El pastor de Iberia 9783954876662

"El pastor de Iberia" (1591) es una novela que desagradaba profundamente a Cervantes, como dejó claro en la pr

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Spanish; Castilian Pages 494 [440] Year 2017

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Table of contents :
Índice
Estudio preliminar
Bibliografía
El pastor de Iberia, compuesto por Bernardo de la Vega, gentilhombre andaluz
El pastor de Iberia, compuesto por Bernardo de la Vega, gentilhombre andaluz
LIBRO PRIMERO DEL PASTOR DE IBERIA
LIBRO SEGUNDO DEL PASTOR DE IBERIA, DONDE SI EL LECTOR ADVIERTE, VERÁ SUCESOS RAROS Y EXTRAORDINARIOS
LIBRO TERCERO DEL PASTOR DE IBERIA, EN QUE VERÁ EL LECTOR LA MUCHA FIRMEZA Y DISCRECIÓN DE MARFISA
LIBRO CUARTO DEL PASTOR DE IBERIA, EN QUE VERÁ EL LECTOR EL VENTUROSO FIN QUE POR PREMIO A SUS TRABAJOS LE CONCEDIÓ EL CIELO AL VENTUROSO FILARDO
Índice de primeros versos
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El pastor de Iberia
 9783954876662

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Bernardo de la Vega

El pastor de Iberia

CLÁSICOS HISPÁNICOS Nueva época, nº. 12

Directores: Abraham Madroñal (Université de Genève / CSIC, Madrid) Antonio Sánchez Jiménez (Université de Neuchâtel) Consejo científico: Fausta Antonucci (Università di Roma Tre) Anne Cayuela (Université de Grenoble) Santiago Fernández Mosquera (Universidad de Santiago de Compostela) Teresa Ferrer (Universidad de Valencia) Robert Folger (Universität Heidelberg) Jaume Garau (Universitat dels Illes Ballears) Luis Gómez Canseco (Universidad de Huelva) Valle Ojeda Calvo (Università Ca’ Foscari) Victoria Pineda (Universidad de Extremadura) Yolanda Rodríguez Pérez (Universiteit van Amsterdam) Pedro Ruiz Pérez (Universidad de Córdoba) Alexander Samson (University College London) Germán Vega García-Luengo (Universidad de Valladolid) María José Vega Ramos (Universitat Autònoma de Barcelona)

Bernardo de la Vega

El pastor de Iberia Introducción y edición crítica de Ignacio García Aguilar

Iberoamericana Vervuert Madrid – Frankfurt 2017

Este libro ha sido publicado con la ayuda de la Université de Neuchâtel

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Derechos reservados © Iberoamericana, 2017 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2017 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-16922-50-5 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-645-7 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-666-2 (e-book) Depósito Legal: M-25794-2017 Imagen de la cubierta: Una danza con la música del tiempo, Nicolas Poussin (1639), Wallace Collection, Londres. Diseño de la cubierta: Rubén Salgueiro Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

Con infinita gratitud, por su confianza en este pastor, para Ángel, Luis, Nieves, Pedro y Víctor

ÍNDICE

Estudio preliminar .................................................................................. 11 1. El pastor de Iberia y Bernardo de la Vega .............................................. 11 2. Personajes y enredos pastoriles ............................................................. 20 3. Et in Arcadia ego: ficciones, engaños y asesinatos ................................. 28 4. Hacia una Arcadia secular: historia, burocracia y clientelismo letrado .. 38 5. El pastor de Iberia: un molde flexible en que todo cabe ........................ 61 6. A modo de conclusión ......................................................................... 98 7. Esta edición ......................................................................................... 105 Bibliografía.............................................................................................. 107 El pastor de Iberia, compuesto por Bernardo de la Vega, gentilhombre andaluz ........................................................................ 121 Libro primero .................................................................................... 133 Libro segundo ................................................................................... 191 Libro tercero ...................................................................................... 255 Libro cuarto ...................................................................................... 357 Índice de primeros versos ........................................................................ 437

ESTUDIO PRELIMINAR

1. EL PASTOR DE IBERIA Y BERNARDO DE LA VEGA «Llegó el Pastor de Iberia, aunque algo tarde». El verso es de Cervantes y está en el Viaje del Parnaso (VII, 199). Ante esas palabras, y teniendo en cuenta el valor modelizador y canónico de este poema,1 resulta difícil no preguntarse adónde y para qué llegó tarde Bernardo de la Vega o cuáles pudieron ser los motivos de la animadversión cervantina hacia este escritor y su novela. Algunos años antes, el libro había sufrido ya el expurgo de la biblioteca de Alonso Quijano. En el proceso, que tiene mucho de canon literario, el cura lo condena «al brazo seglar del Ama» (I, 6). Pero las llamas de 1605 no hubieron de ser suficientes para el autor del Quijote, de modo que arremetió nuevamente contra la obra en los versos citados del Viaje, de 1614; poco antes, en el capítulo IV, ya había indicado que de entre los poetas del número hambriento «ni llamado ni escogido / fue el gran Pastor de Iberia, el gran Bernardo / que de la Vega tiene el apellido» (IV, 565-567). La intromisión del tal Bernardo conlleva el derribo de algunos escritores defensores de Apolo, aunque finalmente tan denostable escritor quedó enterrado con toda «la canalla», debido a la acción de los poetas buenos, que «tanto apretaron a la turbamulta» (VII, 206). Pese a todo, el olvido que Cervantes hubiera querido para el libro no se alcanzó ni entre los coetáneos ni entre los lectores de las centurias posteriores. La documentación derivada del comercio con América permite saber que hacia 1600 se enviaban ejemplares de El pastor de Iberia a México.2 Y tres décadas 1 2

Ruiz Pérez, 2005. Leonard, 1949, pp. 255 y 388.

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después de su impresión, en el Encomio de los ingenios sevillanos (1623), Ibarra incluye a Bernardo de la Vega junto a Cervantes y Montalvo como vértice necesario para conformar el triángulo del paradigma pastoril, dentro de un canon literario español de más amplio espectro: ¿Qué estremo no ha de tocar España en su genio nativo poético, fórmulas, frases y figuras que componen el idioma, habiendo producido en su terreno fértil al primer ingenio de aquellos tiempos y norte de los sucesores, Garcilaso de la Vega y su amigo Boscán, y poco después a don Diego de Mendoza, émulos del Ariosto, del Tasso y del Bembo? ¿Y qué si después nacieron Fílida, Marfisa y Galatea para eternizarse en los ingenios de Miguel de Cervantes, Luis de Montalvo y Bernardo de la Vega, con tanta invención, gravedad y hermosura?3

En lo referente a la pervivencia de la novela en los siglos posteriores a su impresión, es muy significativo que se conserve una copia manuscrita del siglo xviii4 y que se le mencione en 1737 en el Cathálogo de libros entretenidos de novelas, cuentos, historias y casos trágicos para divertir a la ociosidad. En dicho listado se la agrupa con otras muestras del género: Los pastores del Betis, El pastor de Clenarda, la Galatea cervantina, la Arcadia de Lope, Las ninfas y pastores de Henares, El pastor de Fílida, La Cintia de Aranjuez, El premio de la constancia, La constante Amarilis, La Diana de Montemayor, La Diana de Gaspar Gil y La Clara Diana de Ponce. Conviene precisar que esta nómina no es otra cosa sino un catálogo, confeccionado por el librero Pedro José Alonso y Padilla, que recoge los títulos de libros que se tenía la intención de reimprimir para satisfacer así la demanda de un público interesado por este tipo de obras.5 No se trata, pues, de un repertorio académico ni erudito, sino de un catálogo apegado a la realidad de los intereses del público coetáneo. Por tanto, la inclusión de El pastor de Iberia (1591) parece prueba suficiente de su pervivencia en los años medulares del siglo xviii; y es indicio manifiesto, asimismo, de su potencialidad como producto editorial que funcionaría exitosamente en el mercado del libro. En este sentido, López Estrada explicó que «la presencia de los libros de pastores en este Catálogo es el mejor indicio de que habían sido leídos por un público amplio en los tiempos anteriores, y no de una manera indiferente».6 A esto debe añadirse que muy poco después de ser mencionado en el catálogo de Alonso y Padilla, Bernardo de la Vega es tildado de «autor nefando» por Jorge Pitillas (seudónimo bajo el que se esconde José Gerardo de Hervás) en su «Sátira contra los males escritores de 3

Encomio, ff. 36v-37r. García Aguilar, 2016b. 5 Baker, 2003. 6 López Estrada, 1974, p. 480. 4

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este siglo», escrita en Barcelona en abril de 1741 y publicada al año siguiente en el Diario de los literatos de España.7 Más allá del Catálogo, de la copia manuscrita y del anticanon del ilustrado Hervás, todavía en el siglo xix se pueden encontrar trazas de El pastor de Iberia en algunos de los poemas que se desgajaron de la novela para ser incluidos en las antologías de Agustín Durán8 y Eugenio Ochoa,9 amigos y discípulos de dos figuras precursoras del movimiento romántico español como Manuel José Quintana y Alberto Lista. La pervivencia de El pastor de Iberia en el transcurso de los siglos xvii, xviii y xix contrasta con la posición que ocupa en el anticanon cervantino y también en la ulterior construcción crítica de la historiografía literaria desde Ticknor, quien había etiquetado la novela como «obra indigesta».10 Por su parte, Avalle-Arce declara en las advertencias a la edición ampliada de La novela pastoril española haber podido leer un ejemplar «por mal de mis pecados», y añade más adelante que la novela «bien podría haber quedado en el olvido»,11 consideraciones que resultan muy clarificadoras de la opinión que le merecía el libro. A la vista de todo ello, no cabe duda de que en la recepción de El pastor de Iberia existe una llamativa divergencia entre intereses lectores diametralmente opuestos, así como que fueron las opiniones más adversas las que han contribuido al olvido de la novela de Bernardo de la Vega. Un planteamiento de este tipo, enunciado en tales términos, podría inducir a pensar que el presente trabajo pretende reivindicar méritos para la novela o sugerir que se trata de un caso injusto de olvido. Nada más lejos del propósito de estas páginas, que no aspiran a otra cosa sino a ampliar el corpus de textos editados de la literatura pastoril aurisecular y a ofrecer, de paso, el ejemplo de lo que a ojos de Cervantes era una propuesta equivocada del paradigma, y que acaso pueda ser herramienta válida para continuar reflexionando sobre la poética pastoril y novelesca del autor del Quijote. Sabido es que Cervantes se inicia en la novela a través de lo pastoril, pues La Galatea (1585) es la primera obra de ficción en prosa que publica. Y lo pastoril, bajo diferentes ajustes y modulaciones, es un elemento de importante recurrencia a lo largo de toda su producción escrita.12 En atinadas palabras de Núñez Rivera, «el pálpito pastoril late más o menos acompasadamente a lo largo 7

Diario, 1742, pp. 192-214. Durán, 1829, pp. 87-89. 9 Ochoa, 1838, pp. 493-494. 10 Ticknor, 1854, p. 283. 11 Avalle-Arce, 1974, p. 11 y 153. 12 Castro, 1967; Avalle-Arce, 1985; Labrador/Fernández, 1986; Quadra-Salcedo, 1986; López Estrada, 1990; Finello, 1994; Montero Delgado, 2014, pp. 439-537; Núñez Rivera, 2016. 8

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y ancho de toda la producción cervantina».13 Por ello, no carece en absoluto de interés que arroje al fuego la obra que, cronológicamente, es la más próxima en el tiempo de todas cuantas aparecen en el escrutinio; y tampoco parece baladí que una década más tarde censure de nuevo la novela de Bernardo de la Vega, colocando a su autor en la congregación de los malos poetas. Del tan denostado autor se sabe muy poco. Las primeras noticias provienen de Nicolás Antonio, quien en la Bibliotheca Hispana nova escribe lo siguiente: Bernardus de la Vega, Matritensis, canonicus de Tucuman in meridionali America, scripsit versibus: La bella Cotalda, y cerco de Paris. Simulque: Relacion de las grandezas del Piru, Mexico, y los Angeles. Mexici apud Melchiorem de Ocharte 1601. in 8 El Pastor de Iberia, anno 1591. in 8. editus, ejusdem credo auctoris est.14

Es probable que el erudito sevillano confundiese a dos escritores homónimos, pues no parece que el madrileño al que Nicolás Antonio menciona en su Bibliotheca sea el mismo que orgullosamente se proclama en la portada del libro de 1591 como «Bernardo de la Vega, gentilhombre andaluz». El posible equívoco lo continuó nada más y nada menos que Gregorio Mayáns en su Vida de Miguel de Cervantes Saavedra (1737), cuando comenta el escrutinio: «De El pastor de Iberia lo fue Bernardo de la Vega, natural de Madrid, canónigo de Tucumán en la América Meridional, y le imprimió año 1591, en 8».15 Desde ahí saltó a la anotación de Clemencín, quien, además de cuestionar la exactitud de la noticia, analizó por vez primera, de modo muy general, la trama y la construcción novelesca de El pastor de Iberia. Naturalmente, sus presupuestos neoclásicos y su filiación cervantina condicionaron en gran medida el juicio vertido: El Pastor de Iberia, compuesto por Bernardo de la Vega, gentilhombre andaluz, y dirigido a don Juan Téllez Girón, duque de Osuna y conde de Ureña, Sevilla 1591: otra novela pastoril en verso y prosa, que consta de cuatro libros. Pellicer, siguiendo a D. Gregorio Mayáns, da por sentado lo que dio solo como conjetura D. Nicolás Antonio: a saber, que Bernardo de la Vega fue natural de Madrid, canónico de Tucumán y autor de otras obras mencionadas en la Biblioteca Hispana. Pero no convienen las patrias y lo contradicen también los indicios que pueden sacarse del presente libro, mucho más si, como en él se insinúa, los sucesos son verdaderos. El lenguaje es malo: se truecan los tiempos de los versos y se encuentran solecismos. La invención corresponde al lenguaje. El pastor Filardo, que hace el primer

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Núñez Rivera, 2016, p. 69. Bibliotheca, 1783, p. 228. 15 Vida, 113. 14

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papel en la novela es perseguido por sospechas de asesinato; le prende el alguacil de la aldea; se libra por el favor de dos padrinos que tiene en Sevilla; se embarca en Sanlúcar; vuélvenle a prender en Canarias; vuelve a librarle otro padrino. La pastora Marfisa, amante de Filardo, hace tantos o más versos que su pastor; y este los hace llenos de erudición mitológica e histórica, y alegando a Platón, a Nebrija y al Concilio de Trento [...] Con razón, pues, contó Cervantes a Bernardo de la Vega entre los malos poetas que asaltaban el Parnaso [...] Bien hizo el cura en entregarlo al brazo seglar del ama.16

Al margen de los intereses particulares de Clemencín, lo cierto es que su nota al escrutinio fijó perdurablemente las dos características definitorias que se repetirían en los siglos sucesivos al referirse a la novela: su autoría problemática y, más importante aún, su escaso valor y sobrados disparates. Hugo Rennert pasa casi por encima de la obra, aunque es el único que reconoce no haberla tenido en las manos: «I have never seen this romance, which, according to Gallardo is composed of prose and verse and is divided into four books». Acude luego a las noticias de Clemencín para exponer que «Nicolas Antonio tells us that Bernardo de la Vega was a native of Madrid and canon of Tucuman, an assertion that is not accepted by Clemencin».17 Por su parte, don Marcelino Menéndez Pelayo, en el segundo tomo de la Historia de la Poesía Hispano-Americana, coincide a pies juntillas con la opinión de Clemencín cuando habla de la novela: Solo de otros dos poetas tengo noticia que residieron en lo que entonces vagamente se llamaba Paraguay y reino de Tucumán. Fue el primero Bernardo de la Vega, a quien Nicolás Antonio supone natural de Madrid, pero que se titula gentilhombre andaluz al principio de la rarísima novela que en 1591 imprimió con título de El Pastor de Iberia, [...] Es obra del género pastoril, dividida en cuatro libros, y compuesta en prosa y verso como todas las de su clase. El autor parece haber intercalado en ella alguna parte de sus aventuras, pintándose en la persona del protagonista Filardo, que, preso en su aldea por sospechas de asesinato, logra evadirse con el favor de sus amigos de Sevilla, se embarca en Sanlúcar y va a parar a Canarias, donde nuevamente le prenden, y nuevamente recobra la libertad. La narración es insulsa y pesada, el lenguaje inculto y plagado de solecismos, y los versos son tales que el gran Cervantes, que era la indulgencia misma, no solo los condenó al fuego en el donoso escrutinio, sino que en el Viaje del Parnaso (cap. VII) puso a su autor en el ejército de los malos poetas que embestían la montaña sagrada [...]. Créese generalmente, sobre la autoridad de Nicolás Antonio, que este novelista sea el mismo Bernardo de la Vega que pocos años después se encontraba en América (sin duda

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Clemencín, 1833, pp. 144-145. Rennert, 1912, p. 137.

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porque la estancia en Canarias no le pareció bastante segura), y que, andando el tiempo y abrazando el estado eclesiástico, llegó a ser canónigo de Tucumán, después de haber residido en Méjico, donde en 1600 compuso algunos versos para el túmulo de Felipe II, que se leen en la Relación historiada de las exequias de aquel monarca, escrita por el Dr. Dionisio de Ribera Flórez. Lo que no hemos llegado a ver son dos libros suyos, impresos también en Méjico en 1601, que hallamos citados por Nicolás Antonio: La Bella Cotalda y cerco de París, que será probablemente un poema caballeresco del género orlándico, y la Relación de las grandezas del Perú, México y los Ángeles. Vivía aún Bernardo de la Vega en 1623, puesto que se le menciona en el Encomio de los ingenios sevillanos, de Juan Antonio de Ibarra.18

También Pedro Henríquez Ureña dedicó alguna atención al autor en sus Apuntaciones sobre la novela en América (1927): «Otro caso de duda, no resuelto todavía, es el de Bernardo de la Vega, autor de El Pastor de Iberia (1591), una de las novelas pastoriles censuradas en el Quijote. O él, o algún homónimo suyo, estuvo en México y en la Argentina (Tucumán)».19 Más recientemente, la erudición bibliográfica de Antonio Carreira ha añadido algún dato adicional sobre la producción del autor: Vega, Bernardo de la. Natural de Madrid, según Tamayo en la Junta de libros. Publicó La bella Cotalda y cerco de París (México: Melchor de Ocharte, 1601). Juan Bautista Avalle-Arce (La novela pastoril española, Madrid: Istmo, 1974, 2ª ed., p. 155) anota que tiene un poema laudatorio en Dionisio Ribera Flórez, Relación historiada de las exequias funerales de la magestad del rey don Philippo II... (México: Pedro Balli, 1600). El ms. 3724 BNM, del siglo xix, atribuye un romance con desfecha a un homónimo, tal vez el Bernardo de la Vega que se define como «gentilhombre andaluz» en la portada de su libro El pastor de Iberia (Sevilla: Juan de León, 1591).20

Castillo Martínez, que sintetiza la escasa información conocida sobre el escritor, concluye que, «como suele suceder tratándose de libros de pastores, son pocos los datos que se manejan del autor de esta obra».21 A estas noticias se puede sumar una pieza poética escrita por un Bernardo de la Vega en 1599, que aparece recogida en la Bibliografía mexicana (1886).22 Se trata de unas quintillas escritas por «Bernardo de Vega, canónigo de Tucumán, en loor y alabanza del bienaventurado S. Pedro Mártir, de la orden de 18

Menéndez Pelayo, 1913, pp. 380-381. Henríquez Ureña, 1992, p. 183. 20 Carreira, 2010, p. 131. 21 Castillo Martínez, 2005, p. 151. 22 García Icazbalceta, 1886, pp. 352 y 365. 19

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nuestro Padre Sancto Domingo»,23 las cuales se estampan en los preliminares del Confessionario en lengua mexicana y castellana. Con muchas advertencias muy necesarias para los confessores. La obra, escrita por fray Juan Baptista, fue impresa en Santiago Tlatelolco en 1599, por Melchior Ocharte, uno de los primeros y más importantes impresores americanos. La identificación entre el novelista y este canónigo de Tucumán, que ha traído de cabeza a los pocos estudiosos que se han ocupado del problema, resulta difícil de establecer sin tener más documentación de la que hasta ahora se dispone. Sin embargo, no es completamente improbable que el autor de El pastor de Iberia tuviese formación (y contactos) como para obtener una canongía o que pudiera haber residido en América durante estos años. Con respecto a lo primero, valga decir que hay noticia de un Benardo de la Vega, natural de Tordesillas, que cursó Teología en la Universidad de Alcalá en 1568 y 1569.24 Sin embargo, por las indicaciones de la portada de la novela, así como por las referencias que se dan en la propia obra, parece que no se trataría del mismo. En lo concerniente a la segunda cuestión, interesa considerar que un Bernardo de la Vega, que bien podría ser el novelista, consta en un expediente de concesión de licencia expedido en 1587 a favor de Juan Fernández de Herrera, regidor de la ciudad de Lima, junto con Antonio de Robles y diez personas más para la Administración de los naipes, según consta en el Archivo de Indias (Fig. 1). Poco o nada prueba un documento como este, pero no es descabellado pensar que el escritor hubiera podido viajar al Nuevo Mundo, lo que le hubiera permitido conocer las Islas Canarias, que tan bien describe en la parte última de El pastor de Iberia. Además, su estancia en la ciudad peruana le hubiera proporcionado noticias sobre el maremoto ocurrido en Lima el 9 de julio de 1586, al que se refiere en el libro cuarto y que tan útil resulta para fijar esa fecha como terminus a quo de la novela. Eso sí, de haber ido a América, parece que volvió, pues el trámite de la licencia de impresión de la novela lo solicitó él mismo, tal y como confirma la documentación del Archivo General de Simancas (Fig. 2).

23 24

Baptista, 1599, ff. B4r-B5v. Archivo Histórico Nacional, Universidades, L. 477, ff.124, 198v y 282.

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Fig. 1: Expediente de concesión de licencia para pasar a Lima, a favor de Juan Fernández de Herrera, regidor de Lima, con Antonio de Robles, Bernardo de la Vega y diez personas más para la Administración de los naipes. Archivo General de Indias, Indiferente 2096, N.157, fol. 1r.

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Fig. 2: Licencia a Bernardo de la Vega para El pastor de Iviria. A. G. S., Cámara de Castilla-Libro de Relaciones 24, f. 43v.

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Aunque la documentación administrativa deja claro que «Bernardo de la Vega» no es un seudónimo, su presencia entre el Viejo y el Nuevo Mundo, unida a la escasez de otros datos, dificulta que se le puedan ahijar con fiabilidad al autor de El pastor de Iberia todas las obras que aparecen ligadas a este nombre. Pero al menos sí podemos asegurar que La bella Cotalda, de la que no queda al día de hoy ni un ejemplar conocido, se escribió y se imprimió, por más que Henríquez Ureña se resistiese a aceptar tal hecho en sus Apuntaciones sobre la novela en América (1927): «No creo que el dato se haya confirmado, y lo juzgo dudoso».25 Además de por la transcripción parcial de la que da noticia Carrera Stampa (1948), sabemos que existió esta obra porque aparece catalogada en el inventario de Cristóbal Hernández Galeas,26 un extremeño de Jerez de los Caballeros que se había asentado en Lima, donde se dedicó a la venta de libros. A su muerte, en diciembre de 1619, se inventariaron sus posesiones, entre las que había 1763 libros, uno de los cuales era «la bella Cotalda».27 Por último, la profusa información histórica que se ofrece en las páginas de la novela junto con los numerosos personajes reales que se entreveran en la ficción pastoril parecen constatar que Bernardo de la Vega tenía vínculos estrechos con poetas coetáneos como Cairasco de Figueroa o Juan de Arguijo, así como buena relación con algunos nobles y soldados pertenecientes a los más ilustres linajes meridionales. En fin, demasiadas conjeturas y bien pocas certezas sobre el autor y su producción. Pero, por fortuna, El pastor de Iberia no ha corrido la misma suerte que el resto de los escritos de Bernardo de la Vega. Y sea quien fuere su autor, la propuesta compositiva de la novela está inequívocamente unida tanto al escrutinio cervantino como al género de los libros de pastores en la literatura del Siglo de Oro; realidades ambas que tienen entidad suficiente como para justificar la edición y el estudio de esta peculiar rareza bibliográfica. 2. PERSONAJES Y ENREDOS PASTORILES Frente a los siete libros del modelo fundacional de Montemayor, Bernardo de la Vega elige la opción del número par, desarrollando la acción en solo cuatro. De ese modo, e igual que había hecho Cervantes en La Galatea, se renuncia «a la solución del libro-eje» aplicada por el autor de La Diana, «cuyo libro IV acogía la reunión de los personajes en el palacio de Felicia y marcaba el paso de

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Henríquez Ureña, 1992, p. 183. Archivo General de Indias, Contratación, leg. 345ª, rº, 11 [Lima, 1619]. 27 González Sánchez, 1997, pp. 177 y 198. 26

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una primera a una segunda parte del relato». Frente a ello, la opción cervantina, también seguida por Vega, supone recobrar «simetría y especularidad entre las dos mitades de la obra».28 El inicio de El pastor de Iberia también se aleja de Montemayor para acercarse notablemente a La Galatea, pues ambas novelas se abren con un poema en octavas. Explica Montero, a propósito de la centralidad que concede Cervantes a la poesía en su novela, que esta se manifiesta ya desde el propio comienzo de la obra, puesto que, ahí donde Montemayor y Gil Polo (con la añadidura de Pérez) confiaban el arranque de su acción a un fragmento-marco en prosa, con la función específica de fijar unas coordenadas geográficas y de contexto reconocibles para el lector [...] Cervantes en cambio, le da ab initio una impronta poética a su relato: las poderosas octavas reales [...] del canto de Elicio desmarca de inmediato al pastor de su condición humilde, proyectándolo todo –pastor y canto– hacia lo alto de lo sublime literario.29

Los versos sirven a Filardo, protagonista de El pastor de Iberia, para llevar a cabo un encendido elogio de la vida bucólica. Amparado en un tópico de amplísima difusión en la época —el del menosprecio de corte y alabanza de aldea, que había sido popularizado muy exitosamente por el homónimo best seller de Antonio de Guevara (1539)—, Filardo se presenta a sí mismo, al tiempo que aporta algunos antecedentes sobre su vida, que se había desarrollado en la corte hasta el momento presente, cuando llega feliz a «las riberas del sagrado Betis, adonde guiado de su deseo le trajo su ventura» (p. 135). El comienzo de la novela, por tanto, recoge formalmente la innovación cervantina, pero no pierde de vista el modelo de Montemayor, pues Filardo aparece, igual que Sireno en La Diana, como un pastor que desdeña la corte por las excelencias que procuran los campos: «no le pasaba por el pensamiento [a Sireno] la diligencia y codicias del ambicioso cortesano ni la confianza y presunción de la dama celebrada por sólo el voto y parecer de sus apasionados; tampoco le daba pena la hinchazón y descuido del orgulloso privado».30 En cuanto Filardo termina su canto es recibido por los pastores Linardo y Tirseo, quienes de inmediato le ofrecen una amistad incondicional «por las nuevas que de sus prendas les han dado» (p. 136). La fama cortesana de Filardo le precede y le sirve como carta de presentación ante los personajes de la ficción pastoril, cuya admiración será a la postre el desencadenante de los conflictos y problemas con que se tendrá que enfrentar el de Iberia. En la conversación que 28

Montero, 2014, p. 452. Montero, 2014, p. 452. 30 La Diana, p. 12. 29

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entablan, sus nuevos amigos refieren a Filardo las andanzas de otros pastores, de nombre Brasildo y Delio, que se encuentran ausentes por haberse marchado a las riberas del Tajo. Filardo tiene noticias de ellos por el tiempo que estuvo en la corte; ambos, además, aparecerán en el libro tercero para cortejar a las pastoras Alcida y Jacinta, viudas y desenamoradas a esas alturas de la novela. Y no bien terminan los pastores presentes de encarecer las bondades de los ausentes cuando se acercan cantando Alcida y Jacinta, las pastoras respectivas de Linardo y Tirseo. Se unen al grupo y en cuanto disfrutan de la agradable conversación de Filardo comienzan irremediablemente a enamorarse de él. Venciendo el pudor inicial, solicitan al deslumbrante extranjero que cante, si es que sabe. Filardo entona entonces unas coplas en las que esboza una definición del amor fundamentadas en un tópico y manido juego de contrarios. Con el agrado de estos versos se dispersa la compañía, obligada por la llegada de Griseldo, quien avisa a Tirseo y a Linardo de que los requiere el mayoral. Aunque esta llamada del patrón al trabajo no deja de ser un elemento que facilita la salida de los personajes y la continuación de la trama argumental, resulta llamativa su presencia, pues de algún modo se asoma incipiente desde el comienzo de la obra algo que luego se revelará de muchísimo peso estructural: el trabajo, el dinero y las relaciones jerárquicas como condicionantes y catalizadores de las acciones de los distintos personajes. Retirados Tirseo y Linardo para atender sus obligaciones laborales, las pastoras Jacinta y Alcida charlan embelesadas con Filardo, deseosas como están de tratarlo, movidas por las noticias que de él tienen; pues tal y como confiesa Jacinta al ibero: «en toda esta ribera se ha entendido todo el discurso de tu vida» (p. 141). Se trataría, sin duda, de un relato que comprende desde el nacimiento hasta el momento presente; pues, remedando a Ginés de Pasamonte, ¿cómo puede estar acabado el discurso si no está acabada la vida? Sea como fuere, tras haberse empapado de lo que bien podría titularse como La vida de Filardo, una y otra pastora tratan por todos los medios de quedarse a solas con él, mostrando una incipiente pugna entre ambas que con el paso de las páginas se convertirá en insana rivalidad. Sin embargo y pese a todo, se impone la lógica del tiempo y no tienen más remedio que retirarse y volver a sus lugares y ocupaciones, pero no sin antes asegurarse de que continuarán comunicándose con frecuencia. Por fin en soledad, Filardo se alegra nuevamente de la vida que ha elegido adoptar y comienza a cantar una letra de amor que «hizo a cierta ocasión pasada», aunque únicamente «por diverso entretenimiento» (p. 142); tal será el origen y las motivaciones de la mayor parte de los versos que se insertan a lo largo de la novela. Entretanto, las pastoras Jacinta y Alcida, que habían decidido cada una por su cuenta confesarle a Filardo su amor, llegan al mismo tiempo que este termina su canción. Su llegada simultánea, y el hecho de estar comprometidas con

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Linardo y Tirseo, las obligan a disimular para que no se descubran sus verdaderas intenciones. La situación adopta tintes cómicos (y hasta teatrales) cuando cada una de ellas se retira «abominando y maldiciendo a la otra, entendiendo volver con la presteza con que amor las incitaba» (p. 143). Filardo, que comprende las intenciones de una y otra, no puede evitar reírse de la situación. Añade luego a este divertimento la felicidad por encontrarse de nuevo solo y en calma. Repara entonces en «el gusto y gozo que siente con aquella vida sola y ajena del bullicio de la corte y de las pesadas obligaciones que en ella tuvo, cuando fue diez y seis años cortesano» (p. 143). Con más de tres lustros de experiencia cortesana a sus espaldas, el sosiego que le procura el campo es tanto que de inmediato se queda dormido. Sin embargo, el descanso es fugaz, ya que no tardan en despertarle las voces de las pastoras Jacinta y Alcida, que nuevamente se acercan al de Iberia para descubrirle los sentimientos que encierran en sus pechos. La llegada de ambas al mismo tiempo las pone en la tesitura de tener que enmascarar una vez más sus verdaderas intenciones. Filardo, entonces, «no dándose por entendido», se comporta «ayudándolas a su disimulación» (p. 144). De este modo, queda claro desde muy pronto que el protagonista de la novela es perfectamente capaz de percibir la impostura y se muestra muy hábil en las dotes de la simulación (y disimulación), lo que le servirá más adelante para superar exitosamente los obstáculos y dificultades que se le van presentando. La comprensión amable que procura Filardo no solo permite mantener la ficción, sino que envalentona a las pastoras, quienes se aprestan a cantar poemas de amor con los que tratan de comunicar al de Iberia sus más hondos sentimientos. Filardo, que comprende perfectamente lo que está ocurriendo, entona como respuesta una pieza sobre el fin que espera a aquellos enamorados que se dejan llevar por su pasión, concluyendo con los versos de un villancico muy popular y de gran difusión durante el siglo xvi: «¡mal fuego queme al amor / y al que fuere enamorado!».31 La advertencia, sin embargo, no será suficiente para disuadir a las pastoras. Además, y paradójicamente, el propio Filardo caerá en las redes del amor cuando conozca más adelante a Marfisa, lo que le obligará a desdecirse de sus propias certezas. A los versos de Filardo corresponde Tirseo con una letrilla «que a una ocasión hizo» (p. 152), en la que glosa el estribillo popular «Cuando yo ovidare a Menga / mala Pascua y negra tenga».32 No será, desde luego, el único poema de ocasión que se engaste en la novela, pues los versos escritos para una circunstancia concreta abundan en el texto de Bernardo de la Vega, como se comprobará más adelante. 31 32

Cfr. Cancionero sevillano, p. 351 y Flor de romances, pp. 215-216. Cfr. Cancionero sevillano, p. 73.

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Concluida su canción, informa Tirseo de que ha llegado la hora de recoger el ganado y se marcha junto con Filardo y Linardo. Quedan entonces solas las pastoras Jacinta y Alcida, quienes aprovechan para entablar una conversación en la que intentan disimular los afectos propios para indagar en los ajenos. Sin embargo, en el transcurso del diálogo las dos entienden que ambas están prendadas del pastor de Iberia. Todo se precipita y revela por medio de un equívoco, más teatral que novelesco, cuando Jacinta confunde el nombre de su enamorado en la charla que mantiene con su rival: «—Ya sabes que estoy enamorada de mi Filardo..., digo: ¡de mi Tirseo!; y que amor movía mi lengua» (p. 153). Entretanto, Filardo pasea a solas por la ribera del Betis y oye cantar a Marfisa —«hermana de Nise, amada consorte de Rosilo» (p. 154)—, que se encuentra en compañía de Silvia —«amada de Silvano» (p. 154)––. En ese instante se produce un conflicto o «dos estremos» (p. 154), como se denomina en la novela, pues ocurre que el ibero se queda prendado de Marfisa y, paralelamente, Silvia se enamora de Filardo. El pastor de Iberia, confuso, se echa a dormir; aunque no pasa mucho tiempo antes de que Alcida lo despierte preguntándole si ha visto un corderillo negro y blanco al que supuestamente iba buscando. «Al de tus pensamientos he visto, zagala, y ruego al cielo que acierte al de los míos» (p. 155), son las palabras que da Filardo por respuesta. El ibero entiende en este momento las razones de la pastora mucho mejor que en las ocasiones anteriores, pues ahora siente por Marfisa la misma atracción que él mismo genera en las pastoras que lo pretenden. Alcida se marcha y de inmediato llega Jacinta con el propósito de confesar su amor a Filardo. Pero antes de que pueda decir nada, el ibero le pide información sobre los nuevos pastores que acaba de conocer: Nise, Rosilo, Silvia, Silvano y Marfisa (de quien se ha quedado prendado y cuyas noticias son las que más le interesan). Jacinta hace saber a Filardo que Marfisa está destinada a casarse con Lorino. El de Iberia pregunta si la pastora de la que se ha enamorado es consentidora y feliz con el matrimonio. Advertida Jacinta del interés amoroso que albergaba en su corazón el ibero, y «siguiendo alguna malicia, le respondió que sí y que le quiere con estremo» (p. 158). Filardo, apenado, confiesa entonces que se jactó un tiempo de estar libre de amor y ha caído ahora, irremediablemente, en las redes de Cupido. Pide ayuda a Jacinta, pero antes de que esta pueda prestársela, aparece nuevamente Alcida, lo que propicia que las dos pastoras entablen un breve diálogo cargado de rivalidad e inquina, terminado el cual se retiran. Aparecen entonces Tirseo (el pastor de Jacinta) y Linardo (pastor de Alcida, que luego se enamorará de Nise, la pastora de Rosilo). Los dos caminan entonando una letra dialogada en la que se jactan del amor que les profesan sus enamoradas Jacinta y Alcida. En los versos se reitera el estribillo «las pobrecillas nos quieren / mucho más que las queremos» (p. 160). En un contexto como

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este, y a partir de lo que ya sabe el lector, el poema no puede por menos que tener un sentido cómico y hasta ridículo; pues los ingenuos pastores, en su autocomplacencia, ignoran por completo que Filardo se ha hecho, sin proponérselo, con el corazón de sus pastoras. Y todavía aun, tras dejar de cantar y sentarse, Tirseo y Linardo «volvieron a referir y celebrar lo mucho que de ellas eran queridos y estimados» (p. 160). El fin del diálogo poético coincide con la irrupción de Silvano, quien canta sus penas de amor por Silvia y resuelve que se va a suicidar con un cuchillo por el nulo interés que despierta en su esquiva pastora. En ese instante Filardo lo detiene, y para persuadirle de que no debe seguir adelante con su propósito inventa una historia según la cual Silvia le ha confesado a él, pese a ser forastero, que ama a Silvano, pero que se muestra esquiva y desdeñosa por imperativo de su padre, que tiene el propósito de «casarla con otro» (p. 166). El ibero, además, se ofrece a ser intermediario de sus designios y amores, lo que aplaca a Silvano, que se marcha feliz tras creerse a pies juntillas el artificio ideado por Filardo. Después de esto queda otra vez el pastor de Iberia solo en el prado y esperando a Jacinta, que llega al poco y asegura al ibero que le ayudará, emplazándolo a que vaya al val de los alisos, adonde se reunían habitualmente todos los pastores al caer la tarde, ya que allí podría estar cerca de su amada Marfisa. Feliz de conocer esta información se retira Filardo, momento en el que Jacinta confiesa claramente su verdadero propósito, que no es otro sino desbaratar cualquier posible éxito del pastor de Iberia con Marfisa. Tal y como había informado Jacinta, al atardecer se congregan todos los pastores en el val de los alisos. Allí reunidos, y como si de un segundo Decamerón se tratase, «comenzaron apacibles cuentos, y en ellos cada cual, por metáfora, decía su cuidado» (p. 170). Iniciado el artificioso juego, intervienen primero Jacinta y Alcida, quienes dicen echar en falta a Filardo. Al oír este nombre, Marfisa siente curiosidad y pregunta por el tal pastor, a quien no conoce. Todos entonces empiezan a encarecerlo, en el momento justo en que se oye una voz que se acerca y que resulta ser la del pastor de Iberia. Incorporado a la reunión, junto a los demás, se entretiene todo el grupo en diversos juegos que ponen de manifiesto las virtudes y excelencias de Filardo. A la vista de todo ello, Marfisa da las primeras muestras de considerarlo apuesto, virtuoso y el mejor de entre todos los pastores. Durante la velada proponen jugar a la cinta,33 y «a todos les pareció bien, porque en él podrían decir sus cuidados y propósitos» (p. 172). En el desarrollo de esta impostura lúdica acontece un hecho que a la postre influirá decisivamente en el curso de los acontecimientos. Ocurre que a Linardo (pastor de Alcida) le 33

Castillo Martínez, 2007, pp. 64-65.

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toca decir una razón a Nise (hermana de Marfisa y amada de Rosilo). Linardo, a quien verdaderamente le gusta Nise, se escuda y protege tras el juego que han ideado y le confiesa: «esta noche soñé que me decías amores teniéndome en tus hermosos brazos» (p. 174). Nise le responde contundentemente: «No creas en sueños si eres cuerdo, Linardo» (p. 174). La respuesta echa por tierra toda la tradición de los sueños premonitorios y desdeña su función como elemento proléptico en el desarrollo de la prosa de ficción. Seguramente Bernardo de la Vega debía de considerar que se trataba de un recurso poco verosímil, por más que en La Diana, II, hubiesen intervenido las diosas Venus y Atenea antes del nacimiento de Felismena o que en La Galatea se valga Cervantes del sueño présago de Lisandro para el desarrollo de la acción. Se suma a todo ello que las palabras de Linardo despiertan los celos de Rosilo, quien al final del libro primero mostrará su determinación de asesinarlo. A la conclusión de los juegos, Jacinta se lamenta del enamoramiento de Filardo hacia Marfisa y resuelve decirle a Lorino que su prometida (Marfisa) bebe los vientos por el ibero. Lorino, entonces, entra en cólera y recrimina a Marfisa su (aparente) infidelidad, al tiempo que promete venganza contra Filardo. Perpleja e intrigada por lo ocurrido, Marfisa se da cuenta de que está enamorada del pastor de Iberia, lo que traslada a su amiga Silvia, a quien también le explica que las señales de posible correspondencia ofrecidas a Lorino se han debido a las presiones de sus familiares, que desean casarla con él, aunque ella no lo quiere. Esta confesión provoca el dolor de Silvia, que también se ha enamorado del de Iberia y que se debate ahora entre la lealtad hacia la amiga o hacia su corazón. Entretanto, Alcida también comunica a Tirseo que su amada Jacinta quiere al ibero. Tirseo aprovecha entonces un encuentro con Filardo para plantearle el caso, que es confirmado por el de Iberia, aunque le insiste en su amistad y fidelidad. Debido a que «Tirseo era poco experimentado de mujeres» (p. 186), no puede dar crédito a lo que le dicen. Por ello, y como medio de comprobación, sugiere Filardo que se cambien los pellicos, de manera que el propio Tirseo pueda observar la reacción de su amada Jacinta al encontrárselo. Tirseo acepta la propuesta y antes de marcharse concierta con Filardo la mudanza de sus ropas para el día siguiente. A continuación, se encuentran Filardo y Marfisa, quienes se intercambian poemas de amor para declararse lo que sienten el uno por el otro y terminan por emplazarse al val de los alisos, adonde podrían disfrutar de diversos entretenimientos. Y justo en ese mismo lugar cita también Filardo a Silvia y Silvano, con quienes se encuentra más tarde. Seguidamente aparece Lorino, que llevado de los celos manifiesta su intención de «matar al de Iberia y aborrecer a Marfisa» (p. 190). Por último, es Rosilo quien llega para lanzar toda su ira contra Linardo, asegurando que lo matará, por haber dicho este a su amada Nise que soñaba con estar en sus brazos.

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Terminado el libro primero, los enredos pastoriles que construirán la acción de (prácticamente) toda la novela están ya presentados y dispuestos casi en su totalidad, articulados en torno a cinco triángulos amorosos: Filardo

Marfisa

Filardo

Jacinta

Tirseo

Afecto correspondido Afecto no correspondido

Filardo

Alcida

Linardo

Linardo

Lorino

Filardo

Nise

Rosilo

Silvia

Silvano

Marfisa

Filardo

Gedonio

Rivalidad y violencia

Fig. 3: Esquema ilustrativo de los triángulos amorosos y conflictos entre los personajes de El pastor de Iberia.

A las relaciones problemáticas ya expuestas tan solo habría que sumar el último de los triángulos conflictivos: el que se desarrolla en los libros tercero y cuarto, ya en las Islas Canarias, entre Marfisa, Filardo y Gedonio, cuando este último, enamorado de la pastora del ibero y desdeñado por ella, decide acusar al pastor de Iberia ante la justicia. Eso provocará un nuevo encarcelamiento de Filardo, del que saldrá airoso valiéndose de las mismas estrategias y argucias que empleó en la península cuando se vio entre rejas por la falsa delación de Tebandro. Así pues, como ya se indicó anteriormente, la estructura par de los cuatro libros que conforman El pastor de Iberia facilita, igual que en La Galatea, la «simetría y especularidad entre las dos mitades»34 de la novela. En el caso de Bernardo de la Vega, ello supone el desarrollo de muy similares acciones y conflictos en dos espacios tan distintos y alejados como las riberas del Betis y el archipiélago canario. 34

Montero, 2014, p. 452.

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3. ET IN ARCADIA EGO: FICCIONES, ENGAÑOS Y ASESINATOS El segundo libro comienza al amanecer del día siguiente. Con la salida del sol se reúnen todos los pastores y acuerdan jugar a la reina, «pasatiempo consistente en otorgar poder a una pastora para decidir sobre los demás. Este artificio sirve a la elegida para manejar los hilos de las relaciones amorosas de sus compañeros, y aunque en el nombre sea una mujer la que aparece, lo cierto es que el protagonismo lo asumen también los pastores, supuestos “cortesanos” de esta fingida “reina”, pues el tema es, una vez más, el amor».35 Se acuerda que sea Marfisa la reina y Filardo el juez, de modo que todos están obligados a verbalizar los sentimientos y cuitas que Marfisa encomienda a cada cual, dando lugar así a una dramatización aparentemente ficcional, pero que coincidirá a la postre con los verdaderos afectos de los personajes. Conforme a las órdenes de la reina Marfisa, Jacinta debe declararse a Filardo; seguidamente, Tirseo tiene que reñir a Jacinta y amenazar a Filardo por requerir de amor a su pastora; Linardo, amante de Alcida, está obligado a cortejar a Nise (como ya hiciera en el juego del libro primero, provocando los celos furibundos de Rosilo); Alcida, por su parte, debe expresar que ha tenido noticia de que su pastor Linardo quiere a otra, pero que no le importa porque ella está enamorada de uno nuevo (que en realidad es Filardo); por último, Rosilo ha de expresar su enfado por la afrenta de Linardo. A su pretendiente Lorino le permite Marfisa que diga lo que quiera, ocasión que aprovecha este para enfrentarse a Filardo y amenazarlo con un cuchillo (arma que resulta ser, por ahora, falsa). La situación, muy teatral, plantea un interesante juego de perspectivas en el curso del cual los personajes actúan para ellos mismos y son, a la vez, espectadores de las verdaderas pasiones ocultas de sus compañeros. Tales pasiones únicamente se expresan con el parapeto de la ficción que propicia el marco lúdico orquestado por Marfisa y empujadas por las reglas de tan particular juego. Desde el punto de vista narrativo, todo ello funciona como anticipación de la furia desatada que pronto tendrá funestos resultados entre los pastores. Este asomo de violencia se continúa con el díptico poemático que Filardo recita a petición de los allí reunidos. Se trata de dos romances en los que el ibero cuenta el secuestro y violación de una muchacha recién casada a manos de un amante desdeñado, así como el brutal castigo que a la postre recibe el asesino por parte del viudo y sus allegados. Aunque en La Diana ya se habían apuntado algunos episodios de cierta violencia, esta no se manifestaba de manera tan explícita como en El pastor de Iberia:

35

Castillo Martínez, 2007, pp. 71-72.

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Y desnudándola toda, estando al árbol atada, goza el tirano por fuerza lo que la virgen guardaba cuando con su bien y gloria llegara a ser desposada (vv. 103-108).

En sentido estricto, el delito no se produce dentro de la acción de los personajes, sino en una enunciación ficcional de Filardo. Sin embargo, ello no resta interés al hecho de que «por primera vez en los libros de pastores se describe una violación».36 El delito sexual se acompaña en el romance de un ensañamiento homicida desmesurado, pues el amante no correspondido «en el cristalino pecho / le dio veinte puñaladas» (vv. 131-132). El primer romance termina augurando en el siguiente una respuesta contundente y a la altura de un crimen tan detestable, de modo que la tristeza se torne en vengativa complacencia que deleite a los espectadores: Las aves pierden el vuelo, por sentir esta desgracia, y también los que la oyeren ayudarán a llorarla, hasta que, viendo el segundo, regocijen la venganza (vv. 137-142).

El segundo romance, efectivamente, cumple con las expectativas anunciadas, pues resulta especialmente virulento, ya que una vez que se prende al violador asesino, el pueblo lo condena a una muerte no exenta de ensañamiento. Sin embargo, el viudo de la dama, junto con varios amigos, se lo quita a la justicia civil para aplicarle una tortura aún más dura: lo cuelgan cabeza abajo, le cortan las orejas y con su propia lengua (previamente arrancada) le sacan los ojos. Proceden después a mutilarle los pies, las manos, la nariz y a humillarlo cortándole las cejas y la barba. Finalmente, lo asfixian con el humo del fuego que han hecho bajo él, antes de que termine carbonizado. Como de costumbre, todos los pastores quedaron admirados de la elocuencia del de Iberia. Y tras él interviene Linardo (el pastor de Alcida que se ha enamorado de Nise) para cantar sus desdichas amorosas. Cuando termina se marcha y se topa con Lorino, el prometido de Marfisa, quien le pide que le preste su pellico, aduciendo que debe ir a la villa a resolver un asunto y no quiere ser conocido. El pastor accede, pues le conviene para acercarse a Nise de incógnito, 36

Castillo Martínez, 2010, p. 63.

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y de inmediato se intercambian los ropajes para dar cumplimiento a sus propósitos: Linardo para ir a ver a Nise (la amada de Rosilo) y Lorino para encontrar a Filardo y asesinarlo sin ser reconocido. En cuanto se marchan cada uno por su lado, aparecen Jacinta y Filardo. La primera se queja de amor en un soneto, en tanto que el ibero canta un poema dirigido explícitamente a Marfisa, en cuyos versos no esconde ya el nombre de su amada. Concluida la recitación, se le acerca Silvano y pregunta al de Iberia cuándo podrá gozar de su deseada Silvia, tal y como Filardo le había prometido para evitar que se suicidase. El de Iberia le contesta que Silvia está a punto de llegar, atraída por la pasión que Silvano le produce y por el afecto que ella le profesa. Pero en tanto esto ocurra, y por encontrarse en «lugar público», de lo que «podría nacer algún inconveniente» (p. 222), pide el ibero que Silvano se retire a su cabaña. Nada más entrar en la morada de Filardo, llega efectivamente Silvia, la fiel amiga de Marfisa. Su aparición, sin embargo, no tiene como propósito reunirse con Silvano, sino requerir de amores a Filardo. Estando en esto, se oye ruido de unos pastores aproximándose al lugar. Aprovechando esta circunstancia, el ibero pide a Silvia que, para disimular, exclame en voz alta sentir un gran amor por Silvano. Después de que la pastora acceda a los requerimientos del ibero, entran todos en la cabaña, donde prosiguen los fingidos lamentos de Silvia, insistiendo esta en que, a pesar de los imperativos familiares, ella no desea casarse con nadie distinto de su bienamado Silvano. La pastora continúa su impostura rogando a los allí presentes que pidan al de Iberia su intercesión por ella, a lo que acceden todos los reunidos (Marfisa, Nise, Rosilo y Tirseo). Filardo, entonces, hace salir a Silvano, que ha estado escondido siguiendo las instrucciones del de Iberia. Todos se maravillan de la sorprendente aparición y de la eficacia con que Filardo ha manejado todo para que puedan hacerse allí mismo una promesa de matrimonio que Silvia, dadas las circunstancias, no tiene más remedio que aceptar y cumplir. Después de todo esto danzan diversas canciones en la casa del ibero y le piden a Silvia que, en recompensa por haberle facilitado la deseada unión, cante algo en honor de Filardo. Ella se ofrece entonces a cantar un romance y glosa que «oyó en la villa» (p. 224). No es, por tanto, autora del mismo, de lo que se puede colegir que Bernardo de la Vega no creía verosímil que todos los protagonistas pudieran escribir versos por el mero hecho de ser pastores. El poema, para más señas, había sido compuesto en la corte, motivo por el que pide a Filardo que preste especial atención al texto: un romance histórico sobre don Sancho II de Castilla, asesinado por Vellido Dolfos, que comienza «Después del suceso triste / de la muerte de don Sancho» (p. 224). Se trata de un poema de gran

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difusión y popularidad en la época, que Laskaris recoge con algunas variantes37 en su monografía sobre El romancero del cerco de Zamora en la tradición impresa y manuscrita (siglos XV-XVII). La estudiosa edita a partir de la fuente más antigua localizada hasta el momento, que es la Historia del Cid (Lisboa, 1605).38 Así pues, el de Bernardo de la Vega sería el testimonio más temprano de entre los localizados hasta ahora. Lo mismo ocurre con los versos que siguen a este romance: unas coplas de dobles quintillas que comienzan «¿Por qué a las puertas ajenas, / vencidas con tus victorias, / llamas? [...]». El texto se construye mediante la glosa de un poema que circulaba en el siglo xvi y que aparece recogido en el Romancero general de 1600: «Afora, afora, Rodrigo / el soberbo Castejano, / acordarse te deveira / de aquel tempo ja pasado / quando te arme cavaleyro / no el altar de Santiago, / miña may te deu las armas, / miño pai te deu el cavalo / Castejano malo, / el soberbo Castejano».39 El romance que comienza «Afuera, afuera, Rodrigo» era de temática medieval, pero gozaba de importantísima presencia en el xvi, como se comprueba por las diversas versiones que se difundieron impresas en el Cancionero de romances (Amberes, [s. a.] y 1550), la Silva de romances (Zaragoza, 1550-1551), los Romances de Sepúlveda (Sevilla, 1584), la Rosa española (Valencia, 1573), la Rosa de romances de Timoneda (Valencia, 1573) o en pliegos poéticos sueltos, como el que se conserva en la Universidad de Praga; amén de su trasvase al teatro áureo en obras como Las mocedades del Cid (c. 1605-1615) de Guillén de Castro, Las almenas de Toro (1620) de Lope de Vega o El hermano de su hermana (1666) de Francisco de Quirós.40 El modo en que lo utiliza Bernardo de la Vega, claramente orientado a la queja femenina por la elección matrimonial del hombre al que aspira, parece revelar una reescritura del motivo central de un poema algo más extenso y con elementos que no aparecen en este de manera explícita, aunque los contiene implícitamente. El asunto en cuestión tiene que ver con la crítica de un desposorio que se escoge en virtud de intereses económicos: «Casaste con Ximena Gómez, hija del conde Loçano; / con ella huviste dineros, comigo huvieras estado; / bien casaste tú, Rodrigo, muy mejor fueras casado: / dexaste hija de rey por tomar de su vassallo».41 Cuando concluye la recitación de los dos poemas, puntualiza el narrador que Filardo «entendió la metáfora» (p. 227). Se refiere con ello al sentido de la composición, en el que la mujer critica los espurios intereses que guían los 37

Todas las variantes se consignan en la edición de los textos correspondientes dentro de la novela. Cfr. pp. 224, 225 y 259. 38 Laskaris, 2006, pp. 139-140. 39 Laskaris, 2006, p. 150. 40 Moreno, 2008, p. 2. 41 Moreno, 2008, p. 3.

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esponsales del hombre al que aspira. Así pues, el conflicto que se plantea en la queja de Urraca, protagonista del romance, «remite al ámbito de las relaciones sociales y en concreto a la elección de esposa por el Cid». De acuerdo con ello, «el reproche de Urraca tiene una crucial importancia, pues la infanta acusa al Cid de haber preferido un matrimonio por motivos económicos con Jimena»,42 despreciando así la mayor nobleza de quien profiere la queja. Se prefiguran ya en aspectos como este la importancia que tienen en El pastor de Iberia las relaciones económicas en las acciones de los protagonistas, así como la fuerza del dinero en la toma de decisiones. El entendimiento de la metáfora aludida por parte de Filardo no desbarata el concertado matrimonio que ha procurado la astucia del ibero, de modo que se procede al casamiento, por medio de un «cura» que «dio fin glorioso al alegre principio» (p. 228). Después de los esponsales, todos los pastores acompañaron con «bailes y cánticos a los recién casados» (p. 228), hasta que, una vez finalizado el enlace y concluida la celebración, se retira cada cual a su cabaña. Permanece entonces Filardo cantando un soneto que asegura haber escrito en la corte, con cuyos versos elogia al vallisoletano Tomás Gracián Dantisco (1558-1621), importante personaje que heredó de su padre la secretaría de interpretación de lenguas extranjeras de Felipe II.43 Además, el personaje en cuestión era uno de los censores literarios más renombrados de su época, aprobador de no menos de 70 obras,44 además de autor de un Arte de escribir cartas familiares (1589). Por si ello fuera poco, su hermano Lucas escribió el Galateo español (1593) y la censura favorable para la impresión de La Galatea de Cervantes. Además de todo ello, no debe pasar inadvertido que en el cervantino Canto de Calíope aparece elogiosamente recogido el mismo secretario encomiado por Bernardo de la Vega: Por la curiosidad y entendimiento de Tomás de Gracián, dadme licencia que yo le escoja en este valle asiento igual a su virtud, valor y ciencia; el cual, si llega a su merecimiento, será de tanto grado y preeminencia que, a lo que creo, pocos se le igualen: tanto su ingenio y sus virtudes valen.45

42

Moreno, 2008, pp. 3-4. Marín Cepeda, 2010, p. 706. 44 Marín Cepeda, 2010, p. 707. 45 La Galatea, pp. 373-374. 43

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Años más tarde, en el Viaje del Parnaso VII, 220-226, es designado como «buen Tomás Gracián». También encomió su persona algún otro autor de la talla de Lope de Vega, quien lo alaba en el Laurel de Apolo y en El peregrino en su patria. Entre las páginas de un libro como el de Bernardo de la Vega, tan repleto de cortesanos disfrazados de pastores, no carece de importancia la inclusión de alguien que «constituye un ejemplo interesante de aquellos hombres de letras que, sin pertenecer a la nobleza titulada, sirvieron de eslabón entre las clases bajas, por así decirlo, y el entramado cortesano».46 En fin, profesionales del negocio de las letras y hábiles manejadores de la redes de sociabilidad literaria. Y en esto andaba Filardo cuando entra Tirseo para que se intercambien los pellicos, tal y como habían acordado el día anterior. Ataviado con la nueva indumentaria, Tirseo busca a Jacinta por todos los lugares en los que piensa que puede estar la pastora. Sin encontrarla en sitio alguno, opta por acudir a la cabaña de Filardo, donde canta su desamor en un soneto. Al instante acude Jacinta, que iba buscando al ibero y se encuentra con quien lleva sus ropajes. Incapaz de percibir la verdadera identidad del pastor, Jacinta se le declara, enfatizando con sus palabras el infinito amor que profesaba a Filardo y lo mucho que odia y detesta a Tirseo. El mutismo de su interlocutor desconcierta a Jacinta, que termina despojándole de la caperuza, descubriendo así el engaño. Insultada por Tirseo, se retira entristecida y avergonzada. Y es justo en ese momento cuando Tirseo adopta la firme determinación de asesinar a Filardo. En su camino se encuentra con Lorino (prometido de Marfisa que llevaba la ropa de Linardo), quien también busca al pastor de Iberia para darle muerte por los celos que tenía de su pastora. La vestimenta de Tirseo provoca la confusión de Lorino, quien creyéndolo Filardo lo asesina y se retira luego a recostarse en unas adelfas junto al río, satisfecho de haber matado al ibero y de que nadie lo haya visto. Estando Lorino en su reposo pasa por allí Rosilo, que va en busca de Linardo con el único objetivo de acabar con él, en el convencimiento de que podría de ese modo mitigar los celos que le suscita su amada Nise. Como Lorino se ha cambiado la ropa con Linardo, Rosilo cree ser este el pastor rival y lo asesina, huyendo de inmediato tras consumar su crimen. Mientras tanto, Linardo se muestra plenamente feliz por haberse cambiado la ropa con Lorino, pues piensa que de esa forma podrá ver a Nise, de quien anda enamorado; de modo que «olvidando y aborreciendo a Alcida» (p. 233) canta un poema de amor a Nise. Pero después de cantarlo piensa que, por las excelencias y virtudes del de Iberia, Nise se podría enamorar de él, motivo por 46

Marín Cepeda, 2010, p. 705.

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el que resuelve que no hay otra solución para preservar su amor sino «dar la muerte al de Iberia» (p. 234). Así pues, «con furia diabólica y cólera repentina, ciego de ella y con determinada osadía, el apasionado Linardo se partió a buscar el ibero» (p. 234). Su marcha coincide con la aparición de Marfisa, absolutamente desconsolada porque alguien le ha dicho que Filardo ha muerto (naturalmente, se trataba del cadáver de Tirseo, que llevaba el pellico del de Iberia). En su profundo dolor la pastora admite conocer al asesino y clama contra el «traidor Lorino» (p. 234), advirtiendo de su venganza: «¡Ya sé que son obra de tus fementidas manos! Mas las mías harán lo que deben» (p. 235). No bien termina de proferir su amenaza Marfisa cuando ve acercarse por una ladera a quien creyó ser Lorino (que en realidad era Linardo, con el pellico mudado). En cuanto lo tiene cerca le clava un cuchillo, le da muerte y se marcha satisfecha en la creencia de que ha acabado con el asesino de Filardo, cerrando así la cadena de violentos homicidios provocados por el cambio de ropajes de los pastores.

Fig. 4: Esquema ilustrativo de la cadena de asesinatos entre los personajes de El pastor de Iberia.

Después de acabar con quien pensaba que era el asesino de su amado Filardo, a Marfisa solo le resta cumplir un último propósito: dirigirse al lugar donde reposa sin vida el pastor de Iberia para cantarle unas octavas fúnebres.

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Todas las acciones sucedidas hasta ahora en el segundo libro han terminado por consumir el día, y en la oscura noche que la envuelve se lamenta Marfisa por no encontrar el cuerpo de su amado para darle la debida sepultura. Mientras tanto, Filardo, que ha tenido noticias de lo ocurrido y sabe dónde está su pastora, se dirige hacia el lugar. Como es de noche y el ibero se ha ocultado la cara, Marfisa únicamente reconoce la ropa de Tirseo (cuyo verdadero cuerpo yace muerto por causa de Lorino). Y creyendo ser él, le solicita que no se oculte la cara y que la acompañe en el doloroso trance. Filardo, para ver hasta qué punto es apreciado por Marfisa, decide continuar el equívoco. Habla entonces «fingiendo la voz y no descubriéndose» (p. 236), aceptando acompañarla y ayudarle a buscar el cuerpo de su amado. Siguiendo el rastro de sangre logran encontrarlo, y justo en ese momento «la luna se eclipsó con un nublado» (p. 237), con lo que únicamente se podía ver «el pellico de Filardo y las demás insignias» (p. 237). Todo se conjura para que los sentidos sean incapaces de percibir adecuadamente la realidad, lo que permite mantener con cierta verosimilitud el equívoco de la ficción ideada por Bernardo de la Vega. Creyendo ser el de su amado Filardo, Marfisa lava el rostro del fallecido Tirseo y canta unos versos luctuosos. Luego pide ayuda a su acompañante para enterrarle y este cava una sepultura en la que lo depositan. Por último, la pastora coloca sobre la tumba una piedra con una inscripción funeraria: «Aquí yace en este suelo / el que vivió y vive en mí: / Filardo, el que, estando aquí, / hace aquesta tierra cielo» (p. 238). Se marchan en cuanto finaliza el enterramiento, pero, antes de separarse, Filardo imita la voz de Tirseo, una vez más, para pedir a Marfisa que se vuelvan a ver en otro momento para rememorar a quien tanto quería él como amigo, diciéndole que asesinará a Lorino por su traición. Marfisa, entonces, acepta que se vean de nuevo a solas en cuanto sea posible y le confiesa, además, que ya se ha ocupado ella de matar a Lorino, lo que supone, ciertamente, una novedad en el género.47 Tras despedirse, Filardo se queda profundamente admirado por la determinación de su pastora. Aparece entretanto Alcida, que ha tenido noticia de la muerte de Linardo, a quien un tiempo amara, antes de enamorarse de Filardo. En realidad, el cadáver es el de Lorino, aunque con los ropajes de Linardo. Alcida, apenada por la situación y recordando al que un tiempo quiso, saca de su zurrón «una banda ensangretada que le dieron de su malogrado Linardo» (p. 240) y llora por él glosando los versos iniciales del soneto X de Garcilaso: «¡Oh dulces prendas por mi mal halladas, / dulces y alegres cuando Dios quería» (p. 240). El homenaje 47

Cull, 1984 y 1989.

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al poeta toledano viene aquí como anillo al dedo. Terminado su canto, parte a buscar el cadáver de su antiguo amor para darle la merecida sepultura. Rosilo, por su parte, se muestra contento y satisfecho al pensar que ha acabado con Linardo, el pretendiente de su amada Nise, sin que nadie le haya visto. Ignorante aún de que verdaderamente ha dado muerte a Lorino, se dirige cantando a ver a su pastora. Jacinta llega detrás de él, entonando igualmente una canción dirigida a Tirseo, su antiguo enamorado. Casi ahogada en un mar de confusión, se lamenta de las extrañezas del amor, pues ahora que tiene a Filardo por muerto, vuelve a querer a Tirseo con la intensidad de antaño. El amor recién revivido la impulsa ahora para que vaya en su busca y logre recuperarlo, ignorante de que el (ahora) anhelado pastor ha sido asesinado con los ropajes de Filardo. A la zaga de Rosilo y de Jacinta va andando Alcida, afligida por la muerte del que una vez amara: Linardo, cuyas ropas porta el cadáver de Lorino. Anda muy triste porque, buscando el cuerpo de su antiguo pastor, lo encuentra tan desfigurado que únicamente puede reconocerlo por su vestimenta. Y de ese modo entierra a Lorino, que ella piensa ser Linardo, a cuyas exequias dedica un soneto de tono elegíaco. Luego de ello abandona el lugar, en el momento en que se acerca cantando el pastor de Iberia. Nada más finalizar su canto advierte la presencia de Jacinta, que anda en busca de Tirseo, a quien cree vivo. Filardo, entonces, se esconde, y cuando llega la pastora Jacinta canta una letra a su (ahora sí) amado Tirseo. Descubre entonces al de Iberia, que cree ser Tirseo por los ropajes, y se apresta a pedirle perdón, diciendo mal de Filardo. La maledicencia de Jacinta provoca una agria recriminación del pastor, que ordena su marcha, no sin antes advertirla de que nunca la querrá. En cuanto consigue que Jacinta se esfume, canta el ibero en soledad un soneto «que le invió un amigo a una ocasión que se asimila a esta» (p. 248). Seguidamente aparece Marfisa, quien transmite al supuesto Tirseo un mensaje de Jacinta afirmando que fue Filardo quien la pretendió de amores y la persuadió, pero que ella lo ama profundamente y desearía con toda su alma que el pastor volviese con ella. Filardo, en disfraz de Tirseo, se niega a creer que el pastor de Iberia se comporte de ese modo, pues afirma que es su amigo y que él sabe que no ama a nadie más que a Marfisa. En ese instante llega Jacinta en persona y pide al pastor que la perdone, al tiempo que ruega a Marfisa que interceda por ella ante aquel a quien todos identifican como Tirseo. Marfisa accede a los requerimientos de Jacinta. El supuesto Tirseo, entonces, responde que antes de poder perdonarla es necesario que conteste con sinceridad a una simple cuestión relacionada con el comportamiento de Filardo en vida. En ese preciso instante, Jacinta confiesa que Filardo siempre se portó como verdadero amigo, y que con

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fidelidad y lealtad la reprimió, contándole las virtudes de Tirseo; pero que ella, enamorada y cegada por las muchas virtudes del ibero, seguía sus pasos. Una vez que toda la verdad ha salido a relucir y se ha constatado que Filardo nunca se comportó mal, descubre el pastor de Iberia su verdadera identidad y aclara que es Tirseo quien está muerto. Marfisa, confusa al principio, termina por mostrar su alegría y todo su amor, en tanto que Jacinta se disculpa, avergonzada, y les declara sincera fidelidad y amistad leal para lo sucesivo. Después de esclarecerse todo, se van juntas las pastoras y también se marcha Filardo, aunque por caminos distintos uno y otras. Con ello se pone el cierre al libro segundo, en donde se produce no ya la aparición de la muerte en el ámbito de lo pastoril, sino la abrupta inclusión de varios crímenes premeditados. Ni los remotos precedentes clásicos ni tampoco el paradigma fundacional hispano de Montemayor eran ajenos a la presencia de la aniquilación física en el ámbito arcádico. Ya en La Diana se concitan el asesinato y el fin de la vida, pero en ningún caso como resultado de un plan previo ideado masivamente por los protagonistas. La muerte se presenta de diversas formas en La Diana. Así, por ejemplo, en el Canto de Orfeo se mencionan unos «sepulcros de ninfas y damas, las cuales habían con gran limpieza conservado la castidad debida a la castísima diosa».48 Aquí no se alude a otra cosa sino a la memoria inmortalizada de las damas encomiadas por medio de los monumentos funerarios que las honran, lo que es una constante de la literatura bucólica clásica, ya desde Teócrito y Virgilio; y tales ecos se refrendan en los sepulcros de Androgeo y Massilia de la Arcadia de Sannazaro; pasan por Garcilaso y llegan hasta Montemayor y Cervantes, quien ubicó el sepulcro de Meliso en el Valle de los Cipreses. Pero la muerte, así presentada y evocada, no es sino contrapunto necesario de la vida arcádica; y no es esto, en modo alguno, lo que hay en Bernardo de la Vega. La muerte como consecuencia de acciones violentas está presente asimismo en el libro séptimo de La Diana, cuando Felismena ayuda al jinete que lucha en inferioridad numérica (y que resulta ser don Felis). Con su arco, y como ya hiciera en el libro segundo cuando pelea contra los salvajes, mata a quienes acosan al caballero. También en el libro tercero hay un episodio de asesinato y violencia, aunque diferente de lo que acontece en El pastor de Iberia, ya que cuando el padre de Arsileo mata a su propio hijo lo hace sin conocer su identidad y asaltado por la sorpresa de encontrar a Belisa con un amante. El error, además, se descubre de inmediato y provoca el lamento del ejecutor: «¡Oh, cruel Belisa! Pues que el sin ventura hijo por tu causa a mis manos ha sido muerto, no es justo que el

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La Diana, p. 204.

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desaventurado padre quede con la vida. Y sacando su misma espada se dio por el corazón, de manera que en un punto fue muerto».49 Después del trágico suceso Belisa decide retirarse a una isla, donde se recluye en una suerte de prisión voluntaria para purgar una pena de la que se siente enteramente responsable: me vine, importunando con quejas el alto cielo e inflamando el aire con sospiros, a este triste lugar, quejándome de mi fortuna, maldiciendo la muerte, que tan en breve me había enseñado a sufrir sus tiros. Adonde ha seis meses que estoy, sin haber visto ni hablado con persona alguna ni procurado verla.50

En el caso de Bernardo de la Vega ni el motivo de los crímenes ni las consecuencias individuales de los mismos participan del modelo previo. En El pastor de Iberia los crímenes no provienen de la arbitraria espontaneidad, sino de un odio larvado por los celos y por las ansias de venganza que se va dirigiendo hacia los agentes que lo producen: Filardo, Linardo y Lorino. Aunque la acción asesina no se produce sobre los personajes deseados, hay crímenes, cuyas consecuencias van mucho más allá de un autoinfligido castigo individual, pues será la justicia civil la que vengue los atentados contra el orden social establecido. Las diferencias son, a todas luces, notables, pues como ha señalado Castillo Martínez, la novela de Bernardo de la Vega es «quizá el libro de pastores en que, de manera más patente y reiterada, se dibujan escenas violentas: intentos de suicidio, asesinatos, y hasta la violación de una mujer».51 4. HACIA UNA ARCADIA SECULAR: HISTORIA, BUROCRACIA Y CLIENTELISMO LETRADO El libro tercero se abre con la venida de Delio y Brasildo, los dos pastores mencionados al comienzo de la novela, a quienes Filardo conocía por el tiempo que estuvo en la corte. Ambos llegan cantando en loor de las pastoras por quienes suspiran: Brasildo invocando a Alcida (la pastora del fallecido Linardo), Delio acordándose de Jacinta (la enamorada del difunto Tirseo). Cuando apagan sus voces, al concluir los versos, oyen venir a Rosilo y Nise, quienes caminaban cantando fragmentos de un poema sobre el cerco de Zamora. La composición vendría a cerrar el ciclo de romances históricos sobre esta temática iniciado en el libro segundo.52 Lo que entonan la hermana de Marfisa 49

La Diana, p. 162. La Diana, p. 162. 51 Castillo Martínez, 2005, p. 152. 52 Cfr. pp. 224 y 225. 50

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y su pastor se corresponde con un episodio bien conocido del romancero viejo: el momento en que el caballero Diego Ordóñez de Lara insulta a los zamoranos, en las murallas de la ciudad, acusándoles de traidores y cobardes por el regicidio de Sancho II. El viejo Arias Gonzalo, ante la imposibilidad de luchar él mismo para salvaguardar el honor de Zamora, enviará a sus tres hijos al combate. Todos mueren, aunque el último de ellos logrará vengar la afrenta antes de expirar. El suceso, que se describe en los cantares de gesta y particularmente en el Cantar de Sancho II, se solventa finalmente con la Jura de Santa Gadea, leyenda difundida por el romance homónimo, en que se cuenta cómo Alfonso VI el Bravo debe jurar en la iglesia del mismo nombre que no participó en el asesinato de su hermano Sancho II. Es un capítulo de la historia y la literatura que contaba con notable vigencia en época de Bernardo de la Vega, como se atestigua, por ejemplo, en La muerte del Rey Don Sancho y reto de Zamora de Juan de la Cueva. Igual que ocurre con los dos romances anteriores de idéntica temática, Laskaris edita el poema en su monografía El romancero del cerco de Zamora en la tradición impresa y manuscrita (siglos XV-XVII) partiendo de la fuente más antigua localizada, que procede de la Flor séptima de Francisco Enríquez (Madrid, 1595); menciona la estudiosa, asimismo, otra fuente posterior como el Romancero general de 1600. De nuevo, e igual que en los casos de los otros dos romances del libro segundo, la fuente testimoniada en El pastor de Iberia se revela como la más antigua de las conocidas hasta el momento. Además de la cuestión cronológica, interesa considerar lo que explica el narrador sobre las particularidades del poema y sus recitadores cuando precisa que «Rosilo y Nise venían cantando, como aquel que tiene su gusto más en lo que es ciudad que aldea y como a quien lo mueve más el furibundo Marte que su regalado hijo» (p. 257). La aclaración pragmática sobre las condiciones de la enunciación prefigura el desplazamiento que se viene operando en la novela y que se desarrollará más ampliamente en los episodios sucesivos: el traslado definitivo de hábitos y prácticas cortesanas al ámbito de lo pastoril, sin rastro de los disimulos que había en otros libros previos; y junto con ello, la difuminación de lo que de arcádico pudiera aún quedar en este paradigma, merced a la inclusión de Marte como elemento de violencia, enfrentamiento y, hasta cierto punto, epicidad, por lo que tiene de victoria del protagonista contra las adversidades que se le presentan. Concluido el poema, los recién llegados Brasildo y Delio se presentan a la pareja y preguntan por las nuevas acaecidas durante su ausencia. Les informan de que sus competidores Linardo y Tirseo han sido asesinados, aunque se desconoce al autor de las muertes. La noticia les produce alegría y preocupación a un tiempo. Alegría porque la desaparición de Linardo y Tirseo les permite albergar esperanzas de conquistar a Jacinta y Alcida. Pero a la vez les inquieta pensar que

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ellos pudieran ser acusados de sus homicidios. Continúan preguntando por las viudas y les informan del nuevo pastor que habita aquellos lugares. Brasildo y Delio explican entonces que saben quién es Filardo y que precisamente traen una carta para él, de la que esperan recibirá gran contento. En ese preciso instante llega Marfisa y se encuentra con los recién llegados, quienes le preguntan por Filardo. Sin tiempo de contestar, aparecen Jacinta y Alcida, que de inmediato son cortejadas por Delio y Brasildo, respectivamente. Reciben de ellas amables palabras, lo que les hace albergar esperanzas de que puedan corresponder a sus amorosos requerimientos futuros. Cuando se retiran los pastores aparece Filardo cantando un puñado de versos en los que se lamenta de que, queriéndose Marfisa y él, no puedan dar rienda suelta a su amor. Tras exponer su queja se encuentra el ibero, por fin, con Delio y Brasildo, quienes andan buscándolo para entregarle una «carta del célebre Lauso, de aquel que de Silena cantó la amorosa historia, del que es honor y gloria de aquellas dichosas riberas» (p. 266). Lauso es el nombre de uno de los personajes de La Galatea, supuesto álter ego de Cervantes.53 La coincidencia no pasaría de mera anécdota si no fuese por la alusión a Silena, de quien el mencionado Lauso «cantó la amorosa historia» (p. 266). En La Galatea, Lauso es amante de Silena y aparece caracterizado como un cortesano guerrero que ha viajado por diversos lugares del mundo. A lo largo de la novela cervantina le canta amores en varias ocasiones. Lo hace por vez primera en el libro cuarto, con los tercetos que comienzan «Si yo dijere el bien del pensamiento»,54 que le sirven para comunicar su nuevo estado, tras ingresar en las huestes de los poetas enamorados. En los tercetos se elogia, como no podía ser de otro modo, la excelsitud de la amada y el total sometimiento a ella: «En ti, Silena, espero; en ti confío, / Silena, gloria de mi pensamiento, / norte por quien se rige mi albedrío».55 Y vuelve a cantar su amor al comienzo del libro quinto, con unas coplas reales —«¿Quién mi libre pensamiento / me le vino a sujetar?»56— en las que Lauso muestra su «confusión por haber cedido al amor de Silena, afecto que le hace sufrir y que le lleva a una disociación entre su identidad pasada y la presente».57 Algo no muy distinto, por cierto, de lo que le ocurre a Filardo en el tránsito que va desde su vida cortesana, alejada por completo de Cupido, hasta su nueva vida en compañía de Marfisa. Pero Cervantes no solo se vale de Lauso y Silena en su novela pastoril, pues la pareja también protagoniza el romance que comienza «Yace donde el sol se pone», publicado en

53

Montero 2014, pp. 202 y 647-648. La Galatea, p. 223. 55 La Galatea, p. 224. 56 La Galatea, p. 277. 57 Montero, 2014, p. 277. 54

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el Romancero general (1600).58 Y todavía recordaría Cervantes a la pastora en el Viaje del Parnaso (IV, 52-57): También, al par de Filis, mi Silena resonó por las selvas, que escucharon más de una y otra alegre cantilena, y en dulces varias rimas se llevaron mis esperanzas los ligeros vientos, que en ellos y en la arena se sembraron.59

Los escasos datos conocidos sobre el autor de El pastor de Iberia impiden asegurar que la comunicación epistolar de Lauso y Filardo (Cervantes y Vega, si se interpretan ambas obras como novelas en clave) responda a una posible relación entre los escritores históricos. Aunque la hipótesis pudiera resultar sugerente, sin mediar documentación que lo confirme, no se puede sostener más allá de una ensoñación (casi) borgiana. Sin embargo, lo que parece indiscutible es que Lauso y Silena reaparecen en El pastor de Iberia «seguramente como un eco cervantino».60 Sea quien fuere Lauso, Filardo toma la carta asegurando que «es un grandísimo amigo mío y a quien por sus prendas yo quiero y respeto» (p. 266). Después de leer la misiva se ofrece a ayudar a Delio y Brasildo en todo cuanto esté en su mano. Los pastores recién llegados le piden entonces que interceda por ellos ante las pastoras a las que pretenden. Inmediatamente después de eso se aproximan Marfisa, Jacinta y Alcida. Después de hablar, cantar y solazarse, Filardo adopta un tono y semblante serios para pedir a Jacinta y Alcida que acepten casarse con Brasildo y Delio, a lo que ambas acceden. Cuando todos se marchan a sus cabañas aparece Tebandro, padre de Lorino, el que fue prometido de Marfisa y murió asesinado a manos de Rosilo. El progenitor canta entre lágrimas un afligido soliloquio y se lamenta de ser demasiado viejo para vengar él mismo la muerte de su hijo, de la que hace responsable a Filardo. Ante este impedimento, determina poner el asunto en manos de la justicia. Se produce aquí un giro no carente de interés, pues la inclusión de la justicia ordinaria en el orden bucólico implica introducir sin ambages la historia dentro de la convención arcádica; y hacerlo no a través de personajes reales o de la inevitable muerte, sino mediante su dimensión de norma social. Además, y esto tampoco carece de interés, supone delegar la venganza individual por el

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Poesías, pp. 191-193. Poesías, p. 323. 60 Montero, 2014, p. 650. 59

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agravio propio en una institución colectiva, que, desde el punto de vista afectivo y emocional, es por completo ajena al asunto tratado. Terminado el lamento del padre aparece Filardo, quien ve aproximarse a su pastora Marfisa con los ojos llenos de lágrimas. Su aflicción, como le confiesa al ibero, se debe a que la justicia lo anda buscando, ya que Tebandro lo ha denunciado por el asesinato de Lorino. Además de a él, también persiguen por los asesinatos de Linardo y Tirseo a Brasildo, Delio y Rosilo, quienes se han ausentado hasta que las cosas se aclaren. A todo ello se une, como explica Marfisa, que Silvano y Silvia se han ido para holgarse con sus deudos, por lo que no disponen de ningún amigo que pueda ayudarles o testificar en su favor. En ese momento Marfisa ve que está llegando una turba de gente para capturar a Filardo y le pide que huya, pero él no lo hace. Por su parte, Marfisa se esconde entre la vegetación al tiempo que llega Tebandro con el alguacil Arsedio y acusa a Filardo, que se declara inocente. Sus palabras no sirven para interrumpir la detención y Arsedio se lo lleva prendido, no sin antes pedirle disculpas y anticiparle que de la villa habrían de venir las pruebas que lo liberarán. Una vez que la justicia aparta a Filardo del locus amoenus en que moraba para conducirlo a prisión, sale Marfisa con el firme propósito de ayudar a su pastor del modo que sea. El ibero, ya «estando injustamente preso» (p. 273), canta un soneto en el que rememora lo ocurrido hasta el momento presente y se muestra afligido «porque en la ribera del Betis no tiene el favor que en la del Tajo» (p. 274). En medio de tales preocupaciones por su falta de contactos y protectores que puedan librarlo de la ciega balanza de la justicia, se presenta en la cárcel su pastora Marfisa para averiguar si existe alguna forma de ayudarlo. Filardo contesta entonces que hay en Sevilla un hombre con quien tiene amistad y que podría socorrerlo: se trata de Francisco Tello, tesorero de la Casa de Contratación y caballero de la Orden de Santiago, para quien envía Filardo un poema encomiástico que lee a Marfisa. El noble andaluz Francisco Tello de Guzmán II nació en Sevilla en una fecha difícil de precisar, fue caballero de la Orden de Santiago y desempeñó el cargo de tesorero de la Casa de Contratación de la ciudad hispalense hasta 1595, cuando parte a Filipinas para ocupar el cargo de gobernador, en sustitución de Luis Pérez Dasmariñas. Los estudios historiográficos sobre esta figura revelan que el tesorero tuvo diversos problemas por su modo de actuar, lo que le acarreó sanciones de muy variada índole. Así, por ejemplo, se sabe que en 1580 fue relevado durante dos años de su cargo de la Casa de Contratación, ocupando su lugar Luis Ponce de León, caballero veinticuatro de la ciudad de Sevilla. Tello, sin embargo, apeló exitosamente al rey para que suspendiera su condena, de modo que el 30 de septiembre de 1581 lo restituyeron en su puesto, revocando el monarca la sentencia

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del Consejo de Indias que había apartado a Tello de sus funciones y ordenando a Luis Ponce de León que «deje de usar el oficio y entregue a D. Francisco Tello todos los papeles y recaudos que durante el dicho tiempo hubieren entrado en su poder».61 El mismo año de publicación de El pastor de Iberia (1591), Francisco Tello volvía a tener diversos problemas por su mala praxis y por las irregularidades de su gestión, hasta el extremo de que «en 1591 su primo lejano, Francisco Tello, fue nombrado tesorero interino de la Casa de Contratación, actuando en su nombre. Aunque el cargo continuaba en manos del linaje, Francisco Tello de Guzmán II tenía que dejarlo porque marchaba a Madrid a defender su actuación al frente del cargo».62 Así pues, por la coincidencia de fechas entre la publicación de la novela y los hechos de que se acusó a Tello de Guzmán II, la apología de Bernardo de la Vega bien pudo estar al servicio de una campaña de lavado de imagen del poderoso noble sevillano. Pero no era este el único prócer al que tenía que visitar Marfisa, pues Filardo le encomienda que después de ver a Tello se dirija al palacio de don Luis de Guzmán, II marqués de la Algaba, a quien también le había escrito el ibero unos versos. Para el segundo destinatario casi se triplica la extensión del primer poema, pues de las 13 octavas dirigidas a Tello se pasa a una composición de casi 300 versos en los que se elogia poéticamente el linaje de los Guzmán. Su carácter propagandístico (o como mínimo informativo) se deja ver con claridad desde el comienzo: Los que ignorantes están de la sangre ilustre y clara de vuestra progenia rara de la Casa de Guzmán podrán mis versos leellos, que en ellos daré razón vuestros Guzmanes quién son, pues vos mostráis sucedellos (vv. 7-8).

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La idea de nobleza y sucesión de unos valores previos es consustancial al sistema de pensamiento de la época, en donde el linaje lo era (casi) todo, pues la estirpe constituía un continuum que justificaba desde las hazañas y gestas de los pretéritos el valor y méritos de los presentes. Continuidad generacional, fidelidad al linaje, escudo y territorio eran el basamento de cualquier dinastía, y justo esto es lo que encomia Bernardo de la Vega en el poema: el origen de los 61 62

Donoso Anes, 1996, p. 82. Fernández Chaves y Pérez García, 2014, p. 299.

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Guzmán. Como ocurría con la mayor parte de las casas nobiliarias españolas, en la historia mítica de su fundación se imbrican la realidad y la leyenda a partes iguales. Y en la construcción de estas genealogías fundacionales de carácter institucionalizador adquieren una importancia de primer nivel tanto los cronistas como los historiadores. En el caso de los Guzmán son dos las obras escritas en el xvi que fueron diseñadas para ofrecer el relato oficial y encomiástico del linaje: las Ilustraciones de la Casa de Niebla y hechos de los Guzmanes, señores della (1541), de Pedro Barrantes Maldonado, y la Crónica de los muy excelentísimos duques de Medina Sidonia (1561), de Pedro de Medina. Entre 1540 y 1541, en el palacio de Sanlúcar de Barrameda de don Juan Alonso de Guzmán, sexto duque de Medina Sidonia, y con acceso a toda la documentación archivística y artística del legado familiar, Pedro Barrantes se había empleado en redactar su trabajo más conocido: las Ilustraciones de la casa de Niebla y hechos de los Guzmanes. La ilustración que anticipa el título de la obra tiene el sentido de ‘dar a conocer’ el linaje, pero también, y acaso más importante, de ennoblecerlo ‘dando lustre’ al mismo. Así pues, Barrantes Maldonado abrillanta y limpia todo lo necesario para ofrecer una imagen prístina de los Guzmán, que colma de esplendor (a veces excesivamente hiperbólico). Veinte años después, en 1561, Pedro de Medina pone punto y final a la Crónica de los muy excelentísimos duques de Medina Sidonia, actualización reducida y simplificada de la crónica de Barrantes. Una y otra son las más conocidas y difundidas crónicas de esta casa, y aunque ambas narraciones históricas permanecieron inéditas hasta el siglo xix, 1857 y 1861 respectivamente, «las dos circularon y conocieron una difusión manuscrita de cierto alcance, a juzgar por el número de copias conservadas con sus respectivos prólogos».63 A alguna de estas copias debió de tener acceso Bernardo de la Vega para elaborar su poema, como se comprueba con el cotejo textual de las diversas informaciones ofrecidas en la historia oficial del linaje y en el texto de Vega. Así ocurre, por ejemplo, al observar todo lo relativo a la procedencia bretona de los Guzmán, poetizada por Filardo: «De los duques de Bretaña / esta descendencia es» (vv. 9-10). Barrantes señala al comienzo de su obra que la familia, efectivamente, provenía de Bretaña, «según común opinión».64 En su poema se extiende el ibero al cantar la descendencia de este primer duque y la manera en que arraigó en España: Al de Bretaña dio el cielo dos hijos, y fue el mayor

63 64

Guillaume-Alonso, 2009, p. 294. Ilustraciones, p. 10.

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Heliospogio y el menor fue Godmán, honor del suelo. Fue duque y gran capitán Heliospogio allá en su tierra; por ser incitado a guerra, a España pasó Godmán (vv. 13-20).

El hijo mayor referido es Heruspogio,65 también conocido como Herus Pogio o Herud Poggio.66 Sobre ello explica Barrantes Maldonado que Deste Heruspogio, señor de Bretaña, según e hallado por memoriales antiguos en esta casa de Niebla, e según lo dize aquella antigua coronica de Don Alonso Pérez de Guzmén el Bueno, fue hermano aquel cavallero que vino á Hespaña é casó con la hija del Rey de Leon, de donde proceden los Guzmanes.67

El siguiente capítulo (el tercero) de la obra del primer genealogista de los Guzmán lleva el significativo título, que alude a la relación fraternal de Godmán con Heruspogio, «De en qué tiempo vino a Hespaña el hermano del duque de Bretaña, donde proçeden los Guzmanes».68 Medina (1561), por su parte, aclara que Reinando en el reino de León el rey Don Ramiro I deste nombre, en el año que se contaba la era de César ochocientos y setenta y dos años, que fué año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de ochocientos y treinta y cuatro años, como este rey tuviese continuas guerras con los moros de que la mayor parte de España estaba llena, en aquel tiempo vino á la cibdad de León un caballero de Bretaña, señor de la casa de Toral, descendiente de los godos antiguos, hermano de Herus Pogio.69

Sin esquivar un punto las noticias ofrecidas por las narraciones históricas del linaje, pasa luego Filardo a exponer el cuerpo principal del poema, en donde poetiza los acontecimientos desarrollados por Barrantes Maldonado y Pedro de Medina70 en relación con los sucesos bélicos de Godmán en España. El inglés, que trabó amistad con el rey Ramiro, se convirtió en líder e inspiración para los leoneses, sometidos a las hordas de Almanzor y sus razias. Tras insuflarles el valor de luchar y enfrentarse él mismo contra los moros, con el resultado de la 65

Ilustraciones, p. 13. Crónica, p. 25. 67 Ilustraciones, p. 13. 68 Ilustraciones, p. 14. 69 Crónica, pp. 25-26. 70 Ilustraciones, pp. 14-21; Crónica, p. 26. 66

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liberación, emparenta con el monarca mediante la típica concertación matrimonial al uso: Y también le sucedió a Godmán que el rey de España al sucesor de Bretaña con su hija lo casó (vv. 153-155).

El casamiento del ancestro de los Guzmán con la realeza leonesa es fundamental para justificar la nobleza del linaje. Explica al respecto Barrantes Maldonado que el fundamento y naturaleza de los Guzmanes es en el reyno de Leon porque vienen çiertamente del conde Don Ramiro; dizen que este conde Don Ramiro, ó por casamiento ó por amores huvo una hija del Rey de Leon, y della vienen los de Guzman. Otros dizen desta manera que quando los Reyes de Castilla y de Leon cobravan la tierra de poder de los moros, muchos dellos quedavan en la tierra; y dizen que entre otros vino un hermano del Duque de Bretaña que llamavan Gudeman que en aquella lengua quiere dezir “buen onbre”. Este hermano del Duque casó con el linage del conde Don Ramiro, y según esto paresçe que errando el vocablo por Gudeman dizen Guzman, como quier que desto no ay escrituras ningunas, salvo lo que quedó en la memoria de los onbres. Pero porque los de Guzman en las orlas de sus armas traen armiños, que son armas de los duques de Bretaña, quiere paresçer que es verdad lo que se dize.71

El matrimonio con la hija de don Ramiro fue provechoso, fructífero y culminó con la conversión del foráneo en español, como indica la modificación de su onomástica: Entrambos una fortuna con tanta igualdad siguieron que toda la vida hicieron voluntades y almas una. A cuya causa Godmán, sentado en la regia silla, hijos reyes dio a Castilla, y de «Godmán» ya es «Guzmán» (vv. 189-196).

El cambio onomástico subrayado en el poema como resultado del matrimonio no es en absoluto una cuestión menor, pues se afirmaba que por derivación 71

Ilustraciones, p. 21.

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del nombre inglés «Godman» fue creado el apellido español «Guzmán», ya que como explica Barrantes, dizen que entre otros vino un hermano del Duque de Bretaña que llamavan Gudeman que en aquella lengua quiere dezir «buen onbre». Este hermano del Duque casó con el linage del conde Don Ramiro, y según esto paresçe que errando el vocablo por «Gudeman» dizen «Guzman».72

Medina resume las prolijas aclaraciones de Barrantes sobre otras posibles explicaciones etimológicas: En esta batalla se señaló mucho este caballero breton, el cual andando peleando decia, «Gotman, Gotman», que quiere decir ‘Dios hombre, Dios hombre’. Porque «Got» en lengua alemana quiere decir ‘Dios’, y «man» quiere decir ‘hombre’. Asi queste caballero por su devoción andando peleando, decia: «Dios hombre, Dios hombre», lo cual decia muchas veces, como diría agora todo buen cristiano andando en pelea, «Jesucristo, Jesucristo»; con cuya virtud de este Sanctísimo nombre se aumentan las fuerzas del ánimo y del cuerpo. Otros interpretan este nombre «Gotman» que quiere decir ‘hombre godo’ o ‘de linaje de godos’; porque según se ha dicho, él decendia de la real sangre de los godos, que como en muchas partes se halla escripto, fueron hombres valientes y esforzados; y que para estremarse en la batalla, se llamaba «hombre godo». Pasada esta batalla, el rey D. Ramiro mandó que a este caballero le llamasen «Gotman»; porque él en la batalla se llamaba así, haciendo hechos de valiente hombre; y así se llamó, hasta que después, corrompido el nombre, se llamó «Guzman», y en esta manera se llamaron y llaman todos los que deste caballero descienden hasta el dia de hoy, que han sido muchos, como adelante se dirá.73

Aunque la mayor parte del poema refiere los hechos pasados del linaje, al tratarse de un encomio que busca conectar con el titular de los Guzmán del momento presente, también se versifica alguna gesta coetánea. Las particularidades de la nobleza española y su común aversión a las armas hacían difícil rescatar heroicidades como las protagonizadas por el iniciador del linaje. Sin embargo, una fiesta tan castiza como la de los toros ofrece la excusa perfecta para actualizar las hazañas pasadas contra los musulmanes por el control peninsular por otras lidias menos bélicas, aunque probablemente tanto o más efectistas que estas para los lectores de finales del xvi:

72 73

Ilustraciones, p. 21. Crónica, pp. 26-27.

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Raras hazañas son estas, pues de tanto gusto fueron que solas descompusieron a las damas más compuestas. ¿Quién vio mostrar la intención que en aquestos días lidia, cuando os echaron de invidia no un toro, sino un león; cuando, aunque solo os quedastes en la plaza, ¡oh, suerte rara!, teniendo de ángel la cara, al toro y mundo asombrastes; cuando un poco os sonreístes y quiso la suerte amada, que de una fiera lanzada con la tierra lo cosistes, quedando con un semblante grave, gracioso y compuesto? Pues no se espantó el rey de esto, no hay hecho de que se espante. No fue sola esta ocasión, con la que nombre adquiristes, que otros dos al suelo distes con la espada y garrochón (vv. 229-252).

El evento aludido, una vez eliminada la exageración consustancial al tono hiperbólico del encomio, forma parte de una realidad históricamente constatable y que debió de ocurrir con cercanía cronológica a la impresión del libro. Luis Zapata de Chaves recogió en su Miscelánea (c. 1592) una descripción de las fiestas de toros renacentistas, en donde da cuenta de los cambios que se estaban produciendo durante el xvi en la manera de torear, siendo Luis de Guzmán el introductor en la tauromaquia del uso innovador del «garrochón» o ‘rejón de lidia’, al que se alude en el verso 252 del poema de Filardo: Otra nueva manera de torear se ha introducido ahora: torear con garrochón, con lo que han muerto toros caballeros a caballo. El primero Don Luis de Guzmán, hijo del Marqués de la Algaba, en Madrid; luego, Don Francisco Zapata Puertocarrero, mi hijo, en Granada; luego también en Madrid, Don Ignacio de Médecis, hermano del Duque de Florencia, y el Conde de la Palma.74

74

Miscelánea, p. 275.

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Bernardo de la Vega, por tanto, elogia en su poema genealógico un acontecimiento público y reciente que debió gozar de una notoriedad estimable. Podría tratarse de un poema encomiástico de ocasión que, posteriormente, el propio escritor tuvo la habilidad de engastar en la trama argumental de la novela. En este caso, la reutilización de materiales previos supone introducir en el entorno pastoril elementos de la realidad inmediata que rasgaban cualquier atisbo de idealismo arcádico. Y todo ello, no se olvide, para alimentar los vínculos clientelares del pastor Filardo (otrora cortesano) con próceres coetáneos de la oligarquía urbana hispalense que podrían mover los hilos necesarios para hacer que la balanza de la diosa justicia no fuera tan rigurosa ni tan ciega con el protagonista de la novela. Para la consecución de este empeño, Marfisa se apresura a llevar ambos textos a sus destinatarios. Y no bien abandona los muros de la cárcel cuando aparecen en la acción el carcelero Antandro y su mujer Domenga, quienes se ponen a hablar sobre el pastor de Iberia y sus virtudes. La admiración del garrulo matrimonio hacia el ibero es tanta que uno y otra terminan por admitir que ellos no serían capaces de ponerles obstáculo alguno en el caso de que este quisiera recuperar su libertad. Antandro, entonces, pide a Domenga que entre a agasajar a Filardo, lo que le permite quedarse solo para cantar el amor que tiene por Marfisa. Entona sus quejas en sayagués, lo cual resulta muy poco habitual en las novelas pastoriles.75 Por su parte, Domenga se acerca hasta la celda del protagonista y le confiesa su amor, también en sayagués. El estilo con que la carcelera expone sus razones provoca en Filardo la risa y le procura grandísimo entretenimiento, lo que este entiende como un signo de buen augurio. En efecto, los designios se cumplen favorablemente, pues vuelve Marfisa de Sevilla con las cartas de respuesta de los próceres hispalenses a los que apeló Filardo. Tras leer las misivas confirma el ibero que todo ha salido bien y pide a su pastora que le relate lo que ha visto en su visita a los palacios de tan grandes dignidades. Contesta Marfisa que no encarecerá la grandeza de don Francisco Tello y su casa (lo que sería redundante después del extenso poema de Filardo), pero sí quiere mencionar la excelsitud de Juana de Medina y Guzmán, esposa de Francisco Tello e hija única de Juan Alonso de Medina, caballero de la Orden de Santiago, y también las virtudes de doña Francisca de Guzmán, de la casa de Algaba.76 Filardo, que tenía noticias de la belleza de la dama, le pide que cuente y exagere «las partes de la angélica hermosura de su cara» (p. 293). Después de que Marfisa complace los requerimientos de su amado Filardo, este le solicita que haga lo propio con Inés Portocarrero y Enríquez (c. 1530), esposa de Luis de Guzmán, II marqués de la Algaba. Sin embargo, la pastora se duele de que 75 76

Irigoyen-García, 2014, p. 253. Justiniano Martínez, 1965, p. 127.

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no pudo verla por «estar en uno de sus lugares» (p. 295), motivo por el que requiere a Filardo que le dé cuenta de la dama, ya que él sí pudo contemplarla con sus propios ojos en algún momento pretérito. Un soneto es más que suficiente entonces para que el ibero la retrate, mediante una descripción encomiástica análoga a la de su pastora. Al hilo de estas idas y venidas de Marfisa entre la cárcel y la ciudad de Sevilla, no será inoportuno recordar que en el segundo libro de La Diana, cuando Felismena parte de viaje hacia la corte de Augusta Cesarina por no poder sufrir la ausencia de don Felis, el viaje no es fuente de creación discursiva, sino únicamente un paso intermedio que no genera ningún caudal narrativo que se incorpore a la acción novelesca: «y así me fui derecha a la corte, pasando por el camino cosas que, si el tiempo me diera lugar para contallas, no fueran poco gustosas de oír».77 En El pastor de Iberia, sin embargo, la hibridación bizantina determina que el movimiento de los personajes alimente la construcción argumental y narrativa de la obra, no siendo un simple accesorio de la acción. Finalmente, y tras departir sobre todas las vicisitudes vividas en los palacios de la urbe hispalense, quedan ambos satisfechos de la documentación librada por los bienhechores del ibero. La implicación de los nobles en el negocio de Filardo tranquiliza al pastor, quien asegura confiado que «con estos billetes de ruego que traes para los alcaldes de la villa, entiendo que facilitarán mi justicia, digo: la abreviarán» (p. 296). Los «billetes de ruego» o ‘cartas de ruego’ eran denominados así por la fórmula empleada en la petición, no ‘mandando’, sino ‘rogando’ que se accediera a lo solicitado. En este caso, claro está, lo que se ruega es que deje en libertad al pastor de Iberia. Tal petición se dirige a los «alcaldes ordinarios» o «justicias», encargados de actuar como jueces de primera instancia en la villa, presidir el ayuntamiento y mantener el orden, además de recaudar los impuestos con el apoyo de los regidores. A estas alturas de la novela y con la burocracia moderna como un protagonista más, cuán lejos quedan las cárceles metafóricas de amor y algunas soluciones como las de La Diana, en donde el agua mágica (que tanto disgustaba a Cervantes) era suficiente para solventar los problemas derivados de los afectos y relaciones pastoriles. Y cuán distintos son los palacios que visitan los personajes de una y otra novela. En Montemayor, es bien sabido, hay un palacio: el de la maga Felicia, que está en línea «con la tradición de los castillos alegóricos y maravillosos tan frecuentes en las letras de la Edad Media y el Renacimiento».78 Allí la figura de la sabia, que pudiera tener algún correlato con la María de Hungría histórica, 77 78

La Diana, p. 109. Montero, 1996, p. 165.

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funciona en clave literaria como «personaje habitual en las obras de tema caballeresco: la maga benéfica que vela por los paladines, figura que Montemayor ha contaminado con el mago curandero del mal de amores característico del bucolismo moderno (Sannazaro, Garcilaso)».79 En El pastor de Iberia el palacio también tiene, en cierto modo, una función curativa; pero en este caso se trata de aliviar las enfermedades sociales y las cargas penales del protagonista, que acude a estos recintos, directa o indirectamente (por medio de su amada), para encontrar la solución a su pena (no de amor, sino la impuesta por la justicia). Y por supuesto, todo se gestiona por la vía del ingenio y no de la magia ni de ninguna otra argucia tan alejada de lo verosímil. De vuelta al presidio carcelario, Marfisa se aprovecha del afecto que le profesa Antandro para solicitarle que lleve a la villa la documentación obtenida de sus contactos en Sevilla (las cartas de ruego anteriormente mencionadas). En cuanto se marcha Antandro, se presenta Domenga con unas amigas y un pandero para bailar y cantar ante Filardo, con el propósito de entretenerle y cortejarle. Al acabar la actuación, se marcha la rústica comitiva y reaparece Marfisa, quien se muestra algo preocupada por la tranquilidad de que hace gala Filardo después de muerto Lorino, su antiguo competidor. Ante tal quietud y sosiego, Marfisa advierte a su pastor del peligro en el que puede convertirse Antandro. Sin embargo, a Filardo no le preocupa lo más mínimo la inquietud de Marfisa y, para rebajar la tensión del momento y el nerviosismo de su amada, le cuenta lo sucedido con Domenga y las risas que tuvo en el lance. Llega entonces Antandro con la respuesta de los alcaldes, en la que se le notifica al interesado que podrá quedar libre cuando dos testigos den fe de que el acusado no estaba en el lugar del crimen cuando este se cometió. La cuestión se antoja complicada porque el ibero no tiene a nadie a quien solicitar que testifique en su favor. Marfisa, entonces, idea una artificiosa estratagema para que ellos mismos puedan actuar como garantes de la inocencia de Filardo, aunque para eso tendrían que engañar, en primer lugar, a los carceleros. Explica la pastora que para el cumplimiento de su plan ella pedirá a Antandro que la deje entrar en la celda de Filardo, y se muestra convencida de que este se lo permitirá por todo lo que la estima. Una vez dentro mudará sus vestidos con Filardo, de modo que el ibero podrá salir del presidio sin levantar sospechas. Efectivamente, siguen a pies juntillas el plan de Marfisa y todo surte efecto, de manera que al volver a su celda ríe el ibero junto a su pastora por el éxito del engaño. Acto seguido es Marfisa quien sale de la celda y, una vez fuera, se disfraza de varón, mudando su nombre por el de Lisio para ir a testificar en favor de Filardo ante los mismos alcaldes de la villa. Cuando termina su representación 79

Montero, 1996, p. 165.

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regresa a la cárcel, donde se regocija de todo lo acontecido en compañía del ibero. Pocas horas después llega la orden de liberar a Filardo. Antes de despedirse, los dos pastores acuerdan que cada uno volverá a su respectiva cabaña y que se reunirán por la tarde para verse a solas. Antes de proseguir, importa considera que, a pesar de las risas y el juego de engaños, Bernardo de la Vega consigue que el juramento que realizan Filardo y Marfisa en su testificación frente a los alcaldes no suponga atentar en modo alguno contra el orden establecido. Conviene recordar que, además de su valor jurídico, el juramento es, desde el punto de vista religioso, un acto que coloca a Dios como testigo y garante de la verdad; es por ello que el disfraz y la invocación reiterada al yo que habla sirven en la novela para salvaguardar la ortodoxia del juramento y el respeto a todo lo que ello implica: —Mirad lo que juráis, porque hay indicios que Filardo le mató de celos por querer bien una pastora que se llama Marfisa. El ibero dijo: —Para el juramento que hice, que Filardo no quiere más a esa pastora que yo la quiero. Replicó el alcalde: —¿Pues dice que se quiere casar con ella? Dijo el de Iberia: —Como yo. Y esta es la verdad para el juramento que tengo hecho. [...] Tomáronle juramento, so cargo del cual prometió decir verdad. Tras las ordinarias preguntas y de satisfacer a ellas, siendo preguntado si aquel día y hora que mataron a Lorino estaba en lugar donde se pudiera sospechar que él le mató, dijo que no, por estar en aquel tiempo y hora con él (y dijo verdad, pues estaba en su alma y corazón) (pp. 301-302).

Solventado, a lo que parece, el problema jurídico, y de vuelta cada uno en su lugar, se encuentran de nuevo por la tarde Marfisa y Filardo. En ese momento la pastora le comunica que su cuñado Rosilo está siendo buscado por la justicia, porque se ha descubierto que asesinó a Lorino (cuando llevaba los vestidos de Linardo, pretendiente de su pastora). En estas circunstancias, Marfisa transmite a Filardo su firme propósito de partir con Rosilo y su hermana Nise; y pide al ibero que se marche con ella, prometiéndole a cambio que, durante el curso del viaje, contraerán matrimonio en el primer lugar donde sea posible. Filardo pregunta entonces por el destino del viaje que están a punto de emprender y Marfisa le revela que han determinado dirigirse a las Indias, pues allí tienen familiares que les ayudarán en todo cuanto les sea posible. En estas penosas circunstancias, y ante la proximidad de la partida, Marfisa pide un último favor a Filardo: que

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le escriba un romance para que ella pueda enviárselo a su buena amiga Camila y comunicarle su marcha por medio del poema. Acuerdan, por último, volver a sus cabañas, preparar todo lo necesario para el viaje y verse al final del día. Con la caída de la tarde se comienzan a congregar los inminentes viajeros. El primero que aparece es Rosilo, que, entristecido por la partida, recita un soneto a modo de adiós. En cuanto termina el último endecasílabo, se le une Filardo para hacerle saber que él también se marcha de aquellas tierras, lo que supondrá un gran consuelo y una enorme alegría para el apenado Rosilo. De inmediato se incorporan Nise y Marfisa, momento que aprovecha Filardo para leer el borrador del romance de despedida que le había solicitado Marfisa. La lectura del romance sirve como preámbulo para la marcha de los cuatro pastores, que junto con Matricio, el primo hermano de Marfisa, se embarcan en el Guadalquivir hacia el puerto de Sanlúcar de Barrameda, donde hacen noche. La posada en la que pernoctan se convierte en lugar idóneo para que Filardo escriba un epigrama que deja clavado en una pared, con la esperanza de poder volver algún día sus ojos sobre las letras escritas, pues eso sería el mejor signo de su anhelado regreso. Al día siguiente comienzan una travesía marítima que se desarrolla de modo alegre, divertido y sin contratiempos, aunque no se hace ninguna descripción de lo que acontece en el bajel, pues de inmediato indica el narrador que los pastores divisaron el Teide. En Tenerife, pues, desembarcan, y lo hacen no tanto por una necesidad real como por curiosidad de ver y conocer la isla. Allí pasan un tiempo deleitándose, hasta que una tarde soleada deciden ir a conocer más de cerca el Teide. En el camino se encuentran con unos pastores llamados Clauso, Criseldo y Lisor, que sostienen un acalorado diálogo en redondillas sobre un asunto de amor. De la terna, Clauso es el pastor neutral, sin penas de amor, que trata de poner orden en la pendencia que sostienen Lisor y Criseldo. Les pide Clauso que se mantengan un momento en calma y le expliquen el motivo de su controversia. Habla primero Lisor y expone que hace dos años vio a una pastora llamada Belisa, de la que se enamoró, siendo correspondido por ella. Añade que su contrincante se enamoró de la misma pastora, y que a pesar de los desdenes de ella el obstinado Criseldo continúa pretendiéndola. Como no parece haber manera de hacerle entrar en razón, Lisor concluye que «al rigor de mi cayado / he mi razón remitido» (p. 311). Pide Clauso que ofrezca Criseldo su versión y este asume, efectivamente, que es desdeñado por la pastora Belisa; pero afirma que únicamente verla le consuela la pena que sufre, por lo que no pide otra cosa más que eso. Clauso considera entonces que se trata de algo compatible con el amor de Lisor. Sin posibilidad de conciliar tan enfrentadas posiciones, acuerdan finalmente que irán a ver a la pastora para exponerle la situación y aceptar y acatar todo lo que ella disponga.

