Fememino y masculino : una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias
 9788481646894, 848164689X

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h e m e n in o lí'OSK m MI K \RO

i.honahdo ko¡ \ , .

En el inicio del n u ev o m ilen io , el ser h u m a n o h a tra s­ p a sa d o u n u m b ra l decisivo: la su p erv iv en cia de la es­ p ecie re q u ie re u rg e n te m e n te u n a c o n cien cia p la n e ta ­ ria q u e in teg re en sí el c u id a d o , la so lid a rid a d y la d isp o sició n a c o m p a rtir la v ida y los b ienes de la T ie ­ rra. En esta co n cien cia, q u e co in cid e co n el final del ciclo h istó ric o del p a tria rc a d o , alie n ta la n ecesid ad de u n n u e v o n a c im ie n to de la h u m a n id a d desde la in te ­ g ració n del p rin c ip io m ascu lin o co n el fem en in o . Los d o s te x to s q u e fo rm a n este lib ro so n u n a bu en a m u e stra de esa co m p le m e n ta rie d a d . Su o rig e n p rim e ro está en el e n c u e n tro de R ose M a rie M u ra ro co n L eo ­ n a rd o B off en los añ o s se te n ta . En esa d é c ad a n acie ­ ro n en B rasil, en las m an o s de los a u to re s, los do s m o ­ v im ie n to s sociales m ás im p o rta n te s del siglo X X : el m o v im ie n to fem in ista y la te o lo g ía de la lib eració n . In ­ cluso re c o rrie n d o cam in o s d istin to s, y d esd e sus d iscu ­ siones en to rn o a la se x u a lid a d y la p o lític a del c u e rp o , am b o s v en en las re lacio n es de g é n e ro el suelo n u tr i­ cio en el cual p u e d a a rra ig a r u n o rd e n social m en o s v io le n to y m ás ju sto y so lid ario .

Fem enino y M asculino U na nueva conciencia p ara el en cu en tro de las diferencias L eonardo Boff y Rose M arie M u raro Traducción de María José Gavito M ilano

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C O L E C C IÓ N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S S e r i e R e li g i ó n

Titulo original: Feminino e masculino: urna nova consciéncia para o encontro das diferengas © Editorial Trotta, S.A., 2004 Ferraz, 55. 28008 Madrid Teléfono: 91 543 03 61 Fax: 91 543 14 88 E-mail: [email protected] http://www.trotta.es © Leonardo Boff y Rose Marie Muraro, 2002 © María José Gavito Milano, 2004

ISBN: 84-8164-689-X Depósito Legal: M -l 1.808-2004 Impresión Marfa Impresión, S.L.

C O N T E N ID O

Introducción...........................................................................................

11

L A N U E V A C O N C IE N C IA

1. 2. 3. 4. 5. 6.

El género en la crisis de la cultura dom inante y en el surgi­ m iento de un nuevo paradigma civilizacional La mem oria sexual: base biológica de la sexualidad humana . La construcción histórico-social de los sexos: el g é n e r o .......... D e la diferencia sexual a la reciprocidad p erso n a l..................... La sexualidad com o estructura ontológica del ser humano .... El hombre, la mujer y D i o s ................................................................

17 24 37 48 53 66

P U N T O D E M U T A C IÓ N

7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18.

Los sistemas sim b ólico s...................................................................... Vida y muerte: el ser in acab ad o...................................................... El deseo inm ortal.................................................................................. Las fases de la libido: el nacim iento de lo masculino y de lo fem enino ................................................................................................ La sexualidad masculina: cóm o se fabrica un a lm a .................... El m undo com o proyección del cuerpo erógeno del hombre La sexualidad femenina: cóm o se fabrica un cu erp o................. El m undo com o proyección del cuerpo erógeno de la mujer . La incom patibilidad entre el hombre y la m u jer........................ La incom patibilidad entre la mujer y el h o m b re......................... El cuerpo que sublima versus el cuerpo que goza ...................... La fabricación del in co n scien te.......................................................

91 94 99 104 109 116 120 127 134 142 152 159

19. 2 0. 21. 22. 23. 24.

La fabricación r I» ’.r ■n .il u i-'iI ............ Sexualidad, saber y p o d e r ..... .................. C onciencia y transform ación........... . .................. El an d rógin o ........................................ ,............. El fin de la historia................................................................................ En fin, por un nuevo orden sim b ó lico ............................................

166 171 177 184 190 197

Conclusión ..........................................................................................................

199

N O T A DEL E D IT O R

La edición co n ju n ta de L eonardo Boff y R ose M arie M u ra ro va m ucho más allá de la sim ple conjunción de dos textos de autores distintos. C o m o au to res objetivan resultados idénticos, aunque cru ­ cen cam inos diferentes. C o m o p ersonas dan su testim onio y se com ­ p ro m e ten en m ovim ientos sociales a favor de los excluidos y de las m ujeres. Y ven princip alm en te la sexualidad y el género com o los pu n to s básicos de los cam bios necesarios p ara m ejorar la convivencia personal e n tre hom bres y m ujeres y p a ra establecer un nuevo o rd en social más justo, m enos v iolento y sobre to d o solidario. En la p a rte inicial de este libro L eon ard o Boff hace u n a sinopsis de gran estilo sobre la sexualidad desde los prim eros seres vivos hasta la actualidad. Su te x to — y esto n o es coincidencia— es el de un hom bre que vive su m asculino. El es teó rico , generalizante, p ero a diferencia de otro s hom bres, vive tam bién su fem enino de la m anera más p rofunda. Un escrito lleno de te rn u ra y am orosidad, bien d istinto del de cual­ quier o tro p ensador. Rose M arie M u raro , p o r su p arte, p ro c u ra en tra r en lo concreto y en el detalle, com o hacen las m ujeres, p ero n o se q u eda solam ente en lo em pírico, p o rq u e com o m ujer es capaz de cuestionar las grandes teorías patriarcales. Así, sin p o nerse de acuerdo, se m antiene en tre am bos un enorm e equilibrio: L eo n ard o a p o rta principios fundam entales a lo con creto y lo co tid ian o , y Rose, lo co n creto y lo cotid ian o a los p rincipios fu n d a­ m entales.

En lugar de ser tlivci>irniri c itrin o » i|uc umbos textos convergen n atu ralm en te en tre sf en p ro p o n er un n u nuiu en el cual hom bres y m ujeres no sean más extrañ o s el u no para el o tro , sino com pañeros y com pañeras. En sum a, am bos nos alertan y nos hacen ver el actual p u n to de m utación de la especie hum ana, que con to d a seguridad d ará inicio a u n a nueva conciencia.

Introducción LO M A SCU LIN O Y LO F E M E N IN O E N LA NUEVA C O N C IE N C IA

¿Por qué este títu lo si existe desde hace siglos un n ú m ero increíble de obras sobre lo m asculino y lo fem enino? Porque en este principio de m ilenio la h u m an id ad está en un p u n to de m utación originado p o r la aceleración tecnológica y, con ella, la aceleración histórica. Y estos puntos de m utación son raros en las especies biológicas. En la especie hum an a hubo un p rim er p u n to de m utación cuando los hom ínidos se sep araro n de los prim ates hace más de dos m illones de años y se inició la Prehistoria. El lento d esp ertar de la anim alidad a la hu m an id ad llevó más de un m illón y m edio de años. Las prim eras culturas fueron recolectoras. En ellas el p rim ate/ h um ano adquiere la posición erecta y com ienza a desarrollar su córtex cerebral con las prim eras conquistas tecnológicas. H ace ap ro x i­ m adam ente q u inientos mil años se dio u n segundo p u n to de m utación cuando el ser h u m an o inventó el hacha y la p ied ra tallada y aparecie­ ron las sociedades cazadoras, creadoras de nuevas y diferentes estruc­ turas psíquicas y colectivas. El tercer p u n to o cu rrió hace unos diez mil años, precip itad o p o r la invención de m étodos p ara fu ndir los m etales y p o r la creación de la agricultura, o casionando el fin del estadio nóm ada y la form ación de aldeas, estados e im perios, en el sentido antiguo del térm in o . N u evam ente la especie m uda de estadio, se instauran form as m ás elevadas de relación con el m edio am biente y entre los seres hum anos y b ro ta una nueva conciencia. El salto siguiente se dio hace unos trescientos años con el surgi­ m iento de la civilización urbano-in d u strial, que p ro v o co una enorm e aceleración de los inventos científicos y tecnológicos, una organiza­ ción social m ás com pleja y la individualización de la conciencia.

En to d as estas etapas em ergió »imultitiic,imcntc la espiritualidad, la capacidad del ser h um ano de c n ltiu ic isc .1 sí m isino en el conjunto de los seres y de descifrar el vinculo que lo li^.i y religa al universo y a la Fuente originaria de to d o ser.

La nueva conciencia P ero sólo recien tem en te, desde finales del siglo XX y principios del siglo XXI, pod em o s hablar realm ente de la em ergencia de una nueva conciencia. La aceleración histórica y la tecnología se han vuelto incontrolables e im previsibles. M ás del 9 0% de todas las grandes invenciones de la h u m an id ad han sido realizadas en los últim os cien años. La h u m an id ad cam inó así desde u n a lenta escalada hasta una aceleración explosiva, principalm ente después de la invención de las tecnologías electrónicas, la principal de las cuales, el o rd e n a d o r, ha dad o origen a la Segunda R evolución Industrial. Estam os viviendo p o r lo ta n to un «punto de m utación» de nuestra especie, cread o r de una nueva conciencia y de nuevas estructuras hum anas. Tal vez sea el más p ro fu n d o de todos y tan radical com o el que nos tran sro rm ó de anim ales en seres hum anos: en los com ienzos, integrados enHa naturaleza, los seres hum anos tam bién estaban in te­ grados en tre sí. Las relaciones en tre los grupos eran solidarias y se co m p artían los bienes y la vida. C o n las sociedades cazadoras se instau raro n las prim eras relaciones de violencia: los más fuertes c o m en z aro n a d o ­ m inar y a ten er privilegios y el m asculino em pezó a ser el género pred o m in an te. La h u m an id ad pasó de la conciencia de solidaridad a la conciencia de com petición. Al iniciarse el p e rio d o historico la relación señor/esclavo se con­ solida com o rutina. En aquel m om ento significaba m atar o m orir, invadir o ser invadido, expandirse o perecer. Y así se ha venido haciendo la historia hasta hoy y con ella las relaciones de violencia con el m edio am biente. C o n la Segunda R evolución Industrial se aceleró m uchísim o el calen tam ien to del clim a, el d erretim ien to de los cascos polares, el saqueo de los recursos naturales, el agotam iento de las fuentes de energía no renovable, el despilfarro del agua, las innum erables espe­ cies en vía de extin ció n , to d o generado p o r la aceleración tecnológica con conciencia com petitiva. Si no se revierte esta tendencia globalizada de violencia y destrucción, los geólogos co n cuerdan en que des-

pués del añ o 2 0 5 0 habrem os sobrepasado el p u n to de reto rn o y será extrem ad am en te difícil revertir el p roceso de destrucción. Por eso, com o especie, estam os e n tra n d o en un nuevo um bral. O nos parim os com o o tra especie hum ana, con o tra conciencia, o perecerem os. N o hay térm in o m eaio. En esta fase se hace m ucho más urg en te que en o tras u n a espiritualidad que ponga la vida en el centro de sus preocu p acio n es, la vida con su espléndida diversidad, el futuro com ún de la T ie rra y de la h u m anidad, y tam bién el cuidado con to d o lo que existe y vive. D ios em erge desde d e n tro del p roceso cosm ogénico com o aquella energía m isteriosa que o rd en a to d o a p a rtir del caos, com o aquel Espíritu de te rn u ra y de vigor que hace convergir to d o hacia form as cada vez m ás com plejas, conscientes y co-responsables. Esta nueva conciencia necesita ten er en su m édula la noción de cuidado, de solidaridad, de co m p artir la vida y los bienes de la naturaleza, crean d o p ara eso nuevas estructuras socioeconóm icas, políticas y espirituales. E ntonces h ab rá una v erd ad era m utación hum ana, que no será so­ lam ente individual o colectiva, sino tam bién p lanetaria. N o sólo tec­ nológica, social y cultural, sino p ro fu n d am en te espiritual. Al respecto recordam o s la película 2001, una odisea del espacio, de Stanley Kubrick. En la p rim era escena un prim ate toca un m o n olito llegado del espacio y se convierte en ser hum ano. En la últim a escena un hom bre muy viejo, cercano a la m uerte, repite el gesto y se tran sfo rm a en un feto cósm ico. Esta intuición tal vez sea la única que p ued a salvarnos.

Lo masculino y lo femenino C ada fase hum ana tiene una relación m asculino/fem enino específica. Y p o r lo que hem os visto fue en la fase más larga, aquella que du ró un m illón y m edio de años, d o n d e se vivieron las relaciones de arm onía y equilibrio con la naturaleza que todavía están presentes hoy — y lo estarán p a ra siem pre— en nuestro inconsciente. C o n trariam en te a lo que cree el pen sam ien to p atriarcal, la verd ad era adaptación de la hum anid ad no se hizo p o r la violencia, se hizo p o r la solidaridad. La violencia es m uy reciente en la historia evolutiva hum ana. T an verdad es esto que el más im p o rtan te m ito hum ano, que to d as las religiones sitúan antes o después de la m uerte, es el del paraíso perdido. En aquella fase, hom bres y m ujeres vivían in tegradam ente. Las relaciones eran igualitarias, y la m ujer estaba considerada más próxi ma a los dioses p o rq u e de ella d ependía la reproducción de la especie

E n to n ces lo s p rin c ip io s m a sc u lin o y fe m e n in o — J u ra n te u n m illó n y m e d io d e a ñ o s— g o b e r n a ro n ju n to s el m in u lo .

C o n las sociedades cazadoras com icn .m las relaciones de fuerza y lo m asculino, que pasa a ser el gén ero p red o m in an te, se volverá hegem ónico a lo largo del p erio d o histórico ¡m ondo hace ocho mil años, cu a n d o destina p a ra sí el dom inio público y para la m ujer el privado. La relación hom bre/m ujer pasa a ser de dom inación y, de ah o ra en ad elan te, la violencia será la base de las relaciones en tre los grupos y e n tre la especie y la naturaleza. U nicam ente el principio m asculino gob iern a entonces el m undo. Al final del siglo XX, con la Segunda R evolución Industrial, la m ujer e n tra en el dom inio público p o rq u e el sistem a com petitivo hace más m áquinas que m achos. Al com enzar el siglo XXI las m ujeres son prácticam en te el 5 0 % de la fuerza de trabajo m undial, o sea, p o r cada hom b re que trabaja, tam bién trabaja u n a m ujer. E sto, p o r lo m enos teóricam ente, está cerrando un ciclo de la historia: el ciclo patriarcal, que se abrió en el p erio d o histórico ju nto con la sociedad esclavista, cuando las m ujeres fueron reducidas a su función p ro cread o ra. H o y ellas traen al sistem a p roductivo y al Estado algo radicalm en­ te nuevo. U nicam ente el hom bre se volvió co m petitivo p o rq u e se destinó al d o m in io público. La m ujer en el dom inio de lo privado conservó los valores de la solidaridad y del com partir. D urante m ilenios ha sido educada p ara el altruism o y el cuidado, pues si el bebé n o tu v iera a su disposición a alguien to talm en te altruista, no d u raría ni siquiera un día. A ctualm ente la m ujer trae los nuevos/arcaicos valores sim bólicos de so lid arid ad de la fam ilia al sistem a p ro d u ctiv o y al Estado. De esta m anera la e n tra d a de la m ujer en el dom inio público m asculino es condición esencial p ara revertir el proceso de destrucción. Esto está ya tan claro en la conciencia colectiva que las N aciones U nidas — a través del F ondo de las N aciones U nidas p ara la pobla­ ción, FNUAP— com ienza así su inform e oficial del año 2 0 0 1 , el p rim ero de este m ilenio: «La raza hum ana viene saqueando la T ierra de form a insostenible y d ar a las m ujeres m ás p o d er de decisión sobre el fu tu ro p u ed e salvar al p lan eta de la destrucción». Este libro es una p eq u eñ a colaboración en ese sentido, ya que lo m asculino y lo fem enino tienen que integrarse ah o ra m uy p ro fu n d a ­ m ente si q u erem o s sobrevivir. R o se M

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L eo n a r d o B o ff

LA NUEVA CO N CIEN CIA

Leonardo Boff

EL G É N E R O EN LA CRISIS DE LA CULTURA D O M IN A N T E Y EN EL SU R G IM IE N T O DE U N N U EV O PARADIGM A C IV ILIZA CIO N A L

La hu m an id ad está pasan d o innegablem ente p o r u n a crisis que toca los cim ientos de su subsistencia en la T ierra. En m om entos así nos sentim os urgidos a sum ar fuerzas y a identificar fuentes de inspiración que p u ed an salvarnos. U na de estas fuentes es, sin duda, la cuestión de género, que debe volver a ser visitada con reno v ado interés. Pero antes de com enzar n u estra reflexión, conviene que definam os lo que en ten d em o s p o r género (gender en inglés). Esta categoría fue in tro d u ­ cida en el siglo pasado, a p a rtir de los años ochenta, especialm ente p o r las fem inistas del área anglosajona, com o u n avance sobre las discusio­ nes an terio res que se afirm aban sobre la diferencia en tre los sexos y en los princip io s m asculino y fem en in o 1, dejando a un lado la cuestión de

1. A lg u n o s títu lo s d e referen cia para la c u e stió n d e g é n e ro : J. W . S cott, «G en ­ der: an U se fu l C a te g o r y o f H isto r ic a l A nalysis», e n G e n d e r a n d th e P o litic s o f H is to r y , C o lu m b ia U n iv ersity Press, N e w Y ork, 1 9 8 9 , pp . 2 8 - 5 0 ; o , e n p o r tu g u é s, G é n e ro : urna c a te g o ría ú til p a ra a a n d lise h istó ric a , S .O .S C o r p o , R ecife, 1 9 9 6 ; S. S ch a ch t y D . H w ing, F e m in is m a n d M e n , N e w Y ork U n iv ersity Press, N e w Y o r k /L o n d o n , 1 9 9 8 ; J. S. H ccles, « G en d er R o le s and A c h ie v e m e n t Patterns», en J. M . R ein isch y o tr o s, M a sc u lin ity lF e m in ity : B asic P e rsp e c tiv es, O x fo r d U niversity Press, N e w Y ork , 1 9 8 7 , p p . 2 4 0 ­ 2 8 0 ; K. B. H o y e n g a y K. T . H o y e n g a , G e n d e r-R e la te d D ifferen ces: O rig in s a n d O u tc o m e s, A llyn 8c B a co n , B o sto n , 1 9 9 3 ; C . W e e d o n , «T h e P r o d u ctio n and S u b versión o f G en d er: P o stm o d e r n A p p ro ch es» , en F em in ism , T h e o ry a n d th e P o litic s o f D ifferen ce, B la ck w ell, O x fo r d /M a ld e n , 1 9 9 9 ; L. Irigaray, L e te m p s d e la d iffére n c e: P o u r un e r é v o lu tio n p a c ifiq u e , B ib lio E ssais, Paris, 1 9 8 9 ; F. H éritier, M a sc u lin o /F e m e n in o : e l p e n s a m ie n to d e la d iferen cia , A riel, B a rcelo n a , 22 0 0 2 ; T . L aqueur, L a c o n s tru c c ió n d e l s ex o , C áted ra , M a d rid , 1 9 9 4 ; F. G ir o u d y B .-F. L évy, H o m b r e s y M u jeres, T em a s de H o y , M a d r id , 1 9 9 3 ; T . Silva (e d .), ¡ d e n tid a d e e d ife r e n fa , V o z e s , P e tr ó p o lis, 2 0 0 0 ; L. S. O liv e ir a , M a sc u lin id a d e , fe m in ilid a d e e a n d ro g in ia , A ch ia m é, R io d e Jan eiro,

p o d e r que subyace en el prism a m asculino an drocentrism o— de casi to d a s las form ulaciones teóricas y de las iniciativas prácticas concern ien tes al tem a hom bre/m ujer. Pero no basta co n statar las diferencias; es im prescindible co nsiderar cóm o fueron construidas social y culturalm ente. En particu lar, cóm o se establecieron las rela­ ciones de dom inación en tre los sexos y los conflictos que suscitan; la form a en que se elab o raro n los d istintos roles, las expectativas, la di­ visión social y sexual del trabajo; cóm o fuero n p royectadas las subje­ tividades personales y colectivas. C o m o pod em o s ver, el co n cepto de g énero co m p ren d e cuestiones que van m ás allá de lo fem enino/ m asculino y del sexo biológico, tom ad o s en sí m ismos. C onviene tam bién declarar explícitam ente desde el p rincipio los lím ites y el alcance de las reflexiones que p ro p o n em o s aquí. H ablo com o h om bre, blanco, cristiano, filósofo y teólogo que d u ran te más de do s decenas de años tuvo u n a vida m onacal y célibe y que ahora vive en fam ilia. El hecho de estar desde hace m ucho tiem p o aten to a las cuestiones de género y de p ro c u ra r pensar holísticam ente no su pera las lim itaciones intrínsecas de mi lugar social y sexual. Sin em bargo me siento a gusto hablando de lo fem enino, pues eso no es m o n o p o lio de las m ujeres, sino un p rincipio c o n stru cto r — ju nto con el m asculino— de mi m ism a identidad. H ab lar de género es «hablar a p a rtir de un m o do p articular de ser en el m u n d o , fun d ad o p o r un lado en el carácter biológico de nuestro ser y p o r el o tro en el hecho de la cultura, de la ideología y de la religión de ese carácter biológico»2. En este sentido el género posee una función analítica sem ejante a la de clase social. Am bas categorías atraviesan las sociedades históricas, sacan a la luz los conflictos entre hom bres y m ujeres y definen form as de rep resen tar la realidad social y de intervenir en ella. El desafío actual consiste en ver cóm o deben ser redefinidas las relaciones de género p ara que, ju n to con o tras fuerzas, nos ayuden a

1 9 8 3 ; M . L. R o c h a -C o u tin h o , Tecendo por trás dos panos: a mulher brasileña ñas relafóes familiares, R o c c o , R io d e Ja n eiro , 1 9 9 4 , p p . 4 8 - 6 5 ; S. N o la s c o (e d .), A deconstrugáo do masculino, R o c c o , R io d e J a n eiro , 1 9 9 5 ; J. G . B ielh , De igual para igual, Vozes, P e tr ó p o lis, 1 9 8 7 ; M . P. G r o ssi, « Id en tid a d e de g é n e ro e sex u a lid a d e . A n tr o p o ­ lo g ía e m prim eira m áo», Cademo n.° 24, U FSC /PPG A S, F lo ria n ó p o lis, 1 9 9 9 ; A . M o n ­ te n e g r o , Ser ou ndo ser feminista, G uararapes, R e cife, 1 9 8 1 . 2. I. G ebara, El rostro oculto del mal, T ro tta , M ad rid , 2 0 0 2 , p p . 9 1 - 9 2 ; D . B ru n elli, « T eo lo g ía e g é n e ro » , en L. C . Su sin (ed .), Sarga Ardente. Teología na América Latina: prospectivas, P au lin as/S oter, S ao P au lo, 2 0 0 0 , p p . 2 0 9 - 2 1 8 .

co n stru ir u n a altern ativ a salvadora p a ra la h u m an id ad y para la p ro p ia T ierra.

