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HISTORIA DE LA U.G.T. EN LA EMIGRACIÓN 1939-1950
1 (1939-1940)
AMARO DEL ROSAL Ultimo
Secretario Adjunto de la
Comisión
Ejecutiva
HISTORIA DE LA U.G.T. EN LA EMIGRACIÓN 1939-1950 1 (1939-1940)
EDICIONES GRIJALBO, S. A. B A R C E L O N A - B U E N O S AIRES-MEXICO, D. F. 1978
INDICE DE ESTE VOLUMEN
Nota del editor Frontispicio ( 1 9 3 9 ) Comentarios y acotaciones a modo de Prólogo. De Varis a Nueva York ( 1 9 4 0 ) .,. ... Introducción ........................................... .... 1. 2. 3. 4. 5.
La U.G.T. de España en la emigración (1939-1950) ... La Comisión ejecutiva en Francia El golpe de Casado-Besteiro-Mera La Comisión ejecutiva en París París, centro de actividades de la U.G.T. en el exilio. (Febrero 1939-marzo 1940) 6. En torno al mes de marzo de 1 9 3 9 7. La constitución del organismo de ayuda. Su misión y sus dificultades ... 8. Problemas de solidaridad y sus organismos 9. En plena fiebre de emigración 10. El problema del Vita y sus consecuencias . . . . . . . 11. Situación en el mes de mayo (1939) 12. A partir del 15 de mayo de 1939 ••• 13. La organización de la primera expedición a México. Unas consideraciones previas ... 14. El Sinaia, vanguardia de la esperanza 15. Conferencia nacional francesa de ayuda a los refugiados españoles. París, 10 y 11 junio 1939 ••• 16. El proceso de la superación orgánica de la U.G.T. en la emigración. Preparación de la segunda y tercera expediciones en los barcos Ipanema y Mexique 17. La emigración a Chile, Argentina, Venezuela y Santo Domingo i ...
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El esfuerzo de la política de emigración Las maniobras de Prieto y sus seguidores. Acciones nefastas en contra de la República española ... ... «El dueño y señor del Vitas. El problema de la comisión permanente. Los documentos del P.S.O.E. y del P.C.E. fijando posiciones ... Las actividades culturales de la F.E.TE. en los campos de concentración y refugios de Francia en 1939 . . . . . . Hechos y acontecimientos durante el mes de julio Los periodistas españoles refugiados en Francia Otras acciones ugetistas durante el mes de julio Algunas estampas de la política de represión de marzo a julio de 1939. Después de la «paz honrosa» del golpe de Casado. Conferencia internacional de ayuda a los refugiados españoles (París 1939) Balance de sucesos del mes de agosto. Agudización de los problemas internacionales y los nuestros de tipo nacional, tanto en España como en el exilio Algunos ejemplos de la labor perturbadora de la J.A.R.E. en los campos. División frente a unión La expedición colectiva a Chile ... ... El problema de Dantzig ... El intento de Indalecio Prieto de entregar los refugiados a Franco , Con el pacto germano-soviético y la declaración de la Segunda Guerra Mundial se inicia la más difícil etapa del gobierno en el exilio y de los exiliados políticos en Francia La justificación histórica del pacto de no-agresión germanosoviético , ... Prieto y el pacto germano-soviético. Su actitud al desencadenarse la guerra Posición de la Comisión ejecutiva de la U.G-T. en el exilio ante el pacto germano-soviético Declaraciones del Dr. Juan Negrín, presidente del último gobierno constitucional de la República española, denunciadas por Prieto La Segunda Guerra Mundial y los refugiados españoles en Francia y Norte de África ... Liga de mutilados e inválidos de la Guerra de España Algunos problemas abordados por la U.G.T. en la emigración ;
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Un proyecto de constitución de colonias agrícolas en Argelia, Túnez y Francia ... ... , ... ... 4 1 . Organismos y oportunismos ... ... ... „. ... ... ... 42. Un organismo más: «La Ligue des amis des Basques» 43. Los refugiados pertenecientes a la Federación de Espectáculos Públicos , ....... , 44. El problema de los niños evacuados de España durante la gue-
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Situación en torno a los tres últimos meses de 1939. La agonía del S.E.R.E. La acción desintegradora de los «antis» ... 46. Las dificultades de acción de la U.G.T. en el exilio. Finales de 1939 a 1940 ... 47. Gibraltar-Lisboa .... ., 48. Etapa final en Francia de la dirección de la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en el exilio y de las demás organizaciones, así como de las actividades del S.E.R.E. (marzo-junio 1940). 49- La salida de París hacia México ... , .... 50. Algunas consideraciones en torno a la vida financiera y administrativa de la U.G.T. ... ... ... 51. Rindiendo cuentas para la historia de la U.G.T 52. Informe de Tesorería y las cuentas al 30 de junio de 1939. (Li¬ moges) 53. La contabilidad de la Comisión ejecutiva en París, bajo la responsabilidad del presidente Ramón González Peña y del secretario adjunto Amaro del Rosal 54. Informe del Comité de Ayuda del Fondo de Solidaridad Internacional. Limoges, 13 mayo de 1939 55. Dirigentes de la Unión General de Trabajadores que perciben subvención del Fondo Internacional de Solidaridad y se encuentran en Francia el 14 de junio de 1939 56. Ultima correspondencia cruzada entre la U.G.T. y la Federación Sindical Internacional (febrero de 1940) 57. Testimonios históricos , ... 58. Acuerdo franco-mexicano (12 de agosto de 1940) 59- Un gran servicio de la Federación de Banca a las organizaciones nacionales de signo socialista en el exilio. Puntualizando ...
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NOTA DEL EDITOR
Ediciones Grijalbo, S. A., presenta éste que puede considerarse como el cuarto volumen de la Historia de la Unión General de Trabajadores de España, y que está dedicado al primer año de la vida en el exilio de la central sindical española. En él se recogen los turbulentos hechos acaecidos en el año 1 9 3 9 y primeros meses de 1 9 4 0 . Muchos de los documentos, actas, testimonios e informes están formulados a escondidas, «sobre las rodillas», por ugetistas recluidos en campos de concentración o en libertad bajo persecución policíaca; piezas escritas «a todo vapor» sobre la mesa de un cafetín, en el banco de una avenida o parque público, siempre con la precipitación obligada por la necesidad de una pronta llegada a su destino. Se ha respetado en todo momento, la forma, el estilo y la espontaneidad de cada escrito. No se trata de un trabajo académico ni de laboratorio. El autor declara, sin falsa modestia, que no es historiador; es un autodidacta y no un universitario; no estamos, pues, ante una mal disimulada pretensión literaria; su propósito primordial es la narración de hechos en los que ha sido, directa o indirectamente, actor. Está, por lo tanto, involucrado en la crónica, no puede mostrar la frialdad del historiador profesional. Difícil resulta despojarse de una lógica pasión al evocar un tan conflictivo pasado. La obra de Amaro del Rosal que «Ediciones Grijalbo» está poniendo al alcance de sus lectores, no obstante las fallas que, sin duda, registrará, 1
1. El período de la vida de la U . G . T . correspondiente al siglo X I X está recogido en el volumen titulado La violencia, enfermedad del anarquismo. Antecedentes e historia del movimiento sindical socialista en España. La etapa correspondiente al siglo XX hasta el final de la guerra civil española, en los dos volúmenes titulados Historia de la U.G.T. de España, 1901-1939, tomos 1 y 2, y de 1 9 3 9 a 1 9 5 0 , bajo el título Historia de la U.G.T. en la emigración, en los tres volúmenes finales de esta obra general, que abarcarán los lapsos 1 9 3 9 - 1 9 4 0 , 1 9 4 0 - 1 9 4 5 y 1 9 4 5 - 1 9 5 0 , respectivamente, el primero de los cuales tiene el lector entre sus manos. Los dos tomos finales serán publicados en un futuro próximo.
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es una extraordinaria aportación a la historia del movimiento obrero español de signo socialista. El conjunto de su trabajo pudiera definirse como una «Memoria», una crónica general, más o menos pormenorizada en la que se va poniendo de relieve, cronológicamente, el papel jugado por el órgano de dirección ejecutiva de la primera central sindical nacional más antigua del país, desde su creación en 1888 hasta 1950, año en que el autor dará por terminado su trabajo. Y en esa dirección y con ese objetivo, sin duda se trata del más grande empeño intentado hasta el día de hoy. Este volumen, al igual que los tres anteriores y los que habrán de publicarse en el futuro, ponen de relieve experiencias y conductas de cuyo análisis pueden desprenderse valiosas enseñanzas. Es un acervo histórico, materia prima sin una elaboración exhaustiva que se pone a disposición de los historiadores y estudiosos de las nuevas generaciones que, distanciados de los hechos por cuatro décadas, no se vieron involucrados en los acontecimientos registrados. El autor, llevado de un honesto sentido autocrítico, no oculta que su obra, al decir de los eruditos, carezca de «rigor científico», aunque ese concepto pudiera no ser aplicable en este caso. El único rigor exigible es la narración auténtica y escueta de los hechos, presidida por la más estricta veracidad y, en este caso, Amaro del Rosal lo cumple y se empeña en demostrarlo con una, tal vez, machacona y apasionada reiteración. Los que lo conocemos podemos expresar que es su modo, su forma y característica personal. Amaro del Rosal no pretende, lo confiesa sin rodeos, ofrecer en sus obras ni un prurito, ni una preocupación estilista; su sola intención es no dejar enterrada en el olvido la gestión y conducta de un órgano de dirección del movimiento obrero español, en este caso, la Unión General de Trabajadores de España, a cuyo organismo dedicó, con perseverancia y entusiasmo, la mayor parte de su vida. «Ediciones Grijalbo» ha prestado y seguirá prestando su entusiasta colaboración a este afán que aparte de su contenido histórico, entraña aunque modestamente, un homenaje a los precursores del movimiento obrero español de signo socialista. La vida social y vicisitudes de la Unión General de Trabajadores de España, del «ugetismo», en muchos aspectos, es un hecho sin precedentes en la historia del movimiento obrero mundial —no exageramos el concepto—; no puede perderse en el olvido. Las experiencias del pretérito son indispensables, en el presente, para forjar el futuro de un movimiento sindical enraizado en su historia reivindicando sus viejas tradiciones. EDICIONES GRIJALBO, S. A.
F R O N T I S P I C I O 1939
El 1.º de febrero de 1939 se reunían en el castillo de Figueras, por última vez en territorio nacional, las Cortes Españolas Republicanas y proclamaban: — Respeto a la soberanía y a la independencia nacional. — Realización de un plebiscito, mediante el cual pueda darse al pueblo español el régimen que estime conveniente. — Libertad para que todo el que lo desee pueda expatriarse, sin perder el derecho de nacionalidad. El 13 de febrero de 1939, el «Boletín Oficial del Estado», del Gobierno del general Franco, establecido en Burgos, publicaba un Decreto-ley sobre responsabilidades políticas. En su artículo 1.° establecía: «Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde el 1.° de octubre de 1934 y antes del 18 de julio de 1936, contribuyeron a crear o a agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España y de aquellas otras que, a partir de la segunda de dichas fechas se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad grave...» El slogan de las «dos Españas» ha sido la negación de España; el del fascismo, «España, una, grande y libre», el del empequeñecimiento de los valores históricos y morales más preciados, que expresaban la auténtica grandeza del pueblo español en su lucha por la independencia, la libertad y la democracia.
COMENTARIOS Y ACOTACIONES A MODO DE PROLOGO. DE PARÍS A NUEVA YORK 1940
El año 1939 y primeros meses de 1940, ha sido una de las etapas más pródigas en dramáticos acontecimientos que registra la historia moderna y, pudiera decirse, de todos los tiempos, en razón de los hechos que de ella se derivaron, sobre todo, para los hombres que hoy se acerquen a los sesenta años y aquellos que los rebasaron, pueden recordar, con conocimiento de causa, lo que significaron los eventos mundiales que se produjeron en el fatídico año de 1939 y primeros meses de 1940. Para los españoles, dieron continuidad a sus tres años de tragedia ya vividos. Los fenómenos del fascismo italiano, del nazismo alemán, del falangismo español, del corporativísimo portugués y del militarismo japonés, envolvieron a la humanidad en una tragedia de colosales consecuencias que tuvo como antecedentes las acciones parciales sufridas por los pueblos que fueron las primeras víctimas de la política de agresión, de guerra y de dominio, en complicidad con el fascismo aborigen de cada país y la cobardía de las potencias llamadas democráticas. Así sucedió en Europa, España, Austria y Checoslovaquia. Las consecuencias de la II Guerra Mundial, en cuanto a preservar la paz, serían muy discutibles si se consideraran como superadas. Se están desarrollando, con más o menos hipocresía, tendencias belicistas, discusiones entre gobiernos que no son, ciertamente, una garantía para la paz. Esos fenómenos conflictivos siguen poniendo en peligro la armonía internacional. Si la fenecida Sociedad de las Naciones, surgida de la Primera Guerra Mundial, fue un instrumento inútil, incapaz de asegurar los pactos y compromisos elaborados en su nombre, la Organización de las Naciones Unidas, creada tras la segunda contienda mundial, no ha respondido, hasta hoy, a la confianza que los pueblos depositaron en el alto Foro Internacional ni a los principios proclamados en la Carta de San
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Francisco, debido ello al juego de intereses de las grandes potencias y a las contradicciones afloradas en el propio seno de la O.N.U. Como republicanos españoles podríamos objetar decisiones y acuerdos en los cuales, con una gran injusticia, soslayó la O.N.U. la inolvidable gesta antifascista de nuestro pueblo. Por otra parte, es obvio que las Naciones Unidas no han podido imponer su autoridad para resolver los conflictos internacionales más violentos de la posguerra. Si en 1939 los pueblos dejaron de creer en la Liga de las Naciones, por su manifiesta ineficacia, en 1977 no es aventurado considerar que la Organización de las Naciones Unidas ha dejado en su camino buena parte de su autoridad y prestigio perdiendo con ello la fe que los pueblos han depositado en ella como garantía de paz y seguridad. En torno a la crisis europea de 1936-1939, sólo el Estado mexicano mantuvo una posición terminante, categórica, sin hipocresías ni actitudes diplomáticas escurridizas, de fraseología cínica y engañosa, como se caracterizó la política de otros estados. Esa actitud de gallardía del general Lázaro Cárdenas fue expuesta a través de sus representantes en la Sociedad de las Naciones, Narciso Bassols e Isidro Fabela, dos grandes internacionalistas mexicanos, así como por las personalidades de la República Española don Juan Negrín y don Julio Alvarez del Vayo. En aquellas horas de confusión interesada, de claudicaciones cobardes, de menosprecio a todas las reglas del Derecho Internacional, el presidente Cárdenas precisó en ocho puntos breves y concretos, la posición de su país en el foro internacional, como no lo había hecho nación alguna. Helos aquí: «I.
México es y deberá seguir siendo un Estado fiel a la Sociedad de las Naciones. II. México cumplirá estricta y puntualmente el Parto de la Liga. III. México ha reconocido y reconoce como inalienable el principio de no intervención. IV. Como consecuencia de lo anterior, México se constituirá, en todo momento que sea necesario, en defensor de cualquier país que sufra una agresión exterior de cualquier importancia. V. Especialmente en el conflicto español, el Gobierno mexicano reconoce que España, Estado miembro de la Sociedad de las Naciones, agredida por las potencias totalitarias, Alemania e Italia, tiene derecho a la protección moral, política y diplomática, y a la ayuda material de los demás Estados miembros, de acuerdo con las disposiciones y terminantes del pacto. VI. El Gobierno mexicano no reconoce ni puede reconocer otro
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representante legal del Estado español que al Gobierno republicano. En el caso de Abisinia, México reconoce que ese Estado ha sido víctima de una agresión a su autonomía interna y a su independencia de Estado soberano por parte de una potencia interventora. En consecuencia, la Delegación de México defenderá los derechos etíopes en cualesquiera circunstancia en que se pretendan ser conculcados. En términos generales, México ha sido y debe seguir siendo un país de principios, cuya fuerza consiste en su Derecho y en el respeto a los derechos ajenos. Consecuentemente, la representación de México en Ginebra deberá ser intransigente en el cumplimiento de los pactos suscritos, en el respeto a la moral y al Derecho Internacional y, específicamente, en el estricto cumplimiento del Pacto de la Sociedad de las Naciones.» («México en Testimonios» - Secretaría de la Presidencia.)
En esos ocho puntos se plasmaba, en líneas generales, la posición del Gobierno mexicano en el seno de la Sociedad de las Naciones, cuando la diplomacia británica, francesa y sus acólitos se mofaban de todos los principios del Derecho Internacional y del Pacto del propio organismo que ellos habían creado al final de la Primera Guerra Mundial como instrumento encargado de asegurar la paz mundial, una paz que consideraban indivisible. Si las llamadas democracias hubiesen sido consecuentes con esos principios, se habría evitado el crimen contra España y otros pueblos. Pero la historia se repitió: España, que fue víctima de la Sociedad de las Naciones, volvió a conocer la injusticia de las Naciones Unidas que, a su vez, no fueron fieles a los principios que habían establecido. Pero ahí queda, como lección, la posición de México. En septiembre de 1939, estalla la II Guerra Mundial. En el quinquenio que va de 1940 a 1945, se desarrollaron las más grandes batallas de todos los tiempos y se experimentaron las armas de destrucción masiva más atroces que haya imaginado y conocido el hombre. En Hiroshima y Nagasaki se dieron los dos ejemplos de mayor barbarie que haya registrado la humanidad, complementando los horrores de los campos de concentración y de las grandes masacres. Jamás el respeto a los derechos humanos, a la persona humana, había descendido a niveles tan bajos e irracionales. Lo monstruoso y lo bestial desafiaba y se mofaba de todo lo humano y racional. Sin duda, generaciones futuras alejadas por muchos años de este maldito quinquenio y de lo que fue su prólogo, lo definirán como
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una etapa, como un capítulo demencial de la humanidad, si es que los hechos del pasado no se ven superados por los de una tercera guerra mundial atómica. En este caso, el hombre-monstruo habrá destruido al hombre. Sólo el Continente Americano estuvo a salvo de esa ola de terror. En una futura guerra, si llegara a desencadenarse, no se salvaría ningún rincón de la Tierra. Las generaciones de hoy rechazan, con aparente razón, esos recuerdos del pasado, no quieren oír hablar de ellos. No basta. La lucha por la paz, el contribuir a crear sistemáticamente un estado de conciencia en los pueblos, en las masas, evidenciando lo que entraña la loca carrera armamentista, los fabulosos stocks de armas atómicas y de todos los ingenios modernos de destrucción masiva, es una tarea fundamental, de actualidad decisiva que no puede ser relegada. La denuncia permanente de los fautores de guerra, que no amenazan a un pueblo determinado, sino a todos los pueblos, al propio planeta, es tan apremiante y necesaria hoy, en 1977, como lo era en 1936 y en 1912, cuando en la catedral de Basilea el Socialismo declaraba «la guerra a la guerra». Pretendiendo ignorar en el presente las lecciones y experiencias del pasado, no se contribuye a forjar el futuro que se anhela. La lucha por la libertad y la democracia, por el bienestar de los pueblos, por una sociedad más justa y humana, por un «progreso-civilizado», no es independiente, por el contrario, está vinculada a la acción constante contra esa gigantesca acumulación de armamentos, de medios de dominación, de destrucción y exterminio que mantienen e incrementan en sus arsenales los países poderosos enfrentados entre sí. Es un desafío y menosprecio hacia los pueblos débiles. El incremento colosal de los arsenales del imperialismo es la causa determinante de una situación económica mundial caótica. Sustrae gigantescos recursos a la economía de los pueblos para canalizarlos a los presupuestos de guerra, en detrimento de una organización auténticamente democrática de las naciones, de su bienestar social y material, de su cultura, de una racional utilización de los bienes de consumo, de un equilibrio ecológico del planeta. En ese hecho está la causa fundamental, determinante, de la crisis económica en que nos debatimos y las condiciones de hambre y miseria de las grandes masas de los países subdesarrollados. Las dantescas estampas de Hiroshima y Nagasaki; las huellas espeluznantes de los campos de concentración; las terribles batallas, en los diferentes campos de operaciones, la de Leningrado es un ejemplo, no se borran, no desaparecen, por el hecho de ignorarlas. Ahí están incitando a la acción permanente por la causa de la paz, para que ese pasado de ignominia y sufrimiento nunca más vuelva a repetirse. En esa lucha, en esa inquietud, las clases laboriosas, la juventud, tienen que estar en la van-
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guardia, como avanzada del socialismo. Frente a los instigadores de guerra, debe desarrollarse una conciencia colectiva de paz entre los pueblos que imponga principios de entendimiento, que cierre el paso a la demencial carrera armamentista, que imponga la destrucción de las armas atómicas acumuladas. El coste de un submarino atómico o de uno de esos gigantescos aviones de la muerte, representa recursos que podrían hacer feliz a una parcela de la humanidad. ¿Cómo pueden ser las nuevas generaciones impermeables a las lecciones del pasado e insensibles a las grandes amenazas que ensombrecen su futuro...? El Socialismo mantuvo siempre como punto fundamental en sus programas una posición firme y categórica en relación con los presupuestos de guerra y los ejércitos permanentes. Prestó una especial atención al problema de la paz y de la guerra. Esto que hoy reviste la máxima gravedad, se está olvidando. ¿Cómo puede ser insensible la clase obrera española al hecho de que en territorio nacional existan bases atómicas de una potencia extranjera? En nombre de ningún «socialismo», de no importa qué oportunismo, puede ocultarse o minimizarse tal problema. La palabra «socialismo» encarna un concepto del más profundo sentido universal. ¿Es que para los que niegan la historia, todos los problemas que denunció el socialismo sistemáticamente en el pasado como característicos del régimen capitalista, han desaparecido? Ni rosas, ni claveles, con su belleza plástica y aroma agradable, ni los líricos cantos de sirenas de un cierto y extraño socialismo, liquidarán las grandes y fundamentales contradicciones en que se debate el mundo capitalista. ¿A dónde fueron a parar los claveles rojos de la revolución democrática portuguesa...? La primera batalla contra la barbarie del nazifascismo fue la guerra de España con sus 32 meses de lucha y resistencia heroica, ante el abandono y la insolidaridad descarada de los gobiernos de las llamadas democracias de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y otras naciones que estaban bajo la tutela política y económica de esas potencias. Obligado es reiterar la única excepción en el mundo: la solidaridad de la Unión Soviética y México. Esto se sabía en 1940 y se quiere olvidar en 1977, por no tener en cuenta una laguna de 40 años en la que el pueblo español estuvo privado de toda libertad y de toda posibilidad de análisis histórico desde el campo de la democracia. Los héroes por la causa de la libertad, en 1977, están presentes; son historia. Para forjar la victoria de hoy, ¿no debemos recordar, ni tener presente las experiencias y lecciones del pasado? Sería inútil. La historia se ríe de los que la menosprecian y les lanza al rostro sus lecciones. En el cuadro histórico determinado por la situación previa a la Segunda Guerra, en 1939, parte de las fuerzas antifascistas que pudieron salir de España y con ellas las direcciones de sus organizaciones políticas, 2
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sindicales, con su último y legítimo Gobierno del Dr. Negrín a la cabeza, se encontraban refugiados en Francia. Los Gobiernos de las democracias que con su complicidad y política de «apaciguamiento» habían sacrificado a España, Abisinia, Austria y Checoslovaquia, creían que evitaban la guerra, pero se vieron envueltos en la conflagración en las peores condiciones y sufrieron las consecuencias de su cobardía con las primeras y tremendas derrotas entre la que se destaca, como la más espectacular, la capitulación ante Hitler de Bélgica y Francia. Esto hoy también es sabido y olvidado. Las contradicciones de hoy —1977— no son las de 1940, por supuesto, son otras, pero su naturaleza es la misma. Angustiados por el recuerdo y las acuciantes realidades que confrontaba Europa en 1940, abandonábamos Francia y Bélgica —el país del socialista Spaak, el primero en reconocer a Franco—, rumbo a México, vía Nueva York. México era el país de América que con mayor generosidad ofrecía libertad y asilo político a los españoles republicanos internados en Francia tras la derrota en su lucha por la causa indivisible de la libertad, la democracia y la paz, según reconocían en sus manifestaciones las democracias, llamadas después de la guerra, para mayor sarcasmo, «mundo libre occidental». La paradoja dramática en que vivían los refugiados españoles y el pueblo español no tenía parangón. En 1940 nos veíamos obligados a dejar una Francia gobernada por un equipo de traición nacional que había destruido, previamente, las fuerzas vitales y patrióticas de la verdadera democracia para así crear las condiciones que condujeron a la capitulación, en junio de 1940. Si Alemania se hubiese lanzado en los primeros momentos sobre la Unión Soviética, el juego de Daladier y Chamberlain habría sido perfecto. No fue así. 1
Navegábamos rumbo a los Estados Unidos en uno de los últimos barcos que salieron del puerto de Amberes cargado de centenares de inmigrantes de todas las nacionalidades, en su mayoría judíos. Entre los pasajeros íbamos una decena de refugiados españoles. Para todos era un viaje de derrota aunque precursora de jornadas de victoria. Creíamos que el nazifascismo, finalmente, sería vencido, aunque a costas de incalculables sacrificios para los pueblos de Europa. Salvo las Islas Británicas, dejábamos una Europa bajo la bota del militarismo alemán y a una España bajo un régimen de terror despiadado puesto a las órdenes de sus amos de Berlín y Roma. 1. Supresión de los sindicatos, de los Partidos, del Parlamento, de la prensa democrática, encarcelamientos, campos de concentración, régimen policíaco.
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Salimos de París, previa decisión de la organización cuando estábamos imposibilitados de toda acción, de todo movimiento, mas si ello nos daba una relativa tranquilidad de conciencia, no por lo mismo sentíamos una satisfacción política. Resultaba triste contemplar la situación de Europa y sentir la impotencia a que estaban sometidas las fuerzas antifascistas en Francia. Cuando navegábamos por el Canal de la Mancha, entre las costas del continente y las de las Islas Británicas, nuestra nave iba salvando los obstáculos de los barcos hundidos; éramos conscientes de que íbamos dejando atrás un sombrío panorama de guerra, que teníamos ante nosotros la perspectiva de unos años de dura lucha, pero que el final sería victorioso con nuevos y esperanzadores horizontes. La U.G.T. en América ya tenía montadas sus delegaciones, en México, Chile y Santo Domingo, adonde ya habían arribado miles de ugetistas en el conjunto de inmigrantes. Se trataba de concentrar en México a su Dirección. Cuando se programó y decidió nuestra salida de Francia pensábamos que nuestros sustitutos, Manuel Cordero y E. Fernández Egocheaga, y en la organización de Banca, Ramón del Campo, Vicepresidente de la Federación y funcionario del S.E.R.E., podrían contribuir, con su colaboración, a llevar a la práctica el programa de evacuaciones que tenía establecido el S.E.R.E.; que estarían en condiciones de cumplir esa misión concreta por gozar de una mayor libertad de acción ante las autoridades al no estar tildados de «peligrosos» comunistas. Pero no fue así. Los acontecimientos se precipitaron y el derrumbe de Francia fue cosa de semanas. Sólo tuvieron un margen de actividad, salvando no pocas dificultades, de poco más de un mes en el que se produjo la evacuación de París, para ser declarada, en el caos, poco más tarde, «ciudad abierta». En mayo se acentuó la represión. Cosa paradójica: a mayor presión del nazifascismo, al avance de las armas hitlerianas, las autoridades francesas respondían con una mayor represión en contra de los elementos antifascistas, tanto nacionales como internacionales refugiados en Francia, entre ellos, naturalmente, los españoles. La explicación de ese hecho era suficientemente significativa y denunciaba el carácter de la guerra en su primera fase. En ese mes eran detenidos los principales funcionarios del 1. Tanto el P.S.O.E. como el P.CE. habían decidido establecer sus direcciones en México, el Gobierno del doctor N e g r í n , a su vez, concentraba en la capital azteca su Gobierno. De no haber quedado neutralizado el yate Vita en México, es casi seguro que en los últimos momentos N e g r í n , Méndez Aspe y otras personalidades hubiesen podido salir para México. El grupo de españoles del barco Westernland lo formaba Luis Delage y familia, del P.C.E. y Ejecutiva de Banca; José Camps, del P.S.U.C.; Amaro del Rosal y familia, Secretario Adjunto de la U.G.T. y del P.S.O.E.; Federico Melchor, de la dirección de la J.S.U. y del P.C.E.; Julián G ó m e z «Gorkin», uno de los principales dirigentes del P . O . U . M
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S.E.R.E., entre ellos el que actuaba como jefe administrativo, José María Rancaño, y el secretario del organismo, José Ignacio Mantecón, y llevados al campo de «Triage» de Rolland Garros, en Auteil, y más tarde al campo de los «seleccionados» de Vernet D'Ariege —no se registró una sola detención de los elementos de la J.A.R.E.—. Otros funcionarios, así como los representantes de las organizaciones y partidos, entre otros, Cordero, Egocheaga, Del Campo, Antonio Huerta, Manuel Azcárate, pudieron llegar a Marsella e instalarse en aquella ciudad para dar continuidad a su gestión. El S.E.R.E., de acuerdo con el Consulado mexicano en la capital del Rhone y con la Legación instalada en Vichy, organizó dos refugios en las cercanías de Marsella, uno en el castillo de la Reynarde; otro, en el castillo de Mont Grand. Allí se concentraron grupos de refugiados amparados por la bandera mexicana y que estaban pendientes de ser evacuados. El S.E.R.E. en París había quedado liquidado; sus restos, muy en precario, deambularon por Marsella y lograron la evacuación de algunos contingentes. Finalmente, Cordero, Egocheaga, Huertas, Del Campo, Rancaño, Mantecón y muchos otros, lograron salir de Francia hacia México y otras repúblicas. En Marsella, puede considerarse que el S.E.R.E. terminó su vida administrativa, para quedar en acción la J.A.R.E. Cuando México declara la guerra al Eje, se inicia una nueva etapa, la final. Suecia se encarga de los negocios mexicanos. El Dr. Negrín, presidente del Gobierno en el exilio, con el ministro de Hacienda don Francisco Méndez Aspe, Ramón Lamoneda y otros republicanos perseguidos, salían de Burdeos en un pequeño barco de carga y ganaban las costas de Inglaterra. El 10 de junio el Gobierno francés había abandonado París para instalarse en Tours, el mismo día que Italia declaraba la guerra a Francia. «El 10 de junio —diría Roosevelt— la mano que empuñaba el puñal, ha herido por la espalda a su vecino». A los pocos días el Gobierno francés se trasladaba a Burdeos. El 11 de julio quedaba instalado en Vichy el primer Gobierno de Pétain, el aliado y amigo de Franco. A petición de Pétain, el embajador de Franco en Francia, Félix Lequerica, es el que sirve de intermediario para la capitulación de Francia ante Hitler, que se firma el 22 de julio. Ni Francia podía llegar a menos, ni el franquismo a más... ¡Franco gestionando la capitulación de Francia! Del Gobierno del nuevo Jefe de Estado francés, ma1
1. Embajador, en el primer período, Luis I. Rodríguez, que fue sustituido por el general Francisco G. Aguilar, ostentando el cargo de Cónsul General en Marsella, don Gilberto Bosques. El 20 de agosto el Gobierno de México establece un convenio con el Gobierno de Vichy de protección y ayuda a los refugiados españoles amparados con la bandera de México que les ofrecía derecho de asilo político. Este convenio salvó la vida a miles de españoles.
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riscal Pétain, presidido por Pierre Laval, formarían parte el senador Ibarnegaray, gran amigo del franquismo que durante nuestra guerra había realizado una intensa labor pro-franquista en los Departamentos de los Pirineos y en las zonas fronterizas. Así pudo realizarse, con toda impunidad, el crimen de que fueran internados violentamente en España por la policía franquista, al amparo de la Ges apo y de la policía de Vichy, Luis Com¬ panys, Julián Zugazagoitia, Cruz Salido, Juan Peiró y otros refugiados, para ser fusilados en España los cuatro, al poco tiempo de su secuestro. De haber quedado atrapados en Francia, Negrín y otras personalidades del Estado Republicano caracterizadas por una actividad de unidad y de lucha, sin duda habrían corrido la misma suerte. Nuestra llegada al nuevo continente no pudo ser más desagradable. Sin ningún examen de papeles, sin ninguna explicación, nos encierran en la isla de Manhattan. No cabía duda que habíamos salido de Francia y Bélgica bien recomendados por los agentes fascistas representantes de naciones que decían que estaban en guerra contra el «nazifascismo». Esa conducta de las autoridades de «Ja gran democracia americana» fue para el grupo de refugiados españoles del Westernland, una profunda decepción. Comprendimos de nuevo, en tierras de América, a qué grado llegaba la política, la acción de los servicios secretos a las órdenes de las fuerzas reaccionarias del imperialismo y de su estrategia, justificando su conducta en el famoso argumento de la «lucha contra el comunismo», el mismo de Hitler, de Mussolini y de Franco, aplicado bajo el régimen de Roosevelt. Esa afirmación que hacía casi un siglo había sido consignada por Marx y Engels en las primeras frases de su famoso manifiesto comunista: «Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo». Lo que recorría y dominaba a Europa no era el fantasma del comunismo, sino la realidad del nazifascismo, la fuerza más retrógrada, bárbara y bestial de todos los tiempos. Del grupo de refugiados españoles que llegaron a Nueva York en el Westernland, sólo desembarcó Julián Gómez «Gorkin» que portaba, bien acreditado, el pasaporte de «anticomunista». En nuestro encierro en Manhattan (allí estábamos con una parte de la documentación de la Secretaría de la U.G.T.) confirmábamos las contradicciones e inconfesables propósitos en que estaba envuelta la palabra «democracia», en las intenciones de los Estados Mayores, de sus agentes y de las funestas figuras de Chamberlain y Daladier; las maniobras de la anteguerra y los oscuros fines que perseguía en su primera fase. Era difícil comprender el juego de la diplomacia occidental y sus representantes, de ahí el éxito del periodista Rolland Dorgelés, cuando en un famoso reportaje, en septiembre de 1939, definió la contienda como la «Dróle de Guerre». Frase que se hizo célebre. En la isla de Manhattan sufrimos la más profunda decepción y comprendimos, desde tierras de f
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América, a qué grado llegaba y qué proyecciones internacionales tenía la política, la acción de los servicios secretos como instrumentos de las fuerzas del imperialismo, tratando de justificar su conducta en la lucha contra el comunismo, pero que en el fondo no era y es otra cosa que la pantalla tras la cual escondían y esconden sus propósitos de clase, su política en defensa de los grandes intereses del mundo capitalista y que en esa maniobra, en 1936-1939, estaba envuelta, consciente e inconscientemente, la socialdemocracia. Desde los Estados Unidos, la meca de la libertad y la democracia, según sus panegíricos y, mirando hacia Europa, confirmábamos la suciedad en que estaba envuelta en aquellos contubernios la palabra «democracia», el carácter de las maniobras de la anteguerra, de las que España era una víctima; los pérfidos fines de la guerra misma en su primera fase, la establecida en Munich y que fue la causa determinante que llevó a la U.R.S.S. al pacto de no agresión germano-soviético. Los hechos evidenciaban que las potencias occidentales no intentaban luchar contra el nazifascismo, coincidiendo con el franquismo, sino que trataban de empujarlo hacia el Este contra la Unión Soviética y, para ayudarle, las llamadas democracias se dedicaban a aplastar, en cada país, las fuerzas auténticamente democráticas y antifascistas de Europa Central y Occidental, esgrimiendo el mismo slogan de Hitler, Mussolini y Franco, es decir, la bandera del anticomunismo. Ese era el panorama de 1939, durante los primeros meses de la II Guerra. Pero el curso de los acontecimientos desbordaron los primeros planes de los Estados Mayores. Estamos en abril de 1940 camino de México a donde llevábamos el propósito de montar —como lo era de las demás organizaciones— la Dirección de la C E . de la U.G.T., dispuestos a proseguir la acción y la lucha en defensa de los refugiados en Francia y África, por la denuncia del terror que estaba imperando en España bajo el régimen de tiranía del franquismo; en demanda de solidaridad de la clase obrera y de los pueblos de América Latina. Esos eran nuestros propósitos, nuestros planes. Tiene fin, pues, el presente relato en Nueva York en marzo de 1940, en la isla de Manhattan, a espaldas de 'a estatua de la Libertad. Se da por terminado el trabajo en abril de 1977, pero para los efectos históricos, estamos en París en febrero de 1940 con la ridicula máscara antigás a cuestas, bajo el control y vigilancia permanente de la policía. En este mes de abril de 1977 iniciamos el trabajo sobre el II volumen de la «Historia de la U.G.T. en la Emigración» en el período que va de 1940 a 1945, el año de la victoria sobre el nazifascismo, pero no para los anti-
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fascistas españoles. El fantasma de la no intervención en 1945 seguía proyectándose sobre el llamado «caso de España». AMARO DEL R O S A L D Í A Z
Retrospectiva 1940. México-España. Abril 1977.
