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Spanish; Castilian Pages [465] Year 2021
Para Vera Por Natália, Ernesto y Sergio En nombre de nuestros ancestros y de la séptima generación después de nosotros: sueño, memoria y destino
Apenas nos pusimos en dos pies comenzamos a migrar por la sabana siguiendo la manada de bisontes, más allá del horizonte, a nuevas tierras, lejanas. Los niños a la espalda y expectantes, los ojos en alerta, todo oídos, olfateando aquel desconcertante paisaje nuevo, desconocido. Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias sino equipaje. Vamos con el polen en el viento, estamos vivos porque estamos en movimiento. Nunca estamos quietos, somos trashumantes, somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes. Es más mío lo que sueño que lo que toco. Yo no soy de aquí, pero tú tampoco… JORGE DREXLER , «Movimiento»
Pero los que sueñan siguen adelante, soltando a sus loros, muriendo en sus fuegos, como los niños y los locos. Y cantando esos himnos que hablan de alas, de rayos brillantes; lengua de sus antepasados, extraña lengua humana, en estos andamios de los constructores de Babel. CECÍLIA MEIRELES , «Liberdade»
Leer y soñar de la mano de otro. FERNANDO PESSOA, Libro del desasosiego
1 ¿Por qué soñamos? Cuando tenía cinco años de edad, el niño pasó por un periodo perturbador en el que todas las noches tenía la misma pesadilla. En el sueño vivía sin parientes cerca, solo en una triste ciudad bajo un cielo lluvioso. Gran parte del sueño transcurría en un lodazal de callejones que circundaban lúgubres construcciones. La ciudad, cercada por alambradas de púas e iluminada por insistentes relámpagos, parecía más bien un campo de concentración. El chaval y los otros niños del lugar llegaban invariablemente a una espantosa casa habitada por brujas caníbales. Uno de los pequeños —nunca el niño— entraba en el edificio de tres plantas y todos se quedaban observando sus ventanas oscuras, esperando a que una de ellas se iluminara de repente y revelara el perfil del chico y de las brujas. Se oía un grito horripilante y así terminaba el sueño, que se repetía cada noche con todo lujo de detalles. El niño desarrolló pánico a acostarse y comunicó a su madre la decisión de no volver a dormirse nunca más con el fin de evitar la pesadilla. Permanecía inmóvil en la cama, solo en su habitación, luchando ansiosamente contra el sueño, decidido a mantener la vigilia. Pero al final acababa rindiéndose y después de unas horas volvía a empezar todo de nuevo. El temor de ser el niño elegido para entrar en la casa era tan grande que no le permitía evitar la repetición de la trama y hacía que cayera una y otra vez en la misma trampa onírica. Su diligente madre le enseñó a pensar en jardines llenos de flores cuando se quedaba dormido, lo que calmaba el comienzo del sueño. Pero después de la oscura cortina de la medianoche, la pesadilla regresaba de forma inexorable, como si no fuera a dejar paso a la madrugada. Poco tiempo después comenzó sesiones de psicoterapia con un excelente especialista. De esa época solo le quedan recuerdos de juegos de mesa guardados en una bonita caja de madera en el consultorio. En algún momento el psicólogo, hábil, sugirió controlar el sueño de alguna manera. Y entonces otro sueño sustituyó a la pesadilla de las brujas.
También tenía un argumento desagradable, aunque ya no de terror, sino de un suspense hitchcockiano con una sorprendente edición de imágenes. El thriller se vivía en tercera persona: el niño no veía el sueño a través de sus ojos, sino desde fuera, como si estuviera viendo una película sobre sí mismo. El sueño, que transcurría en un aeropuerto y siempre terminaba del mismo modo, se repetía todas las noches. Había un compañero adulto de pelo oscuro que ayudaba al niño a buscar a un criminal demente. El niño no lograba encontrarlo y abandonaba la estancia con su amigo. Pero entonces, para su gran ansiedad, un «movimiento de cámara» mostraba al criminal que buscaban, bocabajo, colgado del techo del vestíbulo como una enorme araña en una grieta entre las paredes… Lo más perturbador era no haberlo visto antes, aunque había estado presente todo el tiempo. Después de algunas sesiones más de psicoterapia lúdica y conversaciones sobre el control de los sueños, el niño desarrolló una tercera trama onírica, ya no una pesadilla, sino un sueño de aventuras, lleno de peligros pero acompañado de mucho menos miedo y ansiedad. Se trataba de la caza de un tigre en la selva india; el niño aparecía a todas luces como un héroe, un Mogli con ropa de colonizador británico, observado desde fuera en tercera persona. El mismo amigo adulto de pelo oscuro lo acompañaba al principio del sueño a través de una densa vegetación hasta que veían acantilados y un mar agitado. En el lado derecho del campo visual había una isla elevada, pequeña y rodeada de despeñaderos, y al fondo el sol se ponía en colores fuertes bajo un cielo gris. El final de la tarde se acercaba y era casi imposible ver la cara del amigo. El niño advertía la presencia de un tronco que conectaba el continente con la isla; suponía que el tigre estaba escondido allí y proponía a su amigo acorralarlo. Este se mostraba de acuerdo, pero explicaba que a partir de ese momento el niño tendría que seguir solo. El chaval avanzaba con un rifle en la mano y comenzaba a cruzar el tronco, manteniendo el equilibrio a varios metros de un mar verdoso y enfurecido cubierto de espuma blanca. Las nubes se abrían, el sol poniente aparecía y el horizonte se teñía de naranja, rojo y violeta. El niño pisaba el suelo de la isla y miraba la maleza con el rifle en ristre, imaginando que apuntaba al tigre detrás de las hojas. Y entonces, de repente, se daba cuenta de que el animal se había situado a su espalda, sobre el tronco. El acorralado era él. Incluso antes de la llegada del miedo, el niño decidía lanzarse al mar sin pensarlo más. Caía desde arriba y, cuando golpeaba contra el agua, el sueño adoptaba de repente la primera persona, con una vivacidad
aumentada por el brusco encuentro del cuerpo caliente con el agua fría. Advertía que estaba soñando y veía con sus propios ojos el mar oscuro que lo rodeaba. Por un instante todo se volvía gris; luego empezaba a nadar para rodear la isla, pero tenía miedo, y el temor le hacía advertir un enorme tiburón a su lado. El susto y el suspense ralentizaban el tiempo; a continuación todo se calmaba. Entre el mar y el cielo cada vez más oscuros, el niño seguía nadando tranquilamente junto al gigantesco tiburón, y nadaba y nadaba por la noche y no pasaba nada malo hasta el día siguiente… Poco tiempo después de comenzar a soñar con el tigre y el tiburón, estas tramas oníricas abandonaron al niño para nunca más volver. Desaparecieron las pesadillas, pasó el miedo a dormir, y la paz de la noche volvió a su casa. CLARO ENIGMA ¿Cómo dar sentido a tantos símbolos, a tanta riqueza de detalles? ¿Cómo explicar la repetición tan fidedigna de la trama? ¿Y la repentina aparición y desaparición de esta serie onírica? ¿Cómo lidiar con las pesadillas recurrentes que incluso llegan a suscitar miedo a quedarse dormido? Proporcionar respuestas a estas preguntas requiere entender los orígenes y las funciones del sueño. Durante la vigilia —de día o de noche, pero con los ojos bien abiertos —, experimentamos una sucesión de imágenes, sonidos, sabores, olores y toques. Despiertos, vivimos sobre todo fuera de la mente, porque nuestros actos y percepciones están ligados al mundo fuera de nosotros. Entonces, con mayor o menor periodicidad —de noche o de día, pero con los ojos bien cerrados—, entramos en ese estado de inconsciencia en el que se apaga la pantalla de la realidad. Poco recordamos de este sueño tan familiar y reparador, por lo que es común pensar que se trata de una ausencia total de pensamientos. El sueño se presenta como una «no vida», una «pequeña muerte» cotidiana, aunque esto no sea cierto. Hipnos, el dios griego del sueño, es hermano gemelo de Tánatos, el dios de la muerte, ambos hijos de la diosa Nix, la Noche. Transitorio y en general placentero, Hipnos es profundamente necesario para la salud mental y física de cualquier persona. Algo muy diferente sucede durante el curioso estado de vivir para dentro al que llamamos «sueño». Allí reina Morfeo, que da forma a los sueños. Hermano de Hipnos según el poeta griego Hesíodo, o hijo de Hipnos según el poeta romano Ovidio, Morfeo lleva los mensajes de los dioses a los reyes y lidera una multitud de hermanos, los Oniros. Estos
espíritus de alas oscuras emergen todas las noches a través de dos puertas, una hecha de cuerno y la otra de marfil, como una bandada de murciélagos. Cuando cruzan la puerta de cuerno —material que, cuando se vuelve muy fino, es transparente como el velo que recubre la verdad —, generan sueños proféticos de origen divino. Cuando pasan por la puerta de marfil —siempre opaco, incluso cuando queda reducido al grosor mínimo—, provocan sueños engañosos o sin sentido. Si los antiguos se dejaban guiar por los sueños, la confianza en ellos de los contemporáneos es mucho menor. Casi todo el mundo sabe qué es el sueño, pero pocos lo recuerdan al despertar por la mañana. El sueño en general se nos presenta como una película de duración variable, de comienzo a menudo indefinido, pero que casi siempre lleva a un desenlace concluyente. En una definición preliminar, el sueño es un simulacro de realidad hecho de fragmentos de recuerdos. Normalmente participamos en él como protagonistas, lo que no significa que tengamos control sobre la sucesión de acontecimientos que constituyen la trama onírica. Al actuar en él sin conocer su guion y dirección, muchas veces experimentamos sorpresa e incluso euforia. De igual modo, es común que el sueño escenifique situaciones de gran frustración o decepción. A pesar de reflejar las preocupaciones de quien sueña (es decir, del «soñante»), el curso del sueño es casi siempre impredecible. La lógica de los acontecimientos es fluida y errática en comparación con la realidad. La sucesión de imágenes se caracteriza por discontinuidades y cortes abruptos que no experimentamos cuando estamos despiertos. En los sueños, un personaje o lugar puede transformarse en otro con increíble naturalidad, revelando el poder de transmutación de las representaciones mentales. La secuencia entrecortada de los símbolos determina un tiempo caracterizado por lapsos, fragmentaciones, condensaciones y dislocaciones, lo que genera múltiples e incluso dispares capas de significado. El arco de posibilidades del sueño es muy amplio y bordea lo insólito, lo inverosímil y lo caótico. La interpretación de un sueño presupone la comprensión profunda del contexto real y emocional del soñante y puede ser extremadamente transformadora. ¿Por qué ese niño soñaba de forma recurrente con brujas, criminales, tigres y tiburones? ¿Sería suficiente señalar que evocaban el tiburón de Steven Spielberg o el macabro encuentro de Blancanieves con la vieja bruja malvada en la película de Walt Disney, ambos frecuentes en las pantallas de la época? ¿Qué denotan los elementos y las tramas de estas pesadillas tan nítidas y llenas de
emoción? ¿Significan algo? ¿Hay lógica detrás del sueño? ¿Es el sueño un hecho explicable de la experiencia humana o un arcano insondable? ¿Soñar es un accidente o una necesidad? Meses antes de la aparición de la primera pesadilla, un domingo al atardecer, el padre del niño murió fulminado por un ataque al corazón. La madre reaccionó con serenidad al principio, pero unos meses después, viuda con dos hijos que criar, trabajando todos los días y asistiendo a la universidad a intervalos, cayó en una fuerte depresión. Al hermano menor le llevó meses preguntar dónde estaba el padre. Fue en este contexto de sufrimiento familiar en el que surgió la terrible y recurrente pesadilla de las brujas. Ilustraba con gran riqueza de detalles el sentimiento de orfandad, así como la soledad del miedo a la muerte, descubierta de repente como algo real. Era una situación irreversible y crónica, y el niño no veía la luz al final del túnel. El sueño repetitivo expresaba ese callejón sin salida que parecía concreto e ineludible en aquel momento. La intervención profesional fue positiva. Poco después del comienzo de la psicoterapia, el sueño de las brujas dio lugar al del detective y el criminal. El terror dio paso al suspense, la inexorabilidad del sacrificio a las brujas dio lugar a una misión y el niño comenzó a tener un amigo adulto de pelo oscuro, como su padre y el mismo terapeuta. El escenario del sueño ya no era el campo de concentración de la orfandad, sino un aeropuerto, un lugar desde donde se parte hacia muy lejos. Pronto apareció el tercer sueño, la caza del tigre y el nado con el tiburón; la aventura sustituyó al suspense, la separación de la figura paterna fue aceptada como necesaria y la lucidez al final del sueño dejaba claro que el tiburón no devoraría al niño. En el recuerdo, la comprensión de que el viaje es solitario se quedó grabada en naranja, rojo y violeta. El crepúsculo del sueño tenía los colores del momento en que mi padre cayó desplomado, un domingo tan antiguo como inolvidable. RUIDO, TRAMA Y DESEO Aunque explicada por un hecho relevante de la vigilia, la serie de sueños del niño que fui tiene una dimensión de fantasía y metáfora que la sitúa más allá de la memoria traumática. Si bien la reactivación de los recuerdos está en la raíz de las funciones cognitivas del sueño y de los sueños, no basta para explicar la complejidad simbólica que caracteriza a la narrativa onírica. No es común soñar con la repetición
exacta de las experiencias de la vigilia. Por el contrario, la mayoría de los sueños se caracteriza por la intrusión de elementos ilógicos y asociaciones imprevistas. Los sueños son narrativas subjetivas, muchas veces fragmentadas y compuestas de elementos —seres, cosas y lugares — que interactúan con una autorrepresentación de la persona que sueña, que por norma general solo observa el despliegue de una trama. Los sueños varían en intensidad, y van desde impresiones confusas y débiles hasta intrincadas epopeyas de vívidas imágenes y sorprendentes giros inesperados. A veces pueden ser del todo agradables o solo desagradables, pero en general se caracterizan por una mezcla de emociones. También pueden anticipar acontecimientos del futuro inmediato, en particular cuando quien sueña experimenta ansiedad y expectativas extremas, como en los sueños de los estudiantes en vísperas de exámenes difíciles, a menudo repletos de detalles de contexto y contenido. Aunque es imposible mapear todas las tramas oníricas, no hay duda de que los sueños tienen elementos típicos. Entre los guiones clásicos, encontramos los sueños marcados por su carácter incompleto: el sueño moderadamente desagradable en el que nos descubrimos desnudos, no preparados para un examen o atrasados de forma irremediable de cara a un compromiso, en el que perdemos los dientes o nos separamos en mitad de un viaje de una persona importante a la que buscamos sin lograr reencontrar. En cuanto a los personajes, se suele soñar a menudo con familiares, amigos cercanos y personas con las que nos relacionamos en el día a día, aunque soñar con extraños también es posible, e incluso frecuente en ciertos momentos de la vida. Cualquier persona que sueñe y que sea mínimamente introspectiva recuerda sin duda tres tipos básicos de sueños: la pesadilla, el sueño gozoso y el sueño de persecución (por lo general infructuoso) de algún objetivo. La pesadilla corresponde a situaciones desagradables que no tenemos el poder de controlar o evitar. La inminencia de la agresión y el miedo dan la tónica del mal sueño, que se sustenta en el anticipo del temido desenlace. Casi nadie experimenta su propia muerte en sueños, porque en general despertamos antes de que ocurra, quizá debido a nuestra gran dificultad para activar, incluso en sueños, representaciones cerebrales incompatibles con la creencia en la propia vida. El sueño gozoso es lo opuesto a la pesadilla: presenta situaciones placenteras desprovistas de cualquier matiz de conflicto. Este tipo de sueño a menudo alimenta deseos que serían imposibles en la vigilia, de modo que satisface de forma plena e irreal a la persona que se entrega a
él. Pero los dos extremos de gozo y terror no describen la mayoría de los sueños que tenemos. Para soñar con emociones tan fuertes hay que vivirlas en la vigilia. La materia del sueño son los recuerdos, nadie sueña sin haber vivido. En palabras de Jonathan Winson (1923-2008), uno de los pioneros en el estudio neurobiológico de los sueños, «los sueños simplemente reflejan lo que le pasa a quien sueña en ese momento». REAPRENDER A SOÑAR Describir los sueños nada más despertar es una práctica sencilla que enriquece enormemente la vida onírica; en pocos días aquellas personas que nunca los habían recordado comienzan a llenar páginas y más páginas de su diario de sueños, el «sueñario», recomendado desde la Edad Antigua para estimular la rememoración onírica. El sabio Macrobio postuló en el siglo V que la investigación de los sueños depende ante todo del registro fidedigno del sueño reportado. En el siglo XX , los psiquiatras Sigmund Freud (1856-1939) y Carl Jung (1875-1961) hicieron de la interpretación de estos registros una nueva ciencia sobre la mente humana, la psicología profunda. Pero no es necesario frecuentar el diván psicoanalítico para relatar e interpretar sueños. Basta con un poco de autosugestión antes de dormir, junto con la disciplina de permanecer inmóvil en la cama al despertar, para que se abra la prolífica caja de Pandora. La autosugestión puede consistir en repetir, un minuto antes de acostarse: «Soñaré, lo recordaré y lo contaré». Al despertar, con papel y lápiz en la mano, la persona hará un esfuerzo de entrada para recordar lo soñado. Al principio la tarea parece imposible, pero rápidamente aparecerá una imagen o escena, aunque sea un tanto borrosa. La persona debe aferrarse a ella, activando su atención para aumentar la reverberación de la memoria del sueño. Es este primer recuerdo, aunque sea frágil y fragmentado, el que servirá como pieza inicial del rompecabezas, la punta de la madeja que hay que desenrollar. Los recuerdos asociados a él comenzarán a revelarse a través de su reactivación. Si el primer día este ejercicio solo reporta unas pocas frases inconexas, después de una semana es frecuente llenar páginas enteras del sueñario, con varios sueños independientes recopilados después de un único despertar. La verdad es que soñamos durante casi toda la noche, e incluso en la vigilia, aunque a eso lo llamemos «imaginación».
El sueño es esencial porque nos permite sumergirnos profundamente en los subterráneos de la conciencia. En este estado experimentamos una amalgama de emociones, algo como una colcha hecha de retazos de emotividad. Pequeños desafíos, modestas derrotas y victorias cotidianas generan un panorama onírico en el que reverberan las cosas más importantes de la vida, pero que en conjunto tiende a no tener sentido. Cuando la existencia fluye mansa, es difícil interpretar el galimatías simbólico de la noche. Por otra parte, no se puede negar, ni a las personas ricas, el derecho o la fortuna de ser atormentadas por pesadillas recurrentes, de íntimo significado. Pero para quienes sobreviven al margen del bienestar, para los que realmente temen día y noche por su propia vida, para los miles de millones que no saben si mañana tendrán algo que llevarse a la boca, algo con lo que vestirse o dónde dormir, soñar es casi siempre algo lacerante. En la vida del superviviente de guerra, del prisionero o del mendigo, el sueño es un tobogán de afectos en tonos deslumbrantes de vida y muerte, placer y dolor en los extremos del deseo. [1] El químico y escritor italiano Primo Levi (1919-1987), superviviente del exterminio nazi en Auschwitz, relató una pesadilla recurrente tras su doloroso regreso a Turín: Es un sueño que está dentro de otro sueño, distinto en los detalles, idéntico en la sustancia. Estoy a la mesa con mi familia, o con amigos, o trabajando, en una campiña verde: en un ambiente plácido y distendido, aparentemente lejos de toda tensión y todo dolor; y sin embargo experimento una angustia sutil y profunda, la sensación definida de una amenaza que se aproxima. Y, efectivamente, al ir avanzando el sueño, poco a poco o brutalmente, cada vez de modo diferente, todo cae y se deshace a mi alrededor, el decorado, las paredes, la gente; y la angustia se hace más intensa y más precisa. Todo se ha vuelto un caos: estoy solo en el centro de una nada gris y turbia, y precisamente sé lo que ello quiere decir, y también sé que lo he sabido siempre: estoy otra vez en el Lager [Konzentrationslager , un campo de concentración nazi], y nada de lo que había fuera del Lager era verdad. El resto era una vacación breve, un engaño de los sentidos, un sueño: la familia, la naturaleza, las flores, la casa. Ahora este sueño interior al otro, el sueño de paz, se ha terminado, y en el sueño exterior, que prosigue gélido, oigo sonar una voz, muy conocida; una sola palabra, que no es imperiosa sino breve y dicha en voz baja. Es la orden del amanecer en Auschwitz, una palabra extranjera, temida y esperada: a levantarse, «Wstavać». [2]
Con el número 174517 tatuado en la muñeca, Primo Levi murió en 1987 tras precipitarse por el hueco de la escalera del edificio en el que vivía. La policía trató el caso como un suicidio.
RESISTIR EL INSOMNIO DEL MUNDO La palabra «sueño», del latín somnium , significa muchas cosas diferentes, todas experimentadas durante la vigilia y no durante el sueño. «He hecho realidad el sueño de mi vida» o «mi sueño de consumo» son frases utilizadas a diario por la gente para decir que pretenden o han conseguido alcanzar algo. Todo el mundo tiene un sueño, en el sentido de plan futuro. Todos queremos algo que no tenemos. ¿Por qué «sueño», un fenómeno por lo general nocturno que puede evocar tanto el placer como el miedo, es precisamente la palabra utilizada para designar todo aquello que se quiere tener? El repertorio publicitario contemporáneo está convencido de que los sueños son la fuerza motriz de nuestros comportamientos, la motivación íntima de nuestras acciones externas. «Deseo» es el sinónimo más preciso de la palabra «sueño». En una emisora de radio brasileña, el anuncio de la Iglesia Universal del Reino de Dios lo deja claro: «Aquí está el lugar de la materialización de los sueños por la fe». La fuerza del vínculo entre sueño y felicidad es impresionante. Así, en el anuncio de una tarjeta de crédito en Santiago de Chile aparece la milagrosa promesa: «Hacemos realidad todos tus sueños». En la zona de desembarque de un aeropuerto de Estados Unidos, bajo la foto enorme de una pareja guapa y sonriente que navega a vela por un mar caribeño en un día soleado, se lee la críptica frase: «¿Adónde te llevarán tus sueños?», cerca del logo de la compañía de la tarjeta de crédito; del anuncio se deduce que los sueños son como los veleros, capaces de llevarnos a lugares idílicos, perfectos, en extremo… deseables. Las ecuaciones «sueño es igual a deseo, que es igual a dinero» tienen como variable oculta la libertad de ir, de ser y sobre todo de tener, libertad que incluso los más miserables pueden experimentar en el mundo de las reglas laxas del sueño nocturno, pero que en el sueño diurno es privilegio de los poseedores de una tarjeta de plástico mágica. La rutina del trabajo diario y la falta de tiempo para dormir y soñar, que afectan a la mayoría de los trabajadores, son aspectos cruciales del malestar de la civilización contemporánea. Es manifiesto el contraste entre la relevancia motivacional del sueño y su banalización en el mundo industrial globalizado. En el siglo XXI , la búsqueda del sueño perdido incluye aparatos para monitorizarlo, colchones de alta tecnología, máquinas de estimulación sonora, pijamas con biosensores, robots para ayudar a dormir y una montaña de medicamentos. La
industria de la salud del sueño, un sector en rápido crecimiento, tiene un valor estimado de entre treinta mil y cuarenta mil millones de dólares. [3] Aun así, prevalece el insomnio. Si el tiempo es siempre escaso, si cada día nos despertamos con la insistente alarma del despertador, todavía somnolientos y ya tarde para cumplir compromisos que se renuevan hasta el infinito, si tan pocos recuerdan qué sueñan por la simple falta de oportunidades de contemplar la vida interior, cuando el insomnio hace estragos y el bostezo se impone, se llega a dudar de la supervivencia del sueño. Y, sin embargo, se sueña. Se sueña mucho y a gran escala, se sueña con avidez a pesar de las luces y de los ruidos de la ciudad, del incesante trabajo diario y de la tristeza de las perspectivas. La hormiga escéptica dirá que quien sueña de forma tan libre es el artista, la cigarra de la fábula que necesita poco para vivir. A principios del siglo XVII , William Shakespeare escribió que «somos de la misma materia / de la que están hechos los sueños». [4] Una generación más tarde, en la obra de teatro La vida es sueño , Pedro Calderón de la Barca dramatizó la libertad de construir el propio destino. [5] El sueño es la imaginación sin freno ni control, sin ataduras, para temer, crear, perder y encontrar. Con el discurso «I Have a Dream», el reverendo Martin Luther King situó la necesidad de justicia e integración racial en el centro del debate político estadounidense. En un país construido por esclavos africanos, sus descendientes eran obligados a construir el «sueño americano», pero se les prohibía disfrutarlo. Líder de la lucha pacífica pero obstinada por los derechos civiles en Estados Unidos y galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1964, Martin Luther King fue asesinado a tiros cuatro años después. Murió King, pero no el sueño, que floreció y creó de forma progresiva un espacio para la reducción de la desigualdad racial en el país. En tiempos del presidente Donald Trump, casi setecientas mil personas, llegadas a Estados Unidos antes de cumplir los dieciséis años y que recibieron amparo del programa de legalización de inmigrantes de la era de Obama, luchan desesperadamente por permanecer en la nación en la que han pasado su infancia y adolescencia. La mayoría de estas personas nacieron en México, El Salvador, Guatemala u Honduras. Viven en el limbo y se les llama dreamers , «soñadores». Una fuerza tan poderosa requiere explicación. ¿Qué es, después de todo, el sueño? ¿Para qué sirve? Responder a estas preguntas requerirá primero entender cómo se originó y cómo evolucionó en estado mental. Para nuestros antepasados homínidos, la constatación de que el mundo
onírico no es real debió de ser un misterio renovado día tras día. Pero seguro que el advenimiento del lenguaje, la religión y el arte aportó nuevos sentidos a los enigmáticos símbolos del sueño. Curiosamente, estos fueron muy similares en diferentes culturas ancestrales. Ello es una pista importante en nuestra búsqueda para descifrar los sueños. Las pruebas históricas más antiguas sobre la presencia de sueños se remontan al comienzo mismo de la civilización. Todas las grandes culturas de la Antigüedad presentan referencias al fenómeno onírico, que marcaron en caparazones de tortuga, tablillas de barro, paredes de templos o papiros. Una de las funciones atribuidas con mayor frecuencia al sueño es la de oráculo capaz de desvelar el futuro, determinar presagios, leer la suerte y adivinar el designio de los dioses. En la antigua Grecia se tomaban los sueños muy en serio, hasta el punto de quedar situados en el epicentro de la medicina o la política. Lo mismo ocurrió en civilizaciones más antiguas, como Egipto y Mesopotamia. Escrita hace más de tres mil años, la Epopeya de Tukulti-Ninurta [6] narra conquistas del rey asirio posiblemente identificado como Nimrod, bisnieto del Noé bíblico, [7] en su guerra contra el rey babilonio Kastiliash IV. El texto cuneiforme relata que los dioses de varias ciudades bajo el control de Babilonia, llenos de ira contra las transgresiones de Kastiliash IV, decidieron castigarlo con el abandono de sus templos. Incluso el dios patrón de Babilonia, Marduk, habría justificado el ataque asirio al abandonar su santuario en el enorme zigurat que inspiró el mito de la torre de Babel. Rodeado por el ejército invasor, Kastiliash IV buscó sin éxito presagios positivos. Por fin, desesperado, dijo: «Cualesquiera que sean mis sueños, son terribles». Lo que significaba que Babilonia terminaría cayendo. Tukulti-Ninurta y Kastiliash IV son personajes históricos y la guerra ocurrió de verdad. En 1225 a. C., Babilonia fue derrotada y saqueada, sus muros, destruidos y su rey, capturado y humillado. Para completar la devastación, Tukulti-Ninurta hizo retirar del templo de Marduk su principal estatua de culto; secuestró al dios mismo, y su éxodo iba a durar muchos años. Este tipo de rapto era relativamente común, ya que se creía que la divinidad tenía una existencia concreta y estaba corporeizada en la estatua. Como pieza ejemplar de propaganda asiria, la Epopeya de Tukulti-Ninurta ilustra cómo se utilizaron los sueños para dar credibilidad a los gobernantes. Por eso mismo, presenta con claridad el problema de la elaboración secundaria, es decir, el hecho de que nunca tengamos acceso al sueño propiamente dicho, a la
experiencia primaria que de hecho ocurrió en la mente de quien soñó, sino solo a una elaboración subjetiva de la experiencia por parte de quien afirma haber soñado. En el conflicto entre Tukulti-Ninurta y Kastiliash IV, el sueño atribuido al perdedor legitimaba de forma conveniente la conquista del vencedor. Los relatos de sueños, reales o no, también ocuparon un papel central en la gestión del Estado egipcio. Un ejemplo bien conocido es la Estela del Sueño, un bloque rectangular de granito de casi cuatro metros de altura situado entre las patas delanteras de la Gran Esfinge de Guiza. Esta estela, grabada con jeroglíficos y datada hacia el 1400 a.C., cuenta que una vez el joven príncipe Tutmosis se durmió a la sombra de la portentosa estatua, que entonces estaba en parte enterrada por la arena del desierto. Tutmosis soñó que la Esfinge le prometía el trono si lograba protegerla. Según la inscripción, el joven ordenó construir un muro alrededor de la Esfinge y se convirtió en el faraón Tutmosis IV. En 2010 se descubrieron restos del muro descrito en la Estela del Sueño. EL ORÁCULO DE LA NOCHE La obtención en sueños de autorización divina para justificar actos en la realidad es una constante de nuestro pasado histórico. El carácter adivinatorio del sueño está presente en los principales textos que quedan de la Edad de Bronce (entre cinco mil y tres mil años atrás), como el Libro de los muertos egipcio y la Epopeya de Gilgamesh sumeria. [8] Además, está muy presente en la Ilíada , la Odisea , la Biblia y el Corán. Reza la tradición que Maya, madre del más conocido de todos los Budas, se quedó embarazada de él tras soñar que un elefante blanco con seis colmillos de marfil descendía del cielo y la penetraba. [9] Símbolo del favor supremo de los dioses, el elefante blanco anunciaba la naturaleza especial del niño. De manera similar, cuenta la leyenda que la concepción del filósofo chino Confucio ocurrió después de que su madre soñara con un dios guerrero y de ser fecundada por él. [10] Al final de la Antigüedad, Artemidoro [11] (siglo II ) y Macrobio [12] (siglo V ) propagaron la noción de que los sueños pertenecen a diferentes categorías según su contenido, causa y función. Artemidoro nació en la colonia griega de Éfeso, en la actual Turquía, pero vivía en Roma cuando se hizo célebre por su sabiduría y su habilidad como médico e intérprete de sueños. Basándose en extensas
lecturas y en consultas orales que fueron posibles gracias a sus viajes a través de Asia Menor, Grecia e Italia, y que le dieron acceso a los saberes de personas dispersas por las islas del Egeo y las escarpadas aldeas del monte Parnaso, Artemidoro escribió un tratado clásico sobre sueños titulado Oneirocritica . En este libro de cinco tomos, que ha sobrevivido hasta nuestros días, [13] Artemidoro recopiló sueños ejemplares y teorizó ampliamente sobre sus causas. Afirmó que el intérprete necesita conocer el historial de la persona que sueña, por ejemplo su ocupación, salud, posición social, hábitos y edad, y que debe descubrir cómo se siente el sujeto en relación con cada componente del sueño. Se debe considerar la verosimilitud de su contenido, lo que solo puede hacerse con referencia a quien sueña. Artemidoro también afirmó que los sueños pueden describir situaciones actuales (enhypnia ) o futuras (oneiroi ), pero, para diferenciarlas, los primeros deben ser interpretados de manera correcta: La distinción entre una visión y un sueño no es pequeña […]. Un sueño difiere de una visión porque indica lo que está por venir, mientras [la visión] indica lo que es […]. Algunos sueños, además, son teoremáticos [directos], mientras que otros son alegóricos. Los sueños teoremáticos corresponden exactamente a su propia imagen onírica. Por ejemplo, un hombre que estaba en el mar soñó que sufría un naufragio, y esto se hizo realidad en la forma en que se le presentó durante el sueño. Porque cuando el sueño lo dejó, el barco se hundió y se perdió, y el hombre, con algunos otros, escapó por poco de morir ahogado […]. Los sueños alegóricos, por otro lado, son aquellos que significan una cosa a través de otra; es decir, por medio de ellos, el alma está oscuramente transmitiendo algo por medios físicos. [14]
Casi dos mil años antes de Freud, Artemidoro señaló la importancia de la multiplicidad de sentidos de los sueños: Un enfermo del estómago soñó que, necesitando una receta de Asclepio, entró en el templo del dios. Y el dios extendió su mano derecha, y ofreció sus dedos para que comiese. Se curó después de comer cinco dátiles: porque a los buenos frutos de la datilera también se les llama dedos. [15]
Ambrosio Teodosio Macrobio fue un filósofo y gramático del periodo marcado por la caída del Imperio romano y la resistencia del Imperio bizantino. Su nacimiento y trayectoria no están muy claros, pero su obra tuvo un impacto duradero. Más que un compilador de sueños y teorías oníricas como Artemidoro, Macrobio fue un erudito. Su reflexión sobre los sueños utilizó como punto de partida una obra de ficción, el Sueño de Escipión , escrita tres siglos antes por el cónsul
romano Cicerón. En su Comentarios al «Sueño de Escipión» , Macrobio propuso una clasificación de los sueños ampliamente aceptada en el pensamiento teológico medieval. [16] Para Macrobio, visum (phantasma en griego) serían apariencias oníricas, también consideradas «sin significado profético», que ocurren en la transición entre la vigilia y el sueño, cuando la persona que sueña imagina «espectros» a su alrededor. Insomnium (enhypnion en griego) sería la pesadilla, considerada «sin sentido profético» y reflejo de problemas emocionales o físicos. Visio (horama en griego) sería el sueño profético que se hace realidad, oraculum (chrematismos en griego) sería el sueño oracular en el que una persona venerada revela el futuro y ofrece consejos, mientras que somnium (oneiros en griego) sería el sueño enigmático con símbolos extraños, que necesitan la intervención de un intérprete para ser comprendidos. Las dos primeras categorías enumeradas por Macrobio comprenden sueños influenciados solo por el presente o el pasado, sin ninguna relevancia para el futuro. Las últimas tres categorías abarcan la clarividencia de acontecimientos futuros (visio ), las profecías (oraculum ) y el sueño simbólico (somnium ), que requiere interpretación. Curiosamente, la atribución de carácter predictivo al sueño es un rasgo recurrente en innumerables culturas contemporáneas denominadas «primitivas» de América, África, Asia y Oceanía. [17] Estas sociedades, tan dispares, parecen preservar una común creencia ancestral en la capacidad premonitoria del sueño, considerado como la clave del destino para quienes sepan interpretarlo, fuente de predicciones, instrumento de adivinación, portal de acceso a lo que aún no ha sido pero será y también espacio de peligro espiritual. Varias culturas indígenas norteamericanas todavía fabrican el atrapasueños conocido como asabikeshiinh («araña», en lengua ojibwa), que consiste en una red atada a un aro de sauce, decorado con plumas, semillas y otros objetos mágicos. A menudo, el artefacto se cuelga sobre un niño dormido como protección, capaz de capturar, como una telaraña, cualquier fuerza maligna causante de pesadillas. De las culturas amerindias proceden algunos de los ejemplos mejor documentados de sueños proféticos capaces de guiar a pueblos enteros. Un caso ejemplar fue la visión premonitoria de un jefe comanche en 1840. [18] Hasta ese momento, Joroba de Búfalo era un jefe vigoroso pero modesto de la rama penateka de los comanches, la belicosa nación indígena que detuvo el avance español en el siglo XVIII . Su pueblo dominó durante siglos el territorio comanche, es decir, gran parte de las
praderas del sur de Estados Unidos, que comprendía áreas de Texas, Nuevo México, Oklahoma, Colorado y Kansas. Debido a su localización geográfica en el extremo meridional de este territorio, los penatekas fueron, de entre los comanches, los que quedaron más expuestos a la convivencia con los blancos, causantes directos de la desaparición de los búfalos en las praderas del sur y de las grandes epidemias de viruela y cólera. No es de extrañar que Joroba de Búfalo, así como muchos otros indígenas de su tiempo, evitaran el contacto con todo lo que procediera de los blancos, como ropa y utensilios domésticos. [19] Las tensiones aumentaron con el asesinato de varios jefes penatekas en misión de paz en la ciudad de San Antonio, en marzo de 1840. Poco después de la matanza, Joroba de Búfalo tuvo una sangrienta revelación nocturna, un vívido sueño de gran poder místico en el que los indios atacaban a los texanos y los empujaban hacia el mar. En las semanas siguientes, la visión de Joroba de Búfalo se propagó como un reguero de pólvora por toda la tierra comanche. Durante el verano, el jefe reclutó seguidores hasta reunir cuatrocientos guerreros, así como seiscientas mujeres y niños para dar apoyo logístico al ataque. A principios de agosto, este ejército descendió desde las praderas hacia el sur y tres días después invadió el territorio de la recién creada República de Texas, poblada por colonos blancos. El 6 de agosto, los comanches atacaron por sorpresa la ciudad de Victoria, a ciento sesenta kilómetros de San Antonio y a solo cuarenta del mar. Saquearon almacenes, quemaron casas, robaron miles de caballos y mataron a una docena de personas. A pesar de la victoria, la profecía onírica aún no se había cumplido. Para ello, Joroba de Búfalo guio a sus guerreros en dirección a la costa. El 8 de agosto los comanches rodearon la ciudad costera de Lynnville, entonces el segundo mayor puerto de Texas. Cuando los cientos de guerreros a caballo, vestidos para el combate, se aproximaron en una impresionante formación de media luna, en la ciudad cundió la desesperación, y después de escaramuzas y de la muerte de tres ciudadanos, los habitantes de Lynnville se lanzaron al mar utilizando las embarcaciones ancladas en el puerto. Prácticamente sin dar crédito a lo que veían, los aterrorizados fugitivos contemplaron la total destrucción de su ciudad, como en el sueño de Joroba de Búfalo. Fue el mayor ataque indígena contra una localidad de población blanca en Estados Unidos. Lynnville nunca se recuperó y hoy sigue siendo una ciudad fantasma.
DEL MISTICISMO A LA PSICOBIOLOGÍA ¿Por qué tantos pueblos diferentes atribuyeron y todavía atribuyen a los sueños la función de oráculo? ¿De dónde proviene esta idea en apariencia absurda, que desafía a la razón misma? ¿Tiene alguna explicación lógica o no es más que una vasta colección de creencias y coincidencias sin sentido? ¿Será posible explicar científicamente la noción de que la actividad onírica anticipa acontecimientos futuros? Las respuestas a estas preguntas no son triviales y solo pueden alcanzarse considerando un gran número de hechos mutuamente articulados. En el origen de este esfuerzo de síntesis encontramos la obra de Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis. Freud nació en Moravia, en la actual República Checa. Niño brillante, a la edad de veinticinco años era un médico recién formado e inseguro, pero tenaz. A finales del siglo XIX , la neuroanatomía estaba dominada por dos fuerzas conservadoras de gran autoridad, ambas de poblados bigotes: el neuropatólogo austroalemán Theodor Meynert y el patólogo italiano Camillo Golgi. Sintonizado con la vanguardia de su tiempo, Freud siguió en un principio un camino similar al del español Santiago Ramón y Cajal, que recibiría el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1906 por sus grandes contribuciones a la comprensión del sistema nervioso y por el descubrimiento de las neuronas (figura 1).
FIGURA 1. Principales partes de la célula neuronal: dendritas, cuerpo celular y axón. Las señales eléctricas procedentes de otras neuronas entran en la célula a través de las dendritas, se integran en el cuerpo celular, se transmiten a través de los axones y por último pasan a otras neuronas a través de los terminales axonales. El cerebro humano tiene aproximadamente 86.000 millones de neuronas, cada una con un promedio de 10.000 contactos con otras neuronas (sinapsis). [20]
En su inacabado Proyecto para una psicología científica , escrito en 1895, [21] Freud teorizó que el tejido cerebral constituía una red de
células individuales permeadas por el movimiento de la «actividad», que en la actualidad designamos con varios términos sinónimos: «impulso eléctrico», «potencial de acción de la neurona» o «disparo neuronal» (este último es una expresión de jerga científica para aludir a las despolarizaciones repentinas y transitorias de la membrana celular) (figura 1). Freud llegó a proponer que la repetición frecuente del paso de la «actividad» por los mismos caminos llevaría a su facilitación, produciendo recuerdos. Este mecanismo de potenciación de larga duración, similar a la disminución de la resistencia al paso del agua por un arroyo después de un torrente, solo se demostró de manera empírica en la década de 1970, como veremos más adelante. [22] A pesar de semejante capacidad de pensar sobre el sistema nervioso, Freud no se dio a conocer como uno de los fundadores de la neurociencia, sino como el creador de una nueva psicología. Diez años antes de escribir el Proyecto , como aprendiz del neurólogo Jean-Martin Charcot (1825-1893) en el hospital de la Pitié-Salpêtrière de París, Freud fue testigo de la curación transitoria de la histeria por hipnosis. Profundizó en el estudio de los trastornos de la producción de la voz conocidos como «afasias», abandonó la hipnosis y finalmente desarrolló un método terapéutico basado en el relato onírico y la libre asociación de ideas. Llegó al concepto del inconsciente cuando, a partir de la muerte de su padre, empezó a tener sueños inusualmente vívidos y simbólicos que le revelaban recuerdos e ideas insospechadas antes de dicho acontecimiento. El desarrollo de estas ideas provocó una verdadera revolución. Según el científico cognitivo estadounidense Marvin Minsky (19272016), pionero en la recreación de procesos mentales en ordenadores, Freud fue el primer buen teórico de la inteligencia artificial, al concebir el aparato mental como una máquina compuesta por diferentes partes en lugar de como un sistema monolítico capaz de generar la totalidad de los fenómenos psíquicos. [23] Cuando Minsky propuso que la inteligencia artificial sería un conjunto de sistemas paralelos interdependientes, reveló una profunda influencia del psicoanálisis. Para Freud, la mente humana comprende tres aparatos distintos —id, ego y superego— en relación íntima, aunque muchas veces antagónica. [24] El id («ello» en latín) sería originalmente inconsciente y produciría impulsos primitivos relacionados con la satisfacción de necesidades viscerales, de modo que constituiría la parte de la mente regulada por el principio del placer. Este concepto encuentra correspondencia en los circuitos neuronales que nos permiten desear y sobre todo buscar la
satisfacción de los deseos. [25] Para Freud, el id es irracional, está presente desde el nacimiento, habita el momento actual y desafía la realidad con la fuerza de la necesidad; uno no deja de tener sed solo porque se haya acabado el agua. El ego («yo», en latín) corresponde al proceso consciente que organiza la interfaz del id con el mundo exterior a través de funciones perceptuales, cognitivas y ejecutivas reguladas por el principio de realidad, es decir, limitadas por los hechos. Enfrentado a las limitaciones, el ego trata de transformarlas a través de una acción planificada, capaz de configurar el futuro de acuerdo con la experiencia previa. En la medida en que el ego incluye límites corporales, imágenes de sí mismo y un banco de recuerdos autobiográficos, su ubicación en el cerebro incluiría el hipocampo, el córtex parietotemporal y el córtex prefrontal medial. [26] El córtex prefrontal también participa directamente en el tercer aparato psíquico de la teoría freudiana, el superego. Además de gobernar el cuerpo según el principio de realidad —una influencia externa—, el ego necesita negociar el impacto de los impulsos del id con la moral ejercida por el superego, que corresponde a la introyección de las normas culturales transmitidas a los hijos por los padres o cuidadores directos. Es del superego de donde proceden la censura, la contención, la vergüenza, la crítica y la lucha contra las pulsiones del id. Tales funciones encuentran correspondencia en la actividad de varias áreas del córtex prefrontal, necesarias para la toma de decisiones, la ponderación de opciones y la inhibición de comportamientos no deseados. [27] Para atenuar los conflictos entre el superego y el id, el ego utiliza diversos procesos defensivos que reducen el sufrimiento psíquico, la represión, la supresión, la negación, la compensación, la dislocación, la racionalización e incluso la sublimación de los deseos. Si el id es infantil, el superego es un padre interior que se manifiesta en hábitos implícitos, en el recuerdo de episodios ejemplares y en reglas explícitas, declarables mediante palabras. Debido a que es acumulativo y combinatorio, el banco de recuerdos autobiográficos se vuelve increíblemente extenso con el paso del tiempo, pero solo una ínfima fracción de esos recuerdos ocupa la conciencia en cada instante. Requeridos sin cesar por el ego y el superego, los recuerdos montan conglomerados de formaciones psíquicas transitoriamente animadas, en cada momento, por la actividad de un grupo selecto de neuronas. Sin embargo, sería en la quietud de la
mayoría de la población neuronal donde residiría, de manera latente y duradera, la totalidad de los pensamientos posibles, fruto no solo de todos los recuerdos adquiridos a lo largo de la vida sino también de todas sus posibles recombinaciones. Freud denominó «inconsciente» a este océano de representaciones mentales e identificó el sueño como la «vía regia» que le daba acceso. El método del psicoanálisis se fundó sobre la actitud receptiva de escuchar atentamente al paciente, al que se invitaba a hablar de sí mismo con libertad, a recordar sueños y a asociar ideas. La propuesta era mapear los recuerdos latentes del paciente para descubrir pistas sobre el origen de sus traumas, a los que se asociaban síntomas neuróticos de todo tipo. Freud defendió que estos traumas tienen por lo general contenido sexual y se refieren a recuerdos aversivos adquiridos en la infancia, ya sea por situaciones en efecto abusivas o por la reverberación de sentimientos contradictorios entre padres e hijos. En el conflicto entre el id y el superego se generarían síntomas patológicos. En el análisis, el ego tomaría conciencia del trauma y así se abriría a la posibilidad de superarlo, aliviarlo, domarlo. Recostadas en el cómodo diván del famoso consultorio del número 19 de la calle Berggasse, en Viena, las pacientes del doctor Freud quizá no se percatasen de que estaban inaugurando una nueva forma de tratar los problemas mentales en Europa. La práctica de volverse hacia uno mismo y hablar libremente, de narrar en voz alta la propia vida, ejercida con naturalidad en tantas culturas pero violentamente reprimida en el patriarcal Imperio austrohúngaro del siglo XIX , iba a conquistar el mundo en el siglo XX . La nueva apertura de esta ventana del alma fue un gran acontecimiento científico y social. Los pacientes de Freud también ignoraban que su querido analista, tan evidentemente ungido a sus ojos por la autoridad de la ciencia, no tardaría en ser vilipendiado por ella y condenado al ostracismo. Desde el principio, Freud se enfrentó a la oposición en los círculos médicos. La noción de que los síntomas mentales y corporales podían proceder de meros pensamientos y no necesariamente de lesiones cerebrales, no resultaba aceptable para los neurólogos, aunque no fuera tan impactante como la observación de que la sexualidad está presente incluso en niños pequeños. Criticado, con razón o sin ella, por fracasos personales y profesionales, atacado por periodistas, académicos y moralistas de todo tipo y, al final, perseguido por el nazismo como peligroso intelectual judío, [28] Freud se exilió en Londres en 1938 y murió pocos días después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
En la posguerra, el psicoanálisis se extendió a países del continente americano y llegó a tener relevancia en las escuelas de medicina de Estados Unidos, aunque con el tiempo perdió terreno en favor de la psicofarmacología. La dificultad de aplicar el método psicoanalítico a todos y cada uno de los pacientes, la llegada de fármacos en apariencia capaces de suspender el brote psicótico sin necesidad de escuchar al paciente y la tendencia de los seguidores del psicoanálisis al aislamiento y a la fragmentación, además de una buena dosis de intolerancia y persecución ideológica, acabaron por purgar el establishment científico de la contribución freudiana. El influyente filósofo austriaco Karl Popper (1902-1994), que solo consideraba científicas las proposiciones potencialmente refutables, emitió su despiadado veredicto en los años sesenta: «Simplemente, el psicoanálisis no es comprobable, es irrefutable». [29] Para Popper, el psicoanálisis era una proposición metafísica, desprovista de contenido empírico y, por lo tanto, del todo arbitraria. Para la ciencia del siglo XX Freud era, en el mejor de los casos, un poeta, y, en el peor, un fraude; lo consideró tan relevante para la neuropsicología [30] como Marx para el mercado de valores o como Darwin para los neocreacionistas. A pesar de su derrota científica, las ideas de Freud lograron una victoria cultural abrumadora. A través de la clínica psicoanalítica, de las ciencias humanas y de las artes, la teoría psicoanalítica sobre la mente humana impregnó profundamente la cultura occidental, que pasó a incorporar en el lenguaje coloquial términos como «inconsciente», «ego», «represión» y «complejo de Edipo». El vocabulario junguiano no tuvo tanto éxito, pero aun así nadie se sorprende al oír la expresión «inconsciente colectivo» en una conversación. Una encuesta sobre la función de los sueños realizada a estudiantes indios, norteamericanos y surcoreanos mostró que la mayoría de ellos se identificaban con la proposición de que los sueños revelan verdades ocultas, sacando a relucir emociones reprimidas. La elección de la concepción psicoanalítica de los sueños tuvo lugar en los tres países en todas las especialidades académicas analizadas, con preferencia sobre otras teorías en principio más alineadas con la neurociencia. [31] Esto no significa que los participantes en la investigación fueran todos estudiantes de psicología o ávidos lectores de la obra de Freud. La difusión superlativa de estas ideas se produjo a pesar de —y quizá incluso debido a— la ignorancia que existía sobre ellas. La banalización y masificación de las ideas de Freud lo transformaron en un icono pop, con una fácil penetración en los círculos laicos, pero
hasta hoy su legado sigue siendo ferozmente disputado por campos antagónicos de especialistas. Desacreditadas por la ciencia del siglo XX , las ideas freudianas fueron aceptadas casi por completo fuera de sus propios términos. Si todo el mundo es freudiano, entonces nadie lo es. Sin embargo, a partir de finales del siglo XX , y en oposición al establishment médico, las proposiciones freudianas comenzaron a ser probadas científicamente. Uno de los ejemplos más impactantes fue la demostración de que la supresión consciente de recuerdos no deseados, descrita de forma pionera por Freud, es un hecho cerebral cuantificable. Experimentos de imágenes por resonancia magnética funcional, publicados en la prestigiosa revista Science por dos grupos independientes de investigación liderados por los neurocientíficos estadounidenses John D. Gabrieli y Marie Therese Banich, demostraron que la supresión deliberada de recuerdos no deseados corresponde a la desactivación del hipocampo y de la amígdala, unas regiones cerebrales dedicadas al procesamiento de recuerdos y de emociones respectivamente. [32] Resulta interesante ver que esta desactivación es proporcional a la activación de áreas del córtex prefrontal relacionadas con la intencionalidad. Así, se reveló un mecanismo neurobiológico capaz de explicar de qué manera un recuerdo de entrada consciente desaparece de forma reversible en la amplitud del inconsciente; no se trataría exactamente de olvido, sino de soterramiento. Aunque pueden identificarse conceptos similares al de «inconsciente» en varios de sus predecesores, solo con Freud y con su discípulo y rival Carl Jung pasó a ocupar un lugar central en la psicología. Ya en 1948, el zoólogo austriaco Konrad Lorenz, fundador de la etología y premio Nobel de Medicina o Fisiología, alertaba sobre la necesidad de tomar en serio la psicología profunda: Otra rama mucho más significativa de la investigación psicológica originaria de la psiquiatría permanece notablemente aislada y desconectada, aunque merece ser calificada de científica más que cualquier otro campo de la psicología. […] por mucho que rechacemos el edificio teórico construido por Sigmund Freud y Carl Jung, […] no puede haber duda de que ambos fueron observadores talentosos que señalaron por primera vez ciertos hechos irrevocables e inalienables del comportamiento colectivo humano. [33]
LA VÍA REGIA DEL INCONSCIENTE
La aportación psicoanalítica se basa fundamentalmente en los sueños y representa un punto de inflexión crucial para su interpretación. Al proponer que la interpretación onírica se debe basar en la investigación de la experiencia subjetiva de quien sueña, Freud identificó los recuerdos de los acontecimientos de la vigilia como el esqueleto que sustenta el sueño. Estos recuerdos, o restos diurnos en la teoría freudiana, son el eje alrededor del cual se aglutinan las emociones de quien sueña para generar imágenes mentales de gran poder simbólico. Un análisis minucioso de los relatos oníricos y su contraposición al contexto de vigilia permitieron a Freud desarrollar un nuevo tratamiento basado en la conciencia del paciente de sus motivaciones más íntimas. Freud señaló que el sueño, por estar menos sujeto a la censura moral que regula los pensamientos de la vigilia, era un canal privilegiado para la investigación de la psique humana. Allí aparecen conflictos de la infancia y del presente, a veces resueltos por la simple realización del deseo en el entorno fantástico de la mente, sin necesidad de compatibilidad con el mundo realmente existente, accesible durante la vigilia. En el límite de esta disonancia entre sueño y realidad, Freud postuló una conexión entre sueño y psicosis, opinión compartida por los psiquiatras Eugen Bleuler y Emil Kraepelin, pioneros en el estudio de la esquizofrenia. Como resultado de un intenso y extenso análisis de los relatos de sueño de varios pacientes y especialmente de sí mismo, Freud propuso que la actividad onírica refleja los deseos y miedos de la persona que sueña. Creó una terapia basada en el autorrelato subjetivo, la libre asociación y la interpretación de sueños y fantasías, así como en la identificación consciente de recuerdos, deseos y asociaciones simbólicas reprimidos. Ignorada por la neurociencia durante la mayor parte del siglo pasado, la teoría freudiana no comenzó a volver al debate científico sobre la mente y el cerebro hasta 1989, con la primera identificación de los correlatos electrofisiológicos de los restos diurnos. Mucho antes de Freud, se creía que los sueños se referían al futuro; después de él, llegaron a ser vistos como reflejos, imprecisos pero significativos, del pasado. Casi ochenta años después de su muerte, se acumulan pruebas de que ambas concepciones son correctas. Paso a paso, a través de una sinuosa búsqueda, toma cuerpo una teoría general del sueño y los sueños que concilia pasado y futuro para explicar la función onírica como herramienta crucial de supervivencia en el presente.
Dicha teoría es la columna vertebral de este libro. Para presentarla, será necesario considerar los experimentos pioneros que identificaron las principales fases del sueño, llamadas «sueño de ondas lentas» y «sueño del movimiento rápido de los ojos» (sueño REM, de rapid eye movement ). Será necesario desvelar la maquinaria cerebral que enciende y apaga las funciones mentales sin que tengamos la más mínima conciencia de ello. Durante el sueño de ondas lentas, que domina la primera mitad de la noche, se genera poca actividad eléctrica dentro del propio cerebro, que por eso reverbera recuerdos sin intensidad. Se trata de un estado en el que los pensamientos normales coexisten con la ausencia de imágenes sensoriales. En contraste con este sueño desprovisto de luz y formas, el sueño REM se caracteriza por una gran actividad cerebral, que reverbera recuerdos con gran intensidad. Esta reverberación es el material del que están hechos los sueños. Pero ¿tiene alguna ventaja soñar? ¿Es la extravagancia de los sueños solo un accidente evolutivo o, por el contrario, hay razones profundas para que soñemos? Freud señaló la existencia —en la narrativa onírica — de significados ocultos vinculados a la experiencia subjetiva de la persona que sueña. Por el contrario, en 1983 el biólogo inglés Francis Crick, premio Nobel codescubridor de la doble hélice de ADN, propuso junto con el matemático escocés Graeme Mitchison que los sueños son extraños e hiperasociativos y están aparentemente desprovistos de sentido porque derivan de la activación aleatoria de neuronas en el córtex cerebral. La brecha que separó durante un siglo los mecanismos neuronales del sueño de un relato exhaustivo de la subjetividad onírica fomentó este modelo explicativo antifreudiano, disociado de observaciones fundamentales disponibles para cualquier persona que sueñe capaz de un mínimo de introspección. Para Crick, los sueños no son más que fragmentos de memoria ensamblados al azar. Soñar provocaría la simple eliminación de recuerdos irrelevantes, liberando espacio de codificación para almacenar nuevas remembranzas. En otras palabras, los sueños no servirían para recordar sino para olvidar, ya que la activación aleatoria del córtex promovería la erosión implacable de los recuerdos recién adquiridos, generando un aprendizaje inverso (o desaprendizaje) esencial para que el sistema no sature su capacidad de formar recuerdos. [34] Un corolario de la teoría es que el contenido de los sueños carecería intrínsecamente de sentido, lo que eximiría a los soñantes de toda relación con sus propios sueños. Esta conclusión niega
la importancia de los sueños para la comprensión de la conciencia humana. Aunque ingeniosa, la concepción de Crick no se sostiene en vista de que es posible tener sueños recurrentes durante varias noches. Las pesadillas repetitivas son uno de los síntomas más comunes en personas que desarrollan traumas después de experimentar situaciones aversivas. [35] Dado el número colosal de neuronas y conexiones sinápticas en el córtex cerebral, es imposible explicar la existencia de sueños repetitivos —y, por lo tanto, de patrones de activación neuronal casi idénticos— a través de la activación cortical aleatoria. En otras palabras, sería imposible tener sueños repetitivos si su génesis fuera por completo fortuita. El olvido es un aspecto importante del sueño, pero no está siquiera cerca de poder explicar el fenómeno onírico en su totalidad. CICATRICES VALIOSAS Es curioso que la palabra alemana para sueño —Traum — se parezca tanto a trauma , término que en griego, con una etimología muy diferente, significa «herida». Los recuerdos son cicatrices, y su activación durante el sueño tiene una causa y un significado. Para iluminar en profundidad las funciones y razones del sueño, será necesario recorrer el largo camino que va desde la biología molecular, la neurofisiología y la medicina hasta la psicología, la antropología y la literatura, sin perder de vista que la evolución de la especie, en su fase más reciente, es toda nuestra historia. Una teoría satisfactoria del sueño y del soñar debe, en primer lugar, tener en cuenta todos los fenómenos relevantes y no solo parte de ellos. En segundo lugar, debe distinguir las diversas funciones de los diferentes estados de sueño y del soñar. Tercero, ha de producir una narrativa plausible de cómo tales estados han favorecido la capacidad de reproducir genes y cultura a través del tiempo, evolucionando hacia un conjunto de funciones acumulativas y superpuestas en capas que solo pueden ser entendidas en el orden cronológico apropiado. La articulación de todas estas herramientas conceptuales permite descifrar sueños con claridad. El punto de llegada, al final del recorrido, nos permitirá entrever un nuevo estado de conciencia humana, el sueño lúcido en el que quien sueña no es solo un personaje principal o secundario, un actor semivoluntario de la película interna de todas las
noches, sino también el guionista, productor y director de un taquillazo espectacular pero absolutamente privado. Sin embargo, antes de abordar sueños tan especiales hay que rescatar el sueño al alcance de todos, el que tenemos todas las noches pero al que prestamos poca atención: el sueño que nuestros antepasados cultivaron como oráculo y que hoy es ignorado por la mayoría de la gente. Jung consideraba que la función prospectiva del sueño es la anticipación en el inconsciente de conquistas conscientes futuras, algo así como un ejercicio preliminar o bosquejo, o un plan anticipado […]. No puede negarse la existencia de sueños prospectivos. Sería un error llamarlos proféticos, porque en el fondo no son más proféticos que un diagnóstico médico o un pronóstico del tiempo. Son simplemente una combinación anticipada de probabilidades que pueden coincidir con el comportamiento real de las cosas, pero que no necesariamente tienen que concordar en todos los detalles. [36]
Se trata, por tanto, de comprender profundamente, en términos de sus mecanismos fundamentales, de qué forma el sueño prepara a la persona que sueña para el día siguiente . [37] Cómo sucede esto es el tema de este libro, una breve historia de la mente humana a través del hilo conductor del sueño. Para hacer el recorrido será necesario considerar narrativas de todo el mundo, aun sabiendo que es imposible representar las del mundo entero. Incompletitud, dislocaciones, condensaciones, multiplicidad de personajes, retornos inesperados, detalles sin aparente explicación o incluso falta de detalles relevantes serán nuestros compañeros de viaje. Para tejer la trama de historias y conjeturas sin perderse en el camino, será necesario combinar la suspensión provisional de la incredulidad con el compromiso de dudar al final. Sobre todo, es crucial no intentar comprender antes de tiempo, sino dejarse llevar por la corriente hasta poder ver en perspectiva el conjunto de las pruebas planteadas, necesariamente incompletas, pero aun así esclarecedoras. Una última indicación antes de partir: la reiterada, entusiasta, necesaria llamada a la introspección. Espero que este libro anime a los lectores a pasar unos minutos más en la cama al despertar para recordar y registrar sus viajes a las profundidades de la mente. La inmersión en las múltiples dimensiones del sueño, arte casi por completo olvidado en el mundo contemporáneo, puede y debe reactivar el hábito ancestral de soñar y narrar.
2 El sueño ancestral A diferencia de la gran mayoría de los demás animales, tenemos una capacidad enorme para simular futuros posibles a partir de los recuerdos del pasado. Podemos realizar actividades motoras muy complejas y precisas mientras la mente sueña despierta, sin límites ni ataduras, con imágenes y situaciones de todo tipo y en cualquier escala de tiempo y espacio; igual que en los sueños, pero con mucha menos intensidad. ¿Se habrá originado nuestra capacidad de soñar despiertos por la intrusión del sueño en la vigilia? Responder a esta pregunta requiere cuestionarse cómo eran los sueños de nuestros antepasados durante la Edad de Piedra. Exige también entender cómo se transformaron estos sueños a medida que fueron desarrollándose las civilizaciones y de qué forma se modificó su relación con la vigilia. Requiere, por último, reconstruir cómo hicimos la transición entre la conciencia estricta del tiempo presente y la conciencia amplia del pasado y del futuro. Soñar debe de haber sido profundamente perturbador durante la mayor parte de los 1.168 billones de noches que nos separan de nuestras tatarabuelas más antiguas, como la pequeña Lucy, el fósil de una Australopithecus afarensis que vivió hace 3,2 millones de años en lo que hoy es Etiopía. ¡Qué misteriosa y mágica debía de resultar la noche en la Edad de Piedra! Una larguísima noche estrellada de éxtasis oníricos a través de glaciaciones y deshielos, inmemorial renacimiento matinal de la pregunta «¿será esto real?». Una especulación racional sobre los sueños de nuestros ancestros debe presuponer una buena dosis de continuidad entre su mente y la nuestra. Después de todo, desde el punto de vista anatómico el Homo sapiens es el mismo desde hace al menos 315.000 años. [1] Además, hay indicios de solapamiento cultural [2] con las principales subespecies humanas con las que se hibridó genéticamente, el Homo neanderthalensis en Europa y Asia occidental y el Homo sapiens denisova en Siberia. [3] Por lo tanto, supongamos que nuestros
antepasados homínidos más remotos, al igual que nosotros, soñaban cuando dormían. SUEÑOS DE PIEDRA Y HUESO Intenta imaginar cómo eran los sueños prehistóricos. A juzgar por la obsesión de nuestros antepasados por las piedras, es probable que hayan soñado de forma exhaustiva con la producción de lascas cortantes: sueños motores y repetitivos sobre una actividad llevada a cabo, habitualmente, en los mismos sitios de acampada, cerca de las entradas de las cavernas. Objetos de piedra y hueso cada vez más refinados atestiguan la aparición de un «efecto de trinquete», concepto propuesto por el psicólogo estadounidense Michael Tomasello para describir el avance casi continuo de las nuevas tecnologías y conceptos, sin grandes retrocesos a partir de un momento dado en la evolución de la especie humana. Si hacemos una analogía entre cuerpo y ordenador, podemos decir que en los últimos trescientos mil años el hardware biológico de la humanidad ha cambiado muy poco, pero el software cultural ha evolucionado de manera acelerada. Es como si la acumulación de ideas adaptativas fuera un trinquete, un engranaje que solo gira hacia un lado. Fue la cultura lo que nos sacó de las cuevas. A menudo, en momentos y lugares específicos las innovaciones aparecieron, fueron abandonadas y luego redescubiertas, pero a partir de cierto momento la rápida propagación de las ideas adaptativas hizo que la producción de herramientas se expandiera e involucrase nuevas técnicas, materiales y usos. El sueño prehistórico estaba hecho en su mayor parte de piedra, pero el panorama no estaría completo si no fuéramos hasta las profundidades más recónditas de las cavernas en busca del increíble arte mural del Paleolítico Superior, de entre cincuenta mil y diez mil años de antigüedad. Puesto que no existe un registro seguro del sueño antes de la aparición de la escritura, es legítimo especular con que los iconos rupestres creados por nuestros antepasados representan a seres tan presentes en sus vidas que, a buen seguro, también formaban parte de su vida onírica. Al igual que las paredes de las cuevas, la mente de las personas debía de estar poblada por la enorme variedad faunística que constituía su mundo: bisontes, uros, mamuts, caballos, leones, osos, ciervos, rinocerontes, íbices y varios tipos de pájaros. No es una coincidencia que haya registros de bestias totémicas de Canadá a Tanzania, de Nueva Guinea a la India, de los Pirineos a
Mongolia, en culturas tan diversas como la ojibwa, la masai, la burhor, la celta o la dukha. Algunas de las representaciones más antiguas de nuestra especie son zoomorfas, es decir, combinan el cuerpo humano con partes de otros animales, a menudo cuernos de ciervo o cabezas de bisonte; así sucede en las famosas figuras encontradas en la cueva de Les Trois Frères, en los Pirineos franceses, fechadas hace catorce mil años (figuras 2A, 2B y 2C). Estas imágenes fueron interpretadas por los estudiosos como una posible evidencia de chamanismo en el Paleolítico Superior, de modo que las relacionaron con el uso de máscaras, pieles y astas; también se aludió a la creencia en la transformación en otros animales, común hasta hoy en diversas culturas de cazadoresrecolectores, e incluso se vieron como una indicación del culto al Señor de las Bestias o al Dios de los Cuernos, una entidad arcaica protectora de la buena caza, posiblemente una de las divinidades más antiguas de la especie humana y precursora de varios mitos, similares entre sí, que persisten en poblaciones cazadoras en torno al Ártico. No es de extrañar semejante proximidad a los animales salvajes. Hace diecisiete mil años, cuando las cuevas de Lascaux en Francia y de Altamira en España eran finamente decoradas con las pinturas rupestres que las harían famosas, los retos de la vida humana todavía se parecían mucho a los que afrontaba cualquier otra especie animal, resumidos en tres imperativos fundamentales: comer, no ser comido y procrear. Los animales eran esenciales para obtener alimento, huesos, dientes y pieles, pero también representaban el peligro constante de la muerte. A lo largo de los milenios, más allá de los sueños de piedra, deben de haber prevalecido los sueños de la presa y del depredador, hechos de hambre, persecución, furia, pánico y sangre.
FIGURA 2. Representaciones zoomorfas encontradas en la cueva de Les Trois Frères, en los Pirineos franceses, fechadas hace catorce mil años. (A) Dibujo de la figura zoomorfa conocida como el Pequeño Hechicero, que destaca a la derecha del dibujo con cabeza de bisonte y piernas humanas, quizá tocando una flauta. [4] (B) Foto de la figura zoomorfa conocida como el Gran Hechicero. [5] (C) Dibujo del Gran Hechicero hecho por el abad Henri Breuil (1877-1961). Los trazos en los surcos arañados en la piedra revelaron cuernos de ciervo, ojos de búho, patas de oso, cola de caballo o lobo, piernas humanas y pene erecto. [6]
Múltiples yacimientos arqueológicos distribuidos entre Europa occidental y Asia oriental revelan la sorprendente continuidad simbólica y cultural entre diferentes poblaciones paleolíticas de Eurasia. Los nichos llenos de osamentas de osos, agrupamientos al
parecer deliberados de huesos largos y cráneos, descubiertos en el interior de las cuevas fueron interpretados por algunos estudiosos como ofrendas de cerebro y tuétano, ricos en nutrientes, lo que llevó a sugerir que el Señor de las Bestias habría recibido sacrificios de animales salvajes durante miles de años. También se encontraron depósitos rituales de huesos de reno en Siberia y Alemania, [7] y los huesos de mamut se utilizaron tanto para construir moradas como con fines rituales en Ucrania y Rusia central. [8] Los huesos de oso pintados de ocre encontrados en Bélgica y datados hace veintiséis mil años refuerzan la noción de protorreligiosidad animal, más allá del simple valor utilitario de los cadáveres. [9] La inhumación de huesos y cuernos de animales con el fin de que puedan reencarnarse es un antiguo ritual de caza que persiste en pueblos del Ártico [10] y que resuena en culturas tan lejanas como la nórdica (las cabras de Thor, devoradas por la noche para reencarnarse por la mañana) y la semita (el valle de los huesos de Ezequiel 37, en la Biblia). Aunque es necesario reconocer la opacidad de casi todos los hallazgos arqueológicos, que por lo general proporcionan pocas pistas sobre la riqueza de los comportamientos que los generaron, resulta difícil negar la intencionalidad mágico-religiosa de los cazadores del último periodo interglacial. Tampoco tiene sentido suponer que esta intencionalidad estuviera disociada del entusiasmo de los cazadores y, por lo tanto, del fomento de la caza. Se requirió mucho valor para hacer frente a la megafauna del Pleistoceno y diezmarla de forma progresiva. Buena parte de las escenas retratadas en cuevas por nuestros antepasados representan el extenso bestiario de animales cazados por grupos humanos cada vez más numerosos y organizados, armados con lanzas puntiagudas y quizá con la certeza mística de cumplir, en la vigilia, un destino anunciado en sueños. FUEGO, SÍMBOLO Y ARQUETIPO Es probable que algunos mitos cosmogónicos extremadamente generales daten del Paleolítico: el Creador que desciende al fondo de las aguas primordiales para traer la materia y crear el mundo, el vuelo mágico de ascensión al cielo, el origen del ser humano y de los animales, el arcoíris sobre el centro del mundo. En el Paleolítico Superior aparecen los primeros símbolos de la fertilidad, como falos, vulvas y las generosas «venus prehistóricas». El fuego, presente en la
vida cotidiana de los hombres desde hace al menos 350.000 años, [11] fue sin duda otro elemento importante en las tramas oníricas de la Edad de Piedra. [12] Debido a que se utilizaba para cocinar alimentos y calentar el cuerpo, se convirtió en el centro de la reunión grupal, dando lugar a lo que podría haber sido la primera «rueda de conversación». También ahuyentaba a los depredadores y protegía el sueño, brindando más seguridad y tiempo para soñar. La aparente generalidad cultural de ciertos símbolos encontrados en los sueños, como la asociación entre el fuego y la transformación, le pareció a Jung la expresión de un código universal de símbolos instintivos de la especie. Todavía no se ha encontrado ninguna evidencia biológica de tal herencia arquetípica, pero en la última década ha habido avances notables en la comprensión de los mecanismos moleculares capaces de promover la transmisión intergeneracional de comportamientos aprendidos. Por otro lado, los símbolos compartidos por culturas diferentes suelen estar vinculados a acontecimientos de gran relevancia que casi todo ser humano experimenta a lo largo de su vida. En lugar de un programa de comportamiento innato, quizá muchos de los sueños comunes a diferentes culturas reflejen solo la similitud fundamental de los entramados humanos en todo el planeta. La madre, el padre, el sabio anciano, la creación o el diluvio son tramas y personajes omnipresentes en nuestra historia. Es la manera de vivir lo que pauta el sueño, y he aquí que los hitos principales son los mismos en todas partes: nacimiento, pubertad, sexualidad, procreación, conflicto, enfermedad y muerte. Esta verdad profunda de la vida nada tiene de especialmente humana. Su validez se aplica no solo a todos los primates, sino a cualquier animal. Exclusivamente humanos fueron los relatos verbales de los sueños, así como las narraciones de los acontecimientos de la vigilia, cada vez más complejos e interesantes a medida que aumentaban en nuestra especie la diversidad de palabras, la complejidad del discurso y la capacidad de memorizar, recordar y relatar. Es casi seguro que los sueños tuvieron un lugar destacado en la creciente capacidad de narrar la existencia humana, porque representan una fuente de imágenes, ideas, anhelos y temores renovada todas las noches. Si el sueño refleja lo que está sucediendo en la vida del que sueña, los hombres y mujeres de las cavernas debían de soñar con su rutina de recolección de frutas y raíces, fabricación de armas y utensilios, planificación y ejecución de
cacerías, alianzas y conflictos con otros humanos dentro y fuera del clan, apareamiento, cuidado parental y muerte. El sueño fue el cine de nuestros antepasados, mucho más fascinante porque era potencialmente real. En el amanecer de la conciencia humana, en innumerables momentos imprecisos de los últimos millones de años, el hombre prehistórico sin duda se despertó asombrado ante el mundo de simulacros ilimitados del sueño. ¿Cuántos de nuestros ancestros no se habrán enfurecido al descubrir que el peligroso mamut, gloriosamente cazado en la aventura onírica, se desvanecía al amanecer y se disolvía en la luz del día? ¿Cuántos de nuestros antepasados prehistóricos no habrán hecho la paz, el amor y la guerra impulsados por vivencias que probablemente les parecían tan reales como las experiencias de la vigilia? El descubrimiento de que el sueño engaña debió de producirse innumerables veces en los inicios de la civilización, pero todo indica que desde muy temprano este hallazgo vino acompañado de la certeza de que el sueño, si no es real, puede influir en el curso de la realidad. De una forma u otra, el revuelo causado por los sueños debió de ser algo cotidiano. Las decisiones importantes de la vida diurna pasaron a depender, al menos en parte, de los buenos o malos auspicios revelados en las imágenes nocturnas. Aquellos cuyos sueños a menudo se correspondían con los acontecimientos posteriores debieron de empezar a ser valorados por el grupo. Como es común en tantas culturas, quizá nuestros antepasados cavernícolas ya distinguieran los sueños triviales de los «grandes sueños», esos que imparten consejo o son de naturaleza premonitoria y que pueden influir de forma decisiva en el curso de la vida de quien los sueña y de su pueblo. La exploración exitosa de este nuevo universo acabó por convertirse en una especialización social. Era el embrión del chamanismo, tatarabuelo de la religión, de la medicina y de la filosofía. En algún momento del Paleolítico Superior surgió por primera vez la idea de un doble, como «alma» o «espíritu», probablemente por mediación de los sueños y éxtasis místicos de los chamanes. En palabras del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900): Durante el sueño, el hombre, en las épocas de civilización primitiva y rudimentaria, aprendió a conocer un segundo mundo real; tal es el origen de toda metafísica. Sin el sueño no habría habido pretexto para distinguir el mundo. La división en alma y cuerpo está también ligada a la concepción antigua del sueño, del mismo modo que la creencia en una aparente
corporeidad del alma, esto es, el origen de toda creencia en los espíritus y acaso también de la creencia en los dioses. [13]
Para el fundador de la sociología, el francés Émile Durkheim (18581917), estudioso de la religiosidad de los aborígenes australianos, la idea del alma fue sugerida a nuestros antepasados por el sueño: […] si durante el sueño se ve [usted] conversando con alguno de sus compañeros que sabe lejos, llega a la conclusión de que este último también está compuesto de dos seres: uno que duerme a alguna distancia y otro que se le ha hecho presente por intermedio del sueño. A partir de la repetición de estas experiencias, se suscita poco a poco la idea de que en cada uno de nosotros existe un doble, otro yo que, en determinadas condiciones, tiene el poder de alejarse del organismo en el que mora y de irse en peregrinación lejos. [14]
Alrededor de las hogueras y en el interior de las cuevas, los chamanes se inflamaron, descubrieron caminos, fueron más ligeros que el aire, vieron en la oscuridad, descifraron sueños y curaron enfermedades. De entre todos los relatos oníricos interpretados por ellos, el más perturbador debía de ser el sueño en el que aparecían parientes muertos. ¿Cómo no iba a conmover el reencuentro con seres queridos ya desaparecidos? ANHELO DE LOS ANTEPASADOS Aunque en el sitio arqueológico de Zhoukoudian, en China, se haya documentado la preservación de cráneos y mandíbulas por parte de grupos de Homo erectus que vivieron hace al menos trescientos mil años, no hay consenso sobre la existencia de sepulturas intencionales de Homo sapiens antes de hace cien mil años. [15] El yacimiento de Sungir, situado doscientos kilómetros al este de Moscú y atribuido a cazadores de mamuts, contiene las tumbas, extremadamente sofisticadas, de un hombre maduro y dos adolescentes. Los cuerpos fueron enterrados con lanzas, ropa de cuero, botas, sombreros y collares de dientes de zorro, así como con varios objetos hechos de marfil de mamut: pulseras, estatuas y miles de pequeñas cuentas. Las tumbas, llamativamente cubiertas de ocre rojo, fueron fechadas por diferentes métodos alrededor de treinta mil años atrás. La costumbre de pintar los huesos con abrasivo óxido de hierro, que simboliza la sangre y la vida, se difundió desde entonces por todo el planeta, lo que sugiere la creencia
en la vida después de la muerte. Comenzaron a depositarse alimentos y objetos dentro de las tumbas, como cráneos con ojos postizos sobre huesos y cuernos de animales, conchas, adornos e incluso bastones de mando, probablemente utilizados como símbolo de autoridad social o mágica. Comenzaron a orientarse las sepulturas hacia el sol naciente, lo que podría indicar una expectativa de renacimiento. La práctica persiste entre cazadores y recolectores. En Amapá, en el extremo norte de Brasil, se encontraron urnas funerarias de la cultura aristé dentro de un círculo de menhires orientados según la trayectoria del sol en el solsticio de diciembre; [16] un increíble Stonehenge amazónico. Los entierros rituales marcan la ruptura definitiva de la cultura humana respecto del modo en que funciona la mente de otros animales. Lo mismo podría decirse de las pinturas rupestres, que ningún otro animal hace. Es posible que la primera especie en concebir pinturas rupestres fuera el Homo neanderthalensis , nuestro primo desaparecido hace apenas 37.000 años. En efecto, las pinturas rupestres más antiguas encontradas hasta la fecha, localizadas en cuevas de España, datan de hace al menos 64.800 años, unos veinte mil años antes de la llegada del Homo sapiens a la orilla europea del Mediterráneo en migraciones procedentes de África. [17] También es importante tener en cuenta que las impresionantes pinturas murales del Paleolítico Superior se encuentran típicamente en lo más profundo de las cuevas, lejos de las entradas habitadas. Esta ubicación desafiante, en lugares de difícil acceso, indica el uso ocasional y muy deliberado de estos espacios, lo cual sugiere una importante función ritual del arte prehistórico realizado en las entrañas de la Tierra. En conjunto, tales elementos de la cultura humana se mantuvieron con rasgos muy similares hace entre treinta mil y nueve mil años; probablemente, configuraron una «religión de las cavernas» en la que la creencia en la vida después de la muerte se confundía con la creencia en el sueño como portal entre los vivos y los muertos. En diferentes culturas, los chamanes se especializaron en técnicas para cruzar este portal y viajar a través del tiempo y el espacio, viendo lo que la mayoría de la gente no puede ver. Este camino de sabiduría suele requerir una iniciación onírica que simbolice la muerte y el renacimiento. A través de privaciones y pruebas físicas, los chamanes buscan obtener visiones numinosas y aumentar su saber en forma de cantos, nombres «verdaderos», guardianes totémicos y revelaciones genealógicas. [18] En diferentes culturas es la persona que sueña — chamán o no— la que dialoga con el mundo de los espíritus. [19]
EL SUEÑO DEL FINAL DEL HAMBRE Durante la última era glacial, hace tal vez veinticinco mil años, ocurrió un gran cambio: comenzó la progresiva selección artificial de nuevas especies. [20] La domesticación de los animales provocó un cambio radical en la relación del ser humano con la naturaleza, y esta novedad cultural alteró para siempre no solo nuestro lugar en el planeta, sino también nuestra relación con el mundo de los espíritus. Primero utilizamos la sociabilidad del lobo para transformarlo en perro mediante la selección de las variedades genéticas más aptas para el apoyo de la caza y la protección del hogar. [21] Luego domesticamos distintos herbívoros y omnívoros —cerdos, gallinas, ovejas, cabras, caballos, bueyes— para obtener carne, leche, huevos, lana y fuerza de trabajo, [22] domesticación que sucedió en paralelo a la selección de variedades de perros para el pastoreo y la tracción. La entrada de los animales en casa coincidió con el comienzo del fin de la última glaciación, que ya duraba más de noventa mil años. Con el deshielo de vastas superficies se aceleró el desarrollo de la flora y la fauna, creando un verdadero paraíso de animales y plantas comestibles para los recolectores y cazadores humanos. Al final del Paleolítico, nuestros antepasados se alimentaban de todo lo que se movía, desde lobos hasta gacelas, desde peces hasta moluscos. Las castañas y las frutas complementaban la dieta. El descubrimiento de las gramíneas y de cereales comestibles en el Creciente Fértil, hace entre veintitrés mil y once mil años, selló una mudanza en nuestro destino. Comenzamos a seleccionar de manera artificial nuevas especies vegetales, así como hongos y bacterias utilizadas en la fermentación; en los siguientes milenios, se descubrieron métodos para fomentar el crecimiento y la fructificación de las plantas. En conjunto, estas prácticas propiciaron el paso de la vida gregaria de los cazadores y recolectores a la más o menos sedentaria de los pastores y agricultores. La transición de la sociedad de cazadores nómadas a la sociedad agraria, moradora de un espacio geográfico fijo o semifijo, implicó un alargamiento telescópico del sentido del tiempo de los humanos. A lo largo del Paleolítico nuestros antepasados habían tenido que aprender a calcular con precisión las fases de la luna y las estaciones para poder predecir el paso de las manadas en sus migraciones estacionales. Sin embargo, en el Neolítico, hace aproximadamente entre doce mil y seis mil años, fue necesario ejecutar una serie mucho más compleja de acciones bien ordenadas, que
comportaba la revolucionaria promesa de hacer germinar las semillas y de que las plantas crecieran y dieran frutos hasta que no hubiera más hambre. Con todo, los procedimientos para la producción de alimento requerían un control mucho más preciso del paso del tiempo; además, el trabajo que había que invertir en el cultivo era tan grande como la recompensa, y sus resultados siempre eran inciertos. Sembrar y cosechar con eficacia, sin perder todo el esfuerzo de meses debido a problemas inesperados, requirió un gran refinamiento de la capacidad de predecir cambios ambientales y de acumular conocimientos de una generación a otra, acelerando el efecto de trinquete. Si los sueños inspiradores de valentía y tácticas grupales eran importantes en la época de las grandes cacerías de mamuts, durante la invención de la agricultura debieron de dar paso a sueños epifánicos de contemplación panorámica de las regularidades naturales, con el reconocimiento cada vez más preciso de los periodos de lluvia y sequía, inundaciones y descenso de las aguas, frío y calor. También debieron de aflorar sueños sobre las intrincadas interdependencias sociales que se formaron en torno al arado y la fertilización de la tierra, la siembra, el riego y la cosecha. Fue la época de los sueños majestuosos de renovación periódica de las alianzas: cada día con los otros cultivadores habitantes de la aldea, cada cosecha con las deidades de la fertilidad. El grano dura décadas cuando está bien almacenado. Con su cultivo, evolucionaron el silo y la vivienda fija en un pueblo habitado de forma permanente durante generaciones. La alta productividad de la agricultura llevó a una explosión demográfica; los clanes de unas pocas decenas de personas se convirtieron en ciudades con cientos e incluso miles de ellas. Se inventaron el arado, la cerámica y los telares, y aparecieron instalaciones agrícolas complejas. La selección artificial de semillas y matrices reproductoras aceleró la domesticación y dio lugar a numerosas variedades nuevas. El entorno natural dio paso a un espacio cada vez más artificial, planificado y construido: jardines, huertas, edificios y caminos, obra de seres que ahora eran creadores del mundo. Este paso trajo importantes novedades simbólicas, con un aumento de la complejidad y con repercusiones oníricas inevitables. En las esculturas, estatuillas y pinturas del Neolítico abundan las figuras femeninas, así como los pilones fálicos, los toros y otros animales domésticos, además de muchas estructuras circulares. En las sociedades agrícolas, el culto a los muertos se expandió en estrecha relación con el culto a la fertilidad, porque la muerte pasó a ser entendida como la
promesa circular de una nueva vida, al igual que la semilla enterrada en el útero fértil de la tierra, después de «morir», renace para dar fruto y muere de nuevo al ser comida por las personas. Si la noción de «tiempo circular» se inspira en la agricultura y en los ciclos cósmicos, el espacio —antes tan vasto como la necesidad de migrar— pasó a tener como referencias geográficas fijas las ciudades y sus campos cultivados, lo que dio lugar a una representación del «centro del mundo». Aparecen ahora las primeras evidencias arqueológicas de los principios antagónicos fundamentales de la vida simbólica: nosotros versus ellos, mujer versus hombre, madre versus padre, verano versus invierno, vida versus muerte, día versus noche. LA ASCENSIÓN DE LOS MUERTOS Durante la transición del Paleolítico al Neolítico se diseminó geográficamente el culto a los muertos, como se observa en las tumbas de la cultura natufiense del Levante mediterráneo, donde los cadáveres se cubrían de ocre y se enterraban en posición fetal. También se volvió muy frecuente la inhumación de cráneos, ya atestiguada desde el Paleolítico. Los primeros templos datan de principios del Neolítico, como los fascinantes edificios de piedra de Göbekli Tepe, en Turquía, principal indicio de que la religión pudo haber precedido a la agricultura. Este sitio arqueológico en la gran meseta de Anatolia, que data de hace once mil años, contiene impresionantes megalitos de seis metros de altura y veinte toneladas de peso, grabados con iconos de arañas, escorpiones, serpientes y leones. Con la reserva de que solo se ha excavado una pequeña parte del yacimiento, la ausencia de restos de viviendas y el predominio de iconos de depredadores sugieren que Göbekli Tepe tenía una función religiosa no conectada a la vida cotidiana. En la famosa formulación del arqueólogo alemán Klaus Schmidt, «primero llegó el templo y luego la ciudad». [23] En los yacimientos arqueológicos de Hacilar y Çatalhöyük, también en Anatolia, los entierros de hace nueve mil años contenían joyas, armas, utensilios domésticos, tejidos y estatuillas de arcilla y piedra. En las paredes pintadas hay representaciones de mujeres, cabezas de toro, pechos, cuernos y seres demoníacos, mitad hombre, mitad bestia. Por la misma época, en la ciudad de Jericó, hoy en día en Israel, los cuerpos se enterraban bajo el suelo de las casas, pero después los cráneos se separaban, se cubrían de yeso, se decoraban con conchas en forma de
ojos postizos y se pintaban para imitar pelo y bigotes, en un claro intento de emular la vida después de la muerte. En otros varios yacimientos de Palestina datados de hace unos cuatro mil quinientos años se han encontrado estatuillas femeninas con huesos humanos, lo que sugiere la mezcla del culto a los muertos con el culto a la fertilidad. En esa época se extendieron los sacrificios de animales domésticos, así como los símbolos fundamentales del sol, la serpiente y las curvas ondulantes del agua. El excedente de alimentos de la agricultura permitió una profundización de las especializaciones sociales, con miembros del grupo cada vez más dedicados a funciones específicas: labrar, pastorear, cazar, pescar, cocinar, cuidar bebés, enseñar a los niños, contabilizar, combatir, rezar o gobernar. Esta división de tareas se basaba en dos nuevas técnicas intrínsecamente transformadoras y que impactaron en todos los ámbitos de la vida: la alfarería y la metalurgia. En diferentes culturas surgió una nueva y misteriosa divinidad, un Señor del Fuego que era patrón de los mineros y herreros, pero también de los magos. Desde entonces y hasta nuestros días, la fabricación de objetos de metal estuvo en el centro de las actividades económicas, militares y tecnológicas. En un sueño bíblico de Nabucodonosor II, emperador de Babilonia (605-562 a.C.), el oro, la plata, el bronce y el hierro aparecen como nomenclatura de las diferentes épocas históricas. Esta clasificación metálica de la historia se propagó, aún en la Antigüedad, hasta la India y Europa, y sobrevive con variaciones hasta nuestros días. La nueva forma de vida trajo consigo nuevos elementos simbólicos. Las minas subterráneas, además de ser una fuente de minerales maleables, constituían un trasunto del mundo de los muertos. Templos y tumbas monumentales se extendieron por todas partes, en un principio en colinas y luego, con creciente entusiasmo, en auténticas montañas artificiales cuyo propósito era eminentemente funerario, tanto en Egipto como en México o Perú. PIRÁMIDES Y NECRÓPOLIS En Egipto, el cuidado de los muertos comenzó y se generalizó en la construcción de mastabas, «casas de la eternidad» que precedieron a las pirámides y que fueron construidas para personas que no pertenecían a la familia real. En ellas quedó documentada la gran estratificación del lujo después de la muerte, ya que se construían para un amplio espectro social, desde los funcionarios de alto rango hasta los sirvientes más
subordinados. Las mastabas más ricas contenían estancias totalmente equipadas para la vida después de la muerte, incluidos mesas con un banquete funerario, juegos, herramientas, armas, jarras, jarrones, baúles decorados llenos de ropa y pelucas, baños con utensilios para el aseo, cosméticos y vasijas para lavarse la cara, además de miniaturas, dioramas y murales pintados representando todo esto. En algunas mastabas se encontraron cabezas de piedra que habrían servido para sustituir a la momia, en caso de saqueo de la tumba, como sustrato material para la habitación del espíritu. En Ur, cerca del enorme zigurat de ladrillos y tierra cuya altura equivale a la de un edificio de cinco pisos, las excavaciones revelaron un cementerio de hace cuatro mil quinientos años con unas dos mil tumbas. Entre ellas, las dieciséis atribuidas a la realeza destacan por la presencia de abundantes víveres, carretas con bueyes, juegos recreativos, instrumentos musicales y cosméticos. El tesoro incluye esculturas y anillos de oro, plata, lapislázuli, conchas y betún; están decorados con toros, leones, gacelas y cabras que realizan actos típicamente humanos, además de seres híbridos, mitad bestias, mitad humanos, como los temibles hombres escorpión. Una gran fosa preservó evidencias bien conservadas de sacrificios humanos a gran escala, con restos de 73 personas, incluyendo hombres armados y mujeres con adornos muy ricos. El entierro colectivo sugiere la necesidad de un séquito de soldados y siervos, supuestamente necesarios en la vida después de la muerte, para acompañar a los muertos de gran relevancia social. Durante el Neolítico y la Edad de Bronce, el culto a los muertos se propagó por todo el mundo a medida que aumentaban los contactos culturales entre grupos geográficamente distantes. Al sur de Egipto, las pirámides funerarias se extendieron Nilo arriba hasta Nubia, hoy Sudán. Al norte, en la isla de Malta, unos esqueletos fueron depositados en un complejo subterráneo de cámaras interconectadas, excavadas en la roca hace seis mil años. Esta necrópolis, denominada Hipogeo de Hal Saflieni, fue construida por una cultura neolítica mediterránea caracterizada por erigir enormes megalitos y estructuras tumulares, presentes en Creta y Troya y similares a los dólmenes y menhires de la Europa septentrional. Eran moradas de almas que de noche podían salir a viajar o vagar sin rumbo. El fasto de una tumba del siglo V a. C. hallada en el interior de un túmulo cerca de la ciudad francesa de Lavau es testimonio de la enorme importancia de los muertos al final de la Edad de Bronce celta. Además de contener un carruaje de dos ruedas,
joyas, vestiduras principescas y los restos de un banquete regado con vino, el entierro incluye objetos de origen mediterráneo, como un caldero etrusco y una jarra griega que representa al dios Dionisio. Las cosas no fueron diferentes en América. Entre aproximadamente el 8000 y el 1400 a. C., se levantaron montículos funerarios desde la desembocadura del Amazonas hasta el Río de la Plata. Son estructuras de hasta treinta metros de altura, hechas de conchas (sambaquis ) o tierra (cerritos). [24] En el sitio arqueológico Jabuticabeira II, en el estado de Santa Catarina, en Brasil, hay un enorme sambaqui que alcanza los diez metros de altura, los cuatrocientos de largo y los doscientos cincuenta de ancho. Se estima que en él se enterraron más de 43.000 cuerpos a lo largo de un milenio de ocupación continua. [25] Los montículos funerarios predominaron en toda el área desde Canadá hasta Tennessee, mientras que en la península de Yucatán, en México, las personas eran sacrificadas y arrojadas a las cuevas llamadas «cenotes». Estas bellísimas y espeluznantes redes de cuevas semiinundadas, creadas por la infiltración del agua en una piedra caliza debilitada por el impacto del asteroide que extinguió a los dinosaurios, representaban el Xibalbá, el inframundo gobernado por los dioses de la muerte. El libro maya Popol Vuh relata el viaje que los héroes gemelos Ixbalanqué y Hunahpú hicieron al Xibalbá, donde derrotaron a los dioses y de donde regresaron triunfantes para dar origen al Sol y a la Luna. En la versión que puso por escrito no un europeo sino un maya, Ixbalanqué y Hunahpú son dobles, dos aspectos del mismo héroe, o posiblemente el héroe y su alma. [26] LA POSICIÓN ELEVADA DE LAS ALMAS La prevalencia del concepto de «alma» trasciende barreras culturales. En la Jamaica de los siglos XVII y XVIII , la altísima mortalidad de los esclavos y los blancos fue acompañada de una gran preocupación por los rituales fúnebres. [27] En África occidental y en las regiones de América alcanzadas por la diáspora negra, especialmente Brasil, Cuba y Haití, la preocupación por las almas de los muertos fue intensa. La existencia de creencias similares es notable en el lucumi cubano, el vudú haitiano y el candomblé de Bahía. En el umbanda brasileño, marcado por el sincretismo religioso —catalizado desde sus inicios por la profunda inquietud del cristianismo en lo relativo al destino de las
almas—, se cree que el sueño es el portal de comunicación con entidades divinas y almas de personas fallecidas. [28] Las narraciones de misioneros cristianos que recorrieron África central en el siglo XVII dan testimonio de la creencia umbundu en la transmigración de las almas, consideradas inmortales y capaces incluso de pasar a las esposas o a los hijos de los muertos. [29] Como se creía que la vida se veía afectada, regulada, favorecida y a menudo obstaculizada por los muertos, soñar con personas fallecidas requería rituales de veneración, ofrendas de comida en las tumbas o en las casas de los muertos, templos generalmente alejados de las viviendas, así como sacrificios de animales domésticos y de personas. Los aniversarios de los difuntos estaban marcados por ceremonias similares, complejas exequias que duraban varios días. [30] Con frecuencia, las tumbas estaban coronadas por pequeñas pirámides equipadas con ventanas para permitir que el alma viese los alrededores. A pesar de las muchas variaciones regionales, en África occidental había una creencia generalizada en dos clases diferentes de entidades sobrenaturales. El primer tipo comprendía divinidades universales o territoriales, seres poderosos y distantes vinculados a toda una cultura en vez de a una familia en particular y que residían en accidentes geográficos prominentes como montañas, ríos y lagos. El segundo tipo de entidad correspondía a las almas de parientes de una familia específica, que residían en sus tumbas y a veces en objetos como altares, relicarios y amuletos. A finales del siglo XIX , la etnógrafa inglesa Mary Kingsley (18621900) informó de que entre la etnia fang centroafricana existía la creencia de que cada persona tiene cuatro almas diferentes: la que existirá después de la muerte, la sombra del cuerpo, la que habita un animal salvaje y la que se aventura a salir del cuerpo todas las noches, viajando a través de los sueños y encontrándose con otros espíritus. [31] El retorno al despertar se consideraba fundamental para la salud de la persona; un gran mal se podía derivar del uso de objetos mágicos equipados con anzuelos, capaces de atrapar almas distraídas cuando viajaban fuera de sus cuerpos. Tales situaciones exigían la ayuda de hechiceros para liberar el alma de los sueños capturada e insuflarla de nuevo en el enfermo. Entre los fang, el culto a las estatuas de madera llamado byeri se dedicaba tradicionalmente a los antepasados a los que representaban. Para que pudiesen proteger a los vivos, las estatuas se depositaban en relicarios que contenían los cráneos y dedos de los ancestros, vasijas
con hierbas medicinales y ofrendas de sangre y carne. Las oraciones y los sacrificios de animales permitían a cada familia consultar a sus antepasados sobre los asuntos más relevantes para la comunidad, tales como la caza, la guerra y los desplazamientos. Por lo general, las respuestas de los antepasados llegaban a través de sueños y visiones inducidas por plantas psicodélicas. El culto byeri entró en decadencia en el siglo XX y dio lugar a otro culto de los ancestros, el bwiti . [32] Esta religión sincretiza el cristianismo y creencias africanas del sur de Gabón, en una mezcla que incluye la recepción de mensajes espirituales tras el consumo de la potente raíz psicodélica llamada iboga . Con mayor o menor grado de intencionalidad, en todos los continentes se practicó la preservación de los muertos mediante la extirpación de los órganos internos, la desecación del cuerpo y el embalsamamiento. [33] La impresionante fijación de la cultura humana con los muertos encuentra un eco lejano en el comportamiento de duelo de los chimpancés, observado en cautiverio [34] pero también en animales libres de la selva africana. [35] Poco después de la muerte se observa una gran conmoción en todo el grupo, y los parientes más cercanos permanecen taciturnos durante horas. Hay casos bien documentados en los que la madre de una cría fallecida lleva su cadáver seco a todas partes como si estuviera viva, un comportamiento que puede durar semanas después de la muerte. La persistencia del vínculo con el pasado es evidente. Es imposible no ver un paralelismo en la momificación de los antepasados, practicada por personas tan diferentes como los sacerdotes de la necrópolis de Menfis o los ingeniosos ibaloi de las Filipinas, que utilizaban el calor del fuego para acelerar la desecación del cadáver. Hay abundantes pruebas de culto y divinización de los muertos durante la Antigüedad, tanto en Mesopotamia como en el valle del Nilo y en el África subsahariana, y un fenómeno muy similar ocurrió más tarde en Mesoamérica, en las civilizaciones maya y azteca. Los incas trataban a sus soberanos momificados como si estuvieran socialmente vivos, valorándolos como depositarios de autoridad y conocimiento del pasado. En fechas festivas o frente a visitantes extranjeros, las momias eran exhumadas, transportadas, «alimentadas» y luego «escuchadas». [36]
Más de mil años antes de los incas, en la parte norte de los Andes peruanos, los moches momificaban a individuos prominentes y sacrificaban a personas que debían acompañarlos, cuyos restos depositaban en el interior o cerca de las ricas tumbas. Cinco mil años
antes de los moches y dos mil antes de los egipcios, los chinchorros aprendieron a momificar a sus muertos en el desierto de Atacama. El intento de mantener vivos los cadáveres de los muertos, muy generalizado en la especie humana, expresa la concreción de nuestro razonamiento simiesco. Además de la proliferación del culto a los muertos, la transición agrícola dio origen a varios mitos importantes, como el del diluvio, que aparece tanto en las tradiciones sumerias y hebreas como en el Popol Vuh maya. [37] Si la lluvia torrencial y los relámpagos podían asustar a los hombres de las cavernas e inspirar el culto al dios del trueno, una tormenta seguida de inundaciones podía arrasar toda una cosecha y también los canales de irrigación y los silos; era capaz de destruir el trabajo de meses o incluso años y, potencialmente, de extinguir ciudades enteras. El tema aparece en uno de los textos más antiguos de la humanidad, las Instrucciones de Shuruppak , elaborado por escribas sumerios en una ciudad cercana al río Éufrates, en el actual Irak. Escrito hace cuatro mil quinientos años en caracteres cuneiformes sobre tablillas de arcilla, el texto relata los consejos y recomendaciones del rey Shuruppak, último soberano de la ciudad-Estado del mismo nombre, a su hijo Ziusudra. Se trata del Noé sumerio, y la narración se sitúa a medio camino entre el mito bíblico y el personaje histórico, ya que la ciudad de Shuruppak existió y fue destruida por una inundación hace unos cinco mil años. No es de extrañar que, en las Instrucciones de Shuruppak , el sueño aparezca asociado a una divinidad: Ziusudra sueña con Enki, dios de la sabiduría, que avisa sobre el diluvio y da instrucciones sobre la construcción de un arca para salvar a la familia de Ziusudra y a una pareja de cada especie animal. Parece que el arte de perpetuar historias, diálogos y normas a través de signos grabados en tablillas de arcilla o bloques de piedra surgió de forma repentina entre los sumerios y en Egipto. La invención de la escritura aceleró aún más el proceso de acumulación de conocimiento y cambió el curso de la evolución de la conciencia humana. A partir de ese momento, la multiplicación de nuevos signos se hizo imparable, impulsando con tanta fuerza el efecto de trinquete que en menos de cinco mil años hemos llegado a los ordenadores y a internet. EL ORIGEN DE LOS DIOSES
El avance de la técnica no ha impedido que el vínculo entre sueños, adivinación y nigromancia nos haya acompañado hasta hace muy poco en esta progresión histórica. La mayoría de los textos egipcios antiguos que nos han llegado no son instrucciones sobre cómo vivir, sino sobre cómo morir. El Libro de los muertos o, en traducción literal, Libro de la emergencia a la luz , es básicamente una colección de papiros con oraciones, encantamientos mágicos y pautas prácticas sobre cómo recorrer con seguridad la senda entre la vida finita y la existencia eterna reservada a los justos. Mezcla de guía y pasaporte, el Libro de los muertos revela con nitidez la noción de culpabilidad, ya que el difunto debe presentar ante Osiris una confesión negativa, un «nada consta» de culpa y malas acciones. Osiris es un dios asesinado que renace en su hijo Horus. Este renacimiento tiene una correspondencia directa con la sucesión dinástica de los faraones. Cuando el espíritu del regente fallecido se trasladaba al cielo, pasando de dios vivo a dios muerto, legaba al príncipe heredero el mando supremo de Egipto. A juzgar por la abundante evidencia histórica, los dioses ordenaron los actos humanos durante milenios, y su influencia persiste hasta el día de hoy en la mente y el comportamiento de miles de millones de personas. A menos que nos tapemos los oídos y los ojos, la creencia en los dioses es un hecho notable que exige explicación. Como afirma el psicólogo estadounidense Julian Jaynes (1920-1977), de la Universidad de Princeton, existen abundantes registros de visiones y órdenes verbales comunicadas directamente por los dioses a los gobernantes desde el comienzo de la historia hasta hace unos tres mil años, época que comprende la formación, el desarrollo y el desplome de muchas ciudades-Estado, incluida la Troya homérica. Si tomamos en serio esos registros, debemos explicar por qué nuestros antepasados oían voces y veían imágenes alucinatorias. Para interpretar la omnipresencia de divinidades durante los dos primeros milenios de historia escrita, y ciertamente desde antes de eso, Jaynes propuso que los primeros dioses se originaron a partir de las representaciones mentales de los ancestros fallecidos, que seguían reverberando en la mente de sus familiares en la vigilia y, sobre todo, durante el sueño. Una inscripción egipcia de cuatro mil años de antigüedad proclama «instrucciones que su majestad el rey Amenemhet I dio a su hijo cuando le habló en un sueño-revelación». La idea de Jaynes es de inspiración freudiana: «El padre primitivo de la horda aún no era inmortal, como lo sería más tarde por deificación». [38] Cuando el jefe de la banda —o padre de la horda primitiva, en la terminología
propuesta por Darwin y adoptada por Freud— moría, era inevitable que tuvieran lugar sueños en los que el difunto, tan central en la vida social cuando estaba vivo, se aparecía a quienes soñaban a pesar de estar muerto. Al soñar con el jefe de la banda, los otros miembros del grupo, asombrados, tendían a considerarlo vivo en un mundo paralelo. La creencia en la vida después de la muerte tenía su confirmación más elocuente cuando el muerto emitía órdenes, hacía advertencias o daba consejos útiles. DELIRIOS VIKINGOS Decenas de miles de años después del Paleolítico y casi cuatro mil después de los antiguos egipcios, la fatalista cultura nórdica se desarrolló en torno al concepto de un destino divino que puede ser visualizado en los sueños, tanto como premonición fidedigna como mezclado en draumskrok , una ilusión onírica absurda y desprovista de sentido. [39] En la Edda poética , una importante colección de poemas nórdicos recopilados antes del siglo XI , «La canción de Skirnir» explica la concepción nórdica de un futuro preestablecido: «Mi destino fue diseñado y mi vida entera, determinada». Las sagas nórdicas contienen cientos de sueños simbólicos, muchos de ellos proféticos. [40] Uno de los más famosos se atribuye a la reina Ragnhild, figura histórica del siglo IX casada con el rey Halfdan el Negro, de un reino del sur de Noruega. Ragnhild habría soñado que estaba en su jardín cuando una espina se le enganchó al manto; la quitó con la mano, pero la espina creció hasta convertirse en un enorme árbol cuyas raíces se introdujeron profundamente en la tierra, mientras que las ramas se elevaron tan alto que la reina apenas podía ver a través del espeso follaje (figura 3). La parte inferior del árbol era roja, el tronco, verde y las ramas, blancas. Las ramificaciones de la majestuosa copa se extendieron sin límites, cubriendo toda Noruega y más allá. [41] Años más tarde Ragnhild habría interpretado el árbol como una premonición simbólica de la futura importancia de su descendencia en la historia de Escandinavia, ya que su hijo Harald, conocido como Cabellera Hermosa, se convertiría en el primer rey de Noruega en el año 872. El rojo simbolizaba la sangre derramada en la conquista del poder, el verde representaba la pujanza del reino venidero y las ramas blancas, a los descendientes de Ragnhild, que durante muchas generaciones gobernarían Noruega. Este relato se inscribe en la
tradición de los sueños contados por madres y padres de grandes líderes, [42] por lo general anunciaciones sobre su futura grandeza, como en las narrativas de la vida de Buda, Confucio y Jesús.