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Entretanto, los protagonistas de la novela, con Filardo a la cabeza, siguen pendientes del lance. Pero justo en el momento en que cesa la disputa de estos tres, aparece la pastora Belisa. Como habían acordado, le exponen sus puntos de vista y la pastora contesta de una forma poco clara: le da la mano izquierda a Lisor y toma la mano derecha de Criseldo. Apela entonces a la discreción de los pastores para que interpreten su mensaje y afirma que ya ha dado la respuesta. Se enzarzan en una nueva discusión y tanto uno como otro ofrecen argumentos que les acreditarían como los elegidos de Belisa. Clauso, confuso, se siente incapaz de resolver el problema; y los propios protagonistas de la obra, espectadores del lance, discuten sobre el particular, afirmando Filardo y Rosilo que fue Lisor el favorecido de Belisa, en tanto que Nise y Marfisa entienden que no fue otro sino Criseldo. El lance es recreación de la primera question d’amore, contenida en el Philocolo de Boccaccio, sobre si la dama hace un favor mayor al caballero al que concede una prenda o a aquel de quien la acepta. Bernardo de la Vega pudo conocer el texto en la traducción de Diego López de Ayala impresa en Sevilla en 1546, Laberinto de amor que hizo en toscano el famoso Juan Bocacio, donde se concluye «que a quien dan es más querido / que a quien toman lo que tiene».80 De acuerdo con esto, parecería ser Lisor a quien prefiere la pastora Belisa. Sin embargo, la intención del escritor, como se comprueba de inmediato, es la de mantener irresoluto el problema sin una solución clara, para que cada uno decida libremente de qué modo resuelve la ambigüedad. Y es justamente la explicación del narrador lo interesante del caso, pues todo queda en suspenso y sin resolución «para que el letor defienda la opinión que más cierta le parezca» (p. 316). Con todo sin resolver y con el eco de lo que parece una apelación cierta a la hora del lector por parte de Bernardo de la Vega, se embarcan de nuevo los pastores y abandonan la isla para proseguir su viaje. En su navegación se encontraron con un mar y viento adversos que los derivaron hacia la isla de La Palma, donde de inmediato fueron hospedados por aquellas gentes, tal y como era costumbre en esas tierras. Nada más desembarcar, se apasionaron de Rosilo varios pastores (Caprino, Belio y Torino) y otros tantos de Filardo (Celio, Sandalio, Paulonio, Petreyo y Marquino). Y lo propio ocurrió con Marfisa y Nise, de quienes se aficionaron todas las pastoras que había en aquel lugar. A la mañana siguiente de llegar y recibir hospedaje, se acercaron los pastores isleños a darles la alborada a los peninsulares. Venían acompañados de siete bellísimas ninfas pastoras, ataviadas todas ellas con trajes colmados de adornos que representaban a las sietes Islas Canarias, cada uno de los vestidos con atributos propios de una de las islas del archipiélago. Las ninfas disfrazadas hicieron bailes 80

Boccaccio, 1546, h. 5v.

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y prepararon mesas en las que comieron «sabroso y estremado pan de Tijarafe y Garafía, términos de aquella fortunada que produce el mejor del mundo; vinos odoríferos y regalados de Velhoco y Buenavista; pescados excelentes» (p. 324). Después de comer le piden a los iberos que bailen y a Marfisa que cante, lo que provoca complacencia y asombro general. Pero de entre todos los presentes, es el pastor Gedonio, el alcalde de la aldea, quien más admirado queda de la discreción y belleza de Marfisa, hasta el extremo de que resuelve que la pedirá en matrimonio. Con este propósito, en cuanto se disuelve la reunión y todo queda en calma, se dirige Gedonio a la cabaña de la pastora. Allí le expresa sus sentimientos por medio de un soneto amoroso y manifiesta su deseo de casarse con Marfisa. Rosilo le explica que ya está su boda concertada y afirma que, si no fuera por ese inconveniente, se la daría en matrimonio sin pensarlo dos veces. Nise, por el contrario, es partidaria de que se despose con Gedonio; en tanto que la interesada y Matricio se muestran totalmente contrarios a los esponsales. Filardo, por su parte, «valido de su prudencia, mostrose indeciso» (p. 328). Ante esta situación, Gedonio acepta (aparentemente) la negativa y se retira. En ese instante recuerda Filardo que en Gran Canaria vive Ergasto (Bartolomé Cairasco de Figueroa) y que sería descortés no mostrarle el respeto debido, de modo que se pone a escribirle un soneto. Pero de inmediato se persona la justicia en su cabaña para capturarlo por una denuncia de homicidio. El delator ha sido Gedonio, sabedor de que Filardo fue acusado de un asesinato en la península. En este nuevo escenario, Rosilo, que tiene bien fundados motivos para sentir miedo, le pide a Marfisa que se case con Gedonio para evitar así males mayores; y lo mismo hacen Matricio y Nise, en la estela de la tradicional malmaridada de Montemayor (cuya Diana se ve obligada a casarse con Delio) o Cervantes (que pone a Galatea en la tesitura de obedecer el imperativo paterno y casarse con un rico portugués).81 El súbito cambio de opinión operado en los pastores, que poco antes se habían opuesto al matrimonio con el pastor insulano, no opera con la misma rapidez ni del mismo modo en el pecho de Marfisa, quien solicita que se retiren y la dejen pensar sobre el asunto. Entretanto, los valedores del ibero (Celio, Sandalio, Paulonio, Lucrino, Petronio y Marquino) van a ver al preso Filardo a la prisión en la que se encuentra, para animarlo y confortarlo en la medida de sus posibilidades. En ese momento llega Matricio, el primo hermano de Marfisa, con una misiva de esta, en la que le propone que se casen, para lo que haría falta que él la pidiese por esposa mediante una cédula. Filardo no tarda en contestar, trasladando por escrito su propuesta de matrimonio, junto con un cura y un notario: 81

Albuixech, 2008.

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No a mucho espacio, llegaron de parte de Filardo el cura y la justicia, y sacaron de poder de Rosilo y Nise a la bella Marfisa. Depositáronla en la cabaña de Sevandro, donde la siguiente noche, tomándolo su confesión y diciéndole que reconociese aquel papel que presentaba Filardo, la gallarda pastora el reconocimiento hizo, de manera que admiró a todos los circunstantes. Y entre otras agudezas requirió al cura que la desposase y luego, porque tenía riesgo la tardanza (p. 331).

Se plantea a partir de aquí un problema matrimonial en términos absolutamente históricos y contrarreformistas, pues lo expuesto cumple con el decreto de reforma del matrimonio aprobado en la sesión tridentina de 11 de noviembre de 1563. Antes del Concilio de Trento era posible llevar a efecto un casamiento desde el punto y hora en que el hombre y la mujer se comprometían, aunque era muy común que luego el esposo no cumpliese con la palabra dada. Para regular los matrimonios clandestinos y eliminar así los problemas pastorales a que daban lugar, el Concilio de Trento reformó el sacramento para convertir en inválidos todos aquellos matrimonios en los que no existiesen documentos notariales que certificasen la unión. Se exigía, además, la presencia de un sacerdote, juntamente con una ceremonia pública provista de testigos que comprobasen que se había hecho un verdadero matrimonio y no una impostada escenificación. Todo ello es lo que organiza Filardo desde la cárcel, valiéndose de las posibilidades que le ofrecía el sistema administrativo y burocrático de la Edad Moderna. Sin embargo, cuando se va a completar el trámite legal del matrimonio, Nise y Rosilo se «confederan» con el alcalde Gedonio para testificar contra el ibero e impedir la boda, alegando «que el de Iberia era casado en las riberas de Jarama con Amarili, de quien el preso pastor llevaba un retrato» (p. 332). Con esa acusación de por medio, resuelven llevarse a Marfisa, «injustamente, contra todo el derecho», a la cabaña de «Vallardino, declarado valedor de Rosilo» (p. 333). Una acusación de esta naturaleza no era en absoluto moco de pavo, pues las penas contra el delito de bigamia, del que es acusado Filardo, se habían endurecido mucho durante la segunda mitad del siglo xvi, hasta el punto de que en 1561 el inquisidor general Fernando de Valdés catalogase esta conducta como un delito de herejía, castigado con hasta cinco años de galeras (lo que suponía, en la práctica, casi una pena de muerte). Y de hecho, como explica Joseph Pérez, «ningún otro delito, excepto la herejía propiamente dicha, fue tan duramente sancionado»82 por la Inquisición española. Las adversas condiciones que se van generando explican el poema en tercetos que dirige Filardo a Paulonio. En la composición da buena cuenta el ibero de su desgracia, aunque lo más interesante estriba en las derivaciones jurídicas que

82

Pérez, 2012, p. 86.

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adoptan los versos, hasta el punto de que la verdadera queja proviene del estado de indefensión legal en que se encuentra: Padezco en mi prisión triste y amarga trabajos y dolores inhumanos, que a mi paciencia mi esperanza encarga. A mi bien, pasos cortos de escribanos; y del procurador largos, que vienen a ver las diligencias de las manos. Con treslado a la parte aquí me tienen mil semanas haciendo compañía a quien con sus trabajos me entretienen. Diciéndome «acusad la rebeldía», he venido a hallarme tan rebelde como a Silvestre se mostró María. Otro «el proceso —dice— me traelde»; y luego de mandaros dar treslado, que «no ha lugar, al punto respondelde». «Apelad, de no daros en fiado». Y he venido a quedar de estos apelos, sin ellos y por ellos, bien pelado (vv. 82-99).

Con la salvedad de la referencia literaria del verso 93 («como a Silvestre se mostró María»), que alude a las Letras de Silvestre a una dama a quien servía, llamada María, del poeta Gregorio Silvestre,83 todos los restantes elementos y juegos de palabras tienen que ver con aspectos procesales y referencias de carácter jurídico. Conforme a ello, se comienza explicando que su defensa va tan lenta como el trabajo que hacen los escribanos (v. 85), en contraposición con la tarea del fiscal contrario, que con grandísima rapidez y diligencia tramita nuevas acusaciones contra él (vv. 86-87). Esta falta de equilibrio provoca que su proceso se dilate y eternice hasta «mil semanas» sin que se haga oportunamente el «treslado a la parte» (v. 88). En un proceso de esta naturaleza el traslado de la demanda o de la resolución del juez debería realizarse de modo que el acusado pudiera participar de la comunicación entre las partes y tener acceso a las diligencias. Sin embargo, en lugar de eso, Filardo es retenido en prisión sin posibilidad de defender su inocencia, debido a la interesada parálisis burocrática en la que se encuentra su procedimiento.

83

Obras, 1582, ff. 15r-18v.

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Según informa Filardo, en estas circunstancias se encuentra «acusado en rebeldía», pues se entiende que la parte litigante ha manifestado al juez que la otra parte ha incurrido en omisión por no comparecer, no evacuar un trámite o no formular una alegación en el plazo establecido, motivo este por el que se solicita que se actúe de acuerdo con lo establecido por la ley. En el caso de Filardo, ello implicaría que se le condenase sin defensa previa ni juicio alguno, ya que para todos sus conatos de alegación se da la misma respuesta: «no ha lugar». Por todo ello, y no dándose las condiciones necesarias para su puesta en libertad bajo fianza («en fiado», v. 97), todas sus apelaciones («apelos», v. 98) no sirven sino para que se quede sin dinero («pelado», v. 99) en un proceso que lo esquilma moral y económicamente. Entretanto, se hace de noche, y a la mañana siguiente los pastores van a la cárcel a ver a Filardo. El ibero, entonces, les dijo que, por saber que la mayor parte de los sucesos como el suyo la hace el favor y que por la experiencia que de haberle sucedido en él tiene, ha hecho al justicia mayor y capitán general de la Isla unos versos, que de ellos espera, si acierta a tener gusto de esto como de otros infinitos le tiene, que será de importancia (p. 339).

Hay aquí dos aspectos de interés que no deben pasarse por alto, ligados tanto a la construcción del personaje, desde el punto de vista narrativo, como a los vínculos del discurso de ficción con la historia y la realidad inmediata. En relación al primero, es llamativo que el protagonista Filardo aprenda de su experiencia previa para la toma de decisiones futuras, pues no era común que esto ocurriese en los personajes habitualmente estereotipados y prefabricados de los libros de pastores. Así pues, y con la experiencia de haber sorteado previamente a la justicia acudiendo a los contactos que tenía entre las élites urbanas de Sevilla, determina aplicar los mismos procedimientos clientelares para resolver su problema en el archipiélago canario. Pero además, y esto no debe pasarse por alto, la alusión al «justicia mayor y capitán general de la Isla» no era baladí a la altura de 1591, cuando se imprime la novela, pues durante los años finales del siglo xvi se estaba llevando a cabo en las Islas Canarias un intento de centralización del poder por parte de la Corona. Los primeros pasos en esta reorientación del gobierno y control territorial comienzan en 1589, cuando Felipe II unifica el mando del archipiélago para tratar de eliminar la amenaza de los corsarios. Es entonces cuando crea los dos cargos de capitán general y presidente de las Islas, mediante real cédula de 10 de marzo de 1589. Esta dignidad recayó en un soldado de ilustre historial militar: don Luis de la Cueva y Benavides, señor de Bedmar y caballero de la Orden de Santiago. En su nuevo cargo decide sustituir a los gobernadores de las islas por

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corregidores, al tiempo que nombra un jefe de las Armas para cada isla.84 El «capitán general de la Isla», a quien invoca Filardo, era el equivalente al virrey en otros territorios de la Corona, pues se trataba de la más alta autoridad militar, civil, gubernativa y judicial de aquellas tierras. En noviembre de 1594 Felipe II cesó en sus funciones a Luis de la Cueva, debido a las numerosas quejas recibidas en la corte por la manera en que aplicaba su poder omnímodo.85 Así pues, Filardo lee a sus amigos el poema encomiástico que ha escrito para la persona que por entonces ostentaba este importantísimo cargo: Luis de la Cueva. En los versos de Filardo se acude, de inicio, a comparaciones hiperbólicas en las que se ensalzan las virtudes y valores del militar. Conforme avanza el poema se alude a realidades coetáneas, como la piratería en las Islas Canarias, problema especialmente importante en la década de 1579-1589, y que trató de solventar de muy diversos modos Felipe II:86 Ser vos Marte es cosa clara, pues el cielo os eterniza, y cual a persona rara os huye el inglés la cara y al francés atemoriza (vv. 36-40).

Y continúa precisando de manera más concreta algunas de las gestas que parece que pudo haber llevado a cabo Luis de la Cueva: Si con siete naos de armada esta isla, ¡oh suerte dura!, del galo fue saqueada, la desventura pasada ilustra vuestra ventura; pues que treinta y más vinieron y también os prevenistes, y las prevenciones fueron tales que en ellos hicistes lo que en vos hacer quisieron. Resultó de esta victoria poderos el lauro dar, y el rey hispano, por gloria, vuestro nombre singular eterniza en su memoria (vv. 56-70). 84

Rumeu de Armas, 2015 y Suárez Grimón, 1992, p. 593. Álamo Martell, 2001, p. 16 y Álamo Martell, 2015. 86 Rumeu de Armas, 2015. 85

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La mención al «galo» podría referirse a los ataques de los corsarios franceses Guillaume Le Testu y Nicolás La Motte, importante amenaza para las Islas Canarias por sus saqueos durante el decenio 1579-1589.87 Sin embargo, no hemos podido precisar la mención a la victoria referida en el verso 66, que tal vez forme parte de un encomio hiperbólico y propagandístico sin referente histórico real. La estancia de Luis de la Cueva y Benavides en las Islas Canarias debió de generar tanta animadversión que dos siglos después, en las Noticias de la historia general de las Islas de Canaria, de José de Viera y Clavijo, figura máxima de la Ilustración canaria, se le atribuyen al capitán general únicamente decisiones autoritarias cargadas de violencia despótica, pero ni una sola victoria digna de elogio.88 Todo lo contrario ocurre con su sucesor, Alonso de Alvarado, que aparece como vencedor frente a Francis Drake, entre otros logros.89 Como de costumbre, a todos los presentes gustó mucho lo que había en el papel, y Marquino se ofrece a llevarlo al lugar en que reside el general. De inmediato llega Giraldo, amigo del de Iberia, con una nota de Marfisa, en la que la pastora le explica que su hermana Nise y su cuñado Rosilo le han pedido que lo olvide, cosa imposible para ella, pues con sus palabras escritas le ratifica el amor que le profesa. El ibero contesta a Marfisa con una respuesta tranquilizadora, asegurándole que está bien en su presidio. Entretanto, Gedonio, Rosilo y Nise continúan urdiendo más acusaciones contra Filardo, todas ellas igual de falsas que la de bigamia, «pues en daño del inocente preso le acumularon otras causas tan verdaderas como la primera» (p. 346). En medio de una situación tan compleja como esta, de la que parece que sería muy difícil salir con éxito, recibe Filardo un soneto de Ergasto, máscara bajo la que se esconde el poeta Bartolomé Cairasco de Figueroa, presente en los preliminares del libro impreso. La composición se escribe como respuesta al soneto que previamente le habría remitido el ibero. Pero lo más destacable del asunto es que los versos se acompañan de una carta en la que Cairasco de Figueroa explica a su amigo «el orden que ha de tener para su libertad» (p. 346). El soneto y la amistad de Filardo con Ergasto tienen efectos llamativos, pues cuando Rosilo y Gedonio supieron que Ergasto favorecía al de Iberia «desmayaron», porque entendieron que el «trabajo de Filardo la ha de dar el fin honroso que a otras semejantes empresas ha dado» (p. 346). Acuerdan entonces que Rosilo vaya a Gran Canaria para tratar de urdir algo más en contra del pastor de Iberia. Por su parte, los afines a Filardo piden a Marfisa que «escriba algunos versos a Ergasto, que ellos bastaran [a] acabar con el todo cuanto pretenden, que

87

Rumeu de Armas, 2015, pp. 26-32. Noticias, pp. 154-171. 89 Noticias, pp. 171-176. 88

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aunque el valeroso pastor está ya obligado, dicen que este será el más discreto memorial» (p. 346). El «memorial» o ‘escrito en que se solicita merced o gracia, alegando los méritos o motivos en que se funda la solicitud’ es un tipo de documento muy presente en la administración moderna y cuyas hibridaciones parecen dejar una importante huella en la construcción de discursos como el de la picaresca.90 Finalmente, y como resultado de la estrategia que desarrollan el ibero y sus amigos, «proveyó el justicia mayor y capitán general que Filardo con una fianza salga» (p. 350), lo que provoca la alegría lógica entre el ibero y sus pastores afines, así como la preocupación entre los contrarios. El justicia mayor también participa en la liberación de Marfisa, que es llevada hasta la cabaña de Cortenio, lugar al que se dirigirá Filardo para que ambos sean agasajados como si fueran ya matrimonio. La felicidad de todos ellos genera incertidumbre en Nise, hermana de Marfisa, fiada a las artes de Rosilo, de viaje en Gran Canaria. Para intentar perjudicar a Filardo, empiezan a murmurar que los versos que envió el ibero no eran suyos, «pareciéndoles que era camino para que Ergasto mudase el de su favor» (p. 351). La acusación de plagiario va adquiriendo tal dimensión que «llegaban de falso al de Iberia y le preguntaban de algunos lugares que ponía en el suyo en lo que escrebía» (p. 351). Filardo, buen conocedor de su propia obra, les responde «con la discreción y cortesía a su valor debida» (p. 351). Pese a todo, y no contento el ibero con ese modo de actuar, escribe además un soneto a Ergasto en el que le informa de las habladurías de los maledicentes. Y seguidamente recita Filardo un romance sobre su propia vida que termina con un soneto dirigido a la Fortuna, en la confianza de que la suya habría de mejorar en lo sucesivo. Con estos versos finales, que provocan una admiración general, se retiran todos a sus cabañas (Marfisa a la de Cortenio, quien la alojaba; Filardo a la de Lucrino, que era su huésped) y con la caída de la noche termina el tercer libro. 5. EL PASTOR DE IBERIA: UN MOLDE FLEXIBLE EN EL QUE TODO CABE El último de los cuatro libros se abre con una carta de Nise a Marfisa, que es trasladada por Matricio hasta su destinataria. En la misiva solicita Nise a su hermana que reconsidere la actitud mantenida hasta el momento, pero la pastora de Filardo se mantiene firme y leal en su posición. En eso vuelve Rosilo de Gran Canaria, a donde sus engaños han obtenido algún resultado, lo que acarrea un nuevo encarcelamiento de Filardo y otra forzosa reclusión de Marfisa en la cabaña de Torinto. Sin embargo, lo que al 90

Folger, 2009.

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final del libro tercero había vaticinado el pastor de Iberia sobre el cambio de su fortuna se cumple pronto; de modo que, siendo «ciertos los pronósticos del venturoso ibero», de inmediato llegan «favorables provisiones» de Ergasto contra todo lo que había dispuesto Rosilo, «de que resultó poner en libertad a la hermosa Marfisa y en la fuga al ibero» (p. 358). Filardo, entonces, escribe una carta de agradecimiento y homenaje (poético) «en el estilo en que Ergasto era consumado». Esto es: en esdrújulos libres. La epístola de Filardo al autor de la Esdrujúlea es un reconocimiento al importante papel de Ergasto (máscara bajo la que se esconde Bartolomé Cairasco de Figueroa) en la introducción del verso proparoxítono en la poesía española. El homenaje no se antoja exagerado, pues la voz autorizada de Antonio Alatorre considera, en su pormenorizado estudio de este tipo de verso, que Cairasco «bien podría ocupar un lugarcito en el libro de Philomneste Junior (Gustave Brunet), Les fous littéraires».91 Desde los escarceos iniciales del canario en estas lides literarias, fechables en 1576, su propuesta alcanzó gran éxito y repercusión. De acuerdo con Alatorre, Cairasco importó a la tradición poética española los sdruccioli de Sannazaro (y Pulci), arrogándose el mérito de su empeño, por la escasez que había de estos en la poesía castellana (aunque no fue el primero en hacerlo, honor que corresponde a Mal Lara).92 Bartolomé Cairasco de Figueroa (Las Palmas de Gran Canaria, 1538-1610) fue, como se ha dicho, precursor de un tipo de verso que luego también usaría, con mucha mayor fortuna, el autor de las Soledades. Había viajado a Sevilla en 1551 para estudiar Letras y Teología, en 1555 continuó sus estudios en Portugal y hacia 1570 comienza su dedicación al verso esdrújulo, lo que le valió el reconocimiento de autores como Cervantes o Góngora. En alguna de sus estancias sevillanas podría haber trabado amistad con Bernardo de la Vega, cuyos vínculos personales son evidentes, como atestiguan las múltiples referencias desperdigadas por la novela y también en los preliminares del libro. Durante más de dos décadas mantuvo una tertulia en su casa dedicada a Apolo Délfico, a la que asistieron personalidades como Leonardo Torriani, Abreu y Galindo, Antonio de Viana, Ambrosio López, Juan de la Cueva, Pacheco de Narváez o Gonzalo Argote de Molina, entre otros.93 Y tal vez el autor de El pastor de Iberia también tuviera relación con alguno de estos ingenios, particularmente con el ingeniero italiano Torriani, tan interesado como Vega en describir la erupción del volcán Tajuya, de la que se hablará más adelante.

91

Alatorre, 2007, p. 193. Alatorre, 2007, pp. 193-306. 93 Brito, 2001, p. 53. 92

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Aunque Cairasco de Figueroa escribió comedias, es la poesía lo más destacable de una producción literaria en la que destacan tres títulos: en primer lugar, su traducción de la Jerusalén Libertada de Torcuato Tasso, que amplifica con más de cuarenta octavas para encomiar las grandezas de las Islas Canarias; en segundo lugar, el Templo militante, su obra de mayor importancia, de la que vieron la luz cuatro volúmenes entre 1602 y 1614; por último, debe mencionarse la Esdrujúlea, colección inédita de los versos proparoxítonos que le procuraron tanta fama y admiración en vida. La epístola que Filardo escribe para «quien es de los poetas príncipe» (v. 2) alcanza los 210 versos, los primeros de los cuales se dedican a los preceptivos elogios preliminares. Concluida la captatio y el encomio del destinatario interno del poema, se da paso, a partir del verso 36, a una confesión sobre los pormenores de la vida de quien escribe y las desgracias que le han llevado hasta el momento presente. En esas circunstancias, Ergasto es destinatario atento, pero también autoridad y garante de la veracidad de lo expuesto, pues a él solicita «que escuches el discurso de mi lástima, / dándole a mi verdad entero crédito» (vv. 34-35). Comienza luego a desarrollar el listado de sus males, que ya fueron anticipados por una suerte de oráculo: En España me echaron un pronóstico, un hombre raro natural de Córdoba y un catalán astrólogo de Lérida. Y ambos hallaron que era infelicísimo con gente tosca, popular y bárbara; y con discretos, raros y magnánimos, que en Venus y Mercurio, Marte y Júpiter, más dichoso que cuantos ven los círculos. Bien cumplido lo veo en esta ínsula, donde estoy en prisión y duras cárceles, afligido y más solo que el espárrago; viendo esta gente con mortal estrépito cansar mi cuerpo y afligir mi espíritu (vv. 36-48).

Se refiere luego con más detalle a su enemigo, «un raro médico» (v. 51) de la isla que, a pesar de su maldad, no deja de ser un erudito y culto del que habla por extenso, ya que, «[...] aunque me oprime, es cosa lícita / que lo cante y publique en versos líricos, / como aquí te lo digo en el paréntesis» (vv. 65-67). Seguidamente lo elogia comparándolo con Nebrija, Cicerón, Alfonso X, Platón, el cirujano Andrés Alcázar (autor del tratado Chirugiae libri sex, 1575) y también Aristóteles:

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cual nebrisense sabe la gramática, parangona con Tulio en la retórica, al celtiberio confirió en lo esférico y frisa con Platón en lo filósofo. Cual Balcásar entiende y sabe el trépano y llega [a] aquel de Atenas en la física (vv. 68-73).

Y tras de estas autoridades dignas de respeto, señala el ibero una cualidad altamente llamativa, que tiene que ver con la capacidad de su adversario para leer las líneas de la mano: Con estremo también es quiromántico, porque a un soldado le halló la espática bifurcada y revuelta [a] la restrítica y al fin de la mensal hecho un triángulo, y le dijo que en medio del estómago le daría una coz recia un cuadrúpedo, a cuya causa rendiría el ánima; y el infelice y desdichado mílite, dentro de un corto y limitado término, con aquesta ocasión le ofreció Láquesis su triste vida a la guadaña de Átropos (vv. 74-84).

Filardo prueba que su enemigo es adivino aludiendo a un episodio sobre la muerte de un soldado a quien previamente este quiromante había augurado la muerte después de observar e interpretar las señales que ve en su mano. Los versos, además de llamativos, resultan de difícil elucidación, a menos que se acuda a tratados coetáneos sobre esta materia; una disciplina de conocimiento que se encontraba por entonces más cercana a lo que se puede entender por ciencia que a la parcela de superstición y engaño que ocupa hoy día. Probablemente, el Opus mathematicum (1562) de Taisnier sea el tratado quiromántico más importante y conocido de la época,94 y en sus páginas se encuentra información suficiente como para entender el sentido del poema de Vega. De acuerdo con ello, la «espática» del verso 75 alude en quiromancia a la denominada «línea hepática» o «natural», y explica Taisnier que «linea hepatis bifurcata versus rascettam [restrítica], significat mortem violentam».95 No otra cosa sino una muerte violenta es lo que sufre el soldado a quien, después del adverso vaticinio, «le daría una coz recia un cuadrúpedo, / a cuya causa rendiría 94

La obra de Johannes Taisnier, de acuerdo con Margarita Peña, 2004, tuvo una amplia difusión en Flandes, Alemania y España, desde donde pasó a Indias. 95 Opus mathematicum, p. 156.

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el ánima» (vv. 79-80). También es término quiromántico la «restrítica» del verso 76, que proviene de la palabra «restrita» (o ‘raíz’), que es adaptación al español de la línea denominada como «rascettam» o «rascettes». En la traducción del tratado de Taisnier, por la que fue procesado el sevillano Suárez de Mayorga, se utiliza el mismo término «restrita» para traducir «rascettam»: Si la natural [línea hepática] intersecare la palma, estulticia y liviano cerebro y mala muerte promete, tanto más cuanto sea ancho el cuadrángulo. Si atraviesa la palma, como está dicho, y va hasta la restrita, significa vida trabajosa y obstinada, y muerte violenta y súbita en la mocedad.96

Por último, la línea «mensal» o del corazón es la que, de acuerdo con el pensamiento de la época, se encontraba bajo el influjo de Júpiter, quien se considera que preside la grandeza del alma; además, se relaciona su nombre con la mente (mens), pues se cree que es indicativa de la parte generosa de las pulsiones cerebrales. La conjunción de líneas con forma de triángulo (v. 77) era tenida como augurio de una defunción virulenta, tal y como explica Taisnier en su tratado de quiromancia: «linea a triangulo ad quadrangulum, et in sine cum alia crucem constituen, mortem violentam nota».97 Los versos de Bernardo de la Vega dibujan los perfiles de una mano que, de seguro, ofrecería una imagen más clara y nítida a los lectores de entonces que a los de ahora; y que muy bien podría asemejarse a la siguiente conjunción de posibilidades ofrecida por Tasnier en su tratado (Fig. 5). La adivinación a partir de las líneas de la mano era algo tan común como perseguido. Valga como ejemplo ilustrativo el caso del proceso que se llevó a cabo contra el sevillano Pedro Suárez de Mayorga, iniciado en 1583 en Puebla de los Ángeles, debido a que el acusado poseía «papeles supersticiosos de suertes, rayas de manos y cosas desta calidad».98 En su declaración se le pregunta si conoce el motivo del encausamiento «o presume la causa porque ha sido llamado; dijo que sí sabe y que entiende que es por preguntalle si tiene consigo un libro que se intitula Taisnerio que trata de fisonomía y quiromancia (Inquisición, 1583, fol. 1r)».99 Por lo demás, el traductor del Taisnerio era un «quiromántico sevillano» que lo mismo «traduce del latín el Opus Mathematicum del flamenco Johannes Taisnier» que «lee la palma de la mano» o «escribe sonetos a la casquivana Belisa».100 En fin, todo un programa no muy distinto de lo que hace Filardo. 96

Peña, 2006, p. 25. Opus mathematicum, p. 178. 98 Peña, 2004a, p. 59. 99 Peña, 2004a, p. 59. 100 Peña, 2004b, p. 684. 97

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Fig. 5: Jean Taisnier, Opus mathematicum octo libros complectens, [...] Cheiromantiae theoricam, praxim, doctrinam, artem, et experientiam verissimam continent, Coloniae Agrippinae, Ioannem Birckmannum y Wernerum Richwinum, 1562, p. 156.

Margarita Peña explica que el delito de superstición «lindaba, por un lado, con los delitos religiosos menores como las afirmaciones heterodoxas (proposiciones heréticas, por ejemplo) y por otro con la magia y la hechicería».101 Pedro Suárez de Mayorga, «el quiromántico de Tepeaca», basó su conocimiento adivinatorio en el tratado denominado Taisnerio, de gran difusión en la época y muy ampliamente conocido. Estos tratados eran considerados por sus lectores como herramientas de acceso a un conocimiento vedado, no como imaginación o pasatiempo sin más. De hecho, para el acusado, tal y como explica Peña, «la quiromancia tenía el rango de ciencia, de la cual él usaba con intención curativa o preventiva ––es decir, con buena intención––, siendo siempre requerido y hasta importunado 101

Peña, 2004a, p. 59.

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para hacerlo».102 Desde el otro lado, la Inquisición consideraba que estas prácticas lindaban con lo herético porque adentrarse en los límites de la adivinación atentaba contra el dogma del libre albedrío. Los ribetes heterodoxos con que se adorna este poema en versos esdrújulos podrían ya justificar la mínima atención prestada en estas páginas. Pero a ello se une otra cuestión relacionada con el espacio de este tipo de prácticas dentro del género pastoril, para lo que es necesario mirar, una vez más, al modelo fundacional español. En La Diana, es bien sabido, aparecía la maga Felicia, en la estela de figuras análogas que eran muy abundantes en la novela de caballería. Y también hace acto de presencia el nigromante Alfeo, que trataba con demonios y lograba que estos cambiasen de forma para aparentar ser otros personajes. Sin embargo, no se encuentra nada parecido a lo que plantea Bernardo de la Vega en la novela de Montemayor, como tampoco en los precedentes de El Pastor de Filis o La Galatea (1585). Sería Lope de Vega, tan interesado por lo astrológico y mágico, quien en su Arcadia (1598) hiciese un hueco para los libros de suertes y la quiromancia. Así, en el libro quinto, hay un pasaje en el que Polinesta explica a Cardenio los secretos que se esconden en las líneas de la mano: —No disputes —le respondió la sabia— conmigo de la verdad de la quiromancia, que no te sabría decir en lo que es cierta o dudosa. Pero advierte que los miembros principales que rigen y gobiernan el ser de hombre tienen su demostración en la palma de la mano en esta forma: el corazón produce la línea de la vida, que muestra si ha de ser breve o larga y cuáles sus enfermedades e infortunios. Está entre el dedo grueso y el índice el hígado, que es principio de criar y restaurar el cuerpo; hace con la suya y la del corazón un ángulo, y llega al término de la mano, la cual procede de la cabeza; forma con las referidas un triángulo. Llamose línea capital. La cuarta, que procede de toda su virtud y nace entre el dedo mayor y el índice, es la mensal, llamada así por aquella mesa y espacio que allí forma; las demás no son de consideración respeto de estas.103

El tema de la quiromancia no estaba exento de complicaciones incluso en el ámbito de lo literario pastoril. De hecho, en la edición de La Arcadia lopesca impresa en Valencia en 1602, se elimina tanto el juego de suertes en el que se entretienen los pastores como la lección de quiromancia de Polinesta, «probablemente inaceptable para el doctor Francisco López de Mendoza, censor del libro».104 Avalle-Arce, en su obra clásica sobre la pastoril española, señalaba al respecto del interés del Fénix por este tipo de cuestiones que 102

Peña, 2004a, p. 61. La Arcadia, p. 613. 104 Morby, 1975, p. 453. 103

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ese impulso ínsito en Lope que le lleva a trasponer las fronteras vitales y artísticas de su época le lleva al mismo tiempo a acentuar en tal forma algunos de los elementos preexistentes en el género que la novela de a momentos casi llega a perder su centro de equilibrio. Así ocurre, por ejemplo, con el tema de la magia que se da en la pastoril desde La Diana de Montemayor, y en todas las novelas estudiadas hasta ahora aparece la sabia o el mago. Pero en Lope se dan dos circunstancias típicas y únicas: el tema de la magia –que nuevamente se da en él como tema literario y experiencia vital– trae de la mano otras no menos largas disquisiciones sobre la astrología y la quiromancia.105

Queda claro, a lo que parece, que no fue el Fénix el primero ni el único que encajó la quiromancia en el mundo arcádico de los pastores. Es difícil saber si Lope tuvo noticia de la obra de Bernardo de la Vega, aunque no sería improbable, teniendo en cuenta la relación que mantuvo con parte de los ingenios hispalenses, así como su interés por las novedades literarias. Además de ello, interesa puntualizar que el tratamiento de la quiromancia en la obra de Bernardo de la Vega es ligeramente distinto a lo que hace el Fénix en dos aspectos de interés sustancial. En primer lugar, porque en El pastor de Iberia no se ofrece, como en La Arcadia, una explicación sobre las diferentes líneas de la mano y el papel que estas desempeñan en la vida del individuo, sino que se plantea, por así decir, un caso práctico que obliga para su comprensión a un conocimiento previo de la materia. En segundo lugar, y ligado a lo primero, porque las peculiaridades de las líneas de la mano y sus efectos en el destino de las personas tienen en El pastor de Iberia una fundamentación más objetivable que en La Galatea (donde apenas se enumeran ciertos conocimientos asumidos), y tal fundamentación se apoya, además, en un conocimiento que se podría considerar en cierto modo como protocientífico,106 ya viniese este de Taisnier o de cualquier otra fuente escrita autorizada. Por otro lado, la mención a los saberes quirománticos del médico instigador podría esconder una velada acusación en clave que apuntaría hacia algún enemigo real del autor de la novela, pues a medida que Filardo avanza con su canto ofrece nuevos datos sobre el motivo de las querellas interpuestas en su contra: Mas quien me ha levantado a ser herético también escrebirá que soy arábigo. 105

Avalle-Arce, 1975, p. 163. Se emplea el término en sentido laxo, para designar algo muy distinto al discurso poético y a la ficción literaria; aun siendo conscientes de que en muchos casos resulta complejo señalar para esta época el límite preciso entre científicos, filósofos y literatos. Ya Eugenio Garin, 1981, pp. 245-270 explicó la inexistencia de fronteras entre los hombres de letras o humanistas y los científicos durante el Renacimiento italiano, lo que en gran medida también es aplicable al caso español. 106

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Mas teniendo cual tienes ese término, faltarme no me puedes, si el artífice no anduvo en sus pronósticos errático. Mi Ergasto, habiendo pocos de tu número, nota, siendo Filardo tan pacífico, lo que habrá padecido en el Tartárico. Quien en España tuvo trato y prática con Figueroa, con Guzmán y Zúñiga, ¿cómo entenderse aquí podrá con Álvarez? (vv. 169-179).

La acusación de herejía no era un asunto menor en la época, pues se probase o no, suponía una mancha difícil de borrar. Filardo intenta diluirla acusando a su enemigo de falsa delación y también, implícitamente, de judeoconverso. Ya había expuesto en los versos previos lo bien que conocía su enemigo las artes quirománticas, más propias de judíos y herejes que de cristianos viejos. En los versos 177-179 insiste sobre la misma idea contraponiendo apellidos considerados como de cristianos viejos con el dudoso «Álvarez». Y valga decir que en las Islas Canarias, además, un apellido como este contaba con antecedentes hebraizantes tan notables como el de Luis Álvarez, «mercader, vecino de Sevilla, que era converso y reconciliado»,107 acusado de ser rabino de una sinagoga instalada en su casa, en donde se reunía un nutrido cónclave de judíos. Además de para esto, aprovecha Filardo la carta para aclarar algunos pormenores sobre su vida: No te he dicho, señor, sola un mínima de los embustes de estos pusilánimes, y mis verdades te diré en mi cántico. En Sevilla nací, mi padre en Écija hijodalgo notorio fue, no incógnito, pues de su ejecutoria tengo títulos. No fue tan rico como son los Fúcares, pero viviendo sustentó un buen hábito. Un mi hermano mayor dio en ser armígero y en Mauritania en perseguir al póstumo, en el saco de Amberes oyó el pífaro, y en medio de su edad y fuerza argólica, viniendo de Sicilia murió en Génova. Mi padre dedicome a la granmática, pero yo apasioneme de lo trágico, por ser curioso de leer a Eurípides.

107

Ronquillo Rubio, 1991, p. 228.

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E invocando al Parnaso y a Calíope, del alto Teide, del famoso Adlántico, cantó mi musa en instrumentos músicos que el poeta famoso aquel hispánico, Teide, el más fortunado de tus términos, Adlante dice que es el que sin báculo sustenta el cielo, como dice Ovidio (vv. 142-164).

La insistencia sobre la supuesta verdad (v. 144) de lo contado tiene precedentes en el género, pues ya en el libro quinto de La Diana la protagonista homónima ofrecía un romance aconsonantado con cierta información biográfica: su orfandad desde el nacimiento, su crianza con un ama, los amores con Sireno y el obligado matrimonio con Delio, lo que la sume en la infelicidad conyugal. Aquí, sin embargo, lo relativo a Filardo se podría entender como hechos pertenecientes a Bernardo de la Vega, pues todo el poema se plantea como una suerte de justificación o pliego de descargo para rebatir las acusaciones lanzadas sobre quien escribe (sea Filardo, sea Bernardo de la Vega, o ambos). Sin embargo, resulta imposible contextualizar los sucesos relatados más allá de la ficción novelesca, habida cuenta de que no disponemos de datos sobre la biografía del autor que nos permitan contextualizar históricamente el suceso aludido, aparentemente vivencial. En todo caso, parece razonable asumir como ciertos los vínculos del protagonista y del autor con la ciudad de Sevilla, así como la pretendida ejecutoria de hidalguía a la que apela en el verso 147. Tampoco es descartable que, efectivamente, quien escribe tuviese un hermano soldado que participase en el saco de Amberes de 1576 y falleciera en Génova (vv. 150-154). Los estudios de Gramática de los que habla también podrían corresponder con una vivencia personal del escritor, quien terminó por aficionarse a la poesía (vv. 155-164). Finalmente, y a pesar de todo, explica Filardo en los versos que sus amigos consiguen librarlo de todas las acusaciones valiéndose de sus conocimientos del Derecho y del modo en que funcionaba el sistema judicial: «mas mis discretos, con Jasón y Bártulo, / de aqueste me libraron y otros tránsitos» (vv. 123-124). Terminada su epístola, se indica que por fin se va a poder celebrar la boda entre Marfisa y Filardo, para lo que se traslada a la amada del ibero hasta la cabaña del generoso Celio. Sin embargo, antes de que se puedan casar, es necesario «que se parta Filardo a Canaria» y que de allí traiga «averiguada la verdad» (p. 370), para así deshacer todos los inconvenientes e impedimentos orquestados por Rosilo. Filardo, entonces, se apresta a cumplir con su deber, dejando a Marfisa en compañía de los pastores que le son proclives. En el curso de su viaje, y antes de arribar a su destino definitivo, llega Filardo a La Laguna, en Tenerife, donde es recibido por el alguacil mayor de la

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Santa Inquisición, Diego de Arguijo, quien lo hospeda en su casa. Se trata de un nuevo personaje histórico, hermano del comerciante Gaspar de Arguijo108 y tío, por tanto, del poeta sevillano Juan de Arguijo, quien a principios de la década de 1580 ocupa cargos de responsabilidad en el gobierno de las islas, como sabemos por la Conquista y antigüedades de las Islas de la Gran Canaria y su descripción (1676) de Juan Núñez de la Peña: el capitán Lázaro Moreno de León fue recibido por gobernador desta isla y de la Palma en el mes de mayo de dicho año de 1582, y en dicho año nombró por su Teniente al licenciado Gómez de Palacios. Y en 14 de dicho mes nombró por su Teniente al licenciado Diego de Arguijo, Regidor.109

Desde su posición mantuvo vínculos comerciales con Sevilla,110 conjugando sus ocupaciones de gobierno con los negocios de su hermano. Así, por ejemplo, se sabe que en 1587, por carta de Juan de Acuña al monarca Felipe II, el fundidor real Juan Morel debía fabricar cuatro culebrinas para Gran Canaria.111 Para dicha empresa, y tal y como consta en la documentación del Archivo Municipal de La Laguna, se estableció un convenio entre el Cabildo de Tenerife y el Ldo. Diego de Arguijo, alguacil mayor del S.O., en nombre de su hermano el señor Gaspar de Arguijo, veinticuatro de Sevilla, para cumplimiento del acuerdo anterior entre las mismas partes, en virtud del cual se habían enviado a este último tres tiros de bronce que estaban en el castillo de Santa Cruz, para fundirlos y hacer una pieza; se le encargó la compra de 20 quintales de pólvora y otros particulares. Se hace relación de los gastos, tanto de lo pagado por Arguijo a Juan Morel, fundidor de la artillería, como por las pruebas de la pieza, traslado de la misma, pólvora, gastos del mensajero que fue a dar cuenta a la Corte del paso por las Islas del corsario Francisco Drac (Drake), balas y otras cosas adquiridas.112

El ibero disfruta muchísimo de la hospitalidad de este personaje, por ver en aquellos lugares el lujo y la comodidad que había gozado antaño en la corte. Estando con él en conversaciones varias, hablan de su hermano Gaspar de Arguijo113 y 108

Vranich, 1980. Conquista, p. 360. 110 Otte Sander, 2008, pp. 161-162 y 182-183. 111 Tous Meliá, 1998, p. 115. 112 Rosa Olivera, 1958, p. 308. 113 Gaspar de Arguijo (1532-1594) fue padre del gran poeta y mecenas sevillano Juan de Arguijo, a quien legó un enorme patrimonio y una importante posición social, fruto de sus negocios en América y de la venta de esclavos (Vranich, 1980). 109

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de su sobrino, el conocido poeta Juan de Arguijo, quien debido a la preeminencia social y económica de su familia ostentó cargos públicos de importancia, como el de veinticuatro de la ciudad de Sevilla, conseguido en 1590, apenas unos meses antes de la impresión de El pastor de Iberia. Tras la muerte de Felipe II, Juan de Arguijo fue procurador en Cortes y recibió los elogios de Lope de Vega, gran amigo suyo, y de Rodrigo Caro, entre otros escritores de su tiempo. En el transcurso de la conversación que mantienen Diego de Arguijo y Filardo, el personaje histórico confiesa al de ficción que «su sobrino le envió una relación del entierro que se hizo a Juan Antonio Corzo, y que aunque para lo mucho que valía todo lo de la tierra era poco, que había asombrado la braveza que le escribe y la de su testamento» (pp. 374-375). Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca, yerno de Antonio Corzo ‘el Viejo’ y gran impulsor de los negocios y las relaciones familiares de los Corzo, había llegado a Sevilla a finales de la década de los 30 del siglo xvi. Se sabe que en 1544 estaba en Perú, donde consiguió crear una importantísima red mercantil durante los ocho años que permaneció allí, hasta su regreso a la capital hispalense en 1552. Al fallecer su tío en 1568, se convierte en el patriarca de la familia, estableciendo alianzas matrimoniales y ampliando los negocios del clan, que contaba con agentes en las Islas Canarias, Florencia o Lisboa, entre otras ciudades principales. Casó a su hija Bernardina con el conde de Gelves, ofreciendo para ello una dote de 250.000 ducados, lo que asombró en la época a propios y extraños, tal y como recoge Alonso Morgado, a la altura de 1587, en su Historia de Sevilla: Dejo de decir las muchas casas que hay en esta dicha distancia de mercaderes y personas principales; y tan ricos como esto: que vive hoy entre ellos quien pudo comprar tres buenas villas alrededor de Sevilla y casando una hija suya con un señor de título, darle en dote docientos cuarenta mil ducados, quedándole (como dicen) el brazo sano para mayores importancias.114

Equiparado en su tiempo con prohombres como Cosme de Médici, tenía contactos al más alto nivel a través de su cuñado Francisco de Eraso, secretario de Felipe II. Además, Juan Antonio Corzo alcanzó el cargo de consiliario del Consulado (siendo uno de los pocos extranjeros en lograrlo), unió a su nombre el apellido de Leca y fundó el condado de Cantillana. En 1596, la liquidación de sus bienes reportó unos activos de 42 millones de maravedíes.115 El testamento de Juan Antonio Corzo, al que se alude desde las páginas de la novela, fue otorgado en Sevilla el 17 de abril de 1587, y se trata de un extenso

114 115

Historia, f. 57r. Vila Vilar, 1989 y 1991; Otte, 1999.

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documento conformado por casi setenta disposiciones en las que reparte su ingente fortuna entre su mayorazgo, esposa, su hija casada con el conde de Gelves, diversos amigos y personas cercanas. Además de todo ello, dispuso que se dijeran dos mil misas por su alma en diversas iglesias y capillas de la ciudad de Sevilla y de otras localidades; y repartió, asimismo, grandes sumas de dinero para caridad en un buen número de templos desde Sevilla hasta Córcega.116 La mención de Diego de Arguijo a tan importante personalidad de la Sevilla áurea provoca en Filardo el deseo inmediato de «leer un discurso que hizo a su vida y muerte y al origen de su Casa de Leca, de donde Juan Antonio Corzo de Leca deciende, y que en tan buena moneda como esta quiere pagar el hospedaje» (pp. 375-376). La moneda (poética) con la que Filardo quiere sufragar la regalada vida dispensada por Arguijo resulta llamativa, sobre todo tratándose de una novela pastoril. No era, sin embargo, una empresa novedosa en el ámbito de los Leca, quienes ya contaban con genealogistas previos, igual que ocurría con los Guzmán elogiados en el libro primero. Concretamente, Juan Manuel, obispo de Sigüenza, es autor de un manuscrito Origen y descendencia de la Ill[ustrísi]ma familia y antiquísima Casa de Lecca, con el siguiente sobreañadido en el título: Madre y seminario de las casas Colonna y Vicentella. Se trata del manuscrito 9512 de la Biblioteca Nacional de España, que se acompaña de la Corsica de Calvete de la Estrella, encomio poético del linaje que se redactó entre 1583 y 1584, coincidiendo con los años en los que el secretario Mateo Vázquez se encontraba más preocupado por su linaje y se mostraba muy activo en la búsqueda de informes y pruebas a favor del origen noble de su apellido; es decir, durante el período comprendido entre 1579 y 1585, cuando el archisecretario es más ferozmente atacado y cercado por sus enemigos políticos.117 Los desvelos de Mateo Vázquez parece que dieron algún resultado, pues en 1588 Argote de Molina incluye a la familia en la Nobleza del Andalucía, con su escudo de armas correspondiente, dentro de los «Linajes de Italia que poblaron en el Andalucía», señalando que «todos los historiadores antiguos y modernos convienen en la notoriedad de la grandeza y antigüedad de la Casa de Lecca, descendiente de los legítimos emperadores de Constantinopla».118 Es razonable asumir que el encomio poético de Bernardo de la Vega dirigido al riquísimo Vicentelo, primero en añadir el apellido Leca a su linaje cuando funda el condado de Cantillana, fuera escrito por los mismos años que los textos mencionados, con la misma intención propagandística, y que luego los versos se incorporasen a la novela, por los réditos y favores que ello le pudiera reportar de esta poderosa familia.

116

Vila Vilar, 1991, pp. 213-248. Díaz Gito, 2014. 118 Nobleza, ff. 256v-257v. 117

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Importa recordar en este punto que en La Galatea se pone en boca de Lauso (probable álter ego de Cervantes)119 una canción a Larsileo o Lariseo (trasunto de Mateo Vázquez de Leca), que según se indica fue «tan celebrada» del secretario real «cuanto bien admitida de los que en aquel tiempo la vieron».120 El poema del libro cuarto, que tiene algunos puntos en común con la Epístola a Mateo Vázquez, trata el fatigado tema del elogio de aldea y el desengaño de corte, y no parece que sirviera al alcalaíno para ganarse el favor del omnipotente secretario. En relación con todo esto, merece la pena recordar que el interés de Cervantes por lo pastoril se produce tras su presidio argelino; pues cuando regresa a España, se vuelca en el teatro, por los beneficios económicos inmediatos que pudiera procurarle, y en la novela pastoril, que más allá de la cuestión crematística, podría proporcionarle «cierto prestigio literario en el medio cortesano y acaso la protección de un mecenas».121 Era este, además, un género que ofrecía múltiples posibilidades para un escritor en ciernes e interesado en mostrar la versatilidad de su ingenio: combinar la prosa y el verso en diferentes registros, yuxtaponer el fondo clasicista del bucolismo con la modernidad de las narraciones intercaladas, enriquecer la casuística amorosa con los discursos propios de la filografía, etc. De todo ello se valió Cervantes y supo hacerlo de tal manera que logró darle su sello personal a un género que se enriquecía constantemente con nuevos títulos, entre los que el más fresco era precisamente El pastor de Fílida (Madrid, 1582) de Luis Gálvez de Montalvo, amigo suyo y colaborador en La Galatea con un soneto proemial.122

La Galatea, por tanto, es parte fundamental del inicio de la carrera literaria de Miguel de Cervantes,123 lo que no resulta desdeñable en modo alguno. Y así lo concibió el autor, pues su correspondencia personal permite saber que hacia febrero de 1582 informa a Antonio de Eraso, consejero de Indias en Lisboa cuando recibe la misiva, que su intención era dedicarle La Galatea, que se encontraba en fase de redacción entonces.124 Sin embargo, cuando finalmente se imprimió el libro en 1585, la dedicatoria del volumen lleva el nombre de Ascanio Colonna, perteneciente a una familia próxima a los Leca. La razón era que Cervantes pretendía hacerse agradable a sus ojos en aras de un patronazgo o ayuda que le facilitase algún cargo u ocupación en el entorno de este.125 119

Montero 2014, pp. 202 y 647-648. La Galatea, p. 235. 121 Montero, 2013, p. 85. 122 Montero, 2015, p. 440. 123 Así lo han explicado Armas, 2002 y Blasco, 2005, pp. 95-103. 124 Astrana Marín, 1956, VI, pp. 511-512. 125 Marín Cepeda, 2015. 120

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En un contexto de intereses que probablemente no fueran muy distintos, Bernardo de la Vega dirige sus tercetos encadenados al encomio de Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca, elogiando el linaje de la casa, algo que preocupaba, y mucho, a Mateo Vázquez. Se puede suponer que un poema como este agradaría más al secretario (o a cualquier otro Leca) que el de Cervantes; y acaso cuestiones de este tipo permitan comprender mejor la animadversión que hacia Bernardo de la Vega manifiesta el autor del Quijote en el escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano y en el Viaje del Parnaso. Sea como fuere, y tal y como ocurre con el poema genealógico en alabanza de los Guzmán (p. 280-290), también el de los Leca se funda en buenas informaciones, algunas de las cuales no estarían al alcance de muchas personas, como las relativas al testamento de Leca. Por su extensión, que casi alcanza los 600 versos, el poema que canta Filardo parece un texto con entidad suficiente como para haber sido difundido autónomamente en algún pliego suelto o por vía manuscrita. Para su análisis se podría dividir en cinco partes: 1) Introducción, vv. 1-42; 2) Explicación del linaje antiguo de los Leca hasta el momento presente, vv. 43-219; 3) Descripción de la vida de Juan Antonio Corzo y Leca hasta su fallecimiento, vv. 220-447; 4) Ilustración de la fama póstuma del difunto, a partir de su testamento, entierro y de la administración que de todo el imperio y capital hizo su esposa, vv. 448567; 5) Conclusión en la que reitera el autor la dificultad de culminar exitosamente el empeño poético y cumplir con todo lo que se había propuesto contar inicialmente, vv. 568-583. El poema comienza con unos versos introductorios (vv. 1-42) en los que, de acuerdo con la retórica al uso, se plantean las dificultades del poeta para escribir una composición que esté a la altura de su destinatario. La segunda parte (vv. 44-219) desarrolla la historia del linaje de los Leca, remontando el origen hasta la antigua Roma y vinculándolo con la estirpe de Porcio Catón Censorio, la cual «dividiose en tres casas principales» (v. 56): Catones, Lecas y Licinios (v. 61). De ese modo, este apellido sería uno de los primeros de la antigua Roma, tal y como había querido Mateo Vázquez y, de hecho, había logrado que así fuese en fechas muy próximas a la impresión de la novela: Luckily by the winter of 1584 the unflagging efforts of Vázquez and his team were at last beginning to show positive results. After a number of false starts and a few last minute additions a proud secretary was able in 1585 to unveil his family tree «for the happiness of the good and the confusion of the bad». Ha had been compelled to take this step because, as he put it, his enemies and detractos had shamelessly declared «that they did not know whose son I was». The genealogy would resolve the question and silence the malevolent once and for all. Indeed, Vázquez confessed that he had been quite overcome by the sight of «so much Imperial and

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royal blood» flowing in the veins of his ancestors. The Lecas traced their origins back to the Roman Republic. The founder of the house had belonged to the Patrician Order.126

Pero Bernardo de la Vega va mucho más allá, de modo que en sus versos acude a una evidencia palpable de lo que plantea: Y estos tal mando y potestad tuvieron como se halla en un denario cierto, que moneda en su tiempo la batieron. Y en una parte aquel denario, es cierto que la cabeza de su Roma tiene, y aquestas letras cuya cifra advierto: L Æ C A ƆC En la otra parte del denario viene, con sus caballos, un triunfante carro, y este letrero, que esto en sí contiene: M. PORCIVS LÆCCA, que demuestra alcanzar triunfo bizarro, que en tales tiempos no se concedía sino a monarcas, tal como el que narro (vv. 64-75).

Era muy habitual que los linajes buscaran orígenes míticos y fabulosos, pero los autores que se dedicaban a ello a finales del siglo xv y comienzos del siglo xvi no necesitaban de grandes pruebas para afirmar que tales o cuales señores descendían directamente de Roldán, de Príamo o de los emperadores romanos. Bastaba con un apellido que sonase a romano, con alguna referencia literaria no contrastada o con alguna tradición conservada en el entorno familiar para exhibir sin el más mínimo sonrojo tan ilustre pedigrí. Algunos cronistas nobiliarios del xvi eran capaces de escribir crónicas enteras sobre linajes sin pisar el archivo de la casa, y otros, aunque llegaban a ver documentos antiguos, los utilizaban a placer, sin renunciar a las viejas tradiciones consagradas por los libros de armería y de linajes. La situación cambia con historiadores como Luis de Salazar y Castro, pero para eso habrá que esperar al siglo xvii. Bernardo de la Vega, sin embargo, eleva su edificio encomiástico sobre los cimientos de una realidad tan palpable como el denario que describe:

126

Lovet, 1977, p. 5.

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Fig. 6: Denario de Marco Porcio Leca, acuñado en Roma el año 125 a.C.

El recurso a una moneda real recuerda al interés por los testimonios epigráficos y numismáticos de época romana de autores como Ambrosio de Morales (Antigüedades de las ciudades de España que van nombradas en la Crónica de España con las averiguaciones de sus sitios y nombres antiguos, Alcalá de Henares, 1575) o, más tarde, Rodrigo Caro (Antigüedades y principado de la ilustríssima ciudad de Sevilla y chorographía de su convento iurídico o antigua chancillería, Sevilla, 1634). En el Origen y descendencia de la Illma. y antigua familia y casa de Lecca de Juan Manuel no se dice nada sobre el denario y tampoco en la Nobleza del Andalucía de Argote de Molina se menciona. Nada hay tampoco en este sentido dentro de la Segunda parte del Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España de Alonso López de Haro (Madrid, 1622), que fue una obra de mucha difusión. Por tanto, la prueba arqueológica debió de proceder de otra fuente o tratarse de una invención de Bernardo de la Vega. En todo caso, y venga de donde viniere, lo que parece claro es que semejante mención resulta llamativamente novedosa en el marco de una novela pastoril. Prosigue luego ofreciendo noticias y datos precisos que sí coinciden con los de la genealogía de los Leca escrita por Juan Manuel, obispo de Sigüenza. Así, por ejemplo, la filiación del linaje con el emperador romano Constantino Magno: Y de esta casa y decendencia viene aquel emperador sancto y divino de quien el mundo tal noticia tiene: aquel célebre Magno Constantino (vv. 136-139).

En la historia del linaje de los Leca se dedican los folios 8v-17v a describir todas las hazañas de quien legalizó, mediante el Edicto de Milán, la religión católica. Por supuesto, se marca desde el inicio la vinculación del apellido con este ilustre romano:

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setecientos y diez y siete años después de su fundación por el valor y industria de Iulio Caesar subió la casa de Lecca hasta el summo grado de dignidad ymperial, porque de ella fue emperador Constantino Magno, que por sus grandes virtudes, sanctidad y Religión fue mucho más amado y respectado que de su ymperio.127

La casa de los Leca fue luego estableciéndose por Francia y Albania, hasta llegar a Córcega. Esta dispersión de los distintos miembros del linaje sirve a Filardo para explicar la relación que existe entre los Colona y los Leca: También es testimonio fidedigno el que nos da a entender un decendiente cuando a Alemania a gobernarla vino, a la provincia de los ub[i]os, gente que, por ser de valor, es su gobierno de todos los demás el preeminente. Este su decendencia y nombre eterno deja en Colonia; cuando a Roma vuelve, este nombre corrompen, que dicierno en «Colona» el de «Lecca» se resuelve; como lo dice el conde Hugo Colona en su sepulcro, donde el caso absuelve (vv. 166-177).

La referencia a la tribu germánica de los ubios (v. 169) coincide con las noticias ofrecidas por la genealogía de Juan Manuel, obispo de Sigüenza, en donde se explica que «un hijo desta casa fue gobernardor en Alemagnsi, de la prouincia de los Ubios, que es en el Rin».128 En el poema se continúa explicando que dejó descendencia en Colonia, como también recoge la genealogía de los Leca: «famosso río que junto al castillo de Lobecca se divide en tres braços, y el segundo de ellos, en memoria de este gobernador, se llamó comu[n]mente “Lecca”, que murió en aquel gobierno y dejo su propagación en Colonia».129 Para que pueda funcionar verosímilmente el vínculo defendido era necesario dar una explicación al cambio onomástico, tal y como se había hecho antes con el «Godman» que termina siendo «Guzmán» (p. 287). Pues bien, también aquí aclara Bernardo de la Vega que el nombre se corrompió, de manera que «Colona» terminó resultando en «Leca». Asumir, sin más, un cambio de esta naturaleza obligaba a ser más imaginativo y bienintencionado que cuando se aceptó el trueque de «Godman» en «Guzmán». Sin embargo, es justo decir que

127

Origen, f. 8v. Origen, f. 18r. 129 Origen, f. 18r. 128

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la invención no proviene de Bernardo de la Vega, quien no hacía otra cosa sino adoptar un discurso preestablecido y defendido nada más y nada menos que por el más interesado en que ello se aceptara: el secretario Mateo Vázquez de Leca.130 De hecho, en su correspondencia privada le había recordado a Felipe II que su apellido lo entroncaba con los Colona: [...] y no poder negar el de Colonna pues averiguo la Inquon ser yo revisnieto por linea derecha de varon del Conde Joan Paulo de Lecca q[ue] fue sor del rey[n]o de Córdoba y descendiente del Cde Hugo Colonna q[ue] tambien lo fue.131

La relación establecida por Mateo Vázquez vino como anillo al dedo a la familia de los Corzo de Leca, pues con intereses comunes en lo referente a la institucionalización de su linaje, no tardaron en colocar a este Juan Pablo de Leca como origen de los Corzo Vicentelo en su árbol genealógico (Fig. 7). Naturalmente, el origen defendido por el secretario real también se plasmó en la genealogía escrita por Juan Manuel, obispo de Sigüenza, quien explica que «viniendo después a Roma un descendiente de este, tomando el nombre de su patria y corrompiéndolo un poco, se llamó “Colomia”, de donde procede en Roma la Illustríssima casa de este Nombre, que es una de las dos más principales».132 Y luego de dar por hecho el trueque nominal, solo quedaba refrendar el parentesco de los vínculos defendidos por Mateo Vázquez, en cuya genealogía se afirma sin ambages que «la casa Collonna es descendiente e hija de la Lecca» y «Los Condes de Cinorca de la casa de Lecca descienden del Conde Hugo Collonna».133 Sobre ello abunda Filardo ofreciendo informaciones bien precisas que se remontan hasta el año exacto de 816: Don Hugo de Colona el conde es cierto que es de aquestos, y a quien el Papa ofrece, por ser varón sagaz, raro y experto, la conquista de Córcega; y merece aquesto que conviene a sus intentos, porque tales empresas apetece. Estéfano quinto, el año de ochocientos y diez y seis del nacimiento, encarga a don Hugo tan raros pensamientos

130

Lovet, 1977, pp. 3-9. Mateo Vázquez al rey. Instituto Valencia de Don Juan, Envío 55, f. 55, 5 de abril de 1587, 132 Origen, f. 18r. 133 Origen, ff. 18r-18v. 131

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que en Córcega a los moros muerte amarga les dé y les quite toda aquella tierra con su valor, en guerra corta o larga (vv. 187-198).

La noticia concuerda, una vez más, con la genealogía inédita de la familia Leca, en donde se explica que Los condes de Cinorca de la casa de Lecca descienden del Conde Hugo Collonna, señor y varón Romano a quien el papa Stephano quinto, en el año de n[uest]ro señor de ochocientos y diez y seis, invió con el Conde Blanco y con el conde Cinarco, sus hijos y con un sobrino suyo y con Guido Sabello y otros señores nobles Romanos con poderoso ejército a Córçega para librarla de los moros que la tenian occupada.134

Prosigue luego indagando en estas importantes cuestiones de nombre y designación relacionadas con el apelativo de «sinarqueses», con el que se conocía al linaje: El de «Leca» y «Colonia», que otras veces usaba de ellos el mayor monarca, los reformaron por algunos meses. Y el conde Resteruccio de Sinarca en la Pieve de Vico hace y funda otro que el ser no acabará la Parca. De Leca le llamó, de aquí redunda que aquel antiguo de Sinarca acabe, y a aquesta causa aquel de Leca abunda (vv. 211-219).

El cambio de apellido de los originarios «Collonna» por «cinarqueses» se explica, una vez más, en la inédita obra de Juan Manuel, obispo de Sigüenza: De el conde Cinarco, hijo del conde Ugo, an descendido los Condes de Cinarca, los quales por grande espacio de tiempo dejaron el apellido de «Collonna» y se llamaron «los Cinarqueses», y este nombre an tenido gran tiempo.135

Y así anduvo nombrado el linaje «hasta el conde Ristoruccio de Cinarca, que edificó vn castillo en la Preue de Vico, no muy lejos de la tierra de Vico, enfrente de la Villa de Murzo y de Arbori».136 Según indica la genealogía impulsada por Mateo Vázquez, este noble, 134

Origen, ff. 18v-19r. Origen, f. 19v. 136 Origen, ff. 19v-20r. 135

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Fig. 7: Árbol genealógico de la línea por varonía desde Juan Pablo de Leca hasta María Teresa Vicentelo de Leca Silva, [III marquesa de Castromonte], hermana de Manuel Vicentelo de Leca Silva, [IV] conde de Cantillana. Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional BAENA, C.91, D. 164.

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por renovar el antiguo appellido de Lecca (como tan digno de ser estimado) le llamó el castillo de Lecca. De este Restorucio acá, que es después de la hedificacion del castillo de Lecca, los de esta familia han dexado el appellido de Cinarqueses y tomado el de Lecca.137

En este punto del verso 219 finalizan las noticias relativas al linaje que son coincidentes con las de la genealogía de Mateo Vázquez. A partir de aquí se abandona el pasado remoto y se apunta hacia la vida reciente del protagonista del encomio, toda vez que ha sido ya probado «que aqueste Juan Antonio Corzo y Leca / es cierto sucesor de aquestas casas, / opuestas a la póstuma de Meca» (vv. 223-225). De aquí en adelante no hemos hallado fuente de la que pudiera tomar los datos Bernardo de la Vega, de modo que o bien se trataría de noticias ofrecidas de primera mano por los Leca sevillanos o conocidas popularmente, sin que falte una cierta dosis de hiperbólica idealización ficcional con que se aderezan ciertos pasajes de esta tercera parte (vv. 220-447). Se ofrecen entonces informaciones de sus primeros hechos notables: En el tiempo que el sacro Carlos Quinto fue adonde el argelino mauritano quedó deshecho y en su sangre tinto; donde pudiera aquel valor hispano, si Neptuno quisiera, llevar gloria, cual la lleva después del otomano. En su galera, con Antonio de Oria, se embarca, y le acompaña Juan Antonio, de quien perpetuo quedará memoria (vv. 238-246).

La primera aventura que emprende Juan Antonio Corzo y Leca consiste en luchar a favor de la Corona en el norte de África, al lado de Antonio de Oria, capitán general de la flota real. Se remonta entonces Filardo al año 1541, cuando el monarca español ordenó la conocida como Jornada de Argel, con el fin de tomar el control de la ciudad norteafricana, que estaba en manos de Barbarroja. Sin embargo, el proyecto fracasó, fundamentalmente, por un temporal que propició la derrota hispana. Después de eso, encontramos a Juan Antonio Corzo y Leca viajando a Sevilla y, desde allí, al Nuevo Mundo, a servir con lealtad al monarca en otros asuntos:

137

Origen, f. 20r.

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Viene a Sevilla, y parte viento en popa con la espada en la cinta y capa al hombro donde a Pizarro contra su rey topa. Fue con el de la Gasca hombro a hombro, donde en servicio de su rey les daba brío a los suyos y al contrario asombro (vv. 256-261).

El Pizarro al que se alude no es otro sino Gonzalo (c. 1510-1548), hermano del conquistador de Perú, quien encabezó en 1544 la Gran Rebelión de Encomenderos contra la Corona española. Murió decapitado tras su derrota ante Pedro de la Gasca o Lagasca (1493-1567), sacerdote, político, diplomático y militar español que había sido nombrado en 1546 presidente de la Real Audiencia de Lima con la misión de sofocar la rebelión. Venció a Pizarro el 9 de abril de 1548 en la batalla de Jaquijahuana. A lo que parece, el prócer sevillano navegó y luchó, hombro con hombro, junto con el leal pacificador. Pero no terminaron ahí las aventuras americana de Corzo, pues Antes que fuese el presidente, estaba en el Pirú sirviendo, como digo, al cetro, como premio le incitaba. Y en Panamá, pues yo lo cierto sigo, está de vuelta, y otra vez se embarca con él donde reside el enemigo; donde aquel de la Casa de Sinarca dio con su estoque mil traidoras vidas al rigor del castigo de la Parca (vv. 262-270).

El referido servicio parece a todas luces cierto, ya que en 1564 Juan Antonio Corzo hace una probanza en Sevilla, ante el notario Benito Luis, a partir de otra efectuada en Lima y de una certificación de Pedro de la Gasca de 1550, en la que se da cuenta de sus contribuciones económicas a la Corona en la causa peruana.138 Y de vuelta a tierras sevillanas, Juan Antonio Corzo continuó manteniendo relaciones comerciales con las tierras centroamericanas, entre las que destacaba Panamá.139 Su cursus honorum le hace acreedor de un casamiento, a la altura de sus méritos, con Doña Brígida Corzo, cuyo celo, sangre, virtud, nobleza le acompaña

138 139

Vila Vilar, 1989, pp. 416-417. Vila Vilar, 1989, pp. 413 y 423.

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con tanto estremo que lo invidia el suelo. Antonio Corzo, que en la Nueva España el estandarte general levanta, y vuelve con valor, industria y maña, fue padre de esta que mi musa canta (vv. 286-292),

El padre de la esposa es nada más y nada menos que Antonio Corzo el Viejo, fundador de esta poderosísima estirpe de comerciantes de Indias procedentes de Córcega. Afincado en Triana en el primer tercio del xvi, a medida que aumentaba su fortuna iba emparentando con la oligarquía sevillana por medio de estrategias de concertación matrimonial, intentando así ennoblecer su apellido y diluir su condición foránea. Ello, sin embargo, no le hizo perder los vínculos con su isla de origen ni con los emprendedores marinos y comerciantes corsos; pues «el asentamiento en Sevilla de Antonio Corzo y su desahogada posición coinciden significativamente con la aparición, en Triana y en la Carrera, de una serie de individuos de apellido Corzo que nos hacen pensar en un hombre que actúa como una especie de capo que atrae a sus paisanos para utilizarlos como ayudantes de confianza».140 Al fallecer en 1568 dejó a su yerno, Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca, la gestión de su patrimonio (estimado en 35 millones de maravedíes) y la dirección de su familia. Previamente lo había casado con su hija mayor, para cuyos esponsales se había dispuesto una dote de 4.000 ducados. Sin embargo, Juan Antonio Corzo únicamente quiso cobrar una cuarta parte. Así consta en una de las cláusulas de un testamento firmado en Lima en 1554: Ítem, mando a mi esposa, Brígida Corzo, hija de Antonio Corzo, vecina de Triana, quinientos ducados, y declaro que he recibido de la dote que su padre me mandó mil ducados, y otros tres mil más que me mandó, de que hice escritura ante Juan Franco, digo que no los recibí e mando que se le devuelban dichos tres mil ducados.141

El matrimonio entre doña Brígida y Juan Antonio resultó fructífero, pues «con gozo dio dos hijos a su cuna / el cielo» (vv. 385-386). Se trata, por un lado, de su hija doña Bernardina, casada en 1581 con don Jorge Alberto de Portugal y elevada a condesa de Gelves y duquesa de Veragua, después de pagar su padre 250.000 ducados de dote. De otro lado, su hijo, don Juan Vicentelo Bocha, que representa al «típico señorito pendenciero y despilfarrador, que muere agobiado por los acreedores que le acosan».142 140

Vila Vilar, 1985, p. 8. Vila Vilar, 1991, p. 47. 142 Vila Vilar, 1991, p. 192. 141

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Después de una existencia repleta de viajes, aventuras, matrimonio y descendencia, que bien merecidamente le otorgaron fama en vida, fallece el 28 de abril de 1587: Y Juan Antonio Corzo Vicentelo, del mes de abril a veinte y ocho, parte a la gloria, dejando en pena el suelo; año de ochenta y siete, [...] (vv. 436-439).

Terminada su vida, continúa su fama póstuma (vv. 448-567), inmortalizada ahora por medio de un testamento cuyas cláusulas más relevantes y llamativas poetiza Bernardo de la Vega. Así, por ejemplo, los versos en los se exige que se construya «en Calvi por su cuenta un monasterio, / con lo que al mundo y cielo satisface» corresponden a la cláusula 15 de sus últimas voluntades: Yten mando a la fabrica del monasterio que se a començado a edificar de la horden de Sant Francisco en la ciudad de Calvi de la ysla de Corçega donde yo soy natural quatro mill ducados demas de otros dos mill ducados y mas que para este effeto tengo embiados y mandados destribuir en la dicha çiudad de Calvi [...] que dicho es se a de gastar en el edificio y fabrica del dicho monasterio de Sant Francisco con declaracion que la capilla mayor del dicho monasterio a de ser para mi y para mis deudos y descendientes dellos para que se puedan enterrar en la dicha capilla mayor el patronazgo della los dexo y mando perpetuamente a los dichos mis deudos y parientes que residen y residieron en la dicha çiudad de Calvi.143

Las noticias sobre su entierro mezclan elementos que aparecían dispuestos en su testamento con otros relacionados con la masiva espectacularidad que este tipo de eventos conllevaba en la época: A [a]queste ha habido pocos semejantes, ni se vio ni se ha visto con su entierro, cuyo cuento diré porque te espantes; [...] pobres con hachas, cerca de docientos, con lobas sus tres pueblos y criados, llorosos y a sus lástimas atentos. Quinientos caballeros titulados con su yerno, los que en Sevilla moran, y ellos y todos tristes y enlutados van; y los pobres de ella a voces lloran, mesando algunos venerables canas, por el que en vida y en la muerte adoran (vv. 472-486). 143

Vila Vilar, 1991, pp. 222-223.

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En la primera cláusula de su testamento el finado pide «treinta pobres que acompañen mi cuerpo y lleven treinta hachas».144 Es posible, sin embargo, que los albaceas optaran por una comitiva más fastuosa, si se atiende a la noticia que da Juan Rodríguez Freile en su Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada (1636): «Yo conocí en mi tiempo a un hombre que tenía fama de rico, y lo era, que llevó consigo cuando murió parte de sus tesoros y riquezas y me hallé en su entierro; y aún ese día también llevó, porque enlutó a cien pobres que llevaban su cuerpo con luces».145 Y añade luego que el «entierro fue considerable por la mucha gente que le acompañó; los mismos pobres que vistió dándoles luto y un cirio de cera para que acompañasen su cuerpo. Acudió toda la gente de sus pueblos con sus lutos al entierro, todo ello fue digno de ver».146 Pero no todo son informaciones de carácter público, pues hay otros detalles más privados, como la elección del hábito con que quiso amortajarse el finado sevillano —«de San Francisco el hábito se pone, / en que muere y se entierra por su gusto» (vv. 509-510)—, que concuerdan con la primera cláusula del testamento, en la que exige Juan Antonio Corzo que «quando de mí acaesçiere finamiento mando que mi cuerpo vestido en el ávito del Seraphico Padre Sant Francisco sea depositado en la yglessia o monasterio que paresciere a doña Brigida Corço mi muger».147 En el mismo ámbito de las decisiones no públicas y, por tanto, menos conocidas debe situarse el importantísimo papel que desempeñará su esposa en la gestión del patrimonio, así como el importe de este: Tutora y curadora a su querida Doña Brígida hace, y no le aflige gobernar tanta hacienda repartida. Mira cuánto valor tiene, pues rige millón y medio, y aun al mundo entero también pudiera, como arriba dije (vv. 550-555).

La cantidad no va descaminada, pues un documento de la época recoge que, a su muerte, dejó en efectivo 1.600.000 ducados en contado.148 Por otro lado, y de acuerdo con la cláusula 29 de su testamento, Juan Antonio Corzo Vicentelo hace responsable a su esposa de la gestión y administración de todo su legado. Explica al respecto Vila Vilar que el 144

Vila Vilar, 1991, p. 219. Vila Vilar, 2000, pp. 994-995. 146 Vila Vilar, 2000, p. 994. 147 Vila Vilar, 1991, p. 219. 148 Vila Vilar, 2000, pp. 988 y 995. 145

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papel decisivo que le tocaría desempeñar a D.ª Brígida Corzo, como albacea y usufructuaria del mayorazgo hasta su muerte, es algo muy común entre las esposas de los grandes empresarios del momento y viene a plantear la importancia que adquieren ciertas mujeres en un momento en el que parecen eclipsadas para todo lo que no sea el trabajo doméstico.149

Tras mencionar Filardo a la esposa del primogénito, doña Mayor de Toledo, hija de don Antonio de Toledo y de doña Jerónima de Ávila, cierra el poema reiterando sus palabras del comienzo sobre la dificultad de lo contado. Al final de su composición insiste, como había hecho ya en otras ocasiones a lo largo de la novela, en la verdad de lo expuesto, marcando su condición de sujeto que no escribe o poetiza, sino que testifica, con el doble sentido de ‘afirmar’ y ‘deponer como testigo en un acto judicial’: Testifico de todo con el cielo, y la vida mejor contar supiera de Juan Antonio Corzo Vicentelo, si del agua de piérides bebiera (vv. 580-583).

Terminada la recitación de Filardo, «a todos los oyentes contentó y admiró el discurso» (p. 399). Tanto fue así que, a petición propia, Diego de Arguijo dio licencia al ibero para que se marchara; y no solo eso, sino también «muchos regalos y cartas de favor» (esto es, ‘de recomendación’). Sin duda que resultaron provechosos sus versos. Abandonan entonces la isla Filardo y Marquino rumbo a Gran Canaria, arribando al puerto de El Confital, después de seis horas de travesía. Nada más llegar, Filardo agradece al cielo la buena travesía y la suerte de estar en Gran Canaria, porque allí se encuentra su amigo Cairasco de Figueroa, el Divino. Es hospedado el ibero en la cabaña de Medauro, con quien habla de cosas de España hasta que se retiran a dormir la siesta. Mientras todo esto ocurre, Marfisa, en ausencia del pastor de Iberia, es nuevamente instigada por su hermana y su cuñado para que los siga en sus propósitos, pero ella vuelve a negarse. Entretanto, Filardo es recibido en casa de Bartolomé Cairasco de Figueroa por el propio poeta y también por sus hermanas: Alejandra y Constantina Leandra. Allí, salen hasta un jardín que recuerda a Filardo los de Aranjuez. Retirados luego en un lugar «apartado, do estaba hecha por naturaleza una mesa de diversas y varias flores» (p. 401), se acomodan y comen. Después se dedican

149

Vila Vilar, 2000, p. 989.

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a quehaceres poéticos, pues el canario dice al ibero que ha glosado el soneto que le envió Marfisa, lo que celebra mucho Filardo. Pero como empieza a oscurecer, se vuelve el ibero con Medauro a la cabaña en la que lo estaba hospedando. Allí, departiendo nuevamente con su anfitrión sobre cosas de España, dan en hablar de un tal Juan Pardo, que probablemente sea quien desempeñó el cargo de contino de Castilla en Flandes desde el 9 de agosto de 1559 hasta el año 1571, nombrado durante la época en la que Felipe II se valió masivamente de estas figuras para gestionar las dificultades políticas de aquellos territorios.150 Asumiendo su valía, pregunta Medauro por el puesto que ocupa en la actualidad, ya que él lo había conocido cuando era auditor general del duque de Alba en Flandes y sabía que posteriormente lo fue de don Juan de Austria, por lo que entiende que debería estar ostentando en este momento, como mínimo, una presidencia. Responde el ibero que Juan Pardo no ha sido premiado ni mínimamente de acuerdo con sus merecimientos; y añade que en estos tiempos actuales solo obtienen prebendas «los entremetidos y los que tuvieren brazos, aunque no tengan manos ni pecho» (p. 404). Y a propósito de esto lee un soneto encomiástico a Juan Pardo que le hizo «un personaje de mucho valor de la corte, viendo lo mucho que vale y lo poco o nada que ha sido premiado» (p. 404). Tanto gusta el poema a Medauro que le sirve como «armonioso instrumento a cuyo suave son durmieron gustosamente esta noche» (p. 405). A la mañana siguiente, sabiendo los de la isla que está allí Filardo, le envían muchos sonetos, de los que se reproducen en la novela uno de Liseo, al que responde el ibero, y otro de Ergasto sobre el sufrimiento que padece Filardo en ausencia de Marfisa. Después de eso, recibe Filardo «todos los recados y despachos para sacarse y para su libertad» (p. 407). Pero cuando se dispone a marchar, le piden los pastores que aguarde aún un poco más para llevar consigo unos pliegos que habían de ir a España. Él accede y, esa misma tarde, «el discreto Petreyo» lo invita «a su jardín», que era el contiguo al de Filardo. Estando allí se divierten mucho y en un momento determinado pide Petreyo que haga memoria de un discurso que había escrito con motivo de la erupción del volcán Tajuya, en La Palma, ocurrida en 1585, y que Filardo había visto en el curso de uno de sus viajes a las Indias. El ibero dice que lo ha traído para leérselo a Ergasto, de modo que saca el poema de más de quinientos versos y da paso a su lectura. En el texto se detalla el acontecimiento de 1585, y para ello se comparan los movimientos sísmicos y las elevaciones del relieve provocadas por la erupción con otras como las de la isla

150

Martínez Millán, 2002, pp. 351 y 379; Fagel, 2009, p. 301.

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volcánica de Procida, los Alpes de Lugano (v. 149) o la Peña de Martos (v. 208). La naturaleza en movimiento va originando formas novedosas que se equiparan en los versos de Filardo con grandes construcciones de la Antigüedad, como las estatuas de oro y marfil esculpidas por Leocares en Olimpia (vv. 223-224), la construcción en piedra de Alatro (v. 232), Clusio (v. 272) o Tebas (v. 276). Para describir la virulencia del volcán acude a la comparación con los clásicos de Estrómboli, el Etna o el Vesubio: De este volcán, al que lo ve increíble, contaros su aspereza no me atrevo, que su mucha grandeza es imposible decírosla, aunque halle estilo nuevo. No le llega el Estrómbalo en terrible, ni Mongibel, Masaya ni Vecebo. Si Plinio viendo el otro no muriera, por ver aqueste treinta vidas diera (vv. 329-336).

Además de estos tres volcanes de la Antigüedad, interesa resaltar la referencia de Filardo al volcán nicaragüense de Masaya (v. 334), situado al sur de Managua, al que los conquistadores españoles denominaron como «Boca del Infierno», motivo por el que colocaron en el siglo xvi, al borde de uno de los cráteres, una cruz para conjurar al diablo. Su conocimiento del Nuevo Mundo no es privativo de la orografía, pues también sabe el ibero de inundaciones contemporáneas que parangona con similares catástrofes naturales acaecidas en la península, y todo ello para exponer los desastrosos efectos del fuego volcánico: Ni la creciente del Callao de Lima, ni aquella antigua de la antigua Lorca, ni la soberbia que llorando intima el isleño infelice de Mallorca, no como aquesta aflige ni lastima; pues digo al del Fayal y al de Menorca que lo más que las aguas allí hicieron acá en lo menos de las llamas vieron (vv. 385-392).

El puerto y la zona costera de Lima habían sido arrasados el 9 de julio de 1586 por el maremoto ocasionado tras un fuerte movimiento sísmico, como refiere Filardo. Y esta crecida le sirve para traer a la memoria una similar inundación: «aquella antigua de la antigua Lorca». Es muy probable que se refiera a la riada de San Luis de 1545, aunque resulta difícil de precisar, dado que el río Guadalentín, tan propenso a desbordarse a lo largo de la historia en la localidad

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murciana, también causó estragos en otros momentos del siglo xvi. Romera Franco explica que durante esta centuria es de destacar la riada de San Luis de 1545, que las crónicas calificaron como «muy dañina». Menos grave fue otra de 1551. La del 17 de septiembre de 1568 se produjo de noche, pillando desprevenida a la población, y entonces el agua se llevó gran número de casas y muchas personas quedaron en la miseria. Dos avenidas importantes también se produjeron en 1577.151

Los estragos en Mallorca tienen que ver con las inundaciones que provocaba el Torrente de la Riera (Sa Riera), que atravesaba el centro de Palma (la Rambla y el Born) hasta que fue desviado en 1613 para evitar más catástrofes. Las obras, sin embargo, no se hicieron todo lo bien que debieran, pues en 1618 vuelve a haber otra inundación. De acuerdo con Grimal Gelabert, «al llarg del segle xvi no es troba cap referència a inundacions, que de fet no apareixen documentades en el llarg període que va des de 1444 i 1618».152 Así pues, lo más probable es que Bernardo de la Vega esté pensando en la peor de todas ellas, acaecida en la noche del 14 al 15 de octubre de 1403, que debió de quedar muy grabada en el imaginario popular, tal y como se constata por crónicas posteriores. Vicente Mut ofrece un crudo relato de la tragedia en su Historia del Reyno de Mallorca: Murieron anegadas cinco mil y quinientas personas, que se llevó el Torrente, amaneciendo por la mañana todo el mar de la Bahía cubierto de cadáveres, y como el viento que movió la lluvia fue un levante, corrieron muchos cuerpos muertos llevados de las olas hacia las isletas, donde por entonces se les dio sepultura en aquellas arenas, porque nadie hallaba al padre, al hijo o al deudo que buscaba; tanto los desconoció en los rostros el formidable horror de su naufragio.153

Además de los daños de las inundaciones de Palma, los menorquines habían sufrido los estragos de amenazas provenientes del mar (los otomanos saquearon y destruyeron Mahón en 1535 y en 1558, respectivamente), como pone de manifiesto Bernardo de la Vega. Y lo mismo ocurre con las Azores, evocadas mediante la isla Faial, archipiélago muy castigado por las erupciones volcánicas, terremotos e inundaciones a lo largo del xvi. Apenas tres años antes de la impresión del volumen, el archipiélago luso había padecido graves inundaciones, con la destrucción en la isla Terceira de São Bento y Porto de Pipas, ocurrida el 26 de febrero de 1588. Y solo unos meses más tarde, el 8 de noviembre, la isla de 151

Romera Franco, 2008, p. 185. Gelabert, 1989, p. 22. 153 Historia, p. 260. 152

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San Jorge sufrió otra inundación que acabó con las casas de Velas y con cientos de cadáveres arrojados al mar. El poema parece una relación de sucesos154 en verso que, por su temática, se encuadraría dentro de las relaciones de sucesos extraordinarios sobre desastres naturales.155 Este tipo de textos no eran comunes en la novela pastoril,156 pero Bernardo de la Vega hizo de la suya un molde lo suficientemente flexible como para que pudiera albergar un poema de esta naturaleza. Y el marco de la ficción novelesca no resta un ápice de realidad al discurso: A ti, verdad, en mi discurso invoco, y mi lengua en la tuya se resuma, porque en la historia que recelo y toco echar el resto de tu ser presuma. Y si en los fines pareciere poco, sabed que he dicho la verdad en suma, pues oiréis, si me dais la oreja atenta, esperados milagros del de ochenta (vv. 17-24). [...] Esta verdad que cuento y os admira, que por serlo y saberla vos me atrevo, dirame alguno que es tan gran mentira como aquellas de Gaula y las del Febo (vv. 241-244). [...] Jamás lo apetecí ni lo apetezco contar sucesos que increíbles fueron, y aquí forzado a la verdad me ofrezco, pues de ella cuatro mil testigos fueron (vv. 257-260). [...] Tendrán de longitud tres leguas largas, porque tanto del mar la boca dista; de latitud, pues la verdad me encargas, uno[s] cien pies, medido por la vista (vv. 393-396).

La insistencia en este aspecto, el de la verdad de lo escrito (vv. 17, 22, 241, 259 y 395), es fundamental, pues forma parte del verismo que reclamaban para sí los textos de las relaciones de sucesos desde sus títulos y encabezamientos, en los que solían aparecer marbetes como «relación verdadera» o «relación muy verdadera».

154 Sobre la extensión semántica del concepto y su definición véanse Infantes, 1996, p. 211; Pena Sueiro, 2001, p. 43 y Bégrand, 2006, p. 9. 155 Sánchez Pérez, 2012, p. 339. 156 Castillo Martínez, 2003.

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Pero, por otro lado, y teniendo en cuenta que el poema había sido preparado para Ergasto, podría tratarse de una composición de academia escrita ex profeso. Ya se indicó anteriormente que Cairasco de Figueroa sustentó una tertulia literaria en su casa dedicada a Apolo Délfico. Los asistentes se reunían en el jardín de la residencia del poeta, y allí se daban cita desde asiduos como fray Alonso de Espinosa, Antonio de Viana o Gonzalo Argote de Molina, hasta visitantes excepcionales que iban de paso, como Juan de la Cueva o el ingeniero italiano Leonardo Torriani. Torriani estaba en las Islas Canarias por deseo de Felipe II, con el encargo de que realizara informes sobre la infraestructura defensiva del archipiélago.157 Permaneció allí cinco años, hasta 1593, cuando vuelve a la península para cumplir con el nuevo encargo que le encomendó el monarca: la revisión de las fortificaciones de Orán.158 Después de eso marcharía a Portugal, donde fue por treinta años (1598-1628) el ingeniero mayor del reino.159 Durante el lustro que permaneció en las islas entabló una buena amistad con Cairasco de Figueroa, como se comprueba en su loa italiana «Al canonico Bartolomeo Cairasco de Figueroa, Leonardo Torriani ingeniero de la Maestá Catholica del Re di Spagna», impresa en la primera parte del Templo militante (Valladolid, 1603).160 Pero también menciona Torriani a Cairasco de Figueroa en su manuscrito autógrafo Descrittione et historia del regno de l’isole Canarie. Esta obra, que surge como resultado de la tarea realizada por su autor en las islas, es una «una relación oficial y de interés práctico», aunque al elaborarla Torriani no ambicionaba hacer obra de historiador o de explorador, sino que representaba una situación de hechos, con el objeto de fundar en ella los proyectos de obras y reformas que se le habían encargado. A decir verdad, su trabajo, tal como se nos ha conservado, es una recopilación tardía, probablemente después de terminada su misión, de los informes que periódicamente había enviado a la Corte sobre cada uno de los particulares de interés que había estudiado en su viaje de inspección.161

El libro es, en suma, una suerte de memorial o compendio del conjunto de los trabajos que le exigían sus ocupaciones. Y en el marco de una obra de esta naturaleza se refiere Torriani a Cairasco de Figueroa en dos ocasiones. La primera de ellas es en el capítulo XXVIII, al describir Gran Canaria: 157

Cioranescu, 1959, p. xviii. Cioranescu, 1959, p. xx. 159 Cioranescu, 1959, p. xxii. 160 Alonso, 1952, pp. 345-347. 161 Cioranescu, 1959, p. xxiv. 158

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Entre las cosas dignas de mencionarse está la montaña de Doramas, que, mirando hacia el Norte, tiene aguas fresquísimas, cerros amenos, y sitios extraños y cuevas toscamente hechas, y varias clases de árboles en número infinito, que con sus excelsas cimas parecen rebasar el término de su crecimiento; los cuales crían sombra a los prados, a las yerbas y a las fuentes que allí se hallan, de tal modo que no solo parece ser la famosa montaña de Ida, sino que parece como si reuniese en sí a todos los dioses del Parnaso y de la Arcadia. Digna de resonar al dulce caramillo de Títiro mantuano y del Sincero napolitano, hoy día es de feliz memoria por la suave Musa del afortunado Cairasco, nobil planta provenzal cultivada en los elíseos terrenos de Canaria.162

La descripción de la isla como una Arcadia contemporánea, en la que Cairasco es al presente lo que Virgilio y Sannazaro fueron a la tradición pretérita, ofrece una imagen de la Gran Canaria que participa de la misma consideración que adopta el paisaje del archipiélago y sus gentes en El pastor de Iberia. Tal vez esto permita entender mejor las razones del (supuesto) «despiste bucólico» que entraña, según Avalle-Arce, llevar «pseudopastores»163 hasta aquellos lugares. Conviene recordar al respecto que ya el libro sexto de la Clara Diana (1580) transcurre en las Canarias.164 Pero es aún más importante considerar que no fue Bernardo de la Vega el único desatinado, pues además del precedente que existe dentro del género, también erró el distraído ingeniero del rey al considerar las islas como un espacio pastoril, y con una descripción de este tipo despistaría asimismo al destinatario de sus informes, Felipe II, quien es muy probable que hojease al menos El pastor de Iberia.165 Más adelante, cuando Torriani describe Las Palmas, vuelve a insistir en la excelencia poética de Cairasco: Esta ciudad es cabeza de este reino de Canaria; y por estar en ella el magnífico templo episcopal de Santa Ana, bajo los felices auspicios del Ilustrísimo Monseñor Fernando Suárez de Figueroa y de la divina musa del ilustre canónigo Bartolomé Cairasco, resulta más ilustre y más adornada la grandeza de esta ínclita ciudad.166

Pero lo que interesa aquí del ingeniero italiano y de sus vínculos con el Divino Ergasto es que en esa descripción de 1592 (según datación comúnmente

162

Cioranescu, 1959, pp. 90-91. Avalle-Arce, p. 1974, 157. 164 Montero, 1994, p. 76. 165 Así lo sugiere su marca de lectura en la hoja de guarda del volumen impreso que se conserva en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Cfr. 7. Esta edición, p. 105. 166 Cioranescu, 1959, p. 151. 163

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aceptada),167 también se habla del volcán Tajuya y de la montaña y nuevas realidades orográficas a que dio lugar la erupción descrita por Bernardo de la Vega a través de Filardo:

Fig. 8: Leonardo Torriani, Alla Maesta del Re Catolico, descrittione et historia del regno de l’isole Canarie gia dette le Fortvnate con il parere delle loro fortificationi. Di Leonardo Torriani cremonese [manuscrito] [c. 1592]. Biblioteca General de la Universidad de Coimbra Ms. 314, f. 93r.

Y no solo eso, sino que incluso en la descripción que hace Torriani de Gran Canaria se puede observar un dibujo en el que se aprecia con nitidez la impronta del origen volcánico de la isla. Así lo delata la incandescencia de los focos activos de magma en el suroeste y el rastro del Tajuya en el oeste. Tomando como referencia en la imagen el puerto de Tazacorte, se aprecian algo más al sur dos ríos de lava que bajaron a un lado y otro de un cono hidromagmático preexistente, así como la nueva tierra tomada al mar después de solidificarse el caudal de lava.

167

Cioranescu, 1959, p. xxxii.

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Fig. 9: Leonardo Torriani, Alla Maesta del Re Catolico, descrittione et historia del regno de l’isole Canarie gia dette le Fortvnate con il parere delle loro fortificationi. Di Leonardo Torriani cremonese [manuscrito] [c. 1592]. Biblioteca General de la Universidad de Coimbra Ms. 314, f. 90v.

Se asume que la primera noticia de la erupción del Tajuya es la que ofreció Leonardo Torriani en su compilación de 1592; obra que, por lo demás, no pasó de la circulación manuscrita en ámbitos sumamente minoritarios. Por tanto, parece claro que, hasta donde se sabe hoy día, fue Bernardo de la Vega el primero en describir (aunque poéticamente) la erupción del volcán de La Palma; suceso este que resultaría de un interés reducidísimo y muy localizado en el Siglo de Oro. Considerando estas circunstancias, no parece aventurado conjeturar que el poema enunciado por Filardo pudiera haber sido escrito para la Academia de Cairasco de Figueroa, en donde acaso participó de algún modo Bernardo de la Vega, quien luego lo encajó, como tantos otros, en las páginas de su novela. En todo caso, y como de costumbre, en cuanto Filardo concluye su recitación, el silencio expectante se transforma en encendidos elogios. Y particularmente sustantivos resultan los de Ergasto (Cairasco de Figueroa), quien encomia

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la erudición y la forma del poema, afirmando sobre el suceso que «en él no se había escripto discurso más elegante y que en él no hay un verso ni flojo ni áspero ni pesado ni agudo». ¿Debe entenderse entonces que el discurso de Bernardo de la Vega superaba al de Torriani o a otros similares recitados en la academia sustentada por Cairasco de Figueroa? Es imposible saber si existen alusiones de este tipo tras las palabras del personaje de ficción. Pero no es improbable, sin embargo, que la erupción hubiera sido tema de conversación en la tertulia real de Cairasco, a la que asistía Torriani, y quién sabe si también Bernardo de la Vega. De vuelta a la ficción, Filardo le contesta que no otro sino él es el modelo de imitación en el verso heroico: «El de Iberia le respondió que habiendo él tenido papeles suyos, y habiendo sido quien España dio el orden de hacer los heroicos, que forzado había de saber su entera razón». De estos asuntos tratan cuando, de repente, le dicen a Filardo que ha salido la barca que estaba esperando para poder volver con su Marfisa. La partida del esquife que había de llevarlo a la isla en la que le aguarda su amada supone un motivo de tristeza para el ibero, pero también se convierte en la excusa perfecta para escribir otro soneto a Ergasto en el que se queja de haber perdido la barca. El poeta canario, entonces, le ofrece un soneto consolatorio, de carácter metaliterario, en el que le explica que un suceso como el acaecido dilata la acción y ofrece la posibilidad de continuar escribiendo. Seguidamente, Silvano, hermano de Ergasto, redacta otro soneto en el que le plantea lo mismo, concluyendo que Esto y el ver que habéis quedado aislado, por no alcanzar la barca que a los ojos irá sin vos, de quien los vuestros mueve; aquesto de [e]screbir causa me ha dado, y pues son la ocasión vuestros enojos, al menos mi intención no se repruebe (vv. 9-14).

Contesta Filardo entonces elogiando la «ocasión» que le ha propiciado la ausencia para los entretenimientos literarios de los que ha gozado. Y continúa con otro soneto en el que se desdobla su voz para contar poéticamente lo que el pastor dice a la barquilla que se va, remedando, tal y como señala explícitamente, el episodio del Orlando furioso de Olimpa y Bireno. Debe considerarse, además, que la referencia inequívoca a la obra de Ariosto no es incompatible con el profundo sentido metafórico de la barquilla o el simbolismo del barco, del leño o de la nave en tanto que correlato del decurso de la vida humana.168 Ergasto, entonces, le

168

La cuestión ha sido suficientemente estudiada por eruditos como Curtius, 1955, pp. 189-193; Morby, 1953 o Sánchez Jiménez, 2006.

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replica con unas redondillas edificadas también sobre el motivo de la barquilla que se va. Y así estuvieron hasta la hora de la cena. Tras cenar, Ergasto aloja al ibero en su casa y le recita una canción esdrújula en respuesta a su epístola en versos proparoxítonos, enviada con anterioridad. En su poema solicita Ergasto que se cuenten poéticamente los amores de Marfisa y Filardo como si de unos segundos Medoro y Angélica se tratase y que, en una clara hibridación con la novela bizantina, terminen en Sevilla (segunda Roma o nueva Roma),169 tal y como conviene a este tipo de aventuras: Y allí con voz argónica diréis: «Marfisa angélica, goza de tu Filardo años nestóricos y la ribera hispánica con Medoro y Angélica». Iréis después a dar libros históricos y con pilares dóricos haréis una basílica junto del agua bética, do, con arte poética que exceda a la de agora y la gentílica, pondréis blasón pulquérrimo de aqueste par de amantes celebérrimo (vv. 66-78).

Estando en estas lides poéticas, informan a Filardo de que un navío está presto para llevarlo junto a su pastora. Se despide entonces de todos, pero, antes de que se marche, su buen amigo Ergasto le pide que lleve consigo un soneto encomiástico que el Divino ha escrito a Andrés Fernández de Córdoba, del Consejo del Rey Nuestro Señor en la Real Audiencia de Sevilla. Filardo acepta el encargo con gran placer, porque confiesa ser él mismo criado de un sujeto tan valeroso como el destinatario del poema. Se embarca por fin y llega a La Palma sin sufrir ninguna vicisitud reseñable. Una vez allí, y sin que medie mayor explicación, se casa con Marfisa. De ese modo, se concluye el libro cuarto con un final cerrado y la novela con un muestrario de hibridaciones literarias llenas de posibilidades, tras aglutinar entre sus páginas pliegos de descargo, épica genealógica, relaciones de fiestas y sucesos, historia, documentación legal y hasta quiromancia. Y todo ello sin dejar de lado, naturalmente, la tradición previa de los libros de pastores.

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Para el concepto de Nueva Roma aplicado a la Sevilla renacentista, Lleó Cañal, 1979.

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6. A MODO DE CONCLUSIÓN Ya se mencionó al comienzo de estas páginas la disparidad de criterio con que unos y otros interpretaron El pastor de Iberia, así como la deriva crítica seguida por la novela, que se estancó inamoviblemente en las cenagosas aguas de la valoración negativa, adonde la arrojaron quienes iniciaron la tradición de la historia literaria española. Probablemente no se trató de inquina especialmente dirigida contra Bernardo de la Vega, sino más bien de un descrédito mayoritariamente extendido hacia este «género falso y empalagoso», en palabras de Menéndez Pelayo.170 Si bien es cierto que durante el xviii parte de la prosa pastoril, como la cervantina, se salvó de la quema, a partir del xix lo relacionado con los libros de pastores tendió a incluirse en el cajón de sastre de lo disparatado, de lo inverosímil y de las estructuras imperfectas. Desde los presupuestos posrománticos y del positivismo decimonónico, resultaba difícil encontrar en estas piezas literarias emociones o pensamientos afines a los intereses de los estudiosos, y ello condicionó durante bastante tiempo el análisis del género. Todavía en fechas relativamente recientes la novela que nos ocupa ha sido despachada por una indiscutida autoridad en la materia como obra leída «por mal de mis pecados» que «bien podría haber quedado en el olvido».171 Sin entrar a discutir los gustos personales de ningún crítico, parece que los análisis derivados de apriorismos e intereses particulares generan un desajuste importante entre el enfoque crítico y el objeto de estudio, lo que termina repercutiendo en una interpretación sesgada de los fenómenos literarios. Sin embargo, como ya se indicó al inicio, la finalidad de este trabajo no es modificar opiniones ni reivindicar justicia póstuma para una obra que, verdaderamente, poco o nada ha importado en la historia literaria. Sí se aspira, sin embargo, a que se conozca y entienda El pastor de Iberia de acuerdo con las especificidades, condicionantes y mundo de referentes de su época; y no porque sea mejor que otras o digna de especiales merecimientos, sino únicamente porque esta es la tarea del estudioso de la literatura y porque tan solo mediante un conocimiento más amplio del corpus textual se puede avanzar en la comprensión de la realidad histórica y literaria que nos ocupa. Por esto se ha recurrido a la explicación de las particularidades de la novela, intentando aclarar los puntos oscuros del texto y acudiendo en más de una ocasión a datos tediosos que tienen más que ver con entresijos históricos que con problemas narrativos o ficcionales. El resultado final permite ahora una lectura de la obra mucho más informada que la que se ha efectuado en las últimas 170 171

Cfr. Beltrán (2010) para un recorrido por la historia crítica de los libros de pastores. Avalle-Arce, 1974, pp. 11 y 153.

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centurias. Pero este mejor entendimiento de la novela no redundará, de seguro, en una favorable opinión sobre su calidad literaria (ni es de lo que se trata). El pastor de Iberia se construye de acuerdo con el diseño general popularizado por Montemayor y las Dianas que le siguieron: en torno a una historia de amor (la de Filardo y Marfisa) se organizan otras colaterales, de mucha menor entidad; todo el material narrativo se dispone en varios libros, que aquí son cuatro en lugar de siete; y en su concreción formal conviven la prosa y el verso, con no pocas glosas de villancicos tradicionales y poemas tanto octosílabos como endecasílabos. Junto a estas analogías generales existen ciertas particularidades en la novela que la apartan de algunas de las características definitorias del canon genérico. A este respecto, resulta llamativo, por ejemplo, que en el tratamiento de las protagonistas femeninas no se desarrolle el tema de la malcasada y que no se le ofrezca al lector «la inevitable glosa de la bella malmaridada».172 Por otro lado, los versos sdruccioli cultivados por los predecesores en el género (que se reducían generalmente a superlativos y enclisis de formas verbales) son aquí sustituidos por versos esdrújulos que siguen las pautas de los escritos por Cairasco de Figueroa. Aunque la factura de estos concluya con desigual fortuna en el trazo grueso de Bernardo de la Vega, no carece de interés que se sustituya el modelo italiano, asumido sin más, por el seguimiento a un autor del Parnaso hispano contemporáneo, que es elevado a modelo de imitación. También se modifica en algo el típico motivo de la fuente, ya que en El pastor de Iberia no aparece ninguna que sirva como lugar señalado de reunión para los protagonistas. Sí hay, no obstante, un «val de los alisos», eco de la fuente homónima de La Diana, que en Montemayor es «centro del espacio pastoril, al que una y otra vez encaminan sus pasos los personajes del libro».173 En Bernardo de la Vega, sin embargo, el valle evocado mediante el mismo tipo de árbol no adopta la importante centralidad que en el modelo precedente. Y, de hecho, aunque los personajes se congregan allí en alguna ocasión, tanto las distintas cárceles como los diferentes palacios urbanos son lugares que presentan mucha mayor atracción narrativa que la fuente. Las típicas evocaciones a la Edad de Oro como signo de un pasado mejor también han desaparecido, pues cuando en algún momento se rememora lo pretérito con carácter meliorativo, se remite con ello a los años cortesanos de Filardo y, sobre todo, a las amistades de que gozaba en la corte, que le habrían aliviado los infortunios judiciales y administrativos padecidos en el presente.

172 173

Montero, 1994, p. 75. Montero, 1996, p. 13

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En la mayor parte de los libros de pastores se desarrollan diversos casos de amor que discurren en paralelo al de los protagonistas, pero en El pastor de Iberia la historia de Filardo es el centro sobre el que gira todo lo demás. Y aunque existe alguna relación paralela como la de Nise y Rosilo, lo cierto es que su incidencia narrativa es tan menor que ni siquiera distrae la atención del lector por un instante. Tampoco se ve distraído el lector por las típicas historias intercaladas de los libros de pastores, reducidas en la obra de Vega a una expresión mínima. Estas diferencias, entre otras más, hacen que el protagonista de la novela se mueva en un entorno aparentemente pastoril, aunque rodeado de personajes que difícilmente encajan con la noción de lo bucólico; pues si la pastoril se caracterizaba por las acciones desarrolladas en un espacio arcádico en el que primaba la virtud, la verdad y el amor, Filardo convive con personajes que actúan únicamente movidos por su interés, que recurren a la mentira e incluso a la falsa delación para la consecución de sus propósitos; son inconstantes en el amor a sus pastoras y pastores; y asesinan si con ello pueden allanar el camino hacia sus objetivos o dar rienda suelta a su venganza. En fin, son pastores fieramente humanos en los que la fidelidad, el altruismo y la verdad no tienen cabida, pues el siglo no se sustentaba sobre tales valores. En este mundo hostil, Filardo se desenvuelve con solvencia porque aplica, al principio, lo aprendido en la corte, que se reduce a la puesta en valor de dos cualidades: la contención y el disimulo. En sus explicaciones sobre la contemporaneidad de la pastoril española, Finello174 ha señalado que las características estéticas y el idealismo de estas obras entrañaban un valor social en el xvi desde el punto y hora en que ayudaban al control de los impulsos violentos en el ámbito cortesano. Y en este sentido es digno de mención que Filardo nunca solvente nada por la fuerza, como hacen sus enemigos, sino siempre valiéndose de las normas establecidas y de su ingenio. La segunda de las virtudes aprendidas por el ibero está muy ligada a la resolución de los problemas por la vía del ya mencionado ingenio, pues tiene que ver con la capacidad de Filardo para discernir la impostura, que linda con la mentira en el mundo real y con la ficción en el literario. Así, por ejemplo, disimulará frente a las pastoras Jacinta y Alcida, quienes tratan de seducirlo con diversos engaños. Y el engaño, uno de los temas principales de la novela, será el peor enemigo invisible contra el que deberá combatir Filardo. Al principio tratará de vencerlo mediante la búsqueda de la verdad, aunque para ello se deba recurrir a tretas y mentiras: así, por ejemplo, cuando él mismo, vestido como Tirseo, embauca a Jacinta para que confiese ante Marfisa que Filardo nunca le fue infiel. Luego tendrá que acudir nuevamente a la 174

Finello, 2008, pp. 51-53. Sobre el interés que en la época suscitaba el ambiente de corte, cfr. Finello, 2001.