INTRODUCCIÓN Se ha subrayado más de una vez en otros trabajos, sin que en ello haya el menor asomo de petulancia ni de subestimación para otros países, que el movimiento obrero español ofrece muchos aspectos singulares en relación con el de otros pueblos pero, entre ellos, ninguno tan extraordinario como el que se desprende del final de la guerra civil y de independencia de 1936 a 1939, y que tuvo fin como consecuencia del criminal golpe de Casado-Besteiro, después de la evacuación de Cataluña hacia Francia y, finalmente, la de la Zona Centro Sur hacia África; cada una con su propia característica. Por estrategia e imperativos de la guerra, en noviembre de 1936, el aparato administrativo del Estado, presidente de la República, Cortes, Tribunal Supremo, ministerios, se traslada de Madrid a Valencia; en 1937, de Valencia a Barcelona y en 1939 de Barcelona a Francia. Siguieron ese proceso de evacuación las direcciones de los partidos políticos y organismos sindicales recomendado por las propias autoridades. En Barcelona, funcionaba el Gobierno central en el marco de sus atribuciones y el Gobierno autónomo de Cataluña en el suyo. Después de la pérdida del norte, se refugia en la Ciudad Condal el Gobierno autónomo de Euzkadi. En Barcelona, convertida en la capital de España, se encuentran concentrados todos los poderes. Con la pérdida de Cataluña, la representatividad del aparato del Estado español, de la República y los Gobiernos autónomos se repliega hacia la frontera, a Figueras, y se internan en Francia con el propósito de reintegrarse a la Zona Centro Sur, la parte del territorio nacional que seguía bajo la legalidad y soberanía de la República, y allí continuar la resistencia. El Gobierno legítimo se trasladó, en primer lugar, a Madrid, junto con altos jefes militares, pero a los veinte días se produce el golpe CasadoBesteiro, el Gobierno regresa a Francia y se liquida la legalidad de los poderes republicanos para «desgobernar» la Zona Centro Sur, la Junta de Defensa facciosa del coronel Casado-Besteiro y demás sublevados.
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En Francia quedan bloqueadas las representaciones auténticas de las instituciones del Estado, las de las organizaciones políticas y sindicales de España y, con ellas, medio millón de refugiados de los que formaban parte las fuerzas del Ejército de Cataluña. A esos miles de refugiados se unirían los que pudieron evacuar de la Zona Centro Sur hacia África, en el transcurso de los días de la gran «débacle». A esa evacuación se había anticipado, con bastantes días, la injustificada y lamentable, por precipitada, evasión de Cartagena de la Escuadra española, para refugiarse en Bizerta (Túnez). Tal era el cuadro republicano en marzo de 1939El camino de la hecatombe quedaba abierto y las fuerzas «nacionales», con el apoyo de las de Italia, Alemania y contingentes marroquíes, avanzan tranquilamente sobre la capital, y el Gobierno de Franco, desde Burgos, extiende su poder de dictadura sobre todo el territorio nacional. De marzo a octubre de 1939, una salvaje política de represión «limpia» la Zona Centro Sur y el 18 de octubre el Gobierno de Burgos se instala en Madrid. Durante el primer quinquenio el nuevo régimen se dedicaría, principalmente, a destruir, violenta y sistemáticamente, las instituciones, las organizaciones políticas y sindicales, todos los elementos progresistas que sustentaban al régimen de libertad y de democracia de la República. No fue una política de represión solamente, sino de exterminio. Sólo en la emigración podía seguir manifestándose la representatividad de la democracia española, de sus instituciones, de sus organizaciones políticas y sindicales y, esto, no por mucho tiempo. Francia entraba en una política reaccionaria, aunque resulte paradójico, a medida que los acontecimientos internacionales empujaban a Europa hacia la Segunda Guerra Mundial. Los refugiados españoles quedaron atrapados en una gran encrucijada. Los equipos colectivos de dirección nacional de cada organización política y sindical se encontraban y actuaban en el exilio acogiéndose, en una primera etapa hasta finales de 1939, a la limitada libertad de movimiento y de acción que les ofrecía Francia; a partir de esa fecha a 1940 se ven obligados a evacuar hacia América, donde disfrutan de una plena libertad de acción que les proporciona el Gobierno y el pueblo mexicanos y otras repúblicas americanas. En la capital de México se concentran las direcciones colectivas de les partidos y organizaciones sindicales de España: Partidos Republicanos, P.S.O.E., P.C.E., J.S.U., Unión General de Trabajadores, C.N.T. y P.S.U. de Cataluña. En México empiezan a publicarse los órganos de expresión de cada partido y organización y a proyectar su acción de protesta en contra del régimen de tiranía imperante en España, procurando movilizar a la opinión pública de América y animar corrientes de solidaridad hacia la causa liberadora del pueblo español. Ese era el panorama inicial que ofrecía la emigración republicana española concentrada en México, mientras que la de Francia estaba imposibilitada de toda
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actividad y en España reinaba el terror más despiadado que impedía toda acción sindical y política de oposición a la dictadura. En la medida que los refugiados desarrollaban su labor antifascista en México, contribuían, indirectamente, a impulsar las tendencias democráticas en todos los pueblos hermanos de Iberoamérica y a fortalecer el frente antifascista en todo el continente, lo que representó una gran aportación moral a la lucha en contra del nazi-fascismo. La labor de los refugiados en América durante la II Guerra Mundial y después de la victoria, ha tenido, sobre todo en México, hondas repercusiones de un gran contenido político, económico e intelectual, con una proyección histórica que, al día de hoy, no ha sido valorizada ni en su dimensión, ni en la repercusión incalculable que tendrá en un futuro inmediato, cuando en España exista un auténtico régimen democrático que se vincule a los pueblos de América y a sus corrientes democráticas. La obra de los refugiados españoles en el Nuevo Continente, especialmente en el campo de la cultura, ha sido extraordinaria, a la que están dando continuidad sus hijos, sus nietos; obra que quedará registrada en la historia de América, especialmente en México, con caracteres indelebles, imperecederos. Bajo tierra americana duerme una gran parte de la generación de los hombres más ilustres de la democracia española que, desde el campo científico, de las artes y de la intelectualidad, sustentaban al régimen republicano instaurado el 14 de abril de 1931. No nos corresponde a nosotros hacer la crónica, la historia del papel jugado por ese conjunto de intelectuales, por las organizaciones políticas españolas en estos cuarenta años de exilio y de dictadura en España. Cada partido, cada organización ha jugado su papel; se escriba o no, la historia de su vida en la emigración, la conducta de cada uno de ellos forma parte del conjunto de actividades de esos cuatro lustros; nuestro propósito se circunscribe, concretamente, a dejar constancia del papel desempeñado por la Unión General de Trabajadores de España en los dos primeros quinquenios del exilio, es decir, de 1939 a 1950 en sus diferentes etapas. Es una misión que nos hemos echado encima por considerarla un deber, como un balance de gestión y entrega de cuentas del secretario adjunto, único superviviente de la última Comisión Ejecutiva de nuestra central designada en España que hasta 1950 actuó como tal en la emigración. El trabajo es un esfuerzo personal que no conoció ayudas ni colaboraciones, todo lo contrario, allí donde fueron solicitadas, no hallamos respuesta. No encontramos, en ninguna parte, ni el aliento, ni el estímulo moral que cabía esperar, más bien el desdén, la subestimación y un cierto menosprecio. No por eso hemos cejado en nuestro empeño. Nada nos arredró en este esfuerzo personal, animados de la idea de llevar adelante el propósito de ofrecer a las nuevas generaciones de la clase obrera de
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hoy y de mañana, en particular a las que se cobijan bajo las siglas de la U.G.T., los primeros diez años que nuestra Central Sindical ha vivido en el exilio, como caso insólito, dando continuidad con su actividad internacional en varios países proyectada hacia la España sojuzgada, al medio siglo de existencia que arrastraba. Nuestro propósito, salvando en lo posible los inconvenientes con que hemos tropezado, ha sido poner de relieve el hecho histórico en sí, ese fenómeno que por su origen, por su naturaleza, por su dimensión, por las características que le rodean, no tiene precedente en la historia del movimiento obrero internacional. El solo estímulo que podemos registrar, y es de justicia consignarlo, ha sido el del compañero Juan Grijalbo, un viejo militante de la U.G.T. y dirigente de la Federación de Banca de Cataluña que desde el primer momento se sumó a la idea y al propósito de llevar a letras de molde, a través de su empresa «Ediciones Grijalbo», la «Historia de la Unión General de Trabajadores de España» y sin que a ello le incitara un interés económico, de negocio; todo lo contrario, ni para la Editorial, ni para el autor, este proyecto, esta obra, más o menos lograda, ha tenido un interés crematístico. Editor y autor, con fervor ugetista y haciendo honor a su organización bancaria, conjugaron voluntad y afanes en el deseo apasionado de rendir un servicio al movimiento obrero, desde el campo de la unidad, reivindicando los nueve lustros de historia de la U.G.T. que nada ni nadie podrá borrar. El presente volumen de la «Historia de la U.G.T.», en el exilio, es el primero de una serie de tres que se dividirán en las siguientes etapas: La primera, de febrero de 1939 a marzo de 1940, en Francia: la segunda, de 1940 a 1945, en México; la tercera, de 1945 a 1950, de nuevo en Francia. Cada uno de estos tres volúmenes registrará por separado las gestiones y actividades de tipo general de la U.G.T. en el exilio, así como su vida administrativa y financiera. Con esos tres volúmenes quedará cerrado el ciclo de la historia de la Central, comprendido entre 1888 y 1950. El período o etapa de actividades en el país, de 1888 a 1939, aparece historiada en los tres volúmenes ya publicados: «La Violencia, Enfermedad del Anarquismo». Antecedentes e historia del movimiento sindical socialista en España, siglo x i x (1888-1900). La parte correspondiente al siglo XX en el volumen primero que abarca de 1900 a 1936 y el segundo de 1936 a 1939, hasta el momento de iniciarse el exilio. La historia de la Unión General de Trabajadores de España, de 1950 en adelante, tanto en sus actividades en el interior del país como en la emigración, corresponderá darla a conocer a los que han sido protagonistas de ella o a quienes penetren en ese período de su pasado. Nosotros, y bien contra nuestra voluntad y pasión, estuvimos liberados, por un imperativo y disciplina política, de toda actividad. Daremos por cum-
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plida nuestra misión y deber, al dar fin a una narración histórica sobre las actividades de nuestra Central Sindical, hasta el año 1950, al cumplir ésta sesenta y dos años de existencia. «Alea iacta est.» Al dar fin a nuestros trabajos, después de unos cuantos años, habremos pasado el Rubicón de nuestro obstinado empeño. Ahí quedará. Única aspiración: que sea una modesta aportación a la historia del movimiento obrero de hoy y de mañana. De un futuro socialista.
1 LA U.G.T. DE ESPAÑA EN LA EMIGRACIÓN (1939-1950) Las últimas actividades de la Comisión Ejecutiva y del Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores en territorio nacional, fueron las desarrolladas en Figueras, de finales de enero al 7 de febrero de 1939 y, en condiciones totalmente irregulares y anormales, las realizadas en Valencia, durante el período del golpe del coronel Casado, en las que participaron los miembros de la Ejecutiva que se encontraban en la Zona Centro-Sur, del 10 de febrero al 27 de marzo, fecha de la última reunión que celebraron los ejecutivos con elementos que se atribuían ilegalmente la representación de las Federaciones impuesta arbitrariamente por la violencia de unos grupos y algunos miembros auténticos del Comité Nacional que se hallaban en la Zona Centro-Sur. Después de la borrascosa, irregular y violenta reunión del 27 de marzo, los participantes en ella, así como los ejecutivos, tomaban el camino hacia el Puerto de Alicante con la esperanza de poder evacuar en dirección a las costas de África. En los momentos dramáticos de la reunión, en pleno desplome de la resistencia y el caos a que había llevado a la Zona Centro-Sur el golpe faccioso de Casado y Besteiro, los elementos casadistas, cegados por el odio y animados por un instinto irracional de venganza y demencia! anticomunismo, de violencia no en contra del fascismo, sino hacia sus propíos compañeros, trataban de construir una nueva Comisión ejecutiva. A ese grado de apasionamiento había llegado su actitud insensata e irresponsable. Pensaban que con el hecho de designar arbitrariamente una nueva 1
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1. Ramón González Peña, Edmundo D o m í n g u e z , José Rodríguez Vega, Amaro del Rosal, Felipe Pretel, Daniel Anguiano, César G. Lombardía, Ezequiel D e l g a d o Ureña, Antonio Genova. 2. Ramón González Peña, presidente; Edmundo Domínguez, vicepresidente; José Rodríguez Vega, secretario general; Claudina García y Antonio Pérez, vocales.
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Comisión ejecutiva anticomunista y «casadista», quedaría el camino expedito para la evacuación ofrecida por la Junta de Casado y en caso contrario obtener, con su acción, el perdón de Franco. Ni una cosa ni la otra garantizaba el casadismo ni su anticomunismo. La única garantía estaba en no romper la unidad, sino en fortalecerla. Esa ruptura ya la había logrado al servicio de Franco, el conglomerado casadista. A partir del 25 de marzo quedaba cerrada la breve etapa de los dramáticos días en que se animaba la inocente esperanza, la confianza en «la paz honorable» que ofreciera la Junta de Casado-Besteiro. Gracias a esa alevosa traición, quedó consumada la total ocupación de España por el fascismo. El golpe de Casado prodúcese del 5 al 6 de marzo y se mantiene hasta el día 27. Veinte días duraron las falsas ilusiones de «la paz honorable», que condujeron al caos y a la hecatombe. Entregado Madrid, se entregaba a España. El puerto de Alicante, después de algunas evacuaciones, quedaba convertido en un gran campo de concentración para miles y miles de combatientes antifascistas bajo el control y vigilancia de las fuerzas fascistas italianas del general Gambara, que más tarde serían sustituidas por fuerzas «nacionales» para que los grupos de asesinos, las partidas fascistas de la venganza, cayeran, como hienas sedientas de sangre, sobre los miles de antifascistas que, inermes, se encontraban en aquella gigantesca encerrona de la muerte. En ese campo de concentración se encontraban los miembros de la Comisión ejecutiva de la U.G.T. que se hallaban en la Zona Centro-Sur, a excepción de los compañeros González Peña y Edmundo Domínguez que habían logrado evacuar, el primero, hacia Francia y el segundo, a Oran, con cientos de españoles, y entre ellos dirigentes de organizaciones nacionales, provinciales y locales. A la situación dramática de los 500 000 refugiados en Francia, después del 27 de marzo, había que añadir los miles que lograron llegar a Argelia y Túnez. Desde ese momento, la España que había vivido bajo la República, con diez millones de españoles, quedaba sometida a la «otra España» en la que imperaba el fascismo. Sobre la España republicana de la Zona Centro-Sur, último baluarte de la heroica lucha del pueblo español por su independencia y por su libertad, caería el más despiadado y brutal terror, sufriendo la más sectaria y sangrienta represión. Para los resistentes antifranquistas no habría más que tribunales de excepción, cárceles, campos de concentración, torturas, fusilamientos, «las sacas» de los amaneceres, penas de muerte y largas condenas. Esa fue la «paz honorable» alcanzada 1
1. El Consejo de Defensa estaba integrado por el general José Miaja, el coronel Segismundo Casado, Julián Besteiro, Wenceslao Carrillo, Marín, D e l Val, San Andrés, D e l R í o y Antonio Pérez.
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por Casado-Besteiro y sus cómplices. Y ese régimen de terror se enseñoreó de España durante más de 36 años en los que la U.G.T., como las demás organizaciones, vivió en el seno de la clase obrera, en la clandestinidad, alentada por su historia, sin doblegarse al fascismo. Si Hitler y Mussolini con su demagogia habían engañado a las masas, el franquismo no pudo dominar a nuestra indómita clase obrera. La Unión General de Trabajadores, y las demás organizaciones, quedaron sumergidas en una absoluta clandestinidad soportando las consecuencias de la dictadura más despiadada que conoció España. Nuestras Casas del Pueblo y centros obreros fueron convertidos en cárceles y centros de tortura, otras, destruidas, arrasadas, tales fueron las consecuencias del bárbaro y salvaje vendaval fascistas que azotó a nuestra patria. Jamás pueblo alguno vivió era tan regresiva. A partir de ese momento, crucial para la historia del movimiento obrero, no quedaban más elementos de representatividad que aquellos dirigentes de las organizaciones sindicales y políticas que habían logrado evacuar hacia Francia y África. A esos grupos de dirección les correspondería, en la medida que contaran con posibilidades y libertad de movimientos, la continuación de la lucha en contra del fascismo español, en defensa de la causa liberadora de nuestro pueblo, en defensa de la clase obrera, de denuncia permanente ante el proletariado mundial, de los crímenes del franquismo. Defender y ayudar a los que, en el interior del país, bajo el terror en los primeros momentos y durante los primeros años, estaban imposibilitados de toda acción sindical. El movimiento obrero ugetista, allí a donde llegaba el fascismo franco-falangista, era triturado, destruidas las Casas del Pueblo, bibliotecas y archivos, los locales de las organizaciones, lapidados, asesinados los mejores militantes, otros encarcelados, perseguidos como si fueran alimañas. No quedaban más que las firmes convicciones personales que anidaban en el corazón de los militantes con una sólida conciencia de clase y que se mantuvieron con todo heroísmo con un sentido revolucionario y consciente en todo momento, en las cárceles, en la fábrica y en el taller, ante los pelotones de ejecución. Esos militantes, conocidos y anónimos, «hombres sin nombre», son los que en lo individual y en reducidos grupos, enarbolaron en la clandestinidad la bandera de la U.G.T., que fue desplegándose poco a poco en el largo y penoso camino de cerca de 40 años, para hacerse cargo de ella las nuevas generaciones. A los elementos responsables del movimiento obrero en la emigración, de 1939 a 1945, fecha del final de la guerra, les correspondía dar continuidad a la lucha y a la acción de solidaridad para con el pueblo español, manteniendo en pie, en acción continua, la personalidad de las organizaciones que representaban, cumpliendo con el sagrado deber que 3
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tenían para con los que en España estaban imposibilitados de defenderse. Es cierto que no todos cumplieron con su deber, pero la Comisión ejecutiva que se encontraba en la emigración, lo cumplió, como lo demostraremos en el presente trabajo al dar cuenta de una gestión de diez años, al servicio de la Unión General de Trabajadores y de su fundamental misión unitaria. Y los ejecutivos que quedaron en España también cumplieron con el suyo. El secretario general José Rodríguez Vega, en relación con la Comisión ejecutiva en el exterior, y los vocales, Claudina García, Antonio Pérez y Ricardo Zabalza, trasladados del campo de concentración de Alicante, a la cárcel, sufriendo toda clase de calamidades. Ricardo Zabalza, que había sido gobernador de Valencia, fue fusilado; los demás, después de años de encierro, lograron ser liberados. En la cárcel, fueron presencia y representación de la Unión General de Trabajadores de España, de su Comisión ejecutiva. Nada más cruzar la frontera y refugiada en Francia, sin romper la continuidad de su misión para con los ugetistas, tanto del interior como del exterior, la Comisión ejecutiva inició la labor que le imponían las nuevas realidades, la situación que confrontaba el movimiento obrero español y la situación creada por una evacuación forzada de Cataluña hacia Francia y el norte de África, de más de medio millón de compatriotas y, entre ellos, miles y miles de ugetistas, encerrados en campos de concentración o vagando por tierras de Francia y África del norte, perseguidos como si se tratara de bandidos por las autoridades y fuerzas del «orden» de la Francia de los Derechos del Hombre. El crimen de los refugiados había sido el de ser heroicos luchadores, no sólo por la causa de la libertad y la democracia de España, sino también de la propia Francia y de todos los pueblos libres. Jamás en la historia de la U.G.T. una Comisión ejecutiva se vio emplazada ante tarea y responsabilidad tan inmensa, de proyección histórica tan profunda. A los problemas de toda naturaleza, al margen de los reivindicativos de clase, clásicos, en esa dramática situación de una emigración masiva se añadía la realidad que existía, aún con mayores proporciones en el volumen de la tragedia, en la España «nacionalista» del fascismo. Los problemas, a cual más acuciante y angustioso, rebasaban las posibilidades de solución, teniendo en cuenta que en la emigración se tropezaba con la hostilidad de autoridades y gobierno, y en el país, con una desenfrenada represión. Frente a una tal situación, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en la emigración, en el orden sindical concreto ugetista, se encontró sola, acosada por las exigencias de un egoísmo irracional. La Comisión ejecutiva tenía que resolverlo todo. La más tremenda incomprensión de las realidades se apoderó de las gentes. La Comisión ejecutiva no encontraba más aliento que el que le ofrecía la Confederación General del Trabajo de
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Francia a través de sus dirigentes más significativos, Jouhaux, Frachon, Rocamond, Monmousseau, Henaff, Raynaud, los dirigentes departamentales y las Bourses du Travail de la Francia obrera, así como el de los hombres y organizaciones políticas del Partido Comunista y del Partido Socialista con la solidaridad y apoyo de toda su prensa. Pero tampoco ellos podían arbitrar soluciones. De otra parte, los partidos de clase estaban más obligados para con sus partidos hermanos que para con la organización sindical. Los ex dirigentes nacionales como Rodolfo Llopis, Trifón Gómez, Pascual Tomás, Muiño, Saborit y decenas de ellos de significación nacional, provincial o local, que habían figurado en España dentro de una tendencia sindical y política, «no quisieron saber nada de aquella situación», se negaron a toda colaboración, hasta que la victoria de la guerra mundial estaba decidida a favor de las fuerzas aliadas y el Ejército Rojo avanzaba sobre Berlín. Es entonces cuando a finales de 1944, levantan cabeza los que habían permanecido sin «querer saber nada», ni de la lucha en favor de España ni de la resistencia del pueblo francés en contra del ocupante nazi. De 1939 a 1944, permanecieron, en sus guaridas de Tou¬ louse, insensibles e indiferentes a los problemas de España y de la emigración. Si realizaban alguna actividad era en la línea de proseguir, a través de cartas, de acciones individuales, la labor de intriga, de maniobra en contra de los que consideraban enemigos, alimentando el anticomunismo y el confusionismo creado por el criminal golpe casadista del que habían sido colaboradores. La U.G.T. no abandonó ni un solo momento a sus militantes y a los cuadros dirigentes que habían logrado salir de España, en la medida de las circunstancias y realidades, y en las formas que le permitieran salvar las difíciles situaciones, los serios inconvenientes con que tropezaban nuestras actividades en la emigración. Dificultades e inconvenientes que fueron agigantándose hasta que hicieron imposible nuestra acción en Francia una vez declarada la Segunda Guerra Mundial, que frustró, a mitad del plan, los propósitos de evacuación hacia México programados, entre el general Lázaro Cárdenas y el Dr. Negrín como presidente del Gobierno español en el exilio, en favor de los refugiados en Francia y África. La Comisión ejecutiva de la U.G-T. fue consciente de sus responsabilidades, del mandato de unidad que había impuesto la lucha en España y lo mantuvo en la emigración. Salvando los más serios obstáculos procuró cumplir con su deber, y fiel a ese principio de unidad, tan necesario en la emigración como en el país. En los capítulos que seguirán a esta nota de introducción, quedará relatada cuál fue su obra y su conducta durante los primeros diez años de emigración, en Francia y en México, en el breve período de unos meses anteriores a la declaración de la Se-
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gunda Guerra Mundial durante los cinco años de guerra y los cinco primeros años de la posguerra. El decenio más decisivo para los destinos de la humanidad.
N O T A : Una vez llegado a Oran, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en París, solicita de Edmundo D o m í n g u e z un informe sobre la ocurrido en la Zona Centro-Sur y en relación con el golpe Casado-Besteiro. D o m í n g u e z elabora un amplio documento-informe en el que narra lo sucedido, documento que figura en los archivos de la U.G.T. y que le sirvió de base para su libro Los vencedores de Negrín, publicado en México. D e l campo casadista, independiente del libro de Segismundo Casado, sus memorias, existe una colección de artículos de Wenceslao Carrillo, consejero de Gobernación de la Junta, publicados en Oran Socialiste el 4, 17 y 24 de junio y el 1.° de julio de 1939, en los que el autor pretende dar «su explicación» al golpe, tratando de justificarlo y al mismo tiempo justificarse él, no logrando ninguna de las dos cosas. Consignamos las dos informaciones a tóricas.
simples efectos de
referencias his-
2 LA COMISIÓN EJECUTIVA EN FRANCIA
Los miembros de la Comisión ejecutiva, por diferentes medios, llegaron a Perpignan y allí quedaron concentrados en torno al 10 de febrero. Manuel Cordero en representación del P.S.O.E. y Antonio Genova en el de la U.G.T., estaban desde algunos días en aquella ciudad como delegación ante el Partido Socialista francés y la C.G-T. encargados de la recepción de los militantes que fuesen llegando a la «Grande Brasserie Hotel Sala», del número 6 de la Rué des Varietés, en el que estaba instalada la Comisión. A la delegación de la U.G.T. se incorporó el resto de la Comisión Ejecutiva: José Rodríguez Vega, A. del Rosal, Felipe Pretel, César G. Lombardía y Ezequiel Delgado Ureña, más Antonio Genova. En la Zona Centro se encontraban: González Peña, Edmundo Domínguez, Antonio Pérez, Claudina García y Ricardo Zabalza, este último asistía con irregularidad a las reuniones de la delegación. Se consideraba miembro del Comité nacional y no de la Comisión ejecutiva. Su oposición a la Ejecutiva y al Gobierno era de las más violenta, coincidiendo con los elementos derrotistas del grupo ugetista-socialista. La Comisión ejecutiva, alrededor del 10 de febrero, celebra en el Hotel Salas la primera reunión en la emigración en la que examina la situación. Los miembros del Comité nacional se encontraban en el campo de concentración de Le Boulu. Se les había dado la orientación de que procuraran por todos los medios llegar a Perpignan y presentarse en la Bourse du Travail o en el Hotel Salas. Una vez concentrados, se determinaría lo procedente. Rosal que, con Luis Guillen, había pasado por aquel campo —del que huyeron—, tuvo oportunidad de celebrar una reunión con los miembros del Comité nacional, dándoles esa orientación, al mismo tiempo que dejaba constituida una Comisión integrada por Se¬ verino Chacón, de la Federación de Tabacos; José Cabezas, de la de Agua, Gas y Electricidad, y si no recordamos mal, Salvador Vidal Rosell,
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de la Federación Textil, a la que le fue facilitada una cantidad de dinero para que con ella atendieran las necesidades de los miembros del Comité nacional hasta su llegada a Perpignan. La Comisión ejecutiva escuchó un informe del secretario general dando cuenta de sus gestiones en París y de las orientaciones del Gobierno en relación con la Zona Centro. Según estos informes, las autoridades republicanas españolas trataban de obtener del Gobierno francés las facilidades necesarias para trasladar a la Zona Centro al Ejército de Cataluña y pertrechos de guerra con los que había entrado en territorio francés. Habían dispuesto que un núcleo de mandos militares se trasladara de inmediato a la Zona Centro, así como un grupo de funcionarios y de aquellos dirigentes nacionales que designaran las respectivas organizaciones del Frente Popular. En el consulado de Toulouse quedaba establecido el centro de relaciones que facilitaría los medios de transporte. Los militares tendrían prioridad para el desplazamiento. La idea central que se mantuvo en esa primera reunión de la Comisión ejecutiva, fue la de apoyar al gobierno en sus decisiones y la de dar los pasos necesarios para concentrar en Toulouse a la Comisión ejecutiva y Comité nacional, con el propósito de ir trasladándose a la Zona Centro, en la medida que se fuera contando con medios de transporte. La Comisión ejecutiva acordó que los primeros en dirigirse a la Zona Centro-Sur serían: José Rodríguez Vega, A. del Rosal y Daniel Anguiano. José Rodríguez Vega, como secretario general, recabó ser el primero en desplazarse a Valencia. La Comisión ejecutiva examinó el grave problema de la concentración en Francia, en diferentes campos, de medio millón de españoles, en la mayor indigencia y entre ellos miles y miles de ugetistas de Cataluña y de aquellas regiones españolas, sobre todo del norte, que se habían refugiado en aquella región después de la pérdida del norte de la Península. Ante este problema, se tomó la decisión d e : — Constituir en Francia un aparato de dirección encargado de la acción de solidaridad, ayuda y orientación de los ugetistas, contando para ello con la Confederación General del Trabajo de Francia. — Establecer una sección del Fondo de la Solidaridad Internacional de acuerdo con la Federación Sindical Internacional. — Concentrar al Comité nacional y Comisión ejecutiva en Toulouse, contando con la C.G.T. y el secretario general de la Bourse du Travail de Toulouse, compañero Forges. — Establecer en aquella ciudad un refugio y comedor colectivo para los miembros del Comité nacional.
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— La salida inmediata para la Zona Centro del compañero Rodríguez Vega. La secretaría adjunta (A. del Rosal), en tanto no se desplazara a la Zona Centro, quedaba encargada del desarrollo del plan aprobado. En el transcurso del mes de febrero y en forma expeditiva quedaron cumplimentadas las decisiones acordadas en Perpignan. La Comisión ejecutiva queda instalada en Toulouse, alrededor del 20 de febrero. Los miembros del Comité nacional van llegando poco a poco a Perpignan y de allí siguen a la capital del H. Garonne. El comedor y el refugio colectivos empezaron a funcionar de inmediato. En la Bolsa de Trabajo, ejecutivos y miembros del Comité nacional celebran algunas reuniones. La Comisión ejecutiva está pendiente del desarrollo de los acontecimientos, ofreciendo orientación a los ugetistas en los campos, que son visitados cada vez que se tiene facilidad y oportunidad, por alguno de sus miembros. En esta labor de penetrar en los campos, en los primeros días, debemos recordar la ayuda que nos prestó el gran amigo de España Vicente Sáenz, brillante escritor costarriqueño, dirigente del Partido Socialista de Costa Rica, que permaneció en España durante casi toda nuestra guerra al lado de la Comisión ejecutiva, hasta su salida para América. Con su pasaporte y personalidad americana, pudimos hacer muchas gestiones en favor de los ugetistas, apoyándose él en la personalidad diplomática del coronel Adalberto Tejeda, embajador de México en España y que por unos cuantos días estuvo instalado en Perpignan, en uno de sus principales hoteles, prestándonos su valiosa ayuda y solidatidad ante las autoridades francesas. Por unas semanas existió un embajador de México en el sur de Francia, cosa anormal, pero así fue. En París representaba a México el gran amigo de la República, de los refugiados, el licenciado Narciso Bassols que con el general Cárdenas sería el animador, de acuerdo con el gobierno del Dr. Negrín, de la evacuación masiva de los antifascistas españoles hacia tierras aztecas. La bandera mexicana y sus autoridades diplomáticas serían la única garantía con que contaban los refugiados en los campos de concentración y la única esperanza de su liberación. El 22 de febrero, la Secretatía de la U.G.T. solicita de la Prefecture de la H. Garonne autorización para instalar en Limoges el domicilio o reresidencia de la Comisión ejecutiva, por ser aquella ciudad el punto estratégico más apropiado y no lejos de los diferentes campos de concentración. De otra paite, se contaba en dicha plaza con una mayor influen1
1. Autor, entre otras obras, de España heroica.
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cia en los medios oficiales. Al día siguiente, el prefecto contesta con una comunicación que nos sirve de base para establecer en Limoges la Tesorería de la U.G.T. y el Comité de Ayuda del fondo de Solidaridad de la F.S.I. A partir de esa fecha se instalan en la Bolsa de Trabajo de Limoges, Felipe Pretel, como tesorero de la U.G.T. y el Comité de Ayuda integrado p o r : Enrique de Santiago, en representación de la F.S.I.; Antonio Genova y Felipe Pretel, por la U.G.T. y el diputado Pasagali en nombre del P.S.O.E. Quedan en Toulouse: Rosal, Anguiano, Lombardía y Ezequiel Delgado Ureña. Desde ese momento se iniciaron las primeras gestiones para establecer contacto y mantener relaciones con los Ejecutivos de la Zona Centro, y también con los elementos dirigentes de la Unión que se encontraban en los campos y huidos por todos los rincones del sur de Francia. Se mantiene esta situación hasta el 5 de marzo, fecha del golpe de Casado-Besteiro-Mera, que con la constitución del Consejo de Defensa elimina de la Zona Centro al gobierno legal del Dr. Negrín. En Toulouse está una parte de la Comisión ejecutiva y la casi totalidad del Comité nacional a requerimiento del secretario general, que desde Valencia, antes del golpe de Casado, solicitaba que la Ejecutiva y Comité nacional en Francia fijaran posición en relación con el Gobierno del Dr. Negrín y su política. Con ese motivo se celebró una reunión en la Bolsa del Trabajo, acordándose ratificar la posición de la U.G.T. de apoyo al Gobierno del Dr. Negrín y a su política de resistencia y Unión Nacional. La decisión fue transmitida por radio y recibida en Valencia. Con este acuerdo la parte de la Ejecutiva en la Zona Centro se enfrentaba con aquellos elementos que, ya en coincidencia con los faístas, estaban sumados a la posición de hostilidad hacia el Gobierno y de su política, o identificándose con las maniobras del casadismo. (Ver el II volumen de la Historia de la U.G.T.) El golpe de Casado liquidó la situación de cuantos se encontraban en Toulouse, militares y civiles, en espera de poder trasladarse a la Zona Centro. La situación de la dirección ugetista a finales de febrero en Francia, era la siguiente: Una parte del Comité ejecutivo y Comité nacional en Toulouse; organizada la Tesorería y el Comité de Ayuda —Fondo de Solidaridad Internacional— ya autorizado y de acuerdo con la Secretaría General de la F.S.I., W. Schevenels instalado en Limoges; en la Zona Centro, el grupo de la Comisión ejecutiva señalado anteriormente con la incorporación del secretario general José Rodríguez Vega. Las comunicaciones con Madrid y Valencia eran cada vez más difíciles. La situación en los campos de concentración, realmente dramática. Miles de españoles permanecían encerrados —cercados—, a la intemperie, en las playas de Argeles Sur-Mer, de Saint-Cyprien, entre otras; mujeres y niños llevados
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a refugios, a través de toda Francia, instalándolos en locales inmundos. Las familias se encuentran desintegradas, lo que lleva a la desesperación a los hombres que permanecen en las playas tras las alambradas, bajo la custodia de los senegaleses. De los campos no salen más que llamamientos de angustia y desaliento. Nunca podremos olvidar el espectáculo del campo de Argeles y Saint-Cyprien. La mejor película no sería capaz de reproducir aquellas imágenes, aquel paisaje humano sobre las arenas del Mediterráneo. Hoy, aquellas playas son centros de placer y turismo; en 1939, fueron playas en las que se acorraló a millares y millares de españoles, que tenían por techo el cielo y por lecho la arena. En ellos sucumbieron, por centenares, los heroicos combatientes por la libertad de España y de todos los pueblos.
