitaba ajustes, y porque tampoco lo hizo con el conocimiento adecuado. Para la tecnocracia, altamente convencida de su capacidad, el cambio económico fue una irresponsabilidad de los gobernantes que obedeció a motivaciones puramente políticas. La razón indicaba que el modelo económico debía continuar y que las finanzas públicas debían seguir respondiendo al control diseñado; para decirlo con sencillez: que el gasto público y todos los programas incluidos dependieran única y exclusivamente del ingreso equilibrado. Lo importante era entonces, y se mantiene hasta el presente, que el gasto, sin importar sus objetivos ni las consecuencias de su aplicación, se restringiera al ingreso y nunca, bajo ninguna circunstancia, lo superara. Por lo tanto, el Estado y el gobierno no deben violentar esos principios y, en consecuencia no deben asumir responsabilidades que no les correspondan ni menosaún intervenir en la economía porque esa participación altera la lógica propia de sus agentes naturales. Los gobiernos de Echeverría y López Portillo fueron considerados como los responsables directos de la crisis que llevó a modificar el modelo original y a que el desarrollo desapareciera. Para la tecnocracia, el modelo económico que se había mantenido hasta ese entonces no necesitaba más que ajustes mínimos, no cambios que modificaran sus objetivos y su esquema básico, de tal manera que lo que hicieron ambos gobiernos fue proceder de manera irresponsable con fines exclusivamente políticos. Los objetivos centrales de su crítica fueron la política, para ellos guiada por intereses de corto plazo y no por la racionalidad, y el Estado, que asumió funciones en exceso y fuera de su competencia. La economía fue sometida a un manejo imprudente que era indispensable corregir no sólo para recuperarla estabilidad económica sino para terminar con los conflictos sociales. Como curiosa paradoja de esta crítica y justificación del ascenso de la tecnocracia, fue el gobierno de López Portillo, responsabilizado de los excesos y
la imprudencia, el que creó las condiciones para que la tecnocracia se extendiera en la administración pública y las finanzas se convirtieran en decisivas para las funciones gubernamentales. Fue el presidente López Portillo quien aplicó la reforma administrativa más importante después de la que López Mateos introdujera en los sesenta, al racionalizar las tareas hacendarias con una clara separación normativa del ingreso y el gasto públicos, e introducir los principios de programación y planeación, sobre todo en el ejercicio presupuestal. López Portillo no modificó las bases del desarrollo estabilizador, en especial en lo que correspondía a los condicionamientosfiscales, pero tampocoel viraje echeverriista de fortalecer la intervención del Estado, debido a la bonanza petrolera que le proporcionaría al gobierno los recursos necesarios para promover el crecimiento. En las nuevas condiciones económicas, que para los gobernantes serían prácticamente permanentes en vista de las reservas petroleras mexicanas y la demanda internacional, no había ninguna necesidad de revisar el modelo económico. Con los recursos petroleros, las finanzas públicas no padecerían restricciones y lo importante debía ser, por lo tanto, la racionalidad en la aplicación del gasto para mejorar su eficiencia, no necesariamente en sus equilibrios sino en atender y resolver demandassociales. Lo más destacado de la reforma administrativa de López Portillo fue la creación de la Secretaría de Programación y Presupuesto (spp) que si bien significó separar un amplio sector de la Secretaría de Hacienda, absorbió áreas de otras dependencias, como Patrimonio Nacional y Comercio, bajo la estructura de la
entonces Secretaría de la Presidencia. Hacienda se encargaría básicamente del ingreso, y Programación y Presupuesto del gasto, las inversiones públicas y, debido al papel rector del Estado, de la promoción económica. Para la orgullosa tecnocracia que había dominado desde Hacienda la economía nacional, la spp era una afrenta que entorpecía la racionalidad que tanto estimaban. No sería por mucho tiempo, porque debido a los serios problemas que enfrentó el gobierno de López Portillo, muy pronto la spp se alineó con Hacienda para centralizar, ahora con másdecisión y recursos, la economía nacional. Hacia el final del sexenio y en medio de una nueva crisis económica, llegaría a Programación y Presupuesto un especialista formado por décadas en Hacienda y el Banco de México, Miguel de la Madrid, y con él un grupo de funcionarios igualmente convencidos de queel país debía imponer la racionalidad técnica y hacer a un ladola política. LA RACIONALIDAD TECNOCRÁTICA
En 1981, cuando la sucesión presidencial estaba en marcha, la situación del país era crítica y no sólo por los desequilibrios económicos, que ya eran frecuentes
desde 1970, sino porque había un grave conflicto social y político que había enfrentado al Estado con el empresariado y las clases medias. El desprestigio, la incertidumbre y la desconfianza social en los políticos y el gobierno se extendieron con la nacionalización de la banca, una medida discutible en cuanto a
sus efectos económicos pero con claros objetivos políticos para demostrar el poder del Estado. Másallá de la crisis económica, lo verdaderamente delicado era que nunca antes se había provocado un distanciamiento tan grande entre diversos sectores de la sociedad y el Estado. Existía un cuestionamiento generalizado de la capacidad de los gobernantes y de su serenidad para tomardecisiones. De la Madrid fue elegido entonces por la crisis económica, por su experiencia en las finanzas y no por su habilidad política, que jamás podría probar durante su sexenio. Para el nuevo mandatario lo prioritario era controlar la crisis, restaurar la racionalidad de las finanzas públicas y reiniciar el crecimiento. Para la tecnocracia la racionalidad es un imperativo que determina su concepción del mundo y de sus acciones. De hecho,lo que caracteriza a la tecnocracia es una forma particular de razonar y tomar decisiones que se basa en el conocimiento especializado, científico y técnico. Porque es científico es racional y su eficacia depende de cumplir disciplinadamente con sus condicionantes. Los problemas se evitan y sobre todo se resuelven, cuando se fijan objetivos y se determinan los medios para conseguirlos. La racionalidad se encuentra en la selección y aplicación incondicional de los medios adecuados, necesarios y que no deben considerar valoraciones ni intereses de grupos. En la medida que los procedimientos y tareas han sido seleccionadostécnica y científicamente lo único que puede calificarlas es su eficacia y, más aún, los únicos que pueden hacerlo son los individuos preparados en ese conocimiento. Las condiciones por supuesto dejan fuera cualquier consideración política y social sobre los efectos de las medidas, pero también las retiran de la opinión pública, a la que consideran incapaz de comprenderlas. Si los únicos capaces de valorarla son los tecnócratas, ellos deben
decidirlas, discutirlas y aplicarlas. Las únicas consecuencias que deben tomarse en cuenta son aquellas que confirmanel logro de los objetivos. La economía, que los tecnócratas consideran la única ciencia social porque emplea herramientas técnicas y cuantificables, no puede estar en manos de los políticos porque sacrifica la racionalidad a los intereses de corto plazo: conseguir apoyo social, evitar críticas, conflictos y ganar elecciones. Para la tecnocracia que alcanzó el poder en 1982, la prueba de estas afirmaciones se encontraba en los 12 años previos, en los que los presidentes Echeverría y López Portillo destruyeron la política económica para ganar legitimidad. El presidente De la Madrid definió comoprincipio la firmeza en la conducción gubernamental, lo que exigía de sus colaboradores un alto grado de identificación y compromiso con sus objetivos. De
la Madrid se había convertido en secretario de Programación y Presupuesto debido a un conflicto entre los titulares de Hacienda y esa secretaría en 1979, quienes no
fueron capaces en su momento de conciliar ideas y medidas económicas y que el presidente López Portillo resolvió destituyendo a ambos. La experiencia fue determinante para De la Madrid porque demostraba que la falta de coincidencias entre funcionarios impedía actuar al presidente, de tal manera que era inadmisible cualquier discrepancia que pusiera en riesgo la corrección económica y por ello privilegió la identificación de sus colaboradores y la confianza personal. El costo de una decisión así fue la extrema homogeneidad de los secretarios de Estado que se originaba en el mismo perfil que él tenía. Su desconfianza en la política y la élite tradicional llevó a De la Madrid a privilegiar la identificación e incluso la lealtad personal por encima del conocimiento y la experiencia especializada en las áreas gubernamentales. Y la única manera de garantizar esa identidad con el mandatario y su programa fue designar a funcionarios semejantes a él, formados en la misma disciplina y la misma área de especialización de la que procedía, que era el sector financiero de la administración pública. El gabinete de De la Madrid, al igual que su propia carrera, muestra trayectorias similares, en tiempo y secuencia, a las de sus antecesores: más de 20
años de dedicación en la administración pública y escasa en los ámbitos electoral y partidario. Lo destacado de sus carreras era que 60% de sus integrantes tuvieronal sector gubernamental como su única actividad profesional pero lo hicieron exclusivamente en el área financiera, Hacienda y el Banco de México. No era sorprendente si se tiene en cuenta que De la Madrid encabezaba el perfil de sus colaboradores y que su único conocimiento de la administración pública había sido el financiero. De ninguna manera puede pensarse que los colaboradores de De la Madrid carecieran de experiencia en las tareas gubernamentales, pues las largas carreras y la acumulación de cargos revelan una consistente trayectoria, lo
distintivo fue que De la Madrid los designó en áreas del todo ajenas a su conocimiento especializado, con lo cual no sólo introdujo la incertidumbre en el manejo administrativo sino que eliminó la regla fielmente observada en el pasado de designar especialistas en cada área del gobierno federal, para reconocer lealtades institucionales y garantizar la eficacia en el desempeño de sus responsabilidades. Convencido de que los políticos eran un peligro, De la Madrid no los tomó en cuenta prácticamente para ningún cargo de relevancia, los expulsó del gabinete y les cerró las oportunidades de participar en cualquier puesto de decisión. El único funcionario que rompió la regla fue Manuel Bartlett, su secretario de Gobernación, gracias a la vieja amistad que tenía con el mandatario. Por su condición de político y su permanencia en la dependencia emblemática de la política mexicana, Bartlett
llegaría al final del sexenio como un fuerte aspirante a la sucesión que, sin embargo conseguiría el más avanzado tecnócrata del equipo de De la Madrid, Carlos Salinas. La disputa entre estas dos opciones llevaría a un cambio profundo en las reglas sucesorias que suponían una relación estrecha y subordinada entre el PRI y el presidente, y a la separación de un importante sector del partido en 1987. LA TECNOGCRACIA FRENTE AL PRI
Aunquela política no era prioritaria para la tecnocracia, tuvo que echar mano de ella para manejar las instituciones del sistema y hacer frente a los cuestionamientoselectorales. La tecnocracia, sin experiencia alguna en la materia, incursionó en la política y como era de preverse dado su desconocimiento, con graves consecuencias. El Pri padeció dos de ellas: el desmantelamiento de su ideología vinculada al compromiso social y al Estado, y su capacidad para postular candidatos y enfrentar elecciones. Habituado a ser un organismo subordinadoal Ejecutivo, el pri siguió las directrices que el presidente le impuso por medio de su autoridad formal. Las puso en práctica con la disciplina que acostumbraba pero la militancia, definida tradicionalmente por la política, perdió la confianza en su liderazgo. Los ensayos del delamadridismo hundieron al pri en el limbo político al obligarlo a conducirse en contra de su vocación real, el control de la élite, las
elecciones y su vinculación social. El control de la crisis tuvo como principal recurso el manejo del gasto y el presupuesto públicos. Para la tecnocracia, los dos gobiernos anteriores habían incurrido en un excesivo gasto sin contar con fuentes seguras de financiamiento. La política fiscal, muy generosa para la inversión privada, nunca fue seriamente corregida y cuando Echeverría lo intentó a mediados de su sexenio, el empresariado respondió con un agresivo enfrentamiento con el Estado que lo obligó a rectificar la medida. Con López Portillo el problema se zanjó con los ingresos petroleros que proveyeron de recursos casi ilimitados al gobierno federal para promover programas de todotipo, en especial los sociales. Las inversiones se financiaron con esos ingresos pero también con deuda interna y externa que terminaron por asfixiar las finanzas públicas al producirse la crisis petrolera a fines de los años ochenta. El gasto fue, por lo tanto, considerado esencial para corregir la economía pero no fue considerado sólo como un asunto contable o de equilibrio entre ingresos y egresos, sino como un problema de definición de las tareas del Estado. Para la
nueva élite, el Estado no debía hacer nada más de lo que racionalmente le correspondía en el terreno económico, que era promover la economía, con un eficiente manejo de las políticas fiscal, monetaria y, en general, económica. No
debía intervenir directamente en el mercado interfiriendo en sus condicionantes naturales, ni menos aún convertirse en un actor que compitiese con el sector privado. Para la tecnocracia, el Estado había aumentado sin medida sus obligaciones y por ende había incrementado su gasto en inversiones en lo que no debía. Si el Estado regresaba a ocuparse de lo indispensable, el gasto volvería a la normalidad, sin necesidad de revisar ni la política fiscal ni la incapacidad de la industria nacional para exportar los bienes necesarios que equilibraran el desbalance externo. Las bases del modelo de los años sesenta no tenían problemas serios, el problema era el excesivo intervencionismo del Estado promovido por dos presidentes que antepusieron los intereses políticos a la racionalidad económica. De la Madrid y su equipo, en el que destacó quien sería su sucesor, Carlos Salinas, actuaron en esa dirección como lo habían previsto, sin vacilaciones. Los
recortes presupuestales, en especial a los programas de inversión y atención social, se aplicaron al máximo y comenzó una militante tarea de eliminación del sector paraestatal y descentralizado que culminaría, ya con Salinas como presidente, con la devolución de la banca nacionalizada. Lo que la tecnocracia llamó el “adelgazamiento del Estado” se convirtió en la corrección tanto de medidas y prácticas equivocadas como en la eliminación del Estado como rector de la economía y en el fortalecimiento del mercado como único y seguro regulador de la economía. Las soluciones, sin embargo, no fueron tan eficaces como los tecnócratas imaginaron y durante la mayor parte del sexenio la economía se hundió prácticamente en la parálisis, con una inflación que rebasaba el 100% anual y con un Estado que sólo podía restringir el gasto. Como nunca antes en la historia del país, el gobierno mostraba incapacidad para lo que antes había sido eficaz, el crecimiento económico.
Pero además de su incompetencia, el Estado se mostró ante la sociedad haciendo exactamente lo contrario de lo que lo había definido en el pasado: su responsabilidad social y la satisfacción de las necesidades económicas de la población. El discurso y la práctica del gobierno de De la Madrid anulaban precisamente lo que había dado legitimidad al régimen. Ahora su comportamiento indicaba que los beneficios sociales no eran prioritarios para el Estado, sino las finanzas públicas y que el mercado sería el único que proveería, si le era posible, los beneficios. El Estado simplemente se ocuparía de mantener los equilibrios macroeconómicos, con lo cual dejaría de ser la entidad responsable de conducir a
la nación para convertirse en un simple administrador. Si el papel del Estado resultó afectado, el pri y el régimen al que servía perdieron sustento. Toda la ideología priista, incluida en el genérico e impreciso nacionalismo revolucionario, se basaba en la responsabilidad del Estado de atender las
necesidades sociales. El Pri se beneficiaba de esa práctica porque era el que postulaba y llevaba al poder a los gobernantes comprometidos con la atención social. Con De la Madrid, el pri no pudo explicar cómo era posible beneficiar a la sociedad con un gobierno que no dirigía su gasto a nada productivo, que no se preocupaba más que por los indicadores macroeconómicos y, lo más grave de todo, que era ese partido el que había llevado al poder a los gobernantes que hacían del recorte presupuestal su única propuesta electoral. La oposición al Pri tuvo elementos de sobra para enfrentarlo en los comicios. Uno de esos factores fue devastador porque el discurso que De la Madrid y su equipo usaban ya había sido expuesto en el pasado, de manera muy consistente y coherente por la derecha agrupada en el pan. Hasta los años ochenta, un discurso que ponía el acento en los controles del gasto público y la eliminación del Estado era propio de la derecha, no del partido de la Revolución. A partir de la llegada de la tecnocracia, la derecha se legitimó y lo más paradójico fue que lo hizo desde el gobierno, con funcionarios propuestos y avalados por el Pri. Con De la Madrid, la crítica de la derecha resultaba reivindicada y lo más grave fue que eran priistas los que probaban que toda la historia de acciones de los gobiernos posrevolucionarios había sido un error al hundir al país en la crisis. El partido del Estado se quedó de pronto sin bases ideológicas, sumido en una contradicción histórica que no pudo resolver y que lo hizo perder aceleradamente su base social, vital para mantener las victorias electorales. La orfandad ideológica del Pri significó un fuerte golpe del que no se recuperaría nunca y que lo ha obligado constantemente a imaginar justificaciones circunstanciales hasta después de perder el poder en el año 2000. Pero a esta carencia, el Pri sumó una tensión interna que le restó fuerza electoral. De la Madrid expulsó a los políticos tradicionales de los puestos gubernamentales (lo que, dicho sea de paso, cancelaba sus aspiraciones a la sucesión toda vez queel gabinete era la antesala obligada para ello) y también trató de hacerlo en el resto de posiciones políticas. Para De la Madrid y su equipo cerrado, era claro que el proyecto tecnocrático era de largo plazo y que para continuarlo era necesario asegurarse la continuidad en el poder y eliminar toda oposición interna, lo que implicaba cerrarle las oportunidades a la élite tradicional para que no pudiera obstaculizar el proyecto. De la Madrid hizo cuanto pudo para extender el control de la tecnocracia al resto de puestos políticos y en esa tarea, por más que lo detestara, el prI era indispensable. Sus limitaciones en política no impidieron al presidente entender que el prI era un instrumento central en la conducción de las instituciones y desde su postulación advirtió la necesidad de mantenerlo sometido. A diferencia de lo que había ocurrido en el pasado, cuando los candidatos a la Presidencia descansaban en la
estructura del partido para desarrollar sus campañas, con tanta confianza que se reservaban uno o dos cargos directivos que con frecuencia ni siquiera eran la presidencia o la secretaría general, De la Madrid obligó a un cambio radical del cen en 1981 y lo ocupó con sus seguidores. Como secretario general nombró a Manuel Bartlett, quien de hecho conduciría la campaña; Miguel González Avelar fue secretario de Prensa y Propaganda; Carlos Salinas, director del tepes; Bernardo Sepúlveda, secretario de Asuntos Internacionales, y Francisco Rojas, secretario de
Finanzas. Todos ocuparian un cargo en el gabinete de De la Madrid después de ganar las elecciones federales, lo que indicaba que el futuro presidente no dejaría espacios de acción a nadie que no fuera un funcionario cercano y leal a él y a su proyecto. Pero también que no dejaría al pri libre y por el contrario, impediría que fuera el medio de acción de la élite tradicional. Por eso, al concluir la campaña, las
elecciones y la toma de posesión, De la Madrid nombró al frente del pri a Adolfo Lugo Verduzco, un funcionario identificado por completo con el presidente, con una impecable trayectoria administrativa de 21 años, sin contacto alguno con la política, electoral o partidaria. Lugo Verduzco desarrolló su carrera en el sector público en puestos intermedios hasta que De la Madrid se convirtió en secretario de Programación y Presupuesto y lo designó oficial mayor de la dependencia. Contra la tradición de la vieja élite, que consistía en designar como presidentes del PRI a políticos formados en el corporativismo, las elecciones y el mismo partido, De la Madrid llevó a un administrador sin la más mínima experiencia en las negociaciones y sin contacto con la política. No fue un error sino un propósito deliberado porque Lugo llegó con la encomienda de impedir el acceso de los políticos tradicionales a los cargos de elección popular, tanto en la Cámara de Diputados, que se renovó a la mitad del sexenio, como sobre todo en las gubernaturas que paulatinamente se disputaron. La fuerza de las corporaciones y la vieja práctica de las cuotas en los cargos de elección fueron un fuerte obstáculo para que Lugo decidiera libremente las candidaturas para diputados federales en 1985, pero en las gubernaturas, dondeel Ejecutivo fue siempre influyente, el éxito fue rotundo. De los 26 mandatarios cuyos cambios tuvieron lugar durante el sexenio, seis tuvieron solamente cargos administrativos, 10 los combinaron con un solo cargo de elección y siete contaron también con puestos en el partido. Los tres restantes tuvieron trayectorias electoral y partidaria, nada extraño para el cargo de gobernador. De nuevo, lo administrativo fue determinante, pero lo más llamativo fue que 11 de los 26 gobernadores salieron del gobierno federal, cuatro de ellos dejaron una secretaría de Estado y otros cuatro eran subsecretarios. Lugo fue recompensado por su labor en el pri y se convirtió en gobernador de Hidalgo, con una trayectoria claramente
administrativa pero que en apariencia era política, pues había sido elegido senador en 1982, en las mismas elecciones donde De la Madrid fue candidato a la
Presidencia, y dirigente del partido en los primeros años del sexenio. Los costos de tales decisiones fueron evidentes en los siguientes años. El primero fue, al igual que en el gobierno federal y en especial en el gabinete, alejar a los políticos profesionales del poder. El segundo, fue obligar al PrI a actuar en contra de su tradición electoral pero de acuerdo con su histórica subordinación al presidente. El pri fue el vehículo para que la tecnocracia se extendiera a las gubernaturas y cerrara cada vez máslos espaciosa la vieja élite. Habría un tercero, más grave para el dominio del pri, y fue la evidente incapacidad política de los nuevos gobernadores para manejar la estabilidad en sus estados, más notoria cuando la sucesión presidencial se presentó en 1988 y hubo necesidad de manejar la maquinaria del partido en los estados. En los competidos comicios de 1988 las entidades donde el pri fue incapaz de conseguir que su candidato Salinas ganara O ganara con ventaja, fueron aquéllas donde la tecnocracia gobernaba: Baja California, Estado de México, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Hidalgo, Michoacán,
algunas de ellas emblemáticas para el dominio tradicional del pri, como el Estado de México, Michoacán e Hidalgo. No es extraño tampoco que en 1989 uno de los enviados por De la Madrid a gobernar Baja California facilitara con su incompetencia el triunfo histórico del PAN en el primer gobierno estatal. Durante el sexenio de De la Madrid, el pri enfrentó serios retos para los cuales no estaba preparado y que se agravaron porque tampoco fueron manejados por políticos profesionales. Sin ideología, sin contacto social y con candidatos sin experiencia, el prI enfrentó comicios cada vez más competidos frente a un PAN fortalecido no sólo por ser una oposición creíble sino porque la misma tecnocracia se había encargado de legitimarlo y revalorarlo con sus medidas económicas contra el papel histórico del Estado. Ese sexenio enfrentó los primeros y más serios desafíos electorales de la historia moderna del país y mostró que el pri había perdido durante décadas la oportunidad de adaptarse a los cambios. Con su falta de autonomía y su atávica dependencia del Ejecutivo, el PRI no fue capaz de enfrentar a sus adversarios. Pero que De la Madrid hubiera impedido quela vieja élite tuviera poder, no significó que ésta se paralizara dentro y fuera del pri. La rebelión interna fue detonada por la sucesión cuando fue evidente que el proyecto tecnocrático continuaría con Carlos Salinas como candidato presidencial. EL QUIEBRE INTERNO. LA CORRIENTE DEMOCRÁTICA
La marginación de la élite tradicional había sido parcialmente tolerada porquesi bien los dejaba fuera del gabinete, al menos había otros espacios; sin embargo,a mediados del sexenio, con la renovación de varias gubernaturas y la Cámara de Diputados federal, fue claro que la tecnocracia se proponía llegar hasta donde fuera posible en la eliminación de los viejos políticos. Después de 1985 era obvio que lo relevante sería la disputa por la Presidencia porque De la Madrid no estaba dispuesto a modificar en nada el proyecto económico que todavía en ese año no daba resultados visibles en el control de la crisis. Las protestas comenzaron a aflorar a principios de 1986 cuando, de acuerdo con las historias ya contadas por los protagonistas, el entonces embajador de México en España, Rodolfo González Guevara, tuviera varias entrevistas con políticos de su generación, como Porfirio Muñoz Ledo y el todavía gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas. Los iniciadores ejemplificaban claramente el origen del descontento, pues al menos González Guevara y Muñoz Ledo contaban con unalarga trayectoria en la política nacional, en la administración pública (lugar privilegiado en la preparación del político profesional), en puestos de elección y en el partido. González Guevara ya había sido diputado federal, subsecretario de Gobernación y presidente del pri en el Distrito Federal, mientras que Muñoz Ledo, además de diputado federal y secretario de Trabajo y Educación, había dirigido el pri nacional. Esos y otros cargos hacian de ambos políticos ejemplos de la élite formada en un pasado de estabilidad, logros sociales y políticos que habían concluido en los años setenta con el desastre económico. Cuauhtémoc Cárdenas no tenía una carrera tan destacada como la de ellos pero sí un apellido con una fuerte influencia en la política nacional. Esa herencia, más que su habilidad, sería su mejor carta de presentación. Desde aquellas primeras reuniones el tema central fue la necesidad de discutir públicamente las personalidades de quienes aspiraban a la Presidencia y sus planteamientos, partiendo de la propuesta de democratizar al partido para estimular la competencia interna. La democratización era, en rigor, un asunto
secundario que solamente ayudaba al verdadero propósito, que era postular a un candidato que no fuera de la tecnocracia y que pudiera rectificar el estricto programa económico que aquélla se había empeñado en implantar. La discusión colocaba al PRI como mecanismo central no sólo por ser el organismo que lo propondría, sino porque era el medio donde más resistencias había al proyecto de De la Madrid. Pero cuestionaba uno de los principios básicos, distintivos del presidencialismo mexicano, que era la atribución del Ejecutivo para elegir al sucesor. Esa facultad había distinguido al sistema priista y había sido objeto de las más graves disputas de la élite posrevolucionaria que había ya provocado, en los cuarenta y cincuenta, serias fisuras al grupo, pero sobre todo amenazas a la
estabilidad del país. Cuando en 1958, por fin, el presidente consiguió el sometimiento de la élite a su decisión, se consiguió también el reconocimiento a su autoridad. Ése fue el problema central que en 1988 llevaría al pri a su fractura. Hacia mayo de 1986 las críticas comenzaron a conocerse públicamente por declaraciones de Cárdenas y Muñoz Ledo que subrayaban la necesidad de contrastar propuestas. En julio se constituyó de manera formal la Corriente
Democrática, encabezada por esos dos políticos, que se pronunció claramente por participar en la sucesión presidencial. En las discusiones internas, cuyos contenidos pronto fueron conocidos por todos, se proponía cuanto fuera posible para presionar al presidente De la Madrid a discutir la candidatura priista y a considerar a otras personalidades, y no restringir las opciones al gabinete, constituido por tecnócratas. Para los dirigentes de la Corriente Democrática era indiscutible que si la práctica tradicional se mantenía, en 1987 el presidente elegiría a un secretario que garantizara la continuidad de su proyecto y ése no era otro que el titular de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, artífice del programade rectificación económica. La pretensión del grupo era que el pri los reconociera como corriente interna para constituirse en un actor importante del partido que pudiera organizar la fuerte disidencia que existía pero que, fiel a la tradición priista, se disciplinaba a la dirección formal y real. Cárdenas y Muñoz Ledo presionaron a Lugo Verduzco, presidente del cen, y se entrevistaron con De la Madrid para lograr su aceptación. El rechazo institucional nunca se ocultó y lo único que se les ofreció fue que se escucharían sus opiniones, las tomarían en cuenta tanto la Presidencia como la dirección del partido, pero no se reconocería a la Corriente Democrática como grupo interno. El rechazo fue obligando a los disidentes a una oposición más abierta que para muchosde los participantes iniciales no era ya adecuada. Políticos como Horacio Flores de la Peña, Augusto Gómez Villanueva y Carlos Tello, que habían asistido a las reuniones e incluso convalidado las propuestas, y González Guevara, quizá el promotor más activo de la crítica, abandonaron el proyecto porque pronto advirtieron que llevaría al enfrentamiento conel pri y a la fractura. Las salidas fueron constantes a partir de julio y en agosto de 1986 González Guevaracriticó públicamente lo que llamó actividades apresuradas de Cárdenasy Muñoz Ledo que, a Su juicio, precipitarían el conflicto. En septiembre, Cárdenas reunió a varios miembros de la Corriente Democrática con Lugo Verduzco para proponerle no sólo el reconocimiento del grupo como corriente formal en el pri, sino que aceptara la competencia interna para que la militancia eligiera al candidato presidencial. No sería Lugo el que rechazara la propuesta sino el propio presidente De la Madrid, quien calificó a los disidentes de grupo con ambiciones personales y no propuestas políticas.