FIGURA 3. El sueño de la reina Ragnhild (1899), de Erik Werenskiold.
CONSULTAR A LOS ESPÍRITUS El mantenimiento de los recuerdos de los muertos como representaciones de seres vivos, sabios y llenos de autoridad, dio lugar a una gran acumulación de conocimiento en poco tiempo, a la
formación de un banco de memoria no directamente accesible al individuo pero operativo en él mediante procesos mentales sin precedentes e inexistentes en otros animales: los diálogos inspiradores, admonitorios o terapéuticos con espíritus ancestrales recibidos en sueños o éxtasis de imaginación activa. El culto a los muertos sigue estando tan vivo en los actuales ritos egúngún de la isla de Itaparica como lo estaba hace dos mil años en la Roma de Espartaco. En el Tíbet, la práctica onírica está arraigada en una larga historia de trabajo espiritual a través de los sueños, presente tanto en las creencias populares prebudistas como en la religión bön y en el propio budismo. Cuando un tibetano se enfrenta a dificultades atribuidas a entidades malignas, a menudo se utilizan los sueños para contactar con espíritus protectores y consultar oráculos. El culto a los muertos y a los dioses fue la piedra angular de la religión, lo que hizo de la comunicación con estos seres la función principal del sueño. Los sueños desempeñaron un papel central en las narrativas mitológicas de las primeras grandes civilizaciones: Súmer, Egipto, Babilonia, Asiria, Persia, China e India. Los primeros manuales de interpretación de los sueños aparecieron en el Imperio asirio hace tres mil años, con la elaboración de recopilaciones de sueños premonitorios como el Ziqiqu , que establecía la correspondencia entre sucesos oníricos y sus hipotéticas implicaciones en la realidad. A lo largo de los siglos proliferaron los augures cuya práctica adivinatoria se fundaba en los sueños. Era generalizada la creencia en la inspiración divina o demoníaca de sueños buenos y malos, así como en las posibilidades de la incubación onírica. Desde el diccionario chino del duque de Zhou [43] hasta las tradiciones islámicas, [44] desde los textos cuneiformes de Mesopotamia [45] hasta los Upanishads de la filosofía védica a orillas del Ganges, [46] se extendió por todo el planeta la creencia en la capacidad onírica de predecir el futuro. La idea subyacente a esa capacidad, la noción de un destino predeterminado, iba a alimentar la oniromancia a través del tiempo. En la Epopeya de Gilgamesh , por ejemplo, escrita hace cerca de cuatro mil años, el mítico rey de la ciudad sumeria de Uruk se entera a través de un sueño de la existencia de su rival Enkidu. Pelean, se hacen amigos y juntos realizan grandes actos heroicos. Luego, llevados por la arrogancia, desafían a la diosa de la fertilidad Inanna, adorada como Ishtar por los acadios, babilonios y asirios. Poco después, Enkidu sueña que está condenado por los dioses; luego enferma y muere. Gilgamesh se desespera y se obsesiona con el miedo, hasta que decide viajar al
reino de los muertos para conquistar la inmortalidad. Cuando cruza las aguas de la muerte, encuentra a Ziusudra (el Noé sumerio), que le dice: «Vamos, trata de no dormir durante seis días y siete noches». Pero Gilgamesh duerme sin parar y fracasa en su iniciación a la inmortalidad. [47] En la tradición helenística, los sueños adivinatorios están imbricados en las narrativas más antiguas. En la Ilíada de Homero, el sueño desempeña un papel fundamental en la trama que causa la destrucción de Troya por parte de los griegos. [48] Tras el nacimiento del tercer hijo de Príamo, rey de Troya, la reina Hécuba sueña que el niño será una antorcha que prenderá fuego a la ciudad; se trata de Paris, que mucho después secuestrará a Helena y dará lugar al conflicto. La Eneida de Virgilio relata que ya al final de la guerra, cuando los guerreros de Ulises escondidos en el caballo de madera abren las puertas de la ciudad para la invasión del ejército griego, el difunto Héctor aparece en el sueño de Eneas para advertirle del desastre en curso. Al huir de Troya rumbo a Italia —donde fundará el linaje romano—, Eneas mira su ciudad en llamas, testimonio de la realización de la premonición onírica de Hécuba. Pero no todos los sueños homéricos eran predicciones acertadas del futuro. A veces, las apariciones no eran más que una decepción. Durante el asedio de Troya, Zeus envió al rey Agamenón, comandante militar de los griegos, un sueño engañoso que prometía una gran victoria contra los troyanos en caso de un ataque inmediato. Agamenón llevó a cabo el ataque y sufrió una terrible derrota. Oráculo divino, oráculo engañoso… IMPERIOS SOÑADOS Si los sueños desempeñaron un papel central en la trayectoria de muchos personajes mitológicos, también participaron plenamente en la historia de gobernantes de carne y hueso. La narración de la ascensión al poder de Sargón de Acad (c. 2334-2279 a. C.), unificador de Mesopotamia y primer emperador de la historia de la humanidad, tiene como punto de inflexión el inquietante sueño que tuvo sobre UrZababa, el rey de Kish a quien servía como criado. En el sueño, la diosa Inanna ahogaba a Ur-Zababa en un río de sangre. Asustado al descubrir el contenido del sueño, Ur-Zababa ordenó matar a Sargón, aunque este acabó por prevalecer sobre él. [49]
Los acadios eran un pueblo semita que sucedió a los sumerios y se apropió de su civilización, girando el trinquete cultural de los caracteres cuneiformes y las deidades mesopotámicas. La hija de Sargón, Enheduanna, [*] fue la sacerdotisa suprema del templo más importante del imperio, dedicado a Nanna, el dios de la Luna, en la ciudad de Ur. Enheduanna escribió himnos, oraciones y poemas que le confieren la primera autoría de la literatura, esto es, el reconocimiento de la obra como creación de una persona específica. En el poema «Inanna, señora del corazón más grande», escrito en primera persona, Enheduanna relató un deslumbrante sueño en el que era elevada por una puerta celestial y pronunció: «Inanna, el planeta Venus, la diosa del amor, tendrá un gran destino en todo el universo». [50] El estrecho contacto de los babilonios con los hebreos y otros pueblos del oeste difundió la obra de Enheduanna, hasta el punto de que influyó en los salmos de la Biblia y en los himnos homéricos. Esta continuidad cultural está relacionada con la gran importancia atribuida a los sueños en las narraciones de la Torá, la Biblia y el Corán. El flujo cultural entre Oriente y Occidente implicó guerras y migraciones en ambas direcciones. En el pasado mitológico mesopotámico, el patriarca Abraham habría nacido en Ur y luego emigrado a regiones hoy en día ubicadas en Turquía e Israel. En el siglo VI a. C. el rey Nabucodonosor invadió Jerusalén y deportó a miles de judíos a Babilonia, a unos mil kilómetros de distancia. En esta antigua metrópolis los judíos sufrieron casi sesenta años de cautiverio hasta que Ciro el Grande, fundador del Imperio persa, tomó la ciudad y los liberó. Cuando regresaron al Levante, los judíos difundieron la rica cultura babilónica con las palabras de Enheduanna. Desde el comienzo del registro escrito, se preservaron sueños de los miembros de la élite gobernante con fines políticos y religiosos. El uso de sueños para la comunicación entre dioses y reyes persistió a lo largo del tiempo y dejó un legado cultural visible. Este uso está bien documentado en los cilindros sumerios de arcilla más grandes jamás encontrados, grabados por el rey Gudea (c. 2144-2124 a. C.), cuyas inscripciones cuneiformes representan el texto sumerio más largo conocido y también uno de los registros escritos más antiguos de la humanidad. [51] Huecos en el centro para poder girarlos mientras son leídos, estos cilindros de medio metro de altura relatan un sueño impresionante del rey Gudea. Primero aparecía un hombre tan alto como el cielo con cabeza de dios, alas de pájaro y una enorme ola en la parte inferior del cuerpo. El gigante estaba flanqueado por leones y
parecía querer decir algo, pero Gudea no lo entendía. Siguió soñando que se despertaba por la mañana y veía a una mujer con un brillante estilete que consultaba representaciones del cielo estrellado en una tablilla de arcilla. Entonces aparecía un guerrero con una tablilla de lapislázuli en la que dibujaba los planos de una edificación. El guerrero entregaba al rey un molde de ladrillo y una cesta nueva; mientras, un burro levantaba polvo con las pezuñas. Cuando se despertó al día siguiente, Gudea se sintió confundido sobre el significado del sueño. Decidió entonces consultar a Nanshe, la diosa sumeria de la profecía y la interpretación onírica. Realizó una serie de rituales de camino al templo de esta diosa y, una vez allí, explicó su sueño. Recibió la explicación de que el gigante representaba al dios Ninurta ordenando la construcción de un templo en honor al dios Eninnu. La mujer representaba a la diosa Nidaba, que recomendaba alinear el templo astronómicamente con las estrellas sagradas. El guerrero era el dios arquitecto Nindub, con instrucciones específicas para la planta del edificio. El burro era el propio Gudea, impaciente por erigir la obra arquitectónica así revelada. Los detalles de los cimientos y materiales de construcción quedaron explicados en sueños posteriores, inducidos mediante rituales propiciatorios. El templo efectivamente se construyó en la ciudad de Girsu, y bajo sus ruinas, que aún existen en Irak, se encontraron los cilindros de Gudea. [52] La construcción de grandes edificaciones fue un asunto divino a lo largo de los tiempos. Más de quince siglos después del rey Gudea, cilindros de arcilla grabados con caracteres cuneiformes narran un sueño del rey Nabónido (556-539 a. C.) en el que Marduk aparecía para guiarlo en la reconstrucción del importante templo de Sin, el dios de la Luna. La reconstrucción tuvo lugar de verdad; las ruinas están en la ciudad de Harán, en el sur de Turquía, que en la Biblia corresponde a la ciudad a la que el patriarca Abraham emigró después de dejar Ur. Aunque no todos los profetas hebreos reconocieran el potencial adivinatorio de los sueños, los relatos oníricos de la presencia del dios hebreo Yavé desempeñan un papel central en las historias de Jacob y Salomón. [53] Los libros sagrados del judaísmo, del cristianismo y del islam también afirman que un hebreo llamado José se convirtió en visir de Egipto porque interpretó de forma correcta dos perturbadores sueños del faraón. En el primer sueño, el faraón estaba a orillas del río Nilo cuando aparecieron siete vacas gordas seguidas de siete vacas flacas, que después se comieron a las gordas. En el segundo sueño, el faraón vio
brotar siete espigas gordas de trigo seguidas de siete espigas pequeñas y resecas, que se tragaron a las espigas grandes. José interpretó los sueños como idénticos en su mensaje: siete años de abundancia seguidos de siete años de escasez. Su consejo al faraón fue construir silos para almacenar el grano. Se cree que la historia está relacionada con una devastadora sequía en el valle del Nilo hace unos cuatro mil años y con los esfuerzos del Gobierno egipcio por mitigarla. Muchos siglos después, otro faraón tuvo un sueño inquietante, interpretado por sus sabios como una oscura profecía: un recién nacido crecería y un día liberaría a los hebreos cautivos para hacerse con el trono. En reacción al sueño, el faraón ordenó ahogar en el Nilo a todos los hebreos varones recién nacidos, pero la hija del faraón encontró un bebé al que habían dejado en el río dentro de una canasta al que adoptó bajo el nombre de Moisés. Cuando se hizo adulto, cumplió parte de la profecía onírica, liderando el éxodo de su pueblo de Egipto a Canaán. Los sueños también desempeñaron un papel prominente en la historia de Persia, donde los magos zoroástricos eran considerados eximios intérpretes de sueños. Según el historiador griego Heródoto (c. 484-425 a. C.), [54] Astiages, rey de los medos, habría soñado que su hija Mandana orinaba tanto que inundaba toda Asia. Los magos interpretaron el sueño como un mal presagio de que el hijo de Mandana suplantaría a Astiages, razón por la cual el rey la casó con un persa de estatus social medio. Cuando Mandana dio a luz a un niño sano llamado Ciro, Astiages tuvo un segundo sueño en el que una gigantesca vid surgía del vientre de su hija hasta cubrir toda Asia. Los magos interpretaron el sueño como una nueva predicción de que el nieto se rebelaría contra el abuelo. Astiages ordenó que Ciro fuera ejecutado, pero el niño sobrevivió, creció, destronó al rey y construyó el mayor imperio que el mundo había visto hasta entonces. Treinta años más tarde, a punto de morir en las estepas de Asia central en batalla contra los masagetas, Ciro habría soñado que Darío, el hijo de un gobernador persa, extendía unas alas enormes cuya sombra abarcaría Asia y Europa. Ciro se asustó con el presagio e hizo arrestar al joven, pero poco después fue decapitado por sus enemigos; Darío ascendió al trono y llevó al Imperio persa a su cúspide. En las décadas siguientes, Darío y su hijo Jerjes, nieto de Ciro por parte de madre, protagonizarían en las legendarias invasiones persas de Grecia, con enormes consecuencias para el sincretismo cultural entre Oriente y Occidente. Así como el arrogante Agamenón de Homero habría recibido de los dioses un falso sueño premonitorio, Heródoto relató que
Jerjes se habría visto obligado a intentar la fallida conquista de los pueblos helénicos por sueños recurrentes de dominación del mundo. Jerjes contó sus sueños a Artabano, su ministro de la guerra, que respondió con escepticismo por no creer que los sueños pudieran ser oráculos; no eran más que imágenes mentales. Jerjes pidió que Artabano durmiera en su cama para ver si él también recibía el mismo sueño. A la mañana siguiente, tras emerger de una asombrosa repetición onírica, Artabano se habría convertido a los desastrosos planes de guerra del emperador. Tras años de preparativos, los persas por fin invadieron Grecia y quemaron Atenas, aunque fueron repelidos. Un siglo y medio después de la derrota de Jerjes, el rey macedonio Alejandro III invirtió el sentido de la invasión y, en un breve periodo de tiempo, conquistó Siria, Egipto, Asiria, Babilonia y el propio Imperio persa, y llegó hasta India. La frenética trayectoria de Alejandro Magno estuvo jalonada por varios sueños premonitorios de gran simbolismo. Durante el sangriento asedio de Tiro, un estratégico puerto fenicio situado en lo que hoy es Líbano, Alejandro habría soñado con Heracles como anticipo del hercúleo esfuerzo para apoderarse de la ciudad. Después de siete meses de violentos enfrentamientos, Alejandro habría tenido un segundo sueño en el que repetidamente intentaba capturar a un escritor satírico que escapaba de sus embestidas. Al final, bailando sobre su escudo, el sátiro era capturado. El vidente favorito de Alejandro interpretó que el término satyros — «sátiro» en griego— se podía dividir en sa y tyros , que significa «Tiro es tuya». Alejandro redobló sus ataques y tomó la ciudad. [55] SUEÑOS CURATIVOS En la Antigüedad, la repercusión social de los sueños también estaba íntimamente ligada a su uso terapéutico. Muchas veces la recuperación de la salud de una persona enferma se atribuía directamente a los sueños, como en el Poema del justo sufriente , una narración acadia de las desventuras del protagonista, Tabu-utul-Bel, víctima de innumerables deformidades y enfermedades. Cuando este Job babilónico está a punto de morir, una serie de sueños le revelan que el dios Marduk lo salvará. En un trance contempla la batalla de Marduk contra los demonios y al final se cura. No es exagerado decir que las principales civilizaciones del Mediterráneo durante el periodo clásico se desarrollaron bajo la
influencia de los sueños. [56] En Grecia, y más tarde en Roma, se erigieron portentosos templos dedicados a Asclepio, dios de la medicina, adonde los peregrinos acudían en busca de diagnóstico, tratamiento y orientación divina. Cada enfermo era sometido a un ritual de incubación de sueños (egkoimesis en griego, incubatio en latín); se le incitaba a quedarse dormido dentro del templo a fin de propiciar la obtención de una visión adivinatoria. [57] Al despertar, el paciente explicaba su sueño a un sacerdote del templo, que lo escuchaba atentamente en busca de signos capaces de indicar el tratamiento correcto de la enfermedad. A veces, en situaciones especiales, el tratamiento podía ser determinado en un sueño por Asclepio, hijo de Apolo, dios de la verdad, de la curación y de la profecía. La abundancia en sus templos de antiguos votos de terracota o arcilla que representan partes del cuerpo humano atestigua la frecuente atribución al dios de competencia en las curaciones. [58] Rituales muy similares persistieron durante siglos en el Egipto clásico en torno al dios Serapis. Prácticas parecidas se dieron durante la Edad Media en el Imperio bizantino y — con relevantes modificaciones— también en el islam. ROMA ALUCINADA En Roma, la influencia de los sueños en la vida social alcanzó niveles sin precedentes. Dada la creencia generalizada en la comunicación onírica con los dioses, los relatos de sueños pasaron a ser utilizados libremente para legitimar o deslegitimar a los actores políticos. El biógrafo romano Suetonio hizo numerosas alusiones a los sueños para indicar el origen divino del primer emperador romano, Octavio Augusto. Su madre Acia, prominente patricia, habría ido al templo de Apolo por la noche y allí se habría quedado dormida en su litera. Recibió la visita onírica de Apolo en forma de serpiente y se quedó embarazada de él. Durante el embarazo, Acia habría soñado que sus entrañas «alcanzaban las estrellas y se extendían por toda la tierra y el mar», mientras que su marido habría soñado que el sol salía del vientre de su esposa. [59] Los senadores romanos habrían soñado con el nacimiento de un rey que salvaría a la República el año en que nació Augusto, y Julio César habría tenido un sueño que lo persuadió de convertir a su hijo adoptivo Augusto en su heredero político. Años más tarde este último, en la batalla de Filipos —que llevó a la eliminación de los principales asesinos de Julio César y allanó el camino para su
ascensión—, se habría liberado de una emboscada en su propia tienda al ser advertido por la premonición onírica de un amigo. No es de extrañar, por lo tanto, que Augusto fuera extremadamente susceptible a los sueños. Inspirado por uno, habría tenido el hábito de pedir limosna como un mendigo una vez al año e incluso habría creado una ley que determinaba que cualquiera que tuviera un sueño premonitorio debía compartirlo en la plaza pública. Quizá el caso más dramático del uso de relatos oníricos para imbricar la fatalidad histórica con la deificación de los gobernantes romanos sea el relativo al primero de los césares y a su esposa, Calpurnia. Días antes de ser asesinado, Julio César recibió un mal presagio proferido por un adivino que le avisaba de un peligro letal en la fiesta religiosa del 15 de marzo. La profecía se difundió de boca en boca por toda Roma hasta llegar al Senado, donde había un creciente descontento con las ambiciones del político. A los senadores les alarmaba sobre todo el creciente culto a la personalidad de Julio César, materializado en estatuas y efigies, en la celebración de fiestas excesivamente extravagantes y en su deificación por una secta religiosa. Después de todo, su propia familia afirmaba ser descendiente del troyano Eneas, hijo de Venus, y corría el rumor de que sus espectaculares victorias militares indicaban el favor de los dioses. La agresiva ascensión política y religiosa de Julio César llevó al Senado a conspirar para matarlo. En la noche del 14 de marzo del 44 a. C., César soñó que era transportado de manera deslumbrante a través de las nubes, elevado a los cielos y recibido por Júpiter con un enérgico apretón de manos. No parecía un mal sueño; al contrario, era magnífico. Sin embargo, a su lado en la cama, Calpurnia tuvo una pesadilla horrible. Soñó que la fachada de su casa se derrumbaba, que Julio era apuñalado y que ella lloraba su cuerpo ensangrentado. [60] A la mañana siguiente insistió a su marido para que no fuera al Senado. Él consideró no hacerlo, pero lo disuadieron tanto uno de los conspiradores como los augurios favorables de sus adivinos. Al llegar al Foro, Julio César se vio rodeado de decenas de hombres —muchos de ellos senadores— que lo mataron cruelmente atestándole veintitrés puñaladas. El funeral causó una gran conmoción popular. Hubo ejecuciones y sacrificios y el cuerpo fue quemado en el mismo Foro, con armas, amuletos, joyas y ropa arrojados al fuego por la multitud. El tumulto se descontroló y las llamaradas se volvieron tan grandes que casi destruyen el Foro. Ante semejante reacción popular, los asesinos de
Julio César no pudieron evitar que se convirtiera en la primera figura histórica romana en ser oficialmente divinizada. Pasó a ser representado como Divus Iulius (el «divino Julio»), y Augusto adoptó el título de Divi Filius («hijo divino»), hechos que inician el proceso que destruiría a la República y daría origen al Imperio romano. ¿Cuál fue el recorrido psicológico de nuestros antepasados para que una narración tan fantástica pudiera ser considerada normal desde tiempos inmemoriales hasta una época tan reciente? Para responder a esta pregunta tendremos que recapitular con mayor detalle nuestro paso de la prehistoria a la historia.
La Estela de los Sueños, entre las patas delanteras de la Gran Esfinge de Guiza.
José interpreta el sueño del faraón (1894), de Arthur Reginald .
Vishnú soñando el universo. Templo Dashavatara, Deogarh, India.
La visión de Macedonia del apóstol Pablo . Mosaico en la ciudad griega de Veria, en el lado izquierdo del altar erigido en el lugar donde se cree que Pablo predicó a una multitud en el año 51.
Las impresiones del día: restos diurnos moleculares. En animales control, sin experiencia con estímulos nuevos, la expresión del gen inmediato Zif-268 decae durante el sueño. En animales sometidos a estímulos nuevos, la expresión del gen es reinducida durante el sueño REM. Las imágenes representan cortes frontales de un único hemisferio cerebral. La escala de colores va del rojo al azul, indicativos respectivamente de niveles altos y bajos de la expresión del gen.
El sueño torrencial de Durero transformado en acuarela (1525). Se trata de uno de los ejemplos más antiguos de inspiración onírica explícita en las artes plásticas.
Chagall, El sueño de Jacob (1966).
Dalí, Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar (1944). El pintor buscó la multiplicidad de significados a través de su método paranoico-crítico, de inspiración freudiana.
Batalla de Little Bighorn retratada por los lakotas. Arriba : Pintura de Coz de Oso (1898). A la izquierda, la figura vestida de cuero es Custer. Las figuras apenas esbozadas y de forma fantasmagórica en la parte superior izquierda, detrás de las figuras de soldados muertos, son los espíritus de los muertos en la batalla. En el centro están las figuras de Toro Sentado, Lluvia en Cara, Caballo Loco y Coz de Oso. Abajo : Pintura de Amos Bad Heart Bull (c . 1890) que representa a Caballo Loco en el centro de la batalla, con puntos repartidos por todo el cuerpo.
Criaturas de la mente codificadas por la actividad de neuronas del hipocampo. Una neurona hipocampal, selectiva para el concepto «Luke Skywalker» presentado como imagen, nombre escrito o sonido, también se activa cuando se presenta la imagen del maestro jedi Yoda, mentor y amigo de Luke.
3 De los dioses vivos al psicoanálisis Al principio fue la añoranza. Anclado en los sueños, el cuidado funerario de los muertos iniciado en el Paleolítico hace cientos de miles de años se volvió más complejo con el paso del tiempo. De pequeños montones de piedras y conchas durante el Neolítico, nuestros ancestros pasaron, a principios de la Edad de Bronce, a la colosal escala de las pirámides y los zigurats. El culto a los muertos fue un modo muy exitoso de funcionamiento mental, puesto que llevó a que se formasen agrupaciones humanas de cientos de miles de personas viviendo bajo el mando directo de un dios vivo (en Egipto) o de su representante inmediato (en Mesopotamia). Los gobernantes se nutrían del conocimiento acumulado de toda la dinastía y se inspiraban en él, hasta donde alcanzase la memoria, mediante la preservación de los mitos fundadores sobre el padre y la madre originales. Provisto de estas creencias y de todo el poder social que existía en aquella época, liberado de cualquier trabajo físico pero encargado de pesadísimas labores espirituales, administrativas y militares, un faraón típico podía vivir en trance permanente, fluctuando entre el sueño y la vigilia, en delirios de poder real y ficticio. A lo largo de los milenios, se extendió una nueva forma de conciencia no solo en los faraones, sino probablemente en estratos cada vez más amplios de la sociedad. Las personas se volvían cada vez más capaces de realizar largos vuelos de imaginación sin mover los músculos o, aún mejor, moviéndolos en completa desconexión con las escenas imaginadas. Se hizo literalmente posible soñar en ciertas partes del cerebro y no en otras, creando un espacio mental versátil y casi siempre disponible para simular, durante la vigilia, no solo las consecuencias de las acciones en el mundo real, sino también las ideas en el mundo simbólico. Esta nueva forma de conciencia caracterizada por un «soñar despierto» fue tan útil para la planificación de la guerra como para la producción de alimentos y se convirtió en la fuerza motriz de nuevos conocimientos: el almacenamiento y comercio de cereales, la
ingeniería asociada a los edificios y los medios de transporte, la astronomía, las matemáticas o la propia escritura. Desde la horda primitiva hasta la coronación de los faraones a orillas del río Nilo, la capacidad de construir ficciones, diseminarlas por el grupo y luego implementarlas impulsó la expansión de las sociedades de estructura piramidal. La invención de la escritura extendió en el tiempo y en el espacio los límites del poder central, hecho simbolizado por la difusión, a lo largo de inmensos territorios, de enormes estelas de piedra inscritas con leyes y órdenes divinas transmitidas por los gobernantes a sus súbditos. El uso de estelas permitió la demarcación de territorios culturales mucho más amplios y provocó la expansión del culto a las divinidades. La aparición de la literatura es un testimonio dinámico de este proceso, ya que los dioses y los espíritus de los muertos aparecen a menudo en los textos más antiguos. Sin embargo, de manera contradictoria la escritura fue también el principio del fin del culto a los dioses y antepasados, el comienzo del ocaso de los sueños. Ya no era necesario entrar en trance para escuchar las voces alucinatorias de los dioses, propiciadas por estatuas, rezos, ayunos, sacrificios y sustancias, puesto que sus palabras, y las de sus representantes directos, se podían leer (o escuchar, como se registra en los textos más antiguos). Grabadas en piedra para que durasen milenios, las palabras de autoridad se podían oír con precisión en múltiples lugares distribuidos por el imperio. La acumulación y la conservación oral del conocimiento adquirido a través de mandatos divinos, experimentados dentro del cerebro como una sucesión de sueños, fueron quedándose obsoletas con la propagación de la escritura. Cuando nuestros antepasados inventaron formas de registrar las órdenes orales de los dioses en piedra o barro, crearon la condición necesaria para la progresiva irrelevancia de estos mandatos, hasta que al final desaparecieron en la mayor parte de la población. En los textos egipcios y mesopotámicos, el relato de la muerte de los dioses está presente desde el comienzo mismo del registro escrito, pero la afirmación de que los dioses han enmudecido se vuelve predominante en torno al periodo que va del 1200 al 800 a. C. Fue una época de enormes crisis sociales, económicas y ambientales, de explosión demográfica, migraciones, guerras, hambrunas, plagas y sequías, entre otros desastres naturales, [1] que llevaron a la caída de ciudades e imperios como Cnosos (c. 1250 a. C.), Micenas (c. 1200 a. C.), Ugarit (c. 1190 a. C.), Megido (c. 1150 a. C.), Egipto (c. 1100 a.
C.), Asiria (c. 1055 a. C.), Babilonia (c. 1026 a. C.) y Troya (c. 950 a. C.). En casi todos los casos, estas ciudades e imperios resurgieron y se reorganizaron con nuevos dioses o con dioses resucitados. Mientras tanto, el crecimiento de la población de personas imbuidas de la creencia en los dioses —lo que equivale a decir con un software cultural similar— dio lugar a contradicciones completamente nuevas. En Egipto, nuevas formas de conciencia comenzaron a expandirse entre las clases subordinadas, que también deseaban sus propias tumbas y sobre todo la vida eterna. Esto catalizó el conflicto social, fruto de una reacción beligerante ante la desigualdad en el trato de los muertos. La literatura de la época documenta la desesperación de la gente de un estatus social medio, aterrorizada por tener que afrontar sin salvoconducto la inminencia del fin, habida cuenta de que la promesa de vida eterna era el privilegio de aquellos que podían pagar la elaboración de los encantamientos contenidos en el Libro de los muertos . La propagación geográfica de las palabras de los dioses también las trivializó. Ya no era necesario tener alucinaciones auditivas de voces divinas para acceder al conocimiento, puesto que ahora este estaba externalizado en objetos sólidos y persistentes, capaces de difundir palabras de una mente a otra sin sueños, éxtasis ni locura. Por otro lado, la aparición de eventos catastróficos sin precedentes, así como la fragilidad de sociedades tan grandes, hizo de la sabiduría divina algo obsoleto, viejo, incapaz de encontrar soluciones a nuevos problemas. Esta época coincide con el gran colapso de la Edad de Bronce, cuando se disolvieron varios poderes centrales. Fue el fin de Troya, de Micenas y de la civilización minoica en Creta. Fue un tiempo de sequías, inundaciones, maremotos, escasez, migraciones y guerras, y en este escenario de caos e imprevisibilidad los dioses, que ya no tenían respuestas, callaron. Los hombres, en adelante, deberían resolver por cuenta propia sus problemas. Después de algunos siglos de transición, se produjo una portentosa alteración cultural entre los años 800 y 200 a. C., época que el filósofo y psiquiatra alemán Karl Jaspers (1883-1969) llamó la «Era Axial». Este periodo fue testigo del florecimiento de la civilización en varias partes de Afroeurasia, incluidos Atenas, Roma, Babilonia y los imperios persa, macedonio y maurya. De este periodo datan cientos de textos fundamentales de la literatura antigua, como la Ilíada , la Odisea , la República , el Génesis, el Avesta y el Mahabharata . El desarrollo y la integración multicultural se aceleraron por la consolidación de la
escritura alfabética, de las nuevas tradiciones literarias y de las primeras instituciones de educación superior, como la Academia de Platón y la Biblioteca de Alejandría en el siglo III a. C. El mundo se volvía cada vez menos de los dioses y más de los hombres. La Ilíada y la Odisea ejemplifican con claridad esta transición. Frente a Aquiles, con su típica la mentalidad del pasado, sin planes de futuro y que solo actúa a petición de los dioses, la nueva mentalidad de Ulises utiliza estratagemas para lograr sus objetivos, imaginados persistentemente en la vigilia. Se trata de una nueva mentalidad introspectiva que sigue escuchando las voces de los dioses, pero que comienza a construir un poderoso diálogo interno, práctico y utilitario, para imaginar el futuro y, así, darle forma. Este ser humano es similar al de hoy, con su capacidad de soñar despierto una gran variedad de planes, tenues pero altamente efectivos, ya sea para construir un enorme caballo de madera y así regresar a los brazos de la amada ausente o para salir más pronto del trabajo y sorprender a la novia con una cena a la luz de las velas. Un ser humano que ya casi no escucha a los dioses, sino que habla todo el tiempo consigo mismo. Aunque pueda parecer fabulosa, la teoría de que la introspección humana es un fenómeno relativamente reciente fue corroborada en un análisis semántico de textos judeocristianos y grecorromanos, realizado por un equipo de investigadores argentinos del centro de investigación Thomas J. Watson de IBM, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Princeton. Si el psicólogo Julian Jaynes tiene razón, la transición al yo consciente, que se escucha a sí mismo y no a los dioses, sería tan reciente que debería aparecer en el registro histórico, esto es, en los textos producidos por la humanidad desde el comienzo de la escritura. El yo introspectivo, reflexivo, que se imagina a sí mismo, solo tendría unos tres mil años. Para probar esta hipótesis, los físicos Guillermo Cecchi y Mariano Sigman se unieron a los informáticos Carlos Diuk y Diego Slezak con el fin de estudiar textos arcaicos con un método matemático capaz de medir distancias entre palabras de forma objetiva, cuantitativa y automática. El método se basa en el hecho de que, cuando se investiga un conjunto muy grande de textos diferentes, pares de palabras semánticamente cercanas («gato» y «ratón», «madre» e «hija», «amor» y «pasión») tienden a aparecer en los mismos textos, lo que no es el caso con palabras distantes («gato» y «helicóptero», «arroz» y «poesía», «flor» y «cenit»). Utilizando este método, la distancia semántica entre cualquier par de palabras corresponde a un número, lo
que permite calcular la media de las distancias entre una palabra sonda y todas las palabras contenidas en un texto. Para comprobar su hipótesis, los investigadores eligieron como sonda específica la palabra «introspección», término que ni siquiera aparece en los libros antiguos y que por eso mismo servía para prospectar la presencia difusa del concepto en cada obra. Así, para cada texto analizado, los investigadores midieron la distancia entre cada palabra del texto y la palabra «introspección» e hicieron el promedio de estas distancias considerando todas las palabras del texto. Los resultados [2] mostraron que el concepto de «introspección» se fue volviendo progresivamente más importante en las tradiciones literarias judeocristiana y grecorromana, y que este proceso se aceleró durante el periodo de expansión de cada civilización (figura 4). Aunque no se puede comprobar que el comportamiento introspectivo también se haya vuelto más prevalente, los resultados nos permiten imaginar a la gente de la época de Homero (siglo VIII a. C.) como mucho menos introspectiva que, por ejemplo, la de la época de Julio César (siglo I a. C.). Como veremos más adelante, otras investigaciones recientes sobre la estructura de textos antiguos también apoyan la idea de que la mentalidad humana comenzó a cambiar radicalmente hace tres mil años. GLORIA Y OCASO DE LOS SUEÑOS La lenta pero inexorable pérdida de importancia de los sueños es uno de los ejemplos más claros de este cambio. La decadencia intermitente de la creencia en la eficacia onírica atraviesa los primeros milenios antes y después de Cristo. Por un lado, el Buda Gautama (c. 480-400 a. C.) dio una enorme amplitud existencial al problema onírico al afirmar que toda la vida es sueño. La idea de que la realidad misma es un sueño tiene raíces muy antiguas en India; una representación tradicional del dios hindú Vishnú lo muestra reclinado sobre la serpiente Shesha mientras «sueña el universo en realidad».
FIGURA 4. Una medida semántica de introspección aumenta con el paso del tiempo en los registros culturales judeocristianos y grecorromanos.
Pero el Buda también introdujo en su cultura la interpretación simbólica de los sueños. Cuando estaba a punto de abandonar la privilegiada vida brahmánica para adherirse al más estricto ascetismo, el joven príncipe Siddhartha Gautama dio a una pesadilla premonitoria de su mujer, Gopa, interpretaciones que eran todo menos literales. Según la tradición, [3] el príncipe que un día sería Buda evitaba a su propia esposa, que sufría angustiada. Cuando finalmente logró dormir, la mujer soñó que las montañas temblaban bajo una salvaje ventisca que arrancaba árboles; en el horizonte, los astros se desplomaban del
cielo. Gopa se vio desnuda, despojada de sus vestiduras, sus adornos y su corona. Alguien le había cortado el pelo, su lecho nupcial estaba roto y las ropas del príncipe, llenas de gemas preciosas, estaban esparcidas por el suelo. Los meteoritos caían sobre una ciudad oscura. Aterrorizada, Gopa despertó a su marido. «Mi señor, mi señor — gritó—. ¿Qué pasará? ¡He tenido una pesadilla terrible! Mis ojos están llenos de lágrimas y mi corazón está lleno de miedo.» «Cuéntame tu sueño», respondió el príncipe. Gopa le explicó todo lo que había visto en su sueño. El príncipe sonrió. «Alégrate, Gopa», dijo, alégrate. ¿Has visto temblar la tierra? Entonces un día los dioses se inclinarán ante ti. ¿Has visto a la luna y al sol caer del cielo? Entonces pronto vencerás al mal y recibirás infinitas alabanzas. ¿Has visto árboles arrancados? Entonces encontrarás una forma de salir del bosque del deseo. ¿Te han cortado el pelo? Entonces te liberarás de la red de pasiones que te mantiene cautiva. ¿Mis ropas y mis joyas estaban dispersas? Entonces estoy en el camino de la liberación. ¿Los meteoritos cruzaban el cielo sobre una ciudad oscura? Entonces, al mundo ignorante, al mundo ciego, llevaré la luz de la sabiduría, y los que tengan fe en mis palabras conocerán la alegría y la felicidad. Sé feliz, Gopa, aleja tu melancolía. Pronto serás singularmente honrada. Duerme, Gopa, duerme. Has soñado un sueño encantador.
Días después, Siddhartha dejó la casa en silencio durante la noche. Durante seis años, expuesto a la intemperie en los barrancales de un río, el joven llevó una vida de meditación, aislamiento y ayuno entre animales salvajes. Cuando decidió alimentarse de nuevo, sus discípulos lo abandonaron y experimentó la serie onírica que marcó su iluminación: Llegó la noche. Se durmió y tuvo cinco sueños. Primero, se vio acostado en una gran cama, que era toda la Tierra; bajo su cabeza había una almohada, que era el Himalaya; su mano derecha descansaba en el mar occidental, la izquierda en el mar oriental, y sus pies tocaban el mar meridional. Entonces vio salir un junco de su ombligo, y el junco creció tan rápido que pronto llegó al cielo. Luego vio gusanos arrastrándose sobre sus piernas, cubriéndolas por completo. Entonces vio pájaros volando hacia él, que se elevaban desde todos los puntos del horizonte, y cuando los pájaros estaban cerca de su cabeza, parecían ser de oro. Finalmente se vio a los pies de una montaña de inmundicia y excremento; escaló la montaña; llegó a la cima; bajó, y ni la inmundicia ni el excremento lo contaminaron. Se despertó y, a partir de estos sueños, supo que había llegado el día en que, habiendo alcanzado el conocimiento supremo, se convertiría en un Buda. [4]
Cabe señalar que la interpretación que el budismo da a los sueños es simbólica y difiere en gran medida de las interpretaciones literales típicas del antiguo brahmanismo. El sueño de la montaña de excrementos, por ejemplo, requeriría complicados rituales de purificación si se interpretara literalmente. Visto desde una perspectiva budista, el sueño representa la ropa, los objetos y sobre todo las relaciones dejadas atrás por Siddhartha, el desposeimiento de los deseos y expectativas que condicionan la experiencia espiritual. En China, cuna de una arraigada tradición de adivinación onírica, [5] el sabio conocido como maestro Zhuang (c. 369-286 a. C.) presentó el problema del sueño de una forma nueva: Una vez yo, Zhuang Zhou, soñé que era una mariposa flotando de un lado a otro, una verdadera mariposa, disfrutando al máximo de su plenitud, y sin saber que era Zhuang Zhou. De repente me desperté y me encontré a mí mismo, el verdadero Zhuang Zhou. Ahora no sé si entonces era un hombre que soñaba con ser mariposa o si ahora soy una mariposa que sueña que es un hombre. [6]
Esta bella duda filosófica no se le ocurrió a Platón (c. 428-348 a. C.), que concluyó que en la gestión del Estado no había lugar para los sueños y la locura. [7] Para el gran filósofo ateniense, la verdad solo vendría del ejercicio lógico del pensamiento; la prioridad la tendría la deducción de formas perfectas de la realidad, capaz de ir más allá del velo ilusorio de las apariencias. La verdad platónica es producto del pensamiento riguroso de la vigilia y no de las alucinaciones oníricas inducidas por el sueño, la enfermedad o la intoxicación. Milenios de tradición de magia onírica no impidieron a Aristóteles (384-322 a. C.) percibir la naturaleza biológica del sueño, prodigiosa pero aun así prosaica. [8] El principal discípulo de Platón señaló la prevalencia de los hechos observables sobre la teoría, es decir, la supremacía de la inducción sobre la deducción. Como otros filósofos de la Antigüedad, Aristóteles atribuyó a las experiencias de la vigilia el factor determinante que explicaba el contenido de los sueños, es decir, identificó lo que Freud, más de dos mil años después, llamaría «restos diurnos». El sueño sería una copia inexacta de la realidad, una remembranza de acontecimientos pasados, un vívido recordar exento de voluntad. Entre el logos griego y la razón iluminista transcurrió un largo periodo de transición en el que la influencia histórica de los sueños varió enormemente y tuvo sus altibajos. El sueño, como poderoso
instrumento de revelación de los propósitos divinos, desempeñó un papel fundamental en la génesis y el desarrollo del cristianismo. En su Evangelio, Mateo afirma que Jesús fue protegido varias veces por las directrices que, mediante sueños, dieron los ángeles a José y el mismo Señor a los magos. [9] Fue un ángel el que convenció a José para que aceptara a María como esposa a pesar de estar embarazada antes del matrimonio, con el argumento de que la concepción era del Espíritu Santo —zoomorfizado en paloma— y de que José debía adoptar al niño, porque un día redimiría al pueblo de sus pecados. Los sueños con ángeles del Señor también guiaron las decisiones de huir a Egipto, de regresar a Israel y por último de dirigirse a Galilea, adoptadas por José para proteger a su recién nacido de la ira del rey Herodes, que había ordenado la ejecución de los bebés. Aunque no hay registros de los sueños del propio Jesús, los Evangelios presentan un relato onírico que podría haber cambiado el curso de su vida y, por lo tanto, de la historia. Jesús, acusado de ser el «rey de los judíos», se encontraba ante el gobernador Poncio Pilato. Según Mateo, durante el juicio la mujer de Pilato le envió un mensaje: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa». Pero la multitud decidió condenar a Jesús a la cruz, y Pilato se lavó las manos. [10] Los Hechos de los Apóstoles narran que unos veinte años después, cuando Pablo y sus compañeros recorrían Asia Menor realizando predicaciones cristianas, su viaje se vio profundamente alterado por un sueño. Mientras dormía, Pablo visualizó a un macedonio que pedía ayuda. Al despertar, llegó a la conclusión de que se trataba de una llamada divina y se dirigió a Macedonia, llevando a cabo una exitosa misión de evangelización que difundió la fe cristiana mucho más allá de la población judía. [11] En el islam, la interpretación de los sueños siempre ha gozado de buena reputación. El mismo profeta Mahoma la reconocía como ejercicio espiritual capaz de permitir una verdadera comunicación con Alá. En un famoso relato, Mahoma habría soñado que conducía primero un rebaño de ovejas negras y luego otro de ovejas blancas. Después de un tiempo, los rebaños estaban completamente mezclados y resultó imposible separarlos. Las ovejas negras fueron interpretadas como símbolo de los árabes y las blancas, como símbolo de los no árabes, lo que llevó a la
conclusión —de claro contenido político— de que el islam se extendería por todo el mundo más allá de las diferencias étnicas. Los sueños aparecen en la historia islámica en contextos de profecía y adivinación; a menudo se utilizan para legitimar a los gobernantes y pueden ser invocados para solucionar problemas específicos (istikhara ). [12] La importancia de los sueños alcanza su punto álgido en el sufismo, corriente introspectiva del islam que busca el trance místico y la obtención de sueños con el Profeta u otros asesores espirituales para guiar la conducta de la vigilia. El sabio Najmuddin Kubra (1145-1221) fundó una orden sufí basada en la experiencia visionaria de los sueños y escribió importantes tratados al respecto. Otro sabio sufí, también fundador de una de sus órdenes, el shah Ni’matullah Wali de Kermán (1330-1431), es considerado santo por los suníes. Compuso poemas inspirados en sueños que serían considerados proféticos en varios momentos históricos, desde la ascensión del conquistador turcomano Tamerlán (1336-1405) hasta la yihad de Syed Ahmad (1826-1831), la disolución del califato otomano en 1924 y los conflictos religiosos de 2010 en Pakistán. [13] Si en el islam los sueños han sido importantes hasta hoy, en la cristiandad su relevancia se fue erosionando de forma gradual a lo largo de la Edad Media, a medida que se desarrollaba el cristianismo eclesiástico, que pasó a ver en la adivinación onírica la marca del paganismo. Fueron siglos de transición en los que se reconocía la oposición fundamental entre el somnium cœleste y el somnium naturale (o animale ). El teólogo y filósofo san Agustín (354-430), nacido cerca del Mediterráneo, en lo que hoy corresponde al nordeste de Argelia, tuvo una profunda influencia en la adopción del neoplatonismo por la Iglesia. Su vasta obra abordó muchos temas psicológicos, como los orígenes de los recuerdos, los sueños, los deseos, el sufrimiento y la culpa. Una de sus preocupaciones fueron los sueños eróticos, que no podía evitar a pesar del celibato —o más probablemente debido a él— y aunque durante la vigilia los pensamientos sexuales quedaran reprimidos. Dirigiéndose a Dios, san Agustín expresa su sorpresa ante la autonomía de los sueños: ¿Por ventura, Señor mi Dios, no soy yo el mismo cuando duermo y cuando estoy despierto?, pues ¿cómo hay tanta diferencia entre mí y entre dos momentos en que o comienzo a dormir o despierto del sueño?, ¿dónde está entonces la razón que, despierta, resiste y contra estas sugestiones está fuerte aunque las mismas cosas que se le representen y pongan delante?, ¿ciérrase
por ventura esa razón con los ojos, o duerme con los sentidos del cuerpo? Si esto es así, ¿cómo otras veces resistimos en los sueños y, estando firmes y permaneciendo en nuestro casto propósito, no consentimos a semejantes blanduras?; pero, cuando sucede lo contrario, estando ya despiertos examinamos nuestra conciencia y, hallándola sosegada y quieta, entendemos que no hicimos nosotros lo que nos pesa haberse hecho en cierta manera en nosotros. [14]
La solución de san Agustín al problema del erotismo onírico fue considerar el sueño no como una acción humana sujeta a la fuerza de voluntad, sino como un acontecimiento involuntario para el que no hay responsabilidad ni culpa. Soñar con el pecado, por lo tanto, no sería pecado. MONJES Y DEMONIOS Hasta la generación de nuestros bisabuelos, la mayoría de la gente se echaba a dormir al anochecer. Desde tiempos inmemoriales la noche siempre suscitó temor, sobre todo ante la ausencia de luz de luna, y más aún durante el invierno, cuando la oscuridad parecía no tener fin. Durante la Antigüedad y la Edad Media, la noche pertenecía a borrachos, ladrones, forajidos, asesinos y eventuales tropas invasoras; además, claro está, de a las fieras. Debido a todo ello, por la noche las personas se reunían alrededor del fuego y detrás de los muros, en el interior de las casas, granjas, castillos, posadas, tabernas y burdeles. A lo largo de la Edad Media se propagó la creencia de que ciertos demonios, llamados «íncubos» y «súcubos», podían invadir los sueños de las personas para mantener relaciones sexuales con ellas. Ante los peligros de la noche y la naturaleza fantástica del sueño, no es extraño que las horas de oscuridad estuvieran marcadas por fantasías aterradoras y por el uso protector de meditaciones, oraciones y encantamientos. [15] Excepto en el caso de los niños, era común dividir la noche en dos partes, llamadas «primer sueño» y «segundo sueño», con un breve intervalo de vigilia alrededor de la medianoche utilizado para rezar, cenar, hablar o flirtear. Los hábitos nocturnos de los monjes cristianos estaban rigurosamente controlados: el primer sueño terminaba a las dos de la madrugada para realizar las oraciones matinales. De este modo, los monjes quedaban privados del sueño REM, fase rica en sueños que prevalece en la segunda mitad de la noche. Por extraño que parezca, la privación completa de sueño REM provoca un vigoroso efecto de rebote
compensatorio, con el consiguiente aumento del tiempo de sueño y la intromisión de sueños intensos. La orden de San Benito, que era la orden monástica de clausura más antigua, prohibía el segundo sueño pero toleraba la siesta vespertina. El monje Raoul Glaber (985-1046), un supersticioso y soñoliento benedictino francés, dejó constancia del acoso de un demonio cuya tentación consistía en susurrarle al oído que ignorase la campana y cediera al «dulce descanso» del segundo sueño. No obstante, si era común temer la acción de demonios nocturnos capaces de seducir, también se esperaba que los sueños pudieran revelar los designios divinos a través de la aparición de ángeles, santos y santas. Mientras tanto, a partir del siglo XII las instituciones católicas dedicadas a la persecución de herejías comenzaron a operar en Francia. Tales instituciones estaban casi siempre vinculadas a la orden dominica y se las conoce con el nombre de Inquisición. En los siglos siguientes, el frenesí persecutorio se extendió por Alemania, España y Portugal, y luego alcanzó las colonias de América, Asia y África. Procesadas por la Inquisición, miles de personas fueron acusadas de brujería, torturadas y ejecutadas en nombre de un dios infinitamente bueno. Fue también en el siglo XII cuando se institucionalizó la confesión individual dentro de la Iglesia, haciendo que el sacerdote tomara conciencia de los secretos privados de comunidades enteras. [16] Colocado al mismo tiempo en el lugar del absolvedor y en el del acusador, el sacerdote católico necesitaba más que nunca afrontar el dilema de la interpretación onírica. ¿Debían los sueños heréticos ser considerados pecado? ¿Podía alguien ser condenado y castigado en la vigilia por los pensamientos experimentados durante el sueño? A esta terrible duda santo Tomás de Aquino (1225-1274), gran defensor de la razón dentro de la Iglesia y principal responsable del rescate de la inducción aristotélica tras casi mil años de neoplatonismo, respondió con un rotundo «no». A fin de cuentas, no todos los sueños son «verdaderos». Para tener una noción de la importancia del sueño en su obra, nótese que la palabra aparece 73 veces en la Suma teológica , uno de sus textos más influyentes. En ella, el teólogo nacido en el Lacio afirmó que es un absurdo negar hechos de experiencia común. Pero todos experimentamos que los sueños tienen algún valor como signos del futuro. Luego no tiene sentido decir que los sueños carecen de toda eficacia para la adivinación. Luego es lícito prestarles atención […].
Tal como queda dicho, la adivinación basada en una opinión falsa es supersticiosa e ilícita. Por eso es necesario considerar qué es lo que puede haber de verdad en lo del conocimiento anticipado del futuro que se adquiere por los sueños. También hay que decir que los sueños son a veces causa de los sucesos futuros. Tal es el caso en el que el espíritu humano, preocupado por lo visto en sueños, se decide a hacer alguna cosa o a evitarla. Y que otras veces son signos de algo que va a ocurrir por depender de una causa común tales sueños y los sucesos futuros. […] Según aquello de Núm 12, 6: Si hubiera entre vosotros algún profeta yo me apareceré a él en visión o le hablaré en sueños . Otras veces, por obra de los demonios, surgen en los que duermen ciertas representaciones fantásticas, con las que en ocasiones revelan sucesos futuros a los que establecen pactos ilícitos con ellos. [17]
En este pasaje, santo Tomás de Aquino añadió una nueva dimensión al problema de la interpretación onírica al afirmar que la exactitud predictiva de un sueño no es prueba de su origen divino. Comenzó a crecer en la Iglesia el escepticismo en cuanto a la posibilidad de dejarse guiar por los sueños, a pesar de que se les seguía reconociendo su carácter adivinatorio. El espejo de la verdadera penitencia , una colección de sermones edificantes sobre la virtud y el pecado escritos por el fraile dominico italiano Jacopo Passavanti (c. 1302-1357), concluye con un «Tratado sobre los sueños» que afirma que «los sueños que se hacen alrededor del amanecer […] son los sueños más verdaderos que se hacen y cuyos significados pueden ser mejor interpretados». [18] En La divina comedia , del italiano Dante Alighieri (c. 1265-1321), los sueños proféticos son los matinales. [19] LA PROTESTA DEL ÁGUILA El teólogo alemán Martín Lutero (1483-1546), gran reformador del cristianismo, también vivió una relación ambivalente con los sueños. Al principio de su carrera monástica, el joven Lutero descubrió los sermones de Jan Hus, un religioso de Bohemia quemado como hereje cien años antes por predicar el rechazo de las indulgencias católicas. Su historia impresionó al joven monje; cuando se acercaba a encender las llamas, el verdugo habría dicho: «Ahora vamos a cocinar el ganso» (en dialecto bohemio hus significa «ganso»). El condenado lanzó entonces una misteriosa profecía: «Sí, pero en cien años vendrá un águila que no podréis alcanzar». [20] Hus se convirtió en una referencia para Lutero, que compartía su ojeriza hacia el sistema clerical de venta de indulgencias. Cuando el 31
de octubre de 1517 Lutero clavó sus tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, en las que criticaba fuertemente la corrupción eclesial, sabía que emprendía un camino peligroso. Después de todo, muchas personas habían ardido en la hoguera antes que Lutero y aún quemarían a muchas más después de él. El papa León X exigió que se retractara de sus tesis, pero la respuesta no dejó dudas en cuanto a su rebeldía: Lutero prendió fuego a la bula papal. El alemán fue entonces excomulgado por el Papa y condenado por el emperador del Sacro Imperio Romano, Carlos V. El príncipe Federico III, gobernante de Sajonia, tenía la custodia de Lutero y debía entregarlo al ensañamiento punitivo de sus enemigos. Sin embargo, contra todo pronóstico, Federico protegió a Lutero, sus ideas sobrevivieron y la Reforma protestante se extendió por toda Europa. Un sueño importante forma parte de la increíble historia de cómo sucedió esto. Según cronistas de la época, la noche anterior al día en que Lutero clavó sus tesis en la puerta de la iglesia, el príncipe Federico habría tenido una revelación onírica. En palabras del propio Federico: Me quedé dormido, y luego soñé que Dios Todopoderoso me enviaba a un monje, que era un verdadero hijo del apóstol Pablo. Todos los santos lo acompañaron por orden de Dios, para dar testimonio ante mí y declarar que no vino a inventar ningún plan, sino que todo lo que hizo fue de acuerdo con la voluntad de Dios. Me pidieron que le permitiera escribir algo en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. Esto lo concedí a través de mi canciller. Entonces el monje fue a la iglesia y empezó a escribir en letras tan grandes que podía leer lo que estaba escrito incluso en Schweinitz. La pluma que usaba era tan grande que su extremo llegaba hasta Roma, donde perforaba las orejas de un león que estaba allí agachado y hacía temblar la triple corona sobre la cabeza del Papa. Todos los cardenales y príncipes, corriendo apresuradamente hacia arriba, intentaron evitar que cayera. Tú y yo, hermano, también quisimos ayudar, y estiré el brazo; pero en ese momento me desperté con el brazo en el aire, muy sorprendido y enfadado con el monje, por no manejar mejor su pluma. Me recompuse; no era más que un sueño. Todavía estaba medio dormido y volví a cerrar los ojos. El sueño regresó. El león, aún irritado por la pluma, comenzó a rugir con todas sus fuerzas, hasta el punto de que toda la ciudad de Roma y todos los estados del Sacro Imperio corrieron a ver cuál era el problema. El Papa les pidió que se opusieran a este monje, y esto se aplicaba particularmente a mí debido a su presencia en mi país. Me desperté de nuevo, repetí la oración del Señor, rogué a Dios que preservara a Su Santidad, y una vez más me quedé dormido. Entonces soñé que todos los príncipes del imperio, y nosotros entre ellos, nos apresurábamos a ir a Roma y nos esforzábamos uno tras otro para romper la pluma. Pero cuanto más lo intentábamos más rígida se volvía, como si estuviera hecha de hierro. Al final nos dimos por vencidos. Entonces le
pregunté al monje (porque a veces yo estaba en Roma y otras en Wittenberg) de dónde había cogido esa pluma y por qué era tan fuerte. «La pluma — respondió— pertenecía a un antiguo ganso de Bohemia, de cien años de edad. Me la dio uno de mis antiguos maestros. En cuanto a su fuerza, se debe a la imposibilidad de privarla de su médula, algo que también a mí me tiene atónito.» De repente oí un fuerte ruido; un gran número de otras plumas salieron de la larga pluma del monje. Me desperté por tercera vez con la luz del día. [21]
Se cree que este sueño tuvo una profunda influencia en Federico, que defendió con valentía a Lutero frente al Papa y el emperador. También es posible imaginar que el relato fuera elaborado a medida para justificar el apoyo de Federico a Lutero por razones estrictamente políticas. En cualquier caso, Lutero mantuvo un gran escepticismo respecto a la veracidad de los sueños, reservando su fe para una minoría muy restringida de visiones de verdad consideradas divinas. EL SUEÑO IRRELEVANTE Con la formación de los estados nacionales europeos y el inicio del mercantilismo, la interpretación de los sueños se alejó de manera definitiva de la esfera pública. En el siglo XVI , la cristiandad ya consideraba que la revelación onírica era, en el peor de los casos, fuente de blasfemia y condenación, y en el mejor de ellos, algo irrelevante. Como se ejemplifica en el proceso de detención y ejecución del teólogo Giordano Bruno (1548-1600), las visiones oníricas pasaron a ser un indicio de influencias heréticas. El descrédito de los sueños aumentó en el siglo XVIII , con el racionalismo que está en el origen tanto de la ciencia como del capitalismo. No era materialmente justificable recurrir a los sueños para tomar decisiones importantes, y los adivinos de cualquier tipo perdieron importancia en las cortes de reyes y reinas. No es casualidad que las corrientes protestantes, sobre todo el calvinismo, tan pragmático en su persecución de la prosperidad sagrada, se hayan alejado mucho del sueño. En pocos siglos tuvo lugar una profunda transformación en la comprensión de lo que es, o significa, soñar. De inspiración trascendente a conmoción visceral, el sueño se cayó del podio y pasó a ser visto solo como un reflejo de las sensaciones residuales del cuerpo pasivamente dormido por la falta de estimulación, una trivial imitación del estado corporal presente, ya sea hambre, sed u otra necesidad del momento. La escatología del escritor francés
François Rabelais (1494-1553), que interpretó el mal sueño como un producto inevitable de la mala digestión, y la objetividad escéptica de un compatriota, el filósofo y matemático René Descartes (1596-1650), banalizaron la futurología onírica en la misma medida. A pesar de las importantes revelaciones oníricas que relató haber experimentado en su juventud —sueños poderosos a orillas del Danubio que, según él, inspiraron la geometría analítica y el método de la duda sistemática—, en su madurez Descartes definió el sueño como un mero estado de ilusión derivado de las impresiones de la vigilia. [22] Por otro lado, se multiplicaron los tratados populares de explicación onírica, centrados en la interpretación predeterminada de sus elementos. Con la invención de la prensa surgieron las condiciones para la comercialización de un producto que hasta hoy se encuentra en cualquier puesto de revistas: el manual para la interpretación de los sueños basado en claves fijas para la descodificación de símbolos; un eco extemporáneo del Ziqiqu asirio. MENSAJES DEL INCONSCIENTE En este contexto de relegación del fenómeno onírico a los folletines baratos desarrolló Sigmund Freud su teoría, en la que el sueño nace como objeto de estudio racional, un fenómeno biológico de suma importancia para la comprensión de la mente humana. El psicoanálisis marca el retorno, con los ojos bien abiertos, a las prácticas oníricas de la Antigüedad, y lo hace encarando el sueño como herramienta esencial para explorar las redes simbólicas y sus nudos ciegos. La inestimable contribución de Freud para restituir los sueños al centro de la vida humana partió de la observación de que son muy reveladores de la estructura mental de la persona que los concibe, una fuente especialmente rica de relaciones simbólicas que nos permite comprender la vida psíquica a través de la escucha atenta que mapea asociaciones de palabras con relevancia terapéutica. Publicado en 1900, La interpretación de los sueños fundó el psicoanálisis al centrarse en la experiencia nocturna para descifrar recuerdos de la vigilia. [23] En este libro, Freud afirmó que el sueño es una «vía regia hacia el inconsciente». También postuló que los sueños contienen los restos diurnos de la vigilia, los cuales explican en cierta medida su contenido. Las motivaciones más profundas, sin embargo, estarían generadas por deseos reprimidos, es decir, no por cosas que han sucedido, sino por
cosas deseadas que aún no han llegado a suceder. Diseccionando los restos diurnos presentes en el sueño, Freud acabó con cualquier posibilidad de aceptar claves fijas para la interpretación onírica, lo que solo es posible cuando las realiza la propia persona que sueña o alguien muy bien informado de su contexto mental íntimo. Por otro lado, el judío Freud rechazó la trivialización renacentista del sueño, reconociendo y rescatando su profundo significado para el soñante. El psicoanálisis, como el Talmud —el texto principal del judaísmo—, entiende que «un sueño no interpretado es como una carta no leída», [24] una carta compuesta de imágenes del pasado y guiada por los deseos del presente, cuya lectura atenta puede llegar a alterar el futuro. Tomando distancia para ganar perspectiva, este capítulo ha presentado el contexto histórico del establecimiento del sueño como pilar de la conciencia humana. Para avanzar en el problema, el siguiente paso requiere entender cómo soñamos en la actualidad.
4 Sueños únicos y sueños típicos Solo con la invención y proliferación de la luz eléctrica a finales del siglo XIX se volvió normal ocupar las primeras horas de oscuridad con actividades típicamente diurnas. Se cree que en Estados Unidos la duración media del sueño disminuyó de nueve horas en 1910 a siete horas y media solo sesenta y cinco años después. [1] La luz artificial produce efectos que se superponen a los producidos por el ciclo claridad-oscuridad, provocando una desalineación de los ritmos circadianos, esto es, de los ritmos biológicos sincronizados con la rotación de la Tierra alrededor de su propio eje, con un periodo de 23 horas, 56 minutos y 4 segundos. La ocupación cada vez más ávida de la noche por la vigilia hizo más difícil separar el sueño nocturno en dos partes, con lo que se generó el periodo único de sueño de seis a ocho horas de duración que prevalece hoy en día en gran parte del planeta. Es en este espacio mental privado, reservado y compacto donde desarrollamos nuestra capacidad de soñar. Los sueños contemporáneos en general evocan y entrelazan fragmentos de vivencias, desde simples imágenes de cosas o personas hasta escenas muy vívidas y específicas, experimentadas de hecho como situaciones de la vida. Pueden tener un solo tema o estar compuestos de varias unidades temáticas conectadas entre sí con un mayor o menor grado de sorpresa. Los sueños traumáticos tienden a ser no metafóricos; reverberan recuerdos singulares de manera fidedigna e intrusiva. Por otro lado, los sueños cotidianos sin sustos son una especie de fruslerías de acontecimientos menores mezclados entre sí. El primero en medir de forma sistemática estas propiedades del sueño fue el psicólogo estadounidense Calvin Hall, que recopiló más de cincuenta mil relatos de sueños a lo largo de su vida. Hall se doctoró en psicología en 1933 en la Universidad de California, en Berkeley, bajo la tutela de Edward Tolman, un visionario científico que postulaba la intencionalidad para explicar las complejas destrezas cognitivas observadas en las ratas. Tras un brillante comienzo de su carrera
estudiando genética conductual en roedores, Hall asumió el cargo de jefe del Departamento de Psicología de la Universidad Case Western Reserve y decidió reorientar su investigación hacia el contenido de los sueños humanos. En busca de patrones temáticos, desarrolló un sistema de codificación onírica que registra y cuantifica escenarios, personajes, objetos, interacciones, frustraciones y emociones, entre varios otros factores. El trabajo de Hall tuvo continuidad; hoy sigue estando representado en la Universidad de California, en Santa Cruz, por el psicólogo William Domhoff, que se doctoró bajo la dirección de Hall en 1962. Domhoff y su colega Adam Schneider hicieron una contribución inestimable a la ciencia de los sueños al crear el DreamBank, un banco de datos de acceso público con más de veinte mil registros de sueños (www.dreambank.net). [2] En las últimas décadas, otros investigadores se han unido al esfuerzo de recopilar a gran escala informes de sueños, como el neurocientífico estadounidense Patrick McNamara, de la Universidad de Boston, que supervisa la plataforma Dreamboard, con más de doscientos cincuenta mil registros de sueños (www.dreamboard.com). La principal conclusión de las investigaciones hechas con grandes conjuntos de datos es que los sueños de las personas son más similares que diferentes entre sí, aunque las culturas sean muy diversas. [3] Es frecuente la continuidad temática entre la vigilia y el sueño, lo que corrobora el concepto freudiano de «resto diurno». Pero los sueños son también espacios privilegiados para la simulación de situaciones contrafácticas, [4] es decir, que no han ocurrido pero que podrían haberlo hecho. [5] Cuando el contexto es cómodo, marcado no por un gran problema sino por una miríada de pequeños problemas cotidianos, los sueños aparentemente tienen poco sentido y se vuelven difíciles de interpretar. Son colchas hechas de retazos de vida, en las que cada retal tiene su patrón y su lógica interna propios, pero sin cohesión global. Sin embargo, cuando el contexto es muy desafiante, como en una situación de enfermedad grave o de disputa violenta, los sueños llegan a expresar con claridad tanto la situación vivida como las pautas esenciales para actuar contra el peligro inminente. Por eso mismo es crucial interpretarlo de forma adecuada. Sueños de gran relevancia pueden marcar las transiciones de la infancia, la adolescencia, la edad adulta y la senectud, así como cambios importantes de estatus social, hacia abajo o hacia arriba. Estos «grandes sueños» se caracterizan por contener una extensa serie de
representaciones, encadenadas de manera emocionante para que todos los símbolos parezcan encajar perfectamente entre sí. Mi mujer me relató un hermoso ejemplo de «gran sueño» en un contexto contemporáneo, el que tuvo la primera noche de trabajo de parto de nuestro segundo hijo, Sérgio. Después del comienzo de las contracciones regulares, Natália se tumbó en una hamaca, se durmió y soñó con su abuela materna, a quien nunca llegó a conocer ya que murió varios años antes de nacer ella. Fue un sueño vívido, lleno de emoción, a pesar de —o debido a— un detalle extraordinario: la abuela estaba incorporada en la hamaca que la mecía, o, mejor dicho, ella era la hamaca. Y siendo hamaca, alisaba el pelo de su nieta y le decía cariñosamente, con una voz dulce y suave de anciana, que le hubiera gustado conocerla, que abuela y nieta se parecían en cuanto a temperamento, que sería una madre tranquila, una buena madre, y que todo iba a ir bien, porque ya había dado a luz en esta y en otras encarnaciones y siempre todo había transcurrido bien. Natália despertó del sueño llorando copiosamente de alegría por el encuentro, sintiéndose afortunada y llena de valor para afrontar el futuro con optimismo; lo que fue muy útil ya que el parto duró 43 horas de contracciones cada vez más fuertes y frecuentes, que aun así no provocaron ninguna dilatación, hasta que nos decidimos por la opción de la cesárea. La dimensión épica de esta aventura particular tiene ecos de sueños mitológicos. Recuerda, por ejemplo, el sueño de la reina vikinga Ragnhild, presentado en el capítulo 2: la escena comienza en el jardín cuando una espina se le engancha al manto; luego la espina crece hasta convertirse en un árbol colosal con raíces que se hunden en el suelo y ramas que se elevan hasta cubrir Noruega y más allá. El árbol tenía la parte inferior roja, el tronco verde y las ramas blancas. Las raíces rojas fueron interpretadas como símbolo de la sangre derramada en la lucha por el poder. El tronco verde se asoció a la pujanza del reino de Noruega, lleno de bosques y otros recursos naturales. Por último, las ramas blancas se identificaron con las diferentes ramificaciones del linaje de reyes y nobles descendientes de la reina madre. Esta interpretación sin duda encajó como un guante con los intereses de la familia de Ragnhild, los fortaleció y actuó como palanca de la misma profecía. Por eso mismo, la experiencia subjetiva del sueño debió de ser profundamente conmovedora para la propia Ragnhild, abducida de su jardín cotidiano por símbolos poderosos y arcanos hasta alcanzar una
visión panorámica de las consecuencias geopolíticas de su propio destino. Vale la pena comparar la historia onírica de Ragnhild con el relato del sueño de la princesa Mandana en el origen del Imperio persa, donde una vid llena de frutos se proyectaba desde su sexo hasta cubrir Asia. Separadas por casi mil quinientos años y medio mundo de distancia, Mandana y Ragnhild experimentaron simbologías oníricas muy similares, relacionando árboles fértiles de dimensiones planetarias con las dinastías nobles que inauguraron. Como veremos más adelante, el uso político de los relatos de sueños cruza todo el registro histórico y plantea dudas sobre su fiabilidad. LA DIVERSIDAD DE LOS SUEÑOS TÍPICOS La mitología y la historia están llenas de relatos oníricos de alianzas y conflictos, júbilo e impotencia, alegrías y decepciones, éxitos y fracasos. ¿Son comparables las tramas oníricas de hoy con esos increíbles sueños del pasado? Para entender la lógica del sueño en la actualidad, es necesario considerar su enorme diversidad, las especificidades culturales y la articulación con el contexto en el que se produce. En África, por ejemplo, se reconoce el fenómeno de la triangulación onírica, en el que un individuo recibe en sueños mensajes dirigidos a otras personas. [6] Además de las diferencias culturales, es necesario sobre todo identificar las ansiedades y expectativas del que sueña, que prospectan la realidad inminente y pueden simular posibles soluciones o alternativas a problemas del presente. La siguiente serie de sueños, tomada de DreamBank o recopilada por mí entre familiares y amigos, ilustra varias de estas posibilidades. Cambios significativos en el estilo de vida suelen desencadenar sueños de fácil interpretación, como el ejemplo que sigue. Una mujer de veintiocho años, tras pasar meses asistiendo a un curso fuera de su ciudad, con mucha libertad de ideas y comportamientos, se estaba preparando para regresar a un empleo monótono que requería mucho trabajo y disciplina. Pocos días antes de empezar de nuevo en su antiguo puesto, soñó que volvía a estudiar en el colegio, donde tenía que llevar uniforme y asistir a clases tediosas. Se saltó algunas clases y se sintió frustrada ante la prohibición de usar unas zapatillas deportivas doradas. El sueño presentaba con claridad la sensación de volver a las restricciones de comportamiento
aplicadas a los adolescentes, que castran el deseo de brillar e incitan a la rebeldía. También son frecuentes los sueños relacionados con los exámenes, ya giren en torno a la formación en aptitudes específicas, al miedo al resultado o a la celebración del éxito. Las personas que se dedican a escribir libros, artículos, tesis y disertaciones suelen experimentar periodos oníricos intensos, con visualización de problemas que resolver y posibles soluciones, que solo desaparecen cuando la persona consigue realmente elaborar el material prometido. En vísperas de la defensa de una tesis doctoral o de unas oposiciones es muy común soñar que se ha roto el ordenador, que la luz del proyector se ha quemado o que algún otro problema técnico impedirá la presentación del trabajo. Sueños de este tipo evitan accidentes y negligencias básicas y parecen preparar al que los tiene para no repetir al día siguiente errores ya cometidos en el pasado. «ME QUIERE, NO ME QUIERE » Si algunos sueños pueden ser interpretados como verdaderas claves para la resolución de problemas, en su mayoría no son más que reflejos metafóricos de las emociones que nos gobiernan. En términos de capacidad de movilización onírica, pocas experiencias rivalizan con el amor, sobre todo en los adolescentes. Los sueños recopilados en esta fase muestran con claridad la ansiedad social, la ambigüedad de los afectos, las contradicciones de los deseos, las dudas entre pretendientes, los conflictos internos sobre cómo actuar, la alternancia entre un papel pasivo y otro activo en las relaciones, la anticipación de las frustraciones del amor y su juego cíclico de gustar y no gustar. Veamos el representativo relato de una joven de trece años: Yo era guapa y popular y P. me invitó al baile, así que, por supuesto, ¡dije que sí! Al día siguiente, un chico muy guapo llamado J. C. vino a la escuela y también me invitó al baile, ¡y le dije que sí! Entonces me di cuenta de que les había dicho que sí a los dos y que ambos eran tan monos y agradables, y ambos cantaban mis canciones favoritas. Era un gran dilema… cuál de los dos… Llamé a mi amiga y le pregunté con cuál, y ella me colgó en mis narices y entonces ¡me desperté! Lo más raro es que después conocí en una fiesta a un chico llamado Jeremy, me enamoré de él y descubrí que le gustaba. Fue casi como predijo mi sueño. ¡Qué buen sueño!
El inicio de la vida amorosa coincide con el descubrimiento de relaciones muy interesantes con personas casi desconocidas y de la importancia de ajustarlas a las relaciones sociales preexistentes, incluso con antepasados fallecidos. Salta a la vista la poderosa atracción del sexo, sus consecuencias reproductivas y profesionales, la necesidad de aprobación del grupo, la mezcla con las representaciones de los padres, la inadecuación social y el miedo al rechazo. Tener que elegir, que te den calabazas, no ser amada o amado son temas universales que surgen encadenados por transiciones abruptas, personajes que aparecen sin tener que entrar en escena, lugares que cambian de repente y fusiones entre personas conocidas y desconocidas. Las emociones peculiares de la entrada en la vida adulta se mezclan con imágenes del pasado en la génesis de desconcertantes narrativas oníricas. Una joven de diecinueve años soñó que estaba en el comedor de su piso de estudiantes y que se despedía de un novio que se iba a otra facultad. Él intentaba darme un beso de despedida, pero dudé porque había un coche con mis amigos mirándonos, y ellos no aprobaban nuestra relación. Él se fue y yo volví al comedor, que de repente estaba lleno de cosas. Entonces mi nuevo compañero de cuarto estaba allí, y un tipo extraño salió de la ducha, se quitó la toalla y tuve una escandalosa visión de desnudo frontal. Luego fui a casa de mi madre, donde encontré a mi perra, que en realidad está muerta.
ROBANDO CORAZONES Cada vez es más común que la pasión involucre a tríos, cuartetos y, en estos tiempos de poliamor, de poliédricos «x-tetos». Aun así, la persona que desea suele sufrir y desgarrarse de celos, remordimientos y anhelo entre dos amores mutuamente excluyentes. El descubrimiento de un nuevo amor que sacude las estructuras de uno antiguo es una trama mucho más antigua que las tragedias griegas. Los sueños tienen la increíble capacidad de captar las señales de la pasión desde el principio; detectan las revoluciones interiores más profundas, cuyas repercusiones emocionales son a menudo incubadas durante días, semanas o meses hasta explotar en conquistas, separaciones y reanudaciones sísmicas. Quien nunca haya escrito una carta de amor ridícula que se salte este apartado. El hecho es que los sueños son finos sensores de los cambios del curso de los afectos, incluso cuando no son visibles a simple vista e incluso cuando la persona que los tiene no es ella misma consciente de
lo que siente. Un hombre casado y sin hijos se enamoró en secreto de una mujer más joven, también casada y sin hijos. Cuando tuvo el sueño que se describe a continuación, no había visto a la joven más que unas cuantas veces, siempre con varias personas a su alrededor, en situaciones profesionales. No había nada que sugiriera que los dos pudieran un día convertirse en pareja; obviamente no era más que una fantasía, una amistad erótica sin mayores consecuencias más allá del candor y el onanismo. Sin embargo, incluso en las primeras semanas después de conocerla, soñó que una turba de justicieros se acercaba a su casa con palos y piedras, caminando de forma amenazadora por un camino de tierra, oscuro y aterrador, deseoso de arrancarle la piel. El líder del grupo era el entonces marido de la chica. Un año después, ella se separó y se fue a vivir un romance tórrido e inestable con el hombre que había tenido dicho sueño, hasta que se afianzó su relación y tuvieron hijos. LAS ETAPAS DEL DESAMOR Los sueños relacionados con las rupturas amorosas son una categoría aparte, porque existe una clase característica de repertorios oníricos en el transcurso de una separación que incluyen tanto pesadillas de pérdida y muerte como sueños de pura satisfacción del deseo, ya sea por el restablecimiento de la relación rota o por la sustitución del cónyuge por otra persona. La psicóloga estadounidense Rosalind Cartwright, del Centro Médico de la Universidad de Rush, estudió a personas recién separadas, sometidas a múltiples sesiones de polisomnografía y a las que se despertaba del sueño REM para llevar a cabo una recopilación de relatos de sueños. Los datos mostraron que el grado de preocupación con el excónyuge es proporcional al porcentaje de sueños en los que aparece. Los participantes en remisión de síntomas depresivos contaron una mayor cantidad de sueños bien elaborados, ricos en asociaciones y afectos congruentes, que los pacientes que seguían deprimidos y relataron sueños empobrecidos. Además, los pacientes que soñaban más a menudo con la expareja también lo hacían de forma más distante o incidental, mostrando mejor pronóstico que aquellos que soñaban menos con el excónyuge pero que, cuando lo hacían, estaban dominados por emociones negativas. Los siguientes ejemplos son bastante ilustrativos de las metáforas e imágenes utilizadas por el proceso onírico para explicitar y sortear la dificultad de la adaptación.
Después de una pasión fulminante, con aventuras y viajes internacionales para mantener encuentros románticos, una pareja fijó una fecha para empezar a vivir juntos en el extranjero. Semanas antes de la cita, el chico comenzó a tener sueños aterradores de serpientes venenosas que salían de la nevera. Poco después, a última hora de una tarde melancólica, recibió por teléfono una ruptura incondicional atribuida a los virulentos ataques que la familia y los amigos de la joven habían formulado sobre el carácter del chico. Horas después de haber sido descartado de un modo sumario, el joven soñó que se encontraba a la deriva en el mar por la noche, en una enorme bahía donde las luces de la orilla podían verse a lo lejos. Nadó y nadó en el oscuro mar, lleno de petróleo vertido por los enormes barcos que pasaban silenciosos, y el miedo a los tiburones casi lo paralizó. Por fin llegó a un embarcadero en ruinas; se puso a andar por las calles en bañador, mojado y sucio, bajo la luz amarilla de las farolas, un desastre ambulante en toda regla, para presentarse ante su amada. Al final del sueño, ya medio despierto, indujo el desenlace para hacer que la joven lo aceptara de nuevo. La exageración del deseo moldeó el resultado onírico, pero el sabor al despertar fue amargo. En retrospectiva, las serpientes con las que el chico había soñado parecían advertir de la destrucción de su reputación, mientras que el sueño del mar y del muelle ilustraba con todo lujo de detalles la sensación de abandono, miedo, inadecuación y ruina que marcó el final abrupto de la relación. Durante la problemática separación de una pareja —que se alejó y se aproximó innumerables veces, con muchos conflictos a lo largo de varios años, porque, a pesar de amarse, estaban enamorados de otras personas—, se recopiló una serie de sueños particularmente reveladora de la adaptación a la pérdida afectiva. Poco después del comienzo de la relación extramatrimonial, el marido soñó que se unía a su nueva novia para cometer un acto terrorista: volar con una bomba el coche de la antigua pareja. Luego soñó que su exmujer aparecía muy hermosa, pero poco a poco se transformaba en la novia. También soñó que perdía la compañía de muchas otras personas importantes en su vida y que se dirigía a una habitación donde su exmujer estaba con su nuevo novio. Intentaba abrir la puerta, pero se contenía porque lo que sucedía allí dentro ya no era de su incumbencia. En otro sueño se vio abrazado a su exmujer, ambos con mochilas de viaje, llorando convulsivamente mientras se despedían. En otro aparecía su novia, pero al final él se iba de la mano con su exmujer, pensando en cómo arreglar la situación con ella. Una vez soñó con una reunión social llena de gente; al principio la
expareja estaba allí, pero después la perdía de vista, la buscaba y no la encontraba, trataba de llamarla por teléfono, pero se daba cuenta de que el móvil que llevaba era el de ella, por lo que resultaba imposible establecer contacto. Un año después de la separación, el hombre descubrió que su nueva mujer estaba embarazada. Al poco tiempo, soñó con su exmujer y otras dos personas no identificadas. En un momento dado, todos decidieron inyectarse veneno bajo la piel. Se lo inyectó a su exmujer, pero no a sí mismo, y ella murió tranquilamente junto a una piscina. Poco después, en la vida real, las circunstancias profesionales provocaron un reencuentro involuntario y lleno de animosidad entre los excónyuges. Después, el hombre soñó que se había muerto pero que luego reaparecía vivo, lo que enfurecía a su exmujer. Este exceso de variaciones sobre el mismo tema explicita la dificultad que tuvo el marido para acomodar las representaciones de la nueva esposa y del marido de la exmujer en su panorama simbólico. Dividido entre la lealtad al pasado y la decisión de vivir un nuevo futuro, vacilando dolorosamente entre dos destinos opuestos, el hombre sufrió su separación de muchas maneras diferentes. Las idas y venidas del proceso reflejan el hecho de que la muerte simbólica, a diferencia de la real, no es irreversible. SOÑAR ADIOSES Los sueños que siguen a la desaparición física de un ser querido son muy diferentes de las tramas de separación amorosa y conforman una categoría separada. La primera noche después de la muerte de un pariente muy cercano, un hombre soñó con un pequeño coche que circulaba por una oscura zona costera; noche de luna nueva, imágenes tomadas desde arriba, desde un punto de vista en tercera persona. Dentro del vehículo, el hombre ve llegar una enorme ola que devora la costa. El automóvil resiste y sigue, se forman otras dos olas similares y lo mismo sucede, el coche sigue adelante. Fuertes reacciones emocionales, algunas de ellas moralmente reprobables, aparecen en los sueños que se producen después de la muerte de seres queridos: «el alivio de no haber sido yo el que haya muerto», «el pánico de que sea yo el que se muere», «el pánico de la muerte de quien amo», además del anhelo en sí mismo y de la negación de la ausencia. Poderosos, tales sueños pueden complicar o resolver importantes problemas emocionales.
