Hernández de Córdoba: capitán de conquista de Nicaragua


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Table of contents :
Introducción
I. Panamá, centro de ensayo de una forma de conquista
Papel histórico de la fundación de Panamá
Los grupos conquistadores de Tierra Firme
La huella de un desconocido capitán
II. Búsqueda de tierras hacia occidente
Problemática de una avanzada
La expedición de Castañeda y Ponce de León
El viaje de Gil González Dávila
III. La conquista de Nicaragua por Hernández de Córdoba
Organización de la expedición
Presencia de Gil González Dávila y problemas jurisdiccionales
Fin de la aventura de Francisco Hernández
IV. Las fundaciones urbanas y su papel socio-político
Problemática histórica de las fundaciones
León en sus circunstancias históricas
Granada en sus caracteres originales
La corta historia de la villa de Bruselas
V. La obra de Hernández de Córdoba
Francisco Hernández, capitán de conquista
La realidad de un territorio
El conquistador y la cultura en Nicaragua
Significado de una aventura expedicionaria
Anexos documentales
Contrato de compañía para la conquista de Nicaragua
Repartimiento de oro en Coatega, 1 de mayo de 1524
Copia y alarde de la gente que pasó con el capitán Franciso Hernández a las provincias de la Mar del Sur
Carta de Pedrarias Dávila al emperador
Bibliografía
Índice onomástico y geográfico
Índice general
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Hernández de Córdoba: capitán de conquista de Nicaragua

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HERNANDEZ DE CÓRDOBA ti

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) CAPfTAN DE

.NÍCA:R.AGYA

CO.NQ.ViSTA EN

CARLOS MELENDEZ

COLICCION GILTllRAL .._M_

SERIE HISTORICA Nº

9

BA ER.NANDEZ DE CÓRDO A ViSTA EN NiCAR.AGV CAPÍTÁN DE CONQ.

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CULTURAL COLECCION O DI AJlllll­ _ f1 denc1a. Sobre todo Herna ndo de Soto, Fran\,1 s�-iút€'-o rn­ ' pa ñón y Andrés de Ga ra bito debieron mostra � u n.-S#�éfi t ud más ag resiva frente a esta posibil idad, no sólo por la ene­ mistad que tenían con Cortés, sino por cuanto e l l o a bría mejores oportun idades pa ra a cceder a una posible jefatura en Nica ragua, si se e l i m inaba a Hernández. De modo que �'.., :,. �··

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1 07

exagerando la gravedad de los hechos, podrían obtenerse mayores beneficios posteriores. A estos sucesos, debe agrega rse otro elemento que sin lugar a dudas era determ inante. Cabe recorda r que con­ forme a las bases del contrato de la empresa de N ica ragua, e l m ismo esta ría vigente por el término de dos a ños, l os que se empeza ron a conta r desde el momento de la pa rtida desde Panamá. Como la exped ición se i n ic i ó en octubre de 1 524, el plazo se cum p l i ría en octubre de 1 5 26. Ya por di ciembre de 1 525 hubo que i r pensando en los meses que restaban pa ra dar por concluída la sociedad y se i m ponía determina r las probables nuevas normas que habría n de reg i r después de octubre siguiente. Pleno derecho tenía Fra ncisco Hernández como fundador de tres ciudades en N ica ragua, de pensa r q ue tenía derechos, ! la mérnoslos pri­ vi l egiados, pa ra que se le escog iese como g obernador, ya por la Audiencia de Sa nto Dom i ngo, ya por Rea l Cédula. De a l lí su interés por comun ica rse con e l Bach i l ler Moreno, infructuosa mente. Los g raves erro res cometidos por G il Gonzá lez Dávi la, envuelto incl uso en el asesinato de O l id, era incl uso otro factor que resu lta ba favorable a Francisco Hernández, pues era innegablemente el que ya no podía a lega r derechos sobre ese territorio. E l m ismo Pedra rias debió da rse cuenta de que Nicaragua se le esca paba de sus manos, de modo que al exagera r los a lca nces de la i nfidencia de Fra ncisco Hernández, recuperaba el terreno perd ido. Además las cosas no m a rchaban m uy bien en la Península pa ra el m ismo Pedra rias, de modo q ue Nicaragua parecía ser, como en efecto lo fué, el refugio idea l para una sa l ida hon rosa de Casti l la del Oro. Por los deta l les que nos comun ica Andagoya, caemos en el conocimiento de que los ca pita nes Soto y Com pa ñón fueron los primeros en empeza r a duda r de la fidel idad de 1 08

Francisco Hernández hacia Pedra rias; y es más, pa rece que le echa ron en ca ra su p roceder. Según esto, habría que adjud ica rle a estos dos capitanes l a siembra de la idea de un entend imiento entre Hernández de Córdoba y Cortés, que cobra ría fuerza por l os intereses que esta ban en juego. Y como Soto y Compa ñón tenían sus adeptos, el rumor se propagó como un fuego, lo que l l evó a que a m igos de es­ tos, que formaban como una docena de personas, se reu­ nieran sed iciosamente, d iz que pa ra frena r a Hernández. Este, de segu ro busca ndo evita r la propagación de la infa­ mia, h izo detener a Soto y lo puso en la forta leza de Gra ­ nada, y e l Fra ncisco Ca m pa non, con los n ueve q u e tenía d e s u pa rte, se f u e a G ra nada c o n hasta 60 h o m b res y h a l l ó l os e n e l ca mpo que l e esta b a n a g u a rdando, y n o los o s ó acometer porq ue tenia por cierto que h a b i a n de mata r a él a ntes que a nad ie; y estos toma ro n l a vía de Panamá, y con m ucho pel i g ro y tra ba jo, dejando los ca ba l los e n el ca m i n o por n o l os p o d e r pasar, l l eg a ro n ya desca l zos, pasa ndo d e noche por los pueblos de l os i n d ios y tom a n d o com idas se sa l ía n del los; y l l eg a ron á l a provincia d e Cheriqui, q u e e s entre Bu rica y N isca, que a rriba decimos, donde esta ba u n pueblo que u n capitan B e n ito H u rtado h a b i a poblado por ma ndado d e Ped rarias q ue se decia ciudad de Fonseca, y aqui se re ­ fresca ron, y este ca pita n les d i ó u n a ca n oa e n que v i n ieron h a sta Nata . Y d a nd o n u eva razón d e l o q u e a l lá p a s a ba á Ped rarias, aderezó navíos y gente p a ra i r a l l á . . . Esta ci bdad de Fonseca, despues q u e pasa ron por a l l í los d iez es­ pañoles, sa l ió e l capitan con cierta gente la vuelta d e Nica­ ragua q ue e l Fra nci sco Herna ndez l e p rend i ó y l e tomó l a gente; y a nsí se despobló a q u e l pueblo, porque los q u e q ue­ d a b a n e n é l , visto que el capita n y l a gente que con él i ba no volvi a n , se fueron tras e l l os en el g o l fo de Sa n l úca r, que era la frontera d e los q ue i ba n d e Pa n a m á " 142) .

142!

Fernández de Navarrete,

Martín. 1 94 5 , 1 1 1 : 408.

1 09

¿Cuándo tuvieron l ug a r los aconteci m ientos que condu­ jeron a este trastorno entre e l g rupo conqu istador d e N ica­ ragua? Por referencias circunstancia les a dos ca rtas , una fecha da en León el 2 6 de octub re de 1 525 y otra en Gra­ nada el 3 de noviembre s ig u iente !43l, i n ferimos que tod o d iscurría con norm a l idad e n N i ca ragua. Debió ser después de esta ú ltima fecha , que l os p roblemas con Soto y Com ­ pañón aflora ron . E l mes d e d iciembre debió ser p roba ble­ mente el momento de las g ra ves ocurrencias que l l eva ron a l estado de insurrecci ón a Fra ncisco Hernández, pues e l hecho concreto es que Ped rarias tuvo conoc i m i ento de cuanto s u ­ cedía en Nica ragua en enero d e 1 52 6 , a ra íz de l a l legada de J uan Tél lez, quien vino e n u n navío q ue tomó en la isla de C h i ra, sin conocim i ento de Franci sco Hernández. Poco más ta rde l l egaron Soto, Compañóon y otras gentes iHJ . Pedra rias marchaba cam i n o a Natá cuando se encontró con Tél lez, razón por la cua l apresuró su ma rcha . Y pese a q u e s e h a l laba bastante enfermo, en N atá org a n izó su h ueste y de a l lí pa rtió por la m a r, con g ente y a rti l lería, con destino al golfo de San Lúca r. Dentro de él, tomó a la isla de C h i ra como base de las operaciones, puesto q u e a l frente se en ­ contraba la villa de B rusela s, l a primera d e las fundaciones de N ica ragua vinie ndo de Panam á . Los ind ios d e Ch ira sal ieron a ren d i r obediencia a l Go­ bernador y a sus lugarten ientes y so ldados. A l l í s u pieron que la v i l la de B ruselas había sido despob lada días antes por ó rdenes de Francisco Hern ández. Al momento de s u despoblamiento s e h a l laba a l frente del gobierno d e la ciudad o vi l la, el capitán Andrés de G a ra bito, quien pa rece haber ofrecido a l g una resistencia a este paso, dado que

! "' )

CODO I N ,

I,

{H) A G I . Justicia

37 : 3 0 7 . 1 04 3 , No.

1.

1 1o

perjudica ba bastante los intereses, tanto de él como de los pob ladores todos de B ruselas. Ga rabito debi ó a la vez te­ mer la presencia de su viejo enemigo, Cortés, de modo que debió ser opositor de Hernández. Pedra rias permaneció va rios días en Ch i ra s in mayor ac­ tividad, entre otras causas, en espera de la gente de a pie y de a caba llo que venía por tierra, constituída por dos cua­ dri l las que venían a l mando de Hernando de Soto. Pedra rias tomó posesión formal de la isla de C h i ra el día 1 6 de ma rzo de 1 526, con m ucho apa rato y magn ificencia, en compa ñía de Diego de Mol ino, Alca lde mayor de Gra ­ nada, de l Factor Miguel J uan de Rivas y de Ma rtín de Es­ tete, oficia les de Su Ma jestad, y de los ca p itanes Diego Al bítez, Gonza lo de Bada joz, Cristóba l Serran o y Francisco Compa ñón, y de muchos otros cristianos más. Al sigu iente día, que era sábado, se h izo una solemne procesión, frente a la cua l iba el presbítero Diego de Escoba r; cantóse de inmediato un Tedéum y di spúsose l uego la erección de una iglesia , sobre la cua l el propio Gobernador tomó medidas pa rticula res. La sigu iente semana, era Semana Santa, de modo que el 25 de ma rzo correspondió a l Dom ingo de Ra ­ mos, que fué celebrado con la pompa y ceremon i a l mayor p osible ! 45 l . Poco después del 1 6 de ma rzo, qu izás en el siguiente día , había Ma rtín de Estete sal ido hacia Granada, dejando en la isla a Ped ra rias en espera de sus refuerzos. Estete, Veedor de Su Majestad, se aproximó a Granada en donde Hernández se había fortificado, y conforme a las i nstruc­ ciones de Ped ra rias, debía buscar la (45)

La documentación a l respecto en Peralta, Manuel María. 1 8 8 3 : 707-7 1 4 .

l l l

"mejor ma nera q u e pudiese ly) prend iese a l capitá n e s i n q u e h u biese a l boroto n i n escá nda lo, é q u e s i no l e p u d i e s e pren­ der l e detuviese con buenas pala bras hasta quel dicho Ped ra­ rias l l egase" 14º)

Llevaba además Estete cierto despacho secreto que le dió Pedra rias, qu ien por sus achaques y enfermedades no po­ día moverse con la rapidez necesa ria, para que conforme a las m ismas se prendiese a Francisco Hernández. ¿Fué d icho documento u na fa lsa promesa de paz, para que des­ pués se le h iciera prisionero? Nada tend ría de extra ño, pero nos fa lta n prueba s pa ra afirma rlo. Estete cumpl ió con singular maña su ta rea , y no obstante la g u a rdia que cuidaba a Francisco H ernández, resu ltó éste captu rado por el em isa rio de Pedra rias. De Chira dispuso Ped ra rias pasa r a N icoya, en donde organ izó su ma rcha hacia Granada; ya de cam ino, recibió ca rtas de Estete, por med io de las cua l es tuvo conoci m iento de que dentro de la forta leza de la ci udad de Gra nada , ha­ bía éste a presado al ca pitá n Francisco Hernández, sin que suced iese n inguna a lteración. Parece incluso que en los ú ltimos momentos Francisco H ernández había flaqueado en su decisión de resisti r a Pedra rias, y buscaba h u i r, posible­ mente por Hond u ras, de su poderoso contendiente. Llegado a Granada se recibió a Ped ra rias con honores, ordenando de i nmediato a l Licenciado Diego de Mol i no , su Alca lde mayor, q ue diese in icio a l j uicio de residencia de Fra ncisco Hernández l 4 7l

( 1G ) Fernández, León.

1 8 8 1 - 1 9 0 7 , VI: 3 5 .

1 ·1 7 ) Op. cit., pá g . 6 - 8 .

1 12

No pa rece que Hernández h ubiese sido un m a l capitán de conquista. Fernández de Oviedo, q ui en por sus vincu­ l aciones y por las experiencias vividas en N icaragua, nos resu lta desde luego un buen i nformante, es del pa recer que Francisco Hernández " esta ba bien q u i sto com u nmente con todos los espa ñoles, excepto d e a l g u nos ca p ita n es pa rticu l a res, que l e enemista ­ ron de ta l m a nera con el g obernador Ped ra rias, que fué desde Pa n a má á le busca r, e le h ic;o u n p rocesso á l a soldadesca (que son otros térm i nos a pa rtados de los j u r i stas), é le h ic;o cortar la cabec;a, é no s i n pessa r á los mas de su m uerte é con p lac;er d e los p a rticu l a res sus enemigos. Pero l a verdad es quél estaba ten id o por c rudo y d e poca consc;ienc;ia; y assi me pa resc;e q ue se ovieron con él crud a m e nte, puesto que los méritos que a nte Dios ten i a para m e resc;er ta l f i n , n o somos juec;es dello. Mas e n a q u e l l a s poblac;iones, q u e he d icho, yo ví despues que m uchos le suspira ba n é loa ba n d e buen po­ blador, é c u l p a b a n á sus ému los d e ma l ic;i osos y envid iosos é a Ped ra rias de i nconsta nte é ac;el erado é m a l j uez. Perdone Dios a todos" ! 48 l .

Hay todo un j uego de pasiones y de i ntereses en la vida de los hombres, hechos no s iempre fáci les de clarifica r en sus mayores deta l les, para su mejor comprensión. Este j u icio del cronista concuerda con a lg u nos otros de sus con ­ temporáneos, y en defin itiva pa rece que en estos hechos p rivó más la pasión y los intereses del momento, q ue el a fán de j usticia. No pretendemos afi rma r que las propues­ tas de Hernán Cortés hubiesen caído en el vacío; había a lgo de seductor en el las y las circunstancias aconseja ba n el no desecha rlas, por cua nto una paz con este célebre ca pitá n , era una forma de afi rmación de l domi ni o suyo sobre N i ­ ca ragua. S u rechazo a bsoluto h abría tornado e n poco es­ tables los asentamientos fundaciona les de N icaragua, si ('1 8) Fernández de Oviedo, Gonzalo. 1 944-45, V l l l : 6 3 .

1 13

aquél pretendía , con mayores recursos que Hernández, su poses1on. Poco más ta rde el m ismo Pedra rias estaría i m ­ posibil itado d e desentenderse d e esta l ínea de frontera con el movimiento conquistador que venía del norte, de modo que la dinám ica conquistadora i m ponía tales relaciones, y bien hacía Hernández de Córdoba en no convertirlas en fricciones pel igrosas. Berna l Díaz nos i m pone en los deta l les de la mediación verificada a través de Pedro de Garro, como en lace entre Cortés y Francisco H ernández, pero por esos mismos datos, caemos en razón de que no había en el los ni siquiera u n impu lso i n icia l d e l capitán de Nica ragua. Pero Ga rro, por l o que nos agrega Berna! , sí desampa ró su puesto en N i ­ ca ragua cuando supo q u e Pedra rias s e a p roximaba, y éste fue un acto inte l igente. Francisco H e rnández, a l permane­ cer en su puesto, dió u na cla ra prueba de que sus a ctos habían sido hon rados y sinceros; si h ubiese habido en é l a lgo de mala fé, habría desa mpa rado ta mbién su p uesto, hecho que debe acredita rse a su favor. Fra ncisco Hernández se ol vidó del a nterior ejem plo con Nú ñez de Ba l boa, y debió creer que podría ser comprendido por Pedra rias. Craso error q ue hubo de paga r con s u pro­ pia vida . Años más tarde se verti ó un juicio bastante i lustrativo sobre este m ismo ca p itán, q u e pa rece responder a l a opi­ n ión de la posteridad, al deci rnos: " Francisco Herná ndez d e Córdova, va l erosísimo capitá n , fun­ dador d e l a ciudad d e G ra nada, en l a Provi ncia d e N icara­ gua, y e l que descubrió l a mayor pa rte del l a y l a p acificó ; e l a ñ o de m i l q u i n i e ntos y vei nte y s e i s m u r i ó degol l a d o por Pedra rias Dávi l a , con achaques d e h a berse re belado, l o c u a l

1 14

pareci ó s i empre incierto, así por su testi m o n i o y p rovanza como por l a de la gente que traía consigo, que s i ntió su muerte con mucho extremo" 1·19).

Por desg racia ca recemos hoy de mayores e lementos de información , que pudieran da rnos mayor l uz sobre el pro­ blema, por caso el proceso completo que se le siguió a Francisco Hernández. Por a lgunos deta l les, caemos en ra­ zón de que Pedrarias fundamentó sus ca rgos contra aquél en la "traición ", derivada del supuesto "entend im iento" de Hernández con Hernán Cortés, ca rgo que ya h emos a n a l i ­ zado e n s u s pri ncipales a lcances. Pedrarias buscó y fáci l­ mente con sigu ió, a lgunos testigos que respa ldasen sus acu­ saciones, cosa nada difíci l para él, dada la posición en que se encontra ba . Se dió a entender incluso que cuando Francisco Hernández se hal laba en prisión --du ra nte el desa rro l l o del proceso-, l lega ron a la Choluteca a lgunas gentes de Pedro de Alvarado, a l mando de Gaspar Arias y de un fu lano Bocanegra tººl . Se consideró este hecho co­ mo una p rueba más, no del espíritu conci l ia dor de Fran­ cisco Hernández, sino del entendimiento que tenía con la gente de Cortés. Gaspa r Arias era uno de los veci nos prin­ cipa les de la ci udad de Santiago de Guatema la y fue el fundador de una i lustre fam i l ia en ese país; Boca neg ra de­ bió ser otro ca pitán de simi l a r relevancia a l l í m i smo. De sobra está seña lar que esta a proxi mación hacia N i ­ ca rag u a d e la gente d e Alva rado, no pasó a más, a l tener conocimiento de la presencia a l l í de Pedra rias y de la pri­ sión de Hernández. Ello no obstante s i rvió para que co­ rriera por Granada y León el rumor, muy i nteresado por cierto, de que cuando supo de estas cosas Francisco Her­ nández ha bía exclamado: ('º l Remesa l, Fray Antonio de. 1 9 3 2 , 1 : 2 3 9 . 1°0! Fernán dez, León . 1 8 8 1 · 1 907,IV: 3 5 - 3.6.

1 15

" A l a bado sea Dios que es ven ida g ente de Cortés a la tie . rra " (;;1l .

Ta l era el interés por e l i m i na rle, q ue estas especi es ser. vía n muy bien pa ra afirmar las bases de la conspiraci ón I que cu l m inaría n con una sentencia de muerte. Ya hemos a puntado que Fra ncisco Hernández fue hec ho prisionero en Gra nada; a herrojado se le l levó más tarde a León, a l pasa r hacia a l lá Pedra rias mismo, pa ra posib le­ mente disponer desde a l l í la defensa del territorio hacia donde se ha l l aban las gentes de Cortés. Debieron pasar a lgunas semaans y quizá meses, para l leva r adelante el proceso y la a p l i cación de la sentencia. No nos d icen los documentos sobre cuando fué que tuvo lugar en l a plaza de León, la a p l icación de l a pena capita l. Los deta l les principa les del m ismo proceso, ya hemos indi­ cado, no los conocemos, pese a que es evidente que todavía el a ño de 1 6 1 O obra ba copia de el los en poder de los des· cendientes de Pedra rias residentes en España En efecto, en e l pleito que el Conde de Puñon rostro, descendiente de Pedra rias, estab l ece contra e l cron i sta D. Anton io de Herre· ra , dice haber podido a porta r en defensa de su predecesor, " l a sentencia de m uerte a Fra nci sco Herná ndez, e a btos de sus culpas" 1 5 2!.

En genera l , q u ienes se han ocupado de este asunto de l a fecha de a p l icación de ta l pena de muerte, pa recen estar de acuerdo en q ue e l suceso debió ocurrir a más ta rdar el mes de junio de 1 526. Ayón, bastante minucioso en otros ( :i 1 )

Fernández, León. 1 8 8 1 - 1 907,V l : 9 .

¡0 2 ¡

CODO I N ,

1 , 37 : 2 1 4 .

1 16

deta l l es, pasa por a lto la determ inación de l a fecha ; Gá­ mez ind ica q ue ocurrió el mes de jun io, pero no ind ica la fuente de ta l información l5 3), a unque pa rece esta r muy próximo a la verdad, de modo que es la más aceptada. La a p l icación de esta sentencia debió ser bastante dolo­ rosa pa ra los hombres que habían vivido todas las vicisitu­ des de la conquista de N i ca ragua. Constituye además un testimon io que confi rma los duros proced i m ientos emplea ­ dos siempre por Pedra rias y esta situación nos l l eva a la inevitable com pa ración con el a j usticiamiento de Vasco Núñez de Ba l boa, reputado ta mbién como no merecido por el penado. Si la buena lóg ica nos indica que un movi m iento sedicio­ so no puede ser el resu ltado de la acción de sólo un indi­ viduo, l a documentación acerca de Fra ncisco Hernández no prueba más que una sola acusación , enderezada en su contra. Este a rgumento creemos forta lece la base de su justici a , pues apa rte de él, no tenemos conocimiento de que se hubiera segu ido causa n i siqu iera contra Ped ro de Ga rro, qu ien en 1 528 a pa rece adqui riendo vecindad en Santiago de Guatema l a t54 l; esto prueba al menos el fino olfato del fugitivo, que supo a tiempo gua rda r la debida d istancia de Pedra rias. Concl u i remos afi rmando que la muerte de Fra ncisco Her­ nández es el fruto de d iversas ci rcunsta ncias que conver­ gieron en su perjuicio, las más determ inantes de las cua les resu lta ron ser, por un lado, las aspi raciones de ciertos ca ­ pitanes pa ra consegu i r mayores favores de Pedrarias; por (53) Gámez, José Dolores. l 8 8 9 : l 2 1 .

(54)

Anónimo. 1 9 3 4 : 34 .

1 17

otro, los resu ltados p ropios de una d inámica conqu istadora todavía insuficientemente conformada y por consecuencia con zonas de fricción, en donde se ensayó una deformación interesada. El testimonio más i lustrativo sobre la apl icación de esta célebre sentencia en León, indica que le sacaron de la cá r­ cel en q ue se hal laba, le sentencia ron y le leyeron " todos los del itos que avía fecho, en s u p resencia; a ú n {se) l e d ixo pala bras consolatorias é buenas p a ra su a n i m a p a ra q ue ped iese perdón á todos aque l l os q u e ovi ese ofendido, e (el testigo) vió como lo l levaron a degol l a r á l a p l ac;a e q u e después lo v i ó cómo l o l leva ron d e a l l í é l e enterraron muy h o n rradamente" ( 55 ! .

