El riesgo de crédito en perspectiva (CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS) (Spanish Edition) 843626083X, 9788436260830

Siguiendo un orden cronológico se puede afirmar que inicialmente el tratamiento del riesgo de crédito dependía fundament

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PORTADA
ÍNDICE
CONTENIDOS
1 - Introducción
2 - Concepto y definición
3- Relación existente entre prestamistas y prestatarios
4 - Métodos tradicionales de evaluación del riesto de crédito
5 - Modelos recientes de gestión del riesgo de crédito
6 - Puntos fuertes y débiles de los modelos de gestión de riesgos: propuestas recientes
7 - Comentarios finales
Bibliografía
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El riesgo de crédito en perspectiva (CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS) (Spanish Edition)
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Siguiendo un orden cronológico se puede afirmar que inicialmente el tratamiento del riesgo de crédito dependía fundamentalmente del criterio subjetivo de cada agente encargado de la toma de decisiones, sin que existiera uniformidad en la política de concesión de créditos. En esta tesitura se hacen cada vez más necesarios modelos de gestión integral del riesgo de crédito, bajo los que se engloba un amplio elenco de técnicas con rasgos bien diferenciados en cuanto a sus planteamientos de partida, así como a sus procedimientos de estimación y cálculo. Sin embargo, la lista de modelos que se recoge en esta obra no es una lista cerrada, ya que se ha hecho hincapié en aquellos modelos con una mayor difusión e implantación en el sector bancario.

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ciencias sociales y jurídicas

Cristina Ruza y Paz-Curbera

ISBN: 978-84-362-6083-0

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Cristina Ruza y Paz-Curbera es licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales y ha realizado varios másteres de especialización en las áreas de hacienda pública y tributación (Colegio de Economistas de Madrid) y en banca y finanzas (University of North Wales). Es doctora en Economía Aplicada con calificación cum laude y premio extraordinario de la UNED. En la actualidad es profesora en la Facultad de Económicas y Empresariales de la UNED, impartiendo docencia en los distintos grados que imparte la facultad, cursos de doctorado y máster oficial de posgrado. Es miembro de la Asociación Europea para profesores de Banca y Finanzas (Wolpertinger). Participa en la actualidad en varios proyectos de investigación de la obra social de las cajas de ahorros, y de las microfinanzas y análisis de instituciones microfinancieras.

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos.

© Universidad Nacional de Educación a Distancia Madrid 2013

www.uned.es/publicaciones

© Cristina Ruza y Paz-Curbera

Esta publicación ha sido evaluada por expertos ajenos a esta universidad por el método doble ciego

ISBN electrónico: 978-84-362-6769-3

Edición digital: julio de 2013

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ÍNDICE

Introducción Concepto y definición Relación existente entre prestamistas y prestatarios Métodos tradicionales de evaluación del riesgo de crédito Modelos recientes de gestión del riesgo de crédito 5.1. Introducción 5.2. Modelo Z- Score 5.3. Modelo de riesgo de crédito ZETA 5.4. Sistemas expertos de inteligencia artificial 5.5. Modelos de mortalidad 5.6. Árboles de clasificación 5.7. Redes neuronales artificiales 5.8. Modelos de gestión del riesgo de crédito de carteras 5.8.1. Modelo de Morgan 5.8.2. Modelo de Altman (1997) 5.8.3. Modelo Creditmetrics™ (J. P. Morgan) 5.8.4. Modelo Creditmonitor (KMV) 5.8.5. Modelo CreditRisk+ (Credit Suisse) 5.8.6. CreditPortfolioView (McKinsey) 6. Puntos fuertes y débiles de los modelos de gestión de riesgos: propuestas recientes 7. Comentarios finales Bibliografía

1. 2. 3. 4. 5.

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1. INTRODUCCIÓN En la actualidad el sector bancario centra la atención de académicos y reguladores dado que se trata de un sector en continuo proceso de cambio que requiere importantes esfuerzos de actualización en la búsqueda de soluciones ante los nuevos retos a los que tiene que ir haciendo frente día a día. En este nuevo escenario, tanto la forma de operar de las entidades bancarias como sus funciones y su estructura, han experimentado profundas transformaciones. Con este telón de fondo han surgido voces que reclaman un avance parejo de la regulación prudencial a la que se encuentran sometidas las entidades bancarias, con el cometido de que tengan en todo momento un adecuado nivel de solvencia. Ante tales presiones el 24 de junio de 2004 se ha aprobado el texto del Nuevo Acuerdo de Capital por parte del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, cuyo contenido ha introducido una serie de novedades que, desde un punto de vista teórico y empírico, hemos considerado que merecen una atención especial. Este acuerdo se articula sobre tres grandes pilares: tratamiento flexible del requisito de capital mínimo exigido, capacidad de supervisión de la autoridad y actuación de la disciplina de mercado. Dentro del primero de ellos se establece un nuevo tratamiento del riesgo de crédito, lo cual constituye la piedra angular del citado acuerdo puesto que, por primera vez, el Comité de Basilea permite que las entidades bancarias utilicen sus propios sistemas internos de gestión del riesgo de crédito, ya que hasta el momento sólo habían sido aplicables para estimar el riesgo de mercado de la cartera de negociación de la entidad a partir de la publicación de la Enmienda de 1996. Esta posibilidad se plantea como opción alternativa del denominado método estandarizado y se conoce como «sistema de gestión interna», también Eigenmodel o modelo IRB (internal ratings-based approach). Se puede decir que su inclusión se ha convertido en el elemento clave de la reforma dado que bajo el nuevo enfoque de Basilea todos los riesgos de la entidad pueden ser estimados utilizando métodos de gestión interna sin necesidad de discernir entre las actividades del banco

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con relación al libro bancario y al libro de negociación, respectivamente. Se ha pasado, por tanto, de un esquema en donde el ajuste por riesgo se practicaba en el denominador, de acuerdo con unos pesos de ponderación de riesgo fijados a priori por el regulador, hacia un sistema en el que el ajuste por riesgo se practica en el numerador del coeficiente, es decir, se calcula directamente la cifra de capital ajustada por riesgo ante situaciones de pérdidas esperadas y no esperadas. La importancia de poder utilizar estos sistemas de rating internos se traduce en la posibilidad de reducir la carga de capital regulatorio mínimo que han de mantener las entidades. El motivo de este ahorro de capital se debe a que bajo el sistema actualmente vigente toda la cartera de préstamos privados de las entidades bancarias se clasifican dentro del grupo de ponderación de riesgo del 100%, sin tener en cuenta el perfil de cada prestatario en concreto (por ejemplo, empresas pequeñas frente a grandes corporaciones). Con los sistemas de calificación internos las entidades podrán clasificar de forma individual a los prestatarios, y con ello fijar un nivel de capital regulatorio de acuerdo con el verdadero perfil de riesgo de la entidad, teniendo presentes los beneficios derivados de una correcta diversificación de la cartera. La magnitud del potencial ahorro de recursos propios bajo este Nuevo Acuerdo de Capital va a depender en última instancia de la composición de la cartera de créditos de cada entidad, así como de la precisión del sistema interno de gestión de riesgos empleado en cada caso, no siendo cierta la premisa de que a mayores dosis de complejidad del sistema utilizado, mayor fiabilidad de sus resultados —como muchos agentes han venido proclamando en los últimos tiempos. Sin embargo, las entidades no gozan de plena libertad a la hora de elegir el sistema que van a implantar puesto que es requisito sine qua non el cumplimiento de una serie de requisitos ex ante y durante su implantación, así como someterse a un riguroso proceso de supervisión ex post por parte del supervisor1. Por consiguiente, es necesario resaltar que el conjunto de herramientas disponibles para el análisis del riesgo de crédito de las entidades bancarias ha cobrado un especial interés a la vista de las circunstancias anteriormente descritas, y de ahí que en este libro se trate de profundizar en el alcance y posibilidades de los distintos sistemas de gestión de riesgos haciendo especial hincapié en las principales ventajas y limitaciones de cada uno de ellos, lo cual constituye, sin lugar a dudas, un reto de gran atractivo y actualidad. 1

Para mayor información véase Bank for International Settlements (2004).

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2. CONCEPTO Y DEFINICIÓN Antes de entrar en materia se van a analizar brevemente los distintos tipos de riesgo presentes en el negocio bancario, los cuales se pueden clasificar según su naturaleza en cinco grandes grupos: a) Riesgo de crédito. Considerado como el riesgo por antonomasia de las entidades bancarias, hace referencia a la probabilidad de impago por parte del prestatario y al incumplimiento de las condiciones pactadas en el contrato (deterioro de su capacidad de pago). b) Riesgo de tipo de interés. Inherente a la doble naturaleza del negocio bancario (operaciones de activo versus operaciones de pasivo) que hace que la entidad bancaria esté más expuesta ante cualquier modificación de los tipos de interés cuanto más abierta sea su posición, y cuanto mayor sea el gap entre la duración de su activo y su pasivo. Así, un cambio en los tipos de interés a medio o largo plazo tiene mayor efecto por el lado del activo (dado que la cartera de préstamos tiene un perfil de vencimiento más dilatado), y si la alteración de los tipos de interés es al alza los efectos negativos se manifiestan para aquellas entidades que tengan un gap negativo. c) Riesgo de liquidez. Se refiere a la probabilidad de que la entidad no pueda satisfacer la totalidad de peticiones de liquidez ante una inesperada retirada masiva de fondos por parte de los depositantes, o bien que atraviese dificultades temporales para hacer frente a sus compromisos de pago vencidos como consecuencia de la incapacidad para deshacer posiciones (riesgo de liquidez de mercado), o porque obtenga financiación bajo condiciones gravosas (riesgo de liquidez de financiación). d) Riesgo de mercado. Originado como consecuencia de los movimientos que afectan al valor de la cartera de inversión y negociación de la entidad. De acuerdo con Carbó y García (2000: 176): «el riesgo de mercado puede definirse como el derivado de pérdidas en los precios de mercado de activos, pasivos y operaciones fuera de balance, que surge de la evolución desfavorable de los factores de riesgo subyacentes (tipos de interés, tipos de cambio, cotizaciones de la renta variable y precios de las mercaderías —commodities—) de los que depende el valor de las posiciones. Consecuentemente, la exposición al riesgo de mercado está determinada no sólo por la volatilidad de los factores de riesgo subyacentes, sino también por la sensibilidad la cartera del banco a las variaciones en los mismos».