De niño, un hombre perdió a su padre, asesinado. Supo que el cuerpo había sido embalsamado, lo que le dejó muy impresionado, imaginando el cuerpo sin vida. Se convirtió en un adolescente muy alegre y extrovertido, se casó y vivió varios años en armonía como si la tragedia del asesinato fuera un tema superado. Sin embargo, en torno a su cuadragésimo cumpleaños, su mujer lo dejó de repente. Cayó en una profunda depresión por primera vez en su vida, perdió el pelo y comenzó un intenso proceso psicoterapéutico. Entonces soñó que estaba con el terapeuta frente a la tumba de su padre, no una simple tumba como realmente era, sino una gran sepultura de piedra. El terapeuta lo animó a entrar a golpes de pico. Fue rompiendo piedras, quitando lascas, a veces queriendo parar, pero el terapeuta lo alentaba, hasta que entraron y no encontraron más que un esqueleto. Muerto, realmente muerto, en paz. El sueño marcó el comienzo del fin de la depresión. CUANDO LLEGA LO NUEVO Los sueños con la prole son paradigmáticos del embarazo y del periodo que rodea al parto. Investigadores de la Universidad Johns Hopkins pidieron a 104 mujeres embarazadas que trataran de adivinar el sexo de sus bebés usando cualquier método de su elección: dichos populares, sueños, corazonadas, forma del vientre, etc. Por término medio, las futuras madres lograron una tasa de acierto del 55 por ciento, indistinguible de lo que cabría esperar por azar, el 50 por ciento. Sin embargo, cuando se analizaron los datos por separado de acuerdo con cada método específico, se manifestó un resultado intrigante. En contraste con varios métodos de eficacia aleatoria —«posición abdominal fetal» (52 por ciento), «solo una sensación» (56 por ciento) y «comparación con el embarazo anterior» (59 por ciento)—, los presentimientos basados en sueños acertaron el sexo de los bebés el 75 por ciento de las veces. Entre las mujeres con más de doce años de educación, los sueños alcanzaron una precisión del ciento por ciento. [7] Con la salvedad de que la muestra era pequeña, los resultados son intrigantes. Expectativa, miedo y éxtasis destacan en los sueños que caracterizan a la gestación. Embarazada de siete meses, una madre se angustiaba con el hecho de no haber escogido todavía el nombre de su hijo. Entonces soñó que el bebé nacía y lo sostenía en brazos, y que le preguntaba a su marido qué nombre recibiría. La expectativa de resolver este problema
tan concreto motivó claramente la trama onírica. Las preocupaciones que acompañan la llegada de un nuevo miembro de la familia también afectan a los sueños paternos. Una pareja que esperaba en cualquier momento el nacimiento de su hijo decidió por fin comprar la cuna. La noche después de montarla, el marido tuvo un sueño que hizo que se despertara inquieto, balbuceando que su mujer tenía que levantarse y amamantar al bebé que aún no había nacido. Los sueños vividos por la pareja durante un embarazo revelan con gran riqueza de imágenes las preocupaciones típicas de la situación. Una pareja decidió con gran entusiasmo tener su primer hijo. A las seis semanas de embarazo, la madre soñó que entraba en una habitación y que sabía que iba a ver a su bebé. Abría la hamaca y veía a una niña pequeña durmiendo como ella, miraba la cara que se iba formando, su nariz se transformaba, su boca mudaba y sus ojos parecían nublados, porque cambiaban mucho; tenía miedo de que su hija tuviera conjuntivitis. Tomó al bebé en brazos y la niña le guiñó un ojo, limpiando la imagen de este último. El sueño anuncia la perenne ansiedad de la madre por la salud de su hijo, inquietud que tiende a crecer a medida que se acerca el parto. A los ocho meses de embarazo, la misma madre soñó que estaba rodeada de amigos que se reían mientras ella se ponía de parto. En un momento dado, el bebé nació y casi se cayó al suelo; la miró con cara de adulto y le dijo: «¡Desde luego, mamá!». Incluso antes de que nazca el bebé, comienza a esbozarse su representación subjetiva en la mente de la madre. Los procesos oníricos del padre primerizo tienden a tardar un poco más, aunque terminan por presentarse con claridad. Una semana después del parto descrito anteriormente, el padre tuvo el primer sueño con su hijo. El niño aparecía con unos tres años de edad y aprendiendo a decir palabras específicas, como si el padre estuviera simulando un hijo con el que ya podía mantener una relación simbólica independiente de la madre. Pero la llegada del niño también representa el desplazamiento del padre. Dos meses después del nacimiento, el bebé pasó a dormir en la cama de la pareja. Esa primera noche a tres, el marido soñó que sus propios padres se reían de la situación y lo convencían para que abandonara a su mujer, que era arrojada a las arenas movedizas y desaparecía. Luego, a él le entraban remordimientos y la buscaba sin parar, hasta sospechar que estaba alojada en un hotel enorme. Una vez allí, llamó de puerta en puerta en su búsqueda; trató en vano de encontrarla recorriendo largos pasillos con infinidad de misteriosas puertas. Cuando todo parecía perdido, volvió a aparecer su madre, que
le indicó la puerta detrás de la cual se encontraba la esposa. El marido llamó a la puerta, esperó y finalmente ella asomó la cabeza, solo para decirle que no podía recibirlo porque estaba con otro hombre. La escena es un diagnóstico preciso de la situación familiar desde ese momento en adelante: un hombre nuevo había aparecido en la familia, y ahora la mujer solo tendría tiempo para él. La madurez de la paternidad también deja su huella en las tramas oníricas. La primera noche después de descubrir que su esposa estaba embarazada de nuevo, el mismo marido soñó que iba por una carretera conduciendo a alta velocidad; las imágenes en movimiento tenían una definición perfecta. Sintió la aceleración de la fuerza centrífuga en una curva, se dio cuenta de que el coche podía derrapar, tuvo miedo, pensó en su familia y finalmente redujo la marcha. La llegada de los hijos suele aumentar de forma radical el sentido de la responsabilidad y el miedo a los accidentes; incluso a los aventureros más intrépidos los convierte en padres prudentes y calculadores. Los sueños maternos con sus bebés son densos y relevantes. Durante el trabajo de parto pueden ocurrir estados alterados de conciencia próximos al sueño, mezclando hechos del pasado, rabia, miedo, soledad, un apego paradójico al dolor y a la luz al final del túnel. A menudo hay contacto con recuerdos muy antiguos, mientras que en otros casos se producen «sueños blancos», en los que la madre sabe que ha soñado pero no recuerda ningún detalle. Muchas madres cuentan que, después del nacimiento de su hijo, todos los sueños lo incluyen. En estos sueños se simulan situaciones límite, que muchas veces solo expresan el temor de fracasar en el cuidado parental. Una exitosa terapeuta ocupacional infantil dio a luz a gemelos. Durante varias noches después del parto tuvo la misma pesadilla, con imágenes terribles en las que dejaba caer al suelo a uno de los bebés. Otros sueños expresan solo las delicias de la nueva situación: una joven dijo haber soñado que lamía satisfecha a su hijo menor, porque estaba hecho de vainilla. En el espacio de asociaciones flexibles del sueño, un niño que es una «ricura» es realmente delicioso. MIEDO Y PODER La dicotomía básica de la vida, así como la del sueño, se da entre el miedo a sucumbir y el poder de cambiar. Por su riqueza de desdoblamientos, vale la pena analizar el extenso relato de sueño que sigue.
Una madre se despertó angustiada en mitad de la noche en su séptimo mes de gravidez. Soñó que estaba embarazada y que entraba en un centro comercial con la sensación de estar sola, tratando de recordar quién debía estar con ella. No recordaba ni a su madre ni a su marido ni a su primer hijo. Hizo un esfuerzo por acordarse de quiénes eran sus familiares, pero no pudo. Se sentó a tomar un café y se encontró con su comadre, pero no había intimidad. Veía a gente vagando por ahí, intentaba recordar a su familia. Identificó a una persona que se parecía a una tía querida, la recordó, pero no era ella, era solo su imagen; su comportamiento era muy diferente, paseaba como si no la conociera, caminando con otras personas, ocupada con su propia vida. La comadre dijo entonces, de modo muy diferente de como lo diría en la realidad, que había un servicio que vigilaba a los bebés y que ella dejaba allí a su hijo desde que había nacido. La madre lo encontró extraño porque lo creía demasiado pequeño para eso, pero había una sensación difusa de que aquello era normal. Entonces comenzó a sentir que se ponía de parto. Hubo un cambio de escenario y de repente estaba en el hospital y ya había parido. Tuvo lugar un procedimiento médico y ella quiso amamantar al bebé, pero la enfermera dijo que estaba en la sala de recién nacidos: «No te preocupes, pronto recibirás tus superpoderes y podrás oírlo». En ese momento la mujer casi se dio cuenta de que estaba soñando porque hizo un comentario interno de que aquello no tenía sentido. Llegó a pensar que se trataba de un sueño, pero luego lo olvidó. Su memoria era débil. Sabía que estaba mal no estar con su hijo y echaba de menos a su familia, pero no podía recordar quiénes eran los ausentes. Sola en la sala de recuperación, con el suero y el resto de la parafernalia, comenzó a oír el llanto de su hijo, la leche comenzó a brotar de golpe y le dolían los senos. Ella sabía que necesitaba amamantar, así que dijo: «Sé lo que se siente, voy a ir allí». Echó a andar diciendo: «Lo oigo llorar». Las enfermeras no querían que se levantara, le decían que tenía que quedarse tumbada debido a los procedimientos médicos. Pero pensó que si ya oía a su hijo era que había adquirido los superpoderes y por lo tanto estaba bien. «Puedo oírlo desde aquí, necesito saber dónde está, voy a ir, me está subiendo la leche.» Caminó, al principio sin prisa, orientándose por los carteles, pero los pasillos del hospital se llenaron de gente y se le hizo difícil avanzar, sobre todo cambiar de piso; había largas colas en los ascensores y las escaleras. La gente pasaba por allí sin mirar, apresuradamente, sin
interactuar. Siguió una progresión infinita de señales. Cuanto más bajaba, más se alejaba, la leche brotaba del pecho, le dolía, palpitaba, los carteles indicaban que estaba bajando, la extrañeza aumentaba mientras ella pensaba, afligida: «El mundo no puede ser así con quien acaba de dar a luz». La joven madre comenzó a desesperarse. El llanto del hijo expresaba ahora mucho dolor. Entró en pánico al pensar que lo estarían maltratando o secuestrando. Empezó a correr, chocando con la gente, recelosa por la cirugía a la que acababa de ser sometida, pero aun así corría, se colgaba de las plantas, saltaba las escaleras y superaba obstáculos, en un verdadero parkour . Las hojas se rompían bajo su peso, pero ella caía confiando en sus superpoderes. Oía el llanto a lo lejos y su pecho daba leche. El frenesí aumentaba, las imágenes se sucedían vertiginosamente, ella corría y corría, pero no llegaba. Hasta que se despertó, sobresaltada. El angustiado sueño de la madre pone de manifiesto la dificultad de completar el objetivo biológicamente más relevante —amamantar al hijo recién nacido— en un proceso en el que la debilidad de la memoria determina de forma crucial el modo en que transcurre el sueño. La interrupción de una escena onírica y el comienzo de otra, como en la edición de un vídeo, crean un desplazamiento que genera la sensación de que el tiempo pasa. El mundo representado en el sueño está fragmentado, incluye solo una parte de lo que debería contener, y la mujer se da cuenta de ello a lo largo del sueño. La narración está dominada por dos emociones antagónicas: el miedo a fracasar en el cuidado materno y la confianza en los propios poderes para llevarlo a cabo. El sueño también ilustra plenamente una importante propiedad onírica: los personajes tienen diferentes grados de elaboración y pueden llegar a parecer solo cáscaras, apariencias superficiales de personas realmente existentes. Como dijo Shakespeare en Hamlet , «el sueño, en sí, no es más que una sombra». En la psicología profunda de Jung, este concepto recibió el nombre de «imago», algo que a veces se asemeja a una persona o entidad de inmenso poder y sabiduría, y otras veces no. LA INELUDIBLE INCOMPLETITUD Así como la literatura abarca desde el poema más breve hasta la novela más larga, y del mismo modo que existe un nexo fundamental entre la fotografía y el cine, también los sueños configuran experiencias diversificadas, desde el haiku lleno de imágenes hasta la saga
monumental. Incluso hay quien afirma que ciertos sueños pueden condensar toda una vida, tejida como una trama polisémica capaz de transmitir de manera simultánea, en una sola narración, todos los sentidos de la trayectoria recorrida. Cada episodio de sueño es una elaboración particular de la actividad eléctrica en el cerebro del soñante, una coyuntura de símbolos frágil e inestable que puede ser interrumpida en cualquier momento. Pero también puede persistir y desarrollarse en un amplio abanico de posibilidades, desde una trama de sombras ilógicas, descolorida y triste, hasta un torrente que puede verse sustentado, alimentado y desarrollado, cada vez más lejos y más profundamente, hasta convertirse en una obra de arte en sí misma, una experiencia compleja, impregnada de belleza y significados vitales para la persona que sueña. Lo que aumenta la reverberación eléctrica de ciertos recuerdos es la emoción y el deseo asociados a ellos, y por eso las personas dominadas por el miedo se ven acosadas por pesadillas. Se crea una cicatriz, un trauma, algo que atrae pensamientos negativos, un valle profundo de fuertes conexiones entre pensamientos tóxicos imbricados entre sí. La reverberación converge allí y fermenta la hiel. Cuando el proceso cruza cierto umbral, el sueño ya no puede salir de esa malla simbólica. Se queda atrapado, rumiando y doliéndose del trauma y profundizando en él. Es necesario interrumpirlo y buscar una escapatoria, de modo que la actividad eléctrica se trasvase a otras mallas que ofrezcan soluciones para la vida. Afortunadamente, siempre existe la posibilidad de que se abra una brecha en la desesperación, ya sea por el sueño liberador y transformador que satisface el deseo a través del trabajo efectivo o por el sueño que solo presenta la satisfacción del deseo de forma inexplicada y mágica, sin que la persona que sueña tenga que realizar ningún trabajo para superar las dificultades; es este un sueño guardián de la esperanza, aunque desprovisto de soluciones para los problemas de la vigilia. Con frecuencia, los sueños lidian con la sensación de que resulta imposible alcanzar cierto objetivo, y a veces presentan una trama tan rocambolesca que las imágenes oníricas pueden adquirir una apariencia francamente cómica. Un buen ejemplo es el sueño en el que un hombre, al bajar de un autobús, veía un enorme y peludo cerdo blanco acompañando al vehículo. Interpretaba que el cerdo pertenecía a un amigo que se había quedado en otra ciudad y decidía llevarlo de vuelta a casa, pero a mitad de camino el hombre se perdía y no sabía qué
autobús tomar. De repente, el cerdo rodaba por un barranco, se ensuciaba y se ponía rojo, y el soñante comenzaba a preocuparse por su devolución, lamentando que antes fuera tan blanco y ahora estuviera en aquellas condiciones. Y, así, marchaba por la carretera luchando con el cerdo, tirando y empujando al pesado animal hasta llegar a una laguna, a la que el cerdo se arrojaba con gran alboroto. El hombre había pensado: «A los cerdos les gusta el agua, no pasa nada». Pero el bicho empezó a hundirse. El hombre, dentro del agua, pedía ayuda e intentaba sacar al cerdo de la laguna, hasta que al final lo conseguía. Y se decía: «Solo me falta hacerle el boca a boca al bicho». Incluso en esta trama onírica tan burlesca —o quizá gracias a ella—, el carácter incompleto de la experiencia del soñante salta a la vista. La misión inicial nunca se cumple: la trama se desdobla en complicaciones inesperadas, que hacen cada vez más remota la posibilidad de alcanzar el objetivo. CALLEJÓN SIN SALIDA, PUERTA AL FUTURO En el peor de los casos, los sueños son reverberaciones profundamente desagradables, a veces útiles para prevenir riesgos evitables, otras veces aterradoras sin más. Temer peligros reales y simular posibles consecuencias negativas es un comportamiento saludable que constituye la base para la supervivencia y la adaptación. Una amplia gama de posibilidades, desde las pesadillas cinematográficas hasta los sueños de ansiedad y frustración, componen la paleta de sueños de quienes se encuentran en situaciones de miseria, esclavitud, reclusión, tortura y condena a muerte. Esto es cierto tanto literal como metafóricamente, porque el desgraciado en el amor y el torturado en el trabajo operan en la misma clave simbólica que los verdaderos parias y víctimas; con menor intensidad, pero a veces con la misma índole de afectos e imágenes. En el mejor de los casos, los sueños son la fuente misma de nuestro futuro. El inconsciente es la suma de todos nuestros recuerdos y de todas sus posibles combinaciones. Abarca, por lo tanto, mucho más de lo que fuimos: comprende todo lo que podemos ser. El cuento «La biblioteca de Babel», del escritor argentino Jorge Luis Borges (18991986), describe una colección de todos los libros posibles, generados por la totalidad de las combinaciones ortográficas potenciales, la mezcla de todas las letras del alfabeto de manera infinita, hasta la recombinación y la forja de todo el devenir. De la misma forma, el sueño es la posibilidad de imaginar futuros potenciales a través de un
mecanismo capaz de ahondar en experiencias pasadas y formar nuevos conglomerados psíquicos, juntando viejas ideas de una manera nueva. Todas y todos los que tuvieron ideas exitosas y transformaron el mundo, aquellas personas que lograron convertirse en lo que anhelaban ser, todos sin excepción y por definición vivieron los días y las noches en que aún no habían conseguido nada de eso. Y entonces soñaron. A medio camino entre lo mejor y lo peor, cuando la vida no fluye a través de un extremo u otro, el sueño es un collage mal definido de imágenes y ecos desconectados de los múltiples deseos insatisfechos. Para la mayor parte de la masa trabajadora, en la rutina diaria de levantarse temprano e ir a trabajar sin pensar en los sueños que ha tenido ni en contárselos a alguien, en la costumbre de acostarse sin planear nada específico para el día siguiente, no existe el hábito de pedir inspiración a los sueños, como lo hacían los antiguos griegos y siguen haciendo los pueblos cazadores y recolectores. Por eso es frecuente que los trabajadores de hoy sueñen con una mezcla de bocetos mentales, que describen más el momento presente que las posibilidades futuras. Pero esta dinámica muda por completo cuando la vida se complica de verdad. Los sueños pueden advertir de una enfermedad inminente, precediendo en semanas, meses e incluso años a los primeros síntomas clínicos. El neurofisiólogo estadounidense William Dement (1928), la primera persona que caracterizó rigurosamente el aumento de la actividad onírica durante el sueño REM, explicó su experiencia como sigue: Yo era un fumador empedernido. Lo que comenzó como una indulgencia ocasional en mis días de servicio militar se había convertido, a principios de la década de 1960, en un hábito incesante. Un día, en 1964, tosí en un pañuelo y me di cuenta con un escalofrío que las pequeñas manchas de esputo en la tela blanca eran rojas. Busqué a un amigo radiólogo y le pedí que me solicitara una radiografía de tórax. Al día siguiente regresé a su oficina, muerto de miedo. Nunca olvidaré la sombría expresión de su rostro mientras me dirigía a la caja de luz situada detrás de su mesa. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y metió la radiografía en ella. De inmediato vi que mis pulmones albergaban una docena de manchas blancas: cáncer. Me invadió una ola de angustia y desesperación. Apenas podía respirar. Mi vida estaba acabada. No vería a mis hijos crecer. Y todo porque no había dejado de fumar, a pesar de que lo sabía todo sobre el tabaquismo y el cáncer. «Eres un completo idiota — pensé—. ¡Has destruido tu vida!» Y entonces me desperté. El esputo sangriento, los rayos X y el cáncer habían sido un sueño, un sueño increíblemente vívido. Qué alivio. Renací.
Tuve la oportunidad de experimentar cáncer de pulmón inoperable sin padecer la enfermedad. Dejé de fumar en ese momento y no he vuelto a encender un cigarrillo en mi vida. Para algunos, puede parecer increíble que la gente tome medidas drásticas como resultado de algo que ni siquiera ha ocurrido. Pero el impacto emocional de los sueños puede ser tan poderoso que es como si realmente hubiera ocurrido. La parte lógica del cerebro despierto sabe que el sueño no ha sido real, pero, para la parte emocional del cerebro, lo que soñamos nos sucede realmente. [8]
ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE Lo que da poder al sueño, tanto perceptivamente como en cuanto a las emociones y asociaciones simbólicas involucradas, es la concentración del deseo. Un conglomerado más compacto de formaciones psíquicas, con mayor coherencia interna, es mucho más significativo e impactante que la yuxtaposición de un puñado de recuerdos desconectados. Por eso se propiciaba el sueño en la Antigüedad y aún se hace en las culturas de cazadores-recolectores, a través de rituales y ambientes preparados para llevar la mente a soñar. Sin embargo, incluso sin preparación, la mente provoca sueños impresionantes cuando está involucrada la lucha entre la vida y la muerte. La siguiente secuencia de sueños ejemplifica el paralelismo entre el contenido onírico y la realidad de la vigilia. A la edad de cuarenta años, un profesor universitario andaba estresado por las malas condiciones de trabajo de su departamento y no lograba seguir como antes los hábitos de atleta que había mantenido desde la adolescencia. Su horizonte se había teñido de gris tras la súbita pérdida de su padre un año antes. Hijo único, vivía a cientos de kilómetros de su madre. A principios de año se sometió a un chequeo médico completo y no se detectó nada. Se embarcó en un congreso científico en un sitio cerca de Luján, epicentro de las grandes peregrinaciones católicas en Argentina. El primer día del congreso, poco después del almuerzo, sufrió un ataque cardiaco muy grave, con una oclusión completa de la rama lateral de la arteria coronaria izquierda. Gritaba de dolor, temblaba, sudaba y se retorcía. El corazón en arritmia casi se detuvo, para desesperación de todos los que lo rodeaban; media hora de martirio esperando la llegada de la ambulancia y otra media hora interminable para llegar al hospital más cercano. El cateterismo fue un éxito y lo ingresaron en la UCI. La primera noche soñó que estaba en el comedor de su casa, lleno de gente. De repente vio a su padre, sentado al otro lado de la estancia. Se sorprendió
y se alegró, porque su padre sonreía, pero en ese instante recordó que estaba muerto; desesperado, fue hacia él y cuando lo tocó todo desapareció. Se vio en los pasillos del antiguo edificio de su primer médico, con viejos y oscuros ascensores. Sintiéndose totalmente perdido, despertó. La segunda noche soñó que se acostaba con la enfermera. Entusiasmado, veía su cara sonriendo mientras decía: «Te quiero». Pero pensó: «Tío, ¡me acaba de dar un infarto! Voy a morir, tenemos que parar». Sin embargo, ella sonreía y él no se detuvo, aunque sabía que podía fallecer. La tercera noche soñó que estaba en una tierra árida, un suelo desértico agrietado por la falta de riego. Practicaba capoeira con una mujer alta y ligera. Tres personas tocaban el birimbao: un amigo que le había ayudado en el momento del infarto y dos personas ya fallecidas, su padre y el venerable maestro Pastinha de la capoeira de Angola. El juego con la mujer alta transcurría vigoroso hasta que, en un momento dado, ella encajó una media luna de compás perfecta. Él la esquivó por muy poco y salió dando vueltas. El maestro Pastinha dijo: «Capoeira es todo lo que la boca come». El amigo se volvió hacia el soñante y le espetó: «Así es la vida». Su padre se inclinó y le sugirió: «Sosiega el juego y vuelve a la rueda». Empezaron a cantar la canción «Pedrinha miudinha de Aruanda» y despertó. El profesor se recuperó poco a poco del ataque cardiaco. La noche del primer sueño, dominado por la idea de la muerte, su condición seguía siendo crítica. La noche del segundo sueño, sus signos vitales se habían recuperado mucho; fue cuando tuvo el sueño que comenzaba en plena libido y luego entraba en conflicto con el miedo a la muerte. La noche del tercer sueño, la salud del paciente había mejorado. La trama rebuscada y llena de significados ilustraba la danza con la muerte, el golpe casi fatal y los buenos consejos para aceptar el percance y seguir adelante, y concluía con una banda sonora musical de gran repercusión poética, ilustrativa de la necesidad de saberse niño ante Aruanda, el plano espiritual donde viven los antepasados. Esta secuencia de sueños tiene un significado tanto biológico como psicológico. Así como el contexto inmediato de la persona que sueña tiene el poder de elucidar sus sueños, las tramas oníricas le permiten entender lo que pasa en su vida. En la década de 1920, entre los indios kwakiutl de la costa canadiense del Pacífico, el antropólogo alemán Franz Boas coleccionó sueños dominados por los temas recurrentes de la caza, la pesca y la recolección de frutas. [9] Es fácil suponer que los sueños de nuestros ancestros paleolíticos debían de tener una expresión muy directa: cazar, ser cazado, participar en el cortejo, la conquista y el
acto sexual, quedarse embarazada, parir, ofrecer cuidados parentales, amar, sufrir, morir. Los sueños más estudiados por Freud estaban construidos sobre esta base ecológica del soñar, pero presentaban muchos otros problemas nuevos, derivados de las castraciones de la libido en el seno de la vida burguesa vienesa. Los sueños favoritos de Carl Jung eran de otra naturaleza: en situaciones límite, cuando suceden acontecimientos muy importantes, surgen sueños memorables, emocionantes y llenos de detalles. A primera vista, estos últimos no parecen derivar de las preocupaciones inmediatas del soñante, porque las simbolizan de manera exhaustiva, más filosófica o poética, con una amplia perspectiva espacial y sobre todo temporal. Además de la dimensión teorética de las imágenes de matar, huir y aparearse —instructivas y ejemplares en sí mismas—, tales sueños expresan las profundas repercusiones simbólicas de las mismas imágenes: arquetipos arcanos y numinosos de vida y muerte. SUEÑOS MAGNOS Eran estos «sueños grandes» los que más valoraban los antiguos griegos y romanos, la travesía hacia el interior, capaz de expandir los mismos límites de la existencia y de inspirar cambios importantes en el curso de las acciones. Un ejemplo clásico de este tipo de sueños lo experimentó Carl Jung en 1909, cuando acompañó a Freud en su histórico viaje a Estados Unidos. En este periodo, en el que ambos estaban inmersos en una intensa discusión sobre la estructura de la psique humana, Jung soñó que estaba en una casa que no conocía, pero que sin embargo era «suya». Decidía ver cómo era la planta baja y descubría con asombro aposentos medievales. Descendía un piso más y llegaba a construcciones romanas que le despertaban gran curiosidad. A través de una trampilla penetraba en las profundidades de la casa y recorría un túnel que lo llevaba hasta una pequeña y polvorienta caverna. En ella encontraba restos primitivos: fragmentos de huesos, cerámica y dos cráneos humanos. Al despertar, Jung se dio cuenta de que la casa era una metáfora de la estratificación de la conciencia humana, con niveles más antiguos y profundos representando partes de la mente que se remontan a nuestro pasado arcaico. Este sueño fue crucial para el desarrollo de la idea del inconsciente colectivo como fuente de recuerdos filogenéticos (instintos) o transculturales (arquetipos).
Incluso en la vida urbana contemporánea, los sueños magnos se producen en momentos de grandes cambios en las relaciones con el medio, como la conquista infantil del lenguaje y de una mentalidad bien adaptada al mundo de los adultos, la corporeización adolescente de la necesidad de buscar relaciones fuera del grupo familiar, el descubrimiento del sexo, la inauguración y repetición de la maternidad o la paternidad, los tropiezos fortuitos con el peligro de muerte, en el climaterio y la transición a la vejez. En estas ocasiones, los sueños ilustran a menudo el espanto ante la irreversibilidad del tiempo. Son sueños que no se ocupan de los problemas cotidianos, sino que se sorprenden con la inexorable mutación de todo; sueños especiales, míticos, que surgen en grupos de edad específicos, pero que también pueden presentarse en cualquier momento de la vida tocado directamente por el recuerdo de la finitud; sueños que evocan recuerdos arcaicos de ciclos arquetípicos y que, incluso revestidos con el disfraz de impresiones cotidianas, marcan los grandes pasajes simbólicos en nuestro incierto viaje de ser, tal vez procrear y por último desaparecer. Hasta ahora hemos discutido una muestra variada de relatos de sueños para demarcar las amplias fronteras del fenómeno onírico. El siguiente paso es comenzar a comprender los mecanismos que permiten que los sueños reflejen los problemas de quien los sueña y ofrezcan posibles claves para su resolución.
5 Primeras imágenes Para entender cómo nace y se desarrolla la mente humana, capaz de recordar el pasado e imaginar el futuro, es necesario entender cómo la trama onírica se transforma desde el bebé hasta el anciano, pasando por el niño, el adolescente y por los diferentes matices de la edad adulta. Aunque en general un adulto ha soñado miles de veces en su vida, pocas personas recuerdan cuándo lo hicieron por primera vez. Intenta recordar tu primer sueño. Es casi seguro que ocurrió después de los tres años de vida, en el umbral del uso de la gramática y la sintaxis. [1] Si los sueños existen antes de eso, nadie suele acordarse. El registro de sueño más antiguo que conservo es de cuando tenía cuatro años de edad y consistió en una clásica satisfacción del deseo. En la vida real, yo deseaba un tipo de bicicleta y en el sueño era justo lo que recibía como regalo de mis padres. El sueño fue fantástico, pero aún hoy recuerdo la enorme decepción que sentí al despertar y darme cuenta de que era una ilusión. Una experiencia común para todos, recordada con nostalgia en los versos del poeta español Antonio Machado (1875-1939): «Era un niño que soñaba / un caballo de cartón. / Abrió los ojos el niño / y el caballito no vio». [2] Las tramas oníricas van desarrollándose con el paso del tiempo, a medida que maduran la percepción, la motricidad, el lenguaje y la socialización. ¿Cuándo empezamos a soñar exactamente? PRIMERAS SINAPSIS Esta pregunta en apariencia sencilla se revela complicada cuando tenemos en cuenta el hecho de que el cerebro cambia mucho a lo largo de toda la vida. Aunque el del feto esté prácticamente formado en la trigésima semana de gestación, siguen produciéndose importantes modificaciones después del nacimiento. Durante el desarrollo perinatal se forman más neuronas y conexiones sinápticas que las que en general se encuentran en un cerebro adulto. Esto sucede porque la maduración
cerebral está inicialmente dominada por la proliferación de neuronas y sinapsis, pero después involucra cada vez más la muerte neuronal y la poda sináptica, dándose una reducción del grosor cortical entre la infancia y el final de la adolescencia. La abundancia excesiva de sinapsis que caracteriza al comienzo de la vida fuera del útero es desbastada múltiples veces a medida que la persona crece y asimila el mundo a través de los sentidos, los movimientos y el razonamiento. Esta capacidad se desarrolla como una escultura, comenzando con un bloque de piedra sin forma —equivalente a una enorme cantidad de neuronas— y terminando con una forma particular, con mucha menos piedra y por lo tanto mucha más información: un conjunto menor de neuronas con conexiones específicas moldeadas por la experiencia. La eliminación de conexiones sinápticas continúa hasta la edad adulta, en paralelo a la formación de unas cuantas sinapsis nuevas cada día de experiencia y cada noche de sueño, como veremos más adelante. Para avanzar en esta argumentación es importante examinar con mayor detalle qué son las sinapsis. Aunque ciertas conexiones entre neuronas ocurren por contacto directo entre sus membranas, permitiendo el flujo de iones entre células adyacentes a través de sinapsis eléctricas, la mayoría de las conexiones se dan por sinapsis químicas, las cuales ocurren en aproximaciones especializadas entre las membranas de dos neuronas, que no llegan a tocarse. En el minúsculo espacio de la hendidura que separa las neuronas, la liberación de moléculas neurotransmisoras crea conexiones químicas entre ellas, y de una célula a otra pasan señales a través de la sustitución transitoria del impulso eléctrico por la difusión de sustancias como el glutamato o la dopamina (figura 5). En general, se fortalecen las sinapsis involucradas en la puesta en práctica de conductas de éxito, mientras que se debilitan las sinapsis activadas por comportamientos fallidos. Buena parte de este proceso de consolidación del aprendizaje acontece durante el sueño, razón por la cual los niños duermen mucho más que los ancianos. Los bebés suelen pasar la mayor parte del tiempo durmiendo, y en este momento de su vida dedican más tiempo al sueño REM que en cualquier otro.
FIGURA 5. Una sinapsis química presenta vesículas llenas de neurotransmisores que son liberados en la hendidura sináptica cuando tiene lugar un impulso eléctrico.
BEBÉS QUE SUEÑAN
Las entrevistas con madres y padres de bebés a menudo revelan la opinión de que estos sueñan desde que nacen. Observando con cuidado las expresiones faciales y los movimientos corporales de un bebé dormido, es posible discernir no solo cuándo está soñando, sino muchas veces qué tipo de afecto domina esa actividad mental. Son frecuentes las sonrisas, las pedorretas y las muecas, lo que sugiere la presencia de emociones. Las embarazadas incluso llegan a deducir en qué momentos los fetos pueden estar soñando dentro de la barriga, durante periodos de agitación motora. Si bien madres y padres están seguros de que sus bebés sueñan, la ciencia es más escéptica. La principal traba para investigar el contenido de los sueños en la infancia proviene del agravamiento máximo, en la fase preverbal, de la dificultad inherente a cualquier estudio de los sueños: disponer solo de su elaboración secundaria. Si la materia prima de este tipo de estudio es siempre una narración a posteriori llevada a cabo por una persona despierta, editada de modo más o menos consciente para llenar las lagunas y aumentar la consistencia interna, ¿cómo saber lo que el yo soñante ha experimentado realmente en lo más recóndito de su mente? La verdadera trama onírica solo es accesible en el transcurso del sueño en sí, todavía desprovista de las asociaciones adicionales realizadas por el yo despierto poco después de salir del sueño. Y, como sabe toda persona no entrenada en el arte de recordar los sueños, el despertar trae consigo el olvido. Si incluso la propia persona que sueña tiene dificultades para recordar fielmente los acontecimientos vividos durante el sueño, la investigación de los sueños de otras personas requiere el examen de narrativas de segunda mano, solo accesibles por el lenguaje. Si no tienen lenguaje, ¿pueden los bebés describir sus sueños? ¿Es posible una demostración convincente de que los bebés dormidos experimentan realidades subjetivas? Por abstractas que parezcan, estas cuestiones merecen ser abordadas. Después de todo, comprender la génesis de los sueños quizá sea un paso fundamental para descifrar cómo surge y se desarrolla nuestra autoconciencia. SUEÑO ACTIVO, SUEÑO SECRETO El intento de imaginar el contenido y la dinámica de los sueños de los bebés requiere saber a qué edad se establece el sueño REM. En las últimas diez semanas de embarazo, ya se produce la diferenciación
entre el sueño tranquilo y el activo, precursores del sueño de ondas lentas y del sueño REM. Además, sabemos que los bebés duermen mucho más que los adultos, en especial por lo que respecta al sueño REM. Nada de esto nos permite concluir, sin embargo, que los sueños de los bebés se parecen a los de los adultos. El tiempo pasado en sueño REM llega al 33 por ciento del total en los recién nacidos, pero disminuye progresivamente hasta estabilizarse en alrededor del 10 por ciento después de los tres años, un nivel comparable al de un adulto joven. A esa edad ya tiene lugar la alternancia regular entre el sueño de ondas lentas y el sueño REM, con lo que se configura un ciclo sueño-vigilia completo. A pesar de estas similitudes, la correlación entre sueño y sueño REM en niños no siempre es alta. No hay relatos de sueños antes de los tres años de edad, pero eso no significa que los bebés no sueñen. Si no es posible preguntar directamente cómo sueñan, podemos observar su sueño con atención. Los bebés se agitan mucho durante la fase REM, lo que puede ser una señal de que su sueño corresponde a una rica experiencia subjetiva, pero también puede expresar solo contracciones musculares involuntarias, desacopladas de imágenes y de emoción. Suponiendo que sea cierta la primera hipótesis, tratemos de imaginar los sueños de los bebés. PRIMEROS ACTOS Y OBJETOS En los primeros dieciocho meses de vida fuera del útero, los bebés recorren un camino cognitivo esencial, el más importante de sus vidas. Aprenden a usar los sentidos y los músculos. Aprenden a ver, oír, tocar, probar, moverse y comunicarse. Comienzan a aprender a aprender. Poco a poco, los objetos del mundo toman forma. La infancia es el periodo de la vida posparto con mayor plasticidad neuronal, esto es, con mayor maleabilidad de las sinapsis. Aun así, durante todo este tiempo, los bebés dependen del cuidado materno para sobrevivir. De la madre proviene el primer objeto del mundo representado, la primera fuente de alimento material y psíquico, la primera corporeización de la recompensa, el desencadenante original de la libido: un pecho lleno de leche. [3] La fragilidad del bebé humano es extrema. Nunca más, hasta alcanzar la senectud, el ser humano experimenta tanta debilidad y dependencia. Y, sin embargo, es esta debilidad la que le permite —cuando está sano,
es amado y está bien cuidado— atravesar el periodo de mayor plasticidad neuronal (la infancia) entregado al descuidado e inocente descubrimiento de la realidad. El contacto inicial con la realidad más allá de la placenta, en el momento del parto, inaugura un festival de experiencias nuevas que inicialmente son amorfas, porque el aparato mismo de percepción es inmaduro. Por lo tanto, las sensaciones dominantes en los sueños de los recién nacidos solo pueden ser primarias, como el hambre y la saciedad, la percepción de humedad, la temperatura, los sonidos e imágenes de alto contraste, la localización de los toques en la piel, la sensación de gravedad y de las posiciones de la cabeza, del tronco y de las extremidades. EL DESARROLLO DE LA TRAMA ONÍRICA ¿Existen sueños característicos de diferentes edades? ¿Son los sueños de los niños más aterradores, deliciosos o banales que los de los adultos? ¿Existen diferencias sustanciales entre los relatos oníricos de niñas y niños? ¿Hasta qué punto la capacidad de soñar se relaciona con el desarrollo intelectual y emocional? El psicólogo estadounidense David Foulkes llevó a cabo estudios pioneros con decenas de niños, cuyo análisis intenso durante varios años permitió investigar la dinámica onírica de individuos de entre tres y quince años de edad. [4] Cada niño fue sometido a exámenes psicológicos y registros polisomnográficos de actividad cerebral, muscular y ocular durante nueve noches al año. Los relatos de sueño se recogían de forma sistemática después del despertar de los niños, tanto durante el sueño REM como durante el sueño de ondas lentas. Esto permitió tener un acceso muy directo al contenido de los sueños, con una interferencia mínima de la mente despierta. El desarrollo intelectual y emocional de los niños se controló mediante la aplicación en serie de pruebas psicológicas. La observación sistemática de los mismos niños en el laboratorio, en el colegio y en casa, con el foco puesto en los juegos y fabulaciones, permitió interpretar los resultados de una manera amplia y profunda. A pesar de tener más de cuarenta años, la investigación de Foulkes sigue siendo el estudio longitudinal más completo de la génesis de los sueños. Las observaciones fueron reveladoras. Entre los tres y los cinco años de edad, los sueños son infrecuentes y típicamente pobres, con poca imaginería, desprovistos de movimientos y emociones fuertes. Por esta
razón, los relatos de pesadillas aterradoras, aunque comunes a esta edad, a menudo reflejan experiencias originadas poco después del despertar: un miedo originado no en el sueño, sino en la experiencia desorientada, y por eso mismo atemorizadora, de despertarse en una habitación oscura. Los sueños de este grupo de edad reflejan un sistema cognitivo inmaduro, con grandes limitaciones de representación que no permiten sustentar simbolismos complejos, insólitos o fantásticos. Llama la atención la escasez de representaciones sociales —padres, hermanos, tíos, primos— que en épocas posteriores llegarán a ocupar el centro de la trama onírica. En el estudio de Foulkes, las asociaciones relacionadas con el propio cuerpo en niños de entre tres y cinco años no parecían dominadas ni por los senos maternos, tan esenciales para la salud física y psicológica del recién nacido, ni por las zonas postuladas por Freud como hitos del desarrollo de la libido en el propio cuerpo, como la boca, el ano, la vagina y el pene. Fueron las exigencias fisiológicas fundamentales, como dormir o comer, las que emergieron claramente en estos sueños. UN COMIENZO MINIMALISTA Los niños en edad preescolar investigados por Foulkes demostraron en sus relatos de sueño una organización del pensamiento bastante limitada, similar a la revelada en la vigilia. No sabemos si las historias oníricas de los niños son tan pobres porque sus sueños son simples, o si la pobreza es aparente y radica en su reducida capacidad para retener y expresar lo que se ha recordado. Dado que las limitaciones del lenguaje afectan directamente al relato, cualquier conclusión basada solo en los relatos oníricos de los niños más pequeños sigue siendo cuestionable. En los niños estudiados por Foulkes, el despertar del sueño REM a menudo no correspondía a ninguna experiencia onírica. Cuando esto sucedía, solía ser una descripción de una escena simple y estática. La propia representación del yo soñante parecía difusa. Un sueño descrito por Dean, un niño de cuatro años, ilustra este tipo de contenido onírico: DEAN : Estaba durmiendo en la bañera. INVESTIGADOR : ¿Era la bañera de tu casa? DEAN : Sí. INVESTIGADOR : ¿Había alguien más en el sueño aparte de ti? DEAN : No.
INVESTIGADOR : ¿Podías verte a ti mismo? DEAN : Pues… no. INVESTIGADOR : ¿Cómo te sentías? DEAN : Alegre. Como era de esperar, Dean también fue lacónico al hablar de los eventos de la vigilia, como lo documentó Foulkes a lo largo de los años. Compárese el relato de sueño recién presentado con la descripción que hizo Dean del dibujo de una mujer adulta abroncando a un niño lloroso con una muñeca sin cabeza: DEAN : Se le ha caído la cabeza. INVESTIGADOR : ¿Puedes decirme qué más está pasando? DEAN : Nada más. NARRATIVAS Y SIMULACIONES Las mayores transformaciones en el contenido de los sueños registrados por Foulkes se produjeron entre los cinco y los siete años de edad, periodo en el que los niños ya no dan cuenta de imágenes simples, sino de secuencias de escenas encadenadas, como en una película. Aunque varias características importantes de los sueños solo se establecen después de este periodo, es en él donde se forma la estructura fundamental del sueño como narrativa . Es también a esta edad, a medida que se amplía la capacidad de representar mentalmente los objetos del mundo, cuando el carácter fantástico del acto de soñar emerge con fuerza. En esta fase aparecen algunas distorsiones típicas de los sueños de adultos, como la repentina traslación de la escena onírica en el tiempo y el espacio y la condensación de personajes oníricos en imágenes con significado compuesto. Son sueños que todo el mundo ha vivido, de la siguiente forma: «yo estaba en el lugar A pero también era el lugar B» o «me encontraba con alguien que era una mezcla de fulano y mengano». El sueño del príncipe Federico descrito en el capítulo 3 —«unas veces estaba en Roma y otras en Wittenberg»— es un ejemplo explícito de este fenómeno. Comienza a delinearse un espacio onírico que emula ciertos aspectos del mundo real y que crea un universo en miniatura habitado por personajes capaces de actuar, perseguir metas e incluso reflexionar sobre las consecuencias de actos realizados durante el sueño. La
continuidad entre sueño y vigilia es alta, con recurrencia frecuente de acciones y situaciones experimentadas durante el estado de vigilia. En los relatos de sueño de este grupo de edad despunta la curiosidad genuina por la multiplicidad de personas, objetos y relaciones del mundo real, con menos atención a los estados fisiológicos propios. Sin embargo, aunque los sueños reportados entre los cinco y los siete años sean estructuralmente comparables a los de los adultos, la actividad onírica de los niños no llega a integrar por completo los escenarios soñados con la representación del yo soñante, esto es, una entidad imaginaria dominante, capaz de acciones voluntarias, emociones y razonamientos durante el sueño. Para Foulkes, ello se deriva de la reorientación del enfoque que se observa en esta transición, que de uno mismo pasa al mundo que nos rodea. A diferencia de los sueños de los adultos, los de los niños de este grupo de edad a menudo tienen como protagonistas a animales y personas de la familia. Es como si la representación del yo soñante quedara en segundo plano durante este periodo específico de maduración del soñar. Aunque en general los contenidos de los sueños de niños y niñas sean parecidos, en esta fase surgen por primera vez algunas diferencias específicas. Las niñas de cinco a siete años relataron más sueños con interacciones sociales que los niños, con más desenlaces felices y resoluciones de conflictos. Por su parte, los niños contaron más sueños con personajes masculinos desconocidos que las niñas. También explicaron más sueños con animales. Aunque todavía no existan estudios exhaustivos que comparen las diferencias de género en los sueños recopilados en diferentes culturas, las investigaciones sugieren que las discrepancias entre los sexos descritas por Foulkes pueden ser generalizadas. [5] Sin embargo, es probable que las diferencias reflejen la estabilidad de las discrepancias en las experiencias de niños y niñas en las diferentes culturas, más que una distinción biológica. [6] Los niños de entre siete y nueve años de edad ya han recorrido la mayor parte del camino para adquirir plena competencia onírica. Por lo general, en esta fase se establece la representación activa del yo soñante. Prevalecen los sueños en primera persona. Crece mucho la proporción de relatos de sueño obtenidos después de despertar del sueño REM, pero, curiosamente, los niños de esta edad también pueden soñar durante el sueño de ondas lentas. La estructura narrativa se vuelve más compleja y comienza a evocar afectos específicos, con una ligera prevalencia de sueños agradables. El joven Dean, que a la edad de cuatro años informó solo de dos sueños cuando lo despertaron del sueño
REM, a los nueve dio once relatos de sueño. El aumento de la complejidad es notable: DEAN : Nos dedicábamos a plantar árboles y fuimos a ese sitio a plantar un árbol. Volvimos al día siguiente y el árbol ya había crecido. Entonces plantamos más, y todos crecieron y comenzó un incendio en el bosque, pero los árboles no se quemaban. Hicimos más bosques y algunos hombres vinieron a cortar la madera para hacer leña, pero la madera no se quemaba. Así que le dijeron a la policía que plantaban árboles, pero que no se quemaban.
EXPANSIÓN DE REPERTORIOS Entre los nueve y los once años de edad, en los elementos oníricos hay pocos cambios cualitativos pero muchos cuantitativos: el repertorio simbólico se amplía, la capacidad para recordar los sueños aumenta y el protagonismo del soñante en las narrativas se consolida. Los sueños de niñas y niños continúan divergiendo de forma gradual, con mayor prevalencia de conductas motoras en las narrativas masculinas. Los sueños se vuelven más idiosincrásicos al principio de la preadolescencia, cuando pasan a reflejar menos las características generales del grupo de edad y más la personalidad específica de cada soñante. Sus emociones y expectativas comienzan a ganar más importancia. Y luego, al final de la preadolescencia, entre los once y los trece años de edad, los sueños pasan por su segunda gran maduración. La capacidad de acordarse de ellos y su prevalencia durante el sueño REM se estabilizan en niveles similares a los de los adultos. Las diferencias personales de carácter, repertorio intelectual y capacidad social se hacen evidentes en los sueños de este grupo de edad. Se observa un mayor equilibrio en las emociones soñadas, con presencia equivalente de afectos positivos y negativos. Las tramas se enriquecen en variedad y sutileza, en paralelo a la construcción de contextos oníricos con un equilibrio mejorado entre la autorrepresentación del yo soñante y los diferentes personajes y objetos del mundo de los sueños. De forma genérica, el sueño pasa a centrarse menos en los miembros de la familia y más en otros integrantes del entorno social del niño, como compañeros de colegio o vecinos del barrio. Las diferencias entre los sueños de niñas y de niños se vuelven más evidentes, con una gran distinción entre los escenarios oníricos según los roles sociales más típicos de cada género. Las chicas sueñan más con personajes
femeninos, mientras que los chicos sueñan más con personajes masculinos. Los sueños de los niños presentan más actividades sensoriales que los de las niñas. También muestran más escenarios conflictivos con resultados desfavorables, incluidos ataques por parte de otros niños. ADOLESCENCIA Y MADUREZ La influencia más determinante del contenido onírico durante la adolescencia en la muestra de Foulkes fue el desarrollo intelectual y emocional de cada soñante, con sus especificidades y rasgos individuales en plena crisis de crecimiento. Aunque las relaciones amorosas suelen ser muy importantes en este grupo de edad, llama la atención el hecho de que los sueños relatados por los adolescentes no estén complemente dominados por elementos sexuales, aunque sí reflejan el aumento de la curiosidad por el cuerpo y las distinciones entre mujeres y hombres, la mayor diferenciación de los roles sexuales y la maduración del aparato reproductivo. El cerebro que sueña es el mismo que vive la vigilia, así que, cuanto más complejo es el tejido mental, más lo es el sueño. A los quince años de edad, el soñante es un operador activo en la realidad onírica; desea, realiza elecciones y actúa en un escenario virtual multifacético y lleno de matices. El sueño de una estudiante de dieciséis años ilustra la importancia de las relaciones sociales y en especial de las relaciones amorosas en la adolescencia: Primero soñé que K. y yo fuimos a otra de las fiestas de J., esta vez con más personas de mi colegio. Había tanta gente allí que nos hicieron formar dos filas, una de chicos y otra de chicas. Quienquiera que estuviera emparejado con cada uno de nosotros sería la pareja de esa noche. Me tocó una persona desagradable, así que K. y yo fuimos a casa a ver una película. Al día siguiente me fui a trabajar. […] Había muchos chicos en el instituto y me sentí un poco intimidada. Por último, soñé que era una hermosa princesa y que estaba en la playa. Vi a un príncipe noruego y nos enamoramos a primera vista.
Al considerar en su conjunto el experimento de Foulkes, es evidente la profunda transformación, de la infancia a la edad adulta, que expresan los sueños. La maduración psicológica de estos sigue un curso paralelo al desarrollo mental en la vigilia. Entre el sueño pasivo y estático del niño de cuatro años y el cinemático y dramático de la joven
de dieciséis hay una enorme distancia cognitiva, superada por la fuerza de las innumerables experiencias vividas y también soñadas en las más de cuatro mil noches transcurridas en este intervalo. Estudios más recientes han confirmado este patrón general de desarrollo onírico, pero las observaciones realizadas fuera del contexto del laboratorio, en los hogares de los voluntarios, por ejemplo, han demostrado que los niños pequeños también pueden proporcionar relatos de sueños ricos en movimiento, interacción social, emoción, diversidad de personajes y representación activa del yo, siempre que haya una mayor familiaridad con el entorno. [7] Aunque de amplio alcance, la investigación de Foulkes tuvo la importante limitación de que su muestra la componían casi en exclusiva niños de familias estadounidenses de clase media, con un nivel razonable de educación, una satisfacción adecuada de las necesidades materiales y un contexto social pacífico. Estos sesgos probablemente expliquen la baja presencia de pesadillas en las series oníricas recogidas por Foulkes. Otro estudio encontró una alta prevalencia de pesadillas en la década de 1990 en los relatos oníricos de niños de la Franja de Gaza y el Kurdistán. Sometidos a diario a los altos niveles de estrés que caracterizan a la guerra, los niños examinados por los psicólogos finlandeses Antti Revonsuo y Katja Valli, de la Universidad de Turku, mostraron una fuerte continuidad entre vigilia y sueño, con pesadillas intensas y frecuentes, violentas e incluso bélicas. El contraste fue manifiesto con los niños jordanos y finlandeses, que soñaban tramas pacíficas coherentes con la sensación de seguridad experimentada en países sin guerra. [8] Una encuesta realizada a más de once mil jóvenes de entre diez y dieciocho años de edad mostró que la exposición a la violencia tiene impactos negativos sobre el sueño de los adolescentes, especialmente en mujeres. [9] CONFLICTOS, EMOCIONES Y AUTONOMÍA Además de la violencia física, la económica suele tener un gran impacto sobre la calidad del sueño. Muchos estudios han demostrado la existencia de problemas de sueño en comunidades de bajos ingresos. Las circunstancias adversas que conducen a esto incluyen, entre otras, el estrés, la ansiedad, los ambientes inseguros, las habitaciones abarrotadas y las condiciones incómodas de ruido, temperatura y humedad. Las familias con escasos recursos económicos suelen vivir en
hogares pequeños donde las camas son compartidas y el sueño se interrumpe repetidamente debido a las diferencias en los horarios de trabajo y estudio entre los distintos miembros de la familia. Otra encuesta realizada a más de tres mil niños de tres años de edad mostró que los déficits de sueño están relacionados con la baja escolaridad materna, la masificación del hogar y la pobreza. [10] Otro estudio con más de mil cuatrocientos adultos finlandeses mostró que durante la grave crisis económica de la década de 1990 la calidad del sueño no se vio muy afectada excepto entre personas de bajos ingresos, que presentaron peor calidad del sueño, más insomnio y un mayor consumo de sustancias para dormir. [11] En general, la reducción del tiempo de sueño es mucho más pronunciada en individuos de bajo estatus socioeconómico, y alcanza la increíble cifra de 3,8 horas al día en algunas ocupaciones. [12] Un estudio a gran escala sobre problemas del sueño en países subdesarrollados, realizado a más de 43.000 personas de Ghana, Tanzania, Sudáfrica, India, Bangladesh, Vietnam, Indonesia y Kenia, [13] reveló problemas de sueño graves o extremos en casi el 17 por ciento de los participantes, con una gran variabilidad entre los países, desde el 4 por ciento en Kenia hasta el 40 por ciento en Bangladesh. El estudio encontró un vínculo constante entre los niveles altos de problemas de sueño, por un lado, y el bajo nivel de educación y baja calidad de vida, por otro. El componente social puede afectar directamente al sueño, ya que los niños de familias pobres a menudo tienen que trabajar para complementar los ingresos familiares. Una investigación sobre los efectos del trabajo en el sueño de estudiantes de entre catorce y dieciocho años de edad reveló que los jóvenes que estudiaban y trabajaban acababan por despertarse más temprano en los días laborables que los que no trabajaban y solo estudiaban, lo que causaba una disminución significativa en la duración total del sueño nocturno. [14] La correlación entre la calidad del sueño y el rendimiento académico también se da en estudiantes de medicina. [15] Ya sea por exceso de trabajo o estudio o por otras fuentes de tensión, el estrés afecta al sueño. Un estudio reciente sobre los hábitos de sueño de más de 55.000 estudiantes universitarios en Estados Unidos sugiere que los déficits de sueño pueden ser aún más dañinos para el rendimiento académico que el consumo excesivo de alcohol o marihuana, la ansiedad o la depresión; con cada noche mal dormida por semana había un 10 por ciento más de posibilidades de abandonar el curso académico y una caída de 0,02 puntos en la media general de las notas. [16]
TRASTORNOS Y CAMINOS Los trastornos del sueño en la infancia, en condiciones de confort y seguridad, suelen ser de poca gravedad y tienen una rápida resolución. La dificultad para conciliar el sueño y los despertares nocturnos son comunes pero transitorios. La experimentación de pesadillas, que puede ser grande entre los tres y los diez años, [17] tiende a disminuir cuando se supera este tramo de edad. En las pesadillas de los niños, las narrativas más frecuentes incluyen la muerte de parientes, caídas peligrosas o persecución por parte de familiares o desconocidos. Los niños muestran una asociación significativa entre el déficit de sueño y un temperamento irritable, con rabietas y arrebatos de mal humor después de una mala noche. Además, los niños ansiosos tienden a tener más pesadillas, como era de esperar. En situaciones de gran estrés en la vida real, los niños acostumbran a tener pesadillas repetitivas, con tramas tristes y aterradoras que pueden suceder de forma casi idéntica noche tras noche, lo que hace que tengan miedo a acostarse (como en el sueño de las brujas caníbales). Por otro lado, los niños con bajos niveles de ansiedad, educados en un ambiente de cuidado y protección y sin alteraciones estresantes, suelen contar sueños positivos, en los que se buscan y a menudo satisfacen sus deseos. Pero las pesadillas y el insomnio intranquilo también se dan en hogares felices; lo que para algunos es irrelevante para otros puede ser escalofriante o doloroso. Entre un extremo y otro, a través de toda la gama de destinos de la rueda de la fortuna, los sueños de los niños tienden a reflejar las situaciones experimentadas por quienes los experimentan, tanto en el plano afectivo como en el simbólico. Soñar es un proceso de aprendizaje lento y gradual que probablemente comience en el útero materno, con la formación de las primeras representaciones sensoriales en la frontera del cuerpo con el mundo exterior. Aún difusas, estas impresiones son reflejos imaginados de dicho mundo, sombras temblorosas en el fondo de una cueva que poco a poco descubrimos que habitamos. A lo largo de la infancia y la adolescencia los sueños reflejan las experiencias de la juventud, llenas de novedades y expectativas. En la edad adulta, los individuos se acostumbran a la rutina y a veces se olvidan de sí mismos, pero incluso en la vejez siguen siendo capaces de transportar la mente. Las primeras experiencias, los primeros deseos, los primeros sueños son la base de esta capacidad. No es por ninguna otra razón que los ancianos sueñan y
se emocionan tanto con las experiencias de su tierna y casi eterna infancia. No sabemos con certeza qué experiencias mentales acompañan el final de nuestra existencia, pero llama la atención que tantas religiones sustenten la creencia en la vida después de la muerte. La película Despertando a la vida , de Richard Linklater, una increíble narrativa filosófica compuesta de monólogos y diálogos sobre el sueño, la vida y su final, sugiere que el procesamiento neuronal característico del paso a la muerte genera secuencias de sueños cada vez más abstractos, que corresponden a un tiempo psicológico extremadamente dilatado. Este periodo estaría dominado por las emociones y recuerdos experimentados durante la vida y generaría en pocos segundos una sensación de eternidad en el infierno, el purgatorio o el paraíso construido por el propio soñante en su trayectoria particular. Esta audaz concepción artística de la muerte recibió un posible fundamento científico en 2013, cuando investigadores de la Universidad de Michigan informaron de que, en el cerebro de ratones sometidos a paros cardiacos, se producía una fuerte activación unos treinta segundos después de la interrupción de los latidos. [18] Cualquiera que sea el final, la maduración de los sueños es importante para explicar el desarrollo de una identidad personal bien definida. Si los sueños de los niños son pobres en emociones e imágenes, estáticos e incluso contemplativos, la maduración de los sueños hasta la edad adulta desemboca en un rico proceso onírico en el que el soñante se convierte en el agente principal de los acontecimientos, es decir, en un operador activo inmerso en su escenario virtual interior (que normalmente no controla, sino que habita). De qué forma evolucionó este estado mental es el tema del próximo capítulo.
6 La evolución del soñar Por ser muy antiguo, el hecho de dormir ha evolucionado hasta adquirir una gran variedad de funciones psicobiológicas diferentes, entre ellas la generación de sueños. Sus propiedades se desarrollaron en momentos muy distintos y bajo presiones de selección completamente diferentes. Determinar el punto de partida del sueño requiere retroceder miles de millones de años e imaginar las condiciones bajo las cuales aparecieron las primeras moléculas autorreplicantes. El planeta era volcánico, con mucha agua y una atmósfera todavía sin oxígeno. Los primeros organismos unicelulares, que datan de hace entre 4.280 y 3.770 millones de años, eran similares a las bacterias de las fuentes hidrotermales, que se alimentan de la oxidación del hierro. [1] Durante las horas en las que el sol brillaba en el cielo, la temperatura aumentaba y, con ello, facilitaba la difusión molecular y aceleraba las reacciones químicas. Desde el principio de los tiempos, cuando el sol se pone en el horizonte, la temperatura en la Tierra cae y las reacciones químicas se vuelven más lentas. Esta alternancia, prácticamente inmutable durante más de 1,6 billones de días y noches, ha ajustado a la rotación de la Tierra los ciclos conductuales de prácticamente todas las formas de vida que han existido en el planeta. Con la excepción de los ambientes muy profundos, toda la vida evolucionó bajo la alternancia de luz y oscuridad más o menos cada doce horas. Por esta razón, en prácticamente todos los seres del planeta se encuentran ritmos circadianos muy similares. Se necesitaron cerca de 1.500 millones de años para que surgieran los primeros seres multicelulares. Eran bacterias capaces de realizar la fotosíntesis y de formar colonias de células. Estos antepasados de las cianobacterias actuales se extendieron con amplitud en el océano y elevaron tanto la concentración de oxígeno en la atmósfera que extinguieron gran parte de la vida que existía hace 2.400 millones de años. Las cianobacterias destruyeron casi todos los seres anaeróbicos y dieron lugar a la capacidad fotosintética de las algas y las plantas,
haciendo del planeta un potente productor de biomasa a partir de la energía solar. Esto creó la base para la evolución de los herbívoros, que a su vez creó la base para la evolución de los carnívoros. RITMOS ARCANOS La luz del sol, aceleradora de reacciones químicas y fuente energética de la cadena alimentaria, pasó a ser utilizada a partir de cierto momento para detectar cambios ambientales y operar en función de ellos. Comenzaron a evolucionar cilios y flagelos capaces de generar movimiento hacia la superficie del agua, donde la fotosíntesis es posible. [2] Surgieron mecanismos biológicos capaces de «encender» y «apagar» comportamientos de acuerdo con la disponibilidad de luz, los cuales se diversificaron en muchos otros mecanismos derivados de ellos, tanto a escala molecular como celular. Innumerables seres unicelulares muestran un ritmo circadiano de actividad y descanso. [3] En 2017 los biólogos estadounidenses Michael Young, de la Universidad Rockefeller, y Jeffrey Hall y Michael Rosbash, de la Universidad Brandeis, recibieron el Premio Nobel de Medicina o Fisiología por sus descubrimientos sobre los relojes moleculares que determinan el ritmo circadiano. A través del estudio de la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster , estos investigadores mostraron la variación periódica de los niveles de moléculas codificadas por un grupo selecto de genes; las mutaciones de estos pueden acortar, expandir o incluso abolir el ritmo circadiano, lo cual tiene efectos sobre factores conductuales, fisiológicos y moleculares. La demostración de que hay quietud periódica incluso en medusas indica que el sueño prescinde del cerebro y puede tener lugar en un sistema nervioso muy primitivo. [4] La melatonina, una hormona inductora del sueño producida en la primera mitad de la noche por la glándula pineal humana, se originó al parecer hace setecientos millones de años, cuando animales similares a gusanos marinos desarrollaron células capaces de captar luz y moverse batiendo sus cilios durante el día, pero no por la noche. [5] El mecanismo de esta dicotomía habría sido la producción nocturna de melatonina, que a falta de luz estimula neuronas para cancelar el movimiento de los cilios. Hundidos lentamente durante la quietud nocturna y nadando hacia arriba en el frenesí diurno, nuestros remotos ancestros encarnaron el yin y el yang
del ciclo solar en lo que hoy discernimos como dos estados fundamentales del cuerpo, el sueño y la vigilia. Y entonces, hace unos 540 millones de años, aparecieron las primeras estructuras semejantes a ojos. Hoy en día los tienen la mayoría de los animales con simetría bilateral, poseedores de cabeza y cola, así como de espalda y vientre. En todos estos animales, la génesis ocular en el embrión está controlada por genes similares. También son muy parecidos los genes que regulan el reloj circadiano, que en los vertebrados implica un relevante conjunto de neuronas llamado «núcleo supraquiasmático». Esta pequeña masa de neuronas, del orden de veinte mil células solamente, es responsable de la comunicación entre las células de la retina sensibles a la luz y las células productoras de melatonina en la glándula pineal. Las señales sobre la presencia o ausencia de luz se transformaron múltiples veces, de fotón a modificaciones estructurales de moléculas pequeñas y grandes, que abren y cierran canales anclados en las membranas de las neuronas (figura 6). Estos canales se abren y permiten el flujo de iones, que llevan a la liberación de sustancias químicas, que a su vez activan más cambios estructurales de moléculas en otras células y así sucesivamente, generando consecuencias a corto, medio y largo plazo para todo el sistema nervioso. En nosotros y los gusanos, a pesar de la inmensa distancia evolutiva, se ha mantenido la función ancestral de ciertos mecanismos moleculares, como el papel de la melatonina en la inducción del sueño. DORMIR NO ES SOLO DESCANSAR Mientras que el descanso es oportunista y ocurre solo cuando es necesario o posible, el sueño propiamente dicho tiene hora para comenzar y para terminar, y hay que recuperarlo cuando falta. Cuando se exponen a la sucesión natural del día y la noche, las personas suelen completar un ciclo en un periodo de 23 horas y 56 minutos, ya que la luz reinicia el marcapasos todos los días. Las personas aisladas experimentalmente del ciclo luz-oscuridad, sin embargo, tanto dentro de cuevas como en otros ambientes cerrados, exhiben un ciclo de vigilia y sueño con un periodo promedio de 24 horas y 11 minutos.
FIGURA 6. Receptor anclado en la membrana celular, con la función de canal iónico. Cuando los canales iónicos se abren, los iones como el sodio, el potasio, el cloro y el calcio pueden cruzar del espacio extracelular al intracelular, o viceversa.
La duración un poco mayor del ciclo observado cuando no hay pistas visuales que indiquen el paso del tiempo, en comparación con el ciclo luz-oscuridad normal, indica la evolución de un mecanismo que, en un
posible retraso de la luz matutina, permite al animal seguir durmiendo durante algún tiempo más, lo que reduce los riesgos de depredación. [6] Si el sol tarda en salir, mejor esperar quietecito en la guarida… En la evolución, las novedades que funcionan permanecen, se extienden y finalmente se vuelven muy antiguas. A juzgar por su prevalencia en invertebrados y vertebrados, el sueño es extremadamente antiguo, quizá anterior a la explosión cámbrica, cuando se originaron la mayoría de los grupos animales. Hoy se cree que los peces datan de hace 500 millones de años; les siguen los insectos, de hace 400, los reptiles, de hace 340, los mamíferos, de hace 160, y las aves, de hace 150 millones de años. A efectos comparativos, recuérdese que nuestra especie apareció, según se calcula, hace solo 315.000 años. [7] La opinión de la ciencia sobre qué animales duermen ha cambiado mucho en las últimas décadas. Buenos estudios conductuales, cuantitativos y fiables, se han beneficiado mucho de la llegada del ordenador personal y de precisos minisensores de movimiento para demostrar que las abejas, los escorpiones y las cucarachas presentan periodos regulares de quietud con baja sensibilidad a estímulos sensoriales. [8] Debido a su importancia para la investigación genética, la mosca de la fruta fue ampliamente estudiada para determinar la ocurrencia del sueño. Cuidadosos registros de comportamiento mostraron ciclos bien definidos de agitación y quietud. Otra señal de que las moscas duermen es que a un periodo de privación forzada de sueño le sigue el rebote característico observado en mamíferos, es decir, un aumento compensatorio del tiempo de sueño subsiguiente. [9] A pesar de las demostraciones convincentes de que las moscas sí duermen, no parece haber correspondencia anatómica entre las partes de su sistema nervioso necesarias para dormir y las áreas del cerebro humano involucradas en la génesis del sueño. [10] Aun así, las moscas comparten con los mamíferos algunos beneficios cognitivos importantes de dormir, tal y como veremos más adelante. EL SUEÑO SIMPLE DE PECES Y ANFIBIOS Durante mucho tiempo se ha discutido la posibilidad de que entre los peces y los anfibios no exista el sueño propiamente dicho, en el sentido de que no haya un estado periódico de quietud conductual y fisiológica que corresponda a alguna fase fija del ciclo día-noche. Es cierto que
estos animales presentan un descanso fugaz y sin una periodicidad determinada, sino en función de la saciedad y de la ausencia de riesgo de depredación. Estas condiciones impredecibles y momentáneas hacen que los peces y anfibios muestren un descanso oportunista. Con frecuencia, los peces habitan en aguas turbias o profundas, ambientes donde la diferencia de luz entre el día y la noche simplemente no existe. A falta de luz, los peces dependen muy poco de la vista para evitar a los depredadores y para encontrar alimento y pareja sexual. Por otro lado, dependen de manera crítica del olfato y de la navegación por campo electromagnético. Las pocas especies de peces que ya han sido estudiadas en un laboratorio presentan un comportamiento de sueño caracterizado por una quietud periódica, un aumento del movimiento después de la administración de cafeína y déficits conductuales después de la privación de sueño. [11] Sin embargo, esta última es menos estresante y hay menos rebote. En los peces de los arrecifes de coral se observa una natación continua día y noche, pero se sospecha que estos animales son capaces de nadar dormidos. En cuanto a los anfibios, la información científica es aún más escasa. La rana toro, un gran anfibio de hábitos diurnos, presenta variaciones circadianas de conducta, pero su respuesta a estímulos sensoriales es mayor en el periodo de quietud que en el de actividad. Este hecho hizo pensar que el sueño podría estar suprimido en anfibios debido a su extrema vulnerabilidad física, pero un estudio posterior de la pequeña rana arborícola Hyla septentrionalis demostró la existencia de sueño en esta especie, quizá porque ocupa un nicho ecológico menos peligroso. [12] Ni en peces ni en anfibios se registró ninguna señal de sueño REM. EL SUEÑO COMPLEJO DE LOS VERTEBRADOS TERRESTRES A diferencia de los peces y anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos tienen una superficie corporal seca e impermeable. Poseen también una bolsa amniótica que envuelve al embrión durante su desarrollo, manteniéndolo caliente, húmedo y acolchado. Estas adaptaciones permiten a los vertebrados terrestres ocupar hábitats muy alejados del agua de ríos, lagos, pantanos y mares. Hace 315 millones de años, la tierra firme del planeta formaba un inmenso y único continente llamado Pangea. Mientras que el medio acuático estaba infestado de terribles carnívoros, vertebrados e
invertebrados, el vasto medio terrestre explorado por los primeros reptiles, incluida la tierra que hoy constituye la Antártida, era un edén lleno de plantas e insectos comestibles. A juzgar por las denticiones fosilizadas encontradas en Nueva Escocia, Canadá, los primeros reptiles eran insectívoros similares a los actuales lagartos. Inicialmente libres de depredadores naturales y con abundante alimento, estos animales se diversificaron rápidamente en diferentes especies que ocuparon nichos ecológicos muy distintos, aunque todos marcados por el ciclo luzoscuridad. La transparencia del aire y la abundancia periódica de luz favorecieron la evolución de un sistema visual cada vez más sofisticado y potente en los vertebrados terrestres. La principal ventaja de la visión es la percepción a distancia de otros seres y objetos, mientras que la gran desventaja es, precisamente, la falta periódica de luz, que dificulta la alimentación y aumenta mucho el riesgo de depredación por la noche. Hasta el día de hoy, esconderse y agruparse para dormir es un comportamiento estándar en casi todos los vertebrados terrestres herbívoros. Por lo tanto, es posible que el sueño de ondas lentas, que reduce las tasas metabólicas y que ya existía de forma primitiva en peces y anfibios, se haya desarrollado en vertebrados terrestres como efecto colateral de la necesidad de esconderse de los depredadores nocturnos. Como no es posible buscar comida dentro de la guarida, se volvió adaptativo permanecer inmóvil, reducir la temperatura, disminuir el consumo de energía e incluso entrar en estado de torpor. A medida que el sueño progresa, hay una reducción de hasta un 50 por ciento de las frecuencias de las ondas cerebrales, esto es, hay una desaceleración de estas ondas con el correspondiente aumento de su «tamaño» o amplitud. A ese estado de sueño lo llamamos de «ondas lentas». La quietud de todo el cuerpo evolucionó asociada a ondas cerebrales lentas que hacen que las células silencien su funcionamiento de forma momentánea, en cada ciclo de la onda. Es muy difícil hacer conjeturas sobre qué acontecimientos llevaron a la evolución del sueño REM, durante el cual ocurren los sueños más vívidos. Durante algún tiempo se creyó que el origen de la diferencia entre el sueño de ondas lentas y el sueño REM podía remontarse al Triásico, hace 225 millones de años, cuando evolucionaron los antepasados comunes a todos los mamíferos. Eran animales nocturnos e insectívoros, físicamente similares a un pequeño roedor. [13] Esta hipótesis se basaba en la premisa de que los reptiles y las aves no tienen
sueño REM, opinión predominante entre los especialistas durante décadas. Sin embargo, este estado de alta activación cerebral con mínima activación corporal, hasta hace poco considerado un monopolio de los mamíferos, está hoy en día bien documentado en varias especies de aves y en algunas especies de reptiles. [14] Durante algún tiempo hubo controversia sobre la existencia de sueño REM en el equidna, un curioso mamífero insectívoro de Australia y Nueva Guinea dotado de espinas defensivas y un aparato bucal especializado en la extracción de hormigas, termitas, gusanos y larvas. La supuesta ausencia de sueño REM en esta especie no sería más que una curiosidad si el equidna no fuera un animal del orden de los monotremas, mamíferos primitivos que poseen características reptilianas, como la inexistencia de placenta y la reproducción por huevos. Si el sueño REM estuviera ausente en los animales más cercanos al ancestro común a todos los mamíferos, sería probable que el sueño REM hubiera evolucionado de manera independiente en mamíferos, aves y reptiles. Sin embargo, estudios electrofisiológicos más recientes han demostrado la presencia de sueño REM tanto en el equidna [15] como en otro monotrema, el ornitorrinco, [16] que llega a pasar hasta ocho horas al día en este estado, el máximo observado en cualquier especie. El avestruz, una de las aves más similares al antepasado común de todas ellas, muestra un patrón de sueño muy similar al del ornitorrinco. [17] Los resultados refuerzan la hipótesis de un origen único del sueño REM en los vertebrados terrestres. La separación entre sueño de ondas lentas y sueño REM, por lo tanto, pudo acontecer 75 millones de años antes del Triásico, en el periodo Carbonífero, cuando los antepasados de los anfibios y reptiles invadieron el medio terrestre. EL FIN DE LOS DRAGONES DURMIENTES Si la afirmación anterior es correcta, es muy probable que los dinosaurios, reptiles de todos los tamaños que dominaron el planeta hace 230 millones de años, [18] durmieran y soñaran de una forma muy similar a la adoptada por sus parientes más cercanos que aún existen en el planeta, las aves. Sería un sueño cíclico, marcado por la alternancia rápida e irregular de sueño de ondas lentas y sueño REM. Evidentemente, no hay ningún fósil que pueda corroborar tal hipótesis, pero no dejan de ser intrigantes los restos hallados en el oeste de China
de dos troodóntidos (dinosaurios del inicio del periodo Cretácico que tenían plumas y estaban filogenéticamente cerca de las aves); los fósiles fueron encontrados en una postura similar a la adoptada por las aves durante el sueño, con el cuello doblado hacia abajo, con el fin de posicionar la cabeza sobre los miembros superiores. [19] Parece que estaban durmiendo cuando se vieron de repente sorprendidos por la muerte. Es tentador imaginar que el sueño REM pudo haber desempeñado un papel importante en la dominación del planeta por parte de los dinosaurios. La presencia del sueño REM en tantas especies diferentes indica un rasgo fisiológicamente muy relevante. ¿Qué función tan importante será esa? ¿Qué presiones selectivas la modelaron? Una hipótesis interesante es que el sueño REM habría aparecido como una preparación para el despertar, una forma de elevar la actividad de las neuronas en el córtex cerebral a un nivel próximo al de la vigilia después del largo periodo de baja actividad que caracteriza al sueño de ondas lentas. El principal argumento a favor de esta hipótesis es el hecho de que los individuos que despiertan del sueño de ondas lentas presentan déficits sensoriales, motores y cognitivos que tardan varios minutos en disiparse. Además, el despertar espontáneo suele ocurrir después del sueño REM, lo que sugiere que este estado actúa como un facilitador de la transición del sueño de ondas lentas a la vigilia. Cabe suponer que un despertar con plena capacidad de alerta proporcionaba importantes ventajas competitivas a los vertebrados que podían entrar en sueño REM. Otra posibilidad gira en torno a la importancia de este último para el mapeo entre neuronas y células musculares durante el desarrollo. La activación cerebral de regiones motoras durante el sueño REM, que provoca breves contracciones en todo el cuerpo, permite apreciar gestos y acciones ya en el recién nacido, mucho antes de la realización de los actos en el mundo real. [20] Imagina las ventajas que el sueño REM pudo haber concedido a los dinosaurios. ¿Contribuiría este estado a la hegemonía ecológica de los grandes reptiles durante ciento setenta millones de años? ¿Qué papel desempeñó el sueño REM en la reñida lucha por la supervivencia durante su largo reinado? El tema es fascinante, pero necesariamente especulativo. El hecho es que, con o sin sueño REM, hace 66 millones de años el azar intervino y los dinosaurios fueron borrados del mapa. Por una increíble coincidencia de raros eventos, un asteroide cayó sobre lo que hoy es la península mexicana de Yucatán y cambió por completo el curso de la vida en la Tierra. [21] El impacto a 72.000 km/h de una
roca con un diámetro de entre diez y quince kilómetros y un peso de entre 1.012 y 1.014 toneladas en una región de mares poco profundos con grandes reservas de yeso, mineral rico en azufre, provocó poco después una formidable emisión de gases tóxicos. A los temblores sísmicos descomunales y al aumento del vulcanismo les siguieron intensos cambios climáticos. Hubo tantas emisiones de gases que una capa opaca de nubes bloqueó el sol durante meses, quizá años. [22] Después del intenso calor de la explosión, equivalente a una bomba atómica diez mil millones de veces más potente que la de Hiroshima, siguió un invierno intenso y persistente. La fotosíntesis terrestre y marina quedó bloqueada. En conjunto, estos cambios eliminaron en poco tiempo el 75 por ciento de las especies animales y vegetales. Desaparecieron todos los dinosaurios, excepto los antepasados de las aves, así como innumerables especies de mamíferos, peces, moluscos, plantas e incluso plancton. Si el asteroide hubiera caído un poco antes o un poco después, habría alcanzado aguas profundas y las consecuencias habrían sido mucho menores. Una vez más, la rotación del planeta sobre su eje influyó de forma decisiva en la evolución de la vida en su superficie. LA CRISIS BRINDA UNA OPORTUNIDAD La extinción masiva al final del periodo Cretácico permitió la irradiación a gran escala de nuevas especies, marcada por la acelerada divergencia de características morfológicas entre los grupos de animales que sobrevivieron a la catástrofe. Especies hasta entonces comprimidas en nichos ecológicos saturados por la competencia y la depredación se encontraron de repente en nichos vacíos distribuidos a lo largo de varios niveles de la cadena alimentaria, especialmente en la parte superior; todos los grandes depredadores desaparecieron. Tras la extinción, las nuevas presiones selectivas hicieron aparecer nuevas especies de mamíferos, aves, lagartos y peces, en un proceso de adaptación gradual a los nuevos nichos disponibles. Primates y cetáceos, los dos grupos de mamíferos con mayor capacidad cognitiva, evolucionaron y se propagaron globalmente tras la extinción de los dinosaurios. La caída de la temperatura después de la puesta del sol hace casi inviable la actividad nocturna de los reptiles, que dependen del calor externo para calentarse y así activar su metabolismo. Fue precisamente
la capacidad de generar calor corporal lo que permitió a los mamíferos ocupar nichos ecológicos por la noche, incluso bajo una gran variación de temperatura ambiental, en las diferentes estaciones del año. Por otro lado, una comparación de los comportamientos de casi dos mil quinientas especies diferentes de mamíferos sugirió que los hábitos estrictamente diurnos aparecieron en ellos solo después de la extinción de los dinosaurios, hecho representado por la aparición de primates simios hace entre 50 y 30 millones de años. [23] La necesidad de conservar energía durante el sueño favoreció la evolución del comportamiento de congregación de varios individuos para dormir por la noche, tan típico de los mamíferos y las aves, sobre todo en ambientes fríos. El advenimiento del control interno de la generación de calor favoreció el sueño REM, porque mantener las temperaturas corporales en un rango adecuado es crucial para la presencia de este tipo de sueño. El equidna, por ejemplo, solo presenta sueño REM cuando la temperatura ambiente está en torno a los 25 ºC. [24] Por otro lado, el sueño REM evolucionó asociado a una relajación muscular casi completa, lo que permite mantener una fuerte activación cortical sin mayores repercusiones motoras. La relajación casi completa del cuerpo durante la fase REM permite que el sueño alcance un alto grado de vivacidad sin despertar al animal ni ocasionar comportamientos indeseables, capaces de atraer depredadores o competidores de la misma especie. EL LARGO SUEÑO REM DE LOS MAMÍFEROS Una de las mayores diferencias entre el sueño REM de las distintas especies de vertebrados es su duración. Mientras que los reptiles y las aves tienen ciclos cortos de sueño, con episodios de sueño REM de unos pocos segundos de duración, en los mamíferos un único episodio de sueño REM persiste a menudo durante decenas de minutos y puede alcanzar más de una hora en ciertas especies. En general, la cantidad de sueño REM es inversamente proporcional al peso del cuerpo, de modo que los animales pequeños tienden a tener más sueño REM. Sin embargo, si el efecto del peso corporal se descuenta del análisis, aparece una robusta correlación con el grado de inmadurez del cuerpo en el momento del nacimiento. Animales bastante maduros al nacer, como las cobayas, las ovejas y las jirafas, que poco después ya
muestran mucha autonomía, se caracterizan por presentar pequeñas cantidades de sueño REM (alrededor de una hora al día en total). Por otro lado, los mamíferos muy inmaduros al nacer, como el ser humano y el ornitorrinco, presentan enormes cantidades de sueño REM, sobre todo al principio de la vida. Un bebé humano no puede alimentarse, moverse, defenderse o lavarse. Un bebé ornitorrinco no hace nada de esto ni regula su propia temperatura sin contacto con la madre. Curiosamente, ambos pasan alrededor de ocho horas al día en sueño REM. En los mamíferos recién nacidos, que aún no han abierto los ojos, los altos niveles de actividad eléctrica promovidos por la gran cantidad de sueño REM protegen al cerebro de la atrofia causada por la ausencia de estímulos. El importante papel del sueño REM durante el desarrollo del embrión y en el aprendizaje extrauterino está relacionado con su papel en la regulación de genes utilizados por las neuronas para mantener y modificar sus conexiones. En resumen, el sueño REM desempeña un papel central en el desarrollo del feto y del recién nacido, especialmente en los animales más inmaduros al nacer, que requieren muchas modificaciones del sistema nervioso hasta alcanzar la etapa adulta. La inmadurez es una desventaja en los primeros años de vida, porque la fragilidad neonatal exige constantes cuidados parentales. Sin embargo, esta característica se convierte en una gran ventaja a largo plazo cuando el individuo exitoso, el que escapó de los peligros letales en la infancia y tuvo la oportunidad de desarrollarse hasta la edad adulta bajo el cuidado de buenos tutores, aprende a optimizar la ocupación de su nicho ecológico como resultado de la extensa colección de destrezas y recuerdos adquiridos. [25] Como veremos más adelante, el sueño REM desempeña un papel crucial en la consolidación del aprendizaje a largo plazo. El sueño REM es vital para aquellos que necesitan aprender mucho. NADAR, VOLAR, MIGRAR La adaptación de mamíferos, aves y reptiles a los nichos acuáticos y aéreos, así como a las migraciones, está asociada a profundas alteraciones de los patrones de sueño. Los elefantes marinos que migran entre Alaska y California pasan hasta ocho meses en el mar sin poder descansar en tierra firme. Durante la migración, estos animales se sumergen periódicamente a profundidades de hasta trescientos metros.
En algunas de estas inmersiones paran de nadar y se dejan caer, girando con gracia, probablemente durmiendo. Este movimiento circular permite que los elefantes marinos reduzcan mucho la velocidad de hundimiento rumbo al fondo del océano Pacífico. [26] A trece mil kilómetros de allí, en las islas Seychelles, experimentos de rastreo de tortugas marinas equipadas con dispositivos de medición del tiempo y la profundidad demostraron que eran capaces de realizar largas inmersiones, sin interrupción para respirar, que alcanzan los veinte metros y duran cincuenta minutos. Unos sensores de apertura entre las mandíbulas revelaron que durante estas profundas inmersiones cesan los movimientos bucales que bombean agua, un comportamiento necesario para la percepción olfativa del entorno. Los resultados sugieren que las tortugas marinas duermen sumergidas en pleno océano Índico. [27] La estrategia de dormir lejos de la superficie es adaptativa, ya que los animales que nadan cerca de ella tienen una silueta muy visible para los depredadores que vienen de debajo. Además, la superficie limita las opciones de fuga. Por no ser guiada, sino producto de la casualidad, con frecuencia la evolución ofrece soluciones muy diferentes para los mismos problemas. A diferencia de los elefantes marinos y de las tortugas de las Seychelles, los cetáceos, como las ballenas y los delfines, no se duermen bajo el agua, pero sí presentan un sueño unihemisférico, lo que significa que pueden dormir con un solo hemisferio cerebral en cada momento. [28] Esto permite que se mantengan siempre en movimiento, emergiendo de forma periódica para respirar. La ausencia de sueño REM en estos animales ha sido interpretada como una evidencia de que el mantenimiento de una parte del cerebro con altos niveles de actividad eléctrica, hasta el punto de mantener la actividad motora de forma continua, satisface la demanda de sueño REM. Para los cetáceos, el sueño unihemisférico tal vez sea el único modo de dormir, pero en las aves los episodios de sueño unihemisférico se mezclan con otros bihemisféricos que incluyen el sueño REM. [29] Los altos riesgos y costes energéticos implicados en la migración a larga distancia pueden propiciar adaptaciones asombrosas. Los gorriones de cola blanca, que todos los años realizan una migración de más de cuatro mil kilómetros, de Alaska a California, experimentan una reducción de casi el 70 por ciento del sueño durante el periodo migratorio, incluso cuando no pueden volar por estar confinados en jaulas. Curiosamente, en esta etapa no presentan déficits de comportamiento típicos de la privación del sueño. [30] Programados genética y hormonalmente para
realizar todos los años su impresionante migración a larga distancia, los gorriones de cola blanca solo pierden el sueño en esta época; y no parecen echarlo de menos en absoluto. Hace décadas se sugirió que el sueño unihemisférico podría explicar los vuelos ininterrumpidos durante días e incluso semanas. En 2016, un equipo dirigido por el etólogo Niels Rattenborg, del Instituto Max Planck de Ornitología, publicó la primera demostración de sueño unihemisférico durante el vuelo. En colaboración con investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología y de la Universidad de Zurich, Rattenborg implantó pequeños dispositivos electrónicos en el cráneo de fragatas, aves marinas que anidan en las islas Galápagos. Los dispositivos miniaturizados registraban los movimientos de la cabeza, pero también las ondas cerebrales producidas por la actividad eléctrica debajo del cráneo, llamadas «ondas electroencefalográficas» (EEG). Las fragatas, que tienen la mayor superficie alar por unidad de peso encontrada en pájaros, son capaces de volar durante semanas sobre el océano sin posarse en ningún momento. Cuando los investigadores recuperaron los dispositivos y analizaron los datos, verificaron que en diez días las fragatas habían volado más de tres mil kilómetros sin parar, alternando largos periodos de vigilia con breves fases de sueño. Durante el día las fragatas permanecían despiertas en busca de alimento, pero después del atardecer comenzaban a volar más alto, entrando en sueño unihemisférico durante varios minutos, circulando en las corrientes de aire ascendentes y manteniendo un ojo abierto, girado en la dirección del vuelo. [31] DORMIR ES PELIGROSO Además de la necesidad de conservar el movimiento, el sueño unihemisférico parece estar relacionado con el mantenimiento de altos niveles de alerta, capaces de reducir el riesgo de depredación. Para investigar este fenómeno, un trío de investigadores liderados por Rattenborg registró ondas cerebrales durante el sueño en grupos de cuatro patos simultáneamente, alineando a los animales uno al lado del otro de modo que los dos del centro estuvieran en una posición más segura —flanqueados por los vecinos—, mientras que los que estaban en los bordes solo tenían guarnecido un lado y por lo tanto se encontraban más inseguros. Los resultados mostraron un aumento sustancial de la cantidad de sueño unihemisférico de los animales
situados en los extremos, potencialmente más expuestos a la depredación. El ojo abierto en cada episodio de sueño tendía a ser el que se volvía hacia el lado desprotegido. [32] Los animales del centro presentaron un sueño normal en ambos hemisferios cerebrales. Los altos niveles de depredación en el África subsahariana y los largos recorridos migratorios también imponen severas restricciones al sueño de los mamíferos de la sabana africana. La pena por dormir en exceso es perder la prole o la propia vida. La instalación de actímetros, pequeños dispositivos capaces de registrar movimientos continuamente, en trompas de elefantes permitió a etólogos sudafricanos comprobar que estos animales duermen de pie, protegiendo activamente a sus crías durante toda la noche. Los elefantes adultos llegan a dormir apenas dos horas por noche en episodios fragmentados. [33] Entre los babuinos, los especímenes socialmente dominantes se muestran más alerta y con menos episodios de sueño relajado, lo que sugiere que el sueño se reduce por el estrés social. [34] Los relatos de que en la Antigüedad y en la Edad Media el sueño humano se producía en dos periodos nocturnos consecutivos convergen con la observación del mismo fenómeno en poblaciones agrícolas desprovistas de luz eléctrica. [35] ¿Sería diferente en grupos de cazadores-recolectores? A fin de investigar esta cuestión, investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, equiparon con actímetros a cazadores-recolectores de Tanzania, Namibia y Bolivia. Para sorpresa de los estudiosos, se verificó que el sueño de estas poblaciones ocurría en un solo periodo nocturno, con una duración muy similar a la de los adultos de las grandes metrópolis industriales del mundo. [36] Sin embargo, otro estudio con cazadoresrecolectores de Tanzania mostró que difícilmente todos los adultos del grupo dormían al mismo tiempo; mientras que los más viejos se acuestan y se despiertan más temprano, los más jóvenes duermen y se despiertan más tarde. Como resultado, en cualquier momento al menos un tercio del grupo está despierto. [37] Como los ancianos tienden a dormir menos, el estudio sugiere que los abuelos y abuelas ancestrales desempeñaron un papel crucial en el mantenimiento de la vigilia nocturna, necesaria para reducir el riesgo de depredación. El sueño más corto, superficial y flexible de los cazadores-recolectores facilita la sintonización fina con los cambios ambientales, tanto de riesgos como de oportunidades. No tienen que fichar en el trabajo ni tienen una cita con el arado, pero tienen que estar muy atentos a las arritmias de la naturaleza.
Cuando hace millones de años los primeros homínidos se extendieron por África, estaban tan bien equipados para dormir y soñar como cualquier otro mamífero. Nuestros antepasados sacaron multitud de veces del continente africano sus sueños de caza y de fugas peligrosas, a través de migraciones sucesivas, hasta que hace aproximadamente setenta mil años un grupo de unas mil personas salió de África oriental y en los milenios posteriores diseminó a sus descendientes por Asia, Oceanía, Europa y, finalmente, América. [38] Esta larga caminata por todo el planeta nos alejó poco a poco del mundo natural rumbo al mundo de la cultura; cambió la forma en que dormimos [39] y creó un espacio onírico repleto de símbolos para designar todos los seres y cosas, incluidos los inventados. Para entender este pasaje, necesitaremos entender la bioquímica que rige el delirio.
7 La bioquímica onírica La noche ha llegado. Después de muchas horas de intenso movimiento y atento raciocinio, adoptamos la posición horizontal y nos embarcamos en un viaje radical de alteración de la conciencia. Cuando ponemos la cabeza sobre la almohada y cerramos los ojos para dormir, se producen cambios profundos en las ondas cerebrales y nuestro sistema nervioso libera sustancias químicas. Primero experimentamos la entrega a la penumbra de los párpados cerrados, y se inicia una desconexión reversible entre el cuerpo y el mundo exterior. A continuación surgen las transitorias alucinaciones oníricas del comienzo del sueño, que pronto dan paso a un sueño sin sueños, a un estado de abandonada quietud y gran reducción de la reactividad sensorial. Finalmente, tras casi dos horas, comienzan a emerger sueños intensos y vívidos, que a veces recordamos al despertar. A mediados del siglo XX , la antigua concepción del sueño como un estado de placidez homogénea inducido por la ausencia de estímulos sufrió un golpe terminal. Los descubrimientos que refutaron la teoría del sueño como proceso pasivo tuvieron su origen en los estudios sobre el ciclo sueño-vigilia realizados en la Universidad de Chicago por el fisiólogo estadounidense Nathaniel Kleitman y su entonces alumno de doctorado Eugene Aserinsky. Mediante una cuidadosa observación de los movimientos oculares durante el sueño en veinte voluntarios adultos, los investigadores descubrieron que los periodos de quietud se alternan con un sueño más agitado, el sueño REM, [1] con movimientos rápidos de ambos ojos, respiración entrecortada, latidos cardiacos irregulares y ondas cerebrales rápidas (figura 7), todo lo cual sucede a pesar de la relajación general del cuerpo. La publicación de este increíble descubrimiento en la revista Science en 1953 dio un enorme impulso a la caracterización de las diferentes fases del ciclo sueñovigilia.
LA PARADOJA DEL SUEÑO REM A partir de la identificación del sueño REM en el laboratorio por parte de Kleitman, el entonces estudiante de doctorado William Dement decidió investigar más a fondo una observación que Kleitman y Aserinsky habían hecho sobre un posible aumento de la frecuencia de los sueños en los despertares que siguen a la fase REM. Dement y Kleitman despertaron a voluntarios de investigación justo en esta fase del sueño y en 1957 informaron de que cerca del 80 por ciento de los episodios de sueño REM coincidían con sueños; era, por tanto, un porcentaje muy superior al del sueño no REM, durante el cual tenían lugar sueños en menos del 10 por ciento de los episodios. [2] Dos años más tarde, el neurocientífico francés Michel Jouvet, de la Universidad Claude Bernard de Lyon, comenzó a publicar importantes estudios sobre las propiedades fisiológicas del sueño REM, bautizado por él como «sueño paradójico» por ser un estado de elevada actividad cortical pero de casi completa quietud corporal. Esta quietud es fruto de un pequeño conjunto de neuronas cuya activación, específicamente durante el sueño REM, segrega neurotransmisores que inhiben las neuronas motoras implicadas de forma directa en el control muscular de la postura. Entre otros descubrimientos, Jouvet demostró que los gatos sometidos a lesiones de este conjunto de neuronas comienzan a agitarse vigorosamente durante el sueño REM, llegando a realizar, aún dormidos, varios comportamientos típicos de la especie, como atacar, explorar y maullar. [3] Jouvet interpretó tales comportamientos como prueba de que los gatos sueñan durante la fase REM. Aunque las regiones cerebrales relacionadas con la visión y la preparación de movimientos se activen mucho durante este estado, el sueño no se interrumpe. Esto solo es posible porque el sueño REM ocurre bajo una supresión casi completa de las respuestas motoras, como descubrió Jouvet. Por más turbulenta que sea una trama onírica, las reacciones conductuales del soñante se inhiben casi por completo. En conjunto, los experimentos de Kleitman, Aserinsky, Dement y Jouvet borraron del mapa la noción del sueño como un estado inactivo del cerebro y pusieron en escena un sueño activo, durante el cual el cerebro procesa informaciones con una intensidad tan alta como durante la vigilia. El descubrimiento de que la actividad onírica se produce durante un estado neurofisiológico bien definido —el sueño REM— permitió domeñar un fenómeno que hasta entonces había sido
esquivo. Se hizo posible determinar con precisión en qué momento una persona está soñando y, con ello, se abrió el camino para la comprensión de las funciones del sueño y del soñar.