La Corriente Democrática, a pesar de que no retiró sus propuestas, se mantuvo dentro del partido y reconoció los límites institucionales. Aunque la discrepancia apuntaba a un tema crítico para el priismo, los disidentes mantuvieron los contactos con el líder formal, Lugo, y el real, De la Madrid. Al fin priistas, formadosenla tradición política de respeto a la autoridad presidencial, Cárdenas y Muñoz Ledo buscaron su anuencia para continuar con su proyecto. Los intentos
por negociar fueron constantes pero ni la tradición priista ni menos aún el proyecto particular de la tecnocracia, permitirían cuestionar al Ejecutivo y su control del partido y la política. Si la intransigencia había quedado probada en varias ocasiones anteriores respecto al liderazgo presidencial, en 1987 se confirmaría porque De la Madrid no permitiría que su evidente intento de continuar la rectificación política fuera obstaculizado y menos por una élite a la que responsabilizaba de las desgracias del país. Aceptar discutir programas y personalidades con la militancia y liderazgos priistas, corporativos y estatales, habría puesto en riesgo la posibilidad de imponer al sucesor. Aunque sus habilidades políticas eran limitadas y al final llevaron a la ruptura, De la Madrid no ignoraba que sólo con el sometimiento del Pri y la aplicación sin cuestionamientos de la facultad histórica de elegir al sucesor, sería posible imponera Salinas y continuar conél la rectificación que había iniciado. El 30 de septiembre de 1986 apareció el muy conocido “Primer documento de la Corriente Democrática”, fechado en Morelia, Michoacán, la tierra de Cárdenas
y donde se había reunido el mayor apoyo al movimiento. El documento, queen sí mismo era una declaración contra el pri de De la Madrid y que, además, se dio a conocer en unterritorio controlado por la disidencia, era más conciliador de lo que parecía. Además de que sólo estaba firmado por 10 priistas, de los cuales los más reconocidos eran Cárdenas, Muñoz Ledo y Carlos Tello (quien poco después abandonaría la causa), el documento se centraba en alentar la participación política de la sociedad en general, pero en particular de los priistas, y en debatir el programa económico del nuevo gobierno. Aunque nadie había negado que la selección del candidato era central para la disidencia, el documento público no lo anunciaba abiertamente, lo que abría una oportunidad para negociar con la tecnocracia. Además de que era una oferta conciliatoria, la Corriente Democrática solamente expresaba un desacuerdo generalizado, dentro y fuera del prr, sobre la situación económica y las graves consecuencias del severo programa de estabilización que, además, en 1986 todavía no lograba ni siquiera contener la inflación. La exorbitante deuda pública, en especial la externa, había llevado a que el gobierno mexicano negociara los pagos con las principales instituciones financieras internacionales y que, a cambio de ajustes a los pagos, impusiera
medidas económicas restrictivas. Para amplios sectores de la población y para la vieja élite priista, los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial eran la causa de que la tecnocracia no intentara ninguna modificación. En realidad, De la Madrid y su equipo coincidían plenamente con esas medidas, lo que hacía que el proyecto económico, con independencia de su supuesta bondadal corregir errores, se apartara por completo de la responsabilidad social que había caracterizado al Estado en México. Al proponer discutir el programa, la Corriente Democrática retomaba una crítica real que, con independencia de los verdaderos compromisos del gobierno, de cualquier forma se convertiría en votos en contra y en el fortalecimiento de la oposición al pri. En el fondo, a la Corriente Democrática le inquietaba que el partido perdiera sus bases sociales y que, comolo dijeran sus dirigentes en varias oportunidades, perdiera el apoyo electoral. No era la primera vez que algunos priistas exponían esa preocupación, tampoco sería la primera vez que la intolerancia los menospreciara. Por más desconfianza que De la Madrid tuviera, advertía que era necesario negociar y en eso Lugo no había sido un buen intermediario. En octubre de 1986 Lugo renunció a la presidencia del partido para convertirse en candidato al gobierno de Hidalgo, una prueba más de que el proyecto de De la Madrid para eliminar a los políticos de los puestos relevantes no cesaría. El cambio, no obstante, parecía benéfico para el Pr1 porque en su lugar fue designado Jorge de la Vega Domínguez, un político por completo diferente a la tecnocracia y con más habilidades políticas que Lugo. De la Vega contaba con unalarga trayectoria en las áreas sociales del sector público y había sido ya diputado federal y gobernador de su entidad, Chiapas. Por edad y carrera, De la Vega era un miembro dela élite tradicional que tanto disgustaba a De la Madrid, pero también un político institucional, disciplinado que reconocía la autoridad presidencial y que sometía sus Opiniones a los intereses del sistema. De la Vega demostró pronto ambas características pues al tomar posesión de la presidencia del cen admitió las críticas como derecho de la militancia pero afirmó que nadie podía destruir la unidad del partido ni cuestionar la autoridad presidencial. Para De la Vega, la “base del sistema político” era la “unidad en tornoal jefe del Poder Ejecutivo”. No obstante, tendió vías de comunicación con los disidentes e incluso les abrió espacios para expresarse. Como respuesta, Cárdenas y Muñoz Ledo se entrevistaron con De la Madrid, en una demostración más de reconocimiento a su autoridad en el partido, pero insistieron en democratizarlo para seleccionar al candidato después de confrontar programas económicos. Las intenciones mostraban que no habría punto de acuerdo porque el proyecto económico suponía necesariamente cuestionar al candidato presidencial. Por más que se antepusiera lo económico, la candidatura
era central y con ella la atribución presidencial para decidirla. La Corriente Democrática no sólo estaba cuestionando el futuro social y económico del país sino que, para rectificarlo, se proponía acabar con un principio histórico del presidencialismo que ningún jefe del Ejecutivo estaba dispuesto a sacrificar, y menos De la Madrid, para quien el sucesor era la garantía de continuidad del proyecto. El enfrentamiento parecía inevitable entre la Corriente Democrática y el presidente y pronto dio muestras inequívocas de que no habría solución. De la Vega, como se esperaba, intensificó los contactos y negociaciones con Cárdenas y sobre todo con Muñoz Ledo, pero los avances fueron mínimos. De la Vega no aceptó nunca reconocer al grupo pero ofreció difundir sus propuestas dentro de los canales partidarios. Además de foros, De la Vega propuso que la Corriente presentara sus ideas en la ya cercana XIII Asamblea Nacional para que los delegados las discutieran y, en su caso, las incorporaran a los documentos y procedimientos del partido. La estrategia no era novedosa porque obligaba a los disidentes a someterse a la estructura y dirección del partido, con las consecuencias conocidas. En marzo de 1987 se realizó la asamblea y en ella se presentaron algunos miembrosde la Corriente Democrática con sus propuestas. La intervención más importante fue la de Cárdenas, quien advirtió que la situación económica estaba afectando seriamente a la sociedad y que sólo con una mayor participación y apertura el Pri recuperaría su credibilidad. Proponía estimular la discusión y participación de los militantes para que se eligieran delegados a la futura convención que seleccionaría al candidato presidencial. De otra forma, pero la propuesta era la misma que habían expresado desde el principio él y Muñoz Ledo. La respuesta fue la esperada porque la dirección del PRI, a la que todavía respondían los delegados, descalificó las propuestas y criticó a los disidentes. La ruptura era inminente y la clausura de la asamblea lo demostró cuando De la Vega, inusualmente estuvo acompañado por De la Madrid y los tan criticados ex presidentes Echeverría y López Portillo. Con ese respaldo, De la Vega ratificó que era indispensable la unidad del partido, que su líder natural era el presidente de la República y que la democracia no podía significar limitar las facultades presidenciales. La apertura del pri a las críticas se había demostrado al escuchar y debatir las propuestas en la asamblea y, por lo tanto, los acuerdos alcanzados debían aceptarse como expresión de las mayorías. Tal como se había previsto por muchos, el conflicto fue inevitable. Cárdenas respondió al discurso de De la Vega con una carta pública en la que interpretaba sus palabras como una muestra de intolerancia, autoritarismo y antidemocracia en el prI, y adelantaba que la Corriente Democrática no cedería en su proyecto. Para la dirección del partido la carta de Cárdenas simplemente ratificaba que no había punto de acuerdo, pues además de las declaraciones ya estaba en marcha la
organización formal de la disidencia con militantes de diferentes estados pero sobre todo en Michoacán, la tierra de influencia de Cárdenas. La dirección priista no hizo ningún intento por conciliar las posiciones y ni siquiera para contrarrestar la organización de los disidentes, por el contrario, como había sido tradicional,
intentó imponer la autoridad formal. Al día siguiente, en un simple boletín de prensa, el cen informó que “tomaban nota” de la decisión de Cárdenas de no seguir colaborando en el Pri. Con la formal expulsión del hijo del general, el partido mostró cuál sería en lo sucesivo el tratamiento a los disidentes y, por supuesto, que no reconocería en nada sus propuestas. El pri reaccionó como era previsible dada su tradicional subordinación al Ejecutivo, aun cuando el proyecto presidencial fuese notoriamente contrario a su voluntad social. Con la expulsión de Cárdenas se agudizó el enfrentamiento y llevó a la Corriente Democrática a ser cada vez más explicita en sus propuestas. Ya sin rodeos, declaraba que el problema central era seleccionar un candidato que rectificara la política económica y que eso implicaba evitar que el presidente lo eligiera libremente, como en el pasado. La Corriente Democrática insistió en que el pri debía fortalecer su autonomía y permitir que la militancia tomara las decisiones. En mayo de 1987 se publicó el “Segundo documento de la Corriente Democrática”, ahora en la ciudad de Chihuahua,y en él, a diferencia del primero, la propuesta central era que el Pri abriera un proceso interno, libre de cualquier manipulación, para que se seleccionara un candidato que recuperara la tradición del partido. Se acusaba abiertamente a De la Madrid de haber separado al gobierno y al Pri de la sociedad. Dias después, la Corriente Democrática anunció que como priistas activos propondrían precandidatos al partido y que la lista la encabezaban Cárdenas y Muñoz Ledo. No había opción ante el conflicto pues el PrI no aceptó ni discutir programas ni menosaúnretirarle al presidente la facultad de seleccionaral candidato y era obvio que la Corriente Democrática no regresaría a los cauces tradicionales. En junio de 1987 el cen del Pri expulsó a los disidentes y un mes después la Corriente Democrática postuló a Cárdenas como su precandidato, para que el pri lo registrara y la militancia eligiera, en el supuesto de que habría una convocatoria de registro de precandidatos, tal comolos estatutos estipulaban. El PRI cometió uno de los errores más graves en toda su historia porque su intolerancia y exceso de confianza no le permitieron entender el tamaño del desafio que enfrentaba. Su más grave deficiencia fue no advertir que desde hacía al menos dos décadas el pri se había alejado de la sociedad y que sólo el control electoral evitaba que su hegemonía fuera seriamente desafiada. Desde los años cincuenta y sobre todo en los sesenta, la sociedad se había transformado y el Pr1 continuaba siendo el partido de las corporaciones, que supuestamente agrupaban a las mayorías. Seguía creyendo que la sociedad se veía representada porél y que ni
su afiliación ni su estructura necesitaban ser revisadas. Con altanería excesiva había puesto fin a la reforma de Madrazo en 1965y, confiado en que el gobierno seguiría promoviendo el desarrollo económico, volvió a sumirse en la complacencia. En 1987, cuando un grupo de políticos tradicionales, marginados del poder pero también sensibles al cambio social, advirtió la necesidad de rectificar el rumbo que había implantado la tecnocracia, el pri no tuvo recursos para impedirlo y volvió a su atávica subordinación al Ejecutivo. Es obvio que, más que sensibilidad, a De la Madrid y a su equipo los venció su ambición por controlar la política más allá de su sexenio. Demostraron falta de experiencia, pero no de convencimiento en que su proyecto requería eliminar permanentemente a la élite tradicional y que para ello el pri era indispensable. El error fue costoso. Desde 1952 y después de tres episodios en los que las fracturas internas crearon oposiciones cada vez más fuertes, el pr1 consideró en 1987 que la sola expulsión de los dirigentes de la Corriente Democrática bastaría para acallar las críticas y aunque no descartó que Cárdenas se convirtiera en opositor, nunca valoró la extensión que había alcanzado la rebelión interna. Cárdenasratificó, como era previsible, su candidatura y decidió enfrentar al pri,
pero tuvo que ser acogido por un antiguo y desprestigiado partido, como era el PARM, para figurar en las boletas. A la postulación de ese partido le seguirían el pps y el Partido del Frente Cardenista de Renovación Nacional, con los que se construiría formalmente el Frente Democrático Nacional que en 1988 estuvo a punto de venceral pri en las elecciones presidenciales. El solo hecho de que dos partidos que habían vivido al amparo priista y gubernamental, que en cada elección presidencial se sumaban al pri y que por esta vía conseguían algún apoyo electoral, en 1987 vieran en la oposición una oportunidad de sobrevivir, indicaba que las circunstancias políticas se habían transformado y que el pri, desprestigiado y sometido ahora a la tecnocracia, estaba sumido en una real crisis. A partir de 1988 la Corriente Democrática no sólo se llevaría consigo a un sector importante de militantes priistas sino votos reales que se dirigían en el pasado al Pr1, cuando tenía al Estado como garante social. Conla Corriente Democrática el pri perdió apoyos en la sociedad y entre la élite tradicional. En las elecciones de 1988 no compitieron, como el romanticismo político afirma, la izquierda y el Pri, compitieron el Pri históricamente comprometido con la sociedad y el pr1 conservador que obedecía a una tecnocracia políticamente incompetente. Cuando un par de años después el ron se disolvió y el grupo de priistas escindidos aceptó integrarse al pms, la izquierda histórica, que tenía como antecedente más serio al Partido Comunista y que en el camino fue recogiendo a diversos grupos de izquierda, se disolvió para dar lugar a una nueva agrupación
que actuó como el pri de los años setenta: estatista, clientelar y paternalista. La vocación de izquierda, siempre frágil ante el discurso social del pr1, se fundió en el nacionalismo revolucionario que se había definido con los gobiernos exitosos desde la década de los años cuarenta. La tecnocracia expulsó a los viejos priistas, pero hizo posible que el pri tradicional reviviera en los brazos de la izquierda. Ambos perdieron su verdadera identidad pero el sistema de partidos y electoral ganó una tercera opción política que se asumió de izquierda ante un PAN conservador y un pri sin ideología. Lo más delicado de la situación política del país es que esa tercera opción, fuerte desde 1988,al pri y al PAN, nunca ha tenido a ningún candidato de izquierda, sino a priistas formados en el nacionalismo revolucionario y el populismo de las décadas sesenta y setenta, como Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. No izquierda, no al menosdistinta al priismo. LA OBLIGADA DISPUTA INTERNA
El desarrollo de la disidencia priista mostró que la salida del partido no era la única opción posible. Para un sector de la militancia, el pr1 podía seguir siendo el organismo de participación e incluso una guía para rectificar el camino. Las defecciones que sufrió la Corriente Democrática durante su enfrentamiento con el PRI probaban que había un amplio sector de políticos que aun en clara divergencia con el grupo dominante, no estaba dispuesto a llegar a la ruptura. Esa militancia se mantuvo dentro del partido y forzó lenta pero sistemáticamente a cambios internos que llevaron a cuestionar a fondo el liderazgo presidencial, cada vez más marcado a partir de 1982. Dentro del partido surgieron y se fortalecieron nuevos liderazgos que muy pronto disputaronaljefe del Ejecutivo su control. Después de que Ruiz Cortines consiguiera controlar las aspiraciones de algunos de sus secretarios de Estado y, lo más importante, lograra que los perdedores aceptaran su decisión sin provocar fisuras o conflictos internos, la sucesión presidencial fue una coyuntura delicada, con fuerte competencia de los candidatos, pero que nunca cuestionó la facultad del presidente saliente para elegir a su sucesor. Al margen de cómo se decidía, cuáles características se tomaban en cuenta y, si era el caso, con quiénes consultaba las opciones, el presidente en funciones seleccionaba de entre su gabinete al candidato del pri. Esas eran dos condiciones incuestionables: que el sucesor sería un secretario de Estado y que el único autorizado para elegirlo era el jefe del Ejecutivo. El pri, fiel a su costumbre, simplemente contenía a los grupos y desataba los apoyos cuando el nombre del siguiente presidente era conocido. En ninguna coyuntura histórica el Pr1, como institución
del
Estado,
obstaculizó
ni
menos
cuestionó
las
decisiones
presidenciales. La tradición, al menos desde el sexenio de Adolfo López Mateos,
indicaba que por más que destacaran algunas figuras en el gabinete, la disputa se iniciaba a mediados del cuarto año de gobierno y se desarrollaba en el quinto, para que hacia el final se conociera al seleccionado. Estas circunstancias se presentaron igual durante el gobierno de De la Madrid, pero fueron agravadas por el evidente desplazamiento de políticos tradicionales del gabinete lo que, por definición, les impediría cualquier oportunidad para aspirar a la candidatura. Sin políticos en el gabinete, la sucesión y, por ende, la continuidad del proyecto tecnocrático, estaba asegurada al mejor exponente del grupo, aquel que se había destacado durante el sexenio por mantener a toda costa el nuevo modelo. Por estas razones fue que sólo dos secretarios disputaron realmente la sucesión: Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, y Carlos Salinas, de Programación y Presupuesto. El primero había desarrollado una carrera claramente política y aunque por edad coincidía con la tecnocrática, había acumulado una larga experiencia en el partido y en la misma Secretaría de Gobernación, base y esencia de la política gubernamental. Pero además de su trayectoria, Bartlett era el único político en el desierto tecnocrático de De la Madrid, por lo que se convirtió en la única opción real para romper la continuidad. Su propio desempeño dentro del gobierno, en el que había enfrentado los avances de la oposición electoral, le había dado una gran visibilidad en la política nacional y le había atraido fuertes simpatías dentro del priismo, cada vez más desplazado. Salinas era el sucesor idóneo para el proyecto de De la Madrid. Fiel seguidor del presidente, se había formado en la Secretaría de Hacienda y, de la misma manera que De la Madrid, había ocupado varios cargos en la de Programación y Presupuesto. Durante la campaña presidencial de 1982, aunque desempeñó un puesto modesto en el pri como director del repES, Salinas se destacó como el defensor del proyecto, el funcionario dispuesto a debatir y ofrecer argumentos contra sus adversarios. Al integrar el gabinete, De la Madrid lo puso al frente de la secretaría modelo de López Portillo, Programación y Presupuesto, no para desarrollar las tareas institucionales que se le asignaron a la dependencia en su origen, sino para hacer realidad el objetivo del gobierno,el control del gasto, las restricciones del presupuesto y una rigurosa vigilancia de las finanzas públicas. Tan relevante sería el papel de la spp. que durante ese sexenio llegó a ser más influyente que la propia Secretaría de Hacienda a la que, además de encargarse de la política fiscal, se le encomendó la intensa negociación de la deuda externa. Fue la spp la que, en los hechos, aplicó el modelo de rectificación económica y porello fue la responsable directa del control de la crisis. Al frente de la secretaría, Salinas había demostrado no sólo su compromiso con el proyecto sino firmeza para sostener las medidas a pesar de las críticas y de las consecuencias sociales de aplicarlas. Al igual que Bartlett, Salinas destacó muy pronto como funcionario y,
desde luego, como ideal sucesor de De la Madrid. Tan evidentes eran las ventajas de ambos que muy pronto se polarizaron los apoyos políticos, con el agravante de que en este caso no se trataba de variantes del mismo proyecto sino de personalidades y propuestas distintas. El presidente no podía permitir que la disputa se cerrara tanto entre ellos porque le daría muy poco margen de acción y sobre todo provocaría fuertes resentimientos en el priismo. En abril de 1986 De la Madrid nombró comosecretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal a su viejo amigo Alfredo del Mazo, por entonces gobernador del Estado de México, cargo al que llegó con la encomienda de acabar con el dominio de los políticos tradicionales encabezados por Carlos Hank y sustituir a la élite local con otra semejante a la tecnocrática. La habilidad de Del Mazo quedó muy pronto en duda al provocar varios problemas en una entidad caracterizada porla homogeneidad de su élite gobernante, a grado tal que ni su sustituto Alfredo Baranda, ni el sucesor constitucional, Mario Ramón Beteta, lograron recuperarel rumbo y en las elecciones de 1988 hicieron posible que el pri y su candidato presidencial perdieran estrepitosamente los comicios. Del Mazo,porlo tanto, no llegó al gabinete por sus dotes políticas sino por ser amigo del presidente, que lo necesitaba para romper la creciente polarización entre Bartlett y Salinas. Por la amistad que los unía, De la Madrid dejó correr la especie de que él sería el elegido, con tal fuerza que el propio Del Mazo, molesto por no haber sido el candidato, intentaría descarrilar la decisión al anunciar a la prensa que el propuesto era Sergio Ramírez y no Salinas. Con el nombramiento de Del Mazo en abril de 1986, cubierto con el manto de ser el amigo del presidente, la competencia se abrió por completo y por ello no fue para nada casual que pocos días después comenzaran las reuniones de la Corriente Democrática, pues era claro que se preparaba la sucesión y que en las preferencias del presidente en primer lugar estaba Salinas y, si acaso, Del Mazo. Por eso tambiénla insistencia de Cárdenas y Muñoz Ledo en discutir las personalidades, incorporar nuevos actores políticos y restarle poder al mandatario. De la Madrid no cedió en nada a las pretensiones de la Corriente Democrática y, por el contrario, aplicó toda la fuerza del Estado para acallar sus propuestas. En el último esfuerzo, los expulsó para preservar su autoridad, pero aunquealfinalla ejerció al elegir a Salinas, tal como era previsible, no lo hizo como sus antecesores. Por más que la Corriente Democrática había llevado al extremo la confrontación, su crítica del procedimiento para seleccionar al candidato sí tuvo eco entre la militancia priista y obligó al presidente a reconocer la necesidad de,al menos formalmente, mostrar opciones. En junio de 1987, después de los dos documentos de la corriente disidente, de su marginación en la XIII Asamblea Nacional y de la expulsión de Cárdenas, el pri de De la Vega anunció que no
habría convocatoria para registrar precandidatos y que la selección la haría el cen después de escuchar las propuestas de los seis secretarios que destacaban como aspirantes: Ramón Aguirre, regente de la Ciudad de México; Manuel Bartlett, secretario de Gobernación; Miguel González Avelar, secretario de Educación
Pública; Alfredo del Mazo, secretario de Energía, Sergio Ramírez, procurador General de la República, y Carlos Salinas, secretario de Programación y Presupuesto.
Las comparecencias de los secretarios tuvieron lugar entre el 17 y el 27 de agosto de 1987 y aunque la mayoría de ellos presentó documentos poco útiles, Bartlett, Salinas y Del Mazo sí tomaron en serio el foro para ofrecer ideas y opciones. Por más que los seis sabían que era un procedimiento que no comprometía en nada al presidente, sirvió para que los aspirantes asumieran públicamente su aspiración e hicieran propuestas especificas para que los militantes las discutieran y evaluaran alguna posibilidad. De la Madrid y Dela Vega no calcularon que el foro no acallaría las críticas sino que las alentaría al mostrar a Salinas como el verdadero prospecto y a Bartlett como la única alternativa. El Pr1 y el presidente cometieron un error más que sólo polarizó las tensiones dentro del partido pues pospusieron la decisión hasta octubre de 1987. El argumento, equivocado a todas luces, fue que De la Vega y el cen realizarían consultas en toda la estructura del partido y en todos los estados para tomar la decisión final. En su afán de presentarse como democráticos, los dirigentes abrieron una oportunidad para que la militancia cuestionara si no las propuestas (que de hecho no existian de manera sustantivamente diferentes), sí las personalidades y sobre todo, los costos de continuar con el modelo tecnocrático encarnadoen Salinas. El largo periodo en que De la Madrid y De la Vega hundieron al Pri para anunciar la decisión, solamente sirvió para que el procedimiento fuera criticado y, por un lado, se ampliara la disidencia identificada con la Corriente Democrática y, por el otro, se fortaleciera la oposición interna contra De la Madrid y Salinas. Los priistas, por más que estuvieran acostumbrados a la disciplina, aprovecharon la oportunidad limitada que se les ofrecía para cuestionar la autoridad presidencial. No sería la primera vez que ocurriría, como Salinas tuvo oportunidad de comprobar durante su sexenio cuando convocóa la militancia a reformaral pr y la asamblea se rebeló contra sus propuestas. En 1987 las comparecencias probaron que la facultad presidencial se había fracturado y que a pesar de que al final se haría su voluntad, se le había obligado a ventilarla públicamente. Como el mismo Salinas reconocería años después, el procedimiento de De la Madrid sólo sirvió para abrir heridas entre el priismo que debilitaron su candidatura y su campaña, y por eso, cuando se acercó la sucesión de 1994, recuperó sin ambages el recurso
tradicional de que el presidente decidiera por sí mismo. Aunque Salinas lo reinstaló, el procedimiento munca más volvió a aplicarse porque si bien la tecnocracia siguió dominando, consiguió lo que parecía imposible: que el pri no reconociera al presidente comosulíder. El 4 de octubre de 1987 el cen anunció a Salinas como su candidato y el 14 del mismo mes Cárdenas aceptó la postulación del parm, a la que se sumarían el resto de organizaciones para construir el ron que competiría en los comicios del año siguiente. La tecnocracia había conseguido su propósito de conservar el poder pero a cambio había dividido al pri, había creado una opción electoral de izquierda con el pri del nacionalismo revolucionario y había auspiciado las elecciones más controversiales de la historia moderna del país. Enorme muestra de habilidad política de una nueva generación formada y educada en las finanzas públicas.
vI LA REFORMA SALINISTA. LOS DOS PROYECTOS DE PARTIDO Las elecciones presidenciales de 1988 han sido uno de los eventos más importantes en la historia política del país porque han sido las más cuestionadas en cuanto a su limpieza y resultados, y porque el candidato ganador, Carlos Salinas de Gortari, se vio forzado a introducir cambios radicales en el sistema político.
Salinas fue el artífice de la rectificación económica que caracterizó el ascenso de la tecnocracia con De la Madrid y, por ello mismo, fue el mejor candidato para profundizarla como sucesor en la Presidencia. El proyecto, que en un principio
básicamente proponía restablecer la certidumbre en la economía y corregir las funciones del Estado, tuvo que incorporar medidas políticas que dieran respuesta a la sociedad por los difíciles comicios federales, y que atendieran la grave crisis que habían experimentadoel pri y la élite política. Para Salinas, más astuto que De la Madrid, el resultado electoral y el cuestionamiento a su candidatura no había sido resultado de un consistente fortalecimiento de la oposición tradicional sino de la fractura dela élite política, seriamente agraviada por la tecnocracia, que lo había desafiado en las urnas y que dentro del pri lo había dejado a su suerte. La disidencia más activa había formado otro partido y por ende se había colocado como un abierto opositor, pero la que había permanecido en el pri no le había dado el apoyo necesario para lograr una victoria creíble. Sin abandonar el partido, su militancia también se había opuesto a la continuación del proyecto tecnocrático. El nuevo presidente improvisaría un ambicioso conjunto de reformas que, sin dejar de prestar atención a la política económica, reconstruyera las relaciones con la élite, el partido del Estado y la sociedad. Ese aspecto, sin embargo, no había sido considerado con anticipación porque se había menospreciadoel alcance dela disidencia interna. Para la tecnocracia, la Corriente Democrática había sido apenas un grupo reducido de personalidades resentidas que no representaba una amenaza seria al poderío priista. El proceso electoral, la constitución del ron, dirigido por ex priistas, y los contundentes resultados de la votación, que incluso siendo reales mostraban la peor caída en el apoyo ciudadano al pri, obligarían a Salinas a considerar la política en serio. De todas formas, la inexperiencia en ese terreno dañaría profundamente el alcance de las reformas, muchas de ellas, como la
electoral, que representaba avances significativos en las reglas de competencia.