De esta aventura en N ica rag ua , debió haber hecho a l ­ guna fortuna este a justiciado capitán. Por otro testimon io de su tiempo, l lega mos a saber que Pedra rias dijo que a p l icó sus b ienes pa ra la Cámara de Su Ma jestad, " pero esto ta m poco fué así, q u e él ( Ped ra rias) tuvo tales mañas, que los bienes del d icho Franci sco Hernández, q ue va l ía n hasta ci nco ó seis m i l pesos d e o ro, tubo m a ñ a s q ue los p i d i ese u n J u a n Tél lez, com pa ñero q u e d icen q u e fué d e l d i cho F ra ncisco Herná ndez. . . e d ióse sentencia e n cierta forma, de ma n e ra q u e el d icho Pedra rias metió en la pose­ sión d e l los al d icho J u a n Tel l ez" 1 5 61 .

Cierto es que Francisco Hernández era deudor de Té l lez, pero por el texto transcrito, pa reciera evidente que este fun­ damento s i rvió para que la tota l idad de la fortuna de Fer­ nández pasase a su parcia l acreedor.

1 3 ;¡ )

Fernández, León.

1 8 8 1 - 1 907, V l : 4 2 .

( 3 G J .CODOI N , 1 , 1 2 : 8 5 .

1 18

Pa ra cerra r este capítulo, tendremos necesidad de decid i r que la muerte de Fra ncisco Hernández d e Córdoba es el resu ltado, en pa rticular, de las poderosas a mbiciones de Pedra rias. Es cierto que en este juego del poder, él sa l ió ganando, a unque también cabe afirmar que perdió la me­ jor oportun idad de su vida, por cuanto si en vez de pasar a Nica ragua se h ubiese d i rig ido, como h abía sido su em­ peño in icia l , hacia el Su r, mayores riquezas le habrían co­ rrespond ido, y por supuesto mayor poder. Francisco Piza rro vino a ser en cierto modo el de los me­ jores beneficios, dado que, por la fuerza de las ci rcunstan­ cias Ped ra rias hubo de moverse defin itivamente a Nica ra ­ gua, dejándole abiertas las puertas a su persona en la pe­ nosa ma rcha que l l evó a los tesoros del Perú. Y ya en N ica ragua, cuando Pedra rias pretend ió extender su esfera de dom i n io sobre el Norte y Este de León, era bastante ta rde. En efecto los hombres de Cortés, tanto desde Hondura s co­ mo desde Guatema la, a través de Cuzcatlán y el oriente de El Sa lvador actual, h abían sometido y afi rmado su dom i n io sobre los natura les. A final de cuentas, pese a sus aspi ra ­ ciones, no pudo pasa r más a l lá d e l Gol fo de Fonseca , a u n­ que a lg unos éxitos parcia les pud ieron l l evarle en a lgú n momento más a l lá . N o todos los juicios sobre Fra ncisco H ernández, nos per­ miten l l eg a r a l convencim iento de que fuese un conquistador apegado a la más estricta j usticia. Eran tiempos en que si bien se debatía n en a lgunos círcu los rel ig iosos a lgunas de la s primeras opiniones acerca del buen trato hacia los ind ios, la verdad es q ue los requerim ientos prácticos y las a mbiciones individua les, l l evaban a los hombres por sendas bien a jenas a los idea les cristianos más fi rmes. El comer1 19

cio esclavo a que di ó i n icio en Nica ragua, es una prueba i l u strativa a l respecto. Cristóba l Serrano, testigo que no le era a fecto, a puntó en su testimon io que sobrefavorecía a sus criados y a migos, y nos ag rega que causó " m uchos m a l es é muchas i nj usticias, é q u e á m uchos q u ita­ ba los yndios que les avía dado en r repart i m i ento, é otros q ue tenía n por muy l ivianas cosas, e q u e avía h o rcado ciertos hom b res é a otros tenía presos, e q u e nu nca este testi go hasta oy v i ó hom bre m á s temido q ue governase tierra, e que oyó dezi r tanto dél q u e l o rea b a m uchas veces al d ia b l o " l 3 7l .

No obstante estos y otros deta l les que pudiera n a pa recer como clarificadores sobre n uestro persona je, resu lta eviden­ te que su fa ma no l legó a ser tan negra sobre la de otros capita nes, ca ma radas suyos va rios de el l os, y que por su­ puesto, nunca pudo l l ega r a los n iveles en l os que la h is­ toria tiene colocada la tristemente célebre figu ra de Pe­ dra rias Dávi la.

¡ ::; 1 ¡

Fernández, León. 1 8 8 1 - 1 907, V l : 4 3-44.

1 20

IV Las f und aciones ur banas y s u pape l socio -po lítico Las bases de l a conquista espa ñola del Nuevo Mundo, descansan en forma pa rticu lar sobre elementos esencia l­ mente u rbanos. La a uténtica fisonomía de la afirmación h i spán ica es la ciudad, medio en e l que busca ron a sentar­ se los conq uistado res, pa ra sobre esta base estab l ecer los m i smos esquemas socio-políticos a que estabas acostum­ brados en la península, desde q ue se rea l iza ron l a s em­ presas de la Reconqu ista. Es a s i m ismo en l a s ci udades donde se esbozan l os pri­ meros esquemas soci a les del g rupo conquistador, funda­ mento de l a rea l idad soc i al del Nuevo Mundo. Tocoles ade­ más actua r como a uténticos centros i rradiadores del poder y la dominación , confo rme a l patrón colon izador esta blecido. Además la ci udad constituye el ún ico refugio segu ro donde e l g rupo de conqu i sta puede mantener su sistema ofensivo­ defensivo, fundam en ta l pa ra la permanencia y el someti ­ m iento d e l a tierra . Ya asentado en ella, toca ría l e a la c i u dad d u ra nte el período colon i al, mantener su ca rácter de co nservador de la tradición y la cultura hispano-cristia n a . A la c i udad e n su primera fa se, debemos m á s q u e nada Ve rla como reducto m i l ita r, de manera que en el centro u r ban o, u n a de l a s primeras edificaciones que se l evantan 1 21

es la forta leza , con a lg una frecuencia i g lesia-forta leza , pa­ ra la defensa ante el pel igro de las rebel iones de los indí­ genas, numérica mente a p reciable su número en relación con el g ru po de españoles. Las regulaciones u rbanas previas a la fundación , eran bastante precisas en m uchos respectos, y es p roba ble que el g ru po conqu istador de N ica ragua hubiese ten ido presen­ te las m i smas instrucciones que se a p l ica ron a la ciudad de Pa na má, y que en su pa rte que más interesa dicen : " . . . aveys d e repa rti r l os solares del l ug a r para facer las casas, y estos h a n d e ser repa rtidos segund l a s ca l idades d e l a s personas, y seha n d e com iern;o d ados por orden; por m a ­ nera q u e echos los sola res, el p u e b l o pa resca ordenado, a s í en el luga r q u e se dexa re pa ra p l a z a , como e l l uga r e n q u e oviere l a yg lesia, c o m o en l a o rden q u e tovieren l a s ca l l es, porque e n los l ug a res que d e nuevo se fazen dando l a o rden e l com i e nc;o, y los otros j a m a s se ordena n " (1l .

L o transcrito corresponde propiamente a l o rden interno de la ci udad, a unque las regulaciones usua les debían com­ prender a su vez la situación con respecto a ventilación, d rena jes, posibil idades pa ra obtención de agua, leña y de­ más e lementos esencia les a la supervivencia del g ru po hu­ mano que se asentaba en un sitio determ i nado. Conforme a su u bicación geográfica , cada ciudad va modela ndo su hinterland, su á rea de influencia; a men udo su propio crecimiento va l igado estrecha mente a las vías de comun icación, dado que la ciudad no es u n ente a is l ado y los ca m inos son las a rterias que a segu ran la propia su­ pervivencia de la ciudad. Con el tiempo ta mbién va en­ riqueciendo este centro sus funciones, pues pasa de forta (1)

Morse, Richard. 1 97 3 : 85 .

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leza a mercado, de centro mi l ita r a cu ltura l , a político y administrativo. De este modo además van a pa reciendo en l a fisonomía u rba na nuevos ti pos huma nos: los funcio­ na rios públ icos, encomenderos, sacerdotes, a rtesanos y en fin, toda la gama soc i a l que contribuyen a afirma r y mo­ dela r la persona l idad histórica de las ci udades. La conqu ista m i l ita r, la l la mada " guerra justa " , s 1 rv10 además pa ra que el g rupo fundador conta ra con el repa r­ tim iento-encomienda como un sistema segu ro de servicio -en esta fase más bien verdadera esclavitud- ta nto pa­ ra atender las necesidades fundamenta les, i ncl uso la de sembra r y construi r las viviendas de sus a mos. Es por esta ca usa que en el caso de N icaragua es bastante notoria l a relación entre la ciudad h ispán ica y el centro indígena que se conforma en sus i nmediaciones pa ra atender en forma adecuada las demandas de sus señores encomenderos. Mas el g rupo conquistador ha traído consigo otras gentes; unos tra jeron sus propios peones o soldados a su servicio, otros vinieron con sus esclavos. De modo que las posibi l i ­ dades de beneficio y d e pa rticipación, i ba n di recta mente en relación con su categoría socia l y e l g rado de inversión que h u biese rea l izado en la empresa. Una vez asegurada la pacificación, la ciudad perma nece y aseg u ra su futuro, sa l vo cuando por razones de crisis, las fuerza s centrífugas empieza n a actua r, hasta próvoca r su tempora l aba ndono o su despoblación defin itiva . La comun idad naciona l , desde esta perspectiva, puede a fir ma rse que es el resu ltado del proceso de interacción de la comun idad ci udada na, dentro de u n territorio dado. Por ello cabe considera r a ta les centros como los que · han con ­ formado y dado rea l idad a todo un territorio, en n uestro caso el de N ica ra gua. 1 23

E l g rado de acierto en su política fundacion a l de Fra n­ cisco H ernández de Córdoba, puede m ed i rse sobre la base del número de sus fundaciones que subsistieron y el pa pel h i stórico que las m ismas han tenido en el deveni r de N i ­ ca rag u a . León y Granada, pese a las corrientes d e anta ­ gonismo que más adelante l lega ron a desa rrol lar, fueron funda das por é l . Bruselas por m u y d iversas razones que tend remos que expl ica r adelante, tuvo una existencia bas­ ta nte efímera . E l ba l ance nos resulta entera mente favora­ ble a l fundador que ciertamente con ta les establecimientos lo que h izo fue confo rmar una nación. al

Problemática histórica de las fundaciones

Nuestra mayor preocupación a la hora de estudia r críti­ camente la empresa de F rancisco H ernández, ha sido la de cla rifica r muchos de los puntos oscu ros que todavía hoy subsisten a l rededor de esta aventura en N ica ragua. Mas, pese a nuestros empeños, resulta i mposible trasponer ciertos límites que quedan p refi jados por la i mpos i bil idad de d is­ pone r de información cla rificadora, o a l m enos, de funda­ menta r tras concienzudo anál isis, n uestras concl u s iones. Hasta el m ismo Gonza lo Fernández de Oviedo, testigo bas­ tante próxi mo a los s ucesos y que l legó h a sta visita r N ica­ ragua el a ño d e 1 529, nos resu lta dolosa mente neg l igente al da rnos los deta l les que hoy pedimos, sobre la a ctividad fundaciona l, en pa rticu l a r la específica cronología . ¿Por qué ca l la tan val iosa información, si a penas h abía n trans­ currido escasos cinco a ños y era posib l e h a l la r documentos y testigos confiables, q ue podían ser suficientemente prol i ­ jos a l respecto? No lo sabemos n i acertamos a d a r u n a expl icación satisfactoria . De modo q ue, a unque los h i los de esta madeja nos resulten difíci les de desenred a r, pon­ d remos al menos el mayor de n uestros e mpeños en con­ creta r una a p roximación cla rificadora. 1 24

El punto de pa rtida para toda persona q u e procu re ata­ car este tópico, segu irá siendo, hasta que no a pa rezca otro documento cla rificador, la carta escrita por Pedra rias Dá­ vila desde Panamá, el mes de a bri l de 1 52 5 . En e l l a l lega a afirma r que Sebastián de Bena lcázar ha l l egado a esa ciudad y puerto procedente de N ica ragua, el día l O de a bril; ag rega que por él ha ten ido conocimiento de que Francisco H ernández había dejado fundadas tres ci udades y el orden en que las enumera es el siguiente: B ruselas, Granada y León ! 2l . Esta ci rcun stancia ha l l evado a la ma­ yoría de los a utores a concl u i r que el ciclo fundaciona l si­ guió el m ismo orden, cosa que habremos de demostra r que no es cierto. Mas parece que el criterio a l l í uti l iza do, fue más bien de índole geográfica y tomando como p u nto de referencia a la ciudad de Panamá, desde donde se escribió esta misiva . De modo q u e la menos d i stante era B ruselas, siguiéndole a su vez Granada y fina l mente León. Como Bena lcáza r tuvo que demora r u n a o dos sema ­ nas como mínimo desde s u sal ida de Bruselas hasta l lega r a Panamá, debemos a rg umenta r como primera de­ ducción, que la ú ltima de las fundaciones no pudo ser en modo a lg uno posterior a l mes de marzo de 1 525. En cuanto a León, el primer documento datado en d icha ciudad que nos es conocido, tiene fecha 2 2 de feb rero de 1 52 5 , lo que nos l l eva a unos días más atrás. Hasta aquí hemos podido marcha r con un paso firme en e l cam po p ropia m ente cro­ nológico. Pero a la vez, podemos acud ir a otros e l ementos complementa rios, derivados todos el los de una documenta-

(2) Vega Bolaños, Andrés. 1 95 4 - 5 7 , 1 ' 1 2 8 - 1 3 3 .

Dada l a i m portancia de esta carta, que tendremos q ue citar en numerosas oportunidades, l a hemos i n cl u ído en el Anexo Documenta l No. 4, al final de l a obra .

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c1on que sensiblemente h a permanecido hasta hoy, en su mayor pa rte, inéd ita en el Arch ivo de I ndias !31. El navío que con procedencia de N ica ragua ha bía l le­ gado a Panamá a ntes de a bri l de 1 525, a rribó con u n envío d e oro rem itido por órdenes de Herná ndez de Cór­ doba desde Orotina, el día 2 de d iciembre de 1 524. Antes de éste, a r ribó otro el 20 de Octubre, y ta mbién había l le­ gado uno el 22 de septiembre. De modo que necesa riamente Pedrarias debió tener co­ nocim iento de los expedicionarios de Nica rag ua en esas fechas, sin que en n inguna de ta les m isivas se hablase nada a cerca del inicio de un ciclo fundaciona l en d icho territorio. Todo ello nos convence de que las empresas tendientes a esta blecer ci udades en el nuevo territorio recién conqu ista­ do, empeza ron en fecha bastante tardía, de un modo ta l que en noviembre de 1 524 o no se h abía empezado o a l menos n o se ha bía acabado e l esfuerzo que buscó dejar establecidas tres ci udades principa les sobre d icho territorio. Por eso es que los ú ltimos meses de 1 5 24 y los primeros dos del sigu iente a ño, deben merecer nuestra mayor aten­ ción, puesto que es el período dentro del cua l podremos ha l l a r los datos más clarificadores sobre el tema . En a nterior ca pítu lo, hemos dejado p robada la presencia de soldados de Francisco Hernández en l ma bite, en el mes de a gosto de 1 524; si la fundación de León se hubiese rea ­ l izado en esos mismos días, pensamos que la noticia se hubiese comun icado en fecha más temprana a Pa namá. La ún ica expl icación pa ra lo contra rio, sería la de que se de­ moró el informe en espera de completa r con la fundación (3)

(Archivo General de I ndias) A . G . I . , Justicia N o . 1 04 3 , N o . en Góngora, Mario. 1 96 3 .

1 26

1.

I n cluida además

de las otras dos, y a sí da r u n golpe más de efecto en l a persona d e Pedra rias, q u e era a quien había q u e causa r la mayor impresión. Los pormenores que se relacionan en forma más pa rticu­ l a r con cada una de las tres ciudades establecidas por Hernández de Córdoba , los a n a l iza remos en este capítulo, pero más adelante. Nos i nteresa a hora más bien, enfoca r el proceso como a lgo g loba l , antes de detenernos en sus pa rticularidades. Como norma pol ítica fundacion a l , nos pa rece muy bien que el ciclo fundaciona l haya sido tan ta rdío, puesto que ello nos revela con precisión que los conquistadores de N i ­ ca ragua busca ron primero adq ui ri r u n a visión g loba l d e todo e l territorio, a ntes d e decidi r sobre los asenta mientos que debían establecer. Con e l lo acentua ban el g rado de probabil idad en el acierto, ya que cada una de las ci uda­ des que se fundaba, estaba concebida pa ra ejercer una función pre-establecida. El conocimiento g loba l del territorio, permitió una eva­ l uación previa de los recursos h umanos y económicos, y en lo que pod ríamos l la m a r s i empleamos térmi nos modernos, la estrateg ia pa ra u na política de desa rro l l o regiona l , sobre la base de ta les centros urbanos. Otra cuestión de im portancia con que cabe complemen­ ta r los ju icios ya expresados, es la de que el ciclo funda­ ciona I a rrancó de norte a sur, es deci r que empezó con León, pa ra proseg u i r después con la fundación de Granada Y fina l mente de Bruselas, y no en sentido contra rio, como us ual mente se ha ven ido afi rmando. El asunto merece pa rticu lar atención, pero a hora prescind i remos de dar de1 27

ta l les, puesto que en pag inas inmediatas a ésta tendremos que deta l la r los aspectos más específicos de cada una de las fundaciones, y será de ta les datos que esta afirmación sa ldrá consol idada . Todos estos deta l les, tomados en su con j unto, nos ha n de servi r pa ra consegu i r enriquecer l a comprensión del fe­ nómeno colonizador de N icaragua, y de este modo poder brinda r más amplias perspectivas, una mayor comprensión, y l o que es más importante a n uestro ju icio, el consegu i r va loriza r con mayor plenitud, el significado y trascendencia de la obra geopolítica , cierta mente i ncompleta, de Francis­ co Hernández. Nada se dejó a l a za r en este momento fundaciona l en Nica ragua. La que h abría de ser ciudad ca pital y primera ciudad en el proceso de los a senta m ientos de g rupos de conqu istadores, y q u e al pa recer ocupó una posición extre­ ma y en cierto g rado ma rg i na l , dentro de la perspectiva de hoy, fué plantead a su situación sobre l a base de otros criterios. Al ocupa r un punto extremo en el noroeste del á rea lacustre de N ica ragua, se conseguía la relación de dicha zona con las dos rutas que se a b rían en sentidos d isti ntos, la que conducía a l Golfo d e Fonseca y regiones a leda ñas, en donde era posible todavía l lega r a ejercer j u risd icción, y hacia la reg ión de Ola ncho y de Tru j i l lo, ha­ cia cuyas vecindades se creía i ba a dar e l río Desagu adero, sa l ida natura l de la g ra n cuenca lacustre. La posterior conducta , ta nto de Francisco Hernández como de Pedra rias, tienden a p l en itud, a la confirmación de ta les aspi raciones político-territoria les. Granada fue pensada como un n ecesa rio punto de en ­ lace entre l a vi l l a de Bruselas, q u e funciona ría como pue rto 1 28

clave en las comunicaciones con Panamá y la ci udad de León. Enclavada dentro de una á rea de fuerte densidad demográfica entre los i ndígenas, pa recía prometer mucho, si se l legaba a descubrir el curso completo del río San Juan. Por esto se la ubicó en las má rgenes del lago mayor, cier­ tamente en espera de u n más relevante destino h i stórico, que en efecto habría de encontra r. B ruselas era la l lave de acceso a N ica ragua para qu ie­ nes procedían de Panamá; la experiencia demostró que un contacto ma rítimo más d irecto por Sa n Juan del Sur o por el puerto de la Posesión, más ta rde nombrado del Rea lejo, tenía que vencer l a riesgosa y severa d ificultad de los vien­ tos nombrados Papagayos. Las pequeñas naves que a pe­ nas empezaban a su rca r estas aguas, resu ltaban l igeros casca rones que podía n ser destruídos fáci l mente por la fuerza de los vientos, y por ello se jusitfcó el establecimien­ to de este puerto hacia el fondo del Gol fo de Nicoya, punto desde el cua l a rranca ba la ruta terrestre hacia Gra nada y León. De este modo, cada centro h ispánico de población, re­ su ltaba ser pa rte de un engranaje lógi co y b ien concebido, con la final idad en su conjunto, de afi rma r y dar perviven­ cia a la empresa de conquista y colon ización. El con junto nos pa rece a rticu lado y fruto de una concepción integ ra l , hecho q u e nos l l eva u n a vez m á s a admi ra r y reconocer la visión hacia el futuro de quien debió s e r e n la rea l idad el arquietcto de esta estrateg ia, el cordobés Fra ncisco Hernán­ dez. A la hora del trazado de estas ci udades, se adoptó aquí co mo en otra s muchas pa rtes de H ispanoamérica, el mode­ lo del plano de tabl ero de ajedrez, que ha manten ido desde entonces su vigencia en estos países. 1 29

Resulta difíci l, desde n uestra perspectiva de hoy, poder­ nos colocar en la situación y menta l idad de estos coqu is­ tadores, pa ra expl icar satisfactoriamente las ideas y as­ p i raciones que movieron a l os fundadores a establecer, en sitios segu ramente despoblados, las incipientes ciudades. En esta estopa i n icial, l a s m ismas debieron ser, como d i ría Rica rd, una plaza mayor rodeada de ca l les y casas, en vez de d a rse el orden i nverso. Esto se expl ica por razón de que en sus comienzos, la ciudad ca recía casi por entero de justificativos económ icos y socia les que le dieran un g rado man ifiesto de pujanza . Habrá p o r l o tanto q u e espera r que transcu rra a lgún tiempo, pa ra que ta l orden de cosas empiece a ca mbia r. Dentro del esquema menta l del conquistador, estaba presente el aprovechamiento de la mano de obra del i ndí­ gena sometido, para sobre esta base conseg u i r establecer un nuevo esquema socia l que diera rango más elevado al g ru po fundador, que aspiraba constitui rse bajo el esque­ ma señori a l . De a l lí la correlación n ecesa ria que surgió entre el núcleo de espa ñoles y otro que se constituyó, de indígenas, pa ra atender las demandas del primero, en sus i nmed iaciones. La base de l a pol ítica socia l espa ñola, que­ daba a l l í planteada en este dua l ismo que l levaba a con­ sidera r la d ivisión de la nueva comuni dad en dos rep ú­ blicas, la de espa ñoles y l a de i nd ios. Cierto es también, que con e l paso de los a ños esta concepción fue más a rti­ fici a l , debido a l a i nnegable rea l idad del mestiza je. León nació con su " geme l a " de l mabite o Naga rando, en la m isma forma en que Gra nada advino con Ja lteva. Se i mponía la sepa ración residenci a l de los natu rales, a u n ­ que estuvieran ciertamente yuxta puestos ta les centros de población. No es posible por lo tanto, expl ica r m uchos de los procesos evol utivos de l os centros u rbanos de espa ñoles , 1 30

sin a c l a ra r en forma d i recta además el proceso de su com­ plemento, el centro i ndígena. Los ra sgos fundamenta les de las pri meras viviendas, no debieron diferir g randemente de las que usua lmente leva n ­ ta ban los indígenas en N ica rag ua. L a s ci rcunsta ncias i m ­ ponía n ta l forma d e ed ificación , que no eran s i n o el resul­ tado de las in icia les l i mitaciones y u rgencias en el proceso m ismo de va ria r el ca rácter de la empresa de los espa ñoles. Era l óg ico el aprovechamiento de los materia les que esta ­ ba n a mano y de la tecnología indígena, única aseq u i ble. Pero sin lugar a dudas se aspira ba a más, y por esta ca usa, con el paso de los días, fue posible i r mod ificando los ras­ gos fisonóm icos de ta les centros, med iante el aprovecha­ miento incl uso de los materia les que más se semeja ran a los que eran usua l es en Espa ña. De este modo pudo l uego fa brica rse el ladri l lo y la teja , fundamenta les para la adop­ ción de los modelos de l a a rquitectu ra de las viviendas entre los pen insu lares, así como el adobe, que tan fáci l y con­ ven iente uti l ización podía brindar, incl uso para contra rres­ ta r uno de los mayores riesgos i n icia les en d ichos centros, el pel ig ro de los incendios. La s ci udades h ispán icas in icia les, fueron en verdad a u ­ téntica s cabezas d e puente e n el proceso d e l sometim iento de l a s tierras recién conquistadas. Su desar rollo viene en consecuencia a reflejar el grado de afi rmación de d icho proceso, de ma nera que su específico conocimiento, consti­ tuye uno de los elementos fundamenta les pa ra la más pro­ funda clarificación h i stórica, de la cua l habrán de despren­ derse las claves funda menta les del desa rro l lo regiona l . bl