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impostura y disfrazarse para testificar a favor de sí mismo ante los jueces de la villa, después de que sea acusado falsamente por Brasildo y resulte encarcelado. Sin embargo, a medida que avanza la obra, Filardo parece entender que en un mundo como el que le rodea, la verdad poco importa, de modo que paulatinamente apelará tan solo a sus contactos, sus amistades y a los abogados (que lo dejan económicamente «pelado») para que le solucionen los problemas jurídicos que lo tienen privado de libertad. En este sentido, la novela discurre en su narración como una obra circular marcada por un esquema que se reproduce en los dos primeros libros de modo muy análogo a lo que acontece en los libros tercero y cuarto: Filardo genera antipatías y odios que provocan una falsa acusación y su entrada en la cárcel. Esta prisión es absolutamente real (nada queda de las metafóricas cárceles de amor), y allí recibe un castigo (que no debiera sufrir) por las normas de la sociedad coetánea. Pero el esclarecimiento de la verdad no será la vía para su redención, sino que esta vendrá de la mano de los poderosos a quienes corteja literariamente mediante sus escritos y poemas. Tras salir de prisión se verá obligado a marcharse: al principio, desde las riberas del Betis hasta el archipiélago canario; y una vez allí viajará de isla en isla en busca de favores y de una solución para sus problemas. A la conclusión de la novela todo queda dispuesto para su regreso a la península, aunque el matrimonio de los protagonistas marca un final cerrado que deja poco margen para que tal viaje se pueda concretar en una segunda parte (a la que ni siquiera se alude, como era procedimiento habitual en el género). De acuerdo con todo esto, parece claro que las condiciones de la novela pastoril marcadas por las Dianas se han alterado notablemente, trasladando las acciones del campo al palacio urbano y a la cárcel. El motivo del viaje no fue un hallazgo de Bernardo de la Vega, pues ya desde Montemayor los pastores se movían para llegar al palacio de Felicia, y en otras novelas los protagonistas se desplazaban para acudir a templos o cuevas. La diferencia que introduce Bernardo de la Vega es que en su novela las peregrinaciones tienen como objetivo engañar a los jueces de la villa o acudir en busca de personas reales, con nombre y apellidos (amén de un cargo de importancia), para que intermedien en los problemas con la justicia que tiene el protagonista. Lo que desdibuja el canon establecido es que se cambia la geografía lejana y desconocida por una ubicación real en donde todo lo que ocurre es tan próximo como la vida misma. Esta novedad no es una mera cuestión nominal, pues las referencias a ubicaciones históricas están presentes desde Montemayor, quien en La Diana introduce el Esla como parte del marco pastoril; y lo mismo ocurrirá luego con el Ebro en la Clara Diana (1580), el Turia en El prado de Valencia (1600) o el Guadiana en Siglo de oro de las selvas de Erífile (1608). Sin embargo, en todos estos casos, el río no pone en duda el mundo idealizado, casi intangible, en el que se desarrolla la acción pastoril. Por

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el contrario, en Bernardo de la Vega las mentiras, los asesinatos, la inconsistencia en el amor, junto con la importancia del dinero y de los contactos para que se pueda gozar de justicia y libertad, derrumban cualquier atisbo de ideal arcádico, dando entrada a lo real en la ficción pastoril. Esta inclusión de lo histórico y de sus consecuencias en la vida de los protagonistas está ligada a uno de los aspectos más importantes de El pastor de Iberia: la responsabilidad de las acciones de los personajes, lo que apunta hacia nuevos horizontes para la narrativa de ficción. No en balde, análogas cuestiones son las que definen la modernidad de una de las más exitosas novelas pastoriles del Siglo de Oro, la Arcadia de Lope, que en palabras de Antonio Sánchez Jiménez: se libera totalmente del estatismo típico de Sannazaro para presentar personajes en conflicto, que sufren tomando decisiones y que luego experimentan las consecuencias de las mismas. La narratividad, el énfasis en las decisiones, con sus causas, dificultades y consecuencias, llega en la Arcadia a su punto culminante dentro de la tradición pastoril.175

En su documentado y esclarecedor trabajo, Sánchez Jiménez analiza los rasgos definitorios y la complejidad de estas decisiones, que están vinculadas, como él demuestra, con diatribas teológicas del pensamiento de la época en relación al análisis de la gravedad, magnitud y posible explicación de los pecados humanos (casuismo y probabilismo). Sería excesivo considerar que los asesinatos equivocados del libro primero o el engaño a la justicia de Marfisa y Filardo ponen sobre la mesa debates similares. Pero sí nos parece claro que existe una implícita reflexión sobre la responsabilidad del sujeto en sociedad, en el mundo, al margen de consideraciones morales, como se prueba con los encarcelamientos, las falsas delaciones y el modo en que funcionaba la justicia coetánea. A propósito de la novela del Fénix, indicaba Silés Artés que «los personajes se han soltado de las ligaduras del género pastoril para hacerse responsables de sus actos. Esto es lo que, a nuestro entender, confiere a la Arcadia de Lope de Vega categoría de novela moderna».176 Creemos que este análisis sería también de alguna aplicabilidad al Pastor de Iberia, matizando, claro está, que la modernidad referida debe entenderse únicamente como la señal de ciertas alteraciones y el atisbo de nuevas vías posibles para la prosa de ficción; porque si de novela moderna se trata, la mirada debe dirigirse a Cervantes, el mismo que tanto despreció la obra de Bernardo de la Vega.

175 176

Sánchez Jiménez, 2014, p. 97. Silés Artés, 1972, p. 166.

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Las escasas explicaciones aducidas por el autor del Quijote hacen difícil precisar las razones de esta inquina. Y si bien se mira, la novela tenía verdaderamente elementos que podrían haber agradado a un escritor tan proclive a la reformulación de lo recibido. De hecho, El pastor de Iberia rompe con el canon del idealismo pastoril y con el mito arcádico mediante la inclusión abrupta de elementos como la muerte sistemática de personajes, el asesinato entre pastores, el travestismo para burlar a la justicia, el engaño con fines no amorosos, la importancia del dinero en las relaciones de los protagonistas o el tratamiento mundano y vulgarizado del amor; valga decir sobre esto último que a Cupido se le denomina como «hideputa rapaz» (p. 176). Bernardo de la Vega actualiza la bucólica pastoril y reescribe el mito arcádico atendiendo a las complejidades de la realidad histórica en que se desenvuelve la obra, y no de acuerdo con las pautas de idealización utópica establecidas por los modelos canónicos de la tradición literaria. Pero es que además, la propia novela de Bernardo de la Vega presenta también ciertos puntos en común y concomitancias con algunas de las novedades presentadas en La Galatea. Así, por ejemplo, ambas obras se inician in medias res con un poema en octavas en donde se desconoce quién se queja y por qué, lo que supone un comienzo innovador cervantino que continuó Vega; en ambas novelas hay asesinatos con suspense y engaños, así como recurrencia a los relatos dobles (aunque en diferente grado de intensidad); en las dos novelas se otorga a la poesía una centralidad que en ciertos momentos la convierte en texto prácticamente autónomo de los fragmentos en prosa; ambos autores recurren en la articulación de sus novelas al número par –seis libros Cervantes y cuatro Vega–, de modo que se renuncia, como ha señalado la crítica para el texto cervantino, a la solución del libro-eje aplicada por Montemayor en La Diana; y también en una y otra se produce lo que Rey Hazas ha denominado recientemente como «apertura del pastorilismo hacia la realidad».177 Y tanto se abre a la realidad El pastor de Iberia que sus protagonistas engañan, asesinan, tratan con documentos administrativos y leyes, duermen y hasta comen; pero no cualquier cosa, pues en su viaje hasta las Islas Canarias los pastores, una vez abandonada la Arcadia ideal, «almorzaron viandas» diversas, entre ellas «sabroso y estremado pan de Tijarafe y Garafía», así como también «vinos odoríferos y regalados de Velhoco y Buenavista» (p. 324), lugares de gran fama vinícola en el archipiélago. Solo a la vista de esto último, cabría preguntarse por qué Cervantes no aplicó a Bernardo de la Vega el mismo eximente que a Tirante el Blanco, al que se refirió en el escrutinio como «el mejor libro del mundo» porque «aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen 177

Rey Hazas, 2013,

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testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros de este género carecen» (Quijote I, 6). Al hilo de esto, es pertinente recordar que hasta un testamento, el de Juan Antonio Corzo, aparece poetizado por Bernardo de la Vega (p. 394). ¿Se puede imaginar una presencia de la muerte más señaladamente intensa que la derivada de un documento legal como este? Tal vez la desavenencia cervantina no era de índole literaria, o al menos no solo literaria. Como explica Montero en su reciente edición de La Galatea, Cervantes se esforzó desde su vuelta a Madrid en 1582 por desarrollar una actividad destinada a llamar la atención del secretario regio Vázquez de Leca, cabeza del partido castellanista y grandísimo aficionado a lo pastoril. Y tanto es así que la novela nació «al albur de esta práctica compartida por los escritores lequistas, orientados a satisfacer el gusto particular del archisecretario».178 Sin embargo, el éxito de Cervantes con Leca no fue, probablemente, ni mucho menos el esperado.179 Bernardo de la Vega se acercó descaradamente a los Leca sevillanos (igual que a otros prohombres hispalenses como los Guzmán o Arguijo) y esgrimió en el panegírico que les dedica muchos de los argumentos que blandía Mateo Vázquez en la defensa de su linaje. Algunas de las justificaciones defendidas en el poema de Vega podrían ser del conocimiento público, pero otras, ligadas al dato histórico (o más bien a la invención seudohistórica) provenían de la genealogía particular impulsada por el secretario y llevada a cabo por Juan Manuel, obispo de Sigüenza. Se puede presumir, por tanto, que Bernardo de la Vega tuvo acceso a la información genealógica de los Leca para la propaganda poética que escribe. Por tanto, debía existir un vínculo que tal vez (y solo tal vez) le permitiese obtener alguna prebenda, acaso la de los viajes marítimos, tan buscados por Cervantes. Si Bernardo de la Vega no llegó hasta América, no hay duda de que conocía, al menos, Canarias y a algunas de las más importantes autoridades del archipiélago. Quizá fuera la proximidad de Bernardo de la Vega al círculo sevillano y a los Leca uno de los motivos que provocó la crítica cervantina, así como el hecho de que en El pastor de Iberia se concentren innovaciones que Cervantes no había terminado de explotar todo lo que hubiera podido. Alguien tan acostumbrado a ser el primero —fuese en haber «novelado en lengua castellana»180 o en representar «las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro»—,181 no habría de ver con buenos ojos que a un paniaguado lequista se le ocurriera ser de los pioneros en cuestionar y reescribir el paradigma

178

Montero, 2014, p. 447. Marín Cepeda, 2015. 180 Novelas ejemplares, p. 19. 181 Comedias y tragedias, p. 12. 179

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de los libros de pastores. Y tal vez por ello en el Viaje del Parnaso (VII, 199) indica que «Llegó el Pastor de Iberia, aunque algo tarde»; pues de ese modo menospreciaría las innovaciones de Vega tildándolas de extemporáneas. En el Diario de un escritor se planteaba Dostoievsky que «si se acabase el mundo y alguien le preguntase a los mortales: “Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?”», los hombres podrían «mostrar el Quijote y decir: “Esta es mi conclusión respecto a la vida..., ¿y podríais condenarme por ella?”».182 El pastor de Iberia es una tortura de la que se libraron hábilmente la mayor parte de quienes lo criticaron, pero su estudio permite conocer mejor la novela pastoril española y tal vez aporte algo al conocimiento de Cervantes o una nota al escrutinio de su biblioteca. Si eso al menos se concluye de este trabajo, queda en manos del lector la condena o absolución de estas páginas. 7. ESTA EDICIÓN Se edita a partir del único ejemplar conocido de la princeps, que se conserva en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, encuadernado en un volumen junto con la tercera edición de El pastor de Fílida (Madrid, viuda de Alonso Gómez, 1590). El libro, catalogado con la signatura RBME 22-V39 (2º), consta de 228 hojas en octavo (16 centímetros) y tiene una marca de lectura de Felipe II en la hoja de guarda. Se ha manejado también una copia manuscrita de la Biblioteca Pública de Toledo, cuya primera página reproduce la portada del impreso: El pastor de Iberia compuesto por Bernardo de la Vega [...] dirigido a don Juan Tellez Giron duque y conde de Ureña [...] en Sevilla en casa de Juan de Leon impressor 1591. El manuscrito, de 22 por 15 centímetros, consta de 341 hojas que están foliadas de 10 en 10, quedando 8 en blanco. El documento forma parte de un fondo proveniente de la colección de manuscritos Borbón-Lorenzana. Francisco Esteve Barba, el mejor conocedor del fondo y catalogador del mismo, lo dató en el siglo xviii.183 Aunque se toma como base para la edición el ejemplar de la princeps, se acude a varias lecciones del manuscrito dieciochesco para la restitución de algunos lugares del texto que eran ilegibles por problemas materiales del libro de 1591. Para la edición se ha seguido un criterio de modernización moderada, considerando siempre la fluctuación de las vocales átonas e interviniendo, únicamente, cuando la modificación no afectaba a ningún cambio o permutación con

182 183

Diario, p. 943. Esteve Barba, 1942, p. 481.

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valor fonológico. Las intervenciones al texto se marcan con corchetes ([]) y se explican en nota al pie cuando no son erratas evidentes. Se han desarrollado las abreviaturas, se ha puntuado de manera interpretativa y se han marcado en los poemas las cuestiones rítmicas y métricas pertinentes. La acentuación y el uso de las mayúsculas se han adecuado a la norma académica.

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El pastor de Iberia,

1

compuesto por Bernardo de la Vega, gentilhombre andaluz

Dirigido a don Juan Téllez Girón, duque y conde de Ureña, camarero mayor del rey nuestro señor y su notario mayor de los Reinos de Castilla [escudo de la casa de Osuna]

Con previlegio En Sevilla. En casa de Juan León,2 impresor. 1591 A costa de Bernardo de la Vega

1

El pastor de Iberia: Sigue un modelo de intitulación marcado desde Montemayor, con una rotulación designativa del personaje principal de la novela. Una mención de esta naturaleza, con el protagonista masculino al frente, contaba ya con antecedentes como El pastor de Fílida (1582) de Gálvez de Montalvo. 2 Juan de León: Probablemente era hijo del homónimo fundidor de letras sevillano (Domínguez Guzmán, 1975, p. 50; Wagner, 1982, pp. 51-52; Delgado Casado, 1996, p. 470). Se dedicó a la misma tarea que su padre durante el período comprendido entre 1585 y 1617. Igual que su progenitor, alternó esta labor con la impresión de libros (Cátedra, 2002, p. 69), aunque su principal desempeño fue el de fundir tipos, de los que se nutrían los impresores sevillanos y también algunos del resto de Andalucía.

Muy poderoso Señor Por comisión de Vuestra Alteza, he visto este libro3 intitulado El pastor de Iberia, compuesto por Bernardo de la Vega. Y por no haber en él cosa que ofenda, antes muchas de mucho ingenio y erudición, se le puede dar la licencia y previlegio que pide. Y este es mi parecer. Dado en este convento de Nuestra Señora del Carmen, en la villa de Valdemoro, en diez y siete días del mes de marzo de 1591 años. Fray Pedro de Padilla4

3 he visto este libro: La aprobación era el primer trámite administrativo que debía cumplirse para proseguir con la publicación del libro. Era una censura previa para la que el Consejo comisionaba a ciertos agentes del sistema literario y cultural de la época, muy generalmente también escritores, como en este caso. 4 Pedro de Padilla: Fue uno de los más famosos y populares poetas del siglo xvi (Valladares, 1995), si se atiende a la gran cantidad de obras impresas en vida (Tesoro de varias poesías, Églogas pastoriles, Romancero espiritual o Jardín espiritual, entre otras), a su notable presencia en cancioneros manuscritos auriseculares y a la favorable opinión que de él tenían importantes escritores coetáneos como Cervantes o Lope de Vega. Fue también un conspicuo aprobador áureo, como lo atestigua el hecho de que lleven su aprobación casi una treintena de libros entre finales del xvi y principios del xvii. Valga mencionar, a modo de ejemplo, las censuras positivas que firmó para El Monserrate (Madrid, 1587), de Cristóbal de Virués; las traducciones de los Sonetos y canciones de Petrarca (Madrid, 1591) y de Os Lusíadas de Camoens (Madrid, 1591), de Enrique Garcés; la Segunda parte de las obras (Madrid, 1591), de Francisco de Aldana; La Dragontea (Madrid, 1598), la Arcadia (Madrid, 1598) y el Isidro (Madrid, 1599), de Lope de Vega; los Conceptos espirituales (Madrid, 1599), de Alonso de Ledesma, o la Conquista de la Bética (Sevilla, 1603), de Juan de la Cueva.

BERNARDO DE LA VEGA

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El Rey Por cuanto por parte de vos, Bernardo de la Vega, nos fue hecha relación que vos habíades compuesto un libro intitulado El pastor de Iberia y nos suplicastes os mandásemos dar previlegio por veinte años o el tiempo que fuésemos servido para lo poder imprimir, atento que era curiosidad y habíades gastado en él mucho tiempo y trabajo, o como la nuestra merced fuese;5 lo cual visto por los del nuestro Consejo, y como por su mandado se hicieron en el dicho libro las diligencias que la pregmática por nos nuevamente hecha sobre la impresión de los libros dispone,6 fue acordado que debíamos mandar dar esta cédula para vos en la dicha razón e nos tuvímoslo por bien. Por lo cual, por vos hacer bien y merced, vos mandamos dar licencia y facultad para que, por tiempo de diez años primeros siguientes que corren y se cuenten desde el día de la fecha desta nuestra cédula, podáis imprimir y vender el dicho libro por el original que en el nuestro Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de él de Gonzalo de la Vega, nuestro escribano de Cámara de los que residen en nuestro Consejo;7 con que antes que se venda le traigáis ante ellos juntamente con el original, para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, o traigáis fe en pública forma cómo por el corrector nombrado por nuestro mandado se vio y corrigió la dicha impresión por el original. Y mandamos al impresor que así imprimiere el dicho libro no imprima el principio y primer pliego de él, ni entregue más que un solo libro con el original al autor y persona a cuya costa le imprimiere, ni otra alguna para efecto de él haya corrección y tasa, hasta que antes y primero el tal libro esté corregido y tasado por los del nuestro Consejo. Y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual seguidamente ponga esta nuestra cédula y previlegio, y la aprobación, tasa y erratas;8 so

5

Por cuanto... merced fuese: El comienzo del texto alude a la petición presentada por Bernardo de la Vega ante el Consejo de Castilla, que fue redactada por él mismo, habida cuenta de que existe concesión de licencia a su nombre en el Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla-Libro de Relaciones 24, f. 43v.; además, se encargó de costear el volumen, como consta en la portada. 6 pregmática... dispone: Pragmática sobre la impresión de libros promulgada en Valladolid el 7 de septiembre de 1558. El uso de nuevamente (‘recientemente’) es un formulismo burocrático presente en este tipo de textos legales. 7 escribano... Consejo: El escribano de cámara del rey supervisaba la tramitación de solicitudes y expedientes dirigidos al Consejo Real. La rúbrica del escribano certificaba que el texto impreso coincidía con el original manuscrito aprobado. No obstante, era relativamente frecuente que se produjeran cambios y retoques en los textos después de haber sido aprobados. 8 ponga... y erratas: A pesar de lo que impone el texto de la Licencia y el Privilegio de impresión, el libro no lleva Tasa, que marcaba el precio máximo al que podía venderse el producto editorial.

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pena de caer e incurrir en las penas contenidas en la dicha pregmática y leyes de nuestros reinos.9 E mandamos que, durante el dicho tiempo, persona alguna no lo pueda imprimir ni vender, so pena que el que lo imprimiere haya perdido y pierda todos y cualesquier aparejos que del dicho libro tuviere, y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere. La cual dicha pena sea la tercia parte para el juez que lo sentenciare y la otra tercia parte para la nuestra Cámara. Y mandamos a los del nuestro Consejo, presidente y oidores de las nuestras audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa, Corte y chancillerías,10 y a todos los corregidores, asistente[s], gobernadores, alcaldes mayores, y ordinarios y otros jueces y justicias que cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros reinos y señoríos, así a los que agora son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced que así vos facemos, y contra el tenor y forma de ella ni de lo en ella contenido no vayan ni pasen ni consientan ir ni pasar en manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara. Dada en Madrid, a veinte y ocho días del mes de marzo de mil y quinientos y noventa y un años. Yo, el Rey Por mandado del Rey Nuestro Señor: Juan Vázquez

9 nuestros reinos: Afecta únicamente a la jurisdicción de Castilla, pues la organización territorial de la Corona española durante los Austrias concedía diferentes legislaciones y atribuciones a los distintos reinos. 10 chancillerías: ‘audiencias o tribunales reales’.

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Erratas Folio

Pap[el]

Ring[lón]

Dice

Diga

10 26 33 39 51 771 77 101 103 112 126 126 148 149 151 160 163 164 167 167 169 173 175 178 183

2 1 2 2 1

9 22 13 antep[enúltimo] 8 15 5 últim[o] 8 3 10 3 7 6 8 21 17 2 11 3 13 6 15 8 1

agradó en encierra otros quisiererer recompe gloso parte el cron firmeza11 si no no es imposDios tascar ma corzón estrañas distrita Dicho de vil y ufana tienas lo que más pareje Amo de su su favor Risístrato

agradaron en sí encierra a otros quisieres recompense glosa parte del con firmeza sino es pos-12 a Dios13 tascan mas corazón entrañas distrito Dichoso débil y muy ufana tienes lo más paraje Amor de su favor Erisístrato

2 2 2 2 1 2 2 2 1 2 2 2 1 2 1 2 2 1 2

11

cron firmeza: En la princeps se lee «cronfimeza» y no «cron firmeza». pos: En el folio 112r el cambio afecta al sentido del adjetivo impreso al final de la tercera línea, «imposible», en lugar de «posible». La tabla de erratas únicamente señala el cambio en el prefijo. 13 a Dios: La inclusión de la preposición es de importancia para entender el sentido del verso: «El alma a Dios, los cuerpos a la tierra». 12

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194 111 220 226

2 2 2 2

14

penúl[timo] 13 [1]715 últim[o]

ubros di el percas diendo

127

ubios dice el14 persas diciendo16

Dice el: Esta errata no está en la página indicada ni la hemos podido localizar en el texto, de modo que debe tratarse de un error. 15 [1]7: Hay una confusión en el número de línea, pues la errata se encuentra en la 17, y no en la 7. 16 diciendo: La Fe de erratas corrige por «diciendo», aunque la lección correcta sería «ciendo», pues en el original impreso se lee en las dos últimas líneas «di-ciendo». La primera sílaba («di-») queda al final de la línea anterior.

BERNARDO DE LA VEGA

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Soneto dedicatorio de Bernardo de la Vega a don Juan Téllez Girón, duque y conde de Ureña17 Mi baja piedra engasto en vuestro engaste, por el más rico que la Arabia envía, que pues sin él, por ser tan basta y mía, no ha de bastar, por el asiento baste. Precio el más alto le pondrá el contraste, si primero el más bajo le ponía, y aún me dirá: «de cuanto el mundo cría la guarnición de más valor tomaste». Este servicio, sin industria o maña, Señor, te ofrezco, y el premiarlo quede [a] aquese amparo con que al mundo sobras. La defensa mejor busqué de España, porque el brazo que guarda a su Rey puede, con más facilidad, guardar mis obras.

17

5

10

Juan... Ureña: Don Juan Téllez-Girón de Guzmán (Osuna, 20 de octubre de 1554-25 de noviembre de 1600), II duque de Osuna, I marqués de Peñafiel y VI conde de Ureña. Este grande de España era uno de los más altos representantes de la nobleza andaluza, que había accedido a su título nobiliario solo un año antes de impreso el volumen, después del fallecimiento de su padre, Pedro Girón y de la Cueva, I duque de Osuna, el 13 de septiembre de 1590. La presencia textual del dedicatario del volumen se enfatiza en la materialidad del libro impreso mediante los grabados de los escudos de la Casa de Osuna que se estampan en la portada y en el fol. 6v.

EL PASTOR DE IBERIA

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Soneto de Bernardo de la Vega al curioso lector De mi libro verdad es el subjeto, varios sucesos con verdad escribo, a mi pluma de fábulas prohíbo, y en mis verdades gustos mil prometo.18 Mas aquesto será, lector discreto, si una merced de tu valor recibo (que, si gozando aquesta gloria vivo, lo prometido sin que falte acepto): y es que lo pases, si pudieres, todo; y en su discurso, el pecho más constante verás de una mujer, pues una ha sido. Y si en algo a tu gusto me acomodo, haz que la Fama lo celebre y cante, y si no, lo sepulta en el olvido.

18

5

10

v. 4 verdades... prometo: El autor presenta su obra como una novela en clave, al anunciar la verdad de lo que se esconde tras los sucesos narrados. El recurso ya lo había utilizado Montemayor cuando en el «Argumento» de La Diana (1559) advertía a los lectores que hallarían en sus páginas «muy diversas historias de casos que verdaderamente han sucedido, aunque van disfrazados debajo de nombres y estilo pastoril» (Montemayor, 1996, p. 8). La mixtura y heterogeneidad consustanciales a la novela pastoril española desde su paradigma fundacional (López Estrada, 1954, pp. lxxxv-lxxxvi; Avalle-Arce, 1974, pp. 94-96; Rallo, 1991, pp. 36-52), presentes en el soneto de Bernardo de la Vega, así como el intento de hacer pasar por verdad la ficción ofrecen claves útiles para reconstruir cuál debió de ser la percepción que de los libros de pastores tendrían los lectores coetáneos (Chevalier, 1976).

BERNARDO DE LA VEGA

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Soneto del licenciado Baltasar de Cepeda19 al autor «Yo, pastor, labrador y caballero, apacenté, labré y vencí igualmente las cabras, campo y enemiga gente con las hojas, azada y brazo fiero». Esto dice de sí el que imitó a Homero, y es esto lo que en estos versos siente: «yo canté en varios tiempos variamente pastos, labranzas y un varón guerrero».20 Y así vos, Vega, en El pastor de Iberia, podéis decir de vos con el poeta que en él hacéis a una y otra mano; pues dais al hombre en él larga materia donde, si quiere hacer vida perfecta, aprenda a ser pastor y cortesano.

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5

10

Baltasar de Cepeda: El apellido del autor coincide con el de hasta tres escritores auriseculares distintos (Arata, 1988), lo que dificulta la identificación exacta. Sin embargo, lo más probable es que se trate del Baltasar de Cepeda (Osuna, 1560-Espartinas, ¿?), clérigo franciscano hijo de Catalina de la Torre y de Diego de Cepeda, gobernador y alférez mayor en Estepa, descendiente de los Cepedas de Ávila y emparentado con santa Teresa de Jesús (Rújula, 1932). Es tenido por poeta de mérito en su época, como ponen de manifiesto las elogiosas palabras que le dedicó Cervantes en el capítulo VII del Viaje del Parnaso (1614): «Hacer milagros en el trance piensa / Cepeda, y acompáñale Mexía, / poetas dignos de alabanza inmensa». Son cuatro las obras poéticas que se pueden atribuir sin género de dudas al clérigo Cepeda, impresas todas ellas en Sevilla por Alonso Rodríguez Gamarra: Pater Noster y el Ave María glosado a la Inmaculada Concepción de la Virgen María (1615), Testimonio en relación que da el tiempo del estado que hoy tiene el pleito de la Inmaculada Concepción de la Virgen nuestra señora (1616), Lunario y pronóstico general de las verdades que sucederán en el año de mil y seiscientos y diez y siete acerca de la concepción de la Virgen María (1617) y Testamento y última voluntad de un fiel devoto acerca del misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen (1617). Además del soneto estampado en los preliminares de El pastor de Iberia, se atribuyen a un Cepeda de identificación dudosa otras varias composiciones: la comedia Los enredos de Martín, de finales del xvi; un poema redactado con motivo de las exequias de Felipe II celebradas en Murcia en 1600, a las que se sabe que asistió Cervantes; una oda contenida en las Flores de poetas ilustres (1605) y un Romance sobre las bodas de Velázquez, con ocasión del casamiento entre Diego de Silva Velázquez y Juana Pacheco Miranda, que tuvo lugar el día 23 de abril del 1618 en la iglesia de San Miguel de Sevilla. 20 vv. 7-8 yo canté... varón guerrero: Se alude al epitafio de la tumba de Virgilio: «Mantua me genuit, Calabri rapuere, tenet nunc / Parthenope; cecini pascua rura duces» (‘Mantua me engendró, me mató Calabria, me posee ahora Nápoles. Canté a los pastos, los campos, los caudillos’). La referencia, atribuida al propio escritor latino, que condensa la tríada que sirvió a los retóricos medievales para formalizar la Rota Virgilii, de tanta fortuna posterior, es empleada aquí por Cepeda para equiparar a Bernardo de la Vega con el de Mantua (García Aguilar, 2013, p. 425).

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Soneto del licenciado Reyes Mejía de la Cerda21 celebrando al autor y su obra No vega grata tan famosa riega Ebro el famoso en el invierno pardo, ni el Tajo en vegas fértiles gallardo a espaciarse en frescura tanta llega; ni el que por tierra llana al mar se entrega mide tal vega con su curso tardo como la vega que produce el nardo ¡oh, claro Betis, en tu clara vega! Las nueve que del néctar se sustentan, con que los sacros coros se mantienen siendo el vagar su principal corona, ya con sola esta vega se contentan, porque en el nardo que la viste tienen junta la ambrosia,22 el néctar y Helicona.

21

5

10

Reyes Mejía de la Cerda: Reyes Mejía (o Messía) de la Cerda fue un escritor sevillano del que poco se sabe. Fue autor de unos Discursos festivos en que se pone la descripcion del ornato e invenciones que en la fiesta del Sacramento la parrochia collegial y vezinos de Sant Salvador hizieron. Dirigidos al Invicto y generoso Conde de Priego, Assistente de Sevilla, D. Pedro Carrillo de Mendoça. Año de 1594, estudiados por Álvarez Sellers, 2007, pp. 149-276. El manuscrito fue editado modernamente por Lleó, quien explica que no existen «muchos datos acerca del autor. Nicolás Antonio tan solo menciona a un “Anonymus cognominatus Mexia de la Cerda scripsisse dicitur Oración a Nuestra Señora de la Concepción, 1617, in 4º”. Rojas Villandrado, en su Viaje entretenido, lo incluye entre los ‘ingenios’ teatrales contemporáneos, al lado de Guillén de Castro, Mira de Amescua y otros. Se conoce, además, de mano de Mexía o Messía de la Cerda la obra Tragedia penosa de doña Inés de Castro, impresa hacia 1611. El manuscrito de los Discursos, fechado en 1594, constituiría, pues, una de las primeras obras conocidas de nuestro autor» (Lleó, 1985, p. XI). Por Sentaurens (1984, vol. 1, p. 243) sabemos que estudió con los jesuitas y, recientemente, Bolaños (2014) ha discutido la atribución a Messía del auto de El nacimiento de san Juan Bautista (1610). En el soneto se evoca paronomásticamente al escritor de la novela mediante las sucesivas referencias al «nardo» y a la «vega». 22 v. 14 ambrosia: ‘alimento de los dioses’, con sinéresis para evitar la hipermetría del endecasílabo.

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Soneto de Bartolomé de Cairasco,23 canónigo de la catedral de Canarias, al lector, en alabanza de la obra Versos heroicos, levantado vuelo, rara invención, sucesos excelentes, discreciones, avisos elocuentes, firme constancia, lo mejor del suelo; pensamientos que frisan con el cielo, conceptos altos, pechos diferentes, enredos, amistad, almas ardientes, competencias, amor, sospecha y celo; cortesano lenguaje, gala, historias verdaderas de ilustres y firmezas, muertes por testimonios y miseria; valentías que cuentan las memorias, corazones gallardos y proezas canta Filardo en su Pastor de Iberia.

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23 Bartolomé de Cairasco: Bartolomé Cairasco y Figueroa (Las Palmas de Gran Canaria, 1538-1610) fue un precursor del uso del esdrújulo (Alatorre, 2007), que luego también usaría, con mucha mayor fortuna, Luis de Góngora. Viajó a Sevilla en 1551 para estudiar Letras y Teología, en 1555 continuó sus estudios en Portugal y hacia 1570 comienza su dedicación al verso esdrújulo, lo que le valió el reconocimiento de autores como Cervantes y Góngora. Durante más de dos décadas mantuvo una tertulia en su casa dedicada a Apolo Délfico, a la que asistieron personalidades como Leonardo Torriani, Abreu y Galindo, Antonio de Viana, Ambrosio López, Juan de la Cueva, Pacheco de Narváez o Gonzalo Argote de Molina, entre otros. Aunque escribió comedias, es la poesía lo más destacable de su obra, en donde destaca su traducción de la Jerusalén libertada de Torcuato Tasso, que amplifica con más de cuarenta octavas para encomiar las grandezas de las Islas Canarias; el Templo Militante, su obra más importante, de la que vieron la luz cuatro volúmenes entre 1602 y 1614; y la Esdrujúlea, colección inédita de los versos proparoxítonos que le procuraron tanta fama y admiración en vida.

LIBRO PRIMERO DEL PASTOR DE IBERIA Filardo1 Amigo dulce, deleitoso campo que en silencio te goza el alma mía, pues ya mis pies en tu belleza estampo, cogiendo en ti mis frutos de alegría, allí en el monte, de la nieve el ampo2 que en el estío y su rigor se cría, cuya templanza hace resistencia al ardiente calor y su violencia. Tierra amigable, donde me asegura el ver que no mudáis vestido verde, felice fin al fin3 de mi ventura, por quien la pena y sus memorias pierde; flores pintadas, cuya hermosura por mi gloria me pide que os acuerde que aqueste sitio, que mi suerte abona, por el mejor pongáis mejor corona. Agradables arroyos transparentes, que dando el pecho alimentáis la tierra de los valles más raros y excelentes que el Betis cría y en su margen cierra;4 1

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Filardo: Es nombre pastoril que aparecía ya en El pastor de Fílida (1582) y en La Galatea (1585). Con las octavas de este pastor, aún desconocido, se inicia la obra por medio de un personaje que busca amparo en el locus amoenus bucólico tras haber abandonado la corte. 2 v. 5 ampo: ‘copo de nieve’. 3 v. 11 fin al fin: ‘finalmente’. 4 v. 20 margen cierra: «marge encierra» en la princeps. Se enmienda de acuerdo con una lectura más correcta para el sentido y la medida del verso.

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vosotras, dulces, cristalinas fuentes, cuyos auras5 templados de la sierra os pueblan y enriquecen los umbrales de aljófar6 y de perlas orientales. Vosotros, juguetones corderillos que en luchas y regalos amorosos hacéis a los que os ven tan mansuetillos7 una vez y diez mil y más dichosos; y vosotros también, acordes grillos, arrullos de los sueños deleitosos; en todo junto halla la memoria y en cada parte, de por sí, la gloria. Otra cosa tú, cielo, me pareces, y tú, sol, a mis ojos más lustroso y más alegre día me apeteces, y aún a mí me parezco más dichoso. Ventura, que a mi alma así enriqueces, pues vivo en el estado venturoso, etern[í]zame en él, goce en el suelo el bien que al alma me arrebata al cielo. Quedaos allá, vanagloriosa corte,8 asilo a los que son aduladores, quedaos, quedaos incierta vía y norte de los más sediciosos pretensores, que ya en mis bienes dio fortuna un corte haciéndome pastor entre pastores.

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v. 22 auras: ‘vientos suaves y apacibles’. v. 24 aljófar: ‘perla’. 7 v. 27 mansuetillos: ‘mansos’, en diminutivo. 8 v. 41 corte: Partiendo del elogio de la vida pastoril, se desarrolla un tópico de amplia difusión en la época, el del menosprecio de corte, que había sido popularizado por el best seller de Antonio de Guevara Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539). La obra fue rápidamente imitada, traducida y publicada en Europa más de 600 veces durante los siglos xvi y xvii, convirtiendo a Guevara en «el autor tal vez más leído de su tiempo, tanto dentro como fuera de España» (Márquez Villanueva, 1998, p. 19). El tópico, que fue interpretado de modo muy dispar en los textos áureos, desde la más rigurosa seriedad hasta la crítica mordaz, funciona aquí con una formulación típicamente horaciana (Epodos II, 1) que comparte puntos en común con el inicio de La Diana: «no le pasaba por el pensamiento [a Sireno] la diligencia y codicias del ambicioso cortesano ni la confianza y presunción de la dama celebrada por sólo el voto y parecer de sus apasionados; tampoco le daba pena la hinchazón y descuido del orgulloso privado» (Montemayor, 1996, p. 12). 6

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Deste trueque juzgad cuánto más valgo, pues a mis glorias de esas penas salgo. Ocupad el lugar, simple pellico, del fanfarrón y recamado9 sayo, y el del bohemio arrogante y rico tome el zurrón, pues ya en la cuenta cayo.10 Al pasado, calzones os aplico, de calzas largas más que el mes de mayo, y que se pongan las abarcas gusto en el cansado del zapato justo. Y en este vano, que ocupó el sombrero, a la sencilla caperuza pongo; y en vez de espada, a vos, cayado, os quiero, y aunque basto, bastáis, pues me dispongo. Y al manjar de los pavos, trucha y mero el de leche, cabrito y queso opongo. Y así, no hago vicïo la comida, pues esto basta a sustentar la vida. No la gula viciosa de los griegos se puede apetecer en estos llanos, no aquellas vacas en crecidos fuegos, a quien siguen agora cortesanos, mas aquellos que allá en la corte ciegos, con pasos lentos buscan gustos vanos, vuelvan los ojos, tomen de mí ejemplo, si el bien contemplan como yo contemplo.

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Estas estanzas11 decía Filardo, el pastor de Iberia, en las riberas del sagrado Betis,12 adonde guiado de su deseo le trajo su ventura13 al gozo del cumplimiento 9

v. 50 recamado: ‘con bordados formando relieves’. v. 52 cayo: ‘caigo’, es forma etimológica de uso habitual en la época. 11 estanzas: Se trata de octavas y no de estancias de canción. 12 riberas... Betis: Desde el comienzo de la novela, el tópico locus amoenus de la tradición bucólica, en donde se desarrolla la acción de los pastores, se ubica en un espacio geográfico concreto y real, conjugando de esa manera lo poético y lo histórico, de un modo similar a lo hecho por Garcilaso en sus églogas y por Montemayor en La Diana. 13 El comienzo, con el abandono de un cortesano que se hace pastor, parecería sugerir, de acuerdo con la tradición pastoril, que todo proviene de un desengaño de amor, como el don Felis de La Diana que abandona la corte tras perder a Celia. Es un motivo constante desde Virgilio, que por boca de Galo manifiesta el deseo de que los pastores canten sus desdichas de amor, junto con el anhelo propio de abandonar el mundo habitado para ser uno más de la Arcadia (Bucólicas, 10

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de él, al tiempo que pudieron gozar de la mejor.14 Oyéndolas Linardo y Tirseo, que venían en su busca, llamados del bien singular de ser sus amigos por las nuevas que de sus prendas les han dado, tomó la mano Tirseo y dijo: —Pastor dichoso, bienvenido seáis a nuestra ribera, a hacerla más felice y dichosa que cuantas el dorado sol mira. Yo quisiera, Filardo, que a la riqueza de voluntad que tiene igualara la de las obras, para que en alguna manera pudiera merecer el favor que le dais en serviros de ella. El de Iberia respondió, dando a los suyos sus brazos: —El cielo os recompense el mucho favor y regalo que ofrecéis a quien como yo tan pocos méritos tiene, que por entender la mucha sobra de los vuestros y la excelente comodidad para mi disignio de este deleitoso sitio, le elegí para todo el bien de mi ventura, que bien asegurado de ella quedo, pues le da principio la mucha merced que me hacéis. Replicó Linardo: —Garzón15 gallardo, desde hoy más16 podéis disponer de nuestras dos voluntades, que, en fe de lo mucho que valéis, os prometo que han de estar dispuestas a la vuestra. «En cualquier próspera o adversa fortuna, la mía tengo por la mejor de la tierra, pues los mejores de ella se ofrecen por mis amigos y valedores» —dijo Filardo. Y Tirseo, con mucho sentimiento y levantando la voz: —¡Oh, si estuvieran aquí dos nuestros amigos que tienen buen gusto en estremo, para que gozaran de los raros de Filardo, que esto fuera para mí un bien particular! El de Iberia preguntó por sus nombres y Tirseo dijo: —Llámanse Delio17 y Brasildo, y fueron a las riberas del Tajo. Esto tengo a poca suerte, mas de la mucha de ellos espero que abreviarán su partida. Filardo dijo que tiene de ellos noticia. «¿Y de la belleza de nuestras pastoras tenéisla, discreto Filardo?» —dijo Tirseo, como más enamorado. Y el de Iberia, como prudente: —Sí, que en vuestros merecimientos la tengo. X, 33-35). Tal anhelo se cumple en Sincero, protagonista de la Arcadia de Sannazaro, quien en la prosa séptima confiesa ser realmente un caballero y poeta napolitano llamado como el escritor del libro, y aclara que ha dejado su casa para huir de amores desdichados y no correspondidos. Es pues un motivo tópico que la adopción del disfraz pastoril se debe a las desdichas amorosas, aunque aquí tal lugar común no se cumple de igual modo. 14 gozar de la mejor: ‘cumplimento del deseo’ y ‘gozar de la mejor ventura’. 15 garzón: ‘mancebo, mozo’. 16 desde hoy más: ‘desde hoy en adelante’. 17 Delio: Se trata de un nombre vinculado a Apolo, que había nacido, igual que Diana, en la isla de Delos. En La Diana de Montemayor, Delio es el pastor con el que se casa Diana, sin quererlo, cuando Sireno es forzado a abandonar el reino.

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Los dos pastores encarecieron la hermosura y partes de sus hermosísimas pastoras, sin dejar de celebrar las más particulares, al tiempo que ellas por aquel sitio, con acordes instrumentos y acentos claros y divinos, venían cantando lo siguiente:18 Alcida y Jacinta ¿Cómo si el arquillo y flechas, rapazuelo y niño alado, a tanto que es hecho y echas, y habiéndolo siempre usado, no está deshecho y deshechas? ¿Y cómo al caduco ser de las entrañas más frías lo haces en füego arder, y ardiendo, decir y hacer, dios de amor, mil niñerías? ¿Y cómo en la guerra y paz son tus efectos extraños? ¿Y por qué no me dirás, si tienes tantos mil años, te llaman todos «rapaz»? ¿Y por qué, pues te entremetes do no te llaman, amor, cuando algún bien me prometes, un trato doble, traidor, usas conmigo y juguetes?

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Mas tu condición incierta es, como se sabe ya, baraja hecha y cubierta, 18 cantando lo siguiente: Las coplas reales recogen un motivo recurrente de la literatura pastoril, el de caminar cantando, que estaba ya presente desde el final de la prosa segunda de la Arcadia (1504) de Sannazaro: «cominciammo con lento passo a muovere suavemente i mansueti greggi verso le mandre usate. E per men sentire la noja de la petrosa via, ciascuno nel mezzo de l’andare, sonando a vicenda la sua sampogna, si sforzava di dire alcuna nuova canzonetta» (Arcadia, 12). La ligazón del motivo con la construcción novelesca se hace tan fuerte que, en palabras de Egido, 1985, pp. 140, «cantar y contar se hacen muchas veces sinónimos de caminar, y el paso de los pastores se mide por el de sus palabras que hacen progresar el relato». Véase también Egido, 1985, pp. 74-81.

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palo de ciego que acierta al que más seguro está. Son tus empresas más altas esto, y burlas y juguetes. Y haciendo, amor, estas faltas, ¿en tu ser divino faltas y en darme lo que prometes? Si dices en alta voz que el ser niño te desculpa, es esa desculpa atroz, que si eres niño, eres dios, y es el ser dios quien te culpa. Y si ya como dios crías en mí este amoroso ardor, acaba las ansias mías, que en darme el remedio, amor, ¿siendo amor mucho te enfrías?

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A Filardo las voces, tono y donaires de Alcida y Jacinta le agrad[aron].19 Y con el suyo20 lo celebró y dio las gracias de oírlas. Ellas, con algún recato, satisficieron al de Iberia. Sentáronse en el verde prado de pedimento de Tirseo, pasaron mucho rato entretenido en afable conversación, en la que Filardo pudo mostrar su mucha discreción, y de manera que las bellas pastoras mostraron agradarse. Y tanto que cada una en sí sintió nuevo cuidado.21 Y con el mayor que pudo, le pidió Jacinta al de Iberia, que si sabía, que cantase. Y él, por no dar en estremo de músico, dijo que poco. Y tomando el rabel22 de Lisis,23 con mucho donaire y libertad dice:24 19

agradaron: «agradó» en la princeps, pero corrige la Fe de erratas. el suyo: ‘su agrado’. 21 cuidado: ‘sufrimiento amoroso’. Cfr. Garcilaso, Soneto I, 7-8 «sé que me acabo, y más he yo sentido / ver acabar conmigo mi cuidado». 22 rabel: ‘instrumento musical pastoril, similar al laúd, compuesto por tres cuerdas y del que sale un sonido muy agudo’. Se puede asumir que Filardo toca el rabel y canta de manera simultánea. 23 Lisis: Es el nombre poético que se asigna a Jacinta cuando recita versos. El recurso de la doble nominación sirve para recordar desde el comienzo de la obra los juegos de impostura y fingimiento tan propios del artificio pastoril. Cfr. nota 86 del Libro primero que se vuelve a alternar 20

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dice: Las coplas castellanas establecen una definición del amor articulada mediante el juego de oposiciones y el contraste entre contrarios.

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Filardo Es amor un fuego helado y es un encendido hielo, y un alegre desconsuelo y un mal por bien estimado. Es una tiniebla clara y una claridad oscura, y una muerte que asegura y un desamparo que ampara. Es una lealtad ingrata, es un rigor voluntario, es un ruego temerario y es una vida que mata. Osar que sin fuerza embiste y una firmeza mudable, y es un dolor saludable y un contentamiento triste. Es segura tempestad, gozo que sin gozar muere, gusto que quiere y no quiere, y una enemiga amistad. Es un invierno florido y es un mayo sin dar flores, y unos gustosos dolores, favor desfavorecido. Una libertad captiva, un prado lleno de abrojos, un placer hecho de enojos, gloria que el contento priva. Mar que en su tormenta hay calma, edificio sobre arena, es una gloriosa pena que vive y muere en el alma. Es una inquietud quïeta, sosiego que no sosiega,

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vista que ve siendo ciega, y una necedad discreta. Un descortés cortesano y avariento generoso, y un descuido cuidadoso, ruego que se ruega en vano. Es unas burlas de veras, es una guerra de paz, y un congojoso solaz de verdades lisonjeras. Es un cobarde valiente y un descompuesto galán, y un fanfarrón capitán que diciendo verdad miente. Es soledad que acompaña, desesperada esperanza, es firmeza de mudanza, purga que sanando daña. Es una amarga dulzura y un sueño que siempre vela, y es un dolor que consuela y un enfado que asegura. Es una risa que llora, hablar que habla callando, música que está llorando, lengua que, si ofende, adora. Es saludables venenos, juego donde el más capaz pierde por carta de más25 y por tenerla de menos. Es un posible imposible, es el más constante vario, es un amigo contrario 25

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vv. 62-63 capaz... más: La rima capaz-más se puede suponer como rasgo de una pronunciación dialectal de Bernardo de la Vega.

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y un doméstico terrible. Es el más frío calor contrario del interés. Estos imposibles es, y este y estos es amor.

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No acabaron de encarecer los oyentes la voz y gracia de Filardo y los discretos imposibles y definición de amor,26 y las dos pastoras mostraron gustosa admiración. Y a poca distancia de haberse entretenido, vino Griseldo a llamar a Tirseo y a Linardo de parte del mayoral. Fuéronse los dos zagales, despidiéndose con muchas amistades y ofrecimientos, quedándose el pastor de Iberia y Jacinta y Alcida entreteniendo en buena conversación. Y de estar un rato en ella las pastoras, tras de otras tantas ofertas como las de sus pastores, reparó Filardo en la libertad con que se quedaron, de que pudo sospechar el gusto que les daba su entretenimiento. Y mostrando el mayor, dijo Jacinta: —Pastor discreto, en toda esta ribera se ha entendido todo el discurso de tu vida y no hay en ella pastora que la suya no ofrezca y rinda a tu voluntad y servicio. «De Alcida te aseguro que ha de vivir en él27 todo el tiempo que tú gustares» —dijo Alcida. Y esto las dos con mucha terneza y regalo; y el de Iberia, con el mayor de su alma, las respondió y satisfizo. Y buscando ocasión Jacinta para poder con más libertad decirle su cuidado,28 dijo: —Alcida, agora hago memoria de que con mucho encarecimiento me dijo tu prima que en todo caso la vieses luego, para tratar cierta cosa conveniente. Y como la pastora entendió el alma con que Jacinta dijo esto, hiriendo por los filos, le replicó: —Y por eso me acuerdo que tu hermana me pidió encarecidamente te dijera que en la cabaña de Brasilda te esperaba. La una a la otra se escusó, hasta que la conversación duró mucho, con escogidos dichos y entretenimientos admirables, y hasta que de un acuerdo se fueron las dos despidiéndose del de Iberia, quedando de conformidad el verse y comunicarse a menudo. Quedó Filardo riendo lo que pudo entender de las pastoras. Y estando con mucho gozo de esto, se fue a dar al alma nuevo gusto con mirar y contemplar los deleites y lindezas de aquel felice y deleitoso prado y sitio, cuya vista excelente 26 imposibles y definición de amor: La ponderación del amor mediante la enunciación de cosas imposibles (impossibilia, adýnata) es tópico difundido por el Petrarquismo (Fucilla, 1953) y que se asienta con firmeza en la literatura pastoril. 27 en él: ‘en tu servicio’. 28 cuidado: ‘actividad amorosa’.

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le pareció ser más del cielo que de la tierra. Y allí, arrebatada el alma de aquella gloria, se quedó celebrando la presente vida y abominando y maldiciendo el barbarismo y confusión de la pasada. La hermosa Jacinta volvió a ocupar este lugar, entendiendo hallar en él al que tiene el mejor de su alma, y, aunque discreta, viene determinada a decirle su cuidado, porque amor ha puesto el suyo en ponerla a punto que pueda envidar su resto.29 Y echándole en determinarse, jura que, en la primera ocasión en que pueda verse con el de Iberia, ha de darle parte de él con la libertad que amor prendó la suya. Y con esta determinación fue a buscarle por la ribera, a tiempo que con tanta viene siguiendo el proprio parecer la bella Alcida; la cual, humedeciendo los bellos ojos, promete por los que son causa de su llanto que, aunque sean premiadas sus copiosas lágrimas con el más áspero desdén de la tierra y aunque en ella le den nombre de la más libre y poco constante, que aunque lo sea a su daño el ibero, le ha de decir lo que a su causa siente. Y con este deseo de poner en ejecución el que más le oprime se fue a buscar la causa de él. El de Iberia, teniendo el alma empapada en aquel bien y hallando en él los gustos que aun con su buen entendimiento no sabe encarecer, y dando los oídos al dulce murmureo de un cristalino arroyuelo, que con presurados y veloces pasos pagaba tributo al Betis y el pensamiento al gusto de su soledad, se sentó; adonde después de considerar estos bienes, sacó su instrumento y cantó esta letra que hizo a cierta ocasión pasada, y no por el gusto de ella, sino por diverso entretenimiento: Filardo30 Pues amor me dio la palma triunfando con su divisa, no osaré decir «Belisa»31 sin un «mi vida» y «mi alma». 29

envidar su resto: ‘hacer envite o apostar con lo que le queda’. Es léxico naipesco, muy presente en textos auriseculares de diferentes adscripciones genéricas (Étienvre, 1990). 30 Agustín Durán recopiló esta composición en su antología de 1829, Cancionero, p. 89, junto con las que comienzan «Zagal, por nosotros vemos», «Vuelve pastor y verás», «Di, Jacinta, dónde vas», «Cuando yo olvidare a Menga» y «Ojos, que libres estáis» (Durán, 1829, pp. 87-89). Poco después, Eugenio de Ochoa se sirvió de esta edición para su importante Tesoro de los romanceros y cancioneros españoles, impreso en París por Baudry en 1838. Allí recoge todos los poemas de Bernardo de la Vega seleccionados previamente por Durán, a excepción de los dos últimos (Ochoa, 1838, pp. 493-494). 31 v. 3 Belisa: Es nombre que fue utilizado en la época como anagrama de Isabel –así, por ejemplo, en la Isabel de Urbina lopesca–. Las especiales características de El pastor de Iberia como

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Pues amor en mi victoria anduvo tan peregrino que le ofreció a mi destino gustosos triunfos de gloria; y pues me ofreció la palma que del mayor bien me avisa, no osaré decir «Belisa» sin un «mi vida» y «mi alma». Pues por ver que mi esperanza no desmayó por desdén, me sacó con gusto y bien al puerto de mi bonanza; pues me sacó de una calma a un bien que en él me eterniza, no podré decir «Belisa» sin un «mi vida» y «mi alma».

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Al proprio punto que acabó de cantarla [ll]egó Jacinta, y llevando al fin su propósito, tan turbada como enamorada y hermosa, le dice: —Pastor gallardo. Llegó a este punto Alcida, y como Jacinta la vio prosiguió diciendo: —¿Has visto por este sitio mi pastor? Alcida, que venía tan determinada y al proprio efecto, le dijo: —¿Y al mío hasle visto, discreto Filardo? A entrambas respondió el ibero que no y, que si gustaban, que los buscaría. Y ellas lo escusaron y se fueron cada una de por sí abominando y maldiciendo a la otra, entendiendo volver con la presteza con que amor las incitaba. Y Filardo, riendo lo que de las pastoras entiende, se sentó en el verde prado, adonde después de haber considerado esto y el gusto y gozo que siente con aquella vida sola y ajena del bullicio de la corte y de las pesadas obligaciones que en ella tuvo, cuando fue diez y seis años cortesano,32 y como aquel a quien ya no afligían cuidados, dio su cuerpo al sueño. Y la solícita Jacinta volvió de entre unas verdes cañas diciendo que amor no le da más lugar por el que dio en su

novela en clave, la reaparición del nombre en otras partes de la obra, sumado al hecho de que no son pocos los personajes reales que desfilan por entre las páginas de la novela permiten suponer que pudiera haber un sujeto histórico real tras esta Belisa. Sin embargo, la escasez de datos sobre Bernardo de la Vega impide avalar la hipótesis suficientemente. Cfr. nota 32 del Libro primero, así como las 52 y 385 del Libro cuarto. 32 diez y seis años cortesano: Cfr. nota 31 del Libro primero.

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alma a Filardo para volver a verle. Y al punto que estuvo haciendo esta consideración, por otra parte vino Alcida diciendo: —Prolija y enemiga Jacinta, no serás agora impedimento para gozar lo que mi alma desea. «¡Filardo está allí!» —dijeron las dos, sin que pudiese ver la una a la otra, respecto de estar el ibero en un altillo y cada cual por su parte. Y entendiendo que estaban solas, a un tiempo dijeron «Filardo», de manera que se toparon en las voces. Y el pastor de Iberia despertó. Y ellas, que luego llegaron a verse, quedaron confusas, y tanto que por algún espacio no pudieron volver a hablar. Disimularon. Y el discreto pastor, no dándose por entendido, ayudándolas en su disimulación, les dijo que con aquel cuidado de ver a sus pastores estaba en aquel puesto, que no le tuviesen,33 que él procuraba buscarlos. Cada una le pidió que lo hiciese. Y el ibero les responde que él va en su busca, por cumplir sus justos mandamientos. Quedáronse Jacinta y Alcida por algún espacio admiradas y mirándose al rostro. Y después de que cada cual reparó en la confusión y sentimiento de la otra, esforzándose más Jacinta, como más animosa y atrevida, le dijo a Alcida que se sentasen un rato adonde descansarían. Alcida otorgó. Y a poco espacio de haber estado tratando algunas razones (que en sí no tenían ninguna, porque más parecieron divertidas que de fundamento, y como el de estas era de amor y de tratar de Filardo), para sacar del discurso de la conversación la una de la otra las sospechas ciertas de sus recelos, por salir de ellos y por ganar más tierra, como más resuelta y briosa, dijo Jacinta: —Alcida, en esta ribera anda valido y celebrado por el pastor de más merecimientos y partes el de Iberia. Y de manera que todas las pastoras celebran la suya por la más rara y estremada que jamás se ha visto. Y también los pastores de toda esta comarca revalidan y aprueban este parecer. Y yo, por saber que el tuyo es el mejor, querría que lo dieses en lo que acerca de esto te parece. Alcida, guardando la verdad en el alma y disimulando lo que en ella tiene, responde diciendo: —No puedo dejar, Jacinta, de reconocer lo que, forzados de la verdad, todos conocen. ¿Por qué negar que Filardo no tiene mucha gala, buen talle, mucha discreción y donaire? Será hacerle conocida ofensa. Mas yo te certifico que, sin haberme hecho ninguna, no estoy tan bien con él como estas prendas merecen; porque como queremos las pastoras que tenemos razonable gusto que las conversaciones sean de amor para que lo tengan, y no he visto que jamás ha tratado de él, no me inclino a apetecerle ni a tenerle aquella amistad que por este camino le tuviera. Pero tú, discreta Jacinta, ¿qué opinión tienes en esto? 33

no le tuviesen: ‘no le tuviesen cuidado’.

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«La mía sigue en todo la tuya» —respondió la pastora. Y dice bien, porque para ella es el mayor de la tierra quererle como Alcida le quiere. Y prosiguió diciendo: —Yo te prometo que gustaría de que se ofreciese prática en que pudiésemos tratar algunos casos de amores, por ver con el gusto que los oye y qué cara hace a este regalado manjar. «Digo que estamos en un proprio deseo —respondió Alcida— y ruego al cielo que me le cumpla». A este tiempo llegaron Filardo, Tirseo y Linardo al puesto en que estaban las dos hermosas zagalas, y todos regocijaron el bien de verse ofreciendo con el mayor de sus brazos en sus cuellos. Sentáronse a pedimento de Alcida. Obedecieron todos y el de Iberia dio principio a una gustosa prática, ocasión de encender más a Jacinta y a su competidora. Y al fin de ella, y cuando le pareció a Filardo que las podía tener obligadas, le pidió a Jacinta que cantase y perdonase, porque el gusto que le dio el día pasado oírla le hace ser atrevido. La pastora, que tiene por bien ser mandada de aquel de quien lo es su alma, lo aceptó. Y sacando del labrado zurrón el sonoroso rabelillo, dándole los oyentes aplauso, dijo: Jacinta34 Ojos que libres estáis, podéis tanto en mi memoria que para mí no hay más gloria de la que viendo me dais. Ojos hermosos y graves por quien nueva vida cobro, poné esta alma vuestra en cobro, pues de ella os dio amor las llaves; y cuando de ella os sirváis, haced cual hace memoria, de que para mí no hay gloria más de la que viendo dais. Amor me manda que guarde, por la suerte más crecida, la de morir de atrevida que de vivir de cobarde; y si de osadas gustáis, ojos, premiad mi victoria,

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Jacinta: El poema en redondillas está recogido en la recopilación de Agustín Durán, 1829,

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pues no hay para mí más gloria de la que viendo me dais. Ojos míos valedores, si pudiere mereceros quien más supiere quereros, no temo competidores; pues verá el que quiere más ser su perdición notoria, pues para mí no hay más gloria de la que viendo me dais.

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Dio gusto a los que la oyeron y a Alcida causa de arder más en rabiosos celos, y el que la era de ellos dijo: —Razón será que Alcida recompense y pague en la propria moneda a su amiga. Y ella, que deseó aquella ocasión para desfogar lo que su encendido corazón sentía, tomando de Jacinta el instrumento, dijo: Alcida Si yo tan dichosa fuera, si permitieran los cielos que del mal que llaman celos, ya que muero, no muriera, más ventura no quisiera. Mas la suerte quiere que de aquesta muerte, sin dejar de vivir, muera. Compelida de mis daños y de mi fatal destino, por el camino camino que guiaron mis engaños. Si estos son los más extraños, considere el que, como veo, viere acabar mis verdes años;

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que el pecho de más rigor y las entrañas más frías, en viendo abrasar las mías, le incitará mi dolor; si no es que, por ser mayor, quiere el hado que a manos de mi cuidado muera, y de celos y amor. Herido de amor y muerte siento el triste corazón, por no querer mi pasión que en sus remedios acierte. Quien ve la sangre que vierte se lastima, y aunque llorando le estima por el más gallardo y fuerte. Mil libertades vendí el tiempo que libre estuve, aunque en aquel que las tuve su valor no conocí. Mas su mudanza, ¡ay de mí!, tal me ha puesto que sé que el dolor molesto no puede pasar de aquí. Y aunque en mi pasada historia celebraba mis contentos, con mis presentes tormentos, siendo un no sé qué35 de gloria, decid qué es esto, memoria, que aquel tiempo, si tuve por pasatiempo, este tengo por victoria.

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v. 44 no sé qué: Esta fórmula ponderativa, habitual en los textos auriseculares (Porqueras Mayo, 1972), aparece en otros diversos lugares de la novela.

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De lágrimas una ofrenda al dios alado le he hecho, tras de darle a mis despecho del alma la mejor prenda. De mi camino la senda supo el ciego, poniendo flechas al fuego y quitándose la venda. Y si mi pena amorosa, como imagino, se entiende, cuanto su llama se enciende, da en hacerme más dichosa. Desear no puedo cosa más perfecta, pues la hermosa y discreta habrá de serme invidiosa.

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Mucho se alegraron. Y Filardo, como entendiese que las pastoras estaban de él enamoradas, por los afectos y demostraciones que en ellas vio, para acabarlas de disuadir dijo que quería acabar de cantar el fin que amor daba a quien le seguía, pues ya había dicho sus efectos. Y, tomando el instrumento, dice: Filardo Un tiempo supe querer, siendo amor mi pasatiempo, mas ya en la experiencia el tiempo me ha mostrado a aborrecer. Penas y melancolías saqué del amor crüel, y agora tengo sin él dulces y apacibles días. Celos, olvido y mudanza, ausencia y sospechas fueron los que a mí me entretuvieron con una incierta esperanza. Y para mi cuento invoco a cuanto en amor consiste,

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y aquel enfermo más triste que el dolor dejó más loco.36 Y verán los amadores que, aunque amor en mí murió, en su lugar me dejó cuatrocientos mil dolores. Que diga primero aquí me ha pedido mi tormento lo que de este traidor siento que lo que siento de mí. Y es que si lo pintan ciego al rapazuelo rüin es porque ha de dar al fin el ciego palo de ciego. Dice la venda y braveza, de gallardo parecer, que bien se habrá menester para el dolor de cabeza. De las alas se presuma que queda el enamorado en el fin necio y pelado, dando al interés la pluma. Y el cuadrillo37 que el tesoro de su deidad descubrió, que el necio que se lo dio con amor queda y sin oro. Y aquello que «flecha» llama el pobre cuando se abrasa es lanzada que le pasa al impaciente en la cama. La aljaba es demostración que, tras sus amores necios, para los humores recios requiere recio el zurrón. Y de pintarle desnudo

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36 v. 16 dolor... loco: La paradoja de la cordura y locura en el amor es concepto muy divulgado en la poesía aurisecular. 37 v. 37 cuadrillo: ‘Arma arrojadiza de madera, que llevaba en el extremo una punta de hierro piramidal’.

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que después los majaderos quedan enfermos y en cueros hechos de impaciencia escudo. Del ser niño me parece que es definición aquesta: que «quien con niños se acuesta...»,38 ya sabéis cuál amanece. Y ya que en mi daño creo lo que en otros no creí, traidor, deseara en ti satisfacer mi deseo. Fue tu apariencia, traidor, ocasión de lo que peno, pues me llamaste, al sereno,39 «serenísimo señor». Y con esta traza estraña y maldades que imaginas, rompí un tiempo más esquinas que las carrozas de España. Necio tras tu necia llama, me vi al agua, al frío, al viento, en aquella el pensamiento, que el suyo estaba en su cama. Y aun por ti de ella creí, tras estar la noche en peso, si acaso daba un bostezo, que suspiraba por mí. En mi desdichada estrella, que anduve se me averigua de noche hecho estantigua,40 de día asombrado de ella. Ciego niño y tonto, al fin, pues no en un discurso solo le llamé «rayos de Apolo» a una cola de rocín.

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38 vv. 55-56 quien con niños se acuesta... amanece: Es refrán proverbial que «quien con niños se acuesta amanece meado», con variantes como «mojado», «cagado» o «sucio». 39 v. 63 al sereno: ‘en la intemperie de la noche’. 40 v. 79 estantigua: Con el doble sentido de ‘aparición fantasmagórica’ y ‘persona de mal aspecto y pobre vestimenta’.

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Y por cumplir con tu ley, a alguna la llamé «dea», que pudo bien por ser fea, ser fea del mismo rey. Y tras gastar mis reales en deshacer mis dolores, dejáronme tus favores una infinidad de males, por do la ciencia y valor del mundo no ha sido parte41 a sacar sola una parte, de cien mil que metió amor. Tanto la pasión me enciende, de este que mi vida apoca, que aun el tomarle en la boca para su daño me ofende. Escarmentá en mi tormento los que con amor vivís, si de la razón sentís lo menos de lo que siento. Y decid con mi cuidado, vengándoos de este traidor, «¡mal fuego queme al amor y al que fuere enamorado!».42 41

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v. 94 sido parte: ‘sido suficiente’. vv. 107-108 mal fuego... enamorado: Los versos proceden de un villancico que hubo de tener gran popularidad durante el siglo xvi, como se deduce de su amplia difusión tanto por vía manuscrita como impresa. Así, por ejemplo, se constata su presencia en el manuscrito Cancionero sevillano de Nueva York, 1996, p. 351: «Ya recojo mi ganado, / tornarme quiero pastor: / ¡mal fuego queme al amor! / A Dios, Libea, te queda, / Dios te haga tan dichosa, / que no te suçeda cosa / que triste hazerte pueda. / Tú bivirás sienpre leda, / yo moriré de dolor: ¡mal fuego queme al amor!». También se propagó por vía impresa a través de obras de gran alcance popular como la Flor de romances, glosas, canciones y villancicos [1578], 1954, pp. 215-216: «Ya recojo mi ganado, / boluer quiero a ser pastor, /mal fuego queme al amor. / Ya recojo lo que es mio, / sin buscar lo que es ageno: / ya no lloro, ya no peno, / ni espero, ni desconfio: / las rabdas aguas del rio / beuo a mi gusto y sabor: / mal fuego queme al amor. / Mal fuego queme a Cupido / mirad si es harta ceguera, / que quiera a quien no me quiera, / hauiendo quiça querido: / viendo que consiente oluido / despues de daros fauor: / mal fuego queme al amor. / Fuego digo artificial, / que no fuego de amadores, / porque nunca huuiesse amores, / ques causa de tanto mal: / muera, ques perjudicial, / y vn fementido traydor: / mal fuego queme al amor. / Si a Cupido yo encontrasse / por mas que huesse modorro / con esse mi cachiporro / prometos le achocarrasse: / pero si le llaman, vase / de couarde y embaydor: / mal fuego queme al amor». 42

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Tras de satisfacerse mucho, así de la letra como de las partes con que fue dicha, dijo Tirseo que era hora de ir a recoger el ganado. Siguió este parecer Linardo. Y el de Iberia dijo que también la era para ir a oír la música suave de los sirguerillos43 que sobre los tarahes44 del soto hacen suave armonía. Despidiéronse con apretados abrazos, dejando la vista para cuando Delio se ponga.45 Fuese de por sí Filardo y los dos pastores juntos cantando esta letra, que a una ocasión hizo Tirseo: Letrilla de Tirseo46 Cuando yo olvidare a Menga,47 mala Pascua y negra tenga. Glosa Cuando olvidare los ojos de mí adorados por gloria, canse el cielo a mi memoria con su ausencia y mis enojos. Y con aquestos despojos mi desdicha me entretenga, cuando yo olvidare a Menga. Mi poco merecimiento es el que da por desculpa, que adonde llegó la culpa llegó el arrepentimiento. Y a manos de mi tormento 43

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sirguerillos: ‘jilgueros’, es diminutivo. tarahes: ‘tarajes o tarayes’, es un arbusto. 45 Delio se ponga: Se trata de un atardecer mitológico, pues se alude a la ‘puesta de sol’ mediante la referencia a Apolo, nacido, igual que Diana, en la isla de Delos. En otros lugares de la obra se alude a su hermana gemela Diana, diosa de la Luna, mediante el sobrenombre de Delia (cfr. nota 180 del Libro tercero). 46 Letrilla de Tirseo: La glosa en coplas castellanas está recogida en la recopilación de Agustín Durán, 1829, p. 87. 47 v. 1 Menga: Era habitual denominar con este nombre a las serranas a las que se encomia y canta, y así desde la Menga Lloriente del Arcipreste de Hita hasta la de los romances gongorinos, pasando por la Menga de Manzanares del Marqués de Santillana, la Menga de las églogas de Juan del Encina o del Auto pastoril de Gil Vicente. 44

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amor permita que venga, cuando yo olvidare a Menga. Con aparencias fingía cualquiera nueva pasión, y en la tuya el corazón y en llamas de amor se ardía. Soy de Menga y Menga es mía, y si no fuere de Menga, mala Pascua y negra tenga.

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Y quedándose en aquel puesto las dos pastoras, adonde, tomando de propósito el estarse, se sentaron, y dando principio al suyo,48 dijo Jacinta: —Di qué te ha parecido, Alcida, de lo que cantó Filardo. Ella respondió: —Mal. Y te doy mi fe que no me dio gusto. «La fe no me la puedes dar por haberla dado ya, amiga, de donde entiendo que no me dices la verdad que te diré a lo que me preguntares —dijo Jacinta—; aunque por lo que te puedo creer es porque, antes que Filardo cantase, te vi la hermosa cara como la rosa al abrir el día; y en cantando y después, agotada y marchita». Replicó Alcida que era verdad, que como lo que cantó era de amor y melancolía, que se transformó en ello, y que también reparó en que ella se melancolizó. Jacinta dijo que era así porque son efectos de la música, y que se mostró bien en la letra que ella cantó, pues fue de manera que pareció ser el proprio Celo49 en la terneza y a[c]ciones de pedirlos. Alcida le replica: —Yo te certifico, amiga, que a mí y a todos los demás nos admiró oírte cantar la de «ojos y gloria»,50 porque pareció tenerla presente. A lo que dice Jacinta: —Ya sabes que estoy enamorada de mi Filardo..., digo: ¡de mi Tirseo!; y que amor movía mi lengua. Respondió su competidora: —Bien se ha mostrado agora en ella, y yo te prometo que le debe mucho el de Iberia, pues primero te lleva a él que a tu Tirseo. «Vamos —dice la pastora—, que yo te certifico que entrambas debemos de morir». «¿Qué quieres decir en eso?» —pregunta la pastora de Linardo. Y la de Tirseo replicó: 48

al suyo: ‘a su propósito’. Celo: ‘Cielo o Júpiter, padre de Minerva’. 50 ojos y gloria: Se refiere a las redondillas que comienzan «Ojos que libres estáis», p. 145. 49

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—Que morimos de mal de amores. Y dándose estos y otros semejantes motes, se fueron de aquel puesto las dos enamoradas pastoras. Acompañado y combatido de dos estremos, se pasea el pastor de Iberia por la deleitosa ribera, engendrados de la causa de haber ido a oír la música de los gorjeadores51 pajarillos, pues, yendo a oírla, oyó52 un ángel, que fue la hermosísima Marfisa,53 hermana de Nise,54 amada consorte de Rosilo. Y con ella estaba otra hermosa zagala, cuyo nombre era Silvia,55 querida y amada de Silvano,56 y amiga en estremo de Marfisa. Y de estas dos nacieron sus dos estremos, que fueron haberle parecido muy bien la hermana de Nise y, de lo que pudo juzgar, haberle agradado él a Silvia. Después de haber luchado con las imaginaciones y consideración de esto, y de pronosticar muchos sucesos, por ver si eran ligeras ilusiones y antojos vanos, quiso hacer la prueba en ofrecerle al sueño, entendiendo que si después de él estaba constante en su propósito, que lo estaría todo lo que tuviese de vida. Buscando remedio a la suya vino Alcida, tan celosa y desesperada como enamorada, y haciendo muchas consideraciones de lo que hizo Jacinta, y aunque teme el tenerla por competidora, luego se anima y esfuerza diciendo que en sí conocerá las partes que de ellas podrá hacer alguna confianza. Y con ella se 51 gorjeadores: ‘pájaros que gorjean o cantan’. Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 30v]. 52 oyó: Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 30v]. 53 Marfisa: En el Orlando Innamorato de Boiardo y en el Orlando furioso de Ariosto es un personaje femenino, hija de Ruggero II y hermana de Ruggiero, aunque fue separada de él siendo niña. Se convirtió en reina de la India y luchó como guerrera contra los sarracenos. Los avatares del destino hacen que se encuentre con su hermano Ruggiero y se enamore de él, hasta que Atlantes le revela la verdad de su pasado. Sabiendo que era hija de cristianos, se convierte a la fe católica y se enrola en las huestes de Carlomagno para luchar contra los infieles. 54 Nise: La amada de Rosilo es denominada con un nombre pastoril que procede de la Égloga III de Garcilaso, en donde designa a la ninfa que teje un tapiz sobre el «lamentable cuento» de los amores de Nemoroso. Señala Rivers que «todos los nombres de las cuatro ninfas se pueden explicar a base de Virgilio y Sannazaro», y que «solo es anómala la forma del nombre Nise, que en Virgilio es Nesaee y en Sannazaro Nisa» (Vega, 2001, pp. 423-424). 55 Silvia: Nombre muy enraizado en la tradición pastoril, pues una pastora homónima recorría los bosques de La Diana de Montemayor desde el libro primero. 56 Silvano: Es nombre típicamente bucólico que se corresponde con el de una divinidad latina habitadora de los bosques o siluae, que es responsable de su cuidado. Se le solía identificar con Fauno y Pan, dios de los pastores (Iventosch, 1975, pp. 32, 24 y 47). En la novela de Montemayor es el pastor que ama a Diana sin ser correspondido; y también aparece como personaje de la Historia de Alcida y Silvano del autor portugués. Antes que en Montemayor había aparecido este nombre bucólico en la Égloga Silviana (López Estrada, 1974, 250), y está presente, asimismo, en los versos de poetas como Cetina o Reinoso.

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determina a buscar la causa de su amoroso tormento, y en cumplimiento de ella vio durmiendo a quien le quita el sueño. Y después de haber vuelto a temer, le llamó diciendo: —¡Filardo! ¡Ah! Filardo! El de Iberia despertó con mucho despecho. Y la bella y turbada Alcida le dijo: —¿Has visto un corderillo manchado de negro y blanco? —Al de tus pensamientos he visto, zagala, y ruego al cielo que acierte al de los míos. No quiso mostrar entenderlo Alcida, y respondiole que iba en su busca. Quedó diciendo el de Iberia: —Lo que mi alma siente aplico a tu desculpa, enamorada pastora, pues ya mi ardiente corazón siento acorde al tuyo. «¡Ay, Marfisa —dice—, y cómo son veras del alma las que tuvo antes por burlas e ilusiones! ¡Y cómo de recatado salí, como dicen, del fuego y di en las brasas! ¡Ay, sueño gustoso! ¡Y quién en ti gastara toda la vida, pues en ti gocé lo que no puedo sin el nombre del más venturoso! ¿Qué, en fin, decís, sueño? ¿Qué tengo de gozar de su gloria por medio de las mayores penas? Esto creo yo, porque no se puede merecer tanto bien sin que preceda tanto mal». Al fin, el ya enamorado Filardo, como el que quiere y espera, sentado en la verde hierba, a quien por el color quiere y estima, sacó su instrumento y cantó lo siguiente:57 Filardo Quien triste vida sostiene, no le aflija la esperanza, que la gloria que se alcanza las más veces se detiene. Glosa Fortuna, muerte y amor contra mí se han conjurado, y todos tres han jurado darme muerte con rigor, 57

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cantó lo siguiente: La redondilla de Filardo es glosada mediante cuatro décimas en las que se enumeran motivos tópicos sobre la fortuna, muerte, tristeza y sufrimiento asociados a la desdicha amorosa.

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en viéndome enamorado. Si este mal que me condena otro en el mundo le tiene que de gloria le enagena, consuélese con mi pena quien triste vida sostiene.

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Y aquel que quisiere ver de mi alma el desengaño, véalo en mi padecer y verá, viéndolo, el daño que puede el amor hacer.58 Siendo amador verdadero, jamás en dulce bonanza me vi, y así siempre espero, y el que ve del mal que muero, no le aflija la esperanza.

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Que lo que en aquestos daños me alivia y me da contento en tormentos tan extraños es que el mal que hace en mil años amor paga en un momento. Llamo «gloria» a la esperanza, si es puesta en alto lugar, y a tal padecer «bonanza», pues no hay más que desear que la gloria que se alcanza.

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Y cuando en aqueste estado se ve un felice amador, del premio que amor le ha dado, como el bien tanto ha costado, halla más gusto en su amor. Y así el amor le entretiene gozando en gloria sus años, y si el mismo airado viene,

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vv. 15-19 Y aquel... hacer: Se trata de un conocido tema petrarquista: quien sufre de amor se presenta como ejemplo y escarmiento para todos los demás amantes y enamorados.

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cuando puede hacer más daños, las más veces se detiene. Acabando de cantar, el pastor dice que en el sueño halla más gusto, porque en él se le ofrecen verdades ciertas que espera gozar con su Marfisa bella, y que por eso se determina a entregarse a él. La enamorada Jacinta, llamada de lo mucho que al ibero quiere, viene en su busca. Y resuelta en darle parte de la que tiene en su alma, dice la hermosa pastora que aunque el ibero la tenga a libertad, no podrá escusarlo mientras que amor no la ponga en la suya. Y así refiere que lo que de Alcida entendió la ha incitado más a que se anticipe, y que aunque no tiene tan buenas partes como las suyas, que podrá recelar el ser más entrometida y animosa. «Yo voy a buscarle —dice—, mas ¡ay me!,59 que el que tengo delante de los ojos es. Amor, pues me diste esta ocasión, dala a mi lengua para que ella de su parte mueva aquel gallardo corazón». «¡Ah, Filardo, pastor venturoso!» —le dijo. Y el ibero: —¿Quién ha sido el atrevido que me sacó del mayor gusto que tiene amor en los suyos? La pastora dice: —Ayudá, fortuna y cielo. Por cierto, discreto pastor, que si has recebido disgusto, que no ha sido mi intención dártele. Y por lo que se debe a las mujeres, te ruego, ya que mi buena suerte fue tal como la de verte, te sientes un rato y te diré algo de lo mucho que a tu causa siente el que fue el más libre corazón. Por ser el de Filardo piadoso y cortés, obedeció a la pastora. Y ella dijo, en sentándose: —Pastor discreto, que en serlo consiste todo mi remedio y contento, así tengas tanto cuanto tu valor merece y así goces la gloria de tus deseos que me cumplas los míos, dando a mis razones atentos y piadosos oídos. Prometiolo el ibero y ella prosiguió diciendo: —Bien sé, Filardo, la desigualdad mía y la tuya, pues yo soy una basta y grosera pastora y tú uno a quien el cielo estremó en gala y discreción, donaire y aseo, y otras partes más tuyas, que, por serlas, no las merece otro sino tú. Al fin, eres hecho de un compuesto celestial. Y aunque conozco esto de mí y de ti, es tanto lo que amor ha ocupado mi entendimiento que para cosa no le tengo sino para decir esta verdad. El de Iberia se mostró agradecido con su lenguaje, que fue el que bastó para quedar Jacinta satisfecha. Y después de estarlo prosigue diciendo otras muchas alabanzas:

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¡ay me!: Interjección ‘¡ay!’, es arcaísmo.

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—Dime, Jacinta, quién es Marfisa, Nise y Rosilo y Silvia y Silvano, que los vi en cierta ocasión y, por curiosidad, lo querría saber. La pastora le dio cuenta ampla60 y por extenso de todo. Y de Marfisa, después de celebrarla mucho, dijo cómo estaba tratada de casar con Lorino. Filardo le preguntó si gustaba Marfisa de ello. Y Jacinta, siguiendo alguna malicia, le respondió que sí y que le quiere con estremo. Con él dio el ibero un profundo suspiro. Y después de haber desfogado con otros, sin reparar en los inconvenientes que pudiera haber, le dice: —Jacinta bella, así esa sin par hermosura y gracia goces largos años y así en ellos veas cumplidos tus intentos, y así a tu voluntad veas sujetas las más libres de la tierra, que anteponiendo el secreto des con atención gratos oídos a mi discurso. Aceptolo la pastora. Y el pastor le dice: —Sabe, Jacinta hermosa, que Filardo, el que un tiempo se gallardeó de más libre y del cuidado de amor, viene agora a querer. ¿Cómo a querer? A adorar. ¿Adorar? A ser el mismo amor. Dio por respuesta la pastora de Tirseo: —¿Y cómo, pastor venturoso, hay pastora en el mundo de tanta suerte que pueda merecer la de este bien? «La que lo es de la tierra me tiene fuera de ella —dice Filardo—, que quien tan buenos pensamientos, tan altos y excelentes alcanza que los pone en la divina Marfisa, bien puede decir que los tiene en el cielo». Mucho valor y prudencia hubo menester Jacinta, y tanta como tenía, para resistir la pena que le dio significar su gloria Filardo. Al fin, resistió con gallardo corazón, y valiéndose de toda la fuerza de él le dijo: —No con menos indicios que estos los dieras de lo mucho que vales, porque en toda esta ribera, ni en las que en sí encierra61 la España, no hay pastora que tanto merezca como la gallarda Marfisa. Pero quiéresla con grandísima pasión, y con tanta como es la de querer como quiere a Lorino. Esto inventó Jacinta para disuadirle. Y el de Iberia replicó: —Un tiempo fui yo tan venturoso en amores que en ellos seguí la condición del rayo62 en su naturaleza, pues a la zagala que tenía sus gustos en algún 60

ampla: ‘amplia’, arcaísmo en desuso. encierra: «en encierra» en el original, pero corrige la Fe de erratas. 62 condición del rayo: Se asumía en la época que el rayo dañaba con más fuerza a aquel objeto que le oponía resistencia, lo que propició no pocas comparaciones entre el amor y la poderosa descarga eléctrica. En palabras de Mira de Amescua: «Es el amor como rayo, / que con más fuerza ha herido / donde halló resistencia, / ya en el soberbio edificio, / ya en el ciprés que parece / pirámide y obelisco; / no en la caña tierna y débil / ni en cárdeno y blanco lirio» (El primer conde de Flandes, p. 527). Refiriéndose al enamoramiento de Narcisa por don Valerio, explica Guevara 61

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pastor, y cuando entendía que más válidos competidores había, daba en servir. Y al fin, en breve tiempo, ganaba todo el de mi pretensión. Y posible sería que de esta ventura quedasen algunas reliquias, por lo que te ruego, Jacinta hermosa, que le des parte a Marfisa de mi pasión; que si no hubiera visto en ti la discreción que celebraré toda mi vida, no te fiara la llave de ella. Y esto ha de ser con cuidado, que si pones el que puedes, yo aseguro más de un bien para quien sin ella no le puede tener. Prometiolo Jacinta, diciendo que lo hará por el gusto que recibe en servirle y comunicarle. Y al tiempo que Filardo se lo agradecía, llegó Alcida con determinación de hablar al de Iberia. Y como le vio con su competidora, quedó confusa y suspensa, maldiciendo su desdicha y negligencia. Despidiose Jacinta del ibero, quedando de verse en aquel puesto el día siguiente. Y Alcida, prosiguiendo en su pasión y desventura, dice: —Cielo, si tu condición y naturaleza es ser piadoso, afable y socorrido, ¿por qué para solo mi daño lo has conmutado en sus contrarios? Y pues diste a Filardo en mi alma tanto lugar, ¿por qué lo das a que viesen mis ojos tanto dolor? Y oprimida del mucho que su corazón sentía, con un celoso sospiro y bañando el rostro de celosas y enamoradas lágrimas, cayó en tierra desmayada. Jacinta, que estaba allí con cuidado, a la voz y al golpe acudió. Y cogiéndola en sus faldas, con tiernas y piadosas razones la procuró reducir a su sentido. A las que ya volviendo en él, dijo Alcida: —¿Es la muerte? Porque no otra dará remedio a tantas desventuras de mi vida. Respondió Jacinta: —Es la que desea que la tengas y la goces largos años, amiga. «Si tú lo fueras, no la contrastaras ni procuraras acabar» —respondió Alcida. Y Jacinta: —Quien fue causa de tu inquietud la ha sido de la mía. Y al fin, si mueres por Filardo, yo me abraso por él. «El de mis días llegará primero, pues ya es tuyo, y por más osada y atrevida le ganaste. Gózalo largo tiempo, que bien breve será el de mi vida, porque no permitirá la fortuna que padezca tanto un alma que quiere tanto» —replicó Alcida. Y con esto se fue diciendo que ella dará traza para que no le goce. Y Jacinta la sigue, diciendo que ya que su suerte la trajo a querer a quien quiere a otra, que ha de dar orden para gozarle sola, si el cielo la da a quien más por amor la merece.

en sus Intercadencias de la calentura de amor, p. 98 que «su amor fue de condición de rayo: en el instante la abrasó hasta las medullas [sic] y tan despiadadamente que le hacía dar unos gemidos breves, pero todos exhalaciones de ardiente fuego».

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Tirseo y Linardo, los dos zagales de Jacinta y Alcida, con la ciega confianza que muchos tienen, venían cantando al son de sus instrumentos esta letra a manera de diálogo:63 Linardo

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Tirseo

Linardo

Zagal, por nosotros vemos que nuestras pastoras mueren, las pobrecillas nos quieren mucho más que las queremos. Cuanto pide tu deseo, tu Alcida te adora y ama. Tu Jacinta arde en la llama de amores de su Tirseo. Adóra[n]nos con estremos y con ellos las dos mueren, las pobrecillas nos quieren mucho más que las queremos. Linardo, si lloras, llora; y si suspiras, suspira; si tú te admiras, se admira; y, aun sin quererla, te adora. El ser queridos podemos dar a los que no lo fueren, las pobrecillas nos quieren mucho más que las queremos. No dejará de quererte mientras Dios te diere vida, ni Jacinta tu querida no podrá ni aún con la muerte. En nuestros favores vemos que de amor las pobres mueren, al fin ellas dos nos quieren mucho más que las queremos.

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Y acabando de cantar se sentaron, adonde de espacio, y como si en sus voluntades estuvieran las de sus pastoras, volvieron a referir y celebrar lo mucho que de ellas eran queridos y estimados. Y tras esto lo infinito que el pastor

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diálogo: El diálogo poético de los pastores es motivo recurrente del género bucólico, presente desde Virgilio, y que en la tradición castellana tiene su antecedente más reconocido en el diálogo garcilasiano de Salicio y Nemoroso. Cfr. López Estrada, 1988.

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Filardo merece, así por su buen trato como por su grande discreción, gracia, gala, buen talle y cortesía. Y en esto metieron la mano. Y en decir que si de sus zagalas no estuvieran satisfechos, que pudieran recelar el apasionarse64 de él. Y después de muy asegurados de su mucha constancia, acaso65 por allí venía el de Iberia haciendo hablar el instrumento, a cuyo suave y deleitoso son cantó este soneto, hecho a su nueva y amorosa pasión: Filardo La que llega al estremo de hermosura y al de ser invidïada de hermosas, la que todas las partes milagrosas le han dado tiempo, amor, cielo y ventura; la que en ser, discreción y compostura le dicen más dichosa las dichosas, la q[u]e al lirio, clavel, jazmín y rosas imitando, mi gloria me procura; la que al hijo de Chipre66 rinde y mata, haciendo el arco de sus brazos bellos y aquel cuadrillo de su blando ruego; la que a los corazones libres ata, la que al alma ligaron sus cabellos, velda en la mía y conocelda luego.67

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Tirseo y Linardo quedaron contentísimos en estremo de oírle. Y por no interromper el suyo, se fueron sin hablarle. El pastor de Marfisa dijo que no era el menor indicio de estar muy enamorado hacer versos, y que ya cada momento de esperar a Jacinta se le hacía un siglo, y que allí recostado quería aguardarla, adonde, fiado de su discreción, entiende que por su medio lo ha de dar el niño dios.68 Reclinose y al proprio punto llegó a aquella parte Silvano, el pastor de 64

apasionarse: ‘enamorarse’. Montemayor había introducido en La Diana el enamoramiento lésbico entre Ismenia y Selvagia, que luego se soluciona por medio del recurso típicamente bucólico de la androginia y los malentendidos que esta propicia. Sin embargo, en este pasaje, la homosexualidad sugerida resulta más llamativa e impropia de la época; pues no se alude a ella como una pasión imposible de ser vivida, sino como una vivencia refrenada o apaciguada por el amor femenino de Jacinta y Alcida (que además se ha revelado ya inconsistente). 65 acaso: ‘casualmente’. 66 v. 9 hijo de Chipre: ‘Cupido’, nacido, igual que su madre Venus, en la isla de Chipre. 67 v. 14 velda: ‘vedla’; conocelda: ‘conocedla’. 68 niño dios: ‘Cupido’.

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Silvia, el cual, exhalando del afligido corazón infinidad de suspiros y hablando lastimosamente consigo y con el cielo, dijo: Silvano Aire, tierra, mar y vientos, cielo, sol, estrellas, luna, hado, amor, tiempo y fortuna están a mi daño atentos. Y los que más desdichados en vuestros sucesos fuistes, oyendo los míos tristes, quedaréis más lastimados; que mi daño os asegura, por ser mujer quien le ordena, a que olvidéis vuestra pena, por llorar mi desventura. Y el pecho que en más rigor su propiedad se convenga, estoy bien cierto que tenga de este mi dolor dolor. Mas ningún sentido humano no escuchará mi mal suerte, por no morir de la muerte que muere el triste Silvano. A ti, cielo, recontallo quiero mi dolor esquivo, y haz, pues que muriendo vivo, que acabe, al fin, de contallo. Teniendo mi pecho helado, libre de amoroso ardor, sin saber quién era amor más de aquel de mi ganado; y cuando de mil pastores ¡ay, de mí triste!, burlé, cuando con firmeza y fe trataban de sus amores; cuando en mis tiempos dichosos me hizo el cielo amistad,

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cuando por mi libertad tuve cien mil invidiosos; cuando «allí va el ganadero más dichoso» me decían, cuando pastoras morían por mí del mal que ya muero; cuando por mí suspiraban ninfas bellas algún día, y yo con más gusto oía mis corderos que balaban; al fin, cuando mi deseo a nada sujeto vi; cuando tan libre me vi como captivo me veo, vino una pastora ingrata. ¿Ingrata? No digo tal, que no he de tratalla mal, aunque ella tan mal me trata. Vino una hermosa pastora, hermosa, sí, y de ventura, porque es tanta su hermosura que se la confieso agora. Y después de haber cantado (porque como un ángel canta, y tras de cantar encanta, pues cantó y quedé encantado) me dijo: «amigo Silvano, prenda cara y dulce suerte yo te doy, hasta la muerte de ser tuya,69 aquesta mano». Entre turbado y modesto quise un bien tan soberano, y aunque me envidó70 de mano, yo de pie le gané el reto. Pues vine a quererla tanto, tanto que por querer muero,

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v. 64 de ser tuya: «de ser ser tuya» en la princeps. Se corrige la errata para enmendar la hipermetría y hacer mejor sentido. 70 v. 67 envidó: ‘hizo envite en el juego’. Es léxico naipesco.

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si no digo lo que quiero, por mí lo diga mi llanto. Túvome por sus amores, y tan querido me vi que por los míos me di los más felices favores. Un año duró esta gloria, que en infierno se trocó, que ojalá cuando acabó se acabara la memoria. Y al tiempo que mi esperanza tuve más firme y segura, al son de mis desventura hizo Silvia una mudanza. ¡Ay, Silvia, falsa traidora, dulce enemiga,71 crüel, amada en vano de aquel que aunque le ofendes te adora! ¿Por qué el alma me robaste? Mas ¡ay, que yo te la di!, y, sin pedírtela a ti, tú la tuya me entregaste. Dime, ¿a quién puedes querer que cual Silvano te quiera? Y cual él, por amor fiera, ¿quién te podrá merecer esa leng[u]a que movías por mi gusto en mi favor, guiada del tierno amor a gustosas niñerías; y aquestos ojos hermosos que en mirarme recreabas,

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71 v. 86 dulce enemiga: Sintagma paradójico muy propio del amor cortés y de la poesía de cancionero (Wilson y Askins, 1970), difundido en una copla que se cantaba y glosaba desde finales del xv y que aparece rememorada en el Quijote II, 38: «De la dulce mi enemiga / nace un mal que al alma hiere, / y por más tormento quiere / que se sienta y no se diga». Se trata un motivo presente en una extensa diversidad de autores y tradiciones, muy vívido en la «La dolce mia nemica» y «de la dolce et amata mia nemica» de Petrarca (Canzoniere, LXXIII, 29; y soneto CCVII, 2); o en la «dolce mia nemica» de Matteo Maria Boiardo (Amorum libri tres, XXXVI, 10). A su zaga, Garcilaso se refirió en su Canción IV, 146 a «aquella tan amada mi enemiga».

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cuando a los míos dejabas con su vista glorïosos; cuando pusiste a mi frente, guardando a mi fe el decoro, guirnalda de lazos de oro del dios más resplandeciente? Dime, ingrata, ¿olvidarás cuando te apreté la mano recio y dijiste: «Silvano, si amas más, aprieta más»? Los ojos, boca y cabellos, que en mi gloria ejercitaste, ya sus efectos trocaste el estar mi infierno en ellos. Mira que es bien que te acuerdes, mi Silvia, adorada en vano, que tras perder a Silvano, que su honor pierde y le pierdes. Esto, gloria mía, advierte: que los pechos de valor no han de tener más amor que uno solo en vida y muerte. Mira, mi Silvia, que es justo y honrado aqueste consejo, mas dirás que te aconsejo, sin el tuyo, por mi gusto. Pero pues ya en no quererme te estremas, cual yo en quererte, de ti me vengue mi muerte y a ti tanto aborrecerme. Y pues querida has de ser, mientras Dios me diere vida, y72 por ser de mí querida ya73 no me puedes querer, este puñal, con rigor,

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72 v. 135 y: Ilegible en el ejemplar de la princeps, pues falta la mancha de tinta por deterioro del papel. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 44v]. 73 v. 136 ya: Ilegible en el ejemplar de la princeps, pues falta la mancha de tinta por deterioro del papel. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 44v].

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haga puerta a mi querella, y el alma salga, y con ella salga tu nombre y mi amor.

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Y al último acento, cuando el desesperado pastor quiso ser de sí homicida,74 le tuvo la mano el de Iberia. Y Silvano, ciego de su pasión y cólera, dijo: —¿Quién ha sido el que me ha quitado tan felice suerte como la de matarme? Filardo respondió: —El que quiere que la tengas con la más alegre y dichosa vida. Repórtate, Silvano, y no te dejes llevar de esta ciega y arrebatada furia; y oirás las nuevas mejores, al fin, las que bastan a reducirte al mayor bien. Y, contento, el frenético pastor respondió: —Ya no le hay en el mundo para mí y no quiero entretener la vida para poseerla con tanto dolor. Lastimado de él, el pastor de Iberia dijo entre sí que quiere hacer un bien de amor, porque el niño dios haga bien los suyos. Y dando principio a un discre[t]o medio75 y orden, le dice: —Pastor discreto, reprime ese dolor y lágrimas y conmútalo en el gozo más excelente y singular, porque tu hermosa y constante pastora te quiere hoy con más firmezas que el día que más de ellas viviste asegurado. Y así, buscando el medio para dar crédito a estas verdades, lo halló con pedirme, por ser forastero y de quien pudo entender que tendría el secreto conveniente, que te dijese que las apariencias y fingidos desdenes eran hechos a fuerza de violentas persuasiones de su padre; el cual, entendiendo vuestros amores y siendo su disignio casarla con otro, la compelía a hacer semejantes demonstraciones. Y que de aquí adelante, siendo yo el intérprete, os podréis comunicar, de donde puedes inferir cuán apasionada está tu pastora, pues a un forastero se atrevió a decirle su cuidado. Y para que en todo mudes el tuyo y des entero crédito a mis verdades, toma este listón,76 que es carta de creencia que revalida cuanto de su parte he dicho.

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de sí homicida: Las tentativas de suicidio de pastores están presentes «casi desde los orígenes del género, aunque no siempre se producen de la misma manera» (Castillo Martínez, 2010, p. 58), alternándose armas blancas, precipitaciones al vacío u otra suerte de estrategias autodestructivas. No obstante, los conatos suelen quedarse en eso, pues, como apreció Avalle-Arce, 1974, p. 187, «su condena por el Concilio de Trento es tan terminante que el suicidio desaparece como tema literario en la España de la segunda mitad del siglo xvi». 75 medio: ‘estilo oratorio o literario adornado y elegante, pero no tan expresivo y elevado o vehemente como el sublime’. 76 listón: ‘cinta de seda pequeña y ancha’. Explica Covarrubias que «lista es una cinta de color angosta, y la que es ancha llamamos listón».

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Silvano, que conoció la seña cierta, como aquel que haciéndola testigo gozó de mil gusto las niñerías, saltó del extremo de su pena al mayor que amor tiene en sus glorias. Y después de celebrarlas dando muestras de loco, se arrojó muchas veces a los pies de Filardo, a quien con aquellos estremos se mostró agradecido, ofreciéndose a su servicio. Con razones encarecidas, el de Iberia le dijo que de allí adelante acudiese a él, y que disimulando vería su pastora, y que de esta suerte se dará traza para que goce de la que desea. Despidiose Silvano con mucha alegría, quedando con ella el ibero, por la industria e invención que tuvo, prometiendo que con ella ha de hacer que el enamorado pastor quede satisfecho y su pastora lo quede y pagada. Sentose en el prado verde, adonde refiere por molesta la tardanza de Jacinta. Y con palabras enamoradas la llamó el enamorado pastor, al punto que Alcida, abrasada el alma en rabiosos celos y deshecho el corazón en airada invidia, viene en busca de Filardo para poner en ejecución sus dañados intentos. Y al tiempo que lo vio, se arrojó a él, con el ánimo que le dieron sus nuevos propósitos. Y sin usar de más comedimiento y cortesías, le dice: —Filardo, porque entiendas que entre pastores hay buenos pechos e inclinados a desengaños y [a] hacer amistades, y porque veas que hay almas tan desengañadas como entre cortesanos y aun más, te vengo a avisar de lo que por la sencillez y nobleza de tu pecho habrás ignorado: que es decirte que Jacinta, esta pastora más inconstante77 que la fortuna, esta que a cualquiera voluntad y novedad es más ligera y mudable que la veleta a los veloces vientos, la que no hay pastor en esta ribera por quien no haya dado más de un suspiro, a vueltas de estos inconvenientes tiene los de mil revueltas y escándalos. Y porque a ti no suceda lo que a los demás pechos engañados ha sucedido, y porque no triunfe de ti como de muchos ha triunfado ni te ponga en la condición que a otros78 ha puesto, te aviso que en estos principios de quererla elijas los medios para no venir a dar en tan desdichados fines. El de Iberia, aunque entendió lo que a Alcida le movía, se mostró agradecido, dándole infinitas gracias por el pecho con que se había movido a decirle

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pastora más inconstante: La inconstancia de la mujer es un tema tópico que convierte al amor en el elemento que acaba con la bucólica felicidad de los pastores. Ya Sannazaro, haciéndose eco de Virgilio (Eneida IV, 569-570), había advertido en Arcadia, IX de «la naturale inconstanzia e mobilità di animo» de la mujer. Sobre la inconstancia de Galatea se funda el lamento de Salicio en la Égloga I de Garcilaso, en tanto que Montemayor había dado rienda suelta al tópico, por boca de Sireno, desde el primer libro de La Diana, pp. 31-32: «¡Oh constancia, oh firmeza, y cuán pocas veces hacéis asiento sobre corazón de hembra, que cuanto más sujeta está a quereros, tanto más pronta está para olvidaros! [...] ¡Cuán presto viene a experimentar la poca constancia que en las mujeres hay!». 78 que a otros: «que otros» en el impreso, pero corrige la Fe de erratas.

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lo que tanto le convenía. Y como le pareciese ser hora para que Jacinta le diese la mejor, le dijo a Alcida que se fuese, porque algún malintencionado no juzgase mal de donde hay tanto bien. Fuese la pastora más a su despecho que a su voluntad, dando al viento innumerables suspiros. Filardo bien entendió que invidia y celos movían a Alcida, y que bien engañada estaba en entender que él quería a Jacinta. «Pero sí quiero —dijo—, pues por su medio espero gozar de mi hermosa Marfisa». «¡Ven ya, Jacinta!» —dice. Y estando con estas esperanzas, vino el cumplimiento de ellas y le dijo: —Amigo Filardo, el poco lugar que traigo no le dará a decirte mas que esta tarde a holgarse y entretenerse en el val de los alisos79 han de ir Marfisa, y la gallarda Nise y su amado Rosilo, y Lorino y Silvano, y Silvia y Tirseo, y Linardo y Alcida e yo; adonde como acaso te podrás hallar, que todos son tus amigos y te llamarán a conversación. Y de hallarte tú en ella resultarán mil bienes tuyos y míos, que los míos son los de tu gusto. Diole tanto a Filardo lo que Jacinta le avisó que le volvió por respuesta: —Amiga, hame dado tanto contentamiento el avisarme que si el alma no fuera de mi Marfisa, te la diera en albricias. Respondió la discreta pastora: —Alguna parte me ha de caber de ella, por lo que voy trazando para tu gusto y el mío. Díjole el ibero: —¿Hasle hablado a mi Marfisa? Respondió Jacinta: —No, ni ha habido más tiempo que de ordenar esto para que le hable. «Y Filardo, vete —dijo— y acude al puesto a la hora que te apetezca y dame, si quieres, un abrazo que le lleve». Y el de Iberia le dio dos y fuese con mucho contento. Y con él quedó la pastora, y diciendo entre sí que a fuerza de su ingenio y diligencia ha de desbaratar la traza que Filardo imagina, y que la que ha dado de verse todos juntos es porque de allí adelante le dé crédito el ibero a cuanto le dijere, y que lo que ha de tratar a Marfisa ha de hacer todo su provecho. Y bajando los ojos al suelo vio un papel escrito de la letra de Filardo, que en sí contenía lo siguiente:

79 val de los alisos: En La Diana de Montemayor, «la fuente de los alisos es el centro del espacio pastoril, al que una y otra vez encaminan sus pasos los personajes del libro» (Montero, 1996, p. 13). El valle evocado aquí mediante el mismo tipo de árbol no adopta la importante centralidad que en el modelo precedente.

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Soneto de Filardo leído por Jacinta A un castillo de rica fortaleza, de valor y altivez fortificado, mi pensamiento a mil combates dado, y a todos los resiste su firmeza. Las almenas y muros son de alteza, y está de tanta suerte pertrechado que toda mi porfía no ha bastado, porque no alcanza al tiro mi bajeza. No se puede batir ni podrá el tiempo, porque todo el poder del monte Adlante con más facilidad rendido fuera. Emprender lo imposible es pasar tiempo, porque son las defensas de diamante y las balas que baten son de cera.

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En leyéndole, con grandes ansias dice: —¡Ay pastor, que lo que en este tú sientes por su causa siento yo por la tuya! Y así, entrambos morimos de una herida. Mas esperanza, pues que con ella cualquier mal se facilita. Al tiempo que Febo se vuelve a su morada y deja alegre el prado y la ribera, Rosilo y la gallarda Nise, Marfisa y Lorino, Silvano y Silvia, Tirseo y Jacinta, Linardo y Alcida, cada pastor con su pastora, haciendo falsas apariencias y teniendo las almas más ausentes que presentes, después de haber medido a pies con gusto aquel deleitoso prado, se sentaron en el val de los alisos, que es una pintada y apacible cañada que hace un violento y furibundo arroyo que en el áspero e inclemente invierno baña, cuyo rumor y violencia compite con el caudaloso Betis. De este es tan vehemente el curso que de él, y de estar entre dos encumbradas sierras arrogantes de fresca arboleda, nace que Apolo en su natural curso no señoree aquel ameno lugar. Y de esta causa y de la humedad del mojado invierno viene a ser el más agradable y fresco en el verano. No hay flor en el orbe que en él no la haya puesto la naturaleza, ni la iris80 no se viste de tan finas y varias colores como él se adorna y pule. A este guarnecen cruzados y revueltos arroyuelos, tan frescos y claros como el terso y purísimo cristal. Aquí, pues, después de haberse entretenido cual en hacer varias y odoríferas guirnaldas y cual en algunas clarísimas balsas del agua, tomando a mano plateados peces, y cual jugando y apostando a quién más en los arroyos salta, se sentaron vencidos del 80

la iris: ‘arcoíris’.

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cansancio, si pudo haberlo en tal sitio; adonde comenzaron apacibles cuentos, y en ellos cada cual, por metáfora, decía su cuidado. Y estando con él Jacinta y Alcida, dijeron a una: —Solo aquí falta Filardo. A lo que dijo Marfisa: —De ese pastor he oído decir y celebrar muchas y gallardas partes. ¿Quién es? Dice Jacinta: —Razonable gusto tiene. Y Silvia: —Tiénele el mejor de la tierra. A lo que replicó Alcida: —Yo no sé por qué se encarece con estremo lo que basta con moderación. «No con ella se ha de celebrar la mayor fineza y discreción que tiene esta ribera» —dijo Silvano. Y Tirseo y Linardo pusieron a Filardo en su lugar: digo en el cielo. Y la gallarda Nise, con afectos graves y risueña cara, dijo que gustaría de verle. Y su consorte, Rosilo, que le conoció y comunicó en las riberas del sagrado Tormes y que jamás ha gozado de tan buen entretenimiento como el suyo. Y Lorino, con alguna pausa y melancolía, dijo que por sus nuevas le desea ver. Y estando el juego sin salir otro triunfo sino el de Filardo, Jacinta, como aquella que le esperaba y estaba con más cuidado, dice: —Voces siento. Y dándole todos silencio, oyeron al de Iberia, que, con el descuido que pedía su cuidado y el venir a gozar de la agradable vista de la que lo es sobre todas, puesto el instrumento en su punto, venía cantando estos versos: Filardo Ojos, vuestra ausente gloria ya la celebráis con llanto, mas llorad mis ojos tanto cuanto ofrece la memoria. Que, mis ojos, bien sabéis que no será desvarío, pues aunque hagáis un río de lágrimas, más debéis. Paso, zagala, sin veros horas por llorar estrechas, con recelos y sospechas de no poder mereceros.

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Si el daño que el tiempo avisa con disimular engaño, ven vuestra ausencia y mi daño en mi color y divisa.81 Háseme echado de ver, por haber hecho mis ojos amistad con los enojos y guerra con el placer. No tuviera que temer, si no estuvieras ausente, porque el cielo no consiente que muera el que os puede ver. Para aliviar la pasión que me causa el no gozaros, he querido retrataros, pastora, en el corazón. Nadie goza gloria igual ni tan soberano trato, pues trae el cuerpo el retrato y el alma el original. Dichoso quien tal alcanza, pues pude, yo os retraté, haciendo el pincel mi fe, las colores mi esperanza. A los misterios que toco, razón es quien me encamina, pues para quien es divina todo el bien humano es poco.

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81 v. 16 color y divisa: Las referencias al color y a la divisa o ‘señal que el caballero trae para ser conocido’ (Covarrubias) tienen que ver con una artificiosa práctica cortesana: la del amante que viste los colores de su dama en señal de sometimiento y servidumbre. La costumbre está presente en multitud de textos literarios que no hacen otra cosa sino trasvasar a la ficción sentimental los códigos de las casas nobiliarias, en las que los criados vestían ropas distintivas de los colores de la heráldica señorial. Ya Diego de San Pedro advertía al respecto en su Sermón ordenado: «y no menos, señores, os excusad de vestiros de sus colores, porque aquello no es otra cosa sino un espejo do se muestra que la servís» (San Pedro, 1987, II, p. 176). En el Amadís II, pp. 1249-1250 eran «las sobreseñales [del Caballero Griego] de la misma librea y colores que Grasinda era vestida»; y en análogo sentido lo utiliza Montemayor en el libro segundo de La Diana, p. 116: «Sabed que él sirve aquí a una dama que se llama Celia, y por eso trae librea de azul, que es color de cielo, y lo blanco y amarillo, que son colores de la misma dama».

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Y aunque muera mi ventura, con firmeza viviré tan estremado en la fe como vos en la hermosura. Quedaron todos gloriosamente admirados82 de oír la melodía y dulzura de la voz del ibero. Y Rosilo dijo: —¡Discreto garzón! ¡Ah, Filardo! ¡Llegad, llegad a conversación, adonde con el alma os desean! Levantáronse todos. Y el de Iberia, con alegre rostro y demonstraciones agradecidas, se llegó, ofreciéndose a cada uno de por sí. Cada cual le ofrecía su lugar, y él le tomó junto a el de aquella que tenía el de su alma. Y dándole cada uno las gracias de haberle oído y de celebrar las de su voz con grandísimos estremos con ellos, después de haber tratado algunos particulares del Tormes, le pidió Rosilo que inventase algún juego donde con gusto todos se entretuviesen, obligándole con su discreción y con la comunicación pasada. Y él dijo que ya que le habían dado la mano, que no hallaba otro en que todos pudiesen jugar y entretenerse más cómodo que el de la cinta. A todos les pareció bien, porque en él podrían decir sus cuidados y propósitos. Filardo le pidió a Marfisa una liga83 y la pastora le dio un listón blanco,84 y Filardo rogó al cielo que no saliese así su suerte. A Jacinta pidió otra y ella diola verde, por la esperanza que tiene en sus intentos. A Silvia la pidió y diola morada, muestra del mucho que a Filardo tiene. Alcida la dio azul, del color que le dan los celos del ibero. A Nise le pidió la que faltaba y diola de una red de plata y oro, en prueba de su gravedad y señorío. Y Lorino, así por venir de sobra como por su pausada melancolía, dijo que él quería ver jugar, porque gustaría más. Y ofreciéndole Filardo su lugar, lo escusó refiriendo lo que había dicho. Y así, Filardo dobló las cintas y los diez 82

gloriosamente admirados: Son habituales en el género las muestras de perplejidad ante las cualidades y virtudes de los pastores, verdad poética que no coincidía, naturalmente, con la realidad cotidiana. 83 liga: Con el doble significado de ‘cinta’ y ‘alianza’, de amores en este caso. Con ese sentido la utiliza, por ejemplo, Montemayor en La Diana, p. 56: «¿Cómo que fue posible, di, enemiga, / que siendo tú muy más que yo culpada, / con título cruel, con nueva liga / mudases fe tan pura y extremada?». 84 Castillo Martínez, 2007, pp. 64-65 ha estudiado este pasaje en el marco de un análisis general sobre los juegos que se plantean en algunas de estas novelas pastoriles, explicando que «aquí se echa mano de la simbología de los colores en relación con los sentimientos de las participantes y, al igual que en casos anteriores [de su artículo], el desarrollo del juego permite que exista cierta tensión en las relaciones entre los pastores enamorados. Por otro lado, la existencia de los listones trae a la memoria la danza del cordón, en la que un grupo de damas en corro prendía una cinta de color atada a un árbol situado en el centro».