3 EL GOLPE DE CASADO-BESTEIRO-MERA
El 5 de marzo de 1939, réplica vergonzosa y claudicante a la pérdida de Cataluña, es una fecha negra para la historia de España que se une a la del 18 de julio de 1936. Si el 18 de julio una parte del Ejército, con el apoyo de la Falange y fuerzas civiles subversivas y reaccionarias aliadas al nazi-fascismo, se subleva en contra de la República y su Gobierno legal, el 5 de marzo se pronuncia, de nuevo, un sector de las fuerzas armadas, en este caso, republicanas, con el apoyo del faísmo, de la C.N.T., de los grupos resentidos socialistas-ugetistas y los elementos de la «quinta columna», en contra del Gobierno legal de la República del Dr. Negrín para constituir un llamado Consejo Nacional de Defensa, que no defiende nada y que enarbolando la falsa bandera de «una paz honorable» destruye en veinte días la política de unidad y de resistencia que encarnaban al gobierno de Unión Nacional y el Frente Popular. El faccioso Consejo de Miaja-Besteíro-Casado-Mera y Cía., rompe la unidad en todos los órdenes, la estructura política de la resistencia y del Estado y, con ello, provoca el colapso y el desplome de todos los frentes, quedando el campo libre para el avance sin obstáculos de las fuerzas franquistas y extranjeras de ocupación. El golpe casadista liquida la República sin dignidad ni honor. Treinta y cuatro meses de una lucha épica, heroica, por la libertad. El golpe casadista ha sido un sucio conglomerado de envidia y rencores, de bajos sentimientos de venganza, de ruindad, todo al servicio del enemigo. El 18 de julio fue una confrontación histórica en torno a la concepción de una España moderna que discurriera por el camino de la libertad y la democracia y una España tradicional, retrógrada, oscurantista y antidemocrática, defensora de los viejos privilegios y admiradora del nazi-fascismo, gracias al cual, y con el apoyo del casadismo, obtiene la victoria. (Ver II volumen de la Historia de la U.G.T. en el siglo XX.) La escuadra concentrada en Cartagena huye a Túnez, desde los pri-
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meros momentos del golpe (5-III-39), con sus tripulaciones y un pequeño contingente de civiles. Era la primera batalla que ganaba el casadismo. Veinte días después, empezaban a llegar a Oran algunos buques y toda clase de embarcaciones con cientos le refugiados huyendo de la «paz honrosa» de Casado y Besteiro. A la grave situación de los refugiados en Francia, a partir de la indigna capitulación del 25 de marzo, se unirían los diez mil españoles que habían llegado a las costas mediterráneas de África. Unos y otros quedarían en el mayor desamparo diplomático, como apatridas, sufriendo las persecuciones de las autoridades francesas y españolas. Al conocerse en Toulouse la noticia del golpe casadista, todos los elementos concentrados en aquella capital en espera de trasladarse a la Zona Centro-Sur, quedaron a la deriva. La masa de refugiados en Francia recibe un terrible golpe. El reconocimiento del gobierno de Franco por Francia e Inglaterra, liquidaba el Consulado español de Toulouse y Perpignan y en París a la Embajada republicana. Los republicanos internados en Francia quedaban en el mayor desamparo oficial, a merced de todas las arbitrariedades, soportando toda clase de persecuciones. En los campos se acentúa la desmoralización y aparece un nuevo motivo de división: los partidarios del Consejo y los que seguían fieles al Gobierno legal del Dr. Negrín. El «anticomunismo» apareció con toda violencia y con él, toda la secuela de las bajas pasiones. El último Gobierno legal de la República, que no había encontrado en el centro más que deslealtades, un ambiente de conspiración y de desacato al poder legal, al producirse el golpe regresa a Francia en la primera decena de marzo. De él formaba parte Ramón González Peña, presidente de la U.G.T. y del Partido Socialista. La Comisión ejecutiva en Francia se ve reforzada con la presencia de su presidente, que se instala en París, así como los demás ministros, «tolerados» por el Gobierno francés. Nuestra situación empeora, cambia radicalmente. En Toulouse, como en París y otras capitales y pueblos de Francia, empieza la caza sistemática de refugiados para ser llevados a campos de concentración. El Gobierno francés quiere hacer méritos ante las nuevas autoridades franquistas. Representa a Francia, ante el Gobierno de Franco, el mariscal Pétain, que como Casado, más tarde también entregaría Francia al enemigo. Los miembros del Comité nacional que se habían concentrado en Toulouse y que no lograron escapar, son detenidos y trasladados a campos de concentración. Algunos logran ocultarse. Los miembros de la Comisión ejecutiva pasan a la clandestinidad; Lombardía y Rosal salen para París a reunirse con Peña a fin de lograr una entrevista con el presidente del Gobierno, Dr. Negrín, con miras a examinar la nueva situación creada
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en Francia. En Toulouse quedan Anguiano, Ezequiel D. Ureña y, con ellos, Hilario Caloto y el Dr. Fuertes, miembros del Comité nacional. En la Zona Centro-Sur se vive en el mayor desorden, el Consejo casadista provocó el caos, la indisciplina colectiva y, en pocos días, se lleva la Zona a la hecatombe. Se produce el desplome de los frentes, el caos en la retaguardia, la desmoralización en el Ejército y en la población civil, se desencadena la represión en contra de las fuerzas resistentes, para después implorar una «paz honorable». Es un caso singular en la historia. En aquel ambiente de confusión y represión, después de someter a las fuerzas leales que trataron de oponerse al golpe casadista, iniciase una ola anticomunista, desenfrenada, sólo comparable a la que realizaba el franquismo en las zonas bajo su dominio. Franquismo y casadismo quedaban fundidos en el anticomunismo. El consejero de gobernación llega a solicitar de los gobernadores la lista de los comunistas de su provincia con la orden de su detención. Los casadistas proceden a designar arbitrariamente nuevas direcciones en las organizaciones, destituyendo a los comunistas de los sindicatos, de los municipios y de todos los organismos oficiales y a todos aquellos representantes de organizaciones sindicales o políticas que consideran afectos al Gobierno del Dr. Negrín. En los veinte días de período casadista, como si fueran a gobernar por mucho tiempo, se revelaron y actuaron las más bajas pasiones, salieron a la superficie todos los más agresivos instintos de venganza personal y política. Fueron veinte días de demencia, en los que quedaron destruidas todas las bases sobre las que había descansado, durante cerca de tres años, la política de resistencia al franquismo. Esos días fueron un maratón alocado de rencores. Llegado a su fin, a los autores de tal desastre, de esa hecatombe, de ese caos, les habría de esperar un barco inglés para llevarlos a Inglaterra una vez cumplida la gran traición que les habían confiado los servicios secretos y «la quinta columna». Dejaban tras ellos a la zona Centro-Sur y entregados, inermes, al fascismo a diez millones de españoles, en África del Norte, a diez mil refugiados debatiéndose en la desesperación y en la impotencia, sumándose a los que, en igual suerte, se hallaban refugiados en Francia. En Madrid, encerrado en su torre de marfil se quedaba el profesor de Lógica Julián Besteiro, la figura socialista que con su personalidad cubrió, políticamente, la traición. El gobierno del doctor Negrín se instala en París y desde el primer momento inicia su labor de ayuda y defensa a los refugiados y se ocupa de la situación de los españoles en la Zona Centro; mientras, en Madrid, la Junta casadista, amparada en su felonía, desarrollaba su acción de desintegración. En el orden internacional el Consejo casadista carecía de toda personalidad, si alguna autoridad le quedaba a lo que había sido la Segunda República española, era la del Gobierno del Dr. Negrín, que
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continuó ejerciendo su labor al margen de las formalidades entre estados, con la excepción del Gobierno mexicano que seguía reconociéndole como única autoridad legal de España. El Gobierno en el exilio actuaba extraoficialmente, pero su peso, su prestigio, seguía ejerciendo una influencia en las cancillerías y en los medios diplomáticos, con la excepción, naturalmente, de los servicios especiales, fundamentalmente los franco-británicos y belgas que seguían desarrollando sus maniobras. El Consejo envía a Francia a Trifón Gómez, el lugarteniente de Besteiro. ¿Para qué? El Gobierno del Dr. Negrín, consciente de la claudicación sin condiciones que se estaba forjando por el casadismo, inició gestiones para el envío a Alicante de los barcos disponibles a fin de rescatar de la muerte al mayor número de compatriotas. En esta difícil tarea prestó una valiosa colaboración el subsecretario de Armamento, el Dr. Otero. El casadismo fue el responsable de que abandonara a España y a los españoles la escuadra concentrada en Cartagena, que pudo ser un elemento fundamental para la resistencia y para la evacuación. El embajador de México en Francia, el licenciado Narciso Bassols, que había vivido en España durante la guerra, comprendió y se hizo intérprete del pavoroso problema que representaba la masa de medio millón de refugiados españoles encerrados en campos de concentración en Francia, desamparados de todo apoyo diplomático. La España democrática de ayer, de hoy y de mañana, y los republicanos españoles refugiados en Francia en aquellos momentos han reconocido y las generaciones futuras reconocerán la urgente labor del diplomático mexicano, licenciado Narciso Bassols, de origen catalán, que por su tesón, por su energía contando con el apoyo del general Lázaro Cárdenas, puso la influencia de la nación mexicana al servicio de la noble causa de los refugiados españoles y de la España republicana, frente al abandono y a la indiferencia de las mal llamadas «grandes democracias». A esas dos figuras, Cárdenas-Bassols, que con tanto cariño nos defendieron, debe la patria hispana el más enaltecedor homenaje.
4 LA COMISIÓN EJECUTIVA EN PARÍS Ante la nueva situación creada por el golpe casadista y la llegada a Francia y su instalación en París como Gobierno republicano en el exilio, la GE. decide que su Secretaría se establezca en la capital gala, contando con el apoyo de la C.G.T. francesa. Daniel Anguiano y Ureña, con la colaboración directa del miembro del Comité Nacional, Hilario Caloto, y el Dr. Fuertes se quedan en Toulouse, con la misión principal de continuar manteniendo contacto y relaciones con los campos y los miembros del Comité nacional detenidos y con aquellos otros que se encontraban en libertad, entre los que figuraba el Dr. José Fuertes, secretario del Sindicato Nacional de Médicos, así como José Cabezas. Desgraciadamente estos compañeros perecieron en dos accidentes automovilísticos, Fuertes, cuando realizaba una misión concreta en relación con los campos y, Cabezas, un viejo militante ugetista, cuando se trasladaba de Per¬ pignan a Toulouse. José Fuertes era un joven militante sindical de la nueva generación, poseído de un gran entusiasmo y de una magnífica moral, condición poco común en aquella situación. La ejecutiva perdía a dos elementos dirigentes y, en Fuertes, a un extraordinario colaborador. Rosal y Lombardía nos traladamos a París, e inmediatamente nos ponemos en relación con el presidente de la Unión, Ramón González Peña —ministro— y con el compañero José Moix, también ministro y secretario general del Secretariado de la U.G.T. de Cataluña, con quienes cambiamos impresiones. Ocurría esto hacia el final de la primera quincena del mes de marzo. Peña, después de condenar al llamado Consejo de Defensa Casado-Besteiro, nos trasladó su opinión: pensaba que caminaba hacia la debacle y que había que realizar urgentemente toda clase de gestiones para salvar el mayor número de compañeros de la Zona Centro-Sur antes de la capitulación de la Junta casadista. Los dos ministros nos informaron que el Gobierno estaba procurando el envío de barcos y ordenando a los que estaban en ruta, de acuerdo con misiones enco-
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mendadas antes del golpe, se desviaran y regresaran a Alicante, pero que, según ellos, contaban con muy poco tiempo para lograr lo que el Gobierno pretendía; que los acontecimientos se precipitaban con tal rapidez que, posiblemente, no podrían asegurarse los planes. Peña subrayó su preocupación por la suerte del secretario general José Rodríguez Vega y los demás miembros de la CE. Después de esta entrevista, como secretario adjunto y sin pérdida de tiempo, se efectuó una entrevista con el presidente Dr. Negrín que se encontraba en el domicilio de Jules Moch, acompañado de su secretario Benigno Rodríguez. Se le veía muy fatigado y profundamente preocupado. «La Zona Centro —nos dijo— se liquidará rápidamente, no queda, más que hacer todos los esfuerzos posibles por salvar al mayor número de gentes responsables que por su significación deban de ponerse a salvo; nuestra misión en este momento es la de dedicar toda nuestra atención a la ayuda y a la defensa de los refugiados en Francia. ¿Qué sabe usted de Vega?», me preguntó. «Absolutamente nada —le contesté—. Hemos llegado de Toulouse —le dije— con el propósito de establecer en París la Secretaría de la U.G.T. con el apoyo de la Confederación General del Trabajo, para iniciar los trabajos de organización en Francia una vez liquidada la situación de la Zona Centro-Sur». «Me parece muy bien», comentó, y después de algunas consideraciones sobre la Zona Centro-Sur, nos despedimos. En el jardín estaba Benigno Rodríguez con su risa permanente. Estamos en París, Peña, Rosal y Lombardía; en Toulouse, Anguiano y Ezequiel Delgado Ureña; en Limoges, Pretel y Genova; y en España el resto, con la excepción de Edmundo Rodríguez que logró llegar a Oran, De inmediato visitamos a Jouhaux y Frachon, en el domicilio de la C.G.T. en Lafayette 213, informándoles de la nueva situación y de nuestro propósito de instalarnos en París, con el que estuvieron de acuerdo, ofreciéndonos su colaboración y solidaridad. Frachon toma el teléfono y habla con el compañero Henri Raynaud, secretario general de la Unión de Sindicatos de la Región de París, diciéndole, entre otras cosas: «Aquí tengo a los españoles, irán a verte, estamos de acuerdo con lo que plantean, ayudadles en todo lo que podáis y resolved el problema...». Cuelga y nos dice que vayamos a ver al camarada Raynaud a la Unión de Sindicatos, Bd. de Magenta frente a la Bourse du Travail. Frachon se mostró jovial y animoso, Jouhaux se veía preocupado, triste. Descendimos a pie todo el Bd. Magenta hasta el local de la Unión de Sindicatos donde fuimos recibidos con la mayor efusión y camaradería por Raynaud y Eugenio Henaff. Conocíamos bien a Henaff por haber estado varias veces en España y una de ellas a mediados del treinta y ocho, por los frentes de Lérida. Charlamos, cambiamos impresiones sobre la.
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nueva situación mostrándose indignados en contra del Consejo igual que lo habían hecho Jouhaux y Erachon, y finalmente concretamos nuestro plan: instalarnos en París, lograr unas oficinas, legalizar la estancia en París de los miembros de la Ejecutiva. De inmediato quedó resuelto el problema. En el mismo local de la Unión de Sindicatos, se nos facilitaría un amplio despacho, dos máquinas de escribir y una «Roneo». En cuanto al problema de la legalización era difícil, el Gobierno no permitía la estancia de refugiados extranjeros en París, pero Raynaud utilizaría una influencia personal ante el prefecto de París para obtener el permiso a favor del secretario adjunto, como cosa particular, sin que apareciera para nada el problema de la Ejecutiva y, personalmente, se encargó de esta misión que llevó a efecto con éxito. Clandestinamente quedó establecido el aparato de dirección de la C E . de la U.G.T. en el local de la Unión de Sindicatos de París y, desde aquel momento, empezamos a actuar, estableciendo las relaciones con la Tesorería y Comité de Ayuda que venía funcionando en Limoges y con la delegación de Toulouse. Poco a poco fueron obteniéndose otros permisos de residencia. En la rué Meslay, en un local del P.S. francés, tenía establecida su Secretaría el P.S.O.E., allí se podía encontrar a Lamoneda, Zugazagoitia, Cordero, Otero y otros dirigentes del Partido Socialista, disponiendo de otro lugar de cita y reunión en el Hotel Parisiana, rué Chabrol, 2 1 . Nuestra primera visita al compañero Lamoneda fue para darle cuenta de nuestro programa y de «nuestro domicilio social» de Magenta. Nuestra obsesionante preocupación era la situación de la Zona CentroSur, el desarrollo de los acontecimientos bajo el Consejo Nacional casadista. Las informaciones de prensa cada día eran más graves, inquietantes. Lamoneda también mostraba su preocupación por los compañeros del Centro y, en especial, por Rodríguez Vega. ¿Qué hacía —nos preguntábamos—, a dónde se dirigía ese «Consejo de Defensa» que nada defendería? La prensa franquista se regodeaba con la situación imperante. Posteriormente, cuando conocimos la conducta de nuestra propia prensa de la 2^ona Centro, durante esos veinte días de casadismo, pudimos leer que su única preocupación no era otra que la de dedicar sus sucias y cobardes páginas a la acción «anticomunista», a exaltar y glorificar ai Consejo Nacional de Defensa y a sus hombres, a verter toda clase de calumnias e infamias en contra del Gobierno legal de la República, acentuando la tónica en la difamación en contra del presidente Negrín y el ministro de Estado, Alvarez del Vayo. Y nuestra indignación y tristeza fue mayor cuando vimos que Claridad, órgano oficial de la U.G.T., y El Socialista, figuraban en la vanguardia del conglomerado del rencor, de los
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resentidos, del anticomunismo, sucia bandera de Hitler, Mussolini y Franco. Esa alevosa campaña trataba de justificarse con dos palabras: «Paz honorable»... ¡Valiente paz, valiente honor! La paz de los campos de concentración, de las cárceles, de las comisarías y de los paredones de fusilamiento frente a los cuales caían los héroes de las «sacas» de cada madrugada. Nuestro nuevo contacto en un café de los boulevares fue con elementos de la dirección del Partido Comunista de España que, apoyándose en la formidable solidaridad del Partido francés, realizaba una extraordinaria labor de orientación y apoyo, no sólo hacia sus compañeros de partido, sino hacia todos los refugiados. Creo que fue con Antonio Mije. Para el Partido Comunista, como para nosotros y el P.S.O.E., la fundamental preocupación en aquellos días era la situación de la Zona Centro, en coincidencia con los esfuerzos del Gobierno. El P.C. tenía un serio apoyo en el partido hermano y en el Comité de Coordinación Internacional de Ayuda a España que tan importante obra de solidaridad efectiva realizara durante la guerra. En aquellos momentos se esforzaba por contribuir al rescate de los elementos de responsabilidad de la Zona Centro. En toda la obra del Comité, que fue inmensa y de un gran volumen, la región de París jugó un papel fundamental y no podemos por menos que recordar a su secretaria general Madelaine Braun. En ese Comité colaboraba en esos dramáticos días de marzo, el delegado de la U.G.T. en París, Ogier Preteceille. Este reconocimiento no nos lleva a subestimar la obra realizada por el «Fondo de Solidaridad Internacional», dependiente de la F.S.L, ni la ayuda, el apoyo a nuestra causa por parte de León Jouhaux, como secretario general de la CG-T., hasta el momento de la firma del pacto germano-soviético, problema tremendamente conflictivo, del que hablaremos en el capítulo correspondiente. En uno de esos días que no podemos precisar —han sido momentos de actividades tan intensas que se confunden— creemos que fue en una reunión en el Comité de Ayuda, se planeaba el envío de un barco al puerto de Alicante. Cada organización elaboraría una lista restringida de aquellos compatriotas de mayor responsabilidad que deberían ser evacuados. El compañero Mije nos pregunta que si estaríamos dispuestos a ir con ese barco a Alicante acompañando a otros enviados —que no me señaló— con la misión de evacuar al contingente seleccionado. Nuestra contestación fue afirmativa, sin ninguna duda ni vacilación. No volvimos a tener más noticias del proyecto, ni en lo personal, ni como secretario adjunto de la U.G.T. La operación se realizó; entre los responsables del barco, como supe más tarde y es conocido de la historia sobre los acontecimientos de Alicante, iba el dirigente comunista y diputado Charles Tillon, gran amigo de nuestra causa. Se dice en algunos libros que en Ali4
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cante no fue posible embarcar a nadie porque los casadistas, poseídos de la nefasta fiebre del sectarismo y del anticomunismo, se opusieron al embarque de comunistas y que, ante esa actitud, el barco levó anclas rumbo a Valencia. Aclarar lo que sucedió con este barco es un punto intenresante para la historia. Nosotros carecemos de elementos para hacerlo. En lista facilitada por la U.G.T. al Comité Internacional de Ayuda, entre otros, figuraba José Rodríguez Vega, en total 22 compañeros. A medida que nos acercábamos al final de marzo se agigantaba la tragedia. El Gobierno de Negrín, con la colaboración de Otero que como subsecretario de Armamento y de Abastecimiento controlaba los problemas de transporte marítimo, hacían esfuerzos porque los barcos se trasladaran a Alicante, algunos lograron hacerlo, otros se quedaron en las rutas o en los puertos del mar del Norte. La Segunda Guerra Mundial los absorbió. Una parte importante de nuestra marina mercante quedó bajo el control del Gobierno soviético. La compañía francesa de aviación «Air France» tenía un vuelo regular Orán-Alicante-Toulouse pero que, frecuentemente, salía completo de Oran. Resultaba muy difícil obtener una plaza, casi imposible en aquella situación. La Comisión ejecutiva, tratando de encontrar algún medio para lograr la evacuación de compañeros y en particular del secretario general, José Rodríguez Vega, por medio de una influencia del Partido Socialista francés (quiero recordar que facilitada por Ramón Lamoneda) de acuerdo con Ogier Preteceille, visitó al director de «Air France», Mr. Sar¬ re —militante socialista—, en solicitud de que nos reservara desde Oran algunas plazas para ser ocupadas en Alicante. Nos recibió con toda amabilidad; pide informes a un funcionario sobre las plazas reservadas con prioridad en Oran y le informan que durante varios vuelos estaban todas ocupadas y en su mayor parte, preferentemente, por elementos oficiales. Lo único que podía hacer era reservar una plaza extraordinaria que correría el riesgo de ocupar, sin asiento, en cualquier lugar del avión. Eso como una gran excepción. No pudiendo obtener otra cosa, aceptamos complacidos su ofrecimiento. Inmediatamente transmitimos a Rodríguez Vega, a la dirección de la calle de la Paz 44, Valencia, domicilio de la Federación Gráfica, el siguiente radiograma que trataba de varios problemas y entre ellos el de su evacuación: «Gestiones F.S.I. Gobierno Francés, resultados positivos. Concretamos soluciones problema fundamental momento. Comisión Internacional te visitará. Sarre ofrece colaboración eficaz. — Amaro.»
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El anterior radiograma fue transmitido el día 23 de marzo a las 15.30 de la tarde. La oficina de «Air France» de Alicante se pondría en relación con Rodríguez Vega. Las gestiones a que aludíamos en el primer punto del radiograma, se referían a que el Gobierno francés había ofrecido el envío de barcos para la evacuación que estarían bajo la protección de algún barco de guerra, asegurando la ruta hacia Argelia. El segundo advertía a Vega que estábamos dedicados, fundamentalmente, al problema de la evacuación; el tercero le anunciaba que un representante de la Comisión Internacional de Ayuda le visitaría. Se trataba de un representante del barco enviado a Alicante por el Comité y que permitiría a Vega, sobre el terreno, designar al contingente que correspondiera evacuar a la U.G.T.; el cuarto punto del radiograma era el de su evacuación personal por «Air France», de acuerdo con lo convenido con míster Sarre, su director general. Como hemos dicho anteriormente, las oficinas de «Air France» en Alicante recibirían instrucciones para comunicar a Vega que tenía a su disposición una plaza... ¿Qué pasó? No lo sabemos, ni podremos saberlo nunca. Pascual Tomás ocupó un cierto día una plaza del avión Orán-Alicante-Toulouse, como secretario general de la U.G.T. En los momentos más álgidos de la lucha sindical en Valencia de los casadistas-anticomunistas, tratando de destituir a la Comisión ejecutiva legal, un grupo de disidentes resentidos ugetistas-socialistas, intentaron constituir una nueva Comisión ejecutiva, en la que aparecía Pascual Tomás como secretario general y entre otros, incluían como vocales a Largo Caballero y Pedro Vélez. Caballero nunca aceptó ese intento, y Pedro Vélez, que se refugia en Francia después de haber permanecido escondido en España algunos meses, llega a París y se incorpora a la Comisión ejecutiva legal en su calidad de miembro del Comité nacional y con tal personalidad, la Comisión ejecutiva decide evacuarlo a México, donde se encontraba la mayoría del Comité nacional. La situación de la Zona Centro se empeoraba por momentos: ofensiva sobre Madrid, sin resistencia y toma de la capital, ofensiva sobre Valencia... las noticias, los acontecimientos se desarrollaban de la manera más desconcertante, vivíamos en París momentos de angustia. Acción urgente, salvar al mayor número de compañeros, era el imperativo de aquellos días de zozobra. El gran amigo del pueblo español, Pablo Neruda, se encontraba en París, no tenía cargo oficial, pero con los amigos españoles que le acompañaban en algunos momentos, nosotros entre ellos, estaba bajo la misma emoción y preocupación que todos nosotros en cuanto a procurar salvar a los antifascistas más significados de la Zona Centro. Neruda animó un proyecto al que dedicó, hasta con fiebre, todos sus esfuerzos
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e influencias para lograr el envío de un avión especial a Alicante. Neruda pensaba en varios intelectuales amigos, pero sobre todo en Miguel Hernández, en la suerte que pudiera correr su gran amigo; la vida del poeta le obsesionaba. Si fuese su hijo no creo que pudiera tener una mayor preocupación. Buscaba apoyos por todas partes. El problema financiero estaba resuelto, no sé cómo, pero él lo consideraba resuelto. No dejaba en paz a su Embajada de Chile, al embajador escondido en aquella bella placita contigua a los Inválidos. Todo parecía arreglado, cuando la prensa y la radio ofrecen las más desesperanzadoras noticias. Todo estaba perdido. El franquismo había ocupado Madrid y liquidaba el resto de la España republicana. El Consejo de Defensa de Casado-Besteiro abandonaba España. El puerto de Alicante había sido ocupado por las fuerzas italianas. Allí se encontraban concentrados cuarenta mil antifascistas, y el aeropuerto estaba cerrado a todos los vuelos. El avión de la esperanza, los barcos de la esperanza, se quedaron convertidos en eso: en una vana esperanza. Pablo Neruda sufrió por Miguel Hernández, fuimos testigos de ello, como puede sufrir un padre por la muerte de un hijo. En alguno de esos momentos, nosotros, con Benigno Rodríguez, estábamos con Neruda, pero eran varios más los que le acompañaban en aquel correr por París, no recordamos sus nombres. Se trataba de un grupo que no abandonaba al poeta chileno. Desearíamos que pudiesen leer, o conocer este relato alguno de ellos y que, dándole una mayor proyección, llevara a la historia los esfuerzos de Neruda por salvar a «su hermano» Miguel Hernández que posiblemente haya muerto en el penal de Alicante sin saber los esfuerzos que el vate chileno realizó para salvarle, con ese sentimiento de solidaridad tan profundo de hermano. Hermanos de poesía. Estamos seguros de interpretar ese espíritu si ponemos en labios de nuestro inolvidable amigo estas palabras: «Hermano Miguel, quisimos salvarte, pero los hermanos lobos, hambrientos de odio y venganza, lo impidieron». El drama de Alicante, símbolo de la tragedia de la Zona Centro-Sur, había terminado. La Comisión ejecutiva de la U.G.T., desde Magenta 12, se enfrentaba con problemas sumamente difíciles. La defensa de los ugetistas refugiados en Francia y África, y los problemas apremiantes de solidaridad para con los compañeros de España rebasaban todas nuestras posibilidades. Se trataba de problemas sobrehumanos. Los que los sufrían no podrían creer ni comprender tal vez nuestra desesperada impotencia. Y en el campo de esa incomprensión, crecieron las críticas, los ataques, las infamantes difamaciones, en contra de los hombres y de las organizaciones que en la emigración permanecieron fieles, en la línea unitaria, a la causa de la libertad y la democracia de España. Frente a todo lo negativo, a las actitudes ruines y mediocres carentes
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de grandeza, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. afrontó sus responsabilidades y, en cada momento, cumplió su deber con las demás fuerzas leales a la causa fundamental de la liberación de nuestra patria. Así se irá demostrando a través de los siguientes capítulos de este trabajo sobre la Historia de la U.G.T. española en la emigración.
5 PARÍS, CENTRO DE ACTIVIDAD DE LA U.G.T. EN EL EXILIO (Febrero
1939-marzo
1940)
La Comisión ejecutiva, ya instalada en París, inicia sus actividades. Una parte de sus funcionarios se encuentran en Limoges, colaborando con la Tesorería y en el Fondo de Solidaridad Internacional, otros, en los campos. Se desplazan a París las taquimecanógrafas Pilar Moreno y Estefanía Flores. Con muchas dificultades se logran permisos de permanencia en la capital por un mes, que van siendo prorrogados. El vicepresidente, Edmundo Domínguez que como se señala anteriormente se encontraba en Oran, establece contacto con la Comisión ejecutiva a la que transmite un informe sobre lo ocurrido en la Zona Centro-Sur que era una anticipación a su trabajo publicado en México, Los vencedores de Negrín." A este informe unía otro sobre la situación de los refugiados en Argelia. En España, en la cárcel de Madrid, se encuentran José Rodríguez Vega, Claudina García, Antonio Pérez y Ricardo Zabalza, marginado de la Comisión ejecutiva. En Valencia, cuando se trataba de constituir —el 27 de marzo— una nueva Ejecutiva por algunos elementos, Zabalza en una propuesta personal pedía la eliminación del presidente de la Ejecutiva, Peña, del vicepresidente, Domínguez, y del secretario general, Rodríguez Vega. Como salieran a relucir las pistolas, Edmundo Domínguez que presidía, suspendió la reunión. Así terminó aquel tumultuoso, último e irregular Comité nacional. No es, ciertamente, un episodio ejemplar como para que enriquezca la historia de nuestra Central Sindical. La Comisión ejecutiva cursó instrucciones a Domínguez para que cons1
1. Ver volumen Actas y documentos Comisión Nacional y 1939. Archivo del autor. 2. Los vencedores de Negrín, Editorial «Nuestro Pueblo», Oran Socialiste, junio-julio 1939- Oran (Argelia).