Una y otra vez Salinas anularía los efectos positivos de la reforma al negociar su aplicación para garantizarse apoyos. Las consecuencias serían más importantes,a largo plazo, que los objetivos que Salinas decía perseguir. Y el Pri, como era habitual, sería objeto de una transformación que si bien en un principio obedecía al interés del Ejecutivo, dio paso a una rebelión interna que minó para siempre la autoridad presidencial. LA REFORMA ELECTORAL
De acuerdo con los resultados oficiales, Salinas ganó la elección presidencial con 50.4% de los votos, mientras que Cárdenas, del rpn, obtuvo 31.1%, y Manuel
Clouthier, del pan, 17%. El resultado fue la primera y más grave demostración de que el pri había perdido el apoyo mayoritario de los ciudadanos, que en el pasado formalmente oscilaba entre 80 y 90% de la votación. Adicionalmente, el pri perdió
el control del Congreso de la Unión y por primera vez también se tuvo una legislatura sin mayoría suficiente para conducirla de acuerdo con los deseos del Ejecutivo. La tradicional hegemonía priista desapareció sorpresivamente sin que
las instituciones y los políticos supieran cómo manejarlo. Tres años mástarde, el PRI recuperaría la mayoría y lo lograría también en 1994, pero sólo para perderla de nuevo en 1997 y comenzarasí la etapa de gobiernos divididos en México, signo claro de que el pluralismo había llegado definitivamente al sistema político. Si en términos generales estos resultados debían ser recibidos con simpatía toda vez que representaban un avance en cuanto a la competencia y el pluralismo, también demostraban que el sistema electoral todavía era un obstáculo porque seguía sometido al Poder Ejecutivo y, como ha sido la sospecha, podía manipular los resultados siempre a favor del pri. Salinas, que desde la campaña se asumió como promotor de la democracia, reconoció que el sistema de competencia, vigilancia y contabilización del voto no generaba confianza en los partidos ni mucho menos en los ciudadanos. Como fue evidente después de 1988, los cuestionamientos y el estrecho margen de victoria dañaban la legitimidad y el funcionamiento del gobierno. Para Salinas, el proyecto de cambio, que pronto comenzó a llamar de modernización del país y que, fiel a su origen, era fundamentalmente económico, debía incluir reformas políticas que sustentaran las acciones gubernamentales. Salinas no sólo tenía motivaciones internas sino que enfrentaba una fuerte presión internacional porque ya estaba en marcha el largo proceso de democratización en el mundo que terminaría con el socialismo en la URSS y Europadel Este, y con las dictaduras militares en América Latina. Como ya había sido frecuente en la política nacional, la Unión Soviética volvió a presentarse como un referente obligado porque, al igual que México, transitaría
por un profundo cambio económico y político que la llevaría a la democracia y a la economía de mercado, desconocidos en ese país. Para Salinas, el proceso era similar y se debía evitar que ambos cambios convergieran para que no se produjera la mismacrisis política en México. La nueva administración tenía una ventaja porque a fines del sexenio anterior se había logrado la estabilidad económica y después de varios años el gobierno operaba con finanzas equilibradas. El ajuste económico, a los ojos de su principal promotor, ya había tenido efectos positivos y los problemas en el ingreso y el bienestar podrían revertirse cuando se reiniciara el crecimiento, aparentemente en el corto plazo. Bajo esta perspectiva, lo político y en específico lo electoral demandaban atención inmediata. Salinas insistiría en que el sistema electoral debía reformarse para que nunca más fuera una fuente de desconfianza ciudadana que restara legitimidad a los gobernantes. Y un aspecto central en este sistema no era tanto el número de competidores sino el órgano de calificación y arbitraje que hasta entonces seguía en manos de la Secretaría de Gobernación, de la cual dependía la Comisión Federal Electoral. La reforma, si bien era una demanda de partidos y de la sociedad, fue controlada una vez más por el Estado, pues Salinas y sus allegados fueron quienes diseñaron las nuevas reglas de competencia. Aunque los partidos estaban presentes y, más aún, había aparecido una nueva fuerza conla original Corriente Democrática priista, muy pronto fue encauzada hacia el nicho de la izquierda histórica, cuyo proceso de unificación había comenzado con la reforma de 1976, que la reconoció como opción legítima. El Partido Mexicano Socialista, que había pasado una penosa etapa de negociaciones con el fraccionalismo de izquierda, ofreció voluntariamente su registro y su espacio al cardenismo, sin duda exitoso electoralmente. Para la izquierda de 1989, la Corriente Democrática era una ventajosa oportunidad de conseguir un mercado electoral que por sí solo no había sido capaz de alcanzar en los años anteriores. La votación que obtuvo Cárdenas, que no era más que la suma de la animadversión general al Pri y también de la que apoyabaal pri histórico, era demasiado importante como para dejarlo libre y que se constituyera en una fuerza propia que podía competir contra el pri indudablemente, pero que abonaría el camino para la desaparición electoral del pms y la izquierda. Con la fusión de la Corriente Democrática y el pms, el abanico partidario encontró por sí solo un nuevo perfil, porque si bien los organismos que constituyeron el rpn obtuvieron votos y escaños gracias a la candidatura de Cárdenas, no lograron sobrevivir mucho tiempo más. Muy pronto los partidos que habían representado la competencia electoral en el México contemporáneo, como el pps y el PARM, desaparecieron junto con muchos residuos de la izquierda, atávicamente fragmentada. Después de fundadoel erp, el sistema electoral creó las tres opciones
más consistentes para el electorado nacional: la derecha, encarnada en el Pan; la izquierda histórica y priista, que se llevaría consigo el tradicional nacionalismo revolucionario, en el PrD, y un ambiguo centro que seguía representando el pri. Si las elecciones de 1988 habían configurado el sistema de partidos, era necesario prestar atención a los órganos y la normatividad electoral. La novedad de la reforma de 1990 fue, sin duda alguna, la constitución del
Instituto Federal Electoral como organismo autónomo del gobierno federal. En su inicio, el ire seguía siendo presidido por el secretario de Gobernación pero su influencia fue significativamente acotada por seis funcionarios llamados consejeros magistrados, propuestos por el presidente y seleccionados por los diputados; por la participación directa de los partidos políticos y representantes de las cámaras de Diputados y de Senadores. Por primera vez el árbitro electoral era reformado y se le restaba influencia al Poder Ejecutivo en su control. El nuevo organismo era el responsable de organizar y vigilar las elecciones, así como de garantizar el voto de los ciudadanos. Un elemento fundamental para conseguirlo fue establecer un Registro Federal de Electores con un padrón confiable y una credencial de elector con fotografía y dirección, de tal manera que se comprobara la identidad del votante y que también se impidiera la falsificación o duplicidad del sufragio. Si bien la reforma de 1990 incluyó otros aspectos sobre el funcionamiento y asignación de curules en el Congreso, lo verdaderamente relevante fue el nacimiento del 1re porque puso en el centro del debate la autoridad e independencia real del árbitro electoral. La participación del gobierno federal siguió siendo cuestionada a pesar de que ni Gobernación ni el Pri tuvieron ya mayoría en el Consejo General y llevó a que, seis años más tarde, el Ejecutivo saliera definitivamente del organismo, y la selección y designación de los consejeros, desde entonces llamados ciudadanos, fuera una facultad exclusiva de
los partidos políticos. La formación del ire constituyó un avance real para el pluralismo porque impedía indudablemente el control de las elecciones por parte del Ejecutivo. En rigor, la reforma debía haber sido una garantía para la equidad y la competencia y, sobre todo, una fuente de confianza que evitara los conflictos cíclicos derivados de elecciones cuestionadas. La esperanza, sin embargo, pronto fue cancelada porque Salinas fue extraordinariamente sensible a las presiones de la oposición que pusieron en duda la limpieza de los comicios aún antes de que se realizaran. Fue frecuente que la oposición cuestionara los resultados, incluso sin pruebasreales, porque Salinas siempre estaba dispuesto a negociarlos para tranquilizar a sus adversarios y mantener su imagen detolerancia. El resultado, no obstante, fue el opuesto porque, por un lado, la reforma electoral estimuló como nunca antes la competencia y fortaleció a la oposición
frente al Pri, la cual obtuvo posiciones políticas cada vez más importantes: gubernaturas, presidencias municipales, mayor presencia en el Congreso federal, en especial en el Senado,y el control de varios congresos locales. Pero porotro, la oposición hizo de las presiones un procedimiento seguro para obtener puestos que los comicios no le proporcionaban. Salinas negoció con la oposición, en especial la panista, presidencias municipales como las de Mérida, Culiacán y Mazatlán en 1989 y 1993, e incluso gubernaturas como las de Michoacán, San Luis Potosí y
Guanajuato, donde obligó a los mandatarios electos a renunciar para complacer a los partidos perdedores. La reforma electoral perdió su efectividad y lejos de producir credibilidad convirtió los comicios en una fuente constante de conflicto durante todo el sexenio salinista. Si para el Ejecutivo este efecto fue inesperado y puso en duda su verdadero compromiso democrático, para el priismo fue crítico porque al tiempo que lo obligó a competir lo castigaba cuando conseguía triunfos reales solamente para satisfacer el interés del presidente. Salinas nunca prestó atención a los efectos sobre el pri, en parte, como se verá más adelante, porque estaba en marcha una reforma que él consideraba transformaría por completo sus funciones, pero también porque no confiaba en los políticos tradicionales. En rigor, Salinas no movió un ápice el proyecto tecnocrático que había comenzado seis años atrás, ni en lo económico ni menos aún en el objetivo de retirar a la élite política, a la que una y otra vez acusaba de ser la responsable tanto de la crisis económica como de los magros resultados electorales de 1988. Para Salinas, esa élite no sólo lo había enfrentado con éxito en aquellos comicios y se había constituido en una opción partidaria efectiva, sino que se había apoderado del partido y desde él obstaculizaba su proyecto modernizador. De acuerdo con su percepción, el Ejecutivo debía forzar a los actores, en especial a los liderazgos y grupospriistas, para alcanzar sus objetivos con lo cual, en la práctica, convirtió a Salinas en un presidente más autoritario que democrático. La mayor muestra de su protagonismo fue colocar a su persona por encima delas instituciones del sistema. Si fue evidente que estaba dispuesto a no respetar los resultados electorales y, por ende, a pasar por encima de los organismos y la normatividad correspondiente, su arbitrariedad llegó al extremo de debilitar la figura de los gobernadores, a algunos de los cuales retiró del cargo por desavenencias políticas, por negociaciones con la oposición o simplemente para llevarlos a la administración pública, en ocasiones en puestos secundarios. Por la razón que fuese, pero Salinas vio a los gobernadores comopiezas utilizables en su proyecto sin entender que, en el fondo, debilitaba una institución esencial en el sistema político toda vez que se trataba de los gobiernos estatales, encargadosde la estabilidad local y la intermediación con la política nacional. El desastre que significó esta práctica puede entenderse si se
considera el número de gobernadores removidos durante el sexenio: 12 por problemas políticos y cinco para ocupar puestos federales. Con las únicas excepciones de Lázaro Cárdenas, quien retiró del cargo a 25 gobernadores en medio del conflicto con Calles, y de Miguel Alemán, quien removió a 12, ningún presidente había dañado de tal manera a los gobiernos estatales. Las 17 remociones salinistas involucraron a 12 entidades de la República y en cinco estados (Michoacán, Yucatán, San Luis Potosí, Jalisco y Chiapas) Salinas expulsó en dos ocasiones a los mandatarios. Nunca en la historia política del pais un presidente había actuado con tanta insensibilidad y arbitrariedad en contra de la voluntad de los ciudadanos, las instituciones electorales y los gobiernos estatales. Y todo en aras de la modernizacióndel país. Los gobernadores ocuparon un espacio político cada vez más relevante debido a los errores del salinismo. Además de su importancia institucional como responsables de los ejecutivos y las administraciones locales, los mandatarios desempeñan tareas específicas que el sistema priista les fue delegando. La Federación nunca les permitió recaudar ingresos ni menos aún aplicarlos discrecionalmente, pero a cambio de no ocuparse de los temas económicos y fiscales, los gobernadores eran los responsables de controlar a los grupospolíticos locales, resolver demandas sociales y evitar conflictos que amenazaran la
estabilidad local y más aún la nacional. Para ello, los gobernadores tuvieron total autonomía para manejar las instituciones políticas de las entidades, el Congreso local y las alcaldías, y en primera instancia la estructura del pri que le permitiría precisamente manejar las candidaturas. De hecho,el partido del Estado delegó su operación en manos de los mandatarios y solamente cuando los candidatos eran conflictivos, intervino para equilibrar a los diferentes bandos. Para evitar que los grupos se perpetuaran y en particular los que encabezaban los gobernadores en funciones, el Ejecutivo federal les impedía siquiera opinar sobre los sucesores, asunto que controlaba directamente mediante Gobernación y el pr1I nacional. El dominio de los gobernadores sobre la política local debía traducirse, por supuesto, en estabilidad pero también en triunfos del partido. Los gobernadores funcionaban en su terreno comolíderes reales de la élite local y del partido en su territorio. Con el salinismo, los mandatarios tuvieron que prestar mucha más atención a las tareas partidarias electorales porque, por un lado, debían garantizar la hegemonía del Pri pero, por otro, debían asegurarle a Salinas su imagen democrática que, en los hechos, significaba reconocer triunfos a la oposición, no
necesariamente cuando los consiguieran con el voto de los ciudadanos sino cuando presionaran al presidente. La tarea se complicaba porque en medio de todo estaba la satisfacción a la militancia priista, cada vez más crítica porque el gobierno federal pasaba con frecuencia por encima de triunfos reales del priismo para
tranquilizar a la oposición y al presidente. El caso más escandaloso fue el de Guanajuato, donde el jefe del Ejecutivo accedió no sólo a negociar el triunfo del candidato priista por presiones del panismo, sin pruebas y evidencias del fraude argumentado, sino que le entregó la gubernatura a ese partido. El agravio electoral y político fue de tal magnitud que Salinas tuvo que dar explicaciones a los gobernadores priistas y asegurarles que no volvería a suceder. El daño, sin embargo, fue profundo y puso en evidencia que el presidente, por primera vez en la historia del Pri, estaba actuando en contra del partido. Bien podía pensarse que en un proyecto de modernización política el prI no era un instrumento de apoyo sino uno de los objetivos a reformar e incluso a desaparecer, pero lo que parecía incomprensible para los priistas era que este planteamiento procediera del presidente que el mismo pri había llevado al poder. El liderazgo del presidente, seriamente cuestionado durante el gobierno de De la Madrid, llegó a extremos delicados con Salinas. Ademásdelas vacilaciones electorales y las negociaciones políticas, se sumó otro golpe al pri que afectó adicionalmente a los mandatarios. El programa social más importante del salinismo fue Solidaridad, mediante el cual el gobierno federal llevaba obras y financiamiento a zonas y comunidades necesitadas. El programa fue exitoso debido a que contó con recursos provenientes de la venta de empresas estatales, proceso que ya se había iniciado con De la Madrid pero que Salinas completó con la venta de la banca nacionalizada en 1982. Los recursos fueron cuantiosos y Salinas, para evitar un desequilibrio en las finanzas públicas, que se ha convertido en la obsesión de la tecnocracia, nunca los incorporó al gasto público de tal manera que pudo utilizarlos discrecionalmente sin perjudicar el control presupuestal. El programa funcionó por completo al margen de las instituciones, tanto en las decisiones para asignar los recursos como para movilizar la obra pública. Las peticiones se dirigían al Consejo del Pronasol, integrado por varios secretarios de Estado pero presidido por Salinas, quien en la práctica aprobaba los créditos, sin vigilancia y evaluación alguna. Si esta discrecionalidad evadía a la burocracia para desarrollar la obra pública, porque no necesitaba que las secretarías O dependencias responsables las aprobaran y programaran, también marginabaa las instituciones estatales y locales, porque eran los grupos sociales los que, al margen de los alcaldes, gobernadores e incluso del pr1 mismo, presentaban las solicitudes y recibían los financiamientos. Con total conciencia, Salinas rompía las líneas de control político del priismo y de los gobernadores, líderes locales de las élites priistas. Pero a cambio, el presidente se convertía en la autoridad política y social más relevante del país: era Salinas quien atendía peticiones, otorgaba recursos y recibía los beneficios. El sistema había sostenido programas asistenciales décadas
antes, pero siempre los había canalizado mediante las instituciones, de tal manera que los reconocimientos y lealtades se dirigieran a ellas, gobiernos locales, gobierno federal y, en última instancia, el partido. Salinas rompió la tradición para hacer de su persona una figura que aparecía por encima de todo, incluido el sistema político. Como él mismo lo comprobariía, su sexenio y su persona terminaron en el mayor descrédito político pero el daño que hizo a las instituciones fue severo. Para el Pri significó que su tradicional dirigente avanzaba en otra dirección y que debía buscar dentro de su estructura liderazgos confiables. EL GABINETE DE COMPROMISO
Como exponente destacado de la tecnocracia que había alcanzado el poderel sexenio anterior, Salinas compartía plenamente la idea de quela vieja élite política era responsable de los problemas económicos y la crisis de los años setenta, y que era indispensable corregir las distorsiones tanto en la política económica como en las responsabilidades que el Estado había asumido sin más razón que los intereses de esa élite. Con frecuencia, Salinas señaló a los culpables y criticó sus acciones, y una de las más significativas fue nada menos que en su discurso de clausura de la XIV Asamblea Nacional del pri en 1990, en el que afirmó que los políticos que habían manejado el Estado antes eran quienes habían minado sus bases y casi lo habían destruido. Esta convicción había cobrado mayor fortaleza porque la disidencia que había cuestionado su candidatura lo había desafiado, y con mucho éxito, en las elecciones federales. Para Salinas, la crisis política de 1988 no era
tanto el resultado de una oposición ciudadana sino de las protestas sociales ocasionadas por las fallas económicas y la actitud de los viejos políticos. Para Salinas, esa oposición interna era la mejor prueba de la necesidad de acabar con aquella élite. Sin embargo, tuvo que reconocer que la disidencia cardenista no se había llevado consigo a toda esa élite, que continuaba activa en el pri y en la política misma. A pesar de estar convencido de que debía eliminarla, el enfrentamiento
que vivió durante el final del sexenio anterior lo persuadió de no profundizarlas diferencias, al menos no conla élite que se habia mantenido dentro del partido. Fue por ello que Salinas integró un gabinete de compromiso en el que, formalmente, incorporó a políticos tradicionales, incluso en dependencias centrales, al lado de tecnócratas como él, a quienes confió el manejo de la
economía y los asuntos sociales. No llegó al extremo de De la Madrid de imponer a fieles financieros en todas las áreas del gobierno, pero sí los mantuvo al margen de las decisiones. Incorporó, por ejemplo, a Carlos Hank, pero lo designó como secretario de Turismo y luego de Agricultura, dos tareas que no eran las más
destacadas para el ex gobernador y ex regente capitalino. A Jorge de la Vega, que tan buenos servicios le había prestado desde el PrI para apuntalar su candidatura, lo hizo titular de Agricultura; a Manuel Bartlett, su principal competidor en quien se Canalizaron las simpatías de los políticos que no se llevara el cardenismo,lo hizo titular de la Secretaría de Educación Pública, y a Fernando Gutiérrez Barrios, político con ascendencia, lo nombró secretario de Gobernación, quizá el único a
quien reconoció su verdadera capacidad en la dependencia adecuada, pero a quien, no obstante, no le permitió manejar la política del país. En contraste con este grupo de funcionarios, Salinas se rodeó de amigos y leales en Hacienda (Pedro Aspe); Comercio (Jaime Serra Puche); Energía (Emilio Lozoya), e incluso en áreas tan especializadas como Pesca (María de los Ángeles Moreno) o la regencia capitalina, desde la cual Manuel Camacho se ocupó de varios problemas políticos nacionales y preparó su campaña por la Presidencia. Mientras el primer grupo se caracterizaba por carreras de más de 35 años, con trayectorias especializadas y ascensos jerárquicos controlados, los amigos del presidente apenas rebasaban los 15 años y algunos, como Ernesto Zedillo, no superaban los seis de trabajo en las finanzas públicas, sin necesariamente haber demostrado su competencia y experiencia. Fueron ellos, sin embargo, los que condujeron la economía, los programas sociales, incluido su emblemático Pronasol, y se encargaron de los aspectos políticos más importantes para el presidente. Los desencuentros fueron constantes y Salinas se vio obligado a remover a la mayoría de sus secretarios a lo largo del sexenio, en tal proporción que casi fue sustituido en su totalidad. Ningún presidente, ni siquiera los tan criticados Echeverría y López Portillo, había alcanzado tasas superiores a 100% de cambios en el gabinete. Fue Salinas el primero en superar la cifra porque sustituyó a tantos colaboradores que llegó a 131.6% de cambios. Ocuparía ese lugar por poco tiempo porque su sucesor, Zedillo, lo superaría con creces años después. El acercamiento con la vieja élite fue formal y para nadie, y menos para los políticos tradicionales, pasó inadvertido que las opciones para recuperar influencia y acaso aspirar a la Presidencia, estaban canceladas. Al igual que ocurriera con los gobernadores, los políticos en el gabinete no tuvieron muchas posibilidades de intervenir y solucionar conflictos. Gutiérrez Barrios presentaría su renuncia luego de cuatro años en los que fueron frecuentes las desavenencias con el presidente, con su regente Camacho e incluso con mandatarios queridos de Salinas, como José Francisco Ruiz Massieu, quien provocó serios problemas con la oposición
perredista en Guerrero, con la que no quiso negociar cuando Salinas lo hacía a diario con el Pan. La salida de Gutiérrez Barrios es una clara indicación de las limitaciones que teníala vieja élite, de que Salinas no les abriría ningún espacio de verdadera influencia, pero también de que el país avanzaba hacia conflictos
políticos por la falta de experiencia en la materia. A partir de la salida del veracruzano, Gobernación comenzó una prolongada incertidumbre en la que ningún secretario duraría en el cargo más de dos años. Conflictos desgastantes, pero también evidente incompetencia de sus responsables. LA REFORMA DELPRI
Después de 44 años en los que el pri no experimentó ninguna modificación importante en su estructura y sobre todo en sus mecanismos de representación social y política, en 1990 fue sometido a una reforma por la voluntad del presidente Salinas. Aunque formalmente la reforma buscaba modernizar al partido en su ideología, militancia y representación, en realidad tenía el propósito de terminar con el corporativismo y con las orientaciones políticas que lo habían definido hasta entonces. Como era habitual, tanto la motivación de la reforma
como su objetivo provinieron del presidente, no de los dirigentes formales, y tuvieron su origen en el desastre electoral de 1988. Se trataba, en términos
generales y como lo declararía en algún momento Salinas, de mejorar la capacidad del partido para ganar elecciones, en el contexto del proyecto presidencial en el que tanto el discurso ideológico comola relación política con el gobierno, eran por completo otros. Lo paradójico del proceso fue que contra lo que esperaban Salinas y el dirigente nacional, Luis Donaldo Colosio, el pr1 no fue un organismo dócil y obediente que aceptara de nuevo las disposiciones oficiales. La característica de la reforma, el proceso y sus resultados mostraron queel priismo estaba consciente de lo que no reconocía la élite política: que existía una militancia activa, grupos y liderazgos que sostenían al partido y que, lo más delicado en aquella coyuntura, se sentían agraviados con las acciones de la tecnocracia, tanto con De la Madrid, que había provocado la peor fractura del partido, como con el mismo Salinas, quela marginaba de su gobierno.El Pri aceptaría la convocatoria para reformar el partido pero no aceptaría las directrices presidenciales y aprovecharía la oportunidad para darle espacio a nuevos liderazgos, con la certeza de que la tecnocracia seguiría haciendo a un lado a los políticos y sometiendo la política a los programas de rectificación económica. Salinas fue con el pr1 muy cauteloso porque si bien había tenido poco contacto con él (apenas la dirección del ¡epEs durante la campaña de De la Madrid), sí tuvo una intensa experiencia con sus prácticas durante 1987 y 1988, en particular durante su conflictiva campaña presidencial. Como correspondía a la tradición, Salinas designó un nuevo dirigente nacional apenas tomó posesión en diciembre de 1988. Incorporaría a De la Vegaal gabinete y llevaría a la presidencia del pri a su joven protegido, Colosio, cercano a él, a su propia carrera y a quien continuaría
protegiendo durante todo el sexenio para hacerlo su sucesor. Salinas no se empeñaría en designar a un administrador como lo hizo De la Madrid con Lugo Verduzco, pero tampococorrería el riesgo de nombrar a un auténtico político, con experiencia y ascendencia entre la militancia. Colosio no era un tecnócrata puro y carecía de trayectoria reconocida en la política, el partido y la administración pública. Lugo Verduzco no había sido un político, pero al menos contaba con 21 años de carrera cuando ocupó la presidencia del cen. Colosio apenas había tenido tres cargos en la extinta Secretaría de Programación y Presupuesto entre 1979 y 1985, gracias a su amigo Salinas, y se había convertido en diputado federal en ese último año amparado en el proyecto de De la Madrid y Lugo de llevar a la tecnocracia a los puestos de elección. Desde la Cámara de Diputadosprestó todo su apoyo a Salinas en sus aspiraciones quien, en prueba de su confianza, lo designó coordinador de su campaña con el cargo formal de oficial mayor del partido, lo que no dejaba de ser una afrenta para los puestos reales de mando del pri, la presidencia y la secretaría general, jerárquicamente por encima de la Oficialía Mayor. En esa misma oportunidad Colosio fue postulado al Senado por su natal Sonora y desarrolló su campaña al mismo tiempo que la de Salinas. Comotodas las carreras de esa generación, la de Colosio era corta, apresurada y sin la secuencia que en el pasado había distinguido a los políticos. Con esa reducida experiencia, Salinas lo hizo responsable de la más ambiciosa reforma que se había aplicado al pri desde 1947, cuando nació. El desafio era enorme y sólo el apoyo presidencial pudo compensar la falta de preparación política y partidaria del joven dirigente. PRIMERA ETAPA, 1988-1992
Desde diciembre de 1988, cuando Salinas y Colosio tomaron posesión, comenzaron los anuncios de que el pri necesitaba una reforma profunda que lo pusiera al día con los cambios políticos y sociales. A las declaraciones formales que hablaban de democracia y participación, le siguieron críticas puntuales de uno y otro dirigente que poco a poco mostraron el verdadero sentido del proyecto para el PRI. La principal queja, derivada del desastre electoral, era que el partido, con la estructura que tenía desde los añostreinta, era incapaz de garantizar los votos para conseguir victorias en los comicios. El corporativismo era el principal responsable porque ya no representaba a la sociedad en la medida que los trabajadores y campesinos ya no eran las mayorías sino las clases medias y los sectores populares. El pri corporativo no había incorporado a esos nuevos grupossociales y no podía por tanto postular candidaturas creíbles y efectivas. La crítica era parcialmente cierta porque, porque como había sido claro durante
los años cincuenta y sesenta, el pri había dejado pasar a las clases medias y no había diseñado alguna forma si no de integración, al menos sí de expresión política. Sin embargo, las declaraciones de Colosio y Salinas tenían otras motivaciones, para mada vinculadas al cambio que había experimentado la sociedad mexicana y sí al proyecto de la tecnocracia. Las corporaciones y los sindicatos, en general, eran un obstáculo importante para poner en marcha la liberalización económica, que demandabaeliminar todas las limitacionessalariales y del proceso de trabajo que el sindicalismo controlaba, lo que era vital para promover la productividad. El sindicalismo era la mejor prueba del paternalismo con el que había actuado el Estado en el pasado, de tal manera que terminarconla influencia del corporativismo era una condición para avanzar en la reforma económica. De paso, implicaba eliminarla también del partido para que las candidaturas fueran decididas de acuerdo con los intereses de la nueva élite en el poder. Las declaraciones, en principio democratizadoras de Colosio y Salinas, respecto de la reforma del pri fueron cada vez más sinceras conforme se intensificaban los conflictos internos. En una entrevista publicada por la revista del partido, Examen, en 1990, pocos meses antes de la XIV Asamblea Nacional, Colosio declaró ya sin ambages quela reforma del partido simplemente completaba los cambios en la economía emprendidosporel gobierno de Salinas. En el discurso de clausura de la asamblea, en la misma oportunidad que Salinas criticó a los políticos tradicionales, Colosio dijo que el pri debía apoyar los cambios que se dirigían a acabar con el Estado “propietario y clientelar” que había llevado a la crisis y que había provocado el resentimiento social expresado en las urnas en 1988. Para que no quedaran dudas de los responsables, Colosio ratificó que los que habian provocado toda esa equivocada situación eran “los regímenes anteriores”. Los discursos de Colosio y Salinas, particularmente violentos en contra del priismo y la élite tradicional, revelaban que el proyecto de reforma del Estado no buscaba mejorar su representación social ni la equidad electoral, sino adecuar el partido al proyecto del presidente. El partido debía continuar siendo el organismo instrumental que dócilmente hiciera lo que el presidente quería, así fuera acabar con su tradición y compromiso social. La reforma nunca tuvo un programaclaro y los objetivos fueron mostrándose a lo largo de 1989, lenta y sobre todo equivocamente, en una clara prueba de la inexperiencia del dirigente formal, Colosio, en la política y en cuanto a la vida del partido. A las primeras declaraciones, que afirmaban la necesidad de democratizar los procedimientos internos para seleccionar candidatos a puestos de elección, siguieron otros sobre “territorializar” al partido. La democratización ponía el énfasis en las limitaciones derivadas de las cuotas que el partido había establecido
para garantizarle espacios y compensaciones a las corporaciones, pero la segunda era el verdadero objetivo porque aunque el sentido preciso de “territorializar” nunca fue claro, con él se buscaba eliminar a las corporaciones y crear un nuevo frente de apoyo interno. El tema siempre fue ambiguo para Colosio y Salinas quienes lo entendían como una forma alternativa de afiliación individual que lograra una comunicación efectiva del partido con la sociedad. Según ambos,la “territorialización” debía agrupar a los individuos de acuerdo con su lugar de vivienda y profesión, y en ese sentido, debía entenderse como procedimiento de afiliación. Lo único claro en esas declaraciones era que el pri debía acabar conel corporativismo pero que no sabía cómo conseguir una afiliación individual. La confusión no se resolvió conceptualmente pero sí en los hechos porque Colosio pronto asoció la “territorialización” con la estructura directiva del partido en los estados y localidades, lo que demostraba un profundo desconocimiento del partido toda vez que esa estructura, materializada en los comités estatales, municipales y seccionales, no era un mecanismo de afiliación y ni siquiera de comunicación con los individuos, sino formas directivas del partido para desarrollar acciones específicas, sobre todo en periodos electorales. No hay afiliación sino militantes activos que hacen las tareas cotidianas del partido en zonas específicas y que, en la práctica, constituyen el alma de la organización en los estados. Para los priistas, esa estructura directiva no sólo es el ámbito propio de la militancia real sino que es controlada y manejada por los gobernadores. Desde luego, personajes alejados del partido, como Colosio y Salinas, no entendieron que en su enfrentamiento con las corporaciones no estaban creando ninguna forma paralela de afiliación sino fortaleciendo a la verdadera militancia priista y a los liderazgos naturales que no necesariamente, y menos despuésde los agravios que les propinó Salinas durante su sexenio, respaldarian los intereses presidenciales. La “territorialización” también cobró otro sentido en medio de las confusiones entre afiliación y corporaciones. Se insistió en que la sociedad tenía una nueva forma de expresión en los movimientos populares y vecinales que se había desarrollado libremente y que el Pri necesitaba incorporar con nuevas organizaciones. La propuesta tenía fundamento pero no respondía a una necesidad de representación sino a la disputa electoral porque esos movimientos que, en efecto, se habían desarrollado desde fines de los años setenta, habian cobrado
relevancia después del terremoto de 1985 y las demandas por vivienda, que se habían multiplicado en el Distrito Federal pero también en otras ciudades del país. Lo relevante para Salinas no era que se hubieran convertido en nuevas formas de expresión social sino en activos movimientos con consecuencias electorales que se habían dirigido hacia el ron de Cárdenas y ya en ese tiempo, hacia el nuevo PRD.
