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Spanish Pages [628] Year 2008
Género Selección de lecturas Compilación:
CARMEN NORA HERNÁNDEZ
La Habana, 2008
Edición / Sara Más Coordinación editorial / José Ramón Vidal Diseño general de la colección / Ernesto Joan Diseño de cubierta y composición digital / Eduardo A. González Hernández Colaboradores y colaboradoras / Yanet Martínez, Nancy Rial, Gleidys Martínez, Kirenia Criado, Javier Pérez, Idania Trujillo, Raquel Suárez, Santiago Delgado, Leybiz González, Hildelisa Leal, Zulema Hidalgo, Sonnia Moro, Marcel Lueiro, Miriam Rodríguez, Marla Muñoz, María Isabel Romero, Ileana García. © Editorial Caminos, 2008
3XX.X Gen
Género: selección de lecturas / comp. Carmen Nora Hernández. -- La Habana : Editorial Caminos, 2008. XXX p. ; 21 cm. -- (Colección FEPAD ; no. X) ISBN XXX-XXXX-XX-X 1. 2. I. Carmen Nora Hernández, comp., 19XX -
ISBN XXX-XXXX-XX-X
Estos textos son para su exclusiva utilización en actividades formativas del Centro Memorial Martin Luther King, Jr.
Para pedidos e información, diríjase a: Editorial CAMINOS Ave. 53 núm. 9609 entre 96 y 98, Marianao, Ciudad de La Habana, Cuba, CP 11400 Telf.: (537) 260 3940 Fax: (537) 267 2959 Correo electrónico: [email protected]
Hay quien piensa que el problema está en la división de roles. Sin embargo, el problema más bien está en los juicios de valor. ISABEL MOYA
ÍNDICE Índice de autoras y autores / 9 Claves para leer este libro / 13 I- Conceptos básicos Reír para complacer EVA GIBERTI / 21 De lo biológico a lo cultural ISABEL MOYA / 27 La multidimensionalidad de la categoría género y del feminismo MARCELA LAGARDE / 35 Presupuestos teóricos de la educación con perspectiva de género MIRIAM RODRÍGUEZ OJEDA / 45 Sexismo y educación SONNIA MORO / 57 Develando el género: elementos conceptuales básicos para entender la equidad MARÍA CECILIA ALFARO / 69 II- Masculinidad ¿Qué es la masculinidad? Su relación con el género. Nuestra forma de asumirla ÁLVARO CAMPOS Y JOSÉ MANUEL SALAS / 91 La paradoja del poder MICHAEL KAUFMAN / 101 El género como una estructura de la práctica social R. W. CONNELL / 117 Violencia entre varones. Violencia intragénero IRENE FRIDMAN / 133
Masculinidades en Cuba. Un debate que comienza JULIO CÉSAR GONZÁLEZ PAGÉS / 151 III- Género y diversidad Juan 8: 1- 11 / 177 Génesis 12, 1-20 / 179 Homosexualidad y ancianidad, otra cara de la misma esfera REGINO RODRÍGUEZ BOTI / 181 Diversidad sexual: abriendo paso a la comprensión RAQUEL SIERRA / 187 Diversidad y género en las relaciones interpersonales AURORA LEAL GARCÍA / 195 La homofobia / 205 Género y orientación sexual en la santería TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA / 213 Desafíos de la problemática racial en Cuba ESTEBAN MORALES / 225 Biblia y relaciones de género en busca de una nueva identidad TEREZA CAVALCANTI / 239 Nuestra ceguera blanca YUSIMÍ RODRÍGUEZ / 253 Problemas sociales causados por el género MARTA LAMAS / 267 IV- El cuerpo y la imagen en productos culturales cubanos El patio de mi casa es particular ISABEL MOYA / 273
El reguetón en cuba: un análisis de sus particularidades LILIANA CASANELLA, GRIZEL HERNÁNDEZ Y NERIS GONZÁLEZ / 277 Ese cuerpo orlado de bellezas ISABEL MOYA RICHARD / 285 Lo gay también vende ISABEL MOYA RICHARD / 295 Visión de la mujer en la música popular LILIANA CASANELLA CUÉ / 305 V- Género y medios comunicación Las y los LUIS LUQUE ÁLVAREZ / 331 Ahorro energético y algunos estereotipos MARLA MUÑOZ / 335 Cuba: sexismo y lenguaje de los medios SONNIA MORO / 347 De Gutenberg al micro chip, rompiendo silencios ISABEL MOYA RICHARD / 359 VI- Teoría y práctica feminista Democracia, género y sistema político JUDITH ASTELARRA / 385 ¿Por qué me declaro feminista? JAMAICA HUTCHINS / 389 Algunas esperanzas respecto al futuro posicionamiento feminista SYLVIA BORREN / 393 Desafío al capitalismo y al patriarcado BELL HOOKS / 399 La opresión de las mujeres NALÚ FARÍA / 409
Género y cambios en la estructura socioclasista cubana en los noventa MAYRA ESPINA / 419 ¿Qué entendemos por diversidad sexual? MARIANA PESSAH / 429 Feminismo como concepción teórica y práctica política JUDITH ASTELARRA / 441 Género: crecer desde el pie IDANIA TRUJILLO Y CARMEN NORA HERNÁNDEZ / 453 Derechos sexuales LOLA MARISOL VALLADARES TAYUPANTA / 465 Historia de la mujer en Cuba: del feminismo liberal a la acción política femenina JULIO CÉSAR GONZÁLEZ PAGÉS / 485 Desafíos actuales del feminismo DIANA MAFIA / 507 Teoría feminista contemporánea PATRICIA MADOO Y HILL NIEBRUGGE / 535 VII- Fundamentos del análisis de género Integración del análisis de género en las etapas del ciclo del proyecto / 583 ¿Por qué es necesario que los proyectos tengan una perspectiva de equidad de género? LORENA AGUILAR / 589 El género en el trabajo comunitario CARMEN NORA HERNÁNDEZ / 597 Género y desarrollo. Aportes para un debate PATRICIA RUIZ BRAVO / 607 De las autoras y autores / 619 Bibliografía complementaria / 625 8
ÍNDICE DE AUTORAS Y AUTORES A Aguilar, Lorena ¿Por qué es necesario que los proyectos tengan una perspectiva de equidad de género?, p. 589 Alfaro, María Cecilia Develando el género: elementos conceptuales básicos para entender la equidad, p. 69 Astelarra, Judith Democracia, género y sistema político, p. 385 Feminismo como concepción teórica y práctica política, p. 441
B
Borren, Sylvia: Algunas esperanzas respecto al futuro posicionamiento feminista, p. 393
C
Campos, Álvaro y José Manuel Salas ¿Qué es la masculinidad? Su relación con el género. Nuestra forma de asumirla, p. 91 Casanella Cué, Lliana; Grizel Hernández y Neris González El reguetón en Cuba: un análisis de sus particularidades, p. 277 Visión de la mujer en la música popular, p. 305 Cavalcanti, Tereza Biblia y relaciones de género en busca de una nueva identidad, p. 239 Connell, R. W. El género como una estructura de la práctica social, p. 117
E
Espina Prieto, Mayra: Género y cambios en la estructura socioclasista cubana en los noventa, p. 419
9
F Faría, Nalú La opresión de las mujeres, p. 409 Fernández Robaina, Tomás Género y orientación sexual en la santería, p. 213 Fridman, Irene Violencia entre varones. Violencia intragénero, p.133
G
Giberti, Eva Reír para complacer, p. 21 González, Neris; Liliana Casanella Cué y Grizel Hernández El reguetón en Cuba: un análisis de sus particularidades, p. 277 González Pagés, Julio César Masculinidades en Cuba. Un debate que comienza, p. 151 Historia de la mujer en Cuba: del feminismo liberal a la acción política femenina, p. 485
H
Hernández Baguer, Grizel; Liliana Casanella Cué y Neris González El reguetón en Cuba: un análisis de sus particularidades, p. 277 Hernández, Carmen Nora Género: crecer desde el pie (entrevista de Idania Trujillo), p. 453 El género en el trabajo comunitario, p. 597 hocks, bell Desafío al capitalismo y al patriarcado (entrevista para Third World Viewpoint), p. 399 Hutchins, Jamaica: ¿Por qué me declaro feminista?, p. 389
10
K Kaufman, Michael La paradoja del poder, p. 101
L
Lagarde, Marcela La multidimensionalidad de la categoría género y del feminismo, p. 35 Lamas, Marta Problemas sociales causados por el género, p. 267 Leal García, Aurora Diversidad y género en las relaciones interpersonales, p. 195 Luque Álvarez, Luis Las y los, p. 331
M
Madoo, Patricia y Hill Niebrugge Teoría feminista contemporánea, p. 535 Mafia, Diana Desafíos actuales del feminismo, p. 507 Morales, Esteban Desafíos de la problemática racial en Cuba (entrevista de revista Caminos), p. 225 Moro, Sonnia Sexismo y educación, p. 57 Cuba: sexismo y lenguaje de los medios, p. 347 Moya Richard, Isabel De lo biológico a lo cultural, p. 27 El patio de mi casa es particular, p. 273 Ese cuerpo orlado de bellezas, p. 285 Lo gay también vende, p. 295 De Gutenberg al micro chip, rompiendo silencios, p. 359
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Muñoz, Marla Ahorro energético y algunos estereotipos, p. 335
N
Niebrugge, Hill y Patricia Madoo Teoría feminista contemporánea, p. 535
P
Pessah, Mariana ¿Qué entendemos por diversidad sexual?, p. 429
R
Rodríguez Boti, Regino Homosexualidad y ancianidad, otra cara de la misma esfera, p. 181 Rodríguez Ojeda, Miriam Presupuestos teóricos de la educación con perspectiva de género, p. 45 Rodríguez López, Yusimí Nuestra ceguera blanca, p. 253 Ruiz Bravo, Patricia: Género y desarrollo. Aportes para un debate, p. 607
S
Sierra, Raquel Diversidad sexual: abriendo paso a la comprensión, p. 187 Salas, José Manuel ¿Qué es la masculinidad? Su relación con el género. Nuestra forma de asumirla, p. 91
T
Trujillo, Idania Género: crecer desde el pie (entrevista a Carmen Nora Hernández) p. 453
V
Valladares Tayupanta, Lola Marisol Derechos sexuales, p. 465
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CLAVES PARA LEER ESTE LIBRO Compilar títulos para crear la Selección de lecturas que acompaña a cada uno de los módulos de la Formación en Educación Popular Acompañada a Distancia (FEPAD) es una tarea que el equipo de Educación popular del Centro Memorial Martin Luther King, Jr. se ha planteado siempre bajo dos premisas principales: la primera, hallar un número suficiente de textos que permitan bien sostener, bien problematizar el enfoque que, sobre el tema, el módulo en cuestión se propone. La segunda, privilegiar al máximo la autoría cubana en el entendido de que ella parte de las realidades del país que vivimos o, al menos, da cuenta de una cierta contextualización del tema de que se trate. Ambas cosas, naturalmente, han colocado tensiones ante el equipo: la búsqueda que conforma la selección de lecturas dada no siempre ha respondido ágilmente a esas premisas, y la compilación, aunque invariablemente lograda con criterios muy satisfactorios, se ha convertido en esfuerzo de muchas horas. Esta vez, ante la Selección de lecturas del módulo de Género, la aplicación también ha sido de muchas horas, pero por razones definitivamente diferentes. De una parte, en tanto teoría en construcción permanente, aquí nos hallamos frente a una extremadamente prolífera producción de estudios de género, de muchas partes del mundo, incluida América Latina. De otra, la creación cubana sobre el tema, sobre todo a partir de la década de los noventa del siglo pasado, también expresa una elaboración generosa. 13
Un dato más se ha unido a lo anterior, enriqueciéndolo: cada vez más mujeres cubanas –del periodismo, la psicología, la actividad comunitaria, la academia, la narrativa, la crítica literaria, la música y otros ámbitos— levantan la necesidad de mirar las cuestiones de género en sus perspectivas y aristas más diversas, seguramente desde la curiosidad que les entrega su experiencia de ser mujeres. Cubanas de todas las edades, pero muchas de ellas definitivamente jóvenes hoy, miran los productos y prácticas de sus respectivas disciplinas desde las ópticas del género, desde el descubrimiento de las inequidades de género que ellas han reportado o incluso todavía reportan. Menos hombres cubanos se unen al auge de este tipo de literatura en el país. Pero los que lo hacen —algunos de los cuales también son jóvenes—, trabajan el tema intensa y militantemente. Probablemente no sea la teoría, en su acepción más pura, el campo de privilegio para las personas que, en Cuba, en los últimos años, se han dedicado a escudriñar el asunto del género y sus alrededores, y a pronunciarse sobre él. Sí lo es —y qué bueno que así sea— el develamiento, el estudio y la propuesta apegadas a prácticas que hacen parte de la vida y el quehacer cotidianos. Quiere decir que esta producción cubana expresa, a las claras, una intención rotunda de batida a antiguos y nuevos prejuicios. No falta, sin embargo, quien se mantiene atado a añejas creencias para detractar de las que llegan apresuradas a sustituirlas, al compás de la vida. Pese a ese último dato, la mayoría de los textos de cubanas y cubanos que engrosan esta Selección de lecturas examina no solo las herencias. También se 14
coloca críticamente ante prácticas o posturas nuevas, que nacen ya envejecidas. La mayor parte de ellos, de una u otra manera, abre fisuras fecundas en zonas sociales de silencio o, al menos, de voz no suficientemente alta. Ante ese panorama —cuando casi todos los textos con que tropezábamos o a los que nos remitían amigas y amigos eran, efectivamente, de interés—, en esta ocasión la cuestión se planteó en términos de qué no incluir en nuestra compilación en torno al género. Con el cálculo del presupuesto para impresión como contenedor de ansiedades, produjimos entonces la presente Selección de lecturas del módulo de género de la FEPAD, que incluye solamente los títulos que colocamos en la “bibliografía básica”, que es la que se trabaja siempre grupalmente en los momentos de profundización teórica en las jornadas FEPAD. Por las razones de espacio arriba apuntadas, esta vez, lamentablemente, y a diferencia de otras ocasiones, no hubo cabida para la inclusión, en esta versión impresa, de la “bibliografía complementaria”, que lleva ese adjetivo solo para diferenciarla de la que se trabaja grupalmente, pero que, en cuanto a importancia, es también fundamental. Entonces, esa parte llamada “bibliografía complementaria”, por el momento, la entregamos a los grupos en soporte digital, apoyada por un listado que se incluye aquí con el propósito de animar el interés por hurgarla. Por una razón sencilla, otro escollo se presentó a la hora de catalogar esos títulos bajo categorías temáticas, de contenido: en la mayoría de los trabajos seleccionados, al igual que en la vida misma, 15
aparecen entremezcladas diversas variables sociales que convergen con el género. Raro es el texto que aborda uno solo de los costados desde los cuales el género se expresa. Pese a eso —aún a sabiendas de que algunos textos desbordan la categoría en que convencionalmente se han ubicado, y aunque, naturalmente, en ocasiones, más de una categoría de textos tributa a un mismo momento del módulo en particular—, decidimos ordenarlos en los ejes temáticos que siguen: Conceptos básicos; Masculinidad; Género y diversidad; El cuerpo y la imagen en productos culturales cubanos; Género y medios de comunicación; Teoría y práctica feminista, y Fundamentos del análisis de género. Así, bajo los primeros dos ejes de esta compilación, aparecen textos que dan cuenta de interesantes reflexiones acerca del desarrollo y evolución de las categorías género, identidad de género y masculinidad, que resultan conceptos esenciales para la comprensión del contenido del módulo en general. Ahí, aunque topamos con alguna autoría cubana, la mayor contribución es latinoamericana, con destaque para Marcela Lagarde, reconocida feminista mexicana. Ya en Género y diversidad sí contamos con importantes aportes de autoras y autores cubanos, entre los que sobresalen títulos de Esteban Morales, Yusimí Rodríguez y Tomás Fernández Robaina, entre otros. Por su parte, las categorías El cuerpo y la imagen en productos culturales cubanos y Género y medios de comunicación dan cuenta de una significati16
va presencia de autoría cubana femenina, representada por textos de Isabel Moya, Liliana Casanella y Sonnia Moro. Notables investigadoras y militantes feministas, profesionales de diversas disciplinas —como la española Judith Astelarra, la afronorteamericana bell hocks, las latinoamericanas Nalú Faría y Diana Maffia, y la cubana Mayra Espina, entre otras— entregan su aportación al eje Teoría y práctica feminista. Fundamentos del análisis de género, por su parte, es una categoría que se nutre, entre otros títulos, de dos textos producidos a partir de experiencias cubanas. Mucho bueno ha quedado fuera de la presente compilación porque, como dijimos, muy abundante es la literatura acerca de este tema que parece que no quiere, o más bien que no puede, ceñirse a una época, a una disciplina, a un contexto. Pero mucho bueno se ha incluido también en cada uno de los Momentos del módulo. Las miradas que especialistas cubanos han colocado en el tema son las que cargan la responsabilidad, que compartimos con gusto, de entregar entonces una Selección de lecturas en cierta medida cubanizada. Esa es la alegría fundamental que esta compilación confía a los grupos FEPAD, en el presupuesto de que contagiará en la observación crítica de las inequidades de género; que animará los esfuerzos para que no pare de crecer el compromiso personal y colectivo contra todas las discriminaciones, segregaciones y exclusiones sociales, contra la violencia toda; que favorecerá la contribución a la construc17
ción siempre inacabada de una sociedad más feliz, en la que mujeres y hombres crezcan libres de ataduras mentales, con el orgullo de saberse parte de una isla de sabores y colores múltiples, todos profundamente cubanos. MARLA MUÑOZ
I. Conceptos básicos
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REÍR PARA COMPLACER(*) Eva Giberti Tal vez no ocurra siempre del mismo modo; más aún, me consta que existen mujeres que, ante el estímulo de una frase emitida por algunos hombres con aire campechano y que pretende ser graciosa, reaccionan de manera distinta. Pero vale la pena observar el fenómeno. Supongamos que, durante una sobremesa, la conversación entre los hombres y las mujeres se desarrolle de manera cordial y, en determinado momento, uno de los caballeros decide explicar las dudas que surgen del diálogo compartido, con una frase gentil: “¿De qué nos asombramos? ¡Ya sabemos que las mujeres son locas!”. Frase que también es festejada con risitas por las mujeres que la escuchan. Supongamos que, en otra sobremesa, otro caballero cuenta un chiste subido de tono, que implica una descalificación del género femenino; entonces se producirá el mismo fenómeno: risas compartidas entre los hombres y las mujeres que acompañan al narrador. ¿Cuáles son los motivos que conducen a que algunas mujeres acepten, de manera risueña, el agravio o la burla? El diagnóstico indica que esa respuesta forma parte del dispositivo de la complacencia. La complacencia, analizada en este contexto, privilegia una actitud cercana a la tontería y al (*)
Tomado de: Página 12, 10 julio de 1998, suplemento Las 12.
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EVA GIBERTI
sometimiento, regulados por la presencia enmascarada del placer; porque la palabra complacencia encierra el vocablo placer (com-placer) que, en este ejemplo, compromete a los protagonistas de una conversación. Según este modelo, parecería que las mujeres que lo protagonizan 1) encontraran placer en ser humilladas y, como efecto de esta humillación, 2) producirían placer en los hombres que proceden de este modo; ellos se sentirían autorizados a satisfacer su narcisismo masculino ejerciendo dominio sobre la mujer, que escucha sin protestar. El aprendizaje social del complacer se inspira en la creencia de que las mujeres tienen la obligación de producir placer para el género masculino, modelo que tiende a cronificar las distintas formas de sometimiento que aún persisten en algunas congéneres. Históricamente se les enseñó a las mujeres que “deben gustar”. Es decir, que deben ser simpáticas y gentiles, lo que significaría no discutir en situaciones socialmente agradables, sobremesas y fiestas, por ejemplo. En particular, aceptar los comentarios de quienes disponen del poder. Este aprendizaje, enlazado con las características de personalidad de cada una, se potencia o se neutraliza, según sea lo que se denomina autoestima: a mayor autoestima, menor tolerancia a los avances descalificadores que produce el género masculino, enmascarados en la pretensión de ser “graciosos”. El entrenamiento en esta clase de “gracias” puede observarse en algunos programas de televisión: 22
REÍR PARA COMPLACER
cualquier forma de ingenio está ausente y se apunta al regocijo de la teleplatea, incluyendo burlas y descalificaciones a las mujeres que trabajan en ellos; las cuales, ya sea por cumplir con lo que impone su contrato o porque no les preocupa quedar convertidas en sujetos de chacota pública, asumen la situación riéndose ellas también. El argumento o las frases con que algunas mujeres justifican estos procedimientos —por ejemplo: “¡Nunca lo había pensado!”— evidencia la colonización intelectual que impide discernir entre lo que puede admitirse y lo que es intolerable; y cuando alguna congénere replica: “ ¡Pero los hombres no dicen esas cosas por ofender! ¡Solo es un chiste!”, desconocen la experiencia clínica, la cual enseña que quien se expresa mediante chistes denigrantes del género mujer, deja al descubierto su hostilidad. Nuestra cultura le enseñó al varón que cuenta con la benevolencia femenina, capaz de sobrellevar este lenguaje intencionalmente discriminatorio, carente de ingenuidad. Los contra-argumentos que ensayan algunas mujeres para justificar su complacencia son múltiples: “Hay mujeres a las que les gusta que les cuenten chistes verdes”. Sin duda, pero tengamos en cuenta que la proporción de chistes de esta índole, que descalifican al género mujer, es significativa; entonces, fatalmente, finalizará acompañando las carcajadas masculinas que festejan la denigración de la mujer protagonista del chiste. O bien: “¡No se puede vivir discutiendo con ellos! Además, lo dicen sin mala intención”. Yo pienso que sí existe “mala intención” en el sentido de avanzar 23
EVA GIBERTI
sobre el género mujer de modo descalificador, en cumplimiento de una rutina socialmente entronizada; podría admitir que se trata de mecanismos teñidos por el hábito de “cargar” a quien se muestra débil o a quien se evalúa como inferior. Si así fuera, resultaría mucho peor. Si alguien argumentara que quizá se trate de procesos inconscientes, convendrá recordar que la calidad de inconsciente que impregnan nuestras conductas es una producción propia y no ajena. “¡Entonces hay que vivir peleando!”. Sí. En estas situaciones, sí. Porque cuando se persiste en esta índole de complacencia, se promueve confusión en el género masculino, ya que, al autorizarle que se coloque en el lugar de un poder denigratorio, se estimula la creencia en su superioridad. Vivir con la sonrisa, sin motivo, incrustada entre los labios, se parece más a una oferta sexual que a un modelo de convivencia. Esos labios entreabiertos en la sonrisa complaciente, fuera de lugar, equivalen, simbólicamente, a una vulva que se ofrece. El arte de gustar, que podría ser la traducción simplista del art de plaire que inventaron los hombres y las mujeres del medioevo, no se sostiene en la complacencia, cuya finalidad es gestionar amor y simpatía a cualquier precio. La gentileza no significa tener la sonrisa disponible cuando alguien ataca mediante chistes o expresiones denigratorias instaladas en el imaginario social. En estas circunstancias se impone una cara seria o una respuesta concreta. Entonces aparece algo interesante: por lo general, el varón dispara una 24
REÍR PARA COMPLACER
respuesta veloz, casi siempre la misma: “Parece que no le gustó lo que dije” o algo equivalente. Es decir, se posiciona como víctima incomprendida e intenta desplazar la responsabilidad sobre la mujer, como si se tratase de una cuestión de gustos y ella fuera una persona difícil, a la que todo le cayese mal, y que, además, exagerara en su apreciación. Intenta retroceder sin que se note que acusó la marcación hecha por su interlocutora y entonces ensaya invertir el eje de la cuestión, colocando a la mujer, nuevamente, en un papel denigrado: ella es la “rara”. En realidad, el varón huye de la situación difícil en la que fue colocado, porque no sabe cómo hacerle frente y no se le ocurre disculparse. No resulta difícil asociar la compadrada en el lenguaje con la huída en los hechos. Cuando una mujer, ante este intento masculino de invertir la situación, contesta: “No cambie los hechos; no se trata de lo que a mí me gusta, sino de la necesidad que usted tiene de agraviar a las mujeres. Es un problema suyo, no mío”, quizá se suscite una situación difícil y necesaria; oponerse al maltrato y poner en evidencia a quien lo ejerce es parte de las responsabilidades que la convivencia demanda. Proceder de acuerdo con este criterio quizá no aumente el caudal de simpatizantes. Y también puede provocar disidencias entre mujeres. Pero ¿con qué hombres pretendemos compartir el diálogo? ¿Con los que reclaman complacencia estéril y sometida o con aquellos que prefieren conversar con mujeres que no transijan con ninguna forma de violencia? 25
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DE LO BIOLÓGICO A LO CULTURAL(*) Isabel Moya Buenos días. Agradezco la invitación del Centro. Ayer entré al boletín Caminos y supe de algunos de los temas que se habían tratado, de algunas de las conclusiones a las que se habían llegado, por lo que estoy un poco informada de lo que aquí se ha venido tratando. Quiero comenzar mi intervención diciendo que hoy, precisamente, es un día especial para la revista Mujeres, ya que el día 15 de noviembre, pero del año 1961, salió a la luz por primera vez la revista y, de alguna manera, celebramos pues el aniversario con ustedes. Aprovecho el “azar concurrente”, como diría Lezama Lima, del aniversario de la revista, para referirme a la situación y posición de la mujer en Cuba y, sobre todo, a algo que se preveía y que ustedes van a enriquecer más en los debates en los grupos. Y es el tema de los retos y desafíos de la igualdad de derechos, posibilidades y oportunidades de hombres y mujeres en la sociedad nueva que estamos tratando de construir, en medio, por supuesto, de una importante contradicción. Porque lo que se considera masculino y femenino, más allá de un hecho biológico real, es un hecho cultural, y como soy periodista, les comento un cable difundido por algunas agencias feministas de prensa, (*)
Presentación hecha por la autora en el Encuentro de educadores y educadoras populares del Centro Memorial Martin Luther King, Jr., La Habana, 15 de noviembre de 2007.
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al que otras agencias no le han dado la importancia que tiene, ya que están enfrascadas en la discusión de Chávez y el Rey de España. Pero fue publicado por los periódicos El Universal y El Mundo, de México. Se trata del artículo “Igualdad de género: promesa incumplida”, de Guadalupe Galván, que muestra en cifras los avances conseguidos en el sentido de la igualdad de género en los países del mundo. Ahí se da cuenta de que ninguno de los países de Latinoamérica está entre los primeros 20. Cuba está en el número 22 en esa estadística. Por esa lectura estadística pareciera que todo está resuelto y que, realmente, en Cuba la equidad, la igualdad, la relación más equitativa entre hombres y mujeres son un hecho, y que la desigualdad y la discriminación es asunto del pasado. Pero no es así. Hoy es más difícil que en 1959 abordar los problemas de la desigualdad. Por una parte, porque hay una idea de que el socialismo en sí es una sociedad cuyo fin es la igualdad en todos los sentidos. Entonces, pareciera que estamos ante problemas resueltos, sobre todo porque las estadísticas son abrumadoras: efectivamente, como saben, en Cuba las mujeres son el 66 % de la fuerza técnica y laboral del país; hay lo que se conoce como la feminización de la universidad. Incluso, si analizamos las estadísticas de las personas que están prestando ayuda en el exterior, en el campo de la medicina, el 54 % son mujeres. Pero más allá de esa participación en la vida pública, tan evidente en los números, ¿qué pasa desde el punto de vista cualitativo?, ¿cómo se da esa participación?, ¿cuáles son los costos?, 28
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¿en qué condiciones y qué está pasando en las relaciones de género en la vida privada? Y ahí está uno de los grandes retos: las mujeres se han incorporado a la vida pública, pero sin cambiar de manera significativa los juicios de valor, las relaciones y las costumbres que las siguen responsabilizado en todas las tareas domésticas, con la educación y el cuidado de los hijos. Y ahora, que tenemos un promedio de vida más alto, también el cuidado de los ancianos recae en la mujer; de los ancianos propios y de los de su compañero de vida, ya que esta tarea es considerada puramente de la mujer. Estos elementos, que parecen triviales, generan estrés y muchos problemas en la vida familiar y, sobre todo, provocan que la participación en la vida pública se haga a costos personales y sociales muy grandes. La investigadora Patricia Arés (que estuvo en la Mesa redonda1 cuando el conflicto de Elián) se presentó en un debate en “El triángulo de la confianza”2 sobre el tema del divorcio. Patricia tiene mucha experiencia en el tema familiar. Ella dice 1
Espacio informativo diario de la televisión cubana, inaugurado precisamente a partir de la lucha por el rescate del niño cubano Elían González, secuestrado en Estados Unidos.
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Programa de corte intimista y reflexivo del Canal Habana, de la televisión habanera, que se transmite los miércoles en la noche y aborda temas muy variados de las relaciones humanas, que pasan desde la contaminación sonora, hasta la timidez o el papel de la mujer en la sociedad. Con tres o cuatro invitados o invitadas, es conducido por el periodista Rolando Almirante.
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que hoy se puede hablar de tres tipos de mujeres insertadas en la sociedad cubana: • Un grupo muy profesional y con una importante participación en la vida social. Mujeres que tratan de lograr cambios en la familia y se cuestionan la forma tradicional de ese grupo. Mujeres que, pese a los problemas económicos, no han abandonado su práctica profesional por otra de mayores ingresos. • Otro sector vulnerable, de madres solteras, muchas de las cuales son negras, que han dejado el trabajo y los estudios y que han ocupado, otra vez, espacios informales como el trabajo doméstico, o se han insertado indirectamente en los sectores emergentes, conformados por cuentapropistas. • Mujeres —que a su vez son esposas de hombres bien colocados económicamente— que ven al hombre como proveedor y contratan a otras mujeres (del sector vulnerable) para trabajar en la casa, que tienen poca vida pública y se sienten las reinas del hogar. Ellas son ubicadas en lo que Patricia, con un término nuevo, llama mujeres de la “mediocracia”. A veces pensamos que el hombre o la mujer cubana son entes homogéneos y son así o asá. Pero los grupos están atravesados por las diferencias de clases o las etarias, o por limitaciones físicas. En cada caso, entonces, las necesidades son diferentes. Por ejemplo, yo estuve en un espacio con personas con limitaciones auditivas y la demanda de las 30
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mujeres ahí era que, en los salones de parto, hubiera enfermeras que supieran el lenguaje de señas, porque eso las hacía sentirse más seguras. Somos un universo diverso, atravesado por muchas circunstancias de las que la gente se apropia, y una participación real y el tratamiento diferenciado de cada cual es un gran desafío para lograr igualdad y equidad de derechos y oportunidades. En cuanto al acceso a espacios de poder, y en específico aquellos en los que se toman las decisiones —ya que no es lo mismo, hay mucha presencia femenina en la base, pero hay pocas mujeres en los altos cargos de gobierno—, el acceso de la mujer a los espacios donde se toman las decisiones, repito, no se corresponde con el número de delegadas al Parlamento. Hay una voluntad política de proponer mujeres, pero en el barrio, donde se negocia el poder, no se proponen, sino que se trata de aliviarlas. Ahí es donde se aterriza el “ser” y el “deber ser”. En el mismo Ministerio de Educación, casi todas las personas a nivel de base son mujeres; sin embargo, los cargos más altos son ocupados por hombres. El otro asunto es que la vida privada sigue siendo la misma. Más allá del problema económico, la responsabilidad genera estrés. Hay quien piensa que el problema está en la división de roles. Sin embargo, el problema está, más bien, en los juicios de valor. Si la mujer está desarrollando una tarea importante, todo el mundo colabora hasta que se termina, pero la idea es la 31
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colaboración diaria, la educación en la responsabilidad de todos y todas en el hogar. Hay una manera en que se ve la diferencia entre hombres y mujeres en los medios de comunicación. Es la imagen que se transmite, sobre todo del cuerpo, con preferencia a resaltar la sexualidad en la mujer y la perfección del cuerpo masculino. En el video clip se socializan muchas cuestiones; ellos tienen mucha influencia en la sociedad y divulgan la imagen sexual, tanto de hombres como de mujeres, que da la idea del estilo de “triunfador”. Pero el punto es si eso responde a los papeles que queremos que mujeres y hombres asuman en la sociedad cubana. Es decir, hacer ostentación de las posibilidades económicas (hombres con celular, cadenas y con otros objetos, que dan cuenta de una condición económica determinada) y del cuerpo en la mujer como objeto sexual. Y somos un cuerpo, sí, y este es importante, pero no es lo más importante, no debe ser el centro de la vida y de nuestras atenciones. A mí me pasó durante una visita al Comité Central, donde algunas personas, mujeres, preguntaron si yo era la de la revista Mujeres, pues estaba muy gorda para ser la directora. Se imaginaban una mujer de cuerpo esbelto y perfecto. La mujer, en el extranjero, se representa como objeto sexual, y la de Cuba —por aquello del color cubano, como diría Gisela Arandia3— es represen3
Gisela Arandia, investigadora y coordinadora del proyecto Color Cubano, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). (Nota de la ed.)
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DE LO BIOLÓGICO A LO CULTURAL
tada por la mulata sensual que baila rumba. Ejemplo de ello es la novela de Alexis Díaz Pimienta4, en la que hay una mulata bella que viaja a hacer estudios en Europa y nadie se explica cómo es que no sabe bailar rumba. Los medios trabajan con estereotipos. Para la Olimpíada, el cartel publicitario era un torso de hombre envuelto en la bandera, pero las judokas fueron las medallistas. Discutimos la pertinencia de poner otros carteles que no fueran comprendidos en sociedades que acostumbran a otro tipo de cartel. El reto del enfoque es que nos pone a mirarnos de maneras diferentes a como fuimos construidos. Deporte es igual a solidaridad, a trabajo colectivo, y lo representamos igual que las Olimpiadas griegas, en las cuales las mujeres no podían participar. Por cierto, viene a cuento recordar una fábula de Esopo en la que el león y el cazador conversan sobre la perfección con la cual se reflejó la imagen del hombre y lo bello que era, y el león responde que estaba claro que el escultor era el hombre. Otra cosa hubiera sido si el que hubiera esculpido la estatua hubiera sido el león. Lo dejo ahí. Gracias.
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Narrador, poeta, investigador y repentista cubano (Nota de la ed.)
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LA MULTIDIMENSIONALIDAD DE LA CATEGORÍA GÉNERO Y DEL FEMINISMO Marcela Lagarde Las teorías de género Seguramente algunas de ustedes conocen las teorías de género. Hoy se escucha, en muchas aulas de esta universidad, en muchas oficinas públicas de este país, en muchos espacios civiles, este concepto que es “el género.” Se dice que se hace investigación con enfoque de género, o que se hace política con enfoque de género, o que se elaboran propuestas con enfoque de género, o que un equipo determinado trabaja con la perspectiva de género; o sobre problemáticas de género; también se dice que se tiene cierta visión de género sobre la realidad. Por ejemplo, en textos de organismos internacionales como UNICEF, FAO1 y todos los organismos de la ONU, se leen proyectos en los que hay un componente de género, así como hay el componente derechos humanos o el componente biodiversidad y ecología. Esto casi es una jerga de ciertos tipos de enfoques que hoy están ampliamente difundidos en ciertos niveles de la sociedad, en algunas áreas del ámbito universitario, de las políticas públicas 1
Se refiere a los Fondos de la Organización de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y para la Alimentación y la Agricultura (FAO). (Nota de la ed.)
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MARCELA LAGARDE
y en algunos espacios institucionales. Lo que define al género es su problemática, las problemáticas referentes a perspectivas de políticas internas. Otras personas pensarán que son temas que tienen que ver únicamente con la mujer. Estos son algunos de los significados que se les dan. Hay libros, por ejemplo, Historia y género, que trata de la historia y las mujeres. Otro libro, Nuevas perspectivas en el desarrollo del sexo y el género, trata sobre las definiciones que las mujeres, como seres sexuados, tenemos en la sociedad. Una de las características que tiene este conjunto de definiciones es que, casi siempre, se asocia a la mujer con algo abstracto. Muchas de nosotras decimos: “pues mira, yo estoy en una investigación sobre la mujer en tiempos del cólera”. Y “yo estoy en una investigación sobre la mujer en tiempos de la fe”, en realidad nos referimos a un concepto abstracto en relación con la mujer. No nos estamos refiriendo a las mujeres concretas, y esta es otra característica de la definición de género. Cuando hablamos de género nos estamos refiriendo a una relación abstracta que es producto de la evolución histórica, hablamos de lo que sucede con las mujeres comunes. Este es uno de los enfoques, tal vez el que tiene una mayor divulgación y difusión, pero, ¿por qué en lugar de decir, abiertamente, “voy a hacer una investigación sobre la mujer”, digo: “voy a hacer una investigación de género”? Esto tiene que ver con muchas cosas muy importantes que vamos a tratar de encontrar; unas son de tipo teórico y otras son de tipo político. 36
LA MULTIDIMENSIONALIDAD DE LA CATEGORÍA...
Cuestiones de tipo teórico en los estudios de género Las cuestiones teóricas están relacionadas con lo que llamamos teorías de género y significa la categoría de género. En realidad, quienes nos dedicamos a esto no solamente hablamos de una categoría de género. No hay una categoría aislada de un habeas teórico, se trata más bien de una teoría que expresa, que analiza, que devela lo que se llama la dimensión de género. En efecto, brevemente, significa la categoría de género, ya no el concepto, sino la categoría. El género es el conjunto de atributos, de atribuciones, de características asignadas al sexo. Profundizaré en esta definición. Hay que reconocer, primero, que bajo esta definición subyace una hipótesis teórica; “el conjunto de características asignadas al sexo”. Este conjunto de características que tradicionalmente pensábamos como de origen sexual, en realidad son históricas, por eso decimos que las características son “atribuidas”. El hecho “atributivo” es un hecho histórico, esta es la hipótesis. Podemos repetir el mito —que es parte del sentido común, de la ideología dominante, de las religiones, de las filosofías más difundidas en esta tierra y en los sitios aledaños a esta tierra—, según el cual todo lo que somos las mujeres y los hombres es “natural” y tiene un origen “sexual”. Este mito tiene un contexto social. Este es el mito en el que fuimos educadas la mayoría de las personas en nuestra larga o corta vida. Aprendimos, por ejemplo, que lo que nos sucede como mujeres o lo que les sucede a los 37
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hombres, está determinado previamente, y que esta determinación previa es de orden ideológico. Lo que quiere decir la expresión “naturalmente” es que somos seres determinados por la ideología. Por ejemplo, casi todas las personas que están aquí han oído alguna vez que lo que nos sucede es “así nací”; “tú ya naciste mujer y te toca...” ¡Todo lo que se puedan ustedes imaginar que es ser mujer! Los que nacieron hombres, pues ya nacieron hombres y simplemente en su vida tendrán que corroborarlo. Este es el sentido de los mitos que tenemos en nuestra cultura para explicar por qué las mujeres somos quienes somos, y por qué los hombres son quienes son. Las teorías de género parten de otro punto de vista: el histórico. A esto se refieren las atribuciones. El género es el conjunto de características asignadas al sexo, que no venían en el “paquete”. No venían en los genes. No estaban en los cromosomas, no tienen que ver con las características específicas de orden biológico de las personas. Entonces, la categoría de género incluye la dimensión del sexo, como conjunto de características biológicas; en otras palabras: es el conjunto de características biológicas que en nuestra especie, que es bimórfica, agrupa a los sujetos de acuerdo con cuatro dimensiones fundamentales: el sexo genético, el hormonal, el genotípico y el gonádico. En la categoría de género se reconoce que existe un conjunto de características sexuales del sujeto, pero que son neutrales. Hay una determinación genética del sexo a la cual se denomina sexo cromosómico, por tener cromosomas XX o XY. 38
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Existe una cierta correlación hormonal entre los fetos sexuados en cuanto a una relación en el porcentaje de hormonas que tienen y que todos tenemos. Todavía cargan el nombre de “femeninas” o “masculinas”, no tienen nada que ver con el género, pero así se llaman. Hay una determinación de genotipo. El genotipo es la apariencia exterior del cuerpo. En ese sentido, tenemos diferenciación genotípica de los cuerpos y tenemos también la diferenciación gonádica de lo que producimos. Producimos óvulos o producimos espermatozoides; tenemos ovarios o tenemos testículos. En las categorías de la definición del sexo, lo que cuenta es si tenemos ovarios, vagina, útero y clítoris, o si tenemos pene. Todo esto, efectivamente, es parte del bagaje con el que vivimos. La hipótesis en la teoría de género es que esto no determina ni es causa de lo que somos las mujeres y los hombres. Es decir, los seres humanos y las humanas, aunque tenemos características sexuales, no estamos determinados. Lo que quiere decir que, desde estas teorías, no hay explicaciones que giren en torno a causas de fenómenos sociales, económicos, afectivos, de orden político; los humanos y las humanas tenemos espíritu. Es decir, que esto no nos determina para vivir. Entonces, la pregunta en la teoría de género es ¿cómo se construyen las determinaciones?, ¿cómo se logra que las mujeres y los hombres seamos lo que somos en la vida cotidiana? Y la hipótesis de respuesta es que, sobre el conjunto de las características sexuales, las distintas sociedades han asignado funciones sociales; se superponen otras características que son, voy a decir de qué tipo. 39
MARCELA LAGARDE
Aquí tenemos, digamos, sujetos sexuados femeninos, sujetos sexuados masculinos. A estos cuerpos se les asignan ciertas funciones en la sociedad y características determinadas al sexo conforme al género. El género es una categoría que abarca, efectivamente, lo biológico; pero es, además, una categoría bio-socio-psico-econo-político-cultural. La categoría de género analiza la síntesis histórica que se da entre lo biológico, lo económico, lo social, lo jurídico, lo político, lo psicológico, lo cultural; implica al sexo pero no agota ahí sus explicaciones. La cultura dominante construye explicaciones, pero únicamente las del origen natural de las determinaciones sociales. Todavía hay personas que hablan de la “ley natural”. También hay quienes piensan que tenemos instintos. Muchas mujeres explican los furores de algún novio enamorado por sus instintos sexuales o explican la agresión corporal a las personas por “instintos de agresividad”. Todavía muchas mujeres creen que ciertas cosas que hemos vivido intensamente tienen que ver con un llamado “instinto maternal” y cuando ven las chambritas2 en las tiendas o a los bebés en las calles, dicen: “es el instinto que me está saliendo”. Actualmente, muchas creemos que somos capaces de mostrar una enorme capacidad para dar compañía a las personas y que somos capaces de conmovernos hasta las entrañas, porque estamos determinadas biológicamente para hacerlo. Este es el mito, pero la teoría de género hace un análisis 2
Vestidura corta, a modo de blusa con poco o ningún adorno, que usan las mujeres sobre la camisa. (Nota de la ed.)
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distinto, en donde el género es analizado como algo dinámico. Una definición muy general de sexo dice que este se modifica, justamente, por su relación con fenómenos sociales, psicológicos, económicos. Esto no quiere decir que lo biológico no tenga un peso enorme, pero no le doy una importancia mayor de la que tiene, porque no tiene un papel determinante, causal, de los fenómenos de género, sino que es parte de una organización complejísima de tipo histórico, que cumple el papel de generar lo que finalmente somos las mujeres y los hombres concretos. Determinación del género en la cultura Existe una determinación del género dentro de la cultura. El hecho de que le asignemos género a todo lo que hay en el mundo es un hecho cultural; que pensemos que el juego tiene un género, que la tierra tiene un género. Son hechos culturales. En nuestra cultura, le damos contenido de género a casi todo. La cultura, vista como el conjunto de visiones del mundo desde la cosmogonía —incluyendo los orígenes, historias, las filosofías, las ideologías, las mitologías, las éticas y los lenguajes— que conforman la cultura que reproduce el orden del género. Cuando cantamos a pulmón batiente bajo la estatua del Ángel de la Independencia, después de que perdió la Selección Nacional, “pero sigo siendo el rey”, estamos haciendo la reproducción del orden del género. Ahí está todo lo simbólico patriarcal de nuestro mundo, expresado en el himno 41
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nacional mexicano que es “pero sigo siendo el rey”. Y no es un himno asignado sólo para que lo canten los varones, las mujeres lo cantan; eso es la cultura. ¿Cuáles son nuestros valores?, ¿cuál es nuestro sentido de la vida?, ¿cuáles son nuestras interpretaciones de lo que ocurre en el mundo?, eso es la cultura y esta reproduce el orden de género. Ahí tenemos justificaciones, ahí tenemos explicaciones del por qué sí y por qué no suceden las cosas; qué es lo que sí y lo que no debemos hacer; cómo debemos conducirnos en la vida, de qué se trata la vida, etcétera. Ahí tenemos una cultura de género. La subjetividad como receptáculo del género A nivel de la persona tenemos la subjetividad, esto es, lo que antes llamaban el “psiquismo”, “la mente”. Los religiosos le llaman “alma” y los metafísicos “espíritu”; no importa cómo se le llame a la subjetividad, ella es la síntesis individual de su experiencia social, su experiencia de vida, de su cultura y, como tal, la subjetividad tiene definiciones de género. Así pues, la subjetividad es el conjunto de formas de pensar sobre el contenido, de sentir el mundo, es la afectividad y son los afectos; tiene, además, la dimensión de la identidad. Pensamiento, afectividad e identidad, eso es la subjetividad y tiene impronta de género. No hay afectos ni formas de pensar neutras, hasta el amor tiene género. La manera como amamos las mujeres depende de cómo interiorizamos y desarrollamos el amor. 42
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Lo que deseamos es parte de la subjetividad mental, ¿qué deseamos?, pues depende de cuál ha sido nuestra historia personal y nuestra cultura para que construyamos un tipo de deseo particular. Las formas del pensamiento son aprendidas a través de un orden. Por ejemplo, nosotras aprendemos a pensar en lógica formal binaria, por lo que reconocemos que todo tiene dos polos, causa y efecto; una sola causa, un solo efecto. Cuando dicen “piensa como mujer”, no se equivocan. Hay formas de pensamiento enseñadas a las mujeres y formas de pensamiento enseñadas a los hombres. Luego está el contenido de lo que pensamos los géneros de acuerdo a la asignación de credo y a otras asignaciones. La identidad de género abarca mucho espacio de la identidad personal. En el proceso de formación de la identidad, nosotras desarrollamos la autoidentidad primera, ya definida como una identidad de género. Nos cuesta mucho separar el “yo” del “yo mujer”, y en los hombres el “yo” del “yo hombre”, con todo lo que en esa caracterización signifique ser mujer o ser hombre.
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PRESUPUESTOS TEÓRICOS DE LA EDUCACIÓN CON PERSPECTIVA DE GÉNERO(*) [fragmentos] Miriam Rodríguez Ojeda Los estudios de género en las Ciencias Sociales han logrado introducir una posición científica del ser humano y sus formas de relación, que rompe con lo que hasta sólo unas décadas atrás parecía innegable. En estos estudios se presta atención a todos aquellos fenómenos y situaciones vinculados principalmente con las relaciones de poder, subordinación entre los sexos y con la condición de las mujeres como ser inferior, discriminado, que persiste como una actitud “natural”, y que se ha revelado en su situación social, históricamente configurada en una serie de pautas erróneamente diferenciadoras de poder y discriminación entre la mujer y el hombre. La categoría género ha sido estudiada por diferentes autores que la definen de diversas formas: Según Bernstein, es “una red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores y actividades diferenciadas entre hombres y mujeres a través de un proceso de construcción social que tiene una serie de elementos distintivos”.1 (*)
Tomado de “Estrategia pedagógica para la educación con perspectiva de género”, tesis en opción al grado científico de Doctora en Ciencias Pedagógicas, Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, diciembre, 2006.
1
B. Bernstein: CIases, códigos y control, vol. 2, Akal, Madrid, 1988, p. 6.
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Delamont plantea que el género se refiere “al carácter cualitativo e independiente de la posición de mujeres y hombres en la sociedad. Las relaciones entre ambos están constituidas en términos de las relaciones de poder y dominación. El concepto de género hace posible distinguir las diferencias sexuales, fundadas biológicamente entre mujeres y hombres, de las diferencias determinadas culturalmente entre las funciones recibidas o adaptadas por mujeres y hombres, respectivamente, en una sociedad determinada”.2 Apple destaca que constituye “una forma de denotar las construcciones culturales, la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de referirse a orígenes exclusivamente sociales, de las identidades subjetivas de hombres y mujeres”.3 Beal se refiere al género como “la categoría donde se agrupan todos los aspectos sociales y culturales de la feminidad/masculinidad, reservándose sexo para los componentes biológicos, anatómicos y para designar el intercambio sexual en sí mismo”.4 Fernández lo define como la “categoría que nos posibilita designar el orden sociocultural configu2
S. Delamont: Sex Roles and the School. Methuen, Falmer Press, Londres, 1980, p. 34.
3
M.W. Apple: Teachers and Texts. A Political Economy of Class and Gender Relations in Education, Nueva York, Routledge, Barcelona, 1989, p. 21.
4
C. Beal: Boys and Girls: The Development of Gender Roles, Graw-Hill, Nueva York, 1994, p. 48.
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rado sobre la base de la sexualidad. Es una construcción simbólica que integra los atributos asignados a las personas a partir de su sexo”.5 Alicia González y Beagtriz Castellanos señalan que el género es el “conjunto de atributos, cualidades, actitudes y modos de comportamientos asignados y esperados por cada sociedad para el hombre y la mujer, que pauta rígidamente todas sus expresiones conductuales, desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida. Constituye el modelo o patrón de feminidad y masculinidad socialmente establecido en cada contexto, cultura, región, a partir de los que se educa la sexualidad (hombre proveedor versus mujer madre–esposa)”.6 Como tendencia, en cada definición se establece la relación entre sexo/género como categorías que distinguen los hechos biológicos y los hechos sociales respectivamente asociados a la sexualidad. Sin embargo, no está demostrado que las diferencias biológicas, que contienen el sexo, impliquen por sí mismas capacidades, aptitudes o actitudes contrapuestas, polarizadas, de superioridad e inferioridad entre las personas que promueven los modelos genéricos. Estos procesos biológicos no determinan, de manera directa y mecánica, que la 5
L. Fernández y col.: “Género y subjetividad”, en Pensar en la Personalidad, Editorial Félix Varela, Ciudad de La Habana, 2003, p. 97.
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Alicia González y Beatriz Castellanos: Sexualidad y géneros. Alternativas para su Educación ante los Retos del Siglo XXI, Editorial Científico–Técnica, Ciudad de La Habana, 2003, p. 103.
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persona se convierta en un ser psicológicamente sexuado. Mientras el término “sexo” designa características necesariamente biológicas (aunque los cuerpos tienen también historia), la concreción del “género” depende del momento y del lugar. “Los géneros son continuamente redefinidos por la sociedad, no son nunca totalmente estables y se van modificando en relación con otros cambios sociales”.7 La autora se identifica con estos autores, pues señalan el carácter social del género. La categoría género es un constructo social que apunta a la clasificación de mujeres y hombres sobre la base de expectativas y proyectos educativos preestablecidos, en tanto la categoría sexo se refiere a las diferencias biológicas entre varón y hembra, abarca todos los fenómenos, procesos y características anátomo-fisiológicas relacionadas, por ejemplo, con los cromosomas, hormonas, glándulas y órganos sexuales de un individuo, que le permiten asumir determinadas funciones biológicas frente al otro sexo, fundamentalmente en la respuesta sexual y en la reproducción. La categoría género, según Scott, toma en cuenta su análisis a partir de las siguientes características: • Carácter histórico: cambia a través del tiempo y el espacio de acuerdo al momento histórico específico que le toca vivir al sujeto, es mutable y por ende variable. Esta característica 7
Marcela Lagarde: “Democracia genérica. Por una educación humana de género para la igualdad, la integridad y la libertad”, artículo, UNAM, México, 2001, p. 14.
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posibilita la construcción de los procesos subjetivos en la relación ínter subjetiva. • Es ubicuo: (está a un mismo tiempo en todas partes); influye en la micro y macro esfera; se manifiesta en la división social-sexual del trabajo; el imaginario social; se legitima en los discursos, la ideología, la religión, el sistema educativo, los medios de comunicación masiva, la dinámica familiar y las relaciones interpersonales. • Es jerárquico: la división que se establece entre hombres y mujeres se realiza en una relación vertical, donde las mujeres están en posición subordinada; lo que vale es el modelo masculino. • Cultural: en tanto cada cultura define lo masculino y femenino, lo apropiado o no para el sostenimiento de lo instituido desde su imaginario; esto explica las diferencias de los modelos de género y la comprensión de comportamientos de cada cultura. • Relacional: en tanto pautan las relaciones entre mujeres y hombres, en todos los contextos de actuación. • Contextualmente específico: requiere para su comprensión de la articulación de diferentes factores asociados a espacios, momentos y contextos históricos específicos, como: clase social, etnia, raza, educación, edad, entre otros, que aportan elementos diferenciadores para cada sexo.8 8
J. Scott y T. de Barbieri: Guía de Educación Familiar y Sexual para Docentes del Tercer Ciclo de la Educación Primaria de Menores, UNFPA, Lima, Perú, 1999, pp. 67-68.
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Por consiguiente, los seres humanos forman parte de la naturaleza y existen en una imbricación entre lo biológico, lo sociocultural y lo psicológico en un contexto histórico dado. Intentar comprender esta indisoluble relación resulta imprescindible en el camino de entender el origen y formación de la personalidad y su carácter sexuado, así como la influencia de los modelos genéricos en su desarrollo. [...] En sentido general, el género como categoría histórica, social y relacional constituye una premisa que, en su relación sistémica con lo biológico y lo psicológico, mediatiza el desarrollo de la personalidad y forma parte de la realidad subjetivaindividual de manera personalizada. El género, en su expresión social, es una construcción simbólica que integra los atributos asignados a las personas (premisa social) a partir de su sexo (premisa biológica), así como los procesos psicológicos que en su imbricación dan lugar a la personalidad y su esfera psicosexual. Género, educación y sexualidad en las sociedades patriarcales. Un camino sexista y discriminatorio a erradicar Los conceptos, valores y actitudes que dan un sentido personal a lo masculino y lo femenino de la sexualidad, se comienzan a formar en las edades tempranas y se desarrollan a lo largo de toda la vida del ser humano, a través de la educación escolar, familiar y social. 50
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La educación constituye un complejo fenómeno social que garantiza la apropiación, por parte del ser humano, de la vida espiritual y cultural, en el cual se le capacita para vivir en una determinada época. En este contexto corresponde a la educación sexual la tarea de promover el crecimiento libre y pleno de la sexualidad como manifestación de la personalidad, en íntima relación sistémica con las demás aristas de la labor educativa. La educación sexual forma parte orgánica e inalienable de la preparación para la vida, del aprender a ser, mediante el cual cada individuo tiene que aprender a ser sexuado, a construir de forma personalizada su masculinidad o feminidad y apropiarse creadoramente de valores, actitudes, conocimientos, habilidades y destrezas, con vistas a vivir su sexualidad de modo autodeterminado y enriquecedor. En este sentido, le corresponde a la educación sexual promover el desarrollo pleno y responsable de la sexualidad en íntima relación sistémica con los demás componentes. El proceso educativo de la sexualidad deberá ofrecer opciones y alternativas para que cada sujeto seleccione libre y responsablemente las formas de vivir su sexualidad, respetando los espacios y límites personales y sociales. La educación sexual es un “proceso de formación integral de la personalidad, representa un fenómeno social de apropiación, por el ser humano, del acervo de la vida espiritual y cultural, en tanto propicia el desarrollo de conceptos, actitudes, 51
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sentimientos, valores y comportamientos en el hombre y la mujer, sustentados en el amor, el respeto, la libertad y la responsabilidad ante la propia sexualidad y la ajena, que permiten fomentar estilos de vida equitativos y saludables”. Entre el primero y tercer años de vida, teniendo como fundamento la imagen corporal y, como parte esencial, la formación del “yo” (de la autoconciencia y la autovaloración), se comienza a desarrollar un complejo proceso de diferenciación sexual sociopsicológico, que da lugar al sentimiento y la conciencia de sí (identidad de género) como un ser masculino o femenino, fenómeno de carácter permanente y estable. En la base de esta se despliega un conjunto de procesos psíquicos: necesidades, sentimientos, valores, actitudes, representaciones, conceptos, aspiraciones, capacidades hacia el propio sexo y el otro, que conforman la identidad de género como el núcleo de la sexualidad, que determinará la forma en que cada individuo la vive y la expresa de forma personal. Ya antes de que un niño o una niña nazca, por lo general, los progenitores esperan y desean un bebé de un sexo u otro en especial. Muchas veces las madres desean un niño para que sea “macho” igual que el papá, o una niña para que les haga compañía, llenando así a ese bebé, antes de nacer, de expectativas distintas, moldeadas por modelos y expresiones socioculturales. Y así a lo largo de toda la vida. En el momento en que se perciben los órganos genitales del niño o de la niña, la actitud de los 52
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familiares y de todos los que le rodean influye en el desarrollo del sentimiento de ser varón o niña, de su identidad, que se forma y desarrolla y que se manifiesta en el rol de género, a partir de los procesos de socialización. De esta manera, la educación, a partir de los modelos de géneros, da lugar a la diferenciación sexual y se refuerza en la propia interacción social que se produce. Si el bebé es niño, no será vestido de un “delicado” rosadito; pero si es niña, sí. Si es niño, las personas hacen referencias muchas veces a las expectativas familiares de que sea grande y fuerte. Si es niña, la situación es otra: al anunciar su sexo, se inscribe en todas las certezas de ternura, belleza, delicadeza. Se recibe con admiración y cuidado, haciendo alusión a las características de dulzura, delicadeza y belleza deseadas para ellas. El análisis de las formas tradicionales de educación de la personalidad y su esfera sexual ha demostrado que, desde el surgimiento de las sociedades patriarcales, estas se han caracterizado por un fuerte carácter sexista, discriminatorio, que socializa a los seres humanos, niños y niñas, hombres y mujeres, a partir de rígidos estereotipos, los que estimulan las relaciones de fuerza, poder y desencuentro entre el hombre y la mujer, la discriminación de ambos, pero fundamentalmente del sexo femenino. La educación sexista contrapone y polariza a los seres humanos a partir de una distorsión de los modelos socioculturales de hombre y mujer (género) que, lejos de ser fuente de crecimiento y desarrollo pleno y responsable del individuo, se 53
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convierte en generadora de conflictos, angustias y, en muchos casos, de trastornos y alienación que repercuten negativamente en el desarrollo del sujeto y en las relaciones entre las personas, especialmente entre aquellas de sexos diferentes. “El estudio de infantes, adolescentes y adultos o sus familiares, que asisten a solicitar ayuda por presentar manierismo (‘afeminamiento’ de los varones y ‘masculinización’ de las chicas, según patrones culturales), nos ha demostrado que, con frecuencia, esta manifestación es erróneamente considerada por los educadores, las personas adultas e incluso por sus coetáneos como un ‘trastorno’ que expresa una tendencia o un comportamiento homosexual. Tal distorsión de estas manifestaciones conduce a muchas de las personas con las que el individuo se relaciona, a trasmitirle conceptos y valores mitificados, erróneos, sobre su sexualidad, que no sólo lo confunden y afectan su autoestima e incluso su identidad genérica (la forma en que vivencia y valora su masculinidad o feminidad), sino que, con frecuencia, puede afectar también la calidad de las relaciones que establece en el marco de la pareja, la familia y la vida social”.9 Las sociedades androcéntricas, patriarcales tradicionales y contemporáneas, a fin de lograr mantener el estatus jerarquizado de poder y subordinación entre el hombre y la mujer, históricamente han 9
A. González: “Sexismo, estereotipos y trastornos de la vida sexual”, en Sexualidad, educación y desarrollo humano, un camino hacia un mundo mejor, digitalizado, en proceso de edición, p. 8.
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desarrollado formas de educación a partir de modelos genéricos sexistas que predeterminan —de manera externa, impuesta, distorsionada, despersonalizada— las manifestaciones asociadas a la masculinidad y feminidad, de las que debe apropiarse cada persona como parte de su sexualidad, según su sexo, y expresarlas en todos sus contextos de actuación personal y social. Como resultado de la educación con carácter sexista, entendida como el “proceso que prepara a las futuras generaciones en función de patrones, normas, valores y proyecciones sociales atendiendo al sexo y, por lo general, opuestos, se conforman las diferencias supuestamente sexuales atribuidas al género, y que se desencadenan en una contraposición entre ambos, a partir de relaciones de poder y de fuerza”.10 . Por consiguiente, el sexismo perpetúa la desigualdad y la jerarquización en las relaciones interpersonales sobre la base de la diferenciación sexual, lo cual resulta nocivo para el desarrollo humano. Superar esta educación tradicional, permeada de dogmatismo y autoritarismo, requiere de una reconceptualización del proceso educativo en general y del proceso de enseñanza-aprendizaje en particular, a partir del enfoque de la pedagogía de la diversidad y la equidad.
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Alicia González y Beatriz Castellanos: ob.cit., p. 145.
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SEXISMO Y EDUCACIÓN Sonnia Moro ...la prueba de cada civilización humana está en la especie de hombre y de mujer que en ella se produce... JOSÉ MARTÍ1
El sexismo, dicho de la manera más sencilla, no es otra cosa que las actitudes sociales, culturales y políticas que establecen la superioridad de un género sobre otro. Si me auxilio del diccionario del procesador de textos de una computadora para buscar sus sinónimos, este me ofrece los términos: diferencia, separación, discriminación. Diferencias lacerantes, brechas de género que obligan a las mujeres a ser dos veces más para ser iguales, y la discriminación, con mayúscula. En Cuba están dadas todas las condiciones objetivas para intensificar esa batalla por la erradicación de las manifestaciones sexistas, y puede y debe comenzarse desde las edades más tempranas. De ahí la importancia de formar a niños, niñas y adolescentes mediante prácticas pedagógicas, sociales y culturales libres de cuanto coadyuve a mantener su nociva influencia. Los futuros receptores y receptoras de los medios Cuba tiene un índice de escolarización cercano al ciento por ciento, debido a que la no asistencia a 1
José Martí: Obras Completas, t. 8, Editora Política, La Habana, 1975, p. 34.
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SONNIA MORO
la enseñanza primaria o secundaria (hasta el noveno grado) sólo se justifica en casos de incapacidades insuperables para el aprendizaje. Una parte de sus infantes en edad preescolar asiste a los llamados Círculos infantiles y Jardines, las guarderías de hijos e hijas de madres trabajadoras. Otro grupo importante de esas edades está vinculado a la enseñanza no formal, donde también se preparan para sus primeros pasos en la escuela. Su sistema de instituciones para niños y niñas con discapacidades físicas o mentales ha devenido modelo, incluso, para países del primer mundo. En los últimos tiempos ha tenido lugar en Cuba una verdadera revolución en la enseñanza. Cada aula escolar, a lo largo y ancho del archipiélago —incluso las aulas rurales de lugares apartados, con una baja matrícula—, están equipadas con televisor, video y acceso a la computación. Existen dos canales educativos como apoyo a las enseñanzas primaria, secundaria y preuniversitaria. Toda la mañana y toda la tarde se van sucediendo programas de asignaturas de ciencias naturales y exactas, y de humanidades, para esos niveles escolares, así como otros videos culturales y de entretenimiento acordes con esas edades. Temprano en la mañana y en las noches, así como los fines de semana, se trasmite Universidad para Todos, que ya ha impartido cursos de idiomas, ciencias sociales, artes, ciencias exactas y naturales. Las aulas de primaria no pasan de 20 alumnos y 15 es el número tope de la matrícula de la secundaria básica. Ardua y compleja está siendo tam58
SEXISMO Y EDUCACIÓN
bién la formación del magisterio que enfrenta estos retos y en el cual las mujeres son la mayoría del personal, al igual que son mayoritariamente niñas las que dirigen las organizaciones estudiantiles hasta el noveno grado. Si se aprovechara toda esta infraestructura material y organizativa para favorecer la introducción de un lenguaje y actitudes no sexistas en la formación de los y las adultas que vivirán a partir de la segunda década del milenio en Cuba, los resultados serían sorprendentes. Pero aún no se tiene una conciencia clara de la necesidad de utilizar tales recursos con esa intención. Una mirada rápida a la televisión educativa y a los materiales audiovisuales dedicados a la educación así lo demuestra. No deja de aparecer, antes de cada curso televisivo, un letrero que dice Profesor, independientemente de que este sea hombre o mujer. Al alumnado se le habla casi siempre en masculino. El hombre, como síntesis de la especie humana, sigue apareciendo en todos los materiales que se refieren a los seres humanos: “el hombre y el medio ambiente”, “la defensa de los recursos naturales por el hombre”, etcétera. Tragicómico resultó que, en un programa dedicado a los delfines, la profesora expresó, al referirse a la pertenencia de esos animales al grupo de los mamíferos, que “los hombres amamantan a sus hijos como los delfines”. La mayoría de los problemas de Matemáticas, Física y otras materias tienen casi siempre a personajes masculinos como protagonistas. También es habitual que las profesoras caigan en el error 59
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de decir “yo mismo”, “nosotros”, “conmigo mismo” y similares. Los ejemplos son muy numerosos y el sexismo está presente en prácticamente toda la programación, si bien las niñas, con su locuacidad característica, están en mayoría en los programas que tienen a niños y niñas en su conducción. Si se habla de amistad, solo se refieren al amigo; incluso es tal la masculinización del lenguaje que, en un programa en que se hablaba de las costumbres de las familias de la Cuba colonial, la presentadora habló de “las tareas manuales que hacían los niños2, como bordar pañuelos y tejer”. Imagino la risa y la jarana criolla en algunas aulas, aunque, es una realidad que esa forma de expresarse está tan arraigada que muchos y muchas no deben haber advertido el desliz. Los créditos que aparecen al final de cada teleclase pueden o no dar una denominación masculina a una función asumida por una mujer. Esto depende de las y los realizadoras/es, y pienso que también refleja la exigencia de muchas participantes en la creación y producción de esos materiales. Si tenemos presente el protagonismo de la televisión en la vida de las escuelas y hogares cubanos, el esfuerzo que ha hecho el Estado al instaurar la televisión educativa y la compra y facilidades para adquirir un millón de televisores —para cubrir tanto el déficit como renovar los viejos equipos—, es 2
A partir de aquí, aparecen varias marcas hechas intencionalmente por la autora para llamar la atención acerca del uso sexista del lenguaje. (Nota de la ed.).
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incomprensible que todo ello no se articule para lograr la eliminación gradual del sexismo que, evidentemente, persiste en el medio. Incluso, en los programas dedicados a la superación profesional de educadores y educadoras —por ejemplo “Para ti, maestro”—, no es masculino solo el título, sino toda la concepción del programa, su lenguaje y sus contenidos, a pesar de que las conductoras son tres profesoras. De esta situación se escapan aquellos pocos espacios expresamente concebidos para la educación sexual y de género, en los que se observa la preparación de sus realizadoras/es en esa categoría de análisis. Confío en que, en el futuro más inmediato, espacios como los de Universidad para Todos, además de modificar su título para que también sea explícitamente para todas —¿por qué no el histórico y reconocido nombre de Universidad Popular?—, instrumente cursos de sensibilización de género, sexismo en el lenguaje y otros tantos en esa misma dirección, para contribuir a la formación de receptores y receptoras capaces de detectar cuándo se está ante una situación o producto comunicativo sexista y poder estar en condiciones de rechazarlo y exigir su modificación, por lo que tiene de denigrante para cualquier ser de nuestra especie, humano o humana. Historia y Lectura En la educación, y específicamente en la enseñanza primaria, resultan muy sensibles las asignaturas de Historia regional y nacional y de Lectura, 61
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en cuanto al desarrollo de una educación nosexista que prepare receptores y receptoras equilibrados/as en tal sentido. Lamentablemente, es en las investigaciones históricas donde más se ha retrasado la entrada del aparato conceptual de género e incluso escasean las historias de vida de mujeres o su inclusión dentro de los temas generales de Historia, situación menos crítica en esferas tales como los estudios literarios, sociológicos y psicológicos. De ahí que se pueda contar con los dedos de la mano tales trabajos, entre los que se destacan los de la investigadora Raquel Vinat, que abordan la historia de las cubanas en el período colonial, y los del Doctor Julio César González, que estudia el devenir de mis congéneres en el siglo XX y, más recientemente, ha comenzado a investigar la masculinidad. Raquel acaba de concluir la etapa investigativa de una voluminosa monografía, primera que se realiza en el país, acerca del movimiento femenino cubano en el siglo XIX, la cual posee, entre otros valores, una valiosa documentación inédita sobre el quehacer de las cubanas en un amplio espectro de actividades económicas, políticas, sociales y culturales. En el más reciente libro de Historia de Cuba de Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola,3 ellos tratan con bastante justeza a la mujer, aunque se habla de ella solo en epígrafe aparte. Sin embargo, 3
Eduardo Torres–Cuevas y Oscar Loyola Vega: Historia de Cuba. Formación y liberación de la nación (1492-1898), Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de la Habana, 2001.
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se contradicen cuando narran lo que sucedía una vez terminadas las acciones militares: …A esa hora comenzaba el trabajo patriótico de la mujer en sus funciones de enfermera, madre, cocinera, lavandera, maestra y tantas otras ocupaciones imprescindibles para la prosecución de la labor revolucionaria.4
El listado de mujeres combatientes confeccionado por los propios autores, varias de ellas con grados militares, desmiente que fuera a esa hora que ellas realizaban su trabajo patriótico, labores a las que naturalmente no restamos importancia, porque sin ellas no habría guerra posible.5 Una investigación en curso acerca de las combatientes de la guerrilla, durante la lucha contra la tiranía batistiana (1957-1958), traerá sorpresas tanto por su número como por su accionar, prácticamente invisibilizado hasta ahora, con excepción del Pelotón Mariana Grajales. Aprender a leer, aprender a mirar Acerca de los libros de lectura, se seleccionaron los de primero y segundo grados para llevar a cabo una primera aproximación, con mirada de género, 4
Ibíd., p. 360.
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Al respecto se puede consultar un comentario sobre las guerras como supuesto hecho masculino en: Sonnia Moro: “Género e Historia oral, una vía para visibilizar a las mujeres”, en Susana Montero y Zaida Capote (comp.): Con el lente oblicuo. Aproximaciones cubanas a los estudios de género, Instituto de Literatura y Lingüística/ Editorial de la Mujer, La Habana, 1999.
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a su contenido. Redactados a finales de la década del ochenta, fueron reeditados —aparentemente y lamentablemente sin modificaciones— en 2000 y 2001, respectivamente. Este primer acercamiento arrojó los siguientes resultados: En ambos textos, las imágenes masculinas aproximadamente duplican a las femeninas, con un número intermedio de ilustraciones mixtas. En el libro de primer grado, las mujeres asumen solamente roles de madre, abuela, maestra y empleada del comercio. En el de segundo grado, estos roles se amplían con los de bibliotecaria, policía de tránsito y miliciana. En este último caso, ella no ha podido hallar con quién compartir la responsabilidad de su bebé, al que carga junto a su fusil. Además, la imagen que se da de las abuelas —moño, espejuelo en la punta de la nariz, cosiendo o cocinado— no se adecua a la realidad de miles cubanas de la tercera edad de hoy. Las imágenes masculinas le dan a ellos un vasto espectro de roles: obrero, miliciano, médico, zapatero, guitarrista, soldado, guerrillero, boxeador, explorador, pirata, buzo, maestro, chofer, empleado del comercio, barquero, carpintero, agricultor, dentista, labrador, mambí, payaso, marinero, aviador, pionero, mecánico, mago; actividades todas que han sido o son realizadas en nuestro país por mujeres, como, por solo citar un caso relevante, la varias veces recordista mundial de inmersión Débora Andoyo. En la ilustración de la lectura “Mi familia”, el padre tiene un libro en la mano, el abuelo lee la prensa, la madre plancha, la abuela teje. Al me64
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nos, en otra ilustración, padre y madre comparten las tareas del hogar. La presencia de personajes negros y mestizos es minoritaria, aunque están en las ilustraciones en proporción de cuatro a una, en relación con negras y mulatas. Mientras en los personajes masculinos se definen sus rasgos físicos acordes con su raza, ellas son muchas veces representadas como niñas blancas con la piel oscurecida. Los textos presentan la siguiente situación: En el libro de primer grado, las lecturas que están escritas en masculino o tienen como protagonista a un niño o a un hombre, cuadruplican las dedicadas a, o protagonizados por, personajes femeninos; y más de dos veces aquellas en que co-protagonizan los relatos personajes de ambos sexos. En más de una historia, la niña se ocupa solo de adornarse y, en varios de los escritos en masculino, se habla de ellos y las imágenes que se reflejan son figuras femeninas. En los juegos se presentan los roles tradicionales: niños con bates y barquitos y niñas siempre con sus muñecas, reforzando el estereotipo de que nacemos para ser madres. Qué estimulante que en la Segunda Olimpiada del Deporte Cubano —abril de 2004—hubiera, por primera vez, topes de exhibición de futbolistas muchachas y de peloteras. Una de las lecturas se titula “La Ciudad Héroe”. Además de la evidente falta de concordancia entre sustantivo y adjetivo, reproduce lo que se lee, también así, en la placa en metal en la fachada del edificio donde radica el Gobierno de la referida ciudad. En el libro de segundo grado, la situación es muy parecida. Como en la lectura “Atender a su 65
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maestro”, en la cual se ve la imagen de una maestra. O en el material “Todo lo que parece no es”, ilustrado con imágenes de niñas y niños, donde se desarrolla una competencia en el aula y los jefes de los dos bandos y otros protagonistas del relato son varones. En otra lectura, es un abuelo el que tiene algo interesante para contar, cuando en la realidad ese espacio de la memoria es mayoritariamente femenino. Agrada que los abuelos recuerden y cuenten, pero las abuelas no parecerían tener algo que decir en ninguno de los dos libros de lectura. En el texto “Cuando yo sea grande” .... todas las alternativas que se dan son en masculino. En “Yo quiero ser”, la niña desearía ser costurera y los varones, constructor y tractorista, respectivamente. En “Mensaje a los pioneros” se les dice a los pioneros que, si estudian, llegarán a ser... de numerosas profesiones y ocupaciones en masculino. La ilustración de ese texto solo da a las niñas las opciones de ser bailarina o maestra. Por otra parte, las editoriales, repletas de personal femenino y con una inmensa mayoría de editoras, no perciben aún que lo que se edita contribuye a mantener los estereotipos sexistas. Ejemplos abundan. Me encuentro un libro: Maestro, secretos compartidos, cuyo título invisibiliza a la mayoría de sus destinatarias. O aquel otro de consejos de un ginecólogo donde, al final de este libro, el médico sugiere a las muchachas, ante cualquier duda, ir a ver a su ginecólogo, a pesar de que en Cuba son mayoría las ginecólogas, y las jovencitas las prefieren por razones obvias. 66
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Una última reflexión Sabemos que, para lograr una imagen real y equilibrada de las cubanas, despojada de tabúes y estereotipos y valorada en toda su dimensión histórica y actual, se deben eliminar siglos de cultura patriarcal, prejuicios y construcciones socioculturales de larga data. También se beneficiarán ellos, en muchas ocasiones despojados de ternura y obligados a ser siempre triunfadores, por esa construcción de género. En este terreno se hace necesario acelerar los cambios, sobre todo en la esfera de lo subjetivo; capacitar cada vez más en materia de género al personal científico de las áreas sociales y de la salud, y en particular a educadores y educadoras de todos los niveles, para así poder avanzar. En Cuba, todo lo favorece. Actualmente, la matrícula universitaria ha recibido un enorme impulso con la llamada municipalización de la Universidad, mediante la cual cientos de miles de jóvenes se capacitan en estudios superiores. Aun sin suficientes estadísticas con mirada de género, un simple recorrido por sus instalaciones revela un mayor grado de feminización que el alcanzado hasta hoy, en que más de las dos terceras partes de los técnicos y profesionales son mujeres. Hagamos uso de estos privilegios, de las nuevas tecnologías, del alto nivel cultural y escolar de los cubanos y cubanas, y construyamos un mundo mejor y de equidad —sin sexismo— para todos y todas. La Habana, 2003. 67
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DEVELANDO EL GÉNERO: ELEMENTOS CONCEPTUALES BÁSICOS PARA ENTENDER LA EQUIDAD(*) María Cecilia Alfaro El género y nuestra historia personal ¿Qué es eso que hablan ustedes de género? ¿De qué se trata? ¿Qué tiene que ver conmigo? A mí eso del género no me gusta ¡y tampoco lo entiendo! ¿Cuántas veces hemos escuchado estas expresiones a personas conocidas o incluso las hemos dicho? Puede que, sinceramente, pensemos que no tiene nada que ver con nuestras vidas, menos aún con los proyectos en que actuamos, porque desconocemos todo al respecto. Sin embargo, aunque no tengamos conciencia de ello, el género es parte de nuestra historia personal, seamos hombres o mujeres: una historia personal que se inicia antes del nacimiento. 1. Sexo-género: diferencias biológicas y sociales [...] Nuestro nacimiento, como el de todas las personas, estuvo enmarcado en ciertas circunstancias. Puede que no haya sido un nacimiento (*)
Tomado de “Develando el género: elementos conceptuales básicos para entender la equidad”, en Lorena Aguilar, Ana Elena Badilla (comp.): Serie Hacia la Equidad, 1. ed., ABSOLUTO, impreso en MASTER LITHO S.A., San José, Costa Rica, febrero, 1999.
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esperado con alegría o puede que sí. El hecho es que familiares y amistades se forman expectativas diferentes, si va nacer un varón o una mujer. Cuando nacimos, lo primero que hicieron fue ver nuestros genitales. Probablemente nos compraron ropa de un color supuestamente adecuado (celeste o rosado) y empezaron a pensar en nuestro futuro. Desde ese momento, nuestro sentido de la vida quedó establecido. Si somos mujeres, empiezan a regalarnos muñecas, trastecitos y poco a poco vamos aprendiendo cómo barrer, trapear, lavar los trastos, servir a papá la comida. Si somos hombres, probablemente hayamos tenido un carrito, un caballo de madera y, poco a poco, salimos al campo o acompañamos a papá a su trabajo y, más adelante, de repente, también a la cantina. Claro que este no es un retrato literal de adquisición de identidad para todas las personas. Pero el hecho es que la diferencia en las características físicas tiene un valor determinado por el grupo social al que pertenecemos, desde el momento en que conocen cuál es nuestro sexo. Entonces, mujeres y hombres nos diferenciamos, en primera instancia, porque tenemos características fisiológicas y sexuales con las que nacemos, que son naturales y no se modifican (al menos no naturalmente). A esto le llamamos “sexo”. Y, por otra parte, nos diferenciamos porque cada sociedad, cada cultura, ha dado una valoración y un significado distinto a esas diferencias de sexo y ha elaborado ideas, concepciones y prácticas acerca del ser hombre y ser mujer. Este conjunto de características y normas sociales, económicas, polí70
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ticas, culturales, psicológicas, jurídicas, asignadas a cada sexo diferencialmente, es lo que se llama “género”.1 Por ello existen los géneros: femenino y masculino. Es decir, se me enseña a ser hombre o a ser mujer, dependiendo de las características que tiene mi cuerpo, de la forma que tienen mis genitales externos. [...] Las normas, prácticas, símbolos y valores son elaborados y moldeados socialmente dentro de cada cultura; por lo tanto, son creadas por las mismas personas en su cultura. “Como tal es por definición, dinámica, creada y cambiante, modificable, en tanto se forma, se mantiene y se reproduce en ámbitos simbólicos de la cultura”.2 Puede que, en algunos lugares, lo femenino y lo masculino sea a la inversa de como lo conocemos, porque esa cultura lo ha determinado de esa forma. La construcción de género varía de una cultura a otra y, dentro de una misma cultura, varía a lo largo del tiempo. Así puede notarse si comentamos con una anciana y con un anciano —pueden ser nuestros parientes o conocidos—: ¿cómo era su comportamiento y las cosas que podían hacer cuando era niña y niño? 1
Marcela Lagarde: La regulación social del género: el género como filtro de poder, Consejo Nacional de Población, México, 1994.
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F. Campillo y L. Pérez: “Género y Gerencia Empresarial”, en Pequeñas Empresas Rurales y Organizaciones de Desarrollo, Consultorías Futura, Costa Rica, 1998.
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¿Qué diferencias existen entre su experiencia de género y la de ella y él? La construcción de género se interrelaciona con otras condiciones objetivas y subjetivas en la vida de cada persona: su cultura, la etnia a la que pertenece, su clase social, su edad, su pertenencia a una comunidad religiosa, su planteamiento político, la historia de su comunidad y su historia familiar. Es por ello que todas las personas, mujeres y hombres de diferentes edades, culturas, etnias, clases sociales y lugares, tenemos una vivencia de género, nacemos dentro de un grupo social que determina qué debemos ser dependiendo de nuestro sexo. Pero, por eso mismo, no todas las personas tenemos las mismas vivencias de género. 2. De las diferencias naturales a las desigualdades sociales Las diferencias por sí mismas no provocan desigualdad, pero en el momento en que el grupo social les asigna un valor a estas diferencias —los géneros—, esta situación cambia y se producen las desigualdades para el desarrollo y el bienestar de mujeres y hombres. La desigualdad resultante de esta valoración social impide que ambos géneros tengan el mismo acceso a oportunidades para su desarrollo personal y colectivo. Ninguna persona, por ella misma, se ha propuesto estar en condiciones de superioridad o inferioridad, pero su formación de género le asigna un espacio en alguna de estas posiciones. Los estudios y la teoría de género nos han permitido conocer los contenidos de la desigualdad. 72
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Estos contenidos los vemos expresados y toman formas diferentes en todos los espacios en los que nos relacionamos mujeres y hombres y en todas las acciones que realizamos. [...] La construcción social de género marca la desigualdad con desventaja para las mujeres, puesto que los hombres, desde temprano, deben aprender a tomar decisiones y a valerse por sí mismos, sin consultar a otras u otros. A ellos se les enseña que deben decidir y a enfrentar las consecuencias de esas decisiones, mientras las mujeres aprenden que otras personas deciden y actúan por ellas. La construcción social de género otorga muchas más libertades sociales al género masculino que al femenino; libertades para el desplazamiento, para la toma de decisiones —tanto personales como para el colectivo social—, para acceder y hacer uso de recursos, para tener la representación de grupos. Cortar la libertad de las mujeres aumenta su condición de vulnerabilidad, es decir, aumenta las dificultades de enfrentar la vida exitosamente. En cuanto al desempeño de las “libertadas sociales”, se argumenta que más bien se busca proteger a las mujeres de los peligros que puedan encontrar en la calle. Esta posición considera a los hombres como seres todopoderosos, que son poco vulnerables, lo que atenta contra ellos mismos, pues les hace correr riesgos innecesarios con tal de demostrar sus capacidades. Las formas prevalentes de enfermar y morir de los hombres son la mejor evidencia de esta exposición al riesgo (accidentes y otras causas violentas). 73
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[...] La construcción de lo masculino y lo femenino, desde el poder y la subordinación, promueve el ejercicio de la violencia por parte de quien domina y, al mismo tiempo, la legitima, al no denunciarla, penalizarla y evitar que suceda; incluso llega a aceptarla como algo “normal”. La violencia lastima tanto a las mujeres como a los hombres, quienes, en la mayoría de los casos, han sido socializados para agredir y ejercer la violencia física. El patriarcado plantea un ejercicio autoritario del poder a quien lo ejerce, concentrado en una o en pocas personas. Este esquema de relación aleja del resto de las personas a quien ejerce el poder del grupo que domina, y le impide tomar decisiones apropiadas y acordes con las necesidades y condiciones de quienes representa. Esta situación genera desigualdad en el acceso al poder, no solo en relación con las mujeres, sino también con otros hombres. Este ejercicio del poder limita la construcción de sociedades democráticas y sostenibles. En la construcción del desarrollo humano sostenible, fundamentado en la participación, cada persona debe tener y sostener una posición y la posibilidad de actuar por su propia convicción, sin estar supeditada a las decisiones de alguien más. El poder que ejercen los hombres sobre la vida de las mujeres lesiona seriamente esta posibilidad. 3. Implicaciones de la asignación social de género La construcción de géneros determina la subordinación de uno de ellos, el femenino, frente al do74
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minio y poder del otro género, el masculino. De esa manera, el mandato social potencia el desarrollo de ciertas características en el género femenino y de otras para el masculino, pero se le atribuye una mayor valoración al género masculino que al femenino. Estas características se concretan en las identidades de género. Nadie, ninguna persona, está fuera de este proceso de formación de identidades, que determina las oportunidades y limitaciones que tendrá para desarrollarse plenamente: su acceso a recursos, su capacidad para la toma de decisiones, sus posibilidades de crear y de proponer formas eficientes de hacer las cosas, pero también determina las posibilidades de desarrollo sostenible para el colectivo en el cual se desarrolla. [...] 4. La socialización: ¿cómo aprendemos a ser mujeres y a ser hombres? Aun cuando comprendemos que esta forma de organización de género no es justa, existen actitudes, patrones de comportamiento muy arraigados, que nos es difícil cambiar, y actuamos generalmente en refuerzo de este orden injusto. ¿Por qué lo hacemos? Es que después de haber nacido, nuestro conocimiento y percepción del mundo comenzó a ser moldeado por el entorno que nos rodeaba. Aprendimos de la tradición oral, de la experiencia vital y del ejemplo, del contexto histórico que nos rodeaba. El orden desigual entre mujeres y hombres, que fue constituyendo nuestra identidad, ya estaba 75
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estructurado en el momento en que nacimos. Ser mujer o ser hombre nos otorgó una posición social de superioridad o inferioridad, no porque lo decidiéramos así, sino porque lo aprendimos desde niños y niñas. Las mujeres aprendemos que no todo nos está permitido; los hombres aprenden que casi todo está permitido. Es decir, implica aprender los límites de lo que hacemos y lo que somos. Este proceso, que nos configura como personas y como miembros de la sociedad, se denomina socialización: los seres humanos nos constituimos como tales a través de procesos psicosociales en los que el género es un determinante de nuestra identidad. Nuestras abuelas o abuelos, tías o tíos, mamá, papá o las personas que nos criaron —figuras importantes por su cercanía con nuestros primeros años de vida— alimentaron una parte muy importante de nuestro proceso de formación como personas, por lo que se constituyen en nuestros referentes de los comportamientos de género. A ellos se les denomina “otros significativos”. En ese proceso de socialización, nos trasmitieron los códigos de comportamiento y las valoraciones de desigualdad, que nosotros interiorizamos porque nos enseñaron que era “natural” comportarnos de esa manera. Nos regañaron —e incluso utilizaron la violencia física cada vez que intentamos salirnos de ese esquema— y se nos premió nuestro aprendizaje cada vez que nos comportábamos dentro del patrón establecido para nuestro género. 76
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Los grupos sociales transmiten permanentemente la formación de género y este proceso se da de generación en generación, a través de múltiples medios que actúan simultáneamente y se refuerzan entre sí. Aprendemos del comportamiento de otras y otros; vemos lo que hacen las mujeres y lo que hacen los hombres, hacia dónde salen, qué hacen con su tiempo, de qué decisiones participan, qué recursos controlan; observamos también a nombre de quién está la casa, qué responsabilidades son asumidas por unas y por otros. Todas estas prácticas de género las observamos en los ámbitos de la familia, en la escuela, el trabajo, las instituciones, los proyectos de desarrollo, el gobierno, las empresas, entre muchas otras de las instituciones sociales en que es posible integrarse. Pero, además, vemos programas de televisión, escuchamos la radio, asistimos a la iglesia donde mujeres y hombres cumplen múltiples roles y desarrollan actividades, ocupan los espacios, utilizan los recursos, deciden sobre las situaciones asignadas a cada género. Las leyendas, los cuentos, los chistes, la música, el arte, la historia, todo el imaginario cultural tiene contenidos de género elaborados por el mismo grupo social, en donde existen estereotipos que expresan la desigualdad. La construcción del género es posible gracias a la transmisión oral, simbólica y oficial de las distintas instituciones sociales, a los ejemplos que nos inculcan y a las experiencias que tenemos acceso, de acuerdo con nuestro género: “Las mujeres 77
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no deben subir a los árboles”. “Los niños no lloran, parecés mujercita”. “Venga, venga, empiece a chupar (tomar licor), de a poquito, que así se va haciendo hombre”. “Cállese, no sea tonta”. Frases como estas trasmiten ideas que consideran débiles a las mujeres y no “dignas de imitar” en la expresión de sus emociones y en lo que hacen, y sugieren que los hombres no tienen derecho a expresarse ante el sentimiento que les provoque llorar y deben aparentar frialdad ante las cosas que les pueden hacer daño. 5. Identidad de género: ¿quién soy yo? Durante este proceso de “socialización” se construyen nuestras identidades: la femenina y la masculina, y las formas de relación entre ambas. Nuestras identidades se construyen en relación con lo que debemos sentir, hacer, pensar e incluso imaginar, lo cual está previamente establecido para nuestro género; pero, también de acuerdo con otras condiciones del mundo en el que nos desenvolvemos: identidad desde la cultura a la que pertenezco, de la clase o grupo social que determina nuestras condiciones materiales de vida, la identidad de acuerdo con nuestra edad, identidad religiosa, política. Mujeres y hombres aprendemos cómo nos valora la sociedad, porque así nos lo demuestra, y vamos formando nuestra propia valoración y nuestra idea de lo que podemos realizar y lo que no. Esto implica el reconocimiento de nuestras capacidades y potencialidades, tanto como su de78
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sarrollo. Si todo el tiempo se nos califica como tontas o tontos, si no recibimos apoyo y motivación y no tenemos experiencias que nos ayuden a reconocer lo que podemos hacer como personas, y oportunidades para corregir nuestros errores, muy probablemente nuestra percepción personal será muy pobre y muy baja. Cada persona tiene una identidad, que es el contenido de lo que es. ¿Quién soy yo? La socialización de género implica mayores limitaciones para la construcción de una buena autoestima de las mujeres, lo que repercute en la imagen que tienen de sí mismas. Generalmente, esta identidad corresponderá con la identidad asignada por la sociedad. Miramos y escuchamos, todo el tiempo, frases con mensajes acerca de lo que hace el género femenino y el masculino; los lugares a los que puede ir y a los que no; las horas en que puede salir; la forma de vestirse y la imagen que debe darse al resto de la sociedad; las cosas que puede aprender y los temas de los que es posible hablar; la forma en que vivimos nuestra sexualidad; los recursos y los beneficios a los que tenemos acceso; las decisiones que podemos tomar y las que no. La identidad femenina y la identidad masculina están definidas por el conjunto de características, cualidades y circunstancias que determinan a cada género. La formación de esta “identidad” de género implica el castigo ante la desobediencia a lo establecido. Se ejerce violencia que incluso llega a ser física, para que mujeres y hombres cumplamos con lo que nos mandan. 79
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En el caso del género femenino, el ser mujer significa “ser para los otros”. Trabajar, pensar, cuidar a los otros. El énfasis está puesto más en las demás personas que en la mujer misma y en su propia vida. [...] En el caso del género masculino, ser hombre significa “ser para sí”. A la inversa de la construcción del género femenino, los hombres viven más para sí que para las demás personas. Eso significa que su ser es el centro de su vida. Características de la condición masculina son la constante competencia, debido a que ellos deben mostrar que tienen el poder; gozar de espacio y reconocimiento social; se potencia su capacidad para descubrir cosas y para aventurarse; su trabajo es visible y genera remuneración económica, tienen la propiedad de los objetos y de los recursos, deben tomar las decisiones; tienen el poder de dominio.3 La existencia del género femenino se da en función del género masculino, que aparece como el modelo único de la existencia humana. La mujer es subvalorada y el hombre sobrevalorado. Sin embargo, a pesar de que el género masculino es el privilegiado, no quiere decir que los estereotipos ofrecidos ayuden a lograr la felicidad o que, bajo este esquema de relaciones de poder, puedan resolver los problemas y limitaciones del total de la población, para lograr su bienestar y desarrollo. Por el contrario, ser del género masculino implica renunciar a la sensibilidad para man3
Marcela Lagarde: ob. cit.
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tener la dureza de carácter, mantener una constante actitud de competencia con agresividad, estar siempre en guardia para defender lo propio. La realización de su identidad implica opresión sobre otras personas o grupos. De hecho, esta construcción no ofrece una alternativa real al desarrollo integral de las personas y de la sociedad, pues en la base está planteada la desigualdad. [...] Se nos enseña cómo debemos ser a partir de nuestras diferencias físicas, nos separan y nos obligan a aprender una identidad predeterminada que construye desigualdad (masculina o femenina), que impide vernos como seres en igualdad de condiciones, con las mismas posibilidades de pensar, de sentir, de hacer las cosas, aunque seamos diferentes físicamente. Es importante que recordemos que la construcción social de género es producto de la vivencia de género de cada persona, en cada cultura. Estas vivencias son distintas para cada persona y ninguna corresponde en su totalidad al modelo social de género que se nos ha enseñado. Por ello, insistimos en que es necesario reconocer cómo ha sido el caso particular de cada persona en una comunidad, sea mujer o sea hombre. 6. Dime lo que haces y te diré cuánto vales La organización genérica establece el tipo de actividades que realiza el género masculino y el tipo de actividades que realiza el género femenino, y su ubicación social. Existe una división genérica 81
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del trabajo, pero también de los deportes, de la política, de la economía, de la cultura y de todas las actividades que realizamos en sociedad. La división del trabajo es un proceso en el que se asignan y distribuyen diferencialmente las tareas por realizar, los espacios en los que se realizan, las responsabilidades que se establecen por su cumplimiento o no, los recursos para ejecutarlas y el control de los beneficios que se generen a partir de esas actividades. El género atribuye a mujeres y hombres ciertas destrezas y habilidades, lo que conduce a una asignación de tareas y responsabilidades particulares, de acuerdo con su identidad asignada: rol de proveedor de la familia para el género masculino y rol de reproductora de la familia para el femenino. Esta división del trabajo también es específica de cada cultura, en una determinada situación geográfica de la comunidad, de acuerdo con la situación económica y el acceso a recursos para la producción y reproducción. Básicamente, los géneros desarrollan tres tipos de actividades: Actividades reproductivas: Comprenden las relacionadas con la reproducción biológica, además de las que corresponden al mantenimiento de la familia, de su capacidad de trabajo, la socialización y educación de niñas y niños, cuidado de la salud, alimentación y todas las tareas que esto implique. Estas tareas son asignadas a las mujeres, quienes desarrollan actividades domésticas, labores del 82
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hogar, cuidado y educación de niñas y niños, cuidado de ancianas, ancianos o enfermos. Son pocas las ocasiones en las que los hombres asumen tareas domésticas o las tienen a su cargo. Dentro de la construcción del género femenino y masculino, estas son actividades “prohibidas” para los hombres. Actividades productivas: Son las que generan ingresos o beneficios para consumo propio o para venta en el mercado; con ellas se asegura la reproducción familiar. La construcción social de los géneros se las asigna a los hombres. Se les encarga de conseguir los recursos fuera del ámbito privado, para mantener a su familia y cumplir con su rol de proveedor; es decir, de generar recursos para resolver las necesidades de la familia. No obstante ser una actividad socialmente asignada al hombre, en la realidad también participan del trabajo productivo las mujeres, las niñas y los niños. Es importante mencionar que las condiciones de pobreza presionan a muchos hombres a desarrollar trabajos que les sean más rentables que otros; sin embargo, estas condiciones no son producto de su discriminación social de género, sino de otro tipo de opresiones sociales. En el caso de las mujeres, el desplazamiento hacia actividades productivas mal remuneradas sí es producto de una discriminación de género, aunada a la que producen las condiciones de pobreza. La construcción social de género les determina sus posibilidades de formación y de capacitación, 83
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situaciones que van a determinar el tipo de actividad productiva a la que podrían incorporarse, además de que los hombres ejercen control sobre sus vidas, decisiones y recursos. Actividades comunitarias: Se refiere a todas aquellas actividades que se realizan en la comunidad, relacionadas con la organización social. Incluye el trabajo en comités o agrupaciones de carácter social que implica dedicación de tiempo y recursos por parte de quienes las integran. Por lo general, tanto mujeres como hombres desarrollan actividades en la esfera comunitaria, en grupos separados, y los grupos de hombres reciben mayor reconocimiento social. Como vemos, la construcción de género plantea las actividades a cargo de las mujeres como “complementarias”. “Usted se encarga de la casa y yo de traer la comida”. Sin embargo, no son actividades que reciban la misma valoración: las tareas de reproducción social no son valoradas ni económica ni socialmente, no tienen ningún reconocimiento, mientras que las tareas productivas son sobrevaloradas. Se cree que el hombre es quien trabaja y quien sostiene a la familia y que las mujeres, niños y niñas únicamente ayudan. Usualmente, el ingreso económico generado por las actividades productivas queda en manos y bajo la decisión del hombre, quien controla “el gasto” y destina, algunas veces, una parte del ingreso económico para las actividades reproductivas. Esto coincide con la formación de la identidad masculina, con el “ser para sí” antes que ser para los otros. 84
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La mujer, en cambio, no recibe paga por el trabajo desarrollado y debe arreglárselas para cubrir los costos que generan la reproducción y manutención familiar, trabajando muchas veces fuera del hogar. De aquí que se concluya que las mujeres desarrollan hasta dos o tres jornadas de trabajo para cumplir con las actividades que les asigna el género, sin recibir ningún reconocimiento por ello. Es importante mencionar que, con una división del trabajo que no reconoce el trabajo de las mujeres, ni siquiera económicamente, los costos de producción de cualquier tipo de bien o servicio no son costos reales. “Si las mujeres pudieran acceder sin restricciones a las oportunidades ocupacionales que se les presenten, el costo de quedarse en casa realizando tareas no remuneradas sería muy elevado”.4 Es decir que, aunque el trabajo reproductivo sustenta el productivo, los costos de estas actividades no son calculados ni tomados en cuenta en el cálculo de los costos de producción. Como lo plantean Campillo y Pérez, “ese trabajo no pagado por nadie: ni el Estado, ni la empresa, ni el cónyuge, ni la comunidad, sólo por las mujeres que lo ejecutan, representa una transferencia de valor de las mujeres, desde lo reproductivo y doméstico, hacia la esfera productiva, facilitando así los procesos de acumulación económica y la competitividad de las empresas” de cuyas ganancias económicas las mujeres no obtienen ningún beneficio. “Mantener invisible dicha transferencia 4
F. Campillo y L. Pérez: ob. cit.
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de valor es una manera de evitar que se pague y una manera de evitar una distribución equitativa de beneficios a nivel mundial”. Otro aspecto importante para considerar es el uso y disfrute del tiempo. Se parte del supuesto falso de que el trabajo reproductivo, el trabajo de la casa, es menos pesado y más fácil de realizar que el productivo; de manera que una vez que el hombre regresa a casa, lo hace para alimentarse y descansar. Generalmente, existe la concepción de que la mujer pierde el tiempo durante el día y que, además, debe desarrollar todo lo que tenga que ver con la reproducción y manutención de la familia. Si hace falta caminar varios kilómetros para traer agua para cocinar, es algo que está implícito en la realización de las tareas de reproducción y debe cumplirlo. De esta manera, las mujeres no cuentan con tiempo que puedan dedicar a participar en proyectos u organizaciones, a su capacitación, recreación, o a sí mismas. 7. Yo decido... tú decides por mí Como vemos, también la toma de decisiones y ejercicio del poder es desigual. Se valora más las decisiones públicas que las privadas, domésticas. Sin embargo, en ambos casos es el hombre quien decide sobre todo, aun por las actividades que realiza la mujer. De esta forma, las actividades de formación, acceso al conocimiento y a la formación generalmente son realizadas por hombres, quienes tienen la oportunidad de empoderarse a través de estas nuevas experiencias, no sólo por los nuevos 86
DEVELANDO EL GÉNERO...
conocimientos adquiridos, sino también por el reconocimiento social que obtienen. Las mujeres tienen muchas más limitaciones para poder cumplir con un proceso formativo que las ayude a calificar su mano de obra y a desempeñar actividades que generen ingresos y de mayor reconocimiento. Cuando este es el caso, se enfrentan a otro problema: la cobertura de las actividades reproductivas, ¿quién las hace por ella? En muchos casos, son las hijas las que asumen estas tareas o se recurre a otras mujeres, parientes, abuelas o vecinas. No es fácil lograr una participación plena en procesos de desarrollo por parte de las mujeres, precisamente porque la participación requiere tiempo y tranquilidad y esto sólo puede lograrse si los cambios son consensuados entre mujeres y hombres de la misma comunidad. Esto supone que entendemos que estamos tratando de desarrollar a toda la comunidad, no sólo a unas personas que forman parte de ella. [...] Si nos damos cuenta, los lugares en los que “tenemos permiso de estar” también son diferentes. Las mujeres, por lo general, están ubicadas en espacios más privados: la casa y, dentro de la casa, en la cocina. Los hombres tienen mayor posibilidad de movilizarse en los espacios públicos; no tienen que dar cuenta de su tiempo, como la mujer. Pueden llegar más tarde cuando salen, las mujeres no. [...] Las mujeres toman decisiones relacionadas con su contexto más inmediato, sobre el que más tienen 87
MARÍA CECILIA ALFARO
conocimiento, decisiones domésticas, cercanas a lo que sucede en su casa. Esto no quiere decir que las mujeres no tengan la capacidad para opinar sobre lo que sucede en ámbitos que no les han sido asignados, pero tienen menos experiencia en manejarse en ellos. Esto puede ocasionar más temor a las mujeres por recibir críticas en torno a la calidad de su participación, sobre todo en espacios públicos. [...] Estas actividades, a su vez, determinan la experiencia de las personas y su desenvolvimiento en ciertos espacios o ámbitos sociales; nos especializan en cierto tipo de actividades, sin contemplar que podemos desarrollar destrezas para otras; determina también el acceso y control del ingreso económico; nuestras propiedades y recursos; nuestra posibilidad de formación y de locomoción, de disfrute de la vida; de mejorar la situación de salud; de tomar decisiones sobre nuestra propia existencia.