León en sus circunstancias históricas

León no viene a ser sólo la primera de las ci udades es­ tab lecidas en N ica ragua por Franci sco H ernández, sino en 1 31

cuanto a rango y jera rquía, la principa l dentro de todo el territorio. Para procu ra r comprender los móvi les que condu jeron a l g rupo fundador a comun ica rle a d icho centro los fines y propósitos que se buscaban con su establecimiento, se ha ce necesa rio empeza r por destaca r que e l territorio en que se la estableció, la tierra de Nagarando, e ra a ju icio de d i chos conquistadores, rico y de muy fuerte densidad de pobla­ ción i ndígena. Como ta l fundación se rea l izó cuando a penas se empe­ zaba a esbozar una estructura j urisd iccion a l , se pensó que este establecim iento contribuiría a resp a ldar las aspiraciones expansivas, a l lende el Golfo de Fonseca por el lado del Pacífico y por Olancho y el Aguán, hacia el lado del Caribe. De este modo León, con sus zonas de posible expansión por el noreste y noroeste, en las que necesa ria mente habría q ue establecer nuevas ciudades, podría adquirir una función centra l. La rea l idad se enca rga ría pau latin amente de ir refrenan­ do estas aspiraciones, por los choques y confl ictos que tuvo que experimenta r Francisco Hernández primero y más ta rde el propio Pedra rias Dávi la que l im ita ron la rea l ización de esta obra territoria l . A lo que sí condujo todo este empeño, fue a fricciones y roces prolongados, que en mucho fueron los que term inaron por provoca r la serie compleja de re­ laciones de Francisco H ernández con l a gente de Cortés, de Gil Gonzá lez e incl uso de Alva rado, q u e a fina l de cuentas viene a ser la causa de su propia deca pitación . Y todo esto no fue el resu ltado de la inca pacidad de este capitán, pues corrió la misma suerte dicho territorio con Pedra rias. De modo que a l no consegu i rse redondear la esfera de infl uen ­ ci a que habría de d a rle a León una función centra l , fu e 1 32

necesa ria una sustitución que condujo posteriormente a una a g uda y permanente crisis funciona l. En efecto, al dejar de ser centra l, no pudo h a l l a r otro papel sustitutivo, dado que ni siquiera se pudo considera r ciudad de frontera. Con los a ños el oro de O l a ncho y del Guayape que s i rvió para a lenta r tantos sueños de riqueza, vino a menos. En su m isma reg ión, el sensible decrecim i ento de la población i ndígena y la creciente actividad del volcá n Momotombo, empeora ron las cosas a un g rado ta l , que todo e l lo vendría fina l mente a j ustifica r en 1 6 1 O su tota l a bandono. El sitio escogido pa ra establecer la c iudad de León, debió ser e l resu ltado de una rigurosa escogencia. Se la ubicó en el extremo noroeste del lago que en adelante habría de nombra rse de León, a unque hoy se lo l lama de Managua por razones semejantes. Hacia el noreste de la ciudad, se a bría una a g rada b l e ensenada, de l a que a rranca ba más hacia el este una corta penínsu l a , sobre l a que se ergu ía un volcán que resulta ría muy activo, nombrado por l os in­ dios Momotombo. Los fundadores de León no se percata­ ron que buena pa rte de la suerte y destino de esta c i udad queda ría cond icionada en buena pa rte por este accidente de l a natu ra leza, ya que sus erupciones de cen izas, por causa de los vientos reinantes, i rían sobre todo a caer sobre dicho centro u rbano, dada la corta d i stancia entre a m bos puntos. Ciertamente esto resultó ser casi una ma ldición pa­ ra l os moradores de León, convicción que más tarde se consol idó en la psicol ogía soci a l de sus moradores, por ha­ berse cometido a l lí m ismo e l asesinato de un obispo. Y esta ú l tima razón, vino a constitu i rse en uno de los j ustifi­ cativos más fuertes que l levaron a su tota l despoblación, a ños más ta rde. La brisa del noreste soplaba sobre la ciudad y provenía del lago, hecho que natura l mente contri buía a refresca r el 1 33

ambiente. Es proba b l e además, que hubiesen todavía en sus vecindades reg iones de bosque tropica l seco, que per­ mitieron las tareas de edificación y daban un ca rácter más moderado al ambiente, del que actua lmente ca rece. Fernández de Oviedo hace resa lta r el hecho de que esta reg ión era tierra fértil y m uy poblada de i ndios. Muchos de el los obtenían de su actividad de pesca en el lago, la base de su propia subsistencia, comerciando con ello. Pa­ rece ba stante proba b l e que la vecindad de la ciudad con el lago, esté probándonos que era de a l lí de donde ex­ traían el l íqu ido pa ra a tender toda s sus necesidades, lo que resulta ba bastante cómodo a todos sus pobladores. Lo que era una venta ja pa ra el futu ro prog reso de la ciudad, la proximidad y abundancia de n atura les, consti­ tuía en estos primeros años una a menaza, m ientras no se pudiera esta r segu ro de que los indígenas no se rebe l a rían. Por esta causa fue q u e una de las primeras ed ificaciones de mayor sol idez, h u bo de ser la forta leza , que probable­ mente debió esta r ubicada hacia el lado del oeste, que era el flanco vulnerable de la ciudad, ya que el lago la p rote­ gía por el este. Por cierto que en las excavaciones que hasta el momento se han rea l izado en el asiento viejo de León , este sitio no ha sido descubierto, cosa que sería de mucho i nterés, por corresponder, como hemos indicado, a una de las pri mera s ed ificaciones de i m portancia. Fra ncisco Herná ndez debió promover l a edificación de otras obras de i mporta ncia comuna l , entre las cua les cabe cita r el templo y las casas de cabi ldo y de gobierno. Ta reas recientes de desescombro q ue se han rea l izado en el asiento primitivo de León, nos perm iten a g rega r a lgunos deta l les ad iciona les a cerca de la ciudad, pese a que su 1 34

abandono ocu rrió pasados más de ochenta años de su fun­ dación. Tenía un plano reticu l a r geométrico no muy a m ­ pl io; su centro estaba ocupado por u n a plaza mayor, d e modestas proporciones y hacia el este, d e ella, dando las espa ldas al lago, se levantaba el tem plo; al norte de la misma se leva nta ron las casas de gobierno. Aunque en muchas pa rtes todavía la cen iza cubre otra s edificaciones, queda un espacio enm a rcado q ue necesaria mente nos hace pensa r que León de Naga rando no fue, a un en sus mejores tiempos, más que un vi l lorrio de modestas proporciones, que tenía el prestig io de ser el centro político donde resi ­ día p o r lo tanto el g obernador, como a su vez lo fue des­ pués sede del Obispado. Mas no nos l la memos a enga ños, por la debil idad de sus funciones u rba nas, pese a su rele­ vancia j u rídica, estuvo siempre sujeta, desde los fracasos geopolíticos de Francisco Hernández y Ped ra rias, a veni r como vino, cada vez a menos l1l. Debemos pasa r a h o ra a ocupa rnos de un problema más específico l igado a la ciudad, y es el de la cla rificación con respecto a la fecha de su fundación . En oca sión de nuestras primera s búsquedas y preocupa ­ ciones sobre este tema , nos l la mó poderosa mente la aten­ ción la trad ición que existía en León d u ra nte ia colon i a , de que h abía sido fundada el día de la Sa ntísima Trin idad. Se trata de un testimonio bastante ta rdío con respecto a l momento fundaciona l , pero antiguo pa ra nosotros, y e s el del Obispo Vil lavicencio. �

Según nos lo indica el erud ito don S�fonías Sa lvatierra , este Obispo en un memorándum di ri g ido a l Rey el a ño de 1 7 32, ind ica que (4) Sobre León viejo, véase, el l i bro de Argüe l l o Argüe llo, Alfo n so, 1 969.

1 35

en referencias trad icionales se repetía , que la prime ra ciu ­ dad fundada e n N icara g u a fue l a ciudad d e León , con e l nom bre d e Santiago d e l os Ca ba l leros d e León, y q u e este hecho se verificó el d ía de la Sa ntís i ma Tri n i d a d , cuyo a ni ­ versa rio se celebra ba con m i s a , sermón y p rocesi ó n , en q u e l l eva ba n e l esta n d a rte rea l , entre l a imagen d e l a Trinidad, al lado d e recho, y las a rmas rea les a l a izq u ie rd a " (5 )

Ya hemos dado por aceptada la pri mera afirmación, en cua nto a que es León la primera de las ciudades fundadas en N ica ragua. Varios motivos nos l levan sin emba rgo a recha za r de p lano la segunda parte, l igada a la fech a de nacimiento de la población. En primer térm ino, el día de la Santísima Trin idad correspondía a u na fecha móvi l , se­ ñ alada para el primer domingo después de Pentecostés. Esta fecha quedaba necesa riamente comprendida entre el l O de mayo y el 1 9 de junio; la de la Santísima Trin idad, el domingo siguiente, correspondería al período que va del 1 7 de mayo hasta el 1 9 de j un io. Por el conocim iento que hemos ya adqu i rido a cerca de la cronología expediciona ria de Hernández de Córdoba, sabemos que posiblemente no pudo establecerse esta ciu­ dad a ntes de a gosto de 1 524, dado que los españoles no habían l legado hasta l mabite; hay necesidad a q u í de a g rega r, q ue la primera referencia escrita de que tenemos conocim iento que prueba la existencia de León, es del 22 de febrero de 1 525, ratificada por otra de 25 del m i smo mes y a ño ¡s¡_ En la misma fuente documenta l h a l lamos otros testimon ios, datados por caso el 27 de octubre de 1 524, en los que no se da la más mínima ind icación del lugar donde se escribió. Este hecho nos l leva forma lmente

(5)

Salvatierra, Sofoníos. 1 9 3 9 , 1 : 25 9 .

( G ) A . G . I . J usticia, N o . l 0 4 3 , N o . l .

1 36

a pensa r que todavía en esa fecha no se ha bía rea l izado fu ndación a lguna. El nombre de Santiago de los Caba l leros dado a la ciu­ dad, pod ría considera rse además u na pista importante pa ra fijar una probable datación. E l la nos l l evaría a pensa r en el día 2 5 de j u l i o de 1 524 pa ra tan i mportante acto funda ­ ciona l . Pero la a rg umentación que podríamos aporta r en su respa ldo, nos resulta déb i l e i nconsistente, dado que acabamos de afirmar que antes de a gosto de 1 524 no te­ nemos conocim iento de que los conqu i stadores hubiesen l legado hasta lmabite. Además, como la conquista de N i ­ ca ragua fue el resu ltado de violentas l uchas, por la resis­ tencia que ofrecieron los natura les, es lóg ico pensar que el nombre de Santiago lo que quería era reflejar este ca­ rácter de la conquista , pero que en modo a lguno corres­ pondía a una fecha conmemorativa . E l nombre del a póstol Santiago era invocado siempre en toda guerra de con­ quista en América , como lo h abía sido en Espa ña d u rante la Reconquista . Como tendremos que afirmarlo más adelante, nos in­ cl inamos a considera r como la más probable fecha de fundación de l a ciudad de Granada, e l día 8 de d iciembre de 1 524. De ser cierta esta afirmación, tendríamos nece­ sariamente que considerar ya a León como fundada y es­ tablecida, por el hecho de haber sido la primera . El a r­ gumento nos l l eva forzadamente a una sola conclu sión , la de que en el mes de noviembre responde a las mayores posibi l idades para que haya correspondido a l mes del año de 1 524 en que se fundó la c iudad de León. Hasta aquí debemos l lega r en n uestras consideraciones; la documen­ tación que hasta a hora nos es conocida, no nos perm ite sobrepas a r esta l ínea, de modo que debemos resigna mos a la idea de que, sin otros e lementos de j uicio, resu lta rá 1 37

imposible una mayor determinación cronológ ica que l a que hemos intentado aquí. Nos parece en todo caso que el adven i m iento de la ci udad de León, seg u ido de las otras dos más, representan un cam­ bi o radica l adoptado como pol ítica no ya de conqu i sta sino de col on ización, por F rancisco Hernández y su gente. Bien podría obedecer a l hecho de que h abía term inado e l so­ metim iento de los pueblos rebeldes y además q u edaba completado el conoci m iento del territorio en forma sufi­ ciente como pa ra j ustifica r estos a senta mientos. La idea i n icia l de Francisco H ernández debió ser la de rea l iza r como la había hecho G i l Gonzá lez Dávi l a , u n a i n ­ cursión dentro de un territorio determinado, con el p ropó­ sito de obtener mediante rescates y . despojos, o ro y otras riq uezas, para reg resa r de nuevo a Panamá. E l plazo m ismo fijado en dos años, así pa race ind ica rlo. La expe­ riencia en este sentido puede considera rse decepcionante, pues la rea l idad vino a mostra rles a estas gentes, q u e este territorio de N ica rag u a no era abundante en oro, y q u e ha­ bía que busca rlo en otras regiones a lejadas. Pensamos que esta es la razón por la cua l tuvieron que adopta r u n cambio i mportante en el modo de pensa r y en consecuencia en el de a ctua r, que condujo a toda una pol ítica fundacion a l . E l oro q u e resultó ser escaso, h a l l a ba un buen g ra do de com pensación a l encontra rse con u n a densa población in­ dígena, a p ropiada pa ra sacar de e l l a beneficios mate ria les sustitutivos. Y como la conquista de los m i smos se rea l izó tra s violenta s luchas, la "guerra j u sta " tornó a los vencido s en esclavos. Así se produjeron otros dividendos a d icion a­ les, a l hacer que los vencidos fuera n enviados a Pa namá , en donde m uchos fueron vendidos. Las explota ciones agro­ pecuarias que debieron ta mbién tener su i n icio con ta les 1 38

fundaciones, h a l l a ron los adecuados n iveles de rea l ización, al través del aprovecham iento de esta mano de obra, que se uti l izó también para leva nta r las ed ificaciones u rbanas que req uerían los conquistadores, para dar in icio a una n ueva vida y una nueva cond ición señoria l , que tanto sa ­ tisfizo a los recién l legados. Confo rme al derecho de la época, los mayores privi le­ g ios queda ron en manos de q uienes participa ron en el a cto fundaciona l de cada c iudad; se tenía como ta les a todos aquel los individuos que pa rticipaban en la elección e ins­ ta lación del cabildo, órgano democrático en cua nto a elección, pa ra el gobierno loca l . Pa ra el caso de León no es dable conocer cuá l fué su integración origina l , dada la fa lta de conocim iento q ue tenemos, de l os documentos q u e le d ieron origen. Pa ra el a ño de 1 52 5 sabemos que el cabi ldo estaba constituído por Alonso Cansino y Pedro de M i randa como a lca lde y regidor, el capitán Gómez Arias y Gab riel Pie de H i erro como regidores, y N icolás Núñez, como escri­ bano públ ico t'l . Este mismo a ño desempeñó en l a misma sus funciones rel i g i osas el clérigo Bach i l l er Pedro B ravo, qu ien cuando l legó a esta provincia , ha l ló ya fundada la ci udad de León ¡ s ¡ . El caso del Bach i l ler Pedro B ravo, nos resu lta interesante dentro de la problemática h i stórica que g i ra a l rededor de León y Gra nada. Sucede que vino de La Espa ñola a Hon­ duras, formando pa rte de los socorros que desde a l l í se rem itieron a G i l Gonzá lez Dávi la. En una información de 17)

I bídem .

18) Vega Bolaños, Andrés. 1 95 4 - 5 7 , 1 1 1 : 1 90 - 1 9 1 .

1 39

méritos y serv1c1os hecha en favor de Ben ito Dávi la, su compañero de aventu ras en estas tierras, seña l a que de Hondura s, en donde desemba rca ron, pasaron a N ica ragua, encontrándose con que León estaba ya fundada. Ben ito Dáv i l a pudo traslada rse en forma pronta a Granada, q ue se empezaba a funda r, de modo que pudo figu ra r entre sus fundadores. Este testimon io lo ratifica el mismo Dávi la a l decir: " después q u e f u i m o s l l egados a esta tierra se f u n d ó l a c i u ­ dad d e Gra nada, d o n d e yo tomé veci ndad e como a u n o d e los conqui stadores e pobladores nos fueron d a d o s i n di os e n térmi nos de l l a " (9) .

No pudo converti rse e l Bach i l ler B ravo en vecino funda­ dor de León, pero su compañero a lcanzó a serlo de Grana­ da; esto viene a ser un claro indicativo de la p r iorita ri a fundación d e León y la sucesiva de Granada . En todo caso, el nacimiento de León, vino a ser el im ­ pulso fundaciona l que generó e n N ica ragua un sistema es­ tructu rado de ci udades, cuya suerte posterior fue . el resul­ tado de su eficacia o el fracaso de su i nteracción, y de los i ntereses específicos que entra ron en j uego. el

Granada en sus caracteres originales

La ci rcunsta ncia de que en su pa rte más ístm ica, era nu­ · merosa la población i ndígena en N ica ragua, indica Francisco Hernández a l través de la ca rta de Pedra rias, l levó a dicho grupo conquistador a decid i r no fundar en el á rea de la actua l ciudad de Rivas, n inguna población h i spán ica . !ºl I bídem.

1 40

Prefirieron hacerlo un poco más hacia el norte, en las márgenes del Mar Dulce, faldas septentrionales del vol­ cán Mombacho. ciudad de

D� este modo advino a la historia la

Granada.

Su

situación

es

clara

en función

de una circunstancia que parecía ser prometedora, la del posible descubrimiento del río Desaguadero, que no había sido posible recorrer hasta su término, aunque se sospecha­ ba con toda certeza que acababa en la Mar del Norte. Aunque en aquellos momentos, los españoles no tenían una clara noción de las relaciones entre los lagos y el Caribe era innegable que les amparaban algunas sospechas ló­ gicas, que el tiempo se encargaría de aclarar.

Tres lustros

deberían transcurrir, antes de que los españoles pudieran confirmar esta dimensión espacial inte roceánica, que habría de dar a Granada el sentido y proyección que intuyeron ya sus fundadores.

Con tal hallazgo, como lo ha afirma­

do Cahunu, Granada habría de convertirse en un puerto del Caribe y su papel geog ráfico y económico, cobraría mayo­ res relieves con todo ello.

Granada, ubicada dentro de lo que los españoles lla­ maron provincia de Nequecheri, ofrecía a los conquistado­ res múltiples seducciones adicionales:

es la tierra h a sta aquí mu y poblada y a b u ndosa, en esta prov i ncia hay

mas term i no de tres l eguas de poblado e n

med io de e l l a se fun d ó y pobló la n ueva C i udad de Gra nada, tiene en su coma rca ha sta ocho m i l veci nos natura les de la tierra, e tiene m uy buenos ríos y huertos y pesq uerias y ma­ te riales, está ri bera d e la mar d u lce; h izose en esta C i u d a r.:l un muy s untuoso te m p lo, el cual está bien servido, y ador­ nado" !10l .

!10¡

Vega Bolaños, Andrés.

1 954-57, 1 : 1 29.

1.41

El sitio seleccionado p ara ta l a siento, era un l lano abierto y a g radable, refrescado por la brisa del lago, hacia el cua l se h a l la l igeramente i ncl inada la ciudad. En sus i nmedia­ ciones, hacia el oeste, se encontra ba el poblado indígena de Ja lteva , del que h ab rían de tom ar los fundadores sus recu rsos humanos pa ra la edificación de sus casas y edi­ ficios, incluso el suntuoso templo que se h a mencionado. Otra de las necesa rias y u rgentes ed ificaciones debió h a ber sido la forta leza, q ue nada de extra ñ o tendría se hubiese h a l lado en el punto más vu lnerable, es deci r en el en lace entre l a ciudad y el ba rrio de Ja lteva , ya que en esta etapa i n icia l , no cabía espera r pel i gros proven ientes del lago, como en efecto no los hubo sino hasta el momento en que los p i rata s h icieron a l través del San Juan sus primeras i ncur­ siones, al clarea r el siglo XVI I (11). ¿Cuáles serían las razones que l leva ron a Fra ncisco H er­ n ández a imponer el nombre de Granada a la nueva ci udad por él esta blecida? No lo sa bemos con exactitud, a unque su nombre resulta ser una evocación de Anda l ucía. Pa re­ ciera evidente que l os conquistadores, a l encontra rse con una región densa mente poblada, b ien cu ltivada por los natu ra les, con poblados l i nea les, a l a rgados y bien ed ifica­ dos, a usanza de la tierra, con s u rtidos mercados y activo movi m iento, no hubiesen pod ido o lvida rse del mundo á ra ­ be, d e l q u e e n Espa ña Granada e s s u ¡oya esplendorosa . De este modo, la singula ridad de l a tierra que conquista­ ban, l levó a la evocación de aquel magn ificente centro de l os á ra bes, ú ltimo reducto de esta domi nación en España , en donde los Reyes Cató l icos vieron corona rse con su triunfo, a ñe¡as aspiraciones que tendía n a la e l im inación del do­ m i n i o de los musu l ma nes en la penínsu la. ¡11 ¡

CODOIN, 1 1 , XVl l : 2 3·0.

1 42

En cuanto a la fech a posible de s u fundación, se hace difíci l l lega r a una precisa cla rificación. Pa ra trata r a u n ­ q u e sea e n forma breve a l respecto, hay que comenza r por repeti r que es la carta de Pedra rias de abri l de 1 52 5 la primera e n referir sobre su existencia. E l hecho de q ue esta ciudad tenga como su patrona a la Concepción de N uestra Señora , puede l levarnos a fijar especu lativa mente una fecha, que se acomoda bastante bien a la documen­ tación genera l que permite fijar una a prox imación a su datación. La fiesta rel igi osa se celebra el día 8 de diciem ­ bre, de modo que de a cepta rla nos l l eva ría a l año de 1 524 11� ! Pa ra nosotros resulta suficientemente a justada a los restantes datos acerca de la cronología funcion a l . Pero como ca recemos de pruebas satisfactorias, nos vemos en la obl igación de mantene r el sentido dubitativo de la fecha, comprend iéndola entre noviembre de 1 524 hasta ma rzo de 1 5 25. Es u n hecho probado, q ue Granada fue la fundación intermedia, posterior a la de León, pero a nterior a Bruse­ las. U no de los propósitos a l establecerla, fue el de que a su vez desempeña ra la función de contacto entre a mbas, la pri mera avanzada territoria l, la segunda en lace con Panamá, tan necesa rio en los in icios de la dominación h is­ pán ica sobre Nica rag u a . De este modo se a rticu laba u na línea terrestre de com u nicación, que s i rvió pa ra a fianza r la existencia de cada una de ellas. Al trata r acerca de la ciudad de León, tuvimos ya opor­ tun idad de mencionar e l hecho de que Benito Dávi la, con­ quistador que vino como pa rte de los refuerzos a Gil Gon112 !

Durante el año de 1 97 3 tuvimos e n Sevi l l a lo oportunidad de h a b l a r y discutir acerco de todo esto problemático fundacional de Nicaragua, y en uno de las conversaciones, me expresaba Carlos Molino esto posibilidad.