No importaba mejorar la representación del pri, sino arrebatarle al prD una fuente de movilización y apoyo. Pero de nuevo equivocaron la estrategia porque Colosio solamente acertó a desaparecer la cnop, basado en la obvia e histórica ambigijedad de su afiliación y estructura, pero no logró siquiera imaginar una alternativa organizativa. En parte por desconocimiento y en parte porque su periodo fue absorbido por los preparativos de la XIV Asamblea, Colosio abandonó el proyecto, después de eliminar a la central popular en 1990, que fue retomado por Genaro Borrego, con tan poca fortuna que la cnor sería reconstruida y reintegrada al partido poco tiempo después. Los preparativos y los frecuentes enfrentamientos que Colosio tuvo con las corporaciones, en particular con la crm, que pronto advirtieron el objetivo de hacerlos a un lado, obligaron a Colosio a buscar apoyos de todo tipo. En 1989, en medio delas críticas de la crm, Colosio convocóa los militantes a discutir ideas y presentar propuestas encaminadas a democratizar el partido. El propósito, evidentemente, era crear un frente de apoyo contra las corporaciones pero pronto se convirtió en un estimulo para que comenzara a cuestionarse el funcionamiento del partido. Por eso Salinas saldría a controlar el desliz y en marzo de 1989, en la conmemoración del aniversario del pri, estableció el alcance no sólo de la reforma
sino de las propuestas que debían tener los priistas, en seis puntos que a su juicio eran los indispensables. De nuevo el dominio presidencial sobre el partido subordinado. Los puntos fueron: elección democrática de candidatos en la que se privilegiara la militancia y compitieran en igualdad de condiciones sectores y ciudadanos; reconocimiento de las corrientes internas; claridad sobre el origen de
los recursos económicos; autonomía del partido de las autoridades locales; formación de una nueva escuela de cuadros, y reconocimiento del pluralismo regional en una dirección colegiada. Como es fácilmente visible, algunas de esas
demandas tenían un largo historial por parte de la militancia opuesto al control presidencial y otras eran resultado de la experiencia reciente claramente, por ejemplo, reconocer las corrientes internas. De cualquier forma, lo importante es que fueron, por supuesto, un estímulo para los priistas que creyeron, o al menos interpretaron, que habría una real oportunidad de modificar las prácticas que les impedían participar en los cargos de dirección y electorales. La invitación fue enormemente bien recibida por la militancia y si bien Colosio obtuvo un apoyo inmediato, no pudo controlar el sentido de sus acciones. La aclaración de Salinas no evitó que los priistas presentaran propuestas inquietantes. De entre las que se discutieron hubo dos que muy pronto mostraron que había un serio cuestionamiento a la dirección vertical del partido. La primera fue desaparecer a los delegados estatales, una figura que el pri ha mantenido a lo largo de su existencia porque ha sido el recurso para conocer las inquietudes
locales y permitirle al cen controlar la discrecionalidad de los mandatarios. Que se pusiera en duda en los años ochenta obedecía a las presiones que ejercía el partido sobre las elecciones locales con la doble exigencia de ganarlas pero también de compensar a la oposición cuando perdía. En 1989 el reclamo cobró fuerza porque en ese año el pri perdió por primera vez en la historia del país una gubernatura, y el priismo de Baja California acusó a los delegados del cen, lo mismo que a su presidencia, de los errores que llevaron a la derrota. La demanda llevaba consigo no sólo una crítica a la dirección nacional del partido, sino una propuesta para fortalecer el control de los gobernadores sobre las maquinarias del Pri en los estados. La segunda idea que se planteó fue aún más delicada porque se dirigía a las características de los candidatos a puestos de elección, incluida la misma Presidencia. Fue la Federación de Organizaciones Populares del DF, que sobreviviría a pesar de la desaparición forzada de la cnop, la que dio cuerpoa las condiciones: los aspirantes a la Presidencia de la República, lo mismo que para presidente y secretario general del pri, debían tener 15 años de militancia activa y haber dirigido algún comité directivo, estatal, municipal o nacional. A nadie pasaba inadvertido que era una propuesta que, de prosperar, obligaría al presidente Salinas a elegir a un verdadero político y no a un tecnócrata como su sucesor. Más aún, exhibía las carencias tanto de Salinas como del mismo Colosio para ocupar los cargos que tenían. Lo más grave de las propuestas fue que a pesar de presentarse al calor de los preparativos y antes de los lineamientos de Salinas, no sólo llegaron a la asamblea, sino que en los debates se le añadieron másrequisitos. Conforme se avanzó en la organización de la asamblea fue claro para Colosio que debía hacer todo lo posible para controlar los debates porque era evidente la agitación que existía. Por eso se enredó en una desgastante discusión con las corporaciones para determinarel tipo y número de delegados. A pesar de que los estatutos vigentes solamente permitían enviados sectoriales, Colosio forzó la convocatoria para darle cabida a la representaciónterritorial, que se materializó en los comités directivos estatales y en legisladores federales. La idea de disminuir la presencia de los sectores era obvia y la reforzó con el requisito de que los enviados de esta estructura se sujetaran a porcentajes no de cada sector sino de las organizaciones, de tal manera que las fuertes, crm y cnc, se diluyeran entre el resto de sindicatos semejantes. Colosio temía la oposición corporativa y por eso hizo cuanto pudo para limitar su presencia y contener sus demandas. Como los nuevos invitados debían servir para ese propósito, su selección sería cuidada por el cen del PRI. Condicionante relevante porque la asamblea fue el escenario de una rebelión priista que tomó por sorpresa a los organizadores debido a que esperaban total subordinación de sus seleccionados.
Salinas, Colosio y sus allegados tuvieron una asamblea inédita en la historia priista porque los asistentes no defendieron a las corporaciones, y para nada aceptaron incondicionalmente los cambios ya preparados por los dirigentes. Muchospresidentes de las mesas de debate fueron sustituidos por los delegados y en todas se presentaron propuestas inesperadas. Los delegados no aceptaron ninguna modificación en la Declaración de Principios en cuanto al nacionalismo revolucionario, ni tampoco eliminar las referencias a la Revolución y la responsabilidad social del gobierno. El debate fundamental tuvo lugar al discutirse los requisitos para ser candidatos a la Presidencia de la República, pues a la propuesta que ya se ventilaba de contar con 15 años de militancia se agregó la condición de haber sido dirigente nacional del partido o contar con un cargo de elección popular. Que la próxima candidatura presidencial era el punto medular de las preocupaciones priistas para terminar con el dominio tecnocrático, quedó demostrado porque el debate se centró en si los requisitos de ser dirigente y contar con un cargo de elección eran alternativos o indispensables ambos, a lo que se añadió que fuera elegido mediante voto directo de los delegados en una asamblea. Colosio tuvo que forzar los debates para que se rechazaran los requisitos y se trasladara la selección al Consejo Político Nacional, que sustituyó al viejo Consejo Nacional. Colosio logró contener la rebelión con una propuesta que si bien respondía a su propio proyecto, satisfacía a los nuevos liderazgos del partido. El cambio fundamental de la XIV Asamblea fue la creación del cp que, a diferencia del anterior organismo, ya no tendría representación única de los sectores sino paritaria con la estructura territorial que no era otra cosa más que el conjunto de
comités directivos del partido. El cen estaba ya contemplado en el proyecto de Salinas pues de hecho figuraba como su sexta propuesta de crear un nuevo órgano colegiado de representación regional. La composición del organismo fue compleja porque con el propósito de fortalecer a la presidencia se integró por el cen en su conjunto; las organizaciones de cada sector de acuerdo con el número deafiliados; los presidentes de todos los comités directivos estatales y algunos municipales; representantes de los diputados federales y senadores, y algunos locales, y 15 invitados especiales seleccionados por el cen. La Asamblea Nacional también resultó modificada en el mismo sentido pues se integraría con el cen y el cpn; todos los presidentes de los comités directivos estatales; algunos municipales y seccionales; todos los diputados federales y senadores; dos diputados locales por cada entidad, y representantes de las organizaciones de acuerdo con el número de miembros. El objetivo central de la reforma se había cumplido con creces porque los sectores fueron expulsados de la asamblea, del crn e incluso del cen, en el que ya
no tendrían una secretaría propia y, por el contrario, todos los integrantes serían elegidos por el presidente del partido. La asamblea designaría al presidente del cen y el cru al secretario general. La idea era la misma que motivó en 1947 la reforma del pPrM para crear el pri: centralizar las decisiones en la dirección del partido para que fuera el presidente de la República quien lo manejara. Con la reforma de 1990 el cen consiguió ese propósito al alinear a los dos organismos colegiados, la Asamblea y el Consejo, pero lo hizo a un elevado costo porque en su afán por eliminar a las corporaciones, tan seriamente debilitadas que no presentaron ninguna resistencia en la asamblea, Colosio y Salinas incorporaron a un nuevo actor político que a la postre terminaría por dominarel partido. Los discursos de Colosio sobre la “territorialización”, que intentaban identificarla con una forma individual de afiliación, al momento de materializarla
se convirtió en la única posible, la única que los priistas conocían y que era la estructura directiva del pri en todo el país, una estructura vertical que controlaban los gobernadores, desde el comité directivo estatal hasta los seccionales. Colosio acabó con la influencia de las corporaciones, pero fortaleció los liderazgos estatales que serían puestos a prueba intensamente durante el sexenio. La centralización que consiguieron el cen y el jefe del Ejecutivo resultó seriamente limitada porque entregó al crn la decisión más importante que era la de seleccionar al candidato a la Presidencia. Así, aunque parecia que reforzaba su influencia, en los hechos tendría que compartirla, en situaciones críticas, con los mandatarios. Al
final, la modificación estatutaria satisfizo a ambas partes porque Colosio expulsó a las corporaciones, centralizó el poder y los gobernadores alcanzaron una posición e influencia en la dirección nacional del partido que nunca habían tenido y que, másaún, conscientemente se les había negado. Un dato fundamental que muestra quiénes fueron los verdaderos beneficiarios de la reforma, y que explica también el tono y el sentido de las propuestas en la asamblea, se encuentra en el hecho de que todas las delegaciones de la estructura llamada por Colosio “territorial”, fueron encabezadas por los gobernadores priistas, que en los hechos dirigieron las discusiones y determinaron cuándo terminarlas ante el asombro de Colosio. La XIV Asamblea fue la primera demostración de que el partido instrumental, sometido a los intereses presidenciales no era lo único que existía en el pri sino que también había una activa militancia asociada a la estructura directiva y a los liderazgos creíbles en los estados. Esa militancia mostró que estaba dispuesta a hacer a un lado a las corporaciones, sobre todo porque arbitrariamente habían controlado los cargos de elección, pero que no se sometería dócilmente a la voluntad presidencial. Para esa militancia la convocatoria de Colosio fue una oportunidad para extender su presencia en el partido, una influencia que no superaría aún a la presidencial, pero
que sí lograría en el sexenio siguiente limitar su poder. La militancia priista había demostrado en 1990 que tenía autonomía y lo más importante, que manejaba la maquinaria del partido. SEGUNDA ETAPA, 1992-1993
Colosio todavía permanecería en la dirección del pri un par de años más, pero después de la desgastante XIV Asamblea, que fue festinada como un avance democrático, no le prestó mayor atención a las tareas pendientes. En abril de 1992 Salinas lo designó secretario de Desarrollo Social, la dependencia formalmente responsable de Solidaridad, el programa emblema de la Presidencia. Para sustituirlo, fue llamado el gobernador de Zacatecas, Genaro Borrego, con la
encomienda de avanzar en el proyecto partidario. La etapa no sería tan exitosa comola colosista y por el contrario, daría frecuentes traspiés. De hecho, la nueva etapa ya se encaminaba hacia el proceso sucesorio y la reforma todavía pendiente en varios aspectos fue relegada para preparar el camino del candidato. Como era costumbre, fue Salinas quien señaló los objetivos y los límites. En marzo de 1992, un mes antes de la salida de Colosio, en la conmemoración anual del pri, Salinas
volvió a atacar a la élite tradicional a la que, de nuevo, responsabilizó del Estado interventor, irresponsable socialmente, con tal violencia que los llamó “nuevos reaccionarios”. Afirmó que los verdaderos comprometidos con el cambio eran los que confiaban en el nuevo liberalismo, interesado en los individuos y en un Estado que sólo se hiciera cargo de lo que le correspondía. Esa forma de pensar la bautizó públicamente como “liberalismo social” y demandó queel Pri, ahora moderno y en correspondencia con el gobierno, lo asumiera en lugar del nacionalismo revolucionario, al que evidentemente responsabilizaba de los errores cometidos con el Estado. El discurso, como casi todos los que pronunció contra el Estado interventor, el paternalismo y el gasto excesivo, en realidad estaba dirigido al prD y a Cárdenas, quien continuabacriticando al gobierno y ya se enfilaba a una nueva candidatura presidencial, y cuyos planteamientos afirmaban precisamente al Estado comprometido socialmente y surgido de la Revolución. Salinas, en su afán por presentarse como nuevo heredero de una revolución moderna, criticó una y otra vez al cardenismo del pPrD pero de paso arrastró a la élite política que aún sobrevivía en el prI. Era la primera vez en la historia del partido del Estado que un presidente, es decir, su líder natural, había ocupado la tribuna partidaria para cuestionar su Obra política. El Pr1 fue constantemente criticado pero no, como era habitual, por la oposición sino por su propiolíder. Aunque el liberalismo social era mencionado como fundamento del Pronasol, el discurso de Salinas de 1990 fue considerado como el punto de partida de su
proyecto presidencial porque ya habían comenzado a advertirse los beneficios sociales derivados del gasto discrecional de la privatización, al tiempo que se mantenía un firme control de las finanzas públicas. Parecía que el modelo restrictivo sí podía dar frutos sociales y por ende el proyecto debía continuar. Con la reforma de 1990, el pri debía prepararse para sostener el nuevo credo del gobierno y Borrego trabajó en esa dirección. La nueva etapa fue llamada por el ex gobernador de Zacatecas de “refundación” del partido en dos sentidos: una nueva ideología que supuestamente fundaba la modernización del país, y el fortalecimiento de una nueva militancia, integrada por individuos, que se orientaba porel liberalismo social salinista. Como la disputa era electoral y Salinas sabía de los vínculos del Prb con los movimientos populares, Borrego trató de materializar el cambio de la cnop que había enterrado Colosio en el pasado. Se crearon entonces el Frente Nacional Ciudadano y el Movimiento Popular Territorial que, pese a su disgusto con las corporaciones, debían convertirse en organizaciones paralelas a las grandes centrales obrera y campesina. En los hechos, se trataba de crear una alternativa a la cuop con dos brazos, uno que agrupara a la misma variedad de organismosdela vieja central, y otro, el más apreciado políticamente, con los movimientos populares urbanos. El proyecto, sin embargo, fracasó estrepitosamente porqueel PRI Salinista nunca pudo incorporar a los movimientos populares, plenamente conscientes de que su autonomía era su principal valor político y de que, sin comprometerse orgánicamente con ningún partido, podían aprovechar los ofrecimientos que cada unoles hiciera. Aun así, por identidad ideológica e interés político, los movimientos se encaminaron naturalmente hacia el prob, que había asumido la vieja ideología priista del Estado paternalista, y no al pri de Salinas que abiertamente se declaraba contrario a los compromisossociales. Fue comprensible entonces que el proyecto de Salinas y Borrego fracasara: el FNC Solamente cambió de nombre a Frente Nacional de Organizaciones y Ciudadanos, y reorganizó a los anteriores organismos incluidos en la cnop, es decir, con la misma ambigiiedad de aquella central. El Movimiento Popular y Territorial nunca se materializó porque sus supuestos integrantes no fueron convencidos de perteneceral pri. Así, el proyecto del nuevo militante terminó con un doloroso fracaso para Borrego y Salinas. Ante la cercanía de la sucesión y los traspiés en el pri, Salinas hizo que la XVI Asamblea en 1993 incorporara el liberalismo social y reconociera en el papel a los dos nuevos organismos, así uno de ellos no existiera y el otro sólo hubiera cambiado de nombre. El mayor logro de la asamblea fue declarar terminada la reforma del pri, lo que importaba entonces era la postulación del candidato y que el presidente no perdiera el control del proceso, lo que incluía manejar directamente al partido. La asamblea que terminó
con la reforma, también se llevó consigo el presidente del cen que fue sustituido sorpresivamente por los delegados, por Fernando Ortiz Arana, a quien le correspondería manejar formalmente la postulación de Colosio a la Presidencia la República. La reforma de 1990, el experimento de cambio más ambicioso del pri desde su nacimiento en 1947, dio resultados contradictorios que marcaron definitivamente al partido pero sobre todo su relación conel jefe del Ejecutivo. Para Salinas, que la promovió, el éxito fue rotundo porque centralizó al partido y lo sometió a su voluntad para que sirviera sin fracturas a su proyecto, pero también abrió un espacio de poder a una influyente corriente interna que contaba con militantes y liderazgos reales. La fuerza de Salinas, que empleó todos los recursos al alcance de la Presidencia para imponer su voluntad y que sometió a la élite, los gobernadoresy los grupos internos, impidió que esa corriente interna se opusiera a su última decisión, el candidato a la Presidencia. Pero una circunstancia también
favoreció la aceptación del partido: el candidato mismo. LA CANDIDATURA DE COLOSIO
Colosio fue un político particularmente protegido por Salinas para convertirlo en un aspirante aceptable por políticos y tecnócratas. Como ya se señaló, en 1988 Colosio tenía una carrera corta, poco destacada y siempre al amparo de Salinas, pero en 1993 el sonorense había recorrido ya una trayectoria que a los ojos del priismo era muy apreciada, pues había cubierto toda la gama de preparación política tradicional: cargos de elección (diputado federal y senador, lo que implicaba experiencia en el terreno de las campañas electorales); en el partido (jefe de campaña de Salinas y presidente del cen), y finalmente, una secretaría de Estado encargada de la mayor responsabilidad social del sexenio. Visto con cuidado, no había hecho una verdadera carrera pues a cada cargo había llegado sin ninguna trayectoria propia y al menos los últimos puestos los había alcanzado por la voluntad presidencial. Colosio era, formalmente, un miembro más de la
tecnocracia pero Salinas lo había preparado para que consiguiera la aceptación de la élite política, a la que no toleraba pero que reconocía como necesaria. Para evitar la oposición interna que él había sufrido seis años atrás, entre otras cosas por la evidente inexperiencia política de De la Madrid, Salinas hizo de Colosio un candidato con las credenciales formales indispensables. Además de ello, Colosio ganó simpatías entre el priismo gracias a su paso por la presidencia del cen. En medio de la soledad tecnocrática que representaba el salinismo, Colosio fue una opción confiable para ambas partes a pesar de que fue la cabeza visible del cambio en el partido. En parte por el control indiscutible de Salinas y en parte porque
Colosio era aceptado entre el priismo, el presidente pudo manejar la sucesión de manera discrecional y volver parcialmente al recurso tradicional de imponerlo, al menoshasta la postulación del candidato. El control que ejerció sobre las instituciones y en particular en el pri, y fortalecido por la reforma que centralizó la autoridad presidencial, le permitió regresar a la tradición priista de no discutir ni permitir cuestionamientos a la autoridad del presidente en la selección del sucesor. La experiencia que él había tenido seis años atrás le demostró que esa facultad no podía ponerse a discusión y no porque Cárdenas y la Corriente Democrática hubieran provocado una gran escisión del Pri, sino porque los priistas habían tenido la oportunidad de mostrar sus preferencias, que en buena parte no se dirigieron al candidato del presidente. Comolo reconocería años después en una entrevista con Jorge Castañeda, evitó el ensayo de De la Madrid porque el resultado había sido el de crear corrientes de apoyo a los aspirantes, lo que provocó desunión a la hora de conocerse el candidato. El método tradicional garantizaba la cohesión del partido mientras que el experimento de De la Madrid propiciaba la competencia abierta y en diferentes grados de organización, que harían difícil aceptar las derrotas. El principal perjudicado de este procedimiento sería el candidato seleccionado. Salinas, por experiencia propia, no lo permitiría y menos cuando al preferido lo había protegido durante toda su administración. El mismo Salinas en esa entrevista y en otras oportunidades reconocería que pese a varias acciones de Colosio (la reforma interna, el reconocimiento de la derrota en Baja California, algunos conflictos con gobernadores), éste tenía un fuerte apoyo dentro del pri, lo que no ocurría con otros aspirantes, en especial Manuel Camacho,a quien, en palabras de Salinas,los priistas veian complaciente con la oposición, actitud que no era solamente de Camacho sino una encomienda de Salinas para proteger a su gobierno. Pero la eficacia del procedimiento, recuperado después de su obligado abandono seis años atrás, fue muy pronto cuestionable porque, contra todas las expectativas de Salinas y Colosio, la decisión no fue aceptada por todos y menos por el principal competidor del sonorense, Manuel Camacho, quien había dedicado toda su gestión al frente de la regencia capitalina para construirse apoyos. Salinas, de la misma manera que lo hicieran otros mandatarios en el pasado, alimentó deliberadamente las aspiraciones de Camacho no sólo encomendándole tareas de relevancia sino afirmando su relación de amistad. Camacho se mantuvo en el puesto, cerca del mandatario y cobró una visibilidad difícil de ocultar. Mientras Colosio se desempeñaba enel pri y luego fue protegido en la Sedesol, Camacho libraba batallas políticas en defensa del presidente y de su proyecto. Era natural que diera rienda suelta a sus ambiciones. Pero cuando Salinas descubrió a Colosio, si bien demostró que controlaba sin oposición al Pri y
que había evitado exponerlo como De la Madrid había hecho con él, no fue capaz de imponer su autoridad sobre el derrotado que no ocultó su desagrado. Salinas, sin clara explicación, toleró la indisciplina de Camacho y, lo que fue peor, la alentó al darle misiones políticas delicadas. Salinas restauró el procedimiento tradicional sobre la candidatura presidencial pero, pese a su poder, no fue capaz de imponer su autoridad sobre su mismo grupo. Camacho, en medio de su protesta, tuvo una oportunidad para retomar su influencia. Al mes de anunciarse la candidatura de Colosio apareció en Chiapasel Ejército Zapatista de Liberación Nacional que, en un regreso al pasado, declaróla guerra al Estado mexicano. Salinas no pudo enfrentarlo con el ejército porque estaba interesado en mostrar una imagen de tolerancia y modernidad en medio de una vigilancia internacional severa. La estrategia fue intentar contener el levantamiento y reforzar la imagen mexicana en el extranjero. Salinas removió a
Fernando Solana de la Cancillería y designó a Camacho en unintento de acallarlo. Las presiones del EzLN forzaron a Salinas a establecer contactos formales y cometió un segundo error al nombrar a Camachoal frente de las negociaciones. Comoera de esperarse, el ex regente aprovechó la oportunidad que el presidente le brindaba para hacer de las negociaciones un escaparate de promoción personal, al tiempo que Colosio ponía en marcha su campaña. Salinas, al final, no pudo imponer su voluntad a pesar de que evitó el ensayo de 1987. Era claro que esa práctica, que comprometía en esencia la relación con el partido y la élite política, y, sobre todo, probaba la autoridad presidencial, había llegado a su fin. LA PROPUESTA DE COLOSIO
Tal vez por ese apoyo presidencial pero también del Pri, Colosio emprendió una campaña que hizo del partido y de una economía responsable su centro de atención, de sus compromisos sociales y los que el futuro gobierno debía atender. El discurso que Colosio pronunció en la conmemoración del aniversario del pri, el 6 de marzo de 1994, que para muchosha significado una ruptura con Salinas y un cambio en el proyecto, en realidad es un conjunto de ideas que se mueve entre la necesaria continuación del salinismo y los ajustes que permitieran el reencuentro del prI, y por ende del gobierno, con los compromisos sociales. El discurso en su mayor parte alude a los necesarios cambios en el modelo económico que, sin abandonar el control y la rectificación, proporcionen beneficios a la sociedad. Afirma su compromiso con la democracia, las instituciones y la normatividad electoral, su respeto a la oposición y afirma que buscará someter el ejercicio del podera la ley. De ahí derivaría la afirmación de avanzar hacia un presidencialismo
que respondiera a la Constitución y que permitiera la autonomía del Poder Legislativo, al tiempo que garantizara la aplicación dela ley. En realidad, el discurso estuvo centrado en ideas generales sobre lo que desarrollaría su futuro gobierno, de ahí que se considere un ajuste de cuentas con el salinismo. Sin embargo, visto con objetividad, en el discurso de Colosio las propuestas no cuestionan el proyecto económico sino sus efectos sociales, pero no
avanza en la manera como esa política restrictiva podría atender las urgencias sociales. Lo llamativo del discurso es el énfasis en el control del autoritarismo desde la Presidencia porque ésa fue la práctica de Salinas: un Poder Ejecutivo que si bien no hizo nada fuera de sus atribuciones, lo hizo sin ninguna consideración política a las instituciones. En ese contexto es que Colosio se refirió a la relación del pri con el gobierno. No son másallá de tres alusiones en las casi 13 cuartillas de su discurso que, sin embargo, fueron bien recibidas por el priismo. Colosio afirmó que el Pri no quería concesiones del gobierno pero que a cambio le demandabano intervenir en “las funciones que sólo a nosotros, como partido, nos
corresponde desempeñar”. En una afirmación poco clara, Colosio advertía que “cuandoel gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI”, por eso exigió imparcialidad del gobierno y aplicación de la ley. Alusión ambigua, en especial en lo que quería decir con “iniciativa política” y su “concentración” por el Ejecutivo, pero que era muy clara en cuanto a los triunfos electorales, negociados una y otra vez por Salinas, pero con la anuencia de Colosio cuandoestuvo al frente del partido. A pesar de las generalidades del discurso, el priismo entendió el mensaje como una corrección de la arbitrariedad del salinismo. Y era verdad, como lo admitiría
Salinas, que aunque los priistas habían recibido varios golpes de Colosio, era la mejor opción para sucederlo y el discurso los persuadía de que, en efecto, habría un cambio en el ejercicio del poder que, másallá de lo democrático o autoritario que podría ser, se encaminaba a un mejortrato del pri y sus funciones. A esto fue a lo que después se le llamó “sana distancia”, con una deliberada ambigiedad para que cualquiera lo interpretara a su modo, tal como lo haría Ernesto Zedillo, que unas veces afirmaba su respeto al partido y otras, la mayoría, lo obligaba a seguirlo en sus propósitos. No hay forma de saber cómo Colosio materializaría esas ideas y ni siquiera cuál era el sentido preciso de ellas. No sólo no llegó a las elecciones sino que su campaña estuvo oscurecida por intrigas del salinismo y del aspirante perdedor, que en conjunto presentaron al sonorense como débil, limitado y sometido al mandatario. A pesar de lo esperanzador que pareció su discurso, pronto se olvidó porque hubo una activa campaña para mostrar a Colosio como un personaje a modo del presidente. Su posible independencia y el alcance del proyecto apenas
esbozado por Colosio fueron cuestionados durante los cuatro meses que encabezó la candidatura. En marzo ocurrió su artero asesinato que, en más de un sentido, transformóal país y, desde luego, al priismo. El homicidio provocó unaseria crisis política porque desde el asesinato de Obregón en 1928 no se había producido un acto de tal violencia que cuestionara la estabilidad del pais y la vigencia de las instituciones. Además de los efectos en la política nacional se sumarían las limitaciones legales para que el Pri pudiera sustituir al candidato. En medio del desconcierto, el presidente Salinas encontró en Ernesto Zedillo, un tecnócrata con mínima experiencia en la administración pública, al sucesor. Como lo demostraría con creces, Zedillo no tenía idea de la política ni aprecio alguno por el pri, al que marginó desde su postulación. El priismo, que había centrado sus esperanzas en Colosio, se encontró con un presidente que intentó utilizarlo a su arbitrio pero que, al mismo tiempo, lo atacó sistemáticamente. A partir de marzo de 1994, el pri entró en una tensión permanente porque el desprestigio y los escándalos se sucedieron sin límite. Al asesinato de Colosio siguieron los conflictos internos y las vacilaciones de Salinas para definir al candidato sucesor, y poco despuésde las elecciones presidenciales, ganadas por un margen sorprendente y con una participación inédita, fue asesinado el secretario general del pri, José Francisco Ruiz Massieu, que se perfilaba como un político destacado en el siguiente gobierno. A los asesinatos, una práctica lamentable que ponía en duda la modernidad del país, se sumó la firme sospecha de que ambos homicidios habían sido realizados por el propio priismo o, como ha sido costumbre decir, por el Estado. El proyecto modernizador de Salinas, que habia comenzado seis años atrás, no se cumplió y por el contrario condujo al país a la peor crisis, primero política y pocos días después, económica, que había experimentado en su historia. Si el periodo de De la Madrid produjo el más grave conflicto entre la élite política con la Corriente Democrática, su expulsión y más tarde la formación de un priismo paralelo desde la izquierda, el de Salinas terminó conla inestabilidad política y la parálisis de las instituciones. En 1994 el México que Salinas creía moderno y semejante al mundo desarrollado, se mostró como un país que regresaba a las peores épocas de violencia y, sobre todo, de inexistencia de instituciones. Los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu remitían a los años veinte, cuando los caciques y la violencia controlaban el poder, pero el surgimiento del EzLN, una guerrilla que abiertamente declaró la guerra al gobierno y al sistema, colocaba el país en los años setenta, cuando la guerrilla rural y urbana amenazabanal gobierno y atemorizaban a las clases medias. Los discutibles avances económicos, las reformas electorales que formalmente daban certidumbre democrática, la alternancia que se mostraba en algunos cargos de elección, e incluso la
extraordinaria jornada electoral de 1994 que registró la mayor participación ciudadana que se recuerde, fueron superados por un sistema cuyas instituciones habían sido minadas nada menos que por el propio presidente de la República. Si la vieja élite política era la responsable de la crisis económica de los setenta, la nueva tecnocrática demostró que su ignorancia y desapego de la política era más destructiva al provocar la peor inestabilidad desde el periodo revolucionario. El PRI no escapóde las consecuencias, porel contrario, contra toda la lógica que se había desarrollado desde el nacimiento del partido del Estado, se produjo el distanciamiento entre la organización y el presidente de la República. Zedillo, que llegaría a la Presidencia debido a una tragedia, haría de su mandato un ejemplo de inactividad política, de desdén hacia las instituciones y el Pr1. Zedillo llevaría a la alternancia no porque se lo propusiera o porque creara las condiciones políticas para lograrlo, sino por la ausencia de autoridad presidencial. Con el pri la relación fue desastrosa. El breve encuentro que hubo entre el partido y la autoridad presidencial con la candidatura de Colosio, pronto se desvaneció para dar paso a un conflicto que llevó a la ruptura hacia 1999. Para entonces, el pri ya no erael tradicional partido instrumental, sometido incondicionalmente al presidente en turno. No era tampocoel partido en el que las corporaciones dominaran y ni siquiera podían garantizarle los triunfos electorales. Como lo había advertido Colosio en su discurso de 1994, el Pri ya no ganaría los votos por inercia o por ventajas indebidas; en medio de esa incertidumbre, para la que no estaba preparada, la militancia no encontró el tradicional respaldo y conducción de su líder natural, el presidente, sino que encontró la de los gobernadores, que con distinta fortuna manejaban las estructuras locales. En la segunda mitad del sexenio y luego de frecuentes fricciones con el presidente, el pri realizó una asamblea en la que, ya totalmente distanciada de su dirigente, la militancia aprobó las propuestas que en 1990 Colosio y Salinas habían detenido. El enfrentamiento entre un partido, dominado porlos políticos, y la élite tecnocrática fue tan desastroso que abonó el reclamosocial por la alternancia en el año 2000.
vil LA RUPTURA CON EL PRESIDENTE. LA DERROTA
El traumático final del gobierno de Carlos Salinas cambiaría por completo la política nacional. Más allá de los posibles caminos que la competencia política habría seguido, cada vez más sólida gracias a una sociedad más participativa, el sistema fue condicionado por una incertidumbre inédita en la historia del país. El asesinato del candidato presidencial abrió la puerta para que un personaje, con pocas credenciales como funcionario y ninguna comopolítico, se hiciera cargo de las riendas del país y en medio de una tensión que reclamaba precisamente los atributos que no tenía. Con Zedillo terminó el largo dominio del Pri en la Presidencia pero también, y previo a esta circunstancia, llegó a su fin la histórica relación de sometimiento del partido con el presidente, su líder natural. El perfil del candidato sustituto era el menos adecuado para enfrentar los graves desafíos políticos de México a finales del siglo. A diferencia de Colosio, que si bien no tenía una larga trayectoria política sí tuvo una experiencia intensa durante el sexenio de Salinas, Zedillo era un tecnócrata puro, alejado de la política, del partido y convencido como pocos (al menos no dentro del priismo al que formalmente pertenecía) de que sus prácticas eran dañinas para el país. El nuevo presidente llegaría al poder con demasiados prejuicios y una mala experiencia política que, al combinarse con las presiones económicas, lo llevaron a un pragmatismo exagerado en el que ni los recursos políticos ni menosel pPr1 tenían cabida. EL CANDIDATO IMPROVISADO
Unacaracterística distintiva de la élite tecnocrática fue la de alcanzar puestos de dirección gubernamental en muy corto tiempo y sin contar con trayectorias en las que los ascensos se acompañaran de experiencia. Con De la Madrid estuvieron funcionarios especializados en finanzas, pero que al menos contaban con firmes carreras en las que habían ascendido lentamente en la jerarquía de los mandos. Fueronlas presiones políticas las que llevaron a frecuentes renuncias o remociones y a la necesidad de encontrar sustitutos en el corto plazo. La élite tecnocrática no tuvo tiempo para reproducirse en medio de tensiones cada vez más delicadas.