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II. Masculinidad
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¿QUÉ ES LA MASCULINIDAD? SU RELACIÓN CON EL GÉNERO. NUESTRA FORMA DE ASUMIRLA(*) [fragmentos] Álvaro Campos G. y José Manuel Salas La masculinidad alude a una manera, sobre todo en los hombres, de vivir la sexualidad, la afectividad, el trabajo, la vida diaria, entre otros aspectos; de cumplir con roles sociales y sexuales y, además, apunta a un símbolo de jerarquías sociales en el cual los varones ejercen poder sobre otros hombres, los niños y las mujeres. Por eso podemos afirmar que la masculinidad se asocia con el poder y con la autoridad (ver definición de Connell1). Por lo anterior, la identidad masculina se caracteriza por la reafirmación permanente de su poder y la demarcación de los límites de su masculinidad. Nada ni nadie debe poner en duda tal condición. Gilmore2 plantea que la masculinidad es la forma aprobada de ser varón en una sociedad deter(*)
Tomado de: Álvaro Campos G. y José Manuel Salas C. (comp.): “Masculinidades en Centro América”, en Aspectos Teórico-conceptuales de la Masculinidad. Retos en el Siglo XXI, Sección I; Instituto costarricense de Masculinidad, Pareja y Sexualidad, Lara Segura Editores, San José, Costa Rica, 2002, pp. 24-25, 27-29.
1
R. W. Connell: “La organización social de la masculinidad”, en T. Valdés y J. Olavarría (editores): Masculinidad/ es. Poder y Crisis, Ediciones de las Mujeres, no. 24, Santiago, Chile, 1997.
2
No aparece referencia a ese autor en la bibliografía del presente texto. Nota del transcriptor.
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minada. Se impone un ideal cultural y los hombres deben adecuarse a él. La masculinidad verdadera requiere dramáticas pruebas. Es un desafío, un premio que debe ser ganado. Como encargos asignados a los hombres y comunes en diversas culturas, destacan el fecundar, proveer y proteger, con sus consecuentes esquemas masculinos: autosuficiencia económica, proveer, proteger (esto incluye el coraje físico, enfrentar peligros). Para ello debe evitar que se le note el miedo, el temor de ser humillado delante de sus semejantes (el hombre imaginario o “el otro” mejor que yo). Esto nos permite decir que la masculinidad requiere de manera preeminente —entre otras— de una “validación homosocial”: se construye de manera permanente según el escrutinio de los otros varones, bajo su mirada omnipresente. Ellos conceden la aceptación en el reino de la virilidad. La hombría se demuestra para ganar la aprobación de otros hombres. Son ellos quienes evalúan el desempeño. Por este motivo es tan importante alardear de las conquistas para competir en muchos terrenos. Se compite por los indicadores de la virilidad: riqueza, poder, posición social, mujeres atractivas. La virilidad la entendemos como construcción social, histórica y cultural3. La necesidad de probar la virilidad y de obtener validación homosocial coloca a la masculinidad en un ritual permanente, caracterizado a grandes 3
M. Kimmel: “Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina”, en T. Valdés y J. Olavarría (ed.): ob. cit.
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rasgos por Brannon (citado por Kimmel)4 de la siguiente manera: • Nada es asunto de mujeres: la masculinidad es el repudio implacable de lo femenino. • Sea el timón principal: la masculinidad se mide por el poder, el éxito, la riqueza y la posición social. • Sea fuerte como un roble: la masculinidad depende de permanecer calmado y confiable en una crisis, con las emociones bajo control. No se muestran emociones. • Mándelos al infierno: arriesgarse y ser agresivo. Esta prueba permanente obliga a los hombres concretos a demostrar su virilidad en la vida cotidiana y en los diversos escenarios en que se mueven. En el ámbito sexual, el encargo se concreta así: • Siempre listo para tener sexo. • Siempre con el pene erecto, que “funciona” siempre. • Siempre durando mucho para eyacular. • Siempre dando satisfacción sexual a las mujeres (como nadie lo hace). La necesidad de poseer, mostrar y sostener el falo como estandarte, símbolo y significación de la masculinidad (Monick5, 1994) funciona como elemento estructurante de la psique masculina. 4
Id.
5
La referencia correspondiente no aparece en la bibliografía de este texto. Nota del transcriptor.
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En otros ámbitos, el encargo se expresa mediante las siguientes premisas: • Nunca rechazado o traicionado por una mujer. • Exitoso en el trabajo. • Exitoso en lo económico. • Con parejas que lo admiren, obedezcan y cuiden. • Mediante el desafío permanente del peligro. • Mediante conductas de descuido personal. • Mediante la negación maníaca de los procesos de duelo. [...] Encargos y demandas de la masculinidad Queda claro que la masculinidad es una construcción social y que los hombres no nacen, sino que se hacen, variando sus manifestaciones concretas según los cánones de la cultura y el momento. La sociedad fomenta comportamientos, reprime otros y transmite ciertas convicciones sobre lo que significa ser hombre. Se crea un modelo de sujeto masculino a partir de los encargos propios de la sociedad patriarcal. Valdés y Olavarría6 consideran que el núcleo de la construcción social del varón es asociar esa condición con ser importante, porque las mujeres lo son menos. De modo que, quien es varón es im6
T. Vadés y J. Olavarría: “Introducción”, en T. Valdés y J. Olavarría (ed.): ob. cit.
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portante por el solo hecho de serlo y por ser varón tiene que ser importante. Para un hombre concreto, el encargo sería: “yo soy importante”, “debo ser importante” y “debo cumplir con una serie de encargos”, entre los cuales, como mínimo, “debo ser capaz de proteger, alimentar y orientar a una mujer y a los hijos que me dé”.7 La realización concreta de esta importancia de ser hombre deberá tomar expresiones particulares en razón del momento, de la condición socioeconómica, la etnia, la edad, entre otros aspectos. Lo anterior lleva a una doble consecuencia: autocomplacencia por la posición que se ocupa y preocupación por mantenerse en ella. Todos los varones reciben ambos mensajes y los interiorizan en proporciones variables. El primero es gratificante y gratificador (soy varón), pero el segundo lo obliga y empuja a la demostración constante. Si no cumple con el modelo ideal, si no logra ser importante, no merece —ante sus propios ojos— ser varón. Por eso es necesario que lo demuestre en algún terreno. Como parte importante de su formación como tal, en la masculinidad y sobre todo en el hombre, se reprimen ciertos componentes afectivos —los más asociados con el contacto—, el interés por lo íntimo y se fomenta todo lo que sirva para convertirse en un sujeto socialmente exitoso, por cuanto lo íntimo es un obstáculo para el éxito; ser “suave” estorba, aparte de que es femenino o suele serlo. Ello explica por qué en el grupo de amigos la cultura masculina transmite o enseña al joven a 7
Destaque del original. Nota del transcriptor.
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ser agresivo, competitivo e insensible. El que un niño sea aceptado por sus coetáneos pasa por tener que desarrollar algún nivel de agresividad, en tanto que la sumisión se asocia al peligro de feminización. No pasar por estas pruebas conlleva el peligro de ser identificado y estigmatizado con lo femenino. Muy relacionado con lo anterior, hay necesidad de confirmar la sexualidad activa heterosexual. Se comparten las hazañas sexuales, reales o imaginarias8. Según Gillete y Moore (1993)9, la situación de los varones, desde una perspectiva del psicoanálisis jungiano10, puede sintetizarse en la existencia de arquetipos, es decir, condensada en modelos ideales que trascienden los diversos modelos históricos. Los arquetipos se imponen como esquemas mentales, como mitos fundacionales que sostienen las vivencias de hombres concretos y como mandatos que todo hombre debe cumplir y que toda mujer espera que cobren vida en todos 8
J. M. Salas: “La mentira en la construcción de la masculinidad”, en Revista Costarricense de Psicología, publicación del Colegio Profesional de Psicólogos, año 12, no. 24, San José, Costa Rica, mayo-agosto, 1996.
9
No aparece la referencia bibliográfica en el texto original. Nota del transcriptor.
10
Referido a Karl Gustav Jung, psicólogo, psiquiatra y psicoanalista alemán, discípulo y continuador de la obra de Sigmund Freud, con cuyos postulados terminó rompiendo. Estableció su propia variante de pensamiento en lo que respecta al psicoanálisis y al inconsciente de la mente humana. Nota del transcriptor.
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los hombres. Con las precauciones debidas, es oportuno revisarlos brevemente: El rey:
Es el arquetipo central, el que ordena y fertiliza; es expresión de la fuerza. Implica el control del poder, la autoridad11.
El guerrero: Alude a la agresividad, toma la ofensiva, salta a la batalla con todo el potencial; defiende y protege algo, sobre todo el territorio. Implica la valentía, la decisión, la perseverancia y la lealtad (recuérdese a los Caballeros de la Mesa Redonda y al rey Arturo)12. El mago:
Resuelve problemas, todo lo sabe y lo puede arreglar. Es ser “Mac Griver” en toda situación.
El amante:
No solo en las dimensiones de la conquista permanente, sino en la definición de la sexualidad masculina que le da el lugar —real imaginario— de satisfacer plenamente las necesidades eróticas y afectivas de las mujeres.
11
No por gusto la ranchera mexicana afirma: “No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey…”. Nota de la compiladora de la presente Selección de lecturas.
12
En la leyenda medieval, Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda encarnan el ideal caballeresco, que alude a las “cualidades” arriba apuntadas. La época del Arturo histórico (siglo V) no corresponde a la del Arturo de la leyenda. Esta es, pues, una construcción ideal sobre la base de un personaje histórico. Es entonces una transposición cultural del ideal caballeresco medieval a un individuo que vivió en una época anterior al Medioevo. Nota del transcriptor.
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Estos arquetipos no se presentan puros, sino combinados. James Bond13 encarna varios de ellos como icono moderno. Por lo menos en Occidente, estos arquetipos se encuentran en la historia y el folclor de muchas regiones y países. Cada hombre concreto realiza la puesta en escena de los cuatro arquetipos para realizar su masculinidad. De no lograrlo, ante la caída de uno de ellos se produce una profunda crisis de la masculinidad en ese hombre particular, con los consiguientes mecanismos de compensación de esa “masculinidad perdida”. Además, pueden asumirse real o imaginariamente. El arquetipo del “rey” puede asumirse como real o imaginario, con sus consecuencias, con lo cual, entre otras cosas, puede aportar alguna explicación a la violencia doméstica, lo que se constituye en un claro ejemplo de la importancia de asumir lo subjetivo en el momento de abordar la masculinidad y sus temas conexos. Es oportuno indicar que la concreción de estos arquetipos es algo que puede verse como esperado por hombres y por mujeres. Es decir, constituyen expresiones claras de la distribución de los 13
Personaje protagónico de la saga de aventuras inglesa del Agente 007, texto creado a finales de la década del cuarenta del siglo pasado por el escritor británico Ian Fleming, llevado posteriormente al cine y la televisión. Se trata de un agente del servicio de inteligencia inglés en lucha permanente contra los enemigos de su país (otros servicios de inteligencia, sobre todo socialistas o comunistas, y hasta criminales comunes). Gozó y aún goza de una popularidad en diferentes países.
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géneros que hace la sociedad. Como ejemplo de esto, se espera que “el hombre de la casa” arregle cualquier detalle doméstico y que la mujer espere lo mismo. [...]
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LA PARADOJA DEL PODER(*) Michael Kaufman Hablar de nuestras vidas de manera diferente Cuando empecé a escribir sobre los hombres y la masculinidad, pensaba que todo lo que tenía que hacer era seguir el ejemplo de muchas feministas: intentaría disecar, separar algunas concepciones sobre los hombres y las mujeres que consideramos completamente naturales, pero que en realidad son creación de nuestra sociedad. He tratado de hacer esto, pero al avanzar en mi trabajo descubrí algunas cosas que realmente me sorprendieron. Me gustaría compartir con ustedes algunas de estas sorpresas. Diez años atrás, comencé a hablar con hombres. Esto puede parecer extraño, ya que, como es de suponer, siempre había hablado con hombres. Pero diez años atrás empecé a aprender a comunicarme con los hombres como no lo había hecho desde que era niño. Comencé a hablar de mis sentimientos y alenté a otros hombres a hablar de los suyos. Esto no quiere decir que mis conversaciones con ellos estuviesen reducidas a ese tópico. Debíamos hablar solo en primera persona, es decir, tratando de evitar grandes generalizaciones sobre los hombres. (*)
Tomado de Michael Kaufman: “La paradoja del poder”, en dossier Cómo Aplicar el Enfoque de Género en los Programas de Desarrollo Rural. Una Compilación Bibliográfica, Grupo Interinstitucional Género y Agricultura, Managua, Nicaragua, 1998.
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MICHAEL KAUFMAN
Tratábamos de hablar sobre nosotros, pero, mientras lo hacíamos, cuestionábamos con mucho tacto el vocabulario, formas de expresión o la conducta que encontrábamos sexista. Finalmente (y esto fue más difícil para mí como activista político y académico), tratamos de evitar proclamaciones teóricas y políticas. Estábamos ahí para hablar de nuestras vidas de una manera en que no lo habíamos hecho antes. Esto era, sin lugar a dudas, terrible. Me sentía al descubierto. Sentí que todos iban a conocer mis secretos, que iba a perder amigos. Pero lo que descubrí fue exactamente lo opuesto: descubrí que muchos de los secretos que había mantenido ocultos eran los mismos que los de otros hombres a mi alrededor. Descubrí que mis miedos y alegrías eran sus miedos y alegrías. Pero lo más importante: me di cuenta de que los hombres pagamos un precio muy alto por el poder y los privilegios que tenemos en una sociedad patriarcal. Existe una peculiar combinación de dolor, poder y privilegio. Cualquier feminista estaría contenta de decirnos que nosotros ejercemos el poder en las sociedades dominadas por los hombres. Pero lo que los hombres estamos comenzando a descubrir es que nosotros también pagamos un precio por vivir en una sociedad patriarcal. ¿Cuál es ese precio y de dónde proviene? La paradoja del poder En el centro de la vida de los hombres se encuentra una paradoja. Es la paradoja del poder, o por lo menos de una definición particular de poder. 102
LA PARADOJA DEL PODER
Sobre el curso de varios milenios, los hombres hemos desarrollado sociedades sobre las cuales ejercitamos nuestro control. Hemos tenido control sobre mujeres y niños. Algunos hombres han podido mantener el control sobre otros hombres, sobre las bases de la división de la sociedad en clases, grupos raciales, religión, orientación sexual y la capacidad física o mental. En nuestro intento de ejercer poder sobre el mundo natural, desde los tiempos de la revolución científica y los comienzos del capitalismo, hemos desarrollado cada vez más elaboradas formas de intervención en esta esfera. La premisa sobre la cual descansa la incesante búsqueda de poder masculino, es que este poder es equivalente a la capacidad de dominar y controlar a las personas y al mundo a nuestro alrededor. Considerada en su conjunto, esta es la constelación de hechos que conforman el patriarcado, o sea, las sociedades basadas en principios de dominación masculina. El deseo de poder y control forma parte fundamental de nuestra noción de masculinidad y también la esencia misma del proyecto de convertirse en hombre. Convertirse en un hombre no parece ser algo que simplemente sucede porque uno nace con un pene. Es una actividad importante durante la niñez y la ocupación principal en el período de la adolescencia. La hombría requiere un constante mantenimiento a lo largo de nuestra vida como adultos, ya que para ella no existen garantías. Pero, a pesar de todo el esfuerzo que ponemos en preservarla, la hombría parece estar caracterizada 103
MICHAEL KAUFMAN
por un sentimiento general de inseguridad. Si la hombría fuera algo que existiera sin esfuerzo, de la misma forma que los patos tienen alas o que las ranas croan, entonces no tendría sentido la lucha que debemos librar para ser considerados hombres, y no existiría la necesidad de aprender a actuar como uno. Si todos nos sintiéramos completamente poderosos, seguros, fuertes como hombres, entonces no habría niños, adolescentes y hombres adultos tratando, por todos los medios, de hacer cosas que nos hagan parecer o sentir hombres, a menudo a expensas de mujeres, niños y otros hombres. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué conflictos acarrea la hombría, que ocasiona problemas? Los problemas parecen reducirse a una confusión entre sexo biológico y género socialmente estructurado. Aproximadamente la mitad de los seres humanos nace con el conjunto de atributos físicos que nosotros designamos como masculinos. Para este 50 % no existe absolutamente ninguna lucha por ser masculinos, es nuestro sexo biológico. Nuestro pene y testículos son nuestro equivalente a las alas del pato y al croar de la rana. Pero la hombría, o masculinidad, es un asunto completamente distinto. Es nuestro género, una definición social de lo que significa ser masculino. Esta definición de género experimenta cambios de sociedad en sociedad, de un año al otro y de una subcultura a la otra. El problema con el género no es simplemente que existe, obligándonos a ir por ahí moviendo nuestras alas o forzando nuestras voces a croar, en formas específicas, para sentirnos como hom104
LA PARADOJA DEL PODER
bres. Es también un problema porque, en cierta forma, el género no existe. La masculinidad es una creación, una invención. El género no existe como una realidad biológica, o por lo menos no de la forma que nosotros pensamos que existe. Una visión determinada de lo que significa hombre o masculinidad apropiada, ciertamente no se origina de la nada. Es el producto de sociedades que insisten en crear y marcar las diferencias entre lo masculino y lo femenino. En las sociedades patriarcales, hacer esto tiene como fin reforzar la división entre hombres y mujeres, lo que históricamente ha sido parte del intento de mantener a los hombres en posiciones de poder. Si nosotros concebimos las diferencias entre hombres y mujeres como carentes de importancia, entonces se hace mucho más difícil justificar la dominación masculina. Digamos por un momento que nosotros creemos que ser un hombre no significa simplemente tener un pene, sino también tener una predisposición genética para cambiar pañales, lavar la ropa, hacer las camas o cocinar. Si esto fuera cierto, entonces los hombres necesitarían otras personas alrededor que no tengan pene, porque estas serían las que poseerían la capacidad para realizar esas tareas tan necesarias. Es una lógica bastante extraña, pero tal es la lógica singular de la sociedad patriarcal. La masculinidad es una creación social, una alucinación colectiva. Es como si millones de personas hubiesen tomado exactamente la misma droga, una que las ayuda a imaginarse una realidad 105
MICHAEL KAUFMAN
que parece estar en todas partes, pero que en realidad no existe en ninguna. Así, nuestra sociedad crea un grado de confusión en los hombres que no puede ser resuelto. Uno trata durante toda la vida de ser masculino, pero la masculinidad resulta ser algo que no es posible obtener completamente. Entonces, resulta ser que la posesión más preciada de la sociedad patriarcal (dejando de un lado un pene y un Mercedes Benz) es un bien imposible de ser poseído. Poder y dominación De esta forma volvemos al tema del poder. La búsqueda aparentemente insaciable de poder y dominación, por parte de los hombres, es un componente de nuestra odisea para convertirnos en hombres. Y, a pesar de que Ulises pudo volver a su hogar justo a tiempo para recapturar a su mujer y contar sus atributos masculinos, en la vida real los hombres nunca tienen tanta suerte. Hombres de cincuenta o sesenta años descubren que todavía no han podido alcanzar ese estado. Más aún, parte de la ansiedad sufrida por hombres de mayor edad, en nuestra sociedad, se debe a los sentimientos apabullantes de que uno ha gastado demasiado tiempo de la vida persiguiendo una quimera. Pero aún así seguimos persiguiéndola. La dominación se convierte en un mecanismo a través del cual se exorcizan las dudas internas sobre la posibilidad de no ser un hombre. Es, de hecho, una de las formas que hemos encontrado para sentirnos hombres de verdad. La dominación 106
LA PARADOJA DEL PODER
se ha convertido en una gama de actividades asociadas con la agresión y la violencia, aunque la mayoría de las formas de dominación no son brutales o físicamente violentas. El impulso a la dominación es una respuesta al sentimiento generalizado de inseguridad y carencia de poder; pero, como forma de respuesta, resulta solo disponible y atractiva para esa mitad de la humanidad que, supuestamente, goza de poder. La horrible paradoja del poder ejercitado por los hombres es que, mientras más tienen que actuar como si fueran poderosos, lo menos que realmente sienten es ser poderosos, ya que siempre saben que todo es simplemente una farsa. Para los hombres, este manto de masculinidad funciona como su escudo; para construir ese escudo tenemos que transformarnos en una persona que debe obtener y mantener su control. Tal logro requiere que descartemos muchas emociones humanas y que desarrollemos una coraza muy dura. Este proceso de confección de una coraza, hecha a la medida, se completa generalmente durante el período en que ingresamos al mundo de los adultos. Nuestra coraza requiere cuidado continuo y mejoramiento. Como toda armadura, se supone que ella debe protegernos; protegernos de otros hombres que cuentan con el mismo equipo y que están motivados por concepciones similares de éxito y control. La armadura también se supone que debe protegernos de las mujeres y de los niños, ya que, sin protección, sus sentimientos pueden invadirnos, y debilitar así nuestra convicción masculina. 107
MICHAEL KAUFMAN
Pero, por sobre todas las cosas, la armadura debe protegernos de nosotros mismos y el conjunto de emociones, sentimientos y deseos que hemos rechazado. En su novela El otoño del patriarca, Gabriel García Márquez escribe sobre la “muy vieja certidumbre de que el más temido de sus enemigos está dentro de uno mismo”. Supongo que, como cualquier otra armadura, la masculinidad se convierte en algo incómodo y limitante. Por supuesto que muchas de las cualidades que tradicionalmente asociamos con la masculinidad son rasgos humanos maravillosos y valuables. Me vienen a la mente ejemplos como el deseo sexual, nuestra fuerza física y emocional, la capacidad de actuar bajo presión, el valor, nuestra creatividad e intelecto, dedicación a una tarea y nuestra abnegación. Mi preocupación es que muchas de esas características han sido distorsionadas. Nuestra capacidad de actuar bajo presión se torna adicción al trabajo. El deseo sexual se convierte en una caricatura de sí mismo, a veces dirigido a las mujeres y a otros hombres con obsesión e insaciabilidad. Otras características han sido exageradas, como, por ejemplo, mantener una imagen de valentía que requiere de la supresión de temores. Asimismo existen otras virtudes y fortalezas que forman parte del potencial de todo ser humano, que la sociedad patriarcal ha suprimido y desvalorizado como atributos de los hombres: la vulnerabilidad, la pasividad, la capacidad de comunicarse con los sentimientos propios, la necesidad de brindar afecto y cuidado, etcétera. El dramaturgo marxista alemán Bertolt Brecht, una vez escribió: “¿Cuánto piensas que cuesta 108
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convertirse en recio, o aunque sólo sea en moderadamente sensible? Este estado no se logra naturalmente, debe ser alcanzado. Ningún hombre nace carnicero”. Nosotros hemos ocultado nuestros problemas porque, en el pasado, pudimos hacer uso del poder y gozar de los privilegios propios de una sociedad dominada por hombres. Nuestros problemas también han permanecido invisibles, debido a la separación existente entre los hombres. En nuestras relaciones con niños y luego con hombres, hemos aprendido a competir, a mantenernos en guardia, a ser exitosos. Aprendemos a pelear. En un mundo dominado por hombres, un mundo donde hemos construido nuestros propios círculos, donde trabajamos y nos divertimos juntos, los hombres parecen avanzar codo con codo. En realidad, podemos estar juntos, pero en verdad nos relacionamos a través de nuestras necesidades, emociones, debilidades y fortalezas, básicas y contradictorias. Nos mantenemos separados de otros hombres porque sentimos que nuestros problemas e inseguridades son solo nuestros. Esto, de hecho, nos hace aún mas temerosos de ser tildados de cobardes, débiles o simplemente poco hombres. Como respuesta a estos sentimientos, aumentamos nuestra segregación aún más. El desafío de las mujeres Desde finales de los años setenta, los hombres hemos debido confrontar a las mujeres en demanda de cambios. Nada similar había ocurrido desde 109
MICHAEL KAUFMAN
el último resurgimiento feminista de los años veinte, después de que las mujeres habían obtenido el derecho al voto en casi todos los países democráticos. La mayoría de los hombres respondieron al movimiento por la liberación de la mujer con desprecio y arrogancia. Al manifestar sus demandas por igualdad, abierta y decididamente, y al negarse a seguir sujetas a la voluntad de los hombres, las mujeres dirigieron su ataque a un estatus que parecía haber existido desde siempre. Algunos hombres respondieron a esto de forma claramente hostil, otros estuvieron de acuerdo, por lo menos, en su discurso, mientras que los demás tuvieron simplemente una posición de incredulidad. El hecho no tenía en realidad mayor importancia, ya que las mujeres continuaron su lucha, con o sin nosotros. Con el pasar de los años, las mujeres han ido socavando la posición de los hombres hasta el punto en que, ahora, un número creciente de hombres ha dejado de creer que las mujeres deben continuar siendo un grupo de ciudadanos de segunda clase, recluidas en trabajos mal remunerados y sin posibilidades de progreso, violadas, maltratadas o reducidas a máquinas de hacer niños. Claro está, esto no significa que la mayoría de los hombres esté abiertamente a favor del feminismo o que estos cambios hayan sido reconocidos por la ley. Todavía persisten formas de discriminación social y económica en contra de las mujeres y, como muchas de ellas han señalado, muy a menudo existe una discrepancia entre lo dicho y hecho por 110
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los hombres. A pesar de esto, el cambio de actitudes y, hasta cierto punto, de conducta, en un período de solamente dos décadas, es un logro extraordinario y una muestra de la capacidad humana de reordenar el mundo. Aun cuando las mujeres hayan obtenido mejoras, una parte de la ecuación femenina se ha mantenido mayormente sin respuesta. Es la parte que tiene que ver más estrechamente con los hombres. Algunas feministas han insistido en que un objetivo no es simplemente la igualdad, sino la liberación de las mujeres; esto es, ellas han planteado un desafío general a todas las formas de dominación y control que sistemáticamente las privan de su poder, de su capacidad de controlar sus vidas y su mundo. Es una pena que en nuestros días escuchemos la expresión “liberación de las mujeres”, solo en raras ocasiones. Es una pena, porque esta expresión va más allá del lenguaje de igualdad (las mujeres deberían estar en condiciones de igualdad con los hombres en todos los aspectos). La expresión señala el lenguaje de una transformación fundamental, social y humana. Sugiere que las formas de organización social que los hombres han seleccionado —sea esto en política o en economía, religión o ciencia—, son formas que conllevan, junto con valores positivos, también los valores que tienen el poder de resultar en la destrucción humana. De acuerdo con esta concepción, el feminismo no es solo la lucha por lograr que el cargo de Presidente o de Secretario General sea ocupado por una mujer, sino la lucha abierta para transformar 111
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la sociedad, para que esta se base en un nuevo conjunto de valores humanos. Este objetivo está inseparablemente conectado con los hombres. Una nueva sociedad no puede ser creada solo por mujeres. Tampoco emergerá de las formas tradicionales de política en las que participan los hombres, aun cuando tengan por intención el construir un mundo mejor. Después de todo, a lo largo de los siglos, los hombres han participado junto con las mujeres en formas diversas de acción social radical, muy a menudo con resultados positivos e importantes; pero esto no ha sido suficiente para socavar las raíces de la dominación social. Cumplir con el objetivo principal de transformación social demanda que hombres y mujeres participen en un proceso simultáneo de cambio personal y político. Las mujeres nos han obligado a hacer cambios ¿Qué puedo decir sobre este proceso de cambio? Pienso que este proceso tiene dimensiones personales y sociales. He hablado extensamente sobre el precio que los hombres deben pagar, individualmente, en una sociedad patriarcal. Pero nuestro mundo, en su totalidad, también acarrea un costo muy alto. Permítanme hablar por un momento sobre el costo social. Las mujeres han expresado elocuentemente cuál es el costo social de mantener a la mitad de la población como ciudadanas de segunda clase. Aun si los hombres no estuviesen de acuerdo con esta crítica, las mujeres nos han obligado a hacer cam112
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bios. Son necesarios cambios radicales en lo social, político y económico para comenzar a revertir la opresión de las mujeres. A pesar de las conquistas hechas por ellas en algunas naciones, la necesidad de cambio existe todavía en cada uno de los países del mundo. Los antropólogos creen, ahora, que la primera forma de dominación humana fue la de los hombres sobre las mujeres. Esto quiere decir que mucho antes de que se crearan las divisiones de clase, los hombres habían comenzado a dominar a las mujeres. El patriarcado precede, por lo tanto, a la opresión de clase, y este hecho tiene enormes implicaciones. Primeramente, el patriarcado ha moldeado a la sociedad y los valores humanos en más formas de las que podamos imaginar. Por ejemplo, en forma creciente ha afectado nuestra actitud general hacia el medio ambiente. El medio ambiente, la naturaleza, son concebidos como algo que los humanos pueden y deben cambiar, modelar o dominar. Esta tendencia se ha visto acentuada desde el comienzo de la revolución industrial, doscientos años atrás, pero tanto los capitalistas como los socialistas se han adherido a la idea de que los humanos pueden y deben perfeccionar la naturaleza. Estamos descubriendo ahora que cualquier nuevo intento de experimentar con la naturaleza, o de dominarla, terminará destruyendo el planeta. Este es uno de los ejemplos que podrían ofrecerse sobre la necesidad de revisar los valores pertenecientes a una sociedad patriarcal. 113
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Para todos los que contamos con poder crear un mundo verdaderamente democrático, basado en el desarrollo pleno del potencial humano, es un deber rechazar esta concepción del poder y desarrollar una nueva concepción no-patriarcal. Esta definición debe tener como eje el concepto de poder como la capacidad de satisfacer nuestras necesidades en el mundo y nuestro desarrollo integral como seres humanos. Satisfacer estas necesidades requiere de una sociedad democrática (económica y políticamente), una sociedad decididamente no jerárquica, no autoritaria y libre. Lo personal es político He mencionado que también es necesario un cambio en lo personal. Esto puede sonar extraño para algunos de ustedes. Para ser franco, antes me sonaba estúpido oír hablar de ello. Solía pensar que todo lo que necesitábamos hacer era poner en funcionamiento cambios sociales, políticos y económicos, y que los cambios personales ocurrirían posteriormente de manera natural. ¿Por qué debemos pensar en el cambio personal? El patriarcado no existe solamente en las grandes estructuras culturales, económicas o políticas del mundo. Por el contrario, se recrea constantemente en los corazones y almas de hombres y mujeres. Como individuos, nos vemos obligados a reflejarlo y reproducirlo en cada una de nuestras actividades públicas y relaciones personales. Manifestaciones patriarcales son evidentes en to114
LA PARADOJA DEL PODER
dos los lugares donde los hombres tienen influencia, ya sea en el congreso, o un sindicato, una iglesia, un partido político o un bar. El viejo dicho del movimiento de las mujeres sigue cargado de verdad: en una sociedad patriarcal, todas las relaciones personales son, en cierto sentido, relaciones de poder. Si consideramos que por política se entiende el ejercicio del poder, entonces las relaciones personales son relaciones políticas. Lo personal es político y el cambio político incluye el cambio personal. Poder obtener este cambio personal nos permitirá reconsiderar las formas en que nos relacionamos con las mujeres y con otros hombres, lo que a la vez permitirá, a nuestros hermanos y hermanas, participar más plenamente en el proceso de cambio político. Recuerden que, en el patriarcado, el poder está definido como la capacidad de dominar a otros. Si puedo conseguir hacer cambios en lo personal, que me permitan superar mi necesidad de dominación, entonces facilitaría el desarrollo de un movimiento fuerte, basado en la participación. Me gustaría ahora resumir mi exposición. Lo que he sugerido, a lo largo de ella, es que no sólo las mujeres pagan un precio por vivir en una sociedad dominada por hombres. Para los hombres, esto también tiene un costo. Nuestro medio ambiente y nuestra sociedad en su totalidad pagan, asimismo, un precio muy alto. Pienso que necesitamos construir una nueva alianza entre los hombres y las mujeres. Los hombres tenemos que aprender a escuchar, como nunca lo 115
MICHAEL KAUFMAN
hicimos antes. Tenemos que aprender a hacer un tipo de sacrificio diferente para promocionar la igualdad entre los hombres y las mujeres, en los niveles de conducción de nuestros partidos, sindicatos, organizaciones comunales, grupos religiosos, lugares de trabajo y en las familias. Juntos podemos desafiar no solamente las estructuras de clase y la opresión racial y nacional. Ha llegado la hora de que los hombres unan sus esfuerzos a los de las mujeres, para construir un mundo verdaderamente nuevo. Como padres e hijos, maridos y amantes, trabajadores y activistas podemos ser parte de la revolución más profunda en la sociedad humana que el mundo haya visto jamás.
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EL GÉNERO COMO UNA ESTRUCTURA DE LA PRÁCTICA SOCIAL (*) R. W. Connell El género es una forma de ordenamiento de la práctica social. En los procesos de género, la vida cotidiana se organiza en torno al escenario reproductivo, definido por las estructuras corporales y por los procesos de reproducción humana. Este escenario incluye el despertar sexual y la relación sexual, el parto y el cuidado del niño, las diferencias y similitudes sexuales corporales. Yo denomino a esta realidad “escenario reproductivo” y no “base biológica”, para enfatizar que nos estamos refiriendo a un proceso histórico que involucra al cuerpo, y no a un conjunto fijo de determinantes biológicas. El género es una práctica social que constantemente se refiere a los cuerpos y a lo que los cuerpos hacen, pero no es una práctica social reducida al cuerpo. Sin duda, el reduccionismo es el exacto reverso de la situación real. El género existe, precisamente, en la medida en que la biología no determina lo social. Marca uno de esos puntos de transición en los cuales el proceso histórico reemplaza a la evolución biológica como forma de cambio. El género es un escándalo, un ultraje, desde el punto de vista del esencialismo. Los sociobiólogos (*)
Tomado de R. W. Connell: “La organización social de la masculinidad”, en Masculinidad/es. Poder y Crisis, Santiago de Chile, Isis Internacional-FLACSO Chile, Ediciones de las mujeres, no. 24, 1997, pp. 35-43.
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tratan constantemente de abolirlo, probando que los acomodos sociales de los seres humanos son un reflejo de imperativos evolutivos. La práctica social es creadora e inventiva, pero no autónoma. Responde a situaciones específicas y se genera en el seno de estructuras definidas de relaciones sociales. Las relaciones de género, las relaciones entre personas y grupos organizados en el escenario reproductivo, son una de las estructuras principales de todas las sociedades de las que se tiene noticia. La práctica que se relaciona con esta estructura, generada al vincularse personas y grupos con sus situaciones históricas, no consiste en actos aislados. Las acciones se configuran en unidades mayores y, cuando hablamos de masculinidad y feminidad, estamos nombrando configuraciones de prácticas de género. Configuración es quizá un término demasiado estático. Lo importante es el proceso de configurar prácticas (Jean-Paul Sartre habla, en En busca de un método, de la “unificación de los medios en acción”). Al adoptar una visión dinámica de la organización de la práctica, llegamos a una comprensión de la masculinidad y de la feminidad como proyectos de género. Se trata de procesos de configuración de la práctica a través del tiempo. Encontramos la configuración genérica de la práctica, sea cual sea la forma que adoptemos para fraccionar el mundo social y en cualquier unidad de análisis que seleccionemos. La más conocida es la vida individual, base de las nociones del sentido común de masculinidad y feminidad. 118
EL GÉNERO COMO UNA ESTRUCTURA...
La configuración de la práctica es, en este caso, lo que los psicólogos han llamado tradicionalmente “personalidad” o “carácter”. Ese enfoque exagera la coherencia de la práctica que se puede alcanzar. No es sorprendente, por tanto, que el psicoanálisis, que originalmente enfatizaba la contradicción, derivara hacia el concepto de identidad. Los críticos posestructuralistas de la psicología, tales como Wendy Hollway, han subrayado el hecho de que las identidades de género se fracturan y cambian porque múltiples discursos interceptan la vida individual. Este argumento destaca otro plano: el del discurso, la ideología o la cultura. En este sentido, hay que decir que el género se organiza en prácticas simbólicas que trascienden la vida individual (la construcción de masculinidades heroicas en la épica; la construcción de disforias de género o de perversiones en la teoría médica). Por otra parte, la ciencia social ha llegado a reconocer un tercer plano de la configuración de género en instituciones como el Estado, el lugar de trabajo y la escuela. A muchos les resulta difícil aceptar que las instituciones estén sustantivamente inficionadas de género, y no solo metafóricamente. Esto es, sin embargo, un punto clave. El Estado, por ejemplo, es una institución masculina. Esto no quiere decir que las personalidades de los ejecutivos varones se filtren de algún modo y dañen la institución. Es algo mucho más fuerte: las prácticas organizacionales del Estado están estructuradas en relación con el escenario reproductivo. 119
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La aplastante mayoría de los cargos de responsabilidad son ejercidos por hombres, porque existe una configuración de género en la contratación del personal, así como en la promoción, la división interna del trabajo y los sistemas de control, la formulación de políticas, las rutinas prácticas y las maneras de movilizar el placer y el consentimiento. La estructuración genérica de la práctica no tiene nada que ver con la reproducción biológica. El nexo con el escenario reproductivo es social. Esto queda claro cuando se lo desafía. Un ejemplo es la batalla que ha llevado a cabo recientemente el Estado contra la presencia de homosexuales en el ejército; es decir, las reglas excluyen a soldados y marineros a causa del género de su opción sexual. En los Estados Unidos, donde esta lucha ha sido más fuerte, los críticos de la política oficial argumentaron, en términos de libertades civiles y eficacia militar, señalando que la opción sexual tiene poco que ver con la capacidad para matar. Los almirantes y generales defendieron el status quo con una diversidad de motivos espurios. La razón no admitida era la importancia cultural que tiene una definición específica de masculinidad para mantener la frágil cohesión de las fuerzas armadas modernas. A partir de los trabajos de Juliet Mitchell y Gayle Rubin, en los años setenta, ha quedado claro que el género es una estructura compleja, en la que se superponen varias lógicas diferentes. Este es un hecho de gran importancia para el análisis de las masculinidades. Cualquier masculinidad, siendo como es una configuración de la práctica, se ubi120
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ca simultáneamente en varias estructuras de relación, que pueden estar siguiendo diferentes trayectorias históricas. Por consiguiente, la masculinidad, al igual que la feminidad, siempre está asociada a contradicciones internas y rupturas históricas. Por tanto, requerimos un modelo de estructura de género que tenga, al menos, tres dimensiones, esto es; que diferencie relaciones de a) poder, b) producción y c) cathexis (vínculo emocional). Se trata de un modelo provisional, pero nos da un asidero para entender lo relacionado con la masculinidad. a) Relaciones de poder. El eje principal del poder en el sistema del género euronorteamericano contemporáneo es la subordinación general de las mujeres y la dominación de los hombres, estructura que los movimientos de liberación de la mujer han denominado patriarcado. Esta estructura general se mantiene, a pesar de que se producen muchas variaciones locales (las mujeres jefas de hogar, las profesoras mujeres de estudiantes varones). Persiste, a pesar de las resistencias de diversa índole que articula ahora el feminismo y que representan continuos obstáculos para el poder patriarcal. Ellas definen un problema de legitimidad que tiene gran importancia para la política de la masculinidad. b) Relaciones de producción. Las más conocidas divisiones genéricas del trabajo se refieren a la forma de asignación de tareas, que alcanza a veces detalles extremadamente finos. Se debe prestar igual atención a las consecuencias 121
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económicas de la división genérica del trabajo, o sea, a los beneficios que reciben los hombres como resultado del reparto desigual de los productos del trabajo social. El tema se discute más a menudo en términos de discriminación salarial, pero se debe considerar también el carácter de género del capital. Una economía capitalista que funciona mediante una división por género del trabajo es, necesariamente, un proceso de acumulación de género. Por tanto, no es un accidente estadístico, sino parte de la construcción social de la masculinidad, que sean hombres y no mujeres quienes controlan las principales corporaciones y las grandes fortunas privadas. Aunque parezca poco creíble, la acumulación de la riqueza ha llegado a estar firmemente vinculada al terreno reproductivo, mediante las relaciones sociales de género. c) Cathexis. A menudo se considera tan natural el deseo sexual, que normalmente se le excluye de la teoría social. No obstante, cuando consideramos el deseo, en términos freudianos, como energía emocional ligada a un objeto, su carácter genérico resulta claro. Esto es válido tanto para el deseo heterosexual como para el homosexual. Las prácticas que dan forma y actualizan el deseo son, así, un aspecto del orden genérico. En este sentido, podemos analizar políticamente las relaciones involucradas: si son consensuales o coercitivas, si el placer es igualmente dado y recibido. En los análisis feministas de la sexualidad, estas han llegado a ser agudas 122
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preguntas acerca de la relación de la heterosexualidad con la posición de dominación social que ocupan los hombres. Como el género es una manera de estructurar la práctica social general, está inevitablemente relacionado con otras estructuras sociales. Actualmente resulta común decir que el género interfecta —mejor aún, interactúa con— la raza y la clase. Podemos agregar que interactúa constantemente con la nacionalidad o la ubicación nacional en el orden mundial. Este hecho también tiene fuertes implicaciones para el análisis de la masculinidad. Por ejemplo, las masculinidades de los hombres blancos se construyen no solo con respecto a las mujeres blancas, sino también en relación con los hombres negros. Hace más de una década que Paul Hoch apuntó, en White Hero, Black Beast, la presencia del imaginario racial en los discursos occidentales sobre la masculinidad. Los miedos de los blancos a la violencia de los hombres negros tienen una larga historia en situaciones coloniales y poscoloniales. Los miedos de los negros al terrorismo de los hombres blancos, motivados por la historia del colonialismo, se prolongan en el control que siguen ejerciendo los hombres blancos sobre la policía, los tribunales y las prisiones en las antiguas colonias. Los hombres afronorteamericanos están sobre representados en las prisiones estadounidenses, igual que los hombres aborígenes en las prisiones australianas. 123
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De modo similar, resulta imposible comprender el funcionamiento de las masculinidades de la clase trabajadora sin prestar importancia tanto a la clase como a las políticas de género. Ello se expone claramente en obras históricas como Limited Livelihoods, de Sonya Rose, sobre la Inglaterra industrial del siglo XIX. En ese contexto se construyó un ideal de virilidad y dignidad de la clase trabajadora como respuesta a las privaciones sufridas por la clase y a las estrategias paternalistas de gestión, al tiempo que, mediante las mismas acciones, se hacían definiciones que obraban en detrimento de las mujeres trabajadoras. La estrategia del “salario familiar”, que deprimió por largo tiempo los salarios de las mujeres en las economías del siglo XX, surgió en esas circunstancias. Para entender el género, entonces, debemos ir constantemente más allá del propio género. Lo mismo se aplica a la inversa. No podemos entender ni la clase, ni la raza, ni la desigualdad global, sin considerar constantemente el género. Las relaciones de género son un componente principal de la estructura social considerada como un todo, y las políticas de género se ubican entre las determinantes principales de nuestro destino colectivo. Relaciones entre masculinidades: hegemonía, subordinación, complicidad y marginación Con la creciente aceptación de que existe un efecto combinado de género, raza y clase, ha llegado a ser común reconocer múltiples masculinidades: del 124
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negro y del blanco, de la clase obrera y de la clase media. Esto es bienvenido, pero se corre el riesgo de que su exageración conlleve otro tipo de simplificación. Es fácil, en este marco, pensar que hay una masculinidad negra o una masculinidad de la clase obrera. Reconocer más de un tipo de masculinidad es solo un primer paso. Pero tenemos que examinar las relaciones entre ellas. Más aún, tenemos que examinar el contexto de la clase y la raza, y analizar las relaciones de género que funcionan en su seno. Hay hombres gay negros y obreros de fábrica afeminados, así como violadores de clase media y travestís burgueses. Es preciso considerar las relaciones de género entre los hombres para mantener la dinámica del análisis, para evitar que el reconocimiento de las múltiples masculinidades desemboque en una tipología de caracteres, como sucedió con Fromm y su investigación de la personalidad autoritaria. La masculinidad hegemónica no es un tipo fijo, el mismo siempre y en todas partes. Es, más bien, la masculinidad que ocupa la posición hegemónica en un modelo dado de relaciones de género, una posición siempre en disputa. El énfasis en las relaciones también es más realista. Reconocer la existencia de múltiples masculinidades, sobre todo en una cultura individualista como la de los Estados Unidos, conlleva el riesgo de tomarlas por estilos de vida alternativos, una cuestión de opción del consumidor. Un enfoque relacional hace más fácil reconocer las difíciles compulsiones bajo las cuales se forman 125
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las configuraciones de género, la amargura y no solo el placer en la experiencia de género. Con estos lineamientos generales consideraremos ahora las prácticas y relaciones que construyen los principales patrones de masculinidad imperantes actualmente en Occidente. Hegemonía El concepto de hegemonía, elaborado por Antonio Gramsci en su análisis de las relaciones de clases, se refiere a la dinámica cultural mediante la cual un grupo exige y sostiene una posición de liderazgo en la vida social. En cualquier época, se exalta culturalmente una forma de masculinidad en lugar de otras. La masculinidad hegemónica se puede definir como la configuración de una práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la cual garantiza (o se emplea para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres. Esto no significa que los portadores más visibles de la masculinidad hegemónica sean siempre las personas más poderosas. Pueden ser, por ejemplo, los actores de cine, o incluso personajes de ficción. Los poseedores individuales de poder institucional o de gran riqueza pueden estar lejos del modelo hegemónico en sus vidas personales. No obstante, solo resulta probable que se establezca la hegemonía si hay alguna correspondencia entre el ideal cultural y el poder institucional. Así, los niveles más altos del mundo empresarial, 126
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militar y gubernamental proporcionan un despliegue corporativo bastante convincente de masculinidad, todavía muy poco cuestionado por las mujeres feministas o por los hombres que se podrían oponer a él. El recurso exitoso a la autoridad, más que a la violencia directa, es la marca de la hegemonía (aunque la violencia a menudo subyace o sostiene a la autoridad). Enfatizo que la masculinidad hegemónica encarna una estrategia corrientemente aceptada. Cuando cambien las condiciones de resistencia del patriarcado, se habrán corroído las bases del predominio de una masculinidad particular. Grupos nuevos pueden cuestionar las viejas soluciones y construir una nueva hegemonía. La dominación de cualquier grupo de hombres puede ser desafiada por las mujeres. En otras palabras: la hegemonía es una relación históricamente móvil. Su flujo y reflujo constituyen elementos importantes del cuadro sobre la masculinidad que propongo. Subordinación La hegemonía se refiere a la dominación cultural en la sociedad, como un todo. Dentro de ese contexto general hay relaciones de género específicas de dominación y subordinación entre grupos de hombres. El caso más importante en la sociedad euronorteamericana contemporánea es la dominación de los hombres heterosexuales y la subordinación 127
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de los hombres homosexuales. Se trata de algo que trasciende, con mucho, la estigmatización cultural de la homosexualidad o de la identidad gay. Los hombres gays están subordinados a los hombres heterosexuales por un conjunto de prácticas cuasi materiales. Estas prácticas fueron enumeradas en los primeros textos del movimiento de liberación gay, como la obra de Dennis Altman, Homosexual: Oppression and Liberation. Ellas han sido documentadas extensamente en estudios como el informe Discrimination and Homosexuality, elaborado por el Consejo de Antidiscriminación de New South Wales, en 1982. No obstante, dichas experiencias son aún las vivencias cotidianas de los hombres homosexuales. Incluyen la exclusión política y cultural, el abuso cultural, la violencia legal (encarcelamiento por la legislación vigente sobre sodomía), la violencia callejera (que va desde la intimidación hasta el asesinato), la discriminación económica y los boicots personales. La opresión ubica las masculinidades homosexuales en la parte más baja de una jerarquía de género entre los hombres. La homosexualidad, en la ideología patriarcal, es el receptáculo de todo lo que es simbólicamente expelido de la masculinidad hegemónica, lo cual incluye desde un gusto fastidioso por la decoración hasta el placer receptivo anal. Por tanto, desde el punto de vista de la masculinidad hegemónica, la homosexualidad se asimila fácilmente a la feminidad, y de ahí —según el punto de vista de algunos teóricos homosexuales— la ferocidad de los ataques homofóbicos. 128
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La masculinidad gay es la masculinidad subordinada más evidente, pero no la única. Algunos hombres y jóvenes heterosexuales también son expulsados del círculo de la legitimidad. El proceso está marcado por un rico vocabulario peyorativo: flojo, pájaro, mariposa, mariquita, afeminado, amanerado, hijito de mamá, ganso, cherna, entre muchos otros. Aquí también resulta obvia la confusión simbólica con la feminidad. Complicidad Las definiciones normativas de la masculinidad, como he señalado, enfrentan el problema de que no muchos hombres realmente cumplen dichos modelos normativos. El número de hombres que practica rigurosamente los patrones hegemónicos en su totalidad pareciera ser bastante reducido. No obstante, la mayoría de los varones se beneficia de la hegemonía, ya que esta reproduce la ganancia patriarcal, esto es, las ventajas que obtienen los hombres en general de la subordinación de las mujeres. Como he señalado anteriormente, los registros de masculinidad se han preocupado por los síndromes y los tipos, pero no por las cifras. No obstante, al pensar en las dinámicas de la sociedad como un todo, las cifras sí importan. La política sexual es política de masas, y el pensamiento estratégico necesita preocuparse por el lugar que ocupan las mayorías. Si un gran número de hombres tiene alguna vinculación con el proyecto hegemónico, pero no encarna la masculinidad 129
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hegemónica, necesitamos un instrumento que nos permita teorizar su situación específica. Esto se facilita si reconocemos otra relación entre grupos de hombres: la relación de complicidad con el proyecto hegemónico. Las masculinidades construidas de forma que se puedan obtener los beneficios del patriarcado, sin las tensiones o riesgos de ser la primera línea de este, son masculinidades cómplices. Resulta tentador considerarlas simplemente como versiones pusilánimes de la masculinidad hegemónica (es la diferencia que se observa entre los hombres que animan a gritos a su equipo de fútbol cuando ven los partidos en el televisor y los que salen al barrio y se arremeten). Pero, a menudo, se produce algo mucho más elaborado. El matrimonio, la paternidad y la vida en comunidad con frecuencia suponen importantes compromisos con mujeres, que trascienden la dominación descarnada o un despliegue brutal de autoridad. La gran mayoría de los hombres que se beneficia del patriarcado también respeta a sus esposas y madres, y nunca es violento con las mujeres; participa de los quehaceres domésticos, trae al hogar el sustento familiar y se convence fácilmente de que las feministas deben ser extremistas que queman sus ajustadores. Marginación La hegemonía, la subordinación y la complicidad, como acabamos de definirlas, son relaciones internas al orden del género. La interrelación del 130
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género con otras estructuras, como la clase y la raza, crea relaciones más amplias entre las masculinidades. Las relaciones de raza pueden también convertirse en una parte integral de la dinámica entre las masculinidades. En un contexto de supremacía blanca, las masculinidades negras desempeñan roles simbólicos para la construcción blanca de género. Por ejemplo, las estrellas deportivas negras se ven como encarnaciones de la rudeza masculina, mientras que la fantasía de los violadores negros desempeña un papel importante en la política sexual de los blancos, papel que ha sido explotado por los políticos de derecha estadounidenses. En contrapartida, la masculinidad hegemónica entre los blancos sostiene la opresión institucional y el terror físico que ha sido el marco de la conformación de las masculinidades en las comunidades negras. Las elaboraciones de Robert Staples en Black Masculinity, sobre el colonialismo interno, muestran el efecto conjunto de las relaciones de clase y raza. Tal como argumenta, el nivel de violencia entre los hombres negros de los Estados Unidos solo puede entenderse si se analiza la cambiante posición de la fuerza de trabajo negra en el capitalismo norteamericano, y los medios violentos utilizados para controlarla. El desempleo masivo y la pobreza urbana interactúan poderosamente hoy día con el racismo institucional, en la conformación de la masculinidad negra. Aunque el término “marginación” no es el ideal, no encuentro uno mejor para referirme 131
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a las relaciones entre las masculinidades en las clases dominante y subordinada, o con los grupos étnicos. La marginación siempre se refiere a una autorización de la masculinidad hegemónica del grupo dominante. Así, en los Estados Unidos, algunos atletas negros pueden ser ejemplos para la masculinidad hegemónica. Pero la fama y la riqueza de esas estrellas individuales no se expanden en el conjunto del grupo, y no les proporcionan autoridad social a los hombres negros en general. La relación de marginación y autorización puede existir también entre masculinidades subordinadas. Un ejemplo notable es el arresto y declaración de culpabilidad de Oscar Wilde, uno de los primeros hombres atrapados en la red de la legislación antihomosexual moderna. Se detuvo a Wilde a causa de sus relaciones con jóvenes homosexuales de la clase trabajadora, práctica no cuestionada hasta que su batalla legal con el adinerado aristócrata Marqués de Queensberry lo hizo vulnerable. Estos dos tipos de relación —hegemonía, dominación/subordinación y complicidad por un lado, y marginación/autorización, por el otro— nos permiten analizar masculinidades específicas. Insisto en que términos como “masculinidad hegemónica” y “masculinidades marginadas” no denominan tipos fijos, sino configuraciones de prácticas generadas en situaciones específicas, en una estructura cambiante de relaciones. Cualquier teoría rigurosa de la masculinidad debe dar cuenta de este proceso de cambio. 132
VIOLENCIA ENTRE VARONES. VIOLENCIA INTRAGÉNERO(*) Irene Fridman1 En los últimos años se ha observado un aumento en la aparición de conflictos que desembocan en situaciones de violencia en los grupos escolares. Si bien este fenómeno se encuentra en los grupos de ambos sexos, es mayoritariamente en los de varones donde se desarrollan los más violentos. Muchas de las consultas institucionales que se realizan están motivadas por esta situación y, en la mayoría de los casos, los pedidos de intervención institucional se llevan a cabo cuando el conflicto está muy avanzado y tanto los docentes como los niños se encuentran sobrepasados por una espiral de violencia que ya no pueden contener y deja secuelas indeseables. Para poder interrogarnos acerca de este fenómeno, partiré de dos viñetas extraídas de trabajos de corte institucional, realizados en diferentes establecimientos escolares. En el primer trabajo, llevado a cabo hace algunos años, la directora de una institución escolar, refiriéndose a los conflictos que se generaban en los grupos, explicitó: “Las nenas son terribles, arman lío entre ellas, hablan y hablan... en cambio, los varones son distintos, ¡con ellos no hay problemas!, les tiras una pelota y lo arreglan jugando al fútbol”. Cuando se le preguntó (*) 1
Tomado de: www.psicomundo.com/foros/genero/index.htm [email protected]
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qué pasaba con los niños que no jugaban al fútbol, cómo hacían para resolver sus problemáticas, la directora miró desconcertada al equipo que estaba realizando el trabajo institucional y aclaró que siempre había considerado que “todos los varones jugaban al fútbol”. En el segundo caso, el conflicto surgió en un grupo de varones de una sala de cinco años de un Jardín de Infantes. El hostigamiento a través de la violencia verbal2 de un subgrupo contra otro desencadenó una espiral de violencia que los docentes no pudieron contener y que trajo, como resultado, el retiro de uno de los niños del colegio, la negativa a concurrir a clase de otros más, junto con la aparición de síntomas psicosomáticos en algunos chicos. En este punto, los directivos de la escuela se decidieron a intervenir, abordando el conflicto de una forma llamativa, a mi entender. Utilizaron una narración como disparador para elaborar las situaciones traumáticas, en la cual se hacía hincapié en un personaje débil y distinto, para trabajar los aspectos ligados a la discriminación (cuando se realizó la consulta institucional, los docentes relataron que el episodio de violencia había coincidido con la muerte de la mascota del grado, un conejillo de Indias; la pérdida del embarazo de la maestra a cargo del grupo y el próximo cambio de colegio de uno de los niños del grupo, que obedecía a factores económicos). De las viñetas arriba mencionadas, me interesa profundizar sobre dos aspectos nucleares en la 2
En el caso que se relata, los insultos se referían, en general, a la equiparación entre homosexualidad y debilidad de los niños que no jugaban bien al fútbol.
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formación de la subjetividad masculina. Cómo, por parte del contexto social, se estimula a los varones a elaborar los conflictos, con énfasis en el uso del cuerpo de forma mecánica, sin la posibilidad de mediatizar las emociones a través de la palabra; y, por otro lado, cómo se fortalece la escisión —con respecto a las representaciones de la masculinidad— de una imagen de varones supuestamente fuertes, que corresponde a las representaciones de la masculinidad hegemónica, y de imágenes de varones supuestamente débiles, asociados a aspectos femeninos y, por lo tanto, desvalorizados. Las respuestas dadas por las instituciones, ante el surgimiento de conflictos en los grupos de varones, habían correspondido a estos dos supuestos que subyacen en el imaginario social, acerca de cómo deben ser los niños “varoniles”, y que impiden dar cuenta de la amplia gama real de masculinidades con que nos encontramos en la realidad. En la construcción de la subjetividad masculina se puede observar una fuerte conflictiva entre una representación única de masculinidad, contrapuesta a representaciones más novedosas de diversos tipos de masculinidades. La tramitación de las emociones en los varones los enfrenta con el profundo temor a parecer femeninos y, por lo tanto, “poco hombres”, y por esto en muchos casos la aparición de la violencia surge como reaseguro de angustias más profundas de desidentificación.3 3
Se denomina angustias de desidentificación a los temores profundos que presentan muchos varones de quedar
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Esto nos lleva a pensar acerca de cómo se define la masculinidad en el ámbito de las representaciones sociales. Lynn Segal, en su artículo “Repensado la heterosexualidad”, realizó una importante puntuación en la relación de la definición de heterosexualidad con respecto a las ideas que prevalecen sobre la masculinidad dominante: “El primer impedimento para poder pensar la heterosexualidad radica, obviamente, en los hombres. ¿Cómo son y cómo se los representa en las ideas dominantes sobre la masculinidad?”. Hay una total coincidencia en equiparar las representaciones sociales de la masculinidad con las cuestiones acerca del poder. Si bien, en general, los varones se ubican mayoritariamente en los sistemas de poder, la mayoría de ellos no se siente poderoso4 y mucha de la literatura actual se está ocupando de dilucidar el impacto que tiene, en la subjetividad de los varones, la relación entre el poder y las representaciones sociales de la masculinidad. La masculinidad social se ha definido por un uso supuesto de la asertividad más que la emocionalidad, la independencia más que la dependencia y de la fortaleza en contraposición con la supuesta vulnerabilidad femenina, asociada a las emociones. Muchos de los atributos de la masculinidad social identificados con el primer objeto de amor, la madre, y —por lo tanto— no poder consolidar una identidad masculina. 4
M. Kimmel: La producción teórica sobre la masculinidad. Nuevos aportes, Isis Internacional, Ed. de las Mujeres, no. 17, Santiago de Chile, 1992.
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se definen desde la negativa a lo que se considera típicamente femenino5. Según Robert Connell6, las representaciones sociales acerca de la masculinidad marcan que una persona poco masculina sea un varón más pacífico que violento, conciliatorio más que dominante, escasamente preparado para jugar al fútbol y poco dispuesto a la conquista sexual. Asociando estas definiciones con las anécdotas relatadas anteriormente, vemos cómo la modalidad de resolución de conflictos por parte de los directivos de las escuelas cumplía con las representaciones de la masculinidad arriba mencionadas. La masculinidad todavía es pensada a través de un concepto único y toda desviación de este será catalogada de femenina, sin permitir —por la misma rigidez de este concepto— la posibilidad de pensar en diferentes tipos de masculinidades. Esta rigidez traerá diversas problemáticas en el desarrollo de la subjetividad; la representación de una masculinidad hegemónica7 produciría, al interior del mismo género, conflictos acerca de cómo resolver que el hecho de la existencia de una gran variabilidad de masculinidades reales produzca una escisión entre los miembros que cumplirían con los 5
E. Badinter: XY, La Identidad Masculina, Norma, Bogotá, 1993.
6
Robert Connell: Masculinities, Politiy Press, United Kingdom, 1996.
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Pensando este término desde la formulación gramsciana de la dinámica cultural, en la cual un grupo demanda y sostiene una posición dominante en el grupo social.
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aspectos que, en el imaginario social, se identifican como netamente masculinos, y el resto a los que se equipararía con los grupos dominados. En referencia a esta problemática, escribe Robert Connell en su libro Masculinities8: La definición normativa de la masculinidad muestra un problema: que no muchos varones cumplen con estas normas; desde este lugar muchos varones heterosexuales son expelidos del círculo de legitimación utilizando muchas veces un lenguaje abusivo y violento, que hace recordar al que se utiliza con las mujeres.
Pensemos en los insultos que se dirigían estos chicos. La masculinidad hegemónica puede definirse como la configuración de prácticas de género que legitimen el patriarcado y que garanticen una posición dominante de los varones y subordinada de las mujeres.9 Pero esto traería aparejado una lucha al interior del mismo género, como forma constante de validar cuáles son los rasgos por los que se define que un tipo de masculinidad tendrá más legitimación dentro del grupo que otro. Las características a las cuales se adscribe la masculinidad social: ser racional, sobrevalorando los rasgos instrumentales por sobre los emocionales; ser fuerte e individualista, adquieren una supuesta representación única para el imaginario social de lo que es el varón en esta cultura. Habría 8
La traducción es mía.
9
Robert Connell: ob. cit.
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una creencia de homogeneidad en un colectivo que, por lo que todos sabemos, tiene muchas diferencias en su interior. Esta representación social es el correlato subjetivo del principal actor del sistema patriarcal y capitalista, y no es casual que esta imagen esté en crisis, cuando el sistema ha entrado en crisis para brindar privilegios a un grupo determinado por un género. Muchas de las problemáticas que traen los varones a la consulta tienen que ver con la crisis ante la cual se hallan, por la ruptura de este modelo hegemónico de varón dentro del sistema patriarcal. La violencia puede ser utilizada como forma de validación de un modelo de masculinidad por sobre los otros. Puede ser una modalidad de demarcar fronteras y realizar la exclusión, y también de hacer valer los derechos de un cierto sector de varones sobre un grupo en conflicto.10 No debemos olvidar que la masculinidad social está fuertemente condicionada por la fantasía de omnipotencia y que la violencia aumenta cuando se amenaza esta representación. Esta crisis del modelo del varón en la cultura patriarcal podría explicar, en alguna medida, el fuerte resurgimiento de los grupos fundamentalistas, que en general se hallan bajo el mando de un líder carismático (que mayoritariamente es un varón) y que marca de manera rígida las formas correctas de ser y vivir. Este encolumnamiento dogmático permitiría, a quienes se someten a este 10
Id.
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tipo de formaciones, quedar inundados de cierta aura de omnipotencia. Lo que subyace sería la creencia de que la pertenencia a un “grupo de verdad revelada”, por un lado, les permitiría vivir sin la sombra de la duda, vivencia que en general provoca una extrema angustia; y, por el otro lado, esta pertenencia les permitiría adquirir, por carácter transitivo, la omnipotencia tanto del líder como de las “verdades absolutas” que este ofrece al grupo. Todo ser humano tiene una fuerte vivencia de fragilidad que trataría de paliar con diferentes acciones; la pertenencia a este tipo de agrupación serviría, en algunos casos, como forma de reaseguro. Cuando la omnipotencia fracasa y aparece el miedo a la fragilidad humana, “la insoportable levedad del ser” se haría tan intolerable que podría surgir la violencia como forma de restablecer la omnipotencia perdida. Sigmund Freud, en su texto de 1921 “Psicología de las masas y análisis del yo”, dice: La iglesia y el ejército son masas artificiales; esto es, masas sobre las que actúa una coerción exterior encaminada a preservarlas de la amenaza de disolución y a evitar modificaciones en su estructura […] entonces surgiría una ilusión preservadora de la disgregación, que sería la presencia visible o invisible de un jefe que ama con igual amor a sus miembros y que los resguardaría de la amenaza de disolución.
El caudillo sería el representante del temido padre punitivo, pero la búsqueda del amor de este y también el deseo de ser dominado por él representarían una forma mágica de restauración de la 140
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sensación omnipotente de ser y pertenecer a un colectivo privilegiado. La relación de este fenómeno con la modalidad prototípica de la masculinidad patriarcal salta a la vista: en general, estos grupos son netamente masculinos o exaltan la imagen de una masculinidad hasta ahora sobrevalorada. La función del paternalismo11, en este tipo de agrupación, sería defender al grupo de la amenaza de disolución. Cuando, por los cambios históricos, el colectivo masculino se siente amenazado de perder los privilegios que siempre ha sustentado como grupo dominante, la aparición de la violencia contra alguien, o contra un sector, serviría para fortalecer la unidad y fomentar la cohesión. En este sentido, la adhesión al líder carismático y violento posibilitaría que, por el fenómeno de transposición, toda la omnipotencia que se le atribuye a este pase a los miembros del grupo que este lidera, y la vivencia de pertenencia al grupo los defendería de lo más temido: quedar ubicados en el lugar de lo desvalorizado, esto es, la conflictiva de lo Uno y lo Otro al interior del mismo género. La reacción ante el temor a la disgregación y, por ende, a la pérdida de los ideales del colectivo masculino de ser sujetos únicos de la historia, podría estar justificando que, así como lo prototípico sea la aparición de violencia de los varones hacia las mujeres, aparezca también violencia al interior del mismo género con los miembros 11
Se denomina paternalismo a la actitud paternal de los superiores hacia los inferiores.
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que no cumplan los roles tradicionales y que, por lo tanto, provocarían una cierta zozobra en la seguridad corporativa. Hay una sistemática asociación entre poder, empoderamiento y violencia, y, en ese sentido, la violencia que ejercería un varón sería avalada por el contexto social, como forma de reasegurar su identificación con el rol que la cultura le otorga y valora como perteneciente al género masculino. La tensión aparecería cuando el grupo tiene que soportar las diferencias en su interior y, sobre todo, cuando estas diferencias resuenan en lo que históricamente se ha definido como femenino. Actualmente, muchos varones no cumplen con las características esperadas desde las representaciones de la masculinidad hegemónica y, cuando hay violencia al interior del mismo género, parecería que se produce una dicotomía por la cual un grupo se reviste imaginariamente de estas características, para depositar en el/los otros, los aspectos de una supuesta debilidad y/o feminidad. Dice Victor Seidler12: Con los retos del feminismo y los movimientos de liberación gay, los hombres han tenido que repensar su relación con la heterosexualidad, como parte de una exploración para replantear lo que significa “ser hombre”, en qué ámbitos se convierten los niños en hombres y cómo se relacionan estos con las diferentes masculinidades disponibles. 12
V. Seidler: “Los hombres heterosexuales y su vida emocional”, en Debate feminista. Sexualidad: Teoría y Práctica, Año 6, vol. II, México, abril de l995.
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En las dos instituciones que comenté anteriormente prevaleció la prescripción de lo que marca la cultura para ser varón: por un lado, enfatizar la resolución de conflictos sin palabras, utilizando el cuerpo como herramienta; por el otro, tratar de fortalecer a los que la institución visualizaba como “diferentes”, a través del desarrollo de la agresión. Citando a Irene Meler13 cuando se pregunta “¿por qué el comportamiento sádico representa un aspecto exacerbado de la actividad masculina?”, podríamos pensar que las instituciones se harían cómplices de esta situación, al desestimar el desarrollo de episodios de violencia como forma de fortalecer la supuesta masculinidad de los implicados. Este fenómeno de desestimación aumentaría cuando la violencia se expresa en forma verbal, ya que subyace el supuesto de que los varones toleran mejor que las mujeres este tipo de hostilidad, produciéndose un efecto de desmentida de las consecuencias de someter a una persona a este tipo de violencia. Hace poco tiempo, una noticia conmovió a la opinión pública. Daba cuenta de un conflicto entre los varones de un grupo de estudiantes del colegio secundario: a uno de ellos, un grupo de compañeros lo hostilizaba llamándolo “Pan triste”14, por su aislamiento y su silencio; este acoso dio como resultado que el adolescente hostilizado llevase al colegio 13
Mabel Burín e Irene Meler: Varones, género y subjetividad masculina, Paidós, Buenos Aires, 2000.
14
Pan triste es el personaje de un dibujo animado argentino que cuenta la vida de un niño solitario.
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un arma y le disparara al principal acosador, con los cual le provocó la muerte. Cuando leemos este tipo de información, no podemos dejar de pensar qué ocurre con los adultos a cargo, que no connotan como efecto de violencia cuando el acoso es a nivel verbal y, sobre todo, si circula entre varones. Revisando material sobre el acoso laboral y las técnicas de mobbing15, me llamó la atención la similitud que tenían estos procedimientos con el desarrollo de un conflicto que termina en violencia en los colegios. Se denomina acoso en el lugar de trabajo a: cualquier manifestación reiterada de una conducta abusiva; esto es, comportamientos, palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad, o la integridad física o psíquica de un individuo, en el ámbito laboral, que no solo destruye el ámbito de trabajo sino que favorece el ausentismo, ya que produce desgaste psicológico.16
Es normal que en un grupo se produzcan conflictos; lo que constituye el efecto de acoso es la reiteración de la conducta abusiva sin que se intente solucionar el conflicto por parte de la institución en donde ocurre esta situación. La respuesta es, en la generalidad de los casos: “ustedes son mayores para arreglar solos sus problemas”. La persona hostilizada no siente que se le apoya y 15
Se denomina mobbing a las técnicas que se llevan a cabo en los lugares de trabajo para desestabilizar y lograr el alejamiento de una persona en una empresa.
16
Marie-France Hirigoyen: El Acoso Moral, Paidós, Buenos Aires, 2000.
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aparece también como un cierto tipo de abuso por parte de la institución, al no connotar como violencia el proceso que se está desarrollando. Según Rene Girard (citado por Hirigoyen en su libro): […] en las sociedades primitivas, las rivalidades en el seno de los grupos humanos producían situaciones de violencia indiscriminada que se propagaban por mimetismo, y a las que solo se podía poner fin mediante un sacrificio que implicara la exclusión de un hombre o un grupo de hombres, al que se designaba como responsable de esa violencia. La muerte del chivo expiatorio traía consigo la expulsión de la violencia y la sacralización de la víctima. En nuestra época, las víctimas no se sacralizan, pero en vez de pasar por inocentes se ven obligadas a pasar por débiles.
Las resonancias que tienen estas descripciones con las viñetas relatadas acerca de los grupos de escolares no dejan de sorprendernos, porque estos estudios se realizaron, estrictamente, para analizar las problemáticas de los grupos laborales. Los niños aprenden a probarse a sí mismos de acuerdo a reglas extremas, y se vuelve muy difícil desarrollar emociones si aprenden que mostrarlas es signo de debilidad.17 El grupo de varones de Jardín de Infantes, donde se desarrolló el conflicto antes relatado, había entrado en una progresiva espiral de miedo e inseguridad que nadie percibió en el colegio, quizás por las propias problemáticas de los docentes a 17
V. Seidler: ob. cit.
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cargo en ese momento; pero, cuando se hizo visible la crisis dentro del grupo de escolares, los docentes en un primer momento desestimaron que lo que acontecía podía producir efectos nocivos para los niños, minimizando el valor negativo de la hostilidad. Seguramente esta acción se basó en el supuesto de generar defensas en los mal llamados débiles. Cuando la violencia había pasado del insulto verbal a la agresión física, ya era tarde, ya que se había producido un importante desgaste psicológico tanto en los agresores como en los agredidos, que no habían encontrado contención al descontrol por parte de los adultos. En el grupo de los que podríamos denominar “los agredidos” se desencadenaron síntomas psicosomáticos y también negativas a concurrir a la escuela; la respuesta, en el otro grupo, fue de desconcierto ante la imposibilidad de que algún adulto pudiera representar una adecuada barrera de contención y de elaboración de lo que estaba aconteciendo, promoviendo en ellos vivencias de omnipotencia, pero también en soledad. Cada vez que un niño solicitaba ayuda para enfrentar la situación, las respuestas de los docentes confirmaban la fantasía de que los que solicitaban ayuda eran, de alguna manera, más débiles; sustentada esta representación en la incapacidad de los docentes de interrogarse, desde una perspectiva genérica, acerca de a qué nivel tiene que llegar la agresión para que esta sea connotada como violencia, cuando ocurre entre varones. Cuando la violencia se desencadena dentro de un grupo de varones, parecería que es más difícil de visualizar como contraproducente y tanto la 146
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intervención como la elaboración del conflicto se postergan. Esto se produce porque, entre varones, todavía pesa la representación de una masculinidad identificada con la violencia misma, y todo lo que se aparte de esta representación será identificado con los rasgos de una supuesta vulnerabilidad asociada a la feminidad. Lo que estaba en juego, en el grupo de niños, era del orden del miedo a la disgregación del grupo y el aumento de la angustia de muerte (promovida por la muerte de la mascota, más la pérdida del embarazo de la maestra), que en ningún momento había sido trabajada. Los escolares estaban tratando de elaborar estas sensaciones atemorizantes con las armas que muchas veces los adultos utilizan para elaborar sus propias vivencias angustiosas. El intento de validar una subjetividad masculina dominante se llevaba a cabo a través de erigir a un líder de características violentas (pero buen jugador de fútbol), que casi como un pequeño representante del padre mítico de la horda primitiva los protegiera de la angustia que les producían las diversas claudicaciones a las que se hallaban enfrentados: ante la muerte, ante la fantasía de disgregación del grupo, ante el declive económico de algún padre, que no estaba cumpliendo con lo que se esperaría que pueda un varón, de mantener un cierto nivel económico. En el libro Varones. Genero y subjetividad masculina, Irene Meler dice: […] la sombra de la claudicación y la amenaza de la descalificación acechan constantemente el camino de la sexualidad masculina, y las sanciones implícitas
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constituyen un intento de reasegurar a todos la efectividad del poder atribuido a los varones. Circula una advertencia amenazadora acerca de las sanciones sociales que esperan a quienes no merezcan permanecer en el colectivo dominante. Esto se puede comprender si pensamos que la masculinidad y la feminidad se han construido a partir de un proceso colectivo de escisión entre las tendencias infantiles y las adultas, la vulnerabilidad y la fuerza [...] Podemos considerar que lo disociado no responde a características reconocibles como masculinas o femeninas, sino más bien se distribuye en un modo imaginario, entre los sexos, el desamparo infantil y el poder atribuido a los adultos.
Estos varoncitos respondían dramáticamente a esta cita, utilizando el colegio como un microescenario en el cual jugaban la conflictiva de la masculinidad social actual: los supuestamente fuertes contra los supuestamente débiles. Intentaban erigir modelos patriarcales y violentos como forma de exorcizar lo temido y, por lo tanto, encontrar respuesta a la pregunta de cómo es ser varón, si los modelos que ellos tenían estaban en franca crisis. Estaban pidiendo que los adultos los ayudáramos en la difícil tarea de construir una masculinidad diferente al modelo patriarcal. En un mundo de características patriarcales y paternalistas como el nuestro, en el cual los varones representan a los sujetos modélicos de la cultura, poder poner en palabras las emociones, diferenciar entre violencia y empoderamiento, y que para poder consolidar la subjetividad masculina no siempre es necesario poner al cuerpo en juego, todavía parece algo impensable. 148
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La equiparación del patriarcado a la masculinidad trae a los varones actuales diversos tipos de problemáticas, ya que es muy difícil en la actualidad cumplir con estos ideales que se han hecho prácticamente inalcanzables y están en franca retirada. Ir abordando, desde diversos ámbitos, la aceptación de una masculinidad diversa y no única, quizás permita a nuestros varones ir incorporando los aspectos escindidos que muchas veces regresan como lo temido o en forma de acting violento. Parafraseando a Jaime Semprum: no pensar qué mundo les vamos a dejar a nuestros niños, sino a qué niños les vamos a dejar este mundo.
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MASCULINIDADES EN CUBA. UN DEBATE QUE COMIENZA(*) [fragmentos] Julio César González Pagés Los estudios de masculinidad en Cuba comienzan a tomar cuerpo en la segunda mitad de la década de los noventa del siglo pasado. Pioneros en este ámbito fueron las investigaciones de Patricia Arés (Universidad de la Habana), Ramón Rivero (Universidad de Villa Clara “Marta Abreu”), María Teresa Díaz (CENESEX) y Mayda Álvarez, (Centro de Estudios de la FMC). Mientras que Arés y Rivero enfocaron sus estudios al tema de la paternidad, Díaz y Álvarez orientaron los suyos a la sexualidad y la construcción social de la masculinidad.1 (*)
Tomado de Julio César González Pagés: “Feminismo y masculinidad: ¿mujeres contra hombres?”, en Diversidad Sexual, CENESEX, en: www.cenesex.sld.cu/webs/diversidad/Feminismo%20y%20masculinidad.htm
1
Ver Patricia Arés: “Virilidad ¿Conocemos el costo de ser hombres?”, en Sexología y Sociedad, CENESEX, La Habana, 1996; Ramón Rivero Pino: “El rol paterno. Su problemática en Cuba”, en Revista Cubana de Ciencias Sociales, Instituto de Filosofía, Ciudad de la Habana, 2000, pp. 89106; María Teresa Díaz Álvarez: “El varón urbano antes y ahora”, Tesis de Maestría en Sexualidad, CENESEX, La Habana, 1999; y Mayda Álvarez Suárez: Construcción sociocultural de la masculinidad, Editorial de la Mujer, La Habana, 2001. El autor de este texto también se incluye en este grupo, con una visión socio-histórica de la masculinidad. Ver Julio César González Pagés: “Género y masculinidad en Cuba: ¿el otro lado de una historia?”, Nueva Antropología, no. 61, México, septiembre de 2002, pp.117-126 y
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Más tarde, con la llegada del nuevo milenio, comienzan a aparecer talleres que intentan promover el debate sobre un tema inédito aún a escala social. Ejemplos de dichos trabajos son los talleres: Masculinidades y violencia en los jóvenes (2002), del Proyecto “María Luisa Dolz”, de la Escuela de Capacitación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) “Fe del Valle”, y Masculinidades y Cultura de Paz (2000-2004), de la Comisión “Género y Paz” del Movimiento Cubano por la Paz.2 Estas instituciones han convocado sistemáticamente a talleres con trabajadores sociales, estudiantes universitarios, policías, reclusos, dirigentes locales, entre otros, con la idea común de debatir sus principales problemáticas y proponer alternativas de cambio. La primera de las ideas es relacio“Homosexualidad, feminismo, travestismo y construcción de la masculinidad en Cuba”, Aula de Cultura Iberoamericana. Selección de Conferencias, 2001-2002, t.I, Cuadernos del Centro Cultural de España, Ciudad de la Habana, 2003, pp. 78-87. 2
La Comisión Género y Paz, surgida en 1996, promueve valores relacionados con la cultura de la no violencia y la alteridad cultural. El primero de los talleres fue impartido por la profesora Judith Astelarra (Universidad Autónoma de Barcelona), en 2001, sobre Sistema de Género para los integrantes del proyecto. Otros talleres realizados son: “Masculinidades y violencia”, con trabajadores sociales del municipio Plaza de la Revolución, en 2002; “Masculinidades y cultura”, para estudiantes de la Escuela de Música Amadeo Roldán de la Habana Vieja, en 2002; “Masculinidades, variantes para un cambio”, a dirigentes de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), entre 2003-2004. En la actualidad se imparte un Taller a los reclusos del Penal Valle Grande sobre el tema de “Masculinidades y Cultura de paz”.
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narlos como amigos, cuestión muy complicada por el sesgo machista que aún tenemos los varones en nuestro comportamiento. En muchos casos, las relaciones de amistad entre hombres son muy competitivas. En estos grupos aprendemos a intimar, descubrirnos y contarnos cosas de nuestras vidas que, en otras circunstancias, no haríamos. Es muy raro que un hombre, ante cualquier problema de trabajo, de estrés o depresión, vaya a llorar al hombro de un amigo, a confesar sus frustraciones. Regularmente, como se nos construye socialmente para rivalizar, el hombre debe cuidarse de tener puntos endebles. Ni siquiera a los amigos se puede mostrar algún grado de vulnerabilidad. Los hombres se socializan más fácilmente en temas como deportes y logros económicos. El deporte, particularmente, juega un papel fundamental en la socialización de la masculinidad entre los jóvenes. Se intuye que un joven con dotes para el deporte estará más preparado para enfrentar las durezas de la vida. Este ideal, heredero del olimpismo griego, propicia la necesidad de ser excelente en algún deporte, con la esperanza de granjearse el reconocimiento de los demás. Aunque el desarrollo sostenido del deporte en Cuba alcanza las más diversas disciplinas, el béisbol, como deporte nacional, es el que más pasiones despierta en los debates. Las peñas beisboleras, presentes en casi todos los municipios de la Isla, son espacios donde se socializan muchas opiniones. Sobre el tema del estatus económico, urge indagar en cómo los patrones culturales obligan a 153
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los hombres a responder al arquetipo de buen proveedor del hogar. Para ello se pone a prueba la capacidad de obtener bienes materiales. El éxito se corresponderá entonces con la realización económica, muchas veces marcada por la angustia de obtener dinero. En una sociedad con adversas coyunturas económicas se hace muy visible la competencia por obtener los empleos más remunerados. El arte es otra de las actividades donde es común ver a los jóvenes incursionar en la búsqueda de prestigio social. Si bien es cierto que manifestaciones como el ballet clásico tienen menos aceptación, por aquella suspicacia de una posible conversión a la homosexualidad; otras actividades, como la música, despiertan en los varones, desde temprana edad, la curiosidad y el interés por prepararse y alcanzar un lugar de privilegio. Los medios de comunicación en Cuba siguen jugando un papel protagónico en la transmisión de valores relacionados con las masculinidades hegemónicas. Cuando uno lee una noticia, oye la radio o ve un programa televisivo, advierte preceptos machistas. Es evidente que la cultura profesional de los comunicadores enraíza prácticas e imaginarios que tienden a perpetuar los modelos de masculinidad vigentes. El fenómeno no es una singularidad mediática cubana. De las más variadas maneras, los grandes y pequeños emporios de la comunicación mundial masifican la idea de que la igualdad entre hombres y mujeres puede llegar con tácticas simplistas, como crear revistas desti154
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nadas a los hombres; donde la imagen y el cuerpo son lo más importante.3 [...] Las masculinidades de los cubanos se enfocan según la función social del individuo y de lo que esta le exige como comportamiento socialmente aceptado. Por ejemplo: un hombre será muy bien visto si cumple su rol de buen padre proveedor, cuadro político abnegado, joven o adulto exitoso en los estudios, mujeriego, músico, deportista o artista. Sigue siendo representada la masculinidad hegemónica en Cuba por los hombres blancos, citadinos y heterosexuales. Parece contradictorio que una Revolución, que rompió con los más disímiles estereotipos, no haya podido deconstruir tal modelo. Sucede que estos procesos interactúan en las complicadas matrices de las identidades masculinas, poco dadas a los cambios por decretos. Aunque en estos años se hayan estipulado leyes, disposiciones e instrumentos legales contra la discriminación, las exclusiones sociales, raciales y de género se vertebran en mecanismos no muy fáciles de desmontar. Incluso, a pesar de que hoy la sociedad cubana es mucho más multirracial y diversa en su 3
Se destacan, fundamentalmente, tres tipos de publicaciones: las deportivas, eróticas y pornográficas, y “las de modas” y “estilo de vida” .Dentro de estas últimas se pueden destacar GQ, DT y Men`s Health. La Revista de los hombres. Ver Marta Segarra: “Modelos de masculinidad y medios de comunicación”, en Marta Segarra y Ángels Carabí (eds): Nuevas Masculinidades, Icaria, Barcelona, 2000, pp.133-152.
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sexualidad que en épocas anteriores, el mito del príncipe azul aún perdura en muchas mentes. Las madres añoran para sus hijas un “hombre de éxito”, a la usanza del diseño de la masculinidad hegemónica. Tal prototipo debe cumplir con las expectativas económicas, físicas y emocionales que se han relacionado anteriormente. Curiosamente, comienza a percibirse cierta aceptación a modelos antes severamente censurados por la sociedad, como es el caso del llamado “pinguero” (trabajador sexual), quien en ciertos sectores sociales y familiares es bien recibido. Por otra parte, las masculinidades marginadas por los jóvenes estarán influenciadas por criterios homofóbicos, donde homosexuales y travestís son los más rechazados. De manera general, los hombres temen a los arquetipos masculinos desfavorables, sobre todo si están relacionados con la diversidad sexual y el feminismo. Aunque estos temas comienzan a tener alguna presencia estable en los eventos organizados por las diferentes instituciones académicas que abordan los estudios de géneros en el país, todavía son pocos los espacios de debate.4 4
Entre los espacios que ya tienen una presencia de los estudios de masculinidades está el Diplomado de Género y Comunicación, coordinado por Isabel Moya desde la Cátedra “Mirta Aguirre” del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”. También han incorporado esta perspectiva, en su docencia, los programas de estudios de las maestrías de la Cátedra de la Mujer de la Universidad de la Habana, bajo la dirección de Norma Vasallo, y el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), que dirige Mariela Castro Espín.
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Un miembro ilustre Uno de los temas más controversiales que se debaten en la discusión sobre las masculinidades es la relación del hombre y su sexualidad. Nosotros tenemos toda una mítica relacionada con la sexualidad y el supuesto extraordinario comportamiento de los hombres cubanos, fomentado con imaginarios que les dan atributos de excepcionalidad a sus penes. La relación entre el hombre y su pene es algo que va más allá de cuestiones sexuales o biológicas. La cultura de la masculinidad latina le rinde un desmedido culto al órgano sexual masculino, el cual es nombrado de disímiles formas, pero en casi todos los casos tiene que ver con objetos potentes y seguros.5 Es esta expectativa la que deben asumir los niños desde que advierten su “miembro”, otro de los nombres más usados, lo que tampoco deja duda de su jerarquía y del afán que despierta desde que se hace visible. En una investigación titulada “Sexo tropical: el tamaño del pene en la imaginería de estudiantes universitarios de La Habana”, de la periodista cubana Aloyma Ravelo, se expresa: “El hombre cubano es, desde niño, socializado para demostrar su hombría y poder sexual, a partir de sus dimensiones peneanas”.6 5
Por eso es muy común oír que se denomine en Cuba como palo, tranca, cabilla, macana, mandarria, cohete, clasificaciones todas que están infiriendo objetos de alta resistencia y protagonismo.
6
Aloyma Ravelo en la actualidad está escribiendo un libro sobre la sexualidad masculina. Le agradezco que me permitiera
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Poseer un pene grande le abre al futuro hombre los caminos de la sexualidad pues, por supuesto, mientras mayor sea su diámetro, más resaltará su virilidad. En tres encuestas realizadas en talleres de masculinidades, efectuados en la Ciudad de La Habana, se pudieron corroborar muchos de estos criterios. Las encuestas fueron aplicadas a 173 hombres y 57 mujeres de nivel medio y universitario, con diferentes profesiones, y una conformación racial de 119 personas blancas, 88 negras y 23 mulatas y asiáticas. Las edades oscilaron entre los 22 y 45 años. Sobre el mito de las dimensiones del pene, las encuestas situaron en primer lugar a la raza negra como la portadora de los más grandes, con un resultado de 71 por ciento, argumentando que señalaban esta raza por su fortaleza genética y por el origen africano. El cuestionario también develó que 65 por ciento de las mujeres encuestadas prefería los hombres con penes grandes, opinión contraria a las que escuchamos en muchas conversaciones anteriores a la encuesta, con mujeres, de forma individual, quienes decían no importarles la cuestión del diámetro y que los valores espirituales eran más importantes. Tal contradicción indica la complejidad de los imaginarios culturales contemporáneos, así como la necesidad de abordarlos desde un punto de vista holístico. revisar algunos de sus trabajos no publicados. Ver Aloyma Ravelo: “Sexo Tropical: el tamaño del pene en la imaginería de estudiantes universitarios de La Habana” (inédito).
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Esta contradicción, en Occidente, tiene lecturas desde la literatura libertina del siglo XVIII, propuesta por El Marqués de Sade en Francia. En la obra de Sade La filosofía en el tocador, desde la frase introductoria se advierte: “la madre prescribirá a su hija la lectura de este libro” y, más adelante, dirige un discurso a hombres y mujeres donde plantea: A vosotros, voluptuosos de todas las edades y de todos los sexos, sólo a vosotros ofrezco este libro: nutríos de sus principios, que favorecen vuestras pasiones; pasiones con las que fríos y ramplones moralistas os espantan y que sólo los medios que utiliza la naturaleza para lograr que el hombre llegue a comprenderse como ella misma lo comprende; escucha únicamente a esas deliciosas pasiones; su órgano es el único que ha de conduciros a la felicidad.7
El criterio falocéntrico en esta obra de Sade representa un diseño masculino, partiendo de la diferencia biológica que coloca al pene como centro del mundo. El investigador Víctor Seidler ha cuestionado la Ilustración por su propuesta de identificar la masculinidad con la razón y la organización de la sociedad en torno a los intereses de los hombres.8 La falta de relación de los penes con la estética actual de la cultura no permite la integración del cuerpo masculino a las artes, sin dejar a un lado la morbosidad o la iconografía sadomasoquista 7
Ver Marqués de Sade: La Filosofía en el Tocador, Tusquets Editores S.A., Barcelona, 1990, p.8.
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Ver Víctor Seidler: “La ilustración y la teoría social”, en La Sinrazón Masculina, Editorial Paidós, México, 2000, pp. 23-30.
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propuesta por el artista norteamericano Robert Mapplethorpe.9 Estando en Barcelona, en junio de 2003, fui a ver la puesta en escena de Las marionetas del pene, versión española de la obra Puppetry of the penis, de los australianos Simón Morley y David Friend, montaje que versa sobre las habilidades del pene, que los actores convierten en verdadera marioneta y le dan forma de torre Eiffel, el monstruo del lago Ness, un pelícano, una hamburguesa. Una vez más, constataba la utilización del pene como objeto icono de poder. La única actriz femenina en el escenario, Roser Pujol, opinaba al diario El País que “Las marionetas del pene son muy recomendables para que las marujas aprendan a ver el sexo de una forma mucho más natural, tiene un punto terapéutico”.10 La opinión de la actriz deja de nuevo a las mujeres reflexionando sobre cómo complacer a los penes; sin embargo, los hombres quedan en el desconocimiento sobre su cuerpo, su sexo y su relación para el disfrute sexual con su pareja. No obstante, muchos hombres que no están de acuerdo con este tipo de espectáculo se atreven a reaccionar como lo hizo Vicente Verdú en su comentario “El pene y su sombra”, publicado en el diario El País, donde afirma que “para las feministas que todavía se empeñan en la homologación integral, he aquí la diferencia. Si en el teatro se montara un es9
Ver Patricia Morrisroe: Robert Mapplethorpe. Una biografía, Circe Ediciones, Barcelona, 1996.
10
Ver Belén Ginart: “Las marionetas más impúdicas”, en El País, Barcelona, 3 de junio de 2003, p.34.
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pectáculo con el cuerpo femenino de la misma inspiración que Las marionetas del pene, hasta Miriam Tey se revolvería en las cenizas”.11 Verdú, en su critica, arremete contra las feministas, quienes pagan la culpa de la poca creatividad de los hombres con su cuerpo y, más especialmente, con el pene. En Cuba, no con la misma intención de rendir culto sobre los penes, pero sí exhibida con una inusual presencia de público juvenil, la obra La Celestina, del grupo de teatro El Público, trajo a escena el desnudo masculino. Conversando con varias personas que usualmente no van a ver este tipo de obra, confesaron que “habían ido a ver la puesta porque algunos actores de la Televisión salían desnudos”.12 Tales tendencias de la industria cultural, lejos de ayudar a desmitificar dichos imaginarios, los exacerban. Así lo confirma el especialista Demian Ruiz, en su comentario titulado “Las rarezas del pene”, publicado en la revista Men`s Health, de abril de 2001: “Probablemente miras a tu pene del mismo modo que una vieja solterona contempla a su gato: crees que sus particulares atributos lo convierten en únicos y extraordinarios”.13 11
Ver Vicente Verdú: “El pene y su sombra”, en El País, Barcelona, 16 de junio de 2003, p. 38.
12
Los desnudos en la danza y el teatro cubano siempre han traído polémicas sobre si son necesarios o solo un efecto para lograr más público. En el caso de la obra de Teatro La Celestina, fue muy bien recibida por la crítica especializada y logró uno de los éxitos de taquilla más grandes de los últimos diez años.
13
Ver Demian Ruiz: “Las rarezas del pene”, en Men`s Health. La Revista de los hombres, abril de 2001, pp. 90-93.
