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Lila Caimari y Máximo Sozzo (editores)
en América Lati
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Historia de la cuestión criminal en América Latina I lila Caimari... [et a !.]; editado por Lila Caimari; Máximo Sozzo - la ed. - Rosario: Prohistoria Ediciones, 2017. 388 p.; 22,5x15,5 cm. - (Actas í Dir. Carolina A. Piarzí y Paula Polimene; 29} ISBN 97S-987-3864-67-4 1. Historia. 2. Criminología. I. Caimari, Lila II. Caimari, Lila, ed. III. Sozzo, Máximo, etf.
CDD363.250980
Composición y diseño: mbdiseño Edición: Prohistoria Ediciones ilustración de tapa: “Los Tenebrosos". Raffles. Shetfock Hotmes, Año 1, Número 12,19 de septiembre de 1911 Diseño de Tapa: mbdiseño Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales. TOOOS LOS DERECHOS REGISTRADOS HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723 © Lila Caimari y Máximo Sozzo © d e esta edición: _ Email: [email protected]
viiww.prohistcria.com.3r
Este libro se terminó de imprimir en Multigraphic SA, Buenos Aires, Argentina, en eí mes de septiembre de 2017, Impreso en la Argentina ISBN 978-987-3864-67-4
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Indice Introducción Historia y cuestión criminal en América Latina: expansión, tendencias y desafíos Lila Caimari y Máximo Sozzo..................................................................
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Los usos de Lombroso. Tres variantes en el nacimiento de la criminología positivista en Argentina Máximo Sozzo.........................................................................................
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Del “favor a la ley ” al Estado guardián. Las policías da Santiago de Chile en el siglo XIX (1822-1896) Daniel Palma Alvarado.............................................................................
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El surgimiento de la familia policial bonaerense durarte la primera mitad del siglo XX Osvaldo Barreneche.................................................................................
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El policía mineiro en la historia Lucas Carvalho Soares de Aguiar Pereira..................................................
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Dinámica de la venta de robos en la ciudad de Buenos Aires: una alternativa de subsistencia (I890/I9Í0) Ignacio Ayala Cordero.............................................................................
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Un artista del delito. La circulación de monedafalsa entre el Rio de la Plata y Brasil Diego Galeano.........................................................................................
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Policía de identificación en Chile. El Bertillonage y la Dactiloscopia en la Policía de Santiago de Chile Cristian Palacios Laval.................................... ........................................ 235 ¿Colonias de población o lugares de tomento y destierro? Colonias penales en América Latina. 1800/1940 Ricardo Salvatore y Carlos Aguirre..........................................................
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“Abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis Proyectos, legislación y políticas penitenciarias en Argentina (1916-1938) Jeremías Silva..............................................................................................
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“Convenencieray metalizada”. Denuncias sobre influyentísmoy corrupción en la justicia (Ciudad de México, 1929-1971) Elisa Speckman Guerra.................................................................................... 357 Los autores y las autoras..................................................................................
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INTRODUCCIÓN Historia y cuestión criminal en América Latina: expansión, tendencias y desafíos L ila C a im a ri M á x im o S o z z o
ste libro es el resultado de una reunión de trabajo realizada en Santa Fe en diciembre de 2014, co-organizada por la Universidad Nacional del Li
toral y la Universidad de San Andrés. Lejos de ser una ocasión aislada, dicho encuentro se inscribía en una larga serie de instancias que continúan hoy, y que desde hace más de una década sostienen los contactos entre investigadores de distintas ciudades del país y la región. Cada año, en efecto, más especialistas confluyen en reuniones que van del taller confidencial al gran simposio interna cional, con el objeto de someter a consideración avances de investigación sobre el delito, ía policía, la justicia penal y la prisión, agrupados bajo la noción-paraguas de “perspectivas históricas de la cuestión criminal”. Además de renovar intercam bios y energizar debates, dichas ocasiones (y las publicaciones que han surgido de ellas) permiten seguir la evolución de este campo de conocimiento, revisando consensos y perspectivas, definiendo agendas de trabajo a futuro.1 Si en un arco de quince años se comparan los encuentros más recientes con los que marcaron el punto de inicio, en la vuelta del 2000, la distancia recorrida re» sulta evidente. Los proyectos de entonces, todavía tentativos, portaban la novedad (explicitada o no) de que la historia podía hacerse cargo de temas como la prisión, el delito o la policía, que objetos de ese tipo valían la pena ser investigados. El éxito de esta empresa dependía, claro, de la posibilidad de definir perspectivas propias, a la vez relevantes para los grandes problemas de la disciplina histórica y distintas de las que provenían de áreas tradicionalmente interesadas en esas cues1
Podemos mencionar algunas de las compilaciones que se han publicado desde los años 2000: Aguirre y Buffington (2000); Salvatore, Aguitre y Joseph (2001); Gayol y K.esslef (2002); Bohoslavsky y Di Liscia (2005); Caimari (2007); Candioti y Palacio (2008); Sozzo (2009); Caimari, Bohosíavsky y Schettini (2009); Barriera (2010); Trujillo Bretón (2010); Salvalore y Barreneche (2013); Johnson, Salvatore y Spierenbuigh (2013); Palma Alvarado (2015) y Gaieano y Bretas (2017).