Ernesto Zedillo es uno de los mejores ejemplos de cómo esa élite tuvo que improvisar funcionarios y, de hecho, de su agotamiento. Zedillo llegó a la Presidencia la República con apenas 12 años de experiencia previa en el gobierno, los mismos 12 años en los que la tecnocracia había controlado el poder. Zedillo volvió a México, después de terminar sus estudios de doctorado, al comenzarel gobierno de De la Madrid y se hizo cargo de un fideicomiso del Banco de México, recién constituido a raíz de la nacionalización bancaria y el control de divisas, destinado a proporcionar dólares bajo control a los empresarios para hacer frente a las deudas en esa moneda. Después de ese puesto, menor en la jerarquía pero claramente técnico, Zedillo fue designado subsecretario de Planeación y Control Presupuestal en la Secretaría de Programación y Presupuesto cuando el titular, Carlos Salinas, fue designado candidato a la Presidencia en 1987 y Pedro Aspe lo sustituyó hasta el final del sexenio. En la administración de Salinas, Zedillo fue nombrado secretario de la sp? con
la encomienda de extinguirla, proceso con el que el proyecto de López Portillo de controlar el excesivo control de la Secretaría de Hacienda al manejar libremente los ingresos y el gasto, desapareció de la administración pública. Una vez concluida la tarea, Salinas llevó a Zedillo a la Secretaría de Educación Pública, sin
la más mínima preparación en el área pero como clara muestra del aprecio que Salinas tenía en la tecnocracia, incluso para imponerla en áreas tan delicadamente sociales como la educación. Bajo su mando, la ser desarrolló uno de los proyectos más ambiciosos como fue la revisión y cambio de los libros de texto de historia y ciencias sociales, con tan poca habilidad y conocimiento que no sólo provocó críticas de algunos sectores académicos sino el disgusto del ejército porque los libros lo responsabilizaban directamente de la represión de Tlatelolco en octubre de 1968. Sin experiencia, sin conocimiento alguno y sobre todo con una total carencia de afinidad conla política, Zedillo terminó el sexenio en una dependencia no sólo altamente especializada sino que además ha simbolizado los principales compromisos sociales del Estado mexicano. En 1993 a Zedillo se le presentaría una oportunidad extraordinaria para involucrarse en la política nacional porque acompañaria a Colosio en el puesto central de coordinador de su campaña. Inexplicable decisión porque tanto Salinas como Colosio conocían la enorme responsabilidad que tal cargo tenía para hacer frente a las tensiones entre grupos priistas y que, por lo tanto, demandaba habilidades políticas, justo lo que Zedillo no tenía. Como los testimonios lo prueban, Zedillo no fue el elegido de Colosio, quien en un principio solicitó al presidente que fuera Carlos Rojas; Salinas rechazó su pretensión y sugirió al secretario de Educación. Esa corta, apresurada y variada carrera de Zedillo marcaría profundamente sus decisiones cuando el azar y la tragedia lo llevaran a la Presidencia. Como
integrante del gabinete, Zedillo fue testigo de los excesos y arbitrariedades de Salinas, de sus negociaciones electorales, del manejo discrecional del presupuesto para sostener su programasocial, del retiro de mandatarios, de la reforma en el PRI y de las consecuencias inesperadas que provocó, así como de las intrigas, si no propiciadas si toleradas por Salinas, en el proceso de selección del candidato. Todo esto llevó a Zedillo a creer que el presidencialismo era, por definición, autoritario, y que la única manera de evitarlo era ejercerlo de acuerdo solamente con lo que la Constitución le autorizara. Sin conocimiento alguno, Zedillo no distinguió entre el empleo prudente de las atribuciones políticas que cualquier Ejecutivo tiene, y la arbitrariedad personalista con la que actuó Salinas. Al proponer como democrático que el presidente se limitara a lo que la Constitución dicta, Zedillo ató las manos del Ejecutivo a un rígido legalismo que, en la práctica, anuló al jefe del Ejecutivo como árbitro y, en más de una ocasión, como conductor de la política nacional. Su percepción del pri y de las relaciones que debía guardar con el Ejecutivo provenían de su experiencia como coordinadorde la difícil campaña de Colosio. Si en la fase previa a la postulación, Zedillo supo de los problemas con Camacho, como coordinador observó cómoel ex regente, sin ocultar su molestia por no ser el elegido, pero tampoco su deseo por sustituirlo, ocupó espacios políticos y públicos, decididos por Salinas, para promover su imagen y dañar la del candidato. Zedillo fue testigo de cómo el comisionado para negociar con la guerrilla chiapaneca, en la práctica desarrollaba una campaña propia, paralela a la de Colosio, que buscaba hacerlo indispensable ante un candidato que legalmente no podía intervenir en el conflicto con la guerrilla y por lo tanto lo mostraba limitado. Pero, además, Zedillo enfrentó los conflictos entre priistas, en especial con el
grupo cercano a Colosio, que nunca le reconoció méritos ni capacidad para intervenir en la campaña y menos aún en un puesto tan privilegiado como la coordinación. Esos conflictos y las dificultades durante el proceso para revalorar la imagen de Colosio en medio del activismo de Camacho,llevaron al candidato a sustituir a Zedillo de la coordinación. Los testimonios disponibles y las declaraciones de Salinas al respecto indican que era inminente la separación de Zedillo por su incapacidad para negociar y haber perdido la confianza del candidato. La tragedia impediría el cambio y, por el contrario, haría del poco eficaz coordinador el sustituto de Colosio para marginar al Pri y eliminar a los seguidores del sonorense. Presidencialismo “autoritario” y un partido al que no entendía y que le había rechazado determinaron las acciones de Zedillo, quien ya había dado sobradas muestras de inexperiencia política. Lo que siguió al asesinato de Colosio fue un acelerado proceso de desprestigio del pri, de los políticos y del mismo Salinas. Los
asesinatos de Colosio y de Ruiz Massieu, pocos meses después, convirtieron a los priistas en conspiradores, capaces de cometer cualquier delito con tal de llevar a cabo sus intereses, y al producirse la grave crisis económica de diciembre de 1994, Salinas y su administración aparecieron como responsables no de una falla menor, sino de haber gobernado con un autoritarismo extremo que debía corregirse. En la mayor prueba de incapacidad, la tecnocracia, después de 12 años de gobernarel país, había producido una de las peores crisis, más profunda y de mayores consecuencias que las propiciadas por Echeverría y López Portillo, los tan criticados presidentes por los tecnócratas De la Madrid y Salinas. LA SOLEDAD Y PASIVIDAD DEL PRESIDENTE
El asesinato del candidato a la Presidencia tuvo lugar en un singular momento porque los condicionamientos constitucionales que obligan a los aspirantes a separarse de un cargo público seis meses antes, limitaron enormemente las posibilidades de encontrar un sustituto adecuado. Si bien muchos podían cumplir los requisitos, la mayoría eran políticos alejados del proyecto salinista, lo que hubiera cancelado de principio su continuación. Zedillo no sólo cumplía las condiciones legales gracias a ser el coordinador de campaña y haberse separado del gabinete, sino que llenaba a la perfección el perfil tecnocrático del salinismo. Aunque fue obvio que Zedillo no era el funcionario preferido en primera instancia por el presidente, al final no estaba tan lejos de sus expectativas y menos en las delicadas circunstancias de marzo de 1994. A pesar de que Salinas controló la política, a la élite y al PRI con una firmeza inédita en la historia del país, la sustitución del candidato presidencial no fue tan sencilla como hubiera sido previsible. La tragedia, que se acompañó de múltiples sospechas acerca de los verdaderos responsables del homicidio, tuvo reacciones variadas entre el priismo que buscaba cambiar el rumbo de la política. La sola posibilidad de que alguien diferente a la tecnocracia pudiera ocupar el puesto, fue lo suficientemente atractiva como para que algunos grupos actuaran. Salinas, sin embargo, mantuvo la dirección del proceso y muy pronto se supo que Zedillo estaba en el primer lugar, lo que despertó el disgusto no sólo dela élite desplazada sino del grupo de colosistas con quienes Zedillo se había confrontado durante la breve campaña del sonorense. Lo paradójico de la situación fue que quienes lograron que Zedillo fuera aceptado fueron los políticos tradicionales que, encabezados por Carlos Hank, publicaron un par de desplegados en la prensa nacional en los que se le reconocía como candidato sustituto y públicamente le daban su apoyo. Contra todo lo declarado por la tecnocracia y sobre todo por Salinas en cuanto a la poca utilidad de la élite tradicional, en el momentocrítico
del salinismo fueron esos políticos quienes consiguieron que Salinas y Zedillo pudieran continuar con el proyecto de rectificación nacional. El costo, sin embargo, fue elevado. La tradición del sistema mexicano había
establecido que el sucesor en la Presidencia surgiera del gabinete, que fueran los miembros más destacados, por la secretaría que dirigían, por su habilidad personal o porlas circunstancias que dominabanel cierre del sexenio, los que disputaran la postulación. Esta característica permitía que los aspirantes formaran equipos de colaboradores, principalmente en la administración pública, pero también en los cargos de elección y del partido, que apoyaban sus aspiraciones, en caso de alcanzar la postulación, los más cercanos acompañaban al candidato en la campaña para convertirse más tarde en miembros de su gabinete. Dicho de una manera más sencilla, el futuro presidente construía un equipo de colaboradores con el cual gobernaría y que se distinguía por la confianza recíproca. En el sexenio de Salinas fue Colosio quien construyó ese equipo, se rodeó de funcionarios y políticos que se comprometieron con él y a quienes distinguió con su confianza. Serían ellos los que integrarían su gabinete, le ayudarían a desarrollar su gobierno y su proyecto político. El asesinato de Colosio eliminó al candidato y también al equipo que se había formado con varios años de anticipación. Zedillo, en todo caso, fue parte del equipo y si los testimonios son ciertos, antes de que ocurrieran las elecciones estaría fuera porque el candidato le había perdido la confianza. Zedillo se convirtió en nuevo candidato sin haber construido un equipo propio, en medio de conflictos con el grupo de Colosio y con poca aceptación de los políticos tradicionales. La consecuencia fue que Zedillo llevó al extremo el principio de la confianza personal para encontrar funcionarios que lo arroparan. Sin trayectoria consistente y sin posibilidades reales de competir, Zedillo no contaba con opciones respetables para conducir un proceso electoral, una Campaña, un partido con larga tradición y, en su caso, poner en marcha un gobierno. El proyecto y las decisiones tuvieron mucho de improvisación, de experiencias conflictivas y de una decisiva falta de personajes que lo pusieran en marcha. Los resentimientos de Zedillo y su mala opinión sobre el pri llevaron a que el nuevo presidente formara un grupo cerrado, leal a su persona pero poco experimentado, lo que además de provocar la desatención de tareas con los problemas consiguientes, hizo de su gabinete el más inestable de todos los sexenios: de las 18 secretarías que formaron su administración, solamente en dos (Comercio y Ecología) sobrevivieron sus titulares todo el sexenio, lo que hizo que, al final, el gabinete contara con 34 funcionarios en los seis años. Algunas dependencias, especialmente las más importantes como Gobernación, Hacienda, Desarrollo Social, Trabajo y Previsión Social, tuvieron tres y cuatro titulares, y otras como Relaciones Exteriores, Salud, Educación, experimentaron hasta dos
cambios. Alfinal, el gabinete de Zedillo tuvo una tasa de 138.9% de sustituciones, lo que no había sucedido ni siquiera en los años setenta y que superó en casi 10% los cambios que Salinasrealizó al suyo. Delos 34 funcionarios que trabajaron con Zedillo la mayoría tenía trayectorias exclusivamente administrativas y en particular en las áreas financieras: Hacienda, Programación y Presupuesto, Banco de México. Como había sido característico de esta élite tecnocrática, sus Carreras eran cortas y apresuradas: 14 años en promedio, lo que, al igual que la propia carrera de Zedillo, revela que su conocimiento de la administración pública y del país lo tuvieron en los restrictivos sexenios de De la Madrid y Salinas, severos jueces de la política. La desconfianza del presidente en los funcionarios del régimen se advierte en otras decisiones sorprendentes. Entre sus secretarios se encontraban dos que nunca antes habían tenido contacto con la administración pública (Julia Carabias y José Ramónde la Fuente) y otro, Antonio Lozano Gracia, a quien designó en la Procuraduría
General de la República con la encomienda de conducir las investigaciones de los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, era un abogado que apenas había sido diputado federal por el Pan, sin experiencia en política y menos en el sector público. La decisión de nombrar a un opositor y no a un priista en este cargo daba a su régimen la imagen de imparcialidad, pero la inexperiencia de Lozano lo único que llevó fue al desprestigio del propio gobierno de Zedillo en los años siguientes, al inventar responsables, pruebas e intenciones en el homicidio de Ruiz Massieu. La inexperiencia del nuevo mandatario, sumado a sus prejuicios sobre la política, condicionaron sus acciones en asuntos determinantes. La sombra del gobierno de Salinas hizo que limitara la intervención presidencial al mínimo posible lo que, en la práctica, abrió espacios para que nuevos sujetos actuaran en esos ámbitos reservados tradicionalmente al liderazgo presidencial. Algunosde los más delicados, porque pusieron en evidencia la poca capacidad de la Presidencia, fueron los conflictos que tuvo con algunos gobernadores. El primero y más importante fue su intento de separar del cargo al gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, en 1994. Este enfrentamiento dejó un pésimo saldo para Zedillo porque no sólo fue evidente que el presidente no tenía autoridad y poder para controlar a los gobernadores, sino porque fue resultado de una clara violación a la ley, característica del salinismo del que tanto quería distanciarse. Zedillo se comprometió a poner en marcha una nueva reforma política que al dar satisfacción a todos los partidos fuera la última para conseguir la democracia. El presidente, fiel a su idea de no intervenir, convocó a todos los partidos de oposición a diseñar las nuevas reglas electorales. Acostumbrada durante el salinismo a presionar al gobierno para conseguir ventajas particulares, la oposición
y en especial el PRD, cuyo candidato presidencial por segunda vez había sido derrotado y en esta ocasión había alcanzado el tercer lugar en los comicios, condicionó su firma del acuerdo a que el presidente retirara del cargo a los gobernadores de Chiapas, Eduardo Robledo Rincón, y de Tabasco, Roberto Madrazo. En el primer caso no se trataba siquiera de una disputa electoral sino del levantamiento del EzLN que para entonces ya se había cobrado la cabeza de un mandatario. Tabasco y Madrazo tenían una historia distinta en la que el prD y su líder, Andrés Manuel López Obrador, tenían intereses particulares. La gubernatura de Tabasco se renueva en formaparalela a la Presidencia de la República y en las elecciones de 1994 se enfrentarían Madrazo y López Obrador, este último por segunda vez pues en 1989 ya había sido candidato y había perdido. En aquella ocasión López Obrador también había pretendido que se anularan las elecciones y había organizado mítines, marchas y manifestaciones para lograrlo. La época debería haber favorecido las presiones del perredista, pues Salinas aceptaba prácticamente cualquier presión y rectificaba los resultados con tal de evitar un conflicto que dañara su imagen, pero en el caso de Tabasco Salinas no aceptó la negociación porque se trataba precisamente del prD y no del pan. En 1994 el pro, de nuevo, acusó Madrazo y al Pri de haber ganado con recursos económicos y políticos indebidos e incluso ilegales, y pidió su renuncia. A pesar de los cuestionamientos, Madrazo fue ratificado legalmente y tomó posesión del cargo casi al mismo tiempo que Zedillo. El presidente, que apreciaba en mucho el apoyo del prD a su proyecto de gobierno, accedió a retirar a ambos mandatarios, a pesar de que no había bases legales para hacerlo y de que había insistido en que su gobierno no haría nada fuera de los mandatos constitucionales. En Chiapas le fue fácil debido a la larga historia de inestabilidad del estado y a la obvia falta de autoridad de los mandatarios. Hacia el final del gobierno de Salinas, el gobernador constitucional Patrocinio González Blanco Garrido solicitó licencia para ocupar la Secretaría de Gobernación y fue sustituido por Elmar Seltzer. A este mandatario le estallaría la rebelión guerrillera y tuvo que presentar su renuncia en medio del conflicto. Robledo Rincón ganó las elecciones constitucionales sin cuestionamientos importantes y tomó posesión en medio de un desastre político en el que la guerrilla ocupaba la escena en el estado y en el país. Retirarlo no fue ningún problema para Zedillo quien, al mejor estilo del priismo tradicional, forzó su salida sin encontrar ninguna oposición dentro y fuera del estado. Tabasco y Madrazo presentaron una resistencia inesperada en las prácticas políticas del presidencialismo mexicano, pues a pesar de que Madrazo había renunciado ya e incluso se sabía que ocuparía una secretaría de Estado, sus colaboradores en "Tabasco organizaron una auténtica rebelión no sólo con el pri
estatal, sino con los legisladores, los empresarios y organizaciones sociales, de tal suerte que su renuncia fue rechazada y el gobierno de Zedillo fue acusado de lo que más preocupaba al presidente: de una arbitrariedad que violaba la ley. Madrazo regresó a la gubernatura, fortalecido como nunca, y Zedillo sufrió una derrota cuyos costos empezarían por la renuncia del secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, quien exhibió una incapacidad sorprendente, pero que se extenderían a todo el sexenio, incluso en su final porque Madrazo encabezó el desafío priista a la postulación del candidato presidencial. Este conflicto puso en evidencia que el viejo sistema priista, que tenía comocentroal Ejecutivo, se había roto por completo. La primera y más grande falla fue mostrar que el presidente y la Secretaría de Gobernación no eran ya capaces de imponer su voluntad a los gobernadores, tradicionalmente sometidos al gobierno federal. Más allá de las carencias propias del presidente y de su secretario, lo importante era que la Presidencia no tenía ya la autoridad institucional del pasado y que los priistas podían desafiarla con éxito. La segunda, fundamental para el futuro priista, fue la demostración de que el control de la maquinaria partidaria estaba en manos de los gobernadores,no de los órganos nacionales, sometidos todavía al mando presidencial. Si un mandatario tenía la habilidad para construir un liderazgo político fuerte, no sólo controlaría el priismo para ganar elecciones y mantener la estabilidad local, sino que podía manejarlo incluso en contra de la autoridad presidencial. Por extensión, el conflicto de "Tabasco hacía evidente que los liderazgos locales ya eran más importantes en el pri que la estructura nacional y el presidente, y que los agravios que había recibido en el pasado reciente convertían al pr1I en una maquinaria cada vez más autónoma de las decisiones presidenciales. La última lección era que si esa maquinaria contaba con un liderazgo creíble podría ser una fuerza poderosa. Madrazo sentó un precedente significativo. Pocos años después otro gobernador, Manuel Bartlett, de Puebla, volvió a desafiar con éxito al presidente
Zedillo y en otra área sensible a la tecnocracia comoera el manejo del presupuesto público que el gobierno federal entrega a los estados. Bartlett, con total control del congreso local y de su partido, hizo aprobar una ley que permitía la redistribución de los fondos federales destinados a combatir la pobreza no con los criterios aceptados de población, es decir por número de habitantes, sino por los grados de pobreza. La ley federal siempre ha mantenido el número de habitantes como condición básica para asignar recursos, lo que, en los hechos, solamente favorece a
las zonas urbanas que no son realmente las más necesitadas ni con mayor pobreza. Bartlett apuntaba, y con razón, que la pobreza estaba en las zonas rurales y marginales, y que la eficacia de los recursos dependería sólo de que se redistribuyeran localmente. La aseveración, en términos sociales y
administrativos, era cierta pero no pasó inadvertido que también tenía consecuencias electorales porque la competencia entre partidos, en especial la fuerza del pan, se encuentra en las zonas urbanas, razón por la cual el panismo tuvo un papel decisivo en el diseño de la ley, lo que Salinas y luego Zedillo aceptaron también por razonespolíticas, no presupuestales. Como era previsible, el Pan protestó e incluso presentó una controversia ante la Suprema Corte de Justicia que no prosperaría porque Bartlett, consciente del legalismo de Zedillo, no contravenía la ley y su aplicación, sino sólo cambiaba los criterios para distribuir los recursos. De nuevo, un gobernador probaba que sí tenía el control de las instituciones y del partido podía gobernar con independencia del gobierno federal y sobre todo del presidente. De la misma manera que ocurriera con Madrazo, Zedillo tuvo que reconocer la victoria de Bartlett, quien también le disputaría en 1999 la candidatura presidencial. Esos dos casos claramente probaron que los mandatarios manejaban la política local y podían constituirse en líderes creíbles del priismo para proponer políticas alternativas, pero como era de suponerse, también podían emplearlas para proteger intereses particulares e incluso buscar la impunidad ante la ley. Zedillo enfrentaría dos casos de ilegalidad abierta, con fuerte control de los gobernadores y en los cuales, de nuevo, fue notorio que no había ley que pudiera resolverlo sino recursos políticos, siempre disponibles a los presidentes, pero a los que Zedillo no estaba dispuesto a recurrir. En 1995 fueron asesinados por policías estatales varios campesinos en un poblado de Guerrero cuando se dirigían a la capital del estado. Guerrero es una de las entidades con mayor atraso político del país y donde es una práctica común resolver las diferencias mediante la violencia; por ello ha sido un estado donde los mandatarios han compartido perfiles caciquiles para enfrentar la violencia generalizada. En 1995 gobernaba Rubén Figueroa, heredero de una familia de caciques en la entidad, con fuerte influencia socioeconómica, que había dominado la política por décadas. Al ocurrir el asesinato de campesinos, el gobernador fue acusado de ser el responsable, incluso de haberlo ordenado, y se multiplicaron las protestas y movilizaciones para que presentara su renuncia. Enel pasado, un gobernador que no fuera capaz de garantizar la estabilidad y respondiera con violencia a las presiones sociales, era removido de inmediato para evitar que el conflicto amenazara la política nacional. El poder del presidente era suficiente para sobreponerse a cualquier limitación legal, con tal fuerza que incluso, como lo demostró Salinas durante su mandato, podía hacerlo por simples diferencias personales. Pero en 1995, con Zedillo, esa posibilidad estaba
cancelada. Ante las presiones sociales y la negativa del gobernadora retirarse del cargo, el presidente recurrió a una facultad constitucional que aún estaba vigente entonces, mediante la cual el Ejecutivo podía solicitar a la Suprema Corte de
Justicia que averiguara si algún mandatario había incurrido en violacionesa la ley, lo que de probarse en el caso de Figueroa, le habría facilitado a Zedillo la posibilidad de removerlo. El procedimiento fue un completo fracaso porque los ministros no pudieron probar que el gobernador hubiera ordenado el asesinato y ni siquiera que fuera responsable del mandodirecto de los policías. Zedillo se quedó sin recursos legales y Figueroa burló las protestas varios meses hasta que las movilizaciones lo obligaron a solicitar licencia. Además del descrédito presidencial, que ante la falta de argumentos legales dejó que el conflicto continuara, Zedillo arrastró consigo al Poder Judicial que al no poder demostrarla culpabilidad del mandatario local, fue acusado de complicidad. En 1998 tendría lugar un caso similar en el estado de Morelos, con el gobernador Jorge Carrillo Olea, cuando fueron sorprendidos varios agentes judiciales con el cuerpo de un delincuente con visibles muestras de tortura. Los agentes revelaron que tanto el director de la policía judicial como el procurador del estado estaban involucrados en ese y otros delitos similares. Aunque a Carrillo Olea se le trató de acusar de lo mismo, fue claro que no había formado parte de los ilícitos pero sí, obviamente, del nombramiento del procurador y de no vigilar su comportamiento. Aun así, se demandó su renuncia y a Zedillo que la hiciera realidad. Atrapado en su legalismo, el presidente no supo cómo proceder porque ya había intentado tres años antes en Guerrero aplicar la única modalidad constitucional posible sin resultados prácticos, por lo que en el caso de Morelos dejó que las movilizaciones continuaran mientras el gobernadorrecurría una y otra vez a todos los recursos legales a su disposición para demostrar que no había fundamento para que presentara su renuncia. Fue de nuevo la intensidad de las protestas lo que obligó a Carrillo a solicitar licencia y no la intervención del presidente quien, por el contrario, se mostró incapaz de intervenir, empecinado en esconderse enla ley para justificar sus limitaciones. Los conflictos que Zedillo enfrentó en su administración con los mandatarios fueron manejadosno sólo con exceso de legalismo sino renunciando a los recursos políticos siempre disponibles al presidente. A los ojos de los políticos experimentados, estaba claro que Zedillo no podría actuar, y no sólo por una decisión personal sino porque el Ejecutivo ya no contaba con la autoridad que en el pasado caracterizaba su relación con los gobernadores. Después de décadas de sometimiento político, los mandatarios consiguieron una autonomía destacada, en términos económicos, gracias a la reorganización presupuestal que había comenzado con Salinas pero que el mismo Zedillo profundizó, y en el terreno político, donde los ejecutivos estatales retuvieron el control de las instituciones y del pri local. Con Zedillo, la Presidencia perdió por completo la superioridad institucional y poco después perdería el último eslabón de autoridad cuando se
enfrentara al propio partido. En ese decisivo conflicto, Zedillo minó el liderazgo del presidente y abrió el espacio para que los mandatarios, cada vez más fuertes, ocuparan su lugar. LA CONVENIENTE DISTANCIA CON EL PRI
La relación de Zedillo con el partido había sido siempre difícil. La trayectoria de quien fue el último presidente del pri en el siglo xx, no revelaba el menor contacto con la organización y menos con sus tareas, hasta que Salinas lo llevó a la campaña de Colosio. Al margen de las opiniones que hubiera tenido Zedillo antes de esa circunstancia, lo cierto es que su juicio sobre el partido se afirmó durante ese delicado periodo. Era evidente que Zedillo no formaba parte del equipo cercano de Colosio y que sus relaciones no eran tan fluidas como para servirle eficientemente al candidato. En parte por los frecuentes roces entre los equipos de Colosio y Zedillo, pero también por el distanciamiento probado con el partido, entre el ex titular de la ser y los priistas hubo siempre una fuerte tensión, marcada por la desconfianza recíproca, lo que lejos de cambiar se profundizaría con su postulación. Los apoyos de Zedillo provinieron de Salinas pero no bastaron para que en 1994, después de la tragedia, fuera aceptado por el priismo. Fueron los políticos tradicionales quienes promovieron el apoyo del partido y la militancia para que el último tecnócrata de la generación que llegó con De la Madrid en 1982, fuera postulado. A Zedillo no le pasaría inadvertido que no era bien recibido por el priismo y que, en todo caso, sería necesario movilizar muchos recursos e influencia para alcanzar la candidatura. En medio de la crisis, Salinas removió, una vez más, al presidente del partido, Fernando Ortiz Arana, y designó a Ignacio Pichardo Pagaza en su lugar. Aunque había pocas coincidencias entre ellos, Pichardo le había probado al presidente su experiencia política cuando sustituyó a Beteta en el gobierno del Estado de México y recuperó electoralmente la entidad después del desastre de 1988. En una circunstancia tan compleja como la de 1994, era necesario un político reconocido y con autoridad para manejar el partido. No obstante, como el mismo Pichardo lo ha escrito en sus testimonios, Zedillo no mostró ninguna simpatía por el partido y menos permitió que tuviera influencia en la campaña. Para empezar, desplazó a los colosistas de la organización y designó a su amigo Esteban Moctezuma coordinador de la campaña; poco después removió a todos los miembros del cen para imponera sus allegados y de Salinas, en primer lugar, a José Francisco Ruiz Massieu en la secretaría general. Zedillo ni siquiera ocupó las instalaciones del pr1 sino que despachó en una oficina alterna, situada en el sur de la ciudad. La relación, al decir de Pichardo, fue tensa, y en los hechos el pri sólo se ocupó de las
campañasde los legisladores que a la postre serían notablemente exitosas y útiles a la gestión presidencial. Pero la campaña de Zedillo fue manejada directamente por el candidato y sus amigos, a grado tal que ni siquiera se conocían con antelación los detalles de las giras. El distanciamiento sería evidente durante todo el proceso y a pesar de que los resultados en términos electorales fueron notables, no sirvieron para que el candidato cambiara su percepción. Zedillo recuperó algunas de las opiniones de Colosio expresadas en el discurso de marzo de 1994 y las interpretó a su manera. En parte por convicción pero también porque entre sus limitaciones reconocía la trascendencia de la imagen y las palabras del candidato asesinado, Zedillo recuperó las líneas de Colosio en cuanto a la relación del partido y el gobierno. Significativamente, guardó total silencio en todo aquello que se refería a la política social y a la necesaria modificación de la política económica. En su discurso de agosto de 1994ante el PRI, después de la victoria en los comicios, Zedillo señaló que promovería una nueva reforma del partido para democratizarlo y adelantó que esa organización no tendría nunca más ventajas electorales y apoyos indebidos del gobierno. Estableció que el presidente no intervendría en su vida interna y pidió que el partido no controlara al Estado. En medio de la ambigiiedad, Zedillo habló de una “sana distancia” en la que a cambio de no intervenir en el partido, le demandaría a éste un “razonado apoyo” a sus programas. Muy pronto sería evidente que lejos de construir una sana distancia, el presidente demandaba una conveniente relación utilitaria. Al mismo tiempo que obligaba al partido a aceptar la reforma electoral preparada por el gobierno y la oposición, sacrificaba a gobernadores para conseguir el apoyo, en especial del prbD. Poco después, cuando la crisis económica llevó a las finanzas públicas a su peor momento, Zedillo obligó al pr1 a aprobar en el Congreso una medida tan impopular como el aumento de 50% del iva que, indudablemente, tendría consecuencias políticas y electorales. En el fondo, ésta era la relación que Zedillo deseaba con el pri: pragmática y siempre en su apoyo, pero no comprometida con su organización o propósitos. Más aún, en cuanto a su programa gubernamental y el sentido de algunas reformas, Zedillo buscó másel respaldo de la oposición que el del pri. Para el presidente, el PrI era una parte más de las modificaciones gubernamentales. Desde 1995 estaba previsto que el partido realizara su XVII Asamblea Nacional pero una y otra vez fue pospuesta por el propio presidente para dar paso a la reformaelectoral. Su compromiso de no intervenir en la vida interna del partido evidentemente no fue respetado para que el proyecto presidencial no fuera obstaculizado y, por el contrario, fuera respaldado por el partido. La asamblea, finalmente realizada a fines de 1996, fue la oportunidad para