Comisión
Ejecu-
México,
1940.
tiva
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tituyera una Delegación de la U.G.T. en Oran, con representaciones en los diferentes campos de concentración. En esa delegación actuaron Ernesto Cebriá, del Sindicato de Banca de Valencia; Felipe García, del Sindicato de Artes Blancas de Madrid, y Eustaquio Cañas, del Sindicato Metalúrgico de Baracaldo y último gobernador de Murcia. La Comisión ejecutiva mantendría relaciones directas con la Delegación y ésta con los respectivos delegados de los campos. Terminada la organización, después de algunas semanas, Edmundo Domínguez se traslada a Francia incorporándose a la Comisión ejecutiva. El Fondo de Solidaridad Internacional, desde Limoges, establece relaciones con la Delegación de Oran e inicia la política de aplicación de subsidios y de ayuda en favor de los dirigentes ugetistas que habían llegado a tierras de Argelia, siguiendo las normas que a ese efecto había establecido la Federación Sindical Internacional responsable del Fondo. En el orden sindical, bien que habían llegado a Oran contingentes importantes de «casadistas», nadie discutía ni rechazaba la personalidad de la Comisión ejecutiva a la que se le atosigaba, por muchos de los elementos que en Valencia le negaban autoridad, con toda clase de planteamientos y demandas, a sabiendas en la mayor parte de los casos, de que estábamos imposibilitados de darles una solución. Las cuestiones de orden político en Argelia como en Francia, las intrigas, el anticomunismo de los representantes del grupo de los resentidos, proyectábanse, en muchos casos, sobre problemas de la organización sindical, perturbando seriamente nuestras actividades. En Oran, Argel y otras plazas argelinas se habían instalado los elementos más conspicuos del grupo de los ugetistas y socialistas resentidos y casadistas de la Zona Centro, llevando en sus maletas el veneno del anticomunismo, las cápsulas cargadas de odio a todo lo que pudiera ser considerado como «negrinismo». Las actitudes de individualidades irresponsables animadoras de la violencia eran las mismas que se habían fomentado en la Zona Centro, antes y durante el golpe de Casado, especialmente por parte de los dirigentes de los grupos de Alicante, Murcia, Valencia, de la Casa del Pueblo de Madrid y de la Agrupación Socialista. Todos ellos siguiendo las maniobras golpistas desarrolladas por el faísmo y la C.N.T. en connivencia con Casado y los agentes de Franco. Llegaron a Argelia exacerbando un clima de odio y desunión, dividiendo a los refugiados entre «casadistas» y «negrinistas», prosiguiendo en sus posiciones de España, combatiendo a todos los que permanecían fieles a la consigna de unidad entre todas las fuerzas antifranquistas, agrupadas durante la lucha, en torno al Frente Popular. Simplemente, la política de desintegración de la Zona Centro se trasladaba a Argelia. Un ambiente tal hacía más difícil toda la política de ayuda y de defensa de los intereses generales de los grupos refugiados y prestaba una mag-
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nífica colaboración a las autoridades francesas para justificar su conducta de hostilidad hacia ellos. Nuestros compatriotas sólo encontraban apoyo y solidaridad moral en los españoles viejos residentes, originarios en general de la región levantina y en su mayor parte antifranquistas y no complicados en la traición del casadismo. Los elementos de la C.G.T. de la Bourse du Travail de Argel y Oran, con la mejor voluntad, trataban de ayudarnos, pero con poco éxito. Las autoridades colonialistas en los medios oficiales los trataban como a nosotros, con toda clase de desconsideraciones. Ya se mascaba en Argelia, como en Francia, la tragedia que amenazaba al pueblo francés, consecuencia de la cobardía y la traición de sus clases dirigentes para con la República Española. Durante algunos días del mes de marzo y parte de abril, sobre la marcha de un conjunto de gestiones a cual más complicada, la Comisión ejecutiva monta su aparato y dispositivo de organización, evitando el control y vigilancia de la policía. No obstante tener nuestros papeles en regla —en Francia nunca se tienen—, no podíamos sentirnos tranquilos en ninguna parte. En ese trajinar sufrimos dos detenciones y en los dos casos fuimos liberados gracias a la eficaz y oportuna acción de la Embajada de México y de su agregado cultural el eufórico Bernardo Reyes, hoy embajador en Lisboa. La última vez, nuestro salvador, siempre el mismo, nos alcanzó cuando ya estábamos en una camioneta celular que, con un grupo de individuos de varias nacionalidades, se disponían a llevarnos a quién sabe qué campo de concentración; según supimos más tarde, a un campo especial cerca de la frontera alemana. Bernardo Reyes, con un comisario de policía, se presentó en el patio de la Prefectura, hablando a gritos, con su arrolladora palabra, como regañando al comisario por la «arbitrariedad de la detención», contándole toda una historia sobre nuestra personalidad, mientras me decía a mí por lo bajo cuando estaba junto a la camioneta: «Tú no hables, tú no hables,...». El comisario se disculpó. Por segunda vez salíamos libres del centro de terror de los refugiados: la Prefectura. Y de nuevo a la actividad semiclandestina, superando toda dase de inconvenientes. La inmensa mayoría de los refugiados estaban tras las alambradas en los campos de concentración del sur de Francia y las autoridades a la busca y captura de los evadidos o de aquellos que habían logrado eludir el encierro y deambulaban por todas partes hasta que eran detenidos. Muchas veces se establecía contacto en plena calle con un compañero que, después de mil vicisitudes, llegaba a París; quedábamos citados para el día siguiente y no volvíamos a tener noticias de él hasta que nos escribía desde un campo de concentración contando su odisea, lugar, dónde y cuándo había sido «cazado».
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A finales de abril, la U.G.T. en Francia, dirigida por la Ejecutiva, después de una relativa normalidad, adoptaba la siguiente organización: — Fondo de Solidaridad Internacional y Tesorería de la U.G.T. establecidos en la Bourse du Travail de Limoges. (Pretel, Genova, Enrique de Santiago.) — Un Subcomité del Fondo de Solidaridad Internacional establecido en las oficinas de la F.S.I. en París. Representaba a la U.G.T., César Rodríguez González y al Partido Socialista, Cruz Salido. — Delegación de Toulouse (Anguiano-Ureña-Caloto). — Delegación en Perpignan (Isidro de Miguel Pérez). — Delegación de Oran y Argel (Ernesto Cebriá, Eustaquio Cañas y Felipe García). — Delegado de Túnez. — Delegado en Casablanca. — Secretariado de Cataluña (José Moix-Tomás-Molinero). — Comisión de la U.G.T. para Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra-(Euzk a d i ) : Juan Nadal y José Salvide. — Delegado en Burdeos para asuntos especiales en relación con España, Eduardo Castillo, diputado socialista y miembro del Comité nacional de Empleados de Farmacia. — Finca —un castillo con un inmenso jardín— alquilada a la Federación de Inquilinos de París, con cien camas y todos los servicios para albergar a los miembros del Comité nacional que fueran logrando su liberación, así como para los miembros de la Comisión ejecutiva de las Federaciones. Representaba a la Ejecutiva y era responsable del refugio, Marciano Tejedor, vicesecretario de la Federación de Banca. La finca estaba situada e n : Cháteau de Pressigny les Pins par Nogent S. Vermisson (Loiret). — Oficinas de Magenta 12 y otra, de carácter reservado, en la Bourse du TravaiL En el dispositivo que dejamos registrado, descansaban las actividades que desarrollaba la Comisión ejecutiva además de las relaciones que mantenía con la representación de aquellas Federaciones Nacionales que, con el apoyo de las similares francesas, habían logrado establecer en París un pequeño aparato de dirección para mantener contacto con sus compañeros en los campos de concentración. En ese caso se encontraban la Federación de Banca, asegurando su actividad los miembros de su Ejecutiva,. Ramón del Campo, Luis Guillen, Miguel Gómez Ubeda y A. del Rosal; la de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) con los miemros de su Ejecutiva César García Lombardía y Amparo Ruiz; el Sindicato de Co-
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rreos y Telégrafos, con sus ejecutivos Lobera y Quesada y algún otro que no recordamos; la Federación Textil a través de su secretario Salvador Vidal Rosell y de Espectáculos Públicos, por medio de su secretario, Felipe Pretel; ferroviarios, Antonio Goñi. Una segunda fase del plan de organización fue la de establecer en cada campo de concentración un Comité ugetista, integrado por tres miembros entre los de mayor significación sindical, labor que correspondió realizar, siguiendo las instrucciones de la Comisión ejecutiva, a su delegación en Toulouse —Anguiano, Ureña—, procurando para ello introducirse en los diferentes campos. En un tiempo relativamente corto, quedaban establecidos los Comités de la U.G.T. integrados por un representante del Secretariado de Cataluña y dos elementos de mayor significación sindical. Los Comités de la U.G.T., los primeros que se constituyeron, tenían por misión ser el enlace con la Comisión ejecutiva, elaborar informes sobre la situación del campo y de los compañeros ugetistas, orientar a nuestros militantes y trasladar a la Comisión ejecutiva sus problemas, distribuir la propaganda, circulares, prensa, así como procurar solidaridad moral y ayuda en la medida que les fuera posible. Los Comités recibían una pequeña subvención de la Comisión ejecutiva y aquella que se lograba a través del Fondo de Solidaridad; colaboraban en la formalización de los subsidios que el Fondo había acordado, según unas normas previamente establecidas, a favor de los dirigentes que hubiesen ostentado cargos nacionales o provinciales en la organización. La labor de estos Comités ha sido altamente positiva y jugaron un papel extraordinario en una casi total clandestinidad. Su labor fue ingrata y penosa, como lo era la de la Comisión ejecutiva, pues las •cuestiones de solidaridad y ayuda rebasaban todas las posibilidades. Humanamente no se podía hacer más. Cada refugiado era un problema y, en muchos casos, una verdadera tragedia. En cuanto los Comités eran descubiertos por las autoridades de los campos, en la mayor parte de los casos, caía sobre ellos la represión y eran llevados a barracones de castigo o a campos especiales, teniendo que proceder al nombramiento de uno nuevo. Un hecho significativo, digno de consignarse, es que no hubo ni un solo caso de que un militante ugetista se negara a formar parte de un Comité a sabiendas del peligro que ello representaba. En otros campos lograron ser reconocidos y disfrutaban de una cierta autoridad y prestigio ante los oficiales y jefe de campo. En este caso su labor era mucho más positiva y eficaz, ello se debía a que el jefe francés del campo «ra simpatizante de nuestra causa. La Comisión ejecutiva tenía en los Comités de los campos a los más
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eficaces colaboradores y ésta fue más patente cuando se inició la política de emigración. A los problemas de ayuda y solidaridad, a partir de ese momento, se uniría otro, más penoso y difícil: el de la selección de los que se designaban para salir hacia América. Todos querían emigrar, pero las plazas eran limitadas. Esta cuestión fue espinosa y delicada para la Comisión ejecutiva, para los Comités de los campos, para cuantos, honestamente, con un espíritu de justicia, de imparcialidad, intervinieron en él. Pero de esto nos ocuparemos más adelante, no sin anticipar que, para nosotros, ese período ha sido tal vez el más arduo y desagradable de nuestra vida; el más desesperante y triste, de un lado, por la impotencia para resolver los problemas humanos, angustiosos, que teníamos ante nosotros; por el otro, por las actitudes de incomprensión e injusticia con que tropezábamos en nuestros propios medios, que llegaban al acoso con más de doscientas cartas diarias. Cada carta era un mensaje de desesperación. El compañero que pedía a la Comisión ejecutiva que localizaran a su familia; que solicitaba gestionáramos de las autoridades permiso para visitar a su esposa grave, a un hijo; en otros casos, que uno de sus deudos había fallecido, etc. La Comisión ejecutiva, a través de sus representantes o directamente, realizaba las gestiones, pero casi siempre sin éxito. En la delegación de Limoges se estableció un servicio de información para la localización de familias. Se recibían las cartas por centenares. El Gobierno francés mantenía a los hombres en los arenales de las playas del sur, pero a las mujeres y niños los había situado en refugios diseminados por el país, por las plazas cercanas a la frontera suiza, por el interior de Francia, sin recursos, sin dominar el idioma, para ellas todo eran dificultades. De España empezamos a recibir cartas pidiendo informes sobre familiares, utilizando en algunos casos la Cruz Roja. Un problema más.
6 EN TORNO AL MES DE MARZO DE 1939
El panorama internacional en el mes de marzo de 1939 era de lo más sombrío. El medio millón de refugiados españoles en Francia y los miles de África, ante la torpe y necia hostilidad del Gobierno Daladier, resultaban, para nosotros, un problema sin solución. España ofrecía la instalación del fascismo en Madrid gracias a la victoria pírrica del general Franco, con el apoyo masivo de fuerzas y elementos bélicos aportados por los gobiernos de Berlín y Roma, la colaboración directa y el apoyo estratégico de Lisboa y los combatientes del Marruecos español. Todo ello con la abierta complicidad del tristemente célebre Comité de no-intervención inventado por el Gobierno Popular de León Blum. Según una versión íntima de Blum, «ia no-intervención le había sido sugerida, en los primeros momentos, por los propios españoles, Luis Jiménez Asúa y Fernando de los Ríos, que le aseguraban que con la no-intervención, el Gobierno español estaba en condiciones de aplastar la sublevación». Esa aseveración, opinamos nosotros, tal vez habría sido correcta si Francia, Blum y su Gobierno hubiesen cumplido con el convenio de suministro de armas que estaba en vigor, y ello con la urgencia y los procedimientos expeditivos que requerían las circunstancias; de haber sido así no se habría perdido tan rápidamente Irún, la frontera de Hendaya, y toda esa zona del norte por falta de municiones y armas detenidas en vagones de ferrocarril, al otro lado de la frontera. Esa conducta, dentro del más riguroso principio del Derecho Internacional, secundada por una acción de emergencia y transitoria sobre el Protectorado español de Marruecos, fuera ya del control del Gobierno legal de España, en efecto, habría permitido dominar la sublevación contra los poderes legítimos en muy poco tiempo. Francia y España en 1921 se habían puesto de acuerdo para liquidar a Abd el Krim y su República del Rif. Francia bien podía, y cal era el pensamiento de los altos jefes de su Ejército, defenderse y defender a la
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España republicana, haciéndose caigo del Protectoiado español en poder de los facciosos. 1
El 8 de agosto, al mes de sublevación, el Gobierno francés cerraba la frontera y suspendía las exportaciones. A los pocos días del 18 de julio, los aviones alemanes llegaban a Marruecos y seguían a Sevilla. Uno de ellos se vio obligado a aterrizar en la zona republicana. El embajador alemán todavía estaba en Madrid. Las nefastas figuras de Blum, Delbós, Baldwin, Halifax, Chamberlain, Daladier, Bonet junto a otras de triste recuerdo, se hacían sordos, mudos y ciegos a todo lo que estaba ocurriendo. La España republicana de la Zona Centro-Sur, el 5 de marzo, sufría la segunda traición: el golpe de Casado-Besteiro para cumplir, tras la bandera del anticomunismo y la de una «paz honorable», la misión que les confiaban los servicios secretos franco-británicos de liquidar «el caso de España», dándole el triunfo a Franco en veinte días. El 25 de marzo el «caso de España» se encontraba en el tablero internacional: para los gobiernos de París y Londres, estaba «liquidado», para Berlín y Roma significaba la culminación de una victoria sobre las llamadas democracias. El 14 de marzo se declaran independientes Eslovaquia y Ucrania subcarpática; el 15-16, entran las fuerzas germanas en Checoslovaquia; se crea el Prorectorado de Bohemia-Moravia; el 22 de marzo, Alemania se anexiona el territorio y la ciudad de Memel; el 12 de abril, Italia liquida la corona de Albania. Todos esos acontecimientos coinciden con «el caso de España» y su secuela Casado-Besteiro que rompe la resistencia de la Zona Centro y liquida la República. 2
El análisis de esa situación, de ese conjunto de hechos, no podía llevar más que a la conclusión de que Europa caminaba a pasos agigantados hacia la Segunda Guerra Mundial. Esa era la idea, la concepción del presidente del Gobierno republicano español en el exilio, el Dr. Negrín. De acuerdo con ese examen pensaba Negrín en la resistencia organizada en la Zona Centro-Sur y, más tarde, que el problema de los refugiados sólo tenía una solución: ser incorporados a la economía francesa, necesitada de mano de obra en la industria y en el campo; procurar la evacuación de un contingente de republicanos refugiados que, por su significación política o sindical, responsabilidades en la guerra, personalidad científica 1. El 14 de julio — d í a bien significativo para Francia— la España de Franco ocupa, provisionalmente, la ciudad internacional de Tánger, con objeto, según afirmaba, de garantizar la neutralidad de la Z o n a . . . ¿Por qué la Francia de Blum de 1 9 3 9 no ocupó el Marruecos español con el mismo f i n . . . 2. El 27 de marzo el generalísimo Franco anuncia su adhesión al pacto anti¬ Komintern.
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o intelectual, no pudieran tener acomodo en Frarftia. Pero para todo era tarde. Nosotros que pensábamos depositar los archivos de nuestras organizaciones sindicales en la F.S.I., nos encontramos que ésta estaba empacando los suyos con destino a Londres. La evacuación de los españoles sólo podía orientarse hacia América, pero para ello había que contar con el apoyo, especialmente, del Gobierno francés y con la solidaridad de aquellos gobiernos del Nuevo Continente que estuvieran dispuestos a ofrecer asilo político a los republicanos españoles refugiados en Francia y África. Dos problemas difíciles y sobre los que pesaba la presión de los acontecimientos internacionales que se desarrollaban a un ritmo vertiginoso. El tiempo y esos acontecimientos trabajaban en contra de nosotros y se proyectaban negativamente sobre la situación de los asilados. Tanto la Internacional Sindical como la Socialista, como en los preludios de la Primera Guerra Mundial, se preparaban para bien morir. La historia se repetía. Un hombre de una gran sensibilidad, al que ya aludimos en capítulos anteriores, se hacía intérprete de esa situación y de su trágico realismo en relación con la situación de los españoles en Francia y África. Ese hombre que había vivido con nosotros parte de la guerra, que ostentaba en España el título especial de Delegado de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (C.T.M.) ante nuestra organización, que había intervenido en algunos Comités nacionales de la U.G.T. celebrados en Barcelona, que estuvo permanentemente en relación con la Ejecutiva, que además, tenía una representación personal del general Lázaro Cárdenas, presidente de la República de los Estados Unidos Mexicanos, era Narciso Bassols, embajador de México en Francia en el mes de marzo; el representante de México estaba en relación constante con el Gobierno republicano en el exilio, con su presidente el Dr. Juan Negrín. Narciso Bassols era el único embajador que tenían los españoles republicanos en Francia. De sus planes, sin duda, era partícipe el Dr. Negrín. El licenciado Bassols, llevado de su simpatía, de su cariño y amor hacia la República española y de un sentimiento de solidaridad apasionado hacia los refugiados en Francia, al contemplar su dramática situación, hace un viaje urgente a su patria para plantear al general Cárdenas la tragedia de los republicanos españoles en los campos de concentración y la amenaza que pesaba sobre ellos si se declaraba, como se veía venir, la Segunda Guerra Mundial. Los republicanos españoles necesitaban un apoyo internacional, asilo político y, con él, una defensa y una garantía diplomática. Imbuido de ese noble propósito navega el embajador de México a Nueva York a mediados de marzo, y de allí, en tren hacia su país. En la frontera le esperan tres de sus amigos que a la vez lo eran y lo
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siguen siendo del pueblo español, de la República y de su causa de libertad y democracia. Son ellos los licenciados Víctor Manuel Villaseñor, Ricardo Zevada y Jesús Silva Herzog, los tres muy identificados políticamente con el general Cárdenas y con el licenciado Bassols. Sin duda, el embajador trasladó a sus amigos sus inquietudes, sus grandes preocupaciones, dándoles a conocer cuál era la situación de los campos de concentración y el abandono jurídico en que se encontraban; el problema acuciante y angustioso que llevaba en cartera para ser planteado al general Cárdenas y a su Gobierno. Ha sido para los refugiados y para la España democrática verdaderamente lamentable que el licenciado Bassols haya desaparecido prematuramente, sin que pudiera escribir capítulos muy interesantes para la historia de nuestra emigración. Hay muchos episodios que sólo él podía relatar y que quedarán inéditos. Hemos convivido con Bassols en España,, en Francia y en México. Se trataba de una excepcional figura, un hombre de una gran calidad humana, una aguda y certera visión política, una conducta de honestidad intachable y de una fidelidad a los principios revolucionarios. Bassols no conocía la debilidad ni la vacilación. El licenciado Bassols, en su calidad de embajador de México en Francia —ministro— plantea al general Cárdenas el problema de los refugiados españoles en Francia. No conocemos, en lo personal, los términos de ese planteamiento a Cárdenas y después ante su Gobierno, pero habiéndole escuchado en París, sabiendo cuáles eran sus profundos sentimientos de solidaridad hacia nuestros compatriotas, es de suponer que no podía ser otro que el de solicitar al Gobierno mexicano que ofreciera asilo político a contingentes de refugiados y amparara, bajo su pabellón y respaldo diplomático, a los que en Francia se encontraban totalmente ayunos de todo apoyo, y al margen de todo organismo oficial y de Gobierno. En esta actitud del licenciado Bassols, no sólo había un problema humano, sino político. Ese gesto del Gobierno de México sería una lección a las llamadas democracias; un ejemplo para todas las Cancillerías y una evidencia de sus cobardías. De otra parte, esa conducta del Gobierno mexicano tendría una repercusión histórica incalculable para el porvenir. El prestigio internacional de México alcanzaba las más altas cotas. El licenciado Víctor Manuel Villaseñor, uno de los íntimos amigos del licenciado Bassols, hablando en alguna ocasión de este problema, nos decía que el viaje del embajador había provocado dos reuniones del Gabinete del general Cárdenas en las que había sido examinada y discutida, 1
1. El licenciado Bassols ha desaparecido, pero sus tres amigos, que también lo son del autor, permanecieron hasta nuestros días fieles a la causa de la República española, mostrando su solidaridad para con ella a través de cerca de cuarenta años de acción y apoyo para los refugiados en México.
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exhaustivamente, la cuestión planteada por el representante de México en Francia y que, a propuesta del general Cárdenas se había acordado un plan de ayuda que el licenciado Bassols llevaría a París para ser presentado al Dr. Negrín como presidente del Gobierno republicano español en el exilio; éste seguiría siendo reconocido por el Gobierno de México. El licenciado Bassols salió para Francia en los primeros días de abril de 1939, llevando en su cartera un acuerdo y un mensaje del general Cárdenas para el Dr. Negrín. Había alcanzado el noble objetivo perseguido. Los refugiados españoles tendrían el apoyo diplomático de México y de su gran pueblo. A las pocas horas, como reguero de pólvora, en el corazón de republicanos españoles, latía la ilusión y la esperanza: México nos ofrece asilo político, mientras las clases dirigentes de la Francia de los Derechos del Hombre nos ofrecía campos de concentración en las playas, cercados por alambradas, bajo la vigilancia y custodia de los fusiles y ametralladoras de los senegaleses. En París ya tuvimos oportunidad de conocer parte del plan que contaba con el apoyo decisivo del general Cárdenas. El licenciado Bassols se reúne con el Dr. N e g r í n y ambos examinan el plan y toman las medidas necesarias. Para llevarlo a la práctica, el Dr. Negrín contaría con una colaboración extraordinaria: la de don Pablo Azcárate. 1
Para la Comisión ejecutiva de la U.G.T. no cabía la menor duda de que la situación internacional desembocaría en la guerra. Esa era también la posición del Gobierno Negrín, en el que estaban representadas todas las organizaciones, hecho que se olvida, en general, por casi todos los historiadores, para lanzar acusaciones personales, olvidando las posiciones colectivas, pues si en la política de emigración hubo errores, que posiblemente los hubo, deben ser imputables al organismo de evacuación y no al Dr. Negrín. El golpe de Casado y su Consejo Nacional de Defensa, no jugó más papel que el de la traición. Consumada esta «misión cumplida», desaparece, pero el último Gobierno republicano legal, continuaba como Gobierno en el exilio, y directa o indirectamente, nadie le negaba esa autoridad, no obstante «los juegos diplomáticos», las maniobras y oportunismos entre bastidores de las Cancillerías. El Dr. Negrín, como presidente, Alvarez del Vayo, como ministro de Estado, continuaron gozando de autoridad y prestigio en los medios internacionales, tanto diplomáticos como de la prensa. Fortalecen la unidad en torno al Gobierno del Dr. Negrín en 1. Bassols había sido portador también de un mensaje del Dr. N e g r í n para el general Cárdenas y de un plan en relación con la evacuación de los refugiaJ o s . Sería portador, igualmente, de importantes recursos que quedarían depositaJ o s a nombre del Gobierno del Dr. N e g r í n .
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el exilio, era un deber, diríamos, histórico. En su situación se encontraba el de Abisinia, el de Albania, el de Checoslovaquia, el de Austria. Más tarde estarían en iguales condiciones el de Polonia y el de Yugoslavia. La llegada del embajador de México a Francia, a principios de abril, con el acuerdo del Gobierno mexicano de admitir a un importante número de republicanos españoles, de patrocinar y apoyar la política de emigración hacia América, cambiaba la situación y abría una nueva etapa para los refugiados en Francia y África, alimentando en nuestros compatriotas una moral y una mayor decisión para resistir las vicisitudes. La Embajada de México, el licenciado Bassols, se reúne de inmediato con el presidente Negrín, a fin de trasladarle el mandato que traía del presidente Cárdenas, del Gobierno mexicano. México estaba dispuesto a recibir hasta cuarenta mil asilados, con la sola condición de que el Gobierno español en el exilio asegurara su sostenimiento en el país; que no fueran una carga para su débil economía. La Embajada patrocinaría, colocaría bajo su protección diplomática a un organismo integrado por todas las fuerzas políticas que estaban representadas en el Gobierno del Dr. Negrín. Este organismo se encargaría de todos los trabajos de evacuación. El Dr. Negrín acude al último embajador de España en la Gran Bretaña, Pablo Azcárate, para que se haga cargo de ese organismo. Don Pablo Azcárate gozaba de un gran prestigio internacional por haber sido, aparte haber desempeñado otras funciones, uno de los secretarios de la Sociedad de las Naciones. Designado por el Gobierno republicano para presidir el organismo de emigración y ayuda y, aceptado por el Gobierno francés, «extraoficialmente», en especial por el ministro del Interior, señor Sarraut, el señor Azcárate inicia sus trabajos para dar por constituido el organismo, que actuaría bajo la protección de la Embajada mexicana. Las organizaciones fueron requeridas para que designaran a sus representantes. Recordamos algunos de ellos: Izquierda Republicana, Baeza Medina; Partido Socialista Obrero Español, Dr. Alejandro Otero; C.N.T., Mariano Rodríguez Vázquez; U.G.T., A. del Rosal; Partido Nacionalista Vasco, Julio Jáuregui; Partido Comunista de España, Antonio Mije; Esquerra Catalana, Ayguadé. La U.G.T. estaba en magníficas condiciones para abocarse a los trabajos de evacuación. Los representantes del Comité nacional que se encontraban en Francia en diferentes lugares facilitarían, bajo su responsabilidad, las listas de sus militantes de mayor significación sindical y responsabilidad. La Comisión ejecutiva trabajaría sobre esas listas y sus delegaciones y Comités de los campos de concentración contribuirían a la política de evacuación, controlando las listas que afectaran a su radio de acción. 5
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En esta ardua y difícil labor, la Comisión ejecutiva tendría la eficaz colaboración de los Comités de los campos más importantes y de mayores contingentes, como eran: — — — — — — — — — — —
Agde N.° 1. Agde N.° 2. Agde N.° 3. Barcarés. Bram. Saint-Cyprien. Sepfonds. Vernet-les-Bains. Gurs. CoIIioure. Vernet d'Ariége.
En el campo de Agde N.° 1, actuaron como Comité los compañeros Aurelio Pulido Peinado, Secretariado General; Vicente López Márquez, Relaciones Exteriores; Félix Artero Bernard, Organización; Faustino Alonso Huerta, Propaganda. En el acta de constitución se lee en su artículo 2.° «que desde este momento, este Comité dependiendo de nuestra Ejecutiva nacional, fiel intérprete de la disciplina sindical, se atiene a cuantas directrices políticas y orientaciones emanen de nuestro organismo superior». En el apartado 3.° se dice «que para todos los efectos de orden sindical respecto a nuestra organización, asume la responsabilidad y autoridad única legal en este campo, condenando, de acuerdo con nuestra Comisión ejecutiva Nacional, la traición de Casado-Besteiro que, rompiendo la unidad de nuestro Frente Popular y de nuestro Ejército Popular, han entregado la Zona Centro-Sur al fascismo...» (volumen III, «Campos de concentración», A. C. E.). Esta era la tónica de todos los Comités. En el Comité del campo número 2 actuaban Juan Antonio Pía Diez, José Pascual Rosell, Víctor Navarro Alonso. En el campo número 3 empezaron a actuar para la organización del Comité Juan A. Bernal, Jiménez, Alfonso Alonso Rodera, Eduardo Carcavilla Marcuello. En el campo de Barcarés funcionaba el Comité, actuando como secretario Joaquín Sáez, con el compañero Satué, Ventura Alvarez, Andrés Corripio, Antonio Olarte, J. Daudio, Manuel Martínez Zapatero, Fernando Toba Noreira; finalmente el Comité quedó integrado por Joaquín Sáez, Andrés Corripio, Antonio Olarte y Manuel Martínez Zapatero. La vida 1. Ver los volúmenes I, II y III, «Campos de concentración, Francia ( 1 9 3 9 ) » (A.C.E.) Archivo Comisión Ejecutiva.
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de los tres campos de Barcarés ha sido muy agitada. Soportó una acción intensa para obligar el regreso a España y otra para la incorporación a unidades destinadas a Indochina. El campo fue visitado por el general Gamelin. El 7 de julio hubo un motín, una pequeña sublevación en contra de la salida de quinientos refugiados con dirección a cierta zona fronteriza, para ser dedicados a trabajos de fortificación, sin darles ninguna garantía ni derechos. El motín fue reprimido y nuestros compatriotas declaran la huelga de hambre. (L'Tndependant, 8 de julio de 1939.) (Volumen III, «Campos de concentración, A. C. E.) El Comité del campo de Bram, por algún tiempo, estuvo asegurado por Alfredo Samper Diez; el de Sepfonds estuvo integrado por Mariano Bona, Fernando Pons y Salvador Marín. En Perpignan actuó como delegado Isidro de Miguel Pérez, que realizó una formidable labor en relación con los campos, hasta que es detenido. En Saint-Cyprien actuaron como Comité los compañeros José Pardo, Joaquín Piera Trejo, Juan Piaza Naranjo y Moreno. En Vernet-Les Bains, se trata de un refugio, Ventura Albes, Manuel García Pérez y Antonio Pérez Calderón. En Vernet D'Ariége, Bartolomé Coll, Mónica Clavero y Escorihuela. En el campo de Gurs, actuó como secretario del Comité Eduardo Rodríguez Arias, que se distinguió por su labor personal, con la colaboración de los compañeros L. Huélamo y José Moreno. Tales eran los campos más importantes. Quedaban numerosos refugios, con pocos contingentes, así como los especiales creados por el Gobierno Vasco en los que sólo estaban vascos. Con esos lugares manteníamos relación a través de delegados personales, además de la oficial con la Comisión vasca que residía en el refugio instalado en Enghien les Bains, no lejos de París. Otro organismo de colaboración eficaz y muy activo fue la Delegación del Secretariado de la U.G.T. de Cataluña: Tomás Molinero, José Moix, Elisa Uriz, la esposa de Antonio Sesé, secretario de la U.G.T. en Cataluña, asesinado por los incontrolados de la F.A.I. La labor de los miembros del Comité nacional, con las excepciones que ya señalamos, fue muy débil. En los primeros momentos salieron para México.
7 LA CONSTITUCIÓN DEL ORGANISMO DE AYUDA. SU MISIÓN Y SUS DIFICULTADES
Como recordará el lector, a finales de marzo la Ejecutiva —la Secretaría de la U.G.T.— se instala en París. En menos de un mes nuestra central está organizada en Francia, una vez producido el golpe de Casado y liquidada la Zona Centro-Sur. Ante la inminencia de la guerra la cuestión más urgente era iniciar la evacuación de los hombres más responsab'es y significados de las organizaciones políticas y sindicales, y de aquellos otros de prestigio cultural y científico que se encontraban tirados en los campos, abandonados por los refugios o rincones de Francia. A éstos se unían decenas de intelectuales de gran renombre que pululaban por el París de la bohemia, sin recursos, con sus vidas deshechas. En Collioure había muerto el gran poeta Antonio Machado. En aquella misma ciudad, en su castillo-prisión, estaba encerrado un contingente de refugiados seleccionados por su personalidad antifascista, bajo la terrible acusación de «comunistas». Intelectuales de ganado prestigio, con el apoyo de la Embajada mexicana y del Gobierno Negrín, iban evacuándose hacia suelo azteca, sin esperar la organización de las expediciones colectivas. En México les esperaba la hospitalidad del Gobierno y de la intelectualidad mexicana y de esa hermandad saldría la primera institución docente patrocinada por el gran intelectual Daniel Cosió Villegas: la Casa de España, hoy «Colegio de México». A primeros de abril, con el regreso a Francia del embajador Narciso Bassols, portador de los acuerdos con el presidente Cárdenas y del Gobierno en el exilio del Dr. Negrín, se inicia en forma semioficial la política de emigración y de ayuda a los campos. Colaboran en esta penosa y humana obra, los mexicanos Gilberto Bosques, cónsul general, Fernando Gamboa y Susana Gamboa. Su labor nunca ha sido puesta de relieve, pero los que
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hemos convivido con ellos podemos decir que ha sido extraordinaria y apasionante. En la rué Tronchet n.° 1 1 , existían unas oficinas del Gobierno Negrín, en ellas don Pablo Azcárate reúne a los representantes de las organizaciones políticas y sindicales para dalles cuenta del convenio realizado con el Gobierno de México y de sus principales lincamientos. Bajo su presidencia figuraba como director general Osorio Tafall (sustituido más tarde por Alejandro Viana) y como secretario, Ignacio Mantecón. Como detalle señalamos que la dirección del organismo estuvo siempre en manos de elementos de Izquierda Republicana. Lo consignamos para rechazar la leyenda, la difamación de los «enemigos de Negrín» al denunciar que el S.E.R.E. se trataba de un centro dominado por los comunistas. Una infamia más. Una representación de cada uno de los partidos y organizaciones sindicales que formaban parte del Gobierno integrarían el organismo que se titularía «Service d'Evacuation des Republicains Espagnols», patrocinado por la Legación de los Estados Unidos Mexicanos en Francia. Tolerado por el Gobierno francés, sería acreditado ante el Ministerio del Interior que facilitaría a cada miembro del Consejo un documento oficial que le sirviera de credencial para ejercer su función. El presidente, señor Azcárate, informó a los reunidos que se había alquilado un amplio local en la rué Saint-Lazare n.° 94, en el que se establecerían las oficinas con los servicios administrativos y de gestión del nuevo organismo. Desde ese momento está en marcha el famoso S.E.R.E., esperanza de miles y miles de refugiados españoles. Su labor sería ingente, no pudiendo hacer milagros, tendría que soportar duras críticas. Pero gracias a él se salvaron miles de refugiados. El casadismo en la emigración, mientras tanto, se movía en el campo fangoso de la intriga, de la calumnia, atizando el fuego del anticomunismo y de la desunión. En la Zona Centro-Sur, «liberada», actuaban los pelotones de ejecución y en las comisarías y campos de concentración —Albatera como ejemplo— se aniquilaba a los prisioneros republicanos. En el aparato administrativo del S.E.R.E. figuraron un grupo de bancarios ugetistas en razón a sus conocimientos profesionales, entre ellos, José María Rancaño, administrador; Juan Grijalbo, Ramón del Campo, José Soler y otros. Luis Guillen Guardiola, antiguo director general del Centro de Contratación de Moneda, en colaboración con el ministro de Hacienda, Francisco Méndez Aspe, llevaba los problemas financieros. El primer trabajo, independiente al de organización, fue el de editar una tirada de miles de fichas para ser enviadas a los campos, con el objeto de que cada refugiado cumplimentara los requisitos necesarios para su posible emigración.
