Filosofia Para El Fin De Los Tiempos

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La pequefia batalla de las fechas está ya decidida para el sentir cornúm. El nuevo milenio aparece en el 2000, a pesar de todas las sencillas cuentas que lo desplazan en un En esta fecha en la que ya entramos, unos pocos se aterrorizan (o albG:rozan) ante la fe final, mientras que aterrorizan

(ya sin alb0rozo alguno) a los más, incomodados en su

seguridad de que no va a pasar nada. Q'uizá lo más temole seria es0; que nada pasara, manto universal de mediocridad se extendiera s0bre la :faz die la tierra, curados ya

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espant0 o la esperanza. Pasa el tiem1!>01 pasatt las�sas y10s hombres. Pero si ni a

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hombres les pasara ya nad!a, ¿pasanía de verdad el tiemp0,

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mas bien se pudriría en

remanso de los siglos, como una ciénaga? En tanto, una red universal se extiende pqr el pltm.etj, la;;dendo Mundo. ta técnica tomado en íemol0gía: ahora es el lógos �ísmo, la palabr-a, las cuentas. y �os cuentos hombres lo te�o11ifkado. Entretejidos en esa malla, resurgen 0'bstenl5"s y tiernos, los .-�.oc_,,. 1111

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b,ibido s y ent¡uistados 0mo frustraciones,lo"s dón tÍe �Jamantes perfiles según el consum�), géneros. E1 viej�l

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ij¡ltcvs• 'lie i,iversidadiA�tt(inbm¡,_�, rid. Es un estudk.1111ulrl

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Colección dirigida por

Félix Duque

Félix Duque

Diseño de cubierta Sergio Ramírez

FILOSOFÍA PARA EL FIN

LOS TIEMPOS

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art.

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del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una obra

TECNOLOGÍA

Y

APOCALIPSIS

literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.

© Félix Duque,

2000 2000 Foresta, 1

© Ediciones Akal, S. A., Sector

28760

Tres Cantos

Madrid - España

91 806 19 96 91 804 40 28 ISBN: 84-460-1355-X Depósito legal: M. 33.300-2000 Tel.: Fax:

Impreso en MaterPrint, S. L. Colmenar Viejo (Madrid)

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PRÓLOGO Desde la perspectiva de la naturaleza, nada más fácil que morir. En cambio, el hombre occidental y moderno (si se admi­ te la redundancia) se las ha dado de animal astutamente olvi­ dadizo ele su origen, ele mortal que reniega de serlo, dedicán­ dose a interponer toda suerte ele artificios y artefactos entre él y su entorno (ya este mismo término indica la vanidosa hincha­ zón ele quien se considera el centro, abarcando con su vista el horizonte), creyéndose así a salvo .. . por el momento. E incluso ha intentado domar al momento mismo, convirtiéndolo en va­ cía intuición r�onótona y uniforme, en un tedioso "punto-ahora" indefinidamente repetido. Y con ese tiempo "objetivo", astronó­ micamente medido y visto como imagen ele lo eterno, ha pro­ cedido a otorgar peso y medida a todas las cosas, convertidas en ocasiones, en pretextos para su "lucimiento" («circunstancias", las llamaba Ortega) . Allí donde el hombre no lograba aún im­ ponerse, ni en poder ni en saber, allí estaba un «Dios" confec­ cionado también él a la medida de los sueños del hombre: un Dios "ayudante", que le echara una mano donde él no llegara . Es extraño. Cuantos más golpes ha recibido la prepotencia del hombre moderno -de Copérnico a Marx, Nietzsche y Freud-, tanto más ha crecido la "astucia de la razón", corrobo­ rándose, dándose la razón a sí misma, hasta acabar transfor­ mando todo lo natural en una gigantesca fábrica. Fábrica, hoy, ele elaboración ele transmisiones e informaciones, como si el hombre hubiera conseguido tornarse en ese ser etéreo e in­ consútil que nos prometieran los Padres de la Iglesia para "eles5