Crisis de las instituciones del patriarcado La crisis global afecta radicalm ente a las principales categorías de pensam ien to e instituciones creadas p o r el p atriarcad o : la de la razón instrum ental-analítica, fu ndada en el paradigm a que separa sujetoobjeto, base del p ro y ecto de la tecnociencia, y que reduce lo com ple­ jo a lo sim ple e instau ra el d o m in io del hom b re — entiéndase el varón— sobre los procesos de la n aturaleza, hasta la institución del po d er ejercido com o d om inación o hegem onía del m ás fuerte. La crisis afecta inclusive al E stado com o una de las m ayores co nstruccio­ nes sociales de la h u m an id ad , p ero organizado en in terés de la lógica de los ho m b res, así co m o las form as de educación generalm ente rep ro d u c to ra s y legitim adoras del p o d e r p atriarcal. O tras institucio­ nes im p o rtan tes tam bién afectadas son las religiones con sus divini­ dades p re d o m in a n te m e n te m asculinas — si Dios es m asculino, ¿lo m asculino n o es D ios?— que consagran la m ayoría de las veces los privilegios de los h om bres, agravando los prejuicios c o n tra las m uje­ res. Y finalm ente el an tro p o cen trism o , que es, de h echo, androcentrism o — c e n tra d o en el v aró n — p o rq u e sitúa al ho m bre en el c en tro del universo y to d as las dem ás cosas a su servicio. Este com plejo proceso ha p ro v o cad o una ru p tu ra en to d o s los cam pos — D ios/ m undo, espíritu /m ateria, fem enino/m aculino, sexo /am or, público/ privado— e in stau ró la p érd id a de perten en cia a la to ta lid ad cósm ica y el consecuente ab a n d o n o del sentim ien to de v eneración y de respeto an te la m ajestad del universo y del m isterio de la p io p ia existencia. Desde hace cu atro mil años el «destino m anifiesto» del p atriarca­ do ha sido siem pre buscar el d o m in iu m m undi, enseñorearse de los secretos de la n aturaleza p ara som eterlos a los intereses hum anos y lu ccrse "«maestro y p o seed o r de todas las cosas» (D escartes). En los últim os cincuenta años, provisto de un inm enso ap arato científicolícm co , el hom bre, más que la m ujer, ha llevado este p ro p ó sito hasta sus últim as consecuencias. Esto ha generado un impasse fundam ental p¿ira su p ro p io fu tu ro y p ara la vida de nuestro p laneta. D evastó la I ierra, ex p lo tó hasta el lím ite del agotam iento casi to d os los recursos ilc los ecosistem as, am enazó de ex tinción a m illares de especies de vula, delirado la calidad global de la vida, m ercantilizó prácticam ente

casi to d as las relaciones sociales y naturales y, para term inar, co n stru ­ yó el fam oso p rincipio de autodcstrucciún P o r p rim era vez en su historia ha proyectad o m edios eficaces que p u ed e n p o n er fin a la aventura de la especie lla m o sapiens y dem ens sobre la T ie rra y d añ ar p ro fu n d am en te a to d a la biosfera, resucitando los m itos de destrucción de la especie3. A nte esta d ram ática situación es u rg en te que elaborem os estrate­ gias de salvación, pues el tiem po corre en c o n tra nuestra. Es im p o r­ tan te q u e im plem entem os alternativas que p artan del rescate de lo fem en in o , en el ho m b re y en la m ujer, e in c o rp o re n sim ultáneam ente aquellas conquistas del p atriarcad o beneficiosas p ara to d a la h u m an i­ dad. U rge que rescatem os lo m ejor de am bas tradiciones, la del m atria rc ad o y la del p atriarcad o , ya sea com o instituciones históricas y culturales, ya com o arq u etip o s y valores. Es im p o rtan te insertarlas en un nuevo paradigm a en el cual los principios m asculino y fem eni­ no, los h o m b res y las m ujeres juntos, in auguren una nueva alianza de valoración de la alterid ad , de aprecio de la recip rocidad y de p o te n ­ ciación de las convergencias de cara a salvaguardar la in tegridad de lo cre a d o y a g arantizar un fu tu ro esp eran zad o r para la hu -m an id ad y p a ra el p lan eta T ierra.

Tendencias de la investigación sobre género Para facilitar la com prensión y las discusiones im plícitas en n u estro tex to , es necesario in ventariar las grandes líneas de la investigación sobre g én ero y sobre el principio fem enino/m asculino4. La p rim era co rrien te afirm a que el hom bre y la m ujer poseen m em oria sexual p ropia, fundada en el largo proceso evolutivo de la vida. Este factor da origen a com p o rtam ien to s distintos con caracte­ rísticas psicológicas propias. Se concede im portancia al aprendizaje y

3.

C f. m is trabajos, L. B o ff,

Ecología, grito de la Tierra, grito de los pobres,

T ro tta , M a d r id , 32 0 0 2 ; El cuidado esencial, ética de lo humano-compasión por la Tie­ rra, T r o tta , M a d rid , 2 0 0 2 ; La voz del arco iris, T ro tta , M a d rid , 2 0 0 3 ; tam b ién , R . M . M u r a ro , Textos da fogueira, L etraviva, B rasilia, 2 0 0 0 , pp . 2 1 -5 6 . 4 . V éa se un b u en resu m en en e l d ic c io n a r io d e referencia The Icón Critical Dictionary o f Feminism and Postfeminism, Sarah G a m b le (e d .), Icón B o o k s, C am b rid ge, 1 9 9 9 ; ta m b ién : D . Fuss, Essentially Speaking: Feminism, Nature and Difference, R ou tle d g e , N e w Y o rk , 1 9 8 9 ; A . C avarero, « D ie P ersp ek tiv e der G e sc h lec h tsd iffe r en z» , en U . G erh a rd y o tr o s (ed .), Differenz und Gleichheit: Menschenrechte haben kein Geschlecht, U lrik e H e lm e r , F rankfurt a. M ., 1 9 9 0 , pp. 9 5 -1 1 1 .

a los procesos de socialización, p ero tales realidades serán siem pre m oldeadas p o r las m atrices biológicas previas. El tipo de relación entre los sexos — igualitarias, jerarquizadas u o p resoras— y las fo r­ mas de p o d e r que a p a rtir de ahí se ejercieron, y aún se ejercen, están tam bién condicio n ad o s p o r la base biológica diferencial de los sexos. Los g rup o s fem inistas, especialm ente, han enfatizado la singularidad de la m ujer elem ental, de la m ujer salvaje, originaria, au togeneradora, que se m etam o rfo sea en las varias figuras de diosas o de la bruja prim itiva, m ujer que dio el salto del an d ro c e n tn sm o y falocentrism o a la plena lib ertad fem enina5. La segunda co rrien te sostiene que las diferencias sexuales, de personalidad, de roles y de ejercicio del p o d er resultan de co ndiciona­ m ientos sociales. El hom bre y la m ujer concretos no existirían in natura. Serían co n struid o s social y cu lturalm ente. Esta posición su­ braya el hecho de que en el nacim iento p red o m in a una clara neu trali­ dad psicosexual. Por eso, la fisiología y la psicología, consideradas aisladam ente, serían insuficientes p ara explicar la división política y económ ica en tre los sexos. D e acu erd o con esta interp retació n es im p o rtan te que situem os siem pre la cuestión de gén ero en el ám bito de la cultu ra, de las relaciones de p o d er y de su inserción en el proceso productivo. La sexualidad originaria constituye, según esto, un dato de tal form a plasm able que, a través de la socialización, puede ser m oldeado en cualquier dirección. Esta co rrien te niega que existan rasgos fem eninos y m asculinos definidos. H o m b res y m ujeres pueden ser co n stru id o s igualm ente com o seres agresivos, d ependientes, pasi­ vos o co o p erad o res, creativos y pacíficos. Y afirm a que to d o depende del tip o de construcción social operada. De to d as form as el actual reto consiste en d esm ontar la d o m in a­ ción de los hom bres sobre las m ujeres, que ha deshum anizado a am bos, p e ro prin cip alm en te a las m ujeres, m ediante sím bolos, len­ guajes, form as de ejercicio de p o d er, valores y religiones que llevan la m arca del antifem inism o y de la co n tin u ad a exclusión de la m ujer en los procesos de decisión. La tercera línea se esfuerza p o r recoger el m o m ento de v erdad de cada un a de las posiciones anterio res y p ro c u ra dialectizarlas. El ser hum ano no es ú nicam ente la especie m ás com pleja del género de los m am íferos. Posee tam bién una característica p ro p ia que es sólo suya. Por un lado es p a rte y p arcela de la naturaleza con su capital biológi­ 5.

C f. el lib ro m uy d ifu n d id o d e C . P. E stés M u jeres q u e corren c o n lo b o s , Sum;i

d e L etras, M a d rid , 2 0 0 1 .

co-sexual p ro p io y p o r el o tro se sitúa en una posición de distancia que le p erm ite intervenir en la naturaleza y trabajarla según sus pro p ó sito s, que, com o verem os, son diferentes en el hom bre y en la m ujer. T a l p articu larid ad hum ana hace que la interacción en tre factores biológicos y sociocuiturales en la construcción concreta del género sea com pleja. Por lo ta n to necesitam os ver cóm o se elaboran social­ m ente los datos biológicos referentes a la m ujer con relación al hom b re, en vez de m antenerlos com o causas paralelas, sin dialectizarlos. Innegablem ente las relaciones causales entre socialización y bio­ logía, p o r su p ro p ia naturaleza, nunca son claras. De todas form as debem os sup erar una substanciación o dicotom ización arb itraria de am bas. Las diferencias sexuales son dadas y sim ultáneam ente cons­ truidas. P or eso es im p o rtan te considerarlas siem pre conjuntam ente p ara hacer justicia a esta realidad dialéctica. El co m p o rtam ien to sexual, con las arm onizaciones y conflictos que co m p o rta, se form a y se desarrolla a m edida que el ser sexuado, d o ta d o de determ inadas características genéticas, entra en interacción con el m edio socio-cultural específico y sus estím ulos singulares. C u a n d o o cu rre una sintonía en tre eq uipam iento genético y m edio se instau ran algunos com p o rtam ien to s benéficos; o tros son conflictivos p o r la falta de adecuación y arm onización en tre un factor y o tro. N u e stra reflexión se afilia a esta tercera vertiente. La hipótesis que n os acom pañará a lo largo de nuestra exposición insistirá en que las diferencias biológicas se o rd en an a la reciprocidad y a la complem en taried ad . Y que los conflictos surgen cuando rom pem os ese equilibrio dinám ico, prevaleciendo un polo sobre el o tro , do m in án d o ­ lo o subalternizándolo, com o históricam ente ha venido ocu rrien d o 6. T ales distorsiones m arcan la historia de las relaciones de género com o u n víacrucis de sufrim iento p ara las mujeres. Sólo serán su p era­ das y cu rad as en la m edida en que hagam os valer, teórica y p ráctica­ m ente, la referencia valorativa básica de la reciprocidad, la asocia­ ción, la co o peración, la vivencia dem ocrática y la convergencia en las diferencias. N u e stro te x to quiere ser en ten d id o en radical oposición a la banalización a que está som etido hoy el tem a de la sexualidad. La

6.

V é a n se las r efle x io n e s críticas de A. K roker y D . C o o k , Th e

Postmodem Sce-

ne, E x c r e m e n ta l C u ltu re a n d H y p e r-A e sth e tic s, N e w W o r ld P ersp ectiv es, M o n tr é a l, 1 9 8 6 , e s p e c ia lm e n te pp . 2 0 -2 3 («P anic S ex: P ro cessed F em in ism ») y 2 3 - 2 4 («Sex w ith o u t S e cretio n s» ),

explotación sexual — que va desde la pro stitu ció n infantil al com ercio m undial de la p o rn o g rafía y de la renovada reap ro p iación del cuerpo de la m ujer p o r p arte del m achism o m ediático— y el patriarcalism o virtual com o vehículo de p ro p ag an d a com ercial representan una de las perversiones más radicales de la sexualidad hum ana. Se presenta un sexo m utilado, de partes — no del ser h um ano com pleto— , de traseros, de senos, de vaginas, m atan d o el sexo natural en nom bre del sexo virtual, vía in tern et, sexo sin donación y sin secreción. En n u estro ensayo nos p ro p o n em o s, en p rim er lugar, situar la cuestión de gén ero en el inm enso proceso biogénico y an tropogénico, p ara m o strar así m ejor la sagrada u nidad de la vida y el lugar que en ella ocu p an la sexualidad y las relaciones de género. En segundo lugar, incluir el prin cip io m asculino/fem enino subya­ cente a la cuestión de género d e n tro de la realidad hum ana, siem pre tensa y conflictiva. A quí surge la p reg u n ta ontológica: ¿Qué es en realidad el ser h u m an o , cuál es su naturaleza p o r encim a de las di­ ferencias sexuales? En te rc e r lugar, subrayar la dim ensión espiritual y teológica, plan tean d o las preguntas: ¿Cuál es el cu ad ro final y escatológico en el hom bre y en la m ujer?, ¿cuál es su relac’ó n con la Fuente originaria de to d o ser?, ¿a qué están llam ados finalm ente el hom bre y la mujer? T odas estas reflexiones p u ed en convertirse en fuente de gran sentido hum ano y de m otivaciones poderosas p ara nuevos patro n es de rela­ ción y de integración del pasado som brío de la g u erra en tre los sexos. Y p a ra te rm in a r nos p ro p o n em o s discutir las tareas culturales conjuntas que se im p o n en p a ra fun d ar sobre una base consistente la nueva alianza en tre los géneros y de los géneros con la naturaleza, en el sentid o de un nuevo p aradigm a civilizatorio capaz de su p erar la pesada h erencia del pasado. Sólo así conseguirem os salvaguardar lo creado y gestar u n fu tu ro com ún a la h u m an id ad y a la T ierra, casa viva de to d o s los vivientes.

LA M E M O R IA SEXUAL: BASE B IO LÓ G ICA DE LA SEXUALIDAD H U M A N A

Para co m p ren d er en p ro fu n d id a d la cuestión de género es necesario dialectizar to d o s los factores. Tal diligencia im plica su p erar una visión an tro p o cén trica, sociocéntrica y sexocéntrica. El sexo subya­ cente a las cuestiones de género y el p rincipio m asculino/fem enino que atraviesa to d o lo h u m an o no p u eden ser en tendidos en sí m ism os — se x o c e n trism o — o e stu d ia d o s ap en as co m o fen ó m e n o h u m a n o — an tro p o cen trism o — o com o construcción histórico-social m atria r­ cal o p atriarcal — sociocentrism o— . Estas dim ensiones no existen aisladas, rep resentan m om entos de un p roceso m ayor, del biogénico. Sin em bargo, hay que reconocer que tales abordajes aislados en riq u e­ cieron inconm ensurablem ente nuestros conocim ientos, deconstruyeron falsas representaciones y deslegitim aron prejuicios sociales muy arraigados.

El proceso de la biogénesis La nueva cosm ología nos ha h ab itu ad o a considerar cada realidad p articu lar d e n tro del to d o que viene siendo tram ad o desde hace 15.000 m illones de años, y en especial de la vida, generada hace 3 .8 0 0 m illones de a ñ o s1. Las realidades p articulares — elem entos

1.

Para esta parte véanse los principales textos: B. Swimme y T. Berry, T h e

U ttiverse S to r y : F rom P r im o r d ia l F laring F o rth to th e E c o z o ic E ra. A C e le b r a tio n o f t h e U n fo ld in g o f th e C o sm o s , Harper, San Francisco, 1992; C. Duve, P o lv o V ita l, Paidós,

Buenos Aires, 1985; F. Capra, L a tr a m a d e la v id a : u n a n u ev a p e rp e c tiv a d e lo s siste -

físico-quím icos, m icroorganism os, rocas, plantas, anim ales y seres hum anos— n o se y u x tap o n en unas a o tras, se entrelazan con redes de in ter-retro co n ex io n es inclusivas co n fo rm an d o una to talid ad orgáni­ ca, única, com pleja y diversa. Así la sexualidad em ergió hace mil m illones de años com o un m om ento avanzado de la vida. D espués del descifram iento del código genético p o r C rick y colaboradores en 1950, hoy sabem os, de m anera com p ro b ad a, q u e en la cadena de la vida prevalece la unidad: algas, setas, árboles, bacterias, hongos, peces, anim ales y hum anos som os todos herm an o s y herm anas p o rq u e descendem os de una única form a originaria de vida. La reciente decodificación del genom a hum ano, en febrero de 2 0 0 0 , m ostró el p ro fu n d o parentesco existente en tre todos los organism os vivos, tam bién en tre aquellos que, en una co m p re n ­ sión superficial e ideológica, parecen más hum ildes, com o las moscas, los gusanos, los rato n es y las m alas hierbas. T enem os, p o r ejem plo, 2.758 genes iguales a los de la m osca y 2.031 iguales a los del gusano. M osca, gusano y ser h u m an o poseem os u n a h erm an d ad fu n d a­ m ental basada en 1.523 genes iguales. Este d ato se explica p o r el hecho de que to d o s, sin excepción, estam os construidos a p a rtir de veinte p ro teín as básicas com binadas con cu atro ácidos nucleicos: adenina, tim ina, citosina y guanina. T o d o s descendem os ae un an te­ pasado ancestral com ún que se desarrolló o rig in an d o la ram ificación progresiva del árbol de la vida. C ada célula de nuestro cuerpo, hasta la más epidérm ica, contien e la in form ación básica de to d a la vida que conocem os. H ay, pues, u n a m em oria biológica inscrita en el código genético de to d o organism o vivo. La sexualidad representa un m o­ m ento im p o rta n te de ese proceso. Así com o existe la m em oria genéti-

m a s v iv o s,

Anagrama, Barcelona, 1998; Frei Betto, L a o b ra d e l a r tista : u n a v isió n

b o lís tic a d e l u n iv e rso , Trotta, Madrid, 1999; P. R. Ehrlich, O m e c a n is m o d a n a tu re za : o m u n d o v iv o á n o ssa v o lta e c o m o fu n c io n a , Campus, Sao Paulo, 1993; S. Hawking, H isto ria d e l tie m p o , Alianza, Madrid, 2003; F. Jacob, A ló g ica d a v id a : urna b is tó ria d e b e re d ita r ie d a d e , Nova Fronteira, Rio de Janeiro, 1983; H. Reeves y otros, La m á s b e lla h isto ria d e l m u n d o : lo s se c re to s d e n u estro s orígen es, Andrés Bello, Barcelona, 1997; J. Rosnay, L a a v e n tu r a d e l se r v iv o : la fa sc in a n te saga d e la b io lo g ía : é Q u é es la vida?, Gedisa, Barcelona, 1990; A. Steiger, C o m p re n d e r a h istó ria d a v id a : d o á to m o a o p * n s a m e n to h u m a n o , Paulus, Sao Paulo, 1998; L. C. Bruschi, A o rig em d a v id a e o d e stin o d a m a te ria , Editora UEL, London, 1999; B. Kingsley, A n E v o lu tio n a r y V ie w o f W o m e n a t W o rk , Weidenfeld & Nicholson, London, 1999; D. Symons, T h e E v o lu tio n o f H u m a n S e x u a lity , Oxford University Press, New York, 1979; M. Ridley, T h e R ed (J u te n : S ex a n d E v o lu tio n o f H u m a n N a tu r e , Penguin, 1993; E. Gregersen, C o s tu m ­ b res sex u a les,

Círculo, Barcelona, 1988; M. J. Sherfey, T h e N a tu r e a n d E v o lu tio n o f Vintage Books, New York, 1973.

V en íale S e x u a lity ,

ca, existe tam bién la m em oria sexual, que se hace presente en nuestra sexualidad hum ana. H ay que ten er en cuenta estos datos al ab o rd ar nuestra sexualidad hum ana única.