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En pocos días entraban en las oficinas de Saint Lazare miles de fichas, iniciándose un proceso que requería todo un equipo de empleados para su manipulación. Las organizaciones, a su vez, recibían directamente también centenares de duplicados con la esperanza de una tramitación más eficaz. Ese equipo de funcionarios las analizaba y seleccionaba por organizaciones para que los consejeros las estudiaran, y aquellas que reunieran las condiciones exigidas, se elevaran al grupo de «evacuable», esperando ser propuestas, a ese fin, dentro del contingente acordado a cada organización. El S.ER.E. contaba con un grupo de inspectores encargados de visitar los campos e informar sobre los problemas que ofreciera cada uno de ellos. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. había atendido esa cuestión desde los primeros momentos, manteniendo en Toulouse a Daniel Anguíano y Ezequiel Ureña, y en Perpignan a De Miguel. Una vez que el S.E.R.E. establecía ese servicio, la Comisión ejecutiva llamaba a París a Anguiano y Ureña para que, con el consejero, prestaran su colaboración a los problemas de emigración, en relación directa con el S.E.R.E. Tanto Anguiano como Ureña, siguieron realizando, periódicamente, visitas a los campos, como emisarios de la U.G.T. Sus informes figuran en los volúmenes I, II y III de «Campos de concentración en Francia, 1939», de los archivos de la Comisión ejecutiva. Si en las oficinas de la Comisión ejecutiva se llegaron a recibir hasta doscientas cartas diarias, en cuanto el S.E.R.E. inició sus funciones, empezaron a llegar, a nombre del consejero de la U.G.T., A. del Rosal, otras tantas, viéndonos obligados a mantener un equipo de mecanógrafas para atender exclusivamente la correspondencia. Anguiano se encargaba de estudiar cada carta recibida en el S.E.R.E. y proponer la contestación adecuada. En Limoges se produjo el mismo fenómeno. Los compañeros también escribían a la Tesorería solicitando su «influencia» para que se les aprobara su ficha; una fiebre de éstas invadió todos los campos. Desde ese momento, el problema estaba en torno a la petición de cada refugiado. No obstante la política de emigración, la Comisión ejecutiva insistía ante la C.G.T. y sus Federaciones Nacionales, en particular la Metalúrgica, la de la Tierra y la de la Construcción, para lograr que nuestros compatriotas fueran liberados e incorporados a la producción. Sabíamos que la Industria Aeronáutica, la de la Aviación, la Metalúrgica, estaban faltas de mano de obra especializada y de peonaje, mientras en los campos de concentración se encontraban cientos de trabajadores calificados y de técnicos. De Cataluña habían evacuado equipos enteros de nuestros talleres de fabricación y ensamblaje de aviones, de talleres y fábricas metalúrgicas. La crisis de la Industria de la Aviación, en Francia, era notoria. De otra parte, miles de hectáreas de ricas tierras estaban abandonadas; la U.G.T.
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ofreció a los organismos oficiales del Ministerio de Agricultura la posibilidad de que esas tierras entraran en producción, utilizando millares de campesinos abandonados en los campos de concentración. Las organizaciones obreras de la C.G.T. comprendían nuestro problema que, para Francia, representaba una positiva aportación a la economía. Pero todos los esfuerzos resultaban inútiles, los organismos oficiales eran insensibles a esos enfoques nacionales que tanto podrían favorecer a la economía francesa. Eran impermeables a toda solución racional, sólo se preocupaban de hostigar, de maltratar, a los «rojos españoles». Nuestros esfuerzos tenían una dirección: evacuar a una parte de los refugiados, incorporar a la economía francesa al resto; la de las autoridades era otra: presionar para que regresara a España el mayor número de refugiados; «si no habéis matado —decían los jefes de los campos—, si no habéis cometido crímenes, ni robado, ¿por qué no queréis regresar a España?». «Franco no os hará nada.» No comprendían, no querían comprender la dignidad, la moral de aquellos combatientes antifascistas, hombres encerrados en los campos, ingenieros, médicos, periodistas, actores, músicos, maestros, militares profesionales, obreros calificados, campesinos, técnicos de todas las profesiones, que preferían la miseria, el hambre y hasta la muerte en los campos, antes que integrarse al régimen fascista de Franco, en contra del cual habían luchado durante casi tres años. Para un oficial francés, esa conducta era insólita. Su patriotismo y dignidad tenía otra dimensión. Y ante esa actitud, no se les ocurría más que enrolarlos en compañías y brigadas de trabajo, en condiciones indignas e inhumanas. Las autoridades no sólo mantenían esa actitud, sino que hasta obstaculizaban, todo lo que podían, la política de emigración. Por el sabotaje de los organismos oficiales, el S.E.R.E. perdió millones de francos y se vio imposibilitado de realizar una mayor acción de ayuda. Los servicios de policía estaban permanentemente detrás de todos los trabajos de emigración. El comisario Louis, de la Prefectura de París, más bien del Ministerio del Interior, entre otros, tenía como misión obstaculizar la labor de las zonas donde estaban instalados los campos, soñaban con la utilización, «manu militari» de los refugiados, como si se tratara de esclavos, pero no con una elevada visión, sino para ser utilizados groseramente en trabajos secundarios e inútiles. El día 21 de abril de 1939, en el campo de Barcarés —uno de los más importantes— se hace un llamamiento para un trabajo voluntario en fortificaciones del Marruecos francés, en las siguientes condiciones: se facilitaría comida y ropa, los oficiales tendrían cinco francos diarios, los sargentos, 2,50 y los soldados un franco... El día 22 sale otra orden en la que se piden 3.000 voluntarios para
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la construcción de pistas y campos en el interior de Francia. Se les ofrece alimentos como en el ejército, ropa de paisano y tabaco, el sueldo estaba en estudio. El 15 del mismo mes se había hecho una relación de los internados en un campo que estaban dispuestos a regresar a España. Llevados de la desesperación se inscribe un gran contingente, pero el día 27 se pide que se alisten los que quieran emigrar a México y se presentan más deL 75 La Comisión ejecutiva. Esa tercera expedición sería la última que organizaría el S.E.R.E. en un ambiente de relativa normalidad. En lo futuro, todo sería más difícil, se tropezaría con mayores hostilidades e inconvenientes como veremos en capítulos sucesivos. A medida que la tensión internacional se acentuaba, empeoraba la situación de los refugiados y en España se incrementaba la ola de terror, como si por doquier retumbara el grito del general Millán Astray en la universidad de Salamanca, ante Unamuno: ¡Viva la muerte...! ¡Muera la inteligencia...!, al que el rector contestaría: ¡Venceréis, pero no convenceréis!
N O T A : La Comisión ejecutiva de la U.G.T. elaboró un mensaje de saludo y de despedida a cada expedición colectiva, Sinaia, Ipanema, Mexique, Winnipeg, siguiendo, en general, la orientación del que aparece en este capítulo.
25 ALGUNAS ESTAMPAS DE LA POLÍTICA DE REPRESIÓN DE MARZO A JULIO DE 1939 Después de la paz «honrosa» del golpe de Casado Cuando por primera vez visitamos España, después de cerca de cuarenta años de ausencia, sin que por nuestra parte acudiéramos al recuerdo del pasado, nos dimos cuenta, inmediatamente, de que las nuevas generaciones, en general, los elementos y capas menos politizadas, no quieren oír nada sobre el pasado en lo que se refiere a la guerra, a sus consecuencias y a sus crueldades; a los sufrimientos de aquellos años de terror y de hambre. Y nos parecía normal esa mentalidad, siempre y cuando ese olvido, ese justo rechazo de todo lo que signifique rencor y odio, estuviera cimentado en una moral, en un ansia ferviente de que ese «negro» pasado no vuelva más, no pueda repetirse. Todo lo que sea una convergencia con la idea de que prevalezca un nuevo espíritu de convivencia, de comprensión que permita a todos los españoles vivir bajo normas de libertad y de democracia una vida de normalidad política social y económica, nos parece magnífico; con ello se ennoblecen y humanizan los sentimientos de las gentes y del pueblo. La tragedia que se inicia en el año 36 y sus consecuencias, en efecto, no deberá repetirse más, y para que no ocurra, la única garantía es que se edifique una nueva España que, recogiendo las tristes y lamentables lecciones del pasado, se levante sobre bases sólidas de convivencia, dentro de un régimen de libertad y democracia en el que la personalidad humana esté situada por encima de todos los dogmatismos y liberada de incivilizados sectarismos. Es ahí donde radica el problema fundamental de España, no sólo de hoy sino desde hace siglos. Superar ese lastre histórico de cerrilismo y sectarismo es una de las tareas fundamentales a la que está emplazado nuestro pueblo, pero para ello es indispensable que tenga conciencia de ese hecho en su dimensión y profundidad histórica; que las nuevas generaciones, sus élites de dirección,
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no se marginen de esas lecciones negativas de la historia tratando de ignorarlas, pues sólo así se podrá evitar que se repitan. Cerrar los ojos ante ellas, temerlas, esconder la cabeza como el avestruz ante la tormenta, no solucionaría nada. No hay que temer a la historia. «Quien no conozca las cosas ocurridas en el mundo antes de haber nacido —decía Cicerón— siempre será un niño.» Las actuales generaciones están muy cercanas aún a la tragedia que vivió nuestro pueblo a partir de 1936 y durante cuarenta años. Hay que desterrar, en efecto, el odio, el rencor, todo espíritu de venganza, pero ello no quiere decir que se cierren los ojos a las lecciones que brinda ese capítulo negativo de nuestro pasado. Nuestro propósito al tratar de penetrar en la historia de los diez primeros años del exilio (1939-1950) de una parte de las masas de la Unión General de Trabajadores de España no es el de recrearnos en ese pasado, ni el de recordar, con un espíritu morboso, todos aquellos aspectos que integran la tragedia; sin embargo, sí tratamos de hacer historia, de dejar constancia de los hechos. Por desagradables que nos parezcan hoy, no tenemos más remedio que acudir a ellos, bien que lo hagamos en síntesis, buscando o recogiendo aquellos aspectos que por sí solos evidencian lo que fue generalidad. Y como contemporáneos de todo el período que nos ocupa, no tenemos más remedio que situarnos en el contexto de cada época, de cada momento y caso; en las realidades, en los movimientos emocionales y de opinión que rodeaban esos momentos. Por eso cuando escribimos estos capítulos, nos situamos en las realidades de julio de 1939, tanto en el orden nacional, como en el internacional. De ahí que nuestros pensamientos y estado de ánimo se retrotraiga a las situaciones vividas en aquellas horas. Podemos admirar hoy en el teatro una tragedia griega separada por siglos de su realismo; pero la nuestra que se inicia en 1936, en su fase más aguda, y que apenas está llegando a su fin, la tocamos con las manos, la llevamos dentro de nosotros, de nuestra generación y de todos los supervivientes; aún nos duelen los dolores de nuestros héroes inmolados por la libertad de sus hermanos de ayer, de hoy y de mañana. En 1939, en París, en el mundo, después de la emoción general con que las fuerzas democráticas y progresistas siguieron las alternativas de nuestra guerra, esa emoción de la opinión pública mundial se traslada hacia el problema del medio millón de españoles refugiados en Francia, y de la terrible política de represión, de terror, desatada en la España fascista en forma salvaje, de tal violencia y odio como no se había conocido en los tiempos modernos en ningún pueblo civilizado. En ese triste y dramático cuadro nos movíamos en julio de 1939, y a él se refiere el presente capítulo de la historia de la U.G.T. en la emigración, en sus primeros meses de exilio.
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En el mes de julio nos conmueve y conmueve al mundo la noticia de que a consecuencia del asesinato del comandante Gabaldón en la carretera de Extremadura, en las proximidades de Talavera, «a las 24 horas fueron juzgados y ejecutados en Madrid, sesenta inductores..». La noticia y el hecho resultaban escalofriantes. Para los refugiados en Francia y para toda conciencia honrada. A las primeras sesenta víctimas seleccionadas como «inductoras», siguieron muchas más. Esa monstruosa acusación podía aplicarse a la inmensa mayoría de los españoles. El periódico Ya, a las pocas horas de la muerte del comandante Gabaldón, decía que no solamente «habían sido detenidos todos los ejecutores materiales, sino una compacta banda de inductores, reclutados en los fondos más siniestros del marxismo y de la criminalidad social...». Después agregaba: «Respecto a esta banda de inductores, quedó cumplida, en la mañana de ayer, la sentencia que dictó el Consejo de Guerra correspondiente» y aún añadía más: «En cuanto a los autores materiales, aún no ha pronunciado su fallo la Justicia Militar, aunque las actuaciones tienen carácter sumarísimo....». Estamos en julio de 1939, trasladándonos a julio de 1977 estamos seguros que sevicia semejante no podría producirse en la España de hoy. Esa dramática lección histórica, entre tantas otras, no podrá volver a repetirse, pero nosotros que la hemos vivido, estamos en la obligación de recordarla, afirmando que hemos sido capaces de eliminar de nuestro corazón todo sentimiento de odio, de rencor y de venganza que es tanto como estar en condiciones de poner por encima de todo, en esta hora decisiva, los intereses de España. Al VIII Congreso de la Internacional Sindical, la delegación española, como se señala en otro lugar de este capítulo, entre los diferentes informes presentados, presentaba uno dedicado a denunciar el terror que imperaba en nuestra patria; a la defensa de los miles y miles de ugetistas, de demócratas antifascistas, que indefensos soportaban el más cruel trato en las cárceles y campos de concentración y penales de España. En nuestro archivo están esos informes como podrán estarlo en los de las centrales hermanas que estuvieron presentes en aquel Congreso celebrado en Zurich en los primeros días de julio de 1939 y que tanta emoción produjeron en el ánimo de los congresistas. No vamos a incluirlos en este volumen, como ya lo advertimos, pero sí queremos dejar constancia de 3
1. 1939¬
Ver Boletín de Información Sindical. — U . G . T . París, 10 de agosto de
2. El crimen nunca fue aclarado. 3. A las pocas horas del hecho, se fusila a 60 «inductores» que se encontraban en la cárcel, a más de 1 0 0 kilómetros de distancia del crimen, y más tarde, serán juzgados los autores materiales, sujetos a juicio sumarísimo por la Justicia Militar...
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algunos aspectos incluidos en el informe sobre el terror y la represión fascistas. Es historia para las nuevas generaciones y, para nosotros, un deber ponerlo de relieve. Sólo así se podrán valorar las preocupaciones, la acción, los esfuerzos realizados por la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España durante los diez primeros años de exilio en la defensa de sus militantes. A continuación daremos a conocer algunos testimonios que, a una distancia de cerca de cuarenta años, pueden tener el significado de un recuerdo, de un homenaje a esas víctimas sin defensa, envueltas en acusaciones monstruosas, a las que se les aplicaron procedimientos jurídicos al margen de toda norma de justicia y de derecho, para guiarse ciegamente por instintos de odio y de venganza, bajo un régimen de barbarie generalizada, sin precedente. ¿Qué diría y qué escribiría Concepción Arenal, sobre la «justicia» impartida bajo el signo de la cruz, del yugo y de las flechas? Esa mujer que en 1867, enfrentándose con las consecuencias de la Guerra Civil escribiría un trabajo titulado: «El Reo, el Pueblo, el Verdugo y la Ejecución de la Pena de Muerte» ; sus trabajos «Cuadros de la Guerra», «A los Vencedores y a los Vencidos», «La Voz que Clama en el Desierto»... La voz de esa mujer conocida y escuchada en el mundo entero, que había vivido la primera guerra civil, estaba ausente de la España negra del fascismo. Concepción Arenal, como Pablo Iglesias —A los que pretenden ignorar a la clase obrera «Tenemos poco espacio. Necesitamos mucho más del que disponemos para tratar las cuestiones verdaderamente interesantes y graves que se refieren: »a)
A los camaradas que en las condiciones más penosas viven en España huidos, acorralados o simplemente esperando una sentencia implacable. »b) A los compañeros refugiados en Francia que carecen todavía de una situación jurídica determinada, la inmensa mayoría de los cuales languidecen en los campos de concentración. » c ) A los que, anhelosos de establecerse en tierras americanas, ven con una irritación que explica su desconocimiento de las dificultades que se encuentran, que no llega nunca el momento de la partida, y »d) A todos los que, seguros de que la vida no acaba con el afán de cada día, esperan que se inicie, al fin, la acción para la reconquista de la patria y de la libertad. «Quiere esto decir que no podemos examinar en detalle ciertas incidencias que han tenido por protagonistas unos cuantos diputados de la nación que se consideran, en serio, tan diputados como antes del 18 de julio. «Desgraciadamente, de entonces acá, ha corrido mucha agua bajo los puentes y mucha sangre por sobre ia tierra de España. Suceso éste que convida a la meditación, muy necesaria a todos los que en los alrededores de aquella fecha controlaban la acción de los Gobiernos, el famoso ejecutivo que, por su carencia ejecutiva hizo posible la tragedia. «No meditan y, solemnes, nos muestran los hombres su toga de legislador un poco desflecada ya, con la pretensión de que les rin-
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damos acatamiento y nos pleguemos a la majestad de su investidura y la potencia de su capricho. ¿Es necesario decir que no estamos dispuestos a hacerlo? »Si ellos son o no el Parlamento, allá los juristas se las compongan, que no han de faltar informes luminosos en pro y en contra para enredar suficientemente la cuestión. Nosotros, a los hechos nos atenemos. Y los hechos son que, durante toda la guerra, el Parlamento ha sido un artilugio necesario, justo para llenar los fines que llenó. Jamás pensó nadie en conferirle ninguna misión de fiscalización o control del ejecutivo. Ni la reclamó nadie seriamente. Y ello, por la sencilla razón de que, cuando nuestro debate con los adversarios de la República se desarrollaba a tiro limpio, el órgano deliberante poco podía hacer. En realidad, sólo lo que hizo. »Es posible que el Parlamento fuera la expresión de la voluntad del país antes del 18 de julio. Pero sólo un pobre covachuelista podrá sostener que, a lo largo de la guerra no se ha producido en España, en la correlación de fuerzas existentes, ningún cambio apreciable. Partidos hay que, como a María Sarmiento, se los llevó el aire. Otros, inicialmente pequeños, vieron sus fuerzas incrementadas según acertaron a representar más o menos justamente la realidad aue se iba viviendo. En fin; fuerzas extraparlamentarias como la U.G.T. y la C.N.T. vincularon en sí mismas no pocas tareas y hubieron de aceptar no pocas responsabilidades. »Sin ningún diputado, la C.N.T. tuvo, un momento, tres ministros. En razón de su fuerza. Claro. Como que lo que contaba era la fuerza que se tenía. Como ahora sigue contando la fuerza que se representa. Y no deja de ser picante la historia a virtud de la cual, el residuo de Parlamento que ya era en España la mínima expresión de una Asamblea legislativa, se decida a conquistar en lucha heroica ciertas hegemonías. »¿ Para qué? Es posible, como van las cosas, que nos veamos en la triste necesidad de decirlo. »Pero es lo cierto que esa colilla de Parlamento que se llama la Permanente (sombra de sombras de sombras), ha designado una Junta, ya famosa, destinada a sustituir al Gobierno Negrín, en el que están representadas la U.G.T. y la C.N.T. Y que, como por casualidad, en dicha Junta, no tienen representantes ninguno de los organismos sindicales nacionales ni los partidos obreros. Sin duda carecen de importancia si se les compara con los diputados que integran la dicha Junta, convertidos por arte de encantamiento en los rectores del movimiento democrático español. »Pues bien: que se sepa que la U.G.T. reprueba una maniobra
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semejante. Y que se sepa que no está dispuesta a silenciar una actitud que, para bien de nuestra causa no ha debido nunca producirse. El hecho de que se pretenda basarla en el descontento de muchos compañeros que conocen el drama de la emigración (los diputados en cuestión sí saben hasta qué punto es difícil hallar solución al problema), colma nuestro afán de discreción. Y nuestra voluntad de no contribuir a dar en el extranjero un espectáculo bien penoso quedará rota si, como parece, nuestro flamante equipo de legisladores republicanos secundado por algunos socialistas en colisión franca con la Ejecutiva de su Partido, nos obligan a hacerlo.» En aquellos momentos nos limitamos a un «toque de atención» que dicho sea sin tapujos, no sirvió para nada. Los problemas y los intereses personales y del Vita se situaban por encima de todo.
32 CON EL PACTO GERMANO-SOVIÉTICO Y LA DECLARACIÓN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL SE INICIA LA MAS DIFÍCIL ETAPA DEL GOBIERNO EN EL EXILIO Y DE LOS EXILIADOS POLÍTICOS EN FRANCIA
El 23 de agosto de 1939 se firma en Moscú el pacto de no agresión germano-soviético y, a partir de ese momento, nuestra situación en Francia cambia radicalmente, no sólo la nuestra, sino la de los propios franceses. Francia rompe sus relaciones con la Unión Soviética y desata una feroz represalia contra el Partido Comunista y las organizaciones sindicales de la C.G.T. bajo su influencia. También contra todas las organizaciones de tipo progresista y de solidaridad antifascista. Se producen hechos verdaderamente impropios de un Gobierno y de unas autoridades que se decían representar a la Francia democrática. La reacción dirigida por Daladier y compañía, los que trataban de empujar a Hitler hacia el Este, los que habían claudicado ante sus agresiones, los que habían desarrollado la política del «apaciguamiento» en el caso de España y Austria, los que habían permitido el desmembramiento de Checoslovaquia, perdían los nervios ante el pacto germano-soviético que ellos mismos habían propiciado, no dejándole a la U.R.S.S., con sus bajas maniobras, otra alternativa. El pacto germano-soviético cambió el panorama político de la Europa occidental y casi, podríamos decir, del mundo. En Francia se produjo un brutal emplazamiento: con el pacto o contra él. La U.G.T. en el exilio, como tal, consideró que no tenía por qué entrar en ese dilema. El que la U.R.S.S. estableciera ese pacto de no agresión no quería decir que no pudiera firmar otro de amistad y de solidaridad anglo-franco-soviética y el que no se hubiese firmado no había sido culpa suya. Una ola reaccionaria de histeria invadió a Francia, desarrollada por el Gobierno Daladier, ese nefasto político que junto a Cachin, a Thorez, a Duelos, a Blum, a Jouhaux, a Frachon, presidiera la gran manifestación
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de París del L° de mayo de 1936. La expulsión de los diplomáticos soviéticos se realizó de la forma más brutal y grosera. El edificio, los locales que la U.R.S.S. tenía en París, fueron asaltados y saqueados, así como la propia embajada; destruidos sus muebles que fueron arrojados por los balcones, las paredes enlodadas asquerosamente. Los locales de las organizaciones del Partido Comunista sufrieron la misma suerte, sus diputados, maltratados y más tarde algunos de ellos fusilados por la Gestapo, entre ellos el gran periodista y defensor del pueblo español Gabriel Peri; la prensa comunista y de izquierda, suprimida. La reacción, bajo falsos slogans «nacionales» y «patrióticos», enfurecida, ocultando su fondo de traición, desató una loca ola de represión contra las fuerzas auténticamente democráticas y patrióticas. Se aprovechaba del acontecimiento, de la firma del pacto, para desahogar sus mal reprimidos sentimientos fascistas. En el orden sindical, que es lo que nos interesa destacar dada nuestra situación y significación en Francia, se aplicó la misma acción nacional de represalias y de arbitrariedades. El Gobierno, las autoridades, aprovechaban esas circunstancias, para eliminar de la Confederación General del Trabajo toda influencia, no solo comunista, sino de otras tendencias revolucionarias. Sobre los Sindicatos y Federaciones nacionales en que predominaban posiciones de izquierda cayó el vandalismo, la acción policiaca, deteniendo a los dirigentes, secuestrando los archivos, destruyendo sus muebles; en otros casos, deteniendo a los dirigentes de «izquierda», e imponiendo a los de «derecha», a los «reformistas» y «patriotas», representantes, en lo sindical, de Jouhaux y Rene Belin; en lo político, de Paul Faure, secretario general del Partido Socialista. Belin y Faure, terminaron al servicio del Gobierno de Vichy, del mariscal Pétain, al primero le correspondió «el honor» de firmar el decreto de disolución de la C.G.T., de la que había sido uno de sus secretarios y el que creaba la nueva central del trabajo de acuerdo con el «nuevo orden» de la colaboración, mientras los dirigentes cegetistas eran fusilados por la Gestapo y la policía de Vichy, como el caso, entre otros muchos, de Semard, el secretario de la Federación Nacional de los Ferroviarios. Henri Raynaud y Eugéne Henaff, esos dos grandes dirigentes de la clase obrera parisiense y de la Unión de Sindicatos del Sena, fueron detenidos y el domicilio de la organización, del Boulevard de Magenta 12, Saqueado. Como recordará el lector, en ese local tenía establecidas sus oficinas la Secretaría de la Comisión Ejecutiva de la U.G.T. en el exilio. Una mañana se sitúan ante el edificio unos camiones, con un grupo de policías que, sin más ni más, empiezan a lanzar por los balcones los muebles, los archivos, las máquinas de escribir, todo, absolutamente todo lo que existía en los locales que quedaron totalmente vacíos. Cargaron toda
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su «mercancía» en los camiones y desaparecieron. Después de la liberación, 1945, hicimos una investigación para ver si era posible recuperar los archivos y supimos que todo ello había sido trasladado a los sótanos de la Prefectura de Policía, donde en los cinco años de ocupación, se convirtió en desechos y pura basura. Allí terminó una parte más del archivo de la U.G.T. en el exilio y también alguna documentación de España. La documentación, los archivos de la U.G.T., sus máquinas de escribir, todo cuanto teníamos en nuestras oficinas, salió por los balcones del edificio de Magenta 12... Al otro día, cubriendo aquellos balcones, aparecía una gran pancarta que decía: «Se alquila...». Henaff y Raynaud, como otros dirigentes, se salvaron de la Gestapo por haber logrado huir de una prisión. Sus últimos artículos en defensa de la causa de España y de los refugiados están en el «Boletín Sindical de la U.G-T.» del 10 de agosto de 1939. Los españoles antifascistas, pero en particular los ugetistas, tendrían mucho que escribir en relación con esos dos grandes militantes sindicales. Su entusiasmo, su labor en favor de la República durante nuestra guerra, ha sido enorme. Sus esfuerzos y combinaciones por lograr armas para España, no sería el capítulo menos importante, pero sólo ellos podrían haberlo escrito. Los Sindicatos en París estuvieron en la vanguardia, en la acción de solidaridad material y efectiva, hacia nuestra causa. Después de la derrota, su colaboración y ayuda a los refugiados fue permanente. A la acción de solidaridad de los dos dirigentes de los Sindicatos de la región de París, se unía la de sus respectivas compañeras, que actuaban en los Comités de Ayuda. Desempeñaron una función de primer orden en la organización de la Conferencia Nacional Francesa de Ayuda a los Refugiados, del mes de junio. En la Comisión administrativa de la C.G.T. se produjo la misma situación, si bien su local, Lafayette 211, no fue sometido al vandalismo como los de otras de sus organizaciones. Todos los miembros sindicales de izquierda de la dirección cegetista fueron destituidos, detenidos unos, pasados a la clandestinidad otros, tales como Frachon, Rocamond y Monmouseau. La dirección de la CG-T. quedó en manos de Jouhaux y un grupo de sus incondicionales, apoyados por la policía. No fue, ciertamente, una conducta que honrara la historia del equipo de dirigentes que cumplió una tal misión. A partir de esos acontecimientos los miembros de la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en el exilio pasan a una situación de semiclandestinidad. Fuimos obligados a establecer centros de trabajo aislados, en hoteles que nos brindaban alguna solidaridad y simpatía, en casas particulares, en rincones de cafés, en los que nos reuníamos a escribir alguna correspondencia,
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a mano. Los tranquilos sótanos del famoso «Café de la Paix» de la plaza de la Opera fueron, más de una vez, centro de reuniones y de trabajo, como si tratáramos asuntos de negocios, contando con la complicidad discreta de los camareros. En sus terrazas a la calle continuaría el ambiente de frivolidad y flirteos tradicionales de aquel viejo café de fama internacional. En el S.E.R.E. tuvieron, igualmente, una seria repercusión los acontecimientos que se desprendieron del pacto germano-soviético. Sus oficinas «cateadas» y los funcionarios sometidos a interrogatorios. La acción policiaca se acentuó sobre el organismo que era acusado, con toda mala fe, por los elementos de la «perturbación», y en los últimos tiempos del «jarismo», de ser un nido de comunistas, de agentes de Moscú. En aquel período y situación esos calificativos tenían una gran eficacia... y eran muy tenidos en cuenta por las autoridades. Se presentaba al S.E.R.E. como una agencia «soviética». Cuando algunos de los «interrogados» por la policía negaban esas infamias, el comisario les refutaba diciendo: «Eso no es lo que dice M. Prieto...».
33 LA JUSTIFICACIÓN HISTÓRICA DEL PACTO DE NO AGRESIÓN GERMANO-SOVIETICO
1
Ya hemos desarrollado el tema del pacto en la obra Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XX publicada por la «Editorial Grijalbo» en su tercera edición, aparecida en Barcelona en 1975. El pacto fue impuesto por la conducta de los gobiernos y estados mayores anglofranceses contando con la complicidad del gobierno autoritario de la Polonia del mariscal Pilsudski. Francia e Inglaterra maniobraban para lanzar a Hitler hacia el Este; con su política de apaciguamiento fueron cómplices de todas las agresiones de Hitler y Mussolini en contra de España, Abisinia, Albania, Austria y, después, contra Checoslovaquia y los países del Centro de Europa. Es cierto que se equivocaron en sus cálculos y esperanzas en cuanto a pensar que Hitler iniciara las hostilidades atacando abiertamente a la Unión Soviética, respetando el «bastión» franco-inglés de Polonia. Le habían entregado Checoslovaquia, Austria, no se dieron por enterados de que tuviera a su disposición Hungría y Rumania; en esa dirección le dejaban vía libre...; pero Hitler acudió a otra estrategia y en ella radicó, afortunadamente para la Humanidad, su gran error. De no haberlo cometido, el destino de Europa y del mundo habría sido otro. De que no haya sido así, se debe al pacto de no agresión. Una interpretación histórica de buena fe, objetiva, de aquella situación y de los acontecimientos desarrollados en 1936 a 1939, no puede llevar más que a la conclusión de que el pacto de no agresión germano-soviético fue una consecuencia obligada para la Unión Soviética, determinada por la doblez y la nefasta política anglo-francesa. En el periódico de París L'Ordre, nada sospechoso de demócrata, del lunes 28 de agosto, cinco días después del pacto, aparecía una informa1. Ver en el último capítulo «Testimonios históricos», las confidencias Dr. N e g r í n con respecro al pacto germano-soviérico.
del
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ción que, por sí sola y en pocas líneas, esclarecía el problema, poniendo de relieve algunos de sus aspeaos esenciales: «Moscú, 27 de agosto. — En la Izvestia, el mariscal Voroshilov explica que las negociaciones militares anglo-franco-soviéticas han sido suspendidas como consecuencia de serias divergencias sobre los siguientes puntos: »La misión militar soviética estimaba que la U.R.S.S., no teniendo fronteras comunes con el agresor, no podía prestar asistencia a Francia, Inglaterra y Polonia más que con una condición: que sus tropas obtuvieran el permiso de pasaje a través del territorio polaco, pues no existe otro camino para que las tropas soviéticas se encuentren con las del agresor. »A pesar de lo justo de este razonamiento, las misiones militares franco-inglesas no estuvieron de acuerdo con la actitud de la misión soviética y el gobierno polaco ha declarado que él no aceptaría la asistencia militar de la U.R.S.S. »E1 mariscal Voroshilov ha precisado que en las conversaciones militares no hubo discrepancias en cuanto a la ayuda en materias primas y material de guerra por el carácter puramente comercial del problema. »En fin, el jefe de la misión militar soviética ha desmentido la información de la agencia Reuter según la cual él había declarado a los jefes de las misiones militares anglo-francesas que, como consecuencia de la conclusión del pacto de no agresión entre la U.R.S.S. y Alemania, el gobierno soviético estimaba que la continuación de las negociaciones con Francia e Inglaterra no tenía sentido. »E1 mariscal Voroshilov ha repetido que las negociaciones militares con Inglaterra y Francia no han sido suspendidas porque la U.R.S.S. haya concluido un pacto de no agresión con Alemania sino viceversa: la U.R.S.S. ha concluido un pacto de no agresión con Alemania, entre otras razones, porque las negociaciones militares con Francia e Inglaterra "aboutirent á une impasse".» Las conversaciones militares entre los estados mayores anglo-francosoviéticos, para ingleses y franceses eran un juego de entretenimiento para perder el tiempo, con valores entendidos, mientras que para la Unión Soviética el problema era el de «ganar tiempo». La suerte de Europa había sido echada en la conferencia de Munich del 29 de septiembre de 1938, entre Hitler, Mussolini, Chamberlain y Daladier. Cuando Ribbentrop se desplaza a Moscú para negociar el pacto de no agresión, lleva en sus maletas las grabaciones que, confidencialmente, habían hecho los alema-
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nes de las conversaciones de la conferencia de Munich, en las que se descubrían los desleales propósitos de Chamberlain y Daladier, tratando de empujar a Alemania en contra de la Unión Soviética. Cuando los soviéticos conocen esas grabaciones saben a qué atenerse: no les quedaba más alternativa que «la de ganar tiempo y prepararse»; gracias a esa alternativa que está implícita en el pacto de no agresión, la Unión Soviéticano fue destruida y el nazi-fascismo pudo ser vencido. Si Hitler ataca en los primeros momentos, directamente, a Rusia, ¿se habrían lanzado en su ayuda los gobiernos reaccionarios de Londres y París...? Ni por su política de 1936 a 1939, ni por sus intenciones en Munich se puede llegar a una contestación afirmativa.