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pués": cmpus gloriosum tejido de vibraciones electrónicas . Triunfo de la Tecnología, en la que los tiempos del hombre y de las cosas se diversifican al trabarse, se dispersan cuando se congregan, existen sólo por girar vertiginosamente en la má­ quina de máquinas: Internet, expandida planetariamente como u na red tan amplia como el mundo. O mejor: como una red que hace Mundo. Pero los peces recogidos en esa red tienen un sabor sala­ do, acre y un tanto pegajoso. Es el sabor ele la sangre y de la tierra , transportado en esas ..autopistas de la información" por las que elatos bancarios, fluctuaciones del mercado bursátil, anuncios variopintos de compra-venta y comunicaciones cien­ tíficas se entreveran, tiñen y contagian de las frustraciones des­ tiladas por una carne que, lejos ele ser "demasiado sólida" (como se quejara el orondo Falstaff), es más bien flu ida y vis­ ceral. No se ha cumplido la profecía heideggeriana , según la cual la cibernética sería la metajfsica ele nuestro tiempo de in­ digencia . Al contrario, cibernética y metafísica han saltado he­ chas añicos al contacto con esa carne revuelta. Internet: mer­ cado ele muchos sueños prohibidos. La supuesta culminación ele la metafísica conlleva su estrepitoso fracaso: el anhelo ele pureza cristalina, cantado en el Apocalipsis ele Juan y recogi­ do e n la Science Fiction ele los años sesenta y setenta, se ha fragmentado al igual que un cristal sometido a la intemperie, hiriendo con sus aguzadas aristas a quienes se figuraban ser puros portadores ele sistemas alfanuméricos y de gráficos (al fin, una más refinada versión ele la pesadilla fascista , que pre­ tendía hacer del hombre un "portador ele valores eternos·.). Éste no es solamente nuestro mundo; es, por vez primera, el Mundo, si por tal entendemos la ordenación precaria del desorden (ordenación que preserva, ya no en su interior, sino en su propia salida a escena la confusión antigua). Caosmos: libertad como flor necesaria del azar, universalidad refractada en caleicloscópicos individuos. Es l a belleza del caos ahora por fin emergente , como u na superficie pantanosa en la que el cielo, abajánclose, se hubiera adherido (¡no reflejado!) a la su­ perficie ele las aguas: u n cristal ya no espejo, por el que se es­ parce también tensamente, tersamente el limo ele los fondos ascendidos. Inferos y Supe1'0S, vibrando al u nísono en la pan6

t a lla del ordenador. Narciso se miró en esas aguas y confu n­ dió su imagen con la de Medusa. Pero ahora las serpientes q :1e coronan la mutilada cabeza han inoculado su veneno jo­ . vtal a la pteclra y la han hecho viva, haciéndonos así revivir. No es Dionisos, no es la tragedia lo que comienza ahora , sino Proteo con su danza tambaleante. Proteo, la vieja divini­ dad marina que cambiando, descansa. Tampoco se abren ahora para nosotros las Puertas del Milenio, anunciando no sé qué nuevo Oriente (o al contrario, introduciéndonos en la ancha fosa del Fin) . Más bien empezamos ahora a entrever, a través ele los vanos en los que se troquelan y trocean nues­ tras vidas, recovecos, recodos, bifurcaciones y escisiones en los que la cruz se hace cruces . No se avecina el Fin ele la His­ toria, ni el Fin del Tiempo, sino elji'n de los tiempos. Mas no para arracimarse en el panorama inmenso ele u n tiempo con­ vertido en Espacio Universal, sino para entregarse unos tiem­ pos -henchidos- a otros, para transmutarse los unos en los otros, como voz ele muchas aguas en las que se cuentan his­ torias y trabajos ele amor perdidos, abriendo espacios ele ex­ trati.eza: ele alteridad consentida y compartida. No el delirio báquico, del que resulta la transparencia u niversal del saber absoluto, sino la condolencia entre mortales conectados en la interfaz elec�rónica. Que también el acero se fatiga . También en el silicio se agaza el recuerdo ele la arena primordial. Tam­ bién, en fin, la filosofía sigue siendo lo que su nombre dice: nada más que tensión hacia el saber. Hacia el saber ele nues­ tra humilde jznitud, pues que ella, la tensión filosófica, viene del humus y se alza -aliento ele la tierra- como una efímera atmósfera ele diálogo, en el que se recoge y se da la palabra. También y sobre todo la palabra citada ele los muertos. Desde la perspectiva de la naturaleza, nada más fácil que morir. Desde la ele los hombres, nada más difícil que saber vi­ vir, con toda la muerte a cuestas. Con la muerte c�jena, con la muerte del "extranjero" que también habremos sido (en futu­ ro perfecto) nosotros para nosotros mismos. )/

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