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(iones, como el derecho, la sociología, la criminología o la antropología. Impor taba definir un lugar de enunciación, entonces, preguntas rendidoras y, también, un horizonte de factibilidad de ¡a empresa garantizado por el acceso a archivos específicos. Et vigoroso campo de estudios históricos de la cuestión criminal que hoy conocemos recoge preguntas de la historia social, de la historia intelectual y de la historia del derecho, pone a prueba intuiciones nacidas en las canteras foucaultiana y neomarxista y se emparenta con (a historia de las instituciones estatales y sus expertos. En fin, se inserta en discusiones de distinto origen y tradición. Admitien do esta diversidad de genealogías, hay coincidencia en que un momento clave de la construcción del campo como tal remonta a la academia estadounidense de los años 1990, cuando los estudios históricos de América Latina se vieron influidos por la convergencia de potentes líneas teóricas que invitaban a mirar prácticas de resistencia “al ras” y formas cotidianas de funcionamiento de agencias estatales hasta entonces poco menos que ausentes de la narrativa de la historia (Scott, 1985; Joseph y Nugent, 1994; Salvatore y Aguirre, 1996; Salvatore, Aguirre y Joseph, 2001; Caimari, 2009). También hay acuerdo en que ese momento fue seguido de otro, que en los últimos quince años fiie delineando un polo de desarrollo paralelo en las academias sudamericanas (las del Cono Sur en particular) en el contexto de fortalecimiento de las democracias y la consolidación de los mundos académicos respectivos. En ese nacimiento - a su vez, parte de un big bang historiográfico más general- los investigadores participantes en aquellos inicios confluyeron con nue vas generaciones que se acercaban a explorar este universo de temas movidos por inquietudes menos teóricas y más arraigadas a las situaciones y problemas propios de dichas sociedades contemporáneas, instalando fuertemente la necesidad de dia logar con el presente -con todos los dilemas que ello implica para el trabajo de los historiadores. El contraste entre aquellos primeros productos y el torrente de trabajos sobre objetos más delimitados que presenciamos hoy, organizados en tomo a discusio nes que son propias de cada área dentro del campo, salta a la vista. Basta observar el registro que transitan quienes colaboran en este volumen. De este modo, la contribución de Jeremías Silva en relación con el devenir del mundo penitenciario en los años de entreguerras se define en diálogo crítico con los trabajos sobre esa misma cuestión en períodos anteriores y posteriores, y con perspectivas que han subestimado ei peso de los contextos políticos. A su vez, el estudio de prácticas delictivas que ofrecen las investigaciones de Diego Galeano e Ignacio Ayala Cor
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dero dan por sentada la realidad de estos universos y, lejos de discutir su entidad o la conveniencia de su estudio, apuestan a develar las especificidades de ciertos delitos contra la propiedad a la vez que exploran su potencial para informar sobre concepciones de trabajo y economía en sociedades que se insertaban en el mun do según modelos capitalistas de exportación. La identificación de dimensiones particulares de los imaginarios policiales argentinos y brasileños que iluminan ios trabajos de Osvaldo Barreneche y Lucas Pereira se posa sobre discusiones previas en relación con la génesis de los aparatos simbólicos de estas fuerzas, asumien do que la construcción de un lazo subjetivo de pertenencia es una clave decisiva para comprender la permanencia y el funcionamiento de estas instituciones. Así pues, cuando se observa la escala de los análisis y su inscripción en discusiones concretas y dinámicas, se desprende que estemos ante una producción que ya no se interroga sobre su factibilidad ni justifica su existencia, sino que transcurre en el seno de consensos sólidos al respecto. Y por eso mismo, avanza como avanza la historia: a fuerza de ensayo y error, de cotejo critico, de territorios que se van mapeando, de avanzadas sucesivas en las zonas temáticas por descubrirá Como lo muestra el espectro que cubre esta compilación, el trabajo de los investigadores también transcurre en diálogo con colegas de varios países, donde se han dado procesos paralelos de desarrollo de los estudios, cuyos resultados se cruzan y cotejan con regularidad creciente. Siguiendo la dinámica general de la investigación histórica de estos afíos, se han abierto las fronteras geográficas de los proyectos, saliendo de los centros urbanos a zonas rurales, desarrollando espacios de análisis regionales y locales pero también transnacionales, comparativos y de circulaciones, intercambios y redes que atraviesan las fronteras nacionales. En este proceso de crecimiento ha sido fundamental el diálogo con otras dis ciplinas, En una era4de fronteras por demás difusas y flexibles, esta tendencia a inspirarse en los planteos de la antropología, la sociología, la criminología o el derecho no sorprende, por supuesto. Pero sí es notable la asiduidad de contactos entre perspectivas disciplinares que convergen o conviven, más o menos armonio samente, en tomo de ciertos polos temáticos. La relevancia de los temas de este campo de estudios en el debate público ha hecho que la producción guarde, desde sus inicios, una relación ftierte (si no bien definida) con el presente. Esta relación 2
Es sintomático de esta maduración el nacimiento en 2015 de una Revislei de Historia de las Pri siones, dirigida por José Daniel Cesano y Jorge Núñez. Más allá de hacerse cargo del devenir del campo en su definición amplia, esta publicación define su foco de interés en las discusiones que son propias de ta historia del castigo y tas instituciones carcelarias latinoamericanas, además de seguir de cerca el estado de la historiografía internacional sobre el asunto.