34 PRIETO Y EL PACTO GERMANO-SOVIÉTICO Su actitud al desencadenarse la guerra
Resulta lamentable y penoso registrar hechos y conductas sucedidos €n torno a acontecimientos conocidos unos y vividos otros, que se sitúan en el pasado y a una distancia de cuarenta años, pero dado nuestro propósito y diríamos deber de relatar la historia de la U.G.T. durante los primeros diez años de exilio, estamos obligados a un rigor de juicio inseparable de la verdad, sin que nos cohiba o coaccione el hecho de que aparezcan involucrados en ese acontecer personalidades que hayan tenido una alta significación de nuestro movimiento obrero y político en ciertas épocas y momentos de nuestra historia contemporánea y que la mayor parte de ellos hayan desaparecido. Nos permitimos tomar como ejemplo el caso de Léon Jouhaux, en el orden internacional; a Indalecio Prieto, en el nacional. La política en el exilio durante los diez primeros años y en sus aspectos negativos giró en torno a Indalecio Prieto y sus seguidores, desde sus centros de operación, de intrigas, de México, París y Toulouse. En París y México se forjaron todas las maniobras y se desarrollaron los programas de la escisión y del divisionismo, en su primera etapa, antes de la guerra mundial. Durante la contienda el grupo de Toulouse duerme, sólo queda en activo México. Y eso, por lamentable que haya sido y lo sea hoy en el recuerdo, ha sido una realidad que no es posible dejar al margen de la historia. Jouhaux ofrece el antecedente que cuando rompe con sus posiciones anarcosindicalistas, se pasa al campo del reformismo y, desde él, juega un papel importante durante la primera guerra mundial. Establecida la paz, es el principal defensor, desde el movimiento sindical reformista, una vez reconstruida la F.S.I. en 1919, del tratado de Versalles y el principal colaborador «obrero» en los trabajos que llevan a la creación de la Oficina
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Internacional del Trabajo y al establecimiento de la política reformista «ginebrina» en torno a las instituciones surgidas de aquel tratado. Desde el primer momento, siguiendo la política de la F.S.I. y de la Segunda Internacional reconstruida, es enemigo de la Gran Revolución Rusa de octubre. Pero como contraste, durante nuestra guerra, a los 18 años de terminarse la Primera Guerra Mundial, se coloca abiertamente al lado de la República española desde la F.S.I., como uno de sus vicepresidentes y de la C.G.T. francesa en calidad de secretario general —«el General»— y está incondicionalmente al lado de la causa del pueblo español y de la Unión General de Trabajadores de España. En ese período, en el seno de la Internacional, figura al lado de las fuerzas que luchan por la unidad sindical del proletariado internacional. Visitó España durante la guerra en varias ocasiones, conviviendo con la Comisión ejecutiva; en una palabra, ha sido un gran amigo de la causa republicana. En Francia mantuvo una dirección cegetista unitaria, integrada por dirigentes sindicales sin partido, por sindicalistas, socialistas y comunistas, pero llega el pacto germano-soviético y rompe violentamente con lo que había sido su línea de conducta y pasa a colaborar con la política reaccionaria del Gobierno Daladier, en la represión y eliminación del movimiento sindical, de los dirigentes revolucionarios. Ese momento vergonzante y oprobioso tiene cierta similitud con lo sucedido en la Zona Centro-Sur de España, como consecuencia del golpe del coronel Casado, apoyado por Besteiro y demás resentidos. Para los exiliados y las organizaciones de ayuda, esa nueva situación de Francia fue catastrófica. A los pocos días del pacto de no agresión germano-soviético rendimos visita a Jouhaux. Nos llevaba a esa gestión un problema grave y urgente: el de la situación de los compañeros encerrados en el castillo de Collioure sometidos a terribles condiciones, que no podíamos dejar en el abandono. Hacemos antesala porque nos había precedido una delegación de la C.N.T., presidida por Federica Montseny. Nos recibe «el General» una vez que despacha la delegación cenetista. La cordialidad de otros tiempos había desaparecido. El «amarroo» de otras ocasiones no se pronunció una sola vez. Se mostró hosco y serio con nuestra delegación. Le planteamos nuestra demanda solicitando una gestión ante el ministro del Interior en favor de los prisioneros de Collioure. Rechazó secamente nuestra petición, ni siquiera entró en ella, y nos dice brutalmente: «No estoy dispuesto a hacer nada por los franceses que no hayan condenado el pacto germano-soviético y menos lo haré por los españoles... Acaba de salir —nos dice— una delegación de la C.N.T. que ha venido a ofrecer su solidaridad con la C.G.T. y a, patentizar su condena del pacto germanosoviético...... Le dimos a conocer que la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en el exilio, dada su situación, había estimado que no tenía por qué conde18
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nar ni aprobar el pacto germano-soviético, que había considerado conveniente no entrar en el problema... La entrevista quedó cortada fríamente. No volvimos a ver a Léon Jouhaux hasta 1945, en el local de la C.G.T. de la que ya no era «el General»... El generalato lo había perdido jugando con Daladier; Hitler premió a ambos con la «ingratitud» de llevar a los dos a un campo de concentración. A su regreso de un campo de concentración de Alemania, cuando nos encontramos, después de cinco años de ausencia, su arrogancia había desaparecido, no fue capaz de sostenernos la mirada. El caso de Indalecio Prieto, dirigente y progenitor en el exilio de las corrientes antiunitarias, provocadoras de las situaciones conflictivas creadas por él en la emigración, a las que incorporaba todos los resentimientos que arrastraba de España, es verdaderamente singular. Casi todos los países ocupados por el nazismo tenían su Gobierno en el exilio, contando con la adhesión de sus emigrados; sólo Prieto y sus seguidores se distinguieron por su lucha contra el Gobierno republicano español en el exilio. El pacto de no agresión germano-soviético dio a Prieto motivo para crear una nueva situación a la emigración en Francia; al Gobierno del Dr. Negrín en el exilio; al S.E.R.E. y a todas las organizaciones que estaban situadas en el campo de la unidad y del reconocimiento de la continuidad de la legalidad de la República española, representada por el Gobierno. El pacto germano-soviético fue el motivo que llevó a Prieto a lanzarse con la mayor violencia y agresividad en contra del Gobierno del Dr. Negrín y de todas las fuerzas en que se sustentaba, creyendo que había llegado la hora de su destrucción, el momento de consolidar su política de división, fortaleciendo los dispositivos de su gran maniobra iniciada con el problema del tesoro del Vita, proseguida por la creación de una Comisión Permanente de las Cortes facciosa, con su hijuela, la «Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles» (J.A.R.E.) y la constitución de direcciones espúreas de los partidos políticos y de la U.G.T. surgidas de su política general de escisión. Los esfuerzos y combinaciones de Prieto, sus juegos intrigantes, tropezaban con el prestigio personal del Dr. Negrín, de cuanto representaba como último presidente del Gobierno de la República española, del apoyo con que éste contaba en ciertos medios internacionales y el especial del Gobierno de México. No obstante, es obligado señalar que la actuación de Prieto debilitó seriamente todos los elementos de apoyo con que con1
1. Ver «Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo X X » , de Amaro del Rosal. Editorial Grijalbo, en cuyo v o l u m e n aparece un completo relato de esa entrevista.
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taba el Gobierno en el exilio. He ahí los resultados criminales de un proceder, de una conducta impulsada por el odio visceral al Dr. Negrín, cubriéndose con su fanático anticomunismo y antisovietismo que nace de la envidia y ambición irrefrenables, llevándole a aberrantes contradicciones. Como recordará el lector, el Dr. Negrín y Prieto llegan a Francia, procedentes de México —vía Nueva York—, en el mismo barco, a mediados de julio. Negrín llegaba derrotado: no pudo lograr una noble reconciliación con su viejo y en otros tiempos entrañable amigo Prieto; no pudo obtener que éste aceptara ser el presidente de un organismo independiente y único, encargado del asentamiento de los inmigrantes españoles en México y otras repúblicas; no pudo lograr que al problema de la incautación del yate Vita y de cuanto transportaba se le diera una solución razonable y que el barco regresara a Francia a seguir cumpliendo las misiones para las cuales había sido adquirido. Negrín y el ministro de Hacienda habían frustrado su viaje al no haber logrado esos objetivos. Por el contrario, Prieto venía a Europa habiendo consolidado la acción de piratería de apoderarse del Vita y lograr neutralizar a la «alta jerarquía» mexicana que, según él, le había designado único depositario, administrador e inversionista de cuanto había transportado el yate; había conseguido que se sumaran a su maniobra, a su línea de conducta y actitud, los elementos políticos y sindicales que, contra las direcciones legales de los partidos y organizaciones, habían provocado la escisión, empezando por su propio partido, el P.S.O.E. La Ejecutiva de su partido en París había designado para México como delegación de la misma a Lucio Martínez y Manuel Albar, los que siguiendo a Prieto se «sublevan» y, con unos «incorporados», se erigen en Comisión ejecutiva en México frente a la auténtica con residencia en París, presidida por Ramón González Peña y teniendo como secretario general a Ramón Lamoneda, es decir, la dirección legal que había salido de España. 1
Prieto viene a Francia a ultimar su programa, formando, a su medida, como ya se señaló en capítulos anteriores, una nueva Comisión Permanente de las Cortes y a desarrollar, en los medios de la emigración, su política de división. La mecánica de esta maniobra aparece en capítu¬ los anteriores, huelga que insistamos en el tema. Lo que tratamos es de 1. El 16 de julio de 1937, siendo ministro de Defensa Nacional del Gobierno del Dr. N e g r í n , enviaba al mariscal Voroshilov, comisario de la Defensa de la Unión Soviética, el siguiente mensaje: «Voroshilov. Comisario de Defensa. Moscú. Los aviones soviéticos que remontando el Polo Norte y cubriendo distancias inverosímiles pasan de uno a otro continente, se me figuran lanzadoras prodigiosas que tejen los hilos de la paz mundial. — Indalecio Prieto, ministro de Defensa Nacional de la República Española.
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situar los problemas en torno al pacto de no agresión germano-soviético, en el contexto de los trascendentales días del 23 de agosto a finales de septiembre. He aquí el cuadro de ese período. El 23 de agosto se firma el pacto; el 1." de septiembre Hitler invade Polonia. Italia proclama su no beligerancia; el 3 de septiembre a las once de la mañana se proclama la declaración de guerra de la Gran Bretaña, en contra de Alemania; Francia la declara a las cinco de la tarde; Australia, la India y Nueva Zelanda declaran, a su vez, la guerra a Alemania. La Segunda Guerra Mundial está en marcha. El día 4 se firma el tratado de ayuda mutua franco-polaco; el día 5, los alemanes cruzan el Vístula y Norteamérica proclama su neutralidad. El día 6, la Unión Sudafricana declara la guerra a Alemania y el día 9, el Canadá. El día 13 en Francia se constituye el Gobierno de «guerra» bajo la presidencia de Daladier. El día 14 cae en poder de los alemanes la ciudad de Gdynia. El 17, el ejército rojo penetra en Polonia y el día 19 establece contacto con el ejército alemán en Brest-Litovsk; el 27, Varsovia se rinde al ejército alemán, al día siguiente Polonia capitula en Modlin, a la vez que se firma un tratado germano-soviético, quedando definidas las zonas de influencia sobre el territorio polaco. Esta acción soviética provocó una nueva reacción en contra de la U.R.S.S. de los gobiernos de París y Londres, porque la Unión Soviética no se mantuvo cruzada de brazos esperando tranquilamente que el ejército alemán se situara en sus fronteras... En esos trágicos días se desarrolla en Francia, animada por la reacción y el Gobierno Daladier, una ola histérica de antisovietismo y anticomunismo. Nuestra situación, como refugiados, es verdaderamente difícil. En los campos de concentración se refleja esa situación. Las divisiones se acentúan y con ellas los actos de violencia. A ello nos referiremos más adelante. En París deambulábamos de un rincón para otro, de escondite a escondite por las cercanías de las oficinas del S.E.R.E., con nuestra máscara antigás a cuestas, que no servía para nada, pero que el hecho de no portarla era motivo de detención. Para los enemigos del Gobierno del Dr. Negrín y de las organizaciones que le apoyaban, entre ellas la U.G.T., había llegado la hora culminante del antisovietismo, del anticomunismo, etiquetas que eran buenas para todos los propósitos antiunitarios inspirados en el odio y la venganza. A nuestros «casadistas», a nuestros «prietistas», a todo el conglomerado de la «división» le había llegado la hora de la revancha y todo porque Hitler no atacaba a la U.R.S.S. y porque ésta había esquivado los primeros golpes, mientras ganaba tiempo y se preparaba para la lucha. Indalecio Prieto está en el centro de este tormentoso período para la
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emigración; ya logró la desautorización, la no existencia del Gobierno Negrín; cuenta con una Comisión Permanente de las Cortes fiel a su línea política; con la J.A.R.E., anticomunista, antisoviética, frente al S.E.R.E., según él, «nido de comunistas y agentes de Moscú, derramando millones a favor de los comunistas». La bandera de Prieto es la de Daladier, la de Chamberlain; la de Negrín. según él, es la de Stalin... Había llegado la hora de aplastar a su enemigo... Cerramos aquí nuestros comentarios personales para que sea el propio Prieto quien deje situado el problema, limitándonos simplemente a señalar el guión de los hechos. Quien nos leyere estará en condiciones de sacar fácilmente las consecuencias y darse una idea cabal de cuál fue la situación en que se encontraban las organizaciones que apoyaban al Gobierno del Dr. Negrín y al S.E.R.E., en aquellos convulsionados momentos, entre ellas, la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España en el exilio, que actuaba con plena autoridad y legalidad. En aquel momento en España no existía ninguna actividad sindical, todas las responsabilidades se concitaban en la organización en el exilio. Toda la táctica de Prieto consistió en mostrar que él había sido y era el campeón español del anticomunismo, del antisovietismo y, en aquella situación, esos dos conceptos representaban un certificado y «garantía de buena conducta». Prieto montó su estrategia para que nadie le discutiera ese título, esperando lograr una victoria rotunda, definitiva sobre su enemigo, que no era por supuesto Franco, sino el Dr. Negrín, cuanto representaba, uniendo al nombre de Negrín el de Stalin. He aquí su plan de acción y propaganda en aquella fase, plan acomodado a las nuevas circunstancias tan favorables que le ofrecía la situación internacional: El 9 de agosto de 1938 se había celebrado en Barcelona una reunión del Comité nacional del Partido Socialista Obrero Español, ante el cual Indalecio Prieto pronunció un amplio y furibundo informe pleno de ataques personales al Dr. Negrín y a su Gobierno, y en el que trataba de explicar, a su modo, su salida del Ministerio de Defensa Nacional. El contenido de ese informe en el que se embrollaban todos los problemas, todas las incidencias subjetivas, todas las mezquindades, era un monumento de falsedades en contra del Dr. Negrín, de los comunistas y de la Unión Soviética, expresadas en los tonos más violentos y difamantes. Negrín, según su correligionario, no era más que un agente de Stalin y, sus colaboradores, vulgares agentes soviéticos. El informe fue rechazado por el Comité nacional. El contrainforme de la Ejecutiva y del Dr. Negrín dejaba malparado a Prieto y esclarecidos los problemas en sus verdaderos y correctos términos. El argumento difamatorio y pueril que manejaba Prieto de que había sido eliminado del Gobierno por los rusos, carecía de fundamento y de seriedad. Había sido eliminado por el
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presidente del Gobierno, Dr. Negrín, con la aprobación de su Partido, el P.S.O.E., del que también era militante Prieto, y con la conformidad de los partidos y organizaciones representadas en el Gobierno de Unión Nacional, entre ellas la U.G-T. de España. El que Prieto pudiera tener razón en algunas de sus denuncias no podían llevar a la conclusión de que Stalin, los rusos, gobernaban a la España republicana y que el Dr. Negrín era el instrumento de su política. En París, en los primeros días de septiembre, Prieto considera que ese informe sería una bomba, que debe darlo a conocer a la opinión pública francesa e internacional, y en la Imprimerie Nouvelle, 53 Quai de la Seine, se editan millares de folletos que llevaban esta presentación : Indalecio Prieto COMO Y POR QUE SALI DEL MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL Intrigas de los rusos en España Texto taquigráfico del informe pronunciado el 9 de agosto de 1938 ante el Comité Nacional del Partido Socialista Obrero Español PARIS IMPRIMERIE NOUVELLE (Association ouvrière) 53, Quai de la Seine, 53 1939 Es obvio que el medio millón de exiliados encerrados en campos de concentración, en las compañías de trabajo, huyendo de la represión por todos los rincones de Francia y África del Norte, estaban necesitados de muchas cosas, de muchas, pero maldita la falta que les hacía ese informe que no les daría más que veneno, y no digamos de los que en España estaban soportando el período más terrible de la represión. ¿A qué venía, pues, la publicación y divulgación de ese informe en Francia?... La respuesta la da el propio Prieto en el prólogo que incluye en el documento, del que adelantamos el siguiente párrafo:
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«Ante la Comisión ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español y ante mis correligionarios miembros de la Comisión Permanente de las Cortes declaré, sin rebozo, a fines de julio último, el impulso que me ha traído desde América: combatir la odiosa y tiránica dominación de ios comunistas sobre las fuerzas de izquierda españolas y, para lograrlo, alejar a Negrín, que tanto favoreció y favorece esa dominación, del puesto directivo en que ha decidido mantenerse por propia voluntad contra la de todas las organizaciones antifascistas, sin otras excepciones que la muy natural de los comunistas y la poco explicable de algunos socialistas...» 1
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En el párrafo anterior, Prieto declara paladinamente para qué había viajado de México a Francia. Para llevar a la práctica su «impulso», se apoyará en una Permanente «fabricada» por él y en unas direcciones de Partido y organizaciones minoritarias, fruto de la escisión. He ahí su programa, como bandera el sucio trapo del anticomunismo. Paradójicamente, la misma de Hitler, de Mussolini, de Franco y la de Daladier y Cham¬ berlain. El famoso folleto fue divulgado en forma sistemática y por millares en los medios de la emigración, coincidiendo con la represión del Gobierno de Francia, con la campaña «jarista» en contra del S.E.R.E., pero la misión esencial de esa divulgación fue la de ser entregado a los organismos oficiales franceses, a las prefecturas, a los ministerios, al cuerpo diplomático, a los organismos de la Sociedad de Naciones, a la Asociación de la Prensa Nacional y a la extranjera acreditada en París y a los periódicos. El alcance y objetivos de esa divulgación no era otro que el de crear una situación difícil al Gobierno en el exilio, su liquidación, para que sólo se reconociera a «su» Comisión Permanente de las Cortes; la de que fuese liquidado el S.E.R.E., para que sólo se reconociera a «su» J.A.R.E. Pero si esos dos objetivos fundamentales no pudo lograrlos, sí consiguió crear una mayor perturbación en la emigración y ahondar las
1. Se trataba de la Ejecutiva facciosa, creada en México, la legal se encontraba en París, integrada, entre otros miembros, por González Peña, Ramón Lamoneda, M. Cordero, Cruz Salido, J. Zugazagoitia, A. Huertas y otros. 2. Comisión Permanente surgida de las manipulaciones políticas de Prieto, al margen de las direcciones legales de los Partidos, integrada, en su mayoría, por diputados que estuvieron ausentes de la reunión de Figueras y por otros que habían sido puestos al margen de sus Partidos. 3.
Subrayado del autor.
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divisiones, dando argumentos a la reacción francesa y a las autoridades para incrementar la represión. Para el lector debe estar claro. Lamentamos el no insertar el informe en nuestro trabajo por la gran extensión del mismo y además, por ser documento conocido y de fácil consulta en archivos, por ello nos limitaremos a dar a conocer en su totalidad el prólogo que Prieto incluyó en el informe y que aparece en las primeras páginas del folleto. Su examen y análisis exhaustivo es suficientemente elocuente como para darse una exacta idea de los propósitos políticos que guiaron a Prieto, en aquellos momentos internacionales, a publicar en Francia su famoso informe. He aquí tan elocuente prólogo: 1
«Corría el mes de diciembre de 1920. El Partido Socialista Obrero Español presentaba de nuevo mi candidatura a diputado por Bilbao, distrito que he venido representando en las Cortes españolas desde 1918 hasta ahora, sin más interrupción que la impuesta por la Dictadura del general Primo de Rivera al suspender el Parlamento y abolir el sufragio universal. Estábamos en víspera de la escisión que habían de producir los comunistas dentro de nuestro partido para crear la sección española de la III Internacional. En un mitin de propaganda en el teatro de los Campos Elíseos, de la capital vizcaína, creí del caso afrontar la cuestión que los manejos comunistas planteaban y, después de varias consideraciones, definí mi actitud con esta rotunda frase: "A mí no me manda ni me mandará nunca nadie desde Moscú". 1. He aquí un testimonio irrefutable: «El ataque alemán que hundió las líneas francesas hizo variar la conducta del Gobierno para con los refugiados españoles. Un día recibí una citación del prefecto Angelo Chiappe (el comisario de Policía que en febrero de 1 9 3 6 había dirigido la insurrección fascista de París), quien me recibió frío y distante. Su actitud amistosa se había transformado por completo. No me invitó a tomar asiento. Se limitó a decirme que yo le había engañado en lo que se refería a mi calificación política. Le contesté desabridamente que el engaño nunca había sido mi estilo, y que aunque modesta, mi personalidad política era clara como el agua. Como respuesta, extrajo de uno de los cajones de su mesa un pequeño folleto que yo no conocía. Era de Indalecio Prieto y en él afirmaba que los españoles que no habíamos firmado un documento condenando el pacto germano-soviético éramos comunistas enmascarados. Confieso que no supe qué responder. La afirmación de Indalecio Prieto hacía autoridad incontrovertible. A renglón seguido, vino la sanción. Sintiéndolo — s e g ú n su e x p r e s i ó n — , se veía obligado a enviarme a Le Mans, capital de la Sarthe. Para mis preparativos me concedía un plazo de veinticuatro horas. Los vascos iban a ser encerrados (los que no habían condenado el pacto. — N o t a del autor) en el campo de concentración de Gurs». (Mariano A n s ó : Yo fui ministro de NegHn, p. 2 6 4 . Editorial Planeta. Barcelona, 1976.)
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»Por seguir dicha línea de conducta, por negarme a obedecer mandatos de Moscú, me expulsó Juan Negrín el 5 de abril de 1938 del Gobierno que él presidía y en el cual desempeñaba yo el Ministerio de Defensa Nacional. Ello se evidencia a lo largo de las páginas siguientes, que no se escriben hoy, pues datan del 9 de agosto de 19.38, cuando, para examinar problemas de la hora, se reunió en Barcelona el Comité Nacional del Partido Socialista Obrero Español. «Frente a las afirmaciones del Dr. Negrín, de que decidió apartarme de la dirección del Ejército por mi pesimismo y, concretamente, porque el embajador de Francia, M. Eilrick Labonne, conocía mi pensamiento poco favorable acerca de la situación militar, yo hice, limpiándolo de comentarios, un relato detallado del proceso de aquella crisis ministerial. La copia taquigráfica del informe que entonces pronuncié la reproduce, de modo literal, este folleto. «Han desaparecido las razones de discreción que en agosto de 1938 me aconsejaron no dar publicidad a lo que dije, debatiendo con Negrín, ante el Comité. Concluida la guerra deben conocerse algunas intimidades de la misma, muy aleccionadoras para todos los partidos políticos, pero, singularmente, para el socialista. «Mi informe revela cómo se entablaron contra mí dos acciones simultáneas y paralelas, una a cargo de los militares y policías rusos que actuaban en nuestro país y otra de los comunistas españoles. Más que de una coincidencia, tratábase, en realidad, de una servidumbre. Los comunistas españoles servían a los enviados de Moscú, aunque pretendían disfrazar tal servidumbre acometiéndome por motivos distintos a los del enojo ruso. Las "consignas" —frecuentemente reminiscencias vigorosas del "calumnia que algo queda"— parecían surgir por otros móviles, pero la finalidad de la campaña era la misma: derribarme. Y para lograrlo, los rusos ordenaban y los comunistas españoles obedecían. «Caí en desgracia desde que, destituyendo al comandante Duran, quise impedir que el Servicio de Investigación Militar cayera en manos de los rusos, como cayó la Dirección General de Seguridad cuando estuvo al frente de ella el teniente coronel Ortega. El riesgo de utilizar comunistas en mandos militares, y en cualesquiera cargos de la administración pública, proviene de obligarles la disciplina política a servir al Buró de su Partido antes que al Gobierno de quien dependen. Semejante modo de proceder entraña, no sólo preferencias inadmisibles, sino desobediencias y, a veces, deslealtad y hasta traición. Contra tal doblez resulta difícil precaverse, porque hay comunistas con cargos de confianza a quienes, para que no se recele de ellos, se les ordena ocultar su filiación, e incluso enmascararla, hacién-
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nes, de la misma manera que alemanes e italianos, se relevaban por plazos cortos. España —¡desventurada España!— fue una academia militar en vivo. Alemania, Italia y Rusia ensayaron sus nuevas máquinas bélicas en carne española y entrenaron a su personal militar, no en simples maniobras, sino en una guerra de verdad, con víctimas y ruinas. »Rusia no podía ejercer coacción alguna que derivase de fuerzas militares, enviadas por ella a España. Su coacción provenía de haber quedado, en virtud de la conducta de las demás potencias, como nuestra única suministradora de material y el instrumento coactivo lo constituían el Partido Comunista español, más los comunistas y comunistoides enrolados en otras organizaciones políticas, principalmente en la socialista. Todo esto requiere una exposición minuciosa, a la cual no renuncio, pero de la que ahora prescindo. Hoy me limito a registrar el hecho de que en 1936 el comunismo español era una fuerza insignificante, que creció prodigiosamente durante la guerra. La mayor parte de los mandos militares los desempeñaban a última hora comunistas, y en manos de éstos quedaron los principales resortes del Poder. ¿Cómo pudo ocurrir tal fenómeno? Por un sistema de coacciones, graduadas entre el provecho personal para quien se sometía y el asesinato para quien se rebelaba, coacciones que, en su comienzo, pasaron inadvertidas para el Gobierno —período presidencial de Largo Caballero, quien, queriendo rectificar su propia obra de aliento al comunismo, reaccionó tardíamente— y que luego —período presidencial de Negrín, gran exaltador de los comunistas— fueron, no sólo encubiertas, sino amparadas y fomentadas desde las cumbres del Estado. »Negrín me atribuye gran fobia con respecto al comunismo. Claro que yo no siento ni sentí nunca los entusiasmos que en él despiertan las organizaciones de la III Internacional, porque me los veda mi formación genuina y profundamente democrática, pero nadie podrá acusarme de actos persecutorios contra esos elementos. Mi actitud en el Gobierno ha sido a tal respecto meramente defensiva. Lejos de dedicarme a perseguirlos, me limité a procurar que ellos no persiguiesen a los demás. No me opuse a que figuraran en el Gobierno, juntamente con las otras fuerzas antifascistas. Pero de mis etapas de gobernación, durante nuestra contienda, saqué la experiencia de que, por servir a Moscú, llegan, como antes he dicho, hasta la deslealtad y la traición, siendo, por tanto, peligrosísimos colaboradores. »E1 temor a quedarnos desprovistos de material incitó a muchos allanamientos. Acaso no le faltara razón a Negrín cuando, a fines de marzo de 1938, nos dijo a la Comisión ejecutiva y a los ministros
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socialistas: "No puedo prescindir de los comunistas, porque representan un factor muy considerable dentro de la política internacional y porque tenerlos alejados del Poder sería, en el orden interior un grave inconveniente; no puedo prescindir de ellos porque sus correligionarios, en el extranjero, son los únicos que eficazmente nos ayudan y porque podríamos poner en peligro el auxilio de la U.R.S.S., único apoyo efectivo que tenemos en cuanto a material de guerra". Pero eso no justificaba abrir de par en par las puertas del favor gubernamental a los comunistas, tolerar sus excesos y entregarles importantísimos resortes. Tan absurda y dañosa hegemonía provocó el alzamiento que, iniciado en Madrid, extendióse a toda la Zona Centro-Sur y al cual hubo de unir su nombre prestigiosísimo socialista tan eminente como Julián Besteiro. Masas republicanas, socialistas y sindicalistas se alzaron —tardíamente, claro es— contra los comunistas y de modo singular contra su descarado protector Juan Negrín. »Todo ello ofrece hoy cierta actualidad. Diré por qué. Ante la Comisión ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español y ante mis correligionarios miembros de la Diputación Permanente de Cortes declaré, sin rebozo, a fines de julio último, el impulso que me ha traído desde América: combatir la odiosa y tiránica dominación de los comunistas sobre las fuerzas de izquierda españolas y, para lograrlo, alejar a Negrín, que tanto favoreció y favorece esa dominación, del puesto directivo en que ha decidido mantenerse por propia voluntad contra la de todas las organizaciones antifascistas, sin otras excepciones que la muy natural de los comunistas y la poco explicable de algunos socialistas. El obstinado propósito de Negrín de seguir considerándose jefe del Gobierno es jurídicamente un desatino, por carecer en absoluto de jurisdicción, y políticamente una aberración, puesto que le han negado su concurso casi todos los partidos por cuya coalición le confirió la Presidencia del Consejo de Ministros el Presidente de la República cuando había Presidente de la República... y había República. Pero hay otra consideración de mucha mayor importancia: la de resultar intolerable que los residuos del Poder, traducidos en medios económicos, sigan dedicándose al sostenimiento de la hegemonía comunista. Eso, no. En la guerra pudo haber motivos de sumisión; en la paz, ninguno. Mi actitud, proclamada con toda claridad ante cuantos urden pretextos para no secundarla, tiene los antecedentes que hoy me decido a divulgar para conocimiento de quienes los ignoren.« He ahí la actualidad de que hablé antes. »Habríamos de hallarnos vinculados por lazos de inmensa gratitud a Rusia y a las organizaciones comunistas y, aun así, sería archijustificado nuestro afán de independizarnos de ellas, por exigirlo la
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salud del Partido Socialista Obrero Español y el porvenir de nuestra patria. Pero yo afirmo que pueden anular o amortiguar esa gratitud los aspectos lucrativos del auxilio de la U.R.S.S. y de los Partidos Comunistas que la secundaban. «Hace pocos meses —me lo ha referido Martínez Pedroso, nuestro último representante diplomático cerca del Kremlin— en una escuela de Moscú, en una de esas escuelas donde ha venido presentándoseme como traidor ante la infancia española allí refugiada, el profesor loaba muy ardorosamente la potencia militar de Rusia, la enorme fuerza de su ejército, la magnitud de su aviación, la vastedad de sus unidades motorizadas, las proporciones gigantescas de su material humano..., en fin, todo lo que, según dicho maestro, hace invencible a Rusia y decisivo su poderío a favor de los pueblos ansiosos de defender la libertad. Interrumpiendo tan exaltado discurso, un niño español se levantó de su banco escolar y, encarándose con el maestro, exclamó: "Si Rusia dispone de todos esos medios, por qué consintió que perdiéramos la guerra en España?". El profesor, desconcertado, no supo contestar. La pregunta infantil era demasiado profunda. Acaso más adelante pueda ser contestada por la Historia. Y el niño preguntador sabrá la verdad cuando sea hombre. O antes, porque en los tiempos presentes la Historia, como otras muchas cosas, marcha muy aprisa. »Indalecio Prieto. «Después de preparada la edición de mi informe y de entregar a la imprenta el precedente prólogo —que, en virtud de las circunstancias, quedan sometidos a la censura militar francesa— ha surgido la guerra. «Acerca de ella he leído en Le Populaire unas declaraciones de Juan Negrín, dos escritos de González Peña y Lamoneda, directivos del P.S.O.E. y la manifestación que firman varios republicanos españoles vinculados a Negrín por estrecha dependencia. «Esos documentos obedecen a la misma inspiración y acaso los haya redactado la misma pluma. Contienen todos ellos protestas de adhesión a Francia. Pero en ninguno se estampa una sola palabra para condenar el pacto Hitler-Stalin, no obstante haber sido la causa inmediata del espantoso conflicto. «Condenar el monstruosísimo contubernio que ha sublevado la conciencia universal más aún que la propia invasión de Polonia, brutalmente iniciada por Alemania y secundada por Rusia, superaría en fuerza a aquellas platónicas protestas, pero la condenación se ha escamoteado.
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AMARO DEL ROSAL «Omisión tan significativa —deliberada y no inconsciente— prueba, de modo mejor que mis consideraciones, cómo procede y cuánto logra fuera de sus ramificaciones oficiales el comunismo regido desde Moscú. — /. P. «París, septiembre 1939-»
Las autoridades francesas interesadas, los diplomáticos, la prensa, tenían en sus manos un precioso instrumento de lucha en contra del Gobierno del Dr. Negrín, de sus partidarios y una justificación, «de todo crédito», para proceder a la intervención del S.E.R.E. en busca del «oro de Moscú» y de los agentes soviéticos. En efecto, el S.E.R.E. fue intervenido, algunos funcionarios detenidos, la casi totalidad sujetos a serios interrogatorios, el periódico CeSoir, denunciado como propiedad del Gobierno español, incautado y suspendido. La acción de la Embajada de México logró que el S.E.R.E. continuara operando —controlado y vigilado desde ese momento— y gracias a él fue posible continuar con toda clase de dificultades, cada vez mayores, la defensa de los refugiados y la política de emigración, pero con grandes limitaciones, mientras la J.A.R.E. no hacía más que cultivar su política y a su Comisión Permanente.:., En los campos de concentración se había alimentado la hoguera del odio y del rencor. Las autoridades proseguían la represión en contra de todo lo que no estuviera en la línea de Prieto, éste, «misión cumplida», regresaba a México «requerido» por las obligaciones adminstrativas del tesoro del Vita.
35 POSICIÓN DE LA COMISIÓN EJECUTIVA DE LA U.G.T. EN EL EXILIO ANTE EL PACTO GERMANO-SOVIÉTICO
La Comisión ejecutiva de la U.G.T., ante la gravedad de la situación internacional, que fatalmente llevaba a la Segunda Guerra Mundial, celebró una reunión especial en la que fue examinado el pacto de no agresión germano-soviético y la tensa situación en que vivía Europa por la repercusión que esos acontecimientos tendrían para los refugiados en Francia y, sobre todo, para el régimen franquista. Después de una amplia discusión se llegó al acuerdo de dar a conocer a nuestros militantes la siguiente circular: «UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA
«Estimados compañeros: «Los militantes de la Unión General de Trabajadores de España, acogidos a la hospitalidad que, en todo momento, nos ha dado el noble pueblo francés, no podíamos permanecer insensibles ante los acontecimientos que se están sucediendo y que de manera tan directa afectan a la Francia democrática que, en cuantas ocasiones tuvo lugar para ello, demostró hacia nosotros su simpatía y solidaridad, durante el transcurso de nuestra lucha en defensa de la República y de la independencia de nuestra España. «En su consecuencia y conscientes del deber de esta hora grave para la paz, consecuentes con la tradición de nuestro movimiento obrero, se ha concretado la resolución siguiente: »"Los antiguos militantes de la Unión General de Trabajadores de España, que durante treinta y dos meses han luchado por la independencia y libertad de su patria, viéndose obligados a abandonarla para acogerse a la hospitalidad y sentimientos de solidaridad de la
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Francia democrática, se identifican en esta hora difícil y trágica para la causa de la paz con el noble y generoso pueblo francés en su lucha y destino histórico por la defensa de sus libertades y de su independencia y se ofrecen incondicionalmente a la Confederación General del Trabajo, expresándole el sentimiento sincero y profundo de los militantes ugetistas que, en estos momentos, viven con emoción las inquietudes del pueblo francés". «Seguros de interpretar el sentimiento y la firme voluntad de los ugetistas españoles, os saludamos cordialmente. «París, 9 de agosto de 1 9 3 9 •¡¡Ramón González Peña «Presidente
Amaro del Rosal Díaz Secretario adjunto»
El anterior documento, traducido al francés, fue remitido, con igual fecha, a la Federación Sindical Internacional y a la Confederación General del Trabajo. La Internacional había condenado el pacto y la Confederación General del Trabajo, bajo el control de Jouhaux, tras la destitución y detención por la policía de los secretarios de significación comunista, también hizo patente su protesta. Cuando capitula Francia y es invadida por el ejército nazi, los cegetistas «expulsados» que habían escapado de la detención, se incorporaron a la lucha en contra del invasor, sosteniendo un movimiento sindical cegetista en la clandestinidad, organizando huelgas, sabotajes, ayudando a la resistencia mientras los «reformistas» permanecieron en la pasividad; los ugetistas unitarios, fieles a la disciplina de la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en el exilio, estuvieron al lado del «maquis» confundidos con sus hermanos cegetistas. Unos y otros salvaron el honor sindicalista y de clase de sus respectivas centrales sindicales. Pero estos aspectos de la lucha y de la historia serán puestos de relieve en el segundo volumen de nuestro trabajo. En estas líneas no hacemos más que anticipar el tema. 1
1. Algunos de ellos alcanzaron altas jerarquías en el Ejército francés, grados de coroneles y generales, inclusive la alta distinción de la «Legión de H o n o r » .