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Todas estas operaciones no suponen un pasivo para la entidad, pero sí un flujo de caja aleatorio2. e) Riesgo operativo. Surge como consecuencia del mal funcionamiento de los sistemas de control y gestión de la entidad en sentido genérico, e incluye una gran variedad de aspectos tales como el control interno de riesgos, los sistemas operativos de gestión, los sistemas informáticos, modelos de valoración inadecuados, así como posibles errores humanos y fraudes. f) Riesgo de reputación. Es un concepto subjetivo ya que surge como resultado de la publicidad negativa de una entidad o un deterioro de su imagen frente a clientes. g) Riesgo de insolvencia. Es el último eslabón de la cadena ya que sobreviene como consecuencia de los riesgos anteriores. Se produce ante situaciones en las que la entidad no dispone de capital suficiente para cubrir las pérdidas en las que ha incurrido. En este caso la entidad se declara en suspensión de pagos, y si ésta no se resuelve satisfactoriamente se declararía en quiebra procediéndose a liquidar sus activos. Asimismo, el concepto de riesgo puede dividirse en tres grandes categorías atendiendo a su capacidad de gestión por parte del intermediario bancario (Allen y Santomero, 1997: 1479): a) Riesgos que pueden ser eliminados mediante práctica empresarial. b) Riesgos que pueden ser transferidos a otros participantes. c) Riesgos que pueden ser gestionados de forma activa por parte de la empresa. La labor de los intermediarios bancarios dentro del primer grupo de riesgos consiste en llevar a cabo las acciones que reduzcan la probabilidad de pérdidas idiosincrásicas mediante la eliminación de aquellos riesgos que sean superfluos en la transacción financiera. La acción más común de eliminación de este tipo de riesgos es la diversificación de carteras. Cualquier riesgo que persista (por ejemplo el riesgo sistemático o de mercado) puede ser minimizado mediante operaciones de

2 Un factor que ha tenido una especial trascendencia en la importancia del riesgo de mercado ha sido el auge de la banca de inversión con la proliferación de las denominadas operaciones fuera de balance. Éstas son conocidas en terminología anglosajona como OBS (Off- Balance- Sheet Operations), e incluyen compromisos de préstamo, líneas de crédito, garantías, swaps y operaciones de cobertura.

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cobertura con productos derivados, ya sea de forma parcial (en los mercados organizados) o con operaciones a medida (en mercados Over The Counter, OTC). Dentro de la segunda categoría el riesgo es transferible a otros participantes que se dediquen a comprar y vender instrumentos financieros con fines de diversificación o de concentración de riesgos. Por su parte, la tercera categoría se refiere a aquellos riesgos que responden a relaciones contractuales caracterizadas por alguno de los siguientes rasgos: c.1) Los contratos no son fácilmente negociables y sus riesgos no pueden ser cubiertos por los inversores. c.2) El riesgo implícito en determinados tipos de operaciones o actividades hace que sea difícilmente observable desde fuera de la propia empresa. c.3) El problema de riesgo moral hace que los deudores y acreedores de la empresa exijan la gestión de riesgos como parte del proceso operativo. Entrando ya de lleno en el ámbito del riesgo de crédito hay que destacar que si bien las entidades financieras han atravesado dificultades a lo largo de los últimos tiempos como consecuencia de diversos factores, el factor que ha constituido el elemento común a la mayoría de estas situaciones ha sido, sin lugar a dudas, el riesgo de crédito, y además sigue siendo a día de hoy el riesgo por antonomasia de las entidades financieras. De hecho, podemos decir que existe riesgo de crédito en cualquier operación de activo dado que en presencia del problema de información asimétrica las entidades nunca disponen de información completa acerca del potencial prestatario y, además, hay que tener presente que la trayectoria pasada del prestatario no es representativa de lo que pueda ser su comportamiento futuro. Asimismo, hay que señalar que el riesgo de crédito puede venir acentuado por aspectos que van desde el simple relajamiento de los estándares mínimos exigidos a los deudores a la hora de concederles financiación, el empleo de técnicas de gestión de riesgos poco adecuadas al nuevo perfil de las operaciones o, simplemente, la falta de atención ante cambios económicos que puedan derivar en situaciones de deterioro de la calidad crediticia de los deudores. Para la mayoría de los bancos la principal fuente de riesgo de crédito proviene de la concesión de préstamos y créditos, sin embargo han ido surgiendo nuevas fuentes de riesgo de crédito procedentes de operaciones relacionadas con el libro bancario, con la cartera de negociación y con operaciones fuera de balance.

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Hay que resaltar que en los últimos tiempos se han producido una serie de acontecimientos que han venido a reforzar este creciente interés hacia el riesgo de crédito, entre los que Saunders (1999) destaca los siguientes: a) El aumento de competitividad en el sector se ha traducido en un progresivo estrechamiento de márgenes que ha erosionado la capacidad de generación de ingresos de las entidades. Por consiguiente, las entidades se ven obligadas a buscar fuentes alternativas de ingresos a expensas de asumir mayores niveles de riesgo. b) El proceso de desintermediación financiera ha provocado que los intermediarios financieros sean menos selectivos en cuanto a su política de concesión de préstamos y créditos que antaño. c) La proliferación de las operaciones fuera de balance, si por un lado representa una nueva parcela de negocio también lleva implícita mayores niveles de riesgo, y más aún cuando nos referimos a contratos de derivados financieros que no se negocian en un mercado organizado (es decir, mercados OTC). d) El aumento de la volatilidad tiene reflejo en el valor de los colaterales y garantías de los préstamos, lo cual constituye una fuente adicional de riesgo a tener en consideración. Con este telón de fondo surgió la propuesta de un Nuevo Acuerdo de Capital de Basilea, que introducía importantes modificaciones en el tratamiento y cobertura del riesgo de crédito con el objeto de adaptar los requisitos mínimos de capital a la creciente sofisticación de las operaciones bancarias y de los mercados financieros en la última década (BIS, 2001a). Dicho lo anterior, resulta claro que ofrecer una simple definición del término «riesgo de crédito» no es tarea sencilla ya que tanto su naturaleza como sus manifestaciones han sido objeto de profundas transformaciones a lo largo del tiempo, lo cual ha traído consigo sustanciales cambios en su enfoque y tratamiento, hasta el punto de que autores como Caouette et al. (1998) lo denominan «el próximo gran reto de los mercados financieros». Entre las definiciones al uso de riesgo de crédito comenzamos con la de Peña (2002) que lo define como la probabilidad de que no se materialice la esperanza de obtener la devolución de una determinada cantidad de dinero (que se prestó en el pasado) en una fecha concreta y preestablecida.

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La postura de Bessis (2002) es más extensiva ya que considera tanto las pérdidas asociadas al evento de fallido como el deterioro de la calidad crediticia del deudor, situación que se conoce como migración negativa. Por su parte, en Pampillón et al. (2004: 149) se clasifica el riesgo de crédito atendiendo a las circunstancias bajo las que se produce el incumplimiento de obligaciones por parte del deudor en las siguientes categorías: a) Riesgo de emisor. Concepto íntimamente relacionado con la solvencia del emisor y la percepción que tiene el mercado respecto a la misma. b) Riesgo de liquidación/entrega. Se produce cuando no existe coincidencia en el intercambio de los flujos de dinero, tanto por razones técnicas asociadas al sistema de pagos o a las diferencias en el calendario horario, o bien como consecuencia de la insolvencia de la contraparte. c) Riesgo país. Éste es un caso concreto que se refiere exclusivamente a situaciones de impago como consecuencia del riesgo soberano del Estado, el riesgo de transferencia por carencia de divisas y cualquier otro riesgo distinto al riesgo comercial habitual de las transacciones. Siguiendo el criterio de los elementos que forman parte del riesgo de crédito en un sentido amplio, Peña (2002) distingue cuatro facetas: a) Riesgo de migración. Desde una categoría de rating a otra, tanto en sentido ascendente (upgrade) como descendente (downgrade), con el consiguiente impacto en términos de valoración del activo de acuerdo con la nueva categoría. b) Riesgo de fallido. Tal y como su nombre indica depende de la probabilidad de que un deudor sea considerado fallido en sus obligaciones con la entidad, para lo cual se establecen una serie de criterios previos que clasifican al deudor como moroso durante un tiempo prudencial antes de su consideración definitiva como fallido. c) Riesgo de exposición. Se produce cuando existe incertidumbre acerca de los pagos futuros pendientes, cuando la operación reviste la forma de una línea de crédito a disposición del deudor o de un contrato de derivados referenciado a la evolución de algún indicador de mercado (tipo de interés o índice bursátil, entre otros).