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cabos púsolos a propósito que, tirando cada uno, cupieron Silvano y Alcida, y Rosilo con Silvia, Tirseo con Nise, Marfisa con Linardo, Filardo con Jacinta. Silvano dijo al oído a Alcida mil bienes de Filardo, como aquel que lo había menester, alabando su talle y mucha discreción. Alcida le respondió que jamás ella vio menos partes y que por la novedad habían parecido bien sus entretenimientos. Rosilo dijo a Silvia que ninguna zagala estaba tan bien empleada como ella en su pastor. Esto dijo por Silvano, y ella, tomándolo por el ibero, respondió que aunque todos los pastores del Betis la perdonasen, que su pastor les hacía las ventajas que el sol hace en luz a las estrellas. Tirseo dijo a Nise que él sabía que un pastor de aquella ribera la adoraba con grandísimos estremos. Y Nise, recelando con ellos el honor de su pastor, le preguntó con aspereza que quién era. Y él, con mucha risa, dijo que Rosilo. Y la pastora quedó graciosamente corrida. Linardo dice a Marfisa que le ha parecido que Filardo la mira con más gusto que a las demás pastoras. Ella dio por respuesta que no venía bien con el gusto del ibero poner los ojos donde menos hay que ver. Filardo dijo a Jacinta: —Amiga, no dilates el decirle a mi Marfisa lo mucho que a su causa siente esta enamorada alma, y la respuesta sea a medida de mi amoroso deseo. Ella replicó que hará lo que su corazón desea. Y ruégaselo al cielo Filardo. Él dijo, de suerte que se pudo oír: —Amén, amén. Algunos quedaron del juego con alegre cara y otros con semblante confuso, según cada cual tenía el alma; sobre que dijo Lorino que aquel juego se remitiese a algunos cuentos, bailes o música, que era de lo que más gustaba. Y Silvano, con mucha instancia, pidió que se echase otra vez la cinta. Y de parecer de todos se echó. Y sin querer el de Iberia, cayó Silvano con Silvia, por lo que hizo un afecto tristísimo, y Jacinta con Marfisa, y Nise con Linardo, y Rosilo con Tirseo y Filardo con Alcida. Dijo Silvano a Silvia: —Pastora, dime tu pecho. Respondió Silvia: —Que quiero y me recelo. Y él, con grandísimo gusto, dio palma con palma, por aplicarse a sí la respuesta. Jacinta dijo a Marfisa: —¿No es bueno, amiga, que Filardo, este grosero, entiende que es el más galán y de mejor gusto? Replicó Marfisa: —Cuando eso entienda, entenderá lo cierto. Linardo dice a Nise:

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—Pastora, esta noche soñé que me decías amores teniéndome en tus hermosos brazos. La pastora le respondió: —No creas en sueños si eres cuerdo,85 Linardo. Tirseo dijo a Rosilo: —No hay pastor en este distrito que sea como tú querido de su pastora, porque ninguna ha llegado a este estremo, y con él le pidamos a Lisis que cante. El de Iberia dijo a Alcida: —Confuso estoy y enamorado, por haber caído Silvano con Silvia. Ella, aplicándolo a su propósito, replicó: —Amor premie a quien más quiere y padece. De este segundo juego quedaron todos con mucho gusto. Y con él le pidieron a Lisis que cantase algo melancólico, porque mostraba estarlo más que los circunstantes. Y la pastora, que había menester desfogar parte de su pasión..., digo: Jacinta, que tomando a Lisis86 el instrumento, dijo: Jacinta87 Vuelve, pastor, y verás quién es Jacinta y quién eres, pues cuando menos me quieres te quiero yo mucho más. Glosa Bien es que la fama cante lo que mi firmeza debe, pues cuando fueres más leve tengo de ser más constante.

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sueños... cuerdo: Los sueños premonitorios, recurso literario universal, tienen también su presencia en la novela pastoril. Así, por ejemplo, la intervención de las diosas Venus y Atenea antes del nacimiento de Felismena en La Diana, II o en La Galatea de Cervantes, en la que juega un importante papel el sueño présago de Lisandro. Bernardo de la Vega, sin embargo, parece desdeñar aquí este recurso por su falta de verosimilitud o por ser creencia impropia de mentes juiciosas. 86 Jacinta... Lisis: El propio narrador se percata de la doble realidad nominal del mismo personaje, que varía en función del rol que adopte dentro de la ficción: pastora o versificadora (cuando no pastora poetisa, como aquí sucede). Cfr. nota 23 del Libro primero. 87 Jacinta: La glosa en coplas castellanas está recogida en las recopilaciones de Agustín Durán, 1829, p. 88 y Eugenio de Ochoa, 1838, p. 493.

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Vuélvete, ingrato, y verás un estremo de mujeres, pues cuando menos me quieres, te quiero yo mucho más. Yo entiendo que es ofenderte gozar de otro pasatiempo, y aunque a todo acaba el tiempo, no acabará en mí el quererte. Que en mí no podrá jamás, esto paga, si quisieres,88 pues cuando menos me quieres, te quiero yo mucho más. Que tu amor, que es mi gobierno, en el alma le tendré, pues no merece que esté menos que en lugar eterno. Pastor, allí le hallarás, y acuérdate, si le vieres, que cuando menos me quieres, te quiero yo mucho más. Y así el tiempo no ha de hacer, ni la muerte ni fortuna, que haya en mí mudanza alguna, en dejarte de querer. Y aunque te vuelvas atrás, mientras viviere y vivieres, cuando menos me quisieres, te he de querer mucho más.

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A todos admiró la letra y les dio tanto gusto como el juego. Y porque fue hora de irse cada cual a su ministerio, lo pusieron por obra, quedando el verse para la tarde. De industria se quedó Silvia la postrera, y asiendo a Filardo por el brazo le dijo: —Pastor mío, no ha sido para mí la menor esperanza ver que tomaste el listón verde. El pastor respondió: 88

v. 18 quisieres: «quisiererer» en el original, pero corrige la Fe de erratas.

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—Silvia hermosa, yo avisaré cuando sea tiempo, para que nos veamos en mi cabaña. Yéndose cada un[o] a la suya, se despidieron. Cuando Apolo, puesto en el balcón de Oriente, señorea el más alto y arrogante collado y con su vista hermosa alegra y hermosea la tierra, la más enamorada y confusa Jacinta, con estas razones desfogaba el fuego amoroso que le abrasa el congojoso y enamorado corazón: Jacinta Quejarme quiero aquí del tiempo ingrato, y del tirano amor quiero quejarme, y en aquesto gastar un largo rato, porque pueda en mis daños consolarme. ¡Oh, hideputa rapaz!,89 que así te trato, pues no has querido a mí menos tratarme, no ves lo que he perdido y lo que pierdes en emplear tan mal mis años verdes. Cansada de tener su alegre rueda Fortuna un rato sin hacer mudanza, porque de su presteza entender pueda el mundo que no es cierta su bonanza; y porque al bien eterno solo queda ser eterno en su bienaventuranza, en medio del placer la rueda vuelve y el bien en mal lo trueca y lo resuelve. A mí me sustentó en contento un poco, mas dio la vuelta, y tanto mal me ha hecho que con el pensamiento en nada toco que entienda que ha de ser en mi provecho. Esta imaginación ya poco a poco consume el corazón y abrasa el pecho, y estoy tan hecha al mal que solo temo su mudanza por verme en otro estremo.

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89 v. 5 hideputa rapaz: Resulta llamativa la invocación de Jacinta, denominada poéticamente como Lisis en las páginas anteriores, pues el amor definido en tales términos «no disonaría demasiado en boca de un pastor vulgar, pero en los labios de una pastora enamorada supone un inicio de resquebrajamiento de muchos de los patrones del idealismo platónico del mito arcádico» (García Aguilar, 2013, p. 419).

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Las densas nubes pueden con mi llanto pagar a todo el orbe su tributo, que mientras su ocasión no alivia un tanto no puedo ver mi triste rostro enjuto. Ni cuando se cobija el negro manto Tetis90, ni cuando quita Cintio91 el luto, no dejan de llorar mis tristes ojos la causa que le causan sus enojos.

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Tras esta declamación y de haber humedecido los hermosos ojos, la hermosísima pastora dijo que ya que su desventura la trajo a ver que tanto como el suyo crezca el amor de Filardo en querer a Marfisa, que tiene acordado decirle a Lorino cómo su pastora y Filardo se quieren, pidiéndole secreto de quien le da el aviso. «Resultará de esto que Lorino retirará a Marfisa, y cuando no, como celoso, vivirá con recato; y de tenerle, nunca el ibero tendrá lugar para hablarla. Y con esto y con lo que yo trazaré será posible que me quede por suya —dijo—, e yo me parto a buscar a Lorino. Fortuna, abre las puertas a mis disignios, que este que viene es». El cual venía cantando un romance92 que escribió a una ausencia que hizo de Marfisa. Y la pastora, por ver si de lo que cantaba podía sacar algún concepto que hiciese el suyo, le oyó hasta el fin, y decía así: Lorino Después que por varios casos dejó Lorino su aldea, porque en lugar de su gloria entre el rigor de la pena, llegó donde un arroyuelo lirios olorosos riega; 90

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v. 30 Tetis: ‘noche’. La vinculación de esta nereida con la noche tiene que ver con el episodio de Tetis y Peleo que desarrolla Apolonio de Rodas (Argonáuticas, IV, vv. 770-879). De la unión de Tetis y Peleo nacieron varios hijos, pero conforme eran alumbrados su propia madre acababa con ellos para evitar que desarrollaran los rasgos mortales de su padre. Al nacer Aquiles, su séptimo hijo, Peleo, descubrió que Tetis llevaba a cabo un ritual con el que intentaba dotar a sus hijos de inmortalidad, pero terminaba matándolos. El ritual consistía en quemar mágicamente su mortalidad por las noches y en ungirlos con ambrosía durante el día. 91 v. 30 Cintio: ‘Apolo Cintio’, por derivación de Cintos, monte de la isla de Delos. Se refiere al sol. 92 cantando un romance: Para la presencia del género-estrofa romance en la novela pastoril y su importancia funcional y de sentido, véase Castillo Martínez, 2013.

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cuya fragancia el favonio93 a sitios bien lejos lleva; donde en el agua las flores bordan una rica tela de aquellos altos del cielo, pues se conocen por ella. Si quieren gloria las almas, vayan y vístanse de esta, o vean a su Marfisa, que todo se goza en ella. En el cristalino arroyo, cuyo mormureo deleita, Lorino su rostro y manos de industria un rato refresca, por ver si el fuego amoroso su gloria aplacar pudiera, cosa que es tan imposible como saltar su firmeza haciendo donaire y risa. Dice el pastor: «En la tierra para mí no hay bien ni gloria, si no está Marfisa en ella». Y dando la vista al cielo (porque a falta le entretenga, pues es cierto que en él goza algo de lo mucho de ella) y bajándola, Lorino vio una levantada peña, que «de los Enamorados»94 la llama el mundo y celebra. 93

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v. 7 favonio: ‘viento suave que sopla de poniente’. v. 35 Peña de los Enamorados: Se refiere a la peña sita en Antequera, cuya leyenda data del siglo xv y narra la historia protagonizada por dos enamorados, un cristiano y una princesa mora. Para continuar su amor imposible deciden huir, pero el padre de la dama envía unos soldados que consiguen acorralarlos. Para evitar la separación subieron a lo más alto del risco que lleva su nombre y desde allí se lanzaron juntos al vacío para continuar unidos por toda la eternidad. El primero en recoger el relato fue nada más y nada menos que el humanista italiano Lorenzo Valla, quien incluyó la leyenda en su Historiarum Ferdinandi Regis Aragoniae. Libri tres, obra escrita entre 1445 y 1446, y publicada póstumamente a partir de la edición parisina de 1521. Véanse al respecto las consideraciones de López Estrada, 1957, pp. 9-21 en su edición del texto traducido por López de Toro. 94

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Notando en ellos los fines de su amorosa tragedia dijo: «Felices amantes, felice fue vuestra estrella, pues entrambos acabastes el uno de otro en presencia, siendo vida vuestra muerte, opuesta a la que me espera. Yo solo fui desdichado, pues mi desventura ordena que muera por más rigor de muerte de mal de ausencia». Y haciendo son la corriente, que da en una y otra piedra, con sus lágrimas ardientes, el frío instrumento templa. Y haciendo que el compás lleven las que el raudo curso lleva, canta porque dos extremos en un sujeto se vean:95

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«Ya he sabido qué es la muerte: dejar, Marfisa, de verte. Ya sé que el amor condena a padecer la memoria, pues el vacío de gloria ocupa el rigor de pena. ¿Cómo podré en tierra ajena vivir, siendo dolor fuerte dejar, Marfisa, de verte?

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Dar remedio al mal que siento, no podrá el sol ni la luna, ni hacer más daño fortuna ni dar amor más tormento;

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v. 56 En este punto se interrumpe el romance para dar paso a una letrilla en la que se enuncia el motivo tópico del sufrimiento por la ausencia de la amada, dolor que supera al de cualquier otro mal, incluso la muerte.

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ni yo hacer más sentimiento, pues siento más que la muerte dejar, Marfisa, de verte».

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Y acabando el último acento, le dijo la invidiosa zagala: —Bien, por cierto, te paga esa firmeza la ingrata Marfisa. Lorino, a la extrañeza de llamar ingrata a aquella de quien él tan confiado estaba, respondió: —¿Por qué das ese nombre al más gallardo pecho que jamás se vio? Al fin, prosiguiendo Jacinta: —Confiado zagal, tu pastora adora a Filardo. Preguntando Lorino que cómo lo sabía, dijo: —Tanto como esto: que ella misma me ha hecho intercesora, pidiéndome con encarecimiento y lágrimas que lo diese a entender y encarezca lo mucho que le quiere. Con un despecho ardiente, le respondió que él haría la venganza que ella y el mundo verían. A lo que la96 revoltosa dijo: —A mí me importa con la propria97 disimulación asistirla y saber su pecho para98 de todo avisarte. Y con adulaciones y fingidas ofertas se despidió de él. Y Lorino, abrasado en furia y despecho, rabioso dice:99 Lorino En la mayor alegría y más gloriosa bonanza y en el más dichoso día ha de matar confianza al que de mujeres fía, que su inclinación es tal de estas traidoras, por quien nuestra pena es infernal,

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96 la: Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 63r]. 97 propria: Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 63r]. 98 para: Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 63r]. 99 rabioso dice: En la copla real se recogen quejas típicas sobre la mujer desdeñosa por boca del amante enojado.

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que si alguna hace algún bien es por pensar que hace mal. Y la que del mal ajena nos hace demostración es un abismo de pena, y el infierno es cosa buena puesto en su comparación. Es nación al bien avara, son un tirano crüel, prenda sin provecho y cara, son un Luzbel en la cara y en condición un Luzbel.100

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Y tras de esta lamentación, y cuando quiso ir en busca de Marfisa, venía la garrida pastora hermoseando con su gallarda presencia aquella fresca ribera. Y Lorino, que vio a la causa de sus nuevos enojos, mostrando los que su alma sentía, dijo: —Ingrata pastora, inconstante y más mudable que la misma mudanza, ¿qué más has visto en Filardo?, ¿qué has visto más en él que en mí para quererle? Di, falsa, ¿son estas las firmezas que prometen las pastoras de suerte? Marfisa, como aquella que estaba libre de lo que se le opuso y de querer a Lorino, respondió con aspereza y rigor: —¿De cuándo acá, libre pastor, te ha nacido esa libertad y atrevimiento? Los desdenes y asperezas con que te he tratado, ¿cuándo te pudieron asegurar de que yo tuve gusto en tus cosas? ¿O cuándo has visto en mí alguna libertad para que de ella puedas entender o sospechar lo que me aplicas? ¿O es alguna manera o invención de pedirme celos? Y si lo es, no los pidas a quien ya te dice lo que tiene en el alma, que ni has estado en ella ni has ocupado su menor lugar. Y si dices que me has dado el de tu corazón, dalo a quien de él tuviere gusto, que el mío no se guarda para quien tan poco o ninguno tiene. Lorino le dice:

100 vv. 19-20 Luzbel: ‘Lucifer’. En la tradición cristiana la figura del ángel caído es inicialmente un ser rebosante de belleza y sabiduría, a quien la soberbia le hizo precipitarse a los infiernos, donde se convertiría en el engañador maléfico. Esta doble dimensión es la que recoge el valor anfibológico con que se apela a Luzbel en los versos.

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—Pues pastora, así de esos ásperos desengaños, como de lo que no por indicios tengo, sino por verdades certísimas, y de Filardo, aquel ribaldo101 pastor que agora de presente quieres, yo tomaré la venganza conveniente a mi satisfacción. Y con estas demostraciones de este enojo se fue Lorino, volviendo a prometer toda la recompensa que pide. Y Marfisa, con mucha confusión y despecho, revolvió en su memoria que quién pudo ser el ánimo tan malintencionado que le quiso levantar un testimonio semejante. Y de aquí sospechó en alguna manera si Filardo por algún camino la quería. Y hallando en esto un no sé qué de gusto, volviendo el rostro vio a Silvia, a quien recibió dándole apretados abrazos. Recibiolos con mucho contento Silvia, y volviendo otros tantos en recompensa, le preguntó tras ellos la causa de estar con la melancolía que daba a entender su rostro bello y divino, diciéndole que a quien tan amiga suya era y de quien tenía tanta satisfacción que bien podía fiarle los más graves secretos. Y a este proprio punto venía Jacinta en busca de la causa de su lastimoso llanto. Y como vio estar a las dos amigas, a fin de oír lo que trataban, por si pudiese sacar algo que le importase de su discurso, se puso tras unos juncos, adonde oyó que dijo Marfisa: —Sabrás, Silvia, amiga que no lo fuera, si de mis bienes o males no le diera parte a quien tanta en mi amistad tiene. Y pues esto me es fuerza, sabe, hermana, que Lorino, con la libertad que le da lo poco que sabe, en este punto se fue de aquí y me dijo que yo y Filardo nos queríamos; y esto con lenguaje suyo, que ya sabes cuál es. Y no puedo imaginar cuál traidora, falsa, enemiga mía y del cielo pudo levantarme tan falso testimonio. Y ruego a Dios que la que ha sido se vea la más triste y afligida de la tierra, y que en ella no haya cosa que procure su descanso, y que el día que enamorada se viere, permita el cielo que con el estremo que quisiere sea aborrecida y desdeñada. Y este sentimiento no le hago por lo que pretendo satisfacer a Lorino, que ya sabes que las aparencias que le he hecho han sido forzada por mis deudos que pretenden, sin el mío, por su gusto casarme con él. Y pues ya prometí decirte verdades, quiero decir la mayor que puedo, que es hacerte saber que antes que esto me dijera Lorino estaba muy bien con todo lo que de Filardo pude conocer, que es lo que gustos tan buenos como el tuyo podrán apetecer. Y después acá de lo que se ha tratado, me ha nacido un nuevo cuidado, y este de tal manera señorea mi corazón que ya en él no hay parte en que no tenga la mayor Filardo. Pero por guardar el decoro a mi honestidad, primero reventaré que darlo a entender; mas no tengo por cordura sufrir lo que con algún discreto medio se puede remediar, por lo que me resuelvo en buscar el más honesto camino, y cuando no halle otro eligiré el de atreverme y hablarle,

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ribaldo: ‘rufián’.

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que quien es tan discreto como sabemos no juzgará ser deshonestidad lo que es amor, que puede ser tanto y bueno como mis pensamientos me prometen. Silvia, no pudiendo sufrir lo que sus oídos pudieron oír, tras un congojoso suspiro se quedó en los brazos de Marfisa, vencida de su pasión. Y la pastora de Filardo, a la abundancia de lágrimas y sollozos que en ella vio, procuró reprimir con mil regalos y ternezas que le dijo. Y preguntándole la causa, le respondió Silvia que, lastimada de su propria pasión y condolida de ella, hizo el lastimado corazón aquel sentimiento. Y agradeciéndoselo Marfisa y pidiéndole de todo el secreto, se despidió de la pastora diciendo que iba en busca de su Filardo. Silvia más afligida y lastimada se quedó. Y a diez pasos que dio la una de la otra, la desesperada Jacinta dio un recio suspiro. Y las que se despidieron lo tomó la una por la otra. Y Jacinta se fue haciendo amorosas locuras. Y haciéndolas se quedó Silvia, diciendo: Silvia ¡Ay de mí, desdichada y sin ventura! ¡Ay, ojos tristes, de llorar cansados! ¡Ay, tiempo ingrato, de mudanzas lleno! ¡Ay, fortuna, en mi daño conjurada! ¡Ay, amor! ¡Ay, amor, falso enemigo! ¡Ay, verdugo crüel de mi sosiego! ¡Ay, tirano invidioso de mi gloria! ¿Por [q]ué vibraste el singular arquillo en el daño común ejercitado? Y de aqueste cuadrillo de diamante, ¿por qué a mi corazón hiciste el blanco? ¡Ay, niño dios! ¡Ay, ciego arrapazado!,102 ¡cómo trae su misterio apasionarme de aquel de quien tu madre, la de Chipre, cuando el pecho tuviera de Diana, por el de amor cual yo me abraso ardiera! ¡Ay, Silvia triste! ¡Ay, Silvia desdichada! En esta confusión y laberinto, ¿qué remedio tendrás? El de la muerte. ¡Ay, Filardo, Filardo! A Dios pluguiera 102

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v. 12 arrapazado: ‘propio de rapaz’. Covarrubias define rapaz como «el niño por ventura, por la inclinación que tiene a querer tomar todo lo que ve y tiene delante», y añade ser rapacería «cualquier hecho de muchacho o niño».

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que estos ojos que mueren por los tuyos, en aquel punto que gozaron de ellos, de la vista pagaran su tributo a la que apriesa corta el débil hilo103 de esta mi triste y desdichada vida. ¿Quién te trajo, Filardo, a mi ribera? La desdicha de Silvia y de Silvano. Perdóname, pastor, que yo no puedo dejar de darle a mi pastor Filardo la prenda que en depósito tuviste, hasta llegar el justo dueño de ella. Y pues Marfisa, que a Filardo adora, de sus amores me hizo secretaria, y con serlo, las dos somos amigas, las mayores que en toda esta ribera apacientan con gusto su ganado, ¿cómo tengo de ser traidora? ¡Ay, cielo! ¡Ay, que no es en mi mano, mi Marfisa! ¡Perdóname, pastora hermosa y bella! Si sabes del amor, si de amor sabes el inmenso poder, así la vida goces con gusto innumerables años. Conmigo sola hacer quiero un coloquio, y fingir que Filardo agora y Silvia se encuentran solos y con gusto tratan de amor y de sus tiernas niñerías. Y dice Silvia: «¡Ay, mi Filardo! ¡Ay, gloria!» Paréceme que yo digo que tengo antes que yo querría, pero ¡ay, triste, qué palabra no digo de turbada! ¡Oh, qué fuerte es de amor el pensamiento!, pues, queriendo hacer aqueste ensaye,104 mi alma transformó de tal manera, en aquel que la tiene ya por suya, que sentí que la sangre de mis venas, ardiendo en dulces sueños amorosos,

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v. 24 débil hilo: Imagen prototípica de la muerte encauzada a través de las Parcas, quienes según la mitología clásica tenían la potestad de cortar en cualquier momento el hilo de la vida. 104 v. 52 ensaye: ‘ensayo’.

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se partió el corazón donde a Filardo lo halló y hallará mientras le diere él la vida que sólo puede darle. Vuelvo a mi tema, y mi Filardo dice: «Dime, ¿de cuándo acá, loca pastora...?». ¿De loca me llamó? Cansados ojos, llorad aqueste loco atrevimiento, que quien tiene, cual yo, tan pocas partes no las ha de poner en quien el cielo le dio las suyas con estremos raros. Mas ¿qué es aquesto, Silvia? Dejar quiero la fantasma de aquestas ilusiones, que pues Filardo recibió la banda, señales ciertas son que la ventura, porque sea la mía peregrina, querrá que sea de Filardo amada. Y a buscarlo me parto. ¡Acudid, cielos!

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Fuese la pastora. Y saliendo Jacinta del escondido lugar, dijo que el pago justo de sus marañas y enredos se le va ordenando, pues de ellas ha nacido que Filardo y Marfisa se quieran; y que le alcancen todas las maldiciones que le echó la pastora del ibero, así por esto como por descubrir otra nueva competidora, ocasión para que con más fervor invente nuevas máquinas; y que cuando de ellas no se le siga algún bien ni provecho, que servirá de hacer a sus contrarios mal y daños. La enamorada y celosa Alcida, no menos ardiendo en ira que las demás pastoras, llevando al fin el deseo de su venganza, con determinarse a decir a Tirseo que su ingrata Jacinta adora al de Iberia, lo trajo por la mano a un seguro lugar, adonde, exhalando por los ojos y boca ardentísimo fuego, le dice: —Movida a compasión de ver la ingratitud e inconstancia de Jacinta y el mal galardón con que premia a tantas firmezas de amor, y anteponiendo los preceptos de amistad, te digo que pierde el juicio por el de Iberia, si tiene alguno, porque no se puede entender que le tenga. ¿Quién deja tus muchos méritos por los deméritos de un advenedizo pastor? Luego le dio crédito a todo Tirseo, por indicios que tenía de su condición. Y desde aquel punto, el amor, que en vano le tenía, dio en conmutar en desamor y en deseo de vengarse. Y queriendo inquirir todo el caso, le preguntó que si el de Iberia venía en los pensamientos de la inconstante y mudable pastora. A lo que respondió, por querer a Filardo y tener esperanza de gozarlo, que él no lo sabía, que si acaso lo entendía, que por lo que ella pudo entender de lo que ha visto que antes la desvelaba. Y con esto, Alcida se despidió de Tirseo, encargándole el

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remedio y venganza. El pastor, para hacer mejor su hecho, dijo que era conveniente no darse por entendido105 con su pastora hasta su tiempo y al de ir en su busca, para fingir más su amistad. El afortunado Filardo, revuelto en sus amorosos pensamientos, pasó por este sitio adonde estaba Tirseo, el cual le llamó. Y después de saludarse, le dice: —Filardo amigo, confiado en tu valor y en que los de tu trato, con quien profesan la amistad que conmigo has profesado, han de ser constantes, y para serlo no han de importar vanas y ligeras persuasiones de locas pastorcillas, te digo que yo he verificado cómo Jacinta con grandísimas veras te adora y con ellas me aborrece. A lo que el de Iberia respondió: —Con lo antepuesto de tu parte te digo que eso es verdad. Y por lo que te confieso, te ruego que Jacinta no pierda por mí, pues en mí has tenido buen amigo y ella una defensa de sus pensamientos. Y como Tirseo era poco experimentado de mujeres, y aunque a Filardo y a Alcida dio mucho crédito, dijo que gustaría verlo por los ojos, si hubiese ocasión. A lo que replicó el ibero: —Pues mañana trocaré contigo el pellico. Y conociendo el mío en ti, verás lo que sucede. Aceptolo Tirseo y fuese muy descontento, llevando injustamente algún rencor con Filardo, por verle tan venturoso. Y el de Iberia, con las esperanzas de saber de su Marfisa, y porque en el alma un no sé qué de gloria le dio, como acontece a los que tienen leales corazones, se sentó. Y sacando el instrumento, al punto que quiso cantar, alzando la vista al cielo vio el de su gloria: a su gallarda Marfisa, que por un florido cerrillo, oprimida de sus amores, en busca suya venía. Y Filardo, de ver su hermosa y agradable vista, quedó suspenso. Y la hermosa pastora, de verle, contenta y gloriosísima y turbada. Y al fin, el de Iberia, aunque algo cortado, esforzándose en su mucha diferenciación salió a recebirla. Y viendo que ella a él apresuraba sus hermosos pies, más él los apresuraba. Y ya que llegó el uno al otro, inclinó el ibero las rodillas y, esforzando la sonora y enamorada voz, le dice: Filardo De la beldad bien lejos se retira quien al oro confiere esos cabellos, y quien a estrellas esos ojos bellos con ojos de razón y fe no os mira; 105

no darse por entendido: Aclara Covarrubias que significa «disimular y hacer que no lo entiende».

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quien la ceja a la iris, quien aspira aplicar esos dientes y el ser de ellos a las perlas, no sabe encarecellos, aunque se admire como el cielo admira; quien compara el acento peregrino a humana cosa, y el misterio inquiere, tendrá hecho su gusto a trato humano. Carezca de él, pues viéndolo es divino, quien no creyere que el Criador nos quiere mostrar en él las obras de su mano.106

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Y la hermosa y discreta pastora, alzando el divino rostro al agradable Filardo, le dio por respuesta:107 Marfisa Gloria y fin de mis enojos, porque más corta no quede, lo que mi lengua no puede el alma os dice en mis ojos. Y porque hablando limito lo que el alma no limita, ella, pues es infinita, diga mi amor infinito.108

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—Y pues ya, Filardo mío, lo más está hecho; pues yo, con la libertad que ha engendrado el quererte, he dicho mi pecho y que estarás en él todo lo que tú le dieres de vida, así la goces infinitos años, pues tantos serán los míos. Por lo que de ello me resulta que correspondas a lo que merece mi fe, pues es la primera vez que la doy, guardándola de muchas ocasiones que me ha ofrecido el tiempo por gozar el mejor, que es el que de quererte, Filardo, poseo. Y porque este no es de 106 La enumeración de las bondades de la dama se sustenta sobre un repertorio de tópicos petrarquistas (Manero Sorolla, 1990) que termina por erigir a la amada en un monumento de perfección, con lo que se insiste en uno de los tópicos fundamentales de esta poesía: la mujer como compendio de todas las perfecciones naturales de la creación divina. 107 por respuesta: Copla castellana construida mediante un tópico juego de contrarios y contraposiciones paradójicas. 108 v. 8 amor infinito: La infinitud del amor es postulado clásico que remite al neoplatonismo de Plotino (205-270) y, ya en el Renacimiento, a tratados filográficos como el Dialogo dell’infinità d’Amore (1546) de Tullia d’Aragona.

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alargarme a más, quedaré ya, pastor mío, hasta que esta tarde nos veamos en el val de los alisos, adonde se ha ordenado otro entretenimiento. —Guíete el cielo, mi pastora, y él me dé lugar para que pueda gozar lo que por él merezco. Fuese Marfisa y quedose Filardo con la gloria que su querida le dio. Y con ella, y con las firmezas que con su vista revalidó, dijo el pastor de Iberia: Filardo El largo tiempo usar su oficio puede, ausencia su ligero curso haga y Láquesis109 a Cloto110 dé la paga, y entre el Leteo,111 que en rigor precede; que de estos el poder junto no puede un tanto mitigar de amor la llama, ni cual está no habrá que satisfaga, pues a todo el poder de amor excede. Confedérense todos en mi daño, probando en mí sus fuerzas por extenso, teniendo el ofenderme por la suerte; que yo les antepongo el desengaño, que con sola mi fe resistir pienso al tiempo, ausencia, olvido y a la muerte.

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Al fin de estos versos venía Silvia buscando al ibero. Y hallándole solo, le dice: —Venturoso Filardo, y desgraciado en que te quiera una pastora como yo, que tan pocos méritos tiene; yo te adoro, y de suerte que no habrá cosa con que más ilustres la tuya que con darme un favor, mostrando agradecerme el más puro y firme amor que pastora a tu causa ha tenido. Y así aquella que adoras

109 v. 3 Láquesis: Segunda de las tres Moiras (o representaciones del destino), encargada de marcar el futuro del individuo, pues decide la extensión del hilo de la vida humana y, por ende, el tiempo de su existencia. 110 v. 3 Cloto: Es la más joven de las tres Moiras y se sitúa como la encargada del primer destino del individuo, ya que ella comenzaba a hilar con su rueca las hebras de la vida del hombre, siendo también la encargada de decidir el momento del nacimiento y, por consiguiente, los dioses que auspiciarían la llegada al mundo de cada individuo. 111 v. 4 Leteo: Río del olvido, situado en el Hades, que, en la mitología clásica, deben atravesar los muertos.

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te recompe[nse]112 y pague en la propria moneda que merece tu valor, que no reparando en el poco mío, vengas en lo que con tantas veras te pido. Con ellas, el de Iberia, como aquel que estaba para hacer mercedes, la respondió y dijo que en la tarde, en el val de los alisos, daría orden para que tuviese el contento que deseaba. Y con esto la despidió, imaginando el ibero una hermosa traza para que Silvia y Silvano quedasen satisfechos. Y estándolo Filardo, y él más contento que jamás se vio, se fue encontrando en el camino a Silvano, al cual le dijo, por concluir, que se hallase en el val de los alisos, donde sabría el fin que había de tener su deseo. Y con la esperanza de gozar cada cual el suyo, se fueron a sus cabañas a celebrarla. Lorino, tan melancólico y desabrido como alegre y contento Filardo, pasó por aquel sitio, diciendo: Lorino El que en la injuria el ánimo no enciende no se le puede dar nombre de honrado, y al que venganza de su honor pretende la honrosa fama le hace eternizado. Y pues Filardo, este traidor, me ofende, a ofenderle mi brazo está obligado, porque solo consiste mi defensa en hacerle al traidor traidora ofensa. ¡Mano, esforzad!, que ya llega la hora en que pide razón justa venganza, pues con su daño el mío se mejora, mi valor me asegura la esperanza; que vertiendo la sangre más traidora, la mía más leal tendrá templanza; que el ser quien es me ha compelido y pide que no tal caso con la muerte olvide. Y aunque lloroso corazón exhala por la boca este humo que le enoja, al sentimiento de su mal no iguala cualquier demostración de su congoja.

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recompense: «recompe» en el original, pero corrige la Fe de erratas.

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El rigor y aspereza de una bala la tierra deje con su sangre roja de aquel que mi contento tiraniza y a mi costa los suyos solemniza. Yo le haré a Filardo que se acuerde de esta ribera, de este soto y prado, cuando dé en matizar su tierra verde con la fuerza y valor de mi cayado. Que quien cual yo mi bien y gloria pierde, no será bien que mude este cuidado hasta que vea a quien su mal procura medido a siete pies de sepultura.

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Y prosiguió diciendo que toda la melancolía que los días pasados había tenido no había de venir a parar en menos que en matar al de Iberia y aborrecer a Marfisa, para lo que le convenía, en el val de los alisos, disimular, haciendo alegres demostraciones, que de ellas resultaría todo el bien de su intento. Y yendo firme y constante en él, se partió el desesperado Lorino. No con menos ira y rencor y deseo de vengarse venía Rosilo contra Linardo, porque en el juego dijo a Nise que había soñado tenerla en sus brazos.113 Y esto, con algunos recelos que de él tenía, aunque no de su pastora, bastó para determinarse a darle la muerte, como jura de hacerlo en la primera ocasión que el tiempo le ofrezca. En esto se resuelve, y en disimular en el val de los alisos, porque no se pueda entender su propósito. Y con la entereza de él se fue de este lugar.

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soñado... brazos: Cfr. nota 85 del Libro primero.

LIBRO SEGUNDO DEL PASTOR DE IBERIA, DONDE SI EL LECTOR ADVIERTE, VERÁ SUCESOS RAROS Y EXTRAORDINARIOS Al tiempo que Cintio,1 con templadas fuerzas y limitados rayos, señorea aquel horizonte; al ordinario puesto de su pasatiempo, aunque más para llorar, venía Tirseo cantando en su mal templado instrumento esta endecha: Tirseo Con el sentimiento que mi pena pide, diré quién impide mi contentamiento. Diga la memoria, de tormentos llena, mi presente pena y pasada gloria. Pues testigos fuistes de que está perdida, acabá mi vida, mis memorias tristes.2

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1 Cintio: Se abre el segundo libro con el manido recurso del amanecer mitológico. Se alude al sol mediante una de las múltiples denominaciones con que se apelaba al dios griego que encarnaba a este astro, concretamente la de Apolo Cintio, que se explica por el nacimiento de este en el monte Cinto de Delos. Cfr. nota 91 del Libro primero. 2 v. 12 memorias tristes: El sintagma no puede por menos que recordar al último verso del soneto X de Garcilaso («verme morir entre memorias tristes») o al modo en que se caracteriza la tristeza de Sireno en el comienzo de La Diana, p. 13: «Lo que su corazón sintió, imagínelo aquel que en algún tiempo se halló metido entre memorias tristes».

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Yo me vi en estado tan favorecido que del más querido fui más envidiado; y tan venturoso, en gustos gozosos, que fui de dichosos llamado «el dichoso». Con tal bien me vi que ni aun por antojo se atrevió un enojo a enojarme a mí. Mil placeres juntos yo vi en mi placer, y aun todo el poder que tienen los gustos. Y tan satisfecho de este bien estaba que el mal preguntaba de qué ha sido hecho. Mas ya los despojos que me eternizaron el ser conmutaron en penas y enojos. Pero ya no importa: que tanta pasión dará al corazón vida breve y corta; y mientras mis daños en su fin se vean, mis vestidos sean unos negros paños.

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Acabada, y de dar a entender en ella su pasión, tomó asiento, desde donde oyó al enojado Rosilo y a la gallarda Nise, que venían cantando esta letra:

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Rosilo y Nise A buen tiempo, desengaño quisistes desengañarme, para que pueda vengarme de la causa de mi daño. Sentáronse junto al melancólico Tirseo, a quien preguntaron la causa de estar en sitio tan alegre, tan triste. El pastor respondió: —Sabrás, Rosilo, que... Interrumpieron el cuento Linardo y Alcida, que venían cantando no con menos pena y tristeza: Linardo y Alcida Muero de celos y amor, y no han querido mis suertes que de estos dolores fuertes sepa cuál es el mayor. Al fin de la letra y de causar en Rosilo más despecho, por aplicarla a su propósito, le dijo, después de haberse sentado: —Basta, pastor, que hasta en lo que cantas, como en los demás movimientos, te muestras celoso y enamorado. A lo que respondió Linardo: —Yo, Rosilo, vivo libre de celos, porque aunque mi zagala es hermosa, la seguridad que tengo en lo que me quiere y de la de su buen trato me hace vivir libre de ellos. Respondió el pastor de Nise que la disimulación celebra, y de ella le nació más deseo de cumplirle. Y Silvia, con gustosos y claros acentos, saliéndosele el alma tras la voz, venía cantando esta letra: Silvia Vente a mi esperanza y fe, no me dejes, esperanza, pues alcanza quien te alcanza la gloria que yo alcancé.

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Tomó asiento Silvia entre Alcida y Nise. Y al punto de saludarse, con amorosas razones venía Lorino, diciendo lo siguiente, y de manera que parecía ser más lloro que canto: Lorino ¿Cuándo han de querer los cielos? ¿Cuándo? ¿Cuándo han de querer que en mí acabe el padecer de morir de enojo y celos? Glosa Ya en mi daño y desventura alcanzo por mi dolor que en los efectos de amor no hay razón, sino ventura. De esto nacen mis recelos, y así no puedo creer que en mí acabe el padecer de morir de enojo y celos. Al chiquillo dios vendado,3 al del dorado cuadrillo, yo solo he sido en servillo, y a quien menos ha pagado. Págame con negros duelos, porque no puedo creer que en mí acabe el padecer de morir de enojo y celos. Pena es mi mayor regalo, viví de contento ajeno, ni tuve principio bueno ni fin que no fuese malo. Y el cielo mis daños velos, y no ha querido hacer 3

v. 13 chiquillo dios vendado: ‘Cupido’.

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que en mí acabe el padecer de morir de enojo y celos. La traidora por quien muero, por quererla y ofenderme, da en vengar con no quererme a quien por ella no quiero. Venganza pido a los cielos, y bien presto la he de ver de quien me hace padecer del mal de enojo y de celos.

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Y haciéndose más ojos que Argos,4 mirando al puesto donde estaban los demás, por si en él vía el subjeto de su letra, tomó asiento desviado. Y Jacinta venía cantando, con mucha disimulación, lo que se sigue: Jacinta Entre los bienes de amor, yo tengo por preferido al bien de ser bien querido, teniendo competidor. Sentose entre las demás pastoras, a las cuales les dio la letrilla con estremo gusto. Y con él la solenizaron. Y de ella, el celoso Tirseo acabó de averiguar y de enterarse en las ciertas sospechas de su rabioso corazón. Y así los dos se hablaron de falso, cuando el venturoso Filardo, con voz divina y gracia del cielo, imitando más la música de él que de la tierra, venía cantando: Filardo En amores fue mi estrella tan feliz y venturosa que jamás pretendí cosa que no se hiciese por ella. No goza persona alguna 4

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Argos: Gigante mitológico de cien ojos que servía como efectivo vigilante, pues cuando una parte de sus ojos dormía, siempre había otra que permanecía despierta.

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lo menos de mi interés, pues traigo puesta a los pies la rueda de la fortuna. Y quien este bien alcanza, que por orden suya rueda, firme al pie tendrá la rueda y en las manos la bonanza. Aplique Dafne a mi frente el dios hermoso y dorado,5 si como el tiempo pasado es tan dichoso el presente. ¡Ay, si en este tan bien quisto6 fuera que amor, por victoria, diera a Marfisa, por gloria, la que me dio haberla visto! Viviera él más satisfecho y con renombres divinos, si con mis labrios7 indignos le midiera el rostro y pecho. Aunque es suerte milagrosa merecer con mil defectos a quien «discreta» discretos llaman y hermosas «hermosa»; bien merecerla recelo, pues aquel que la crió ninguna parte le dio que no tenga mil del cielo. Su hermosura me avisa, que el hado, amor y fortuna no dejan gracia en ninguna que no le sobre a Marfisa.

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5 v. 14 dios... dorado: ‘Apolo’, divinidad del sol y la poesía, mediante referencia al mito de Apolo y Dafne. 6 v. 17 bien quisto: ‘querido’. 7 v. 23 labrios: ‘labios’.

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Pues por suerte me atreví, y es la más alta quererte, ya ha echado el amor la suerte, y quizá me cairá8 a mí.

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Al tiempo de acabarlos llegó al puesto donde los demás estaban, y algunos se quejaron, diciéndole que bien pudiera llegarse más cuando cantaba, porque solos los acentos de la voz le oían. Y dándole de nuevo el alma, todos le ofrecieron su lugar, ecepto Tirseo y Lorino, que con su vista más airaron los corazones a todos. El de Iberia, con mucho donaire y gallardía, satisfizo; y a las ofertas, con otras tantas, tomando asiento junto a Rosilo. Y al punto de tomarle, venía la más que todas hermosa Marfisa, con aquel órgano divino, más asimilando a los ángeles que a los mortales, cantando esta letra: Marfisa Traigo en el alma al pastor que vuelve en paz mis enojos, metiole amor por los ojos y guardó la llave amor. Acabándola, se sentaron todos, convidándola con sus asientos. Y aún Lorino la vio tan hermosa que le ofreció el suyo; y de veras, porque lo que su enojo le incitaba le mitigaba su celestial hermosura y gracia. Y con ella, la pastora de Filardo sentose junto a su hermana Nise, donde a todos, uno a uno, recompensó los ofrecimientos, diciendo, por fin: —Ruego al cielo que a todos nos cumpla nuestros deseos. A lo que poniendo la voz en él, dijeron: —Amén, amén. Cuando al proprio punto venía Silvano cantando esta glosa, que hizo a propósito de su pastora:

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v. 40 cairá: ‘caerá’.

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Silvano Zagala, aunque sois morena,9 yo lo sé y vos lo sabéis, que no falta a quien deis pena.10 Glosa ¿Quién hay que no haga ecepción de la morena a la blanca?, pues valen, puesto en razón, la blanca sola una blanca11 y la morena un millón. Si vuelve en gloria la pena, por ser la color más buena, es bien, pues el bien tenéis, que a dar vida os allanéis, zagala, aunque sois morena. La fe en quereros merece que aqueste divino gesto me mostréis, que me enriquece, pues lo negro me apetece por traje galán y honesto. Esto entiendo y lo entendéis, y que vos sola podéis eternizar la memoria, y que en mí sin vos no hay gloria yo lo sé y vos lo sabéis. Mis ojos os lo dirán, si vuestro color me alegra, dadme el fruto que ellos dan, pues suele la tierra negra

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9 v. 1 aunque sois morena: Remeda el aserto del Cantar de los cantares 1, 5 «nigra sum sed formosa» (‘soy morena, aunque hermosa’). 10 v. 3 deis pena: ‘deis pena de amor, enamoréis’. 11 v. 7 una blanca: Moneda de vellón, de aleación de plata y cobre y origen medieval, que durante el reinado de Felipe II, último en que se acuñó, tuvo la menor cantidad de plata.

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producir el mejor pan.12 Y pues solo apetecí aquesa color morena y en ella mis bienes vi, dadme vuestra gloria a mí, que no falta a quien d[e]is13 pena.

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La venida de Silvano dio a todos mucho gusto y contento. Sentose junto a Filardo y todos estuvieron un rato en buen entretenimiento, el cual luego se removió en algunas luchas y otros juegos y apuestas, en medio de lo que todos disimularon para hacer mejor su hecho, aunque algunos por los ojos mostraban los corazones. A cabo de un buen rato, pidieron al de Iberia que inventase algún juego en que todos se entretuviesen. Y Filardo dijo que se jugase el de la reina,14 que en las riberas del Tajo ha sido y es más celebrado, y que en las del Betis no parecería mal.15 Preguntáronle la manera de él. Respondió que a una de las pastoras

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vv. 27-28 tierra negra... mejor pan: El ‘mantillo’ (o tierra negra) enriquecía el terreno para la mejor siembra del cereal, lo que dio lugar a un buen número de paremias populares que recoge Correas en su Vocabulario de refranes, p. 197: «La tierra negra el pan lleva; la blanka, ni pan ni paxa. La tierra negra buen pan lleva; la blanka, komo alkanza. La tierra negra pan lleva; la blanka, kardillos i rravia mala. La tierra negra pan lleva, ke la blanka por las paredes anda. La tierra negra lleva el buen pan». El motivo abonó gran número de composiciones populares, como la que se recoge en el Cancionero de Jacinto López: «Aunque soi morena, / no soi de olbidar, / que la tierra negra / pan blanco suele dar» (Frenk, 2003, pp. 133-134). 13 v. 33 deis: «dais» en el original, pero corregimos de acuerdo con la lección del verso glosado. 14 juego de la reina: Precisa Castillo Martínez, 2007, pp. 71-72 que se refiere aquí «a un pasatiempo consistente en otorgar poder a una pastora para decidir sobre los demás. Este artificio sirve a la elegida para manejar los hilos de las relaciones amorosas de sus compañeros, y aunque en el nombre sea una mujer la que aparece, lo cierto es que el protagonismo lo asumen también los pastores, supuestos “cortesanos” de esta fingida “reina”, pues el tema es, una vez más, el amor [...] La ficción creada alrededor de este juego, así como la supremacía de uno de los participantes sobre los demás enlaza con el tradicional juego del obispillo (herencia de las fiestas saturnales) y con otras variantes en que se corona a un niño como rey con la autoridad suficiente para mandar durante un período de tiempo determinado. Es el caso del rey de la faba, o del rey de los cerdos, de los que habla por extenso Julio Caro Baroja». 15 A propósito de este ambiente lúdico aclara Castillo Martínez, 2007, p 75 que «es necesario insistir en que todos ellos son juegos conocidos, al menos así lo dan a entender los autores de las obras»; y añade que «estos juegos podían constituir un atractivo más para el lector cortesano, que no solo podía aprender modos de comportamiento en sociedad en los libros de pastores, sino también podía ver reflejadas algunas de las formas de entretenimiento más habituales. Y, además, en el caso de las obras espirituales, con una importante carga doctrinal. De manera que los libros de pastores nos aportan más información de la que en principio se podría pensar. Estas novelas,

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habían de hacer reina, y que, como tal, la habían de obedecer; y que si es discreta y de buen gusto, mandaría cosas graciosas. A todos agradó el juego y de su parecer eligieron por reina a la que lo era de todas: Marfisa. Y ella, escusándose con muchas veras, con ellas la persuadieron a que lo fuese. Fuelo. Y eligieron por juez a Filardo,16 para que juzgase quién con más discreción cumplía lo mandado. El ibero lo aceptó. Y la discreta Marfisa, que había menester poco para representar una reina, poniendo el rostro grave, con palabras graves dijo: —Esto es de mi opinión: que para que el juego sea de más gusto, como reina mando que todos juréis que lo que por mí fuere mandado lo haréis vosotras, pastoras, sin melindres de mujeres, y vosotros, pastores, sin dificultad ni estremos, poniendo en ello las veras que ponéis en las mayores. Y para esto digo que los que fueren enamorados no les dé amor ventura en amores ni ellos ni los demás no vean cumplidos sus deseos. Y después de esto os pongo la pena de caer en necedad. Decid todos «Amén». Todos lo dijeron. Y la pastora de Filardo: —Pues esta odorífera guirnalda de varias y hermosas flores (que aunque no para este propósito hice, sino para otro de mi gusto) dedico para el que mejor hiciere lo que le tocare. Y aunque parece poco premio, basta el de exceder a tantos discretos. A todos pareció bien. Y dijo Marfisa: —Va de juego. Mando que Jacinta diga amores a Filardo y le pida celos de que quiere a otra zagala. Y luego Jacinta dijo, sin hallar dificultad en lo mandado: —Filardo de mi alma y de mi vida, sabed, pastor mío, si no lo habéis sabido, que Jacinta más que a su alma os adora. Y sabed que por quereros ha hecho y hará mil enredos y hasta que por el medio de ellos halle algún remedio a su desdichada vida. Merezcan las firmezas de mi fe, gallardo pastor de mis pensamientos, algún premio. Y considera que esa pastora que quieres ha de darte injusto pago, y que el que mi alma merece no es menos de que me quieras. Filardo, por quererte aborrezco a mi pastor. Marfisa dijo: —Baste. en muchos casos escritas en clave, con referencia cifrada hacia unos personajes reales aunque disfrazados por medio del lenguaje ideal propio de los libros de pastores, nos aportan, con estas alusiones o descripciones, una nueva visión de algunos aspectos de la sociedad contemporánea, si no en forma de juego que se pudiera practicar entonces, sí, al menos, como muestra del interés por este tipo de entretenimientos del pasado». 16 juez a Filardo: El ambiente lúdico del pasaje desemboca en otro lugar común de la literatura bucólica: la celebración de certámenes –deportivos, poéticos, filográficos e incluso filosóficos– regidos por el veredicto de un juez que es elegido al efecto entre los propios participantes.

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Y casi arrepentida de lo que había mandado y recibiendo alguna manera de enojo, dijo: —Tirseo, como que has sabido lo que pasa, riñe a Jacinta y amenaza a Filardo, diciéndole que si quiere a tu pastora y olvida a la suya, que has de hacer gravísima venganza. Obedeciendo Tirseo el preciso mandamiento de la reina y el de su corazón, dijo: —Jacinta ingrata y más mudable que la luna, ¿por qué, injustamente tiranizando la fineza de mi corazón, quieres a ese, de quien presto me has de vengar con tratarle como me has tratado? Di, falsa perjura, ¿es esta la fe prometida y el humedecer los ojos y con infinidad de lágrimas pedirme, cuando yo estaba libre de ti como tú lo estás de quererme, que te quisiese? Y tú, pastor ingrato y advenedizo, ¿por qué has dado lugar a que esta falsa haya llegado a este punto y, con él, yo al de mi muerte? Mas pues en dártela está mi remedio, yo haré lo que tengo en el alma. «No más —dijo la reina—, que con eso el de Iberia no dejará de querer a su pastora ni la tuya dejará de acudir a lo que te debe». Con tanta cólera amenazó Tirseo a Filardo que, por lo pasado, a no ser tan discreto pudiera entender que lo hacía y decía de veras. Y luego dijo Marfisa: —Mando que Linardo diga amores a mi hermana. Y él, que no le parecía mal la gallarda Nise, pues por ella había dado más de un suspiro, casi con él dijo: —Amor, guía mi lengua y del lugar del corazón donde estás, ponte en ella para decirle a mi gallarda Nise lo que a su causa esta enamorada alma siente. Hermosa pastora mía, solo digo que con quererme quedará mi bajeza ilustrada y subida de punto al fin acorde al tuyo, que es lo más alto que puede subir. «No más —dijo la reina—. Y tú, Alcida, finge que has sabido que tu pastor quiere a otra y que no se te da nada, porque tú quieres a otro». Y Alcida, que a tiento vio dicha la verdad, contenta de lo mandado, dijo: —Linardo, ha tiempo, pudieras querer a otra pastora que el menor indicio me quitara la vida; pero como yo la he dado a aquel que solo puede dármela, hame venido tan bien que quieras a esa zagala como a mí querer a mi pastor. Y, con un ay,17 dice: —Bienvenido seáis a mi alma. Y aunque el hospedaje no sea a medida de vuestro merecimiento, ya que estáis en ella, vos la haréis alcázar real. Vida, alma, corazón, gloria de mi pensamiento, dichoso día fue el que mis ojos os vieron, pues con vuestra vista vivirán ajenos de pena como de mirar a otro. Dijo Marfisa: 17

ay: ‘quejido, suspiro’.

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—Pastora, no te mandé que dijeras amores, sino libertades. Respondió Alcida: —¿Cómo las puede decir quien no las tiene? Dijo Linardo: —En mi vida he visto fingir mejor una enamorada. Y Marfisa: —Es el juego discreto como quien lo inventó. Mandó la reina a Rosilo que en dos razones se mostrase agraviado de Linardo. Y Rosilo dijo: —Pastor soez y bajo, ¿quién os ha dado a vos bríos para que pongáis los pensamientos donde yo los tengo puestos? Pero a vuestro loco atrevimiento yo le daré el castigo. «Baste» —dijo la reina. Y Rosilo, encendido en cólera, prosiguió diciendo. «¡Calla, villano! ¿Qué descomedimiento es este ante mi real presencia?» —dijo la reina. Y Linardo, como si fuera de veras: —¿Te has encendido el color? Replicó Rosilo: —Muero por hacer mis cosas al vivo. La reina dijo: —Mando que Silvia diga amores a su pastor. Y ella, poniendo los ojos al cielo, dijo: —Gloria y regalo de mi alma, escogido de ella porque esta pastora indigna quede la más rica de venturas que cuantas en esta ribera apacientan su ganado. Pastor mío, dichoso y felicísimo fue aquel día que mis ojos te vieron, pues con verte ni puedo desear más ni contentarme con menos. No hablo con libertad por algunos invidiosos de mi gloria, que quieren contrastarla. No acabara la pastora en mucho tiempo si la de Filardo no le dijera: —No más. Y mando que Silvano diga lo que le va pareciendo el juego. Y el que de veras ama y espera, aplicándose a sí todo lo que dijo Silvia por Filardo, dijo: —Así haga el cielo mis cosas como me parece el juego y quien lo inventó, pues no pudo haber cosa que más gusto diera al mío. «Yo mando —dijo la reina— que Lorino toda su melancolía desfogue en reñir a quien le pareciere». Y el melancólico dijo: —Porque el juego es alegre y contra mi condición, quiero reñir al inventor de él. Traidor Filardo, ¿por qué con tus invenciones y novedades has dado más tristeza y pena a mi alma? Mas la tuya me pagará lo que a la mía causaste.

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Y tras esto, sacó un cuchillo18 para hacer en las burlas sus veras. Y Marfisa, que estaba a su mano, tuvo la suya, diciendo: —Pastor, ¿es de veras? Alborotáronse todos. Y demudado,19 Lorino dijo: —Yo llevaré el premio y guirnalda por haber hecho lo que me toca más al vivo, pues picastes todos. Paró en mucha risa. Y la reina dijo: —Mando que el de Iberia cante alguna cosa nueva que nos dé gusto, porque haya en el juego de todo. Y él dice: —Un caso que ha sucedido, diré. Y dándole algunos los oídos y los demás el alma, tomando el instrumento, dice: Filardo Por donde el sagrado Ebro se rinde a la mar sagrada, hay un lugar deleitoso que el Ebro besa y abraza.20 En él vive una señora de valor y antigua casa, a quien el cielo de hecho dio tanta hermosura y gracia que de amor a los galanes mata y de invidia a las damas.21 A esta sirve un caballero que es de lo mejor de España, que en discreción no le llega

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cuchillo: La aparición de un elemento de violencia y alejado del bucolismo pastoril como es el arma blanca aparece aquí como una impostura al servicio del juego pactado; su función, por tanto, tiene un sentido lúdico muy distinto de la violencia con la que el propio Lorino lo utilizará cuando ataque mortalmente a Tirseo por «detrás con desusada furia y, metiéndole el cuchillo». 19 demudado: ‘alterado’, ‘disfrazado’, ‘cambiado repentinamente el semblante’. 20 v. 4 Ebro besa y abraza: En su desembocadura en la localidad tarraconense de Delterre, el río forma un delta en el que se encuentra la isla de Buda, que divide el caudal en dos brazos. 21 vv. 9-10 galanes... damas: Resulta llamativo que Filardo hable de galanes y damas, y no de pastores, como parecería requerir el contexto. Se trata de un procedimiento que reaparece en otros lugares de la novela, en la que los personajes presentan más rasgos de cortesanos que de pastores.

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el consorte de la casta.22 Es más galán que Rugero,23 más que Roldán24 por la espada, es otro Corzo25 en hacienda y un Alejandro26 en gastarla. Y el que allá en el monte ideo27 a Venus dio la manzana,28 a la argiva29 no celebra con tan justísima causa. Tanto aquestos dos se quieren que son sus almas un alma. También otro caballero sirve a aquesta misma dama, y ella le aborrece tanto cuanto al otro quiere y ama. Y él, viendo que su señora con rigor le desengaña, procura, aunque más la quiere,

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22 v. 14 casta: «Vale linaje noble y castizo, el que es de buena línea y decendencia», según Covarrubias. 23 v. 15 Rugero: Ruggero o Ruggiero, personaje del Orlando Innamorato de Matteo Maria Boiardo popularizado, principalmente, por aparecer en el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto. 24 v. 16 Roldán: Roldán, también conocido como Rolando u Orlando, fue un comandante de los francos y leal servidor de Carlomagno, su tío. Murió el 15 de agosto del año 778 en la batalla de Roncesvalles, librada contra los vascones. 25 v. 17 Corzo: Alude a la riqueza de la familia de los Corzo de Leca, a los que se refiere el autor más por extenso en el último libro de la novela. Cfr. notas 93 y 144 del Libro cuarto. 26 v. 18 Alejandro: Se refiere a Alejandro Magno, de proverbial generosidad, como constata la leyenda que se le atribuye: un buen día, un mendigo llamado Bianco pidió limosna a Alejandro Magno. El rey, entonces, le permite elegir entre las ciudades que acaba de conquistar para hacerle gobernador en la que él pidiese. Desconcertado, Bianco aclara que únicamente pedía limosna, pareciéndole excesivo lo que le ofrece el monarca. Alejandro Magno replica entonces que no debía pensar en él, que solo era el mendigo, sino en el emperador que concede; pues la dádiva, aclara, debía ser acorde y proporcional a la riqueza del donante. Por tanto, para Alejandro Magno la medida de su limosna debía ser digna de quien la da y no de quien la recibe. 27 v. 19 monte ideo: ‘Monte de Ida’, en donde vivía el pastor Paris. Con tal denominación vuelve a aparecer en otras dos ocasiones en la obra. Cfr. notas 181 del Libro tercero y 229 del Libro cuarto. 28 v. 20 Venus... manzana: Alude al Juicio de Paris, pastor encargado de otorgar la manzana a aquella que consideraba más bella entre Afrodita, Hera y Atenea. El pastor, deslumbrado por la belleza de Afrodita le otorga la manzana, ganándose así su afecto y protección, juntamente con el odio y la animadversión de las perdedoras. 29 v. 21 la argiva: ‘Hera’, divinidad de mayor culto en la ciudad griega de Argos.

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hacer ejemplar venganza. Y la dama, un viernes cuando Cintio30 sus melenas saca, con otras deudas y amigas que con gusto le acompañan, juntas fueron a un jardín que legua y media distaba; adonde las varias flores, con orden desordenadas, convidan y abren el gusto para gozar gloria el alma; donde está la verde hiedra de los jazmines bordada y las hermosas violetas los arrayanes esmaltan; y las cristalinas fuentes, de figuras relevadas31 de historias varias de amores, tienen su asiento y estampa; en cuyo dulce mormureo32 amores dicen las aguas; adonde el Céfiro33 manso anda a brazos34 con el Aura35 y cantan los sirguerillos endechas enamoradas, y los árboles frondosos defienden al sol la entrada. Estando en aquesta gloria, mal de mi lengua explicada, después que las damas bellas, gozando de aquella estancia miden, por lo que allí gozan, 30

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v. 34 Cintio: ‘sol’. Cfr. notas 91 del Libro primero y 1 del Libro segundo. v. 48 relevadas: ‘hechas en relieve’. 32 v. 51 mormureo: ‘murmureo’. 33 v. 53 Céfiro: ‘dios del viento del oeste’. 34 v. 54 anda a brazos: ‘se pelea’. De este modo, los versos 53-54 plantean el entrecruzamiento de las brisas boreales del norte y las más suaves y apacibles del oeste. 35 v. 54 Aura: Las auras, en la mitología clásica, eran las ninfas de las brisas, hijas de Bóreas, el dios del viento del norte. 31

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lo que es la eterna morada, esta dama se apartó, por tejer una guirnalda, del oloroso jardín a muy pequeña distancia; adonde el aborrecido de industria estaba en celada, y cogiéndola en sus brazos a media legua la aparta, tapándole con un lienzo la que es de marfil y grana.36 Y cuando el traidor aleve la tuvo allí retirada, sus tiernas y blancas manos con un duro cordel ata. Lo que él no dio da el cordel, pues de lástima se ablanda, y teniendo, sin piedad, a la que amor prende atada, por no apiadarse le dice esto sin verle la cara: «Traidora, pues a mis quejas nunca te sentí apiedada,37 y al mando de mi enemigo te he visto obediente y grata, en la moneda que diste tengo de hacerte la paga». ¡Oh, brazo traidor aleve! ¡Oh, mano traidora y falsa! ¡Oh, movimientos feroces! ¡Pasión inconsiderada! ¡Oh, corazón de diamante! ¡Oh, cuerpo aleve y sin alma! ¡Oh, entendimiento confuso! ¡Oh, lengua que al cielo agravia!

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36 v. 74 grana: ‘colorante rojo obtenido, primero, de la concha de unos moluscos del Mediterráneo; a partir del descubrimiento de América comenzó a utilizarse el tinte de la cochinilla’. Se refiere a la cara, blanca y de labios rojos, de la protagonista. 37 v. 86 apiedada: ‘apiadada’.

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Y tú, cielo piadoso, da en aplicar la venganza, pues son ojos tus estrellas y testigos de esta causa. Y desnudándola toda, estando al árbol atada, goza el tirano por fuerza lo que la virgen guardaba cuando con su bien y gloria llegara a ser desposada.38 Y si la dama infelice39 no dio de dolor el alma fue por tenerla a su esposo desde que era niña dada. Y en acabando la fuerza, arranca el traidor la daga, que cien quintales pesó al tiempo de levantalla, señal que a la daga pesa lo que aplace a quien la manda. ¡Reprime, aleve, esa furia, y en ti ese rigor acaba! ¡Y no acabes una vida que ha de acabar vidas tantas! ¡Considera lo que haces, y aquesta punta acerada no meterás por el pecho a quien cien mil pechos pagan! Mas como ciega pasión era la que le incitaba, y aquel ímpetu furioso

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38 vv. 103-108 Y desnudándola... desposada: Castillo Martínez, 2010, pp. 63-64 explica que en estos versos «por primera vez en los libros de pastores se describe una violación. La violencia, levemente apuntada en La Diana, se consuma de forma radical en esta obra, aunque bien es cierto que no está vinculada de forma directa al ámbito pastoril: para entretener sus largos ratos de ociosidad, los pastores piden al de Iberia que les cuente algún relato y éste sin demora les refiere un caso al estilo de los narrados en algunas de las relaciones de sucesos. Un caballero, despechado por el desprecio de la mujer a la que ama, la fuerza hasta violarla». 39 v. 109 infelice: ‘infeliz’, forma con e paragógica habitual desde finales de la Edad Media, quizá usado aquí como italianismo.

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le tiene ya ciega el alma, en el cristalino pecho le dio veinte puñaladas. Su luz Apolo oscurece, por no ver la desdichada, y con un negro nublado cubre su lustrosa cara. Las aves pierden el vuelo, por sentir esta desgracia, y también los que la oyeren ayudarán a llorarla, hasta que, viendo el segundo,40 regocijen la venganza. Y en él no diré los llantos ni la pérdida y la falta, porque al pago del tirano el tiempo a voces me llama. El padre del desengaño, que lo más oscuro aclara cuando, hacïendo su oficio, su trompa rompe la fama, ha ordenado que en tres días se divulgue esta desgracia. Con traer unos pastores a la muerta en una tabla, hizo el pueblo un triste llanto y casi llega a la causa. Unos, suspirando al cielo, baten una y otra palma; y otros, mordiendo los labrios,41 las dos cejas arqueaban; otros muestran sentimiento 40

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v. 141 el segundo: Se refiere al segundo romance, que sigue a este y que en la princeps aparece separado tipográficamente, marcando una clara separación poemática entre ambos. Aunque formalmente los dos tienen la misma rima a-a, optamos por considerarlos como dos poemas distintos, atendiendo tanto a la dispositio editorial como a la intención expresada textualmente en el verso 141 y formalmente en la idéntica y equilibrada factura de uno y otro, coincidentes no solo en rima, sino también en los 146 versos de que se componen una y otra composición. 41 v. 13 labrios: ‘labios’, es arcaísmo en desuso.

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con la cabeza inclinada. Todos concordan el llanto que la razón entonaba, echan fuego por la boca y hacen los ojos agua. Por salir entre suspiros, no se entienden las palabras; entiéndense los acentos, que acaban en mal lograda. Sacan a enterrar la triste hermosa cual desdichada, tornan a crecer las voces en lo primero ensayadas. Dicen amigos «amiga» y los parientes «venganza». Como cuando procesión por alguna calle pasa, de mesados rizos de oro tienen la calle injunciada;42 y con las pluvias43 de perlas toda húmeda y mojada. Y acabadas las obsequias44 con una misa cantada, que aun la música no pudo oficiarla, por lloralla, a la pobre la sacaron entre cuatro de las andas. Otra vez suben los gritos, que más que esotros espantan como cuando en año estéril alguna reliquia sacan y pide el pueblo afligido con voces y llantos agua. Y mil enterrarla vieron tan hermosa en la mortaja

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42 v. 34 injunciada: ‘Decorada con juncia, junco medicinal y oloroso propio de sitios húmedos’, ‘enjundiada’. En el original «e injunciada», pero se elimina conjunción por hacer mejor sentido. 43 v. 35 pluvias: ‘lluvias’. 44 v. 37 obsequias: ‘exequias’.

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que quisieran muertos ser por quedarse a acompañarla. Y dentro de cinco días, un martes de madrugada, prendieron al delincuente, y él el delicto declara, habiendo no más de indicios con las sospechas del alma. Y él con muchas libertades dice45 que mató a la dama, después de haberla gozado, por gozar de su venganza. La sentencia que le dieron fue con piedad consultada, que fue: «al salir de la cárcel, la mano diestra cortada; y después de haber andado las calles acostumbradas publicando su delicto, que lo llevan a la plaza, y por detrás la cabeza mandan que le sea cortada; y que treinta días juntos esté en un palo clavada» —dijo el pueblo—, que favor tuvo46 en la sentencia dada. Y aunque es común opinión no haber en muerte venganza, le dicen por oraciones: «¡Muera el traidor! ¡Vaya, vaya!». El competidor querido armose de negras armas, con treinta deudos y amigos, todos con lanzas y adargas, quitáronlo a la justicia,

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45 vv. 59-60 decir con libertades: ‘hablar con desvergüenza y osadía’. Covarrubias, en su definición del lema truhán, explica que la tal persona «tiene licencia de decir lo que se le antojare, aunque es verdad que todas sus libertades las viene a pagar». 46 vv. 75-76 favor tuvo: ‘estuvo a favor’, ‘estuvo de acuerdo’.

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rompiendo toda su guardia. Dícenle: «seguidnos, primo». Y él, como quien le importaba, hace de los pies espuelas, del brazo sin mano vara, y a toda furia corrieron dos leguas hasta una casa del consorte desdichado de la dama desdichada. Y en apeándose en ella, le subieron a una sala, quedándose ocho o diez asegurando la estancia. Todos los demás arriba levantaron las celadas, y él vio luego en sus contrarios a la muerte más airada. Colgáronle por los pies de una viga la más alta, dijo su competidor con llanto y voces del alma: «Di cuál furia te incitó a hacer la cosa más baja que de bárbaro jamás fue hecha ni imaginada; aunque, traidor, de este hecho ya entiendo toda la causa: que a mí quisiste matarme, y por temer a mi espada, le diste muerte a mi esposa, villano de baja casta, por entender que mi vida estaba en la de mi dama». El aleve no responde a tantas una palabra, porque a fuerza de razones los más tiranos más callan. Cortole entrambas orejas con una aguda navaja, y con la traidora lengua

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los falsos ojos le saca. Cortole los pies y manos, las cejas, nariz y barba; con aquesto exclamaciones hace en razones fundadas, aplicando a los sentidos sus sentimientos y causas. Y acabó su poca vida con un humazo de paja, fin proprio de su principio, que un malhecho47 en mal acaba; pues por amoroso fuego dio injusta muerte a la dama, bien es que con fuego acabe, y no en muerte más honrada. Y acabando el caballero aquesta honrosa venganza, al momento por la posta48 dejó a España y tomó a Italia. «A mí los que me quisieren, acudan a mi cabaña».

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A todos causó admiración el caso y el juego. Y en lo secreto estuvieron suspensos hasta que la reina, con admirable majestad, dijo: —Gusto me ha dado, Filardo, yo le haré mercedes. Y agora, dese la corona y lauro a quien mejor lo ha hecho en el juego. Todos los más lo remitieron al buen gusto del ibero, por él como por estar a su cargo; el cual, después de haber a cada uno celebrado y puesto en el cielo, dice: —Fallo, atento a que Marfisa, como primera causa en mandar y saber acomodar lo que a cada uno le pudo estar mejor, lo que sin tanta discreción como la suya no fuera posible, y atento que la representación de reina fue más natural que artificiosa, que se le dé la guirnalda y laurel. Y sonando los armoniosos instrumentos, se la pusieron con graves y graciosas ceremonias. Y ella la recibió con maravilloso aplauso. Y después de haberla tenido un poco, dijo:

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v. 136 malhecho: ‘acción mala’. v. 143 por la posta: ‘rápidamente’, ‘con mucha velocidad’.

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—Atento a que siendo reina al de Iberia prometí mercedes, y a que fue el inventor del juego y a que se sabe y es averiguado que a los primeros se debe la gloria, fallo que la será de todas que se le dé esta corona, en señal que en todas las partes que le dio el cielo le reconoce y corona la tierra. Púsosela Marfisa y volvieron otra vez a sonar los rabelillos y flautas y los demás músicos instrumentos. Y con esto se despidieron los unos de los otros, llevando en la memoria los dos últimos versos49 de lo que cantó en el romance el dichoso pastor de Marfisa. Linardo, el pastor de Alcida, aquel que un tiempo vendía felicidades y bonanzas, aquel que con muchas bizarrías triunfó y estuvo asegurado de que su pastora le adoraba, ha trocado estos efectos en los demás (dolor y desventura) porque le dijeron todo cuanto su pastora pasa con Filardo. Y a este punto a que le trajo el poco de su inconstante zagala, venía quejándose de ella, de su poca suerte y del cielo, con estas razones:50 Linardo Triste y cansada vida, ojos que de llorar estáis cansados, lengua a vuestro remedio torpe y muda, paciencia bien perdida, servicios mal pagados, fortuna que a mi daño no se muda, ¿de mi muerte quién duda, si Alcida me aborrece? La que me tuvo un tiempo por gloria y pasatiempo, ¿todo mi daño agora le apetece? Mi vida lo padece. ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho.51

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49 dos últimos versos: Los versos conclusivos del romance («A mí los que me quisieren, / acudan a mi cabaña») sirven como jactancioso reto dentro del poema y como aviso contra los posibles enemigos del de Iberia en el contexto de la acción narrativa. 50 El poema es un pareado endecasílabo glosado a lo largo de las estancias de canción, en las que se acude a la consabida retórica de las lágrimas del enamorado sufriente y desdeñado. 51 v. 14 lágrimas deshecho: Los ríos de lágrimas son consustanciales a los sufrientes pastores de la tradición bucólica; si bien que tales lágrimas se armonizan habitualmente en el decurso lírico mediante poemas de tono elegíaco; de modo que, por lo general, no se trata de lágrimas furiosas o trágico-luctuosas. La tradición del tópico de «deshacerse en lágrimas» es rica y abundante; valga

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Pues ya vi yo tus brazos cruzar mi cuello y vi también, Alcida, tus hebras de oro coronar mi frente, «muera yo en estos lazos —dijiste—, pues no hay vida tan buena si mi suerte lo consiente»; ¿qué tiempo diferente es este en que me veo? Pues lo que fui querido me hallo aborrecido, perdiendo la esperanza del deseo, ¿posible es que lo creo? ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. ¿No moviste tu labio en mi favor, de suerte que mis partes (queriendo engrandecellas) dijiste que era agravio entender que la muerte de ellas triunfase cual triunfaste de ellas? ¿Gentil encarecellas? Pregunto agora, Alcida, de quien supo esta gloria, ¿no ha de estar tu memoria, si bien lo miras, con razón corrida? ¿Tanto gusto se olvida? ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. «Linardo de mis ojos» era el nombre menor que me ponías, remitiendo tu vida a mi esperanza. Los desgustos y enojos, que no los conocías, me dijiste en el tiempo de bonanza. ¿Quién viera tal mudanza? ¿Quién, Alcida, creyera

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recordar su presencia en la Elegía I, vv. 22-23 y 227-228 de Garcilaso: «que temo ver deshechas tus entrañas / en lágrimas» y «no hacía / sino en su llanto estarse deshaciendo».

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lo que en mis daños creo? ¿Y quién a mi deseo aquese pago que le diste diera? Fortuna airada y fiera. ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. De unos inciertos celos que, Alcida, me pediste, el tiempo que del aire los formaste, la paciencia a los cielos con lágrimas pediste y con ellas las mías derramaste. Baste, fortuna, baste, lo mucho que padezco, sin que acuerdes mi daño, pues viene el desengaño a darme lo que ves que no merezco, pues la muerte apetezco. ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Porque dije burlando «no me quieres» vertiste más lágrimas que vierto por ti agora. Y mil suspiros dando, «yo pene —respondiste—, si mi alma, Linardo, no te adora». Mas ya la mía llora de verme en este tiempo tan lleno de vergüenza, por ver que me avergüenza, a quien le aseguré mi pasatiempo, mudanza tan sin tiempo. ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Yo gocé del estado tan felice y dichoso cuanto agora el más triste y afligido, de mil siendo invidiado, sin serles invidioso, el tiempo que de Alcida fui querido.

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Mas ya el rigor y olvido por ver lo que gozaba, como al dichoso invidian, comigo solo lidian hasta acabar las flechas de su aljaba. ¡Tú, muerte, ven, acaba! ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Cuando de varias flores por tu mano escogidas, Alcida, me tejiste una guirnalda, y diciéndome amores un «vida»52 y mil «vidas» la tuya con mi faz puesta en tu falda, ¿no me dijiste: «Amalda,53 Linardo, esta corona, que en el nombre se ha hecho de haceros satisfecho de que Alcida en su amor solo os corona?». ¿Quién esto desabona?54 ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Di, Alcida, cuando estabas con mil pastoras bellas haciendo apuestas un alegre día, y entre ellas apostabas, entendiendo excedellas, quién con más fuerza a su zagal quería; y cuando te decía la discreta Belisa: «Alcida, a mi Silvero con más firmezas quiero que tú a Linardo», ¿no dijiste en risa trocarse esta divisa? 52

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v. 104 vida: La voz poética reproduce el modo en que la pastora se refería a él mediante la voz familiar «vida», lo que le permite establecer un juego temporal con el doble sentido del término, en tanto que forma particular de su diálogo íntimo y comunicación amorosa, pero también como vivencia humana de carácter cronológico. 53 v. 106 amalda: ‘amadla’. 54 v. 111 desabona: ‘da por malo’, ‘desaprueba’.

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¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Di cuando, Alcida, oíste algunas pastorcillas, que tenías por mí cien invidiosas, al tiempo que tuviste en el lugar las sillas que te dieron por mí las más hermosas; ¿no dijiste: «Dichosas suertes felices mías, por mi Linardo veo gozar sin el deseo noches sabrosas y apacibles días?». Si aquesto me decías, ¿quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Si hablaban de discretos, a mí me eternizabas; si de galán, llamásteme «el de Anfriso»;55 en rimas y sonetos mis partes celebrabas cuando mi suerte ser la tuya quiso. Era en paz un Narciso, cuando tú la tuviste; mas ya pasó solía,56 y agora el alma mía le mudaste los paños que se viste. El pago que le diste, ¿quién tal creyera de un gallardo pecho? Yo, que estoy en mis lágrimas deshecho. Amantes colocados y más favorecidos

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55 v. 144 el de Anfriso: ‘Apolo’. Anfriso era un río de Tesalia cuyas riveras eran muy apreciadas y frecuentadas por Apolo, hasta el punto de que se identifica al dios como pastor de dicho río. Tal designación locativa estaba ya en el Orlando furioso, XLII, 88, v. 8, «con quanta Anfriso udì già il suo pastore», y en el soneto de Pedro de Mendoza para los preliminar de El pastor de Fílida, p. 431, vv. 7-8: «por tal pastor merecen más loores / los pastores del Tajo que el de Amphriso». Vendría luego el inmortal Anfriso de Lope, máscara bajo la que se esconde el duque de Alba y nombre al que se atribuye un soneto preliminar de La Arcadia, p. 152. 56 v. 150 pasó solía: ‘ese tiempo ya pasó’.

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que fue de Alcida el mísero Linardo, los que más confiados estáis y más subidos en el favor de un corazón gallardo; ved que me abraso y ardo de una injusta mudanza y sinrazones hechas no de vanas sospechas, y no tendréis, cual tuve, confianza; ved que el tiempo se cansa, pues todo lo imposible de aquel hecho ya lo creo en mis lágrimas deshecho. Ni promesas ni llantos, ni celos ni favores, ni testigos ni dar la blanca mano,57 ni regalados cantos, ni gustosos amores, ni guirnaldas ni apuestas de verano, ni tarde ni temprano, que no os engañe aquesto; pues son vanos placeres los que dan las mujeres, de escarmentado a todos amonesto, pues el fin es funesto: el que promete el más gallardo pecho, aunque estéis en más lágrimas deshecho. Canción, en cuyo canto lloro aquella memoria y el pago injusto de mi pensamiento, el lastimoso llanto y la perdida gloria de esperanzas cortadas por el viento, serviréis de escarmiento a quien por más dichoso su bien celebra y canta, y a quien la suerte espanta con la fama de ser más venturoso, 57

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v. 172 blanca mano: La blancura de la mano femenina, sinécdoque de la propia dama, constituye un recurrente tópico petrarquista.

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pues el fin lastimoso que no creyera de un gallardo pecho ya lo creo en mis lágrimas deshecho.

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Y al fin de cantar sus desdichas y de haber ejemplificado a muchos con ellas, dijo que entendía que aquella mudanza había sido permisión de su ventura, porque se emplease en las muchas partes de hermosura y gala de Nise, de quien en el alma sentía nuevo cuidado. Y dando principio a este, se fue el nuevo amante adonde a pocos pasos que dio se encontró con Lorino, el cual venía buscando. Y como le viese, le dijo, tras de ofertarle: —Amigo Linardo, mucho espacio ha que te busco, y en resolución es para que me hagas placer de prestarme tu pellico y tomar este mío, porque tengo de ir a la villa a cierto caso y no quiero ser conocido, y respecto de serlo menos el tuyo, le58 pido. Linardo, desnudándosele, dijo: —Si el dueño está a tu servicio, mejor lo estará él. Toma, amigo, y todo te suceda como yo deseo. Al fin, Lorino se puso el de Linardo y Linardo el de Lorino. Despidiéronse, diciendo cada uno de por sí que para su propósito le viene el traje maravillosamente: el pastor de Alcida dice que quiere ir a dar al alma un regalado pasto de Nise y el melancólico Lorino que va en busca de Filardo para darle rabiosa muerte. La que la siente con la vida, la congojosa59 Jacinta, con su ordinaria pena y pasión, sin verla60 disminuida un tanto, quiso apuntar los infinitos61 de ella con estas razones: Jacinta Memorias tristes62 de mi bien pasado, tiempo que en este mundo más me ofendes, amarga ausencia que en mi daño entiendes que viva y muera a manos del cuidado; tú, cielo, en mi desdicha conjurado, 58

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le: El pronombre se refiere al «pellico». congojosa: ‘angustiada, afligida’. Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 107v]. 60 sin verla: Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 107v]. 61 infinitos: Ilegible en el ejemplar de la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 107v]. 62 v. 1 memorias tristes: Cfr. nota 2 del Libro segundo. 59

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y amor, que en vivo fuego al alma enciendes, ¿por qué el menor contento nos le vendes a precio del rigor de un triste estado? ¿Por qué a mi mal no das alivio un tanto? Porque el verdugo es acordar la gloria que perdí por ganar esta dolencia. Celos y desamor, tristeza y llanto, pena, muerte, dolor, triste memoria padece quien padece el mal de ausencia.

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Y al fin dice que ya su poca ventura le acobarda en alguna manera y que espera que ofrezca el tiempo la mejor para gozarla; y con esto, se fue con su ordinario sentimiento. Y con el más alto y raro de la tierra estaba el inocente Filardo, el que por su buen trato y obras maravillosas vivía ajeno de imaginar los daños que se le ordenan, a la puerta de su cabaña, contento y enamorado de su proprio pensamiento por haberlo puesto, a su parecer, en el más alto y excelente lugar que pudo escoger con sus altísimos y sobrehumanos pensamientos; y viniendo a dar con ellos en el capotillo y ceño63 que su divina Marfisa hizo cuando en el juego de la reina riñó a aquella pastora, hizo a este sujeto esta letra que, con gozo incomparable, está cantando: Filardo Quien quiere ver la divisa64 con que flecha Amor su arquillo vea echado el capotillo con que se enoja Marfisa.

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capotillo y ceño: ‘enfado’. Es expresión popular, como ilustra Correas en su Vocabulario de refranes, p. 524: «Vos sois kapote. Kuando uno esperimenta mal trato en otro». El paremiólogo equipara ambos términos, explicando que «Kapote. Llaman al zeño». Con este sentido aparece, por ejemplo, en el Romancero (1583) de Pedro de Padilla: «Ese capotillo y ceño / a quien el alma entregué, / y el gallardo no sé qué / de ese desdén zahareño; /ese enfado tan sabroso / y esa aspereza inhumana / me mata de amores, Ana» (Padilla, 1880, p. 570). 64 v. 1 divisa: «Distintivo especial que el caballero, soldado, amante o persona de alguna profesión trae en el escudo, vestido o en otra parte, como en la adarga, en el coche, etc. para manifestar los blasones de su casa, su profesión, pensamientos o ideas» (Autoridades). Cfr. nota 81 del Libro primero.

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Glosa Aquel que quisiere ver la gloria que goza el suelo, que es un no sé qué que el cielo ordena con su poder, y el que todo el gusto y risa con que flecha Amor su arquillo, vea echado el capotillo con que se enoja Marfisa. Quien quisiere ver bordado el rojo cielo de oriente; quien al sol resplandeciente de un nubladillo eclipsado; el bien que al del cielo frisa, el que quisiere adquirillo, vea echado el capotillo cuando se enoja Marfisa. Quien quiere los arreboles65 ver en las dulces florestas, de varias flores compuestas tejer varios tornasoles;66 quien el bien que nos avisa el procurar adquirillo, vea echado el capotillo cuando se enoja Marfisa. Verán en sus obras bellas lo que al cielo es imposible, pues en Marfisa es posible verse junto sol y estrellas; y de aquella casta Nisa,67 65

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v. 21 arrebol: ‘color rojo que adoptan las nubes al ser iluminadas por el sol’. En la definición del lema arrebol precisa Covarrubias ser «artículo rebol, quasi rubol, de rubor, por la color roja y encendida, y esta toman las nubes en la puesta del sol, heridas con sus rayos, de donde nació el proverbio común “Arreboles, mañana son con flores”». 66 v. 24 tornasoles: ‘girasoles’. 67 v. 33 Nisa: ‘Nise’, pastora de Rosilo. Cfr. nota 54 del Libro primero.

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la defensa del cuadrillo en el ceño y capotillo cuando se enoja Marfisa.

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Y tras de ella y de contemplar de nuevo las perfeciones y partes que dio el cielo a la que lo es de la tierra, llegó el engañado Silvano, y con infinitos ruegos y tiernas razones le dice: —Filardo, amigo y querido en el proprio grado que mi hermosa Silvia, pues al que me subes es el más rico que pude desear, ¿cuándo ha de llegar la hora que con dulce posesión dé carta de pago68 a mis dichosísimas esperanzas? ¿Y cuándo ha de darme libranza69 mi ventura para el banco de mi fe? A lo que respondió el pastor de Iberia, como aquel que con discretos medios había de darlos a todos los encomendados: —Silvano, tu Silvia ha de venir a este puesto guiada de tu mismo deseo. Y por ser este lugar público, y de serlo podría nacer algún inconveniente, éntrate aquí en mi cabaña, que la regalada prenda de tu alma no se puede tardar. Silvano, casi con el mismo gusto de ver a su Silvia, se entró en la estancia del ibero. El venturoso pastor de Marfisa, con alegre cara y risa graciosa y apacible, celebra la traza que en su pecho ha dado para que Silvano goce lo que desea. Y estando en esta consideración, vio que la enamorada Silvia, con diligentes pasos venía a su cabaña. Y con cuidado la salió a recebir Filardo. Y ella le dijo: —Pastor mío, pues el cielo para mi bien y gloria a las muchas partes que te dio aplicó la de discreción, y con tanto estremo que a ti mismo remitió el encarecimiento, bien podré decir con libertad lo que esta tu alma padece, pues la tengo para solo decírtelo. Y aunque por verte ajeno de este estado (pues aunque quieras, no llegarás a lo menos de mi pasión, y pruébolo con decir que no hay en la tierra quien tanto merezca ser querido como tú), si pudiera o supiera lo explicara; mas ni yo sabré ni tú juzgar de ello, por lo que te suplico y en precisa obligación de amor te pido que apliques remedio a la más amorosa llaga que jamás amor con su universal poder hizo. Y el agradecido pastor de Iberia, con aquel lenguaje afable, mostrando el alma llena de agradecimiento, le dice: —Gallarda pastora, primero quiero que me respondas a una pregunta que hace a este propósito. Presupongamos que yo quisiese a otra pastora con el

68 carta de pago: ‘Documento en que el acreedor confiesa haber recibido el importe o parte de la deuda’. Resulta llamativo el uso de este léxico de carácter comercial y crematístico, en contraste con las epístolas amorosas de la novela pastoril canónica. 69 libranza: Con el doble sentido de ‘libramiento, orden de pago o letra de cambio’ y el de ‘libertad’.

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estremo que tú encareces que me quieres y, por estar prendado en otra parte, te aborrezco: ¿a qué tú, por quererme, me obligaras? Respondió la engañada Silvia: —A que con estremo70 me quieras, pues con él yo te adoro y esta es fuerza precisa. Filardo, de la respuesta a su propósito mostró mucho contentamiento, y con él ofreció dar remedio a tanta pasión, cuando entre estas altercaciones vio que su amada Marfisa y la gallarda Nise y Rosilo y Tirseo venían derechos a su cabaña. Y el de Iberia le dijo a Silvia (que ya de ver a su pastora estaba turbado): —Amiga, para disimular con estos pastores y porque no sospechen mal de donde se pretende tanto bien, conviene que, llegando cerca, con voces apasionadas me digas: «¡Filardo, búscame a mi Silvano, que yo, aunque mi padre no quiera, quiero casarme con él!». Y con esto, mostrarte muy apasionada. Y fíngelo de manera que todos se puedan engañar, y con esto haremos nuestro propósito. Y ella, que por disimular con Marfisa le importaba, poniendo las voces en el cielo y en los oídos de los que venían y en los de Silvano, dijo: —¡Filardo mío! ¡Hazme este bien, así el cielo haga los tuyos! ¡Búscame a mi Silvano, si ese pecho se lastima de lágrimas de mujeres! ¡Ay, Silvano mío, si te viesen mis ojos! ¡Y cómo pondrían tregua a tantas lágrimas! Al tiempo que las voces de Silvia resonaban en los convecinos lugares, llegaron los pastores. Saludáronse. Y después de haber algunos puesto los ojos en los suyos, y estrañando lo que vieron en Silvia y lastimándose en alguna manera, llegaron a la cabaña del de Iberia, adonde la bella Marfisa, con alguna manera de celos, dijo a Silvia: —Hame llegado al alma lo que de tus pasiones pude entender, y quisiera ser parte a remediarlas. Y la pastora de Silvano volvió a decir: —Pastores, los que más podéis con el ibero, rogalde que me traiga a mi Silvano, que él, que tiene tan buena mano en todo, también la tendrá en esto; que aunque mis padres han querido quitarme del alma que no quiera a mi Silvano, es imposible que puedan diligencias humanas contrastar lo que amor con sus divinas hizo. Lastimados todos de lo que oyeron decir a Silvia, le rogaron juntos a Filardo que le busque a su pastor. Y el discreto ibero dijo, apiedado71 del mucho padecer de Silvia: —Le traje y le tengo en mi cabaña. Silvano, ven acá y da la mano de esposo a quien te adora. 70 71

con estremo: ‘muchísimo’. apiedado: ‘apiadado’.

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Silvano salió con el gozo que se puede imaginar. Convínole a Silvia disimular y dársela72, quedando, como quedó, muda. Holgáronse todos. Y aunque con pesar disimulado de la pastora, se dieron las manos y prometieron casarse. Y el de Iberia dijo: —Discreta Silvia, acuérdate de la sentencia que tú misma diste antes que estos pastores vinieran. Y la desposada, con fingida risa, dijo que aquel casamiento hacía por darle gusto al casamentero. Y sentándose todos en la bien compuesta cabaña de Filardo, que para aquel ministerio tenía adornada de odoríferas flores, bailaron y cantaron diversas y graciosas letras. Y el de Iberia le pidió a Silvia que, en recompensa de haber hecho el casamiento, cantase algo. Y ella, con algún capote más hermoso que de brocado, dijo que un romance y glos[a]73 oyó en la villa, y que por darle gusto lo cantaría, con condición que, por ser hecho en corte, según le dijeron, Filardo con atención le escuche. Prometiolo el de Iberia. Y ella, en su instrumento templado, al punto de su gusto, dijo: Silvia Después del suceso triste74 de la muerte de don Sancho,75 y después de sucederle el rey Alfonso, su hermano, en medio de mil contrastes ordena el Cid castellano, 72

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dársela: el pronombre se refiere a ‘la mano’. glosa: «gloso» en el original, pero corrige la Fe de erratas. 74 vv. 1-30 Después... su hermano: Laskaris, 2006, pp. 139-140 reproduce el romance, con algunas variantes significativas que afectan, sobre todo, a los primeros seis versos: «Después del lamento triste / de la muerte de Fernando / y después de succederle, / el Rey su fijo, Don Sancho, / en medio de mil contrastes / ordena al Cid Castellano». Laskaris edita desde la fuente más antigua que ha localizado, que es la Historia del Cid (Lisboa, 1605) de Escobar. La fuente de Bernardo de la Vega es la más temprana de las localizadas hasta el momento, como ocurre también con los otros dos romances sobre el motivo del cerco de Zamora insertos en la novela. Cfr. nota 79 del Libro segundo y nota 4 del Libro tercero. 75 v. 2 don Sancho: Se refiere a Sancho II de Castilla el Fuerte, asesinado por Vellido Dolfos el 6 de octubre de 1071. De acuerdo con la leyenda, Sancho II no estaba satisfecho con el reparto que había dejado el testamento de su padre, el rey don Fernando: el principal reino de León para Alfonso, Castilla para Sancho, Galicia para García, Toro para Elvira y Zamora para Urraca. Por ello, y con ayuda del Cid, que le era leal, sitió Zamora, que había correspondido a una de sus hermanas. Dolfos salió de las murallas de la ciudad para entrevistarse con el rey Sancho y aprovechó la ocasión para asesinarlo por la espalda con un venablo que pertenecía al propio noble. Cfr. nota 3 del Libro tercero. 73

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con mil ofertas y ruegos, ir al pueblo zamorano, a rogar a doña Urraca, de parte del76 rey, su hermano, que a Zamora dé y entregue a su potestad y mando. Y partiendo el de Vivar a hacer del rey lo mandado, llegando al postigo viejo, que está con orden guardado, como prohíben la entrada al que honra al pueblo hispano, intenta romper la guarda por cumplir el real mando. Y a la defensa del muro la guarda que está guardando procura la resistencia, y al rumor del castellano, la oprimida zamorana,77 vestida de negros paños, pone el pecho sobre el muro, y moviendo el rostro y mano, humedeciendo los ojos, le dice al Cid castellano:78

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«¿Por qué a las puertas ajenas,79 vencidas con tus victorias, 76

v. 10 parte del: «parte el» en el impreso, aunque corrige la Fe de erratas. v. 25 la oprimida zamorana: Urraca Fernández (León, 1033-1101), hija de Fernando I de León y heredera de Zamora después de que su padre repartiese en vida sus territorios. 78 vv. 4-30 el rey Alfonso... Cid castellano: Después de que se consumase el asesinato, el Cid se percató de que Dolfos huía extrañamente, por lo que decidió seguirlo para averiguar lo que ocurría; lo que ha sido motivo literario fecundo que llega incluso al Quijote I, 28, cuando Cervantes habla de «las traiciones de Vellido». 79 vv. 1-50 ¿Por qué... más honrado: Las coplas de dobles quintillas, con leves modificaciones, se recopilan en el Romancero de Escobar (Lisboa, 1605), que edita Laskaris, 2006, pp. 150-152 con indicación de fuentes. El texto se construye a partir de una glosa de un poema que circulaba en el siglo xvi y que aparece recogido en el Romancero general de 1600: «Afora, afora, Rodrigo / el soberbo Castejano, / acordarse te deveira / de aquel tempo ja pasado / quando te arme cavaleyro / no el altar de Santiago, / miña may te deu las armas, / miño pai te deu el cavalo / Castejano malo, / el soberbo Castejano» (Laskaris 2006, 2006, p. 150). El romance Afuera, afuera, Rodrigo, era de 77

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llamas? Pues con ello ordenas que esté viva a vivas penas y muerta por muertas glorias. Y pues al trato de amigo depusiste y das de mano, sin ver que justicia sigo, ¡afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano! ¡Afuera!, pues que quebraste la palabra y jura a aquella que en su alma aposentaste, y al fin se la lastimaste, por no vivir dentro de ella. Mas cuando tu mano fiera firmó en mi daño ordenado, aunque el rey te lo impidiera, acordársete debiera de aquel buen tiempo pasado.

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Yo soy mujer, y pasión no me da lugar que pida temática medieval pero gozaba de importantísima presencia en el xvi, como se comprueba por las diversas versiones que se difundieron impresas en el Cancionero de romances (Amberes, [s. a.] y 1550), la Silva de romances (Zaragoza, 1550-1551), los Romances de Sepúlveda (Sevilla, 1584), la Rosa española (Valencia, 1573) y la Rosa de romances de Timoneda (Valencia, 1573) o en pliegos poéticos sueltos, como el que se conserva en la Universidad de Praga; amén de su trasvase al teatro áureo en obras como Las mocedades del Cid (c. 1605-1615) de Guillén de Castro, Las almenas de Toro (1620) de Lope de Vega o El hermano de su hermana (1666) de Francisco de Quirós (Moreno, 2008, p. 2). El modo en que lo utiliza Bernardo de la Vega, claramente orientado a la queja femenina por la elección matrimonial del hombre al que aspira, parece revelar una reescritura del motivo central de un poema algo más extenso y con elementos que no aparecen en este de manera explícita, aunque los contiene implícitamente: «¡Afuera, afuera, Rodrigo, el sobervio castellano! / Acordársete devría de aquel tiempo ya passado /cuando fuiste cavallero en el altar de Santiago, / cuando el rey fue tu padrino, tú, Rodrigo, el ahijado: / mi padre te dio las armas, mi madre te dio el cavallo, / yo te calcé las espuelas porque fuesses más honrado, / que pensé casar contigo, mas no quiso mi pecado. / Casaste con Ximena Gómez, hija del conde Loçano; / con ella huviste dineros, comigo huvieras estado; / bien casaste tú, Rodrigo, muy mejor fueras casado: / dexaste hija de rey por tomar de su vassallo» (Moreno, 2008, p. 3). La de la novela es la fuente más temprana de las repertoriadas en el estudio monográfico de Laskaris, 2006, como ocurre también con los otros dos romances sobre el motivo del cerco de Zamora presentes en la obra de Bernardo de la Vega. Cfr. nota 74 del Libro segundo y nota 4 del Libro tercero.

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al cielo tu perdición, que si es mi alma ofendida, tu asilo es mi corazón. Y aunque por tu causa muero, no te quiero dar mal pago, porque me acuerdo primero cuando te armé caballero en el altar de Sanctiago.80 Lo que no consideraste consideran las mujeres, mas cuando al trato te hallaste, de lo que eras te acordaste y olvidaste lo que eres. Esta desculpa te hallo, pues ya cual hidalgo te armas, mas sin serlo, aunque vasallo, mi padre te dio las armas, mi madre te dio el caballo. Al estado te subieron que por tu medio perdí, tu bien y mi mal hicieron, pues cuanta honra te dieron, tanta me quitaste a mí. Y guardándole el decoro del gusto a mi padre amado, yo, que por tu causa lloro, yo te calcé espuelas de oro, porque fueses más honrado».

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Y al fin, y al de agradecerse todos y de enamorarse más el desposado, el discreto Filardo, como aquel que entendió la metáfora,81 y más contento de la 80

vv. 29-30 armé caballero... Sanctiago: Urraca fue la madrina de armas del Cid Campeador cuando hacia el año 1060 fue investido caballero en la iglesia zamorana de Santiago de los Caballeros. 81 entendió la metáfora: Se refiere al sentido del romance, que tiene que ver con la elección matrimonial. El conflicto que se plantea en la queja de Urraca, tal y como explica Charo Moreno, 2008, pp. 3-4, «remite al ámbito de las relaciones sociales y en concreto a la elección de esposa por el Cid [...] El reproche de Urraca tiene una crucial importancia, pues la infanta acusa al Cid de

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invención y de aplicarla con gustosas y agradables razones, de nuevo se ofreció a la desposada. Y en fe de su zagala, le prometió desde aquel punto de acudir con propiedad a todo lo que su gusto le pidiere. Y sin comunicar los demás sus propósitos, por el poco lugar que dio el nuevo desposorio, se fueron acompañando con regocijos de bailes y cánticos a los recién casados, hasta dejarlos en su cabaña, adonde el cura dio fin glorioso al alegre principio. Y todos, después de haber añadido más alegres juegos a los pasados, se fueron a sus cabañas, diciendo Tirseo al de Iberia que a la tarde se verían. Y él movió a su respuesta la lengua, y los ojos y el alma al divino rostro de su Marfisa, aquella que en la misma moneda le pagaba. Filardo Pensando en cosas de la gloria un día, dormime al gusto de mi pensamiento, y en sueños vi un pastor en un asiento celestial, y él lo proprio parecía. Las nueve82 estaban en su compañía contando un dulce y otro dulce cuento, cogen luego, cantando en claro acento, el amomo83 que el sancto lugar cría. Minerva, el de Asidalia,84 Marte, Apolo con Dafne a aquel pastor de tal bien digno le coronan y ofrecen como a dueño. Dije: «¿Es este el de Anfriso85 único y solo?» «Tomás Gracián86 es este aquel divino», responden. Desperté, y es cierto el sueño.

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haber preferido un matrimonio por motivos económicos con Jimena», despreciando así la mayor nobleza de quien profiere la queja. 82 v. 5 las nueve: ‘las nueve musas’. 83 v. 8 amomo: Planta aromática que, de acuerdo con las explicaciones de Dioscórides, se pensaba en la época que servía para conciliar el sueño, tenía propiedades analgésicas y era un útil remedio contra la ponzoña. 84 v. 9 el de Asidalia: Se refiere a Cupido, pues «Acidalia» es denominación para designar a Venus, por tratarse del nombre de la fuente en la que esta solía bañarse con las Gracias. 85 v. 12 el de Anfriso: ‘Apolo’. Cfr. nota 55 del Libro segundo. 86 v. 13 Tomás Gracián: El vallisoletano Tomás Gracián Dantisco (1558-1621) heredó de su padre la secretaría de interpretación de lenguas extranjeras de Felipe II, cuyo nombramiento recibió el 30 de abril de 1576 (Marín Cepeda, 2010, p. 706). Es uno de los más conocidos censores literarios de su época, aprobó no menos de 70 obras (Marín Cepeda, 2010, p. 707), y fue autor de un Arte de escribir cartas familiares (1589). Era hermano de Lucas, autor del Galateo español (1593)

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En su instrumento estaba cantando este soneto el pastor de Iberia (que escribió cuando estuvo en corte el maravilloso subjeto que celebra con moderación respecto de las excelentes partes que al secretario Gracián dio el piadoso cielo), al punto que Tirseo, como aquel que deseaba saber el fin de sus engaños, llegó y, tras de un medio fingido abrazo que le dio el pastor de Marfisa, dijo: —Aunque los muchos estremos tuyos me aseguran de lo que con seguridad y alma sencilla estoy satisfecho, gustaré de hecho enterarme en la averiguación de aquella mi ingrata Jacinta. Y aunque la palabra dada de que no resultará de este desengaño daño te asegura, como pide tu buen pecho, de nuevo vuelvo a darla. El de Marfisa respondió: —Tirseo, con las condiciones antepuestas y con lo que el alma de ellas me asegura cerca del cumplimiento, te doy este pellico. Tómale y dame el tuyo. Trocaron los pellicos. Y tras de otros tantos ofrecimientos, se fue Tirseo con el pellico, zurrón y caperuza de Filardo, quedando el de Iberia con otro tanto de Tirseo. Y dando el alma a su ordinario pensamiento, el dichoso y rico de esperanzas Filardo, y enriqueciéndola con la dulce contemplación de su pastora, dijo que al partir con los desposados la vio, ora de celos, ora de despecho de no haberle podido hablar, destilando de los bellos ojos las más bellas del oriente,87 a cuya causa hizo este soneto: Filardo Quien ve su gloria y su querida ida muestre su fe, si amor le apura, pura, y pues muy poco la ventura tura, antes que el tiempo le despida, pida. y censor de La Galatea de Cervantes, en cuyo Canto de Calíope aparece elogiosamente recogido el secretario, al que también se alaba aquí: «Por la curiosidad y entendimiento / de Tomás de Gracián, dadme licencia / que yo le escoja en este valle asiento / igual a su virtud, valor y ciencia; / el cual, si llega a su merecimiento, / será de tanto grado y preeminencia, / que, a lo que creo, pocos se le igualen: / tanto su ingenio y sus virtudes valen» (La Galatea, pp. 373-374). Pasado el tiempo, volvería Cervantes a elogiarlo en el Viaje del Parnaso VII, 220-226, donde lo denomina como «buen Tomás Gracián». Buen amigo de Lope de Vega, quien lo alaba en el Laurel de Apolo y en El peregrino en su patria, fue elogiosamente citado por Cervantes por formar parte de su círculo de amistades. Por ello, resulta muy llamativo que aparezca señalado en la novela con nombre y apellidos, pues, en palabras de Marín Cepeda, 2010, p. 705, Dantisco «constituye un ejemplo interesante de aquellos hombres de letras que, sin pertenecer a la nobleza titulada, sirvieron de eslabón entre las clases bajas, por así decirlo, y el entramado cortesano». 87 las más bellas del oriente: Como se refiere a las lágrimas, probablemente el término elidido sea «perlas», pues las «perlas del oriente» es sintagma tópico para referirse a las lágrimas y, de hecho, aparece poco más adelante, justo antes del romance de Marfisa (p. 237).

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Si ausencia fue de mí tenida, mida quien en aquesta coyuntura tura, pues no jamás de mi locura cura el que llama a una gloria habida «vida». No pedirle fue de concierto cierto algún favor por un prestado estado, que si al partir pedido hobiera, viera. Cuando aqueste descuido advierto, vierto las lágrimas que me ha el cuidado dado, porque el mayor que le pidiera diera.

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A los fines de él vino la celosa y apasionada Alcida, y con rostro encendido y lastimada dijo: —Ya conozco, Filardo, que mi molestia, como a mí de cansarte, te tendrá enfadado. Pero discreto eres, y con serlo puedes considerar que amor no hace ecepción de personas, que bien en mí se ve; y ser ciego, pues, ciega con él, no reparo en lo mucho que vales y lo poco que yo valgo para tener la osadía y atrevimiento que tengo. Amigo, adórote, y tanto que no me hace reparar en el velo de mi honestidad. Apiádate y compadécete de un alma que con tantas veras te quiere. Cortó el de Iberia el hilo, a su proceder recatado, y receloso de su hermosa pastora y resolutamente mostrando algún agradecimiento le dijo: —Bella Alcida, estas firmezas y pasiones, que con discreto estilo encareces, el tiempo me dará lugar para la justa recompensión. Y porque agora no le da para más, a Dios, discreta Alcida. «Con él vais, esperanza de mi alma» —dijo la pastora. Y con la más verde, firme, alegre y regocijada se fue. El celoso Tirseo, guiado del deseo de saber lo que casi tiene averiguado de su inconstante Jacinta, con el pellico, zurrón y ca[p] eruza88 de Filardo asistió a todos los sitios donde pudo entender que hallaría a su ingrata y dura. Y como no la halló, acudió cerca de la cabaña del ibero, adonde con certinidad pudo entender que la hallaría. Y sentándose en un altillo que señorea todo aquel prado y sendas que guían a la cabaña del de Iberia, el afligido pastor, por desfogar su pasión y porque de lejos hiciese aparencia para sus propósitos, más lloroso que risueño cantó este soneto:

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caperuza: «caberuza» en el original. Se trata de una errata provocada por la fijación de un tipo p al revés.

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Tirseo Tirseo el infelice y contrastado, aquel que fue felice y venturoso, y agora, por el hado riguroso, está de su desdicha acompañado; aquel que las bellezas ha cantado del sacro Betis fresco y caudaloso, aquel que fue en un tiempo más dichoso que agora, por su pena desdichado; aquel pastor alegre que cantaba, el que agora el rigor la fuerza y curso de fortuna conoce, en cuanto inquiere; aquel que en su placer se eternizaba, al cisne imita en todo su discurso, porque al fin de su canto acaba y muere.89

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A poco rato de haberle cantado o llorado vio que, como el pajarillo al reclamo, venía su enemiga pastora buscando al ibero. Y el infelice Tirseo, como la vio, con industria se levantó porque le pudiese ver. La engañada zagala, como aquella que con más ojos que Argos90 buscaba al ibero, como vio las insignias y vestido, desvalida cual hambriento corderillo al regalado pecho de su madre, se abalanzó adonde estaba Tirseo. El cual, cubriéndose el rostro con el zurrón, la esperó. Y ella le dijo: —Filardo de mi alma y de mi vida, ya ni el tiempo ni amor no me permiten que tenga más silencio ni que padezca y pene sin que de ello te dé tanta parte. Gallardas ninfas,91 aquellas que habéis llegado al menor estremo de lo que padezco, aquellas que con más firmezas habéis querido, por eso poco sacad lo mucho que amo y, condolidas de mi pena, rogalde a mi Filardo que se apiade de esta alma abrasada y deshecha en llamas de amor. Y tú, Filardo mío, por esos ojos a quien los míos se rindieron y por esa dulce boca en cuyo movimiento puso amor el bien de mi esperanza, y por esa franca y generosa mano en quien está mi remedio, te pido que te conduelas de mí, premiando mi amor con ese tuyo. Mira, Filardo de mi alma, que desde el venturoso día que te vi y di mi vida, aborrezco y quisiera quitar la suya a aquel, para mi infierno, Tirseo, a quien 89 vv. 13-14 cisne... muere: En la época se asumía que el cisne únicamente cantaba una vez, de lo que resultaba un bellísimo sonido que preludiaba a su muerte inminente. 90 Argos: Cfr. nota 4 del Libro segundo. 91 ninfas: ‘pastoras’. No era infrecuente, desde Montemayor, referirse a las pastoras con este apelativo.