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excede el habitual marco de preocupaciones actuales que modula las preguntas de los historiadores, pues los estudios de la cuestión criminal son un campo historiográfico a la vez que un campo productor de conocimiento “en perspectiva histórica” -en otras palabras, productor de conocimiento sobre el pasado de temas que importan hoy. Por ese motivo, la agenda de investigaciones ha estado investi da de relevancia adicional, agregando expectativas, tensiones y dilemas que no se verifican en otros campos de la historia. Este rasgo ya podía verse en los años 1990, cuando tantos trabajos partían de interrogantes a la sombra de la experiencia de las dictaduras militares. En la intro ducción del influyente Crime and Punishment in Laiin America (2001), el prólogo de Gilbert Joseph comenzaba aludiendo a la experiencia de tortura y persecución de miles de latinoamericanos, conectando directamente los estudios sobre el siglo XIX con la memoria contemporánea de sus autores. Hoy mismo es habitual que ios trabajos sobre delito, policía o prisión comiencen aludiendo a los angustiantes diagnósticos del presente que dominan el debate público, en el que los historia dores estarían en condiciones de aportar perspectivas de larga duración.1 Una de las razones de la interdisciplinariedad, en fin, remite a cierta expectativa de rendi miento explicativo de la historia que no se verifica en otras zonas temáticas de la disciplina. En este sentido, hay pocas dudas de que la multiplicación de estudios obedece, también, al hecho de que la historia es parte de algo mayor, como es la necesidad de dar cuenta de algunos de los más terribles problemas de nuestra sociedad. Por el mismo peso y relevancia de los temas en el presente, este campo (o más bien, algunas de sus zonas temáticas) tiene mayor responsabilidad de ha blar hacia fuera de su comunidad de expertos. Esa dimensión “pública” (Spatks y Loader, 2010) de nuestra labor -con todos los dilemas acerca de las estrategias de comunicación- aún espera ser asumida plenamente. Acostumbrados a los debates más recoletos, los historiadores de la cuestión criminal se han visto envueltos en un modo de circulación que expone sus hallaz gos a las preguntas y las perspectivas provenientes de otras disciplinas. Se dirá que no había muchas alternativas, en la medida en que la historia tenía poca tradición propia de reflexión sobre la mayor parte de estos temas, y por supuesto esto no 3
Por nombrar dos casos recientes, ver ia Introducción de Barrenéete y Salvatore (2013) al volu men colectivo El delito y el orden, que alude al problema de la inseguridad y la violencia en las sociedades latinoamericanas contemporáneas, adjudicando a los historiadores un papel retevante en esos debates. Y el volunten editado por Santamaría y Carey. Holence and Crime in la tin Ame rica (2017) donde los ensayos de corte histórico aportan perspectivas a una discusión más general sobre las tendencias actuales de la violencia en América Latina,
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significa que fas diferencias disciplinares se hayan borrado. Lo que importa, más bien, es que se avanza incorporando instrumentos adicionales a la caja de herra mientas -p o r ejemplo, la teoría sociológica del delito, la observación etnográfica de la policía o las burocracias penales, los procedimientos narrativos de la buena crónica producida por periodistas y escritores en esta década de auge del género, etc. Y a la inversa, tratando de aportar profundidad cronológica y complejidad analítica en discusiones sobre el presente, que necesitan del espesor de la historia para evitar que los esfuerzos por razonar más allá de las coyunturas inmediatas se malgasten en visiones planas, Ideológicas y simplistas. Este ejercicio no es sencillo y requiere de algunos resguardos. Las miradas de largo plazo que la historia puede producir son más que (os supuestos antece dentes del presente. Y para ser algo más que antecedentes supuestos, esos datos “históricos” (resumidos en el primer capítulo de una tesis, o en la introducción de un proyecto de ley) necesitan asumir que mirar hacia atrás es aceptar que las cadenas causales no siempre son claras y que incorporar miradas de mediano o largo plazo es algo más que un ejercicio de gestualídad superficial. Asimismo, si la historia pretende estar a la altura de su lugar en la producción ¡nterdisciplinaria de conocimiento sobre la cuestión criminal, deberá asumir que entender la naturaleza histórica de estos objetos es más que lograr consensos sobre cómo eran las cosas en un período dado, algo que en algunas zonas temáticas se ha ido logrando. Junto a estos avances, sin embargo, persiste la pregunta más general sobre la naturaleza histórica de estos objetos, sobre sus modos de evolución (o no) en el tiempo, so* bre el tipo de periodizaciones que requieren, sobre los ciclos largos y cortos que pueden distinguirse. Los estudios aquí reunidos sugieren también hasta qué punto este campo ha ido definiendo recortes en el seno de la disciplina histórica. La porosidad de los bordes temáticos, una tendencia presente desde los inicios, puede ser pensada como una forma de integración; los estudios iniciales sobre la criminología, la prisión y la justicia penal -por nombrar áreas que acumulan más estudios histó ricos- siempre se pensaron en relación con contextos sociales y económicos más amplios, y en esa atención residía, precisamente, su diferencia con la historia del derecho. Desde entonces, esa propensión se ha desarrollado aún más, haciéndose caigo de temas qué antes podían ser la provincia de la historia social o económica, como la cuestión del mercado de trabajo en el estudio de la prisión tai como apa rece en el texto de Aguirre y Salvatore sobre las colonias penales aquí incluido, o la cultura del dinero en el caso de tas prácticas de falsificación, como lo muestra el