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d) Riesgo de tasa de recuperación. Depende directamente de la valoración y grado de liquidez del colateral aportado a modo de garantía en la operación. De acuerdo con Cossin y Pirotte (2000), el riesgo de crédito se relaciona intrínsecamente con el grado de rigidez estipulado en el acuerdo de financiación en cuanto al pago de intereses y principal. Hay autores que van más allá al considerar que el riesgo de crédito no puede concebirse de forma independiente al riesgo de mercado, concretamente el riesgo de fluctuaciones en los tipos de interés, ya sea de forma directa (instrumentos financieros con rentabilidad a tipo de interés variable) o de forma indirecta (cualquier alteración en el nivel de tipos de interés afecta al valor de la empresa y a su calidad crediticia). Esta idea se recoge en la figura 2.1 sobre los criterios de valoración que inciden en la evaluación del riesgo de crédito.

Recuperación en el plazo previsto Liquidez

Transmisión de la deuda Mercados secundarios

Plazo Importe

Finalidad

Valoración de Riesgos

Modalidad

Seguridad

Garantías Conocimiento del deudor

Capacidad de devolución Garantías Seriedad

Rentabilidad

Fuente: Tomás et al. (2002: 20) y elaboración propia.

Figura 2.1

Cobertura de costes Vinculación del cliente Equivalente al riesgo

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Analíticamente el riesgo de crédito se define a partir del término de pérdida esperada: PE = C∗(1 – z)∗q donde: PE: es la pérdida media esperada. C: valor de la exposición. z: tasa de recuperación. q: probabilidad de fallido. Dado que la tasa de recuperación es una proporción fija de la deuda o valor nominal de la exposición, y puesto que caben dos posibles situaciones (fallido versus no fallido) la probabilidad de fallido q sigue una distribución binomial con desviación típica:

σ = √q(1 – q) Consiguientemente, la pérdida inesperada se puede obtener de dos formas distintas: 1) PI = PE – pc95 donde pc95 es el percentil de la distribución de pérdidas para un nivel de confianza del 95%. En este caso la magnitud de pérdida inesperada mide la desviación absoluta respecto a una probabilidad de fallido esperada de antemano. 2) PI = C∗(1 – z)∗σ En este caso la pérdida inesperada refleja la variabilidad de la pérdida en torno al valor de pérdida esperada. A partir de este concepto, autores como Wilson (1997) y el BIS (1999a) sostienen que el valor de PI es una aproximación adecuada del riesgo de crédito, si bien hay autores como Kupiec (2002) que afirman que mediante este procedimiento se tiende a sobrestimar la tasa de insolvencia. En síntesis, el concepto de riesgo de crédito tiene múltiples definiciones dependiendo del enfoque adoptado en cada caso, pero también es cierto que a pesar de los matices señalados existe amplio consenso a la hora de afirmar que

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constituye el riesgo por antonomasia de las entidades financieras, si bien bajo un envoltorio distinto al de hace algunos años cuando únicamente se refería a operaciones de préstamo y crédito. Podemos afirmar que el riesgo de crédito se ha vuelto más complejo, siendo cada vez más necesarios mecanismos que permitan una adecuada cuantificación de su magnitud y tratamiento que abarque toda la entidad bancaria. Tal es la importancia de una adecuada gestión del riesgo de crédito, que el Banco Internacional de Pagos (Bank for International Settlements, BIS) sostiene que es un componente crítico y esencial para que las organizaciones bancarias cosechen éxitos desde una perspectiva a medio y largo plazo.

3. RELACIÓN EXISTENTE ENTRE PRESTAMISTAS Y PRESTATARIOS En este capítulo tienen cabida multiplicidad de aspectos relacionados con el contrato de préstamo, que van desde la simple tarea de recabar información referente al potencial prestatario hasta el proceso de seguimiento del mismo a lo largo de la vida del contrato. Desde un punto de vista ex - ante la entidad asume la responsabilidad de reunir cualquier tipo de información relevante teniendo en cuenta el tipo de prestatario de que se trata (un gran crédito comercial, crédito a pequeñas y medianas empresas o créditos al consumo para particulares). Existe abundante literatura al respecto que hace especial hincapié en las fuentes de información disponibles según el tipo de crédito de que se trate, sin embargo su enumeración y análisis excede el objetivo del presente libro3. En las próximas líneas se van a explicar brevemente los enfoques tradicionalmente adoptados por las entidades bancarias. En primer lugar, el enfoque denominado en términos anglosajones «the gone concern» o enfoque estático se caracteriza por ser un enfoque conservador ya que toma como premisa el hecho de que un banco no desea prestar una cantidad que exceda el valor de los activos del prestatario, puesto que en caso de dificultades el valor individual de los activos puede descender como consecuencia de la premura con la que éstos son vendidos y las imperfecciones del mercado en donde se transmitan. El enfoque alternativo, denominado «the going concern» o enfoque dinámico, contrasta con el anterior en que el aspecto a tener en cuenta es la proyección 3

Entre otros se pueden citar los trabajos de Berry et al. (1993), Tomás et al. (2002) y Checkley (2003).

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futura de los flujos de ingresos del prestatario. En este sentido, la información proporcionada por el potencial prestatario es analizada de forma distinta al enfoque anterior, ya que mientras el enfoque estático centra la atención en la evaluación de la calidad de los activos, bajo el enfoque dinámico se trata de verificar la fiabilidad y precisión de las proyecciones futuras de ingresos, cuentas de resultados y balances de situación de acuerdo con las tendencias registradas en el pasado por el deudor y el sector al que pertenece. A continuación nos vamos a centrar en un tipo concreto de relación entre prestamistas y prestatarios: las pequeñas y medianas empresas (de ahora en adelante PYME). Existe consenso al señalar que cuando se trata de este tipo de prestatarios a éstos les resulta favorable que la entidad adopte el enfoque dinámico con carácter moderado, ya que la capacidad de tales empresas para ofrecer información periódica sobre la marcha del negocio y predicciones de futuro resulta limitada en comparación con una gran corporación que, además, dispone de cuentas financieras auditadas. De acuerdo con Berry et al. (1993) existen una serie de hechos específicos en el caso de las PYME que merece la pena destacar. En primer lugar, y es un hecho generalmente aceptado, el préstamo a pequeñas empresas implica un elevado nivel de riesgo, tal y como reflejan las mayores tasas de quiebra. En segundo lugar, el coste de obtención de información y posterior seguimiento se dispara con relación al volumen del préstamo ya que la entidad no se puede beneficiar de la presencia de economías de escala. Dentro del segmento de préstamo a PYME hay que considerar cuatro grandes áreas de análisis y la presencia de trade - offs entre las mismas. El gráfico 3.1 ilustra las ideas que a continuación se van a explicar. En primer lugar se incluye el ambiente externo ya que el momento del ciclo económico, político y social tienen influencia directa en el desarrollo del negocio empresarial. Otro aspecto importante es el ambiente bancario y, en particular, la experiencia previa de la entidad, ya que si ésta ha experimentado recientemente numerosos episodios de empresas fallidas será más reticente a embarcarse en proyectos similares o bien establecerá unas normas más rígidas en cuanto a la política de concesión de créditos. En relación con la persona del prestatario hay que señalar que éste constituye una pieza clave puesto que los créditos a PYME son préstamos de naturaleza personal más que empresarial propiamente dicha. Respecto a la calidad de la información, éste es un aspecto de vital importancia ya que dependiendo de la fiabilidad de la documentación aportada, la decisión a tomar se basará íntegramente en ratios contables o, por el contrario, trata-

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AMBIENTE EXTERNO Prestatario

Rentabilidad

Apalancamiento Calidad

Ambiente

de la

Bancario

Información

Liquidez

Seguridad

Tipo de Proposición Fuente: Berry et al. (1993:100).

Gráfico 3.1

rá de recabar información adicional de otras fuentes. Un aspecto íntimamente ligado a la fiabilidad de la información se relaciona con el hecho de que las cuentas financieras estén o no auditadas, y de la experiencia y capacidad de la empresa que ha realizado la auditoría4.

4 Las PYME suelen tener las cuentas auditadas por empresas locales de auditoría que no son tan ampliamente conocidas como las grandes firmas del sector.

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Al hablar del tipo de proposición nos referimos a si la empresa es de nueva creación o se trata de un negocio en funcionamiento, así como al hecho de si el prestatario ha sido previamente cliente de la entidad o si se trata de un nuevo cliente del que no se dispone ni de experiencia ni de información previa. Finalmente, en cuanto al orden de importancia relativa de los aspectos contables a analizar, el estudio de Berry et al. (1993) establece el siguiente ranking en el segmento de crédito a PYME: rentabilidad, apalancamiento, seguridad y liquidez5, respectivamente. Tomando las palabras de Berry et al. (1993: 112): «la rentabilidad es claramente el factor decisivo, no solamente como indicador de la capacidad de servicio de la deuda, sino porque la mayoría de las pequeñas y medianas empresas están infracapitalizadas. Consecuentemente, la principal, sino la única fuente de capital adicional de la empresa proviene de los beneficios retenidos. Esto frecuentemente conlleva un elevado nivel de apalancamiento financiero, incrementando tanto el riesgo para el banco como el riesgo para el negocio empresarial. Este riesgo, en ocasiones, suele ser cubierto mediante la aportación de garantías aunque, muy a menudo, la mayoría, sino la totalidad de los activos de seguridad de la empresa, ya han sido previamente aportados en operaciones previas de financiación».