1 43

zá lez y q ue más ta rde pasó a N ica rag ua, no consiguió vecindad en León, por esta r ya fundada, m ientras que sí l legó a tiempo para adqui r i r vecindad en Gra nada , como encomendero incluso, por cuanto l legó a e l l a a tiempo de conseg u i r esta cond ición. Si bien esto clarifica la mayor a ntig üedad de León, viene en respa ldo de la subsiguiente fundación de Granada , que es lo que nos interesa en esta pa rte. No conocemos la integ ración del cabi ldo de Gra n ada an­ tes del año de 1 52 5 . El de este a ño, estuvo constituído por Gabriel de Rojas, como Ten iente de J usticia mayor, el Ca­ pitán Ruy Díaz como a lca lde y reg idor, y los reg idores Luis de Gueva ra, Antón Velasco y J uan de Porras. Era escriba no públ ico de l a ciudad Gonza lo de Ribera l 13 l . La existencia de G ra nada en estos primeros a ños, debió ser bastante preca ria, dada la a usencia de funciones eco­ nóm icas que dinamiza ran y dieran mayor j ustificación a su pervivencia. Cierto que se h a l laba dentro de una reg ión rica en recursos humanos, pero fa ltaban los acica tes q u e la l l eva ran a un desa rro l lo concreto, independiente de su ya conocida función de en lace terrestre. Se esperaba que se habría pronto de l lega r a desa rro l l a r su función de en­ l ace, a l través del lago, con el Desaguadero y l os puertos del Ca ri be, pero la verdad es que esto tardó bastante en l lega r, dado que el descubrimiento de dich o cu rso no fue completado h asta 1 5 39. H a l lándose ya Pedra rias en for­ ma permanente en N ica ragua, el a ño de 1 52 9 , pa rece que este i ntentó conseg u i r la despoblación de Granada, pa ra repobla r las minas de O la ncho, que se desampa ra ba n , o incl uso trasladarla a Chorotega Ma l a l aca , es decir la reg ión del Golfo de Fonseca. ( 1 ª) A . G . I . Justicia. No. l 043, No. 1 . Documento de noviembre de 1 5 2 5 .

1 44

Andrés de Cereceda presentó en este sentido una queja por esta aspiración, queja que indudablemente debió esta r respa ldada por los vecinos de la ciudad. Dice en e l l a : " Trátase agora d e despoblar a Gra nada s i n saber l o q u e responden d e l Desaguadero ( a n d a ba u na expedición a l m a n ­ do d e Estete y Ga briel d e Rojas) q u e va n a descu b r i r p o r q u e para l o q ue se fundó aquel pueblo y a p a s ó , q u e era pa ra ech a r a G i l Gonzá l ez de la tierra, d i ciendo q u e ya esta g ente d e Ped rarias q u e se vino a meter en e l l o lo tenía poblado, y como se pobló a este p ropósito, y no por razón p a ra i r a g o ra a ocu pa r l o otro, q u i ere despo b l a r a q u e l l o por q u e ta m bien pueda deci r d e l o otro, qua ndo D i eg o López o otro h a b l a re en e l l o q u e ya l o tiene poblado, q u e esto es seg ú n lo q ue se ha fecho desde e l Da rien hasta aquí q u e q ueda ca s i 400 leguas otras, que n o se ha fecho otra cosa, s i n o p o b l a r y despobla r pueblos." ( 14 ) .

De este documento se desprende con cla ridad que Gra­ nada esperaba poder adquirir mayor importa ncia, una vez que se conociese la sa l ida a l otro océano y que a unque hubo intereses ci rcun sta ncia les en su establecim iento, como a rma para combatir a Gil Gonzá lez que reclama ba sus derechos ju risdicciona les sobre este territorio, no había ra­ zones convincentes pa ra seguir la modal idad de despobl a r para pobl a r e n otra pa rte, q u e pa rece había sido la n orma usua l de Pedrarias. La ci rcunsta ncia que condujo en forma di recta a este deseo de traslado, lo q ue a fina l de cuentas viene a refleja r, es que Granada no debía h a l la rse en 1 52 9 en condiciones satisfactorias de · desa rrol lo, pues de otro modo no se habría justificado su despoblamiento. Además, por entonces la vi l l a de B ruselas había sido despoblada por segunda y defin itiva vez, hecho q ue un ido a lo anterior, nos viene a convencer de que Pedra ria s que1141

A .M.N., Navarrete XV, Documento No.

1 O: 1 7.

1 45

ría consegu i r l a afi rmación de León, en detrimento del resto de las ci udades fundadas por Francisco Hern ández. Quería este capitán que los pobladores de Gra nada pasasen a ser los de una nueva ciudad de frontera, que era otra forma de volver a comenza r partiendo de la nada. Además esta coyuntura habría permitido a Pedra rias volver a repa rti r los ind ios de l a provincia de Nequecheri, posiblemente en­ tre sus más a l legados, h echos que no tendría nada de ex­ tra ño, como lo podremos ver a l a n a l iza r la h i storia de Bruselas. La tragedia de la conqu i sta , en esta fase inici a l de los a senta mientos humanos, debió ser la de estructu ra r fun­ ciones en dichos centros nuevos, que busca ra n afirma rse y perv1v1r. De a l lí las dificu ltades de q ui enes tuvieron que enca ra r estas rea l idades, dado que debieron estar cons­ cientes en que de no model a r un sistema, d i chos poblados fracasa rían en forma tota l . Cierto q u e e n ocasiones a l aza r podía defi n i r una situación de relación, mas en el caso de Ni ca ragua , en que el esta blecimiento de las m i smas fue el resu ltado de la visión previa de su geog rafía, l a perviven­ cia de centros como Gra nada, fue el resu ltado de una visión que resu ltó acertada, pero que m ientras no se com­ pletó, padeció de u na severa crisis u rbana que casi l a l l eva a sucumbi r. dl

La corta historia d e l a villa d e Bruselas

La vi l la de B ruselas pa rece ser la ú ltima de las funda­ ciones ordenadas por F rancisco Hernández, y a la vez, la que tendría una vida más aza rosa y preca ria, que a fina l de cuentas viene a ser de corta existencia. Su fundación fue una respuesta a las necesidades propias de la época, de en lace indispensable por la vía ma rítima con el centro 1 46

,,

LAMINA No. 1 El Golfo de San lúcar o de Nicoya es la p uerta de entrada de los españ oles hacia Nicarag ua. En Orotiña, frente a Chira, estuvo el asiento de la villa de Bruselas.

Mapa de Ferná ndez de Ovi edo. Año d e 1 52 9 .

i rradiador de Panamá y por el terrestre con Granada y León . Es un hecho notorio q u e las tres ciudades d e Francisco Hernández, tuvieron el ca rácter de puerto, Granada y León en función ad icion a l , en cambio B ruselas como fundamen­ ta l . Las dos primeras prometían desarro l la r esta actividad, caso de consegui rse la sa l ida al Ma r del Norte; Bruselas era la rea l idad concreta del en lace con Casti l la del Oro. De manera que el papel que desde el principio se le co­ m u n icó a este centro de B ruselas, habría a fina l de cuentas de serle perjud icia l ísimo, dado que como punto de relación, hubo de adquirir con los acontecimientos posteriores, el ca­ rácter de zona de fricción. Y a unque en sus in icios pa reció que i ba a l lega r a ser g rande su i m portancia, estos factores no previsibles y en nada l ig ados a su propia ubicación geog ráfica , terminaron por h acerla desapa recer. Los orígenes del puerto y vi l la de Bruselas, deben ras­ trea rse a pa rti r del momento mismo de la exped ición de Gil Gonzá lez por este territorio del Golfo de N icoya, el a ñ o d e 1 5 23. Las naves de Andrés N i ño a p rendieron las d ifi­ cult a des que existían pa ra la navegación, por los fuertes vientos que nombra ron desde entonces con el que todavía hoy conserva , del Papagayo. Aprendieron pues que si se quería entra r a N ica ragua, h abía que hacerlo por el Golfo de N icoya . Por su ca rta de relación, sa bemos que Gi l Gonzá lez, tra s reco rrer la costa orienta l de l Golfo, emba rcó en O rotina , pa ra de a l lí pasa r a Pococí, isla próxima a tierra, pero en la pa rte occidenta l del m ismo Golfo. Pa ra nosotros, este em ba rcadero de Orotina, viene a corresponder en forma 1 47

di recta a l sitio preciso en que luego se levantó la ranchería que en la historia recibe el nombre de V i l l a de Bruselas. Más ta rde l l egamos a tener conocimiento de que las gentes de Francisco Hernández, se h al la ron hacia fina les de 1 524 por esas mi smas tierras, puesto que en la nómina de los ingresos entrados a l a Contaduría Rea l de Panamá, se indica que el día 2 de diciembre, entró una pa rte del oro enviado por Francisco Hernández, "que pa reció h a bido por Diego de Va l encia de los caciq ues coma rca nos d e Oroti na, donde lo d e j ó Gil Gonzá lez Dávi l a , o ro q u e se d e b e a l ca p i tá n Ferná ndez pa ra l a compaña, según d ecla ra c i ó n d e Valencia" (15)

Ca bría establecer una relación d i recta entre esta p resen­ cia de espa ñoles en Orotina y la fundación de Bruselas? I ndudablemente. Pero en este caso, como en los a nterio­ res, la información fa lta, y no es posible averigua r nada más. Los deta l les funda menta les pa ra determinar la correcta u bicación de Brusela s, en la geog rafía actual de esta pa rte del territorio de Costa Rica , debe a r ranca r en forma inme­ d iata de la descripción que se contiene en la carta de Pe­ d ra rias. Dice así en la parte que nos interesa : " E n el estrec h o dudoso se pobló u na vi l l a q u e se d ice B ruse­ las e n el a s i e nto de Brut i n a , l a cua l tiene los l l a nos por una pa rte, y por l a otra e l m a r, y p o r l a otra l a s i erra donde está n l a s m i na s q u e será n a tres leguas, está n l o s I nd ios pacíficos, y este pueblo está en m e d i o de toda la g ente d e a q u e l l a s provi ncias, es muy b u e n a comarca, tiene buenas a g ua s y a i res e montería e pesq ue r i a e n ca ntidad, es l a tierra

(1:;)

Góngora, Mario. 1 96 2 : 1 2 1 .

1 48

fructífera, y de buenas h uertas y a p ropósito de pan de l a tierra q u e l l eva e n a bundancia" (16l .

Coincidimos con la opin ión del Lic. Cleto Gonzá lez Víquez, a l expresa r q ue pa ra acla ra r el en igma de la ubicación ori­ ginal de Orotina o B rutina, es a la vez determ ina r el lugar correspondiente al a siento de Bruselas. Sin emba rgo, a l hacerlo, el Lic. Gonzá lez Víquez se o lvida del cla ro e i lus­ trativo mapa de Fernández de Oviedo, en el cua l a pa rece Orotina claramente u bicada en la costa orienta l , entre los nombres de Corobicí y Tomi o Chomes (11J. De modo q ue por este detal le, tanto como por el de las distancias que nos sum in istra el tesorero de la exped ición de G i l Gonzá lez, Andrés de Cereceda, caemos en el con­ vencim iento de que d icho territorio se extendía en la costa orienta l, frente a la isla de C h i ra, hacia el actua l puerto Ig lesias o Manza n i l lo. Mas como B ruselas no se h a l laba en la costa a bierta sino más bien se accedía a e l la por un río, éste debió ser el Abangares de hoy, de manera que su posible asiento correspondería al pequeño caserío de Aban­ garitos. Toda esta reg ión orienta l del Golfo, corresponde a una l lanura , como lo indica la ca rta de Pedra rias, hacia el este se ha l la la Sierra Minera o de Ti l a rán y su punto más próximo corresponde a la actua l población de Las Juntas de Abanga res, famosa a fina les del sig lo pasado por sus minas de oro. Al frente de la costa, hacia el oeste, es fácilmente distinguible la isla de C h i ra. De esta manera, todos los deta l les conten idos en la carta de Pedra rias y el documento sobre la toma de posesión suya en C h ira, vienen a coincid i r con la rea l idad, a excepción 116) Vega Bolaños, Andrés. 1 95 4 - 5 7 , 1: 1 29 . 1 17) Ver e l mapa de Fernández d e Oviedo, inclu ído a q u í e n Lámina No. 1 .

1 49

de la desmesu rada distancia que da de C h i ra a B ruselas, sin lugar a dudas resultado de la descuidada anotación de una cifra. Nuestra concl usión nos l l eva en consecuencia a a leja rnos bastante de las afi rmaciones del Lic. Gonzá lez Víquez, qu ien l lega a ubicar a B ruselas en las i nmediacio­ nes del actua l puerto de Punta renas, colocándolo en las márgenes del río nombrado h oy Aranjuez !1ª1 . Considerada desde la perspectiva actu al, Brusela s viene a ser el primer asiento h i spán ico que se esta bleció dentro del territorio que comprende a Costa Rica . De l a s ciudades fundadas por Fra ncisco Hernández, es la que ofreció una problemática más compleja, que se refleja en forma d irecta en sus vicisitudes; e l l o obedeció a que le tocó desempeñ ar el papel d e línea de fricción , entre los intereses de Pedra ­ rias desde Casti l la del Oro, los nacientes de la gente de N icaragua y las p resiones provenientes del norte, tanto de Cortés y Alva rado, como de la misma Audiencia de Santo Dom ingo. ¿Por qué ca usa s recibió B ruselas ese nombre? La res­ puesta no es lo suficientemente c l ara como sería de desea r. Ca rlos 1 de Espa ña tuvo por entonces fuertes nexos con Flandes, de modo que quizás se adoptó este nombre para ha laga rle. Es un hecho que Bruselas fue poblada por Ruy Díaz, q uien recibió específicamente ta l encargo de Francisco Her­ nández. El hecho de que Díaz fuese uno de los fundadores de Granada , viene a ser significativo, dado que no era po­ sible conforme a l derecho propio de la época, tener doble vecindad. La exp l icación más plausible para aclarar el suceso, sería l a de que fueron los propios fundadores de ¡1s¡ González Víquez, Cielo. 1 93 5 :46-54.

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Granada los que promovieron esta otra fundación , ta n ne­ cesa ria a la propia supervivencia de Granada, puesto que de este modo adqui ría una función de enlace via l terrestre, mientras permanecía en espera de su destino, l igado a l Lago y a l Desaguadero. La ubicación geog ráfica de B ruselas, justificó su existen ­ cia, aun cuando parece evidente que la región no conta ba con una densa población indígena. Así en 1 529 Francis­ co Casta ñeda nos d ice: " l os indios del l la n o son pocos pa ra repart i r e n g ente que pueble a l l í, porque podra aver treynta repa rti m ientos peque­ ños, e sy an d e ser como es razon , n o son q u i nze, porque l os caciq ues d e l l a , no de q u ie n se pueden a l p resente serv i r son el caciq u e d e Nycoya, que es el mas pri ncipa l ; este tendra , a m a s tener d o s m i l i ynd i os , e a u n no creo q u e tiene ta n ­ tos . . . A y otro caciq u e q u e se d ize C h i ra , questa en u n a ysla dos leguas como he d icho d e Nycoya . . . este caci q u e pod ra tener, seg u n yo me ynforme esta nd o a l l í e en Nycoya , q u a ­ trocientos yndios d e tra ba j o . Ay otro caciq ue q u e se d ize Corobeci en la T ierra Fi rme, frontero de la ysla de C h i ra , que podra tener dozie ntos yndios de tra ba j o . Ay cerca d e Nycoya otro caciq u e q ue se d ize Ca n g e n , q u e terna hasta dozientos yndios. Ay a l a bande de Corobeci otro cacique q u e se d i ze O roti n a , q ue terna otros ta nto s . Seg u n d izen , l os demos ca­ ciq ues que a y e n l a tierra l la na son d e pocos yndios" 1191 .

Esta misma circunsta ncia de la l i m itada población indí­ gena, debió l l eva r a q ue Bruselas y quienes constituyeron a l l í el g rupo fundador, l legase a ejercer ju risdicción, y en consec uencia tuviese sometidos a los ind ios de Nicoya, pese a que pa ra recu rri r a el los h abía que cruza r el Golfo.

119)

Peralta, Manuel M .

1 8 8 3 : 5 3 -54.

1 51

El primer cabi ldo de B ruselas de que tenemos conoci­ mi ento, es el del a ño de 1 525, que estaba constituído por Johan de Ba rrientos como Alca lde ord ina rio, Alonso Quin­ tero, N icolás de Triana, Ma rtín de la Ca l le, Jua nes de A r­ bolancho y Lu is Dávi l a, como J usticia y Reg im iento; Sebas­ tián de Saavedra era escribano públ ico y del Consejo; Fra ncisco Díaz era Procu rador del m ismo y Francisco Flo­ res, Alguaci l mayor !2ºl Algunos de el los debieron en consecuencia figura r no sólo como fu ndadores de B ruselas, sino además, como los primeros encomenderos dentro de la jurisd icción de la ci udad. La primera despoblación de la v i l la de B ruselas, debió ocu­ rrir a principios del a ñ o de 1 526, cuando F rancisco Herná ndez ordenó a sus veci nos a trasladarse a Granada, pa ra de este modo consolidar la defensa a nte la eventual contin­ gencia de un conflicto a rmado con Pedra rias. Como el hecho a l udido se resolvió sin confl ictos mayores, es lo más segu ro que ya por mayo de 1 526 sus vecinos se h ubie­ sen restituído a la vi l l a y por lo tanto, reasum ido sus ta­ reas como encomenderos. La segunda oportun idad de su despoblam iento, que re­ su ltó ser la fina l, dado que se resolvió su abandono defi­ n itivo, ocu rrió en 1 52 8 . El gobernador de Honduras Diego López de Sa lcedo, a l saber que Ped ra rias Dávi la había re­ g resado a Panamá pa ra responder a los ca rgos que se le h icieron en el juicio de residencia, quiso aprovecha rse para a propia rse de N ica ragua. Pedra rias fue reemplazado en la gobernación de Casti l l a del Oro por Pedro de los Ríos, (�º l RANCR, 1 ,5-6 (marzo-abril 1 9 3 7 ) : 2 3 2 .

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de modo que éste, a l tener conocimiento de cuanto sucedía en N icaragua, decidió marcha r hacia a l lá, para defender lo que considera ba estaba en su derecho. La vi l la de B ru­ selas recibió a de los Ríos como su Gobernador, pero Sa l ­ cedo s e h al laba y a consol idado en León , donde se le reco­ noció y obedeció. No queriendo entra r en confl ictos a rmados, de los Ríos se regresó a Panamá; l a v i l l a de Bru ­ selas, como castigo a su subord inación j u rada a l gobernador de Casti l la del Oro, fue despoblada , pese a los fuertes intereses que se p usieron en juego pa ra que e l lo no ocu­ rriera , por pa rte de sus veci nos. En efecto, los pobladores de Bruselas se resistieron, " porque los vezi nos que e n e l l a a v í a n estado tenía n fechas sus l a b ra nc;as é boyes é a s iento donde tenía n m a n e ra d e ser aprovechados" l21l.

Pa rece bastante evidente que uno de los principales móvi les que a fina l de cuentas sirvieron para justifica r la tota l extinsión de Bruselas, fue la circunstancia de que N i ­ coya h a bía ven ido acumu l ando venta jas e n los desplaza ­ mientos desde e l Golfo hasta N ica ragua, sobre . Bruselas. En primer térm ino, al haber en Nicoya mayor número de indios, era más fácil conseg u i r a rrieros e indios de ca rga , víveres y demás elementos necesarios pa ra la jornada has­ ta G ra nada o León , que en Bruselas. En segundo lugar los vecinos de estas dos ci udades no se encontraban satis­ fechos con lo que la tierra l es había deparado, puesto que el conce pto de va ler y riqueza de entonces, g i raba funda ­ m enta lme nte a l rededo r del oro, q ue resultó ser escaso en Nica rag ua. De modo que el ún ico medio efectivo pa ra acumula r capita l, vino a ser la mano de obra del indígena. Así las cosas, se d ispuso fina lmente, que los indios de N i l21l Fernández, León. 1 8 8 1 - 1 9 0 7 , V l : 3 7 .

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coya y del á rea del Golfo, quedasen a l servicio de los ve­ cinos de León de N ica ragua; fue Pedra rias Dávi la, quien a pa rti r del año de 1 528 pasó a ser gobernador de N ica ra­ gua, el principa l encomendero de N i coya , y l uego, por supuesto lo fue Rodrigo de Contreras, su yerno. Ante tan poderosos intereses, se justificaba plenamente la no repo­ blación de Bruselas, pues ello pla ntea ría de inmediato la pérd ida de las encomiendas del gobernador. Desde esta perspectiva , l legamos a expl ica r las razones que fina l mente impidieron la existencia posterior de Bru­ selas. Se prefi rió anteponer los i ntereses p rivados a los po l ítico-colonizadores que justificaban su existencia. Esta a fina l de cuenta s pa rece ser la razón más determina nte, q ue h izo que dentro del Golfo de N icoya, a unque se jus­ tifica ra y convin iese un centro permanente de a sentam iento de los espa ñoles, no se ma ntuviese, para de esta manera satisfacer los intereses persona les del gobernador, pa rte in­ teresada por los beneficios que podía deriva r de esta si­ tuación. De esta manera podemos nosotros l lega r a comprender q ue los móvi les que l levaron a Francisco Hernández a esta ­ blecer en el Golfo a la v i l l a de Bruselas, esta ban plena mente justificados. H abría a la vez que a g rega r que este fraca so fundaciona l no debe achacársele a él, sino a otros i ntere­ ses que surg ieron con posterioridad. De manera que la efímera existencia de Bruselas no viene a ser el reflejo de un desacierto fundaciona l, sino de las c i rcunstancias que l leva ron a la misma a desempeña r u n papel conflictivo co­ mo zona de tensión. Concluimos en considera r g loba l mente l as fundaciones de Fra ncisco Hernández, como el fruto de un acierto en la escogencia de los luga res pa ra las ciudades establecidas. La serie de factores posteriores l imitaron las 1 54

posibil idades de creac1on de un hinterland a d ecuado pa ra León; Granada con ta rdanza, pudo l lega r a adquirir las funciones previstas en el acto de la escogencia del sitio pa ra el la; Bruselas, en la línea de fricción y frente a intereses personales, sucumbió, pese a las ventajas g eográfica s en la función de relación entre una vía terrestre y otra ma rí­ tima. En cierto modo, el papel que le correspondía rea l iza r a Bruselas, h u bo de desempeña rlo d u rante todo el régimen colonia l por N icoya , la otra a lternativa que viene a proba r la justificación de Bruselas. Las conclusiones genera les que podemos saca r de este enfoque de con junto acerca de las fundaciones de Fra ncisco Hernández de Córdoba en N ica ragua, son de m ucho inte­ rés. Hemos pod ido ver como a ojos de los españoles, la existencia de una comun idad u rbana fue cosa necesa ria pa ra el g rupo conquistador. E l adven im iento de las m is­ mas vino a plantea r de hecho, una fundación legal q ue el iminaba incluso el derecho previamente adqui rido, por qu ienes habían sido sus descubridores. Hay pues evidente, un móvi l jurídico- lega l de g ran trascendenc i a ante las pre­ tensiones de Gil Gonzá lez Dávi la. Del icado problema en estos actos fundaciona les, vino a ser el poder transforma r d ichos centros en verdaderos órganos de las funciones eco­ nómica s, socia les y pol íticas que cabía es pera r de el los. En el momento orig ina l de su fundación, estos pueblos cabe decir, son poblados a rtificiales, dado que ca recen de fun ­ ciones específicas, aunque s u s fundadores aspiran a que pronto puedan conseg u i rlas. L a perfecta regula ridad de su plan o origina l , revela q u e dicho centro ha bía sido fun ­ dado conforme a u n p l a n anticipado. Cabe agrega r que desde esta perspectiva h istórica en que hemos querido ver el adven im iento de estas tres ci udades, podemos l lega r a considera rlas, no sólo como un hecho episódico dentro del 1 55

fenómeno de la penetración hispán ica en suelo de N ica ra­ gua, sino como parte de un p roceso más trascendente. En efecto, el papel histórico que León y Granada estaban l la­ madas a desempeña r, sobrepasa ciertamente los a lcances mismos que sus propios fundadores pud ieron l lega r a p re­ ver. Un conocimiento más a fondo de las m ismas, deberá necesa ria mente l leva rnos a detectar en estas funciones, los o rígenes sociales, económ icos, políticos y cultura les de N i ­ ca ragua. Si en sus orígenes, el las funcionan más bien como centros de segu ridad ante los peli gros potenciales de una fuerte a gresión de l os recién sometidos indígenas, más tarde i rá n enriqueciendo su ca rácter, conforme su estructura se h ace más sól ida como consecuencia de la dinámica que le có­ mun ican a ta les centros sus mi smos pobladores. En el caso de las ci udades de N ica ragua fundadas por Hernández de Córdoba, ciertamente i remos a encontra r en su la rgo desen­ volvimiento h i stórico, todos los elementos clarificadores, que expl ican a las claras la coyuntura que ha l levado a sus pobladores a model a r u na nación . De la existencia de una comun idad u rbana, fue posible l lega r con el paso de los sig los a una comunidad naciona l. E l día en que nacen las ciudades, comienza la existencia real de la N ica ragua q ue hoy conocemos.