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trabajo de Galeano. Lo mismo ha ocurrido en el desarrollo de la agenda de temas, que se ha expandido hasta dar la impresión de un campo omnívoro, que parece incluirlo todo para hacerse cargo de “la vida misma”, para usar la expresión de Foucault (1993:296) al hablar del campo de intervención de la policía diecioches ca. Expansión e imbricación: junto a los estudios más específicos, las preguntas por la ley, el orden, la transgresión y el castigo constituyen más bien una forma de articulación temática, un tipo de corte transversal que conecta distintas áreas de la historia. En este sentido, más que de un campo podríamos hablar de una “zona” de estudios cuya proyección excede el nicho de origen, y que funciona como pro veedor de preguntas que ordenan y articulan elementos dispersos en núcleos te máticos diversos. Asi, los estudios sobre delito transcurren en imbricación con los estudios urbanos y los estudios sobre clases y culturas populares; los estudios de la criminología y la prisión pertenecen, a su vez, al ámbito de los estudios del estado y los saberes estatales; de la misma manera, el análisis de las percepciones públi cas del delincuente y de las instituciones represivas se entrelaza, también, con los estudios de la prensa y los medios. Por ese motivo, la productividad de los estu dios de la cuestión criminal proviene no solamente de lo que ha dado en relación con sus preguntas específicas -lo que sabemos hoy sobre la prisión, la policía, la justicia penal o el delito- sino también de las nuevas combinaciones de elementos que ha producido. De este modo, la creciente especificidad de tas discusiones se acompaña de una más audaz inscripción temática por fuera de los nichos respec tivos, permitiendo que el avance de las investigaciones se mantenga permeable al devenir más general de la producción historiográfica, y que participe de él. El marco cronológico de los trabajos aquí reunidos también es sintomático en relación con tendencias más generales. Por un lado, se manifiestan esfuerzos por ofrecer síntesis, visiones en arcos cronológicos extendidos que se separan de lo estrictamente monográfico. Es el caso del estudio de Elisa Speckman sobre prensa y justicia en México, del trabajo de Aguirre y Salvatore sobre colonias penales y del de Palma Alvarado sobre la policía santiaguina. Esto constituye una novedad en relación con una configuración temporal de ios estudios precedentes, que ha tendido a concentrarse en dos polos cronológicos de cobertura. En un caso, la exploración del pasado ha partido de preguntas del presente o del pasado reciente, imantando la dinámica de la indagación histórica hacía adelante, en la búsqueda de orígenes de la gran violencia de los años 1970, o bien, en perspectivas históricas sobre la “inseguridad” como concepto o experiencia cotidiana. Estas investigacio nes, como hemos visto, han avanzado en diálogo con la sociología, la criminología
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y la antropología. Un segundo polo temporal, más propiamente histórico, se orga niza en tomo a preguntas por la construcción estatal y el proceso modemizador, y por eso tiene su núcleo en las últimas tres décadas del siglo XIX y la primera del siglo XX, que han consolidado una unidad cronológica de sentidos que es muy amplia temáticamente. En este período, el más estudiado y el más denso, quedan vastas áreas por explorar y discusiones por saldar. Este volumen contribuye en esta dirección con los estudios de Sozzo sobre recepción de la criminología positivista, Galeano y Ayala Cordero sobre prácticas delictivas y Palacios sobre técnicas de identificación policiales. Pero vale subrayar también la incursión en períodos más francamente anclados en problemas propios del siglo XX, como los que ofrecen los estudios de Silva sobre el reformismo carcelario argentino de los arios 1920 y 1930, Barreneche sobre la policía bonaerense de mediados det siglo, Speckman sobre las representaciones periodísticas de la justicia mexicana y Pereira sobre la policía mineira a lo largo de buena parte del siglo XX. Continúan existiendo múltiples baches en la exploración de esta larga temporalidad que deberían con citar esfuerzos importantes en la agenda futura de la investigación histórica. Pero también podría decirse algo semejante del terreno más explorado de las primeras tres cuartas partes del siglo XIX, en que existen muchísimos temas que mapear e indagar. Otra dimensión que ha marcado el crecimiento del campo radica en la activa ción de nuevos archivos. Buena parte de los trabajos aquí reunidos se hicieron so bre la base de fuentes documentales que eran desconocidas hasta no hace tanto. En algunos casos, se trata de fondos que estaban disponibles pero se mantenían dor midos, y que iniciaron una vida documental distinta con la emergencia de objetos y preguntas nuevos. Tal es el caso de los fondos policiales y judiciales utilizados para reconstruir vigilancias transnacionales que utiliza Diego Galeano en su ensa yo sobre el falsificador Raimbault, o de los fondos penitenciarios y policiales con cebidos para consumo de los empleados del sistema, como es el caso de Jeremías Silva o de Osvaldo Barreneche, repertorios hoy asiduamente interrogados para la historia. En otros casos, se trata de archivos que se han abierto en estos años, que han sido descubiertos -en sentido literal- gracias a iniciativas de historiadores y de archivistas y cuyo potencial empezamos a explorar recién ahora. Es el caso, por ejemplo, del fondo de justicia criminal en el que se apoya el trabajo de Ignacio Ayala Cordero, accesible desde 2010. Todos los investigadores del pasado necesi tan archivos, por supuesto, pero este campo depende muy directamente del acceso a materiales producidos por el estado (policiales, penitenciarios, de inteligencia,