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aborrezco con el estremo que te adoro. Considera que, por tu bien, procuro su mal y daño. Ya sé, mi Filardo, que dirás que hago poco en quererte y aborrecerle, pues tú eres un cielo y él un demonio, y tan mal como a él le quiero. ¡Ea, Filardo, no me niegues tu vista hermosa!, que viéndote me podré asegurar de mi bien, pues es ley que quien ve al rey no muera. ¿No quieres descubrirte, Filardo mío? Hazlo, o llegaré yo, aunque sea atrevimiento, a hacerlo y quitarte con mi indigna mano ese nublado que eclipsa mi sol. ¿Calláis, pastor mío? Callar es otorgar.92 Perdonadme, que yo os quito el zurrón. Dé la cara a mí y al amor cara. Y quitándolo, la engañada pastora vio que era Tirseo. Y aunque discreta, y pudiera decir que lo hizo de industria, porque picará,93 la mucha turbación no le dio lugar. Y tomando Tirseo el de la ocasión, le dijo: —¡Ingrata y falsa pastora! ¡Traidora aleve al más casto y verdadero corazón que jamás se vio en entrañas enamoradas! ¿Mereció la pureza de mi fe el injusto galardón que le diste? Y di, engañosa pastora, ya que tu suerte y la poca mía te hizo querer a Filardo, ¿en qué te ofendió mi alma, que así procuraste, como dices, apartarla del desdichado cuerpo? Y ya que le quieres di, fementida, ¿por qué mi rostro, que algún día por el más agradable a tus ojos celebraste, agora le llamas «del demonio»? ¿Y por qué has de decir, con tantas veras, de aquel que con ellas tanto bien dijiste, tanto mal? Pero al fin eres mujer, y de las malas, de aquellas por cuyas condiciones y estremos viciosos más se conocen y estiman las buenas. Vete, falso cocodrilo,94 que yo daré a tu inconstancia el debido galardón. Huye de mí, que ya del cielo no quiero más victoria de que te alejes de donde estuviere, por verme lejos de lo que con tantas veras ya aborrezco. La desdichada Jacinta, sin mover los labrios ni alzar los ojos del suelo, se fue triste, afrentada y corrida. Y Tirseo, con esta ocasión, dijo de mujeres el mal que hay en las malas. Y en medio de esta cólera, y cuando en ella más encendido estaba, se resolvió en quitar la vida al, que la era de Marfisa, inocente Filardo. Y al fin de esta determinación llegó el celoso Lorino, que andaba con el pellico de Linardo en busca de Filardo, para darle muerte por los celos que dije de Marfisa. Y como vio los vestidos95 del de Iberia, entendiendo ser él, llegó por detrás con

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callar es otorgar: Es expresión proverbial que «quien calla otorga». picará: ‘picaría’. 94 falso cocodrilo: Remite a la asunción popular de que los cocodrilos lloran falsamente. 95 vio los vestidos: En La Galatea son justamente los vestidos los que permiten diferenciar a Teolinda y su hermana dentro de la temática tópica de los gemelos: «y es que esta hermana mía [...] me parece tanto en el rostro [...] que para no caer en este engaño, por la diferencia de los vestidos, que diferentes eran, nos diferenciaban» (Cervantes, 2014, p. 83). Aquí ocurre lo contrario: los vestidos y el trueque de ropajes entre los pastores inducen al equívoco y al error en el asesinato, lo que salvaguarda la vida del protagonista. 93

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desusada furia y, metiéndole el cuchillo, dijo «¡Toma, traidor Filardo!», echando luego a correr por el soto. Y el sin ventura Tirseo, que oyó el acento postrero de Filardo, cayendo en el suelo, dijo: —Es verdad que yo merezco esta muerte, porque se la quise dar a Filardo. Entendiendo haberle dicho «Porque querías matar a Filardo», quedó muerto96 el desdichado Tirseo y Lorino quedose entre unas adelfas a la orilla de un fresco y apacible arroyuelo, glorioso de entender que había muerto Filardo y desque no le vio nadie. Y estando con mucho gusto celebrando su buen suceso y venganza, recostose. Y dentro de breve rato, yendo Rosilo a buscar a Linardo para darle muerte por los celos que se dijo que tuvo de Nise, como conoció el pellico de Linardo, entendiendo ser él por el trueque que de los pellicos los dos hicieron, llegó Rosilo y, con ímpetu furioso, le dio una mortal herida, diciendo: —¡Este pago se da a los traidores! Fuese apriesa Rosilo. Y dijo Lorino, ya con el alma en los dientes: —Es verdad, pues como tal maté a Filardo porque servía a Marfisa. Y con esto se le arrancó el alma. Linardo, contento con el pellico de Lorino por entender que con él habría ocasión de ver a la gallarda Nise, celebrando su brío y hermosura y gracia y el desenfado y postura con que un día antes la había visto bailar, estaba entre las olorosas flores, dedicado a su amoroso pensamiento. Y después de gastar largo rato en hermosear a la que era gallarda y hermosa, sacó el sonoro instrumento y con regalada voz, olvidando y aborreciendo a Alcida y adorando y haciendo memoria de la que la suya ocupa y glorifica, dice: Linardo A Nise vi sus cabellos, y tal gloria en ellos vi que lo menos que le di fue darle el alma por vellos. Pues es gloria contemplar

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quedó muerto: Igual que ocurre en La Galatea cervantina, «la violenta escena supone la irrupción brutal del mundo histórico en el mito pastoril» (Montero, 2014, p. 32). Sin embargo, en Cervantes cabría considerar el asesinato dentro de la lógica de una interpretación sacrificial, lo que permitiría edulcorar en algo el lance: «–Recibe, ¡oh mal lograda Leonida!, la vida deste traidor, que en venganza de tu muerte sacrifico» (Cervantes, 2014, p. 32). Sin embargo, nada de esto hay en Bernardo de la Vega. Sobre la violencia y sus implicaciones en los libros de pastores, véase Castillo Martínez, 2009.

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estos cabellos que adoro, a interés de este tesoro quisiera el alma trocar. Si bordando el cristalino cuello le vi sus cabellos, Linardo subió con vellos del ser humano al divino. De las cenizas del suelo esta más humilde planta por Nise ya se trasplanta en el cristalino cielo. Que el cielo en sus partes bellas goza mi ventura rara, pues se ve en su hermosa cara cielo, sol, luna y estrellas.

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Y en cantándola, revolviendo la memoria y hallando en ella los celos de Filardo y lo que sabe de Alcida, y considerando el mucho ser y valor del pastor de Marfisa y de las muchas partes que en él halló; concibiendo que Nise, a quien él adora, también se pudiera apasionar de él, juntando esta causa a la otra, propuso, injustamente, dar la muerte al de Iberia. Y con furia diabólica y cólera repentina, ciego de ella y con determinada osadía, el apasionado Linardo se partió a buscar el ibero. La hermosísima Marfisa, triste, llorosa y desconsolada, poniendo el lastimoso llanto en el cielo y regando la indigna tierra con sus aljofaradas lágrimas y enterneciendo los montes con sus dolorosas voces, quejándose del tiempo, amor y de su ventura, venía tan llorosa y lastimada porque le dijeron que habían visto muerto a su Filardo alguno que debió de conocer el pellico de Tirseo. Y después de haber dicho de aquella graciosa y desdichada boca las mayores lindezas sobre la muerte de su querido, que discreto entendimiento puede considerar, dijo, con una copiosa abundancia de lágrimas: —¿Con qué ojos iré yo ante aquellos míos muertos, por cuya falta murió mi ventura, sin hacer la debida venganza? ¿Y cómo tocaré yo aquella divina mano que en todas las cosas de mi gusto me la dio, sin haber satisfecho a aquel que el cielo mide a pies? ¡Ánimo, Marfisa, ya que estáis sin alma! ¡Determinaos a buscar el homicida de ella! ¡Lorino traidor, esta femenil mano, ayudada y esforzada de mi razón, hará que tu traidora y condenada alma baje al lugar merecido de su culpa, adonde viendo la de mi Filardo gozar del premio que tienen los justos, más se aumente y doble tu pena! ¡Traidor Lorino, no habían menester

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decirme que eras tú el malhechor, como lo dijeron, que ya sé que son obras de tus fementidas manos! Mas las mías harán lo que deben. Y cuando más determinada estuvo, la hermosa y llorosa pastora vio que por una ladera venía, a su parecer, Lorino; y era Linardo con el pellico que trocó, por lo que la pastora del ibero se redució algún tanto a regocijo. Y mirando a un cuchillo que traía la triste para hacerle sepultura a su amado esposo le dijo: —Cuchillo, vengador justísimo de la mayor sin razón que jamás se hizo, si yo, como mujer flaca, no te ayudare de la fuerza conveniente, tú, compelido de mi razón, haz lo que faltare de mi parte. Ya en este ínterin había llegado bien cerca Linardo, y tanto que le pudo oír: —Marfisa, esconde el cielo a Filardo. Llegándose a él, la del ibero dijo «¡Traidor Lorino, yo le vengaré!», metiéndole el vengativo cuchillo por las traidoras entrañas. Y sin poder decir más que Filardo, cayó muerto Linardo. Y Marfisa, más alegre que triste, se partió, entendiendo que había muerto a Lorino. Y la engañada y bella pastora, en alguna manera satisfecha de haber vengado a su pastor, llevando al fin el justo intento de su amorosa pasión, que era dar sepoltura a su amado pastor de Iberia, incitada de lo mucho que le quiso y de la comodidad de la noche, cuya claridad competía con el más alegre y lustroso día, animándose en el valor y en el justo débito de su mal logrado pastor, guiando sus pasos al lugar donde habían dicho que estaba muerto, con voz lastimosa, en moderado tono, dijo: Marfisa Ya que Cintio97 su luz le niega al día y Cintia98 en su lugar reina y preside, agora, agora cuando el alma mía el llanto de su urgente causa pide, tomo esta desdichada e incierta vía, que el seso femenil no me la impide, llevando al nombre de Artemisa99 palma por dar sepulcro a un cuerpo de mi alma. Filardo, que en el cielo te recreas, y al ser divino tu valor levantas; 97

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v. 1 Cintio: ‘sol’. Cfr. notas 91 del Libro primero y 1 del Libro segundo. v. 2 Cintia: ‘Diana’. Es un anochecer mitológico, pues indica que el sol (Cintio) estaba oculto y era la luz de la luna (Diana) la que iluminaba la noche. 99 v. 7 Artemisa: Invocada aquí como ‘diosa de la noche’. 98

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tú, que ese espacio de cristal paseas con tus hermosas y divinas plantas, vuelve a mirarme, aunque allá no veas mientras me vieres, esas almas sanctas; y verás a Marfisa que se atreve a hacer en tu muerte lo que debe. Y vos, sangre, si sois del desdichado, por el rigor de la fortuna airada, vertida ya del cuerpo desangrado, de humanos pies no habéis de ser pisada. El cielo, a mi desdicha lastimado, le dé a Filardo aquesta desdichada; pues le quitaste en vida la ventura, dásela en muerte en darle sepoltura.

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Y después de haber buscado algunos lugares, cerca y alrededor de donde estaba el muerto Tirseo, y de lastimarse de nuevo por no hallar el cuerpo de su alma, el pastor de Iberia, que ya sabía de la muerte de Tirseo, alborotado del caso y para más satisfación, quiso ir donde había nueva que estaba.100 Y Marfisa, como aquella que por lo mucho que quería ya de nadie recelaba, como vio venir un bulto con osados pasos, se fue a él. Y de manera que, llegando tan cerca el pastor, le pudo conocer ella el pellico de Tirseo por la mucha luna. Él se cubrió el rostro con el zurrón y ella le dijo: —Amigo Tirseo, no te cubras de la sin ventura Marfisa. Y así el cielo te libre de la pena que trae mi alma y así la tuya se vea con el contento que a la mía le falta. Y así, con la ventura que quitó a esta desdichada, que lastimado y enternecido de mi dolor, me acompañes. El discreto pastor de Iberia, con su discreción dio luego en lo que pudo ser. Y disimulando, por ver el fin y en lo que era estimado y querido de su pastora, fingiendo la voz y no descubriéndose, aceptó la petición de Marfisa, aunque más enamorado que enternecido, diciendo: —Vamos, hermosa y desdicha zagala, que así por quererle tú como por ser mi amigo, lo haré. Y a pocos pasos vio la pastora mucha sangre, que en muchedumbre iba vertiendo el desdichado Tirseo. Y levantando más el llanto, la del ibero dice: —¡Indignos y desdichados pies, no habéis de pisar la sangre que tanto ilustra a la mía!

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había nueva que estaba: ‘había noticia de que se encontraba’.

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A breves pasos dieron con el cuerpo. Y al tiempo de verse la luna, se eclipsó con un nublado, quedando la luz que bastó con la que daba el rostro hermoso de Marfisa para divisar el pellico de Filardo y las demás insignias. Como revolcándose en el arena con ella y con la sangre se cubrió el rostro. Y con la imaginación que ser él llevaba, bastó a dar crédito a ser Filardo. Y allí le volvió la pastora a rogar al fingido Tirseo que se descubriese el rostro. Y él dijo que, porque no le conociese otra persona, no lo hacía. Y la bellísima pastora de Filardo, inclinando las rodillas a su mal logrado esposo, le coge sobre las faldas, ayudándole el encubierto pastor. Y con una pluvia de perlas, las más bellas del oriente, le lava la hermosa cara, y con tristes acentos dice: Marfisa Son estos los bellos ojos do los míos se miraban, y esta boca en cuyo aliento cogiera la mía el ámbar, en cuyos acentos puso amor el donaire y gracia. Y son estas las mejillas de rosicler matizadas, y aquestos son los cabellos donde se enlazó mi alma, y estos oídos que oían mis amorosas palabras. Y es esta la viril mano que de tantas llevó palma, siendo el premio de su gloria yo, para ser desdichada, porque ha de quedar Marfisa viuda antes que casada, porque pague con su pena su bien y gloria pasada. ¡Ay, rostro disfigurado! ¡Ay, cara para mí cara! Quedaréis, aunque en la tierra, eternizada en mi alma.

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Y aunque el llanto de la hermosa Marfisa lastimó y enterneció al enamorado corazón de Filardo y humedeció los ojos, disimuló, a costa de su pena, por ver en qué para la101 de su pastora y el fin que le daba a todo. Y así le dijo: —Zagala bella, así el cielo el rigor de esta pena te conmute en gloria, que reprimas esas lágrimas y lastimada de las mías, que te han acompañado y acompañarán hasta que te vean reducida a tus felicidades y contentos, que des fin a tu doloroso sentimiento. La pastora, muy lastimada de su dolor, le dijo: —Ayúdame a hacer la sepultura para este que eternamente la tendrá en mi alma. Y el encubierto Filardo abrió un hoyo, adonde, después de pedirle a Marfisa el pellico que tenía el muerto y dejándole el que traía, con suntuosa ofrenda de lágrimas, le dejaron sepultado. Y Marfisa sacó del zurrón una piedra que tenía escrito lo que se sigue: Inscripción al túmulo de Filardo102 Aquí yace en este suelo el que vivió y vive en mí: Filardo, el que, estando aquí, hace aquesta tierra cielo. Y poniéndola encima del sepulcro, se fueron juntos dando infinidad de suspiros. Y a petición del encubierto Filardo, se paró Marfisa en un cerrillo, adonde, como siempre, disimulando y fingiendo la voz, dijo: —Lastimada Marfisa, hurtando el cuerpo a estremados encarecimientos, te juro, en fe de quien soy y de algunos indicios que he dado del sentimiento de la muerte del de Iberia, que tú no lo has sentido más que yo, porque era con estremo su amigo y le quería tanto como le quieres. Y en señal de ser esto verdad, te juro que todo lo que tuviere de vida acuda a lo que tu gusto importare, facilitando en cumplimiento de ello una y mil muertes. Y esto por ver las firmezas con que le quieres, porque con esas le quise. Y así, te pido que para desfogar la pasión de nuestras almas, nos veamos adonde para nosotros no haya más bien que tratar de aquel que se fue a su digno lugar. Y yo te prometo y juro, por esos

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la de su pastora: ‘la pena de su pastora’. En el ejemplar de la princeps aparece el texto rodeado de una orla tipográfica, consiguiendo un mejor efecto de inscripción funeraria. Y hace lo mismo el manuscrito de la Biblioteca de Castilla-La mancha [fol. 131v]. 102

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bellos y llorosos ojos, que, para entero crédito y satisfacción de mis verdades, he de dar la muerte al traidor de Lorino. Hallándose obligada a las obras como a los corteses encarecimientos del que entiende ser Tirseo, le dijo: —Amigo mío y de aquel que en tu amistad te juzgo por él, pues para imitarle tomaste su pellico, respondiendo a la proeza de tus generosos hechos, digo que ellos son milagros obrados de mi difunto pastor. Y así, al agradecimiento, juro por el alma bella de mi Filardo de hacer cuanto me mandares; pues en el proprio lugar te tengo que quien con tantas lágrimas y suspiros ha acompañado las mías, en la misma obligación le quedo que a la querida causa de ellos. La muerte que prometes dar a Lorino ya la dio este brazo que, aunque femenil, ayudado de mi dolor se mostró varonil y robusto. Admirose el pastor encubierto y tras de esto, remitiendo la vista para aquel puesto, se despidieron con razones de mucha amistad. Fuese Marfisa y quedose Filardo más apasionado y confuso, y con una admiración celebrando el tierno amor, constancia y ánimo de dar la muerte, y diciendo que el que mostró en lo que ayudó a sentir y el esfuerzo de fingirse Tirseo fue por averiguar lo que el alma le daba y así le conviene verle el fin. Todo lo estrañó, y la ventura que tuvo en trocar con Tirseo el pellico, y revolviendo en la memoria estos laberintos y el de diferirse gozar a su pastora, dijo, yéndose a su cabaña: Filardo Si tras de la fortuna es argumento que acude su contraria la bonanza, si vemos que jamás un bien se alcanza sin pasar por las puertas del tormento; y si tras del pesar viene el contento, si la firmeza tras de la mudanza, y solo es el remedio la esperanza de estos contrarios y del mal que siento; yo, que paso la más estraña pena que el rigor de fortuna causar puede, pues con ausencia aflige la memoria, con ella mostraré la faz serena, pues cuando vea que la rueda ruede, como la pena me dará la gloria.

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La desdichada Alcida, perseguida de desdichas y acompañada de desconfianzas tras del ibero, llegó lastimada y quejosa de su ventura por haber sabido la desgraciada muerte de Linardo. Y con saberla, el cierto desengaño de que Filardo no la quiere ni querrá por haber dado su fe a la hermosa Marfisa. Y apasionada de la desgracia estraordinaria de aquel que un tiempo adoró, y representando en la memoria el tierno amor que le tuvo e incitándole entender que por su ocasión pudo venir a tan desastrado punto, haciendo de esto un compuesto, con infinitas lágrimas y profundos suspiros le lloró, mostrando arrepentimiento de haberle aborrecido por querer a un ingrato. Y abriendo el zurrón sacó una banda ensangrentada que le dieron de su malogrado Linardo, que al tiempo de su muerte llevaba, y con apasionados y ternísimos acentos dice: Alcida Dulces prendas y despojos de mi gloria y bien pasado, nace de vuestro cuidado tener lástima a mis ojos; pues llorará noche y día las horas con vos pasadas, prendas por mi mal halladas, dulces cuando Dios quería.103 Si con hallaros tuviera todo el bien que ya he perdido, y no que esto me haya sido causa que de nuevo muera, la más dichosa sería, si así fuérades gozadas, prendas por mi mal halladas, dulces cuando Dios quería. Prendas, lo que en contemplaros me gozo, lo pierdo en veros, y así el lugar de quereros lo ocupará el de lloraros; y así en mi llanto querría 103

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Es glosa de los versos iniciales del Soneto X de Garcilaso: «¡Oh dulces prendas por mi mal halladas, / dulces y alegres cuando Dios quería».

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mil veces veros lavadas, prendas por mi mal halladas, dulces cuando Dios quería. A mis vestidos teñidos veréis, pues cuando vivieron las almas se parecieron, parézcanse los vestidos; que lo contrario sería juego de burlas pesadas, prendas por mi mal halladas dulces cuando Dios quería. Y mis prendas, si queréis que os guarde, será razón que en prendas del corazón que a mi cuyo di estaréis;104 porque en las del alma mía sé que me estáis empeñadas, prendas por mi mal halladas, dulces cuando Dios quería. Acábame el dolor fuerte, prendas, mi palabra empeño, entender que vuestro dueño muriese de amor y muerte; si no procuro la mía es por teneros guardadas, prendas por mi mal halladas, dulces cuando Dios quería. Y aunque fueran más finezas, morís con estos agravios, detengo el alma en los labios por deciros mis ternezas. Y aún inclemencia sería que quedéis desamparadas, 104

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vv. 33-36 Y mis prendas... di estaréis: En paráfrasis, ‘Y si queréis que os guarde mis prendas, será razón que digáis que estaréis junto a mí como prendas del corazón’.

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prendas por mi mal halladas, dulces cuando Dios quería.

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Y tras esto se fue a buscar el mal logrado cuerpo, para darle su debida sepoltura. Y a esta sazón, el ya (a su parecer) vengado Rosilo, contento de haber satisfecho su corazón y glorioso de ello, y dificultando el saberse quién fuese el homicida, y criando esto de por sí en el nuevo contentamiento, celebrándolo con gusto se fue en busca de su amada Nise, cantando esta letra: Rosilo De tu desdichada suerte se ha engendrado mi rigor, pues te hizo osado amor y a mí para darte muerte. Y tras el contento Rosilo llegó la inconstante Jacinta, cantando lo siguiente: Jacinta105 «Di, Jacinta, ¿dónde vas?» «Amor, decírtelo quiero: buscando el amor primero, que no se olvida jamás». Glosa Si en el alma se eterniza aquella primera llama, aunque la encubra el que ama con aparente ceniza; aunque disimule más, irá, si quiere cual quiero, buscando el amor primero, que no se olvida jamás. 105

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Jacinta: La glosa de la redondilla en coplas castellanas está recogida en las recopilaciones de Agustín Durán, 1829, pp. 88-89 y Eugenio de Ochoa, 1838, pp. 493-494.

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Los que el alma en tiernos días con gusto al amor han dado, y este amor tiene eclipsado nublado de niñerías; aunque como Menga y Bras106 anden a quiero y no quiero, buscarán su amor primero, que no se olvida jamás. Cual ama la esfera el fuego, y como el agua la tierra, y el buen capitán la guerra, y como la vista el ciego; así por este compás, si ha sido amor verdadero, se busca y ama el primero, sin que se olvide jamás.

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Y al fin de ellos dijo: —¿Qué es esto, amor? ¿Qué es esto, fortuna? Parece que me tenéis por blanco de vuestro rigor y crueldad. Vosotras, con toda vuestra potencia, me enamorásteis de Filardo y hicistes que aborreciese a Tirseo. Y agora, por la muerte del pastor de Iberia, que más lo quiero muerto que lo goce otra pastora, hacéis que vuelva a Tirseo y con los proprios gustos que el primer día que le quise más. Ya que esto se ordena con aquese poder infinito, ¿con qué rostro parecerá ante aquel que de mi lengua fue tan ofendido, cuando, entendiendo que era el ibero, le dije amores y vituperios? ¡Ay, me! ¡Qué confusa me hallo! Mas, niño vendado, no fueras poderoso si no hicieras imposibles. Mas ya entiendo que fue traza tuya el trocar los pellicos porque por matar a Tirseo matasen a Filardo, al que, 106 v. 17 Menga y Bras: Alude al Romance pastoril de Menga y Bras, muy popular en la época y que se puede datar, al menos, desde el anónimo Cartapacio de Francisco Morán de la Estrella (ca. 1535-1585), p. 366, en cuya recopilación se recogen los versos que explican la cuestión del «quiero y no quiero»: «Fue Bras el que amó temprano, / y porque mal no le venga / deja de sembrar en vano, / y agora que es en su mano / ya no quiere Bras a Menga». También lo recogen, entre otras recopilaciones, el Cancionero llamado guisadillo de Amor (1573) de Juan Timoneda, el Cancionero sevillano de Nueva York, p. 98, el Cancionero sevillano de Lisboa, p. 204 o la Flor de romances, glosas, canciones y villancicos (1578), p. 147, en donde se glosan los versos que sintetizan la cuestión: «Cuando Menga quiere a Bras / ya no quiere Bras a Menga. / No vendrá cuando convenga / ventura y amor jamás». El mismo año en que se imprime la novela ve la luz una versión en las Diversas Rimas, p. 660, de Vicente Espinel: «Y por esto aunque os quisiera / más que a Menga quiso Bras, / al punto os aborreciera, / que en amor desta manera / ya no más, por no ver más».

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acordándome cuán lejos estuvo de quererme, aun el pellico suyo de que ha de estar vestido mi Tirseo no quisiera ver. Determinada estoy de echarme a los pies de aquel a quien primero que al de Iberia di mi primera voluntad, y con arrepentidas y amorosas lágrimas pedirle perdón de mis pasados yerros, que bastan ser por amor para que tengan ligera culpa. En busca de mi Tirseo voy. Amor, volviendo por ti, guía mi lengua; y tú, ventura, mis pies. Y tras de ellos estampó los suyos Alcida, que venía ronca y los cabellos de oro al rodropelo,107 triste y lastimada, dando testimonio con los ojos del sentimiento de la muerte de su Linardo; al que, buscándole para darle sepulcro, le halló el rostro en todo desfigurado, que esto de por sí le causó grandísima pena, porque de él no pudo conocer más del vestido. Y engañose, la pobre, de contento, porque por Linardo dio sepoltura a Lorino, al cual como a su pastor lloró y honró. Y vuelta a arrebatar del furioso dolor se volvió al lugar adonde quedó sepultado y, volviendo a mesar sus cabellos de oro, dice: Alcida En siete pies de aquesta tierra dura una tragedia recitó la muerte. En ella se introduce honor y suerte, valor, gracia, donaire y desventura; prudencia, honestidad, honra y fe pura; amor, firmeza y la constancia fuerte. A la fama el introito108 cupo en suerte, las figuras vestir quiso ventura, y juntos en la poca suerte mía su curso y natural teatro hicieron, y la música fue fama y victoria. ¡Acabadme, memorias de aquel día! Aunque en esta tragedia no murieron, murió la muerte y vive la memoria.

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Y acompañada de su penoso cuidado la triste y bellísima pastora, y remitiendo el discurso de su vida al vario disponer de la fortuna, se fue de este lugar, dándolo a que le ocupe el venturoso pastor de Iberia; que, aunque melancólico de la pena de su pastora, alegre de ver su firmeza y constancia, venía con algún regocijado semblante diciendo esta letra: 107 108

rodropelo: ‘redopelo’, ‘a contrapelo’. v. 7 introito: ‘introducción’ o ‘prólogo para explicar el argumento del poema dramático’.

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Filardo En alegre coyuntura mi suerte el amor guió, a darme, como me dio, la mejor de la ventura. Glosa Tanto mis daños recela que de una libre ocasión, con dulce navegación me ha sacado a remo y vela; donde aquesta coyuntura atrás como otras quedó, por darme, como me dio, la suerte de mi ventura. Lo que en adorar me estremo tanto los pasos me acorta que lo que nada no importa de muy recatado temo; no con menos me asegura el bien que a tal me subió, pues, dándole amor, me dio lo mejor de la ventura. Mi glorioso atrevimiento con la gloria de mil sobras subió, y ha puesto mis obras do el más alto pensamiento; y mi mayor desventura en ventura conmutó, por darme, como me dio, la mayor de la ventura. Pues sin desear me veo donde mis bienes están, muchos sé que morirán de invidia de mi deseo;

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ya sé que el amor procura lo que a nadie procuró, por darme, como me dio, la suerte de mi ventura.

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Y al fin de ella y de considerar lo mucho que debe al cielo y a su hermosa pastora y de decir que ha de guardar el fin del suceso, vio que venía la engañada Jacinta, que a la sazón buscaba a Tirseo, que, a su parecer, le tiene vivo. Filardo, que la vio, escondiose de ella en un altillo,109 cubriéndose el rostro, por si acaso le pudiese ver, no le conociese. Y la pastora, poniendo la voz en el cielo, comenzó a cantar esta letra: Jacinta Si Tirseo me ha olvidado, no puedo tener tormento, porque el remedio he hallado de gozar el pensamiento la gloria del bien pasado; mas, si es divino su ser y es humano el mío, en vano procuro por padecer lo que a mucho merecer no merece más que humano. Porque el cielo y la ventura por la suya se ayuntaron, y con fe firme y segura en darle ser y hermosura entrambas el resto echaron; si igualan al cumplimiento cielo y ventura en nivel, estará mi pensamiento, teniendo en Tirseo asiento, en el mundo y fuera de él.

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altillo: ‘cerrillo o promontorio elevado’.

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Y porque vive en el suelo, los de él,110 queriéndole, ofenden a mi fe, si esto recelo; por lo que tiene del cielo, los que hay en él111 le pretenden. Celos tienen suelo, y él de mí, con ansia crüel. ¡Ved en él cuál me he empleado, pues que invidian mi cuidado en el mundo y fuera de él!

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Tras de estos versos dijo: —Fortuna, ¿por qué me ascondes a mi Tirseo? Dámele, que si por arrepentimiento le tengo de merecer, aunque el agravio fue infinito, infinitas veces está arrepentida esta enamorada alma. Y guiando los ojos tras los que hacía su deseo, vio al que, a su parecer, deseaba. Y desvalida, se fue al sitio donde estaba Filardo la cuidadosa pastora, diciendo con voces altas: —Bien sé, Tirseo de mi alma y de mi vida, la causa urgente y legítima que tienes para negar los oídos a mi libertada y atrevida lengua. Y bien conozco el injusto premio que di a la gallardía y generosidad de tu corazón. Y también confieso que si el castigo fuera a medida de mi culpa, que no una, sino mil muertes merecía con desusada pena, pues a tanto amor correspondí con pecho ingrato y desagradecido. Pero Tirseo, advierte que como mujer flaca y mudable te ofendí, y que el estar arrepentida llega do llegó la ofensa. Con brioso corazón y fuerzas varoniles te pido perdón. Aplica los oídos a mi justo ruego, que justo es aquello que con firmezas de fe se pide. Descubre el rostro, mi Tirseo. Quita de él esa banda y respóndeme una palabra, pastor mío, y advierte que si por Filardo, a quien el cielo dio el pago justo, te aborrecí, que agora, conociendo las ventajas que tú, mi Tirseo, tienes, a aquel que con su muerte aún no estoy vengada, vengo avergonzada a pedirte que me perdones. ¿No merezco respuesta, mi Tirseo? ¡Ah, Filardo! ¡Allá donde está pene tu alma, que por engañarme tú y perseguirme, de lástima que te tuve, te di aquellos fingidos favores! A estos testimonios y últimas palabras soltó Filardo la oprimida voz, diciendo: —Ingrata y falsa Jacinta, no pienses que jamás volveré a quererte, ni imagines que te verás en el lugar que inconstancia perdió. Vete, falsa pastora, a enlazar 110 111

v. 22 los de él: ‘los del suelo’, esto es, ‘los mortales’. v. 25 en él: ‘en el cielo’, es decir, ‘los celestiales’.

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otros cuellos con esos alevosos brazos. Y vete luego, antes que, olvidado por tu mal término de el respeto que se debe a las mujeres112 e incitada el alma de sus agravios y tu grande alevosía, muestren las manos lo que... ¡Acaba! ¡Huye de mí como yo de ti! Con tanto ímpetu dijo esto el de Iberia que Jacinta tuvo por buena suerte ausentarse hasta que el tiempo haga lo que agora no hizo.113 Y quedose Filardo admirado de las mentiras que en su daño ordenó la pastora, aunque con su discreción la desculpó y facilitó su yerro, diciendo que amor le hizo pasar el límite de la razón como enemigo de ella. Y dando el alma al ordinario cuidado de su Marfisa, y acercándose al sitio determinado y contemplando los laberintos de sus amores y la pena que sabe que su gloria tiene; y aunque le es forzado ver en qué para, e imaginando que lo que Jacinta compuso y le levantó podría llegar a oídos de Marfisa; compelido de estos posibles, guiando al determinado puesto, fue diciendo este,114 que le invió un amigo a una ocasión que se asimila a esta: Filardo ¿Quién a Filardo hizo desdichado? ¿Quién, alegre pastor, te hizo triste? ¿Adónde están las glorias que tuviste, pues ellas te hicïeron celebrado?

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respeto... mujeres: Se alude aquí, aunque en términos negativos, a un tema frecuente de la literatura pastoril: la defensa de las mujeres. Presente en la novela pastoril hispana desde su paradigma fundacional (La Diana, p. 41), ya antes de Montemayor había dramatizado Encina esta cuestión en su Égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio, vv. 257 ss. Garcilaso de la Vega sintetizó el problema por boca de Camila en su Égloga II, vv. 823-825: «Aqueste es de los hombes el oficio: / tentar el mal, y, si es malo el suceso, / pedir con humildad perdón del vicio». Las palabras de la pastora del toledano se actualizarían años después mediante la Marcela de Cervantes. Y a este respecto explicó Lida de Malkiel, 1943, p. 90 que «entre la poesía de Garcilaso y el episodio del Quijote se intercala el florecimiento de la novela pastoril», añadiendo a su elucidación varias referencias ineludibles en el desarrollo de esta defensa de la mujer en el contexto de la pastoril: el Coloquio pastoril, tercera parte, de Antonio de Torquemada; las palabras de Selvagia en La Diana; el alegato de Florisia en el libro V de la Diana enamorada; las de la Casandra de Gil Polo; la resistencia frente al amor de la protagonista en el libro último de La Galatea, manifestada en el soneto que comienza «Tanto cuanto el amor convida y llama»; y a todo ello se podrían sumar las consideraciones de la Isabella lopesca en La Arcadia, pp. 217-218, cuando reconviene a Menalca asegurando que podría decirle «tantas en competencia que por ventura te pesase de haber referido los nombres de esas mujeres, a quien escritores satíricos injuriaron por algunos respetos con engañosas fábulas». 113 hasta... hizo: ‘para siempre, hasta la hora de la muerte’. 114 este: ‘este soneto’.

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¿Cómo está de fortuna contrastado aquel en cuyo pecho amor consiste? ¿Cómo agora la tosca jerga viste el que trajo pellico de brocado? No conocen quién eres, pastor grato, y el pellico que tal valor encierra, por cambiarlo en sayal, no han conocido. Mas su vuelta ha de dar el tiempo ingrato, y si alguna razón sigue la tierra, en tus glorias serás restituido.

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A pocos pasos que dio el pastor de Marfisa, estendiendo la vista al lugar situado, vio en él a la bella pastora, aquella que al ganado de sus amorosos pensamientos apacienta en su alma, que ya en el cielo le imagina. Y apresurando más los pies, queriendo con ellos pasar el pensamiento, poniendo el cuidado en cubrir el rostro a la más hermosa pastora que, a la sazón, estaba triste, melancólica y llorosa; y ella, poniendo en el suelo aquellos ojos bellos y modestos, y abriendo los castos y hermosos brazos, abrazó al que tiene por Tirseo, diciendo con un congojoso suspiro sacado del más vivo centro del corazón: —¡Ay, Tirseo! ¿Y cómo ya Marfisa puede ser en el mundo consuelo de los más desdichados? ¿Y cómo la fortuna ha mostrado la fuerza de su potencia y rigor en mi desventura y daño? Con el proprio sentimiento y lástima que mostró la pastora, le preguntó el fingido Tirseo: —¿Qué causa nueva hay, Marfisa hermosa, para que de nuevo te aflijas? Reprime, discreta zagala, ese hilo de preciosas perlas vertidas indignamente en el indigno suelo y dime lo que más te aflige. La llorosa Marfisa, correspondiendo a la obligación que tenía a Tirseo, le dijo: —Amigo, que por fuerza tengo de decirte lo que a tu daño y al mío toca, mas ¡ay, que no es posible ni tal se puede creer de un corazón gallardo!, mas ¡ay, que no hay cosa que en mi daño no crea! ¡Ay, Filardo, que si doy crédito ofendo a tu bellísima alma, ya libre y segura de las ocasiones y trances de este caduco mundo! Al fin, Tirseo, sabrás que Jacinta me hizo intercesora, sabiendo con el gusto que acudes a mis peticiones, para que vuelva a tu perdida gracia, diciéndome, para obligarme, que mi difunto Filardo la había persuadido y solicitado. Mas ¿cómo, Tirseo, del hidalgo trato y ánimo generoso de mi Filardo se puede creer semejante caso? Esto es, amigo, lo que de nuevo ha acabado mi vida, que ya que se acabó la de aquel que la tiene en el cielo eternamente, con imaginar que murió queriéndome y que yo tengo de morir adorándole, me entretenía y consolaba, y con tratar de él. ¿Qué dices, mi Tirseo? ¿Qué sientes de esto y de

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la confusión que en alguna manera le causa a Marfisa? Que si no recelo esto, no seré la perfecta enamorada, y si lo recelo padece, como dije, el honor de Filardo, y pierdo con su gloriosa alma el que la mía tiene. Tras oír con mucho silencio las sospechas y confusiones de su pastora, le dijo el de Iberia: —Yo, Marfisa, aunque tanto riesgo corre mi daño como el tuyo respecto de que si Filardo hobiera eso intentado ofendía y falsificaba mi amistad, por la experiencia que tengo de su lealtad y apacible trato y de conocerle como a mí me conozco, digo que en nada doy crédito a Jacinta: que la pastora que tan ligeramente vuelve la veleta de su corazón a cualquier ligero antojo, también la lengua, que es más fácil, volverá a cualquier falso propósito. Y este es cierto argumento de que se puede inferir que Jacinta levanta este testimonio a la inocente alma de Filardo. Y de la fuerza de la verdad espero que ha de descubrir lo que con firmezas certifico. Marfisa quedó algún tanto consolada de la respuesta de Tirseo, mostrando gusto de haberle oído, diciéndole que ella le había dicho a Jacinta que acudiese a aquel puesto, donde se habían de ver; y que en su presencia le rogaría que volviese a su perdida gracia;115 y que le parecía que no podía tardar, porque ya era la hora que le señaló. Holgose el pastor de Iberia de saber de la venida de la pastora, por haber trazado en su pensamiento la satisfacción y recompensa del testimonio. Y al punto que en los tres más reinaba la esperanza, cada cual por el cumplimiento de su deseo, vino Jacinta, llamada de él, al puesto donde estaba el fingido Tirseo y la gallarda Marfisa. Y al tiempo que todos se vieron, las almas se regocijaron. Llegada que fue Jacinta, inclinó las rodillas en el suelo y aplicó los ojos y voz a Marfisa, diciéndole: —Así aquella alma santa de tu esposo goce en el cielo la gloria como en la tierra la de tu hermosura, que sea la respuesta de tu boca de lo que por tu intercesión deseo a medida del mío; que no menos esperanza se puede tener de quien en su voluntad está acabar lo más difícil del suelo. Y la pastora de Filardo, con afable y amorosa voz, le respondió: —Amiga, aunque siempre he entendido del regalo y gusto con que Tirseo trata mis cosas, que no me negara ninguna, cuanto más esta donde interviene tanta razón, he diferido el hablarle hasta que estés presente, para que haciendo la mayor parte la menor de tu hermosura sea mi ruego y petición acepta.116 Aquí le tienes, pídele, que en lo que pidieres le ruego y suplico que venga. Esforzada en este favor, dijo Jacinta al fingido Tirseo:

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gracia: El término está impreso con abreviatura de difícil elucidación en la princeps. Editamos por la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 147r], que lo desarrolla. 116 acepta: ‘agradable’, ‘bien recibida’, ‘admitida gustosamente’.

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—Ya, pastor mío, que la causa de haberte injustamente ofendido ha tenido y tiene amedrentado y cobarde mi corazón; animándose agora en el ruego e intercesión de la bella Marfisa, te pide y pido que, trocando ese enojo y pasión en gustosa amistad, en señal de ella, me des la amiga mano, como un tiempo me la diste en todo. ¡Ea, mi Tirseo! ¡Y tú, Marfisa, mueve los divinos labrios en mi favor, pues suele estar en los pechos dignos de tu valor! «¡Ea, Tirseo! —dijo la pastora de Filardo—. ¡Hágase y cúmplase la petición de esta enamorada pastora, que no hay dificultad que no facilite y allane el tierno y dulce mirar de aquellos ojos!». El encubierto pastor de Iberia respondió: —Digo, Marfisa, obedeciendo tu preciso mandamiento, que otorgo todo aquello que tú me dieres lugar. Pero quiero primero quedar satisfecho y que lo quedes, y desengañados de una cierta sospecha: y es que yo, Jacinta, bien conozco que un pecho enamorado, por el cumplimiento y fin de su deseo, tiene licencia de todos los medios que lo fueren para su remedio, aunque sea con el riesgo de algunos daños, sin que de esto quede obligado a la carga de puntos de traiciones. Esto Marfisa y tú lo confesaréis —las dos dijeron que lo conocían—, pues con la averiguación y confesión dicha, y aplicándola al suceso de tus amores, te pido, Jacinta, que para gloria de los muertos y entera satisfacción de los vivos, digas lo que te preguntare, jurándote primero por los bellos ojos adorados de mi alma y por la fe y respeto que se debe a los pechos enamorados y al justo ruego de las mujeres, de venir en cuanto Marfisa me mandare. Y a ella doy por fiador si confiesas haberle a Filardo levantado testimonio en decir que de él nació incitarte a cosa que no fuese honesta y santa, y declarar cerca de esto lo que sientes. Y para esto acuérdate de lo antepuesto. Asegurada la pastora de que Marfisa había de hacer que su gusto se hiciese y de que se le daría con decir la verdad, sin reparar en el impedimiento de su vergüenza, dijo: —Yo confieso, Tirseo, que Filardo fue tu amigo, pues cuando yo más le perseguí, incitada y muerta de sus amores, él, con valeroso pecho, procuró reprimir los míos poniéndome delante tus méritos. E yo, ciega de los muchos que tuvo aquel que del cielo goza, perseveré, intentando, por el medio de muchos enredos, gozarle. Y tú, mi Marfisa, no te espantes, pues el cielo enriqueció de tantos dones a tu difunto esposo. Al fin, pastores, después que Dios le llevó a premiar los bienes que en la tierra hizo, por medio de aquel testimonio que levanté entendí recobrar la gracia que por su causa perdí. Tirseo mío, esta es la verdad que me has pedido y con la que tengo de obligaros a que me otorguéis lo que pide mi deseo. Dijo el encubierto ibero: —Aquí acabas de conocer, Marfisa, la fidelidad y fineza de tu Filardo. Respondió la pastora del de Iberia:

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—¡Ay, mi Tirseo, que no menos me aseguraba este su corazón! Y pues Jacinta ha andado tan gallarda en restituirle, cumple lo que nos prometiste, sacándome de la fianza. Y pareciéndole al ibero que hasta allí tenía hecha bastante prueba de su querida Marfisa, y apiadándose de su mucha pena, le dijo: —Pastora hermosa, dame albricias de el más alto y supremo bien que pudiste desear de tu ventura, porque es tan grande que hace olvidar el mal pasado de la desgraciada muerte de tu Filardo. Respondió su pastora: —Ya, Tirseo, no hay en el mundo bien para mí. Y si alguno hay, es pensar que no lo ha de haber. «No quiero cansarte más, discreta Marfisa —le responde el fingido Tirseo—. Restitúyate el cielo en tu primera gloria: entiende que tu Filardo es vivo». Replicó la del ibero: —¿Cómo, Tirseo, con esas burlas pagas las veras de mi amistad? Responde el encubierto pastor: —Digo, Marfisa, que es vivo, y que el muerto es Tirseo.117 Y tras de esto se quitó la banda que traía al rostro y su pastora se quedó en sus brazos desmayada del gusto que le dio la repentina gloria. Jacinta también se quedó suspensa. Y el de Iberia, besando a su pastora las manos, dice: —Marfisa mía, mi gloria, regalo de mi pensamiento, volved en vos, esposa y señora mía. Volvía poco a poco en su sentido la zagala, e ya que se vio en él, le dice: —Dulcísimo esposo mío, ¿son estas ilusiones y antojos que engañan a mi deseo o sueño o burlas de mi fantasía? «No son sino certísimas verdades, gloria mía» —le responde su pastor. Grandísimo rato le estuvo mirando al rostro su pastora. E inclinando dulce y amorosamente la cabeza y bañando los bellos ojos de lágrimas amorosas, claro indicio y testimonio del gozo inmenso que su alma sentía, le dice a su querido Filardo: Marfisa Si me dio muerte la muerte, ya me dio vida la vida, y si la tuve perdida, ya la hallé en el bien de verte. 117

es vivo... muerto Tirseo: Las falsas muertes, recurso típico de la novela griega o novela de aventuras, fueron introducidas en la novela pastoril por Montemayor, quien se vale del procedimiento en los libros II y III de La Diana.

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Ya de mi triste memoria toda la pena salió, y su lugar ocupó felices gustos de gloria. Y si en lágrimas Marfisa vivió y en pena y quebranto, ya tomó Filardo al llanto residencia el gusto y risa. Si enojo y desconfianza reinaron en mi deseo, en mi cielo ya me veo sin menester esperanza. Y aunque mi alma se vio en pena y quebranto eterno, ella sol[a]118 del infierno hasta la gloria subió. Ya los bienes que me sobran a todo el mundo entretienen, y por mí los que los tienen [n]ombre119 de dichosos cobran. Y pues gané en este trato la gloria que en ti gocé, bien es que a la tierra de cien mil glorias dé barato.120

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«Amada Marfisa —dice su pastor—, todos esos levantados conceptos que a tu ventura y contento aplicas, pues más ilustran el mío, te los vuelvo por respuesta, porque preciándome de buen pagador y pagándote en tu propria moneda no quedo a deberte nada». Jacinta, a todo lo visto y referido, de admirada quedó suspensa. Y con su prudencia y discreción llevó y toleró todo lo que el hado en su discurso dispuso y ordenó. Y con vergonzosa cara pidió perdón a Filardo, protestando que ya que a su Tirseo llevó Dios, que le ha de tener en lugar

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v. 19 sola: «solo» en el original, pero se corrige para hacer concordar el adjetivo con el pronombre «ella» que funciona como antecedente. 119 v. 24 nombre: «uombre» en el original. Se trata de una errata provocada por la fijación de un tipo n al revés. 120 vv. 27-28 dé barato: Explica Covarrubias que «dar barato» es «sacar los que juegan del montón común o del suyo para dar a los que sirven o asisten al juego».

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de hermano y a Marfisa en el de hermana; e con firmeza121 de tenerles perpetua obediencia y estar en todo al disponer de ellos. Y quedando confederados para verse en aquel puesto, con celebrado regocijo y apretados abrazos, se partieron Jacinta y Marfisa juntas, y Filardo de por sí, contentísimo en estremo.

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con firmeza: «cronfimeza» en el original, pero corrige la Fe de erratas.

LIBRO TERCERO DEL PASTOR DE IBERIA, EN QUE VERÁ EL LECTOR LA MUCHA FIRMEZA Y DISCRECIÓN DE MARFISA Delio y Brasildo, aquellos pastores que a Filardo dijo Tirseo que habían ido a las riberas del Tajo, a esta ocasión vinieron, alegres y contentísimos de verse en su amada patria. Regocijando y enriqueciendo el alma de alegres y antiguas esperanzas, llegando al val de los alisos, donde un tiempo vio a su hermosa e ingrata Alcida, y refrescando en la cristalina fuente la cara y mitigando el calor que la violencia y ejercicio del camino hizo, dijo Brasildo: Brasildo Dulce, amorosa, cristalina fuente, en cuya margen que hermosean flores, al blando mormurar de tu corriente, acordé yo dulcísimos clamores. Cerca de ti mi corazón ardiente sentí alentarse, con decirle amores a la que el premio de esperados bienes me dio con asperísimos desdenes. Con todo, la fortuna atormentarme con ausencia podrá, pena y quebranto, y otra vez de mi patria desterrarme a la aspereza y al rigor del llanto, y de nuevo también martirizarme, sin que el martirio disminuya un tanto, primero que Brasildo dé la palma que un tiempo Alcida le ofreció en el alma.

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Y aunque mi Alcida, más que el cielo hermosa, al blando acentuar de mis pasiones contino la hallé más rigurosa, mientras más me abrasé en las reflexiones, como fue la herida milagrosa, el tiempo no podrá y sus ocasiones curarla, si mi Alcida no la cura, que esto solo le toca a su hermosura. Al cuello hermoso de cristal bordaban las minas del Arabia en sus cabellos, do mis sospiros de dolor paraban sacando gloria de la mucha de ellos. Sus ojos las estrellas eclipsaban, y las iris también sus arcos bellos, cuando en este lugar le di a mi Alcida, a su despecho y su pesar, mi vida. Mas si trae la memoria a tal estado a un mísero amador puesto en olvido, que muera es bien, el tal desesperado, si no1 es en dulce posesión metido. Es un mal la esperanza disfrazado que sustenta en su pena al afligido, porque en el tiempo que con gozo espera, con la esperanza espera y desespera.

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Siguiendo con la velocidad el último acento de Brasildo, dijo Delio con amorosos suspiros: —¡Ay, Jacinta! ¡Ay, amor! ¡Ay, celos! ¡Ay, ausencia! ¡Ay, desengaño! ¡Y lo que costáis a esta afligida alma y cómo en ella se conocen vuestros golpes! ¡Ay, amor! ¡Cómo reliquias primeras tarde vienen a olvidarse! ¡Y cuán cierta y clara está la certificación en mi daño! ¡Ay, Delio triste! ¿Y si la causa de él la ha de ser de otros futuros? ¡Ay, lugar ameno y deleitoso! ¡Y cómo en un punto enriquecéis mi alma de gloria y en otro la atormentáis con lastimosas memorias de pena! Entre estas confusiones, enterneciendo el enamorado corazón, vio cómo Rosilo y Nise venían cantando, como aquel que tiene su gusto más en lo que

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v. 36 si no: «sino no» en el original, pero corrige la Fe de erratas.

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es ciudad que aldea y como a quien lo mueve más el furibundo Marte que su regalado hijo2, lo siguiente:3 Rosilo y Nise Ante los nobles y el vulgo4 de ese pueblo zamorano, hablando con Diego Ordóñez5 está el viejo Arias Gonzalo.6 2

regalado hijo: ‘Cupido’, dios del amor, era, según la fuente mitológica más extendida, hijo de Venus y de Marte. Así pues, mediante las metáforas mitológicas del belicoso Marte y su hijo se define el marco pragmático y genérico del romance: de un inusual tono épico y urbano, frente a lo lírico amoroso y campestre, más propio de la novela pastoril canónica. 3 lo siguiente: Se desarrolla aquí un episodio bien conocido del Romancero viejo sobre el cerco de Zamora: el momento en que el caballero Diego Ordóñez de Lara insulta a los zamoranos, en las murallas de la ciudad, acusándoles de traidores y cobardes por el regicidio de Sancho II. El viejo Arias Gonzalo, ante la imposibilidad de luchar él mismo para salvaguardar el honor de la ciudad, enviará a sus tres hijos. Todos mueren, aunque el último de ellos logrará vencer la afrenta antes de expirar. El suceso, que se describe en los cantares de gesta y particularmente en el Cantar de Sancho II, se solventa finalmente con la Jura de Santa Gadea, leyenda difundida por el romance homónimo, en que se cuenta cómo Alfonso VI el Bravo debe jurar en la iglesia del mismo nombre, hacia finales de 1072, que no participó en el asesinato de su hermano Sancho II. Es un capítulo de la historia y la literatura que contaba con notable vigencia en época de Bernardo de la Vega, como se atestigua, por ejemplo, en La muerte del Rey Don Sancho y reto de Zamora de Juan de la Cueva. Cfr. nota 75 del Libro segundo. 4 vv. 1-4 Ante los nobles... Arias Gonzalo: Laskaris 2006, 405 lo edita a partir de la fuente más antigua localizada, que es la Flor séptima de Francisco Enríquez (Madrid, 1595); menciona, asimismo, otras fuentes posteriores como el Romancero general de 1600. Igual que en los casos de los otros dos romances sobre el ciclo del cerco de Zamora, la fuente de Bernardo de la Vega es la más antigua. Cfr. notas 74 y 79 del Libro segundo. 5 v. 3 Diego Ordóñez: Tras el asesinato de Sancho II, Diego Ordóñez de Lara es quien pronuncia frente a las murallas de Zamora el conocido reto que recogen y difunden los romances: «quien a traidor sostiene es traidor como el que la faze». 6 v. 4 Arias Gonzalo: El conde zamorano Arias Gonzalo (c. 1020/1030-¿?) fue albacea del rey Fernando I de León. A la muerte del monarca, se ocupó de la crianza y educación de sus hijos, quienes crecieron junto al Cid, y con el paso del tiempo llegó a ser el preceptor de doña Urraca de Zamora y gobernador de la ciudad. Tras el asesinato del rey Sancho II a manos de Vellido Dolfos, el capitán Diego Ordóñez reta a toda la ciudad de Zamora, a la que acusa de traición. Ante tamaña ofensa, un ya anciano Arias Gonzalo se presta a batirse en duelo con el joven y fuerte capitán. Sin embargo, Urraca no le autorizará para que luche y es por ello que envía a sus tres hijos sucesivamente a enfrentarse contra Diego Ordóñez. Todos caen en el campo de batalla, aunque el último de ellos logra herir al caballo de Ordóñez antes de morir; el animal sale espantado y hace que Ordóñez abandone el campo de batalla, por lo que pierde el duelo y el honor de Zamora queda finalmente restituido.

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En las palabras que dice, con pecho feroz y airado, Arias demuestra su enojo y Ordóñez su pecho hidalgo. «¡Cobarde! —el viejo le dice— ¡Animoso con muchachos, pero con hombres de barba tímido cual liebre al galgo!». Dice: «si al campo saliera, no viviérades ufano, ni trajera, por mis hijos, aqueste capuz cerrado;7 que por vos el de Vivar8 le trajera cual le trayo,9 siendo la menor hazaña que se aplicara a mi brazo. Pues bien sé que sois, Ordóñez, más arrogante que bravo, y sabéis que en todo tiempo obro más de lo que hablo. Y con aquesto sabéis que por miedo el rey don Sancho estorbó que los tres condes10 no entraran comigo en campo; contando las valentías cuando dijo el zamorano “mete hierro” y “saca sangre”, y “espolea ese caballo”; cuando matando a los dos, por el que se fue volando,

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v. 16 capuz cerrado: En señal de duelo, pues tal y como explica Covarrubias: «Capuz, una capa cerrada y larga que hoy día traen algunos por luto». 8 v. 17 el de Vivar: Rodrigo Díaz, el Cid Campeador. 9 v. 18 trayo: ‘traigo’. 10 v. 27 los tres condes: Sus hijos Pedro, Diego y Rodrigo. De acuerdo con la Historia general de España, 1601, p. 579 de Juan de Mariana, «todos tres murieron a manos de D. Diego Ordóñez, que peleaba con esfuerzo muy grande. Solo el tercero, bien que herido de muerte, alzó la espada, con que por herir al contrario le hirió el caballo y le cortó las riendas. Espantado el caballo, se alborotó de manera que, sin poderle detener, salió y sacó a D. Diego de la palizada, lo que no se puede hacer conforme a las leyes del desafío, y el que sale se tiene por vencido».

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cual si yo fuera el vencido, volví mi barba mesando; y también cómo a los condes, porque fueron tan osados, del encuentro de mi lanza volaron de los caballos; a cuya causa las damas bajaron de los andamios, y a competencia en mi cuello enlazan cabello y brazos; porque dieran mil mancebos sus tiernos y verdes años, movidos solo de invidia, por los de este viejo cano. Y también haréis memoria de cuando con diez paganos tuve solo escaramuza, dando, de diez, nueve al campo. Y con aquesta noticia de cuando vencí a Brazaido,11 saliendo de industria a pie y el diestro moro a caballo, cuando le dejé la vida, porque dijo: “Arias Gonzalo, más vale ser tu vencido que ser vencedor de un campo”. Y otros hechos valerosos que el mundo dice e yo callo, porque en infinito tiempo no hay tiempo para contallo. Porque de pavor no mueras, aqueste estoque no arranco, que está de un millón de muertos boto12 y de sangre esmaltado. Estas honrosas hazañas

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11 v. 54 Brazaido: No hay noticia histórica del suceso. Pudiera ser contaminación por eco de la Brazaida que se enfrenta a Torrellas en la novela Grisel y Mirabella de Juan Flores o, como parece más probable, un error del componedor, pues la versión de la Flor séptima (1595) lee «Avençaídos» y la del Romancero general edita «Albençaidos» (Laskaris, 2006, p. 408). 12 v. 68 boto: ‘romo’, ‘sin punta’.

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por tu infamia y mi honor saco, las tuyas son que mataste un rapaz y otro muchacho». El cortés don Diego Ordóñez templose de cortesano, respondiendo a voces altas, con órgano humilde y bajo, y con el rostro risueño, un poco torciendo el labrio, y el cobdo sobre la espada, y el rostro sobre la mano, le dice: «Aquestas proezas y estos hechos soberanos el cielo y tu buena suerte se lo concedió a tu brazo. En tu causa soy testigo, y por serlo, en razón valgo, y tú en las mías no vales, por testigo apasionado. Y aunque puedo referirte valentías y hechos raros que casi imitan los tuyos, aunque a los tuyos agravio, solo diré, por honrarme, con lo que me has deshonrado: que le di muerte a dos hijos del que ha sido tan osado que se ha atrevido a venir al real13 de su contrario. ¡Repórtate, Gonzalo Arias! ¡Repórtate, Arias Gonzalo!». El viejo, que ya tenía el corazón desfogado, conoció haber emprendido un hecho el más temerario. De esto y del valor de Ordóñez viéndose tan obligado, 13

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v. 98 real: ‘Campamento de un ejército, y especialmente el lugar donde está la tienda del rey o general’.

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protestando su amistad, le pide la amiga mano. Diola don Diego de Lara con un semblante gallardo, y tras darla el uno al otro enreda y cruza los brazos. Celebran las amistades todos y el Cid castellano, y con esto dio la vuelta a Zamora Arias Gonzalo.

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Después de haber con gusto cantado, y de haberle oído con él los recién venidos, sin diferir más el contento de hablarse, determináronse Brasildo y Delio saliendo de entre unas ramas. Y tomando Delio la mano dijo: —Mil años goces tu vida, amigo Rosilo, con la de aquella que en gloria la enriquece. Nise y su pastor los recibieron con amigas y regaladas ofertas. Y después de haber los unos a los otros encarecido el gusto de verse, dijo Brasildo: —Por nuestra amistad y por ser el primero a quien habemos visto y hablado, te ruego que nos cuentes si hay algo de nuevo en este tiempo de nuestra ausencia. Todo a fin de saber de sus pastoras, porque a Rosilo y su consorte no les era ajena su pasión. Y con alguna, el de Nise, aunque quisiera escusarlo, dijo: —Acomodándome a lo que más gusto os diere, digo que vuestros competidores Linardo y Tirseo son muertos sin que se haya entendido quién sean los homicidas. De esta nueva quedaron los pastores confusos, en medio de mucha pena y esperanzas de gloria, por la que tenían de llegar a ser queridos y por las sospechas que de ellos podrían tener. Al fin, esforzándose más en sus glorias presentes que recelando sus futuras penas, preguntaron por las recién viudas. A lo que respondió Nise que se les conocía, por la tristeza de su rostro y por el poco adorno de sus personas, traer las almas descontentas, aunque no esto era parte para disminuir un punto su hermosura. A esto mostraron más gozo y, con apariencias de él, dijo Rosilo cómo toda aquella tierra estaba contentísima con un nuevo pastor que a ella había venido y que no podían dejar de tener de él noticia, respeto de ser en el Tajo conocido. Preguntó Delio: —¿Es Filardo, por ventura? «No sería poca la nuestra si fuese él» —dijo Brasildo. Y Rosilo: —El proprio es, y a quien todos los de esta ribera como el alma quieren y con gusto obedecen.

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Delio responde: —En ese mismo lugar era allá querido y respetado, antes que diera en ser ganadero. Y a esto dicen los más discretos que dio en ello de muy filósofo. Y de un íntimo amigo suyo le trayo una carta, que no para él será de poco contentamiento. «El mío es que le busquemos —dice Brasildo—. Mas ¡ay! ¿Qué divina voz es esta que suena? ¡Oí, pastores!». Y todos prestaron los oídos a estos versos, que por aquel sitio venía cantando la divina Marfisa: Marfisa Si con el mayor tormento lastimó el tiempo mi vida, ya me dio el cielo a medida el mayor contentamiento. Glosa Si el tiempo para mi ofensa su fuerza juntó en el suelo, con estremo juntó el cielo la de él para mi defensa. Si con rigor fraudolento el tiempo afligió mi vida, ya me dio el cielo a medida el mayor contentamiento. Si penas tristes y enojos mis ojos al alma dieron, ya en recompensa volvieron al alma gloria mis ojos. Si con mayor descontento el tiempo me dio la herida, ya me dio el cielo a medida el mayor contentamiento. Y si la desconfianza me afligió con sus desdenes, a puerto de dulces bienes ya me sacó la bonanza.

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Si en aquel golfo violento mi nave fue combatida, ya me dio el cielo a medida el mayor contentamiento.

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Acabados, sentose la bella pastora en el esmaltado suelo. Y con afectos engendrados de su contentamiento, entendiendo estar sola, dio infinitas gracias al cielo por haberla reducido14 al mayor bien que pudo desear. Interrompiéronle estas contemplaciones su hermana y los demás, que al ínterin llegaron, celebrando lo que cantó. Levantose la pastora de Filardo y, tras de estimar y agradecer los encarecimientos con donaire y admirable estilo estraordinario y peregrino, dio la bienvenida a Brasildo y Delio. Y ellos, cortés y alegremente, respondieron a Marfisa. Y después de haber tratado de otras estraordinarias cosas, dijo Delio: —Marfisa, por el mucho lugar que te da tu discreción para que juzgues de ella y porque los discretos han de buscar los que lo son para comunicarse y juzgar de sus causas, te ruego que me digas, pues por curioso pregunto, si acaso has oído a Filardo, lo que te parece de él, porque allá en el Tajo le celebraba. A esto respondió la pastora, más contenta de su pastor si más pudiera estarlo: —Obligada me hallaré toda mi vida al mucho favor que me has dado, aunque por dármele has hecho agravio a lo mucho que Filardo en discreción alcanza, porque es tanto que el encarecimiento remito a quien lo pueda considerar. Fuerza fue no proseguir en esto por oír, a su parecer, dos, aunque acordes, melancólicas voces; que con tristes acentos venían altas de punto hablando y con suspiros dolorosos, que eran Jacinta y Alcida. Y guiando a este puesto llegaron todos. Y de los recién venidos, el primero que habló fue Brasildo, que dijo, poniendo en el suelo las rodillas y bajando con modestia los ojos: —Hermosa y desagradecida Alcida, hallado he nueva manera de obligarte y en que puedas entender que lo que te quiero pasa el límite, pues de la muerte de tu malogrado pastor me pesa y ha cabido tanta parte que si a ti cupiera tanta pena, pudiera de ella esperar mi deseada gloria. «Páguete el cielo ese piadoso sentimiento —respondió Alcida— y seas bienvenido». De la respuesta quedó Brasildo gozoso y con nuevas esperanzas. Y en alguna manera asegurando las suyas e imitando en las demostraciones a Brasildo, dice Delio a Jacinta: —Hermosa pastora, el cielo te alegre y reduzga15 a tu primero contentamiento, que para mí no le habrá hasta entender que le tienes. Perdone Dios a tu pastor y a ti dé el regocijo y placer que a este afligido a tu causa le falta. 14 15

reducido: ‘encaminado’. reduzga: ‘reduzca’.

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«Prospere el cielo tu vida, Delio —dijo Jacinta— y páguete el que has procurado darme». No menos contento y asegurado quedó Delio que Brasildo. La gallarda Nise abrazó a las dos pastoras. Y tras de ella, la de Filardo. Y después de haber tratado todos de algunas cosas de gusto, se despidieron con apacibles y corteses palabras, yendo juntos Rosilo y Nise, Marfisa, Jacinta y Alcida. Y Brasildo y Delio de por sí, regocijados de haber hablado a sus pastoras, de lo que pudieron criar nuevas y gloriosas esperanzas. Filardo Ser invidiada mi vida mostrolo el premio a mi fe, pues que me quiere la que nació para ser querida. En mi daño amor ordena que el cielo con su poder en mi pena y padecer muestre el rigor de su pena. Alma ajena de contento, corazón desesperado, hecho a un manjar de cuidado y a un traje de descontento. De tantas penas y enojos adquiridos por mis daños con nombre de más estraños la culpa tienen mis ojos. Ojos, pues todo os condena, no podéis hallar desculpa, que de vuestra ciega culpa el alma tiene la pena. Pues olvidar no podré, aunque con esta herida baje hasta el suelo mi vida, crecerá al cielo mi fe. Cualquier mal o pasatiempo que el tiempo lo haya acabado,

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¡y que solo mi cuidado no muera a manos del tiempo! Mucho mi daño le importa, pues que no en su furia amansa, ni en su rigor no le cansa, dar a un cuerpo vida corta.

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Esto venía diciendo el pastor de Iberia, apasionado de ver que él y su pastora se quieren y adoran, y que el tiempo con sus contrastes impida la gloria de gozarle. Y cuando pone los ojos en estos impedimentos, se aflige y melancoliza. Y poniéndolos en el gusto de quererse, con él olvida lo que puede afligirle y lastimarle. Y dando a esto la memoria, y gozándose de lo que en ella halló, toma su instrumento, a cuyo suave son cantó: Filardo Yo vengo de mi cuidado cual Narciso enamorado. Los más válidos favores le dio a mis gustos Amor; y si el otro acabó en flor,16 no se me irá el tiempo en flores, pues de principios de amores he ya con gusto gozado cual Narciso enamorado. Dijo Amor: «porque imagines que procuro tus remedios, tras de principios doy medios, tras ellos gloriosos fines. Porque primero te afines, quiero estés de tu cuidado cual Narciso enamorado».

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v. 5 acabó en flor: Némesis castigó el engreimiento de Narciso haciendo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente, hasta el punto de que terminó precipitándose a las aguas. Donde se desplomó su cuerpo creció una flor a la que se le dio su nombre.

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De esta gloriosa ocasión tal gozo mi alma alcanza que amo tanto la esperanza cual su dulce posesión, que este con esta ocasión es gusto de mi cuidado cual Narciso enamorado.

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Al fin de haber cantado venían Delio y Brasildo por aquel sitio en busca de Filardo. Y como es proprio de los que buscan tender los ojos a todas partes, dieron en aquella donde estaba el pastor de Iberia. Y conociéndole por las señas que de él traían, y tomando Brasildo la mano, dice: —Prospere el cielo tu vida, cortés y venturoso ibero. «La tuya conserve largos años» —le respondió el de Marfisa. «Esos verdes tuyos lleguen a infinitos» —replicó Delio. «Siendo los tuyos testigos de ellos» —le dice Filardo. Y tras esto les rogó que se sentasen. Hiciéronlo tras muchos cumplimientos. Y con ellos, después de haber tratado y entretenídose en buena conversación, inventada y mantenida del ibero, les pidió que le dijesen lo que le querían, porque ha sabido que le buscan. A lo que dice Brasildo: —Después, gallardo pastor, de verte y ofrecernos a tu servicio y desear comunicarte por la gloriosa fama de tus méritos, así en las riberas de Jarama como en el Betis celebrada, te buscamos para darte esta carta del célebre Lauso,17 de aquel que de Silena cantó la amorosa historia, del que es honor y gloria de aquellas dichosas riberas. Y el ibero la tomó diciendo: —Es un grandísimo amigo mío y a quien por sus prendas yo quiero y respeto. Abriola y fuela entre sí leyendo, haciendo afectos y pausas regocijadas. Y acabada de leer les dijo: —En esta manda mi amigo que os comunique, regale y sirva por lo que él os quiere y por lo mucho que merecéis. Partes son que por cualquiera os daré mi vida, como la doy y ofrezco para todo aquello que a vuestro gusto tocare. Tras de agradecerlo y de nuevo ofrecerse, dijo Delio: —Quisiera, discreto Filardo, que de presente se ofreciera ocasión en que pudieras tener entera satisfación de lo mucho que te deseamos servir. Pero para

17 Lauso: En La Galatea de Cervantes aparece un personaje con este nombre, supuesto álter ego del escritor alcalaíno (Montero 2014, pp. 202 y 647-648), que es amante de Silena, antiguo amigo de Damón y aparece caracterizado como un cortesano y guerrero que había visitado Asia y Europa. Cfr. nota 98 del Libro cuarto.

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que por este indicio saques lo infinito que lo apetecemos, sabrás que Brasildo e yo hicimos ausencia de esta ribera a causa de vernos con estremo enamorados de Jacinta y Alcida, las cuales con él18 dieron en aborrecernos, injusto premio al mucho que se debía a nuestra fe; y esto por haber dado las suyas19 a Tirseo y a Linardo. Eligimos por medio el ausentarnos, por entender que lo fuera para mitigar el ardentísimo fuego amoroso atizado de rabiosos celos; y no la ausencia ha sido parte20 para mitigar las llamas, que con el olvido crecían. Antes el ausencia más la ha encendido, haciendo el efecto que en la fragua el agua, que no faltaba en los ojos. Al fin, Filardo, nuestros amores están en este estado. Y estarán en el que tú quisieres, que será el que nosotros queremos. Y en fe de ese valor y gallardía que nos profesas y en la obligación que tienen las almas generosas de favorecer a aquellos que su auxilio piden, pues el cielo te concedió que estén a tu voluntad las más libres de la tierra, que, tomando en nuestro negocio la mano, hagas que nos la den de paz nuestras pastoras, poniéndonos en la dulce posesión de nuestros válidos competidores, pues fueron milagros de amor sus muertes, para que de ellas se nos sigan gustosas vidas. ¡Ea, valeroso Filardo, pues puedes dárnoslas con interceder, dalas! ¡Así la tuya con esa felicidad y próspero suceso infinitos años goces! Brasildo, tras de tantos encarecimientos, se lo suplica. Y el obligado pastor respondió: —Yo quisiera, amigo, tener en mi mano la llave de sus voluntades, por certidumbre como por indicios, para daros por ellas el gustoso sí que esperáis; pero estad satisfechos de que Filardo hará lo imposible de su parte para que vuestras almas tengan la mayor del contento que desean. Y ruego al cielo que este bien me conceda, que para mí será tan grande que a otro del mundo no daré este nombre, y el de más dichoso me podrán dar, si salgo con él. «No trocaré mis esperanzas por menos gusto que el de gozarlas —dijo Delio—, si tú lo emprendes con las veras que yo confío». «Con ellas —dijo Brasildo— espero verme en la dulce posesión que la firmeza de mi fe merece». El ibero dijo: —La esperanza de las vuestras con la hermosa Marfisa vienen por aquel llano. Y alargando los dos los ojos vieron a las que los eran de su alma: a la pastora de Filardo, a Jacinta y a Alcida; que, presas de las bellas y blancas manos, venían hermoseando el vario y esmaltado campo. Como el de Iberia entendiese que venían con cuidado al puesto determinado, mostrando el alma en su rostro, de industria les dijo:

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con él: ‘con estremo’. las suyas: ‘sus fes’, es decir, ‘sus palabras y sus fidelidades’. 20 ha sido parte: ‘ha sido suficiente’. 19

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—Pastores, pongámonos entre estas verdes ramas, donde podremos gozar de estas hermosas pastoras y escuchar su agradable conversación sin que nos puedan ver. Siguieron el parecer, puestos en el escondido lugar cerca de él. Y a las que tenían el mejor de sus almas vieron llegar. Y la conversación que trataron era de amor, al parecer inventada de la pastora del ibero. Y las recién viudas mostraban no desagradarse de la plática,21 porque con desenvoltura compuesta respondían y satisfacían a la que de industria hizo salir el tr[i]unfo de aquel manjar. Y los pastores, gustando del que era de sus almas, con nuevas dulzuras y gustos las entrenían. Sentáronse las tres, y dijo Marfisa: —Apacible conversación es la que tenemos las mujeres, pero conferida con aquella donde intervienen pastores es un simple entretenimiento. «Ya no entiendo que será el mío de los de ese género» —dijo Alcida. Y Jacinta: —Ya no más por no ver más. Replicó la de Filardo: —Ea, amigas, que al que dio la primera herida no se le quebró el cuadrillo, que tan valeroso brazo tiene agora para vibrar el amoroso arco. Todos estos puntos tomolos también el ibero, que les dijo a los pastores que saliesen y acaso se hiciesen de encuentro, que él les aseguraba que no echaran azar,22 y que de esto les confía su deseo. Y haciendo parejas23 los suyos con él, lo aceptaron. Salió delante Filardo, y tras él Brasildo, y en su seguimiento Delio. Y acercándose donde estaban sus pastoras, dijo el de Marfisa: —Prospere el cielo vuestras vidas, hermosas pastoras. Respondió la de Filardo: —Las vuestras gocen el bien de la inmortalidad, discretos y venturosos pastores. «Y por los más de la tierra nos conocemos los que en el servicio del ibero nos empleamos» —dijo Brasildo. Y Delio:

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plática: «prática» en el original. Corregimos de acuerdo con la lección del Ms. 481 de la Biblioteca de Castilla-La Mancha [f. 169r], que hace mejor sentido. 22 echar azar: ‘salir mal una cosa’. Es léxico naipesco, pues en los juegos de envite significa ‘tener mala suerte’. Conecta semánticamente con las anfibologías de «encuentro» y «parejas», que también pueden adoptar significados del juego de cartas. Cfr. Étienvre 1990. 23 hacer parejas: Tiene el sentido de ‘ir iguales’, pero además participa de la esfera semántica de los entretenimientos de azar, pues en el juego de dados se alude con esta expresión a los dos números o puntos iguales que salen de una tirada, en tanto que en los naipes se alude con esta fórmula a dos cartas semejantes en número o en figura (v. g. dos reyes, dos cincos, etc.), sentido con el que parece utilizarse aquí.

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—También lo son los que empleándose bien son mártires de su pensamiento, esforzando en más rigor más firmeza. «Por la que tengo en desear serviros yo os pido que os sentéis, zagales» —dijo Marfisa. Y Filardo: —Sea así, con que quede a mi eleción los asientos. «Quien tan bueno le tiene24 en todo, bien puede elegirle» —dice Jacinta. Y Alcida, por no parecer en todo viuda: —Ya que en la compostura no podrá errar el que también acierta. El de Marfisa dijo: —Brasildo, junto a la hermosa Alcida toma lugar. «Tomarelo, pues ella ha tomado el de mi corazón» —respondió. —Y Delio el que está junto a Jacinta. —Acertado récipe25 para la enfermedad de mi alma, pues con el cercano hielo mitigará su ardentísimo calor. «Mi pecho, libre de él, elige este, donde con la templanza de Marfisa cantará divinas y acordes voces» —dice el ibero. Y su pastora: —Oya las mías el cielo. Y después de haber Filardo, con su peregrino ingenio, desmelancolizado a las dos pastoras y de haberlas reducido a contento con donaire, chistes y graciosos cuentos; y después de haber inventado juegos tan discretos y de tal invención que por medio de ella Delio y Brasildo tomaron de las manos a sus pastoras; y siendo la traza de manera que ellas estuvieron satisfechas y ellos lo quedaron y contentísimos; deponiendo las burlas, con rostro grave y compuesto, dijo: —Satisfecho estoy, discreta y hermosa Jacinta y hermosa y discreta Alcida, que de mi pecho entenderéis, y del gusto que me da todo aquello que al vuestro convenga, que no tengo de procuraros cosa que no se mida y ajuste con vuestro merecimiento. Y así, hurtando el cuerpo a prolijos encarecimientos y diciéndoos solo con ellos que las dos me habéis dado palabra de estar a mi obediencia, os pido y suplico que haciendo de todo lo antepuesto memoria y de la mucha fe y constancia de Brasildo y Delio, que premiando sus infinitos y los de mi deseo, nos satisfagáis en darles de esposas las hermosas manos. Quedaron las dos pastoras en alguna manera confusas, mirando la una a la otra al rostro. Y la divina Marfisa, como estaba al punto de Filardo, les dijo: —¡Ea, Jacinta hermosa! ¡Ea, bella Alcida! ¡Dalde a Filardo de lo que os pide un sí! Que en fe de él prometemos darlo a todo aquello que vuestro servicio

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bueno le tiene: ‘buen asiento’, esto es ‘cordura’, ‘prudencia’, ‘madurez’. El «hombre de asiento» es aquel que ostenta las virtudes referidas. 25 récipe: ‘receta médica’.

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sea. Y que estarán a él toda la vida, por lo infinito que merecéis y por lo que os quieren vuestros pastores, os certifico. Jacinta, viéndose por todas partes obligada, dijo: —Yo fui la primera que incité a Alcida a que no quisiésemos a Brasildo y Delio. Y lo soy en que paguemos lo mucho que a muchos respetos debemos. Y así, Delio, pidiéndote perdón de los desgustos y desdenes que te di, pues en quererme fuiste de mano, yo te la doy. Y prometo que a los mayores rigores de fortuna tendré la firmeza y constancia en quererte que has tenido en quererme. El alegre y venturoso Delio, incitado de su contento a hacer amorosas locuras, con ellas se arrojó al suelo a besar la estampa del pie hermoso de su pastora, mostrando por entonces la gloria que sus labrios no pudieron explicar. Alcida, siguiendo en todo el orden de su amiga, se allanó a dar la mano a Brasildo. Y después de haber imitado Brasildo a su amigo en las demostraciones, con voz enamorada dijo: Brasildo En esta gloria y bien que estoy gozando no se ha visto mortal en este suelo, con victorias de amor estoy triunfando, ajeno de tener ningún recelo. A la fortuna tengo de mi bando, ya siguen mi provecho tierra y cielo, y si mi desventura ha sido ingrata, ya de mis gustos y mis glorias trata. No menos esperé de mi quebranto, ni de mi valedor no menos bienes, ni del dolor de mi tristeza y llanto menos del bien que ya mi alma tienes. El niño dios, con amoroso canto, la guirnalda del premio da a mis sienes, porque ni olvido ni la ausencia ha hecho helar el fuego de mi ardiente pecho. Y lo mucho que pierde mi bajeza, por faltarle las alas para el vuelo, recobra el alma con mostrar la alteza que al lado del amor tiene en el cielo. En el cielo que forma la belleza de Alcida, que tal nombre le da el suelo,

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porque él en ella goza con victoria alguna parte de su bien y gloria. Al fin, el sí y palabras de esposos se celebraron con infinitos regocijos, cánticos, chanzonetas y otros gustos, con los que llevaron a los pastores a sus cabañas, yéndose el ibero a la suya, a quien se aplicaron las gracias del buen suceso. Tebandro, padre del muerto Lorino, afligido, triste y melancólico, paseándose por la orilla del Betis con pasos cansados y bañando de lastimosas lágrimas el venerable rostro, con voz alta pero afligida, dice, haciendo un soliloquio: Tebandro Prolija y cansada vida, años secos y agostados,26 ¿cómo sois más desdichados cuando estáis más de partida? Porque me traen las mudanzas, cuando esperé mil victorias, a llorar vivas memorias entre muertas esperanzas. Y porque cielo el rigor añade, al fin de mis daños, a muchos daños, más daños, y a más dolor, más dolor. Alma, fortuna os condena a que, ya que en pena estáis, por más pena recibáis una pena y otra pena. Y vos, cuerpo, consolaros podéis, pues sé de mi suerte que a unos faltará en la muerte tierra para cobijaros. Si hay alguno este consuelo, a la pena puede sernos de que no han de ser eternos los trabajos de este duelo. Acaba, fortuna, ya,

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v. 2 agostados: ‘consumidos’.

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pues de tu furor ecedes, pero lo que tú no puedes la muerte lo acabará. Amarga vida, este medio elige el dolor estraño: y es que, pues muerte hizo el daño, sea la muerte el remedio. Ven, muerte terrible y fiera, a poner tregua al vivir, pero no querrás venir, porque con la vida muera.

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Al fin, el falto de contentamiento Tebandro, después de llorar lastimosamente la muerte de su mal logrado Lorino y de resumirse en que ya por su mano no puede vengarse de Filardo, de quien tiene bastantes indicios que le ha muerto, respeto de que por su mucha edad no puede administrar armas ni sustentar ni eligir robustas luchas, se determina a ponerlo en manos de la justicia, y por esta vía seguir rigurosamente al pastor de Marfisa. Y así, firme y constante en este propósito, desocupó este lugar, dándolo a Filardo, que venía celebrando el nuevo suceso y bien de Brasildo y Delio. Y cuando con el mesmo regocijo se acercó al sitio donde suele verse con su pastora y llegando a él, de nuevo se alegra y regocija por la breve esperanza de verse con aquella que enriquece su alma de gloriosos despojos. Y en este tiempo, cuando celebra más su buena fortuna y cuando por ella mide los mayores contentamientos de la tierra, como no son los bienes de ella eternos, vio que su Marfisa venía triste y llorosa, ocasión de que el pastor se viese en su contrario estremo. Y mientras ella más a él apresura los pies, más destilan sus bellos ojos amorosas lágrimas. Y compelido el ibero a derramarlas, llegando a él su pastora, dice: —Ya, Filardo mío, sé que aunque la pena que traigo es la mayor que mi desdicha pudo darme, pues por serla ordena que mis ojos carezcan de verte, que medido con discreta consideración, si mi dolor pudiera admitir consuelo, lo pudiera ser entender que jamás lo mucho costó poco y que para llegar a la gloria de poseerte con seguridad ha de preceder otro tanto de pena. Y aunque esta es la mayor que yo puedo decirte, no llega a la medida del bien que por ella espero. Todo esto conozco y considero, pero como las femeniles fuerzas, aunque esforzadas en las que he puesto en quererte, no pueden resistir tanto tormento... «El mío mitiga, Marfisa, —dijo su pastor— con darme parte del caso». «Ya que la mayor me ha cabido del dolor, por no darte todo el que siento he gastado tantas razones —dijo Marfisa—, y sabe que con grandísimo cuidado te busca la justicia, porque dicen que mataste a Lorino. Y por las muertes de Linardo y

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Tirseo quieren hacer lo proprio de Brasildo y Delio y de mi cuñado Rosilo, los cuales se han ausentado hasta que la verdad se declare y verifique. Y Silvano, con su Silvia, ha ido a holgarse con sus deudos diez leguas de aquí, de manera que estamos solos y desamparados de amigos y a pique de que nos suceda esta desgracia de verte preso». «Ya yo lo estoy, y en la prisión de donde no me veré libre en mi vida —responde el de Iberia—. Y tú, mi Marfisa, no acabes con llanto esa tuya; así la mía como deseas goces, que a todo ese daño que se nos ordena el cielo dará el debido remedio». «Ninguno tiene mi pena, pastor mío, pues por allí viene turba de gente —responde la pastora de Filardo—, y sin duda es la que te busca. ¡Ay, me, que ella es! ¡Acá apresura los pies! ¡Huye, pastor mío! ¡Huye porque no huya mi ventura!». «No, mi Marfisa —dijo Filardo—, que el alma compuesta adonde tú estás no ha de salir de su concertado paso aunque apresuren los suyos estos que a mí los guían». «¡Ay de mí! Que entre estas ramas me escondo —responde la pastora—, de donde veré el fin del suceso. Y sea aquel que a mi ventura le conviene». Escondida, llegaron Tebandro, padre de Lorino, y Arsedio, alguacil de la aldea, y Rufino y otros pastores. Y el padre del muerto dijo: —Este es Filardo. Préndase, Arsedio. «¿Estáis cierto que es este el homicida? Porque no se haga agravio a este gallardo pastor» —respondió el alguacil. Y el de Iberia: —Yo soy Filardo, pero no el que dio muerte a tu hijo, Tebandro. Y en esto el piadoso cielo descubrirá la verdad. «Hasta agora bastantes indicios hay, y el menor es capaz de prenderos» —replicó Tebandro. Y el ibero: —Vamos, que estos males son caminos en cuyo fin están mil deseados bienes. «Perdonad, discreto pastor —dijo Arsedio—, que de la villa vendrán los recados que basten para poneros en vuestra dulce libertad». Fuéronse, y sin llevarle asido, que aún su enemigo así lo pidió. Marfisa salió de los encubiertos ramos y los estremos que hizo dejó a quien con ellos lo considere. Solo digo que después de afligirse y lastimarse la bella pastora, animándose en su mucha discreción, con ella se determina a dar la mejor traza para que por medio de ella su pastor sea libre. Partiose con esta determinación, pidiendo al cielo que abra camino decente para su remedio. El contrastado pastor de Iberia, estando injustamente preso y más afligido de la pena que su pastora siente que de la propria suya, paseándose por la enemiga prisión, puestos los encendidos ojos en el cielo y el enamorado pensamiento en su pastora, después de haber hecho memoria de todo lo sucedido por estenso, con voz grave y lastimosa dijo:

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Filardo No hallando ya mi desconsuelo suelo, «muerte» el ausencia que temía mía llamé, pues de ella mi María haría tener del tiempo y su recelo celo. Verla, al partir, me negó cielo cielo, y a quien mi alma le debía vía decir: «si ausencia desconfía, fía, y en mis ojos lo que revelo velo». Como de mí partí llorando, ando sintiendo penas tan urgentes, gentes, que mi firmeza a quien le encante cante. Al áspid de su ausencia hablando, hablando; tú, cielo que mi mal consientes, sientes que soy más firme que el diamante amante.

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Esta exclamación hizo. Y acabada, púsose a considerar el poco remedio que tienen sus males, si no los remedia milagrosamente el cielo, porque en la ribera del Betis no tiene el favor que en la del Tajo, y quien aquí pudiera dárselo estaba ausente. Y al fin de estas consideraciones, remitió el suceso de ellas a su razón y ventura, fiándose de lo mucho que le quiere su pastora. Y por esto, asegurándose de que ella será posible dé orden para verle, rompiendo por todo, y al fin cuando el afligido pastor tenía más revuelto de estos laberintos el pensamiento, aquella que el suyo afligía por la prisión de su Filardo, disfrazada con otro vestido y puesto en el agradable rostro un rebocillo,27 vino a verle y hallole en la reja de la cárcel.28 Y díjole, disimulando y fingiendo ser otra: —¿Por qué estáis preso, pastor? Respondió el ibero: —Por merecer pastora. «Luego de esa suerte, ¿vos matastes a Lorino?» —replicó Marfisa. «La poca suya le mató» —dice el ibero. «Pues como decís que por merecer estáis preso —dijo su pastora—, bien pudiera yo testificar contra vos».

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rebocillo: ‘rebociño’, ‘mantilla o toca corta que utilizan las mujeres para rebozarse’. cárcel: En La Galatea IV Artidoro da con sus huesos en prisión acusado erróneamente, al ser confundido con Galercio, y señala al propósito Montero, 2014, p. 221 que «la mención de la prisión rompe con las convenciones del mundo pastoril». La innovación cervantina, que no pasa de mera mención, se convierte en El pastor de Iberia en un elemento sustantivo de la trama argumental. 28

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—No harán tal ojos que parecen a los de mi alma, que por medio de esta pena algún día sin contraste entraré en posesión de gloria. «¿Y de qué es hecha esa gloria?» —dijo la pastora de Filardo. Y él respondió: —De la singular hermosura de mi bella zagala. —Por ver si eres apasionado o juzgas con razón, ¿quién es esa pastora? Que a todas las de esta tierra conozco y prometo el secreto. El discreto pastor, conociendo a su Marfisa y guardándole en todo el decoro a su gusto, le dio por respuesta: Filardo Su belleza y el ser suyo y el bien presente me obliga a que no tan solo diga «esclavo soy», pero «cúyo».29 Y aunque callar me mandó, te digo que es la más bella, mas decirte el nombre de ella eso no lo diré yo. Y pues digo que llegó en belleza al pensamiento, ya no cumplo el mandamiento que cuyo soy me mandó. En el alma guardo el cuyo, y ella en gloria está por él, y cuyo soy manda en él que no diga que soy suyo.

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Agradose la pastora del honroso recato de su pastor y, bajando el rebocillo, dijo: —Filardo mío, ¿en qué han de parar tantas desgracias? ¿Y cuándo se ha de cantar nuestra contraria fortuna? ¿Cuándo ha de dar vuelta nuestra enemiga suerte? «Mi Marfisa, no te aflijas, que toda violencia no ha de ser perpetua. Ánimo, querida mía, que en él se conocen los generosos corazones» —dijo Filardo. Y su pastora: 29

v. 4 cúyo: ‘de quién’. En el poema se juega con el valor anfibológico de «cuyo» en tanto que pronombre interrogativo y también con el sentido de ‘galán o amante de alguna muger’ (Autoridades).

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—El mío tiene el que muestra porque estás tú en él. ¿Has hallado con tu mucha discreción algún medio para salir de esta prisión? Porque yo no le hallo. Y estamos tan solos que no tenemos quien en cosa nos dé la mano. «Nadie, en casos de justicia, la30 tiene como el favor —dijo aquel que lo era de todo el mundo—.31 Y la necesidad de él me ha hecho hacer memoria de que en la populosa ciudad de Sevilla residen dos príncipes, a los cuales serví con particular afición en corte. Y por ver en ellos rarísimos e infinitos estremos, que el tiempo largo fuera corto y limitado para contarlos, me apasioné e incliné más a su servicio. Y estando en él escrebí, aunque con poco o ningún ingenio, unos versos dignos de que por ellos perdiera la mucha merced que me hacían, pues con estos limité lo infinito. Pero como es proprio de almas generosas poner los ojos en la voluntad y quitarlos de las obras, el premio fue de suerte que la mejor de la tierra quedó invidiosa de la mía. Desde allí, en fe de quien son, profesaron acudir con propriedad a todo lo que fuere mi provecho. Y no puedo temer mi daño, aunque ha pasado tiempo. Y pues este es el mejor para valerme de quien solo en esta ocasión puede, mi Marfisa, conviene que vayas a la ciudad que digo y que allí preguntes por don Francisco Tello,32 caballero de la orden de Sanctiago 30

la: ‘la mano’. lo era de todo el mundo: ‘tenía el favor de todo el mundo’. 32 Francisco Tello: Francisco Tello de Guzmán II, nacido en Sevilla en fecha indeterminada, este noble andaluz, caballero de la Orden de Santiago, desempeñó el cargo de tesorero de la Casa de Contratación en la ciudad hispalense hasta 1595, cuando parte a Filipinas para ocupar el cargo de gobernador, en sustitución de Luis Pérez Dasmariñas. Donoso Anes, 1996, p. 82 explica que «D. Juan Gutiérrez Tello muere en 1579 y, definitivamente, el 13 de julio se nombra a D. Francisco Tello como tesorero de la Casa de la Contratación. En 1580, como consecuencia de la vista a la Casa del licenciado Gamboa, el tesorero fue suspendido en su oficio por dos años, proveyéndose esta plaza, por ese período, en D. Luis Ponce de León, caballero veinticuatro de la ciudad de Sevilla. No obstante, D. Francisco Tello apela al rey para que suspenda su condena. El 30 de septiembre de 1581 Tello es rehabilitado en su puesto de tesorero, revocando el rey la sentencia del Consejo de Indias y ordenando a Luis Ponce de León que “deje de usar el oficio y entregue a D. Francisco Tello todos los papeles y recaudos que durante el dicho tiempo hubieren entrado en su poder”. En 1591 D. Francisco Tello nombra a su primo D. Francisco Tello de Guzmán teniente de tesorero, y en 1595, al haber sido elevado D. Francisco Tello a gobernador y capitán general de las Islas Filipinas, solicita al Consejo de Indias que en su ausencia ejerza de tesorero, en su nombre, D. Francisco Tello de Guzmán, petición a la que el Consejo de Indias accedió, dándole, asimismo, potestad para nombrar a un teniente u oficial mayor de la tesorería. En 1604 fallece don Francisco Tello y con él termina el gobierno de la tesorería por parte de esta saga que comenzó en 1529». Por su parte, Fernández Chaves y Pérez García, 2014, p. 299 explican que «en alguna ocasión fue relevado de su puesto por irregularidades en el ejercicio de su cargo. Esta mala praxis le fue costando cada vez más cara, hasta el punto de que en 1591 su primo lejano, Francisco Tello fue nombrado tesorero interino de la Casa de Contratación, actuando en su nombre. Aunque el cargo continuaba en manos del linaje, Francisco Tello de Guzmán II tenía que dejarlo porque marchaba a Madrid a defender su actuación al frente del cargo». Así pues, por la coincidencia 31

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y alférez mayor que fue, y tesorero de la Real Contratación. Y hablándole con la oferta y cortesía a su valor debida, dale este papel, que en él van los versos que a su servicio escrebí, y al pie de ellos lo que envío a suplicar». Los cuales, a pedimento de Marfisa, leyó el ibero, y decían así: Filardo Canta, mi musa, en levantado vuelo, aquel valor, esfuerzo y gallardía de la grandeza que enriquece el suelo con recames33 de ilustre cortesía. Mi pluma aliente aquel señor de Delo34 y dios dorado que las musas cría, y con su ayuda algún aliento denos para decir con tal favor lo menos. La razón a mi pluma le conceda lo que al subjeto de razón se debe, porque ayudada de su esfuerzo pueda decir dos puntos en espacio breve. Constante tenga la inconstante rueda,35 la que en el mundo suele ser aleve, que al tiempo limitado en su gobierno con mi discurso pienso hacer eterno. Ya que a una edad es invisible el tiempo, pues no un minuto nuestro siglo alcanza, lo que refiero, si ha pasado en tiempo, será eterno en la bienaventuranza. No es caso de fruslera o pasatiempo, que esto un átomo tiene de esperanza; de una vida diré, a quien consagro la mía por gozar de su milagro. En esas partes donde el Betis reina

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de fechas entre la publicación de la novela y los hechos de que se acusó a Tello de Guzmán II, la apología de Bernardo de la Vega bien pudo estar al servicio de una campaña de lavado de imagen del poderoso noble sevillano. 33 v. 4 recames: ‘bordados con sobrepujado’. 34 v. 5 Delo: ‘Apolo’. En la isla de Delos, de acuerdo con la mitología, Leto dio a luz a los gemelos Artemisa y Apolo, a quien se alude en el verso. 35 v. 13 inconstante rueda: ‘Rueda de la Fortuna’.

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y paga su tributo al mar insano, un príncipe español se pule y peina, sucesor de la sangre y cetro hispano. Él fuera un rey y su consorte reina, si diera la razón el cetro humano, mas si acá se previerte36 este camino, en lo eterno tendrá cetro divino. De todo lo mejor que hay en Castilla y mejor de León hizo un compuesto el cielo, para darle asiento y silla en lugar do jamás otro se ha puesto. Sangre dio el cielo, el suelo a maravilla con todo su poder ha echado el resto. Y ellos (fortuna, tiempo, industria y arte) sus partes dieron, sin quedarles parte. Bien la sangre real que en él preside se muestra al mundo y su valor declara, pues con ella sus hechos raros mide, indicios claros de su estirpe clara. Con el que es comedido se comide, y al que es humilde muestra humilde cara, y con el grave tal aspecto muestra que a tener gravedad y ser le adiestra. Su brazo en el armígero37 tumulto posee y goza su divina parte, y en sacrificios del divino culto los bienes dados por su Dios reparte. Con estas muestras muestra que lo oculto respeta a Dios no solamente en parte. que todo se le da, pues me acomodo, por saberlo, a decir que lo da todo. Vestida de las partes que de él callo (por no saberlas explicar mi lengua y porque en la del Títiro38 no hallo capaz estilo sin quedar en mengua),

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v. 31 previerte: ‘pervierte’, ‘altera el sentido normal’. v. 49 armígero: ‘belicoso’. 38 v. 59 Títiro: Uno de los personajes de las Bucólicas de Virgilio, que sirve como contraste para ensalzar la dimensión épica del dedicatario del poema. 37

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en esta vida quiso acompañallo aquella cuyo ser de lengua en lengua la fama y su valor canta y publica desde la Hibernia39 a la Arabïa rica. Como el que sale del alegre puerto con viento en popa próspero y templado, y en la bonanza tiene por incierto las tormentas que oyó del mar airado, y en entrando en el golfo sabe cierto lo que ignoró, con ver el mar hinchado, el mástil roto y el timón y escota, rotas las velas y la entena rota; me hallo yo saliendo con mi gusto del puerto alegre de mi buen deseo, donde pensando andar con él al justo, mis esperanzas bien inciertas veo; pues ya engolfado en su valor augusto,40 la explicación de sus estremos creo ser tan difícil cuanto humilde y clara mi pluma, que en mi daño se declara. Sin decir punto con aqueste cierro, pues de tanto valor menos alcanza el que quiere añadir a un error yerro y a corta pluma dar larga esperanza; porque el más firme y levantado cerro con el dulce favonio41 hará mudanza, primero que mis versos, de él ajenos, puedan decir de su valor lo menos. Oí contar de un mal pintor un día que pintando un león feroz, airado hizo el error que en lo demás hacía. Y que, viéndose el pobre atribulado, un letrero le puso que decía: «Este es león que veis aquí pintado».42 39

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v. 64 Hibernia: Nombre latino de Irlanda. v. 77 augusto: ‘excelente’, ‘extraordinario’. 41 v. 86 favonio: Cfr. nota 93 del Libro segundo. 42 vv. 89-96 Oí contar... pintar mejor no puede: La historia del mal pintor se transmite durante el Siglo de Oro, mayoritariamente, como un cuentecillo popular que tiene por protagonista a un pintor incapaz. Es conocida, sobre todo, la reelaboración cervantina, quien en su Quijote 40

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Pues lo que a este sucedió sucede a quien cual yo pintar mejor no puede: que si después del mal bosquejo hago con mi tosco pincel las perfeciones, a la pintura menos satisfago, si hiciere a la figura más borrones. Y así en la paga del pintor os pago, que el letrero os dirá mis intenciones: «Aqueste, de mi mal pintada obrilla, es don Francisco Tello el de Sevilla».

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—Estas estanzas servirán de señal y acuerdo. E yo te certifico que la respuesta sea la que para mi libertad deseamos. Y en cobrándola, pregunta por las casas del generoso marqués del Algaba.43 Y en ellas, por el valeroso don Luis de Guzmán,44 felice sucesor de ellas. Y dale estos, que son los que a su servicio dediqué, que en ellos añado lo que de presente me conviene e importa. Y porque sepas, mi Marfisa, lo que llevas, es esto: Filardo Los que ignorantes están de la sangre ilustre y clara de vuestra progenia rara de la Casa de Guzmán

II, 3 y 71 acude al mal pintor Orbaneja para criticar a Avellaneda y a todos aquellos autores que escriben, como el mal pintor, a «lo que saliere». A pesar de la innegable dimensión folclórica del relato (Chevalier, 1975, pp. 154-156), Morán Turina y Portús Pérez (1997, 117-128) han señalado el origen clásico de la anécdota desde Plinio (libro 35, capítulo 3), su presencia en la Edad Media (piénsese en el Pitas Payas de El libro de Buen Amor), así como su importante difusión en el xvi a través de la Mitología de Natal Comite. La riqueza del motivo y sus posibilidades pictóricoliterarias y paródicas explican mejor las diferentes versiones de autores como Cervantes («este es gallo»), Antonio Agustín («Este es melón, estas son uvas, este es perro, esta es liebre»), Lope de Vega («Aqueste es gato», «Este es león rampante»), Jerónimo de Alcalá («Aquesta es palma, esta es estrella y aquel sol») o Sor Juana Inés de la Cruz y Calderón («Aqueste es gato») (Morán Turina y Portús Pérez, 1997, pp. 123-124). 43 marqués de la Algaba: Cuando escribe Bernardo de la Vega, el Marquesado de La Algaba, vinculado al municipio sevillano homónimo, era un título nobiliario de fundación reciente, pues lo había creado Felipe II en 1586 a favor de Francisco de Guzmán, hijo del IV señor de La Algaba. 44 Luis de Guzmán: Luis de Guzmán y Guzmán, II marqués de La Algaba, marqués de Ardales y conde de Teba, del clan de los Guzmán, de donde también saldría el valido Olivares.

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podrán mis versos leellos, que en ellos daré razón vuestros Guzmanes45 quién son, pues vos mostráis sucedellos. De los duques de Bretaña46 esta descendencia es, y adonde puso los pies, todo su honor puso España. Al de Bretaña dio el cielo dos hijos, y fue el mayor Heliospogio47 y el menor

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45 v. 7 Guzmanes: El origen de los Guzmán, igual que el de gran parte de los linajes nobiliarios españoles, está entreverado de realidad y leyenda. En la construcción de estas genealogías fundacionales e institucionalizadoras, que lindan con lo mítico, desempeñan un papel de primer orden los cronistas. Para el caso de los Guzmán son dos las obras escritas en el xvi que se diseñaron para ofrecer el relato oficial y encomiástico del linaje: las Ilustraciones de la Casa de Niebla y hechos de los Guzmanes, señores Della (1541), de Pedro Barrantes Maldonado, y la Crónica de los muy excelentísimos duques de Medina Sidonia (1561), de Pedro de Medina. Entre 1540 y 1541, en el palacio de Sanlúcar de Barrameda de don Juan Alonso de Guzmán, sexto duque de Medina Sidonia, y con acceso a toda la documentación archivística y artística del legado familiar, Pedro Barrantes se había empleado en redactar su trabajo más conocido: las Ilustraciones de la casa de Niebla y hechos de los Guzmanes. La ilustración que anticipa el título de la obra tiene el sentido de ‘dar a conocer’ el linaje, pero también, y acaso más importante, de ennoblecerle ‘dando lustre’ al mismo. Así pues, Barrantes Maldonado abrillanta y limpia todo lo necesario para ofrecer una imagen prístina de los Guzmán, que colma de esplendor (a veces excesivamente hiperbólico). Veinte años después, en 1561, Pedro de Medina pone punto y final a la Crónica de los muy excelentísimos duques de Medina Sidonia, actualización reducida y simplificada de la crónica de Barrantes. Una y otra son las más conocidas y difundidas crónicas de los Guzmanes, y a ellas debió de tener acceso Bernardo de la Vega para elaborar este poema. Aunque ambas crónicas permanecieron inéditas hasta el siglo xix, 1857 y 1861, respectivamente, «las dos circularon y conocieron una difusión manuscrita de cierto alcance, a juzgar por el número de copias conservadas con sus respectivos prólogos» (GuillaumeAlonso, 2009, p. 294). 46 v. 9 duques de Bretaña: Barrantes señala que los Guzmán proceden de Bretaña «según común opinión» (Ilustraciones, p. 10). 47 v. 15 Heliospogio: Se refiere a Heruspogio (Ilustraciones, p. 13), Herus Pogio o Herud Poggio (Crónica, p. 25). Explica Barrantes Maldonado que «Deste Heruspogio, señor de Bretaña, según e hallado por memoriales antiguos en esta casa de Niebla, e según lo dize aquella antigua coronica de Don Alonso Pérez de Guzmén el Bueno, fue hermano aquel cavallero que vino á Hespaña é casó con la hija del Rey de Leon, de donde proceden los Guzmanes» (Ilustraciones, p. 13). El siguiente capítulo, el tercero, lleva el significativo título que alude a la relación fraternal de Godman con Heruspogio: «De en qué tiempo vino a Hespaña el hermano del duque de Bretaña, donde proçeden los Guzmanes» (Ilustraciones, p. 14). Explica Medina (1561) que «Reinando en el reino de León el rey Don Ramiro I deste nombre, en el año que se contaba la era de César ochocientos y setenta y dos años, que fué año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de

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fue Godmán,48 honor del suelo. Fue duque y gran capitán Heliospogio allá en su tierra; por ser incitado a guerra, a España pasó Godmán. Con gallardo corazón, que en contemplarlo me admiro, la amistad del rey Ramiro tuvo Godmán en León. Y en una ventana estando los dos libres de querellas, el tributo de doncellas vino un moro demandado. Godmán le dijo: «Señor, ¿qué pide este moro astuto?». «Cien doncellas que en tributo —dijo el rey— doy a Almanzor». Replicó Godmán al rey: «¿Quién no deroga estas leyes, viendo que es de injustos reyes pasar por injusta ley? Por ese cetro y corona, dignos de eterno decoro, pido que respuesta al moro dejes dar a mi persona». A esto el rey respondió: «Pues tu voluntad me obliga, moro, cuanto Godmán diga haz cuenta que digo yo». Dijo Godmán: «Al rey di, moro, si ha vivido ufano, que al tributo doy de mano, pues mi rey me la da a mí; y que ya toda esta tierra

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ochocientos y treinta y cuatro años, como este rey tuviese continuas guerras con los moros de que la mayor parte de España estaba llena, en aquel tiempo vino á la cibdad de León un caballero de Bretaña, señor de la casa de Toral, descendiente de los godos antiguos, hermano de Herus Pogio [nota 2: Herud Poggio en el códice de la Biblioteca Nacional]» (Crónica, pp. 25-26). 48 v. 16 Godmán: También nombrado como «Gudeman», «Guttman» o «Gothman», hermano de Heruspogio y primer señor de Toral y Caliruega.

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la doncella, el niño y viejo, guiados de mi consejo, a voces piden la guerra».49 Galán cual Ruger50 el moro vino, y mostró ser caudillo su marlota51 de amarillo bordada de plata y oro. Mas viendo cuán atrevido su pecho Godmán declara, púsose al moro la cara de la color del vestido. Y como admirado está oyendo tanta braveza, y el inclinar la cabeza solo por respuesta da. Tanto el moro acobardó y diez que con él están, porque con verlos Godmán el ánimo les quitó. Con esto los moros fueron, y Godmán mandó este día que los que en el pueblo había, allí viniesen. Vinieron. Y como juntos los vio, como quien publica ley, allí en presencia del rey, de esta suerte les habló: 49

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vv. 21-52 Con gallardo... piden la guerra: Explica Medina que «este caballero vino á la corte del rey, muy acompañado de criados y amigos, con intención de servir á Dios en la guerra contra los moros; porque era muy devoto y esforzado. Estando este caballero un dia con el dicho rey D. Ramiro, entraron mensajeros de los reyes moros, que en España habia, los cuales dijeron al dicho rey les diese el tributo de las cien doncellas que el rey Mauregato su antecesor les daba; donde no, que le harían cruda guerra. Como el rey oyó cosa tan mala y de tan gran vituperio para los cristianos, como él fuese rey cristianísimo, aborreció tanto oír aquello, que la respuesta que dio fué juntar su ejército, y entró por tierra de moros matando y destruyendo cuantos hallaba. Sabido esto por los reyes moros, juntáronse brevemente, y con grandes poderes salieron á darle la batalla, la cual con el ayuda de Dios y del apóstol Sanctiago, que en la batalla fué visto, los moros fueron vencidos y muertos sesenta mill dellos» (Crónica, p. 26). 50 v. 53 Ruger: Ruggero o Ruggiero, personaje del Orlando enamorado de Boiardo y del Orlando furioso de Ariosto. 51 v. 55 marlota: ‘vestido morisco a modo de sayo’.

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«¿Qué es esto, leoneses, cuyos pechos tendrá la eternidad en su memoria, poniendo en el valor de vuestros hechos del cristiano estandarte la victoria? Ya de la ociosidad mal satisfechos, ¡volvé a cobrar la ya perdida gloria que perdieron los vuestros cuando dieron tributo a quien pedírsele pudieron! Si vuestros padres en la edad pasada, opresos52 del temor injustamente, sin ver la suerte de razón guiada, la entregaron al bárbaro inclemente, muestre ya con los filos de la espada las sanctas fuerzas la cristiana gente, de manera que tenga el moro perro el justo pago de su injusto yerro. ¡Compelaos la razón, si no os compele la inclemencia de dar hijos y hermanos! ¡Duelaos el ser cristianos, si no os duele la pensión que les dais a los paganos! No hay humano consuelo que os consuele, si acaso os acordáis que sois hispanos y que dais sin respeto y sin decoro el alma a Satanás, el cuerpo al moro. ¡Hacedle con la lanza que se acuerde al tirano su mal en la estacada! ¡Cobrad esta ocasión, pues quien la pierde tarde o nunca la puede ver cobrada! ¡Matizad con la sangre el campo verde, pues la que es por la patria derramada, aunque sea su fin la sepultura, eterniza del dueño la ventura! ¡Volved a contemplar, como contemplo, para incitaros a esta honrosa guerra, aquel ibero que en honroso templo eternamente le honrará la tierra! ¡Tome de su valor él vuestro ejemplo, mostrad el que ese ilustre pecho encierra! 52

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¡Sucedelde, porque el que a vos suceda por ejemplo tomar el vuestro pueda! Si al hermano y al hijo nos destierra el moro, y hace con su mal gobierno que muera el cuerpo en la sangrienta guerra, y muerto, el alma baje al hondo infierno; el alma [a] Dios,53 los cuerpos a la tierra demos los hombres, quede el niño tierno ajeno desde hoy de aquesta ofensa, porque emplee el ser hombre en la defensa. Restaurado estará el pasado yerro, pues con tal parecer mi bien restauro, y así la espada y el pesado hierro daremos en lugar del hijo al mauro.54 Con este parecer los vuestros cierro, pues ya la fama nos pronostica el lauro,55 justamente debido a nuestras sienes, hallando en él diez mil perdidos bienes. Ya está hecho lo más, lo menos falta, pues ya el hacer tenemos por lo menos, ya siento que el caballo trisca56 y salta, y otros con relinchar tasca[n]57 los frenos. De gozo inmenso el corazón asalta de ver tantos hidalgos, hombres buenos, conmovidos de un sancto pensamiento, llevar al fin tan deseado intento».

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v. 121 a Dios: Sin preposición en el original impreso, aunque corrige la Fe de erratas. v. 128 mauro: ‘moro’, natural de Mauritania. 55 v. 130 pues ya la fama nos pronostica el lauro: La hipermetría del verso podría solventarse eliminando el pronombre «nos», que es redundante. Optamos, no obstante, por mantener la lección de la princeps. 56 v. 135 trisca: ‘hace ruido con las patas’. 57 v. 136 tascan: ‘quebrantan ruidosamente’. «Tascar» en la princeps, aunque corrige la Fe de erratas. 54

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de Godmán, siendo de él preso, dijo: «Al fin de este suceso yo os haré mi sucesor». Al fin, los moros vinieron con un brío varonil, y de más de treinta mil menos de treinta volvieron. Y también le sucedió a Godmán que el rey de España al sucesor de Bretaña con su hija lo casó.58 Y con ofertas reales el rey agradece al yerno el armígero gobierno. Responde él con otras tales, diciendo: «Cielo piadoso que en mi bien me has satisfecho, ¿qué le diré a quien me ha hecho del mundo el más venturoso? Mas tú, que a todo lo sobras, habla por mí y recompensa una voluntad inmensa, hija de mayores obras. Que si yo celebro un pecho de una grandeza tan alta, el de mi lengua la falta me dirá con lo que ha hecho. Y es tan levantada palma el bien de ser yerno vuestro

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58 vv. 153-156 Y también... hija lo casó: El casamiento del ancestro de los Guzmán con la realeza leonesa es fundamental para justificar la nobleza del linaje. Explica al respecto Barrantes Maldonado que «el fundamento y naturaleza de los Guzmanes es en el reyno de Leon porque vienen çiertamente del conde Don Ramiro; dizen que este conde Don Ramiro, ó por casamiento ó por amores huvo una hija del Rey de Leon, y della vienen los de Guzman. Otros dizen desta manera que quando los Reyes de Castilla y de Leon cobravan la tierra de poder de los moros, muchos dellos quedavan en la tierra; y dizen que entre otros vino un hermano del Duque de Bretaña que llamavan Gudeman que en aquella lengua quiere dezir “buen onbre”. Este hermano del Duque casó con el linage del conde Don Ramiro, y según esto paresçe que errando el vocablo por Gudeman dizen Guzman, como quier que desto no ay escrituras ningunas, salvo lo que quedó en la memoria de los onbres. Pero porque los de Guzman en las orlas de sus armas traen armiños, que son armas de los duques de Bretaña, quiere paresçer que es verdad lo que se dize» (Ilustraciones, p. 21).