Las entidades de crédito tienden a adoptar un enfoque sintético que engloba los cuatro aspectos simultáneamente y, además, centran la atención en las tendencias registradas más que en el dato de la cifra concreta de un año. Otro aspecto que ha tenido una gran incidencia en el riesgo de crédito lo recoge Kareken (1987: 359) al señalar que: «hoy en día, el negocio bancario consiste más en conceder líneas de crédito que una década atrás». Entre las razones que explican la proliferación de las líneas de crédito se encuentra el ahorro de costes de transacción que supone para el prestatario, y la eliminación del riesgo asociado a cambios inesperados en los tipos de interés futuros (coste de la financiación) o de racionamiento de crédito (volumen de recursos). Desde el punto de vista del prestamista, la concesión de líneas de crédito o compromisos de créditos les capacita para rescindir el contrato en el caso de que la calidad del prestamista se deteriore a lo largo del tiempo (Kanatas, 1987 en Swank, 1996), y también les permite un ahorro de costes ya que la información 5 El argumento esgrimido por los autores para situar la importancia de la liquidez en un último puesto reside en el hecho de que, cuando hablamos de prestatarios que son clientes, el banco ya dispone de información previa acerca de la liquidez del prestatario a través de los propios registros de las cuentas bancarias mantenidas en la entidad.

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y seguimiento de nuevos prestatarios resulta costosa. Sin embargo, Avery y Berger (1991) sostienen que la concesión de líneas de crédito tiende a traducirse en aumentos de la exposición del banco al riesgo de crédito y al riesgo de aumentos inesperados de los tipos de interés a medio y largo plazo.

4. MÉTODOS TRADICIONALES DE EVALUACIÓN DEL RIESGO DE CRÉDITO La cultura del riesgo de crédito se ha ido gestando de forma progresiva y continuada a lo largo del tiempo ya que su principal ingrediente es la experiencia adquirida por los gestores bancarios. Existe amplio consenso al afirmar que los gestores de las compañías de seguros y de las instituciones de inversión colectiva recurren sistemáticamente al conocimiento y experiencia de las entidades bancarias a la hora de implantar herramientas de evaluación del riesgo de crédito. Sin embargo, en los últimos tiempos la cultura del riesgo de crédito ha adquirido un auge sin precedentes hasta el punto de constituir un ingrediente fundamental en cualquier práctica de gestión de riesgos en el ámbito financiero más allá de las fronteras del propio sector bancario. En particular, se han producido una serie de acontecimientos que han contribuido a exacerbar la importancia del riesgo de crédito. De acuerdo con Saunders (1999) se pueden destacar los siguientes: a) Aumento del número de quiebras empresariales de carácter estructural. b) El proceso de desintermediación financiera ha provocado que aquellas empresas con nulo o limitado acceso a los mercados de capitales (generalmente empresas de pequeña dimensión) sean las que, sistemáticamente, recurren al préstamo bancario en detrimento de empresas más solventes que acuden directamente a los mercados de capitales en busca de financiación. c) El incremento de la competitividad ha dado lugar a un incremento del perfil de riesgo de las carteras de préstamos, ya que las entidades se han vuelto menos exigentes en cuanto a su política de concesión de préstamos ante la progresiva contracción de sus márgenes de intermediación. d) Los avances tecnológicos han permitido a las entidades gestionar elevados volúmenes de información, lo cual les permite desarrollar técnicas y modelos de gestión de riesgos avanzados y sofisticados.

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e) El cambio de dirección experimentado por la regulación emanada del Comité de Basilea ha introducido incentivos para que las entidades desarrollen sus propios sistemas internos de gestión de riesgos. Antes de entrar de lleno en el análisis de los métodos de evaluación del riesgo de crédito hay que señalar que el propio negocio bancario ha sido objeto de numerosas transformaciones, y con ellas el modo de proceder respecto a la importancia de la gestión de riesgos en general, y del riesgo de crédito en particular. A modo de ejemplo, el concepto de hipoteca o garantía fue introducido en el siglo XVII por prestamistas ingleses que tomaban en garantía la propiedad de la tierra condicionada al incumplimiento de devolución del dinero. Esta filosofía de prestar dinero tomando como garantía un activo —de la naturaleza que fuese— se encuadra dentro del enfoque anglosajón de asset - based lending. Este enfoque ha evolucionado con el devenir del tiempo desde la garantía mediante la posesión física del bien, como ocurría a comienzos de los años 50 en América con las warehouse financing (con anterioridad a la creación del Uniform Commercial Code en 1952), hasta los tiempos actuales en los que se acepta como garantía cualquier activo susceptible de enajenación en el mercado. En este contexto, la petición de crédito por parte de las empresas solía destinarse a la financiación de instalaciones físicas, siendo el criterio fundamental para conceder el crédito la conveniencia del colateral aportado, para cuya valoración el agente bancario evaluaba cuidadosamente la información del balance de situación para determinar el valor monetario del colateral y su grado de liquidez. Sin embargo, este enfoque basado únicamente en la información del balance de situación ofrecía una visión estática acerca de la calidad crediticia de los deudores. A raíz de la depresión de 1930 y del proceso de expansión que tuvo lugar alrededor de los años 50, la actividad empresarial experimentó profundos cambios, registrándose un importante incremento del comercio internacional y del grado de competencia existente en el mercado, lo cual dio lugar a que las empresas no estuviesen vinculadas a una única entidad financiera como ocurría anteriormente. Ante esta nueva situación, las empresas comenzaron a solicitar créditos bancarios a mayores plazos de vencimiento y para financiar los activos fijos, con lo cual la importancia de la valoración del colateral se fue desvirtuando dado que no existía un mercado en el cual la entidad pudiese revender tales activos. Este tipo de préstamos a medio y largo plazo surgieron por primera vez en los Estados Unidos, si bien gracias a la posterior expansión transfronteriza de las entidades, las prácticas de préstamo y crédito se extendieron al continente europeo.

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En este nuevo contexto, el punto de atención se centra en la cuenta de resultados de las empresas ya que ofrece información acerca de los flujos de ingresos y de la capacidad de devolución de los fondos prestados partiendo de la premisa de que los ingresos procedentes de las operaciones corrientes constituyen la fuente habitual de devolución de los préstamos6. De acuerdo con Hale (1983) la cuenta de resultados es el puente que sirve de nexo de unión entre dos puntos estáticos correspondientes al balance de situación y constituye, además, un elemento de referencia que permite detectar de forma anticipada los problemas financieros de las empresas7. Así pues, para evaluar la «liquidez de una empresa» la entidad ha de analizar los resultados de ejercicios anteriores y realizar sus propias proyecciones sobre el flujo de ingresos y pagos esperados. En este contexto tiene especial trascendencia el trabajo de Modigliani y Miller del año 1958 al poner de manifiesto la irrelevancia de la estructura financiera de una empresa en términos de coste de capital. Tomando esta premisa como punto de arranque, Caouette et al. (1998) sostienen que la estructura financiera simplemente determina la distribución de los ingresos generados entre los distintos proveedores de financiación y que, por tanto, los flujos de ingresos esperados son el factor determinante del valor global de la empresa. Vistos a grandes rasgos los aspectos íntimamente ligados al perfil de riesgo de crédito de los prestatarios y su evolución desde un punto de vista cronológico, vamos ahora a ahondar en los planteamientos de los denominados «métodos tradicionales». Para comenzar, Caouette et al. (1998: 82) sostienen que «las decisiones de riesgo de crédito son el reflejo de una valoración personal acerca de la habilidad del prestatario para efectuar la devolución del dinero prestado»8. Por consiguiente, este tipo de análisis se sustenta en criterios subjetivos de los gestores que, a lo largo del curso del tiempo, han ido adquiriendo experiencia hasta alcanzar el grado de madurez suficiente como para poder ser considerados expertos en la materia (en terminología anglosajona se les denomina senior managers). A grandes rasgos, un sistema basado en reglas de decisión se puede representar gráficamente como sigue:

6 La importancia de la cuenta de resultados se refleja en el libro de Howard y Upton de 1953, cuyo título original es Introduction to Business Finance, sin embargo estas prácticas no tuvieron reflejo en el mercado de capitales hasta diez años después. 7 En el estudio de Beaver (1968) ya se puso de manifiesto la importancia de la ratio de cash - flow sobre el total de pasivos como el más importante indicador de quiebra. 8 A este tipo de enfoque Saunders (1999) lo denomina sistema experto que, sin embargo no hay que confundir con otro tipo de sistemas expertos más sofisticados que analizaremos en el capítulo 5.

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a) Regla basada en un criterio:

Aceptar

a

b

c

Rechazar

d

e

f

g

b) Regla basada en dos criterios: Y y*

Rechazar

Aceptar

x*

X

c) Regla compuesta basada en dos criterios: Y y*

Rechazar

Aceptar

x*

X

A lo largo del tiempo se han ido desarrollando una serie de herramientas analíticas que, a pesar de su utilidad, no han impedido que los gestores continuasen aplicando su propio elenco de reglas subjetivas de decisión. Las entidades tienden a confiar ampliamente en los criterios establecidos por sus gestores para determinar las directrices de la política de concesión de créditos, no siendo cuestionado este sistema durante las etapas en las que la ratio de morosidad ha sido relativamente baja.

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A grandes rasgos el proceso análisis puede reflejarse gráficamente como sigue en la figura 4.1 ¿El prestamista tiene una

¿Cuál es la motivación de la

¿Se puede considerar

estrategia de devolución de

compañía para pedir

suficiente la compensación

los fondos?

prestado el dinero?

económica por el riesgo asumido?

Revisión de la estrategia de la empresa: objetivos propuestos y vías para alcanzarlos.

Análisis de gestión: competencia, integridad y profundidad.

Análisis de los estados contables ( balance de situación y cuenta de resultados). Enfoque

Análisis de la industria: posición, cuota de mercado, poder de mercado en precios, tendencias e innovaciones.

de las 5C.

Argumentos cualitativos

Simulación financiera acerca

Rating del riesgo y

utilizados en el

de la proyección esperada.

colaterales.