El proceso de la sexogénesis C onsiderem os sucintam ente algunos pasos que desem bocaron en las células sexuales y en el sexo hum ano. El an tep asad o de to d o s los seres vivos fue, p robablem ente, una bacteria, conocida técnicam ente com o p ro cario n te, que quiere decir organism o unicelular, sin núcleo y con una ru d im entaria organización interna. Al m ultiplicarse rápidam ente p o r división celular, d enom ina­ da m itosis — u n a célula-m adre se divide en dos células-hijas id énti­ cas— , surgieron colonias de bacterias. Y rein aro n ellas solas du ran te dos mil m illones de años, caracterizadas p o r una increíble vo luntad de vivir y de ex pandirse. Para hacernos una idea de la fuerza de ex p an ­ sión de la vida naciente, basta co nsiderar que u n a única célula bacte­ riana, dejada a su libre curso y con suficientes n utrientes, cubriría to d a la T ie rra en dos días. H oy m ism o, al lado de o tro s seres vivos m ucho más com plejos, cubren to d a la superficie de la T ierra y cons­ tituyen la m ayor p arte del m undo vivo. T eó ricam ente la rep ro d u c­ ción p o r m itosis confiere in m o rtalid ad a las células, pues sus descen­ dientes son idénticos, sin m utaciones genéticas. H ace ap ro x im ad am en te dos mil m illones de años, ocu rrió un im p o rta n te fenóm eno p ara la evolución p o sterio r, solam ente su pera­ d o p o r la ap arició n de la vida: la irru p c ió n de u na célula con m em ­ b ra n a y d os núcleos. D e n tro de ellos se e n c u e n tran los cro m osom as — m aterial genético— en los que el A D N se com bina con proteínas especiales. T écnicam ente se la llam ó eucarionte (karyon, en griego, significa núcleo) o tam bién célula d iploide (douplos, en griego, signi­ fica doble), o sea, célula con núcleo doble. ¿Cuál fue la im portancia de esa célula binucleada p a ra n u estro tem a? El h echo de que en ella se en cu en tra el origen del sexo. En su form a más original y prim itiva el sexo suponía el intercam bio de núcleos en tero s en tre células binucleadas, llegando a fusionarse en un único núcleo d iploide que contenía to d o s los crom osom as en pares. H asta aq u í las células se m ultiplicaban p o r m itosis (división), p e rp e ­ tu an d o el m ism o genom a. La form a eucariota de sexo, que se da p o r el en cu en tro de dos células diferentes, perm ite un fantástico in ter­ cam bio de inform aciones contenidas en los respectivos núcleos. Esto

origina u n a en o rm e biodiversidad. Surge, pues, un nuevo ser vivo, la célula que se rep ro d u ce sexualm ente a p artir del en cu en tro con o tra célula. T al hecho ap u n ta ya hacia el sentido p ro fu n d o de to d a sexua­ lidad: el in tercam bio, que enriquece la fusión y que crea paradójica­ m ente diversidad. Este proceso conlleva riesgos y tam bién posibilida­ des, ya que al m argen de la im perfección, inexistente en la m itosis, favorece m utaciones, adaptaciones y nuevos estadios de evolución. La sexualidad revela la presencia de sim biosis — com posición de iliferentes elem entos— que, ju n to con la selección natural, representa la fuerza más im p o rtan te de la evolución. Este hecho está cargado de consecuencias filosóficas. La vida está tejida de cooperación, de intercam bios, de sim biosis, m ucho más que de lucha com petitiva p o r la supervivencia. La evolución ha llegado hasta el estadio actual gracias a esta lógica cooperativa y a la u rd im b re de inter-retro rclaciones que to d o s m antenem os con todos. El acontecim iento b io ­ lógico d o n d e esta ley universal de la evolución se m uestra más ex ­ plícitam ente es la sexualidad. De la exposición que acabam os de hacer concluim os que en el . 1 13. C f. en e sp a ñ o l el c a p ítu lo V en E l o tr o Jesú s, c it.; co n su lta r tam b ién E l E v a n g e ­ lio ile F elip e, in tro d u c ció n , tra d u cció n y no ta s d e F. B erm ejo R u b io, e n T e x to s g n ó s tii tu . liib lio te c a d e N a g H a m m a d i 2 , c it.; hay una p á g in a en in ter n e t c o n e l te x to c o m |ilr io del E va n g elio d e F elip e: w w w .m e ta lo g .o r g

un especialista17— excluir un fo n d o histórico v erd adero, a saber: una relación co n creta y carnal de Jesús con M aría de M agdala, base para el sentid o espiritual. El Evangelio de M aría, de J. Y. L eioup, dice: Según el dictado de los antiguos «todo lo no-asum ido no está salva­ do». Si Jesús, considerado el M esías, el Cristo, no asume la sexuali­ dad, ésta no está salvada. N o es el Salvador, en el pleno sentido del térm ino, y una lógica más de muerte que de vida se instalará en el cristianismo, particularmente en el cristianismo romano-occidental: Cristo no asumió su sexualidad, por lo tanto la sexualidad no está «salvada», por lo tanto la sexualidad es mala, por lo tanto asumir la sexu alid ad p ued e ser degradante y p u ede h acern os «culpables». La sexualidad así culpabilizada puede volverse peligrosa, hacernos realmente enferm os. El instrumento co-creador de la vida que nos hacía existir «en relación», «a imagen y semejanza de D ios», se convierte así lógicam ente en instrumento de muerte. El Evangelio de María, com o el de Juan y el de Felipe, nos recuerda que Jesús era capaz de intimidad con una mujer. Esta intimidad no era solam ente carnal, era afectiva, intelectual, espiritual; se trata de salvar, es decir, de hacer libre al entero ser humano, introduciendo la conciencia y el amor en todas las dim ensiones de su set. El Evangelio de María, recó'rdando el realismo de la humanidad de Jesús en su dim ensión sexuada, no quita nada de realismo a su dim ensión espiritual, «pneu­ mática» o divina.

Este hecho real serviría de base p a ra la com p rensión sim bólica de que el co n tacto c o rp o ral de Jesús con M aría de M ágdala sería la señal terrestre de la u n ió n celeste con Dios. El p ar celestial, m asculino y fem enino, rep resen taría el rescate de la esencia and ró g in a del co­ m ienzo. ¿Por qué no? ¿H ay algo más sagrado que el am or efectivo en tre un hortibre — el H ijo del H o m b re, Jesús— y una m ujer?18. D e to d as form as, Jesús inauguró un tiem p o nuevo en las relacio­ nes hom bre/m ujer. C abe, sin em bargo, reco n o cer que no basta el princip io liberador. Es necesario crear las condiciones ideológicas, económ icas y políticas p a ra su im plem entación h istórica19, que sola-

1 7 . A . P iñ ero , E l o tr o J esú s, cit., p. 1 1 3 . 1 8 . J. Y. L eio u p , O E va n g elh o d e M a n a , c it., p . 1 4; v é a se tam b ién para to d o este tem a e l m in u c io so lib ro de L. Sebastian i M a ría M a d a le n a : d e p e rso n a g e m d o e van gelh o a m ito d e p e c a d o ra r e d im id a , P e tr ó p o lis, V o z e s , 1 9 9 5 , esp . pp . 2 0 -7 0 . 19. V é a n se las r e fle x io n e s críticas de J. M . A ubert, L a m u jer: a n tife m in is m o y c ris tia n ism o , H erd er, B a rcelo n a , 1 9 7 6 , p p . 2 6 - 3 2 y 9 1 -9 4 .

m ente en los días actuales, lentam ente, se están d an d o , a c o n tra co ­ rriente de la Iglesia institucional que persiste en negar la m em oria «peligrosa» de Jesús. Así y to d o es im p o rta n te resaltar que el sueño originario nunca se perdió to talm en te. H u b o , en tre otro s, p o r lo m enos dos m om entos en el cristianism o en que lo fem enino y lo m asculino a d q u iriero n una expresión ejem plar. El p rim ero se dio con R obert d ’Abrissel (10451116), fu n d a d o r de u n a de las m ayores abadías de la cristiandad en F ontev rau d en el valle del Loira. P artiendo del hecho de que al pie de la cruz estaban las m ujeres y el evangelista Ju an (Jn 19,25-27), dedujo que h o m b re y m ujeres debían convivir fratern alm ente. Y fundó una abadía d o n d e coexistían m onjes y m onjas. El m ism o pasaba la noche entre las m ujeres p a ra m o strar la convivencia en tre los sexos. C onfió la dirección de u n a inm ensa abadía a una abadesa y los dem ás priores estaban su b o rd in ad o s a ella. Este régim en funcionó hasta la R evolu­ ción francesa. O tro m o m en to im p o rtan te p ara una nueva vivencia en tre los géneros fue la p ro fu n d a relación afectiva en tre Francisco y C lara de Asís. El am o r h u m an o culm inaba en el am o r divino y la m ism a opción por la altísim a pob reza unía sus corazones. T ales ejem plos siguen sirviendo de referencia valorativa p ara m uchos cristianos y religiosos.

Igualdad y subordinación: contradicciones de la cristiandad El cristianism o p o ste rio r no consiguió m an ten er la ru p tu ra instauradora de Jesús y de san Pablo; sucum bió ante la cultura d o m in an te que subordinaba la m ujer al h o m b re20. El m ism o Pablo, contrad icien d o el principio de la igualdad, bien form ulada p o r él (Gál 3,28), puede decir, en co n co rd an cia con el código patriarcal: «El h o m bre no procede de la m ujer y sí la m ujer del hom bre; ni el h om bre fue creado para la m ujer, sino la m ujer p a ra el hom bre; debe, pues, la m ujer usar la señal de su sum isión, el velo» (1 C o r 11,10). Estos tex to s se b landirán d u ran te siglos en c o n tra de la liberación

2 0 . V éa se e l c lá sico lib ro d e K. E. B orresen S u b o rd in a tio n e t é q u iv a le n c e: n a tu re f t ró le d e la fe m m e d ’a p rés A u g u stin e t T h o m a s d 'A q u in , G a llim ard , O slo /P a ris, 1 9 6 8 ; e sp ec ia lm en te pp . 1 4 0 -1 9 0 . 2 1 . Es c o n o c id a la frase d e u n a fem in ista a lem a n a , M . W in tern itz: «La m ujer •iriu p rc fu e la m ejor am iga d e la relig ió n , p e r o la relig ió n jam ás fu e am iga d e la m ujer».

de las m ujeres, con stitu y en d o el cristianism o h istórico, p rincipalm en­ te el de vertien te ro m ano-católica, un bastión reaccionario y p a tria r­ cal21. N o vive proféticam en te su p ro p ia verdad y no rescata en su n om bre la m em oria libertaria de sus orígenes, ni contesta la cultura d o m inan te. Se deja asim ilar p o r ella, crean d o adem ás el discurso ideológico que la naturaliza y, así, la legitim a. A esta ideología de trasfo n d o bíblico-teológico vino a añadirse o tra de o rd en biológico. Se adm itía an tiguam ente que el principio activo en el proceso de generación de una nueva vida dependía to talm e n te del prin cip io m asculino. De ahí la pregunta: si to d o dep en d e del hom b re, ¿por qué entonces nacen m ujeres y no sólo hom bres? La respuesta, re p u tad a com o científica p o r los m edievales, era que la m ujer era una desv ación y una ab erración de un único sexo m asculino. En razón de esto, T om ás de A quino, rep itien d o a A ristóte­ les, consideraba a la m ujer, com o un m as occasionatus (hom bre deficiente), m ero receptáculo pasivo de la fuerza generativa única del varón. E incluso argum entaba: «La m ujer necesita del hom bre no solam en te p ara en g en d rar, com o hacen los anim ales, sino tam bién para go b ern ar, p o r ser el hom b re más p erfecto p o r su razón y más fuerte p o r su virtud»22. Estas discrim inaciones, au n q u e sobre o tras bases, ah o ra psicológi­ cas, resuenan m o d ern am en te, p a ra p erplejidad general, en los textos de F reu d y de Lacan. C o n razó n se dice que la m ujer es la últim a co lonia que aún no ha conseguido su liberación23. El sueño igualitario de los orígenes sobrevivirá en grupos de cris­ tianos m arginales o en tre los co nsiderados herejes24, o se proyecta a la escatología, al final de la historia hum ana. E ntre éstos, el grupo cris­ tian o más co h eren te en térm inos de equivalencia de los sexos ha sido la S ociedad U nida de los C reyentes en la Segunda A parición de C ris­ to, los Shakers, de origen inglés (1770), em igrados después a Estados U nidos (1774). Para ellos to d o era andró g in o . D ios era m asculino/fe­ m enino , así com o la a n tro p o lo g ía, la cristología, la eclesiología, la organización social. Para ellos, la encarnación en Jesús fue incom ple­ ta, pues asum ió apenas lo m asculino y se debe esperar la encarnación en lo fem enino p ara com p letar el pleno rescate del ser hum ano.

2 2 . C f. S u m m a T h eo lo g ica I q. 9 2 , a . l ad 4 ; S u m m a c o n tr a G e n tile s III, p. 1 2 3 . 2 3 . V éa se el c o n o c id o libro c o n el m ism o títu lo de M . M ie s W o m a n , th e L ast C o lo n y , Z e d B o o k s, L o n d o n , 1 9 8 8 . 2 4 . U n b u en resu m en sobre e ste a su n to , en W o m e n in W o rld R elig io n s, c it., pp. 2 2 7 -2 2 8 .

Así, fue preciso esperar a los m ovim ientos libertarios fem inistas eu ropeo s y norteam erican o s, a p a rtir de 1830, p a ra hacer valer el ant.guo sueño cristiano. A la luz de los ideales de la Ilustración que afirm aban la igualdad original y n atu ral en tre hom bres y m ujeres, Sarah G rim k é p u d o escribir sus Letters on the E quality o f the Sexes and the C ondition o fW o m e n (1 8 3 6 -1 8 3 7 ), inspiradas en los textos bíblicos lib ertarios, y en 1838, en Seneca Falls, N uev a York, las líderes cristianas fem inistas p o d ían diseñar la D eclaration o f the Rights o f W ornen, calcada sobre la D eclaration o f Independence de listados U nidos, y com enzar finalm ente a p ublicar en 1859 The W om an’s Bible en Seattle25. A p a rtir de ah í se form ó la ola irrefrenable del fem inism o y del ecofem inism o m odern o s, m ovim ientos segura­ m ente en tre los m ás im p o rtan tes en el cuestio n am iento de la cultura patriarcal de las iglesias y de las sociedades y en la p resentación de un nuevo p aradigm a civilizacional.

Principios teológicos para un equilibrio de los géneros l’ara te rm in a r este tem a conviene, a pesar de las contradicciones internas de las fuentes judeocristianas, hacer u n a lista de algunos principios positivos que refuerzan la lucha histórica de los hom bres y de las m ujeres ru m b o a u n equilibrio de los géneros. Igualdad originaria entre el hom bre y la m ujer liste p rin cip io es clarísim o en la p rim era página de la Biblia, en el libro del Génesis: «Dios creó al ser h u m an o a su im agen, m acho y hem bra los creó» (1,27). En el Segundo T estam en to , c en trad o en la figura de C risto, se dice: «no hay ho m b re ni m ujer, to dos son un o en C risto Jesús» (Gál 3,28). / diferencia y reciprocidad entre hom bre y m ujer D entro de la igualdad se instaura la diferencia, en ten d id a com o ap ertu ra del u n o al o tro , es decir, com o reciprocidad. El relato más

25. V ía n s e lo s p rin cip a les te x to s d e las fem in ista s al c o m ie n z o d e l m o v im ie n to r u r o p e o y n o r te a m e r ic a n o en E. M o ltm a n n -W e n d e l (e d .), F rau u n d R elig ió n , F ischer, I m itk fiirt a. M ., 1 9 8 3 ; L. M . R u sell, H u m a n L ib e r a tio n in a F em in in e P e rsp e c tiv e : A T b e o lo g y , T h e W e stm in ste r Press, P h ila d elp h ia , 1 9 7 4 .

arcaico del G énesis (2,18 -2 3 ), de ten d en cia general fuertem ente masculinizante, acen tú a esta reciprocidad. Eva, aunque sacada de la costilla (lado) de A dán, no es presen tad a com o la m ujer con quien éste va a te n e r hijos, ni co m o sierva de su casa, sino com o su par y su interlo cu to ra. El m odism o hebreo p ara expresar esa m utualidad viene expresad o p o r las palabras de A dán: «Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (G én 2,24). En el C an tar de los C antares se dice herm osam ente: «mi am ad o es p ara m í y yo soy p a ra mi am ado» (2,16). El p ro p io Pablo, tan co n trad icto rio en cuanto a las relaciones de género, puede ex p resar así la reciprocidad: «El m arido cum pla el deber conyugal con su m ujer e igualm ente la m ujer p ara con el m a­ rido» (1 C o r 7,4). H om bre y m ujer, cam inos para D ios Si el h o m b re y la m u je r son im ag en y sem ejanza de D ios, D ios p u e ­ de ser e n c o n tra d o en ellos. P ro fu n d iz a n d o en el c o n o c im ie n to de lo h u m a n o , de lo m a sc u lin o y fe m e n in o , d e sc u b rim o s a D ios, cuya n atu raleza p re se n ta las cualidades positivas de am bos p rin c i­ pios — m asculino y fem en in o — analizados an terio rm en te. Efectivam ente, incluso las fuentes patriarcales supieron expresar la R ealidad suprem a n o sólo bajo la fo rm a de p ad re, sino tam bién de m adre, de sabiduría, de ú te ro y de fuerza generativa universal. En térm in o s teológicos estrictos cuando decim os D ios-Padre no decim os algo diferente que cuando decim os D ios-M adre. P or p ad re y m adre p reten d em o s, teológicam ente, expresar que la vida y to d a la creación tienen su o rig en en Dios y que se en cu en tran siem pre bajo su cuidado y pro v id en cia am orosa. Esto pued e ser perfectam ente ex p re ­ sado p o r las categorías padre y m ad re26. P or lo ta n to , tenem os siem pre u n cam ino ab ierto hacia D ios, p o r nuestra p ro p ia hum anidad una y diversa, m asculina y fem enina. D estruyendo lo hum ano, p erd e­ m os a Dios. P erdiendo a Dios, perdem os el sentido últim o de todas las cosas.

26. V é a n se las e x c e le n te s r efle x io n e s d e l gran te ó lo g o c a tó lic o Karl R ahner en A. R óp er, Is G o t t ein M a n n ? E tn G e sp rd ch m it K a rl R a h n er, P a tm os, D ü sse ld o r f, 1 9 7 9 ; M .-T . van L u n e n -C h en u y R . G ib ellin i, L a sfid a d e l fe m m in is m o a lia te o lo g ía , Q u erin ian a, B rescia, 1 9 8 0 ; so n e x c e le n te s lo s n ú m ero s de la revista in tern acion al C o n c iliu m d e d ic a d o s al tem a d e las m u jeres: e l n ú m e ro 1 0 2 de 1 9 8 5 , «La m ujer in visib le en la te o lo g ía y en la Iglesia»; el n ú m e r o 2 3 9 de 1 9 9 1 , «M ujer-m ujer», y el n ú m e ro 2 8 1 de 1 9 9 9 , «La n o -o r d e n a c ió n de la m ujer y la p o lític a d el p od er».

I lum bre y m ujer, cam ino de D ios I ,.i im agen (ser hum ano) rem ite al m odelo (Dios). Si D ios m ism o tiene dim ensiones m asculinas y fem eninas, es bajo esas form as com o Él se revela y se auto co m u n ica en la historia. En los tex to s judeocristianos 1)ios aparece com o cread o r y o rd e n a d o r, triu n fa d o r sobre to d o s los i >bstáculos y garante del fin b u en o de to d as las cosas. Pero tam bién se m uestra com o energía cread o ra p rim o rd ial, com o aquel que acom pa­ ña, cuida, p ro teg e y am a tiern am en te. C om o la m adre que consuela (b 66,13 ), la m adre incapaz de olvidar al hijo de sus entrañas que somos cada u n o de n o so tro s (Is 4 9 ,1 5 ; Sal 2 5 ,6 ; 116,5), y que al final ile la historia, com o gran m adre generosa, enjugará nuestras lágrim as (Ap 21,4), cansados com o estam os de ta n to llo rar p o r los absurdos ■|ue no en tendem os. Lo fem enino y lo m asculino son cam inos de D ios hacia nosotros. H ay adem ás un dato singular al cristianism o que nos ayuda a profundizar el fundam ento divino de lo m asculino y de lo fem enino. ' n el cristianism o la m anera de nom b rar a Dios es com o T rinidad de ilivinas Personas, Padre, H ijo y E spírau Santo27. Las Personas, en la >oinprensión trinitaria, significan relaciones de reciprocidad, de co­ m unión, de m utualidad, de inclusión, en una palabra, de am or. Dios emerge com o u n juego de energías originarias y eternas que solam ente rxisten en la m edida en que son la una p ara la otra, con la otra, p o r la oirá y jam ás sin la otra. N inguna de ellas puede ser sustantivada en sí .in las otras. D onde está una de ellas, están sim ultáneam ente todas las oirás. Incluso cuando la segunda Persona — el H ijo— se encarna en lesús de N azaret, ella trae consigo a las otras dos. Es lo que la teología II.una pericóresis, es decir, la inter-retro-relación e interpenetración ile las Personas divinas entre sí. Ese juego de relaciones es tan com ple­ to que constituye un único m ovim iento, uno y diverso. F unda o tro upo de unidad divina, no dada con anterioridad a to d o , sino co n stru ­ yéndose siem pre m ediante el juego de reciprocidades y de inclusiones. Por eso decim os que la esencia íntim a de Dios no es la soledad de una tínica naturaleza o sustancia dada, sino la com unión de distintos, que m ediante la relación recíproca se uni-fican, se hacen uno. C u an d o decim os T rin id ad , en el fo n d o querem os decir: al Dios t|iie está p o r encim a de noso tro s lo llam am os Padre, al D ios que está a

17 . lin a r efle x ió n m ás d eta lla d a se en cu en tra e n m i lib ro L a T rin id a d , la S o c ie d a d v l,i I ¡Iteración, C e sc p , S áo P au lo, 1 9 9 0 .

n u estro lado lo llam am os H ijo, al D ios que está d e n tro de nosotros, lo llam am os Espíritu Santo. N o son tres dioses — p o rq u e Dios no se m ultiplica— , sino un solo y m ism o D ios, que en el ám bito existencial se revela de esta form a y es así experienciado. Si D io s-c o m u n ió n es u n o y diverso, su im agen en el m u n d o — h o m b re y m ujer— será tam bién u n a y diversa, p e ro en com unión, en relación recíproca. Jam ás se p o d rá en ten d er lo fem enino sin lo m asculino, ni lo m asculino sin lo fem enino. Perm anecen siem pre abierto s u n o al o tro e inclusivos. H o m b re y m u jer en D ios H em o s con sid erad o an terio rm en te cóm o el ser hu m ano, m asculino y fem enino, e n tero p ero inacabado, sólo descansa plenam ente en Dios. Esto significa que p o r más que el hom bre y la m ujer estén, inevitable­ m ente, im bricados u n o en el o tro y se busquen insaciablem ente, no en cu en tran la respuesta a su vacío abisal en esa relación. Al co n trario , cu an to más se p rofundiza, m ás radicalidad y más superación pide. A m bos, pues, están llam ados a au totrascenderse en dirección a aque­ llo que pued e realm ente saciarlos, es decir, en dirección a Dios. Ahí descansan y se p ierd en d e n tro del absoluto A m or y de la radical T e rn u ra , sin dejar de ser lo que siem pre fueron y serán, hom bres y m ujeres. Es la p a tria y el hog ar de la infinita id en tidad y realización. Lo fem enino en c o n tra rá lo F em enino fontal, y lo m asculino, lo M asculino eterno. Se realizará lo que to d o s los m itos narran y todos los m ísticos testim onian: el casam iento definitivo, el banquete sin ru p tu ra s y la fusión del am ado y de la am ada en el A m ado y la Am ada transform ados.