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judiciales), muchos de los cuales están en manos de las instituciones productoras cuyas reglas de acceso se guían por lógicas muy ajenas a las del mundo científico y académico. En otros casos, hay archivos valiosos cuyo acceso no está prohibido por nadie, pero fueron simplemente abandonados y resultan difíciles de incorporar sin una inversión sustantiva de expertos que hagan posible su transformación en fuente para la historia. La relación con el archivo, el acercamiento a los proble mas del mundo del archivo, pero más en general la reflexión sobre la naturaleza de los corpus que constituyen el archivo propio de este campo de estudios, que tantos desafíos metodológicos plantean, es una dimensión que ha acompañado esta trayectoria. La activación de nuevos repertorios es, en fin, parte intrínseca del crecimiento de este campo, y su futuro depende estrechamente de este factor. Estos rasgos generales del rumbo de los estudios históricos de la cuestión criminal se manifiestan en los trabajos reunidos en este volumen, que combina contribuciones de las tres generaciones que hoy nutren este campo: investigado res que son referentes-fundadores, investigadores establecidos y en plena fase de producción, e investigadores jóvenes ingresados más recientemente a un campo ya estructurado. Su referencia a América Latina da cuenta de la frecuencia y solidez de los intercambios entre quienes trabajan en y sobre distintos escenarios naciona les de la región. Y resulta una contribución al afianzamiento de las tendencias que hemos venido identificando hasta aquí en un plano regional. Contribuciones a este volumen Por razones de relevancia que son evidentes, la pregunta por la ciencia del crimen y su papel en la formación de los estados modernos latinoamericanos ha constitui do, desde el comienzo, uno de los vectores con mayor continuidad de indagación. Sacando partido de los puntos de contacto con la historia de circulación y recep ción de ideas, y la de las elites intelectuales y científicas, desde hace más de una década que se sigue de cerca la emergencia de instituciones estatales modernas (prisiones, policías, justicia), así como la constitución de campos disciplinares y académicos que las han modelado (criminología, derecho, psiquiatría) (entre mu chos otros, Salvatore, 1992, 1996, 2000, 2013, 2016; Salessi, ¡995; Buffington, 2001; Caimari, 2002, 2004; Álvarez, 2003; Sozzo, 2006; 2007, 2015; Creazzo, 2007). El trabajo de Máximo Sozzo retoma hipótesis establecidas en este ámbito a partir del estudio de las operaciones de la precoz recepción, y de los usos iniciales, de la obra de Cesare Lombroso en Buenos Aires. A partir de un análisis minucioso del abordaje que le reservaron autores del mundo jurídico y médico, muestra que
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aquel primer momento de interés en las hipótesis lombrosianas estuvo lejos de ser acrítico. Muy por el contrario, el trabajo revela un arco nutrido de posiciones que oscilan entre los extremos de adopción y rechazo, y tina gama de razonamientos complejos donde la deferencia no oculta matices ni objeciones, El trabajo de Jeremías Silva, por su parte, vuelve sobre la dimensión refor mista de las corrientes de modernización de la prisión, que hasta ahora han es tado fuertemente concentradas en la vuelta del siglo XIX al siglo XX (Salvaíore y Aguirre, 1996; Caimari, 2004; Nunes et ai., 2009). Su contribución avanza en un período escasamente investigado, como es el de las gestiones radicales de principios del siglo, prestando atención a los contextos políticos, cuya presencia en los análisis disponibles ha sido algo esquiva. Su investigación demuestra que, contrariamente a lo que se había asumido, las gestiones radicales fueron pictóri cas de proyectos modemizadores de la prisión. Lejos de constituir una suerte de contrapunto vacío a los períodos previos y posteriores, debe ser pensada en clara continuidad programática con los proyectos reformistas más ambiciosos y mejor conocidos. Carlos Aguirre y Ricardo Salvatore se aproximan al mundo carcelario desde un ángulo diferente, el de las experiencias de colonización penal en América La tina. Su trabajo -texto de síntesis más que investigación en sentido estricto- des cribe y compara el derrotero de largo plazo de cuatro casos, nacidos de la noción ampliamente compartida en el siglo XIX de la conveniencia de deportar sujetos in deseables de las grandes ciudades a rincones marginales necesitados de población. Las experiencias en la isla Juan Fernández en Chile, el penal de Ushuaia en Argen tina, la isla Femando de Noronha en Brasil y las Islas Manas en México ponen en evidencia et recluso sostenido de los estados modernos a la figura de la expulsión colonizadora. Conectando estas prácticas con ia configuración de los mercados de trabajo de las sociedades continentales y los mecanismos de eliminación de ciertas poblaciones (definidas en términos de raza, clase o adscripción política), el trabajo ilustra también contrastes importantes en la ambición y ejecución, con algunos casos acercándose a modelos reformistas modernos de castigo y colonización, y otros subsistiendo apenas en los márgenes de los estados nacionales. Los estudios sobre policía, que comenzaron circunscriptos a ta pregunta por la represión política o social, constituyen una de las áreas de mayor avance en los últimos años, guiados por preguntas sobre los procesos de modernización y pro fesionalizaron de estas fuerzas, por un lado, y al lugar capilar, difuso y a la vez fundamental que les cabe en la historia de la construcción estatal. Los límites del