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Este tipo de apreciaciones abundan en revistas destinadas especialmente a los hombres, las cuales se venden como un nuevo diseño para que aprendamos a cuidarnos y querernos. En este sentido, llama poderosamente la atención que valoraciones de este tipo lleguen a todas las manifestaciones culturales, arrastrando los mismos sesgos machistas en cualquier latitud del planeta. Otra de las manifestaciones de la masculinidad hegemónica es la masturbación en lugares públicos. Ella constituye una de las formas que los hombres eligen para dar riendas sueltas a sueños eróticos y morbosos, o a las frustraciones de una sexualidad no posible, violando casi siempre el espacio de las mujeres, que no tienen derecho a permanecer ante la agresión masculina. La Habana, como muchas ciudades del mundo, tiene lugares nocturnos que las mujeres no pensarían frecuentar ante el temor a este tipo de agresiones. Hablando con un grupo de estudiantes universitarios del por qué no sucedía al revés y veíamos en las playas, cines y oscuras avenidas a mujeres enseñando sus órganos sexuales y masturbándose para que los hombres las vieran, se rieron y me dijeron que eso era una locura que jamás sucedería. Sé que decir esto presupone una pura ironía. La masturbación masculina, en Cuba, es parte de un rito de iniciación en los hombres y, cuando este momento llega, pueden oírse expresiones jocosas, cuando les tocan a las puertas de baños y habitaciones, tales como “suéltala” o “te voy a po162
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ner un cascabel en la mano”.14 En ningún caso es signo de no aceptación y demuestra que algo importante, que reafirmará su masculinidad, está sucediendo. Este mismo entusiasmo no sucede con las mujeres, las cuales no hablan regularmente de sus masturbaciones. Entonces estamos hablando de aceptaciones diferentes sobre iguales actos de iniciación sexual y de placer, los cuales van a ser desvirtuados por el aprendizaje de la sexualidad, y que no es algo debatido abiertamente en la familia, salvo en el caso de los adolescentes hombres. Estos fenómenos indican la necesidad del diálogo y sus reflexiones; sin dudas, a la guerra, la economía y otros asuntos están dedicados los grandes debates mediáticos e individuales de los hombres. Pero por qué algo tan usual, como es la sexualidad, nos cuesta tanto abrirla a una polémica social. La moralidad y los preceptos que esta implica no nos permiten ser sinceros con nosotros y nuestros placeres. 14
Estas son solo dos de las muchas expresiones relacionadas con la masturbación masculina. Agradezco al antropólogo norteamericano Matthew C. Gutmann el haber compartido conmigo muchos de sus trabajos de masculinidad, entre los que se incluyen algunos relacionados con la iniciación de la masturbación de los adolescentes en México, y expresiones que utilizan como “chaquetear” y “le jala la cabeza al gallo”. Al igual que los cubanos, los mexicanos creen que los jóvenes se deben masturbar dos y tres veces al día “porque tienen la leche guardada”. Ver Matthew C. Gutmann: Ser hombres de verdad en la Ciudad de México. Ni macho ni mandilón, Colegio de México, México, 2000.
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Homosexualidad en Cuba: tan raros como los demás Entre las masculinidades que han sido objeto de todo tipo de discriminación, ocupa el primer plano la de los homosexuales. Desde el siglo XVIII, los primeros periódicos de la Isla ya estigmatizaban esta opción sexual. El término de homosexual, desde el siglo XIX, ha condenado de forma injusta a quienes prefieren variantes sexuales ajenas a la heterosexualidad, opción que sí goza de una total aceptación y muchos, al asumirla, se vanaglorian de su condición de macho hegemónico. Las personas homosexuales serán juzgadas como flojas, débiles, femeninas, amaneradas. Tales atributos denotarán poca confiabilidad para ejercer determinadas profesiones, sobre todo las relacionadas con decisiones de poder. Este comportamiento está generalizado en todas las sociedades latinas, con una fuerte raíz homofóbica. Un tema tan polémico para el contexto cubano como el de la homosexualidad abre una caja de Pandora que siempre ha estado tapada muy celosamente en la Historia de Cuba, como si no existiera el asunto. Textos como La maldición (1998), escrito por el investigador Víctor Fowler, nos acercaron al asunto desde una perspectiva históricoliteraria. El autor refiere una serie de textos considerados por él fundacionales, por corresponder a un período de constitución de nuestra cultura. Entre estos se encuentran los atribuidos al presbítero José Agustín Caballero para el Papel Periódico de la Havana; en uno de ellos: “Carta crítica del hombre-mujer”, del 10 de abril de 1791, 164
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donde se identifica la problemática de la masculinidad con la de la homosexualidad masculina, el texto dice: ¿Quien podrá contener la risa cuando ve á un hombre barbado gastar la mayor parte de una mañana en peinarse, ataviarse y en ver copiada su hermosura en un espejo, cuál lo practica la Dama mas presumida? (...) A la verdad, yo no sé como hay Mujer que admita a su trato a semejantes avechuchos. Ellos representan el papel de Gallos entre las Mujeres, y de Gallinas entre los Hombres, al paso que de estos merecen la compasión, cuando de aquellas el desprecio.” (sic)15
El filósofo cubano Caballero diseña una masculinidad en la que vincula la feminización de los hombres con problemas contra la Patria: “Pregunto ahora ¿Si se ofreciera defender a la Patria, que tendríamos que esperar en semejantes Ciudadanos o Narcisillos? ¿Podrá decirse que estos tienen alientos para tolerar las intemperies de la Guerra? ¿Como han de ser varones fuertes y esforzados, decía Séneca, los que así ostenta su ánimo mujeril y apocado? Desengañémonos, el que se cría con música, bailes, regalos y deleites, forzosamente degenera en femeniles costumbres.” (sic) 16
Si tenemos en cuenta que estas palabras le son asignadas a uno de nuestros primeros pensadores, 15
Ver los textos introductorios escritos por Cintio Vitier, Fina García Marruz y Roberto Friol: La literatura en el Papel Periódico de la Havana 1790 -1895, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1990, p. 75.
16
Ibíd.
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constatamos cómo se está construyendo la masculinidad de una nación sobre la base de exclusiones de aquellos que no cumplan estos requisitos. En la décima con la cual cierra su texto, nos advierte el peligro que implica asumir rasgos de feminidad para los hombres: Infeliz Afeminado / que merece este nombre / porque de carácter de Hombre/ tú mismo te has degradado / Sigue tu camino errado, /y juzga como delicia / la más notoria estulticia./ Pero no te has de montar, /si te dicen al pasar /augur mi Doña Dionisia 17
Si la feminidad en los hombres implica rechazo, la masculinidad para las mujeres no deja de tener consecuencias lesbofóbicas. En opinión de la filóloga italiana Analisa Mirizio, el vestido masculino es parte del rol sexual y, a la par de otros factores, es el producto de un aprendizaje social;18 que un hombre se vista de hombre es lo normal, mas que una mujer lo haga es un ataque a la virilidad masculina y a la moral establecida. Resulta probable que esta opinión prevaleciente determinara que, el 17 de febrero de 1822, se abriera un expediente judicial con el título de “Criminales contra Enriqueta Fabez por haber andado disfrazada en traje de hombre”, que se encuentra ubicado en la actualidad en un fondo del Archivo Nacional de Cuba (ANC). Más allá del caso en sí, que fue de los más escandalosos 17
Ibíd., pp.77-78.
18
Ver Annalisa Mirizio, “Del Carnaval al Drag: La extraña relación entre masculinidad y travestismo”, en Marta Segarra y Ángels Carabí (eds): Nuevas Masculinidades, Icaria, Barcelona, 2000, pp.133-152.
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procesos judiciales sucedidos en Cuba en la primera mitad del siglo XIX, cabe preguntarse ¿qué violaba Enriqueta para ser juzgada? Primero que todo, el espacio público del poder masculino. Enriqueta Fabez fue una médica suiza que, instalada en la villa de Baracoa para ejercer la medicina, se atreve a establecer una relación lésbica con una mujer de la zona llamada Juana de León. La lectura del expediente criminal nos habla de varias contradicciones en aquel vínculo inusual, pero lo que nos interesa es el análisis sobre la masculinidad y, sobre todo, cómo en las declaraciones, todo el tiempo, se juzgaban las características biológicas que definían su no masculinidad. La supuesta esposa engañada declaró que “empezó a espiar sus movimientos hasta que una vez dormida se descuidó, pude descubrirle los pechos de una mujer, no como quiera abultados, sino por su configuración dan a conocer que ha alimentado algunas hijos”.19 El hecho de que una mujer, en esta época, fuese médica constituía de por sí un delito. Pero, además, que se atreviera a violar los designios de la iglesia y mantener una relación condenada como antinatural, hicieron del juicio de Enriqueta representación fiel de un tribunal de la Santa Inquisición, al llamarla monstruo, criatura infeliz, y descargar sobre ella todo tipo de improperios. En realidad, más que juzgar la situación de víctima19
Ver “Criminales contra Enriqueta Fabez por andar disfrazada de hombre (1822)”, en Fondo Asuntos Políticos, Archivo Nacional de Cuba (ANC), legajo 3483.
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victimario, afloraba todo el andamiaje seguido para demostrar la falsa masculinidad de Enriqueta Fabez, por lo que Juana pide lo siguiente: que se prestase juramento sobre el sexo e impotencia física del que se nombra Enrique Fabez disponiendo con su merito que se conduzca esa criatura a esta ciudad y a presencia del tribunal sea reconocida por dos facultativos que al efecto lo haga desapropiarse de los vestidos y que cuando se le desvista para deducir lo demás se convenga previa la seguridad con que debe mantenerse en la cárcel publica, hasta que otra cosa se determine conforme a justicia que pido en costos jurando no proceder con malicia y cuando fuera necesario.20
El caso no es el único dentro del mundo colonial español. Otros países, como Colombia, también celebraron juicios por esta causa, como es el seguido, en 1745, en Popayán, contra dos mujeres acusadas de sodomía femenina. En La Habana, noventa y tres años después del caso de Enriqueta Fabez, la escritora puertorriqueña Luisa Capetillo fue arrestada por usar “ropas que son solo para hombres”.21
20
Id.
21
La presencia de la líder feminista Luisa Capetillo, vestida con ropa masculina, fue recibida con escándalo por la prensa habanera. Ver Billiken Callejas: “Venus con pantalones”, en La Prensa, La Habana, 27 de julio de 1915, p. 8. Para indagar más sobre la vida de esta importante figura, ver la compilación de sus ensayos presentados por Julio Ramos (Ed.): Amor y anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo, San Juan, Ediciones Huracán, 1992, p.11.
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En opinión del profesor Rodrigo Andrés, los historiadores posestructuralistas han apreciado el hecho de que, en diferentes momentos históricos, se obtienen diferentes tipos de valoraciones sobre los homosexuales y las lesbianas. Para estas opiniones han sido muy importantes las diferentes prácticas discursivas que no solo las nombran, sino que de hecho las crean. La Medicina y su función “higienizadora” de la sociedad fue la causante de muchas de las polémicas hacia la diversidad sexual.22 Por ejemplo, en 1875, en Alemania, un médico de apellido Marx fue uno de los primeros científicos en pedir que se suprimiera del Código criminal la orientación sexual. Para ello creaba un nuevo término denominado Urnings, el cual refiere como persona de una naturaleza muy particular de género hombre-mujer. De este modo intentaba una justificación médica al fenómeno. Para este científico, el tercer género busca: desde la infancia [...] la sociedad y los juegos de las niñas; adultos, se distinguen por su timbre de voz femenina y una gran timidez de carácter. Cualquier cosa los abochorna, los asusta y les hace subir la sangre al rostro; les repugnan todos los ejercicios violentos; por el contrario, tienen gusto pronunciado por los trabajos de aguja, marcada preferencia por las costumbres de señoritas, las 22
Ver Rodrigo Andrés: “La homosexualidad masculina, el espacio cultural entre masculinidad y feminidad, y preguntas ante una crisis”, en Marta Segarra y Ángels Carabí (eds.): Nuevas Masculinidades, Icaria, Barcelona, 2000, pp.121-132.
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sortijas, las cadenas, las flores y los perfumes. Además manifiestan persistente repugnancia hacia las mujeres, no queriendo tener jamás con ellas contacto sexual.
La obra fue objeto de la más severa crítica en Cuba, por parte del doctor Luis Montané23, el cual la calificó como depravación moral. Durante el Primer Congreso Regional Médico de Cuba, en enero de 1890, se mostró particularmente severo acerca de esta investigación: ¿Es, esa obra, la de un loco? ¿No es esta, ciertamente, la opinión de Mr. Marx, que se considera un sabio, un filósofo humanitario? Pero poco importa después de todo, que sea sabio ó loco; lo que es necesario conservar de su folleto, es que ha sido libremente vendido en Alemania y que en dicho país existe el vergonzoso vicio que nos ocupa.”24
Más adelante, en su intervención, el doctor Montané ofreció detalles sobre una investigación de la homosexualidad en Cuba, a partir del estudio de 21 casos —cuatro europeos y 17 cubanos. Los dividió en activos y pasivos, según su conducta en la actividad sexual, con el fin de resaltar la feminidad de estos. Llegó a afirmar que “la prostitución masculina tiene la misma organización que la pros23
El profesor Luis Montané fue un prestigioso especialista del siglo XIX cubano. El Museo de Antropología de la Universidad de La Habana lleva su nombre en la actualidad. Ver “La pederastía en Cuba (1)”, en Primer Congreso Médico Regional de la Isla de Cuba en enero de 1890, Imprenta de A. Álvarez y compañía, La Habana, 1891, pp. 581-582.
24
Ver Luis Montané; ob. cit.
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titución femenina [...] destacándose los nombres por los que se conocen La princesa de Asturias, la Pasionaria, la Verónica, La Isleñita, Reglana, la Camagüeyana, Manuelita, Albertina etc.”25 Las descripciones médicas de algunos casos corroboran esta opinión: La camagüeyana tiene las nalgas completamente reunidas de modo a formar una masa global [...], en el caso de Manuelita hemos podido observar el prolápsus de la mucosa, formando dos pequeños labios regulares, reunidos en su parte inferior y recordando clásicamente la vulva de una perra [...] La camagüeyana presentaba el ano cubierto con un paño de tela ordinaria, probablemente para socorrer la incontinencia de materia fecal —en su afán por lo femenino algunos emplean este sistema con el objeto de simular un periodo menstrual—. En la tentativa que hicimos de suspender una punta del paño el individuo dejó escapar un grito penetrante, desplomándose y pudimos asistir a un ataque clónico de hísterio epilepsia ¡Nada más frecuente que los ataques de nervios en el mundo de los pederastas!26
Sabemos que una de las teorías médicas más discriminatorias para las mujeres del siglo XIX fue la referente al útero histérico. En su planteamiento básico se argumentaba que ellas sufrían de histeria porque no tenían pene. El mismo comportamiento se le asignaba al homosexual hombre, como una forma discriminatoria que lo aleja de la posibilidad de ser masculino y varón. 25
Id.
26
Id.
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La homofobia es una actitud vigente aún en la sociedad cubana y, al igual que el machismo, está arraigada en patrones culturales. El camino para socializar el debate sobre estos temas encontró terreno fértil con el estreno de una de las cintas más célebres del cine cubano. La exhibición de Fresa y Chocolate (1993), de los directores Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, visibilizó a un personaje homosexual hombre, como nacionalista y valiente. Se abrió con ello una polémica a nivel nacional y el público cubano aceptó con beneplácito el filme. A partir de entonces, otros productos comunicativos audiovisuales difundidos por la televisión cubana mostraron, unas veces de manera tangencial y otras de forma más directa, a personajes homosexuales. Lo mismo ocurrió en el teatro, las artes plásticas y otras manifestaciones artísticas. Incluso, aunque no ha sido exhibida la reedición del serial inglés Queer and Folk, de la cadena Show Time, en los canales de la televisión cubana, muchos espectadores han disfrutado esas historias. Rentadores particulares de video han detectado el interés de sus clientes en la temática y la serie ha contado con una gran demanda. Tan raros como los demás, traducción al español del nombre del serial, es un llamado a pensar en los nuevos modelos de la masculinidad. De alguna manera queda claro, al menos en las manifestaciones del arte de los años noventa, una mayor libertad a la hora de expresar la diversidad sexual. La nueva tendencia parece haber dejado atrás las contradicciones de los años sesenta al 172
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ochenta, cuando una fuerte actitud homofóbica obligó a muchos homosexuales a marcharse del país. Solo los cristales se rajan Las diferencias generacionales matizan los comportamientos de los cubanos de hoy. Quienes hicieron la Revolución de 1959 están dando paso a otras con nuevos modelos, que van dejando prejuicios del pasado y que superan las propias expectativas creadas alrededor de leyes tan renovadoras como la del Código de Familia, de 1975, el cual intentó romper modelos androcéntricos de convivencia hacia el espacio privado de la familia. Hoy el debate está enfocado a leyes como la de la paternidad y la posibilidad de que los hombres se sientan responsables de todas las actividades que realizan en el espacio público y privado. No obstante, a pesar de las leyes escritas, es innegable que la vida de muchos cubanos ha estado marcada por la fragilidad del hecho de ser hombres. Desde niños nos enfrentamos a grandes carteles y eslóganes revolucionarios al estilo de: “Solo los cristales se rajan, los hombres mueren de pie”. La comparación de la condición de hombre y masculino con el cristal es un llamado a estar en eterna vigilia para demostrar, representar o aparentar, según sea el caso, un paradigma de masculinidad. La mítica revolucionaria ha luchado contra las expresiones del machismo relacionado con las mujeres, pero se ha mantenido intransigente con respecto a los propios hombres: no se han cambiado los valores de la masculinidad hegemónica. Sucede 173
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que no serán leyes ni disposiciones oficiales las que reorientarán los primeros pasos. Contribuir a transformar modelos de masculinidades dicotómicas, encerradas en soluciones sin salidas, podría ser uno de los más loables aportes de los estudios sobre masculinidades. Pero estos cambios —ahí está la historia del feminismo para demostrarlo— tardan años y hasta siglos para llegar a resultados. Ojalá y las reflexiones, el debate, ayuden a impulsarlos.
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III. Género y diversidad
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Juan 8: 1- 11 (…) pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al Templo, y todo el pueblo vino a él; y sentándose, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: — Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Esto decían probándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: — El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los más jóvenes; solo quedaron Jesús y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: — Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: — Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: — Ni yo te condeno; vete y no peques más.
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Génesis 12, 1-20 Jehová había dicho a Abraham: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Se fue Abram, como Jehová le dijo, y con él marchó Lot. Tenía Abram setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abram a Sarai, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, y todos los bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán. Llegaron a Canaán, y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, donde está la encina de More. El cananeo vivía entonces en la tierra. Y se apareció Jehová a Abram, y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra”. Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había aparecido. De allí pasó a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda entre Bet-el al occidente y Hai al oriente; edificó en ese lugar un altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. Luego Abram partió de allí, avanzando poco a poco hacia el Neguev. Hubo entonces hambre en la tierra; y descendió Abram a Egipto para vivir allí, porque era mucha el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba próximo a entrar en Egipto, dijo a Sarai, su mujer: “Sé que eres mujer de hermoso aspecto; en cuanto te vean los egipcios, dirán: “Es su mujer”. 179
Entonces me matarán a mí, y a ti te dejarán con vida. Di, pues, que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya; así, gracias a ti, salvaré mi vida”. Aconteció que cuando entró Abraham en Egipto, los egipcios vieron que la mujer era muy hermosa. También la vieron los príncipes del faraón, quienes la alabaron delante de él; y fue llevada la mujer a casa del faraón. Este trató bien por causa de ella a Abraham, que tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos. Pero Jehová hirió al faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai, mujer de Abraham. Entonces el faraón llamó a Abraham, y le dijo: “¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: ‘Es mi hermana’, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, aquí está tu mujer; tómala y vete”. Y el faraón ordenó a su gente que escoltara a Abraham y a su mujer, con todo lo que tenía.
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HOMOSEXUALIDAD Y ANCIANIDAD, OTRA CARA DE LA MISMA ESFERA (*) Regino Rodríguez Boti Homosexualidad masculina y ancianidad En un hogar de ancianos del municipio Guantánamo se realizó un estudio, en 2002, y se constató que aproximadamente el tres por ciento de sus ancianos y ancianas tenía orientación homosexual. El nivel escolar de los homosexuales entrevistados estaba por debajo del sexto grado y la edad promedio era de 72 años; predominó la raza blanca y el estado de soltería; no manifestaban afeminamiento en su conducta. En este hogar de ancianos no se encontraron lesbianas. Se hicieron entrevistas individuales y grupales que reflejaron los siguientes resultados: En general confrontamos más problemas que los otros ancianos que conviven en este hogar por nuestra orientación sexual: sufrimos las burlas de los paramédicos, somos segregados y no participamos de los juegos de mesa ni de otros; siempre somos los últimos en las filas para evitar problemas. Frecuentemente, al subir al ómnibus, escuchamos esta frase: “No pueden montar porque aquí solo montan hombres y mujeres”. Sufrimos rechazo, indiferencia y burla; y también somos agredidos. Entre nosotros somos solidarios, pero somos poco comunicativos con el resto de los internos. (*)
Tomado de La sexualidad en el atardecer de la vida, Editorial Oriente, 2003.
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Cuando somos sorprendidos en algo, no se nos respeta y se divulga por todos, incluso por el personal de la institución, en actos públicos. Los paramédicos (las trabajadoras sociales y asistenciales) tienen bajo nivel de tolerancia, permanecen por más tiempo junto a nosotros y son quienes más se burlan, en privado y en presencia de público. No disponemos de privacidad y somos vigilados constantemente por todos. Solo disponen de privacidad las parejas heterosexuales. Los ancianos heterosexuales sufren burlas hacia su sexualidad por parte de ellos mismos o del grupo en que viven; cómo será esta situación entre los ancianos homosexuales; su situación es aún peor, tienen menos posibilidades de expresar su sexualidad y son rechazados por los mismos homosexuales más jóvenes, ya que violan un estereotipo de belleza o de estética gay afianzado en su cultura y forma de vida. Si socialmente no se acepta la sexualidad de los ancianos heterosexuales, mucho menos se acepta la de los ancianos homosexuales. Además, entre los gays ancianos, el debilitamiento del apoyo familiar (no constituyeron familia) ocasiona soledad, el sufrimiento por rechazo social, la falta de apoyo familiar y la carencia de amparo jurídico. Lesbianismo y ancianidad Hay pocos estudios relativos a la ancianidad de las lesbianas; en la literatura cubana consultada no se encontraron reportes al respecto. Lo poco que se conoce sugiere que, llegadas a la ancianidad, las 182
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lesbianas tienen posibilidad de vivir una vida con mejor calidad respecto a los gays y las mujeres heterosexuales, aunque también existen discriminaciones específicas; como lesbianas, comparten con los gays todas las discriminaciones que una sociedad homofóbica ejerce sobre las personas con una orientación sexual distinta a la de la mayoría: pobreza, falta de recursos, invisibilidad, discriminación institucional y el heterosexismo dominante. Estos sufrimientos de los más viejos son más vulnerables en aquellos con orientación homosexual. Pero más débiles que los varones son siempre las mujeres que, aun compartiendo con los ancianos homosexuales muchos o todos los problemas mencionados, sufrirán una discriminación añadida a su orientación homosexual por ser mujeres. En su vejez, las lesbianas pueden estar necesitadas de atención sanitaria en mayor medida que los gays. Si durante toda su vida las mujeres tienen que prestar una atención especial a las enfermedades ginecológicas, en la ancianidad esta necesidad es aún mayor. Pero al estar la ginecología relacionada con la vida sexual y reproductiva de las mujeres, es un sector de la medicina que está especialmente afectado por los prejuicios y por el sesgo patriarcal que todavía rige todo lo que se refiere a la sexualidad femenina. Los servicios de salud, no preparados para asumir la homosexualidad, pueden causar desconfianza y provocar tratamientos erróneos o ineficaces, incluso desprotección frente a las enfermedades. Las lesbianas parecen vivir su vejez en mejores condiciones que los gays y en mejores condiciones que las mujeres heterosexuales, a quienes sus 183
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matrimonios impidieron crear o conservar vínculos con otras mujeres. Respecto a los gays, las lesbianas tienen la ventaja de que las mujeres no consideran la juventud ni la belleza física como valores por los cuales relacionarse con los demás; las mujeres no están socializadas para reclamar elementos de belleza física, sobre otros valores, al buscar pareja o enamorarse. Esto hace que las lesbianas puedan encontrar pareja y ser deseadas por otras mujeres hasta edades en las que a los hombres homosexuales les está vedada esa posibilidad. Además, las lesbianas ancianas no se sienten solas tan a menudo y disponen de más recursos sociales que ellos para vivir esos años; las mujeres viven más que los hombres, por lo que las lesbianas pueden vivir con su pareja y con sus amigas de siempre hasta edades muy avanzadas, en las que las mujeres heterosexuales se han quedado viudas, y los gays han perdido a su pareja y a sus coetáneos. La invisibilidad de las lesbianas, que las acompaña durante toda su vida, puede convertirse en un factor que permita que dos mujeres vivan juntas en su casa, que se visiten o duerman unas en casa de las otras, o viajen juntas sin excesiva crítica social, en una etapa de la vida en que se es especialmente vulnerable a la presión del entorno. Otro factor que incide favorablemente en la calidad de vida de las lesbianas ancianas es que, a lo largo de sus vidas, como el resto de las mujeres, han protegido sus vínculos familiares en mayor medida que los homosexuales varones y que algunos hombres heterosexuales, por lo que la soledad y el aislamiento las afecta menos. 184
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Consideraciones finales Según Felipe Pérez Cruz, en Homosexualidad, homosexualismo y ética humanistas (1999): […] las determinantes socioculturales de los géneros sexuales y la apreciación de lo normal han actuado históricamente organizando la vida cotidiana, concibiéndose como natural, con pocas probabilidades de cambio. Para los homosexuales, hombres y mujeres, llegar a la vejez significa un cambio solo por el agravamiento de la estigmatización social que han padecido siempre, ya que su derecho está contenido en la parte invisible de la Letra, porque -como minoríani se les nombra, ajenos al espíritu de igualdad que se proclama en todas partes, encubiertos por la hipocresía de los sistemas sociopolíticos y religiosos.
La acción pedagógica resulta imprescindible. Debe planificarse y realizarse a nivel social, a nivel grupal y de forma individual. Debe comprender acciones directas e indirectas. Sus medios pueden ser psicológicos, jurídicos, institucionales, de comunicación y otros. El método más poderoso es la educación sexual. La homosexualidad en Cuba debe ser estudiada profundizando en antecedentes históricos y su proyección actual; de forma diferenciada, destacando las particularidades de la homosexualidad masculina y de la femenina, y en la ancianidad en particular. Las frases martianas “El culto a la dignidad plena del hombre” y “Con todos y para el bien de todos” implican respeto y tolerancia. 185
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DIVERSIDAD SEXUAL: ABRIENDO PASO A LA COMPRENSIÓN(*) Raquel Sierra La sociedad cubana, tradicionalmente machista y homofóbica, comienza poco a poco a abrir los ojos a la diversidad sexual, un lado hacia el que, hasta hace no tanto, prefería no mirar. Incluso, se mueven algunos resortes para que su aceptación, aunque demore, llegue a lo legal. La heterosexualidad, erigida durante siglos como norma “correcta” de conducta, ha cedido espacio a otras preferencias y comportamientos sexuales que la Cuba de inicios del tercer milenio no puede seguir desconociendo. Homosexuales, bisexuales, transexuales o travestís constituyen un sector cada vez menos invisible y, si bien no existe una asimilación generalizada, es en parte aceptado o al menos tolerado en sectores académicos, universitarios, culturales y entre personas sensibilizadas con el tema. Según la psicóloga Mayra Rodríguez, del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), aunque “todos estos comportamientos, identidades, orientaciones y expresiones sexuales diferentes a la heterosexual son rechazadas por la sociedad, en este momento hay una mayor aceptación”. Rodríguez atribuye ese avance al trabajo del CENESEX, entidad gubernamental que trabaja el tema, lo promueve en otras instituciones y, desde (*)
Tomado del Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y Caribe/SEMlac, 7 de enero de 2008.
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su surgimiento como Grupo de Educación Sexual, en la década del setenta, comenzó a trabajar la temática con la formación de recursos humanos que hicieran comprender la diversidad sexual de una manera ética y humana. “Nos dimos cuenta de que, paralelamente a eso, había que trabajar con la sensibilización de la población. Esto ha tenido un impacto social y ha repercutido en una mayor comprensión y aceptación”, explica. “A veces me asombro cuando un hombre me da la mano para bajar de un ómnibus, nunca soñé que llegaría a eso. No sé si no se percatan o si me encuentran bonita, aunque no lo soy”, afirma un transexual de hombre a mujer. “Me escondí durante mucho tiempo, pero en cuanto me dieron mi carné de identidad nuevo, donde se reconoce mi condición de mujer, más nunca me he puesto un pantalón, todo son sayas y vestidos”, dice. En la isla, a raíz del trabajo del CENESEX, un grupo de transexuales pudo realizar el cambio de identidad. De acuerdo con Rubén de Armas, coordinador del proyecto de hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH) en La Habana, en la isla ha habido un poco de apertura para tratar el tema, pero persisten temores y tabúes. “Encontramos personas de los medios que se sensibilizan con el tema y pretenden llevarlo a programas, pero luego chocan con incomprensiones que impiden una mayor información y promoción de esta temática”, agrega. 188
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Diversidad En Cuba, como sucede en otras naciones, la falta de debate público sobre el tema genera un desconocimiento generalizado, por lo que los estudiosos consideran pertinente profundizar en las explicaciones para una mayor comprensión. Más que un concepto, la diversidad sexual es un principio de aceptar, respetar y vivir con la diferencia, señala la psicóloga Rodríguez. Aunque es un concepto de la sociedad contemporánea, explica, desde hace muchos años diversos autores hablaron sobre el tema, entre ellos el padre del psiconanálisis, el austriaco Sigmund Freud, cuando se refería a la existencia de diferentes comportamientos sexuales. Otros estudios que reconocían esa variedad y la lucha de los movimientos lésbicos y gay, influyeron en develar lo que se conoce hoy como diversidad sexual, señala la master en ciencias. Para Mayra, quien estudia el tema desde hace 23 años, la novedad consiste en que antes se hacía referencia solamente a comportamientos sexuales diferentes al heterosexual. “Hoy la orientación heterosexual también forma parte de la diversidad sexual, porque igualmente son personas diversas, con diferentes comportamientos”. Aunque enmarcar en grupo no es de su agrado, porque considera que todas las personas son seres humanos y separarlos en grupos forma parte de la discriminación y la estigmatización, Rodríguez emplea estos conceptos para una mayor comprensión de las diferencias. 189
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“Hay diferentes orientaciones sexuales que tienen que ver con la preferencia sexual, con la dirección sexo erótica del deseo sexual. Son tres: la homosexual —personas que se sienten atraídas por otras de su mismo sexo—, la bisexual —su preferencia se orienta hacia uno u otro sexo—, y la heterosexual —preferencia sexual hacia personas de otro sexo”, explica. Según la psicóloga, la orientación sexual se construye como cualquier comportamiento dentro de la sexualidad, que es también una categoría construida. “Nacemos seres sexuados, pero construimos nuestra sexualidad a través de la vida, en función de la educación, la influencia, las vivencias”, agrega. Por otra parte, están los trastornos de identidad de género, que en el caso de la transexualidad se refieren a aquellas personas que sienten una incongruencia entre el sexo asignado al nacer y el sexo psicológico. “Un travestí con orientación homo se diferencia de un transexual de hombre a mujer en que el travesti hombre homosexual es una persona biológicamente varón, lo asignaron como varón al nacer, psicológicamente se siente varón, pero prefiere a las personas de su mismo sexo. Sin embargo, el transexual, asignado varón al nacer, biológicamente es varón, pero se siente mujer”, detalla. Este sentimiento de pertenencia hace que la persona tenga que adecuar su cuerpo a su mente, por lo que, en la mayoría de los casos, solicita una cirugía de reasignación sexual, un cambio a nivel 190
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de genitales, porque el sexo sigue siendo biológicamente el mismo. Algunos no quieren dar ese paso, lo que suele interpretarse erróneamente como que es un travesti. “Antiguamente se decía que eran verdaderamente transexuales quienes se querían reasignar. Hoy se sabe que no es así, pues sí hay transexuales que sienten esa discordancia pero que, por diversas causas —son ya mayores, tienen miedo o un determinado estatus social—, no se quieren operar”, explica. Surgió entonces el término transgénero, para personas transexuales que no se querían operar. Ese concepto cambió y alude hoy a todo aquello que traspasa las normas sociales, y en él se incluye cualquier tipo de preferencia sexual, sea el travestismo o la transexualidad, indica la especialista. Para saber certeramente si se trata de un transexual, la persona se mantiene en estudio por parte de la Comisión Nacional de Atención a Personas Transexuales, que radica en el CENESEX, bajo el requisito de ser mayor de 18 años de edad —antes no se puede diagnosticar— y mantenerse al menos dos años en tratamiento. “La apariencia externa no da realmente cuál es la identidad ni la orientación sexual de las personas, porque va más allá de eso, hay que estudiar psicológica y biológicamente cada caso. El diagnóstico diferencial es muy complicado”, expresa. En el artículo “Trastorno de identidad de género y personas transexuales. Experiencias de atención en Cuba”, aparecido este año en el número 13 de 191
RAQUEL SIERRA
la revista Sexología y Sociedad, Rodríguez y otras dos expertas indican que estas personas sufren conflictos de diversa índole. Entre ellos enumeran la dificultad para la permanencia en una díada amorosa; presiones de la familia de origen y del medio social; largos períodos de soledad; restringidas interacciones sociales y renuncia a experiencias erótico-afectivas. Hacia lo legal Poner fin al vacío legal de estas personas es una de las líneas de trabajo del CENESEX. En entrevista a SEMlac en 2005, Mariela Castro, directora de esa institución, consideró que “cuando la persona no aparece ni en la ley ni en la política, queda de alguna manera excluida y en cierta forma desprotegida”. Por esa razón, el centro propone una estrategia “centrada en brindar una atención integral a todas las personas que lo soliciten y contempla no sólo los aspectos inherentes a la salud pública, sino también la responsabilidad que tiene toda la sociedad de facilitar la integración y el respeto a la dignidad de las personas”. Entre los aspectos de esta estrategia estaría la sensibilización en diferentes sectores de la sociedad cubana, proyectos para coadyuvar a la comprensión y el respeto social, así como facilitar el empleo de estas personas, respetando el aspecto físico que se corresponda con su identidad de género, aun cuando no se hayan realizado los cambios correspondientes en su documento de identidad. 192
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Paralela a la estrategia, presentada al Parlamento en 2006, existen una propuesta de reforma al Código de Familia, entregada al Partido Comunista en junio pasado, y una resolución del Ministerio de Salud Pública. De aprobarse, el nuevo código reconocería los mismos derechos para las uniones entre parejas heterosexuales y homosexuales, incluidos los personales, patrimoniales, hereditarios y los inherentes a la vivienda, y flexibilizaría las regulaciones vigentes sobre la adopción, para favorecer el acceso a esa alternativa tanto a parejas heterosexuales como de homosexuales. Según la directora del CENESEX, la idea que ha encontrado mayor resistencia en todas las instancias consultadas es el derecho de las parejas homosexuales a la adopción, por razones vinculadas al desconocimiento y los prejuicios. En el caso de la Resolución de Salud Pública, implementa todo el proceso de atención integral de salud a personas transexuales de manera especializada, incluida la creación de una unidad asistencial para su atención.
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DIVERSIDAD Y GÉNERO EN LAS RELACIONES INTERPERSONALES(*) [fragmentos] Aurora Leal García En el ámbito educativo se hace cada vez más necesario hallar marcos de reflexión sobre las diferencias existentes entre las personas con quienes se convive, las relaciones que se establecen y las consecuencias de algunas de esas relaciones. A partir del análisis de algunas formas de relación muy comunes entre las personas en general, y entre la población infantil en particular, se expondrá un pequeño estudio realizado con grupos de niños y niñas que cursan sus estudios de primaria (ciclo medio), cuyo objetivo es el de introducir en el aula formas de reflexión acerca de las relaciones interpersonales, teniendo en cuenta la diversidad y la diferencia de género. En la sociedad en general, y en la escuela en particular, la población infantil suele conocer bien algunas características particulares de personas y grupos infravaloradas con respecto a las características de un modelo que se considera, a todas luces, normal y deseable. Desde este parámetro modélico, explícito o implícito, se rechaza a quienes no se adaptan o se supeditan a las características que lo definen. (*)
Este trabajo forma parte de un material didáctico dirigido al profesorado de primaria (ciclo inicial y ciclo medio), en el que se aborda el currículo escolar desde una perspectiva coeducadora. Educar, no. 22-23, 1998, pp. 171-179.
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AURORA LEAL GARCÍA
[...] Pero no siempre en las relaciones entre individuos y grupos tiene lugar un rechazo tajante de aquellas personas consideradas diferentes con respecto al modelo contemplado como positivo. A menudo, quienes se consideran “normales” llegan a desplegar formas muy diferentes de aceptación, tolerancia y, por tanto, convivencia con las personas consideradas como “diferentes”, siempre y cuando estas traten de adaptarse, sin poner en discusión el modelo “positivo” y “normal” de aquellas. Existen otras formas de establecer interrelaciones personales y grupales entre colectivos e individuos de características diversas, que son valoradas de forma distinta. Para ello es necesario pensar que el modelo de persona y de relación establecido como “normal” y deseable puede, efectivamente, cambiar; puede ser diferente, sin dejar por ello de ser positivo. Una de las formas que posibilita ese cambio es el conocimiento mutuo de las personas, de sus características específicas, de sus diferencias y de la riqueza y el interés que pueden reportar esas diferencias. El resultado es una transformación paulatina hacia un nuevo modelo de individuo y de colectivo, que se manifiesta a través de interrelaciones y confluencias diversas, mediante actividades, espacios y tiempos distintos, debido precisamente a la diversidad de características que definen a los individuos. Estas modalidades de relación interpersonal, que van desde el rechazo a las personas cuyas 196
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características no son valoradas socialmente hasta la contemplación efectiva de la diversidad, nos permiten analizar las relaciones entre dos colectivos cuyas características e idiosincrasia son consideradas de forma muy distinta: las personas de género femenino y las de género masculino. 1. Las diferencias personales que provienen del género El modelo masculino preconizado por nuestra sociedad tiene algunas características muy destacadas que lo definen esquemáticamente: los hombres y los niños pueden ser algo rudos —pero nobles—, no suelen poner demasiado énfasis en la exteriorización de sus sentimientos —ya que ello es signo de debilidad—, pueden ser amantes de la aventura y el riesgo, han de ser asertivos y contundentes en sus decisiones, etc. El modelo femenino tiene, asimismo, sus correspondientes características: las mujeres y las niñas son sensibles, tiernas en sus relaciones, expresan con facilidad sus sentimientos, se inclinan a ayudar a las demás personas, y también necesitan protección, seguridad y estabilidad. Los niños suelen rechazar a las niñas en momentos en que la supuesta debilidad femenina puede ocasionarles trabas e impedimentos. Generalmente, el modelo de brusquedad y valentía en una actividad como el juego es fuertemente valorado por los niños y no se suele poner en discusión. Sin embargo, las niñas a menudo rechazan este tipo de juegos masculinos. Ahora bien, al mismo tiempo, es frecuente que las propias niñas 197
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manifiesten desagrado hacia el modelo femenino, caracterizado por la ternura y debilidad ante ciertas situaciones. Así, mientras el modelo de feminidad se puede poner en entredicho, no suele suceder igual con el modelo masculino. Diversidad y género en las relaciones interpersonales Pero también se dan otras formas de comportamiento que permiten contemplar otros aspectos de las relaciones entre ambos colectivos, masculino y femenino. Ello acontece cuando las niñas desarrollan características que habitualmente son consideradas como propias de niños; por ejemplo, la independencia, el espíritu de aventura y la contundencia en sus decisiones. No quiere ello decir, solamente, que las niñas se limiten a valorar y asimilar el modelo habitualmente otorgado a los niños, sino también que, en un momento dado, algunas de ellas desarrollan unas cualidades o características que otras niñas suelen inhibir, precisamente por considerarlas propias de niños. Las primeras pueden, por consiguiente, integrarse en el mundo masculino. Sin embargo, la reacción de muchos de los varones suele ser la de mostrar una cierta superioridad, desdén, a veces hilaridad, condescendencia, protección, incluso tolerancia; manifestaciones que se hallan, todas ellas, en la frontera de la aceptación y la distancia. Todo ello contemplado desde la perspectiva de un modelo masculino, impermeable a cualquier cambio en su idiosincrasia. 198
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Estos sencillos análisis, que no son más que una descripción de los comportamientos que suceden en la vida diaria de niños, niñas, hombres y mujeres, pueden aportar elementos para la construcción de un modelo de colectivo que contemple la diversidad de las personas que lo componen. Ello requiere que estas personas, sea cual sea su sexo, desarrollen, pongan de manifiesto y valoren positivamente diferentes características y cualidades, tanto aquellas que son consideradas masculinas como las que son consideradas femeninas, según el arquetipo cultural que impera en nuestra sociedad. Así, si las niñas pueden manifestar sus aspectos de independencia, gusto por el riesgo —pongamos por ejemplo—, los niños pueden manifestar sus aspectos sensibles, tiernos, su capacidad para cuidar de otras personas, características generalmente inhibidas por considerarse de menor valía para un varón. Un modelo de colectivo que contemplara la diversidad entre las personas de ambos sexos habría de hacerse eco de las especificidades de cada individuo y de la riqueza y variación de identidades. 2. Los prejuicios y los arquetipos Las conductas de relación que implican un rechazo instantáneo hacia unas personas determinadas, tanto como una aceptación total, sin fisuras, suponen la existencia de prejuicios, basados en valoraciones —negativas o positivas— de tipo social o individual. Los prejuicios y arquetipos sociales suponen una esquematización de la realidad, acorde con unos 199
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modelos de personas deseables. La discriminación y el rechazo hacia una persona o colectivo considerado como diferente suele basarse en la atribución de rasgos o características físicas, psicológicas o sociales, generalmente infravalorados por diversas razones: el género, una cultura determinada y diferente a la propia —o la consideración de una falta de cultura— una raza, una minusvalía física o psíquica, etc. En definitiva, toda característica que no se ajusta al modelo establecido como normal y deseable. La percepción de una persona a la luz de un prejuicio o de un arquetipo es una percepción monolítica, unidimensional y, en la mayoría de los casos, deforme. Las relaciones interpersonales que se establecen sobre la base de ideas preconcebidas o prejuiciosas acerca de las personas no permiten un real conocimiento personal ni social. Los roles y las características preconcebidas que se suelen otorgar a los niños y a las niñas —por ser niños o por ser niñas—, a la niña gitana por ser gitana, y al niño desgarbado por tener una particular figura, no sólo impiden un auténtico conocimiento de la persona como tal, sino que también dificultan un desarrollo psicológico y social satisfactorio. La población infantil, al carecer de instrumentos de crítica y de análisis de los aspectos más complejos de la realidad personal y social, es muy sensible a la interiorización de estos prejuicios y arquetipos. Ello conlleva, a menudo, el etiquetaje de compañeros o compañeras como personas de200
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seables o no deseables, sin realmente comprender el motivo de muchas de las atribuciones que se les otorgan. Este etiquetaje, fruto de una educación social determinada, suele ser difícil de mover sin una reflexión y un cambio de puntos de mira. Además de los prejuicios que se manifiestan con respecto a aspectos físicos no valorados, o rasgos culturales diferentes al propio, entre otros muchos, los prejuicios y los arquetipos por razón de género surgen de forma extraordinariamente frecuente en los ámbitos escolares, suelen ser a menudo inamovibles y se caracterizan por una gran irracionalidad. Comprobar el esquematismo y la limitación que supone la atribución de características prejuiciosas y monolíticas a las personas, así como el papel negativo que ello juega en el desarrollo de la personalidad —tanto de quien manifiesta los prejuicios como de quien los padece—, constituye un objetivo importante en la educación de niños y niñas. 3. El conocimiento de las personas y de su diversidad individual El conocimiento real de la identidad de aquellas personas con quienes se establecen relaciones interpersonales cotidianas puede llegar a ser un instrumento de regulación de prejuicios e ideas preconcebidas. La necesidad de conocer a otra persona implica una actividad en la que se involucran conocimiento y sensibilidad, una actitud y un interés por observar y tratar de entender comportamientos que pueden ser diferentes de 201
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otros, más comunes; implica entender otras formas de pensar y de sentir, que no siempre coinciden con las esperadas. Para ello se requiere la observación de situaciones diversas de la vida cotidiana, situaciones de trabajo, de juego, situaciones agradables, desagradables o conflictivas; se necesita también el conocimiento de los sentimientos que provocan, las consecuencias de algunas acciones, de algunas relaciones. Conocer el punto de vista de otra persona, diferenciarlo de las propias formas de pensar y sentir, constituye un proceso complejo de elaboración del conocimiento social; facilita no sólo el conocimiento de las demás personas, sino también el propio, personal. El tratamiento de las relaciones interpersonales desde la perspectiva de la diversidad contempla, como es sabido, la aceptación y el respeto por las diferencias específicas que se dan entre las personas. Sin embargo, el término diversidad no debe asimilarse solamente a la idea de un colectivo formado por personas con características distintas, que se relacionan de forma satisfactoria, sino que puede entenderse también como la diversidad de características y especificidades propias de una sola persona. La diversidad de aspectos que se encuentra en la personalidad de un solo individuo es la que le otorga a este la posibilidad de relacionarse —de forma diversa— con personas distintas. [...] A modo de conclusión, diremos que un tratamiento de las relaciones interpersonales en el 202
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ámbito escolar, teniendo en cuenta la diversidad y las diferencias de género, supone: — Considerar y conocer la diversidad de características propias de una persona, independientemente de su sexo. — Valorar por igual todas aquellas características tratadas tradicionalmente como propias del género femenino o del género masculino. — Estimular el desarrollo de personalidades plurales, sin modelos arquetípicos de género. Finalmente, aprovechar el caudal natural que supone la resolución de conflictos, el conocimiento de los estados de ánimo propios y ajenos, la toma de conciencia de la consecuencia de las acciones sobre otras personas, con el fin de promover entre el alumnado una continua reflexión sobre las relaciones interpersonales.
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LA HOMOFOBIA (*) [fragmento] A la memoria de Bobby Griffith [24 junio 1963 - 27 agosto 1983]
Las fobias son miedos irracionales que afectan de varias maneras a gente sana; cualquier fobia puede ser debilitante. A algunos les aterra entrar en un elevador y otros sudan frío con pensar en abordar un avión. La homofobia es un miedo irracional e intenso a los homosexuales, y constituye una tragedia doble. Los que tememos u odiamos a los homosexuales solemos pensar que no conocemos a ninguno, cuando puede haber personas con quienes socializamos, trabajamos o convivimos, que son gays o lesbianas. Muchos homosexuales pasan la vida en el closet, temiendo que la homofobia destruya sus relaciones familiares, su amor propio o sus vidas. Los homofóbicos se la pasan creando ideas falsas sobre los homosexuales y pueden llegar a ser muy hirientes. Algunos pueden necesitar ayuda profesional para quitarse el miedo a los homosexuales, como otros la necesitan para curarse del miedo a la altura o a los elevadores; pero basta el deseo de examinar nuestros miedos para aliviarlos. El miedo nace de (*)
Tomado del folleto producido y distribuido por Lesbian and Gay Public Awareness Project [Proyecto de Concientización Pública Lesbiana y Gay], una organización sin fines lucrativos que trabaja para reducir la homofobia mediante la educación. Tomado de www.indiana.edu/~arenal/ Homofobia.html
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mitos e ignorancia y puede perderse el miedo a los homosexuales si conocemos los mitos que rodean la homosexualidad. Mito I: No es normal ser homosexual o tener sentimientos homosexuales. Hechos: Las muy conocidas investigaciones del doctor Alfred C. Kinsey, desde los años treinta hasta los cincuenta, mostraron que cerca del 10 % de la humanidad es principalmente homosexual.1 El porcentaje de población gay o lesbiana parece ser consistente, sin importar el período histórico o la cultura. La única diferencia es el grado de aceptación hacia la homosexualidad que demuestra cada sociedad. Cerca del 10 % de la población humana es zurda. Hace doscientos años esto era considerado una marca de brujería y un signo de perversión. La fobia hacia la brujería fue tan fuerte que torturaron y mataron gente por ser zurda. Tales actos pueden parecernos increíbles, pero la sociedad puede llegar a ser muy cruel cuando tiene miedo. En el futuro se recordará con vergüenza que los gays fueron sometidos a actos similares de desprecio. Cada persona tiene su modo instintivo de identificación sexual. Muy pocos tenemos sentimientos totalmente homosexuales o heterosexuales durante toda nuestra vida.2 Un gran porcentaje de los heterosexuales han sentido atracción hacia 1
Alan P. Bell, Ph.D., y Martin S. Weinberg, Ph.D.: Homosexualities, A Study of Diversity Among Men & Women, Simon & Schuster, Nueva York, 1978.
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miembros de su mismo sexo alguna vez en su vida. Se sabe que la sexualidad humana no está conformada por dos caras opuestas: la heterosexual y la homosexual; sino que incluye una rica variación de matices. Sin embargo, nuestra cultura nos ha inculcado que los hombres tienen que actuar de cierto modo y las mujeres de otro. El hombre que llora en una situación triste o la mujer capaz de reparar su propio auto son objeto de crueles burlas. Mito II: La homosexualidad es una enfermedad mental. Hechos: La homosexualidad no implica ningún impedimento en el juicio, la estabilidad, la confiabilidad, ni las capacidades sociales y vocacionales: Pedimos a los profesinales de la salud mental que tomen la delantera en eliminar el estigma de que el homosexualismo es una enfermedad mental. Apoyamos que se rescinda toda legislación que penalice el acto homosexual entre adultos que lo consientan en los privado. 3
La orientación sexual y emocional de cada persona se presenta desde una edad muy temprana. Los expertos afirman que desde el nacimiento.4 2
William Masters y Virginia Johnson: Homosexuality in Perspective, Little, Brown, Boston, 1979.
3
Resolución de la Junta Directiva de la Asociación Siquiátrica Americana, 1973.
4
Alan P. Bell, Ph.D., y Martin S. Weinberg, Ph.D. y Sue Kiefer Hammersmith: Sexual Preference, It’s Development in Men and Women, University Press, Bloomington, Indiana, 1981.
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La homosexualidad no provoca anormalidades sicológicas. En cambio, vivir bajo la presión de fingir que no se es homosexual sí puede lastimar el amor propio y causar serios daños sicológicos. En muchas sociedades, la homosexualidad es una práctica normal. Así ocurría en las antiguas Grecia y Roma, y en muchas tribus indígenas de América.5 Las sociedades del presente están asumiendo una actitud aceptante y aumenta el número de países que reconocen legalmente las relaciones como el matrimonio y la cohabitación homosexual. Mito III: El sida (AIDS) es un castigo de Dios a los homosexuales. Hechos: Entonces la polio sería un castigo de Dios a los niños y la anemia falciforme un castigo a los negros. Los varones homosexuales fueron los primeros en contraer la enfermedad en los Estados Unidos, no la causaron; y aunque el sida se transmitió primero entre heterosexuales en el África Central, tampoco lo causaron los africanos.6 El enemigo es la enfermedad, no los enfermos. El sida no discrimina. Los que dicen que el sida es un castigo de Dios a los homosexuales se olvidan de mencionar el hecho de que casi no se da entre las lesbianas. 5
Jim Kepner: Becoming a People, A Four Thousand Year Gay and Lesbian Chronology, National Gay Archives, West Hollywood, California, 1983.
6
Dr. Jacques Liebowitch: A Strange Virus of Unknown Origin, Ballentine Books, Nueva York, 1985.
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Mito IV: La homosexualidad es un pecado sancionado en seis pasajes bíblicos. Hechos: La Biblia contiene seis pasajes que condenan el comportamiento homosexual.7 La Biblia contiene numerosos pasajes que condenan la heterosexualidad.8 Los teólogos y otros estudiosos aún no están de acuerdo en cuanto a las interpretaciones bíblicas, pero sí están de acuerdo en que Jesús no dijo nada acerca de la homosexualidad. Según la Biblia, son abominables el adulterio, el incesto, ponerse ropa de más de un tipo de fibra y comer crustáceos como el camarón y la langosta.9 La religión ha sido utilizada frecuentemente para justificar el odio. Hace menos de medio siglo, los bautistas en los Estados Unidos defendían la segregación racial argumentando que estaba permitida en la Biblia.10 Los primeros cristianos no eran hostiles hacia los homosexuales. La intolerancia empezó después del siglo XII.11 7
La Santa Biblia, Lv 18:22, Lv 20:13, Dt 23:17, 1 R 14:24, Rm 1:26-27, Co 6:9.
8
La Santa Biblia, 1 Co 6:9-10, 1 Tm 1:10, Lv 18:6-20, Lv 19:29, Lv 20:10-12, Dt 5:18, Dt 22:22-30.
9
La Santa Biblia, Lv 20:10, Lv 11:10-12, Lv 18:6-20, Dt 22:11.
10
Jerry Falwell: Strength for the Journey, An Autobiography, Simon & Schuster, Nueva York, 1987.
11
John Boswell: Christianity, Social Tolerance, and Homosexuality, Gay People in Western Europe from the
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Hoy, mucha gente ya no cree que la homosexualidad sea una enfermedad o un pecado. Pocos condenarían la heterosexualidad como inmoral, a pesar de la alta incidencia de violaciones, incestos, abusos con niños, adulterios, violencia familiar, promiscuidad y enfermedades sexuales entre los heterosexuales. Muchos religiosos organizados están dando atención a la homofobia de las instituciones eclesiales. El Consejo Nacional de Iglesias de Cristo, la Unión de Congregaciones Hebreo-americanas, la Asociación Universalista Unitaria, la Sociedad de Amigos (cuáqueros) y la Hermandad Universal de Iglesias Comunitarias Metropolitanas apoyan los derechos civiles para los gays y las lesbianas, al igual que para la demás gente. Mito V: A los niños no les afecta la homofobia. Hechos: El suicidio se ha convertido en una de las principales causas de muerte entre los jóvenes. Las estadísticas indican que la incidencia del abuso de drogas y el suicidio es mucho más alta entre la juventud gay y lesbiana. La opresión social y el miedo al rechazo social suelen llevar a la depresión, al abuso de drogas y al suicidio. Casi todos los grupos tradicionales de apoyo al joven (la familia, la iglesia, las escuelas) rechazan, condenan o niegan la existencia de esa juventud gay y lesBeginning of the Christian Era to the Fourteenth Century, The University of Chicago Press, Chicago y Londres, ww.indiana.edu/~arenal/Homofobia.html
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biana. Sin un sistema de apoyo, muchos de estos jóvenes se convertirán en víctimas de nuestra sociedad homofóbica. Mito VI: Uno mismo escoge ser homosexual o heterosexual. Hechos: Cuando nos enamoramos de alguien, bien sea del mismo sexo o del opuesto, es por una combinación de muchos factores. Casi todo el mundo siente que su orientación sexual no es una decisión suya, sino un impulso natural. Si usted es heterosexual ¿recuerda haberlo escogido? Tratar de cambiar este impulso natural de una orientación a otra es, por lo general, imposible. La alternativa que sí tenemos es la de cómo vamos a tratarnos los unos a los otros. El odio hacia los gays y las lesbianas es obra de humanos, no de Dios. Como casi cualquier otro grupo, las mujeres y hombres homosexuales son gente buena, interesada en el futuro de su nación y del mundo. No piden favores especiales; simplemente el respeto y los derechos que todos debemos disfrutar, sin miedo a los ataques verbales o físicos. Lo que cada persona sí elige es cómo nos tratamos los unos a los otros. Mito VII: Las causas de la homosexualidad son la mala crianza y/o los problemas familiares. Hechos: No hay evidencia concluyente que apunte a una causa para la homosexualidad o la heterosexualidad, ambos grupos proceden de todos los tipos de familia. En los buenos hogares se 211
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enseña a amar a otros como a sí mismos, y a respetar a todos por igual. Mito VIII: Los homosexuales no contribuyen en nada a la sociedad. Hechos: Siempre ha habido homosexuales benefactores de la sociedad: Platón, Leonardo da Vinci, Julio César, Miguel Ángel, Walt Whitman, Oscar Wilde, Tchaikovski, Alejandro Magno, Martina Navratilova, Pedro Almodóvar, Elton John, Kid Lang, Truman Capote y otros. Mucha gente influyente y bien conocida es homosexual o bisexual, pero esconden sus vidas privadas por temor (como hizo el actor Rock Hudson), por el odio y la intolerancia que recibirían si alguien asociara sus nombres a estos grupos. Conclusión La homofobia es un prejuicio como cualquier otro. Se apoya en la ignorancia para promover el temor y el odio hacia los homosexuales. Como individuos y como sociedad todos resultamos diminuidos cuando alguien ejerce violencia sobre otro. La educación es una de las mejores armas contra el temor y el odio. Por favor, haga circular este folleto. Puede que ayude a uno de sus amigos, a alguien que usted quiere, puede salvar una vida. Agradecemos a los padres, a los amigos y a todos los que hagan posible la edición de este folleto producido y distribuido por el Lesbian and Gay Public Awareness Project [Proyecto de Concientización Pública Lesbiana y Gay], una organización sin fines lucrativos, que trabaja para reducir la homofobia mediante la educación. 212
GÉNERO Y ORIENTACIÓN SEXUAL EN LA SANTERÍA (*) [fragmentos] Tomás Fernández Robaina La lucha de la mujer por sus derechos también se manifiesta entre los practicantes de la Santería, el Candomblé, Regla de Osha o Culto a los Orishas, cuatro diferentes nombres para denominar la creencia en la religión legada por esclavos africanos de origen yoruba, traídos a varios países de América, principalmente Cuba y Brasil. Las insatisfacciones o quejas de las santeras o iyalochas nunca alcanzaron un nivel de visibilidad que las pusieran en una actitud de total desacato, al menos en Cuba, de la tradición heredada. Tampoco fue una preocupación intelectual que se reflejara entre las demandas feministas enarboladas en nuestra isla. Uno de los primeros debates acerca del papel de la mujer en la Santería, desde el punto de vista intelectual, se manifestó durante una mesa redonda celebrada en 1990 en el seno de la primera conferencia de estudios afrocubanos convocada por la Casa de África “Fernando Ortiz”, de Santiago de Cuba1. [...] Recuerdo de modo muy nítido que las interrogantes más agudas fueron planteadas por la (*)
Tomado de: La Gaceta de Cuba, no. 1, La Habana, enerofebrero de 2005, pp. 32-36.
1
Participaron los babalaos Lázaro Vidal, Agustín Martínez, Ángela Jorge, santera, entre otras; y no practicantes, pero investigadores del tema, Aníbal Argüelles, Daisy Rubiera.
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santera boricua Ángela Jorge. Ella se quejó de la subordinación en la cual se encontraban las iyalochas en la santería, pues no se les permitía realizar determinados rituales, a pesar de que tuvieran el conocimiento requerido; señaló de modo enfático que tampoco se les facilitaba adquirirlo de forma sistemática. Daisy Rubiera, en aquel entonces directora de la Casa ya mencionada, dijo de manera tajante que esa era una forma abierta de discriminación femenina. Obviamente, los babalaos y babalochas (santeros) presentes no estuvieron de acuerdo con esas críticas. Hubo santeras cubanas que aclararon que no se consideraban víctimas de la discriminación aludida, porque ese era el papel asignado a las mujeres en la Regla de Osha, así era la tradición y desde que el mundo había sido mundo, había sido de tal forma. [...] No mucho tiempo después de esa discusión tuve que acercarme al problema genérico en las creencias religiosas afrocubanas. Me vi obligado a esa reflexión por la lectura de la investigación de Ian Lurnsden2 sobre la homosexualidad contemporánea en nuestro país. [...] […] comencé por la Sociedad Secreta Abakuá, en la cual la más ligera sospecha o comentario
2
Ian Lumsden: Machos, maricones and gays. Cuba and homosexuality, Temple Press University, Philadelphia, 1996.
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sobre la duda de la masculinidad de un aspirante le impide a este la incorporación. En segundo lugar apunté que, en la Regla de Palo, la participación de las mujeres era más abierta y, aunque tenían determinadas limitaciones, contaban con más espacios que los homosexuales. Pero hoy día se observan cambios notables y ya se comenta la existencia de paleros homosexuales, aunque la crítica es muy fuerte ante esta trasgresión de una norma que prohíbe a los homosexuales oficiar. Y concluí señalando que, aunque de modo muy esporádico, se había comenzado a debatir la situación de la mujer en la Regla de Osha, en la cual se encontraba en desventaja abierta en comparación con los hombres homosexuales […] Género La pertenencia a un género, como se ha expresado, aporta posibilidades y limitaciones en las prácticas religiosas de los iyalochas3, babalochas4 y babalaos5. Por lo general, los hombres y las mujeres pueden ser iyalochas y babalochas. Ambos están facultados para ser padrinos y madrinas, es decir, ser los padres religiosos de los que se inician, pueden realizar omieros6, consultas con caracoles 3
Santera. Nota del transcriptor.
4
Santero. Nota del transcriptor.
5
Sacerdote de Ifá, una de las religiones de origen africano que existen en Cuba. Nota del transcriptor.
6
Ofrendas. Nota del transcriptor.
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y con el coco, acheses, ebbó7, mayubar, matar animales de plumas. […] Sólo los hombres pueden convertirse en oriatés8, italeros9, babalaos, tocadores de tambores batá, matadores de animales de cuatro patas, osainistas10 […] Como bien se aprecia, hay categorías que excluyen completamente a la mujer de prácticas muy jerarquizantes y que brindan mucho prestigio a los que evidencian tener aché, talento para actuar en tales rituales. […] La vida de los santeros está regida totalmente, o muy influida, por las normas de conducta que debe seguir, de acuerdo con el itá leído en el ritual, que se efectúa una vez ya iniciado en la Regla de Osha el hombre o la mujer. La prohibición a las mujeres de hacer determinados rituales en sus períodos menstruales se ha criticado por no pocas de ellas […] Pero no nos llevemos a engaños: la mayoría de las practicantes de la santería acepta disciplinadamente la tradición heredada. Sin embargo, ya 7
Limpieza ritual. Nota del transcriptor
8
Sacerdote que realiza ciertas ceremonias. Nota del transcriptor.
9
El sacerdote que canta el Itá de la persona que se hace santo. El Itá es una ceremonia de carácter adivinatorio, en la que se determina lo que el nuevo santero o santera puede o no hacer. Nota del transcriptor.
10
Especie de curandero. Relacionado con Osain, orisha dueño del monte, de las yerbas medicinales. Nota del transcriptor.
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pueden percibirse cambios que apuntan en una dirección contraria, y que son acciones muy concretas, aunque no muy visibles por el momento. […] La menstruación de la mujer tiene un origen punitivo, de acuerdo con uno de los oddun11 de Ifá narrados por babalaos y santeros. En dicho oddun, la curiosidad, considerada como algo innato en la mujer, es la causa de su eterno castigo. […] Hurgando sobre este asunto, el babalao Agustín Martínez12 me dio una interpretación diferente. Considera que la mujer no debe acercarse a los orishas, ni oficiar durante ese período, porque la eliminación de impurezas que se está operando en ella, para poder concebir una criatura, al menos potencialmente disminuye la energía positiva que emana de los otanes, que simbolizan la fuerza de los orishas. Fuera de esos días, estima que no debe haber limitaciones. […] […] la participación o no de la mujer en determinados rituales de las religiones africanas asentadas en Cuba ha estado sujeta a un proceso similar de deconstrucción y construcción de tradiciones. […] ¿Por qué no pensar que la participación de la mujer en un futuro, largo o corto, será
11
Signo que habla de algo. Nota del transcriptor.
12
Entrevista con el babalao Agustín Martínez, el 18 de octubre de 2003, en Natalia Bolívar Aróstegui: Ifá: su historia en Cuba, Ed. Unión, La Habana, 1996, pp. 49, 51.
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TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA
más visible en aquellos rituales de los que ha estado excluida tradicionalmente? Orientación sexual El homosexual hombre tiene más espacios que la mujer homosexual en la Regla de Osha. Sin embargo, es discriminado para pasar a babalao, o para ser tocador de tambores batá, o para ser un verdadero osainista. La mujer homosexual, por su condición de mujer, sufre la marginación de importantes rituales, pero no de manera tan directa por su orientación sexual, aunque en el ámbito social también sufre de prejuicios, tal vez no tan abiertos como el homosexual hombre, pero no por eso menos dolorosos. Me parece sumamente interesante la información que nos ofrece Rómulo Lachatañeré13, quien, al visitar una casa de santos, observó que las mujeres iniciadas en el culto a Obbatalá14 eran lesbianas. Lydia Cabrera15, en su ya clásico El monte, al referirse a la presencia de las lesbianas en la Regla de Osha, nos relata que ellas tenían 13
El sistema religioso de los afrocubanos, selección, notas y prefacio de Isaac Barreal, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1992.
14
Orisha jefe del Panteón yoruba, sincretizado en la virgen de Las Mercedes. Nota del transcriptor.
15
Lydia Cabrera: El monte Igbo-Finda. Ewe Orisha, Vititi Nfinda: Notas sobre las religiones, la magia, las supersticiones y el folklore de los negros criollos y el pueblo de Cuba, Ediciones del Chicherekú, Miami, 1971, p. 56.
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GÉNERO Y ORIENTACIÓN SEXUAL EN LA SANTERÍA
como orisha a Inle16, al que sincretizaban con el San Rafael de la Iglesia Católica. Este santo se veneraba en la Iglesia del Ángel y, en particular, el 24 de octubre, fecha de su fiesta anual. Cabrera destaca que dicha festividad era muy concurrida por los addodis y alacuatás (homosexuales masculinos y femeninos, respectivamente). Subraya la presencia de la iyalocha llamada la Zumbao, como la capataza del santo, así como la existencia de una supuesta sociedad religiosa de alacuatás17. […] Mis investigaciones de terreno señalan que casi todos los santeros y babalaos expresan que no hay un oddun específico que explique, de igual modo que el origen de la menstruación, la causa de la homosexualidad, pero se argumenta que en el oddun Offun Obbe18 nace la homosexualidad. En este se narra una historia en la cual Oyá19 maldice a una mujer, pronosticándole que su hijo será un addodi, homosexual. Hay quienes aseguran que la homosexualidad se crea en Oddi Meyi20, pues en este 16
Ibíd., pp. 56-58.
17
Id.
18
También hay otras historias relacionadas con Offun que hablan de cómo surgió la maldición.
19
Esposa de Shangó. Orisha dueña del cementerio, de la centella y el viento. Nota del transcriptor.
20
Nicolás Angarica: “El lucumí al alcance de todos”, en Estudios Afrocubanos, Selección de lecturas, selección y compilación de Lázara Menéndez, Universidad de La Habana, Facultad de Artes y Letras, La Habana, 1998, t, 4, pp. 3-128. En las páginas 69-70, 77 se explica la letra
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TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA
oddun surgen todos los aspectos que pueden apartar de una vida correcta a los hombres y mujeres. […] En Des Dieux et des Signes, Erwan Diantelli21 plantea también que los heterosexuales practicantes deben apartarse de los homosexuales. (…) Afirma que un hombre que se mantenga en la santería o en el espiritismo corre el riesgo de ser asimilado al grupo de los homosexuales, los cuales no tienen acceso al culto de Ifá y al Palo Monte. Subraya la significación de la pertenencia a Ifá y al Palo Monte, como un sello de heterosexualidad, de masculinidad, aspecto muy importante, según él, en un país donde el machismo tiene un valor dominante. Me llama la atención que no incluya en este rango a los abakuá, que también son practicantes de un culto donde la masculinidad es el factor principal. […] No son pocos los homosexuales que se identifican totalmente con Shangó 22. Lydia Cabrera23 Oddi. También en las libretas y manuales de santería pueden encontrarse definiciones de dicha Oddi, al igual que en los textos donde se recopilan los oddun de Ifá, desde muy diversos niveles, en cuanto a que en unos aparezcan más ampliados, con más historias, mientras que en otros aparecen sintetizados. En el tomo 3 de la obra citada se incluyen las libretas de santería de la iyalocha María Antonia Fines y del babalocha Jesús Torregosa. 21
Erwan Dianelli: Des Dieux et des Signes, Éditions de l¨Ecole des Hautes Études en Sciencies Sociales, París, 2000.
22
Uno de los más importantes orishas del Panteón yoruba. Guerrero, simboliza la virilidad. Se sincretiza con Santa Bárbara. Nota del transcriptor.
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GÉNERO Y ORIENTACIÓN SEXUAL EN LA SANTERÍA
cuenta la relación de un famoso addodi con el orisha más mujeriego de la Regla de Osha. Sin embargo, la tendencia popular que vincula a este orisha con los homosexuales está dada por la existencia de una historia que narra cómo Oyá le prestó su ropa a Shangó para evitar una batalla con Oggún24. El travestismo momentáneo de Shangó lo hace atrayente a los homosexuales. […] En Ogudanketé, uno de los Oggún de Ifá, se narra que Yemayá25 se enamoró locamente de un joven homosexual que no le prestaba atención a sus requerimientos; pero, ante la insistencia de ella, el joven le puso como condición que convenciera a Orula26 para que él fuera iniciado como babalao. Después de muchos ruegos, Orula accedió. Se le hizo un ritual que, metafóricamente, implicaba cerrar la vía sexual clásica de los homosexuales, ya que el joven tenía que abandonar sus prácticas homosexuales. Sin embargo, él no cumplió los caprichos de Yemayá. Una vez convertido en babalao, se negó a hacer el amor con ella, porque hacerlo era traicionar a Orula, puesto que Yemayá era su mujer. Como venganza, Yemayá comenzó a difamar de la hombría del joven. 23
Lydia Cabrera: ob, cit., p. 57.
24
El orisha del trabajo, del hierro y del metal. Nota del transcriptor.
25
Orisha dueña del mar. Nota del transcriptor.
26
Orisha de la adivinación y dueño del tablero de Ifá en las Reglas de Oshá y de Ifá. Nota del transcriptor.
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TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA
[…] Pero es muy significativo que, a pesar de la marginación que sufren los hombres homosexuales, en determinados niveles del Culto a los Orishas tienen un gran espacio, y en la Regla de Ifá, de tantos valores machistas, se les concede la mano de Orula. Lo anterior se fundamenta en un patakí27 que nos habla de cómo, en cierta ocasión, Orula fue atacado por sus enemigos y lanzado medio muerto a un río. Pudo asirse a un tronco que flotaba y, sin conocimiento, fue rescatado por unos hombres y llevado a una isla donde solo vivían hombres que convivían sexualmente entre ellos. Orula fue respetado, curado. En virtud de esta buena acción, Orula decidió mostrar su agradecimiento, otorgándoles su ildé28, para no dejarlos desamparados ante los peligros y la muerte29. […] La homosexualidad es aceptada como un hecho objetivo en las prácticas de las versiones del Culto a los Orishas en Cuba, en los Estados Unidos y en Brasil, pues también en el candomblé, nombre que 27
Historias, leyendas que narran los hechos de los orishas en estas religiones. Nota del transcriptor.
28
Pulsera en la que el color de sus cuentas indica qué Orisha la ha concedido. En este caso, las cuentas son verdes y amarillas. Nota del transcriptor.
29
Historia contada por el babalao Agustín Martínez. Consultar también: Tomás Fernández Robaina: Hablan paleros y santeros, Ciencias Sociales, La Habana, 1994, pp. 43-45; Natalia Bolívar Aróstegui: Opolopo Owo, Ciencias Sociales, La Habana, 1993, pp. 103-166.
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GÉNERO Y ORIENTACIÓN SEXUAL EN LA SANTERÍA
toma en este último país, se visualiza la participación extraordinaria de los homosexuales, tanto masculinos como femeninos, pero los primeros parecen ser también mayoritarios […] Son numerosos los babalochas, iyalochas y los oddi, homosexuales santeros, que han alcanzado amplio reconocimiento, prestigio y que se sienten respetados y admirados por los creyentes. En el caso particular de los homosexuales, en algunos textos se argumenta que su participación se debe, fundamentalmente, a que en las prácticas religiosas pueden asumir su feminidad de modo abierto, sobre todo cuando son hijos de orishas mujeres (como lo dice el ya mencionado Dianelli30, entre otros31). […] Evidentemente, la santería y el candomblé son creencias y prácticas religiosas muy abiertas, integradoras y participativas para hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, pertenecientes a todas las razas, a todas las clases sociales, portadores de culturas y lenguas provenientes de muy diversas latitudes, practiquen o no otras creencias. En virtud del incremento y expansión de la lucha de los homosexuales por sus derechos, no es difícil predecir que ello influirá sobre la que, de modo silencioso, al menos por ahora, se libra en el seno de la religiosidad afrocubana por parte 30
Erwand Dianelli: ob. cit., pp. 95-99.
31
Peter Fly: “Male Homosexuality and Afrobrasilian Posesión Cult”, en Male Homosexuality in Central And South America, Ed. Stephen O. Murray, San Francisco, MYC: Institute Obregón/Guy –NY, 1987, pp. 65-91.
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TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA
de las mujeres, principalmente, y también por los homosexuales hombres. Las iglesias cristianas, en su mayoría, siguen condenando la homosexualidad. Ya se ha visto, aunque sea panorámicamente, cómo en el Culto a los Orishas el homosexual tiene más espacios, pero, a la vez, y sobre todo al hombre, se le impide la realización de determinados rituales […] Por eso el interés cada vez más generalizado en discutir estos aspectos. La solución no está en la simple y errónea tolerancia, sino en la sabia y justa comprensión de que los tiempos han cambiado y de que todo el presente es el resultado de una construcción machista y discriminadora de la mujer y del homosexual, por razones de poder. […] Debemos analizar los fenómenos que ocurren en la santería con un sentido dialéctico y, por lo tanto, reconocer la coexistencia de formas diferentes de practicar la religiosidad santera. Es un proceso que parece ser irreversible, independientemente de que simpaticemos o no con él.
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DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA(*) Esteban Morales A propósito de la reciente aparición del libro Desafíos de la problemática racial en Cuba,1 Caminos le hizo llegar unas preguntas a su autor, Esteban Morales, quien tuvo la gentileza de responderlas para este dossier. ¿Cuál es la tesis fundamental de tu libro? La tesis se recoge en los tres objetivos fundamentales planteados en el libro, que aparecen en las páginas 42 y 43. Paso a comentarla. Vista desde una perspectiva socioeconómica de análisis, que es el plano metodológico principal en que el libro se desenvuelve, aunque no el único, la sociedad cubana de hoy lleva implícitos lastres de la sociedad colonial y republicana, racista y discriminatoria, de la cual, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, emergió una cultura racista. Pero la existencia del problema de la discriminación racial en la sociedad cubana actual no se explica sólo a partir de esos lastres, sino también por la capacidad de la sociedad de hoy para reproducir el racismo y la discriminación racial, a partir de mecanismos generados o conservados, que retroalimentan una fuerte reproducción de los prejuicios y estereotipos raciales negativos. (*) 1
Tomado de Caminos, no. 47, 2008, p. 23. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2007, pp. 385.
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ESTEBAN MORALES
La crisis económica —con fuertes señales de crisis social—, de finales de los años ochenta y principios de los noventa, sacó el tema a flote con la virulencia propia de un problema que, aun dado como resuelto un día, realmente no lo estaba. Fue un verdadero idealismo imaginar que el racismo y la discriminación habían desparecido, o que al menos desaparecían a un ritmo rápido. Ese fenómeno de reproducción del racismo y la discriminación racial —desplazados de los marcos institucionales del Estado y el gobierno, a partir del triunfo de la Revolución, en 1959—, amenaza hoy con reinstalarse en la macro conciencia de la sociedad cubana actual. Y eso por medio de mecanismos que inoculan el prejuicio y los estereotipos raciales negativos en la dinámica de la relación entre la institucionalidad formal y las redes informales de poder. Es decir, se trata, en esencia, de un problema que la sociedad cubana no sólo no ha eliminado, sino que reproduce, hasta niveles que amenazan con volver a hacer de Cuba una sociedad racista, como lo fue durante el siglo XIX y la república neocolonial. Por eso digo que el racismo amenaza con reinstalarse en la macro conciencia de la sociedad cubana actual. Una de las motivaciones obvias de tu libro es combatir el racismo presente en la sociedad cubana. En este sentido, ¿el racismo es hoy mayor o más visible que hace veinte años?, y ¿a qué causa(s) lo atribuyes? Por último, ¿qué habría que hacer para combatir el racismo en la Cuba actual? 226
DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA
Una de las motivaciones fundamentales de mi libro es alertar sobre ese fenómeno en la Cuba actual, sobre cuáles son sus mecanismos de reproducción y cómo contribuir a diseñar instrumentos que permitan combatir el racismo y la discriminación. El racismo, en realidad, no desapareció, por los errores políticos cometidos después de haber sido sometido a un ataque despiadado por parte del liderazgo político de la Revolución, en marzo de 1959.2 Más bien se ocultó, como a la espera de circunstancias propicias para reemerger, como las que ahora se presentan en la sociedad cubana. Para afirmar lo anterior, parto de las consideraciones siguientes: El racismo fue engendrado por la esclavitud del negro. En América, la esclavitud tomó color. Negro, traído en los barcos negreros desde las costas occidentales de África; pobre y esclavo coincidieron en la sociedad cubana. Se era negro africano y esclavo, pero no hubo que esperar mucho para que se justificara la esclavización de unos seres humanos por el hecho de ser negros. Durante generaciones, el negro y su descendencia ocuparon la posición más baja en la sociedad cubana —colonial primero y neorrepublicana después—, y no es posible esperar que poco menos de medio siglo de revolución pueda rescatar al negro de esa 2
En marzo de 1959, Fidel se manifestó sobre el tema de la discriminación racial (los días 25, 28 y 29) en dos comparecencias televisivas y en un discurso ante una concentración en apoyo a la Reforma Agraria.
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ESTEBAN MORALES
situación de inferioridad. Mucho menos, si la cuestión racial, debido a ciertas vicisitudes históricas, se ha convertido lamentablemente en el tema que, con probabilidad, haya avanzado menos en la sociedad cubana: de todos los problemas sociales que la Revolución cubana atacó desde el propio año 1959, es en el tema racial en el que menos se ha avanzado de manera específica. El racismo de hoy es mayor y más visible que el de hace veinte años. En la Cuba inmediata al triunfo de la Revolución se presentaron condiciones sociales y políticas que prácticamente hicieron desaparecer “el color” de las consideraciones de los cubanos. En el libro aparecen, bastante explícitas, cuáles fueron esas condiciones que, por demás, también propiciaron una visión idealista, tanto por parte del liderazgo político cubano, como por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos —incluida la inmensa mayoría de los negros—, de que era posible olvidarse del racismo. En 1959, el jefe de la Revolución atacó de frente la discriminación racial existente, heredada de la Cuba republicana. Pero, poco tiempo después, el discurso varió; la partida quedó “sellada” y, en 1962, el asunto se declaró resuelto. A partir de entonces se produjo un largo período de silencio: en la práctica dejó de hablarse del tema, hasta que resurgió en la segunda mitad de los ochenta, traído a colación por el propio liderazgo político del país. Los años finales de los ochenta, con sus sacudidas económicas y políticas, generaron una visión más realista acerca de lo que realmente había 228
DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA
ocurrido con el racismo. Eso propició un análisis más objetivo y crítico de la situación, cuya esencia es la siguiente: - Haber considerado, en 1962, que el problema de la discriminación racial y el racismo estaba resuelto fue un error de idealismo y voluntarismo. Como resultado de ese error, el tema racial ha resultado ser el más soslayado e ignorado de nuestra realidad social. No pocas personas consideran que se trata de algo sobre lo que no vale la pena hablar. Una parte nada despreciable de nuestra intelectualidad lo ignora y ni siquiera lo menciona como algo digno de ser tratado, lo que hace que aún existan diferencias importantes entre nuestros intelectuales sobre cuál es el momento de consolidación de la nación y su cultura en que nos encontramos. Sin embargo, científicamente hablando, no creo que pueda existir la menor duda de que hablar de raza en Cuba es hablar de cultura y nación. - Haber tratado el tema como un tabú, sacándolo de todos los espacios sociales y políticos, generó un ambiente social que impedía referirse al mismo; los que lo sacaban a relucir fueron reprimidos ideológica y políticamente. En los ámbitos de la cultura se mantuvo cierto tratamiento al tema racial, pero desde la ciencia era imposible investigar y escribir. Analizar críticamente algo dado por resuelto, en medio de la confrontación política de esos años, en relación con un tema cuya sola mención podía, según la visión política dominante, hacer el juego a la división social entre los cubanos, era ganarse el calificativo de racista o divisionista. 229
ESTEBAN MORALES
- No haber considerado el “color de la piel” como lo que es, una variable histórica de diferenciación social entre los cubanos, olvidaba que los puntos de partida de los negros, blancos y mestizos, para hacer uso de las oportunidades que la Revolución ponía frente a ellos, no eran los mismos. Se olvidó que el negro, además de ser pobre, es negro, lo que representa una desventaja adicional, aun dentro de la sociedad cubana actual. El color de la piel se hizo sentir, y los negros y mestizos, tratados homogéneamente como pobres, quedaron en desventaja. Más adelante se descubriría que no basta con nacer en el mismo hospital, asistir a la misma escuela y al mismo centro de recreación, si unos retornan al solar, al barrio marginal, mientras otros disponen de una casa sólida, padres con buenos salarios y condiciones de vida muy superiores, situación esta última que no caracteriza el nivel de vida de la inmensa mayoría de los negros. Los barrios son diferentes, las familias y sus niveles de vida son diferentes, y aunque niños negros y blancos tengan las mismas oportunidades, ello no quiere decir que serán capaces de superar los puntos de partida históricos que heredarán de la familia, el barrio, etc. Lamentablemente, la política social al triunfo de la Revolución no tuvo en cuenta el color de la piel, y ello trajo consecuencias que ahora se tratan de rectificar. - Al parecer conminados por la lucha política contra el imperialismo, se le dio una excesiva prioridad a los asuntos relativos a la identidad nacional, y se olvidaron no pocas veces los relativos a la 230
DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA
identidad cultural. En esa situación, el racismo y la discriminación se alimentaron también de los estereotipos y prejuicios en contra de las culturas venidas de África. Eso ha traído por consecuencia que la hegemonía de la “hispanidad blanca” no haya desaparecido de nuestra cultura, a pesar de los esfuerzos que se hacen, sobre todo en los últimos años, por rescatar la presencia africana en el seno de la cultura nacional. - Se generó un ambiente ideológico en el cual asumirse racialmente es mal visto. Ello afectó la dinámica de las identidades que deben actuar en sistema, y que apreciadas individualmente son tan importantes para combatir disfuncionalidades sociales como el racismo. Sólo si, en primer lugar, se es uno mismo, se está en posibilidad de ser parte de cualquier otra cosa. Pero ello lleva implícito un fuerte respeto a la diversidad, del que ha estado carente la sociedad cubana de estos años. - La identidad, sobre todo la del negro, ha sido siempre una identidad muy agredida, que ha tenido que abrirse paso por un camino minado por la discriminación y el no reconocimiento. Aun cuando el negro haya tenido un nivel económico similar al del blanco, eso no lo ha salvado de ser racialmente discriminado, lo que evidencia que no se trata, simplemente, de una cuestión económica. El blanco, con cierta ayuda, sale de la pobreza, y su color le permite practicar el mimetismo que le facilita salir de la condición de discriminado por ser pobre. El negro lleva encima el factor de la discriminación, el color de su piel: aunque saliera de la pobreza, podría seguir siendo discriminado. 231
ESTEBAN MORALES
¿Cuál sería el mimetismo que le permitiría al negro dejar de ser discriminado, bajo qué color se sumergiría? Por eso, sacar al negro de la pobreza es difícil, pero las condiciones necesarias para que no sea discriminado son aún más difíciles de lograr. Tales condiciones no son solo económicas, sino que van mucho más allá. - No se ha logrado superar una versión de nuestra historia —sobre todo escrita— en la cual el negro y el mestizo apenas aparecen. Carecemos casi por completo de una historia social del negro y el mestizo, sobre todo del primero, comparable a la que existe de los blancos. Tal situación no sólo afecta seriamente al negro, sino a toda la sociedad cubana, que no termina de ganar una visión real de nuestro proceso histórico, vegeta en una imagen distorsionada del verdadero papel de cada grupo racial dentro de la formación de la cultura y la nación, y carece de una visión que nos permita fortalecer nuestra real identidad nacional, y sobre todo cultural. - Se ha generado una distribución del poder en la sociedad cubana actual que no supera todo lo que debiera la de la sociedad racista previa a 1959, situación en la que aún se expresa con fuerza la llamada hegemonía blanca, especialmente en el nivel de la denominada nueva economía. Eso se manifiesta también con nitidez en la estructura de cuadros estatales y gubernamentales. Un ejemplo reciente es que, entre los catorce presidentes del Poder Popular a nivel provincial, no hay un solo negro. Todo lo anterior contradice la política de cuadros promulgada por el Partido, que está 232
DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA
lejos de cumplirse en términos de representación racial. - En nuestra televisión hay escasez de presentadores negros y mestizos. Obsérvese la composición racial de nuestros canales educativos y la escasez en estos de no blancos en posiciones protagónicas. - El tema racial se aborda en la escuela, lo que contribuye a generar una profunda dicotomía entre educación y realidad social. No preparamos a nuestros jóvenes para enfrentar lo que después encuentran en la calle. - Nuestros planes y programas de estudio evidencian todavía la presencia de un occidentalismo a ultranza, en el cual las culturas africana y asiática están prácticamente ausentes. Debido a ello, nuestros estudiantes no reciben una educación que los asuma integral y equilibradamente, como miembros de una sociedad uniétnica y multirracial, y salen de las aulas sin conocer las verdaderas raíces de la cultura cubana. Mucho menos conocen la verdadera historia de la nación cubana y, en la mayor parte de los casos, tienen una visión maniquea y estereotipada de los asuntos más importantes de esa historia. Ni qué decir que pudieran saber quién fue Aponte, cuál es la historia de la llamada Guerrita del Doce ni del Partido Independiente de Color. - En nuestro trabajo científico apenas hemos comenzado a enfocar el tema racial. Casi toda la producción intelectual más importante sobre el tema de estos casi cincuenta años de proceso revolucionario, desde la perspectiva de las ciencias 233
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sociales y humanísticas, no se ha producido en Cuba. Esa es una debilidad, ya que casi hemos regalado un tema vital de nuestra realidad, con los consiguientes peligros que ello encierra para nuestro desarrollo científico y cultural y para la lucha política e ideológica en defensa de nuestro proyecto social. Hoy, respecto al tema racial, tenemos varios desafíos en Cuba sobre los cuales debemos trabajar fuertemente. Un tema que produce tanta preocupación y prejuicios, por tanto tiempo desconocido, soslayado, olvidado, desatendido e incluso reprimido, ha generado una situación muy compleja para su consideración dentro de las políticas públicas. Ni siquiera existe, por parte de todas las instituciones, organizaciones sociales y políticas, o cuadros de la institucionalidad estatal y política, una comprensión cabal del problema, o en ocasiones ni siquiera una aceptación de que el problema existe. De ahí que resulte aún prácticamente imposible predecir las reacciones que puede generar su abierto tratamiento. Se observan actitudes ante el tema racial que van desde su abordaje cínico, pasando por el temor y la ignorancia, hasta la negación más ramplona de su existencia. Sin embargo, pienso que el hecho de no tratar un tema de suma importancia de nuestra realidad continuaría generando incomprensión e ignorancia, y malestar social en los que lo sufren, ya sea directamente o por haber adquirido una ética antidiscriminatoria. Se trataría de un nivel de hipocresía social que terminaría por convertir el pro234
DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA
blema racial en un mal endémico del cual la sociedad cubana no podría recuperarse, con las consiguientes consecuencias para la convivencia social, la nación y la cultura cubana. Se trata, además, de un asunto que no debemos dejar a las generaciones futuras. ¿De qué cultura general e integral podríamos hablar en una sociedad que conservara los estereotipos raciales negativos, la discriminación por el color de la piel y el racismo? Por tal motivo, pienso que debemos generar una estrategia integral para luchar contra los estereotipos raciales negativos, la discriminación racial y el racismo en la Cuba de hoy. Esa estrategia partiría de varios presupuestos: • Se trata de un asunto que nuestras estadísticas sociales y económicas no pueden continuar ignorando, dejando el “color de la piel” a un lado y tratando nuestros fenómenos sociales sólo sobre la base de una clasificación de la población, según el sexo y la edad. Cuba no es Suecia ni Holanda. El color de la piel ha sido, históricamente hablando, un factor de diferenciación social de la población cubana. Raza o color de la piel y clase se dan la mano en la historia del país. El color de la piel, las diferencias sociales, la pobreza, el poder, la discriminación, la ausencia de empoderamiento, los estereotipos negativos, el racismo y la discriminación han marchado siempre juntos en la historia de esta isla del Caribe, y ello no ha sido superado. ¿De qué país estamos hablando, cuando no consideramos el color de la piel como un atributo fundamental 235
ESTEBAN MORALES
de nuestra población? ¿De que nación hablamos, si no tenemos una comprensión a fondo de las características etnorraciales de lo fundamental de ella, que es el pueblo que la compone? ¿De qué democracia podemos hablar, si una parte de nuestra población continúa siendo discriminada por el color de su piel? • Este es un problema de toda la sociedad, no únicamente de negros, blancos o mestizos, sino de toda la sociedad vista de conjunto. Se trata, entonces, de un asunto a resolver por toda la sociedad cubana. Por ello, en primer lugar, hay que hacer conciencia de que el problema existe; comprender a fondo el lugar que la historia reservó a cada grupo racial; entender que existe racismo tanto de parte de los blancos como de los negros, un racismo que insiste en dar a cada cual “el lugar que le corresponde”, a partir de una estructura de clases y poder que les permitió a unos discriminar más que a otros; entender que la reacción ante esas diferencias no puede ser tratar de mantener una dinámica social asentada en el prejuicio, el estereotipo, la discriminación mutua y la deuda, sino en la comprensión histórica, la actitud de no hacer concesión al prejuicio, al estereotipo; y mezclar conciencias en función de extirpar de nuestra cultura y del modo de vivir de los cubanos todo lo que haga concesiones a los estereotipos raciales negativos, al racismo y a la discriminación racial. • Hay que defender que sólo el tratamiento abierto del tema puede terminar con la “ignorancia”, 236
DESAFÍOS DE LA PROBLEMÁTICA RACIAL EN CUBA
el cinismo y la hipocresía que aún subyacen cuando se habla del problema racial. Ese tratamiento puede también contribuir a generar un ambiente en el que no sea posible refugiarse en espacio social alguno para ejercer la discriminación racial. • Debemos partir de la certeza de que, si bien es cierto que el tema racial lleva implícito un fuerte componente de división social, no ignorarlo es la única forma de luchar por una verdadera cultura nacional integrada, sólida, en cuyo seno se superen todos los hegemonismos que generó la cultura racista heredada del colonialismo y el capitalismo, a partir de que cada grupo racial ocupe su lugar en la sociedad cubana actual. • No se debe aceptar más, como forma de convivencia social “pacífica”, el hecho de soslayar el tema racial, pues se trata de una paz falsa, plagada de hipocresía y proclive a hacerle concesiones a la existencia del racismo y la discriminación racial, así como de un contexto en el cual siempre podrían refugiarse los que mantienen los prejuicios y discriminan a su antojo. • No hay que aceptar que atacar al racismo y la discriminación racial debilita a la sociedad cubana actual, sino todo lo contrario: precisamente el no combatir ese mal divide a la sociedad cubana, debilita su cultura, afecta la identidad nacional y pone en serio riesgo, además, el proyecto social de la Revolución. 237
ESTEBAN MORALES
• El tema debe retornar con fuerza al discurso público, ser divulgado y ocupar un espacio en la agenda de las organizaciones políticas y de masas, de manera que se convierta en lo que de hecho es: una parte sustancial de la batalla de ideas. 9 de febrero de 2008.
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BIBLIA Y RELACIONES DE GÉNERO EN BUSCA DE UNA NUEVA IDENTIDAD(*) [fragmentos] Tereza Cavalcanti Vivimos un momento marcado por un formidable cambio de paradigmas, entre los cuales se encuentra el paradigma de género1. Imagino que, por detrás de este seminario, esté la preocupación de los participantes de ubicarse frente a los desafíos lanzados por las profundas transformaciones de la sociedad de este final de milenio, especialmente los desafíos que emergen de la identificación de las diferencias y papeles atribuidos a mujeres y hombres. Imagino que, entre los objetivos de este encuentro, esté el de saber, al final, quiénes somos en tanto seres sexuados(as) e inculturados(as), cómo son nuestras relaciones con el otro y la otra, con las “iguales” y los “diferentes”, con la sociedad y con la Iglesia, con la naturaleza y con Dios. En consecuencia, también nuestros roles están en cuestionamiento: ¿qué se nos pide en este momento? ¿Cómo articular nuestra vocación a través o más allá de las estructuras donde estamos insertados(as)? ¿Cómo repensar y reactualizar * Tomado de Biblioteca Virtual “Fe y Vida”, biblioteca del laico, Asunción del Paraguay. 1
Supongo que los lectores y lectoras ya están familiarizados con la cuestión de género, que viene siendo abordada abundantemente en la literatura relacionada con la CLAR (Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas) y que está siendo tratada en otros textos de trabajo de este seminario.
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TEREZA CAVALCANTI
nuestro carisma en sus dimensiones masculina y femenina? Habiendo pasado ya por las reflexiones histórica, sociológica, psicológica y antropológica, lanzamos ahora una mirada sobre la Biblia, en tanto fuente y referencial básico de nuestra fe. La mirada crítica de la ciencia nos advierte sobre posibles equívocos y preconceptos que la “construcción social de la realidad”2 modeló entre nosotros(as). Preparadas, por lo tanto, por esta visión crítica de la ciencia, dirigimos a la Biblia nuevas preguntas y, de esta manera, iluminamos aspectos de los textos que habían pasado inadvertidos o permanecido ocultos. Proyectamos en la Escritura una luz nueva y, en respuesta, ella deja emerger su brillo que, a su vez, iluminará los rincones oscuros de nuestra vida. Hay como una reciprocidad entre el foco de luz con que iluminamos los textos a partir de la vida y el farol con que los mismos textos nos iluminan a partir de la fe. [...] El itinerario del abordaje de género entre nosotros/as Desde 1975, las mujeres latinoamericanas empezaron a organizarse y buscar una reflexión en la pastoral, en la teología y en la vida religiosa. [...] 2
Utilizo aquí esta expresión ampliamente usada por la sociología y por la reflexión de género. Recuerdo que la idea de “construcción social” indica aquello que no pertenece a la naturaleza de las cosas (y por lo tanto no es inmutable), sino que es establecido arbitrariamente por los seres humanos organizados en sociedad, de acuerdo con los intereses de determinados grupos establecidos en el poder.
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BIBLIA Y RELACIONES DE GÉNERO...
En los últimos quince años, la teología hecha por mujeres en América Latina sufrió una evolución importante. En el inicio fue un espanto: ¿mujer produciendo teología? Ivone Gebara comentaba: “antes, nunca se calificaba en términos de ‘diferencia sexual’ los autores de teologías, pues era una ‘evidencia’ que tal tarea era una atribución del hombre. Hoy parece que se cae la ‘evidencia’ y es necesario precisar el sexo de los autores”3. Así, el segundo encuentro nacional, aquí en Brasil, llevó a las mujeres a escoger como slogan la expresión: “La mujer desconoce su lugar”4. [...] Aclarando algunos conceptos: feminista, eco-feminista, relaciones de género 1. La palabra feminista no es indiferente, trae connotaciones negativas en el imaginario popular. Hablo a partir de la experiencia con diversos grupos de mujeres y mixtos, tanto de la base como de la clase media e intelectuales, incluso teólogos y teólogas, religiosos y religiosas. Las personas tienden a asociar “feminista” con: radical, agresiva, frustrada, hombrona, libertina. Por esto, la propia Ivone Gebara evita usar ese término cuando se dirige a mujeres de la base5. 3
Ver “A mulher faz teologia - um ensaio para reflexão”, en REB/46, fasc. 181, marzo, 1986, p. 5.
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Ver la relatoría del Tercer Encuentro Nacional, que retoma los dos primeros, “Produzindo Teologia no feminino plural”, en Perspectiva Teológica, no. 20, 1988, pp. 359-370.
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Por otro lado, la palabra femenina también se presta a ambigüedades, una vez que ella es usada para referirse a cualidades del tipo: dulce, tierna, dócil, bella, sumisa, frágil, abnegada, maternal, afectiva, intuitiva, gentil, coqueta, virginal, recatada. La palabra “femenina” refleja la visión que el hombre tiene sobre la mujer: la visión del deseo del hombre en relación con la mujer, dentro de la sociedad patriarcal. Por debajo del término “femenina” tenemos un proyecto, un papel atribuido a la mujer, que es un papel inofensivo, conservador, pasivo. A la vez que sobre la palabra “feminista” tenemos una connotación conflictiva, subversiva, cuestionadora. Cuando las feministas adoptaron este término, se puede decir que lo hicieron por dos razones: Primero, porque no querían someterse a una visión, a partir del hombre, para definir la identidad y los roles de la mujer. Querían una visión y una determinación, a partir de la propia mujer, para hablar de su identidad y sus roles. Segundo, porque la palabra “feminista” trae a la superficie el conflicto, lo asume de frente, es un término que lleva a las personas a cuestionarse, a hacer preguntas, a desinstalarse y, por lo tanto, a buscar propuestas alternativas al modelo actual. 5
Sobre el pensamiento de Ivone Gebara, respecto al uso del término “feminista”, el mejor texto que encontré fue una publicación chilena, donde está registrado el contenido de un curso que ella impartió en 1993: “Aportes para una Teología feminista. Tópicos 90”, en Cuaderno de Estudios, no. 6, septiembre, 1993, pp. 71-124. Ver especialmente pp. 72-74.