Memorandum.

Sistemas de datos. Planing de la provisión de fondos.

Negociaciones y aprobación del crédito.

Concesión de los fondos y revisiones. Fuente: Caouette et al. (1998).

Figura 4.1

Documentación y aspectos legales. Cierre de la operación.

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En el seno del contexto anteriormente descrito se enmarca el denominado enfoque de las 5Cs que combina una doble perspectiva. Por un lado, el gestor analiza la idoneidad del colateral aportado a modo de garantía y, por otro, analiza los rasgos del prestatario que condicionan su capacidad de generar los ingresos con los que hacer frente a la amortización del préstamo. Para ello utiliza dos grandes fuentes de información (ver figura 4.2).

Información interna

Accesible mediante aplicaciones informáticas en las que aprarecen datos sobre los antecedentes operativos y vínculos del cliente con la entidad.

Del cliente: se le solicita distinta información según se trate de un cliente particular, profesional9, del sector público o del sector inmobiliario.

Información a utilizar

Información externa De terceros: por ejemplo el Registro de Aceptaciones Impagadas, la CIRBE, la ASNEF, el registro de la propiedad, el registro mercantil, entidades financieras, clientes, proveedores, etcétera.

Fuente: Tomás et al. (2002:31) y elaboración propia.

Figura 4.2

9 Tomás et al. (2002) señalan que cuando se trate de una PYME la información que se suele exigir es: el balance de situación, las cuentas de pérdidas y ganancias, el plan previsional, los comprobantes de pagos a la Seguridad Social, los comprobantes de pago del IVA, los comprobantes de pagos fiscales por índices y módulos, la declaración de compras y ventas superiores a una determinada cantidad, entre otros.

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A partir de esta información, el gestor pondera cinco grandes aspectos de la empresa: a) Carácter. Hace referencia a la reputación de una empresa en sentido amplio, a su capacidad de pago y a su historial pasado. Existe consenso a la hora de señalar que el número de años y la experiencia en el sector ofrecen una buena aproximación a la reputación de pago. b) Capital. Puede ser medido de múltiples formas y refleja el grado de apalancamiento financiero de la empresa y su capacidad para hacer frente al servicio de la deuda. En general, la insuficiencia de capital es un claro indicio de mayor probabilidad de quiebra. c) Capacidad. Se relaciona con la volatilidad de los flujos de ingresos de la empresa. Si el perfil de ingresos de la empresa es relativamente estable a lo largo del tiempo es de esperar que tenga menores problemas de liquidez a la hora de devolver la deuda. d) Colateral. Analizado en términos de calidad y liquidez para convertirlo en efectivo, a corto plazo y sin sufrir pérdidas. Asimismo, hay que tener presente el grado de prelación en el cobro de las deudas con respecto a otros deudores de la empresa. e) Ciclo. Considera las condiciones económicas imperantes en cada momento, dado que la evidencia empírica ha puesto de manifiesto la correlación existente entre el momento del ciclo económico y la evolución de la tasa de fallidos (quiebras de carácter coyuntural). Adicionalmente, se suele analizar el comportamiento económico del sector en cuestión ya que pueden existir diferencias notables de uno a otro. A partir de las consideraciones anteriores se aprecia la multitud de dimensiones que tiene el proceso de evaluación tradicional del riesgo de crédito y la subjetividad implícita en numerosas partes del mismo. Es de destacar que bajo este enfoque no existe un criterio homogéneo en el propio seno de las entidades ya que, por un lado, los gestores no disponen de información homogénea sobre los distintos clientes a analizar (las empresas pequeñas que no cotizan en un mercado secundario suelen proporcionar el mínimo de información legalmente exigible)10. 10 Esta tendencia a proporcionar el mínimo exigido de información puede interpretarse en una doble dirección; que la empresa no quiere mostrar su verdadera situación financiera o que simplemente trata de preservar su estrategia frente a competidores.

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Por otro lado, la falta de uniformidad en el proceso de concesión de créditos también puede ser imputable al proceso de expansión que han acometido las entidades, con lo cual es difícil imponer una serie de criterios aplicables en distintas unidades geográficas y para distintos sectores de actividad, razón por la cual cada gestor tiene cierto margen de interpretación en la toma de decisiones. Como consecuencia de ello nos podemos encontrar ante una situación en la que un mismo cliente es evaluado de forma diferente dependiendo de la unidad de la entidad a la que acuda, lo cual desembocaría en un problema de falta de consistencia. Este es el principal argumento esgrimido en contra del sistema tradicional de evaluación de créditos basado exclusivamente en los criterios subjetivos de los gestores. A ello hay que añadir el posible choque de culturas que puede producirse cuando se trate de entidades que han acometido procesos de fusión o adquisición, ya que los gestores de cada entidad han sido formados de acuerdo con distintas pautas. Una manera de contrarrestar esta falta de uniformidad consiste en dilatar el proceso de aprobación final de los créditos imponiendo una serie de requisitos de aprobación en cadena hasta alcanzar el escalón superior jerárquico. De este modo aumenta la homogeneidad del proceso, pero al diluirse la responsabilidad de la decisión última también puede acarrear consecuencias negativas para la entidad. Asimismo, la experiencia ha puesto de manifiesto que este proceso resulta costoso, tanto en términos monetarios como en tiempo empleado. A partir de las limitaciones de las que adolece el sistema tradicional de evaluación subjetiva del riesgo de crédito se han diseñado procedimientos sistemáticos bajo los que el analista realiza análisis comparativos entre las ratios contables de la empresa en cuestión y las de la industria o sector al que pertenece. Un nivel insatisfactorio en una de las ratios no implica necesariamente denegar la petición de financiación, ya se consideran los posibles trade - offs entre las distintas ratios. Asimismo, es un dicho bien conocido en el argot financiero que a la hora de seleccionar las ratios financieras nunca se tienen suficientes para analizar la situación y la rentabilidad de una empresa, tanto de forma individual como de forma comparada con respecto a las empresas del entorno y con una estructura más o menos homogénea. Sin embargo, existe cierto consenso a la hora de señalar como áreas de mayor interés las siguientes: rentabilidad y rendimiento, rotación y márgenes, apalancamiento financiero y liquidez11.

11 Véase Tomás et al. (2002: 158-184) para un análisis detallado de las ratios más frecuentemente utilizadas y sus posibles definiciones.

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Cuadro 1. Análisis comparativo de ratios contables. Rentabilidad

– ROE: rentabilidad/Recursos propios

Rendimiento

– ROA: rentabilidad/Activos totales – Bo antes de impuestos/Activos totales

Márgenes

– Ingresos brutos/Ventas totales – Ingresos netos/Ventas totales

Rotación

– Ventas/Activo fijo – Ventas/Activo circulante – Ventas/Existencias

Apalancamiento financiero

– Pasivos totales/Acciones – Pasivos totales/(Recursos propios - Activos intangibles) – Pasivos totales/Cashflow – Deuda a largo plazo/(Deuda a largo plazo + Acciones)

Liquidez

– Activos líquidos/Pasivos líquidos – (Efectivo + Acciones negociables + Do cobro)/Pasivos líquidos

Fuente: Hale (1983) y Tomás et al. (2002).

El gráfico 4.1 ilustra la interrelación existente entre las ratios financieras anteriormente mencionadas. El trabajo de Checkley (2003) va más allá al distinguir el análisis de ratios financieras en función del tipo de préstamo de que se trate. Comenzando con el ámbito del préstamo a pequeñas y medianas empresas hay que resaltar que el primer estudio acerca de sus rasgos distintivos se remonta a 1971 (bajo el título de Informe Bolton), en donde se ponen de manifiesto las peculiaridades comerciales y financieras de las mismas12. Para conocer las áreas de negocio que es preciso evaluar existe una regla ampliamente difundida que se conoce como PARSER (Principal, Cantidad, Condiciones de pago, Garantía, Conveniencia y Remuneración). Este enfoque combina la información del balance de situación y de la cuenta de resultados ya que, tal y como se ha puesto de manifiesto, por muy buena que sea la situación de solvencia de una empresa, su capacidad para generar ingresos es lo que condiciona la devolución de la deuda.

12 Para una recopilación de los criterios del Informe Bolton sobre los distintos sectores de actividad económica puede consultarse Checkley (2003: 44).

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DEUDAS A LARGO PLAZO

PASIVOS RECURSOS PROPIOS

Apalancamiento ACTIVOS Rentabilidad Rendimiento Rotación

VENTAS

BENEFICIOS Margen

Fuente: Adaptación de Tomás et al. (2002).