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V La o b rade Hernán de zde C ó r do ba La conquista y colonización de N icaragua, ciertam ente una auténtica prolongación de la que se originó en Pa n a­ má y en la rea l idad, l a primera a va nzada en firm e sobre el mar de Núñez de Ba lboa, representa en con secuencia una nueva dimensión espacia l del p roceso colonizador h is­ pano en el Nuevo Mundo. Sus protagon istas principales debieron ser necesa riamen­ te gentes que, o encontraban en ello n uevas oportun idades de ascenso, o aspira ba n a h acer ca rrera que les con du jera a la obtención de bien es y p restig io, fundamenta les en el espíritu de la época. E r a p or lo común la fuerza de l a ju­ ventud, la que model a ba ta l proceso de expa nsión. " El hecho d e l a Conqu ista es colectivo, tarea d e m a sa s , a u n ­ q ue tenga mos s i e m pre q u e a c a b a r e n l a u n idad h o m b re " ( 1 ) ,

nos d ice Morales Padrón. La fuerza expansiva del g ru po espa ñol, estimu lada por los beneficios que podía deriva r de las capitulaciones o contratos empresa ria les, h echas por el Rey o en su nombre, o por la honra y fam a que podrían con seg u i r, caso de que e l éxito acompañase l a e mp resa, l leva ría a l g rupo conqu i stador con sus empeños, a obtener el máximo de beneficios posibles. ( 1 ) Morales Padrón, Francisco: 1 95 5 : 7 0 .

1 57

En l a s empresas de conquista se invirti ó mucho dinero pa rticu l a r, se contrajeron numerosas deudas, compa rtidas con frecuencia a l través de asociaciones o compañía s de tipo comandita rio, que a menudo era la fórmula que faci­ l itaba e l consegu i r el privi leg i o de la l icencia exped i ciona ria . Así suced ió ta mbién en el caso de N ica ragua , en que fueron va rios de los más a l legados al poderoso Pedra rias Dávi la , los q u e j unto con é l , financia ro n esta empresa económi ca, impon iendo sus criterios y buscando el resgua rdo de i nte­ reses y beneficios en forma directa. Sin caer en e l o lvido de quienes integ ra ba n el g rupo conqu i stador, debemos reco noce r la rel evante función ju­ gada en las empresas d e con quista por el caud i l lo, en pa rticu l a r el capitán de conqui sta . Era sobre él que recaía en mayor g rado la responsab i l id ad de la empresa , tanto por los poderes que a l respecto ha bía recibido, como por el g rado d eterminativo que tenía n sus decisio nes, l a s que con toda fac i l idad podían l leva r a l éxito o fracaso de la em­ presa . Por los deta l les que h emos pod ido conocer acerca de F rancisco Hernández, inclusive la s c i rcunstan cias de su nom­ bram iento y las visicitudes ocu rrida s en el desempeño de su ca rg o en N ica ragua, h asta co ncl u i r con los hechos l igad os a su p ropia muerte, hemos l leg ado a la concl us ión de que l a función que l e tocó desemp e ña r, gua rdadas las lóg ica s distancias y ci rcunstancias, cabe ser hoy compa rada con la d e un gerente de empresa no m b rado por los princi pa l es accion i stas. R efleja más este esp í ritu que la otra form a que cab ría espera r, como sería l a de expresión del senti­ m iento colectivo del g rupo q u e pa rticipaba en esta jornada . F rente a l l im itado conocim ien to q u e a l través de l a d ocu ­ mentación hemos pod ido adqui r i r sobre el capitán de con­ q u ista en N ica ragua, es posibl e a d emás, a ve oturar u n j u i 1 58

cio, atrevido quizás, pero que es a l que hemos l legado por convencim iento. Es el de que, pese a la rápida ca rrera de ascensos que había experimentado este ca pitá n desde su l legada a Casti l la del Oro, había " a lgo" en su persona que no term inaba por satisfacer, a ju icio de qu ienes le rodea­ ban. ¿Qué era el lo? al

Francisco Hernández, cap itán d e conquista

Sabemos hoy, que muchos de los conqu i stadores que l le­ garon a a lcanza r notoria distinción en la conquista de Amé · rica, solían en Espa ña pertenecer a capas socia les de escasa releva ncia . A menudo se debe a esta razón, que hubiesen decidido hacer abandono de la península, para traslada rse al Nuevo Mundo para busca r obten er la superación de su status, para ven i r "a va ler más". Y el med io de conse­ guirlo, era en especia l , mediante la posibil idad de acumu­ lar a lguna fortuna, que era la l lave pa ra todo progreso. A este respecto nos dice Lefaye q ue: "la fortuna es, e n genera l , e l corol a ri o d e l a g l oria, l a con­ secuencia de l a h o n ra; n o tiene el luga r d e l a fa m a , pero es s u seña l externa y su sostén . Un hom bre de honra, es decir, cuidadoso d e s u reputación y beneficia rio d e las m e rcedes rea les (títu los y rentas), debe ser d i s pe nd ioso d e m a n era l i ­ bera l l2l .

De a l l í que quien aspira ra a l legara a ser señor, no sólo debía busca r acumular capita l y poder, sino que debía gasta rlo conforme a sus aspiraciones de hombre de honra . Las jornadas bél icas e incursiones e n pos del oro en Tierra Firme, sirvieron en el caso de Fra ncisco Hernánde:.:, l" l lafaye, Jacques. 1 97 0 : 1 07 .

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pa ra que éste consiguiera el prestigio necesario pa ra em­ pezar a va ler, de modo que sus p roezas en el ca mpo de las armas, le empeza ron a abrir las puertas del respeto y del honor, dado que los hombres de su tiempo pensa ban con Cabrera de Córdoba, que " la sangre vertida va l e más que l a heredada" . Las personas que conocieron a l conquistador de Nicara­ gua, como es el caso, por ejemplo, de Fernández de Oviedo, le l laman senci l l amente F rancisco Hernández, así a secas. En Oviedo inclusive hay i ndicios evidentes de que le tenía en menos, lo que tácitamente viene a ser indicativo del origen plebeyo de este ca pitán. Nuestro personaje no per­ teneció ni siquiera a la clase de h i da lgos segundones o pobres que a menudo pasa ron a América pa ra h u i r de la marg i nación socia l de la península o pa ra conseg u i r mayor bril lo a sus b lasones. Oviedo sin confesa rlo clara mente, pa rece tener a Fra ncisco Hernández como advenedizo, como indigno de los cargos y funciones que estaba desempeña n­ do, por ca recer del g rado de nobleza que según él debía tener todo aquél que desempeñara posiciones de relevancia en la conquista. A esta causa ,es posible atribuir el olím­ pico desi nterés y neg l igente indiferencia que como historia­ dor no debía mostra r, cuando s e trata de los hechos de la conquista de N ica ragua y de l ciclo fundaciona l de ciudades, que promovió d icho capitá n. No h a l lamos otra expl icación q ue nos satisfaga en este caso, pa ra justificar las sensibles omisiones en que i ncurre Oviedo en el caso de Nica ragua, de sus g ra ndes problemas h i stóricos de l a conquista y de la cronolog ía del ciclo fundaciona l . Berna l Díaz del Casti l lo es otro que aunque con frecuencia habla de los conquista­ dores y refiere su condición de " hombre muy noble", o de " h i joda lgos" o térmi nos s i m i la res, pa ra referi rse a los q ue aquí vinieron, a l referirse a Fra ncisco Hernández ca l la esta cond ición, lo que viene en nuestro respaldo. 1 60

De este modo hemos pod ido l lega r a l convencimiento de que las gentes de su tiempo, pudieron tener a este capitá n como hombre va l iente y ducho e n las entradas y guerras contra los ind ios en Tierra Fi rme, pero ma rcado pa ra siem­ pre por el sino de su origen soci al, nada relevante. Sobre este tópico, todavía hay a lgo i mportante que te­ nemos que agrega r. En el a l a rde h echo en la ciudad de Panamá el 25 de octubre de 1 5 1 9, que sirvió de base a los repartimientos de indios en ella, prácticamente todos, con la excepción de Francisco Hernández, ind ican el lugar de origen en Espa ña l 3 l . ¿Por qué este si lencio de quien en aquellos instantes era precisamente figu ra relevante por ser a lcalde ordina rio de la ciudad y capitán de la guardia de Ped ra rias? La ún ica expl icación que cabe, es la de q ue de propósito busca ba ocu lta rlo, ya que su releva ncia en aquel los momentos no armon izaba en forma satisfactoria con sus orígenes socia les pen insula res. Si la situación hu­ biese sido opuesto, no hay duda de que no la habría ca l la­ do, como lo h izo. I ncluso ello nos l leva forma l mente a pen­ sar si cierta mente e l Francisco Hernández oriundo de Ca bra que citan los catá l ogos de pasa jeros a I nd ia s ese m ismo año en que él debió ven i r al Nuevo Mundo, es en verdad nuestro personaje. En efecto, nada peor que el nombre de esta población, pa ra relacionarla con las despectiva s formas a sociadas a l macho cabrío, de modo que nada me­ jor que ca l l a r todo o procu ra r al menos que la gente lo ignorase. Debió haber muchos hombres como Francisco Hernán­ dez, que se sintieran con los legítimos derechos a aspirar a conseguir por su propio va ler, e l respeto y adm iración, 13) Góngora, Mario. 1 96 2 : 7 0 .

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por sus proezas, méritos y serv1c1os persona les, adqui ridos en la m ú ltiples ernpresas en que pudo pa rticipar en forma relevante. En otras pa labras, que hombres como éstos sen­ tían que habían ganado legítimamente el derecho a l respeto e incluso a l ennoblecimiento, que en casos semejantes, se solía dar en España. Aun cuando en Espa ña no hubiesen podido l ibra rse en ci rcunstancias n orma les de su origen vil lano, por su espíritu, e l conquistador, en el juego de la g uerra, la transformación socia l , su a scenso, habían sido ganados con su propia sangre y esfuerzo. La Corona rehusó siempre reconocer en América este tipo de nobleza adquirida en las luchas de conquista, a unque q u ienes aquí se ha l laban, aspiraban firmemente a conse­ g u i rlo. Cuando más cedió, fue pa ra que se l l egara a un forma l reconocimiento de ella, vá l ida u nicamente en el Nuevo Mundo. Esta debió en consecuencia ser la situación de Fra ncisco Hernández, ignorado en su va lor por quienes ostenta ba n con orgu l lo blasones o títulos de nobleza . Hasta el mismo Juan Ruíz de Alarcón , h idalgo mexica no que como dice Durand era rico en entendimiento pero po­ bre en las dos fortunas, la de la suerte y la del d inero, acon­ seja en tono severo: " N o trueq ues a d i nero la nobleza; que ésa h a d e ser e n u n hida lgo pecho ú ltima a pelación de la pobreza " (4)

Con ese mismo criterio, debieron juzg a r a Francisco Her­ n ández sus compa ñeros, de modo que hasta pareciera bas­ tante probable que su sino h u biese quedado ma rcado, por esa mancha indeleble de su ba jo origen social.

1 1 1 Durand, José. 1 95 3, 1 : 66.

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Mas como existen a l menos dos documentos emanados por la Corona , en que se le menciona con el nombre de Francisco Hernández de Córdoba en 1 526, el los caben ser ten idos como una expresa voluntad del Rey de reconocer los mé ritos y servicios prestados a su favor, dándole la condición relevante socia l , a que aspiraba. En otras pa­ labras, que dichos documentos caben ser ten idos como la decidida voluntad del Rey a darle jera rquía y va ler social a qu ien tantos empeños había puesto al servi rle con esme­ ro y dedicación en el Nuevo Mundo. Creemos incl uso que a unque posiblemente Fra ncisco Her­ nández no a lcanzó a conocer d ichas cédulas rea les, de hecho ganó el derecho que le ha reconocido la posteridad, de nombra rle Hernández de Córdoba, como se le recuerda hasta en la actual idad. Frente a la actitud ciertamente despectiva y de un querer ignora rle por sus orígenes sociales nada releva ntes, que pa rece haber predominado en su época, la posteridad, que ha sabido reconocer lo que su esfuerzo significó en pa rticular para N icaragua, ha sabido acoger la actitud real, y por ello a l consagrar le en la h i storia le ha segu ido nombrando, porque a sí lo q u i so el Rey, como Hernández de Córdoba . Desde la perspectiva que nos brinda la h i storia, debemos tener y considera r a Francisco Hernández, como a l ca pitá n de conq uista, con las ca racterísticas que sobre el m ismo fija y establece con severa cla ridad y g ran acierto, el h is­ to riador chileno Néstor Meza , en un i ncisivo estud io l"l . El ca pitán de conqu i sta es el personaje de mayor rele­ van cia en la empresa , y aunque en e l caso de Herná ndez de Córd oba es cierta mente breve y efímero el poder que f•) Meza V i l l a lobos, Néstor. l 9 3 7 .

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tiene en Nica ragua, su obra de conq uista y los fundamentos urbanos que l lega a esta blecer, le sobreviven, aun cuando nos sea difíci l nombra rle colon izador. E l capitán de con­ quista , casua l mente por corresponder a un período más bien corto dentro del proceso g loba l de las empresas que condu jeron a hacer del Nuevo Mundo una parte integra l de un vasto imperio colon ial, es e l representativo, nada abun­ da nte, de una apreciable fuerza expansiva ba jo el a l iento h ispán ico. Con frecuencia, además, el capitán se torna en colono, en señor de la tierra y amo de esclavos e indios de encomienda . Faltó el tiempo pa ra que Francisco Her­ nández pudiera l lega r a ser plenamente esto otro, de modo que a l perfi larlo en la h istoria, mantiene sobre cua lquiera otra condición, su ca rácter de cap itán de conquista. Por estas mismas razones también es que la biog rafía del capitán de conqu ista viene a d i l u i rse en forma muy di­ recta con la de su propia hueste, de manera que la des­ cripción en deta l le de sus empresas, viene a confundirse con la de su g rupo conqu istador. La tarea i ndividua l , pese a l hecho d e ser relevante, por ser e l capitán s u ada lid más notorio, desapa rece ante e l espíritu de cuerpo que es el que a n ima la dinámica g l oba l . E s seguro también que es en l a acción, donde e l capitán de conquista h a l la la oportun idad para l lega r a ser é l mis­ mo en su más auténtico y profundo g rado de rea l idad. El momento debió además, ser propicio pa ra la rea l ización consciente y reflexiva, pa ra acometer las tareas conforme a su propio ca rácter y a su singu lar personal idad. Sin emba rgo, a l ap roxima rnos a Hernández de Córdoba , su s i lueta pa rece elud i r la historia, y en los momentos de su máxima g randeza y poder, en la aventura de N icaragua, en que qu isiéramos profundiza r más y conocer con mayor 1 64

plen itud su pensa miento e inquietudes, no, no podemos ha l la r el asidero necesario de fuentes y testi mon ios que nos conduzcan al conocimiento a n helado. ¿Dónde ha l la r sus testimonios y ca rtas d e relación que nos permitan pe­ netra r lo más recóndito de su pensa m iento? ¿Qué suerte corrieron sus ca rtas de relación a Pedrarias o a la Audien­ cia de Santo Dom i ngo, o al m ismo Rey? Sól o tenemos co­ nocimiento indirecto de una , sin duda la más i m portante, y es la q ue en a b r i l de 1 525 escri bió a l Rey Pedra rias Dá­ vi la, en la que da cuenta de las empresas de su ca pitán en N ica ragua. Se puede a través de e l la obtener mucha luz sobre d iversas materias, como ya lo habremos de rea­ l iza r en las pág inas siguientes, pero por desg racia qu ien nos la sum i n i stra habría de ser además su verdugo. La rea l idad de estos hechos, justifica n o qu izás más bien obl igan a que d ebamos rea l iza r una serie de consideracio­ nes generales sobre el asunto, con el propósito de poder l lega r a establecer algunas conclusiones cla rificadoras. La primera consideración con la que tendremos que a rran ­ ca r, e s la de que pocas veces e s posible encontra rse con un conocimiento tan l i mitado sobre un persona je relevante de la conqu ista, como en nuestro caso. Esto expl ica el hecho de que i n c luso hasta la fecha, no exista ningún es­ fuerzo anterior, que tendiera a dar un enfoque g loba l a la biog rafía de este conqu istador. Es decir, que el mismo ca­ pitán de conqu i sta pa rece haber mostrado muy poca preo­ cupación por conformar a l través de ca rta s y otros testi­ monios de su v i da, e l interés que sus hechos persona les habrían de merecerle a l a posteridad. Casi hasta nos atre­ veríamos a afi rma r que, preocupado por la acción y el vivir-desviviéndose propio del h i spán ico, h izo caso omiso a esta otra necesidad de comun ica r sus experiencias, propio de 1 65

qu ienes aspiran a ganar vanaglorias, o a l menos a conse­ g u i r un puesto más claro en las pág i nas de la historia. Y no podemos afi rma r q ue ca reciera de a spiraciones y deseos de a lcanzar posiciones más elevadas, pero resulta evidente que su preocupación por hacer, le l levó a olvida rse de co­ mun icar lo hecho, que sirve de a sidero a l i nvestigador del pasado. El ún ico modo de acerca rnos en forma más d i recta a su propio pensamiento, nos lo brinda Pedrarias Dávi la, en su carta de abri l de 1 525, que es a la vez el testimonio más inmed iato y d i recto, para a dq u i ri r un más claro conoci­ m iento de los hechos ocurridos en N icaragua con Francisco Hernández. En d icha m i siva , ciertamente Pedra rias lo que hace es transcribir textua lmente y en ocasiones g losa r a lgu­ nas de las frases del propio Hernández. De este modo, la riqueza y especificidad del documento, son virtud de Her­ nández de Córdoba y no de Pedrarias, aun cuando sea él qu ien la suscribe. bl

La realidad de

un

territorio

Una de las pri meras concl usiones a que se puede l lega r, tras la lectura de la ca rta de Ped rarias que hemos venido comentando, es la de q uien la redactó, tenía ya una clara y muy precisa idea de la geog rafía del territorio en des­ cripción. Así, a l habla rnos de la vi l la de Bruselas, dentro del Gol­ fo de Nicoya, l lega a expresa r q ue, " e ste pueblo está enmedio de toda la g e nte de a q u e l l a s pro· vincias, es muy buena com a rca, tiene buenas a g u a s y a i res e m o nteria e pesqueria e n cantidad, es l a tierra fructifera

1 66

y de buenas huertas y a p ropósito de p a n de la tie rra que l leva e n a b u nd a nci a " 161 .

En la misma forma, a l entra r a hacer menc1on a la zona de la ciudad de Granada, es deci r a la provincia nombrada por los indios de Nequecheri, nos agrega además: " es l a tierra h a sta a q u í poblada y a b u ndosa, e n esta p ro­ vincia hay mas term i no d e tres leguas d e poblado . . . tiene e n su coma rca ha sta ocho mil veci nos natu ra l es d e l a tierra , e tiene m u y buenos ríos y huertos y pesquerías y materia les, está ribera d e l a m a r du lce . . . E n l a p rovincia d e N icaragua no se h izo pueblo porque e l l a es e n s i g ra nd e , y esta e n el principio d e l a tierra , e no hubo necesidad d e pobl a r a l l í " ( 7 ) .

De seguido, pasa a agrega rnos otros deta l les d e impor­ tancia, al deci rnos que " De l a d icha n ueva Gra nada ba j a mos a l a p rovincia de l m a ­ bite, q ueda e n m e d i o . . . l a p rovincia d e Ma saya , que e s g r a n d e p rovincia y m uy poblada; y l a provincia d e Enderi ( N i n d i rí) y Managua, cabe esta p rovincia d e Ma saya s a l e una boca d e fuego muy g ra nde, q ue jamás cesa de a rder, y d e noche pa rece q u e toca e n e l cielo d e l g ra nd e fuego q ue es, y se ve 1 5 leguas com o de d ía " 18! .

La actividad volcá n ica en Nica ragua en tiempos de Fra n ­ cisco Hernández, debió ser extraord ina ria . N o d e otro modo se entiende la anterior descripción, ni menos lo que na rra a l referirse a la ciudad de León, en donde a l hablar del volcán Momotombo, aunque sin darle su nombre, expresa : " ca be esta ciudad de León esta otro cerro muy a lto, y por encima de l a corona sale del fuego, q ue se ve a la c l a ra d e 16) Vega Bolaños, Andrés. 1 95 4 - 5 7 , 1 : 1 2 8 - 1 2 9 . I ')

Op. c i t . , 1 : 1 2 9 .

¡s¡

I bídem.

1 67

d i a e de noche por ci nco bocas a la redonda de este cerro hay muy g ra nd e cantidad d e piedra s d e azufre, toda esta tierra es muy l la na e hay en e l l a muy g ra ndes ríos; e n a l gunas pa rtes hay fa lta d e agua a lg u nos d e estos r i o s esta n muy ca l ientes q ue a penas los pueden pasa r por e l ca l o r del agua, e hay u na fuente que a l a conti nua yerbe ta nto q u e e n meti endo u n ave o otra cosa cruda sa l e cocida i nconti­ n ente, y si l a q u i eren asar a l a ca l o r d e l a g ua se asa p res­ ta mente " !9l .

Las fuerzas de la natura leza, han causado en quien es­ cribe este testimon io, una enorme impresión , de manera q ue no se pueden deja r de mencionar estos hechos, que hacen del territorio de Nica ragua una extraord inaria y singu lar tierra de contrastes dignos de ser comunicados. Al trata r sobre la zona l acustre, a más de referir la ex­ ploración hecha en un berga ntín a rmado que anduvo dentro de é l , nos agrega que " l a mar du lce son dos boca s, y l a u na tiene tre i nta leguas de a ncho, e d e l a u na a l a otra h a y u n estrecho por d o se sa n g ra e enmedio d e estas dos bocas esta una laguna peq ueña, hay rio por d onde s a n g ra por el cua l n o pudo i r e l berga ntín porq ue es d e muchas p iedras y va muy recio y tiene dos muy g ra ndes sa lta deros . . . Por med io d e esta tierra, fue otro Capita n con gente 80 leguas y h a l ló la tierra muy poblada, e hay muy g ra ndes a rboles de s a nd a l o ce­ trino e d e cedros y p i n os e d e robles e q uexigos e a l corno­ q ues e n g ra nd e cantidad y de l os pi nos se ha h echo y h ace m ucha pez" ( 1 °).