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que la gloria de él no muestro porque se queda en el alma. Que pues divino gobierno ha sido quien me gobierna, es bien que a merced eterna se le dé lugar eterno». Llorando el rey de contento le responde entre suspiros: «Lo que no sé aquí deciros dejo a vuestro pensamiento. Ved cuán obligado me hallo en razón de justa ley, pues por vos vengo a ser rey y sin vos era vasallo». Entrambos una fortuna con tanta igualdad siguieron que toda la vida hicieron voluntades y almas una. A cuya causa Godmán, sentado en la regia silla, hijos reyes dio a Castilla, y de «Godmán» ya es «Guzmán».59 De los duques de Bretaña 59

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v. 196 de Godmán ya es Guzmán: Se afirmaba que por derivación del nombre «Godman» fue creado el apellido «Guzmán», pues como explica Barrantes, «dizen que entre otros vino un hermano del Duque de Bretaña que llamavan Gudeman que en aquella lengua quiere dezir “buen onbre”. Este hermano del Duque casó con el linage del conde Don Ramiro, y según esto paresçe que errando el vocablo por “Gudeman” dizen “Guzman”» (Ilustraciones, p. 21). Medina resume las prolijas argumentaciones de Barrantes sobre otras posibles explicaciones etimológicas: «En esta batalla se señaló mucho esta caballero breton, el cual andando peleando decia, “Gotman, Gotman”, que quiere decir ‘Dios hombre, Dios hombre’. Porque “Got” en lengua alemana quiere decir ‘Dios’, y “man”, quiere decir ‘hombre’. Asi queste caballero por su devocion andando peleando, decia: “Dios hombre, Dios hombre”, lo cual decia muchas veces, como diria agora todo buen cristiano andando en pelea, “Jesucristo, Jesucristo”; con cuya virtud de este Sanctísimo nombre, se aumentan las fuerzas del ánimo y del cuerpo. Otros interpretan este nombre “Gotman” que quiere decir ‘hombre godo’ ó ‘de linaje de godos’; porque según se ha dicho, él decendia de la real sangre de los godos, que como en muchas partes se halla escripto, fueron hombres valientes y esforzados; y que para estremarse en la batalla, se llamaba “hombre godo”. Pasada esta batalla, el rey D. Ramiro mandó que á este caballero le llamasen “Gotman”; porque él en la batalla se llamaba así, haciendo hechos de valiente hombre; y así se llamó, hasta que despues, corrompido el nombre, se llamó “Guzman”, y en esta manera se llamaron y llaman todos los que deste caballero descienden hasta el dia de hoy, que han sido muchos, como adelante se dira» (Crónica, pp. 26-27).

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aquestos Guzmanes vienen, pues lo que de España tienen también son reyes de España. De estos reyes descendéis y en vos bien se verifica, pues en cuanto se os aplica hechos reales hacéis. Si no díganlo las fiestas, las de Madrid, las reales, que por ser a vos iguales tratar quiero un poco de estas. Decid: ¿quién entró en la plaza que en la gala, brío ni talle conferido a vos no calle? ¿Quién como vos hizo plaza? Decid: ¿quién podrá acaballo de contar cuando a vos solo se paró en su curso Apolo por veros puesto a caballo? ¿Quién con aquella invención vio la entrada que no fuese el que en el alma os la diese después que en el cor[a]zón? ¿Quién vio aquellas gallardías, que en las ofertas usastes, que no diga que mostrastes a la corte cortesías? ¿Quién no vio admirar el suelo al pasar de la carrera, poniendo la plaza entera de gozo el grito en el cielo? Raras hazañas son estas, pues de tanto gusto fueron que solas descompusieron a las damas más compuestas. ¿Quién vio mostrar la intención que en aquestos días lidia, cuando os echaron de invidia no un toro, sino un león; cuando, aunque solo os quedastes

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en la plaza, ¡oh, suerte rara!, teniendo de ángel la cara, al toro y mundo asombrastes; cuando un poco os sonreístes y quiso la suerte amada, que de una fiera lanzada con la tierra lo cosistes, quedando con un semblante grave, gracioso y compuesto? Pues no se espantó el rey de esto, no hay hecho de que se espante. No fue sola esta ocasión, con la que nombre adquiristes, que otros dos al suelo distes con la espada y garrochón.60 Desde entonces al Guzmán le dan las damas el nombre de «discreto» y «gentilhombre», de «más valiente y galán». ¿Trataré de las bonanzas infinitas que gozáis? No, no, porque no gustáis de arrogantes alabanzas. Y pues con ellas dejáis a todos bien satisfechos, ruégoos que de tantos hechos uno conmigo hagáis: preso estoy; vuestro favor es el que Filardo pide, por saber que no lo impide 60

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vv. 205-252 Si no díganlo... espada y garrochón: Luis Zapata de Chaves recogió en su Miscelánea (c. 1592) una descripción de las fiestas de toros renacentistas, en donde da cuenta de los cambios que se estaban produciendo durante el xvi en la manera de torear, siendo Luis de Guzmán el introductor en la tauromaquia del uso innovador del «garrochón» o ‘rejón de lidia’: «Otra nueva manera de torear se ha introducido ahora: torear con garrochón, con lo que han muerto toros caballeros a caballo. El primero Don Luis de Guzmán, hijo del Marqués de la Algaba, en Madrid; luego, Don Francisco Zapata Puertocarrero, mi hijo, en Granada; luego también en Madrid, Don Ignacio de Médecis, hermano del Duque de Florencia, y el Conde de la Palma» (Miscelánea, p. 275). Bernardo de la Vega, por tanto, elogia un acontecimiento público y reciente que debió de tener gran notoriedad. Podría tratarse de un poema encomiástico de ocasión que, posteriormente, engastó en la trama argumental de la novela.

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pecho de tanto valor. Mi Marfisa podrá dar la cuenta de mis dolores, pues los yerros por amores dignos son de perdonar.

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—Y tú, mi Marfisa, le darás por estenso cuenta de todo nuestro suceso, que yo te certifico que sea la respuesta de lo que resultare todo nuestro provecho. ¡Ea, pastora mía, determínate, que esto es lo que más importa y conviene! «Pastor mío —dijo la de Filardo—, yo voy; aunque para mi recogimiento parezca libertad, no te quisiera como te quiero si reparara en que lo es. A Dios, mi pastor». «Él te guíe» —dijo el de Iberia. Ella se fue a cumplir el justo mandamiento de aquel que en todo le gobierna. Y él se quedó considerando lo mucho que a su querida debe y en las firmezas de sus esperanzas, en las cuales halla tanto gusto que no le trocara por el mayor que en los suyos tiene la buena fortuna. Entrose diciendo: —El cielo te la dé como yo deseo, porque el tuyo no merece desearte menos. Antandro, el carcelero a cuyo cargo estaba el ibero, y Domenga, su mujer, trataron juntos del apacible trato del pastor preso, y en su basto y grosero lenguaje encarecieron las muchas partes que le dio el cielo. Y después de haberlas celebrado con gustosas alabanzas, halláronse de él tan apasionados que trataron que si él se quisiese ver en su libertad, que no repararían para dársela en el riesgo que tenían. Y después de esto, dijo Antandro a Domenga que se entrase a regalar a Filardo. Entrose la pastora. Y quedándose solo Antandro y mostrándose muy enamorado de Marfisa, dijo: —Amor, amor, cuerpo de ñobre61 con vos, mas ño62 cuerpo de ñobre con vos son;63 estéis dorabuena,64 pues me habéis quillotrado65 con güesas saetas. Par ñobre66 las de la Harmandad67 no son tan huertes68 ni recalcadas69 como estas 61

ñobre: ‘noble’, en sayagués. ño: ‘no’, en sayagués. 63 son: ‘fueron’. En la morfología verbal del sayagués es frecuente la utilización de terceras personas del plural con perfectos fuertes (López-Morales, 1967, p. 417), como por ejemplo «hizon» (‘hicieron’) o «pudon» (‘pudieron’). 64 dorabuena: ‘de enhorabuena’. 65 quillotrado: ‘enamorado’. 66 par ñobre: ‘por noble’. 67 Harmandad: ‘Santa Hermandad’, grupo de gente armada que perseguía a los criminales, cuyo pago y sustentamiento dependía de los concejos. Instituida por Isabel la Católica en 1476, su vigencia perduró hasta el primer tercio del siglo xix. 68 huertes: ‘fuertes’, en sayagués. 69 recalcadas: ‘apretadas’. 62

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con que me sacodiestes.70 ¿Por qué os huestes,71 polida72 zagala, y me diexastéis73 tan sañudo?74 Aunque agora como, non como como de antes, que no tenía. Y vos os vais e yo me quedo. ¡Por ñobre, si agora huera75 Corpos Christen,76 que había de lanzar más chapado77 que en los otros Corpos Christenes por heros mercé!78 Aunque tenés ojos, no os videson79 los ojos, y son tan enamoradores que renumbran80 más que las gradas del molimiento. Y todo el padazo del hueso81 cuerpo es mas aguigeño y sesgo82 que este cayado. Vení, vení, pues, que os llaman; que si no venís, lo héis mal. Por estas simples y ásperas palabras dio a entender Antandro lo mucho que quería a la pastora del ibero. Y con determinación de decirle su cuidado se fue a su ganado exhalando muchedumbre de suspiros. Y Domenga, que de Filardo se vio tan apasionada como Antandro de Marfisa, cuando pudo entender que su consorte estaría bien lejos, se allegó a la reja de la prisión y por este estilo llamó y habló al de Iberia: —¡Hao! ¡Hola! ¿Non respondéis? Salí güera, que está aquí quien os tiene y os llama. Salió Filardo, con mucha risa de oír el lenguaje, diciendo: —¿Qué hay en que sirva? Ella, turbada y quitando las motillas del zurrón, le dice: —Yo só, mas no só. Y aunque tengo como vos bien huera, decí: ¿por qué estáis preso, por huesa vida? ¿Es porque achocastes al otro? Chapado sós y mirá, por güesos pedazos anda mi corazón; con aborrido83 estás encasquetado en él; y los amoricones84 son tan sacodidos que me toman arrayvas85 para daros mil mor70

sacodiestes: ‘sacudistes’, en sayagués. huestes: ‘fuiste’. 72 polida: ‘pulida’, esto es, ‘agraciada’ o ‘de buen parecer’. 73 diejasteis: ‘dejasteis’. 74 sañudo: ‘enfurecido’. 75 huera: ‘fuera’. 76 Corpos Christen: Deformación de Corpus Christi. 77 chapado: ‘cubierto y adornado de chapas’. 78 heros mercé: ‘haceros merced’. 79 videson: ‘vieron’. 80 renumbran: ‘relumbran’. 81 hueso: ‘vuestro’. 82 aguigeño y sesgo: ‘aguileño y torcido’. 83 con aborrido: ‘con aborrecimiento’. 84 amoricones: ‘enamoramientos’. 85 arrayvas: ‘arrayán’. El arrayán se utilizaba, en infusión y en forma de aceite, como remedio para purgas y problemas digestivos. Así pues, parecería que el sentido del fragmento tiene que ver con una indigestión amorosa que se resolverá con arrayán; y una vez solventado el problema, la rústica pastora se dispondría a darse un atracón a costa de Filardo. 71

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discones. ¿Tenéisme querimentos? ¡Hao! ¿O aborreduras? Habrá. No nos turbes como luego matremuñado.86 Quedaos, que en después os habraré, no venga mi aquel, que el remusgamiento87 y quillotro88 que os tengo es de tal sopitez89 que no me solivia.90 Fuese Domenga y quedose el de Marfisa riendo el verla enamorada. Y no acaba de encarecer la estraordinaria manera de hablar, y a vueltas de muchas consideraciones que cerca de esto hizo, dijo el discreto pastor que aquel había sido regalo del cielo, pues cuando más afligida tenía el alma, le envió aquel desenfadado entretenimiento, ejemplo para los afligidos. Y pronosticando de este caso mil buenos sucesos, se entró a la compañía del silencio, porque en él halla más gusto, por el que le da la perpetua contemplación de aquella que dulcemente entretiene su alma. La pastora de Filardo volvió de la famosa ciudad, asegurada, por el mucho valor que vio en los personajes a quien llevó los recados, que todo ha de suceder a su gusto. Y regocijando el mayor que ha tenido (después de los que le ha dado su Filardo, cerca de las bravezas que vio en las principales casas), se fue a la prisión donde estaba su amado y con singular contentamiento dijo, bajando el ordinario rebocillo: —Pastor mío, Filardo. El de Marfisa, que oyó la voz del cielo, salió a recebir su gloria. Y quedando (del gozo de verse) suspensos y faltando el curso y movimiento, las lenguas se recibieron y comunicaron con las almas. Y después de tenerlas en aquel bien en quien no cabe igualdad ni sufre encarecimiento, dijo la pastora de Filardo: —¡Pastor mío! ¡Oh, si el cielo para esto me prestara la gala y erudición de tu estilo, pues solo con él pudiera significar lo que a los demás les será ajeno! Pero, pues es imposible, no quiero con el mío ser coronista de lo que a menos que el tuyo se le prohíbe. Mira cuál es, pues por contarlo te he deseado ver tanto como por el gusto de verte. Y perdona, pues no puede encarecerse con menos. El fortunado pastor, después de alegrarse con la vista de la querida y de haber leído las repuestas de aquellos valerosos príncipes, quedando de ellas a su gusto satisfecho, le persuadió a su Marfisa que le diese parte de lo que vio. Y después de escusarse a más no poder, dijo: 86 matremuñado: ‘matrimoniado, casado’. Se refiere a los «aborrecimientos», pues contestando a la pregunta retórica que ella misma formula explica el surgimiento de estos sentimientos como algo consustancial al matrimonio. En paráfrasis: ‘¿O aborrecimientos? Habrá aborrecimientos. Aborrecimientos, no nos enturbiéis como si estuviéramos ya casados’. 87 remusgamiento: ‘murmullo’. 88 quillotro: ‘enamoramiento’. 89 sopitez: ‘rapidez’, ‘inmediatez’. 90 solivia: ‘ayuda, alivia’.

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—No trato ni encarezco el valor, discreción, generosidad, gallardía, afable trato, fausto y grandeza de don Francisco Tello; ni de la cortesía y braveza de su casa, porque siendo al mundo notorio que de estas partes le dan la mayor de la tierra, mejor es escusarlo que tocar esta pieza. Y ju[z]gando91 la de la dama, así porque más me llevó la vista y alma como por no haberla tú visto, con su licencia digo, incitada del gozo celestial que me dio verla, que me pareció en hermosura un ángel y que es mucho más de lo que parece. «Mi Marfisa —dijo el de Iberia—, la rarísima y singular hermosura de doña Juana92 ha sido y es de manera que, llevando la nueva con trompa de oro, la fama ha traído el retorno de infinitas que han muerto de invidia. Y porque me darás gusto, te pido que cuentes y exageres las partes de la angélica hermosura de su cara». «No lo es poco para mí la cosa que me pides —responde la pastora—, pero por lo que debo obedecerte, aunque en ofensa de su rarísima beldad, diré lo que mi rudeza alcanzare». Marfisa Y te juro, Filardo, que es mentira llamar «estrellas» a sus ojos bellos, pues de la luz y de la gloria de ellos se eclipsa el sol y todo el cielo admira. Y que sospecho por la nieve o frente, aunque no me dejó mi suerte vellos, que por fuerza han de ser tales cabellos rayos del dios que borda al rojo oriente. Digo que sin saber encarecello, que cuando aquellos labrios se reían, con los dientes lustrosos competían perlas que puso con cuidado al cuello. Y con un singular contentamiento, que el que hizo la obra determina que llegue aquella boca a ser divina en medida, color, risa y acento.

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juzgando: «jugando» en el original, pero se corrige de acuerdo con el sentido del fragmento, en el que no se juega, sino que se juzga (poéticamente) las virtudes y grandezas de la esposa de Francisco Tello. 92 doña Juana: Esposa de Francisco Tello, Juan de Medina y Guzmán, hija única de Juan Alonso de Medina, caballero de la Orden de Santiago, y de doña Francisca de Guzmán, de la casa de La Algaba (Justiniano Martínez, 1965, p. 127).

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Mi estilo, no diciendo lo que debe, dice que le parece aquella cara (al mundo, al tiempo, al sol, al cielo cara),93 una mezcla de amor, de sangre y nieve. Y que a vueltas de ser la más hermosa que tuvo, tiene, ni tendrá hermosura, que por orla le puso la ventura ser grave, afable, honesta y amorosa. Y que conozco, ajena de recelo, que la fuerza y razón pide que sea aquel cuello hermoso que estrellea coluna tersa que sustenta el cielo. Y la de Chipre94 estar puede invidiosa de aquel camino de alabastro hecho, que por orden y traza va derecho a aquellas ventas donde amor reposa. Y llegando al valor de aquellas manos con suspiros te digo: «¡A Dios pluguiera que en ellas, mis indignos labrios, viera darse de besos infinitas manos!». De mí siendo pedidas y adoradas, porque besadas, ¡ay, de mí!, se vieran, no me las quiso dar, porque no fueran las reliquias ecelsas profanadas. Y el garbo que en tan lindo talle reina pareciome, pues reinas he tratado, que demuestra y promete haber dejado, por menos suerte, aquella de ser reina; y que cuerpo tan bello el alma bella ha de tener de su beldad forzada, y de aquesto es razón averiguada que mora Dios en la belleza de ella. Tócale a doña Juana esta victoria, pues en tanta deidad está y se encierra las mayores riquezas de la tierra, que en el fin aseguran las de gloria.

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v. 19 cara: ‘estimada’. v. 29 la de Chipre: ‘Venus’. Cfr. nota 66 del Libro primero.

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—Esto es lo que alcanza la rudeza de mi entendimiento; y el que más discreto y levantado le tuviere, vuelva y restitúyale lo infinito que el mío le quita. Dio mucho gusto a Filardo la pintura de su Marfisa. Y tras esto le pidió que le dijese lo que le pareció de la incomparable hermosura de doña Inés Portocarrero.95 A esto respondió la del ibero, con un suspiro y mostrando grandísimo sentimiento: —La pensión que di a la fortuna de lo mucho que gocé fue no verla, respeto de estar en uno de sus lugares. Mas yo te prometo que los muchos que dan a don Luis, en las muchas partes que de su valor celebran, que son lícitamente merecidos, porque el gusto y afabilidad con que me recibió es digno de que se eternice. Y porque a su bellísima consorte me han celebrado y tú la has visto, mi Filardo, dime de la manera de su hermosura. «Mal podrá mi limitada lengua —dijo el de Marfisa— exagerar tanta perfeción y beldad, mas entiende, mi Marfisa: Filardo Que es la frente espaciosa y blanca, el pelo negro, lustroso, con descuido puesto, los ojos negros de un mirar honesto, graves y hermosos más que el dios de Delo.96 Pestañas grandes, cejas al modelo, las mejillas son hechas de un compuesto de sangre y nieve, pero no son de esto, que el decirnos de qué le toca al cielo. Afilada nariz, boca pequeña, templada risa, mina que descubre los despojos que ilustran el oriente. Sacado cuello, acento que me enseña la beldad que mi tosca lengua encubre, porque el suyo a mi ser no lo consiente».

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«¡Oh, rara belleza, y bien empleada en aquel que en su talle y bizarría a ella se confiere!» —dijo Marfisa. Y Filardo:

95 Inés Portocarrero: Inés Portocarrero y Enríquez (c. 1530), esposa de Luis de Guzmán, II marqués de La Algaba, y madre de Pedro Andrés de Guzmán, III marqués de La Algaba y Ardales, Leonor de Guzmán y Mariana de Guzmán. 96 v. 4 Delo: ‘Apolo’.

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—Con estos billetes de ruego97 que traes para los alcaldes de la villa,98 entiendo que facilitarán mi justicia, digo: la abreviarán. Antandro los llevará esta tarde, pues de aquí dista dos leguas. «Hágase» —dice la del ibero. Y con esto se despidió de él con mucho contentamiento, entrándose el de Iberia con el mismo a aguardar a su carcelero. El cual, pasando adelante en la pasión de querer a Marfisa, de nuevo se lamenta y melancoliza porque la vio pasar y no se atrevió a hablarla. Y despechado de su mucha cortedad, promete que la primera vez que la vea le ha de decir su pena. Y estando con la mucha que su corazón sentía, vio venir a la bellísima pastora y, entre turbación y miedo, se determina a hablarla. Y antes que llegase ensayaba la turbada voz; y aunque la halló tímida y debilitada, ya que pudo emparejar con él, le dijo: —¡Non corrades, señoreta! ¡Mírame huerte,99 que juriaños,100 valgaos el diabro, qué embonita y qué engarrida que estás! Desque101 os huestes, mi corazón ha estado marrido,102 porque vos huertemente103 le sacodiestes. Y aunque lo quería echar dende,104 él tenía una prohidía.105 En vengáis dorabuena; y si no se deña106 en tener abrandimientos,107 él está perñoscado108 en teneros una tirria109 hasta que le sahonden en la huesa.110 ¡Hábrame,111 hábrame con la sopitez112 que os habro!

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billetes de ruego: ‘cartas de ruego’. Se denominan así por la fórmula empleada en la petición, no mandando, sino rogando que se acceda a lo solicitado; en oposición a lo que ocurre en las provisiones reales despachadas por los consejos, audiencias reales y chancillerías, que no ruegan, sino que mandan, y que generalmente comienzan con la siguiente cláusula: «Tuvimos por bien dar esta nuestra carta, por la qual os mandamos...». 98 alcaldes de la villa: Eran los denominados «alcaldes ordinarios» o «justicias», encargados de actuar como jueces de primera instancia en la villa, presidir el ayuntamiento y mantener el orden, además de recaudar los impuestos con el apoyo de los regidores. 99 huerte: ‘fuerte’. 100 juriaños: ‘juramos’. 101 desque: ‘desde que’, ‘luego que’, ‘así que’. 102 marrido: ‘afligido’, ‘melancólico’. 103 huertemente: ‘fuertemente’. 104 dende: ‘de allí’. 105 prohidía: ‘porfía’, de acuerdo con Covarrubias, ‘insistencia’. 106 deña: ‘digna’. 107 abrandimientos: ‘ablandamientos’. 108 perñoscado: ‘obstinado’. 109 tirria: ‘porfía repetida’, ‘manía’. 110 sahonden en la huesa: ‘entierren en la tumba’. 111 hábrame: ‘háblame’. 112 sopitez: ‘rapidez, inmediatez’.

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La discreta pastora quedó, con gusto, admirada de la libertad de Antandro y de la manera de decir; y con graciosa y apacible cara, no haciendo estremos, le dijo: —Antandro, el tiempo es largo, y entended que porque me queréis bien no puedo quereros mal. Y agora id a la villa y llevad unos papeles que os dará Filardo, que en ello me daréis gusto. «Si113 vos lo queredes, herse a sañudamente,114 y non perjuca115 que sea arredrado116 de aquí» —respondió el carcelero. Y Marfisa: —Id luego. Fuese el grosero loco de contento y la del ibero con mucho y con mucha risa. Llegó Antandro a su casa, y cárcel del de Iberia, y pidiole los billetes. Mostrándole agradecerlo mucho se los dio, pidiéndole que abreviase la vuelta. Fuese. Y Domenga, con otras amigas suyas, trajo un pandero; y, por entretener al preso, cantaron y bailaron; y tomándole117, ella cantó este cantar: Domenga Tanga güerte118 la caralinda,119 que el caralindo120 la mira. Glosa Respingone el su pandero con el cuerpo, ¡ah!, tan garrido,121 y sea chapado122 el muedo,123 pues le mira el caralindo, el caralindo a la linda, que el caralindo la mira.

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si: «sin» en el original. herse a sañudamente: ‘se hará implacablemente’. 115 perjuca: ‘preocupa’. 116 arredrado: ‘retraído’. 117 tomándole: ‘tomando el pandero’. 118 v. 1 tanga güerte: ‘taña o toque fuerte’. 119 v. 1 caralinda: ‘cara linda, hermosa’. 120 v. 2 caralindo: ‘lindo de cara, guapo. 121 v. 4 garrido: ‘gallardo’. 122 v. 5 chapado: ‘adornado’. 123 v. 5 muedo: ‘modo musical’. 114

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Tanga guerte a tan polido124 y con muy lindo agalano,125 y haga los amoríos a su aquel enamorado, a su amorado la linda, que el caralindo la mira.

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Esto fue con mucha flema126 y pausa, haciéndose todas ojos,127 poniéndolos en el preso, que desde las rejas estaba gozando del barbarismo de su aldeano regocijo. Y tras de otros regocijados relinchos128 y zapatetas,129 tomó Juliana el pandero y, con voz alta y grosera,130 dijo: Juliana Quien dijere que adamava131 otra más linda que yo, sálgase comigo al campo,132 helle yo entender que no. Y tenía la su frente y tenía esta señora como espada reluciente cuando le quitan la ropa Y la señora de Aurora, ¡oh, cuán bien que la debujó! Sálgase comigo al campo, helle yo entender que no.

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Los dientes de esta galana ni son chicos ni son grandes, 124

v. 9 polido: ‘cuidado con gran esmero’. v. 10 agalano: ‘adornado’, ‘bien dispuesto’. 126 flema: ‘calma’. 127 hacerse ojos: ‘estar solícito y atento para conseguir o ejecutar algo que desea, o para verlo y examinarlo’. 128 relinchos: ‘gritos de fiesta’. 129 zapatetas: ‘golpes del zapato en el suelo que se dan en algunos tipos de bailes’. 130 grosera: ‘rústica’. 131 v. 1 adamaba: ‘amaba vehementemente’. 132 v. 3 salga al campo: ‘salte a la palestra’. 125

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parecen piñones de Frandes133 encerrados en bolsa de grana. Y la señora Sancta Ana, ¡ah, tan linda la pintó! Sálgase comigo al campo, helle yo entender que no.

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Tras de estos bailes y cánticos, tomándose de las manos hicieron un corro,134 hasta que en él quedaron cansadas; y por fin, dando infinitas voces, así como estaban, se fueron al prado, quedando el de Iberia muy contento y deseando tener en las fiestas (que Domenga le hizo) a su hermosa pastora. Por la orilla del Betis, Marfisa (como aquella que de veras quiere, acudiendo con ellas135 a todo lo que su amor le obliga) fue a verse con su amado y preso, al cual halló con la alegría y regocijo que las pastoras le dejaron. Y saludándose y recibiéndose tiernamente, después de tratar de su prisión y del fin que esperan que tendrá por sus valedores, dijo la del ibero: —Pastor mío, muy seguro y confiado estáis de que no tenéis competidor. ¿Entendéis que aunque Lorino faltó que no hay quién le suceda? La modestia con que dijo esto hizo estar confuso a su pastor. Y aunque de su condición era ajeno decir libertades ni arrogancias ni razón que no fuera muy cortés, dijo: —Posible será que de estar yo preso le haya nacido a algún pastor bríos para competir comigo, pero, estando libre, ninguno lo será tanto que no mude mi parecer. «No es poco bueno el mío, pues apasioné al que es» —respondió Marfisa. Y después de estar su pastor muy confuso le dice: —Filardo, vivid con cuidado, que quien tiene por competidor a Antandro bien ha menester tenerlo. Riose mucho el de Iberia y descubriole lo que le pasó con Domenga. Dijéronse el uno al otro la manera de los requiebros y de ellos sacaron mucho gusto y risa. Con estos estremos llegó Antandro de la villa, trayendo un papel en respuesta; y leyéndole, le halló en él Filardo el mucho efecto que hizo la petición de aquellos generosos personajes. En resolución, dicen los alcaldes que con dos 133

v. 15 piñones de Frandes: ‘gabletes flamencos’. El ático escalonado o flamenco es un elemento arquitectónico propio de las casas construidas en el Benelux entre los siglos xiv y xvi, consistente en un triángulo en forma de escalón que se colocaba en el remate de las fachadas para disimular los techos a dos aguas. 134 hicieron un corro: Es una ‘danza corrida’, que podía realizarse en círculo, como ocurre en la escena, pero también en fila. 135 con ellas: con «las fiestas» de la oración anterior.

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testigos que digan que el de Iberia estaba ajeno de aquel lugar cuando mataron a Lorino, que con esto quedará libre de lo que le oponen. En este ínterin, Antandro estaba haciéndose un Argos136 mirando a Marfisa y poniéndose de mil maneras la caperuza. Y a vueltas de esto, diciendo muchos donaires, se fue a su ganado. Y quedando solos, dijo el de Iberia a su pastora: —¿Quién han de ser estos testigos?, porque yo no siento quién sea. Y después de haber dado muchas vueltas con el pensamiento, no los hallaron. Dificultolo mucho el ibero y dijo su Marfisa: —Yo hallo una manera discreta para que tú e yo los seamos. Él preguntó: —¿Cómo? Y ella dice: —Yo pediré a Antandro que me deje entrar allá dentro a hablarte, haralo por lo que me quiere, y saldrás con mis vestidos,137 pues ayuda el traer este rebozo. Y en el campo pondraste en tu hábito e irás con él a la aldea, pues allá ninguna persona te conoce, y testificarás en tu mesma causa. No habiendo otro remedio, cuadrole a Filardo este. Y su pastora dijo que ella buscaría el otro testigo y que iba a verse con Antandro. Despidiose Marfisa y él quedó, a su gusto, satisfecho. Ella halló a Antandro metiendo en el aprisco su ganado; llamole y el grosero pastor138 vino a ella, atónito, diciéndole sus requiebros. Y al fin de oírlos, la discreta zagala le dice: —Amigo, en ley de quererme, estáis obligado a hacer todo aquello que mi gusto pidiere. Y así, en prueba de saber lo que me queréis, os pido que me dejéis ver a Filardo, abriéndome la puerta; quedando, por este regalo que os pido, obligada a quereros. Antandro acabó de perder el poco juicio que le quedaba y, significando con su lenguaje lo mucho que la quería, le entregó la llave de la prisión. La pastora, agradeciéndoselo, no la quiso y dijo que ella iba delante y que fuese él luego a abrir. Fue Marfisa y dijo a su pastor todo lo sucedido, y regocijáronlo mucho. 136

Argos: Cfr. nota 4 del Libro segundo. saldrás con mis vestidos: Aunque lo más frecuente era que la mujer se vistiese de hombre (v. g. Decamerón II, 3), el del hombre disfrazado de mujer constituye también un motivo literario de notable extensión, que en la novela renacentista suele utilizarse como argucia frecuente de enamorados para estar con sus damas (Rotunda, 1942, p. 104). Probablemente, el motivo llega a la literatura bucólica de la mano de Boccaccio, quien en el Ninfale Fiesolano hace que Africo siga el consejo de Venus y se vista de mujer para seducir a Mensola. En la tradición española, Montemayor hace aparecer en su Égloga III a un Floriano que se traviste de mujer para acercarse de incógnito a su pretendida Felisa. Sin embargo, en Bernardo de la Vega el cambio de vestidos e identidades no persigue contacto amoroso alguno, sino todo lo contrario, pues, de hecho, el disfraz separa a los enamorados para permitir que el protagonista testifique a favor de sí mismo en un proceso judicial. 138 grosero pastor: ‘pastor rústico’. 137

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Llegó Antandro, abrió la cárcel, entró Marfisa, comunicó y entretúvose con su pastor tan limpia y cortésmente como hasta allí comunicaron, porque habían propuesto con las almas, aunque no lo dijeron con las lenguas, de no pasar del honesto límite hasta llegar al matrimonio santo. Vistiose el de Iberia la saya139 y pellico de Marfisa y púsose el rebocillo (que hasta en que no hubiera otro preso le fue amiga la suerte) y, mandando al carcelero que le abriese, le abrió. Y salió Filardo con su discreto engaño. Y después de cerrar la prisión, Antandro siguió a Filardo y, asiéndole del brazo, le dijo: —Polida140 y aquestada141 Marfisa, comprí la habra142 que me diestes, son par ñobre143 que lo hacedes mal. Hallose el ibero confuso, pero valiéndose de su mucha discreción, dio en fingir y adelgazar la voz, diciendo: —Mañana. Fue milagro de la ventura de Filardo soltarle Antandro, como lo hizo, diciendo: —Juriaños144 que no escampe145 de mañana. Quedose el carcelero y fuese el ibero. Y a media legua, entre unas ramas, quitose el hábito femenil, dejándole allí escondido. Y quedándose en el suyo, que llevaba debajo, fue a la aldea. Y pareciendo ante el alcalde y escribano, dijo que él venía presentado por parte de Filardo, por testigo, a testificar en su causa. Y tomándole juramento, so cargo del cual prometió decir verdad, preguntándole en suma que si aquel día y hora que mataron a Lorino, Filardo estaba ajeno de aquel lugar, el de Iberia dijo que para el juramento146 que tenía hecho, que aquel día y hora que le preguntaba estaba Filardo donde él estaba, sin apartarse de él un momento. Replicó el alcalde: —Mirad lo que juráis, porque hay indicios que Filardo le mató de celos por querer bien una pastora que se llama Marfisa. El ibero dijo: —Para el juramento que hice, que Filardo no quiere más a esa pastora que yo la quiero. 139 saya: Vestidura femenina compuesta de cuerpo y falda que se ponía sobre la ropa interior y debajo del traje. 140 polida: Cfr. nota 72 del Libro tercero. 141 aquestada: ‘conquistada’. 142 comprí la habra: ‘cumplid la palabra’. 143 par ñobre: Cfr. nota 66 del Libro tercero. 144 juriaños: ‘juradnos’. 145 escampe: ‘pase’. 146 juramento: Además de su valor jurídico, desde el punto de vista religioso el juramento es un acto que coloca a Dios como testigo y garante de la verdad; es por ello que el disfraz y la invocación reiterada al yo que habla salvaguardan la ortodoxia del juramento y el respeto a todo lo que ello implica.

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Replicó el alcalde: —¿Pues dice que se quiere casar con ella? Dijo el de Iberia: —Como yo. Y esta es la verdad para el juramento que tengo hecho. Preguntándole si estaba con ellos otra persona, dijo que un mancebo que se llamaba Elisio. Con esto se vino, y el más contento del mundo, adonde se quedaron los vestidos de su amada pastora. Y poniéndoselos, volvió, adonde, abriéndole la cárcel Antandro, entró y contolo a su bella Marfisa. Riéronlo y regocijáronlo mucho, diciéndole a Filardo que ella buscaría el otro testigo que faltaba y que haría que se llamase de aquel nombre que amor le confirmaría. Pusose la saya y pellico y salió de la cárcel, pidiendo a Filardo el suyo y sus calzones y caperuza. Diolo el ibero. Y al salir, dijo Antandro: —Ende aquí a mañana se me han de her147 un montón de mañanas. Fuese Marfisa, y en una escondida parte, dejando su femenil traje, se puso el de Filardo; y de manera que parecía el hábito de zagal, que en él diera pena al más libre corazón. Al fin, llevando el suyo con la confianza que engendraba su deseo, guiada y arrebatada de él, se fue a la villa, conmutando el nombre de Marfisa en Lisio, por dar libertad a aquel que tiene captiva su alma. Puesta la bella pastora en el camino, cuando más aceleraba los pasos salió a ellos Domenga, que, engañada de verle el traje de Filardo, y respecto de llevar hasta que llegue cerca de la villa el rebocillo, le dijo: —Gallardo, ¿por qué fodes tan atestado148 en no tenerme amorío? ¿Es bien hecho, hey? ¿Por qué non me queréis, siendo tan garrida, hey? ¿Porque os abrandárais no os di la mósica, hey? ¡Por huerza me habéis de querer! La hermosa Marfisa, aunque turbada y confusa, esforzó y fingió la voz, diciendo: —Mañana, Domenga. Ella quedó contenta de oír aquella respuesta y Marfisa se fue a la villa, donde, pareciendo ante los alcaldes y escribano, dijo: —Yo soy el testigo que presenta Filardo en su descargo. Tomáronle juramento, so cargo del cual prometió decir verdad. Tras las ordinarias preguntas y de satisfacer a ellas, siendo preguntado si aquel día y hora que mataron a Lorino estaba en lugar donde se pudiera sospechar que él le mató, dijo que no, por estar en aquel tiempo y hora con él (y dijo verdad,149 pues estaba en su alma y corazón). Replicó el alcalde:

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ende...han de her: ‘desde... han de hacer’. atestado: ‘testarudo’. 149 dijo verdad: Cfr. nota 146 del Libro tercero. 148

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—Mira que hay indicios que Filardo le mató de celos por querer a una pastora que se dice Marfisa. Dijo la pastora que —Es ilusión. Y así quiere Filardo a esa pastora como a mí. Y el escribano: —Sí quiere, y aún dice que se quiere casar con ella. «Como comigo —respondió el fingido Lisio—, y esta es la verdad, que comigo estaba Filardo a ese tiempo y con otro pastor». Dijo el alcalde: —Bien contestan los testigos. Bien podéis iros, mancebo. Dos respetos hubo para que el orden de administrar justicia fuese por aquel lenguaje y estilo. El uno, que los alcaldes no sabían más leyes que la de Dios y de sus ganados; otro, que el favor de aquellos personajes fue ocasión de facilitar y abreviar el tiempo. Al fin, volviose Marfisa más contenta y regocijada adonde, poniéndose su femenil hábito, fue a verse con el preso pastor. Viéronse con mucho gusto y con él trataron lo sucedido. Y a cuatro o cinco horas vino orden para soltar a Filardo. Salió el discreto pastor mediante la discreta orden y traza de la discreta Marfisa. Fuéronse cada uno a su cabaña, remitiendo150 el verse y comunicarse para la tarde. Antandro y Domenga, aunque bárbaros, bien conocieron del proceder de Filardo y Marfisa que haber dado cada uno de por sí palabra fue con fin de cumplirla, y que el valor de cada cual a ello le obligaba. Y así asegurados, aguardan el cumplimiento de ella, celebrando su breve esperanza con bailes, juegos e infinidad de regocijos; y de suerte que por ellos se conociera esperar la más gustosa que tiene amor en sus atributos. Marfisa se vio con su pastor en el sitio determinado. Y después de regocijar su libertad le dijo a Filardo cómo Rosilo y Nise están determinados hacer ausencia y poner mucha tierra en medio y con mucha brevedad, porque la justicia quiere prender a Rosilo por haber averiguado que mató a uno de los pastores muertos; y que a ella le es forzoso seguir a su hermana y cuñado y no dejarlos en esta ocasión; y que, así, le pide se vaya en su compañía, que en la primera tierra que llegue celebrará el matrimonio. Con esta llaneza dijo a Filardo lo que quería, por la confianza de la respuesta, que fue decir que su contento era obedecerle. Preguntole el de Iberia que adónde tenían determinado hacer el viaje. Ella respondió que fuera de España, a las Indias, adonde tienen prósperos mayorales por deudos.151 Pareciole bien al de Iberia; y díjole su pastora que hiciese un romance a la ocasión de ausentarse, para que ella le enviase a su íntima amiga Camila, que residía cerca de allí, en 150 151

remitiendo: ‘difiriendo, aplazando’. deudos: ‘familiares’.

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una cercana aldea. Ofreciolo el de Iberia, despidiéndose. Y cada cual de por sí, yéndose a su cabaña a prevenir lo importante para su camino, quedando de verse en breves horas, porque el tiempo breve no daba más lugar, se fueron. Rosilo, lastimado de la forzosa ausencia que el tiempo ordena que haga, con voz triste y ojos llorosos, se despide de su amada patria, diciendo: Rosilo Quedad con Dios, a Dios quedad, ribera; a Dios, España, río, soto y prado de flores de fragrancias esmaltado, y que nunca os gozara a Dios pluguiera. ¿Quién, sitio deleitoso, me dijera, cuando en ti apacentaba mi ganado, que había de llegar al triste estado que por tu ausencia mi desdicha espera? Pues ya no os volverán a ver mis ojos, prendas amadas más que el alma mía, el dolor de dejaros me acompaña. Lloraréis, como lloro, mis enojos, pues comigo reísteis algún día, prado, soto, ribera, río, España.

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Al fin de esta lastimosa despedida le encontró el de Iberia y, después de haberle saludado, le dijo que por muchos y graves inconvenientes se había dispuesto a dejar a España y seguir su compañía, si de ella gustaba. Con grandes encarecimientos mostró regocijarse de ello, entre lo que dijo que, yendo acompañado de tan buen gusto y entretenimiento, que no sentiría dejar su patria amada. Y cuando estaban con este contentamiento, llegaron la gallarda Nise y la hermosa Marfisa, las cuales fueron alegremente recibidas. Y el ibero habló con su pastora con la libertad y desenfado que solía, valiéndose entrambos de su mucha discreción y prudencia. Volvió a referirse el ir unos de otros en compañía, de lo que con estremo gustaron. El ibero sacó un borrador (en que escribió el romance que su pastora le mandó escrebir para su amiga Camila) y leyolo de pedimento de todos, y decía: Filardo Bajo un fúnebre ciprés que en el seno el Betis cría,

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adonde con más violencia su furor el cielo envía de pedregosos nublados, truenos, tempestad, neblina; lugar que con su carrera jamás Apolo visita, y sitio que, en vez de flores, produce abrojos y espinas que con recios vendavales con aspereza ventilan; adonde por los placeres reinan las melancolías, do gustos no se conocen, por presidir las desdichas; aqueste lugar elige la desdichada Marfisa para llorar el ausencia de su gloria ya perdida. No adorna el cuerpo cansado con azul ni verde frisa,152 ni hace invención del cabello porque ya pasó solía;153 no trae polida cayada,154 zurrón ni blanca pellica,155 que una negra y tosca jerga156 viste y trae por compañía. Para cansar la memoria, llora, aflígese y suspira, diciendo: «Sagrado Betis, que fuiste mi compañía cuando en ti vi mis corderos

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v. 22 frisa: ‘tela de lana usada para forros y vestidos de las aldeanas’. v. 24 pasó solía: Es frase adverbial para describir el paso del tiempo y la mutabilidad de las cosas. Sebastián de Horozco lo aclara en su Teatro universal de proverbios, p. 287: 1327. «Ya pasó solía / y vino mal peccado: / Es proverbio muy usado / sabido comúnmente / que según está mudado / qualquiera tiempo pasado / fue mejor que el que es presente / Pasó ya la loçanía / y el ser del tiempo dorado / pasó quanto bueno avía / y aun dicen pasó solía / y vínose mal peccado». 154 v. 25 cayada: ‘báculo’, ‘bastón’. 155 v. 26 pellica: ‘zamarra o vestido de piel’. 156 v. 27 jerga: ‘tela gruesa y basta’. 153

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luchar con sus corderillas, teniendo por gloria y gusto ver sus tiernas niñerías; ayudando a celebrarlas la que es de veras amiga, la que jamás tuvo cosa que dejase de ser mía, la que mi pesar lloraba y mis placeres reía; aquella que siempre hallé dispuesta a cuanto quería al cielo “injusto” le llama y a la soledad “amiga”». No dice más libertades, aunque pudiera, Marfisa, que, mientras más agraviada, trata con más cortesía lo que más usa; y refiere, por lo que su amor le obliga: «Es cansada y triste ausencia de mis gustos homicida. Si el lugar que en mi alma tiene, con tal firmeza Camila, otra alguna poseyere, acabe el cielo mi vida». Mas del poco encarecer luego se halló arrepentida, diciendo: «Quien está ausente solo en su pena está viva. No puede fortuna darme cosa con que más me aflija, pues, por llevarme más lejos de ti, me lleva a las Indias, adonde las esperanzas de verte serán más ricas. A Dios, amiga del alma, a Dios, de mi alma amiga, que en el raudo mar me embarco, donde fortuna me envía. No me espantará el mar fiero,

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que el mar no me atemoriza, que en el que han hecho mis ojos perdí el miedo que tenía. Con mi amiga la esperanza vivo y tendré compañía, y así tranzaré el cabello en señal con verdes cintas; que ella y la fe de ser tuya harán inmortal mi vida. A Dios, vida de mi alma, a Dios, de mi vida vida».

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Diciendo la del ibero que se lo quiere enviar por ser maravilloso, alegres y regocijados se fueron a embarcar, porque la necesidad de su partida no les da más lugar y les fuerza a que la abrevien, llevando en su compañía a Matricio, primo hermano de Marfisa; el cual, por orden de Rosilo, tenía ya prevenido todo lo conveniente y necesario. Embarcáronse los cuatro amantes en el sagrado Betis y llegaron al felicísimo puerto de Barrameda,157 adonde les aguardaba un gallardo navío. Y aquella noche, en la cabaña donde albergaron, escribió el de Iberia esta epigrama:158 Filardo A este lugar que el mar baña Filardo llega, en memoria de que le lleva su gloria haberla fuera de España. Y su pastora, que también por su discreción sabía hacer versos, escribió lo siguiente: Marfisa Dios le lleve con bonanza y traya, cual él procura,

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Barrameda: Sanlúcar de Barrameda, actualmente en la provincia de Cádiz. epigrama: Se trata de una redondilla, designada con el marbete latino por su brevedad.

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tan rico de la ventura cuanto lo va de esperanza. Filardo se agradó mucho, y a los estremos que hizo celebrándola, dijo Rosilo que Marfisa tenía tan buen gusto e ingenio en hacer versos como los que mejores los hacían. Y prosiguió el de Iberia diciendo: Filardo Letra que ilustras mi ser y enriqueces mi deseo, con la gloria que te leo, ruego a Dios te vuelva a leer. Dejaron fijado el papel adonde Filardo entendió (si la ventura acude, como entiende) volverle a ver, como en su metáfora dice. Embarcados en el dichoso bajel, con viento en popa y próspero suceso, fueron los pastores alegres y sin la ofensa que suele el mar hacer a los que no lo han frecuentado. Todo el viaje159 fue risa, donaires, pasatiempos y alegres entretenimientos, bailes y músicas, hasta tomar puerto en la fortunada isla que señorea el encumbrado Teide.160 Allí se refrescaron los iberos, aportando más en ella por curiosidad que por necesidad de tiempo. Después de haber gozado de aquella deleitosa y fortunada, y de inquirir y ver infinidad de deleites, los discretos pastores, una tarde, al tiempo que Delio161 templada y blandamente alumbra y calienta aquel horizonte, arrebatados del gusto de ver la falda y pie del fresco y levantado Teide, incitados de este deseo, mano a mano fueron adonde, al punto que estaban contemplando su levantada y plateada cima, vieron venir tres pastores, al parecer apasionados y de pendencia. Venían divididos —y, a poca distancia de donde estaban el de Iberia y los demás, se detuvieron y carearon162 (llamábanse Clauso, Lisor y Criseldo)— y revueltos los gabanes a los brazos y los robustos cayados en las orgullosas manos. 159 el viaje: Aquí empieza la peregrinación de los pastores. Estructuralmente no funciona como en La Diana, cuyo viaje se plantea al final del libro, de modo que el libro siguiente es el comienzo del viaje. Además, en Montemayor los pastores viajan a pie entre el bosque para llegar hasta el palacio de la maga Felicia, no a través del mar. El mayor parecido entre ambos planteamientos podría estar en la «pequeña isleta» donde «se devisaba una choza de pastores» en medio del estanque (Montemayor, 1996, p. 135). 160 Teide: Volcán situado en la isla de Tenerife. 161 Delio: Cfr. nota 17 del Libro primero. 162 carearon: ‘se pusieron de cara, frente a frente’.

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Y con impaciente cólera, embistiendo Criseldo y Lisor el uno contra el otro, y poniendo paz Clauso en trabada y colérica revuelta, dijeron por este estilo. Lisor Criseldo Clauso Lisor Clauso Lisor. Lisor Criseldo Clauso Lisor Criseldo Clauso Lisor Clauso

Criseldo Lisor Criseldo Lisor Clauso Criseldo Clauso163

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¡Oh, mal guardado respeto! ¡Oh, respeto mal guardado! Digo que ninguno ha estado en esta ocasión discreto. Pues no ha bastado remedio, este lo remediará. ¿Que no basta ver que está un amigo de por medio? Porque a vuestro valor miro, me voy, amigo, a la mano. ¡Oh, villanía! Es villano. Del uno y otro me admiro. ¡Poned al enojo pausa! ¡Agradecer! ¿Que agradezca? ¿Que tan poquito merezca yo? Es muy urgente la causa. Aunque más urgente sea, depóngase la pasión, y dadme de ello razón, para darla a cuya sea. Pues yo os contaré el suceso. ¡No, sino yo! ¡Yo seré el que la verdad diré! ¡También yo! Todo es exceso. ¿El que otra cosa? Pastor, aunque de uno y otro pecho

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v. 25 Clauso: En la princeps se repite la abreviatura «Cris.» del personaje Criseldo, que es quien enuncia la primera parte del verso. No obstante, el sentido indica que la apelación debe estar necesariamente en boca de Clauso.

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Lisor

BERNARDO DE LA VEGA

estoy cierto y satisfecho, deme la cuenta Lisor. Habrá cerca de dos años, o dos horas para mí, que en una pastora vi mi bien; Criseldo, sus daños. De tan alta perfeción cuanto es gloria solo el vella, y es lo menos que hay en ella hermosura y discreción; pues le dio el cielo, de hecho, con mano pródiga y rara, de Elena la hermosa cara164 y de Penélope el pecho.165 Y lo mucho que le quito, que casi da el pensamiento a un discreto sentimiento solo lo dejo y remito. Y a quién ha sido crüel este estremo de hermosura, dígalo aquí mi ventura y la desventura de él. Criseldo en aqueste tiempo me ha sido competidor, viendo en su pena y dolor mi gloria y mi pasatiempo. Y que el preferido fui, desde el principio está llano, pues ella le dio de mano, por dármela en todo a mí. Por ver sus desdichas ciertas un día la paseó, y con las puertas le dio, y a mí las del alma abiertas.

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164 v. 39 Elena la hermosa cara: Helena de Troya, es ejemplo proverbial de hermosura, pues se la considera causante, por su belleza, de la Guerra de Ilión. 165 v. 40 Penélope el pecho: Penélope es la esposa de Ulises, quien aguardó durante veinte años el regreso de su esposo de la Guerra de Troya. Por este motivo es considerada paradigma de fidelidad y virtud. Su pecho, por tanto, es signo máximo de resistencia y castidad.

EL PASTOR DE IBERIA

Clauso

Criseldo

Uno y otro desfavor le ha dado, como el que vi, conmutando aquesto en mí en varios gustos de amor. Y ninguna parte ha sido para mudar de cuidado, ver que, sin ser el llamado, soy por su mal escogido. Y con saber en su daño que yo soy el preferido, con Criseldo no ha podido uno y otro desengaño. Y al progreso de esta historia le he dicho, por suerte buena, que, dando en dejar su pena, me deje gozar mi gloria. Y viendo que no ha podido este proceder honrado, al rigor de mi cayado he mi razón remitido. Es Belisa y su beldad la pastora y la enemiga de Criseldo, y él os diga si he dicho en todo verdad. No es cosa estraordinaria lo que me habéis referido, porque de esto es lo que ha sido más en el mundo ordinario; pues pasa cada momento que en los estremos de amor se lleve un competidor la gloria y otro el tormento. Hace mi poca ventura que en amor no tenga parte, pues no quiere que me aparte de mi mal mi desventura. Mas a mi dolor me incito, porque mi Belisa esquiva, mientras más del bien me priva, más me crece el apetito.

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Clauso

Lisor

Clauso

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Y aunque entiendo que la canso con mi enojosa conquista, si la canso con mi vista, yo con la suya descanso. Y aunque ella a mi sufrimiento da su aspereza y rigor, no le ha de quitar Lisor la gloria a mi pensamiento. Y pues tiene la memoria del bien de mil bienes llena, déjeme a mí con mi pena, pues no le quito su gloria. Pues son míos los enojos y suyo el dichoso trato, deme Lisor de barato dejarla ver con mis ojos. Hame dado compasión el veros, Criseldo, en parte que os lleve la menor parte de la suya el corazón. Y pues goza gloria tal, Lisor, y vos el desdén, él ve en vuestro mal su bien y en su bien veis vuestro mal. Y porque, Lisor, os veo triunfar de alegres despojos, gocen Criseldo y sus ojos la muerte de su deseo. Pues Criseldo no se cansa porque vuestro valor sobre, dejalde morir al pobre al gusto de su esperansa. Quede así, amigo Lisor. Quede, aunque parece estremo, que de Criseldo no temo, el serme competidor. Mas vamos a la presencia de la que os prendó la fe, y pidámosle que dé difinitiva sentencia.

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Criseldo

Clauso

Y quede de condición que, en quedando averiguado, el que fuere condenado ha de mudar de intención. Yo acepto, aunque, al parecer, dice Lisor que le adora mas que al vivir mi pastora, y a mí no me puede ver. Es la pena desigual, de que mi contento muere, decirme que bien le quiere y que a mí me quiere mal; que en ella no vi un desdén, ni de enfadarse divisa, para entender que Belisa no pueda quererme bien. ¡Vamos! Saldrá de su engaño el que en aquesto se engaña, si Belisa desengaña a quien busca el desengaño.

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Fuéronse, al parecer, en busca de la pastora, y quedaron los forasteros admirados de lo sucedido y con deseo de ver el fin. Y al punto que más en esto trataban, vieron venir por aquel deleitoso sitio una bellísima pastora, gallardemente al traje de España aderezada. Y acercándose más adonde Filardo estaba, dijo: Belisa Yo soy la más venturosa que al suelo toca la planta, pues el cielo me levanta al bien de no ser celosa. Y no porque el niño dios a mí no asestó el cuadrillo, que cuando vibró el arquilllo hirió con el tiro a dos. Fueron heridas de suertes, pues solas estas heridas dan con su rigor mil vidas y con la salud mil muertes.

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Todas sus fuerzas amor, sus gustos y niñerías, juegos y apacibles días, dio a Belisa y su pastor. Y así este solo es con quien Belisa el alma regala, y, por no haberle, no iguala a aqueste bien ningún bien. Sin tener parte de hermosa, donde están las más hermosas, ellas y las más dichosas me llaman la má[s]166 dichosa. Tengo tan seguro el pecho y mi ventura tan cierta que jamás se abrió la puerta sino a mi gusto y provecho. A mi pastor solo quiero, aunque otro ha dado en cansarme, con pretender apartarme de aquel por quien vivo y muero. Da en seguir su necia suerte, pues con solo porfïar, este ha dado en acabar lo que no podrá la muerte. Pues me dio este bien el cielo con el que a mí me procura, no merece esta ventura llamarse gozo del suelo. Que es tal el que recebí que aún la ventura infinita, cuanta en sí tiene, se quita, por dármela toda a mí. Y ha dado el pobre en cansarme y en ser otro Polifemo,167

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v. 24 más: «ma» en el original, aunque corrige la Fe de erratas. v. 46 otro Polifemo: El cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, se enamora perdidamente de la nereida Galatea, que lo rechaza y prefiere al pastor Acis. Incapaz de refrenar sus celos, Polifemo aplasta a Acis con una gigantesca piedra. 167

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con la fuerza y el estremo de cansarse y enfadarme. Y al que le di mis despojos, si mi lengua se lo encubre, el amor se lo descubre en mi alma por los ojos.

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Al fin de este soliloquio que hizo la hermosa pastora (al parecer, Belisa), llegaron Clauso y Lisor y Criseldo, que andaban en su busca. Y reparándose un poco los dos y ganando más tierra Clauso, ya que estuvo bien cerca de la gallarda Belisa, tras de haberla saludado (con la cortesía a su belleza y discreción debida) con venerables y corteses razones, le propuso el caso. Al fin: todo lo que los dos padecían y la reñida competencia en que los había visto y lo que habían determinado. A lo que, prestando benignísimos oídos, la bellísima zagala dio por respuesta bien estraordinaria lo siguiente: —Llegaos acá, pastores. Llegaron Criseldo y Lisor, y prosiguió diciendo: —Por el recato que debemos tener las mujeres y por la honestidad que profesamos, justa y debida cosa al femenil ser, no con palabras ni publicidad diré lo que en el alma y en el rendido cor[a]zón168 tengo. Y guardando el decoro a lo dicho y a mi gusto, doy por respuesta esto: Lisor, toma esta mano izquierda; Criseldo, dame acá esa derecha a la mía. 169 Pastores discretos sois. En esto he dicho a quién quiero y querré todo lo que durare mi vida. Fuese Belisa y quedaron grandísimamente contentos Lisor y Criseldo, y Clauso, aunque discreto, confuso en estremo. Y con él, cada cual de los dos amantes altercó y sustentó la causa de ser favorecido, entre lo que dijo Criseldo: —¡Bien decía yo que jamás vi señal en mi pastora que no fuese de favorecerme! Y que los sentimientos que hice fueron por asegurarse Liso de ser el querido y yo el aborrecido, como es proprio del que verdaderamente ama recelar el ser desamado. Pero pues ya al competidor le llegó el desengaño, mude de intención, como prometió. Y para más justificar mi justicia, digo que pedirme mi Belisa la

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corazón: «corzón» en el original, aunque corrige la Fe de erratas. toma... dame: Es recreación de la primera question d’amore, contenida en el Philocolo de Boccaccio, sobre si la dama hace un favor mayor al caballero al que concede una prenda o a aquel de quien la acepta. Bernardo de la Vega pudo conocer el texto en la traducción de Diego López de Ayala impresa en Sevilla en 1546, Laberinto de amor que hizo en toscano el famoso Juan Bocacio, donde se concluye «que a quien dan es más querido / que a quien toman lo que tiene» (Boccaccio, 1546, h. 5v). De acuerdo con esto, parecería ser Lisor a quien prefiere la pastora Belisa. Sin embargo, la intención del autor, como se comprueba a continuación, es la de mantener el problema sin una solución clara y que sea el lector quien decida. 169

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mano fue quedar obligada a dármela en todo lo que mi gusto pidiere; pues es averiguado el que recibe pidiendo quedar obligado a dar cuando le pidan. Replicó Lisor diciendo: —Criseldo, como en las demás razones, te engañas; porque mi hermosa pastora, despechada del mucho enfado que le dan tus molestias y persuasiones, me la dio con la fe de ser mía, dejándome obligado con darme a que siempre le dé el alma y corazón, como la doy y daré mientras viviere. Cada cual en su defensa trajo muchos ejemplos y agudas razones. Y defendiendo cada cual su causa, se fueron; y el discreto Clauso, indeciso, sin determinar seguir por entonces ninguna opinión, y dejando materia para que Filardo y los iberos defiendan la parte que más en amor la tenga. Y así, cada uno defendió la que más cierta pudo parecerle. El de Iberia y Rosilo dijeron que Lisor era favorecido; Marfisa y Nise, que Criseldo. Y cada cual, en defensa de su parecer, dio infinitas razones. Fue forzoso dejarlo, porque el piloto, compelido de un fresco y próspero viento, vino con priesa a llamarlos. Fuéronse a embarcar, forzados de esta fuerza, quedando en ella la causa de Criseldo y Lisor, para que el letor170 defienda la opinión que más cierta le parezca. Embarcáronse los pastores, convidados de un fresco y apacible norte,171 gustoso y derecho tiempo para el fin de su derrota. Y a poca distancia de su navegación, y cuando vieron quebrar las olas del mar en la gomera172 arena, saltó un violento y rasgado leste173 y fueles forzado, compelidos de su violencia, arribar a la fortunada Palma, adonde amor ordena que la174 lleve Filardo de sus amores, aunque con la pensión175 de muchos inconvenientes. Tomaron tierra, y los pastores y mayorales más chapados de ella les recibieron y hospedaron, porque es propria condición de todos los de aquella isla. Fue el albergue regalado. De Rosilo se apasionaron Caprino y Belio y Torinto; y del de Iberia, Celio176 y Sandalio, Paulonio y Petreyo y Marquino. Al fin, unos siguieron y apetecieron al ibero y otros a Rosilo. Y a las hermosas pastoras Nise y Marfisa todas las de aquella fortunada ribera; las cuales, contentas y admiradas de la hermosura y aviso del traje, gala e invención de España de que las bellas zagalas iban adornadas,

170 letor: Interesante y acaso novedosa apelación a la libertad interpretativa del lector. Cfr. nota 169 del Libro tercero. 171 apacible norte: ‘viento procedente del norte’. 172 gomera: Adjetivo referido a la isla de La Gomera. 173 rasgado leste: ‘viento procedente del este’. 174 la de sus amores: Se refiere a la palma de amor, en juego anfibológico con el nombre de la isla y el atributo vegetal. 175 pensión: ‘pena’, ‘aflicción’. 176 Celio: Se trata de un nombre pastoril claramente emparentado con el cielo.

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más apetecieron su trato y conversación. La de los iberos fue tan acepta177 a los insulanos que cuando no fuera propiedad de su condición tratar con regalo a los forasteros, lo hicieran, como con extremo hicieron, pagados de la nobleza de los foranos178 pastores. Y después de haber descansado y de haber comido muchos y regalados manjares, ofrecidos con e[n]trañas179 puras, y de haber regocijado el regocijo de los bien llegados con estraordinarios bailes y juegos graciosos, bien ajenos de los de España, dejaron a los huéspedes en una bien fresca y deleitosa cabaña, adonde, convencidos del gustoso y apacible son de las templadas olas del mar, dieron sus cansados cuerpos al descanso y quieto sueño, siendo guardia y custodia de él el cielo y la plateada y castísima Delia.180 Matricio y Filardo, que en estremo son amigos, esta noche trataron, libremente fiados de su mucha amistad, la que el de Iberia y Marfisa se tienen, descubriendo y afirmando los muchos indicios que Matricio tenía, anteponiendo Filardo que su pretensión era gozar de su pastora por medio del dichoso tálamo. Y por este llevó Matricio con gusto el saberlo, ofreciendo con él en todo su ayuda. Al fin, con la de la conversación, quedaron dormidos, hasta que Delio, puesto en el balcón de oriente, dora y hermosea los más arrogantes collados. Y a ese tiempo, y cuando entendieron aquellos palmíferos que ya lo era de haber descansado los iberos, vinieron a darles el alborada con varios y acordes instrumentos, acompañados de divinas voces y adornados de costosos y galanes pellicos, y las cabezas ceñidas y hermoseadas de hermosas y curiosas guirnaldas, hechas de oro y seda y esmaltadas de flores. Trajeron una gallarda y peregrina invención, que fue a siete bellísimas pastoras, en cuya celestial belleza de cada cual se viera aquella que eternizó el monte ideo.181 Venían representando las siete islas, acomodando los trajes y adornos, gallarda y curiosamente, a aquello de que cada cual era abundante.182 Vino la que representaba la cabeza, que era Canaria,183 con un ropón de brocado y bordada la espalda de tres escudos: uno, de las armas reales; y otro, de la Inquisición; y el otro, con una mitra, que representa residir en ella, y la 177

acepta: ‘agradable’, ‘gustosa’. foranos: ‘forasteros’. 179 entrañas: «estrañas» en la princeps, aunque corrige la Fe de erratas. 180 Delia: Cfr. nota 45 del Libro primero. 181 monte ideo: Cfr. nota 27 del Libro segundo. 182 trajes y adornos... abundante: La descripción de las vestimentas de damas y galanes era motivo muy grato de aquellas creaciones literarias que recogían detalles del mundo caballeresco o cortesano. Probablemente, la Cuestión de amor sea una de las obras que ejemplifican más claramente esta tendencia, dedicando páginas íntegras a la descripción pormenorizada de este asunto. Autores como Feliciano de Silva o el propio Montemayor también describieron en sus novelas los ropajes, joyas y hasta el ornato de los edificios cortesanos. 183 Canaria: Las Palmas de Gran Canaria. 178

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Real Audiencia; y sembradas las mangas de excelentes motes y epigramas, en que muestran el divino ingenio que aquel cielo produce con la sagrada poesía, sobre unos cabellos cuyo encarecimiento reservo a la más alta y peregrina consideración. Traía la bella ninfa una guirnalda hecha de oro fino o del cabello, de la cual se levantaba una coluna cuyo remate era una corona, en cuya lindeza y curiosidad pudiera más Artemisa eternizarse; y en ella, como en lugar digno, puesto un iluminado papel con los versos siguientes: Canaria Si en un lustro y otro lustro mi valor se soleniza, con el suyo me eterniza Cairasco,184 con quien me ilustro. Venía la segunda, que era de Tenerife, con una basquiña185 y cuerpos de carmesí bordada; y bordados de toneles de oro, que representan ser abundante de treinta mil toneles de regalado vino. Encima de los cuerpos, sin abrochar, traía una pellica186 cuyo color no se pudo divisar respecto de venir sembrada de joyas de inestimable valor, representando en ella ser la más rica de las siete. Y sobre los dorados cabellos, hecha una guirnalda de capullos de seda; y en ella, enlazada esta letra: Tenerife Subiome a mayor riqueza que a la que en mí conocéis haberme puesto los pies pastores en mi cabeza. La tercera representaba La Palma (esta convino ser la más hermosa y dama187, repeto de preciarse más de esto aquella isla que las demás) que, aunque es fertilísima de estremado pan y maravilloso vino, y de mucha azúcar y de todas

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v. 14 Cairasco: Cfr. nota 23 de los Preliminares. basquiña: ‘prenda femenina, a modo de saya, que se coloca sobre la ropa para salir a la

calle’. 186 187

pellica: Cfr. nota 155 del Libro tercero. dama: ‘distinguida’.

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las frutas, el ser curiosa, gallarda y cortesana tiene por mayor estimación; por lo que fue conveniente buscar la más gallarda y hermosa para su representación. Y así le cupo, por serlo, a Yazmina, hija del discreto Belio. Y así vino hermosa como ella misma, pues no hay con quien conferirla.188 Trajo una saya entera de azul y plata; y lo que era alzacuello y tocado, de manera que por su modelo e invención se han hecho muchas hermosas en aquella fortunada. Al fin, tal venía la bellísima pastora que pudiera la corte aprender en su gala a tenerla. Sólo en la mano de marfil sacó un instrumento de ébano, que aún esto en ella hizo obra admirable, y guardando para su tiempo el ejercicio de él. La cuarta representaba La Gomera. Venía vestida de media cuerpo arriba como una dama cortesana, y con el proprio aviso y gala con que la más bizarra se adorna y trata; y de medio abajo, como una rica labradora, no mostrando en este traje menos curiosidad que en el otro; dando a entender, por esta figura, residir siempre en ella sus valerosos condes. Y así, en la parte que esto representaba, entre los cabellos rojos, traía esta letra puesta con ingenio y arte: La Gomera Por ilustres me gobierno, dame el mar pensión y pecho, mas los iberos han hecho mi nombre en el mundo eterno. Y en la alforza189 de un basto y curioso brial190 la siguiente: La Gomera De azúcar, queso y ganado, de lana y de orchilla191 sobro, mas el bien con veros cobro por el mundo deseado.

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conferirla: ‘compararla’. alforza: ‘pliegue hecho en ciertas prendas, a modo de adorno o para acortarlas y alargarlas cuando sea necesario’. 190 brial: ‘vestido hecho de seda’. 191 v. 2 orchilla: La también denominada occella canariensis es un liquen que habita en las rocas marítimas y del que se obtiene un tinte de color púrpura o violáceo. Históricamente fue uno de los productos más exportados de las Islas Canarias, en cuyos acantilados crece en abundancia. 189

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De esta suerte vino La Gomera. Y trajo puestas unas castañetas cuyos sones eran de más perfeción que los de los demás instrumentos. La quinta192 representaba la de El Hierro. Y vino como una garrida pastora, cercad[a]193 de mansuetillos corderos, tan amigables y domésticos que a cualquiera voluntad de ella se movían, como si fueran guiados de su propria razón. La guirnalda era de espigas y sobre ella trajo un colmado plato de panes, el cual no le era impedimento para hacer varias y dificultosas mudanzas. En esta insignia mostró de lo que abundaba, trayendo de hombro a hombro esta letra: El Hierro El cielo guardó el decoro que toca a vuestro derecho, pues con verle queda hecho el hierro, diamante y oro. La sexta representaba la de Lanzarote. Vino vestida como una próspera labradora y, en este traje, con mucho aseo y curiosidad, trajo bordada la dominguera saya con muchos conejos, porque tiene tantos que da por un real una docena. Traía la guirnalda de trigo, porque de él es la más próspera. Y de diestro, un caballo hermosísimo, dando a entender que los tiene mejores que la España. Vino sentada sobre un poderoso carnero de diez cuernos, y el del medio era de cerca de una vara. De esta suerte vino, trayendo un escudo hecho de las espigas; y en él esta letra: Lanzarote Con vuestra vista restauro el bien que un tiempo perdí, pues de haberme visto a mí, me ha de cobrar miedo el mauro. La séptima y última representaba Fuerteventura, la cual vino vestida como una rica serrana, con un brial194 plegado de grana, jironado de terciopelo verde

192 quinta: Corregimos la lección «cuarta» de la princeps, que es errata evidente, probablemente debida al componedor. 193 cercada: Corregimos la lección «cercados» de la princeps. 194 brial: ‘vestido femenino de seda u otra tela rica’.

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y oro; sobre la albanega195 labrada, un capillo196 de tela de plata y verde; y al cuello, muchos corales y una grande patena de plata.197 Las mangas, gayadas198 y puñetadas;199 y en la mano, un plato, al cual, haciéndole andar a la redonda con la presteza del pensamiento, le sirve de instrumento, a cuyo son canta gustosas y melancólicas endechas. Y en la patena esta letra: Fuerteventura El ser quien sois me asegura, aunque no mi merecer, que por veros ha de ser firme y Fuerte mi ventura. De esta suerte venían las siete bellísimas pastoras,200 acompañadas de todos los pastores y zagales y mayorales que tiene aquella fertilísima isla; y todos curiosamente aderezados. Y al punto que llegaron donde estaban los forasteros huéspedes, después de haberla enramado y hermoseado de odoríferas flores la cabaña, dando todas lugar a la más que ellas hermosa Yazmina, y llegándose más cerca, soltó la divina voz. Y con ella, prendiendo y enamorando las circunstantes almas, dijo lo siguiente: Yazmina Pastores, ¿no despertáis? Pues mi palabra os empeño, que si yo no os quito el sueño, que a mí el sueño me quitáis.

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albanega: ‘cofia o red utilizada para recoger el pelo’. capillo: ‘gorro’ o también ‘capucha y mantilla del traje popular en ciertos lugares’. 197 plata: ‘lámina o medalla grande, con una imagen esculpida, que se cuelga en el pecho’. 198 gayadas: ‘adornadas con listas de color’. 199 puñetadas: ‘con puñetes’ o ‘pulseras’. 200 En la prosa XI de la Arcadia ofrece Sannazaro pastores disfrazados de su entorno más inmediato, que no es otro sino el bosque: «li quali tutto in schiera venendo vestiti e coverti di frondi, con rami lunghissimi in mano, parevano da lungi a vedere non uomini che venisseno, ma una verde selva che tutta inseme con gli alberi si movesse ver noi». Aquí Bernardo de la Vega parece amplificar la escena ofreciendo un mayor artificio y desplazando el bucolismo utópico a la concreta realización de un espacio histórico, pues el disfraz de las pastoras evoca el espacio de la real y heterogénea insularidad en que se encuentran. 196

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Glosa Así gocen vuestros ojos todo cuanto bien queréis, que no a los míos neguéis gozar de vuestros despojos. Y aunque de quien sois gustáis, por quien soy mi fe os empeño, que si yo no os quito el sueño, que a mí el sueño me quitáis. A quien como yo os desea, el veros tan bien le está que con ello quedará hecha corte siendo aldea. Pues cuanto veis ilustráis, vedme, que mi fe os empeño, que si yo no os quito el sueño, que a mí el sueño me quitáis. Mi mucha bajeza veo y el mucho valor que os sobra, mas lo que falta a la obra ha de suplir el deseo. Y si al que tengo miráis, pastores, mi fe os empeño, que si yo no os quito el sueño, que a mí el sueño me quitáis. Aunque mi nombre fue «Palma», nunca en posesión me vi, y agora que estáis en mí, al mundo llevo la palma. Pues la llevo y la lleváis, y aquesto enseñáis y enseño, bien es que yo os quite el sueño, pues el sueño me quitáis.

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Acabando de cantar la hermosa Yazmina, abrieron los de Iberia la cabaña; y al son de tres acordes instrumentos, Filardo y Rosilo y Marfisa, asimilando a la divina voz oída, cantaron: Filardo, Rosilo y Marfisa ¿A quién no quitará el sueño la que el cielo le asegura que, por valor y hermosura, puede ser del mundo dueño? Bien es que lo quite el cielo a todos los que hospedáis, pues con las obras lleváis vuestro nombre a todo el suelo. Y en contemplarlas, el sueño nos quita quien, por ventura, por su valor y hermosura, puede ser del mundo dueño. Si el que a tan felice puerto por su ventura navega que, en allegando, le llega a su bien seguro y cierto; aunque el opio y el beleño traya en el seno, es locura que duerma en quien, por ventura, puede ser del mundo dueño.

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Después de haber dado gusto a medida del primero, aquellas siete bellas ninfas201 hicieron gustosos bailes e invenciones de cruzados202 bien ajenos de los de España; de que los de Iberia quedaron no menos satisfechos que de su peregrina hermosura. Y acabando, sentáronse en el alegre y deleitos prado, adonde tendiendo curiosas mesas, y prefiriendo y dando el mejor lugar de ellos a 201 bellas ninfas: Es un tópico bien asentado del género bucólico la convivencia entre ninfas y pastores. Sin embargo, las ninfas aquí referidas son claramente históricas, pues se trata de damas disfrazadas de ninfas, al modo de las que se prefiguran en el libro segundo de La Diana, pp. 73-73. 202 cruzados: Se refiere a la mudanza que hacen los bailarines, formando una cruz y volviendo a ocupar el lugar que antes tenían.

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los iberos, almorzaron sabrosas viandas: sabroso y estremado pan de Tijarafe y Garafía,203 términos de aquella fortunada que produce el mejor del mundo; vinos odoríferos y regalados de Velhoco204 y Buenavista;205 pescados excelentes. Y esto dícese, aunque parece estremo, porque lo es el mayor de la tierra el de la lindeza de estos mantenimientos. Después de alzadas las mesas, pidieron los insulanos a los iberos que bailasen, porque el sitio era acomodado por ser impedido al sol con una verde enramada de álamos y verdes cañas, a lo que hermoseaban fragrantísimas flores entretejidas entre ellas y ellos. El suelo, tan llano y fresco y aderezado como si fuera criado para aquel proprio ministerio. Al fin, obligados del aseo de él y del ruego de aquellos gallardos pastores, los de Iberia hicieron escogidos bailes y peregrinas mudanzas, de suerte que, por ser de lo mejor de España dirigido al gusto de los mejores y más agradecidos pechos, pareció de manera que, con la mejor que cabe en el mejor estilo, lo celebraron, estimaron y engrandecieron; porque son de tan buen entendimiento y agudeza aquellos palmíferos que, siendo tan discretos el de Iberia y Marfisa y viendo con el recato conveniente en sus amores, vinieron por ligeras y recatadas conjeturas a entenderlos. Y después de haber estado un rato en discreta conversación, le pidieron a la pastora de Filardo que cantase. Y ella, deseando aquella ocasión para en ella significar a su pastor lo que sentía, con aquel donaire en Marfisa solo usado, tomó el instrumento y con la voz angélica, acompañada de gracia y compostura, dijo: Marfisa Yo apostaré que os entiende, alma, el secreto mayor, el que con fuego de amor os quema, abrasa y enciende.

203

Tijarafe y Garafía: Municipios canarios situados en el noroeste de la isla de La Palma. Velhoco: Actualmente es un barrio de Santa Cruz, al este de la isla de La Palma. En la época, sin embargo, era un municipio famoso por la excelencia de sus vinos. Aunque se trata de una mención llamativa, no es esta referencia al vino una novedad de la propuesta pastoril de Bernardo de la Vega, pues ya en el libro segundo de La Diana Fabio refiere a Felismena, disfrazada de Valerio, la vida que podría gozar en la corte si decidiera servir como paje a su amado don Felis. Entre las excelencias le menciona «el vino de Sant Martín» (Montemayor, 1996, p. 117), que también aparece citado en la Segunda Celestina y en el Guzmán de Alfarache. 205 Buenavista: Buenavista del Norte, en la isla de Tenerife. 204

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Glosa Yo apuesto que de crüel sabe que le habéis llamado, por nacer vuestro cuidado del mucho descuido de él; y que sabe que os ofende aún el descuido menor del que con fuego de amor os quema, abrasa y enciende. Yo apostaré que adivina, que dice vuestra ventura, que vuestra poca hermosura no deje por la divina; y que si aquesto pretende, no cumple con su valor el que con fuego de amor os quema, abrasa y enciende. Si os dijere que el recato le hace disimular, decid que os puede mirar al descuido de barato; porque, de otra suerte, vende muy caro cualquier favor el que con fuego de amor os quema, abrasa y enciende. Yo apuesto que sus recelos hacen que estéis abrasada, pues no hay alma enamorada que deje de tener celos. Mas decilde206 que se emiende de cualquier pasado error el que con fuego de amor os quema, abrasa y enciende.

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decilde: ‘decidle’, forma con metátesis habitual de la lengua del xvi.

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Tanto gusto dio la letra y admirable tono a los circunstantes que no pudieron mostrar el encarecimiento con menos de con estraordinarias admiraciones. No menos bien pareció a Filardo el mucho que la letra tenía, y quisiera con otra responderle, mas puso a ello tregua por la agudeza de los oyentes. Gedonio, el alcalde de aquella aldea y districto, que, poco a poco, de las excelentes partes de Marfisa se mostraba apasionado, al fin de oírla llegó al estremo de estarlo. Y por entender que por el valor de la pastora y forasteros no pudiera llegar a gozar su deseo con menos medio que el de pedirla en dichoso casamiento, quedó resuelto con que en la primera ocasión, así por ser la cabeza de aquella comarca como por ser, a su parecer, el más gallardo y gentil hombre, ha de intentarlo. Y habiendo durado la general conversación, gustosos y graciosos cuentos y agudos dichos hasta que Delio se puso en el medio, eligieron por el mejor207 que los iberos se quedasen en su cabaña a descansar y los demás se fuesen a las suyas, como se fueron, despidiéndose con obligados ofrecimientos y almas regocijadas, quedando de acuerdo verse cuando Timbrio208 se vuelva a su albergue. Y fueron todos los palmíferos regocijados, cuales cantando y cuales bailando; al fin, demostrando el gozo que sus almas llevaban. Solo Gedonio, confuso y pensativo; y de suerte que los demás repararon en su estremo, preguntándole con él la causa. Y el enamorado pastor se escusó todo lo posible, hasta que a muchas persuasiones, conmutando aquella melancolía en el mayor contentamiento y regocijo, y mostrando por los ojos el gozo celestial de su alma, y haciendo en su rostro una milagrosa mudanza de gloria, dijo con alegre risa: Gedonio El parabién de un rico pensamiento, pastores, le daréis a mi ventura, pues está en la divina hermosura por quien el alma ya divina siento. El tiempo no ha de ser que mude asiento, que a su mucha firmeza se asegura

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por el mejor: ‘por el mejor medio’. cuando Timbrio se vuelva a su albergue: ‘al anochecer’. Se refiere al sol por medio de la perífrasis mitológica de Apolo, aludiendo al templo que había en la ciudad de Timbra, dedicado al dios. No debe pasarse por alto que el mismo nombre utiliza Cervantes en La Galatea para una historia vertebradora de los libros segundo y cuarto, la de los caballeros jerezanos Silerio y Timbro. En esta ocasión, sin embargo, cabe relacionar el nombre «con timbre: ‘acción gloriosa que ensalza y ennoblece a quien la realiza’» (Montero, 2014, p. 113) 208

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amor y la esperanza la ventura que falta, por faltar merecimiento. En la parte en que está dirán mis ojos, pues él por ellos lleva la vitoria de cuya gloria tiene la divisa. Si muestra del vencido los despojos, para enseñar el vencedor su gloria, él la dice en estar puesto en Marfisa.

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Oyendo aquesto, cada cual siguió diferente opinión: las pastoras estimaron sus buenos pensamientos y algunos zagales los rieron, diciendo que había menester para aquella empresa ser todo cuanto presumía; y otros lo estimaron y engrandecieron, prometiéndole grandes y felices esperanzas. Y, con las de verse todos en la tarde juntos, se apartaron, yéndose cada uno a su cabaña. En la suya, los de Iberia celebraron el pecho, amistad y llaneza y trato de los palmíferos, y la curiosidad e invención de las curiosas insulanas. Y habiendo gastado en esto un largo rato y en trazar la recompensa, buscando la mejor para su amoroso cuidado, tan enamorado de él como Narciso de sí vino Gedonio, entrando por la cabaña de los iberos, que no le dio más lugar el mucho que amor tiene en su alma; y dándole el mejor, aquellos pastores le recibieron. Y dijo, con mucho aplauso, el nuevo enamorado: Gedonio Marfisa, tu valor ha sido parte209 para ofrecerte la mayor de mi alma, y así, para llevarla de la palma, el cielo te arrojó por esta parte. Ella te ha de seguir, sin que la aparte fortuna, si a mi palma das tu palma, que en tálamo, con mirto,210 amomo y palma, quiere amor coronarme y coronarte. Lo que pudo faltar al merecerte, pastora hermosa, con amor igualo, que es quien tiene la culpa de mi culpa. Y pues él a la mía da tu suerte, 209

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v. 1 sido parte: ‘sido suficiente’. v. 7 mirto: El sentido de los versos no es ajeno a las connotaciones simbólicas del mirto en tanto que arbusto de Venus y vinculado, por ello, al amor. 210

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tú el «sí» que pide mi firmeza dalo, pues a ti yo te doy por mi desculpa. Prosiguió diciendo: —Discretos pastores, a quien el cielo sobró de mucho merecimiento, si el poco mío ha sido parte para no tenerla en lo que pide mi nuevo deseo, satisfacé esos vuestros en eligir la más áspera venganza, pues que a negocio de tanto valor era menester más que el de Gedonio para emprenderlo y llevarlo por otro término; aunque, no haberlo puesto amor en lo mucho que a Marfisa quiero, podrá facilita[r] mi culpa. Sonriose Marfisa, suspendiose Filardo, regocijose Nise, mostró pesar Matricio y gravedad y más valor Rosilo, con lo que dijo: —Por cierto, Gedonio, que ninguna suerte pudiéramos esperar de la ventura que más ilustrara la nuestra que la que de presente nos ofreces, a no haber propuesto casar a Marfisa con un mi hermano, en cuya fe de esposa va en mi concepto. Y si las promesas y cartas que de por medio ha habido no hubieran revalidado este disignio, bien puedes creer que en todo se cumplirá el gusto del tuyo. «El mío es que se case mi hermana con Gedonio» —dijo Nise. Y la de Filardo: —Y el mío no hacerlo. Y el de Iberia, valido de su prudencia, mostrose indeciso; y Matricio del parecer de Marfisa, de manera que parecía el sitio de aquel campo al de Agramante.211 Volviose Gedonio apasionado y diciendo: —Vuestra voluntad se haga, que de hacerse la mía resultará daño a quien no quiere mi provecho. Quedaron los de Iberia constantes cada cual en su propósito y, por ser discordes, se apartaron a reposar la siesta. Y el de Iberia, haciendo memoria de que en la fortunada Canaria reside el divino Ergasto,212 aquel cuya pluma afrenta al 211 campo de Agramante: Se trata de una creación poética de Ariosto, que dio lugar a una asunción proverbial de acuerdo con la cual se asume que «la discordia es un campo de Agramante». En la raíz de la interpretación recogida y extendida por el Orlando Furioso (1516) se encuentra el supuesto episodio del cerco de París por los sarracenos Agramante, Rodomonte y Sacripante, quienes se apoderan del sitio que es heroicamente defendido por Carlomagno y sus hombres. Véase Chevalier, 1968, pp. 82-84. Aquí, sin embargo, la disputa no es otra cosa sino representación e impostura improvisada por parte de los protagonistas. 212 divino Ergasto: Nombre pastoril que aparece en Sannazaro y también en La Diana (1559) de Montemayor, en El pastor de Fílida (1582) de Gálvez de Montalvo y en los Pastores de Belén (1612) de Lope. Aquí es máscara bajo la que se esconde el poeta Bartolomé Cairasco de Figueroa, a quien se le evoca con un epíteto, el de divino, empleado en la época como marbete distintivo de excelencia poética. Entre los divinos se contaban Francisco de Figueroa o Fernando de Herrera.

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Títiro;213 y haciéndola de que será injusta cosa pasar por su districto sin ofrecerle la pensión y parias que le da el mundo, le escribió este soneto; y en él, la metáfora del dolor que espera: Filardo Divino Ergasto, a tu distrit[o]214 aporta quien te paga las parias y tributo, el que el Mar del Amor pasó a pie enjuto antes que fuera tu ventura corta. Mas el dios que mi débil paso acorta, con mano libre y brazo resoluto, mayor castigo que el de Porcia y Bruto215 a mi desdicha con presagio exhorta. Si doy suspiros con razón al viento, pidiendo, amor, que tu rigor no acuerdes, ¿quién sin dolor podrá mi historia oílla? Mal logrado murió mi pensamiento, pues, cuando vi mis esperanzas verdes, salí del mar y ahógome a la orilla.

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Para enviarlo en la primera barca, Gedonio, compelido de lo mucho que a Marfisa quiere y del despecho y libres respuestas, eligió por el mejor de su remedio prender a Filardo; que, por indicios que dije, entiende que respeto de quererle Marfisa no viene en lo que pide su gusto. Y de lo que se vale para el suyo es que a los que vinieron en el navío oyó decir que el de Iberia estuvo preso en España por una muerte. Y, dándola el apasionado pastor a la que era vida de Filardo, fue, acompañado de muchos ministros, a la cabaña de los iberos y prendió al pastor de Marfisa, diciéndole el por qué; y él216 que tenía el alma segura, Cairasco se hace presente ya en los preliminares del libro (cfr. nota 23 de los Preliminares) y volverá a aparecer de aquí en adelante a lo largo de las aventuras canarias del protagonista de la novela. 213 Títiro: Cfr. nota 38 del Libro tercero. 214 v. 1 distrito: «distrita» en la princeps, aunque corrige la Fe de erratas. 215 v. 7 Porcia y Bruto: Porcia Catonis fue la segunda esposa de Marco Junio Bruto, el más célebre de los asesinos de César. Murió suicidada tragándose brasas. Su marido, una vez derrotado en Filipos por los ejércitos de Octavio y Marco Antonio, se suicidó arrojándose sobre su espada antes de ser capturado. 216 y él: Como en tantas otras ocasiones en la obra, también aquí hay una elisión verbal y se alude al verbo antecedente. Por tanto, hay que sobreentender el verbo elidido en la respuesta de Filardo: «y él diciéndole que tenía el alma segura, mostrando en esto el valor de ella, y el que en lo de más».

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mostrando en esto el valor de ella, y el que en lo de más; fuéronse. Quedó su pastora con la pena que la ocasión pedía, y los otros confusos, y alguno217 por no haber venido en lo que Gedonio quería; por lo que dijo Rosilo, como aquel que más riesgo corría por lo que dejaba en España: —Marfisa, es conveniente caso que te cases con Gedonio; que, aunque es verdad que tiene partes para merecerlo, no tanto por ellas como por el temor y recelo que tengo lo procuro. Nise la persuadió a lo proprio y Matricio siguió los demás pareceres. «Los míos no es lícito que se determinen sin considerar el caso —dijo la de Filardo— y a lo que mejor me estuviere». «Pues resuélvete a lo que te persuadimos —dijo Rosilo—, porque el tiempo a otra cosa no da lugar». «Ni lo da a que haga más de aquello que mi gusto pidiere —responde Marfisa—, pues sabéis que por no habérmelo dado la ocasión de Lorino la dejé. Y retiraos, que así lo hago, adonde la respuesta daré hoy en todo el día». En este mesmo, de su prisión vinieron a ella los valedores del de Iberia: Celio y Sandalio, Paulonio y Lucrino y Petronio218 y Marquino, los cuales de suerte animaron al pastor preso que lo menos fue ofrecerle la hacienda y vida, y esto con valerosos y gallardos pechos. Y entre las demás ofertas, dijo Celio: —Yo espero, pastor venturoso, que tengo de ser el más del mundo, siendo vuestro padrino, que desde agora pronostico el serlo, si los apasionados ojos no me mienten. Al punto que el de Iberia recompensaba este y los demás ofrecimientos, vino Matricio con un papel de Marfisa, dándole en él cuenta de las persuasiones muchas a que se case con Gedonio, y cómo aquella tarde ha de ir a la cabaña de Dorildo219 a verse con su consorte Niseida. Y que allí podrá, valiéndose de la cédula220 que de su letra y firma tiene, pedirla por esposa y que la depositen. Aprobó el pastor de Marfisa el parecer, y tomando el de los circunstantes valedores, después de contarles el caso, vinieron todos en él. Llevó por respuesta Matricio el cumplimiento de su voluntad. Y de nuevo, ofreciendo los insulanos las suyas, se despidieron del ibero; el cual le pidió a Celio que aquel pliego era para el divino Ergasto, en que le da cuenta de todo y escribe unos versos, que lo encamine en la barca que partía la madrugada. Recibiolo tomando a su cargo encaminarlo, como todo lo demás que al pastor gallardo le convenga. Y como el fin del alcalde no era otra que el de molestarle hasta ponerle a punto que de oprimido desista de su parecer, y siguiéndole con la diligiencia que 217

alguno: ‘alguno confuso’. Lucrino y Petronio: Es la primera aparición de estos personajes junto a los amigos del de Iberia, mencionados anteriormente. 219 Dorildo: Es la única mención que se hace en la obra a este personaje. 220 cédula: ‘documento oficial con que se acredita o notifica algo’. 218

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se puede creer de tan enamorado pecho y mostrando el que amor pone en incitarle, hizo las diligencias violentas, como echarle muchas prisiones y agravarle el cargo. Y el que siente más el de amor muestra en esto más gallardía y valor, por la cortesía con que procura su defensa; y esto con tanta discreción que aún a su competidor y a los demás opuestos obligaba. Retirose el apasionado Filardo a reposar la siesta, confiado en que la ventura ha de dar gustoso fin a sus presentes trabajos, teniendo los suyos por inmensos. Rosilo y Marfisa y Nise y Matricio, ya que les pareció ser hora para visitar, fueron a la cabaña de Niseida, donde los recibieron con infinito contentamiento y fueron entretenidos, aunque no con bailes y regocijos y juegos, respeto de la melancolía que el tiempo presente ofrece. No a mucho espacio, llegaron de parte de Filardo el cura y la justicia,221 y sacaron de poder de Rosilo y Nise a la bella Marfisa. Depositáronla en la cabaña de Sevandro, donde la siguiente noche, tomándolo su confesión y diciéndole que reconociese aquel papel que presentaba Filardo, la gallarda pastora el reconocimiento hizo, de manera que admiró a todos los circunstantes. Y entre otras agudezas requirió al cura que la desposase y luego,222 porque tenía riesgo la tardanza. Con esto se fueron admirados de oírla. Y como Nise y Rosilo supieron la confesión de la que pudiera ser legisladora de amor, conmutando el que de hermana le tenían en la mayor aspereza y rigor y aplicándolo a su daño y al de Filardo, proponen impedir el matrimonio. Y para esto, confedéranse con Gedonio, prometiendo testificar contra el ibero en todo cuanto se le opusiere, que tanto como esto arden en ira los apasionados corazones. El pastor, que en el suyo tiene a Marfisa, que ya sabe todo lo sucedido y la nueva rebelión que contra él se ordena, no por esto el alma generosa admite un punto de cobardía; antes, esforzándola más en su ventura y en la seguridad que tiene de aquella que la enriquece, da en mostrar un pecho a sus adversos y prósperos sucesos. Y al tiempo que más revueltos y alborotados andan remitidos, a pasos de procuradores y a las plumas de escribanos, y cuando los contrarios valedores siguen varias opiniones y bandos, los dos amantes pastores hacen báculo

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el cura y la justicia: Se plantea a partir de aquí un problema matrimonial en términos absolutamente históricos y contrarreformistas, pues lo expuesto cumple con el decreto de reforma del matrimonio aprobado en la sesión tridentina de 11 de noviembre de 1563. Antes del Concilio de Trento era posible llevar a efecto un casamiento desde el punto y hora en que el hombre y la mujer se comprometían, aunque era muy común que luego el esposo no cumpliese con la palabra dada. Para regular los matrimonios clandestinos y eliminar así los problemas pastorales a que daban lugar, el Concilio de Trento reformó el sacramento para convertir en inválidos todos aquellos matrimonios en los que no existiesen documentos notariales que certificasen la unión. Se exigía, además, la presencia de un sacerdote, juntamente con una ceremonia pública con testigos que comprobasen que se había hecho un verdadero matrimonio y no una impostada escenificación. 222 y luego: ‘rápido’, ‘de inmediato’.

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de su fe. Y mostrando la de su amistad, Paulonio, desde una cercana aldea donde reside, le envió este: Paulonio Pastor de aquella que por su hermosura invidiamos la pena que padeces, a ella le ofrecieran, cual te ofreces, los que cual tú conocen tu ventura. Advierte, pues, que un breve tiempo cura ese dolor por quien tú bien mereces, pues con sufrirlo vemos que engrandeces todo el valor de quien tu bien procura. Dicho[so]223 padecer, pena dichosa, prisión felice y bien felice apremio, por quien vemos el pecho más gallardo. Sufre, pastor, que tu Marfisa hermosa bien presto te dirá: «toma por premio mis brazos a tu cuello, mi Filardo». Pastor, respuesta aguardo, en que me avises lo que el tiempo ordena en tu prisión, en tu justicia y pena.

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Agradole al de Iberia, y así lo puso con su entendimiento en el lugar que merecía, y olvidando sus presentes pasiones mientras que muestran la ira de las suyas Nise y Rosilo, se retiró a responder a Paulonio, diciendo al mensajero que acuda por la respuesta. Después de impedido el matrimonio, oponiendo en su impedimento que el de Iberia era casado224 en las riberas de Jarama con Amarili,225 de quien el preso pastor llevaba un retrato, pidió Rosilo que remuevan a Marfisa 223

v. 9 dichoso: «Dicho» en el original, aunque corrige la Fe de erratas. era casado: Las penas contra el delito de bigamia, del que es acusado Filardo, se habían endurecido mucho durante la segunda mitad del siglo xvi, hasta el punto de que en 1561 el inquisidor general Fernando de Valdés catalogase esta conducta como un delito de herejía, castigado con hasta cinco años de galeras, lo que suponía una pena muy dura. De hecho, afirma Joseph Pérez, 2012, p. 86 que «ningún otro delito, excepto la herejía propiamente dicha, fue tan duramente sancionado» por la Inquisición española. 225 Amarili: Es nombre pastoril que se remonta a Teócrito (Amarillys). Bajo la forma «Amarílida» la evocó Gutierre de Cetina y aparece en La Diana de Montemayor; en tanto que autores como Baltasar del Alcázar, Francisco de la Torre, Fernando de Herrera, Lupercio Leonardo de Argensola, Góngora o Lope, entre otros, cantaron a «Amarilis» (Iventosch, 1975, pp. 98-101). 224

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de la cabaña de Sevandro. E injustamente, contra todo el derecho, la llevaron, acompañándola Pinelo, a la de su tío Vallardino, declarado valedor de Rosilo; el cual, no siendo tan sagaz como los demás, con groseras y toscas razones la procuró disuadir, sin entender él, pobre de entendimiento, lo que al mucho y al buen trato del de Iberia se debía; mas lo poco que Vallardino sabe puede serle disculpa. Y la constante pastora, riendo las disuasiones y respondiendo a ellas con la discreción que el sujeto merecía, satisfizo a los contrarios, de suerte que a seguir la suya quedaron conducidos. Acudió el mensajero por la respuesta. Y el ibero por ella a Paulonio envió estos versos: Filardo Por ser deuda infinita la que debo, y ser mi pluma débil226 y finita, a pagar lo debido no me atrevo. Y si aquel que los bienes los da y quita a los tuyos los míos igualara, la recompensa fuera aquí infinita. Pagado tú, mostrara alegre cara, mas no quiso mi suerte; o si quisiera hacerla generosa como avara, de los del mundo el más dichoso fuera; pues si diera mi pluma lo que es tuyo, entre los tuyos mi lugar tuviera. Mas con la voluntad pago y concluyo a tus heroicas y colmadas obras, pues ellas eternizan a su cuyo. Del macedonio227 excelso nombre cobras y de Tántalo228 yo; con esto advierte cuánto a mi pluma con la tuya sobras. Por ti me quejo de mi poca suerte, pues pruebo, en no probar la recompensa, el rigor de los filos de la muerte.

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v. 2 débil: «de vil» en el original, aunque corrige la Fe de erratas. macedonio excelso: Alejandro Magno, rey de Macedonia desde 336 a.C. hasta su muerte en junio del año 323 a.C. 228 Tántalo: Debido a sus muchos crímenes, a su muerte fue condenado en el Tártaro a no poder comer ni beber, pese a tener casi al alcance de la mano un lago y un manzano repleto de frutas. 227

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Y así le aplico a mi prisión y ofensa ser justa, porque no te satisfago, que a tanta culpa el tiempo no dispensa. Tiempla la ira en darme el justo pago y aplica a mi perdón esas mercedes, más amplas229 que los montes de Cartago. Y ya si a tu Filardo las concedes, como me pides, te daré la cuenta, porque obedezca y tú servido quedes. Desde España mi suerte mal contenta sulcando el mar me trajo aquí a la Palma, porque el dolor de mi desdicha sienta. Al principio, más llana que la palma la hallé, y en los medios casi tanto los fines de ella al fin espera el alma Risa, lloro, placer, pesar y llanto en ella me ha seguido con estremo; de esto te admira como yo me espanto. Por lo pasado yo los fines temo, pues a mi daño aquesta tierra he visto seguirme como esotra a Polifemo.230 Y un pastor como yo, noble y bienquisto,231 porque aspiro a una cosa sancta y justa, ¿airado contra mí este pueblo he visto? Mas como el mundo de virtud no gusta, al que la sigue, aquel más se aniquila, llamando «injusto» al que a virtud se ajusta. En España pasé vida tranquila, gozando con quietud mis verdes años, no invidiando a Néstor232 ni a la Sibila.233 De los verdes nacieron negros paños, que ya Filardo aqueste color viste, tomando la medida desengaños. 229

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v. 27 amplas: ‘amplias’, es arcaísmo. v. 42 esotra a Polifemo: Se refiere a la isla de Sicilia, rendida a la fuerza del cíclope en la versión ovidiana. 231 v. 43 bienquisto: ‘de buena fama’. 232 v. 51 Néstor: Héroe de la mitología griega a quien Apolo le regaló el don de la longevidad. Cfr. nota 5 del Libro cuarto. Se edita como aguda para no romper la prosodia del endecasílabo. 233 v. 51 Sibila: Personaje mitológico que podía ver el futuro. Cfr. nota 102 del Libro cuarto. 230

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Y aunque con pecho de valor resiste, a veces puede en él tanto su pena que el ser vencido muestra el color triste. Bastan hallarme solo en tierra ajena o ausente de la que es mi bien y gloria y al suplicio de una áspera cadena; y tener como tengo la memoria, y no que triunfe un pueblo con razones ilícitas borrando mi victoria; que aunque hablara verdad, estas prisiones fueran pena del yerro, si lo hubiera, y límite a las malas intenciones. Amigo, al fin, yo vivo de manera que si a la Parca diera su tributo, el menor mal del que padezco fuera. Diralo bien no estar mi rostro enjuto desde que Cintio su melena estiende hasta que Tetis da en su ausencia el luto.234 Mas, si bien considero, no me ofende la fortuna en los males que padezco, si por pena la gloria se pretende. Si este es el medio, a más dolor me ofrezco, porque, para lo mucho que pretendo, contento es padecer lo que padezco. A ti, porque me entiendes y te entiendo, de mi progreso doy la cuenta larga, que a los discretos mis verdades vendo. Padezco en mi prisión triste y amarga trabajos y dolores inhumanos, que a mi paciencia mi esperanza encarga. A mi bien, pasos cortos de escribanos;235 y del procurador largos, que vienen a ver las diligencias de las manos.236

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vv. 71-72 Cintio... Tetis: ‘día y noche’. Cfr. notas 90 y 91 del Libro primero. v. 85 A mi bien, pasos cortos de escribanos: ‘mi defensa va lenta como el trabajo que hace el escribano’. 236 vv. 86-87 del procurador largos... diligencias de las manos: ‘el procurador es muy rápido en la tramitación de sus acusaciones’. 235

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Con treslado a la parte237 aquí me tienen mil semanas haciendo compañía a quien con sus trabajos me entretienen. Diciéndome «acusad la rebeldía»,238 he venido a hallarme tan rebelde como a Silvestre se mostró María.239 Otro «el proceso —dice— me traelde»; y luego de mandaros dar treslado, que «no ha lugar,240 al punto respondelde». «Apelad, de no daros en fiado».241 Y he venido a quedar de estos apelos,242 sin ellos y por ellos, bien pelado.243 Mi pellico y zurrón de terciopelos lo digan, pues que gozan de otro dueño, ya que el opuesto en mis contrarios velos. En la de mi Marfisa mi fe empeño, que en medio de mis graves desventuras, a cuyo padecer tengo por dueño, que te puedo contar otras venturas, pues que muchos amigos principales me ayudan con valor y entrañas puras.

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237 v. 88 treslado a la parte: ‘traslado de la demanda o de la resolución del juez’. En un proceso de esta naturaleza, alude a la comunicación que debe hacerse a las partes de un determinado documento procesal o de una resolución del juez. Todo ello se eterniza en el caso de Filardo, que es retenido en prisión sin posibilidad de defender su inocencia, debido a la interesada parálisis burocrática en la que se encuentra su procedimiento. 238 acusar la rebeldía: ‘acto por el que una parte litigante manifiesta al juez que la otra parte ha incurrido en omisión por no comparecer, no evacuar un trámite o no formular una alegación en el plazo establecido; por lo que se solicita que se actúe de acuerdo con lo establecido por la ley’. En el caso de Filardo, ello implicaría que se le condenase sin defensa previa ni juicio alguno. 239 v. 93 Silvestre... María: Alude a Letras de Silvestre a una dama a quien servía, llamada María, que comienza «Déjame, linda María, / templar siquiera el discante». El poema fue escrito por Gregorio Silvestre hacia 1545-1565 y está contenido en el Cartapacio de Francisco Morán de la Estrella, 1989, pp. 44-46. Debió de tener una extensa difusión, tanto manuscrita como también impresa, pues se publicó en sus Obras, 1582, ff. 15r-18v, aunque con alguna variante desde los versos iniciales: «Déjame, dulce María / templar siquiera el discante». 240 v. 96 no ha lugar: En lenguaje jurídico, significa que ‘no se dan las condiciones para algo’; en este caso, para la puesta en libertad de Filardo bajo fianza. 241 v. 97 en fiado: ‘salir de la cárcel bajo fianza’. 242 v. 98 apelos: ‘apelaciones, con el fin de que se revoque una resolución por parte de un tribunal o autoridad superior a la que dictó la sentencia’. 243 v. 99 pelado: ‘sin dinero’, en germanía.

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Pues ya sabes quién son, amigo, dales muchas gracias por mí luego, así vea deshechos los confusos de mis males. Que este bando discreto que desea todo mi bien, pues dar la mano plugo a quien el alma en tal valor recrea, servirá a mi contrario de verdugo, por ser notorio que pondrá la espada a la cerviz más arrogante yugo. ¡Dichoso tú,244 que en vida regalada gozas las glorias de tu pensamiento en la manera que mejor te agrada: ora gozando de este fresco viento, ora escuchando de parleras aves en dulce murmurar su claro acento; de odoríferas flores los suaves olores y del agua cristalina los raudos cursos y mormureos graves; ríndete el fruto la morada endrina, viene a tu mano la verdosa pera, el membrillo a tus pies la rama inclina; y aun a ti la gualdada lima espera y el plátano arrogante se te ofrece y la colmena su panal de cera; si la uva melosa te apetece, tú vienes a gozar la más temprana, que con tu voluntad y vista crece! ¡Dichosa vida, felice y [muy] ufana,245 la que gozas haciéndote invidiado del que la suya tiene por insana; pues de ella participa, y de tu lado aquella cuya rara hermosura tu alma abrasa y la del niño alado; aquella es quien ilustra tu ventura, aquesa en quien reparte tantos bienes el que en ellos los tuyos asegura! ¡Tú, que a la Arabia por caballo tienes, 244 245

v. 118 Dichoso tú: Se evoca el conocido tópico horaciano del beatus ille. v. 136 y muy ufana: «y ufana» en la princeps, aunque corrige la Fe de erratas.

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y guirnalda de Dafne, con que pones el premio justo a tus divinas sienes; tú sola en recebir del cielo dones, la que gozando aquese bien que gozas haces breves y cortas mis razones, pues te prefieres a las más hermosas y, con las partes que de Olimpo alcanzas, las tien[e]s246 afrentadas e invidiosas; así lleguen al fin tus esperanzas, que lo mucho que en el decir limito perdones hasta verme en mis bonanzas. Entonces te daré lo que te quito, aunque entiendo decir también lo menos, cuando llegue al estremo de infinito. A mis tiempos pasados, tiempos buenos, ¿qué digo?, que mejor es el que aguardo, que en él mis bienes no serán ajenos. Yo espero en Dios que se ha de ver Filardo como desea: de Marfisa esposo, bien justo premio a un corazón gallardo. Verase, como un tiempo, venturoso, que no es mucho tardarle la ventura, pues llegando ha de ser el más dichoso. Quien su bien y provecho le asegura tiene tal pecho y tal valor alcanza que a más dificultad, más asegura. Lo que mi tosco proceder alcanza, Paulonio amado, te declaro y digo, sin dejar un lugar de mi esperanza. Euríalo no tuvo por amigo tanto a Niso247 cual serlo me mostraste, pues más que hizo veniste a hacer comigo. Y como por estremo me obligaste, y con él ando corto y bien pesado, paréceme que te oyo decir: «baste».

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v. 153 tienes: «tienas» en la princeps, pero corrige la Fe de erratas. vv. 175-176 Euríalo... Niso: Personajes de la Eneida que mueren ambos a manos del enemigo por su inquebrantable amistad y fidelidad recíprocas. 247

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Yo callaré, pues nada he declarado en que no quede atrás y tú delante: tú por señor y yo por tu criado, dejando que tu honor la fama cante. Y cuando la negra diosa, por ausencia del dorado Timbrio,248 presidía en aquel horizonte, todos los solícitos pastores pusieron treguas a sus pasos, conmutándolos en pensar trazas en que emplearlos por la mañana. Y al tiempo que el dorado Crisocomas249 con su lustrosa melena de oro tomó residencia a Tetis,250 hermoseando los convecinos colados, los insulanos valedores del de Iberia fueron a verle a prisión, ocupadas las manos de regalos y las almas de espléndidas voluntades. Y el de Marfisa, que no deja lugar vacío en agradecer (lo que no encarezco), les dijo que, por saber que la mayor parte de los sucesos como el suyo la hace el favor y que por la experiencia que de haberle sucedido en él tiene, ha hecho al justicia mayor y capitán general de la Isla251 unos versos, que de ellos espera, si acierta a tener gusto de esto como de otros infinitos le tiene, que será de importancia. Y dándole sus amigos el aplauso conveniente, le pidieron que los leyese. Y el pastor dijo:

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dorado Timbrio: Cfr. nota 208 del Libro tercero. dorado Crisocomas: Nuevo atardecer mitológico, en esta ocasión aludiendo etimológicamente a los ‘cabellos dorados’ de Helio-Apolo. Como explica Pineda en los Diálogos familiares, p. III, 427, «la razón física de lo cual da Macrobio diciendo ser el sol entendido por Apolo, y que Apolo fue llamado crisocomas, que significa ‘cabellos de oro’, por los dorados rayos del sol que le son como cabellera». 250 Tetis: ‘noche’. Cfr. nota 90 del Libro primero. 251 Justicia mayor y capitán general de la Isla: Durante los años finales del siglo xvi se estaba llevando a cabo en las Islas Canarias un intento de centralización del poder por parte de la Corona. Los primeros pasos en esta reorientación del gobierno y control territorial comienzan en 1589, cuando Felipe II unifica el mando del archipiélago para tratar de eliminar la amenaza de los corsarios. Es entonces cuando crea los dos cargos de capitán general y presidente de las Islas, mediante real cédula de 10 de marzo de 1589, dignidad que recayó en un soldado de ilustre historial militar: don Luis de la Cueva y Benavides, señor de Bedmar y caballero de la Orden de Santiago. En su nuevo cargo decide sustituir a los gobernadores de las islas por corregidores, al tiempo que nombra un jefe de las Armas para cada isla (Rumeu de Armas, 2015 y Suárez Grimón, 1992, p. 593). El capitán general de la Isla era el equivalente al virrey en otros territorios de la Corona, pues se trataba de la más alta autoridad militar, civil, gubernativa y judicial de aquellas tierras. En noviembre de 1594 Felipe II cesó en sus funciones a Luis de la Cueva, debido a las numerosas quejas recibidas en la corte por la manera en que aplicaba su poder omnímodo (Álamo Martell, 2001, p. 16; cfr. también Álamo Martell, 2015). 249

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Filardo Dando vuelta al horizonte, sin temer la flor de lis,252 saqueando el llano y monte, el soberbio Rodamonte253 asalto hizo en París. El Cid254 al mauro255 venció, muerto la lanza en la mano siete reyes sujetó; y Lautaro256 recobró el ya perdido araucano. También dio tan alto vuelo el sin segundo Roldán,257 que el cuerpo mató en el suelo y le envió el alma al cielo de aquese rey Agricán.258 Y Julio César venció a Pompeyo, su contrario;259 Numa a Rómulo excedió;260 252

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v. 2 flor de lis: Símbolo heráldico y emblema de la casa real francesa desde el siglo xii, cuando Luis VII de Francia lo incorpora a su escudo. 253 v. 4 Rodamonte: Rodamonte o Rodomonte es un personaje que aparece por vez primera en el Orlando innamorato (libro 2, canto 1), como ferviente enamorado y líder de los sarracenos, y que se populariza sobre todo por el Orlando furioso de Ariosto. Se alude aquí al episodio del asalto de París. Sobre esto, véase Chevalier, 1968, pp. 63-64. 254 v. 6 El Cid: Cfr. nota 8 del Libro tercero. 255 v. 6 mauro: Cfr. nota 54 del Libro tercero. 256 v.9 Lautaro: Nacido en 1534 y muerto en 1557, este líder mapuche luchó contra los conquistadores españoles en la Guerra de Arauco, convirtiéndose en modelo de resistencia. Hijo de Curiñanca, cacique araucano, fue prisionero y sirvió a Pedro de Valdivia entre 1550 y 1553. Tras escapar se puso al frente de la resistencia mapuche contra los españoles, logrando importantes victorias e incluso hizo asesinar a Valdivia. Alonso de Ercilla encomió su valor y habilidades guerreras en La Araucana. 257 v. 12 Roldán: Cfr. nota 24 del Libro segundo. 258 v. 15 Agricán: Agricán o Agricano, rey de Mongolia y emperador de Tartaria, es un personaje del Orlando enamorado de Boiardo y del Orlando furioso de Ariosto, que en su enfrentamiento con Orlando por el amor de Angélica resulta muerto. 259 vv. 16-17 Julio César... Pompeyo: Se evoca el enfrentamiento entre ambos durante la Segunda Guerra Civil de la República de Roma (49 a.C. y el 45 a.C.). 260 v. 18 Numa a Rómulo excedió: Numa Pompilio (753 a.C.-674 a.C.) sucedió a Rómulo en la regencia de Roma. Las escasas noticias que se tienen de su persona se deben a Plutarco, quien caracteriza su mandato en términos positivos, dando cuenta de las importantes reformas que

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y Alejandro261 muerte dio al arrogante rey Dario.262 Y el pagano Mandricardo,263 por celebrar su decoro, dio muerte al joven gallardo;264 y el animoso Bernardo265 abatió a los lirios de oro.266 Grandes cosas emprendieron estos por su buen destino y eterna fama adquirieron, pero vos, señor, sois digno de lo más que merecieron.267 Que en cuanto el cielo reparte, vuestra fama habrá jamás bien entera en cualquier parte, de que sois Narciso en paz268 y en las armas un dios Marte.269 Ser vos Marte es cosa clara,

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acometió. Así pues, el segundo rey de Roma «excedió» o ‘mejoró con creces’ al primero, quien en sus últimos años actuó cada vez de manera más despótica y autoritaria, cegado por su arrogancia. 261 v. 19 Alejandro: Alejandro Magno. Cfr. notas 26 del Libro segundo y 227 del Libro tercero. Se evoca aquí su conquista del Imperio Persa. 262 v. 20 Dario: Darío III, rey del Imperio Persa cuando Alejandro Magno cruzó el Helesponto en dirección a Asia Menor (334 a.C.) para conquistar nuevos territorios. Se edita con sinéresis para evitar la hipermetría del octosílabo. 263 v. 21 Mandricardo: Hijo de Agricán, que lucha contra Orlando para vengar la muerte de su padre. Tras un primer combate infructuoso, busca nuevamente al paladín francés, pero este se ha marchado furioso; entonces toma a Durindana y, cuando Zerbino intenta detenerlo, le asesina. 264 v. 23 joven gallardo: Zerbino, personaje del Orlando furioso, en donde Ariosto lo retrata como el modelo del perfecto caballero. Muere asesinado a manos de Mandricardo. 265 v. 24 Bernardo: Bernardo del Carpio, personaje mítico medieval, a quien se le atribuye la victoria contra los francos en la Batalla de Roncesvalles, a la que se alude aquí. De gran presencia en los textos literarios auriseculares, destacan sobre su figura el poema épico homónimo de Bernardo de Balbuena (1625) o la comedia La libertad de España por Bernardo de Carpio, escrita por Juan de la Cueva y publicada en la Primera parte de las tragedias y comedias de Juan de la Cueva; volumen impreso dos veces en Sevilla durante la década de los ochenta: la primera por Andrea Pescioni, en 1583, la segunda por Juan de León, el mismo impresor de El pastor de Iberia, en 1588. 266 v. 25 lirios de oro: Cfr. nota 252 del Libro tercero. 267 v. 30 de lo más que merecieron: En el original: «de lo que más que merecieron», aunque corrige la Fe de erratas. 268 vv. 32-34 jamás... paz: La rima seseante jamás-paz puede ser rasgo dialectal de Bernardo de la Vega. Cfr. nota 25 del Libro primero. 269 v. 35 Marte: ‘dios de la guerra’.