Dios en el hombre y en la mujer Por p ro fu n d as que sean las cuestiones que acabam os de plan tear, no son todavía suficientem ente p ro fu n d as. N o nos co n tentam os con p re g u n ta rn o s qué significan lo m asculino y lo fem enino para nosotros en n u estro cam ino hacia D ios y com o cam ino de D ios hacia nosotros. V am os m ás lejos. N os atrevem os a p reg u n tar: ¿qué significan lo m asculino y lo fem enino p a ra el p ro p io Dios? R esp o n d er esta p reg u n ta equivale a establecer el cu ad ro final (escatológico) de lo fem enino y de lo m asculino, no a p artir de sí

m ism os, sino a p a rtir de la R ealidad últim a. Al térm in o del in term in a­ ble proceso de la evolución o al final de n u estra tray ecto ria personal p or la m u erte, «¡qué p u ed en esperar el h o m b re y la m ujer?, ¿qué es lo que D ios p re p a ró p ara n osotros?, ¿cuál es n u estra configuración term inal? A quí estam os im plicados n o so tro s, los seres hum anos, y tam bién Dios. Ya hem os con sid erad o que D ios es co m u n ió n de divinas Personas, cada un a de ellas en absoluta com unicación con las otras. Las Perso­ nas son d iferentes p ara p o d e r relacionarse unas con otras, salir de sí para donarse a las dem ás y así unirse y unificarse en el am or. Esta m isma lógica esencial del D ins-com unión-de-P ersonas se verifica en el acto de la creación. D ios-com unión crea lo diferente a sí p ara p o d er au to co m u n icarse y en treg arse to ta lm e n te . Este es el sen tid o divino de la creación y, en el caso que estam os tra ta n d o , del ser hu m an o en cuanto m asculino y fem enino: crear u n receptáculo que pudiese acoger a D ios cu an d o ese D ios decidiese salir to talm en te de sí y en trar en el ser h u m an o , ho m b re y m ujer. Dios m ism o en cu en tra una realización que no tenía en sí, una realización en o tro diferente a él. Lo m asculino y lo fem enino p ro p i­ cian a D ios ser «más» Dios, o m ejor, ser D ios de form a diferente. Por eso lo m asculino y lo fem enino son im p o rtan tes p ara Dios. Perm iten que D ios se haga tam bién m asculino y fem enino. Para que pudiese acoger a D ios, el p ro p io Dios d o tó al ser hum ano, h o m b re y m ujer, con esa capacidad. Eso sigr"t'ica que le dio un deseo ilim itado y u n a sed insaciable de Infinito, de tal fo rm a que solam ente D ios pudiese ser objeto secreto de ese am or, de ese deseo y de esa sed insaciable. Ese ser será un ser trágico p o rq u e o ntológicam ente será infeliz y Ilustrado. R eco rrerá cielo y tierra, los abism os y las estrellas, los m isterios de la vida y los anhelos más escondidos del corazón para identificar el p u e rto d o n d e descansará. D en tro del p resente o rd en de la creación n o en c o n tra rá en n inguna p a rte ese objeto ansiado y deseado. Sin em bargo, cu an d o D ios sale de sí y se convierte en lo Infinito d e n tro del ser hum an o , éste descansa, al en c o n tra r lo que ardientem en te deseaba. El cáliz p re p a ra d o p ara recibir el V ino Pre­ cioso se llena de Él. El ser hu m an o , hom bre y m ujer, alcanza final­ m ente su plena hom inización, haciéndose u n o con Dios. D ejará de ser ii íigico p ara ser b ienaventurado. hsto nos p erm ite e n ten d er lo que la tradición cristiana ha afirm a­ do siem pre con razón: «la com pleta hom inización del ser hum ano supone la hom inización de D ios y la hom inización de D ios supone la

com pleta divinización del ser hum ano»28. En otras palabras, el ser hum an o , hom b re y m ujer, p ara llegar a ser v erd ad eram ente él m ism o, debe p o d e r realizar las posibilidades d epositadas d e n tro de él, espe­ cialm ente esta de p o d e r ser u no con D ios, de su p erar la distancia entre D ios y criatura, y conocer una identificación (hacerse idéntico) con D ios. C u an d o llega a u n a tal co m u n ió n e identificación (se hace uno) hasta el p u n to de fo rm ar con D ios u n a u n id ad sin confusión, sin división y sin m utación, alcanza el p u n to su p rem o de su hom inización. C u an d o eso irru m p e, Dios se hum aniza y el ser hum ano se diviniza. Así el ser h um ano se supera in finitam ente y realiza su naturaleza de pro y ecto infinito. El térm in o de la antropogénesis reside, pues, en la teogénesis, en el n acim iento del ser hu m an o en D ios y de D ios en el ser hum ano. Tal acontecim ien to de te rn u ra debe suceder en to d o s los seres hum an o s, hom bres y m ujeres. La fe cristiana vio ese designio antici­ p ado, y así traíd o a la plena conciencia, en el hom bre de N azaret, Jesús. D ecim os que era el H ijo, la segunda P ersona de la T rin id ad que en él se en carn ó , a su n re n d o nuestra realidad hum ana integral (Jn 1,14). D esde entonces se sabe que lo m asculino y lo fem enino, presentes en Jesús, p e n e tra ro n en el m isterio mas íntim o de Dios. Son p arte del p ro p io D ios. Para siem pre y p o r to d a la etern id ad . Poco im p o rta lo que o c u rra con el fenóm eno hum ano. Ya se ha hecho Dios y es, p o r p articip ació n , la R ealidad últim a. Lo m asculino explícitam ente, p o r­ que Jesús era un hom bre, y lo fem enino im plícitam ente, po rq u e estaba p resen te en Jesús com o p arte de su h u m an idad integral, tam ­ bién siem pre fem enina. Pero convenía que lo fem enino fuese divinizado explícitam ente para que hubiese un equilibrio en el designio de D ios29. Efectivam ente

2 8 . V é a se la a rticu la ció n d e esa id ea en L. B o ff, O eva n g elh o d o C ris to C ó sm ic o , P e tr ó p o lis, V o z e s , 1 9 7 1 ; íd .. Jesu cristo e l lib era d o r: u n e n s a y o d e c risto lo g ía c rítica p a ra n u e s tr o tie m p o , Sal T errae, San tander, 1 9 7 2 ; v é a n se tam b ién las acertad as re­ fle x io n e s d e J. R aztzinger, I n tr o d u fá o a o c ris tia n ism o , H erd er, S áo P au lo, 1 9 7 0 , pp. 1 8 9 -1 9 0 [In tro d u c c ió n a l c ris tia n ism o , S íg u em e, Salam anca, 1 9 7 1 ]. 2 9 . La a r g u m en ta ció n te o ló g ic a de esas a firm a cio n es se en cu en tra en m i lib ro E l ro stro m a te r n o d e D io s , San P ab lo, M a d rid , 1 9 7 9 , y d ifu n d id a en otras obras m ías; véase ta m b ié n la d isc u sió n de esta idea entre las fe m in ista s, q u e en su gran m ayoría n o han a su m id o la parte d e d iv in id a d p e r te n e cien te a la m ujer, q u ed a n d o así d e p e n d ien te s de la d iv in iz a c ió n d e lo m a sc u lin o en J esú s, im p id ie n d o una lib eración rea lm en te total de la m ujer: L. Irigaray, «E qual to W h o m ? » , en D iffere n c es 1 (1 9 8 9 ) , pp . 6 9 ss.; E. Rae, W o m e n , th e E a rth , th e D iv in e , O rbis B o o k s, N e w Y o rk , 1 9 9 4 , pp . 8 1 -9 3 ; E. J o h n so n ,

el tex to bíblico de Lucas dice claram ente que el E spíritu, la T ercera Persona de la T rin id ad , vino sobre M iriam — M aría de N azaret— y arm ó su tien d a de form a p erm an en te sobre ella (1,35). El evangelista Lucas usa p a ra la relación de M aría con el Espíritu — que en hebreo es de género fem enino, revelando así una co n n atu ralid ad con M iriam — la figura de la tien d a (skerté = episkiásei), figura usada p o r el evange­ lista Ju an p a ra expresar la encarnación de la segunda Persona, el H ijo, en Jesús (skené = skénosen). C on eso quiere señalar la espiritualiza­ ción — encarn ació n — del E spíritu en M aría. M iriam es elevada a la altura de lo divino, es hecha D ios, p o r participación. C onsecuente­ m ente, dice el evangelista Lucas: «Y p o r eso (diá óti) el Santo que de ti nacerá será llam ado H ijo de Dios» (1,35). Sólo es H ijo de D ios quien ha nacido de alguien que es Dios, p o r participación. Y ese alguien es la beatísim a m ujer M aría de N azaret. T o d as la m ujeres, no sólo M aría, están llam adas a esta diviniza­ ción, pues to d as ellas son p o rtad o ras de esta posibilidad de acoger a Dios — el E spíritu— en sí. Esta posibilidad se realizará plenam ente un día. Entonces, cada m uier a su m o d o será uno con Dios. Este será su cuadro final y term inal: ser D ios, p o r participación, D ios-M ujer, Dios-Esposa, D ios-V irgen, D ios-M adre, D ios-C om pañera. M iriam de N azaret — M aría— es u n a m uestra anticipada de lo que será realidad p ara todas las mujeres. Ella rep resenta la realización individual de esta revelación universal. Por ella adquirim os concien­ cia de que lo iem en in o ha sido divinizado ju n tam en te con lo m asculi­ no. Lo fem enino, divinizado explícitam ente en M aría, p o rta consigo una divinización im plícita de lo m asculino p resente en ella. Esta divinización de lo fem enino no es exclusivam ente una caractcrítica de los cristianos. Las grandes tradiciones espirituales y reli­ giosas afirm an el m ism o evento b ien aventurado bajo o tro s códigos culturales. Las diferencias de lenguaje dan testim onio de la m ism a realidad sagrada. La energía que o p era esta identificación del hom bre y de la m ujer con D ios es la K undalini, p ara la India, el Yoga p ara los yoguis, el T ao p ara Lao Tsé, la Sheniká de la m ística judía de la C abala, y el E spíritu Santo p ara la trad ició n judeocristiana. En todas rilas tratam o s de alcanzar una experiencia de n o -dualidad, de sum er­ girnos en el M isterio hasta el p u n to de identificarnos con él, sin perder n uestra p ro p ia identidad. P or eso decim os: to d o s som os y sicrcmos D ios p o r participación.

I 1 laidas (e d .), H o m e n s , Senac, S áo P a u lo , 1 9 9 7 ; S. N o la s c o , O m ito d a m a scu lin id a iIr, K u cco, R io de J a n eiro , 1 9 9 3 ; Id., «A d eco n stru g á o d o m a scu lin o: una c o n tr ib u id o . 1 9 9 ; c o m o s u stitu to d e la cu rio sid a d sex u a l, ib id ., p. 1 9 9 . [En esp a ñ o l: T res e n s a y o s so b re la te o ría s e x u a l y o tr o s e sc rito s, A lian za, M a d rid , 2 0 0 3 .] 4 . C f. F reud, C a rd te r e e r o tis m o a n a l, ESB, vol. IX , p p . 1 7 5 -1 8 1 , d o n d e p r e se n ­ i l la e cu a ció n sim b ó lica h e c es = hijo = o r o = d in ero .

descubrim iento más ex trao rd in ario del psicoanálisis p o r indicar una nueva dirección a lo que hasta aq u í se ha dicho sobre la sublim ación: no es u n fenóm eno que se inicie en la época en que se p ro d u ce el dram a edípico, es esencialm ente específica de la fase anal y tran sfo r­ m a todas las proyecciones, hechas hasta entonces con referencia a las fases an terio res, en proyecciones que estru ctu ralm ente tienen que ver con el fenóm eno de la analidad. Vale la pena que nos detengam os u n p oco más en lo que sucede en esta época con el niño y n o co n la niña. En el m om ento que el niño se siente radicalm ente solo, co n m iedo de su p ad re y te rro r de su m adre, concibe el p royecto de ser autosuficiente. Pero ese proyecto viene ju n to con la desexualización del pene am enazado de castración. El niño entonces, en su fantasía escinde el pene del cu erp o y lo equipara a las heces. Las heces son la p rim era m ateria que sale del cuerpo del niño y de la cual to m a conciencia. Ellas están, al m ism o tiem po, vivas y novivas. D e ah í el interés del n iñ o p o r esa p arte que sale de su cuerpo. La autosuficiencia significa tam bién autorreg en eración, p o r eso el niño en su fantasía se fija en las heces. Este ex crem ento pasa a ser valorizado m ágicam ente com o alim ento, p ero co n tinúa siendo excre­ m ento. El nm o , im pedido de p ro y ectar su libido en el pene am enaza­ do — se ve obligado a desexualizarlo— , pasa a tran sferir su libido a la región anal. D e ahí la ecuación mágica: pene = heces = hijo. Y así ve el niño en su fantasía de m an era alucinatoria lo que está sucediendo. El excrem en to es al m ism o tiem p o alim ento e hijo. Y esta fantasía de om m ip o ten cia lo satisface en u n a fusión inestable entre el Eros y el m iedo a la m uerte. La ganancia de las heces im plica la p érd id a del cuerpo. La prim e­ ra posesión es la posesión del ex crem en to y viene ligada, en el niño, a la vivencia ,del m iedo a la m u erte del cuerpo, a la p érd id a del pene. Así, al m ism o tiem p o que elige el am o r a sí, en el m o m en to en que pierde el cuerpo, el niñ o , en n u estra cultura, escoge tam bién el am or y la posesión de las cosas. De ah í la naturaleza excrem ental insconsciente de to d a p ro p ied ad , de to d o , y tam bién del d in ero , residuo m ágico y sím bolo de p ro p ie d a d y de p oder. D e ah í en adelante el n iñ o no libidiniza más el pene sino su relación con el m undo ex tern o de los objetos. Y su libido sólo se dirigirá hacia el ó rgano genital m ás tard e cuando deba ser usado en la sexualidad adulta. Ésta ya no será más la sexualidad infantil perversa y polim orfa, sino localizada y fragm entada, p re n d a y p érd id a de la sexualidad infantil. Por eso la sexualidad adulta m asculina tal com o l;i

conocem os hoy es tam bién hija de la sublim ación y p o r ta n to del instinto de m uerte. En la cu ltu ra sublim ada no se rep rim e la sexualidad adulta; p o r el contrario, a m ed id a que la cu ltu ra se hace m ás sofisticada, y p o r lo m nto más sublim ada, esa sexualidad ad u lta frag m en tada se estim ula i .ida vez más. P ero siendo un fragm ento de la sexualidad — pues excluye el resto del cuerp o que p a ra el ho m b re queda anestesiado, insensible y sublim ado— , se ve tam bién m anipulada p o r la cultura. Así, en n u estra sociedad p atriarcal, el n iñ o p ierde p a ra siem pre el Paraíso terrestre: el éxtasis.

LA SEXUALIDAD FEM EN IN A : C Ó M O SE FABRICA U N C U ERPO

Según F reu d la sexualidad se form a trad icio n alm en te en tres fases. En la p rim era fase — la oral— , la sexualidad de niños y niñas sería indiferenciada, co n el m ism o p royecto narcisista de fusión con el m undo y de in co rp o ració n del objeto am ado. Solam ente en la segun­ da fase — la anal— se acen tu arían las diferencias. En esta segunda fase, cuando en la n iña el prin cipio de pasividad se tran sfo rm a en prin cip io de actividad, ella tam bién concibe el p ro yecto de te n e r un hijo con su m adre, es decir, la niña concibe su p ro y ecto edíp ico sin la presencia del padre. Y a m edida que la niña percibe que la m ad re está castrada, que no posee pene com o el padre y los herm anos, se rebela co n tra la m adre p o rq u e se ve tam bién castrada. Así la n iñ a siente el m iedo a la castración antes que el n iñ o 1. Siguiendo todavía a F reud, en ese m o m en to la niña asum e el princip io de actividad rebelándose p o r ten er el m ism o sexo que su m adre y q u erien d o ten er un pene, tal com o el niño. E ntonces, después de sentirse castrada se vuelve hacia su padre, q u erien d o ser co m o él. Sólo después acepta su fem inidad, al querer

1. E n A lg u m a s c o n seq ü én cia s p síq u ic a s d a diferen ga a n a tó m ic a e n tre o s sex o s, ESB, v o l. X I X , F reu d hab la sobre la e n v id ia d e l p e n e , pp . 3 1 4 - 3 1 8 , y el ca m b io p or el hijo. En O rg a n iza n d o g e n ita l in fa n til, ESB, v o l. X IX , hab la so b re el horror d e la mujer p or n o ten er p e n e , p . 1 8 2 . E n A d is so lu fá o d o c o m p le x o d e É d ip o , v o l. X IX , sob re l.i m ad re c o m o p r o p ie d a d , p. 2 1 7 y las fases de la ca stra ció n , pp . 2 1 8 - 2 2 2 , los órgano» sex u a les de las niñ as so n lo q u e c o n v e n c e al n iñ o de su su p erio rid ad , p . 2 2 1 ; para l.i niña la a n a to m ía es e l d e stin o , p. 2 2 2 ; e l c líto ris c o m o fu n d a m e n to de la infcriorid .u i fem en in a , p . 2 2 3 .

irn cr un hijo, a h o ra ya n o con su m adre, sino con su padre. La i (-solución de este com plejo de E dipo es m ucho m ás p ro lo n g ad a en la niña, según F reu d , que en el niño, p o rq u e sólo en la adolescencia, ■liando m enstrúa, la niña consigue su deseo de ser m adre, com o su iii.idre. Sin em bargo, antes de criticar este p ensam iento tradicional, lo i |iie en u n a p rim era ap roxim ación p odem os ver son niños y niñas que, después de pasar p o r u n a fase de intenso am o r a su m adre, com ienzan .1 rechazarla p o r n o ten er pene — ellos p o r m iedo a volverse com o su madre y ellas p o r ser iguales a ella— , y am bos idealizan al padre lodopod ero so — ellos p o r m iedo a ser m uertos p o r su p ad re y ellas por serles inaccesible. De esta m an era, lo que crea en la niña el com plejo de castración no es el m iedo al pad re, sino el descubrim iento de que la m adre no nene pene. Y esto en la cu ltu ra patriarcal, p o rq u e incluso cuando i rcud afirm a que los com plejos oral, anal y de castración pu ed en >nceder sin la presencia del p ad re, p o r detrás de todas sus afirm acio­ nes está el hecho de que la m adre está castrada, y así «filogenéticamente» es inferior al hom bre. A hora bien, esto indica, en la teoría Ireudiana, u n a p referencia generalizada p o r la m asculinidad. N iñ o s y niñas al darse cu enta de la castración de la m adre se vuelven hacia el sexo op u esto , de ah í la preferencia p o r la m asculinidad, en ten d ien d o com o o p u esto no la fem inidad sino la castración. P or lo ta n to , según esa m ism a teo ría, la niña está estru ctu ralm en te vinculada a la pasivi­ dad, a la in ferio rid ad y a la castración. Y de ese h o rro r de la m adre F reud deduce n o sólo la envidia del pene de las m ujeres, sino tam bién el h o rro r al incesto. Para él este h o rro r n o es an tro p o ló g ico ni sociológico, sm o estructural a la psico­ logía del m acho debido a su culpa subyacente al com plejo de castra­ ción. F reud asocia la form ación del superyó, y p o r lo ta n to de la conciencia h u m ana, con el h o rro r al incesto. Esta es la visión de la sexualidad fem enina a p a rtir del hom bre.