En esta ú ltima frase, el autor pa rece esta rse refi riendo a una importante exped ición que por otros documentos nos (9)

ibídem.

(lO J I b ídem.

1 68

resulta ser entera mente desconocida, q ue debió recorrer la reg ión de Chontales y posiblemente l lega r hasta la Nueva Segovia, donde se h a l la la frontera fitogeográfica de los pinos, en su ava nzad a hacia el sur. En la m isma ca rta se a lude a otros h echos de importan­ cia que se relacionan con la presencia de otros g rupos de espa ñoles proven ientes del norte, que en la zona del Golfo de Fonseca, condujeron a l hal lazgo de pruebas del paso por a l l í, de gentes de Pedro de Alvarado. Se a lude ta m­ bién a Toreba, que pa rece haberse ha l lado en esta misma zona, y que fue el lugar hasta donde Gi l Gonzá lez Dávi la y su gente, se encontró con la de Hernando de Soto, qu ien sufrió el despojo por los primeros, de cerca de ciento trei nta m i l pesos. Como le acompa ña ron en la expedición va rios rel igiosos, la m isiva no puede deja r de mencionar los esfuerzos rea l i­ zados por el los con e l propósito de conseg u i r la conversión al cristianismo de los natu ra les. Por e llo habla dicha ca rta de haber conseg u ido la conversión "a n uestra Sa nta Fe cató l ica d e s u p ro p i a vol u ntad m á s d e cuatrocientos m i l á ni m a s e conti n u a m e nte v i e n e n a d e ­ m a n d a r bautismo . . . ".

Se l lega a agrega r la vehemencia con que a lgunos aco­ gieron la nueva rel ig ión, prueba indiscutible de lo que ellos juzgaba n una auténtica conversión a l cristianismo. Final mente, en una pa rte de esta ya tantas veces citada carta, nos encontra mos con que se expresa haber " enviado a busca r m i n a s d e o r o a la m a r del Norte, y tiénese por cierto q ue l a s hay; y p a ra el oro que tiene h a -

1 69

b i d o y para l o d e m á s q u e a d e l a nte h u b i eren y sacaren de las m i n a s m e e nv i a n a ped i r fund icion l a cua l l e enviare lo mas p resto q u e s e r pued a " !11 l .

Se cierra la comu n icación con una promesa d e riqueza , que tanto venía a a l enta r y justifica r la rea l ización de este tipo de empresas d e conquista . E l lo a l entaba a todos los á n i mos y contribuía a ser la mejor justificación que se podía da r, ya que el meta l del oro tenía todas las vi rtudes nece­ sa rias para resolver los obstácu l os y dificu ltades, y para con seg u i r toda cla se de favores de funciona rios y a uto­ ridades. E xa minada esta ca rta en su con junto, ciertamente que podemos dec i r que hay en ella el acopio de las mayores experiencias que se habían vivido en la empresa de con­ q u i sta r N ica ragua. Se trata de una elaborada síntesis, que nos p resenta una v isión g loba l del proceso. Esta ci rcuns­ tancia precisa , nos persuade que Francisco H ernández ha­ bía sido anteriormen te, demasiado parco, si no absoluta­ mente en comuni ca ciones hacia Ped rarias, prácticamente desde las primera s exploraciones de este territorio. Pero hay en esta misiva un deta l le adiciona l , que podría m u y bien servi rnos pa ra expl ica r la razón por la cua l los documentos de Fra ncisco Hernández vienen a ser tan esca­ sos y desconocidos. En efecto, a l hablar de los sucesos l ig a dos a G i l Gonzá l ez, nos expresa que sobre el lo, " m e e nvió e l d i cho m i Teniente u n a proba nza cerrada y se­ l la d a , e l tra s l a d o d e l a cua l le envio a V . M . sig nado e me q ueda e l orig i n a l por l a mala tinta d e que v i n o escrita, po r

(11)

Op. cit., p. l 3.1 .

1 70

(q l,le) podría ser que yendo tanto camino cuando a l l á fuera no se pvdi e ra leer" (12! .

Hemos expresado refréradas veces que los papeles rela­ tivos a la expedición de Hernóridez de Córdoba a Nica ra­ gua, son escasos, pero lo son aun más, los escritos de este capitán de conquista, a tal g rado q ue el q ue hemos g losado, viene a ser el ún ico conocido, pero por una vía indi recta. Sobre esta circunstancia n os a m pa ramos pa ra l lega r a afir­ ma r que Fra ncisco H ernández fue demasiado parco a l escribir, y que ello se debió quizás · a s u imperfecta educa­ _ tión que tuvo, co.mo resul tado de pertenecer a un sector socia l nada relevante en la pen ínsula. Desde el punto de vista táctico, era de m ucha importan­ cia en l a época de l a conquisto, e l poder ser bastante pro­ l ijo en las cartas de relación, acerca de l o· que se hacía, en especia l cuando se escri bía a l rey, ya que podían deriva rse de e l l o muy buenos frutos. Quizás el p roblema fue que, para poder hacerlo, l a correspondencia tenía que remitirse a Panamá, donde Pedrarias podía e jercer roles de control , qúe l im itaban estas posi b i l idades. El hecho de haber or­ denado abrir una p robanza cerrada que i ba d i rigida a l Rey, a l egando para e l lo l a mal tinta en que i ba escrita, es ya un ind icativo a l respecto; Cudndo Hernández pudo escribir a Santo Domingo, a la A_u diencia por la vía de Honduras, fue en el m ismo momento de las casuales rela­ ciones con la gente de Cortés, de modo que, aunque no consta que escribiese, s i l o h izo, tales m isivas se perdieron, de modo que n ingún coetá neo suyo a lude a otra carta, más que l a que hemos venido comentando. ·

·

Estas c i rcunstancias g loba l es, constituyen hoy un . factor total mente adverso a l as posibil idades de estudiar, más a (12)

Op. cit. , p. l 30.

1 7.1

fondo de lo que lo hemos hecho, a este personaje clave de la historia de N ica ragua. Hay pues una ba rrera que se opone a todo intento de traspasa r l os límites en que hasta el momento nosotros mismos nos hemos tenido que fijar en este trabajo. Aun ante todas estas d ificu ltades en cuanto al conoci­ m iento h istórico, somos de los convencidos que Fra ncisco Hernández tuvo clara noción de l a trascendencia de sus descubrim ientos y empresas, como para busca r con la co­ mun icación correspondiente, conseg u i r mayores beneficios en el futuro. La ca rta que d i rigió a Ped rarias, por los de­ ta l les que nos deja entrever, todos ta n interesantes, son una prueba irrefutable en favor de nuestra a rgumentación . Mas, el hecho de que una ca rta tan sign ificativa como ésta, fuese d i rigida a Pedra rias y no a l Rey, viene a nuestro juicio a testi mon iar el espíritu de fidelidad que a n imaba a este ca­ pitán frente a Pedrarias, que no com pagina con los hechos posteriores. La oportun idad de una conqu i sta , era prop1c1a pa ra es­ ca lar i mportantes peldaños, sobre todo cuando en e l la se iba como capitán. La responsab i l idad inherente a d icho ca rgo, tenía necesa ria mente que ser g ra nde, pues no era cua lqu iera la persona a la que se encomendaba esta fun­ ción, dada la complej idad y responsabi l idad de la m isma. Entre los elementos impresci ndibles para e l ca rgo, se h a l la­ ban la capacidad de mando, la habil idad con que se podían manejar los hombres y e l acierto con que se los d i rigía en los momentos de l ibra r las bata l las, clave pa ra el éxito frente a los indígenas. De estas dotes debió abundar Francisco Herná ndez, pues no de otro modo habría pod ido abri rse paso, tanto en Tie­ rra Fi rme como en N ica ragua. Y desde este sentido, es que 1 72

ta mb ién podemos l lega r a creer que la mejor ratificación se h a l l a en los logros concretos de su ta rea en Nica ragua, que no puede ser ca l ificada como fracasada, sino más bien como inacabada, por la breve etapa que le tocó cubri r en la historia de esta aventu ra. En estos acontecimientos, es posible además ha l la r de manifiesto la fuerza con que actúan a menudo las ambi­ ciones y los intereses de otros ind ividuos, que pa ra conse­ gu i r elevarse, recurren a menudo a la intriga o la terg iver­ sación de los hechos, siempre que los m ismos puedan ser canal izados en su favor. En la h i storia de América es po­ sible encontra r muchos otros ejemplos, que nos perm iten percata rnos de que este tipo de interés siempre ha estado en juego, y que a menudo consiguió triunfa r, pa ra favorecer a unos y perjudica r a otros, sin toma r en consideración los alcances a que ta les fa l sedades podían l leva r. El caso de Francisco Hernández y su trágico fina l , viene a ser un tes­ timonio que debe a g rega rse a otros muchos de la m isma jaez, que refleja en forma viva las pasiones e intereses de estos hombres de la conquista. La pasión m isma entu rbia a menudo la v1s1on h istórica de la rea l idad objetiva , y es casua lmente en esta s empresas de conquista , cuando se confunden sus capitanes con sus propios soldados, cuando las dificu ltades por escla recer cierto s enigmas, se hacen más y más difíci les, o a menudo imposibles de rea l iza r. Mas, a l través de la documentación que nos ha sido dable maneja r, nos pa rece cierto el juicio que preva leció tras su muerte, de que era un sujeto digno de m ejor suerte, en quien l a i ntriga se cegó, pa rc::t favorecer otros inte reses. En sus tareas como conquistador, Francisco Hernández debió hacer acopio de a lguna significativa suma de dinero, 1 73

q ue fue otro de los factores importantes que determinó la escogencia de su persona para la ta rea de N ica ragua. Den­ tro del sistema propio de su época, era imprescindible poder conta r con a l guna fortuna, a l legar para sí esclavos y peo­ nes para su servicio, que le d ieron auténtico señorío, base p ara todo tipo de ascenso, aun en el mando m i l ita r. Anteriormente creemos haber pod ido dejar cla ramente de manifiesto el ca rácter esencia l mente comercial y especu­ lativo de esta aventu ra. No es en modo a lguno que esta expedición sea muy di stinta en sentido y fina l idades a muchas otras de las q ue se rea l izaron en el N uevo Mundo, mas por la documentación que conocemos, consideramos que la m isma se nos presenta con más cla ridad en esta dimensión, que cualq u iera otra de las anteriormente co­ nocidas. Que el conquistador buscaba acu m u l a r fortuna para de este modo asegu ra r su futuro, es cosa que no vamos a poner en tela de duda. Mas considera r éste el ún ico móvi l que a n ima ra la rea l ización de las d iversas expediciones rea l i­ zadas, sería querer l lega r a simplifica r demasiado las cosas. En la rea l idad, fueron diversos los móviles que l leva ron a la rea l ización de este tipo de aventuras, no todos ligados estrictamente a i ntereses económicos. El español se sentía 'i n strumento de la Providencia y uno de sus esfuerzos con­ sistió en procu rar extender el Cristia n i smo, ta rea que a su ju icio no correspondía exclusivamente a los rel igiosos, sino a el los m i smos. Simplemente como i l ustración sobre lo a nteriormente afi rmado, podemos traer a colación aquí, la referencia que se cita en la propia ca rta de Pedra rias, a una experiencia singular que vino a forta lecer los án i mos del g rupo invo1 74

luc rado en esta aventura. ind ios,

Na rra a l lí que en un pueblo de

" q u i s i eron u na cruz de madera . . . que se les h a bía p uesto y nunca la pudieron quemar, y a s í m oría toda la g ente del pueblo de pesti lencia que n o q uedó n i n g ú n I nd io; e vis­ to este m i l a g ro los i nd ios com a rcanos e con otros m i lagros que h a n acaecido luego se v i n ieron a bautiza r y ped i r cru­ ces las cua les se les dan con la mayor solemnidad q u e se puede" l13 l .

Otras h i storias de ca rácter semejante, podrían traerse a cuento, pa ra reafi rma r la importancia del factor rel ig ioso en el proceso de pacificación o quizás mejor deci r, de do­ minación hispán ica sobre los indígenas. Desde la perspec­ tiva política, este hec;ho viene a tener a lca nces de g ran proyección, dado que los nexos entre pacificación y domi­ nación, debían en forma necesa ria repercuti r sobre las for­ mas políticas que se estaban consol ida ndo. Cuando se vino el proceso que condena ría a Francisco Hernández a la pena capita l , se l legó a acusa rle de q ue buscaba en distintas formas que se le l l egara a nombra r primer gobernador de Ni ca ragua. Pretender decir q ue no buscaba este ascenso, sería afi rma r una mentira , puesto que si se le había escog ido entre d iversos copita pa ra que ma rchase al frente de una exped ición, en económ ica cuya duración era de dos años,."l\C:ia�íd�� comienzo espera r que si la empresa cu l nol'll·nat:'fr.r cabía espera r la consag ración del má adoptando la nueva posición que se había Y.n;Jrfí'f'm,IArí nad o. Y esto, entre otras cosas, le ha bría . ra rse en forma definitiva de la tutela de Ped ra r'l ·

l13l

Op . cit., p. 1 3 1 .

1 75

.�-

.

El momento es oportuno pa ra pla ntearnos una pregunta clave en el a n á l isis de la empresa de Ni ca ragua. ¿Fueron los actos fundaciona les de Francisco Hernández, pa rte inte­ g ra l del plan esbozado desde el principio para pacifica r Nica ragua y conseg u i r la compañía q ue lo financiaba me­ jora r sus beneficios? Una lectura cuidadosa del contrato nos persuade de que lo que se busca ba en la empresa era i r a consegu i r oro y otras riquezas, pero no a colon iza r. Si en el mismo se habla de " pacifica r " , es más en el sentido ha bitual del térm ino, ta l como Ped rarias m ismo y sus lu­ ga rten ientes solían hacerlo. Es dec i r, tenía esta empresa más bien el ca rácter de una verdadera entrada, con el fin de " rescatar" oro, esclavizar indios y fina l mente constitu i r con el los un organ izado mercado. L a ci rcunstancia m isma de que al cabo de dos a ños, term ina ría d icha sociedad, es indicativa sobre el a sunto, dado q ue prueba intereses a corto plazo, y no un afán de permanente asentamiento. Esta conclusión, nos l leva a considera r que Fra ncisco Hernández rompió las bases fundamenta les del contrato que le l levó a N ica ragua, para darle una d i mensión a la aventu ra, de mayor trascendencia. En otras pa labras, que con las fundaciones de Ni ca ragua, se tendíc1 a disolver la sociedad pa ra convertirse la m isma en u n p royecto de co­ lon ización. La razón de esta mutación nos parece cla ra , puesto q u e obedecía a l hecho d e que, tras m á s d e un a ño de haberse dado inicio la empresa, eran cortos los beneficios en oro que se habían conseg uido, ya que N ica ragua no era la tierra abunda nte en meta les que se esperaba, a unque se encontró además que tenía una densa población indíge­ na. De esta manera se le planteó a Hernández de Córdoba la disyuntiva de ap rovechar la riqueza h umana, no sólo dando i n icio al comercio esclavo con Panamá, sino ap ro­ vechando la mano de obra a l l í m ismo, lo que de hecho le 1 76

l levó a la ocupac1on del suelo y a la pol ítica fundaciona l ya conocida. Mas, s i bien esto es el resultado de una rea­ l idad, de un espíritu práctico que no cabe censura r, su de­ cisión sign ificó un quebranto de las cláusulas del contrato. De manera que las tres ciudades fundada s por Francisco Hernández en N ica ragua, tuvieron entonces su razón de ser. Este criterio no debió ser compartido por Pedra rias, quien en sus actos mostró tener mayor preocupación por satisfacer sus aspi raciones más inmed iatas, que adoptar políticas de larga duración. Y no es que querramos neg a r a este sujeto facu ltades q u e i nnegablemente tuvo. Pedra­ rias era hombre de experiencia, de severa autoridad y energía. Mas cuando l legó el caso, no dudó en Tierra Fi rme en abandonar a Santa Ma ría del Darién y traslada rse a la recién fundada Panamá, cuando e l lo i ba en beneficio di recto a sus afa nes e intereses, coincidentes en este caso con la estrategia pol ítica. Pero en resumen, Pedra rias des­ truyó más que construyó, antepuso los criterios de su propia conven iencia, a las necesidades de una estrategia de con ­ quista y colon ización . Qu izá también es que los tiempos dema ndaba n severidad y rigor y él se a justó firmemente a el los. Pero aun así, lo subjetivo aflora fuertemente, ecl i p­ sando m ucho de los aspectos que la posteridad podría re­ conocerle, dados sus procedimientos. Cuando en abril de 1 525 supo Pedrarias en Panamá, de las fundaciones de Hernández de Córdoba, debió haberse in iciado con ello el proceso de recelo que cu l m i na ría diez meses más tarde con su sal ida hacia N i ca ragua para so­ meter a d icho capitá n . Pedra rias, que se veía amenazado por un ju icio de residencia que le era pel ig roso a sus inte­ reses, h a l ló que N ica ragua podía pa rcialmente resolvérse­ los, si se trasladaba hasta a l lá, como lo h izo en efecto, pese 1 77

a sus a ños y achaques. Hernández de Córdoba se le i ba de sus manos, no porque estuviera desa rrol lando una ac­ tividad contra Pedra rias, sino por el hecho de haberse constituído aquél en fundador, dentro de un territorio su­ ficientemente distante de Tierra F i rme como pa ra justifica r la separación. Si h ubo i ntrigas dentro del g rupo conqu is­ tador, estas no habrían sido suficientes s i Pedrarias no h u ­ biese estado interesado a s u vez e n hacerlas pa recer ver­ dadera s, dado que le convenía n . Desde esta perspectiva , nos i nteresa a hora consegu i r l lega r a lo q u e buscamos demostra r, y e s q u e Francisco Hernández fue el creador de la política fundacion al, que dio base a la formación de Ni ca ragua, al través de la po­ l ítica de establecer ciudades, por él desarrol lada. No ac­ tuó siguiendo instrucciones, puesto que pa ra funda r no las tenía, de manera que pa ra hacer q ue la empresa económica no fracasa ra por la fa lta de riquezas meta l íferas, la tra ns­ formó en empresa colonizadora . En la conquista de N icaragua, Francisco Hernández re­ presenta el pa pel de la persona l lamada a l magno acto de la defin ición de un territorio, que necesariamente en corto plazo tendría que constitui rse en gobernación. Representa l a proyección del estado espa ñol dentro de la nueva tierra conquistada; actúa como brazo impu lsor del poder mon á r­ qu ico y fuerza móvil de sus intereses políticos, socia les, eco­ nómicos y cu ltura les. Mas no debemos olvida rnos de que, como capitán de ' conqu i sta , es a la vez el refle fo .del g rupo de que es su máximo representativo, de modo q ue s i n esta necesa ria relación, sería imposi ble- concebir k:t rea l ización de sus ta reas. '

...

1 78

Y como el estado espa ñol estaba fuertemente inspirado en los principios de la ig lesia de Cristo, hay necesidad aquí de volver a nombra r a los tres rel ig iosos que con sus ta reas eva ngel izadoras, ayuda ron fuertemente a l proceso de afir­ mación hispánica. Fueron el los el Padre Diego de Agüero, veterano además de la expedición a N ica ragua de G i l Gonzá lez; a l Arcediano Rodrigo Pérez y a l Padre Diego de Escoba r. Con el los tres, una cifra demasiado corta para las enormes ta reas que hubieron de desempeña r, se in 1c1a la extraordina ria empresa de la eva ngel ización y cristiani­ zación de Nica ragua. el

El conquistador y la cultura en Nicaragua

El momento de la conquista, representa a l a vez el ins­ tante en que las fuerzas cu ltu ra les de los dos g rupos que se encuentran, empiezan a establecer sus formas de relación, de las que sa ldría lo q ue se ha sol ido l la mar, la cu ltu ra mestiza. Es lógico además que sea la cu ltura del conquis­ tador la que se imponga sobre el vencido, al menos exter­ namente, dado que en la rea l idad, se vivía en el ma rco del vencido y se queda ba cond icionado a sus m ú ltiples factores de vida. En el Pacífico de N ica ragua predominaban las cu ltu ra s d e origen mesoamericano, y el conqu i stador venido de Casti l la del Oro, poblada de indios de origen sureño, venía ya habituado a elementos básicos de origen ca ribeño, como la y uca o cazabe, por ejemplo. La permanencia del g rupo conqu istador en N ica ragua, forzosa mente les l levó asimilar la cu ltu ra del maíz, rasgo éste que todavía persiste dentro del pueblo n icaragüense. La riqueza y variedad de deri­ vados del maíz, estaba presente en estos pueblos al mo­ mento de su contacto con los pen insula res, de manera que 1 79

la típica cocina n ica, muestra su pred i l ección, hoy como ayer, por la torti l la, por los atoles de maíz, o el yoltama l , el pisque y el nacatamal, así como por el tiste y muchas otras formas más. El rancho indígena, tan adecuado a las ne­ cesidades y cond iciones del med i o cál ido tropica l del Pací­ fico de Nica ragua, perdura rá por los sig los, l l evando incluso a la rea l idad de q ue las primeras ciudades de los espa ñoles, con excepción qu izás de la iglesia, fueron por mucho tiem­ po, más bien, verdaderos rancherías construídos por los m is­ mos indígenas al servicio de los españoles. La uti lería doméstica, desde el tapesco y la hamaca, hasta la tinaja, la jíca ra o guaca l, e l metate y e l coma l , y tantos otros ele­ mentos ind ispensab les del campesino de hoy, son más herencia de los indígenas que del g rupo conquistador. I ncl uso hasta sus mercados activos y a menudo abunda ntes en vegeta les y frutas tropica les, suelen reflejar la perviven­ cia de la cu ltura ancestra l en sus n ísperos y zapotes, en sus piñas, nancites, jocotes y muchos otros frutos más. Pero es claro que el conquistador europeo pudo aporta r elementos muy d iversos y de mucha importancia, incluso pa ra mejora r o en riquecer las posib i l idades del desarro l l o económico d e l o s propios nativos. E l plátano y banano a sí como otras especies de musáceas, los citros, en particu lar las naranjas y l i mones, la ca ña de azúcar, el arroz y el trigo, el ganado vacuno, caba l l a r y porcino, son entre otros, a lgunos de los elementos nuevos que pudieron a porta r los pen insula res, pa ra mod ificar sustancialmente los géneros tradiciona les de vida de los indígenas. No es del caso que aquí nos extendamos en hacer todas las consideraciones que deberíamos sobre estos tópicos tan complejos y vanados. Baste con seña lar el enriquecim iento en estos aspectos de la cu ltura materia l, que a menudo no 1 80

compaginan con los per¡u 1c1os y ca lam idades q ue debieron deriva r de la forma de dependencia a que quedaron some­ tidos los indígenas, en esta primera eta pa de sojuzgam iento. E l conqu istador, una vez arra igado a l a ciudad, y sobre todo cuando como fundador se hace de hecho beneficiario de una encomienda, debe empeza r a pensa r en adq u i ri r u n recurso adiciona l , la tierra . En efecto, de nada l e ser­ vían los ind ios encomendados, si no podía ponerlos a tra­ ba j a r en sus tierras de l abranza, en sus hatos y estancias. De este modo, debió dar in icio, tra s el acto fundacion al de la ciudad, al repa rto de las tierras a l eda ñas, en las que los vecinos l legaba n a encontra r justificado su asentam iento. El servicio persona l y los tri butos, vienen así a constitu i rse en los medios de ca pita l ización pa ra los espa ñoles, mediante esta forma de apropiam iento de la mano de obra indígena. Puesta en marcha la ciudad, la primera necesidad de urgencia fue la construcción de l as viviendas de los vecinos fundadores. Quienes ven en la conquista un simple pro­ ceso de apropiamiento de la mano de obra con el propósito de extraer la riqueza de la tierra y rem iti rla a la penínsu la, se olvidan de otros deta l les principa les. En efecto, si b ien a menudo los soldados se convierten en señores, su señorío descansa en la tierra que les pertenece, de manera que uno de sus más inmediatos intereses, es el de empeza r a goza r de ciertas comodidades y venta jas, que lógicamente se de­ rivan de su nuevo status. Del m ismo modo como se erigen suntuosos templos en la ciudad, se levantan sól idas casas para su gobierno, e i ncl uso sus vecinos procuran edifica r cómodas viviendas, a cordes a su nuevo rango y a l afán señoria l que los a l ienta. El hecho evidente de que la conquista fue obra de hom­ bres solos, lo que l levó prontamente al fenómeno del mes1 81