que el priismo, encabezado por los gobernadores, cuestionara la autoridad presidencial y buscara otros liderazgos. En parte por la tensa relación que ya existía, pero sobre todo porque se aceptó la oferta de Zedillo de respetar su autonomía, el priismo replanteó sus posiciones en 1996. La primera medida fue borrar toda referencia al liberalismo social que Salinas había impuesto en su último tramo y recuperó la propuesta de 1990 en la XIV Asamblea, acerca de las condiciones para ser candidato a puestos de elección y en particular, para la Presidencia. En aquella ocasión, Salinas había logrado vencer la rebelión, pero en 1996 a Zedillo le fue imposible hacer algo para evitar que los delegados impusieran en los estatutos los requisitos de haber sido dirigente del partido, haber desempeñado un puesto de elección popular y contar con al menos 10 años de militancia comprobada. Era claro que el pri no postularía a ningún tecnócrata más, carente como los tres últimos presidentes de trayectoria partidaria y, sobre todo como Zedillo, sin compromisos con el partido. El mandatario no ocultó su desagrado con las resoluciones y sustituyó al presidente del cen con Humberto Roque Villanueva, fiel diputado que en 1994 era líder de la bancada que aprobóel aumento al iva en el Congreso. Es verdad que había entre el priismo una fuerte inconformidad con el presidente, pero también se había fortalecido un nuevo actor político que desde 1990 había ocupado espacios de decisión interna. La reforma de Colosio, como ya se analizó, retiró a las corporaciones de las decisiones internas e incorporóa la estructura directiva y a los gobernadores en el nuevo crn. En 1996, al igual que en la XIV Asamblea, las delegaciones fueron encabezadas por los mandatarios estatales, incluido Madrazo, quien dos años antes había desafiado al presidente, y Manuel Bartlett, que lo haría poco después. La asamblea dirigió su esfuerzo a reforzar la influencia de los gobernadores en el mismo espacio que había creado Colosio, el cen, pero esta vez su presencia fue determinante porque se aceptó que hubiera cinco de ellos, uno por cada circunscripción plurinominal, además de todos los consejos directivos estatales y los comités municipales de las capitales en los estados. Una modificación adicional dio mayor presencia a los mandatarios porqueretiró atribuciones a la asamblea y las entregó al cen para constituirlo en el órgano máximo de decisión. A diferencia de lo sucedido en 1990, el crn también asumió la facultad de designar al presidente y al secretario general del cen, con lo cual el control vertical que tenía el jefe del Ejecutivo se canceló, y adicionalmente se crearon cinco secretarías regionales, una por cada circunscripción plurinominal, responsables de los trabajos electorales, que debían estar en contacto directo con los mandatarios correspondientes. No había ninguna duda de que se había producido la mayor fractura entre las dos instituciones básicas del sistema político mexicano: la Presidencia de la
República y el partido del Estado. Por primera vez en toda la historia moderna del sistema, el pri ya no reconocía la autoridad y el liderazgo del jefe del Ejecutivo, quien ya no controlabani la élite ni a los grupos internos. El espacio presidencial lo ocupaban otros actores, variados y no siempre coincidentes. El fortalecimiento del cpn, que desde 1990tenía la facultad de designar al candidato a la Presidencia, y la mayor presencia de los gobernadores, significaba que Zedillo ya no podría elegir a su sucesor, al menosno conla libertad que sus antecesores habían tenido, lo que quería decir que el fin del dominio de la tecnocracia había llegado, por lo menos al partido. De ahí que, a pesar de la formal aceptación de Zedillo a las resoluciones de la asamblea, comenzaran las presiones, dentro y fuera del gabinete, para que las restrictivas condiciones para la postulación del candidato fueran retiradas. No ocurriría sino varios años más tarde, cuandoel pPrI regresara a la Presidencia en 2012. Las consecuencias de estos cambios, y en especial la autonomía que había alcanzado el pri respecto del presidente, se mostraron de inmediato pues Zedillo ya no pudo controlar al partido a pesar de que todavía lograba imponer a los dirigentes. A su molestia con Santiago Oñate, a quien responsabilizaba de los resultados de la asamblea, respondió con el nombramiento de Humberto Roque, pero ni él pudo conteneral partido ni Zedillo sostenerlo en el cargo. Empezaría entoncesla larga inestabilidad en la dirección que marcaría los años siguientes y que, de hecho, revela la principal debilidad del Pri: la carencia de un auténtico liderazgo. Entre 1996 y el año 2000, el Pri tuvo cuatro dirigentes, algunos de los cuales apenas ocuparonel cargo unos meses: Roque, 1996-1997; Mariano Palacios Alcocer, 1997-1999; José Antonio González Fernández, abril-noviembre de 1999,
y Dulce María Sauri, 1999-2002, a quien le tocaría en suerte enfrentar el proceso de selección del candidato y la histórica derrota electoral del 2000. Aunque la asamblea tuvo lugar cuatro años antes de la postulación del candidato, Zedillo comprendió que la disputa sería difícil y que no contaría con toda la fuerza para decidir. Al final, tuvo que renunciar a elegir a un tecnócrata y buscar entre su gabinete a un aspirante que reuniera los requisitos. Y aun así, no
pudo imponerlo al pri y debió recurrir a los mandatarios para sostener su candidatura. En 1999 la batalla por la postulación rebasó cualquier expectativa y mostró que el presidente no era ya el líder, pero tampoco era lo suficientemente débil como para resultar vencido por sus opositores. Pronto aparecieron las precandidaturas de Madrazo y Bartlett, gobernadores en funciones y por ende con un enorme control de las maquinarias del partido, y ambos con fuertes simpatías entre la militancia. Con postulaciones abiertas y con corrientes de apoyo
considerables, el presidente tuvo que reconocer que era imposible evitar la competencia. De entre su limitado y debilitado gabinete, el único que reunía los
requisitos impuestos por el Pri era su penúltimo secretario de Gobernación, Francisco Labastida, a quien se empeñaría en mostrar comopolítico. Aunque Labastida pertenece a una generación distinta de la de Zedillo y de la mayoría de su gabinete, era parte del primer grupo de tecnócratas que llegó al poder con De la Madrid. En 1979 lo acompañó cuando fue designado secretario de Programación y Presupuesto en calidad de subsecretario. En 1982, cuando De la Madrid ocupó la Presidencia, fue nombrado titular de Energía, y en plena batalla por la sucesión, Labastida renunció en 1997 y fue postulado al gobierno de Sinaloa, dentro del esquema de sustitución de mandatarios que De la Madrid se había propuesto. La salida de Labastida del gabinete sirvió también para que Dela Madrid incorporara a su amigo Del Mazo para diluir los apoyos a Bartlett y Salinas. El requisito de contar con cargos en el partido lo cubría forzadamente Labastida con su puesto en el ¡epes, como subdirector de Planeación durante la campaña presidencial de López Portillo en 1975, cargo que, en rigor, no era de dirección partidaria sino administrativo. La trayectoria era mínima y las carencias sobresalían más al compararlas con las carreras de sus dos adversarios, Madrazo y Bartlett, con largas experiencias en la administración pública, los puestos de elección y en el partido. Pero Zedillo no tendría más alternativa porque de no respaldar a Labastida dejaría libre la postulación a los gobernadores y al pri. En esas condiciones, la única opción era recurrir a los mismos ejecutivos estatales para imponer a su candidato. Para Madrazo y Bartlett, con el apoyo de la militancia, la postulación debía resolverse por votación abierta de los priistas, porque era evidente que en esa competencia Labastida no ganaría. Fue Gobernación la que diseñó el mecanismo que lo haría posible al proponer elecciones primarias, basadas en el número de distritos ganados y no en la votación total, porque dejaba el control de las casillas y de los distritos en los mandatarios. El riesgo fundamental del procedimiento, que consiste en que un candidato consiga ganar la mayoría de distritos frente a otro que obtenga la mayoría de los sufragios, se reducía si los gobernadores se aseguraban de controlar las casillas y los distritos. Y dio resultado porque Labastida ganó abrumadoramente 272 de los 300 distritos en juego. Fue un pírrico triunfo de Zedillo frente al Pri porque no garantizó su apoyo en la elección presidencial más competida de la historia, pero demostró que el poder de decisión del partido estaba en manos de los gobernadores. Había cambiado sin duda la autoridad, pero no garantizaba para nada que fuera funcional porque, como se demostraría inmediatamente después de la derrota del 2000, no habría dirección centralizada sino sujeta a la negociación permanente de múltiples intereses. El Pri se acercó al fin del siglo con cambios e incertidumbres que no podía
manejar eficientemente. Había perdido el liderazgo histórico del Ejecutivo y con él, el mecanismo más apreciado de control y disciplina de la élite, es decir, la selección del candidato presidencial. Sin liderazgo que estableciera los términos de la competencia interna, los grupos y los aspirantes se verían envueltos en luchas sin reglas, interminables y particularmente desgastantes. El desamparosería mayor porquela fuerte oposición partidaria, sumada al descontento ciudadano, un pésimo candidato presidencial y las divisiones internas en el priismo, coincidieron para que en el año 2000 el pri fuera vencido. A la derrota electoral se añadiría la búsqueda de un centro regulador. UN PARTIDO EN BUSCA DE LIDERAZGO
Desde 1929 cuando el partido del Estado fue fundado, su conducción estuvo a cargo del presidente de la República. El dirigente formal, presidente del cen, era el responsable de la operación cotidiana, de las negociaciones entre grupos, de las campañas, del control de la estructura directiva, pero la orientación general y sobre todo la resolución de las disputas internas recaía en el Ejecutivo federal. La derrota en los comicios del 2000 fue un fuerte golpe a la larga hegemonía del pri pero no significó, como muchos suponían, su desaparición porque la maquinaria partidaria seguía en pie. Su problema ha sido desde entonces la ausencia de un liderazgo propio, con la autoridad y fuerza que antes tenía el presidente, para señalar el rumbo de la organización y más en las condiciones de competencia abierta en las que no podía contar ya con ningún apoyo oficial. A partir de la derrota electoral, el pri se concentró en construir un liderazgo. La presidenta en funciones, Dulce María Sauri, se mantuvoal frente del partido y fue el centro de las negociaciones para encontrar un procedimiento que fuera satisfactorio a todos los grupos y liderazgos. Era evidente que había un fuerte aspirante pero también que sin un intermediario reconocido el poder de decisión estaba en los gobernadores, que controlaban las maquinarias partidarias en sus estados. Tanto, que las primeras propuestas consistieron en que fuera un mandatario el que asumiera la dirección del partido y recuperara la unidad después de la derrota. No obstante, ningún gobernador aceptó dejar el cargo para enfrentar una tarea tan riesgosa. Había que buscar un líder dispuesto a lidiar con una responsabilidad de ese tamaño. Roberto Madrazo reunía varias características que en el 2000 eran singulares. Había sido el político que desde el gobierno de "Tabasco había derrotado al presidente Zedillo, el aspirante a la candidatura presidencial con más simpatías entre la militancia y a quien se había desplazado mediante un procedimiento formalmente limpio pero en realidad manipulado. El estrepitoso fracaso de
Labastida era una muestra de que el largo dominio de los tecnócratas había perjudicado al pri, pero también que había desplazado a un candidato que, se suponía entonces, hubiera tenido un mejor desempeño electoral. Esta última presunción fue el mejor activo de Madrazo porque los grupos alrededor de Labastida no podían argumentar ninguna autoridad después de julio de 2000. Además, Madrazo contaba con una trayectoria que, por un lado, le daba un valioso conocimiento del partido y, por otro, lo identificaba con la militancia. Madrazo había sido militante del prr desde muy joven y había desempeñado varios cargos de responsabilidad desde los años ochenta. En 1987, cuando el partido enfrentó el desafío de la Corriente Democrática y De la Madrid y De la Vega, en lugar de atenderlo expulsaron a sus dirigentes, Madrazo se desempeñaba como secretario adjunto del cen. Durante la presidencia de Colosio el tabasqueño era senador, al igual que el dirigente del partido, y ocupó la secretaría de organización en el cen, puesto que lo hizo principal responsable de la preparación de la XIV Asamblea. Madrazo tenía, como pocos, una experiencia directa del partido, de sus conflictos, de sus liderazgos y de los variados intereses y recursos a su disposición. Al lado de Colosio, Madrazo observó cómo la militancia, dirigida por los mandatarios, había aprovechado los mínimos resquicios de participación para desafiar al presidente e imponerle condiciones. Como gobernador de Tabasco, Madrazotuvoel control total del partido, de las candidaturas locales y federales, y conoció los alcances de su poder ante la declinación del presidente. Con su campaña por la candidatura en 1999 conoció el nuevo poder que habían alcanzado los mandatarios en el partido y, por lo tanto, la necesidad de construirse apoyos y alianzas, temporales y pragmáticas, pero indispensables para conseguir objetivos. Su conocida figura se acrecentó a partir de la derrota presidencial, pero si bien le ganó simpatías entre la militancia, le generó múltiples rechazos de varios grupos priistas que lo veían no sólo como un fuerte dirigente sino como un aspirante difícil de vencer en la sucesión siguiente. De ahí que el centro del debate fuera diseñar un mecanismo que asegurara la decisión a los mandatarios y restara posibilidades al tabasqueño. Desde el 2000 se presentaron dos corrientes en el partido que, en rigor, no eran nuevas sino que habían surgido en 1999 con motivo de la candidatura presidencial. La primera era la que encabezaba Labastida y en la que participaban los políticos que en su momento lo habían apoyado e incluso habían participado activamente en la administración de Zedillo, como Beatriz Paredes (quien sería la candidata del grupo para enfrentar a Madrazo) y Jesús Murillo Karam, ex gobernadores de Tlaxcala e Hidalgo respectivamente, y colaboradores de Labastida en la Secretaría de Gobernación. Esta corriente buscaba limitar la autoridad de la dirigencia priista y fortalecer a los comités directivos estatales, lo que claramente convertiría al Pri en un organismo
supeditado a los gobernadores. La idea de fondo era convertir al presidente del cen en un subordinado de los mandatarios que decidirían el futuro del partido en negociaciones permanentes. Al final, no se trataba de construir un liderazgo único y fuerte, sino de reproducir la tradicional subordinación pero esta vez en un mando fragmentado. La segunda corriente la encabezaba Madrazo y reunía a muchos grupos regionales. Su objetivo, que sería muy atractivo para los militantes, era la construcción de unadirigencia centralizada, que manejara desde el cen al partido y que sometiera a su mandotanto los liderazgos como las maquinarias locales. Para Madrazo, el presidente del partido debía ser el verdadero heredero del antiguo poder presidencial y no dispersarlo entre fuerzas locales que, al final, entorpecerían su funcionamiento. En rigor, la propuesta de fortalecer la dirigencia estaba encaminada a la construcción de un verdadero partido y no sólo a reproducir el organismo instrumental. En condiciones de mayor competencia, en las que el pri sería solamente un partido más, era necesario unificarlo para mejorar su eficiencia. La propuesta del labastidismo era más conservadora de lo que aparentaba porque consideraba al prI como si su hegemonía estuviera intacta. A partir de la derrota presidencial, el pri se enfrentó al desafio de convertirse en un verdadero partido y no sólo el aparato al servicio del Estado, y en esa coyuntura,la propuesta de Madrazo era oportuna. Ambosgruposperfilarían los cambios en el partido durante la XVIII Asamblea Nacionalrealizada en 2001. Sin liderazgo fuerte y con la sombra de los comicios perdidos a cuestas, la asamblea introdujo transformaciones importantes en la estructura del partido. La primera fue reconocer abiertamente la participación de todos los gobernadores en el cpn y no sólo una representación limitada como lo había hecho la asamblea anterior. En busca de apoyos sociales, los delegados reincorporaron a las corporaciones y ampliaron su presencia, tanto como organizaciones particulares como en sectores. El cp mantuvo un aparente equilibrio entre corporaciones y estructura directiva, pero en los hechos amplió la influencia de los mandatarios pues no sólo tenían ya poder reconocido sino que se fortaleció con los presidentes de los comités directivos estatales y municipales. Las atribuciones del cen fueron corregidas y la principal modificación fue retirarle las facultades de designar al candidato presidencial y al presidente del partido. Labastida y su grupo trataron de que la asamblea eliminara los requisitos de militancia probada para ser candidato a la Presidencia, que habían sido impuestos en la anterior asamblea nacional para limitar al presidente Zedillo, pero los delegados no lo permitieron y menos cuando veían a los tecnócratas como responsables de que el pri perdiera el poder. Aunqueríspidas las discusiones, estos temas fueron rápidamente superados en
buena medida porque tendrían efectos hasta el final del sexenio y porque la verdadera disputa era la elección del dirigente. Después de que en 1999 fueran aceptadas las elecciones internas para elegir al candidato a la Presidencia, era imposible que no se reconocieran para la dirigencia. Ambas corrientes lo aceptaban pero los labastidistas insistian en el mismo procedimiento de entonces: ganar distritos y no reconocer la votación total. Esta vez, sin embargo, su
desprestigio y fracaso no lograron convencer a los delegados que impusieron la votación abierta por mayoría de sufragios. Aunque en cuanto a los resultados parecía que la militancia podía dominar al partido, era claro que había un difícil equilibrio entre ella, su liderazgo temporal y la estructura directiva, bajo el control de los mandatarios. La asamblea solamente probó que la autoridad interna estaba fracturada. Quedaba claro que ni la militancia ni las estructuras directivas controladas bastaban por separado para que alguna de las corrientes ganara. La corriente de Labastida postuló a Beatriz Paredes frente a Madrazo y concentró sus esfuerzos en sumar la mayor cantidad de gobernadores a su causa para que guiaran a la militancia desde las entidades. La candidatura de Paredes no era ninguna improvisación sino unaestrategia calculada porque, al igual que Madrazo,ella era una militante con larga trayectoria en el partido y también se había desempeñado como gobernadora. No obstante, en buena medida representaba la faceta más instrumental del partido porque en los últimos tiempos había servido a las maniobras más criticadas por el priismo. Paredes no había concluido su mandato en Tlaxcala pues en 1992 fue obligada por Salinas a solicitar licencia para ocupar la secretaría general del Pri, una vez que Colosio renunciara a la presidencia del partido para integrarse al gabinete, y para acompañar a Genaro Borrego, quien también había sido retirado del cargo en el gobierno de Zacatecas para sustituir al sonorense. En 1994, al comenzar la administración de Zedillo, Paredes fue
nombrada subsecretaria en Gobernación, con una trayectoria notoriamente superior a la del titular, Moctezuma. En esa calidad, le correspondería a Paredes preparar la remoción de Madrazo de la gubernatura de Tabasco. Fue ella quien al llegar a Villahermosa, con el gobernador y su renuncia en la mano,presenció la rebelión priista que respaldaba al mandatario, y quien tuvo que volver a la Ciudad de México con la derrota presidencial a cuestas. Experiencia política y situaciones compartidas caracterizaban a los adversarios por la dirigencia del pri en 2002, en la búsqueda de apoyosinstitucionales y dela militancia. Madrazo sabía, por las elecciones internas de 1999, que los apoyos de la militancia no bastarían para superar el control de las maquinariasestatales y que las elecciones abiertas no le garantizarían el triunfo si no lograba contrarrestar la influencia de los gobernadores. La solución fue el corporativismo, fuertemente
debilitado en sus organizaciones y sectores, pero que aún sobrevivía en el sindicato magisterial. Madrazo convocó a la entonces dirigente del swTE, Elba Esther Gordillo, para que a cambio de acompañarlo como secretaria general del PRI, MmoVilizara a los maestros en las casillas. La estrategia fue extraordinariamente eficaz porque la vigilancia y control de las casillas sería más útil en los estados donde el pri no gobernabay, por lo tanto, donde no había gobernador que ejerciera el liderazgo. Con militantes disponibles, esas entidades podían ganarse, como sucedió al final, para la causa de Madrazo. Pese a todos los golpes recibidos, todavía algunas corporaciones podían combinar la fuerza gremial con las acciones políticas si contaban con liderazgos fuertes. El sindicato magisterial y Gordillo probarían con creces, tanto en 2002 como en 2006,que tenían suficiente capacidad política para construir y derrumbar candidaturas. Madrazo lo experimentaría en ambas Ocasiones. La fórmula fue en verdad efectiva porque Madrazo obtuvo el triunfo precisamente en los estados gobernados porel pan y el pPrD, es decir, donde los gobernadorespriistas no tenían intervención, mientras que la votación por Paredes dependió en su mayor parte de los mandatarios de su partido. Aun así, los resultados fueron cerrados: Madrazo obtuvo 50.9% de los casi tres millones de votos y Paredes el 49.1%. Si la diferencia era mínima y, por ende, cuestionabala victoria de Madrazo, el problema fue el procedimiento mismo porque ambos grupos se acusaron de manipular los votos y las casillas. Resultados apretados y prácticas cuestionables demostraban que el pri estaba en una grave crisis que podía amenazar su supervivencia, pues más que la oposición y la pérdida del poder presidencial, sus disputas internas ponían en duda su capacidad para encontrar un rumboclaro. La elección interna de 2002 puso en evidencia los difíciles desafíos del partido acostumbrado a ganar y a depender del poder presidencial. En el camino se habían fortalecido la estructura directiva, los liderazgos estatales y una militancia activa y fiel, pero huérfana de dirección central. Ningún grupo estaba dispuesto a ceder espacios en una circunstancia en la que todos veían posibilidades de obtener ventajas. La derrota del 2000 había sido un golpe duro, pero los gobernadores creían que aún era posible recuperar la Presidencia si hacían funcionar de nuevo la maquinaria partidaria. Madrazo también lo creía pero estaba convencido de que solamente un mando único lo lograría y no los acuerdos circunstanciales. Los eventos siguientes confirmarían que ése era el principal problema del Pri, un real liderazgo y no su eficiencia electoral o la carencia de apoyos ciudadanos. LA DIRIGENCIA DE ROBERTO MADRAZO
Madrazo asumió la presidencia del pri en condicionesdifíciles. Si los conflictos internos ya eran delicados, la situación se complicaba porque el partido tenía enfrente un panorama electoral sumamente complicado. En 2003 se realizarían elecciones de medio término para renovar la Cámara de Diputados y tendrían lugar cambios en varias gubernaturas. La unificación del partido era la única opción para enfrentar con cierto éxito ese desafío y eso implicaba que tanto la dirección nacional como los gobernadores llegaran a acuerdos factibles. No fue imposible dado el pragmatismotradicional de los priistas y porque de 2002 a 2005 lo único que estaba en juego era la política local, incluso con los diputados federales, toda vez que los representantes apuntalarian el poder de los mandatarios. Los intereses de los gobernadores coincidieron con los de Madrazo porque para éste era esencial probar que la dirigencia nacional podría conducir al partido y, sobre todo, recuperar su presencia nacional en los comicios. Si para el PRI era importante, para Madrazo era vital porque sobre esa base podía desarrollar su evidente proyecto personal de buscar de nuevo la candidatura del partido a la Presidencia. El cálculo político y la convergencia de intereses dieron frutos significativos. En medio de las expectativas, casi generalizadas, en el sentido de que el pri
desaparecería una vez que perdiera la Presidencia y los apoyos oficiales, su desempeño electoral entre 2000 y 2003 fue notable. En 2000, cuando fue derrotado en la Presidencia, el pri obtuvo 42.2% de la representación en la Cámara de Diputados, frente a 41.4% del pan y 10.2% del prD. En 2003, después de los frecuentes fracasos del foxismo, el Pri alcanzó 44.8% de las curules ante 30.2%
del pan y 19.4% del pPrD, lo que reafirmó al pri como primera fuerza política y obligada referencia del gobierno federal. Las victorias en los estados fueron también significativas porque en 2003 el pri gobernaba en 52% de las ciudades capitales de los estados y aunque sufrió derrotas en algunas gubernaturas, retuvo 17 de las 32, una clara mayoría. Más importante fue el hecho de que el pri logró recuperar los gobiernos de Nuevo León y Chihuahua, donde los triunfos panistas habían sido históricos. La recuperación electoral mostraba algunas de las condiciones básicas del éxito priista. La primera era que el pri tenía mejores desempeñosestatales y locales que federales, debido a que era la política local y los intereses de los grupos dominantes lo que realmente estaba en juego. Siempre había sido así pero la hegemonía nacional del partido lo hacía aparecer como un organismo vertical y centralizado. Ya sin influencia nacional, el Pri descansó en las maquinarias estatales para recuperar terreno y, en un sentido más amplio, asegurar el poder a los mandatarios. En este comportamiento lo relevante era que los jefes de gobierno se habían fortalecido. No sólo habían ganado en los estados y principalmente
cuando se jugaba la sucesión en el Ejecutivo, sino que habían logrado imponer a los diputados federales en bancadas claramente identificadas con ellos. Pero Madrazo también había ganado espacios en este terreno porque los diputados plurinominales, que se han convertido, en el sistema electoral mexicano, en el camino seguro al Congreso, fueron negociados con los mandatarios de tal manera que dieron ventajas a todos los involucrados. Al final, los dos pilares del partido, los liderazgos locales y la dirigencia nacional, resultaron fortalecidosy, de paso,el
PRI COMO partido recuperaba su influencia nacional. Lo querestaba después de 2003 era, desde luego, la Presidencia. Tanto para los priistas como para sus opositores quedabaclaro quelos triunfos electorales a partir de ese año fortalecían notablemente la posición del pri y le daban grandes ventajas para competir por la Presidencia, más aún cuando el gobierno de Vicente Fox se mostraba crecientemente incompetente. Para los priistas fue el principal motivo de conflictos porque todas las estrategias se dirigieron a fortalecer las visibles candidaturas, en especial la de Madrazo.El dirigente del pr1 fue muy consecuente con su propuesta para llegar a la presidencia del cen pues se propuso fortalecer la autoridad de la dirigencia nacional para construir una estructura jerárquica, si no sometida por completo a su mando, sí autónoma de los mandatarios. Consciente de los cambios introducidos en el cen y la asamblea para elegir al candidato, Madrazo centró su atención en cambiar a los dirigentes locales para que al instalarse la asamblea en 2005 pudiera contar con delegados afines que apoyaran su postulación. En su intento por obtener el control del partido, Madrazo se encontró con un problema no previsto cuando Gordillo, su aliada original y a la que le debía buena parte de su victoria, se convirtió en líder de la bancada priista en la Cámara de Diputados. Gordillo se fortalecia notoriamente porque además de sumar dos posiciones importantes en el partido, se volvía la cabeza de la bancada mayoritaria en la cámara y, por lo tanto, esencial para negociar los proyectos presidenciales. La maestra, debido a sus relaciones personales con Fox y sobre todo con su esposa, decidió apoyar las iniciativas fiscales del presidente que hasta entonces habían sido rechazadas no sólo por cálculos electorales, sino porque eran claramente impopulares. Madrazo tuvo que hacerfrente al disgusto priista que vio en las decisiones de Gordillo una indebida y riesgosa debilidad, y respaldó su remoción comolíder de la bancada. Lo consiguió a un alto costo porque Gordillo siguió siendo diputada y secretaria general del cen, lo que sumado a su papel de dirigente del magisterio, la colocaba en una posición relevante. El problema crecería de manera significativa porque el conflicto con Gordillo se vinculó a los esfuerzos de varios mandatarios por definir las reglas y procedimientospara elegir al candidato presidencial. Las exigencias no eran del todo técnicas porque los
promotores habían mostrado claramente que buscaban cerrarle el paso a Madrazo, más aún cuando la destitución de Gordillo le daba a Madrazo el control de la diputación federal. En esta nueva batalla, la anterior aliada de Madrazo cambiaría de bando y prestaría un valioso apoyo a los opositores del tabasqueño. Los adversarios de Madrazo fueron varios pero no todos llegaron a enfrentarlo en la última etapa, en parte porque algunos concluyeron sus periodos y en parte porque Madrazo sumó apoyos internos importantes. La pérdida del liderazgo presidencial se llevó consigo otro principio esencial del priismo, que consistía en que el dirigente nacional del partido no podía aspirar a la candidatura presidencial. Como muchas condiciones políticas del sistema tradicional, tal prohibición nunca fue formalizada pero fue fielmente observada desde 1929 debido a que, a pesar de
todas las limitaciones que el Ejecutivo le imponía, el presidente del pri tenía una gran ventaja respecto del resto de aspirantes, gracias a que se mantenía en la estructura del partido y en contacto con los grupos y líderes. Condición todavía más importante porque también el sistema había restringido el espacio de selección a los miembros del gabinete que, por el perfil de sus trayectorias, estaban alejados de las tareas cotidianas del partido. En una época de presidencialismo centralizado, nadie podía construirse apoyos que pudieran forzar la voluntad del Ejecutivo en turno ni menos aún violar la condición de que un secretario de Estado ocupara el cargo. Ese principio y la ventaja evidente que tenía el presidente del pri en cuanto a la negociación con los grupos y las corporaciones, no sólo le habría dado oportunidades mayores al dirigente sino que habría provocado un serio enfrentamiento entre el partido y el presidente de la República. Deahí quelos dirigentes del cen, al menos en la etapa del Pr1 dominante, rara vez se mantuvieran en el puesto todo el sexenio y fueran sustituidos al acercarse la postulación. A lo más que podía aspirar el recién nombrado era a acompañar al candidato, a colaborar en la coordinación de su campaña (usualmente en manos de un hombre de su absoluta confianza y con cierta autonomía del cen) y más tarde ocupar un cargo en la nueva administración. La lealtad se correspondía, pero debería probarse a lo largo de la campaña. Esa condición, como muchasotras, dejó de respetarse cuandoel pri se enfrascó en las disputas internas. Madrazo fue el primero en romperla porque a partir de que abandonó la gubernatura de Tabasco, la única posición que le permitiría buscar la postulación era la dirección del partido. La propia conducta de Madrazo y la estrategia que siguió de construirse apoyos desde la presidencia partidaria, probó que las previsiones del sistema habían sido correctas en el pasado. De la posición difícil que Madrazo tuvo en 2002, había pasado a una de enorme podere influencia en 2005: tenía la presidencia del pPr1, había expulsado a su antigua aliada, Gordillo, controlaba la bancada priista en la Cámara de Diputados y había
logrado sumar a varios mandatarios a su causa. Sin secretario de Estado que le compitiera ni presidente de la República que lo vetara, los únicos que podrían enfrentar al tabasqueño eran los gobernadores y, como se vería muy pronto, no todos ni en igualdad de condiciones. De ahí que desde abril de 2004, cuando tuvieron lugar las primeras reuniones para fundar el llamado Tucom (Todos Unidos contra Madrazo), figuraran tanto políticos declaradamente desafectos al tabasqueño, como Labastida, Diódoro
Carrasco, Genaro Borrego y la misma Gordillo, que gobernadores en funciones, como Manuel Ángel Núñez Soto, de Hidalgo; Tomás Yarrington, de Tamaulipas; Eduardo Bours, de Sonora, y Arturo Montiel, del Estado de México. Aunque a
todos los unía el interés contra Madrazo (de ahí el evidente nombre de su grupo), no compartían el mismo proyecto, lo que siempre ha caracterizado el comportamiento de los gobernadores. Es extremadamente difícil que puedan construir acuerdos de largo plazo y que renuncien a sus propias y particulares ambiciones. El grupo opositor lo mostró con toda claridad porque desde abril de 2004 y hasta marzo de 2005, cuando se realizó la XIX Asamblea del pri, hubo varias salidas de miembros que podían mantener su oposición a Madrazo, pero que no compartían el mismo candidato. Hacia fines de 2004, el Tucom presentó a Madrazo una propuesta en la que se afirmaba la necesidad de crear un órganoarbitral interno que diseñara y vigilara el proceso de selección, determinara los tiempos y garantizara la equidad. Aunque públicamente criticaba la postulación de Madrazo, reconocía que no había motivos legales para impedirlo, de tal manera que en enero de 2005 el Tucom decidió que sus integrantes elegirían de acuerdo con un proceso interno quién sería su candidato para enfrentar a Madrazo. En esa ocasión todavía figuraban en el Tucom Miguel Alemán, Natividad González Parás, Eduardo Bours, Francisco Labastida,
Arturo Montiel, Manuel Ángel Núñez Soto, Enrique Martínez, Tomás Yarrington y Enrique Jackson. Los problemas del Tucom tanto en su integración como en su capacidad para decidirse por un candidato, jugaron en su contra mientras que Madrazo continuó sumando apoyos ante la inminente realización de la asamblea del pri, por la que tanto había trabajado y que decidiría los mecanismos de selección del candidato. Como Madrazo había previsto, los delegados fueron en su mayoría afines a su causa y desecharon todas las propuestas de los opositores, significativamente las que propuso Montiel como gobernador y líder de la delegación del Estado de México. Al finalizar la asamblea, el Tucom formalizó su ruptura con Madrazo a quien acusó de manipular la reunión y las resoluciones, y de emplear los recursos del cen y del partido a su favor. El malestar no perjudicó tanto a Madrazo como a los mismos opositores porque varios de los integrantes abandonaron el organismo.