I .a fabricación del cuerpo • m em bargo, lo que o cu rre con la niña n o es lo que F reud pensaba. Y p artir de este p u n to — de la m ujer— pasam os a rechazar su pensa­ m iento. U na teo ría que no da cuenta de m edia hu m anidad, si no es errada, p o r lo m enos es incom pleta. F reud conocía m uy poco de la sexualidad fem enina y fue h onesto en reconocerlo cuando preguntó: .1

«A fin de cuentas, ¿qué quiere la m ujer?»2. A hora nos toca a nosotras, m ujeres, resp o n d er esa preg u n ta. Y a p a rtir de aquí ya no nos a ten d re­ m os más al esquem a freudiano. C u an d o la niña pasa p o r el odio intenso a su m adre y quiere te n e r pene, se vuelve hacia su p ad re y quiere ten er un hijo con él, desea el pene no com o posesión sino com o objeto de am or. Y com o ya está castrada, no tiene m iedo de la m adre, com o el niño tiene m iedo del p ad re cu an d o piensa que éste va a co rtarle el ó r­ gano. La niña no tiene ningún ó rgano que p erd er y p o r eso perm an e­ ce ligada físicam ente a su m adre, que sigue siendo p ara ella la fuente arcaica de placer. De ahí un sen tim ien to am bivalente hacia ella y no unívoco, com o el del niño, que separa sexualidad de afecto. La niña, aunque d etestan d o a su m ad re, co n tin ú a integ ran d o afecto y sexuali­ dad, p o rq u e no ha p erd id o el objeto de am o r arcaico (m adre). En el m o m en to en que pasa a desear al pad re, es decir, a querer el pene del p ad re com o objeto de deseo y no com o p arte de su pro p io cu erpo — com o quiere F reu d — , en el m om ento en que acepta su fem inidad, sucede algo to talm en te distinto de lo que ocurre con el niño. La niña, que todavía no se escindió del cuerpo de la m adre, po rq u e n o la perd ió , pasa a h o ra a unirse al cuerpo dei padre. C om ien­ za a co m p artir el deseo y en ese co m p artir no ve una am enaza de m uerte sino un au m en to en riq u eced o r de relación y de com unica­ ción. A quí n osotras, las m ujeres, ya estam os to talm en te fuera del esquem a freudiano. Así com o el niño se identifica con el p ad re a p a rtir de la pérdida y de la soledad — «yo te perdí, a h o ra tú estás d e n tro de m í y yo soy igual a ti»— , la n iña se identifica co n la m adre en la com unión, en la fusión, en la relación. En vez de p e rd e r el am o r del p adre y de la m adre, com o el niño, y quedarse sin nad a, la niña pasa a ganar, en vez de uno, dos am ores. M ientras el n iñ o se queda solo, ella queda doblem ente acom pañada. Ella pasa a aceptar su castración no ya más com o castración hija del instin to de m uerte, sino co m o la posibilidad de te n er un hijo. Esto supone u n a ganancia fantástica y n o u n a pérd id a. Su sexualidad no pasa p o r la fase regresiva anal p o r la que pasa el niño cuando, com o vim os, con fu n d e heces con p en e y con hijo. Ella co n tin ú a m enos

2. C f. S. F reud, N o v a s c o n fe rén cia s in tro d u tó ria s s o b re p sica n d lise, ESB, vol. X X II, « C o n fe r é n c ia X X III».

fijada en la fase anal p o rq u e p u ede realm ente te n e r u n hijo. Las heces no tienen p a ra ella el valor que tien en p ara el niño, pues ella no se ve im pelida a retro ced er a la fase anal. Ella co n tin ú a siendo polim órficam ente perversa. La sexualidad se m anifiesta p o r to d o su cu erpo y hasta el fin de su vida el gozo sigue irradiándose p o r en tero . N o hay en ella u n p e rio d o de latencia — el p e rio d o p ost-edípico— co m p leta­ m ente desexualizado com o sí lo hay p ara el n iñ o en la cultura patriarcal. M ás tard e, cu an d o llega a la adolescencia y después a la vida adulta — y p u ede realizar su sueño de ten er un hijo— , su cuerpo erógeno se vuelve to talm en te diferente del cu erp o m asculino. Su sexualidad n o está co n cen trad a en el área genital, está dispersa p o r todo el cu erp o , incluso in tern am en te. La p erversidad p o lim orfa inva­ de su psique. Ella, que no pasó p o r un proceso de sublim ación tan agudo com o el del hom b re, no separa m ente de cu erpo y p o r lo tan to tam poco alm a de cuerpo. Su alm a está en su cuerpo. N o es au tó n o m a com o la del hom bre. Es sim plem ente, com o en la definición tra d icio ­ nal de la telogía cristiana, un espíritu incom pleto que sólo puede existir con el cuerpo. En c o n tra p a rtid a, el alm a m asculina es un espíritu au tó n o m o com o el alm a de los griegos. Y p o r eso el hom bre crea historia. La m ujer entonces d esarrolla las cualidades de esa alm a que están integradas con el cuerp o y que el hom bre reprim e: la em oción, la relación con el o tro , la co m u n ió n , el com partir. El darse no es para ella fuente de m uerte sino fuente de vida, inclusive biológicam ente, lilla se da al hom b re y la vida b ro ta de ella. Su yo sigue siendo la superficie sensible del cuerpo. La intuición, la adivinación del o tro , el cuidado del o tro , no se originan en ella de u n m asoquism o, sino de una exuberancia, p o rq u e sabe que de ella puede b ro tar la vida. Al con trario del niño, ella no pierde lo que da. La m ujer es m enos sublim adadora que el hom bre, p e ro tam bién sublim a, p o rq u e sublim ando transfiere p arte del deseo a objetos nocorpóreo s, lo cual es necesario a la función del ser hum ano, de su córtex. Sin em bargo existen m ujeres m ás o m enos sublim adas. T o d o s conocem os a m ujeres p ara quienes la relación de afecto con su padre o con su m adre fue tan d olorosa que se refugiaron, com o el niño, en un proy ecto narcisista o m n ip o ten te de autosuficiencia, y en la vida adulta huyen del afecto hacia la intelectualidad, tal com o hacen los hom bres. De este m odo el pro y ecto de la sexualidad fem enina com o tal se vuelve m ucho m ás fiel al Eros que el del hom bre, incluso en una

sociedad patriarcal d o n d e se desvalorizan sus valores. Ella perm anece com o fuente silenciosa de la que en n u estra cultura todavía no se ha agotad o to d a su riqueza y to d a su potencialidad. Tal vez sea ella quien tenga u n a altern ativ a p a ra la sublim ación destructiva m asculina. Pero p ara esto es necesario saber cóm o nosotras, las m ujeres, vivimos nuestro cuerpo.

E l gozo H em os visto cóm o la sublim ación d istorsiona el cuerpo de los hom ­ bres en un cuerpo desexual izado, con un placer localizado solam ente en el pene. H em os visto tam bién cóm o la m ujer no sufre la am enaza de la m uerte y p o r eso n o p ierd e el cuerp o pansexualizado y polim órficam ente p erverso del n iñ o antes de la represión. Adem ás de eso su cu erpo carga con un p esado y com plejo ap arato rep ro d u ctiv o que incluye ta n to m enstru ació n , desfloración, gravidez, p arto , lactancia, llegando hasta la m enopausia, cuanto el ú tero , los ovarios, los senos y m uchas más zonas erógenas que el hom bre, que posee solam ente un pene y dos testículos. P or ser más sim ple, el cuerpo del nom bre tran sp o rta una gran carga de fantasías, p ero el de la m ujer no, porque el cu erp o de la m ujer carga la realidad que es la vida. Esto indica u n a diferencia de cualidad en la vivencia de los cuerpos m asculino y fem enino y en el placer de hom bres y mujeres. C u an d o H o m e ro p re g u n ta a Tiresias, en la Ilíada, cuál era el m ayor placer, si el del hom bre o el de la m ujer, éste, que había sido m ujer antes que h o m b re, le contesta: «El deseo tiene diez partes, nueve son de la m ujer y u n a del hom bre». H em o s .tenido el privilegio de cono cer a una de esas rarísim as personas que fue h o m b re y hoy es m ujer. Se tra ta de la d o cto ra R. M o o re, que cuando fue ho m b re era p ro feso r de econom ía de tai fundación G etúlio V argas de Brasil, en la N ew Y ork University y en tai H o fstra U niversity en E stados U nidos. A los cincuenta años, casado dos veces, p ad re de tres hijos, religioso y no prom iscuo, heterosexual, decidió seguir su in stin to más p ro fu n d o y tras dos años de psico tera­ pia cam bió de sexo asum ien d o su naturaleza transexual. H oy la d o cto ra M o o re sigue trabajando en las mismas universida des y es acep tad a p o r sus alum nos y alum nas. Y cuando le pregunta m os sobre sus orgasm os com o hom bre y com o m ujer, respondió: «C uando era hom b re m i orgasm o estaba localizado en el pene. Des­

pués de haberm e o p e ra d o — to m o estrógenos, pues mi organism o no l o s fabrica n atu ra lm e n te — mi orgasm o hoy se extiende p o r to d o mi i uerpo de la raíz del pelo a la p u n ta de los pies. D ebería haberm e éitrevido a ser m ujer antes...». Ella n o hizo m ás que ad ap tar su sexo genital al sexo de su cerebro. Su disfunción es ra ra , p e ro existe, y se llam a «disforía de género»; su •mgustia, que era el resultado de su división in tern a, term inó. N o es e x tra ñ o que en la cultura p atriarcal los hom bres — F reud inclusive— ten g an u n m iedo terrible a lo fem enino. M ilenariam ente Lis m ujeres h an sido castigadas p o r su sexualidad. N o sólo en el G énem s , donde la m ujer es d oblem ente culpada de la caída hum ana; en las i ulturas islám icas van siem pre cubiertas de velos; en A frica se les am ­ puta el clítoris o se les cose la vagina. En C hina hasta m ediados del .ii^lo XX se les v en d aban los pies, pues su situación de esclavitud era idn terrible que así n o p o d ían huir. Y sus pequeños pies eran ensalza­ dos p o r to d o s los p oetas. En la India son vendidas hasta el día de hoy; imi los p erió d ico s p u ed en verse páginas y páginas de anuncios, que .iparecen com o n u estro s anuncios de ventas inm uebles, d o n d e son nrnociadas p o r sus p ad res..., hasta hoy su situación es tan deprim ente m uchas m adres prefieren m atarlas al nacer con veneno antes que exponerlas a to d o s los vejám enes que las m ujeres sufren en ese país, y m ucho más. En el cristianism o fueron sacrificadas p o r la Inquisición centenaics de miles de m ujeres — las brujas— p o r el sim ple hecho de ser i n nasmicas. El raciocinio teológico era el siguiente: el pecado original Imt la p rim era cópula. P or escoger el placer que le ofrecía la m ujer, el hom bre en treg ó su alm a al dem onio. P or lo ta n to el placer es el más lirdion d o de los m ales y viene d irectam ente del d em onio. La m ujer w'ilo po d ía h aber sabido lo que era orgasm o p o r h aber copulado con S.iianás3. Ese carácter dem oníaco del gozo aparece en to d a la cultura p.Hriarcal desde m ucho antes del cristianism o. La m ujer v erd ad era­ m ente fem enina e ra la m ujer silenciosa, pasiva y anorgásm ica. Así se pensaba hasta com ienzos del siglo XX, cuando F reud y su discípula 1 lelcn D eutsch h ablaban del m asoquism o p rim ario com o la caractei Intica p rim o rd ial de lo fem enino4.

I.

K. S p cn ce r , O m a r te lo d a s fe tic e ir a s , R o sa d o s T e m p o s , R io d e J a n e ir o ,

"'LVtM, |>. 231. ■I

MAs in fo rm a ció n so b re e l tem a en las sig u ie n te s obras: P. A b u rd en e y J. N a s-

ln ii, M e^ a te n d é n c ia s p a ra m u lh e re s, R osa d o s T e m p o s , R io de J a n eiro , 1 9 9 4 ; A. A sch

Esta m asacre de lo fem enino solam ente se ro m pió en la segunda m itad del siglo xx, p ero sólo p o d rem o s e n ten d er el p o r qué de esto si conocem os las razones económ icas que cond u jero n a dicha masacre.

y G . G e lle r, « F em in ism , B io e th ic s and G e n e tic s» , en F em in ism a n d B ioeth ics: B ey o n d R e p r o d u c tio n , O x fo r d U n iv ersity Press, N e w Y ork, 1 9 9 6 ; P. L. A sso u n , F reu d e a m u lh e r, Z ahar, R io de J a n eiro , 1 9 9 3 ; P. A u la ig n er, L e d é sir e t la p e rc e p tio n , Seuil, Paris, 1 9 6 7 ; E. B adinter, U m a m o r c o n q u is ta d o : O m ito d o a m o r m a te r n o , N o v a Fron teira, R io de Ja n eiro , 1 9 8 5 ; M . N a z a r e th A lv im de B assos, A s d eu sas, as b ru x a s e a lg reja , R o sa d o s T e m p o s, R io de J a n eiro , 2 0 0 0 ; S. de B ea u v o ir, E l s eg u n d o se x o , C átc dra, M a d rid , 2 0 0 0 ; S. B en habib y D . C o r n e ll, F e m in ism o c o m o c rític a d a m o d e rn id a de, R o sa d o s T em p o s, R io de J a n eiro , 1 9 9 1 ; E. B erq u ó , «A fa m ilia n o sé c u lo x x i» , en C ie n c ia H o je , v o l. 1 0 , n .° 5 8 (1 9 8 9 ) ; E. B erq u ó y A . L o y o la , «U n iáo d o s s e x o s c estrateg ia s rep ro d u tiv a s n o B rasil», en R e v is ta B rasileira d e E stu d o s d e P o p u lan do 1 (1/ 2 ) (1 9 8 4 ) , p p . 3 5 -9 8 ; J. B irm an, P o r urna e stilístic a d a e x iste n c ia , E ditora 3 4 , Sñn P au lo, 1 9 9 6 ; J. B irm an, «Sujeito fr e u d ia n o e p o d er , tragicid ad e e p a r a d o x o » , en E stn d o s d e sa ú d e c o le tiv a 2 2 , IM S/U ER J, 1 9 9 3 ; S. B o rd o , « H o w T e le v is ió n T ea c h e s W o m en to H a te th eir H u n g ers» , e n M irr o r Im a g es (n ew sle tte r o f A n o rex ia /B u lim ia su p p ort) 1 4 :1 (N e w Y ork, Syracuse) ( 1 9 8 6 ) , pp . 8 -9 ; S. B o rd o , «R ead in g th e Sp lcm lcr B oy», en W o m en , S cien ce a n d th e B o d y P o litic : D isco u rses a n d R e p r e se n ta tio n s , M e th u e n , N e w Y ork, 1 9 8 9 .

EL M U N D O C O M O PR O Y EC C IÓ N DEL C U ERPO E R Ó G E N O DE LA M U JER

l’ara que en ten d am o s cóm o la m ujer p o d ría ap o rtar algo nuevo a la construcción del m u n d o necesitam os d eten ern o s en lo que sucedió cuando lo fem enino era el género hegem ónico. F reud desarrolló su teo ría de la sublim ación en E l m alestar de la civilización, cu an d o estudió la estru ctu ra de las sociedades capitalistas europeas de su tiem po. A hora bien, la existencia de divinidades lem eninas prim o rd iales n o fue descubierta hasta el últim o cu arto del siglo X X p o r las ciencias hum anas fem inistas1 junto con algunos científicos, com o Jo sep h C am pbell2. Al estu d iar las 1.500 cosm ogonías conocidas y ordenarlas c ro n o ­ lógicam ente, este m itólogo, co nsiderado u n o de los más im portantes ilel pasado siglo, vio que las más arcaicas se referían a una D iosa, una C¡ran M ad re — p o r lo general identificada con la T ierra— , de donde -.alia to d o y a d o n d e regresaba to d o . Era om nidadivosa, om nirreceptiva, y cread o ra de todas las otras divinidades y, directa o indirectam enic, de to d o s los seres hum anos. De ah í en adelante, a m edida que el gén ero m asculino se vaya vol­ viendo hegem ónico aparecerán las divinidades masculinas p rim o rd ia­ les. En el p rim e r g ru p o es u n o de los hijos de la diosa, que se rebela i o n tra ella y to m a el p o d er. D espués la pareja andrógina — com o el Yin/Yang de la C hina, y Shakti/Shiva de la India— y finalm ente, el Dios m acho to d o p o d e ro so que crea — tam bién él solo— to dos los seres.

1. M . G im b u ta s, D io s e s y d io sa s d e la vie ja E u ro p a ( 7 0 0 0 - 3 5 0 0 a .C ), Istm o, M .ulrid, 1 9 9 2 . 2.

J. C a m p b ell, L a s m á sca ra s d e D io s , A lia n za , M a d rid , 1 9 9 9 .

T o d as las cosm o g o n ías n o son m ás que la sacralización de las leyes q u e rigen los sistem as económ icos y culturales de los diversos grupo s h u m an o s. Las m ás antiguas im ágenes sagradas n o son de ho m b res ni de anim ales. Son 2 5 .0 0 0 estatuillas de m ujeres grávidas con g ran d es senos y en o rm es caderas, las diosas de la fe rtilid a d ’. La ap arició n d e dioses m asculinos es m uy reciente en la histori.i hum ana. D esde la década de 1960 las h istoriadoras fem inistas4 se refieren ;i las prim eras cultu ras conocidas com o m atricéntricas, culturas de recolección, en las que no era necesaria la fuerza física. Las mujeres gobernaban la sociedad de entonces p o r linaje fem enino p o rq u e ni los hom bres ni las m ujeres sabían quién era el p a d re de la criatura. Así los hom bres se sen tían más o m enos m arginales y las m ujeres eran consideradas casi sagradas, pues se suponía que concebían de los dioses.

3 . M . F r e n c h , B e y o n d P o w e r : o n W o m en , M en a n d M o rá is, Su m m it B o o k s, N e w Y ork , 1 9 8 5 . 4 . V é a n se , so b r e e ste tem a , las sig u ien tes obras: R. A g o n ito , H is to r y o f Ideas o / W o m en , G . P. P u tn a m ’s So n s/P a ra g o n , N e w Y ork, 1 9 7 7 ; J. P. V . D . B a lsd o n , R om án W o m en : T h eir H is to r y a n d T h eir H a b its , G r e e n w o o d Press, W e stp o r t, 1 9 6 2 ; M . K B erad, W o m a n a s F o rc é in H is to r y , M a cm illa n C o llie r B o o k s, N e w Y ork , 1 9 7 1 ; S. (> B ell, W o m e n fr o m th e G re e k s to th e F rench R e v o lu tio n , Sta n ford U n iversity Press. 1 9 7 3 ; J. B ernard, T h e F em a le W o rld , F ree Press, N e w Y ork, 1 9 8 1 ; S. de B eau voir, I I seg u n d o sex o , C á ted ra , M a d rid , 2 0 0 0 ; J .-C h. B illig m eier y J. A . T u rn er, «T h e S ocio E co n o m ic s R o le s o f W o m e n in M y ce n a e a n G reece: A B rief Survey fro m E vid en ce ol th e L inear B T a b le ts» , en W o m e n ’s S tu d ie s 8 (1 9 8 1 ) , pp . 3 -2 0 ; R. B lo c k , T h e E tn a c a n s, F red erick A . P raeger, N e w Y ork, 1 9 5 8 ; A . C lark, W o rk in g L ife o f W o m e n in th r 1 7 th C e n tu r y ( 1 9 1 9 ) , reim p. A . M . K elley, N e w Y ork, 1 9 6 8 ; E. C roll, F em in ism a n d S o c ia lism in C h in a , S c h o c k e n , N e w Y ork, 1 9 8 0 ; F. D a h lb erg , W o m a n th e G a th e r n , Y ale U n iv ersity P ress, N e w H a v e n , 1 9 8 1 ; E. G . D a v is, T h e F irst S ex, N e w Y ork , G. I'« P u tn am ’s S o n s/P en g u in B o o k s, 1 9 7 2 ; R. E isler, O c á lic e e a e sp a d a , Im ago, R io ilr Ja n eiro , 1 9 9 4 ; M . F r e n c h , B e y o n d P o w e r: o n W o m en , M en a n d M o rá is, Su m m it Un ok s, N e w Y ork, 1 9 8 5 ; E. F riedl, W o m en a n d M en : a n A n th r o p o lo g is t’s V iew , H o li, R inehart an d W is to n , N e w Y ork, 1 9 7 5 ; M . G im butas, D io s e s y d io sa s d e la vieja Enr7; N . C h o d o row , E l e je rc ic io d e la m a te r n id a d , G ed isa , B arcelon a, 1 9 9 7 ; H . D e u tsc h , «D er F em inin e M a so c h ism u s un d sein e B ezieh u n g zur Frigitat», e n IZ P 16, p p . 1 7 2 -1 8 4 ; Id., «T he S ig n ifica n ce o f M a so c h ism in th e M en ta l L ife o f W o m e n » , e n IJPA 1 1 , pp . 4 8 -6 0 ; id ., «O n F em a le H o m o s e x u a lity » , en P Q 1, pp. 4 8 4 - 5 1 0 , 1 9 3 2 ; íd ., « M o th e r h o o d and Sexu ality» , e n P Q 2 , pp . 4 7 6 - 4 8 8 , 1 9 3 3 ; E. D u h ra m , «Fam ilia e r e p r o d u j o hu m ana», en P e rsp e c tiv a s a n tr o p o ló g ic a s d a m u lh e r (3), Z ahar, R io de J a n eiro , 1 9 8 3 ; J. E ricksen v S. A . S teffen , K iss a n d T e ll: S u rv e yin g S ex in th e T w e n tie th C e n tu r y , H arvard U n iv e r ­ sity Press, C a m b rid g e, 1 9 9 9 ; M . F o u ca u lt, La v o lu n ta d d e sa b er, v o l. 1 d e H is to r ia d e la s e x u a lid a d , S ig lo X X I, B u en o s A ires, 3 v o ls ., 1 9 7 6 - 1 9 8 4 ; G . F reyre, C asa G ra n d e e S en za la , J o s é O ly m p io , R io d e J a n eiro , 1 9 4 6 ; B. F riedan , M ística F em en in a , V o z es, P etró p o lis, 1 9 7 1 ; C . C . G arcia, O velh a s na n é v o a , R o sa d o s T e m p o s , R io d e Jan eiro, 1 9 9 5 ; C . G illig a n , Urna v o z d ife re n te , R osa d o s T e m p o s , R io d e J a n e ir o , 1 9 8 2 ; M . C¡old en b erg , S e r h o m e m , se r m u lh e r d e n tro e fo ra d o c a sa m e n to , R evan , R io d e Ja n e i­ ro, 1 9 9 1 ; Id ., T o d a m u lh e r é m e io L eila D in iz , R eco rd , R io de J an eiro, 1 9 9 5 ; íd ., A n u tra: e stu d o s a n tr o p o ló g ic o s s o b re a id e n tid a d e d a a m a n te d o h o m e m c a sa d o , R eco rd , Kio de Ja n eiro , 1 9 9 7 ; Id., O s n o v o s d esejo s, R eco rd , R io de J a n eiro , 2 0 0 0 ; A . H ig o n n ct, «M ujeres e im á g en es. A p a rien cia , tie m p o libre y su b sisten cia », en M . Perrot y G. I r.iisse (ed s.), H is to r ia d e la s m u jere s, to m o 4 , E l sig lo xix, T a u ru s, M a d r id , 2 0 0 0 , pp. 2 7 1 -3 0 4 .

EL A N D R Ó G IN O

¿Cóm o serán los nuevos hom bres y m ujeres que nos traerá la tran s­ form ación de las relaciones familiares? En el sistem a patriarcal la diferenciación sexual produce en el niño — y lega al inconsciente del hom bre ad u lto — la noción de la m ujer com o el sexo castrado y del hom bre com o el sexo com pleto. Pero, com o ya hem os visto, la dom inación del m acho no es universal, lo que m uestra que la envidia del pene tam p o co lo es. Expresa sim plem ente la rebelión de la hem bra c o n tra los privilegios d d m acho. Pero cualquiera que sea la biología y la cultura, el deseo in­ m ortal de los dos sexos es siem pre el m ism o: am bos quieren ser om n ip o ten tem en te satisfechos. La sexualidad del niño es infantil, se extiende p o r to d o su cuerpo, y, siendo perversa y polim o rfa, tam bién es pansexual y p o r lo tanto todavía bisexual. El n iñ o , al saber rep en tin am en te que los sexos están divididos, de que hay diferencias en tre ellos, ve y siente esto, en el inconsciente m ás arcaico, com o una p érd id a de integridad. C o m o la sexualidad infantil se vive todavía en la fam ilia hum ana y en la organización genital adulta, cada sexo reprim e en la heterosexualidad convencional lo que es p ro p io del sexo opuesto. Sin em bargo, el inconsciente de cada sexo no acepta esta represión y en co n trap artid a in ten ta restaurar la bisexualidad de la infancia1.