tiza je; muchos conquistadores tuvieron sus concubinas in­ dias, a unque pronto empeza ron también a l legar las mujeres espa ñolas, con las que procrea ban sus h i jos. Todo esto prueba q ue muchos se h a l laban en la d isposición clara y precisa de queda rse, de asenta rse y empeza r a goza r los beneficios de la conqu ista rea l izada. Y no es que a lgunos no piensen en volver, pero en la rea l idad son pocos los que lo hacen, porque no pueden l leva rse a sus i nd ios n i menos pueden deja r perder las tierras que les pertenecen, de ma­ nera que sólo les q ueda una a lternativa, l a de permanecer hasta su postrer día, en la tierra que vieron conquista r. La conquista de N ica ragua, como la de todo el conti nente, está configurada por este va l iente g ru po de conquistadores que lo expusieron todo en a ras de una ideología pol ítica expa nsiva y con propósitos persona les c l a ra mente defin i ­ dos y conscientes. Con ta l propósito l a Corona espa ñola estimuló media nte concesiones de todo ca rácter, ya sean títu los, mercedes o beneficios, el a rra igo a la tierra , aunque mantuvo además su ojo vigilante pa ra refrena r en la me­ d ida de lo posible, todo exceso, para l i m ita r en especia l toda posibil idad de a lejam iento del mando o poder centra l , d e la obediencia a l Rey. En el caso de Nica rag ua los conceptos trad icionales de conquista y colon ización pa recen plantea rnos una seria problemática. Cierto es que desde el punto de vista crono­ l óg ico, la conquista y la colon ización pa recen sucederse en tan breve la pso, que casi no se puede hablar independ iente­ mente de n inguna de el las. Como sa bemos, es a principios de 1 52 3 que los hombres de Gil Gonzá lez Dávi la l legan por primera vez a Nica ragua y a fina les del mismo a ño ya han entrado los de Hernández de Córdoba , quienes terminan por descubri r por la vía te1 82

rrestre, hasta el Golfo de Fonseca y otras tierras más. Mas ya en el siguiente a ño, muy a sus finales, s.e ha rea l izado el ciclo de las fundaciones de ciudades, dos de las cua les subsisten hasta hoy. Es decir, que con d ichas fundaciones ca be habla r en verdad del in icio del ciclo de colonización. Este hecho nos viene a proba r que la geog rafía del Pací­ fico de N ica ragua, es uno de los factores más importantes q ue debemos considerar, a la hora de determinar las causas por las cuales se fac i l itó g randemente el proceso de con­ qu ista y colonización. Resultaba imposible ofrecer una fuerte resistencia en las l lanuras, en donde los hombres de a ca ba l lo, la misma a rti l lería y hasta los propios soldados, podían desplaza rse con mayor l i bertad y eficacia, en los enfrenta m ientos a rmados contra los natu ra les. De a l l í la ra pidez con que consiguieron dominar, con que pudieron aprender a conocer la geog rafía de la reg ión, todo ello dentro de un ámbito que pa recía serles bastante fam i l ia r. En efecto, la vastedad de las l lan uras del Pacífico de N ica­ rag ua, debió pa recerles compa rables con las amplias l la­ nuras de Andalucía y de la Meseta Castel lana. Las tierras, en su mayor parte abiertas, queda ba n en a lg unas pa rtes rotas por las manchas de bosques tropica les secos que so­ lían a bunda r en a lgunas partes. Todo esto era el resultado de los prolongados a sentam ientos i ndígenas, que habían ido a briendo la l lanura al retroceder el bosque. Las estimaciones de Hernández de Córdoba, ta l como nos las comun ica Pedra rias, nos hablan de una población que necesa riamente debió ser muy superior a l medio m i l lón de habitantes. En efecto, al deci rnos que sólo los rel i giosos habían l legado a bautiza r en cerca de año y medio a 400.000 indígenas, pa reciera que consideraba todavía la posi b i l idad de que hubiesen muchos más sin ta l bautismo. 1 83

Dáv i la , la de Pedro Alva rado y aun la de Cortés, tenía si­ m i l a res afanes, pero dentro de N icaragua. De modo que en esta d inám ica modeladora , se h izo necesa rio entra r en contacto con los otros g rupos, raras veces en forma amisto­ sa dado el choque de intereses. Hasta el O idor Pedro Mo­ reno, que enca rnaba los intereses de la Audiencia, pero a espa ldas de Pedra rias, como era l a de l lega r a converti r a Nica ragua en una gobernación. A fina l de cuenta s los víncu los eran i rremed iables, y si en u n momento Hernández de Córdoba se vió forzado a negocia r, más tarde debería hacerlo también Ped ra rias, quien como es sa bido, aspiró extender los domin ios de Ni­ caragua hasta Cuzcatlán, en un va no enfrentam iento con Pedro de Alva rado. Pedrarias era poderoso y Hernández apenas empezaba, de modo que al primero no había qu ien le reprimiera , aunque apareció en estos territorios en disputa, qu ien le contuviera . Así las cosas, e l pretexto que sirvió pa ra cortar la vida de Francisco Hernández, fue el testimonio de una fuerza que nadie podía detener, por lo que podemos concluir en que este ca pitán de conquista de Nica ragua, fue más bien la víctima de sus propias ci rcuns­ tancias. La comprensión de la rea l idad de una empresa como la que estamos ana l izando, debe l leva rnos necesa riamente a reconocer que el estab lecimiento en N icaragua de u n rég imen político nuevo, hubo q ue poner e n marcha los fines propios del Estado. La nueva jera rquía y ordenam iento que proponen sus d i rigentes, busca l lenar determ inados objetivos, de manera que los mismos nos resu ltan funda­ menta les pa ra determina r el espíritu que ha bría de implan­ ta rse, cond icionado en forma d i recta por la cu ltu ra que traía el conquistador. 1 85

Dávi la, la de Pedro Alvarado y aun la de Cortés, tenía s i­ m i la res afanes, pero dentro de N icaragua. De modo q ue e n esta dinámica modeladora, s e h izo necesa rio entra r en contacto con los otros grupos, raras veces en forma amisto­ sa dado el choque de intereses. Hasta el O idor Pedro Mo­ reno, que encarnaba l os intereses de la Audiencia, pero a espa ldas de Pedra rias, como era la de l lega r a converti r a Nica ragua en una gobernación. A final de cuentas los víncu los eran i rremediables, y si en un momento Hernández de Córdoba se vió forzado a negociar, más tarde debería hacerlo tam bién Ped ra rias, quien como es sabido, aspiró extender los dom i n ios de Ni­ ca ragua hasta Cuzcatlán, en un va no enfrenta m iento con Pedro de Alvarado. Pedrarias era poderoso y Hernández apenas empezaba, de modo que al primero no había qu ien le reprimiera, aunque apareció en estos territorios en disputa, quien le contuviera . Así las cosas, el pretexto q ue sirvió para cortar la vida de Francisco Hernández, fue el testimonio de una fuerza que nadie podía detener, por lo que podemos concluir en que este capitán de conquista de Nica ra gua, fue más b ien la víctima de sus propias circuns­ tancias. La comprensión de la rea l idad de una empresa como la que estamos ana l izando, debe l leva rnos necesa riamente a reconocer que el establecim iento en N ica ragua de un rég i men pol ítico nuevo, hubo q u e poner e n marcha los fines propios del Estado. La nueva jera rquía y ordenamiento que proponen sus d i rigentes, busca l lena r determinados objetivos, de manera que los m ismos nos resu ltan funda­ m enta les pa ra determ inar el espíritu que habría de implan­ ta rse , condicionado en forma d i recta por la cu ltura que tra ía el conquistad or. 1 85

Es posible en este sentido, seña l a r tres di rectrices funda­ menta les, íntimamente vincu lados entre sí, en estos objeti­ vos del estado espa ñol de I ndias. Son el los la religión , el buen gobierno y administración de justicia, y el buen trata­ m iento de los indios !1 1 l . España se había entregado a l a ca usa de la rel ig ión y por e l l o el Estado se h a l laba obl igado a su defensa, o como muy bien ha escrito Fernando de los Ríos, " defendía Espa ñ a la unidad del espíritu u niversa l , la exp re­ sión de esa u nidad en la tradición, e n la continuidad del es­ fuerzo s i m bo l izado por l a Ig lesia " (151 .

Esta idea rectora es l a que l l eva a los conquistadores a herma n a r sus fuerzas con l os rel ig iosos, pa ra conquistar a l ma s y tratar con e l l o de obtener l a sa l vación de el las. No es que querramos dec i r con esta afirmación, que todo se rea l izó conforme a u n esquema rea l de j usticia y a rmonía idea les, pero es evidente que esto viene muy bien a expl i­ ca r la preocupación evangél ica y e l hecho evidente de que la primera edificación de importancia erigida en las prime­ ras ciudades de N ica ragua, fuese siempre la iglesia, reducto y símbolo de refugio espi ritua l . La final idad rel ig iosa y m ision a l fue u n o de los factores más relevantes que inspiró la acción d e l a conquista, a un g rado ta l q ue nos si rve pa ra comprender y expl ica r el cel o con que se trató de exti rpa r l a idolatría. La coincidencia de intereses l levó por lo tanto a la I g lesia y a l Estado a modela r una forma de acción con­ junta, de m odo que la rel i gión terminó por ser un elemento fundamenta l en la afi rmación h ispánica dentro del Nuevo Mundo. ( 1 4 ) Zorraquín Becú, Ricardo. 1 96 2 : 3 8 . ( 1 5 ) d e l o s Ríos, Fernando. 1 95 7 : 4 3 .

1 86

La fuerza de extensión de la dom inación en l a conquista d e América, l levó a que los espa ñoles busca ran aquí el engrandecimiento del Estado, para sobre esta base poder extender su ámbito de rea l izaciones, hacia los campos de la cu ltura, de la economía y de la política. Educa r a los ind ios "en la verdadera rel ig ión", vino a ser en consecuencia una de las tareas principa lísimas a q ue debieron consag ra rse los súbditos españoles en las Indias. Muchas de las regulaciones y formas de protección hacia los natu ra les, tendían a acerca rlos a la nueva rel ig ión, que en la perspectiva q ue nos deja la carta de Pedra rias, pa reciera que gozaba de la plena aceptación de el los, a nte hechos que suced ieron que ca bía l lama r entonces como sobrenatu­ ra les, e indicativos de la fuerza expansiva de la rel ig ión. No tendrá ciertamente ese m ismo p ropósito el interrogato­ rio del Padre Bobad i l la, redactado en 1 528 y trasm itido a la posteridad por Fernández de Oviedo, donde se muestra que a menudo los conqu i stadores y au n rel ig iosos, habían confund ido ciertas formas de expresión externa, con la a u ­ téntica conversión y adopción d e l a n ueva fe. A final de cuentas, la empresa de la conqu ista, vista desde esta perspectiva, viene en mucho a ser una empresa rel ig iosa de consecuencias pol íticas. La segunda final idad, la del buen gobierno y admin is­ tración de justicia , significa la forma de hacer preva lecer el bien común, mediante la apl icación de las normas ade­ cua das para que todos se sintieran pa rtícipes de los m is­ mos derechos, beneficia rios de las m i smas medidas de be­ neficio colectivo, mediante su justa a p l icación. La a rmonía Y el equi l ibrio debía da r a todos en la comun idad los de­ rechos que le correspondían justamente. 1 87

A este respecto, considera mos como i l ustrativas y acer­ tada s las apreciaciones dadas por Rica rdo Zorraquín Becú, a 1 decirn os: " El bien com ú n n o era ni e l b i enesta r d e l a mayoría , ni el beneficio d e una clase, n i e l predom i n io a bsol uto d e l a raza espa ñ o l a . Si b i e n esto ú ltimo fué un resultado notorio y q uerido, a f i n d e m a ntener l a conti nuidad de u na civ i l ización evita ndo e l regreso a l a barbarie p r i m itiva, n u nca se q u iso q u e los espa ñ o l e s explotara n al i ndígena, y tam poco se les d i ó una com p l eta l i bertad económica , pol ítica o cultura l . El bien com ú n e xi g ía l a su bord i nación de tocios a l os objetivos funda menta l e s de l a e m p resa h i s pá nica, config u rá ndose así una orientación más soci a l que i nd ividu a l i sta, i d é ntica a l a q ue i nforma l a s doctri n a s escol á sticas" 1 16) .

Exi sten por lo ta nto evidentes asPiraciones a constitui r un orden pol ítico idea l , e n estas corrientes inicia les q u e con­ dujeron a la conformación de un orden po lítico dentro de un territorio en proceso de conformación . La te rcera fina l idad principal del Estado i ndia no, buscaba el buen trata m iento de los indios. Son n u merosos e i lus­ trativos los testimon ios que es dable h a l lar, que prueban a las c l a ras la enorme preocupación por l levar a la rea l idad estas i deas. En la m i sma N ica ragua habría de escucha rse, tran sc u r ridos a lgunos años después de Frcrncisco Hernán­ dez, l a fuerte y agresiva voz de un fray Bmtolomé de las Casas, a pasionado l uchador por la l i bertad y sa lvación de los i n d ios. La h i stor i a l igada a los orígenes de la enco­ m iend a en Nicaragu a , se ha l la d i recta mente relacionad a con Fra n cisco Hernández. Frente a las Leyes de Burgos de 1 5 1 2 , c l a ramente j ustas y humanas, preva l eció siempre el interé s i nd ividua l que h izo del indio u n verdadero esclavo , 1 16 )

Zorraqu í n Becú, Ricardo. l 9 6 2 . 4 3 .

1 88

sometido a la inj usticia y a miserable condición , por los extremos en que a menudo se cayó, incluso en Nica ragua, ma rcándoselos con h ierro en la frente, como ganado y ven­ didos indiscriminada mente fuera de Ni ca ragua. Se plantea con esta rea l idad, e l d ivorcio que siempre ha existido entre los planos de lo idea l y de lo rea l , que a menudo conducen a estas violaciones a los principios de la justicia y a l olvido de los fines superiores del Estado dentro del orden soci a l . En esta forma , en momentos en que cabe espera r una estructu ra política adecuada pa ra la afi rma­ ción de la comun idad, de la congregación a rmón ica y na­ tura l de los hombres, se tiende más bien a la acentuación de las diferencias socia les, el conquistador obten iendo sus venta jas, el indio sufriendo estoicamente la suerte que le tocaba correr. De este modo, lo que pudo haber sido un punto de partida para constitu i r una sociedad idea l, fue la base para el estab l ecimiento de una sociedad de clases y de castas, que no podía conducir, como no ha conducido, a un sistema en el que la igua ldad, la comun idad y la justicia sea n los elementos principa l es que la ca ractericen. dl

Significado de una aventura expedicionaria

Al través del presente estudio, nos hemos i nteresado por l lega r lo más a fondo posi ble, en cuanto a conocimiento histórico, de la expedición de Fra ncisco Hernández dentro del territorio de la actua l N ica ragua. Nos hemos preocupa­ do por anal iza r los acontecimientos, considerados como un producto de ci rcunstancias precisas y de factores diversos que se con jugaron pa ra hacer que las cosas ocu rriera n en la forma en que lo fueron. Creemos que es posible en el futuro, hacer otros intentos má s fructíferos que el presente, que tiendan a conseg u i r 1 89

con mayor afinam iento y perfección, el conocimiento que todos deseamos, sobre una época como ésta, tan importan ­ te y modeladora, dentro de l proceso de la h istoria g loba l de N icaragua. A Fra ncisco Hernández de Córdoba, debe N ica ragua más de lo que la h i storia comunmente h a sol ido reconocerle. Y la duda se proyecta tanto hacia lo bueno como hacia lo malo, aunque no ma ldad dolosa sino más bien, fruto de la época y de las ci rcunstancias. Al entra r dentro de este territorio, le ha l lamos dentro de la época, inmerso en las fuerzas torrentosas en lo econó­ mico, en lo político, en lo espi ritua l. Si un iversa l idad e individual idad resulta n ser dos extremos polares en la his­ toria, en nuestro personaje habremos necesa riamente de h a l la r reflejadas estas dos corrientes, que si bien en la hora de la acción deben ser tomadas muy en cuenta, no contri­ buyen ambas a desemboca r en una adecuada sol ución a r­ món ica, dado que a menudo se contraponen. A la individua l idad de la conqu i sta, se contra pone la un iversa l idad del Estado al través de su a uto ridad. Desde esta perspectiva, la acción destructiva de Pedra rias Dávi la sobre Hernández d e Córdoba , podría interpretarse como la extrapolación a lo i nd ividua l , de lo un iversa l. Y no es que Francisco Hernández busca ra afirma r principios nocivos al Estado, pero ciertamente se d io una imagen de é l que in­ teresadamente se distorsionó, para que los actos que cu lmi­ naron con una severa condena, a sí lo h icieron pa recer. Hay hombres que en un momento dado de su atender debidamente los com prom isos que la ha fi jado, con va lentía, decisión y vita l idad. a sí, se ganan el respeto y la admiración de la 1 90

vida , saben h istoria les Al hacerl o posteridad,

no sólo porque su empeño es próvido en resultados, sino porque han sabido cum p l i r con lo q u e se esperaba de ellos. Ta l es a nuestro j uicio, e l caso de Francisco Hernández en su aventura de Nica ragua. Como capitán d e conquista, demostró ser poseedor de todos los i mprescindibles elementos tácticos y de autoridad, necesarios pa ra las enormes ta reas que cayeron sobre sus hom bros. La base del conocim iento empírico de la rea l idad geog ráfica de N ica ragua, le perm itió modela r una adecua­ da y muy acertada ubicación de los primeros asentamien­ tos h umanos modelados por los espa ñoles, que a l a postre mostra ron más fuertemente el g rado de precisión con que lo h izo. Mas como su actividad vino a coincidi r con las empresas de otros capitanes conquistadores sobre un m ismo territorio, la dinámica de ta les conformaciones condujo a a lgunas a lteraciones, q ue a fina l de cuentas resu lta ron ser nocivas sólo pa ra la ciudad de León, que incluso años más ta rde hubo de varia r de asiento, a unque siempre dentro de la m isma reg ión origi n a l . Hemos podido demostra r, q u e a nte e l desvanecerse de unos sueños de riqueza fáci l, que a lentó originalmente la formación de la compañía hacia N i ca ragua, y la rea l idad de una tierra fértil y densamente pob lada, hubo que adop­ ta r con criterio práctico y de conveniencia, la transforma­ ción de la empresa en tarea conqu i stadora. Este paso tan trascendenta l pa ra N ica ragua , fue n ecesariamente obra de Francisco Hernández. Con ello gan6, con legítimo título, el derecho a tenérsele como el cap itán de conquista que más fuertemente contribuyó a conforma r en todos sus as­ pectos a N ica ragua. El conquistador h i spano entró a N i ca ragua consciente de su forta leza y decid ido a ejercer su soberanía, i m pon iendo 1 91

su autoridad y su derecho, ga nado en las recias bata l la s q ue para consegu i rlo h ubo d e l ibra r. Por el derecho d e guerra o de conquista, s e sintieron s u s participa ntes con fundamentos pa ra emprender las restantes tareas que de e l l a se derivan. Había por tanto q ue afianza r lo bien ganado en "guerra j u sta " , mediante el control, poder y dom i n io del territorio y de los recursos existentes dentro de é l. Y como la riqueza en oro no se h a l ló, la actividad sus­ titutiva vino a ser e l a provecham iento de los abundantes recursos humanos, que se uti l izaron tanto para comerciar con el los med iante un sistema de verdadera esclavitud, o a l través del indio de traba jo, consag rado a �as ta reas que l e i m ponía el nuevo amo y señor. Pero para rea l iza r estas tareas, se hacía imprescindible el a rra iga rse a la tierra , mediante el recurso de la funda­ ción de ciudades. Es un hecho notorio que no se puede com prender con c l a ridad el proceso de la afi rmación del dominio h ispá n ico, sin conocer a fondo el fenómeno u rbano que conformó. La estructura de poder se afirmó en el ma rco urbano, que fue el medio p ropicio en donde se generó e l nuevo orden soci a l , cuyo h i lo conductor l l ega hasta nuestros días. L a ciudad es el a rranque de las instituciones fundamenta les del pe­ ríodo colon i a l , y el estudio que todavía fa lta sobre su p ro­ ceso inicia l , puede afirmarse que constituye una de las lagunas de información, más importantes y trascendentes, que queda n planteadas a la nueva h i storiog rafía. De h e­ cho la rea l idad fue mucho más com pleja de lo que nosotros hoy podríamos imagina r, y fa lta n los documentos p a ra intenta r con éxito una acertada visión de todo este acaecer. Y de la ci udad i rradia un vasto conj unto de poderes y te­ rritorios, que conforman el pa isaj e u rbano y el rura l , que 1 92

establece víncu los de dependencia de diverso ca rácter, lo que en defin itiva hace de esta época una de las más impor­ tante s pa ra su estudio, aun cuando a la vez, corresponda a un período en que la documentación es escasa y a menudo in suficiente. E l g rupo conquistador no es un g rupo de con­ formación igua l ita ria de modo que al a dven ir la ciudad, tampoco se ensaya a l lí el fundamento democrático, a u nque el acto cu lminante de la fundación, la constitución de su cabildo, sea un asomo democrático, a l escogerse corporati­ vamente a los funciona rios enca rgados del gobierno de la misma. De hecho habrán de mantenerse las dos " repúbl i ­ cas " , l a de los españoles y d e indios, s i n q u e e n esta pri­ mera etapa haya la p reocupación o el interés por afi rma r su fusión, sino más bien la dom i nación del uno sobre el otro. El g rupo conquistador y fundador de la ciudod, se tra ns­ forma en señorío, amos de vidas y haciendas, y que a l través d e sus numerosos indios d e encomiendas, puede de­ terminar el trabajo a q ue debe someterle. I ncluso se ensaya la explotación prometedora de las minas hacia Hondu ra s e n l a s ricas a renas de l o s ríos de Olancho, s i n descuidar su aprovechamiento para el servicio persona l urbano, o el tra ba jo rura l en las tierras que devend rá n en hacienda s. Es el premio que reci be qu ien como conq uistador ha ganado la tierra y por ende sus beneficios. Este hecho representa un cambio fundamenta l en la menta l idad del conquistador de N ica ragua, que tras los vanos sueños de consegu i r el oro, busca capita l iza r mediante e l aprovecha miento, con frecuencia desmesu rado e incorrecto, de la mano de obra del indígena. Como lo ha d icho José Miranda, en América la encomien­ da feuda l se dobla en repa rtimiento con fines capita l istas, para agregarnos: 1 93

" Por e l a nverso, el encomendero es señor feuda l; por el rever­ so, el encomendero es e m p resario capita l ista " 1171 .

En esta forma se constituye una nueva estructura y una nueva d inámica , que fundamenta l mente habrá de reflejar las experiencias acumu ladas dentro del territorio de Nica­ ragua. De a l lí la necesidad de comprender los casos pa r­ ticul a res, dado que por su singularidad y ca racterísticas propias, resu lta n i m posibles de enmarca r dentro de lo ge­ nera l . L a sociedad nica ragüense s e constituyó e n ta les centros y sobrevivió hasta nuestros día s, acomodándose a los nue­ vos factores modeladores que en los tiempos le han dejado vivir. El tema es rico y enorme, casi sin límites. Pa radój icamente a esta trascendencia histórica de toda la aventura de Francisco Hernández y su g rupo conquista­ dor, tradicion a l mente es poco lo q ue se ha dicho o escrito sobre Francisco Hernández. E l l o se debe al conocimiento fragmentario y ciertamente imperfecto que ten emos de su persona, de su biog rafía, de sus relaciones y actos. Obra imperfecta y bruscamente i nterrumpida, es la de Fra ncisco Hernández, pero trascendente. La a lta responsa ­ b i l idad histórica que le tocó cum p l i r, no compag inaba a r­ món icamente con los prejuicios socia les de su época y por ello se le menospreció. Algunos h i storiadores -ta l el caso de Fernández de Oviedo- con el olímpico desprecio le ig­ noró en muchos de sus positivos log ros, para relegarlo a un segundo plano, q ue no merecía .