FIGURA 7. Las ondas cerebrales registradas por electroencefalografía (EEG) difieren considerablemente entre las fases del ciclo sueño-vigilia. Cada fase del ciclo está marcada por ondas cerebrales distintas, caracterizadas por diferentes velocidades (frecuencia) y tamaño (amplitud). Un ciclo completo pasa de manera secuencial por todas las fases representadas, de arriba abajo. La entrada en el sueño implica la presencia de ondas cerebrales específicas: grandes ondas lentas y aisladas llamadas «complejos K», ráfagas oscilatorias de mayor frecuencia (aproximadamente diez ciclos por segundo) y una duración típicamente inferior a un segundo llamadas «husos corticales». A medida que el sueño se hace más profundo, surgen ondas por debajo de cuatro ciclos por segundo llamadas «ondas delta», que se vuelven más lentas y aumentan de tamaño a medida que avanza el sueño . [4]
A pesar de su enorme influencia, las observaciones originales de Kleitman y su equipo no fueron plenamente validadas por investigaciones posteriores. Utilizando una definición más amplia de sueño, capaz de abarcar todo el espectro de contenidos mentales que pueden ocurrir mientras se duerme, David Foulkes demostró ya en la década de 1960 que al menos el 50 por ciento de los despertares fuera del sueño REM son concomitantes con algún tipo de actividad onírica. [5] Los sueños abarcan una amplia gama de experiencias, distintas aunque relacionadas, que van desde las escenas que acompañan al dormirse hasta el sueño vívido e intenso durante la fase REM, con tramas bien estructuradas, pasando por fragmentos de pensamientos y sensaciones durante el sueño de ondas lentas. LA ESTRUCTURA DEL SUEÑO Hoy sabemos que el sueño de los mamíferos tiene dos grandes fases caracterizadas por diferencias notables en los niveles de actividad cerebral. La primera gran fase del sueño ocurre principalmente en la primera mitad de la noche y se divide en tres subfases de sueño cada vez más profundo, llamadas en conjunto «de sueño no REM» (NREM). La segunda gran fase —el sueño REM— prevalece en la parte final de la noche. Un ciclo completo de sueño humano dura cerca de noventa minutos y comprende una secuencia fija de estados sucesivos: N1→ N2→ N3→ sueño REM. Este ciclo se repite de cuatro a cinco veces por noche hasta el despertar. Pero volvamos a la parte inicial del sueño para comprender mejor su dinámica. El adormecimiento comienza cuando desaparecen las ondas alfa, típicas de la vigilia de ojos cerrados, y aparecen ondas más lentas
llamadas theta, típicas del estado N1. Las primeras imágenes oníricas aparecen en este estado inicial del sueño y persisten durante el siguiente estado N2, excepto cuando ocurren las ondas cerebrales llamadas «complejos K» (figura 7). Estas ondas aisladas y muy lentas, típicas de N2, provocan un apagón mental, una abrupta pérdida de conciencia que prefigura el siguiente estado N3, dominado por ondas igualmente lentas pero secuenciales, en serie, llamadas delta. Los estados N1 y N2 son muy breves; casi siempre duran entre cinco y veinte minutos. El estado N3 tiene una duración más larga, pero sus episodios se van acortando a lo largo de la noche. El sueño REM, en cambio, se produce al comienzo de la noche en episodios cortos que se van alargando de forma progresiva hasta alcanzar la duración máxima al final de la madrugada. Mientras que el primer episodio de sueño REM de la noche solo dura unos pocos minutos, el último puede superar la hora de duración. Los episodios de sueño REM no solo se alargan en el transcurso de la noche, sino que también se vuelven más intensos. Aumentan los movimientos oculares, los espasmos musculares localizados y la intensidad de los relatos de sueños, así como la aportación vaginal de sangre [6] y las erecciones penianas. [7] El sueño REM alcanza su máxima duración cuando la temperatura corporal está en su nivel más bajo. A pesar de la ausencia de termorregulación corporal durante el sueño REM, ciertas áreas del cerebro muestran un aumento de la temperatura. [8] En situaciones de malestar térmico, tanto por encima como por debajo del rango normal de temperatura corporal, el sueño REM se reduce de manera considerable, mientras el sueño NREM resiste. NEUROTRANSMISORES Y ESTADOS MENTALES Las enormes variaciones del contenido mental en las diferentes fases del sueño están relacionadas con las correspondientes variaciones en los niveles de neurotransmisores. Cuando una persona está despierta, se liberan en el cerebro grandes cantidades de los neurotransmisores noradrenalina, serotonina, dopamina y acetilcolina, cuyo origen se remonta a los primeros animales, hace más de quinientos millones de años. Estos neurotransmisores desempeñan un papel importante en la modulación de la atención, la emoción, la motricidad y los comportamientos motivados en general.
Al cerrar los ojos y relajar el cuerpo para dormir, se reducen los estímulos sensoriales y se modifica el equilibrio entre los diferentes neurotransmisores. Durante el sueño de ondas lentas, los niveles de dopamina sufren una pequeña reducción, mientras que los niveles de acetilcolina fluctúan bruscamente. Al mismo tiempo, hay una disminución de los niveles de tres neurotransmisores muy importantes para el funcionamiento cerebral: la noradrenalina, la serotonina y la histamina. Esto sucede porque los centros productores de estos neurotransmisores quedan inhibidos por la liberación intermitente de acetilcolina a medida que se profundiza el sueño de ondas lentas. Finalmente, en la transición al sueño REM, los niveles de acetilcolina aumentan de forma considerable, los de dopamina experimentan un ligero incremento y los de noradrenalina y serotonina caen prácticamente a cero. ¿Qué tienen que ver estos cambios químicos con la experiencia de soñar? En 1977, los psiquiatras de la Universidad de Harvard Allan Hobson y Robert McCarley propusieron la teoría de que el gran cambio de experiencia subjetiva en la transición al sueño REM se puede explicar por la activación de células productoras de acetilcolina y por la desactivación de células productoras de serotonina y noradrenalina. Las variaciones en los niveles de estos neurotransmisores bastarían para explicar cinco características fundamentales de los sueños: mientras que 1) las emociones intensas y 2) las fuertes impresiones sensoriales se derivarían de los altos niveles de acetilcolina, 3) el contenido ilógico, 4) la aceptación acrítica de los eventos oníricos y 5) la dificultad para recordarlos al despertar serían fruto de los niveles casi nulos de noradrenalina y serotonina. La teoría de Hobson y McCarley influyó en varias generaciones de neurocientíficos, movidos por la búsqueda de explicaciones farmacológicas y anatómicas para el sueño. No se trata de reducir un fenómeno psicológico a la biología, sino de intentar comprender cómo la interacción química de células totalmente inconscientes genera la experiencia subjetiva del sueño. DESINTOXICACIÓN Y RESTAURACIÓN Desde que Hobson y McCarley propusieron su teoría, se han descubierto muchos otros hechos sobre el sueño, lo que hace que el fenómeno sea hoy mucho más complejo de explicar. Como estado del comportamiento evolutivamente muy antiguo, el sueño tiene múltiples funciones biológicas, basadas en mecanismos que evolucionaron en
diferentes momentos pero que están bien articulados entre sí. Solo en los últimos años ha quedado claro que una de las funciones más importantes del sueño es la desintoxicación del cerebro. El funcionamiento neuronal a lo largo de la vigilia genera subproductos moleculares no deseados, como las proteínas llamadas «betaamiloides», cuya acumulación está relacionada con la enfermedad de Alzheimer. Experimentos con colorantes y proteínas beta-miloides marcadas radioactivamente han demostrado que el adormecimiento expande de forma considerable el minúsculo espacio entre las células para aumentar la difusión de las toxinas por el llamado «líquido cefalorraquídeo», el líquido transparente producido por el cerebro que se comunica con la circulación sanguínea y permite el intercambio de sustancias con el resto del cuerpo. [9] Es posible que el efecto se deba más a la postura corporal que al sueño en sí mismo, [10] 0 pero dado que el sueño humano casi siempre se produce en posición horizontal, dormir promueve, en la práctica, una rápida y eficaz limpieza de los residuos moleculares acumulados por el cerebro durante la vigilia. No es de extrañar, por lo tanto, que una siesta pueda tener efectos tan reparadores sobre la atención, ni tampoco que la privación de sueño sea un factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer. Un estudio con 177 adolescentes franceses mostró que las reducciones del periodo de sueño se correlacionan con un peor rendimiento escolar y un menor volumen de materia gris en varias regiones corticales. [11] TRASTORNOS DEL SUEÑO, PASTILLAS PARA DORMIR Por ser una función biológica compleja y esencial para la vida, el sueño también está sujeto a numerosos desórdenes fisiológicos o psíquicos. Las principales patologías asociadas directa o indirectamente con el sueño son la apnea nocturna, el síndrome de West, la epilepsia, los terrores nocturnos, el sonambulismo, el síndrome de las piernas inquietas, la narcolepsia, la cataplexia y las pesadillas recurrentes características del síndrome de estrés postraumático, que se tratarán más adelante. Mientras que los episodios de sonambulismo y los terrores nocturnos ocurren al principio de la noche, durante el sueño de ondas lentas, las pesadillas bien formadas, con altos niveles de ansiedad, típicas del sueño REM, se dan en la segunda mitad de la noche. Los trastornos del sueño de ambas fases se asocian con la ansiedad, la depresión y la psicosis. Los pacientes con lesiones
neurológicas similares a las de los gatos soñantes de Michel Jouvet pueden desarrollar el trastorno conductual del sueño REM, caracterizado por la actuación explícita de los sueños. Hay varias sustancias que inhiben la llegada del sueño, como la orexina, producida de manera natural por el cerebro y cuya falta causa la narcolepsia, marcada por la somnolencia excesiva, la entrada repentina en el sueño REM y la pérdida abrupta del tono muscular. Entre las sustancias inhibidoras del sueño se encuentran la cafeína, las anfetaminas, el metilfenidato (ritalina) y la cocaína, que se extraen de plantas o se sintetizan en el laboratorio. Otras sustancias promueven la somnolencia, algunas producidas por el propio cuerpo (adenosina, melatonina y leptina) y otras fabricadas industrialmente, como el alcohol, los barbitúricos, las benzodiacepinas (como el Diazepam y el Rivotril) y los fármacos Z (como el Zolpidem). En el caso de estos últimos, la calidad del sueño es solo aceptable; conducen más a una desconexión cerebral temporal que a un periodo natural de quietud y procesamiento de recuerdos. El alcohol, por ejemplo, reduce específicamente el tiempo de sueño REM. Si el sueño abarca diferentes estados fisiológicos con perfiles específicos de neurotransmisores, no es de extrañar que se vea alterado por estas sustancias, por sus análogos e incluso por sus precursores bioquímicos (las materias primas utilizadas en su producción). A las personas con la enfermedad de Parkinson, que tienen baja producción de dopamina, se las suele medicar con levodopa, molécula que sirve como base para la síntesis de ese neurotransmisor. Este tratamiento puede causar fuertes experiencias oníricas, descritas por los pacientes como verdaderas alucinaciones. [12] SUEÑO Y DEPORTE Una de las áreas donde la ciencia del sueño tiene mayor aplicación es en los deportes de alto rendimiento. El ejercicio intenso causa la pérdida de líquidos, lesiones en las fibras musculares y el agotamiento de fuentes bioquímicas de energía como el glucógeno. Una adecuada restauración de los tejidos por medio del sueño es esencial para que el atleta mantenga fuerza, precisión, resistencia y velocidad. [13] Por término medio, el tiempo de reacción a un estímulo de un atleta de dieciocho es mucho más corto que el de un atleta de cuarenta años, pero esa diferencia podría anularse si el más joven estuviera privado de
sueño y el mayor hubiera dormido bien. La privación de sueño también tiene un impacto negativo en los niveles de testosterona, que aumenta la masa muscular tanto en hombres como en mujeres y que se libera principalmente durante el sueño. [14] Los entrenadores deportivos de alto rendimiento casi siempre utilizan regímenes especiales de sueño como parte de la preparación del atleta, tanto antes como después de la competición, con el objetivo de reducir los tiempos de reacción, refinar la coordinación motora y lograr la reposición de los metabolitos. [15] En la Fórmula 1, gran parte del excepcional rendimiento de Ayrton Senna debe atribuirse, según su entrenador, Nuno Cobra, a su estricta adhesión al régimen de irse a dormir temprano. En el fútbol americano, la práctica de las power naps o «supersiestas» se ha vuelto común, y estrellas como Tom Brady cesan cualquier actividad a las nueve de la noche para poder dormir nueve horas sin interrupción. NEUROGÉNESIS Y REGULACIÓN HORMONAL Una función primordial del sueño se refiere a su contribución a la neurogénesis, la generación de nuevas neuronas. En los seres humanos, la neurogénesis persiste al menos hasta el inicio de la adolescencia [16] y está localizada en el giro dentado, una capa de neuronas que sirve de puerta de entrada al hipocampo para informaciones sensoriales de diferentes tipos. La privación de sueño causa inflamación neuronal y reducción de neurogénesis en el giro dentado, dos efectos asociados con la depresión. Otro papel esencial del sueño es controlar los niveles de algunos de los reguladores metabólicos más importantes de nuestro organismo, como la hormona del crecimiento, necesaria para el desarrollo y reproducción celular, y la hormona cortisol, esencial en la respuesta al estrés. Durante la primera mitad de la noche, mientras predomina el sueño de ondas lentas, los niveles de la hormona del crecimiento alcanzan su máximo, mientras que los niveles de cortisol alcanzan su punto más bajo. En la segunda mitad de la noche, cuando predomina el sueño REM, el perfil hormonal se invierte; cesa la liberación de la hormona del crecimiento y aumenta la de cortisol, hasta alcanzar un pico en el despertar. Bajo condiciones normales, los niveles de cortisol permanecen bajos durante el resto del día, [17] pero las situaciones estresantes pueden aumentar el nivel de esta hormona en cualquier
momento. Una de las muchas consecuencias de este incremento es el debilitamiento de sinapsis en el hipocampo,[18] lo que perjudica el aprendizaje y daña recuerdos previamente adquiridos. El sueño también está estrechamente relacionado con la regulación del apetito. Las personas que duermen poco experimentan un aumento de los niveles de la hormona grelina y una disminución de los niveles de la hormona leptina, lo que incrementa la ingesta de alimentos y favorece la obesidad. La privación crónica del sueño causa un conjunto devastador de perjuicios metabólicos, hormonales, emocionales y cognitivos, y constituye un factor de riesgo para enfermedades tan diversas como accidentes vasculares cerebrales, esclerosis múltiple, dolor de cabeza, epilepsia, sonambulismo, enfermedad de Alzheimer y psicosis. MICROBIOTA, SUEÑO Y HUMOR Puesto que el sueño está sujeto a grandes modificaciones por agentes químicos, no es de extrañar que también se vea afectado por el colosal conjunto de bacterias, virus, levaduras y protozoos que componen nuestra microbiota. El descubrimiento de esta relación se remonta a 1907, cuando los psicólogos franceses René Legendre y Henri Piéron comenzaron a realizar experimentos pioneros, consistentes en hacer transfusiones de líquido cefalorraquídeo entre parejas de perros, uno de los cuales, el «donante», había sido privado de sueño durante diez días. Se comprobó que el animal «receptor», no sometido a privación de sueño, se dormía profundamente alrededor de una hora después de la transfusión. Legendre y Piéron interpretaron el resultado como una evidencia de que durante la vigilia una sustancia inductora del sueño se acumula en el cerebro. [19] Por la misma época, el fisiólogo japonés Kuniomi Ishimori realizó investigaciones similares y llegó a la misma conclusión. En 1967 la sustancia fue aislada y en 1982 se la identificó finalmente como el péptido muramil, que se origina en la pared celular de las bacterias e induce la desaceleración de las ondas cerebrales, lo cual puede explicar el aumento del sueño de ondas lentas y la disminución del sueño REM en cuadros infecciosos. [20] Se estima que un adulto típico tiene un 50 por ciento más de microorganismos en su flora normal que células del propio cuerpo. Los microbios intestinales alteran la cantidad de serotonina producida por los casi quinientos millones de neuronas localizadas en las paredes del
canal alimentario, un verdadero sistema nervioso digestivo que envía muchos más axones al cerebro que los que recibe. Aunque este sistema no esté directamente involucrado en la toma de decisiones o en la planificación de acciones, puede tener mucha influencia en esos procesos. La serotonina actúa de forma determinante en la digestión, pero también produce efectos poderosos sobre la mente y altera el humor. Casi toda la serotonina producida por el cuerpo se encuentra en las vísceras, lo que explica el acoplamiento entre las emociones fuertes y la conmoción gastrointestinal. Incluso la depresión se ve afectada por la microbiota a través de varios mecanismos, incluidas alteraciones del sueño. Curiosamente, el ayuno fue y sigue siendo utilizado en las principales religiones del mundo —cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo y judaísmo— para obtener visiones transformadoras. Los pueblos amerindios destacan por el uso del ayuno para inducir revelaciones oníricas significativas, práctica que también se atestigua con creces en las civilizaciones antiguas de Egipto, Grecia y Roma. [21] Un estudio contemporáneo sobre la relación entre la alimentación y los sueños investigó a casi cuatrocientas personas en Canadá y confirmó que los largos intervalos de ayuno están asociados con sueños más vívidos. [22] LA QUÍMICA DEL DELIRIO Aunque varias sustancias pueden inducir el sueño, pocas logran emular de manera convincente la experiencia onírica. Los fármacos que más se acercan son las sustancias psicodélicas, capaces de provocar efectos que van desde alteraciones sutiles de la percepción y la emoción hasta experiencias alucinatorias francamente oníricas. Si el cerebro es una farmacia, la química del delirio es el engranaje del sueño. Los neurotransmisores endocannabinoides tienen análogos en especies vegetales como las moléculas delta-9-tetrahidrocannabinol (THC) y cannabidiol (CBD), dos de las más de cien moléculas cannabinoides encontradas en el cannabis. [23] La serotonina tiene entre sus análogos el N,N-DMT de las hojas de Psychotria viridis utilizadas en la ayahuasca, el 5-MeO-DMT de los rapés amazónicos hechos de la corteza de Virola theiodora y de las secreciones del sapo del desierto de Sonora (Bufo alvarius ), la mescalina presente en el cactus peyote Lophophora williamsii , la psilocibina del hongo Psilocybe cubensis y
la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), sintetizada a partir de un alcaloide del hongo ergot. [24] La raíz de la planta africana iboga, utilizada en la religión bwiti, contiene un potente alcaloide psicodélico llamado ibogaína. Las hojas de la Salvia divinorum mexicana contienen salvinorina, una sustancia capaz de inducir trances disociativos intensos y rápidos. Resulta fascinante imaginar el larguísimo proceso de descubrimiento de las propiedades farmacológicas de estas plantas, hongos y animales de poder. Sin duda fueron muchos milenios de experimentación temeraria, de búsqueda mediante ensayo y error de la dosis que distingue al veneno de la medicación. [25] El laboratorio era el cuerpo. Todas las moléculas citadas actúan a través de receptores (proteínas capaces de alterar su forma tras su unión con moléculas específicas) anclados en la membrana celular de las neuronas. A menudo, estos receptores son canales que se abren al cambiar de forma, permitiendo el paso de iones como el sodio y el calcio hacia el interior de la célula (figura 6). En otros casos, estos receptores se convierten en enzimas al cambiar su forma y promueven reacciones químicas dentro de las células. En el caso del N,N -DMT y del 5-MeO-DMT, los principales receptores activados son los de la serotonina. En el caso de los cannabinoides, el principal receptor activado en el cerebro se llama CB1. CANNABIS, SUEÑO Y ÉXTASIS El primer cannabinoide descubierto en el mismo cerebro se llamó anandamida, término que fusiona el nombre de la estructura química de la amida con la palabra ananda , que en sánscrito significa «felicidad». La anandamida es un fuerte inductor del sueño de ondas lentas y del sueño REM, por lo que causa una reducción del tiempo de vigilia. Otros endocannabinoides importantes, como el 2-araquidonoil-glicerol, también inducen el sueño. La similitud entre los efectos causados por la marihuana y el sueño es parcial pero expresiva, sobre todo por la alteración cognitiva difusa que disminuye la memoria a corto plazo al mismo tiempo que aumenta la creatividad. Varios estudios sobre los efectos de los cannabinoides presentes en la marihuana atestiguan la complejidad de sus efectos. El cannabinoide THC es emocionante, acelera el pensamiento y despierta la imaginación. En dosis bajas puede aumentar el tiempo de sueño de
ondas lentas, pero en dosis altas es ansiogénico y causa un aumento de la vigilia y una disminución del sueño REM. El cannabinoide CBD es ansiolítico, protege contra déficits de memoria a corto plazo, aumenta el tiempo de vigilia y reduce el tiempo de sueño REM. En dosis desmesuradamente altas, ambos inducen el sueño. Es probablemente por esto, así como por los efectos amnésicos residuales de la marihuana consumida antes de dormir, por lo que sus consumidores dicen que después es más difícil recordar un sueño. En consecuencia, la marihuana y sus constituyentes pueden ser eficaces en el tratamiento de las pesadillas repetitivas características del síndrome de estrés postraumático. [26] Si la disminución del sueño REM causada por la marihuana efectivamente reduce la oportunidad de soñar y de recordar sueños, los efectos de la marihuana en la vigilia son oníricos. La percepción se enriquece, los límites entre las cosas parecen más difusos, se aflojan los lazos lógicos, se asocian ideas distantes y los pensamientos se vuelven más interesantes. Es como si la marihuana redujera el sueño nocturno (nightdream ) en favor de la divagación de la vigilia (daydream ). SEROTONINA Y PSICODELIA Es notable la similitud entre el estado onírico y el efecto inducido por sustancias psicodélicas similares a la serotonina, por ejemplo el LSD y las dimetiltriptaminas (DMT) como el N,N -DMT y el 5-MeO-DMT. [27] Inicialmente, en la década de 1950, los poderosos efectos de estas moléculas sobre el funcionamiento mental fueron propuestos por la psiquiatría como modelos de psicosis. En 2017, un estudio del equipo del psiquiatra suizo Franz Vollenweider, de la Universidad de Zurich, demostró que la activación del receptor 5-HT2A, molécula integrante de nuestro cerebro, es estrictamente necesaria para que el LSD cause efectos subjetivos semejantes al sueño, como el aumento de la rareza cognitiva y la disolución de los límites del propio cuerpo. A pesar de sus fuertes efectos psíquicos, estas sustancias no provocan dependencia y presentan una baja toxicidad. [28] La ingestión o inhalación de DMT causa imágenes visuales poderosas con los ojos cerrados, a menudo en dos etapas distintas. En un primer momento el campo visual es tomado por patrones vibrantes y coloridos, un verdadero caleidoscopio de colores y formas geométricas de repetición fractal. A continuación aparecen animales, plantas y otros
objetos, que pasan a ocupar la totalidad del campo visual, en una superposición vertiginosa de imágenes. La primera etapa no se parece en nada a los sueños ni a ningún otro estado de conciencia experimentado normalmente. Su contenido abstracto puede corresponder al efecto del DMT sobre la propia retina, por la activación de patrones geométricos característicos de la propia red celular de receptores luminosos. En cuanto a la segunda etapa, tiene la intensidad, las formas y las texturas características del sueño, y se llena de objetos complejos de colores fuertes y en movimiento. Sin embargo, en esta segunda etapa no es común que haya tramas o narraciones excepto cuando entran en juego dosis muy altas. Estas últimas pueden desencadenar experiencias largas y profundas muy similares a los sueños, con interacciones sociales complejas, ambientes fantásticos y sensaciones oceánicas. En 1988, el investigador estadounidense J. C. Callaway planteó la hipótesis de que el N,N -DMT producido por el propio cerebro está directamente implicado en la generación de las imágenes visuales durante el sueño REM, pero hasta ahora no hay pruebas convincentes de ello. Desde un punto de vista científico, la preparación de DMT mejor conocida es el té llamado ayahuasca, que en quechua significa «liana de los espíritus» o «soga de los muertos». Además de DMT, contiene inhibidores de enzimas que degradan los neurotransmisores, lo que lleva a un aumento de los niveles de serotonina, dopamina y noradrenalina. La ayahuasca, también conocida como hoasca , daime , yagé o simplemente «vegetal», es utilizada con fines curativos y adivinatorios por decenas de grupos indígenas de las cuencas del Amazonas y del Orinoco, así como por iglesias sincréticas que han difundido por todo el mundo su sacramento lleno de revelaciones. Uno de los efectos más característicos de la ayahuasca (aunque no llegue a ser común) es la «miración», un estado que, a pesar de tener lugar con los ojos cerrados, está dominado por vigorosas experiencias visuales: imágenes tan vívidas como la realidad misma pero fantásticas, llenas de simbolismo y de la presencia profunda, colorida y brillante de animales, plantas, seres metamórficos, espíritus ancestrales y deidades cuyo propósito es aconsejar y curar. Incluso cuando no ocurren miraciones vívidas, la ingestión de la ayahuasca provoca una purga espiritual o psíquica que incluye revivir actos pasados y una fuerte autocrítica. Esta purgación mental es a menudo paralela a una fisiológica en forma de vómitos y diarrea (y quizá la desencadene). Estos efectos no son sorprendentes, teniendo en
cuenta que casi todos los receptores de la serotonina se encuentran en el tracto gastrointestinal. La dinámica de ingestión del té y subsiguiente purga, combinada con el sincretismo religioso entre creencias afroindígenas y cristianas, hacen de las religiones adeptas a la ayahuasca un poderoso espacio cultural para representar, en pleno siglo XXI , el ciclo de muerte y renacimiento que la especie anhela desde siempre. VER CON LOS OJOS CERRADOS La notable similitud entre la experiencia visual del sueño y la miración inducida por la ayahuasca llevó al neuropsicofarmacólogo catalán Jordi Riba, entonces en el Institut de Recerca Biomèdica del Hospital de Sant Pau, en Barcelona, y hoy en la Universidad de Maastricht, a realizar experimentos pioneros sobre el trance inducido por el té. Usando EEG para registrar las ondas cerebrales antes y después de la ingestión de la ayahuasca, Riba y su equipo demostraron un aumento de la potencia de ondas cerebrales rápidas en paralelo a una disminución de la potencia de ondas cerebrales lentas. [29] En comparación con los estados de sueño, el estado cerebral inducido por la ayahuasca está más cerca del sueño REM que del sueño de ondas lentas. Este hecho, consistente con la similitud entre sueño y «miración», plantea algunas preguntas básicas: ¿qué regiones cerebrales se activan después de ingerir ayahuasca?; ¿da lo mismo tener los ojos abiertos que cerrados?; ¿aumenta la ayahuasca el poder de la imaginación? Motivado por estas preguntas, el neurocientífico brasileño Dráulio de Araújo, mi colega de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, coordinó una investigación de la actividad cerebral bajo el efecto de la ayahuasca centrada en la capacidad de imaginar objetos visuales. Se evaluó, mediante resonancia magnética funcional, la actividad cerebral durante la ejecución de dos tareas consecutivas, la percepción visual con los ojos abiertos y la imaginación visual con los ojos cerrados. El protocolo se inspiró en un estudio clásico del neurocientífico estadounidense Stephen Kosslyn, entonces en la Universidad de Harvard, que demostró que el hecho de imaginar los objetos visuales activa el córtex visual primario en proporción al esfuerzo mental realizado. [30] Antes de presentar los resultados, es necesaria una consideración. Participé en el diseño experimental y en la primera recolección de datos
de esta investigación en el hospital de la Universidad de São Paulo en Ribeirão Preto, donde Araújo ejercía como profesor. Puedo afirmar que es bastante difícil llevar la experiencia de la ayahuasca al interior de un escáner de resonancia magnética instalado dentro de un hospital. Esto ocurre tanto por las alteraciones fisiológicas descritas anteriormente como por la interacción de la experiencia con las creencias de los voluntarios, que consideraban dicha experiencia como un difícil paso a través de un portal conducente al mundo espiritual. Los voluntarios eran seguidores del culto Santo Daime —una de las principales religiones que utilizan la ayahuasca como sacramento—, así como de la União do Vegetal y la Barquinha. Para los practicantes de este culto sincrético centrado en símbolos de la selva amazónica, el ambiente hospitalario, donde se cree que las almas sufren y se desencarnan con frecuencia, resulta particularmente difícil. Cuando comparamos las señales antes y después de la ingestión de la ayahuasca, observamos un aumento de la actividad cerebral en varias áreas del córtex cerebral relacionadas con la visión, la recuperación de recuerdos episódicos y la imaginación deliberada y prospectiva. Las áreas visuales no solo correspondían a regiones activadas durante sueños o alucinaciones psicóticas, sino que la actividad en el área visual primaria, la región cortical anatómicamente más cercana a la retina, se correlacionaba estrechamente con síntomas similares a los de la psicosis experimentados después de ingerir la ayahuasca. Además, hubo cambios importantes en la direccionalidad de las relaciones de actividad entre las diferentes partes del cerebro, lo que revela una gran reorganización funcional. [31] Los resultados sugieren que el esfuerzo activo por ver con los ojos cerrados —la intención de imaginar— en realidad produce, bajo la influencia de la ayahuasca, la sensación de ver con claridad una escena imaginaria. Cuatro años después, el grupo del neuropsicofarmacólogo inglés David Nutt, del King’s College de Londres, obtuvo resultados similares con LSD, que demostró una poderosa activación del sistema visual incluso con los ojos cerrados. [32] Continuando su investigación con la ayahuasca, Araújo colaboró con el físico indio Gandhi Viswanathan, con Aline Viol, entonces estudiante de doctorado, y con otras investigadoras de la Universidad Federal do Río Grande del Norte para demostrar que la ingestión del té aumenta el grado de conectividad cerebral. [33] Con este aumento, la mente puede
en efecto volverse más «abierta»; logra un estado más flexible en el que los pensamientos sobre el futuro o el pasado ya no se identifican mentalmente con la realidad que representan, sino que se asocian de forma libre. Se han observado fenómenos similares con otras sustancias psicodélicas, como la psilocibina y el LSD. [34] Ello hace que resulte fácil entender por qué los chamanes neolíticos utilizaban sustancias psicodélicas para provocar visiones adivinatorias. Dichas sustancias son llamadas «enteógenas», manifestaciones internas de lo divino, término de la misma raíz griega que la palabra «entusiasmo», «incorporar a Dios». La relación del sueño con los enteógenos es íntima y compleja. En palabras de la antropóloga brasileña Beatriz Labate, «en las sociedades tradicionales, el estado de vigilia no es considerado la forma “normal” o “superior” de estar en el mundo y conocer la realidad. Los sueños y otros estados alterados de conciencia son considerados medios absolutamente legítimos de aprendizaje y revelación». Tales sociedades dividen la realidad en dos planos, uno visible y otro invisible. Para acceder al «otro lado», al plano invisible de las almas, las entidades espirituales y las divinidades, es necesario soñar o usar enteógenos en un ritual para traer a la percepción la dimensión numinosa de la existencia. Se considera que solo en estos estados fronterizos es posible ver a través de la superficie de las personas, los animales, las plantas y las cosas del mundo y profundizar así en el conocimiento más allá de las apariencias. Experimentada como no humana, esta dimensión invisible sería, al menos en parte, la causa de los eventos que tienen lugar en el mundo de aquí, en el plano de lo visible. El pueblo kaxinawá, que habita en la selva amazónica entre Brasil y Perú, bebe infusiones de ayahuasca para experimentar visiones y acceder al mundo espiritual. [35] Esta alteración de conciencia guarda relación directa con los sueños, con los delirios febriles e incluso con el coma, todos ellos considerados estados límite y por eso mismo capaces de producir auténticas revelaciones de la realidad invisible donde habitan los espíritus. El trabajo onírico, así como el trabajo de ayahuasca, tiene entre los kaxinawás la función de revelar la cara oculta del mundo. Al lograr que la vivacidad de la imaginación despierta, con los ojos cerrados, alcance el nivel de los sueños y llegue incluso al de la realidad percibida con los ojos abiertos, los enteógenos atribuyen concreción y verosimilitud a las visiones, haciendo del encuentro con los propios recuerdos un descubrimiento osado y emocionante. ¿Sería eso una locura controlada? Pero ¿qué es la locura?
8 Locura es sueño que se sueña solo C. S. sufría de esquizofrenia paranoide. Enloqueció precozmente y lo internaron en un hospital público a los veintiún años de edad. Tenía alucinaciones constantes en que una voz femenina lo insultaba y lo amenazaba de muerte; en ocasiones llegaban a ser visuales y veía figuras intimidatorias. Su psiquiatra le recetó el medicamento risperidona, un potente bloqueador de los receptores de dopamina y serotonina, usado con preferencia en casos de psicosis delirantes. Pero incluso tratado con la dosis máxima diaria, el paciente continuaba dando crédito a los delirios y alucinaciones. Oía voces todos los días y tenía impulsos de adentrarse en el bosque como un animal. Después de varios meses, C. S. fue dado de alta y enviado a casa con medicación; sin embargo, continuaba padeciendo delirios persecutorios lacerantes, de maledicencias imaginarias y amenazas intrusivas. Todavía sentía el impulso de huir al bosque, aunque nunca lo hizo. Su impulso estaba frenado, presente pero impotente. En esta época de frágil normalidad, relató un sueño en el que la voz, al igual que sucedía en la vigilia, amenazaba con matarlo. Entonces salía de casa, veía a un hombre atacando a su madre, lo mataba, lo arrestaban, declaraba estar enfermo y se libraba de la prisión. Cuando lo ponían en libertad se sentía muy bien, y el sueño terminaba. Ese sueño se repitió varias veces. Al paciente le parecía agradable «porque deja salir la rabia y todo sale bien al final». Al reducir los efectos de la dopamina, el fármaco inhibía el impulso motor de obedecer a las voces en la vigilia, pero no las contenía durante el sueño, donde todo podía resolverse sin consecuencias negativas para el soñante. En el universo paralelo de la actividad onírica, el paciente tenía total libertad para expresar sus síntomas psicóticos, y dormir se convertía en una evasión perfecta de las restricciones sociales de la vigilia. No es sorprendente que uno de los efectos secundarios de la risperidona sea la somnolencia, ya que el medicamento mimetiza la caída de los niveles de dopamina y
serotonina que tiene lugar de forma natural cuando nos quedamos dormidos. DEMENCIA PRECOZ Y FABULACIÓN JUVENIL A pesar de los avances de la ciencia, el pronóstico de casos como el de C. S. sigue siendo muy difícil. La esquizofrenia es una enfermedad potencialmente devastadora, de complejas causas genéticas y ambientales. Por un lado, hay indicios claros pero difusos de predisposición genética a la enfermedad, que prevalece en ciertas familias y cuyos síntomas se relacionan débilmente con muchos genes. Por otro, los daños psíquicos a largo plazo derivados de la falta de cuidado por parte de los padres, o de interacciones parentales claramente negativas, parecen desempeñar un papel en el desarrollo de la enfermedad. La esquizofrenia se caracteriza, entre otros síntomas, por la aparición, en la adolescencia o a principios de la edad adulta, de alucinaciones y delirios psicóticos, combinados con embotamiento afectivo, flexibilización de la lógica y desorganización del pensamiento. La paranoia suele formar parte del cuadro clínico, lo que genera un deterioro progresivo de las relaciones sociales. Curiosamente, las alucinaciones, los delirios y la flexibilización de la lógica también se dan en los sueños de adultos y niños sanos, así como en la fabulación normal de los niños durante la vigilia. Considérese, por ejemplo, la siguiente pesadilla, que sufrió en su niñez precisamente la misma psiquiatra que trató al paciente arriba descrito y cuya trama onírica rivalizaría con las de Stephen King. La historia es larga, pero ilustra con todo detalle la dinámica ansiogénica de la pesadilla, marcada por el suspense creciente y por una multisensorialidad más radical que cualquier película de terror. Los personajes del sueño son varios parientes de la chica que tuvo la pesadilla, y el escenario lo constituye la casa familiar de veraneo, rodeada de un denso bosque inexistente en la vigilia. Las mujeres, de todas las edades, llegan animadas, pero el padre no parece muy satisfecho; se aísla, limpia sus cuchillos y rifles, se equipa con cartuchos de gran calibre, hace su mochila y sale a cazar. Al principio, todas las mujeres están muy contentas con las vacaciones, pero poco a poco, una a una, comienzan a desaparecer. Una va al baño y no regresa. Otra va tras la primera y tampoco vuelve. La soñante llama al padre, pero no aparece; empieza a desconfiar de él, pero parece ser la única persona que sospecha del hombre. Las desapariciones se suceden cada
vez más rápido, pero aun así la madre insiste en que no hay motivo de preocupación. El sueño alcanza su primer clímax de detalles visuales aterradores cuando la soñante pasa frente a una habitación y ve a su tía colgada del techo, ahorcada, con los ojos desorbitados. Corre en busca de su madre, pero cuando ambas regresan no hay rastro del cuerpo ni de la cuerda. Le insiste a su madre sobre el peligro que corren; esta, al final, accede a marcharse, aunque a regañadientes. La madre le pregunta: «¿Dónde está tu hermana?». Y entonces se dan cuenta de que también ella ha desaparecido. El suspense hiperrealista se intensifica cuando la soñante detecta rastros de sangre en el suelo y un fuerte olor a descomposición procedente del baño. El hilo de sangre sigue hasta dentro del baúl de la ropa sucia. El segundo clímax llega cuando la chica abre el baúl, donde solo encuentra una mitad de su hermana. Al ver a su hija mutilada, la madre se desespera y decide escapar, pero la hermana medio muerta salta del baúl hecha un mar de lágrimas y, arrastrándose, suplica: «¡No me dejéis aquí, no me dejéis aquí!». La sostienen en brazos y es posible distinguir toda la anatomía interna: órganos, músculos y huesos seccionados; es una escena tan intensa que invierte la perspectiva del sueño lúcido. En efecto, la soñante llega a pensar: «¡Esto no es un sueño, es real!». La madre y las hijas huyen de la casa, pero a pesar de correr el paisaje no cambia, la casa parece no tener fin. Luego llega el tercer y más angustioso clímax: la soñante mira hacia atrás, ve palabras en movimiento, como créditos al final de una película, y concluye con desesperación que se van a quedar atrapadas en este escenario para siempre. Y entonces la chica se despertó. ¿Fue solo el sueño normal de una adolescente también normal? ¿Una familia típica, una profesión inexorable? ¿Algún trauma real o un exceso de televisión? ¿Cómo es posible que alguien tan joven experimente horrores tan minuciosos y aun así mantenga la cordura, hasta el punto de elegir dedicarse profesionalmente a cuidar a personas con angustia psíquica? Colocadas en perspectiva, la biología, la historia y la psiquiatría indican que las funciones y disfunciones oníricas están en el núcleo de la mente propiamente humana. Desde un punto de vista cualitativo, las alucinaciones psicóticas difieren poco de los sueños relatados por la mayoría de las personas. De hecho, el concepto de locura como desconexión patológica del mundo exterior, ese cuya percepción adecuada sería compartida por las
personas «normales», es muy reciente. Como hemos visto al principio del libro, en diferentes culturas de la Antigüedad los delirios y alucinaciones que hoy asociamos con la psicosis fueron interpretados como signos sagrados de inspiración y posesión espiritual. Las visiones que se tenían en estos trances eran interpretadas como instancias de contacto entre el mundo de los vivos y el de los muertos, lo que confería la capacidad de prever el futuro, interpretar otros sueños, revelar presagios y dictar profecías. La locura tenía una importancia sin igual en la conexión de los hombres con los dioses, ya se tratara de la misteriosa pitonisa de Delfos o del faraón megalómano capaz de mover montañas y multitudes. Pero el desarrollo de la civilización cristiana segregó progresivamente al loco pagano, lo desinvistió de poderes adivinatorios y otorgó la primacía a los santos y a los beatos de la Iglesia. A finales de la Edad Media, la exclusión social de las personas que sufrían de locura alcanzó un nivel escandaloso. Si bien es probable que hubiera psicóticos entre los que ardían en el fuego del Santo Oficio, los que ordenaban semejante castigo corporal eran crueles psicópatas. El Martillo de las brujas , un manual del siglo xv para la persecución de herejías, prescribía la muerte violenta para mujeres afectadas por lo que ahora llamaríamos delirios y alucinaciones. Personas psicóticas y otros desvalidos, torturados y ejecutados en Alemania, Francia y especialmente en España por considerárselos poseídos por demonios, sufrieron en carne propia las consecuencias de su inadecuación social. DE LA NAVE DE LOS LOCOS A LOS MANICOMIOS PSIQUIÁTRICOS El enfriamiento de la Inquisición y el desplazamiento poblacional hacia los burgos hicieron que se dispersasen grupos de viajeros psicóticos; segregados por la sociedad, peregrinaban sin destino ni dirección y navegaban por los grandes ríos de Europa en toscas balsas para mendigar de ciudad en ciudad, sin ser aceptados como residentes en ninguna parte. Esta era La nave de los locos pintada por el artista holandés Hieronymus Bosch —el Bosco— y estudiada por el filósofo francés Michel Foucault, que estaba fuera de los límites de la normalidad pero muy cerca de ella, y que no fue atacada. Esta exclusión sin intromisión duró siglos y continúa hasta hoy en la figura del mendigo loco, completamente desvinculado de las actividades productivas, libre para vivir plenamente el deleite y el horror de su condición.
Con el fin del Renacimiento, poco a poco se impuso una visión diferente del loco, reflejada en la instauración de los primeros manicomios públicos. Aunque las primeras instituciones dedicadas al tratamiento de lunáticos aparecieron en el mundo árabe en el siglo IX , fue en la Europa cristiana del siglo XVII cuando se extendieron las instituciones especializadas en el internamiento de pacientes psiquiátricos, con enfermedades definidas por síntomas conductuales específicos. Aunque motivado por la necesidad del Estado de amputar de la sociedad, excluir y castigar a las personas consideradas locas, el establecimiento de manicomios favoreció sin querer el estudio de la locura y la búsqueda de métodos para tratarla. La reunión de enfermos mentales en un ambiente controlado por médicos creó un espacio sin precedentes para la investigación clínica y sentó las bases empíricas de una disciplina médica orientada a las enfermedades mentales. El loco ya no era ni el augur de la Antigüedad ni el monstruo de la Edad Media, sino el portador de un fenómeno natural, estudiado por una persona «normal», no un loco. En la segunda mitad del siglo XIX , la psiquiatría se desarrolló a partir de la identificación y clasificación de diferentes tipos de enfermedades mentales. A diferencia de la neurología, que ya catalogaba con éxito las estrechas correspondencias entre lesión cerebral y déficit perceptivo, motor o psíquico, la psiquiatría lidiaba —y lidia hasta hoy— con trastornos mucho más sutiles, cuyas causas no se revelan mediante un simple examen neuroanatómico. Desde entonces, se formó la opinión de que existen por lo menos dos tipos generales de enfermedades psiquiátricas. Las psicosis serían afecciones mentales de origen «orgánico» y de mal pronóstico, ya que sus causas fisiológicas o anatómicas serían de difícil acceso terapéutico. Las neurosis, por otra parte, tendrían un origen cultural, lo que daría lugar a trastornos tratables con mayor facilidad a través de terapias de diferentes tipos. El sueño, considerado por Freud algo particularmente útil en la psicoterapia de las neurosis, a finales del siglo XIX fue en gran medida considerado un fenómeno similar a la psicosis, aunque no patológico. Así pensaban Emil Kraepelin (1856-1926) y Eugen Bleuler (18571939), fundadores de la psiquiatría y pioneros en la descripción de la esquizofrenia. Después de todo, las personas con brotes psicóticos se comportaban como si habitasen un sueño intenso aunque estuvieran despiertas, como si estuvieran inmersas en una realidad personal más real que la realidad social misma. Un corolario de este razonamiento es
que el sueño sería un momento normal de psicosis en todas las personas, incluidas aquellas que no experimentan síntomas psicóticos en la vigilia. Aunque discrepaban de Freud en muchos aspectos, Kraepelin y Bleuler coincidían en lo referente al sueño: era sin duda un modelo de psicosis, con mecanismos probablemente comunes y un gran potencial terapéutico. Esta opinión estaba muy extendida en la medicina durante la primera mitad del siglo XX y llegó a tener mucha influencia en Europa y América, pero el descubrimiento en la década de 1950 de los primeros fármacos antipsicóticos, todos ellos hasta cierto punto bloqueadores del receptor dopaminérgico tipo 2, provocó una disminución del interés en la relación sueño-psicosis. Ya no había ninguna razón para investigar los sueños de pacientes psicóticos ni para tratar de entender la relación entre las fantasías oníricas y los delirios esquizofrénicos. El espacio de subjetividad en el tratamiento de la psicosis dio paso a algo mucho más concreto, simple y objetivo, los fármacos capaces de reducir la acción de la dopamina en el cerebro. Desde el punto de vista de los familiares de los pacientes, la terapia farmacológica fue considerada un verdadero milagro, porque cortaba de raíz las conductas antisociales tan temibles en la psicosis. Desde el punto de vista de los pacientes, el éxito fue más cuestionable, ya que el manejo inadecuado de la dosis a menudo conducía al fenómeno de la «impregnación química», que castra emociones y embota movimientos. Décadas más tarde, los antipsicóticos de última generación ya no se dirigen exclusivamente al receptor de dopamina, sino también a los receptores de serotonina, noradrenalina y glutamato. Los fármacos psiquiátricos tienen una amplia gama de afinidades para múltiples receptores, lo que lleva a complejos efectos farmacológicos que modulan diferentes aspectos de la mente, como el humor, la cognición y las interacciones sociales. Mientras la relación sueño-psicosis salía del radar en la psicofarmacología, los estudios de neuroimagen revelaban una notable similitud entre el sueño REM y la psicosis. En ambas situaciones se desactiva el córtex prefrontal dorsolateral, lo que genera una retroalimentación negativa que suprime aún más sus múltiples e importantes funciones: memoria de trabajo, planificación, inhibición y control voluntario de los actos motores, toma de decisiones, razonamiento lógico y abstracto, y sintonía social fina. Esta desactivación cortical conduce a una desinhibición de estructuras subcorticales implicadas en la emoción, como el núcleo accumbens y la
amígdala, relacionadas con la evaluación positiva o negativa de los estímulos. La combinación de la desactivación del córtex prefrontal dorsolateral y la activación de estas estructuras subcorticales tiene el potencial de explicar la aparición de los pensamientos extraños, trastornos afectivos, alucinaciones y delirios que caracterizan tanto a la psicosis como al sueño. Los pacientes esquizofrénicos tienen pesadillas con mayor frecuencia que los individuos sanos; [1] experimentan sueños de contenido más hostil, con una mayor proporción de extraños entre los personajes oníricos y una menor frecuencia de sueños en primera persona. [2] SIN DOPAMINA NO HAY SUEÑO REM Curiosamente, fue una investigación sobre los efectos electrofisiológicos de la dopamina en roedores la que acabó por volver a conectar la psicosis y el sueño en el ámbito de la psicofarmacología. Se trata de un estudio que realicé con el psiquiatra ghanés Kafui Dzirasa y el neurocientífico portugués Rui Costa en el laboratorio del neurocientífico brasileño Miguel Nicolelis. Nos inspiramos en una observación polisomnográfica fortuita del psiquiatra austriaco Ernest Hartmann, de la Universidad de Tufts, que en 1967 informó del caso de un paciente esquizofrénico no medicado cuyo brote psicótico estuvo precedido de un sueño fragmentado, con una fase de latencia pequeña para los muchos episodios cortos de sueño REM (figura 8). El registro sugería que la psicosis había sido el resultado de una intrusión del sueño REM en la vigilia.
FIGURA 8. Registros polisomnográficos realizados en la década de 1960 sugieren que los pacientes con esquizofrenia sufren de intrusión excesiva del sueño REM. El aumento del número de episodios durante una noche de sueño fue acompañado por una disminución en la duración de cada episodio.
Aunque fascinante, el hallazgo de Hartmann no fue replicado en las décadas siguientes. Tal vez Hartmann se equivocara, o quizá el caso no representara ningún fenómeno regularmente observado en una muestra de pacientes lo bastante grande. Pero la razón más probable de esta discrepancia es la adopción, a partir de la década de 1970, de procedimientos éticos de investigación más estrictos, que impiden que la investigación se lleve a cabo en pacientes no medicados. En cualquier caso, el interés por el tema hibernó hasta que una hermosa tarde de otoño, en la Universidad Duke, nos entusiasmamos con la posibilidad de probar en pequeños ratones de laboratorio la hipótesis sugerida por Hartmann. En el edificio contiguo al Departamento de Neurobiología, los biólogos Marc Caron y Raul Gainetdinov habían creado varios linajes de ratones transgénicos, entre ellos uno con niveles artificialmente altos de dopamina en las sinapsis. De comportamiento errático, estos ratones son considerados un modelo animal de psicosis. A través de varios experimentos de comportamiento, electrofisiológicos y farmacológicos, descubrimos
que en estos animales las oscilaciones neurales de la vigilia eran extraordinariamente similares a las encontradas durante el sueño REM. [3]
Sin embargo, cuando administramos un fármaco antagonista que inhibe el receptor dopaminérgico tipo 2, similar a los primeros fármacos antipsicóticos descubiertos en la década de 1950, disminuyó la intrusión anormal del sueño REM en la vigilia. Cuando los animales fueron tratados con una enzima capaz de interrumpir del todo la producción de dopamina, el sueño REM quedó suprimido por completo. Entonces fue posible restablecer el sueño REM en estos animales utilizando un agonista del receptor dopaminérgico tipo 2. En conjunto, los experimentos proporcionaron la primera evidencia directa de que la dopamina es estrictamente necesaria para el sueño REM y corroboraron la idea de que la psicosis mezcla vigilia y sueño REM. Es posible, por lo tanto, que los trastornos mentales de la psicosis dificulten el discernimiento entre fantasía y realidad precisamente porque son fruto de la invasión de la vigilia por el sueño. Aunque los delirios y alucinaciones pueden implicar cualquier combinación de modalidades sensoriales, como la visión, el tacto e incluso el olfato y el gusto, la ruptura de la frontera ocurre, sobre todo y de forma crucial, en el campo del lenguaje. La gran mayoría de los síntomas psicóticos son auditivos, típicamente en forma de voces sarcásticas, revocatorias, acusadoras o imperativas, a veces incesantes, que suenan «dentro de la cabeza» de forma convincente y que parecen por completo reales. Los momentos de relajación son propicios para su expresión, como indica una canción tradicional de capoeira Angola, que repite como un mantra: «Tô dormindo, tô sonhando, tão falando mal de mim»… [*] Lo que confunde y asusta en esta situación es la clara sensación de que las voces pertenecen a otras personas, ya que el diálogo interno es un hecho de la vida mental sana, ya sea en forma de monólogo reflexivo o en la evocación de frases hechas y expresiones apropiadas al momento. En armonía con Freud, el psicoanalista francés Jacques Lacan observó que la base del diálogo mental interno son las voces de los padres, las primeras y más importantes expresiones auditivas del mundo social, codificadas con tal fuerza que se reactivan y reverberan a lo largo de la vida y forman la base de la norma social que se expresa como superego. [4] De una manera muy concreta, somos construidos verbalmente por nuestros antepasados directos. Sus representaciones hablan dentro de nosotros e incluso por nosotros; persisten aun después
de la desaparición de sus dueños. Como en la obra Esperando a Godot , del dramaturgo irlandés Samuel Beckett, los muertos insisten en hablar: ESTRAGÓN : Todas las voces muertas. VLADIMIR : Es como un ruido de alas. ESTRAGÓN : De hojas. VLADIMIR : De arena. ESTRAGÓN : De hojas. Silencio . VLADIMIR : Hablan todas al mismo tiempo. ESTRAGÓN : Cada una para sí. Silencio . VLADIMIR : Más bien cuchichean. ESTRAGÓN Murmuran. VLADIMIR : Susurran. ESTRAGÓN Murmuran. Silencio . VLADIMIR : ¿Qué dicen? ESTRAGÓN : Hablan de su vida. VLADIMIR : No les basta haber vivido. ESTRAGÓN : Es necesario que hablen. VLADIMIR : No les basta con haber muerto. ESTRAGÓN : No es suficiente. [5] Este diálogo se hace eco de la hipótesis de Jaynes sobre los sueños con antepasados fallecidos. En una osada conjetura, Jaynes afirmó que los psicóticos de hoy representan la persistencia, socialmente inadecuada, de una mentalidad antigua, el recuerdo de una época en la que era común oír voces. Los psicóticos serían verdaderos fósiles vivientes de un tipo de conciencia humana que habría nacido en el Paleolítico y prosperado en el Neolítico, que se habría expandido en la Edad de Bronce y que habría colapsado de manera estrepitosa en los albores de la Edad de Hierro, hace unos tres mil años.
Para construir esta teoría, Jaynes se basó directamente en numerosos hallazgos arqueológicos, pero se apoyó de forma indirecta en la noción junguiana [6] y freudiana [7] de que las enfermedades psiquiátricas pueden parecerse al funcionamiento mental de niños, de cazadores y recolectores existentes en la actualidad o de nuestros ancestros. Para Freud, «podemos ahora vincular al narcisismo, y aprehender como parte esencial del mismo, la alta estima —la sobreestimación, desde nuestro punto de vista— que las religiones primitivas y neuróticas atribuyen a los actos psíquicos». [8] En su concepción, las religiones serían ilusiones que obedecen a deseos instintivos y buscan asumir el control de la realidad: [9] «La religión es comparable a una neurosis infantil». [10] Un concepto relacionado con este último fue propuesto por la austriaca Melanie Klein, pionera en el estudio psicoanalítico de niños. Para Klein, la perversidad y las fantasías del primer decenio de vida encuentran correspondencia transitoria en la psicosis. [11] Propuso que el mundo mental se construye a partir de la internalización de objetos: pedazos de personas (pechos), personas, animales y cosas. [12] Los niños a menudo experimentan, a lo largo de su desarrollo normal, sueños perturbadores en los que sus padres dejan de ser protectores de confianza, tan familiares, para convertirse en adultos amenazantes, extraños e impredecibles. Las voces reverberantes de estos padres y madres distorsionados resuenan en la voz psicótica de la madre de Norman Bates en la película de Alfred Hitchcock Psicosis , esa habla malvada y cínica que tan a menudo se oye durante la infancia, en momentos de autocompasión e inquieta quietud, en la imaginación despierta o en sueños que representan la peor pesadilla de cualquier mamífero joven, la depredación que proviene de los propios arquetipos de cuidado parental: el padre o la madre tratando de asesinar al hijo. La persistencia de estas fantasías es un eco de nuestro pasado ancestral. La Biblia nos cuenta, en Génesis 22, la historia de Abraham, que por mandato de su dios decidió matar a su propio hijo, Isaac. El patriarca ató al niño al altar y se estaba preparando para ejecutarlo cuando un ángel del Señor apareció para disuadirlo y le indicó un carnero que debía reemplazar al niño en el sacrificio. En la versión coránica de esta historia, la orden divina de matar al propio hijo le llega al patriarca a través de un sueño. De Medea a Herodes, los textos de la Antigüedad están llenos de infanticidios. En la esquizofrenia paranoide clásica, los delirios persecutorios y autorreferenciales marcados por la audición de voces imperativas, seductoras o amenazantes, muchas veces cínicas, mordaces y sarcásticas, ocurren intensamente. Los
pacientes con esquizofrenia presentan en sus relatos oníricos una mayor proporción de personajes desconocidos, masculinos y en grupo. [13] Es típico de los esquizofrénicos el deseo de escapar de la sociedad, escabullirse en el bosque, desaparecer en las montañas. Prefieren el abandono en la naturaleza a la maldad de la cultura. CUANTIFICAR EL LENGUAJE PSICÓTICO Si la psicosis es un estado psicológicamente arcaico, común en nuestro pasado histórico y que hoy en día persiste en las primeras etapas del desarrollo, debería ser posible encontrar rasgos lingüísticos comunes entre niños, psicóticos y textos escritos en la época de los faraones. Motivados por esta interesante y un tanto extravagante misión, el físico Mauro Copelli, de la Universidad Federal de Pernambuco, y yo decidimos aventurarnos en el análisis matemático de la estructura del lenguaje de adultos y niños, tanto sanos como psicóticos, para compararla con la estructura de textos de la Edad de Bronce. Esta investigación comenzó en 2006, cuando Natália Mota, entonces una joven estudiante de medicina que más tarde se convertiría en psiquiatra y haría un doctorado sobre el tema, comenzó a registrar relatos oníricos de pacientes psiquiátricos. Para cuantificar las diferencias estructurales entre ellos, decidimos transformar cada relato en un gráfico compuesto por palabras (figura 9A). Un gráfico es una estructura matemática simple que sirve para representar cualquier red de elementos, como las líneas de autobús de una ciudad, las vías metabólicas dentro de una célula o una red social en internet. Usando esta representación para analizar los relatos de personas de diferentes edades, descubrimos que la estructura de la historia del sueño es muy informativa acerca del estado psiquiátrico del paciente. La figura 9B muestra ejemplos representativos de narraciones de sueños generados por dos tipos de pacientes psicóticos, esquizofrénicos y bipolares, comparados con el relato onírico de un individuo sano. Es notable la diferencia entre los gráficos, que son cortos y simplificados en pacientes esquizofrénicos, pero largos y rebuscados en pacientes bipolares cuando están en estado de manía, llenos de salidas y reentradas. Los individuos sanos tienen un patrón intermedio entre los dos tipos de pacientes. Es como si las personas «normales» estuvieran a medio camino entre la pobreza de palabras de la esquizofrenia y la riqueza discursiva de la manía. Curiosamente, nada de esto ocurre en
relatos de experiencias de vigilia, que en todos los grupos se presentan de forma cronológica, directa y con pocas vueltas (figura 9C). En conjunto, estos fenómenos lingüísticos permiten el uso de los relatos oníricos para cuantificar y diagnosticar la esquizofrenia en fase temprana y de forma rápida, económica y no invasiva. [14] Por lo tanto, los sueños son clínicamente útiles, y esto parece ocurrir porque los sueños revelan con mayor nitidez la estructura de la mente de quien sueña. En términos de psicoanálisis, significa corroborar la noción de que el sueño es en efecto una vía regia para acceder a las estructuras profundas de la mente. Cuando en el curso de la investigación comparamos estructuralmente los relatos oníricos de niños y psicóticos con textos de la Antigüedad, sobre todo de Súmer, Babilonia y Egipto, la similitud fue evidente: baja diversidad léxica, poca extensión de la red de palabras, muchas repeticiones de corto alcance y repeticiones de largo alcance muy limitadas. La maduración de la estructura del lenguaje sigue caminos similares durante el desarrollo individual y a lo largo del curso histórico; se produce un aumento de la diversidad lexical y del tamaño de las redes de palabras, así como del alcance de las repeticiones de palabras. De forma intrigante, en esta maduración hay una transición abrupta entre los años 1200 y 800 a. C., es decir, entre el desplome acaecido al término de la Edad de Bronce, cuando tuvo lugar la guerra de Troya, y la época del renacimiento cultural al comienzo de la Era Axial, momento en que la Ilíada y la Odisea pasaron del registro oral a la forma escrita. La similitud estructural entre textos escritos en la Edad de Bronce y sueños relatados hoy por niños sanos o adultos psicóticos propone un vínculo entre la psicología y la historia, un puente hacia el pasado reciente en el que la gente soñaba despierta y no lo sabía. [15]
FIGURA 9. Los sueños representados como gráficos ayudan en el diagnóstico de la esquizofrenia. (A) Cada palabra corresponde a un nudo (círculo), y el orden temporal de dos palabras consecutivas está representado por una arista (flecha). Los relatos de sueño (B) —pero no los de vigilia (C)— permiten distinguir entre pacientes esquizofrénicos, bipolares e individuos sanos .
Por supuesto, todas estas ideas se basan en la investigación de relatos subjetivos, anónimos o no, de la experiencia mental humana. En el próximo capítulo veremos cómo se construyen estos relatos en el cerebro durante la vigilia y el sueño.
9 Dormir y recordar En los seres humanos, existe la posibilidad de hacer una clara distinción entre los recuerdos que se pueden declarar conscientemente y los que no. Una vez que la mente está educada y ha madurado, incorporar recuerdos del primer tipo es en general rápido y fácil. ¿Cuál es el apellido de Bob Dylan? ¿En qué siglo luchó y gobernó la reina Ginga de Angola? ¿Quién fundó el Quilombo dos Palmares? [*] ¿Cuál es la proporción correcta de agua y arroz para hacer un buen risotto? Las respuestas a esta especie de Trivial —Zimmerman, siglo XVII , Aqualtune (hija del rey del Congo), una parte de arroz por tres de agua y media de vino, ajustando al gusto— dependen de recuerdos llamados «declarativos». Son muy diferentes de los recuerdos necesarios para montar en bicicleta, surfear o practicar capoeira. Los recuerdos de este segundo tipo suelen tardar en aprenderse, ya que requieren incontables repeticiones capaces de reconfigurar amplios circuitos neuronales que son responsables de la representación de hábitos sensoriomotores de alta complejidad. No se le puede enseñar a alguien a hacer surf solo mediante la traducción de los movimientos en palabras; montar en bicicleta no es lo mismo que verbalizarlo; practicar capoeira requiere un aprendizaje inefable del cuerpo, aunque leer sobre este arte afrobrasileño ayuda a entenderlo. SUEÑO, MEMORIA Y OLVIDO Si es durante la vigilia cuando adquirimos nuevos recuerdos, es sobre todo en el sueño cuando reverberan y se transforman. Aunque la reverberación de los recuerdos esté implícita en el concepto psicoanalítico de «resto diurno», en la obra de Freud no se menciona el papel del sueño en el aprendizaje. Carl Jung se acercó cuando dijo que el sueño prepara al soñante para el día siguiente. Sin embargo, el primer acercamiento experimental a la relación entre sueño y aprendizaje no tuvo lugar en Europa, centro indiscutible del conocimiento científico en
el siglo XIX , sino en Estados Unidos, un país cuya tradición universitaria era aún joven. A principios de la década de 1920, los investigadores de la Universidad de Cornell John Jenkins y Karl Dallenbach intentaron reproducir un experimento clásico realizado decenios antes por uno de los fundadores de la psicología moderna, el alemán Hermann Ebbinghaus (1850-1909). El experimento consistía en enseñar a participantes voluntarios una lista de sílabas inexistentes en su idioma y medir su retención a lo largo del tiempo. Con este sencillo procedimiento, Ebbinghaus había descubierto cuarenta años antes que los recuerdos, después de haber sido adquiridos, decaen de forma exponencial con el paso del tiempo, lo que define una «curva de olvido» que caracteriza a la dinámica de la memoria en innumerables especies diferentes. La innovación de Jenkins y Dallenbach fue pedir a los participantes que durmieran justo después de aprender las sílabas. [1] A efectos de comparación, repitieron el experimento manteniendo despiertos a los voluntarios. Sorprendentemente, para intervalos de tiempo idénticos, la retención tras un sueño fue mucho mayor que la retención después de la vigilia. Los participantes eran estudiantes universitarios, por lo que el tiempo posterior a la formación del grupo de vigilia se dedicó a las clases regulares. Esta última circunstancia motiva aún hoy una broma entre los científicos del campo: Jenkins y Dallenbach demostraron que dormir es mejor para aprender que ir a la escuela. Bromas aparte, hoy sabemos que la variable relevante para la baja retención en el grupo de vigilia es la interferencia sensorial y cognitiva. Durante la vigilia, el cerebro es bombardeado de continuo por estímulos de todo tipo, y estos interfieren fuertemente con el procesamiento mnemotécnico. Un buen ejemplo del fenómeno se obtiene cuando intentamos canturrear una canción al mismo tiempo que escuchamos otra. El esfuerzo para realizar esta sencilla tarea es proporcional al volumen de la música que interfiere, lo que muestra la dificultad que tiene el cerebro despierto para aislarse del contacto con la realidad. Por alguna misteriosa razón, el descubrimiento de Jenkins y Dallenbach no fue replicado por sus contemporáneos, sino que permaneció en la oscuridad y apenas tuvo consecuencias. Con la excepción de un par de comunicaciones médicas publicadas en la década de 1940, el descubrimiento pasó de incógnito por la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría. Eran los tiempos previos a internet, en los que la información todavía fluía con
viscosidad, lenta y caprichosa, libre de la obligación de darse a conocer. Aunque en los años cincuenta Estados Unidos se hubiera convertido en el epicentro del descubrimiento del sueño REM y de su relación con el sueño, el aspecto cognitivo no fue inicialmente objeto de investigación. Así, publicados en 1924, los resultados de Jenkins y Dallenbach tuvieron que esperar cuatro decenios para que se profundizara en ellos. JOUVET Y LA MACETA DE FLORES El interés por el tema reapareció con fuerza en Francia y Estados Unidos a finales de la década de 1960, cuando una nueva generación de investigadores situados en la esfera de influencia de Michel Jouvet centró su atención en la importancia cognitiva del sueño. El diseño experimental de estos estudios tuvo como denominador común la privación de sueño postaprendizaje en roedores. El método de la «maceta invertida» inventado por Jouvet demostró ser tan sencillo, eficiente y económico que se extendió con rapidez por muchos laboratorios interesados en estudiar los efectos biológicos de la privación de sueño. Se trata simplemente de colocar al animal sobre una pequeña plataforma rodeada de agua. El método se basa en el hecho de que el sueño de ondas lentas va acompañado de una disminución del tono muscular, que se reduce aún más cuando comienza el sueño REM. Si la plataforma es lo bastante pequeña, el animal cae al agua al perder el tono muscular y despierta de inmediato. Utilizando una plataforma de diámetro adecuado, es posible privar por completo a un animal de sueño, o privarlo selectivamente solo de sueño REM. Los primeros experimentos con este método mostraron que las ratas sometidas a diversas tareas —aprendizaje espacial, miedo adquirido, condicionamiento operante— presentaban un déficit de evocación de los recuerdos después de ser totalmente privadas de sueño o, específicamente, de sueño REM. El sueño perdido se debe recuperar o compensar. Esta necesidad se aplica sobre todo al sueño REM, a cuya privación le sigue de forma invariable de un rebote proporcional al tiempo de sueño perdido. Curiosamente, lo contrario no es cierto: aunque sea posible incrementar de manera considerable el tiempo de sueño REM con solo aumentar el tiempo total de sueño, ello no causa un rebote negativo al día siguiente, es decir, una reducción posterior en el tiempo de sueño REM. Las emociones tienen un gran impacto en esta dinámica. Las situaciones de ansiedad moderada causan una reducción del tiempo total de sueño
REM, pero las situaciones de estrés agudo, como en una emergencia de vida o muerte, pueden llevar a un gran aumento de la cantidad de sueño REM tan pronto como desaparece el peligro inmediato. Todo esto indica que el sueño REM desempeña un papel esencial en la salud cognitiva del individuo. Durante más de un decenio, varios investigadores demostraron que la privación de sueño perjudica el aprendizaje. [2] Hubo una verdadera fiebre sobre el tema en un contexto de colaboración y competencia científica internacional cuyo foco era el sueño REM, considerado la fase más interesante por su relación íntima con los sueños. Con el paso del tiempo, sin embargo, comenzó a formarse un movimiento de creciente resistencia a la noción de que el sueño REM posee valor cognitivo. ¿ESTRÉS O FALTA DE SUEÑO ? La crítica más contundente de los escépticos se centraba en el punto débil de los experimentos: el método utilizado para la privación del sueño. La maceta invertida que Michel Jouvet diseñó y popularizó, utilizada para promover la privación, es intrínsecamente estresante. Si es demasiado pequeña, hace que el animal caiga en el agua circundante a la primera señal de que se está quedando dormido; si es un poco más grande, permite la progresión del sueño hasta el momento en que el tono muscular es tan bajo que el animal rueda por la plataforma y cae al agua. Intrínseco al método, el baño forzado después de un cierto umbral de atonía tiene por resultado de modo invariable un gran susto. Es evidente que la situación a la que se enfrentan los animales durante la realización de este tipo de experimentos es estresante y antinatural. Además de que se les interrumpe el sueño de forma abrupta por la caída en agua fría, los ratones sometidos al método de la maceta invertida sufren una fuerte restricción de la locomoción que les impide realizar gran parte de sus movimientos naturales. Las ratas necesitan moverse y acaban cruzando libremente la jaula inundada de agua, de modo que no pueden mantenerse secas después de algunas horas de privación. Como resultado, los animales muestran irritación y presentan alteraciones metabólicas generalizadas, incluida la liberación de hormonas como el cortisol en el hipocampo, lo que puede tener efectos nocivos en la memoria. Con tantos efectos colaterales, atribuir los
déficits de memoria solo a la falta de sueño sería cuando menos arbitrario. Este argumento fue reconocido como legítimo y motivó nuevos experimentos con métodos menos estresantes para la privación de sueño. A fin de sortear el obstáculo del estrés, el entonces estudiante de doctorado William Fishbein y su director de tesis, William Dement, se valieron de ciertas diferencias importantes entre distintas especies de roedores. Al contrario que las ratas, que cuando son adultas pesan unos trescientos gramos, los ratones pequeños de solo treinta gramos pueden colgarse durante mucho tiempo de las barras que sirven de techo a sus jaulas. Pueden incluso pasar horas caminando boca abajo, aferrados de forma espontánea a los barrotes, en una locomoción tan libre que permite hasta el consumo de agua y comida. Cuando se utilizó el método de la maceta invertida para privar de sueño a los ratones de laboratorio, estos presentaron niveles de estrés mucho más bajos que las ratas, porque pudieron dirigirse a la plataforma y permanecer en ella solo cuando deseaban dormir. Con estas precauciones metodológicas, los experimentos de privación de sueño después del aprendizaje dieron por resultado déficits de rememoración del recuerdo, lo que fortaleció la teoría de que el sueño facilita su consolidación. Sin embargo, los críticos seguían esgrimiendo el argumento del estrés inherente al método. Una alternativa fue recurrir a una suave pero eficaz interferencia del investigador cada vez que el animal estaba a punto de dormirse. Es evidente que este método varía según la atención del investigador, lo que debilita los datos experimentales y hace que su interpretación no sea concluyente. Por entonces, la nube tormentosa de la disidencia se hacía cada vez más grande. Dos investigadores estadounidenses, el psiquiatra Jerome Siegel, de la Universidad de California en Los Ángeles, y el neuroanatomista Robert Vertes, de la Universidad Atlántica de Florida, se dieron a conocer por sus contundentes argumentos contra la hipótesis cognitiva del sueño. LOS ESCÉPTICOS FRENTE AL LLANERO SOLITARIO Sus preguntas fueron cada vez más numerosas. Si el sueño REM es tan importante para la cognición, ¿por qué los reptiles, las aves e incluso mamíferos como el equidna carecen de él? Si el sueño REM sirve para aprender, ¿por qué un animal tan inteligente como el delfín no lo tiene, mientras que otros menos inteligentes, como el armadillo, lo poseen en abundancia? ¿Por qué las personas que experimentan una disminución
de sueño REM como consecuencia del tratamiento con antidepresivos no presentan déficits de aprendizaje? ¿Por qué en los seres humanos el tiempo pasado en sueño REM no muestra una fuerte correlación con la capacidad de aprender? Quienes defendían el valor cognitivo del sueño REM contraargumentaron que no es del todo cierto que los delfines carezcan de él, sino que sus episodios son quizá demasiado cortos para ser registrados. Además, el delfín desciende de un mamífero terrestre que invadió tardíamente el mar. Es probable que el sueño REM disminuyera o desapareciera en los cetáceos para impedir la completa atonía en el medio acuático, la cual podría conducir al ahogamiento. En el contexto de una especialización para ocupar un nuevo entorno tan diferente, las funciones cognitivas del sueño REM acaso fueron reemplazadas por otros procesos metabólicamente equivalentes. Por otro lado, el armadillo pasa largos periodos bajo tierra, y en las últimas dos décadas se ha demostrado, al contrario de lo que se pensaba, la existencia de sueño REM en el equidna, en las aves e incluso en los reptiles. Por último, el tratamiento con fármacos antidepresivos aumenta los niveles de neurotransmisores importantes para la formación de recuerdos, como la noradrenalina, la dopamina y la serotonina, por lo que es probable que en las personas que toman antidepresivos la consolidación de recuerdos de la vigilia se incremente y compense los efectos de la disminución del tiempo de sueño REM. La década de 1980 fue testigo de la intensificación del debate y el endurecimiento del tono. Se formaron trincheras, y el campo científico pasó a estar claramente dividido con respecto a las propiedades cognitivas del sueño. Durante un tiempo, pareció un diálogo de sordos. Desmotivados por conferencias científicas notoriamente conflictivas y por revisiones anónimas cada vez más agresivas de los artículos presentados para ser publicados, poco a poco los veteranos fueron abandonando el campo. El interés científico en la relación entre el sueño y el aprendizaje disminuyó de forma considerable durante más de una década. A lo largo de este periodo turbulento, un portentoso científico canadiense de la Universidad de Trent, el psicólogo Carlyle Smith, fue prácticamente un llanero solitario en su defensa del papel cognitivo del sueño REM. Smith hizo su posdoctorado con Jouvet y regresó a Canadá lleno de interés por el sueño REM. En varios experimentos realizados con roedores, mostró los efectos positivos del sueño REM durante intervalos de tiempo específicos después del aprendizaje, revelados por
periodos de mayor vulnerabilidad de los recuerdos a la privación del sueño. [3] Pero los esfuerzos aislados de Smith no lograron disuadir a los críticos de la teoría cognitiva del sueño. El impasse persistió hasta que a principios de la década de 1990 apareció un improbable nuevo actor que desequilibró la balanza con experimentos realizados directamente en seres humanos. LAS MUCHAS VIDAS DE STICKGOLD El psicólogo estadounidense Robert Stickgold estudió tres carreras independientes vinculadas con la ciencia. Su interés por ella se despertó en sexto de primaria, cuando un profesor realizó un sencillo experimento: recorrió una larga distancia sobre el césped mientras entrechocaba unos platillos. Stickgold estaba lo bastante lejos como para que hubiera un notable retraso entre lo que veía y lo que oía. Allí, en ese momento, decidió ser científico. Luego, a los quince años de edad, quedó fascinado por un artículo de Francis Crick publicado en la revista Scientific American sobre el código genético que acababa de ser descubierto. Después de pasar toda la noche desentrañando el texto con ahínco, Stickgold decidió ser bioquímico. Al verano siguiente consiguió un trabajo de asistente en el laboratorio de Francis Neuhaus en la Universidad de Northwestern y se dedicó a cultivar bacterias en garrafas de vidrio. Los cuatro meses que pasó en ese laboratorio le valieron su primera publicación, un artículo en el Journal of Biological Chemistry sobre la biosíntesis de la pared celular bacteriana. Stickgold se graduó en la Universidad de Harvard e hizo un doctorado en bioquímica en la Universidad de Wisconsin-Madison. Durante el posgrado comenzó a interesarse por la relación entre mente y cerebro, pero decidió posponer sus intereses cuando, después de seguir un curso en psicología fisiológica, concluyó que aquello todavía no era una ciencia. Corría el año 1965 y el campo de investigación que un día se llamaría «neurociencia cognitiva» estaba todavía en pañales. Stickgold desistió por un tiempo del cerebro. En la década de 1970 empezó a escribir ciencia ficción, con la que consiguió cierto éxito. Y entonces regresó al estudio del cerebro, esta vez para quedarse. La inflexión comenzó en 1977, durante el periodo posdoctoral, cuando alguien le recomendó un artículo del neurocientífico británico David Marr (1945-1980), que siendo aún muy joven desarrolló teorías
ampliamente aceptadas sobre el funcionamiento del cerebelo, del neocórtex y del hipocampo. Las influyentes teorías de Marr se basaban en la premisa conexionista, según la cual comportamientos y pensamientos son propiedades emergentes de una red compuesta por unidades elementales interconectadas, un sistema localmente simple capaz de generar complejidad global por la enorme diversidad de patrones colectivos que puede asumir. Cualquier parecido con las redes neuronales no es mera coincidencia. Aunque las ideas seminales de Marr no llegaran a transformar a Stickgold en un fundamentalista del conexionismo, sin duda cambiaron su manera de concebir el cerebro. No obstante, fue el impacto de la «teoría de activación y síntesis» de John Allan Hobson y Robert McCarley lo que realmente dirigió a Stickgold hacia la investigación sobre el sueño y los sueños. A partir de la década de 1990, cuando entraba ya en la mediana edad, este bioquímico y escritor empezó a trabajar en el laboratorio Hobson de la Universidad de Harvard. Allí inició una nueva carrera académica, comenzando desde cero en los campos de la psicología y la neurociencia. A pesar de haber seguido este camino nada convencional, su trayectoria posterior fue meteórica: Stickgold no tardó en ser ascendido a profesor asociado y luego a profesor titular. Entre los varios descubrimientos fundamentales que hizo Stickgold está el de haber demostrado por primera vez la reverberación onírica de las imágenes procedentes de un juego de ordenador. El efecto se detectó en el estado transicional llamado «sueño hipnagógico», que comprende las dos fases iniciales del sueño [4] (figura 7). El videojuego utilizado, el ya clásico Tetris, requiere que el jugador actúe sobre bloques de diferentes formas que van surgiendo en la parte superior de la pantalla. A medida que los bloques caen, hay que hacerlos rotar para que encajen en el suelo virtual, que va subiendo a medida que avanza el juego. Con la acumulación de los bloques ya acoplados, la tarea se vuelve cada vez más difícil, lo que atrae la atención y aumenta la emoción. La reverberación onírica del Tetris detectada por el equipo de Stickgold llegó a ocurrir en pacientes con amnesia causada por lesiones bilaterales extensas en la región del hipocampo. Aunque los pacientes ni siquiera recordaban haber jugado al Tetris, relataron imágenes oníricas sorprendentes de formas geométricas que caían sin parar. Publicados en el año 2000, estos experimentos demostraron que los sueños humanos contienen en efecto elementos vinculados a la experiencia de la vigilia, es decir, restos diurnos freudianos. El estudio
marcó el regreso de los sueños a la revista Science por primera vez desde 1968. EL GRAN DUELO DE CHICAGO Uno de los momentos más emocionantes de este renacimiento onírico tuvo lugar en 2003, en el encuentro anual de las Associated Professional Sleep Societies (APSS), que en aquella ocasión celebraban el quincuagésimo aniversario del descubrimiento del sueño REM. Investigadores de todo el mundo se reunieron con entusiasmo durante seis días en Chicago en medio de un verdadero revuelo, porque el interés por el sueño estaba resurgiendo con fuerza tanto en el campo científico como entre el público en general. El encuentro fue celebrado en la ciudad donde se había descubierto el sueño REM, que además resultó ser el lugar de nacimiento de Stickgold, el investigador que más agitaba el campo en aquel momento. Uno de los simposios incluidos en el programa conmemorativo de las APSS fue un debate potencialmente explosivo sobre la relación entre el sueño y el aprendizaje. Hacía treinta años que los detractores de esta teoría la mantenían bajo control, con varios argumentos circunstanciales y pruebas indirectas. Durante decenas de años la teoría no se desarrolló, solo se defendió. Mientras tanto, el conjunto de resultados publicados por Carlyle Smith en la década de 1980 acababa de recibir, a finales de la de 1990, el espaldarazo de Stickgold. Aun así, al volver a las páginas de las principales revistas científicas, la teoría cognitiva del sueño siempre se enfrentaba a artículos de opinión que enumeraban razones evolutivas, neurológicas y psiquiátricas por las que la teoría tenía que ser errónea. Los principales autores de estos artículos de resistencia atrincherada eran Robert Vertes y Jerome Siegel. Aquel día de verano, en un auditorio con capacidad para un centenar de personas que duplicaba su aforo, con científicos famosos y anónimos sentados por igual en el suelo, a los lados de la sala e incluso fuera, y frente a un público en su mayor parte estudiantil, pero del que también formaban parte los principales líderes de la investigación sobre el sueño en el mundo, se enfrentaron Smith y Stickgold, por parte de la defensa, y Vertes y Siegel, por parte del ataque. El nerviosismo y la euforia del público eran palpables. Había una insatisfacción difusa en el aire con los dos reticentes adversarios de la teoría cognitiva del sueño. Muchos jóvenes científicos, predoctorales o posdoctorales, entre ellos yo mismo, queríamos avanzar en los mecanismos que pudiesen explicar
los descubrimientos empíricos, pero la verdad es que el ambiente en este ámbito de investigación todavía estaba algo enrarecido, en un eco de los sísmicos enfrentamientos de décadas anteriores. Fue un duelo épico entre visiones completamente opuestas. En el famoso enfrentamiento, recordado con nitidez por los colegas con los que comparto la emoción de haberlo presenciado, estaba en juego el destino de todo un campo de investigación. Smith hizo una exposición robusta de las muchas pruebas que presentó a favor de la teoría. La demostración de que la privación de sueño es más perjudicial en algunos periodos de tiempo postaprendizaje que en otros indicaba, aunque de manera indirecta, que el estrés de la privación no debería ser la explicación del déficit de recuerdos, ya que el tiempo de privación era el mismo entre los diferentes grupos. Vertes se mostró mordaz y mucho menos interesado en las evidencias que insistían en vincular el sueño REM con el procesamiento de recuerdos que en el conocido rosario de hipotéticos impedimentos, como la supuesta ausencia de sueño REM en el equidna. Siegel fue por el mismo camino y dejó claro que no reconocía validez alguna a la posición de Smith. Stickgold devolvió el golpe. Calificó de simplista el argumento de que los animales muy inteligentes como los delfines deberían necesariamente tener mucho sueño REM y propuso una analogía que hizo vibrar al público: «Después de todo, el hecho de que los pies se utilicen para la locomoción no convierte al ciempiés en el más rápido de los animales». Stickgold dijo entonces que sería mejor dejar de lado tales argumentos indirectos para centrarse en las pruebas directas obtenidas de forma empírica en el laboratorio. Acto seguido, proyectó resultados de sus estudios hoy clásicos mostrando que el aprendizaje de los patrones visuales depende de modo crucial de la preservación del sueño en la primera noche postaprendizaje. Para lidiar con el argumento de que la privación es muy estresante y perjudica el rendimiento por razones independientes del sueño, como sostenían sus oponentes, Stickgold no midió el aprendizaje en el primer día postaprendizaje, sino al cabo de cuatro días. Aunque los participantes en la investigación hubiesen dormido de forma satisfactoria en las noches siguientes, sin mostrar cansancio o somnolencia en el momento de la evaluación, todavía presentaban déficits de rendimiento. [5] Siegel contraatacó con gran agilidad mental. Hizo caso omiso de todo lo que Stickgold acababa de mostrar e insistió en que nada hasta entonces probaba la teoría, porque había una serie de impedimentos teóricos. Y lo repitió todo de nuevo, como si fuera indiferente a los
recientes resultados empíricos. Entonces Stickgold arqueó las cejas, como alguien que no acepta insolencias de nadie. Se podía ver desde lejos como sus ojos azules parpadeaban con indignación. Sofocado, la tensión aumentó y finalmente Stickgold irrumpió en una jerga científica que puso el auditorio patas arriba: «¿Qué parte de p menor que 0,05 corregida por Bonferroni no ha entendido?». Esta expresión, alusiva al matemático italiano Carlo Bonferroni (1892-1960), quería decir que los datos empíricos que demuestran la preferencia de la consolidación de recuerdos por el sueño se apoyan en pruebas estadísticas muy rigurosas, calibradas por un método que se considera el patrón oro, basado en las contribuciones de Bonferroni a la teoría de las probabilidades. Utilizando un término técnico, Stickgold estaba afirmando que había una probabilidad muy baja de que esos resultados fueran producto de la casualidad. Fue un contraataque fulminante, un ippon técnico que básicamente afirmó la supremacía de las pruebas empíricas sobre las opiniones de autoridad. Fue catártica la liberación de la tensión que causó la frase. El auditorio se inundó de aplausos y silbidos. Amenazando con dejar la mesa, Vertes afirmó estar decepcionado con la dirección que estaban tomando las cosas y dijo que no volvería a participar en ningún otro debate sobre el tema. El público respondió con más aplausos, gritos y risas. Muchos se levantaron y ya no hubo forma de continuar. Ni era necesario. Vertes y Siegel habían tirado la toalla. Para alegría general, Stickgold y Smith habían vuelto las tornas. EL REDESCUBRIMIENTO DEL PAPEL COGNITIVO DEL SUEÑO El comienzo de la década de 2000 fue testigo de un gran florecimiento del interés científico en el papel cognitivo del sueño. La oleada de demostraciones de la relación sueño-memoria desencadenada por Stickgold hizo que Sara Mednick, entonces estudiante de doctorado en su laboratorio y hoy profesora de psicología en la Universidad de California, en Riverside, investigase los efectos cognitivos de la siesta, el corto episodio de sueño que tiene lugar durante el día. La poderosa capacidad reparadora que tiene echar una cabezada durante el día es conocida desde hace mucho tiempo y ha cristalizado en prácticas tradicionales, como la siesta de los españoles y mexicanos. Existe registro histórico de que Leonardo da Vinci (1452-1519), famoso tanto por su genialidad como por su excentricidad, dormía varios periodos de media hora a lo largo del día con el fin de aprovechar mejor
su tiempo para trabajar y crear. Debido a sus propiedades reparadoras, en Estados Unidos se habla de power nap o «supersiesta». El experimento de Sara Mednick consistió en que un grupo de personas realizase una tarea de discriminación visual de texturas antes y después de echar una cabezada para luego comparar los resultados. La tarea requería localizar una disposición de tres barras diagonales sobre un fondo de barras horizontales. En general, el rendimiento mejora durante la primera sesión de ejecución de la tarea, pero, después de dos o tres sesiones repetidas en el mismo día, este disminuye debido a la fatiga de las regiones del cerebro involucradas en el procesamiento de los estímulos. En un primer estudio se demostró que una siesta corta de treinta a sesenta minutos, que permite el desarrollo de las etapas iniciales N1 y N2 y el sueño de ondas lentas, pero no la aparición del sueño REM, restablece el rendimiento a niveles de prefatiga. En un segundo estudio, Mednick, Stickgold y el psicólogo Ken Nakayama demostraron que las siestas más largas, de sesenta a noventa minutos, que incluyen tanto el sueño de ondas lentas como el sueño REM, no solo permiten compensar la fatiga sino que también mejoran de manera significativa el rendimiento de los sujetos experimentales en el juego de ordenador. Mientras que la siesta corta fue suficiente solo para restablecer la capacidad de procesamiento sensorial, [6] la siesta larga impulsó de forma eficaz el aprendizaje. [7] Los efectos de esta siesta más larga fueron tan fuertes que se equipararon al beneficio de una noche entera de sueño. Otro psicólogo del grupo de Stickgold, el estadounidense Matthew Walker, hoy profesor de la Universidad de California, en Berkeley, demostró la importancia del sueño preaprendizaje para la adquisición de recuerdos. [8] Como hemos visto antes, la privación de sueño causa una acumulación de toxinas en el cerebro, una explicación probable para estos hallazgos. A finales de la década de 1990 también apareció y se consolidó en la disciplina el neurocientífico alemán Jan Born, que amplió con creces los logros de Stickgold. Las trayectorias de ambos muestran como, en el camino de un científico, las desviaciones pueden conducir a descubrimientos fundamentales. Born nació en Celle, una pequeña ciudad del norte de Alemania. Cuenta la leyenda que hace siglos, para preservar el honor de sus hijas, los virtuosos habitantes de la nublosa Celle habían preferido construir una prisión a tener una universidad. Cuando Born acabó la enseñanza secundaria, su padre, que era juez, le sugirió que hiciera la carrera militar, porque no consideraba a su hijo
lo bastante brillante para dedicarse al derecho. La respuesta del chico fue muy diferente a la que esperaba su padre: estudió psicología. Poco antes de recibir el título de psicólogo, Born decidió centrarse en la neurociencia conductual (en ese momento llamada «psicología biológica»). Esto sucedió porque Born, a pesar de haber recibido un estímulo positivo del psicoanálisis, consideraba que la mayor parte de lo que había aprendido en los estudios de psicología no tenía una base experimental sólida. Después del doctorado, Born hizo un ajuste crucial de su trayectoria, movido por la curiosidad y por el deseo de aumentar la eficiencia de su pequeño laboratorio en la Universidad de Ulm, que permanecía inactivo por la noche. Born decidió iniciar investigaciones sobre el sueño, que en ese momento parecía una mancha mal definida en medio del hermoso paisaje neurocientífico en franca expansión. Sabía que las dos mitades del sueño difieren en cuanto a los niveles de cortisol, pero también en las cantidades de sueño de ondas lentas y sueño REM. ¿Sería necesaria la supresión de la liberación de cortisol durante el sueño de ondas lentas para el papel de esta fase en la consolidación de recuerdos declarativos? ¿Y qué pasa con los efectos del sueño sobre los recuerdos no declarativos, necesarios para la ejecución de actos motores coordinados como montar en bicicleta o jugar al fútbol? ¿Serían las diferentes fases del sueño importantes para los distintos tipos de recuerdo? Born y el entonces estudiante de doctorado Werner Plihal realizaron estudios para responder a estas preguntas, utilizando registros polisomnográficos, pruebas psicológicas y administración de fármacos. Los resultados mostraron que el sueño de ondas lentas es necesario para la consolidación de recuerdos declarativos, mientras que los recuerdos procedimentales necesitan más el sueño REM. [9] Además, la administración de un equivalente del cortisol durante el sueño de ondas lentas daña la consolidación de recuerdos declarativos, pero deja intacta la consolidación de recuerdos de procedimiento. En la última década, el psicólogo estadounidense Ken Paller, de la Universidad Northwestern, ha ampliado este panorama al demostrar que el sueño REM también desempeña un papel importante en la consolidación de recuerdos declarativos cuando la tarea es más difícil y requiere mayor integración cortical, como la adquisición de nuevo vocabulario. [10] DORMIR EN EL COLEGIO
En los últimos veinte años, varios científicos han demostrado el papel del sueño en la consolidación y reestructuración de recuerdos e, incluso, en el olvido selectivo de contenidos. Las implicaciones de estos hallazgos afectan tanto a la vida cotidiana de las personas como al puro avance de la ciencia. Efectos similares fueron demostrados en monos, ratas y moscas. Desde un punto de vista práctico, la principal utilidad social de esta investigación es la optimización del régimen de sueño en función de objetivos cognitivos o metabólicos, con fines educativos o terapéuticos. Entre las diversas alternativas, la más prometedora es la siesta, es decir, su uso en el ámbito escolar para aumentar el rendimiento académico. Los primeros estudios en este campo se han publicado recientemente. En 2013, Rebecca Spencer y su equipo de la Universidad de Massachusetts Amherst demostraron que la siesta postentrenamiento aumenta el aprendizaje del juego de memoria en niños de preescolar en proporción al número de husos corticales. En 2014, con la entonces estudiante de máster Nathália Lemos y la lingüista Janaina Weissheimer, de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, demostramos que la siesta postaprendizaje aumenta la duración de recuerdos declarativos adquiridos en el aula por los estudiantes de sexto año, en niños de diez a quince años. [11] El biólogo Thiago Cabral realizó bajo mi dirección una tesina en la que demostró el incremento de aprendizaje declarativo cuando a una clase normal le sigue un periodo de entre treinta y sesenta minutos de sueño. [12] En la actualidad, investigo junto con la estudiante de doctorado Ana Raquel Torres y el neurocientífico brasileño Felipe Pegado, de la Universidad de Aix-Marseille, la eficacia de la formación seguida de sueño para consolidar de forma duradera el aprendizaje ortográfico en niños de entre cinco y siete años en proceso de alfabetización. Los resultados indican que el sueño posformación preserva por completo el aprendizaje, mientras que en ausencia de tal sueño se produce una caída significativa del rendimiento después de cuatro meses. El uso del sueño para optimizar el aprendizaje escolar es todavía incipiente, pero su progresiva adopción parece inevitable. La creación de salas de siesta o clubes de siesta, así como el empleo de equipos individuales para dormir, son propuestas que se benefician de la escuela a tiempo completo para promover una educación biológicamente más inteligente. [13] Retrasar el comienzo de las clases también parece ayudar, en especial entre los adolescentes. Los cambios fisiológicos en el inicio de la pubertad retrasan la hora de acostarse y despertarse,
haciendo que los adolescentes lleguen al instituto aún más somnolientos que los niños. [14] En 2016 y 2017, las escuelas de secundaria de Seattle, Estados Unidos, retrasaron casi una hora el comienzo de las clases. El cambio se asoció con un aumento significativo de la duración del sueño y un incremento del 4,5 por ciento de las calificaciones de los estudiantes. [15] En el ámbito de la ciencia básica, la demostración inequívoca del papel cognitivo del sueño franqueó el acceso a un nivel más profundo de preguntas, que solo pasaron a estar en el orden del día por la superación de los impasses del pasado: ¿cuáles son los mecanismos biológicos responsables de este efecto psicológico tan benigno?, ¿qué modificaciones en la actividad eléctrica de las neuronas ayudan a explicar la formación de recuerdos?, ¿qué alteraciones moleculares y celulares permiten comprender su almacenamiento de por vida? En los próximos capítulos nos dedicaremos en detalle a estas cuestiones. Abordaremos el papel desempeñado por genes, proteínas, oscilaciones eléctricas y circuitos neuronales que se activan durante el sueño para reverberar recuerdos. En el capítulo 13 retomaremos los temas principales del libro rumbo a su argumento central. Este es buen momento para comenzar, o retomar, tu sueñario.