En abril de 2005 el grupo quedó integrado finalmente por Montiel, Jackson, Núñez Soto, Yarrington y Martínez, todos gobernadores con la única excepción de Jackson, senador y líder de la bancada priista en esa cámara. Madrazo, mientras tanto, se mantuvo sin problemasen la dirección del partido. Aunquetodossabían de sus aspiraciones, el tabasqueño no declaró su interés hasta mayo de 2005, lo que le dio mucho tiempo para consolidar su posición. Las diferencias entre los miembros del 'Tucom fueron frecuentes y afectaron seriamente las aspiraciones de todos, lo que les restó fuerza frente a las ventajas de Madrazo. Ademásde las diferencias, los oponentes tuvieron el serio problema de perder recursos políticos ante Madrazo. Los gobernadores gozan de un enorme poder pero están limitados a su posición institucional, que depende del término constitucional de sus mandatos. De los miembros del Tucom el único que realmente tenía posibilidades de enfrentar al dirigente priista era Montiel debido a una circunstancia electoral singular. El gobierno del Estado de México es uno de los pocos cuyo mandato corre paralelo al del presidente de la República y concluye a fines del penúltimo año del Ejecutivo federal, lo que le da visibilidad y recursos en una competencia abierta en la que puede hacer campaña sin tener que abandonar el cargo. Yarrington y Núñez Soto dejarían los gobiernos de Tamaulipas e Hidalgo en febrero y marzo de 2005, respectivamente, Martínez lo dejaría en noviembre, fecha cercana a la postulación, pero con el inconveniente de que Coahuila es una entidad lejana, con pocas repercusiones y visibilidad en la política nacional y menos en el priismo. Jackson era el único que gozaba de una posición institucional ventajosa al mantenerse como senador y líder de la bancada durante todo el sexenio. Fue por eso que Montiel y Jackson se convirtieron en los principales aspirantes del Tucom y ambos, pero sobre todo Montiel, exigieron decidir al candidato opositor mediante una encuesta, porque la posición de este último como mandatario de un estado fuerte y cercano a la política nacional, lo colocaba muy adelante del senador. Fue Montiel quien más insistió en que Madrazo renunciaraal CEN desde 2005 mientras defendía que él pudiera mantenerse al frente del gobierno estatal. Montiel calculaba que si seguía manejando recursos políticos y económicos hasta septiembre 2005 y, más aún, que al controlar a su arbitrio la sucesión en el estado, tal como fue, el siguiente mandatario jugaría a su favor. Si Madrazo abandonaba el cargo, perdería rápidamente apoyos, en tanto que Montiel los capitalizaría naturalmente a fines del año. Por supuesto, Madrazo se negó a renunciar e incluso intervino activamente en el proceso del estado para bloquear a Montiel y a su candidato, Enrique Peña Nieto. En esas condiciones, quedó claro otra vez que el pri no había construido un procedimiento efectivo y aceptado ni menosaún un árbitro creíble para decidir un
problema tan delicado como la postulación a la Presidencia. De acuerdo con los estatutos vigentes, al renunciar el presidente del cen lo sustituiría el secretario
general, lo que significaba que Gordillo, todavía priista y en ese cargo relevante, se haría cargo del proceso de selección. Su presencia, por lo tanto, fue objeto de discusiones que, por supuesto, estaban condicionadas por los estatutos. Otro problema fue el mecanismo para elegir al candidato porque aunque la asamblea podría decidirlo, no había un solo procedimiento sino varios que pasaban necesariamente por las elecciones internas. Comoera de preverse, el problema fue de nuevo si se procedería mediante votación total o por mayoría de distritos, medida esta última que buscaban afanosamente Montiel y Gordillo. Los equilibrios internos eran de tal magnitud que bloquearon las opciones y el pri se encaminó a una nuevacrisis. Sin renunciar Madrazo ni Montiel y ante la incertidumbre de que Gordillo se mantuviera indefinidamente al frente del partido, toda vez que los estatutos no la obligaban ni a renunciar ni a convocar de inmediato a elecciones para la presidencia del cen, la división se acentuó. Gordillo finalmente abandonó el partido, formó el suyo y se convirtió en la principal detractora de Madrazo y el priismo; el Tucom postuló a Montiel, y el cru decidió las elecciones internas por mayoría de sufragios. Aun en esas condiciones, Montiel habría sido un adversario de consideración porque el desgaste de Madrazo se había profundizado. Muchos gobernadores se oponían a su candidatura y apoyaban a Montiel, y Gordillo se había llevado consigo a una parte sustancial de los operadores electorales del partido y, lo que era más evidente, apoyaba abiertamente a Montiel. Una maniobra cuyo origen aún no se conoce, puso fuera al gobernador del Estado de México porque poco antes del proceso el mandatario fue acusado de desviación de recursos y enriquecimiento inexplicable y en medio del escándalo renunció a buscar la candidatura. Sin duda, Madrazo pudo ser quien filtrara la información a los medios para eliminar a un fuerte adversario, pero si bien se consiguió el objetivo, lo relevante es que el desprestigio no sólo afectó a Montiel sino también a Madrazo y al pr1 que, de nueva cuenta, perdió su unidad. Para muchos priistas, en especial gobernadores, Madrazo había alcanzado la candidatura con recursos poco honorables y había utilizado en su beneficio el partido. Si dentro del pri Madrazo perdió fuerza, la competencia electoral cobró una dimensión inesperada cuandoel PAN postuló a Felipe Calderón, un político con ascendencia en el partido y que se había ganado la posición en un abierto desafío al presidente Fox. Las campañas pronto se polarizaron entre Calderón y López Obrador del pro, y el Pri con Madrazo pasó a un tercer lugar en las preferencias. Fue el momento en el que los mandatarios priistas volvieron a manejar las maquinarias del partido para salvar
sus posiciones.
Ante una candidatura cada vez más desprestigiada, concentraron sus esfuerzos primero en asegurarse posiciones en el Congreso y los estados, y luego en apoyar a uno de los candidatos con reales posibilidades de ganar la Presidencia. El resultado fue el mayor desastre electoral del pri, cuyo candidato apenas obtuvo 22.3% de los votos para ocupar el tercer lugar en la competencia, 14 puntos abajo del obtenido seis años atrás por Labastida. Una mirada cuidadosa del comportamiento en los estados donde gobernaba el Pri, muestra una división ideológica y geográfica que se dirigió hacia el pan y el PRD, pues mientras los mandatarios del norte y centro apuntalaron a Calderón, los del sur se dirigieron hacia López Obrador. Los mandatarios abandonaron a su suerte a Madrazo, su candidato presidencial, cuando las preferencias fueron claramente contrarias, para
apoyar al que estuviera más cerca de sus posiciones ideológicas. De nuevo, lo que quedó claro fue que el pri había perdido una dirección nacional y que los liderazgos internos se movían de acuerdo con sus propios y particulares intereses. El periodo de Madrazo como presidente del pri ofrece un amplio panorama de las dificultades del partido. Como dirigente, el tabasqueño probó ser un político hábil que restableció la capacidad de la dirección nacional no para imponer condiciones sino para negociar con los grupos y líderes institucionales. Al establecer acuerdos que a todos beneficiaban, Madrazo pudo restaurar la eficacia electoral del partido y colocarlo, en apenas tres años, en una fuerte posición competitiva. Pero sólo pudo ser eficaz cuando lo que se disputaba eran posiciones estatales, incluidas las diputaciones federales que, en rigor, dependen de la condescendencia de los mandatarios. Si es la política local lo que está en disputa, es posible que los liderazgos estatales dirijan con mucha eficacia el partido. No es un fenómeno nuevo porque así fue siempre en el pasado. La diferencia es que la autoridad federal en manosdel presidente, y que éste hacía funcionar mediante el CEN y Gobernación, garantizaba los equilibrios dentro y fuera de los estados en beneficio del proyecto presidencial. Ese dominio fue el responsable de queel pri apareciera como un organismo vertical y centralizado. Cuando ese arbitraje desapareció, lo único que quedó en pie fueron las maquinarias estatales, dependientes de los mandatarios, mientras que la dirección nacional se mostró vacía y carente de poder. Solamente una fuerte centralización como la que impuso Madrazo logró crear por corto tiempo una dirigencia reconocida. Pero la ausencia de reglas y procedimientos respetados por todosllevó al fracaso del proyecto. El pri no era un partido diseñado para competir y por eso no construyó reglas para seleccionar y postular candidatos por su libre cuenta. Fueron la inercia y el pragmatismo los que establecieron las prácticas tradicionales, que casi nunca fueron cuestionadas porque tenían garantizados los triunfos en un sistema del todo
favorable al pri. La candidatura más valiosa no estuvo a discusión jamás en el partido, no al menos de 1952 a 1982, cuando la tecnocracia, incompetente
políticamente, provocó la escisión más grave y el cuestionamiento de la atribución fundamental del presidente saliente. Si entre 1982 y 1994 el procedimiento fue cada vez más debilitado, en los años del zedillismo fue cancelado por completo. Sin presidente y sin liderazgo, el pri quedó a merced de las disputas internas, provocadas por la ambición sin control de los grupos. Madrazo pudo construir una dirección eficaz pero no hizo nada para diseñar un procedimiento útil para evitar las confrontaciones. La razón se encuentra en quela falta de reglas permite ajustar los procedimientos a las condiciones del momento, favorables no al partido sino a liderazgos fuertes. Fue por ello que ni Madrazo ni sus adversarios se ocuparon de crear nuevos procedimientos. Cada uno pensó en los que beneficiaban particularmente a alguien, no a aquellos que permitieran postular al mejor candidato. Madrazo contribuiría a dañar el proceso con su propia ambición porque al romperla regla de que el dirigente nacional no debía aspirar a la Presidencia, sometió al partido a su proyecto con ventajas claras que, finalmente, le concedieron la candidatura. En un partido sin arbitraje, se crean equilibrios cambiantes pero lo suficientemente fuertes como para bloquear proyectos institucionales. Madrazo obtuvo la candidatura pero no el apoyo de las maquinarias del partido. Ya había ocurrido seis años atrás y él había sido un participante activo porque cuando perdió la postulación ante Labastida, muchas maquinarias estatales abandonaron al candidato a su suerte. Madrazo fue una víctima del mismo comportamiento. En 2006 el Pri no pudo siquiera presentar una competencia respetable y su caida electoral fue la más profunda de su larga historia. Tendría, no obstante, una
inesperada oportunidad graciasa la falta de miras de la izquierda que, pese a haber obtenido la mayor representación en la política nacional, se empeñó en las descalificaciones y en la oposición por principio. El vacio que dejó el prD y la debilidad del pan y del gobierno de Calderón, le dieron al Pri nuevo aliento para recuperar espacios. La experiencia de Madrazo sería tan desastrosa que el priismo volvería la mirada hacia los estados y sus mandatarios en busca de soluciones. No podía ser de otra manera porque era claro que ese actor era determinante para la vida del partido. Aprendería al menos cuatro lecciones: los gobernadores eran vitales pero inconstantes en sus acuerdos y ambiciones; los liderazgos institucionales representados en ambas cámaras federales podian imponer condiciones al gobierno federal, ganar espacios en la política nacional y fortalecer sus liderazgos, lo que en el pasado era impensable; el partido debía aprender a competir, a enfrentar a sus opositores en los términos que marcaba la ley, y, por encima de
todo, necesitaba encontrar en ese mar de grupos y líderes a un político convincente, conocido nacionalmente, con habilidad y recursos, que lograra colocarse por encima de los intereses de corto plazo. La historia demostraría que fue posible encontrarlo, unificar al partido y aprovechar las condiciones de la política nacional para recuperar el poder. Sin embargo, el pri no resolvió entonces sus problemas estructurales en cuanto a reglas claras y liderazgos nacionales.
EPÍLOGO.
UN REGRESO CONDICIONADO Los partidos son indispensables para la democracia porque preparana los políticos para todos los cargos de gobierno y de elección, y para ello ofrecen opciones ideológicas a los ciudadanos. Son representantes de la sociedad y, en el supuesto básico, compiten para que los mejores individuos desempeñen las funciones del Estado. La competencia es la característica fundamental de una democracia porque en la medida en que es equitativa y respetuosa de las preferencias ciudadanas, garantiza el gobierno de las mayorías y el pluralismo en la representación. En todos los sistemas políticos existen los partidos pero no en todostienen las mismas funciones. En los sistemas autoritarios, como fue el mexicano hasta fines del siglo pasado, los partidos dominantes no nacieron para buscar el poder y menos en condiciones de equidad, sino para asegurarlo. Son partidos de Estado, lo que significa que tienen funciones institucionales útiles para su conservación y para desarrollar sus fines. Una de las consecuencias es que por más apertura política que haya, el sistema impone condiciones favorables para que ese partido se mantenga en el poder. México tuvo una reconocida pluralidad que, sin embargo, fue limitada en múltiples y variados aspectos: controles a los partidos en su crecimiento y apoyos; en el sistema electoral para restringir la competencia y la participación ciudadana, y, desde luego, en la ayuda directa e indirecta del gobierno para promoveral pri. Esa amplia variedad de condiciones permitió que el partido del Estado tuviera siempre asegurada su posición dominante hasta los años sesenta del siglo pasado, y después hegemónica, hasta que la presión ciudadana y las reformas electorales permitieron su derrota presidencial. El sistema podía ser más plural pero nunca tanto como para poner en riesgo el dominio del partido que le ayudaba a funcionar. Los cambios económicos y sociales que resultaron de décadas de programas públicos desarrollaron una sociedad cada vez másparticipativa y crítica que abrió espacios para los partidos de oposición. Una creciente apertura política llevó a que el partido del Estado disminuyera su influencia y se viera obligado a reconocer triunfos y presencia de otras opciones políticas. La conseja popular y, sobre todo, las creencias de los adversarios del pri, afirmaba que las victorias y la posición dominante del partido dependían de los apoyos indebidos que recibía del Estado, no de sus acciones como organización ni menos aún del apoyo ciudadano.
Bajo esa perspectiva, si el sistema electoral llegaba a ser imparcial, garantizaba la competencia equitativa y el respeto al voto de los ciudadanos, el pri perdería las elecciones y en poco tiempo desaparecería de la política nacional. Las reformas electorales que se aplicaron desde fines de los años ochenta del siglo pasado tuvieron el objetivo de mejorar las condiciones de competencia y construir un verdadero árbitro, más autónomo y dotado de recursos legales suficientes, para impedir las ventajas del pri. La fundación del Instituto Federal Electoral y el mejoramiento de los procesos electorales dieron el impulso necesario para que los ciudadanos se convencieran de que era posible vencer al siempre ganador priismo. Y los resultados probarían que en una competencia equilibrada y justa, la oposición podría obtener mejores posiciones e incluso la posibilidad de sustituirlo en los gobiernos. Desde finales de los años ochenta,el PRI vio avanzar a la oposición en todos los ámbitos, desde presidencias municipales hasta el Congreso federal y los gobiernos estatales. Hacia el final del siglo, el Pri vio crecientemente amenazado su dominio en la Presidencia de la República. Una sociedad descontenta, un sistema electoral realmente competitivo, una oposición con mayor presencia y credibilidad, coincidieron con un PRI agobiado por los conflictos internos. La derrota tan esperada en la Presidencia marcó la llegada final de la democracia en México y la puesta a prueba del mito de la desaparición del pri cuando el Poder Ejecutivo pasara a Otras manos. PRESENCIA ELECTORAL
Pero la profecía no se cumplió. El pri perdió la Presidencia en el año 2000 después de perder varias gubernaturas y el control del Congreso federal, pero no dejó de ser la primera fuerza política de México ni, menos aún, desapareció. Desde el 2000 el pri sufrió derrotas pero se mantuvo en la competencia, retuvo posiciones e incluso recuperó otras que había en algún momento perdido. Sin los apoyos tradicionales, el pri se vio obligado a competir, a preparar nuevas generaciones de militantes y, en especial, a revisar su estructura interna para encontrar nuevas reglas que le permitieran encontrar dirigentes y candidatos creíbles. Los desafíos fueron enormes y en más de una ocasión pusieron en serio riesgo al partido debido a los conflictos en los que nadie tuvo el suficiente poder para vencer a los adversarios. Durante los 12 años que el pan se mantuvo en el poder, unas veces
enfrentado al pri y Otras al pPrD, el viejo partido del Estado se vio envuelto en confrontaciones que debilitaron a sus dirigentes y a sus candidatos pero que demostraron que,al final de cuentas, contaba con varios activos que debía rescatar y ordenarsi quería vencer a sus competidores y, por encima de todo, sobrevivir. El dominio que ejerció durante décadas implantó la imagen de un partido
homogéneo, cuyas decisiones se tomaban desde la Presidencia de la República y que se aplicaban sin discusión hasta los niveles más elementales de la política. La imagen, como muchas respecto delas instituciones del sistema, fue equivocada. El
PRI, COMO partido instrumental, estuvo sin duda sometidoal jefe del Ejecutivo pero no logró su eficacia por su centralización sino por todo lo contrario. En realidad,el PRI al igual que el gobierno federal en sus tareas básicas, diluyó muchas de sus funciones y responsabilidades en otras instituciones. En el caso del partido había una Clara división de tareas entre la dirigencia nacional y las estatales, que se correspondía plenamente con las que tenían el gobierno, el presidente de la República, los gobernadores y sus administraciones. Desde que el modelo federal logró controlar las responsabilidades económicas, administrativas, presupuestales y políticas en el país, a los mandatarios les fueron retiradas las tareas operativas pero a cambio fueron responsabilizados de la estabilidad política en los estados. Para asegurarla, les fue concedido el control prácticamente absoluto de las instituciones locales incluido, en primera instancia, el control del partido oficial. La razón fue por supuesto pragmática porque el Estado, pese a su poder y capacidad de intervención, no fue capaz por sí solo de atender las necesidades de los estados, marcadas por la diversidad geográfica, económica y social. Por más voluntad que tuviera, el Estado se vio obligado a apoyarse en los gobiernoslocales y en especial en los mandatarios, para que manejaran las peculiaridades de cada entidad y garantizaran el control de los conflictos. La tarea del pri y más de la Secretaría de Gobernación fue vigilar que los mandatarios no conservaran su influencia al crear grupos particulares que se perpetuaran en el poder y que desequilibraran las relaciones entre la élite local. A ellos les correspondía el control total del partido en la entidad para postular presidentes municipales y diputados locales, pero los cargos federales, en especial la sucesión en el gobierno del estado, era atribución del Ejecutivo federal. Aunasí, el mandatario tenía una influencia decisiva en la política local, más arbitraria y directa de la que tenía el presidente de la República en la nacional. Cuando el pluralismo fue una realidad, sus primeras manifestaciones no tuvieron lugar en la política nacional sino en los estados. Los primeros triunfos de la oposición se presentaron en municipios y congresos locales, en una competencia cada vez más fuerte por las gubernaturas que, al final, se alcanzaría con el histórico triunfo del PAN en Baja California, en 1989. Durante los años ochenta el avance de la oposición fue significativo en los estados, mientras que en la política nacional fue limitado y nunca pusoen riesgo ni el control del Congreso federal ni menosaúnla Presidencia. La competencia fue intensa en los estados y, por ende, quienes la enfrentaron fueron los gobernadores, que tuvieron que aplicarse mucho másde lo normalpara,
por un lado, ganar las elecciones y, por otro, hacerlo sin poner en riesgo la estabilidad política. Mientras el pri en los estados se vio forzado muy temprano a competir, a buscar candidatos presentables y efectivos, a cuestionar las limitaciones corporativas y, más aún, cuando las maquinarias estatales pusieron a prueba la autoridad y experiencia de los mandatarios, el pri nacional siguió mostrando la imagen de un partido subordinado al presidente, fuera cualquiera quien ocupara el cargo, lo mismo un lider tradicional que la tecnocracia, tan ajena a la política y al propio partido. Fue así que mientras el pri y el presidente de la República escenificaban sordos enfrentamientos, los gobernadores afianzaban su poder en las maquinariaslocales y en la militancia. Si De la Madrid fue incapaz de manejar la crisis interna que provocó la disidencia cardenista y la salida de una importante corriente de priistas, Salinas utilizó el partido y las elecciones locales para preservar su imagen y Zedillo convirtió al PRI en su opositor preferido. Durante 18 años el viejo partido del Estado vivió la paradoja de formalmente gobernar el país, controlar el Poder Ejecutivo y, sin embargo, ser objeto de críticas y presiones desde el mismo poder. No fue extraño entonces que viera derrumbarse al mismo tiempo su dominio nacional y la relación que lo había definido como institución del sistema: que el presidente de la República se apoyara en él para desarrollar proyectos sociales y económicos. El presidente dejó de ser el lider que el priismo se había acostumbrado a seguir y se vio obligado a buscar entre los liderazgos estatales aquellos que pudieran darle realmente identidad y sentido político en un sistema cada vez más competido. Ésa es la razón de que el pri sobreviviera después de la derrota presidencial del 2000. Contra las previsiones de la oposición, se mantuvo como primera fuerza política, ganando gobiernos estatales, alcaldías, congresos locales y, con la única excepción de 2006, la mayoría simple en el Congreso federal. La fuerza del partido se comprobaba siempre en los estados: en 2000 gobernabaen 20 entidades, en 2006 retuvo 17 y en 2012 llegó de nuevo a 20. En 2000 representaba 42.2% de la Cámara de Diputados, en 2003, 44.8%, para descender a 21.2% en 2006, pero
en 2009 se recuperó con 47.4% y en 2012 mantuvo el 42.1%. Las cifras son significativas si se considera el tipo de puestos de elección local: en 2015 gobernaba 21 capitales estatales, controlaba 12 congresoslocales y estaba al frente de 1 044 municipios de los 2 044 de competencia electoral. Un desempeño en los comicios que ya no puede explicarse por apoyos indebidos, por inercias históricas o por desviacionesinstitucionales. Desdeluego, el éxito electoral en los estados ha contrastado con sus repetidos fracasos nacionales en 2000 y 2006. Maquinaria partidaria eficaz cuando se juega la política local, pero débil e impredecible cuando se trata de recuperar la
Presidencia. En realidad, el partido ha demostrado que tiene notable influencia local, que es capaz de movilizarse con efectividad para promover los intereses de los grupos y dirigentes, pero que no puede aprovechar racionalmente ese poder fragmentado si no consigue coordinarlo mediante un liderazgo claro, reconocido por todos los estatales, que convenza a la militancia y que luego sea capaz de convencer al electorado nacional. Roberto Madrazo probó ser un buen dirigente del partido, que pudo construir acuerdos benéficos para los gobernadores y para recuperar la presencia nacional del pri, pero no fue el candidato que unificara los intereses de todos. La principal debilidad del Pri no radica en sus preferencias ciudadanas ni en su capacidad electoral, se encuentra en su carencia de liderazgo nacional. El sistema mexicano, por definición institucional, reserva la competencia más
importante a la disputa por la Presidencia cada seis años, pero durante ese periodo las 32 entidades renuevan gubernaturas, congresos locales y ayuntamientos, lo que ha obligado a los partidos a concentrar sus esfuerzos en la política local. Debido a su historia, el pri es el único partido con verdadera presencia nacional, con organismos en todos los estados y municipios, mientras que sus dos principales adversarios, PAN y PRD, solamente tienen influencia local y, cuando más, regional.