1. C f. S. F reu d , E l y o y e l e llo , ESB v o l. X IV , pp . 4 6 -4 8 . [En e sp añ ol: E l y o y el e llo y o tr o s p r in c ip io s d e m e ta p s ic o lo g ía , A lianza, M a d rid , 2 0 0 3 . ]

F reu d vio este rechazo fu ndam ental de la separación en tre los sexos y de la diferenciación sexual, p o r p arte del inconsciente, com o el más p ro fu n d o y el m ás obstinado m otivo de conflicto neurótico entre la libido y la realidad. Y com o F reud veía la organización genital com o u n d a to biológico, llegó a la conclusión de que esa neurosis era incurable. En el estadio más p ro fu n d o del ideal an d ró g in o o h erm afro d ita del ser h u m an o , en su inconsciente, se refleja la aspiración del ser hum ano de su p erar los dualism os que son su neurosis. En últim o térm in o quiere reunificar el Eros con el instinto de m uerte. El dualis­ m o m asculino/fem enino constituye la proyección, para la sexualidad biológica, del dualism o en tre actividad/pasividad. Estas no son más que fusiones inestables del Eros con el in stin to de m uerte, en lucha uno c o n tra o tro . P or eso se identifica co m únm ente m asculinidad con agresividad y sadism o, y fem inidad, con pasividad y m asoquism o. El m ito sobre el origen de la h um anidad que más m olesta a la m ente occidental es el del andró g in o , según el cual hom bres y mujeres habrían sido creados co rta n d o p o r el m edio a un ser com pleto, to talm en te p o d e ro so y feliz, con cuatro brazos, cu atro piernas, dos cabezas, bisexual, que am enazaba a los dioses. D espués de ese corte, hom bres y m ujeres estarían siem pre buscándose uno al o tro , y así dejarían a los dioses g o b ern ar el m u n d o en paz. P or este m otivo n u estro esfuerzo inconsciente más p ro fu n d o , y m enos asum ido, sería el de restau rar la p erd id a u n id ad original, en la que vida y m uerte estarían en com pleta arm onía. Este deseo encaja con el p rim er relato bíblico de la creación que describe a D ios com o A ndrógino, es decir, co n ten ien d o en sí m acho y hem bra. Así debería ser la perfección hum an a antes de la caída. El ser hum ano sería un ser com pleto, m asculino y fem enino, y en ese caso el pecado original, la caída, ten d ría que ver, m ás allá de lo que hem os analizado, co n la división de ese p rim e r ser en dos sexos — y la consiguiente desagregación de lo an d ró g in o — , frutos am bos de la desobediencia a la ley y de la castración patriarcal. La gran búsqueda de la h um anidad n o es solam ente la reunifica­ ción en tre los sexos, sino tam bién la reunificación de los sexos d e n tro ilc cada u n o de nosotros. En este sentido ta n to la h eterosexualidad convencional, que re­ prim e los rasgos del o tro sexo d e n tro de sí, com o la hom osexualidad de- hom bres y m ujeres que im itan al sexo opuesto, a fin de verse libres ilc él, son desviaciones de la androginia. La andro ginia es tal vez la

m ás deseada y la m ás difícil de las condiciones hum anas. Llegar a ella puede tra e r consecuencias que hasta hoy sólo los artistas intuyeron, com o R ainer M a ría Rilke cuando decía: «Y tal renovación del m undo tal vez consista en que hom bres y m ujeres, libres de falsos sentim ien­ tos y de aversión, se busquen u n o al o tro , no com o opuestos, sino com o h erm an o y herm ana, com o vecinos, y se reúnan com o seres hum anos»2. El an d ró g in o es aquel heterosexual que n o reprim e d e n tro de sí las características q u e convencionalm ente p erten ecen al sexo opues­ to , p o r ejem plo la sensibilidad y la p érd id a del m iedo al afecto en el hom bre y la inteligencia creativa en la m ujer. A ndrógino es aquel que es capaz de reunificar los opuestos d e n tro de sí: el hom bre y la m ujer, la actividad y la pasividad, m ente y cuerp o ..., es decir, quien tiende con todas sus fuerzas a la sexualidad p o lim orfa de la infancia en la edad adulta. En este caso el Eros y el instinto de m uerte se reunifican en cada u n o de n osotros. P or eso Rilke, cuando pide a D ios que lo vuelva un artista perfecto le im p lo ra que lo haga h erm afro d ita3.

La resurrección del cuerpo D espués de lo que acabam os de decir del andró g in o , p arecería que ya está dicho to d o , p e ro el p roblem a sigue todavía oscuro. Sigue en pie la pregunta: ¿cóm o podem os en el co tidiano co n creto reunificar vida y m uerte, Eros e in stin to de m uerte, que parecen ser el un o op u esto al otro? Ya hem os visto que los anim ales, que no poseen córtex, y p o r lo ta n to n o son capaces de sim bolizar, perciben la vida y la m uerte de la m ism a m anera, o sea, usan el instinto de vida p ara vivir y el instinto de m uerte p ara m o rir. N o están atados al pasado com o los seres h u m a­ nos, fijados en la felicidad de u n a infancia p ro lo n g ad a y p o r eso con m iedo a m orir. Sólo son capaces de vivir el-aquí-y-ahora, in co rp o ran ­ do sim plem ente to d as las alegrías y to d o s los m iedos a m edida que se p resen tan y o lvidándolos después. Ellos viven la vida peculiar de sus especies.

2. 3.

R . M . R ilk e, C a rta s a un jo v e n p o e ta , A lia n za , M a d rid , 1 9 9 7 . lb id .

El ser h u m an o no pued e hacer eso. Es com o si aún no hubiese en co n tra d o ese tip o de vida que sólo la especie hum ana, y ninguna otra, p u ed e vivir. Señal de esto es la contrad icció n que existe den tro de él en tre la vida y la m uerte, co n tradicción que proyecta en la cultura dirigida hacia el m u n d o exterio r. Y en ese m u n d o la destructi­ vidad es m ás fuerte que la reunificación en tre vida y m uerte. ¿Cóm o se daría esa reunificación? ¿Cóm o hacer p ara que el ser hum ano llegue a la ple n itu d de su vida, a la p len itu d de su satisfacción, y cóm o hacerlo m enos destructivo p ara el m undo? Si pudiésem os im aginar u n ser h u m ano irrep rim ido, que hubiera su p erad o la culpa y la angustia, y de esta form a fuera suficientem ente fuerte p a ra vivir y m o rir, ten d ría en p rim er lugar un cu erpo carente de to d a organización sexual y de las fantasías sexuales oral, anal y genital de re to rn o al ú te ro m aterno. N o ten d ría en sí el com plejo del din ero ni las pesadillas de n uestra cu ltu ra patriarcal. En ese ser se cum pliría en la T ierra la esperanza del cristianism o de la resurrección del cuerpo. Sería un ser libre de la inm undicia que es la hipersublim ación, de la que nos n u trim o s hoy. T en d ría libertad frente a la m uerte en vida que vivim os. Pero, paradójicam ente, la liberación de la m uerte sería la m ism a fuerza p a ra vivir y m orir, po rq u e lo que se volvió p erfecto, perfectam en te m ad u ro , quiere m orir. C o n u n cuerp o así transfig u rad o el alm a hum ana pued e reconci­ liarse con el yo h u m an o y volver a ser un yo-cuerpo con una superficie sensible que p erm ita la to tal com unicación cu erp o /cuerpo que es la vida. Y el cam ino que lleva a esa com unicación n o es una disolución sino un robustecim ien to del yo hum ano. El yo h u m a n o te n d ría que ser suficientem ente fu erte p ara desh a­ cerse de la culpa. La conciencia arcaica es lo bastan te fuerte p a ra que to d o s reco n o zcan la d e u d a de la culpa. La conciencia cristiana es lo suficien tem en te vigorosa p a ra reco n o cer que la culpa era tan g rande que sólo D ios p o d ría pagarla; el h o m b re m o d e rn o es e x tre m a d a ­ m ente capaz de convivir co n la culpa, p ero el cu erpo resu citad o será el único capaz de an u larla, p o rq u e sabe que la culpa es u n a fantasía infantil4.

4.

C f. R. M u ra ro , T e x to s d a fo g u eira , c it., cap. «Urna breve h istoria d a culpa».

Hombre/mujer: el éxtasis como resolución de los dualismos T o d o lo que hem os dicho en el p lan o de la relación del ser hum ano con su p ro p io ser asum e dim ensiones m ucho más am plias en las relaciones en tre h om bres y mujeres. C u an d o la m ujer adquiere el estatus de sujeto de la historia con el m ism o títu lo q u e el hom bre, cam bia la estru ctura de la fam ilia y aparece un nuevo tip o de hom bres y mujeres. ¿Q ué sucede entonces? D esaparece la relación opreso r/o p rim id o , p rim era condición para el en cu en tro de dos identidades au tónom as a p a rtir de la p ro fu n d id ad de su ser, lo que no es posible en las condiciones norm ales patriarcales en las que, desde el fo n d o de su ser, el hom bre huye de la relación p ro fu n d a con la m ujer, y la conoce solam ente en la contem plación y la acción aislada. El ho m b re ya n o te n d ría m iedo a «perder», ni m iedo a la entrega, ni m iedo al am or. Así, las entregas son dos, el instinto de m uerte ya no interfiere aquí, p ues esta unido al Eros. El prin cipio del placer y el princip io de re a n d a d son ah o ra u no solo. Y esto p o r definición es el éxtasis: m ente y cu erp o finalm ente reunidos. En él saltam os de la finitud de la fragm entación del tiem po al m om en to eternizado. Un solo m o m en to de ese éxtasis consigue tran sform ar to d a la vida — presen te, p asad o y fu tu ro — , pues, p o r sup erar el m iedo a la soledad en el fu tu ro , quien ya vivió pued e ya q u erer m orir. Y supera así el m iedo a la m u erte en vida que es la sublim ación. D e esta form a com prendem os có m o es posible d ar el salto desde la em oción, del inconsciente a lo sim bólico, de m anera placentera, y no en un m ovi­ m iento de fuga de la m uerte. La culpa y la m uerte están ahora canceladas no p o r u n m om ento, sino p ara siem pre, po rq u e en él el instante y la e te rn id ad se unen. Si escojo la m u erte p o r am or, el instinto de m uerte ahora es Eros. Y el D ios que castiga, Yahvé, el D ios de los ejércitos, que venga arm ad o , p o rq u e h o m b re y m ujer así u nidos lo am enazan y son m ayores que El y q u e todos los dioses. Se sum ergirá en el sentim iento oceánico de u n ió n c o n el T odo. Los filósofos y los santos disociaron el éxtasis del cuerpo y p o r eso instituyeron este sistem a que tenem os. C rearo n la trascendencia p o r no cono cer el éxtasis a p artir del cuerpo, que es la inm anencia y la trascendencia reunificadas. En otras palabras: en la m ism a Biblia,

cuando en la m ás p erfecta m etáfora habla del am o r de D ios, su referencia es el am o r en tre hom bre y m ujer. La visión beatífica se encarna en dos cuerpos desnudos en u n a cam a. Basta leer el C an tar de los C an tares5.

5.

A . J ard in e, G y n e sis, C o r n e ll U n iv ersity Press, Ithaca, 1 9 8 5 ; L. K aplan, F em a-

le P e tv e rs io n s , A n c h o r B o o k s D o u b led a y , N e w Y ork, 1 9 9 2 ; M . R. K ehl, É tic a , C o m p an h ia das L etras, Sáo P a u lo , 1 9 9 2 ; H . Kram er y J. Sp renger, O m a r te lo d a s fe tig e ira s, R osa d o s T e m p o s , R io d e J a n eiro , 1 9 9 1 ; J. Lacan, E sc rito s, P ersp ectiva, S áo P au lo, 1 9 7 8 ; J. L o b a to , P im e n ta ; A m o r, d e se o e e sc o lh a , R o sa d o s T e m p o s , R io d e Jan eiro, 1 9 9 8 ; F. M a d e ir a , Q u e m m a n d o u n a s c e r á m u lh e r ?, U n ic e f/R o sa d o s T e m p o s , R io de Jan eiro, 1 9 9 7 ; R. M u ra ro , O s s eis m e se s e m q u e fu i h o m e m , c it.; Id ., M u lh e r n o T erceiro M ile n io , c it.; íd ., S e x u a lid a d e d a m u lh e r b ra sileira , cit.; Id., M e m o r ia s d e urna m u l­ h e r im p o s ív e l, R o sa d o s T e m p o s , R io d e J a n eiro , 1 9 9 9 ; Id., T e x to s d a fo g u eira , c it.; L. J. N ic h o ls o n , F e m in is m /P o s tm o d e rn ism , R o u tled g e, N e w Y ork, 1 9 9 0 ; U . R a n k e -H ein e m a n n , E u n u co s p o r e l R ein o d e lo s C ie lo s, T ro tta , M ad rid , 1 9 9 4 ; H . I. B. S a ffio ti y M . M u ñ o z -V a r g a s, M u lh e r b ra sileira e a ssim , R o sa d o s T e m p o s , R io de J a n eiro , 1 9 9 7 ; D . da F. S o b rin h o , E sta d o e p o p u la n d o : urna h istó ria d o p la n e ja m e n to fa m ilia r n o B rasil, R osa d o s T e m p o s , R io d e Ja n eiro , 1 9 9 3 ; C . S o ler, « P o sitio n m a c h iste /p o sitio n fém in in e» , M á la g a , 1 9 9 3 (E x p o sic ió n p resen ta d a en las J ornadas de la EEP); M . T o sc a n o y M . G o ld en b e rg , A re v o lu $ á o d a s m u lh eres, R evan, R io de Ja n eiro , 1 9 9 2 ; J. V aitsm an , F le x íve is e P lurais: id e n tid a d e , c a sa m e n to e fa m ilia e m c irc u n stá n cia s p ó s m o d e rn a s, R o c c o , R io d e Ja n eiro , 1 9 9 4 .

EL F IN D E LA H ISTO RIA

Sería m uy lim itad o r p o r n u estra p arte afirm ar que to dos los p ro b le­ mas de las relaciones hum anas se tran sfo rm arían autom áticam ente con el cam bio de la estru ctu ra fam iliar y de las relaciones hom bre/ m ujer. O bviam ente la reintegración de lo público/privado en el ám bi­ to individual es esencial p ara la reform ulación de la m ayor p arte de esos problem as. M arx p o stu la que to d o s los males hum anos vienen de la aliena­ ción de los frutos del trabajo. Ya hem os visto que eso solam ente em pieza a suceder p len am en te en el p erio d o histórico/patriarcal y es fru to de alienaciones m ucho m ás antiguas p rovenientes de las escisio­ nes, que son, a su vez, fruto de la represión. La p rim era alienación p o r lo ta n to es la alienación de la vida con relación a la m uerte. Para dism inuir esa represión — es evidente que nunca p o d rá ser to talm en te erradicada— son necesarios cam bios p ro fu n d o s en las relaciones hum anas y en las acciones colectivas e institucionales, p erfectam en te posibles, p ero todavía en curso inci­ piente. La alienación es p ro d u c to del trabajo que tran sfo rm a al ser hum an o p rim ero en cosa, después en núm ero. Lo m ism o sucede con to d a sociedad que se hom ogeneiza p o r abajo. La parafernalia postm oderna con sus faxes y sus o rd en ad o res, sum ada a la caída del Este euro p eo , que no supo su p erar la alienación hum ana, fue construida p ara hacernos creer que en el c o n fo rt, en el conform ism o, superam os la alienación. La prim acía del objeto sobre el sujeto está creando un gravísim o proceso de ro botización que lleva la alienación del ser hum an o hasta sus últim as consecuencias.

A hí están los m edios de com unicación de masas, principalm ente la televisión, h om ogeneizando eficazm ente a los seres hum anos, a la vez que bloq u ea la conciencia crítica e instala el reinado de la m edio­ cridad sobre la creatividad. Lo viejo pasa p o r nuevo y lo caduco p o r m o dern o . Las nuevas generaciones se vuelven conservadoras a p artir de su inconsciente m ás p ro fu n d o , p o rq u e ya n o tien en ningún gran p roblem a que resolver. Así sería si la historia fuese exactam ente lo que los intelectuales piensan de ella, p ero es real, m isteriosa e inescrutable. Ahí está el efecto colateral m áxim o de esta h iper-robotización: la am enaza de destrucción de la naturaleza. D estrucción que está siendo hecha justam ente p o r seres hum anos conform ados, hom ogeneizados. T ra ­ bajar únicam ente en el ám bito individual p ara reunificar vida y m uerte n o es suficiente. La reunificación de la vida y la m uerte, en cada un o de nosotros, tal vez sea la últim a y más difícil cosa que consigam os. D ependerá, tam bién y fu ndam entalm ente, del trabajo de reunificación de la vida y de la m u erte hecho en el am biente ex te rn o al m ism o tiem po que de form a silenciosa e interna. Así, en las últim as páginas de este libro, señalarem os algunos cam inos, que ya están siendo recorridos en varias p artes del m u n d o y especialm ente en Brasil. En p rim er lugar, ya hem os visto cóm o tenem os que trabajar en el ám b ito teó rico p a ra crear u n a epistem ología a p a rtir de la m ujer nueva y del ho m b re nuevo, que se en cu en tran en la relación y no en la soledad. T o d a la ciencia actual, la filosofía, la econom ía, son ciencias de co n fro n tació n , de oposición, no de integración y conci­ liación. Sus m éto d o s consisten en destru ir a los adversarios y no en unirse a ellos en co n tex to s cada vez m ayores. Son juegos de fuerza y no de atracción. Este nuevo tip o de p ensam iento p o d ría d ar origen a una ciencia que no estuviera basada en la fragm entación y en la caracterización hasta el infin ito que distinguen a las ciencias actuales, fundadas en la epistem ología platónica, raíz de la filosofía occidental. H o y necesita­ mos u n a ciencia que sirva de unió n con la n aturaleza y no de destruc­ ción de la m ism a. U na te o ría económ ica que viabilice lo que está invisible en ella, es decir, la verd ad era condición hum ana, que no tiene m atem aticidad. N ecesitam os tam bién o tro tip o de instituciones, com enzando p o r el E stado, y pasando p o r el d in ero y p o r el sistem a productivo.

E l Estado El E stado nace con la sociedad esclavista. C om ienza, com o hem os visto, con la p u ra y sim ple invasión de tierras — y asesinatos— , con guerras, fijándose en los im perios de la A ntigüedad y en los m o d e r­ nos. T odavía hoy el E stado es im perial, hasta en la m ayor república del m undo. E stados U nidos es el más violento y sofisticado im perio económ ico que existe. U n E stado con p o d er más in tegrado, com o se ha visto en el cu ad ro 3, sería un E stado en el que la sociedad civil tom aría, p o co a poco, su co n tro l de abajo arriba, p o r consenso, decidiendo de m an era o rganizada qué hacer con el presupuesto, cuáles son las obras públicas a realizar, etc. En Brasil ya hem os com enzado a hacer estas experiencias en los ám bitos m unicipal y estatal, p ero todavía no en el nacional. Poco a p oco las oligarquías seculares aliadas y «funcionadas» de las oligarquías internacionales van siendo sustituidas p o r líderes sali­ dos de las clases dom inadas, incluso del género d om inado. Un E stado así c o n tro la d o p o r la nación no p u ede ser c o rru p to , y el dinero, hasta ese m o m en to ro b ad o p ara p e rp e tu a r en el p o d er a la clase do m in an te, vuelve a su p rim er destino, que es to d a la sociedad. E ntonces el E stado cam bia de naturaleza y pasa a ser ei gestor del desarrollo económ ico y h u m an o sostenibles, y, con la paulatina erra­ dicación de la p o b reza — p o r m edio de la ren ta m ínim a, becasescolares, refo rm a agraria, p rio rid a d de la salud, etc.— no sería más un E stado im perial p atriarcal, sino o tra cosa, un post-E stado o tal vez un anti-E stado. T o d o esto d ep ende de la organización del o p rim ido, no m ediante la unidad, n o de arrib a abajo, sino m ediante el consenso asum ido p o r (casi) todos.

E l dinero Y finalm ente, a más largo plazo, es necesario que quitem os al dinero su cualidad de ser la cristalización de la explotación del ser hum ano. El Estado del bienestar social tra tó de p restar d inero de m anera diferente a la del capitalism o salvaje y casi consiguió acabar con la lucha de clases a favor del sistem a vigente. Pero tenem os que repensar el dinero en su radicalidad. Al prin cip io el d in ero era apenas la m edida de cam bio en lina sociedad de intercam bio. Poco a p oco su con ten id o em pezó a agregar

la plusvalía del trabajo del o p rim id o , los im puestos p ara so sten er el Estado y hoy contien e tam bién los enorm es intereses de la deuda estatal, no sólo a nivel nacional sino, y prin cip alm ente, internacional. En térm in o s resum idos, cada m on ed a está com puesta de u n a p arte de m edida de cam bio, u n a de plusvalía, una de im puestos y o tra de intereses. El sistem a capitalista m undial no vive de la co m p ra y v en ta de m ercancías. Estas son so lam ente u n p re te x to p a ra o b te n e r in te re ­ ses— lucro sin p ro d u cció n — . Un ejem plo: del p resupuesto de Brasil p a ra 1998, que era de 438 mil m illones de reales — en aquella época el dólar se cotizaba a 1,20 reales— , 170 mil m illones estaban d e stin a ­ dos al p ago de los intereses de la deu d a externa. Es un sistem a esencialm ente avaro. Si cream os u n d in ero que sirva solam ente p ara el in tercam bio, el sistem a explota. Y eso es exactam ente lo que ya se está h aciendo en 23 países del m u n d o y en especial en los subdesarrollados. Es un dinero inestable usado apenas en las ferias de trueque. En A rgentina, en el 2 0 0 0 , en pleno auge de la crisis económ ica, los pobres m ovían en tre m il y dos mil m illones de dólares. El d in ero que se creó allí en aquel m o m en to se llam a «guaraní»1. En Brasil se llam a «tupí». Está siendo im p lantado de m an era incipiente con apoyo de la po d ero sa y prestigiada C onferencia N a c io ­ nal de los O bispos de Brasil (CNBB). Este d in ero alternativo y volátil está sirviendo de «gancho» p a ra la organización de los o p rim id o s del m u n d o en te ro ; no paga intereses, im puestos ni plusvalías. Es sola­ m ente m edida de cam bio. El d in ero oficial va poco a p oco siendo sustituido del día a día y se va co n c e n tra n d o en los grandes negocios. En el sistem a financiero el nuevo d in ero está crean d o u n a diferente y solidaria eco n o m ía del co m partir, aunque todavía en su grado más incipiente. El d in ero así e n te n d id o traería el fin del consum o com o n eu ro sis com p en sato ria de fuga hacia la m u erte, p o rq u e co n sum iríam os sólo lo esencial, y p o r lo ta n to , p o d ríam o s disfru tar de la vida v e rd a d e ­ ram ente. El d in ero ya n o estaría ligado a las heces y sí a la vida cristalizada.