Gráfico 4.1

En el cuadro 2 recogemos las principales ratios financieras que nos ayudan a evaluar una PYME en términos de riesgo de crédito. El análisis del endeudamiento de capital sirve para diagnosticar la situación de la empresa en cuanto a la cantidad de deuda que tiene contraída. El valor de la ratio indica si el volumen de deuda es excesivo y si la empresa está perdiendo autonomía financiera frente a terceros. Así, cuanto mayor sea la ratio, menor será proporcionalmente la amortiguación del valor neto de la empresa antes de que el prestamista arriesgue su dinero. Sin embargo, más que las cifras absolutas, el análisis de ratios contables recomienda observar la tendencia experimentada por las distintas ratios más que el valor concreto en un determinado momento del tiempo. En relación con la interpretación de las tendencias de la ratio de apalancamiento financiero (extensión del nivel de endeudamiento de capital) hay que señalar que una tendencia bajista indica que la empresa es menos vulnerable en términos de su

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Cuadro 2. Análisis de ratios contables de pequeñas y medianas empresas. Endeudamiento de capital: Ratio de apalancamiento financiero: – ajustado por préstamos a los directores – ajustado por las reservas ocultas – austado por el pasivo contingente – endeudamiento potencial (en función del total de las líneas de crédito disponibles) Cobertura de interereses:

Utilizaciónrealdelaslíneasde crédito ∗100 Fondos propios

Beneficioantesdeimpuestos Intereses pagados

Ratios de control: Tasa de recuperación de deudor Tasa de rotación de las existencias Tasa de pago a acreedores Ratios de liquidez: Ratio de circulante

Volumen de capital circulante: Ratios de rentabilidad: Margen de beneficio bruto Margen de beneficio de explotación

Deudores ∗ 365 Ventas Existencias ∗ 365 Costedemercancíasvendidas Acreedores ∗ 365 Costedelasmercancíasvendidas Activocirculante o bien Pasivocirculante Activodisponible Pasivo circulante Ventas Activocirculanteneto Beneficiobruto ∗100 Ventas Beneficio explotación ∗100 Ventas

Fuente: Cherkley (2003) y elaboración propia.

dependencia financiera, medida en función de su pasivo total (incluyendo los acreedores). En este contexto hay que tener presente los siguientes criterios: a) La entidad aceptará un cliente con elevado nivel de apalancamiento financiero si tiene un adecuado nivel de rentabilidad y buenas expectativas de futuro frente a una empresa con márgenes de rentabilidad más estrechos.

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b) Cuanto más elevado sea el nivel de apalancamiento financiero, cobra mayor importancia la aportación de garantía o colateral de la operación. c) A la hora de evaluar el nivel de apalancamiento financiero es fundamental tener en cuenta el tipo de empresa de que se trate (se aceptan mayores niveles de endeudamiento cuando se trata de empresas al por mayor frente a empresas con un procesamiento del capital circulante lento). Pasando al tercer aspecto recogido en el cuadro, el nivel de cobertura de intereses resulta importante en la medida en que indica el número de veces que el pago de intereses está cubierto por el beneficio antes de intereses e impuestos y muestra, por tanto, el grado de sensibilidad de la empresa ante alteraciones en los tipos de interés del mercado. Seguidamente se contemplan las denominadas ratios de control. Por un lado, la tasa de recuperación del deudor calcula el número de días que han de transcurrir para que la empresa cobre a sus deudores, lo cual expresa el grado de eficiencia de los procedimientos de control de cobros13. En segundo lugar, la tasa de rotación de las existencias indica el número de días que se retienen las existencias, así una rotación rápida indica que el potencial de efectivo permanece inmovilizado en forma de existencias un corto periodo de tiempo. De nuevo hay que tener presente el tipo de empresa, el carácter estacional o no de la producción y el tipo de existencias de que se trate. Por su parte, la tasa de pago a los acreedores expresa el número de días estipulados para pagar a los proveedores comerciales de la empresa, de forma que cualquier alteración que se registre ha de ser analizada cuidadosamente para identificar la causa última de dicha tendencia. En cuanto a las ratios de liquidez se contemplan dos magnitudes: el activo circulante y el activo disponible (activo circulante menos existencias). Mientras el primero refleja la capacidad de la empresa para afrontar las deudas y pasivos a corto plazo con los ingresos del activo circulante, el segundo se refiere al grado de liquidez en efectivo, siendo ésta una medida de liquidez más inmediata que la anterior. Una reducción de cualquiera de las ratios de liquidez puede reflejar una menor generación de beneficios por parte de la empresa.

13 En relación a la tasa de recuperación de deudores es importante tener en cuenta el sector al que pertenece la empresa y los plazos con los que se suele trabajar en el mismo.

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Por su parte, una ratio de volumen de capital circulante con tendencia al alza puede reflejar un exceso de contratación sin inyección de capital circulante adicional, lo cual puede ser gestionado a corto plazo, pero a medio y largo plazo puede llegar a crear presiones de liquidez en la empresa. Finalmente, el nivel de rentabilidad de la empresa viene condicionado por consideraciones sectoriales ya que es bien sabido que las empresas comerciales suelen trabajar con elevados volúmenes de contratación y márgenes pequeños, mientras que las empresas industriales trabajan con un margen de beneficio bruto más elevado. Asimismo, aspectos que son dignos de tener en consideración son el nivel de competencia existente en el sector, la dependencia de determinados suministros, la elasticidad de la demanda de materias primas y la estrategia empresarial adoptada por los gestores. En términos de margen del beneficio de explotación, éste representa la prima de ingresos una vez satisfechos los costes de producción. La utilidad del análisis de esta ratio radica en que permite apreciar las variaciones proporcionales de los gastos en relación con los gastos generales. En síntesis, el objetivo último del análisis de ratios contables consiste en que la entidad pueda forjarse una idea acerca de la salud financiera de una empresa y determinar si puede ser considerada como un prestatario adecuado en cuanto a su capacidad para devolver el dinero prestado y, a partir de ahí, que la entidad pueda fijar la prima de riesgo lo más ajustada posible. Sin embargo, no termina aquí la utilidad del análisis de ratios contables ya que una vez que la entidad ha tomado la decisión, ha de realizar un seguimiento del prestatario a lo largo de la vida del contrato. Este aspecto es de vital importancia ya que si se detecta a tiempo que un prestatario está atravesando dificultades financieras, la entidad dispone de margen de actuación antes de que se dé por perdida la deuda y tenga que dar de baja el crédito. Entre los mecanismos más frecuentemente utilizados para identificar señales de alarma respecto a un prestatario nos encontramos con el análisis de la cuenta bancaria vinculada para detectar cualquier cambio que pueda indicar una situación incipiente de problemas financieros, tales como un aumento en las líneas crediticias solicitadas, devolución de cheques impagados o saldo deudor creciente. En esta tesitura la empresa ha de gestionar de forma eficiente los recursos de efectivo de que dispone ya que, tal y como se apuntó, una empresa no entra en proceso de liquidación como consecuencia del deterioro de su situación de solvencia sino por carecer de liquidez suficiente a corto y medio plazo. Las principales fuentes de actuación de una entidad ante una situación de esta naturaleza consisten, básicamente, en renegociar

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las condiciones de la deuda o aumentar la línea de crédito para que la empresa pueda superar sus dificultades a corto plazo. Sin embargo, Checkley (2003: 192) señala que: «con el beneficio de la experiencia, hubiera sido mucho más inteligente aceptar una pérdida limitada sobre un préstamo en lugar de prestar más a una empresa que está pasando un momento difícil, confiando en que su situación mejore».

Pasando al ámbito del análisis cualitativo del riesgo de crédito, el trabajo seminal de Argenti (1976) enfatiza por vez primera la importancia de identificar correctamente las causas que provocan una situación de quiebra. Hasta ese momento los esfuerzos se habían centrado exclusivamente en detectar de forma temprana los síntomas previos a un proceso de quiebra. Por lo tanto, este enfoque cualitativo y los tradicionales métodos cuantitativos son herramientas complementarias que ayudan a tener una visión global del riesgo de crédito en toda su dimensión. El propósito de Argenti consistía en identificar el patrón que han seguido los distintos episodios de quiebra empresarial para identificar las causas comunes previas a su desencadenamiento. Para ello el autor recopiló información de diversos agentes que participan en la toma de decisiones; prestamistas expertos, analistas de inversión y gestores bancarios, entre otros. La conclusión a la que llegaba es que existe un patrón de comportamiento distinto según se trate de empresas pequeñas, empresas de reciente creación o grandes corporaciones con amplio bagaje y experiencia14, atendiendo a los siguientes aspectos: la calidad de la gestión de la compañía, la eficiencia de los sistemas de información interna, el nivel de dinamismo y adaptación ante cambios en la competencia, el entorno económico-político, el grado de desarrollo tecnológico, el ámbito de operaciones (según el límite de expansión de cada empresa) y, finalmente, si se emplean prácticas de contabilidad que maquillen la verdadera situación patrimonial de la empresa. En síntesis, el procedimiento clásico de análisis del riesgo de crédito se encuentra asociado con una manera de hacer negocio bancario excesivamente burocrática, pero que sin embargo ha sobrevivido el envite del paso del tiempo hasta fechas relativamente recientes en las que se ha impuesto como principal desafío estratégico la necesidad de desarrollar mecanismos eficientes que tomen parcialmente el relevo al factor humano y sistematicen el proceso de gestión de riesgos.

14 En Hale (1983:148) el Gráfico 8.1. muestra la distinta pauta de evolución de los procesos de quiebra dependiendo del tipo de empresa.