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objeto también se han ido modificando a partir de la constatación de la naturaleza inmanente de este actor, su carácter intersticial, íntimamente ligado al devenir en el espacio urbano (Foucaulí, 1989, 1993; Neocteous, 2000; Sozzo, 2005; Galeano, 2016b; Caimari, 2012). El estudio de Daniel Palma sobre la policía de Santiago de Chile ofrece una síntesis de la historia de esta institución, mostrando los proble mas más específicos del objeto (proyectos modemizadores e impulsos profesiona liz a d o s ambiciosos y de difícil ejecución) y su papel crítico en el mantenimiento del orden callejero, conectando la historia de esta agencia estatal con los vaivenes de la historia social y política, y la historia de la vigilancia de la moralidad y las costumbres. Los trabajos de Osvaldo Barreneche y de Lucas Pereira, por su parte, reto man una de las líneas de indagación más ricas del estudio histórico de las policías latinoamericanas, como es la pregunta por la construcción de lazos identitarios de pertenencia. La cuestión es bien conocida por los etnógrafos y sociólogos de la policía, que han marcado mecanismos y operaciones que inculcan sentidos de grupo y construyen un “nosotros” policial (Reiner, 1992; Waddington, 1999; Sírímarco, 2009; Galvani, 2016). Pero al tratarse de construcciones que funcionan en el largo plazo y que explican en buena medida el éxito progresivo de los proyectos de modernización institucional a lo largo del siglo XX, los estudios del pasado de estos armados simbólicos resultan indispensables, de allí la atención prestada en los últimos años a la aparición de rituales y publicaciones policiales destinados a construir este lazo (Caimari, 2012; Galeano y Bretas, 2017). En este plano, el es tudio de Barreneche muestra de qué maneras la policía de la provincia de Buenos Aires alimentó tempranos lazos mutualistas, entre los que sobresale la construc ción de un panteón cuyos rasgos eran reveladores de visiones simbólicas de la institución, donde los policías de todas las jerarquías quedarían igualados ante la muerte. Pereira, por su parte, atiende al entramado de historias heroicas del pasado policial. En ese conjunto de referencias simbólicas, encuentra elementos que tejen vínculos entre soldados y oficiales, al tiempo que marcan distinciones en relación con la consolidación de los poderes estadual y estatal a lo largo de la primera mitad del siglo XX brasilero. El capítulo de Cristian Palacios vuelve su atención sobre un tema que ha ve nido cobrando fuerza en los estudios históricos sobre la policía recientemente (Ro dríguez, 2004; García Ferrari, 2010,2015): el desarrollo y difusión de las técnicas y prácticas de identificación de individuos en el marco de la actividad policial y su giro desde una lógica orientada hacia la individualización de “reincidentes” a una
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orientada a la individualización de “ciudadanos”. En particular, explora el proceso de adopción de diversas ideas y técnicas al respecto en el contexto de Santiago de Chile en las primeras dos décadas del siglo XX. La historia del delito tiene una larga tradición como rama de la historia so cial del siglo XIX, encamada en los estudios del bandidismo. Junto a esa línea, que continúa desarrollándose (Fradkín, 2006), se ha ido afianzando el estudio del delito moderno y urbano como puerta de entrada para observar las sociedades por tuarias latinoamericanas (Piccato, 2001; Palma, 2011; Galeano, 2016a). El trabajo de Ignacio Ayala Cordero sobre las redes sociales del robo en Buenos Aires se ins cribe en esta línea. A partir del estudio de legajos de justicia criminal, reconstruye las amplias tramas sociales que hacían posible la circulación de bienes obtenidos mediante el robo. La organización y persistencia de estas prácticas sugieren, en su argumento, la existencia de visiones del trabajo y la economía diversas del modelo capitalista. La falsificación de moneda constituye el centro del trabajo de Diego Galeano. Siguiendo la pista de un falsificador de origen francés devenido célebre en ias ciudades sudamericanas, su trabajo muestra la escala de la circulación de moneda falsa en el espacio rioplatense. Asimismo, describe la trama de alianzas y contac tos que subyacía a este negocio, y la concepción espacial que lo sostenía, donde Brasil, Uruguay y Argentina formaban parte de un mismo territorio de operacio nes, tanto delictivas como policiales. En la medida en que la historia del delito, la policía y la justicia de los siglos XIX y XX está ligada a la de las percepciones sociales en relación con estos ac tores, su vinculación con la historia de la prensa y de la opinión pública ha sido fundamenta!. Así, el trabajo sobre secciones específicas de los diarios (policiales, judiciales, nota roja, etc.) fue extendiendo la inicial relación con la prensa como insumo hacia un interés en la prensa como objeto, entendido en su complejidad. No pocos historiadores de esta área trabajan en diálogo más o menos formal con la historia del periodismo y con la crítica literaria culturalista, que también se interesa en la prensa (Catmari, 2004, 2012; Kalifa, 1996; Buffington, 2001). El trabajo de Elisa Speckman aquí incluido se inscribe en esta franja, concentrándose en las representaciones periodísticas de la justicia mexicana en un periodo que cubre buena parte del siglo XX. Demuestra que la cobertura de casos criminales, y la crítica sistemática de los mecanismos que les reservaba la justicia, consolidó una imagen débil y corrupta del sistema judicial mexicano, que se mantendría en el largo plazo. Este profuso despliegue de visiones negativas, a su vez, habría
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constituido un canal oblicuo de crítica de los regímenes imperantes, una suerte de válvula de escape allí donde la oposición política explícita podía ser riesgosa. La reunión de estos trabajos en un volumen espera contribuir a difundir avan ces en zonas diversas del vasto campo de estudios históricos de la cuestión crimi nal en América Latina, engrosando así la lista, más y más larga, de estudios que alimentan una de las más vitales áreas de nuestra historiografía.