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El término “feminista” no debe ser entendido como el opuesto de “machista” pues, en ese caso, estaríamos proponiendo un sexismo apenas de señal cambiada y permaneceríamos dentro del dualismo. “Feminista” debe ser considerado un término que se opone a “femenina”, pues quiere combatir una imagen que encierra a la mujer dentro de roles tradicionales, en los que ella permanece como un ser inferior al hombre. El dualismo de la sociedad patriarcal pone la razón, la determinación, el comando, la fuerza, el poder y la inteligencia al lado del hombre, y todo esto es considerado superior a la intuición, a la ternura, al afecto, a la sensibilidad, al servicio, que son puestos al lado de la mujer. El mismo dualismo sitúa la ciencia/tecnología del lado masculino y la religión del lado femenino (con excepción del poder religioso, reservado a los hombres, evidentemente...). Concluyendo: cuando hablamos de “lectura feminista de la Biblia” o de “hermenéutica feminista”, queremos referirnos a una lectura hecha realmente a partir de la mujer, con todas sus cualidades, su sentir propio de mujer, su corporeidad, mas también (y principalmente) con la mirada crítica en relación con los estereotipos patriarcales. Una mirada de “sospecha”, atenta a la construcción social de los valores y de los roles; escudriñadora de aquello que es culturalmente establecido, pero que se pretende atribuir a la naturaleza o a la voluntad de Dios. 2. La palabra eco-feminista surge de la crítica a la antropología y a la visión del mundo de las sociedades patriarcales. Verificamos que la antropología 243
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patriarcal es fuertemente dualista y jerárquica. Ubica al ser humano encima y separado de la naturaleza, confiriendo al hombre el dominio sobre todos los otros seres creados (“el Rey de la creación”). La relación de este hombre con la naturaleza se expresa a través de los verbos: dominar, poseer, controlar.6 ¡Es una relación semejante a aquella del hombre con la mujer en la sociedad patriarcal! El resultado de esta antropología ha sido un agotamiento de las reservas naturales del planeta, la polución, el consumismo irresponsable, la competencia sin límites, la explotación y sumisión de la mujer, la exclusión social, la dominación de pueblos enteros, las guerras y la amenaza de destrucción del planeta como un todo. Dentro de la concepción patriarcal, Dios es visto como un Ser distante, Todo-poderoso, que dirige el mundo a partir de arriba y de afuera, como Soberano a cuya voluntad todos tenemos que someternos. No hay ningún espacio para una identificación de la mujer con este Dios, siempre culturado en lo masculino y siempre asociado con figuras masculinas (Padre, Hijo, Espíritu Santo, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David, los Profetas, los Apóstoles, los Obispos, el Papa...). Y más. El raciocinio en la perspectiva patriarcal procede por oposiciones, poniendo solamente alternativas polarizadas ente sí y no, entre verdadero y falso. Hay una visión inmutable de la realidad. No hay lugar para la pluralidad, la diversidad, 6
Ver Ivone Gebara, ob.cit., p. 94.
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las múltiples variaciones que se encuentran en proceso. Ahora, aquellos que se identifican con el ecofeminismo tienen un proyecto de integración amplia con todos los seres, con el cosmos entero. Se sienten parte de un mismo todo con el universo, como si todos y todas fuésemos un solo cuerpo en solidaridad universal. Entonces, la realidad sería una gran diversidad, una inmensa pluralidad sin jerarquías ni sumisiones, donde se busca la armonía y la unidad, pero respetando las diferencias. Es lo que se denomina también perspectiva “holística” (que viene del griego: “holos” = entero, íntegro). Para las teólogas y los teólogos de esta línea, la imagen de Dios no puede ser pensada de manera inamovible. Dios estaría integrando todo el universo y la historia a partir de dentro y no a partir de fuera, o de lo “alto”. Dios sufre también en solidaridad con todas las que sufren y se muestra también impotente (no-todo-poderoso) frente al sufrimiento. Jesús vivió esa solidaridad con los sufridos y recuperó la vida a partir de las experiencias de muerte. 3. La terminología que se refiere a la “perspectiva de género” surgió a partir de la Sociología. Estábamos acostumbrados a usar la categoría de clase en el análisis de los fenómenos sociales. Pero, a partir de un momento dado, vimos que esta categoría era insuficiente para dar cuenta de la complejidad de la realidad. No hay solamente pobres y ricos, sino también mujeres y hombres, negras, indios, gente de diversas razas, etnias y culturas. 245
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Cuando hablamos en género, estamos focalizando las relaciones socialmente construidas entre los sexos. Estas relaciones, que muchas veces se atribuyen a la naturaleza —y de esta forma son consideradas inmutables—, son en realidad una construcción cultural que puede variar de un pueblo a otro. Los roles de la mujer y del hombre en una sociedad no son determinados biológicamente para todo y siempre. Son relativos a cada cultura, cada pueblo tiene su manera de vivir y construir su organización social, a partir del dato biológico. Sucede que, en la sociedad patriarcal, las relaciones de género se establecen como relaciones de poder, donde el acceso a las decisiones y al comando se queda casi exclusivamente con los hombres. Las mujeres son, de hecho, excluidas de las decisiones y del poder, siendo aún explotadas económica y sexualmente: ellas deben obedecer las leyes, proveer parte de la producción y garantizar la reproducción. ¡Y la religión muchas veces confirma todo esto como si fuera “Voluntad de Dios”! En esta situación, ellas buscan, con creatividad, formas alternativas de poder, pequeñas estrategias de hacer valer también su voluntad y sus derechos. La perspectiva de género lleva también en consideración las relaciones mujeres-mujeres y hombres-hombres; pues todos están situados dentro de una sociedad donde cada cual aprende cómo debe comportarse, de acuerdo a los patrones establecidos. Más todavía: la perspectiva de género no se coloca aislada de otras relaciones sociales como las de raza, etnia, cultura y clase social. Cada uno de es246
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tos aspectos tiene una importancia fundamental e influye en la identidad de las personas. Cada corte de análisis que realizamos pone al descubierto la igualdad y la diferencia, equidad y jerarquía. La hermenéutica bíblica en la óptica de género no solo busca hacer la crítica de toda perspectiva discriminatoria entre los seres humanos, sino también recusar todo dualismo, toda interpretación de textos que busca justificar el poder de un grupo sobre otro. En esta perspectiva, hay naturalmente una relativización de la creencia en los textos bíblicos, como palabra de Dios definitiva y única. Se relativiza el carácter normativo de ciertos textos y se llama la atención sobre el dato cultural (y por tanto relativo) por detrás de muchos posicionamientos de la Escritura considerados universales7. Una lectura de la Biblia en la perspectiva de género revela los enredos de esas relaciones sociales de los grupos de los dos sexos. “Nuestra tarea se inscribe en la investigación de los procesos de dominación y explotación, en los cuales las mujeres acuñaron su parcela de poder, a través de largas resistencias”, dice Tania Mara Sampaio. Forman parte del abordaje de género la crítica de la
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Así, por ejemplo, un texto como el de G 3,28, puede ser entendido en una perspectiva normativa para el conjunto de las comunidades cristianas, al contrario de textos particularmente situados, como los de 1Cor 14,34-35. Sobre esto, ver los artículos de Elsa Tamez y de Irene Foulkes en Ribla, no. 15, 1993. Cfr. también las ricas observaciones de Mercedes Lopes en su libro La confesión de Marta, Paulinas, 1996, especialmente pp. 89-90 y 103.
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organización económica, la sospecha ideológica y el deseo de superar los dualismos8. Las reacciones ante la lectura bíblica en la óptica de género Proyectar sobre la Sagrada Escritura la pregunta respecto a las relaciones de género nos proporciona descubrimientos enriquecedores, porque permite a los textos revelar su “reserva de sentido”9. A esto parece referirse la frase del Evangelio que dice: “así pues, todo escriba que se hizo discípulo del Reino de los cielos es comparable a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas” (Mt 13,52). Por otro lado, ciertos aspectos de esta lectura crítica pueden despertar reacciones negativas de parte de quien se siente inseguro o cuestionado por la nueva interpretación del texto. Así, durante siglos, la lectura de la Biblia se caracterizó por una laguna en cuanto a la interpretación a partir de la mujer o en la óptica de género. En el momento en 8
Un ejemplo típico de lectura de un texto bíblico en la perspectiva de género es el artículo de Tania M. Sampaio: “O corpo excluído de sua dignidade - Uma proposta de leitura feminista de Oséias 4,28”, en Ribla, no. 15, 1993.
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Esta expresión, utilizada por Severino Croato, significa la capacidad infinita que tiene un texto de ser siempre releído y reinterpretado, generando cada vez nuevos sentidos. La interpretación es un proceso en cadena, no repetitivo, sino ascendente. Hay una reserva de sentido siempre explotada y nunca agotada. Hermenéutica Bíblica, Paulinas, Sinodal, 1986, p. 31.
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que esa interpretación surge y se afirma, llenando la laguna, ella causa extrañeza, resistencia y hasta conflicto. Cuando la resistencia contra lo nuevo se transforma en un “endurecimiento mental contra la sabiduría que no se desea”, ella es llamada scotosis (tinieblas), y produce como que una “mancha ciega” en el conocimiento intelectual de aquella persona o de aquel grupo10. En las últimas décadas, la hermenéutica feminista de la Biblia despertó y aún despierta sospechas por parte tanto de la jerarquía de la Iglesia como de muchos fieles. De hecho, la tarea de la “deconstrucción” en la relectura bíblica pone al desnudo diversas situaciones de dominación y discriminación sexista en la sociedad patriarcal, situaciones estas que aún permanecen hasta hoy en diversos niveles. Tal descubrimiento deja en situación molesta a todos aquellos que viven instalados, sea en posiciones de poder, sea en posiciones de sumisión (como es el caso de muchas mujeres religiosas y laicas). Felizmente, tal incomodidad comienza a ceder espacio a la razón, hacia una actitud de apertura intelectual. Es lo que se puede notar en el último documento de la Pontificia Comisión Bíblica del Vaticano —“La interpretación de la Biblia en la 10
Esta terminología es de Bernard Lonergan y es comentada por Elisabeth Jonson: Aquela que é, Vozes, 1995, p. 33. La palabra scotosis es usada por el cuarto Evangelio para significar la actitud de negación delante de la Verdad y de la Salvación —o sea, la luz que Jesús viene a traer (Jn 1,5; 8,12).
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Iglesia”—, que analiza los diversos métodos de interpretación bíblica y dedica tres páginas al “abordaje feminista”. En la evaluación que se hace, lo dice el documento: Numerosas son las contribuciones positivas que provienen de la exégesis feminista. Las mujeres tomaron así una parte más activa en la investigación exegética. Ellas han conseguido, muchas veces mejor que los hombres, percibir la presencia, el significado y el papel de la mujer en la Biblia, en la historia de los orígenes cristianos y en la Iglesia [...] La sensibilidad femenina lleva a revelar y a corregir ciertas interpretaciones corrientes, que eran tendenciosas y miraban justificar la dominación del hombre sobre la mujer11. Nótese aquí aún el lenguaje patriarcal que habla de la “sensibilidad femenina”, con una connotación benevolente. Pero, como dice E. Johnson, “un patriarcado benevolente siempre sigue siendo un patriarcado”12. Lo importante, por ende, es que el acercamiento feminista llevó a los redactores del documento a reconocer que las interpretaciones corrientes hayan sido “tendenciosas”, buscando “justificar la dominación del hombre sobre la mujer”. ¡Notable progreso! Para nosotros(as), en este momento, es importante observar que el referido documento data de 1993 y aún no utiliza la terminología de “género”.
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“A interpretação da Biblia na Igreja”, en Documentos Pontificios, no. 260, Vozes, 1994, p. 61.
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E. Jonson: ob. cit., p. 62. Ver nota 10.
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Esta terminología es, de hecho, más reciente, pero ella refleja el último paso del itinerario que acabamos de recorrer. Muchas veces se hace difícil distinguir el tratamiento feminista y el de género, una vez que la metodología es prácticamente la misma. La ventaja del término “género”, a mi parecer, es que tiene la capacidad de involucrar más a los hombres que tienen dificultad de identificarse con el término “feminista”.
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NUESTRA CEGUERA BLANCA(*) Yusimí Rodríguez De Alberto Guerra me habló por primera vez un amigo, hace tres años. En su opinión, era uno de nuestros narradores jóvenes más talentosos y yo no debía dejar de leer su libro Blasfemia del escriba. Casi todos los cuentos incluidos en el volumen han sido premiados. Alberto es el único escritor cubano que ha obtenido el premio Gaceta de Cuba en dos ocasiones consecutivas. Su cuento “Disparos en el aula” aparece en la antología Cuentos históricos de la piedra del átomo, Editorial Página de Espuma, España, que incluye a escritores tan reconocidos como Juan Rulfo y Jorge Luis Borges. Pero lo mejor, según mi amigo, es el hecho de que Alberto Guerra es negro. En el momento me molestó la aclaración. En ocasiones he pensado que a algunas personas negras les gusta auto marginarse, se disgustan si los discriminan y, si no lo hacen, también. Crecí con la idea de que vivo en una sociedad donde no se hace distinción entre las personas por su religión, el sexo o el color de la piel. Todos tenemos las mismas oportunidades, lo demuestra precisamente el hecho de que Alberto Guerra estudió una carrera universitaria y es un escritor reconocido. Pero quedan muchos que dicen: el negro, para sobresalir, tiene que ser mejor que el blanco; que ser blanco es una carrera; que seguimos siendo discriminados o como mínimo ignorados. Me alegró que (*)
Tomado la revista electrónica Esquife, en www.esquife.cult.cu
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Alberto Guerra no describiera a los personajes de la mayoría de sus cuentos, que además me parecieron excelentes. Tres de ellos fueron adaptados para la televisión: “Pequeñas maniobras”, “Disparos en el aula” y “Corazón partido bajo otra circunstancia”. En los tres casos, los actores escogidos para dar vida a los personajes creados por Alberto fueron blancos. Supongo que los directores de televisión conocían a Alberto Guerra antes de las filmaciones. Sin embargo, ninguno pensó en actores negros. Nadie imaginó personas negras en esos roles. Ni siquiera yo, yo que había visto a Alberto antes de leer su libro; yo, que además soy negra. ¿Por qué no me pasó por la mente que el protagonista de “Pequeñas maniobras” fuera negro, o el profesor de “Disparos en el aula”, aun después de saber que Alberto impartió clases de Historia; o el narrador en “Corazón partido bajo otra circunstancia”, que también es un escritor? Me sentía avergonzada mientras él nos contaba en su taller literario cómo tuvo que negociar la presencia de actores negros en las adaptaciones de sus cuentos. Lo logró: En “Pequeñas maniobras”, que se desarrolla en una terminal de ómnibus, aparece un hombre negro con un portafolios, un loco y una recepcionista gorda y escandalosa. Los actores que encarnaron a los protagónicos eran blancos. Para que hubiese alumnos negros en “Disparos en el aula”, fue preciso que llevara integrantes de su taller literario. ¿Habrá crisis de actores negros en el ICRT1? En 1
Instituto Cubano de Radio y Televisión.
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cuanto a “Corazón partido bajo otra circunstancia”, no hubo un solo actor o actriz de nuestra raza. Cuando leemos una historia, si el autor no describe a los personajes físicamente, gozamos de libertad para crearlos en nuestra imaginación de acuerdo a nuestros códigos estéticos y culturales. Alberto respeta esa libertad, sólo menciona características físicas cuando tienen un peso ineludible en el cuento. ¿Cómo es posible que yo, una mujer negra, también haya pensado solo en personas blancas? No imaginé seres especialmente altos o atractivos, eran sólo personas comunes y corrientes, es decir, blancas. Si eso me ocurre a mí, mujer negra, repito, no puedo culpar a los directores y asistentes de televisión, a quienes no sé por qué también imagino blancos. ¿Por qué tengo que realizar un esfuerzo tan grande para visualizar un director de televisión o de periódico, negro; un policía negro, un gerente negro? Mi madre cuenta que, en una ocasión, cuando yo tenía cuatro o cinco años, ella regresó a casa y nos encontró a mi padre y a mí disgustados. Quiso saber qué había ocurrido y él le contó que yo le había dicho: “Tú eres negro y yo no quiero negros aquí”. Entonces él me preguntó de qué color yo era, le respondí: “Yo soy carmelita”. Mi papá le preguntó a mi madre dónde me habían enseñado eso. La anécdota ha pasado a formar parte de la colección familiar de recuerdos divertidos. Pero la pregunta quedó sin responder a través de los años. Mi madre no pudo hacerlo y yo tampoco. Incluso, ahora, no puedo. ¿Dónde aprendí eso? ¿Dónde los niños aprenden esas cosas? 255
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Quizás la pregunta sea: quiénes fueron mis primeros héroes y heroínas, quiénes han sido los policías, los personajes positivos en las películas, y quiénes los delincuentes. Quiénes fueron los príncipes y las princesas de mis fantasías infantiles. Blanca Nieves era blanca, Caperucita era blanca, Cenicienta era blanca. Claro, no puedo esperar que en países europeos, donde aún deben quedar personas que nunca han visto un negro, se escribiera un cuento protagonizado por alguien de mi raza. El rey Arturo y Robin Hood tenían que ser blancos. Un negro no cabe en una historia de corsarios y piratas o en una intriga en las cortes europeas, a no ser como esclavo traído de África. El mismo rol que nos toca en todas las telenovelas que reflejan la Cuba de los siglos XVIII y XIX. Cuando jugaba con mis amiguitas, trataba de imitar a las actrices de la televisión y las princesas de los cuentos de hadas, me ponía una toalla en la cabeza y la movía como si fuera pelo lacio. Nunca jugué a ser Oshún o Yemayá. Nadie me contó nunca una leyenda africana. En la escuela seguro me leyeron algún cuento donde el protagonista era un negro, pero no logro recordar ninguno. ¿Y qué sucede en las telenovelas que se desarrollan en la Cuba de los setenta, los ochenta, los noventa y el siglo XXI, esa Cuba posterior al triunfo de la Revolución, donde todos tenemos los mismos derechos y oportunidades? ¿Por qué siempre son protagonizadas por personas de piel blanca? Los negros están, por supuesto, son los personajes secundarios, o los delincuentes, con un poco de suerte los deportistas. Digo con un poco 256
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de suerte porque, en el serial Deporte y amor, ninguna de las jugadoras de volleyball era negra. En 1996 fui modelo de la casa de modas La Maison; recuerdo que a todas las mulatas les estiraban bien el pelo con torniquete y les ponían lentes azules. El resultado era que parecían trigueñas. A las negras les hacían el desriz, yo estaba pelada a rape. Un estilista me dijo una vez que mi cara era tan linda que el pelo estaba de más; sin embargo, a las muchachas blancas, de caras muy lindas también, no les sobraba el pelo. Había sólo cuatro negras en La Maison en aquel momento, incluida yo; nunca coincidíamos en el mismo desfile de la noche, quizás no se presentaban muchas jóvenes de nuestra raza a las convocatorias para ser modelo en aquel momento. No sé si luego hubo más muchachas negras en el cuerpo de maniquíes de La Maison, sólo estuve tres meses allí, no tengo la estatura adecuada para esa profesión, apenas mido 1,65. Había otras chicas de la misma estatura, pero fueron más afortunadas y pudieron permanecer en la casa de modas. Eran blancas. En 1997 asistí a un desfile de ropa infantil en la Feria Habana Modas, ahora llamada FIMAE, y entre más de diez niños no había un sólo negro o negra. Casi brinqué del asiento de alegría cuando vi aparecer una mulatica color cartucho, de pelo ondeado. Pero me asaltó una gran preocupación al final del desfile ¿será que los negros no tenemos infancia? Un amigo mío diseña ropas para niñas y adolescentes, tiene su propio grupo de modelos. Todas son blancas, rubias o trigueñas, pero blancas. 257
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Mi amigo dice que no quiere negras porque hay que hacerles desriz o trencitas. Ese amigo, a quien quiero mucho, es negro. Mientras escribo recuerdo la telenovela “Salir de noche”, que reflejaba la vida de las modelos, sus sueños, sus frustraciones, la competencia. Me llamaba la atención que ninguna de las actrices que encarnó una modelo, ninguna de las extras, era negra. Sólo cuando escenificaban un desfile, o durante la presentación o el final de la novela, aparecía una, creo que Laura Marlén, por un par de segundos. Laura Marlén era el ídolo de todas las modelos negras en los noventa, la prueba de que sí se podía llegar. No recuerdo muchas cosas de mi vida en 1995, hace ya once, pero nunca voy a olvidar que ella ganó el concurso Miss Model de Turquía ese año. Nunca voy a olvidar sus proporciones: 90 cm de busto, 60 cm de cintura, 90 cm cadera: perfecta, con 1,76 de estatura. Ella era la sensación en los desfiles del Cubamodas 96, pero casi todos los elogios eran hacia su pelo. Se le movía como el de las blancas. A lo largo de mi vida, las frases más halagadoras que he escuchado hacia la belleza negra, incluso en boca de gente de mi raza, son: “qué linda, lo único que tiene de negra es el color”, “qué bonita esa muchacha, tiene facciones de blanca”. O peor: “para ser negra es muy linda”. Nos consideran y, tristemente, nos consideramos más bellos mientras menos negros somos, a medida que nos acercamos más a la raza blanca: la piel un poquito más clara, el pelo menos rizado, la nariz menos 258
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ancha. Los que poseen esas características se apresuran a abandonar el barco, a no sentirse incluidos en el término negro. Los que no pueden excluirse, al menos tienen la esperanza de que sus hijos escapen; la eterna esperanza negra de “adelantar”. Adelantar no es estudiar una carrera universitaria, superarse, elevar el nivel cultural, sino casarse con un blanco o una blanca y que el niño o la niña sean mulaticos de pelo bueno, para no tener que pasarle el peine caliente o hacerle desriz. Mi hermana, negra como yo —aunque generalmente aceptada como mulata porque su piel no es tan oscura y se hace un desriz de muy buena calidad—, tuvo su hija con un hombre que, como decimos aquí, pasa por blanco. Durante el embarazo, mi hermana rezaba —y no exagero— para que la niña sacara el pelo del padre. Hace poco, mi amigo negro diseñador se encontró a mi madre y le preguntó por mi hermana y la niña. Mi mamá, abuela al fin, estaba preparada para darle una disertación de los progresos de la niña, lo grande que está, lo inteligente que es, lo bien que come. Pero mi amigo no estaba interesado en nada de esto, su única pregunta fue: ¿por fin cómo sacó el pelo? Una de las mayores preocupaciones en la vida de una mujer negra es el pelo; si no lo pierde a causa de un producto de mala calidad que se lo tumba en su afán de estirarlo, tiene que dedicarle una buena parte de sus recursos al desriz, la crema, el acondicionador. Sufre una vez cada 15 días o menos, incluso, pasándose el peine caliente desde la raíz del pelo, tratando de no quemarse el cráneo o las orejas, y después reza para que un 259
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aguacero no destruya el resultado de tanto sacrificio. El desriz es a prueba de lluvia, pero no es compatible con la decoloración. Una puede pasar toda su vida intentando encontrar la peluquera y el producto ideal para estirarse el pelo como a la Tierra Prometida. Mucha gente me dice que no se trata de renegar de la raza, es que el pelo estirado es más cómodo de peinar. Y tienen razón; si usted quiere peinarse como las mujeres blancas, necesita un cabello lacio o que al menos lo parezca. Me pregunto qué peinados llevaría la gente en África antes de la llegada del hombre blanco. He visto revistas donde aparecen mujeres africanas luciendo peinados y formas de trenzar nuestro cabello crudo, que son verdaderas obras de arte. Pienso que ellas, simplemente, han conservado tradiciones y las han enriquecido; así se peinaban nuestros ancestros libres, o dejaban su pelo crudo crecer libremente. Sin embargo, con el tiempo, tras siglos de dominación blanca, hemos aprendido a considerar nuestro cabello como un defecto que se debe ocultar. Después de terminada la esclavitud, e incluso en una sociedad como la nuestra, donde negros y blancos gozan de los mismos derechos, el negro sigue sintiendo que su meta es igualar al blanco. En el mundo existen industrias dedicadas a la elaboración de productos que “mejoran” el cabello del negro. La mayoría de las cantantes o actrices negras de éxito aparecen en las revistas y la televisión con el cabello lacio. Siempre que vemos una propaganda de champú o acondicionador para nuestro cabello, afuera aparece una mulatica, con apariencia de trigueña un poco 260
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tostada por el sol, facciones bien finas, cabello casi lacio. Una sabe que el producto es para negras porque afuera dice “para cabellos crespos químicamente tratados”, porque se sobreentiende que una debe, necesita, estirarse el pelo. ¿Pero cómo llega una a ese convencimiento? Cuando decidí dejarme crecer el pelo, en 2001, las personas me preguntaban qué me iba a hacer: peine, desriz de potasa o el de la tienda. Yo respondía, con la mayor inocencia, que no iba a estirármelo; a todo el mundo le parecía una broma o una excentricidad de mi parte. La idea de que alguien no quiera estirarse las pasas resulta inconcebible y realmente son pocos los que se atreven a hacerlo, sobre todo los más jóvenes. Lo más interesante es que muchas de las personas que hoy critican a aquellas que no se desrizan el pelo (pienso ahora en mi madre), llevaron el afro en los años setenta, cuando Angela Davis lo impuso como protesta contra la discriminación y muestra de su orgullo por pertenecer a nuestra raza. Mis padres estuvieron entre los que llevaron esa moda, pero actualmente les parece horrible que una negra no se estire el pelo. Peor, para ellos cualquier negro o negra joven que usa dreadlocks, o ese mismo afro que ellos llevaron en su momento, es delincuente o jinetero. No son los únicos que piensan así; cualquier negro que vaya por la Habana Vieja, con ese tipo de peinados, tiene más posibilidades de ser detenido por la policía que uno que se corte el pelo de forma convencional. Otros quedan apenas justificados por el hecho de ser artistas, si son lo suficientemente conocidos. El 261
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afro o espeldrúm —cómo le decían aquí— fue para la mayoría una moda pasajera en la que no se involucraron ideológicamente, tal vez porque pensaban que aquí el negro no tenía nada por qué protestar. En contraste con la situación del negro en otros países, el de aquí tenía la posibilidad de ir a las universidades, ser ingeniero, doctor, participar en elecciones e incluso ser elegido. Las personas negras fueron regresando a los procedimientos usuales para estirar el pelo y, una vez más, a llevar los peinados de las revistas de moda, lucidos por personas blancas. Hace meses mi madre vio una foto de Angela Davis en el periódico, todavía con su afro, y me dijo: “Ella puede darse ese lujo porque no tiene el pelo tan malo, si tuviera la pasa bien dura, la historia sería otra”. ¿Quién ha visto una negra con la pasa bien dura sin estirar en la portada de una revista de modas, en un anuncio de champú, protagonizando una telenovela o como locutora en la televisión? Cuando por fin mi pelo creció, muchas amistades decían que no lo tenía tan malo. He escuchado esa expresión toda mi vida y, durante mucho tiempo, encontré normal que las personas se refirieran a nuestro pelo como “malo” o “menos malo”. Pero cuando uno escucha la palabra “malo”, en cualquier contexto, enseguida le viene a la mente algo negativo, todo lo contrario de agradable o bonito. Desde niños estamos oyendo decir que nuestro cabello es malo sin ofendernos, y de hecho las personas, al decirlo, no intentan lastimarnos, simplemente no parece haber otra forma para describir nuestro pelo. Aunque usted no reaccione con violencia cuando le 262
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dicen que su pelo es malo, o no se sienta herido conscientemente, en su interior usted desea corregir la deficiencia. Más aún si todas las personas a su alrededor lo hacen, si las protagonistas de los muñequitos y las aventuras son blancas. Si las muñecas con las que usted juega son blancas. En mi época las había también mulaticas, aunque con el pelo lacio. En realidad eran una versión más oscura de las muñecas blancas, porque ninguna tenía las facciones toscas. Todas las que tiene mi sobrina ahora, más de 10, son blancas. Hace dos años recorrí varias tiendas buscando una muñeca negra por encargo de mi madre, que practica la religión Yoruba. No tuve más remedio que comprar una de trapo, de esas artesanales que venden en la Habana Vieja; en las tiendas solo había muñecas blancas. Mi sobrina no va a tener que hacerse desriz porque sacó el pelo “bastante bueno”, mi hermana termina de estirárselo con una crema especial cuando la peina. Yo sí traté de pasarme el peine lo antes posible, se lo pedí a mi madre por primera vez a los nueve años; mi hermana tenía doce y ya se lo pasaban cada quince días. Tuve que esperar hasta los once, era una tortura y temía que me fuera a quemar una oreja. Luego mi mamá me ponía los rolos y yo pasaba toda la noche pensando en cómo me iba a quedar el pelo cuando me lo soltara. Mientras duraba el efecto del peine, la gente me decía mulatita; las pocas veces que alguien me dijo negra cuando chiquita era para ofenderme, o al menos ese era el resultado. En realidad, a casi ninguno de nosotros le dicen negro. Nosotros somos los de color. Existe el miedo 263
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de que nos ofendamos si se nos llama negros. Si es necesario recurrir a un eufemismo para hablar de nosotros, es porque, en la mente de las personas, negro es todavía un término peyorativo, una palabra que implica inferioridad. Mis amistades se refieren a mí como mulatica o jabaíta, todo menos negra. Pero con el tiempo yo he empezado a preguntarme por qué debe molestarme que me digan negra, si los blancos no se avergüenzan de su color. ¿Por qué hay que disfrazar tanto la palabra, darle vueltas, buscar sinónimos que llegan a ser ridículos? Si nosotros somos los de color, entonces los demás (incluyo a todos aquellos mulatos, jabaos o personas de piel menos oscura que se apresuran a aclarar que no son negros, o sea de color) son los pálidos o transparentes. Cuando yo insisto en que soy negra, mis amistades me dicen: “sí, pero tú eres una negra fina”. Se supone, además, que debo sentirme complacida con esa afirmación. ¿Qué significa ser una negra fina, la excepción dentro una generalidad de negros vulgares y chusma? Puede parecer que esa acotación la hacen personas blancas. Tal vez a nadie se le ocurre que un negro haga semejante distinción entre personas de su propia raza. Pero sí, muchas veces es alguien tan negro o tan negra como yo quien lo dice, sin percatarse de la carga racista que lleva el comentario. Peor aún, en la televisión vemos chistes en los que aparecemos reflejados como mal hablados, ignorantes y hasta ladrones. Los actores que hacen esos chistes son negros, y nosotros, los negros de este lado de la pantalla, nos reímos y, tristemente, me incluyo. 264
NUESTRA CEGUERA BLANCA
Lo que tiene que ver con las personas negras aún es cuestión de risa. Esa era la expresión del editor de un periódico al que le entregué un artículo sobre el tema. Pero a medida que fue avanzando en la lectura se le borró la risa del rostro. Yo tenía mis esperanzas cifradas en el hecho de que este editor era negro, no jabao, ni mulato, sino negro. El año antes había intentado publicar el artículo en mi propio periódico; me dijeron que no era oportuno. Esas fueron también las palabras de este editor negro: no es oportuno. Es un tema delicado y debe esperar. Sigo esperando que ese momento oportuno llegue. Seguimos esperando por nuestras heroínas y héroes negros, nuestros personajes protagónicos, nuestro cabello crudo y nuestras narices ñatas en un anuncio de champú o acondicionador. Entre tanto, unas corren a desrizarse el pelo, muchos aspiran a “adelantar”. Otros se dan baja de la raza, porque con esos truenos, quién quiere ser negro. Por eso le pido a Alberto Guerra que, mientras ese esperado momento oportuno no llegue, por favor describa físicamente a los personajes de sus cuentos, sobre todo cuando sean negros. Le puedo asegurar que, si son blancos, no será necesario.
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PROBLEMAS SOCIALES CAUSADOS POR EL GÉNERO Marta Lamas El género, esa simbolización cultural construida a partir de la diferencia sexual, rige el orden humano y se manifiesta en la vida social, política y económica. Entender qué es y cómo opera el género nos ayuda a vislumbrar cómo el orden cultural produce percepciones específicas sobre las mujeres y los hombres, percepciones que se erigen en prescripciones sociales con las cuales se intenta normar la convivencia. La normatividad social encasilla a las personas y las suele poner en contradicción con sus deseos, y a veces incluso con sus talentos y potencialidades. En ese sentido, el género es, al mismo tiempo, un filtro a través del cual miramos e interpretamos el mundo, y una armadura, que constriñe nuestros deseos y fija límites al desarrollo de nuestras vidas. Los problemas sociales originados en esta reglamentación cultural se deben a la rigidez de una concepción binaria, que maneja oposiciones complementarias y, por ende, excluyentes. Entre las nefastas formas de dogmatismo e intolerancia causadas por la reductiva lógica cultural del género destacan dos: el sexismo, o sea la discriminación sobre la base del sexo, y la homofobia, que es el rechazo irracional a la homosexualidad. Aunque el sexismo y la homofobia se practican en todos los ámbitos —educativo, laboral, religioso, político— son especialmente crueles en el campo de los afectos y la sexualidad. 267
MARTA LAMAS
Una mujer que decide ser científica, o piloto, o cualquier opción considerada “masculina”, tendrá que enfrentar más obstáculos que un hombre, y tal vez tendrá que demostrar con doble esfuerzo que es igual de buena profesional que él. Sin embargo, mientras su vida sexual y afectiva se ajuste a las pautas de género, o sea, mientras se manifieste abiertamente heterosexual, sea que se case y tenga hijos, o que se muestre casta y célibe, podrá vivir relativamente tranquila. En cambio, una persona homosexual, por más respetada que sea profesionalmente, tendrá que manejar muy discretamente su vida afectiva y sexual, incluso esconderla, para no ser rechazada o estigmatizada. Se podrá “sospechar” de ella, podrá ser objeto de burlas o críticas, pero mientras no asuma claramente su deseo, mientras no desafíe “descaradamente” la reductiva lógica cultural del género, se la “tolerará”. Obviamente, hay casos excepcionales que imponen socialmente, por poder y fama, su “desviación”, pero la persona común y corriente que quiera asumir su orientación homosexual, abiertamente, corre el riesgo de perder el trabajo, de no acceder al puesto político o de ser expulsada de su grupo de pertenencia. La dificultad para aceptar las diferencias entre los seres humanos, sin establecer un criterio de superioridad o inferioridad, es una característica humana. Toleramos poco la ambigüedad, no comprendemos la equidad y nuestro afán clasificatorio está regido por un ánimo jerarquizador, por lo que traducimos diferencia por desigualdad. Por nuestro esquema cultural de género, tanto la dife268
PROBLEMAS SOCIALES CAUSADOS POR EL GÉNERO
rencia de las mujeres respecto a los hombres como la de las personas homosexuales respecto a las heterosexuales, se traducen en prácticas intolerantes y abusivas. La conceptualización de las mujeres como “complementarias” de los hombres ha obstaculizado su reconocimiento como personas con intereses, derechos y potencialidades iguales a los de los hombres y ha dificultado su acceso a espacios y desempeños que se consideran masculinos. En un momento fue la educación y el trabajo asalariado, después la política y el ejercicio de la ciudadanía, y ahora el límite se encuentra en las posiciones jerárquicas, tanto eclesiásticas como políticas y militares. A pesar de que, en ciertos círculos y en algunos ámbitos geográficos ya se acepta la igualdad básica entre mujeres y hombres como seres humanos, muchos grupos continúan creyendo que las diferencias anatómicas son expresión de diferencias más profundas y que los papeles de mujeres y hombres deben permanecer complementarios y excluyentes. Justamente el feminismo ha logrado poner en la agenda política la existencia de un trato desigual sobre la base del sexo y ha mostrado que el problema de la no correspondencia de la vida real de las mujeres con su representación social se sostiene, precisamente, por la fuerza simbólica del género. En términos generales, el movimiento ha denunciado la ceguera deliberada ante nuevas expresiones atípicas de género: hombres femeninos, mujeres masculinas, opciones sexuales cambiantes, un destape de la homosexualidad y el aumento de la bisexualidad. 269
MARTA LAMAS
Hay más reconocimiento del sexismo que de la homofobia porque, a diferencia de las mujeres, que llevan más de un siglo luchando organizadamente porque se reconozca su estatuto de igualdad humana, las personas homosexuales apenas empiezan a cuestionar la heterosexualidad como norma. Aunque la investigación y el avance teórico sobre la sexualidad humana son inmensos, precisamente la lógica del género dificulta la comprensión del fenómeno sexual humano. Ni la heterosexualidad es natural ni la homosexualidad es anti-natural; ambas son resultado de los procesos de estructuración psíquica que, de manera inconsciente, posicionan el deseo de los seres humanos. Es la lectura simbólica de ese dato la que otorgará o no un estatuto similar a ambas prácticas. En nuestra cultura, la homosexualidad no está integrada simbólicamente con la misma valoración que la heterosexualidad, por eso es vivida como anti-natural. Asimismo, la ignorancia generalizada que existe sobre los procesos psíquicos y los sociales ha propiciado prejuicios y desinformaciones que limitan las vidas de las personas.
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IV. El cuerpo y la imagen en productos culturales cubanos
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EL PATIO DE MI CASA ES PARTICULAR(*) Isabel Moya En el caso de Cuba, la publicidad desapareció prácticamente del mercado interno en los primeros años de la Revolución y muchos de los espacios y especialistas de esta forma de expresión de la comunicación social se emplearon en la creación de anuncios de bien público. No es hasta la década del noventa que resurge la publicidad dentro de la llamada economía emergente, asociada sobre todo a la promoción del turismo cubano y, poco a poco, ha ido incursionando en otros sectores como los cosméticos, los productos alimenticios, los servicios y otros. Por lo general, se publican en revistas dedicadas a un público foráneo, en afiches y almanaques destinados también a clientes extranjeros, pero que circulan entre nosotros y, durante los últimos años, cada vez con más frecuencia, se muestran en exhibidores, como parte de la decoración de los establecimientos comerciales de la red llamada recaudadora de divisas, donde es mayoritaria la presencia del consumidor nacional. Yaíma Quiñones Martínez, en su trabajo de diploma “Aroma de hombre: una aproximación a la masculinidad desde la publicidad”, defendido en la Facultad de Comunicación en 2003, analizó el uso en Cuba de la imagen del hombre para la venta de perfumes. En su estudio plantea que la construcción simbólica de la masculinidad, utilizada (*) Tomado de Isabel Moya: El sexo los ángeles, inédito.
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en estos productos comunicativos, responde a la tradicional y no se diferencia de las tendencias internacionales, en sentido general; sin embargo, no se alude a la homosexualidad o a la ambigüedad sexual. En entrevistas con creativos de las más importantes agencias publicitarias cubanas, los especialistas coincidieron en señalar que no es práctica profesional recurrir a la temática homosexual, pues consideran que crearía rechazo en las audiencias. Esta es una afirmación apriorística, pues no se han realizado estudios que la sustenten. Sin embargo, agencias de publicidad internacionales han usado y usan modelos cubanos y ambientes de la isla, especialmente el estereotipado auto norteamericano de los años cuarenta y cincuenta, el malecón y los edificios despintados o en ruinas, como locaciones para anuncios sugerentes de la relación homoerótica. Esta propuesta promueve las representaciones, existentes en ciertos mercados, de que Cuba es el paraíso del turismo sexual. A pesar de la labor de la Federación de Mujeres Cubanas en contra de la publicidad que explota el cuerpo como un objeto y de la promoción del turismo a partir de estereotipos sexuales, y de que los códigos de ética de las agencias publicitarias cubanas y de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, al igual que la propia política del Ministerio de Turismo y del Estado cubano, condenan la promoción de un turismo que pueda insinuar o promover el sexo como atractivo para la visita a la isla, estos productos circulan en el mundo, pues tales regulaciones no tienen carácter extraterritorial. 274
EL PATIO DE MI CASA ES PARTICULAR
Aunque no son realizados por instituciones cubanas, y tampoco circulan en Cuba, al situarse en ámbitos de la isla merecerían un estudio detenido por sus implicaciones y el impacto que pudieran tener en un público al que apenas alcanza la publicidad turística realizada desde nuestro país. Por el contrario, viven en un mundo mediático, donde priman las campañas de desinformación sobre la realidad de la isla. El fin, ¿justifica los medios? Para perpetuarse, la ideología y el poder patriarcales hegemónicos optan por transmutarse; puede parecer que ceden terreno 1, pero desde lo simbólico manipulan y articulan estructuras que inciden en la configuración del imaginario colectivo2, para aparentar una asimilación de la diversidad sexual cuando, en realidad, a partir de un tratamiento sesgado, continúan perpetuando el prejuicio de “lo anormal”. Se constituye, como diría Marcus, en una especie de tolerancia represiva. Podría aducirse que es positiva la aparición del tema, aunque sea tratado de manera estereotipada, 1
Bajo los signos de la trasgresión aparente, se esconden las estrategias ocultas de la sumisión y, bajo el celofán seductor de las formas más atrevidas y dinámicas, se oculta el tedio de los estilos de vida más acomodados y estáticos, afirma Carlos Lomas, catedrático de la Universidad de Oviedo y citado por Taíma Quiñonez Martínez, en su trabajo de diploma “Aroma de hombre”, Facultad de Comunicación, 2003
2
Conjunto de imágenes, símbolos, mitos y referentes culturales compartidos socialmente.
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pues el público puede ir aceptándolo o, por lo menos, “familiarizándose” con él. Pero hacer más visible el asunto de manera sesgada lo que logrará es potenciar los juicios de valor discriminatorios ya existentes, al verse confirmados por el “Gran Hermano” de nuestros días: los medios de comunicación. Vicente Molina Foix, en su artículo ya citado3, alerta: Mientras el desmentido no se traduzca en hechos y actitudes radicalmente distintas, el supuesto glamour y la tan comentada pujanza de la sociedad homosexual serán, como en la película de Berlanga, la fanfarria de un festival benéfico o una campaña electoral, a modo de sordina de los remordimientos del más noble espíritu solidario. Migajas del banquete que en fechas señaladas dan los que tienen mucho a aquellos don-nadies que se contentarían teniendo sólo lo suficiente: lo de todos.”
3
Vicente Molina Foix: “Siente a un ‘gay’ a su mesa”, en El País, edición del 10 de enero, 2003.
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EL REGUETÓN EN CUBA: UN ANÁLISIS DE SUS PARTICULARIDADES(*) [fragmentos] Liliana Casanella Cué, Grizel Hernández y Neris González El reguetón [...] ha devenido, en los últimos tiempos, fenómeno que ha logrado subvertir el orden consabido en el ámbito popular y ha protagonizado, cada vez con más fuerza, el panorama cubano, sobre todo a partir de los primeros años del presente siglo. Se ha erigido en un género musical de indudable acogida por un grupo poblacional tan irreverente por sí mismo como son los adolescentes —transgresores por excelencia— [...] sobre todo en las músicas, donde lo sexual y erótico se manifiesta cada vez con mayor libertad en los textos y el baile. Caracterizado por patrones rítmicos reiterativos y sencillos, ha sido muy criticado por la chabacanería de sus textos, el dudoso empleo del doble sentido y el vocabulario eminentemente callejero, convirtiéndose en causa fundamental de discordias generacionales en los hogares y a escala oficial. [...] [...] [...] el terreno de las características textuales se erige en un camino vulnerable, pues los límites de (*)
Resumen elaborado sobre la base del enjundioso trabajo homónimo de las autoras, La Habana, 2006. (A los efectos del presente módulo resulta de mayor interés el asunto relativo a las letras de este género musical, que es el que mejor daría cuenta del tratamiento que este le da a la mujer).
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lo popular, lo vulgar, lo populachero o populista dependen de valores subjetivos y cambiantes. Por tal razón, no se debe pecar de extremismos ante fenómenos que, por su novedad, puedan resultar conflictivos, sin que esto signifique hacer concesiones a lo francamente soez o pornográfico. De hecho, este proceso de contradicción entre lo nuevo y lo viejo ha existido en todas las épocas, y es solo la historia la que decanta lo válido, al margen de escándalos sociales o la censura de la crítica especializada u oficialista. [...] Hurgando en las entrañas del reguetón… de su música, su baile y sus letras Conceptualizar el reguetón, como ocurre con cada manifestación artística emergente, constituyó un empeño signado desde el inicio por una notoria polémica en la Isla. [...] [...] Desde otra arista, la perpetuidad y cadencia rítmica del reguetón ha dado lugar “a bailes en extremo sensuales, con un fuerte componente erótico, exacerbado en los momentos climáticos de las actuaciones, en los que la figura femenina asume un evidente protagonismo incisivo y de provocación”.1 La expresión danzaria del género que nos
1
Ver Liliana Casanella, Neris González y Grizel Hernández: “El rap en Santiago de Cuba: sus causas y azares”, en Movimiento, revista de la Agencia Cubana de Rap, no. 2, año 2, 2004, pp. 42-47.
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ocupa requiere, ante todo, la independencia del actuante, propensión que sustituye el tradicional baile de parejas por la ejecución en solitario que ya se venía gestando desde la timba. Es característico, en este caso, un tipo coreográfico identificado como perreo por los propios practicantes,2 trasladado de los modelos foráneos, en el cual la mujer realiza los movimientos de espaldas al varón. Sin embargo, este se ha modificado en Cuba, para dar paso a otras modalidades de creación nacional que se han ido estableciendo con una carga erótica mucho menor. Estas han sido denominadas, de acuerdo al criterio émico, como reloj, tranque y retro, y en ellas se fusionan rasgos del perreo, a la vez que asumen elementos provenientes del breakdance, el tembleque timbero, la rumba, así como movimientos heredados de diversas manifestaciones de antecedente africano, que forman parte de nuestra tradición músicodanzaria. [...] [...] Ya los textos de la timba (al igual que los del son en otra época, u otros géneros en los diversos países que conforman el área del Caribe) habían sido objeto de enconadas críticas por quebrantar,
2
Toma este nombre por simular la forma en que hacen sexo los perros. La información concerniente al baile aparece descrita en el Informe de Investigación sobre el reguetón, elaborado por un colectivo de especialistas del Departamento de Desarrollo del Centro de Investigacón y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), a partir del trabajo de campo del sociólogo Raymundo Villaurrutia.
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en determinados momentos, los cánones establecidos. [...] Con el hip hop el discurso lingüístico se acerca a otra forma de decir, desafiante, polémica, con sus propios códigos comunicativos, cercanos también a lo periférico, y otro tipo de tratamiento lexical y fraseológico diferente al de la música bailable. En el caso del reguetón, se hace evidente una voluntad de estilo deudora del raggamuffin,3 que utiliza con frecuencia letras “de relajo”, llenas del argot de la calle. Sin embargo, las producciones que circulan hoy día propician que se cuestione hasta qué punto muchos de estos textos son representativos de la tradición nacional del doble sentido y no de uno bastante directo y evidente, concebido a priori por los autores. [...] En el cancionero cubano de reguetón se aprecian dos tendencias bien marcadas: por un lado, las agrupaciones profesionales se inclinan hacia textos banales, que no llegan a la vulgaridad y la obscenidad, aunque reflejan buena dosis de machismo, guapería y egocentrismo, así como una visión poco feliz de la figura femenina. Otra vertiente 3
Estilo musical derivado del dub, género popular jamaicano caracterizado por un discurso rítmico parlado, sobre un fondo instrumental de reggae. El raggamuffin o raga se deriva de la combinación del rap y el reggae, según se explica en varias fuentes bibliográficas consultadas. El término procede del inglés ragamuffin, que significa andrajoso, de baja condición. Para algunos raperos, esta especie se caracteriza por un exacerbado doble sentido y énfasis en lo erótico-sexual.
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es la que alista letras vulgares, muchas veces obscenas y pornográficas, regodeadas en los temas sexuales, que se apoyan o no en vocablos de uso bien limitado. A esta se adscriben, por amplia mayoría, las piezas de aquellas propuestas que tienen su modo de existir en el mercado subterráneo. En tal sentido pueden encontrarse títulos tan difundidos por esta vía como “La chocha” y “Coge mi tubo” (también llamado “Morronga a domicilio”), ambos de Los tres gatos, junto a “Métela” de Chicos Rap y “Dale por atrás” de New Era. En la última vertiente llama la atención el deterioro paulatino de la calidad textual y el incremento de los códigos más restringidos de la lengua, en la medida en que este género ha ido afianzándose en el gusto popular. En la actualidad, las letras son más agresivas que años atrás, quizá en franca competencia de sus autores por superarse mutuamente, en cuanto a irreverencia y trasgresión. El eufemismo [...] pierde su tratamiento estético para ser suplantado por los términos que, en el argot popular marginal o familiar, sustituyen los vocablos que designan los órganos sexuales o las relaciones de este tipo, con una intención directa y descarnada, que nada tiene que ver con la tradición picaresca de la música popular. Desde el punto de vista temático se abordan, sobre todo, asuntos relacionados con el sexo, la mujer y el baile, mientras también se trabaja —con diferentes formas de acercamiento— la crónica de lo cotidiano, las problemáticas ecológicas, las contradicciones sociales y otros de interés general. [...] Debe hacerse notar que, en algunos casos, como el de Candyman, también se encuentran textos que 281
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reflejan, a su manera, conflictos de índole social, aunque cabe subrayar que no son estos precisamente los que más aceptación han logrado. Así sucede en “Señor oficial” y otros que tratan sobre las consecuencias de la corrupción de menores, o que alertan sobre el uso de las drogas [...] Así mismo, otros comportamientos son abordados con un tono jocoso, sin ignorar aspectos de las realidades cotidianas de la actualidad, aprovechando casi siempre la figura de la mujer como punto de partida para conformar la anécdota. [...] Debe quedar bien claro que las intenciones del género, en lo que a materia de textos se refiere, no tienen nada que ver con un profundo compromiso social, ni agudas reflexiones que corresponden a otros segmentos de la música popular. Sus pretensiones son, en lo fundamental, festivas y de divertimento, y sus temáticas se relacionan, obviamente, con esta pretensión. [...] La violencia léxica de esta especie permite medir, de cierta forma, cómo se manifiestan en la sociedad disímiles aristas de las crisis: inestabilidades, desequilibrio en los sistemas de valores, cambios sensibles en sus estructuras (familiares y de comportamiento individual), lo cual a su vez se genera a partir de los conflictos económicos y las desigualdades que han sacudido al país desde los años noventa y que, de otra manera, ya se venían exponiendo desde la timba. En estos textos aflora, con mayor nitidez que en otras músicas y que en épocas anteriores, una vi282
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sión de la mujer cuya actitud asume procederes propios del marginalismo y el machismo, en una posición de franca inferioridad; comportamientos estos que aún subsisten, muchas veces enmascarados. Tal acercamiento a la figura femenina fue gestado desde las letras del rap y quizás haya emergido inicialmente en las del reguetón, por una mimesis primaria a sus modelos puertorriqueños, que encontró un caldo de cultivo propicio en ciertos sectores poblacionales. [...] [...] no cabe dudas de que se trata de una manifestación musical mediante la cual se traslucen los sentimientos de trasgresión de códigos, ruptura y cambios en el sistema de valores que tiene lugar en nuestros días. Dicho proceso se contempla no solo en el aspecto temático, sino también en el lexical, al tiempo que deviene respuesta inmediata a las necesidades expresivas que la contemporaneidad impone. A tenor de ello, valen las palabras del académico Joan-Ellies Adell Pitarch cuando plantea: “Hay que tener en cuenta [...] que la música no es un reflejo pasivo de la sociedad; también sirve como foro público con que diferentes modelos de organización ideológica (a través de una serie de aspectos vinculados con la vida social) son afirmados, desmentidos, adoptados, contentados y negociados.”4
4
Joan-Elies Adell Pitarch: “La música popular contemporánea y la construcción de sentido: Más allá de la sociología y la musicología”, en Revista Transcultural de Música, no. 3, 1997, [consulta 1 de enero de 2007].
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ESE CUERPO ORLADO DE BELLEZAS(*) Isabel Moya Richard No a tu cara mira el espejo que te olvida FINA GARCÍA MARRUZ
Desnudo o vestido, ataviado con lino o tejidos sintéticos, rasurado, depilado, tatuado, pintado, adornado con perlas o cuentas de cerámica, siliconado, liposuccionado, lleno de cicatrices visibles o invisibles, de percings en los sitios más inimaginables, teñido, decolorado, con canas, iluminaciones, sometido a dietas y a sesiones de gimnasia o abandonado al reino de los carbohidratos y las grasas, el cuerpo humano es una representación, una narración de una misma y de los otros y las otras. Una expresión simbólica de lo que somos o pretendemos ser, un constructo social a partir de una realidad biológica, un discurso del yo. En él somos, a través de él nos comunicamos. El cuerpo es un entorno natural, pero está a su vez socialmente constituido1, por lo que cuerpo y cultura se implican mutuamente, pues la experiencia humana se erige y constituye desde una omnipresencia del cuerpo. Y las experiencias humanas se socializan, en la era de las nuevas tecnologías de la información y (*) 1
Tomado de Isabel Moya: El sexo de los ángeles, inédito. Margarita Baz: “Metáforas del cuerpo: un estudio sobre la mujer y la danza”, Universidad Autónoma de México, México, 1996.
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las comunicaciones, también a través de los medios de comunicación masiva. La representación mediática del cuerpo humano, en particular del femenino, es expresión de la dominación falocéntrica al proponer como norma, como paradigma para ser considerada una mujer objeto del deseo masculino y, por lo tanto, una “mujer de verdad”, “realizada”, un cuerpo antinatural que no envejece, eternamente adolescente y casi siempre caucásico. Desde afiches, anuncios publicitarios de revistas, vallas monumentales que utilizan las tecnologías más modernas, tiras cómicas o spots televisivos, se vende, se propone, se edifica “el eterno femenino” del primer siglo del tercer milenio. Como señala Jürgen Habermas, “las imágenes del mundo cumplen la función de conformar y asegurar la identidad proveyendo a los individuos de un núcleo de conceptos y suposiciones básicas que no pueden revisarse sin afectar la identidad tanto de los individuos como de los grupos sociales”.2 Por ello resulta necesario profundizar en la representación del cuerpo femenino que ofrecen los medios y su expresión no solo en la conformación de un paradigma de mujer perpetuamente joven, sino la utilización de este modelo y de las consecuencias que genera en las receptoras-perceptoras-consumidoras, como forma de dominación en tiempos en que resulta “mal vista” la exaltación de un pensamiento declaradamente patriarcal. 2
Jurgen Habermas: Racionalidad de la acción y racionalización social, Taurus, Madrid, 1999.
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De manera que las formas y la expresión de ese poder y la discriminación de la mujer se articulan hoy en nuevos escenarios y espacios, y recurren a originales o viejas manifestaciones, como alerta la española Judith Astelarra3 . Entre estas manifestaciones, la representación del cuerpo de la mujer que diseñan los medios articulados en una dinámica global, y dentro de un proceso de integración vertical y horizontal, constituye, desde mi punto de vista, una de estas formas que el pensamiento hegemónico androcéntrico utiliza en sus actuales estrategias de perpetuación. Aunque coincido con García Canclini4 en que “lo masivo circula tanto por los medios electrónicos como por los cuerpos, la ropa, las empresas, la organización del espacio urbano. El poder ideológico que asocia un símbolo con la juventud y genera un modo de interpretar lo que significa ser joven no reside únicamente en la publicidad, ni en el diseñador, ni en los medios; circula por esos y otros espacios sociales, actúa gracias a las maneras en que se cruzan y combinan”, me interesa particularizar la relación de representación simbólica del cuerpo femenino y los medios de comunicación. Es cierto que el cuerpo masculino es también objeto de representación, sobre todo a partir de 3
Judith Astelarra: ¿Libres e iguales? Sociedad y política desde el feminismo, CEM Ediciones, Santiago, 2003.
4
Nelson García Canclini, “Ni folklórico, ni masivo: ¿qué es lo popular?”, tomado de www.infoamerica.org/documentos_pdf/ garcia_canclini1.pdf
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los años noventa, pero me seduce en especial el tratamiento que recibe el femenino, porque la mujer interpretada en el cine, el video, la televisión, el multimedia, la prensa impresa, Internet y los soportes promocionales se representa, como tendencia, con un peso 23 % menor que la mujer promedio y, alguna de ellas, como Miss Brasil 2001, necesitaron 24 operaciones quirúrgicas para llegar al canon.5En un trabajo anterior6 yo proponía una receta que se pudiera utilizar para construir esta mujer global a la que hay que llegar a parecerse a riesgo de no ser, de no significar, no solo para una misma, sino para los demás y, sobre todo, para el otro a partir del cual somos construidas. Este proceso de aculturación que se propone, al negar la diversidad de ciclos vitales, edades, etnias, clases sociales, está muy bien diseñado a partir de que el cuerpo es una forma simbólica. El 56 % de los comerciales dirigidos a mujeres jóvenes en la televisión y el 57 % en las revistas llamadas femeninas hablaban de belleza. Uno de cada 3,8 comerciales de televisión en Estados Unidos incluye en su mensaje la definición de “atractivo físico”.7 5
Id.
6
Ver Isabel Moya: “Del Azogue y los Espejos”, en Nosotras en el país de las comunicaciones, Editorial Icaria, Madrid, 2007.
7
Elsie Mc Phail Fanger: “Cuerpo y Cultura”, en Razón y Palabra, febrero-marzo, 2002, http://www.cem.itesm.mx/ dacs/publicaciones/logos/anteriores/n25/emcphail.html
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En el portal de Internet Mujeractual.com aparece un artículo que describe el busto perfecto: El pecho firme con escote con el pezón mirando ligeramente hacia arriba, hacia delante y algo hacia fuera y de una talla 90 ó 95 es el más atractivo y aunque llegar a estas conclusiones sea por evolución cultural y social o por otros motivos, no importa. Es la verdad, es un hecho y no es necesario rebelarse, sino aceptarlo y quien no lo acepte pues que siga viviendo con pecho grande o pequeño, y seguro que puede ser feliz y ser atractiva a su pareja.8
Si la primera parte pudiera parecer que roza el absurdo con esas precisiones de “…mirando ligeramente hacia arriba, hacia delante y algo hacia fuera…”, la segunda se torna cruel cuando afirma, en falso tono conciliatorio y de resignación: “es la verdad, es un hecho y no es necesario rebelarse, sino aceptarlo” y termina aparentemente respetando a las que no lo acepten, confiando en que podrán agradar a sus parejas. Es obvio que el autor es cirujano plástico y entre la ética y la estética, prefiere la última. Estos productos comunicativos, diseñados a partir de conceptos dicotómicos: lo atractivo y lo no atractivo, lo feo y lo bello, lo in y lo out, funcionan como un espejo para percibirse y evaluarse. Se presenta al cuerpo como medida de su valor como ser humano. Vuelve el aspecto biológico —que ha sido el pretexto para justificar la ideología que sustenta 8
Dr. Ramón Vila-Rovira: “Evolución de la estética y la imagen en los últimos 100 años”, en www.mujeractual.com/ belleza/temas/19.html
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el pensamiento androcéntrico— a constituirse en fundamento para la desigualdad. Si los genes de ese ser “inferior” que es la mujer no tienen en su información las tallas y colores esperados, desciende aún más en la escala en relación con sus iguales y en la valoración masculina. Y como las ideas patriarcales son independientes del sexo de quienes las formulan y detentan, las propias mujeres son las primeras en tasar a las otras a partir de su físico. En este sentido, la diferencia fundamental entre hombres y mujeres se expresa desde el lenguaje que, a su vez, califica la relación que se establece con la otra persona. Las mujeres dirán de su igual que responde al canon de belleza socialmente establecido: “es linda”; ellos, por su parte, exclamarán: “está buena”. Elsie Mc Phail9 sostiene que “el concepto de imagen corporal, en tanto representación física y cognitiva del cuerpo, que implica e incluye actitudes de aceptación y rechazo, ha sido clave para comprender la influencia de los medios masivos de comunicación en las personas”. El andamiaje de la superioridad y la inferioridad se erige entonces al descartar lo legítimo de la diferencia y presentarla como “anormalidad”. El cuerpo que no responda al modelo es, no solo un cuerpo devaluado, sino un ser humano femenino de menos valor. Para los hombres, por su parte, la aspiración es llegar a poseer una mujer físicamente como dicta la norma. No alcanzarla le genera profunda frus9
Elsie Mc Phail: ob. cit.
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tración, pues se convierte en un “perdedor” para sus pares, pues, como reza el refrán, “le tocó bailar con la más fea”. La referencia despectiva al físico de su pareja es una de las formas de violencia psicológica a las que el varón apela con frecuencia, pues sabe la connotación humillante que esto tiene para la autoestima femenina. Cerca de 33 billones de dólares ha movido el negocio de la cirugía plástica en los últimos años. Hamburg10, médico psiquiatra e investigador de la escuela de medicina de Harvard, especula sobre la publicidad como “normalizadora” de cuerpos irreales para estimular un deseo no satisfecho que mueva al consumo. No me detendré en este aspecto, interesante y ya estudiado, aunque es ineludible señalarlo. Lo que deseo es trascender precisamente estos análisis, sin dudas muy útiles en el develamiento de los mecanismos de la sociedad de la información, y volver a la tesis que sostengo en este trabajo: la centralidad que ha ido ocupando la representación del cuerpo femenino en los medios en una eterna juventud que no solo niega las edades, sino que afirma que solo hay un ciclo vital válido —la etapa reproductiva—, se constituye en una expresión de ejercicio del poder para asegurar el control de los cuerpos y las almas femeninas en tiempos en que emergen nuevos paradigmas de equidad entre los géneros. 10
P. Hamburg: “Media and eating disorders:who is most vulnerable?”, en Public Forum: Culture, media and eating distorders, Harvard Medical School, 1998.
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La conciencia de sí, inseparable de la del otro, tiene efectos decisivos en la forma de entender la libertad humana, ha subrayado Tzvetan Todorov11. En consecución, el cuerpo femenino configurado en un destino negador del devenir es dependiente de mandatos que coartan y condicionan su ejercicio de la libertad en condiciones de igualdad. La mujer muere, no cuando deja de latir su corazón, sino cuando su cuerpo deja de ser objeto del deseo del otro. Es una muerte simbólica que se anticipa a la física y es igualmente temida. La imagen del cuerpo se constituye eje de la conciencia de uno mismo y centro ordenador de las experiencias humanas primarias12, por lo que se hace evidente que, al reducir la representación del cuerpo femenino en un ideal mediático inalcanzable —pero a cuyo mandato es difícil escapar y que, de alguna manera, marca a las mujeres de todas las edades y sectores, ya sea por la apreciación de sí mismas o por la valoración de los demás—, nos encontramos ante un metamorfoseado mecanismo de control del poder hegemónico patriarcal en tiempos de realidad virtual e Internet. La juventud eterna y la inmortalidad son sueños de la humanidad que han quedado atrapados en el mito, la palabra y la memoria, o en asépticos laboratorios de manipulación genética, siempre signados por la obsesión de nuestra propia tem11
Tzvetan Todorov: “Modernos y postmodernos”, en www.antroposmoderno.com/textos/modernosy.shtml
12
C. Benilda Vázquez: “La Educación Física en la Educación Básica”, Gymnos S.A. Editorial, Madrid, 1989.
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ESE CUERPO ORLADO DE BELLEZAS
poralidad. La nunca encontrada Fuente de la Eterna Juventud que obsesionó a Ponce de León y lo llevó a La Florida, la sangrienta Elisabeth Bathory y el recurrente Fausto comparten, con el promocionado Gerovital y la nunca bien definida Viagra, la aspiración de encontrar la eternidad. En este afán válido por exorcizar los demonios del deterioro físico y la muerte, la humanidad se ha inventado la filosofía, la literatura, la psicología, la mitología, la biotecnología y también, por qué no..., los medios de comunicación masiva. Las engañosas promesas mediáticas sexistas privan del placer de disfrutar el camino por cada etapa de la vida. Al proponer un cuerpo femenino atemporal para situar el lugar de las mujeres en la sociedad, se sigue legitimando la naturalización de lo biológico como definición de lo humano femenino, ignorando las implicaciones culturales. Se expropia a las mujeres del jubileo gozoso del cuerpo y el espíritu más allá del tiempo, como proclama en su obra la matancera Carilda Oliver Labra. Las negras, mulatas, mapuches, mixtecas, yucatecas, aimaras, guaraníes no están en la corriente principal de la realidad construida por los medios. En las telenovelas, los videos clips y la publicidad, el cuerpo femenino predominante sigue respondiendo a arquetipos prefabricados en la fábrica de la homogenización cultural patriarcal. En el tercer milenio, los fantasmas de la dominación androcéntrica esgrimen el cuerpo como pretexto. Tras los nuevos despliegues tecnológicos sobreviven los viejos contenidos. 293
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LO GAY TAMBIÉN VENDE(*) Isabel Moya Richard Creces de la incoherencia como un golpe humano como algo ante lo que uno tiene que quitarse la mirada o sentir como un enrojecimiento ante una falta de tradición. LINA
DE
FERIA
La postmoderna expresión “políticamente correcto” ilustra una de las estrategias de los discursos hegemónicos del siglo XX y de los inicios del XXI: la apropiación de los discursos alternativos o contrahegemónicos, despojándolos de su carácter trasgresor, vaciándolos de sus verdaderos contenidos, manipulando sus esencias y potenciando lo aparencial para acabar “hibridándolo” en su propio discurso, ofreciendo de esta manera una visión de auto renovación, de puesta al día. No escapan a este “reciclaje light” el género, la otredad y la orientación sexual, que aparecen con frecuencia en los grandes medios de comunicación social, en las intervenciones públicas de políticos y en los proyectos de ciertos organismos internacionales que se apuntan a las reglas del juego de la “tolerancia” y que desconocen, sin embargo, el verdadero respeto a la diversidad. La elaboración de relatos se ha convertido en una actividad productiva en dos aspectos: en el de la producción cultural de representaciones sociales y en el de la producción material de bienes (*)
Tomado de Isabel Moya: El sexo de los ángeles, inédito.
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destinados a expresar esas representaciones. La publicidad se inscribe en los relatos de la comunicación pública en los que esta doble función es muy explícita y, como afirma Martín Serrano1, está interesada más bien en lo que permanece (o se desea que permanezca) en la sociedad, que en lo que ella cambia. Para realizarse en su doble misión simbólica y material, recurre con frecuencia al cuerpo humano. La representación social del cuerpo de hombres y mujeres es uno de los espacios en que culturalmente se construyen los discursos sobre lo que consideramos masculino y femenino. Más allá de huesos, músculos, esponjosas vísceras, sangre, agua, nervios, detritus y cavidades misteriosas e insondables, el cuerpo es, sobre todo, un relato. El cuerpo es el recinto primigenio en el que somos el yo y no el otro. En los noventa, el tema homosexual y, en particular, la representación del erotismo homosexual y del cuerpo a partir de una estética “gay” —y utilizo el término a propósito y con toda la carga superficial que tiene— ha sido uno de los temas asumidos en la agenda mediática dentro de la estrategia comunicacional ya descrita. Aunque es cierta la aparición de medios llamados alternativos, que abordan la homosexualidad y el lesbianismo desde posiciones reivindicativas, lo que prima en los grandes medios es todavía el 1
Manuel Martín Serrano: Epistemología de la comunicación y análisis de la referencia, Alberto Corazón editor, Madrid, 1981.
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tratamiento caricaturesco, dramático, exótico, condescendiente y tolerante del gay. Vicente Molina Foix tipifica la situación en España2: La homosexualidad está de moda, o eso dice la heterosexualidad reinante. La propia revista Zero lleva en sus páginas una sorprendente cantidad de publicidad ‘no tendenciosa’, incluido el anuncio de una gran compañía aérea que se muestra orgullosa de extender sus ofertas de vuelo barato a las parejas del mismo sexo. Y pongan la tele, donde no hay programa de variedades sin su mariquita orgánico, tertulia de sobremesa sin venenosa loca áulica, serie dramática que se precie sin personaje gay a modo de mascota. ¿Tanto ha cambiado el país de los machos, o seguimos en el terreno de la pura fábula? Mi opinión es que no hay cambio profundo de actitud, sino limosna, que para ser actuales llamaremos cuota. A los homosexuales se les está aplicando en España el porcentaje de tolerancia dictado por una buena conciencia aceleradamente puesta al día...”
Michael Medved3, por su parte, en su intervención en el simposio “Homosexuality and American Public Life”, lo explica como parte de una estrategia de ciertas tendencias dentro del movimiento homosexual norteamericano: 2
Vicente Molina Foix: “Siente a un ‘gay’ a su mesa”, en El País, edición del 10 de enero de 2003.
3
Michael Medved: “Una estrategia planeada desde fuera de los medios audiovisuales: Por qué Hollywood promueve la causa gay”, conferencia pronunciada en el Simposio Homosexuality and American Public, Life, organizado por el American Public Philosophy Institute en 1997 y publicado por Aceprensa en su servicio 56 de 1999.
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(...) lo primero es insensibilizar al público con respecto a los gays y sus derechos. Insensibilizar al público es ayudarle a ver la homosexualidad con indiferencia, y no ya con apasionamiento. Casi cualquier comportamiento empieza a parecer normal si se satura al público. El modo de entumecer la sensibilidad espontánea es que haya mucha gente que hable mucho sobre el tema en términos neutrales o favorables. Que se hable del tema continuamente da la impresión de que la opinión pública, al menos, está dividida, y de que un sector considerable admite o aun practica la homosexualidad. Incluso los enconados debates entre detractores y defensores sirven para insensibilizar, siempre que salgan a la palestra gays “respetables” que hablen a favor. Lo principal es hablar de lo gay hasta que el tema llegue a resultar tremendamente aburrido.
Ante esta estructuración simbólica de la homosexualidad desde los medios de comunicación, descrita por el escritor español y el crítico norteamericano, yo me adentraré en la aparición en la publicidad del tratamiento de lo gay. Tradicionalmente, la publicidad de productos cosméticos y vestuario apela al cuerpo. La utilización de técnicas de creación de estímulos que utilizan y explotan el erotismo, la libido, la sexualidad, se introdujo con fuerza desde la década del cuarenta en la publicidad comercial, transitando de alusiones veladas con protagonistas mujeres a la utilización de imágenes explícitamente sexuales de hombres y mujeres; y aunque el peso de estas imágenes recae en la heterosexualidad, considerada como la norma, el manejo de escenas ambiguas y de representaciones andróginas han tenido también un peso importante en los últimos años, hasta de298
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sembocar, sobre todo a finales de los noventa, en el uso de imágenes manifiestamente homosexuales. Desde apropiaciones icnográficas de los dibujos de Tom de Finlandia4 hasta fotografías de un militar besando a su pareja en plena calle —un anuncio con el que Diesel pretende vender sus jeans y en el que se apropia de uno de los míticos lemas de mayo del 68, “Hagamos el amor y no la guerra”5— las marcas de la industria de la moda pretenden seguir adueñándose de las tarjetas de créditos, ahora recurriendo “a la estética gay”. Fernando Javier Crecente Romero6 explica, desde los publicitarios, el uso de la homosexualidad: La homosexualidad ha sido uno de los grandes tabúes en el mundo publicitario, pero en el cual los creativos han encontrado un filón de valiosa cuantía, amparándose en que este segmento de público suele tener un nivel económico bastante alto, aparte de que la utilización de este tipo de imágenes ya no provoca tanto rechazo social.
Los anunciantes quieren destacar, entre las demás marcas, como sea. Esto significa un paso atrás 4
Touko Laaksonen (1920-1991), artista plástico conocido por su seudónimo Tom de Finlandia. Sus dibujos eróticos reflejaban cuerpos masculinos musculosos y con frecuencia representaba marineros y militares.
5
La foto en blanco y negro recoge la imagen de un soldado y un joven, con un jean Diesel y besándose en plena calle.
6
Fernando Javier Crecente Romero: “El .sexo en la publicidad”, en http://www.gestiopolis.com/recursos/documentos/fulldocs/mar1/sexpubli.htm, consultado el 29 de noviembre 2003.
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respecto a la creatividad, pero no hay que ser alarmista, ya que el público está preparado para ver las historias de sexo con humor. La concepción de que la sexualidad es algo ligero, humorístico, cómico, gracioso, es un intento de despojarla de su carácter existencial. Es una excusa ideológica para utilizarla como gancho en la venta de productos de todo tipo. Sin embargo, sería errado pensar que el uso del tema homosexual en la publicidad es una tendencia mayoritaria, digamos que aún hoy se ve como transgresora, provocadora y en determinados mercados no ha dado resultado o ha sido necesario suspenderla. La serie Ellen, de la televisión norteamericana (donde la protagonista revela que es homosexual), perdió cientos de miles de dólares de anuncios, pues firmas como la Chrysler, J.C. Penney y Wrigley no querían mezclarse con este tipo de mensaje. Por lo general, son las marcas de ropa, perfumes y cosméticos masculinos las que más han incursionado en este campo y predominan las de origen europeo. De igual manera, me referiré a tendencias; por supuesto que hay excepciones, pero no hacen más que confirmar la regla. ¿Qué discursos proponen estos anuncios a través de la imagen del cuerpo? A diferencia de las imágenes dominantes en los años setenta, con el ideal estético predominante de un cuerpo delgado y muy andrógino que propuso la llamada moda “unisex”, en los noventa se entronó el del cuerpo musculoso y lampiño, cuyos antecedentes eran los ya citados dibujos de Tom de Finlandia y el trabajo fotográfico de 300
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Bob Mizer en la revista Physique Pictorial, en las décadas de los cuarenta y cincuenta. En opinión de algunos, este cambio de imagen fue el resultado de la irrupción de la epidemia del sida, ya que frente a los prejuicios que aparecieron entonces, resultó imperativo para los homosexuales tener un aspecto saludable, lo que llevó a que surgiera la “cultura gay del gimnasio”, que pronto se expandió a toda la sociedad. Ha sido un retornar conservador al “macho clásico”, después que en los setenta se había desestructurado iconográficamente la imagen masculina tradicional, al asumir atributos considerados femeninos como el pelo largo, los pulsos y collares, la ropa bordada. El uso del tema dentro de la estrategia de venta —no solo de un producto, sino de una concepción del mundo—, permite la aparición de mensajes utilizados también en anuncios dirigidos a otros públicos. Entre ellos, podría citar el culto a la juventud física con imágenes representativas de hombres muy jóvenes que, aunque musculosos, tienen caderas muy estrechas y el torso y el rostro lampiños; algunos autores7 refieren que se prefieren los rasgos adolescentes. Por otro lado, también resulta interesante señalar que esta imagen del cuerpo se ha generalizado como el canon de la belleza masculina al margen de la orientación sexual. La perfección fí7
Jorge Alberto Chávez Reyes: “Belleza masculina y estética gay”, en http://www.corazongay.com/article/articleprint/ 1776/-1/18/, consultado 20 de noviembre de 2003.
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sica del hombre se sigue asociando a la fuerza y a la potencia sexual, pues los torsos, desnudos o no, pero con músculos bien definidos, y generalmente aceitados para que las luces les confieran aún más volumen, terminan en pantalones ajustados que marcan los genitales. La adoración al falo, propia de toda la cultura androcéntrica, está presente y remarcada en esos pantalones a punto de romperse por una virilidad siempre manifiesta. La ambigüedad es un recurso al que se apela con frecuencia, como ya se hacía en los anuncios de bebidas alcohólicas, que recurrían a veladas referencias a sexo en triángulos. En este caso, al tener un patrón de belleza común, muchas veces queda al espectador interpretar una mirada, un gesto... se juega a lo indefinido. Roberto Echavarren8 llega a afirmar que es cuestionable hablar de una cultura gay o queer, primero, porque no es homogénea y, segundo, porque está imbricada en un proceso que la rebasa, ya que componentes homoeróticos traicionan la expresión o acusan la práctica de muchos que, sin embargo, no reconocerían como propia la etiqueta de gay u homosexual. Entre los recursos a los que apela la construcción del discurso mediático de estos anuncios —y que reafirman mi opinión de que el tema se aborda desde posiciones manipuladoras que no presuponen la integración, sino que muchas veces disfrazan la exclusión— está la enajenación de los ambientes. 8
Roberto Echavarren: Arte Andrógino: Estilo versus Moda, Los libros de Brecha, Montevideo, 1997.
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A diferencia de la tendencia contemporánea de presentar en los productos comunicativos los ámbitos más cotidianos en los que se desarrolla la vida de los potenciales consumidores: el hogar, la oficina, la escuela, el centro para ancianos, el parque de diversiones, entre otros, los personajes de los anuncios que utilizan el tema gay aparecen en espacios “irreales”, “construidos”, casi escenográficos. Ubicados en esos ámbitos de ficción, confirman los prejuicios y estereotipos que los catalogan como raros, alejados de lo normal y lo corriente. Recurrentes resultan las alusiones a marineros, como en los anuncios del perfume “Le Male” de Jean Paul Gaultier9, o en el catálogo de Versace10. Este elemento, si bien es como un fetiche en cierta estética homosexual, asocia esta orientación sexual a sectores de moral dudosa o libertina, según los estereotipos tradicionales. Otro mecanismo a considerar es que, aunque aparecen parejas e individuos solos, con frecuencia se recurre al grupo de personas de un mismo sexo, algo que no es común en otro tipo de anuncios. El sentido de guetto se remarca en esos grupos 9
La foto del anuncio refleja a un marinero musculoso, con una flor tatuada en su antebrazo y los labios pintados de rojo intenso, quien mira provocativamente desde el anuncio del perfume, cuyo frasco es también un torso de marinero.
20
La imagen recoge a dos hombres con camisetas de marineros que están en medio de un bosque mirándose fijamente a los ojos. Están encuadrados por un marco de estilo rococó que ellos mismos sostienen, en pose sumamente artificiosa.
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que miran retadora y “peligrosamente” desde las páginas cromadas de las revistas. Las poses de los modelos y la manera de asumir las representaciones de las imágenes icnográficas exhiben un manierismo muchas veces rayano en la caricatura, como en el ya citado anuncio del perfume de Jean Paul Gaultier, donde hasta el frasco del producto responde al paradigma de torso musculoso y genitales provocadores. Lo que acentúa la impresión de inusual, de irreal...; a ello súmese el único texto que aparece en el anuncio, el nombre del perfume: “Le Male”... ¿quién es el malo de esta película, el chico, el perfume, el potencial comprador? Al igual que con el cuerpo femenino y masculino heterosexual, esta publicidad propone de modelo, para el cuerpo masculino homosexual, el paradigma de la perfección en las medidas anatómicas de un sujeto blanco, eternamente joven, sin una gota de grasa, esquema que se repite hasta la saciedad . Los estudios de la imagen de la mujer en los medios han revelado los mecanismos de construcción de la “norma” femenina mediática y han denunciado las consecuencias para la salud física y mental de las mujeres sometidas a la tiranía de construir su cuerpo a imagen y semejanza de la publicidad. Se abre ahora la interrogante de las consecuencias para la autoestima masculina de las imágenes que se proponen como paradigmas desde los anuncios comerciales.
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VISIÓN DE LA MUJER EN LA MÚSICA POPULAR(*) [fragmentos] Liliana Casanella Cué La figura femenina ocupa, sin duda alguna, un lugar privilegiado en la historia de las artes y, por supuesto, en la música. Como figura y centro de la relación amorosa, se convierte en temática obligada en el medioevo, época durante la cual la concepción del amor romántico llegó a dominar no solo el lenguaje artístico sino también —aunque en menor medida— la moralidad de Europa y América, con importantes elementos clásicos en su desarrollo. […] Signado por las condicionantes sociales que han marcado el comportamiento de los géneros a lo largo de la historia de la humanidad, el canto a las mujeres ha mantenido algunas características invariables. […] En el cancionero nacional, la mujer ha constituido perenne temática, constante motivo, pretexto infaltable en la pluralidad genérica de nuestra música. […] En esta ocasión, solo será abordada la imagen femenina en la música popular, más exactamente en la cancionística y en la de finalidad bailable. (*)
Tomado de: Liliana Casanella Cué: En defensa del texto, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2004, pp. 63-91.
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La aplastante presencia del sexo masculino en la relación de compositores determina la marca de sus criterios y parámetros en la imagen que se ofrece de las mujeres. Mayra Vilasis, en su artículo “Por una mirada divergente”, sobre la visión femenina en el cine cubano, precisa que: Los valores positivos de las cualidades atribuibles a los géneros funcionan como patrones de medida en la sociedad occidental contemporánea, donde el poder político y social mayoritario —hegemónico— pertenece al género masculino. Por consiguiente, las cualidades genéricas en el poder ejercido y la aceptación de dichas cualidades como normas de conducta, por el conjunto social, conforman valores “culturales” predominantes e históricamente condicionados, que definen a la sociedad patriarcal.1
La especialista toma, como punto de referencia para su análisis, la teoría de la mirada masculina, elaborada por la británica Laura Malvey, en 1975, en función del discurso cinematográfico. Esta teoría se basa en diferencias culturales (en la más amplia acepción del término cultura), atribuidas a los géneros y aceptadas por el conjunto de la sociedad, donde prevalecen valores —como patrones de medida— de hegemonía patriarcal.2 Si bien no es factible traspolar la teoría, sin más ni más, al análisis del discurso musical, sí resulta válido tenerla en cuenta, en tanto nos alerta sobre la confirmación de que el arte —como reflejo esté1
“Por una mirada divergente”, en Temas, no. 5, enero-marzo, 1996, p. 47.
2
Ibíd.
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tico de la realidad— nos ofrecerá una imagen según los códigos establecidos por la sociedad que los engendra. Hasta hoy los criterios patriarcales han prevalecido, aunque es cierto que poco a poco se han ido experimentando variaciones en el papel social de cada género. La incorporación cada vez mayor de la mujer a la vida socialmente activa varía su autopercepción y, por lógica, la de sus congéneres masculinos, aunque queda todavía mucho camino por recorrer. La cancionística Desde la trova tradicional, gestada a partir de la segunda mitad del siglo XIX, el trovador dedicó su canción de amor a la intensa y viril3 alabanza de lo femenino, recreado por su arte en una exaltación de la mujer amada o, simplemente admirada por él. De este modo el creador […] se convierte, al igual que los antiguos trovadores medievales, en un verdadero cantor de la mujer, la cual, a su vez, llega a constituir un elemento indispensable a su poesía.4 Por razones sociales […] el énfasis de la caracterización femenina en el discurso trovadoresco tradicional se hace en aspectos físicos —que se convierten en motivos recurrentes—, como los ojos, el cuerpo sensual, la boca (asociada siempre al beso de amor) […] 3
Obsérvese el uso de ese adjetivo (viril), tan esencial a la masculinidad hegemónica. Nota de la editora.
4
Margarita Mateo: Del bardo que te canta, Crítica y ensayo, 1988.
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La mujer se revela espiritualmente con las cualidades que los patrones sociales consideran como positivas: la delicadeza, la debilidad, la pasividad, la capacidad de llorar; y cuando se trasgreden estos códigos de comportamiento, entonces el rechazo masculino se hace evidente. Quiere decir que el hombre alaba solo cuando su amor es correspondido y vilipendia cuando es abandonado, traicionado o simplemente ya no es querido, y asume entonces la posición de víctima ofendida, aunque, por supuesto, con diferentes matices. Véase “A una perjura” de Alberto Villalón, “Lágrimas negras” de Miguel Matamoros o este, entre otros ejemplos: Desprecio Patricio Ballagas Te miro como a un ser que nada siente / cual fantasma que vaga sin perdón / y tu imagen impúdica, insolente, / bien merece una tremenda maldición. Quisiera ser abismo para hundirte / tu indigno proceder no tiene precio / faltándome palabras con qué herirte / te odio, te aborrezco y te desprecio.
En el caso de la alabanza a la figura femenina, este movimiento legó a nuestra historia musical páginas bellísimas y antológicas como “Perla marina”, de Sindo Garay, y “Longina”, de Manuel Corona, autores que acumulan en su catálogo una impresionante cantidad de obras dedicadas a la mujer. Como ya se ha dicho, entre los motivos de uso más profuso en el lenguaje trovadoresco tradicional están la boca y el beso, los ojos y la mirada, los 308
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cuales llegaron a constituir temáticas en sí mismas y tienen, como rasgo significativo, que, a partir de ellos, se abordan elementos espirituales de la mujer. En esta línea se inscribe “Sublime ilusión”, de Salvador Adams: He visto una boca que solo ha dejado / perturbada mi mente desde que la vi / qué boca tan linda, qué labios de grana / qué dientes más chicos de puro marfil / besarla quisiera y luego morir...
La canción cubana incorpora, a la imagen de la belleza física, el elemento social que vincula a la mujer con las luchas libertarias, como la archiconocida “La bayamesa”, de Sindo Garay, y “El mambí”, de Luis Casas Romero […] La cancionística, en general, continúa su evolución de modo que el lenguaje y la forma de reflejar la vida van transformándose también; en la llamada trova intermedia, los patrones textuales —en cuanto al tema de marras— se mantienen bastante similares a los de la etapa anterior. En el discurso femenino descuella la trovadora María Teresa Vera, quien en coautoría con Guillermina Aramburu —poetisa que aportó la presencia de un matiz erótico y de osadía femenina poco usual en la época— y Enma Núñez Valdivia, concibió hermosas obras, una de las cuales es la emblemática “Veinte años”; sin embargo, salvo en el caso de las piezas firmadas por Guillermina y algunas escritas por María Teresa, no se evidencia una marca de género lo suficientemente fuerte que las diferencie de los textos de autores masculinos. En las décadas del veinte y el treinta coexisten otras manifestaciones de la canción, cuyo resultado 309
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estético deja mucho que desear y en las que hubo una fuerte presencia de poemas musicalizados, tal y como sugiere Argeliers León: Habría que hacer un análisis de los textos para situar este momento de la música cubana en el marco económico y social de la época y lo que significó en Cuba la dominación empresarial norteamericana, que se adueñaba de los medios de comunicación, desde las cadenas de radio hasta la minúscula “boite”, desde el disco hasta la edición de música. Se repetían las mismas imágenes: anhelos, deseos, condenas, premoniciones, quejas, escaparse con lunas viejas, que separe a la mujer de una vida azarosa (que era la prostitución), que ella en cambio me traicionó, que el destino te puso junto a mí, que te he de ver de rodillas venir a mí... otra vez, etc.5
No es ocioso recordar que, en esa época, existió una amalgama de direcciones poéticas que llenaron de confusión el panorama literario cubano. […] […] Dentro de esta tendencia sobresale el ya mencionado Gustavo Sánchez Galarraga, autor de muchas de las piezas de Ernesto y Ernestina Lecuona. Poeta de obra muy popularizada, pero de inestable calidad, su pronto éxito lastró su producción, la cual adoleció de un romanticismo quejumbroso y rezagado. Esta impronta fue asumida por muchos poetas menores de la época, que se dedicaron a cultivar una literatura destinada a las grandes masas, específicamente a la mujer. Entre ellos se encontraba Esther Costales, quien tampo5
Argeliers León: Del canto y el tiempo, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1984, p. 203.
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co dejó huellas de una escritura genéricamente definida.6 Es necesario tomar en consideración los puntos de vista precedentes para valorar con justeza esta vertiente de la cancionística cubana, pues si bien a este género —y al bolero dentro de él— no le son ajenos el melodramatismo y lo amoroso por excelencia, muchas piezas resultaron sentimentalistas y romanticoides en exceso, trabajadas con un tono marcadamente hiperbólico e hiperestésico. El alma en un beso Texto: Gustavo Sánchez Galarraga Música: Ernestina Lecuona Ahora que eres mía / voy a decirte / que solo en tus besos / sé yo de amor, / que en tus tibias miradas / hallo tan solo / el divino deleite / de la ilusión, / es saber que nunca / te han de dar en un beso / el corazón y el alma / como te la di yo.
Temáticamente se siguen caracterizando los mismos elementos: las relaciones amorosas y los rasgos físicos; se enfatiza en las características espirituales de la mujer, quien se convierte en un ser casi perfecto, intangible, de acuerdo con los patrones burgueses regentes. En la sociedad del momento, la pseudoliteratura al estilo de Corín Tellado fue el modelo de conducta para las grandes masas. La dama continúa siendo considerada delicada, tierna, sensible, indecisa, pasiva, objeto del deseo masculino e incapaz de servir para otra 6
Ver Liliana Casanella: “Ernestina Lecuona: un acercamiento literario a sus boleros”, inédito, 1997.
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cosa que no fuese de adorno del hogar, como si lejos de esto no hubiese mujeres de carne y hueso en franca rebelión contra la realidad impuesta. Aunque hubo muchas escritoras, el discurso de las mujeres tampoco precisa marcas de género evidentes. Las propias Ernestina Lecuona y Esther Costales explicitan en sus textos el apelativo mujer como si fuera un hombre quien desbordara los sentimientos. La irrupción del filin, al decir de Rosendo Ruiz (hijo), “representó un movimiento renovador de fuerte raigambre trovadoresca, ya que, como en la trova tradicional, sus principales cultores cantan acompañándose a la guitarra y en su gran mayoría eran de humilde extracción […] La canción, temáticamente, se hace íntima, llena de imágenes, poética […]”7. Su casi único tema fue el amoroso y, por supuesto, también allí la mujer mantiene su fuerza como motivo. […] El discurso del varón es tierno y halagador, remedando sin excesos el cortejo y la galantería trovadorescos; y, en ocasiones, el hombre se autodefine como fuente de dicha y amor para la mujer: Si me comprendieras José Antonio Méndez Si me comprendieras / si me conocieras / qué feliz serías. / Si me comprendieras / si me conocieras / jamás dudarías. 7
Helio Orovio: Diccionario de la música cubana; biográfico y técnico, 2da. ed., Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1992, pp. 165-166.
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Quiéreme y verás José Antonio Méndez Quiéreme y verás / que de quererme nunca te arrepentirás / porque en mi alma / vida mía, / encontrarás el verdadero amor.
Pero también la mujer es la causa decisiva de la felicidad del hombre, pues se enfatiza notoriamente la relación espiritual: Me faltabas tú José Antonio Méndez Me faltaba amor / me faltaba paz /me faltabas tú
Predomina el tratamiento de las aristas más agradables de la relación amorosa y, cuando se aborda el tema de la ruptura o la traición, se violenta poco la imagen de la amada: Ya no te puedo amar Rosendo Ruiz Quevedo El amor es traicionero / doble filo de un puñal / hoy que anhelas de nuevo mis besos / solo puedo decirte: / ya no te puedo amar.
[…] Una voz de mujer se alzó con fuerza telúrica en este movimiento y trascendió hasta hoy, de tal suerte que Marta Valdés se ha convertido en la compositora de mayor presencia en las antologías y estudios sobre el bolero realizados en Cuba y el exterior.8 8
Ver Iris Zavala: El bolero: historia de un amor, Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1991; Rubén Caravaca: 313 boleros,
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[…] Aunque tampoco puede considerarse un discurso exclusivamente femenino, sí canta los mismos temas con una visión más íntima, tierna, propia de la mujer. Analizando la creación musical, desde la trova primigenia hasta el filin, puede apreciarse que la imagen de la figura femenina como ente social ha resultado hasta esta época un tanto idílica. En el ensayo […] “Del bardo que te canta”, la doctora Mateo Palmer afirma que: En las canciones de amor de la trova tradicional, la mujer aparece disfrutando de una igualdad con respecto a su pareja, en lo que a la relación misma se refiere, por cuanto tiene la mayor libertad para elegir al hombre a quien desea, y para disolver el vínculo que se ha creado. Esta aparente libertad de la cual goza la mujer dentro de la relación amorosa —bastante restringida en la práctica por un elemental problema de dependencia económica— no se ve respaldada tampoco por el logro de una verdadera libertad en el plano social y aun personal. Ella misma es el resultado de una sociedad que ha limitado extraordinariamente sus posibilidades de realización como ser humano, y tiene también una posición inferior en la pareja.9
Tal situación se mantiene, con la añadidura de los ya mencionados patrones burgueses, hasta mucho después del triunfo revolucionario de 1959, por ejemplo: una antología inolvidable de los mejores boleros de la historia, Ediciones Guía de Música, Madrid, 1995; y Rafael Castillo Zapata: Fenomenología del bolero, Monte Ávila Latinoamericana, Caracas, 1992. 9
Margarita Mateo: ob.cit., p. 116.
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ya que indudablemente la conciencia social no cambia con la velocidad deseada, no obstante las profundas y definitorias transformaciones que se llevaron a cabo en el país y con las cuales la mujer fue una de las más beneficiadas. Con todo, el reflejo estético de la figura femenina inmersa en esta nueva realidad no se materializa hasta la Nueva Trova, con un lirismo textual que expresa la nueva proyección ante todos los órdenes de la vida; los textos, de alta elaboración e intrínseca poesía, recurren a motivos de la vida cotidiana, combinando o alternando el lenguaje coloquial con otro pleno de metáforas simbolistas o de vanguardia.10 La mujer ya no necesita ser bella exteriormente para que se le cante, importa ahora, mucho más, que sepa dar y recibir amor sin separarse de la vorágine del vivir diario; paulatinamente van cayendo las barreras de muchos prejuicios, mientras que el reflejo de su desempeño en la sociedad y la relación amorosa van ganando sustancialmente en verosimilitud. El ejemplo más representativo de esta nueva visión antitética es “Amor”, de Pablo Milanés No te pido que te cuides / esa delgadez extrema / solo pido que me mires / con esa mirada buena / Tus ojos no son luceros / que alumbran la madrugada / pero si me miran siento / que me tocas con tus manos. / Tus manos no son hermosas / no veo estilo en tus dedos / pero qué humanos reposan / si se 10
Ver Leonardo Acosta, en “Prólogo” a Canciones de la Nueva Trova, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981.
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enroscan en tu pelo. / Tu pelo ya sin color / sin ese brillo supremo / cuida y resguarda con celo / lo que cubre con amor: Tu cerebro porque piensas / porque es tu clave y motor / va generando la fuerza / que me hace humano y mejor. / Cuerpo, manos, ojos, pelo, / carne y hueso inanimados, / que cobran vida y por eso / quiero vivir a tu lado...
Sin dudas, la historia de nuestra música se ha enriquecido con páginas bellísimas como “Yo no te pido”, de Pablo Milanés, “Óleo de una mujer con sombrero”, de Silvio Rodríguez, sin hablar ya de la antológica “Yolanda”, de Pablo, o la imaginaria “María del Carmen”, de Noel Nicola, a quien “el pelo y la piel/ de seguro le huelen a miel residual” y “es limpia de ser virgen, libre de prejuicios” y no le importa “mirar el anillo/ en la mano derecha/ y sonríe despacio”. El amor compartido puede, incluso, ser asumido por el hombre como una posibilidad real para él: Cuando no estés con él Amaury Pérez Vidal No sé por qué estoy triste, / no sé por qué, mujer, / sé que andarás conmigo / cuando no estés con él.
El breve espacio en que no estás Pablo Milanés La prefiero compartida / antes que vaciar mi vida
sacudiendo el discurso del machismo ancestral y reconociéndose el derecho de la figura femenina 316
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a realizar labores reservadas, por lo general, al sexo masculino: Canción a las artilleras Pedro Luis Ferrer Ay amor, cómo extraño tu cuerpo / pensé que era débil / y hoy sé que no es cierto / artillera, sí, artillera / y puedes sacarle un susto a cualquiera
La voz de Sara González tampoco se hizo esperar en esta hornada de compositores para cuestionar a quien dice que la mujer no es capaz de hacer tantas cosas. Otras manifestaciones de la cancionística revelan, de igual modo, cierto cambio en la óptica del hombre cubano. “Canción a mi compañera”, de Osvaldo Rodríguez, contribuye a afianzar el patrón que poco a poco se va estableciendo de valorar a la mujer por sus cualidades espirituales y morales, su capacidad de vivir lo cotidiano con fortaleza y alegría: Mucho más tú me das / que dicha y amor / al llegar a mi hogar / pleno de calor. / Hablamos del trabajo cotidiano / muy juntos y tomados de la mano / admiro tu carácter bello y sano / soy feliz al tener paz eterna en ti, mujer...
[…] La crítica a la cursilería romántica encontró en la sátira elocuentes manifestaciones, como en esta pieza de Alejandro García, Virulo: Creación al minuto Ayer, al llegar a casa / me vino la inspiración / de hacerle a mi novia Elda / de algún modo una canción / y por si a alguno de ustedes / le ocurre algo similar
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/ aquí les traigo consejos / de cómo hay que actuar. / Se coge un poquito / de buena intención / y con un gotero / le echa inspiración, / después el sentimiento / lo pica en pedacitos, / lo mete en un jarrito / y lo pone a calentar
[…] Y aquí les traigo la muestra / de lo que yo conseguí / y canto a mi novia Elda / lo que dice así: / Elda mía yo te quiero / Elda mía yo te adoro / Elda mía poco a poco / por ti casi estoy loco / Elda mía yo te extraño / Elda mía todo el año / y por eso grito Elda / que por siempre tú serás / mi Elda.
[…] La etapa actual11 revela cierto eclecticismo en el reflejo de la mujer. Coexisten la línea marcadamente romántica, con el uso de las imágenes y motivos más tradicionales, junto a la herencia del quehacer trovadoresco, lo eminentemente lírico y lo cotidiano, que bordan una silueta femenina ora más lejos, ora más cerca de la realidad, pero que nunca olvida el verbo encendido del hombre ante la nostalgia por aquella que se fue: Se fue Raúl Torres Se fue, se fue y no se llevó mis besos / y estas son las tantas horas que no sé / por los aires que voló. / No está, no está / y no queda ni su ausencia / se
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El libro de donde fue tomado este trabajo fue publicado en 2004 y compila artículos elaborados por la autora durante la década del noventa. Nota de la editora.