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5. MODELOS RECIENTES DE GESTIÓN DEL RIESGO DE CRÉDITO 5.1. Introducción Los acontecimientos que marcan un punto de ruptura en la cultura de evaluación del riesgo de crédito se sintetizan en los puntos siguientes: a) La desregulación del ámbito financiero ha propiciado la aparición de una serie de innovaciones en los instrumentos financieros negociados en distintos mercados, así como en el modo de operar de las entidades participantes en los mismos. b) Se ha producido un desplazamiento de la atención desde el balance de situación hacia la información ofrecida por la cuenta de resultados y los cash - flows. c) Se registra un aumento significativo de las operaciones fuera de balance y se consolida el fenómeno de la titulización de activos. d) Se amplían los mercados de crédito en los que tienen cabida nuevos intermediarios financieros (por ejemplo los grandes centros comerciales). Aunando los efectos de todas estas fuerzas de cambio nos encontramos ante lo que muchos estudiosos de la materia han llamando «una nueva era en la gestión de riesgos de las entidades» en general, y del riesgo de crédito en particular. Los elementos que juegan un importante papel en esta nueva concepción de la gestión de riesgos son, por un lado, la disponibilidad de un conjunto de herramientas de análisis y simulación que permiten un tratamiento sistemático del riesgo lejos de las consideraciones subjetivas del gestor y, por otro, la tendencia por parte de los reguladores a la utilización de modelos internos de gestión de riesgos para la fijación del coeficiente mínimo de solvencia. En relación con las nuevas herramientas analíticas pueden mencionarse, entre otras, la teoría de los juegos, las técnicas de simulación determinista y probabilística, la programación matemática y las redes neuronales artificiales, cuyo común denominador radica en la relativa complejidad de los mecanismos utilizados con el propósito de considerar conjuntamente multiplicidad de aspectos relacionados con el riesgo de crédito. De acuerdo con Caouette et al. (1998), todo este elenco de técnicas, lejos de haber culminado el proceso de perfeccionamiento en la medición del riesgo de crédito de una amplia variedad de activos financieros,

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pueden considerarse como esfuerzos pioneros en la tarea de búsqueda de soluciones ante los nuevos retos que van apareciendo día a día. En cuanto al segundo elemento, desde la aprobación del Acuerdo de Basilea del año 1988 el marco regulatorio ha sido objeto de numerosas transformaciones, siendo relevante el paso adelante que supone la aprobación de la Enmienda de 1996 al permitir a las entidades bancarias la utilización de sus propios modelos internos de gestión para calcular la carga de capital asociada a la cartera de negociación (riesgo de mercado). Tomando 1996 como año de partida, los acontecimientos posteriores han ejercido presión sobre los reguladores para que extendiesen la utilización de tales modelos al contexto del riesgo de crédito. Autores como Jackson y Perraudin (2000: 4) se muestran optimistas acerca de las perspectivas de implantación de estos modelos con fines regulatorios, afirmando que: «los supervisores, al igual que los gestores, han de aprender mucho acerca del perfil de riesgo de las entidades mediante el estudio de los resultados obtenidos por los modelos de riesgo de crédito».

En general, la primera etapa por la que atraviesa cualquier modelo de gestión del riesgo de crédito consiste en determinar el tipo de relación que existe entre las variables consideradas relevantes para estimar el riesgo de impago, y en dicha tarea desempeña un papel fundamental los conocimientos teóricos del tema. En segundo lugar, para diseñar un modelo formal hay que determinar el conjunto de herramientas a utilizar, tanto para estimar el riesgo de crédito como para simular escenarios alternativos y ver cómo se comportaría el modelo. En tercer lugar, la disponibilidad de datos es una pieza fundamental ya que en función de la calidad de la información y de la representatividad de la muestra se podrán obtener mejores resultados. A continuación, ya se estaría en disposición de realizar los tests correspondientes para evaluar el grado de bondad del modelo y proceder a su validación externa. En términos generales, y siguiendo el criterio de Caouette et al. (1998), podemos clasificar los modelos de gestión del riesgo de crédito de acuerdo con dos dimensiones: el tipo de técnicas empleadas y la etapa del proceso a la que aportan criterio de decisión. Comenzando con el primer aspecto, las técnicas utilizadas en el tratamiento del riesgo de crédito se agrupan en cinco grandes categorías:

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1) Técnicas econométricas. Compendia el análisis discriminante lineal o múltiple, análisis de regresión, análisis de supervivencia, análisis logit y análisis probit15, entre otros. 2) Modelos de optimización. Consisten en procedimientos de programación matemática que tienen como objetivo determinar los pesos óptimos de ponderación de diversos aspectos relacionados con el préstamo, de tal forma que se minimice el error cometido o se maximice el beneficio obtenido por la entidad en la operación de préstamo. 3) Sistemas expertos basados en reglas de decisión. Tratan de imitar el modo de actuar de un gestor en cuanto a la toma de decisiones. Tal y como su nombre indica, estos sistemas intentan clonar la experiencia adquirida por un gestor con el propósito de que tales conocimientos estén a disposición de todas las unidades de decisión de una entidad. El sistema elabora una base de conocimiento que contiene información variada como pueden ser: las ratios financieras más comúnmente analizadas, la posición de mercado de la empresa y la proyección esperada para el sector económico al que pertenece, e introduce criterios a partir de los cuales la información afectaría de forma positiva o negativa a la decisión de concesión de la financiación. 4) Sistemas híbridos de computación, estimación y simulación. Parten del supuesto de la existencia de una relación teórica de causalidad entre distintos elementos para estimar los parámetros de dicha relación. Como elemento complementario se suelen utilizar matrices de migración del crédito, que son modelos de análisis dinámico que determinan la probabilidad de que un deudor mejore o empeore su calidad crediticia16 tomando como punto de partida la información histórica disponible. 5) Redes neuronales artificiales. Éstas consisten grosso modo en sistemas computerizados que tratan de emular el funcionamiento del cerebro

15 Estos modelos toman como variable dependiente la probabilidad de impago del deudor en función de un conjunto de variables explicativas de carácter cuantitativo que recogen aspectos tales como ratios financieras del balance o de la cuenta de resultados, las condiciones económicas del país ó aspectos económicos del sector en el que opera la empresa, entre otros. 16 Cossin y Pirotte (2000) afirman que este tipo de modelos tienen como principal limitación que no incorporan el efecto de la correlación existente entre la probabilidad de fallido y la estimación de pérdidas potenciales. Turban y Trippi (1996) proponen como alternativa más eficiente la utilización de redes neuronales artificiales como tendremos ocasión de analizar más adelante.

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humano mediante un sistema de neuronas interconectadas que incorporan unos pesos de ponderación de la información y un procedimiento de entrenamiento iterativo que tiene como objetivo la minimización del error cuadrático medio cometido por la red. Con relación al segundo criterio de la etapa del proceso a la que aportan criterio de decisión nos encontramos con cinco grandes grupos: 1) Concesión del crédito. Los modelos utilizados para determinar si el nivel de riesgo potencial inherente a un determinado prestatario resulta aceptable de acuerdo con la política y directrices de la entidad se conciben en solitario o interrelacionados con una serie de juicios de valor que condicionan la decisión última. En general, este tipo de modelos suele utilizarse en el ámbito de la banca al por menor para evaluar créditos a PYME, o créditos de primera hipoteca. 2) Asignación de rating de crédito. Los modelos cuantitativos para asignar una determinada categoría de rating a una empresa en función de su calidad crediticia han sido ampliamente utilizados en el segmento del crédito comercial y para calificar bonos de empresas no cotizadas en un mercado secundario17. Este conjunto de técnicas no pretende valorar cuantitativamente el componente de riesgo de crédito de una operación (o prima de riesgo), sino establecer unas categorías que sirvan de referencia a los gestores para evaluar a un determinado prestatario basándose en su información pasada18, sobre la premisa de que la muestra es representativa de la población de prestatarios potenciales y de que las tendencias registradas en el pasado van a seguir registrándose en el futuro. En general, y a diferencia de los rating de bonos, los rating de crédito analizan cada préstamo o crédito individual y no a la entidad prestataria en conjunto. 3) Fijación del precio o tipo de interés. Existen modelos cuya finalidad consiste en cuantificar de forma lo más precisa posible la prima de riesgo a cobrar en una determinada operación. Este aspecto es de crucial importancia cuando nos referimos a operaciones de renta fija ya que el tipo de interés estipulado en la fecha del contrato condiciona el nivel de rentabi-

17 El primer sistema de rating conocido fue desarrollado por la U.S. Office of the Comptroller of the Currency para evaluar la idoneidad del sistema de provisiones de pérdidas asociadas a préstamos y créditos. 18 Tal y como señala Mays (1998), existen una serie de características o rasgos diferenciales entre los prestatarios buenos y malos que son capturados gracias a las técnicas analíticas de los sistemas de rating.

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lidad que va a obtener la entidad en contraprestación por el riesgo total asumido. En consecuencia, la tarea de estimar correctamente dicha prima de riesgo en función de la probabilidad de impago y del valor esperado de la pérdida resulta extremadamente delicada ya que su vigencia se extiende durante toda la vida del contrato. En este contexto se suelen utilizar los denominados modelos de valoración del mercado (mark - to - market models). 4) Señalización y advertencia. En determinadas ocasiones se utilizan los modelos de gestión del riesgo de crédito como mecanismo de alerta ante situaciones de dificultades potenciales del prestatario para que la entidad pueda tomar las medidas correctoras en el momento oportuno. Este tipo de modelos se enmarcan dentro de los modelos dinámicos de comportamiento que evalúan, a lo largo de la vida del préstamo, cualquier alteración en el comportamiento del deudor. Entre ellos se encuentran los modelos de utilización de la línea de crédito, de crédito o fraude, y de patrón de cobros, entre otros. 5) Lenguaje común del riesgo de crédito. Cuando el objetivo de la entidad consiste en analizar una cesta de activos financieros que sean aptos para formar parte de su cartera resulta enormemente útil disponer de unas pautas que indiquen cuáles resultan preferibles desde el punto de vista de los inversores últimos, así como cuando el objetivo de la entidad consiste en obtener una determinada rating para las participaciones emitidas con cargo a uno de sus fondos de inversión. De entre todas las etapas del proceso a las que aportan criterios de decisión, vamos a detenernos en la etapa de asignación de rating del crédito, puesto que éste es uno de los aspectos que ha recibido un mayor impulso en el Nuevo Acuerdo de Capital de Basilea. Para profundizar en la utilidad y aplicación de los sistemas de rating es necesario remontarse al diseño del sistema y a la información disponible para poder desarrollarlo. De acuerdo con Mays (1998) la calidad y la cantidad de la información de partida es un aspecto absolutamente crucial ya que condiciona enormemente los resultados obtenidos y su posterior aplicabilidad en términos de gestión del riesgo de crédito. Cuando hablamos de calidad y cantidad de la información nos estamos refiriendo a las siguientes cuestiones: a) En qué medida la muestra de clientes analizados incluye solamente aquéllos finalmente aceptados por la entidad de crédito dejando fuera a la