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pues el cielo os eterniza, y cual a persona rara os huye el inglés la cara y al francés atemoriza.270 Y así vuestro ardid y maña la fama lo recompensa. Ventura, que os acompaña, dice que vuestra defensa le dio honor al rey de España. Vuestro valor, que os gobierna, os da nombre de invencible y hace vuestra espada eterna, pues hacéis en edad tierna lo que a vos solo es posible. Y pues os descubre el hado suertes de vuestro valor, como las ha declarado, aspirad a más, señor, que más os está guardado. Si con siete naos de armada esta isla, ¡oh suerte dura!, del galo271 fue saqueada, la desventura pasada ilustra vuestra ventura; pues que treinta y más vinieron y también os prevenistes, y las prevenciones fueron tales que en ellos hicistes lo que en vos hacer quisieron. Resultó de esta victoria272 270

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vv. 39-40 os huye el inglés... francés atemoriza: Se refiere a la piratería en las Islas Canarias, problema especialmente importante en la década de 1579-1589, y que trató de solventar de muy diversos modos Felipe II (Rumeu de Armas, 2015). 271 v. 58 del galo: Podría referirse a los ataques de los corsarios franceses Guillaume Le Testu y Nicolás La Motte, importante amenaza para las Islas Canarias por sus saqueos durante el decenio 1579-1589 (Rumeu de Armas, 2015, pp. 26-32). 272 v. 66 victoria: No hemos localizado la victoria referida, que tal vez forme parte de un encomio hiperbólico y propagandístico sin referente histórico real. La estancia de Luis de la Cueva y Benavides en las Islas Canarias debió de generar tanta animadversión que dos siglos después, en las Noticias de la historia general de las Islas de Canaria, pp. 154-171 de José de Viera y Clavijo, figura máxima de la ilustración canaria, se le atribuyen al capitán general únicamente decisiones

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poderos el lauro dar, y el rey hispano, por gloria, vuestro nombre singular eterniza en su memoria; pues refiriendo los daños de las dos islas, que a cuenta cedieron de sus engaños, con aquesos verdes años los suyos secos afrenta. Ganastes de esto tal nombre que él os sirve de testigo, dándoos divino renombre, pues de él hace que se asombre el más valiente enemigo. Tanto el cielo os estremó, con partes de su grandeza, y tantas juntas os dio, que el poder de su largueza en vos solo lo mostró. Otro Alejandro en vos veo, dais de creerlo materia, y amigo más que Teseo,273 que sois más valiente, creo, que el que libertó la Iberia.274 Y el que tanto favor dio, cual es justo se encar[e]zca, cuando a su pueblo libró,275 pues seis mil favoreció, no es mucho me favorezca. Di tú, mi pluma, que vas

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autoritarias cargadas de violencia despótica, pero ni una sola victoria digna de elogio. Todo lo contrario ocurre con su sucesor, Alonso de Alvarado, que aparece como vencedor frente a Francis Drake, entre otros logros (Noticias, pp. 171-176). 273 v. 88 amigo más que Teseo: Alude a su inquebrantable relación con Pirítoo, ejemplo proverbial de amistad. 274 v. 90 el que libertó la Iberia: Hércules, que separó Abila y Calpe, desgajando a Iberia de África. Las dos columnas de Hércules, símbolo de la hazaña, gozan de notable presencia en la heráldica de la época. 275 v. 93 a su pueblo libró: El pueblo de Israel, liberado por Moisés, a quien Dios le había encomendado la tarea de liberar a los hebreos de la esclavitud y conducirlos hasta la Tierra Prometida.

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regida de intentos buenos, al bien que gozando estás, que cuando escogí lo más, no hice caso de lo menos. Y esto poco que he contado de vuestro raro valor, por ser corto y abreviado, es como dar un color a lo que ya está pintado.

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A todos les sonaron admirablemente, y Marquino se ofreció a llevarlos a la ciudad, adonde el General residía. Y a este tiempo vino Giraldo, un apasionado de Filardo, con un papel de Marfisa. Y recibiéndole el preso pastor delante de los suyos, alzó la voz diciendo lo que en él venía, que era esto: Marfisa No hay en valor quien te iguale, pastor causa de mi llano, pues das en padecer tanto por quien tan poquito vale. De fortuna es esta empresa, de la ingrata que me ofende, pues a tiempo el cuerpo prende que amor tiene el alma presa. ¡Oh, si Marfisa tuviera el valor de que abundáis, porque en la prisión que estáis esto algún alivio os fuera! Mas conozco, aunque carezco del que de sobra tenéis, lo mucho que merecéis y lo poco que merezco. Y así os trayo, aunque es indigno, en mi corazón, Filardo, porque vuestro ser gallardo llegue al mío a ser divino.

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Ha dado esta gente loca en que os deje y sin vos quede, y así podrá como puede mover el aura una roca. Da en admirarse, si salgo a decir lo que podéis, entendiendo que valéis lo poco que sin vos valgo. Dé en afligir mi memoria fortuna, la que esto ordena, hasta merecer por pena gozar Filardo esa gloria. Conmute el atormentaros en mi tormento y apremio, que en mí está bien, pues el premio es la gloria de gozaros. Deje la fortuna impía de afligir por tantas sendas a quien a mis pocas prendas da en querer por cortesía. Mas quien dio el «sí» a mi afición mi ventura me declara, que siendo ángel en la cara lo será en la condición. Manda el tiempo que concluya, aquí respuesta darás a la que no tiene más vida y gloria de ser tuya.

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Acabado de leer, quedó Filardo tan pagado como contentos sus amigos, y tanto que, a tener en las almas algún vacío, le ocupara de nuevo el amor de la discreta Marfisa. No acabaron de encarecer los palmíferos el estilo y término de versificar y la hidalguía del lenguaje, por lo que dijo el ibero que su Marfisa hace peregrinos versos, y que la gala de hacerlos y de guardar los preceptos de ellos la entiende tan bien como los antiguos y modernos. Y a Giraldo le dijo que la ocupación presente le impide la respuesta, y que ésta la dé a su pastora, y en ella el gusto con que le halló y con el que lleva su prisión. Y dando el mensajero un apretado abrazo

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a Filardo se despidió. Lo proprio hicieron los palmíferos, y con el mejor estilo fueron por todo aquel distrito celebrando los versos de Marfisa, así a sus amigos como a sus opuestos. Y esto andaba tan válido que aun los contrarios gustaban de oírlos y celebrarlos, porque Celio los pidió a Filardo con este designio. No por esto se mitigaba el de Gedonio, Rosilo y Nise, pues en daño del inocente preso le acumularon otras causas tan verdaderas como la primera. Mas él, de su inocencia y de la verdad, hace firmísimas esperanzas, cuando al principio del cumplimiento de ellas recibió un pliego del divino Ergasto en que le advierte el orden que ha de tener para su libertad y, en respuesta del suyo, este soneto: Ergasto Bienvenido seáis, pastor Filardo, aquí donde el cerúleo nos rodea, pues corte dejará hecha el aldea el talle vuestro y proceder gallardo. Si al galo, al de Liguria, italo y sardo, vuestra pluma y valor honra y recrea, así a Marfisa la veáis y os vea, que a la vuelta hagáis el paso tardo. Ilustrad esta tierra de despojos, así gocéis los bienes del deseo, y de Marfisa la divina mano. Y gocen a Filardo con los ojos Silvano, Ergasto, Títiro y Tirseo, Petreyo, con Medauro y con Montano.

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Cuando Rosilo y Gedonio vieron que Ergasto favorecía al de Iberia desmayaron. Y como entienden del valor del nuevo valedor que al trabajo de Filardo la ha de dar el fin honroso que a otras semejantes empresas ha dado, entre ellos determinaron que Rosilo vaya a Canaria a procurar el orden que más a su provecho convenga, recelando así la mano que en favorecer a su contrario toma Ergasto, como la que le da el capitán general respeto de los versos que le escribió. En esto quedaron resueltos Gedonio y Rosilo y los demás cómplices. Y los de Filardo vienen a estarlo en que Marfisa escriba algunos versos a Ergasto, que ellos bastaran [a] acabar con el todo cuanto pretenden, que aunque el valeroso pastor está ya obligado, dicen que este será el más discreto memorial.276 Vinieron 276

memorial: ‘escrito en que se solicita merced o gracia, alegando los méritos o motivos en que se funda la solicitud’.

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a comunicarlo con el de Iberia, el cual lo aprobó y al instante le envió un papel diciéndole en él a su hermosa pastora lo que de un parecer tienen acordado. Y poniendo por obra el suyo, Rosilo se embarcó, traspasando el orden de pedir licencia, a cuya causa el capitán general le quiso echar a fondo, si la pieza de la fortaleza alcanzara al par[aj]e277 en que el pastor de Nise iba sulcando el mar. Partió favorecido de muchas cartas de Caprino y de Belio y Torinto, en cuya confianza y la de su discreción pretende destruir a Filardo o disuadirle del casamiento que espera y ver cumplimiento de su deseo. Satisfaciendo la hermosa Marfisa al de su pastor escribió, con la facilidad que de su ingenio y discreción se puede creer, este romance, y en su invención se aprovecha de decir verdades del alma, en quien consiste todo su remedio. Enviolo a tiempo a su preso pastor que todos sus amigos estaban con él avisándole de la derrota de Rosilo. Y el ibero, no dando de ello ningún indicio de sentimiento y admirándose del maravilloso que tienen los versos de su Marfisa, los leyó diciendo: Marfisa a Filardo Contra el rigor de fortuna levanta el suyo Marfisa, la pastora que a Filardo le dio por la de él la vida; la que del trueque amoroso no se verá arrepentida sino de no haberlo dado otras mil vidas encima. Dice: «amiga de dos caras y de trato doble amiga, desnuda de todo bien y de ambiciones vestida, la que los males ajenos busca, ordena y solicita; la que por no ser constante aun los males que da quita; villana, que si prometes, tras del prometer olvidas, y si das se hace el tesoro,

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paraje: ‘lugar’. En el original «parexe», pero corrige la Fe de erratas.

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como el de duende,278 ceniza. ¿Por qué al cielo me subiste y allí dijiste: “Marfisa, sube, pues te doy la mano si hay donde subir arriba”? Digo en decir tu mudanza, tu maldad y mi desdicha, que es tal que con ella sola a tu poder eternizas, pues mi suerte me quitaste, siendo ya de razón mía, las memorias de la pena, como la gloria me quita. Tú, cielo, que mis razones por las tuyas verificas, dispensa en él la clemencia que a tales casos envías. Y pues por mi fe merezco ser de Filardo querida, ordena que mis contrarios no contrasten mi alegría. Y pues me le tienen preso y está presa su Marfisa, vuelve y haz que la fortuna tenga de mi gloria invidia. Si cual te aplico mi ruego, cielo, tú favor me aplicas, no podrán mis enemigos serlo en gozar sus malicias. Pues de Iberia me trajiste a las Fortunadas Islas,

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278 vv. 19-20 tesoro de duende: Era asunción popular relacionar la fugacidad y lo vano con la inconsistencia de los tesoros de duende. La base paremiológica sobre la que se sustenta está recogida en Correas, 1967, p. 963: «Tesoro de duende. Por: rrikeza imaxinada, i hazienda ke fue sólo opinión». En el lema «duende» aclara Covarrubias que «tesoro de duende decimos la hacienda que toda se consume y se deshace sin saber en qué se ha gastado. Hay opinión que estos duendes que habitan en lugares subterráneos tienen a su cuenta el guardar los tesoros escondidos [...], cuando los que buscan tesoros dan en los lugares donde están, o se les vuelven en carbones, de donde nació el proverbio “tesoro de duende”, o ellos se les representan en figura de dragones, gigantes, leones y otros monstruos con que los espantan».

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dame el bien en esta tierra que un tiempo gocé en la mía. Mas aquí Ergasto, el divino279 en la sagrada poesía, aquel de cuyos estremos tienen los cielos noticia, cuya música excelente a la de su gloria imita; aquel cuya pluma espanta y suspende con su lira; el que invidian mil pastores y al que adoran mil carillas, en aquestas fortunadas desde su niñez habita. Y pues mi daño la fama en su distrito publica, quiero enviarle una carta adonde reside en Guía,280 porque teniéndola de él, nadie habrá que me persiga. Y si me da su favor, pues en darlo se ejercita, no me impidirá Rosilo lo que es injusto que impida». Y con afectos del alma, a Ergasto escribe Marfisa:

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Soneto de Marfisa a Ergasto281 «Si la deuda debida a las mujeres al pecho hidalgo obliga y encadena, si a lastimarte mi terrible pena te llama el ser quien soy y ser quien eres; si con lo menos que hacer quisieres, mi alma se verá de gloria llena, 279

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v. 53 Ergasto, el divino: Cfr. nota 212 del Libro tercero. v. 68 Guía: Municipio de Santa María de Guía de Gran Canaria, fundado en 1526 con la denominación de Villa de Guía. 281 Soneto... Ergasto: Ergasto glosará más adelante este soneto. Cfr. nota 212 del Libro cuarto. 280

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muévate el ser mujer y en tierra ajena, si a cosa semejante te movieres. Así del niño alado la victoria lleves que lleva de mi vida y alma, que hagas lo que debe un pecho altivo. Por ti recobre mi perdida gloria, lleve de amo[r]282 y de razón la palma, pues con amor y con razón te escribo».

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Admiráronse los insulanos, y con muchos encarecimientos celebraron la erudición y gallardía de Marfisa. Y dijo Sandalio que a una mujer (aunque en ninguna cosa lo parecía la de Filardo) le era imposible hacer semejantes versos sin previlegio particular del cielo. Al fin cada cual encareció s[u]283 imposible, y el de Iberia con el silencio que en semejantes ocasiones acostumbra. A este tiempo proveyó el justicia mayor y capitán general que Filardo con una fianza284 salga. Regocijaron esta nueva sus cómplices, ofreciéndose a ella cada uno, de manera que entre ellos compitieron sobre el que había de llevar esta empresa. Y por orden del proprio General la hizo Olivio. Salió el bien afortunado pastor acompañado y honrado de sus valerosos amigos. Y sus contrarios empezaron a desmayar. Y mostrando su intención y poco saber, Vallerdino dijo al ibero en cierta ocasión: —Vendrá Rosilo y volverase la suerte. Y el discreto pastor, asegurado de la suya y de su cortesía, le respondió: —Vuelva, y con la prosperidad que sus amigos desean. Hasta en esto mostró su prudencia. Y si Vallerdino la tuviera, de esta hidalga respuesta quedara convencido. El de Iberia y los de su bando pasaron por la cabaña donde su hermosa pastora estaba depositada. Salió a verle la de Filardo y por los ojos se comunicaron las almas.285 Al fin, dio orden el ibero, con su libertad, de que su Marfisa la tenga. Y así, después de dar las gracias al capitán general, lo intentó y acabó por su industria, y por la del justicia mayor la llevaron a la cabaña del generoso Cortenio; de aquel cuyo pecho asimila al del macedonio,286 del que por ser estremo de generosidad y de gallardos corazones está con alguna 282

v. 13 amor: «amo» en el original, pero corrige la Fe de erratas. su: «sn» en el original. Es resultado, sin duda, de colocar un tipo u al revés por parte del componedor. 284 fianza: Cfr. nota 241 del Libro tercero. 285 ojos... almas: Formulación típica del amor platónico, que explica el proceso de enamoramiento como una comunicación entre las almas que se produce por medio de sus correspondientes espejos: los ojos. 286 macedonio: Cfr. nota 227 del Libro tercero. 283

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opresión, mas el cielo le volverá a su primera prosperidad. Y cuando dilatare el dársela, se la puede pedir de justicia el gallardo Cortenio. En esta cabaña fue hospedada la del ibero, y bien recebida y regalada de la consorte del espléndido Cortenio, donde, por estar en fe de esposos, el de Iberia y su discreta Marfisa con la publicidad de sus amigos se vieron. Y por hurtar el cuerpo a prolijos encarecimientos, no digo las discretas y regaladas razones que los dos contrastados amantes se dijeron, y por dejarlo a la más peregrina consideración. Nise, que en la ventura de Filardo conoce la poca suya, no deja en este tiempo de incitar a los suyos con lastimosas lágrimas. Y de suerte las vertía la gallarda pastora que a los corazones más contrarios movía; y de manera que, a no hallarse prendados de la fe prometida al favor de Filardo, la conmutaran en el suyo. Gedonio y Caprino y los demás esperan la victoria de Canaria, ganada con la discreción y trazas de Rosilo. Y entre ellos mormuraron en este tiempo que no eran del ibero los versos que hizo en las ocasiones que se le ofrecieron; pareciéndoles que era camino para que Ergasto mudase el de su favor287 y parecer, tomaron por el suyo escrebírselo. Y algunos que se picaban de más discretos, llegaban de falso al de Iberia y le preguntaban de algunos lugares que ponía en el suyo en lo que escrebía. Y el prudente garzón les respondió y satisfizo con la discreción y cortesía a su valor debida. Y habiendo sabido la intención de ellos y lo que escribieron en la barca que salía en la madrugada, determina que vayan los versos de Marfisa, y con ellos y con una suya este soneto: Filardo Ergasto, este Gedonio malmirado,288 hablador, como dicen, de ventaja;289 aqueste que si toma la baraja no ha de hacer vasa290 el que estuviere al lado; el que, siendo por necio declarado, con quien le imita blasonea y reja, por quitarme el favor tuyo trabaja con un camino bien descaminado. Que el de Iberia no soy dice, y si miente, tú lo dirás, y en ti mi pensamiento; porque este habla más que tordo en jaula 287

su favor: «su su favor» en la princeps, pero corregido en la Fe de erratas. v. 1 malmirado: ‘descortés, desconsiderado’. 289 v. 2 hablador de ventaja: ‘ventajista’. 290 v. 4 hacer vasa: ‘hacer baza’, ‘obtener ganancia’, es léxico naipesco. 288

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pruébanme los que siguen su acidente, y no estienden a más su entendimiento que a las historias de Amadís de Gaula.291 Despachó su pliego Filardo. Y todo el tiempo que estuvo Rosilo en Canaria fue para él y su Marfisa y para los de su opinión el mejor de la tierra, porque algunas partes de aquella la tienen de cielo, como son Buenavista292 y Mirca293 y Velhoco,294 donde sus amigos en competencia echan el resto en regalar al ibero y su consorte; y los discretos pastores en saberlo agradecer. Todos estos gustos eran muerte para sus contrarios (digo para los menos prudentes, que Belio, con ser el mayor favor de Rosilo, lo llevaba con discretas aparencias, y las de Gedonio eran tan poco sabias como sus razones). No quiero referir las discretas del de Iberia y Marfisa, con más de que no quiso Belio escucharlas, por el temor de seguir su parecer. En este tiempo escribió Rosilo a Nise, dándole la cuenta del buen suceso que van teniendo sus designios, asegurando que no serán ciertos los de Filardo. De esta carta les nacieron nuevas y gustosas esperanzas a los opuestos del de Iberia; y el fortunado pastor, asegurado de las suyas en la cabaña de Sandalio, adonde fue huésped con su Marfisa, después de haber comido y de haber bailado y hecho muchos y diversos juegos, con todos los que seguían su gusto, por darlo a sus amigos, tomó el instrumento y este romance, que hizo al discurso de su historia, cantó: Filardo De su madrastra fortuna se queja el pastor Filardo, aquel que en la hermosa Iberia apacentó su ganado. Aquel bienquisto295 pastor que, orillas del Betis sacro, de los que fueron más nobles fue más querido y amado,

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291 vv. 13-14 entendimiento... Amadís de Gaula: Las novelas de caballerías eran un género periclitado a finales del siglo xvi, y a pesar del gran éxito que tuvieron antaño, se las consideraba lectura propia de personas de poco entendimiento. 292 Buenavista: Cfr. nota 205 del Libro tercero. 293 Mirca: Municipio situado al este de la isla de La Palma, que en la actualidad es un barrio de Santa Cruz de La Palma. 294 Velhoco: Cfr. nota 204 del Libro tercero. 295 v. 5 bienquisto: ‘de buena fama’, ‘estimado’.

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y de las pastoras bellas por más cortés celebrado. Aquel en cuyas hazañas mostró ser su pecho hidalgo, el que en bailes, juegos, luchas le dieron todos la mano, y en las veras y amistades más satisfizo su trato. Dio el infelice zagal en sulcar el mar insano dejando su patria amada, tal es la fuerza del hado. Y contra el tridente inquieto296 llegó, a pesar del mar cano, a las Fortunadas Islas, a ser menos fortunado; que aunque lleva su Marfisa rostro a rostro y mano a mano, no poder conmunicarla tuvo por triste presagio. Porque de Himeneo quiere que quede su amor premiado,297 es de cien mil invidiosos perseguido y contrastado. Pretenden que su Marfisa suba a más felice estado, no pudiendo darle el cielo más bien que darle a Filardo. Acusan al pastor triste de mil testimonios falsos,298 de que su hermosa pastora sabe cierto desengaño.

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296 v. 21 contra el tridente inquieto: ‘Venciendo al mar’, representado mitológicamente por medio del tridente propio de Neptuno. 297 vv. 29-30 porque de Himeneo... amor premiado: Se refiere el deseo que tiene Filardo de casarse con Marfisa, mediante la alusión al dios griego de los esponsales. Pese a la puntual referencia pagana, toda la cuestión sacramental del matrimonio se desarrolla en la novela de acuerdo con los estrictos dictados de la ortodoxia tridentina (cfr. nota 221 del Libro tercero). 298 v. 38 testimonios falsos: El «falso testimonio» es un ‘delito cometido por quien falta a la verdad en una causa judicial’.

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A ella encierran y oprimen, donde quieren los contrarios reprimir con sus razones lo que amor mueve en sus labios. Y aunque para disuadirla traen mil ejemplos y casos, quedan de las reflexiones los más ignorantes sabios. Y él, aunque ve que fortuna añade a sus daños daños y a su desdicha desdicha y a muchas lágrimas llanto, de aquel valor de su pecho saca ý299 de su mal descanso, y está en futuras memorias presentes glorias gozando; y en la fe que es su instrumento, de esperanzas encordado (que son clavijas300 suspiros y de puro amor el lazo,301 y la ceja302 admiración, y los trastes303 de contrarios, y la tapa304 de secreto, y la puente305 de trabajos, y costillas306 de tormento, y de favor falso el brazo),307

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v. 54 ý: ‘ahí’. v. 59 clavijas: ‘piezas de madera en las que se aseguran y enrollan las cuerdas de los instrumentos musicales’. 301 v. 60 lazo: ‘nudo de las cuerdas fijadas en las clavijas’. 302 v. 61 ceja: En los instrumentos de cuerda, ‘listón situado entre el clavijero y el mástil que sirva para separar y apoyar las cuerdas’. 303 v. 62 trastes: ‘resaltos colocados en el mástil de los instrumentos de cuerda para oprimir estas, de modo que se logren los diferentes sonidos’. 304 v. 63 tapa: ‘pieza que cierra la parte superior del instrumento musical, responsable en gran medida de la calidad del sonido que se obtiene’. 305 v. 64 puente: ‘pieza situada en la parte inferior de la tapa que sirve para sujetar las cuerdas del instrumento’. 306 v. 65 costillas: ‘refuerzos de madera que se colocan en el interior del instrumento’. 307 v. 66 brazo: ‘mástil’ o ‘pieza del instrumento estrecha y larga sobre la que se tienden y tensan las cuerdas’. 300

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templándolo con paciencia, dice estos versos Filardo: Soneto de Filardo a fortuna «Fe que al alma tenéis entretenida, esperanzas por quien mi gloria espero, sospiros que gozáis cuanto yo quiero, amor primero que jamás se olvida; admiración que suspendéis mi vida, contrarios causa de morir cual muero, secreto que por vos mi gloria inquiero, trabajos que del pecho sois medida; tormentos, el crisol de mi firmeza, favor falso con máscara de amigo, paciencia amada que del bien me avisa; pensamiento que gozas mi belleza, al cielo todos le pedid conmigo que en vuestro premio me le dé a Marfisa».

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Dioles muchísimo gusto oírlo celebrando por peregrina la metáfora y por excelente el pensamiento. En este y en semejantes entretenimientos gastaron la tarde, hasta que el de Anfriso308 puso treguas a su pasatiempo. Y porque lo era de que Marfisa fuese a la cabaña de Cortenio, lo puso por obra, acompañándola todos. Y dejándola en ella, cada cual se fue a la suya, y Filardo a la de Lucrino, de quien entonces era regalado huésped.

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el de Anfriso: ‘el sol’. Mediante la perífrasis mitológica, alusiva a Apolo, se marca el final del día. Cfr. nota 55 del Libro segundo.

LIBRO CUARTO DEL PASTOR DE IBERIA, EN QUE VERÁ EL LECTOR EL VENTUROSO FIN QUE POR PREMIO A SUS TRABAJOS LE CONCEDIÓ EL CIELO AL VENTUROSO FILARDO La gallarda Nise, no dándole lugar su pasión para considerar que ya al honor de Marfisa (cuando tuviera gusto de otra cosa) no convenía dejar de llevar al fin su intento, cumpliendo el suyo le envió por la mañana, con Matricio, en un papel lo siguiente: Carta1 de Nise a Marfisa Hermana, si no mi desventura y el mucho amor que a Filardo tienes te tienen ciegos los ojos de la razón, poniéndolos en la mía y en las amorosas y entrañables lágrimas de los míos, te pido, ruego y suplico, en virtud de esto y del hermanable amor que te tengo y he tenido, que te duelas de mi soledad, ya que no de mi dolor y lástima. Y que consideres que la que te tengo me tiene tan ajena de contento como le tendré con tu compañía, querida hermana. Amada hermana mía, pon el pensamiento en las veras a que te obliga este nombre, ya que no en mis obras, y mira que las tuyas no vienen con él. Y si a cosa de lo que pido no das lugar, ruégote que no lo des a hacer de mi petición sentimiento, porque más le haré de verte con él que de verme sin ti. Leyola Marfisa y, aplicando su mucha discreción, dijo:

1 Carta: La epístola amorosa cuenta con muy reconocibles modelos en la tradición clásica, entre los que destacan las Heroidas de Ovidio. Aunque no estaba en la Arcadia de Sannazaro, la novela pastoril, desde La Diana de Montemayor, incorporó este recurso propio de las novelas de caballerías y de la prosa sentimental.

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—Matricio, a mi hermana le dirás que la misma que un tiempo fui en quererla soy y seré todo lo que el cielo me diere de vida, y en desear la suya con el mayor contentamiento. Y que así viva con él, que no aplique a libertad mi respuesta, pues sabe que nunca para ella la tuve, ni amor permita que la tenga para que le pueda dar gusto. Y que aunque no lo tuviera en querer a Filardo, que forzado había de dar fin a lo que el cielo dio principio juntando a las prendas de la voluntad las del amor. Matricio, de su parte, sin reparar en la muchacha que de su amistad tiene el de Iberia, le pidió (convencido de la lástima de Nise) lo proprio. Y la pastora de Filardo dijo que la respuesta que lleva a su hermana puede aplicarse a sí. Fuese el pastor más lastimado que vino, porque entendió llevar por empresa lo que los demás no pudieron. Y en este tiempo, cuando la hermosa Nise y el apasionado Gedonio estaban más melancólicos y oprimidos, llegó Rosilo de vuelta de Canarias, de donde por medio de apasionadas relaciones trajo llenos los senos de provisiones en daño del de Iberia y Marfisa. Todos sus secuaces se esforzaron mucho, y no por eso los valedores de Filardo desmayaron, porque sus prudentes pechos lo remitieron al fin del suceso. Resultó de esta venida que, contra toda razón y derecho, depositaron a Marfisa en la cabaña de Torinto, adonde su consorte y sus hijos, no imitando la prudencia de su mayoral, quisieron disuadir a la pastora de Filardo con término bien diferente del gallardo de Marfisa. Al de Iberia volviéronlo a la prisión, de donde sacó el discreto pastor que ya le quedaba poco tiempo a sus males, por la mucha priesa que se daban a ofenderle. Fueron ciertos los pronósticos del venturoso ibero, pues a poco tiempo llegó el esperado de su gloria guiado por el divino Ergasto, el cual, contra las que trajo Rosilo, envió otras favorables provisiones,2 de que resultó poner en libertad a la hermosa Marfisa y en la fuga al ibero. Y mostrándose de este regalo bien agradecido, escribió esta carta, en el estilo en que Ergasto3 era consumado. Y en ella desfogó todo cuanto en el apasionado corazón tenía:

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provisiones: ‘despachos o mandamientos que en nombre del rey expedía un tribunal para que se ejecutase lo ordenado por él’. En este caso, la puesta en libertad de Filardo. 3 estilo... Ergasto: La epístola en esdrújulos libres que dirige Filardo a Ergasto-Cairasco de Figueroa (cfr. nota 23 de los Preliminares) es un homenaje al poeta canario, en reconocimiento a su importante papel en la introducción del verso esdrújulo en la poesía española. El homenaje no se antoja exagerado, pues la voz autorizada de Antonio Alatorre, 2007, p. 193 considera, en su pormenorizado estudio del verso esdrújulo, que Cairasco «bien podría ocupar un lugarcito en el libro de Philomneste Junior (Gustave Brunet), Les fous littéraires». Desde los escarceos iniciales del canario en estas lides literarias, fechables en 1576, su propuesta alcanzó gran éxito y repercusión. De acuerdo con Alatorre, Cairasco importó a la tradición poética española los sdruccioli de Sannazaro (y Pulci), arrogándose el mérito de su empeño, por la escasez que había de estos en la

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Epístola en versos esdrújulos libres de Filardo a Ergasto A Ergasto dirigida va esta epístola, como a quien es de los poetas príncipe, al que ilustra a Canaria ser canónigo, cuyo mérito aspira a ser pontífice. Y tú, que desde el Ártico al Antártico le dan las parlas4 a tu justo débito, así la vida que en el suelo plácito invidiada has gozado por tus méritos. Los años cuente raros y nestóricos,5 y así al fin de ellos lleve el premio el ánima al lugar merecido y sitio angélico, acompañada de divinos ángeles, cantando como tú en tu misma música, en cuya voz y celebrado cántico, oirá tus partes la celeste máquina, donde los cortesanos apostólicos harán sus regocijos celebérrimos, y, con guirnalda del sagrado Líbano,6 pondrán corona a tus virtudes célebres hasta llevarte aquel juez clarífico adonde te dirá: «alma católica que allá en el suelo todos mis artículos creíste con amor puro y benévolo,

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poesía castellana; si bien puntualiza que no fue el primero en esdrujulizar en castellano, honor que corresponde a Mal Lara (Alatorre, 2007, pp. 193-306). 4 v. 6 parlas: ‘habladurías’. 5 v. 9 nestóricos: ‘nestóreos, longevos’, en alusión a la extraordinaria longevidad con que Apolo regaló al héroe griego Néstor. Cfr. nota 232 del Libro tercero. 6 v. 18 sagrado Líbano: Es eco del Cantar de los Cantares 4, 8: «Veni de Libano, sponsa mea, Veni de Libano, veni, coronaberis». El texto veterotestamentario es un referente inexcusable de la bucólica sacra, como explicó Montano en su De arcano sermone, 2006, p. 232: «el Líbano es un monte de Siria, muy alto y visible desde lejos, que toma nombre de cumbre blanca por las nieves perpetuas, que se extiende de occidente a oriente y separa el país de Israel de Siria a Palestina, y es famoso por la calidad de sus árboles, siempre verdes y por la fragancia de sus plantas». Los vínculos de la descripción montaniana con el espacio tópico del locus amoenus bucólico se hacen mucho más evidentes cuando concluye que «este lugar, por su amenidad, fue un retiro deseado. En efecto, Salomón edificó la casa del bosque del Líbano». Para los vínculos entre el Cantar de los Cantares y aspectos relacionados con la égloga a lo divino y la espiritualidad bucólica, véase Núñez Rivera 2010, pp. 185-227.

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agora llevarás el premio lícito: si allá tuviste olores aromáticos, los de mi cielo son más odoríferos; si la música allá, oirás mis músicos, que son todos mis ángeles y arcángeles; y si en la poesía fuiste único, mi David en mi gloria es El Poético». Gózalo todo con amor espléndido, y así de quien escribes las corónicas, oyas7 de la sentencia darte el pláceme,8 que escuches el discurso de mi lástima, dándole a mi verdad entero crédito. En España me echaron un pronóstico, un hombre raro natural de Córdoba y un catalán astrólogo de Lérida. Y ambos hallaron que era infelicísimo con gente tosca, popular y bárbara; y con discretos, raros y magnánimos, que en Venus y Mercurio, Marte y Júpiter, más dichoso que cuantos ven los círculos. Bien cumplido lo veo en esta ínsula, donde estoy en prisión y duras cárceles, afligido y más solo que el espárrago;9 viendo esta gente con mortal estrépito cansar mi cuerpo y afligir mi espíritu; y solo porque en este pueblo, bárbaro de condición, demontan banco en Nápoles,10 7

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v. 33 oyas: ‘oigas’. v. 33 pláceme: ‘felicitación’, ‘enhorabuena’. 9 v. 46 más solo que el espárrago: Correas recoge en su Vocabulario de refranes, p. 292 el refrán «Solo komo espárrago en el iermo», paremia popular de origen árabe (García Gómez, 1972, p. 419). 10 v. 50 demontan banco en Nápoles: El verso es de oscuro sentido. Una explicación ha sido propuesta por Begoña Souviron en un trabajo sobre la desmitificación de la Arcadia. Señala la estudiosa que la mención a Nápoles tiene que ver con el hecho de que «el imperio del Mal halla su proyección doméstica contrarreformista en Nápoles» (Souviron, 2001, p. 114), y añade que «Entrañaba peligro según el pastor de Iberia tratar con gente tosca, popular y bárbara, así como con discretos, raros y magnánimos que estudiaran los planetas. Su protagonista es hecho preso por un pueblo bárbaro que “demonta banco en Nápoles” e “incita a pasión a un raro médico”, cuya ceremonia de iniciación consiste en presentarse ante un mensal hecho triángulo a recibir la “coz recia de un cuadrúpedo”, a quien “terminarían por rendir el alma”» (Souviron, 2001, p. 125). 8

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incitan a pasión a un raro médico por conocer su erudición y física.11 Da en adularle aquesta gente sátira,12 porque dé en aplicar remedios únicos a sus males coléricos e intrínsecos, haciendo de edmodátiles13 beléricos14 un compuesto de turbit y de agárico15 11

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vv. 45-52 Y solo... erudición y física: La alusión al médico raro y erudito, junto con las posteriores menciones de carácter esotérico y astrológico, podrían hacer pensar en un eco del napolitano Giordano Bruno, cuyas revolucionarias ideas fueron tan influyentes y conocidas como polémicas y heréticas en la Europa del momento. De ese modo, se compararía al pueblo bárbaro que lo tiene retenido con gentes heréticas y carentes de juicio. 12 v. 53 sátira: ‘lasciva’. 13 v. 56 edmodátiles: ‘hermodátiles’ o ‘quitameriendas’, planta parecida al cólquico utilizada con multitud de fines medicinales, entre los que se encontraba el tratamiento contra la sífilis. La previa alusión al carácter lascivo y colérico de las gentes que lo tienen preso, junto con las referencias al turbit y el agárico del verso siguiente, permiten suponer que era este el uso medicinal que buscaban. De la extensión del mal había dado cuenta el doctor Juan de Cárdenas, 1591, f. 190: «Entre las enfermedades que, por nuevas culpas y nuevos pecados nuestros, nuevamente se han hallado y experimentado en los cuerpos humanos, una dellas, y no poco infernal, maligna y perniciosa, es esta del mal indiano, y, según otros, del mal francés, que tan de veras aflige, apremia y atormenta a los hombres, sin hacer excepción alguna, que ya se usa decir en las Indias que no es hombre honrado el que no tiene un cierto ramillo o rastro deste achaque, y así es tan negro de usado un parche de terciopelo negro en el rostro, un chichón en una sien, una señal con falta de güeso en la frente, que casi no se echa de ver en ello. Pues si hubiésemos de discurrir por menudencias y notar en un traer el color algo quebrado, un tener no sé que dolorcillos en las coyunturas o unas postillejas y llaguillas en la boca, y más si comenzaron con algunas secas, que no se maduraron, sino antes se envolvieron adentro (que realmente son infalibles premisas del dicho mal), sería todo esto nunca acabar. Pero, en fin, saquemos en limpio nuestro propósito, que es dar por cierta y averiguada conclusión que el mundo no tiene provincia ni reino donde más este mal aflija, ni donde más azogue, guayacán, china y zarzaparrilla se gaste, ni más sen, epitimo, polipodio y hermodátiles se consuman en jarabes que en esta tierra». 14 v. 56 beléricos: Del árbol propio de la India llamado mirobálano, del que existen varias especies cuyos frutos se asemejan, tanto en forma como en tamaño, unos a las ciruelas y otros a las aceitunas, variando su color entre negros, rojos o amarillos. Se utiliza con fines medicinales y también en tintorería. 15 v. 57 turbit y agárico: El turpit es una planta trepadora procedente de Asia y el agárico un hongo parecido a las setas. En unión de los hermodátiles se utilizaban para elaborar un jarabe contra las enfermedades venéreas. Girolamo Ruscelli ofrece una receta curativa del mal francés con estos ingredientes en su Libro de los secretos del reverendo don Alejo Piamontés, Parte segunda, Libro Primero, f. 18: «Tomen palo de las Indias bien molido, seis onzas; iva artética o pinillo, una onza; hinojo, anís y simiente de apio, de cada cosa tres dragmas; brusco, espárragos y granos de tornasol, de cada uno dragma y media; turbit y agárico, dos dragmas de cada uno; hermodátiles, dragmas tres; gengibre, una dragma; diagridio, medio escrúpulo; sena, polipodio, ginjoles y sebestén, de cada cosa onza y media; zumo de lúpulos; zumo de borrajas; zumo de fumus terræ, de cada uno

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y de otras confaciones16 salutíferas, como vieron asmáticos y tísicos, con salud por el orden de sus píldoras o con bocados de la cañafístola.17 Y con otros secretos de Erisístrato18 dan en juntarse algunos de los míseros para incitar el generoso ánimo de aquel que, aunque me oprime, es cosa lícita que lo cante y publique en versos líricos, como aquí te lo digo en el paréntesis: cual nebrisense19 sabe la gramática, parangona con Tulio en la retórica,20 al celtiberio confirió en lo esférico21

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una onza; flores de cantueso o esticados, media onza; miel y azúcar, de cada cosa una libra. Y de todas estas cosas hagan jarabe como se acostumbran hacer los otros». 16 v. 58 confaciones: ‘mescolanzas o jarabes obtenidos mediante mezcla de sustancias’. 17 v. 61 cañafístola: Árbol que llega hasta los diez metros de altura con flores amarillas y frutos en forma de vainas cilíndricas con propiedades medicinales. El doctor sevillano Nicolás Monardes explica en su Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias occidentales, ff. 19v-20r que «viene de las islas de Santo Domingo y de San Juan de Puerto Rico mucha cantidad de cañafístola, y es tanta que no solamente se provee della toda España, pero toda Europa y casi todo el mundo, porque a Levante do ella solía venir van más naos cargadas della que viene hierro de Vizcaya [...] Es la cañafístola y la obra della de gran seguridad, purga benignamente sin ninguna alteración. Evacua principalmente cólera, después flegma y lo que está en las vías y en las tripas. Tiempla mucho a los que la toman, purifica la sangre, hace muchas buenas obras en todo género de enfermedad; especialmente en pasiones de riñones y de urina, tomada dos horas antes de cena. Y en reumas hace manifiestísimo provecho, tomada dos horas después de haber cenado. Fácilmente cura males de pecho continuada y dolores de costado, tomada con lamedores pectorales. Por defuera aplicada con aceite de almendras dulces quita los dolores graves de pulmón y dolores de riñones. Es buena en fiebres calientes y usada a la continua antes de cena o de la comida, prohíbe el engendramiento de la piedra. Quita la sed. Es húmida en el primer grado, declina a calor, aunque es poco; es lenitiva resolutiva; clarifica la sangre y quebranta la agudeza della y de la cólera rúbea. Hayla en las Indias después que fueron descubiertas». 18 v. 62 Erisístrato: Médico de la Grecia antigua, fundador de la Escuela de Alejandría de medicina, junto con Herófilo. «Risístratho» en el original, aunque corrige la Fe de erratas. 19 v. 68 nebrisense... gramática: Alude a Antonio de Nebrija (1441-1522), destacado humanista español y autor de la primera gramática castellana en 1492. 20 v. 69 Tulio... retórica: Marco Tulio Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) es considerado uno de los más grandes rétores de la latinidad, además de modelo de imitación durante el Siglo de Oro. 21 v. 70 celtiberio... esférico: El celtibérico es Alfonso X, autor de una importante obra astronómica, entre la que se puede destacar el Libro de la ochava esfera, en donde se describen las estrellas y se revisa el conocimiento árabe sobre las constelaciones.

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y frisa con Platón en lo filósofo.22 Cual Balcásar entiende y sabe el trépano23 y llega [a] aquel de Atenas en la física.24 Con estremo también es quiromántico, porque a un soldado le halló la espática25 bifurcada y revuelta26 [a] la restrítica27 y al fin de la mensal28 hecho un triángulo, y le dijo que en medio del estómago le daría una coz recia un cuadrúpedo, a cuya causa rendiría el ánima; y el infelice y desdichado mílite, dentro de un corto y limitado término, con aquesta ocasión le ofreció Láquesis29 su triste vida a la guadaña de Átropos.30 22

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v. 71 Platón... filósofo: El maestro de Aristóteles y fundador de la Academia es en la época el filósofo por antonomasia. 23 v. 72 Balcasar... trépano: Probablemente se refiere a Andrés Alcázar (Guadalajara, c. 1490-c. 1585), médico cirujano español especializado en trepanaciones. En 1575 publicó el tratado Chirugiae libri sex, en donde destaca la parte que dedica a la descripción y estudio de la cirugía craneal. 24 v. 73 de Atenas... física: La física aristotélica, basada en cinco elementos (agua, tierra, aire, fuego y éter), cada uno de ellos con un movimiento natural y propio, mantuvo una vigencia inamovible hasta la revolución científica. 25 v. 75 espática: En quiromancia alude a la «línea hepática» o «natural». A la altura de 1562 explica Taisnier en su Opus mathematicum, p. 156 que «linea hepatis bifurcata versus rascettam [restrítica], significat mortem violentam»; tal y como ocurre con el personaje del poema, a quien tras el vaticinio «le daría una coz recia un cuadrúpedo, / a cuya causa rendiría el ánima». 26 v. 76 revuelta: ‘vuelta hacia’. 27 v. 76 restrítica: Es término quiromántico. Proviene de la palabra «restrita» (o ‘raíz’), que es adaptación al español de la línea denominada como «rascettam» o «rascettes». En la traducción del tratado de Taisnier, por la que fue procesado el sevillano Suárez de Mayorga, se utiliza el mismo término «restrita» para traducir rascettam: «Si la natural [línea hepática] intersecare la palma, estulticia y liviano cerebro y mala muerte promete, tanto más cuanto sea ancho el cuadrángulo. Si atraviesa la palma, como está dicho, y va hasta la restrita, significa vida trabajosa y obstinada, y muerte violenta y súbita en la mocedad» (Peña, 2006, p. 25). 28 v. 77 mensal: La línea mensal o del corazón se encuentra bajo el influjo de Júpiter, quien se considera que preside la grandeza del alma; además, se relaciona su nombre con la mente (mens), pues se cree que es indicativa de la parte generosa de las pulsiones cerebrales. La conjunción de líneas con forma de triángulo era tenida por augurio de muerte violenta, tal y como explica Taisnier en su tratado de quiromancia: «linea a triangulo ad quadrangulum, et in sine cum alia crucem constituen, mortem violentam nota» (Tasnier, 1562, p. 178). 29 v. 83 Láquesis: Cfr. nota 109 del Libro primero. 30 v. 84 Átropos: La mayor de las tres Moiras o diosas del destino (cfr. notas 109 y 110 del Libro primero), quien se encargaba de decidir el modo en que moría cada persona, cortando con sus tijeras el hilo de la vida.

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En los versos heroicos es el Títiro,31 y en numerosa sinalefa y sílaba es el de Esmirna aquel eterno argólico.32 Muchos le invidian, y él los hace Heráclitos en danzar, en la voz, en gracia, en cítara.33 Al fin, sabiendo más que supo Séneca,34 dio lugar, por tener contra mí cólera, a creer en mi daño las diabólicas lenguas, bien dignas de cabestro y jáquima.35 De La Palma y Canaria pasó el piélago, de do, cumpliendo con la gente acrícula,36 ufano vuelva y rico con la cédula37 con que a Marfisa ponen en depósito adonde todos con horror y lágrimas, encendidos los ojos y los párpados, contra todo el de Trento y el canario la disuaden con razón ilícita. Y ella, de sus pasiones bien incrédula, con respuestas agudas de Diógenes,38 los reprime mostrando ser indómita; hasta que la verdad supo el del águila,39 y, derogando la primera póliza, 31

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v. 85 Títiro: Cfr. nota 38 del Libro tercero. v. 87 Esmirna... argólico: Homero (siglo viii a.C.), autor de los dos principales poemas épicos griegos: la Ilíada y la Odisea. 33 vv. 88-89 hace Heráclitos... en cítara: Alude a danzas y composiciones de carácter fúnebre y luctuoso, acudiendo a un tema muy frecuente en el Siglo de Oro: el de Heráclito y Demócrito, como contraposición de pesimismo y optimismo, planto y risa. 34 v. 90 Séneca: El pensador y moralista romano Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.), máximo representante del estoicismo, es figura de proverbial sabiduría. 35 v. 93 dignas de cabrestro y jáquima: ‘merecedoras de ser azotadas’, tal y como ocurre en Quijote II, 71 con Sancho, «el cual, haciendo del cabestro y de la jáquima del rucio un poderoso y flexible azote, se retiró hasta veinte pasos de su amo entre unas hayas [...] Desnudóse luego de medio cuerpo arriba y, arrebatando el cordel, comenzó a darse, y comenzó don Quijote a contar los azotes». 36 v. 95 gente acrícula: ‘agricultores, rústicos’. 37 v. 96 cédula: Cfr. nota 220 del Libro tercero. 38 v. 103 Diógenes: Podría referirse al cínico Diógenes de Sínope (c. 412 a.C-323. a.C.), que nada escribió, o al doxógrafo homónimo Diógenes Laercio (siglo iii), quien en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres recoge las enseñanzas de los más sobresalientes filósofos, entre ellas las del de Sínope. 39 v. 105 el del águila: Felipe II, en referencia al Águila de San Juan de su escudo de armas. 32

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envía otra40 con cristiano ímpetu, donde en su libertad la puso un clérigo. Helósele la sangre y murió el hígado, y porque todos no le den el pésame, disimula diciendo que en opósito,41 con letras y valor de catedrático, quiere unas conclusiones hacer cálidas, pues fueron en mitad de la canícula. Mas no sus argumentos fueron frígidos, pues le dieron el lauro en lo filósofo, por los cantones42 le pusieron rótulos de victor y revictor, y de pécoras43 a sus opuestos, y aún en versos yámbicos. Después de esto, con pareceres frágiles, quisieron ser, con mi Marfisa en súbito, como Plutón con Proserpina rápido.44 Mas mis discretos, con Jasón y Bártulo,45 de aqueste me libraron y otros tránsitos. Y viendo aquestos desengaños públicos, los que le siguen juntos al epílogo se confederan y echan al Mar Índico, al conquistado por Cortés y Pánfilo,46 y a mí quisieran verme en los antípodas y confundido en el oscuro báratro.47 Primero aquestos mueran de mal tósigo,48 y sea el de napelo y el de acónito49 justo rigor, a condición de víboras

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v. 107 envía otra: Cfr. nota 2 del Libro cuarto. v. 111 en opósito: ‘en defensa’. 42 v. 117 cantones: ‘cada uno de los cuatro ángulos del escudo heráldico’. 43 v. 118 pécoras: ‘cartas pécoras, de pergamino’. 44 v. 122 Plutón... rápido: Se refiere al rapto de Proserpina por el dios de los infiernos. 45 v. 123 Jasón y Bártulo: Giasone del Maino (1435-1519) y Bártolo de Sassoferrato (13131357), jurisconsultos italianos cuyas obras eran en la época el libro de cabecera para los estudiantes de Derecho. 46 v. 128 Cortés y Pánfilo: Se refiere a los conquistadores españoles Hernán Cortés (14851547) y Pánfilo de Narváez (c. 1470-1528). 47 v. 130 báratro: ‘infierno’. 48 v. 131 tósigo: ‘veneno’. 49 v. 132 napelo...acónito: Veneno extraído de las plantas homónimas. 41

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de las que imitan al tirano Cómodo.50 Aquestos indiscretos, con sus fábulas, dándole a uno la ignorante cátedra dio en decir a sus bárbaros discípulos de males y mentiras un catálogo, como si acaso fuera otra Semíramis de aquella cuyo ser, valor y ánimo al cielo sube con valor alígero.51 No te he dicho, señor, sola un mínima de los embustes de estos pusilánimes, y mis verdades te diré52 en mi cántico. En Sevilla nací, mi padre en Écija hijodalgo notorio fue, no incógnito, pues de su ejecutoria tengo títulos.53 No fue tan rico como son los Fúcares,54 pero viviendo sustentó un buen hábito. Un mi hermano mayor dio en ser armígero y en Mauritania en perseguir al póstumo,55

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v. 134 tirano Cómodo: Lucio Aurelio Cómodo Antonino, hijo de Marco Aurelio y emperador de Roma entre 177 y 192. 51 vv. 139-141 otra Semíramis... valor alígero: Según la leyenda, la reina Semíramis fue alimentada por palomas después de ser abandonada en el desierto por su madre, la diosa asiria Derceto. En los versos, las mentiras e infundios creados se comunican y difunden como llevados por palomas mensajeras. 52 v. 144 mis verdades te diré: En el libro V de La Diana la protagonista homónima ofrece un romance aconsonantado con cierta información biográfica: su orfandad desde el nacimiento, su crianza con un ama, los amores con Sireno y el obligado matrimonio con Delio, lo que la sume en la infelicidad conyugal. Aquí, sin embargo, lo relativo a Filardo se podría entender como hechos pertenecientes a Bernardo de la Vega, pues todo el poema se plantea como una suerte de justificación o pliego de descargo para rebatir las acusaciones que unos maledicentes vertieron sobre quien escribe (sea Filardo, sea Bernardo de la Vega, o ambos). Sin embargo, resulta imposible contextualizar los sucesos relatados más allá de la ficción novelesca, habida cuenta de que nos disponemos de datos sobre la biografía del autor que nos permitan contextualizar históricamente el suceso aludido, aparentemente vivencial. Cfr. notas 31 del Libro primero y 385 del Libro cuarto. 53 v. 147 ejecutoria... títulos: ‘ejecutoria de hidalguía’. Título legal de la nobleza o hidalguía de una persona o familia. 54 v. 148 Fúcares: Los miembros de la familia Fugger o Fúcares fueron un clan de banqueros alemanes que alcanzaron una extraordinaria riqueza e influencia en la Europa de los siglos xv y xvi. 55 v. 151 al póstumo: ‘al postrero, al último’.

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en el saco de Amberes56 oyó el pífaro,57 y en medio de su edad y fuerza argólica,58 viniendo de Sicilia murió en Génova. Mi padre dedicome a la granmática, pero yo apasioneme de lo trágico, por ser curioso de leer a Eurípides.59 E invocando al Parnaso y a Calíope,60 del alto Teide, del famoso Adlántico, cantó mi musa en instrumentos músicos que el poeta famoso aquel hispánico, Teide, el más fortunado de tus términos, Adlante dice que es el que sin báculo sustenta el cielo,61 como dice Ovidio.62 Y en cosa no pasé del justo límite cuando mi mocedad gasté en diálogos. Y sé que te escribieron los satíricos lo que en mi vista pareciera incrédulo. Mas quien me ha levantado a ser herético63 también escrebirá que soy arábigo. Mas teniendo cual tienes ese término, faltarme no me puedes, si el artífice no anduvo en sus pronósticos errático. Mi Ergasto, habiendo pocos de tu número, 56

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v. 152 saco de Amberes: El saqueo que hicieron los soldados españoles amotinados en la ciudad flamenca tuvo lugar entre el 4 y el 7 de noviembre de 1576, con el resultado de varios miles de civiles muertos, lo que a la postre sería desencadenante para la sublevación de los pocos territorios de Flandes que aún eran leales a la Corona. 57 v. 152 pífaro: ‘pífano o flautín de bandas militares’. 58 v. 153 fuerza argólica: Se refiere al territorio peloponesio de Argos, cuna de multitud de héroes y personajes que lucharon en la Guerra de Troya y rindieron la ciudad, como también recogió Juan de Arguijo en su epístola en esdrújulos, al referirse «a la ciudad antigua del gran Príamo, / sobre quien se mostró la fuerza argólica» (Arguijo, 1971, p. 212). 59 v. 157 Eurípides: Su nombre acompaña al de Esquilo y Sófocles en la tríada de los más grandes poetas trágicos de la Grecia clásica. 60 v. 158 Calíope: Musa de la poesía épica y de la elocuencia. También Cervantes la invocó en el canto homónimo de La Galatea. 61 vv. 163-164 Adlante... sustenta el cielo: Atlas o Atlante es en la mitología griega el titán a quien Zeus condenó a soportar sobre su espalda los pilares que mantenían a la tierra (Gea) separada del cielo (Urano). 62 v. 164 como dice Ovidio: «cum tot sideribus caelum requievit in illo» (Metamorfosis, IV, v. 662). 63 v. 169 me... herético: Cfr. nota 224 del Libro tercero.

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nota, siendo Filardo tan pacífico, lo que habrá padecido en el Tartárico.64 Quien en España tuvo trato y prática con Figueroa, con Guzmán y Zúñiga, ¿cómo entenderse aquí podrá con Álvarez?65 Y quien gustó de la perdiz y tórtolas, ¿qué gusto hallará en la vaca y ánades? ¿Y cómo beberá a boca de cántaro el que ha bebido con dorado búcaro? Y el que ha gozado de delgadas sábanas, ¿cómo las sufrirá de tosco cáñamo? En fin, en mi progreso, mi propósito ha sido en tu valor echar las áncoras.66 No digo más, porque me aguarda el tálamo con mi Marfisa y tu criada íntima. Por ti, más erudito que el de Ítaca,67 de aquesta palma llevaré los dátiles. Por ti apetezco el arrogante plátano,68 hallando en él más gusto que en las níspolas.69 Tú sólo me refrescas más que el Céfiro70 y alumbras más que Delio71 con su lámpara, No en balde te celebra y canta el ítalo,72 pues desde el horizonte de los árabes 64

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v. 176 Tartárico: Alude a su prisión mediante la referencia al Tártaro, abismo del inframundo mitológico que sirvió de mazmorra a los titanes. 65 vv. 178-179 con Figueroa... con Álvarez: Se contraponen apellidos considerados como de cristianos viejos con el dudoso «Álvarez». En las Islas Canarias, un apellido como este contaba con antecedentes hebraizantes tan notables como el de Luis Álvarez, mercader acusado de ser rabino de una sinagoga instalada en su casa, en donde se reunía un nutrido cónclave de judíos (Anaya Hernández, 1991, pp. 14 y 21). 66 v. 187 áncoras: ‘anclas’. 67 v. 190 Ítaca: Es la patria legendaria de Ulises, protagonista de la Odisea. 68 v. 192 arrogante plátano: Se le denomina así por su altura. Gabriel Laguna, en su traducción de Pedacio Dioscórides, pp. 65-66 lo describe como «un árbol muy grande, que esparce difusamente sus ramos, haciendo dellos techo y reparo contra la inclementia del cielo»; y añade que «en el estío entreteje de tal suerte las hojas que no puede el sol penetrar por ellas», aunque «viniendo el invierno las abre notablemente y relaja para que puedan pasar los rayos del mesmo sol a calentar sus raíces y consumir la superflua humildad de la tierra». 69 v. 193 níspolas: ‘níspero’. 70 v. 194 Céfiro: Cfr. nota 33 del Libro segundo. 71 v. 195 Delio: Cfr. nota 17 del Libro primero. 72 v. 196 el ítalo: ‘el italiano’.

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tu nombre se conoce hasta el gálico,73 porque ha dejado todo el mapa atónito la norma y gravedad de tus isdrújulos. Doyte mi sangre, en sacrificio y víctima, como da a sus hijuelos el pelícano.74 Quisiera en celebrarte ser más prático, pues te conozco por el más político. Y así, yo te suplico en esta égloga, con una voluntad y amor partícipe, ya que de tu valor me has hecho cómplice, que me mandes donde resido, en Híspali, en la ciudad que ilustra el sitio vándalo,75 en aquella que abraza el río bético, por cuya industria agora las pirámides eternizan al invencible Hércules,76 como su brazo al valeroso Cévola,77 y como a ti tu celebrada péndola.78

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En la barca que salió este día la envió el ibero. Y Celio y Lucrino y Patronio y Marquino, con todos los demás del bando de Marfisa, fueron por ella a la cabaña de Torinto. Y su consorte le pidió a la pastora de Filardo que se quedase en ella, adonde se haría el desposorio. Ni Marfisa ni los suyos dieron a esto lugar, y dándolo a los mayores regocijos y contentamientos, la llevaron a la del generoso Celio, el que a pesar de sus opuestos ha de gozar el deseo de ser su padrino. Esta noche en esta cabaña hubo mucha parte de gloria, y en la de Torinto y en todas las demás de sus competidores otra tanta de pena. No quiero exagerar la mucha

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v. 198 el gálico: ‘el francés’, en referencia a las Galias. vv. 201-202 Doyte mi sangre... el pelícano: Desde Plinio (Historia natural, lib. X, 66) se creía que habiendo el macho del ave dado muerte a sus crías (debido a que estas le hieren el rostro en cuanto salen), la madre, viéndoles fallecer, se desgarraba el pecho con el pico para alimentarlos y revivificarlos con su propia sangre. Los bestiarios medievales reformularon el relato, asumiendo que la madre se abría el pecho para dar alimento a sus hijos cuando no había nada que comer. La imagen suele vincularse con la Pasión de Cristo y la Eucaristía. 75 v. 209 sitio vándalo: ‘Andalucía’, designada aquí por su nombre latino (Vandalia). 76 v. 212 Hércules: Es fundador mítico de la ciudad de Sevilla. 77 v. 213 Cévola: Cayo Mucio Escévola o Scévola, quien, una vez detenido tras su intento fallido de asesinar al rey Porsena y ante las amenazas de quemarle si no revelaba su nombre, metió el brazo en un brasero y pronunció, impasible, la célebre sentencia que le atribuye Tito Livio (Ab urbe condita, lib. II, 13) y que le erige en modelo de virtus romana: «ut sentias quam vile corpus sit iis qui magnam gloriam vident» (‘Poca cosa es el cuerpo para quien solo aspira a la gloria’). 78 v. 214 péndola: ‘pluma de escribir’. 74

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que Rosilo y Nise tuvieron, porque mi estilo no llegará a dar bastante encarecimiento. Para el dichoso desposorio fue conveniente (y para deshacer los inconvenientes e impedimentos que a él puso Rosilo) que se parta Filardo a Canaria, de donde traya de esto y de lo que a él le oponen, averiguada la verdad. Y como el fin de su contentamiento pende de esto, dio orden cómo ponerlo en efecto. Después de haberlo comunicado con su pastora y valedores e incitado de dar fin a su cuidado, con el mayor que puede, fue a verse con su Marfisa a la espléndida cabaña de Celio, adonde halló con su zagala bella a todas las pastoras sus amigas dándole el parabién79 de su libertad y del cercano casamiento. Recibieron al pastor con el mayor contentamiento y con él Marfisa le dio sus brazos. Y a poco rato de su conversación, y cuando Hécate quiso tomar posesión,80 vinieron todos los que seguían su parecer, disfrazados curiosa y discretamente, tocando varios y sonorosos instrumentos, a cuyo suave y agradable son, haciendo peregrinas mudanzas, entraron en forma de máscara. Y después de haber durado los bailes mucha parte de la noche, dos guirnaldas de victorioso laurel, recamadas81 de varias y odoríferas flores (que trajeron en una rica y costosa fuente) alzando regocijados gritos al cielo, las pusieron sobre las más firmes y enamoradas frentes de Marfisa y su pastor. Hasta que Febo dio luz al lustroso día duraron los juegos y entretenimientos; y hasta que, compelidos del cansancio, tendieron por la cabaña muchas pieles, sobre que descansaron los cansados cuerpos. Y el generoso Celio previno, para cuando despierten, el almuerzo, tan regalado y cumplido como suele, porque ni puede ser más ni contentarse con menos. Cuando despertaron hallaron a un lado de la cabaña, debajo de una fresca y sombría ramada, tendidas sobre la deleitosa yerba, mesas con regalados y varios manjares, y más ricos y costosos de lo que pastores prometen. Almorzaron, y después de alzadas las mesas y de haber hecho un regocijado corro de pedimentos de Filardo, se sentaron. Y pidiendo atención, dijo en heroico estilo la determinación que tiene de ir a Canaria y lo mucho que conviene su partida. A todos les pareció lícito, y más a la bella Marfisa, la cual, por acabar cosas, se determinó a darle licencia. Y fiada en su ventura, dijo que no se difiriese. Los suyos le fletaron una barca y ordenan que, quedando su pastora con la de Celio, se parta cuando el sol decline. Y en este ínterin le previnieron muchos regalos, y con ellos favorables 79

parabién: ‘felicitación’. cuando Hécate quiso tomar posesión: Hécate es la diosa de las tinieblas y la gran hechicera mitológica, presente en las encrucijadas junto con la jauría de perros infernales que la acompañaban. Con el sentido de ‘encrucijada’ es con el que se invoca a esta divinidad en el texto, dando a entender, en paráfrasis, ‘que justo cuando se encontraba Filardo en el trance o encrucijada de partir, llegaron los pastores’, quienes con su alborozo y ambiente festivo dilataron algo la partida, que se producirá al día siguiente. 81 recamadas: Cfr. nota 9 del Libro primero. 80

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cartas. Y estremándose Marquino en lo mucho que a Filardo quiere, se ofreció a irle acompañando, sin que ninguno fuese parte a impedírselo. Y llegando el tiempo de embarcarse, Filardo y su Marfisa se despiden con abrazos tiernos. Y aunque los dos enamorados pastores se esforzaban en su buena fortuna, el efecto de la partida vino a enternecer y humedecer los ojos. Diole Marfisa a su pastor una carta para el divino Ergasto, de cuyo valor confía ver en breve tiempo a su Filardo. Y porque lo era, de que el de Iberia y Marquino se embarcasen, fueron a la marina acompañados de sus amigos. Y tuvo tan buena suerte el ibero que aun sus contrarios desearon su buen suceso. Embarcáronse, y a popa va sulcando el mar la dichosa barca. Y hasta perderla de vista los suyos les braceaban y hicieron señas con los zurrones y gabanes. A poco rato la perdieron de vista. Y a ver y consolar la hermosa Marfisa dieron la vuelta a la cabaña de Celio. Algo la hallaron melancólica y llorosa, pero su huésped gallardo y sus amigos, por reducirla a contento, hicieron muchos bailes y otros entretenimientos, hasta que fue hora de cena, y Celio la tuvo tan buena como suele. Y después de ella hicieron otros ridículos entretenimientos. Luego trataron del buen suceso con que Filardo había de volver, y en esto y lo demás se entretuvieron hasta que fue tiempo de irse a recoger. Fuéronse con mucho regocijo, y con este quedó Marfisa haciéndole compañía la consorte de Celio, Camila, que en valor y generosidad se confiere con su amado cuyo,82 a quien con razón ama cual Marfisa a su Filardo. Paulonio, en la despedida, dio a la del ibero un papel, que lo siguiente contenía: Paulonio ¿Por qué, Marfisa hermosa, aquesa pena mostráis, pues que con ella quitáis el color al lirio y rosa? Que no es justo que lloréis lágrimas tan lastimosas, ni que perlas tan preciosas en la tierra indigna echéis; porque en vuestros ojos bellos son de tan lindo mirar que no merecen llorar, sino que lloren por ellos; que en esta ausencia crüel,

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cuyo: ‘galán o amante’. Cfr. nota 29 del Libro tercero.

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hecha del tiempo invidioso, bastará que vuestro esposo llore por vos y por él. Y es bien que hagáis memoria, que en cuanto cerca la luna todos le dan a fortuna tributo de cualquier gloria. Y aunque lo sabéis pagar, no en menos paga que ausencia, no es perpetuo en su violencia, porque es tributo al quitar. Ojos, si los vuestros van sulcando el mar importuno, como los lleva Neptuno, él y el cielo os los trairán. Esto amor os lo asegura, y aunque esta ausencia mormure, no hay cosa que no asegure él en vuestra hermosura. Decí al tiempo, si os da guerra, que si ofenderos pretende, que el mar nunca al cuerpo ofende que deja el alma en la tierra.

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El dicho pastor de Iberia, teniendo la ventura en la mar que en la tierra,83 llegó con ella a salvamento a la fortunada Tenerife, en el dichoso puerto de Garachico,84 donde a Marquino y a él les recibieron los más válidos pastores. Y regalándolos con amigable hospedaje, y después de haber tomado refresco y de haber escrito su buena llegada y buen suceso a La Palma, consiguiendo el fin de ella, tomaron por tierra su camino y llegaron a la ciudad de La Laguna, adonde Filardo aguardó pasaje85 algunos días. Y ningunos (después de los de Marfisa) fueron mejores, por el respecto de pasarlos con el mayor regalo y mejor hospedaje y más principal de aquellas islas, que fue el que le hizo el valeroso

83 en la mar que en la tierra: Hay que sobreentender la elisión del adverbio «más»: ‘en la mar más que en la tierra’. 84 Garachico: Situado al noroeste de Tenerife, la ciudad y su puerto habían sido fundados por el banquero genovés Cristóbal de Ponte, tras la conquista de la isla en 1496. 85 pasaje: ‘hospedaje’, ‘acogida’.

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Diego de Arguijo,86 alguacil mayor de la Sancta Inquisición,87 y tan caballero principal como el mundo tiene noticia. Este, pues, haciendo lo que su generosa condición le pide, que es hospedar y regalar todos los forasteros, cosa digna de los caballeros de su punto y gravedad, le llevó a su casa, adonde el de Iberia vio todo lo que un tiempo en corte, y con tanto estremo que aun con él no se puede encarecer. Este, pues, echando el resto de su generoso pecho, le entretuvo escogidamente, llevándole a sus casas deleitosas de campo, adonde gozó de infinitos pasatiempos. Y un día trató, después de haberlos tenido88 (como aquel que sabía de Sevilla), de su hermano y sobrino don Juan de Arguijo.89 A cuya respuesta dijo el de Iberia mil bienes de sus suertes y valor. Y aunque lo tuvo el pastor en encarecerlo, no llegó a las sombras de su merecer. Y prosiguió diciendo que, por serle apasionado a sus gallardos hechos y al nombre que por ellos tienen, le escribió este soneto; que si le pareciere poco (por merecer mucho su hermano,

86 Diego de Arguijo: Hermano del comerciante Gaspar de Arguijo (Vranich, 1980) y tío, por tanto, del poeta sevillano Juan de Arguijo (no su hermano, como interpretó Avalle-Arce, 1974, p. 158). A principios de la década de 1580 ocupa cargos de responsabilidad en el gobierno de las islas, como sabemos por la Conquista, p. 360 de Juan Núñez de la Peña: «el capitán Lázaro Moreno de León fue recibido por gobernador desta isla y de la Palma en el mes de mayo de dicho año de 1582, y en dicho año nombró por su Teniente al licenciado Gómez de Palacios. Y en 14 de dicho mes nombró por su Teniente al licenciado Diego de Arguijo, Regidor». Desde su posición mantuvo vínculos comerciales con Sevilla (Otte Sander, 2008, pp. 161-162 y 182-183), conjugando sus ocupaciones de gobierno con los negocios de su hermano. Así, por ejemplo, sabemos que en 1587, por carta de Juan de Acuña al monarca Felipe II, el fundidor real Juan Morel debía fabricar cuatro culebrinas para Gran Canaria (Tous Meliá, 1998, p. 115). Para la empresa, y tal y como consta en la documentación del Archivo Municipal de La Laguna, se estableció un «convenio entre el Cabildo de Tenerife y el Ld. Diego de Arguijo, alguacil mayor del S.O., en nombre de su hermano el señor Gaspar de Arguijo, veinticuatro de Sevilla, para cumplimiento del acuerdo anterior entre las mismas partes, en virtud del cual se habían enviado a este último tres tiros de bronce que estaban en el castillo de Santa Cruz, para fundirlos y hacer una pieza; se le encargó la compra de 20 quintales de pólvora y otros particulares. Se hace relación de los gastos, tanto de lo pagado por Arguijo a Juan Morel, fundidor de la artillería, como por las pruebas de la pieza, traslado de la misma, pólvora, gastos del mensajero que fue a dar cuenta a la Corte del paso por las Islas del corsario Francisco Drac [Drake], balas y otras cosas adquiridas» (Rosa Olivera, 1958, p. 308). 87 Alguacil mayor de la Inquisición: Se ocupaba del arresto de los encausados por el Santo Oficio y de la incautación de sus bienes. 88 después de haberlos tenido: ‘después de haber tenido tratos con su hermano y su sobrino’. 89 Juan de Arguijo: Hijo del rico comerciante Gaspar de Arguijo, fue un poeta y mecenas que alcanzó, por la preeminencia social y económica de su familia, cargos públicos de importancia, como el de veinticuatro de la ciudad de Sevilla, obtenido en 1590, apenas unos meses antes de la impresión de El pastor de Iberia. Al fallecer su padre hereda un enorme patrimonio. Tras la muerte de Felipe II fue procurador en Cortes. Recibió los elogios de Lope de Vega, gran amigo suyo, y de Rodrigo Caro, entre otros escritores de su tiempo.

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el veinticuatro90 Gaspar de Arguijo91, y su sobrino don Juan), que el perdón que a los dos por el atrevimiento les pidió, pide agora por volverlo a referir. Y dice: Filardo De las faldas del sacro monte Adlante y de una de las Siete Fortunadas, que son del verdinegro rodeadas, cuya memoria es bien que el cielo cante, el pecho más ilustre y más constante que celebran, las plumas celebradas, las arenas de Híspalis doradas estampan con sus pies, suerte importante. Si su patria en sus hombros tiene el cielo, bien tener en los suyos esta puede aquel cuyo valor es sin segundo. Y aún dice a voces el hispano suelo que su hijo don Juan, que le sucede, con su valor en peso tiene el mundo.92

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Y aunque es proprio de los prudentes, oyendo celebrar sus partes o lo que les toca (y tanto como al discreto fortunado tocó), decir que está muy encarecido y levantado el sujeto o algo de esto semejante; él, conociendo su valor, dio por respuesta decir que eran buenos versos. Y el insulano dijo al de Iberia que su sobrino le envió una relación del entierro que se hizo a Juan Antonio Corzo,93 90

veinticuatro: ‘regidor en el ayuntamiento’. Gaspar de Arguijo: Gaspar de Arguijo (1532-1594) fue padre del gran poeta y mecenas sevillano Juan de Arguijo, a quien legó un enorme patrimonio y una importante posición social, fruto de sus negocios en América y de la venta de esclavos (Vranich, 1980). 92 vv. 13-14 Juan... mundo: Se equipara al poeta Juan de Arguijo con un titán con la responsabilidad de sustentar el peso del legado que hereda. Cfr. nota 61 del Libro cuarto. 93 Juan Antonio Corzo: Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca, yerno de Antonio Corzo el viejo y gran impulsor de los negocios y las relaciones familiares, llegó a Sevilla a finales de la década de los treinta y en 1544 se encuentra en Perú, donde consiguió crear una importantísima red mercantil durante los ocho años que permaneció allí, hasta su regreso a la capital hispalense en 1552. Al fallecer su tío en 1568, se convierte en el patriarca de la familia, estableciendo alianzas matrimoniales y ampliando los negocios del clan, que contaba con agentes en Canarias-Tenerife, Florencia o Lisboa, entre otras ciudades principales. Casó a su hija Bernardina con el conde de Gelves, con una dote de 250.000 ducados, que sorprendió en la época a propios y extraños, tal y como recoge Alonso Morgado, a la altura de 1587, en su Historia de Sevilla, f. 57r: «Dejo de decir las muchas casas que hay en esta dicha distancia de mercaderes y personas principales; y tan ricos 91

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y que aunque para lo mucho que valía todo lo de la tierra era poco, que había asombrado la braveza que le escribe y la de su testamento,94 y que se holgaba de que se honrase tanto en la muerte a quien tan honrado fue en la vida. Filardo dijo que aunque el secretario,95 por ser muy discreto y curioso daría ampla96 relación, que en alguna m[a]nera dificulta el poder por entero darla. Y porque ha visto en él mucho gusto de saberlo, y porque siendo de tanta erudición y curiosidad gustara de saber lo que a muchos personajes ha dado contentamiento, que quiere leer un discurso que hizo a su vida y muerte y al origen de su Casa de Leca,97 de donde Juan Antonio Corzo de Leca deciende, y que en tan buena como esto: que vive hoy entre ellos quien pudo comprar tres buenas villas alrededor de Sevilla y casando una hija suya con un señor de título, darle en dote docientos cuarenta mil ducados, quedándole (como dicen) el brazo sano para mayores importancias». Se le comparó en su época con Cosme de Médici y tenía contactos al más alto nivel a través de su cuñado Antonio Eraso, secretario de Felipe II. Además, alcanzó el cargo de consiliario del Consulado, siendo uno de los pocos extranjeros en lograrlo. Unió a su nombre el apellido de Leca y fundó el condado de Cantillana. Únicamente la liquidación de sus bienes en 1596 reportó unos activos de 42 millones de maravedíes (Vila Vilar, 1989 y 1991; Otte, 1999). 94 su testamento: El testamento de Juan Antonio Corzo, otorgado en Sevilla el 17 de abril de 1587, es un extenso documento conformado por casi setenta disposiciones en las que reparte su ingente fortuna entre su mayorazgo, esposa, su hija casada con el conde de Gelves, diversos amigos y personas cercanas; pero, además de todo ello, dispuso que se dijeran dos mil misas por su alma en diversas iglesias y capillas de la ciudad de Sevilla y de otras localidades; y repartió, asimismo, grandes sumas de dinero para caridad en un buen número de templos desde Sevilla hasta Córcega (Vila Vilar, 1991, pp. 213-248). 95 el secretario: Mateo Vázquez de Leca (1542-1591), secretario de Felipe II y familiar de Vicentelo de Leca. 96 ampla: ‘amplia’, arcaísmo en desuso. 97 Casa de Leca: Juan Manuel, obispo de Sigüenza, es autor de un manuscrito, Origen y descendencia de la Ill[ustrísi]ma familia y antiquísima Casa de Lecca, con el siguiente sobreañadido en el título: Madre y seminario de las casas Colonna y Vicentella. Se trata del manuscrito 9512 de la Biblioteca Nacional de España, que se acompaña de la Corsica de Calvete de la Estrella, encomio poético del linaje que se redactó entre 1583 y 1584, coincidiendo con los años en los que el secretario Mateo Vázquez se encontraba más preocupado por su linaje y se mostraba muy activo en la búsqueda de informes y pruebas a favor del origen noble de su apellido; es decir, durante el período comprendido entre 1579 y 1585, cuando el archisecretario es más ferozmente atacado y cercado por sus enemigos políticos (Díaz Gito, 2014). Los desvelos de Mateo Vázquez dieron resultado, pues en 1588 Argote de Molina incluye a la familia en la Nobleza del Andalucía, ff. 256v257v, con su escudo de armas correspondiente, dentro de los «Linajes de Italia que poblaron en el Andalucía», señalando que «todos los historiadores antiguos y modernos convienen en la notoriedad de la grandeza y antigüedad de la Casa de Lecca, descendiente de los legítimos emperadores de Constantinopla». Es razonable asumir que el encomio poético de Bernardo de la Vega dirigido al riquísimo Vicentelo, primero en añadir el apellido Leca a su linaje cuando funda el condado de Cantillana, fuera escrito por los mismos años que los textos mencionados, con la misma intención propagandística, y que luego los versos se incorporasen a la novela, por los réditos y favores que ello le pudiera reportar de esta poderosa familia.

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moneda como esta quiere pagar el hospedaje. El valeroso isleño respondió que para él será el mejor día de los de su vida. Y el ibero, metiendo la mano en el zurrón para sacar el cuaderno, sacó otro que decía: «No más flechas Amor, no más cuadrillo». Metiole diciendo que injustamente andan tantas burlas cerca de tantas veras. De segunda vez sacolo, y a su gallardo huésped y a los demás principales de la ínsula, alzando la voz, y ellos los ojos y el entendimiento, dijo el de Iberia:98 Filardo Si del agua de piérides99 bebiera, si me prestara el Títiro100 su pluma, si el argo101 su elocuencia me ofreciera, si la deidad aquel señor de Cuma;102 si aquellos que su lengua eternizaron a la mía valor dieran en suma y el suyo los heroicos que cantaron de sus cesáreas la inmortal historia,103 cuyas vidas al cielo levantaron; y aquellos de quien dice la memoria que, por verdad y erudición, tuvieron fama en la vida y en la muerte gloria; si los más venturosos que adquirieron

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dijo el de Iberia: Cervantes en La Galatea pone en boca de Lauso (supuesto álter ego del escritor) una canción a Larsileo o Lariseo (trasunto de Mateo Vázquez de Leca), que según el pastor fue «tan celebrada» del secretario real «cuanto bien admitida de los que en aquel tiempo la vieron» (Cervantes, 2014, p. 235). El poema del libro IV, que tiene puntos en común con la Epístola a Mateo Vázquez, trata el fatigado tema del elogio de aldea y el desengaño de corte, y no parece que sirviera al alcalaíno para ganarse el favor del omnipotente secretario. Bernardo de la Vega dirige sus tercetos encadenados a elogiar a Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca, elogiando el linaje de la casa, algo que preocupaba, y mucho, a Mateo Vázquez. Probablemente, un poema como este agradara más al secretario (o a cualquier otro Leca) que el de Cervantes, y acaso cuestiones de este tipo permitan comprender mejor la animadversión que hacia Bernardo de la Vega manifiesta el autor del Quijote en el escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano y en el Viaje del Parnaso. Cfr. nota 17 del Libro tercero. 99 v. 1 piérides: ‘musas’. 100 v. 2 Títiro: Cfr. nota 38 del Libro tercero. 101 v. 3 el argo: ‘el argivo’, esto es, ‘Apolo’, por el culto argivo a Apolo Piteo. 102 v. 4 deidad... Cuma: ‘Apolo’, que inspiraba las profecías de la Sibila de Cumas. Cfr. nota 233 del Libro tercero. 103 v. 8 cesáreas... historia: ‘historiadores de la Roma Imperial’.

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a la ventura por amiga cara me la dieran y fuera lo que fueron; con estas suertes, por la mía osara a cantar el discurso de una vida rica de bienes, excelente y rara. Mas, pues de esto carezco, es bien que pida a la verdad, a la razón, al suelo favor que apriesa pide que le pida; que todo el suyo me ha ofrecido y selo, porque me dice que la vida cante de aquel que llora y ríe y canta el cielo. Y así tomo a mi cargo, como Adlante,104 el mucho de escrebir lo que confiero, porque no tiene menos semejante. Dichoso más que todos sitio, «ibero» te llaman, por gozar lo que has gozado, por quien te invidia todo el orbe entero. También «Híspali» te ha eternizado con albergar en tu sagrada playa aquel raro valor que te ha ilustrado. Más rica que la Arabia y que Pancaya105 puede llamarse tu dorada arena, sin temer que desdicha en ella caya.106 Y si en el orden natural ordena la inexorable y rigurosa muerte que a medida del bien tengas la pena, amada patria, atiende, escucha, advierte que fue a gozar tu valedor la gloria y que en la tuya mejoró la suerte de Juan Antonio,107 al fin, dice la historia. Siendo Roma del mundo la cabeza, como nos cuenta y dice la memoria; y por los nobles de mayor grandeza 104

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v. 25 como Adlante: Cfr. notas 61 y 92 del Libro cuarto. v. 34 Pancaya: Fabulosa isla o región de Arabia que imaginaron los antiguos, en la que se producían sustancias balsámicas y olorosas. Véase, entre otros, Virgilio («Panchaeis adolescunt ignibus arae», Geórgicas, IV, v. 379) y Ovidio («Tura ferat floresque alios Pancahia tellus», Metamorfosis, X, v. 309). 106 v. 36 caya: ‘caiga’. 107 v. 43 Juan Antonio: Cfr. nota 93 del Libro cuarto. 105

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regida con industria y gobernada bien largo tiempo, cual lo escrito reza; antes que a uno solo fuese dada del valor del Imperio la obediencia,108 entre la gente ilustre y estimada el linaje de más rara excelencia fue de los Porcios; la cabeza de este: Porcio Catón Censorio,109 raro en ciencia. Este claro en valor linaje, aqueste dividio[l]e110 en tres casas principales. Y aunque en sus nombres no perdieron este, con él los apellidos son iguales. Y aunque bien diferentes, los designios en nada se juzgaron desiguales. Fueron Catones, Lecas y Licinios. Y aquestos Lecas el principio fueron de este linaje, espejo de lavinios.111 Y estos tal mando y potestad tuvieron como se halla en un denario cierto, que moneda en su tiempo la batieron.112 Y en una parte aquel denario, es cierto que la cabeza de su Roma tiene, y aquestas letras cuya cifra advierto: L Æ C A ƆC En la otra parte del denario viene, con sus caballos, un triunfante carro, y este letrero, que esto en sí contiene: M. PORCIVS LÆCCA,113

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108 vv. 49-50 antes que a uno... Imperio la obediencia: Antes de que Julio César (100 a.C.-44 a.C.), ganador de la guerra civil, se erigiese en dictador vitalicio. 109 v. 54 Porcio Catón Censorio: Catón el Viejo (234 a.C.-149 a.C.), célebre por su austeridad, patriotismo y por su defensa a ultranza de los valores antiguos y de las tradiciones de los fundadores de Roma. 110 v. 56 dividiole: «dividiose» en el original, aunque corregimos para hacer mejor sentido, pues probablemente se trate de una errata del componedor. 111 v. 63 lavinios: ‘italianos’, en referencia a Lavinia, esposa de Eneas, ancestro mítico del linaje de los emperadores romanos. 112 v. 66 batieron: ‘acuñaron’. 113 vv. 67-75 aquel denario... el que narro: Era muy habitual que los linajes buscaran orígenes míticos y fabulosos, pero los autores que se dedicaban a ello a finales del siglo xv y comienzos del siglo xvi no necesitaban de grandes pruebas para afirmar que tales o cuales señores descendían

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que demuestra alcanzar triunfo bizarro, que en tales tiempos no se concedía sino a monarcas, tal como el que narro. Y este triunfo de tanta monarquía fue que cualquier emperador la tuvo por mayor que el imperio que tenía. Y así entre aquellos emperantes hubo algunos que por honra no tuvieron el imperar cuando sin triunfo estuvo. Y muchos de ellos, cuando no pudieron entrar triunfando con victorias propias, con algunas fingidas lo hicïeron. De aqueste dice la mención y copias que fue legislador único y raro de la Ley Porcia114, puesta a mil inopias. En esta ley nos muestra indicio claro del valor de su sangre ser ilustre, pues a los nobles hace en ella amparo, con mandar que a ninguno se discutre115 con las penas de azotes y otras penas

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directamente de Roldán, de Príamo o de los emperadores romanos. Bastaba con un apellido que sonase a romano, con alguna referencia literaria no contrastada o con alguna tradición conservada en el entorno familiar para exhibir sin el más mínimo sonrojo tan ilustre pedigrí. Algunos cronistas nobiliarios del xvi eran capaces de escribir crónicas enteras sobre linajes sin pisar el archivo de la casa, y otros, aunque llegaban a ver documentos antiguos, los utilizaban a placer, sin renunciar a las viejas tradiciones consagradas por los libros de armería y de linajes. La situación cambia con historiadores como Luis de Salazar y Castro, pero para eso habrá que esperar al siglo xvii. El recurso a una moneda real recuerda al interés por los testimonios epigráficos y numismáticos de época romana en autores como Ambrosio de Morales (Antigüedades de las ciudades de España que van nombradas en la Crónica de España con las averiguaciones de sus sitios y nombres antiguos, Alcalá de Henares, 1575) o, más tarde, Rodrigo Caro (Antigüedades y principado de la ilustríssima ciudad de Sevilla y chorographía de su convento iurídico o antigua chancillería, Sevilla, 1634). En el Origen y descendencia de la Illma. y antigua familia y casa de Lecca de Juan Manuel no se dice nada sobre el denario y tampoco en la Nobleza del Andalucía de Argote de Molina se menciona. Nada hay tampoco en este sentido dentro la Segunda parte del Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España de Alonso López de Haro (Madrid, 1622), que fue una obra de mucha difusión. Por tanto, la prueba arqueológica debió de proceder de otra fuente o tratarse de una invención de Bernardo de la Vega. En todo caso, la mención al denario de Marcus Porcius Laeca, acuñado en Roma el año 125 a.C., supone una irrupción llamativamente novedosa en el marco de una novela pastoril. Cfr. Estudio preliminar, pp. 76-77. 114 v. 87 Ley Porcia: Las Leyes Porcias son tres leyes romanas del siglo vi a.C., cuyo contenido completo es incierto y de las que se tiene noticia parcial por Cicerón y Tito Livio. 115 v. 91 discutre: ‘castigue’.

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que daban a la gente más ilustre.116 De Cicerón y Tito Livio llenas las márgenes están, donde engrandecen esta ley que anteponen a las buenas.117 Su antigüedad en su escritura ofrecen en el año que fue Roma fundada, de cuatrocientos tanto lo encarecen. Cincuenta y cuatro más,118 pues numerada va con estas verdades importantes, porque escrebir con la verdad me agrada.119 Aquesto fue trecientos años antes de aquel sancto y sagrado advenimiento de Cristo; informaciones hay bastantes. Legislador, divino pensamiento a hacer aquesta ley te fue inspirado, bajado del supremo firmamento, pues por ella San Pablo libró cuando quiso azotarle el mílite tribuno,120

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116 vv. 92-93 penas de azotes... más ilustres: La lex Porcia, promulgada en 195 a.C. por Marco Porcio Catón, prohibía azotar a un ciudadano romano. Por otro lado, y salvo en casos excepcionales, las Leyes Porcias eliminaron la tortura en la pena de muerte. Además, la crucifixión únicamente se reservaba a los esclavos y a quienes no eran ciudadanos de Roma. 117 vv. 94-96 Cicerón y Tito Livio... anteponen a las buenas: Cuando Verres, gobernador de Sicilia, ordena azotar públicamente a un ciudadano de Roma, Cicerón apelará a la libertad y a las leyes romanas de Porcio y Sempronio: «O nomen dulce libertatis! o ius eximium nostrae civitatis! o lex Porcia legesque Semproniae! o graviter desiderata et aliquando reddita plebi Romanae tribunicia potestas! Hucine tandem haec omnia reciderunt ut civis Romanus in provincia populi Romani, in oppido foederatorum, deligatus in foro virgis caederetur?» (‘¡Oh dulce nombre de la libertad! ¡Oh derecho eximio de nuestra ciudad! ¡Oh ley Porcia y leyes Sempronias! ¡Oh potestad tribunicia, profundamente anhelada y por fin devuelta a la plebe romana! ¿Todas estas cosas se han reducido por último a que en una provincia del pueblo romano, en una ciudad de aliados nuestros, un ciudadano romano, atado en el foro, sea con varas azotado por ese que gracias al favor del pueblo romano tiene las haces y las hachas?’) (Verrinas II, 5, 163). También Tito Livio se enorgullecía de la benevolencia del sistema represivo romano: «in aliis gloriari licet nulli gentium mitiores placuisse poenas» (‘entre otras motivos que componen la gloria de Roma, es también que ninguna nación se ha contentado nunca con penas más leves’) (Ab urbe condita I, 28). 118 vv. 99-100 cuatrocientos... cincuenta y cuatro más: Las Leyes Porcias fueron publicadas por el tribuno de la plebe Porcio Leca en el año 454 de la fundación de Roma (298 a.C.). 119 v. 102 escrebir con la verdad me agrada: Cfr. notas 18 de los Preliminares y 273 del Libro cuarto. 120 vv. 109-110 por ella San Pablo... mílite tribuno: Pablo de Tarso invocó esta ley cuando lo iba a azotar el centurión romano, quedando libre de sus cadenas (Hechos de los Apóstoles 22, 25-29).

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porque el ser noble fue en tu ley probando. No fue de esta nobleza solo uno el que llegó a tener sagrado oficio, que esto sin partes no se dio a ninguno. Y el mayor de ellos fue el del ejercicio de los tres que «treviros» les decían, que a Júpiter ofrecen sacrificio.121 Éstos asientos e igualdad tenían de pontífice, y previlegio hubieron por quien la toga y dignidad vestían.122 Y cuando aqueste cargo [i]nstituyeron, tres los más principales y excelentes del valor de romanos escogieron.123 Uno fue el inventor, y en los agentes, su compañero Porcio Leca fuelo, escogido en valor de las más gentes. Y esto fue el año que el romano suelo se fundó de quinientos y cincuenta y ocho,124 pues que me da memoria el cielo. Y así la antigüedad de Roma cuenta que aquesta potestad de hacer leyes era de los patricios de más cuenta y de los magistrados, cuyas greyes,125 porque con ellas la razón conviene, hoy las guardan los príncipes y reyes. Y de esta casa y decendencia viene aquel emperador sancto y divino de quien el mundo tal noticia tiene:

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121 vv. 116-117 treviros... Júpiter: Se refiere a los triunviros epulones, sacerdotes que se ocupaban de los banquetes en honor de Júpiter y del resto de los dioses romanos. Se les permitió llevar, por ley, la toga pretexta, igual que a los pontífices (Tito Livio, Ab urbe condita, XXXIII, 42). 122 v. 120 toga y dignidad vestían: ‘toga pretexta o praetexta’, vestimenta blanca de borde púrpura que usaban los romanos en las grandes ocasiones. Solamente podían llevarla los niños, los senadores y quienes hubieran alcanzado una magistratura del más alto nivel, tanto como para poder ocupar una silla curul. 123 vv. 122-123 tres... romanos escogieron: De acuerdo con Tito Livio (Ab urbe condita, XXXIII, 42), cuando se instituyó eran únicamente tres los miembros que ocupaban esta dignidad: Gayo Licinio Lúculo, Publio Manlio y Publio Porcio Leca. 124 vv. 128-129 quinientos y cincuenta y ocho: Equivalente al año 196 a.C. 125 v. 133 greyes: ‘tradiciones’.

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aquel célebre Magno Constantino.126 Y aquesto verifica bien la historia que de Constantinopla a Francia vino, que el galo rey la guarda por memoria, donde por ser de mano la ha tenido entre sus libros dándole más gloria.127 Y los duques de Albania128 este apellido muestran tener también los sucesores de aqueste emperador esclarecido. Y con esto nos dicen mil autores que estos sus armas y divisas tienen que del mundo las hacen las mejores. Y así juntos en esto se convienen que a Córcega pasó esta casa, adonde solares con antiguas torres tienen.129 Y Juan Paulo de Leca, ilustre conde, esto publica cuando pasa a Roma a pedirle favor al Papa, adonde del proprio emperador las armas toma y en su sepulcro de ellas mismas usa, cuya verdad se verifica en Roma;130

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126 v. 139 Magno Constantino: Juan Manuel, obispo de Sigüenza, expone en el manuscrito Origen y descendencia de la Illma. y antigua familia y casa de Lecca, f. 8v, que «setecientos y diez y siete años después de su fundación por el valor y industira de Iulio Caesar subió la casa de Lecca hasta el summo grado de dignidad ymperial, porque de ella fue emperador Constantino Magno, que por sus grandes virtudes, sanctidad y Religión fue mucho más amado y respectado que de su ymperio». En la historia del linaje de los Leca se dedican los folios 8v-17v a describir todas las hazañas de quien legalizó, mediante el edicto de Milán, la religión católica. 127 vv. 140-144 verifica bien la historia... entre sus libros: Aclara el pasaje el Origen y descendencia, ff. 17v-18r: «y desde el principio de esta tyranía [turca] vinieron los señores Leccas en gran diminución y pérdida de sus estados; tanto que por no sufrir su servidumbre y el señorío de aquella gente bárbara y soberbia les obligó a buscar por differentes partes del mundo tierras en que vivir conservando la religión Cristiana con sus hijos y familias. Muchos centenarios de años antes que esto fuesse, como parece por las historias Griegas que Ioan Lascaris dio al cristianísimo Rey de Francia y las tiene en fonte noble que tratan de la successión y descendencia del sancto emperador Constantino». 128 v. 145 duques de Albania: De acuerdo con las noticias del Origen y descendencia, f. 17v, «de el hijo segundo de este Gran Emperador [Constantino Magno], que con los dos hermanos le succedió en el nombre y el imperio, descendió Ysignio Lecca, Duque de Albania, según refiere Zonoras». 129 vv. 152-153 que a Córcega... torres tienen: En el Origen y descendencia, ff. 29r-32v, se ofrece un listado de todos los castillos y villas de los Leca en Córcega. 130 vv. 154-159 Y Juan Paulo de Leca... verifica en Roma: Cuando el señor de la isla de Córcega se vio en apuros y perdió el dominio sobre sus territorios en Cerdeña fue a pedir ayuda a

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que sin ella cualquier príncipe escusa por las suyas poner armas ajenas, que entre ilustres aquesto se recusa. De esta verdad hay mil historias llenas que dicen que del Magno Constantino los Lecas vienen no se sabe apenas. También es testimonio fidedigno el que nos da a entender un decendiente cuando a Alemania a gobernarla vino, a la provincia de los ub[i]os,131 gente que, por ser de valor, es su gobierno de todos los demás el preminente. Este su decendencia y nombre eterno deja en Colonia;132 cuando a Roma vuelve, este nombre corrompen, que dicierno en «Colona» el de «Lecca» se resuelve;133 como lo dice el conde Hugo Colona134

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Nápoles, en el año 1504, pero no consiguió apoyo. De acuerdo con el Origen y descendencia, ff. 27v-28r, «fuesse después el conde en tiempo del Papa León X a Roma, y procuraba que le aiudasse a cobrar su estado. El Papa le significó que hallando occassión para ello le haría merced en lo que pedía. Insistía siempre en su demanda el conde en corte Romana; y quando más esperança tubo de su remedio, se lo atajó la muerte, que fue en el año de mill y quinientos y quinze. Antonello, uno de sus hijos, se halló presente al daño y obsequias del mal logrado viejo, enterrolo en Sanct Francisco [...] reconosció en estas occassiones la nobleza Romana a su noble familia Lecca». 131 v. 169 ubios: «ubros» en el original, aunque se corrige en la Fe de erratas. Los ubis o Ubii (en latín) conformaban una tribu germánica que vivía en la orilla derecha del Rin, con quien Julio César estableció una alianza en el año 55 a.C. El Origen y descendencia, f. 18r explica que «un hijo desta casa fue gobernardor en Alemagnsi, de la prouincia de los Ubios, que es en el Rin». 132 v. 173 deja en Colonia: De acuerdo con el Origen y descendencia, f. 18r, hay un «famosso río que junto al castillo de Lobecca se divide en tres braços, y el segundo de ellos, en memoria de este gobernador, se llamó comu[n]mente “Lecca”, que murió en aquel gobierno y dejó su propagación en Colonia». 133 v. 175 en «Colona» el de «Lecca» se resuelve: En el Origen y descendencia, f. 18r se explica que «viniendo después a Roma un descendiente de este, tomando el nombre de su patria y corrompiéndolo un poco, se llamó “Colomia”, de donde procede en Roma la Illustríssima casa de este Nombre, que es una de las dos más principales». 134 v. 176 Hugo Colona: Según defendía Mateo Vázquez, su apellido lo entroncaba con los Colonna, como se encargó de recordarle al propio Felipe II en su correspondencia privada: «...y no poder negar el de Colonna pues averiguo la Inquon ser yo revisnieto por linea derecha de varon del Conde Joan Paulo de Lecca q[ue] fue sor del rey[n]o de Córdoba y descendiente del Cde Hugo Colonna q[ue] tambien lo fue» (Instituto Valencia de Don Juan, Envío 55, f. 55, 5 de abril de 1587, Mateo Vázquez al rey). Es información que también recoge la genealogía impulsada por el secretario real, en donde se afirma sin ambages que «la casa Collonna es descendiente e hija de

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en su sepulcro, donde el caso absuelve. De san Apóstol en su iglesia abona aquesto, porque el duque de Padiano de gozarlo su voz la fama entona. En Roma y Alemania hacen llano que de Constantinopla y Leca ponen las armas por blasón rico y ufano.135 Y pues estos señores se disponen a ponerlas, por la razón advierto que en cosa alguna a la verdad se oponen. Don Hugo de Colona el conde es cierto que es de aquestos, y a quien el Papa ofrece, por ser varón sagaz, raro y experto, la conquista de Córcega; y merece aquesto que conviene a sus intentos, porque tales empresas apetece. Estéfano quinto, el año de ochocientos y diez y seis del nacimiento, encarga a don Hugo tan raros pensamientos que en Córcega a los moros muerte amarga les dé y les quite toda aquella tierra con su valor, en guerra corta o larga.136 Fue tanto el suyo que, con breve guerra, al moro a su despecho la arrebata, porque mostraba que su pecho encierra. Por aquesta victoria luego trata el Papa de entregarle mucha parte de aquella tierra al mundo y cielo grata.137

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la Lecca» y «Los Condes de Cinorca de la casa de Lecca descienden del Conde Hugo Collonna» (Origen y descendencia, ff. 18r-18v). 135 vv. 181-183 En Roma y Alemania... armas por blasón: El Origen y descendencia, ff. 73v74v describe pormenorizadamente las armas del escudo de los Leca, haciendo mención expresa al «águila de Constantinopla» que lo define y diferencia. 136 vv. 187-198 Don Hugo de Colona... guerra corta o larga: La noticia concuerda con la genealogía inédita de la familia Leca: «Los condes de Cinorca de la casa de Lecca descienden del Conde Hugo Collonna, señor y varón Romano a quien el papa Stephano quinto, en el año de n[uest]ro señor de ochocientos y diez y seis, invió con el Conde Blanco y con el conde Cinarco, sus hijos y con un sobrino suyo y con Guido Sabello y otros señores nobles Romanos con poderoso ejército a Córçega para librarla de los moros que la tenian occupada» (Origen y descendencia, ff. 18v-19r). 137 vv. 199-204 Fue tanto... cielo grata: «Y en tiempo del papa Pascual primero deste nombre acabó de conquistarla y librarla de su mano. Y en remuneración de lo que sus dos hijos y los

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Y el conde, a quien victoria le dio Marte, un castillo en memorias edifica que el nombre de Sinarca138 le reparte. Por su hijo mayor, Sinarco,139 aplica este nombre, y así los sinarqueses los llamaron; la fama lo publica. El de «Leca» y «Colonia», que otras veces usaba de ellos el mayor monarca, los reformaron por algunos meses.140 Y el conde Resteruccio de Sinarca en la Pieve de Vico hace y funda141 otro que el ser no acabará la Parca. De Leca le llamó, de aquí redunda que aquel antiguo de Sinarca acabe, y a aquesta causa aquel de Leca abunda.142 Y así por cierto se averigua y sabe desde Doramas143 a la Libia seca, con la verdad que en ella misma cabe, que aqueste Juan Antonio Corzo y Leca144 es cierto sucesor de aquestas casas,

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demás hizieron en aquella conquista, les repartió una buena parte de la ysla» (Origen y descendencia, f. 19r). 138 v. 207 Sinarca: «El Conde Hugo, después edificó el Castillo de Zinarca en el territorio de la ciudad de Saona, en un alto y ameno collado junto a la marina; y el Castillo de Cotzi, que está sobre vn monte enfrente de la ciudad de Ayaccio» (Origen y descendencia, f. 19r). 139 v. 208 Sinarco: «y estos dos castillos dio con todo su territorio al conde Cinarco, su hijo segu[n]do» (Origen y descendencia, f. 19r). 140 vv. 211-213 El de Leca y Colonia... algunos meses: En el terceto, algo oscuro, se alude al cambio de apellido de los originarios «Collonna» por «cinarqueses». El sentido lo aclara, una vez más, la genealogía de los Leca, que sigue a pies juntillas Bernardo de la Vega: «De el conde Cinarco, hijo del conde Ugo, an descendido los Condes de Cinarca, los quales por grande espacio de tiempo dejaron el apellido de “Collonna” y se llamaron “los Cinarqueses”, y este nombre an tenido gran tiempo» (Origen y descendencia, f. 19v). 141 vv. 214-215 conde Resteruccio... Pieve de Vico: «Y este nombre an tenido gran tiempo: hasta el conde Ristoruccio de Cinarca, que edificó vn castillo en la Preue de Vico, no muy lejos de la tierra de Vico, enfrente de la Villa de Murzo y de Arbori» (Origen y descendencia, ff. 19v-20r). 142 vv. 217-219 De Leca... Leca abunda: «y por renovar el antiguo appellido de Lecca (como tan digno de ser estimado) le llamó el castillo de Lecca. De este Restorucio acá, que es después de la hedificacion del castillo de Lecca, los de esta familia han dexado el appellido de Cinarqueses y tomado el de Lecca» (Origen y descendencia, f. 20r). 143 v. 221 Doramas: Bosque subtropical situado al norte de Gran Canaria. 144 v. 223 Juan Antonio Corzo y Leca: Cfr. nota 98 del Libro cuarto. A partir de aquí no hemos hallado fuente de la que pudiera tomar los datos Bernardo de la Vega, de modo que o bien se

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opuestas a la póstuma de Meca. Claras historias, públicas y rasas de Calvi natural nos le publican, dando de esta verdad límite y tasas. En aquella ciudad lo verifican, y en Córcega los más ilustres de ella, como en este discurso testifican. Y él con su vida lo averigua y sella, como pienso decir en este canto, si a mi pluma gobierna en él su estrella; a quien pido favor y al cielo, en tanto que del que goza aquella vida pinto, por quien la mía a su lugar levanto. En el tiempo que el sacro Carlos Quinto fue adonde el argelino mauritano quedó deshecho y en su sangre tinto; donde pudiera aquel valor hispano, si Neptuno quisiera, llevar gloria, cual la lleva después del otomano.145 En su galera, con Antonio de Oria,146 se embarca, y le acompaña Juan Antonio, de quien perpetuo quedará memoria. De Constantino daba testimonio generar,147 pues invidian a su espada el belga, el de Liguria148 y el polonio. Ciñose una bandera, y en la armada prometió el sucesor de Constantino

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trataría de noticias ofrecidas de primera mano por los Leca sevillanos o conocidas popularmente, sin que falte una cierta dosis de hiperbólica idealización ficcional. 145 vv. 238-243 En el tiempo... después del otomano: En el año 1541 el monarca español ordenó la conocida como Jornada de Argel, con el fin de tomar el control de la ciudad norteafricana, que estaba en manos de Barbarroja. Sin embargo, el proyecto fracasó, fundamentalmente, por un temporal que propició la derrota hispana. 146 v. 244 Antonio de Oria: Capitán general de la flota de Carlos V. 147 v. 248 generar: ‘descender’. 148 v. 249 Liguria: La región de Liguria, situada en el noroeste de Italia, destacó en la época por ser el lugar en el que se encontraba la ciudad de Génova, célebre en el siglo xvi por sus banqueros, a quienes acusaron de arrebatar el oro español autores como Lupercio Leonardo de Argensola («Y yo, por todo el oro que Liguria / a España con usuras arrebata / no quiero hacerme digno de tu furia», Rimas, p. 104) o Quevedo («Y España, con legítimos dineros, / no mendigando el crédito a Liguria, / más quiso los turbantes que los ceros», Poesías, p. 297).

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de verla en sus contrarios arbolada.149 Esto impidió perderse allí el austrino,150 y en toda la Asia, África y Europa después llega su nombre a ser divino. Viene a Sevilla, y parte viento en popa con la espada en la cinta y capa al hombro donde a Pizarro contra su rey topa.151 Fue con el de la Gasca152 hombro a hombro, donde en servicio de su rey les daba brío a los suyos y al contrario asombro. Antes que fuese el presidente, estaba en el Pirú sirviendo,153 como digo, al cetro, como premio le incitaba. Y en Panamá,154 pues yo lo cierto sigo, está de vuelta, y otra vez se embarca con él donde reside el enemigo; donde aquel de la Casa de Sinarca dio con su estoque mil traidoras vidas al rigor del castigo de la Parca. Y cuando aquellas partes reducidas al amparo real y perdón fueron, dando a algunos las penas merecidas, entre aquellos que del despojo hubieron, en buena guerra alguna buena parte, pues por la espada bien la merecieron. Uno fue Juan Antonio Corzo, y parte

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v. 252 arbolada: ‘enarbolada’. v. 253 austrino: ‘de la Casa de Austria’. 151 v. 258 Pizarro contra su rey topa: Gonzalo Pizarro (c. 1510-1548), hermano del conquistador de Perú, encabezó en 1544 la Gran Rebelión de Encomenderos contra la Corona española. Murió decapitado tras su derrota ante Pedro de la Gasca. 152 v. 259 el de la Gasca: Pedro de la Gasca o Lagasca (1493-1567), sacerdote, político, diplomático y militar español que fue nombrado en 1546 presidente de la Real Audiencia de Lima con la misión de sofocar la rebelión de Gonzalo Pizarro. Venció a Pizarro el 9 de abril de 1548 en la Batalla de Jaquijahuana. 153 v. 263 en el Pirú sirviendo: En 1564 Juan Antonio Corzo hace una probanza en Sevilla, ante el notario Benito Luis, a partir de otra efectuada en Lima y de una certificación de Pedro de la Gasca de 1550, en la que se da cuenta de sus contribuciones económicas a la Corona en la causa peruana (Vila Vilar, 1989, pp. 416-417). 154 v. 265 en Panamá: Una vez de vuelta a Sevilla, Juan Antonio Corzo continuó manteniendo relaciones comerciales con aquellas tierras centroamericanas (Vila Vilar, 1989, pp. 413 y 423). 150

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el año de cincuenta y tres contados con pesos veinte mil que le dio Marte. En España los mete, y bien ganados, porque en los bienes tal principio tuvo que promete los fines prosperados. Y por mujer en estos tiempos tuvo aquella que, poniéndola en el cielo, en su proprio lugar la pongo y subo: Doña Brígida Corzo,155 cuyo celo, sangre, virtud, nobleza le acompaña con tanto estremo que lo invidia el suelo. Antonio Corzo,156 que en la Nueva España el estandarte general levanta, y vuelve con valor, industria y maña, fue padre de esta que mi musa canta, cuya vida ejemplar, de virtud pura, alegra al cielo y al infierno espanta. Después que se casó con la hermosura que no encarezco, aunque diga de ella lo más que al mundo pudo dar ventura; Juan Antonio, por ser uno en tenella, otra vez aquel Mar Índico surca, llamado de la fuerza de su estrella. 155

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v. 286 Brígida Corzo: Hija mayor de Antonio Corzo. Para su dote se dispusieron cuatro mil ducados, aunque Juan Antonio Corzo únicamente quiso cobrar una cuarta parte. Así consta en una de las cláusulas de un testamento firmado en Lima en 1554: «Ítem, mando a mi esposa, Brígida Corzo, hija de Antonio Corzo, vecina de Triana, quinientos ducados, y declaro que he recibido de la dote que su padre me mandó mil ducados, y otros tres mil más que me mandó, de que hice escritura ante Juan Franco, digo que no los recibí e mando que se le devuelban dichos tres mil ducados» (Vila Vilar, 1991, p. 47). 156 v. 289 Antonio Corzo: Antonio Corzo el Viejo, fundador de esta poderosísima estirpe de comerciantes de Indias procedentes de Córcega. Afincado en Triana en el primer tercio del xvi, a medida que aumentaba su fortuna iba emparentando con la oligarquía sevillana por medio de estrategias de concertación matrimonial, intentando así ennoblecer su apellido y diluir su condición foránea. Ello, sin embargo, no le hizo perder los vínculos con su isla de origen y los emprendedores marinos y comerciantes corsos; pues «el asentamiento en Sevilla de Antonio Corzo y su desahogada posición coinciden significativamente con la aparición, en Triana y en la Carrera, de una serie de individuos de apellido Corzo que nos hacen pensar en un hombre que actúa como una especie de capo que atrae a sus paisanos para utilizarlos como ayudantes de confianza» (Vila Vilar, 1985, p. 8). Al fallecer en 1568 dejó a su yerno, Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca, la gestión de su patrimonio (estimado en 35 millones de maravedíes) y la dirección de su familia. Cfr. Vila Vilar, 1991.