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escurrió como la lluvia que mojó / este llanto tan eterno. / Mire usted como he tenido / que echarle de menos / siempre fue un tanto fiel / y otro más de cruel / era mi más sana mujer. / Que haré, si en fin / cuando parte no regresa / seguiré amándola así sin recordar / cómo ayer pudo volar. / No está, se fue / sin abrigar despedidas / y la palabra volver ya se esfumó /cual si fuera esta canción.
La música popular bailable […] A pesar de que las temáticas que se abordan al respecto son similares, la forma de acercamiento difiere notablemente en muchos aspectos. Desde sus inicios, la música concebida para el baile tuvo, entre sus motivos centrales, a la figura femenina; pero, a diferencia de la cancionística, el lenguaje se nutre aquí de lo popular, la picaresca, el doble sentido y las anécdotas de la vida cotidiana. Así, de la visión idealizada, casi incorpórea y perfecta de la lírica, la mujer se convierte en un ser tangible, apresable, admirado y sumamente sensual. Por otra parte, los cambios sociales también han dejado huellas en la óptica de los creadores, quienes hoy día la ven mucho más en igualdad de condiciones que en otros tiempos […] […] La calidad textual de este tipo de música ha sido históricamente blanco de la crítica, pero dentro de sus temas ninguno ha sido más controvertido que aquel que se refiere a “las descendientes de Eva”12. Su presencia puede encontrarse en las siguientes 12
Entrecomillado de la editora.
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líneas temáticas, de las que se generan innumerables variantes, tantas como aristas tienen las relaciones amorosas, los seres humanos y la vida cotidiana: • El físico femenino, en alabanza o burla. • La admiración por su modo de andar o bailar. • La mujer que se vende por dinero. • La queja u ofensa por el desdén, el olvido o la traición femenina. • La crítica a los rasgos de su personalidad. • Como elemento motivacional de anécdotas de la vida cotidiana y el entorno doméstico. • Como elemento importante en el baile, la música, etc., sin llegar a abordarla directamente. Dentro de los géneros bailables, el bolero es el que más cercano se encuentra a los códigos de la cancionística […] En la fusión que logra esta especie con otras de lo bailable, aparecen textos eminentemente líricos: Cubanita Rodrigo Prats Cubanita de labios de rosa / hechos de mieles de un rico panal/ en tus ojos llevas escondida/ la luz refulgente de un sol tropical13 13
En este texto se presenta un modelo físico algo alejado del prototipo establecido para la cubana, pero que se aviene a los códigos que la literatura impuso, por ejemplo: la mujer ángel del siglo XIX. El resto del texto evidencia, asimismo, un contexto para nada coherente con el entorno nacional.
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[…] El bolero-cha […] hace énfasis en la belleza física y reafirma el papel cuasi decorativo de la mujer. Baste revisar el extenso repertorio de una orquesta como la Aragón […]: Yo tengo una muñeca Juanito Tremble Yo tengo una muñeca / de boca chiquita / que dice te quiero, te adoro, mi vida / mi cielo, mi amor
[…] Hasta aquí la figura de la mujer no es presentada de forma susceptible a la crítica, si bien es válido reconocer que se limita a reflejar una figura bastante pasiva, ubicada casi totalmente como contraparte de la relación amorosa. […] Resulta interesante observar cómo a través de los años se han mantenido casi incólumes los motivos creacionales en este tipo de temática —a diferencia de lo que ha ocurrido en la cancionística—. Cuando se le canta al físico de la mujer, el cuerpo y su sensualidad adquieren protagonismo irrefutable. En consonancia con lo popular y picaresco del lenguaje que se usa, no solo la alabanza es fuente inspiradora. El creador, con el gracejo de lo popular, puede burlarse de los defectos físicos de una dama —con mayor o menor grado de logro estético— al estilo de temas tan famosos como “Chencha la gambá”, “La engañadora” y “Rico vacilón” […] […] Por otra parte, existen modos sui generis de expresar el sentimiento por la muerte de una mujer, 321
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en consonancia con la personalidad de aquella: Sobre una tumba una rumba Ignacio Piñeiro No la llores / no la llores / que fue la gran bandolera / enterrador / no la llores
La mujer, inevitablemente, también se sitúa en el entorno doméstico, haciendo honor al refrán de que “el amor entra por la cocina”, y han quedado plasmadas sus dotes en piezas clásicas del cancionero popular como “Los tamalitos de Olga”, “Bilongo” (La negra Tomasa) […] Se evidencia, aparte de la vis cómica del texto, el reflejo de los patrones de conducta de los géneros, según los cuales la mujer, en el ámbito doméstico, debe satisfacer las necesidades y deseos del hombre, siendo complaciente, siempre dispuesta, trabajadora y eficiente. En la actualidad hay piezas que manifiestan las virtudes femeninas a partir de esta misma escala de valores, lo cual no resulta llamativo si se tiene en cuenta que este patrón genérico aún se mantiene vigente. Obsérvese cómo lo plasma la Charanga Habanera, con mayor actualidad: Hey you, loca Me gusta, me cae muy bien / me encanta, no sé por qué. / Mientras yo duermo y descanso / en la casa lo hace todo / por eso con esa negra / ¡caballeros! yo no me incomodo / y me gusta / Si yo la invito a cenar / y después a tomar helado / entonces cocina en casa / pa´que el negro no gaste un centavo / di tú / Me gusta, la quiero / y por ella me desespero / cuan-
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do sale pa´ la calle / ¡Ay! de solo yo me muero / ¡Hey you, loca! / ¡Hey, you, crazy!
Otro motivo convertido en temática, por su uso harto recurrente en la música bailable, es el movimiento de la mujer al caminar o bailar, que desde su entronización con “La mujer de Antonio”, de Miguel Matamoros, ha recorrido todas las épocas y variantes genéricas, como la “Sabrosona” de Lay y Egües, “Por encima del nivel” (“Sandunguera”) de Formell …] Sandunguera / que se te va por encima la cintura / no te muevas más así / que tú te vas por encima del nivel
Quizás lo más controvertido y polémico del tratamiento de la figura femenina, en lo bailable, se localiza en aquellas zonas que con agudo doble sentido hacen alusión a su participación en la relación sexual, como “El reloj de Pastora”, y “Esa cosa que me hiciste mami, me gustó”, o en los textos que critican a la mujer por su desdén, traición, desamor o interés material. En este sentido, quisiera observar que el tema de la mujer que se vende por dinero es tan antiguo como la misma humanidad, con el tratamiento que cada época y sus cánones y contextos sociales le han impuesto, amén de las características particulares del género musical en que se cante (recuérdense las obras de la trova tradicional “Meretriz Nos.1 y 2”, de Sindo Garay), de ahí las diferencias lingüísticas en obras como “Calculadora”, de Rosendo Rosell, y “La bruja”, de José Luis Cortés. La reaparición infortunada de este comportamiento social fue reflejada por la cancionística, con inmediatez evidente, por autores como Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, (…) en “Flores nocturnas” y 323
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en aquella que dice: “tú la perdiste pero aquí se queda/ al fin y al cabo está con un obrero/ conozco un caso que me da más pena/ una muchacha de por el Cotorro/ por una chapa HK en febrero/ torció camino y se perdió del Morro.” Sobre este aspecto existen diversas variantes que hasta abogan por la relación amorosa basada en el interés material de la mujer, tal es el caso de “El temba”, popularizada por la Charanga Habanera. A esta obra y a “La bruja” dio respuesta la agrupación femenina Anacaona con el número “Con amor doy lo que tengo” […] 14 Ahora bien, en la creación de la década de los noventa, resulta llamativa una marcada presencia de un enfoque despectivo o subvalorado de la figura femenina. En algunos casos, el nivel de inferioridad está más que subrayado, como en “El águila”, de Manolito Simonet: Muchacha te volviste loca / muchacha no era para tanto / el águila no caza moscas / porque vuela alto
En ocasiones, la mujer pasa a la categoría de objeto, sin aparente poder de decisión, reforzándose así el enfoque machista. La bola […]
Manolín, El médico de la salsa
la conquisté con cariño / la mimé como si fuera un niño / ocupé todos sus pensamientos / y ahora soy 14
Quiero recordar, además, que en nuestro país el discurso musical “hembrista” ha sido efímero y poco exitoso.
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el rey, el rey /.......... / te fuiste / y si te fuiste, perdiste / yo no, yo me quedé / y ahora soy el rey / si te gusta bien, y si no también […]
[…] Parafraseando a la investigadora norteamericana Carollee Bergelsdorf, en estos temas el valor del conflicto poco tiene que ver con la relación entre los sexos, más bien deviene la clave de sus relaciones con los demás hombres. Es mediante la disputa masculina por la posesión de una mujer que confirma su estatus de hombría.15 Pero no puede confundirse el efecto con la causa. Los cambios de valores en la sociedad actual han generado nuevos tipos de comportamiento o han exacerbado otros ya existentes. Vale la opinión de Leonardo Acosta cuando alerta que: […] no se repara en que esos textos, así como la agresividad de la música, reflejan una realidad y constituyen, en este sentido, una reproducción de situaciones de marginación, violencia y machismo existentes en nuestro contexto urbano. Y, como siempre, esa misma música deviene centro de la cultura popular, con su incuestionable tinte contestatario, a la vez que “festivo e irreverente”.16
[…]
15
Ver “Terreno en debate: la mujer en Cuba. Un ensayo bibliográfico”, en Temas, no. 9, enero-marzo, 1997, pp. 121131, específicamente el acápite “Sexualidad, raza y nación”.
16
“Música y cultura popular cubana”, en La Gaceta de Cuba, no. 5, septiembre-octubre, 1998, p. 13.
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¿Conclusiones? El tema que nos ocupa requiere de un estudio sociológico para completar el análisis integral de este fenómeno, tela hay por donde cortar y múltiples enfoques al valorar el asunto. …] La imagen de la mujer en la música popular transita por todas las aristas posibles, aunque evidentemente es centro indiscutible de la temática amorosa y es, a la vez, tema en sí misma. En el ámbito de la cancionística […] salvo en las creaciones de la Nueva Trova y otras vertientes de la década de los ochenta, la imagen femenina se aleja de la realidad cotidiana, a diferencia de lo que ocurre en la música bailable, donde, por sus elementos característicos, la mujer se inserta por derecho propio en la crónica de lo cotidiano y se refleja en los tipos más disímiles; de ello dan fe piezas como “La shopimaníaca”, de Formell, “El trágico”, de Cortés, “El temba”, de Calzado y “El perfume preferido”, que interpreta Manguaré, entre otras.17 Debe estudiarse con mayor profundidad el patrón racial que se ha ido asentando a través de los textos de la música popular bailable, que define a la cubana como una mujer sensual, negra o mulata cadenciosa. […] valdría la pena compararlo con el modelo más utilizado en ciertas zonas de la 17
En estos números se hace referencia, respectivamente, a la mujer que exagera el gusto por la compra en las tiendas en divisa; la chismosa, la que mantiene una relación amorosa por el interés material y la que aspira a andar siempre en carro (la gasolina es su perfume favorito).
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cancionística, cuyas características difieren sensiblemente. […] La mirada femenina se hace cada vez más necesaria y la caracterización de su discurso estético en la música es un área virgen aún en estos tiempos, a diferencia de lo que ocurre en otras artes como la plástica, la literatura y el teatro, por lo que resulta imprescindible enfrentar este reto del estudio de la voz de la mujer como reflejo de sí misma y de su forma de aprehensión y expresión del entorno que la rodea. […] Cada día más nombres femeninos se inscribirán en el cancionero cubano y universal, cada vez más los hombres seguirán descubriendo nuevos rasgos para cantarle, más allá de la belleza exterior; poco a poco la mujer hará sentir su voz más alta y poderosa para cantarse a sí misma y al hombre que ama; virtudes y defectos sobrevivirán gracias al talento verdadero o desaparecerán de la memoria si no cristalizó su intención de buen hacer; mientras tanto, estemos seguras de que... si no fuéramos como somos... no seríamos cubanas.
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V. Género y medios de comunicación
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LAS Y LOS(*) Luis Luque Álvarez En cuanto a la “igualdad de géneros”, pensaba yo que todo estaba dicho, pero me equivoqué. Los que duden, pueden seguir la lectura. Ya no se trata de que, como alguna vez fustigué, las feministas —¿y los feministos?—, enfebrecidas y enfebrecidos por algún raro virus de falso igualitarismo, proclamen que “el hombre y la mujer descienden del mono y de la mona”, o que en tal policlínico están vacunando “a los perros y a las perras”. No. Ahora resulta que, paradójicamente, se decantan por la “economía del lenguaje”, el principio natural por el que el ser humano trata de simplificar su comunicación, y de despojarla de estorbos y obstáculos. Resumamos: aquellos que se han empeñado en que los medios de comunicación no hablen ya de “los niños”, en referencia a los menores de nuestra especie, sino de “los niños y las niñas”, ahora quieren ahorrar. Y para tal fin, hallaron una fórmula que ni Merlín el Mago: “los y las”. ¡Le zumba el mango y la manga! Veamos un ejemplo. Ante la amenaza de un huracán, ¿alguien podría imaginar al doctor Rubiera alertando a “los pinareños y las pinareñas, los habaneros y las habaneras, los matanceros y las matanceras, y los cienfuegueros y las cienfuegueras?”. (*)
Artículo publicado en el periódico Juventud Rebelde, 27 de noviembre de 2005, p. 3.
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Por fortuna, el prestigioso meteorólogo no sigue estos cánones, pues en caso contrario, el noticiero acabaría tres horas más tarde, en pleno azote del meteoro. Pero, gracias a los efluvios del Olimpo, las feministas y los feministos del lenguaje ya tienen el remedio y la remedia para que nadie quede olvidado u olvidada: “las y los pinareños, las y los habaneros, las y los matanceros”, etcétera, etcétera. En mi opinión, la innovadora idea merece ser coronada como Catibía Honoris Causa. Es asombroso que ciertas personas carguen bayonetas contra seculares formas de decir, ignorando que ha sido la multitudinaria comunidad de hablantes del español quien las ha acuñado, y que para modificarlas, se necesitará de la anuencia tácita de grandes mayorías. Y no es el caso. Por mucho tiempo —mal que les pese a algunos— seguiremos hablando de “el hombre”, “los muchachos”, “las personas”, “la gente” para definir a grupos de ambos sexos. Y desde luego, sin ánimos de discriminación. No andemos buscando la quinta pata al gato..., ¡ni a la gata! En cuanto a “los y las” —¡casi lo olvidaba!— bien harían sus promotores en retomar la Gramática y aprender que el artículo es parte inseparable del sustantivo, tanto como la s del plural. No tiene autonomía y, por tanto, mencionar artículos unidos mediante una conjunción, como si representaran a sustantivos, es un error “categoría cinco”. Así, como Katrina y Wilma. Levanto además la espada y pregunto: ¿qué se esconde realmente detrás de este absurdo capri332
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cho pseudolingüístico? ¿Será que, más que apostar por la dignidad plena del ser humano, sin distinción de sexos, tales “feministas” andan a la caza de revanchas antimasculinas? ¿Caiga el hombre para que la mujer se alce? No, amigos. La batalla —si es que alguien quiere— no es en el campo de la lengua.
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AHORRO ENERGÉTICO Y ALGUNOS ESTEREOTIPOS(*) Marla Muñoz Claro que el título de esta nota es demasiado pretensioso para lo que quiero decir, pero no hallé otro. Pido disculpas por eso y cuento lo siguiente. La primera vez, la señora mayor exclama con asombro: “¡¿Otra vez congelado, y aquí arriba mojado?!” Y presuroso, acertado y servicial, el joven yerno, con dejito de buena gente, esclarece: “La junta, suegrita, la junta. Hay que cambiarla”. Luego es el nieto el que, contento, se apresta a guardar en el refrigerador los platicos del deseado y aún caliente dulce. Es entonces la señora la que, sabia, cariñosa, maternal y condescendientemente, advierte: “Así no, hay que esperar que se enfríe. De lo contrario, se daña el termostato”. Hasta ahí todo parece andar bien. El mensaje es suficientemente claro. Su finalidad es educar en el ahorro de energía y, de paso, en el cuidado de los equipos domésticos de refrigeración. Eso, dirán los autores de los spots, lo entiende cualquiera. Con seguridad es así. Lo que no es tan seguro es que todas las personas receptoras de esos mensajes se fijen en que, en ambos casos, la relación informado/a-desinformado/a, o lo que lo mismo, listo/a-tonto/a, también es transparente y “naturalmente” desequilibrada. (*)
Tomado del Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y Caribe (SEMlac), 2006.
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Como se trata de situaciones cotidianas, esos mensajes, con toda la llaneza del mundo, dejan ver que cuando la relación es entre una mujer y un hombre, y más aún, cuando la mujer es mayor de edad y el hombre joven, es el último el que, sin duda alguna, se las sabe todas. ¡No faltaría más! Así ha sido siempre. Y cuando la relación se traba entre la mujer mayor y el niño —que ahora no importa que sea varón—, la primera es la dueña absoluta del conocimiento necesario. Mucho más si se trata de abuela y nieto. También todo claro. Todo tal cual nos han enseñado que es la vida. Pero la cosa no para ahí. Un nuevo spot aparece en los televisores de las casas de la familia cubana para comunicarnos otras “verdades inamovibles”. Por esas casualidades de la vida, digo yo, el mensaje también está abiertamente referido al necesario ahorro energético hogareño del que todos y todas tenemos que aprender. ¡Qué bueno!, ¿no? De principio a fin los actores de ese producto comunicativo son dos: un hombre, rigurosamente perceptible, protagonista; una mujer, su mujer, oculta, invisible. Eso es lo primero y lo único que la imagen televisiva nos coloca frente a los ojos durante todo el tiempo del spot. ¿Qué hay de raro en eso?, podríamos preguntarnos. ¿Y si descomponemos la escena?, ¿si oímos las voces que hacen parte de ella?, ¿qué pasaría entonces? El hombre –cubano, joven, grande, fuerte, negro (menos mal), de buena dicción, con dominio de la palabra—, es muy evidentemente “hombre” 336
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y también, seguramente, letrado. Pero, ¡pobrecito!, no sabe usar la olla arrocera que el estado cubano, el mismo que lo instruyó, está sugiriendo introducir para hacer más eficiente económicamente y más moderna nuestra práctica de cocinar. Ahí mismo, junto a la manera en que los actores de la escena son presentados, empiezan a hacerse transparentes los mensajes no tan evidentes que el spot propone y transmite públicamente, sin dudas desde la buena fe asociada al ahorro de energía. Como hombre-hombre que es, nos dice la nota televisiva, es “normal” que el protagonista, nivel instructivo aparte, no sepa siquiera leer e interpretar unas sencillas instrucciones de manejo de un equipo también sencillo. No importa que, habitualmente, sean los hombres los que se las ven con aparatos tales como motores de agua, taladros eléctricos, o cualquiera de esos equipos que, no quepa duda, son más complejos que una olla arrocera. Ahí está el detalle que nos da, al menos, una claridad: la cosa no está en la complejidad técnica ante la cual muchos hombres quieren alzarse, y de hecho se alzan, victoriosos. Es que no estamos ante un equipo cualquiera, sino ante un aparato que pertenece a un espacio tradicionalmente femenino: la cocina de la casa Y ese solo hecho paraliza al hombre. ¿Será que habrá alguna insospechada hormona u órgano que determina la diferencia entre hombre y mujer cuando de lo que se trata es de cocinar y comer? ¡Vaya usted a saber! Por lo pronto, mientras esas averiguaciones andan, el spot rescata triunfalmente a la mujer 337
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invisible para que sea ella, y nadie más que ella, la que, plácida y complacientemente, se aferre al rol vinculado al espacio privado de la cocina, que “le toca”. Desde ahí, con la tranquilidad del deber que la tradición le ha asignado, explica al marido con todo detalle qué hacer. Aparece entonces la primera trampa de la que, al parecer, los autores del spot no se percatan: tan innecesarios e insignificantes son algunos de los detalles de la explicación de la mujer que terminan por convertir en tonto al hombre, que los recibe sin protestar. Eso, seguramente, no estaba en la intención de quienes realizaron el mensaje. Probablemente no repararon en eso. ¿Será que no es obvio? No lo es culturalmente todavía, me digo. Al fin la frase del hombre: “¡Esta noche tenemos fiesta!”, que —carita y tonito pícaros incluidos—, es la que cierra insultantemente el spot. Ocupar provisionalmente un espacio femenino por la costumbre, tener la paciencia de escuchar las instrucciones de la mujer, hacerse el bobo y, para colmo, ¡cocinar una vez un arroz blanco!, concede al hombre el derecho a “premiar” a la mujer. El premio anunciado desde una sola de las partes es la cópula. ¡Más claro ni el agua! Pero entiéndase bien: nadie está maldiciendo de la cópula, ¡Dios nos libre! Lo que digo es que el anuncio de una celebrativa jornada de relaciones sexuales –que cuando de parejas se trata, como es el caso, ocurre entre dos—, se presenta en el mensaje como propiedad exclusiva del hombre. La propuesta es sólo de él. Esa es su manera de autoafirmarse en el 338
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rol de dador único de goce sexual que la historia y la sociedad le han otorgado. ¿Será que está muy seguro de su propio deseo, o es que eso es lo que debe hacer? En cualquier caso, la “fiesta” se da por hecha en el spot. Nadie pensó en dar a la mujer la oportunidad de compartir la propuesta, de acogerla tal vez. Mucho menos de negarla. La mujer, además de invisible, es ahora muda. Esos mensajes, entonces, por encima de animarnos a ahorrar energía, propósito que al parecer satisfacen, reafirman esas maneras de asumir las relaciones entre las personas que la tradición, y no sólo ella, ha impuesto; ese tipo de relaciones que estamos acostumbrados y acostumbradas a aceptar desde que el mundo es mundo. Da la impresión de que es natural que, como naturales, presenten situaciones que ya hace tiempo se debería saber socialmente que no lo son. Lo más probable es que la intención de los autores de esos spots haya sido sana y constructiva. Lo más posible es que no se hayan percatado de los otros recados que esos audiovisuales comunican. Pudiera ser que no hayan reparado en la carga de estereotipos que los mensajes portan. Casi con seguridad que es así. Entonces, benevolencia por medio, pudiera parecer pedantería detenernos en cosas como esas, en las que bien podemos no reparar si, a fin de cuentas, no pasa nada. ¿Para qué complicarse la vida, no? Esa pudiera ser una manera de mirar esos mensajes de intento educativo, cuyo fin es enseñarnos a ahorrar electricidad y nada más. 339
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Pero también hay otros modos de ver con el auxilio de los cuales —si alguna vez nos encargaran hacer cosas como esas—, pudiéramos hacer modestísimas contribuciones a la mirada abierta a la vida que nos empeñamos en alzar. Claro que eso demanda más atención. Demanda otra sensibilidad. Exige acceder a otras lecturas de las relaciones de poder. Pero tampoco es demasiado agotador, me parece. Es un esfuerzo –que reclama el tiempo y el lugar que vivimos— que nos permitiría ser capaces de percatarnos de esos textos ocultos, que yo creo que son perniciosos, con lo cual también evitaríamos reproducirlos sin más ni más. Definitivamente, es hora de no dejar que se repita, y menos aún públicamente, que los hombres son más listos que las mujeres, que los niños y niñas saben menos que sus mayores. Es también ya tiempo de saber que la cuestión de género no es solo cosa de mujeres, que los hombres también sufren el sexismo, que no hay nada sobrenaturalmente predeterminado en las relaciones entre hombres y mujeres, que ni las primeras somos las dueñas exclusivas de los espacios privados, ni los segundos son propietarios particulares de las decisiones relativas al sexo. Es tiempo, entonces, de que los mensajes televisivos –y otros— tomen nota de esto y paren de una buena vez de contribuir, no importa que sutilmente, a reproducir estereotipos como estos. ¿O no? 7 de marzo de 2007 340
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Otras voces Varios mensajes llegaron al buzón de SEMlac-Cuba a propósito de la publicación del artículo “Ahorro energético y algunos estereotipos”, un aporte de la comunicadora cubana Marla Muñoz, sobre el tratamiento de las relaciones de género en algunos espacios de la televisión nacional. Género y Comunicación reproduce fragmentos de algunas opiniones e intercambios. CLAUDIA LAZCANO VÁZQUEZ, psicóloga, profesora de la Universidad de Oriente Quisiera comentarles sobre otro espacio, La Dosis Exacta. Me parece que reclama a gritos una asesoría en aras de contribuir al desarrollo de la equidad de género. El programa muestra, reiteradamente, los múltiples estereotipos y asignaciones que, en materia de género, legitiman lo tradicionalmente femenino y masculino. Es recurrente ver las mujeres en su doble jornada, trabajadoras que llegan a la casa y se incorporan a las tareas domésticas y atención de los hijos, mientras los hombres se les ve mirando la televisión, leyendo el periódico, apurando a la esposa para que les ponga el desayuno a la mesa, etc. Todo lo cual refuerza la dicotomía en las áreas de realización de ambos: mujeres en lo doméstico, hombres en lo público, y sobre todo la mujer en los roles de ama de casa-madre-esposa. (…) He visto madres muy preocupadas y ocupadas ante los malestares de los hijos(as) mientras a los padres se les presenta como inútiles despreocupados que se quedan dormidos mirando la tele 341
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mientras la madre pone el termómetro, vigila el suero o la aparición de síntomas y toma otras precauciones, hasta que, ante el empeoramiento de la situación o queja de la madre, se visten para acompañarla al médico. Otro análisis sería el tema de los valores que estamos formando y/o legitimando en unos y otras. ERNESTO PÉREZ, Doctor en Ciencias, Instituto de Medicina Legal Sólo para felicitarla modestamente. Me ha parecido magnífico. Ojalá los escritores y directores lo lean. A pesar de los esfuerzos, nuestros comunicadores no atienden al enfoque de género y sigue pasando a veces en niveles catastróficos, como cuando aquel video clip de “arráncame la vida”. Gracias. Marcha atrás Por BEATRIZ CASAL ENRÍQUEZ, comunicadora social y pastora de la iglesia Bautista Shemá, de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba Llovería sobre lo mojado si nos dedicáramos, en este espacio, a la crítica pura de los programas televisivos cubanos actuales. No es el objetivo reiterar la nimiedad en la factura de muchos espacios, la reiteración y el tedio que muchas veces sentimos al encender la tele, y encontrarnos que las únicas muestras que educan son las extranjeras: desde los buenos materiales que nos presen342
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tan los Canales Educativos, muchos buenos mensajes de las telenovelas GLOBO de Brasil, hasta los documentales traídos por los pelos, de Pasaje a lo Desconocido. Pero la pequeña pantalla cubana ha refrescado su programación con una novela —en reposición— grabada hace alrededor de quince años atrás. Y a diferencia de otras veces, el televidente —en la gran mayoría— agradece este acierto. Y es que, salvo la triste apreciación de constatar la ausencia de buenos actores —por fallecimiento o emigración— la propuesta de la TV, en esta ocasión, debe ser aplaudida. Ha pasado bastante tiempo desde esa puesta y podemos compararla con trabajos mas recientes, también realizados: en interiores, en dos o tres escenarios, con un tema y libreto educativo, interesante, sano y con pocos actores en el reparto. La novela cubana “Pasión y Prejuicio” nos habla claramente de la ausencia, en la TV cubana actual, en cuanto a transmisión de valores éticos y estéticos. La novela cuenta con un título sugerente, sugestivo y muy acorde al tema. La música escogida es rica, no sólo por el contenido de las composiciones —la trova tradicional— sino por las interpretaciones. La puesta en escena rescata con muchísima veracidad la época: los muebles, el vestuario, el maquillaje, la psicología de los personajes. Esto ha sido logrado exquisitamente. Se evidencia, además, una excelente dirección de actores. Pero queremos detenernos en el tema, el guión y el mensaje. Esta es una novela de mujeres. Casi todos los roles protagónicos son de mujeres. Los 343
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estereotipos femeninos están bien enmarcados y bien reflejados. El escritor supo delinear muy bien las características de cada mujer, sus aristas, sus problemáticas y el trasfondo histórico- cultural en que se desenvuelven. Está presente el carisma de la mujer cubana, en los diferentes contextos. Mujeres de la ciudad acaudaladas, como Amalia —la protagonista— que usa su belleza como posibilidad de lucro, pero que el escritor deja ver, en el trasfondo, la culpabilidad patriarcal del padre. La tía Eduviges, una legítima burguesa, y su hermana Mariana, que a pesar de su nivel, sustenta principios y valores esenciales. Mujeres de la ciudad, negras, pobres, viviendo en precariedad, pero que buscan el sustento honestamente como sirvientas. En esta novela la sirvienta es blanca y malvada, —hay también mujeres malvadas— la que cae en prostitución, por responsabilidad de un hombre. Se refleja la triste situación de la prostitución femenina y los motivos de la misma. Muy acertadamente, hay una María Mercé, convertida en Belén, trasmitiendo el dolor de todas las que se caricaturizan sonrientes. El triste destino de estas mujeres lo expresa muy bien esta muchacha que tuvo que inmigrar del campo a La Habana. Un solo diálogo se necesita para conocer su historia, cuando le dice al joven Alfredo: “…que sabes tú de necesidades, y de hambre, y de andar descalzo”. Y de los hombres que buscan siempre lo mismo... Y hablando de Don Ramón, el amante viejo también le dice: “...me pateó hasta que me marcó, me marcó por dentro y por fuera...” 344
AHORRO ENERGÉTICO Y ALGUNOS ESTEREOTIPOS
Están las mujeres del campo, las sumisas como Úsula, las valerosas y decididas como Brígida y las fuertes de carácter como Susana y Matilde. La sirvienta negra y amante, también, del insaciable Don Ramón, salvada por otro hacendado, en este caso bueno. Mujeres dañadas por su doble condición: ser mujer y mestiza. Las más dulces y tiernas hijas de hacendados, como Angélica y Beatriz. La primera, víctima de abuso y violación de su propio tío. Y la segunda, vilipendiada por su padre —el victimario— al haberse entregado por amor, a su novio. Es una novela que toca el género en la misma costura, porque los varones están también, muy bien caracterizados. Es esta una novela donde se puede profundizar y debatir sobre los estereotipos de género. En especial recordar y rescatar el temperamento y las características de la mujer cubana. Su entereza, su fuerza, su valor, sus principios, sus criterios, su ética. Esta puesta nos devela la sociedad cubana de la primera mitad del siglo XX, en medio de gobiernos corruptos —como el de Menocal. Sociedad patriarcal que, sin embargo, nos dice que hay valores genuinos en sus ciudadanos, que por muchas necesidades, crisis y penurias, las personas no pierden. Valores éticos que siempre es posible rescatar. La riqueza mayor de esta propuesta, es que lo que vemos, desde una interesante perspectiva de género, es aprensible en el hoy, es educativo en el ahora. Dar marcha atrás podría ser frustrante, cuando no nos ayuda a mirar con ojos optimistas al 345
MARLA MUÑOZ
futuro y nos condena a navegar en las victorias pretéritas. Pero, en este caso, dar marcha atrás nos ha posibilitado comprender cuánto hemos perdido de nuestra identidad cubana femenina; cuántos valores es preciso rescatar en la familia, en la pareja, en la sociedad. Y por demás, cuánto ha perdido la comunicación televisiva, en relación con la transmisión de valores, a través del espacio más visto por la teleaudiencia nacional: la telenovela.
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CUBA: SEXISMO Y LENGUAJE DE LOS MEDIOS Sonnia Moro Los medios de comunicación no inventaron el sexismo. Lo incorporaron a su lenguaje porque está integrado a la cultura patriarcal de nuestras sociedades; por tanto, eliminarlo es parte de la compleja lucha por lograr una imagen equilibrada y sin estereotipos de hombres y mujeres, en los productos comunicativos. Cuba, tras cuarenta y cinco años de un proceso revolucionario que legisló a favor de la igualdad y la promoción de la mujer, no está ajena a esta contienda. El país logró la incorporación femenina a los espacios públicos —el 44,7 % de los trabajadores del sector estatal civil son mujeres—, y se enorgullece de que 67 % de todos los técnicos y profesionales universitarios y 36 % de sus parlamentarios también lo sean, cifras representativas de un real progreso. Pero el sexismo, en particular el que se expresa en los diferentes lenguajes de la comunicación, sigue ahí, en mayor o menor grado, como una de las fortalezas a tomar para lograr espacios, imágenes y tratamientos más equitativos para todos, especialmente para las cubanas. ¿Dónde estamos nosotras? Como cualquier habanera/o, voy a un correo o a un banco a realizar algunas gestiones de rutina: los modelos que debo llenar están siempre en masculino. Somos remitentes, destinatarios, clientes, autores, 347
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enfermos... Si necesito algún documento oficial, desde la inscripción de nacimiento hasta un certificado de defunción, también estamos invisibilizadas. Los funcionarios/as que los legalizan serán siempre, hipotéticamente, hombres, aunque sea en realidad un personal, mayoritariamente de mujeres, es un “él” quien supuestamente los avala. Un certificado médico nos dirá, tras un encabezado que dice Datos del paciente, que es vecino de tal dirección, y está incapacitado por x días para trabajar o asistir a clases. Por supuesto, avalado por un facultativo. Que esto suceda en un país en que ellas son el 72 % del sector Educación y Salud y el 50,3 de los trabajadores de la ciencia, nos pone a pensar seriamente en la permanencia de tales invisibilizaciones. Un sinnúmero de avisos y la propaganda en general ignoran a las mujeres: Somos clientes o consumidores, y nos atenderán supuestos gerentes, supervisores, cajeros, administradores, en una esfera en que se mueven mayoritariamente las mujeres... Tanto en los consultorios, como en policlínicos y hospitales —donde cubanos y cubanas son atendidos gratuitamente—, una abundante promoción de salud se sitúa en murales, paredes y cuadros. Desde ellos se les habla a los pacientes, a los diabéticos, a los hipertensos, a los adultos mayores, a los jóvenes, y sólo en el caso específico de mensajes dirigidos a embarazadas o referidos a afecciones exclusivas de las mujeres, estos materiales están en femenino. Tal vez la campaña contra el VIH es la única equilibrada en cuanto a los sexos. 348
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Ni qué decir de que el médico de la familia es la figura protagónica de toda esta campaña de salud, lo que parecería obviar el hecho de que, en Cuba, de cada tres facultativos/as, dos son mujeres. En los mensajes de las grandes vallas de anuncios también suele ignorársenos. Sin embargo, en el mundo real de mi país, nuestra presencia y nuestros aportes son indiscutibles. Sexismo en la prensa plana El analfabetismo se erradicó en la Isla en 1961 y se siguen sistemáticas políticas para aumentar, cada vez más, el número de lectores y lectoras. Las ventas millonarias de nuestras ferias del libro, cada año, dan fe de ello y, a pesar de las dificultades y carencias de papel, las tiradas de nuestra prensa son de varios cientos de miles de ejemplares. De ahí la importancia de detectar las manifestaciones sexistas en estas publicaciones. Para ello, me detengo a analizar algunos ejemplos tomados de nuestros diarios, tanto nacionales como de provincias. Del periódico Granma, de circulación nacional, escojo al azar una semana para esa indagación. Una noticia de primera plana se refiere a la promoción de 1055 jóvenes graduados de Técnicos Básicos de la Salud y la foto muestra a un joven negro no identificado recibiendo su diploma. La imagen y el texto invisibilizan, de hecho, a las cientos de muchachas graduadas en esa ocasión, de uno de los sectores más feminizados en nuestro país. 349
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Durante esa semana, las ilustraciones gráficas de las páginas de Granma fueron de 30 hombres, 12 mixtas y 11 mujeres, siete de ellas en las páginas de deportes y culturales. Esta proporción, aún insuficiente, es mucho más alentadora que los resultados de encuestas realizadas en otros países.1 Al colocarse en primera plana la noticia del inicio del curso escolar, se seleccionó una foto a tres columnas de un maestro y de sus alumnos, donde se veía a más de 14 varones y ninguna muchacha. Siento curiosidad por saber dónde encontraron un aula así, o quizás, cómo el fotógrafo logró un enfoque tal para desaparecer a las muchachas. Porque, en Cuba, toda la enseñanza es mixta y niñas, muchachas y mujeres están representadas —cuando no son franca mayoría— en todas las ramas, e incluso en las tradicionalmente masculinas. En las informaciones sobre la matrícula escolar quedamos sin conocer cuántas niñas, muchachas y mujeres jóvenes estaban involucradas en los datos globales informados. Lo mismo sucede con las profesoras. Las tres entrevistas a mujeres de esos días se realizaron a una escritora y a dos atletas, que de cierta manera expresan el marcado protagonismo nacional y los éxitos internacionales de ellas en esas esferas. Otro aspecto llamó mi atención. Una pequeña sección dedicada a las Efemérides, publica cada día una ilustración. Y esta resultó ser siempre de un personaje masculino. 1
Cfr “En medio de los medios”, LOLApress, No. 11, 1999.
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Esa semana, Granma no abordó ningún tema específico relacionado con los problemas de la mujer, como violencia, empoderaminento, sexismo o empleo femenino. En un periódico de provincia, el Sierra Maestra, de la provincia de Santiago de Cuba, en una de las páginas interiores, topo con una sección, “Entre Nosotros”, firmada por tres mujeres periodistas y, evidentemente, dedicada a temas tradicionalmente femeninos. Intuyo que esta sección tiene el olor de caminos transitados, carente de nuevas realidades y otras urgencias, la primera de ellas, la de modificar su título. En esa misma página del semanario santiaguero se habla de dos mujeres “condecoradas con el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba”. Por lo que ellas son así: sencillamente héroes. También el título de Ciudad Héroe a la propia Santiago de Cuba pretende dar a ese uso sexista —además de error gramatical—, supuesta categoría de imperecedero en la tarja grabada que lo reafirma. Como curiosidad les apunto que, a pesar de Cuba ser una Isla, una república, la Perla de las Antillas, etc., nuestra prensa deportiva y los fanáticos que llevan carteles a los estadios en que se celebran topes con otros países, dan vivas a CUBA CAMPEÓN, porque parecería que lo masculino es lo que merece estar en lo más alto del podio Radio: sonido para ver La radionovela fue uno de los géneros que, en fecha temprana, sentó pautas desde la Isla para el 351
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resto de América Latina. Muchas de esas grabaciones circularon por todo el continente y desbrozaron caminos de un modo de hacer, mucho de lo cual aún prevalece. Creadores y creadoras de la radio tienen ante sí el reto de utilizar ese medio como el poderoso instrumento que es para el cambio de mentalidades, en pro de la equidad genérica, con nuevos enfoques y con un nuevo lenguaje. Pese a la permanencia de estereotipos en ese género, hay que reconocer que la radio cubana ha dado pasos importantes en este sentido, a lo que no ha sido ajeno el hecho de que, desde hace algunos años, la vicepresidenta del ICRT2 al frente de la radio, es una mujer: Josefa Bracero. Las radionovelas son espacios en que se puede medir la temperatura al tratamiento del género en ese medio. Muchas de las que se trasmiten, especialmente en los horarios estelares, muestran la imagen de la mujer desde una nueva óptica. Por ejemplo: “La Novela de las dos”, de Radio Progreso, mayoritariamente con versiones radiofónicas de obras de la literatura universal, ha sido tocada por la mirada de género de su asesora, Orieta Cordeiro. Sin embargo, persisten algunos asesores/as con una mentalidad machista, que no aceptan que las mujeres puedan ocupar nuevos espacios. Tal fue el caso de una novela en la cual una mujer oficiala del Ministerio del Interior, entrenada y preparada para atrapar delincuentes, se presentaba “súper 2
Instituto Cubano de Radio y Televisión.
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protegida” por el oficial superior, del que no pudo nunca lograr que le dijera tenienta. Costó trabajo aceptaran a esa tenienta, pero se logró. Se aprecia un adelanto para la equidad de género cuando otra creadora, Carmen María Acosta, logró que se modificara la conocida frase de que “era mucho hombre”, acuñada por sus contemporáneos varones, para reconocer el talento de la más grande escritora cubana de todos los tiempos, Gertrudis Gómez de Avellaneda, al titular “Mucha mujer”, una radionovela sobre su vida. Esta evidente mejoría en los enfoques de las radionovelas no se da regularmente ni en los informativos, ni en programas de comentarios, ni en los de corte cultural o en los musicales; en particular los mensajes se dirigen a los oyentes y, en la programación infantil, la fórmula más frecuente es dirigirse a los niños. Generalizar y decir que no existen expresiones de equidad de género en otras esferas de la programación radial no sería justo. Ahí tenemos el programa “Nosotras”, de Radio Progreso, que durante años y años ha mantenido su formato y sus mensajes, y donde el locutor Pastor Felipe —única voz masculina del programa— no ha tenido reparos al hablar frente al micrófono como uno más de “nosotras”. Sin embargo, es evidente que aún hay que recorrer un gran trecho para sensibilizar a más creadores y creadoras de la radio cubana, para que contribuyan, con todo el impacto del medio, a eliminar el sexismo del espacio radial, en particular de los espacios noticiosos. 353
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La “adición” televisiva La llegada de la revolución, en 1959, vio renacer una televisión no comercial, en que se puede disfrutar una película sin interrupciones de anuncios, donde abundan los mensajes patrióticos y se realizan campañas culturales y educacionales: de ahorro de combustible, para evitar accidentes de tránsito, aviso de huracanes, promoción de salud y divulgación de eventos de toda índole, entre otros. Al igual que en la radio, el espacio de la telenovela —una hora diaria— logra elevada audiencia. Cuando “pega” alguna, se puede ir por las calles semidesiertas y escuchar, de casa en casa, los diálogos de los y las protagonistas. Tradicionalmente, tres veces a la semana se ofrece “la novela cubana” y, dos veces, una producción extranjera, donde las telenovelas brasileras son las que obtienen un mayor favor del público. Éstas últimas —al menos las que se han transmitido en Cuba— suelen presentar personajes femeninos fuertes y bien diseñados: en una palabra: triunfadoras. Como cortesanas, como empresarias, trasgresoras y adelantadas a su época. Otros seriales han presentado mujeres profesionales dueñas de su destino. Sin embargo, la mayoría de las telenovelas cubanas —una maravillosa excepción fue la novela “Tierra Brava”, de la realizadora Xiomara Blanco— han sido menos audaces y no han llenado totalmente las expectativas de las y los televidentes, que quieren verse reflejadas/os con mayor verosimilitud en el espacio dedicado a temas, no sólo en lo que se refiere al género, sino a la raza y al contexto social. 354
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Otros espacios dramatizados, cuentos, teatros y teleplays son productos en que —una de cal y otra de arena— se muestran indicios del crecimiento de una nueva generación de artistas en busca de sus propios caminos. Entre otras consideraciones, las realizadoras comienzan a dejar de ser una exigua minoría. Actualmente está en producción un teleplay dirigido por la joven realizadora Alina Morante, que trata de una mujer en crisis existencial, que logra reconstruir su proyecto de vida gracias a la solidaridad de un ser humano que encuentra en el ciberespacio. Lo interesante de la trama es que esa mujer no sabía quién le había ofrecido su ayuda desinteresada, ni siquiera si era hombre o mujer. La obra concluye en el momento en que la protagonista va a encontrarse, en un aeropuerto, con la persona que ha logrado que recupere su autoestima. La creadora ha decidido que sea una mujer. La asesoría de la novela insistió en que un hombre sería más adecuado para ese final. ¿Quizás se deba a cierto rechazo a presentar tal profunda afinidad entre dos mujeres —y de paso eliminar cualquier sospecha de relación homosexual—, o no se comprende la solidaridad entre mujeres, o simplemente se prefiere un happy end con futuro romance, que supone agradecerá una parte del público, especialmente el femenino? Ante tal disyuntiva, y en desacuerdo con tales sugerencias, Alina escoge un final abierto, en el cual la protagonista queda esperando, en el aeropuerto, a la persona que debería llegar en el vuelo anunciado y que nunca aparece. 355
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Algunos de los spots de la televisión cubana actual son muy ilustrativos para analizar este problema del sexismo. Al menos se ha logrado que se anuncie que “ha concluido la programación para las niñas y los niños”. Pero el mensaje sobre la solidaridad —que es una serie de varios spots con personas de diferentes género, raza y edad— concluye con un mensaje central. “La solidaridad es una actitud inherente a los hombres de buena voluntad”. En algunos pocos programas de la dirección informativa de la Televisión Cubana se abordan temas de género, como una reciente emisión del programa “Quédate conmigo”, en el cual se explicaron los estereotipos y prejuicios sexistas más extendidos y que persisten en la juventud. Opino que, si tenemos presente el protagonismo de la televisión en la vida de las escuelas y hogares cubanos, el esfuerzo que ha hecho el estado al instaurar la televisión educativa y la compra y facilidades para adquirir un millón de televisores para cubrir tanto el déficit como renovar los viejos equipos, es incomprensible que todo ello no se articule para lograr la eliminación gradual del sexismo, no de forma coyuntural, como hasta ahora, sino con sistematicidad. Confío en que, en el futuro más inmediato, espacios como los de Universidad para Todos, —además de modificar su título para que también sea, explícitamente, para todas— instrumente cursos de sensibilización de género, sexismo en el lenguaje y otros tantos en esa misma dirección, para contribuir a la formación de receptores y recepto356
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ras sensibilizados y capaces de contribuir a la erradicación de tan negativas manifestaciones. Unas reflexiones finales En un folleto titulado Algo más que palabras, que recoge el Post-Beijing en Cuba, sus acciones y evaluaciones, se presentan los resultados de los Seminarios Evaluativos realizados para dar seguimiento a lo acordado en esa Conferencia, de 1995. Se señalan avances discretos, pero constantes: en particular, un mayor número de muchachas en las carreras universitarias vinculadas con el trabajo de los medios —comunicación, diseño, psicología social— resulta un síntoma alentador. Ahora restaría que ese más alto porcentaje femenino se correspondiera con una mayor capacitación de género. Coincido con estas evaluaciones cuando señalan: Lo que avancemos ahora será decisivo para un mañana cercano. La televisión, la radio, la prensa escrita y los demás medios y soportes de comunicación tienen un rol trascendental en el debate público de temas que hoy solo son motivaciones de eventos y no traspasan más allá de la noticia del día.3
Sí, hay una avanzada que lucha contra las expresiones sexistas en los medios cubanos, hay una voluntad legislada; hay evaluaciones sistemáticas. Mas resultan aún insuficientes para remover los cimientos de una construcción androcentrista que atraviesa toda la sociedad. 3
Algo más que palabras, Editorial de la Mujer, La Habana, 2002, p.33
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Con optimismo, me digo a mí misma que es una tarea difícil, pero no imposible. Y ya hemos comenzado. De lo que se trata ahora es de no detenernos, acelerar los cambios —sobre todo en la esfera de lo subjetivo—, capacitar y sensibilizar cada vez más a los comunicadores/as, y avanzar.
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DE GUTENBERG AL MICRO CHIP, ROMPIENDO SILENCIOS(*) Isabel Moya Richard Porque cuando una mujer dice que el sexo es una categoría política puede dejar de ser mujer en sí para convertirse en mujer para sí constituir a la mujer en mujer a partir de su humanidad y no de su sexo. “Para un mejor amor” ROQUE DALTON
Más pequeño que una uña y tan liviano como un sello de correos, el chip llegó hace alrededor de cuarenta años al campo de las comunicaciones para signar, con su impronta, el milenio que nace. Más o menos por la misma época, la presencia de las mujeres en el espacio público, local e internacional, dejó de ser excepción para irrumpir con fuerza en todos los ámbitos. Científicos y toda clase de vaticinadores afirman que el XXI será de la comunicación y las mujeres. Quebrando una tradición que afirmaba, desde sus mitos fundacionales, el papel secundario, doméstico, de criaturas que lindaban la irracionalidad, las mujeres conjuraron una rebelión gestada desde la clandestinidad, que algunos afirman se remonta a la circulación de la desconocida Ciudad (*)
Tomado de Isabel Moya: “De Gutenberg al micro chip”, en Selección de Conferencias, Cuadernos del Centro Cultural de España, Ediciones CCE, 2002.
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de las Mujeres, en 1495, y transita por la quema de brujas, los círculos femeninos de la Revolución Francesa disueltos a golpe de guillotina o enclaustramientos, las sufragistas, las feministas, las comunistas que pedían junto a la liberación del proletariado la igualdad de las mujeres, hasta estallar a partir de los sesenta, con una fuerza irreversible, alcanzando los movimientos de liberación nacional, la academia, el llamado movimiento de mujeres e, incluso, llegando al mundo institucional. Este salto del anonimato al protagonismo es calificado por el premio Nobel mexicano Octavio Paz como la revolución social más grande de la centuria. Pero la vinculación mujer-medios de comunicación no es consecuencia del azar recurrente, ni coincidencia temporal u otra forma de expresión del destino. Es, en mi opinión, una relación indisoluble, poblada de encuentros y, sobre todo desencuentros, que es hora de abordar con las herramientas de las ciencias sociales en general y la comunicación en particular. Más allá de lo políticamente correcto Empobrecido en su contenido —al ser usado por ciertos sectores como pretexto para construir discursos “políticamente correctos”— el término género está de moda y aparece con frecuencia en informes, campañas electorales y en los propios medios. Sin embargo, la categoría género, surgida entre las académicas feministas en los años setenta, es 360
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de gran utilidad como instrumento de análisis que permite el estudio de las relaciones sociales, identificando las características socialmente construidas que definen el ser y el quehacer de hombres y mujeres en contextos históricamente determinados. Me voy a permitir conceptualizar, para pasar de la anécdota a la epistemología de una categoría que debe asumirse desde la comunicación. Esta categoría, abordada desde diferentes saberes1, se ha utilizado para analizar la organización social de las relaciones entre hombres y mujeres (Rubin, 1975; Barrett, 1980; MacKinnon, 1987); para investigar la reificación de las diferencias humanas (Vetterling Braggin, 1982; Hawkesworth, 1990; Shanley y Pateman, 1991); para conceptualizar la semiótica del cuerpo, el sexo y la sexualidad (Folcaut; De Lauretis, 1984; Suleiman, 1985; Doane, 1987; Silverman, 1988); para explicar la distribución de cargas y beneficios en la sociedad (Walby, 1986; Connell 1987; Boneparth y Stoper, 1988); para ilustrar las microtécnicas del poder (De Lauretis, 1987; Sawicki, 1991); para iluminar la estructura de la psique (Chodorow, 1978); y para explicar la identidad y la aspiración individuales (Epperson, 1988; Butler, 1990), para ilustrar la división social y sexual del trabajo vinculada a la célula básica de la sociedad (Engels). Las discusiones sobre el género en historia, lenguaje, literatura, artes, educación, medios de comunicación, política, psicología, religión, 1
Ver Mary Hamkesworth: “Confundir el género”, Cendoc-Cidhal, marzo, 2001. Este ensayo apareció originalmente en Signs: Journal of women in Culture and Society, v. 22, n. 3, 1997.
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medicina y ciencia, economía, antropología, derecho y otras se han convertido en temas del debate contemporáneo. Lo que no quiere decir que exista una definición universalmente aceptada del género, que ha sido analizado como un atributo de los individuos (Bem, 1974, 1983), como una relación interpersonal (Spelman, 1988) y como un modo de organización social (Firestone, 1970; Eisenstein, 1979). El género ha sido definido en términos de estatus social (Lopata y Thorne, 1978), papeles sexuales (Amundsen, 1971; Epstein, 1971; Janeway, 1971) y estereotipos sexuales (Friedan, 1963; Anderson, 1983). Ha sido concebido como una estructura de la conciencia (Rowbotham, 1973), como una psique triangulada (Chodorow, 1978), como una ideología internalizada (Barrett, 1980; Crant, 1993). Ha sido discutido como producto de la atribución (Kessler y McKenna, 1978), de la socialización (Ruddick, 1980; Cilligan, 1982), de prácticas disciplinarias (Butler, 1990; Singer, 1993) y posturas tradicionales (Devor, 1989). El género ha sido descrito como un efecto del lenguaje (Daly, 1978; Spender, 1980); una cuestión de conformismo conductual (Amundsen, 1971; Epstein, 1971); una característica estructural del trabajo, el poder y la catexis (Connell, 1987); y un modo de percepción (Kessler y McKenna, 1978; Bem, 1993). El género ha sido descrito en términos de una oposición binaria, de continuos variables y variantes, y en términos de capas de la personalidad. Ha sido caracterizado como diferencia (Irigaray, 1985) y como relaciones de poder manifestadas como dominación 362
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y subordinación (MacKinnon, 1987; Cordon, 1988). Ha sido construido en el modo pasivo de la serialidad (Young, 1994) y en el modo activo, como un proceso que crea interdependencia (Lévi-Strauss; 1969, 1971; Smith, 1992), o como un instrumento de segregación y exclusión (Dávis, 1981; Collins, 1990). El género ha sido denunciado como una cárcel (Cornell y Thurschwell, 1986) y aceptado como esencialmente liberador (Irigaray, 1985; Smith, 1992). Es identificado como un fenómeno universal (Vernier, 1986) y una consecuencia históricamente específica de la sexualización, atravesado por la clase, la raza, la etnia y la edad. Desde el punto de vista de la comunicación social, me interesan particularmente las definiciones que destacan la construcción simbólica del género, que permite el estudio de los sujetos sexuados que se constituyen en la historia y que adquieren su identidad en ese movimiento relacional y complejo, a la vez que la constituyen en un ethos particular. En un ensayo importante e influyente, Joan Scott2 define el género como un concepto que implica dos partes interrelacionadas, pero analíticamente diferentes. “El género es un elemento constitutivo de relaciones sociales basadas en diferencias percibidas entre los sexos, y el género es una manera primordial de significar relaciones de poder”. Al explicarlo como un elemento constitutivo de las relaciones sociales, Scott enfatiza que el género opera en múltiples campos, incluidos los símbolos 2
Joan Scott: “El género una categoría útil para el análisis histórico”, American Historical Review, 1986.
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culturalmente disponibles que evocan múltiples representaciones, los conceptos normativos que exponen interpretaciones de los significados de los símbolos, las instituciones y organizaciones sociales y la identidad subjetiva. Según Scott, el género es una categoría útil, de análisis, porque “proporciona una manera de decodificar el significado y de entender las conexiones complejas entre varias formas de interacción humana”. La analista de medios audiovisuales Teresa de Laurentis3, por su parte, resalta que el sistema sexo-género no es sólo una construcción sociocultural, sino también un aparato semiótico. Un sistema de representación que asigna significados a los individuos dentro de la sociedad. Y he aquí uno de los más importantes cruces del género y la comunicación, a partir de la relación que se establece entre el discurso y el sujeto, y el estatus de este sujeto en la producción de sentido de lo que consideramos masculino y femenino. Si coincidimos en que los medios son reproductores del pensamiento dominante en cada realidad específica, constructores del universo simbólico, y en que la comunicación va más allá de la utilización de determinados recursos expresivos o técnicos, para resultar esencialmente un proceso de producción compartida de significados a través de los cuales los individuos dotan de sentido sus experiencias; coincidiremos también en la influencia de los medios en la conformación de lo femenino y lo masculino y, a 3
Teresa de Laurentis: Alice Doesn´t: A Materialist Analysis of Women´s Oppression, Cinema, Londres, 1984.
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su vez, en el condicionamiento que estas visiones ejercen en la emisión, construcción, resignificación, apropiación y rechazo de los mensajes. No olvidar que toda relación social se estructura simbólicamente, y todo orden simbólico se estructura a su vez discursivamente. Los estudios de género y comunicación se desarrollan en tres vertientes básicas: por una parte, la imagen; por otra, la presencia de hombres y mujeres como comunicadores y; por último, los procesos de recepción. Todavía hoy, las investigaciones más que de género son de mujer y medios, lo cual es lógico por la posición de subordinación a la que ha estado sometida la mujer, pero es necesario asumir análisis sobre la imagen y presencia masculina y profundizar en el proceso de recepción y en el complejo fenómeno de las mediaciones. ¿Qué imagen de las mujeres ofrecen los medios? Evolutions-media Media watch, organismo canadiense que se dedica al monitoreo de los medios, señala que “las mujeres en los medios son invisibles y objeto de representaciones prejuiciosas y en ocasiones reducidas a simple objeto sexual”. Transcribo un cable de AFP sobre el tema4: Las mujeres ocupan cinco veces menos espacio que los hombres, en la cobertura de los medios de comunicación del mundo, con 18 % de las personas citadas. Y este porcentaje casi no aumentó en los últimos cinco 4
AFP, París, marzo 7, 2001.
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años, según un estudio publicado el miércoles por la Asociación de Mujeres Periodistas (AFJ). Dicho porcentaje era el 17 % en 1995. “A este ritmo, se necesitarán aún 160 años para alcanzar el 50 % de la representación de la expresión de las mujeres en los medios”, recalca la AFJ, que participó en esta encuesta de Global Media Monitoring Project (GMMP). El estudio fue realizado el 1ro. de febrero de 2000, en 709 países, según el método mediawatch, que consiste en analizar los principales medios de comunicación durante un día. El mismo considera persona citada a “toda persona presente en cualquier título en las informaciones generales” (entrevistas, declaraciones citadas o simple mención). De un continente al otro, la representación de las mujeres ha evolucionado de manera distinta desde 1995, su espacio progresó en Europa (de 16 a 19 %) pero disminuyó en América del Norte (de 27 a 25 %) y, sobre todo, en África (de 22 al 11 %). Los temas sobre las mujeres representan 10 % en el conjunto de los medios de comunicación y el 14 % en la prensa diaria. Por temas, las mujeres constituyen el 26 % de Arte y Espectáculos, seguidos de la Acción Humanitaria (25 %), la Educación (11 %), la Pobreza (10 %) y la Política y los Deportes (7 % cada uno). “Cuando las mujeres están en la información, el 25 % de los temas son ilustrados por fotografías. Mientras para los hombres ese porcentaje es solamente para el cuatro por ciento. Más a menudo identificados según su actividad o su posición en la actividad,” agrega la Asociación. Las mujeres aparecen también más a menudo como víctimas (16,7 % contra 7,4 %). Es en la televisión que hay más mujeres periodistas. Son “incluso mayoritarias como presentadoras (56 %) y en igualdad, en tanto reporteras en el segmento de edad de los veinte a treinta y cuatro años,
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pero su espacio disminuye a partir de los treinta y cinco años de edad. El 41 % de los presentadores en radio y el 26 % de los reporteros en prensa escrita son mujeres. Las periodistas tratan más a menudo sobre las mujeres que sus colegas hombres. Ellas están bastante presentes cuando se trata de abordar temas relativos al medio ambiente (47 %), la salud (46 %)o la educación (42 %), en cambio pasan a ser minoritarias cuando se trata de la actualidad candente: crisis internacionales (19 %), guerra (25 %) o política (26 %).
La investigadora española Aurora Marco5 afirma que
(…) a la mujer se le describe, por regla general, ligada a la casa, la familia, el sacrificio, la abnegación, la belleza o la seducción. Imágenes que encontramos en contenidos y especialmente en publicidad, una asignatura todavía suspensa para los medios de comunicación social. Y es que definitivamente se sigue insistiendo en la tan comentada dicotomía mujer-virgen, mujer-fatal. La primera, encarnando todos estos valores de abnegación y sacrificio en su triple papel de madre-hija-esposa, y la segunda en el de vampiresa, seductora, objeto sexual.
Por su parte, la boliviana Ivonne Farah6 precisa: (…) para las mujeres, algunas de las dimensiones de la lucha por el poder en la comunicación se 5
Aurora Marcos y otros: “Estudios sobre mujeres, lengua y literatura”, Universidad de las Palmas de Gran Canaria, 1996.
6
Ivonne Farah: Discurso de Bienvenida en Seminario Internacional sobre estrategias de comunicación con enfoque de género: Desafíos y Estrategias,1998.
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expresa en el silencio informativo sobre nuestras necesidades, en las imágenes distorsionadas de nuestras identidades, en nuestra ausencia como sujeto de las noticias...
La canadiense Margaret Atwood7, en su trabajo “El cuerpo femenino”, asegura: El cuerpo femenino tiene muchos usos. Se ha utilizado como picaporte, como abrebotellas, como reloj con un tic-tac en el vientre, como soporte de lámparas, como cascanueces. Lleva antorchas, eleva coronas victoriosas, genera alas de cobre y alza a las alturas un halo de estrellas de neón, edificios enteros descansan sobre sus cabezas de mármol. Vende coches, cervezas, loción de afeitar, cigarrillos, licores fuertes; vende planes dietéticos y diamantes, y deseos en botellas minúsculas de cristal...
Pudiera continuar citando estudios de imagen, pero en su lugar trataré de sistematizar las principales características de la imagen de la mujer que ofrecen los grandes medios de comunicación masiva: • Invisibilizada en las noticias y en la llamada prensa de interés general, apenas se refleja la participación de las mujeres en la vida social. • Se continúan reproduciendo las ideas y prácticas de subordinación y los estereotipos sexistas, aunque se hable de “la mujer de hoy” y “la mujer liberada.” • Persisten prácticas denigrantes y tratamientos peyorativos en el uso de su imagen como 7
Margaret Atwood: “El cuerpo femenino”, en Revolución y Cultura, noviembre-diciembre, 1999.
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objeto sexual en la pornografía, la publicidad y el humor, entre otros. • La mujer se presenta como símbolo fetiche del consumo, incluso en países donde el consumismo propagado por los medios de comunicación remite a un espejismo de consumo. • Es un lugar donde simbólicamente se suspenden las diferencias de clase, raza, etnia y se pretende igualar a través del consumo. • Se construye el presente a través de novedades de alto impacto. • Prevalece un lenguaje sexista. • Niega la diversidad entre las mujeres, presentando como modelo arquetípico la mujer rubia de 1,75 y talla 10, clase media alta. • Las mujeres de los sectores humildes sólo aparecen en caso de catástrofes, conflictos... En la prensa que tiene a las mujeres como público-meta: las revistas del corazón y el periodismo rosa, todas estas características se manifiestan de manera particular. Y aunque no voy a profundizar en cada una de ellas, sí me gustaría señalar que —en mi opinión— deben establecerse cuatro categorías en la clasificación de esta prensa, porque el término de revista femenina resulta engañosamente englobador: prensa del corazón, periodismo rosa, prensa femenina y prensa feminista o del movimiento feminista. Catalogación válida para la prensa con esta temática en Internet. 369
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Más allá de la imagen La mayor parte de los estudios e investigaciones se han dedicado a abordar la imagen, lo cual sin dudas resulta de gran importancia, pues permite realizar un diagnóstico del tratamiento del tema y denunciar las representaciones sexistas. En América Latina, esta tendencia aparece muy marcada por el influjo de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y obras clásicas como Para leer el pato Donald. Pero, junto a estos trabajos, estamos en condiciones de estudiar a los receptores y receptoras de la comunicación, ya que, como explica la Mattelart, (…) para definir el poder de la imagen, su efecto, yo diría que él se ejerce en un juego de vaivén en donde intervienen los sujetos, actores y actrices sexuados, que poseen una vivencia, una práctica que comentan por el gesto y el lenguaje la diferencia de los sexos y los comportamientos de dominación.8
Es importante reconocer el poder de la imagen, pero no olvidar que la atribución de sentido es un proceso de negociación efectuado por cada persona en la trama de su integración social. La teoría crítica de los medios ha dejado atrás la idea conductista de “estímulo-respuesta”, que postulaba la existencia de una “masa de consumidores” como objeto inerte, manipulable, para dar paso a un receptor activo, productor de sentido. Sin ignorar el poder de la imagen y la representación sexista, lo cual sería ingenuo y sumamente peli8
Michelle Mattelart: “Mujeres, Poder, Medios: aspectos de la crisis” en Mujer y Medios de Comunicación, Centro de la Mujer Peruana, Flora Tristán, Lima, 1994.
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groso, hay que reconocer también la importancia del hombre y de la mujer en la construcción de su propio universo simbólico. Esta mirada al receptor y receptora no debe invalidar la importancia del dispositivo de producción. Deben tenerse en cuenta todos los elementos del proceso comunicativo, pues la producción de sentido que realiza la audiencia depende de la particular combinación de mediaciones en su proceso de percepción. “¿Y tu abuela dónde está?”, o ¿cuál es la situación en Cuba? En el caso de Cuba, aunque la investigación sobre Género y Comunicación Social ha ido creciendo en los últimos años, hay que señalar que son estudios aún insuficientes si tomamos en cuenta el trabajo de recopilación realizado por Mercedes Verdeses y Carolina Aguilar Ayerra, o que en el último decenio la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana apenas ha realizado tres trabajos de diploma sobre estos temas. Los estudios, además, se centran fundamentalmente en la imagen de la mujer. Se ha hecho muy poco sobre la imagen del hombre y prácticamente nada sobre receptoras y receptores, y lo realizado muchas veces se limita a usar la categoría género en una dimensión estadística. Un momento de gran importancia en la valoración del papel de los medios en estos asuntos lo constituyó el Seminario Nacional de Difusión y Evaluación de las Estrategias de Nairobi, Orientadas Hacia el Futuro para la Promoción de la Mujer, 371
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en 1988, porque un grupo multisectorial y multidisciplinario, convocado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), realizó un diagnóstico de la situación y recomendó un plan de acción. Cuando, casi una década después, la FMC realizó una nueva evaluación, constató lo mucho logrado en el tratamiento de la imagen y presencia de la mujer en los medios de comunicación en Cuba. En gran medida, las recomendaciones aprobadas en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, en el acápite “La mujer y los Medios de Comunicación”, ya han sido implementadas en Cuba desde hace años, pues la creación de políticas para el acceso de la mujer cubana a los medios, la elevación de su nivel cultural y el esfuerzo por lograr que la imagen de la mujer responda a los profundos cambios ocurridos en su vida es voluntad del estado cubano desde el triunfo mismo de la Revolución. Pero igualmente se señaló que las complejidades, contradicciones y dificultades de la vida cotidiana y la creatividad de las cubanas para enfrentarlas son temas casi ausentes de nuestros medios, falta aún abordarla en su diversidad, la representación de la mujer negra y mestiza no se corresponde totalmente con nuestra realidad actual y, en ciertos casos, no se ha logrado rebasar el estereotipo y/o el rol tradicional de responsable de la casa, la educación de los hijos, el cuidado de los ancianos... Las cubanas constituyen el 42,5 % de la fuerza laboral, el 66,6 % de la fuerza técnica de nivel medio y superior y el 31 % de quienes ocupan puestos de dirección en el sector estatal civil; el 58 % de los graduados universitarios y el 27,6 % de 372
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los parlamentarios, pero ese protagonismo no está aún en los medios, “se constata una brecha entre el espacio utilizado, la imagen que se refleja y la realidad de las cubanas de hoy.”9 Diríamos que el diagnóstico refleja una situación bastante contradictoria, productos comunicativos de calidad, junto a otros evidentemente sexistas. Lo que refleja también el estado de reconceptualización de los roles en la propia sociedad cubana. La lucha entre viejos y nuevos paradigmas se produce en un complejo decursar de avances y retrocesos, signados por la voluntad de cambio, pero marcados a su vez por rezagos, prejuicios y concepciones estereotipadas de lo masculino y lo femenino y las relaciones entre ellos. Por otra parte, todo producto comunicativo está permeado por la subjetividad del comunicador o comunicadora, educados en prácticas culturales sexistas. Por ello se hace indispensable la sensibilización y capacitación en materia de género, para reconocer estas manifestaciones discriminatorias y proyectar acciones conscientes, encaminadas a un periodismo con enfoque de género. Apuntes incompletos de la presencia de la mujer periodista en Cuba a finales del XIX y principios del XX Bastante destartalada llegó a La Habana la primera máquina impresora, a mediados del siglo XVIII. 9
Seminario Nacional de Evaluación. Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing, Editorial de la Mujer, FMC, 1999, pp. 7-9.
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Consciente de la peligrosidad del artefacto para la salud moral de su colonia, su majestad ordenaba, en Real Célula del 20 de enero de 1774, “que ni ahora, ni más adelante hubiera más imprenta que la de la Capitanía General”. Pero, entre 1820 y 1840, las principales villas del país contaban con sus imprentas y, por supuesto, con sus periódicos y revistas. Una revisión de las historias de la prensa en las antiguas seis provincias del país, publicada en 1952, arroja varios millares de publicaciones, muchas de vida efímera y algunas de larga trayectoria como el célebre Diario de la Marina. Satíricas, literarias, para el hogar, de interés general, políticas, amarillistas, las publicaciones impresas formaban parte de la vida de los cubanos y cubanas que sabían leer. Sin embargo, es bastante difícil encontrar referencias a mujeres dentro de esta historia. Entre nosotros se sigue considerando la pionera a Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien entre febrero y agosto de 1860 dirige el Álbum cubano de lo bueno y de lo bello. Sus apenas doce números reunieron temas de interés y en él colaboraron importantes intelectuales cubanos. Sin embargo, la primera mención a una mujer que participa sistemáticamente en una publicación periódica puede hallarse ya en 1856. Se trata de Adelaida de Mármol, quien colaboró, en esa época, en La abeja de Trinidad. Otro nombre que comienza a desprenderse del polvo de los archivos es el de Aurelia Navarro Nápoles, camagüeyana que contribuyó en los tres períodos de El Cubano 374
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Libre, el de Céspedes, el de la manigua camagüeyana y el de Maceo. Rosario Sigarroa editó Cuba Libre en la manigua pinareña, y en él Magdalena Peñarredonda publicó un reportaje sobre un viaje de los insurrectos dentro de un tren. Berta Arocena fue considerada una de las periodistas más famosas durante la guerra y aún después. Isabel Machado de Arredondo se destacó también durante la guerra y escribió en Patria y en Cuba y América. Fermina de Cárdenas fundó, por el año 1894, la revista ilustrada Páginas de Rosa. En l897, María Teresa Torriente creó en Tampa una Revista de Cuba Libre, María E. Springer colaboró con importantes periódicos neoyorquinos. Aurelia del Castillo, o Aurelia Castillo de González, fue una importante periodista y poetisa. Avelina Correa, cronista parlamentaria de La Voz Femenina, fundadora de El Mundo, se inició a los catorce años en La Habana Elegante. Otras publicaciones como El diario de la Familia y el Eco de las Damas tuvieron impacto en el llamado público femenino. Aida Peléaz de Villaurrutia, quien firmaba con el seudónimo de Eugenio María Collado, dirigió la Revista Ideal, escribió en La Discusión y fue de las primeras mujeres que cobró por sus artículos. María Collado fue la primera en entrar al Colegio Nacional de Periodistas, con el número cuarenta y tres de miembro del colegio, y también en la Asociación de Reporters de La Habana. Tuvo a 375
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su cargo la página femenina La Discusión, fue cronista parlamentaria de varios periódicos y fundó y dirigió el periódico La Mujer. Dos cubanas marcaron la famosa revista Carteles: Mary Blanca Salas Alomá, importante intelectual y política, y una jovencísima Mirta Aguirre, la primera cubana en lograr el premio periodístico “Justo de Lara”. Ana María Borrero, de la saga de las Borrero, fue otra destacada periodista de la primera mitad del siglo XX. Entre las publicaciones más destacadas de esa época está Liceo, y resultan interesantes también, Minerva, de las prostitutas y La Cebolla, de las mujeres de color. Me he extendido en la lista de nombres porque creo, como Camila Henríquez Ureña10, que “el movimiento cultural femenino empieza cuando las excepciones dejan de parecerlo.” Y me parece que, aunque con menor presencia que sus colegas masculinos, las mujeres periodistas no son, hablando en términos cuantitativos y cualitativos, una variable insignificante. La mayor parte de ellas fueron feministas, algunas de pensamiento y acción, otras protofeministas. La mayoría fundó o colaboró en revistas y periódicos feministas o en revistas femeninas. Me gustaría, sucintamente, referirme a algunas características que tipifican este discurso y a mis valoraciones sobre él: 10
Camila Henríquez Ureña: “La mujer y la cultura”, en Estudios y Conferencias, Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1982.
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• Muchas se travestían al usar seudónimos masculinos. Julián del Casal, por su parte, firmó como una mujer para rendir homenaje a las que se veían impelidas a hacer lo contrario. • Es muy interesante la forma en que se articula este discurso desde un supuesto yo/otro masculino para ser aceptada y, sobre todo, los temas que se explicitan desde ese yo. • Otra característica es que muchas escribieron en revistas para mujeres (recordar que la primera división de las audiencias en el siglo XVIII fue la prensa femenina y la de interés general), y se les acusa de reproducir los viejos estereotipos. Sin embargo, sería interesante verlas en su contexto y valorar la jerarquización del mundo privado y lo que desde allí aportaron a la identidad cubana. • Muchas se acercaron al periodismo como una forma de llegar a la literatura, y sufrieron discriminación dentro del sector. Sin embargo, desde el periodismo escrito por mujeres en publicaciones femeninas, feministas y de interés general, se libró también la batalla del feminismo en Cuba, no sólo socializando los puntos de vista feministas, polemizando y expresando sus opiniones, sino rompiendo con su hacer los roles tradicionalmente asignados a las mujeres en el espacio público, apoderándose de una parcela de las más importantes del mundo público y del ejercicio del poder. Se adueñaron también de la palabra para, como señalaba Camila Henríquez Ureña: “derribar barreras, franquear obstáculos, demoler para que 377
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se construya luego, en todos los aspectos, la vida de relación entre los seres humanos”.11 Hoy las mujeres constituyen más del 44 % de los trabajadores de los medios y reciben, como todas las trabajadoras, igual salario por trabajo de igual valor. No se limitan a cubrir las áreas concebidas como tradicionalmente femeninas y cada vez más se adueñan de las nuevas tecnologías. Ellas constituyen más de la mitad de los estudiantes de comunicación. Sin embargo, aún su presencia en puestos de toma de decisiones de los medios pudiera ser mayor, en correspondencia con el desarrollo alcanzado en la profesión. Entre los temas pendientes de investigación en nuestro país está la situación y condición de la mujer dentro de los medios. Por otra parte, la experiencia cubana demuestra que, para lograr una comunicación con enfoque de género, no basta con que exista un alto número de mujeres comunicadoras, incluso algunas en puestos decisorios, si ellas no tienen una conciencia de género. Ahora bien, todo este proceso es un fenómeno complejo pues, como afirma Michele Mattelart: “Lo que depende del orden simbólico no se articula automáticamente sobre los cambios ocurridos en el orden de la producción y de la organización de los roles sociales.” Más allá de las vocales Pero algunos y algunas pretenden reducir el enfoque de género sólo al problema del sexismo en el 11
Camila Henríquez Ureña: “Feminismo”, en ob.cit.
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lenguaje, sobrevalorando este aspecto, y hay quienes suelen minimizar el uso discriminatorio de la lengua acudiendo al ridículo, para ocultar su propio desconcierto. El sexismo en el lenguaje rebasa, en mi opinión, la a y la o, para reflejar la expresión de un pensamiento conformado a lo largo de siglos de una cultura patriarcal que no nombraba lo femenino y tenía lo masculino como la medida de todas las cosas porque, precisamente, las mujeres “eran invisibles”. ¿Por qué el mismo adjetivo (público) establece un abismo desde las antípodas cuando se aplica a un hombre o a una mujer? La lengua es un sistema vivo y, como tal, se transforma. ¿Era necesario decir o escribir ministra en 1900 si la mujer no tenía siquiera derecho al voto? A situaciones nuevas, lenguaje nuevo. ¿Por qué nadie se opone al ciberespacio? No es el lenguaje lo único urgido de cambios, ¿qué puede aportar decir compañeras y compañeros, si las compañeras se siguen representando como “las reinas del hogar” y los compañeros como los “naturalmente dotados” para dirigir? Es necesario influir desde el poder socializador de los medios, cambiar el pensamiento, los juicios de valor, los roles, estereotipos y prejuicios ya que, en el caso de Cuba, la justicia social ha sido alcanzada. Hay, por tanto, que introducir el enfoque de género en las rutinas productivas, en la investigación, en la docencia, en la elaboración de los productos comunicativos y, por supuesto, en el lenguaje. Más que un simple dilema intelectual, el enfoque de género pretende una cultura de equidad, 379
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respeto a la diversidad y una forma de vida nueva y más plena. La situación de las comunicadoras en el mundo Aunque mucho se ha avanzado desde que la periodista estadounidense Anne Royal se sentara sobre las ropas del presidente John Quincy Adams, que se bañaba en el río Potomac, hasta conseguir una entrevista, aún muchas mujeres periodistas denuncian ser víctimas de la discriminación en los salarios, a la hora de los ascensos y las coberturas, e incluso padecen acoso sexual. Sin embargo, es alentador señalar que el número de mujeres periodistas y de estudiantes de Comunicación va cada día en aumento; aunque es cierto que el hecho de que una mujer esté en la prensa no garantiza el enfoque de género, si ella lo que reproduce son las visiones patriarcales y androcentristas. El acceso a las nuevas tecnologías es limitado, no sólo porque en el Tercer Mundo el acceso a Internet es bastante limitado (en América Latina, por ejemplo, únicamente el tres por ciento de la población tiene acceso a la red de redes), sino porque es necesario que tengan más acceso a la capacitación. Sin embargo, hay interesantes proyectos de comunicadoras con redes alternativas y con medios que proponen un periodismo con enfoque de género. Una reflexión final El problema no reside en hacer un periodismo de hombres o de mujeres, sino entender que a las 380
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atávicas incertidumbres que acosan a la humanidad desde sus propios orígenes y a las que ha tratado de exorcizar a través de la religión, la filosofía, la literatura, el arte... se suma hoy una nueva interrogante. ¿Estar o no estar en los medios? El enfoque de género nos permitirá acercarnos a esta problemática de manera múltiple y enriquecedora.
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VI. Teoría y práctica feminista
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DEMOCRACIA, GÉNERO Y SISTEMA POLÍTICO(*) Judith Astelarra ¿Qué indica básicamente la idea de que la sociedad es patriarcal? Muestra que hay dos factores importantes que caracterizan las relaciones entre hombres y mujeres. Uno de ellos es la existencia de jerarquía y relaciones de poder entre hombres y mujeres. Pero, además, cuando se utiliza el concepto de patriarcado, lo que se hace es mostrar un segundo factor; esto es, que se trata de un sistema social complejo, que no es una cosa que está dada solamente en relaciones personalizadas. Que hay una estructura social que genera esta contradicción entre hombres y mujeres. Género, en cambio, fue una categoría que se desarrolló en la academia y se desarrolló precisamente para salir de lo que se entendía que era una limitación del discurso militante, es decir, que las sociedades podrían ser patriarcales, pero no había por qué imaginarse sociedades matriarcales o sociedades igualitarias. Por ello, en lugar de utilizar el concepto de patriarcado, se desarrolló el concepto de sistema sexo/género. A partir de asumir este concepto se llenó de contenido la noción de que era un sistema global. El trabajo de investigación y (*)
Tomado de Judith Astelarra: “Democracia, género y sistema político”, en: Ángela Meentzen y Enrique Gomáriz: Democracia de Género, una Propuesta Inclusiva, Contribuciones desde América Latina y Europa, Fundación Heinrich Böll, El Salvador, 2003, pp. 28-29.
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conceptualización de las distintas disciplinas mostró la complejidad que tenía el sistema de género. Hoy existe el consenso de que el sistema de género opera en cuatro niveles: 1) en la biología secundaria; 2) en el nivel de la identidad personal; 3) en el nivel de los roles sociales; 4) en el nivel de los ámbitos sociales. Si la jerarquía y las relaciones de poder fueron los elementos centrales que el movimiento feminista utilizó para caracterizar al patriarcado, el estudio del sistema sexo-género mostró cómo también se había construido como un sistema dicotómico, dividiendo a las personas en dos categorías: hombres y mujeres. Pero, de allí pasó a caracterizar también como femenino y como masculino a los roles y las actividades sociales y a los ámbitos donde se desempeñan dichos roles. A pesar de que esta dicotomía es casi universal, la investigación antropológica mostró que, en algunos de esos niveles del sistema de género, también han existido sociedades que distinguían más de dos categorías. En el análisis de la dicotomía se entra en un terreno complejo. La biología básica reproductiva muestra claramente machos y hembras; en este nivel la dicotomía es clara. Sin embargo, ya en la biología secundaria se ve cómo hay una interrelación entre biología y cultura y sociedad, porque la distribución de los rasgos corporales secundarios (por ejemplo tamaño, fuerza, pelo, entre otros) no es dicotómica, sino que tiende a tener más categorías. De hecho, hombres y mujeres tienen el mismo tipo de hormonas, pero en cantidades diferentes. 386
DEMOCRACIA, GÉNERO Y SISTEMA POLÍTICO
La identidad personal tiene que ver con la primera socialización en que no se adquiere identidad de “persona”, sino de hombre o mujer. Esto es lo primero que todas/os aprendemos y que, luego, es reforzado por la práctica cotidiana a lo largo de nuestra vida. En algunas sociedades, los estereotipos de feminidad y masculinidad se dicotomizan claramente, llegando incluso a aparecer como identidades contrapuestas. En otras, en cambio, hombres y mujeres no aparecen tan extremadamente dicotómicos, son sociedades más “unisex”. En otras, la realidad muestra tipos de feminidad y masculinidad que no se corresponden con el discurso dicotómico predominante. El tercer nivel del sistema social de género muestra cómo el género se aplica no solo a las personas, sino que se traslada a las actividades que hacen las personas, de ahí que los roles fueran masculinos o femeninos y, por eso, se definen como roles sexuales. Esto llevó a analizar la división sexual del trabajo y a constatar que todas las sociedades lo tienen, aunque sus expresiones pueden ser muy diferentes, lo que es femenino en una cultura puede ser masculino en otra. Finalmente, la dimensión de género también existe en los ámbitos sociales en los que se desempeñan estas actividades, a las que también se les pone el epíteto de masculino y femenino. El sistema de género es así un sistema global, en el cual sus distintos niveles están en permanente interacción. Esto es lo que hace que sea un sistema muy estable, que tiende a reproducirse, aunque cambien los contenidos. Pueden variar las características de cada uno de los géne387
JUDITH ASTELARRA
ros, en cada uno de los niveles, pero se vuelve a reproducir la incidencia que la dimensión de género tiene para articular a la sociedad.
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¿POR QUÉ ME DECLARO FEMINISTA?(*) Jamaica Hutchins La semana pasada, en una de mis clases de Historia en la Universidad Estatal de Sonoma, un compañero de estudios me llamó “femi-nazi”, sólo porque manifesté mi interés en la historia de las mujeres. Esa reacción tristemente inepta me hizo pensar en las connotaciones que evoca el lenguaje que utilizamos para hablar sobre los derechos de las mujeres, tal como el término “feminismo”. Más tarde, esa semana, le pregunté a una amiga si ella se consideraba feminista y respondió: “No... hay demasiados estereotipos negativos asociados a esa palabra. Las feministas son vistas como mujeres furiosas que odian a los hombres”. Estas dos experiencias hicieron aún más clara mi percepción de que mujeres y hombres necesitamos un recordatorio sobre los beneficios y la necesidad de disfrutar, abrazar y rescatar la palabra “feminista” en el siglo XXI. A menudo escucho a mujeres insistir en que, como sociedad, hemos alcanzado una igualdad general entre los sexos. No necesitamos protestar ni hacer manifestaciones, dicen, y esta postura incluye la afirmación de que hoy día las mujeres podemos lograr cualquier cosa. Desafortunadamente, la realidad no apoya esta creencia. Tal como señala Susan Faludi, autora de “El rebote: la guerra no declarada contra las (*)
Publicado en Tertulia, no. 51, el 15-XII-2001.
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mujeres en Estados Unidos”, no puede haber una verdadera igualdad mientras las mujeres sigan conformando dos tercios de todas las personas adultas pobres y devenguen 70 % de lo que los hombres ganan, y en tanto haya un 80 % de mujeres atrapadas en trabajos “femeninos” tradicionales. Las mujeres también continúan realizando más del 70 % de las tareas domésticas. Además, no están representadas de manera igualitaria en el ámbito político y ocupan sólo un pequeño porcentaje de los puestos ejecutivos en las grandes empresas. Los cuerpos de las mujeres son utilizados para vender desde automóviles hasta cerveza, y persiste la noción de que el valor de una mujer está vinculado a su apariencia física. A mí me parece obvio que todavía necesitamos el feminismo. Quizás el problema radica en una mala comprensión de lo que es el feminismo y lo que las feministas promovemos. El feminismo no es un iracundo ataque contra los hombres, pero sí la insistencia de que las mujeres merecemos igualdad y justicia en la sociedad. El feminismo visualiza un futuro en el que la dignidad humana sea fundamental y que existan oportunidades para toda la gente. El feminismo también acoge y afirma a las mujeres y sus logros en el pasado y en el presente. El feminismo permite a las mujeres definirse a sí mismas como liberadas de las rígidas normas culturales acerca del papel que deben jugar en la sociedad. Un reciente estudio reveló que 90 % de las mujeres creía que a ellas se les debe pagar equitativa390
¿POR QUÉ ME DECLARO FEMINISTA?
mente respecto a los hombres por el trabajo que desempeñan; que merecen iguales derechos en la sociedad y que el sexismo aún existe. Sin embargo, sólo 16 % dijo que se consideraba feminista. ¿Cuándo y cómo permitimos que “feminista” se convirtiera en una mala palabra? ¿Por qué hemos de permitir que los fundamentalistas religiosos, comediantes misóginos, una minoría hostil de mujeres o los medios de comunicación reinterpreten y definan negativamente la etiqueta, la bandera, del movimiento por los derechos de las mujeres? El virulento ataque contra esa palabra no es un fenómeno nuevo, como ya lo evidenció Rebecca West cuando, en 1913, escribió: “Yo misma nunca he podido averiguar exactamente qué es el feminismo. Sólo sé que la gente me llama feminista cada vez que expreso sentimientos que me diferencian de una alfombra”. Muchas de las furiosas respuestas provienen de hombres, pero no tendría por qué ser así. También ellos pueden llamarse “feministas” y abrazar el principio de la igualdad entre los sexos. Tengo la esperanza de que no todos los hombres actuarán en formas reaccionarias o atemorizantes, sino que comprenderán y apoyarán a las mujeres en nuestra continua lucha por la equidad. Uno de mis profesores se declaró a sí mismo como feminista y, aunque muchos se rieron e hicieron bromas, yo experimenté una increíble sensación de validación. Los ideales feministas no son específicos a un género; son exhortativas universales de igualdad. Los hombres también se beneficiarán, ya que la reestructuración de los roles de género tradicionales 391
JAMAICA HUTCHINS
les liberará de las restricciones de una masculinidad definida rígidamente. En todos lados, las mujeres deberían agradecerle a alguna feminista por los logros alcanzados a favor de ellas a lo largo de los últimos cien años. Las mujeres pueden votar, obtener anticonceptivos, trabajar fuera del hogar, rehusarse a tener relaciones sexuales (aun con sus esposos), recibir una mejor educación, participar en deportes, desempeñar cargos públicos y realizar transacciones legales y financieras. Es por eso que yo me declaro feminista. Honro y aprecio el sacrificio, la dedicación y el arduo trabajo de nuestras madres y abuelas. Exhorto a mis compañeras y compañeros de la universidad a reevaluar sus nociones sobre las feministas y el feminismo. Necesitamos rescatar la palabra “feminista” y honrarla por lo que es: una promesa de igualdad para todos los seres humanos. (Traducción: Laura E. Asturias)
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ALGUNAS ESPERANZAS RESPECTO AL FUTURO POSICIONAMIENTO FEMINISTA(*) Sylvia Borren Individual y colectivamente hemos avanzado mucho como mujeres y como feministas. Muchas de nosotras hemos tenido que vencer estereotipos negativos y presiones sociales no sólo como mujeres, sino como mujeres de color, de diversas procedencias sociales y estilos de vidas. Para ello hemos tenido que luchar para liberarnos de un conflicto de valores que volverá a emerger, una y otra vez, porque la xenofobia, el racismo, la homofobia de siglos no pueden ser vencidos tan fácilmente. Muchas de nosotras hemos participado en el reclamo de una porción justa: de ingresos, salud, educación, poder de decisión, para nosotras mismas y nuestras hermanas que trabajan arduamente para sacar mejor provecho de condiciones duras e inhumanas. Creo que ha llegado el momento en que muchas de nosotras (más de las que actualmente lo hacemos) tomemos una seria responsabilidad en dar forma a nuestro mundo en los niveles micro, medio y macro. En otras palabras, de dar un paso más en el feminismo, el movimiento feminista y el liderazgo feminista; de preocuparnos no sólo por la forma de vida de las mujeres, sino también de la calidad de las vidas de los hombres, mujeres y niños/as, en un sentido más general; de interesarnos (*)
Fragmento de Retos feministas en un mundo globalizado. Tomado de Internet: http://alainet.org/publica/retosfem/
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SYLVIA BORREN
por encontrar soluciones a las tensiones y conflictos en el mundo; de asumir el liderazgo en organizaciones, de buscar formas para hacer que nuestras vidas y nuestro mundo sean más inclusivos y diversos. Para ello, necesitamos asumir un nivel diferente de responsabilidad en nuestros pensamientos. Necesitamos reconocer dilemas, contradicciones, juicios difíciles. Permítanme tomar a Afganistán como ejemplo, una vez más. A lo largo de los años, diversas voces de mujeres hablaron y escribieron sobre las atrocidades a las que eran sometidas las mujeres en manos del Talibán. Como movimiento, queríamos que esto se detuviera. Pero no identificamos qué queríamos que se hiciera exactamente, ni quién. Obviamente, con pedirlo al Talibán, con buenas maneras, no se iba a lograr. Si queríamos detenerlo, ¿qué es lo que estábamos pidiendo? ¿Sanciones? ¿Una intervención militar? Cuando el actual bombardeo a Afganistán comenzó, escuché y leí voces feministas en contra. Bien, pero si los Estados Unidos no hubieran salido en la búsqueda de Bin Laden, sino que una fuerza de la ONU (Organización de Naciones Unidas) hubiera intervenido para luchar contra el Talibán, debido a los abusos a los derechos humanos de las mujeres, ¿hubiéramos estado a favor? ¿Cómo hubiéramos manejado el hecho predecible de que algunas de nosotras hubiéramos estado a favor y otras en contra? ¿Cómo podríamos enfrentar un dilema similar mañana y llegar a una posición de advocacy que podamos llevar como movimiento? ¿Cómo organizamos eso? 394
ALGUNAS ESPERANZAS RESPECTO AL FUTURO...
El movimiento feminista siempre ha trabajado firmemente en el desarrollo del consenso. No obstante, desde mis expectativas y punto de vista, cuando muchas más mujeres asuman el poder y se ubiquen en posiciones de responsabilidad, tendremos que aceptar de manera más plena la existencia de diversidad en nuestras posturas y tendremos que debatir la diversidad de manera más libre, más abierta. A fin de manejar la diversidad, creo que tendremos que aprender a ser más autónomas en nuestras relaciones, unas con otras. Puede que yo siempre ofrezca una solidaridad básica a cualquier mujer, pero, más allá de esto, querré conocer sus puntos de vista, su compromiso con el cambio, sus energías, su capacidad para asumir responsabilidad. De hecho, esto es más importante para mí que si esa mujer se identifica como feminista o no. Muchas mujeres que están realizando trabajos excelentes no se identifican como feministas. Lo que en realidad espero es que el debate sobre liderazgo feminista se haga realidad. Que un número cada vez mayor de mujeres reconozca la importancia de ser inclusivas en cómo nos organizamos, de reconocer la diversidad en procedencias y posturas. Sin embargo, que esto no conduzca a intentos interminables de encontrar un consenso o, pero aún, a la inercia. Espero que un número cada vez mayor de mujeres tome el ejemplo de nuestras hermanas maltratadas en otros ámbitos de la vida: que un número cada vez mayor de mujeres pueda y asuma el poder y la responsabilidad, y empiece a auto-identificarse como actora fuerte y positiva. 395
SYLVIA BORREN
Algunas de nosotras continuaremos trabajando en temas de las mujeres. Otras participan en actividades de las corrientes dominantes. Las mujeres están asumiendo el liderazgo en el sector corporativo, en el gobierno, en los servicios sociales, en organizaciones de la sociedad civil. Qué maravillosa oportunidad tenemos para establecer redes de manera estratégica. Pero, para ello, tenemos que aprender a negociar entre nosotras mismas; a construir alianzas allí donde nuestros intereses coinciden; a buscar oportunidades de ganancia-ganancia; a aceptar que podemos ponernos de acuerdo para trabajar conjuntamente en planes y metas específicas, sin estar de acuerdo totalmente sobre todas las cosas. Esto es importante para mí porque NOVIB, como organización de financiamiento, es buscada con frecuencia por quienes necesitan apoyo. Me siento muy incómoda cuando, de alguna forma, esto se liga a cuestiones de lealtad, en lugar de a discusiones sobre las metas y la calidad de las propuestas. Esto huele a clientelismo. Entonces, mi sueño para nuestro futuro feminista: un número cada vez mayor de mujeres con el valor para asumir mayor poder y responsabilidad, y para trabajar desde una premisa de que sí podemos cambiar el mundo exitosamente, no sólo para las mujeres sino para todos. Una organización más inclusiva, una mayor aceptación de la diversidad, debates más abiertos sobre las diferencias, menor necesidad de consenso tipo simbiótico. Más construcción de alianzas entre algunas mujeres, pero también hombres, en todos los ám396
ALGUNAS ESPERANZAS RESPECTO AL FUTURO...
bitos de la vida. Estrategias más ingeniosas hacia metas específicas como, por ejemplo, educación para todas/os, o como los derechos reproductivos, incluyendo anticonceptivos y aborto. Las metas hacia las cuales trabajaré, con muchas otras mujeres y hombres, se refieren a un mundo de equidad global, con un enfoque en el desarrollo basado en los derechos. Sé que hay muchas mujeres que comparten esas metas, esos valores. Debemos continuar ganando terreno en el conflicto de recursos, debemos procurar más para las niñas y las mujeres en todo el mundo: más educación, más salud, mayores ingresos, más poder de decisión. También espero ver a más mujeres asumiendo el poder, y la responsabilidad y el liderazgo para trabajar hacia esas metas: trabajando desde una suposición subyacente de capacidad, de habilidad para producir resultados y el deseo de éxito. Luego, espero que nos hagamos más ingeniosas y exitosas en la elaboración de estrategias para el cambio. Y espero que las mujeres empiecen a liderar el cambio en el mundo y a encontrar apoyo: no necesariamente porque nos identifiquemos como feministas, sino porque vivimos nuestros propios discursos sobre liderazgo inclusivo, apoyando la diversidad. Y, particularmente, porque podemos diseñar, planificar, implementar y producir resultados, como feministas, en los circuitos de las corrientes dominantes o alternativas, con éxito. Yo quiero pertenecer a este tipo de movimiento feminista. 397
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DESAFÍO AL CAPITALISMO Y AL PATRIARCADO [fragmentos] Third World Viewpoint entrevista a bell hooks(*) THIRD WORLD VIEWPOINT: Usted ha escrito extensamente sobre cuestiones feministas y sobre la opresión racial en América. Sus análisis son siempre profundos e incisivos, pero, al ser una intelectual en el sentido elitista de la palabra, ¿no le preocupa que posiblemente la mayoría de los hombres y mujeres afroamericanos no tengan la oportunidad de saber quién es bell hooks, de leer un material tan relevante para las luchas en que están inmersos? BELL HOOKS: Creo que puedo considerarme afortunada, por cuanto recibo una gran respuesta por parte de esa “mayoría”. Creo que tenemos una visión demasiado estereotipada de la gente trabajadora. Hay un montón de trabajadores negros que leen. De hecho, hace ya veinte años, mucho antes de que las feministas se interesaran y aplaudieran mi trabajo, yo ya contaba con el apoyo de esa población negra, especialmente de las mujeres, que iban a las bibliotecas, leían mis libros y me escribían. Mi propósito es ampliar esa audiencia para llegar a los jóvenes negros entre 15 y 25 años, que es la población lectora que, posiblemente, es menos probable que haya oído hablar de mí. (*)
Tomado de Z Magazine, diciembre 1995. Traducido por Juan Romero y revisado por Alfred Sola, marzo, 2000.