¡1;¡

M i rando, Jos. 1 9 6 5 : 6 - 7 .

1 94

Cuando se le sentenció, estaba solo, en sol ita ria g ra ndeza porque nacía a la H i storia. En aquél d ramático momento, en que en la ciudad de León se le a rrancaba la vida, por más que quisieran ocultarlo así sus enemi gos, dejaba una ob ra firme y consolidada , prometedora , q ue el paso de los a ños no ha podido ocu lta r, sino más bien engrandecer. Una potente fuerza i rradia de su evocación, pues tras sus conq uistas y fundaciones, se abría el vasto horizonte del porven i r.

1 95

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CONTRATO DE COMPAÑIA P4K'1� CONQUISTA DE NICARAGUA

" Ped rarias de Avi la luga rteniente e capitan genera l e governador en estos Reynos de Casti l l a del Oro por sus magestades Alonso de la Puente tesorero d iego marq ues contador e el Licenciado Juan Rodriguez de Ala rconci l lo then iente genera l de estos Reynos por su señoria y el ca ­ pitán francisco fernandez dezimos que por servir a Dios nuestro señor e a sus a ltezas somos concertados e conbe­ nidos que por quanto el theniente genera l pedrarias de Avi la tengo que enbia r a pacifica r los caciq ues e yndios que estan en esta costa del sur al poniente de lo que yo he descubierto porque pa ra lo susodicho segund los gastos e traba jo que son menester es necesa rio la yda de ta les personas por servicio de Dios e de sus a ltezas no se enpida por ende hazemos com pa ñía en uno para sostener d icho via j e e dezi mos ansi que todo lo que se gasta re en la d icha vesitación e pacificacion lo pornemos de nuestras haziendas haziendo de seys pa rtes de lo que a n s i se gasta re puniendo yo el d icho then iente genera l las dos partes e nos los d ichos thesorero e contador l icenciado e ca pitan las otras quatro partes resta ntes ygua l mente e por quanto yo el d icho the­ n iente genera l conpre los nabios e ja rcia e negros e ca ba l los junta mente con otras cosas que se vend ieron en el a l mo­ neda de la a rmada e de Andres N i ño su p i loto mayor por p rec;io e cuantia de dos m i l i pesos de buen oro d igo que 1 99

traspaso en vos los susdichos thesorero e contador e l icen­ ciado e capita n las quatro pa rtes de todo lo que a nsi con pre hecho todo e l l o seys pa rtes a razon del prec;io que yo lo ove de la d icha a rmada e de la d icha a rmada e de Andres N i ño pa ra que con los dichos novios e cosas se prosiega ! ?l el d icho via je e nos los d ichos thesorero e contador e l icenciado e ca pitan dezimos ansi que rezebimos la dicha traspasacion de los d ichos navíos e otras cosas por el d icho p recio e quantia los qua les d ichos nabios e cosas así pertenescientes a la nabegacion como los neg ros e caba l los e cosas de resgate e otras cosas que así se conpra ron de los dichos dos m i l i pesos de buen oro e lo que mas convenga que se con­ pre para la dicha pomada e bien della e gasto q ue se fe­ ziere metemos en la d icha con paña pa ra hazer la dicha jornada e por la presente queremos e es n uestra vol untad que todo lo que se oviere en el dicho viaje a nsi por razon de las pa rtes que gana ren l os dichos nabios o a lguno del los cava l los e negros que se ovo en la d icha conpañia e por todo lo que mas se conmpra ren e gastaren en la d icha conpa ñia e por vio de rrescate e por otra qua lqu ier manera tocante a esta negoc;iac;ion que se pa rta entre nosotros los susod ichos haziendolo seys partes de las qua les yo el dicho ten iente genera l aya las dos e los susodichos lo restante ygua l mente entre nosotros quatro e como qu iera que a l d icho viaje vaya a lguno o a lgu nos de nosotros q uedando aca los demas que el que ansi fuere o sea uno o mas lo que oviere por razon de su persona se pa rta entre nos otros segund e como d icho es sin aver consideracion que es o son capitanes o que a tra ba jado mas q ue los otros que ansi queda ren con tanto que yo el d icho teniente genera l l leve la joya q ue oviere de aver como capita n genera l sin des­ contarse por e l l a n inguna cosa de las dichas mis dos pa rtes e las pa rtes que oviere de aver por rrazon de m i persona de capitan genera l las l leve e aya sin contribu i r en pa rte 200

alguna dellas a vos los susod ichos yendo en el dicho v1a¡e 0 no yendo e porque podia acaesc;er que se hagan dos o mas via jes pa ra vesita r e pac;ifica r los dichos caciques e yn­ dios dezimos que es n uestra bol untad que todo lo que se oviere e gasta re en los d ichos na bios ca ba l los e negros de la d icha conpra lo que gana re o adq u i riere por qualquier manera !ell que de nosotros ansi va por capitan o cap ita­ nes seyendo uno o mas se pa rta entre nosotros segund dicho es la qua l d icha conpa ñia hazemos por espacio e tienpo de dos a ños primeros siguientes desde el d i o que se hizieren a la bela pa ra en buena hora hasta el . . . ! i l eg ible) via je con este aditamento que si a l fin de hazer los dichos dos años fuere a lgund viaje comenc;ado que se entienda ser aca bada la dicha con pa ñia hasta ser fenescido el d icho via je e seyendo conpl ida la d icha conpa ñia segund d icho es que lo que estuviere por pa rtir del lo que pertenesciere a la d icha conpa ñia se pa rta entre nosotros conforme a l d icho asiento que es concertado entre nosotros que lo que ansi se oviere e gra ngeare e ganare e adqui riere por la persona o personas que de nosotros fuere en el d ichoviaje o via jes se(a) obl igado a lo entrega r a la persona o personas que entre nosotros fuere concertado l uego que se ofrec;iere d is­ pusicion pa ra lo poder h azer so pena de m i l i pesos de oro pa ra los otros con pañeros e que ansimismo que aya l ibro e rrazon de lo que se oviere gastado o gasta re o adqui riere e gana re en la dicha con pañia por el qual se haga el ca rgo e descargo que se ofrec;iere a la pa rticion de lo que ansi se oviere el qual d icho l i bro este en poder de Juan Tel l ez e pa ra fi rmeza de todo lo que d icho es damos n uestra fee e pa labra como cava l l ero e ornes h i josda lgo que hazemos pleito e omenaje una dos e tres vezes segund fuero de Espa ña e obl igamos nuestras personas e bienes de lo ansi ma ntener e cunp l i r e no dez i r ni a lega r contra e l lo n i contra pa rte a lguna dello ecebcion de hecho o de derecho o en 201

otra qualquier manera de lo qua l otorgamos ci nco escrip­ tura s de un thenor fi rmadas de nuestros nonbres por cada uno de nos la suya /Otros í dezimos que si por razon del servicio que se haze al Rey nuestro Señor esta negociacion fuere servido su magestad de hazer a m i el ten iente genera l a lguna satisfacion e merced ansi del titu lo como de otra qua lqu ier ca l idad en e l la que no sea obl igado a contribuyr a vos los dichos thesorero y l icenciado (y} ca pitan pa rte a lguna de la merced e g ratificacion que ansi me h iziere e que ansim ismo nos los susodichos e q ua lquier de nos si a lg o adqui riesemos de sus a ltezas por razon de lo susodicho no seamos obl igados a lo traer a pa rticion en la d icha con­ pañ ia /otrosí dec;imos que si lo q ue d ios no quisiera acaes­ c;iere que dura nte esta d icha conpa ñia a lguno de nos fa­ l lesciere desta presente vida que no sea visto por ello ser desh echa la d icha conpañia a ntes quede firme y en su fuerc;a e vigor e q ue el derecho e a bcion que la ta l persona que asi fa l lesciere toviere la ayan sus heredero o herederos no enba rgante que otra cosa este d i spuesta por derecho o en otra q ua lquier manera porque esta es nuestra deliberada yntencion e boluntad porque el defeto (sicl porque se h izo principa l mente fue por e l servir a sus a ltezas y esto quere­ mos que sienpre vaya adelante como dicho es fecho en la cibdad de panama a veynte e dos dias de setienbre de m i l i e q u in ientos e veynte e tres a ños. Pedra rias Davi la. Alon­ so de la Puente. Diego Marquez. E l l icenciado Ala rconci­ l lo. Francisco Ferná ndez".

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AN EXO No. 2 REPARTIMIENTO DE ·ORO EN COATEGA, l o. DE MAYO DE 1 524

En la provinc;ia de hacoatega ques en esta s porobinc;ias del mar del sur e Tierra fi rme del mar ocea no primero día del mes de mayo de m i l i e quinientos e veynte y q uatro años el muy noble señor francisco fernandez lugarten iente de governador e ca pitan genera l en estas d ichas probinc;ias por el muy magnifico señor pedra rias de avi la lugarten ien­ te de sus magestades en estos reynos de casti l la del oro y por presenc;ia de my luys de los Ríos escrivano en estas dichas probinc;ias e de los testigos yuso espresados el dicho señor capitan en nombre de su señoría hordeno e mando e tubo por bien que a las personas caba l leros h ida lgos y conpañeros que hen servicio de . . . su magestad y por man­ dato de su se ñ oria con el avian benydo a l a conquista y pacificacion destas pa rtes del horo que en estas dichas pro­ binc;ias se a abido y rescatado se les h i ciese de socorro de . . . ( i legible) de lo que a sus magestades pa ra en quenta de sus rea les qui ntos se a denbiar treynta e cinco m i l i e siete­ cien tos y veynte y q uatro pesos de oro de a quatrocientos Y cinqu enta maravedi s cada peso pa ra el pa rte de pago de lo que a de aver por el traba jo de sus personas y vestias Y nab ios y neg ros y costa quen la d icha a rmada se a hecno en servicio de su magestad y por mandato de su señoria con el avían benydo pa rtes e para remedio de a lg unas necesidades q ue las ta les personas tienen los qua les d ichos 203

socorros el dicho señor ca pitan mando haser en la forma siguiente. El señor ten iente general dos partes a su persona qui­ n ientos pesos de buen oro lten mas se le dara al señor go­ vernador de treynta pa rtes de los navíos y de seys pa rtes de sus negros y de una pa rte de un cava l lo q ue trae el dicho exercito doze m i l l pesos de buen oro. Al ca pita n de la guarda de su señoría se le da ra o a Juan Tel lez en su nonbre de dos caba l los y un moc;o sete­ c;ientos e cinquenta pesos de buen oro. lten a de aver el dicho señor capita n de la g u a rda de su persona dos pa rtes quin ientos pesos de buen o ro a los de aver el dicho Juan Tel lez. Asele de dar a l d icho Juan Tel lez para paga r las costas que ha hecho y aca se an hecho de con pa ñ ia dos m i l l pe­ sos de buen oro. lten se doran a francisco de la puente por su persona y una yegua m i l i pesos de buen oro. Anse de da r Alonso de Fuentes (sicl por su persona y un negro y un caba l l o y l a m itad de otro m i l i y doc;ientos pe­ sos de buen oro. l ten se da ran a l señor tesorero Alonso de la Puente por dos neg ros y una yegua m i l i pesos de buen oro. lten se do ran mas a Sebastian perez difunto q u e dios aya doc;ientos pesos de buen oro y a l señor contador d iego marquez en su nombre como su conpa ñero. 204

lten se do ran a Alonso tel lez g i ren dozientos e cinquenta pesos de buen oro a los de aver el señor contador d iego ma rqu ez. lten se doran a l ca pitan hernando de soto por su persona e un caba l l o e un neg rito m i l i pesos de buen oro a los de aver hernan ponce de leon o Alonso de fuentes. lten se doran a l padre diego de aguero quinientos e d iez pesos de buen oro por su persona y una yegua a los de aver Juan Tel l ez en su nonbre. lten se do ran a Juan Alonso Pa lomino trezientos pesos de buen oro por su persona y un cava l l o a los de aver toribio monta ñes su compañero. lten se do ran a Diego de Texerina trezientos pesos de buen oro hanse de dar al señor maestrescuelo Hernando de Luque y Alonso de Fuentes en su nombre. lten se d oran a Lu is de la Rocha trezientos pesos de buen oro e a los de aver a lonso de fuentes en su nonbre. lten se d oran a sebastian de Vena lcac;o r por su persona y una yegua trezientos pesos de buen oro a l os de aver pedro de co rdenosa en su nonbre. lten se do ran a Juan de Qui ñones trezientos pesos de buen oro a los de aver Alonso de fuentes que son suyos. lten se dora n a luys de los Rios trezientos pesos de buen a los de aver Alonso de la Fuente (sicl que son suyos.

oro

lten se do ra n a pedro c;erveron por su persona y una yegua trezientos pesos de buen oro a los de avier Juan Te­ l lez en su nonbre. 205

lten se doran a Juan de Bo rrientos por su persona do­ zientos pesos de buen oro a los de aver Alonso de fuentes por Quiñones veinte e c;inco pesos y los otros l uys hernan­ dez h errero. lten se do ra n a J u a n del val le dozientos pesos de buen oro a los de aver el d icho luys Hernan dez h errero. lten se dan a D iego de Castañeda dozientos e cinquenta pesos de buen oro po r su persona y una yegua a los de a ver Jua n de Castañeda y del lo ha de aver Alonso de fuen­ tes c;inquenta y seys pesos por ser suyos. lten se do ra n a A lonso perez dozientos pesos de buen oro a los de aver en s u nonbre San Juan de Sa l inas. lten se dan a Antonio Velasques c;iento e c;inquenta pesos de buen oro halos de aver Ruy Diaz q u i l atador en su nonbre. lten se dan a J ua n del Saz c;inquenta pesos de buen oro los qua les ha de aver a lonso de fuentes porque son suyos. lten se dan a Ba rtolome Monje dozientos pesos de buen oro los qua l es a de aver hernan ponce. !ten se dora n a Rod rigo Loc;ano dozientos pesos de buen oro por su persona y una yegua a los de aver fra ncisco de ma rmolejo en su nombre. !ten se do ran a fra ncisco de Arnao dozientos e c;inquenta pesos de buen oro halos de aver Alonso de Va rea . !ten se dan a Maestre Rodrigo ba rbero c;iento e c;inquenta pesos de buen oro a d e averlos noventa e cinco Alonso de fuentes y lo demas Gregorio sastre. 206

lten se do ran a Diego gal iana dozientos pesos de buen o ro a los de aver Juan Estero en su nonbre. lten se d oran a hernando de mi lan neg ro c;:ient pesos de buen oro a l os de aver Alva ro de Qu i ros y Andres de Segobia. lten se doran a Francisco Hernandez sastre c;:ient pesos de buen oro ha los de aver Mo rtin de Sa ntaella en panama. lten se doran a Juan Estevan dozientos pesos de buen oro a los de aver francisco de la puente. lten se doran a Alonso de Utrera dozientos pesos de buen oro a los de aver el ca pitan fra ncisco de la puente. lten se dan a Diego Nuñez cient e cinquenta pesos de buen oro a los de aver toribio monta ñes o en su absenc;:ia Juan Estero Anse de da r a Cristoba l Ga rcia c;:inquenta pesos de buen oro a de aver Juan Tel lez XI I I pesos que le presto para su ven ida a este via je y a su hermano Santiago Go rcia lo restante lten se do ra n a Anton de Arcos ciento pesos de buen oro a los de aver l uys hernandez herrero y los seys pesos y me­ dio del los J uan Estero por Diego Nuñez que se los debe. lten se dora a Diego Arias sesenta pesos de buen oro a los de aver Juan Diaz. lten se dara n a Juan del Casti l lo cient pesos de buen oro a de aver del los Juan Astero los quatro por Diego Nuñez q u e se los debe y los de mas co rdenosa y Alonso de fuentes. 207

lten se do ran a ba ltasa r de herrera c;ient e c;inquenta pe­ sos de buen oro a los de aver a lva ro de Qui ros. lten se doran a francisco de Avi la el moc;o ciento e c;in­ quenta pesos a los de aver Alva ro de q u i ros y juan tel les a de aver del los veynte e c;inco pesos de buen oro que se los deve el señor capitan de la guarda de una roba (sic: por ropa) de estameña. lten se do ran a francisco Lopez cient pesos de buen oro a los de aver l uys hernandez herrero. lten se do ra n a fra ncisco Da rcos c;inquenta pesos de buen oro a los de aver Alva ro de Qui ros. lten se da ra n a Cristobal Folego cincuenta pesos de buen oro a los de aver Alva ro de Qu i ros. lten se doran a Pedro Sánchez c;inq uenta pesos de buen oro a los de aver Alva ro de Qui ros. lten se doran a Melchior de Herrera c;iento e c;inquenta pesos de buen oro a los de aver juan tel lez. lten se dara n a J uan Astero dozientos pesos de buen oro. A de aver Ma rti n de Torres dozientos pesos de buen oro los cua les a de aver el bach i l ler Torres vecino de panama en su nombre. lten se dora n a fra ncisco de Ca rba jal ciento pesos de buen oro a los de aver diego de a lmagro en su nombre. lten se do ra n a Diego de Ayon trezientos y veynte pesos de buen oro por su persona y una yegua a los de aver Alonso de fuentes porque son suyos. 208

lten se do ra n a J uan de H uelba cinquenta pesos de buen oro a los de aver cardenosa o a lonso de fuentes en su n onbre. l ten se doran a Francisco de Trigueros prieto cinq uenta pesos de buen oro a los de aver D iego de A l magro. lten se dora n ha h ernando Beltran dozientos pesos de buen oro a los de aver San J uan de Sa l inas. l ten se do ran a Francisco de Avi la vecino de Cherequi c;iento e c;inquenta pesos a los de aver e l dicho d iego de Almagro. lten se dora n a Nicola g riego sesenta pesos de buen oro alos de aver fra ncisco Cota botica rio. lten se dan a Juan Osorn io (sic: por Osornol cient pesos de buen oro a los de aver Alonso de (aceres e Francisco de la puente. lten se doran a Andres Muñoz por su persona y una yegu a trezientos pesos de buen oro a los de aver Alonso de fuentes q ue son suyos. lten se do ran a pedro Ga rc;ia ba rbero c;ient e c;inquenta pesos de buen oro a los de aver Alva ro de Quiros. Anse de dar a Francisco Beltra n doze pesos de buen oro alos de aver Juan Tel lez q ue los deve de una espada . Anse d e da r a Juan Ortiz cient pesos de buen oro a los de aver Alonso de (aceres o fra ncisco de la puente. 2 09

Hanse de da r a fra ncisco Ortiz c;ient e c;inquenta pesos de buen oro a los de aver g regorio perez su con pañero. Anse de da r a Alon so Rodríguez c;ient pesos de buen oro a los de aver Martín de Santaella. Hanse de dar a A lonso Ruiz c;ient e c;inquenta pesos de buen oro a los de aver Maestre Alonso de Sa ntiago. Hanse de dar a Asencio Ma rtín cient pesos de buen oro a los de a ver d iego viejo. Anse de dar a Rod rigo de l a Ca l le c;inquenta pesos de buen oro a los de a ver Juan de Casta ñeda . Anse de dar a Ba ltasa r Vazquez cient pesos de buen oro a los de a ver Juan de Castañeda. A N icolás Nuñez cient pesos de buen oro a los de aver fra ncisco de la puente. Anse de dar a Cristoba l Qui ntero el Rico maestre de ver­ gantin dozientos pesos de buen oro. Anse de dar a Tome Qu i ntero c;iento e c;inquenta pesos de buen oro. Anse de dar a And res Caba l l ero dozientos pesos de buen oro a de aver los treynta del los Juan Tel lez por e l señor (apitan de la guarda y lo restante Alonso de fuentes por ser suyos. a Franci sco García de Bada joz doze pesos de buen oro a los de aver Alonso de fuentes que son suyos. 21 0

Anse de da r a Mateo Sa nchez c;inquenta pesos de buen oro a los de aver pedro de plazenci a. Anse de da r a Diego Dac;a si estubiere e n panama cient e cinquenta pesos de buen oro y si no se han de dar a n adie. Han se de dar a Francisco de Tria na c;inquenta pesos de bue n oro a los de aver francisco de sa lda ña. Ha nse de dar a Juan dervas sesenta pesos de buen oro a los de aver tome quintero que son suyos. Ha nse de dar a Jua n portogues neg ros (sicl y fijo de rey dozientos pesos de buen oro por su persona y un ca ba l l o y en s u nombre a l señor contador diego marquez. Hanse de dar a (aceres criado de Vena lcm;a r c;ient pe­ sos de buen oro a lo de aver ca rdenosa . Hanse de dar a Jeronimo de Ribas dozientos pesos de buen oro a los de aver el factor Miguel Juan de Ribas pa ra que le con pre un cava l l o del los y se lo enbie aca . Anse de dar a Alonso Ma ltes cient pesos de buen oro a los de a ver San Juan de Sa l inas. lten se do ran a Juan de pad i l la dozientos pesos de buen oro a los de aver el señor thesorero Alonso de la puente. Han se de dar a Jua n Lopez ciento pesos de buen oro alos de aver francisco de la puente y los siete pesos del los juan tel lez porque se los debe. 21 1

lten se da ran a Gonc;a lo Io nes c;ient pesos de buen oro a los de aver l uys hernandez herrero en nonbre de Juan del Va l le. lten se le daran a pedro de Atienc;a c;ient pesos de buen oro a los de aver Hernan Ponce. lten se ha de dar a pedro de Anadel dozientos pesos de buen oro a los de aver Tuño (sic: Ortuñol de Ba raca ldo. a

Dom ingo de Azpeitia c;ient e c;inquenta pesos de buen oro a los de aver Ortuño de Va raca ldo. A Juan Loc;ano c;inquenta pesos de buen oro a los de aver e l padre fra nc;isco de toro y en su ausencia toribio monta ñes. A Juan Rodriguez Chamorro c;i ent pesos de buen oro a los de aver juan Roldan y en su au senc;ia San J uan de Sa l inas. A J uan del H ierro c;iento y c;inquenta pesos de buen oro a los de aver en su nonbre a l ba ro de Quiros. Alonso Mendez ha de aver c;ient pesos de buen oro a los de aver el fator Miguel Juan de Ribas en su nonb re. A Vautista g inobes cient pesos de buen oro a quatro­ c;ientos y c;inquenta ma raved ises anse de dar a Juan Astero en su nombre. A de aver Fra ncisco Mejia cincuenta pesos de buen oro a l os de aver Fra ncisco de la Puente. A de aver Francisco de Ava los c;inquenta pesos de buen oro a los de aver el d icho francisco de la puente. 21 2

A de aver fra ncisco Rodríguez de a r rieles c;ient pesos de b uen oro a los de aver J uan tel lez en su nonbre. A de aver francisco guerrero treynto pesos de buen oro alos de aver francisco de la puente po r n icolas yañez quel dicho guerrero se los debe al dicho ni co las yañez. Anse de da r a Alonso Buelta qua renta pesos de buen oro alos de aver francisco de la puente p o r el padre Rodrigo Perez a rc;ediano. Anse de da r a Gonc;a lo borrego sese nta e c;inco pesos de buen oro de los qua les a de aver los q u ize pesos del los Alonso de Fuentes por J uan de Quiño nes y los c;inq uenta pesos a los de aver Alvaro de Qu i ros. Anse de dar a Gonc;a lo de Ribera