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Y aquel que a las naciones maura y turca, con su espada y valor hiere y lastima, a salvamento le llevó la urca.157 Desde allí en la ciudad para de Lima, en tiempo que es virrey el de Cañete,158 cuyo valor mostraba ser de estima. Y a veces las reales prendas mete en servirle el de Leca en la milicia, haciendo solo más que hicieran siete. Al fin, por ser ajeno de codicia, de aqueste y otros lícitos despojos el cielo el premio dale de justicia. Y cuando a España de volverse antojos le dan, trecientos mil pesos alcanza que sus manos tocar vieron sus ojos. Dejando en Lima y Panamá pujanza de casa y gentes, toma la derrota159 a Sevilla, do tiene su esperanza. El año de cincuenta y nueve en flota parte con su hacienda en el navío, que es suyo de la quilla hasta la escota. Y en el viaje ordena el cielo pío que de su sangre y clara decendencia dé claras muestras como de él confío; porque un galo cosario,160 con violencia que en sus pertrechos y navío, fía que no ha de hallar humana resistencia, al proprio punto cuando ver quería si algún bajel de aquella flota andaba tomando con el tiempo incierta vía;

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v. 303 urca: ‘embarcación similar a la fragata destinada al transporte de mercancías’. v. 305 el de Cañete: Andrés Hurtado de Mendoza y Cabrera, II marqués de Cañete (15101560), virrey de Perú entre 1556 y 1560. 159 v. 317 la derrota: ‘rumbo’. 160 v. 325 cosario: ‘corsario’. Aunque no se ha podido encontrar noticia de esta victoria marítima, sí se sabe que después de formar consorcio con su tío y suegro, zarpó Juan Antonio desde Sevilla hacia un nuevo viaje americano, el 11 de agosto de 1552, a bordo de la carabela San Antonio. El barco, de su propiedad, fue tomado por corsarios franceses. Por suerte, había sido asegurado en 4.550 ducados, de acuerdo con las pólizas que llevaba consigo Corzo, de modo que finalmente pudo ser liberado con su tripulación (Lohmann, 1994, p. 24). 158

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y cuando la bandera tremolaba161 de aquellas armas de los lirios de oro,162 que del ajeno la esperanza daba; el de Leca, guardando aquel decoro en quien el ser de ser quien es consiste, del estimado más que plata y oro, diciendo «¡cierra, Sanctiago, embiste!», y haciendo rostro, aguárdale el pirata, que con valor al sinarqués resiste. Mas con un cañonazo le arrebata el de Córcega aquellas obras muertas que hierro y plomo da por oro y plata. Otro le arroja y abre muchas puertas, por donde le entra el mar sagrado y salen con sus desdichas esperanzas muertas. Y porque al punto de la muerte igualen, el un navío con el otro aferra163 y de las manos con rigor se valen. A San Luis el galo llama y cierra; el corzo dice: «¡España! ¡Sanctiago!» Y el de Francia: «¡coraje, guerra, guerra!» «¿Qué es esto Roma y Córcega? ¿Qué hago? ¿Qué a vosotras y a mí y a España corro —dice el corzo— en no darle [a] aqueste el pago?». Y cuando el almirante a dar socorro al sinarqués se parte, el de Sinarco el navío cosario trae a jorro.164 Y al capitán gallardo, rubio y zarco,165 que le trae la arrogancia de la Galia puesta en su estoque y en vibrar el arco, preso el de Leca trájole a Vandalia,166 y aqueste hecho es bien que se anteponga entre los raros que celebra Italia; y que premio le den cuando se oponga, 161

v. 331 tremolaba: ‘enarbolaba’. v. 332 lirios de oro: Cfr. nota 252 del Libro tercero. 163 v. 347 aferra: ‘se agarra, se engancha’. 164 v. 357 a jorro: ‘remolcado’. 165 v. 358 zarco: ‘de ojos azules’. 166 v. 361 Vandalia: Cfr. nota 75 al Libro cuarto. 162

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pues asombra entender que hacienda y vida hombre tan rico a tanto riesgo ponga. Con aquesta ocasión no aquella olvida de su sangre, pues la de Francia afrenta honrando la de España en la venida. Al fin llega a Sevilla, donde asienta su casa con el orden y aparato conveniente a los hombres de su cuenta. Fueron los atributos de su trato: verdad, valor y sencillez; nobleza, alma compuesta, caridad, recato; humildad, desengaños y llaneza; amistades, socorro, paz, templanza; prudencia, claridad, pecho, largueza; partes que me aseguran la esperanza que cada una de por sí le han dado el lugar de la bienaventuranza. Y así decía por lenguaje usado que a la sangre y los bienes de fortuna la soberbia derriba de su estado. Con gozo dio dos hijos167 a su cuna el cielo, cuyas partes resplandecen en cuanto abarca la lustrosa luna. Lo que a su estirpe aquestos engrandecen no diré, porque no hay merecimiento que nos pueda decir lo que merecen. De más de treinta mil partes dos cuento, porque esto pide la razón que cuente, poco diré, porque lo mucho siento: Ruger el Macedonio,168 el elocuente que celebra el argivo,169 aquel troyano

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167 v. 385 dos hijos: Doña Bernardina, casada en 1581 con don Jorge Alberto de Portugal y elevada a condesa de Gelves y duquesa de Veragua, después de pagar su padre 250.000 ducados de dote (cfr. nota 93 del Libro cuarto). Su hijo, don Juan Vicentelo Bocha, representa al «típico señorito pendenciero y despilfarrador, que muere agobiado por los acreedores que le acosan» (Vila Vilar, 1991, p. 192). 168 v. 394 Ruger el Macedonio: Ruggiero o Ruggero, caballero que sigue como amigo leal al protagonista del Orlando furioso. 169 v. 395 el argivo: Cfr. nota 101 al Libro cuarto.

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Pilemón170 con el Afro continente veranse en el sujeto sobrehumano de don Juan Vicentelo, cuyos bienes contarlos no supiera el mantüano.171 Por aquesta excelencia cargo tienes de darle Elisio172 por el premio digno, la verde Dafne173 a sus divinas sienes. La consorte del fuerte rey Latino,174 la reina de Asidalia175 y Artemisa,176 Evagué177 y la del griego peregrino,178 verase en los afectos y divisa de la condesa de los Gelves,179 cuyo pecho excelente con el de estas frisa; pues al encarecer el cuerpo huyo por las partes que de ella sé, quisiera que fuera el cielo coronista suyo. Como digo, ayuntó de esta manera a su sangre de Leca la del yerno,180 y mejor la tomara si la hubiera.

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170 v. 396 Pilemón: General de Paflagonia que luchó con sus soldados frente a las murallas de Troya, donde pereció. 171 v. 399 el mantüano: ‘Virgilio’. 172 v. 401 Elisio: ‘Campos Elíseos’ o ‘lugar paradisíaco al que llegaban las almas de los pocos que merecían este premio’. 173 v. 402 verde Dafne: ‘laurel’. 174 v. 403 consorte del fuerte rey Latino: Amata, madre de Lavinia, a quien Latino casó con Eneas. 175 v. 404 Asidalia: Cfr. nota 84 del Libro segundo. 176 v. 404 Artemisa: Diosa virgen de la caza y los bosques. 177 v. 405 Evagué: San Bonifacio de Ibagué, municipio colombiano fundado el 14 de octubre de 1550 por el capitán Andrés López de Galarza. Aunque la referencia es oscura, podría haber dos posibles explicaciones que aclaren el pasaje y su vinculación con las virtudes y atributos de la condesa de Gelves. La primera podría tener relación con la elección del nombre de la ciudad, coincidente con el de un cacique homónimo que inicialmente acogió a los españoles con gran hospitalidad. La segunda interpretación está relacionada con la versión que ofrece el antropólogo e historiador Josué Bedoya (1992) del nombre de dicha ciudad, que sería en recuerdo de la princesa local Igahé, que era muy querida entre los nativos por su condición caritativa. Hospitalidad o caridad podrían ser las virtudes que se tratan de ensalzar con la referencia a Ibagué. Sin embargo, no hemos localizado textos coetáneos que nos permitan sustentar ninguna de las dos interpretaciones. 178 v. 405 la del griego peregrino: ‘Penélope’, esposa de Ulises y modelo de castidad por aplacar a quienes la pretendían en ausencia de su marido. 179 v. 407 condesa de los Gelves: Cfr. nota 167 del Libro cuarto. 180 v. 413 sangre de Leca la del yerno: Cfr. notas 93 y 156 del Libro cuarto.

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Hasta en sus tratos el camino eterno halló, pues los navíos que enviaba en tiempo de cosarios y de invierno con los hombres jamás aseguraba,181 sino con Dios, pues todo aquel restante en su nombre a los pobres se lo daba. Bien mostraba su pecho ser constante, pues contino a la buena o mala suerte, una cara hacía y un semblante. Del año de setenta hasta su muerte perdió más de quinientos mil ducados, robados de un cosario y otro fuerte, y hundidos en el mar; y sus criados jamás lo conocieron en su cara, ni los ajenos ni los más llegados. Si la suya de aquella sangre rara de la antigua de Leca no viniera, en caso tan urgente lo mostrara. Al fin, al que vivió de esta manera ordena y quiere Dios que vaya al Cielo a gozar de aquel premio que le espera. Y Juan Antonio Corzo Vicentelo, del mes de abril a veinte y ocho, parte a la gloria, dejando en pena el suelo; año de ochenta y siete, cuando Marte al britano cosario manda y dice que en la bahía arbole su estandarte.182 No quiere que al de Leca martirice con aqueste dolor el cielo justo, cual odio en el conflicto el infelice;183

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v. 418 con los hombres jamás aseguraba: Cfr. nota 160 del Libro cuarto. vv. 440-441 britano cosario... su estandarte: Se refiere al saqueo llevado a cabo por el pirata británico Francis Drake en Cádiz, que tuvo lugar el 29 de abril de 1587. 183 vv. 442-444 No quiere... el infelice: La noticia del ataque de Drake a Cádiz, junto con la petición de auxilio, llegó a Sevilla el día después del entierro de Juan Antonio Corzo Vicentelo. En la noticia que da del entierro el colombiano Juan Rodríguez Freile, dentro de su Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada (1636), explica que tras el aviso se congregaron en el Campo de Tablada en torno a cinco mil infantes y mil hombres a caballo para auxiliar Cádiz, entre los que sobresalían Juan Vicentelo, hijo del recién fallecido, y el conde de Gelves, cuñado de este; ambos «cargados de lutos hasta los pies de los caballos» (Vila Vilar, 2000, p. 994). 182

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años setenta y seis o siete al justo184 tuvo cuando la gota fue instrumento185 de dar a España tal pesar y susto. Como su vida admira el testamento,186 porque a su pecho parangona y mide, y esto serle podrá encarecimiento. No habrá convento que su nota olvide, pues no de uno se ha sabido y sabe que pedía limosna, y no la pide.187 Para un sepulcro sumptuoso y grave, pues da y aplica treinta mil ducados,188 no habrá memoria que la suya acabe. El de Egipto, que hicieron los cuidados, de la viuda y más curiosa reina, con aqueste serán dos celebrados. Y en su tierra, quien ya en el cielo reina un pósito de pan deja, y el pobre hoy se confiere al que se pule y peina. Porque en la caridad su fama sobre, una custodia a San Francisco hace de plata, y fuera rica a ser de cobre. Que se haga al seráfico le aplace, en Calvi por su cuenta un monasterio, con lo que al mundo y cielo satisface.189 184

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v. 445 años setenta y seis o siete al justo: En el año 1577 la reina Isabel I de Inglaterra encomendó a Drake que atacase barcos españoles en las costas americanas del Pacífico, perjudicando el comercio con el Nuevo Mundo y generando gran incertidumbre. Su flotilla, compuesta por cinco buques (Pelican, Elizabeth, Marigold, Swan y Christopher) fue una gota incesante de problemas e incertidumbres para el tráfico marítimo hispano. 185 v. 446 gota fue instrumento: Se refiere a un método de tortura psicológica de la Inquisición, consistente en inmovilizar al reo dejando caer intermitentemente una gota de agua sobre su frente. Ello le provocaba, además de los daños lógicos en la piel, los derivados del martilleo incesante, que además le impedía conciliar el sueño. 186 v. 448 el testamento: Cfr. nota 94 del Libro cuarto. 187 v. 153 y no la pide: Debe entenderse ‘y ya no la pide’, dado que Leca le proporciona sobrados recursos. 188 v. 455 treinta mil ducados: En el testamento dejó mandado Juan Antonio Corzo «que el dicho mi cuerpo sea trasladado al enterramiento y capilla que yo para ello e mandado dotar e ynstituir por este mi testamento» (Vila Vilar, 1991, p. 219), pero no se menciona la cantidad asignada para la construcción del sepulcro. 189 vv. 460-468 Y en su tierra... cielo satisface: Se refiere a la cláusula 15 de su testamento: «Yten mando a la fabrica del monasterio que se a començado a edificar de la horden de Sant

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No digo más de aqueste ministerio, que lo que manda a pobres vergonzantes y a huérfanos es cosa de misterio. A [a]queste ha habido pocos semejantes, ni se vio ni se ha visto con su entierro, cuyo cuento diré porque te espantes; y aunque hago en contarlo breve yerro, todas las religiones y conventos y cleresía que en Sevilla encierro: pobres con hachas, cerca de docientos,190 con lobas191 sus tres pueblos y criados, llorosos y a sus lástimas atentos. Quinientos caballeros titulados192 con su yerno, los que en Sevilla moran, y ellos y todos tristes y enlutados193 van; y los pobres de ella194 a voces lloran, mesando algunos venerables canas, por el que en vida y en la muerte adoran. Por donde pasa el cuerpo, las ventanas, a precios bien subidos se arrendaron,

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Francisco en la ciudad de Calvi de la ysla de Corçega donde yo soy natural quatro mill ducados demas de otros dos mill ducados y mas que para este effeto tengo embiados y mandados destribuir en la dicha çiudad de Calvi [...] que dicho es se a de gastar en el edificio y fabrica del dicho monasterio de Sant Francisco con declaracion que la capilla mayor del dicho monasterio a de ser para mi y para mis deudos y descendientes dellos para que se puedan enterrar en la dicha capilla mayor el patronazgo della los dexo y mando perpetuamente a los dichos mis deudos y parientes que residen y residieron en la dicha çiudad de Calvi» (Vila Vilar, 1991, pp. 222-223). 190 v. 478 pobres con hachas, cerca de docientos: En la primera cláusula de su testamento, el finado pide «treinta pobres que acompañen mi cuerpo y lleven treinta hachas» (Vila Vilar, 1991, p. 219). Es posible, sin embargo, que los albaceas optaran por un acompañamiento más fastuoso, si se atiende a la noticia que da Juan Rodríguez Freile en su Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada (1636): «Yo conocí en mi tiempo a un hombre que tenía fama de rico, y lo era, que llevó consigo cuando murió parte de sus tesoros y riquezas y me hallé en su entierro; y aún ese día también llevo, porque enlutó a cien pobres que llevaban su cuerpo con luces» (Vila Vilar, 2000, pp. 994-995). 191 v. 479 lobas: ‘sotanas de paño negro’. 192 v. 481 titulados: ‘de título’, ‘que poseen título nobiliario’. 193 vv. 479-483 sus tres pueblos... tristes y enlutados: Juan Rodríguez Freile explica en la Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada (1636) que el «entierro fue considerable por la mucha gente que le acompañó; los mismos pobres que vistió dándoles luto y un cirio de cera para que acompañasen su cuerpo. Acudió toda la gente de sus pueblos con sus lutos al entierro, todo ello fue digno de ver» (Vila Vilar, 2000, p. 994). 194 v. 484 de ella: ‘de Sevilla’.

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y las damas ilustres sevillanas la tristeza del alma la mostraron en no adornarse de vistosas galas, que paños negros de dolor sacaron. Y tú, que a la virtud hiciste escalas para subir con tus disignios sanctos adonde a algunos por bondad igualas, vuelve a ver los suspiros y los llantos que hace esta ciudad porque te pierde, que volveraste a tus divinos cantos. Verás en negros paños vuelto el verde que vistió en la esperanza de gozarte, de aquesto es bien que tu deidad se acuerde. Baste ya, patria amada, baste, baste, tantos suspiros y sollozos deja, que a Dios le das lo que por Dios ganaste. Reprime ese dolor que sí te aqueja con mirarle la cara al fraile justo que lugar en el cielo te apareja. El sucesor de Constantino Augusto195 de San Francisco el hábito se pone, en que muere y se entierra por su gusto.196 Y así en su iglesia mucha gente pone los pies, y no ha salido de su casa el cuerpo sancto del que Dios perdone. Dicen en las ventanas por do pasa: «¡Oh, qué rostro de ángel! ¡Qué consuelo da mirar a quien goza el bien sin tasa!». Esto leí del túmulo y direlo, porque fueron elegias197 y epigramas, que llegan hasta Olimpo con su vuelo:

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v. 508 sucesor de Constantino Augusto: Cfr. nota 126 del Libro cuarto. vv. 509-510 San Francisco el hábito... por su gusto: La primera cláusula del testamento es clara al respecto, pues en ella exige Juan Antonio Corzo que «quando de mi acaesçiere finamiento mando que mi cuerpo vestido en el avito del Seraphico Padre Sant Francisco sea depositado en la yglessia o monasterio que paresciere a doña Brigida Corço mi muger» (Vila Vilar, 1991, p. 219). Cfr. vv. 544-546 del poema. 197 v. 518 elegias: Con sinéresis para evitar la hipermetría del verso. 196

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«Si a la verdad bajó al suelo Juan Antonio, hoy la verdad, premiándole su amistad, sube Juan Antonio al cielo. De la vida que vivistes, os dice cualquier memoria que no menos que la gloria Juan Antonio merecistes. Si en siete pies ha de estar cuerpo de bondad tan rico, cuanto aquí el lugar es chico, del alma es grande el lugar. Mucho Sevilla me espanta, verte hacer llanto crüel, haciéndole por aquel que el cielo lo ríe y canta. De Juan Antonio la suerte fue tan alta y sin medida que hoy le da la muerte vida y él le da a la muerte muerte. Aquí yace, España, aquel por quien el bien te acomodas; en quien las virtudes todas hicieron su erario en él». El cuerpo, España, del varón que amas, depositado en San Francisco198 queda, de quien él se inflamó como te inflamas. La muerte quede aquí para que pueda acabar con mi cuento en una vida, que la mía hará que al tiempo exceda. Tutora y curadora a su querida Doña Brígida hace, y no le aflige gobernar tanta hacienda repartida.199

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v. 545 depositado en San Francisco: Cfr. nota 196 del Libro cuarto. vv. 550-552 Tutora y curadora... hacienda repartida: De acuerdo con la cláusula 29 de su testamento, Juan Antonio Corzo Vicentelo hace responsable a su mujer de la gestión y administración 199

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Mira cuánto valor tiene, pues rige millón y medio,200 y aun al mundo entero también pudiera, como arriba dije. Y también por su único heredero a su hijo don Juan201 deja; ya acabo, diciendo de él lo que decirte quiero: llevando aqueste su valor al cabo, con la sangre excelente de Toledo se casa, cuyo ser de nuevo alabo. ¿Qué de Doña Mayor202 decirte puedo, de quien vienen las obras con el nombre y aquí en lo menos de lo menos quedo? Sus infinitos, quién habrá que nombre que no diga, sabiendo lo que vale, «convino tal mujer para tal hombre». Aliento, a mi razón tu cielo dale para que de ella diga; pero quede, quédese aquí, pues más callar me vale. El que quiere decir lo que no puede, castigo de su loco pensamiento le pueden dar, pues de razón excede. Aqueste aplicaré a mi atrevimiento, pues ya que se atrevió como atrevido, faltándole valor y entendimiento; pero deseo y voluntad ha sido lo que me ha hecho no tener recelo, y verdad, cuyos pasos he seguido. Testifico203 de todo con el cielo,

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de todo su patrimonio. En palabras de Vila Vilar, 2000, p. 989, el «papel decisivo que le tocaría desempeñar a D.ª Brígida Corzo, como albacea y usufructuaria del mayorazgo hasta su muerte, es algo muy común entre las esposas de los grandes empresarios del momento y viene a plantear la importancia que adquieren ciertas mujeres en un momento en el que parecen eclipsadas para todo lo que no sea el trabajo doméstico». 200 v. 554 millón y medio: La cantidad no va descaminada, pues un documento de la época recoge que, a su muerte, dejó 1.600.000 ducados en efectivo (Vila Vilar, 2000, pp. 988 y 995). 201 v. 557 don Juan: Cfr. nota 167 al Libro cuarto. 202 v. 562 Doña Mayor: Doña Mayor de Toledo, esposa del primogénito del difunto. Era hija de don Antonio de Toledo, señor de Horcajada y Bohoyo, y de doña Jerónima de Ávila, hermana del marqués de las Navas. 203 v. 580 testificar: Con el doble sentido de ‘afirmar’ y ‘deponer como testigo en un acto judicial’.

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y la vida mejor contar supiera de Juan Antonio Corzo Vicentelo, si del agua de piérides bebiera. A todos los oyentes contentó y admiró el discurso. Y al prudente Diego de Arguijo agradó, celebrándolo con moderación. Y no con ella dijo el ibero que aquella era una breve y sucinta relación. A lo que dice el cortés insulano: —Aunque sea en ofensa de vuestro ingenio, discreto Filardo, sé que al nombre maravilloso que dejó Juan Antonio Corzo de Leca que se debe más encarecimiento, y a los de sus ilustres sucesores, de quien no se puede esperar menos gloriosos fines. «Y los de mi partida han llegado —dice el de Iberia— por el pasaje que se ofrece, si se me otorga licencia». Diosela su generoso huésped. Y con ella muchos regalos y cartas de favor,204 por ser el suyo el más principal de aquella fortunada. Embarcose el ibero con su amigo Marquino. Y por ser poca la travesía y próspero el tiempo, al de contar seis horas tomó puerto en el celebrado del Confital.205 Y lo primero, después de dar gracias al cielo de su buen viaje, fue besar aquella dichosa tierra en nombre de su cuyo,206 de aquel que por valor lo puede ser del mundo. A lo que dijo Marquino: —Ese no puede ser otro sino Cairasco el Divino,207 porque este nombre tan suyo es como el de aquesta isla Canaria. Al fin, a las diez del día llegó Filardo, de donde le acompañó el pastor Tirseo y otros que de él tenían noticia hasta la ciudad, que dista una corta legua. El primero que acaso dio con él, por ser la ida del de Iberia secreta, fue el célebre Medauro, a quien de Lucrino llevaba una carta; el cual, por su espléndida condición, tuvo a muchísima ventura hospedarle en su cabaña, en la que fue tan regalado como Medauro (porque no hay subir de aquí). Y al punto que por Ergasto fue sabida la dichosa llegada del ibero, le envió a dar la bienvenida tan discreta como él, entre lo que dijo el mensajero que la pena que le dio su poca ventura, en no haber sido él dichoso de hospedarle, la compadece con pensar que está adonde con más estremo de regalo será regalado, y adonde por ser íntimo amigo de Medauro daría licencia para traerle a su cabaña. A esto respondieron el ibero y su huésped gallardo. Y después de haber comido los pastores lo que acaso para sí tenía Medauro, que fue tanto y tan bueno como si estuviera con cuidado prevenido para el huésped, entretuviéronse un rato en discreta conversación y en

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carta de favor: ‘carta de recomendación’. Confital: Puerto situado al noreste de la isla de Gran Canaria. 206 de su cuyo: Cfr. nota 82 del Libro cuarto. 207 Cairasco el Divino: Cfr. notas 23 de Preliminares y 191 del Libro cuarto. 205

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tratar particulares de España, de que Medauro tenía mucha noticia, hasta que se retiraron a reposar la siesta. Marfisa y sus valedores, en esta ausencia de Filardo, fueron persuadidos a que la pastora siguiese [a] su hermana y cuñado, en cuya ocasión pudieron mostrar su valor, como lo mostraron;208 excepto Olivio, que, olvidado de lo que se debe a la palabra y a un honrado prometer, se volvió de parecer contrario de esta opinión. Fue Valerio y los demás cual la más firme roca. Ergasto el Divino, con su hermano Silvano209 y amigos Petreyo y Montano y otros muchos, incitados del deseo de ver al de Iberia y de pagar la deuda a que en cortesía estaban obligados, fueron a la cabaña de Medauro, saliendo todos de la de Ergasto. Y al tiempo que se habían levantado de reposar (prohíbese al más discreto cortesano encarecer el estilo que tuvo Ergasto en saludar y dar la bienvenida a Filardo y el que tuvo en responder y satisfacer el ibero), los demás discurrieron por la propria orden; y siendo de la de Ergasto, bien se entenderán los preceptos de cortesía y lenguaje con que la guardarían. Al fin, con el suyo y en el solo usado le pidió Ergasto licencia a Medauro para que el de Iberia vaya a su cabaña, adonde le aguardan sus muy discretas hermanas, de quien aseguro que en el mundo ellas solas merecen este nombre, y pruébolo con decir que con Ergasto hacen parejas. El prudente Medauro lo otorgó con la condición de que Filardo vuelva a servirse de él y de su regalado alberge. Aceptáronlo, y acompañado el ibero de los más prósperos y gallardos de aquella fortunada, que, como cabeza y dueño de las demás lo pueden ser ellos en discreción de España, llegó a la estancia principal de Ergasto; de la que digo, por no andar con estremo, que el suyo es de manera que puede serlo del César hispano, así por las aparencias esteriores como por las grandezas interiores y por la traza y lindeza y por las bellezas y deleites de ella. Al fin, llegando al de valor y discreción, lo recibieron Alejandra y Constantina Leandra210 y otras deudas del divino Ergasto, las cuales, 208

mostrar su valor, como lo mostraron: ‘volvieron a mantenerse firmes en su resolución de seguir fieles a Filardo’. 209 hermano Silvano: Probablemente se refiera a Serafín Cairasco de Figueroa (1543-1613), quien fue regidor de Gran Canaria en 1574, aunque abandonó su cargo pronto, siendo sustituido por Francisco de Soto. También fue alcaide del castillo de La Luz, responsabilidad desde la que tuvo que hacer frente en 1595 a la defensa de Las Palmas de Gran Canaria contra el ataque de Francis Drake. De su pluma se conoce un soneto encomiástico a Luis Pacheco de Narváez para elogiar su Libro de las grandezas de la espada (1600), así como otro «Soneto dando cuenta a Juan de la Cueva de una gran tristeza que padecía por haberlo olvidado su dama Filis», que es contestado por el sevillano en otro «Respondiendo a uno de Serafín Cairasco, en que le daba cuenta de una gran tristeza..., etc.» (Cioranescu, 1957, p. 301; Brito, 2001, p. 54). 210 Alejandra y Constantina Leandra: Eran las hermanas de Bartolomé Cairasco de Figueroa, vivas aún en 1610, como se desprende del testamento del poeta. Alejandra estaba casada con el capitán Francisco Béthencourt, tuvo dos hijos (Bartolomé y Gaspar) y pudiera ser que fuese ciega

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guardando el respeto y decoro a sus mayorías, fueron hablando y saludando al de Iberia. Y fue tan bueno y tan ajeno de lo ordinario y de tanta gala que, con tenerla Filardo y con ser de maravillosos entendimiento, fue conveniente aplicarlo todo y con mucho cuidado a la satisfación. Entraron en un deleitoso y curioso jardín, cuya hermosa y agradable vista dio a su memoria la de Aranjoez, adonde después de haberse deleitado en ver sus curiosos infinitos fueron adonde Ergasto echó los de su valor en un apartado, do estaba hecha por naturaleza una mesa de diversas y varias flores, sobre la cual estaban varios y gustosos manjares. Sentáronse y merendaron. Y después de haber dado a los cuerpos los mejores,211 los dieron a las almas, que fue tomar Ergasto una vihuela, cuya divina armonía más parecía de ángeles que de humanos, porque en todo el mundo ya se sabe, a costa de los que más de música entienden y más heroica mano alcanzan, que Ergasto, como en otros estremos, en este es único y solo. Y dijo a Filardo el canario que el soneto que le envió Marfisa había glosado;212 y que, para ver lo que le parecía, lo quería cantar; y, que dándole gusto, que para él lo sería que lo viese su pastora. Aceptolo el ibero, y al son de su instrumento dijo el discreto Ergasto: Ergasto Marfisa, un pensamiento me dijo: «¿Hay quien limite los poderes al más libre contento?». Yo dije, por quien eres: «Sí,213 la deuda debida a las mujeres». Que si por ley dispuesta que se paguen las deudas Dios ordena, entre todas, aquesta

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y que aluda a ella Cairasco de Figueroa en su Templo militante cuando ensalza los milagros de san Alejandro: «¡Oh sagrado Alejandro! Si en el suelo / pudiste dar a ciegos la luz bella, / agora que trïunfas en el cielo, / ¿por qué la de tu nombre está sin ella? / ¿No ves la devoción, el alto celo, / paciencia y humildad con que atropella / la discreta Alejandra sus enojos? / ¿Por qué no alcanzas luz para sus ojos?» (Alonso, 1952, p. 335). También en el Templo militante alude a sus hermanas, junto con los otros miembros de su familia, cuando refiere su primera misa en Agaete: «Con las cinco palabras a mis manos, / aquí bajó el eterno rey piadoso, / alzar le vio con ojos soberanos / de Mateo y María, el par famoso; / y viéronle sus hijos, mis hermanos, / Constantín, Serafín, Félix brioso, / Constantina, Alejandra, damas bellas, / que en virtud y en beldad han sido estrellas» (Alonso, 1952, p. 334). 211 los mejores: ‘los mejores manjares’. 212 soneto... glosado: Es glosa del soneto enviado por Marfisa, aunque con alguna variante y la elisión del último endecasílabo. Cfr. nota 281 del Libro tercero. 213 v. 5 Sí: Con valor condicional en el primer endecasílabo del soneto glosado.

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con más firme cadena al pecho hidalgo obliga y encadena. Mas el deseo de verte, a tanto descontento me condena que no sé si a ofenderte irá, por ser ajena, si a lastimarte, mi terrible pena. Aunque por ser tan tuyo y de Filardo, es bien que consideres que a ver si me destruyo y a oírme, si quisieres, te llama el ser quien soy y ser quien eres. Y si me preguntares si está en tu mano darla a mis placeres y quitar mis pesares, respondo, pues lo quieres: «Sí,214 con lo menos que hacer quisieres». El cielo me confía de verte allá en la sevillana arena, ya que no fue en la mía; y con suerte tan buena mi alma se verá de gloria llena. Y en este tiempo triste, aliviará mi desusada pena un verso que dijiste que el alma me encadena: «Muévate el ser mujer y en tierra ajena». Acuérdate, Marfisa, de quien jamás se olvida de quién eres, y muévate, no a risa, cual suele a las mujeres, si a caso215 semejante te movieres. Conserva el ser constante, si quieres que lo sea tu memoria, pues gana el firme amante con alta fama y gloria así del niño alado la victoria. 214 215

v. 25 Sí: Con valor condicional en el quinto endecasílabo del soneto glosado. v. 40 caso: «cosa» en el verso octavo del soneto glosado.

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Pues eres española, ten siempre firme en la tormenta y calma a solo tu amor sola, porque de él rica palma lleves cual216 lleva de mi vida y alma. Y para socorrerme en este mar de lágrimas,217 esquivo en siempre responderme, te pide este captivo que hagas lo que debe un pecho altivo. Por ti de mis enojos se canse ya la rigurosa historia, por ti pierdan mis ojos su pena tan notoria, por ti recobre mi perdida gloria. Si el noble pecho ajusta con la razón su amor en cuerpo y alma, cosa será muy justa que el tuyo, de La Palma, lleve de amor y de razón la palma.218

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Admiró a Filardo la glosa y celebrola a medida de su merecimiento. Y acudiendo al de Medauro, porque Delio219 ya esconde su luz, se fueron a la cabaña, acompañándole con tanto contentamiento; y con el mayor, las discretas Constancia y Alexandra220 que se viesen al día siguiente pidieron al ibero. Y esta misma noche, Medauro, a vueltas de muchos particulares que al ibero preguntó de momento, así de España como de fuera de ella, le dice qué en puesto221 estaba el licenciado Juan Pardo,222 a quien conoció en Flandes ser auditor general223 216

v. 50 cual: «que» en el verso décimo del soneto glosado. v. 52 mar de lágrimas: Esta imagen es una hipérbole tópica de la poesía amatoria. 218 v. 65 lleve... palma: Falta el endecasílabo final con que se cierra el soneto que glosa: «pues con amor y con razón te escribo». 219 Delio: Cfr. nota 45 del Libro primero. 220 Constancia y Alexandra: Cfr. nota 210 del Libro cuarto. 221 qué en puesto: ‘en qué puesto’. 222 Juan Pardo: Probablemente se trata de quien desempeñó el cargo de contino de Castilla en Flandes desde el 9 de agosto de 1559 hasta el año 1571, nombrado durante la época en la que Felipe II se valió masivamente de estas figuras para gestionar las dificultades políticas de aquellos territorios (Martínez Millán, 2002, pp. 351 y 379; Fagel, 2009, p. 301). 223 Auditor general: La atribución de este cargo a un servidor de Juan de Austria resulta anacrónica, pues el auditor general es una figura del ordenamiento jurídico militar español que 217

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del ejército del duque de Alba y después serlo del señor don Juan de Austria, de cuyas letras y valor tenía tanta satisfación como convino para oficio tan principal, porque de su nombre y de aquel principio entiende que ha de estar en una Presidencia.224 A lo que respondió el cortesano ibero que el mundo está lleno de lo mucho que el licenciado Pardo merece; y que por haberse siempre entendido de él que de sus hechos heroicos y de lo mucho que con ellos ha servido a su rey espera el premio, no le ha tenido, porque en este tiempo presente el que estuviere atenido a sus servicios y merecer, no ha de merecer nada, porque solo valen los entremetidos y los que tuvieren brazos,225 aunque no tengan manos226 ni pecho.227 Y así, un personaje de mucho valor de la corte, viendo lo mucho que vale y lo poco o nada que ha sido premiado, le hizo este soneto, que entre todos los cortesanos ha andado muy valido. Y así, decía en el margen: «Al licenciado Juan Pardo». fue creada por Alejandro Farnesio en las Primeras Ordenanzas de Flandes, de 15 de mayo de 1587. Tras la muerte de don Juan de Austria, Farnesio le sustituye como gobernador y capitán general de los Países Bajos en 1578, en un clima de enorme dificultad, ya que únicamente tres de las diecisiete provincias de Flandes eran leales a España y se contaba con un ejército que no superaba los 25.000 hombres, lo cual resultaba de todo punto insuficiente para gestionar óptimamente aquellos territorios. En un contexto como este es en el que se gestan las Ordenanzas de Flandes, que suponen una reforma de gran calado en las milicias, y que dan inicio al moderno Derecho Militar, pues «en estas Ordenanzas se regula, minuciosamente, por vez primera, cuanto atañe a la administración de justicia militar» (Moreno Casado, 1961, p. 434). Esta reforma, dirigida por Alba, supone quitarle la administración de la justicia castrense al Estado Mayor y ponerla en manos de los letrados (González de León, 2009, pp. 107-120). En estas ordenanzas se concede una función muy señalada al auditor general, cuya figura se define como «muy preeminente y de mucha importancia, porque es la persona sobre la que el Capitán General descarga todos los negocios y casos de Justicia que el propio había de juzgar y determinar». Además, su autoridad es de tan alto rango «que ninguna persona de cualquier condición o calidad que sea de este ejército, fuera del Maestre de Campo General, en cuanto dependiere de su cargo, tenga tanta autoridad en las cosas de justicia cuanta el Auditor General, y que en todo lo que ordenare concerniente a su oficio ninguno le contradiga». La enumeración de sus funciones es extensa, pero merece la pena destacar la modernidad de algunos de los puntos del articulado, como el número 18, en donde se especifica que los auditores generales «deben administrar justicia con mucha rectitud, sinceridad y limpieza, no admitiendo ningún género de cohecho y sin moverse por algún favor, pasión o intereses, en conformidad de lo cual, por evitar todo género de sospecha, no han de recibir ningún presente de las partes, antes ni después de la sentencia, directa ni indirectamente» (Moreno Casado, 1961, pp. 439-440 y 444). Cristóbal Mosquera de Figueroa, auditor general de la Armada y del Ejército del Rey, además de poeta y amigo de Cervantes, da cuenta de las atribuciones y calidades propias de esta figura en su Comentario en breve compendio de disciplina militar (1596, ff. 110-122). 224 Presidencia: Mayor dignidad y de más alto rango en los principales órganos institucionales, tales como audiencias, consejos o chancillerías. 225 tener brazos: ‘gozar de robustez y fuerza bruta’. 226 tener manos: ‘disponer de tiento y moderación’. 227 tener pecho: ‘ser paciente y animoso’.

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Soneto al licenciado Juan Pardo Lo poco con lo poco se contenta y lo mucho a lo mucho aspira y llama, hechos de fama cántalos la Fama y no los que no son de cuenta228 cuenta. Mas los vuestros el mundo tiene en cuenta y por heroicos los celebra y ama, y el ser quien sois al cetro austrino inflama y, honorando al hispano, al belga afrenta. Con Minerva y con Marte el iracundo hacéis, señor, que eternizado quede el duque albano, cuya historia toco. Si los hechos mejores dais al mundo, él no os da lo mejor que tiene y puede, porque para quien sois lo mucho es poco.

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El soneto dio tanto gusto a Medauro que aprovechó de ser armonioso instrumento a cuyo suave son durmieron gustosamente esta noche. Y luego el siguiente día, en aquella fortunada, por ser la gente de ella curiosa y dada a entretenimientos de ingenio, dando muestras de él, le enviaron al de Iberia muchos sonetos, cuyos autores son, del primero, Liseo, que decía así: Liseo Discretos y felices valedores aquellos que en la isla de la Palma hicistes, que llévase el lauro y palma Filardo de Marfisa en sus amores. El premio que se da a los vencedores os da la fortuna sin mostrar su calma, pues hicistes dos almas ser un alma con la fuerza de célebres favores. Vosotros solos ilustráis el suelo de las siete que cerca el mar insano, que a tanta suerte la fortuna os llama. Por Filardo tenéis propicio el cielo

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v. 4 de cuenta: ‘de importancia’, en referencia a una persona u «hombre de cuenta».

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y por el bien de vuestra heroica mano su trompa rompe en vuestro honor la fama. A quien dio el ibero por respuesta: Filardo Ni el proceder de aquel pastor troyano, que la gloria gozó del monte ideo;229 ni las venturas que en los libros leo, eternas, a pesar del tiempo insano; ni aquella erudición del mantuano,230 inmortal a despecho del Leteo,231 no llega a lo que escribe mi Liseo, honor y gloria del valor hispano. En Liseo Filardo el venturoso ha hallado la glorïa que desea, aun más de la que puede dar Marfisa. Cual él en este puerto, el más dichoso (el hijo de la diosa Citerea)232 no halló tal bien en la ribera elisa.233

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Ergasto el Divino, viendo con el despecho que vive Filardo y el desgusto que le da estar ausente de su hermosa Marfisa, le envió este soneto: Ergasto Si del laurel, Filardo, y alta haya pretendes coronar tu amor intenso, espera y sufre, que al peligro inmenso el corazón ilustre no desmaya. Habiendo puesto en él tan alta raya que tiene el mundo atónito y suspenso, 229

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vv. 1-2 pastor troyano... monte ideo: Cfr. nota 25 del Libro segundo. v. 5 mantuano: Cfr. nota 20 de Preliminares. 231 v. 6 Leteo: Cfr. nota 111 del Libro primero. 232 v. 13 diosa citerea: ‘Venus’. Su unión con Marte dio como resultado el nacimiento de Cupido. 233 v. 14 elisa: ‘elísea’. Cfr. nota 172 del Libro cuarto. 230

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el cielo te dirá: «presto dispenso que Filardo a Marfisa libre vaya». Celebre el orbe la amorosa historia de aquestos dos amantes, cuya llama debe cantarse con divino plectro, y de ellos viva eterna la memoria, pues lo merecen tal galán y dama, e che il tempo per lui si volga indietro.234

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Dio el de Iberia por respuesta: Filardo Divino Ergasto, en la arenosa playa leí tus versos y quedé suspenso, y como de ellos me he prendado pienso prendarán a la Arabia y a Pancaya.235 La maldición de mi Marfisa caya236 a quien cuenta no diere por estenso, pues por ellos no temo dar el censo237 a la que el filo en mi cerviz ensaya.238 Ya del pesar no vive la memoria, Marfisa de discreta no me llama, por verme en el distrito de tu cetro. Su vista no me puede dar más gloria, pues la tuya las lenguas de la fama en mí eterniza[n] con eterno metro.

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Al fin, todo este día fue entretenido con excelentes versos. Y por ser muchos, aunque son buenos, no se refieren. Y en este proprio239 le dieron a Filardo todos los recados y despachos para casarse y para su libertad. Y queriendo volverse, por 234 v. 14 e che il tempo per lui si volga indietro: ‘y que el tiempo por él se dé la vuelta’. Parece un eco de los versos 10-11 del soneto LXXXVI de Petrarca: «per lunga experïentia omai che’l tempo / non è chi ’ndietro volga, o chi l’affreni». 235 v. 4 Pancaya: Cfr. nota 105 del Libro cuarto. 236 v. 5 caya: ‘caiga’. 237 v. 7 el censo: ‘tributo romano que se pagaba individualmente en reconocimiento de vasallaje y sujeción’. 238 v. 8 filo... ensaya: ‘prueba el cuchillo en mi nuca’. 239 en este proprio: ‘en este propio día’.

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el gusto que a todos daba su vista, le pidieron que aguardase unos pliegos que había de llevar a España. Aguardó el cortés pastor, y aquella tarde le convidó el discreto Petreyo a su jardín, que es el que sucede240 al de Ergasto. Fue, y con él todos sus amigos, adonde le regocijaron y entretuvieron escogidamente. Y después de haberse holgado, le pidió Petreyo al ibero que si hacía memoria de un discurso que hizo de aquel prodigioso volcán de la isla de La Palma,241 cuando por ella pasó yendo a las Indias, por señas que lo escribió a su persuasión y a la de muchos que se lo pidieron. Respondió que, con cuidado de leérsele a Ergasto, le trajo. Todos le pidieron que lo leyese, y el de Iberia sacó del zurrón el papel, y dándole con silencio los oídos dijo: Filardo Si para grave proceder conviene que tenga el que recuenta grave estilo, si el que narra el discurso no previene la explicación sin que se corte el hilo, y si hasta llegar al fin no tïene para contar bien afilado el filo, en balde intentará lo que, si intenta, es lícito que al medio se arrepienta. Yo con dificultad oso y me atrevo, delante del valor de estilos raros, a pagar por humilde lo que debo, sin temor o recelo de enfadaros. Hace caer a mi obediencia el cebo que me suele cebar con agradaros, mas cuando echardes a mis faltas culpa, obedeceros me será desculpa. A ti, verdad, en mi discurso invoco, y mi lengua en la tuya se resuma, porque en la historia que recelo y toco echar el resto de tu ser presuma. Y si en los fines pareciere poco, sabed que he dicho la verdad en suma, 240

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el que sucede: ‘el que sigue’, ‘el contiguo’. volcán de la isla de La Palma: Volcán Tajuya, del que se conoce una única erupción en el siglo xvi, ocurrida en 1585 (Rodríguez Fernández, 2005, p. 41). Duró un total de 84 días, entre el 19 de mayo y el 11 de agosto de ese año. 241

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pues oiréis, si me dais la oreja atenta, esperados milagros del de ochenta. Cinco sobre este, ¡oh, cielo!, se contaron,242 cuando mis ojos desdichados vieron los casos más estraños que miraron los que a vengarse del troyano fueron. Y más que los hesperios que volaron la fuerza inexpugnable que tuvieron los que bebían del hermoso Dauro, a cuyos hechos ayudaba el mauro.243 Los agüeros, prodigios y protestos,244 y los presagios que de Roma escriben, y lo que saben, por estar atentos, aquellos sabios que mejor perciben, es sombra de los casos vïolentos que en mi progreso la igualdad prohíben: al fin siguió, cuando el abril demedia,245 a La Palma la mísera tragedia. A las dos horas justas de la tarde, cuando reposa la cansada gente y cuando Apolo con estremos arde, tembló la tierra con furor vehemente. «¡El que pudiere se recele y guarde!», con voces de dolor di[ce] el prudente, y hasta las diez se oyeron numerosos temblores inauditos y espantosos. Cual la ciudad que el enemigo asalta, cogiendo los vecinos descuidados (y en sintiéndolo, cual del lecho salta y cual huye, temiendo a los soldados; y cual se esconde; y cuales ven que falta el padre y la mujer, alborotados, cuando a buscarlos por las calles entran 242

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vv. 24-25 del de ochenta. Cinco sobre este: Se refiere al año 1585, cuanto tuvo lugar la erupción. Cfr. nota 241 del Libro cuarto. 243 vv. 29-32 Y más que los hesperios... ayudaba el mauro: Podría referirse a la conquista de Granada (1492) o, por cercanía cronológica, a la rebelión de Las Alpujarras (1568-1571). 244 v. 33 protestos: ‘diligencias notariales’, aquí con el sentido de ‘verdaderos’. 245 v. 39 abril demedia: ‘mediados de abril’. La fecha podría no ser absolutamente exacta. Cfr. nota 241 del Libro cuarto.

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a más contrarios con furor encuentran), el pueblo se halló en el son horrendo, pues unos huyen de un temblor y esotros de donde suenan más se van huyendo, y adonde paran les alcanzan otros. Y otros que corren, hallan más estruendo, y todos dicen: «¡tristes de nosotros!». Esto al fin pareciole a mi juïcio señales ciertas del Final Juïcio. Acuden las mujeres afligidas a los templos, huyendo de la furia, y al que quiso quitar una y mil vidas a su contrario le cesó la injuria. Y ya en los mercaderes hay perdidas esperanzas del trato con Liguria;246 si el pensamiento cada cual revuelve, en la muerte sus fines los resuelve. Desde estos días hasta diez de mayo no cesaron los ásperos temblores, y fueron los primeros un ensayo, pues los siguientes fueron muy mayores. Nunca jamás el furibundo rayo causó en los comarcanos moradores tan gran temor cual los temblores causa aquestos, que al vivir le ponen pausa. Y en medio de estas penas temerosas, hacia la parte donde el sol se pone, abrió la tierra crietas247 espantosas, y aquesto al pueblo más espanto pone. Y viendo estas señales prodigiosas, a muerte cada cual más se dispone, pues son tan hondas que hasta las avernas248 podrán bajar las condenadas piernas. Avivan las mujeres más el llanto, y si los padres al del hijo atienden,

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246 v. 70 Liguria: Región del noroeste de Italia de riqueza proverbial en la época por sus banqueros. Cfr. nota 148 del Libro cuarto. 247 v. 83 crietas: ‘grietas’. 248 v. 87 avernas: ‘profundidades infernales’.

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oyen más gritos de dolor y espanto, y más que los del hijo les suspenden. Las más honradas, sin tomar el manto, salen corriendo, y si otras les pretenden pasar delante, con el brazo a esotras las detienen y caen unas sobre otras. Otros vienen del campo alborotados, y a voces dicen: «¡quien pudiere huya!», pues vieron estos ojos desdichados todo el término hundirse de Tïuya249 y las grietas tragarse los ganados. Y la hacienda no preguntan cúya; cúya es no preguntan, que la hacienda, conferida al vivir, es menos prenda. En todo aquel distrito ya no balan ganados, que ellos y la tierra verde por estas quiebras el abismo calan250 sin haber de sus daños quien se acuerde. Por ellas humos con furor exhalan, y fueron tantos que el Olimpo pierde su luz, y aun tanto su poder descubren que el de los rayos de titán251 encubren. Jamás se vio la noche tenebrosa, con los densos nublados negra y triste cuando a la lumbre de la cara hermosa el toldo negro al competir resiste, como los días de esta lastimosa nueva, que al alma de tristeza viste, pues por la oscuridad hija a su madre no la conoce, ni a su hijo el padre. Y cuando el humo su poder afloja, otro caso diré mayor, que espanta: y es que una loma de una piedra roja cincuenta brazas crece y se levanta, y en la subida con estremo arroja piedras terribles de grandeza tanta

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v. 100 Tiuya: Cfr. nota 241 del Libro cuarto. v. 107 calan: ‘penetran, se adentran’. 251 v. 112 rayos de titán: ‘rayos del sol’, en referencia al titán Hiperión. 250

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que en su tamaño cada una agravia a la de Egipto, Le[p]anto252 y Arabia. Cuando el fin este caso le parece a la gente y confusa de él se asombra, otras cien brazas la montaña crece, haciendo al sol por cuatro leguas sombra. Ver su altura la vista desvanece y admírase y suspende aun quien la nombra, porque su cumbre pareció del suelo más que el Adlante sustentar el cielo.253 Y allá en la cima de su grande altura, desde la superficie subió un pino, cuya admirable y singular pintura para el alivio del llorar convino. Y casi divisamos su verdura, y al que a verla de larga vista vino le pareció, con ser cual gruesa encina, una mata de débil clavellina. Atenienses no vieron en su tierra cual aqueste espectáculo, y al punto cae con rigor y hácese una sierra con otro monte de peñasco junto. Procida254 y Laglio255 ninguna en sí no encierra terremoto cual este, ni a Sagunto el Afro256 no causó tanto tormento cual aquestos el fúnebre p[or]tento. «¡En aquella de Delos257 quién se hallara —dice la gente— y no a este vil suplicio!» Mas el que al risco dio en volver la cara en un lado vio hecho un edificio de tal manera que la industria rara de egipcios no lo hiciera, ni artificio 252

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v. 128 Lepanto: «Lefanto» en el original. v. 136 Adlante... cielo: Cfr. nota 61 del Libro cuarto. 254 v. 149 Procida: Isla napolitana de origen volcánico. 255 v. 149 Laglio: Municipio al norte de Italia, en Como, ubicado al pie del monte Colmegnone, en los Prealpes de Lugano. 256 vv. 150-151 Sagunto... el Afro: Se refiere a la destrucción de Sagunto por Aníbal, en el año 201 a.C. 257 v. 153 Delos: Cfr. nota 17 del Libro primero. 253

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cual este Senodoro,258 y suspendiera también Dionisio259 si el que cuento viera. Un templo hermoso pareció en la cima, tan bello que su traza Usón260 no hiciera; y, como el de Rávena,261 tiene encima hecha una taza de una piedra entera. Tres mil colunas de altitud y estima cercan el templo en torno por de fuera, y entre ellas vasos262 de grandeza había más cuatro veces que Fitón263 tenía. Y trayendo la vista al otro lado, vimos estar un grave coliseo, con más industria y gravedad trazado que los antiguos que de Roma leo. Cerca de él un castillo rodeado, hecho a medida del mayor deseo; y en otra parte vimos dos mil gradas de las que fueron por Iolao264 halladas. La gente alivia su tristeza y llanto viendo estas cosas tan estraordinarias, y en estremo le admira y pone espanto la división de ser muchas y varias. Unos dicen ser hecho por encanto, y las más opiniones ordinarias que el cielo sancto aquella traza ordena para aliviar su desusada pena. Y en el punto que a todos apetece 258

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v. 159 Senodoro: Zenodoro, escultor griego del siglo i, artífice de una colosal estatua de

Nerón. 259 v. 160 Dionisio: Dios griego del vino y del teatro. A su advocación está dirigido el Teatro de Dionisio, el más grande de la antigua Grecia, ubicado en la Acrópolis de Atenas. 260 v. 162 Usón: El maestro Usón (1498-1519) fue uno de los más célebres y renombrados rejeros del Quinientos español. Entre sus obras más célebres se encuentra la rejería de la catedral de Sigüenza. 261 v. 163 el de Rávena: Iglesia de San Vital de Rávena. 262 v. 167 vasos: ‘pebeteros colocados sobre un zócalo, pedestal o peana utilizados para decorar edificios’. 263 v. 168 Fitón: ‘Pitón’, gran serpiente mitológica, hija de Gea, que vivía en una cueva próxima a Delfos, en el monte Parnaso, donde custodiaba el oráculo homónimo. 264 vv. 175-176 dos mil gradas...por Iolao halladas: Se decía que Iolao, hijo de Ipsicleo, instituyó los asientos de gradas en Cerdeña, siendo el inventor de las escaleras.

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ver al arte mostrar naturaleza, quinientas brazas la montaña crece con más rigor, estremo y aspereza. El mundo junto en su grandeza vese, y si viera Arquimedes265 su grandeza no dijera, cual supe que decía, que a mudar todo el mundo se atrevía.266 No creció tan veloz en Terramenes267 aquella isla como aquesta sube, y al hacer el lugar votos solemnes por verse libre, yo presente estuve, las mujeres decían: «¡Dios, no ordenes —con ronca voz, que de esto dolor tuve— por nuestras culpas, que cayendo el monte nos sotierre y nos hunda el horizonte!». Y cuando entre temor y admiraciones la gente absorta sus recelos piensa, buscando por el medio de oraciones a su muerte y trabajos la defensa, viendo en la cumbre nuevas invenciones, de ellas quedando atónita y suspensa, crece hasta Olimpo y baja hecha cuartos, que el menor es mayor que la de Martos.268 Caerse abajo hasta el cielo quinto pareció la montaña en la estampida, y en seis pedazos, cada cual distinto, a largos trechos queda dividida. Vimos en un picacho un laberinto y un alcázar en otro en la subida, y en otros varïables artificios, y las siete maneras de edificios.269

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v. 190 Arquimedes: Se acentúa como llana para no romper la prosodia del endecasílabo. vv. 190-192 si viera Arquimedes... mudar todo el mundo: Se refiere a la conocida explicación del matemático y físico griego sobre la palanca: «Denme un punto de apoyo y moveré el mundo». 267 v. 193 Terramenes: ‘Teramene’, ninfa a la que Cicno hizo madre de Astreo y que da nombre a la isla homónima en el mar Egeo. 268 v. 208 la de Martos: ‘Peña de Martos’, en Jaén, que supera los mil metros de altitud. 269 v. 216 siete... edificios: Alude a las siete maravillas del mundo instituidas en la Antigüedad. Cfr. v. 369 del poema. 266

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Que estaba en otro cuarto os certifico un terrible gigante en un asiento, y de ver a su lado testifico como camellos más de mil y ciento. Y en lo alto cercaban todo el pico, que de admirado estuve más atento, estatuas muchas, cuyo ser contemplo, como Filipo las dos mil del templo.270 Quedaron en los dos riscos mayores dos ciudades grandísimas fundadas, que en la Bretaña no las hay mayores ni las de Grecia son tan bien trazadas. Hay torres grandes y otras hay menores, con ventanas en proporción cuadradas, y parecen, teniendo en piedra asiento, como aquellas de Alatro,271 de Guergento.272 Aquellos setecientos arquitectos que estuvieron en Roma celebrados, que, por ser en su arte más perfetos, allí de industria fueron ayuntados, no hicieran con ella los efectos de edificios con suerte levantados como naturaleza en un instante 270

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vv. 223-224 estatuas muchas... Filipo las dos mil del templo: Se refiere al Filipeo, edificio construido por Filipo II en Olimpia, que albergaba las estatuas de oro y marfil esculpidas por Leocares. 271 v. 232 Alatro: En la traducción que hace Francisco Lozano de Los diez libros de Architectura de Leon Bapttista Alberti (1582), p. 20, se aclara el sentido de este pequeño municipio italiano en la arquitectura quinientista: «Pero si el área estuviere en la cumbre de monte o se le ha de poner poyo por alguna parte o se ha de allanar derribando la altura de lo levantado del monte, ya que se ha de mirar que comencemos aquello que teniendo en cuenta con la dignidad se ha hecho con poco gasto y trabajo, y por ventura aprovechara cortar una parte de lo lato y hacer poyo en la parte costeada, la cual cosa hizo muy bien el bien aconsejado arquitecto, cualquiera que él se fue, acerca de Alatro, ciudad de Campania puesta en un monte de piedra, porque procuró que la basis o del alcázar o del templo, que sola ahora se ve estando derribados los demás edificios, fuese murada y fortificada por lo bajo con los pedazos cortados de lo alto. Y en la tal obra, lo que yo apruebo mucho es que contrapuso el ángulo de el área hacia aquella parte donde más repente pende el monte y macizo aquel ángulo con allegaduras muy grandes de grandísimos pedazos. Y procuró en él componer las piedras que, guardada la poca costa, diese buen parecer a la fábrica». 272 v. 232 Guergento: ‘Agrigento’ (o ‘Girgenti’, en siciliano), municipio ubicado al sur de Sicilia en que se erigía la antigua ciudad griega de Acragante, una de más las notables de la Magna Grecia.

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hizo en los riscos porque al mundo espante. Esta verdad que cuento273 y os admira, que por serlo y saberla vos me atrevo, dirame alguno que es tan gran mentira como aquellas de Gaula y las del Febo.274 Mas si esto con razón tantea y mira, lo ha de creer y no le será nuevo si a Teofasto, Catón, Varrón, Vitrubio pasa, y [a] las cosas que dejó el Diluvio. Al fin, cuando ha quedado más suspenso el pueblo del suceso referido, que si fuera el contarlo por estenso, apenas de él pudiera ser creído, oímos un terrible trueno inmenso, y tras de él muchos con mortal ruido, y fueron sus estremos y rumores cual mil bombardas y cien mil tambores. Jamás lo apetecí ni lo apetezco contar sucesos que increíbles fueron, y aquí forzado a la verdad me ofrezco, pues de ella cuatro mil testigos fueron. Y los truenos en nada no encarezco, aunque preñadas del rumor movieron, y así nos pareció cosa ordinaria decirnos que se oyeron en Canaria. El estrépito arroja piedra mucha, tan grande cuanto digna del estruendo, y el que las ve y el estallido escucha, sabrá lo que hay en Flegetón275 horrendo. Una que cae con la que sube lucha, ya Elisio vuelve y van dos mil subiendo, que su vista quitara la codicia del Obelisco, Clusio276 y de Foenicia. 273

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v. 241 verdad que cuento: Cfr. notas 18 de los Preliminares y 118 del Libro cuarto. v. 244 Gaula... Febo: Se refiere a Amadís de Gaula y al Caballero del Febo, protagonistas de novelas de caballerías. 275 v. 268 Flegetón: En la mitología griega, el ‘Flegetonte’ es un río de fuego que discurre por el Hades. 276 v. 272 Clusio: Explica Pineda en los Diálogos familiares de la agricultura cristiana, I, p. 220, que después de construir el laberinto de Lemnos y el sepulcro del rey Porsena de Toscana, su 274

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De estas piedras pudiera el egipciano hacer estatuas de grandeza rara, también el César para el dios tirano, pues no en Tebaide277 aquí mayor la hallara. El tronar crece y dice el pueblo insano: «¡quien de aquí se saliera, aunque habitara en medio de los yelos de Alemania o en los truenos terribles de Campania!».278 Y en un instante la crecida tierra y aquellos edificios de la roca, ya celebrados de una y otra sierra, sucintamente y con industria poca, allá en el centro húndese y encierra, y en todo su lugar abrió una boca tan grande y espantable que al profundo casi por ella pueda entrar el mundo. Aquellas islas de Hélide y Bura279 no tan veloces desaparecieron cual estos montes, pues con ser de altura, en pequeña distancia no los vieron. Ni aquella talantea280 se apresura como estos riscos presurados fueron, ni cual ellos con tal presteza corre

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artífice estaba «aún con vanidad de sobrepujar en semejantes profusiones pródigas las soberbias ostentaciones de los otros reyes bárbaros. Y hízole en la ciudad de Clusio, de piedras cuadradas de sillería en cuadro, y cada lienzo de los cuatro tenía treinta pies de ancho y cincuenta de alto; y en lo bajo estaba el labirinto inextricable, del cual, quien en él entraba sin un hilo que le guiase para la salida, no hallaba remedio. Sobre aquel edificio cuadrado estaban cinco pirámides, en cada esquina la suya y una en medio, de a setenta y cinco pies de ancho en las bases, y de a ciento y cincuenta de alto; y en lo alto un gran globo de metal y encima un capitel, del que colgaban campanas trabadas con cadenas, que, movidas por el viento, sonaban hasta muy lejos; y sobre esto había otras cuatro pirámides de a cien pies en alto, y encima destas un suelo, del cual se levantaban otras cinco, cuya altura, de vergüenza, no la dijo Marco Varrón, de quien Plinio sacó esta conseja; y la concluye diciendo que despechó al reino para hacer una locura que no había de ser de algún provecho». 277 v. 276 Tebaide: ‘Tebas’, actual Lúxor. 278 v. 280 truenos... Campania: Región del sur de Italia en cuya zona costera se concentran los macizos volcánicos del monte Vesubio, los Campos Flégreos, Roccamonfina y el monte Epomeo. 279 v. 289 Hélide y Bura: Ambas destruidas por el terremoto del año 373 a.C. 280 v. 293 talantea: ‘tantálea’, de Tántalo. Es derivado que ya había utilizado el marqués de Santillana para referirse a la «fuente talantea».

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al abismo del belga281 aquella torre. Tras esto de cenizas y de arenas llovieron pluvias que la tierra cubren, y tantas fueron que el ganado apenas los pimpollos del pasto los descubren; después quedaron las cañadas llenas y hasta las tejas del tejado encubren; cual la escarcha blanquea y hinche el suelo, así lo ocupa de ceniza el cielo. Diversos días menudea y llueve, volviendo en ellos a exhalar el humo, y mi lengua a contarlo no se atreve, aunque más diga de lo que presumo. Todas las calles nos parecen nieve, el cielo pez, y en esto me resumo: en deciros que tanto se estendieron que en la isla del Hierro se cogieron. Ya la mucha llovida tiene ciego el horizonte y a la gente ciega cuando arroja la boca a llamas fuego, que la más baja hasta Cintio282 llega. Y tras de ellas echaba piedra luego tan alto que la vista al mundo niega, no son tan grandes como las primeras, aunque son como casas las postreras. Las llamas que a Sibarita283 encendieron, y aquellas grandes que abrasó la Grecia,284 y las que en Delfos a su templo ardieron,285 y aquellas que encarece Flegia286 y Presia287 una centella del que pinto fueron, pues tala el monte, abrásalo y desprecia.

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v. 296 abismo del belga: ‘Guerra de Flandes’. v. 316 hasta Cintio: ‘hasta el sol’. Cfr. notas 91 del Libro primero y 1 del Libro segundo. 283 v. 321 Sibarita: Síbari, ubicada en el golfo de Tarento, en el mar Jónico, fue destruida hacia el año 510 a.C. por sus enemigos de Crotona. 284 v. 322 abrasó la Grecia: ‘Guerra del Peloponeso’. 285 v. 323 Delfos a su templo ardieron: El templo de Apolo en Delfos fue destruido en el año 373 a.C. 286 v. 324 Flegia: ‘Flegias’, ciudad beocia en la que vivían los griegos más belicosos 287 v. 324 Presia: ‘Persia’, pueblo belicoso por antonomasia de la Antigüedad. 282

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Si de pórfido288 fuera y serpentino,289 también lo ardiera cual sebina290 y pino. De este volcán, al que lo ve increíble, contaros su aspereza no me atrevo, que su mucha grandeza es imposible decírosla, aunque halle estilo nuevo. No le llega el Estrómbalo291 en terrible, ni Mongibel,292 Masaya293 ni Vecebo.294 Si Plinio viendo el otro no muriera,295 por ver aqueste treinta vidas diera. Estiéndense las llamas infelices aún sin ser de los vientos compelidas, y por ellas los ánimos felices de suspensos no curan de sus vidas, porque las grandes que metió Cambises296 en Egipto no fueron tan crecidas, pues en estas se vieron las del carro mal regido del ánimo bizarro.297 Una quebrada hizo allí una grieta, donde un olor tan malo se recoge que más con él que con la vil saeta

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v. 327 pórfido: ‘roca compacta de color oscuro’. v. 327 serpentino: ‘piedra verdosa de dureza similar al mármol’. 290 v. 328 sebina: ‘sabina’, arbusto. 291 v. 333 Estrómbalo: ‘Estrómboli’, isla volcánica del Tirreno. 292 v. 334 Mongibel: ‘Mongibelo’, es el nombre que se da a la montaña en que está el cono volcánico del Etna. 293 v. 334 Masaya: Volcán nicaragüense al sur de Managua, al que los conquistadores españoles denominaron como «Boca del Infierno» y, debido a esto, colocaron en el siglo xvi, al borde de uno de los cráteres, una cruz para conjurar al diablo. 294 v. 334 Vecebo: ‘Vesubio’, famoso por la erupción que en el año 79 acabó con Pompeya y Herculano. 295 v. 335 Plinio... muriera: La erupción del Vesubio sorprendió a Plinio el Viejo en Miseno. Con la intención de socorrer a algunos amigos y observar el fenómeno desde cerca aportó con sus galeras en Estabia y allí murió, probablemente asfixiado. 296 v. 341 Cambises: Cambises II, rey de Persia y conquistador de Egipto. Cuenta Heródoto en Los nueve libros de la Historia, III, 16 que al llegar a Sais entró Cambises en el palacio del difunto Amasis y ordenó que sacaran su cadáver de la sepultura para azotarlo y humillarlo de diversos modos, terminando finalmente por quemarlo, lo que no era costumbre ni entre los egipcios ni entre los persas. 297 vv. 343-344 carro... bizarro: Alude al mito de Faetón y a su incapacidad para conducir el carro del Sol, con los estragos que causó en África, al bajar demasiado y quemarla. 289

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de pestilencias Cloto298 vidas coge. Y su tierra amarilla, verde y prieta al cuerpo hincha y en muriendo encoge, y los que al sitio los guió la suerte en la casa quedaron de la muerte. Ni la peste de Locro299 o la de Pera300 ni la que en Babilonia causó el arca301 no fue cual esta, pues la sed más fiera más que esotras mitiga de la Parca. No hay ave que no caiga al vuelo y muera ni ganados de los que el sitio abarca; si Cutrón situada allí estuviera, libre de peste,302 como fue, no fuera. Yo tengo por prudente al que se escusa en tomar que decir cuento a su cargo, si tiene, como yo, lengua confusa, pero al fin me mandastes, sin embargo. Y cual si fuera singular, difusa, agora la atención pido y encargo, y oiréis lo que jamás se oyó, que admira a cuanto Timbrio303 en su carrera mira. Aquellas seis y esotra de Artemisa304 298

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v. 348 Cloto: Cfr. nota 110 del Libro primero. v. 353 Locro: ‘Locros’, actual Locri, en Calabria. En la versión aragonesa de las Historias contra los paganos, p. 167, de Orosio, que patrocinó Juan Fernández de Heredia, se explica que «la ciudat de Locros, que era assentada al piet del mont Atlant, pegada a él e continuada por la tierra plana, en el su sitio fue departida e tallada del mont por muit grant e arrebatado comovimiento del mar que sobrevino a so hora, e en esta manera, fecha isla, se despobló e se desfizo. Semblantment, esdevino en aquellos tiempos que grant pestilencia assallió al miserable romanient de aquellos de Athenas, por la cual cosa la ciudat estuvo grant tiempo despoblada e destruida». 300 v. 353 Pera: Nombre con el que se denominaba al actual distrito de Beyoğlu, en Estambul. Alude a la primera pandemia documentada: la Peste de Justiniano, que comenzó en el año 541 y asoló la entonces Constantinopla para extenderse posteriormente por Europa y acabar con hasta la mitad de la población antes de que desapareciese en el siglo viii. 301 v. 354 Babilonia causó el arca: Se refiere a la profecía bíblica de la destrucción de la ciudad, que sería reducida como Sodoma y Gomorra (Isaías 13, 19-20). 302 vv. 359-360 Cutrón... libre de peste: ‘Crotona’, en Calabria, era un lugar que, según se decía en la Antigüedad, nunca había sufrido peste alguna, de ahí el proverbio: «Nil Crotone salubrius» (‘ningún lugar más saludable que Crotona’), recogido por Erasmo en Adagia 2.4.43. 303 v. 368 Timbrio: Cfr. nota 208 del Libro tercero. 304 v. 369 Aquellas seis y esotra de Artemisa: Se refiere a las siete maravillas del mundo antiguo: la Gran Pirámide de Guiza, los Jardines Colgantes de Babilonia, la Estatua de Zeus en Olimpia, 299

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y lo que al chino mil millones cuesta305 son todas vistas de donaire y risa al parangón de lo que agora resta. Ningún misterio con aqueste frisa, ni cosa ha habido ni la habrá cual esta; y así, por verla, aquel marqués hispano se dio la muerte con su propria mano.306 Y es esta: de la boca revertieron piedras ardiendo en fuegos espantosos, y en tanta multitud salen que hicieron de fuego siete ríos caudalosos. Poco a poco de allí a la mar corrieron, aunque los dos, con furia presurosos, más antes que corriesen ocuparon tres leguas cuando luego rebosaron. Ni la creciente307 del Callao de Lima,308 ni aquella antigua de la antigua Lorca,309

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el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas, el Faro de Alejandría y el Templo de Artemisa en Éfeso. Cfr. v. 216 del poema. 305 v. 370 lo que al chino mil millones cuesta: ‘La Gran Muralla China’. Se tenía información reciente del país cuando escribe Bernardo de la Vega, gracias sobre todo a la Historia [...] del gran reino de la China de Juan González de Mendoza, impresa en 1585 por primera vez y que gozó de sucesivas reediciones. Allí dedica el agustino un capítulo a la «grandeza, bondad, riqueza y fortaleza del Reino de la China», en el que da cuenta de su situación geográfica y las particularidades de su relieve; y, a propósito de ello, ofrece datos sobre la construcción de la muralla: «Por la otra cuarta parte está este reino cercado de una asperísima sierra que tiene quinientas leguas de cordillera, donde, como quedasen algunos pedazos abiertos por naturaleza, [...] viéndose acosado del gran tártaro y paresciéndole que se podía defender dél fácilmente cerrando aquel portillo que la naturaleza había dejado abierto, lo hizo con muerte de muchos millares de hombres (por usar en ello de gran tiranía) y después fue causa de su propia muerte. Esta montaña con este suplemento humano es la muralla famosa del Reino de la China, que tiene quinientas leguas» (González de Mendoza, 1585, pp. 389-390). 306 vv. 375-376 aquel marqués hispano... propria mano: No hemos hallado noticia de ningún marqués que se suicidara por causa de la erupción del volcán canario. 307 v. 385 creciente: ‘crecida’. 308 v. 385 Callao de Lima: Fue arrasado el 9 de julio de 1586 por el maremoto ocasionado tras un fuerte movimiento sísmico. 309 v. 386 aquella antigua de la antigua Lorca: Probablemente se refiera a la riada de San Luis de 1545, aunque resulta difícil de precisar, pues el río Guadalentín, tan propenso a desbordarse a lo largo de la historia en la localidad murciana, también causó estragos en otros momentos del siglo xvi. Romera Franco, 2008, p. 185 explica que durante esta centuria «es de destacar la riada de San Luis de 1545, que las crónicas calificaron como “muy dañina”. Menos grave fue otra de 1551. La del 17 de septiembre de 1568 se produjo de noche, pillando desprevenida a la población,

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ni la soberbia que llorando intima el isleño infelice de Mallorca,310 no como aquesta aflige ni lastima; pues digo al del Fayal311 y al de Menorca312 que lo más que las aguas allí hicieron acá en lo menos de las llamas vieron. Tendrán de longitud tres leguas largas, porque tanto del mar la boca dista; de latitud, pues la verdad me encargas, uno[s] cien pies, medido por la vista. Ni aquellas brasas a la gente amargas, ni a su curso no hay breña que resista, pues si le llega hace cualquier monte más mudanzas que el mar de Negroponte.313

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y entonces el agua se llevó gran número de casas y muchas personas quedaron en la miseria. Dos avenidas importantes también se produjeron en 1577». 310 vv. 387-388 ni la soberbia... isleño infelice de Mallorca: Alude a las inundaciones que provocaba el torrente de la Riera (Sa Riera), que atravesaba el centro de Palma (la Rambla y el Born) hasta que fue desviado en 1613 para evitar más catástrofes (las obras, sin embargo, no se hicieron todo lo bien que debieran, pues en 1618 vuelve a haber otra inundación). De acuerdo con Grimal Gelabert, 1989, p. 22, «al llarg del segle xvi no es troba cap referència a inundacions, que de fet no apareixen documentades en el llarg període que va des de 1444 i 1618». Así pues, lo más probable es que Bernardo de la Vega esté pensando en la peor de todas ellas, acaecida en la noche del 14 al 15 de octubre de 1403, que debió de quedar muy grabada en el imaginario popular, tal y como se constata por crónicas posteriores. Vicente Mut ofrece un crudo relato de la tragedia en su Historia del Reyno de Mallorca, p. 260: «Murieron anegadas cinco mil y quinientas personas, que se llevó el Torrente, amaneciendo por la mañana todo el mar de la Bahía cubierto de cadáveres, y como el viento que movió la lluvia fue un levante, corrieron muchos cuerpos muertos llevados de las olas hacia las isletas, donde por entonces se les dio sepultura en aquellas arenas, porque nadie hallaba al padre, al hijo o al deudo que buscaba; tanto los desconoció en los rostros el formidable horror de su naufragio». 311 v. 390 Fayal: ‘Faial’, en las Azores, archipiélago muy castigado por las erupciones volcánicas, terremotos e inundaciones a lo largo del xvi. Apenas tres años antes de la impresión del volumen, las islas habían sufrido graves inundaciones, con la destrucción en la isla Terceira de São Bento y Porto de Pipas, ocurrida el 26 de febrero de 1588. Apenas unos meses más tarde, el 8 de noviembre, la isla de San Jorge sufrió otra inundación que acabó con las casas de Velas y con cientos de cadáveres arrojados al mar. 312 v. 390 Menorca: Además de los daños de las inundaciones de Palma, los menorquines habían sufrido los estragos de amenazas provenientes del mar: los otomanos saquearon y destruyeron Mahón en 1535 y en 1558, respectivamente. 313 v. 400 mar de Negroponte: Mar Egeo, donde está la isla de Eubea, llamada antiguamente Negroponte. Fue conquistada en 1205 por Bonifacio de Montferrato, líder de la Cuarta Cruzada, y en 1209 pasó a ser controlada por la República de Venecia. El 12 de julio de 1470 fue conquistada por los turcos y estaría bajo su dominio por los siguientes cuatro siglos. La pérdida de

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Estos ríos que manan del Averno, de las aguas que beben los dañados, parece industria del profundo infierno, pues fueron siete y siete los pecados;314 y que en ellos está el quebranto eterno y en la hondura y ser proporcionados que en los fosos de Nero315 y de Atajerjes316 metió aquel fuego de los templos Jerjes.317 De la mar media legua se juntaron, y todos juntos otro mar hicieron, y con ella la tierra la abrasaron y los riscos en brasas convirtieron. Sierras bien grandes al profundo echaron, y fueron tantas que la balsa hincheron318 con haber por allí sesenta brazas,319 y aun cuatro más, por ser medida a brazas.320 A distancia bien larga el mar sagrado se calienta, se abrasa, quema y arde, y, cual junto al de Tera,321 está inflamado por la mañana, por la noche y tarde. Cocido a bandas vimos el pescado, en orden puesto cual regido alarde,322

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Negroponte supuso un varapalo para los italianos, como se ocupó de inmortalizar Giovanni Maria Angiolello en su Relazione del viaggio di Negroponte. 314 v. 404 siete los pecados: Alude a los siete pecados capitales, instituidos en el siglo vi por Gregorio Magno. 315 v. 407 Nero: ‘Nerón’ (37-68), a quien se atribuye el Gran Incendio de Roma del año 68. 316 v. 407 Atajerjes: ‘Artajerjes III Oco’ (425 a.C.-338 a.C.), rey del Imperio persa y de Egipto, bajo cuyo gobierno fue quemado por Eróstrato el templo de Artemisa. 317 v. 408 Jerjes: Se refiere a la denominada como flagelación del Helesponto. Cuenta Heródoto (Historia VII, 34-36) que durante la segunda expedición de Jerjes I de Persia contra Grecia, el monarca trató de cruzar el Helesponto con un puente de barcas, pero no lo consiguió. Haciendo culpable a las olas de la destrucción del puente, ordenó que se diesen 300 azotes al mar y que se arrojaran al mismo dos cepos con una marca de fuego, para eternizar así el deshonor infligido al agua con tan peculiar castigo. 318 v. 414 hincheron: ‘llenaron, colmaron’. 319 v. 415 brazas: ‘brasas’. 320 v. 416 brazas: ‘unidad de longitud marina’. Sesenta y cuatro brazas equivalen a ciento diecisiete metros. 321 v. 419 Tera: ‘Santorín o Santorini’, pequeño archipiélago de islas volcánicas al sur del Egeo. 322 v. 422 alarde: ‘desfile militar’.

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cuyas grandes cabezas sobreaguadas323 parecían limpísimas celadas.324 Al fin el tiempo, que por todo rompe, la muchedumbre de los peces daña, y el mucho fuego el agua no corrompe, pero abrasa y consume cuanto baña. Nadie pece no coge ni interrompe las bandas, con poder, sin red ni caña, de manera que a todos parecieron los que en Siria y su estanque prohibïeron.325 Y a inquirir los curiosos el estremo se embarcaron en una hermosa barca, mas presto dice cada cual: «yo temo el rigor de los filos de la Parca». Vuélvense a tierra asiendo diez de un remo, cual mojado, cual muerto desembarca antes que el agua su vivir limite, pues el barco lo abrasa y lo derrite. Otras sesenta326 sobre la mar crece un ribazo327 de piedras y fajina,328 cuya vista estremada le apetece al alma que a gozarlo se avecina. Por una parte hasta Anfriso329 crece una labrada y bien lustrosa esquina,

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v. 423 cabezas sobreaguadas: ‘cabezas sobre la superficie del mar’. v. 424 celada: ‘pieza de la armadura que cubre la cabeza’. 325 v. 432 en Siria... prohibïeron: Alude a la diosa siria Derceto o Atargatis, mitad pez y mitad mujer. La veneración que se le tenía en Siria hizo que se prohibiera comer pescado en el lago en el que se suponía que habitaba. En el Suplemento de Covarrubias se explica que Atergatis, Atergata o Derceto «fue una diosa de los ascalonitas en Siria, a la cual Plinio llama “prodigiosa”, porque su simulacro de medio cuerpo arriba era de mujer y de medio abajo de pez marino. Dicen haber sido madre de Semíramis; [y] que mal contenta y despechada de haber perdido su castidad se arrojó en un lago, cuyo cuerpo jamás pudo ser hallado de los urinatores o buzanos; y ansí creyeron haberse convertido en alguna deidad. Los convecinos de aquel lago, por religión, se abstienen de comer los peçes de él, y ansí este nombre Atergatis quieren sea dicho: “quasi, atergatidos, quod Syriis sine piscibus sonat (que en sirio significa ‘sin peces’)”». 326 v. 441 otras sesenta: ‘otras sesenta brazas’. 327 v. 442 ribazo: ‘porción de terreno entre dos zonas de diferente nivel, con elevación pronunciada y declive’. 328 v. 442 fajina: ‘leña y ramas’. 329 v. 445 hasta Anfriso: ‘hasta el sol’. Cfr. nota 55 del Libro segundo. 324

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cuyas piedras parecen ý330 labores de la Iris331 tomadas las colores. Por donde corren, por allí crecieron el peñasco, las piedras bien diversas, y con el fuego todas se volvieron de colores purísimas y tersas. El mar estas lindezas impidieron de la suerte que al Tiguiris332 los per[s]as,333 por cuya causa ya la gente olvida los muertos y peligros de la vida. Después, aquellas piedras que volaron, la gente a voces altas apregona que eran de mina, porque las hallaron pintadas como aquellas de Verona.334 Todos la pena en gloria conmutaron, y cada cual la voz de gozo entona, porque tras del pesar es argumento dar más gusto cualquier contentamiento. Unas grandes quedaron inflamadas cien pasos de la boca y relucían, porque se vieron como el sol doradas, y aun ellas con sus rayos competían. Y las gentes, de verlas admiradas, dicen ser oro, y aun también decían que pudïera hacer de aquel tesoro Osíredes335 aquellos templos de oro. Que no las tomen, sobre graves penas, mandaron las justicias con pregones; empero, algunos de las horas buenas

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v. 447 ý: ‘ahí’. v. 448 la Iris: ‘el arcoíris’. 332 v. 454 Tiguiris: ‘río Tigris’, que hacía de frontera natural y muralla contra ataques en Oriente Medio. 333 v. 454 persas: «percas» en el original, pero corrige la Fe de erratas. 334 v. 460 pintadas como aquellas de Verona: ‘mármol de Verona o mármol de San Ambrosio’. Extraído de las canteras de Lessinia y utilizado en obras escultóricas y arquitectónicas desde el siglo ii, se distingue por sus variedades rosso (rojo) y giallo (amarillo). Aquí alude el autor al segundo tipo, que parangona con el oro. 335 v. 472 Osíredes: ‘Osiris’, dios egipcio de la resurrección, invocado aquí para referir las monumentales construcciones del Antiguo Egipto. 331

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gozaron, como aquellas de pasiones. Salen a escusas con las manos llenas de los muchos guijarros y terrones, mas largo tiempo el gozo no lo sufre el desengaño de la piedra zufre.336 Y porque más de regocijo abunden de codicia los ánimos movidos, muchas de aquellas en el fuego funden con tantos gustos mal encarecidos. Mas porque luego en desplacer redunden, dando las piedras muchos estrallidos, cuando a la fuerza de la llama abrieron, en azufre y escoria se volvieron. Al fin sobre la boca un templo grave está con terriblísimas colunas, que en media milla se midió la nave para señal de míseras fortunas. El fuego es imposible que se acabe que brota de ella, porque sale a lunas, y un cañón, que parece chimenea, con estremo grandísimo humea. Cuatro meses duró lo referido, ecepto el humo, que aún agora dura, y si lengua el deseo hubiera sido, entiendo que asombrara la pintura. Mas sospecho que fuera mal creído a saberlo explicar o fue ventura, que si aquello que vi decir supiera, de espanto alguno y de pavor muriera. El que a Tulio337 no sigue o no le imita yo no puedo entender, porque se atreve a contar cosas graves que limita con estilo grosero, torpe y leve. Y aunque mi estilo las grandezas quita, de lo contado entiendo que se debe por el volcán, si su terror penetras,

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v. 480 piedra zufre: ‘azufre’. v. 505 Tulio: Cfr. nota 20 del Libro cuarto.

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la glorïa a fenis338 de hallar las letras. Esto es, en cifra,339 lo que habéis mandado, que un pastor como yo cuente pastores, y pasar no podré del bosquejado, porque no tengo finas las colores. Pero cualquiera de saber dotado que las suyas tuviere por mejores, bien puede echar, pues solamente apunto, sobre este canto llano el contrapunto.

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Celebraron así los versos como el abundante ejemplificar y los demás preceptos que los eruditos guardan. Y Ergasto, que es ajeno de lo mucho que sabe encarecer, con estremo agradado del de su erudición, con la suya, que es la mejor del mundo, dijo que en él no se había escripto discurso más elegante y que en él no hay un verso ni flojo ni áspero ni pesado ni agudo. El de Iberia le respondió que habiendo él tenido papeles suyos, y habiendo sido quien España dio el orden de hacer los heroicos, que forzado había de saber su entera razón. En este tiempo le dijeron que había salido la barca, de que Filardo hizo mucho despecho, aplicando la culpa al pliego que esperó para llevar a España, a cuya causa escribió este soneto a Ergasto: Filardo Por la flema que tuvo tu Basilio, partiose y me ha dejado aquí la barca, adonde me mostró el rigor la Parca, ausente de mi patria y de mi asilio.340 Contempla y considera, mi Vergilio,341 así llegues a verte patrïarca, si hay más dolor en lo que el suelo abarca que estar sin mi Marfisa y tu concilio.342 Ni aún al consejo hizo bien la flema, pues es la diligencia la ventura, verdad averiguada en mis enojos. 338

v. 512 fenis: ‘Ave Fénix’. v. 513 en cifra: ‘en suma’. 340 v. 4 asilio: ‘asilo’. 341 v. 5 mi Vergilio: ‘mi guía’, igual que lo fue para Dante en la Divina Comedia. 342 v. 8 concilio: ‘compañía’. 339

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Con ímpetu el barquillo, Ergasto, rema, ocasión de no ver la hermosura de aquella que por ti verán mis ojos. Al proprio punto respondió el divino Ergasto: Ergasto Filardo, es menester pedir auxilio, para escribir, al ínclito Petrarca, el tesoro de Grecia y Dinamarca, el grave estilo, frasis del concilio. Esfuérzate, pues eres Paulo Emilio,343 que a veces gana más quien no se embarca, y presto de Marfisa, roja y zarca,344 verás la fina rosa y blanco lilio. Para arribar a palma tan suprema y merecer gozar de la figura que de amor enriquece los despojos, es justo que preceda tiempo y tema dolor, perseverancia y desventura, que el sol no puede verte sin antojos.

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Y Silvano, hermano de Ergasto,345 tomó la pluma y, asimilando al valor de la suya, dijo:

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v. 5 Paulo Emilio: Lucio Emilio Paulo, muerto en la batalla de Cannas (2 de agosto de 216 a.C.), que se libró en contra de su consejo. A pesar de ser partidario de no luchar, y siendo obligado por el senador a entrar en combate, cuando se le ofreció la posibilidad de huir por la cercanía de la derrota, optó por mantenerse en el campo de batalla con los suyos. Su heroísmo lo elogió Horacio en la Oda I, 12, 37-38: «animaeque magnae / prodigum Paulum superante Poeno» (‘[cantará mi musa agradecida] a Paulo, pródigo de su gran alma en las victorias penas’). También Petrarca, a quien se invoca en el segundo verso del soneto, recogió la gesta en su Triunfo de la fama I, 53. 344 v. 7 zarca: Cfr. nota 165 del Libro cuarto. 345 Silvano, hermano de Ergasto: Cfr. nota 209 del Libro cuarto.

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Silvano No porque de Helicón el soberano346 patrón me admita al venerable coro,347 pues de este y de cualquier almo tesoro jamás gozó el bucólico Silvano.348 Vuestro frasis y estilo cortesano ha enriquecido aquel venero de oro, señor Filardo, a los que en pena y lloro nos cerca el furibundo mar insano. Esto y el ver que habéis quedado aislado, por no alcanzar la barca que a los ojos irá sin vos, de quien los vuestros mueve; aquesto de [e]screbir349 causa me ha dado, y pues son la ocasión vuestros enojos, al menos mi intención no se repruebe.

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Respondió el de Iberia: Filardo El discurso, el estilo soberano de las hermanas del divino coro se halla, y de Timbreo350 aquel tesoro, en lo que escribe mi pastor Silvano. Más eres que el de Anfriso351 cortesano, pues has librado con tu pluma de oro a Filardo de aquel incendio y lloro que le dio a su despecho el mar insano. Aplico a mi ventura estar aislado, pues, por estarlo aquí, vieron mis ojos la letra que su gloria al alma mueve;

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v. 1 de Helicón el soberano: ‘Apolo’, a quien está consagrado este monte de Beocia, en el que habitan las musas. 347 v. 2 venerable coro: ‘coro de las musas’. 348 v. 4 bucólico Silvano: Cfr. nota 56 del Libro primero. 349 v. 12 de escrebir: «descrebir» en el original. 350 v. 3 Timbreo: ‘Apolo Timbreo’, por el templo que tenía el dios en Timbra. 351 v. 5 el de Anfriso: ‘Apolo’. Cfr. nota 55 del Libro segundo.

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y de suerte es el gusto que me ha dado que ha ocupado el lugar de los enojos y por ella no habrá quien le repruebe. E incitado el ausente ibero de su pasión y de la que le dio partirse el bajel sin gozar su ocasión dijo: Filardo Cual Olimpa llamando a su Bireno,352 Filardo triste al margen de la orilla, «espera», dice, «espera», a la barquilla353 que ya se engolfa en el cerúleo seno. «¡Ah, piloto!, si penas como peno —dice el pastor—, tendrás de mí mancilla;354 dios del Tridente355 en tu sagrada silla, vuelve las olas, ponte, Eolo,356 el freno. ¿No te duelen mis lástimas y queja, capitán del bajel y de mi pena, o tienes esta ofensa por victoria? Si esto es cierto y mi voz hiere tu oreja, contempla [a] mi Marfisa en tierra ajena y llévame contigo a ver su gloria».

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Y Ergasto le envió estas redondillas:357

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v. 1 Olimpa... Bireno: Episodio de Orlando furioso en el que, bajo los nombres de Olimpia y Bireno, imitó Ariosto la fábula griega de Ariadna y Teseo. Cfr. Chevalier, 1968, pp. 160-162. 353 v. 3 barquilla: El sentido metafórico de la barquilla o el simbolismo del barco, del leño o de la nave en tanto que correlato del decurso de la vida humana han sido suficientemente estudiados por Curtius, 1955, pp. 189-193; Morby, 1953 o Sánchez Jiménez, 2006, entre otros eruditos. 354 v. 6 mancilla: ‘lástima’. 355 v. 7 dios del Tridente: Cfr. nota 296 del Libro tercero. 356 v. 8 Eolo: Dios de los vientos. 357 redondillas: Se trata de una copla real. Explica Navarro Tomás, 1995, p. 266 que «para Rengifo, que la designaba generalmente como redondilla de cinco versos, era la redondilla por antonomasia».

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Ergasto Fue batiendo palma a palma la bella olimpia figura,358 el que pierde allá en La Palma ver la angélica figura por quien ganó heroica palma. ¡Oh, corazones de canto, almas que al mar pagáis pecho! No moviera, estando a canto, el más valeroso pecho y el más regalado canto.

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Esto duró hasta que fue hora de cena, la cual tuvo Montano prevenida, hallándose en ella todos los amigos; y Marquino, que fue bien regalado, por merecerlo su valor. Y cuando fue hora de recogerse, Ergasto llevó al ibero y a su amigo a su cabaña, adonde aquella noche y otras les regaló y hospedó escogidamente. Y no fue el menor gusto darle el valeroso canario al ibero en respuesta de su epístola de isdrújulos359 esta canción: Ergasto Filardo, cuyo tálamo, a pesar del satírico, gozó en La Palma de los dulces dátiles; a quien con mirto y álamo, con verso heroico y lírico, deben eternizar tiempos versátiles.360 Si las alas volátiles de vuestros varios términos pusieran a mi péndola361 la pluma de oropéndola;362 si vuestra discreción pusiera en términos

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v. 2 olimpia figura: Cfr. nota 352 del Libro cuarto. respuesta... isdrújulos: Cfr. nota 3 del Libro cuarto. 360 v. 6 tiempos versátiles: ‘épocas cambiantes, mejores tiempos’. 361 v. 9 péndola: Cfr. nota 78 del Libro cuarto. 362 v. 10 pluma de oropéndola: ‘pluma dorada como el sol’. 359

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la mía tan estítica,363 haciéndola económica y política; pudiera ser que el ánimo me levantara el ánima a presumir cantar de vuestros méritos, y que el valor magnánimo y la gente magnánima quedara lleno y llena de deméritos, presentes y pretéritos, el cómico y el trágico. Los ánimos poéticos y los orgullos béticos, el orador, el músico y el mágico y los que son más hábiles pudiera ser quedaran por inhábiles. Nereidas,364 hamadríades,365 que en el profundo piélago tenéis de vidrio lúcido habitáculo; sirenas y vos, dríades,366 que allá en el archipiélago de Proteo escucháis la voz y oráculo;367 y tú que con el báculo tridente el mar horrísono sueles volver pacífico;368 y tú, delfín magnífico que de Arïón oíste el son dulcísono;369 ¿por qué todos, solícitos, a Filardo no dáis favores lícitos? Mirad que en la marítima ribera del Adlántico

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v. 12 estítica: ‘mezquina’. v. 27 Nereidas: ‘ninfas del mar’. 365 v. 27 hamadríades: ‘ninfas de los árboles’. 366 v. 30 dríades: ‘ninfas de los robles’. 367 v. 32 Proteo... oráculo: Dios marítimo, hijo de Poseidón, que podía vaticinar el futuro, aunque cambiaba de forma para evitar verse obligado a hacerlo. 368 vv. 33-35 báculo tridente... pacífico: Cfr. nota 296 del Libro tercero. 369 vv. 36-37 delfín... dulcísono: Arión de Lesbos, hijo de Poseidón y mítico cantante y tañedor de lira o cítara. Se salvó de morir asesinado en alta mar mediante su música, tan aguda que atrajo a los delfines, alcanzando tierra a lomos de uno de ellos. 364

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está, por no tener batel370 belígero. Mirad que no hay epítima,371 si no es la de su cántico, que le conforte en trance tan armígero. Mirad que del alígero tiempo se duele, y tácito lamenta melancólico, y en término bucólico suspira el dilatar su beneplácito. Por eso, salid fáciles y llevalde a Marfisa en hombros ágiles. De la estéril Península, de confites frutífera,372 a la vista aparentes y sofísticos,373 al puerto de la ínsula, que el nombre de Palmífera374 la soleniza, iréis cantando dísticos. Y con olores místicos, ambrosía y néctar célico,375 confortaréis el válido pecho, en amor más cálido que el de Leandro y que el de Marte bélico, hasta llegar a término do a la segunda Hero376 amó sin término. Y allí con voz argónica377 diréis: «Marfisa angélica, goza de tu Filardo años nestóricos378 y la ribera hispánica

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v. 42 batel: ‘bote, barco pequeño’. v. 43 epítima: ‘consuelo, medicina’. 372 v. 54 confites frutífera: ‘que produce dulces de azúcar’. 373 v. 55 sofísticos: ‘sutiles, refinados’. 374 v. 57 Palmífera: ‘La Palma’. 375 v. 60 néctar célico: ‘licor celestial’. 376 v. 65 Hero: Alude al mito de los desdichados amores de Hero y Leandro. Cada noche, Leandro atravesaba el Helesponto para visitar a su amada, siguiendo la luz de la llama que esta le encendía en su torre. Una noche el viento apaga la lumbre y el enamorado se descamina y muere ahogado, tras lo que Hero se suicida arrojándose desde su torre. 377 v. 66 voz argónica: ‘argiva’, ‘propia de Apolo’. Cfr. nota 101 del Libro cuarto. 378 v. 68 nestóricos: ‘longevos’. Cfr. nota 5 del Libro cuarto. 371

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con Medoro y Angélica».379 Iréis después a dar libros históricos y con pilares dóricos haréis una basílica junto del agua bética, do, con arte poética que exceda a la de agora y la gentílica, pondréis blasón pulquérrimo de aqueste par de amantes celebérrimo.

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Si admiró a Filardo la canción, considérelo el que llegare a leerla. Diéronle aviso de que un navío hacía su derrota380 a La Palma, y gozando de esta buena ocasión, le fue forzado conmutar los presentes regalos en los futuros que de su Marfisa espera. Diole licencia Ergasto y diéronsela Medauro y los demás amigos. Y acomodándole de muchos regalos, le envían a los que su alma desea. Y si entendiera que con el mayor encarecimiento dijera lo menos de las hidalgas ofertas y despedida de Silvano y Ergasto, lo procurara, pero escúsolo por acomodarme a lo más cierto. Al fin despidiose el ibero. Y en su despedida le pidió Ergasto encarecidamente, diciendo (que en ella se ha de pedir lo que con más veras se pretende) que con las mayores le ruega que dé aqueste papel a don Andrés Fernández de Córdoba,381 del Consejo del Rey Nuestro Señor en su Real Audiencia de Sevilla, en cuyo servicio empleó lo mejor de su vida, por ser la suya la que a los más excelentes se prefiere. El cual en sí este soneto contenía.

379 v. 70 Medoro y Angélica: Protagonistas del Orlando furioso de Ariosto, cuya historia amorosa tiene gran presencia en la literatura aurisecular española (cfr. Chevalier, 1968, pp. 235-321). 380 derrota: ‘rumbo’. 381 Andrés Fernández de Córdoba: Nacido en el municipio cordobés de Guadalcázar, desempeñó el cargo de auditor real en Sevilla durante la década de los años ochenta, cuando escribe Bernardo de la Vega. En 1585, como explica Morgado en su Historia de Sevilla, f. 65, fundó la Santa Congregación de Nuestra Señora de la Visitación, que se ocupaba de las causas de los presos indefensos. Tuvo también presencia en los círculos culturales y literarios de la ciudad hispalense, pues a él se dirige el ms. 8254 de la Biblioteca Nacional de España de la primera y segunda parte de los Coloquios o diálogos matrimoniales de Pedro Luján (Álvarez Márquez, 2007, pp. 13 y 34). Fue auditor del Tribunal de la Rota, el segundo eclesiástico más importante después del Tribunal Supremo, y obispo de Badajoz entre 1602 y 1611 (Comella Gutiérrez p. 2008, 726).

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Ergasto Honor y gloria de la edad presente,382 y última perfeción de la pasada, y a la futura, por espejo dada, en quien se vea el mundo eternamente. De la Casa de Córdoba383 excelente blasón, el cielo os tiene ya acabada la mitra celestial de amor bordada, más que la luna y sol resplandeciente. Brocado de los tres altos divinos tejen vuestras virtudes celestiales, que suben más que el levantado cedro. Y de él, por ser vuestros estremos dignos, os harán la casulla y los frontales cuando a la sucesión lleguéis de Pedro.384

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Para el ibero fue de tanto regalo y contentamiento leerle como fue decir que lo mejor que en lo mejor de su vida ha tenido es ser criado385 del subjeto valeroso. Embarcose con Marquino, adonde a instancia del generoso canario fueron regalados. El palmífero se alegraba de ver con la puntualidad y cuidado que a Filardo regalan, por entender de él que lo sabrá celebrar y estimar en España, dando a entender como todos que en sus Fortunadas se pican y estreman en ser gallardos y de generosos pechos. Y por serlo el tiempo, al de dos días llegaron a la deseada Palma, adonde fueron recebidos con alegría y gozo celestial. Y el que tuvieron Filardo y Marfisa, dígalo el que ha tenido el mayor de la tierra. El prudente Rosilo, por entender el fin que había de tener la ida del ibero, procuró la mayor suya en su ausencia, ocasión de que Marfisa mostrase más su valor y firmeza. Y mostrando el suyo Celio, previno todo lo conveniente para ser padrino 382 v. 1 honor y gloria de la edad presente: El endecasílabo lo toma de Francisco de Figueroa, del soneto que comienza: «Alma real, milagro de Natura, / honor y gloria de la edad presente, / nido de Amor en cuya vista siente / el fuego que a sus súbditos procura» (Poesías, p. 124). 383 v. 5 Casa de Córdoba: Linaje originario de la Corona de Castilla procedente del apellido Fernández de Córdoba, al que pertenecieron, entre otros, los Priego, Cabra, Comares, Sessa, Feria, Cardona, Segorbe y Medinaceli ya en el xviii (cfr. Cabrera Sánchez, 1998). 384 v. 14 Pedro: ‘Simón Pedro’, ‘Pablo de Tarso’ o ‘san Pedro’, reconocido por la Iglesia Católica como el primer papa. 385 ser criado: Los datos sobre Bernardo de la Vega son tan escasos que no hemos podido contrastar la relación del escritor con el noble. No obstante, las características de la novela hacen plausible que existiera una relación real más allá de lo ficcional. Cfr. notas 31 del Libro primero y 52 del Libro cuarto.

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de Filardo. Y los demás valedores, a despecho de algunos opuestos, celebraron el dichoso casamiento con muchos géneros de regocijos, mostrando la mucha gallardía de sus pechos: hoy, el uno, en su albergue de placer; y maña[na],386 el otro, haciendo fiestas y costosos banquetes y mil varias y estraordinarias alegrías, enramando sus cabañas con laurel y victoriosa palma, en memoria de que la llevó gozando su esperada gloria casándose con su hermosa, discreta y constante Marfisa el venturoso y discreto pastor de Iberia.387

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mañana: «maña» en el original. casándose... pastor de Iberia: El final feliz, consistente en el desposorio de los protagonistas, es recurso narrativo habitual en el género, tomado de los libros de caballerías. Así ocurre, por ejemplo, en La Diana y en La Galatea. Sin embargo, en ambos casos, el matrimonio se acompaña de la promesa de una continuación, ofreciendo así un final abierto distinto de la cerrazón que confieren los esponsales a la novela de Bernardo de la Vega. Luego de esta novela sí que se encuentran casos de finales cerrados como El prado de Valencia (1600), de Gaspar Mercader; La constante Amarilis (1609), de Cristóbal Suárez de Figueroa; El premio de la constancia (1610), de Jacinto de Espinel; o El pastor de Clenarda (1622), de Miguel Botelho. 387

ÍNDICE DE PRIMEROS VERSOS

A buen tiempo, desengaño (redondilla) 193 A Ergasto dirigida va esta epístola (carta en endecasílabos sueltos) 359 A este lugar que el mar baña (redondilla) 80 A Nise vi sus cabellos (redondillas) 233 A quién no quitará el sueño (redondilla glosada) 323 A un castillo de rica fortaleza (soneto) 169 Aire, tierra, mar y vientos (redondillas) 162 Amigo dulce, deleitoso campo (octavas) 133 Ante los nobles y el vulgo (romance a-o) 257 Aquel que quisiere ver (glosa en coplas castellanas) 221 Aquí yace en este suelo (redondilla) 238 Así gocen vuestros ojos (glosa en coplas castellanas) 322 ¡Ay de mí, desdichada y sin ventura! (endecasílabos sueltos) 183 Bajo un fúnebre ciprés (romance i-a) 304 Bien es que la fama cante (glosa en coplas castellanas) 174 Bien es que lo quite el cielo (glosa en coplas castellanas) 323 Bienvenido seáis, pastor Filardo (soneto) 346 Canta, mi musa, en levantado vuelo (octavas) 277 Cómo si el arquillo y flechas (coplas reales) 137 Con el sentimiento (redondilla menor hexasílaba) 191 Con vuestra vista restauro (redondilla) 320 Contra el rigor de Fortuna (romance ia) 347 Cual Olimpa llamando a su vireno (soneto) 430 ¿Cuándo han de querer los cielos? (redondilla glosada) 194 Cuando yo olvidare a Menga (letrilla) 152 Dando vuelta al horizonte (quintillas) 340 De azúcar, queso y ganado (redondilla) 319

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De la beldad bien lejos se retira (soneto) 186 De las faldas del sacro monte Adlante (soneto) 374 De mi libro verdad es el subjeto (soneto en preliminares) 129 De su madrastra Fortuna (romance a-o) 352 De tu desdichada suerte (redondilla) 242 Después del suceso triste (romance a-o) 224 Después que por varios casos (romance e-a) 177 Di, Jacinta, ¿dónde vas? (redondilla glosada) 242 Dijo con gritos estraños (redondillas) 285 Dios le lleve con bonanza (redondilla) 307 Discretos y felices valedores (soneto) 405 Divino Ergasto, a tu distrito aporta (soneto) 329 Divino Ergasto, en la arenosa playa (soneto) 407 Dulce, amorosa, cristalina fuente (octavas) 255 Dulces prendas y despojos (glosa en coplas castellanas) 240 El cielo guardó el decoro (redondilla) 320 El discurso, el estilo soberano (soneto) 429 El largo tiempo usar su oficio puede (soneto) 188 El padre del desengaño (romanc a-a) 208 El parabién de un rico pensamiento (soneto) 326 El que en la injuria el ánimo no enciende (octavas) 189 El ser quien sois me asegura (redondilla) 321 En alegre coyuntura (redondilla glosada) 245 En amores fue mi estrella (coplas castellanas) 195 En esta gloria y bien que estoy gozando (octavas) 270 En la mayor alegría (copla real) 180 En siete pies de aquesta tierra dura (soneto) 244 Entre los bienes de amor (redondilla) 195 Ergasto, este Gedonio malmirado (soneto) 351 Es Amor un fuego helado (copla castellana) 139 Fe que al alma tenéis entretenida (soneto) 355 Filardo, cuyo tálamo (canción) 431 Filardo, es menester pedir auxilio (soneto) 428 Fortuna, muerte y amor (glosa en décimas) 155 Fue batiendo palma a palma (copla real) 431 Gloria y fin de mis enojos (copla castellana) 187 Honor y gloria de la edad presente (soneto) 435 La que llega al estremo de hermosura (soneto) 161 Letra que ilustras mi ser (redondilla) 308 Lo poco con lo poco se contenta (soneto) 405 Los que ignorantes están (redondillas) 280 Marfisa, tu valor ha sido parte (soneto) 327 Marfisa, un pensamiento (lira que glosa el soneto «Si la deuda…») 401 Memorias tristes de mi bien pasado (soneto) 219

ÍNDICE DE PRIMEROS VERSOS

Mi baja piedra engasto en vuestro engaste (soneto en preliminares) 128 Muero de celos y amor (redondilla) 193 Ni el proceder de aquel pastor troyano (soneto) 406 No hallando ya mi desconsuelo suelo (soneto con eco) 274 No hay en valor quien te iguale (coplas castellanas) 344 No porque de Helicón el soberano (soneto) 429 ¡Oh, dulces prendas, por mi mal halladas! (verso glosado) 240 ¡Oh, mal guardado respeto! (diálogo en redondillas) 309 Ojos que libres estáis (redondillas) 145 Ojos, vuestra ausente gloria (redondillas) 170 Pastor de aquella que por su hermosura (soneto con estrambote) 332 Pastores, ¿no despertáis? (redondilla glosada) 321 Pensando en cosas de la gloria un día (soneto) 228 Por donde el sagrado Ebro (romance a-a) 203 Por ilustres me gobierno (redondilla) 319 Por la flema que tuvo tu Basilio (soneto) 427 Por qué a las puertas ajenas (glosa en coplas reales) 225 Por ser deuda infinita la que debo (carta en tercetos) 333 ¿Por qué, Marfisa hermosa? (redondillas) 371 Pues Amor me dio la palma (redondillas) 142 Qué es esto, leoneses, cuyos pechos (octavas) 284 Que es la frente espaciosa y blanca, el pelo (soneto) 295 Quedad con Dios, a Dios quedad, ribera (soneto) 304 Quejarme quiero aquí del tiempo ingrato (octavas) 176 ¿Quién a Filardo hizo desdichado? (soneto) 248 Quien dijere que adamava (letrilla) 298 Quién hay que no haga ecepción (glosa en coplas reales) 198 Quien quiere ver la divisa (redondilla glosada) 220 ¿Quién tal creyera de un gallardo pecho? (pareado endecasílabo glosado) 213 Quien triste vida sostiene (redondilla glosada) 155 Quien ve su gloria y su querida ida (soneto) 229 Ser invidiada mi vida (coplas castellanas) 264 Si a la verdad bajó al suelo (coplas reales) 397 Si con el mayor tormento (redondilla glosada) 262 Si del agua de piérides bebiera (tercetos) 376 Si del laurel, Filardo, y alta haya (soneto) 406 Si el tiempo para mi ofensa (glosa en coplas castellanas) 262 Si en el alma se eterniza (glosa en coplas castellanas) 242 Si en un lustro y otro lustro (redondilla) 318 Si la deuda debida a las mujeres (soneto) 349 Si me dio muerte la muerte (redondillas) 252 Si para grave proceder conviene (octavas) 408 Si Tirseo me ha olvidado (coplas reales) 246 Si tras de la fortuna es argumento (soneto) 239

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BERNARDO DE LA VEGA, EL PASTOR DE IBERIA

Si yo tan dichosa fuera (copla de pie quebrado) 146 Son estos los bellos ojos (romance) 237 Su belleza y el ser suyo (coplas castellanas) 275 Subiome a mayor riqueza (redondilla) 318 Tanga güerte la caralinda (letrilla) 297 Tanto mis daños recela (glosa en coplas castellanas) 245 Tirseo el infelice y contrastado (soneto) 231 Traigo en el alma al pastor (redondilla) 197 Triste y cansada vida (glosa en estancias) 213 Un tiempo supe querer (redondillas) 148 Vente a mi esperanza y fe (redondilla) 193 Vuelve, pastor, y verás (redondilla glosada) 174 Y te juro, Filardo, que es mentira (cuartetos) 293 Ya en mi daño y desventura (glosa en coplas castellanas) 194 Ya he sabido qué es la muerte (letrilla) 179 Ya que Cintio su luz le niega al día (octavas) 235 Yo apostaré que os entiende (redondilla glosada) 324 Yo apuesto que de crüel (glosa en coplas castellanas) 325 Yo soy la más venturosa (redondillas) 313 Yo vengo de mi cuidado (letrilla) 265 Yo, pastor, labrador y caballero (soneto en preliminares) 130 Zagal, por nosotros vemos (diálogo en redondillas) 160 Zagala, aunque sois morena (tercetillo glosado) 198