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ENTREVISTA A BELL HOOKS
(…) quiero que la gente negra sepa que hay voces intelectuales negras insurgentes, que tratan nuestras necesidades como pueblo que debe afrontar una renovada lucha por la liberación. Hablemos del concepto de patriarcado sobre el que usted ha escrito y hablado en multitud de ocasiones. El patriarcado es un concepto de sociedad dominada por los hombres. Claramente ha existido antes de que hubiera capitalismo. ¿Cree que el derrocamiento del capitalismo lleva consigo las semillas para la desaparición del patriarcado y la opresión de las mujeres? Creo que lo que puede verse globalmente es que ha habido luchas increíbles para combatir el capitalismo que no han tenido en absoluto, como resultado, el final del patriarcado. También creo que, cuando estudiamos las sociedades antiguas que no eran capitalistas, encontramos sistemas jerárquicos (que otorgan más poder a los hombres), del mismo modo que en los patriarcados modernos. No creo que se pueda destruir el patriarcado sin cuestionar, criticar y combatir el capitalismo y tampoco creo que combatir el capitalismo sea suficiente para conseguir un mundo mejor para las mujeres. ¿Cómo combina la lucha contra el patriarcado y contra el capitalismo? Creo que, estratégicamente, es necesario luchar en todos los frentes. Por ejemplo, a mí me preocupa que no haya más mujeres negras comprometidas en la política anti-capitalista. Pero hay que entender el papel que juega la opresión sexista para 400
DESAFÍO AL CAPITALISMO Y AL PATRIARCADO
animar a las mujeres negras jóvenes a creer que no tienen ninguna necesidad de estudiar el capitalismo. [...] Como mujer que ha crecido en una familia sureña negra, de clase trabajadora y con un patriarcado tradicional, creo que existe una convergencia total entre las cuestiones de clase y de género. Yo era plenamente consciente de mi clase y era plenamente consciente de las limitaciones que se me imponían por mi sexo. No sería la trabajadora comprometida por la libertad que soy si no hubiera comenzado por oponerme a una visión de género de la educación que sugiere que la política es terreno de los hombres y que el pensamiento político sobre la lucha contra el racismo y el colonialismo es cosa de hombres. Estoy claramente a favor del tipo de educación que favorece una conciencia crítica que diga: no vamos a mirar estas cosas por separado. Vamos a ver cómo convergen para que, cuando empecemos a tomar una actitud contra ellas, podamos adoptar por nosotros mismos este tipo de actitud estratégica, que nos permita ser determinantes como gente que lucha de manera revolucionaria en todos los frentes. Desde su propio desarrollo político ¿cree que su análisis está moldeado por la crítica marxista de la sociedad capitalista? Totalmente. Creo que el pensamiento marxista —el trabajo de gente como Gramsci— es absolutamente crucial para educarnos en la conciencia política. Eso no significa que tengamos que pasar por alto 401
ENTREVISTA A BELL HOOKS
el sexismo o el racismo que aparece en estos pensadores. Significa que tenemos que extraer los recursos de su pensamiento que puedan resultarnos útiles en la lucha. Es en el análisis de clase donde comencé todo mi trabajo. Era contra el feminismo blanco burgués contra el que reaccionaba cuando, en mis primeras clases de estudios de la mujer, me levantaba y decía: “Las mujeres negras siempre hemos trabajado”. Desafiaba a la estructura del feminismo desde una perspectiva de clase. En consecuencia ¿incitaría a las mujeres a implicarse de manera organizada en la lucha contra el sistema capitalista y contra la opresión de género? Sin duda. [...] Por ejemplo, tome un rapero como Ice T, en su nuevo libro The Ice Opinions (Las opiniones de Ice), que hace un astuto análisis de clase cuando dice que “la gente no vive en el ghetto porque son negros, sino porque son pobres”. Pero, a continuación, lo que ofrece como respuesta es el capitalismo. Esto significa que tiene un vacío total en su entendimiento si cree que volverse rico en esta sociedad es, de algún modo, una forma de redimir la vida de los negros. La única esperanza que existe para transformar la vida material de la gente negra es reclamar la redistribución de la riqueza y los recursos, lo que no es sólo una crítica del capitalismo, sino un completo desafío al capitalismo. Usted se lamenta de no ver mujeres jugando papeles importantes en las organizaciones políticas —especialmente en la izquierda. Pero, en cuanto a 402
DESAFÍO AL CAPITALISMO Y AL PATRIARCADO
las pocas posibilidades de las mujeres izquierdistas de organizarse fuera de la perspectiva feminista, me parece que podrían ofrecerse muchas razones para explicarlo, como el hecho de que no se percibe que los hombres negros, aunque sean sexistas, controlen los resortes del poder en esta sociedad, de modo que a las mujeres negras, como tales, les resulta problemático organizarse de manera independiente. No estoy de acuerdo en que mi punto de partida político arranque del feminismo. Arranca de la noción de autodeterminación de los negros. Para participar en la lucha revolucionaria, para la autodeterminación colectiva de los negros, he de implicarme en el feminismo porque se ha convertido en el vehículo para proyectarme, como mujer, en el corazón de la lucha; pero el corazón de la lucha no arranca del feminismo. Arranca de entender la dominación y de la crítica de la dominación en todas sus formas. De hecho, creo que es peligroso pensar que el punto de partida es el feminismo. Creo que necesitamos una visión mucho más sofisticada de qué significa tener una conciencia política radical. Esa es la razón por la que pongo tanto énfasis en la necesidad de que los afroamericanos adopten el lenguaje político del colonialismo. [...] Por lo que respecta a la necesidad de que se despierte una conciencia en los hombres y mujeres negros, acerca de las cuestiones de género, ¿qué tipo de programa cree que debería plantearse? 403
ENTREVISTA A BELL HOOKS
Creo que también necesitamos que los hombres negros sean profesores feministas, que eduquen hacia una conciencia crítica. En realidad, estoy a favor de una división más comunal del trabajo. Si tenemos una comunidad en la que parece que la gente está más animada por el género, pero que no le importa mucho la clase, entonces creo que estratégicamente necesitamos dirigirnos a ese marco de entendimiento que se está dejando de lado, en lugar de asumir que debemos centrarnos siempre en el otro marco. Creo que las mujeres negras son muy sensibles al consumismo hedonista burgués, porque son los objetivos principales de los medios de masas. Por tanto, es claramente necesaria una gran cantidad de pensamiento acerca del materialismo en nuestras vidas para animar a las mujeres negras a la lucha revolucionaria. De modo que la clase reaparece de nuevo y no hemos tenido suficientes líderes negras. Pero la cuestión es que también necesitamos saber cómo esas mujeres, muchas de las cuales proceden de familias burguesas, comienzan a adquirir una conciencia más revolucionaria —si es que realmente han adquirido esa conciencia. Para las mujeres negras también es más fácil, muchas veces, hablar sobre el género e ignorar la clase, porque muchas de nosotras no nos hemos desposeído de nuestro apoyo al capitalismo y de nuestro anhelo de lujos. Creo que una cosa es disfrutar de la buena vida, de la belleza y de las cosas, y otra muy distinta sentir que una acepta apoyar el asesinato de otra gente, en otros países, para poder tener un bonito coche y otros caprichos. 404
DESAFÍO AL CAPITALISMO Y AL PATRIARCADO
Con sus respuestas ha dejado bastante clara cuál es la diferencia entre su actitud política y la de, digamos, las feministas blancas. Bueno, yo más bien diría “algunas feministas blancas”, porque se me ocurren feministas revolucionarias que son blancas. No oímos hablar de ellas porque no comparten los objetivos burgueses de mantener el status quo. Son una pequeña minoría, pero están ahí y son útiles aliadas para la lucha. Por eso ya no me gusta utilizar esos términos monolíticos que utilizaba al principio en Ain’t I A Woman (¿Es que yo no soy mujer?), porque tenía 19 años cuando escribí ese libro y reflejaba una cierta ingenuidad política. Ahora tengo mucho más cuidado en no poner a todas las feministas blancas en el mismo saco, porque hay un pequeño grupo de pensadoras revolucionarias que son activistas y que están mucho más comprometidas, como aliadas nuestras, que la generalidad de las feministas blancas de las que tanto oímos hablar. ¿Tenemos que olvidar, por tanto, la idea de que el feminismo es oponer hombres y mujeres? En Feminist Theory, From Margin to Center (Teoría feminista, de los márgenes al núcleo), yo decía que, si se piensa en el feminismo como un movimiento para acabar con el sexismo y la opresión sexista, ahí no se dice nada de los hombres. Desde mi punto de vista, una mujer no es feminista simplemente por ser mujer. Se es feminista porque se empieza a renunciar a los modos sexistas de pensamiento y se revoluciona la conciencia. Lo mismo vale para el camarada, en la lucha. 405
ENTREVISTA A BELL HOOKS
Podría pensarse, como en el caso del racismo, que a la mujer le conviene más desarrollar una conciencia feminista, pero esa es la única razón por la que creo que las mujeres tienen un interés mayor por el feminismo que los hombres. Me entristece que hayamos tolerado a esas feministas irreflexivas que actúan como si se tratara de una lucha contra los hombres… Aunque se trata de la rama políticamente menos desarrollada del feminismo, es la rama de la que más se oye hablar. No es el tipo de feminismo revolucionario que dice que el patriarcado también amenaza la vida de los hombres negros. Cuando miramos a los negros, que se matan entre sí —que piensan que su polla es una pistola y que las pistolas son pollas—, esos hombres necesitan una crítica de la idea de masculinidad patriarcal para salvar sus vidas. El feminismo, como movimiento político, necesita específicamente tratar las necesidades de los hombres en su lucha por revolucionar su conciencia. [...] ¿Es la comunidad negra más homofóbica que la blanca? La retórica del nacionalismo es totalmente homofóbica y, en la medida en que la comunidad negra actual vive las fantasías escapistas, apolíticas y no revolucionarias del nacionalismo y la familia patriarcal, somos más agresivamente homofóbicos que la cultura más amplia, en la que hay una gran cantidad de liberales y progresistas blancos que no están interesados en el nacionalismo. [...] 406
DESAFÍO AL CAPITALISMO Y AL PATRIARCADO
Usted es también una crítica cultural. Ahora mismo hay muchas películas de negros ¿cree que esas películas están tratando los problemas actuales de los negros? Mucha gente negra me dijo, por ejemplo, “Oh, tienes que ver Sankofa”, la película de Haile Gerima. Fui a verla y pensé: este guión sobre la esclavitud viene directamente de Lo que el viento se llevó. Hay momentos en los que se afirma la autodeterminación de los negros, pero resulta tan sentimental cuando trata las cuestiones de género. Tenemos a esa sacrificada madre negra que, si en realidad tuviera una conciencia revolucionaria, no iría detrás de su hijo retrógrado mulato, que se odia a sí mismo, de la manera que lo hace esa mujer. Es triste que esta sea nuestra visión de una película que empieza a tratar nuestros problemas porque, otra vez, lo hace de manera totalmente banal. [...] Estoy mucho más interesada en que los estudiantes lean y conozcan los discursos y los textos de Malcolm X, la persona, a que vayan a ver esa versión amañada y colonizada de Spike Lee. Hasta que la gente no haya estudiado las enseñanzas concretas de Malcolm X o Martin Luther King, me parece peligroso que la ficción se convierta en el primer paso de aprendizaje. [...]
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LA OPRESIÓN DE LAS MUJERES(*) [fragmento] Nalú Faría Lo primero que tenemos que hacer, para pensar una distinción entre el género clásico —por lo menos es la idea que yo tengo— y muchas otras, es que hay que hablar de que existe una opresión específica de las mujeres, y qué significa eso: que nosotras no podemos analizar la sociedad y sus contradicciones apenas con el tema de clase, como durante mucho tiempo pensamos, que la contradicción única o fundamental era el tema de clase. Entonces, creemos que las mujeres están oprimidas en tanto mujeres. Y esta opresión nos remite al tema del modelo socioeconómico, pero también a las relaciones con el otro polo, que son los varones, los hombres. Pero en nuestro análisis también está la cuestión de la opresión de raza, además de la de género y clase, porque comprendemos que nuestra sociedad está estructurada a partir de una opresión de raza. Hace unos años atrás hubo un debate acerca de que el tema de la raza no era tan transversal y estructurante como el de género. Poco a poco fuimos mirando y construimos la idea de que las sociedades no prescindían de la dominación de clase, (*)
Tomado de la conferencia dictada por la autora, en Memorias del Encuentro Nacional de Educadores y educadoras populares, Programa de Educación popular y acompañamiento a Experiencias locales, Centro Memorial Martin Luther King Jr, La Habana, noviembre de 2007.
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raza y género. En todas las sociedades, en algún momento, ya sea con pesos diferentes, existieron esas tres formas de opresión. Y ahí, para pensar el tema de género y clase en el capitalismo, tenemos que volver a la idea de que la opresión de las mujeres no se inicia con el capitalismo. Todos los estudios afirman que la opresión de las mujeres es la más antigua que hay, incluso antes de la sociedad de clases. No vamos a poder entrar acá a analizar cuál fue su origen, pero sabemos también que en cada sociedad de clases —sea en el esclavismo, feudalismo o capitalismo—, las mujeres y los hombres se han insertado en ese sistema, según su clase social. ¿Qué significa eso?: que no estamos en una sociedad dividida entre el grupo de hombres, de varones, y el grupo de mujeres. Tenemos las clases y, dentro de ellas, hombres y mujeres. En el caso del capitalismo, lo que lo caracteriza es el modo en que se apropia de la opresión de las mujeres que ya existía. El capitalismo fue el modelo que separó, de forma radical, lo que llamamos los espacios de la producción y de la reproducción. En los otros modelos de sociedad — y aun hoy se puede ver en otras sociedades que no son enteramente capitalistas (africanas, o algunas sociedades que aún están en desarrollo, en la sociedad indígena)—, el tema de la producción y la reproducción no está separado, como dos esferas. Es decir, es en el capitalismo donde, por primera vez, se hace necesario salir de la casa. Antes, en la producción, estaban integradas casa y trabajo. Y esa separación que se produce en el capitalismo 410
LA OPRESIÓN DE LAS MUJERES
también se remite a la otra división que se materializa en el capitalismo, que es la división entre esfera pública y privada. Como ustedes pueden ver, la producción está considerada como parte de la esfera pública y la reproducción, por lo tanto —la familia, el cuidado de los hijos—, como parte de la esfera privada. Esta esfera privada es considerada la esfera de la maternidad, de la intimidad. Mientras la esfera pública se identifica con la del trabajo, los derechos, lo político. Por supuesto que esta división es ideológica, porque en verdad las mujeres y los hombres están simultáneamente en las dos esferas. Pero están, simultáneamente, a partir de su condición de género. Lo que esto significa, justamente, es que en esa esfera privada es donde se realiza el trabajo doméstico. El capitalismo es el primer modelo de sociedad que no se tiene que preocupar por la reproducción de la vida. Da por supuesto que eso corresponde a las mujeres como algo natural y, por lo tanto, no tiene que ocuparse de eso cuando realiza la producción. En el caso de las fábricas, el patrón tiene, simplemente, que su obrero es un varón que tiene familia que lo va a reproducir y le va a permitir llegar al otro día, listo para el trabajo. ¿Qué ha significado eso? Primero, nos demuestra que además de una división internacional del trabajo, existe otra división que es justamente la división sexual del trabajo. Esta radica en la idea de que las mujeres somos responsables del trabajo doméstico. Pero, incluso, cuando las mujeres entran en la esfera del trabajo productivo, noso411
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tras decimos que “entran como mujeres”. Y entran, por lo tanto, marcadas por la división sexual del trabajo. ¿Y cómo se expresa eso? En dos aspectos: una jerarquización que dice que el trabajo del varón vale más que el trabajo de la mujer; y una separación entre el “trabajo de mujer” y el “trabajo de varón”. Esto explica por qué nosotras, las mujeres, estamos concentradas en determinadas categorías, profesiones o funciones, por ejemplo: maestras, enfermeras, trabajadoras sociales, psicólogas, obreras en el sector de los alimentos, en la limpieza. Y los varones están en las producciones consideradas masculinas, relacionadas con la electrónica, las técnicas. Y esa división se expresa en todos los espacios, entre ellos el campo. El campo es muy interesante; las mujeres trabajan más que los varones y se dice que las mujeres no trabajan. Se dice que “ayudan”. En general realizan el trabajo más pesado, que tienen que combinar con todo el trabajo doméstico. Incluso, en el campo, cada vez se produce más la división entre producción y reproducción. Un ejemplo de esto es que no se reconoce como producción el trabajo que hacen las mujeres en los patios situados alrededor de las casas. Esto es: el trabajo en la huerta, la cría de animales. Y eso no se considera trabajo, ni producción. Como si eso no fuera producción, porque lo que se entiende como producción es aquello que después se vende. Lo que pasa con el trabajo en el campo, por lo menos en Brasil y algunos otros países de América Latina, es que la producción de las mujeres en 412
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el patio es lo que garantiza, muchas veces, un pequeño ingreso a lo largo del año. Incluso garantiza el pago de algunas cuentas. Sin embargo, lo reconocido es la cosecha del producto principal: ya sea maíz, frijoles, arroz, que se venden en el mercado, y con eso se compra ropa, instrumentos para trabajar. Ese dinero sí es reconocido. Pero el dinero que una mujer gana no es reconocido. Esta división sexual del trabajo es el corazón de la opresión de las mujeres. Por lo tanto, significa que hombres y mujeres están en una relación social específica que son las relaciones sociales de sexo o de género. Las francesas lo llaman relaciones sociales de sexo, nosotras les llamamos de género. Esta relación social está marcada por una tensión y por un conflicto. ¿Qué tensión es esa? La que supone que en todas las sociedades las mujeres realizan un volumen de trabajo mayor que el de los varones. Lo que significa un privilegio para los varones, aun cuando la educación no admite ese privilegio. Y significa un privilegio porque, además de trabajar menos, cuando llegan al mercado de trabajo, tienen casi siempre más chance de estar mejor posicionados en ese mercado del trabajo. En el caso de Brasil, para que ustedes sepan, un varón que tiene hasta tres años de estudio gana lo mismo que una mujer con ocho años de estudio. Y cuanto más estudio tiene el varón, mayor es la brecha salarial. Entre los pobres somos menos desiguales. Cuanto más aumenta el nivel de profesionalización, de estudios, mayor es la brecha. 413
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Esta tensión existe porque forma parte de una relación de poder que dice que los varones tienen poder sobre las mujeres. Y ahí volvemos al tema de cómo el capitalismo incorporó, reconstruyó elementos patriarcales al interior de la sociedad actual burguesa, que es justamente la idea de que, en el espacio privado, en el espacio del hogar, quien manda es el varón. En Brasil hay un refrán popular; cuando se quiere expresar que una cosa está al revés, se dice: “hasta parece que acá, en este hogar, quien canta es la gallina”, no es el gallo. Me imagino que por acá debe haber algún refrán parecido. Aún en las sociedades capitalistas, en las que los varones son explotados como clase obrera, cuando llegan a su hogar, tienen un espacio de poder. Pero más que de poder, tienen un espacio donde ejercer su dominio: “que las cosas estén ahí para él”. ¿Y por qué las mujeres aceptan eso? ¿Por qué aceptamos eso desde el inicio? Primero, las mujeres no lo han aceptado cómodamente. Tuvo que haber varios mecanismos, tanto legales, ideológicos, de valores, para que eso sucediera. No es preciso decir, antes del capitalismo, el papel que jugaba la religión en eso —la religión católica—, al decir que las mujeres eran las culpables del pecado del mundo. Otro mecanismo de control ha sido la violencia. Hasta hace 200 años los hombres, los maridos, los esposos, tenían el derecho legal de golpear a sus mujeres. Esto mismo sucedía, hasta hace poco, con los niños. Los papás y las mamás pueden dar unas palizas siempre y cuando no los “machuquen”, no 414
LA OPRESIÓN DE LAS MUJERES
los dejen heridos. Y si se piensa que hasta hace muy pocos años las mujeres no heredaban, incluso las de clases burguesas… Las mujeres tenían siempre que obedecer a los hombres. Estaban sujetas a los hombres. Y como vimos ayer, en el video, los prejuicios acerca de que una mujer que no estuviera casada, que no fuera ama de casa, los castigos que la sociedad le podía imponer precisamente en una sociedad donde las mujeres no tenían y aún no tienen el derecho pleno al empleo… Por más que el feminismo, la lucha de las mujeres, el derecho elemental del trabajo hayan exigido reivindicaciones, aún no es reconocido el empleo de las mujeres como un derecho individual. El empleo de las mujeres es siempre visto como ayuda, sobre todo el empleo de las mujeres más pobres; porque a medida que las mujeres profesionales resultan “ventajosas” para el modelo, ahí sí pueden contratar una empleada. Pero el trabajo de las mujeres más pobres siempre es visto como una ayuda. En el caso de Brasil, tenemos más o menos 76 millones de personas en la población económicamente activa. Tenemos 15 millones de mujeres menos que varones. Eso significa que, incluso en un país donde está creciendo el empleo de las mujeres, o las mujeres trabajando para tener autonomía económica, aún hay 15 millones menos de mujeres que de hombres en el mercado del trabajo. Eso significa que son mujeres que dependen del trabajo de otro, u otra. Son mujeres que no tienen ninguna autonomía económica. Pero, cuando miras el salario, 60 % de las mujeres en Brasil ganan hasta dos salarios mínimos, 415
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que corresponde hoy día a 400 dólares. De ellas, más de 30 % gana hasta un salario mínimo. Por tanto, el nivel de autonomía y de poder adquisitivo de las mujeres aún es muy bajo. Volvamos al tema de por qué aceptamos eso. Como hemos visto, hay todo un aparato ideológico, jurídico, de valores que justifican la opresión. En el caso del capitalismo sucedió que, cuando se estructuró, junto con eso viene el Iluminismo, la idea del hombre universal, ubicado por encima del Estado, por encima de las clases. Es una contradicción decir que las mujeres somos inferiores por naturaleza. En la Edad Media sí estaba legitimada la dominación de las mujeres, porque se decía que eran inferiores y, por lo tanto, los varones tenían derecho de dominarlas, por el hecho de ser “biológicamente superiores”. Hasta la Edad Media, y aun en algunas sociedades africanas, islámicas, profundamente patriarcales, funciona así. Pero el capitalismo, con su ideología y sus valores iluministas, introduce aparentemente un conflicto con la idea de la superioridad biológica. ¿Y cuál fue la respuesta? Desde el punto de vista de las feministas, lo que se constituyó fue un patriarcado moderno, un discurso misógino moderno que legitimase esa situación. ¿Y quiénes fueron los principales constructores de ese discurso? Los filósofos iluministas, defensores de la igualdad: Rousseau, Kant. No piensen que estoy mintiendo. Acá traigo una cita de Rousseau, el pedagogo de la autonomía, y dice así: 416
LA OPRESIÓN DE LAS MUJERES
Toda la educación de las mujeres debe estar referida a los hombres: agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos. Criarles de pequeños, cuidarles cuando sean mayores, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable y dulce. Esos son los deberes de las mujeres en todos los tiempos, lo que hay que enseñarse desde la infancia.
Por su parte, Kant dijo que el hecho de que una mujer cursara estudios universitarios sería una cosa tan ridícula, como una mujer barbuda.
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GÉNERO Y CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA SOCIOCLASISTA CUBANA EN LOS NOVENTA (*) [fragmentos] Mayra Espina La crisis y el reajuste económico que han marcado a la sociedad cubana de los años noventa han tenido, entre sus efectos más relevantes, una reconfiguración de la estructura social, que incluye desde procesos de emergencia y desaparición de diferentes grupos sociales, fortalecimiento y debilitamiento económico de otros, hasta ensanchamiento de las distancias sociales y las desigualdades, aparición de sectores sociales en riesgo y de estratos en situación ventajosa. Tales procesos no han concluido aún su despliegue, lo que limita las posibilidades para su interpretación más profunda, pero su fuerte capacidad modificadora ha alterado, en un tiempo relativamente breve, la naturaleza del anterior esquema de estratificación, centrado en altos grados de homogeneidad e igualitarismo distributivo. Por supuesto que la acción combinada de la crisis y la reforma también ha impactado las relaciones de género y la situación de la mujer, aspectos que han constituido un área prioritaria de análisis en las ciencias sociales cubanas. Si embargo, (*)
Mayra Espina Prieto, Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, enero de 2001, Tomado de Internet: http://www.berkeley.edu/
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son prácticamente inexistentes las investigaciones que aborden la articulación clase-género, tema que —a pesar de su relevancia teórica y práctica y su utilidad para comprender, desde la óptica de las diferencias, la experiencia de la transición socialista cubana— no ha logrado consolidarse en la tradición de los estudios de género en nuestro país. Sin la posibilidad real de resolver aquí esta lamentable carencia del pensamiento social cubano, este texto intenta acercarse a esa problemática, caracterizando el escenario de los cambios socioclasistas más importantes asociados a la reforma, entendidos como contexto general que incluye las modificaciones que se están produciendo en la situación de la mujer. [...] Cambios en la situación de la mujer El tema de la mujer y los cambios en su situación social, como efecto de la transición socialista, ha tenido un lugar permanente en las disciplinas sociales cubanas. Especialistas en el tema identifican un conjunto de acciones que integran lo que podríamos llamar una “política asertiva” hacia el mejoramiento de la condición social de la mujer [...] [...] Así, garantía de acceso a educación, salud, empleo y aseguramiento legal del derecho a la igualdad han sido los cuatro pilares que sostienen la política hacia la mujer en la transición socialista cubana. 420
GÉNERO Y CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA...
En lo que concierne a la ubicación socioestructural de la mujer, esa política se ha expresado en tendencias como las siguientes: • Ampliación sistemática de la ocupación femenina. Entre 1970 y 1991 se produce una incorporación estable y ascendente de la mujer al trabajo, con altibajos en la década del noventa que no disminuyen significativamente su proporción en la fuerza laboral del país.1 A finales de esa década, las mujeres representaban el 42,5 % de los ocupados en el sector estatal civil y el 18 % del sector no estatal.2 • Elevación continua de la presencia de la mujer en el empleo calificado. Desde 1978, la mujer representa más del 50 % de los ocupados en puestos técnicos y profesionales, proporción que hacia 1999 alcanzaba 66 %.3 • Aumento del acceso de la mujer a cargos de dirección. La proporción de mujeres en la categoría ocupacional de dirigentes pasó de menos de 25 % en los años ochenta a 30 % en 19984; en los organismos de la administración central del 1
Marta Núñez: “Enfoque de género: proposiciones metodológicas”, en Temas, no. 14, 1998
2
Mayda Alvarez: “Mujer y poder en Cuba”, en Temas, no.14, 1998.
3
Ver Marta Núñez: ob. cit.
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Ver Mayda Álvarez: ob. cit.
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estado las dirigentes pasaron de 12 % a inicios de los ochenta, a 24 % a finales de la pasada década; tres mujeres ocupan cargos de ministras. • Diversificación del empleo femenino y presencia de las mujeres en empleos no tradicionales. El espectro ocupacional femenino se ha ampliado en dos direcciones: en ocupaciones no calificadas o de baja calificación, especialmente por su irrupción en actividades agrícolas remuneradas y en la industria; en profesiones de alta calificación, antes casi exclusivamente masculinas, como por ejemplo la ingeniería, la medicina, la investigación científica. • Aumento de los grupos de mujeres asalariadas y con ingresos propios. Esta tendencia obvia significa un impulso a la independencia económica de la mujer y un cambio en sus funciones en la esfera doméstico familiar. • Feminización de la enseñanza. En un interesante estudio de Domínguez y Díaz5 se apuntan varios elementos que sustentan esta afirmación, algunos provenientes de otras investigaciones, como es el caso de la realizada para la identificación de talentos, donde resultó que 76 % de los niños seleccionados fueron del sexo femenino. Asimismo, en un estudio longitudinal del niño y el joven cu5
María Isabel Domínguez y Mareelén Díaz Tenorio: “Reproducción social y acceso a la educación en Cuba”, informe de investigación, Fondos del CIPS, 1997.
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bano, la mayoría (62 %) de los niños que, a los siete años, tenía retraso escolar, eran varones. Otro dato de esa misma investigación es que a los 17 años se mantenía estudiando 70 % de las hembras y 61 % de los varones. Ya en el nivel superior de enseñanza se mantiene esta tendencia a la feminización, pues en el período 1990-1995, 57 % de los estudiantes universitarios del país eran mujeres. Esta expresión de diferenciación parece acentuarse para Ciudad de La Habana. Para el mismo período, en la Universidad de La Habana las jóvenes representaban 61 %, y en 15 de las 25 carreras que se estudian en ese centro las mujeres son más de las dos terceras partes. Estas elevadas proporciones se dan, incluso, en carreras (como Derecho y Periodismo) en las cuales, en otros países, no es típica la alta presencia de mujeres. Estas seis tendencias resumen las áreas de cambio socioestructural más fuerte que ha experimentado la situación de la mujer y significan un aumento de su ubicación de clase autónoma (no dependiente de la del padre o esposo), de su presencia en los componentes clasistas fundamentales de la sociedad cubana contemporánea (fundamentalmente en la clase obrera y la intelectualidad), y un mejoramiento de la calidad de su pocisionamiento socioestructural. Todos este proceso puede interpretarse como la “ganancia de espacios de participación”.6 6
Natividad Guerrero: “Género y diversidad: diversidad, prejuicios y orientación sexual en Cuba”, en Temas, no. 14, 1998.
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Entre los elementos negativos que han acompañado este proceso, los especialistas sitúan la permanencia de una socialización que reproduce estereotipos y prejuicios sexistas desfavorables para la mujer; extendida presencia del desempeño de roles familiares que responden a un patrón tradicional de la división del trabajo doméstico, lo que sobrecarga a la mujer en esta área y genera la llamada doble jornada de la trabajadora; la subrepresentación de la mujer en los cargos de dirección y en los espacios de toma de decisiones; el escaso desarrollo de los servicios que podrían aligerar las tareas domésticas; la insuficiente dotación de círculos infantiles; el limitado tiempo libre de las mujeres, entre otros. Las tendencias que caracterizan el mejoramiento de la ubicación socioestructural de la mujer comienzan a manifestarse desde los años sesenta y se fortalecen significativamente hacia finales de los setenta y ochenta. Aun cuando la crisis y el reajuste que tipifican los noventa no logran revertir, en lo fundamental, esta dinámica positiva, ellos introducen nuevos elementos que agudizan los problemas preexistentes y crean otros. Desde nuestra óptica, en esta línea de análisis, son tres las áreas de preocupación más relevantes en cuanto a los efectos negativos de la crisis y la reforma sobre la ubicación socioestructural de la mujer, y en el ejercicio de la igualdad de género: vulnerabilidad, empoderamiento y precarización. En cuanto al tema de la vulnerabilidad, vale decir que las investigaciones que han abordado esta cuestión, aún sin haber utilizado propiamente un 424
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enfoque de género, sitúan a las mujeres entre los grupos más vulnerables7 en el sentido de tener una presencia más alta que los hombres entre aquellos cuyos ingresos mensuales están por debajo, o casi en el límite, del monto necesario para garantizar la canasta básica. A escala nacional se ha detectado una franja de población urbana de 14,7 % en situación de pobreza. Esta proporción es de 13,5 % para los hombres y de 15,8 % entre las mujeres. Dentro de esta franja, 4,3 % corresponde a una situación crítica; 3,8 % para los hombres y 4,8 % para las mujeres. Estas proporciones ilustran claramente que las mujeres están recibiendo con mayor fuerza el costo social de la crisis. En lo que respecta al empoderamiento, entendido como el acceso real y efectivo a posiciones protagónicas en la toma de decisiones en todas las esferas de la vida social, las investigaciones coinciden en señalar que si bien es innegable el aumento ininterrumpido de las mujeres en cargos y responsabilidades de dirección en la economía, el estado y las organizaciones sociales, como antes se apuntó, en este proceso se aprecian obvias contradicciones8: la marcada subrepresentación de 7
A. Ferriol: “Pobreza en condiciones de reforma económica. El reto a la equidad en Cuba”, en Cuba. Investigación Económica, año 4, no. 1, La Habana, 1998.
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G. González Olmedo: “Las mujeres en el mundo empresarial. Estudio de casos de mujeres ejecutivas de empresas industriales de Ciudad de La Habana”, tesis doctoral, Universidad de La Habana, 2000.
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las mujeres en cargos de dirección en relación con su proporción en el empleo y en la fuerza de trabajo calificada; la disminución del peso de las mujeres a medida que se asciende en el nivel de jerarquía de la dirección; la asimétrica distribución del poder en la dirección de los procesos productivos, esfera donde se advierte casi una exclusión de las mujeres de la dirección. Entre las causas que condicionan estas asimetrías, se sitúan los estereotipos de género que funcionan en nuestra sociedad y que favorecen al hombre, al presentarlo con mayor capacidad para la dirección y el ejercicio de la autoridad; la persistencia de la doble inserción, trabajo remunerado-trabajo doméstico, que recarga a las mujeres y obstaculiza el despliegue de sus potencialidades como directivas; la insuficiente dotación de servicios de apoyo al hogar; la atención a los hijos9, situaciones que, aunque no son nuevas, se han visto agudizadas por la combinación de la crisis y el reajuste. La precarización del empleo femenino es un tema que no se ha abordado en los estudios sociales cubanos sobre la reforma, pero su influencia puede inferirse a partir de la expansión del sector informal, donde es empíricamente observable el fenómeno de la ubicación de la mujer en puestos de menor jerarquía, con funciones muy cercanas a las domésticas, donde la separación entre la jornada laboral y no laboral es difusa y en condiciones de confort mínimas, muchas veces en calidad 9
Ibíd; Mayda Álvarez: ob. cit.
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de ayudantes familiares no remuneradas. A ello habría que agregar la expansión, abierta o encubierta, de la prostitución y el proxenetismo, con su nefasta secuela sobre la igualdad y dignidad de la mujer. Según cálculos no oficiales, a mitad de los noventa, en todo el país, podrían contarse alrededor de sesenta mil prostitutas o mujeres ejerciendo, de alguna forma, el comercio sexual (Triana, 2001).10 A ello habría que agregar que, por ejemplo, en la actividad turística, sector altamente cotizado como área de empleo —por las ventajas materiales que provee—, solo 36,6 % de la fuerza de trabajo es femenina, en su mayoría concentrada en ocupaciones de menor calificación y no directivas11. Algunas reflexiones para finalizar Heterogeneidad creciente, complejidad, aumento de las distancias inter e intra clasistas, ensanchamiento de las desigualdades sociales, polarización, han pasado a ser los procesos más intensos de la reproducción socioestructural, teniendo como eje básico la diversificación de la propiedad y los ingresos. Estos procesos han alterado también los nexos clase-género. La tensión entre tendencias regresivas y progresivas, de avance y retroceso, de ganancia y de pérdida, es el rasgo más marcado de la dinámica 10
Sin referencia en el original (nota de la ed.)
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Mayda Alvarez: Intervención en el Taller Diferenciación Social, CIPS, 2001.
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actual de la ubicación socioclasista de la mujer y las relaciones de género. A nuestro juicio, esto reclama orientar cada vez más los análisis de los cambios que están ocurriendo en Cuba desde la óptica de la comprensión de la diversidad, la diferenciación y la complejidad de las relaciones de clase y género, tema que sigue siendo una asignatura pendiente dentro de la teoría del socialismo. Equidad frente a igualitarismo, diversidad con justicia social y sin explotación frente a homogeneización simplificadora, participación frente a centralización excesiva, parecen ser claves actuales para pensar el futuro del proyecto socialista cubano. Dentro de ello, el tema de la situación de la mujer y de la continuidad de la construcción de una sociedad alternativa, que logre superar radicalmente sus rasgos patriarcales, se inscribe con toda legitimidad y urgencia en la agenda de las ciencias sociales y de los debates cotidianos.
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¿QUÉ ENTENDEMOS POR DIVERSIDAD SEXUAL?(*) Mariana Pessah Para comenzar, quiero explicitar lo que considero de vital importancia, o sea, la postura política desde la cual hablo y pienso. El título: categorías sexopolíticas no trata ni de diversidad sexual ni del movimiento gay. ¿Por qué? ¿Qué entendemos por diversidad sexual? Como su expresión lo indica, habla de diversas sexualidades sin especificar ninguna. Podríamos entender, entonces, que el término se está refiriendo a las lesbianas, gays, etc.; pero también podríamos entender que se refiere a los violadores, abusadores, paidófilos. ¿Por qué no? ¿Qué cosa los excluye? ¿No son, acaso, diversas sexualidades? ¿Y el movimiento gay? Cuando se usa la palabra gay, se está haciendo una referencia a los homosexuales masculinos, invisibilizando y excluyendo a las lesbianas, transgéneros, bisexuales. Este nombre tampoco habla de ninguna actitud politizada, pudiendo confundir la lucha de transformación social con una simple lucha por la identidad. Por eso quiero comenzar por la cuestión del lenguaje y su importancia en el proceso de transformación y re-creación de una nueva sociedad, ya (*)
Tomado de http://www.convencion.org.uy/diversi035.htm, ponencia presentada con motivo del Foro Social de Diversidad, celebrado en el Foro Social de las Américas, Caracas, 2006.
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que lo considero una pieza clave en nuestra comunicación y, por ende, en nuestras acciones y pensamientos. Con estos presupuestos quiero desarrollar algunas discusiones sobre la diferencia radical entre movimiento por identidad y movimiento por transformación social. Finalmente, mis propuestas relacionadas con los grupos sexo-políticos y su papel revolucionario, de conjunto con otros movimientos sociales. 1) El lenguaje en sí, ¿es sexista? Como escribe la filóloga Teresa Meana en un librito maravilloso, Porque las palabras no se las lleva el viento, ella dice: Dado que el lenguaje no es un hecho biológico y natural, sino una adquisición cultural, y todo lo que es cultura es añadido, y por tanto, modificable por la voluntad de las personas, podemos alterarlo ya que, al retocar la lengua, se retoca la mentalidad y, retocando la mentalidad, se retoca la conducta(…) A la hora de plantear estrategias para evitar un uso androcéntrico y sexista de la lengua, debemos recordar que lo masculino se considera como lo universal y lo femenino como lo particular.
De aquí se desprende que, sexistas o no son las personas que lo utilizan, no el lenguaje. Existiendo un vocabulario tan rico, con una inmensa variedad de palabras, ya sean neutras o específicas, si se eligen aquellas que se refieren al colectivo masculino cuando quiere referirse al conjunto de la humanidad, se está optando por invisibilizar y/o excluir a las mujeres. Un caso muy común es cuando se habla del hombre en lugar de la humanidad o de las personas; otro ejemplo pue430
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de ser cuando se llama americanos, en lugar de decir estadounidenses, a las personas que habitan en ese país. América es un continente y americanos somos todas las personas que nacimos en él; si le damos la exclusividad a un único país, nos estaremos autocolonizando. 2) ¿Identidad o transformación social? Claramente hay dos corrientes, una que lucha por la identidad y otra que lucha por la transformación social. Identidad: lucha por la inclusión a un mundo previamente establecido, pensado y construido por otras personas. El objetivo no es cambiar el mundo, sino incorporarse a él. Una de las principales luchas de este movimiento son las leyes de matrimonio y unión civil; va pidiendo tolerancia y aceptación para una identidad sexual diferente a la norma, a través de leyes, haciendo lobby, visibilizando personalidades del jet-set y con las marchas del orgullo, hoy ya despolitizadas. Si pensamos que hoy Brasil tiene la mayor marcha del Orgullo del mundo, bien lo podríamos asociar, también, al mayor carnaval. Una diferencia interesante que podríamos mencionar aquí —que aunque interna, no por ello menos simbólica—, es que si bien la ciudad por excelencia del carnaval es Río de Janeiro, la de la Gran Marcha es San Pablo. No es un dato indiferente mencionar que el evento se desarrolla a lo largo de la Avenida Paulista, que es el mayor centro financiero de América Latina y del Caribe, y uno de los más importantes del mundo. Esto es interesante para ver uno de los caminos que está tomando el Movimiento de Lesbianas, Gays Bisexuales y Transgéneros 431
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(LGBT). Está siendo funcional al capitalismo y cada día más empresas se vuelven a ese sector para “ofrecerles” servicios. La Gran Marcha, hoy día, es una mega empresa bancada por firmas importantes que no están interesadas en cambiar el sistema, sino en sostenerlo. Las personas LGBT que asisten a la marcha, en su mayoría gays y travestis, salen a la calle y se sienten libres por un día, eso al sistema le sirve para no cambiar nada de cuajo y seguir manteniéndolas bajo control. La libertad, si es tal, no tiene plazos de duración. Pero estas personas, a lo largo de este día, experimentan una falsa libertad y se sienten muy rebeldes. Así es como se produce la rebeldía controlada.1 Es una ilusión óptica que hace que ellas experimenten, en ese momento, la sensación de ser rebeldes y libres. Pero, antes de la media noche, deben volver a sus hogares, a sus armarios oscuros, y conformarse con la felicidad de un único día al año, antes de que sus carrozas vuelvan a ser los zapallos de todos los días. Transformación social: desde este lugar nos proponemos utilizar nuestra sexualidad, diferente de la norma, como herramienta de lucha. Entendemos que para que haya transformación social, la acción debe ser radical desde la raíz2; para ello 1
El término de rebeldía controlada lo explico más extensamente en el texto “Algunas reflexiones sobre el movimiento LGBT” http://www.creatividadfeminista.org/articulos/ 2005/lesb_05_mariana.htm
2
Decir radical desde la raíz es ciertamente redundante, ya que etimológicamente la palabra radical indica un cambio
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vamos a luchar por tomas de conciencia, cambios de comportamiento y actitud en la construcción de una sociedad en la que el solo hecho de existir nos da el mismo derecho que a cualquier otra persona, sin preguntarle su orientación sexual, sin mirar el color de su piel y sin distinción de sexos. Sería una incongruencia luchar por igualdad de derechos a los de una sociedad que queremos cambiar. ¿Iguales derechos a los de quiénes? ¿De los hombres violadores de mujeres en una sociedad misógina y sexista, con jueces que cuestionan primero a la mujer violada y, luego, tal vez, al violador? ¿A una sociedad que amplía día a día la desocupación, aumentando las empresas privadas de seguridad? ¿O los derechos que da una sociedad que utiliza el dinero de los impuestos para mantener una iglesia católica apostólica y romana, que defendió a los milicos asesinos de la dictadura militar y castiga las relaciones entre personas del mismo sexo, pero defiende a los curas paidófilos y abusadores de menores? Nuestra lucha tiene un objetivo en el cual la toma de conciencia y cambios de comportamiento son fundamentales; nunca por la tolerancia y la aceptación. Aquí estamos frente a una nítida diferencia, ya que estos últimos son cambios aparentes, pero no dejan de ser puro maquillaje. Los cambios de conciencia, y de comportamientos, son cambios radicales desde la raíz. O sea, que llegan a la esencia y la transforman, no la desde la raíz; pero, dado el mal uso que se le da a la palabra, opto por visualizar su significado.
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suavizan momentáneamente creando una situación de poder, de pan para hoy y hambre para mañana, política que tienen varios organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, grandes organismos disfrazados de buenistas, que lo que hacen es continuar con la muerte de las personas. Al pedir tolerancia y aceptación, se le entrega la decisión a la otra persona, juntamente con la dignidad. Nosotros merecemos respeto por el sólo hecho de existir; es un principio humano, no cultural. Desde el momento que no pidamos permiso, que nos lo tomemos, que trabajemos nuestras conductas y deseos, estaremos trabajando para revolucionar el mundo. Creo que es mejor invertir las energías en cambiar, imaginar una nueva sociedad e ir construyéndola, que estar pidiendo, otorgándole poder a quien no respetamos y, encima, tener que sentarnos a esperar los resultados de su decisión. En lugar de construir leyes de casamiento que continúan el modelo de la heterosexualidad obligatoria, las feministas autónomas las cuestionamos. Relaciones monogámicas basadas en leyes patriarcales, donde la propiedad privada y la reproducción económica tienen un protagonismo esencial, las cuestionamos y nos preguntamos qué pasa con las relaciones abiertas desde el marco teórico del feminismo. En lugar de luchar para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, con todo lo que implica una “herencia” tan pesada, nosotras ima434
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ginamos una nueva sociedad. Eso implica también, entre otras cosas, crear un nuevo lenguaje y nuevas concepciones. Habilitar nuevos ángulos desde donde mirar el mundo y para qué. Por ejemplo, la palabra familia tiene un claro peso heterosexual e inclusive religioso. Si, en lugar de utilizarla, nos referimos a un núcleo afectivo, cuyos integrantes puedan o no vivir bajo el mismo techo, estamos empezando a imaginar, construir y habitar nuestra nueva sociedad. Esta propuesta plantea una actitud creativa hacia la vida, en la cual no seguimos modelos, sino que los cuestionamos y somos hacedoras de nuestras vidas. Nosotras partimos del principio de que lo que determina un núcleo afectivo son las afinidades y no los lazos sanguíneos. El mío está compuesto por muchas amigas que, inclusive, viven en ciudades y países diferentes al mío, compartimos la misma lucha y nos une el mismo color de sangre, el rojo pasión. Estos núcleos, por lo tanto, tienen construcciones específicas que, ante todo, no pueden someterse a normas de comportamiento, ni a intereses económicos ni convenciones sociales. Pensar una nueva sociedad implica una actitud de rebeldía constante, irreverencia y creatividad; pero, también, una enorme responsabilidad y coherencia para ver que el presente que estamos construyendo se parezca al futuro que queremos habitar. 3) Los grupos sexo-políticos y su papel revolucionario. Queda claro entonces que los grupos o 435
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categorías sexo-políticas son las personas Lesbianas, Gays Bisexuales y Transgéneros, que luchan con conciencia política para cambiar esta sociedad. En un contexto como el Foro Social Mundial, con la presencia de tantos grupos y movimientos, debemos aprovechar la posibilidad de entrelazar nuestras luchas. Hay algunos movimientos sociales o causas que deben ser transversales, cosa que se consiguió durante el I Foro Social de las Américas, en Quito-Ecuador, y lamentablemente, en este VI FSM y II FSA, la definición que se hace en los ejes temáticos puede ser tomada como políticamente light, pudiéndose entender sin un claro contenido revolucionario. El movimiento LGBT aparece explícitamente en el eje cuatro como “Identidades de género y diversidad sexual”. Entiendo que hay personas que se sienten identificadas y muy bien contempladas en identidades de género, pero, a lo largo de esta ponencia, dejo claro porqué no podemos seguir hablando de diversidad sexual y sí tenemos que tener una posición mucho más provocadora y transformadora para que todos los activistas nos sintamos contemplados dentro de la categoría “sexo-política”. ¿Por qué empiezo hablando de entrelazar nuestras luchas? Vamos a imaginar que llegue un día utópico en el cual esté legalizado el matrimonio entre personas LGBT, se puedan adoptar niñas y niños y ya no haya discriminación. Se habrá acabado la razón de existir de esa línea del Movimiento LGBT que lucha por sus propios derechos. Pero, 436
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mientras tanto, el feticidio seguirá avanzando, el agua se seguirá privatizando, las personas del campo seguirán luchando para obtener autonomía de los grandes capitales y Nike seguirá explotando niños pobres de este sistema y, por supuesto, el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) pisándonos la cabeza a todos. Siguiendo en la línea de transformación social, quiero ampliar la idea de las luchas y hacer otras dos subdivisiones. • La primera: continuar haciendo mesas y reuniones entre personas del mismo movimiento social, aprovechando la presencia de activistas de diferentes países y ciudades; por ejemplo, una mesa sobre el Movimiento LGBT en América latina y el Caribe. • La segunda: entre diferentes personas de diversos movimientos sociales, hacer ponencias y debates entrelazando las diferentes luchas, visibilizando de esta manera nuestra causa común, que es la transformación social, la subversión de este orden opresor y asesino, en el cual ya no hacen falta campos de concentración para matarnos, porque con el “invento” del FMI y las deudas externas —ya pagadas varias veces—, nuestros pueblos se van muriendo de hambre simultáneamente, en varios lugares, sin precisar de tantos súbditos, ni de espacios específicos como en la Alemania de Hitler. Si pusiéramos nuestras energías en ver cómo se preparan los movimientos sociales para la revolución, o en qué aporta cada movimiento a una nueva sociedad, podríamos hacer una 437
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mesa en la que participen diferentes activistas de variados movimientos sociales, por ejemplo: lesbianas feministas, afro descendientes, personas del Movimiento sin Tierra (MST), docentes, zapatistas, activistas que se dediquen a la ecología y los graves problemas que tiene este planeta, etc. Aquí quiero demostrar que los grupos estamos unidos en la fuerza y en la lucha, y que cada uno tiene una herramienta diferente; nuestro caso es una sexualidad diferente a la norma, pero la lucha es la misma, cambiar esta sociedad, luchar por otro mundo. La “excusa” del Movimiento Sin Tierra es conseguir tierras, pero también tiene una lucha anti-capitalista; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional tiene una lucha que viene llevando a cabo, hace varios años, por otra sociedad. Si yo hubiera nacido simplemente como una persona de clase media y blanca, no llevaría mi lucha marcada en el cuerpo, pero la vida me hizo mujer dentro del patriarcado, lesbiana en una sociedad cuya norma es la heterosexualidad obligatoria, inmigrante en un país que no iguala mis derechos a los de las personas nacidas en Brasil. Mi “deformación profesional” como fotógrafa me hace ver siempre otros ángulos de la vida. En lugar de ser víctimas, podemos considerar que nos están dando servidas las herramientas para que le demos vuelta la tortilla al sistema. Se trata de cambiar el factor común denominador, o para decirlo de otra manera, el ángulo de visión; es decir, dejar la idea identitaria por un 438
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rato de lado y pensar en la transformación social como un todo y vivirla tridimensionalmente. Ver varios aspectos juntos sin fragmentar nuestras luchas, porque nosotras y nosotros no somos seres fragmentados a la hora de vivir, trabajar, luchar y gozar. Creo que en este VI Foro Social Mundial tenemos que ponerle palabras a la famosa frase “Otro mundo es posible”; desde qué lugar soñamos ese mundo para poder concretar, ir hacia él. Necesitamos primero “verlo”, dibujarlo en nuestras mentes, saber cómo es para poder pasar a la acción y construir los caminos necesarios que nos lleven a él. Estamos muy cerca, cada vez más; nuestra lucha está aquí, entre nosotros. El tiempo se nos acaba, el oxígeno se agota, pero nuestras energías están listas para un cambio. Lo necesitamos porque, de no hacerlo, y sabemos lo que sucederá con nosotros; seremos talados como los árboles del Amazonas, esos que durante años fueron el pulmón de América Latina y hoy ya son casi un viejo recuerdo en una foto del National Geografic. El momento es ya, es ahora que este mundo nuestro está empezando a surgir, con nuestras energías y ganas de libertad, de bailar, de sentir, porque la felicidad es un derecho humano y, también, es divino. Manos a la obra, nuestro compromiso es pensar y hacer. Quiero agradecer las contribuciones de Clarisse Castillos en forma de charlas cotidianas y sugerencias.
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FEMINISMO COMO CONCEPCIÓN TEÓRICA Y PRÁCTICA POLÍTICA (*) [fragmentos] Judith Astelarra […] Antecedentes históricos En el curso de la historia, las mujeres se han rebelado muchas veces contra su situación. Estas revueltas tuvieron una base social más o menos amplia y lucharon por reivindicaciones específicas, que no es el caso analizar ahora, pero sí es interesante señalar que la noción misma de “movimiento feminista” es producto de la Revolución Francesa. El primer movimiento organizado que podemos definir como tal es el sufragismo, heredero de la experiencia de la participación de las mujeres en dicha revolución. Las mujeres de élite, las únicas con acceso directo a ciertos niveles de educación, ya habían desarrollado en algunas ocasiones análisis sobre la situación de la mujer, desde una perspectiva más bien impresionista. La Ilustración viene a señalar que hay que buscar en las mismas sociedades las raíces de cualquier problema social y que la organización social no es producto de Dios o de la naturaleza, sino de un (*)
Tomado de Judith Astelarra: “Feminismo como concepción teórica y práctica política”, en ¿Libres e Iguales? Sociedad y política desde el feminismo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2005, pp.13-24.
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acuerdo entre los hombres. Esto posibilita la noción de que la sociedad puede ser transformada por un movimiento social o político. Es así como se produce la Revolución; la transformación de la economía y el surgimiento del capitalismo proveen la base material para el desarrollo de estas ideas. Es así como se produce la Revolución Francesa. Las mujeres participan en ella, tanto la clase burguesa como las clases populares. Y, al igual que en otras ocasiones, planteando sus reivindicaciones específicas. […] Dentro del sufragismo se perfilan dos corrientes: las feministas que sostienen que no basta con luchar por el voto, sino que hay que transformar otras instituciones sociales igualmente importantes. Se hace especial referencia a la religión y a la familia y, en menor medida, a la sexualidad y a la contracepción. Otro grupo, sin embargo, piensa que estos objetivos son de más largo alcance y que el voto permitirá enfrentarlos en mejores condiciones. Finalmente, al conseguir el derecho al voto, el movimiento sufragista se desintegra. Paralelo al sufragismo se desarrolló un movimiento de mujeres en los sindicatos y los partidos obreros. Aunque se realizan algunas actividades en conjunto con el movimiento sufragista, las mujeres de izquierda no aceptan el principio de autonomía de las sufragistas y prefieren colaborar con sus compañeros de clase, posponiendo sus propias reivindicaciones, pensando que la sociedad socialista resolvería la opresión de la mujer. 442
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Sin embargo, se desarrolla una gran cantidad de demandas en torno al empleo, específicas de las mujeres trabajadoras. Al mismo tiempo, sobre todo por parte de los socialistas utópicos, se plantea la necesidad de transformar las relaciones hombre-mujer, la sexualidad libre y un nuevo concepto de amor. Estos grupos son pequeños, aunque emprenden un trabajo valioso, sobre todo, en materia de contracepción. El XIX, por lo tanto, fue muy importante en el desarrollo del movimiento feminista y en la elaboración ideológica y teórica. El análisis teórico sobre hombres y mujeres se realizó no solo dentro del sufragismo, sino también en los grupos de mujeres trabajadoras, en las distintas corrientes de pensamiento socialista. Principalmente porque el socialismo, en aquellos momentos, no debatía únicamente problemas de poder, sino que se planteaba básicamente cómo transformar de manera radical la sociedad capitalista, en todos sus aspectos. Los individuos, hombres y mujeres, eran el centro de muchas de estas reflexiones y el objetivo final detrás de las propuestas de cambio social. Así surge una importante literatura y análisis sobre la situación de la mujer, sus orígenes, sus mecanismos sociales y las posibilidades de transformación. Se tocan casi la mayoría de los temas: la discriminación social, política, económica y educacional; la problemática de la familia; la sexualidad; la reproducción; la reproducción y la ideología. Sin embargo, lo que falta es la sistematización de 443
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este análisis, que queda reducido a la dimensión descriptiva del problema de la mujer. Del mismo modo, Marx construye un sistema teórico que intenta explicar la existencia de clases sociales antagónicas y de desigualdades sociales; hace falta un análisis sociológico sistemático de la condición de la mujer. El gran salto cualitativo de la Ilustración había sido el de afirmar que las desigualdades sociales eran producto de la misma sociedad. El socialismo desarrolla el análisis que permite mostrar los mecanismos que sustentan las desigualdades entre hombres y mujeres; pero, a pesar de esos intentos de descripción, subyace aún el supuesto de que hay algo de natural en esta desigualdad. Lo interesante, a pesar de ello, es que ya aparecen todos los elementos del puzzle, mostrando toda su complejidad, pero falta una teoría que les de coherencia. Esto se traduce, también, en la propia lucha de las mujeres, que resulta fragmentada y solo en torno a objetivos parciales. Las diferencias extremas de clases entre las mujeres construyen la fragmentación, pues la condición de vida de las mujeres trabajadoras y las burguesas era totalmente diferente, con problemas específicos muy concretos, a pesar de que la opresión cruzaba las barreras de clase. La conquista del derecho al voto, la revolución rusa y los avatares de la izquierda europea ponen fin a las organizaciones de mujeres, feministas y no feministas. No es hasta la década del setenta que, nuevamente, vamos a observar el surgimiento de un movimiento feminista autónomo y una nueva forma de análisis y elaboración teórica. La 444
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situación de las sociedades capitalistas avanzadas ha variado fundamentalmente con respecto a la realidad del siglo XIX. Las necesidades materiales mínimas ya han sido resueltas para la mayoría de la clase obrera. Surgen nuevas formas de marginación y discriminación, pero la polarización entre proletariado y burguesía se atenúa, dando origen a una estructura de clases más compleja. Aparecen las clases medias y los sectores más integrados del proletariado se asemejan a ellas, cada vez más, en sus valores y conducta social. Se entra en el circuito del consumo. La realidad del ama de casa se hace más semejante entre las distintas clases sociales. […] Llegamos así a mayo de 1968, que marca la crisis más importante de los aspectos culturales del capitalismo. Los estudiantes, provenientes principalmente de la clase media, no solo cuestionan los aspectos económicos y políticos del capitalismo, sino, fundamentalmente, los aspectos ideológicos y la dimensión de identidad personal que este genera. La subjetividad y los individuos se convierten nuevamente en el centro de reflexión colectiva. Esto no implica, necesariamente, el abandono de las categorías críticas del pensamiento social, ya sean marxistas o no. Solo se señala la limitación que este tipo de análisis ha tenido para transformar las relaciones entre las personas y para humanizar la sociedad. En ese clima, las mujeres nuevamente se plantean el problema de su discriminación, que se ha producido en la sociedad capitalista y también en 445
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el interior de los grupos políticos anticapitalistas, partidos de izquierda o movimientos. Al igual que en el siglo XIX, las mujeres sienten que las propuestas de transformación en la sociedad no las incluyen, que lo que se pretende es mejorar la condición de los hombres oprimidos. Frente a ellos se rebelan, al igual que lo hicieron sus compañeras del siglo pasado. Pero, en esta ocasión, el punto de partida, tanto a nivel organizativo como de posibilidad de elaboración teórica, es superior. En efecto, las mujeres del siglo XIX consiguieron derechos formales iguales y, aunque no se transformó radicalmente su condición, estos le permitieron a gran número de ellas el acceso a la política y a la educación. Las mujeres tienen así experiencia política y formación teórica que solo han usado para luchar por reivindicaciones globales que, en la mayoría de los casos, no las incluyen. Pero el despertar de la conciencia feminista permite que esta experiencia sea usada para impulsar un nuevo movimiento y profundizar en la reflexión teórica. Se sabe, por lo demás, cuáles son las deficiencias tanto en materia organizativa como en materia teórica. Se sabe que no se quieren imitar las formas de organización política masculina, que reproducen la burocratización, el dogmatismo y la jerarquización. Se sabe que las categorías políticas clásicas, por muy subversivas que sean, no han sido elaboradas para enfrentar y resolver la desigualdad entre los sexos. Aunque sea por la vía negativa, es un buen punto de partida. La primera tarea que acomete el movimiento, a nivel ideológico, es rescatar el pensamiento de otras 446
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feministas, pensadoras y luchadoras por la causa de las mujeres. Se emprende la reconquista de la historia de la lucha de las mujeres que había sido archivada y perdida. A partir de ella, el movimiento feminista puede sentirse heredero de otras mujeres y analizar los fallos cometidos en anteriores luchas, avanzando tanto en la práctica como en la reflexión. En materia organizativa, se señala que el movimiento debe ser flexible, pluralista y organizado en torno a pequeños grupos de autoconciencia, en los cuales las mujeres pueden hablar y compartir la realidad individual. En el aspecto teórico, se señala que lo personal también es político, que la política no se acaba fuera de las paredes del hogar y la familia, y que en las relaciones entre hombres y mujeres también aparece el fenómeno del poder. Así surgen los primeros escritos y elaboraciones. Al mismo tiempo, el feminismo llega a las universidades, donde mujeres de todas las disciplinas comienzan un trabajo riguroso de investigación acerca de las características sociales que determinan la condición de las mujeres y sobre los mecanismos por medio de los cuales el sexo biológico se convierte en género social. De estas elaboraciones surge la idea de que el sistema social que determina la condición de las mujeres y los papeles sexuales es muy complejo y abarca a todas las instituciones sociales. Falta darle un nombre a este sistema, que termina por denominarse patriarcado. Aunque algunas mujeres prefieren un nombre más amplio, como sex/gender sistem. Pero el término patriarcado se populariza 447
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en el movimiento y se convierte en el concepto a partir del cual comienza la elaboración teórica, tanto como parte de la reflexión ideológica del movimiento como en los análisis científicos. El feminismo como práctica política La necesidad de que sean las propias mujeres quienes tomen en sus manos la lucha por su liberación, o sea, que desarrollen sus propias organizaciones autónomas, ha sido una conquista histórica. La experiencia de muchos siglos de lucha, las frustraciones y fracasos, el difícil enfrentamiento con una realidad de discriminación —cuyo principal punto de apoyo es el propio mecanismo psicológico que hace que la mujer asuma como “natural” algo que es solo una construcción social—, produjeron que la mujer burguesa del siglo XIX comprendiera la importancia de la autonomía de las organizaciones que luchan por su liberación, y que en el siglo XX este principio se extendiera a las mujeres de todas las clases sociales. Ahora bien, para las mujeres de las clases oprimidas, su liberación como tales debe relacionarse con la lucha por superar las condiciones de opresión de su clase. De igual modo, para las mujeres de los países dependientes, esa lucha debe relacionarse con la liberación de sus pueblos. Pero el hecho de que la lucha de mujeres deba relacionarse con las otras formas de lucha no implica, necesariamente, que deba subordinarse a los objetivos de clase o nacionales. Tampoco invalida, por sí misma, que se organicen en forma 448
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autónoma. Por el contrario, todo parece indicar que, solo cuando aparecen organizaciones autónomas fuertes, las mujeres comienzan a conseguir cambios importantes en su situación. Intentaremos resumir brevemente algunas razones de ello: 1. Por el análisis que acabamos de hacer, es evidente que la opresión de la mujer emana de las características patriarcales de la sociedad, características que han generado sus propios mecanismos sociales. Sin embargo, este análisis no fue previo a la organización autónoma de las feministas socialistas. Por el contrario, solo cuando estas organizaciones existieron fue posible que las mujeres, en forma colectiva, se detuvieran a reflexionar sistemáticamente sobre su propia situación. Mientras no exista este diálogo colectivo entre las mujeres, mientras dependan de organizaciones cuyos fines políticos presumen que la problemática de la mujer es secundaria o dependiente de la resolución de otros problemas, difícilmente puedan romper sus propias trabas psicológicas. La mejor prueba de ello ha sido el triste destino de las organizaciones de mujeres en los sindicatos y en los partidos de izquierda. La defensa de la autonomía del feminismo se produjo merced a la simple experiencia histórica de las mujeres. Pero, una vez lograda esta autonomía, los frutos en materia de elaboración teórica han sido evidentes. Y eso se debe a que dicha elaboración no surge del vacío o de categorías abstractas, sino de la 449
JUDITH ASTELARRA
propia experiencia subjetiva de las mujeres, experiencia compartida y analizada con otras mujeres. 2. Parece evidente, también, que en el sistema patriarcal los hombres son privilegiados. Es difícil hablar de un sistema de opresión como si fuera algo abstracto, no concretizado en ningún ser humano. Por lo tanto, hay que hacerle frente al hecho de que no serán los hombres, de ninguna clase social, los que destruirán sus privilegios haciendo desaparecer el machismo. Más bien tenderán a negar el problema o simplemente intentarán posponerlo, esperando que, con el tiempo, las cosas cambien. De aquí la enorme importancia del apoyo mutuo que las mujeres se dan. La experiencia de miles de reuniones en grupos de mujeres muestra que, en presencia de los hombres, ellas se inhiben y callan la mayoría de las cosas que analizan y comparten cuando están entre otras mujeres. El peso de las concepciones jerárquicas impide la libre expresión de los elementos conflictivos en las relaciones con los hombres. Muchas veces se ha distorsionado este aspecto del feminismo, señalando que quiere destruir el machismo de los hombres y la única posibilidad de hacerlo es enfrentándolo en forma colectiva. 3. Para transformar la sociedad patriarcal, las mujeres deben transformar no solo el mundo de las instituciones sociales públicas (la economía y el Estado), sino también el mundo 450
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de la vida privada. Deben transformar las relaciones entre los hombres y las mujeres. Esto significa convertir elementos, hasta ahora considerados como personales y subjetivos, en elementos políticos. Aquí se sustenta uno de los principales elementos ideológicos del feminismo, que sostiene que lo privado también es político. En esta transformación de la subjetividad es crucial la recuperación, por parte de las mujeres, de su propia sexualidad. Durante siglos, la sexualidad femenina ha sido reprimida, mutilando el desarrollo personal de las mujeres. A falta de la posibilidad de ejercer control social en la familia, la mujer no puede siquiera controlar su propio cuerpo, transformado en una mera máquina de reproducción. Romper esta situación es básico para que logre su liberación. Es interesante notar que son aspectos subjetivos los que construyen la vida cotidiana de las mujeres y su principal interés. La famosa despolitización de las mujeres no es otra cosa que el hecho que, mientras no asocien estos elementos propios con el mundo de la política tradicional referida solo a lo público, necesariamente han de considerar a este como ajeno a sus intereses. Y esto, que siempre se ha considerado como algo negativo, implica que hay que transformar tanto a la familia como al Estado, si se quiere transformar realmente la sociedad. Las organizaciones feministas han sido diferentes en diversos países, respondiendo a las características de cada uno de ellos. Las relaciones con 451
JUDITH ASTELARRA
otros movimientos políticos y sindicales también han variado. En el caso español, por ejemplo, esta vinculación se ha hecho por medio de lo que se conoce como doble militancia: pertenencia tanto a una organización feminista como a una organización política, llevando a esta última demandas de la primera. Sin embargo, hay algunas experiencias de combinar reivindicaciones feministas de corte político clásico, es decir, de cara al Estado (divorcio, aborto, igualdad en el trabajo, entre otras), con la necesidad de inventar nuevas formas de organizaciones que posibiliten convertir lo privado también en política. Para cumplir este segundo objetivo han sido básicos los grupos de autoconciencia. En ellos, las mujeres hablan de su propia vida, de sus problemas personales, y de allí se sacan conclusiones generales sobre lo que debe ser transformado y el modo de hacerlo. Finalmente, uno de los mayores desafíos para las organizaciones feministas es el de intentar superar las prácticas jerárquicas o autoritarias en su seno. En cierta medida, esto es más posible cuando la organización solo cuenta con mujeres, pues estas, normalmente, no han sido educadas para mandar o para competir, lo que facilita evitar estas dos formas de conducta; pero que no impide que surja gran cantidad de problemas. […]
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GÉNERO: CRECER DESDE EL PIE(*) [fragmento] Idania Trujillo y Carmen Nora Hernández Hoy día la dominación de la mujer entra dentro de una dominación mayor, que es la del capitalismo; ahí tienes el tema del trabajo. Es cierto que la mujer hoy día tiene más acceso al mundo laboral; sin embargo, ese trabajo es, para todos y todas, trabajo alienado. ¿Cómo repercute la división sexual del trabajo en las cuestiones de género? Tienes toda la razón al afirmar que la dominación de la mujer forma parte de otras dominaciones a que nos somete el capitalismo, pero la dominación por género es anterior a la formación social que ha dado lugar el sistema capitalista, existe desde que se concibió la división sexual del trabajo. Algunas estudiosas y estudiosos del tema sitúan su surgimiento en la estructura social de las comunidades primitivas, donde mujeres y hombres se encargaban de labores diferentes (los hombres iban a cazar o a recolectar mientras las mujeres se ocupaban de las labores reproductivas: de los hijos, la cocción de los alimentos, etc). Ahora bien, hay que señalar que la construcción teórica sobre género ha sido promovida desde las luchas y los desarrollos del pensamiento (*)
Fragmento de la entrevista a Carmen Nora Hernández, integrante del equipo de Eduación Popular del MMLK, publicada en revista Caminos, no.40, Editorial Caminos, La Habana, 2006.
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feminista y el feminismo —como movimiento político y cultural—, aunque tuvo sus orígenes a finales del siglo XVIII, no fue hasta principios del XIX que empieza a tomar formas organizativas y colectivas, y a mediados del XX que alcanza su más amplio desarrollo coincidiendo con el auge del capitalismo. En el área del pensamiento, las reflexiones que inciden en el campo de la problemática feminista surgen en la modernidad con dos importantes publicaciones: en Francia, en 1949, Simone de Beauvoir escribe El segundo sexo, cuya idea central es que “no se nace mujer, sino que se vuelve mujer”, y en 1963 Betty Friedam, en los Estados Unidos, publica La mística de la feminidad, con lo cual reanima el movimiento feminista norteamericano. Las luchas feministas, hasta mediados del siglo xx, se enmarcan, principalmente, en la adquisición de derechos civiles que permitieran el acceso de las mujeres a la educación, al voto y a condiciones equitativas de trabajo. En la segunda mitad del siglo XX, en muchos países ya se había logrado el derecho al voto y se avanzaba paulatinamente —con las limitaciones estructurales del sistema capitalista— en la reivindicación del derecho a la educación, lo que se refleja, entre otros indicadores, en los crecientes índices de mujeres que ingresan en la educación superior. Sin embargo, en cuanto al derecho de las mujeres a contar con condiciones equitativas de trabajo, el avance es más lento y su análisis es más complejo, porque intervienen muchos factores. 454
GÉNERO: CRECER DESDE EL PIE
En primer lugar está el factor legal. Hay países donde las mujeres devengan menos salario que los hombres, aun cuando desempeñan igual empleo. También el sistema político, en muchos países, da lugar a condiciones desiguales de trabajo y formas de explotación diversas, según estratos sociales de las personas que emplea: clase alta, media o baja; menores, emigrantes, mujeres. Algunas veces, cuando se tiende a emplear de preferencia a mujeres negras, mujeres pobres o mujeres emigrantes, se producen formas combinadas de explotación capitalista en las que son más evidentes las desigualdades. Al respecto se conocen múltiples denuncias del movimiento feminista a la industria de la maquila1, por las vejaciones a que son sometidas las mujeres que en ellas trabajan. Se conoce, asimismo, por denuncias y por estudios de género realizados en el ámbito laboral, de muchos casos de mujeres víctimas del asedio sexual y hasta del chantaje de su jefe, que les exigen tener relaciones sexuales a cambio de acceder o mantenerse en el empleo. Sin embargo, para analizar cómo repercute la división sexual del trabajo en la equidad de género, hay que tomar en cuenta otros factores del ámbito de las subjetividades sociales, que muchas veces no se consideran porque están profundamente enraizadas y forman parte de nuestra cultura 1
Las maquilas constituyen una expresión de la transnacionalización del capital. Industria instalada en zonas francas de países del tercer mundo, emplea a grandes masas de mujeres pobres y emigrantes, fundamentalmente.
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cotidiana; que las vemos como “naturales” y, por tanto, las reproducimos en nuestras familias y en las relaciones laborales con nuestros compañeros y compañeras, sin percatarnos de que son expresiones de estereotipos2 sexistas. Ejemplos sobran: en la casa, las niñas son las llamadas a aprender las labores domésticas y ayudar a sus madres, mientras que los varones deben aprender los oficios de la casa que tradicionalmente realizan las figuras masculinas. En la elección de los estudios, para muchas familias es inquietante que los varones se inclinen por la enfermería o el ballet, por la persistencia de prejuicios homofóbicos. En el ámbito del trabajo remunerado, un somero análisis de género de las estadísticas del empleo en nuestro país nos evidencia que las mujeres participan con mucha menos frecuencia que los hombres en la categoría dirigentes, mientras que son mayoritarias en los servicios. Indudablemente, tomar en cuenta la división sexual del trabajo como núcleo motor de la desigualdad de género es una perspectiva teórica de raíz marxista. Una de sus exponentes fue la francesa Danielle Kergoat. Esta autora realizó investigaciones sobre la inserción femenina en el mercado del trabajo. Michelle Ferrannd, en su estudio “Relaciones sociales de sexo, maternidad y paternidad”, afirma que “raciocinar en términos 2
Estereotipo: es la tendencia a la generalización de características, rasgos y actitudes a todas las personas de un grupo social determinado, fundamentada en los prejuicios que existen acerca de ese grupo.
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de relaciones de sexo, es establecer que la diferencia entre los sexos es construida socialmente, lo que quiere decir que ni la anatomía ni la naturaleza explican el dominio de las mujeres por los hombres, pero que esta dominación social reinterpreta, utiliza, atribuye un sentido a la diferencia biológica y en particular a la maternidad y a la paternidad. La división del trabajo no se explica naturalmente, ella es expresión de la relación de dominación, inclusive en lo que se refiere a la parentalidad, que no puede ser reducida a su dimensión biológica”. Resumiendo la pregunta que me haces, la división sexual del trabajo repercute de muchas maneras en las condiciones de género. Es, en mi opinión, un componente esencial de donde se parte —no es el único— para empezar a descubrir las diferencias y desigualdades presentes en las relaciones de género. Es interesante observar cómo el discurso sobre el tema se ha ido moviendo históricamente, pienso yo, hacia un ámbito más amplio. El propio planteo feminista de los años sesenta ya no es el mismo. Hoy se habla más de la necesidad de construir juntas y juntos, varones y mujeres, proyectos que ayuden al desarrollo como sujetos participativos, protagonistas de las historias cotidianas, ¿a qué se deben estos cambios? Ante todo hay que reconocer que el feminismo, desde que surgió y hasta el presente, no se expresa en un movimiento político ni en un pensamiento homogéneo. 457
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Como movimiento, el feminismo ha estado incrustado de las ideologías más amplias del liberalismo y el socialismo. Las luchas políticas en aras de la igualdad es el eje básico que le da cohesión, es decir, la lucha por conquistar la igualdad entre los hombres y las mujeres constituye su bandera común de lucha. En la esfera del pensamiento, si bien la problemática de género existe desde hace cientos de años, no es hasta después de la década del setenta del siglo XX que empieza a ser utilizado en las ciencias sociales con contenidos y definiciones específicos, que lo elevan a categoría de análisis. Se ha reconocido, en primer lugar a la Antropología, luego a la Psicología y a la Sociología, como las disciplinas que mayores aportes han hecho a la conceptualización del género y a su aplicación a las investigaciones científicas. Quizás el feminismo que más se conoce es el llamado radical, que tuvo auge en los Estados Unidos a mediados de la década del sesenta del siglo pasado. La máxima exponente fue Kate Miller (1970, La política sexual), cuya teoría tiene como centro la categoría del “patriarcado3” como explicación del 3
La categoría patriarcado es un aporte del sociólogo alemán Max Weber. Con este término se explica “el sistema que se origina en la familia dominada por el padre, estructura reproducida en todo el orden social y mantenida por el conjunto de instituciones de la sociedad política y civil, orientadas hacia la promoción del consenso en torno a un orden social, económico, cultural, religioso y político que determina que el grupo, casta o clase compuesto por mujeres, siempre esté subordinado al grupo, casta o
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sistema político donde se produce la subordinación de las mujeres y, por tanto, las desigualdades con los hombres. Las expresiones políticas que más repercusiones tuvieron fueron protagonizadas por el movimiento gay y de lesbianas en los Estados Unidos, cuya bandera de lucha fue el derecho a la preferencia en la elección sexual. Pienso que la focalización de la problemática de género en uno solo de sus polos (el oprimido, las mujeres), unido a los prejuicios profundamente homofóbicos de la cultura patriarcal, influyeron —y aún hoy día tienen influencia— en el rechazo a todo lo que parezca provenir del feminismo. Sin embargo, no se conocen tanto las críticas hechas dentro del feminismo a la producción teórica que tiene como centro el patriarcado, considerando esta única categoría insuficiente para explicar las relaciones que existen entre la desigualdad de género con otras desigualdades. Otra corriente del nuevo feminismo concentra sus esfuerzos en rescatar la visibilidad de las mujeres en la historia y en evidenciar sus contribuciones en la vida social y en lo cotidiano. En la segunda mitad de los setenta, un sector del feminismo va a configurar el llamado feminismo clase compuesto por hombres, aunque pueda ser que una o varias mujeres tengan poder, hasta mucho poder como las reinas y primeras ministras, o que todas las mujeres ejerzan cierto tipo de poder como lo es el poder que ejercen las madres sobre los y las hijas”, ver Alda Facio: Cuando el género suena, cambios trae: metodología para el análisis de género del fenómeno legal, Centro de Mujeres de Caracas, Venezuela, 1995, pp. 42—43.
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de la diferencia, que afirma que las mujeres son realmente diferentes a los hombres. Con más atención a lo sensible que a lo racional, las feministas de la diferencia exaltan las características “naturalmente femeninas”. (Sus principales exponentes, en los Estados Unidos y Francia, han sido Karen Harvey, Annie Leclere, Luce Irigaray). Esta tendencia del feminismo, en general, justifica la capacidad de las mujeres de organizarse y de relacionarse con el mundo de forma más armónica y menos dominadora por su constitución biológica. En la década de los ochenta se desarrolla un debate entre diferentes sectores del feminismo de la igualdad y el de la diferencia. Comienza a aparecer la necesidad de estudiar el funcionamiento de las sociedades concretas y de los diferentes niveles y ámbitos de las relaciones sociales, para comprender la subordinación de las mujeres; esto es, para comprender el lugar que las mujeres ocupan en las sociedades, en las instituciones, en las prácticas religiosas, etc. Es preciso, entonces, estudiar las relaciones hombres—mujeres, hombres—hombres y mujeres—mujeres. Esos estudios están en la base del surgimiento y la expansión del concepto de género. El sexo social comienza a ser definido. El género se define como una construcción social. Paralelamente, en esta década se produce una tendencia, en los centros académicos y ONGs, a multiplicar los proyectos de estudios sobre la mujer que procuran comprender la vida de las mujeres, muchas veces sin la percepción de que este análisis sólo será fecundo en la medida en que 460
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tenga como objeto de estudio las relaciones sociales y sus mecanismos generadores de subordinación. Los estudios y programas sobre la mujer son fácilmente incorporados en las diferentes instituciones y tratados como un capítulo aparte, que no cuestionan ni amenazan los espacios de poder masculino. En las últimas décadas, y a partir de los aportes fundacionales que hemos comentado, numerosas corrientes feministas se han desarrollado, que hacen énfasis diferentes en aspectos y visiones de las relaciones de género y la condición femenina. Género y clase, género y etnia, género y orientación sexual, género y derechos reproductivos, género y salud... son algunos de los temas que son priorizados por grupos y estudiosas. Hoy día los estudios de género se insertan en el ámbito del conocimiento, que se preocupa del modo en que las diferencias sexuales son asumidas culturalmente como desigualdades entre las personas, de uno u otro sexo, en un contexto social e histórico determinado. Aluden tanto a relaciones sociales entre identidades femenina y masculina, como a relaciones económicas, políticas y a la condición histórica. Cuando hablamos de igualdad de oportunidades, equidad en el acceso, ¿qué significan estas relaciones de poder que se dan entre varones y mujeres en el ámbito de la sociedad? Ante todo, me gustaría comentarte que equidad es también un concepto del que se habla mucho en las ciencias sociales, a veces se le usa, 461
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indiscriminadamente, por igualdad, pero ambos no son idénticos. Equidad es un término que expresa equilibrio, igualdad en las oportunidades, una relación justa; mientras que igualdad supone una paridad, una equivalencia. Y sabemos que en el horizonte del cambio en las relaciones de género, al menos desde mi perspectiva teórica y política, no se aspira a ser hombres y mujeres idénticos, uniformes, iguales. Soy de la opinión que es muy importante atender las diferencias de género porque ellas, de cualquier tipo que sean (de gustos, pensamientos, deseos, preferencias sexuales) son enriquecedoras en las relaciones humanas. El problema radica en que las diferencias de género se han constituido culturalmente en desigualdades sociales, por eso pienso que el concepto de equidad se ajusta más que el de igualdad a las necesidades de trabajar por los cambios en las relaciones de género. Respecto al tema del poder en las relaciones de género, también se expresan diferentes perspectivas teóricas que ponen énfasis en la explicación de algún aspecto sobre otro: Una de estas perspectivas concibe el género como un sistema jerarquizado de estatus o prestigio social. Fija la atención en los roles o papeles sociales, lo cual revela su cercanía al funcionalismo sociológico. En esta perspectiva se encuentran autores/as identificados/as con teorías psicoanalíticas, que entienden la socialización como un proceso de aprendizaje de papeles. Aquí se destacan dos escuelas en la teoría psicoanalítica: la angloamericana y la francesa. Ambas escuelas se 462
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interesan por los procesos a través de los cuales fue creada la identidad. Otra perspectiva considera los sistemas de género como sistemas de poder, resultado de un conflicto social de dominación. La historiadora Joan Scott (1989) —cuya sistematización de los componentes e implicaciones del género es de las más completas y ponderadas— entiende el género como el elemento constitutivo de las diferencias percibidas entre los sexos. Introduce la dimensión histórica y la del poder relacional en estas diferencias. Esta autora nos llama la atención sobre la expresión del poder en la construcción cultural de las desigualdades, a partir de las diferencias de género; al respecto, nos advierte que “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales, basado en las diferencias percibidas entre los sexos, y el género es una primera forma de significar las relaciones de poder. Es el primer campo en el cual el poder es articulado”. Independientemente de la orientación teórica de base, existe consenso en que las relaciones de género constituyen relaciones sociales donde se expresan asimetrías entre las personas pertenecientes a uno u otro género, y que históricamente en los dos polos de esa relación, donde se ubican las mujeres, ellas han llevado las desventajas. Por ello no nos debe extrañar que hayan sido estas y el movimiento feminista mundial quienes se hayan preocupado más por teorizar sobre el asunto. Durante siglos, todas las sociedades han otorgado mayor valor y estatus a las actividades y funciones 463
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asignadas socialmente a los hombres. Por ponerte solo un ejemplo muy generalizado entre nosotros y nosotras, el considerar que las amas de casa no trabajan: no se valoriza el aporte que significa la atención a los hijos, al hogar y a las necesidades de la familia como actividades imprescindibles para la reproducción de la vida. Pero las desventajas de las mujeres se expresan en muchos campos y ámbitos de la vida, desde la desigual asignación y asunción de los roles en el hogar, en el empleo, en la toma de decisiones; las desiguales oportunidades de acceder al conocimiento y, por tanto, a la producción cultural y científica de cada época, hasta la invisibilidad de su presencia en los principales sucesos y acontecimientos históricos, donde han participado o han desempeñado los roles menos valorizados o no.
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DERECHOS SEXUALES [fragmentos]
(*)
Lola Marisol Valladares Tayupanta […] Derecho y sexualidad o las subjetividades creadas Para efectos de esta reflexión teórica, se está entendiendo el Derecho como una construcción social que produce identidades y subjetividades, lo que exige ver más allá de su aplicación a sujetos o quedarse en los estrechos límites de lo normativo, para concebirlo como una práctica discursiva social y específica que expresa niveles de acuerdo y conflictos propios de la formación histórico-social en la que se desarrolla. Implica, además, partir de un posicionamiento antiesencialista de las identidades, entendiendo que estas también son un producto social dinámico1. Desde el feminismo se ha cuestionado la identificación del Derecho con un concepto de justicia, bajo la premisa de la igualdad formal. El Derecho no es solamente una técnica o un sistema de normas neutral, se nutre de las prácticas sociales e incide en el comportamiento de los individuos; es (*)
Tomado de Derechos sexuales, pp. 58-69, en Internet: www.convencion.org.uy
1
Citada por Alicia Ruiz: “La construcción jurídica de la subjetividad no es ajena a las mujeres”, en El Derecho en el Género y el Género en el Derecho, CEDAEL, Editorial Biblos, Buenos Aires, septiembre de 2000.
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decir, tiene una eficacia productiva de subjetividades y materialidades, donde el poder tiene un rol fundamental. Carol Smart plantea la necesidad de investigar la forma en que funciona el género dentro del Derecho, y cómo actúa el Derecho en la creación del género; textualmente dice: “el Derecho es un discurso que crea sujetos con género y también un discurso que crea subjetividades, es decir, identidades a las cuales el individuo viene atado”2. Según Olga Brau, todo discurso referido al género carece de neutralidad y es portador de una concepción y una voluntad determinada respecto a las relaciones e identidades de género, a las posiciones genéricas en relación con el poder y a las definiciones de determinadas estrategias para la administración de la sexualidad y la convivencia social privada3. Alicia Ruiz señala que, en la producción del discurso jurídico, se presenta lo que ella llama “reglas de atribución de la palabra, que individualizan a quienes están en condiciones de decir el Derecho”. Por lo tanto, el Derecho tiene mayores significaciones que la sola letra de la ley, puesto que refleja los valores, los mitos, los rituales, los imaginarios, las creencias de la sociedad para la que rige, y que terminan por convertirse en los supuestos que garantizan o no su eficacia. Esto significa que el Derecho 2
Catherine Jagoe y otras: La mujer en los discursos de género, Icaria Editorial, Barcelona, 1998.
3
Olga Brau y otras: Discurso, género y poder, Serie Punto de Fuga, Colección Sin Norte, La Morada, Chile, marzo de 1997.
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tiene una doble función: por una parte es creado, pero por otra también tiene un poder creador. En consecuencia, no es suficiente cambiar las normas legales, pues el discurso normativo no opera solamente en el Derecho, sino que está definiendo los imaginarios colectivos. Al ser un discurso social, es parte del proceso de construcción de la realidad, interviene cuando reconoce o niega facultades, pero también cuando define categorías. Así, el ser mujer, hombre, niño/a, adolescente, capaz o incapaz, delincuente o víctima, está determinado por el Derecho y, según esa calidad, se es o no sujeto de derecho. El Derecho es uno de los sistemas normativos que actúa como “dispositivo de poder”, definidor de subjetividades, que se articula a otros como la familia o la religión. El Derecho constituye a los sujetos, los ubica frente a otros actores, les marca ciertos comportamientos, atributos, roles, lugares; interdicta, legitima, excluye, prohíbe conductas, permite otras; define diferencias de género que constituyen a lo masculino y lo femenino, con características opuestas y contradictorias; legitima o no relaciones, controla, restringe o justifica el ejercicio de la sexualidad. Según la misma Alicia Ruiz, “el Derecho tiene una participación directa en la configuración del estereotipo ‘mujer’ y es, a partir de ese estereotipo, que las reglas jurídicas reconocen o niegan derechos a las mujeres de carne y hueso”4. 4
Alicia Ruiz (comp.): Identidad femenina y discurso jurídico, Departamento de publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Editorial Biblos, Buenos, Aires, junio de 2000.
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De todos modos, esto no significa que, por el Derecho, queden constituidos los sujetos de una determinada manera, en forma definitiva e irreversible, pues estos/as se ubican también en diferentes momentos y lugares desde donde son interpelados/as por el Derecho en forma individual. Es decir, las identidades que el Derecho coadyuva a definir están también influenciadas por el contexto social, político y cultural, un juego donde el poder no está ausente, pues “no hay identidad social o individual que no esté apresada por la contingencia”. Ley, cuerpo y sujeto son tres conceptos que Michel Foucault reúne, por primera vez, al señalar que las prácticas judiciales, es decir, la manera en que las personas arbitran los daños y las responsabilidades, definen formas de saber, tipos de subjetividades y relaciones entre el sujeto y la verdad. Foucault provoca entonces una verdadera ruptura epistemológica en las ciencias jurídicas cuando incluye el elemento del poder en un análisis histórico de las relaciones sociales y la construcción social del Derecho. Esto permite entenderlo como el resultado de todo un proceso de construcción social, cruzado por relaciones de poder, capaz de generar ciertas prácticas sociales, subjetividades y aún materialidades. En consecuencia, se produce la construcción de un saber como resultado de una experiencia de poder, ello en oposición a la preeminencia de una verdad única y absoluta o la razón natural pura5. La posibilidad de relacionar el tema 5
Michel Foucault: La verdad y las formas jurídicas, Ediciones Gedisa, México, 1983. De todos modos, es necesario
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de la sexualidad, que se creía parte de la intimidad personal, con el discurso de ciudadanía, que es eminentemente público, implica una verdadera ruptura en la tradición de este concepto, pues cuestiona profundamente el carácter fijo, natural e inamovible de los atributos masculinos y femeninos, la relación entre sexualidad y reproducción. Es precisamente el hecho de que la discriminación, los abusos sexuales, y aun el dolor, correspondan mayoritariamente a un género, cuyos signos corporales son femeninos, lo que confiere una importancia fundamental a todo un proceso de vindicación y justiciabilidad de los derechos sexuales. […] Por lo general, el Derecho reconoce como sujeto de derechos solo a determinados sujetos que cumplen ciertas características. La simbolización de lo femenino como ligado a la biología y la conservación de la especie incidió severamente en el proceso de ciudadanización de las mujeres. Sus derechos son reconocidos solamente en la medida en que interesarán a la sociedad; de esta manera, las mujeres devienen fundamentalmente madres, antes que ciudadanas. Ya no se discute su humanidad, se las considera como iguales, pero no como sujetos sino como portadoras de la capacidad de traer a la vida nuevos seres, pero bajo la forma del tutelaje6. establecer que al proceso de creación de tecnologías disciplinarias le corresponde un comportamiento de resistencia; por tanto, hay una transversalidad del contra poder. 6
En el caso del Ecuador, por ejemplo, durante la Asamblea Nacional que elaboró la Constitución Política del país,
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Esta forma de ver a las mujeres define también una concepción especialísima del cuerpo femenino que, en tanto cuerpo maternal, debe ser protegido7. En tanto madres, las mujeres dejan de autodefinirse como tales para encasillarse en una dimensión maternal, según la normativa social lo determina. Así, aunque a partir de los años sesenta, especialmente en Occidente, un número creciente de mujeres se aleja del estereotipo de planear su vida a partir del hogar y la maternidad, no llega a excluírsele definitivamente como factor central de identidad8. vigente desde agosto de 1998, una de las asambleístas más comprometidas con el reconocimiento de los derechos de las mujeres demandaba la aprobación de estas normas y la defensa de los derechos, pero no a partir del reconocimiento de la responsabilidad social de la maternidad, sino más bien del valor y la consideración social que se atribuye al hecho de ser madre y las connotaciones que ese hecho tiene. 7
El control impuesto a la actividad reproductora, que equipara la realización de las mujeres con la maternidad, tiene tres consecuencias: el hogar se convierte en el centro de las actividades femeninas relacionadas con la reproducción, la restricción de la movilidad y de la participación de las mujeres en lo público, incluido lo laboral, convirtiéndolas en trabajadoras secundarias en el área de la producción social. Y, finalmente, el hecho de sentirse frustrada y ser menospreciada ante la imposibilidad de concebir, pues por ser un rol idealizado socialmente, su influencia refuerza el patrón de identidad. De allí la importancia de que la maternidad sea, en realidad, una opción asumida voluntariamente por las mujeres, y que los hombres también se responsabilicen con los resultados del ejercicio de su sexualidad.
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Durante mucho tiempo se consideró como inherente y natural al hecho de ser mujer el instinto maternal, que
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Como lo plantea Gilma Andrade: Las leyes que regulan la sexualidad son el instrumento más preciado de estratificación y consolidación de categorías sexuales por el enorme valor simbólico que tienen las normas en general y las penales en particular. Para acceder a la protección estatal, las mujeres debemos cumplir con requerimientos de honestidad, resistencia suprema ante las agresiones físicas y franjas etarias determinadas9.
Sobre este punto, Gayle Rubin, feminista norteamericana, elabora su propuesta de “las jerarquías sexuales”. En la cúspide están las personas con pleno acceso a derechos y garantías legales, consideradas “normales”. Mientras se desciende en el orden jerárquico, las personas van teniendo menos derechos y menor acceso a protección legal […]. Al respecto, Gilma Andrade agrega que este sistema de jerarquías sexuales se opone radicalmente a la noción de igualdad ante la ley, porque llega a negar la ciudadanía y el acceso a la protección de derechos a quienes están en los límites del desprecio. predestina a las mujeres a ser madres y posteriormente consagrarse, principalmente, al cuidado de los hijos/as que haya procreado, sin que exista correlativamente la responsabilidad masculina. Badinter, en su obra ¿Existe el amor maternal?, interpela este concepto, aceptado como incuestionable, y determina que “no existe un comportamiento maternal suficientemente unificado como para que pueda hablarse de instinto maternal o de actitud maternal en sí misma”. 9
Gilma Andrade Moncayo: Propuesta de reforma al Código Penal: documento argumental, Feministas por la Autonomía, Quito, julio de 2000.
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Mientras menos heterosexuales sean las personas, menos igualdad ante la ley existe. Igualdad es, entonces, lo mismo que heterosexualidad. “La desigualdad sexual es, por lo tanto, una institución social y política”. Los valores emergentes que sostienen este sistema jerárquico son la moral, la honestidad, la protección al pudor, en desmedro directo del ejercicio de derechos y el acceso a la protección estatal sobre nuestros cuerpos, y el ejercicio de nuestra sexualidad10. Como una respuesta a este “orden”, durante las dos últimas décadas del siglo pasado el movimiento de mujeres, a nivel mundial, empieza a demandar con fuerza el reconocimiento y la vigencia plena de los derechos sexuales. Las mujeres demandan para sí la propiedad y decisión sobre sus cuerpos, así como el derecho a la autonomía en el ejercicio de la sexualidad, no ligada exclusivamente a la procreación sino más bien considerada como una fuente de placer, un mecanismo de comunicación, la recuperación del erotismo humano, “un encuentro gratuito entre diversos”, etc. La separación entre sexualidad y reproducción lleva implícito el concepto de “la sexualidad sin reproducción, y la reproducción sin sexualidad”. Por ello, planteo que los derechos sexuales obedecen a una visión de identidades sociales complejas, múltiples y heterogéneas que han desplazado al sujeto moderno universal único, en tanto reconocen a la sexualidad como un tejido discontinuo de prácticas discursivas y de poder. Los sujetos/as son 10
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los espacios donde se entrecruzan esas prácticas y participan en ellas simultáneamente; por tanto, no pueden consolidar identidades específicas del mismo tipo, ni una verdad o esencia únicas y totales. Según esta noción, el sujeto/a titular de los derechos sexuales, y definido por ellos, no es un sujeto universal u homogéneo hombre o mujer; es un agente múltiple, de construcción compleja y de identidad social plural, en el cual el género es sólo otra categoría entre clase, raza, etnicidad, edad y orientación sexual. Para estos nuevos sujetos, el proceso de elección y decisión respecto a la propia sexualidad se convierte en un espacio de elección individual, abierto a toda clase de opciones, sean estas homosexuales, heterosexuales, monogámicas o no, relaciones estables o temporales, y varios tipos de organización familiar, ya no solo el ideal tradicional de la familia nuclear. En estas relaciones, ni la fecundidad ni la esterilidad se convierten en los supuestos básicos de las relaciones interpersonales. Entonces se redefinen también las relaciones de filiación, pues los vínculos que eran vistos como naturales se transforman en opciones culturales, sujetas a los significados más variados, de tal manera que los niños/as dejan de ser un objeto de crianza para convertirse en “sujetos dotados de autonomía personal y el resultado de una elección”. Derechos sexuales: fundamentos básicos En Occidente, la sexualidad constituye un espacio de poder complejo, expresado en instituciones, normas sociales, leyes, costumbres y mitos —casi 473
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siempre inclinados a controlar y reprimir la sexualidad femenina—, que han determinado también la existencia de sistemas sociales injustos e inequitativos, que afectan negativamente la libertad, la integridad personal y, en general, la calidad de vida de todos los seres humanos, pero especialmente de las mujeres. El mantenimiento de patrones culturales que aseguran y refuerzan la verticalidad sexista tiene mecanismos que garantizan su existencia; entre estos tenemos, principalmente, la heterosexualidad, la maternidad obligatoria, las mutilaciones genitales, el acoso sexual, la punición abortiva. La represión sexual es una de las formas de minar las capacidades de las mujeres mediante la limitación general del poder, lo que obstaculiza el desarrollo de la autonomía femenina política, económica y social, así como también la construcción y el ejercicio pleno de su ciudadanía. Por lo anotado, uno de los logros más importantes que, en este siglo, ha conseguido el movimiento de mujeres a nivel mundial, es el cuestionamiento de este “orden” y la construcción de nuevas demandas y discursos respecto a nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, pasando también por visibilizar las relaciones entre sexualidad / identidad / política / economía / poder / placer y peligro.11 11
Esta última frase es el título de una de las obras de Carol Vance: Placer y peligro, que expresa una de las tensiones no resueltas en torno a la sexualidad (idea tomada de Feministas por la Autonomía, en el Tribunal por los Derechos Sexuales de las Mujeres, Quito, diciembre de 1999).
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La emergencia de nuevos/as actores/as sociales, tales como las mujeres y los grupos GLBT (gays, lesbianas, bisexuales y transexuales), ha determinado una transformación fundamental en este tema: “la reproducción ha dejado de ser destino” para formar parte de las demandas públicas en el capítulo de los derechos sexuales. Los derechos sexuales se fundamentan en la autodeterminación para el ejercicio de la sexualidad sana y placentera, en sus dimensiones físicas, emocionales y espirituales y no ligadas necesariamente a la procreación. Por lo general, se reconocen como tales: • El derecho de todas las personas a decidir, de manera libre y responsable, sobre todos los aspectos de su sexualidad, incluyendo la promoción y protección de la salud sexual y reproductiva. • El derecho a vivir la sexualidad sin discriminación, coacción o violencia. • El derecho a esperar y exigir consentimiento completo, respeto mutuo, placer y responsabilidad compartida en las relaciones sexuales12. En la actualidad, los derechos sexuales se posicionan socialmente en un marco complejo de poder y represión, pero a la vez de ejercicio, donde las mujeres se constituyen en agentes de poder y resistencia que cuestionan el carácter sexista, racista y clasista del valor dado al potencial reproductivo, 12
Derechos sexuales y reproductivos, Centro Legal para Derechos Reproductivos y Políticas Públicas, Nueva York, 1999.
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y que entienden los derechos sexuales como inherentes a la persona humana, destinados a garantizar la capacidad de decidir autónomamente sobre la sexualidad y la función reproductiva. Los derechos sexuales se basan en la necesidad de que las mujeres puedan reapropiarse de sus cuerpos, pues “no se puede ser sujeto de derechos humanos, si no somos sujetos en nuestros cuerpos”13; así como en la autodeterminación para el ejercicio de la sexualidad y la procreación. Esto implica el disfrute de una sexualidad no ligada necesariamente a la procreación, sino que incluye el placer físico, sexual y emocional, la libre orientación sexual, la información sobre la sexualidad y el derecho a la educación sexual. A nivel internacional, las conferencias mundiales han constituido para las mujeres una oportunidad fundamental con vistas a promover sus demandas y el reconocimiento de sus derechos. Sin embargo, el reconocimiento explícito de ciertos derechos sexuales ha sido motivo de oposición, especialmente de países islámicos y del propio Vaticano, por lo que mayoritariamente han quedado subsumidos en lo reproductivo. […] En la última década, el movimiento de las mujeres negras de los países del hemisferio norte y de América Latina ha introducido una visión más 13
Lorena Fries: “Los derechos humanos de las mujeres: aportes y desafíos”, ponencia para el Seminario “Género y Derecho”, FLACSO, febrero de 2000.