1. C f. F. G uattari, «La r ev o lu c ió n m o lecu la r» , en S. M a rco s (c o o r d .), M a n ic o ­ m io s y p r isio n e s , R e -e d ic io n e s, M é x ic o , 1 9 8 3 .

El sistema económico H u rg ar en el d in e ro es to car el p ro p io centro del sistem a económ ico. Para que un sistem a ro m p a los principios de la sociedad patriarcal y de clases te n d ría que ser sustituido de acuerdo con un sistem a alternativo co n stan te que p odem os to m ar del cuad ro n.° 3 que hem os visto an terio rm en te. La red — y n o la centralización— com o esquem a político de un nuevo E stado, de la form a que acabam os de describir, deberá ten d er a la adop ció n de u n d inero lib ertad o r y no opresor. Sin em bargo estam os en u n m u n d o globalizado en el que el sistem a fin an ciero ha engullido al sistem a p roductivo. Por las bolsas de valores circulan unos 1,5 billones de dólares diarios, m ientras en la O rganización M u n d ial del C om ercio circulan solam ente 6 billones de dólares al año p o r cuenta de la com pra y ven ta de m ercancías2. Un sofisticadísim o ap arato inform atizado, c o n tro lad o to talm en te p o r el gobierno estadounidense p o r m edio del p royecto Echelon, descoditica ap ro x im ad am en te dos mil m illones de llam adas y de correos electrónicos p o r día en cien lenguas diferentes con el fin de conseguir las com petencias com erciales internacionales de gran en ­ vergadura. ¡Y las consigue!3. Esto parece una dom inación apocalíptica im posible de ro m p e r, p ero no es así. Q uisiéram os q u e los lectores nos perm itiesen una digresión un tan to so rp ren d en te. Se refiere al Im perio R om ano. C uando llegaron los cristianos, co m en zaro n organizando a los esclavos, dándoles au ­ toestim a y sen tid o de vida. En la siguiente generación les enseñaron a leer p a ra que p u diesen en ten d er la Biblia. C on el pasar de las genera­ ciones fuero n consiguiendo cargos subalternos, y después los más im portan tes del Im p erio . Y cuando el em p erad o r D om iciano decretó la últim a p ersecución de los cristianos, el im perio cayó y el cristianis­ m o se convirtió e n la religión hegem ónica. Es lo que ten em o s que hacer ahora, p ero en u n a única generación, si no querem os q u e la especie se destruya. Sin em bargo, se hace difícil pensar de rep en te en una econom ía m undial no-com petitiva, p ero sí en países que p u ed an convertirse en proyecto s-p ilo to de esa intervención de abajo arriba, de d en tro hacia fuera, p o r consenso, en la econom ía m undializada, sistem ática y hegem ónica, en el sentido de valorar la vida. Y concretam ente Brasil

2. 3.

In terca m b io s: c o n ta c to p o r w w w .r e d e so lid a ria .c o m .b r R. M u ra ro , M e m o r ia s d e urna m u lb e r im p o s stv e l, c it., p. 3 4 5 .

p u ede convertirse en u n o de esos países de pu n ta. Sólo así, con la organización del o p rim id o en am plia y creciente escala, conseguire­ mos en fren tarn o s a ese gigantesco fru to de la sublim ación.

E l papel de la mujer en el nuevo milenio T o d o lo que acabam os de decir sobre el Estado, el d inero y el sistem a pro d u ctiv o tiene que v er estru ctu ralm en te con la e n trad a de la m ujer en la histo ria a p a rtir de la segunda m itad del siglo XX. Es ella quien está llevando concretam en te las luchas populares. Ella es quien e n tra en la co n tram an o de la historia. Según L eonardo Boff, las m ujeres co n fo rm an el 70% de los que llevan adelante esas luchas. P or to d o lo que acabam os de describir, el nuevo E stado, el nuevo din ero y el nuevo sistem a p ro d u ctiv o están estrecham ente ligados a la estru ctu ra psíquica de la m ujer. Por p rim era vez en los últim os ocho mil años, las m ujeres, al e n tra r en los sistem as sim bólicos m asculinos, com ienzan a m odificarlos de d e n tro hacia fuera. Su cuerpo, que no se separó de las fuentes arcaicas de placer, lleva las em ociones y la subjetividad hasta el in terio r de esas estructuras «racionales» disociadas de sus raíces, y p o r ta n to , hijas del instinto de m uerte. Esto consiste básicam ente en la victoria del más fuerte sobre el más débil y en la aplicación de la ley de m atar o m orir que rige la estru ctu ra psíquica m asculina. El p atriarcad o es u n a gran victoria del instinto de m uerte sobre la vida. La resistencia en los días actuales a usar el in stinto de m uerte a favor de la vida y no de la destrucción está invirtiendo ese juego, ¡y cóm o! Las luchas p opulares en to d o el m u n d o no son pacíficas. Usan la agresividad en favor de la justicia, transgreden el sistem a, luchan p o r los excluidos y realizan protestas generales y acciones afirm ativas cada vez más am plias y aceleradas. Pero con el o p reso r n o hay negociación posible. Solam ente el uso creativo de la correlación de fuerzas a favor de las m inorías oprim idas p o r consenso, en red, etc., d ará resultado c o n tra u n a u n id ad au to rita­ ria. M uchas veces esas luchas llevan a enfrentam ientos violentos, pero no son ru tin a com o en el sistem a com petitivo. La reunificación de Eros con el instinto de m uerte no es fácil ni pacífica, p e ro Eros es activo y cread o r y ro m p e la pasividad del oprim ido. En n u estro libro M em orias de urna m ulher im posível m ostram os cóm o ese sistem a gigantesco se alim enta de la insatisfacción sexual y afectiva de los pueblos — p rincipalm ente de los am ericanos del n o rte,

el pueblo hegem ónico. m ediante una ética p ro testan te— , de donde saca su v italidad forzando a esas personas al trabajo com pulsivo, obsesivo y sin recom pensa en esta vida — la p ro p ia definición del sadism o anal. N u e stro m o d elo lo gobierna una utopía, una ira sagrada y un deseo de justicia q u e form an o tro tip o de com unidad y dan sentido a la vida. Están incluidas ah í la desrepresión sexual y las actividades no ex p lotad o ras sin o libertadoras que, com o los problem as de género, están esencialm ente ligadas a la econom ía. Este nuevo c o m p o rta ­ m iento posibilitará así a hom bres y m ujeres una relación integral y realm ente igualitaria.

El fin de la historia El fin de la h isto ria sólo puede ser adm itido com o el fin de la oposición vida/m uerte que vivimos y p o r m edio de una sociedad regulada p o r to d o s y no p o r el más fuerte. Y esto tiene gratas consecuencias. Si la rep resió n fuera abolida al m enos en parte, la inquietud del hom bre faustiano tam bién term inaría, p o rq u e estaría satisfecho. Su­ blim aría m enos, te n d ría m enos obsesión p o r el trabajo y se com unica­ ría más con los o tro s, erotizando la realidad com o un todo. Así podríam os su p erar la alienación yo /o tro , sujeto/objeto, hom bre/m ujer y, p o r fin, la alienación m ente/cuerpo. El alm a ten d ría que ser plen a­ m ente devuelta a su cuerpo. Y la actividad, ya fuera en la acción práctica o in telectual, sería placentera. Los seres hum an o s no necesitarían unirse en h ordas para escapar a su verd ad era independencia, a su v erdadera identidad. Y p o d rían ser lo bastante fuertes p ara vivir y p ara m orir. Em pezarían a estar co n ten ­ tos con to d o , co m o dicen los zen-budistas. El anim al irrep rim id o no p o rta consigo ninguna intención de alterar la n aturaleza y la hum anidad debe superar la represión en los ám bitos individual y colectivo si quiere experienciar una vida no gobernada p o r la inten ció n inconsciente de co n co rd ar con o tro tipo de vida. D espués de que haya term in ad o de buscar el m odo de ser que le es adecuado — después del fin de la historia— , cada individuo hum ano p o d rá co rp o rificar la plena esencia de su especie, en la que vida y m uerte son afirm adas sim ultáneam ente, p o rq u e vida y m uerte juntas constituyen la individualidad de cada u n o de nosotros, y m adurar es to d o .

E N FIN , P O R U N N U EV O O R D E N SIM BÓ LICO

En estos o cho mil años de cristalización y arraigo de los sistem as sim bólicos m asculinos hem os destru id o más la naturaleza que d u ra n ­ te los dos m illones de años an teriores, especialm ente con la R evolu­ ción Industrial de los últim os trescientos años. Y, más aún, la gran destrucción se ha acelerado en estos últim os cincuenta años de la Segunda R evolución Industrial, hasta el p u n to de am enazar seriam en­ te a la especie hum an a y al planeta. Al i n i c i a r e s t e s ig lo XXI p o d e m o s h a c e r u n a l is ta d e a l g u n o s d e e so s e le m e n to s d e d e s tr u c c ió n q u e h a y q u e c o n s id e r a r c o n p r e o c u p a ­ c ió n :

1) La explosión dem ográfica: la población m undial ha ascendido de mil m illones de habitantes en 1850 a seis mil m illones en el año 2 0 0 0 . C reció más en 5 0 años que en el resto del tiem po de vida de n uestra especie. 2) El p r o g r e s o d e la t e c n o l o g í a f u e m a y o r e n e l t r a n s c u r s o d e l s ig lo XX q u e e n e l t o t a l d e l r e s t o d e l t i e m p o a n t e r i o r .

3) Ya n o hay agua en 80 países. 4) Según cálculos de los ecólogos de R ío-92, en el añ o 2 0 5 0 se habrán ag o tad o las reservas de petróleo. 5) H acia ese año, 2 0 5 0 , el calentam iento global habrá d erretid o gran parte de los casquetes polares. M uchas islas de la M icronesia habrán desaparecido y o tras del Pacífico Sur se inundarán. 6) El n ú m ero de los excluidos del m u n d o tecnológico es ya del 20% en E uropa y el desem pleo en A m érica Latina llega al 17% de la fuerza de trabajo. En la últim a década del siglo XX el PIB m undial se ha m ultiplicado p o r dos, m ien tra que la m iseria lo ha hecho p o r diez.

P or no m en cio n ar el agujero en la capa de ozono, la basura nuclear, las crisis de energía, etc. T o d o esto está ocu rrien d o p o r la sencilla razón que hem os señala­ do exhaustivam ente en este tex to : los sistem as sim bólicos m asculinos tienen com o p rin cip io organizador el p o d er — el falo, t n jerga lacaniana— , que es hijo a su vez de la m anera violenta p o r la que el niño es in tro d u cid o en el o rd en sim bólico. E speram os haber dejado claro que la capacid ad de sublim ar — es decir, de sim bolizar, de hablar, de redirigir p arte del deseo hacia objetos n o -co rp ó reo s— es una función del có rtex cerebral, p ro p io de hom bres y mujeres. Y tam bién p o r eso m ism o, la sublim ación no está necesariam ente basada en «m atar o m orir» — la fuga perversa de la m uerte— , pued e estar em pezando a in co rp o rar u n deseo de más vida, que erotice la realidad, haciéndola m enos brutal y m ás p ró x im a al p rincipio del placer. Esto debe suceder en los cam pos p o lítico y económ ico p rincipalm ente, para hacerla más justa y solidaria. La sublim ación com o la viven los hom bres no sirve más que p ara posib ilitar la instauración de la ley del más fuerte. Para d eco n stru ir la sociedad actual es necesario in staurar una fam ilia en la q u e hom bres y m ujeres se com pleten en vez de ser incom patibles. Los hom bres y m ujeres que salgan de esa fam ilia nueva te n d rá n m enos m ied o al afecto, vivirán — o em pezarán a vivir— más am pliam ente to d a s las líneas de su cuerp o y de su ser, y p o r eso crearán o tro E stado, o tro sistem a productivo. Y esta vez ten ien d o la vida com o p rin cip io organizador. N o más m atar o m orir, sino vivir y hacer vivir. H a llegado el m om ento de que ese o tro sistem a sim bólico co­ m ience a funcionar. Sólo esperam os que no sea dem asiado tarde.

C onclusión TAREAS CULTURALES D E CARA A UN N U EV O PARADIGM A DE RELACIONES D E G É N E R O

El gran reto p ro p u esto a la h u m an id ad y a cada p ersona es de ord en práctico. ¿C óm o pasar de las visiones a las acciones — a las acciones fun d ad o ras de lo nuevo— que dejen definitivam ente atrás la historia de la dom in ació n en tre los géneros e inauguren el alborear de la co o p eració n y de la solidaridad en la diferencia? A quí cabe el com prom iso y las revoluciones m oleculares, tal com o las en ten d ía Félix G u attari, revoluciones paradigm áticas que se inician en los sujetos personales p a ra abrirse después a las dem ás esferas de la sociedad — recordem os el fam oso eslogan «Lo político es personal y lo perso n al es político»— . Estos sujetos no esperan la llegada de la gran a u ro ra anu n cian d o el cam bio p a ra todos. El cam bio no o cu rrirá si los actores personales, hom bres y m ujeres concretos, no em piezan, d o n d e quiera que se encu en tren , a vivir a p a rtir de lo nuevo y a consolidar alternativas im plem entadas. N o darem os los diez mil pasos necesarios — decía M ao T se D ong— si no dam os el prim er paso. P or los prim eros pasos y p o r las revoluciones m olecula­ res com ienza a acum ularse la energía que, en el tiem po o p o rtu n o , será capaz de p ro p iciar la revolución im parable. Bajo estas condiciones es válido el adagio «Sólo se hacen las revoluciones que se hacen». A hora, a la luz de lo expuesto, ¿cóm o debem os actuar de form a concreta e inm ediata p ara llevar adelante esta p ropuesta? Sim plem en­ te ten ien d o en cuenta los siguientes puntos: 1) A m edio plazo, crean d o condiciones eficaces p a ra la en trad a del hom b re en el espacio privado, que, com o hem os visto, al p ro p o r-

cionar cuidado m atern o a los hijos, p u ed e revertir la relación d o m i­ n an te/d o m in ad o , origen de to d a la violencia del patriarcado. 2) T en ien d o en cuenta las consideraciones de las N aciones U ni­ das, contenidas en el inform e oficial p a ra 2001 del FNUAP — F ondo de las N aciones U nidas p ara la Población— . Las citas de esíe inform e reconocen to d o lo que, intuitivam ente, los m ovim ientos de m ujeres vienen rep itien d o insistentem ente desde la década de 1970. Este reconocim ien to lo hacen ah o ra las m ás altas instancias de las org an i­ zaciones m undiales: Estamos mirando el m undo desde la cim a de una roca. Es una crisis global de amplias proporciones que merece ser afrontada con ur­ gencia. En 1960 la población mundial era de 1 .6 0 0 m illones de perso­ nas, la mayoría en los países pobres. En 2 0 5 0 serán 9 .3 0 0 m illones de personas. El gasto en consum o se ha duplicado desde 1 9 7 0 , con un aum ento significativo en los países más ricos, pero la mitad del m undo sobrevive con m enos de 2 dólares diarios. Un recién nacido de un país industrializado consum irá y conta minará durante toda su vida más que entre treinta y cincuenta recién nacidos de un país en desarrollo. A m edida que la población aum enta y la globalización prosigue, surgen preguntas cruciales: ¿Cóm o utilizar los recursos disponibles de agua y suelo para producir alim entos para todos? ¿Cóm o prom o ver el desarrollo econ óm ico y poner fin a la pobreza de forma que tod os tengan que comer? ¿Cóm o enfrentarse a las consecuencias humanas y am bientales de la industrialización y los tem ores por rl calentam iento global, el cambio clim ático y la pérdida de la biod< versidad? Las mujeres representan más de la mitad de la fuerza de trabuju agrícola mundial y saben administrar los recursos dom ésticos dr alim entos, agua y energía. Eliminar los obstáculos al ejercicio del poder econ óm ico y polín co de las mujeres es también una de las formas de poner fin a l.i pobreza. La igualdad de los derechos entre los dos sexos, el derecho a l.i salud reproductiva, incluido el derecho a determ inar el tam año de l.i familia, ayudará a disminuir el crecim iento de la p oblación, a redu cir su tam año y la presión sobre el m edio ambiente. La raza humana viene saqueando la Tierra de forma insostem ble, y dar a las mujeres mayor poder de decisión sobre su futuro puede salvar al planeta de la autodestrucción.

El ser humano, un ser de creatividad La m ediación necesaria p a ra esa revolución es el com prom iso. El com pro m iso im plica decisión. Y la decisión se hace en función de una o b ra co n stru cto ra de lo nuevo. El co m p ro m iso -o b ra son actos fu n d a­ dores. Son expresión de la creatividad (poiesis). La creatividad es una energía cósm ica. T o d o el pro ceso de la evolución, especialm ente el cam ino de la vida, se o rganizó gracias a tres causas concom itantes: la m utación genética, la selección natu ral y la creatividad (autopoiesis). El universo es fru to de la fuerza cread o ra, m isteriosa y cargada de p ro p ó sito 1. Un día, un pez prim itivo «deci­ dió», en un acto c read o r y fu n d ad o r, dejar el agua y e x p lo ra r la tierra firm e. De esa «decisión» vinieron los anfibios, luego los reptiles, después los pájaros y finalm ente los m am íferos, en tre los cuales nos situam os n o so tro s, los seres hum anos. Esa creatividad p ro d u jo cam ­ bios fundam entales en el p roceso cosm ogénico y biogénico. Lo que caracteriza al ser hu m an o , p o rta d o r de espíritu y de libertad, es la creatividad. Por más que las incrustaciones cósm icas, biológicas y culturales determ in en la n aturaleza hum ana, nunca lle­ gan a d estru ir su creatividad intrínseca. P or eso el ser hum ano, hom bre y m ujer, posee un fu tu ro ab ierto , todavía no ensayado, que puede hacerse p resen te p o r su creatividad, expresada en el co m p ro ­ m iso y en la decisión de actuar. En o tras palabras, él no es definitiva­ m ente reh én de las instituciones del pasad o , especialm ente del p a­ triarcad o , que m arcaro n la historia de sufrim iento y de op resió n de miles de generaciones y de la m itad de la h um anidad (que son las m ujeres). Lo que históricam ente fue co n stru id o , tam bién p u ede ser históricam ente d eco n stru id o . Esta es la esperanza subyacente a las luchas de las m ujeres oprim idas y de sus aliados — y de los hom bres deshum anizados p o r el patriarcalism o— , esperanza de un nuevo estadio de civilización ya nunca más estigm atizada p o r la dom inación de género. Sin em bargo, debem os ser realistas: las estructuras opresivas y represivas de larga duració n , que p e n e tra ro n en el inconsciente co­ lectivo de las p ersonas y tam bién de las instituciones, son difíciles de desalojar. P ero n o im posible. La fuerza de las prácticas alternativas va poco a p oco invalidando y d esm o n tan d o , lentam ente, esas estruc­ turas. 1. S o b re la im p o rta n c ia de la creativid ad e n la c o sm o g é n e s is , vé a se T . Berry y B. S w im m e, T h e U rtiverse S to ry , H arper, San F ra n cisco , 1 9 9 2 , pp. 1 2 5 ss.

Persona-cooperación-democracia En la búsqueda de alternativas a las actuales prácticas de género hay tres valores de capital im portancia: la persona, la cooperación y la dem ocracia com o valor universal. C ada vez más h om bres y m ujeres se definen no a p artir de su sexo biológico o cultural sin o p o r el hecho de ser personas libres y críticas, participativas y ciudadanas. E ntendem os aquí p o r persona a to d o individuo que posee una relativa au to n o m ía, que se siente dueño de sí y que ejercita su lib ertad p ara plasm ar su p ro p ia vida ju n to con los dem ás en el m u n d o . Ser p erso n a es un estar en sí y p ara sí, pero sim ultáneam ente es u n estar en los o tro s y p ara los otros. Persona es un ser de relaciones, un n u d o de relaciones en to d as las direcciones. Al plasm arse a sí m ism o, em erge la diferencia sexual, la realización com o hom b re o co m o m ujer. Esta capacidad de au to p ro d u cció n en libertad (autopoiesis) es la suprem a dignidad del ser hum ano que a nadie le debe ser negada. El segundo valo r reside en la cooperación y en la solidaridad. Su ausencia instauró la dom inación de lo m asculino sobre lo fem enino y la subordinación histórica de las m ujeres. H ov, m ediante la co o p era­ ción de am bos, con u n a ética de solidaridad y de cuidado m utuos, se con stru irán relaciones inclusivas e igualitarias. Esta recip ro cid ad en tre los sexos sólo será posible a m edida que exorcicem os el m achism o y superem os el patriarcalism o, principales fuentes de desigualdad, de injusticia y de o presión histórico-social. Esta lucha está hacien d o posible, p o r p rim era vez y de form a colecti­ va, que los seres hum an o s p uedan efectivam ente volverse libres. En esta co o p eració n y en la solidaridad se realiza la singularidad hum ana, a diferencia de o tro s seres de la evolución. H o y sabem os, p o r la biología y la etología, que los seres h um anos se hicieron hum anos al d esarro llar sistem áticam ente form as de cooperación con sus co-iguales. C o m p artían los alim entos y la palabra los reunía en sociedad. Eran seres d e te rn u ra y am o r en todas las edades y en todos los m om entos. O rig in ariam en te las relaciones eran de solidaridad y de asociación. A unque, en térm in o s de ácidos nucleicos, nos diferenciem os del chim pancé en m enos de un 2% , esa peq u eñ a divergencia hace toda l.i diferencia. Las relaciones interindividuales de los chim pancés son ilu sujeción y de dom inación, m ientras que en los hum anos son de cooperación y de so lidaridad. La m ano de am bos ya revela la diferen cia. En el chim pancé la m ano es fu ndam entalm ente un instrum ento

de m anipulación, m ientras que en los h um anos, adem ás de eso, es el órgano de la caricia. P or eso la m ano hum ana puede distender y doblar to d o s los dedos, p erm itiéndoles acom odarse perfectam ente sobre to d as las superficies del cuerpo, m ientras que la del chim pancé no consigue d isten d er los dedos totalm ente. La co o p eració n y la solidaridad su ponen confianza y respeto m utuo en u n a atm ósfera d onde la coexistencia se funda en el am or, en la pro x im id ad , en la conversación reflexiva y en la capacidad de consensuar. C om o n o tó perspicazm ente H u m b erto M atu ran a, u n o de los grandes biólogos de n u estro tiem po, la instauración y perm anencia del patriarcalism o rep resen ta la tentativa de regresión a un estadio pre-hum ano. La cu ltu ra patriarcal se caracteriza p o r u n a m anera de vivir con apropiació n , desconfianza, co n tro l, dom inio, sujeción, discrim ina­ ción sexual y guerra. En la cultura patriarcal las relaciones in terp erso ­ nales son vistas, la m ayoría de las veces, com o instrum entos para ad q uirir su p erio rid ad en u n a continua lucha p o r el p o d e r y, la m ayo­ ría de las veces, son vividas com o tales. Esta m anera política de vivir no es sin em bargo característica de la historia que nos dio origen com o seres hum anos, es una característica de n u estra cultura p a tria r­ cal, un d esarro llo cultural de u n a m anera de vivir p ro p ia de otras especies com o los chim pancés2. Así pues, la lucha p o r la superación del p atriarcalism o es una lucha p o r la hom inización, p o r rescatar n uestra v erdadera hum ani­ dad, negada o desvirtuada p o r la dom inación de los hom bres sobre las m ujeres, y p o r las instituciones disim étricas y discrim inadoras que de ahí se orig in aro n . El m arco social que engloba el con ju n to de avances ya consegui­ dos y p o r conseguir es la dem ocracia p articipativa com o valor univer­ sal. R esulta de p o n er en práctica los valores de la p ersona-relación y de la cooperación-solidaridad. D em ocracia, fu n dam entalm ente, quie­ re decir participación, sentido del derech o y del deber y sentido de co-responsabilidad. M as que una form a de organización del Estado, es un v alor p a ra ser vivido siem pre y en to d o lugar d o n d e los seres hum anos se en cu en tran en convivencia: en la fam ilia, la escuela, los pequeños grupos, las com unidades, las asociaciones de trabajo y la

2.