10 La reverberación de recuerdos La investigación de los mecanismos que conducen a la reverberación de recuerdos durante el sueño es una saga de idealistas quijotescos que se atrevieron a cruzar el puente entre la biología y la psicología cuando este camino era todavía imaginario. Es también una crónica de vacas sagradas de la ciencia, cuya genialidad solo fue igualada por el tamaño de su obstinación. El inicio de esta historia se remonta a los estudios pioneros sobre excitación eléctrica en circuitos neuronales recurrentes realizados en la década de 1930 por el español Rafael Lorente de No. El joven y brillante discípulo de Santiago Ramón y Cajal emigró a Estados Unidos en 1931; cinco años más tarde se trasladó a Nueva York, contratado por el importante instituto de investigación biomédica que pocos años después se convertiría en la Universidad Rockefeller. Lorente de No ya era entonces una celebridad científica, un prodigio de talento precoz con varios descubrimientos importantes en su currículo. Fue él quien describió por primera vez la estructura celular del córtex cerebral, caracterizada por la organización de neuronas en cilindros verticales que funcionan como módulos elementales de procesamiento. Lorente de No también fue pionero en la descripción detallada de la estructura interna del hipocampo, una región cerebral de origen evolutivo muy antiguo, presente tanto en mamíferos como en aves y reptiles, pero de función desconocida en la época. La sólida reputación adquirida en el campo de la neuroanatomía proporcionó a Lorente de No el prestigio necesario para ocupar una nueva posición académica, con recursos y libertad para intentar dar un gran salto metodológico a través de una técnica todavía incipiente pero muy poderosa para medir la actividad eléctrica de las neuronas, la electrofisiología. El Instituto Rockefeller no escatimó fondos para equipar a Lorente de No con lo mejor de la época. En un gran laboratorio, con techos muy altos y totalmente revestidos de cobre para así intentar aislar los ruidos eléctricos, Lorente de No se proponía averiguar cómo la actividad inducida en una neurona específica podía
propagarse a otras células para volver al punto de origen después de algún tiempo, a través de conexiones recurrentes. CIRCUITOS CERRADOS Y ACTIVACIÓN RECURRENTE Basándose en la observación anatómica de que ciertos circuitos cerebrales forman bucles cerrados capaces de retroalimentar el lugar inicial de la actividad, Lorente de No decidió investigar el destino de pulsos periódicos de actividad eléctrica aplicados a circuitos reverberantes como el hipocampo. Basándose en mucha anatomía y en algo de electrofisiología, postuló que los circuitos neuronales cerrados son capaces de reverberar la activación eléctrica durante algún tiempo después de la interrupción del estímulo, de forma que se crean ciclos de activación que solo se disipan después de varias repeticiones. La noción de la reactivación de circuitos neuronales cerrados propuesta por Lorente de No sedujo a los neurocientíficos a lo largo del siglo XX , ya que procesos recursivos como estos podían ser —y de hecho son— la base de diferentes tipos de ritmos, osciladores, relojes o marcapasos fisiológicos. Desde las investigaciones pioneras de Lorente de No se han descubierto en el cerebro numerosos enlaces neuronales especializados que generan ondas recurrentes a través de múltiples estructuras cerebrales. La combinación de la arquitectura cerebral en bucle cerrado, neuronas inhibidoras capaces de abolir temporalmente la actividad eléctrica y liberación de diferentes neurotransmisores (como la acetilcolina) da lugar a ritmos de duración variable, que son característicos de estados cerebrales globales como la vigilia, el sueño de ondas lentas y el sueño REM (figura 7). OSCILACIONES, RITMOS Y RECUERDOS Dentro de cada estado principal se producen diferentes subestados en forma de largos episodios de oscilaciones en regiones cerebrales específicas. Como veremos más adelante, estas oscilaciones coexisten en el tiempo y en el espacio, y las armonías que forman se establecen en momentos específicos para optimizar la comunicación entre las áreas cerebrales. Sin embargo, la compleja sintaxis de las oscilaciones neuronales todavía era completamente desconocida cuando la idea del circuito reverberante avivó la fértil imaginación del psicólogo canadiense Donald Hebb. En febrero de 1944, al enterarse de los
recientes descubrimientos de Lorente de No, Hebb tuvo una epifanía. De repente, pudo ver en la reverberación de la actividad eléctrica una forma natural de almacenar recuerdos. ¿Serían los circuitos reverberantes nuestros bloques de montar y armar recuerdos, elementos fundamentales de la construcción de representaciones de eventos y objetos? ¿Sería la reverberación eléctrica el proceso fundamental capaz de sostener el aprendizaje acumulativo en nuestra vasta red neuronal? Quizá la reverberación neural fuese la clave para descifrar nuestra increíble capacidad de adquirir nuevas representaciones del mundo que nos rodea sin perder (demasiado) las representaciones previamente almacenadas. HEBB SE OFRECE COMO VOLUNTARIO EN PRÁCTICAS Entusiasmado con el potencial de estas ideas y ávido por colaborar con el gran maestro español, Hebb escribió a Lorente de No el 28 de abril de 1944 ofreciéndose como voluntario en prácticas durante un mes en su laboratorio. No era un principiante quien se presentaba al trabajo gratuito. Después de completar un doctorado bajo la dirección de Karl Lashley, en la Universidad de Chicago y más tarde en Harvard, Hebb había aprendido con la flor y nata de los fisiólogos y psicólogos de su tiempo. En 1936 había defendido su tesis y luego aceptado un puesto de asistente de investigación en el Instituto Neurológico de Montreal. Allí estuvo bajo la dirección del neurocirujano Wilder Penfield, que iba a destacar por realizar los primeros experimentos de registro y estimulación eléctrica del cerebro humano. Un relato de Penfield ilustra los asombrosos descubrimientos facilitados por el método: Esta vez, sin embargo, parecía seguro que el estímulo había evocado de alguna manera una experiencia pasada. […] Una paciente […] se quejaba de convulsiones que a veces le hacían caerse al suelo, inconsciente, en un espasmo epiléptico. Pero, justo antes de ese episodio, ella era consciente de lo que parecía ser una alucinación. Se trataba siempre de la misma, una experiencia que se le aparecía desde la infancia. La experiencia original era la siguiente. Ella pasea por un prado. Sus hermanos se han adelantado corriendo a lo largo del camino. Un hombre la sigue y le dice que hay serpientes en la bolsa que llevaba. Se asusta y corre tras sus hermanos. Esta fue una experiencia real de la que se acordaban sus hermanos; también su madre recordaba haberla oído. Luego, durante unos años, la experiencia regresó a ella mientras dormía y la calificaron de pesadilla. Al final, se reconoció que este pequeño sueño era previo a una crisis epiléptica que podía ocurrir a cualquier hora del día o de la noche. Y el sueño era a veces todo lo que
resultaba de la crisis. Durante la operación, bajo anestesia local, mapeé las áreas sensoriales y motoras con fines orientativos y apliqué el estimulador sobre el córtex temporal. «Espere un minuto —dijo ella—, se lo voy a explicar.» Retiré el electrodo del córtex. Después de una pausa, contó: «Vi a alguien que venía hacia mí, como si fuera a golpearme». Era obvio también que estaba asustada. La estimulación en un punto situado más abajo le hizo decir: «Me imagino que oigo a mucha gente gritarme». Tres veces, a intervalos y sin su conocimiento, se volvió a estimular este segundo punto. Cada vez interrumpió nuestra conversación y oyó las voces de sus hermanos y de su madre. Y en cada ocasión estaba asustada. No recordaba oír esas voces en ninguno de sus ataques epilépticos. Así, el estímulo había evocado la experiencia familiar que daba lugar a cada uno de sus ataques habituales. Pero la estimulación en otros puntos hizo que se acordara de otras experiencias del pasado y también produjo la emoción del miedo. Nuestro asombro fue enorme, porque generamos fenómenos que no eran ni motores ni sensoriales, y las respuestas parecían ser fisiológicas, no epilépticas.
Los experimentos de Penfield demostraron que la mera activación cortical puede desencadenar experiencias oníricas, en forma de cadenas de recuerdos que pueden mantener la unidad y coherencia incluso después de múltiples repeticiones de su activación. La historia continúa: Una joven (N. C.) dijo, cuando le estimularon el lóbulo temporal izquierdo: «Tuve un sueño, llevaba un libro bajo el brazo. Hablaba con un hombre. El hombre trataba de tranquilizarme para que yo no me preocupara por el libro». A un centímetro de distancia, el estímulo […] le hizo decir: «Mi madre está hablando conmigo». Quince minutos más tarde, se estimuló el mismo punto: la paciente se rio a carcajadas mientras el electrodo se mantenía en su sitio. Después de retirarlo, se le pidió que se explicara. «Bueno —dijo ella—, es una larga historia, pero te lo explicaré»… [1]
Hebb fue un destacado miembro del equipo de Penfield y con él hizo importantes descubrimientos sobre los efectos psicológicos de las lesiones cerebrales. Por ello, al proponer sus servicios a Lorente de No, le estaba ofreciendo un vasto caudal de conocimientos empíricos y teóricos sobre la mente y su base biológica. Aun así, Lorente de No no mostró ningún interés y rechazó categóricamente la petición en una carta fechada el 1 de mayo de 1944: «En la actualidad, mi trabajo se refiere a la relación entre la producción del impulso nervioso y el metabolismo, un problema de poco interés inmediato para un psicólogo». La decepción no detuvo a Hebb. En paralelo a la investigación empírica, se dedicó a concebir una teoría que iba a cambiar para
siempre la comprensión de las bases neuronales de la psicología. Especulando libremente sobre los posibles mecanismos biológicos de formación de recuerdos, Hebb vislumbró una serie de fenómenos que aún hoy constituyen una vibrante frontera experimental de la neurociencia. Su libro The Organization of Behavior , publicado en 1949, se convertiría en la más influyente de todas las teorías neuropsicológicas hasta la fecha. [2] Hebb predijo correctamente que la adquisición de recuerdos requiere, a nivel de neuronas individuales, la suma de múltiples activaciones provenientes de diferentes neuronas, capaz de conducir al fortalecimiento de las conexiones mutuas. Una expresión muy conocida que traduce la hipótesis hebbiana es que «las neuronas que se activan juntas se conectan juntas». Hebb propuso que la consolidación de un recuerdo empieza por su reverberación eléctrica a través de circuitos neuronales recurrentes, lo que a continuación hace que un grupo de neuronas pase a funcionar en sincronía. Esto, a su vez, aumenta la excitabilidad de este grupo de neuronas, lo que da lugar a una representación fisiológica del lugar, objeto o evento memorizado. Para apreciar el enorme progreso representado por semejante concepción neuronal de lo que significa aprender, es necesario tener en cuenta que hasta finales de la década de 1940 las diferentes ramas de la psicología seguían avanzando como lo habían hecho desde el siglo XIX , sin teoría unificadora, violentamente enfrentadas y sin contacto alguno con la neurobiología. El conductismo, en aquel entonces la rama más en boga de la psicología, cuantificaba con minuciosidad el comportamiento animal controlado en el laboratorio, pero no admitía abrir la «caja negra» cerebral que genera la mente. Por otro lado, la neurofisiología, que empezaba a comprender los aspectos más simples del sistema nervioso, no tenía ninguna pretensión de llegar al fenómeno psicológico. Entre los pocos que se atrevieron a probar este itinerario, la ignorancia sobre los mecanismos del pensamiento era tan absoluta que incluso un renombrado neurofisiólogo como el premio Nobel Roger Sperry (1913-1994) dedicó años de su vida a investigar si la conciencia no la causarían campos electromagnéticos en lugar de disparos neuronales, una posibilidad abandonada por completo hoy en día. Por lo tanto, no fue una hazaña menor que Hebb volviese a escribir a Lorente de No, esta vez para presentarle su obra. A los cuarenta y cuatro años, Hebb vaticinó: «Creo que mi libro será capaz de mostrar que las ideas modernas de la neurofisiología, y en particular algunas de las que usted ha desarrollado, tienen un significado revolucionario para la teoría psicológica».
WINSON SE OFRECE COMO VOLUNTARIO EN PRÁCTICAS No podía tener más razón. Pasaron quince años y otro científico improbable entró en escena, el neoyorquino Jonathan Winson, un caballero a la antigua usanza y de trayectoria impredecible. Su historia comienza con una carrera tecnológica abortada de manera prematura; después de completar un máster en ingeniería aeronáutica en el Instituto de Tecnología de California y un doctorado en matemáticas en la Universidad de Columbia, Winson se casó y se mudó a Puerto Rico para administrar la próspera fábrica de zapatos de la familia. ¡Adiós, ciencia, teatros y buenos restaurantes; hola, palmeras y olas azules! Casi veinte años después, tras la muerte de su padre y la lucrativa venta del negocio, Winson y su mujer, Judith, decidieron regresar a Nueva York porque deseaban disfrutar de su intensa vida cultural. Eran cultos, sofisticados y estaban sedientos de los conciertos, exposiciones y conferencias que escaseaban en San Juan y sobraban en Nueva York. En particular, buscaban el acceso a los círculos psicoanalíticos que prosperaban en la Gran Manzana de la década de los sesenta. Pero Winson, además de ser humanista y freudiano, tenía una fuerte inclinación tecnológica y científica. A los cuarenta y cuatro años, bien establecido en la vida y muy por encima de la edad ideal para comenzar una carrera de ciencias experimentales, llamó a la puerta del laboratorio del profesor Neil Miller, de la Universidad Rockefeller, y se ofreció a trabajar gratuitamente como aprendiz. Fue una jugada maestra. Ya en 1967, la pequeña universidad, que ocupa una sola manzana del Upper East Side, poseía una de las mayores concentraciones de premios Nobel por metro cuadrado del mundo. También era un bastión de actitudes independientes y poco convencionales. Winson no solo fue aceptado como investigador, sino que a lo largo de los años fue promovido de forma sucesiva a técnico, profesor ayudante, profesor asociado y emérito, y tuvo incluso el honor de utilizar el laboratorio de cobre de Lorente de No para llevar a cabo sus investigaciones. DESCIFRAR LA FUNCIÓN DEL RITMO THETA Las primeras contribuciones de Winson estuvieron relacionadas con el ritmo theta, formado por ondas cerebrales muy regulares que toman por completo el hipocampo durante ciertos estados y llegan a durar varios minutos. Descubierto en conejos en los años cincuenta y luego
observado en ratas, gatos, monos y humanos, el ritmo theta fue un gran misterio hasta mediados de la década de los setenta, cuando Winson comenzó a desentrañarlo. La paradoja que se presentaba es que el mismo ritmo aparece en situaciones completamente distintas dependiendo de la especie estudiada (figura 10). Mientras que el ritmo theta del ratón es proporcional a la locomoción, en el conejo solo ocurre cuando el animal permanece inmóvil. Para complicar las cosas, el ritmo theta del gato sucede de forma ocasional tanto en inmovilidad como en movimiento. La guinda en el pastel de esta quimera científica es el sueño REM, que coincide con el ritmo theta hipocampal en todas estas especies.
FIGURA 10. En los mamíferos, el ritmo theta del hipocampo se produce en la vigilancia alerta y, con mayor intensidad, en el sueño REM. El ritmo theta está presente en diferentes especies durante la realización de comportamientos
esenciales para la supervivencia de cada especie, frecuentemente entre cuatro y nueve ondas por segundo.
Winson se dio cuenta de que la clave para comprender el ritmo theta es entender, de acuerdo con el nicho ecológico de cada especie, qué tipo de comportamiento requiere un alto grado de atención al entorno. Las ratas son presas desde la óptica de algunas especies, como los gatos, pero depredadoras desde la perspectiva de otras especies, como los pequeños ratones de laboratorio. Se caracterizan por ser expertas exploradoras del entorno, por el que navegan con agilidad y gran atención en busca de alimento. En consecuencia, el ritmo theta de las ratas aparece con mayor intensidad durante la exploración espacial de nuevos ambientes. En cuanto a los conejos, son presas por excelencia y «se quedan congelados al colocarlos en un nuevo entorno»; adoptan una posición erguida sobre dos patas y con las orejas levantadas, asustados, en busca de depredadores. En los conejos, el ritmo theta ocurre durante la inmovilidad atenta y desaparece después de familiarizarse con el medio, cuando los animales comienzan a buscar comida lentamente sobre las cuatro patas. El gato, por otro lado, es un felino de obvios instintos depredadores, por lo que no es de extrañar que el ritmo theta ocurra cuando exhibe comportamientos de caza —contra ratones u ovillos de lana—, ya sea parado en preparación para un ataque inminente o corriendo hacia el objetivo y preparándose para el salto. En su síntesis, Winson propuso que el ritmo theta durante la vigilia se explica por comportamientos atencionales típicos de cada especie (figura 10). Por analogía, propuso que la aparición del ritmo theta durante el sueño REM denotaría un estado fisiológico capaz de procesar los recuerdos adquiridos durante la vigilia en el más protegido aislamiento sensorial del sueño, pero con la misma atención utilizada en la experiencia despierta. El sueño REM sería, por lo tanto, un estado reflexivo en el que el cerebro prestaría atención a sí mismo y a su representación del mundo conocido. La interpretación de Winson conquistó corazones y mentes en el ámbito de la pequeña pero creciente comunidad de neurofisiólogos del hipocampo. A finales de la década de los setenta descubrió que la destrucción del ritmo theta hipocampal por la lesión de otra región cerebral, el septo medial, causa una pérdida acentuada de memoria espacial en las ratas. Publicada en la revista Science , esta fue la primera demostración directa del importante papel del ritmo theta en la cognición. Hoy sabemos que el ritmo theta hipocampal es crucial para
la adquisición, el procesamiento y la evocación de recuerdos declarativos, esos que pueden ser narrados de forma oral, como las últimas vacaciones de verano, la boda de una amiga o un sueño reciente. RESTOS DIURNOS ELECTROFISIOLÓGICOS Inspirados por la idea freudiana de resto diurno, Winson y el neurocientífico griego Constantine Pavlides, entonces su estudiante de doctorado, decidieron verificar si las neuronas más estimuladas durante la vigilia también serían las más activadas durante el sueño. Para probar esta hipótesis se valieron de una propiedad específica de ciertas neuronas del hipocampo, llamadas «piramidales» debido a la forma cónica de sus cuerpos celulares. Estas neuronas se activan de manera selectiva solo cuando el animal pasa por una región del espacio muy restringida, de modo que a cada neurona le corresponde un campo espacial específico, dentro del cual se activa y fuera del cual no se activa. Fue el descubrimiento de las neuronas de lugar como mecanismo de mapeo del espacio lo que les valió al estadounidense John O’Keefe y a los noruegos Edvard y May-Britt Moser, nieto y bisnietos científicos de Hebb, quien obtuvo el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 2014. En el diseño experimental de Pavlides y Winson, la activación de las neuronas piramidales restringida a regiones espaciales específicas permitió comparar neuronas muy activadas con otras casi silentes. Tras realizar el implante quirúrgico de electrodos en el hipocampo, los investigadores identificaron y registraron pares de neuronas piramidales con campos espaciales no superpuestos, esto es, cada neurona tenía preferencia por un lugar diferente del espacio. Luego, usando cúpulas acrílicas transparentes para restringir la posición de los animales al campo de una de las neuronas, y con cuidado de no mover las pistas visuales que permitían la localización espacial, los experimentadores hicieron que esta neurona se activara repetidas veces a lo largo de la duración del registro, mientras que la otra neurona permanecía desactivada.
FIGURA 11. Impresiones del día: restos diurnos electrofisiológicos. Las neuronas hipocampales activadas durante la vigilia por exposición persistente a sus campos espaciales presentan más disparos neuronales durante el sueño que las neuronas no expuestas (control) .
Después de veinte minutos, los investigadores reposicionaron al animal en la jaula de registro, fuera de los campos espaciales de ambas neuronas, y permitieron que durmiera de forma espontánea durante varias horas. Publicados en 1989, los resultados fueron reveladores: las neuronas que habían sido más activadas durante la vigilia eran específicamente reactivadas durante el sueño subsiguiente, tanto durante el sueño de ondas lentas como durante el sueño REM (figura 11). [3] El estudio proporcionó confirmación empírica a la idea de que la actividad neuronal durante el sueño reverbera las experiencias de la mente despierta. Fue nada menos que la primera evidencia electrofisiológica de los restos diurnos postulados por Freud. Unos años después, el neurocientífico estadounidense Matthew Wilson ahondó en este descubrimiento durante sus estudios
posdoctorales en la Universidad de Arizona. Wilson analizó cuantitativamente no solo los cambios en las tasas de actividad de las neuronas del hipocampo, sino también los cambios en la sincronía entre los momentos de activación de neuronas distintas. En otras palabras, midió no solo cuánto aumenta o disminuye la actividad de cada neurona, sino también la proporción de activaciones coincidentes entre pares de neuronas, es decir, en qué proporción se activan de manera conjunta dos neuronas cualesquiera. No es una coincidencia que el director de Wilson fuera el neurofisiólogo canadiense Bruce McNaughton, que a finales de la década de los setenta mantuvo un estrecho contacto con Donald Hebb y compartió con él el entusiasmo por el estudio de la sincronía neuronal. En 1994, Wilson y McNaughton publicaron resultados que enseguida se convirtieron en clásicos de la disciplina (figura 12). Primero, mostraron que durante la vigilia, cuando la rata se mueve a lo largo de una trayectoria y el ritmo theta predomina en el hipocampo, aparecen nuevos patrones de sincronía entre pares de neuronas hipocampales. Luego demostraron que los mismos patrones reverberan, con algo de ruido de fondo, durante el subsiguiente sueño de ondas lentas. En 2001, como profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Wilson y el estudiante de doctorado Kenway Louie demostraron efectos similares durante el sueño REM. Para entender la diferencia entre los descubrimientos iniciales de Pavlides y Winson y los hallazgos posteriores de Wilson, imagina que cada potencial de acción de cada neurona fuese una nota musical en una partitura. El descubrimiento fundamental de Pavlides y Winson equivale a decir que las notas más tocadas durante la vigilia vuelven a ser oídas durante el sueño. Los resultados de Wilson demostraron que no solo las notas observadas durante la vigilia se repiten durante el sueño, sino también sus combinaciones en «acordes» y «frases melódicas». La metáfora de la memoria como partitura permite utilizar estos hallazgos para imaginar cómo un recuerdo procedente de la vigilia puede resurgir en sueños.
FIGURA 12. Patrones de actividad sincronizada entre pares de neuronas del hipocampo surgen durante la navegación espacial y permanecen durante el sueño subsiguiente. Solo se muestran las correlaciones más fuertes (alta sincronía). Cada uno de los 42 puntos corresponde a una neurona hipocampal; cuanto más oscura sea la línea, más fuerte es la correlación.
¿REVERBERACIÓN O REACTIVACIÓN ? La posterior exploración de estos descubrimientos por parte de diferentes grupos de investigación, incluido el mío, ha establecido en los últimos veinte años que la reverberación eléctrica de recuerdos es máxima durante el sueño de ondas lentas, se vuelve variable durante el sueño REM y disminuye enormemente durante la vigilia. [4] Dados el aumento constante de la reactivación neuronal durante el sueño REM, la mayor variación durante el sueño REM y la duración reducida de este último en comparación con el sueño NREM (alrededor de 1:4 en ratas y humanos), se debe concluir que el sueño NREM desempeña un papel predominante en la reverberación neuronal, mientras que el sueño REM tiene uno secundario en este fenómeno. En términos prácticos, esto significa que la primera mitad de la noche, dominada por el sueño NREM, es fundamental para la reverberación de recuerdos adquiridos durante la vigilia. Postulado por Donald Hebb hace más de sesenta años, el término «reverberación» ha sido sustituido en las últimas décadas por la palabra «reactivación», pero este término no describe plenamente el fenómeno
en cuestión. Aunque la reverberación de la actividad de redes neuronales disminuya de manera notable durante la vigilia, no desaparece por completo cuando los animales están despiertos. La fuerza de la reverberación mnemónica durante la vigilia es inversamente proporcional al grado de interferencia de la estimulación sensorial. Dado que los trazos de memoria se pueden detectar continuamente durante los periodos postadquisición a través de todos los estados conductuales, es correcto afirmar que las experiencias sensoriales relevantes causan reverberaciones sostenidas en lugar de reactivaciones discretas. ¿Por qué cuando estamos despiertos no advertimos la existencia de sueños al fondo? La explicación es el torrente de estimulaciones sensoriales procedentes de los cinco sentidos. Dicho según la jerga científica, los patrones reverberantes de actividad neural asociados con la experiencia pasada quedan enmascarados en gran medida —aunque no por completo— durante la vigilia por los estímulos sensoriales recibidos. Parafraseando a Freud, «los sueños son como las estrellas; siempre están ahí, pero solo podemos verlos durante la noche». Y, sin embargo, algunas personas parecen ser capaces de percibirlos incluso estando despiertas, como en los ensueños creativos atribuidos al compositor austriaco Wolfgang Mozart (1756-1791) por su primer biógrafo: Mozart lo escribía todo con facilidad y rapidez, lo que a primera vista podría parecer descuidado o apresurado. Ni siquiera se acercaba al piano cuando escribía. Su imaginación presentaba la obra completa cuando llegaba a él, clara y vívidamente. […] En el tranquilo silencio de la noche, cuando ningún obstáculo confundía su alma, el poder de su imaginación se volvía incandescente… [5]
¿ALTA O BAJA FIDELIDAD ? Otra locución que se hizo popular, relacionada con la palabra «reverberación», es la de «repetición de recuerdos», la reproducción de alta fidelidad de patrones pasados de actividad neural. Sin embargo, la reactivación de los recuerdos durante el sueño no los evoca perfectamente, como si los contenidos de la vigilia hubieran sido objeto de una grabación. Por el contrario, es una reactivación viva, como una banda que toca en directo y de memoria. Por eso el sonido es más «sucio», con el ruido de las reverberaciones que disputan la actividad
neuronal producida durante el sueño. El resultado final se parece más a una jam session que a una copia exacta, a un vinilo que a un MP3. Esta reverberación sucia está probablemente relacionada con el hecho de que vastas porciones del cerebro de los mamíferos están dedicadas a la representación simultánea de diversas percepciones o acciones. Como resultado, las neuronas individuales son reclutadas para participar en diferentes grupos neuronales sincronizados, y combinan información múltiple de forma que impiden la detección de cualquier recuerdo específico. La misma nota musical, utilizada innumerables veces en diferentes partituras, produce efectos muy diferentes en el oyente dependiendo del contexto en el que se produzca. Imagina ahora que las partituras se pueden ejecutar en paralelo, al mismo tiempo, y será más fácil entender lo que sucede dentro del cerebro. Un notable contraejemplo que confirma la regla se encuentra en un ave australiana muy utilizada en la investigación científica, el diamante mandarín. Durante el sueño, un grupo de neuronas involucradas en la producción motora del canto presentan una repetición verdaderamente fiel de la actividad neuronal observada cuando el animal canta; es una copia casi perfecta. Este raro caso de repetición deriva del procesamiento neural altamente especializado que llevan a cabo estas neuronas, cuya actividad es necesaria para el control de los músculos vocales responsables del canto. Todas estas neuronas se dedican por completo a la codificación secuencial de un único recuerdo, repetido a lo largo de la vida de forma fija e invariable: el canto del propio pájaro. Durante el sueño del diamante mandarín existe de hecho una repetición de alta fidelidad. FORTALECIMIENTO Y DEBILITAMIENTO DE SINAPSIS La importancia que los neurocientíficos atribuyen a la reactivación neuronal proviene de su conexión con la consolidación de recuerdos y con un fenómeno esencial para la neurobiología del aprendizaje, la potenciación de larga duración. Aunque Hebb hubiera previsto en 1949 que la activación concomitante de neuronas debe modificar de forma persistente sus conexiones con neuronas en la fase posterior, a una o más sinapsis de distancia de las neuronas activadas, durante casi dos décadas el fenómeno no pasó de ser una posibilidad teórica. Solo en 1966 apareció la primera evidencia empírica de que un estímulo eléctrico puede fortalecer de manera duradera un conjunto de conexiones sinápticas. Estudiando estímulos y respuestas eléctricas en
el hipocampo de conejos anestesiados, el entonces doctorando noruego Terje Lømo consiguió por primera vez inducir eléctricamente un recuerdo artificial, haciendo que las neuronas «recordaran» los estímulos recibidos. Como investigador del laboratorio del neurofisiólogo noruego Per Andersen, de la Universidad de Oslo, Lømo, primero él solo y luego junto con su colega británico Timothy Bliss, publicó las primeras pruebas de la potenciación de larga duración. [6] El descubrimiento es el equivalente celular de la operación de adición, esencial para el funcionamiento del bioordenador que llevamos dentro del cráneo. En 1982 el neurofisiólogo japonés Masao Ito publicó la primera evidencia del fenómeno opuesto, una reducción de la fuerza sináptica obtenida con estímulos de baja frecuencia llamada «depresión de larga duración», el equivalente neural de la operación de sustracción. Desde entonces, la investigación sobre la potenciación y depresión de sinapsis se ha convertido en uno de los campos de investigación más dinámicos de la neurociencia. Al principio hubo críticas; los estímulos se realizaron con frecuencias excesivamente altas o bajas, configurando una situación muy artificial. Se argumentó que los recuerdos adquiridos de manera natural probablemente dependerían de mecanismos diferentes, pero con el paso del tiempo quedó claro que la potenciación y la depresión de las sinapsis también ocurren a frecuencias de estimulación cercanas a las observadas en el cerebro. El progreso de la investigación acabó demostrando que los mecanismos desencadenados en estos experimentos son exactamente los mismos que los utilizados por el aprendizaje «natural». [7] Si los dioses que habitan el Olimpo de la ciencia son justos, Lømo, Bliss e Ito compartirán un Premio Nobel por descubrir cómo se esculpe el panorama sináptico. Mientras llega ese día, los estudiantes apasionados por la comprensión de los mecanismos biológicos del aprendizaje tienen la oportunidad, en congresos y cursos internacionales, de beberse unas buenas cervezas con el simpático Tim Bliss, un narrador entusiasta y divertido del fundamental descubrimiento. LA ENCRIPTACIÓN DE RECUERDOS
Ya a finales de los años ochenta, Pavlides y Winson hicieron otro descubrimiento sorprendente: estímulos de frecuencias idénticas pueden causar efectos opuestos cuando se administran en diferentes fases del ritmo theta. [8] En la cresta de esta onda cerebral, cuando las neuronas están despolarizadas y, por consiguiente, son fácilmente excitables, la estimulación provoca la potenciación de las conexiones. En el valle de la onda, cuando las neuronas están hiperpolarizadas y por tanto son difícilmente excitables, la misma estimulación causa depresión de las conexiones. Desde entonces, el hallazgo ha sido replicado por otros grupos de investigación [9] y ha pasado a ser considerado un elemento central del proceso de adquisición de recuerdos (figura 13). Tal dependencia de la fase de ondas theta permite que estímulos de idéntica frecuencia produzcan efectos diametralmente opuestos, fortaleciendo o debilitando las conexiones entre las neuronas. Hoy sabemos que la adquisición de cualquier recuerdo requiere tanto del fortalecimiento como del debilitamiento selectivo de sinapsis, del aumento y disminución de las fuerzas de conexión entre subconjuntos restringidos de la malla sináptica total del cerebro humano, con muchos cientos de billones de sinapsis. También sabemos que la selección de estas sinapsis depende de la atención prestada a los estímulos, atención que es concomitante con las oscilaciones theta en el hipocampo. A partir de este descubrimiento, la melodía neural pasó a contar también con los comienzos de una armonía. Hoy en día se cree que el ritmo theta funciona como una partitura para la presencia de las notas, es decir, de los disparos neuronales y ondas cerebrales de mayor frecuencia. El ritmo theta ahoga las notas que caen al principio del compás, pero amplifica las que caen al final, de modo que su sustentación temporal crea un espacio de fases para la distribución de las notas. [10] Se trata de un mecanismo para incorporar novedades, que desplaza los recuerdos antiguos a otras fases, a otras regiones del compás. La importancia de este fenómeno para comprender la relación entre el sueño y el procesamiento de recuerdos comenzó a ser evidente cuando Gina Poe, una de las pocas voces de la neurociencia que reconoce de forma explícita la inspiración seminal de Freud en el campo, demostró por primera vez que la fase entre ritmo theta y disparos neuronales puede codificar la familiaridad de un recuerdo.
FIGURA 13. La fase del estímulo en relación con las ondas theta determina si las conexiones neuronales serán potenciadas o deprimidas. (A) Crestas y valles de las oscilaciones theta fueron detectados en tiempo real para activar la estimulación de alta frecuencia en el siguiente ciclo. (B) La estimulación en la cresta de la oscilación theta aumenta la amplitud de la respuesta y causa una potenciación de larga duración. La estimulación en el valle de la oscilación theta provoca una disminución de la amplitud de la respuesta y causa una depresión de larga duración.
La historia de Poe la convierte en otra heroína improbable de nuestra saga. Nació en Los Ángeles en el seno de una familia muy pobre y sin la presencia del padre. Dos años después, la madre se mudó a San Diego
para buscar trabajo y vivienda asequible, llevándose a Gina y a su hermano. La familia dependía de la ayuda del Gobierno, ya que en los empleos que su madre conseguía solo se pagaba el salario mínimo. Nunca fueron propietarios de un coche y solo tuvieron televisor durante un tiempo. Además, los barrios en los que vivían eran violentos. Acostumbrada a quedarse sin comer para asegurar que sus hijos se alimentasen, la madre creía firmemente que la educación era la clave para superar la pobreza. Y lo fue. A los once años la joven Gina, curiosa e inteligente, se enamoró de las actividades que proponía su profesora de ciencias y fue entonces, ya fuera diseccionando un ojo de buey o midiendo la preferencia de los colores en los invertebrados, cuando aquella niña sintió por primera vez que quería ser científica. Menos de una década después, en 1983, fue admitida en la prestigiosa Universidad de Stanford. Durante el curso de neurofisiología oyó al neurobiólogo Craig Heller explicar los pasos científicos que le llevaron a descubrir que los mamíferos no tienen termorregulación durante el sueño REM. [11] Dijo que esto hacía que fueran aún más vulnerables durante este estado, arriesgado para el organismo y, sin embargo, estrictamente necesario. Y, lo más importante, ¡aquello sucedía por razones desconocidas! Gina quedó fascinada y pensó que sería divertido descubrir algún fenómeno fundamental en una época en la que ya se sabía o parecía saberse tanto. Pero la motivación inicial se disipó cuando constató que necesitaba más dinero para pagar las tasas universitarias. Como no le exigían los créditos de este curso para graduarse, abandonó las clases e incrementó sus horas de trabajo como cocinera. Este pudo ser el final de la historia, pero por fortuna no fue así. Unos años más tarde, Gina consiguió un trabajo como ayudante de investigación en el Veterans Hospital para estudiar la actividad cerebral de los pilotos de la fuerza aérea mientras volaban a baja altitud y con una fuerza gravitatoria elevada, equivalente a muchas veces la aceleración gravitatoria experimentada en la superficie de la Tierra (9,8 m/s2). El objetivo de la investigación era determinar de forma fiable si los pilotos perdían el conocimiento, para que en los aviones pudiera activarse el piloto automático sin necesidad de una orden humana. Como parte de esta investigación, Gina asistió a una conferencia de expertos del sueño y entendió que en este campo hay multitud de cuestiones importantes sin respuesta y que en él, por lo tanto, es posible soñar a lo grande, aspirar a marcar una gran diferencia, a descubrir algo realmente importante. Pero Gina solo se dio cuenta de la ironía cuando
fue admitida de forma oficial en el programa de doctorado en neurociencia de la Universidad de California, en Los Ángeles: en Estados Unidos, una beca de doctorado está mejor retribuida que cualquier trabajo de asistente de investigación. A Gina le encantaba el doctorado y nunca miró atrás. Heredera del linaje científico de los legendarios Per Andersen, John O’Keefe y Donald Hebb, Gina era posdoctoranda en el laboratorio de Bruce McNaughton y Carol Barnes en la Universidad de Arizona cuando hizo su importante descubrimiento, publicado en el año 2000. [12] Para entenderlo, primero hay que recordar que es en la cresta de la onda theta donde las neuronas tienen más posibilidades de activarse. Como hemos visto antes, Pavlides y Winson descubrieron en 1988 que la estimulación del hipocampo en la cresta del ritmo theta produce una potenciación prolongada, mientras que la misma estimulación en el valle del ritmo theta produce una depresión de larga duración. Este descubrimiento fundamental ha sido replicado desde entonces en diferentes laboratorios. Uniendo las piezas del rompecabezas, Gina Poe formuló la hipótesis de que los nuevos recuerdos deben ser codificados en las crestas del ritmo theta, mientras que los viejos recuerdos destinados al olvido deben ser codificados en los valles del ritmo theta. Gina implantó electrodos en el hipocampo de ratas y comenzó a registrar la actividad de neuronas de lugar, cuya activación era selectiva para regiones específicas de la caja en la que se realizaba el experimento. Tras un tiempo de grabación se retiraban las paredes de la caja, lo que creaba un nuevo espacio mucho más grande. Esto provocaba el remapeo de una parte de las neuronas de lugar, que pasaban a responder de forma selectiva a los lugares del nuevo espacio. Comparando la fase de disparo de las neuronas remapeadas para nuevos lugares y de las neuronas que permanecían mapeando viejos lugares, Gina verificó la separación de fases que había predicho. Cuando un ratón visitaba el nuevo entorno, se producían disparos neuronales en el pico del ritmo theta, tanto en estado de vigilia como en el sueño REM subsiguiente. Sin embargo, cuando el mismo ratón visitaba un ambiente conocido, los disparos que sucedían en el pico durante la vigilia pasaban a ocurrir, durante el sueño REM, en el valle. Es como si el pasado ya conocido estuviera siendo representado en la fase negativa del ritmo theta, que induce una depresión sináptica de larga duración y por ello al olvido. La representación de las novedades, por otro lado, se concentraría en la fase positiva del ritmo theta, lo que
llevaría al fortalecimiento de las conexiones y, por lo tanto, de los recuerdos. Este fenómeno había sido demostrado por Pavlides y Winson usando recuerdos artificiales inducidos eléctricamente; ahora, Poe y sus mentores mostraban que ocurría en una situación mucho más realista, en la que estaban involucrados el comportamiento de exploración espontáneo del ambiente y el sueño REM que le sigue. Aunque el avance en la comprensión de los mecanismos responsables de la función cognitiva del sueño se derive principalmente de la investigación de roedores, fue la investigación en seres humanos — utilizando EEG, tomografía por emisión de positrones y resonancia magnética funcional— la que estableció por primera vez el vínculo entre aprendizaje y reverberación neuronal durante el sueño. Los neurocientíficos belgas Pierre Maquet, de la Universidad de Lieja, y Philippe Peigneux, de la Universidad Libre de Bruselas, demostraron hace casi veinte años que la actividad cerebral durante el sueño REM postaprendizaje es proporcional a la adquisición de nuevos recuerdos. [13] Esta reverberación causa aumentos locales de la oxigenación de la sangre, reflejando las necesidades metabólicas aumentadas de las neuronas involucradas en la codificación mnemónica. Otro estudio, realizado durante el sueño de ondas lentas, verificó un aumento de la potencia de las oscilaciones lentas (por debajo de cuatro ciclos por segundo) en la región cortical sometida a entrenamiento, lo que se correlacionó significativamente con el aprendizaje. [14] EN BUSCA DE LA CAUSALIDAD ENTRE APRENDIZAJE Y SUEÑO Mostrar que un fenómeno biológico es proporcional a uno psicológico no prueba que uno sea la causa del otro. Para ir más allá del estudio de correlaciones e intentar establecer una causalidad es necesario inducir o interrumpir el fenómeno biológico para verificar qué sucede con el fenómeno psicológico. La importancia causal del ritmo theta del sueño REM para el aprendizaje fue demostrada en ratones por el equipo del neurofisiólogo griego Antoine Adamantidis en las universidades de Berna y McGill. Utilizando un método para interrumpir el ritmo theta con gran precisión temporal, los investigadores demostraron que la reducción de ondas theta durante el sueño REM perjudica mucho la consolidación de los recuerdos que en un primer momento se instalan en el cerebro a través del hipocampo. [15]
En seres humanos, el equipo de Jan Born realizó experimentos clásicos que demostraban la posibilidad de aumentar el aprendizaje mediante la estimulación eléctrica del cerebro durante el sueño no REM. Utilizando pulsos eléctricos muy lentos aplicados sobre el cráneo, por debajo de un ciclo por segundo, es posible inducir oscilaciones artificiales que magnifican las ondas lentas naturales de este estado. El procedimiento literalmente amplifica la capacidad de aprender. [16] Sorprendentemente, se puede obtener un efecto similar usando estimulación auditiva en coincidencia con oscilaciones más lentas, procedimiento este que aumenta la sincronización con ondas cerebrales más rápidas [17] y, con toda probabilidad, da lugar a una gran acumulación de calcio en el interior de las neuronas corticales, favoreciendo la potenciación de larga duración y el fortalecimiento sináptico. [18] Tomados en conjunto, estos descubrimientos sugieren que la repetición de patrones de actividad neural debe ser la causa de la consolidación de los recuerdos durante el sueño. Para probar esta hipótesis y convencer así a los más escépticos, Jan Born y el neurocientífico alemán Björn Rasch tuvieron la idea de utilizar olores para reactivar recuerdos durante el sueño. La capacidad del olfato para evocar recuerdos es notoria, porque asociamos los olores con estímulos específicos. En algún momento de tu vida tienes que haber experimentado la sensación de verte sorprendido por un olor característico del pasado y de inmediato recordar eventos muy antiguos. Además, los olores son los estímulos sensoriales que menos interfieren en el sueño. Aprovechando estos hechos, los investigadores decidieron realizar experimentos en los que los participantes aprendían las posiciones espaciales de tarjetas con imágenes, como en el juego de memoria tradicional, mientras se les exponía al perfume de las rosas. Durante el sueño posterior, los participantes eran expuestos de nuevo al perfume con el fin de hacerles «recordar» subliminalmente las posiciones aprendidas, reactivándolas por asociación multisensorial. Los resultados mostraron que la reactivación de recuerdos por exposición al olor era muy efectiva cuando se realizaba durante el sueño no REM, pero no cuando se hacía durante el sueño REM, en cuyo caso presentaba niveles iguales a los de los ensayos sin olor. Este experimento clásico demostró que la reactivación de recuerdos durante el sueño no REM promueve eficazmente el aprendizaje. [19] Lorente de No no podría haber estado más equivocado en su objeción a Hebb: el
estudio de la reverberación neuronal es del máximo interés para la psicología. UNA TRAYECTORIA ESPECÍFICA EN LA MALLA NEURONAL Pero al final, ¿qué es un recuerdo? Para empezar a definir este concepto, digamos que se trata de una trayectoria específica de propagación de la actividad eléctrica a través de la malla neuronal. La activación consciente de un recuerdo es un proceso que se extiende en el espacio a través de enormes conjuntos neuronales y que se prolonga en el tiempo durante cientos de milisegundos, muy por encima de la escala de tiempo característica de la actividad de una sola neurona, que apenas es del orden de un milisegundo. Aunque un único recuerdo requiere la activación de un gran número de neuronas, está muy lejos de reclutar el cerebro entero, una vastísima matriz tridimensional compuesta por miles de millones de células, cada una de las cuales está interconectada por axones y dendritas a miles de otras neuronas. La evocación de un recuerdo es, por lo tanto, la propagación de la actividad eléctrica a través de un subconjunto muy específico y restringido de neuronas y áreas cerebrales. Para cada experiencia del pasado evocada hay una trayectoria particular de propagación eléctrica por el cerebro, que en su estado latente, no activado, representa el recuerdo de esa experiencia. Para recuerdos de procedimiento —pedalear sobre una bicicleta, practicar capoeira— los circuitos implican sobre todo el cerebelo, el córtex motor y los ganglios de la base. Para recuerdos declarativos —«¿cuál es la capital de Angola?»—, así como para recuerdos episódicos —«¿cómo fue tu viaje a Angola para investigar la capoeira?»—, es necesario un hipocampo intacto. Cada trayectoria tiene cierta probabilidad de propagación, que se transforma en cada nueva activación de recuerdos a través de mecanismos como la potenciación y la depresión de larga duración. La repetición mental de un mismo recuerdo es como un río que siempre parece igual aunque no lo es exactamente; pasa por el mismo lecho, pero nunca con la misma agua y nunca de la misma manera, especialmente en las orillas. Las trayectorias neuronales más probables corresponden a los recuerdos más reforzados, activados múltiples veces a lo largo de la vida. Cada vez que ocurre, el paso de actividad eléctrica esculpe caminos preferentes para la futura activación neural, creando el recuerdo de los eventos memorables. La actividad eléctrica circula por
estas trayectorias bajo la influencia de redes reverberantes, como el circuito hipocampo-septal que produce el ritmo theta y las conexiones de vastas porciones cerebrales con el pequeño y compacto locus ceruleus . Situado en las profundidades del sistema nervioso, este «ojo interior que todo lo ve» ejerce un control directo sobre la pupila, que se dilata en función de la atención y el esfuerzo mental, como si abriera y cerrara la ventana del alma al mundo. El locus ceruleus detecta en tiempo real todo lo que duele y todo lo que es nuevo, y difunde esa información por todo el cerebro a través de la liberación de noradrenalina. Y por la noche la ventana se cierra. El locus ceruleus disminuye su tasa de disparo hasta bajar a un nivel crítico. En ausencia de cualquier estímulo relevante, este nivel no es lo bastante alto para impedir que nos quedemos dormidos. Cuando la luz da paso a la oscuridad, la actividad eléctrica generada de forma espontánea en el interior del cerebro, amorfa y desprovista de contenido en su origen, alcanza por fin el umbral de activación de alguna trayectoria en particular, y así aparece la primera imagen onírica de la noche. El sueño comienza. Los recuerdos formados durante el día compiten ahora con todos los recuerdos anteriores. Es muy común que, ya al principio del sueño, el recuerdo del día anterior desaparezca en el torbellino de otros recuerdos reactivados. Sin embargo, aquello que fue determinante volverá, de forma inexorable. Los caminos más profundamente grabados durante la vigilia son más propensos a ser reactivados que aquellos poco labrados. Y es así, mediante la reverberación eléctrica de los recuerdos más relevantes, como se teje el banco de recuerdos llamado «inconsciente». POR VALLES Y MONTAÑAS VIAJARÉ Si el cerebro de un recién nacido fuera una topografía, sería una planicie arenosa surcada solo por recuerdos innatos del pasado filogenético. Un mínimo de software embebido en forma de hardware, lo que el niño sabe hacer desde la primera vez que lo intenta: mamar, llorar, dormir, excretar y aprender. Con este repertorio conductual, el bebé se enfrenta al mundo exterior; canaliza la actividad eléctrica a través de las vías neurales que ya posee y que se van modificando a medida que aprende a percibir y a moverse. En la metáfora topográfica, la lluvia que erosiona el terreno corresponde a la actividad eléctrica. Y así, cambiando continuamente la topografía formada por un número descomunal de sinapsis, el bebé comienza a construir su mundo interior.
Conforme adquiere experiencia, la topografía se erosiona. La formación de nuevos recuerdos va reforzando pequeños conjuntos de sinapsis específicas, muy útiles para la supervivencia, y eliminando conjuntos enormes de sinapsis menos útiles. El resultado es que con cada nuevo aprendizaje se forma un nuevo surco, y la superficie se va transformando, adquiriendo cada vez más recovecos, valles y arroyos. El contacto con la realidad, por la fuerza del agua y contra la rigidez de la piedra, va esculpiendo la topografía sináptica hasta que llegamos a ancianas o ancianos, un cañón de experiencias acumuladas unas sobre otras, un inmenso y profundo valle central rodeado de innumerables hondonadas cada vez más pequeñas, capilares conformados por la experiencia autobiográfica, como un palimpsesto de acontecimientos vividos e imaginados, un mapa mental de la vida entera hecho de experiencias superpuestas, desde el pasado más remoto que puede ser recordado hasta el futuro más lejano que uno es capaz de imaginar. En este mapa, la activación de cada diminuto surco corresponde a la evocación de un recuerdo específico. Vivencias traumáticas dejan surcos más profundos, como cabría esperar por la intensa liberación de adrenalina y noradrenalina durante el estrés agudo. La carga emocional de la experiencia aumenta la duración e intensidad del recuerdo, sobre todo cuando las emociones son negativas. Durante el sueño, a falta de estímulos externos, la actividad eléctrica generada en las profundidades del sistema nervioso alcanza vigorosamente el córtex cerebral, el hipocampo, la amígdala y varias otras regiones subcorticales, y produce vívidas experiencias oníricas. Para las personas que han experimentado eventos traumáticos, soñar da lugar a menudo al fortalecimiento de recuerdos desagradables, que equivalen a revivir la experiencia. Tal vez sea cierto que la actividad eléctrica que afecta al córtex cerebral durante el sueño es difusa, poco específica, quizá incluso aleatoria, como propuso Francis Crick. Pero eso no es suficiente para concluir que borra los recuerdos corticales como la lluvia deshace un castillo de arena en la playa. A fin de cuentas, una vez que el bombardeo de la actividad eléctrica llega al córtex cerebral y comienza a extenderse a través de sus vastas redes neuronales, la activación se propaga de acuerdo con los caminos sinápticos permitidos por las conexiones neuronales ya existentes, o, lo que es lo mismo, por la historia de esa mente. Las gotas de lluvia pueden caer de manera aleatoria sobre el valle, pero lo que determina su curso es la forma de la piedra, que nada tiene de azaroso porque refleja el pasado.
Volviendo a la comparación entre diferentes edades, el recién nacido tiene poco pasado autobiográfico, mucho pasado filogenético y todo el futuro que se pueda desear. Cualquier cosa que le suceda al bebé tiene el potencial de impactar por completo en la vida que le queda por delante. En el anciano, por otro lado, casi nada nuevo impacta. El pasado autobiográfico se ha vuelto enorme, pero el futuro es cada vez más limitado. A menudo, la edad venerable va acompañada de un amplio repertorio de recuerdos, pero también de la dificultad de adquirir otros nuevos y de interesarse por los estímulos del mundo. Nada impresiona, nada es nuevo. Hay menos sueño, menos plasticidad neural y menos cannabinoides producidos por el cerebro, fundamentales para la formación de nuevas sinapsis. [20] En la tercera edad, la piedra que queda es dura; y a menudo la mente se vuelve más rígida. Por otro lado, la vejez trae estabilidad. Cuando el repertorio de vivencias acumuladas es amplio y saludable, los ancianos se convierten en los mejores consejeros y líderes que una comunidad pueda tener, cuidando de la colectividad con equilibrio, visión panorámica y celo por el futuro, tanto inmediato como distante. Entre los kalapalos y otros grupos del Parque Indígena de Xingu, practicantes de la paz intertribal durante al menos sesenta años, «hablar como jefe» requiere estar tranquilo y discurrir sentado, mirando al suelo con humildad y profiriendo las repeticiones correctas de palabras que apaciguan y aseguran la paz y el respeto entre los familiares. [21]
11 Genes y memes ¿Qué son las palabras, las ideas, los pensamientos, los conceptos? A pesar de las muchas diferencias, lo que une a estos términos es el hecho de que todos son recuerdos. Todo lo que percibimos y hacemos causa alteraciones en los circuitos neuronales que median el encuentro con el mundo, construyendo asociaciones a través de la experiencia, en un juego reiterado de impresionar e impresionarse. Cualquier persona anciana o que viva cerca de un anciano sabe que sus recuerdos tienen que ver mucho más con los hechos de la juventud que con el pasado reciente. Puede que hayas oído relatos de la infancia de tus bisabuelos, cosas que vieron u oyeron, conversaciones memorables que mantuvieron con personas extraordinarias que dijeron frases inolvidables, y que ahora transmiten a los bisnietos como joyas de la familia. ¿Cómo es posible recordar tan minuciosamente la propia infancia, con tanta intensidad y riqueza de detalles, incluso después de transcurridas varias décadas? Y algo aún más increíble: ¿cómo es posible que el niño también pase a «recordar» estos acontecimientos, casi como si los hubiera vivido en su propia piel? La reverberación de la actividad neuronal es una explicación satisfactoria para la adquisición y retención inicial de recuerdos, pero resulta a todas luces insuficiente para explicar la persistencia de un recuerdo durante días, años, décadas o toda la vida. No es difícil entender por qué sería algo absurdo. Imagínate lo que ocurriría si la retención de recuerdos durante largos periodos de tiempo requiriera que permanecieran continuamente en estado activo, reverberando de manera incesante por el cerebro, todos vivos y entrelazados, explosivamente numerosos y progresivamente en conflicto a medida que la vida fuera tomando sus curvas, dando giros y haciendo paradas ocasionales… En este escenario catastrófico sufriríamos una profunda confusión mental, similar a la experimentada por el personaje Ireneo Funes, de Jorge Luis Borges. El narrador describe a un joven inteligente y excéntrico que, a causa de un accidente de caballo, pasa a tener una
memoria completa de todos los hechos vividos. El prodigio, sin embargo, lo vuelve incapaz de distinguir entre los acontecimientos relevantes y las trivialidades cotidianas. Al adquirir una memoria absoluta, Funes se convierte en un perfecto idiota. Por fortuna, nuestra mente no funciona así. Normalmente tenemos facilidad para evocar recuerdos específicos, siempre y cuando todos los demás estén desactivados, fuera de la mente, por así decirlo. Las razones para esto son fáciles de intuir: así como dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar en el espacio sin causar deformaciones y roturas, dos recuerdos no pueden ser activados a la vez por la atención sin perder su identidad. Los recuerdos interfieren entre sí y, en cada momento, es necesario que uno predomine en la conciencia, para que el pensamiento pasee por allí. Además, somos muy buenos olvidando casi todo lo que no importa para nuestra supervivencia y comodidad, porque nuestra atención selectiva solo almacena los recuerdos a los que atribuimos un valor adaptativo. Si bien es crucial que recuerdes los detalles de la primera cena romántica con tu media naranja, el menú del almuerzo tres días después de esa cena es sin duda un archivo borrado en tu mente. ¿De qué manera el cerebro distingue entre qué recuerdos almacenar y cuáles borrar? ¿Cómo es posible mantener tantos recuerdos en estado inactivo? RECUERDOS ACTIVOS ORIGINAN RECUERDOS LATENTES La solución del enigma la brindó el propio Donald Hebb cuando propuso que la consolidación de los recuerdos a largo plazo se produce en dos etapas consecutivas. En la primera, la información es capturada de inmediato por el sistema nervioso como reverberación eléctrica, creando una impresión instantánea pero fugaz del pasado reciente. Esta reverberación decae en pocos minutos, pero desencadena mecanismos moleculares que acaban dando lugar a modificaciones en la composición química y luego en la forma misma de las sinapsis. Esta segunda etapa implica iones que atraviesan membranas, el acoplamiento de proteínas entre sí, la activación de genes y la formación de nuevas proteínas en un «efecto dominó» molecular que acontece durante los segundos, minutos y horas que siguen a la adquisición inicial del recuerdo, hasta desembocar en la remodelación de una gran cantidad de sinapsis.
Es el proceso de creación, eliminación y modificación de sinapsis lo que permite el almacenamiento a largo plazo de un recuerdo, la conversión en perenne de una representación que ya no corresponde al funcionamiento activo de una red neuronal, sino a un patrón latente de conexiones sinápticas inactivas. Días, meses o años después de la adquisición del recuerdo, cuando se activa una parte de estas conexiones, la actividad eléctrica se propaga a través de la red neuronal a través de las conexiones más fuertes y el recuerdo es evocado de nuevo. Al ser capaz de guardar viejos recuerdos en forma inactiva, el cerebro puede almacenar un inmenso repertorio de ellos sin riesgo de confusión. No nos confundimos como Funes porque a cada instante conseguimos no recordar casi nada. Las historias que transmitimos, los pensamientos que se difunden, las ideas que influyen en los demás y se reproducen socialmente dependen tan solo de su capacidad de perdurar en nuestra mente. El biólogo británico Richard Dawkins llamó «meme» a estas memorias colonizadoras, expresadas como comportamientos —palabras y gestos — capaces de impresionar a otras personas y promover que se compartan las mismas ideas. El nombre evoca otra unidad replicante mejor comprendida, el gen. Aunque manifiestamente imprecisa, esta famosa analogía es sustanciosa, porque sin genes simplemente no habría memes. Para entender cómo se produce la remodelación sináptica que perpetúa los recuerdos, primero es necesario saber que todas las células del cuerpo tienen el mismo conjunto de genes en sus núcleos. Las distinciones entre los diferentes tipos de células, así como las modificaciones de cada célula a lo largo del tiempo, dependen de los cambios en los subconjuntos de genes que, en cada momento, se utilizan para sintetizar proteínas en el interior de cada célula específica. La similitud entre genomas y bibliotecas ayuda a comprender este fenómeno. Supongamos que cada biblioteca pública del planeta es el genoma de una célula y que cada gen dentro de cada célula es un libro. Para completar el argumento, digamos también que los fondos de las bibliotecas son todos iguales. Al entrar en una de estas bibliotecas, comprobarás que solo una pequeña fracción de los libros de la colección está en préstamo para su lectura. Lo mismo ocurrirá en otras bibliotecas, pero el repertorio de libros realmente leídos será diferente en cada caso y variará con el paso del tiempo, es decir, será dinámico para cada biblioteca. De los libros más populares habrá varios ejemplares que podrán ser leídos a la vez
por diferentes lectores. Además, cada volumen puede ser leído varias veces por diferentes lectores, siempre y cuando sea de forma sucesiva. Ten en cuenta que, aunque cada biblioteca tenga una colección estrictamente idéntica a las demás, los temas leídos en cada una de ellas pueden ser del todo diferentes. Algunos libros esenciales serán leídos en todas las bibliotecas, pero la mayor parte de la colección solo será leída en determinadas bibliotecas y en ciertas ocasiones. En algunas bibliotecas los ejemplares más leídos serán de filosofía, en otras los preferidos serán los de arte y en otras los de biología. En cada una de ellos, en cada momento, estará activo un repertorio de libros muy específico. Dentro de un mismo cuerpo, las células del cerebro, del corazón y del hígado tienen los mismos genes, pero expresan diferentes subconjuntos de ellos, lo que genera distintos repertorios de proteínas que hacen que cada tipo de célula sea diferente. En la célula, cada gen hecho de ADN equivale a un libro específico, y la molécula llamada «ARNpolimerasa» corresponde a un lector del libro. Cada libro leído da lugar a la fabricación de una copia complementaria del gen, en la forma de ARN mensajero. Esto, a su vez, guía la fabricación de una proteína capaz de participar eficazmente en las funciones celulares, en una nueva lectura en la que la información codificada por el ARN mensajero se traduce en la secuencia de aminoácidos que componen la proteína. La lectura completa de un libro corresponde a la expresión de un gen en particular. Traducido de la jerga científica, esto viene a significar que el contenido del libro se expresa solo cuando es leído. GENES INMEDIATOS Y CICLO SUEÑO-VIGILIA Cuando una neurona se compromete en la codificación de un nuevo recuerdo, se activan rápidamente genes que codifican proteínas capaces de remodelar sinapsis. Los primeros genes implicados en este proceso, pocos minutos después del comienzo de la reverberación eléctrica, se denominan «genes inmediatos». La expresión de un repertorio específico de estos genes es esencial para que la reverberación eléctrica cause modificaciones sinápticas algún tiempo después. Los genes inmediatos fueron descubiertos a finales de la década de los ochenta y pronto quedó claro que son cruciales para el aprendizaje. En vista del papel del sueño en la consolidación de recuerdos a largo plazo, el descubrimiento de estos genes apuntaba claramente a una
hipótesis: el sueño debería ser capaz de inducir su activación, provocando un fortalecimiento sináptico. La primera prueba de esta hipótesis la realizó un equipo italiano de la Universidad de Pisa, que comparó, en el cerebro de roedores, los niveles de proteínas codificadas por genes inmediatos después de largos periodos de sueño o de vigilia. Sorprendentemente, los entonces estudiantes de doctorado Chiara Cirelli y Giulio Tononi verificaron que la expresión de genes inmediatos no se activaba, sino que se inhibía durante el sueño. [1] Esta inhibición interrumpía la secuencia lógica que conectaba la reverberación neuronal con los efectos mnemónicos del sueño y creaba así una innegable paradoja. NARCOLÉPTICO EN NUEVA YORK Este fue el contexto científico que encontré al iniciar el doctorado, algo que sucedió bajo la influencia de una circunstancia personal peculiar. Debido a un retraso de seis meses, necesario para completar mi maestría en Brasil, llegué a Nueva York en pleno invierno, en enero de 1995. Frente a la imponente puerta del número 1.230 de la York Avenue, con dos pesadas maletas y todas las expectativas del mundo, contemplé las calles cubiertas por la nieve que caía y pensé que nada sería como antes. No podía imaginarme hasta qué punto estaba en lo cierto. Me identifiqué, rellené papeles, recibí las llaves y arrastré el equipaje hasta uno de los apartamentos que la Universidad Rockefeller ofrecía a los estudiantes a un precio reducido y que ahora era mi hogar. Abrí la carpeta que había recibido y leí en la agenda de clases que acababa de empezar un seminario de discusión de artículos que reunía a mis compañeros de clase. Salí corriendo y, después de una travesía errática, entré en una gran sala en la que algunas personas comían pizza. Eran mis nuevos colegas, que discutían minuciosamente el artículo científico seleccionado para ese día. Ni siquiera tuve tiempo de sentirme aliviado de empezar por fin el doctorado, porque pasó algo muy extraño: no entendía nada de lo que decían. Era como si hablaran bajo el agua; solo percibía sonidos vagamente familiares que no formaban palabras conocidas. De repente había perdido la capacidad de entender el inglés, idioma que hasta entonces leía y comprendía bien.
No se trataba solo de que no consiguiera seguir la discusión por ignorar mecanismos moleculares recientes, sobre los que estaba desactualizado. Eso era cierto, pero el asunto era mucho más serio. Había perdido súbitamente la capacidad de entender en inglés incluso las palabras más comunes, al ser pronunciadas por esas personas en aquella mesa. La situación empeoró cuando empecé a sentir un sueño abrumador, una fuerte necesidad de cerrar los ojos y desconectar por completo. Con mucho esfuerzo, resistí hasta el final. Me arrastré hasta el apartamento y dormí como un tronco. Cuando finalmente logré despertarme, evalué alarmado la situación, pero luego me convencí de que no tardaría en adaptarme. Nunca podría haber imaginado que aquel colapso mental duraría no solo unos pocos días, sino todo el invierno. Simplemente me acosté y cedí al agotamiento. Dormí y soñé, me desperté y volví a dormir y soñé. Y soñé y soñé. En esas noches frías y blancas, interrumpidas solo por las sirenas de las ambulancias, entré en un periodo insólito de oscuridad, sueño y sueños. Los días eran cortos, las nubes bloqueaban los rayos del sol, el mundo exterior era extraño y hostil. Hecho un ovillo bajo mi cómodo edredón, llegué a dormir dieciséis horas al día, marcadas por sueños intensos y vívidos que retrataban Nueva York, la universidad y las nuevas personas con las que ahora trataba de interactuar. Si mi vida onírica era agitada, en la vida despierta todo parecía encaminarse hacia el desastre. Seguía sin entender casi nada de lo que la gente decía y no lograba hacer amigos. Para complicar las cosas, mis intentos de aparentar eficiencia en el laboratorio del neurocientífico argentino Fernando Nottebohm, al que me había unido, terminaban de forma sistemática con mis embarazosos ronquidos en el sofá de la sala de reuniones. Nottebohm es uno de los líderes mundiales en el estudio de los mecanismos cerebrales del canto de los pájaros y yo tenía muchas ganas de aprender sobre el asunto, pero todo me hacía bostezar y nada me mantenía alerta. Era como si el cuerpo estuviera saboteando mi carrera científica. Durante todo el mes de enero resistí y luché contra la somnolencia, pero después la ansiedad y el cansancio dieron paso a una dulce rendición. Cuando llegó febrero, en el profundo silencio de la nieve, me rendí por completo y fui devorado por el mundo de Morfeo. Lo único que quería era dormir hasta el infinito. Incluso dejé de intentar ir al laboratorio para no perjudicar aún más mi incipiente reputación. Solo salía de casa para comprar víveres y asistir a clase. El resto del tiempo me quedaba en mi apartamento echando largas siestas intercaladas con
la lectura de artículos científicos. Durante este periodo comencé a soñar en inglés y mis sueños se volvieron aún más intensos, representando tramas épicas a través de calles sobrenaturalmente desiertas de Nueva York en las mañanas soleadas y gélidas de un domingo infinito. Incluso tuve sueños en los que me percibía consciente y conseguía cambiar la trama onírica a voluntad. En estos sueños aparecía una espadachina adversaria que buscaba el combate y yo presentía que podía morir. Y entonces, tal como vino, de repente la somnolencia desapareció. Se acabaron los sueños majestuosos y recuperé las ganas de estar despierto. Empecé a salir de la madriguera. A principios de abril, cuando los días se alargaron y los tulipanes florecían por todo el campus, me di cuenta de la metamorfosis cognitiva que había sufrido. Ahora entendía casi todo lo que leía, hablaba con desenvoltura y había empezado a formar un grupo de amigos muy especial que cultivo con cariño desde entonces. La mejor novedad de esa primavera de adaptación fue que se resolvieron las dificultades en el laboratorio. Guiado por el neurocientífico brasileño Claudio Mello, especialista en genes inmediatos y entonces profesor asistente en el laboratorio de Nottebohm, comencé a realizar experimentos exitosos sobre la representación cerebral del canto de los canarios. Claudio fue el primero en demostrar que los estímulos naturales causan la expresión de genes inmediatos, que solo había sido descrita en cultivos celulares mantenidos bajo condiciones controladas de laboratorio o en cerebros de animales sujetos a convulsiones inducidas farmacológicamente. El descubrimiento de que, en el sistema nervioso de los animales, los genes inmediatos se activan durante la ejecución de comportamientos que realmente ocurren en la naturaleza llevó este ámbito de investigación mucho más allá de los tubos de ensayo, hacia organismos enteros en libre realización de comportamientos complejos y ecológicamente relevantes. Claudio fue un mentor maravilloso, y juntos publicamos varios estudios sobre la expresión de genes inmediatos como indicadora de actividad neuronal en el cerebro de los pájaros cantores. Generoso, libertario y simpáticamente gruñón, Nottebohm nos permitió seguir con absoluta autonomía este camino en su laboratorio. La historia bien podría haber ido por ese camino —y este habría sido un libro sobre la comunicación vocal en los pájaros— si el extraño fenómeno que había experimentado, la increíble somnolencia onírica que me secuestró en esos primeros meses de mi doctorado, no me hubiera dejado profundamente intrigado. Como científico, no pude
evitar sentirme fascinado por esa secuencia de acontecimientos desde que llegué a Nueva York, por el fracaso cognitivo con excesiva somnolencia y una actividad onírica exacerbada durante todo el invierno seguida de una impresionante y repentina adaptación lingüística, intelectual y social en primavera. Por supuesto, el aumento progresivo de la duración del día tuvo que ver con el fin de la somnolencia. En cuanto a su comienzo, en la ventisca de principios de enero, el misterio era mayor. Aunque al principio me pareció un autosabotaje infeliz y vergonzoso, capaz de anular todas mis fuerzas cuando más las necesitaba, el sueño resultó ser un poderoso procesador de novedades, benigno y ciertamente deseable. Al dejarme llevar por el trabajo interno del sueño y ceder de verdad al procesamiento offline de los recuerdos, de alguna manera logré superar las enormes dificultades iniciales, que se debían tanto al estrés de la nueva situación como a la disminución invernal de las horas de luz natural. Personalmente intrigado por lo que me había pasado, tomé la decisión de comprender los mecanismos de ese proceso de adaptación. Cuando leí en un importante libro de texto de neurociencia que la ciencia sabía mucho sobre las causas del dormir pero nada sobre sus consecuencias, me di cuenta de que este era un tema de investigación realmente importante. Después de todo, las cosas más interesantes son aquellas sobre las que no se sabe casi nada. Fui tras el «casi». En la esquina de la calle Doce con Broadway, en la laberíntica librería de segunda mano Strand, compré por cinco dólares una selección de las obras de Freud. La lectura de La interpretación de los sueños me llenó de ideas para llevar a cabo experimentos sobre la relación entre sueño y aprendizaje. Al mismo tiempo, descubrí en la antigua biblioteca de la universidad las numerosas publicaciones aparecidas desde finales de los años sesenta que demostraban que la privación de sueño causa déficits de memoria en roedores. [2] Pronto descubrí también que en el mismo edificio del laboratorio de Nottebohm, descendiendo una planta por las silenciosas y amplias escaleras del antiguo Smith Hall, había un laboratorio con tradición de investigación sobre el sueño de las ratas. Era nada más y nada menos que el antiguo laboratorio de Lorente de No, todo revestido de cobre, heredado después por Jonathan Winson, y que ahora, tras su jubilación, estaba bajo la responsabilidad de Constantine Pavlides, Gus para los amigos.
DESOLADO EN NUEVA YORK Gus Pavlides nació en Skalochori, un pequeño pueblo del norte de Grecia, en la Macedonia occidental, a solo cien kilómetros del monte Olimpo y de Veria. Cuando era niño, en los años sesenta, allí no había electricidad, ni carreteras pavimentadas, ni agua corriente. El pueblo estaba habitado por unas doscientas personas, pero hoy en día este número no pasa de cien en verano y de veinte en invierno. La única escuela primaria que había cerró recientemente y en el edificio se abrió un café. Alrededor de los cuatro años, Pavlides comenzó a ir a la escuela con su hermana. Le encantó. Fue un periodo mágico de descubrimientos supervisados por su abuela, convencida de que ese niño era un regalo de Dios para el mundo, algo que repetía todos los días a quien quisiera escucharla. Durante el inicio de su juventud, Pavlides vivió en un radio de veinte kilómetros de su pueblo, cerca de la naturaleza, del amor y de Zeus. Pero entonces, a principios de los años setenta, el idilio terminó. A la edad de doce años, Pavlides tuvo que emigrar a Nueva York con su madre y sus hermanas para reunirse con su padre, que llevaba ya allí diez años trabajando con la esperanza de hacer fortuna y regresar a Grecia, lo que nunca sucedió. La abuela permaneció en Skalochori y murió poco después, lo que dejó desconsolado a su nieto. La llegada a Nueva York fue una conmoción para ese chico extremadamente tímido y desconocedor de la lengua inglesa. La familia alquiló un apartamento cerca de Fort Tryon Park, en el extremo norte de la isla de Manhattan, donde estaba floreciendo un barrio griego. Pavlides comenzó a aprender inglés con mucha dificultad y le iba mal en los estudios, excepto en matemáticas. En momentos de tristeza, en busca de consuelo, visitó muchas veces los magníficos claustros medievales reconstruidos en el parque. Un día, el director del colegio convocó a sus padres a una reunión. El encuentro del director escocés con su madre, que solo hablaba griego, y su padre, que chapurreaba el inglés, habría sido cómico si no hubiera sido trágico. Pidiendo a Pavlides que tradujera sus palabras a sus padres, el director dijo que no se podía hacer nada; el niño era un caso perdido. En palabras suyas, «ni siquiera podrá trabajar de barrendero, porque el Departamento de Sanidad de la ciudad de Nueva York exige un diploma de enseñanza secundaria, algo que evidentemente no logrará obtener». Fue un golpe muy duro, pero también el impulso para el éxito
de Pavlides. De alguna manera, necesitó probar que el director estaba equivocado. En la secundaria, todo empezó a mejorar. Además de aprobar un examen para incorporarse a una clase avanzada, Pavlides se unió al equipo de tenis, en el que demostró un gran rendimiento. Ganó el torneo regional de tenis de Nueva York y al año siguiente fue admitido en el programa de arquitectura del City College. Comenzó el curso entusiasmado, pero el primer contacto con los profesores fue un jarro de agua fría. Él quería construir rascacielos, pero los profesores dijeron que los mejores de la clase serían como máximo delineantes. Pavlides perdió el interés, pasó al curso de psicología y después de algunas clases decidió entrar en un laboratorio de neuropsicología donde se investigaba la estimulación intracraneal. Se quedó fascinado con el grado de control que el cerebro puede ejercer sobre el comportamiento, y poco después obtuvo un empleo como técnico de Neil Miller, uno de los padres vivos de la investigación sobre el aprendizaje y la memoria. Fue en el laboratorio de Miller donde Pavlides conoció a Jonathan Winson, entonces profundamente enfrascado en la investigación del sueño y la memoria. Este periodo fue crucial para la formación de Pavlides, que almorzaba regularmente con los dos grandes científicos, algo que nunca dejó de impresionarle. En una de las vibrantes discusiones que caracterizaban a estos almuerzos surgió la idea de utilizar las propiedades de las neuronas de lugar del hipocampo para investigar el sueño, un verdadero «huevo de Colón» que permitió a Winson obtener los impresionantes resultados descritos en el capítulo 10. UN INTERCAMBIO JUSTO Seis años más tarde, animado por la lectura de los artículos de Winson, busqué al viejo maestro para aprender a dirigir experimentos sobre el sueño y el aprendizaje. Ya estaba jubilado y me remitió a su antiguo alumno Pavlides, ahora ascendido al cuerpo docente. Llamé a la puerta de su clase, donde me recibió al instante. En diez minutos le expliqué que pretendía utilizar las mismas técnicas empleadas en la investigación del canto de los canarios para estudiar si el sueño inducía a la expresión de genes inmediatos en el cerebro de los ratones. En esta primera conversación, Pavlides se mostró exactamente como lo ha hecho desde entonces en todos nuestros encuentros, práctico y positivo: «Empiezas mañana».
Por supuesto, no sabía que su rapidez para aceptarme en el laboratorio tenía que ver con una visión onírica que había tenido poco antes. En aquellos meses Pavlides utilizaba una técnica desarrollada en los años ochenta para marcar radiactivamente regiones del hipocampo activadas por diversos estímulos. En un sueño, Pavlides visualizó que las neuronas de lugar del hipocampo se organizan en aglomeraciones responsivas a una misma posición del espacio. Pero el método radiactivo demostró ser poco sensible para obtener una prueba convincente de esta hipótesis. Se necesitaba un marcador producido por el propio cerebro, rápido y mucho más sensible, como… ¡los genes inmediatos! Sin saberlo, le propuse llevar a su laboratorio justo lo que necesitaba. El intercambio fue muy justo, porque me preparó con atención y me dio acceso a su laboratorio. Me lancé de cabeza y pronto aprendí a hacer electrodos y a implantarlos en el hipocampo de las ratas para controlar con precisión las diferentes fases del ciclo sueño-vigilia. Paralelamente, aprendí con Mello la técnica para determinar los niveles de expresión de genes inmediatos. Durante tres meses trabajé con ahínco para probar la hipótesis de que el sueño REM aumentaría su expresión. El resultado no pudo ser más frustrante: verificamos que el sueño disminuye la expresión de los genes inmediatos. Repetí y volví a repetir los experimentos durante meses; no podía creer lo que veía. Eran esencialmente los mismos resultados ya publicados por los italianos, aunque yo todavía no conocía sus publicaciones. Vivíamos en la infancia de internet, que acabó por volver algo trivial la búsqueda en bases de datos electrónicas para encontrar artículos científicos relevantes. De resultas de este fallo de cribado bibliográfico, durante más de un año intenté sin éxito obtener un resultado que, según las publicaciones existentes en aquel momento, era imposible. Cuando por fin encontré esos artículos, tuve la extraña sensación de que aquello era cierto, pero que no podía ser toda la verdad. Faltaba una pieza importante del rompecabezas. Estaba atascado y tenía que encontrar una salida. DESENTRAÑANDO LA PARADOJA Entonces, una lluviosa tarde de abril, rebuscando en los sótanos de la biblioteca de la universidad, encontré una curiosa analogía propuesta por otro grupo italiano, una idea que parecía capaz de desatar el nudo y desenredar el ovillo. Antonio Giuditta y sus colaboradores de la
Universidad de Nápoles Federico II afirmaban que el sueño es a los nuevos recuerdos lo que la digestión a la comida. [3] Según esta visión, para entender cómo el sistema nervioso dormido facilita el aprendizaje, primero sería necesario comparar lo que ocurre en el sueño de ondas lentas y en el sueño REM, que en la analogía con la digestión de recuerdos corresponden al estómago y al intestino. Pero, sin comida, las funciones de estos órganos del sistema gastrointestinal no se diferencian entre sí; por ello también sería necesario comparar lo que sucede con o sin alimentos, es decir, con o sin nueva información. Inspirado por la hipótesis secuencial de Giuditta, realicé nuevos experimentos para medir los niveles de activación de genes inmediatos a lo largo del ciclo sueño-vigilia, pero esta vez comparando ratas expuestas a un nuevo ambiente durante algunas horas antes de que durmieran con ratas de control, no expuestas a ninguna nueva información o actividad. Además, en lugar de estudiar periodos de varias horas de sueño que contienen todas las fases mezcladas, como hicieron Cirelli y Tononi, decidí analizar episodios específicos de cada fase del sueño, separando cuidadosamente el sueño de ondas lentas del sueño REM. Los resultados nos hicieron vibrar; mientras que los animales no expuestos al nuevo ambiente presentaron una baja expresión de genes inmediatos durante ambas fases del sueño, en los animales previamente estimulados la expresión de genes inmediatos mostró un mismo perfil tanto en el córtex cerebral como en el hipocampo: caída en el sueño de ondas lentas, pero aumento en el sueño REM. Este resultado mostró que la activación de los genes inmediatos puede ocurrir durante el sueño siempre y cuando exista una exposición previa a nuevos estímulos. Fue una evidencia directa en favor de la hipótesis secuencial de Giuditta y, al revelar el efecto de la experiencia de la vigilia en la expresión génica del sueño, también la primera evidencia molecular de los restos diurnos freudianos. La paradoja parecía por fin resuelta. LA TEORÍA DE LA HOMEOSTASIS SINÁPTICA Sin embargo, la asociación del concepto freudiano de «resto diurno» con algunos de los mecanismos más fundamentales de la biología celular no se produjo sin controversia. A mediados de los años noventa, Tononi y Cirelli se trasladaron a Estados Unidos para dirigir
laboratorios en la Universidad de Wisconsin-Madison. Estaban convencidos de que la caída en la expresión de los genes inmediatos durante el sueño era un fenómeno importante. Durante los años siguientes, realizaron varios estudios que confirmaron y generalizaron sus hallazgos originales, a escala tanto molecular [4] como electrofisiológica [5] y morfológica. [6] Por alguna razón, no buscaron estudiar episodios específicos de sueño de ondas lentas o de sueño REM, sino que optaron por analizar el resultado de largos periodos de sueño que incluyeran ambas fases. Tampoco utilizaron la exposición previa a nuevos estímulos. Bajo tales restricciones, los resultados obtenidos por sus laboratorios se fueron acumulando siempre en la misma dirección, y ello los llevó a proponer una teoría que llegaría a ser extremadamente influyente. La base de esta teoría fue el descubrimiento, hecho por la bióloga italiana Gina Turrigiano, de que las sinapsis inactivadas durante largos periodos tienden a fortalecerse. [7] Para entender este hallazgo, primero es necesario tener en cuenta que son las sinapsis —tanto de contacto químico como de contacto eléctrico— las que permiten transmitir actividad eléctrica de una célula a otra. Las sinapsis eléctricas son conexiones directas entre las membranas de dos células que permiten el libre paso de iones y, por lo tanto, transmiten la información casi instantáneamente. Las sinapsis químicas son más lentas porque consisten en pequeñas protuberancias de la membrana celular, tan cerca de las de otras células que permiten el contacto químico con ellas. Esto ocurre a través de la liberación y difusión de pequeñas vesículas, verdaderas nanoburbujas que contienen las moléculas neurotransmisoras glutamato, GABA, noradrenalina, serotonina, acetilcolina y dopamina, entre otras. Las sinapsis químicas pueden tener una eficiencia (fuerza) alta o baja dependiendo de su tamaño y composición molecular. En realidad, hay un continuo de valores posibles para la fuerza de una sinapsis, que va desde la mínima hasta la máxima eficiencia de transmisión. Gina Turrigiano realizó su sorprendente descubrimiento al investigar la fuerza de sinapsis químicas después de inhibir farmacológicamente la actividad eléctrica durante 48 horas. Para gran sorpresa de la investigadora, la larga inhibición de la actividad neuronal había fortalecido las sinapsis. Experimentos posteriores demostraron que después del tratamiento las neuronas disparaban mucho más, volviéndose más excitables. Turrigiano llamó a este fenómeno «homeostasis sináptica», sirviéndose para ello de un sustantivo cuyas
raíces griegas significan «semejantes» (homoios ) y «estático» (estasis ), usado en biología con el sentido de «retorno al equilibrio». Tononi y Cirelli tomaron prestada la noción de «homeostasis» para plantear la hipótesis de que la alternancia entre vigilia y sueño daría por resultado un ciclo de fortalecimiento y debilitamiento de las sinapsis, respectivamente. [8] Esta teoría postula que los beneficios cognitivos de quedarse dormido se derivan del debilitamiento generalizado de las sinapsis durante el sueño, lo que llevaría al olvido de los recuerdos más débiles y daría ventaja comparativa a los más fuertes. A lo largo de dos décadas, la teoría de la homeostasis sináptica se ha difundido ampliamente; quienes la propusieron se volvieron cada vez más influyentes en la investigación del sueño y la memoria, publicaron en las revistas científicas más relevantes y conquistaron las páginas de The New York Times . Era una teoría muy atractiva, sencilla y general al mismo tiempo: el sueño nos hace olvidar lo que no importa y da relevancia a lo que es importante. El cerebro se «calentaría» de día y se «enfriaría» de noche. Esta teoría explica en potencia tanto el debilitamiento como el fortalecimiento de recuerdos, pero no ofrece mecanismos para explicar la reestructuración de recuerdos capaz de crear nuevas ideas (que será tratada en detalle en el siguiente capítulo). Además, la teoría se apoya en medidas neuronales obtenidas después de largos periodos de sueño sin diferenciar entre el sueño de ondas lentas y el sueño REM. El resultado es una alta prevalencia del sueño de ondas lentas, que lleva a la teoría a descuidar por completo el papel del sueño REM. Las teorías incompletas son la esencia misma de la ciencia, pero en el caso de la teoría de la homeostasis sináptica su falta de conclusión se perpetuó voluntariamente. Durante dos décadas, las publicaciones de Tononi y Cirelli ignoraron de forma sistemática las pruebas divergentes obtenidas por diferentes laboratorios de Estados Unidos, Francia y Brasil. Estas evidencias no contradecían la homeostasis sináptica, sino que demostraban que esta solo era la punta del iceberg, ya que se había observado en animales en una situación muy particular, con predominio del sueño de ondas lentas (en detrimento del sueño REM) y falta de nuevos estímulos o de aprendizaje de tareas antes del sueño. LA TEORÍA DEL TALLADO DE RECUERDOS
En varios laboratorios (incluido el mío), cuando se investigó el sueño REM en animales previamente expuestos a la novedad o al entrenamiento, observamos de forma invariable la activación de mecanismos de fortalecimiento sináptico durante el sueño, tales como la activación de la expresión de genes inmediatos. En lugar de la excesiva simplicidad del modelo de homeostasis sináptica, con fortalecimiento sináptico solo durante la vigilia y debilitamiento sináptico exclusivamente durante el sueño, verificamos, en situaciones de aprendizaje más realistas, un proceso de mayor complejidad, caracterizado por el fortalecimiento y el debilitamiento de conjuntos complementarios de sinapsis tanto en la vigilia como en el sueño. Llamé a este proceso «tallado de recuerdos», en alusión a la creación de altorrelieves y bajorrelieves mediante la talla de la madera. [9] La teoría parte del principio de que la adquisición de un nuevo recuerdo requiere que ciertas sinapsis se fortalezcan y otras se debiliten, mientras que la inmensa mayoría de las sinapsis permanecen como están, sin ninguna transformación. Durante el sueño postaprendizaje, las conexiones más fuertes se fortalecerían aún más, mientras que las más débiles se debilitarían. Se obtuvieron pruebas directas e indirectas de este fenómeno en animales tan distintos como ratas, gatos y moscas, y tanto durante el desarrollo de individuos jóvenes como en el aprendizaje de animales adultos. [10] Aun así, a lo largo de quince años, los defensores de la homeostasis sináptica continuaron dominando el campo sin admitir que existían problemas en la hipótesis, anomalías no explicadas o teorías alternativas. La controversia llegó a su fin en 2014. En enero, en un artículo de revisión de la bibliografía sobre el sueño y el aprendizaje, Tononi y Cirelli admitieron por primera vez que había cierta disensión. [11] Reconocieron evidencias que habían ignorado y artículos que nunca antes habían mencionado, y afirmaron que la realidad era más compleja de lo que su teoría había previsto. A buena hora. Apenas cinco meses después, investigadores de la Universidad de Nueva York, liderados por el biólogo chino Wenbiao Gan, publicaron en la prestigiosa revista Science la demostración inequívoca del fortalecimiento sináptico durante el sueño en una región cerebral sometida a aprendizaje. Utilizando una sofisticada técnica de microscopía en ratones genéticamente modificados para tener neuronas fluorescentes, Gan y su equipo pudieron visualizar y medir el aumento del número de sinapsis resultado del sueño postaprendizaje. Entrenaron a los animales para que caminaran hacia delante o hacia atrás en un cilindro giratorio, lo que
provocaba fuertes cambios sinápticos en el córtex motor, región requerida para la realización de movimientos voluntarios. Mediante imágenes de antes y después del sueño postaprendizaje, los investigadores demostraron que el hecho de dormir está asociado con la formación de nuevas sinapsis. Gan y su equipo atribuyeron el aumento del número de conexiones al sueño de ondas lentas, ya que los animales privados de sueño REM también presentaron el efecto. [12] Sin embargo, hay razones para sospechar que incluso pequeñas cantidades de sueño REM son suficientes para fortalecer las sinapsis preexistentes, de igual forma que la alimentación, para permitir la vida, no necesita ser diaria sino solo intermitente. Después de todo, en los roedores se verifica que un solo episodio corto de sueño REM, con una duración inferior a treinta segundos, es tan efectivo para modular la expresión de genes inmediatos como un episodio largo, de varios minutos de duración. La expresión de genes inmediatos en respuesta a varios estímulos es al principio muy robusta, pero cae rápidamente con el tiempo. Además, en reptiles y aves, los episodios de sueño REM no sobrepasan algunos segundos. Al considerar estos hechos, surge la hipótesis de que la función más antigua del sueño REM debió de ser detonar la expresión de genes inmediatos poco después del sueño de ondas lentas. Esta expresión rápida y breve, que con toda probabilidad comenzó a evolucionar hace cientos de millones de años en un ancestro común a todos los vertebrados terrestres, tiene el efecto de «tomar una fotografía» del momento, perpetuando las nuevas conexiones sinápticas formadas entre las neuronas. La remodelación sináptica inducida por el sueño REM transforma un patrón de actividad eléctrica en los circuitos neuronales —un recuerdo activo— en un nuevo patrón de sinapsis entre células — un recuerdo latente—. En perspectiva, la función principal de la regulación de genes que ocurre durante el sueño REM sería la transformación de recuerdos activos y a corto plazo en recuerdos latentes a largo plazo, capaces no solo de perdurar en ese cerebro sino de difundirse por otros cerebros como memes: representaciones de personas, lugares, eventos o ideas. Al instalarse en un sistema nervioso, estos memes interactúan con vigor y crean una réplica mental simplificada del mundo exterior, editada y filtrada según las preferencias y limitaciones de su portador. TESIS, ANTÍTESIS Y SÍNTESIS
Como sucede casi siempre en la ciencia, la controversia no se extinguió, sino que evolucionó. En febrero de 2017, Tononi y Cirelli publicaron un exhaustivo estudio del tamaño y la forma de casi siete mil sinapsis, un trabajo verdaderamente hercúleo de recuento y medición de sinapsis individuales de 0,05 micrómetros cuadrados en rodajas cerebrales finísimas sometidas a microscopía electrónica. Como en varios trabajos previos del mismo grupo, no se optó por separar el sueño de ondas lentas del sueño REM. El estudio mostró una reducción del orden del 1 por ciento del tamaño medio de las sinapsis después del sueño. Esa diferencia es mínima, pero sirvió para un nuevo atrincheramiento. Como si fuera una novedad, The New York Times aprovechó la oportunidad para publicar otro largo artículo sobre la teoría de la homeostasis sináptica. Entretanto, en marzo de 2017 Wenbiao Gan y su equipo publicaron otro estudio revelador. [13] Usando imágenes de alta resolución bajo microscopía de dos fotones, Gan presentó la serie más completa jamás publicada de experimentos sobre la plasticidad sináptica durante el sueño REM. La hazaña incluyó once variaciones experimentales diferentes en ratones, centradas en momentos distintos posteriores al entrenamiento, con manipulaciones farmacológicas controladas y privación selectiva de fases específicas del sueño. Optando por estudiar la evolución temporal de sinapsis vivas bajo la lente del microscopio, midiendo específicamente la misma sinapsis múltiples veces a lo largo del tiempo, los investigadores pudieron confirmar lo que nunca sería revelado por la estrategia de medición de sinapsis muertas seguida por Tononi y Cirelli: el papel del sueño REM sobre las sinapsis implica tanto la eliminación como el fortalecimiento de sinapsis, tanto a lo largo del desarrollo del embrión como durante el aprendizaje en animales adultos. Siempre que la vida pide alteraciones en el software cerebral, la reprogramación le corresponde al sueño. El estudio demostró de forma contundente que el sueño REM facilita la eliminación de nuevas sinapsis después de que el sueño de ondas lentas cause una aportación masiva. En conjunto, los dos estados principales del sueño dan lugar a un aumento colosal de la tasa de sustitución de nuevas sinapsis. Lo que es aún más extraordinario es que el sueño REM también actúa para fortalecer un selecto grupo de sinapsis; lleva a que estas conexiones crezcan y, por consiguiente, a que persistan a largo plazo. Se generan multitud de sinapsis, pero casi todas son eliminadas, de modo que hay una selección positiva del pequeño número de sinapsis mejor adaptadas al nuevo contexto. En palabras de
Gan y sus colaboradores, «el sueño REM es crucial para incorporar selectivamente nuevas sinapsis a los circuitos existentes, actuando como un “comité de selección” para construir y mantener la red sináptica». [14] Sin el sueño REM los recuerdos desaparecerían rápidamente sin dejar huella, no podrían acumularse para el futuro ni transmitirse de generación en generación. Sin el sueño REM no habría cultura.
12 Dormir para crear Aprender es una condición necesaria para adquirir y propagar memes, pero ¿de qué modo se transforman estos? Las ideas replicadas solo serían buenas si el futuro fuera igual al pasado. Si el fortalecimiento de recuerdos fuera cuanto ocurre durante el sueño, seríamos versiones exageradas de nuestros padres, reforzados en sus rasgos característicos, con los mismos comportamientos y prejuicios. Por suerte, la realidad es muy diferente: somos criaturas en continua metamorfosis, abiertas a influencias durante toda la vida. ¿Cómo es posible modificar recuerdos? ¿Cómo se inventan los nuevos memes? De todas las facultades mentales, la más apreciada por los emprendedores, artistas y científicos es la creatividad. La fermentación de la cultura siempre ha dependido de imaginar nuevas formas a partir de la recombinación de formas antiguas, y la construcción mental de lo que aún no existe siempre se ha beneficiado de los sueños como fuente primordial de inspiración. Aunque el racionalismo capitalista moderno haya descartado el sueño como fenómeno relevante, la ingeniosidad onírica tuvo una influencia decisiva en la Revolución industrial. Las crónicas de la familia del inventor Elijah Howe registran que él casi se hundió en la miseria antes de descubrir en qué lugar debía ir el ojo de la aguja de la máquina de coser. […]. Su idea original era seguir el modelo de la aguja común, con el ojo en la parte de atrás. Nunca se le había ocurrido que el ojo debía colocarse cerca de la punta, y podría haber fallado por completo si no hubiera soñado que tenía que crear una máquina de coser para un rey bárbaro en un país extraño. […] El rey le dio veinticuatro horas para completar la máquina y hacer que cosiera. Si para entonces no la había terminado, el castigo sería la muerte. Perplejo, Howe trabajó y trabajó… y al final desistió. Entonces pensó que se lo llevaban para ejecutarlo. Se dio cuenta de que los guerreros portaban lanzas perforadas cerca de la cabeza. Al instante se le ocurrió la solución al problema, y mientras imploraba por más tiempo de vida, despertó. Eran las cuatro de la mañana. Saltó de la cama, corrió a su oficina y a las nueve la aguja con un ojo en la punta ya había tomado forma. Después de eso, fue fácil. [1]
El invento de Howe desencadenó una completa transformación socioeconómica en Estados Unidos e Inglaterra, con un aumento vertiginoso de la escala de producción de tejidos, la masificación del consumo de prendas de vestir, el boom de las exportaciones y la expansión geopolítica. Si las consecuencias a corto plazo fueron profundas por lo que significaron para la masificación de la producción textil, a largo plazo las implicaciones de ese sueño iban a ser aún más transformadoras. Fue en el tejido donde se implementó por primera vez el código binario para generar combinaciones de hilos de diferentes colores, un sistema precursor de los circuitos integrados del ordenador. [2]
MELODÍAS MATINALES Entre los artistas son abundantes los relatos de sueños creativos. Los músicos, por ejemplo, a menudo se despiertan con melodías enteras en la cabeza, «compuestas» originalmente con la mente dormida. Anécdotas de este tipo se cuentan sobre Beethoven, Haendel y muchos otros compositores clásicos. El violinista italiano Giuseppe Tartini (1692-1770) afirmó haber compuesto su obra más conocida, la Sonata n.º 2, op. 1 , «El trino del diablo», bajo la influencia directa de un sueño. Una noche, en el año 1713, soñé que había hecho un pacto con el diablo por mi alma. Todo pasó como yo deseaba; mi nuevo siervo satisfizo todos mis deseos. Tuve la idea de darle mi violín para ver si lograba tocar melodías hermosas para mí. Cuán grande fue mi asombro al escuchar una sonata tan maravillosa y bonita, tocada con tanta superioridad e inteligencia, como nunca había concebido en mis vuelos de fantasía más atrevidos. Me sentí extasiado, transportado, encantado; me falló la respiración. Me despertó esa violenta sensación. De inmediato, agarré mi violín para conservar, al menos en parte, la impresión de mi sueño. ¡En vano! La canción que compuse en ese momento es realmente la mejor que he escrito, y todavía la llamo «Sonata del Diablo», pero la diferencia entre esta y la que tanto me conmovió es tan grande que habría destruido mi instrumento y me habría despedido de la música para siempre si hubiera sido posible vivir sin el placer que me proporciona. [3]
Evidentemente, el fenómeno no se limita a ningún estilo musical en particular. La canción «Yesterday», compuesta por el músico inglés Paul McCartney, se atribuye a un sueño:
Me desperté con una hermosa melodía en la cabeza. Pensé: «Esto es genial, ¿qué es?». Había un piano de armario a mi lado, a la derecha de la cama, junto a la ventana. Me levanté de la cama, me senté al piano, encontré sol, descubrí fa sostenido en séptima menor… y eso te lleva hasta el si y el mi menor y, finalmente, de vuelta a mi. Todo fluye hacia delante, de forma lógica. Me gustó mucho la melodía, pero como la había soñado no podía creer que la hubiera escrito. Pensé: «No, nunca he escrito antes así». Pero tenía la canción, que era lo más mágico.
El mismo McCartney tuvo dificultades para afirmar su autoría: Durante aproximadamente un mes visité a gente de la escena musical, preguntándoles si conocían la melodía. Fue como si hubiera encontrado algo que se suponía que debía entregar a la policía. Pensé que si nadie se quejaba en unas semanas, entonces sería mía. [4]
MATERIALES Y MÉTODOS La influencia onírica no es menor en las artes plásticas. El artista alemán Alberto Durero (1471-1528), maestro renacentista del grabado y la pintura, dejó registrado el uso de sueños para obtener valiosas imágenes pictóricas. En el tratado de pintura titulado Alimento para jóvenes pintores , Durero relató la profusión de imágenes y la dificultad de capturarlas: «Cuántas veces veo gran arte mientras duermo, pero cuando me despierto no puedo recordar; en cuanto despierto, mi memoria olvida». Un decenio más tarde, pintó una escena onírica de gran poder simbólico. Bajo la acuarela, Durero describió su sueño: En 1525, durante la noche entre el miércoles y el jueves después de Pentecostés, tuve en sueños esta visión de grandes aguas cayendo del cielo. La primera golpeó el suelo a unos seis kilómetros de mí con una fuerza terrible, un ruido descomunal y grandes salpicaduras, y ahogó todo el campo. Me quedé tan conmocionado que desperté antes de que cayeran las otras aguas. Y las aguas que entonces caían eran casi igual de grandes, y algunas caían a cierta distancia y otras cerca. Y venían de una altura tal que parecían caer a un ritmo muy lento. Pero la primera agua que cayó al suelo lo hizo a tal velocidad, e iba acompañada de un viento que rugía de forma tan aterradora, que cuando desperté todo mi cuerpo temblaba y no lograba recuperarme. Cuando me levanté por la mañana, pinté lo anterior como lo había visto. Que el Señor cambie todas las cosas para mejor.