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amplia de los derechos en general, y de los sexuales y reproductivos en particular. Se reivindica “la autodeterminación y el placer en la sexualidad, como una de las primeras formas de control del propio cuerpo; la posibilidad de acceder a un aborto y a controles de la natalidad seguros; todo ello en un marco de afianzamiento de un derecho individual de las mujeres a salud, bienestar y una vida sexual autodeterminada, disolviendo los límites entre sexualidad, derechos humanos y desarrollo”14. Ciudadanía y derechos sexuales Según Thomas Marshall,15 la ciudadanía moderna es un estatus social mediante el cual se otorga un grupo de derechos, basado en una membresía nacional, en virtud de una fusión geográfica. Para Anthony Giddens,16 el desarrollo de la ciudadanía y las democracias modernas está relacionado con la extensión de la soberanía del Estado y el fortalecimiento del poder administrativo que se produjo a partir del siglo XVI. Es en este ámbito que debe analizarse la lucha por los derechos, puesto que la ampliación de la soberanía permitió que los dominados se constituyeran en sujetos políticos con una identidad propia. 14
Sonia Correa y Rosalind Petchesky: “Reproductive And Sexual Right: A Feminist Perspective”, en Conciencia latinoamericana, Volumen 1, Montevideo, 1995.
15
Thomas Marshall: Ciudadanía y clase social, FLACSO, Quito, 1999.
16
Anthony Giddens: Sociología, Alianza Editorial, tercera reimpresión, Madrid, 2001.
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La ciudadanía política de los hombres se formalizó hace ya dos siglos, a través de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la Francia de 1789. Sin embargo, las voces de las mujeres que participaron en la Revolución Francesa y demandaban iguales derechos, fueron sofocadas. En la actualidad, las mujeres estamos planteando una reconceptualización de la ciudadanía, no a partir de la noción tradicional, pues desde allí “siempre seremos ciudadanas de segunda clase”. El planteamiento de la ciudadanía de las mujeres está ligado a la lucha por ser sujetos de la propia historia, lo que implica tener y ejercer derechos,17 pues la ciudadanía plena se expresa, justamente, en las posibilidades de participación, exigencia y ejercicio de derechos. Los derechos sexuales tienen una doble dimensión, en tanto afectan la esfera íntima de las personas; pero también alcanzan niveles colectivos, por lo que inciden en políticas públicas, nacionales, regionales y mundiales. Plantear este tema, desde la ciudadanía, lleva a superar la visión restringida que circunscribe la ciudadanía al ámbito político: los particulares en relación con el poder del Estado; pues sus elementos básicos son: participación, representación y poder tanto en lo público, como en lo privado. De allí que la reivindicación de los derechos sexuales represente un proceso de ampliación de la 17
Silvia Loli: “Mujeres ciudadanas del mundo”, en Flora Tristán: Artículos y entrevistas, http://ekeko.rcp.net.pe/ FLORA/art-ent2/art3.htm
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ciudadanía, pero también de un reconocimiento de la diversidad, en tanto este grupo de derechos no puede ser clasificado dentro de ningún otro. La reivindicación de derechos sexuales surge en las luchas concretas de las mujeres por alcanzar su autonomía sobre las decisiones que afectan sus vidas. Considerar a los/as sujetos de derechos como seres sexuados/as, conlleva la introducción del tema de la diferencia18 sexual en el campo supuestamente neutro de la ciudadanía, y cuestiona el concepto moderno de igualdad civil y política que, históricamente, ha servido de fundamento para las exclusiones (género, clase, raza). El enfoque de los derechos sexuales, en términos de ciudadanía y derechos humanos, es más bien reciente. Transforma la concepción tradicional, simplista y excluyente de las mujeres como reproductoras, a la vez que rescata la sexualidad como un atributo humano, constitutivo de mujeres y hombres, buscando trasladar el tratamiento de la sexualidad desde la salud, vinculada con programas materno-infantiles, así como al ámbito de los derechos y la ciudadanía19. 18
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Desde esta perspectiva, se entiende “la diferencia” no como desigualdad entre mujeres, sino como un reflejo de la diversidad entre ellas, concepto que no es excluyente sino que más bien abre la posibilidad de ir fortaleciendo el feminismo, reconociendo las diferencias entre las mujeres, las formas de sexismo u otros ejes de dominación a los que están expuestas en sus contextos específicos, por sus propias especificidades, y, a la vez, reconciliándolas, como plantea la antropología feminista. Sonia Correa y Rosalind Petchesky: ob. cit.
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El derecho a decidir constituye la expresión más importante del acceso de las mujeres al goce real de sus derechos de ciudadanas, por cuanto la tutela social sobre la reproducción o la anticoncepción se fundamenta en la subordinación de género, que es una forma de violencia cuya expresión más descarnada es la pérdida de las vidas como resultado de los abortos clandestinos. La ciudadanía se construye y materializa en el espacio público, mediante el ejercicio de los derechos civiles, políticos y sociales, en el contexto de un sistema político democrático. Pero también es una propuesta de igualdad que se construye desde lo privado, como en el caso de los derechos sexuales, que rompen con esta dicotomía y asumen a las mujeres como sujetos/as en la construcción de principios democráticos. Desde esta perspectiva, la libertad de decisión va ligada a la obligación de responsabilizarse con las consecuencias del ejercicio de su sexualidad: derechos y responsabilidades que se generan a partir del ejercicio de la ciudadanía de mujeres y hombres. Al enfocar los derechos sexuales desde la ciudadanía, se analiza también su relación indisoluble con las condiciones de desarrollo, pobreza y discriminación de género, que posibilitan u obstaculizan su ejercicio. Por lo tanto, el principal requisito para su ejercicio se vincula con cambios estructurales de la sociedad patriarcal, promoviendo el aumento de la autonomía y el empoderamiento de las mujeres para acceder no sólo a información y servicios de salud, sino también a canales que permitan intervenir en el diseño y control de políticas 480
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estatales sobre el tema. La carencia de medios y recursos materiales, culturales y simbólicos para ejercer los derechos sexuales obliga al Estado y a la sociedad a buscar mecanismos para hacerlo, so pena de continuar en una práctica violatoria de estos. […] Los derechos sexuales son concebidos como derechos fundamentales porque se encuentran vinculados estrechamente a la libertad. En ellos se pone de relieve el derecho de los sujetos, llámense mujer u hombre, a la autodeterminación en el ejercicio de la sexualidad, lo que comprende la libertad en relación con la tendencia sexual y el derecho a la información sobre la sexualidad y la educación sexual. La formulación de los derechos sexuales implica la defensa de la autonomía de los cuerpos, no restringida a las actividades inherentes al funcionamiento del aparato genital, sino que trasciende las necesidades biológicas. La autonomía en el ejercicio de la sexualidad y el control de la fecundidad llevan implícito el requisito de que no se ejerza violencia sobre el cuerpo de las mujeres y, por tanto, este no sea sometido a prácticas sin su consentimiento y voluntad. Esto tiene relación directa con derechos humanos fundamentales, como el derecho a la vida y a la integridad personal, la prohibición de la esclavitud, la servidumbre, la tortura y el trato cruel. La defensa de los derechos sexuales supone también la defensa de la libertad y la equidad: libertad para decidir y equidad de acceso a todos los medios 481
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necesarios para su ejercicio como información, educación sexual y servicios de salud sexual. Estos derechos son intrínsecamente democráticos, pues parten de la libertad, especialmente de la libertad sexual, y requieren del piso común de la equidad, entendida de acuerdo con Francisco Laporta: los seres humanos deben ser tratados como iguales, salvo que existan criterios relevantes para un tratamiento diferenciado. Es evidente que los seres humanos son diferentes, por ello la idea liberal y moderna de igualdad es un constructo, un artificio frente a la desigualdad20. Por lo tanto, es legítimo otorgar un tratamiento diferenciado a un grupo de personas, incluso si pertenecen al mismo sexo21. Esta afirmación rompe con el concepto homogeneizador y universalizante de la igualdad como sinónimo de uniformidad, abriendo espacio para los derechos a lo diverso y los derechos de los diferentes, reconocidos por los derechos sexuales, cuando se plantea, por ejemplo, la libertad de opción sexual. En esta línea, los derechos sexuales proponen una transformación política de las relaciones humanas, que deben regirse por el principio de aceptación de la diversidad en los otros/as y la 20
Javier Lucas: La igualdad ante la ley, Editorial Trotta, Madrid, 1996.
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Entonces, el principio de equidad puede descomponerse en dos: el de no discriminación a lo diverso y diferente, y el de relevancia, según el cual las diferencias que existen entre los seres humanos son tan relevantes que justifican que estos últimos sean tratados en forma desigual.
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búsqueda de consensos puntuales, partiendo de la misma diversidad y variedad de visiones, necesidades y experiencias de las mujeres y los hombres, entrelazadas por sus propias diferencias. Así, parafraseando a Fraser y Nicholson, se diría que esta propuesta puede constituir una solidaridad feminista de muchos niveles, compleja y amplia entre las mujeres, en su variedad infinita y monótona similitud. En el concepto de derechos sexuales, categorías ahistóricas y funcionales como la reproducción, la maternidad, la familia moderna nuclear dirigida por el hombre, son reemplazadas por categorías específicas y contextualizadas, moduladas por la temporalidad. De esta forma se generan también nuevos debates contemporáneos, como la tecnología para la infertilidad, la contratación de úteros portadores, la donación de óvulos, el congelamiento y clonación de embriones, la significación de la paternidad y maternidad en estas situaciones, la maternidad y paternidad en la formación de familias homosexuales, la subjetividad del placer sexual, entre otros.
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HISTORIA DE LA MUJER EN CUBA: DEL FEMINISMO LIBERAL A LA ACCIÓN POLÍTICA FEMENINA(*) Julio César González Pagés Introducción: Estudios de género, ¿moda o necesidad? La historia de las mujeres tiene un recorrido menor que el de la historia general, pero ya empieza a ganar un espacio en el debate académico cubano, en sus más de seis años de presencia. La historiografía internacional ha tenido un ascendente desarrollo en esta modalidad que ha permitido teorizar con mayor énfasis a partir de la incorporación del análisis de género. En los años setenta, el feminismo internacional vive una transformación medular cuando recibe un segundo aire, después de finalizada la II Guerra Mundial y la promoción de las ideas de “vuelta a casa para la mujer”. Este nuevo feminismo radical superó los planteamientos de las liberales en la lucha por el sufragio, divorcio, patria potestad y legislaciones obreras, amplió sus objetivos e incluyó los problemas raciales de orientación sexual, étnicos, variantes políticas, además de constatar que el poder de los hombres se fortalecía en una sociedad estructurada en “esferas sexuales”. La incorporación de un análisis marxista y de la teoría (*)
Tomado de Internet, en Diez nuevas miradas de Historia de Cuba, búsqueda en libros de google http:// books.google.com.cu
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de género ha facilitado la comprensión de la unidad indeleble que existe entre la opresión sexual, la división sexual del trabajo y la estructura económica de clase. La deconstrucción o reelaboración de la Historia de Cuba, para incorporarle nuevos estudios sobre sexo, raza y estudio de las mentalidades, significa un reto para los viejos y nuevos historiadores, que ven con asombro cómo algunos mitos y paradigmas pierden su lugar protagónico. La historia de las mujeres ha sido calificada de exagerada por algunos estudiosos de otras temáticas, manejándose la proposición de porqué no existe “historia de los hombres”. Este planteamiento tiene una probable respuesta: lo escrito hasta ahora puede ser historia masculina, con honrosas excepciones. La historia más divulgada de la nación cubana hace hincapié a partir de los siglos XIX y XX, ignorando los siglos XVI, XVII y XVIII, que son abordados de forma general a pesar del esfuerzo de un grupo de historiadores que han dedicado su obra a esta época. Encontrar datos empíricos y de orden simbólico ayudará a recuperar la memoria femenina de estos siglos, los cuales no pueden ser obviados al valorarse el sentido del pasado para la mujer cubana. Una reconsideración de las formas de clasificar las fuentes históricas permitirá acabar con el mito de “sobre las mujeres no se ha escrito nada”, argumento frecuentemente utilizado para echar a un lado cualquier posible cuestionamiento a los anales de la historia. ¿Realmente no existe informa486
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ción o tenemos que dar otro tipo de lectura a los protocolos notariales?1 Los estudios del siglo XIX cubano y la conformación del idealismo nacionalista han subestimado, casi en su totalidad, el discurso femenino presente en más de una veintena de publicaciones periódicas, a partir de 1860.2 Buscar información sobre las mujeres para construir una historia particular no significa reproducir lo que puede ser más importante, teniendo en cuenta los acontecimientos masculinos, sino indagar en la subjetividad femenina, según el período histórico que se investiga. Un ejemplo fehaciente es el inicio de las guerras de independencia de 1868, importante acontecimiento en donde se sustenta el criterio de poca participación femenina en la historia. Algunas nuevas 1
En conversaciones y debates con historiadores que han abordado la investigación de estos primeros siglos de la Historia de Cuba, se nos ha planteado la existencia de documentos que involucran a mujeres en administración de haciendas, demandas judiciales y litigios de herencias. Los estudiosos (as) de la temática en Europa han reevaluado las lecturas de las fuentes medievales y sobre el trabajo femenino en el antiguo régimen de Francia. Más información en “La Historia de las Mujeres en Europa. Revisión teórica y metodológica”, en Arenal, Revista de Historia de las Mujeres, vl.1, no.1, enero-junio, 1994.
2
En el período 1860-1899 surgen publicaciones femeninas como el Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello, el Álbum de las Damas, Las Hijas de Eva, La Mulata, Minerva, entre otras. También existen, en esta misma época, alrededor de 40 colaboradoras en publicaciones oficiales como el Diario de la Marina, El Fígaro y publicaciones independentistas como El Cubano Libre y Patria.
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lecturas se pudieran añadir a las tres guerras: ¿Sólo madres, hijas y esposas de los líderes independentistas tienen cierto protagonismo? La imagen de la madre o esposa no ha permitido conocer casi nada sobre el pensamiento que, de forma evolutiva, se produce en mujeres como Mariana Grajales o Amalia Simoni. Si no existieran estos vínculos familiares, ¿estarían en la Historia de Cuba? La historia más reciente del siglo XX no escapa a la visión falseada que existe sobre la mujer. Sin embargo, la inclusión de la variable clase social ayudó a no tener que hablar de mujer de forma abstracta, sino de mujeres específicas; pertenecientes a un grupo social determinado. Pero, en muchos estudios, la rigidez de las variables sólo permitió clasificaciones de burguesas y proletarias, trayendo un nuevo problema —sobre todo en sectores importantes del sufragismo y feminismo liberal—, el cual no puede ser definido exactamente en una u otra variable.3 3
Los libros de texto de la enseñanza de Historia de Cuba le han restado importancia al feminismo cubano. En dos de ellos: La República, de Julio Le Riverend, y Documentos para la Historia de Cuba, de Hortensia Pichardo, podemos constatar la poca relevancia que se le ha brindado al tema. Le Riverend sintetiza todo este accionar en un párrafo: “... el movimiento femenino, que entonces debido a circunstancias históricas, se llamó feminista...”. Ver Julio Riverend: La República,Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 214. De otro lado, Hortensia Pichardo, en su abarcadora obra, sólo dedica a las feministas tres documentos de un total de 363 recogidos en cuatro tomos. Ver Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973. t. II y t. III.
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El feminismo ha sido un término muy cuestionado, interpretándose en muchos casos como un símil del machismo. Esta comparación es errónea porque, independiente de cualquier tendencia extremista en otras latitudes, en Cuba cumplió un papel revolucionario, permitiendo la obtención de importantes reivindicaciones, en fechas muy tempranas, como la Ley de la Patria Potestad (1917), la Ley del Divorcio (1918) y del Sufragio Femenino (1934). Sobre el feminismo cubano existe una amplia bibliografía que pudiera estudiarse con mayor profundidad. Personalidades de la cultura nacional, como Vicentina Antuña, Mirtha Aguirre, Camila Enríquez Ureña y Enrique José Varona aportaron ensayos de inestimable valor. Los investigadores e investigadoras que nos dedicamos a esta materia en Cuba estamos culminando una etapa que recién se comienza, con un nuevo bagaje metodológico, que permitirá introducir categorías analíticas relacionadas con el género. Pienso que los estudios de género, más que moda o necesidad, son una realidad que debemos asumir en los análisis de nuestros trabajos.
En uno de los estudios más recientes editados en Cuba, del historiador Jorge Ibarra, el problema femenino sigue abordándose sólo desde el punto de vista de la marginación social, excluyendo casi en su totalidad el papel activo de las militantes feministas en la etapa republicana. Ver Jorge Ibarra Cuesta: Cuba: 1898-1958. Estructura y Procesos Sociales, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1995, pp.158-165.
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Las primeras feministas Las experiencias vividas en los espacios privados y públicos por las mujeres del siglo XIX, en Cuba, pueden acercarnos a una apreciación más certera de cómo y cuándo fue que se tomaron las primeras ideas conocidas como “feminismo” por las mujeres y hombres del país. En esa época se fomentaba el paradigma de mujer-santa que desempeñaría los roles maternales, maritales y domésticos, bien alejados de todo lo que la separase de su condición de “bello sexo” o de “sexo débil”. El cuestionamiento al “sistema de valores” promulgado por los hombres convirtió a las mujeres en centro de discordia entre la intelectualidad, que se vio de cierta forma precisada a definir criterios sobre educación para la mujer, matrimonio, los derechos de los hijos naturales y alguna protección a la trabajadora. Después de finalizada la primera etapa de la Guerra de Independencia (1868-1878), muchos de los arquetipos construidos para la mujer perdieron sentido.4 La violencia, el hambre, la emigración, cambiaron la imagen etéreo-romántica de muchas de las poetizas de las décadas del cincuenta y sesenta, 4
La investigadora Raquel Vinat de la Mata está desarrollando un proyecto de investigación sobre la etapa de 1868 a 1898, que tiene ya resultados parciales y que aportan una nueva visión sobre mujeres que no fueron mambisas (término con el que se denominaba a las insurgentes). Ver Raquel Vinat de La Mata: La Mujer Cubana de 1895–1898, discusión de trabajo del año 1996, 18 de febrero de 1997, Instituto de Historia de Cuba.
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entre las cuales sobresalió Gertrudis Gómez de Avellaneda, iniciadora de la vanguardia liberal femenina. En la década del setenta, las ideas de una educación especial para la mujer permitieron una asimilación mucho más rápida de las nociones feministas. Los colegios para señoritas -como se les denominaron- permitieron que pedagogas como Dora Galárraga y María Luisa Dolz ganaran en prestigio, sobre todo la Dolz, que incluyó la Segunda Enseñanza, requisito obligatorio para la entrada de mujeres cubanas a la Universidad.5 Otro aspecto que influyó en la asimilación del feminismo fue la emigración de miles de mujeres cubanas a los Estados Unidos y las repúblicas latinoamericanas, donde tuvieron que asumir la doble jornada laboral, en la factoría y en el hogar. Por eso no fue sorpresivo encontrar obras poéticas, como El Burgués de la Casa, de Luz Herrera, 5
El colegio de María Luisa Dolz se convirtió en el primer instituto de segunda enseñanza de Cuba, en 1885. Esto repercutió de forma favorable en la posterior entrada de mujeres en la Universidad. El importante diario El País saludó el inicio de una nueva época educacional para la mujer: “Es la era donde se comenzará a abrir las puertas de Academias y Universidades y la mujer dejará de ser víctima de la ignorancia”. Siete cubanas obtuvieron su título universitario en las dos últimas décadas del siglo XIX: Asunción Menéndez, María Pimentel y Mercedes Rivas Pinos, en Farmacia; Digna América del Sol en Ciencias Naturales y Farmacia; Francisca Rojas y Sabater, en Derecho Civil y Canónico; Laura Mestre y Carvajal, en Medicina y Ciencias Naturales; María Luisa Dolz, en Ciencias Físico Naturales. Ver Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Donativos y Remisiones, Fuera de Caja 68, folio 96.
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donde, de forma directa, se expone la inconformidad ante el androcentrismo imperante: Despierta de tu sueño investiga y repara que es solo, solo el hombre quien tus cadenas labra usurpa tus derechos te beja (sic), te maltrata, cohibe tu albedrío tu inteligencia embarga y no se cansa nunca de hacer tu suerte infausta.6 El surgimiento de más de un centenar de clubes femeninos, que simpatizaron con las ideas separatistas de los independentistas cubanos, permitió que las mujeres estuvieran presentes en espacios públicos donde se debatió el futuro de la Isla. La preparación de discursos políticos para las veladas y el aporte económico para la guerra fueron experiencias que las ayudaron a fomentar sus ideas liberales. La participación social, económica y política de las emigradas resultó un factor de primer orden en el cambio de mentalidad en un amplio sector de la emigración femenina y masculina. El hecho 6
Este poema aparece en un análisis general sobre la emigración patriótica femenina cubana. Para una información más ampliada, ver Paul Estrade: “Los clubes femeninos en el Partido Revolucionario Cubano (1892-1898)”, en Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 10, La Habana, 1987, p. 191.
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de que las cubanas pudieran presidir un club conformado por sus congéneres y realizar actividades en apoyo a la futura república independiente, creó en ellas una nueva visión de su género. El siglo XIX marcó el surgimiento de las primeras ideas feministas en Cuba, que se reflejaron, sobre todo, en la década del noventa, en mujeres como Elvira Martínez, Ángela Landa, Martina Piedra Po, Fany Galárraga, Aurelia Castillo y María Luisa Dolz, autora esta última del discurso femenino más polémico de la década, Feminismo, injusticia de los códigos,7 el cual se reflejó en una veintena de publicaciones que incluían los rotativos de mayor difusión del país.8 En una artículo de mayo de 1894, aparecido en El Fígaro con el título de “El movimiento feminista 7
El discurso circuló en forma de folleto y fue enviado por la Dolz a figuras interesadas en el tema femenino. Ver “Prólogo de Fernando Portuondo a María Luisa Dolz”, en La Liberación de la Mujer Cubana por la Educación, municipio de La Habana, Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, 1955, p.15. Agradezco a la Lic. Dania de la Cruz, investigadora del Archivo Nacional de Cuba, por llamar mi atención sobre la personalidad de María Luisa Dolz, además de obsequiarme una compilación bibliográfica de esta figura. Ver Dania de la Cruz Martínez y Marcos D. Arriaga: María Luisa Dolz. Documentos para el Estudio de su Labor Pedagógica y Social, Editorial Academia, La Habana, 1990.
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El discurso fue reseñado por el Diario de la Marina, El País, El Fígaro, El Eco de Galicia, La Gimnástica, Las Avispas, La Lucha, Revista Blanca, La Discusión, Diario de la Familia, Crónica Habanera y otras nueve publicaciones. Ver Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Donativos y Remisiones, leg. 428, exp. 3a.
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en Cuba”, el pensador cubano Enrique José Varona admitió su asombro al escribir este artículo y ponerlo “al lado de cosas muy serias y respetables, la Constitución, por ejemplo; y los derechos individuales que garantiza o que debiera garantizar”.9 Los movimientos políticos de Cuba en el siglo XIX plantearon, de forma general, principios de libertad y democracia utilizando la imagen del cuerpo femenino como símbolo de los derechos individuales, pero esto sólo se hizo en lo concerniente a la forma estética, porque una vez culminada la guerra y la intervención norteamericana, el 21 de febrero de 1901, se aprobó la Constitución, que dejó a las mujeres sin derecho al voto.10 Este fue el comienzo de una república por la cual también habían luchado las mujeres, quienes no conformes con la visión androcentrista de sus primeros mandatarios, hicieron reclamos de puestos públicos, sufragio, indemnizaciones y otros tipos de demandas en cientos de misivas que trajeron un aumento de expectativas sobre la temática femenina, haciendo crecer considerablemente
9
Las reflexiones sobre feminismo formaron parte de una extensa bibliografía de Enrique José Varona sobre el tema, centro de muchos de sus debates. Ver Enrique José Varona: El movimiento feminista en Cuba, Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Donativos y Remisiones, leg. 428, exp. 3a.
10
Para un comentario sobre la organización del sufragismo en Cuba, ver Julio César González: El voto femenino en Cuba, presentado en el evento “Mujeres en los umbrales del siglo XXI”, Universidad de La Habana, noviembre de 1995 y de próxima publicación en una monografía.
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la bibliografía escrita sobre temas relacionados con el feminismo, legislación y sufragio.11 La construcción de un ideario nacionalista cubano al estilo norteamericano, a través de la instrucción pública, utilizó a la fuerza femenina como futura portadora de la pedagogía de su ideal. Esta cuestión se fomentó durante la primera intervención norteamericana en la Isla (1898) y la promoción de “ideas modernas para la mujer”, que incluyó cursos de superación de miles de maestras en la Universidad de Harvard y contactos con el Woman Club de Boston. Esos encuentros de seguro influyeron en el ulterior surgimiento en el país de organizaciones feministas al estilo norteamericano.12 Existen algunas estadísticas sobre la progresiva incorporación de las mujeres a los recintos universitarios, en los primeros 15 años de este siglo. En esta etapa, 75 de ellas aprobaron los exámenes de oposición a la Universidad y 189 se graduaron 11
Una comparación lógica por temáticas, año y sexo de esta bibliografía se puede obtener al analizar las compilaciones que existen sobre mujeres en Cuba. Ver Dania de la Cruz Martínez: Movimiento femenino cubano, Editora Política, La Habana, 1980; y Tomás Fernández Robaina: Bibliografía de la mujer cubana, Biblioteca Nacional “José Martí”, La Habana, 1985.
12
Las observaciones sobre nacionalismo e instrucción pública las he obtenido gracias a la sistemática colaboración de la profesora universitaria Marial Iglesias, autora de un trabajo en curso sobre estas problemáticas. Ver Marial Iglesias: El nacionalismo en Cuba. 1895-1908, presentado en el curso taller “Las ciencias sociales a debate”, Universidad de La Habana, enero 1997, (en prensa).
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de doctoras en diferentes especialidades. De igual, forma, el magisterio aumentó al número de 4 244, siendo las mujeres 82 % del total de maestros(as) de Cuba.13 Las primeras organizaciones del sufragio se fundaron en este mismo período, con un porcentaje elevado de maestras y la figura de Amalia Mallén de Oztolaza en la presidencia de las tres primeras: Partido Nacional Feminista (1912), Partido Sufragista (1913) y Partido Nacional Sufragista (1913)14, agrupaciones que tuvieron el voto como reclamo fundamental y estuvieron integradas por sectores medios urbanos de la ciudad de La Habana.15 La década del diez fue decisiva en los cambios de los arquetipos para la mujer. Por un lado, la Primera Guerra Mundial y su cuestionada “promoción del sector femenino”; y, por otro, la influen13
Para una visión general de la situación educacional de la mujer en Cuba, en la primera década del siglo XX, ver los capítulos VII y VIII de F. Caraballo Sotolongo: Mujeres ¡a las urnas!, Librería Cervantes, La Habana, 1918, pp.173-216.
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En la actualidad se trabaja en un ordenamiento de las agrupaciones femeninas del Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba. Ver: Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Registro de Asociaciones, leg. 346, exp. 11 299; leg. 300, exp. 8 677; leg. 400, exp. 11 886; leg. 305, exp. 8 882. Agradezco la colaboración de la especialista del Laboratorio de Automatización del Archivo Nacional de Cuba, Enma Rita Gutiérrez, por la ayuda para la revisión automatizada del fondo Registro de Asociaciones.
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Estas reflexiones forman parte de la investigación del autor publicada bajo el titulo En busca de un espacio: historia de mujeres en Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2003.
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cia norteamericana en costumbres (bailes, modas, literatura) crearon un diapasón más amplio para las cubanas de la pequeña y media burguesía, en el cual los roles domésticos y maritales pudieron empezar a ser variados. ¿Mujeres al espacio público? La obtención de dos importantes reclamos, la Ley de la Patria Potestad (1917) y la Ley del Divorcio (1918)16, definieron una etapa de auge del feminismo liberal en Cuba, que se hará más notorio con la creación del Club Femenino (1918), asociación que nucleó una parte de las protagonistas del debate feminista de la década del veinte. Figuras como Pilar Morlon de Menéndez, Pilar Jorge Tella, Mari Blanca Sabas Alomá, Ofelia Domínguez y Hortensia Lamar ayudaron a cambiar la dinámica del periodismo de corte femenino y propusieron temas candentes, que preocupaban a las trabajadoras, las reclusas y otros sectores marginales de mujeres. No obstante, la raíz del club estuvo integrada por mujeres de las élites intelectuales, quienes tuvieron como labor educativa este contacto con sectores de menos recursos y preparación educacional.17 16
Hortensia Pichardo: “Liberación de la mujer”, I y II, en Documentos para la Historia de Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973, tomo II, pp. 411-416.
17
Un amplio estudio sobre esta organización no lo he podido encontrar. A los interesados en dicho club, recomiendo ver los fondos que existen en el Centro de Información de la Federación de Mujeres Cubanas y en el Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Registro de Asociaciones, leg. 299, exp. 8 644.
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El activismo del Club Femenino animó a crear una Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba18, en 1921. Las asociaciones integrantes convocaron al Primer Congreso Nacional de Mujeres (1923), que tuvo la particularidad de ser el primero en Hispanoamérica, con un temario que incluyó desde la jardinería femenina hasta aspectos tan polémicos como la diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos, la necesidad de lograr una igualdad entre el hombre y la mujer en la legislación sobre el adulterio y el inevitable tema del sufragio femenino. Este tipo de evento es convocado, por segunda ocasión, en abril de 1925, pero si bien el primero propició la unidad de las fuerzas femeninas, el último fue todo lo contrario; la iglesia católica tomó las riendas, haciéndose representar por varias organizaciones “fantasmas” que boicotearon los temas más polémicos y propiciaron la salida del Club Femenino del evento. Las contradicciones se agudizaron en el período de gobierno de Gerardo Machado (19251933), con la utilización del sufragio femenino como uno de los puntos populistas de su campaña. Así quedaron divididas las fuerzas entre feministas y sufragistas, con posiciones bien divergentes. Conflictos entre las líderes de ambos bandos, Pilar Morlon y María Collado, fueron utilizados por la prensa conservadora para demostrar que las mujeres aún no estaban aptas para ser ciudadanas y emitir sufragio.
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Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Registro de Asociaciones, leg. 299, exp. 8 644.
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Al margen de estos acontecimientos, surgieron otros tipos de organizaciones femeninas, como el Lyceum de La Habana, con fines culturales y de instrucción; de trabajo, como la Unión Laborista de Mujeres; y políticas, con posiciones opuestas, como la Unión Radical de Mujeres y la tristemente célebre Porra Femenina. Para 1930, el país tenía la cifra de 320 asociaciones femeninas registradas de forma legal.19 A la caída del gobierno de Machado, durante el período de transición del presidente Ramón Grau San Martín, en enero de 1934, fue aprobado el artículo 39 sobre el sufragio femenino.20 Paradójicamente, después de tantos años de bregar por el reconocimiento constitucional de sus derechos, muchas de las feministas y sufragistas que se habían involucrado en este proceso estaban en el exilio, otras murieron casi inmediatamente y las que vivieron el momento sabían que era sólo el inicio de la integración legal a la nación. Paso a la izquierda y la igualdad legal El cambio de la correlación de fuerzas a favor de la izquierda, después del movimiento revolucionario de 1933 en Cuba, se ve reflejado en la celebración, en abril de 1939, del Tercer Congreso Nacional de Mujeres, donde por primera vez tendrán una amplia representación.
19
Id.
20
Ibíd., p. 9.
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El congreso fue una ruptura con el anterior feminismo liberal de los años veinte, pues la mayoría de los requerimientos que se habían exigido ya eran realidad: el divorcio, la patria potestad, el sufragio, legislaciones obreras y de maternidad. ¿Qué faltaba? Que estas leyes se cumplieran y que se integraran a otros temas, como la mujer joven y sus problemas específicos, la mujer y las leyes sociales, la mujer y la paz, la mujer y los códigos, la mujer y el niño. Otras realidades que ocurrieron a nivel mundial —como los conflictos que desataron la II Guerra Mundial, la desprotección de la niñez y el sindicalismo para la mujer— ocuparon un lugar importante en la agenda. La presencia de delegadas negras, presididas por Inocencia Valdés, fue otro de los acontecimientos del último congreso que se celebró en la etapa republicana. Este evento femenino tuvo repercusión en muchos de los derechos que obtuvo la mujer en la avanzada Constitución de 1940. Las cubanas vieron cumplidos así muchos de sus pedidos, como el reflejado en el título cuarto, donde se establece la igualdad independiente de la raza, clase o sexo, y en el título quinto, referente a la familia. En el artículo 43 se otorgó el derecho de la mujer casada a la vida civil, sin que necesitase la licencia o autorización marital para regir sus bienes, ejercer libremente el comercio, la industria, profesión o arte y disponer del producto de su trabajo. En el título sexto, sobre trabajo y propiedad, se planteó que la ley regulaba la protección de la maternidad obrera, extendiéndola a las emplea500
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das y, además, no se establecieron diferencias entre casadas y solteras, a los efectos del trabajo.21 El reconocimiento ante la ley fue un triunfo convertido en arma de doble filo, que le dio el derecho a muchos sectores conservadores a expresar “¿y qué más quieren las mujeres?, ¿quieren gobernar?”. En efecto, las mujeres en Cuba, desde 1936, participaban en su doble condición de electoras y elegibles. Entre 1936 y 1944, habían alcanzado los siguientes cargos: - Alcaldesas, tres - Representantes, quince - Concejales, dos - Senadoras, dos Figuras como María Gómez Carbonell, María Teresa Arrieta, María Antonia Quintana y Esperanza Sánchez Mastrapa hicieron exitosas carreras políticas, pero con una visión nada alejada de sus antecesores masculinos, lo cual no demerita este primer paso en busca de una mayor representación social. Finalizada la década del cuarenta y comenzandos los años cincuenta, el feminismo en Cuba y en muchos lugares del mundo dejó de ser un suceso para convertirse en una realidad, inmersa en muchas otras madejas. La II Guerra Mundial había finalizado y, con ella, la “vuelta a casa para la mujer”.
21
“La Constitución de 1940 es un camino y no una meta”, en Hortensia Pichardo: ob. cit., t. IV, segunda parte, pp. 327418. Acerca del progreso democrático en Cuba en las cuatro primeras décadas, ver Reinaldo Funes: Cuba, República y Democracia. 1901-1940, La Habana, 1995 (en prensa).
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Esta idea se generalizó y comenzó a venderse un modo de vida a la americana: la “ama de casa” se glorifica. Las más de 800 asociaciones feministas y femeninas del país se habían ramificado hacia problemáticas diferentes.22 Terminaba así la época gloriosa del feminismo liberal y del Club Femenino de Cuba organizando los dos primeros congresos, y de la Izquierda Femenina, que buscaba su espacio de poder. Acción política femenina: ¿una nueva variante de lucha? El golpe de estado del general Fulgencio Batista, en 1952, abrió otra etapa de confrontación para la mujer cubana. Esta vez se llamó al sacrificio de la madre, esposa e hija como en las guerras de independencia del siglo XIX. No se trató de una lucha por sus exigencias de género, sino a favor de la “utopía revolucionaria”. Viejas luchadoras de los años treinta y muchas jóvenes de los cincuenta se integraron a grupos revolucionarios mixtos como el Directorio Revolucionario, la Federación de Estudiantes Universitarios, el Movimiento 26 de Julio y el Movimiento Nacional Revolucionario. No obstante, la mujer en estos grupos se hizo muchas veces anónima, al no ocupar cargos dirigentes. Sólo fuertes individualidades como Haydee 22
Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Registro de Asociaciones, leg. 299, exp. 8 697. Ver el ordenamiento preliminar de agrupaciones de mujeres en el Laboratorio de Automatización del A.N.C.
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Santamaría, Melba Hernández, Vilma Espín, Celia Sánchez, Elvira Díaz Vallina y Zaida Trimiño, entre otras, se salvaron de una posterior invisibilidad. Existieron pocas organizaciones revolucionarias femeninas surgidas en el período de 1952 a 1958. Las dos con mayor trayectoria reconocida fueron el Frente Cívico de Mujeres Martianas23 y Mujeres Oposicionistas Unidas24. Ambas organizaciones no tuvieron en su programa ninguna petición específica para la mujer, pues su prioridad fundamental era el derrocamiento de la dictadura batistiana. El Frente Cívico, de heterogénea conformación, estuvo liderado por conocidas figuras femeninas como Carmen Castro Porta, Aida Pelayo, Olga Román, Rosita Mier, Maruja Iglesias y Naty Revuelta; quienes utilizaron el ideario martiano como parlamento político y se hicieron presentes en gran parte de las acciones revolucionarias de la década, cuestión por la cual Fidel Castro les propuso convertirse en la organización femenina del 23
Como parte del trabajo de tesis de licenciatura, tuve la oportunidad de entrevistar a muchas de las miembras de esta organización, quienes me fueron presentadas por Texidor Savigne, autor de un libro de historia de mujeres con historia (sin editar). Ver Carmen Castro Porta, Aída Pelayo y otras: La lección del maestro, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1990. También se puede consultar Julio César González: La lucha revolucionaria de la mujer cubana, tesis de Licenciatura, Biblioteca de la Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, 1991.
24
Julio César González: “Creación de Mujeres Oposicionistas Unidas”, en La República Femenina, La Habana, 1993, pp. 47-49. (Aprobada su publicación por la Editorial Abril).
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Movimiento 26 de Julio, en una misiva, en septiembre de 1955.25 Las Mujeres Oposicionistas Unidas aglutinaron en sus filas a conocidas miembras del Partido Socialista Popular, como Clementina Serra, Esther Noriega, Zoila Lapique y Nila Ortega, y fue presidida por Martha Fraide. La presencia tan evidente de mujeres de izquierda, unido a otras pugnas, trajo consigo el rechazo de algunos sectores femeninos y del propio Frente Cívico. La participación de las mujeres en la acción política que culminó con la revolución de 1959 incluyó su incorporación al Ejército Rebelde. El 4 de septiembre de 1958 se fundó un pelotón militar femenino en la Sierra Maestra, con el nombre de una heroína, “Mariana Grajales”, que incorporó a la oficialidad insurgente a mujeres como Isabel Rielo y Teté Puebla, quienes lideraron a las “marianas”26 hasta el triunfo revolucionario. Una vez alcanzado dicho triunfo, las cubanas tenían un movimiento de organizaciones femeninas de más de 920 asociaciones27. Ibíd., p. 46. Ibíd., pp.78-89. 27 Íbíd., p. 22. 25 26
28
La Federación de Mujeres Cubanas (FMC), en enero de 1961, en pleno proceso de estructuración, sumó la cifra de 17.000 miembras y aumentó de forma considerable en 1962 hasta 239.342 “federadas”, término con el que se empezó a denominar a las integrantes de la única organización de mujeres del país. Esta agrupación quiso romper con el anterior feminismo “capitalista” tratando de “forjar una mujer nueva, la mujer de la sociedad socialista”. Ver
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El proyecto revolucionario necesitó de la unidad de todos los sectores en organizaciones monolíticas y, para el sector femenino, esto fructificó en la Federación de Mujeres Cubanas, organización que ha representado (...) a la masa femenina del país.28
Vilma Espín Guillois: “Informe Central del Primer Congreso de La Federación de Mujeres Cubanas”, en Informes Centrales de los Congresos de la FMC, La Habana, Imprenta Central de las F.A.R., 1990, pp. 11. Desde la década del sesenta, ser feminista se asoció al sistema capitalista, lo que trajo un menosprecio por el término que ha llegado hasta la actualidad.
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DESAFÍOS ACTUALES DEL FEMINISMO(*) [fragmentos] Diana Mafia Ante todo, es un privilegio estar en este último encuentro del año. Siempre estos intercambios nos permiten dialogar y repensar diversas cuestiones. Voy a comenzar por lo más analítico, lo más sencillo, que tiene que ver con las definiciones. Eso nos ayudará a comprender mejor, después, algunas interrogantes: ¿qué sucede con el feminismo y el capitalismo?, ¿qué sucede con el feminismo y las diversidades? Sepamos, al menos, cómo utilizo la palabra, y tengamos la oportunidad de discutir si es una buena manera de usar la palabra o no. Podemos redefinirla si es necesario. En primer lugar, no hay una única definición de “feminismo”; aunque existe una especie de espacio en común. Se considera que alguien es feminista cuando reivindica a las mujeres, o bien cuando no acepta inequidades e injusticias contra las mujeres. Pero no todo es lo mismo, existen algunas estrategias distintas. A veces, el estereotipo es que una feminista exaltará siempre a las mujeres, mediante un recurso que consiste en denunciar que existe una relación de poder en la que hay un sometedor y un sometido; (*)
Intervención de la autora en el Taller de Géneros y Educación Popular. Tomado de Hacia una pedagogía feminista. Géneros y educación popular. Pañuelos en Rebeldía, Editorial el Colectivo, América Libre, Buenos Aíres, 2007, pp.41-59.
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y como no queremos que las mujeres sean sometidas, entonces vamos a exaltar a las mujeres, a ponerlas en el lugar que antes ocupaban los varones, de dominantes, sometedoras, etc. Para eso es necesario que los hombres den un paso atrás. Lo sostengo, porque acá salieron preguntas en torno a: ¿cómo trabajar con varones?, ¿cómo trabajar en espacios mixtos? Ya que los varones podrían sentirse menoscabados, ofendidos, vulnerables frente al avance de las mujeres; con la sensación de que tienen que negociar y ceder ciertas cuestiones, lo cual envuelve una desestructuración personal que implica que van a tener que producir cambios y no se sabe bien para dónde. Se produce esto, porque cambiamos los lugares de sometimiento, pero conservamos la concepción de poder. En realidad, además de arriba o abajo, hay muchos más lugares y posiciones. Para no quedarnos solamente en cambios que contemplen quién está arriba o quién está abajo, podríamos pensar en otras estrategias en conjunto. Es decir, no necesariamente reivindicar las condiciones de lo femenino implica que siempre voy a exaltar a las mujeres y denigrar a los varones. Ni siquiera siempre exaltar lo femenino implica denigrar a los varones. En todo caso, optaría por una posición algo en común, tanto para mujeres como para varones. El tema son las estrategias: ¿qué nos proponemos para la búsqueda de la equidad? Ahí tenemos los riesgos de decir ¿de quiénes vamos a hablar cuando decimos “feministas”?, ¿sólo de las mujeres?, ¿cómo definimos quiénes son las mujeres? 508
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En relación con esto, ustedes me preguntaban sobre el retroceso al biologicismo. Resulta que, ahora, las mujeres somos mujeres porque lo somos anatómicamente, genéticamente, hormonalmente. Todavía no nos realizan tacto vaginal para entrar al Encuentro de Mujeres, pero es un retroceso muy grande, verdaderamente, acentuar lo biológico. Sin embargo, hay que pensar —si vamos a hablar de la reivindicación de las mujeres o de la equidad de las mujeres—, ¿a quiénes estamos defendiendo como mujeres? ¿Cómo voy a considerar las identidades? ¿A qué aspiramos cuando decimos que queremos la equidad? Reseña histórica del feminismo Tenemos que tener en cuenta la historia del feminismo. El feminismo es producto de la modernidad, de la idea de que los sujetos tienen derechos y que todos los sujetos son idénticos en derecho. Antes de que se presentara esta mirada, se consideraba que las diferencias naturales definían distintos espacios sociales. Nadie discutía que, por su diferencia natural, el espacio social que le correspondía era distinto. Es decir, que por ser mujer o varón, o ser blanco o negro, o ser indígena o europeo, el lugar social que le tocaba era diferente. La discusión, en realidad, aparece cuando las diferencias ya no son interpretadas como naturales, cuando son estrictamente políticas. Cuando, supuestamente, todos los sujetos son ciudadanos, todos tienen los mismos derechos. Y si alguien no los tiene, tiene el derecho de preguntarse: ¿por qué 509
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no los tengo, si soy un sujeto igual que cualquier otro? En la modernidad se expresaba el derecho, sobre todo, en la capacidad de participar en la política, en la capacidad del voto. Entonces, aparece el feminismo inicialmente como sufragismo, como el derecho a votar. Pero el derecho a votar era el derecho a ser considerada alguien portadora de ciudadanía. Por lo tanto, era ser igual a aquellas personas que votaban, no era una cosa superflua. En todo caso, este derecho a votar era la condición de ser portadora de derechos. Entonces, las sufragistas hacían esta exigencia. Por más que hubiera un discurso universal que sostenía que todos éramos libres e iguales y que teníamos los mismos derechos, resultaba que la mitad de la humanidad no era libre, ni era igual, ni tenía los mismos derechos. Era una contradicción obvia, que las mujeres advertían. Aunque, para esa época, según los varones, las mujeres no teníamos capacidad para tener razonamiento lógico, como sí lo tenían los varones. Supuestamente las mujeres éramos incapaces de tener razonamiento abstracto y era una idea que estaba bien documentada, apoyada por la filosofía y por la ciencia. Luego, el feminismo estuvo acallado durante mucho tiempo, hasta finales de los años sesenta, comienzo de los setenta. En ese momento empieza lo que se denomina la segunda ola del feminismo. Tenía que ver nuevamente con una desnaturalización de los lugares sociales. Pensemos que coincide con los movimientos pacifistas, con los movimientos ecologistas, con los 510
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movimientos de los derechos civiles en Estados Unidos. Aparecen en el escenario grandes manifestaciones contra la discriminación racial, la presencia de los movimientos de izquierda con sus grandes movilizaciones, los movimientos estudiantiles. En este caso, su reivindicación denuncia que la autoridad no necesariamente deriva de la edad. Todas estas cuestiones empiezan a generar movilizaciones callejeras muy grandes, se toma el espacio público. El feminismo se incorpora con muchas de estas demandas. No es solamente un feminismo desnudo de otras reivindicaciones, sino que es una corriente con muchas otras demandas. A la vez, va a poner al descubierto que todo eso que se estaba exigiendo le faltaba a la democracia. Si la democracia hubiera recogido la equidad étnica, no habría reivindicaciones culturales de los pueblos originarios. Las reivindicaciones que se expresaban en el movimiento de rock o algunas orientaciones del movimiento hippie se oponían, entre otras cosas, a la sociedad de consumo; es decir, al capitalismo, mediante una vía de resistencia que consistía en rechazar el consumo. Comento esto porque yo era hippie y, en la Argentina, a fines de los setenta, era muy difícil ser hippie. Se suponía que eran posiciones que impedían la revolución. Éramos gente que molestaba (además, portábamos muchos colores, y esto a los revolucionarios no les gustaba). Molestaba la tendencia al placer, a la música, a la naturaleza. Yo reivindico ese aspecto de rechazo a un sistema consumista –porque uno puede rechazar al 511
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capitalismo con diversas estrategias-, pero hay un lugar donde le duele mucho, y es no desear lo que ese sistema nos ofrece como mercancía, ni aceptar su valor simbólico de que el consumo lleva a la felicidad. Encontrar la felicidad o la alegría en lo que la propia naturaleza nos ofrece, compartirla y respetarla, creo que es un mecanismo de resistencia que sigue siendo poderoso. En el caso de Argentina, tenemos que mencionar que también se producían hechos importantes que, obviamente, fueron abortados por el golpe del 66, que produjo, por ejemplo, “la noche de los bastones largos”. Pero también ocurrió el “Cordobazo”. Y, subterráneamente, todo lo que sucedía en esa época fue cultivado y luego devino una cultura de resistencia muy floreciente. Todos estos movimientos de “minorías” ponen en evidencia que la supuesta universalidad de la democracia no era universal ni democracia. Esto es algo que se mantiene con el tipo de reivindicación que el feminismo va a hacer. Es una denuncia al ideal abstracto de ciudadanía, como la que se realizó en el siglo XVIII con la primera ola del feminismo sufragista. El feminismo, incluso, va a ser crítico respecto de aquellos movimientos que pretenden producir cambios en la sociedad, pero no tienen preocupación ni son sensibles a los cambios en la situación de subordinación y control de las mujeres. Tengamos en cuenta las feministas que en los años setenta, de grupos de izquierda en la Argentina, en general tuvieron que optar, porque las dos cosas eran difíciles de sostener. 512
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[...] Además, predomina la idea de que así como el hippismo distraía del anticapitalismo, el feminismo distraía de la revolución marxista. Distraía, porque las reivindicaciones de género, supuestamente, iban a ser el resultado del triunfo de otras luchas. Por lo tanto, no era necesario, porque una vez que viniera la igualdad de clase, todo lo demás se iba a ordenar. El problema es que algunos ejemplos de los socialismos reales conspiran contra esta afirmación. La cooptación Lo que voy a comentar se relaciona con lo que ustedes planteaban acerca de: ¿cómo hacer para no ser arrastradas por el modo en que el sistema va cooptando algunas de nuestras consignas y se va quedando con algunas de nuestras reivindicaciones? En la década del setenta también existía el mismo problema, porque, por supuesto, los sistemas tienden a persistir en su organización y toda diferencia va a tender a ser reabsorbida en la misma lógica del propio sistema. Aparece cierto tipo de lucha que luego se llamó “feminismo de la igualdad”. [...] En el siglo XX, este movimiento de la década del setenta se propone lograr la igualdad formal entre varones y mujeres; es decir, lograr la igualdad en las normas, en las leyes, eliminar las barreras formales de la desigualdad. Parte de la estrategia consistía en que las leyes no discriminaran a las mujeres, sobre todo de manera explícita. Las mujeres no podían administrar su fortuna, no podían testificar, no eran tratadas como sujetos 513
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confiables en la sociedad, no tenían acceso a muchas instituciones. Este feminismo de la igualdad se tropieza con lo siguiente: lo que pretendía era que las mujeres pudiéramos acceder a lo mismo que los varones ya accedían, pero no se van a preguntar si aquello a lo que querían acceder era bueno o malo para ellas, si realmente es como nosotras lo habríamos hecho. Se admitía el valor social que tenían los lugares masculinos, pero ese valor social lo habían construido los varones. Ya que, por ejemplo, una cosa es decir “las mujeres quieren ingresar a los partidos políticos”; y otra cosa es pensar si los partidos políticos son una organización representativa para una democracia, o pensar si la vida interna de los partidos políticos es como queremos que sea. En esa época no se admitía que las mujeres ingresaran a una carrera. Por eso se lucha. Era necesario demostrar que éramos capaces de aprender y de dominar un saber que se presuponía verdadero y valioso, pero al que nunca se nos había invitado para construirlo. Por lo tanto, el primer período era de incorporación al mundo público y no de crítica al mundo. Ese mundo público se construye explícitamente, gracias al implícito mandato del mundo privado, de la vida doméstica, de la naturalización de cómo las mujeres reproducimos la fuerza del trabajo. ¿Son compatibles feminismo y capitalismo? Evidentemente, el capitalismo es un sistema que se apoya en la sobreexplotación de las mujeres, en el trabajo doméstico. Si realmente fuera conside514
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rada la reproducción de la fuerza de trabajo, si cuantificáramos este trabajo y tuviéramos que pagarlo, el capitalismo estallaria. El feminismo cuestiona que no es natural que nos tengamos que ocupar las mujeres exclusivamente del ámbito privado, aunque tengamos la capacidad biológica de gestar. Esa capacidad biológica no indica que tengamos que hacer todo el trabajo reproductivo en la vida privada, gratuitamente. Solamente ese cuestionamiento hace estallar al capitalismo. Entonces, la posible convivencia me parece que no existe, hasta por cuestiones económicas, sin entrar en las ideológicas. Solamente por cuestiones económicas, en que están sustentadas la explotación y la acumulación de capital en el mundo público: es posible porque en el mundo privado se ha naturalizado la reproducción de la fuerza de trabajo, que requiere ese capital para poder pagar menos lo que cada sujeto produce. Para poder acumular, necesita que a esa máquina la sostenga otro, no tener que pagar ni su combustible, ni su limpieza, ni su cuidado. Eso lo hacemos las mujeres, en general, en la vida privada. Cuando no lo hacemos por otro, lo hacemos por nosotras mismas, ya que rara vez nos sucede que a nosotras nos cuiden, ya que en general nosotras estamos destinadas a cuidar. Por lo tanto, igual hay una sobreexplotación, aun cuando las mujeres trabajemos en el mundo público. Por lo dicho, me parece que es muy difícil que podamos conciliar un sistema de acumulación económica como es el capitalismo, con una emancipación de la naturalización de la reproducción 515
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de la fuerza de trabajo. Eso hace estallar el sistema, así que vamos a tener que pensar alternativas. Redondeando, ese primer período de la década del setenta fue de incorporación al mundo público, de quebrar las barreras. El feminismo de la igualdad va a eliminar las barreras. Luego viene un período en el que se va a exaltar lo femenino, todo aquello por lo cual se suponía que no podíamos desempeñarnos en el mundo público. Todas esas cualidades que se creían tan específicamente femeninas y tan opuestas a lo que se requiere en el mundo público como la emocionalidad, la subjetividad, la empatía, el dedicado a los cuidados, etc. Todos esos aspectos que supuestamente nos excluyen de la objetividad, de la racionalidad, de la fuerza, de la lucha con el otro, de la competencia, no son ya más considerados desvalores. Son valores que deben se exaltados como propiamente femeninos, son algo bueno. Ese es el feminismo de la diferencia. Un feminismo que va a exaltar lo femenino. ¿Pero qué aspecto de lo femenino? Lo que las versiones más conservadoras atribuían a lo femenino, no tanto lo que las mujeres, deliberando, podemos considerar, porque se trataba de condiciones universales. Las mujeres todas (aclaro que lo resolvieron unas cuatro o cinco blancas en Estados Unidos) éramos buenas, cooperativas, solidarias; desarrollábamos nuestra subjetividad, nuestra empatía, nuestro cuidado del otro, teníamos un uso metafórico del lenguaje. Toda una serie de atributos que, en realidad, hay que ver si realmente los va516
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rones carecen de ellos, o si todas las mujeres los tenemos. El reconocimiento de la diversidad del movimiento de mujeres En realidad, algo que tardó en recogerse como experiencia del feminismo fue la diversidad del movimiento de mujeres. Porque fue un movimiento de élite hasta ese momento, fue un movimiento blanco, ilustrado, del norte. Así como el sufragismo fue un movimiento europeo, aunque se replicara en otros continentes. Ese reconocimiento de la diversidad del movimiento de mujeres es algo que les estalla en las manos a las feministas, sobre todo con los reclamos de las mujeres negras en Estados Unidos. Las mujeres negras van a decir: “Somos mujeres con apellido. No somos sólo mujeres, somos mujeres-negras. A donde vayamos, vamos no puramente como mujeres, y separadamente hay una cuestión racial”. Así se abre la puerta para otras diversidades. Estamos hablando de mujeres negras en Estados Unidos. Por lo cual, no es solamente ser mujer negra, es ser mujer negra en ese tipo de condición, de ghetto, etc. Muchas otras condiciones de mujeres pueden ser traídas al escenario para decir: vamos a revisar nuestra identidad a la luz de que portamos muchas identidades. El portar simultáneamente varias identidades le da a este producto una identidad distinta que cuando esa identidad de género va acompañada de condiciones que son, en general, hegemónicas: 517
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como ser blanca, ser ilustrada, ser del norte, ser protestante, etc. El reclamo de las mujeres negras hará estallar el esencialismo que el feminismo había tenido en la década del ochenta. Por otro lado, esa discusión del feminismo, aunque en cierto modo era esencialista, va a dejar una impronta muy fuerte en la filosofía política; ya que una de las cosas que discutirá ese feminismo de la diferencia es la cuestión de la evolución, la maduración. Que un sujeto universalmente progrese hacia un sujeto individual, autónomo. Que luego, por ser individual y autónomo —es decir, por ser definido por sus características individuales—, para generar una sociedad, se tenga que aliar con otros. El presupuesto es que lo primero que tengo es un sujeto autónomo y, si tengo que explicar la sociedad, tengo que explicar cómo sujetos separados y libres deciden vivir juntos; esta es la posición liberal. Lo que hará esta línea del feminismo, en esos años, es apoyar una idea filosófica diferente; que cada sujeto nace inscripto en una comunidad. Es una idea basada más en la filosofía de Hegel. En cierto modo, lo que hacen estas feministas de la diferencia es sostener que, cuando las mujeres se desarrollan y maduran, desde una explicación psicológica, se desarrollan en contacto con el mundo, en contacto con los sujetos, a través de la empatía. Y que se definen por su relación con los otros. Es decir, que le van a dar al desarrollo masculino una explicación de evolución coincidente con el liberalismo. Pero al desarrollo de las mujeres le 518
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van a dar una explicación que es coincidente con el comunitarismo. El liberalismo pretendía afirmar, con valores abstractos, la verdadera naturaleza humana y la organización de la ética. Aparece una manera obvia de organizarse en la política, dado que así son universalmente los seres humanos. Además de considerar como aberraciones, o como aspectos regresivos o subdesarrollados, a concepciones que tendieran a la totalidad como origen. Hace poco tuvimos, en el Instituto Hannah Arendt, una reunión donde se habló de Sudáfrica. En esa ocasión se compartió la existencia técnica de una concepción africana, en la que cada individuo está inmerso en la totalidad, que denominan “ubuntu”. Esta filosofía tiene que ver con el hecho de que ningún individuo se va a considerar a sí mismo asiladamente, y lo que pase con otros es algo que lo involucra, aunque no le pase individualmente a él, porque está definido por su participación en la totalidad, que es el “ubuntu”. Así como en los pueblos originarios existe la idea de comunión con la naturaleza y no sólo con los otros sujetos, por lo cual el daño que se le produce a la naturaleza es un daño que también repercute en todos nosotros. No es gratuito que yo pueda apropiarme de manera salvaje de la naturaleza, porque eso es algo que nos hacemos como comunidad humana también. Todas estas concepciones eran consideradas como míticas, propias de pueblos no desarrollados. En realidad, la verdadera racionalidad nos conducirá al liberalismo. 519
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En la década del ochenta, el feminismo de la diferencia va a generar un efecto político muy interesante, por contrastar con este modelo liberal. Instalará dos hipótesis a través de las cuales se establece que hay dos maneras de desarrollarse. Una de ellas conduce al individualismo, a la competencia, al sujeto aislado que, para conectarse con otros, debe hacer un acuerdo, un pacto. La otra hipótesis conduce a la idea de que, para que un sujeto sobreviva, debe haber una comunidad que lo reciba amorosamente, no de cualquier manera, porque ningún sujeto sobrevive aisladamente. El sujeto necesita entrar en un espacio donde debe ser esperado por otros seres humanos. Debe ser contenido amorosamente y cuidado durante tiempo por esa comunidad, porque si no, muere. El feminismo de la diferencia, como estrategia política, fracasó por su esencialismo, por querer imponer una definición de lo femenino para todas las mujeres. Además, a muchas les resultó terriblemente irritante que, desde la Universidad Norte, indicaran cómo éramos todas nosotras. Asimismo, en las reivindicaciones concretas, este feminismo de la diferencia coincidía con los grupos más reaccionarios, porque la exaltación de lo femenino —una capacidad que ya no van a considerar menor— será la de nutrir. Es una capacidad fantástica. Esta idea generaba que se trabajara en políticas públicas en relación con las mujeres en el ámbito doméstico, al amamantamiento. Algo similar a lo que sucede en la actualidad, que quieren establecer licencias para que amamantemos. Apoyaban este tipo de legislación. En todo lo que 520
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tenía que ver con la maternidad, eran definiciones más conservadoras. En lo político también tenían coincidencias con sectores nada alentadores. Para ser justa, si tengo que evaluar ese período, diría que efectivamente fue esencialista. En lo político se comportó como lo más conservador y era difícil decidir si fue porque despreciaba o exaltaba, pero todos querían que amamantáramos. La lengua materna que tenemos, que nos hace concebir el mundo bajo ciertas categorías; circunstancias del momento histórico que nos toca vivir, de la constelación de convivencia en la que estamos inmersas; circunstancias geográficas y ambientales, del alimento que está legitimado en la sociedad, todos esos aspectos van a propiciar condiciones muy particulares, que no son universales y previas a nuestra llegada al mundo, y nos van a constituir en los sujetos que somos. No somos sujetos individuales y aislados, con una universalidad que es idéntica para todos, sino que en realidad lo previo son todas las cuestiones que acabo de mencionar, las cuales nos van a condicionar como sujetos. No soy un sujeto abstracto, soy un sujeto enraizado, encarnado, condicionado por las circunstancias sociales que no me determinan, pero sí me condicionan. Estas condiciones nos van a poner ciertos parámetros con respecto a la concepción del mundo. Eso es lo interesante que el feminismo de la diferencia dejó. Lo que ocurrió con el feminismo de la diferencia es que estalló en cuanto las diversidades se pusieron en el escenario. En parte, estalló por otros movimientos filosóficos, 521
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sociales, culturales, que tienen que ver con el postmodernismo, con el fin de la modernidad, con el fin de la idea de una historia que era unidireccional y que se conducía bajo ciertas reglas, además de que se desplegaba con determinadas lógicas internas; la ruptura con la idea de que los sujetos podemos ser definidos. Es decir, la idea del fin de la historia, del fin del sujeto. Aparece la deslegitimación de todas aquellas explicaciones sobre el universo que habían sido aceptadas hasta el momento. Por ello se habla del postmodernismo como el fin de los grandes relatos o la crisis de los grandes relatos. Es decir, con la idea de que aquellas explicaciones omniabarcadoras, como la religiosa o como la política —por ejemplo, el marxismo o cómo explicaba el mundo la ciencia—, esas explicaciones del universo se desestructuran. En realidad, lo que se desestructura es la eficacia de ese lenguaje, la idea de que a ese lenguaje le corresponde una realidad. Ese lenguaje me decía cómo era la realidad políticamente, históricamente, subjetivamente, objetivamente en la naturaleza, o trascendentalmente en el caso de las religiones. Al romperse la eficacia del lenguaje sobre la realidad, el lenguaje queda flotando como una mera narración, como mero discurso. Surge la idea del postmodernismo, de que todo es discurso, que es una idea peligrosísima, pero golpeó muy fuerte en muchos movimientos sociales, y uno de ellos es el feminismo. El feminismo también va a estallar. Ya no es ni feminismo de la igualdad, ni el feminismo de la diferencia, sino que va a ser un feminismo crítico. 522
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El feminismo crítico El feminismo crítico dice esto: tenemos que eliminar todos los parámetros tradicionales para analizar la realidad, para analizar el derecho, la ciencia, la filosofía, etc.; en fin, terminar con todos esos discursos que eran normativos, prescriptivos. Se sostiene que no es necesario sustentar ninguno de esos discursos, porque no tienen ninguna cuota de eficacia; es necesario crear nuestras propias visiones del mundo y estas no tienen por qué ser dicotómicas. Es decir, que lo femenino y lo masculino —como alternativa de hierro— también se va a romper. Las identidades estallan y va a surgir la pluralidad de consideraciones con respecto a las identidades. Toda esta emergencia de los múltiples géneros, que en la actualidad todavía estamos procesando, tiene que ver con la ruptura de las dicotomías. Por ejemplo, con respecto a las categorías femenino-masculino. Hoy estas categorías quedan chicas, ya que no hay ninguna línea que permita dividir en dos a la sociedad. Por lo tanto, ¿qué cosa es la identidad? Ya no será una cuestión de alineamiento del cuerpo con roles de género. El propio cuerpo será interpretado bajo muchas descripciones posibles. ¿Qué quiere decir un cuerpo de mujer? ¿Qué quiere decir un cuerpo de varón? Más cuando sabemos que muchos sujetos, en primer lugar, no necesariamente van a alinear el género con el cuerpo, pero además el propio cuerpo tiene complejidades. Complejidades que muchas 523
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veces no se pueden definir cómo son, o bien masculinas, o bien femeninas. Además, las adscripciones —es decir, atribuirle a esos cuerpos ser masculinos o ser femeninos— es algo que no se puede ignorar, ya que es lo que otro sujeto, según los usos sociales, opina sobre nuestra identidad de género; el modo en que socialmente se interpreta nuestro cuerpo y nuestra expresión de género. El propio sujeto no puede tener el voluntarismo de pensar que los otros no le van a atribuir un género y que lo van a constituir según su deseo. Hay toda una complejidad en el establecimiento de las identidades y de las normativas sobre las identidades. También estallarán esas pluralidades. Así como ya no tengo una norma que me dice qué es ser varón y qué es ser mujer; empiezo a no tener una norma que me diga qué es ser gay y qué es ser lesbiana. Porque cada una de estas normas también va a ser violentada por un subgrupo. Aun las conductas aparentemente disidentes con las normativas, también van a ser dificultosas. ¿Te van a llamar travesti solamente si adquirís una determinada vestimenta, o es necesario que te implantes siliconas? Todas estas identidades van estallando. Incluso creo que las pluralidades actualmente reconocidas son escasas, porque es imposible que una norma contenga de manera hegemónica a una identidad, sea cual fuere. También estarán los sujetos singulares, pero es problemático, porque una cosa es la identidad de género que siento que tengo, otra es la que me atribuyen por mi aspecto, y otra la de los roles que la sociedad me reserva. 524
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Este feminismo crítico, el feminismo radical —entendiendo por radical que discute las raíces—, es un feminismo que va a poner todo en cuestión. Ahora tenemos que hacer una diferenciación: una cosa es el feminismo crítico y otra cosa es el aspecto propositivo del feminismo, el aspecto creativo, utópico, o el aspecto de aquello que queremos construir. Las críticas que produce el feminismo son lo mejor que ha dado el siglo XX. Es la postura política que va más al fondo, porque va a discutir, justamente, que cualquier jerarquía puede encontrar un lugar natural en los cuerpos y debe ser desarticulada desde allí. Al discutir la raíz de la subordinación, que por portar diferencias soy inferior (en nuestros casos diferencias sexuales, pero junto con ello empiezan a surgir muchas otras), va justamente a la raíz de la arbitrariedad del sometimiento. En el aspecto crítico, el feminismo es una posición subversiva en el sentido más literal. Lo que justamente hace es deshacer el pretendido orden natural, y por eso a la jerarquía de la iglesia le parece tan hostil. En general, la idea de que las cosas tienen un lugar natural, de que hay órdenes naturales, es muy fuerte para el pensamiento católico. Discutir que hay lugares naturales y sostener que la naturalización es arbitraria, que naturalizar las jerarquías sobre nuestros cuerpos es arbitrario, darnos o designarnos normativas sólo porque hemos nacido portando un cuerpo, porque no es que lo construimos, lo elegimos, etc., sino es el cuerpo que somos; poner normativa sobre esto es arbitrario, 525
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es una cuestión abusiva de poder. Por todo esto, creo que el feminismo se dirige hacia el aspecto más central. El feminismo y las alianzas, otros tipos de emancipación Ahora, otro tema es cómo se construye desde esa crítica. Me parece que ahí es donde el feminismo está estancado, no logra manejar bien las alianzas con otros tipos de emancipación. Una de las estrategias consiste en decir que lo que tiene que hacer el feminismo es mejorar la situación de las mujeres en la sociedad. Sería lo que se conoce como políticas de acción afirmativa, o discriminación positiva. Por ejemplo, la ley de cupos, garantías para que las mujeres tengan mayor participación, subsidios, etc. Todas ellas serían maneras de mejorar la situación de las mujeres. Tenemos, por supuesto, el problema de quiénes cuentan cómo mujeres (¿una mujer transexual es una mujer?, ¿una travesti es una mujer para alguna política específica?). Además, nadie es solamente mujer. Junto con el colectivo de género, pertenecemos además a muchos otros colectivos. Las actividades que se proponen para mejorar supuestamente la vida de las mujeres ¿impactan de la misma manera en todas ellas? ¿Es el tipo de demanda que las mujeres de todos los espacios elegirían como una demanda propia? ¿No se les crean muchas veces, a las mujeres, conflictos muy difíciles de asimilar cuando pertenecen a determinados tipos de grupos? 526
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Por ejemplo, las cuotas en las listas les pueden generar a las militantes menos conocidas el conflicto entre su derecho como mujeres y su lealtad política y posibilidades electorales de su partido, si el lugar es ocupado por un dirigente varón conocido. El tema es que las reivindicaciones no son solamente de género. Si tomamos una condición global de ciudadanía, una aspiración del feminismo sería que para nosotras se cumplan los derechos humanos. Ahora ¿qué sucede con la idea universal de los derechos humanos? La presunta universalidad de los derechos humanos tampoco es ideológicamente inocente, porque es una idea que surge en un momento históricamente determinado, a mediados del siglo XX. Surge como una idea basada en que los portadores son individuos; es decir, con una idea liberal de derechos. Por lo tanto, tiene las limitaciones de que siempre será un individuo quien porta los derechos. Si volvemos a la idea comunitarista, podemos pensar que, en realidad, para llegar a ser un individuo, primero hay que ser recibido amorosamente por una comunidad y, segundo, tiene que tener derecho a desplegar su identidad. Porque, de otra manera, estoy anulando mi posibilidad de ser el individuo que estoy destinado a ser. Si yo vivo en una comunidad indígena y me impiden utilizar mi lengua materna —porque para ir a la escuela tengo que hablar el español y no puedo manejar mi lengua original para comunicarme, incluso, dentro de mi propia comunidad—, entonces una parte 527
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muy importante de mi identidad está siendo cercenada. Por lo tanto, si yo quiero reclamar por este derecho ¿cómo reclamo? Ahí empiezan a aparecer problemas que tienen que ver con el surgimiento político de nuevas repúblicas, con culturas divergentes de las occidentales. Hacia fines de los años cuarenta se crea la Organización de las Naciones Unidas; los derechos humanos eran los que se consensuaban entre las naciones en ese momento. Pero, en los años sesenta se liberan las repúblicas africanas. Se liberan quiere decir que ya no eran un negocio para el imperialismo y, por lo tanto, les escriben unas constituciones y les dicen: “arréglense”. En la actualidad lo continúan haciendo. Como les inventaron formas de gobierno supuestamente democráticas, tenían sus representantes en Naciones Unidas, pero llegan con cosmovisiones completamente diferentes. ¿Quiénes eran ahora los portadores de derechos? Comienzan a aparecer demandas de derechos de los pueblos, o derechos de las comunidades, o derechos culturales. Es decir, ciertos tipos de derechos que ya no admiten al individuo cojo portador. También aparecen los derechos que tienen que ver con el medio ambiente. Generaciones de derechos que tiene que ver, por ejemplo, con proteger los recursos naturales para las generaciones futuras. Estos aspectos se reencuentran en el pensamiento holista, donde el tiempo es parte de nuestra cosmovisión y se sostiene que no tenemos más derechos con nuestros contemporáneos que los que tenemos con generaciones futuras. 528
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Si vamos a respetar los recursos, también tenemos que respetarlos para que a las futuras generaciones les quede un mundo donde puedan desarrollar sus vidas. Esta concepción requiere que cambiemos nuestra concepción del tiempo y también de nuestra responsabilidad. Todas estas mentalidades —no significa que antes no existían, sino sencillamente no tenían espacio— van a generar una nueva crisis en lo que respecta a la definición de los derechos humanos. Si pensamos ubicar a las mujeres en condición de ciudadanía, en condiciones de ejercicio de derecho, tenemos que tener presente que no es lo mismo una mujer islámica que una norteamericana, aun cuando esa mujer islámica viva en Estados Unidos. Por lo cual me voy a encontrar con conflictos de miradas porque, desde el punto de vista liberal, se considera que obligar a una mujer a usar chador1 es una cosa espantosa y hay que prohibirla. Y me voy a encontrar con mujeres islámicas que van a decir que el chador es una marca de identidad, y obligar a eliminarlos es una exigencia imperialista. Frente a esta problemática ¿qué mujer tiene razón? ¿A qué mujer le hago caso? ¿A la que dice que tengo que usar chador o a la que sostiene por qué una cultura extranjera me va a obligar a renunciar a mi marca de identidad, frente a un represor infinitamente más fuerte, mientras lo que yo estoy teniendo es una marca cultural que marca mi dignidad, mi fortaleza de identidad? 1
Velo con el que se cubren el rostro las mujeres islámicas.
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No me parece que tengamos una respuesta fácil para estas cosas. Si una mujer boliviana vive en una comunidad boliviana donde, entre otras cosas, está legitimado el uso de la fuerza física para resolver ciertos tipos de conflicto, ¿qué hay que hacer con la violencia? Raúl Zaffaroni, cuando le tocó estar en la organización de los Estados Americanos, propuso que en los países donde había comunidades indígenas, si había un conflicto dentro de la comunidad, se le diera a la comunidad la posibilidad de resolverlo sin que la justicia nacional lo resolviera. Ya que la justicia era centralizada, del gobierno, la comunidad podría resolver internamente su propio conflicto, con sus propios valores, sistemas y criterios. Sólo si no podía, entonces la justicia intervendría con sus criterios, para no hacer imperialismo, para respetar los derechos culturales. Pongámonos en la piel de una mujer que está siendo golpeada, o que cometió una infidelidad y la van a castigar públicamente, porque su cultura considera que castigar físicamente delante de la comunidad es una manera de resolver ese conflicto de infidelidad. Esa mujer, si es feminista y llega a recurrir a la justicia para no ser castigada, está traicionando su cultura; y si acepta su cultura, está traicionando la identidad de género y su integridad. Por ejemplo, las mujeres negras de Estados Unidos no denunciaban las violaciones. ¿Por qué no denunciaban las violaciones, si coincidían en que tenían derecho de decidir libremente? Porque había toda una construcción de peligrosidad sobre el sujeto negro. Se sostenía que los varones 530
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negros eran violadores. Por ser un varón negro, a partir de determinada edad se era un presunto violador. Por lo tanto, si ellas denunciaban las violaciones, estaban fortaleciendo un esteriotipo que perjudicaba a todos los varones negros de la comunidad, incluyendo a sus padres y hermanos. Entonces tenían que elegir entre denunciar y reforzar el nivel de persecución sobre la comunidad, o no denunciar y soportar la pérdida de su integridad corporal y de su autonomía, para poder defender su comunidad. Es decir, siempre ponían el cuerpo. Me parece que la cuestión de género, en relación con otras reivindicaciones, siempre es compleja. El feminismo como posición política e ideológica Respecto al feminismo, pienso que los varones pueden ser feministas y las mujeres pueden ser feministas, pero ni ser varones, ni ser mujeres garantiza nada. Creo que el feminismo es una posición política e ideológica; por lo tanto, ni la portamos hormonalmente las mujeres, ni están los varones imposibilitados de portarla. Son las experiencias que tenemos las mujeres las que hacen que tengamos más posibilidades de adoptar esa posición. Es una convicción de tipo político que tiene que ver con las relaciones de poder. Defino el feminismo teniendo en cuenta tres enunciados: un enunciado descriptivo, uno prescriptivo y un enunciado que tiene que ver con la práctica. 531
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El enunciado descriptivo sostiene que en todas las sociedades las mujeres están peor que los varones. Esto es sociológicamente y estadísticamente demostrable, con los indicadores que se les ocurra; sobre esto no suele haber diferencia de opinión. Por ejemplo, cuando se sostiene que en el CONICET hay mujeres, porque la ciencia es objetiva, podemos ver que sí, hay mujeres, pero en el nivel superior el 12 % son mujeres y el 88 % son varones. El segundo enunciado es prescriptivo: que las mujeres estén peor que los varones no es justo, es incorrecto. Valorar prescriptivamente: no debe ser así. Constatar las dificultades de las mujeres y encontrar que no es justificable son cosas diferentes. Mucha gente puede considerar que estamos en situación de inferioridad, pero que no es necesario producir un cambio porque eso se debe a que somos incapaces, ineptas, o que recién empezamos a apropiarnos de algunos espacios, porque siempre estamos pensando en cuidar a nuestros hijos y no pensamos en el trabajo, o no queremos asumir riesgos en la política; es muy común que nos digan estas cosas. Cuando decimos que hace falta aceptar un segundo enunciado no es gratuito, porque mucha gente podría considerar que son normales las situaciones por las que atravesamos las mujeres. Sostener que es injusto que sea así agrega una nueva exigencia. Pero todavía pido algo más, porque aún reconociendo que no es justo que las mujeres se encuentren en una posición de desventaja, puede ser que esto no me mueva un pelo, que no me interpele para modificarlo. 532
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La praxis feminista Yo creo que, para que alguien se pueda denominar feminista o podamos sostener que alguien es feminista, se necesita una praxis feminista y me parece que esto es lo que termina de definir qué cosa es feminismo. Una praxis feminista implica poner nuestra acción al servicio de no reproducir ni se reproduzcan estas situaciones de subordinación en el ámbito en que nos toca desenvolvernos. Quiero decir que no necesariamente una persona feminista es una persona que va a reuniones feministas, que va al encuentro de mujeres, que se compra libros en la Librería de las Mujeres y sale con pancartas el 8 de marzo. Puede haber indicadores que una pueda tomar, pero el compromiso básico es no reproducir la situación de subordinación y, hasta donde dependa de mí, no permitir que se reproduzca esa situación. El ámbito de alcance no es heroico, es el ámbito de la vida cotidiana. En donde trabajo no voy a acosar sexualmente, ni voy a permitir que se acose sexualmente; no voy a humillar a las mujeres, ni las voy a subvalorar, ni las voy a paternalizar creyendo que son menores de edad de manera perpetua; no las voy a educar de manera diferencial, si soy maestra o madre; no voy a generar reglas naturalizadas que implican desigualdad en el uso del tiempo libre, etc. Son cosas muy elementales, pero que exigen estar todo el tiempo atentas o atentos en nuestra vida cotidiana. Pero nada hasta acá dice que debe ser varón o mujer, este compromiso lo podemos tomar varones o mujeres. 533
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TEORÍA FEMINISTA CONTEMPORÁNEA(*) [fragmentos] Patricia Madoo y Hill Niebrugge [...] Principales cuestiones teóricas El empuje de la teoría feminista contemporánea procede de una pregunta engañosamente simple: “¿qué hay de las mujeres?” En otras palabras, ¿dónde están las mujeres en la situación que se está investigando? Si no están presentes, ¿por qué no lo están? ¿Y si lo están, qué hacen exactamente? ¿Cómo experimentan la situación? ¿Cómo contribuyen a ella? ¿Qué significa para ellas? [...] Veinte años planteándose esta pregunta dieron como resultado ciertas conclusiones generales. Las mujeres están presentes en la mayoría de las situaciones sociales. Allí donde no lo están, no es debido a que carecen de capacidad o interés, sino a que se han hecho esfuerzos deliberados por excluirlas. Allí donde están presentes, han desempeñado papeles que difieren considerablemente de (*)
Tomado de: “Antología preparada para el primer curso de diplomado en Desarrollo Humano Local. Género, infancia, población y salud”, Segunda parte, Construcción de conceptos contemporáneos: género, infancia y adolescencia, material bibliográfico entregado y presentado por el coordinador del Módulo III: Infancia y mujer en la era de los derechos, La Habana, Universidad de La HabanaUniversitas/Cuba-PNUD/PDHL, 2006, pp. 45-62.
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la concepción popular de ellas (como, por ejemplo, esposas y madres pasivas). En efecto, tanto como esposas y madres, así como en otra serie de papeles, las mujeres, junto a los hombres, han creado activamente las situaciones que se han investigado. Pero, aunque las mujeres están activamente presentes en la mayoría de las situaciones sociales, los estudiosos y los actores sociales han estado ciegos ante su presencia. Es más, los papeles de las mujeres en la mayoría de las situaciones sociales, aunque son esenciales, no han sido idénticos a los de los hombres en esas situaciones. Sus roles, sobre todo, han sido diferentes, menos privilegiados y subordinados a los de los hombres. Su invisibilidad constituye solo un indicador de esta desigualdad. Conforme se difundió el movimiento de las mujeres, el círculo de feministas que se plantearon preguntas derivadas de la cuestión femenina se ha ampliado. Una consecuencia de esto es el escrutinio profundo de la monolítica igualdad implícita en la frase, y una conciencia mayor del significado teórico de las diferencias entre las mujeres: clase, raza, edad, preferencia afectiva, religión, etnicidad y localización mundial. Al responder a la pregunta “¿qué hay de las mujeres?”, las feministas saben ahora no sólo que las mujeres están desigual e invisiblemente presentes en las situaciones sociales, y que desempeñan papeles importantes —pero diferentes— de los visibles y privilegiados hombres; sino también que las características de invisibilidad, desigualdad y papel están profundamente influidas por la posición social de la mujer; es decir, por su clase, su raza, su 536
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edad, su preferencia afectiva, su religión, su etnicidad y su localización mundial. Todo ello nos conduce a la segunda pregunta básica del feminismo: ¿entonces, por qué todo es como es? [...] De modo similar, las dos cuestiones teóricas básicas del feminismo cambian de modo revolucionario nuestra comprensión del mundo. Estas cuestiones también nos llevan a descubrir que lo que habíamos considerado que constituía un conocimiento universal y absoluto del mundo es, en realidad, un conocimiento derivado de las experiencias de un segmento poderoso de la sociedad, los hombres como “amos”. Ese conocimiento se revitaliza al redescubrir el mundo desde el ventajoso punto de vista de una “parte oculta”, hasta ahora invisible y no reconocida: las mujeres que, “desempeñando” papeles subordinados, pero indispensables, han trabajado para mantener y recrear la sociedad en que vivimos. Este descubrimiento cuestiona todo lo que hemos creído conocer sobre la sociedad. Este descubrimiento y sus implicaciones constituyen la esencia del significado de la teoría feminista contemporánea para la teoría sociológica. [...] Principales raíces históricas Feminismo: 1600-1960 [...] En el mundo occidental, la historia del feminismo comienza con los escritos publicados de protesta. Salvo alguna excepción, estos escritos 537
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vieron la luz, por primera vez, en 1630 y continuaron publicándose sin demasiada fuerza, pero persistentemente, durante ciento cincuenta años. Después, durante los dos siglos que median entre 1780 y nuestros días, los escritos feministas se convirtieron en útil esfuerzo colectivo relevante, en el que se aumentó y se amplió la cantidad de participantes y el alcance de su crítica [...] [...] Sin embargo, la historia de los escritos feministas no constituye un desarrollo constante e ininterrumpido. Las mujeres han sido y son, después de todo, un grupo relativamente carente de poder y subordinado de las sociedades occidentales, “una minoría”1. La protesta femenina frente a su estatus minoritario siempre ha amenazado y, por tanto, se ha opuesto a la más poderosa y dominante “mayoría” de los hombres. Las oportunidades de protesta femenina pública aumentan y se reducen conforme las sociedades oscilan entre momentos de cambio liberador y receptividad por un lado, y períodos de mayor conservadurismo y represión, por otro. [...] Y así, en el transcurso de estos años, las mujeres crearon teorías feministas [...] Cada una constituye un producto distintivo, un modelo particular de ideas críticas configuradas por el contexto histórico, el entorno, la personalidad y la biografía del escritor o escritora. Sin embargo, entre toda esta diversidad se pueden identificar tres tipos generales de teoría feminista: una orientación centrada en la diferencia 1
Los términos minoría y mayoría describen más el poder relativo de los grupos, que su tamaño relativo.
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entre los géneros, otra en la desigualdad de los géneros y otra en la opresión de género. [...] Sociología y feminismo: 1840-1960 La sociología apareció inicialmente como una perspectiva, científicamente, entre1840 y 1860, un momento álgido de protesta feminista, para luego convertirse en una actividad profesional entre 1890 y 1920, otra fase de expansión del feminismo. [...] Variedades de la teoría feminista contemporánea La teoría feminista contemporánea constituye la base literaria del desarrollo de toda teoría sociológica feminista, como la que analizaremos en el siguiente apartado de este capítulo. Por lo tanto, presentamos aquí una perspectiva de la teoría feminista, un sistema de ideas generales cuyo fin es describir y explicar la vida social y la experiencia humana, desde el punto de vista de las mujeres. Nuestra meta, ahora, es presentar los temas que ofrece la teoría feminista para la construcción de una teoría sociológica feminista. [...] Nuestra tipología de las teorías feministas se basa en las dos preguntas básicas (analizadas más arriba) que unen a todas las teorías feministas: la que se refiere a la descripción —¿qué hay de las mujeres?— y la que se refiere a la explicación —¿por 539
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qué esta situación es la que es? El modelo de respuesta para la pregunta descriptiva genera las principales categorías para nuestra clasificación (ver la Tabla 2). En lo fundamental, la pregunta “¿qué hay de las mujeres?” sugiere tres respuestas: La primera es que la localización de las mujeres y su experiencia, en la mayoría de las situaciones, difieren de las de los hombres en esas mismas situaciones. La investigación se centra aquí en los detalles de esa diferencia. La segunda respuesta es que la localización de las mujeres, en la mayoría de las situaciones, no difiere demasiado, pero es menos privilegiada y no es igual que la de los hombres. La respuesta se centra en la naturaleza de esa desigualdad. La tercera es que la situación de las mujeres ha de comprenderse también a partir de la relación de poder directa entre hombres y mujeres. Las mujeres están oprimidas, es decir, son reprimidas, subordinadas, moldeadas, usadas y objeto de abusos por los hombres. Las descripciones se centran aquí en la naturaleza de la opresión. Toda teoría feminista puede ser clasificada como teoría de la diferencia, de la desigualdad y de la opresión. En nuestro análisis distinguimos tres categorías básicas —diferencia, desigualdad y opresión—, en términos de sus distintas respuestas a la segunda pregunta explicativa “¿por qué esto es como es?” (Los diversos tipos de respuesta se resumen en la Tabla 2). 540
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Tabla 2 SINOPSIS DE LOS TIPOS DE TEORÍA FEMINISTA (*) Tipos básicos de teoría feminista. Respuestas a la pregunta descriptiva: ¿qué hay de las mujeres? Teorías de la diferencia. La posición y la experiencia femenina de la mayoría de las situaciones son diferentes de las de los hombres en idéntica situación.
Distinciones dentro de las categorías. Respuesta a la pregunta descriptiva: “¿por qué la situación es como es?
Teoría de la desigualdad. La posición de las mujeres, en la mayoría de las situaciones, no sólo es diferente de la de los hombres, sino menos privilegiada y desigual.
Explicaciones liberales de la desigualdad.
Explicaciones biosociales de la diferencia. Explicación institucional de la diferencia. Explicación psico-sociológica de la diferencia.
Explicaciones marxistas de la desigualdad. Explicaciones de Marx y Engels de la desigualdad. Explicaciones marxistas contemporáneas.
Teoría de la opresión. Las mujeres no sólo son diferentes o desiguales, sino que se hallan oprimidas, activamente constreñidas, subordinadas, moldeadas, usadas y son objeto de abuso por parte de los hombres.
Explicaciones psicoanalíticas de la opresión. Explicaciones radical-feministas de la opresión. Explicaciones socialistas feministas de la opresión. Explicaciones feministas de la opresión de la tercera ola.
(*) La columna de la izquierda categoriza las variedades de teoría feminista según su respuesta a la pregunta básica ¿qué hay de las mujeres? La columna de la derecha establece distinciones dentro de esas categorías en función de la pregunta básica explicativa ¿por qué esta situación es la que es?