36 DECLARACIONES DEL DR. J U A N N E G R I N , PRESIDENTE DEL ULTIMO GOBIERNO CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA, DENUNCIADAS POR PRIETO
El Dr. Negrín, en los graves momentos de tensión internacional previos a la declaración de la guerra, dio a conocer a la prensa unas declaraciones concebidas en los siguientes términos:
^Déclarations du Dr. Negrin, ancien Président du dernier Gouvernement constitutionnel de la République Espagnole «Nous ne possédons pas assez d'éléments directs d'information pour aventurer un jugement sur les événements qui depuis quelques jours et avec une si grande célérité nous surprennent à chaque minute. «Je crois que l'actuel régime franquiste maintiendra sa neutralité dans la lutte. Je le désire vivement dans l'intérêt de l'Espagne, même dans le cas où ses dirigeants se verraient forcés à simuler une neutralité apparente. Mais l'intérêt de l'Espagne exige que cette neutralité soit, non seulement effective, mais bienveillante envers la France et l'Angleterre. J'espére que cela sera ainsi compris par ceux qui doivent déciler. Si l'impératif patriotique n'obligerait déjà à le faire ainsi il suffirait pour éloigner tout scrupule le découragement produit par les derniers événements. «N'importe quoi qu'il advienne les républicains espagnols fidèles au régime constituionnel qui se trouvent en France doivent considérer la lutte, dans le cas où la guerre arriverait, comme s'il s'agissait de sa propre cause et cela non pas pour des raisons d'ordre politique, mais pour des motifs d'ordre national. Le sort de la France 19
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marquera celui de l'Espagne. C'est pourquoi nous devons nous unir aux combatants français qui, dans ces jours-ci montrent une si sévère discipline qui provoque admiration et respect. De notre part, toutes les mesures sont prises pour qu notre désir puisse avoir une effectivité immédiate. «Dans ces moments décisifs pour l'avenir de l'Espagne il est indispensable un front unique de tous les espagnols. Dans ce but il est nécessaire une pacification intérieure qui seulement peut être apportée par une amnistie qui mette fin aux représailles et aux persécutions et qui permette de revenir au sein de la Patrie ceux de ses enfants exilés qui le désirent. «Je souhaite que ceux qui ont entre ses mains le destin de l'Espagne le comprennent ainsi. Nous, de notre part, nous éviterons dans de pareilles circonstances, de réanimer le feu de la discorde.» A las anteriores declaraciones y a otras de igual orientación del P.S.O.E. y de la U.G-T. se refiere Prieto en el prólogo de su famoso folleto publicado en Francia y al que nos referimos en capítulos anteriores. A las declaraciones de un alto concepto de responsabilidad de estadista, de un espíritu nacional y patriótico como eran las del Dr. Negrín, respondía Prieto con denuncias tratando de poner en evidencia al último presidente del Gobierno constitucional de la República española, ante las cancillerías, a su propio Partido y a la U.G.T., así como a cuantas personalidades habían mostrado conformidad con la posición del Gobierno español en el exilio. He aquí las afirmaciones de Prieto que, en aquellos graves momentos, no podían tener otro significado ni intención que el de exacerbar relaciones conflictivas : 1
«He leído en Le Populaire unas declaraciones de Juan Negrín, los escritos de González Peña y Lamoneda, directivos del P.S.O.E. y la manifestación que firman varios republicanos españoles vinculados a Negrín por estrecha dependencia. «Esos documentos obedecen a la misma pluma. Contienen todos ellos protesta de adhesión a Francia, pero en ninguno se estampa una sola palabra para condenar el pacto Hitler-Stalin, no obstante haber sido la causa inmediata del espantoso conflicto. 1. El párrafo aparece íntegro en un capítulo anterior, pero lo repetimos intencionadamente a continuación de las declaraciones del D r . N e g r í n , para facilitar al lector la comparación de los textos y pueda tener un juicio inmediato sobre las intenciones que animaban a Prieto al divulgar en Francia, en los momentos más agudos de la crisis internacional, su famoso informe con su no menos famoso e intencional prólogo.
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«Condenar el monstruosísimo contubernio que ha sublevado la conciencia universal más aún que la propia invasión de Polonia brutalmente iniciada por Alemania y secundada por Rusia, superaría en fuerza a aquellas platónicas protestas, pero la condenación se ha escamoteado. «Omisión tan significativa, deliberada y no inconsciente, prueba, de modo mejor que mis consideraciones, cómo procede y cuánto logra fuera de sus ramificaciones oficiales el comunismo regido por Moscú... «París, septiembre 1939. » I.P.» ¿Qué decir de esas manifestaciones, de esos ataques directos y de la más ruin factura política, al presidente del Gobierno español en el exilio, al P.S.O.E., a la U.G.T. y a ese grupo de «republicanos españoles vinculados a Negrín por estrecha dependencia»? De seguirlas, de tomarlas en consideración, a las autoridades francesas no les quedaba más que actuar en contra de los firmantes de los documentos a que se refería Prieto y que aparecen en párrafos anteriores. Ahí quedan las posiciones de unos y otros, sujetas al juicio de la propia Historia.
37 LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y LOS REFUGIADOS ESPAÑOLES EN FRANCIA Y N O R T E DE ÁFRICA
El 3 de septiembre estalla la Segunda Guerra Mundial. El «chauvinismo» de las clases reaccionarias de Francia se exacerba en sus contradicciones «nacionalistas». Si en el fondo eran fascistas, ¿cómo iban a luchar en contra del nazismo?; si alimentaban un odio racista hacia los judíos, se solidarizaban con Hitler en su brutal acción antisemita... A esta campaña se unió el Gobierno de Vichy. Si las clases dirigentes y la reacción habían actuado en contra de la guerra de España y más tarde de los refugiados, ¿cómo iban a mostrarnos solidaridad al estallar la guerra? Se la ofrecían a Francia y al nazismo. Sólo quedaba el pueblo francés, las organizaciones sindicales y políticas que permanecieron firmes y leales a los verdaderos intereses nacionales de Francia, la clase obrera, los intelectuales, las masas populares, únicas fuerzas auténticamente nacionales y patrióticas que, como los refugiados españoles y de otras nacionalidades acogidos al derecho de asilo, sufrían las consecuencias de esas terribles contradicciones en que se debatía Francia antes ya de la guerra, y con mayor intensidad durante esa llamada dróle de guerre que condujo a la nación a la más vergonzosa capitulación de su historia. Después de sufrir las consecuencias represivas derivadas del pacto de no agresión germano-soviético, para los refugiados españoles la declaración de la guerra, pocos días después, no hizo más que agigantar las dificultades de todo orden que nos acuciaban por doquier. Cuando llega la capitulación, en Francia gobierna la Gestapo y la policía falangista española actúa, amenazante y con toda libertad, por todas partes. Su acción más «heroica» fue la detención e ilegal internación en España, violatoria de los más elementales derechos de gentes, de Luis Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña; de Julián Zugazagoitia, ex ministro, distinguido periodista y diputado socialista; de Juan Peiró, dirigente de la C N . T . y ex ministro; de Cruz Salido, periodista y dirigente del Sindicato
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Nacional de Teléfonos, para ser condenados a muerte y fusilados al margen de todo proceso formal. En los campos, los agentes de la división, en un definido frente, arreciaban su labor provocativa: los elementos antiunitarios de la J.S.U., del P.O.U.M., los casadistas, los faístas ejerciendo su influencia sobre las masas de la C.N.T., los individuos «resentidos», ex dirigentes de la U.G.T. y del P.S.O.E., que en España habían sido eliminados de las direcciones de las organizaciones. Todo ese conglomerado formaba un frente único en contra de las direcciones legales del P.S.O.E., de la U.G.T., de las Juventudes Socialistas Unificadas, llevando como bandera su anticomunismo, amparándose en ella como pretexto para condenar el pacto de no agresión germano-soviético, movidos por un antisovietismo rabioso. El «jarismo» de Prieto y su «antinegrinismo», la lucha contra el S.E.R.E. y el Gobierno del Dr. Negrín, era la misión fundamental de ese frente de la división que tanto empeño puso en lograr la desintegración de la emigración y en cuyas consecuencias políticas está una de las grandes responsabilidades históricas de ese sector de la emigración. Un dirigente escisionista de la J.S.U., de acuerdo con las autoridades, recorría un campo llevando pliegos en los que se emplazaba a los refugiados a definirse sobre el pacto germano-soviético. Los que no firmaban quedaban clasificados como comunistas para pasar a campos especiales, en particular al de Vernet o a Collioure. En otros campos cumplían ese papel elementos del P.O.U.M., de la F.A.I., ugetistas-socialistas llamándose «caballeristas», «resentidos», así como expulsados del P.C.E., todo ese hatajo de detractores y derrotistas creó en los campos un ambiente de confusión y de violencia que hacía muy difícil la labor de ayuda y solidaridad que venían realizando el S-E..R.E. y el propio Gobierno. Hacían frente a esa situación, como decíamos, el Gobierno en el exilio, el S.E.R.E. y las organizaciones en él representadas que no habían entrado en la línea de Prieto y de la J.A.R.E., en especial el P.S.O.E., el P.C.E., el P.S.U.C., la U.G.T., elementos de la J.S.U., S.T.V., el Partido Nacionalista Vasco, la C.N.T., Acción Nacionalista Vasca, Izquierda Republicana, Unión Republicana y Esquerra, es decir, todas las organizaciones del Frente Popular, ya que los apoyos de Prieto y de su «junta» descansaban en los grupos minoritarios escisionistas utilizando, falsamente, las siglas de las organizaciones. En aquellos momentos no podía reconocerse ni existir más que la legalidad que había salido de España, ya que en el país, la terrible represión no permitía la constitución de nuevas direcciones; no había posibilidades de hacerlo. Y de existir, no hubiesen podido realizar ninguna labor en favor del exilio. En esa coyuntura no se trataba de realizar una acción desde España hacia el exterior, sino viceversa, volcar hacia España tan fuerte y de tanta presión como fuese posible una acción de
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protesta y de solidaridad en contra de la tiranía imperante en una patria sojuzgada bajo un régimen de exterminio y de terror despiadado. En el mes de septiembre se produjo una seria crisis en torno a los problemas de los refugiados a consecuencia del caos producido en Francia, del que se aprovechaban los elementos de la división. El S.E.R.E., en el mes de agosto, tenía programadas, independientemente de las de Santo Domingo, seis expediciones colectivas para México, cuatro en el vapor Mexique y dos en el Winnipeg, que hacían un total, aproximadamente, de unos 12 000 inmigrantes. Una de ellas sería organizada en África del Norte. Para Chile estaba prevista otra expedición. Pero las autoridades se incautaron de la flota mercante; la sanidad militar, del hospital que el Gobierno Negrín había establecido en Toulouse para atender a los refugiados; del castillo que la U.G.T. tenía alquilado en Presigny-les-Pins, equipado con cien camas, dedicado, primero, a refugio de los miembros del Comité nacional y de las Comisiones ejecutivas de las Federaciones nacionales para más tarde ponerlo a disposición del S.E.R.E. como albergue de un grupo de mutilados de guerra. Tampoco pudo llevarse a la realidad el proyecto. Unos vagones cargados con equipo para los refugiados de los campos de la Zona de Perpignan, útiles de vestir y calzar, materiales sanitarios y otros artículos de uso personal, fueron incautados en aquella estación del ferrocarril por la Intendencia Militar. La policía en París y otras capitales se dedicaba a organizar verdaderas «razzias» en busca y captura, como botín, de «refugiados», no sólo españoles, sino de todas las nacionalidades, para encerrarlos en los campos de concentración y en especial en el de Vernet. No pocos, como el caso de Zuga y Companys, fueron entregados a sus verdugos nazis. La embajada de México, nuestro único apoyo diplomático, se veía imposibilitada de evitar las acciones «manu militari» de las autoridades en contra de los refugiados, pretextando que se trataba de medidas de seguridad en tiempo de guerra... El prestigio y la personalidad del presidente del S.E.R.E., don Pablo Azcárate, las gestiones indirectas del Dr. Negrín a través de sus mayores amigos Pierre Cot y Jules Moch, salvaron al organismo de ayuda, que pudo, después de unas semanas de paralización, continuar su acción y sus trabajos de emigración. A esta situación vino a unirse la dimisión del licenciado Bassols como embajador de México en París, dimisión motivada por la infamia de Prieto al incautarse del yate Vita y al no lograr que Cárdenas desautorizara esa acción de piratería. Con la dimisión de 1
1. La Comisión designada por el S.E.R.E. para la adquisición de esos artículos destinados a ios campos estaba integrada por Julio Jáuregui, Antonio Mije, A. del Rosal y el señor Regasois.
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Bassols, el gran amigo de la España republicana, el abogado apasionado de la causa de los refugiados, el patrocinador del S.E.R.E., desaparecía el principal y decidido apoyo con que había contado la emigración. Debemos dejar constancia de que el licenciado Bassols, así como su principal colaborador en los trabajos de emigración, Fernando Gamboa, sufrieron los mismos ataques, las mismas denuncias, las mismas calumnias e infamias que el Dr. Negrín y su equipo: la de que Bassols y Gamboa estaban al servicio del comunismo... El nuevo embajador, como los sucesivos, siguieron prestando su apoyo a los refugiados. El S.E.R.E., como decimos, pudo superar la crisis con toda clase de dificultades y pone de nuevo en marcha el aparato administrativo de emigración. Su primer director, Ossorio Tafall, dimite y emigra a los Estados Unidos, haciéndose cargo de la dirección el también diputado de Izquierda Republicana, Alejandro Viana. Otros funcionarios emigran, igualmente, en especial hacia México. El organismo es vigilado constantemente y los elementos directivos y funcionarios continúan su ardua labor con las limitaciones de saberse vigilados y controlados en todos sus movimientos. La correspondencia está sujeta a la censura; las reuniones en los cafés son peligrosas; se utilizan, discretamente, las oficinas del S.E.R.E. para todos los trabajos de emigración, de orientación y relación con los campos. Las citas breves en los bares sustituyen a las mejor organizadas que se celebraban en los cafés. Actuábamos, como vulgarmente se dice, a «salto de mata», salvo la labor sistemática que se desarrollaba en el S.E.R.E., a cuya dirección llegaba el correo de la U.G.T. En esa situación se canalizaba la mayor parte del correo de tipo sindical hacia la Delegación de Limoges, que gozaba de una mayor libertad de acción respaldada por su carácter de Fondo de Solidaridad Internacional dependiente de la Federación Sindical Internacional, de una mayor tolerancia por parte de las autoridades locales. Esta situación no duraría mucho tiempo. En este ambiente se inicia la política de evacuación masiva hacia la República Dominicana, a la que nos referimos en capítulos anteriores, y reducidos grupos continuaron saliendo para México y otras repúblicas americanas. Reiteraremos, no obstante, que del 7 de noviembre de 1939 al 1 de mayo de 1940, se organizaron hacia aquella república seis expediciones, pero una de ellas, la del Cuba, tuvo que desviarse a México por las razones que ya conoce el lector.
38 LIGA DE MUTILADOS E INVÁLIDOS DE LA GUERRA DE ESPAÑA
La Liga de Mutilados de nuestra guerra de liberación, se constituyó en España en un Congreso celebrado en Valencia durante los días 5, 6 y 7 de agosto de 1938, en el que estuvo representado el Gobierno, las Centrales Sindicales (U.G.T. y C N . T . ) y los Partidos políticos que integraban el Frente Popular. Fue un Congreso singular, de gran contenido humano y de un nivel moral de extraordinario valor. En ese evento estaban simbolizados el heroísmo y el sacrificio de nuestro pueblo por su libertad e independencia. Desde el primer momento, la Liga de Mutilados contó con la solidaridad y simpatía de todas las organizaciones. La moral de los mutilados, su presencia y colaboración en las actividades de la retaguardia y hasta en los frentes, fue ejemplo de estímulo en los momentos más difíciles de nuestra lucha, en los peligrosos días de las ofensivas enemigas sobre los frentes. En horas difíciles visitaban los centros de producción elevando, con su presencia, la moral de los trabajadores y de la retaguardia. En la retirada de Cataluña, centenares de mutilados atendidos en los hospitales, fueron evacuados hacia Francia, en penosa situación. Estampas del éxodo verdaderamente desgarradoras. Muchos recién operados, otros en pleno período convaleciente, caminaban con dificultad por la carretera rumbo a la frontera. Todo el tránsito al destierro fue una estampa impresionante, una columna humana en desesperada marcha, pero la de los mutilados adquiría un tono dramático, de elevada moral que alentaba a todos. Hubo un grupo numeroso que traspasó la frontera formados de tres en fondo causando honda impresión en las autoridades francesas, pero esta emoción no impidió que, confundidos con aquella masa humana, fueran llevados a los campos para quedar, como todos los demás, sin ninguna consideración, tirados a la plena intemperie en los arenales de
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las playas francesas del Mediterráneo y otros campos de concentración. Poco a poco fue remediándose, en parte, su situación, gracias, sobre todo,, a la propia solidaridad de sus compañeros de infortunio. La dirección de la Federación de Mutilados que logró salir de Cataluña, siguió en la emigración la gran labor que venía realizando en España en favor de los héroes de nuestra lucha, pero la situación en Francia no era la que habían disfrutado en España, y tropezaría con toda clase de dificultades. Una parte de esa dirección tuvo el coraje de huir de los campos y organizarse en Perpignan; otra llega a París y con el apoyode! Sindicato Metalúrgico, se instala en el 8 de la avenida Mathurin Moreau y continúa trabajando en favor de sus camaradas, en contacto con. los organismos franceses afines entre ellos: el «Mouvement d'Action Combattante», la Central Sanitaria, el Comité Británico y otras entidades internacionales de ayuda, de las que obtenían, en la medida de las posibilidades, importantes servicios de solidaridad hacia sus compañeros. El S.RR.E., desde el primer momento, mostró especial atención a la Liga, intentando crear refugios, colonias especiales para nuestros mutilados, gestionando su salida de los campos, concediendo subsidios, patrocinando pequeños centros de trabajo artesanal, contribuyendo a su localización. La labor de los dirigentes de la Liga, en sus esfuerzos por obtener ayuda y solidaridad hacia sus miembros, ha sido de un gran empeño, labor digna del mayor encomio. Muchos de los mutilados, desde el Sur de Francia, desde los campos de concentración, ante la situación de los primeros momentos, en su desesperación, regresaron a España y, no pocos, sufrieron trágicas consecuencias, pues el odio, la venganza del falangismo, no se detuvo ante ninguna consideración humana. Debemos dejar constancia, igualmente, del apoyo y simpatía que la Embajada de Méxicomostró hacia los mutilados. En el mes de agosto, la Liga de Mutilados, su núcleo dirigente en París, elevó al S.E.R.E. un amplio y emocionado documento exponiendo la situación en que se encontraban y lo que pudiéramos definir como sus reivindicaciones inmediatas y urgentes. Es de notar que la Liga de Mutilados no planteaba la emigración de sus afiliados; sin embargo, debemos señalar que en cada una de las expediciones colectivas hacia México iba un grupo de mutilados, mas el conjunto del problema tenía difícil solución en aquellos momentos de crisis, dada la falta de unidad de la emigración, las querellas en que se debatía. La Liga de Mutilados, en su documento, se dirigía no sólo al S.E.R.E., sino a los Partidos y a las Centrales Sindicales. La U.G.T., su consejero ante el S.E.R.E., fue intérprete de las reivindicaciones planteadas en el documento y las defendió en el organismo de ayuda con toda fuerza y en-
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tusiasmo. Desgraciadamente, los «imponderables» que venimos señalando, acrecentados en los momentos de la crisis de agosto y septiembre, malograron, en gran parte, los proyectos, los planes que el S.E.R.E. y las organizaciones en él representadas intentaban llevar a la práctica. La cuestión de los mutilados tenía todo el apoyo del organismo y la más viva simpatía de su presidente, don Pablo Azcárate. El Gobierno del Dr. Negrín y su ministro de Hacienda estuvieron siempre pendientes de los problemas de los mutilados y contribuyeron, en la medida que lo permitían las circunstancias a través de subvenciones y ayudas, a la solución parcial de casos concretos planteados por la Liga, independientemente de la acción general del Organismo. Pero todos esos actos de solidaridad no daban una solución integral al problema. No podían darla. Ningún problema de la emigración, como venimos subrayando en nuestro trabajo, podía tener una solución de conjunto, mucho menos no contando con el apoyo, la ayuda, la comprensión de los organismos y autoridades franceses, del Estado francés. El amplio documento de la Liga, digno y severo, de gran contenido humano, elevado al S.E.R.E. y a todas las organizaciones en él representadas, concretaba en su ltima página sus peticiones: 1
«Los mutilados e inválidos de guerra no son solamente en teoría los ciudadanos de honor de la República española, sino que prácticamente deben ser quienes primero, CON PREFERENCIA SOBRE TODOS, tengan resueltos sus problemas. Y ¿cuáles son sus problemas? Hoy, el más urgente, SALIR DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN ; ser instalados debidamente en residencias adecuadas; ser provistos de todos los aparatos protésicos que necesitan, y tener los cuidados médicos que su estado de salud requiere; obtener que sus familiares directos se reúnan con ellos en las residencias donde habiten; y por ultimo, recibir la reeducación que en todos los aspectos se requiere para que en la medida de su estado físico, sean aptos para la producción. »Por lo expuesto, pedimos a todos los Partidos políticos, a la C.N.T., a la U.G-T., al Frente Popular Español y al S.E.R.E.: «PRIMERO: Que se vote donde corresponda un presupuesto o cantidad destinada al alojamiento, sostenimiento, reeducación y prótesis de los mutilados, y al alojamiento y sostenimiento de sus familiares directos. Y pedimos se nos comunique rápidamente la 1. Ver documento completo en el volumen «Secretaría de la U.G.T. Comisión ejecutiva». Francia, 1 9 3 9 - 1 9 4 0 .
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resolución adoptada, para que tengamos una base sólida para desarrollar nuestras actividades y nuestras solicitudes en el campo de solidaridad internacional. «SEGUNDO: Exigimos la salida inmediata de los campos de concentración de todos los mutilados e inválidos, y más adelante, de sus familiares directos y la instalación de todos ellos en residencias adecuadas. Sabemos que se dispone ya de algunas de estas residencias y pedimos su rápida utilización. Es más, pedimos que aquellas residencias que puedan estar ocupadas por civiles, por gentes sanas, que pueden soportar mejor que los mutilados e inválidos la vida del campo sean desalojadas e inmediatamente ocupadas por mutilados e inválidos. «TERCERO: Pedimos que mientras estén en los campos de concentración se les dé a nuestros compañeros una ayuda especial y rápida, en artículos y en dinero, y que se destine a este efecto fondos suficientes. «CUARTO: Para la mejor coordinación y asesoramiento, pedimos para la Liga Nacional de Mutilados e Inválidos de Guerra, una representación oficial en el S.E.R.E. o en aquellos departamentos del S.E.R.E. que se ocupen del problema de los mutilados. «QUINTO: Solicitamos una subvención mensual para la Liga Nacional de Mutilados, a fin de que pueda tener vida orgánica y cumplir su sagrada misión. «SEXTO: Pedimos se nos envíe copia del acta, o por lo menos, de la parte del acta que se refiere a los cinco puntos precedentes en la discusión de la Junta del S.E.R.E. y en la que conste la posición de cada representación y los acuerdos recaídos en todo lo concerniente a los mutilados e inválidos de guerra, y a su única Organización. «Rogándoos nos acuséis recibo de la presente y agradeciéndoos de antemano, en nombre de todos los mutilados e inválidos de guerra, por cuanto hagáis para la favorable acogida y resultados satisfactorios para las seis reivindicaciones que os planteamos, aprovechamos esta ocasión para reiteraros nuestra fe inquebrantable en los destinos del pueblo español que sabrá emanciparse de la invasión extranjera y de la tiranía fascista, y nos repetimos como siempre, «Vuestros y de la Causa antifascista. «Por la Liga Nacional de Mutilados e Inválidos de Guerra. »Antonio Egea Notario Mario Palomo Llerandi». Muchos de los puntos pudieron ser resueltos, o estaban en camino de serlo; otros, en parte. Como decimos anteriormente, costaba trabajo
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hacer comprender a la gente que el cúmulo de problemas rebasaba las posibilidades de soluciones integrales. No estábamos en nuestro país, sino en el exilio; no se trataba de un grupo de exilados, sino de una emigración, violenta y masiva, de medio millón de españoles. La U.G.T., podemos afirmar, no ha dejado de tener en su agenda, en todo momento, el tema, el problema de nuestros mutilados y en el S.E.R.E. contaron con su apoyo decidido. Con una emigración unida, integrada, todas las dificultades se hubiesen aminorado; ante una emigración conflictiva, desunida, en luchas intestinas, consecuencia de la acción de los «elementos de la desintegración», todos los problemas se agravaban y sus soluciones resultaban más inaccesibles; en algunos casos, esas acciones negativas los hacían insolubles. No nos cansaremos de insistir sobre ello. Desde el mes de abril, los cuantiosos recursos que había transportado a México el Vita estaban bajo el control de Indalecio Prieto. Ignoramos en qué medida fueron tenidos en cuenta los problemas de los mutilados, sólo sabemos lo que el S.E.R.E. realizó en su favor, que no fue poco, aunque insuficiente, por supuesto. ¿Qué fue de los mutilados cuando Francia, después de la capirulación, quedó a la deriva en los tormentosos acontecimientos internacionales? Nosotros no podemos referirnos a ese período 1940-1945, pero sí conocemos cómo se encontraban en el momento de la liberación. Cuando llega la liberación, nuestros mutilados estaban dedicados, en pequeños talleres colectivos, a la fabricación de calzado: alpargatas, zapatos para hombres y mujeres, utilizando los más inverosímiles materiales, madera, telas, cordelería. Con esas materias primas producían originales artículos, hasta, en su sencillez y modestia, de una elegante presencia. Cuando faltaba todo, cuando Francia carecía de toda clase de productos básicos y artículos de uso nuestros inválidos ofrecían a Francia el fruto de sus trabajos colectivos, realizados en modestos talleres de los campos de concentración en ciudades como Montauban, Toulouse, Perpignan y otros rincones del Sur de Francia. Los originales modelos creados por nuestros mutilados constituían una novedosa y seria solución a un problema nacional, cuando los escaparates de Francia estaban totalmente vacíos. No pocos mutilados estuvieron en relación con la resistencia y cumplieron su deber en la lucha por la liberación de Francia. La verdadera historia de los refugiados españoles en Francia de 1940 a 1945, en su conjunto, está por escribir. Posiblemente no la escriba nadie. Ese período escapa a nuestro conocimiento directo. Nuestro trabajo se cerrará en abril de 1940. La Liga proyectaba su acción sobre los mutilados que habían podido entrar en Francia, pero ¿qué sucedía, qué estaba sucediendo con los cientos de sus compañeros que se habían quedado en España...? Esa parte de la tragedia, que afectaba a todo nuestro pueblo republicano y antifas-
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cista, quedaba bajo las garras del régimen de terror y represión desenfrenada de los vencedores. Se había registrado el monstruoso hecho del que fue víctima el general Aranguren, uno de los profesores del dictador, un militar del más alto grado de honestidad profesional, de dignidad y sentido nacional y patriótico; enfermo, medio paralítico, fue conducido en una camilla ante el piquete de fusilamiento. Nada de particular tenía, por lo tanto, que decenas de mutilados fueran llevados al paredón sin el menor escrúpulo, sin la más leve consideración humana. Los que en España se salvaron, después de recorrer campos de concentración y cárceles, llevaron una vida civil de miseria, preñada de vejaciones y penalidades. Para los mal llamados «nacionales», sus inválidos de guerra eran «caballeros mutilados», nuestros mutilados, los vencidos, simples «rojos y bandidos». Y en calidad de marginados, en ese abandono del régimen, subsistieron durante cuarenta años aquellos que pudieron sobrevivir al calvario de su desgracia, animados solamente por su moral de héroes de una noble causa... Pero de lo sucedido en la España de Franco sólo pueden escribir los que vivieron bajo su tiranía. Esas páginas no quedarán en blanco, tarde o temprano serán escritas, estamos seguros de ello. Y si no fuera así, quedarán indelebles en las realidades históricas de los hechos. Tal vez nosotros no lleguemos a leerlas, pero nos anticipamos a imaginarlas con nuestro pensamiento. En su día aparecerá la antología de las «Cartas de las Cárceles», de los postreros momentos de nuestros fusilados. Esos héroes no pueden quedar en el olvido. Es un acervo histórico que deben conocer las nuevas generaciones. Conocemos algunas de ellas, una de nuestro propio hermano; ese venero de sentimiento humano, expresión del más sublime heroísmo y de la más excelsa categoría, de una moral auténticamente nacional y patriótica, tiene que servir de estímulo a las generaciones sobre las que recae, históricamente, la continuidad de la lucha por la libertad y la democracia. Esa sangre vertida en aras de elevados afanes, sin odios ni rencores, tiene que vivificar a una nueva España. «La Liga de Mutilados e Inválidos de Guerra —decía su escrito— nació en plena lucha y fue compuesta, desde su origen por los mejores hijos del pueblo español, por aquellos hombres que desde los primeros días de la sublevación fascista empuñaron las armas en defensa de la República española, de la democracia, de la libertad, de la dignidad humana...» Esa declaración es todo un símbolo.
39 ALGUNOS PROBLEMAS ABORDADOS POR LA U.G.T. EN LA EMIGRACIÓN
Los acontecimientos internacionales en Europa en 1939, una vez terminada la guerra de España, como venimos subrayando a través de nuestro trabajo, se desarrollaron a una velocidad vertiginosa, desbordando proyectos, impidiendo que se consolidara ningún plan, acrecentados los escollos con la falta de unidad y coordinación de esfuerzos de los organismos de la emigración. En 1945 nos decía un dirigente sindical inglés: «Ayúdennos a que les ayudemos». En 1939, tal parecía —así era en realidad—, «ayudábamos a que no nos ayudaran». La Comisión ejecutiva de la U.G.T. en la emigración, de acuerdo con la C.G.T. francesa, consideraba que el problema de los refugiados españoles en Francia sólo podía tener una solución: su incorporación a la economía nacional, la aplicación de esa masa de mano de obra que ofrecían a la industria, a la agricultura y a las actividades manuales en sus diferentes especialidades. Parecía simple la solución, sin embargo era totalmente realista. Francia, no sólo podía absorber esa mano de obra, sino que estaba necesitada de ella y en condiciones fáciles para acomodarla a la producción fortaleciendo su economía debilitada como consecuencia de la falta de fuerza de trabajo. Ante la situación internacional y sus perspectivas, sus industrias básicas y de defensa nacional, así como la agricultura, estaban urgidas de mano de obra; sin embargo, en los campos de concentración se pudrían trabajadores especializados, técnicos, cuadros de aviación, de la industria siderúrgica, aviadores, médicos, campesinos, científicos, etcétera. La actitud del Gobierno francés resultaba ilógica, desconcertante, tanto más cuando muchos patronos estaban dispuestos a recibir refugiados. Para abordar ese problema fundamental del acomodo en la producción de los refugiados, un considerable grupo de personalidades y orga-
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nizaciones francesas, teniendo como base a la C.G.T., organizaron las Conferencias de Ayuda a los Refugiados y a los miembros de las Brigadas Internacionales que tuvieron lugar el 10-11 de junio y otra de carácter internacional celebrada el 15 y 16 de julio de 1939, de las cuales nos ocupamos en capítulos anteriores. En ambos comicios, como recordará el lector, tuvo una participación directa e indirecta la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en el exilio. Los acontecimientos impidieron llevar a la práctica las interesantes y realistas resoluciones aprobadas en las dos Conferencias. No pudieron ser la base de una campaña de propaganda y gestiones que las transformaran en realidad. Los acontecimientos se precipitaron. El 23 de agosto de 1939 se aprobaba el pacto germano-soviético de no agresión; el 3 de septiembre, se declaraba la Segunda Guerra Mundial. Esos dos hechos sacudieron hasta lo más profundo la vida política de Europa, creando una situación nueva que modificó radicalmente y en un sentido negativo las realidades de Francia en las que quedaban envueltos los refugiados españoles. Los planes aprobados en las Conferencias de Ayuda que tantas esperanzas habían hecho concebir a los dirigentes de la emigración agrupados en torno al Gobierno Negrín, quedaban brutalmente paralizados y destruidos en el momento y circunstancias que más necesaria era su aplicación. Muchas de las ilustres personalidades que habían tomado parte en sus trabajos, a los pocos días de la Segunda Conferencia eran detenidas, otras tuvieran que pasar a la clandestinidad. Más tarde sufrirían toda clase de persecuciones, la mayor parte de ellas fueron llevadas a los campos de concentración nazis, donde serían exterminadas; otras, perecerían en la lucha clandestina... Al S.E.R.E. no le quedaba más camino que el de la difícil, costosa y complicada misión de ayuda, moral y material a los compatriotas recluidos en los campos, procurar la evacuación de los elementos de más responsabilidad que no pudiendo regresar a España, ni obtener su estancia legal en Francia como refugiados políticos, precisaban salir urgentemente hacia aquellos países que ofrecieran la hospitalidad y el derecho de asila que Francia les negaba. Esta disyuntiva significó un tremendo drama. Los republicanos españoles sentían por Francia toda su simpatía. Las estrofas de la Marsellesa producían en ellos tanta emoción como si escucharan las del Himno de Riego. El 14 de abril de 1931, cuando se implanta la II República, la Marsellesa fue el canto de victoria a través de toda España. La democracia española ha tenido siempre una viva admiración hacia el pueblo francés, para la Francia de los enciclopedistas, para las figuras de la Gran Revolución; para la Francia inmortal de los Derechos del Hombre. Pero Daladier, Bonnet, Laval, el mariscal Pétain, en 1939» no representaban a la Francia que fue luminaria de la lucha por la li-
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bertad y la democracia. Con esa Francia, los republicanos, los demócratas españoles no tenían nada en común. De ahí la paradoja, la tremenda contradicción, el drama íntimo que vivían los refugiados españoles en aquellos momentos agobiantes en que aparecían fundidos el drama del pueblo francés y la tragedia del pueblo español. Para los refugiados, ni Daladier y Pétain eran Francia; ni España era Franco.