La imagen de un campo abierto, con pocos árboles, está dominada por la enorme columna de agua que baja del cielo e inunda la tierra,
mientras que otras columnas más pequeñas representan la lluvia que está a punto de caer. Se cree que en el sueño reverberan las incertidumbres religiosas de la Reforma protestante, un auténtico torrente que amenazaba con inundar el mundo a principios del siglo XVI . Cuando Durero pintó la acuarela, Lutero ya había ganado su conflicto con el papado, había publicado el Nuevo Testamento en alemán y comenzaba a organizar la nueva Iglesia. Cuatro siglos después, el pintor rusofrancés Marc Chagall realizó varias pinturas inspiradas en el sueño bíblico de Jacob, en el que el patriarca de los israelitas visualizaba una escalera que subía al cielo y que le permitía ver y oír directamente a Dios, con quien hacía un pacto. Si la relación de los sueños con Dios fue importante para Durero y Chagall, para el pintor catalán Salvador Dalí (1904-1989) la producción onírica de imágenes se alejó de la religión y se acercó a la técnica. Icono artístico del siglo xx, Dalí practicaba un método propio para permanecer el mayor tiempo posible en el umbral del inconsciente, con el fin de recoger imágenes oníricas. Con una llave pesada o una cuchara de metal entre los dedos, el cazador de sueños dormitaba hasta que el objeto caía al suelo con estruendo, haciéndole salir del sueño para llevar directamente al lienzo la profusión de imágenes hipnagógicas en las que estaba inmerso. La técnica dio lugar a pinturas maravillosas cuyos títulos suenan como la sección «Materiales y métodos» de un artículo científico: Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar . El enfoque en el fenómeno onírico hizo que el psicoanálisis tuviera una marcada influencia en las vanguardias dadaístas y surrealistas de las primeras décadas del siglo xx , profundamente interesadas en el éxtasis creativo, el flujo de la conciencia y la libre exploración del inconsciente. En la revolucionaria Un perro andaluz , ópera prima del cineasta hispanomexicano Luis Buñuel (1900-1983) realizada en 1928 en colaboración con Dalí, saltan a la vista las discontinuidades, fragmentaciones y asociaciones oníricas de motivación freudiana. SUEÑO Y LITERATURA No es diferente en la literatura. Desde el comienzo del registro histórico, innumerables escritores y poetas se han valido de la inspiración de los sueños para iniciar, desarrollar o resolver sus tramas. Además, al ser tan diverso e impredecible, el sueño se ha convertido en
un recurso narrativo de inmensa utilidad práctica, ya que permite abordar cualquier tema, por insólito que sea. En el clásico Sueño de Escipión , por ejemplo, Cicerón utilizó el sueño como artificio para ilustrar varios puntos de vista. La historia comienza después de la llegada a África del patricio romano Escipión Emiliano, que recibe la visita onírica del espíritu de su abuelo adoptivo, el famoso general africano Escipión Africano. Emiliano se ve a sí mismo observando la ciudad de Cartago desde «un lugar alto lleno de estrellas, luminoso y espléndido», y percibe la Tierra minúscula en la inmensidad del espacio. El abuelo predice entonces que el nieto se convertirá en cónsul, el cargo electivo más alto de Roma, exalta sus virtudes militares y le promete un lugar de honor en la Vía Láctea después de su muerte. En una visión espectacular del universo, Escipión Emiliano lo percibe compuesto por nueve esferas celestes, con la Tierra en el centro y seguida de la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno y finalmente el cielo divino mismo, donde se encuentran fijas las estrellas. Mientras contempla el universo, Emiliano aprende que las esferas emiten sonidos y visualiza los cinturones climáticos del planeta. Este meme ficcional de la Antigüedad, conservado para la posteridad a través de la obra de Macrobio, [5] influyó de forma decisiva en el pensamiento medieval al sustentar el modelo geocéntrico del sistema planetario y servir de marco filosófico para los debates sobre el alma, la virtud y la divinidad. [6] Si en las iglesias y monasterios el sueño era una disputa de ángeles y demonios y, por tanto, cuestión de vida o muerte, entre poetas y trovadores el uso de visiones oníricas para presentar revelaciones se volvió cada vez más frecuente. [7] En La divina comedia , de Dante Alighieri, hay sueños proféticos al final de cada una de las tres noches que el narrador pasa en el purgatorio y otros dos sueños se registran en el infierno. En la obra de William Shakespeare (c . 1564-1616) hay 211 referencias a los sueños en treinta textos diferentes, entre ellos El sueño de una noche de verano . Miguel de Cervantes (1547-1616) utilizó el hecho de que los sueños se vuelven más vívidos después de la privación de sueño como recurso narrativo para relatar las aventuras y desventuras de su personaje más memorable, don Quijote. Las peripecias comienzan cuando el viejo y arruinado hidalgo, «del poco dormir y del mucho leer», permite que las fantasías más locas sobre caballeros andantes medievales invadan su mente claudicante. Se arma caballero y sale en su montura a buscar acciones galantes, imbuido de una solidaridad generosa y arcaica.
Siguen varios episodios de comportamiento alucinado, en franco desacuerdo con el mundo, como la lucha contra los molinos de viento a los que el hidalgo toma por gigantes. A lo largo de todo el heroico y psicótico proceso mental de don Quijote, el fiel escudero Sancho Panza duerme (y come) en abundancia. No por casualidad, mantiene su cordura y su sentido práctico a pesar de las locuras de su patrón. Al final de la narración don Quijote cae gravemente enfermo, lo que le obliga a guardar cama. Tiene un episodio de sueño de «más de seis horas» y, cuando despierta, ¡recupera la salud mental! Pronuncia sus últimas palabras y muere. El romanticismo aportó un gran prestigio al sueño no solo como argumento, sino también como fuente de creatividad artística. Influenciada por poetas como lord Byron (1788-1824), la escritora inglesa Mary Shelley (1797-1851) transformó una visión onírica en la famosa novela Frankenstein , pionera de la ciencia ficción y publicada en 1818. El poeta inglés Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) compuso su poema más célebre, «Kubla Khan», después de consumir opio y quedarse dormido leyendo un libro sobre la mítica ciudad de Xanadú, capital de verano del emperador mongol. El poeta explicó que, en sueños, había compuesto más de doscientos versos sobre el tema. Al despertar escribió 54 versos notables que todavía hoy seducen a lectores de todo el mundo. El poema, lleno de ritmo y color, quedó incompleto porque en algún momento de su trance Coleridge fue interrumpido para tratar asuntos prosaicos. Cuando finalmente logró zafarse del tema para volver a escribir, ya no recordaba casi nada. El título alternativo del poema indica el arrebatamiento lleno de imágenes del sueño, pero también la dificultad de mantener el todo coherente en la memoria tras la interrupción: «A Vision in a Dream: A Fragment». REVOLUCIÓN, CATÁSTROFE Y ADAPTACIÓN No se trata de un recurso literario pasado de moda. En Ulises , obra maestra del escritor irlandés James Joyce publicada en 1922, hay 59 menciones al sueño, usado como motor de situaciones que hacen que el texto avance en paralelo a la Odisea del Ulises homérico. El magistral poeta portugués Fernando Pessoa, con sus múltiples heterónimos, visitó el sueño innumerables veces para reflexionar sobre la memoria, el olvido y el deseo. El heterónimo Bernardo Soares escribió: «He soñado mucho. Estoy cansado de haber soñado, pero no cansado de soñar. De soñar, nadie se cansa, porque soñar es olvidar, y olvidar no pesa y es un
sueño sin sueños en el que estamos despiertos. En sueños lo he conseguido todo. También he despertado, ¿pero qué importa? ¡Cuántos Césares he sido!». [8] Se hace eco el heterónimo Álvaro de Campos: «No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo». [9] De hecho, casi no existe literatura sin que el sueño participe de algún modo en la trama o en el método creativo. El escritor angoleño José Eduardo Agualusa, por ejemplo, atribuye a los sueños un papel fundamental en su creación: En la mayoría de mis novelas, sueño con desenlaces de capítulos, soluciones a las intrigas, con el nombre de los personajes y, a veces, con frases enteras. En El vendedor de pasados , el personaje que vendía pasados me vino en sueños. En A vida no céu , una novela juvenil, soñé con el título y toda la historia fue tomando forma a partir de él. [10]
Después de tanto beber de esta fuente, Agualusa publicó en 2017 una novela en la que la actividad onírica aparece como eje principal de la narrativa. Todos los capítulos de La sociedad de los soñadores involuntarios relatan sueños de varios personajes, incluidos una fotógrafa mozambiqueña que retrata sueños, un neurocientífico brasileño que los descodifica y un veterano de guerra angoleño que tiene el don y la desdicha de aparecer en los sueños de otras personas. El derrocamiento del tirano que se creía eternamente entronizado es el sueño colectivo que sostiene la narrativa hasta su desenlace. Además de mucha valentía, tratar de cambiar la estructura de una sociedad opresiva también requiere la capacidad de volar con los pensamientos, imaginar futuros alternativos y acomodar decepciones. Esto queda patente en Rebelión en la granja , una brillante fábula del escritor británico de origen indio George Orwell (1903-1950) sobre las esperanzas y fracasos de la Revolución rusa. La rebelión de los animales contra el dueño de la granja comienza cuando un viejo cerdo premiado llamado Viejo Mayor, alter ego de los revolucionarios Karl Marx y Vladímir Ilich Lenin, relata a los animales un sueño en el que vislumbró el mundo después de la erradicación del ser humano. El Viejo Mayor muere poco después, pero su sueño desata una revuelta que termina con la expulsión de todos los seres humanos de la granja y la instauración de un gobierno de animales basado exclusivamente en el lema «Todos los animales son iguales». Pero los puercos fueron considerados los animales más inteligentes y pronto surgieron dos líderes antagónicos, los cerdos Bola de Nieve y Napoleón, que representaban respectivamente a Lev Trotski y a Iósif Stalin. Mucho
más siniestro que los demás, Napoleón termina por tomar el poder, expulsar a su rival y, finalmente, por volver a colaborar con los humanos en detrimento de los animales, ahora bajo un nuevo lema: «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros». En el inquietante libro 1984 , también de Orwell, comienza en un sueño la insurrección psíquica del protagonista, Winston Smith, contra el Gran Hermano y su sociedad de telepantallas que controlan todos los comportamientos y no se pueden apagar. La inconformidad personal se transforma en rebelión cuando Winston sucumbe a una pasión prohibida por el personaje de Julia. Perseguidos y torturados sin piedad por el Estado, enterrado en una pesadilla de traición el sueño de liberación amorosa, los amantes terminan por perderse de vista con amargura. En la vida real, los sueños más emocionantes de los grandes rebeldes a menudo dan lugar a tramas de frustración y fracaso, simulacros de realidad que de alguna manera tratan de explicar dónde empezó todo a salir mal. En 1935, exiliado sin asilo e implacablemente perseguido por los agentes de Stalin, Trotski relató en su diario un sueño revelador de la increíble fragilidad de su posición en ese momento: Ayer por la noche, o muy temprano esta mañana, soñé que mantenía una conversación con Lenin. A juzgar por el entorno, estaba en un barco […]. Me preguntaba ansiosamente por mi enfermedad. «Debes de haber acumulado fatiga nerviosa, tienes que descansar…» Respondí que siempre me recuperaba con rapidez de la fatiga gracias a mi fuerza centrífuga natural, pero que esta vez el problema parecía estar en algún proceso más profundo […]. Le contesté que ya había acudido a muchas consultas y empecé a contarle mi viaje a Berlín; pero, al mirar a Lenin, recordé que estaba muerto. De inmediato intenté apartar ese pensamiento, para poner fin a la conversación. Cuando acabé de contarle mi viaje terapéutico a Berlín en 1926, quise añadir: «Eso fue después de tu muerte»; pero hice examen de conciencia y dije: «Después de que enfermaras…». [11]
El fúnebre sueño muestra la profunda soledad de Trotski, el mítico organizador del Ejército Rojo, tras la muerte de su camarada Lenin. En 1940, en México, Trotski fue ejecutado en su propia casa por un asesino infiltrado por Stalin. Ante los grandes fracasos es necesario reinventar puntos de vista, tanto en la vida en general como en la política. En agosto de 1939, pocos días antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, George Orwell se esforzaba por reconciliar sus convicciones socialistas
revolucionarias con la urgente necesidad de defender a Inglaterra de la agresión alemana. El conflicto se resolvió oníricamente: un día antes de la revelación del pacto de no agresión nazisoviético, Orwell soñó que la guerra había comenzado. Fue uno de esos sueños que, al margen del significado profundo y freudiano que puedan tener, a veces nos revelan el verdadero estado de nuestros sentimientos. Me enseñó dos cosas: en primer lugar, que debería sentirme aliviado sin más cuando la tan temida guerra comenzase; en segundo lugar, que en el fondo soy un patriota, que no sabotearía ni actuaría en contra de mi propio bando, que apoyaría la guerra, que lucharía en ella si era posible. [12]
Y así, entre la vida real y la ficción, se produce el dinámico y poderoso entrelazamiento de tres esferas distintas de la influencia onírica: la clave narrativa, la inspiración artística y la brújula política. SUEÑO Y CREATIVIDAD CIENTÍFICA La creatividad implica un cambio radical de punto de vista, una recombinación de ideas prosaicas para generar lo extraordinario. La creatividad onírica se produce incluso cuando está sometida al rigor cuantitativo de la ciencia y puede desempeñar un papel fundamental en su desarrollo. El ejemplo más conocido es el descubrimiento del anillo bencénico por el químico orgánico August Kekulé, hecho público en 1865. [13] Unos años antes, Kekulé había propuesto correctamente que el carbono es tetravalente, es decir, puede formar cuatro enlaces químicos. También sabía que el hidrógeno forma solo un enlace químico y que la molécula del benceno tiene seis carbonos y seis átomos de hidrógeno. Kekulé estaba obsesionado con descubrir la estructura del benceno, que no podía ser una combinación lineal porque el número de carbonos era igual al número de hidrógenos. Mientras pensaba a fondo en el tema frente a una chimenea (o en un autobús, hay controversias al respecto), Kekulé dijo haberse dormido y soñado con una serpiente que se tragaba su cola, como el símbolo alquímico Ouroboros, cuyo origen se remonta a los papiros funerarios del antiguo Egipto. [14] Al despertar, Kekulé tenía la respuesta en forma de una imagen muy explícita: la estructura del benceno es un hexágono. Este famoso caso puede ocultar una ilusión, ya que Kekulé fue acusado más tarde de utilizar la narrativa onírica para legitimar un plagio que habría cometido, robándole ideas al químico francés
Auguste Laurent. [15] La acusación es controvertida y sigue siendo un tema debatido de la historia de la química. [16] Otro ejemplo de enorme relevancia científica, y sobre el que no acechan tales sospechas, fue la demostración experimental de la transmisión química de información entre los sistemas nervioso y muscular llevada a cabo por el fisiólogo alemán Otto Loewi. Cuando Loewi se interesó por el tema, imperaba una polémica sobre la naturaleza de la comunicación nerviosa: ¿era química o eléctrica? Otto Loewi describió así su experiencia: La noche del domingo de Pascua de 1921, desperté, encendí la luz y tomé algunas notas en un pequeño trozo de papel. Volví a quedarme dormido. A las seis de la mañana se me ocurrió que durante la noche había escrito algo muy importante, pero no podía descifrar los garabatos. Ese domingo fue el día más desesperante de toda mi vida científica. La noche siguiente, sin embargo, desperté de nuevo a las tres y recordé lo que era. Esta vez no corrí ningún riesgo; me levanté de inmediato, fui al laboratorio, hice el experimento en el corazón de la rana […] y, a las cinco, la transmisión química del impulso nervioso había quedado probada de manera concluyente. [17]
El famoso experimento consistió primero en aislar dos corazones de rana, uno conectado al nervio vago y el otro no. Loewi aplicó luego estimulación eléctrica al nervio, causando bradicardia (reducción de la frecuencia cardiaca) en el corazón estimulado. Por último, Loewi succionó un poco del líquido alrededor del corazón bradicárdico y lo aplicó al otro. Para su alegría, el segundo corazón también ralentizó el latido; por lo tanto, la transmisión era química. Loewi llamó al factor responsable vagusstoff , la «sustancia vagal» que hoy conocemos como acetilcolina. El descubrimiento le valió el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1936. Fuerte competidora en la lista de las ideas más transformadoras de todos los tiempos, la organización atómica de los elementos expresados en la tabla periódica fue también fruto de un sueño. En 1869, el físico y químico ruso Dmitri Mendeléiev llevaba meses obsesionado con la búsqueda de una clasificación natural de los elementos químicos, un orden intrínsecamente definido por sus propios atributos. Decidió escribir los nombres y las propiedades de los elementos en tarjetas y se puso a experimentar con diferentes maneras de organizarlas. Mendeléiev sentía que los números atómicos eran relevantes, pero después de varias horas se durmió sobre las piezas de cartulina sin entender su patrón. Entonces soñó que visualizaba una tabla en la que
todos los elementos encajaban en el lugar indicado, posicionados a la perfección por el número atómico en grupos con propiedades similares que se repiten periódicamente. La comprensión de que las sustancias están compuestas de elementos cuyas relaciones obedecen a leyes matemáticas concluyó la transformación de la alquimia en química. Hoy somos conscientes de que la tabla periódica expresa interacciones físicas muy bien definidas entre partículas subatómicas, pero Mendeléiev no lo sabía. El momento de creatividad en estado puro no requiere la comprensión de toda la teoría que pueda haber detrás del fenómeno. En la visión, en la revelación, en el momento «¡eureka!» de epifanía, de súbita comprensión, de rapto y fulgor, en ese proceso mental que los griegos llamaban «abducción» y que hoy llamamos «reestructuración de recuerdos», lo más importante es captar los principios generales que organizan la realidad que se quiere revelar. La imaginación de una nueva idea no tiene que ser exacta para funcionar. Por eso mismo, la abducción no obedece ni al empirismo estricto de la inducción ni a las generalizaciones lógicas de la deducción. Se trata del proceso intelectual más libre de todos, en el que la mente es transportada a soluciones no evidentes, en apariencia distantes y por regla general sorprendentes. La capacidad onírica de combinar con éxito ideas científicas es evidente en la historia del naturalista británico Alfred Russel Wallace (1823-1913). En su viaje de veinte años por Brasil y el Sudeste Asiático a mediados del siglo XIX , constató que las especies evolucionan una en la otra, creando continuamente diversidad. Wallace creía tener una amplia base de observación para esta idea radical, que era debatida desde la época del naturalista francés Jean-Baptiste de Lamarck, casi cien años antes, pero que aún suscitaba una fuerte oposición en los círculos académicos y que estaba huérfana de mecanismos que pudieran explicar la evolución de las especies. En palabras de Wallace, «el problema entonces no era solo cómo y por qué las especies cambian, sino cómo y por qué cambian a otras nuevas y bien definidas». [18] En febrero de 1858, en una remota isla de Indonesia, Wallace sufrió ataques intermitentes de fiebre, posiblemente causados por la malaria. Durante este episodio tuvo visiones oníricas que relacionaban el problema de la evolución de las especies con la teoría de que la abundancia de recursos excedentes está limitada por el crecimiento de la población, tal como lo propuso el demógrafo inglés Thomas Malthus (1766-1834). Al despertar del trance, Wallace se dio cuenta de que lo contrario también es cierto: si los recursos son limitados, las especies
evolucionan bajo una fuerte competición y esta tiende a seleccionar, cada generación, a los individuos más aptos. De pronto todo se hizo evidente: lo que causa la evolución de las especies es la selección natural. Tan pronto como se recuperó, Wallace comunicó el descubrimiento en detalle a otro naturalista británico con quien comenzó a colaborar epistolarmente. Se trataba de Charles Darwin (1809-1882), que había llegado a conclusiones similares de forma independiente. NÚMEROS E INTUICIONES Si los sueños revolucionaron la química y la biología, también fueron cruciales en el trabajo mucho más abstracto de los matemáticos, pero no necesariamente para hacer cálculos. A la edad de veintitrés años, el inquieto René Descartes ya había estudiado en el colegio jesuita, había terminado sus estudios de derecho, se había incorporado al ejército holandés, había escrito un compendio de música y había viajado por toda Europa. Huyendo de una tormenta a orillas del río Danubio, refugiado junto a una estufa de leña en busca de calor, el polímata viajero tuvo tres sueños que revolucionaron la forma en que entendemos el mundo. [19] En el primer sueño, una pesadilla, Descartes era acosado por fantasmas y arrastrado por un remolino. Intentaba regresar a la escuela, pero era incapaz de mantener el equilibrio y caminaba tropezando. Apareció entonces una persona que respetuosamente le informó de que el señor N. tenía un regalo que ofrecerle. Descartes pensó que debía de ser un fruto de tierras lejanas y entonces advirtió que las personas que se agolpaban a su alrededor estaban todas erguidas, mientras que él apenas podía mantenerse en pie. Se despertó asustado y rezó a Dios para alejar cualquier maleficio emanado de la pesadilla. Poco después se durmió, soñó con truenos y se despertó asustado, pero esta vez recurrió a la razón para asegurarse de que estaba realmente despierto, abriendo y cerrando los ojos repetidas veces hasta que se calmó. Una vez más se durmió y tuvo entonces un sueño transformador, completamente diferente de los anteriores. En un ambiente tranquilo y contemplativo, Descartes encontró sobre una mesa un libro titulado Diccionario y, detrás de él, una colección de poemas. Abrió una página al azar y encontró un verso en latín del poeta Ausonio: «¿Qué camino en la vida seguir puedo?». Un desconocido
apareció de repente y mostró un fragmento de un verso, «Sí y no». Descartes trató de indicar en qué parte del libro se podía encontrar el poema, pero el volumen desapareció y después reapareció misteriosamente. Tuvo la sensación de que se había perdido algún conocimiento, hasta que le dijo al hombre que le mostraría un poema mejor que comenzaba con el mismo verso. En ese momento el hombre, el libro y todo el sueño desaparecieron. Descartes quedó muy impresionado, rezó y pidió protección a la Virgen María para peregrinar a pie de Italia a Francia. Interpretó que los libros soñados apuntaban a la unificación de toda la ciencia a través de un mismo lenguaje y de un mismo método. A partir de estos sueños Descartes descubrió qué camino seguir en la vida. Cuando publicó el Discurso sobre el método para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias , dieciocho años más tarde, preconizó aceptar solo lo que es evidente hasta el punto de no dejar dudas, dividir cada pregunta en preguntas menores, construir el pensamiento de lo simple a lo complejo y verificar conclusiones a la luz del conocimiento más amplio posible. En la misma publicación incluyó tratados originales sobre óptica, meteorología y geometría que demostraban el poder del método cartesiano para imaginar el mundo racional descrito por las matemáticas. Descartes creó la geometría analítica y se convirtió en uno de los formuladores más importantes del álgebra. Extrañamente, a pesar de la elucidación onírica de su importante misión intelectual, en época tardía expresó una gran desconfianza en la utilidad de las alucinaciones oníricas. No ocurrió lo mismo con el matemático alemán Gottfried Leibniz (1646-1716), coinventor del cálculo integral y diferencial, que consideraba que la visión onírica era «más elegante que cualquier otra que podamos alcanzar con mucho pensamiento mientras estamos despiertos». [20] Aparte de estos ejemplos, es notable la ausencia de registros de descubrimientos oníricos en la vida y las obras de algunos de los más grandes matemáticos de todos los tiempos, como Gauss, Euler, Galois, Cauchy, Jacobi y Gödel. Aunque la creatividad es elogiada por los matemáticos, parece que es en la vigilia donde se demuestran los teoremas. El matemático francés Henri Poincaré (1854-1912) dio un testimonio muy explícito de la importancia de la relajación y la abducción para su trabajo:
Lo que al principio asombrará son estas apariencias de súbita iluminación, signos manifiestos de un largo trabajo inconsciente anterior; el papel de este trabajo inconsciente en la invención matemática me parece innegable. […] A menudo, cuando se trabaja en una cuestión difícil, no se hace nada de bueno la primera vez que uno se pone manos a la obra; a continuación se toma un descanso […] y uno se sienta de nuevo a su mesa. Durante la primera media hora se continúa sin encontrar nada y después, de golpe, la idea decisiva se presenta a la mente. Podría decirse que el trabajo consciente ha sido más provechoso porque se ha interrumpido y que el reposo ha devuelto al espíritu su fuerza y su frescor.
Pero Poincaré no aludió a teoremas derivados de los sueños. La relajación abductiva que utilizó en su obra era un fenómeno de la vigilia: Una noche tomé café negro, contrariamente a mi costumbre, y no pude dormir: las ideas me surgían en tropel; las sentía como si se embistieran hasta que dos de ellas se juntaban, por decir así, para formar una combinación estable.
Esta descripción, escrita casi cien años antes del estudio de la reverberación onírica del juego Tetris, enfatiza la gran capacidad de recombinación y articulación espacial entre representaciones en el espacio onírico. Las conclusiones no podrían ser más valiosas para Freud y Jung: El yo subliminal no es de ninguna manera inferior al yo consciente; no es puramente automático, es capaz de discernir, tiene tacto, tiene delicadeza; sabe escoger, sabe adivinar […]. Sabe adivinar mejor que el yo consciente, ya que triunfa donde este había fracasado. [21]
En 1945, el matemático francés Jacques Hadamard publicó un libro seminal sobre la creatividad matemática basado en preguntas formuladas a varios eruditos de renombre, entre ellos el físico alemán Albert Einstein, ganador del Premio Nobel de Física en 1921, y el matemático estadounidense Norbert Wiener, creador de la cibernética. [22] Hadamard llegó a la conclusión de que la creación matemática tiene cuatro fases distintas: preparación, incubación, iluminación y verificación. Esta secuencia bien determinada de fases creativas se hace eco de múltiples tradiciones oníricas de la Antigüedad, que prescribían la apelación a revelaciones oníricas y su obtención para resolver problemas específicos. Sin embargo, aun admitiendo la existencia de sueños capaces de ofrecer nuevas soluciones matemáticas, Hadamard
señaló su singularidad entre los profesionales del sector. Es posible que esta escasez se deba al uso de la notación matemática, ya que durante los sueños muy raramente podemos leer y escribir cualquier cosa de forma fidedigna. Es probable que esta dificultad refleje el reciente surgimiento de la lectura en nuestra especie, una sofisticada capacidad de comportamiento que tuvo que «secuestrar» áreas corticales que habían evolucionado debido a otras destrezas mucho más antiguas, como el reconocimiento facial. [23] Estudios sobre la capacidad de hacer cálculos matemáticos durante el sueño indican dificultades mucho mayores que durante la vigilia, posiblemente debido a la reducción de la memoria a corto plazo. [24] Un indicio de que la notación matemática puede ser un impedimento para la creatividad onírica es la fascinante historia de Srinivasa Ramanujan (1887-1920), el matemático hindú sin educación formal cuyos descubrimientos cruciales en el ámbito de la teoría de los números y series infinitos solo fueron comprendidos muchas décadas después. Hoy en día, físicos y matemáticos interesados en agujeros negros, gravitación cuántica y supercuerdas se inclinan ante los brillantes teoremas del autodidacta nacido en una zona rural. A la edad de veinticinco años, cuando trabajaba de contable en la ciudad de Chenai, Ramanujan envió docenas de teoremas sin demostración a Godfrey Hardy (1877-1947), de la Universidad de Cambridge. Algunos de los eminentes colegas de Hardy habían ignorado mensajes similares, pero, después del escepticismo inicial, la reacción del renombrado matemático inglés fue de atónita admiración por el talento en estado bruto del joven remitente de las cartas. Esos teoremas tenían que ser «ciertos, porque si no lo fueran nadie habría tenido suficiente imaginación para inventarlos». [25] Tras un intenso intercambio epistolar, Hardy invitó a Ramanujan a Inglaterra para que trabajaran juntos. Pero el viaje internacional ofendía la sagrada pureza de castas. La familia del hindú, devota de la diosa Lakshmi Namagiri, una versión local de la esposa de Vishnú, se opuso al viaje. Ramanujan rechazó la oferta, pero después de mucha insistencia por parte de Hardy —y tras un sueño de su madre en el que la diosa ordenaba el fin de la oposición al viaje— se embarcó rumbo a la fría Inglaterra, dejando atrás a su mujer, su familia y su cultura. El trabajo con el mentor Hardy fue intenso y extremadamente prolífico y llevó a la publicación de veintiún artículos originales. Pese a no tener un título universitario, Ramanujan se convirtió en profesor en Cambridge y fue elegido miembro de la prestigiosa Royal Society de
Londres. [26] No obstante, a pesar de los honores, nunca llegó a integrarse de verdad. Lejos de casa y de su diosa, expuesto a la discriminación racial en una sociedad que veía sus hábitos como salvajes, Ramanujan se deprimió y mostró síntomas de tuberculosis. Regresó a India en 1919 y murió poco después, a la edad de treinta y dos años, en la cúspide de su creatividad matemática. En su lecho de muerte, registró en una carta dirigida a Hardy algunas funciones misteriosas visualizadas en sueños, enigmas que solo a principios del siglo XXI , casi cien años después, comenzaron a tener sentido. Teorías formuladas por varios matemáticos nacidos después de la muerte de Ramanujan necesitan efectivamente estas funciones. ¿De dónde salieron? Ramanujan explicó haber recibido en sueños, a través de la diosa Lakshmi, sus complejas visiones matemáticas: Mientras dormía, tuve una experiencia inusual. Había una pizarra roja formada por sangre fluyendo, por así decirlo. Estaba viendo esto. De repente, una mano empezó a escribir en la pizarra. Presté toda mi atención. La mano escribió varias integrales elípticas. Se quedaron en mi mente. Las anoté en cuanto desperté. [27]
Como ferviente seguidor del hinduismo, Ramanujan fue un entusiasta adepto de la interpretación de los sueños. Simplemente no veía separación entre matemáticas y espiritualidad, ya que su contacto con el descubrimiento no pasaba por la razón, sino por la revelación; no por la demostración lógica de los símbolos, sino por su belleza. Es probable que la fértil relación de Ramanujan con la creación onírica, tan rara en matemáticos occidentales, refleje aspectos particulares de las matemáticas indias, marcadas por una fuerte tradición oral, menos restricciones simbólicas a la formulación de conceptos y una relación devota con los dioses. UNA DOBLE INCERTIDUMBRE Aunque los ejemplos anteriores y muchos otros señalan el importante papel del sueño y de los sueños en la creatividad humana, apreciar científicamente este papel no es nada fácil. Del sueño se puede esperar todo, o casi todo. Letras, números y libros son raros, pero no puede decirse que no aparezcan en sueños. El matemático y filósofo británico Bertrand Russell (1872-1970), premio Nobel de Literatura en 1950,
expresó esta verdad con sencillez: «Yo no creo estar soñando ahora; sin embargo, no puedo probar que no sea así». [28] Cuando alguien atribuye un descubrimiento a un sueño, nos encontramos con un doble estrato de incertidumbre. «¿Qué quiere decir el sueño?» exige preguntar también: «¿Realmente el soñante tuvo ese sueño?». ¿Qué se ha perdido? ¿Qué se ha añadido? ¿Qué diferencia hay entre experiencia en primera persona y narración a terceros? Esto es relevante porque el relato de que algún descubrimiento surgió en un sueño lo naturaliza, lo justifica y, sobre todo, lo legitima, encubriendo otros procesos creativos y también, posiblemente, un plagio o conflicto de intereses. Por esta razón, todo el rico anecdotario sobre sueños y creatividad persistió como mera conjetura hasta que los científicos lograron abordar el tema de forma empírica. CAPTURAR EL «EUREKA» ¿Cómo captar y medir en el laboratorio un fenómeno tan huidizo como la súbita aparición de una idea nueva durante el sueño? El momento «¡eureka!», la reestructuración de recuerdos capaz de transformar el mundo, es un acontecimiento impredecible y único que se produce una sola vez en cada mente; después ya es repetición. La nueva idea surge con el potencial de propagarse a innumerables otras mentes, pero en la mente que la produjo ya es vieja, irreversiblemente ya tenida. En palabras del poeta brasileño Arnaldo Antunes, «o que (se) foi é (s)ido». [29]
En 2004, los neurocientíficos alemanes Jan Born, Ulrich Wagner y Steffen Gais lograron cuantificar por primera vez en seres humanos la relación entre sueño y comprensión o revelación repentina. Los investigadores utilizaron una prueba psicológica clásica en la que la resolución del problema se encripta como un palíndromo, es decir, una secuencia de símbolos que es la misma cuando se lee de atrás hacia delante, o de delante hacia atrás. No se informó a los participantes de esta estructura, que por lo tanto iniciaron la tarea tratando de analizar la secuencia completa, aunque esto no fuera estrictamente necesario. Entre los participantes que durmieron después de realizar la prueba, el 60 por ciento presentaron algún conocimiento de la información oculta cuando se les volvió a realizar la prueba al día siguiente, mientras que lo mismo sucedió a solo el 20 por ciento de los participantes que no durmieron. [30]
Publicado en la revista Nature , este experimento fue la primera demostración convincente de la estrecha relación entre sueño y creatividad, pero no permitió saber qué fase del sueño está más relacionada con la creatividad, ni si hay diferentes tipos de creatividad que se vean más beneficiados por un tipo específico de sueño. Durante las últimas dos décadas, estas cuestiones han sido abordadas mediante una serie de experimentos realizados por Robert Stickgold, Matthew Walker y Sara Mednick. Las evidencias indican que la resolución creativa de un problema —ya sea la generación de anagramas [31] o la flexibilización de la asociación de palabras [32] — se ve favorecida por el sueño REM transcurrido entre la presentación del problema y su resolución. REESTRUCTURACIÓN DE RECUERDOS ¿Cuál será la propiedad del sueño REM que estimula la reestructuración de recuerdos? Además de presentar más actividad cortical que el sueño de ondas lentas, el sueño REM se caracteriza por niveles reducidos de sincronía entre las neuronas, con un bajo grado de repetición de las secuencias de activación. La idea de que el sueño introduce algún tipo de ruido informativo y que eso puede ser útil al aprendizaje motivó experimentos en el pájaro diamante mandarín. Los machos de esta especie comienzan a aprender a cantar dos semanas después de nacer, tratando de copiar el canto que produce el padre. La exposición temprana al canto del adulto es suficiente para generar un recuerdo de por vida. Incluso una breve exposición al canto del padre o de otro tutor adulto, o incluso a una grabación emitida por un pájaro de madera, es suficiente para que se forme un recuerdo robusto que sirve de modelo interno para la práctica de la imitación vocal. A través de múltiples repeticiones durante los dos meses siguientes, la cría desarrolla poco a poco una imitación fidedigna del canto modelo. El canto emitido por el hijo se va modificando de manera errática con el paso del tiempo hasta que cristaliza en una secuencia muy similar a la del canto modelo. El neuroetólogo israelí Ofer Tchernichovski y su equipo del Hunter College estudiaron en profundidad este fenómeno, para lo que registraron todas las vocalizaciones emitidas por cada cría desde la exposición al modelo hasta la cristalización del canto. [33] El primer descubrimiento que hicieron fue que los cantos cambian gradualmente a lo largo del día,
volviéndose cada vez más parecidos al modelo a medida que se van sucediendo las repeticiones. El segundo descubrimiento es que los cantos producidos la mañana del día siguiente se parecen menos al modelo que los del final del día anterior. En otras palabras, cada noche de sueño hay un deterioro de la similitud entre la canción producida por la cría y su modelo. Las ganancias diurnas superan a las pérdidas nocturnas, de forma que la cría sube la montaña de la similitud con el canto modelo, dos pasos al frente y uno atrás, día tras día, hasta que los cambios se estabilizan. El efecto ocurrió tanto en el sueño natural como en el sueño inducido por melatonina. El tercer descubrimiento fue el más sorprendente: los animales con mayor índice de deterioro del canto entre el comienzo de la noche y la mañana del día siguiente, los que al despertar se habían alejado más del canto modelo, fueron precisamente los que lo copiaron mejor al final del proceso. En otras palabras, los que más tropezaron durante el camino tuvieron más éxito en el aprendizaje final. ¿Qué tipo de mecanismo podría explicar este fenómeno? En 2016, el neurocientífico norteamericano Timothy Gardner, de la Universidad de Boston, y un equipo internacional de colaboradores publicaron estudios sobre la actividad neuronal del núcleo HVC en diamantes mandarines durante la ejecución del canto y a lo largo del sueño. El HVC es una región cerebral de los pájaros cantores cuya activación es esencial para iniciar la propagación eléctrica que termina llegando a la siringe, el órgano vocal de las aves, donde se convierte en canto. Los investigadores inyectaron un virus en el cerebro de los pájaros para hacer que ciertas neuronas produjeran una proteína que se vuelve fluorescente cuando las células se activan eléctricamente. Por medio de pequeños microscopios de tres centímetros de espesor implantados en el delicado cráneo de las aves, Gardner consiguió visualizar la activación nocturna de los grupos de neuronas que codifican el canto. El resultado fue sorprendente: aunque el canto sea estable de un día para otro, los patrones de activación neuronal del HVC cambian mucho en noches consecutivas. [34] Es como si el cerebro, en pos de la mejor organización sináptica para producir un canto similar al modelo, borrase cada noche de sueño el canto construido ayer para así poder continuar la búsqueda de la mejor imitación posible. El sueño, al añadir ruido al recuerdo todas las noches, parece impedir que el sistema se acomode en una solución subóptima. El fenómeno se parece a los ciclos de calentamiento y enfriamiento utilizados para templar aleaciones de acero, un proceso
que primero endurece el metal y luego lo flexibiliza. El desarrollo del canto del diamante mandarín evoca el manto que Penélope, en la Odisea , tejía durante el día y deshacía por la noche, para ganar tiempo mientras esperaba a Ulises. Parafraseando la canción del grupo brasileño Chico Science & Nação Zumbi, primero hay que desorganizar para poder organizar. ¿De qué modo todo este proceso neurofisiológico, que se produce a escala celular y molecular, se refleja en el contenido de un sueño? Es imposible hacerle esta pregunta al pájaro diamante mandarín, pero los humanos son más cooperativos, sobre todo cuando se trata de estudiantes universitarios a los que se les paga por practicar un divertido juego electrónico. Cuando se convirtió en una autoridad mundial en el recién resucitado campo de investigación sobre el procesamiento onírico de recuerdos, Bob Stickgold, plagado de proyectos de investigación bien financiados y miembro de consejos consultivos de grandes empresas, no se hizo de rogar e invirtió su dinero en un equipo que nadie más se atrevería a introducir en un laboratorio: un enorme videojuego interactivo capaz de simular en tres dimensiones, de forma muy verosímil, las emociones y las situaciones del esquí alpino. Los cuarenta y tres participantes del estudio jugaron animadamente durante el día en el laboratorio. Por la noche, en casa y equipados con un dispositivo para medir los movimientos del cuerpo y de los ojos, dormían. En intervalos de tiempo que oscilaban entre quince y trescientos segundos después del inicio del sueño, los participantes eran interrumpidos de forma automática y se registraban sus relatos de sueño. La experiencia multisensorial e interactiva del esquí alpino virtual se mostró muy apta para penetrar en los sueños de los participantes. Mientras que el juego Tetris apareció en alrededor del 7 por ciento de los relatos, las imágenes relacionadas con el esquí virtual aparecieron en el 24 por ciento de las narraciones. Curiosamente, el fenómeno también ocurrió, con casi la misma intensidad elevada, en participantes de un grupo de control que no jugó pero que observó de cerca el juego de otra persona. La reverberación de los recuerdos del juego mostró un claro decaimiento con el paso del tiempo: las imágenes se volvieron cada vez más abstractas, menos verídicas. En contrapartida, recuerdos antiguos tendieron a aparecer cada vez más, revelando un proceso de intercalación de recuerdos recientes y remotos que parece reflejar la incorporación de los primeros a los segundos.
Relatos fidedignos del juego, típicos de los primeros segundos después de iniciarse el sueño (del tipo: «Recibo como flashes de ese… juego en mi cabeza, ese juego de esquí de realidad virtual…») se vuelven mucho más libres unos minutos después, aunque manteniendo conexión con el juego (por ejemplo: «Imaginaba… sentí que lo hacía en… una estación de esquí en la que ya había estado, puede que hace cinco años»). [35] El aumento de la abstracción en las imágenes oníricas a medida que avanza el sueño puede deberse al incremento de la actividad hipocampal, capaz de reactivar recuerdos antiguos que se van mezclando con otros recién adquiridos y de integrar los nuevos hechos de la vida en todo lo que aconteció antes. REPROGRAMACIÓN ABRUPTA En situaciones de gran inadaptación, de dificultad cognitiva real, pueden tener lugar sueños resolutivos con apariencia de milagro. Un comportamiento del todo nuevo y en extremo adaptativo se puede instalar literalmente de la noche a la mañana, produciendo gran asombro. Un neurocientífico me explicó que, durante su maestría, se fue a Argentina para realizar un curso intensivo de español. Para su consternación, descubrió que simplemente no podía comunicarse con nadie; no entendía casi nada y mucho menos conseguía formular algo comprensible. Después de unos días de creciente desconcierto, una noche soñó que escribía y leía con fluidez el idioma. Al día siguiente logró hacerlo, dando un verdadero salto en su capacidad de usar nuevas palabras. Otro caso expresivo de adquisición de habilidades motoras me lo relató un hombre que de niño no lograba mantenerse en equilibrio en la bicicleta y se avergonzaba de ello. En su adolescencia, consciente de que las bicicletas andan prácticamente solas cuando son propulsadas, decidió intentarlo de nuevo. Progresó poco durante dos días de entrenamiento, y entonces soñó que montaba en bicicleta y que paseaba en ella con desenvoltura, pensando que aquello era fácil. Al día siguiente tuvo éxito en sus primeros intentos. Había aprendido a montar en bicicleta. La capacidad que tiene el sueño de transportar de súbito al soñante a nuevas capacidades y contenidos evoca el vuelo entre puntos distantes, una verdadera abducción. Aprendí del escritor mozambiqueño Mia Couto que, en ciertas lenguas de Mozambique, «soñar», «imaginar» y
«volar» son la misma palabra. El vuelo libre es una descripción muy adecuada para el colosal incremento de perspectiva que puede proporcionar el sueño. Uno de los ejemplos históricos más extraordinarios del repentino aumento de perspectiva permitido por el vuelo onírico fue relatado por el filósofo italiano Giordano Bruno (1548-1600), un exfraile dominico célebre en toda Europa por su inteligencia, erudición, ideas controvertidas, estilo mordaz y asombrosa capacidad de memorización; algunos de sus contemporáneos atribuían esta última a la magia, aunque el propio Bruno describiera en el libro El arte de la memoria los elaborados modelos mnemónicos que utilizaba. [36]
Entre los diversos libros de Bruno, uno está por entero dedicado a la «interpretación de los sueños» y lleva por título esa expresión, la misma que elegiría Freud casi tres siglos después para poner nombre a su libro seminal. A los treinta años, Bruno experimentó una visión onírica que se volvería famosa. En esa época, la gran mayoría de los astrónomos todavía profesaban el antiguo sistema ptolemaico, con la Tierra en el centro del sistema solar y una bóveda celeste compuesta de estrellas fijas en una esfera transparente. La teoría heliocéntrica del astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) tenía pocos seguidores, pero incluso en el modelo copernicano el sistema solar seguía siendo el centro del universo. Giordano Bruno, sin embargo, tuvo contacto con textos cosmológicos de la Antigüedad que asumían la existencia de múltiples mundos. También es posible que leyera la obra del filósofo iraní Fakhr al-Din al-Razi (1149-1209) y del astrónomo inglés Thomas Digges (1546-1595), que se referían de alguna manera a la infinitud del universo. Fue en este contexto en el que Giordano Bruno habría experimentado su sueño magno. En el relato que hizo de él, su espíritu abandonaba el cuerpo y se elevaba a través del cielo hasta alejarse de la Tierra. La serie Cosmos: una odisea en el espacio-tiempo , en su nueva versión presentada por el astrofísico estadounidense Neil deGrasse Tyson, narra así la experiencia de Giordano Bruno: Extendí alas seguras en el espacio y subí rumbo al infinito, dejando muy atrás lo que otros se esforzaban por ver desde lejos. Allí ya no había encima. Ni debajo. Ni bordes. Ni centro. Vi que el Sol era solo otra estrella. Y las estrellas eran otros soles, cada uno escoltado por otras tierras como la nuestra. La revelación de esta inmensidad fue como enamorarse. [37]
Leyenda o hecho real, el maravilloso relato onírico de Giordano Bruno actualizó el sueño de Escipión imaginado por Cicerón más de mil años antes, al repetir el viaje lejos de la Tierra, pero fue más allá al cruzar la barrera conceptual de las esferas como techos concéntricos y finalmente hacer explotar la perspectiva al alcanzar el infinito en todas las direcciones. Girando en el espacio y dándose cuenta de lo pequeños que somos frente a todo lo que hay, Bruno habría comprendido en su propio cuerpo soñado que el universo es vastísimo y que el Sol no es más que una de sus innumerables estrellas, cada una de ellas rodeada por sus propios planetas. El Sol no ocupa el centro del universo, ni parece haber un centro alrededor del cual todo orbita. [38] Esta profunda verdad astronómica, expresada por Bruno en el siglo XVI y rechazada por el astrónomo alemán Johannes Kepler, solo comenzó a verificarse cuatro años después de la muerte del primero, cuando el astrónomo italiano Galileo Galilei observó por primera vez una estrella de la Vía Láctea a través del telescopio. La confirmación empírica de la existencia de múltiples galaxias solo se alcanzó trescientos años después, mediante mediciones espectroscópicas. Algunas de las ideas de Giordano Bruno, como la pluralidad de los mundos y la vida en otros planetas, estaban muy adelantadas a su tiempo a pesar de tener raíces antiguas en las filosofías griega e islámica. [39] Gracias a su estilo combativo, Bruno se ganó poderosos enemigos, sobre todo en la Iglesia. Su pesadilla comenzó en 1592, cuando fue apresado en Venecia y entregado a la Inquisición; esta lo llevó preso a Roma y lo procesó por herejía, blasfemia y conducta inmoral. A lo largo del proceso judicial, el filósofo tuvo la oportunidad de retractarse, pero prefirió seguir siendo coherente e inflexible en cuanto a los aspectos fundamentales de su doctrina. En 1600, tras siete años de calabozos y torturas, y después de haberse negado categóricamente a renunciar a sus ideas, el brillante e insumiso Bruno fue amordazado, humillado por las calles de Roma y quemado vivo en una plaza pública. Hoy, en el Campo de’ Fiori, donde tuvo lugar este crimen bárbaro, una solemne estatua de Giordano Bruno preside el mercado de frutas y flores de los domingos por la mañana. En la base, conmueve la dedicatoria: A Bruno El siglo por él vaticinado aquí donde ardió la hoguera.
MUTACIÓN Y SELECCIÓN DE IDEAS Es curioso que Kepler, un pensador tan creativo y original como Bruno, expresara en una carta a Galileo su horror ante la idea de múltiples soles y planetas, dispersos sin jerarquía a través de un universo infinito. [40] No es que fuera reacio a los sueños, muy al contrario. Fue pionero en la ciencia ficción con el libro Somnium (1634), en el que un alter ego sueña con una visita a la Luna y describe en detalle cómo se ve la Tierra desde allí. Aunque en este caso la actividad onírica fuera un mero recurso narrativo, es imposible pasar por alto el uso del sueño para justificar una enorme ganancia de perspectiva, conferida por el punto de vista lunar. Durante el sueño, el cerebro experimenta el choque entre la fidelidad y la flexibilidad cognitiva, cuyos mecanismos son el fortalecimiento y la reestructuración de recuerdos. Mientras que la fidelidad de activación de recuerdos es un atributo del sueño de ondas lentas —un estado fisiológico filogenéticamente muy antiguo, que favorece el recuerdo estricto de los contactos preestablecidos con la realidad—, la reorganización de recuerdos parece ser un atributo del sueño REM, un estado fisiológico más reciente, que facilita la resolución de nuevos problemas. Reorganizar recuerdos es una habilidad muy adaptativa en un ambiente desafiante que cambia todo el tiempo y de manera impredecible. Pero el exceso de creatividad onírica puede conducir a ideas peligrosas en el mundo real, siendo más seguro someterlas al tamiz de una fiel simulación de la realidad. La alternancia entre el sueño de ondas lentas y el sueño REM a lo largo de la noche proporciona al cerebro la oportunidad de realizar múltiples ciclos de mutación y selección de ideas. En la primera mitad de la noche, los recuerdos reverberan en ondas lentas, reforzando los nuevos recuerdos más importantes y eliminando los otros. En la segunda mitad de la noche, se instalan episodios de sueño REM cada vez más largos y con niveles cada vez más altos de cortisol (la hormona del estrés), con lo que simulan los niveles de alerta de la vigilia. La desactivación de regiones frontales del córtex cerebral durante el sueño REM disminuye la precisión de la toma de decisiones y la ejecución ordenada de planes y se genera una discontinuidad en la composición lógica de las imágenes del sueño. Esto da lugar a dislocaciones, condensaciones, fragmentaciones y asociaciones entre los elementos oníricos, recombinando recuerdos de formas inesperadas. La elevada y ruidosa actividad cortical observada durante el sueño REM, al generar
«errores de procesamiento» que aflojan la sincronía neuronal, crea efectivamente nuevos caminos para la propagación eléctrica. Como hemos visto, el sueño REM promueve la expresión de genes necesarios para la potenciación de larga duración, lo que lleva al fortalecimiento sináptico de los recuerdos reestructurados durante el sueño. Junto con dos talentosos neurocientíficos computacionales, el cubano Wilfredo Blanco y el brasileño César Rennó-Costa, utilicé simulaciones de circuitos neuronales a través del ciclo sueño-vigilia para demostrar que la potenciación de larga duración provocada por el sueño REM, además de reforzar los recuerdos, también suscita su reorganización. La mera potenciación de algunas conexiones es suficiente para ocasionar una redistribución de las fuerzas sinápticas, lo que altera directa o indirectamente vastas porciones de la red neuronal. Una analogía nos ayuda a entender el fenómeno: al apretar con la mano un globo lleno de aire, se deforma por el otro lado, porque se trata de un sistema cerrado. RECUERDOS GITANOS Pero ¿cómo pueden permanecer estables durante tantos años ciertos recuerdos, si incluso las células que les sirven de marco son sustituidas con el paso del tiempo? Los recuerdos antiguos tienden a ser mucho más resistentes al olvido que los recientes. Así como los gitanos migran incesantemente, sin territorio fijo ni retorno a sus orígenes, los recuerdos no parecen dejar nunca de migrar a los confines de la vastísima red cortical, aislándose cada vez más a lo largo de la vida, cada vez más extensos y resistentes a las perturbaciones. En la mente de un anciano puede haber recuerdos ricos en detalles de más de un siglo, aunque no se puede afirmar que siempre hayan sido los mismos desde la infancia. Por el contrario, las evidencias experimentales apuntan a una constante transformación y migración intracerebral de los recuerdos a lo largo de la vida, con un papel especial reservado al sueño como estado propiciador de estos cambios. Esta parte de la historia comienza en 1942, cuando Donald Hebb finalizó un extenso análisis de pacientes neurológicos con lesiones en el hipocampo. [41] Como estos pacientes presentaban graves cuadros amnésicos, con incapacidad para formar nuevos recuerdos declarativos, comenzó a quedar claro que el hipocampo está directamente involucrado en la adquisición de nuevos recuerdos. En la década
siguiente, un caso de lesión quirúrgica se hizo famoso y dilucidó la cuestión. El paciente Henry Gustav Molaison, conocido desde entonces por las iniciales H. M., presentaba un cuadro severo de crisis convulsivas provocadas bilateralmente en los hipocampos izquierdo y derecho. Después de la extracción completa de estos focos epilépticos, el paciente se curó de las convulsiones, pero pasó a presentar amnesia para los recuerdos declarativos, es decir, los que pueden ser declarados verbalmente sobre personas, cosas y lugares. [42] H. M. podía aprender el nombre de una persona nueva durante unos minutos, pero poco después lo olvidaba. Esta amnesia era completa en el sentido anterógrado, es decir, después de la cirugía. Sin embargo, la amnesia retrógrada, relativa a los hechos que precedieron a la cirugía, resultó ser solo parcial. Si bien los hechos recientes habían sido completamente olvidados, los recuerdos antiguos, en especial los de la infancia, estaban bien conservados. H. M. fue sometido a una profunda investigación a lo largo de toda su vida posquirúrgica y su cuadro clínico no cambió desde entonces. El estudio exhaustivo de este paciente dejó claro que el hipocampo es la puerta de entrada a nuevos recuerdos declarativos. Ahí es donde se codifican las relaciones entre los diferentes atributos perceptuales de cada memoria: imágenes, sonidos, texturas, olores y sabores característicos de cada objeto representado, todos codificados por separado en el córtex cerebral pero integrados inicialmente a través del hipocampo. Esto explica por qué esta región desempeña un papel esencial en el mapeo del espacio, que permite la navegación ambiental, y en la codificación de eventos complejos como el movimiento y la acción de múltiples objetos y agentes en una sucesión de escenas. Para que los recuerdos declarativos perduren es imprescindible tener un hipocampo intacto tanto en el momento de la adquisición como en las horas posteriores. Sin embargo, poco a poco, con el transcurrir del tiempo, los recuerdos están cada vez menos representados en el hipocampo y más en el córtex cerebral, hasta el punto de sobrevivir sin muchos problemas en pacientes neurológicos que, ya sea por accidente o por cirugía, fueron sometidos a una extirpación completa del hipocampo. Este aumento progresivo de la participación del córtex cerebral en la codificación de recuerdos declarativos se denomina «corticalización», fenómeno bien conocido desde los años cincuenta pero cuyos mecanismos han permanecido ignorados hasta hace poco.
CEREBROS EN LA NIEVE En 1999, formulé junto con Claudio Mello y Constantine Pavlides la hipótesis de que es el sueño el que induce a la corticalización de recuerdos. Aprovechando los últimos meses del fin del doctorado, entre noviembre y diciembre del cambio de milenio, realicé experimentos para medir la expresión de genes inmediatos en el sueño de ratas previamente sometidas a estimulación eléctrica del hipocampo. El objetivo era implantar en el hipocampo el recuerdo artificial denominado «potenciación de larga duración» y seguir su rastro a través del cerebro durante el sueño y la vigilia subsiguientes. Un experimento piloto sugería que la expresión inicial en el hipocampo decaía rápidamente y aumentaba en el córtex después de unas horas. Diseñamos un largo experimento para rodear los hallazgos preliminares de buenos controles y de un número adecuado de animales por grupo experimental. Concluimos que era necesario hacer experimentos diarios durante ocho semanas consecutivas. La nieve caía sin cesar en esos días cortos, y las Torres Gemelas del World Trade Center seguían en su sitio. Emprendí la tarea con paciencia. Todos los días, al final del experimento, cada rata era sacrificada y su cerebro, congelado a una temperatura de -80 ºC para uso posterior. Cuando terminé de hacer los experimentos y recolectar todos los cerebros, todavía quedaba seccionarlos en rodajas muy finas y tratarlos químicamente para revelar los niveles de expresión génica. Era el 1 de enero de 2001 y me mudaba a Durham, Carolina del Norte, para comenzar mis estudios posdoctorales en la Universidad de Duke. Decidí llevarme los cerebros congelados para procesarlos allí, en el laboratorio de mi colega Erich Jarvis, neurobiólogo estadounidense que amablemente me ofreció su ayuda. Puse las docenas de cerebros dentro de una caja grande de poliestireno lleno de hielo seco, lo sellé con cinta adhesiva y tomé un taxi al aeropuerto de La Guardia, bajo una inclemente tormenta de nieve. El aeropuerto era un completo caos. Habían cancelado varios vuelos y la gente dormía en el suelo. Suspendieron mi vuelo, pero me transfirieron a otra compañía aérea. Ante la imposibilidad de llevar conmigo la caja de poliestireno, facturé todos los cerebros a Carolina del Norte, recogí mi tarjeta de embarque y deseé que todo fuera bien. No fue así. Esperé en vano delante de la cinta transportadora hasta que alguien recogió la última maleta. Al igual que yo, varios otros pasajeros se quejaban de la pérdida de sus pertenencias en ese
desbarajuste helado de principios de año. En el mostrador de la aerolínea descubrí que la caja de poliestireno había sido transferida a otra compañía debido a la cancelación de los vuelos. Me prometieron que la localizarían y que llegaría en el segundo y último vuelo de la compañía en esa ruta en un plazo de doce horas. Fui a Durham, empecé a instalarme y después del plazo estipulado regresé al aeropuerto, pero la caja de poliestireno no llegó. Me prometieron que lo haría al día siguiente y pasé la noche en vela, pensando en el hielo seco en lenta pero inexorable sublimación. Al día siguiente fui el primero en llegar al mostrador de la compañía, pero ni rastro de la caja de poliestireno. La trágica escena se repitió durante tres largos días, con dos desplazamientos diarios al apartado aeropuerto y tres largas noches de mal sueño, dominadas por la previsión cada vez más pesimista sobre cómo estarían el hielo seco y los cerebros dentro de la caja de poliestireno. Por primera vez entendí por qué en el mundo grecorromano se decía que el insomnio es el sueño con una idea fija. Ni todos los dioses del Olimpo podían ayudarme ahora que el desastre era inevitable. Recé a mis orishás y entregué al azar el destino de los cerebros. Cuando la cuarta mañana entré corriendo en el vestíbulo del aeropuerto y vi a lo lejos la caja de poliestireno, llena de etiquetas de los distintos aeropuertos por los que había pasado, me imaginé lo peor. Desenrollé frenéticamente las cintas adhesivas y casi me caigo al suelo al ver el interior: cerebros perfectamente conservados bajo una buena capa de hielo seco todavía intacto. Agradecí con efusividad a vivos y muertos la oportunidad de continuar investigando aquel material. LOS RECUERDOS MIGRAN DURANTE EL SUEÑO Los resultados de la investigación revelaron en detalle un proceso de migración de recuerdos fuera del hipocampo durante el sueño REM. [43] Pudimos documentar una secuencia de tres ondas distintas de regulación génica tras la estimulación del hipocampo. La primera onda comienza en el mismo hipocampo media hora después de la estimulación, llega a las áreas corticales cercanas al lugar de la estimulación después de tres horas de vigilia y termina durante el primer episodio de sueño de ondas lentas. Una segunda onda comienza durante el sueño REM en las regiones corticales próximas al estímulo, se propaga a regiones cerebrales distantes durante la vigilia
subsiguiente y acaba durante un nuevo episodio de sueño de ondas lentas. Por último, una tercera onda de regulación génica comienza durante el siguiente episodio de sueño REM en varias regiones corticales. Y no sabemos cuándo ni dónde termina, porque el experimento se detuvo ahí. El hipocampo mostró una disminución gradual de la expresión génica de la primera onda a la tercera. Las regiones corticales más lejanas, distantes varias sinapsis del sitio de estimulación eléctrica inicial, mostraron un perfil opuesto, con un aumento gradual de la expresión génica a medida que las ondas se sucedían. Estos resultados proporcionaron la primera evidencia experimental de que el sueño REM puede participar en la transferencia de recuerdos del hipocampo al córtex cerebral a través de ondas de plasticidad molecular que se profundizan con cada ciclo de sueño. Estudios posteriores que utilizaron la exploración de nuevos objetos en lugar de la potenciación de larga duración confirmaron que los efectos persisten en el córtex, pero no en el hipocampo. [44] Mientras que los cambios sinápticos se renuevan y se propagan corticalmente, en el hipocampo estos cesan y los recuerdos decaen rápidamente. Es importante tener en cuenta que el hipocampo tiene dimensiones mucho más pequeñas que el córtex cerebral, con mucha menos capacidad para codificar recuerdos. Durante el sueño postaprendizaje, en el hipocampo se activan temporalmente mecanismos de plasticidad que en el córtex cerebral son persistentes. Es por ello que el hipocampo abandona de forma gradual su participación en cada recuerdo recién adquirido y se vuelve cada vez menos relevante a medida que el recuerdo madura. En contrapartida a este «olvido», cada noche el hipocampo renueva su capacidad de aprender otra vez, liberando espacio de codificación para los nuevos recuerdos del día siguiente. Los recuerdos no son realmente fiables. Se pierden trozos, reciben nuevas asociaciones, se integran entre sí, son depurados y se añaden detalles, pasan por filtros de deseo y censura y, sobre todo, cambian de soporte biológico; quedan representados en diferentes circuitos neuronales, generan nuevas ideas, pero aun así mantienen la apariencia de estabilidad. Un primor de permanencia en medio de una transformación incesante, un prodigio de flexibilidad sin pérdida de identidad.
13 El sueño REM no es sueño Considerar el funcionamiento de los mecanismos descritos en los capítulos anteriores permite entender por qué el sueño es cognitivamente tan importante, pero no ayuda a descifrar el sentido íntimo y en potencia significativo del acto de soñar. Iones, genes y proteínas tienen una historia ajetreada que contar durante la noche, pero no necesitamos saber de su existencia para que funcionen en nosotros. Tampoco el hecho de conocerlos explica el contenido onírico. Los eventos del sueño no ocurren solo en el ámbito de las moléculas, sinapsis o células aisladas, sino ante todo en el de complicadísimos patrones de actividad eléctrica propagados a través de vastas mallas de neuronas que operan en la representación de los objetos del mundo bajo reglas muy peculiares. Cuando dos neuronas se activan sincrónicamente hasta el punto de generar disparos neuronales en una tercera neurona, tiene lugar una asociación a escala celular. Cuando las palabras se asocian por congruencia semántica, sintáctica o fonética, se da una asociación de otro orden, psicológica, que a su vez se implementa a través de una plétora de asociaciones celulares. El espacio de las representaciones mentales no se confunde con la malla neuronal porque es una propiedad emergente de esta, así como el movimiento sincronizado de un gran banco de peces resulta de la interacción de todos ellos, pero no puede ser explicado por lo que sucede en cada pez. La mente opera a través de leyes simbólicas propias —asociación, desplazamiento, condensación, represión y transferencia — que se anclan microscópicamente en los mecanismos de plasticidad sináptica presentados en los capítulos anteriores, pero que sin duda no se reducen a ellos. CUANDO LA CIENCIA NEGABA EL SUEÑO
En la actualidad hay certeza sobre el hecho de que los sueños, además de desempeñar un papel en el procesamiento de recuerdos, tienen significados específicos para los soñantes. Esta verdad, tan evidente para aquellos que prestan atención a sus sueños, fue negada, de muchas maneras diferentes, por varios científicos y filósofos antifreudianos que blandían el sueño REM como rigurosa evidencia de la irrelevancia onírica. ¿Por qué perder tiempo investigando relatos subjetivos de alucinaciones nocturnas cuando existe un estado fisiológico medible al alcance de cualquier investigador serio y mínimamente equipado? A lo largo de la segunda mitad del siglo XX , este sofisma se utilizó para desinflar el entusiasmo de la investigación onírica, considerada de forma creciente como poco científica, y ello favoreció la investigación estrictamente neurofisiológica de las propiedades del sueño REM. Como por arte de magia, todo el misterio milenario de los sueños dejó de ser un problema digno de estudio. Los sueños eran tema de charlatanes, adivinos, sacerdotes, psicoanalistas y otros profesionales de la metafísica. El segundo dividendo de esta elección en favor de la ignorancia fue tranquilizar al público sobre el carácter extraño y a menudo embarazoso de la trama onírica. Los sueños eran meros epifenómenos sin sentido del sueño REM, subproductos aleatorios de una realidad subyacente, estrictamente fisiológica, y por lo tanto sin ningún significado psicológico. Lo que sucedió con el estatus de la relación entre el sueño REM y los sueños no es más que un ejemplo particular de un fenómeno más general en la ciencia. Al afrontar una cuestión difícil, los científicos a menudo caen en el error de proclamar su inexistencia. Esto sigue ocurriendo hoy en día con el problema de la conciencia, que para muchos psicólogos y filósofos se resuelve con facilidad, reduciendo la subjetividad de la conciencia a un conjunto de operaciones neurales objetivas. Sucedió lo mismo con la genetista Barbara McClintock (1902-1992), que descubrió la transposición de genes al estudiar la gigantesca variedad de patrones de coloración del maíz. McClintock documentó en detalle la existencia de misteriosos saltos genéticos dentro del genoma del maíz, con la inserción, deleción y translocación de genes entre cromosomas. Sin embargo, fue completamente desacreditada y dejó de publicar sus resultados en 1953. Con el paso del tiempo, las investigaciones convergieron para validar la transposición genética en animales, plantas, hongos y bacterias, y el trabajo de McClintock devino un tema obligatorio en cualquier manual de
genética. En 1983 fue reconocida con el Premio Nobel, el primero otorgado en exclusiva a una mujer. Pero volvamos a la distinción entre los sueños y la fase de sueño REM. Aunque ingenuo, el argumento de que se trataba de temas mutuamente irrelevantes prosperó en el campo biomédico y alcanzó una amplia difusión entre el público no especializado a través de los medios de comunicación, aislando a las voces disidentes que decían estar insatisfechas con el empobrecimiento de la discusión. La posición reduccionista se volvió hegemónica y se mantuvo así hasta el final del milenio, cuando tuvo que hacer frente a la primera refutación empírica. Valió la pena la larga espera de casi un siglo después de La interpretación de los sueños de Freud, porque las nuevas evidencias no podían ser más esclarecedoras. La difícil tarea de rescatar el sueño como fenómeno psicológico autónomo, expresión individual de procesos adaptativos dignos de interés científico, recayó en el neurólogo y psicoanalista sudafricano Mark Solms. Nacido en Namibia, posgraduado en la Universidad de Witwatersrand, de Johannesburgo, formado en el Instituto de Psicoanálisis y con una larga experiencia investigadora en el University College de Londres y en el Royal London Hospital, Solms maduró durante muchos años una excelente pregunta: ¿hay personas incapaces de soñar incluso durante el sueño REM? Intrigado y molesto por el sesgo ideológico del debate, Solms decidió probar la hipótesis de que el sueño REM y el sueño son fenómenos distintos, y por lo tanto deben corresponder a diferentes mecanismos cerebrales. Para ello, investigó casos neurológicos en busca de lesiones cerebrales que, por casualidades del destino, pudieran disociar de manera fortuita el sueño REM del sueño. Sucede, sin embargo, que las lesiones neurológicas típicas no se parecen a las quirúrgicas de tipo experimental realizadas en condiciones controladas de laboratorio. Son cicatrices únicas, complejas y particulares, producidas por accidentes tan idiosincrásicos como la huella que dejan en los supervivientes. La búsqueda de un perfil de lesiones capaz de abolir lo onírico sin afectar al sueño REM debió de parecerle a Solms tan difícil como buscar una aguja en un pajar. La multiplicidad de particularidades en cada caso debió de sugerir al principio la inexistencia de cualquier orden o patrón. Para entender de dónde sacó Solms la paciencia y la visión panorámica para construir gradualmente la respuesta a su pregunta, hay que entender mejor su figura. Además de desarrollar intereses académicos y clínicos, Solms es un soñador activo en el campo de la ingeniería social. Tras la
democratización de Sudáfrica, regresó al país y decidió dedicar a la vinicultura una granja que pertenecía a su familia desde hacía más de trescientos años. Al entender que la finca estaba habitada por campesinos descendientes de generaciones de esclavos, promovió excavaciones para revelar el pasado del territorio y compartió su propiedad con todos los residentes. Con tal firmeza de propósitos e imaginación, no es de extrañar que Solms haya logrado recopilar y comparar una vasta colección de casos neurológicos marcados por perturbaciones en la capacidad de soñar; algunos de ellos son clásicos bien conocidos y otros, verdaderas rarezas. Solms observó que varios tipos de lesiones cerebrales son capaces de alterar aspectos del sueño o de los sueños. [1] Las lesiones profundas en el puente cerebral, capaces de reducir o incluso eliminar el sueño REM, cuando no matan al paciente raramente anulan la capacidad de soñar. [2] Las lesiones en regiones límbicas temporales causan descargas epilépticas que, a su vez, provocan pesadillas recurrentes y estereotipadas. Las lesiones en las regiones límbicas frontales dan lugar a un síndrome extraño; los pacientes no solo conservan la capacidad de soñar, sino que también empiezan a soñar en exceso, incluso durante toda la noche. Sin embargo, pierden la capacidad de distinguir entre realidad y sueño. Una entrevista clínica ilustra este cuadro: PACIENTE : En realidad no estaba soñando por la noche, sino pensando en imágenes. Es como si mi pensamiento se volviera real, como si pensara en algo y luego lo viera suceder ante mis ojos, y después me quedo muy confundida y a veces no sé lo que realmente sucedió y lo que estaba pensando. MÉDICO : ¿Estaba despierta cuando tuvo estos pensamientos? PACIENTE : Es difícil de decir. Es como si no hubiera dormido nada, porque me estaban pasando muchas cosas. Pero por supuesto que eso no estaba sucediendo realmente, solo soñé esas cosas; pero tampoco eran como los sueños normales, es como si esas cosas me estuvieran sucediendo a mí… [Un ejemplo:] Tuve una visión de mi marido [fallecido]; vino a mi cuarto, me dio un medicamento y me dijo alguna cosa cariñosa, y a la mañana siguiente le pregunté a mi hija: «Dime la verdad, ¿está realmente muerto?», y ella me respondió: «Sí, mamá». Entonces debe de haber sido un sueño… [Otro ejemplo:] Estaba tumbada en la cama pensando, y entonces sucedió que de repente mi marido estaba allí hablando conmigo. Y luego fui a bañar a los niños, y de repente abrí los ojos y dije: «¿Dónde estoy?». ¡Estaba sola! MÉDICO : ¿Te habías quedado dormida? PACIENTE : Creo que no, es como si mis pensamientos se hicieran realidad. [3]
Después de varios años de investigación, Solms recopiló 110 casos de pacientes con el sueño REM intacto desde el punto de vista fisiológico, pero incapaces de relatar sueños. [*] Los casos incluían el síndrome de Charcot-Wilbrand, caracterizado por la dificultad para reconocer objetos y escenas visuales (agnosia visual) y por la pérdida de la capacidad de imaginar o soñar imágenes visuales. Descrito de forma pionera en pacientes con trombosis por Jean-Martin Charcot en 1883 y Hermann Wilbrand en 1887, este síndrome está asociado a lesiones en el área temporal-occipital y a la preservación del sueño REM. [4] Estos pacientes no son capaces de relatar pensamientos e imágenes ni siquiera cuando se les despierta en medio de un episodio de sueño REM. En ellos el sueño es reemplazado por un estado de profunda inconsciencia. [5] Los exámenes neuropatológicos por tomografía o histología revelaron algo espectacular. En su amplia diversidad, las lesiones cerebrales de los pacientes se dividían en dos tipos principales. El primero comprendía la región de unión entre los córtices parietal, temporal y occipital, conocida por su implicación en el procesamiento visual, auditivo, táctil y semántico. [6] El segundo tipo incluía axones o cuerpos celulares de neuronas productoras de dopamina, localizados en un área pequeña y profunda del cerebro, el área tegmental ventral (ATV) (figura 14). Las neuronas dopaminérgicas de esta área distribuyen sus axones por amplias partes del cerebro y son las principales responsables de la señalización neuroquímica que permite a los animales evitar el dolor y buscar el placer. [7] Estudios recientes en roedores sugieren que la adquisición, el procesamiento y la recuperación de recuerdos importantes para la supervivencia del animal dependen de la interacción del ATV con el hipocampo y el córtex prefrontal. [8] La lesión del ATV o de sus proyecciones axonales abole por completo el sueño sin afectar al sueño REM. Estas lesiones también van seguidas de pérdida de motivación, falta de placer y reducción de la intencionalidad durante la vigilia. Esto se debe a que el ATV es una parte esencial del sistema de recompensa y castigo del cerebro, una estructura cerebral que nos permite perseguir objetivos, evitar estímulos aversivos, satisfacer la libido y aprender de experiencias positivas y negativas. Este sistema nos permite en efecto tener, satisfacer y frustrar expectativas, y es crucial para la expresión del instinto que nos hace luchar con todas nuestras fuerzas para sobrevivir, incluso en situaciones desesperadas.
La formación de la memoria es un proceso selectivo en el que las contingencias de recompensa determinan qué recuerdo será conservado y cuál olvidado. El sueño desempeña un papel clave en el mantenimiento de la información a largo plazo, que beneficia de manera específica los recuerdos asociados a la recompensa. La clave para la consolidación de la memoria durante el sueño es la reactivación de representaciones recién codificadas, que parecen incluir neuronas dopaminérgicas. [9] Para investigar los efectos cognitivos de la activación del receptor de dopamina durante el sueño, el equipo de Jan Born entrenó primero a voluntarios de investigación para que asociaran diferentes imágenes visuales a recompensas grandes o pequeñas. Durante el sueño subsiguiente, los investigadores administraron a los voluntarios una sustancia capaz de activar el receptor de dopamina. Veinticuatro horas después, se puso a prueba a los voluntarios para verificar la recuperación de las escenas ya vistas al mezclarlas con otras nuevas, una tarea que requiere hipocampos intactos para desempeñarla bien. Cuando recibieron el placebo, los participantes demostraron aprender mucho mejor las imágenes asociadas a grandes recompensas. Sin embargo, cuando se administró el fármaco activador del receptor de dopamina, no se verificó ninguna diferencia entre las imágenes asociadas a las recompensas grandes o pequeñas, generando un déficit de aprendizaje. Los resultados apoyaron la idea de que la consolidación preferencial de los recuerdos asociados a grandes recompensas implica una activación dopaminérgica selectiva del hipocampo. [10]
FIGURA 14. El ATV es un pequeño núcleo de células que proyecta axones dopaminérgicos hacia amplias partes del córtex frontal y medial, además de hacia estructuras subcorticales como el núcleo accumbens. Las lesiones de ATV o de sus proyecciones eliminan los sueños sin afectar al sueño REM.
Y así, la pregunta improbable de Mark Solms acabó por recibir respuesta. Al final de este proceso, la aguja encontrada, de tan
puntiaguda, perforó y vació el globo hiperinflado de las teorías antifreudianas que equiparaban el sueño a la fase REM. El descubrimiento de la autonomía del sueño en relación con el sueño REM —a pesar del papel de la dopamina en la génesis de uno y otro— completó el largo recorrido de una hipótesis intuida a finales del siglo XIX , pero sin solución posible en aquel momento, en el que los mecanismos químicos y anatómicos todavía eran completamente ignorados. La proposición freudiana de que el deseo es el motor del sueño es mucho más factual de lo que sus críticos admiten. La apariencia poética probablemente contribuyó a enmascarar la exactitud quirúrgica de la hipótesis, ya que se necesitaron cien años de acumulación de conocimiento sobre los mecanismos neuronales de la motivación antes de que la frase tuviera sentido biológico. Lo que la sagaz observación clínica de Freud reveló mediante el solo análisis de los comportamientos y recuerdos exteriorizados por sus pacientes, fue la probable existencia de los mecanismos que al final identificó Solms. Sueño «es» deseo porque ambos «son» dopamina. Esta conclusión está relacionada con el hecho de que la dopamina es esencial para la presencia misma del sueño REM, como hemos visto antes. La implicación del sistema dopaminérgico de recompensa y castigo en la génesis del sueño representa una solemne refutación al ataque de Karl Popper a Freud; la teoría psicoanalítica definitivamente es testable. A partir de los hallazgos empíricos de Solms, perdieron fuerza varios argumentos antifreudianos repetidos a lo largo del siglo xx como muletillas con barniz científico. Ya no es posible, por ejemplo, trivializar el rico e intrigante significado de los sueños como un subproducto inútil del sueño REM. Tampoco es posible seguir aceptando que el sueño representa una concatenación aleatoria de imágenes. La evidencia apunta a un encadenamiento de imágenes organizado por el sistema dopaminérgico de recompensa y castigo, un proceso capaz de ensayar, valorar y seleccionar comportamientos adaptativos sin someter el cuerpo a riesgos, ya que todo es simulado en el entorno seguro e inofensivo de la propia mente. SIMULACRO DE LA VIDA Esta teoría nos permite comprender mejor de dónde proviene la cualidad subjetiva de los sueños, siempre ocupados con personas y
cosas que interactúan en escenarios complejos y nunca con los elementos constituyentes de estas representaciones. Nadie sueña con un color específico sin forma, con un determinado ángulo abstracto, con un cierto contraste y nada más. Esto indica que la experiencia subjetiva del sueño no se explica solo por la activación del córtex visual primario, que es la primera parte del córtex cerebral en recibir estímulos visuales y que procesa atributos muy básicos de la imagen, como posición espacial, contrastes de brillo, orientaciones y ángulos. El componente visual, dominante para la mayoría de las personas, puede generar hermosas experiencias subjetivas, marcadas por colores y movimientos fascinantes. A pesar de la hegemonía de la visión, los sueños pueden implicar experiencias mentales relacionadas con todos los sentidos, combinadas de diferentes maneras según reglas aún poco comprendidas. Sueños auditivos, gustativos, táctiles y olfativos existen y son notables, como si la maravilla de soñar fuera mayor cuando invade dominios más allá de la luz. También existen sueños caracterizados por una fuerte sensación de movimiento, asociados a la representación motora y al sistema vestibular, responsable del equilibrio del cuerpo. Debido al potencial de reflejar todas las dimensiones de la experiencia de la vigilia, el sueño es un desconcertante simulacro de la realidad. Un sueño típico tampoco acostumbra a presentar partes de cuerpos con autonomía y protagonismo; nadie suele soñar con frentes, narices, labios o codos por separado. Casi siempre soñamos con objetos enteros, ya sean personas, animales o cosas, aunque a veces quimerizados con trozos tomados de alguna otra representación completa de un objeto o que se han roto por un acontecimiento dramático de la propia narrativa. Si la fuerte reverberación eléctrica durante el sueño REM es la causa principal de la intensidad del sueño, el hecho de que ocurra en varias áreas corticales involucradas en la representación compleja de objetos visuales explica la calidad igualmente compleja de las imágenes oníricas. El sueño no presenta todos los niveles posibles de representación sensorial, sino solo los más elaborados. El sustrato neural de los sueños son las regiones más remotas del cerebro, las más alejadas de la periferia sensorial y motora y, por lo tanto, más capaces de asociar e integrar la información derivada de los sentidos. Estas regiones comprenden vastas partes multisensoriales del córtex cerebral, así como una intrincada circuitería subcortical que incluye el hipocampo y la amígdala, [11] que participan respectivamente en la
adquisición de recuerdos declarativos y en la valoración de estos como recompensa o castigo. RED NEURONAL POR DEFECTO Son tantas las regiones activadas durante el sueño REM que es más útil pensar en ellas no como una colección de partes separadas, sino como un circuito cerebral grande y complejo. Curiosamente, este circuito se superpone a lo que se conoce como «red neuronal por defecto» (en inglés default mode network , DMN). [12] Las personas que sufren lesiones en el córtex prefrontal medio, una región muy importante de la DMN, presentan un gran impedimento en su capacidad para soñar. [13] Esta red fue descubierta en 2001 por el equipo del neurólogo estadounidense Marcus Raichle, de la Universidad Washington, en Missouri, e inicialmente se describió como el conjunto de regiones que reducen su actividad durante la realización de tareas dirigidas a alcanzar objetivos, pero que se activan cuando el cerebro «descansa», [14] como un motor de coche en punto muerto. Durante la vigilia, la red DMN se activa cuando la persona está distraída, «sin hacer nada». Ya durante el sueño, los efectos dependen del estado considerado, ya que la actividad de la red DMN disminuye durante el sueño de ondas lentas y aumenta durante el sueño REM. [15] La actividad de la DMN durante el sueño REM se alterna con la actividad de las áreas corticales anatómicamente más cercanas a los órganos sensoriales. [16] Además, patrones similares de actividad de la DMN, aunque atenuados y parciales, se observan durante la ensoñación de la mente despierta. [17] Estos avances de la última década dan un sabor extrañamente refrescante al verso 58 del Bhagavad Gita , obra maestra de la literatura védica fechada entre los siglos V y II a. C., en plena Era Axial: «Aquel que es capaz de apartar los sentidos de los objetos de los sentidos, tal como la tortuga guarda las extremidades dentro del caparazón, tiene firmemente en su posesión el conocimiento perfecto». [18] Cuando retraemos nuestros sentidos para soñar, la parte del cerebro que se activa es la DMN. ¿Cabría entonces esperar que modelos farmacológicos del sueño, como la ayahuasca o el LSD, aumentasen la actividad de la DMN? Esta pregunta motivó a la neurocientífica Fernanda Palhano, en aquel momento doctoranda en el laboratorio de Dráulio de Araújo, a investigar señales de resonancia magnética funcional grabadas,
mientras descansaban, a personas que habían consumido ayahuasca. Los datos, que se publicaron en 2015 en la revista PLoS One , eran muy claros: en el estado de quietud en vigilia bajo el efecto de la ayahuasca, la actividad de la DMN disminuía , así como la fuerza de la conexión funcional entre las regiones que la componen. [19] Como investigador participante en el estudio, el resultado me sorprendió mucho, pero el equipo británico de Robin Carhart-Harris, David Nutt y la gran pionera de la neurociencia psicodélica, la condesa Amanda Feilding, ya habían publicado en la revista PNAS un resultado casi igual con psilocibina. [20] Cerca de un año después, los mismos investigadores demostraron un fenómeno bastante similar usando LSD. [21] De modo sorprendente, el debilitamiento de la DMN se correlacionó positivamente con la disminución de los «viajes en el tiempo» realizados por la mente. [22] Araújo y Palhano creen que la clave para comprender esta aparente paradoja es la comparación con los estados meditativos, que también reducen la actividad de la DMN. [23] Los psicodélicos y la meditación comparten muchas características psicológicas, tales como una mayor introspección y autopercepción en el momento presente. [24] El monje budista Yongey Mingyur Rinpoche describió la meditación como «la práctica del descanso de la atención sobre lo que estuviera pasando por la mente, sin tratar de interferir o aferrarse al flujo de pensamientos y emociones». [25] La disminución de la actividad de la DMN durante la meditación se ha asociado con una disminución de la ensoñación. [26] Este no es el caso de los psicodélicos, ya que los usuarios experimentados muestran más ensoñación, no menos. [27] Por otro lado, la conciencia del ensueño queda alterada en ambos estados. La actividad de la DMN aumenta durante periodos de divagación, pero disminuye con la conciencia de que la mente ha estado ensoñando, [28] como en las experiencias psicodélicas. La experiencia onírica parece estar más relacionada con viajes en el tiempo autobiográfico, la más reflexiva de las experiencias del pasado, que las experiencias psicodélicas o meditativas. Es como si tales experiencias de contemplación llevaran a una alteración del punto de vista, cambiando la perspectiva de actor a espectador atento, lo que difiere de la situación onírica. El hecho de que la generación de sueños dependa del funcionamiento del sistema de recompensa y castigo refuerza la teoría de que los sueños son simulaciones de situaciones relevantes para el soñante. Soñar con la conquista del objeto de deseo es un aspecto importante de la vida onírica desde la más tierna infancia, como bien ilustran el sueño
frustrado de recibir una bicicleta como regalo del que he hablado en el capítulo 5 o el sueño feliz y simple del niño Dean en la bañera, en el mismo capítulo. Ambos son ejemplos bien definidos del concepto freudiano de «satisfacción del deseo», en el que la narrativa onírica representa la obtención de alguna recompensa. Sin embargo, la mayoría de los sueños que tenemos se caracterizan por la búsqueda frustrada de la satisfacción del deseo, en la que la simulación de la búsqueda de diversos objetivos se realiza a través de intentos incompletos, imperfectos y sobre todo infructuosos. Es notable la presencia de deseos frustrados en las tramas oníricas, como en los sueños en los que se asalta la nevera en personas que siguen una dieta, el consumo de drogas adictivas en personas bajo abstinencia y la libertad en el caso de personas encarceladas. [29] SOÑAR E IMAGINAR SON PROCESOS CEREBRALES SIMILARES Imaginarse como personaje de un acontecimiento futuro hizo posible planear acciones eficaces sobre lo que aún está por suceder. Experimentos realizados por varios grupos de investigación en psicología, como el del estadounidense Daniel Schacter, de la Universidad de Harvard, demostraron que la habilidad de imaginar el futuro está fuertemente relacionada con la capacidad de rememorar el pasado. Este descubrimiento se remonta a principios de los años ochenta, cuando Schacter, que había concluido su doctorado en la Universidad de Toronto bajo la supervisión del psicólogo ruso Endel Tulving, dirigía investigaciones sobre recuerdos episódicos en pacientes amnésicos debido a lesiones cerebrales. Un día apareció para someterse a un examen piscológico un paciente amnésico, conocido solo por las iniciales K. C. El paciente presentaba una vasta lesión en los lóbulos temporal y frontal y carecía por completo de memoria episódica; era incapaz de dar cuenta de ningún evento ocurrido en un lugar y momento específicos. Para sorpresa de Tulving y Schacter, K. C. también se mostró incapaz de imaginar el futuro: INVESTIGADORES : Intentemos de nuevo la pregunta sobre el futuro. ¿Qué vas a hacer mañana? (Pausa de quince segundos. Una ligera sonrisa.)
K. C.: No lo sé. INVESTIGADORES : ¿Recuerdas la pregunta? K. C.: ¿Sobre qué voy a hacer mañana? INVESTIGADORES : Sí. ¿Cómo describirías tu estado mental cuando intentas pensar en ello? (Pausa de cinco segundos.) K. C.: En blanco, creo. [30] El cuadro neurológico del paciente K. C. fue el primero de una serie de casos similares y bastante sorprendentes, por cuanto contradecían la intuición ampliamente difundida de que pasado y futuro son antónimos. Una sorpresa aún mayor se produjo en 2007, cuando Dan Schacter y Donna Addis publicaron el primer estudio de imagenología cerebral comparando tareas de prospección del futuro y de rememoración del pasado. Quedó claro que las regiones cerebrales utilizadas para ambos procesos son prácticamente las mismas: hipocampo, precúneo, córtex retroesplenial, córtex temporal lateral, córtex parietal lateral y córtex prefrontal medial. Es por ello que los pacientes con lesiones en estas regiones presentan déficits tanto en la memoria episódica como en la imaginación de situaciones futuras. RREPROGRAMACIÓN INCONSCIENTE DE RECUERDOS En principio, tal proceso de simulación no necesitaría ser consciente para generar alteraciones adaptativas de comportamiento. En algún momento de la evolución de los mamíferos, el sueño comenzó a ser seleccionado positivamente como reprogramador inconsciente de recuerdos, un mecanismo biológico capaz de reactivar, reforzar y editar remembranzas para luego ponerlas a prueba en simulaciones muy fiables de la realidad. Mucho tiempo después, ya en el linaje de nuestros antepasados homínidos parlantes, la capacidad de soñar se vio aún más favorecida evolutivamente por la repercusión de su rememoración verbal consciente sobre las acciones de la vigilia, no solo las del soñante, sino de todo el grupo familiar expuesto a la narrativa matinal siempre renovada. En la relativa monotonía del Paleolítico, durante la rutina de hacer herramientas con piedras talladas y las prolongadas cacerías migratorias, los relatos oníricos debían de ser uno de los momentos más estimulantes y esperados de la vida
cotidiana, llenos de esperanza, pero también de temor. Existen innumerables culturas que solicitan y fomentan sueños reveladores o curativos que generan expectativas en toda la comunidad que rodea al soñante. El imperativo colectivo de una sociedad que cree en la utilidad de los sueños facilita ciertamente su recuerdo e interpretación. El gran retraso de la civilización urbana y tecnológica en reconocer que los sueños son adaptativos, es decir, que facilitan la adaptación del individuo, se debe a la tardanza de la ciencia en abordar seriamente el tema. Fue solo en 2010 cuando Stickgold y su grupo demostraron de manera cuantitativa que soñar con una nueva tarea se correlaciona con una mejor ejecución posterior. Los participantes exploraron un laberinto virtual y se midió el tiempo necesario para completar el trayecto. Luego, la mitad de los participantes se fueron a dormir y la otra mitad permaneció en vigilia. Cada uno de estos grupos se subdividió según la aparición o no, durante el periodo, de imágenes mentales relacionadas con el laberinto. Después de cinco horas, cada participante volvió a navegar por el laberinto, y los tiempos para completar la tarea se compararon con las mediciones anteriores. En el caso de aquellos que permanecieron despiertos, hubo poca mejora en el rendimiento, con independencia del contenido de imágenes del ensueño; es decir, la aparición espontánea de imágenes relacionadas con el juego fue irrelevante para los resultados. Sin embargo, en el caso de los que durmieron, el contenido de las imágenes supuso una gran diferencia. Aquellos que informaron sobre imágenes oníricas relacionadas con la navegación del laberinto completaron la suya mucho más rápido que antes de dormir. En cambio, los participantes que no reportaron sueños relacionados con la tarea no tuvieron mejoría en el desempeño. Este experimento fue la primera demostración de que el contenido del sueño, y no simplemente el tiempo transcurrido en sueño REM, promueve la adaptación al medio ambiente. [31] ¿Los chamanes y psicoanalistas siempre lo han sabido? En el entorno urbano actual, acordarse de un sueño al despertar requiere mucho más que la mera voluntad de recordar. Durante el sueño REM, los niveles cerebrales del neurotransmisor noradrenalina son prácticamente nulos. Este último refuerza la evocación voluntaria de recuerdos, y por esta razón no es de extrañar que despertemos del sueño REM con gran dificultad para recordar los sueños. Como vivimos en una sociedad que no les pide ni les ofrece nada, nos levantamos de la cama ya con la necesidad de satisfacer deseos, ya sea orinar o tomar café. Abandonamos la idea central de los sueños recientes y de
inmediato pensamos hacia delante en la línea de tiempo, comenzamos la proyección hacia el futuro, que consiste en examinar mentalmente lo que tenemos que hacer en este nuevo día. Los recuerdos utilizados para simular nuestros planes de acción se ven reforzados por la liberación de noradrenalina, implicada directamente en el proceso de prestar atención a los estímulos sensoriales a los que estamos expuestos de manera incesante durante la vigilia. Así, en el intervalo entre la cama y el baño, se desvanece la posibilidad de rescatar el sueño. Cuando llegamos a la pasta de dientes unos minutos después, la oportunidad de rememorar el último sueño de la mañana ya se ha desaprovechado por completo. EL ARTE DE SOÑAR El sueño es un constructo fisiológico, una trayectoria específica de activaciones mnemónicas firmemente guiada por la brújula del deseo, pero no siempre capaz de generar un encadenamiento narrativo vigoroso, emocionante o bello. Cada sueño es un ensayo en sí mismo, una posibilidad de representaciones que pueden fracasar en la primera imagen, tropezar en la primera escena o seguir en fabricación dinámica hasta formar una catedral de significados, con una inmensa libertad de variaciones que van desde el hecho de soñar con imágenes imperfectas y tenues, el baile de sombras desandado en asociaciones reprobables, que pueden causar terribles sustos o conducir a situaciones tristes y lamentables, hasta tejer tramas de profunda resonancia con las emociones vitales del soñante, llenas de detalles que encajan de forma conmovedora para generar una composición, verdadera y de autor, sobre uno mismo. A veces el soñante interrumpe el sueño, ya sea para atender a su bebé o para ir al baño, y retoma la misma narrativa onírica que había estado soñando antes como si fuera una novela, una secuencia larga, compleja y articulada de escenas caracterizadas por la acción de personajes relacionados entre sí, con misiones y propósitos propios. En estos casos es evidente que hay coherencia y organización entre las partes dispersas en el tiempo onírico, además de una memoria interna de la experiencia, de modo que el final del sueño puede referirse a propósitos definidos al principio. Lejos de ser un fenómeno extraño, el hecho de retomar el hilo central del sueño indica que es altamente no aleatorio y que tiene emociones que no cambian de un momento a otro. Un sueño bien formado es una simulación adecuada de la búsqueda exitosa de una recompensa inicialmente deseada, o de la fuga airosa de un castigo
antes temido, sin olvidos a mitad de camino, sin pérdida de control de la voluntad, sin disolución del deseo o del miedo durante todo el recorrido. CABALLO LOCO SUEÑA CON SU DESTINO La heroica y trágica historia del pueblo lakota ejemplifica de forma emocionante la importancia de lograr sueños bien formados. El comienzo de la narrativa lakota se remonta al siglo IX , cuando un pueblo constructor de montículos de arcilla con fines funerarios y residenciales ocupó los valles de los ríos Mississippi y Ohio. Entre los siglos XVI y XVII estos grupos avanzaron hacia las grandes praderas entre el río Missouri y las montañas Rocosas, [32] un inmenso corredor de Canadá a México repleto de búfalos. Al sur, los apaches, navajos y comanches se convirtieron en hegemónicos. Al norte, los sioux, cheyenes, arapahoes, crows, crees, kiowas, pawnees y varios otros grupos guerrearon y se repartieron el territorio. Todos ellos se aliaron y lucharon entre sí y, sobre todo, contra los invasores blancos — franceses, españoles, ingleses y, por último, ciudadanos de los Estados Unidos de América—, en un caótico proceso de fricción cultural que poco a poco redujo a escombros a la mayoría de las poderosas etnias amerindias. Las notables excepciones fueron los indios que aprendieron a dominar el caballo, que llegaron a detentar fuerzas montadas comparables a las de hunos y mongoles: apaches, comanches y sioux. Este último es un nombre peyorativo que significa «pequeña serpiente» o «enemigo», utilizado por los blancos y otros grupos indígenas para designar a los lakotas y sus primos dakotas y nakotas. En la primera mitad del siglo XIX , los lakotas conquistaron gran parte del territorio septentrional. Su cultura de combate y honor, marcada por incursiones para robar caballos y cabelleras, estaba encabezada por guerreros que a menudo integraban sociedades secretas y practicaban una religiosidad centrada en los sacrificios y las visiones oníricas. El comienzo de la guerra con el Gobierno de Estados Unidos tuvo lugar en el fuerte Laramie en 1854, apenas tres años después de la firma de un tratado de cesión de tierras con ocho pueblos indígenas diferentes. En esa ocasión, el Gobierno utilizó a una minoría de jefes más viejos, entre los que se encontraba el venerable Oso Conquistador, para tratar de legitimar una demarcación prejudicial para los lakotas y
los cheyenes. Estos pueblos nunca reconocieron los territorios cedidos a los crow en ese tratado, una vasta extensión de tierra que incluía el valle del río Little Bighorn. La tensión reprimida entre los lakotas y los blancos estalló después de que un indio matara una vaca perteneciente a un colono. Al frente de veintinueve soldados, un teniente llamado John Grattan invadió un campamento con miles de lakotas para exigir de manera agresiva la entrega de la persona responsable de la muerte de la vaca. Oso Conquistador intentó apaciguar a los soldados enfurecidos, pero fue uno de los primeros en morir fusilado. La violencia se desbordó, y en pocos minutos todo el pelotón yacía despedazado. La masacre de Grattan pasó a la historia como la primera vez que los lakotas entraron en conflicto abierto con el ejército de Estados Unidos. Es muy probable que también fuera la primera vez que el poderoso guerrero Nube Roja mató a un hombre blanco. Representó asimismo el terrible bautismo de sangre de un tímido chaval llamado Entre los Árboles, que presenció todo el conflicto con los ojos bien abiertos y que estaba destinado a desempeñar un papel crucial en la guerra. En las semanas siguientes, las bárbaras represalias tomadas por las tropas traumatizaron cada vez más a aquel niño de piel clara y pelo rizado, hasta que por fin tomó una decisión: el camino de la venganza. El padre de Entre los Árboles lo llevó entonces a un lago sagrado para que emprendiera un solitario viaje de cuatro días, ayunando en la cima de un pico rocoso en busca de una visión de su propio destino. Soñó con un guerrero a caballo que emergía de un lago, como si estuviera flotando. El guerrero vestía ropa sencilla, no tenía pintura facial y usaba como adorno solo una pluma en el pelo y un guijarro marrón detrás de la oreja. Atravesaba una lluvia de balas y flechas sin ser alcanzado, pero luego se lo tragaba una tormenta y la gente levantaba los brazos para sostenerlo. Al final del sueño el guerrero se escapaba, y entonces un rayo lo golpeaba, le rasgaba el cuerpo con granizo y la cara con un rayo. Alce Negro relató que su primo Entre los Árboles soñó y fue al mundo donde no hay nada más que los espíritus de todas las cosas. Ese es el mundo real por detrás de este, y todo lo que vemos aquí es como una sombra de ese mundo. Él estaba en su caballo en ese mundo, y el caballo y él y los árboles y la hierba y las piedras y todo estaba hecho de espíritu, y nada era rígido, y todo parecía flotar. Su caballo seguía ahí parado, pero bailaba como un caballo hecho solo de sombras, y de ahí su nombre, lo que no significa que su caballo estuviera loco o fuera salvaje, sino que en su visión bailaba alrededor de esa manera extraña. Fue esta visión la que le concedió su gran poder, porque, cuando entraba en combate, solo tenía que
pensar en ese mundo para volver a estar en él, para que pudiera pasar por cualquier cosa y no salir herido. [33]
La increíble visión de Entre los Árboles fue interpretada por su padre como prueba de que un día el niño sería un gran guerrero al que no tocarían flechas ni balas, siempre y cuando evitara los adornos, buscara la sencillez y no le quitara nada a su pueblo, sin anhelar jamás las recompensas de la gloria militar. Al regresar a la convivencia de su pueblo, el niño adoptó el nombre de Caballo Loco. En los años siguientes crecería y se convertiría en uno de los pilares más fuertes de la resistencia indígena en las praderas del norte. Para luchar, se cubría el cuerpo con manchas blancas como granizo. En un signo de humildad y devoción nunca llevaba tocado de plumas, sino que utilizaba una única pluma. Con el paso del tiempo, Caballo Loco se convirtió en la mano derecha de Nube Roja y desempeñó un papel central en las principales batallas de los lakotas contra la avalancha de invasores civiles y militares. Impulsado por emociones violentas, Caballo Loco se convirtió en la peor pesadilla de los blancos. SIGNIFICADOS ÍNTIMOS La narrativa desarrollada hasta ahora proporciona al lector varios puntos de vista diferentes para la interpretación onírica. Si bien no es posible ni deseable reducir los sueños a mecanismos biológicos como la reverberación eléctrica, al descifrar los símbolos soñados es importante tener en cuenta que son generados por los altos niveles de actividad eléctrica del sueño REM, pero los rigen las expectativas y deseos del soñante a medida que se reactivan las representaciones sensoriales y motoras. También es necesario recordar que las tramas oníricas se inscriben en el banco de recuerdos a través de la expresión génica desencadenada por el sueño REM. Mantener todos estos niveles en perspectiva, autónomos en sus propios términos pero articulados causalmente entre sí, facilita concebir por qué la comprensión de la motivación de un sueño requiere el entendimiento del contexto subjetivo del soñante en el tiempo presente. Solo en este contexto es posible la interpretación onírica. Los símbolos suelen tener significados muy personales, dados por redes asociativas que unen significados en virtud de similitudes conceptuales o fonéticas, por signos polisémicos individuales que no se prestan al uso de claves generales comunes a diferentes personas o culturas. El sueño es un objeto particular.