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Introducción
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Los usos de Lombroso Tres variantes en el nacimiento de la criminología positivista en Argentina M á x im o S o z z o
Introducción esde mediados de los afíos 1880 en Buenos Aires es posible observar, tanto en el campo médico como jurídico, algunos síntomas de la impor tación del discurso “en ei nombre de la ciencia” acerca de la cuestión criminal construido en el contexto europeo y, especialmente, italiano, a partir de las innovaciones teóricas de Cesare Lombroso y sus colegas y discípulos. En el campo médico, la Revista Médico-Quirúrgica -la revista médica más importante en el país, que había comenzado a aparecer en 1864- publicitaba en 1885 el Primer Congreso Internacional de Antropología Criminal que se iba a desarrollar en Roma, a partir del impulso de Lombroso (RMQ, 1885a: 147), Y publicaba un pequeño artículo sobre los estudios de “antropología criminal” que Lucio Meléndez y Emilio Corti -el más importante alienista y el más importante higienista, respectivamente, en la corporación médica bonaerense- estaban lle vando adelante en el asilo de locos de la ciudad: “...se han hecho mediciones antropométricas de un cierto número de alienados criminales; más tarde se harán las mismas en todos los asilados en el manicomio y, finalmente, para completar tan interesantes investigaciones, se seguirán los estudios en los criminales de la penitenciaria” (RMQ, 1885b: 226). Se destacaba, en el mismo sentido, la tesis de medicina de Samuel Gaché, Estudio de Psicopatología presentada en la Universidad de Buenos Aires (Gaché, 1886; ver también, Gaché, 1887). La misma Revista Médico-Quirúrgica publicaba una noticia sobre su presentación y congratulaba a su autor porque demostraba su competencia en “esa rama nueva y difícil de la ciencia”, “hacemos votos para que el Dr. Gaché continúe en la senda de estudios en que se ha iniciado, para que más tarde podamos llamarle el Lombroso argentino” (RMQ, 1886: 291). En el campo del derecho, la Revista Jurídica -la principa) publicación perió dica de este campo- también publicaba en 1886 un par de textos donde aparecían referencias sintéticas a las ideas de la “Escuela Positiva” al presentar los debates
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del I Congreso Internacional de Antropología Criminal celebrado en Roma (Pine ro, 1886; Brusa, 1886; Anónimo, 1886). AI año siguiente, la cátedra de Derecho Criminal y Comercial -creada en 1856- de la Facultad de Derecho y Ciencias So ciales de la Universidad de Buenos Aires se dividió, autonom izándose un espacio curricular exclusivamente dedicado al derecho criminal. Se designó como Profe sor Titular a Norberto Pinero, quien adoptó inmediatamente un programa com pletamente fondado en las enseñanzas de la “Escuela Positiva” (Piñero, 1887a; ver Del Olmo, 1992; 3-5; Creazzo, 2007; 39-41; Sozzo, 2015: 223-224). En ese mismo año se publica en la Revista Jurídica el “discurso inaugural” del curso por parte de Pinero en que enfatiza la necesidad de partir del “método positivo”, seña la el carácter “anómalo” del “hombre delincuente” -especialmente del “criminal nato”- la necesidad de determinar las causas del crimen e introduce el concepto de “criminología” -a partir del uso de Garofalo (Piñero, 1887b; ver también Pifiero, 1888). En febrero de 1888 se fundó en la ciudad de Buenos Aires, con la participa ción de destacados profesionales del campo de la medicina y el derecho -entre otros, el mismo Norberto Pifiero-, la Sociedad de Antropología Jurídica, con el objetivo de “estudiar la persona del delincuente, para establecer su grado de temibilidad y su grado de responsabilidad, aspirando al mismo tiempo a la reforma gradual y progresiva de la ley penal de acuerdo con los principios de la nueva escuela”.1 Su presidente, Francisco Ramos Mejía, dictó la primera conferencia de dicha Sociedad en mayo de ese año, Antropología Jurídica. Principios fundamentales de la Escuela Positiva de Derecho Penal, que es publicada inmediatamente como folleto (Ramos Mejía, 1888; ver al respecto Del Olmo, 1981: 135; 1992: 5-6; Scarzzanella, 1999: 13; Creazzo, 2007: 44-45). En junio de ese mismo año, tam bién en el marco de la Sociedad, otro de sus miembros, Luis M. Drago, dictó una conferencia titulada Los Hombres de Presa que luego, en un formato ampliado, se transformó en el primer libro de “criminología” publicado en Argentina, con un prólogo del mismo Ramos Mejía (Drago, 1921). Como vemos, las ideas de la criminología positivista producidas en el contex to europeo se difundieron y debatieron rápidamente en el campo de la medicina y el derecho en Buenos Aires, dando lugar a uno de los más veloces y contundentes
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La cita sobre el objetivo de la sociedad, traducida al italiano, aparece en la noticia acerca de su fundación que se publica en 1S88 en Archivio di Psichiatria, Scienze Penali ed Antropología Cri mínale (Fratelli Bocca, Tormo, Vol. 9:335), la revista especializada dirigida por Cesare Lombroso.