40 UN PROYECTO DE CONSTITUCIÓN DE COLONIAS AGRÍCOLAS EN ARGELIA, T Ú N E Z Y FRANCIA
La Federación de la Tierra de la U.G.T., sus ejecutivos en la emigración, el grupo que se encontraba en Argelia, elaboró un proyecto para la constitución de centros de producción agrícola. A ese trabajo prestó una valiosa colaboración José Bullejos, que figuraba como asesor jurídico de la Federación. El proyecto estaba debidamente fundamentado. En Argelia y Túnez había campo sobrado para la organización de unas cuantas colonias agrícolas, capaces de ocupar a una gran parte de los refugiados en aquellos dominios de Francia. El proyecto de la Ejecutiva de la Federación de la Tierra preparado en Argel, coincidía con el trazado en la metrópoli, y fueron tomados en consideración por el S.E.R.E. El consejero de la U.G.T., de acuerdo en principio con la C.G.T., promovió y defendió el proyecto ante el S.E.R.E y los organismos oficiales. En el proyecto de Francia había colaborado el presidente de la Federación, M. Soler, que se encontraba en París. El proyecto naufragó al declararse la guerra; Soler, Bullejos y otros directivos fueron evacuados a México. La cuestión agrícola en Francia, en cuanto a la mano de obra, era paradójicamente algo increíble y, en parte, sigue siéndolo. Ricas tierras abandonadas, grandes propiedades sin trabajar por falta de mano de obra. Los ritmos de producción agrícola se mantenían a bajos niveles. Toda la Francia agrícola necesitaba aumentar su producción, a la vez que estaba carente de mano de obra; sin embargo, las autoridades impedían, salvo casos aislados, aprovechar la mano de obra de los refugiados españoles encerrados en los campos. Una tal paradoja sólo tenía una explicación política: la postura reaccionaria, pro-fascista, de las autoridades, la conducta reaccionaria del Gobierno. Para fundamentar nuestras aseveraciones bastará señalar unos breves datos sobre el problema. 20
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En 1936 habían entrado en Francia 40.990 obreros agrícolas; en 1937, 67.905; el primer semestre de 1938, 24.770. Francia necesitaba muchos miles más, peto la situación internacional perturbaba los movimientos de mano de obra, que de otra parte, resultaba muy costosa, ya que en buena parte procedía de Polonia, Yugoslavia, Checoslovaquia y otros países del centro de Europa. En 1939, Francia no pudo reclutar la mano de obra extranjera que necesitaba, mientras en los campos de concenttación continuaba manteniendo encerrados a miles y miles de españoles. ¿Cómo explicarse una tal conducta...? Las autoridades en Argelia, reaccionarias, «colonialistas», preferian enviar a los refugiados españoles al desierto, a trabajar como esclavos en la construcción de un ferrocarril «estratégico» en el Sahara, antes que per¬ mitirles la creación de colonias agrícolas. En la metrópoli, el ministro del Trabajo en aquel entonces, M. Pomaret, medio socialista, fue insensible al problema. A primeros de julio —con un retraso de medio año— dispone, «burocráticamente», que el señor Puillot, inspector de División del Ministerio del Trabajo —en París—, inicie los trabajos para la elaboración de un censo profesional de los refugiados españoles. Una medida fría, burocrática pata cubrir el expediente. La guerra ya estaba encima. En algunos campos se instalaron unas máquinas-herramienta para examinar a los refugiados. No operaron, en realidad, no sirvieron para nada. Los campos de concentración estaban bajo la autoridad del general Menard, autor de todas las medidas represivas en contra de los internados. Sólo le interesaban los refugiados, como se demuestra en capítulos anteriores, para ser devueltos a Flanco, y los que no aceptaran esa solución, incorporarlos por la fuerza a las Compañías de Trabajo para que, por cincuenta centavos de franco, se dedicaran a obras militares que, los hechos demostraron, fueron totalmente inútiles por insuficientes. El general Menard era el representante de la política reaccionaria y represiva del Gobierno de Daladier en relación con los refugiados. Para ese general y para sus subordinados, no había más que un problema militar: devolverlos a Franco o incorporarlos, por la violencia, al trabajo bajo la disciplina militar. El que la industria y la agricultura reclamaran mano de obra, carecía de importancia para el general Menard. Ni siquiera, como militares, tenían en cuenta las necesidades de las industrias de guerra, tan en relación directa con la Defensa Nacional. Así puede explicatse la dróle de guerre y la capitulación de Francia.
41 ORGANISMOS Y OPORTUNISMOS
Hemos considerado siempre que el «oportunismo» no tiene en todos los casos un significado peyorativo, puede obedecer y estar determinado por razones de carácter general, puede existir un oportunismo político de doctrina, positivo, con una tendencia revolucionaria hacia objetivos nobles y elevados, plenamente justificado, como puede manejarse otro, totalmente negativo, de una tendencia reaccionaria, inspirado en bajos intereses personales y bastardos. En ambos casos se debe analizar en sus proyecciones y en su intencionalidad. En una u otra de esas dos vertientes, en los casos personales, el oportunismo es siempre negativo y deleznable. Allí donde apunte un demagogo, un oportunista, existe en potencia, o en realidad, una mentalidad deshonesta. Tras el oportunismo y la demagogia de tipo individual, se esconde la adulación, la ambición y con ellas florece la envidia, la deslealtad que conducen a la deshonestidad. La demagogia tiene también las dos interpretaciones: hay una demagogia política positiva, útil y necesaria en un momento determinado y una demagogia negativa. La positiva, determinada por un análisis político colectivo, con una tendencia animadora de factores realistas positivos y revolucionarios, puede, en casos concretos, estar justificada, pero de todas formas es un procedimiento de lucha y de acción del que no se debe abusar y, en ningún caso, utilizarse como sistema. La demagogia como sistema jamás alcanzará los objetivos que, ambiciosamente y sin realismo, se persigan y, en el caso de lograrlos por esa vía, inseparable de la euforia y del triunfalismo, chocará con las realidades, y esa victoria sin base se convertirá en derrota, en una frustración. Si se alcanzara una victoria a base de la demagogia, resultará mucho más difícil su consolidación y administración. Lo más probable es que se transforme en derrota. La demagogia como sistema no es material ni procedimiento constructivo. El demagogo personal, como el oportunista, está en la antesala de la ambición, de la deshonestidad política, lo que le lleva de la mano al desprecio de principios éticos y morales. Refiriéndose
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a los demagogos, un escritor mexicano en uno de sus trabajos dedicaba, con cierta agudeza, unos pensamientos de Gracián a un presidente de la República que se había caracterizado por ser un demagogo consumado y un parlanchín desenfrenado: «Meterse a dar gusto a todos —decía el gran jesuíta—, que es imposible, vienen a disgustar a todos, que es más fácil..;.; Oír hablar siempre de ellos causa un tan enfadoso hartazgo, que vienen a ser después tan aborrecidos como fueron antes deseados...». Nos hemos permitido este breve exordio de filosofía a «bon marché», que tal vez el lector un poco desconcertado se preguntará: ¿A qué viene todo esto? Muy sencillo, es con el objeto de que el lector pueda asociar o identificar, sin que nosotros lo hagamos, muchas actitudes personales en la emigración y la constitución de ciertos organismos «de perturbación» ; todo ello determinado por oportunismo, por ambiciones; por posiciones y posturas demagógicas, envueltas en la deshonestidad y la deslealtad. Existía en la emigración, como conoce el lector, el último Gobierno legal de la República española presidido por el Dr. Negrín; frente a él, sin ninguna personalidad, nada más como elemento de desintegración, se constituyó una nueva Comisión Permanente de las Cortes, de origen turbio y naturaleza facciosa, montada por Indalecio Prieto. Existía el Gobierno vasco en el exilio, con su presidente José Antonio Aguirre, así como el Gobierno de Cataluña, con su presidente Luis Companys. Señalaremos, una vez más y a riesgo de ser machacones, que el Gobierno del Dr. Negrín había constituido en abril de 1939 el organismo Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles, S.E.R.E., patrocinado por la Embajada de México, con el reconocimiento y apoyo de su Gobierno -—presidente general Cárdenas— y que contaba con el beneplácito del Gobierno francés. Frente a este organismo trató de imponerse, sin lograrlo, la autoridad de la Comisión Permanente de las Cortes. Siguiendo los planes de Prieto, esta Comisión constituyó en el mes de julio, cuatro meses después de crearse el S.E.R.E., el organismo llamado Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles (J.A.R.E.). Dos signos de divorcio, desintegrantes de la emigración. Los gobiernos autónomos de Cataluña y Vasconia se relacionaban directamente con el Gobierno del Dr. Negríi; y participaban directa e indirectamente en el S.E.R.E. En el Gobierno central, como conoce el lector, estaban representadas todas las organizaciones. ¿Por qué se rompió, en el exilio, esa unidad? ¿Qué movió a la constitución de esos dos organismos...? Sin duda un oportunismo y una demagogia que ocultaba la 1
1.
En el período de Vichy, entregado por la Gestapo a Franco y fusilado.
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ambición, el deseo de administrar el tesoro del Vita. Sin el Vita no se hubieran producido esos dos hechos. Es conocido, pueril sería ocultarlo, que existían ciertas discrepancias entre el Gobierno en el exilio del Dr. Negrín y las representaciones de los Gobiernos autónomos de Cataluña y Vasconia, más que políticas de orden administrativo. Discrepancias arrastradas desde España. Esta situación en el exilio, para el conjunto de la emigración y para la causa de España, no tenía nada de positivo. ¿Estaba justificada la actuación de los gobiernos autónomos en la emigración y, sobre todo, en pugna con el central? El Gobierno vasco sostenía en París, abiertamente, un aparato propio en magnífico edificio, el número 11 de la Avenue Marceau que se decía era de su propiedad. Allí funcionaban todos sus servicios, entre ellos, un verdadero Ministerio de Hacienda, que gozaba de mayor libertad que el propio Gobierno del Dr. Negrín. Uno de esos servicios era el de Asistencia Social, en el que figuraba como director general el Dr. Laureano Lasa Oria, que desempeñó un papel importante en actividades solidarias y de tipo humano a favor de los vascos, especialmente de los que estaban bajo el control del Partido Nacionalista Vasco. 1
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El Gobierno vasco, como ya señalamos en uno de los primeros capítulos, contaba con sus propios recursos en la emigración, en nuestra opinión, de alguna consideración. De otra parte, se veía favorecido con una corriente de solidaridad y ayuda especial de capitalistas que simpatizaban con el nacionalismo vasco y con las aportaciones que le ofrecían las colonias vascas de América, todas ellas de una gran capacidad económica. El Vaticano y las jerarquías de la Iglesia Católica de Francia también le mostraban su solidaridad, sobre todo política y, posiblemente, material. El elemento más activo en lo referente a los problemas de la emigración y evacuación hacia América de contingentes vascos fue Julio Jáuregui, consejero del S.E.R.E. y secretario del Partido Nacionalista Vasco. He conocido a Jáuregui en el Consejo de ese organismo. Fue uno de sus buenos colaboradores, serio, ponderado, con un comportamiento objetivo. Participamos en alguna Comisión y guardo el mejor recuerdo de él, bien que en el terreno ideológico mantuviéramos posiciones encontradas, pero en el S.E.R.E., en los problemas de la emigración, no se trataba de problemas 1. Después de la liberación de Francia el Gobierno vasco siguió ocupando el mismo edificio. 2. El Gobierno autónomo vasco había escapado al control del Ministerio de Hacienda del Gobierno central. El Gobierno autónomo de Cataluña aparece en el primer balance de la J.A.R.E., del 30 de septiembre de 1 9 3 9 , percibiendo 1 138 0 0 0 francos en concepto de atrasos, y sin que hubiera realizado ninguna labor en relación con la evacuación y ayuda a los refugiados. De todas formas su situación no era igual a la del Gobierno vasco.
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ideológicos, sino humanos, al margen de ideología. En esa línea, siempre se podía contar con Julio Jáuregui, por su flexibilidad, su capacidad de diálogo y honestas intenciones. El Gobierno vasco en el exilio realizaba una labor eficaz e intensa en favor de sus compatriotas en la emigración, acción correcta y loable; naturalmente, procuraba defender a los «suyos», a los nacionalistas, sin perjudicar a los demás. El Gobierno vasco, sin embargo, en su política siempre encerraba un cierto sectarismo y favoritismo al inclinar la ayuda a los militantes del Partido Nacionalista y a los afiliados a Trabajadores Solidarios Vascos, discriminando, en muchos casos, a los vascos de otras organizaciones. Procuraron establecer, en la medida que les fue posible, refugios especiales destinados, exclusivamente, a refugiados vascos, en los que también figuraban algunos militantes de la U.G.T., del P.S.O.E. y otras organizaciones. Los dirigentes del Gobierno vasco se aprovecharon de sus influencias ante un presidente de la República Argentina de origen vasco —Irigoyen— para lograr que aquella República aceptara inmigrantes, pero por condición de las autoridades argentinas, los inmigrantes deberían ser vascos. Sobre esa inmigración no ejerció ningún control el S.E.R.E. que se limitó a cubrir los gastos de las evacuaciones que organizaba el Partido Nacionalista Vasco o el Gobierno vasco a través del P.N.V. Algo parecido ocurrió con la emigración hacia Venezuela, como ya comentamos en capítulos anteriores. El Gobierno vasco en el exilio y sus colaboradores actuaron en Francia con una mayor libertad, con un cierto consenso de las autoridades, con el apoyo de elementos del campo conservador y católico al que no tenían acceso las demás organizaciones. Esto significó una situación privilegiada que favorecía las actividades del Gobierno autónomo de Euskadi. En relación con los trabajos de uno de sus departamentos, nos llama un día la Comisión administrativa de la Confederación General del Trabajo (C.G.T.) para examinar aquellos problemas que planteaban a sus federaciones nacionales algunos organismos vascos. Deseaba la C.G.T. conocer el mecanismo, la significación, el campo de actividad, en el conjunto de la emigración, de esos organismos. Tenía la Comisión administrativa de la C.G.T. sobre la mesa varias comunicaciones de Solidaridad de Trabajadores Vascos y un amplio estudio sobre el País Vasco. La Federación Nacional de la Madera había trasladado a la Comisión administrativa una comunicación recibida en su Sindicato de la Sección de París, suscrita por el director general de Asistencia Social del Gobierno vasco, Dr. Laureano Lasa Oria. Se comentó el escrito estando de acuerdo en el fondo del problema que planteaba, pero 1
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Ver capítulo «Documentos y apéndices».
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estimando que, en vez de ser dirigido a la C.G.T., lo más correcto, tal vez, hubiese sido haberla enviado a la Confederación General de Trabajadores Cristianos (C.G.T.C.), con la que mantenían relaciones directas, orientación que se desprendía del propio texto de la comunicación. Además, S.T.V. formaba parte de la misma Internacional. La Unión General de Trabajadores de España, con carácter general, venía tratando con la C.G.T. francesa el mismo problema que suscitaba en su carta el Dr. Lasa. En la fecha que el Dr. Lasa enviaba su comunicación (20 de mayo de 1939), justamente se estaba en las gestiones y preparación de la Conferencia Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles que tendría lugar en París durante los días 10 y 11 del mes de junio y en la que el problema fundamental a discutir sería el de lograr la incorporación de los refugiados españoles a la economía de Francia. Esa Conferencia pública, abierta a todas las organizaciones del país, es un dato; no contó ni con la adhesión de la Confederación General de Trabajadores Cristianos de Francia ni con la ayuda de S.T.V., ni la del organismo de asistencia social del Gobierno vasco; tampoco participaron en la Conferencia Internacional de Ayuda a los Refugiados Españoles celebrada en el mes de julio en la que tomaron parte más de doscientas personalidades, entre ellas, altos dignatarios de las diferentes iglesias. No figuraba en la lista el cardenal Verdier, padrino de los nacionalistas vascos, lo que evidenciaba, en el mejor de los casos y con la mejor intención interpretativa, una falla en cuanto a coordinar la acción de solidaridad hacia los refugiados españoles, dejando al margen las diferencias ideológicas y posiciones de partidos. Pero la realidad no era ésa. Las ausencias estaban determinadas por posiciones políticas enmarcadas en el cuadro del oportunismo. No era político ni conveniente mezclarse con las organizaciones y gentes del «campo unitario», tildadas de comunistas. Esa posición agradaba a las autoridades y al cardenal Verdier. Y en junio aún no se había firmado el pacto germano-soviético ni se había declarado la guerra. La U.G.T., respetuosa con la personalidad de Solidaridad de Trabajadores Vascos, en ningún momento realizó ningún trabajo de interferencia con la Confederación General de Trabajadores Cristianos. Es obvio que una labor de conjunto entre todas las organizaciones sindicales en el exilio hubiera sido bien aconsejable, porque proyectaría la acción en demanda de solidaridad en favor de los refugiados, en general, sin discriminaciones, hacia todas las organizaciones sindicales nacionales e internacionales, sin distinción de siglas ni significación política. Una labor coordinada, en esa dirección, habría sido más eficaz, más útil y de una mayor presión. Pero esa política la rechazaban los «antis», unos descaradamente, otros con actitudes sutiles, sin ruido, más a tono con los procedimientos vaticanistas. Las acciones individuales y de organización, defendiendo cada quien
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su feudo, algunos surgidos en el exilio, en una lucha sin grandeza, entre régulos, fue una ayuda para los enemigos y un factor neutralizante de los esfuerzos que tendían a defender los intereses de los refugiados. La conducta oportunista que caracterizó a ciertos organismos y personalidades afanadas por aparecer independizados del Gobierno del Dr. Negrín y de las organizaciones en él representadas no sólo fue altamente negativa, sino que careció de alteza de miras. Ni que decir tiene que, en el orden sindical, la C.G.T. de Francia lamentaba y condenaba las divisiones, así como la existencia de los organismos «desintegrantes».
42 UN ORGANISMO M A S :
«LA LIGUE DES AMIS DES BASQUES»
Por si no fuera suficiente conflictiva la situación creada en los campos de concentración y refugios con sus lamentables tendencias: «antinegrinismo», «anticomunismo», «antisovietismo», «anti-S.E.R.E.»; «casadismo», «faísmo», «trotskismo», por si no fuera bastante el impacto sufrido por la emigración a consecuencia del pacto germano-soviético, utilizado por los «antis» y los «ismos», y la declaración de la guerra que les servía de base ideológica para volcarse sobre la masa de la emigración que permanecía fiel al Gobierno, a la dirección de sus organizaciones y a la línea de la unidad, aparece en esos momentos de confusionismo un nuevo organismo conflictivo, «La Ligue des Amis des Basques», que desencadena nuevas divisiones; organismo, en nuestra opinión, tan falto de oportunidad como sobrado de oportunismo, pero que contaba con el apoyo y simpatía de las autoridades oficiales y con la bendición del cardenal Verdier, como figura representativa de las clases conservadoras y de las jerarquías de la Iglesia católica de Francia. Respaldado por esas dos corrientes actuaba el Gobierno vasco, desde la avenida Marceau, cubriendo, como se dice ahora, «una parcela» del campo de la desunión y de la desintegración en la masa de refugiados. La nueva Liga lanza un llamamiento en favor del reclutamiento para constituir unidades combatientes. Ante problema tan delicado y grave no cabía más que una sola opción, en nombre de todos los españoles: la del Gobierno del Dr. Negrín. Se puede adoptar una postura, una decisión que no perjudique a terceros, pero en este caso la acitud del Gobierno vasco emplazaba, creaba una situación difícil a todos los refugiados: con el reclutamiento o contra el reclutamiento. La situación delicada en que se encontraba Francia, hundida en la desmoralización, en sus tremendas contradicciones, en una lucha de las fuerzas neofascistas en el poder contra las auténticas fuerzas democráticas i i
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del pueblo francés, en estado de guerra declarada contra la Alemania hitleriana, no parecía el momento adecuado para provocar un problema tal. En ese cuadro tan confuso y contradictorio, aparece en escena la «Ligue des Amis des Basques», con una posición oportunista y demagógica, que venía a comprometer, a crear mayores dificultades a la emigración en su conjunto, aunque se trataba de justificar que sólo afectaba a los refugiados vascos, entre los que había millares que no renegaban de ser españoles. Entre esa masa se contaban centenares de ugetistas. No tiene validez el que se diga que la Liga fue constituida por elementos franceses. No, la Liga fue una iniciativa del Gobierno vasco. Después del pacto de no agresión germano-soviético, el presidente del Gobierno en el exilio Dr. Negrín había fijado su posición acerca de la situación internacional incluyendo la de Francia misma. Otras personalidades y organizaciones dieron a conocer igualmente su postura, entre éstas el Partido Socialista y la U.G.T. El modificar esa situación, guiados por una táctica oportunista, creaba una situación comprometida al Gobierno de la República y a las organizaciones en él representadas. «La Ligue des Amis des Basques» —entidad controlada y patrocinada por el Gobierno vasco—, tratando de aparecer a la vanguardia de la acción y de la solidaridad para con el Gobierno francés, de sobresalir del conjunto de la emigración, hace circular un llamamiento, en el mes de octubre, para la movilización de los vascos con el propósito de crear unidades que serían puestas a las órdenes del Gobierno francés. La U.G.T. y en general las organizaciones que estaban implicadas en el Gobierno español no habían adoptado una posición al respecto, se mostraban prudentes ante un problema tan grave y delicado. No podían, por otra parte, hacer a un lado la conducta de las autoridades francesas para con los refugiados, ni el carácter, las contradicciones y complejidades que ofrecía la situación internacional y la de la propia Francia en la primera etapa de la guerra, cuyos fines —los que perseguían Chamberlain y Daladier— no eran, ciertamente, una garantía para la lucha por la libertad, la democracia y la independencia, como lo habían demostrado con su conducta para con la República española, Austria, Checoslovaquia y otros pueblos. Por los campos de concentración, refugios y Brigadas de Trabajo empezaron a circular los requerimientos a los vascos para que suscribieran unas hojas de movilización repartidas por los agentes de la «Ligue des Amis des Basques» que tenían establecidas oficinas de reclutamiento en París y Bayona, manejadas por funcionarios del Gobierno de Euskadi. Esta nueva situación creó un conflicto más en los medios emigrados. Nuestros Comités en los campos, en los refugios y en las compañías de 1
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Ver documento en el capítulo de «Apéndices».
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trabajo solicitaban de la Comisión ejecutiva orientaciones sobre el particular. A la campaña de división de «los que condenaban el pacto germano-soviético poniendo de relieve a los que no le condenaban», surgía otra: «los que estaban dispuestos a alistarse poniendo en evidencia a los que no lo estaban». En tal estado de cosas, la postura de la U.G.T. era clara: se ratificaba "y remitía a sus militantes a la declaración y ofrecimiento que, en su momento, había hecho al pueblo francés a través de la Confederación General del Trabajo, resolución que figura en un capítulo anterior. La actitud de nuestra Central era consecuente, en líneas generales, con la adoptada por el P.S.O.E. y el presidente del Gobierno en el exilio, el que, a su vez, seguía con atención el curso de los hechos y fijaba una orientación, en nombre de los españoles, discreta, responsable, con la elevación que correspondía a un hombre de Estado. Ni por demagogia, ni por oportunismo, fue rectificada esa actitud mantenida en el S.E.R.E., ni fue rebasada la frontera señalada por el Gobierno en relación con una tan grave cuestión. Pero la realidad era que, en octubre, se avanzaba un jalón más en el campo de lo conflictivo y de la desintegración llevados un poco o un mucho del olvido de la leyenda de la Torre de Babel, leyenda que debiera martillear y estar presente constantemente en la mente de los dirigentes. La política de reclutamiento estaba en pugna con la de evacuación, con la de salvar el mayor número posible de vidas republicanas. Una paradoja más no tendría importancia, el Gobierno vasco no por eso cejaría en su plan de evacuar el mayor número posible de sus recomendados. El organismo de reclutamiento coaccionaba y amenazaba a los vascos; en un documento se decía: «A partir del 15 de octubre solamente se abonará subsidio a los responsables que hayan suscrito la hoja de movilización repartida por "La Ligue des Amis des Basques" y siempre que estén dentro de las condiciones de indigencia previstas...» Las autoridades francesas no fueron neutrales ante este nuevo planteamiento. Añadían un motivo más para mostrar su hostilidad y represalias hacia unos; su simpatía y benevolencia hacia los otros. Los responsables, aunque obraran impulsados por nobles intenciones, no había que ir a buscarlos a campos extraños, estaban en el propio campo del exilio.
43 LOS REFUGIADOS PERTENECIENTES A LA FEDERACIÓN DE ESPECTÁCULOS PÚBLICOS
El secretario general de la Federación de Espectáculos Públicos era Felipe Pretel Iglesias que, a su vez, ostentaba el cargo de tesorero de la U.G.T. Sin abandonar sus obligaciones en la Comisión ejecutiva, ponía todo su empeño en aliviar la situación de sus camaradas de profesión. En Barcelona se habían concentrado compañías de teatro, músicos y toda clase de artistas, en su mayoría ugetistas, de probados sentimientos antifascistas. En la evacuación hacia Francia salieron unos centenares de afiliados a la Federación de Espectáculos, actores, músicos y elementos de todas las gamas del teatro. Era un contingente, como algunos otros, de difícil, por no decir imposible, acomodo a la economía francesa, como se intentaba, sin ningún éxito, con la mano de obra manual, albañiles, campesinos, pescadores, etc. ¿Qué hacer con la gente del arte de Talía? Si resultó irrealizable sacar de los campos y colocar a los trabajadores manuales, para las profesiones liberales no había manera humana de hallar fórmulas que permitieran proyectar su acomodo a la vida económica de Francia. En esa situación se encontraban los músicos, artistas, empleados, magistrados, abogados, periodistas y médicos. Francia es un país en el que las jerarquías profesionales son rigurosamente estrechas y severas. En la rama industrial, mecánica, existen más de 100 categorías. En las profesiones liberales las restricciones son brutales. Pongamos por ejemplo ciertos casos: no se reconocen los títulos extranjeros. Un médico extranjero no puede actuar en Francia, no siendo que cubra un trámite largo, pleno de exigencias y dificultades. Los médicos refugiados, salvo algunos, permanecieron en los campos sin ninguna consideración. A lo más, les permitían hacer de «enfermeros» o de ayudantes de un médico francés. Hemos conocido a compatriotas médicos que habiendo tenido la suerte de salir del campo, les permitieron actuar de enfermeros en hospi-
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tales. Ingenieros internados en los campos, que por suerte pudieron salir y ocupar un puesto de trabajo, no podían ser más que ayudantes de un colega francés. Un contable o intendente mercantil español refugiado, a lo más que podía aspirar, de salir del campo y ser colocado, era «ayudante de contabilidad», sin poder firmar nada. Los colegios profesionales, las jerarquías profesionales en Francia son tremendamente restrictivas. Eso sí, todos los extranjeros tienen las mayores facilidades —pero no las tuvieron los refugiados españoles— para trabajar en las minas, en las fábricas de productos químicos, en los trabajos más rudos, en los que son raros los franceses y numerosos los extranjeros. Pero ni ese «privilegio» les fue concedido en 1939 a los republicanos españoles. Ante esa realidad, la Federación de Espectáculos elaboró un estudio para organizar una o dos compañías de teatro que una vez constituidas, con el apoyo del S.E.R.E., se trasladarían una a Chile y la Argentina, la otra a México y Centro América. El fin era realizar una tournée artística por toda América Latina contribuyendo a la vez al desarrollo de una campaña de propaganda y solidaridad en favor de los compatriotas refugiados en Francia. El actor Luis Mussot, vicesecretario de la Federación que se encontraba en Toulouse, se dedicó con todo entusiasmo, con la colaboración de otros de sus compañeros, a la elaboración del proyecto que, una vez ultimado, Felipe Pretel llevó a la Comisión ejecutiva de la U.G.T. para que ésta, a través de su consejero en el S.E.R.E., gestionara una decisión favorable que permitiera convertirlo en realidad. En efecto, fue presentado al S.E.R.E. y tomado en consideración, pero los acontecimientos se echaron encima y, como otros intentos, no pudo ser llevado a la práctica. El personal de espectáculos fue saliendo poco a poco en las diferentes expediciones hacia México, donde llegaron a concentrarse un número importante de artistas. Entre ellos recordamos a: Pepita Meliá, Benito Cebrián, José Baviera, Ángel Garasa, Morcillo, Santiago Imperial, C. Baena, Felipe Mora, F. Bosch, Santiago Valverde, López Silva, Villagrasa, Nicolás Rodríguez, Luis Mussot, Alfonso Granda, Carlos Rodríguez, Viaña, García Alvarez, Ana María Custodio, Pilar Calvo, Luis Maravillas, Antonio Rodríguez, Andrés Novo, Colino. Desde Chile, Margarita Xirgu gestionaba que una compañía saliera para aquella República. Lo que no fue posible en Francia, lo fue en México. En efecto, allí se constituyó, patrocinada por el «Comité de Ayuda a los Refugiados» —filial del S.E.R.E.—, una compañía que, encabezada por Cebriá-Meliá, después de una actuación en México, salió para la Argentina como embajada auténtica de la República española en el destierro. Para el problema de los músicos en los campos de concentración, se
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intentó una solución a base de las organizaciones británicas, muy ricas y con fama de «liberales y filantrópicas». En este caso ninguno de los dos títulos se confirmó. En Londres contaba la Comisión ejecutiva de la U.G.T. con dos magníficos colaboradores: el matrimonio Barragán, Vicente Barragán y su esposa Rosa, él de origen colombiano y ella de origen ruso. Encontramos, en nuestro trotar por el mundo, a pocas gentes como los Barragán. Españolistas en el más noble y elevado concepto. Los dos eran profesores. Con motivo del movimiento revolucionario de octubre de 1934, habían desarrollado una intensa labor en los medios británicos, en favor de los presos, participando en una intensa campaña de solidaridad hacia los prisioneros y de protesta por la represión. Después del triunfo del Frente Popular y de la proclamación de la amnistía, se celebró en Londres, en el mes de julio de 1936, pocos días antes de la sublevación, el VII Congreso Internacional de la F.S.I. La delegación de la U.G.T. fue atendida por el matrimonio Barragán en forma realmente conmovedora. Muy relacionados en los medios liberales e intelectuales de la capital británica, realizaron un enorme trabajo de «relaciones públicas», organizando visitas a periódicos, a personalidades, a Centros, al Parlamento, donde la Delegación fue recibida por el jefe laborista Atlee y otras personalidades del laborismo, así como por los más significados elementos de las Trade Unions. Presidía esa delegación Largo Caballero. Todas esas gestiones se realizaron al margen de los trabajos del Congreso. Los Barragán eran profesores de español, así que la delegación no había podido tener mejores intérpretes y traductores. Recordamos, a modo de anécdota, la velada en la mansión de una diputada laborista, baja y pelirroja —se nos escapa su nombre— en la que Wenceslao Carrillo obsequió a los asistentes con unas canciones asturianas. Cantaba bien. Durante toda nuestra guerra, los Barragán fueron paladines de nuestra causa. Visitaron España en dos ocasiones. Cuando se pierde Cataluña y se produce la evacuación hacia Francia, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. en el exilio tuvo en el matrimonio Barragán un excelente elemento de colaboración y de apoyo para nuestras relaciones con España a través de Londres. A partir de 1945, su labor en ese sentido fue extraordinaria. Pero ese período entrará en el volumen correspondiente a 1945¬ 1950. ¡Lástima que no pueda llegar a ellos esta evocación como modesto homenaje en nombre de la U.G-T., como testimonio de gratitud por sus servicios! Apoyándose en la colaboración de esos dos leales amigos, Felipe Pretel, como secretario de la Federación de Espectáculos Públicos en España, delegó en la señora Barragán unas gestiones ante las organizaciones del espectáculo británicas en demanda de solidaridad para con los mú-
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sicos y artistas españoles que se encontraban en los campos de concentración de Francia. El prestigio y la filantropía de esas organizaciones inglesas no apareció por ninguna parte, no obstante las gestiones, los esfuerzos realizados por los Barragán. Como prueba y ejemplo de esas didigencias, similares a las que se realizaron con otras corporaciones internacionales, entre las ilustraciones de este volumen dejamos registradas las comunicaciones para la U.G.T. dirigidas a Rosa Barragán por las organizaciones de espectáculos británicas. El problema de los actores ugetistas en los campos no tuvo más solución que aquella que pudo arbitrarse a través del S.E.R.E.: evacuarlos hacia América, en particular hacia México. En el primer barco, el Sinaia, salió la banda de música del 5.° Regimiento, dirigida por el maestro Oropesa que, reorganizada y ampliada, gozó en México de gran prestigio y gran popularidad bajo el nombre de «Banda Madrid». La solidaridad de las organizaciones británicas no aportó ni un solo chelín. Ahí quedan sus cartas para la historia.
44 EL PROBLEMA DE LOS NIÑOS EVACUADOS DE ESPAÑA D U R A N T E LA GUERRA ( 1 9 3 6 - 1 9 3 9 )
Durante la guerra, salvar a los niños de los bombardeos fue una preocupación del Gobierno y de las organizaciones del Frente Popular. Los esfuerzos por evacuar de Madrid a las mujeres, niños y ancianos fueron permanentes, como permanente y obstinada fue la resistencia de la población civil a ser evacuada. Igual fenómeno se producía en otras ciudades sometidas a los bárbaros bombardeos de la aviación italo-germana. No obstante, se lograron, en cierto grado, evacuaciones de niños de Madrid a zonas de Levante de una mayor seguridad y unos cuantos miles de Vizcaya, Santander, Asturias, Cataluña y Centro de España hacia el extranjero. Patrocinados por el Partido Comunista y el Socorro Rojo, salieron para Rusia, al amparo de los Sindicatos Soviéticos, importantes contingentes de niños procedentes de Madrid, Vizcaya, Asturias y Cataluña. El Gobierno vasco realizó la evacuación de algunos centenares a Inglaterra. El Gobierno central organizó una importante expedición a México en el vapor Mexique, el que más tarde evacuaría a miles de combatientes refugiados en Francia. El Fondo de Solidaridad Internacional, sostenido por la Internacional Socialista y la Federación Sindical, de acuerdo con el P.S.O.E. y la U.G.T., había organizado, a su vez, varias colonias infan1
1. Según algunos informes la evacuación alcanzó unos 6 . 0 0 0 niños, uno de los cuales, Gabriel Amiama, regresó a España y se dedicó al periodismo. En el Ya del 17 de febrero de 1977, dice que «de esos 6.000 niños regresaron unos 1.500, otros mil continuaron viviendo en la U n i ó n Soviética, mientras que los demás han •desaparecido». Lo anterior daría un 6 0 % de desaparecidos. Esas cifras son muy discutibles. Es indudable q u e existe un gran contingente, no de desaparecidos, sino de niños sobre los cuales se perdió todo control y antecedentes familiares, como ocurrió en Bélgica.
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tiles en zonas de seguridad en España y otras, las más importantes, en Bélgica y Francia. Los acontecimientos de Europa crearon una situación difícil a los niños emigtados que empezaron a sufrir las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de las colonias de Bélgica, ante la marcha de la guerra, fueron disueltas, perdiéndose