Un ambiguo sueño histórico ilustra bien las trampas de la interpretación onírica, porque un oráculo mal descifrado puede llevar a pistas equivocadas y a resultados catastróficos. Pompeyo Magno (10648 a. C.) fue un poderoso general y cónsul romano que construyó un nuevo e imponente teatro para el pueblo y que el biógrafo romano Plutarco, comparó con Alejandro Magno. [34] En el 59 a. C., Pompeyo se alió con el prometedor político y militar Julio César (100-44 a. C.) y se casó con su hija Julia. Al principio, suegro y yerno se ayudaban, pero con el paso de los años el poder de Julio César creció, el de Pompeyo disminuyó y los dos líderes se alejaron. La inesperada muerte de Julia rompió el lazo familiar que todavía unía a los generales. Pompeyo se alió con los senadores conservadores contra el populismo de Julio César y comenzó a incubarse la guerra civil. Cuando César cruzó el río Rubicón y marchó hacia Roma, Pompeyo huyó con sus tropas a Macedonia. Un año después, Julio César cruzó el mar Adriático siguiendo a los fugitivos, a los que encontró en la Grecia central. Desde la cima de una amplia colina, los 45.000 soldados de Pompeyo, descansados y bien equipados y alimentados, observaron a los 22.000 soldados de Julio César, cansados y hambrientos por el viaje, ahí abajo, en la llanura. Pese a todo, Pompeyo consideró evitar el combate directo y simplemente matar de hambre al enemigo. La noche anterior a la batalla decisiva, el viejo general tuvo una poderosa visión onírica que le hizo vacilar. Soñó que estaba dentro del teatro que había construido en Roma, ofreciendo botines de guerra a Venus Victrix, la diosa de la victoria, bajo el intenso aplauso de la multitud. Aunque el sueño parecía augurar una rotunda victoria, Pompeyo no durmió tranquilo. Después de todo, ¿acaso Julio César no afirmaba descender de la misma diosa? ¿Sería el botín de guerra una representación no de lo que el soñante lograría en combate, sino de lo que estaba a punto de perder para siempre? Al amanecer, sin saber si el sueño era un augurio divino o la satisfacción de un deseo desesperado, Pompeyo dudó en dar la orden de iniciar la lucha mortal. La batalla estuvo a punto de no ocurrir porque Julio César, reconociendo la superioridad numérica del enemigo, comenzó a retirar sus tropas. Sin embargo, la suerte ya estaba echada, al menos en los corazones y mentes de los seguidores de Pompeyo, que ya se dedicaban festivamente a distribuir los cargos de la República. Ávidos por el botín de guerra y embriagados de confianza ciega en el número de combatientes, empujaron a Pompeyo al conflicto. De repente, sus hombres dejaron sus posiciones estratégicas en la colina y
comenzaron el ataque, pero a pesar de tener el doble de soldados de infantería y siete veces más de caballería, fueron derrotados de forma abrumadora por los durísimos veteranos de César. En pánico, Pompeyo abandonó a sus propios hombres en el campo de batalla y huyó disfrazado a bordo de un barco. Al desembarcar en Alejandría fue apuñalado hasta la muerte por un centurión romano, representante del rey egipcio Ptolomeo XIII, que estaba ansioso por complacer al bando ganador. Cuando César llegó a Alejandría, recibió la cabeza de su exyerno en un saco. Contrariamente a lo que esperaba el gobernante egipcio, el romano se negó a abrirlo y ordenó la ejecución de los responsables del crimen; luego depuso a Ptolomeo XIII y tuvo un hijo con Cleopatra, hermana del rey depuesto. Ordenó que la cabeza de Pompeyo fuera enterrada bajo el templo de la diosa Némesis, a la que le concernía castigar la arrogancia, y regresó a Roma para asumir más poder. Fue el principio del fin de la República romana.
14 Deseos, emociones y pesadillas La riqueza simbólica de los sueños históricos muchas veces camufla simples y viscerales tramas de lucha por la supervivencia. Para entender mejor un relato de sueño específico de una determinada persona, es esencial comenzar por imaginar los repertorios oníricos de otros mamíferos. Esto nos permite distinguir, entre los elementos soñados, los que reflejan componentes atávicos y ancestrales —de inmensa importancia para el individuo, vinculados a la ecología de la vida bajo el despiadado reinado de la Madre Naturaleza— de aquellos que se refieren a aspectos propios de la cultura humana, con toda su opulencia, complejidad y, por qué no decirlo, futilidad. Pero ¿cómo inferir el repertorio onírico de otros animales sin incurrir en especulaciones fantásticas? Podemos suponer que los sueños típicos de los mamíferos reflejan sus problemas cotidianos más inmediatos e importantes, renovados todos los días a lo largo de la vida: las necesidades ineludibles de alimentarse, evitar la depredación y encontrar parejas sexuales para dejar descendencia fértil. Estos son los problemas absolutos de cualquier ser vivo sexuado, los imperativos darwinianos de la evolución. Aunque las comodidades de la vida contemporánea permiten al individuo de clase media mantener una baja ansiedad en relación con los problemas de alimentación y depredación, no puede decirse lo mismo de la eterna lucha por alcanzar el amor verdadero. Los sueños de hambre y asesinato no son frecuentes en el sillón del psicoanalista, pero la expectativa, la satisfacción y lo incompleto del deseo amoroso todavía marcan con nitidez los sueños de hoy. Por otro lado, la enorme masa de personas miserables y refugiadas que hay en el planeta, totalmente alejadas del diván, todavía presentan sueños desesperados sobre no tener qué comer o ser ejecutadas por grupos de exterminio. [1] Son sueños estrechamente ligados a la pura supervivencia, no muy lejos de lo que uno esperaría en otros mamíferos libres en la naturaleza, ya que la lucha por permanecer vivo es diaria y ocurre muy cerca del umbral de la muerte.
Si no podemos preguntar a los carpinchos del Pantanal brasileño si sueñan con los jaguares todas las noches, podemos interrogarnos sobre cómo son los sueños de las personas sometidas repetidas veces a un peligro inminente, como soldados en una zona de guerra. La respuesta es que a menudo sueñan con la posibilidad de ser atacados, o directamente con ataques y con sus consecuencias. Estos sueños aterradores reviven acontecimientos particularmente violentos, pero también simulan posibles catástrofes, mezclando pasado y futuro en una espiral de recuerdos que se alimentan del miedo y cobran vida propia. Con cada reactivación eléctrica se moviliza la expresión génica, creando ondas de plasticidad que van esculpiendo la mente en pro de una insistente disyuntiva: matar o morir, matar o morir, matar o morir… Con la repetición del sueño cada noche, tales recuerdos se vuelven tan fuertes que causan pesadillas recurrentes durante muchos años después del fin del peligro. Tales pesadillas son uno de los síntomas más característicos del síndrome de estrés postraumático. ¿Cómo habrá sido el primero de todos los sueños, presumiblemente experimentado por el antepasado común a todos los mamíferos hoy existentes, hace unos doscientos millones de años? Era un animal del tamaño de un ratón, con toda probabilidad nocturno y dependiente de escondites subterráneos para sobrevivir a las terribles condiciones impuestas por los dueños incuestionables del planeta en ese momento, los dinosaurios. [2] La aprensiva ocupación de este nicho ecológico tan estrecho sugiere que el primer sueño fue una pesadilla. Por caminos muy diferentes, el psicólogo y filósofo finlandés Antti Revonsuo, profesor en las universidades de Skövde y Turku, llegó a una conclusión similar. Basándose en una comparación de sueños infantiles recopilados en países culturalmente similares pero muy diferentes en cuanto al grado de violencia (por ejemplo, en la Franja de Gaza y Galilea), Revonsuo y su colega Katja Valli verificaron una mayor prevalencia de pesadillas en sociedades violentas. Esto los llevó a proponer la teoría de que el sueño prototípico, el padre de todos los sueños en el origen de la conciencia típicamente mamífera, era precisamente la pesadilla. [3] Al ser capaz de simular posibles peligros que evitar en la vida real, la pesadilla puede preparar al soñante para enfrentarse a los peligros del día siguiente, entrenando guiones de acción o simplemente aumentando el estado de alerta. LA TEORÍA DE LA SIMULACIÓN DE AMENAZAS
La principal hipótesis de la teoría de simulación de amenazas es que en situaciones de máximo estrés, en el límite entre la vida y la muerte, la trama onírica se relaciona de manera directa con las amenazas de la vida real. De todos los síntomas que pueden aparecer en trastornos del sueño, las pesadillas repetitivas del síndrome de estrés postraumático quizá sean las más perturbadoras desde un punto de vista psíquico. Este síndrome, reconocido sistemáticamente en combatientes de guerra y sobrevivientes de genocidio, puede ocurrir en cualquier persona que experimente un estrés agudo lo bastante fuerte para dejar una cicatriz emocional. Un estudio longitudinal con veteranos de guerra de Vietnam, publicado en 2015 en la revista JAMA Psychiatry , concluyó que el síndrome de estrés postraumático, incluso cuarenta años después del final del conflicto, sigue afectando a unos 270.000 excombatientes. [4] Las experiencias muy violentas, como una lucha a vida o muerte, un accidente grave o un abuso sexual, pueden ir seguidas de trastornos del comportamiento que se parecen a un ataque de pánico, pero que no se confunden con él. El síndrome incluye flashbacks en los que se revive el trauma con síntomas como taquicardia, transpiración intensa, pensamientos intrusivos atemorizantes, aversión a lugares, eventos, objetos, pensamientos o sentimientos relacionados con el acontecimiento traumático, facilidad para asustarse, tensión permanente, dificultad para dormir, explosiones de humor, dificultades para recordar las principales características del evento traumático, prevalencia de pensamientos negativos acerca de uno mismo o del mundo, sentimientos de culpa, falta de interés en actividades placenteras y, por supuesto, alteraciones del sueño REM. [5] Además de todos estos síntomas, uno de los signos más característicos del trauma es la repetición de pesadillas relacionadas con el acontecimiento causal o sus circunstancias asociadas. [1] A principios de la Edad Media se tiene constancia de un noble francés llamado Pierre de Béarn (1343-1419) que sufrió graves trastornos del sueño tras un trauma en un combate cuerpo a cuerpo con un gran oso pirenaico. Durante el sueño, el hombre se agitaba, rugía y blandía su espada de forma amenazadora, por lo que fue abandonado por su familia. [7] Hoy en día, estudios científicos demuestran que los veteranos de guerra sueñan con eventos traumáticos durante decenios, con riqueza y repetición de detalles. [8] Las personas sujetas a persecución, abusos y tortura también presentan pesadillas recurrentes. [9]
LA DESESPERACIÓN DE DUMUZI No es casualidad, por tanto, que el primer sueño registrado en la historia sea la pesadilla de un hombre mítico acosado por asesinos despiadados. Se trata de Dumuzi, el pastor, quinto rey predinástico de Súmer, que habría reinado en el legendario periodo anterior al diluvio, hace unos cinco mil años. Dice la tradición —recogida por manos anónimas en caracteres cuneiformes sobre antiguas tablillas de arcilla — que Dumuzi era el marido de la diosa Inanna, con quien vivió un idilio erótico seguido de un trágico desenlace. Al principio del poema «El sueño de Dumuzi», [10] el rey, llorando desesperado, llama a su sabia hermana Gestinanna para que interprete la aterradora visión que ha tenido: ¡Mi sueño, oh, hermana mía! ¡Mi sueño: he aquí los detalles de mi sueño! Alrededor crecían los juncos: alrededor se estrechaban los juncos. Una caña inclina su cabeza [hacia mí]. ¡Y uno de los tallos de una caña de dos tallos se aparta de mí! ¡En el soto, los esbeltos árboles brota[ban por sí mismos] ante mí! ¡Después se arrojó agua sobre las brasas de mi precioso hogar; se quitó la tapa de mi mantequera; se de[scolgó] mi hermosa copa que estaba suspendida de un clavo, y desapareció mi cayado! ¡Una cruel rapaz se lleva a un cordero del rebaño, y, entre el cañaveral, un halcón captura un pájaro, mientras mis chivos, con su barba reluciente, barrían el polvo, y mis carneros pateaban el suelo con sus pezuñas! ¡Mi mantequera yacía en tierra, ya no se podía echar leche en ella! ¡Mi copa estaba hecha añicos! ¡Dumuzi permanecía inanimado y el redil, desierto!
En el estilo repetitivo de los primeros textos de la humanidad, Gestinanna interpreta el sueño como un claro presagio de muerte: Tu sueño, hermano mío, es de mal augurio: ¡ojalá no tuviese que interpretarlo! Ah, Dumuzi, tu sueño es de mal augurio, ¡ojalá no tuviese que interpretarlo! ¡Los juncos que crecían a tu alrededor, los juncos que se estrechaban a tu alrededor: son asesinos emboscados que se arrojarán sobre ti! ¡La caña aislada que hacia ti inclinaba su cabeza: es tu madre, tu generadora, que ladeará su cabeza hacia ti! ¡El tallo de la caña de dos tallos que se apartaba de ti: somos nosotros dos, uno será separado del otro! ¡Los esbeltos árboles que brotaban espontáneamente ante ti, en el soto: son los malvados que te rodearán como una inundación! ¡El agua arrojada sobre las brasas de tu precioso hogar: es tu hogar convertido en un lugar silencioso!
Gestinanna continúa especificando el aterrador significado de cada elemento del sueño, hasta que se da cuenta de la inminencia del ataque. Lo que sigue es la más pura expresión del pánico de quien es cazado:
«¡Hermano mío, los demonios avanzan contra ti! ¡Escóndete entre la hierba!». Él suplica: «¡Sí, hermana mía, me esconderé entre la hierba! ¡No digas dónde estoy! Después me ocultaré entre las “plantas pequeñas”. ¡No digas dónde estoy!». Gestinanna responde: «¡Si yo revelo dónde estás, que me devore tu perro! Tu perro negro, tu perro de pastor, tu hermoso perro, tu perro de amo, ¡que me devore tu perro!». La mera descripción de los enemigos de Dumuzi inspira el terror milenario de ser perseguido por extraños sin ningún tipo de negociación o compasión: «Aquellos que avanzan contra el rey […] despreciaban las ofrendas de alimentos y bebida, no comían la harina esparcida como sacrificio, no bebían el agua derramada como libación, ni aceptaban los seductores regalos, ni llenaban de voluptuosidad un seno de mujer, ni en sus brazos se apretaban dulces niños…». Diez hombres de cinco ciudades diferentes rodean la casa gritando: «El hombre corre tras el hombre». En realidad, son demonios que vienen a buscar a Dumuzi para llevarlo al inframundo de los muertos. Los demonios intentan sobornar a Gestinanna para que revele el escondite de Dumuzi, pero ella se niega a cooperar. Luego tratan de corromper a un amigo del fugitivo, que acaba por traicionarlo y revela su paradero. Capturado, atado y golpeado, Dumuzi llora e implora la misericordia de su cuñado Utu, dios del Sol, hermano de Inanna, para que transforme sus manos y pies en patas de gacela y así pueda escapar de sus captores. Utu acepta las lágrimas como ofrenda y responde a la petición. Dumuzi huye a otra ciudad, pero los demonios lo encuentran de nuevo. Esta desgracia se repite tres veces hasta que el rey se esconde en el redil sagrado de su hermana Gestinanna; allí se cumple cada parte de la profecía onírica y Dumuzi encuentra su triste final. Cuando los últimos demonios entran en escena, se nos cuenta que «¡Arrojaron al suelo la copa y la rompieron en pedazos! ¡Dumuzi estaba sin vida y el redil, abandonado!». HERIDAS DE LA VIDA No es difícil entender de dónde vienen las pesadillas de la persona traumatizada. Debido a que ha sido codificado con una fuerza enorme, el recuerdo del evento violento es excesivamente intenso, tiene conexiones sinápticas muy fuertes, lo que hace que capture y monopolice la actividad eléctrica generada durante el sueño. Pero no todas las pesadillas están motivadas por un trauma específico. Los sueños a menudo tienen cierto sentido negativo, desde las pesadillas
más aterradoras hasta los sueños de frustración y ansiedad, que semanalmente llegan a afectar a entre el 4 y el 10 por ciento de la población urbana. La situación no parece diferente en las culturas tradicionales. Entre los campesinos mexicanos de la ciudad de Tzintzuntzan, Michoacán, México, se cree que la desnutrición en la niñez hace que uno sea propenso a las pesadillas. Alrededor de un tercio de los sueños de esta población presenta contenido abiertamente desagradable, atemorizante e incluso amenazante, que va desde peleas mortales entre vecinos hasta torrentes repentinos capaces de hacer caer a un hombre de su propia cama. La impotencia sexual y la soledad también aparecen en cerca del 10 por ciento de los relatos. Aunque prevalentes, las pesadillas pueden ser evitadas por las personas que tienen experiencia en soñar. Así sucede en el sueño contado por el chamán Davi Kopenawa, miembro de la orgullosa etnia yanomami, cuya nutrida población habita en la frontera entre Brasil y Venezuela: También solía estar aterrorizado en sueños por un enorme jaguar que seguía mis pasos en el bosque y se acercaba cada vez más. Yo corría tan rápido como podía, pero no conseguía despistarlo. Terminé tropezando con la vegetación enredada y caí ante el animal, que luego saltó sobre mí. Pero justo cuando estaba a punto de comerme, me despertaba llorando. A veces intentaba huir trepando a un árbol. Pero el jaguar venía tras de mí, trepando por el tronco con sus afiladas garras. Asustado, me escondía entre las ramas más altas. No tenía otro lugar adonde escapar. Lo único que podía hacer para salvarme era tirarme desde la copa del árbol donde me había refugiado. Desesperado, agitaba los brazos en el vacío, como alas, y de repente ¡podía volar! Planeaba en círculos, en lo alto del bosque, como un buitre. Al final me veía de pie, en otro bosque, en otra orilla, y el temido jaguar ya no podía alcanzarme. [11]
A medida que el sueño simula la satisfacción de deseos y antideseos, las emociones del anhelo, la realización y la frustración se reactivan con frecuencia en la experiencia onírica. Esta constatación psicológica tiene el respaldo de estudios de imágenes funcionales durante el sueño REM. En estos experimentos se verificó una fuerte activación de la amígdala, región subcortical directamente involucrada en la valoración emocional de la interacción con el mundo. [12] Esto refuerza la noción de que el sueño es una simulación de comportamientos capaces de provocar recompensa o castigo: un mundo tutorial que, por ser virtual e imaginario, permite al animal probar estrategias esenciales para su
supervivencia sin correr riesgos reales. En la medida en que se aplican al futuro indeterminado, se trata de un oráculo probabilístico. La idea de que los sueños se pintan con los colores de la emoción causada por la satisfacción o insatisfacción del deseo está apoyada por el psicoanálisis y la neurología. Por otro lado, los contenidos oníricos relatados por sujetos sanos muchas veces muestran una sorprendente neutralidad afectiva incluso frente a elementos atemorizantes, grotescos o extraños. Es probable que este efecto resulte de la desactivación, durante el sueño REM, de regiones del córtex cerebral prefrontal que actúan en la toma de decisiones y la ejecución ordenada de planes. Esta reducción provoca un déficit en la memoria de trabajo, lo que puede explicar simultáneamente las discontinuidades en la composición lógica de los sueños [*] y el entorpecimiento de la alarma ante incongruencias, que en la vida real produce una reacción de ataque o fuga. La relajación del encadenamiento de recuerdos —que conduce a la rareza— es también una relajación de la crítica y la censura. Si en el sueño todo es posible, todo puede ser también aceptable. Este razonamiento es compatible con los resultados neuropsicológicos obtenidos por Matthew Walker, de la Universidad de California, en Berkeley, y Jessica Payne, de la Universidad de NotreDame, en Indiana. Estos investigadores estadounidenses demostraron de forma independiente que el sueño REM desempeña un papel clave en el procesamiento de recuerdos emocionales y en la atenuación del impacto de experiencias aversivas después de una noche de sueño. Las pruebas indican que el sueño REM recalibra las conexiones entre varias regiones del sistema nervioso involucradas en el procesamiento emocional, como el córtex cingulado anterior, la amígdala, el hipocampo y el sistema autónomo. En ausencia de sueño REM, el exceso de activación en estas regiones puede llevar a la irritabilidad y a la disminución de la memoria. Para la mayoría de las personas, pasar toda la noche sin dormir hace que les sea muy difícil regular de manera adecuada sus emociones, sobre todo las negativas. Pero ¿para qué sirven las pesadillas? La simulación de comportamientos e imágenes conjurada en los sueños nos da la posibilidad de experimentar sin riesgo, de forma sostenida y sin despertar, situaciones que serían potencialmente dañinas en la vida real. Como exploración del espacio de las probabilidades, se trata de una herramienta inestimable para inhibir comportamientos impulsivos dominados por la emoción. Considérese el siguiente ejemplo sencillo y revelador.
Un investigador se levantó temprano y se dirigió al laboratorio con el propósito de utilizar el coche de uso común, reservado con antelación, para realizar un experimento en la estación de campo, a dos horas de la universidad. Le frustró no encontrar las llaves del vehículo en la oficina. Bajó al garaje y confirmó lo que se temía; el coche no estaba allí. Una llamada telefónica bastó para descubrir que un colega más joven se lo había llevado el día anterior y aún no lo había devuelto. Perdió el día de trabajo, algo que le dio mucha rabia. Esa noche, el investigador soñó que se encontraba a su colega por la mañana y que montaba en cólera, transmitiendo su indignación con gritos y palabrotas. El colega, de casi dos metros de altura, comenzaba a agredirlo con puñetazos y puntapiés. Cuando despertó por la mañana, el doctorando sentía menos rabia que miedo. Se dio cuenta de que necesitaba ser diplomático. Al encontrarse con el grandullón de su colega, fue amable y aceptó sus disculpas. Muchas veces la pesadilla tiene un significado protector inmediato, advirtiendo contra un peligro inminente. La función de prevención de accidentes es evidente incluso cuando la premonición se realiza de forma parcial. Al regresar a casa de una fiesta, exactamente un año después de la muerte de una gran amiga en un accidente de coche, una mujer se quedó dormida al volante y soñó con imágenes del accidente de coche a cámara lenta, subiéndose a la acera y chocando contra una pared. Solo al día siguiente se dio cuenta de que el comienzo del sueño sucedió realmente, porque llegó a subir a la acera, pero no estrelló el coche contra la pared. En otros casos, el hecho de haber estado cerca de sufrir un accidente grave motiva una reverberación persistente, motivada por el temor a lo que podría haber ocurrido. Dos parejas de amigos, cada uno con su hijo pequeño, se alojaron en una hospedería tropical para pasar un fin de semana de relax junto al mar. Hacia el final de una tarde, cuando jugaban en la orilla de un río, una corriente repentina se llevó a los niños muy lejos. Los padres nadaron frenéticamente y lograron salvarlos, para alivio de todos. La noche posterior al incidente, uno de los padres tuvo varias pesadillas reiterando el peligro, réplicas reales de la situación. UN DÍA DE LA PRESA, OTRO DEL CAZADOR El miedo a perder a las crías es hermano gemelo del miedo a la depredación, pero la línea divisoria entre depredador y presa es borrosa,
ya que la victoria es volátil. Es esencial investigar el registro bélico de nuestra especie para comprender el papel concreto que desempeñan el miedo y las pesadillas en una situación de conflicto. En 1865, el Gobierno de Estados Unidos empezó a construir, sin permiso ni advertencia, tres nuevos fuertes en pleno territorio indio. [13] Las fortificaciones violaban campos de caza tradicionales entre las montañas Bighorn y las sagradas montañas de Paha Sapa, que para los blancos no eran más que un obstáculo para llegar a las minas de oro del Oeste, pero para los indios representaban el corazón de todo lo que existe . [14] Cuando finalmente los funcionarios del Gobierno se reunieron con los jefes lakotas y cheyenes para negociar, más de mil soldados marchaban ya por la región bajo el mando del coronel Henry Carrington. Furioso, Nube Roja abandonó la reunión y comenzó a organizar ataques contra los blancos, exigiendo de forma incondicional el abandono de los fuertes. Fue en esa época cuando el joven Caballo Loco se acercó más al líder lakota, casi veinte años mayor que él. Desde la construcción del fuerte Phil Kearny, los ataques se convirtieron en una rutina letal. [15] Ni los militares ni los civiles estaban preparados para las terribles condiciones en aquel fuerte remoto, a cien kilómetros del apoyo militar más cercano. En las claustrofóbicas construcciones de madera siempre hacía demasiado calor o demasiado frío; escapar de los olores nauseabundos era imposible. Aunque el flujo de colonos hacia el oeste era constante, el número de soldados disminuía mes a mes debido a las bajas en combate, a las misiones de acompañamiento y a las deserciones rumbo a las montañas llenas de oro de más allá de poniente. Carrington solicitó tropas de reemplazo; se le prometieron, pero apenas llegaron. Como el batallón solo tenía armas anticuadas, munición escasa y un puñado de buenos caballos, Carrington dudó en atacar a los indios. Sin embargo, incluso escondidos tras los altos muros del fuerte, los soldados sufrían la ira de Nube Roja. De junio a diciembre hubo cincuenta ataques con setenta muertos. El cementerio lleno de cruces comenzó a trastornar a los trescientos sesenta hombres del 2.º batallón del 18.º regimiento de infantería. Aunque las bajas indígenas también fueron altas, el avance del otoño sembró un miedo irrefrenable en aquellas tropas aisladas. Pero había excepciones. En noviembre de 1866 llegó al fuerte Phil Kearny el capitán William Judd Fetterman, veterano de la guerra civil. Fetterman advirtió la creciente frustración en el mando de Carrington y
vio una oportunidad para destacar. Pronto se mostró abiertamente crítico con su superior; en las reuniones, entre rondas de whisky, mostraba una actitud de desprecio hacia aquel comandante que se negaba a luchar contra el enemigo. Ansioso por evidenciar su superioridad en la batalla, Fetterman dijo una frase que se haría famosa: «Deme ochenta hombres y cabalgaré por toda la nación sioux». [16] En esta bravata le apoyó el segundo teniente George Grummond, otro joven veterano de la guerra civil. Ambos veían la revuelta de Nube Roja como una oportunidad única de conseguir una fama rápida y una gloria perenne. Sin embargo, para las familias de los soldados y los civiles, para todos aquellos que no querían ganar medallas, y también para Carrington, la escalada de violencia era motivo de gran preocupación. Los constantes ataques y la acumulación de heridos llevaron al grupo a decidir que, si sucedía lo peor, se matarían unos a otros para no caer en manos del enemigo. El tormento de Frances Grummond, la esposa de diecinueve años de George Grummond, que había llegado embarazada al fuerte, quedó bien registrado para la posteridad. Tras meses de prueba por caminos terribles y peligrosos, en septiembre de 1866 la joven había avistado, aliviada, la empalizada del fuerte. Cuando la carreta que transportaba a su familia se acercaba a las puertas, tuvo que ceder el paso a una ambulancia que llevaba los restos de un hombre al que le habían arrancado el cuero cabelludo y cuyo torso estaba separado de la cabeza. Además del profundo corte del hacha en la espalda, el cuerpo presentaba otras marcas de salvajismo: habían destripado el cadáver y prendido un fuego en la cavidad abdominal. Esa noche, Frances entró en pánico y no pudo dormir. El día amaneció bajo una gruesa capa de nieve. Carrington ordenó que dos columnas salieran del fuerte para rescatar una carreta de leña hostigada por los guerrilleros de Nube Roja. Mientras perseguían a los indios que huían, los soldados vieron atónitos como un valiente de pelo rizado desmontaba de su caballo para examinarle una pata, como si estuviera lastimada. Era Caballo Loco. Con calma, dejó que los soldados se aproximaran. Cuando estaban muy cerca, el indio montó en su caballo y se marchó al galope. Los soldados estadounidenses mordieron el anzuelo, abandonaron la formación defensiva y se metieron furiosos en el desfiladero. Cuando por fin llegaron los refuerzos, solo pudieron verificar el desastre: un teniente empalado en un arbusto, un sargento con el cráneo roto y otros cinco soldados heridos.
El terror se extendió por el fuerte cuando las columnas volvieron con las noticias. Frances dejó registro de las pesadillas que tuvo esa noche: La aprensión de la que parecía ser consciente todo el tiempo desde mi llegada al fuerte se profundizó a partir de ese momento. Ningún sueño vino a mis ojos cansados, excepto de forma intermitente, durante muchas noches. Y sin embargo, en mis sueños, podía ver [a mi esposo] alejándose locamente de mí a caballo y a los indios persiguiéndolo. [17]
SIMULACIÓN DE LA REALIDAD Unos días antes, con la llegada de los primeros copos de nieve, exploradores del pueblo crow habían atisbado un gran campamento a cien kilómetros de distancia. No era otro que Nube Roja al frente de una formidable coalición de dos mil guerreros lakotas, arapahoes y cheyenes del norte. Incluso advertido por sus exploradores del peligro que se avecinaba, Carrington decidió seguir con los planes para inaugurar el poste para la bandera, un portento de cuarenta metros de altura, el último elemento que faltaba para completar la edificación del fuerte. En el césped frente a la empalizada, los soldados en formación escucharon las cornetas de la banda del batallón, los discursos y una salva de cañonazos que rompieron el helado silencio a su alrededor. Carrington no sabía que el campamento de Nube Roja se había trasladado al otro lado de la montaña que estaba frente al fuerte, a pocos kilómetros de distancia. El otrora retraído Caballo Loco era ahora la voz más elocuente a favor del golpe final. La tarde del 20 de diciembre de 1866, Nube Roja convocó a un adivino para predecir el futuro. ¿A cuántos soldados matarían en la batalla que se avecinaba? Después de realizar varios galopes rituales con una manta sobre la cabeza, el adivino afirmó ver en sus puños a más de cien soldados muertos. Eso es todo lo que Nube Roja necesitaba saber. El día 21 amaneció con un sol brillante y aire seco. Temprano, un carretón lleno de soldados salió del fuerte en busca de leña y, como de costumbre, fue atacado. Bajo la presión de Fetterman y Grummond, Carrington decidió enviar un destacamento de ochenta hombres para infligir un castigo ejemplar a los indios. A punto de atravesar las puertas del fuerte liderando a la tropa, Fetterman recibió órdenes explícitas de su comandante de no cruzar la cresta de la montaña, a fin de mantener contacto visual continuo con el fuerte. El destacamento salió galopando del fuerte en busca de pelea.
Al mediodía era posible ver a los soldados exactamente en la cresta, persiguiendo a un grupo de indios que, entrando y saliendo del límite del radio de tiro, provocaba y hostigaba a los estadounidenses. Estos, sin embargo, detuvieron su avance, dudando entre cumplir con la prohibición de Carrington y ceder al impulso de dar una lección a los insolentes salvajes. En ese momento apareció el joven guerrero oglala, de pelo rizado y con una pluma de halcón, montado en su caballo color blanco amarillento con el hocico y las patas blancas. Caballo Loco gritaba insultos en inglés, desmontaba para examinar una pata de su caballo e ignoraba los disparos que pasaban zumbando muy cerca de sus pies. Cuando los soldados se le acercaban, montaba y se alejaba de nuevo, deteniéndose poco después. Llegó a encender un fuego, actuando como si quisiera entregarse a modo de sacrificio. Aun así, a pesar de todas las provocaciones, los soldados no se atrevieron a avanzar hacia el otro lado de la montaña. Y fue entonces cuando el intrépido guerrero lakota intentó su último truco: se bajó los pantalones y mostró las nalgas a los estupefactos soldados. La ofensiva funcionó a la perfección. Desobedeciendo las órdenes de Carrington, Fetterman levantó su sable y ordenó una carga de caballería, dictaminando el furioso galope de todo el destacamento más allá de la cresta de la montaña. Entraron en el valle, listos para masacrar a sus enemigos, solo para descubrir que estaban rodeados por todos lados por cientos de guerreros indígenas que los habían esperado escondidos. Fetterman y sus ochenta hombres —cuanto necesitaba para «cabalgar por toda la nación sioux»— fueron aniquilados. Carrington solo entregó a la viuda Frances Grummond un sobre sellado con un mechón de pelo de George. Su peor pesadilla se había hecho realidad. Seis días después de la matanza, The New York Times informó con indignación de que los muertos representaban el 8 por ciento de todas las bajas militares sufridas por Estados Unidos en conflictos con los indígenas. Era la mayor derrota sin supervivientes del ejército estadounidense hasta la fecha. Aunque los primeros tres días fueron de amargo duelo en el campamento indígena, al cuarto se celebró con euforia la victoria en la batalla de los «cien soldados en cada puño». En señal de respeto por su destacado liderazgo en combate, Caballo Loco fue invitado a sentarse cerca del fuego, junto a los jefes más viejos. Sorprendidos ante el poder de los salvajes, en Washington los generales se dieron cuenta de que habían perdido esa guerra. En agosto se desocuparon los fuertes, que Nube Roja fue a quemar en persona acompañado de sus guerreros. Pasó más de un año antes de que el gran
jefe lakota finalmente aceptara firmar un tratado de paz con los blancos. [18] El 6 de noviembre de 1868, por primera vez, el Gobierno de Estados Unidos firmó un acuerdo de conformidad con los indios y se comprometió a retirar todas las tropas de la «gran reserva sioux», inmenso territorio que se extendía desde las montañas Bighorn en el oeste hasta el río Missouri en el este, y desde el paralelo 46 al norte hasta la frontera de los estados de Dakota y Nebraska en el sur. Se trataba de tierras que el Gobierno de Estados Unidos creía desprovistas de valor, un mero pasaje a las minas de oro en las montañas Rocosas. Pero, para los nativos de las praderas del norte, eran las tierras más preciosas del mundo, alrededor de las sagradas montañas de Paha Sapa. Nube Roja había ganado su guerra y el sueño de autodeterminación indígena seguía vivo. NARIZ ROMANA INCRÉDULA Si la historia de Caballo Loco sugiere que creer es ser, la trayectoria de Nariz Romana demuestra la maldición de no creer. Muerto en combate en la flor de la vida, el principal guerrero cheyene del norte usaba un tocado sagrado para protegerse de las balas de su oponente, un artefacto único ritualmente preparado para él por el chamán Toro Blanco. [19] El tocado se hizo sobre la base de un sueño que Nariz Romana tuvo cuando ayunó durante cuatro días, en busca de visiones, en una isla de Montana. Explicó que en el sueño encontró una serpiente con un solo cuerno en la cabeza. Por esta razón, su tocado no tenía dos cuernos laterales, como era costumbre entre los cheyenes, sino solo un cuerno central imponente, con una larga cola que llegaba casi hasta el suelo cuando Nariz Romana montaba a caballo. Durante la elaboración del tocado, el chamán había evitado el contacto con cualquier objeto del mundo de los blancos. Cuando ofreció el tocado a Nariz Romana, estableció una serie de restricciones alimentarias y sociales que el jefe debía seguir para preservar la magia, prohibiéndole estrechar la mano a cualquier persona e ingerir ningún alimento «contaminado» por el metal, bajo pena de morir en la batalla siguiente. Para poder disponer de los poderes mágicos del artefacto, Nariz Romana también debía observar estrictos rituales antes de usarlo y de guardarlo, consistentes en levantarlo repetidas veces hacia los cuatro puntos cardinales. El uso del tocado iba acompañado de la pintura sagrada para la batalla: rojo en la nariz, amarillo en la parte
superior de la cabeza, negro en la mandíbula. Nariz Romana nunca sufrió una herida grave hasta su batalla final. Para terror de sus oponentes y en aparente contradicción con las restricciones de Toro Blanco, vestía la chaqueta azul con charreteras doradas de la caballería, símbolo de la sumisión militar del enemigo. Pintado y paramentado con su poderoso tocado, el imponente jefe de dos metros de altura, musculoso, con hombros anchos y nariz aguileña, causaba una fuerte impresión en los guerreros que lideraba. A su lado, también se sentían invencibles. Mientras vivió, Nariz Romana se opuso con vigor a la firma de ningún tratado de paz con los blancos y atacó sus caravanas, puestos militares, estaciones de ferrocarril y líneas de telégrafos. El guerrero cheyene se igualaba a Caballo Loco por su valentía y por su ojeriza al mundo de los blancos. Ambos soñaban con la expulsión completa del enemigo y el retorno a la vida pura de sus antepasados. En septiembre de 1865, en un ataque cheyene y lakota que Nariz Romana pidió liderar, los dos guerreros libraron una increíble competición de coraje frente a cientos de soldados enemigos. Caballo Loco causó entusiasmo y frenesí al galopar a lo largo de las filas de soldados para que vaciaran sus armas. Nariz Romana repitió la maniobra varias veces, volteándose y levantando su caballo sobre las patas traseras como si fuera inmune al intenso tiroteo, profiriendo gritos de guerra y dejando a sus guerreros completamente atónitos. Persistió en sus maniobras bajo una lluvia de balas disparadas por soldados cada vez más asustados, hasta que hirieron a su caballo; él salió intacto del campo de batalla. Esta hazaña fue ampliamente reconocida como prueba de invulnerabilidad y, por lo tanto, de la eficacia del tocado onírico. Pero el sueño de Nariz Romana se desmoronó el 17 de septiembre de 1868, cuando fue alcanzado mortalmente en el lecho seco del río Arikaree, en el estado de Colorado. Unos días antes, los lakotas habían ofrecido un festín para homenajear a los combatientes cheyenes más importantes. Nariz Romana se olvidó de mencionar sus restricciones alimentarias. Cuando se acordó de preguntar si las cocineras habían utilizado utensilios de metal, la respuesta fue afirmativa. Antes de que pudiera realizar todos los rituales de purificación requeridos por la situación, los vigilantes lakotas avistaron exploradores del ejército de Estados Unidos y se envió una expedición para destruirlos. Varios jefes convocaron a Nariz Romana a la lucha, pero este les pidió que esperaran porque creía que moriría si no se purificaba. Durante la mayor parte del día, los combates tuvieron lugar en su ausencia. Los
batidores iban equipados con rifles de repetición, una novedad tecnológica que los indígenas apenas conocían y que les hizo perder a varios hombres sin conseguir romper la línea enemiga. Cuando Nariz Romana apareció por fin en el campo de batalla, montado sobre un caballo blanco con su magnífico tocado ondeando al viento, aún dudaba de si incorporarse a la lucha o no, ya que no había completado los rituales necesarios. Al final de la tarde, repetidamente instado e incluso provocado por los jefes indígenas, el gigante cheyene cedió al fatalismo y dirigió su último ataque contra los blancos. Le dispararon en la cadera y se retiró aún a caballo, pero con una bala en la columna vertebral. Murió al atardecer, con unos cuarenta años y la certeza de haber perdido la fe. El tocado sagrado de inspiración onírica había perdido sus poderes mágicos. EL PEOR DOLOR Una de las categorías mejor definidas de sueño, con una larga trayectoria que se remonta a la prehistoria, son los sueños de luto. La muerte, tanto la propia como la de los seres queridos, es el límite más absoluto que uno puede encontrar. La pérdida de una persona amada implica la desaparición no solo del objeto externo, sino también del objeto interno, esto es, de la representación mental de esa persona. Con el fallecimiento, este objeto interior puede tanto morir como ser preservado y transformado. Aceptar la muerte repentina es el mayor desafío emocional del ser humano, especialmente cuando esta es violenta. Cuando un ser querido muere, o sufre un accidente, o recibe la noticia de que padece una enfermedad terminal, la necesidad de simular la «no muerte» puede llegar a rayar en lo absurdo, revelando una exploración en apariencia inagotable de hipótesis alternativas a la desaparición, en clara satisfacción del deseo de vida. Esto queda muy claro en el testimonio de Criméia Alice Schmidt de Almeida, militante comunista y exprisionera política que fue salvajemente torturada en su séptimo mes de embarazo durante el régimen militar brasileño. Miembro de la Comisión de Familiares de Muertos y Desaparecidos Políticos, Criméia vio por última vez a su marido André Grabois en 1972, cuando ella abandonó la guerrilla de Araguaia para buscar supervisión médica en São Paulo, debido a problemas en la gestación. Como tantos otros, André Grabois nunca fue encontrado. La ausencia de cuerpo mantiene dolorosamente encendida la llama de la esperanza, revelada en la fantasía onírica. En palabras de
Criméia, «es irracional, pero sucede, en sueños: ¿y si todavía no ha muerto? ¿Y si siguen vejándolo? ¿Y si perdió la memoria? Son preguntas que torturan». Incluso cuando las relaciones son más distantes, la muerte evoca sentimientos oníricos de extrañeza y falta de adecuación. Una mujer de sesenta años leyó en un periódico una noticia sobre un asesinato por apuñalamiento y reconoció a una compañera de trabajo y a su marido como las víctimas. No pudo asistir a la misa de los treinta días y poco después soñó que iba al velorio y encontraba una fiesta con dulces. El marido de su compañera de trabajo había muerto, pero ella seguía viva, sonriente y elegante. Poco a poco la soñante se dio cuenta de que nadie más en el velatorio podía ver a la víctima resucitada, solo ella. Le preguntó directamente a su amiga qué estaba pasando y esta cambió de tema y dijo que estaba jubilada. Los sueños simulan las posibilidades presentes en el contexto de un deseo dominante. Frente a hechos irreversibles como la muerte, el deseo actúa en el sueño como fuerza motriz de la reverberación eléctrica de recuerdos, invirtiendo incluso la realidad para darse el gusto de la simulación de una realidad imposible. Cuando un sueño cambia por completo el sentido de los hechos, reviviendo personas muertas o relaciones ya terminadas, produce una reacción de gran decepción en el momento del despertar, porque la muerte o la separación son reales y la resucitación en un sueño hace necesario aceptar la muerte de nuevo. Esto probablemente funciona como un castigo de la red neuronal que se activó durante el «sueño bueno», disminuyendo la probabilidad de que vuelva a repetirse en el futuro. Por esta razón, el sueño de satisfacción del deseo cuyo objeto es el objeto perdido en sí mismo es típico solo de las primeras etapas del duelo. EL FINAL DEL DUELO Es común que las personas cercanas a alguien que ha muerto no puedan soñar con ella durante días, meses e incluso años. La desaparición del objeto externo de representación causa un enorme desorden en el mundo mental de los familiares y amigos más próximos, lo que a menudo conduce a una supresión consciente o represión inconsciente de los recuerdos asociados al ser perdido. Pero lo que fue reprimido acaba por regresar. A medida que el proceso avanza, los sueños con los difuntos, ya sean reales o simbólicos, dan a las personas viudas o separadas la oportunidad de despedirse o de ajustar cuentas. En el
documental Jogo de cena , del cineasta brasileño Eduardo Coutinho (1933-2014), una madre explica que ha dejado atrás un luto de cinco años por su hijo asesinado a causa de un sueño en el que apareció y le dijo que fuera feliz, «porque ahora es un ángel». El final del duelo de la madre se explica por la dicha que sintió al despertar, que debió de reforzar de forma positiva el circuito neural que asociaba el símbolo del ángel con el del hijo muerto. El sueño de contenido extremadamente positivo no colisionó con la realidad en el momento del despertar, porque no negó la muerte, sino que la sublimó en una fantasía irrefutable. El nuevo circuito neural, fortalecido por el sueño bueno, se instauró como la representación más fuerte y comenzó a dominar el flujo de conciencia. Lo que una vez fue solo una reflexión intrusiva y recurrente de pensamientos horribles relacionados con el asesinato del hijo, ahora tenía la oportunidad de desembocar en la benigna conclusión de que el hijo seguía estando alegre, de que era inmortal e infinitamente bueno; una conversión de muerto a algo divino, no muy diferente a la deificación de las personas fallecidas que ocurrió durante toda la Antigüedad y que aún hoy se da en las sociedades de cazadores y recolectores. Pero la interpretación redentora no siempre domina la trama del sueño. Intensos recuerdos negativos funcionan como algo que atrae la actividad eléctrica, reiterando la meditación traumática, profundizando en cada pesadilla. El miedo a tener pesadillas causa pesadillas. En estos casos, la psicoterapia es esencial para interrumpir el círculo vicioso, revisitando el trauma varias veces en un contexto ameno e inofensivo, incluso resignificándolo por la asociación con otros símbolos, por el procesamiento consciente de los recuerdos negativos y por la evocación de contenidos positivos concurrentes. La siguiente serie de sueños ejemplifica la dinámica sucesiva de reiteración y resignificación del trauma. Una joven fue secuestrada y retenida durante doce horas por sus captores armados, tras lo cual fue liberada en una región remota. En los meses siguientes, la joven tuvo numerosas pesadillas que replicaban casi a la perfección la situación vivida durante el secuestro. Con el paso del tiempo, las pesadillas comenzaron a volverse más abstractas, con variaciones cada vez mayores. Entonces comenzó una fase en la que se instalaban y se desarrollaban otros sueños, pero que se interrumpían de repente para dar paso al sueño del secuestro. En esta etapa, la joven era literalmente apartada de sus sueños rumbo a la pesadilla. Después de un tiempo, ya no podía experimentarla sin recordar que nada en ella era real. Poco a
poco, el sueño fue perdiendo sentido y haciendo más disfuncional esa predicción de futuro malo que se basaba en la repetición, cada vez menos verosímil, de un evento negativo pasado. Pero la superación de la serie de pesadillas traumáticas solo se produjo del todo cuando Tánatos dio paso a Eros. Después de ver un best seller erótico para el público femenino en una librería del aeropuerto, la mujer tuvo su primer sueño agradable desde el día del secuestro. Compró todos los libros de la serie y durante una semana se hartó a tener sueños eróticos. Y entonces, del mismo modo en que llegaron, estos deliciosos sueños desaparecieron de repente. Se libró de las pesadillas. IMPERATIVOS DARWINIANOS Y CULTURA La teoría de simulación de amenazas se apoya en múltiples hechos biológicos y psicológicos, pero aun así no puede pretender dar cuenta de la totalidad de la trama onírica. La diversidad del sueño requiere ampliar su ámbito para incluir también el lado positivo de la motivación, compuesto por apetito, recompensas y placer. Por estricta lógica, la pesadilla del depredador es el sueño gozoso de la presa, y viceversa. En la sabana, leonas y cebras deben soñar tramas casi idénticas, precipitadas carreras imparables con saltos y coces, sangre y sudor, dientes rotos, gargantas laceradas y más sangre, carne, grasa y huesos. Sueños de contenidos idénticos, pero con afectos invertidos y objetos intercambiados. La tasa de éxito de los grandes depredadores suele ser inferior al 20 por ciento. [20] Cuando la cebra logra escapar, lo que ocurre con frecuencia, las leonas, exhaustas y hambrientas, deben de tener pesadillas con pezuñas, rayas e inanición. Libre en la naturaleza, entre presas y depredadores, la trama onírica típica de los humanos corresponde al repertorio de preocupaciones de cualquier otro animal en las mismas condiciones: matar para comer, sobrevivir y procrear. Sin embargo, los sueños de la especie humana en la civilización reflejan mucho más que los imperativos darwinianos. Es seguro que nuestro repertorio onírico se diversificó a medida que el perfeccionamiento del lenguaje, de las herramientas y del conocimiento aumentó la distancia diaria de la muerte. Es probable que las tramas violentas y los apetitos feroces dominaran los sueños de nuestros ancestros hasta el desarrollo de la ganadería y de la agricultura, que por primera vez posibilitaron la abundancia estable de alimentos. En los
últimos diez mil años se han creado tecnologías que nos han permitido aprender sobre seguridad alimentaria. Las pesadillas a causa del hambre se volvieron menos frecuentes, pero nunca han dejado de ocurrir, ya que la desnutrición persiste hasta hoy en día entre los más pobres. Además, guerras y persecuciones han marcado todo el desarrollo de la civilización. El sueño de Dumuzi expresa un temor ancestral de la civilización, la revuelta de hombres malvados y hambrientos capaces de perseguir de forma implacable a una persona, obligándola a esconderse como un animal hasta ejecutarla a sangre fría. No debe de ser muy diferente el miedo que mueve a los indígenas mundurukus en su lucha de resistencia contra la construcción de represas en el río Tapajós, o a los jurunas —en su día el pueblo más numeroso en la región del río Xingu, casi totalmente exterminado por los caucheros en el siglo XIX — cuando denuncian el impacto de la hidroeléctrica de Belo Monte, una megapresa cuya precipitada construcción devastó una enorme área de la selva amazónica y desalojó a más de veinte mil personas. Miedo aún mayor porque creen que el sueño es una extraversión involuntaria a un mundo onírico de gran concreción y aún más peligroso que el mundo experimentado durante la vigilia. La íntima asociación amerindia entre sueño, metamorfosis y muerte tiene que ver con esta creencia. LA MULTIPLICIDAD DE LOS PEQUEÑOS DESEOS Aunque la arcaica pesadilla del animal de presa desesperado ante depredadores letales describa la vida cotidiana de tantas minorías y poblaciones periféricas en todo el mundo, en especial de los refugiados de guerra, [21] es innegable que la urbanización posterior a la invención de la agricultura, que proporcionó a nuestros antepasados la seguridad de un refugio en el que pasar la noche, con hogares amurallados y vigilados por centinelas armados, hizo posible una disminución de la violencia. [22] Al enfriarse el miedo cotidiano a la muerte, aumentó el espacio mental y la disponibilidad emocional para soñar y crear. Las parcelas oníricas se volvieron más complejas en paralelo a la cultura. Ya no soñamos de forma habitual con que nos persiguen las leonas, pero los desafíos de la vida real que se vuelven inminentes y relevantes surgen con nitidez en el panorama onírico. Como hemos visto, un tipo de sueño muy habitual, descendiente remoto de los sueños de caza paleolíticos, se refiere a la realización de pruebas académicas en un
futuro próximo. A menudo, estos sueños solo emulan el miedo a que algo salga mal y no se pueda llevar a cabo la prueba. Se sueña con que el bolígrafo no funciona, con que se llega tarde al lugar del examen, con que se acude desnudo a la prueba e incluso con el total olvido de la materia en el momento de realizarla. Pero también existen sueños específicamente relacionados con la ejecución del examen. En todo el mundo, los estudiantes sueñan con el teorema de Pitágoras, con la herencia genética de Mendel y con la tabla periódica de Mendeléiev. La planificación con mucha anticipación de eventos muy estresantes puede revelar una curiosa faceta de los sueños: la programación previa e inconsciente para un desafío específico. Una estudiante de doctorado había fijado la defensa de su tesis con bastante antelación, pero la reprogramó para unos meses después. En la noche posterior a la fecha original prevista para la defensa tuvo una larga e intensa pesadilla en la que presentaba su investigación sin sentirse preparada. Fue como si el sueño expresara el programa puesto en marcha hace tiempo, escenificando y actualizando el reto futuro. Si bien es cierto que algunos intentos de explicar los sueños entran en conflicto con hechos de la introspección, como la teoría de Crick y Mitchison sobre la aleatoriedad de los sueños, otras tentativas a menudo se pierden en perspectivas injustificadamente antropocéntricas o etnocéntricas. El filósofo estadounidense Owen Flanagan, por ejemplo, se hizo famoso al escribir que los sueños no pueden tener ninguna función adaptativa, porque él, Flanagan, nunca había tenido un sueño que le ayudara a resolver ningún problema de la vida real. Es muy probable que la vida de un profesor de la Universidad Duke, inmersa en el privilegio y libre de grandes factores de estrés, no sea el mejor candidato para revelar las primitivas funciones oníricas. Partiendo de la monotonía de sus propios sueños, el antifreudiano Flanagan concluyó que el sueño carece de sentido o función: «Los sueños son el subproducto del sueño». [23] Por otro lado, la tradición freudiana fue criticada e incluso ridiculizada por insistir en que los sueños son intentos de satisfacer deseos y por considerar la censura de pensamientos obscenos una función universal de los sueños. Hoy sabemos que esta censura exacerbada era una marca cultural específica de la sociedad vienesa conservadora en la que Freud vivió y escribió su obra. [24] En cualquier caso, está claro que la revolución científica e industrial de los siglos XVI a XIX relativizó en gran medida los principales problemas humanos, en especial para las clases media y alta. En el siglo XX , el aumento del
tiempo libre se sumó a la aparición del cine y la televisión, lo que provocó un estallido combinatorio de posibles tramas oníricas. Si el jaguar del Pantanal sueña con mil formas diferentes de matar al carpincho, todos ellos siguen siendo sueños de caza, muy similares entre sí. Eso no nos pasa a nosotros. Las múltiples necesidades de la especie humana crearon condiciones para que los sueños se convirtieran en colecciones desordenadas de imágenes, colchas hechas de retazos de quereres. El sueño típico de nuestro tiempo es una batidora de sentidos, un caleidoscopio de voluntades, fragmentado por la multiplicidad de deseos de nuestra era.
15 El oráculo probabilístico Si ha recorrido con atención el camino hasta aquí, el lector está preparado para comprender por qué tantas civilizaciones antiguas y culturas actuales consideran que el sueño tiene propiedades adivinatorias. Desde que nuestros antepasados comenzaron a registrar sus pensamientos por escrito hace unos cuatro mil quinientos años, las tramas oníricas sobre lo que aún está por venir, así como los intentos de interferir en el futuro mediante comportamientos representados en sueños, están abundantemente documentados. Al reverberar recuerdos del pasado, el sueño refleja las expectativas del soñante en lo que respecta al futuro. Sobre todo, refleja sus posibilidades de éxito o fracaso en las pequeñas y grandes aventuras personales desencadenadas por el deseo. Estas expectativas no solo incorporan aquello que la persona que sueña pondera de manera consciente, sino también —y quizá principalmente— su percepción inconsciente del contexto completo en el que se encuentra, con sus meandros, promesas y abismos. Es la amplia y difusa suma de impresiones, reunidas tanto por encima como por debajo del umbral de la conciencia, lo que constituye la base de la intuición y da vida al sueño. En palabras de Jonathan Winson, «el sueño es lo que le está pasando a quien sueña en ese momento», pero el momento presente del soñante está determinado por las contingencias ya vividas y embebido de las posibilidades del porvenir. La clave práctica para interpretar cualquier sueño son sus elementos pasados y futuros, porque el tiempo presente del cerebro está impregnado de recuerdos y simulaciones. Dos sueños de gran importancia histórica nos permiten ilustrar directamente este punto. «CON ESTE SIGNO VENCERÁS »
Los sueños desempeñaron un papel fundamental en todas las fases de la historia de Roma, incluidas las más tardías. En el siglo III , el gigantesco imperio se sumió en una grave anarquía militar que casi lo desintegró de forma definitiva. La crisis amainó con el ascenso del emperador Diocleciano, que consiguió administrar el inmenso territorio a través de una tetrarquía compartida con otros tres augustos o césares bajo su autoridad. Durante muchos años Diocleciano gobernó en Asia Menor, mientras que su brazo derecho, Maximiano, gobernaba Italia, Constancio reinaba en Inglaterra y Galerio libraba guerras en Oriente. Cuando Constancio murió, su hijo Constantino fue proclamado augusto por las tropas occidentales. En Roma, sin embargo, el hijo de Maximiano, Majencio, fue designado emperador. El conflicto entre ellos permaneció latente hasta que Constantino invadió Italia y sitió Roma. Cercado en la capital con sus numerosas tropas, Majencio se preparaba para romper el asedio del ejército de Constantino al amanecer, animado por la predicción oracular de que un enemigo de Roma perecería ese día. Ya antes, sin embargo, cuando marchaba con sus tropas, Constantino habría tenido una visión impresionante, un halo solar con apariencia de cruz y una inscripción en griego: «Con este signo vencerás». Por la noche, Constantino soñó que Jesucristo le daba instrucciones de que marcase las letras griegas «ji» y «rho», iniciales de su sagrado nombre, en los escudos de sus soldados. En la madrugada del 28 de octubre del año 312, bajo estandartes militares coronados por «ji» y «rho», el ejército de Constantino diezmó sobre el puente de Milvio las fuerzas de Majencio, que murió ahogado en el Tíber. La guerra terminó, Constantino apoyó públicamente la nueva fe y la creencia de los cristianos oprimidos se convirtió en la ideología oficial del Estado romano. Un sueño imperial cambió la historia. SOÑAR CON COSAS NUNCA ANTES HECHAS También hubo sueños premonitorios en el centro de la guerra entre indígenas y blancos en América. A la victoria de Nube Roja le sucedió un frágil periodo de paz que duró solo un año. En el nordeste, el jefe lakota hunkpapa Toro Sentado dejó claro que él no había firmado ningún tratado con los blancos, lo que le granjeó la simpatía de Caballo Loco. Los militares continuaron presionando para que los indígenas vivieran al este y en el oeste, donde estaba el oro, se limitaran a cazar.
Después de la suspensión de las relaciones comerciales y la restricción de las raciones de alimentos, Nube Roja decidió ir a quejarse directamente al Gran Padre Blanco, el presidente Ulysses Grant. En el largo viaje en tren, Nube Roja fue testigo del flujo de miles de colonos, de las enormes ciudades y del exuberante poderío militar, que los anfitriones no perdieron la ocasión de exhibir. La aguda percepción de la muerte a escala industrial destruyó su ímpetu de lucha. Regresó a su reserva decidido a no volver a tomar las armas contra los blancos. La decepción de Caballo Loco con el gran jefe oglala no podría haber sido mayor. Convencido de que todo contacto con los blancos era pernicioso, se fue alejando cada vez más de las reservas definidas por ellos, decidido a fortalecer las tradiciones de su pueblo y ocupar libremente el territorio de sus ancestros. En 1874, sin embargo, se descubrieron grandes vetas de oro en Black Hills, que hasta entonces el Gobierno de Estados Unidos había juzgado sin valor. La presión creció sobre la tierra, pero los emisarios que intentaron comprarla fueron rechazados por Toro Sentado y Caballo Loco: «No está en venta la tierra sobre la que caminamos». Fue entonces cuando el secretario de Interior de Estados Unidos lanzó un ultimátum; todos los lakotas tenían que volver a las reservas antes de enero de 1876, bajo pena de ser considerados hostiles. El invierno llegó y se fue, y los lakotas no cedieron. La brutal máquina de guerra de la civilización blanca comenzó a moverse de manera inexorable. Se movilizaron columnas de miles de soldados para rodear a los indígenas, armados casi en exclusiva con arcos y flechas. Presionados por conflictos en varios puntos de su propio territorio, miles de lakotas, cheyenes del norte y arapahoes se reunieron en el espacio cedido por los blancos a los enemigos crows y acamparon en el valle del río Little Bighorn, en Montana. Cuando por fin llegó el verano, los lakotas estaban acorralados. Frente a los fusiles de repetición, las ametralladoras, los morteros y los cañones, necesitaban aprender nuevas formas de combate, más eficaces y letales que todas las armas de los blancos. Necesitaban con urgencia acciones milagrosas para evitar el desastre inminente. Una semana antes de la famosa batalla de Little Bighorn, Caballo Loco lideró una serie de ataques desestabilizadores contra la columna de mil soldados comandada por el general George Crook, veterano de la guerra civil. Caballo Loco afirmó haber usado ese día varias tácticas guerrilleras experimentadas por primera vez en sueños. En palabras del escritor estadounidense Dee Brown, «ese día, 17 de junio de 1876,
Caballo Loco soñó consigo mismo en el mundo real y les mostró a los sioux cómo hacer muchas cosas que nunca habían hecho antes». [1] La lucha se extendió hasta el anochecer. Para cuando salió el sol, el general Crook se había batido en retirada y la soberanía lakota había sobrevivido un día más. «OS LO DOY PORQUE NO TIENEN OREJAS » El conflicto llegó a su clímax el 25 de junio de 1876. Una semana antes, el campamento había duplicado su tamaño, llegando a unos mil tipis y una población de casi siete mil personas, entre ellas cerca de dos mil guerreros. Uno de los mayores promotores de la reunión de tantos grupos diferentes fue Toro Sentado. Integraba las sociedades del Búfalo y del Pájaro del Trueno, dos organizaciones secretas de soñantes distinguidos por el espíritu totémico que se les aparecía en visiones. Después de la trágica muerte de Nariz Romana, los aún atónitos cheyenes del norte encontraron en Toro Sentado un sustituto a la altura de su predecesor, tanto por su desprecio hacia los blancos como por su estricta observancia de los sacrificios religiosos necesarios para proteger a los combatientes. Por las mismas razones, Caballo Loco y sus guerreros lakotas oglalas comenzaron a ver a Toro Sentado como un líder. Días antes del ataque de Custer, Toro Sentado participó en la Danza del Sol, un ritual de purificación realizado en el solsticio después de la última cacería de búfalos, con el fin de propiciar visiones y protección divina. Ayunó, bailó, sacrificó trozos de carne sacados de sus brazos, bailó, sufrió y bailó más hasta que soñó. Vio una lluvia de soldados que caían del cielo como langostas sobre la hierba verde; descendían con la cabeza gacha y perdían sus sombreros mientras una voz estruendosa decía: «Os los doy porque no tienen orejas». La interpretación del sueño era evidente. ¿Cuántas veces habían advertido a los hombres blancos de que no tolerarían la invasión de sus territorios de caza? Definitivamente, no habían escuchado; eran hombres «sin orejas» y eso sería su fin. Inspirados por la visión de Toro Sentado, los jefes retiraron a sus guerreros del enorme campamento y los ubicaron en secreto en un desfiladero situado detrás de una colina cercana. Informado por sus rastreadores crows de la enorme concentración a orillas del río Little Bighorn, Custer condujo a sus setecientos hombres a través de un
terreno prácticamente desconocido, decidido a infligir una derrota inolvidable a los indomables sioux y sus aliados. A medida que se acercaban, los batidores confirmaron que había pocos guerreros en el campamento; era verano, y todos los hombres adultos debían de estar cazando bisontes. Frente al campamento vacío, Custer ordenó un ataque devastador, con la esperanza de encontrar solo ancianos, mujeres y niños. Y entonces la profecía se hizo realidad. Un feroz tropel de espadas desenvainadas invadió la multitud de tiendas cónicas mientras resonaban estridentes cornetas y gritos salvajes, pero los chaquetas azules no encontraron lo que esperaban. Mientras las mujeres y los niños retrocedían, los guerreros aparecieron sobre la colina como un enjambre de abejas furiosas. El regimiento, que había planeado llevar a cabo una matanza sin encontrar resistencia, se vio rápidamente rodeado y ferozmente combatido por avalanchas de valientes guerreros que no paraban de llegar. Al final los soldados se desesperaron, rompieron filas y huyeron presa del pánico campo a través. A partir de ese momento todo fue muy rápido. En pocos minutos el desordenado núcleo del 7.º regimiento de caballería fue rodeado y masacrado. Murieron 268 soldados, entre ellos Custer, dos de sus hermanos, un sobrino y un cuñado. El evento fue narrado con espanto por los mismos periódicos que meses antes habían ensalzado los sangrientos exterminios que Custer había ordenado contra los indios de las praderas. Embriagado por el frenesí de la prensa y del público, el ambicioso y vanidoso comandante de pelo largo murió en la cúspide de su fama, víctima del sueño de un sabio piel roja. Puede que Custer hubiera tenido más suerte si hubiese renunciado a su cobarde ataque después de tener una pesadilla con Caballo Loco. PROSPECCIÓN DEL INCONSCIENTE Para los mamíferos que viven en libertad en la naturaleza y para los grupos humanos más cercanos a ella, el sueño sigue siendo una función biológica esencial para advertir de los peligros, trazar un mapa de los posibles soluciones a los problemas que prevalecen en la vida del soñante, seleccionar estrategias adaptativas e integrar el aprendizaje sucesivo en un todo coherente. El sueño es un momento privilegiado para prospectar el inconsciente, y puede añadir pistas sobre los riesgos y oportunidades del medio ambiente, muchas de ellas subliminales,
pero aun así susceptibles de ser integradas en una impresión general de lo que puede llegar a ocurrir. Basándose en el ayer, el cerebro simula cómo será el mañana. El sueño puede, por lo tanto, ser considerado una prueba de hipótesis en un entorno de simulación, con ciclos de fortalecimiento selectivo de recuerdos durante el sueño de ondas lentas, almacenamiento genómico desencadenado al comienzo del sueño REM y reestructuración de recuerdos en largos episodios de sueño REM. Al realizar varios ciclos consecutivos de mutación y selección de recuerdos todas las noches, el cerebro dormido consolida las mejores estrategias que es capaz de concebir en sueños. Las evidencias convergen en la noción de que los sueños de los mamíferos son simulaciones probabilísticas de eventos pasados y expectativas futuras. La principal función de estas simulaciones sería probar comportamientos innovadores específicos contra una réplica memorística del mundo, en lugar de en el mundo en sí mismo, lo que conduce al aprendizaje sin riesgos. Esta conjetura es una generalización de la teoría de la simulación onírica de las amenazas de Revonsuo y Valli, según la cual los sueños pueden simular acciones que llevan a consecuencias indeseables y, por lo tanto, deben evitarse en el mundo real (por ejemplo, sufrir depredación). Es necesario extender el razonamiento a las acciones que conducen a un resultado deseable y, en consecuencia, deben llevarse a cabo en el mundo real (por ejemplo, encontrar comida o pareja sexual fértil). Una investigación sobre los contenidos mentales durante el sueño REM reveló que más del 70 por ciento de los relatos incluían emociones, con una proporción equilibrada entre emociones positivas y negativas. La idea de que las pesadillas evolucionaron como una forma de modular negativamente las simulaciones de conductas peligrosas, mientras que los sueños placenteros corresponden a la asociación del placer (recompensa) con las simulaciones de comportamientos sobre todo adaptativos, es análoga a los conceptos de Eros y Tánatos propuestos por Freud como pulsiones de vida y muerte. Frente a la enorme cantidad de variables no controladas, la simulación onírica erra a menudo en sus «predicciones». De vez en cuando, no obstante, la simulación coincide con la realidad, y entonces el soñante constata que el oráculo de hecho puede, bajo ciertas condiciones, hacer predicciones correctas. El sueño funciona por ende como un oráculo probabilístico, algo no muy diferente de lo que se creía en la Antigüedad en cuanto a sus consecuencias para el soñante, pero sí de naturaleza muy distinta: frente a la certidumbre motivada por
hipotéticos mecanismos externos, de carácter divino o espiritual, de generación de sueños, la incertidumbre inherente a su naturaleza biológica. Las imágenes oníricas no revelan por lo tanto el destino del soñante mañana, sino solo su ruta aparente hoy. LAS MEJORES OPORTUNIDADES Como reverberación perceptiva y motora, el sueño engendra intenciones, acciones y consecuencias, en un simulacro de situaciones ecológicamente relevantes escenificadas como videoclips imaginarios. Como narrativa asociativa, el sueño expresa con sus símbolos explícitos o implícitos no solo lo que el soñante desea, sino también sus propias evaluaciones del riesgo. Usando esta lente psicobiológica, ¿cómo entender lo que les habría ocurrido a Constantino y a Toro Sentado? Sería una tautología decir que sus sueños predijeron el futuro, porque es probable que solo sepamos de ellos porque el futuro les sonrió. Los oráculos probabilísticos funcionan a posteriori y, evidentemente, tienden a ser más recordados cuando «funcionan». Más que augurar una victoria por intervención divina, el sueño de Constantino proponía una prueba de fe en la nueva religión, mediante el uso de la insignia del hijo de su poderoso dios único. Para entender los beneficios militares de esta conversión es importante considerar que el cristianismo ya era muy influyente entre los soldados y oficiales del ejército romano cuando Constantino se convirtió. Unirse a la religión de sus tropas en vísperas de una batalla decisiva contra un enemigo más numeroso fue una respuesta muy adaptativa para un emperador duramente cuestionado en largas y costosas guerras civiles. La elucidación de cualquier sueño pasa por la identificación del deseo dominante de la persona que sueña. Constantino anhelaba con fervor la toma de Roma para empezar a unificar un imperio atenazado por las luchas intestinas. A las puertas de la capital del mundo, necesitaba más que nunca el furor místico de sus legiones. El sueño expresó, por tanto, la apuesta por el arriesgado y aun así más probable camino hacia la victoria: un oráculo basado no en la certeza del éxito, sino en sus mejores oportunidades. Lo mismo puede decirse de Toro Sentado; su sueño indicaba la alta probabilidad de un evento que en otras circunstancias sería improbable. La rápida invasión de territorio enemigo casi desconocido, seguida de un ataque sorpresa contra un gran campamento indígena, parece una táctica suicida. Sin embargo, esta misma táctica había sido puesta en
práctica con gran éxito por varios comandantes militares estadounidenses en las guerras contra los indios, como el coronel John Chivington en la matanza de Sand Creek en 1864, el general Ranald Mackenzie en el ataque al cañón de Palo Duro en 1874 y el propio Custer en la batalla del río Washita en 1868. Los arikaras llamaban a Custer «Pantera que llega de noche arrastrándose». Entre los crows, el general era el «Hijo de la estrella de la mañana que ataca al amanecer». El valle del río Little Bighorn estaba situado en un territorio muy disputado. Para los lakotas y los cheyenes, la región de Black Hills era Paha Sapa, las montañas sagradas pertenecientes a sus pueblos durante generaciones. Pero los crows también reivindicaban la tierra sobre la base del Tratado de Laramie de 1851, que era ignorado de forma sistemática por los mineros y los colonos blancos atraídos por el descubrimiento de oro en las montañas del oeste, así como por los lakotas y los cheyenes, que simplemente no lo reconocían. Con tantas disputas territoriales en plena fiebre del oro y con el anuncio de Custer en 1874 de la existencia de nuevos yacimientos de metales preciosos en Black Hills, no era difícil predecir el comportamiento desmesuradamente agresivo de los soldados estadounidenses, violentos, impulsivos, ansiosos de riquezas e incapaces de escuchar. Era razonable e incluso lógico prever un ataque imprudente. Toro Sentado tenía el ardiente deseo de unificar al heterogéneo y fragmentado grupo de guerreros reunidos en Little Bighorn para defender el territorio. Era posible soñar con una victoria total. El sueño de Toro Sentado fue una expresión de esa probabilidad. La evaluación del éxito del sueño premonitorio de Toro Sentado depende del intervalo de tiempo considerado. En el verano de 1876, el sueño parecía la expresión de un destino manifiesto del pueblo de las praderas, una clara señal de la protección del Gran Espíritu contra los belicosos invasores. Toro Sentado y Caballo Loco experimentaron el gusto de lograr aquello en lo que tantos otros pueblos indígenas habían fracasado, impedir la invasión. El dominio del combate a caballo permitió a los lakotas soñar con la victoria sobre el invasor de una manera que ni los incas ni los aztecas estuvieron cerca de conseguir. Con sus ariscos mustangs, sus flechas certeras, sus escasas armas de fuego y su coraje místico, los lakotas combinaron contra los blancos la sagacidad del zorro, la audacia del oso y la sabiduría del tejón. Pero unos meses después de la batalla de Little Bighorn, bajo un riguroso invierno, la mano dura del Gran Padre Blanco en Washington se hizo sentir dolorosamente. Si Nube Roja ganó la primera guerra de los
lakotas contra los blancos, Toro Sentado ganó la última, ya que cuanto vino después fueron desgracias para su pueblo. El Congreso de Estados Unidos respondió a la humillante derrota de Custer con la Ley de Asignaciones Indígenas, que cortó todas las raciones de comida hasta que cesaran las hostilidades y cedieran definitivamente las Black Hills. Paha Sapa fue invadida por grandes contingentes militares desplazados para poner fin a la insurrección. Congelados, fustigados y hambrientos, muchos indígenas perecieron a lo largo de un invierno muy duro. Menos de un año después de la batalla de Little Bighorn, en la primavera de 1877, los principales jefes lakotas y cheyenes del norte ya se habían rendido. En mayo se entregó Caballo Loco, y Toro Sentado huyó a Canadá con algunos cientos de seguidores. En septiembre, estando bajo custodia, Caballo Loco fue asesinado por un soldado. [2] El sueño de Toro Sentado tuvo perfecta validez premonitoria el día de la batalla, con consecuencias en apariencia auspiciosas para los indios durante unas semanas, seguidas de una verdadera pesadilla. Después de años de hambruna en las praderas heladas de Canadá, desprovistas de bisontes por la matanza indiscriminada promovida por los cazadores de pieles con sus rifles de largo alcance, Toro Sentado y su pueblo regresaron a Estados Unidos y se rindieron, aceptando vivir dentro de una reserva. [3] Incluso anciano y derrotado, Toro Sentado continuó siendo un estorbo para las autoridades. Se dedicó a viajar por Estados Unidos como una estrella de los espectáculos del Viejo Oeste de Buffalo Bill, siempre dispuesto a declarar en público lo que pensaba de la deplorable civilización blanca. Le sorprendía la abundancia de personas sin hogar en las calles de las grandes ciudades y se le vio dando limosna a mendigos hambrientos. En 1890, a la edad de cincuenta y nueve años, fue arrestado y asesinado bajo custodia, alcanzado por los disparos de policías indígenas. [4] En retrospectiva, el sueño de Toro Sentado no tuvo ninguna validez más allá de ese fatídico día en el valle del río Little Bighorn. Vista en conjunto la trayectoria amerindia, desde la llegada de Colón hasta nuestros días, los sueños de los lakotas no tuvieron un destino muy diferente a los sueños de los comanches, mapuches, mundurukus, guaraníes…; la lista es larga. En cambio, el sueño premonitorio de Constantino resistió sólidamente el paso del tiempo. El territorio del Imperio romano siguió siendo cristiano durante casi toda su existencia posterior, la cristiandad se extendió por todo el mundo y hoy 2.200 millones de personas, más
del 30 por ciento de la población total de la Tierra, se llaman a sí mismas cristianas. Si el papa Francisco logra modernizar la Iglesia con la ordenación de las mujeres y la aceptación de los homosexuales, es posible que la Iglesia dure otros mil años. Por supuesto, nada de esto estaba en los planes de Constantino. Después de todo, es imposible predecir el futuro lejano mucho más allá del mismo contexto histórico. Es probable que el deseo del emperador fuera simplemente entusiasmar a sus tropas y derrotar al enemigo del día. El oráculo probabilístico evolucionó en el contexto de la supervivencia cotidiana. Pero ¿la supervivencia de quién? ¿Soñó en realidad Constantino con el símbolo cristiano o el sueño fue forjado (por él o por sus biógrafos) con fines militares, religiosos y políticos? Esta cuestión se refiere tanto a la imperfección del registro histórico como a la intrínseca falta de fiabilidad del relato onírico, que se presta a todo tipo de usos secundarios. La historia está llena de ejemplos en los que se utilizaron relatos de sueño con fines políticos. Publio Cornelio Escipión Africano, uno de los más grandes generales de todos los tiempos, ganador de la Segunda Guerra Púnica contra Cartago, subió al poder a una edad muy temprana gracias a la manipulación política de los relatos oníricos. En las elecciones a edil en el 213 a. C., el hermano de Publio era candidato. Como no parecía tener mucho apoyo popular, Publio le contó a su madre dos sueños proféticos en los que ambos hermanos salían elegidos. La madre acogió con fervor la supuesta revelación y apoyó la candidatura de Publio mediante sacrificios a los dioses y la entrega a su hijo de una túnica blanca. Publio fue aclamado en el Foro junto con su hermano y ambos fueron elegidos. Publio siguió difundiendo que los dioses le hablaban directamente en sueños, manipulando esa creencia en momentos decisivos de su trayectoria. El historiador griego Polibio testificó el uso calculado que Publio hizo de las creencias religiosas: […] [no debemos creer que] Publio entregó a su propia patria un imperio, como lo hizo, guiado por sugerencias de sueños y presagios. Por el contrario, puesto que […] [creía] que la mayoría de los hombres no aceptan con facilidad lo extraordinario ni tienen el valor de enfrentar peligros sin el beneplácito de los dioses, […] Publio se aseguró de que los hombres bajo su mando fueran los más valientes y dispuestos a enfrentarse a empresas arriesgadas, convenciéndolos de que sus planes estaban inspirados por los dioses. [5]
Si Escipión Africano manipuló la creencia en los sueños para subir los escalones de la administración romana, parece que los sueños de Julio César fueron mistificados a posteriori. Plutarco informó de un impresionante sueño que Julio habría tenido justo antes de cruzar el río Rubicón y entrar en Italia con una sola legión, desafiando las órdenes expresas del Senado de no acercarse a las tropas victoriosas en la campaña de la Galia. Esta invasión del propio territorio fue el comienzo de una irresistible toma del poder, que Julio ostentó sucesivamente a través de los cargos de tribuno, dictador y finalmente cónsul. Según Plutarco, Julio César habría soñado que hacía el amor con su propia madre en la víspera de cruzar el Rubicón, acto inicial de un proceso que culminó en la destrucción de la República y la creación del Imperio. [6] Aunque en un principio la reacción de Julio al sueño fuera de vergüenza, los adivinos pronto elaboraron una interpretación muy auspiciosa: el gran hombre se preparaba literalmente para poseer a su «madre» patria. Resulta que Suetonio [7] afirmó que el mismo sueño había ocurrido dieciocho años antes, cuando Julio tenía treinta y tres años y era cuestor en Hispania. El sueño habría tenido lugar después de que Julio visitara el templo de Hércules y se lamentara ante una estatua de Alejandro Magno —que conquistó el mundo antes de morir a los treinta y tres años— de no haber logrado hacer nada parecido hasta entonces. La discrepancia entre los relatos de Suetonio y Plutarco sugiere la descarada manipulación política de los relatos oníricos para la confección de una biografía. Ambos escritores usaron los sueños (y abusaron de ellos) como una supuesta causa de importantes eventos históricos. En el caso de la cópula materna de Julio César, es más probable que Plutarco fuera el manipulador, al atribuir el sueño al momento histórico en el que sería más impactante. ¿Con qué propósito se habría hecho esta manipulación? ¿Favorecer a Julio César con la demostración de un destino anunciado? ¿O mostrarlo como un hombre sin escrúpulos capaz de todo? ¿O simplemente condimentar la trama de una narración ya de por sí sabrosa? Plutarco solía atribuir múltiples significados a los sueños, lo que le permitía delinear con más libertad los rasgos característicos de los biografiados. Quizá la pregunta más relevante sea otra: ¿qué hay de fantástico en los sueños para que se les pueda atribuir alguna creencia? ¿Cómo evolucionó este oráculo ciego, pero aun así tan directo y certero cuando conviene?
LA GÉNESIS CULTURAL DEL ORÁCULO Hagamos una rápida recapitulación. Hace cientos de millones de años los sistemas nerviosos se volvieron capaces de recordar lo que le ocurre al organismo como un todo. Esto permitió que evolucionaran en el sentido de simular, en la vigilia y en tiempo real, el futuro más probable con respecto a las necesidades fundamentales del individuo. La capacidad de predecir el futuro inmediato es evidente en la rana que atrapa al mosquito en pleno vuelo previendo sus movimientos. Pero es muy probable que la rana no sea consciente de ello, en el sentido de tener una representación del yo capaz de comentar continuamente sus éxitos y fracasos y así crear una narrativa de la propia vida, abierta a la edición de la vanidad, el orgullo, el miedo, la ironía, la compasión o la objetividad flemática. A pesar de la existencia del sueño REM en reptiles y aves, todo indica que fue solo en los mamíferos donde el estado mental del sueño se expandió como «espacio de trabajo» activo durante muchos minutos en el animal que duerme, capaz de simular las acciones del yo soñante sin despertar el cuerpo. En la medida en que satisface o no el deseo dominante, la simulación onírica permite reforzar o inhibir comportamientos en función de sus probables efectos sobre el ambiente. Al simular objetos de deseo y aversión, el sueño pasó a representar de forma ocasional lo que de hecho sucedía. Este «oráculo biológico», ciego al futuro y clarividente en cuanto al pasado, pero aun así capaz de simular futuros posibles, es más preciso cuanto menor sea el número de variables involucradas y mayor la relevancia de la predicción. En otras palabras, el oráculo funciona mejor cuando el número de futuros alternativos es limitado, pero la importancia de los posibles resultados es grande. Los mamíferos con mucho sueño REM —primates, felinos, cánidos — se caracterizan por ocupar posiciones elevadas en la cadena trófica, ya sea por su gran potencial de depredación (tigres), por su organización social cooperativa (chimpancés) o por ambas cosas (lobos). Los animales que ocupan posiciones bajas en la cadena trófica duermen menos y tienen menos sueño REM que los depredadores. Es difícil dedicar mucho tiempo a dormir cuando se puede ser cazado. [8] Además de por un sueño REM muy largo, primates, felinos y cánidos se caracterizan por la presencia, sobre todo hasta la fase juvenil, de juegos con objetos y otros animales. Estos juegos, que identificamos de inmediato con el comportamiento lúdico de los humanos, son
simulaciones de la realidad aumentadas, representaciones interactivas de algo ausente como si estuviera presente. Si en el sueño la fantasía es la totalidad de la experiencia, en los juegos de la vigilia —que tanto a los niños como a los cachorros de león les encanta— la imaginación de la realidad es solo parcial. La gran capacidad de jugar y la inmadurez del sistema nervioso al nacer se combinan para permitir a los mamíferos el entrenamiento seguro de muchas destrezas específicas que son peligrosas en la vida real. El cachorro de tigre no aprende a cazar búfalos cazando búfalos, sino jugando a cazar con sus compañeros de camada. La imaginación es un espacio mental, protegido, particularmente útil para aprender habilidades arriesgadas. Las crías de los mamíferos más inteligentes y creativos son también las que pasan más tiempo programando el cerebro antes de exponerse a los riesgos de la vida adulta. La capacidad de imaginar nos proporcionó una ventaja evolutiva decisiva y está en el origen de la conciencia humana. Un área cortical esencial para la imaginación es la BA 10, en el lóbulo frontal, la mayor de las zonas histológicamente bien definidas del córtex cerebral humano. La BA 10 sufrió una acelerada evolución en la historia de nuestra especie, así que proporcionalmente es mucho mayor en los seres humanos que en otros simios. [9] El área BA 10 es necesaria para realizar varias tareas al mismo tiempo, dejando en espera actos imaginarios que más tarde pueden hacerse realidad. [10] La capacidad de imaginar nos permitió expandir y profundizar la simulación fidedigna de los estados mentales de otros individuos, una destreza bien desarrollada en los primates en general pero llevada a una gran sofisticación en los homínidos. Imaginar con éxito lo que otros sienten y piensan depende de tener un modelo mental de cada persona en particular, una representación dinámica de las imágenes y acciones típicas de ese individuo, con probabilidades de incidencia definidas por experiencias previas con él. Esto proporcionó a las bandas de primates bípedos una articulación sin precedentes del comportamiento grupal, tan importante en la caza como en la huida. Llevando esta conjetura evolutiva hasta las últimas consecuencias, la génesis del oráculo de la noche debió de tener lugar en tres etapas distintas. En un primer momento se produjo la evolución de mecanismos electrofisiológicos y moleculares capaces de promover la reverberación de los recuerdos y su almacenamiento a largo plazo a través, respectivamente, del sueño de ondas lentas y del sueño REM. La promoción de la reestructuración de recuerdos depende de la
interacción de estos mecanismos y data a buen seguro de la misma época. Habida cuenta de lo que sabemos sobre los animales existentes en la actualidad, es casi seguro que sucedió justo al principio de la evolución de los vertebrados terrestres, hace unos 340 millones de años. Debido al funcionamiento de estos mecanismos, el animal, de forma inconsciente pero eficaz, estaba más adaptado al entorno al despertar del sueño. En un segundo momento, posiblemente en el comienzo de la evolución de los mamíferos hace 160 millones de años, el sueño REM se prolongó muchos minutos; en algunas especies llegó a durar trescientas veces más que en aves o reptiles. Esto creó las condiciones para la activación eléctrica de largas secuencias de recuerdos, sustratos biológicos de las tramas oníricas. El oráculo comenzó a tomar forma, ya que la reverberación de los recuerdos durante el sueño REM refleja tanto las experiencias vividas como las deseadas. En esta segunda etapa, compartida por todos los mamíferos en mayor o menor medida, el oráculo aún era inconsciente, pero su impacto en la vida despierta se volvió potencialmente grande debido a los recuerdos de la realidad onírica que se trasladaban al interior de la vigilia. El sueño de los mamíferos, a diferencia del de aves y reptiles, se convirtió en un espacio mental para la fusión, fisión y evolución de memes, un crisol de recombinaciones simbólicas verdaderamente capaz de simular futuros posibles. En palabras del neurocientífico Jonathan Winson, «aunque los sueños no han sido diseñados para ser recordados, son la clave de lo que somos». Esta etapa del funcionamiento mental corresponde al concepto de «conciencia primaria», definido por el biólogo estadounidense Gerald Edelman (1929-2014), premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1972 por sus descubrimientos fundamentales sobre la estructura química de los anticuerpos y convertido, en la segunda mitad de su carrera, en un influyente neurocientífico. La conciencia primaria es la representación mental del ahora , con sus sensaciones, percepciones y emociones transitorias, plenamente alerta al tiempo presente, pero con un acceso solo difuso al pasado o al futuro. Se trata del modo de funcionamiento mental predominante entre los mamíferos, estructural y conductualmente muy diversos, pero todos ellos provistos de circuitos neurales para la percepción sensorial, la acción motora y el procesamiento de recuerdos a corto plazo. [11] Estos circuitos también incluyen la DMN, cuya activación es crucial para la experiencia del sueño.
Edelman postuló que el cerebro es el producto dinámico de una competición constante entre grupos de neuronas y sus sinapsis, que se seleccionan positiva o negativamente según la experiencia con el entorno. Esta visión recibió el nombre de «darwinismo neural» y está claramente inspirada en mecanismos análogos a los que actúan sobre el sistema inmunitario y las interacciones ecológicas. [12] Para Edelman, el cerebro se parecía más a una selva que a un ordenador. Un aspecto importante de esta idea del sistema nervioso es que las neuronas compiten entre sí por el acceso a la actividad neural y por las sustancias necesarias para el metabolismo. Esto crea la base para ver el desarrollo y la maduración del sistema nervioso como productos de la competición entre diferentes poblaciones neuronales. De ahí a la noción de que los pensamientos también compiten entre sí solo hay un paso. En la concepción de Edelman, los otros animales carecen de la conciencia secundaria que nos caracteriza, un modo de funcionamiento mental basado en la interacción de representaciones de uno mismo y de los otros para generar simulaciones contrafactuales, futuros alternativos posibles o probables. [13] Esta capacidad nos permite ir mucho más allá del presente, porque no solo podemos pasar por la experiencia, sino también planificarla y evaluarla de continuo. Si la imaginación es un sueño dirigido por la volición consciente pero de baja intensidad, un sueño despierto mantenido tenue por el dique de las percepciones, el sueño propiamente dicho puede ser mucho más intenso, aun sin ser dirigido por el deseo consciente. Pero, en última instancia, ¿qué es la conciencia? En un intento de comprender los mecanismos que generan la experiencia consciente, los neurocientíficos franceses Stanislas Dehaene, Lionel Naccache y Jean-Pierre Changeux realizaron una serie de experimentos extremadamente reveladores que se han convertido en clásicos. Demostraron que cuando se estimula a una persona con imágenes muy tenues, en el límite entre la percepción y la no percepción, lo que determina si una imagen específica será vista de forma consciente o no es la dispersión de la activación neuronal hacia regiones bastante distantes de la región de entrada de información en el córtex cerebral. [14] Durante los primeros doscientos milisegundos después del estímulo, el procesamiento neuronal se produce en redes de procesamiento espacialmente restringidas, muy específicas de la modalidad sensorial del estímulo (visión, audición, etc.). En el siguiente intervalo de tiempo, que alcanza casi un segundo después del estímulo, la activación puede disminuir hasta desaparecer o, por el
contrario, propagarse. Cuando desaparece, la imagen nunca llega a ser percibida conscientemente, y decimos que el estímulo ha sido subliminal. Sin embargo, cuando la actividad se extiende por prácticamente todo el córtex cerebral, la imagen pasa a ser percibida de manera consciente. Curiosamente, en pacientes esquizofrénicos se preserva el procesamiento subliminal, pero se reduce el acceso consciente. [15] Entre las diversas teorías que intentan explicar la conciencia, la hipótesis del espacio neuronal global formulada por el neurobiólogo holandés Bernard Baars [16] y ampliada por Dehaene, Naccache y Changeux [17] es la que explica la mayor cantidad de hallazgos experimentales. [18] De acuerdo con esta teoría, la experiencia consciente corresponde a la «ignición» de un vasto circuito de neuronas distribuido por todo el córtex, equivalente a una transición de múltiples procesamientos aislados en paralelo a un único procesamiento global, en el que todas las partes tienen acceso a la información del todo. El concepto emula las redes computacionales desarrolladas a partir de los años noventa, en las que máquinas conectadas a distancia pueden compartir información y realizar procesamiento cooperativo reclutando otras máquinas en función de su disponibilidad. En el cerebro, este trabajo lo realizan neuronas de las capas más superficiales del córtex, que tienen axones extremadamente largos capaces de diseminar con rapidez la activación. Cuando se cruza el umbral de dispersión cortical de la actividad y se instala la conciencia, se vuelve posible estabilizar cualquier objeto mental durante el tiempo que sea necesario, a través de la retroalimentación de actividad neuronal que amplifica de manera selectiva la información relevante. Si la diferencia entre los pensamientos conscientes e inconscientes obedece a la mayor o menor dispersión cortical de la actividad eléctrica, ¿cómo interpretar que durante el sueño REM la dispersión de esta actividad en el córtex cerebral es enorme, [19] mucho más de lo que se pensaba hasta hace poco? Este descubrimiento apoya la hipótesis de que el sueño REM desempeñó un papel central en el paso de la conciencia primaria a la secundaria. Fue un camino evolutivamente largo, porque hay más cosas en común entre un pulpo y un leopardo que entre estos animales y nosotros. Aunque estamos mucho más cerca de un mamífero que de un molusco, nuestro software mental difiere de todos ellos por la presencia de la conciencia secundaria.