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Este método de clasificación cumple una importante función: nos permite clasificar no solo el cuerpo general de la teoría feminista contemporánea, sino también la literatura en expansión, particularmente la literatura teórica sobre el género realizada en sociología desde los años sesenta. La expansión de esta literatura refleja no solo la reactivación de una protesta feminista visible en la sociedad, sino también el movimiento sin precedentes de las mujeres de incorporarse a la educación superior, como licenciadas, doctoradas y facultativas, entre los años sesenta y nuestros días. De este modo, las cuestiones feministas han logrado introducirse directamente en el discurso académico y universitario de la sociología profesional. Pero, como los sociólogos se han orientado hacia la exploración de las cuestiones del género, han utilizado de un modo característico una parte del cuerpo existente de teoría sociológica como punto de partida para lo que se denomina, en la disciplina, sociología del género. Aunque el término género suele utilizarse eufemísticamente en sociología para las “mujeres”, la sociología del género es, en términos específicos, el estudio de los roles y las identidades del hombre y la mujer, y las relaciones entre los hombres y las mujeres, una cuestión ligeramente diferente del enfoque principal del feminismo sobre las mujeres. Este enfoque sobre la relación entre hombres y mujeres no equivale a una teoría feminista. Como hemos señalado más arriba, el objetivo de la teoría feminista es presentar una perspectiva de la experiencia humana centrada en las mujeres. Como mostrare542
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mos más adelante, una sociología feminista puede describir el mundo social desde un punto de vista centrado en las mujeres. Sobre todo, la sociología del género concibe el género, simplemente, como una variable entre muchas otras dentro de las relaciones y las estructuras sociales. No obstante, algunos sociólogos y sociólogas que parten del punto de vista de la sociología del género han producido obras relevantes para la teoría feminista (y muchos sociólogos y sociólogas están directamente implicados en la producción de una teoría feminista). El resto de este apartado examina las teorías feministas de la diferencia, de la desigualdad y de la opresión. Describimos cada tipo en líneas generales e identificaremos algunas de las diferencias entre ellos y de sus recomendaciones para el cambio. Sin embargo, es preciso señalar dos cuestiones importantes. Primera: la mayoría del trabajo teórico se resiste a una clara clasificación estricta. Una puede identificar su principal preocupación teórica o distinguir sus principales enunciados teóricos. Segunda: se trata de una revisión selectiva. Dado el enorme volumen de escritos feministas y sociológicos sobre la situación de las mujeres, un análisis exhaustivo está fuera del alcance de este capítulo. Teorías de las diferencias de género Aunque el enfoque sobre las diferencias de género constituye una posición minoritaria en el feminismo contemporáneo, algunas influyentes contribuciones 543
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a la teoría feminista contemporánea mantienen ese enfoque. [...] Mucha literatura sociológica reciente sobre el género tiene por tema las relaciones entre géneros. En esta literatura se encuentran trabajos teóricos con perspectiva esencialmente institucional, cuasi funcionalista, de la sociedad; escritos biosociales, escritos simbólico-interaccionistas, trabajos fenomenológicos y escritos etnometodológicos. En efecto, si añadimos a este núcleo básico de escritos la vasta literatura empírica realizada por sociólogos, que toman los factores del “sexo” y el “género” como variables independientes centrales, el enfoque sobre las diferencias de género puede tal vez constituir el más importante en sociología. El tema central de la literatura contemporánea sobre las diferencias de género es que la vida interior psíquica de las mujeres es, por lo que respecta a su configuración general, diferente de la de los hombres. Las mujeres tienen una visión distinta y dan una importancia diferente a la construcción social de la realidad porque difieren de los hombres, fundamentalmente, en lo tocante a sus valores e intereses básicos, a su modo de hacer juicios de valor, a su construcción de motivos de logro, a su creatividad literaria, a sus fantasías sexuales, a su sentido de la identidad y a sus procesos generales de conciencia e individualidad. Un segundo tema es que la configuración general de las relaciones y las experiencias vitales de las mujeres son distintivas. Las mujeres se relacionan con su descendencia biológica de modo dife544
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rente a los hombres; los niños y las niñas tienen estilos de jugar diferentes; las mujeres adultas se relacionan entre ellas y con las mujeres que estudian de un modo particular. En efecto, la experiencia vital general de las mujeres, desde la infancia hasta la vejez, es fundamentalmente diferente a la de los hombres. En combinación, esta literatura sobre las diferencias de conciencia y experiencia vital presenta una única respuesta a la pregunta “¿qué hay de las mujeres?”. La segunda pregunta, “¿por qué?”, nos proporciona las líneas centrales de variación dentro de este enfoque general sobre las diferencias de género. Las explicaciones de las diferencias psicológicas y relacionales entre hombres y mujeres son esencialmente de tres tipos: biológicas, institucionales y construidas, esto es socio-psicológicas. Explicaciones biológicas de las diferencias de género. Las explicaciones biológicas han sido características del pensamiento conservador sobre las diferencias de género. Freud vinculó las diferentes estructuras de personalidad de los hombres y las mujeres a sus diferentes genitales y a procesos cognitivos y emocionales que comienzan cuando los niños descubren sus diferencias fisiológicas. Los sociobiólogos Lionel Tiger y Robin Fox (1971) hablan de “biogramas” variables subyacentes a la primera evolución homínido, que condujeron a que las mujeres establecieran vínculos emocionales con sus hijos y a que los hombres establecieran vínculos prácticos con otros hombres. Sin embargo, el argumento biológico también se ha utilizado en escritos más propicios al 545
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feminismo. El análisis de Master y Johnson sobre la anatomía de la sexualidad femenina ha proporcionado a las teorías feministas los hechos básicos para reformular la cuestión de la regulación social, de la sexualidad, y Alice Rossi ha examinado con rigor los fundamentos biológicos de la conducta específica del género. Rossi ha vinculado las funciones biológicas diferentes de hombres y mujeres a las diversas pautas de desarrollo hormonalmente determinado durante el ciclo vital; y ello, a su vez, a la variación sexualmente específica, en características tales como la sensibilidad a la luz y al sonido y a las diferencias en las conexiones entre el lado derecho y el izquierdo del cerebro. Estas diferencias cuadran con los diferentes estilos de juego infantil señalados por Carol Gilligan, Janet Lever y Raphaela Best; la famosa “ansiedad ante las matemáticas” femenina; y también el hecho aparente de que las mujeres están más preparadas y dispuestas para el cuidado de los niños de una manera más enriquecedora que los hombres. El feminismo de Rossi le lleva a abogar por medidas socioculturales que hagan posible que cada género compense, mediante el aprendizaje social, las desventajas biológicamente “dadas”, pero como biosocióloga aboga también por el reconocimiento racional de las implicaciones de la investigación biológica. Explicaciones institucionales de las diferencias de género. Las explicaciones institucionales de las diferencias de género suelen acentuar también las funciones distintivas de la crianza y el cuidado de los hijos. Consideran la responsabilidad de la ma546
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ternidad como uno de los principales determinantes de la más amplia división sexual del trabajo, que vincula a las mujeres, en general, con las funciones de esposa, madre y ama de casa, con la esfera privada del hogar y de la familia; y, por tanto, con una serie de eventos y experiencias vitales muy diferentes a las de los hombres. En este contexto, las mujeres desarrollan interpretaciones distintivas de sus metas, intereses y valores, rasgos característicos necesarios de extroversión en las relaciones, “atención y cariño a los demás” y redes particulares de apoyo a otras mujeres (madres, hijas, hermanas, esposas, amigas) que habitan en su misma esfera, separada de la de los hombres. Aunque algunos de los teóricos institucionales de las diferencias aceptan la división sexual del trabajo como socialmente necesaria, otros son conscientes de que la distinción entre esferas separadas para mujeres y hombres encaja en las pautas generales de desigualdad entre los géneros, o incluso de opresión. Sin embargo, los escritos que se han citado en este apartado se centran, fundamentalmente, en la diferencia de género y en sus raíces institucionales. Teorías socio-psicológicas del género. Las explicaciones socio-psicológicas de las diferencias entre los géneros son de dos tipos: teorías fenomenológicas y posestructuralistas, y teorías de la socialización. Las primeras se centran en la continua configuración de nuestra cultura, lenguaje y realidad cotidiana, mediante conceptos derivados de experiencias masculinas y mediante las categorías dicotómicas simples de las “tipificaciones” de la 547
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masculinidad y la feminidad. Acentúan la contribución conceptual e interaccional de todos nosotros para el mantenimiento de esas tipificaciones, y los modos en que esta intervención colectiva determina, a través de la definición, las esferas distintivas y los perfiles psicológicos de las mujeres y los hombres. El problema del lenguaje como un dominio esencialmente masculino ha sido analizado por muchas teóricas, entre ellas Dorothy E. Smith y Pudre Lorde (que más tarde analizaremos), pero fue el objeto de estudio particular de un grupo de feministas francesas: Heltme Cixous, Luce Irigaray, Julia Kristeva. Estas pensadoras, formadas en una tradición rigurosamente filosófica, tomaron como punto de partida una idea central del psicoanálisis francés: que todos los lenguajes existentes en nuestros días son falocéntricos —se apoyan en y son un reflejo de las experiencias y las conceptualizaciones de los hombres—, y que esta relación entre lenguaje y masculinidad se establece cuando el niño descubre el lenguaje y su identidad mediante el aprendizaje de los patronímicos de su sociedad. Partiendo de esta idea, y aceptándola, plantearon al feminismo, de la forma más dramática, cómo podrían las mujeres expresar su experiencia. La teoría de la socialización complementa los análisis institucionales, al centrarse en las experiencias de aprendizaje social, que forman a las personas en general y a los niños en particular, para adoptar roles y vivir en las diferentes esferas institucionales de la masculinidad y la feminidad. Salvo en el caso de los teóricos conservadores —teóricos no feministas, que creen en la inevi548
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tabilidad de la diferencia y, por tanto, en la necesidad de renunciar a sus demandas—, las recomendaciones sobre la situación de las mujeres, propuestas por estas teorías de la diferencia de género, se centran en la necesidad del respeto. Los teóricos de la diferencia reclaman típicamente que los modos distintivos del ser de las mujeres se reconozcan no como modos que se alejan de lo normal, sino como alternativas viables a los modos masculinos, y que el conocimiento público, los círculos académicos y la auténtica estructuración de la vida social tomen seriamente en cuenta los modos de ser femeninos. En efecto, en el extremo más feminista del continuuum de este enfoque teórico, encontramos una viejísima demanda del feminismo: cuando los modos de ser de las mujeres se inculquen en la vida pública y se conviertan en parte de ella, el mundo constituirá un lugar más seguro y más humano para todos. Teorías de la desigualdad entre los géneros Cuatro temas caracterizan las teorías de la desigualdad entre los géneros. Primero, los hombres y las mujeres no solo están situados en la sociedad de manera diferente, sino también desigual. En concreto, las mujeres tienen menos recursos materiales, estatus social, poder y oportunidades para la autorrealización que los hombres de idéntica posición social, ya se base esta posición en la clase, la raza, la ocupación, la etnicidad, la religión, la educación, la nacionalidad o cualquier otro factor socialmente relevante. Segundo, esta 549
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desigualdad procede de la misma organización de la sociedad, no de ninguna diferencia biológica o de personalidad entre los hombres y las mujeres. El tercer tema de toda teoría de la desigualdad es que, aunque los seres humanos individuales pueden variar en lo tocante a su perfil de capacidades y rasgos, ningún modelo de variación natural relevante distingue a los sexos. En efecto, todos los seres humanos se caracterizan por una profunda necesidad de libertad para la autorrealización y por una maleabilidad fundamental que les lleva a adaptarse a los constreñimientos y las oportunidades de las situaciones en que se encuentran. Afirmar que existe desigualdad entre los géneros equivale, entonces, a decir que las mujeres tienen situacionalmente menos capacidad que los hombres para percatarse de la necesidad de autorrealización que comparten con ellos. Cuarto: todas las teorías de la desigualdad suponen que tanto los hombres como las mujeres responderán mejor ante estructuras y situaciones sociales más igualitarias. En otras palabras, mantienen que es posible cambiar la situación. Esta creencia distingue a los teóricos y teóricas de la desigualdad entre los géneros de los de la diferencia de géneros, quienes tienen una imagen de la vida social en la que las diferencias de género son, cualquiera que sea su causa, perdurables, profundamente inculcadas en la personalidad y solo parcialmente remediables. Las explicaciones de la desigualdad entre los géneros varían en función de este común cuerpo de interpretación. Analizamos a continuación dos principales variantes de la teoría feminista con550
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temporánea que se centran e intentan explicar las desigualdades entre los géneros: el feminismo liberal y el feminismo marxista. Feminismo liberal: Dentro de la teoría feminista contemporánea, el feminismo liberal ocupa una posición minoritaria. Sin embargo, al mismo tiempo, el feminismo liberal es el enfoque más difundido en el movimiento estadounidense de las mujeres contemporáneas: está en la base de una buena parte de la literatura popular que aboga por la mujer profesional, por la igualdad de responsabilidad ante los hijos y por la necesidad de una enseñanza igual para niños y niñas; guía muchas de las políticas iniciadas por el movimiento y se ha encarnado en el programa de la organización de mujeres más poderosa, la Nacional Organization for Women (NOW) [Organización Nacional por las Mujeres]. El feminismo liberal y la corriente principal de las creencias políticas estadounidenses se complementan fácilmente, y ello ayuda a comprender la popularidad de esta variante de teoría feminista. La explicación que da el feminismo liberal a la desigualdad entre los géneros comienza con las cuestiones no abordadas por las teorías de las diferencias de género; parte de la identificación de la división sexual del trabajo; de la existencia de dos esferas separadas de actividad social, la pública y la privada; de la localización primaria de los hombres en la primera esfera y de las mujeres en la segunda; y de la socialización sistemática de los niños para que desempeñen papeles y vivan en esferas apropiadas a su género. Sin embargo, a 551
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diferencia de los teóricos y teóricas de la diferencia, las feministas liberales no conceden ningún valor particular a la esfera privada, salvo que permite la extrapolación emocional. En efecto, la esfera privada consiste en un círculo vicioso de tareas indispensables, rutinarias, no pagadas e infravaloradas, asociadas con el trabajo doméstico, el cuidado de los hijos y la servidumbre emocional, práctica y sexual a los hombres adultos. Las verdaderas recompensas de la vida social —el dinero, el poder, el estatus, la libertad, las oportunidades de realización y autoestima— se encuentran en la esfera pública. El sistema que restringe el acceso de las mujeres, las agobia con responsabilidades de la esfera privada, las aísla en hogares individuales y exime a sus compañeros de compartir las tareas fatigosas de la esfera privada, es un sistema que produce la desigualdad entre los géneros. Cuando abordan la cuestión de la identificación de las fuerzas principales de este sistema, las feministas liberales subrayan el sexismo, una ideología similar al racismo que, por un lado, contiene prejuicios y prácticas discriminatorias contra las mujeres y, por otro, creencias dadas por sentadas sobre las diferencias “naturales” entre los hombres y las mujeres, que explican sus diferentes destinos sociales. Debido al sexismo, las mujeres se ven limitadas y disminuidas, desde la infancia hasta la madurez, de manera que solo pueden adoptar roles adultos propios de su condición y esos roles “merman” su humanidad y las convierten en seres dependientes y subconscientemente deprimidos, creados por los constreñimientos y los 552
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requerimientos de los roles específicos de su género. [...] Las feministas liberales proponen las siguientes estrategias para eliminar la desigualdad entre los géneros: la movilización en pro del uso de los canales políticos y legales existentes para lograr el cambio; la igualdad de oportunidades económicas; la introducción de cambios en la familia, la escuela y en los mensajes de los medios de comunicación de masas, con el fin de que las personas no se socialicen en roles de sexo rígidamente separados; y el esfuerzo de todos los individuos para desafiar al sexismo allí donde lo encuentren en su vida cotidiana. Para las feministas liberales se llegará a una situación ideal cuando cada individuo pueda elegir el modo de vida que más le convenga y cuando se respete y acepte esa elección, ya sea ama o amo de casa, profesional no casado o miembro de una familia de doble ingreso, sin niños o con niños, heterosexual u homosexual. Las feministas liberales creen que este ideal ensalza la práctica de la libertad y la igualdad, ideales culturales centrales de los Estados Unidos de América. El feminismo liberal es, pues, compatible con el ethos estadounidense dominante por su básica aceptación de las instituciones y la cultura del país, su orientación reformista y su atracción por los valores del individualismo, la elección, la libertad y la igualdad de oportunidades. Feminismo marxista: La principal preocupación de Marx y Engels era la opresión de clase social, pero con frecuencia les inquietaba también la opresión 553
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de género. Su análisis más famoso respecto a esta cuestión se encuentra en Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado, escrita y publicada en 1884 por Engels, quien utilizó para ello extensos escritos que realizó Marx poco años antes de su muerte, en 1883. Los principales argumentos de este libro son: 1. La subordinación de las mujeres no es el resultado de su constitución biológica, presumiblemente inmutable, sino de un orden social que tiene claras raíces históricas y que supuestamente debe cambiar. (Esta afirmación, dentro del contexto de las creencias decimonónicas sobre las mujeres, convierte a Los orígenes…en un texto feminista). 2. El fundamento relacional de la subordinación de las mujeres reside en la familia, una institución cuyo nombre procede de la palabra latina sirviente y que en las sociedades complejas constituye un sistema de roles dominantes y subordinados. Los rasgos centrales de la familia en las sociedades occidentales son: que se centra en la pareja y su prole, quienes típicamente habitan un lugar común; y que es patrilineal, ya que la propiedad y la descendencia se trasmiten por línea masculina; patriarcal, porque la autoridad se encarna en el cabeza de familia, y monógama al menos en lo tocante a que la esposa solo puede tener relaciones sexuales con su marido. Una doble moral permite a los hombres mucha mayor libertad sexual. Dentro de esta institución, particularmente cuando la mujer no trabaja fuera 554
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de la casa y carece de independencia económica; como suele ocurrir en las familias de clase media, las mujeres son, en realidad, enseres o propiedades de sus maridos. 3. La sociedad legitima tal sistema de familia al considerar esa estructura como la institución fundamental de todas las sociedades. En realidad, se trata de una afirmación falsa, como lo muestra gran parte de la evidencia arqueológica y antropológica. Durante la mayor parte del tiempo de la prehistoria humana no existieron jamás tales estructuras familiares. Antes bien, las personas mantenían lazos en redes extensas de parentesco: las gens, grandes grupos de personas unidas por lazos de sangre. Además, estos lazos se establecían por línea materna porque el vínculo directo de la madre de un hijo era más fácil de demostrar que el vínculo directo con el padre. Las gens eran pues, matrilineales. Eran también matriarcales porque la mujer ostentaba un poder considerable y, en las economías primitivas de cazadores y recolectores, cumplían una función económica crucial e independiente como recolectoras, artesanas, almacenadoras y distribuidoras de mercancías, a la crianza de los hijos, y en lo relativo a la toma de decisiones, y a la elección libre y sin trabas de mujeres u hombres como compañeros sexuales y afectivos. En Los orígenes…se relaciona este tipo de sociedad, que Marx y Engels describieron en todas partes como comunismo primitivo, con el estatus social libre y poderoso de las mujeres. 555
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4. Los factores que destruyeron este tipo de sistema social, dando lugar a lo que Marx y Engels llamaron “la derrota histórico mundial del sexo femenino”, son económicos, en especial la sustitución de la caza y la recolección por las economías de pastoreo, horticultura y agricultura. Con este cambio surgió la propiedad, la idea y la realidad de que ciertos miembros del grupo se proclamaron propietarios de los recursos esenciales para la producción económica. Fueron los hombres los que se proclamaron propietarios, ya que su movilidad, su fuerza y su monopolio sobre ciertas herramientas les confirieron poder económico. Con tal cambio, los hombres desarrollaron, en tanto poseedores de propiedad, las necesidades tanto de una mano de obra complaciente —esclavos, cautivos, mujeres casadas o niños—, como de herederos que sirvieran como medio para preservar y transmitir la propiedad. Así surgió la primera familia, un amo y sus esclavos-sirvientes, esposas-sirvientes, niños-sirvientes, una unidad en la que el señor defendía fieramente su pretensión de acceso sexual único a las mujeres, para asegurarse de la autenticidad de sus herederos. Al final, los hijos también vendrían a apoyar este sistema de control sexual, porque sobre él descansarían sus pretensiones de alcanzar la propiedad. 5. Desde entonces, la explotación del trabajo desarrolló estructuras de dominación cada vez más complejas, en particular relaciones de clase; se creó el orden político para salvaguardar todos estos sistemas de dominación; y la fa556
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milia evolucionó junto con las transformaciones históricas de los sistemas económicos y de propiedad, hasta convertirse en una institución enmarcada y dependiente de ellos, que refleja las enormes injusticias de la economía política y dicta la subordinación de las mujeres. Solo con la destrucción de los derechos de propiedad, mediante la revolución comunista futura, las mujeres obtendrán libertad de acción social, política, económica y personal. Antropólogos y arqueólogos han criticado las evidencias en que se basa Los orígenes… y las feministas acusan a esta obra de no captar mucho de los sentidos de la enorme complejidad de la opresión femenina. Pero Los orígenes… ofrece una poderosa teoría sociológica de la desigualdad entre los géneros, que se opone drásticamente a la teoría sociológica de Parsons, porque expresa la afirmación de que todas las mujeres están oprimidas, analiza el modo en que la familia apuntala esta opresión —una institución considerada casi sagrada por los sectores más poderosos de la sociedad— y vincula las ramificaciones de esta subordinación con el estatus económico y sexual de las mujeres. Feminismo marxista contemporáneo: Las feministas marxistas contemporáneas enmarcan las relaciones de género en lo que consideran la estructura más fundamental del sistema de clases capitalista contemporáneo. Desde este punto de vista teórico, la naturaleza de las experiencias vitales constituye, en primer lugar, un reflejo de su posición de clase y, en segundo lugar, de su género. Las mujeres de clases opuestas tienen, 557
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entre ellas, menos experiencias vitales en común que las de las mujeres de cualquier clase con los hombres de su misma clase. Por ejemplo, por lo que respecta a las experiencias y los intereses determinados por la clase, las mujeres ricas de clase alta se oponen radicalmente a las mujeres trabajadoras manuales o a las indigentes que viven del subsidio social. Sin embargo, las ricas mujeres de clase alta comparten muchas experiencias e intereses con los hombres de su misma clase. A partir de este hecho, las feministas marxistas admiten que, dentro de todas las clases, las mujeres están en desventaja frente a los hombres, en lo que se refiere a bienes materiales, poder, estatus y posibilidades de autorrealización. Las causas de esta desigualdad residen en la organización del propio capitalismo. El hecho de que la desigualdad entre los géneros se enmarca dentro del sistema de clases se ve con mayor claridad y precisión en la clase dominante del capitalismo contemporáneo, la burguesía. Los varones burgueses poseen los recursos productivos y organizativos de la producción industrial, del comercio agrícola y del mercado nacional e internacional. Las mujeres de la clase burguesa no son propietarias, sino que constituyen ellas mismas una propiedad. Esposas y posesiones de los burgueses varones, que comprenden el arte de la posesión en su sentido más profundo. Las mujeres burguesas son mercancías atractivas y distintivas en un proceso continuo de intercambio entre los hombres y, con frecuencia, constituyen un medio mercantil en las alianzas de propiedad de los hombres. Las mujeres burguesas producen y crían 558
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a los hijos que, en un futuro, heredarán los recursos socioeconómicos de los padres. Las mujeres burguesas proporcionan también servicios emocionales, sociales y sexuales a los hombres de su clase. Y son recompensadas con un modo de vida lujoso, propio de su clase. Las mujeres burguesas son, pues, en los términos de Rosa Luxemburgo, “el parásito de un parásito”. La desigualdad entre los géneros en las clases asalariadas también es funcional para el capitalismo y, por tanto, los capitalistas la perpetúan. Las mujeres asalariadas reciben, dado su bajo estatus social, salarios bajos, y se resisten a la sindicalización debido a su percepción de su marginalidad dentro del sector asalariado. Así, constituyen, para las clases dirigentes, una fuente de ganancias que no ofrece resistencia. Es más, la marginalidad de las mujeres en el sector asalariado las convierte en una parte importante del ejército de reserva de fuerza de trabajo que, como grupo alternativo de trabajadores, actúa como una amenaza y un freno para las demandas de los asalariados sindicados. En el papel de amas de casa, esposas y madres, las mujeres apoyan inconscientemente el proceso económicamente ventajoso de los burgueses, al ser consumidoras de bienes y servicios para el hogar y cuidadoras no pagadas que, al hacerlo, subsidian y financian los costes reales de la reproducción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo. Finalmente, aunque de importancia secundaria para las marxistas, la esposa del trabajador asalariado da a su esposo una experiencia mínima de poder personal, compensación por 559
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su ausencia real de poder en la sociedad. Ella es, en otras palabras, “la esclava del esclavo”. Las mujeres, pues, no son iguales a los hombres, y ello no se debe a un conflicto directo y básico de intereses entre los géneros, sino al funcionamiento de la opresión de clase, con sus factores de desigualdad ante la propiedad, el trabajo explotado y la alineación. El hecho de que, dentro de toda clase, las mujeres estén en desventaja frente a los hombres parece no tener en el feminismo marxista ninguna causa estructural inmediata. Antes bien, como en el feminismo liberal, este hecho se debe a una reminiscencia histórica procedente del colapso del comunismo primitivo descrito por Engels. A resultas de todo esto, la solución a la desigualdad entre los géneros es la eliminación de la opresión de clase. Esta destrucción sólo puede lograrse mediante la acción revolucionaria de una clase asalariada unida, que incluya tanto a los hombres como a las mujeres. Cualquier movilización directa de las mujeres contra los hombres es considerada contrarrevolucionaria porque divide a la clase trabajadora, potencialmente revolucionaria. Una revolución de la clase trabajadora que destruya el sistema de clases, haciendo que todos los bienes económicos pasen a ser bienes de toda la comunidad, liberará también a ese subproducto de la explotación de clase que es la desigualdad entre los géneros. Teorías de la opresión de género Todas las teorías de la opresión de género describen la situación de las mujeres como la conse560
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cuencia de una relación de poder directa entre los hombres y las mujeres, en la que los hombres “que tienen intereses concretos y fundamentales en el control, uso, sumisión y opresión de las mujeres, llevan a cabo efectivamente sus intereses”. Para las teóricas y teóricos de la opresión de género, las mujeres se encuentran en una situación en la que los hombres las usan, las controlan, las someten y oprimen. Esta pauta de opresión está profunda y poderosamente incorporada en la organización de la sociedad, una estructura básica de dominación llamada comúnmente patriarcado. El patriarcado no es la consecuencia azarosa y secundaria de una serie de factores, sean estos la biología, la socialización en roles de sexo o el sistema de clases. Constituye una estructura primaria de poder que se mantiene intencionada y deliberadamente. En efecto, para la mayoría de las teóricas y teóricos de la opresión, las diferencias de género y la desigualdad entre los géneros son subproductos del patriarcado. Mientras las primeras teóricas feministas se centraron en cuestiones relativas a la desigualdad entre los géneros, lo que caracteriza la teoría feminista contemporáneas es la intensidad y la fuerza de la preocupación por la opresión. Debemos precisar aquí que la mayoría de las teorías feministas contemporáneas son teorías de la opresión y, ciertamente, los desarrollos teóricos más novedosos y ricos del feminismo contemporáneo han sido los trabajos de este grupo de teóricas. Los trabajos teóricos sobre la opresión de género representan la punta de lanza, la frontera dinámica en expansión 561
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de la teoría feminista contemporánea. Sin embargo, aunque, como veremos más adelante, algunos sociólogos y sociólogas han hecho importantes contribuciones a esta literatura, los sociólogos y las sociólogas que analizan cuestiones de género no se sienten, como comunidad, atraídos por las teorías de la opresión. Probablemente es esta divergencia de enfoque teórico sobre la situación de las mujeres –en virtud de la cual los sociólogos se inclinan por las teorías de las diferencias y de la desigualdad y las teóricas y teóricos feministas se inclinan por las teorías de la opresión—, lo que explica el desacuerdo actual entre las dos comunidades respecto a si la teoría sociológica ha tenido seriamente en cuenta o no las implicaciones de las cuestiones planteadas por las feministas. A continuación nos ocuparemos de las cuatro principales variantes de la teoría feminista; todas ellas se centran en la opresión, pero difieren en lo que respecta a las explicaciones de la opresión. Estas teorías son: el feminismo psicoanalítico; el feminismo radical; el feminismo socialista y el feminismo de la tercera vía. Teoría feminista psicoanalítica: Las feministas psicoanalíticas contemporáneas intentan explicar el patriarcado utilizando la teoría de Freud y sus herederos intelectuales. En términos generales, estas teorías describen y acentúan la dinámica emocional de la personalidad, las emociones profundamente enterradas en el subconsciente o en áreas inconscientes de la psique; también subrayan la importancia de los primeros años de la infancia en la configuración de estas emociones. Sin 562
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embargo, en su intento de utilizar las teorías de Freud, las feministas emprendieron una reconstrucción fundamental de sus conclusiones, ya que el propio Freud era marcadamente patriarcal. Reconocía las diferencias y la desigualdad entre los géneros, pero no la opresión de género. Para él, las mujeres eran seres humanos de segundo orden, cuya naturaleza psíquica básica sólo les permitía llevar una vida inferior a la de los hombres. Por lo tanto, las teorías feministas hubieron de orientarse en direcciones que se encontraban implícitas en las teorías de Freud, al mismo tiempo que rechazaban las conclusiones del pensador acerca del género. Las feministas psicoanalíticas operan con un modelo particular de patriarcado. Al igual que todas las teóricas de la opresión, consideran al patriarcado como un sistema en el que los hombres someten a las mujeres; un sistema universal, poderoso por lo que respecta a su organización social, perdurable en el tiempo y el espacio, y que se defiende eficazmente frente a desafíos ocasionales. Sin embargo, lo que distingue al feminismo psicoanalítico es la idea de que en este sistema todos los hombres intervienen mediante sus acciones individuales cotidianas, continua y enérgicamente, para crearlo y mantenerlo. Las mujeres ofrecen resistencia sólo ocasionalmente y la realidad nos revela que suelen consentir su propia subordinación o, incluso, intervenir ellas también a su favor. El problema que se proponen resolver las feministas psicoanalíticas es por qué los hombres invierten, continuamente y en todas partes, una 563
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enorme cantidad de energía en el mantenimiento del patriarcado, y por qué las mujeres no contrarrestan esa energía. [...] Las explicaciones de las teorías psicoanalíticas han ido más lejos de la personalidad individual para centrarse en la cultura o, al menos, en la cultura occidental. La ciencia occidental subraya la separación distintiva entre el “hombre” y la “naturaleza”, el “hombre” como dominador de la “naturaleza”, y el “método científico” derivado de estas actitudes y prometedor de la verdad “objetiva”, lo cual ha sido criticado y reinterpretado como una proyección de su propio deseo de dominación y de su propio temor al reconocimiento intersubjetivo realizados por un ego masculino sobreindividualizado. Esta crítica no solo se refiere al área de la ciencia social, sino también a las más respetadas disciplinas de la ciencia natural “objetiva”. Lo que se ha venido presentando como método fiable —la objetividad, la distancia, el control, la ausencia de afecto— se interpreta ahora como un desarrollo y un efecto de la personalidad moldeada por el género. Diversos motivos de la cultura popular —que se expresan en imágenes y opiniones tales como la persistente idea del dominio del hombre sobre la mujer— son interpretados por las teóricas psicoanalíticas como signos que expresan la ruptura del equilibrio requerido entre la tensión de la necesidad de individualización y la necesidad de reconocimiento. Cuando esta ruptura se produce totalmente, bien en una cultura o en una personalidad, aparecen dos patologías: el dominante 564
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sobreindividualizado, que “reconoce” al otro solo mediante actos de control, y el subordinado infraindividualizado, que renuncia a la acción independiente para encontrar su identidad solo como reflejo del dominante. Así, las feministas psicoanalíticas explican la opresión de las mujeres a partir de la profunda necesidad emocional de los hombres de controlarlas, un impulso que nace de las neurosis cuasi universales de los hombres, centradas en el miedo a la muerte y en los sentimientos ambivalentes hacia las madres que los crían. Las mujeres carecen de estas neurosis o padecen de neurosis complementarias, pero en cualquier caso quedan psíquicamente sin una fuente equivalente de energía para oponerse a la dominación. Existen abundantes evidencias psiquiátricas que apoyan el argumento de la amplia difusión de estas neurosis, al menos en las sociedades occidentales. Pero como estas teorías trazan una división tajante entre las emociones humanas universales y la opresión femenina universal, no exploran las disposiciones sociales intermedias que vinculan la emoción a la opresión y no sugieren líneas posibles de variación en las emociones, las disposiciones sociales y la opresión. Además, debido en parte a estas omisiones, la teoría feminista psicoanalítica sugiere pocas y difíciles estrategias para lograr el cambio: la reestructuración de nuestras prácticas en la crianza de los hijos y la iniciación de una masiva reconstrucción psicocultural de nuestra orientación hacia la muerte. Estas teorías nos proporcionan, pues, algunas ideas que nos sirven para comprender más 565
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profundamente las bases de la opresión de género, pero requieren un mayor desarrollo en lo que respecta a los factores sociológicos y a las estrategias para el cambio. Las otras tres variantes de la teoría de la opresión —el feminismo radical, el feminismo socialista y el feminismo de la tercera ola— llevan a cabo con más eficacia estas dos tareas. Feminismo radical: Lo que caracteriza al feminismo radical es una intensa valoración positiva de las mujeres y, como consecuencia de ello, una profunda indignación y pesar ante su opresión. Las feministas radicales subrayan el gran mérito de la mujer que desafía un sistema universal que las devalúa; su indignación ante la opresión de las mujeres se expresa en un sorprendente y detallado catálogo de las ofensas que se han cometido contra todas las mujeres del mundo. Por su apasionada combinación de amor e indignación, las feministas radicales se asemejan a los grupos raciales y étnicos más militantes, y sus pretensiones recuerdan a las demandas de que lo “negro es hermoso” de los estadounidenses negros o al “testimonio” de opresión de los judíos. Conforme analicemos su llamamiento a las mujeres en nombre de las mujeres, veremos con mayor claridad la postura del feminismo radical sobre la organización social, la opresión de género y las estrategias para el cambio. Las feministas radicales creen que toda sociedad se caracteriza por la opresión. Toda institución constituye un sistema en el que unas personas dominan a otras, y en las estructuras más básicas de la sociedad, en las pautas asociativas entre 566
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grandes grupos o categorías de gente, puede percibirse una continua pausa de dominación y subordinación entre las clases, las castas, los grupos raciales, étnicos y religiosos, las categorías de edad y el género. De todos estos sistemas de dominación y subordinación, la estructura más fundamental de opresión es el género, el sistema del patriarcado. El patriarcado no solo constituye, como describió Engels, la primera estructura de dominación y subordinación de la historia, sino que ha venido siendo el sistema más poderoso y duradero de desigualdad, el modelo societal básico de dominación. Mediante su participación en el patriarcado, los hombres aprenden a despreciar a otros seres humanos, a verlos como seres no humanos y a controlarlos. Dentro del patriarcado, los hombres comprenden y las mujeres aprenden lo que es subordinación. El patriarcado es una fuente de culpa y represión, de sadismo y masoquismo, de manipulación y engaño, que impulsa a los hombres y a las mujeres a otras formas de tiranía. Para las feministas radicales, el patriarcado constituye la estructura más importante de desigualdad social y la que menos se percibe como tal. En este análisis es de suma importancia su imagen del patriarcado como un sistema en el que los hombres y las organizaciones dominadas por los hombres practican la violencia contra las mujeres. La violencia no siempre se encarna en abierta y directa crueldad física. Puede ocultarse en prácticas más complejas de explotación y control: en criterios de moda y belleza, en ideales tiránicos de la maternidad, la monogamia, la castidad y la 567
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heterosexualidad; en acoso sexual en el lugar de trabajo; en prácticas de ginecología, obstetricia y psicoterapia; en trabajo doméstico fatigoso no pagado y en trabajo asalariado mal pagado. La violencia existe allí donde un grupo controla, en su propio interés, la vida, las oportunidades, los entornos, las acciones y las percepciones de otro grupo, como hacen los hombres con las mujeres. Pero el tema de la violencia como crueldad física abierta es clave en la relación que establece el feminismo radical entre el patriarcado y la violencia: la violación, el abuso sexual, la prostitución forzosa como forma de esclavitud sexual, el abuso de la esposa, el incesto, la vejación sexual de los niños, la histerectomía y otras formas excesivamente radicales de cirugía, y el sadismo explícito en la pornografía, guardan relación con las prácticas históricas e interculturales de la quema de brujas, la condena a muerte por adulterio, la persecución de las lesbianas, el infanticidio femenino, la práctica china del vendaje de los pies, los suicidios forzosos de las viudas hindúes y la salvaje práctica de la extirpación del clítoris. A través de esta lente radical se nos ofrece una imagen de las mujeres mutiladas y sangrantes, una representación visual de lo que hace el patriarcado. El patriarcado existe como forma social casi universal debido, sobre todo, a que los hombres pueden ejercer el recurso de poder más básico, la fuerza física, para establecer su control. Una vez que el patriarcado se establece, los otros recursos de poder —económico, ideológico, legal y emocional— también pueden ejercerse para mantenerlo. 568
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Pero la violencia física siempre constituye su última arma de defensa y, tanto en las relaciones interpersonales como intergrupales, esa violencia se utiliza repetidas veces para proteger al patriarcado de la oposición individual y colectiva de las mujeres. Los hombres crean y mantienen el patriarcado no solo porque tienen los recursos para hacerlo, sino porque tienen intereses reales en hacer que las mujeres les sirvan de herramientas complacientes. Las mujeres son, por un lado, el medio más eficaz de satisfacer el deseo sexual masculino. Sus cuerpos son, además, esenciales para la producción de hijos, que satisfacen las necesidades prácticas y, como los psicoanalistas han mostrado, neuróticas de los hombres. Las mujeres constituyen una fuerza de trabajo útil, como han indicado los marxistas. También pueden constituir signos ornamentales del estatus y el poder del hombre. Como compañeras para los hijos y los varones adultos celosamente controladas, constituyen complacientes compañeras, fuentes de apoyo emocional y útiles contrastes que refuerzan constantemente la percepción de los varones de su significado social central. Estas útiles funciones sugieren que los hombres buscan por doquier mantener contentas a las mujeres. Pero circunstancias sociales diferentes conceden distinto rango a estas funciones y, por tanto, llevan a variaciones interculturales en la configuración del patriarcado. Las feministas radicales, a diferencia de las feministas psicoanalíticas, nos ofrecen una explicación de la opresión universal de género y 569
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un modelo para comprender las variaciones interculturales de esta opresión. ¿Cómo se puede destruir el patriarcado? Las radicales mantienen que esta derrota debe comenzar con una reconstrucción básica de la conciencia de las mujeres, de manera que toda mujer reconozca su propio valor y fuerza; rechace las presiones del patriarcado que consiguen que se considere a sí misma débil, dependiente y secundaria; y trabaje en solidaridad con otras mujeres, sin tener en cuenta las diferencias entre ellas, para establecer una confianza basada en la hermandad femenina, el apoyo, la estima y la defensa mutua. Cuando se establezca esta hermandad, sugieren dos estrategias: un enfrentamiento crítico con todo aspecto de la dominación patriarcal allí donde exista, y un mayor grado de separatismo a medida que las mujeres se integren en empresas, hogares, comunidades, centros de creatividad artística y relaciones amorosas dirigidas por mujeres. ¿Cómo evaluamos el feminismo radical? En el plano emocional, cada uno responde a él en función de nuestro grado de radicalismo personal: unos los considerarán excesivamente crítico y otros totalmente convincente. Pero desde un punto de vista teórico, apreciamos que el feminismo radical incorpora los argumentos del feminismo marxista y del feminismo psicoanalítico sobre las razones de la subordinación de las mujeres, e incluso desarrolla estas teorías. Se trata del más amplio de los tipos de feminismo que hemos analizado. Además, las feministas radicales han realizado investigaciones relevantes para apoyar su tesis de que el 570
TEORÍA FEMINISTA CONTEMPORÁNEA
patriarcado descansa, en última instancia, en la práctica de la violencia contra las mujeres. Presentan un programa razonable, aunque tal vez incompleto, para cambiar la situación. Han sido criticadas por centrarse exclusivamente en el patriarcado. Este enfoque parece simplificar las realidades de la organización social y la desigualdad social y, por esta razón, se aleja de la realidad en lo tocante a los cambios que propone para mejorar la situación. El objetivo explícito del tercer grupo de teorías de la opresión, el feminismo socialista, es remediar este defecto del feminismo radical. Feminismo socialista: El feminismo socialista se expresa en un conjunto de escritos teóricos muy diversos, unidos más por su agenda teórica que por sus conclusiones teóricas sustantivas. Tres metas guían al feminismo socialista: la síntesis teórica, una combinación de extensión y precisión teóricas, y un método explícito y adecuado para el análisis social y el cambio social. Los y las socialistas feministas se trazaron el proyecto formal de lograr una síntesis teórica y superar las teorías feministas existentes. En concreto, se proponen unir lo que perciben como las dos tradiciones feministas más valiosas: el pensamiento feminista marxista y el feminismo radical. De este proyecto de síntesis han nacido dos subvariedades distintivas de feminismo socialista. La primera se centra exclusivamente en la opresión de las mujeres y en su comprensión mediante las ideas de la opresión de clase (del marxismo) y de la opresión de género (del feminismo radical). 571
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Mediante esta interacción teórica, estos y estas teóricas se proponen identificar los elementos comunes y las diferencias entre las distintas experiencias de la subordinación de las mujeres. El término que utilizan con mayor frecuencia, para describir el sistema, es el de patriarcado capitalista. La segunda variante de feminismo socialista intenta describir y explicar todas las formas de la opresión social, utilizando las ideas de las jerarquías de género y clase para explorar los sistemas de opresión basados no solo en la clase y el género, sino también en la raza, la etnicidad, la edad, la preferencia sexual y la localización dentro de la jerarquía mundial de naciones. El término que más utilizan para el sistema que describen es el de dominación. Las mujeres ocupan un lugar central en este enfoque teórico de dos sentidos. Primero, como en todo feminismo, la opresión de las mujeres constituye el principal tema de análisis. Las teóricas de la dominación pueden describir más competentemente que las del patriarcado capitalista las variaciones y diferencias en esa opresión. Segundo, la localización y experiencia de las mujeres en el mundo constituye un punto de vista ventajoso desde donde contemplar todas las formas de dominación. En última instancia, estas teóricas se preocupan por todas las experiencias de la opresión, sean masculinas o femeninas. Exploran, incluso, la forma en que algunas mujeres oprimidas participan activamente en la opresión de otras mujeres, como por ejemplo, las mujeres blancas en la sociedad estadounidense, que oprimen a las mujeres negras. En efecto, una estrategia de todas las feministas socialistas es ata572
TEORÍA FEMINISTA CONTEMPORÁNEA
car los prejuicios y las prácticas de opresión dentro de la propia comunidad de mujeres. Tanto el enfoque del patriarcado capitalista como el de la dominación capitalista mantienen un compromiso, explícito o implícito, con el materialismo histórico como estrategia analítica. El materialismo histórico, un principio básico de la teoría social marxista, sostiene que las condiciones materiales de la vida humana, incluidas las actividades y las relaciones que producen esas condiciones, constituyen los factores clave que configuran la experiencia humana, la personalidad, las ideas y las disposiciones sociales; que esas condiciones cambian en el transcurso del tiempo, debido a la inminente dinámica que existe en ellas; y que la historia es un registro de los cambios en las condiciones materiales de la vida de un grupo y de los cambios correspondientes en sus experiencias, personalidades, ideas y disposiciones sociales. Los materialistas históricos mantienen que cualquier análisis social debe identificar, con detalle y precisión históricos, las características de las condiciones materiales del grupo y los vínculos entre esas condiciones y las experiencias, las personalidades, los eventos, las ideas y las instituciones sociales características del grupo. Al vincular el materialismo histórico con su enfoque sobre la dominación,2 2
Desde ahora, utilizaremos el término dominación para referirnos a las preocupaciones centrales de ambas variantes de feminismo socialista. Ambos grupos se preocupan, de hecho, por la jerarquía, concebida en sentido amplio, más que por un sistema particular de jerarquía.
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las feministas socialistas intentan alcanzar el objetivo de desarrollar una teoría que interprete la más extendida de las instituciones sociales, la dominación, y que aun se comprometa firmemente con los análisis precisos e históricamente concretos de las disposiciones sociales y materiales que dan forma a las situaciones particulares de dominación. El materialismo histórico, sello distintivo del feminismo socialista, muestra claramente la enorme deuda de esta escuela con el pensamiento de Marx. Pero en lo tocante al uso de este principio, las feministas socialistas han ido más lejos que los marxistas en tres sentidos importantes: en su redefinición de las condiciones materiales, en su reevaluación del significado de la ideología y en su enfoque de la dominación. Primero, han ampliado el significado de las condiciones materiales de la vida humana. Las marxistas usan este concepto para referirse sólo a la dinámica económica de la sociedad, particularmente los modos en que los diversos bienes son creados para el mercado e intercambiados en él. Ellas identifican las bases de la desigualdad y del conflicto de clase en las diversas disposiciones explotadoras, que convierten a unos en ricos y a otros en pobres. El análisis feminista socialista incluye la dinámica económica y también, en términos más generales, otras condiciones que crean y mantienen la vida humana: el cuerpo humano, su sexualidad e implicación en la procreación y la crianza de los hijos; el mantenimiento del hogar, con sus tareas domésticas no reconocidas e impagadas; el apoyo emo574
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cional; y la producción de conocimiento. Las disposiciones explotadoras en todas esas actividades, que mantienen la vida, enriquecen a unos y empobrecen a otros. El fundamento esencial de toda teoría de la dominación es una plena comprensión de todas estas disposiciones básicas de la producción y la explotación de la vida. Esta redefinición del concepto de las condiciones materiales transforma el supuesto marxista de que los seres humanos son productores de bienes, en la idea de los seres humanos como creadores y mantenedores de la vida humana. Esta transformación nos lleva a la segunda diferencia entre el materialismo histórico marxista y el materialismo histórico desarrollado por el feminismo socialista; es decir, a la preocupación de este último por lo que algunos marxistas denominarían, con desprecio, fenómenos ideacionales o mentales: la conciencia, la motivación, las ideas, las definiciones sociales de la situación, el conocimiento, la ideología, la voluntad de actuar en interés propio o en interés de otros3. Para las feministas socialistas, todos estos factores influyen profundamente en la personalidad y la acción humanas, en las estructuras de dominación que se llevan a la práctica mediante esta acción. Además, estos aspectos de la subjetividad humana son producto de estructuras sociales que están inextricablemente entrelazadas con otras igualmente poderosas y sofisticadas: las que 3
Algunos neomarxistas, especialmente los teóricos críticos, han reevaluado también el significado explicativo de la ideología.
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producen los bienes económicos. Las disposiciones explotadoras en las estructuras sociales también enriquecen a unos, mientras empobrecen e inmovilizan a otros. El análisis de los procesos que estructuran la subjetividad humana es de suma importancia para una teoría de la dominación, y este análisis también debe realizarse con precisión, aplicando los principios del materialismo histórico. La tercera diferencia entre las feministas socialistas y las marxistas es que, para las primeras, el objeto de análisis no es la desigualdad entre las clases, sino una amplia gama de desigualdades sociales interrelacionadas. El feminismo socialista desarrolla una descripción de la organización social en la que las estructuras públicas de la economía, la política y la ideología interactúan con los procesos privados e íntimos de la reproducción humana —la domesticidad, la sexualidad y la subjetividad—, para mantener un sistema polifacético de dominación, cuyas funciones son discernibles tanto como pautas sociales duraderas e impersonales, como en las más diversas sutilezas de las relaciones interpersonales. Para analizar este sistema, las feministas socialistas se trasladan constantemente desde la descripción de los grandes sistemas de dominación a la exploración situacionalmente específica y detallada de las experiencias cotidianas mundanas de las personas oprimidas. Su estrategia para el cambio descansa en este descubrimiento, en el que intentan implicar a los grupos oprimidos que estudian y a través del cual esperan que tanto los individuos como los grupos aprendan a actuar, en mayor o 576
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menor medida, para lograr su emancipación colectiva. Feminismo de la tercera ola: El término feminismo de la tercera ola hace referencia a un conjunto de escritos críticos y teóricos que se han realizado dentro del movimiento de las mujeres durante la década del ochenta, y que se centran en el tema de la diferencia. El feminismo de la tercera ola analiza con actitud crítica la tendencia de los escritos de las décadas del sesenta y setenta a usar un concepto generalizado y monolítico de “mujer” como categoría genérica de estratificación y se centra en las implicaciones prácticas y teóricas de las diferencias entre las mujeres. Las diferencias que tiene en cuenta son aquellas que resultan de una distribución desigual de los bienes y servicios socialmente producidos sobre la base de la posición en el sistema mundial, la clase, la raza, la etnicidad y la preferencia afectiva, en tanto que interactúan con la estratificación de género. Tal vez el cuerpo de escritos más relevante dentro de este nuevo desarrollo del feminismo sea el realizado por mujeres de color. Este apartado se centra en la contribución norteamericana a estos escritos. Los escritos de las mujeres de color norteamericanas, que contribuyen al desarrollo del feminismo de la tercera ola, se distinguen todos ellos porque su objetivo no es atacar la ideología sexual y el estatus desigual de las mujeres, sino todos los sistemas de dominación —sexista, racista, clasista, heterosexualista e imperialista— y la falsa conciencia particular que ha llevado a las mujeres heterosexuales blancas de clase media a usar el 577
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término mujer como una categoría monolítica en su oposición a la dominación masculina, al tiempo que ignoran sus propios actos de dominación de las mujeres que no son de su clase, raza y preferencia sexual. Cinco rasgos caracterizan esta perspectiva. Primero, el mejor y más ventajoso punto de vista para hallar la verdad sobre las relaciones sociales es el de las personas oprimidas (hombres o mujeres) y sus explicaciones. Segundo, las mujeres norteamericanas de color que están estrechamente relacionadas con las personas que las controlan y explotan en empleos domésticos, servicios pobremente pagados y en trabajos relacionados con los aspectos reproductor, sexual y emocional, remunerado o no, proporcionan un conocimiento particularmente revelador sobre las relaciones sociales de dominación. Las mujeres de color están estrechamente relacionadas con las personas que las oprimen por ser mujeres, personas de color y personas pobres que han experimentado el ser “extrañas dentro” de los círculos de dominación. Tercero, la explotación desde el punto de vista de las mujeres de color revela un sistema global e intrincadamente complejo de clase, raza y expresión de género. Cuarto, el sistema opresivo produce actitudes, acciones y personalidades patológicas, tanto en las filas de los opresores como de los oprimidos. Por ejemplo, dentro de los círculos de los oprimidos encontramos patologías tales como el conflicto entre mujeres ricas y mujeres pobres, el conflicto entre mujeres blancas y mujeres de color, y la violencia de hombres contra mujeres en comunidades minoritarias. Y 578
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quinto, la oposición a la opresión y a la patología se halla, en primer lugar, en la insaciable necesidad de los seres humanos de autorrealización plena e individual y, en segundo lugar y dialécticamente, en la pertenencia a la peculiar comunidad de oprimidos cuya cultura, educación y estrategias para la supervivencia son esenciales para el bienestar de cada uno de sus miembros. Los escritos teóricos realizados recientemente por mujeres de color desarrollan y enriquecen la investigación del feminismo sobre las estructuras de la opresión, su explicación de esas estructuras y su programa para mejorar la situación. Plantearemos tres advertencias a este respecto. Primera, teóricamente, si partimos del supuesto de la diferencia, o del carácter distintivo, como la cualidad que merece análisis teórico en nuestro trabajo sobre las mujeres, ¿dónde debemos detenernos en buena lógica?, ¿cómo podemos justificar generalizaciones sobre las mujeres afro-americanas, las mujeres del tercer mundo, o las mujeres lesbianas? Segunda: un corolario de lo anterior es que la expresión “mujeres de color” se deriva de una definición blanca del mundo; las mujeres y los hombres blancos tienen un color a pesar de que su ideología les sitúa más allá de la frontera del color. Finalmente, hay una consideración práctica: ¿acaso no son peligrosas, para lograr una condición eficaz contra la opresión, las demandas particulares de derechos planteadas por varias subcomunidades de mujeres? No obstante, a pesar de las muchas y diversas teorías feministas contemporáneas, existe una 579
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preocupación considerable por la cuestión sociológica básica de cómo y por qué la organización social adopta la forma que adopta en cualquier sociedad y época particular.
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VII. Fundamentos del análisis de género
INTEGRACIÓN DEL ANÁLISIS DE GÉNERO EN LAS ETAPAS DEL CICLO DEL PROYECTO(*) Esta propuesta de cómo transverslizar género en las acciones de desarrollo humano es una adaptación de la Guía Metodológica elaborada por la Dra. Noelia Melero, como parte de su tesis de Doctorado. Descripción del contexto • ¿Cuáles son las características del territorio? • ¿Cuál es la situación de hombres y mujeres? ¿Existen brechas de género? ¿En que ámbitos? • ¿Cuáles son las diferencias de mujeres y hombres en cuanto a la utilización de los recursos y el control sobre ellos? • ¿Qué medidas o alternativas se están planteando para mitigar estas diferencias? • ¿Qué factores favorecen u obstaculizan el desarrollo y la equidad de género? La participación • ¿Cómo se tiene en cuenta la situación de la cotidianidad de mujeres y hombres para hacer la convocatoria de la participación? ¿Qué excepciones se pueden aplicar para propiciar la participación de las mujeres? (*)
Tomado de Herramienta de género, Programa de Desarrollo Humano Local (PDHL), Habana Vieja.
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PROGRAMA DE DESARROLLO HUMANO LOCAL
• ¿Cómo está equilibrada la cantidad y composición de las diferentes categorías socioeconómicas de mujeres y hombres? • ¿Qué medidas se podrán adoptar en caso de que la participación no sea equilibrada? • ¿Cuáles son las necesidades planteadas por las mujeres y por los hombres? • ¿Cómo se toman las necesidades identificadas por mujeres y hombres? ¿Existe algún criterio de selección para dar prioridad los problemas de mujeres y hombres? El objetivo • ¿Cuál es el objetivo que persigue el proyecto? • ¿Cómo está prevista la participación de mujeres y hombres? • ¿Cómo se tienen en cuenta las necesidades de mujeres y hombres? ¿Cómo se incorporaron? Los resultados • ¿Qué resultados esperamos alcanzar? • ¿Cómo afectan estos resultados a mujeres y hombres? • ¿Habrá grupos de perdedores y ganadores? • ¿Qué medidas se tomarán para mitigar estas afectaciones a mujeres y hombres? Las actividades • ¿Cuáles son las actividades que se proponen? 584
INTEGRACIÓN DEL ANÁLISIS DE GÉNERO...
• ¿Cómo es la participación de mujeres y hombres en la planificación de las actividades? • ¿Hay actividades más favorables para las mujeres, para los hombres? Los beneficios • ¿Cómo se beneficia a mujeres y hombres? • ¿Cómo son de equitativos estos beneficios para mujeres y hombres? • ¿Cuál es el impacto social y económico de las diferentes alternativas para mujeres y hombres? La ejecución y seguimiento • ¿Cómo participan hombres y mujeres en la ejecución del proyecto? • ¿Las mujeres y los hombres están involucrados igualmente en el seguimiento del proyecto? La evaluación • ¿Cuál fue el impacto del proyecto en mejorar las relaciones de mujeres y hombres? • ¿Cuáles fueron los beneficios para las mujeres? ¿Para los hombres? Si hay diferencias, cómo se explican? • ¿Cómo se identifican, en los resultados, las diferencias por sexo? • ¿Cómo fue la estrategia de género? ¿Cuáles fueron sus debilidades? 585
PROGRAMA DE DESARROLLO HUMANO LOCAL
• ¿Cuáles son las principales lecciones aprendidas? El presupuesto • ¿Está previsto el costo de actividades formativas de género en el proyecto? Fases del proyecto e indicadores Descripción del contexto • Cantidad de mujeres y de hombres. • Nivel cultural, ocupacional, remuneración y categoría ocupacional de mujeres y hombres. • Cantidad de mujeres y hombres en cargos directivos y de gerencia. • Necesidades identificadas por mujeres y hombres. Participación • Presencia e integración de mujeres y hombres. • Atención a las necesidades y demandas planteadas por mujeres y hombres. • Similitud y diferencias entre ellas. • Estrategias para estimular la participación de mujeres en la toma de decisiones en el proyecto. Objetivos • Solución a las demandas identificadas por mujeres y hombres. • Mejoramiento de la situación de las mujeres con respecto a los hombres. 586
INTEGRACIÓN DEL ANÁLISIS DE GÉNERO...
• Potenciación de la mujer en la toma de decisiones. Resultados • Impacto en mujeres y en hombres. • Perjuicios provocados a mujeres y hombres. • Equidad de los resultados para mujeres y hombres. • Impacto en la posición de las mujeres con respecto a los hombres. Actividades • Participación de mujeres y hombres en la planificación de actividades. • Actividades dirigidas a mujeres y hombres. • Actividades específicas para mujeres. • Actividades específicas para hombres. Beneficios • Equilibrio o desequilibrio en los beneficios para mujeres y hombres. • Beneficios dirigidos a mujeres. • Beneficios dirigidos a hombres. • Transformación de la posición de la mujer con respecto al hombre. Ejecución y seguimiento • Control y acceso de las mujeres y los hombres a los recursos. • Equilibrio del involucramiento de mujeres y hombres en el proyecto. 587
PROGRAMA DE DESARROLLO HUMANO LOCAL
Evaluación • Impacto del proyecto en las condiciones de vida de mujeres y hombres. • Beneficios provocados a mujeres y hombres. • Equilibrio o diferencias en los beneficios provocados a mujeres y hombres.
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¿POR QUÉ ES NECESARIO QUE LOS PROYECTOS TENGAN UNA PERSPECTIVA DE EQUIDAD DE GÉNERO?(*) [fragmento] Lorena Aguilar En los últimos años hemos analizado y evaluado una gran cantidad de proyectos de campo en las zonas rurales de Mesoamérica, los cuales realizaron esfuerzos por incorporar un enfoque de equidad de género. En este proceso hemos identificado una serie de principios, condiciones, estrategias, acciones y procedimientos que han facilitado las iniciativas de desarrollo e impactar sobre las relaciones intergenéricas al interior de las familias y de las comunidades, en búsqueda de la equidad. Este documento es un esfuerzo de sistematización de esos elementos teóricos, metodológicos y prácticos. No es una “receta” para asegurar la incorporación del enfoque de equidad de género, sino que recoge una serie de pre-condiciones que facilitarán incorporar integralmente el trabajo por la equidad y la igualdad, cuando un proyecto va a iniciar su quehacer.
(*)
Tomado del CD “Lo que comienza bien termina mejor”, serie La equidad, Unión mundial para la naturaleza, Fundación Arias para la paz y el progreso humano, Nicaragua. La autora contó con la colaboración de la Red Nacional Hacia la Equidad (REDNA).
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LORENA AGUILAR
A un proyecto o iniciativa que ha sido concebido sin considerar, dentro de sus planteamientos centrales, los objetivos y metas por la equidad de género, le será más difícil incorporar una perspectiva de este tipo. El enfoque o perspectiva de equidad de género no es un “agregado” que se pueda “anexar” o “pegar” a una propuesta previamente elaborada. Sin embargo, cuando el proceso de implementación del proyecto hace notoria la necesidad de considerar las relaciones entre los géneros, y esta necesidad es asumida como un reto por sus integrantes, es factible redireccionar los procesos, en el entendido de que los mecanismos y procedimientos van a variar. La preocupación por los principios de igualdadequidad y la forma en que el proyecto contribuye a su logro, son elementos que deben estar presentes de manera coherente, integral y transversal, en todo el proyecto. La transversalidad (en inglés mainstreaming) significa que se debe prestar atención constante a la igualdad entre mujeres y hombres en las políticas, las estrategias y las intervenciones de desarrollo. Algunos de estos principios son: La transversalidad de género no se asegura solamente con que las mujeres participen en un programa de desarrollo previamente establecido, sino que comprende que tanto las mujeres como los hombres participen en la definición de objetivos y en la planificación, de manera que el desarrollo cumpla con las prioridades y las necesidades de ambos. 590
¿POR QUÉ ES NECESARIO QUE LOS PROYECTOS...
Además, requiere que se haga un análisis del impacto de las intervenciones de desarrollo en las relaciones de las mujeres y los hombres, en todas las áreas del desarrollo social. Es necesario que este análisis se realice antes de que se tomen decisiones importantes en relación con las metas, las estrategias y la distribución de los recursos. La consideración de la transversalidad de un enfoque de género es, desde el punto de vista teórico/metodológico, el aspecto más importante para tomar en cuenta a la hora de elaborar una propuesta de proyecto, por las implicaciones que tiene sobre lo que hay que hacer, para quién lo hacemos y cómo lo vamos a hacer, de forma integral. Muchas de las iniciativas incorporan género como un componente independiente, desarticulado del quehacer del proyecto en sus diferentes áreas, ocasionando que los planteamientos y su tratamiento sean fragmentados. Para otras iniciativas, el análisis de género corresponde a una etapa del ciclo del proyecto, generalmente la de diagnóstico, que no se retoma para definir objetivos, ni para plantear acciones posteriores. Para otras, trabajar por la equidad de género es desarrollar procesos de capacitación, a veces prolongados, sin repercusiones en el desarrollo global del proyecto. Como consecuencia de esta forma de asumir la gestión para la equidad de género, se encuentran presupuestos con montos escasos para estos propósitos, el personal es insuficiente, no siempre se identifican responsables de género y, en consecuencia, las acciones que se promueven son de corto plazo. 591
LORENA AGUILAR
Con este panorama de recursos, los esfuerzos que se realizan no tienen posibilidad de producir impacto sobre las relaciones de subordinación, puesto que no se constituyen en verdaderos procesos transformadores.1 Consideraciones básicas para la transversalidad de un enfoque de equidad de género en una propuesta de proyecto Es indispensable que una propuesta de proyecto que busque tener un impacto en relaciones, acciones y resultados más equitativos tome en cuenta algunos criterios fundamentales, cuya consideración debe reflejarse en todo el accionar del proyecto: • La igualdad de derechos entre hombres y mujeres debe ser uno de los principios centrales del quehacer del proyecto. Las barreras legales, económicas, políticas o culturales que impiden el ejercicio de la igualdad de derechos deben ser identificadas y removidas a través de acciones afirmativas2. En algunos casos, esto implicará que el proyecto lleve a cabo una serie de actividades y 1
L. Aguilar, L. y otras: Género y Figura no son hasta la sepultura: Guía para la construcción de relaciones de equidad en iniciativas de desarrollo sostenible, Ed. Absoluto, UICN, San José, Costa Rica, 1997.
2
Acciones afirmativas son aquellas que se ejecutan o se proponen con el objetivo de que las mujeres puedan alcanzar las mismas condiciones que los hombres, que de otra forma tomarían muchos años (Ej.: capacitación para preparar mujeres para ocupar cargos de dirección).
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¿POR QUÉ ES NECESARIO QUE LOS PROYECTOS...
acciones que les posibilite a las mujeres acceso a información, capacitación y desarrollo de habilidades, con el propósito de que puedan adquirir las destrezas necesarias para participar en igualdad con otros sectores de la población. • Es indispensable que las mujeres sean vistas como agentes activas de cambio. Una de las formas más seguras de contribuir al crecimiento económico y al desarrollo sostenible en general, es invertir en las capacidades de las mujeres y facilitar su empoderamiento para que puedan ejercer sus derechos y hacer valer sus decisiones. Este empoderamiento se sustenta en un poder distinto al poder patriarcal, un poder más equitativo, que incluye y fortalece no sólo a las mujeres, sino también a los hombres. • Es necesario que una de las estrategias del proyecto sea promover y lograr una participación plena, real, activa y de calidad de las mujeres, garantizando para ello los espacios y tomando en cuenta sus aportes. Una estrategia de este tipo debe permitir y promover que las mujeres se involucren en sus propios términos, fomentando procesos de empoderamiento. Los modelos tradicionales de desarrollo, a pesar de haber hecho un esfuerzo por aumentar las posibilidades para mujeres y hombres, utilizan como modelo los sistemas sociales preestablecidos en relación con los ámbitos “femeninos” y “ masculinos”. Esto ocasiona que la oferta técnica que el proyecto plantea, para ambos, refuerce y mantenga los roles tradicionales. 593
LORENA AGUILAR
• Es fundamental que los proyectos ofrezcan elementos de equidad para propiciar la igualdad de oportunidades a mujeres y hombres, para decidir y promover acciones que conduzcan a la participación de ambos en actividades no tradicionales. • Tomar en cuenta que los procesos para el cambio social y cultural, a nivel individual y colectivo de las comunidades, no necesariamente van a coincidir con los ritmos y tiempos establecidos en las metas del proyecto. • Reconocer que a las mujeres, por su doble y triple jornada de trabajo, se les hace más difícil participar en igualdad de condiciones que a los hombres, en las actividades comunales. Por consiguiente, las acciones y estrategias que se vayan a implementar deben, por un lado, tratar de reducir la carga de trabajo de las mujeres y, por otro, adecuarse al tiempo que ellas puedan disponer. • Para lograr un cambio en la posición y condición de las mujeres3 es fundamental involucrar a los hombres. Una de las mayores contribuciones del análisis de género a los proyectos de desarrollo es 3
Condición se refiere al estado material de la mujer y el hombre y a las necesidades prácticas como vivienda, alimentación, ingreso, entre otros. Posición es la ubicación social, cultural y económica de las mujeres en relación con los hombres. Se puede medir por las diferencias salariales entre sexos, vulnerabilidad a la pobreza, entre otros aspectos.
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¿POR QUÉ ES NECESARIO QUE LOS PROYECTOS...
identificar que el problema de la equidad está dado por las relaciones de poder desiguales e inequitativas entre los géneros, lo cual demanda la necesidad de abordar estos temas no solamente con las mujeres, sino también con los hombres. Por lo tanto, es necesario contar con un enfoque orientado a los hombres, con el fin de identificar y abordar las causas estructurales y sistémicas de desigualdad que existen entre los dos géneros. La experiencia ha demostrado que los esfuerzos por enmendar las desigualdades de género, mediante acciones dirigidas exclusivamente hacia las mujeres, podrían resultar en una fuerte reacción negativa de algunos hombres, a menos que se les brinde la capacitación y sensibilización necesarias y se les incorpore en el proceso de cambio (esto no niega la necesidad de emprender algunas acciones o programas dirigidos exclusivamente a las mujeres). Es necesario hacer estos esfuerzos, a fin de demostrar el valor agregado que implica enmendar la desigualdad entre hombres y mujeres, en beneficio del desarrollo social y de los hombres mismos. De igual manera, se debe identificar y brindar apoyo a los hombres aliados a la igualdad. • Antes de iniciar las acciones de trabajo con las mujeres, en una comunidad, es recomendable iniciar con talleres para los hombres, con el fin de desarrollar temas como: identidad masculina, machismo y el derecho de las mujeres a bienes y recursos. 595
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Recomendaciones para incorporar la perspectiva de equidad de género en la formulación de un proyecto La redacción de un proyecto requiere de muchos esfuerzos para definir, con precisión, cuáles son las diferentes etapas por seguir, con el objetivo de alcanzar el impacto deseado. Este proceso demanda un ejercicio de abstracción y síntesis con el objetivo de definir, ordenar y valorar las ideas y la mejor forma de presentarlas. Es responsabilidad de las personas encargadas de formular el proyecto garantizar que los principios de género estén presentes en todo su quehacer, teórica y metodológicamente, para hacer posible la integración transversal del enfoque de equidad, tanto en los fundamentos, objetivos, planes y recursos, como en la estructura administrativa encargada de ejecutar la iniciativa. Una propuesta de proyecto no es sólo un documento diseñado para un donante, sino que es una guía que orienta la ejecución y evaluación de la iniciativa.
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EL GÉNERO EN EL TRABAJO COMUNITARIO(*) [fragmentos] Carmen Nora Hernández Cada vez es más frecuente encontrar, en los proyectos comunitarios, alusiones al trabajo de género donde antes se aludía al trabajo con las mujeres. Sin embargo, una u otra forma de expresar el tema se refiere a cuestiones que son de primera importancia, pero diferentes, y en las cuales, incluso, tenemos motivaciones y experiencias diversas. Vale la pena, entonces, conocer un poco sobre el origen de los debates que fueron tan relevantes en el siglo XX, a partir de los desarrollos teóricos y prácticos que se iniciaron con las luchas de los movimientos feministas desde el siglo XVIII, y han dado lugar a la instalación del tema en el debate cultural de la época. En el ámbito internacional, un hito importante en las conquistas del movimiento de mujeres lo constituyeron la proclamación en 1975, por Naciones Unidas, del Año Internacional de la Mujer y del Decenio de la Mujer (1975-1985), que culminó con la Conferencia Internacional de Beijing, acciones que dieron lugar a sucesivos acuerdos y convenciones suscritas por la mayoría de los estados, comprometidos a luchar contra la discriminación de la mujer y a promover la igualdad de oportunidades. (*)
Tomado de Trabajo Comunitario. Selección de lecturas, Formación de Educación Popular Acompañada a Distancia (FEPAD), Ed. Caminos, La Habana, 2005.
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CARMEN NORA HERNÁNDEZ
Durante esa década, género y desarrollo constituyeron dos conceptos recurrentes en las reflexiones de investigadores, educadores populares, ONGs y agencias que financiaban proyectos comunitarios; sin embargo, las argumentaciones que se aportaban no eran necesariamente coincidentes en contenidos ni en motivaciones. En unos casos se defendía la importancia de las mujeres como fuerza de trabajo para el éxito del proyecto de desarrollo comunitario; algunos advertían, además, las posibilidades de mejorar sus condiciones de vida y las de sus familias por la vía del ingreso económico; mientras que, para otros, lo más importante era aprovechar, en el proyecto, los aportes culturales que las mujeres podían hacer —desde sus conocimientos y experiencias específicas— al desempeño de roles tradicionalmente femeninos. Tal vez el elemento más común en los debates que se produjeron fue el reconocimiento de las condiciones y necesidades diferentes entre las mujeres y los hombres, diferencias que era imprescindible atender para lograr la participación de las mujeres en el desarrollo. Actualmente, en muchos de los discursos que defienden la necesidad de incorporar a las mujeres en programas de desarrollo comunitario, coexisten los dos enfoques que surgieron entonces: Mujer en el desarrollo (MED) y Género en el desarrollo (GED). Los proyectos con enfoque de MED hacen de su centro el trabajo con las mujeres; enfatizan y atienden las necesidades específicas de estas para mejorar su condición de vida. Al dirigir su atención a la satisfacción de necesidades 598
EL GÉNERO EN EL TRABAJO COMUNITARIO
prácticas tales como el empleo, la capacitación, los servicios, la vivienda, el crédito, entre otras, se pretende equiparar las oportunidades de acceder y participar en el desarrollo. El enfoque GED, al propio tiempo que reconoce las desigualdades por condición de género que deben ser atendidas para incrementar las oportunidades de participación de las mujeres en el desarrollo comunitario, focaliza las desigualdades presentes en las relaciones de género y hace énfasis en las acciones necesarias para promover cambios en la subjetividad de todas las personas involucradas en el desarrollo. Cualquiera que sea el enfoque de partida, la preocupación por incorporar una perspectiva de género en el trabajo comunitario asume el reconocimiento de las desventajas culturales que, durante siglos, han tenido las mujeres para acceder al desarrollo de las sociedades y participar en él. En mi opinión, la perspectiva de GED es más abarcadora porque permite ubicar la variable género en la comprensión del conjunto de relaciones sociales que se expresan en la comunidad y sobre las cuales actúa el proyecto comunitario. [...] El género en la investigación social Desde la década del setenta, el género se ha incorporado en la investigación social como una categoría de análisis que se entrecruza con otras, tales como: clase, raza, etnicidad. En la complejidad de relaciones que integran el tejido de lo social, los comportamientos de género, las maneras de 599
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asumirse como hombres o mujeres, las diferencias de gustos y aspiraciones y las relaciones que establecen unos con otras están determinados, también, por la condición de clase, y por la raza o etnia de la que somos parte. La incorporación de la categoría género a la investigación ha contribuido a iluminar este complejo panorama de lo social, dotando a los estudiosos y las estudiosas de un aparato conceptual de análisis. En este esfuerzo se ha operacionalizado la categoría análisis de género. El foco del análisis son las relaciones entre los hombres y las mujeres y su eje es la identificación de las diferencias y desigualdades en estas relaciones. El análisis de género es el proceso mediante el cual se identifican las diferencias y desigualdades en las relaciones entre los hombres y las mujeres, se visibilizan las relaciones de poder y se trazan estrategias para mejorar la posición de la mujer y cambiar las relaciones desiguales. Hay varios niveles de análisis de género, como hay varios niveles de análisis de lo social, en general. Mientras que el análisis de género en el diagnóstico de la comunidad nos ayuda a entender cuáles son las relaciones de poder que existen en esta, el análisis de género del proyecto nos ayuda a visibilizar cuál sería el efecto del proyecto sobre estas relaciones de poder, con vistas a identificar estrategias y desarrollar intervenciones para equilibrar la inequidad existente, o al menos no agravarla. Si no se intenciona la perspectiva de género, muchas veces este efecto permanece invi600
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sible, y no tomamos en cuenta si estamos mejorando o empeorando la equidad entre la población que participa. Componentes de análisis En la literatura sobre el tema se reconocen siete componentes básicos para el análisis de género, estos son: 1. La división sexual del trabajo. Es el punto de partida para identificar las diferencias entre las actividades y los roles en que se ubican las mujeres y los hombres. Esto implica la necesidad de recolectar y analizar toda la información por sexo. Responde a la interrogante: ¿quiénes realizan cuáles actividades? o ¿quiénes se ocupan de qué? 2. El tipo de rol. La teoría de género distingue, en los tipos de trabajo, tres roles: reproductivo, productivo y comunitario. El rol reproductivo son todas aquellas actividades dirigidas a la reproducción de la especie humana: gestación, cuidado de los hijos y de otros, el mantenimiento del espacio familiar (limpieza del hogar y de las ropas de la familia y demás quehaceres domésticos) y la reposición de la fuerza de trabajo (cocción de alimentos para la familia, garantizar el espacio de descanso, etc.). Por tradición, es más frecuente encontrar a más mujeres que hombres asumiendo los roles reproductivos, tanto en el hogar como en los centros de trabajo y en las actividades sociales comunitarias. 601
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El rol productivo se refiere al trabajo, cuyos resultados ingresan fondos o ahorran a la economía familiar, ya sea a través de salarios, de bienes o servicios destinados al consumo familiar y/o a la venta en el mercado. El rol comunitario son las actividades organizativas y sociales que se realizan para el mejoramiento de la comunidad. 3. El acceso y control de los recursos y los beneficios (en el ámbito familiar, comunitario, laboral, del proyecto). Se refiere a indagar en las posibilidades de acceder a los recursos y controlarlos y de qué tipos de recursos disponen hombres y mujeres y a quiénes benefician. 4. La condición y posición. Alude a la situación material de vida. Está directamente asociada a las necesidades prácticas o básicas, tales como el empleo, los servicios para atender las necesidades de la familia (hogares de atención a los niños, comedores escolares, lavanderías, etc.). La posición es el lugar que se ocupa en las relaciones de género; está referida al poder dado por los conocimientos de que se dispone y la posibilidad de acceder a nuevos conocimientos y de participar en las decisiones. Generalmente una posición de privilegio o desventaja en la relación de género está directamente relacionada con la información de que se dispone y con la posibilidad de acceder a nuevos conocimientos y de participar en las decisiones. 602
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5. Necesidades básicas e intereses estratégicos. Las también llamadas necesidades prácticas, como su nombre lo indica, son las relacionadas con necesidades vitales, de sustento material y para el mejoramiento de la calidad de vida. Se satisfacen tanto con actividades de alimentación, salud, ingreso económico, como con servicios que mejoran la realización de las tareas y las condiciones de vida. Los intereses estratégicos son aquellos dirigidos a cambiar la posición que ocupan los géneros en las relaciones de poder. Buscan modificar la relación de desventaja social de las mujeres para lograr relaciones de equidad en la toma de decisiones. Generalmente, las actividades dirigidas a cambiar la posición de la mujer constituyen intereses estratégicos de género, aunque también actividades dirigidas a mejorar la condición y satisfacer necesidades prácticas pueden responder a intereses estratégicos. 6. La calidad de la participación. Es el análisis de las diferencias por género que se dan en la calidad de participación de las personas individuales, los grupos o las comunidades. Este análisis se basa, fundamentalmente, en los datos aportados en los componentes dos y tres, y en su integración cualitativa con el resto de los componentes. La posición desde donde participan las personas, los niveles de involucramiento, los conocimientos que tienen sobre el proyecto, los niveles en que participan, determinan las relaciones que se dan. No es lo mismo participar como activista 603
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comunitario o informante de una investigación, o solo en la ejecución del proyecto, que ser parte en la toma de decisiones. De igual modo, el acceso, uso y manejo de los conocimientos y de los recursos, generalmente, está relacionado con el nivel de participación. En mi opinión, amplios niveles de participación en los procesos generan y crean sentimientos de pertenencia y compromiso de las personas involucradas, de ahí que considero de vital importancia este componente, tanto para proyectos de desarrollo como en investigaciones dirigidas a producir cambios perdurables en las relaciones de género en la comunidad. 7. Potencial de transformación. Si pretendemos influir en las relaciones de género, es importante identificar los factores favorables a la transformación que existen en la comunidad, a fin de potenciarlos con nuestra intervención. Las leyes, la capacitación, la participación equitativa de hombres y mujeres en las decisiones fundamentales, la edad de las personas, los saberes populares, entre otros, pueden constituir factores de apoyo para desarrollar acciones educativas encaminadas a la modificación de la inequidad existente. Como puede observarse en la descripción de los componentes arriba señalados, el análisis de género es un método de investigación cualitativa, que tiene como punto de entrada la desagregación de toda la información por sexo. La información cuantitativa que aportan los diferentes componentes 604
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proporciona un mapa general que describe la situación, pero sólo se puede llegar a conclusiones mediante el análisis interrelacionado o cruzado de sus componentes. Como todo método de investigación cualitativa, tiene una importante dosis de interpretación; de ahí la necesidad de desarrollar procesos de sensibilización y capacitación en género con las personas encargadas de realizar este tipo de análisis. Amén de los criterios de eficiencia que comúnmente se manejan sobre la conveniencia de incorporar a las mujeres en los proyectos de desarrollo y de investigación, intencionar un análisis de género —en sus múltiples interrelaciones con otras variables sociales— abre posibilidades para descubrir e interpretar la diversidad presente en las relaciones humanas. Preguntarse sobre las diferencias de cosmovisiones, conocimientos, representaciones, formas de pensar, sentir y actuar de la diversidad de hombres y mujeres que somos, no es capricho, ni un simple ejercicio de aplicación de una metodología de moda; constituye, a mi juicio, un imperativo de la investigación y de los proyectos sociales, y una cuestión de elemental justicia social.
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GÉNERO Y DESARROLLO. APORTES PARA UN DEBATE(*) [fragmentos] Patricia Ruiz Bravo En 1975 se llevó a cabo la Primera Conferencia Internacional de la Mujer con el objetivo de promover una mayor igualdad entre hombres y mujeres, desterrando la marginación y opresión de la mayoría femenina. Desde entonces, los intentos para que las políticas de desarrollo incorporen a las mujeres como sujetos activos y sean partícipes de los beneficios de los proyectos han sido diversos. En los años setenta, Ester Boserup1 puso en jaque a las Políticas de Desarrollo en boga, al demostrar la importancia de la participación económica de las mujeres y su contribución al desarrollo de las sociedades llamadas “atrasadas”. Su investigación no sólo cuestionó los supuestos teóricos de las concepciones tradicionales de desarrollo que (*)
Patricia Ruiz Bravo: “Género y desarrollo. Aportes para un debate”, ponencia presenta en el Coloquio Internacional “Políticas de Economía, Ambiente y Sociedad en tiempos de globalización. Más de los debates sobre la coyuntura en Venezuela”, Programa Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales, CIPOST – FACES – UCV, Caracas, 14 y 15 de mayo de 2004.
1
Ester Boserup (1970) realizó uno de los estudios pioneros más relevantes a nivel mundial sobre la participación económica de la mujer, en el cual denuncia la invisibilización de sus aportes y el imapcto negativo que esta invisibilización tiene en el diseño e implementación de las políticas de desarrollo.
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ignoraban la participación de las mujeres, sino que puso en tela de juicio el impacto de las políticas de desarrollo implementadas, al desconocer estos aportes. Desde entonces hasta la fecha, la relación entre género y desarrollo ha sido compleja y no exenta de conflictos. Por ello, en las páginas que siguen, nuestra intención es mostrar los aportes que los estudios de la mujer primero y de género después, han ofrecido al debate y a la práctica del desarrollo. Nos interesa analizar la comunicación y los debates ocurridos en estas dos áreas, con el objetivo de poner en claro el estado de la cuestión y las propuestas en curso. La historia previa La década del setenta fue decisiva en la formulación de los enfoques y políticas sobre mujer y desarrollo. 2 Como resultado del trabajo de académicas y profesionales vinculadas a las instituciones del desarrollo, se logró denunciar públicamente la manera en que las políticas de desarrollo que se venían implementando desde las instituciones internacionales, no sólo habían ignorado a la mujer sino que en muchos casos habían tenido efectos negativos y empeoraron el estatus de las mujeres en las zonas que, supuestamente, querían beneficiar. Es en este contexto que surge el primer enfoque que trata sobre el tema 2
Shahrashoub Razavi and Carol Miller: From Wid to Gad, Conceptual Shifts in the Women and Development Discourse, UNRISD, 1995.
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de mujer y desarrollo, nos referimos a las propuestas Mujer y Desarrollo (MED)3. En breve, las propuestas de MED buscaban integrar a la mujer en el desarrollo, con énfasis en dos criterios: eficiencia económica y equidad. Basándose en los estudios realizados en la década del setenta, planteaban que la subordinación de la mujer tenía que verse en el ámbito económico de la división del trabajo y en la exclusión de la mujer del trabajo productivo. Esta exclusión, que afecta valores como la justicia, la igualdad y los derechos, debía ser eliminada. Desde esta lectura, la estrategia se dirige a promover la incorporación económica de la mujer en el mercado del trabajo. Para ello, los instrumentos son las reformas legales —que permitan eliminar las trabas institucionales que discriminan a la mujer— y la modernización educativa, para cambiar la mentalidad tradicional que ve a la mujer como sujeto sin derechos y como menor de edad y sujeta al marido. Con este bagaje, las defensoras de MED se instalaron en las diferentes agencias internacionales de desarrollo y buscaron impactar en los gobiernos y en las políticas de desarrollo, a lo largo de más de una década. En este 3
En inglés es conocido como las políticas WID. Ver Razavi y Miller: ibid., Caroline Moser: La planificación de género en el Tercer Mundo: Enfrentando las necesidades prácticas y estratégicas de Género, en Virginia Guzmán, et. al., (ed), 1991; Lourdes Benería: “Acumulación reproducción y el papel de la mujer en el desarrollo económico. Una revisión de Boserup”, en Magdalena León: Las trabajadoras del agro vol II. Debate sobre la mujer en América Latina, Bogotá, 1982.
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lapso, MED ha ido cambiando y otros discursos han emergido en su interior; no obstante, el discurso predominante ha sido el que enfatiza la importancia que tiene para el desarrollo integrar a las mujeres, definiendo esta en términos de eficiencia económica: integrar a las mujeres supone contar con más recursos humanos, más mano de obra, más producción y más mercado. Se trata, pues, de una racionalidad económica propia de un pensamiento liberal, moderno. Es con esta perspectiva que MED busca “vender” su propuesta a las instituciones internacionales cayendo, sin tal vez proponérselo, en lo que Razavi y Miller llaman “la instrumentalización de la mujer”. El reclamo de la equidad cede el paso a la eficiencia: se ve que la mujer es útil para el desarrollo, pero se deja de lado el derecho de la mujer a participar en el proceso. Luego de varias evaluaciones se determinó que, a pesar de los esfuerzos, MED no había logrado sus objetivos de equidad. […] Las propuestas de género Como respuesta a los enfoques MED4 se pensaron alternativas basadas en las nuevas aproximacio4
Como hemos dicho, el enfoque MED se fue modificando a lo largo de la década. Además del enfoque de la eficiencia y la equidad, Moser y Buvinic señalan el enfoque antipobreza, desarrollado, sobre todo, bajo el influjo de la estrategia de necesidades básicas. Ver Caroline Moser: ob. cit.; Maira Buvinic: Projects for women in the Third World: Explaining their misbehavior,World Development, v, 14, no 5, 1986.
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nes teóricas de género. Autoras como Rubin5, Scott6 y Ortner7, entre otras, mostraron la importancia de las representaciones sociales y la dimensión simbólica en la construcción social de la diferencia sexual y en las relaciones de poder que se establecen entre los géneros. A partir de una crítica a una mirada economicista, se diseñaron propuestas que, sin descuidar la dimensión social y material de la construcción del género, llamaron la atención sobre la dimensión simbólica y sobre la manera en que la cultura representa a los géneros y les asigna posiciones diferentes. Un trabajo pionero para la formulación del enfoque de género y desarrollo fue el realizado por Young y colaboradoras.8 Las autoras critican el enfoque MED por el abandono que hacen de las demandas por equidad y por la preeminencia otorgada a la incorporación económica de la mujer al mercado de trabajo. […] […] Se afirma la necesidad de un enfoque de género que se integre y se nutra del análisis general de la economía, pero problematizando una relación determinista entre ambos. Se trata de tener 5
Gayle Rubin: “La economía política del sexo. Notas sobre el sistema sexo-género”, en Nueva Antropología, no. 30, México, 1986.
6
Joan Scott: “El género, una categoria útil para el análisis histórico”, en Amelang y Nash: Historia y Género, s.n., Madrid, 1990.
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Sin referencia en el original (nota de la ed.)
8
Citado por Razavi y Miller: ob. cit.
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una aproximación más comprensiva y holística, considerando las interacciones entre las relaciones de género y otras formas de exclusión y diferenciación social como pueden ser clase, raza, edad etc. Es en este contexto que se va perfilando el marco analítico conocido hoy como el marco de las relaciones sociales.9 La problemática central de esta aproximación no es la integración de la mujer al desarrollo, sino el análisis de las estructuras sociales, así como los procesos y relaciones que producen e incrementan una posición de desventaja de la mujer en la sociedad. A diferencia del enfoque MED, el núcleo de su argumentación reposa en el análisis del poder y en la dimensión política de la propuesta.10. No se trata de “convencer a las agencias internacionales” de la eficiencia ni la relevancia económica, es más bien un cuestionamiento central a la manera en que está organizada la sociedad y a los valores que suscribe. Por ello, la propuesta no es “incorporar” a la mujer en este “desarrollo”, sino más bien cuestionar las premisas que le sirven de sustento. El hecho de ubicar el análisis de género en diálogo con otras relaciones sociales da pie para cuestionar la imagen homogénea y universalizante de las 9
Este marco ha sido trabajado por Naila Kabeer, quien era también parte del grupo de la Universidad de Sussex. Ver Naila Kabeer: “Planificación y Políticas con conciencia de Género”, en Desarrollo Institucional desde una perspectiva de Género, Itamaratica, Oxfam, 1995.
10
Shahrashoub Razavi and Carol Miller: ob. cit.; K, Young et. al.: Of marriage and the market, London, 1991; Nalia Kabeer: ob. cit.
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mujeres. A diferencia de estas propuestas, lo que se persigue es analizar las diferencias que existen entre las mujeres, considerando un complejo de factores que definen cada situación de manera particular. Un aspecto central en esta mirada es la manera en que se conceptualiza la división del trabajo. A diferencia de los enfoques basados en los roles que definen la división del trabajo como esferas separadas entre hombres y mujeres, en el marco de las relaciones sociales la división del trabajo no es vista como una separación excluyente, sino como un tipo de conexión social que involucra a hombres y mujeres en relaciones de cooperación y conflicto que implican permanentes negociaciones entre los participantes. Esta manera de entender la división del trabajo tiene implicaciones importantes para la planificación y diseño de proyectos de desarrollo. Como señalan Razavi y Miller11: El marco de relaciones sociales intenta demostrar que los aspectos de colaboración y conflicto en las relaciones de género, involucran a hombres y mujeres en un constante proceso de negociación y renegociación. Por tanto, la prioridad para aquellos interesados en mejorar el estatus de la mujer debe ser, entonces, proveer a la mujer de mayores poderes de negociación en el proceso.
Desde esta perspectiva, las acciones de desarrollo deberían estar dirigidas a brindar a las mujeres estrategias que les permitan un mayor empoderamiento, una mayor participación en la toma de decisiones. Es este el punto que tocamos a continuación. 11
Razavi y Miller: ob.cit., p. 28.
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La autonomía y el empoderamiento en las propuestas de género y desarrollo Si para MED la meta era la incorporación de las mujeres al trabajo productivo, para el enfoque Género y Desarrollo el objetivo es cambiar las relaciones de poder entre los géneros. Para ello se requiere transformaciones en la organización de la sociedad y en la asignación de recursos (materiales y simbólicos) pero también, y de manera especial, modificaciones en la manera en que los actores sociales —hombres y mujeres— se definen a sí mismos y se relacionan con los otros. Este proceso socio cultural implica, además, cambios en las subjetividades que reclaman atención y una mirada de largo plazo. En este escenario, las estrategias de “empoderamiento” son vistas como herramientas necesarias en el proceso de cambios. Se trata de promover niveles de decisión que permitan a las mujeres nuevas lecturas de sí mismas y de su ubicación social. Las propuestas de empoderamiento fueron formuladas por un colectivo de mujeres del Tercer Mundo que, desde una crítica a las visiones de un feminismo occidental homogeneizante, buscó formular planteamientos que incluyeran las diferencias de clase y etnia.12 El empoderamiento significa “(si) poder significa control, entonces el empoderamiento es el proceso 12
En el desarrollo del enfoque del empoderamiento ha jugado un papel importante el grupo DAWN (Alternativas de desarrollo con mujeres para una nueva era). Ver Gita Sen y Karen Grown: Development, Crisis and alternative visions. DAWN, Noruega, 1985.
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a través del cual se va ganando control. El verdadero empoderamiento incluye ambos elementos […] En breve, el empoderamiento es visto como una estrategia que implica un proceso de ir haciéndose de este poder. El objetivo es dar poder a las mujeres, pero entendiendo este no como un ejercicio de dominación sobre otros sino en términos de “capacidad de las mujeres de aumentar su auto confianza e influir en la dirección de los cambios mediante la habilidad de ganar el control sobre recursos materiales y no materiales fundamentales” […] Esta manera de concebir el empoderamiento remite a los aportes de H. Arendt cuando, distinguiendo las diferentes formas de poder, llama la atención sobre ese poder para actuar, esa capacidad, esa potencia que permite la acción colectiva: “[el poder] corresponde a la capacidad humana no sólo de actuar sino de actuar en concierto. El poder no es nunca propiedad de un individuo, pertenece al grupo y existe sólo mientras este no se desintegra13”. También encontramos un vínculo con la manera en que Sen plantea el enfoque del desarrollo como el despliegue de las capacidades y la libertad para elegir14. 13
Hanna Arendt: Sobre la violencia, Cuadernos Joaquin Moritz, México, 1970.
14
Amartya Sen: “Capacidad y Bienestar”, en Marta Nussbaum y Amartya Sen (comp.): a Calidad de Vida, Fondo de Cultura Económica, México, 1996; Javier Iguiniz: “Definiciones de Desarrollo y experiencias de género”, en N. Henriquez (ed): Encrucijadas del saber: los estudios de género en las ciencias sociales, PUCP, Lima, 1996.
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Al lado del enfoque de empoderamiento se desarrolla el concepto de autonomía, para enfatizar los procesos que diferentes grupos sociales utilizan, desde posiciones subalternas, para abrirse espacios de participación y modificar su situación de subordinación. […] El concepto de autonomía implica esta capacidad de actuar sobre uno mismo y el poder entendido como capacidad para definir una agenda propia; no habilita a las personas para ejercer poder sobre otros, sino a tener poder sobre sus propias vidas. Es esta autonomía, en tanto proceso, la que interesa promover en los programas y políticas de desarrollo. Creemos que el objetivo de empoderamiento de las mujeres pasa por el desarrollo de procesos de autonomía y de espacios de agencia. El concepto de agencia (agency) nos permite dar cuenta de procesos en los cuales las personas van gestionando su propia vida. Se trata de ver a la mujer como sujeto con posibilidades de actuación, alejándonos de la imagen de la mujer víctima, carente, objeto inerme frente a la opresión. El concepto de agency nos permite hablar del actor, pero también de las circunstancias estructurales que lo constriñen y de las resistencias y alternativas de actuación que se plantea. […] Retomando lo señalado líneas arriba podemos completar nuestro panorama diciendo que, para lograr esta mayor capacidad para actuar sobre las circunstancias que la rodean y sobre sí mismas, 616
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las mujeres tendrán que hacer uso de los recursos potenciales y disponibles que tienen a su alcance. Habrá espacios y dimensiones en los cuales la mujer tiene más recursos que en otros y ello incidirá en su capacidad de actuar (agency)15 y en los niveles de autonomía que genera (poder sobre sí misma). En conclusión, podríamos señalar que los aportes de los estudios de género pueden sintetizarse en los puntos siguientes: 1. Han permitido reconocer los aportes de las mujeres al desarrollo económico, visibilizando áreas productivas y de servicios no consideradas previamente 2. Han ampliado la concepción del desarrollo vinculándolo a las demandas de democracia, equidad y ciudadanía. Al hacer un reclamo por la situación de las mujeres en particular, los estudios de género han llamado la atención sobre otros grupos también excluidos y sobre la importancia de modificar los paradigmas económicos que reducen el análisis del desarrollo a los inidcadores macroeconómicos. 15
La palabra agencia tiene en español una virtud adicional. Nosotros decimos “agenciar” para dar cuenta del proceso de tratar de buscar recursos o mecanismos para lograr algo que, aparentemente, no está a nuestro alcance. Así, por ejemplo, una persona puede no tener carro y necesitar uno para hacer una mudanza, en ese caso se puede decir, voy a tratar de agenciármelo. Implica que la persona llamará amigos, parientes, etc., y que hará lo posible por conseguirlo. En este sentido, la palabra hace alusión a negociaciones, búsqueda, afán de lograr algo que, en primera instancia, está fuera de nuestras manos. Es esta dimensión de no sumisión la que nos interesa explorar.
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DE LAS AUTORAS Y AUTORES1 LORENA AGUILAR. Master en ciencias. Coordinadora del área social para la región mesoamericana en la Unión mundial para la naturaleza (UICN). Es coautora de varios libros, entre ellos, la serie Hacia la equidad. Lo que comienza bien, termina mejor. JUDITH ASTELARRA. Española. Magíster en ciencias y doctora en Sociología por la Cornell University de Nueva York. Se desempaña como profesora titular de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona. LUIS LUQUE ÁLVAREZ.
tud Rebelde.
Cubano, periodista del diario Juven-
SYLVIA BORREN. Holandesa. Es directora ejecutiva de la agencia para la cooperación al desarrollo Novib, reconocida también como Oxfam-Holanda. ÁLVARO CAMPOS. Director del Instituto costarricense para la Acción, Educación e Investigación de la Masculinidad, la Pareja y la Sexualidad (WEM). LILIANA CASANELLA CUÉ. Cubana, filóloga, jefa de redacción de la revista Clave. Trabaja en el Centro Nacional de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana de La Habana. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), autora de numerosas publicaciones y coautora, entre otras, de la mutimedia La encuesta del siglo XX: lo más trascendental de la música cubana.
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De los trabajos recogidos en la presente compilación de bibliografía básica. No incluye a otros y otras cuyos textos hacen parte de la llamada “bibliografía complementaria”.
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TEREZA CAVALCANTI. Brasileña. Teóloga feminista. Ha incursionado en la hermenéutica bíblica desde la perspectiva de la mujer. R. W. CONNELL. Australiano. Sociólogo. Pionero de las investigaciones sobre género. Su libro Masculinities ha sido traducido a cuatro idiomas. MAYRA ESPINA PRIETO. Cubana. Socióloga. Ha realizado estudios sobre la estructura socioclasista de la sociedad cubana. Dirige uno de los equipos de investigación del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, CIPS, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de La Habana. NALÚ FARÍA. Brasileña. Militante feminista. Es coordinadora de Siempreviva Organización Feminista (SOF) y activista de la Marcha Mundial de Mujeres. TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA. Cubano. Es profesor titular adjunto de la Facultad de Ciencias de la Comunicación Social y la de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Estudioso de bibliografía general, bibliografía cubana e Historia social y cultural del negro en Cuba. Es miembro de numerosas asociaciones civiles cubanas, entre ellas la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). IRENE FRIDMAN. Argentina. Es codirectora de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. EVA GIBERTI. Argentina. Psicóloga. Figura reconocida por su labor, aporte teórico y difusión en el tema mujer y los estudios de género. En la actualidad integra el Consejo de los Derechos del Niño, la Niña y la Adolescencia de la ciudad de Buenos Aires. Es docente de postgrado en Violencia Familiar en la Universidad de Buenos Aires.
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NERIS GONZÁLEZ. Cubana. Musicóloga, profesora e investigadora del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana. Dirige el Portal de la Música Cubana, del Instituto Cubano de la Música, e integra la Rama Latinoamericana de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular, así como de la Asociación Internacional para la Educación del Jazz. Preside el Coloquio Internacional del Jazz. JULIO CÉSAR GONZÁLEZ PAGÉS. Cubano. Historiador, actualmente profesor del Instituto de Historia y Filosofía de la Universidad de La Habana. Coordinador de la Red Iberoamericana sobre Masculinidades. GRIZEL HERNÁNDEZ BAGUER. Cubana. Musicóloga, profesora e investigadora. Dirige el Departamento de Desarrollo del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, los equipos que realizan el Diccionario Enciclopédico de la música y los músicos cubanos y el Sello Discográfico “Asere Producciones” de la Agencia Cubana de Rap, género sobre el cual desarrolla sus investigaciones. Pertenece a la Rama Latinoamericana de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular. CARMEN NORA HERNÁNDEZ. Cubana. Psicóloga y educadora popular, integrante del equipo de educación popular del CMMLK y consultora de los temas de género y participación comunitaria. Ha publicado estudios sobre los temas de familia y género. Es coautora de los módulos de la FEPAD sobre Concepción y metodología de la educación popular y Trabajo comunitario. BELL HOCKS.
Afronorteamericana. Importante luchadora social e intelectual de Estados Unidos. Ha publicado numerosos trabajos dedicados al tema de género, en especial su relación con la mujer negra. Es seguidora del pensamiento de Paulo Freire.
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JAMAICA HUTCHINS. Estudiante de la Universidad Estatal de Sonoma, en el Condado de Sonoma, California, Estados Unidos. MICHAEL KAUFMAN. Canadiense. Escritor y experto en temas de género desde hace más de cinco lustros. Fundador y presidente de la campaña del Lazo Blanco contra la violencia masculina. MARCELA LAGARDE. Mexicana. Etnóloga, maestra en antropología. Exponente del feminismo teórico, imparte cursos y conferencias en México, Centroamérica y España. Autora de varios artículos y libros, entre ellos Antropología de los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. MARTA LAMAS. Mexicana. Antropóloga y feminista. Ha publicado varios estudios de género, entre ellos, Cuerpo: diferencia sexual y género, y es compiladora de El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. AURORA LEAL GARCÍA. Española. Es profesora del departamento de Psicología de la educación de la Universidad de Barcelona. DIANA MAFIA. Argentina. Filósofa feminista, directora académica del Instituto “Hannah Arendt” de Buenos Aires. ESTEBAN MORALES. Cubano. Economista y politólogo, doctor en ciencias y profesor titular. Se ha especializado en temas sobre economía y política exterior de Estados Unidos. Trabaja en el Centro de Estudios sobre Estados Unidos de La Universidad de La Habana (CESEU). Ha publicado varios trabajos acerca de la cuestión racial en Cuba.
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SONNIA MORO. Cubana. Doctorada en Historia en la Academia de Ciencias de Cuba, es especialista en estudios de género. Actualmente trabaja en el equipo del Centro de Estudios Martianos. Fue Premio Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en 2004. Es colaboradora del CMMLK. ISABEL MOYA. Cubana, periodista, profesora universitaria. Es directora de la revista Mujeres y de la editorial de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas. Es autora de numerosas publicaciones, entre las que sobresalen “Imagen de la mujer en los medios en la era de la globalización neoliberal” y “De Gutemberg al microchip: rompiendo silencios”. MARLA MUÑOZ. Cubana. Educadora popular. Como asistenta del Programa de educación popular del CMMLK, ha colaborado en la producción de los módulos de la FEPAD. Es coautora del módulo de Trabajo comunitario. Forma parte del equipo de género del Centro y del de la oficina de Ayuda Popular Noruega, APN, en La Habana. MARIANA PESSAH. Argentina radicada en Brasil. Fotógrafa y activista lesbiana-feminista autónoma. Integra el grupo “Mulheres Rebeldes” en Porto Alegre, Brasil. REGINO RODRÍGUEZ BOTI. Cubano, especialista en Psiquiatría y magíster en Sexología. Es autor del libro La sexualidad en el atardecer de la vida. MIRIAM RODRÍGUEZ OJEDA. Cubana. Es vicedirec-tora de la Cátedra de Género, Sexología y Educación Sexual del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona” de La Habana. Es colaboradora del CMMLK.
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YUSIMÍ RODRÍGUEZ LÓPEZ. Cubana. Licenciada en Educación y Lengua Inglesa. Es escritora de ficción. En su narrativa ha abordado los temas de raza y sexualidad. PATRICIA RUIZ BRAVO. Peruana. Doctora en Desarrollo y Ciencias Sociales. Investigadora y docente en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Trabaja los temas Relaciones de Género, Programas y Proyectos de Promoción del Desarrollo, Desarrollo Rural y Cultura y Desarrollo RAQUEL SIERRA. Periodista cubana. Colabora con el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac). JOSÉ MANUEL SALAS. Integrante del equipo coordinador del Instituto para la Acción, Educación e Investigación de la Masculinidad, la Pareja y la Sexualidad (WEM) de Costa Rica. IDANIA TRUJILLO. Cubana. Periodista e investigadora. Editora del boletín Caminos del CMMLK. Ha publicado, entre otros títulos, Cuentos de la Habana Vieja (Madrid y Barcelona, 1997/1998) y Misiones de riesgo (La Habana, 2005). Actualmente investiga el tema género y medios de comunicación. LOLA MARISOL VALLADARES TAYUPANTA. Ecuatoriana. Doctora en Jurisprudencia. Abogada de la República por la Universidad Central del Ecuador, feminista y activista del movimiento de mujeres del Ecuador.
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Bibliografía complementaria1 Del Momento II: LAS RELACIONES DE GÉNERO EN LA VIDA COTIDIANA ÁLVAREZ, MAYDA: La construcción sociocultural de la masculinidad y la feminidad. Papel de la comunicación interpersonal ALLENDE, ISABEL: El sexo y yo LAVALLE, CECILIA: La ciudad de las mujeres- China.
Del Momento III: MASCULINIDAD PAVLOSKY, TATO: El sombrero VARGAS LLOSA, MARIO: Los hombres-mujeres del Pacífico
Del Momento IV: GÉNERO Y DIVERSIDAD ACOSTA, DALIA: Homosexualidad: Nelson Simón, la libertad de reconocerse gay ÁLVAREZ, SANDRA: Palestinos VS ruge leona COLECTIVO DE femeninos
AUTORES:
Aumentan hombres que usan atributos
GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, ALICIA y BEATRIZ CASTELLANOS SIMÓN: La sexualidad y los géneros desde una perspectiva humanística y crítica JIMÉNEZ GARCÍA, EDUARDO: Más relajados, no más tolerantes LAMAS, MARTA: Explicar la homofobia LONGO, ROXANA: De eso no se habla MESA PEÑA, JANET: Transformistas, travestis y transexuales: la construcción de una mujer que también es cubana
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Contenidos en CD.
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MUÑOZ, MARLA: Una conversación inusitada SEVILLA, ALICIA: Lecciones apócrifas SHÜSSLER FIORENZA, ELIZABETH: Los doce y el discipulado de iguales
Del Momento V: MARCAS DE GÉNERO EN PRODUCTOS CULTURALES CUBANOS ABREU BABI, YANELYS y ANETTE JIMÉNEZ MARATA: Rompe el silencio, mujer. Un análisis léxico-semántico sobre la mujer en el rap cubano CÉSPEDES, SANDRA: Uso no sexista del lenguaje DIÉGUEZ, DANAE C.: El cine de mi casa es… macho, varón masculino. GALEANO, EDUARDO: Diosas y reinas IZQUIERDO MILLAR, INÉS: Mujer que sabe latín… (El sexismo en el lenguaje) LÓPEZ DIEZ, PILAR: La violencia de género en los medios MOYA, ISABEL: Viaje a la semilla __________: Sobre una gorda sin sentimientos, la devoradora felina y otras especies PFLIDERER, ELSA: El cuerpo y el poder RIVERA, YAIMA: Género y medios de comunicación: asumiendo el reto
Del Momento VI: VIOLENCIA DE GÉNERO ARTILES
DE
LEÓN, ILIANA: Obstáculos que no permiten ver
Edith Trinquete, Dixie: Cuba: en busca de un arte contra la violencia FERNÁNDEZ RIUS, LOURDES: ¿Violencia invisible o el amor como dolor y malestar?
HERNÁNDEZ PITA, IYAMIRA: Homofobia: una forma de violencia PEKER, LUCIANA: Cuerpos revolucionados. Entrevista a Mariela Castro. PROVEYER CERVANTES, CLOTILDE: La violencia contra las mujeres en Cuba. Datos y reflexiones
Del Momento VII: FEMINISMO: HISTORIA, TEORÍA Y PRÁCTICA ALFONSO GONZÁLEZ, GEORGINA y GILBERTO VALDÉS GUTIÉRREZ: La dominación invisible CURIEL, OCHY: Aproximación al análisis de estrategias frente al racismo. La lucha política de las mujeres DE BARHIERI, TERESITA: Algo más que las mujeres adultas. Algunos puntos para la discusión de la categoría género desde la sociología FEDERICO, SYLVIA: Límites del feminismo metropolitano. Cuando los movimientos feministas se hacen cómplices de las políticas antifeministas FLASER, NANCY: ¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas en torno a la justicia en una época postsocialista FONTELAS ROSADO NUNES, MARÍA JOSÉ: Género, saber, poder y religión GOMÁRIZ, ENRIQUE y ÁNGELA MEEMTZEN: Sobre la definición de democracia de género GONZÁLEZ PAGÉS, JULIO CÉSAR: Feminismos y masculinidades: ¿Mujeres contra hombres? KOROL, CLAUDIA: La educación como práctica de la libertad. Nuevas lecturas posibles LAMAS, MARTA: La antropología feminista y la categoría género MAYOBRE, PURIFACIÓN: Decir el mundo en femenino
MORO, SONNIA: Sufragismo y feminismo en Cuba PLATERO, RAQUEL: La sexualidad como problema político TRUEBA ATIENZA, CARMEN: La identidad de género. Un debate interdisciplinar.
Del Momento VIII: EL ANÁLISIS DE GÉNERO EN PROCESOS Y PROYECTOS COMUNITARIOS DELGADO, SANTIAGO (compilador): Algunas técnicas para procesos de sensibilización de género con grupos ______________________: Modelos de recepción de información para análisis de género FLEITAS RUIZ, REINA: El enfoque transversal de género al desarrollo humano.