Contra todas las suposiciones previas a la alternancia, el Pri ha aprendido a competir, a observar los límites y condicionamientos legales y a postular candidatos creíbles, lo que ha significado desarrollar nuevas generaciones de militantes ahora acostumbrados a liderazgos estatales, no al del presidente de la República. Los datos prueban queel pri está más presente de lo que sus opositores quisieran. La alternancia es un hecho comprobado y plenamente aceptado por los ciudadanos. Además de su evidente repetición en la Presidencia de la República y del pluralismo en el Congreso federal, se ha presentado en 22 de las 32 entidades del país desde 1989. No obstante, la competencia no involucra a todos los partidos de la misma forma, pues en todas las entidades solamente el pri es un constante adversario, lo que ha hecho que las disputas electorales sean siempre bilaterales entre el pri y el paN O el PRD. Rara vez la política local ha comprometido a los tres partidos o se ha centrado solamente entre el pan y el PRD. Ganar O perder elecciones ha sido un fenómenoqueel pri, y por extensión el resto de partidos, ha tenido que aceptar, pero en el caso del viejo organismo dominante lo ha obligado a entender los términosde la alternancia y el pluralismo. De las 10 entidades que no han experimentado la alternancia la mayoría son gobernadas por el Pri, pero también se encuentran otros donde el pan se ha afianzado (Baja California y Guanajuato) o el PrpD (Distrito Federal). Este dato revela la diferenciada penetración de los partidos pero también, en el caso del pri, indica que las élites
locales han logrado reproducirse exitosamente con fuertes liderazgos que han avivado sus viejas tradiciones. Era esperable que de los estados y en especial de aquellos donde el priismo tiene más arraigo y experiencia, surgiera el liderazgo que unificara al partido y, en su caso, lo llevara a recuperar la Presidencia. ÉLITES ESTATALES
Deentre las élites locales donde el priismo tiene particular tradición, destaca la del Estado de México, tan homogénea, disciplinada y eficaz que ha dado origen a uno de los mitos más enraizados en la política nacional en el sentido de que está constituida por un solo y único grupo que cambia sólo de líderes y que, mágicamente, evita los conflictos. Sin duda que la crítica a esta interpretación exige un tratamiento particular, pero baste decir que simplifica la realidad porque tanto el conflicto interno como la competencia externa han existido en el Estado de México y lejos de destruir a la élite, la han obligado a profesionalizarse, de manera similar a la que por décadas presentó la élite priista nacional. El Estado de México ha experimentado una fuerte competencia local en la que tanto el pan como el pro han obtenido importantes victorias, lo mismo en el Congreso local que en los municipios, y destacadamente en la capital del Estado, Toluca, y su zona conurbada. A tal grado ha llegado la competencia que ambos partidos han construido regiones enteras donde su poder ha sido constante. Esa fuerte competencia ha obligado al priismo a prestar una permanente atención a su militancia, a la búsqueda de nuevospriistas y a incorporar demandas sociales que puedan darle una mejor posición electoral. En esas circunstancias, el priismolocal ha escenificado fuertes enfrentamientos con los liderazgos nacionales del partido y, en los años de dominiopriista en el país, con el gobierno federal. En la época de la homogeneidad del pri, el Estado de México fue siempre un ámbito cuidado por la élite nacional debido a que los grupos que se formaban conseguían tanto poder que tendían a consolidarse. Durante los años cuarenta del siglo pasado el gobierno federal empleó toda su fuerza para acabar con los grupos tradicionales y fundar una nueva élite, más afín a la que ya se desarrollaba en la política nacional. El resultado fue tan satisfactorio que pronto los nuevos liderazgos intentaron afianzarse, lo que obligó al Ejecutivo federal a bloquear constantemente sus intentos. Sin acabar con la élite local, la forzó a competir, a reconocer liderazgos propios, a construir acuerdos que, por un lado, les reservara la política local sin injerencias federales, y por otro, que la fortaleciera como élite con identidades propias. Durante el dominio priista, los políticos del estado mantuvieron una benéfica relación con el centro nacional pero a medida que se perdió la conexión entre la Presidencia y el pri, la élite local mantuvo la suya sin
alteraciones. La última intervención federal tuvo lugar a principios del gobierno de Salinas, cuando el recién llegado presidente retiró del gobierno a Beteta por su lamentable desempeño electoral en 1988. No volvería a ocurrir un acto semejante en los años siguientes, sino todo lo contrario, como lo prueba que Zedillo, en medio de su inexperiencia política, recurriera a un mandatario local, Emilio Chuayffet, para conducir la política nacional. El gobernador abandonó el Ejecutivo local pero no perdió su influencia para seleccionar a su sucesor y éste al suyo, en 1999. En 2005 el cambio en el gobierno de la entidad se volvió determinante para el PRI, que pretendía capitalizar su avance electoral para regresar a la Presidencia. Madrazo no sólo encontró un rival de importancia en Arturo Montiel, el gobernador saliente, sino que vio en la élite local a un posible aliado. La resistencia de Montiel a que Madrazo y el pri nacional intervinieran en su espacio de control, constituyó uno de los episodios más delicados en el periodo del pri sin liderazgo nacional. Como prueba dela crisis y de los nuevos equilibrios que el pri vivía, fue el gobernador y no el dirigente nacional del partido el que se llevó la victoria en ese enfrentamiento. Montiel impuso a su sucesor en pleno uso de las nuevas facultades que los mandatarios tenían sin el arbitraje presidencial y, por supuesto, sin reconoceral líder del pri. Era evidente que la dirigencia partidista no tenía la fuerza necesaria para enfrentar a los gobernadores que en verdad controlaban la política de sus estados y menos en el Estado de México, con una de las élites locales más experimentadas y disciplinadas a su mando local. Este dato es de particular relevancia porque el gobernador Montiel nunca mostró a lo largo de su sexenio una gran habilidad política. Lo que sí lo caracterizó fue la reproducida tradición de que los mandatarios controlaran de manera vertical y muy firme el aparato partidario en el estado. En aquella coyuntura, Montiel tuvo suficiente control de su propio partido, de la élite local y de sus representantes para elegir por sí solo a quien lo sucedería en el cargo. La importancia de esa élite es resultado de varias circunstancias políticas y económicas. Históricamente, el Estado de México ha aprovechado su ubicación geográfica para beneficiarse de las políticas de crecimiento del gobierno federaly, por ende, se ha constituido como la entidad con mayores recursos económicos y presupuestales. El gobernador tiene acceso directo a la política nacional y si emplea coninteligencia sus recursos puede promoverse en todo el país. Debido a su Calendario electoral, el mandatario puede manejar la política y las instituciones del estado a lo largo del sexenio presidencial y, en consecuencia, puede emplear su cargo para construir su candidatura sin incurrir en violacionesa la ley y ni siquiera contra lo permitido por su partido. Las ventajas, sin embargo, no son independientes de la persona que las quiera
utilizar. La aspiración a la Presidencia ha sido una constante en los gobernadores del estado. De entre todos ha destacado el más importante político, Carlos Hank,
cuya habilidad y experiencia no fueron suficientes para vencer la entonces prohibición constitucional que impedia a hijos de extranjeros buscar la postulación. Alfredo del Mazo y Emilio Chuayffet siguieron los mismos pasos y después de gobernar la entidad con diferente suerte, se incorporaron al gabinete presidencial para competir por la sucesión. Del Mazo llegaría a figurar abiertamente en el experimento de De la Madrid de 1987, y Chuayffet se vería obligado a dejar tempranamente la Secretaría de Gobernación y con ella sus aspiraciones, después de un desastroso desempeño. Montiel, ya sin el arbitraje presidencial, aprovechó todas las oportunidades que se le presentaron para conseguir la postulación. Aplicó todos sus recursos para promoverse, construir apoyos con otros mandatarios, imponer a su sucesor y controlar, hasta dondele fue posible, la política interna del pri para conseguirlo. Fueron las acusaciones de corrupción las que lo pusieron fuera de la competencia, pero no sus bases en el estado, lo que demostraba que esa posición seguía siendo una fuente extraordinaria de poderenelpri. Comoparte de la estrategia de Montiel para buscar la postulación del partido, preparó el relevo en el gobierno estatal que recayó, no sin un grave conflicto entre los grupos priistas, en la figura de su novel funcionario, Enrique Peña Nieto. La trayectoria del joven político fue uno de los principales problemas para lograr el reconocimiento de la élite tradicional porque era en extremo corta y en cuyoéxito era posible ver siempre la mano de Montiel. Con apenas 33 años, Peña Nieto se convirtió en subsecretario de Gobierno en 1999, en la administración de César
Camacho. En el gobierno de Montiel, Peña Nieto ocupó la entonces poderosa Secretaría de Administración, que lo colocaba como uno de los más influyentes funcionarios en el gobierno. En las elecciones locales de 2003 Peña Nieto fue elegido diputado y se convirtió en líder del congreso del estado, desde donde prepararía, con la decisiva ayuda del mandatario, su postulación al gobierno estatal. En rigor, Peña Nieto fue uno de los gobernadores con menor experiencia política y por lo tanto se le consideraba muy débil, más cuando la suya fue una de las elecciones internas más conflictivas dentro del priismo local y fuera, donde Montiel y Madrazo, presidente del cen, se enfrentaron seriamente. Con todo, su elección fue exitosa pues obtuvo 47.6% de los votos frente a 24.7% del PAN y 24.5% del pPrD, pero en 2006,al realizarse las elecciones para renovar el congreso y los ayuntamientos, su inexperiencia fue notoria porque el pri apenas logró ganar
53 de los 125 municipios en juego, y 19 de las 75 diputaciones locales, lo que colocó a su gobierno en una posición comprometida frente a sus adversarios, que
vieron la oportunidad de obtener ventajas electorales en el corto plazo. Pero contra todas las previsiones, Peña Nieto recuperó el control del pri en la entidad y en las elecciones de 2009 prácticamente borró de la política a sus opositores, porque ganó 97 de los municipios y 39 de las curules locales; más importante fue el hecho de que arrebató a la oposición sus alcaldías tradicionales como Naucalpan, Ecatepec y Cuautitlán al pan, y Nezahualcóyotl al pro. En 2009 Peña Nieto afianzó su poderen el estado y probó la militancia, dentro y fuera, que era un líder con capacidad política. Su desempeño local fue un importante aliento en la política nacional porque el PRI, pese a la desastrosa derrota de 2006, tuvo oportunidad de llenar el vacio
político que la izquierda creó en la administración de Calderón. A pesar de queel PRD Obtuvo el segundo lugar en el Congreso federal y en esa posición el Pan y el gobierno de Calderón tenían que buscar su apoyo, su intransigencia e intolerancia colocaron al Pri, formalmente con menor representación, como el partido que podía cogobernar. El pri recuperó su presencia y lentamente su posición nacional pues en 2009 duplicó su votación y venció al pan y al prD en las elecciones de diputados federales, al pasar de 21.2 a 47.4%. En las elecciones para renovar gubernaturas su rendimiento fue notable porque a lo largo del sexenio aumentó su presencia de 17 a 20 gobiernos. Lo relevante es que en esta tarea Peña Nieto prestó una importante ayuda al partido porque aprovechó su posición y sus recursos para apuntalar campañas en otros estados y, desde luego, construir alianzas con el resto de mandatarios, muy en particular con el del estado de Hidalgo, vecino colindante y muy semejante politicamente. El resultado fue visible muy pronto porque el gobernador del Estado de México logró una posición nacional prácticamente inalcanzable en la competencia por la Presidencia. Desde fines de 2009, cuando empezaron a aplicarse las primeras encuestas sobre la intención de voto, Peña Nieto ya destacaba en las preferencias dentro y fuera del pri. Para los priistas, él estaba muy por encima de su principal competidor, Manlio Fabio Beltrones, quien significativamente no era gobernador, pero entre los ciudadanos, Peña Nieto prevalecía ante cualquier combinación de posibles candidatos del pan y el prD. El pri con Peña Nieto obtenía en promedio 47% de las intenciones de voto, ante 17% del Pan y 15% del PrD, de acuerdo con las encuestas consolidadas de la empresa Parametría. Con variaciones menores, esta tendencia se mantuvo incluso cuando los tres partidos nombraron a sus candidatos. Peña Nieto se convirtió en un reconocido líder del pri, eficiente en su
control interno y convincente para el resto de líderes grupales, dentro y fuera de los estados. La última prueba de su habilidad fue resolver la sucesión local que recayó en un político no tan cercano a él, Eruviel Ávila, pero con fuertes apoyos internos. Peña Nieto probó que podía reconocer la posición de un aspirante y
garantizar con ello la victoria del partido, y lo demostró con creces porque el pri obtuvo 62% de los votos en 2011, mientras que el pan se desplomó a 12.3% el PRD logró apenas 21%. Ávila no sólo ganó con ventaja a sus opositores sino que obtuvo 14 puntos más que Peña Nieto en 2005, lo que demostró que el pri podía avanzar si lograba una verdadera dirección política. Las elecciones, en especial las que corresponden a la Presidencia, están influidas siempre por diversos factores, algunos de largo plazo y muchos que siendo circunstanciales a veces alcanzan tanta importancia que se vuelven
determinantes. Las elecciones de 2012 no escaparon a estas condiciones y porlo tanto, no es posible establecer una sola para que el pri volviera al poder después de 12 años y dos derrotas consecutivas. Un profundo desgaste de los gobiernos del PAN, y en particular del de Felipe Calderón, que concentró toda su capacidad en la violencia, así comoel discurso repetitivo y polarizante del pro, se combinaron con la aparición de un candidato creíble en el Pri. Muy importante aspecto porque esa victoria no garantiza de ninguna manera la presencia del partido en el poder nacional. Es muy conocida la tesis de que los partidos, de acuerdo con su tradición, su presencia, etc., cuentan con el apoyo seguro de sectores sociales que le dan una base constante de preferencias en las elecciones, conocido en general como el voto duro. El pri, debido a su larga historia, a su penetración geográfica y, sobre todo, a su prolongado dominio que ha coincidido con varias generaciones de mexicanos,es el partido con el mayor voto duro. La mejor prueba de ese voto y en especial de su tamaño, se puede encontrar en el que recibió en 2006, cuando Madrazo perdió credibilidad y apoyos dentro y fuera del partido. En esos comicios apenas consiguió 21.6%, frente a 36.1% que habia obtenido en 2000, 50.7% en 1988 y 50.1% en 1994. Es obvio que las preferencias bajaron y que la competencia fue mayor, pero a pesar de lo difícil que fueron las contiendas, sólo en 2006el descrédito dejó al pri con aquellos militantes convencidos del partido, así no lo estuvieran del candidato. Si el voto duro del pr1 se mantiene entre 21 y 22% de los ciudadanos, es evidente que esas simpatías no pueden por sí solas asegurarle una victoria nacional. En 2012 el Prr obtuvo 38.2% de los votos, suficiente para ganar a sus adversarios dado el sistema electoral de mayoría simple, pero que está muy lejos de los porcentajes del pasado. En cualquier caso, es de subrayar que entre su voto duro y el sufragio necesario medien al menos 19 puntos que no son para mada seguros y que pueden dirigirse, según las circunstancias del momento,a otro partido y candidato. La historia del Pri demuestra que ha construido una poderosa maquinaria electoral pero que su eficacia no es nacional sino local y que solamente cuando cuenta con un liderazgo creíble, éste puede unificarlo para pretender ganar los comicios presidenciales. Su historia también prueba que no nació para competir ni
para ser independiente del gobierno y mientras lo primero lo ha aprendido con rapidez, lo segundo no lo ha logrado superar. Su problema de liderazgo se origina en el hecho de que como partido de Estado dependió de la voluntad del presidente en turno, y no de una dirección propia. Sin presidente, el pri ha probado que navega a la deriva de acuerdo con los intereses fragmentados de gruposlocales. La victoria presidencial de 2012 ha confirmado este dilema: ganó, con independencia de las condiciones políticas nacionales, porque encontró un líder con autoridad y capacidad para construir acuerdos, pero que al convertirse en presidente ha asumido de nuevo el mandodelpartido. La historia se repite otra vez. Al tomar posesión, el presidente sustituyó al dirigente del partido Pedro Joaquín Coldwell, con César Camacho, con larga experiencia política y leal al mandatario. Es posible que en 2015, después de los comicios de medio término y la disputa de nueve gubernaturas, Camachodeje la presidencia del cen para encargarse de la diputación federal. En todo caso, es claro que su permanencia depende de la voluntad del jefe del Ejecutivo. Y en cuanto a su estructura y definiciones, el pr1 continúa acatando los deseos de su líder, no los propios. Por ejemplo, de la misma manera que en el pasado, el pri ha ajustado sus estatutos a esa voluntad externa. El cen continúa siendo la instancia relevante con una representación amplia en la que destacan los gobernadores, por sí solos y por medio de los dirigentes de los comités directivos estatales. Es el órgano que determina el mecanismo para elegir candidato a la Presidencia (que puede ser mediante elección directa o por convenciones). El cambio más importante, introducido después de la elección presidencial, se encuentra en los requisitos para ser candidato a puestos de elección de los que se han eliminado las condiciones impuestas en los noventa. Ahora, para aspirar a la Presidencia, gobernadores y jefe de gobierno del Distrito Federal el político debe tener la calidad de cuadro con 10 años de militancia nada más, ya no es necesario haber sido dirigente o haber ocupado un cargo de elección popular. Para el Senado o la Cámara de Diputados se requieren cinco años de militancia y calidad de cuadro o haber sido dirigente del partido. A simple vista parecería que el pri se ha reconciliado con el presidente para que éste pueda, como en el pasado, seleccionar a su posible sucesor, pero en el fondo revela que el partido está reconociendo que la realidad es demasiado importante porque ya sus militantes no pueden cumplir con las viejas condiciones de dirigencia y representación, ni para la Presidencia ni para las gubernaturas. Pero también, de manera marginal, indica que está fomentando la carrera de los legisladores a quienes sí demanda ser dirigentes del partido. Su convocatoria ideológica tampoco es una garantía de convencimiento parael electorado. Si durante décadas enteras el nacionalismo revolucionario fue criticado por sus permanentes referencias a la Revolución, un hecho histórico que cada vez
está más lejos de la conciencia nacional, al ser sustituido en los años del salinismo por el liberalismo social, simplemente se demostró que el Pri no encontraba ninguna ideología ni definición clara para acercarse al electorado. El rechazo en los años noventa al liberalismo social fue más un rechazo a las imposiciones arbitrarias de Salinas que la búsqueda de una nueva definición. En los hechos,el PRI Continúa sin encontrar la definición ideológica que lo ubique en el panorama electoral en el sistema de partidos en México. No ha reincorporado el nacionalismo revolucionario y por el contrario lo que el Pri ha hecho ahora es definirse como partido socialdemócrata. Una simple lectura de lo que el pri en su declaración de principios define como socialdemocracia, demuestra que no tiene idea ni de lo que es la socialdemocracia ni, por lo tanto, de cómo puede aplicarse al caso mexicano. En esas condiciones, el prI no puede presentar una alternativa ideológica al electorado, asunto en apariencia menor si se compara con el hecho de que el resto de partidos tampoco encuentra una clara definición. El problema para el pri, sin embargo, es que durante añosjustificó su presencia y sus gobiernos siendo el heredero de la Revolución y por lo tanto el responsable de cumplir con los programas sociales que ese movimiento estableció. En las condiciones actuales, su explicación acerca de los compromisos sociales depende más de la voluntad propia que de una herencia histórica. Sus fuentes de fortaleza, las maquinarias y militancia locales, representan un desafio importante. En ellas encontró la vía para sobrevivir, al aprender y experimentar la competencia electoral y, sobre todo, para formar a nuevas generaciones de priistas. Demostró que puede retener el poder y contar con nuevos
militantes, pero también ha reproducido sistemáticamente la condición que lo hace posible, es decir, el sometimiento a los liderazgos locales. De hecho, la vieja
disciplina y subordinación priista se ha conservado en las maquinarias de los estados y, con grados diversos, se ha fortalecido con el regreso al poder presidencial. En la administración de Peña Nieto, el Pri no ha mostrado discrepancias graves simplemente porque mantiene el poder y, de acuerdo con su naturaleza, le ha entregado al presidente su lealtad. Pero el problema de fondo subsiste porque no puede garantizar que pueda conservar el poder nacional. De nuevo, como ya le ocurrió durante décadas, el pr1 puede sumirse en una extrema complacencia en la que suponga que su posición actual puede perdurar al margen del fortalecimiento de los partidos que lo confrontan y de la sociedad, cada vez más atenta y vigilante. Si algo ha sido claramente conseguido en el cambio político de México, es que los ciudadanos se han acostumbradoal pluralismoy, por encima de todo, a la alternancia, valor supremo de la democracia, sin duda,
pero que significa que no hay razones para temer a un cambio de partido en el gobierno. Bajo ese principio, el pri puede seguir confiando en su valía pero la
sociedad puede darle una nueva lección de prudencia. No es posible predecir el camino que seguirá el pri después de su regreso al poder, no sólo en cuanto a su posible permanencia sino en cuanto a su autonomía y fortalecimiento. Es previsible que continúe como eficaz maquinaria electoral en los estados y que, dependiendo de la fortaleza de sus opositores, se alterne en el poder, pero no hay ninguna evidencia que pruebe que está construyendo una estructura propia, autónoma y centralizada, que le permita sobrevivir al liderazgo presidencial y que ofrezca opciones ideológicas y programáticas a las nuevas generaciones de mexicanos. Hasta mediados del gobierno de Peña Nieto, el pri solamente ha demostrado que puede ganar elecciones pero no que puede preparar liderazgos propios, confiables y con autoridad para darle rumbo. El más importante, que pueda sobrevivir a la Presidencia de la República.
ANEXO DIRIGENTES DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL, DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y NACIONAL REVOLUCIONARIO
Presidente Dr. César Camacho Quiroz Secretaria general Lic. Ivonne Ortega Pacheco 11 de diciembre de 2012 a la fecha (julio 2015) Presidente Lic. María Cristina Díaz Salazar 30 de noviembre de 2012 al 11 de diciembre de 2012
Presidente Lic. Pedro Joaquín Coldwell Secretaria general Lic. María Cristina Díaz Salazar 8 de diciembre de 2011 al 30 de noviembre de 2012 Presidente Lic. María Cristina Díaz Salazar 2 de diciembre de 2011 al 8 de diciembre de 2011 Presidente Lic. Humberto Moreira Valdés
Secretaria general Lic. María Cristina Díaz Salazar 4 de marzo de 2011 al 2 de diciembre de 2011
Presidente Lic. Beatriz Elena Paredes Rangel Secretario general Lic. Jesús Murillo Karam 4 de marzo de 2007 al 4 de marzo de 2011 Presidente Lic. Mariano Palacios Alcocer
Secretario general Lic. César Augusto Santiago Ramirez, Dra. María del Rosario Gloria Green Macías
31 de agosto de 2005 al 3 de marzo de 2007 Presidente Lic. Roberto Madrazo Pintado Secretaria general Profra. Elba Esther Gordillo Morales 4 de marzo de 2002 al 31 de agosto de 2005 Presidente Lic. Dulce María Sauri Riancho Secretario general Lic. Esteban Moctezuma Barragán,
Lic. Rodolfo Echeverría Ruiz, Lic. Jesús Murillo Karam,
Dr. Sergio García Ramírez 1 de diciembre de 1999 al 4 de marzo de 2002 Presidente Lic. José Antonio González Fernández
Secretaria general Lic. Dulce María Sauri Riancho 1 de abril de 1999 al 30 de noviembre de 1999
Presidente Lic. MarianoPalacios Alcocer Secretario general Lic. Carlos Rojas Gutiérrez 11 de septiembre de 1997 al 31 de marzo de 1999 Presidente Lic. Humberto Roque Villanueva Secretario general Lic. Juan S. Millán Lizárraga 15 de diciembre de 1996al 11 de septiembre de 1997 Presidente Dr. Santiago Oñate Laborde Secretario general Lic. Juan S. Millán Lizárraga 19 de agosto de 1995 al 13 de diciembre de 1996 Presidente Lic. María de los Ángeles Moreno Uriegas Secretario general Lic. Esteban Moctezuma Barragán, Lic. Pedro Joaquín Coldwell 3 de diciembre de 1994 al 19 de agosto de1995 Presidente Lic. Ignacio Pichardo Pagaza Secretario general Lic. José Francisco Ruiz Massieu 13 de mayode 1994 al 3 de diciembre de 1994 Presidente Lic. Fernando Ortiz Arana Secretario general Dr. José Luis Lamadrid Souza 30 de marzo de 1993 al 13 de mayo de 1994 Presidente Lic. Genaro Borrego Estrada Secretaria general Lic. Beatriz Paredes Rangel, Dr. José Luis Lamadrid Sauza 14 de mayode 1992 al 30 de marzo de 1993 Presidente Lic. Rafael Rodríguez Barrera Secretaria general Lic. Beatriz Paredes Rangel 13 de abril de 1992 al 14 de mayo de 1992
Presidente Lic. Luis Donaldo Colosio Murrieta
Secretario general Lic. Rafael Rodríguez Barrera 3 de diciembre de 1988 al 13 de abril de 1992
Presidente Lic. Jorge de la Vega Domínguez Secretaria general Lic. Irma Cué Sarquís de Duarte, Lic. Humberto Lugo Gil, Lic. Manuel CamachoSolís 8 de octubre de 1986 al 3 de diciembre de 1988 Presidente Lic. Adolfo Lugo Verduzco Secretario general Lic. Mario Vargas Saldaña, Dr. Francisco Luna Kan,
Lic. Irma Cué de Duarte 2 de diciembre de 1982 al 8 de octubre de 1986 Presidente Lic. Pedro Ojeda Paullada Secretario general Lic. Manuel Bartlett Díaz 14 de octubre de 1981 al 2de diciembre de 1982 Presidente Javier García Paniagua Secretario general Lic.Guillermo Cosío Vidaurri 19 de marzo de 1981 al 4 de octubre de 1981 Presidente Lic. Gustavo Carvajal Moreno Secretario general Lic. José de las Fuentes Rodríguez 8 de febrero de 1979 al 19 de marzo de 1981 Presidente Lic. Carlos Sansores Pérez
Secretario general Lic. Juan Sabines Gutiérrez 4 de diciembre de 1976al 8 de febrero de 1979
Presidente Lic. Porfirio Muñoz Ledo Secretario general Lic. Augusto Gómez Villanueva 25 de septiembre de 1975 al 4 de diciembre de 1976 Presidente Lic. Jesús Reyes Heroles Secretario general Lic. Enrique González Pedrero 21 de febrero de 1972 al 25 de septiembre de 1975 Presidente Lic. Manuel Sánchez Vite
Secretario general Lic. Vicente Fuentes Díaz 7 de diciembre de 1970 al 21 de febrero de 1972
Presidente Lic. Alfonso Martínez Dominguez Secretario general Prof. Enrique Olivares Santana 27 de febrero de 1968al 7 de diciembre de 1970 Presidente Dr. Lauro Ortega Martínez Secretario general Lic. Fernando Díaz Durán 22 de noviembre de 1965 al 27 de febrero de 1968 Presidente Lic. Carlos Alberto Madrazo Becerra
Secretario general Dr. Lauro Ortega Martínez 6 de diciembre de 1964 al 22 de noviembre de 1965 Presidente Gral. Alfonso Corona del Rosal
Secretario general Lic. Juan Fernández Albarrán, Lic. Rodolfo González Guevara 4 de diciembre de 1958al 1 de diciembre de 1964
Presidente Gral. Agustín Olachea Avilés Secretario general Lic. Rafael Corrales Ayala 26 de abril de 1956al 3 de diciembre de 1958 Presidente Gral. Gabriel Leyva Velázquez Secretario general José Gómez Esparza 4 de diciembre de 1952 al 26 de abril de 1956 Presidente Gral. Rodolfo Sánchez Taboada Secretario general Teófilo R. Borunda Ortiz, Lic. José López Bermúdez, Lic. Adolfo López Mateos 4 de diciembre de 1946al 4 de diciembre de 1952 Presidente Dr. Rafael Pascasio Gamboa Cano
Secretario general Lic. Ernesto P. Uruchurtu 19 de enero de 1946al 5 de diciembre de 1946 Presidente Lic. AntonioI. Villalobos
Secretario general Florencio Padilla, Gustavo Cárdenas Huerta 2 de diciembre de 1940al 19 de enero de 1946
Presidente Gral. Heriberto Jara Corona Secretario general Gustavo Cárdenas Huerta 19 de junio de 1939al 2 de diciembre de 1940
Presidente Lic. Luis I. Rodríguez Taboada Secretario general Lic. Esteban García de Alba 2 de abril de 1938 al 19 de junio de 1939 Presidente Lic. Silvano Barba González Secretario general Lic. Esteban García de Alba 26 de agosto de 1936al 2 de abril de 1938 Presidente Lic. Emilio Portes Gil
Secretario general Genaro V. Vázquez 15 de junio de 1935 al 26 de agosto de 1936 Presidente Gral. Matías Ramos Santos Secretario general Lic. Antonio Villalobos, José María Dávila 14 de diciembre de 1934al 15 de junio de 1935 Presidente Cnel. Carlos Riva Palacio Secretario general Lic. Federico Medrano V. 25 de agosto de 1933 al 14 de diciembre de 1934 Presidente Gral. Melchor Ortega Camarena Secretario general Fernando Moctezuma 12 de mayode 1933 al 9 de junio de 1933 Presidente Gral. Manuel Pérez Treviño Secretario general Gonzalo N. Santos 28 de agosto de 1931 al 12 de mayo de 1933 Presidente Gral. Lázaro Cárdenasdel Río Secretario general Lic. Silvestre Guerrero 15 de octubre de 1930al 25 de agosto de 1931 Presidente Lic. Emilio Portes Gil
Secretario general Lic. Genaro V. Vázquez 22 de abril de 1930 al 15 de octubre de 1930 Presidente Prof. Basilio Vadillo Ortega Secretario general Cnel. Matías Rodríguez 11 de febrero de 1930al 22 de abril de 1930 Presidente Gral. Manuel Pérez Treviño
Secretario general Ing. Luis L. León
4 de marzo de 1929al 11 de febrero de 1930
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA Los estudios acerca del prI son muy pocos y normalmente se centran en alguna etapa O coyuntura especifica. No hay investigaciones que reconstruyan puntualmente su desarrollo, estructura, militancia, ideología o conflictos internos.
En contraste, los trabajos sobre sus dos primeras etapas, que comprenden al pnr y al prRM, son más amplios y entre ellos destaca el excelente e incomparable estudio de Luis Javier Garrido, que reconstruye con detalle los primeros años del partido del Estado. Debe subrayarse que también los primeros años cuentan con diversos estudios que, sin abordar directamente al partido, constantemente se refieren a él y a su papel en las circunstancias históricas específicas que analizan. Son los casos de los tomos que van de los años veinte a los cuarenta de la Historia de la Revolución mexicana, que El Colegio de México preparó en los años setenta del siglo pasado. La única recopilación documental del partido fue preparada por el Instituto de Capacitación Política del prI en los años ochenta y se encuentra solamente en bibliotecas. La siguiente es una lista de los ensayos y libros más destacados sobre los distintos periodos del partido.
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González Casanova, Pablo, “El partido del Estado y el sistema político”, en El Estado y los partidos políticos en México, México, Ediciones Era, 1982. Instituto de Capacitación Política, Historia documental del partido de la Revolución, México, PRI, 13 tomos, varios años. Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales, El partido en el poder, México,PRI,
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Reyna, José Luis, El Partido Revolucionario Institucional, México, Nostra Ediciones,
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Historia mínima del Partido Revolucionario Institucional Portada de Pablo Reyna. Cuidó la edición la Dirección de Publicaciones de El Colegio de México libros.colmex.mx video-comenatrios de libros COLMEX Octubre 2017
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ción que lo considera un aparato de manipulación previsto desde Acant Aa peño. Más allá de su utilidad en ese terreno, la interpretación sola: mente ha servido para que no se conozca qué hacia el PRI, cómose NANA e RENO dE Pa aa MA
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