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población de clientes rechazados, los cuales son también una parte representativa del universo de prestatarios a los que el sistema de rating pretende evaluar (problema del sesgo de muestreo)19. b) En qué medida la muestra está equilibrada entre las distintas categorías de clientes. c) En qué medida el periodo de información es lo suficientemente extenso para poder realizar inferencias sobre la base de ella, y en qué medida la trayectoria pasada es representativa de lo que vaya a acontecer en el futuro20. d) En qué medida las variables que se van a utilizar como inputs del sistema adolecen del problema de estacionalidad de series temporales o presentan algún tipo de tendencia de carácter determinista. e) En qué medida se incluye alguna variable proxy que recoja el clima económico imperante en cada momento, región o sector económico. Pues bien, no hay una respuesta única y concluyente para cada una de estas cuestiones ya que dependiendo de cada caso concreto se articularán las soluciones pertinentes desde el punto de vista analítico y de racionalidad económica. En cuanto a las cuestiones metodológicas relacionadas con el desarrollo de un sistema de rating podemos destacar las siguientes: a) El procedimiento de tratamiento previo de la información: por ejemplo, es conveniente realizar un análisis exploratorio de los clientes y de las variables que van a ser objeto de análisis (distribución de las frecuencias de las variables, estadísticos descriptivos, análisis cluster, etc.) b) El procedimiento de selección de los clientes que van a formar parte de la muestra utilizará un criterio de selección aleatoria cuando se trate de construir distintas submuestras (por ejemplo para reservar parte de la información muestral para la validación de sección cruzada del sistema o con el fin de segmentar la muestra en grupos lo más homogéneo posible sobre los que aplicar de forma separada la técnica de rating elegida).

19 El sesgo de la muestra se hace más pronunciado para los clientes con un mayor nivel de riesgo de crédito ya que son los que, con mayor probabilidad, han sido rechazados por la entidad. Una posible solución propuesta por la literatura estadística consiste en realizar inferencias para la población de prestatarios rechazados e incluir dicha información en la muestra, técnica denominada reject- inference analysis. 20 Este supuesto de representatividad no se cumple en numerosas ocasiones por motivos ajenos al investigador (por ejemplo cuando se produce un shock exógeno).

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c) La definición de las variables determinantes de la calidad crediticia de un deudor (integridad de los datos), tratando de evitar que su contenido sea redundante, es decir, evitando un posible problema de correlación entre las mismas. d) La definición de la variable respuesta del sistema de rating que determina el número de categorías en las que se van a clasificar los clientes, y los criterios o umbrales para incluir un prestatario dentro de cada una de ellas. e) La elección de la técnica estadística para llevar a cabo la calificación crediticia de los clientes. f) La elección de la medida de error que sirve como aproximación de la función de pérdidas de la entidad. Generalmente se suele utilizar el error cuadrático medio que, como bien es sabido, está muy afectado por la presencia de observaciones atípicas en la muestra y, además, es simétrico respecto al tipo de error cometido (Tipo I y Tipo II), cuando en realidad cada uno de estos errores tiene distinta connotación económica para la entidad. g) El procedimiento de seguimiento de resultados y adaptación dinámica del modelo ante una realidad tan cambiante como es el riesgo de crédito. Es igual de importante la validación del modelo en el momento de su desarrollo como a lo largo del periodo durante el cual va a ser utilizado (denominado on-going validation). Para finalizar este apartado se van a presentar unas nociones básicas sobre los modelos de gestión de carteras, dado que los fundamentos sobre los que éstos se sustentan nos ayudarán a entender la filosofía de los modelos que se van a explicar a continuación. En primer lugar, debemos señalar que los modelos de gestión de carteras tratan de analizar la combinación de activos que hace que la entidad obtenga un binomio óptimo en términos de rentabilidad-riesgo, de forma que únicamente se invertirá en un nuevo activo si su incorporación a la cartera repercute de forma positiva sobre el nivel de rendimiento sin que ello implique una mayor asunción de riesgos, y viceversa21. Para ello el gestor ha de tener presente tres cuestiones: 1) Una correcta diversificación de la cartera requiere el análisis de las correlaciones parciales entre los distintos activos que forman parte de la misma. 21 Un ejemplo paradigmático de los modelos de gestión de carteras es el modelo desarrollado por Harry Markowitz en 1959.

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2) El nivel de riesgo depende, también, de la cuantía de la posición abierta en cada activo, no siendo equiparable el diseño de una cartera de inversión a nivel minorista y mayorista. 3) Para mejorar el rendimiento de una cartera es necesario que esté compuesta por un número de activos suficientemente elevado y de naturaleza variada. En este contexto los gestores bancarios aplican mecanismos de optimización para determinar el nivel de concentración por sectores, tamaño de las compañías, destino de los fondos y plazos de devolución que maximicen la rentabilidad y minimicen el riesgo esperado de su cartera de préstamos. El conjunto de variables utilizadas como «variables de decisión» para maximizar/minimizar la función objetivo (rentabilidad/riesgo) son los porcentajes que representa cada activo dentro de la cartera, si bien sujetos a ciertas limitaciones (por ejemplo el límite global de disponibilidad de crédito de una entidad o los límites a la concentración de riesgos impuestos exógenamente por la regulación). Llegados a este punto, el problema de optimización requiere la aplicación de un algoritmo que suele venir incluido en determinados paquetes informáticos. A continuación se explican los distintos modelos incluidos en esta categoría que hemos denominado «modelos recientes de gestión del riesgo de crédito».

5.2. Modelo Z - score Como consecuencia de la subjetividad inherente al enfoque tradicional previamente explicado, gran parte de los analistas y estudiosos de la materia han optado progresivamente por adoptar sistemas más rigurosos desde un punto de vista estadístico. En determinados casos, éstos no suponen un punto de ruptura respecto a las prácticas al uso hasta el momento, sino más bien un refinamiento del análisis univariante de ratios financieras22. En esta dirección, los estudios de Beaver (1967) y Deakin (1972) son trabajos pioneros que ofrecen evidencia

22 Un ejemplo representativo de la orientación hacia técnicas más rigurosas ha sido la utilización de modelos de regresión lineal para identificar la relación unívoca entre la probabilidad de impago de un deudor (variable independiente) y la pérdida en la que incurre la entidad (variable dependiente o endógena). Para más detalle sobre modelos de regresión lineal multivariante o modelos de regresión no lineal puede consultarse Mays (1998, capítulo 6).

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empírica acerca de la capacidad de un conjunto de variables preseleccionadas para discriminar las empresas fallidas dentro de una muestra heterogénea de empresas. Sin embargo, los resultados obtenidos por ellos no permiten concluir que exista una relación unívoca y significativa entre las variables consideradas y la probabilidad de fallido de deudores. Por lo tanto se prosiguió con el estudio de técnicas de análisis discriminante, pero enmarcadas en un contexto de análisis multivariante. A partir de las consideraciones anteriores, el trabajo seminal de Altman (1968) vino a sentar las bases de un nuevo modelo aplicable a la correcta evaluación de potenciales prestatarios. Este modelo ha tenido una amplia difusión y es conocido como modelo Z - score. El objetivo perseguido por este modelo de análisis discriminante multivariante consiste en asignar unos pesos estadísticos predeterminados a un conjunto de variables (atributos de la solicitud del préstamo) para generar una medida numérica conocida como score. Esta medida toma un valor que se compara con un determinado umbral de forma que si la magnitud es superior al punto de ruptura se considera que la solicitud es adecuada y la entidad, consiguientemente, concedería el crédito. Esta selección de prestatarios responde a un problema de optimización para minimizar el error de clasificación a partir de la combinación de información de tipo cualitativo y cuantitativo, simultáneamente. El procedimiento empleado consiste en estimar los coeficientes de las variables de la función de discriminación lineal o, dicho de otro modo, buscar los pesos de ponderación de las variables utilizadas como inputs de tal modo que se obtenga el resultado más efectivo en términos de discriminación. El gráfico 5.1 ilustra esta idea para el caso más sencillo de análisis discriminante en función de dos variables (X,Y)23. En particular, en el contexto del crédito a pequeñas y medianas empresas se utilizan las siguientes variables como inputs más representativos (Cuadro 3). El argumento que subyace tras este análisis es la distinta pauta de comportamiento —o distribución de probabilidad— que exhibe un determinado grupo de empresas (fallidas) frente a las demás empresas que forman parte de la muestra. En la práctica, los gestores de las entidades financieras no actúan de modo absolutamente sistemático ya que puede ocurrir que a la hora de fijar el sistema de rating de deudores se introdujeran criterios de delimitación entre las categorías excesi23 Cuando se trabaja con dos variables hay empresas que se encuentran más próximas al umbral de discriminación que otras y, por ello, en estos casos la entidad tiene menor certeza para decidir sobre la concesión del crédito.

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Grupo de empresas fallidas

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Grupo de empresas solventes

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Fuente: Elaboración propia

Gráfico 5.1

Cuadro 3. Credit Scoring.

Características del préstamo N.o de años en el negocio Ratio de liquidez corriente Apalacamiento financiero Rentabilidad en t-1 Préstamo/Activo exigible Estados financieros Pasivo exigible

Puntos para el peor valor

Puntos para el mejor valor

0 20% en 60 días

10 >5 años >1.8