V e a H . M a tu ra n a , «A o r ig e m d o h u m a n o » , en F orm an do h u m a n a e c a p a ci-

litfd o , V o z cs, P c tr ó p o lis, 2 0 0 0 , pp . 5 9 -8 6 .

sociedad civil. Esta dem ocracia no se restringe a los hum anos; se abre a los dem ás seres vivos de la com unidad biótica, reconociendo y acogiendo la subjetividad de la T ie rra y de to d o s los o tro s seres de la naturaleza, ah o ra in co rp o rad o s com o nuevos ciudadanos, convivien­ do con los ciud ad an o s hum anos. La dem ocracia integral posee, pues, una característica socio-cósm ica3. T od o s deben sentirse sujetos y actores, co n stru y en d o en com ún el bien com ún de to dos los vivientes, hum anos y no-hum anos. La superación de la ancestral g u erra de los sexos y de las políticas opresivas y represivas de los géneros se da en la m isma p ro p o rció n en que intro d u cim o s y practicam os la dem ocracia participativa, de abajo arriba, respetuosa co n las diferencias, cósm ica y abierta a diferentes perfeccionam ientos. Así, el sueño civilizatorio que em erge de las luchas libertarias de gén ero es el triu n fo de la dem ocracia com o valor. Y com o to d o s los dem ás valores derivados de ella, p o tenciadores de la creatividad de las p ersonas, la dem ocracia favorece la cooperación y am plía el espacio de la libertad. Este pro g ram a supera las culturas tom adas p o r separado. Postula las bases p ara la reconstrucción de relaciones de género más inclusi­ vas y iustas, capaces de o riginar o tro tip o de civilización. En nom bre de esta b andera, V irginia W oolf (1 882-1941), la gran escritora y fem inista p u d o exclam ar: «Com o m ujer no tengo patria, com o m ujer no quiero patria, co m o m ujer mi p atria es el m undo.»

Reengendrar el hombre nuevo a partir de nuevo feminismo La lucha c o n tra el p a triarcad o no es una lucha únicam ente de m u­ jeres, sino d e .to d o s los hom bres. A m bos han sido deshum anizados p o r ese tip o de relación fu ndada en el uso del p o d e r com o dom ina­ ción de unos sobre o tro s, principalm ente la m ujer, de form a más brutal, cabe siem pre reco rd arlo . M ás que cualquier o tra cosa, después de siglos de socialización m achista y p atriarcal, el hom bre debe ser reengen d rad o . H oy la crisis de lo m asculino reside exactam ente en la dificultad que el h o m b re tiene de integrar en sí lo fem enino, p isotea­

3. C f. L. B o ff, « ¿ Q u é es una d em o cra cia e c o ló g ic o -so c ia l» , e n L a d ig n id a d d e la T ierra , T ro tta , M a d rid , 2 0 0 0 , pp . 8 5 -9 3 .

do d u ran te m ilenios4. C o n seguridad, no se le debe dejar solo en esta tarea de au to -rreg en eració n ; no conseguiría d ar el salto de cualidad p o r sí solo. La presencia de la m ujer a su lado es im p o rtan te. Ella p o d rá evocar en los hom bres lo fem enino escondido bajo cenizas seculares. Ella p o d rá ser co -p artera de u n a nueva relación hum anizadora. En u n p rim er m o m en to , más im p o rtan te que considerar al h o m ­ bre y a la m ujer p o r separado, tratam o s de privilegiar los lazos de interacción m u tu a y la cooperación igualitaria entre ellos. A quí se im pone un p roceso pedagógico, tan bien estu d iad o p o r Paulo Freire en su Pedagogía del O prim ido, según la cual nadie libera a nadie, sino que juntos, hom bres y m ujeres se liberarán en un ejercicio c o m p a rti­ do de lib ertad creadora. Sim ultáneam ente a este juego interactivo, debem os ex p a n d ir el co ncep to de lo fem enino com o principio, p ara que los hom bres se sientan incluidos en él, descubran su dim ensión fem enina al lado de las m ujeres y o p ten p o r cam bios de actitudes y de co m portam ientos m enos com petitivos y más cooperativos, m enos subordinables y más igualitarios. En este c o n tex to es fundam ental m o strar en detalle cóm o el paradigm a patriarcal y m achista se está volviendo cada vez más destructivo, especialm ente con relación a la T ierra com o G aia, a los ecosistem as planificadam ente despojados, a las culturas m enos desa­ rrolladas y tecnológicam ente retard atarias, som etidas a una brutal espoliación y barbarización de los procesos productivos, y a los cuidados necesarios p ara la preservación del p atrim o n io com ún de la biosfera. Si sigue prevaleciendo este tip o de civilización m achista y falocéntrica, sin frenos que lim iten su v oracidad y sin alternativas eficaces que p rom uevan o tra esperanza de vida, este tip o de civiliza­ ción p o d rá p o n e r en peligro la experiencia plan etaria de la especie H o m o sapiens dem ens. A p a rtir de este nuevo co n tex to , y solam ente a p a rtir de él, de­ bem os recu p erar aquellos valores considerados antiguos y pro p io s de la socialización fem enina, p ero que ah o ra necesitan ser gritados a los oídos de los hom bres, y ju n to con las m ujeres — lo que no se hacía antes— , in te n ta r vivirlos. Se tra ta de un ideal h u m an itario para hom bres y m ujeres. R escatam os los siguientes:

4. V éa se R. G u tiérrez, O fe m in ism o é u m h u m a n ism o , A n ta r e s-N o b e l, R io de J an eiro, 1 9 8 6 , pp . 4 1 - 8 5 ; cf. m i trabajo «Lo m a sc u lin o e n el h o r iz o n te d e un n u e v o paradigm a d e civ iliz a c ió n » , e n L a v o z d e l a rco iris, T ro tta , M a d rid , 2 0 0 3 , pp . 9 3 - 1 0 0 .

— Las personas son más im p o rtan tes que las cosas. C ada persona es un fin, nunca un m edio, y debe ser tra ta d a hum anam ente y con respeto. — La violencia nunca jam ás es un cam ino aceptable p a ra resolver problem as. — Es m ejor ayu d ar que ex p lo ta r a las personas, con especial atención a los pobres, ancianos, enferm os, m arginados, exclui­ dos, niños. — C o o p erar, asociarse y co m p artir son preferibles a com petir, au toafirm arse y en trar en conflicto. — En las decisiones que afectan a todos, cada persona tiene derech o a decir su palab ra y ayudar en la decisión colectiva. — D ebem os am ar nuestro esplen d o ro so p laneta, pues es nuestra única casa com ún. D ebem os tam bién tra ta r con com pasión y respeto a cada ser de la creación. — N ecesitam os convencernos p ro fu n d am en te de que lo cierto está del lado de la justicia, de la solidaridad y del am o r y que la dom inación, la explotación y la o presión están del lado equi­ vocado. T iem p o atrás estos valores, co nsiderados fem eninos y altam ente positivos, fueron m anipulados p o r la m entalidad patriarcal para m an­ ten er su b ordinadas y dóciles a las m ujeres. H oy, con el cam bio de m arco del m u n d o y de la sociedad, son los únicos que po d rán salvarnos5. Por esta razón todas las relaciones deben ser más feminizadas, especialm ente en lo que atañ e a los hom bres. A p artir de esta p lataform a com ún caben diferenciaciones. Es im p o rtan te reconocer el valor de los grupos de reflexión-acción com puestos exclusivam ente de m ujeres. Ellas se p ro p o n e n extro y ectar el p atriarcalism o y los valores m achistas que les fueron in troyectados p o r siglos de socializa­ ción y p o r instituciones, así com o p o r sím bolos poderosos que las ap risio n aro n p o r d en tro . U na vez libres críticam ente pueden d esarro ­ llar y p o ten ciar su singularidad de m ujeres, estudiar form as de realizai su m asculino tan d u ram en te n egado p o r m ilenios, en articulación con lo fem enino que viven explícitam ente p o r ser m ujeres. P artiendo de ahí, las form as culturales, políticas, religiosas y personales verán

5. V éa n se en esta m ism a lín ea las dram áticas palabras de D . W . E w in g y S. I’. S ch ach t en F em in ism a n d M en : R e c o n stru c tin g G e n d e r R e la tio n s, N e w Y ork U m vrrsily Press, N e w Y o rk /L o n d o n , 1 9 9 8 , p p .1 1 -1 7 , esp. 1 1 -1 2 .

cóm o establecer un nuevo tip o de relación de género, in stau rad o r de un nuevo tiem po. Lo m ism o vale p ara los hom bres6. Los grupos com puestos exclu­ sivam ente de hom bres se p ro p o n e n el reto de autocriticarse y som eter a juicio severo la inflación de la m asculinidad y el patriarcalism o histórico, del que son sus principales actores y m antenedores. D es­ pués tra ta n de rescatar lo fem enino en ellos, aho g ado bajo cenizas seculares que deslegitim aron el valor y la capacidad de hum anización in h eren te a lo fem enino. Y de ahí, p o d rán em erger acciones más arm ónicas e integradoras en tre los generos. Finalm ente, cabe a los grupos m ixtos de hom bres y m ujeres que, juntos y diferentes, se en fren tan a sus problem as, impasses, posibilida­ des y prácticas, o rientarse hacia un a superación del conflicto histórico de género y hacia el establecim iento de nuevos p atrones de asocia­ ción, so lid arid ad y convergencia en to d o s los ám bitos de la vida hum ana. Estos procesos adqu ieren fuerza histórica en caso de tra n sfo rm ar­ se en caldo cultural, im buyendo la atm ósfera de la sociedad, de las instituciones y especialm ente de las escuelas de tal form a que la bús­ queda de u n a relación nueva de género sea causa colectiva de to d a la sociedad y no sólo de los grupos de vanguardia concienciados de h o m ­ bres y m ujeres.

La importancia de la espiritualidad para el nuevo paradigma de género La problem ática de género viene gravada p o r un peso negativo de miles de años. Los procesos de cam bio que alcanzan la estru ctu ra de esta situación son p o r naturaleza lentos. A pesar de to d o s los avances, sigue habiendo víctim as, y éstas gritan. El sufrim iento no se frena y

6.

V é a n se lo s su g eren tes te x to s d e Z . D ira n i, O d e sp e r ta r d a m u lh e r é o d e sp e r­

ta r d o h o m e m , E spado e T e m p o , R io d e J a n eiro , 1 9 8 6 ; G . Paris, M e d ita ¡ ó e s pagas, V o z es, P e tr ó p o lis, 1 9 9 4 , pp. 2 4 3 - 2 5 5 ; M . B erger, B. W a llis y S. W a tso n (e d s.), C o n str u c tin g M a sc u lin ity , R o u tled g e, N e w Y o rk /L o n d o n , 1 9 5 5 ; A. M c M a h o n , T a k in g C are o fM e n , C a m b rid g e U n iv ersity Press, 1 9 9 9 ; R . Bly y J. Iron , A B o o k a b o u t M e n , V intage B o o k s, N e w Y o rk , 1 9 9 1 ; D . W . E w in g y S. P. S ch a ch t, F em in ism a n d M en , c it.; S. N o la s c o (e d .) ,A d e c o n s tr u ( á o d o m a scu lin o , R o c c o , R io d e J a n eiro , 1 9 9 5 ; D . H . Judy, C u ra n d o a a lm a m a scu lin a , Paulus, S i o P au lo, 1 9 9 2 ; J. S. B o le n , A s d e u sa s e a m u lh er: n o v a p s ic o lo g ía d a s m u lh e re s, P au lus, S i o P au lo, 1 9 9 0 ; J. B o n a v en tu re, V a ria fó es s o b re o te m a m u lh er, P au lus, S i o P au lo, 2 0 0 0 .

reabre las heridas ancestrales. Los m otivos de rebeldía, de resistencia y de liberación co n tin ú an más actuales que nunca. Las tran sform acio­ nes son siem pre insuficientes. Ante la p erp etu ació n de este cuadro, necesitam os más que pacien­ cia histórica. Se hace necesario beber de una fuente de sentido y de esperanza que supere nuestras pro p ias biografías. Es prem isa de la espiritualidad ser la g en erad o ra de esta esperanza m ayor. Por espiri­ tualidad enten d em o s aquel m o m en to de la conciencia en que ésta se siente ligada y religada a un to d o m ayor, en que percibe un sentido últim o del universo y vive la existencia en el m u n do con los otros com o valor, com o construcción colectiva de lo justo y de lo honesto, com o co-responsabilidad p o r el fu tu ro personal y de to d a la com uni­ dad de vida, com o am o r que se lanza más allá de los lím ites de este m undo. Por la espiritualidad se cap ta a D ios com o presencia inefable que se revela y vela en to d o s los procesos y que habla en la p ro fu n d i­ dad hum an a bajo form a de entusiasm o, de capacidad de am or, de p e rd ó n , de com pasión y de veneración ante el m isterio del universo. La espiritualidad no es exclusiva de las religiones, antes bien, todas las religiones p resu p o n en una experiencia espiritual fu n d ad o ra que ellas tra ta n de trad u cir en mil códigos, sin jam ás ago tar su riqueza infinita. Esta espiritualidad pertenece al p roceso de personalización de cada uno, confiere cen tralid ad a la vida y p ro p o rc io n a las bases p ara la paz y la serenidad necesarias a la vida personal y social. Esta esp iritualidad im pide que la am argura tenga la últim a pala­ bra y que el espíritu de venganza, ante un viacrucis con tantas estaciones de sufrim ientos, p ro d u zca nuevas víctim as. La espirituali­ d ad p ro p icia el p erd ó n y la integración de las som bras del pasado cruel, que no dejará de ser cruel, p ero su fuerza negativa puede ser lim itada y su m em oria peligrosa se m an ten d rá viva p ara im pedir que ese pasado siniestro jamás vuelva a repetirse. La conciencia de que, a p esar de to d a la pasión, el ser hum ano, hom bre y m ujer, ya fue divinizado y se en cu en tra ya en el corazon m ism o del M isterio, hace que exorcicem os el m iedo a la m uerte, que deja de ser el superyó castrad o r del sentido y de las relaciones frater­ nas y so ro ra le s e n tre los h u m an o s. Sin la visión e sp iritu al, el m iedo a la m uerte pro d u ce, com o es sabido, violencia, acum ulación de p o ­ der y m edios de vida, ansia de consum o y autoafirm ación d esp ro p o r­ cionada. S uperado el m iedo p o r el am o r y p o r la transfiguración de sabernos sum ergidos en el m isterio de D ios, podem os vivir la vida con serenidad y p ereg rin ar hacia el fin con la jovialidad de quien vuelve a casa y va a beber en la fuente de agua fresca.

La espiritu alid ad nos hace e n ten d er la m uerte com o p arte de la vida, com o su m o m en to alquím ico de trasm u tació n — ya que to d o el universo está en tran sfo rm ació n — , ex tendiéndose hacia o tras co n d i­ ciones, más allá del espacio y del tiem po, en las que la vida puede c o n tin u a r b ro ta n d o y desarrollándose ru m b o a su plen itu d en el M isterio. Esta espiritu alid ad está en el ám bito de las posibilidades hum a­ nas7. Su alcance an tro p o ló g ico y su potencial hum anizador no han sido suficientem ente ex p lo rad o s e in co rp o rad o s a la cultura. La espi­ ritualid ad ha q u ed ad o restringida a las religiones y a los cam inos espirituales o en tregada a las subjetividades individuales. Pero no se restringe a estas instancias, pues su lugar de realización e irradiación es el p ro p io universo, en ten d id o com o el conjunto de las relaciones de to d o s los seres en tre sí y con su Fuente originaria, g anando una densidad consciente en la existencia hum ana, to m ada en su últim a radicalidad. T iem p o s v en d rán — estam os en tra n d o en ellos— en los que la espiritu alid ad alcanzará su derech o de ciudadanía al lado de la es­ tru c tu ra del deseo, de la libido, del cuidado, de la conciencia de la d ignidad h u m ana, de la sacralidad de to d a vida y de la subjetividad de la T ierra. E ntonces vam os a brillar y a irradiar. El h o m bre será más fem enino y la m ujer más m asculina y, juntos, más hum anos y más cósm icos, cada u n o , en su diferencia, p resentándose com o paráb o la del M isterio y lugar de realización y de revelación de Dios d e n tro de n u estra historia. La g u erra de los sexos p erten ecerá al pasado. P odrá com enzar o tra historia.

7. Para to d a esta parte v éa n se m is lib ros E sp iritu a lid a d , u n c a m in o d e tra n sfo r­ m a c ió n , Sal T erra e, S an tander, 2 0 0 2 , y L a v o z d e l a rco iris, T ro tta , M a d rid , 2 0 0 3 , e sp ec ia lm en te «El resca te d e la m ística y la esp iritu alid ad », pp . 1 7 5 -2 1 4 ; cf. tam b ién N . K aufer y C . Q . N e w h o u s e , G u ia d e c re s c im e n to e sp ir itu a l d a m u lb er, A g o ra , S áo P au lo, 1 9 9 4 ; L. C a ld e c o tt y S. L eland, R ec la im th e E a rth . W o m e n s p ea k a b o u t f o r L ife o n E a rth , T h e W o m e n 's Press, L o n d o n , 1 9 8 3 ; C . V o ss -G o ld ste in , A u s Á g y p te n r ie f ic h m e in e T ó c h te r, P a tm o s, D ü sse ld o r f, 1 9 8 8 ; Id., A b e l, w o is t d e in e S c h w e ste r? P atm os, D u sse ld o r f, 1 9 8 7 ; M . J. A rana, R esc a ta r lo fe m e n in o p a ra r ea n im a r la T ierra, C ristian ism e i Ju sticia , B a rcelo n a , 1 9 8 7 .

L e o n a rd o B off H a d e d ic a d o los ú ltim o s tre in ta añ o s a la en se ñ an z a de la te o lo g ía , la e sp iritu a lid a d y la ecología. D u ra n te m ás de v ein te añ o s tra b a jó en P e tró p o lis, co n ju g an d o los a m b ien tes acad ém ico s co n los m ed io s p o p u la re s y p o b res. D e esa c o m b in a c ió n n ació la te o lo g ía de la li­ b e ra c ió n , que él, ju n to co n o tro s, a y u d ó a fo rm u lar. En la a c tu a lid a d es p ro fe so r e m é rito de la U niv ersid ad del E stad o de R ío de Ja n e iro , aseso ra a c o m u n id a d e s de base, da cu rso s en u n iv ersid ad es b rasileñ as y e x ­ tra n je ra s, y escribe co n a sid u id ad . D e e n tre su pro lífica o b ra , d estacam o s los lib ro s m ás recien tes p u b lic a ­ d o s en esta m ism a E d ito ria l: Brasas bajo las cenizas (21 9 9 8 ), E l desp erta r d el águila (2 0 0 0 ), L a dig n id a d de la Tierra (2 0 0 0 ), E tica plan eta ria desde el G ran Sur (2 0 0 1 ), Gracia y experiencia h u m a n a (2 0 0 1 ), E c o lo ­ gía: g rito de la Tierra, grito de los pobres (32 0 0 2 ), E l águila y la gallin a (32 0 0 2 ), E l cu id a d o esencial (2 0 0 2 ), M ística y esp iritu a lid a d (con Frei B etto , 32 0 0 2 ) y La v o z d el arco iris (2 0 0 3 ).

R ose M a rie M u ra ro E scrito ra, fem in ista y e d ito ra , ha e sta d o d esde los años se te n ta c o m p ro m e tid a c o n la lu ch a p o r la ig u a ld ad de d e re c h o s de la m u jer en B rasil, sien d o u n m iem b ro fu n ­ d a d o r del C e n tro de la M u je r B rasileña. C ató lica , tr a ­ bajó d esd e 1 % 9 en in stitu c io n e s de la Iglesia, h asta q u e en 1 9 8 6 (al m ism o tie m p o q u e L e o n a rd o Boff), fue castig ad a p o r el V aticano p o r sus tra b a jo s so b re el fem in ism o y la sex u alid ad . Su a u to rid a d intelectu al q u e d ó co n so lid a d a co n el lib ro L a sexu a lid a d de la m u ­ jer brasileña: cuerpo y clase social en Brasil (1 9 8 3 ). De e n tre sus n u m e ro sa s p u b licacio n es cabe m e n c io n a r los lib ro s L o s seis m eses en los que fu i h o m b re (61 9 9 0 ), La m u je r en el tercer m ile n io (51 9 9 2 ) y M em o rias de una m u je r im p o sib le (2 0 0 0 ).