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procesos de importación cultural de estas específicas maneras de pensar la cues tión criminal que se haya registrado a nivel global. La criminología positivista se transformó velozmente en un vocabulario leórico de extraordinario peso cultural y político en el escenario argentino -especialmente en la ciudad y provincia de Buenos Aires (Del Olmo, 1982, 1992: 1-12; Marteau, 2003: 103-109; Creazzo, 2007: 29-57).2 Si bien Lombroso nunca viajó a Argentina -com o sí lo hicieron en la primera década del siglo XX personas allegadas a su trabajo como su hija Gina Lombroso, Guglielmo Ferrero y Enrico Ferri (Salessi, 1995: 175; Scarzanela, 1999: 87-100; Levaggi, 2009)- su presencia fue central en el nacimiento de la criminología posi tivista en este contexto. Sus conceptos y argumentos se transformaron en un mate rial básico en la construcción de este tipo de vocabulario teórico desde mediados de la década de 1880. Ahora bien, esta presencia de Lombroso no estuvo siempre vinculada a una actitud apologética, como sería posible pensar a partir de una mi rada superficial acerca de este momento crucial en la historia de los saberes sobre la cuestión criminal. Esa mirada superficial sobredimensiona el impacto de esta figura intelectual y al mismo tiempo lo vuelve monovalente. Y produce una ex traordinaria simplificación de los rasgos de las producciones intelectuales locales. En este trabajo diferenciaremos tres actitudes de los intelectuales locales en relación con los conceptos y argumentos de Lombroso en la literatura producida en los inicios de este proceso de importación cultural.3 Estas tres actitudes tuvie ron un peso relativamente equivalente y articularon una gradación del impacto de su presencia y al mismo tiempo le dieron valencias diferentes. En primer lugar, identificaremos una actitud de adopción, que implicó un ejercicio de apología.
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Esto se reforzó a partir de una segunda generación de intelectuales - y operadores del sistema penal- encabezada por Francisco de Veyga y José Ingenieros, que comenzó a desarrollar sus ac tividades académicas e institucionales hacía fines de la década de 1890. La literatura sobre el desenvolvimiento de la criminología positivista en la Argentina, especialmente en este segundo momento, con diversos énfasis, ha venido creciendo en los (iltimos años, véase Del Olmo (1981. 122-178; 1992); Huertas (1991:67-198); G eli(l992); Salvatore (1992, 1996, 2000, 2001, 2010. 2013,2016); Ruíbal (1993, 1996);Zimmemiann (1995: 126-172); Salessi (1995: 115-176); Scarzanella(l999: 11-100); Marteau (2003: 101-143); Caimari {2002,2004: 75-108, 137-163); Rodrí guez (2006); Creazzo (2007); Dovio-Cesano (2009); Zapiola (2009); Núfiez (2009); Dovio (2010, 2016); Cesano (2005, 2009, 2012, 2015); Núñez y Cesano (2012, 2014, 2016); Núñez y González Alvo (2015); González Alvo (20!3:61-91); Albornoz (2015: 208-252), ['oncili (2016); González (2016); Oíaeta (2016). Este trabajo se inscribe en el marco de una investigación más amplia sobre los usos de Lombroso en la criminología positivista argentina, que abarca también el momento de su consolidación, a partir de 1900.
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En segundo lugar, una actitud de transacción, en la que la adopción de ideas lombrosianas se balancea con críticas sobre elementos importantes de su producción intelectual. Y, por último, una actitud de rechazo, en la que la figura de Lombroso es leída en términos negativos, aun en el marco de la reivindicación de una pers pectiva “científica” sobre la cuestión criminal. De este modo, mostraremos que la presencia de Lombroso en el primer momento de nacimiento de la criminología positivista en Argentina resultó polivalente y compleja. En síntesis, se podría sos tener que la criminología positivista en Argentina nació, simultáneamente, gracias y a pesar de Lombroso, Adopción Desde el mismo inicio del proceso de importación del discurso criminológico po sitivista en Argentina se desataca entre los diferentes participantes la ruptura que implica esta perspectiva “científica” con respecto a las posiciones “metafísicas” del pasado, tanto católico como liberal, que caracterizaban al saber local sobre la cuestión criminal desde su formación en los inicios del siglo XIX (Sozzo 2007, 2009, 2013b; 2015:59-194). La imagen de Lombroso, como decíamos, es importante en esta reivindica ción general. Encontramos frecuentemente en este marco una adopción de sus ideas que deriva en una posición apologética acerca de sus aportes en tomo a cuatro ejes fundamentales: a) la necesidad y justificación de la antropología crimi nal como ciencia nueva y específica, fundada en el método positivo; b) el determinismo como forma de pensar la comisión de delitos; c) la imagen del “hombre delincuente” o “criminal nato”; d) el abandono del presupuesto del libre albedrío y la adopción del imperativo de la defensa social frente a tos individuos delincuen
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tes en función de su peligrosidad como justificación de una reforma radical dei derecho penal.4 Ahora bien, en general dicha recepción no implicó que los conceptos y argu mentos lombrosianos fueran profundamente expuestos. Más bien se observa, una utilización liviana. Veamos algunos ejemplos en esta dirección. En el campo de ta medicina, Samuel Gaché -quien, como vimos, era anun ciado como una promesa de “Lombroso argentino”- presentó una tesis de gra do sobre “psicopatología” en la que se destacan las referencias teóricas a More!, Despine y Maudsley, todos autores del mundo de la medicina mental con los que el intelectual italiano dialogó más o menos intensamente (ver al respecto Coffin, 1994: 100-102; Frigessi, 2003: 101-106). Gaché introduce brevemente las ideas de la “antropología criminal” - “teoría bellísima”- reconociendo que el criminal posee “caracteres esenciales, orgánicos y psíquicos” que hacen posible distinguir lo, mencionando -entre otros- la foseta media en el occipital y su descubrimiento por Lombroso (1886: 150, 152). También apunta que esto vuelve al “tipo crimi nal” una “variedad patológica” que representa ‘'una desviación en el tipo humano
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Estos diferentes ejes tuvieron diverso peso, progresivamente, en e! trabajo de Lombroso. Como es sabido, su libro fundamental L ' (Jomo Deünquente fije publicado por primera vez en 1S7