HABLAR Y ESCUCHAR Las definiciones de Edelman para conciencia primaria y secundaria son en esencia las mismas que las propuestas por Freud entre 1900 y 1917, [20] en asociación con los conceptos de «id» y «ego», respectivamente. La influencia psicoanalítica no fue ni accidental ni inconsciente, a pesar de la afrenta sufrida por Freud en el entorno biomédico. Así lo atestigua en la dedicatoria de Bright Air, Brilliant Fire , una importante obra de Edelman publicada en 1993: «A la memoria de dos pioneros intelectuales, Charles Darwin y Sigmund Freud, con mucha sabiduría, mucha tristeza». Darwin explicitó nuestra continuidad evolutiva con otros animales, [21] incluso en las emociones. [22] Freud observó que el paso de la conciencia primaria a la secundaria ocurre sobre todo a través de la verbalización, esto es, en el paso de la representación de las cosas a la representación de los nombres de las cosas: de las imágenes a la semántica. El Evangelio según Juan afirma que en el principio fue el Verbo…; ¿de dónde salieron las palabras, después de todo? Aunque la comunicación vocal está ampliamente difundida entre los vertebrados terrestres, solo grupos muy específicos de animales logran aprender los signos utilizados en estas interacciones. Los chimpancés que están en libertad en la naturaleza producen complejas mezclas de sonidos y gestos que poco a poco la ciencia comienza a desentrañar. [23] En cautiverio, nuestros primos más cercanos aprenden a usar signos arbitrarios para referirse a docenas de objetos y acciones diferentes, [24] con lo que expanden enormemente su capacidad de comunicarse con los humanos. Sin embargo, algunos escépticos han argumentado que esto no representa una verdadera comunicación simbólica, sino más bien una comunicación funcional basada en el aprendizaje de las contingencias específicas del escenario experimental. [25] Los estudios de campo clásicos sobre la comunicación espontánea de los monos verdes (Cercopithecus aethiops ), nuestros primos lejanos de las sabanas africanas, fueron los primeros en demostrar que no hay razón para dudar de la presencia de símbolos fuera de la especie humana. Los monos verdes presentan de forma natural tres tipos de llamadas de alarma, que corresponden a la presencia de depredadores terrestres, aéreos o rastreros. Al oír las llamadas de alarma proferidas por un adulto, otros adultos reaccionan rápidamente para protegerse: en el caso de depredadores terrestres se esconden en la parte superior de los árboles; en el caso de depredadores aéreos, en la parte inferior, y si
se trata de serpientes se alejan con un salto para rastrear el terreno circundante. Los monos verdes adolescentes son capaces de emitir las mismas vocalizaciones, pero lo hacen fuera del contexto apropiado, sin producir ninguna reacción de fuga en los adultos. Los experimentos de campo demostraron que el sistema de alarma de los monos verdes cumple los criterios de símbolo en el sentido estrictamente semiótico del término, tal como lo concibió hace más de un siglo el filósofo y matemático estadounidense Charles Sanders Peirce (1839-1914). En la semiótica de Peirce, el intérprete de un signo es informado sobre el objeto correspondiente según tres, y solo tres, posibilidades de representación: icono, índice o símbolo. Los iconos informan por similitud con el objeto; los índices, por contigüidad espaciotemporal con el objeto, y los símbolos, por convención social. [26] Para reportar el objeto «león» usando un solo icono sería necesario mostrar una fotografía, película o dibujo de un león, hacer sonar su rugido o esparcir su olor. Para hacerlo usando un solo índice sería necesario señalar a un león, y para hacerlo usando un símbolo podríamos decir o escribir ngonyama , libaax , simba , león , lion o leão , respectivamente en xhosa, somalí, suajili, castellano, inglés y portugués. Mientras que los iconos y los índices del león son de comprensión general y tienen algo intrínsecamente leonino en ellos, los símbolos pueden ser del todo arbitrarios y funcionar solo entre las personas que comparten el código para descifrarlo. El sistema de comunicación por voz de los monos verdes africanos es un ejemplo muy claro del uso de símbolos en animales distintos del ser humano. En los monos jóvenes se observa un aprendizaje gradual del contexto de uso adecuado de las vocalizaciones a través de múltiples repeticiones del emparejamiento entre estímulo visual/olfativo del depredador y estímulo auditivo de las llamadas de alarma emitidas por individuos maduros y vigilantes, seguidas finalmente de la fuga del grupo. Las alarmas asociadas a depredadores específicos funcionan inicialmente como indicadores de su presencia, pero con el paso del tiempo, y tras muchas repeticiones, los jóvenes interiorizan poco a poco la convención social de sus mayores para interpretar las alarmas. Y entonces ocurre el paso a lo simbólico. La imagen o el olor del depredador ya no es necesario para que el animal busque refugio; basta con una advertencia vocal. Esto fue demostrado en estudios de campo clásicos realizados hace cuatro décadas por los etólogos estadounidenses Dorothy Cheney y Robert Seyfarth, profesores eméritos de la Universidad de Pennsylvania. Usando altavoces para
reproducir las llamadas de alarma en medio de la sabana africana, Cheney y Seyfarth documentaron que los monos verdes adultos reaccionan de manera correcta de acuerdo con el tipo de vocalización presentada, incluso sin la presencia de depredadores. Este hecho demuestra la naturaleza simbólica de esta comunicación, porque el significado se transmite en ausencia del objeto. [27] Desde el descubrimiento inicial de las llamadas simbólicas para advertir contra los depredadores en los monos verdes, publicado en 1980, se han encontrado sistemas de alarma similares en otros primates africanos, como los monos Diana, los monos de Campbell y los chimpancés, así como en una gran variedad de especies no primates, incluidas las mangostas enanas, los perros de las praderas, las ardillas, las gallinas y los suricatas. Además, los delfines nariz de botella son capaces de aprender a interpretar gestos humanos como símbolos de las partes de sus propios cuerpos. [28] Las simulaciones informáticas de criaturas artificiales que representan las interacciones de presas vocalizadoras con depredadores de tres tipos —terrestre, rastrero y aéreo— sugieren que el código que asigna un significado específico a cada tipo de llamada surge de forma espontánea en poblaciones provistas de múltiples vocalizaciones, a través de variaciones aleatorias del emparejamiento estímulovocalización que acaban por establecerse y mantenerse a largo plazo. [29] Pero esto solo ocurre cuando la proporción entre presas y depredadores es lo bastante grande para que la población de presas sobreviva el tiempo suficiente para diseminar el código referencial. ARGUMENTOS, NARRATIVAS Y CONCIENCIA El uso de símbolos no es, por tanto, exclusivamente humano. La comunicación referencial en varias especies no humanas corresponde en la semiótica peirceana al concepto de «símbolo dicente», que funciona «como un índice porque su objeto es uno general interpretado como uno existente». [30] Por la repetición del índice en la presencia física del depredador («uno existente»), se forma la memoria de la asociación entre vocalización y depredador, lo que permite evocarla de manera simbólica incluso en su ausencia («uno general»). En el campo de la semiótica, lo que distingue al lenguaje humano de los sistemas de comunicación de otras especies es nuestra increíble capacidad para concatenar unos símbolos con otros, creando cadenas potencialmente
infinitas de representación de la representación de la representación, correspondiendo a un símbolo compuesto que Peirce llamó «argumento». Aunque numerosas especies animales utilizan vocalizaciones secuenciales para comunicarse, existen pocas evidencias de atribución de significado al orden de las vocalizaciones. La capacidad de generar argumentos complejos mediante la combinación de vocalizaciones más simples parece ser algo muy raro y quizá exclusivamente humano, si no tenemos en cuenta los ejemplos de sufijos y otros modificadores secuenciales encontrados en animales africanos, como el pájaro llamado turdoide enmascarado, y algunos primates, incluido el chimpancé. [31] El desarrollo paulatino de nuestro repertorio de vocalizaciones icónicas (onomatopeyas), indicadoras (pronombres demostrativos) y simbólicas (sustantivos, verbos) llevó cientos de miles de años en lenta evolución hasta convertirnos en los depredadores más temibles del planeta. No fueron dientes y garras superiores los que nos confirieron ese puesto, sino nuestra comunicación eficaz, nuestra organización social y nuestras armas. La caza en grupo con lanzas y flechas requería una excelente coordinación a distancia, que nuestros antepasados realizaban a través de vocalizaciones y gestos. El papel del lenguaje en la evolución humana es innegable, pero es obvio que todavía faltan muchas piezas de este rompecabezas para entender el camino acelerado por el que repertorios simbólicos muy restringidos en sus significados dieron origen a la explosión de riqueza referencial de las lenguas actuales. De «león» y «cebra» a nombres propios como «Enheduanna», de verbos simples como «andar» a palabras como «por qué», «alma», «cero» e «internet», transcurrieron multitud de procesos mentales comprimidos en un intervalo de tiempo muy corto en comparación con la evolución anatómica de la especie. El paso del mundo de los iconos y los índices al uso de símbolos arbitrarios y sus sofisticados argumentos correspondió al creciente peso dado a la opinión de los demás. No es necesario ver al león, basta con oír la vocalización emitida por el que lo ha visto. El significado de los signos se hizo cada vez más dependiente del consenso social, lo que creó una supervaloración humana de las creencias colectivas. Fue el principio de la capacidad de simular y predecir los estados mentales de otros individuos, lo que en la jerga neurocientífica se denomina «teoría de la mente». [32]
El salto cognitivo del lenguaje simbólico-argumental cambió para siempre nuestra interacción con el mundo y alteró de manera radical nuestra relación con el soñar. En algún momento del Paleolítico surgió el relato de las experiencias vividas por las personas, tanto en la vigilia como en el sueño. Lo que antes era una experiencia estrictamente privada, capaz de influir en las emociones y los actos del soñante sin que nadie más pudiera saber o entender, se convirtió gradualmente en una experiencia grupal. La reunión en torno al fuego para compartir las experiencias de la vigilia y las del sueño aceleró de forma gradual la expansión del vocabulario, el desarrollo de la empatía y la memorización de la trayectoria del grupo a partir de la crónica de los logros alcanzados por los antepasados. Los memes se volvieron cada vez más largos y complejos, hasta formar vastos conglomerados de recuerdos que incluían representaciones cada vez más rebuscadas de acontecimientos pasados y futuros, de palabras nuevas y de personas ya fallecidas. Esta fue una condición fundamental para el surgimiento del concepto de «linaje familiar», base afectiva de la línea temporal que recuerda el origen del clan. Con esto llegamos, finalmente, al tercer momento crítico para la erupción de nuestra conciencia: el nacimiento de un nuevo universo mental al que atañe no solo el presente, sino también el pasado y el futuro, habitado por los ancestros y por espíritus de animales muy peligrosos pero también muy apetitosos, seres deseados y temidos, abatidos o por abatir, capaces de captar la atención de nuestros antepasados hasta el punto de ser obsesivamente retratados en las pinturas rupestres. ROMPIENDO PIEDRAS Cada animal tiene como horizonte de futuro la próxima comida, el siguiente ataque del depredador, el apareamiento venidero. Pero los homínidos dieron un salto cuando comenzaron a operar con pensamientos sobre pensamientos, a usar objetos mentales como herramientas para operar sobre otros objetos mentales y así simular no solo la realidad, sino también su acción sobre ella. La caza paleolítica, que anticipaba el movimiento estacional de los grandes herbívoros migratorios, implicaba a menudo acorralar a los animales o conducirlos temerariamente al borde de algún despeñadero para que se precipitasen a la muerte.
También fue la capacidad de imaginar el futuro y recombinar objetos mentales lo que permitió el desarrollo de la tecnología de la piedra tallada que posibilitaba enfrentarse a la caza, abatirla, limpiarla y cortarla. El agotador trabajo de construir armas de piedra presupone al menos cuatro tipos de cosas imaginadas: el formato que se quiere dar a la piedra, el movimiento del cuerpo que es preciso para lograr ese formato, el movimiento corporal necesario para matar con esa arma y el efecto final de todo ello, la alimentación del grupo. La actividad de recolectar vegetales, moluscos e insectos también exige imaginar cómo encontrarlos y sacarlos de sus carcasas o de sus madrigueras. Los monos clavo usan piedras para romper cocos. Todos los simios utilizan palos como herramientas, y también lo hacen los cuervos. Los delfines utilizan esponjas. La novedad que apareció en el linaje humano fue el sucesivo acoplamiento de herramientas, la polimáquina. Inicialmente este proceso fue lento, y la acumulación cultural de una generación a otra, casi imperceptible. Es difícil apreciar la descomunal extensión de tiempo necesario para este paso, ya que toda la historia de la especie humana cabe en una nota al pie de la prehistoria. Desde los rudimentarios cantos tallados de tecnología olduvayense, iniciada hace unos 2,6 millones de años, hasta las hachas de mano bifaciales que caracterizan a la tecnología achelense, iniciada hace cerca de 1,7 millones de años, hubo una inmensa cantidad de horas en las que la acumulación cultural a lo largo de las generaciones sucesivas fue casi nula. De ahí hasta la tecnología musteriense, caracterizada por la esmerada producción de puntas afiladas y múltiples superficies cortantes y que arrancó hace unos 160.000 años, casi transcurrió otra eternidad en el duro trabajo de tallar piedras para obtener herramientas. Aun así, a pesar de tamaña inercia cultural, el avance se produjo. Formas de pensamiento cada vez más complejas fueron evolucionando lentamente y transformaron para siempre la existencia del ser humano. El descubrimiento de que las pinturas rupestres, dependiendo del tipo de animal representado, se encuentran en lugares con acústicas diferentes —en el caso de los depredadores, espacios con atenuación de sonidos; en el de las presas con pezuñas, espacios con amplificación sonora— [33] sugiere una sofisticada combinación de arte, técnica y magia para, a través de la manipulación de los ecos, motivar a nuestros ancestros paleolíticos a emprender sus peligrosas cacerías. Desde la realización de las primeras y toscas piedras talladas, hace tres millones de años, hasta la factura de las finas puntas datables de
poco antes del advenimiento de la metalurgia, hace unos cuarenta mil años, tuvo lugar un largo proceso de adquisición de movimientos manuales específicos, capaces de generar superficies cortantes y perforantes. Incontables veces la cultura de grupos individuales se perdió en la oscuridad de la derrota por depredación y por escasez de alimentos. La persistencia y el perfeccionamiento de la técnica tuvieron lugar en las idas y venidas de la transmisión cultural del Paleolítico, en el inicio del trinquete cultural humano. La optimización de la tecnología de piedra tallada tardó algo más de dos millones de años en acoplar una talla lítica a una vara para convertirla en una lanza. Debió de ser enorme la dificultad de estabilizar la piedra en la punta, tan firmemente como para que pudiera perforar la robusta piel de un uro, un enorme antepasado de los bovinos extinguido hace menos de quinientos años. La invención de la lanza y el desarrollo de una comunicación verbal rica y flexible —que permitía tanto organizar las cacerías en tiempo real como planificarlas, al igual que, en las batidas, tender trampas mediante gritos, movimientos, fuego y el aprovechamiento del relieve— llevaron a nuestros antepasados a la cima de la cadena trófica. Los seres humanos se volvieron tan letales que hoy en día queda poco de la megafauna del Pleistoceno. Después de inventar la lanza, nuestros antepasados tardaron cuatrocientos mil años en llegar a otra herramienta revolucionaria, en la que al menos tres elementos deben trabajar juntos: el arco de madera, la cuerda estirada y la flecha certera. ¿A quién se le ocurriría semejante idea por primera vez? Las pruebas más antiguas se remontan a al menos diez mil años atrás. ¿Fue un sueño nocturno o un ensueño diurno? Nunca lo sabremos… El hecho es que la idea se extendió con rapidez por casi todos los continentes. En resumen: la trayectoria humana se caracteriza por la complejidad cada vez mayor de las herramientas y de los estados mentales internos que las concibieron. En este largo trayecto desarrollamos un rico lenguaje vocal basado en la generación de nuevos signos por la combinación y yuxtaposición de elementos. El yo humano es mucho más transformador de la realidad en su entorno que el yo de otros mamíferos. Aunque la capacidad de soñar haya creado la base para una cierta conciencia del yo en varias especies, fue la capacidad de describir las experiencias propias, tanto de la vigilia como de los sueños, para sí mismo y para los demás, lo que dio lugar a la narrativa cohesiva del grupo, con sus eventos originales, su repertorio de historias ejemplares y sus comentarios de la vida cotidiana.
La función del sueño como oráculo probabilístico se remonta a este tercer momento, hace tal vez cientos, quizá decenas de miles de años, en el que nuestros antepasados homínidos se encontraron equipados con inmensos conglomerados de recuerdos transmitidos de generación en generación, los memes. La experiencia pasó a heredarse culturalmente, a través de relatos orales, canciones, imágenes de túmulos, estatuas y otros iconos, y lo hizo en forma de representaciones de las personas y de los saberes asociados a ellas. Fue la reverberación de estas representaciones durante el sueño y luego durante la vigilia lo que originó los sueños adivinatorios, cuyos efectos en la realidad se derivaban tanto de la reverberación intrusiva como del recuerdo voluntario. UN ESTADO MENTAL CAPAZ DE SIMULAR LA VIDA La capacidad de soñar, en paralelo con la vigilia, permitió realizar simulaciones de imágenes con escalas de tiempo variadas y, lo que es más importante, desacopladas del aparato musculoesquelético. Proporcionó un espacio interno y oculto para el trabajo mental, capaz de simular el logro de objetivos, situaciones y probabilidades de resultado, con seguridad y sin interferencia en el comportamiento real, sin límites para la complejización de las relaciones naturales o sociales implicadas, sin límites para el horizonte de futuro considerado. Lo que llamamos comportamiento intencional o voluntario no es más que un comportamiento guiado en todo momento por simulaciones anticipatorias que permiten tomar decisiones basadas en los resultados esperados. Los circuitos dorsales y ventrales del córtex cerebral implementan el flujo incesante de actividad que integra y sustenta estas simulaciones. Cuando este proceso funciona bien, genera comportamientos mejor adaptados y, por consiguiente, más propensos a ser transmitidos de una generación a otra. ¡Qué importante debió de ser imaginar cómo germinaba la semilla para comenzar a sembrar deliberadamente! ¡Qué importante debió de ser imaginar las estaciones y las fases lunares futuras para elegir el momento de plantar y cosechar! La abundancia de ideas y bienes materiales inició el reinado de las pequeñas necesidades. Los sueños se volvieron más ricos desde el punto de vista simbólico, pero el oráculo onírico, precisamente debido al estallido combinatorio de posibilidades, pasó a tener muchas más dificultades para adivinar el futuro inmediato. Por otro lado, comenzaron a florecer los oráculos conscientes basados
en relatos de sueños compartidos e interpretados a la luz de la acumulación cultural ya existente. La toma de conciencia de los contenidos oníricos permitió a nuestros antepasados construir modelos del mundo visible e invisible para tratar de reducir los errores predictivos del futuro. Es importante recordar que la reverberación eléctrica es intrínsecamente ruidosa y que los circuitos neuronales funcionan con asociaciones de varios tipos, incluidas las simbólicas. Por eso el contenido manifiesto de un sueño rara vez es el mismo que su contenido latente. Esto hace que los sueños de interpretación directa e inequívoca sean raros y los sueños indirectos y ambiguos, frecuentes. A medida que la cultura se desarrollaba, con el crecimiento del léxico y la elaboración de memes cada vez más ricos y diversificados, el ámbito de la vida se expandía y el oráculo onírico necesitaba considerar una cantidad cada vez mayor de variables. Por otro lado, el contenido que era inconsciente en el momento del sueño podía llevarse con rapidez a la conciencia y compartirse para que los miembros del grupo lo elaboraran de manera colectiva; era susceptible de ser dicho, revisado, pintado, dibujado y —desde hace cuatro mil quinientos años— registrado por escrito. Fue en esta tercera etapa cuando los soñantes pasaron a tener conciencia del oráculo, a poder nombrarlo y a esperar revelaciones a través de él. Únicamente en esta tercera etapa se convirtió el sueño en el objeto central no solo de la atención humana, sino también de su comunicación. Fue a través de narrativas sobre el pasado y el futuro que acumulamos y difundimos la cultura humana, una maravilla colosal que evolucionaba sin trabas, inmensa fuerza del saber que nos sacó de las cavernas en unos pocos miles de años y que amenaza con llevarnos a Marte sin que hayamos aprendido aún a habitar en paz nuestro propio planeta. Y de entre todas esas narrativas, las más valiosas, anheladas y respetadas fueron los sueños con antepasados, divinidades y animales totémicos. CRIATURAS DE LA MENTE EN EL HIPOCAMPO ¿En qué parte del cerebro se representan estos seres sobrenaturales? El hipocampo recibe información de numerosos sentidos y desempeña un papel determinante en la codificación de representaciones complejas. Aunque ya se ha demostrado la existencia de representaciones del espacio y del tiempo en el hipocampo de roedores, así como respuestas
específicas a otros individuos de la misma especie, en los seres humanos el tema es mucho más difícil de abordar, sobre todo debido a los obstáculos prácticos y burocráticos para obtener registros neuronales en humanos. La cuestión fue un enigma hasta 2005, cuando el neurocientífico argentino Rodrigo Quian Quiroga, de la Universidad de Leicester, hizo un descubrimiento fundamental en pacientes epilépticos. Es común ingresar a estos pacientes durante varios días para, mediante la monitorización de su actividad cerebral, mapear los focos epilépticos en detalle, lo que permite luego extirparlos quirúrgicamente con el menor daño neuronal posible. Aprovechando esta oportunidad, Quiroga y su equipo investigaron la actividad de las neuronas del lóbulo temporal —que incluye el hipocampo— en pacientes estimulados con fotos de personas, animales, objetos y edificios. Los investigadores descubrieron que una parte de las células registradas se activaban vigorosamente cuando el estímulo consistía en imágenes de objetos y sobre todo de personas o personajes específicos, como Bill Clinton, Halle Berry, Luke Skywalker o incluso Bart Simpson. [34] El fenómeno ocurrió a pesar de la gran variedad de posturas y atuendos de los personajes, así como de la multiplicidad de elementos complementarios. Además, también fue posible provocar las respuestas preferentes a través de los nombres de los personajes, tanto leídos como oídos. Las células descubiertas por Quiroga se mostraron capaces de aprender; se volvían sensibles a nuevos estímulos por asociación con el estímulo favorito. Esto parece un mecanismo que permite explicar la asociatividad del flujo de pensamientos en el que una imagen lleva a otra, esta a una tercera y así sucesivamente, a través de caminos muy idiosincrásicos. La investigación de Quiroga fue la primera demostración de que las neuronas del lóbulo temporal humano pueden vincular su actividad a personas específicas, reales o ficticias. Los resultados sugieren la existencia de un sofisticado mecanismo para representar personas y objetos de forma amplia y flexible. El hecho de que estas representaciones no varíen en los diferentes contextos de presentación indica que tienen un alto grado de autonomía y consistencia interna, de modo que constituyen verdaderas «criaturas de la mente». El «lado interno» también tiene un «lado externo» representado internamente. [35]
Las distintas áreas corticales activadas durante la imaginación participan en la codificación de las diferentes cualidades de los objetos
imaginados, así como en la intención de evocarlos. En conjunto, estos circuitos hipocampocorticales permiten recombinar recuerdos de manera flexible para imaginar tanto pasados alternativos como posibilidades del porvenir. Algunas de estas regiones, en particular el hipocampo y el córtex prefrontal medial, también se activan durante el sueño REM. El sueño habita la interfaz entre el ayer y el mañana, con el potencial de impactar con fuerza en el soñante en cada despertar. Es por lo tanto plausible que la conciencia propiamente humana, con su inmensa capacidad de narrar el pasado para imaginar el futuro, derive de una invasión de la vigilia por el sueño. El primer espacio mental para la simulación de ideas debió de ser el sueño, mucho antes de que nuestros ancestros aprendieran a hacerla despiertos. La expansión gradual de la capacidad de contar historias y viajar mentalmente en el tiempo ha sido el combustible del estallido cultural de la humanidad en los últimos milenios. A diferencia de otros simios, que tienen un sentido limitado de la dimensión temporal, nuestros antepasados se volvieron, de forma progresiva, cada vez más capaces de predecir el mejor momento para cazar, el mejor día para recolectar frutos, el mejor mes para sembrar o cosechar. El hecho es que, en algún momento de nuestra historia reciente, empezamos a ser capaces de formular pequeñas narrativas del futuro basadas en el pasado. La capacidad de recordar y relatar cadenas de pensamientos cada vez más largas, fácilmente acoplada a la imaginación activa que simboliza, permitió la elaboración de planes cada vez más complejos, con la simulación de un número cada vez mayor de variables cada vez más distantes en el futuro. La narración de la existencia humana fue ampliando la capacidad de memorización de las personas, se fueron construyendo repertorios de memes cada vez más ricos y la cultura se fue elaborando y expandiendo por los relatos de vida y muerte de los individuos. NECROFILIA Y CIVILIZACIÓN Visto en retrospectiva, el recorrido del mono al hombre tuvo mucho de necrofílico. Aunque la norma social del luto humano haya variado ampliamente en el tiempo y el espacio, la lamentación y el asombro ante la muerte son comportamientos muy comunes en nuestra especie. [36] Es posible que su origen se remonte a los antepasados comunes del Homo sapiens y otros primates, y quizá incluso a antes, porque hay
descripciones del fenómeno incluso en elefantes y delfines. [37] Sin embargo, son los chimpancés y gorilas los que muestran con mayor claridad la vacilación y la tristeza involucradas en el acto de separarse de los cadáveres de un familiar. Cuerpos naturalmente momificados de bebés y crías de chimpancé pueden recibir atención materna durante días e incluso semanas después de la muerte, durante los cuales son transportados y cuidados como si estuvieran vivos. Las madres, en sus refugios, comparten el espacio con sus hijos fallecidos y muestran una angustia evidente cuando se separan de los cadáveres. Las muertes violentas de adultos suelen causar frenesí, mientras que el deterioro natural de individuos mayores puede ir acompañado de cuidados previos a la muerte, inspecciones frecuentes del cuerpo, la búsqueda de señales de vida, el maltrato o la limpieza del cadáver, la permanencia prolongada de la descendencia cerca del cuerpo y la evitación del lugar donde ocurrió la muerte. [38] Comportamientos parecidos, pero más sencillos, aparecen en primates más distantes de nosotros, como el gelada, [39] un robusto mono africano similar al babuino. Estos comportamientos se parecen mucho a las respuestas de los seres humanos cuando experimentan con la muerte de un ser querido, lo que indica continuidad filogenética en el luto de los primates. Sin embargo, a diferencia de otros animales, entre los seres humanos es común que los muertos permanezcan cerca de los vivos durante años y decenios, enterrados o guardados en las casas o en sus alrededores, en altares y santuarios, en el interior de los pueblos o en su perímetro, así como en accidentes geográficos especiales, árboles, piedras, cuevas, cascadas y montañas sagradas que cobijan a seres imaginarios. La capacidad de imaginar lo que otros sienten y piensan fue proyectada en animales, plantas y otras cosas, y se configuró una teoría de la mente libre de asignar intencionalidad a cualquier objeto, animado o inanimado. Rodeados de peligrosos depredadores y de las presas necesarias para la supervivencia, nuestros ancestros comenzaron a avivar la conciencia humana a través de narrativas cosmogónicas que a menudo mezclaban hombres y animales para explicar los acontecimientos. Los mitos sobre el origen del mundo, muy recientes en la evolución de la especie, derivan de la expansión sin precedentes de nuestra capacidad de representar entidades reales e imaginarias, humanas y animales, sincretizadas con los antepasados. La facilidad neurofisiológica para recombinar memes en los sueños debió de contribuir a este zoomorfismo —combinación de persona y animal—
observado desde entonces en nuestra cultura. Fue casi inevitable la mezcla con otros seres, plantas y accidentes geográficos, ya que durante el sueño nada impide que sus representaciones se fusionen. Naturalmente, esta fabulosa fauna mental se mostró infinidad de mañanas a la conciencia vigilante de nuestros asombrados antepasados. La consecuencia fue una gran prevalencia en la cultura humana del zoomorfismo, de animales mezclados con personas como el Señor de las Bestias paleolítico, el poderoso dios egipcio Anubis, la Gran Esfinge de Guiza, el Minotauro de Creta, el dios hindú Ganesh o el Sagitario del zodiaco (el «círculo de animales»). Con todo, no se trata de un rasgo primitivo sin correspondencia contemporánea, porque el zoomorfismo también impera entre las mascotas de equipos de fútbol, los juegos de azar y los personajes de Walt Disney. Desde que somos personas, somos animales. DE LA AÑORANZA NACE LA SUBJETIVIDAD Según el antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro, «los conceptos amazónicos sobre los “espíritus” no apuntan a una clase o género de seres, sino a una síntesis disyuntiva entre lo humano y lo no humano». [40] Los primeros dioses fueron probablemente combinaciones de antepasados y animales, origen del animismo, el totemismo y los mitos genealógicos de tantas culturas tradicionales. [41] Dada la escasez de datos objetivos sobre esta etapa de la evolución mental humana, es necesario investigarla en poblaciones de cazadores-recolectores existentes en la actualidad, las cuales casi siempre se designan a sí mismas con expresiones sinónimas de «personas reales». Esta forma de vida ha prevalecido desde los homínidos bípedos más antiguos, hace siete millones de años, hasta una época muy reciente, entre once mil y siete mil años atrás, cuando la recolección de cereales silvestres dio paso a la agricultura. Los cazadores-recolectores actuales, nómadas o seminómadas, muchos de ellos practicantes estacionales u optativos de la agricultura, son depositarios de algunas claves esenciales para comprender el surgimiento de la conciencia humana. Su forma de vida, más antigua que la más antigua medida de tiempo, atraviesa íntegramente nuestra transformación de animal en persona. En culturas amerindias y siberianas, se cree que los chamanes son capaces de cambiar de forma, asumiendo cuerpos de pantera, lobo o
pájaro. Entre los huaoranis de la Amazonia ecuatoriana, por ejemplo, el chamán adopta un espíritu-jaguar y se encuentra peligrosamente con él en sueños —durante el sueño o después de ingerir ayahuasca— para recibir indicaciones sobre las cacerías. [42] Estos encuentros tienen lugar en el contexto de lo que la antropología llama «perspectivismo», según el cual el mundo está habitado por una enorme variedad de sujetos humanos y no humanos con puntos de vista muy diferentes y recíprocos. [43] Ni los animales serían todos simples y estarían dotados de espíritu por igual, como en el concepto original de «animismo», [44] ni la humanidad de cada pueblo terminaría en sus fronteras, como sostenía el etnocentrismo más radical. Cada especie sería un centro de conciencia con una perspectiva propia, de modo que los animales aplicarían a los humanos y a otros animales los mismos criterios utilizados por los miembros de un pueblo para distinguirse de otras comunidades. [45] Así, de la misma manera que un indígena se percibe humano o jaguar mientras caza jabalíes, un jaguar se percibiría de forma recíproca jaguar o incluso humano [46] al cazar a un indígena; que para él sería un jabalí. En palabras de Viveiros de Castro, en varias culturas amerindias «es sujeto […] quien tiene alma, y tiene alma quien es capaz de tener un punto de vista». [47] Los animales son personas, o se ven como tales. Semejante concepción se asocia casi siempre con la idea de que la forma manifiesta de cada especie es una mera envoltura (una «vestimenta») que esconde una forma humana interna, generalmente visible solo a los ojos de la propia especie o de ciertos seres transespecíficos, como los chamanes. Esta forma interna es el espíritu del animal: una intencionalidad o subjetividad formalmente idéntica a la conciencia humana, materializable […] en un esquema corporal humano oculto bajo la máscara del animal. […] La noción de «vestimenta» es una de las expresiones privilegiadas de la metamorfosis: espíritus, muertos y chamanes que asumen formas animales, animales que se convierten en otros animales, humanos que inadvertidamente se transforman en animales. […] Este perspectivismo y transformismo cosmológico […] se encuentra también […] en las culturas de las regiones boreales de América del Norte y de Asia, así como entre cazadores-recolectores tropicales de otros continentes. [48]
En estas culturas semi o preagrícolas, la depredación aparece como la clave principal para la construcción del yo, y de sus relaciones sociales, mediante apropiaciones físicas o simbólicas para el beneficio personal. Sin embargo, cuando el mundo está dominado por relaciones depredadoras, siempre existe la posibilidad de que la perspectiva se
invierta, es decir, el cazador siempre puede convertirse en caza. Puesto que la vida se concibe como una lucha constante por imponer el propio punto de vista a seres dotados de espíritu y con un punto de vista propio, se cree que el vínculo entre depredador y presa persiste después del evento violento, con consecuencias para ambos. Es común que el cazador realice rituales para apaciguar al espíritu de la presa abatida y evitar así su venganza. No hay culpa propiamente dicha, pero existe el temor a las represalias, el pánico de pasar de depredador a presa por la acción de ese muerto aún vivo en la imaginación. El chamán Davi Kopenawa dice que los animales también son humanos. Por eso se alejan de nosotros cuando son maltratados. A veces oigo en el tiempo del sueño sus palabras de disgusto cuando quieren negarse a los cazadores. Cuando realmente se tiene hambre de carne, hay que apuntar con cuidado a la presa, para que muera al instante. De este modo, se alegrará de que la maten como es debido. De lo contrario, huirá muy lejos, herida y furiosa con los humanos. [49]
Como en la caza y la guerra, en el sueño se identifica a menudo el riesgo de imposición de la perspectiva del otro. Para un indio juruna, un sueño con jabalíes abatidos significa que su alma ha tenido éxito en la caza y que, por lo tanto, el cazador despierto también lo tendrá. Por otro lado, un sueño con jabalíes corriendo en libertad por el bosque significa que los enemigos perseguirán el alma y por tanto aparecerán en el camino del cazador; esto le llevará a resguardarse durante unos días, sin contarle el sueño a nadie. [50] Entre los yudjás del Parque do Xingu, un sueño que muestra buitres cerca de una persona es señal de que esta, aunque haya aparecido viva en el sueño, va a morir, porque «los buitres solo comen carroña». El sueño está particularmente abierto a la imposición de la perspectiva de los demás, en este caso de la de los buitres. [51] Es muy probable que la creencia en dioses y espíritus surgiera en un contexto similar. Al principio no hubo más que la atribución de vida y de diversos poderes a los recuerdos de los familiares fallecidos y de las presas abatidas, recuerdos con los que nuestros antepasados mantenían un intenso diálogo en sueños. Con el desarrollo de las civilizaciones, la actividad onírica comenzó a verse como un portal mágico de acceso a lo que hoy en día en la religión umbanda se llama «el reino de Aruanda», la dimensión espiritual en la que habitan los ancestros, embrión del mundo de los dioses, eternizados en la memoria de múltiples generaciones. En una muestra de 68 sueños recopilada por el
antropólogo Franz Boas entre los indígenas kwakiutl, el 25 por ciento se referían a parientes muertos o escenas fúnebres. [52] En palabras de un indígena pirahã: «Cuando soñamos estamos cerca, estamos junto a los muertos». [53]
16 Añoranza y cultura El papel fundacional del recuerdo de los muertos para el desarrollo de la cultura tuvo algo de accidental, porque el poderoso mecanismo de propagación de los hábitos, ideas y comportamientos de los antepasados fueron los afectos. El recuerdo de quien se fue, claramente visible en los chimpancés que se enlutan cuando pierden a un ser querido, se convirtió en una marca indeleble de nuestra especie. Esto no ocurrió sin contradicciones, por supuesto. Con el amor por los muertos, surgió también el miedo a ellos. Desde Egipto hasta Papúa Nueva Guinea, en diferentes momentos y lugares, florecieron rituales para neutralizar, apaciguar y satisfacer a los espíritus desencarnados. En la Inglaterra medieval, se tenía tanto miedo a los muertos que los cadáveres eran mutilados y quemados para asegurar su permanencia en las tumbas. Entre los yanomamis, la quema de las pertenencias del difunto es una parte esencial de los rituales funerarios. La Iglesia católica todavía considera que los restos mortales de los santos son valiosas reliquias religiosas. La propagación de los memes de entidades espirituales fue, por lo tanto, impulsada por los afectos positivos y negativos en relación con los muertos. Fue el recuerdo de las técnicas y conocimientos de los abuelos y padres fallecidos lo que transformó este proceso en algo adaptativo, un verdadero círculo virtuoso simbólico. No es exagerado decir que el motor clave de nuestro estallido cultural fue la nostalgia sentida por los muertos. La creencia en la autoridad divina para guiar las decisiones humanas condujo a una acumulación acelerada de conocimientos empíricos sobre el mundo en forma de preceptos, mitos, dogmas, rituales y prácticas. Aunque apoyada en coincidencias y supersticiones de todo tipo, esta creencia fue el embrión de nuestra racionalidad. Las causas y los efectos fueron aprendidos mediante la corroboración o no por la eficacia de los símbolos religiosos. El culto a los muertos se desarrolló desde el Paleolítico, atravesó el Neolítico y culminó en la Edad de Bronce, con sus majestuosos
vestigios tumularios y el inicio del registro simbólico de toda esta acumulación cultural. Las religiones, en sus múltiples vertientes, se derivan por lo tanto de una tecnología de autorregulación psicológica y fisiológica seleccionada mediante la optimización de la capacidad reproductiva y la cohesión del grupo, [1] un modo de funcionamiento mental muy adaptativo cuyo éxito pone de manifiesto la hegemonía de las civilizaciones teístas en todo el planeta. [2] Hace unos cuatro mil quinientos años empezó el registro histórico, fenómeno que cambió de forma radical la velocidad de evolución de nuestra especie. El nacimiento de la escritura se produjo en Afroeurasia a principios de la Edad de Bronce, en el contexto de la primera gran fusión civilizacional, la cual implicó poblaciones indoeuropeas y semíticas. El crecimiento demográfico, las migraciones y las conquistas militares comenzaron a unir a grupos de personas cada vez más numerosos en torno a núcleos culturales similares. Al motivar la preservación del conocimiento de una generación a otra, la asociación del amor por el conocimiento y del amor entre padres e hijos — recordados a través de la deificación— se convirtió en una fuerza tan poderosa que literalmente terminaría propulsándonos más allá de la estratosfera. Pero, al igual que en los primeros cohetes la cápsula principal se iba deshaciendo de ciertos componentes fundamentales conforme subía, para llegar al Apolo 11 tuvimos que dejar atrás, hace relativamente poco tiempo, gran parte del software mental que utilizamos para iniciar el gran vuelo. Para entender cómo los dioses nos sacaron de las cavernas es necesario comprender cómo nos abandonaron, y viceversa. DE AQUILES A ULISES Las lenguas protoindoeuropeas, originadas en Asia central hace entre nueve mil y seis mil años, [3] en la Era Axial ya estaban presentes en un espacio geográfico que abarca desde Irlanda hasta India. Y en todas estas lenguas, en todos estos pueblos, se pronunciaron nombres con raíces similares para vincular sueño y muerte. Si los dioses son memes de antepasados muertos, dueños de toda sabiduría y señores de todo destino, es fácil comprender por qué germinó el uso de los sueños para hacer nigromancia y adivinación. De forma acreditada durante la Edad de Bronce, pero con mucha probabilidad bastante tiempo antes, la gente comenzó a consultar a entidades espirituales en sueños. Por eso los
antiguos sabían muy bien que los sueños no son necesariamente de fiar. Mientras que algunos están bien formados, y son emocionantes y a veces útiles, otros son desmañados, torpes y frustrantes. En un pasaje de la Ilíada , compuesta entre los siglos VIII y VII a. C., Aquiles es visitado en sueños por el espíritu de su gran amigo Patroclo, abatido en combate por el príncipe troyano Héctor. Aquiles hace el gesto de abrazar a su compañero, pero Patroclo desaparece en el suelo haciendo ruidos extraños. Este sueño, con un final tan decepcionante, se revela como un mero constructo mental inacabado; solo hay frustración. En la Odisea , compuesta posteriormente, los sueños constituyen a veces engaños y a veces una fuente de ayuda providencial. En el canto IV, cuando los pretendientes de Penélope planean asesinar a su hijo Telémaco, la diosa Palas Atenea aparece en un sueño de la reina, a la que tranquiliza sobre su hijo. En el canto VI, Atenea se aparece en sueños a la princesa Nausícaa y la induce a encontrar a Ulises, que está durmiendo y necesita ayuda. En el canto XI, cuando Ulises entra en el mundo de los muertos del Hades para escuchar las profecías de Tiresias, termina encontrándose con su madre muerta, que le da consejos. Tres veces intenta abrazarla, pero tres veces abraza solo una ilusión; lo que parecía ser un sueño adivinatorio termina en decepción. Finalmente, en el canto IX, cuando Penélope está siendo acosada por los pretendientes que dan por muerto a Ulises y este aparece disfrazado de mendigo, ella, sin conocer su identidad, le revela un sueño del día anterior; en él, un águila identificada con Ulises mata a veinte gansos que representan a los pretendientes. El falso mendigo confirma que Ulises volverá y al día siguiente cumple la profecía; armado con arco y flechas, elimina a todos los rivales. Como hemos visto en el capítulo 3, la transición de la mentalidad de Aquiles a la de Ulises representa el paso a una conciencia similar a la que tenemos hoy. Aquiles no tiene nostalgia del pasado ni planes para el futuro. Todo lo que desea es la gloria de la batalla actual, y para alcanzarla se deja guiar completamente por las órdenes de Atenea. Mientras que a Aquiles lo guían voces ajenas, Ulises dialoga a menudo consigo mismo e invierte la causalidad en su esfera de acción. En lugar de limitarse, como Aquiles, a reaccionar a estímulos, se anticipa a las situaciones y hace que el futuro suceda según él desea. Al entender cómo se sienten y piensan los troyanos, al comprender sus creencias y su trayectoria, Ulises pronostica que interpretarán el inmenso caballo de madera como una ofrenda de los griegos dirigida a Palas Atenea para poder regresar sanos y salvos a sus hogares. Ulises también augura que
los troyanos llevarán el caballo al interior de su ciudad inexpugnable como un maravilloso trofeo de guerra. Con esta simulación del futuro en mente, Ulises esconde a los guerreros griegos dentro del caballo que abrirá las puertas de Troya. Aunque a veces cuenta con ayuda sobrenatural, Ulises no gana la guerra gracias a la inspiración divina, sino por su lúcida capacidad de hacer un viaje interno para imaginarse en el lugar del otro. Ulises imagina que los troyanos tienen una mente similar a la suya y que han de reaccionar a la ofrenda de una manera predecible. Solo teniendo una teoría de la mente, imaginando lo que piensan los demás, le es posible a Ulises mentir y engañar, porque para ello es necesario asumir que los otros —los troyanos— son psicológicamente similares a él, aunque no sepan lo que él sabe. La narración homérica de la guerra de Troya, quizá reflejo de un asedio específico durante el siglo XII a. C. en Anatolia, quizá amalgama de múltiples incursiones micénicas en Asia Menor, es un marco importante del amplio desplome de civilizaciones que determinó el final de la Edad de Bronce y el comienzo de la de Hierro. En el intervalo de solo tres siglos, poderosas ciudades-Estado e imperios enteros desaparecieron temporal o permanentemente en Afroeurasia, incluidos Troya, Cnosos, Micenas, Ugarit, Megido, Babilonia, Egipto y Asiria. El orden divino fue sacudido por la sobrepoblación, armas más letales, guerras más frecuentes, invasiones marítimas, migraciones terrestres, disminución de los niveles de alfabetización, pestes mortíferas, escasez de alimentos, hambre y caos social. El arcaico sistema de creencias en los dioses, dotado de raíces paleolíticas y apoyado desde hacía miles de años en una causalidad supersticiosa, comenzó a venirse abajo. En esta situación de profunda crisis social, los oráculos oníricos ya no podían dar respuestas adaptativas a los innumerables y cada vez más impredecibles problemas de la realidad, combinación de los multifacéticos trastornos de esas sociedades complejas con la árida lógica tripartita de los nuevos tiempos venideros: matar, sobrevivir y procrear. Reyes y generales se encontraron desprovistos de orientación para sus acciones, porque dejaron de oír las sabias voces de sus deificados ancestros. La reverberación neural de los memes divinos quedó aún más socavada debido a la difusión de la palabra escrita, capaz de viajar en el tiempo y el espacio y de hablar con el lector sin que este necesitase alucinar con voces sobrenaturales. La literatura de finales de la Edad de Bronce documenta profusamente las
lamentaciones por el silencio de los dioses. Antes tan dispuestas a mandar, las voces divinas callaron y el hombre se encontró a solas en su propia mente. Tan solo después de este desplome, durante la Era Axial (800-200 a. C.), se despertó una conciencia humana similar a la que tenemos hoy en día. En el año 326 a. C., cuando Alejandro invadió el norte de India, las lenguas indoeuropeas y afroasiáticas ya estaban evolucionando con nociones compartidas de religión, gobierno, comercio, dinero y literatura. A partir de entonces, tuvimos cada vez más control racional sobre el mundo, y los soñantes comenzaron a perder intimidad con la realidad onírica. Poco a poco, empezamos a ver extrañeza y reserva donde antes solo había hechizo y misterio. EL ORÁCULO RESISTE No es que el sueño haya perdido todo su estatus rápida y completamente. A lo largo de la Antigüedad, el oráculo de la noche mantuvo un lugar destacado en la vida privada y en la gestión pública, como se demuestra con creces en la cultura grecorromana. Los sueños ejemplares de Julio César y Calpurnia la noche anterior al asesinato del primero, de importancia capital para la organización política de Roma, fueron ambos precognitivos en sus propios términos: el de él, una metafórica ascensión a los cielos para coexistir con Júpiter, éxtasis y sublimación de todas las preocupaciones mundanas; el de ella, un pavor de carácter concreto: vaticinio perfecto, profecía cruel, un sueño teoremático, en la rica terminología de Artemidoro. La fe en el poder adivinatorio de los sueños no se limita a las sociedades extintas o a las llamadas «primitivas». Aún hoy, entre la mayoría de la gente, tanto en la ciudad como en el campo, es difícil no encontrar a alguien que interprete un sueño como aviso o premonición digna de guiar casamientos, viajes, compras y ventas de inmuebles, contratos o apuestas de dinero. En Brasil, está muy extendido el hábito de apostar en el jogo do bicho cuando se sueña con algún animal. Al buscar en Google la combinación de los términos «sueño» y «jogo do bicho», encontré más de trescientos cincuenta mil documentos relevantes. Un artículo publicado en uno de los principales periódicos del estado de Pará, con gran penetración en la Amazonia, ayuda a entender la fiebre: El autónomo Paulo Roberto da Silva, de cuarenta y seis años, juega todos los días […]. Todo se convierte en animal en el imaginario del jugador.
«Sueño con algo, traduzco el sueño y vengo a jugar. Todo sirve de inspiración para las apuestas, incluso las nubes, dependiendo de su forma. […] Una vez gané 1.200 reales y espero repetir la hazaña.» [4]
De ninguna manera se trata de un fenómeno restringido a las clases populares. A finales de 1913, mientras viajaba en tren para visitar a una pariente cerca de Zurich, Jung tuvo una inquietante visión onírica: vio toda Europa sumergida en un mar de sangre, una monstruosa inundación salpicada de cadáveres. Solo al año siguiente, cuando estalló la carnicería de la Primera Guerra Mundial, pudo Jung percatarse de hasta qué punto aquel sueño había sido precognitivo. [5] Décadas más tarde, en un sorprendente déjà vu , Jung anticiparía el ascenso de Hitler y la catastrófica hegemonía del nazismo mediante el análisis de los sueños de sus pacientes alemanes. [6] Estos relatos sugieren que se puede predecir la historia cultural, ya que se desarrolla por la actualización de memes arquetípicos a través de los siglos. En palabras de Jung, «las fantasías, los acontecimientos psíquicos, son hechos del mundo interior». Si el mundo interior es tan real como el exterior, entonces es necesario ver los sueños premonitorios como hechos naturales (lo que no significa que sus interpretaciones sean también naturales). Negar la eficacia del oráculo probabilístico es tan arriesgado como creer fielmente en sus premoniciones. La cadena BBC informó de que Florin Codreanu, un rumano residente en Reino Unido que tenía pesadillas recurrentes, estranguló a su esposa al despertar furioso de un sueño en el que ella lo traicionaba. A pesar de señalarse el sueño como motivo del crimen, el hombre fue sentenciado a cadena perpetua en 2010. [7] En una encuesta realizada por las universidades de Carnegie Mellon y Harvard, la mayoría de los participantes encuestados afirmaron que los sueños tienen un impacto real en su vida cotidiana, afectando a sus decisiones y relaciones sociales. [8] En el 68 por ciento de los casos, esta influencia se justificaba por la creencia de que los sueños pueden predecir el futuro. Se pidió a los encuestados que imaginaran tener un billete de avión y se les preguntó si cambiarían sus planes de viaje ante cuatro escenarios alternativos: un aviso acerca de un posible ataque terrorista, un pensamiento intrusivo de la vigilia sobre la posibilidad de un accidente aéreo, un sueño sobre el mismo tema y un reportaje periodístico también con el mismo contenido. Resulta notable que la mayoría de los entrevistados declararan que, en comparación con el
resto de los escenarios, había más posibilidades de que cancelaran el viaje después del sueño. EL ROMPECABEZAS INFINITO Recapitulando lo dicho hasta aquí, primero debemos reconocer que en el mundo natural los problemas de los animales siempre son los mismos: no morir, matar algo para comer y procrear. En este mundo tan duro, en el que cada día es una batalla y los grandes problemas son siempre variaciones de los mismos temas, los sueños evolucionaron como una función adicional del sueño, la cual era capaz de simular comportamientos antes de ponerlos a prueba en la vida real. Para situaciones límite verdaderamente peligrosas, los sueños son creadores de la vida que escapa a la muerte. Sin embargo, para el ser humano que vive en sociedad y está provisto de las condiciones materiales para existir, en lugar de tres grandes problemas existen miles de pequeños disgustos, limitaciones y deseos frustrados. En estas circunstancias, el sueño se convierte en una tesitura mucho más ambigua y compleja, como varios rompecabezas que se ensamblan al mismo tiempo, uno encima del otro, un palimpsesto de narraciones. Esto solo aumenta la necesidad de separar e interpretar los diferentes hilos narrativos entrelazados en la experiencia onírica. Por lo tanto, es crucial reconocer el potencial benigno de la toma de conciencia posibilitada en el sueño, que se presenta como una oportunidad única de prospección del propio inconsciente. Narrar y descifrar los sueños fue y sigue siendo la base de las terapias tradicionales, ya sea a través de personas especializadas en esta función, como los intérpretes de sueños mapuches, o a través de la amplia socialización de la capacidad de experimentar y explicar sueños, como en el caso de los xavantes. Personajes, narraciones y tramas oníricas se experimentan de forma colectiva. Como en un retrato robot, cada historia se compone de la recombinación de las piezas del pasado para tratar de entender el futuro. En el análisis de los sueños, los psicoterapeutas en general, y los psicoanalistas en particular, actúan como legítimos colegas de los chamanes, utilizando más o menos los mismos recursos para hilar y desentrañar lo acontecido, a la vez que dan explicaciones muy diferentes sobre los fenómenos experimentados. Si para los psicoterapeutas el sueño es la principal fuente interna de símbolos, en varias culturas tradicionales la experiencia onírica no se refiere solo a otra realidad mental, sino a una realidad material,
concreta y perceptible. Para las personas inmersas en estas culturas, la oposición entre vigilia y sueño no corresponde a ninguna distinción entre lo material y lo inmaterial, o entre lo orgánico y lo psíquico. El antropólogo brasileño Antonio Guerreiro, de la Universidad Estatal de Campinas, explica que entre los kalapalos del Alto Xingu el alma que navega en sueños equivale «al potencial de cada ser para ser percibido desde el punto de vista de otros seres (enemigos, espíritus, etc.) y para relacionarse con ellos según la lógica que les es propia». En esta clave explicativa, el sueño no representa una inmersión en sí mismo, sino el embarque —voluntario o no— en un viaje potencialmente gratificante y amenazador. Entre los indígenas wayuus del desierto de La Guajira, en la frontera norte entre Colombia y Venezuela, es común decir antes de acostarse: «Nos vemos mañana si tienes buenos sueños». [9] La frase denota que soñar puede ser peligroso para los wayuus, porque creen que durante los sueños los espíritus de los muertos deambulan por el mundo, anunciando acontecimientos y causando enfermedades entre los desprevenidos. PALABRAS QUIRÚRGICAS En los consultorios psicoterapéuticos de todo el mundo, el peligro que puede aparecer en los sueños se revisa en un lugar seguro. El psiquiatra y psicoanalista austriaco Ernest Hartmann (1934-2013) fue uno de los primeros en defender la idea de que los sueños funcionan en sí mismos como psicoterapia, porque permiten que la persona que los tiene integre pensamientos que normalmente están disociados en la vigilia y efectúe conexiones en un lugar protegido. [10] Sin embargo, en muchas culturas el momento del sueño no es en absoluto seguro. Esta seguridad solo se alcanza después, en los grupos de conversación matinal, sobre hamacas y entre grandes bostezos, en un espacio donde es posible hablar y escuchar, narrar y renarrar hasta resignificar. Y así tanto en la aldea indígena como en el diván. Después de décadas de crítica implacable, el psicoanálisis comienza a experimentar la recuperación de algunas de sus premisas más importantes. Al igual que otros métodos avalados por la ciencia para mitigar recuerdos traumáticos, el método psicoanalítico de libre asociación en un entorno seguro y relajado promueve el recuerdo ameno del trauma, algo de gran valor terapéutico para reducir el estrés y lidiar con sus consecuencias. El tratamiento del trastorno de estrés
postraumático incluye en la actualidad varios tipos de psicoterapia, incluidas diversas técnicas de relajación, meditación, habituación al relato traumático, reinterpretación cognitiva en un contexto no amenazante, estimulación sensorial repetitiva y administración de fármacos, todo ello encaminado a debilitar el recuerdo traumático después de su reactivación voluntaria. [11] Incluso en el caso de pacientes psicóticos, es más efectivo asociar el tratamiento farmacológico a la psicoterapia que depender en exclusiva de medicamentos. [12] Esto ocurre porque los pacientes adquieren conocimiento sobre la propia enfermedad, lo que les permite cultivar la crítica de las alucinaciones y delirios que les afectan. Con entrenamiento, el paciente puede mitigar o incluso anular el impacto de las perturbaciones más intrusivas, como la percepción de voces. El diálogo entre paciente y terapeuta, que desde el punto de vista de la medicina hegemónica técnicamente solo es un placebo, aumenta incluso la eficacia de tratamientos en principio distantes del campo simbólico, como la estimulación eléctrica leve para tratar una lumbalgia crónica. [13] Todo paciente conoce la diferencia entre un médico que es empático y otro que no lo es. Aunque explícitamente rechazada o desconocida por tantos médicos clínicos, la tríada psicoanalítica de la libre asociación de pensamientos, la interpretación de las palabras dichas y la transferencia de afecto entre paciente y terapeuta se inmiscuye en los tratamientos por la necesidad humana de comprensión y aceptación. Jung utilizó la metáfora de la cirugía para referirse a la psicoterapia, quizá porque la toma de conciencia de contenidos reprimidos, cuando tiene éxito, parece cerrar y cauterizar heridas psíquicas. Sin embargo, al igual que la cirugía de mascarilla y bisturí, la psicoterapia se puede realizar bien o mal. En el segundo caso, a menudo asoman cicatrices causadas por el tratamiento en sí. Además, los recuerdos con alto contenido emocional no desaparecen. Para continuar con las analogías entre las ramas distantes de la medicina, sería mejor decir que el psicoanálisis es un tipo de fisioterapia de las emociones, de masaje de los recuerdos, de toma de conciencia de los pensamientos y del cuerpo, de los límites y de los deseos, capaz de reordenar los recuerdos y desinflamar la mente. O, por emplear una metáfora aún más suave: la curación por la palabra es como un cepillado de pelo que logra deshacer los nudos.
RECONSOLIDACIÓN Y PSICOTERAPIA Las bases moleculares de estos poéticos efectos terapéuticos, en sentido estricto todavía desconocidas, puede haber comenzado a desvelarlas el descubrimiento de la reconsolidación de recuerdos, proceso por el cual recuerdos ya adquiridos y consolidados son susceptibles de alteración al ser recordados posteriormente. El experimento clásico de esta línea de investigación lo llevó a cabo durante su posdoctorado el neurobiólogo egipciocanadiense Karim Nader en el laboratorio de su colega estadounidense Joseph LeDoux, de la Universidad de Nueva York. En el invierno de 1999, Nader descubrió que algunos estudios de los años sesenta sugerían la posibilidad de modificar recuerdos a través de su reactivación seguida de algún tipo de manipulación. LeDoux fue implacable: «No pierdas el tiempo, eso nunca va a funcionar». Aun así, decidido a revisar la idea herética, Nader entrenó a las ratas con una señal sonora seguida de una débil descarga eléctrica. Esta secuencia de eventos hacía que las ratas recordasen que el sonido precedía a la sacudida eléctrica, lo que las inmovilizaba. Nader esperó veinticuatro horas y presentó de nuevo la señal sonora, pero esta vez sin descarga y con la inyección en el cerebro de una sustancia que inhibe la producción de nuevas proteínas. La inyección afectaba a la región cerebral de la amígdala, involucrada en la codificación del miedo a estímulos específicos. Cuando se examinó a las ratas un día después, o incluso dos semanas después, ya no permanecían inmóviles al oír el sonido; habían «olvidado» su relación con la descarga. [14] A pesar de la gran resistencia inicial de los expertos en la materia, el fenómeno de la reconsolidación de la memoria se reprodujo de muchas maneras diferentes en distintos modelos animales. La investigación le valió a Nader una bien merecida reputación y la posición de profesor titular de psicología en la Universidad McGill. Hoy sabemos que los recuerdos no se consolidan de una sola vez, justo después de haber sido adquiridos; por el contrario, se vuelven maleables cada vez que son recordados, recuperados, reactivados. Esta renovación de la maleabilidad del recuerdo depende de los mismos mecanismos de regulación de genes y producción de proteínas que se activan durante la vigilia en una situación de aprendizaje. Cada vez que se rememora un recuerdo, este se reconstruye de forma parcial. [15] Incluso los recuerdos sólidos y antiguos, que han superado la prueba del tiempo y se consideran estables, pueden sufrir ediciones de contenido y de las emociones asociadas. En palabras de Mark Solms,
el propósito del aprendizaje no es mantener registros, sino generar predicciones. Los pronósticos exitosos permanecen implícitos; solo los errores de predicción («sorpresas») atraen la conciencia. Esto es lo que Freud tenía en mente cuando afirmó que «la conciencia surge en la huella de un recuerdo». El objetivo de la reconsolidación y de la psicoterapia es mejorar las predicciones sobre cómo satisfacer nuestras necesidades en el mundo. [16]
En la medida en que revisitan y modifican experiencias ya vividas, los sueños pueden verse como oportunidades especialmente poderosas para reconsolidar recuerdos. No obstante, esto todavía suena a poco para explicar el gran impacto que un sueño puede provocar en la mente de quien lo tiene. Aún queda un largo camino por recorrer antes de que entendamos cómo los fenómenos moleculares y celulares desencadenados por el sueño se relacionan con los sueños como experiencia psicológicamente transformadora, de gran relevancia para el proceso de individuación del yo. Este camino pasa por la recuperación activa de los recuerdos del inconsciente, por la concienciación sobre los propios instintos y pulsiones (sobre todo de los que chocan con las normas sociales) y por una mejor percepción del chiaroscuro que somos siempre, aunque casi nunca nos percatemos de ello. Los símbolos oníricos no deben interpretarse como esto o aquello, sino como esto y aquello, dada la ingente multiplicidad de significados posibles y las muchísimas asociaciones fonéticas y semánticas, incluidas polisemias intra e interlingüísticas, de las que se derivan. Codificadas en este amplio espacio lingüístico, las relaciones compartidas de ideas y afectos permiten la construcción de una experiencia autobiográfica que combina la educación formal e informal en la génesis de personas únicas. Perspectivas originales, sujetos de facto , puntos de vista reales. El espacio mental no es infinito, solo vastísimo.
17 ¿Tiene futuro soñar? La creencia de los pueblos védicos de que Vishnú soñó «el universo en realidad» constituye una poderosa metáfora de lo que hacemos cuando soñamos, imaginamos, planeamos y realizamos. Soñar sin intencionalidad es una necesidad y una circunstancia humanas, pero soñar con intencionalidad es una opción radical de vida, una opción que puede ser vivida de muchas formas diferentes dependiendo del objetivo de quien sueña, desde la más elevada búsqueda de propósito a través de la devoción mística, la investigación científica y la inmersión en la infinitud hasta las emociones fuertes de un deporte extremo interior. Penetrar la inefable luz en pos del saber, ya sea en sueño REM intenso, girando sin parar en un ritual sufí o bajo el efecto de las secreciones psicodélicas del sapo Bufo alvarius , es un camino para buscar en el interior de la mente algún estado que aclare, inspire, emocione, transforme o sane. Los métodos para obtener tales estados de trance onírico pueden incluir ayuno, privación de sueño, pruebas físicas o simplemente quedarse dormido. Esto no es en absoluto un privilegio de chamanes indígenas, yoguis asiáticos o hippies californianos. Por poner un ejemplo algo más cercano: en las religiones neopentecostales que se extienden por todo Brasil y otros varios países, las experiencias de trance místico son muy valoradas. En la radio FM, los programas de la Iglesia Universal del Reino de Dios abogan por vigilias, propósitos, donaciones y humillaciones para alcanzar el éxtasis con el Espíritu Santo. No es casualidad que estas iglesias crezcan tanto, puesto que prometen un trance real y poderoso a aquellos que trabajan y sufren en la dura realidad de cada día. Anunciada por sacerdotes de todo el mundo, la promesa del estado alterado de conciencia tiene muchas presentaciones; abarca todas las diosas y dioses, todas las entidades, todas las drogas enteógenas, todas las olas. A pesar de su enorme variedad, todos estos estados mentales se caracterizan por una misma verdad: evocan aquello que no es para
permitir la fuga de aquello que es. El sueño ocurre en un distanciamiento de la realidad para imaginar lo que podría ser. En el espacio confesional, ante un observador discreto o en la intimidad de la conversación con Dios, arrodillado en el borde de la cama, el creyente trata de escapar de su realidad opresiva y anhela un contacto numinoso que dé sentido a la vida. Al borde de la inanición en el subártico canadiense, los soñantes dane-zaas —el llamado «pueblo del castor»— dicen que entran en trance onírico para averiguar dónde está la caza. En la selva amazónica, los cazadores jíbaros propician el éxito de su viaje bebiendo ayahuasca. Si la vigilia es el tiempo presente, el trance onírico pertenece al futuro o al pasado, todo lo que no fue o que todavía puede ser, el horizonte de futuros posibles: el mundo de los contrafactuales. EL SUEÑO DESCIFRADO A pesar de los importantes avances de la ciencia onírica, aún queda mucho por descubrir acerca de la naturaleza del sueño y de su papel en el comportamiento humano. Incluso cuestiones extremadamente básicas sobre el fenómeno siguen siendo enigmas de reciente resolución o aún irresolutos. Hasta hace unos años, algunos de los investigadores más importantes en el ámbito del sueño y la memoria creían que el relato de un sueño no refleja una experiencia del propio sueño, sino solo una rápida elaboración realizada justo después del final del sueño por el cerebro ya despierto. Este argumento fue formulado originalmente por el médico francés Louis-Alfred Maury (1817-1892) en oposición a las ideas defendidas por un contemporáneo suyo, el marqués D’Hervey de Saint-Denys. [1] En 1956 el filósofo estadounidense Norman Malcolm (1911-1990) retomó el tema sobre la base de la incongruencia lógica de referirse a un estado de conciencia no consciente. [2] Para Malcolm, el sueño sería un engaño lingüístico, un fenómeno mental sin existencia real, sobre el cual sabemos algo solo por un relato hecho durante la vigilia. En lugar de considerar que el relato onírico es una evidencia de la existencia pretérita del sueño, sería más prudente considerar que se trata de un fenómeno de la propia vigilia. Veinte años después, otro filósofo estadounidense, Daniel Dennett, actualmente en la Universidad Tufts, reactivó el argumento: si el sueño es un acontecimiento que solo conocemos a posteriori, ¿cómo descartar la posibilidad de que en realidad no represente una «experiencia
subjetiva» durante el sueño, con cierto grado de conciencia, sino la acumulación inconsciente de modificaciones sinápticas que se convierten en una experiencia subjetiva nada más despertar? [3] Dennett consideraba imposible refutar la noción de que la formación del sueño ocurre de manera exclusiva después del despertar. Ni siquiera la simultaneidad entre el soñar y el sueño manifestada durante los sueños lúcidos fue aceptada como evidencia, ya que la verificación objetiva de la existencia del sueño lúcido también se apoya en relatos subjetivos de sueños ya tenidos. Haciéndose eco de la concepción freudiana centenaria de que el sueño solo puede ser conocido por el relato verbal del soñante, Dennett lideró el escepticismo onírico más empedernido, el que se niega a aceptar la existencia misma de los sueños. Sin embargo, métodos revolucionarios para descodificar imágenes mentales han puesto en jaque esta opinión. En la última década, los equipos de los investigadores estadounidenses Jack Gallant, de la Universidad de California en Berkeley, y Tom Mitchell, de la Universidad Carnegie Mellon, han inventado algoritmos y procedimientos experimentales capaces de revelar, a través de la imagenología de la actividad cerebral por resonancia magnética funcional, lo que una persona ve o piensa en secreto. [4] El método, con el que se le habría hecho la boca agua al escritor de ciencia ficción Isaac Asimov, se basa en la amplia recopilación de datos de la persona mientras se la expone repetidas veces a varios estímulos. A continuación, se utilizan tecnologías de aprendizaje automático para detectar información relevante. La extensa biblioteca de patrones de actividad cerebral emparejados con los correspondientes estímulos se utiliza así para predecir nuevos estímulos basados en la actividad neural concomitante. El método ha dado lugar a descubrimientos asombrosos, como la demostración de que las representaciones semánticas de diferentes categorías de objetos presentados visualmente (personas, animales, coches, edificios, herramientas) se encuentran distribuidas por todo el córtex cerebral. Esto significa que los conceptos están mapeados en el cerebro de la misma forma que lo están las nacionalidades en el mundo globalizado: en todos los países hay personas de las principales naciones del mundo. Más que superponerse, las representaciones de las diferentes categorías de objetos parecen ser adyacentes. Sin embargo, cuando se le pide al sujeto experimental que busque una categoría específica en la película que sirve de estímulo visual, la mayoría de los
vóxeles (píxeles en tres dimensiones que son la unidad de medida espacial en la resonancia magnética funcional) ajustan su respuesta en la dirección de la categoría asistida. Esto hace que se expanda la representación de la categoría específica (por ejemplo, «hombre») y también la de las categorías semánticamente relacionadas (por ejemplo, «mujer», «persona», «atleta», «peatón», «niño», «animal», «mamífero»), mientras que se comprime la representación de las categorías muy diferentes de la categoría objetivo (por ejemplo, «texto», «bebida»). La atención a una categoría específica deforma el mapa de representaciones como un todo, según las relaciones semánticas entre los objetos representados. [5] Además de revelar aspectos inauditos de la organización de los recuerdos en el cerebro, los resultados del nuevo campo de la descodificación tienen profundas implicaciones existenciales, ya que superan la inviolabilidad del pensamiento. Aunque de forma solo incipiente, ya es posible «leer» la mente de una persona a través de la tecnología. Y este planteamiento va más allá. La primera aplicación de los métodos de descodificación a los sueños se publicó en 2013 en la revista Science . El equipo liderado por el neurocientífico japonés Yukiyasu Kamitani fue capaz de descodificar categorías de contenido mental durante el estado inicial del sueño N1 (sueño hipnagógico), muy similar al sueño REM en términos electrofisiológicos; son sueños por lo general breves, más parecidos a escenas aisladas que a una película. Usando señales de regiones cerebrales alejadas de los órganos sensoriales, Kamitani y sus colaboradores fueron capaces de descodificar características oníricas específicas (por ejemplo, «coche» y «hombre») en el 70 por ciento de las ocasiones. [6] Aunque todavía incipiente, el estudio fue suficiente para poner a prueba la hipótesis de que los sueños se forman inmediatamente después de despertar. Los resultados mostraron que la máxima correlación entre señal neural y contenido mental se producía cerca de diez segundos antes del despertar, con el decaimiento subsiguiente (figura 15). En otras palabras, los sueños se forman durante el sueño y no después de él.
FIGURA 15. Descodificación de imágenes visuales durante el sueño. La figura muestra un pico de descodificación en el córtex visual en el intervalo de diez segundos antes del despertar .
Más recientemente, Giulio Tononi y su equipo obtuvieron resultados similares al investigar las ondas eléctricas cerebrales. Descodificaron con éxito sueños, separándolos según la activación de las regiones cerebrales implicadas en la representación de categorías mentales específicas, como rostros, lugares, movimientos y habla. [7] El advenimiento de la descodificación neural permitió finalmente descubrir aspectos generales del sueño ajeno y ello ha hecho surgir la expectativa de que se pueda prescindir por completo de la elaboración secundaria —el relato hecho sobre el sueño y no el sueño en sí— y acceder «directamente» al contenido onírico. En teoría, esto permitirá tener acceso a la materia prima del sueño, absolutamente libre de asociaciones, represión o censura. La descodificación de la secuencia específica de imágenes experimentada durante el sueño parece revelar un objeto científico efectivamente nuevo para la ciencia, tal vez comparable a los progresos de los primeros químicos al aislar sustancias puras. Los avances de la neurociencia suenan como el principio del fin de la falta de fiabilidad que siempre se ha achacado al relato onírico, fuente del justificado escepticismo sobre los sueños autocomplacientes de Julio César,
Constantino, Federico III, Kekulé y muchos otros. En el futuro será cada vez más difícil justificar golpes de Estado, conversiones religiosas, ambigüedades políticas y una dudosa originalidad mediante la simple alusión a un sueño. Quizá se aproxima una era de transparencia onírica. Aun así, es necesario tener paciencia, ya que todo este progreso es muy reciente. Todavía se discute si las pioneras descodificaciones de los sueños realmente abren el camino para entender el fenómeno de manera objetiva. No hay que olvidar que el propio método requiere que el soñante relate su sueño, generando una elaboración secundaria que servirá como muestra para la evaluación de los resultados de la imagenología cerebral. Además, la descodificación requiere la construcción de un gran banco de imágenes visuales y de las respectivas respuestas cerebrales, y la tarea de asignar una etiqueta verbal a cada estímulo debe ser realizada por investigadores y no por máquinas. Es necesario presentar una gran cantidad de estos pares de imagenrespuesta a una red computacional para que sea capaz de reconocer y clasificar patrones específicamente relacionados con los conceptos. Si todo el experimento parece un tanto circular se debe a que de hecho lo es, lo que debería dar a los filósofos algo sobre lo que reflexionar durante varias décadas. ¿Qué sonrisas habrían esbozado Freud y Jung de haber vivido para conocer tales hechos e ideas? ¿Qué expresión de asombro veríamos en los rostros de una sacerdotisa mesopotámica o de un chamán siberiano si pudieran observar, por sí mismos, un sueño revelado por resonancia magnética funcional? No hay duda de que les brillarían los ojos, y entonces tal vez cerrasen los párpados para experimentar un sueño loco. NACE UNA NUEVA PSIQUIATRÍA La nueva ciencia de la mente sienta las bases de una nueva psiquiatría, orientada al futuro pero conectada al pasado, mejor equipada farmacológicamente y mucho más atenta a la introspección y a la preparación del entorno terapéutico. Cada vez es más evidente que la atención profesional de las enfermedades mentales debe incorporar el conocimiento de las prácticas chamánicas tradicionales. Dormir y soñar mejoran la salud del cuerpo y aumentan la plasticidad neural. Esto converge con la reciente demostración de que los psicodélicos serotoninérgicos clásicos están entre las sustancias que mejor emulan el
estado onírico, [8] con lo que fortalecen los procesos de conciencia primaria. [9] Hay que reconocer la crisis de la sobremedicalización en psiquiatría. A pesar de prescribirse de forma rutinaria para el tratamiento diario durante meses, años y décadas, los antidepresivos que se encuentran en las farmacias presentan efectos positivos muy modestos, apenas por encima de los que se obtienen con placebo, y de eficacia comprobada solo en los dos primeros meses de tratamiento. [10] Frente a los preocupantes efectos secundarios de estos fármacos, entre los que se incluye el riesgo de depresión crónica refractaria al tratamiento, [11] la psiquiatría tradicional se ha unido a los intereses de la industria farmacéutica y se ha lavado las manos. [12] Este panorama decepcionante contrasta, por ejemplo, con los efectos de la psilocibina, principal compuesto psicoactivo del hongo Psilocybe cubensis , que reduce la depresión y la ansiedad durante varios meses cuando se administra en dos dosis durante las sesiones de psicoterapia. [13] Pacientes deprimidos refractarios a otros tratamientos mostraron un aumento de la sensación de «acercamiento a la naturaleza» y una disminución de la externalización de «visiones políticas autoritarias», [14] con una mejora significativa en el reconocimiento de emociones ajenas. [15] Es importante poner de relieve que la calidad de la experiencia psicodélica —es decir, que sea deliciosa o atemorizante— y también su cantidad —que sea avasalladora o sutil— determinan los resultados a largo plazo. [16] El recorrido del viaje determina el puerto de llegada. Cuando el sufrimiento psíquico está relacionado con traumas del pasado, generando por ejemplo el síndrome de estrés postraumático, la mejor solución clínica parece ser la psicoterapia ayudada por MDMA. [17] Este es el principio activo del éxtasis, que provoca una intensa liberación de serotonina producida por el propio cerebro cuando no está contaminado por otras sustancias. El efecto psicológico de una dosis apropiada de MDMA, con las personas adecuadas, en el lugar oportuno, con la luz pertinente y la música idónea, es extremadamente agradable: una sensación de remisión de la ansiedad y de amor intenso por la gente, una inmensa felicidad de ser persona que se revela sobre todo a través del tacto. Este estado de gracia llega a durar varias horas y puede persistir de forma sutil durante varios días después de la ingestión de la sustancia. La MDMA se usaba para terapia de pareja en los años setenta, pero fue prohibida por Nixon a pesar de ser más segura que casi todas las
principales drogas psicoactivas. [18] A diferencia de otros psicodélicos, la MDMA no provoca grandes alteraciones perceptivas o alucinaciones en la mayoría de las personas. Cuando se administró a pacientes traumatizados, como fue el caso de miles de veteranos estadounidenses de las guerras de Afganistán, Irak y Vietnam, la MDMA obtuvo resultados positivos impresionantes. En mayo de 2018, la prestigiosa revista The Lancet Psychiatry publicó el resultado de un riguroso ensayo clínico sobre los efectos de la MDMA en veintiséis pacientes que sufrían estrés postraumático desde hacía al menos seis meses, incluidos veteranos de guerra y sanitarios de servicios de emergencia. El estudio, aleatorizado, doble ciego y con evaluación de la dosisrespuesta, fue realizado por un equipo dirigido por la pareja de psiquiatras estadounidenses Michael y Ann Mithoefer y por el doctor en políticas públicas Rick Doblin, fundador y director ejecutivo de la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos (MAPS), una de las principales organizaciones promotoras de la legalización y regulación del uso medicinal de psicodélicos. Los resultados mostraron que dos sesiones de tratamiento con MDMA y psicoterapia fueron suficientes para reducir de modo significativo los síntomas de estrés postraumático, incluso si se medían un año después del tratamiento. [19] Definitivamente, la ayuda está en camino. Aunque la psilocibina, la MDMA y otras moléculas puras están muy cerca de ser aceptadas por la psiquiatría tradicional, tal vez el más efectivo de los antidepresivos psicodélicos sea algún día la compleja bebida amazónica llamada ayahuasca. Estudios preliminares han demostrado que este té tradicional reduce la depresión de manera rápida y duradera, comenzando cuarenta minutos después de la ingestión y posiblemente hasta quince días después de una sola dosis. [20] Un experimento riguroso, aleatorio y controlado mediante placebo con treinta y cinco pacientes ingresados y monitoreados durante varios días a través de EEG, resonancia magnética funcional y varias pruebas psicológicas, confirmó recientemente el gran efecto antidepresivo de la ayahuasca. Realizar un ensayo clínico con psicodélicos dentro de un hospital público brasileño y con pacientes de bajos ingresos no es algo trivial. Por un lado, hay que lidiar con el impacto simbólico negativo de la proximidad con el sufrimiento humano, que puede mermar la calidad de la experiencia psicodélica y llevarla al terreno de las emociones negativas. Por otro, los efectos experimentales pueden quedar enmascarados por un sorprendente efecto placebo, con una mejora
significativa de los síntomas depresivos, por el simple hecho de que el paciente se siente bien cuidado en un ambiente más salubre que en casa. Para coordinar esta investigación, el neurocientífico Dráulio de Araújo, del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, tuvo que reunir un auténtico elenco de especialistas dotados de talentos y destrezas específicos. El equipo multidisciplinario que llevó a cabo el estudio incluyó a Fernanda Palhano, neurocientífica y autora principal del trabajo, y a los médicos Sérgio Mota Rolim y João Paulo Maia, responsables de la polisomnografía y triaje psiquiátrico. Los resultados justificaron el esfuerzo, ya que el efecto antidepresivo de una sola dosis de ayahuasca, ya presente minutos después de la ingestión, se mantiene durante al menos siete días, lo que no ocurre con el efecto placebo. [21] Confirmando la importancia del contexto de uso y el desarrollo psicoterapéutico de la experiencia, los investigadores verificaron que, cuanto más intensa es la experiencia psicodélica, más fuerte es el efecto antidepresivo. [22] Efectos tan rápidos y duraderos no podrían existir sin la movilización de mecanismos moleculares y celulares capaces de transformar los cambios sinápticos a corto plazo en modificaciones morfológicas a largo plazo. Las primeras demostraciones del enorme potencial plástico de los psicodélicos datan de 2016. Promovido por la bióloga serbia Vanja Dakic y dirigido por el neurobiólogo brasileño Stevens Rehen, de la Universidad Federal de Río de Janeiro y del Instituto D’Or, un equipo en el que participamos Araújo y yo demostró que la harmina que contiene la ayahuasca y el 5-MeO-DMT encontrado en la secreción del sapo del desierto de Sonora aumentan los niveles de proteínas relacionadas con la sinaptogénesis y la neurogénesis en cultivos de neuronas humanas. [23] Otro estudio llevado a cabo por el neurólogo brasileño Richardson Leão y el doctor Rafael Lima mostró que una dosis única de 5-MeO-DMT estimula la proliferación celular y la supervivencia neuronal en el hipocampo de ratones. [24] Un grupo de investigación totalmente independiente, coordinado por el químico estadounidense David Olson, de la Universidad de California en Davis, demostró fenómenos similares, tanto in vitro como in vivo , después del tratamiento con LSD o N,N -DMT. [25] Esto significa que la ingestión de psicodélicos abre las puertas de la plasticidad neural, permitiendo la transformación de una experiencia subjetiva de pocas horas en una curación psíquica capaz de persistir durante meses y años. Estos datos se vuelven aún más interesantes si consideramos el uso de psicodélicos
clásicos y de la marihuana para tratar el abuso de sustancias más peligrosas como el alcohol, el tabaco, el crack y la cocaína. [26] En vista de los nuevos descubrimientos científicos que apoyan el uso benigno de los psicodélicos, es necesario tener en cuenta que el uso solo es verdaderamente seguro cuando se tienen presentes algunas precauciones importantes. Al igual que los deportes extremos, la psiconáutica —la navegación de la mente a través de los psicodélicos— propicia experiencias profundamente transformadoras y emocionantes, capaces de dar un nuevo sentido a la vida si es practicada de forma adecuada por personas bien preparadas. El viaje psicodélico requiere tanta técnica, sabiduría y precaución como volar en parapente por las nubes o sumergirse en las profundidades del mar. Al igual que en dichos deportes, se debe evitar por completo la iniciación de novatos sin la supervisión de guías cualificados. Al igual que en los deportes extremos, los miembros de grupos de riesgo específicos deben abstenerse de la psicodelia. Al igual que en estos deportes, el contexto de uso determina en gran medida el curso del viaje. Ya sea inducido de manera natural o farmacológica, el sueño se presenta cada vez más como una terapia para cerebros enfermos por el exceso de estrés o por el abuso de cualquier sustancia. Es también una inmensa oportunidad de aprendizaje para enfermos y sanos. En abril de 2017, tres mil personas de varios países se reunieron en Oakland, California, para participar en el congreso Psychedelic Science, promovido por la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos y la Fundación Beckley. A diferencia de ediciones anteriores de eventos similares, en las que hippies vestidos como personajes de J. R. R. Tolkien se disputaban el espacio con algunos investigadores y sus alumnos, saltaba a la vista la gran presencia de científicos, algunos de ellos de renombre, así como de periodistas, documentalistas, fundaciones y empresas interesadas en financiar investigaciones sobre el uso medicinal de los psicodélicos. El encuentro fue sobre todo una oportunidad para reflexionar sobre los terribles cismas del siglo XX , que criminalizaron plantas y hongos sagrados, estigmatizaron a colegas, socavaron la tolerancia ideológica entre las diferentes ramas de la psicología y de la psiquiatría y, en última instancia, perjudicaron su eficacia terapéutica. En una sesión sobre el futuro de la psiquiatría psicodélica, el psiquiatra estadounidense Thomas Insel, que durante catorce años dirigió el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, constató en público el fracaso de la psiquiatría
tradicional en la resolución del sufrimiento psíquico y reconoció el inmenso potencial de los psicodélicos cuando se utilizan en el contexto adecuado. Sus palabras, profundamente reveladoras de la hipocresía farmacéutica que se ha especializado en vender ilusiones, todavía resuenan en mi mente: Muchos de nosotros [psiquiatras] tenemos la experiencia de que hoy en día albergamos muchas más esperanzas que hace veinte o treinta años a la hora de tratar pacientes con problemas similares. Y, sin embargo, los datos no lo avalan. La tasa de suicidios es más alta ahora, con tendencia a aumentar respecto a lo que era hace diez, veinte, treinta, cuarenta años. […] las cifras de morbilidad, en oposición a la mortalidad, son más altas, no más bajas. Así pues, según criterios de salud pública, no nos va muy bien. […] Necesitamos despertar a la idea […] de que la complejidad requerirá un enfoque de red, un enfoque integral. […] Estoy realmente impresionado con la perspectiva adoptada aquí. La gente no solo habla sin más de administrar psicodélicos, sino de psicoterapia asistida por psicodélicos. ¿Sabéis?, nunca he oído a nadie hablar de psicoterapia asistida por antidepresivos […] creo que se trata de un punto de vista realmente nuevo […] para de verdad efectuar un cambio en la vida de alguien […] [pero] ¿cómo tramitar esto a través de un canal regulatorio? ¿Qué diría la FDA al respecto, o la EMA? ¡Es que ni siquiera abordan la psicoterapia de forma aislada! [27]
¿Sería en verdad un enfoque diferente, realmente nuevo? Es más bien una innovación con milenios de antigüedad, una recuperación y sobre todo una reinvención de conocimientos ancestrales sobre la enorme importancia del contexto de uso de los psicodélicos para determinar sus efectos. ¿Tiene que ver la falta de curiosidad del sistema internacional de salud en investigar a fondo las propiedades benignas de los psicodélicos con la baja rentabilidad de los tratamientos basados en mucho contacto humano y pocos fármacos, en comparación con el modelo mucho más lucrativo de poco contacto humano y muchos medicamentos? EL RENACIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA PROFUNDA El nacimiento de la nueva psiquiatría coincide también con la recuperación de sus orígenes históricos. Con la perspectiva que da el tiempo, Freud y Jung se afirman cada vez más como verdaderos pioneros de la etología humana, honorables cumplidores de la profecía hecha por Konrad Lorenz poco después del final de la Segunda Guerra
Mundial: por difícil que fuera aceptar sus teorías, era imposible ignorar sus descubrimientos. Es instructivo enumerar los que ya han sido verificados por la ciencia. No solo id, ego y superego corresponden a diferentes procesos cerebrales, [28] sino que esta concepción tripartita de la mente inspiró la idea original de la inteligencia artificial. [29] La psicoterapia por la palabra, introspectiva y reflexiva, es clínicamente eficaz e indispensable en la mayoría de los casos. [30] Los sueños no se reducen al sueño y reflejan rastros de recuerdos adquiridos en la vigilia. [31] Los recuerdos pueden ser suprimidos. [32] Sin la actividad de circuitos dopaminérgicos involucrados en el deseo no existe el sueño. [33] Los relatos oníricos son particularmente informativos del estado psiquiátrico del paciente. [34] La sexualidad comienza en la infancia y puede persistir a lo largo de toda la vida. [35] Los traumas pueden marcar de manera indeleble el comportamiento futuro, incluido el de la descendencia. [36] Somos una mezcla de impulsos de vida y muerte, llenos de emociones y deseos contradictorios. Por eso lo que más importa no es tanto lo que se piensa como lo que se hace. Los sueños surgen del inconsciente para describir situaciones actuales y posibles alternativas futuras, y también pueden expresar patrones de pensamiento colectivos. A lo largo de la vida pasamos por fases características de la relación con el propio cuerpo, con las personas más cercanas y con los objetos del mundo, que están marcadas por etapas sucesivas de descubrimiento, desarrollo, maduración y senescencia de las representaciones mentales. Narrar sin inhibiciones ayuda a transitar la senda de frustraciones y a mitigar el dolor, no solo a través de las innumerables psicoterapias del autoconocimiento, sino cada vez más, muchísimo más, a través del uso febril de Facebook, Instagram, Twitter, blogs, videoblogs y todo un nuevo universo de formas de contar historias. El trinquete cultural que comenzamos alrededor de la hoguera, nuestra fábrica no gobernada de narrativas, se inflama y gira cada vez más rápido. Freud y Jung sentaron las bases para toda esta comprensión. En sus obras, sorprendentemente coherentes, arrojaron luz sobre los recovecos de nuestro comportamiento a través del ejercicio magistral de la inducción, deducción y abducción. Su inclusión en el panteón de los grandes científicos de la humanidad no solo exige comprender y valorar su legado, sino también defenderlos de varias acusaciones que se les imputan con mayor o menor justificación, muchas de ellas de carácter moral. Si se midiera a Freud y a Jung con la misma vara aplicada a
otros genios de la humanidad, su defensa sería fácil, porque excluir a todos los demás resultaría simplemente desastroso. Por lujuria y comportamiento obsceno perderíamos a Mozart y Caravaggio. Por perjudicar a enemigos y por gustarle el dinero, adiós a Isaac Newton. Por misticismo, nos despediríamos de Johannes Kepler y Hans Berger. Por cambiar de opinión y hacer ajustes teóricos, nada de Albert Einstein o Stephen Hawking. Por apología del uso de drogas, nos quedaríamos sin Aldous Huxley y Carl Sagan. Es necesario separar los descubrimientos científicos de las conductas imperfectas de los descubridores, inherentes a la condición humana. Si Freud y Jung no fueron titanes de la ciencia de la mente, ¿quién lo es? LA SOCIEDAD DE LA MENTE Si miramos a lo lejos, el desarrollo del método de descodificación de sueños debería permitir en breve probar la hipótesis de que el sueño extrapola el punto de vista específico del soñante. Es muy probable que no tengamos un solo sueño a la vez, sino multitud de ellos en paralelo a cada instante, habitados por las diferentes representaciones autónomas que llevamos con nosotros, las «criaturas de la mente» que parecen cobrar vida cuando soñamos. Marvin Minsky propuso que la personalidad humana no es unitaria, sino que está compuesta por una sociedad de memes que habitan un espacio virtual creado por el cerebro. El filósofo británico Aldous Huxley se mostró de acuerdo: Como la jirafa y el ornitorrinco de pico de pato, los seres que habitan estas remotas regiones de la mente son estrafalarios. Pero existen, son hechos de observación y, como tales, no pueden ser pasados por alto por nadie que trate honradamente de comprender el mundo en que vive. [37]
Las criaturas de la mente que a veces nos impresionan como deidades y otras veces nos decepcionan como malos retratos robot son lo que Jung llamó «imago», imágenes mentales con diferentes grados de complejidad, representaciones individuales con distintos niveles de verosimilitud e independencia. Jung registró en detalle su relación con una figura onírica llamada Filemón, un pagano egipcio helenizado que se le apareció por primera vez en un sueño en 1913 y que se convirtió en un gurú gnóstico para el joven psiquiatra: Filemón y otras figuras de la fantasía me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas
y tienen su propia vida. Filemón representaba una fuerza que no era yo. Tuve con él conversaciones imaginarias y él hablaba de cosas que yo no había imaginado saber. Me di cuenta de que era él quien hablaba, y no yo. Él me explicaba que yo me comportaba con mis ideas como si las hubiera creado yo mismo, mientras que, en su opinión, estas ideas poseían su propia vida como los animales en el bosque o los hombres en una habitación, o los pájaros en el aire: «Si ves hombres en una habitación, no se te ocurriría decir que los has hecho o que eres responsable de ellos», me explicó. Así iba yo familiarizándome paulatinamente con la objetividad psíquica, la «realidad del alma». [38]
La de «fauna mental» es una descripción muy adecuada para la miríada de objetos y relaciones sociales mapeados en nuestras mentes, con simulación de comportamientos ajenos y una sorprendente autonomía de los personajes, que se hacen eco de la fauna, mucho más jerárquica, del pasado reciente, cuando la palabra de los antepasados era ley y el patriarcado no admitía contestaciones. Entre personas, entidades y divinidades vivas o muertas llevamos en nuestra cabeza imágenes, emociones y asociaciones potencialmente explosivas, toda la legión heráldica de nuestro pasado, del misterioso Señor de las Bestias del Paleolítico Superior a Godzilla, de Aquiles a Muhammad Ali, de Enheduanna a Barbara McClintock, de Inanna a Amy Winehouse; de nuestros abuelos a nuestros hijos. Como nuestros padres. Es con los imagos, con todos y solo con ellos, como actuamos en los sueños, aunque cada uno sea solo la fracción filtrada y editada de la totalidad de esa persona o personaje que existe externamente. No es solo el ego el que habita en el córtex temporoparietal, es toda nuestra fauna interna. Durante la vigilia, los circuitos del córtex prefrontal realizan un control inhibitorio que filtra las voces disonantes de nuestra democracia mental para generar una sola acción. Pero durante el sueño el freno se pierde, las jaulas se abren y todas las bestias salen a pasear. Según esta hipótesis, la sensación de tener un sueño único viene de la presencia de la autorrepresentación del soñante en un solo sueño a la vez, de la misma manera que la presencia de un actor en un escenario específico no impide que el estudio pueda rodar varias películas al mismo tiempo. Parafraseando un proverbio lakota sobre la memoria, un sueño es como caminar de noche por un sendero con una antorcha iluminada. La antorcha solo ilumina hasta cierta distancia… y más allá está la oscuridad. [39] Recuerdo sueños en que los personajes no entraban o salían simplemente de escena, sino que escenarios y elencos enteros
cambiaban de repente con gran atropello, como si mi yo soñante hubiera salido de su propio sueño y entrado en otro, un cortocircuito de narraciones hechas del mismo material, pura reverberación eléctrica de recuerdos, pero con la particularidad de que el segundo sueño parecía haberse iniciado y desplegado en ausencia de mi yo soñante, como si ya hubiera existido antes del momento en que invadí el sueño de al lado. Para bien o para mal, nunca ha habido tantas oportunidades para la replicación de los memes, que en pocos segundos pueden llegar a millones de personas de todo el planeta. Hoy, cuando una persona muere, es normal que innumerables impresiones de ella sobrevivan en fotos, textos, sonidos, palabras y narrativas, representaciones parciales que en potencia pueden persistir a través del tiempo en el vastísimo inconsciente colectivo de la nube digital y sus usuarios. Estamos inventando la vida eterna, no solo de personas de carne y hueso, sino también de personajes. En el bazar de las representaciones digitales y cerebrales, la antigua diosa sumeria Inanna casi ha desaparecido. En algunas mentes todavía vende oraciones y mendiga atención a las puertas de los templos de Babilonia. Tal vez, para un puñado de eruditos, la diosa incluso brille fulgurante por donde pasa, evocando sus manifestaciones renombradas como Ishtar, Afrodita y Venus. Pero en la mayoría de las mentes ya no existe y son sus herederas las que brillan: Marilyn Monroe, Madonna, Anitta… Y estas representaciones evidentemente interactúan y compiten con todos los demás memes, desde Mickey Mouse hasta Pelé, desde John hasta Paul, en una acumulación transcultural de relaciones cruzadas que de tan insólita desafía a la comprensión. Todavía tenemos ante nosotros el reto de construir los sueños de los robots. Ya sabemos cómo simular en ordenadores algunos mecanismos activados durante el sueño, pero todavía estamos lejos de construir androides capaces de soñar con ovejas eléctricas, título del libro que inspiró la película Blade Runner , una narración distópica en la que la distinción entre hombre y máquina ya no es evidente. Existe una promesa extraordinaria en la combinación y maximización in silico de la inducción (inmensas bases de datos), deducción (cálculos muy rápidos) y abducción (simulaciones probabilísticas). En la carrera por desarrollar las inteligencias artificiales con personalidad jurídica que gobernarán el planeta en el primer siglo del nuevo milenio, es probable que ya hayamos sintetizado a nuestros nuevos dioses, incluso sin darnos cuenta. Como en las creencias de los umbundus, las almas morarán en las cosas.
18 Sueño y destino Cuando los relojes de la medianoche prodiguen un tiempo generoso, iré más lejos que los bogavantes de Ulises a la región del sueño, inaccesible a la memoria humana. De esta región inmensa rescato restos que no acabo de comprender: hierbas de sencilla botánica, animales algo diversos, diálogos con los muertos, rostros que realmente son máscaras, palabras de lenguajes muy antiguos y a veces un horror incomparable al que nos puede dar el día. Seré todos o nadie. Seré el otro que sin saberlo soy, el que ha mirado ese otro sueño, mi vigilia. La juzga, resignado y sonriente. JORGE LUIS BORGES [1] En cuanto al pronóstico, los sueños suelen estar en una posición mucho más favorable que la conciencia. CARL JUNG [2] ¿Dónde está Dios, aunque no exista? FERNANDO PESSOA , Libro del desasosiego [3]
Las próximas décadas traerán una comprensión integrada de lo que el sueño puede volver o llegar a ser, un sofisticado engranaje
psicobiológico capaz de promover una adaptación conductual continua, movilizado según sea necesario; cuando está bien calibrado, un poderoso ordenador de posibilidades, oráculo de la suma de posibilidades que puede estimar hacia dónde apunta la brújula del destino, pero no el destino como futuro ineludible y determinado, sino el lugar o estado hacia donde todo confluye. Destino es hacia donde sopla el viento, hacia donde fluye el río, por donde caminan deseos y circunstancias. Nuestra maravillosa y multifacética máquina cerebral de extracción de probabilidades, construida por genes y memes en el curso de la evolución de la especie, se alimenta de las preocupaciones y emociones conscientes, pero también de la capacidad casi insaciable que tenemos de interesarnos por el mundo. El sueño expresa el destino, pero no garantiza llegar a él, como alguien que viaja en la dirección correcta pero que puede detenerse antes, acelerar o seguir rutas alternativas. El destino es hacia donde estamos yendo, pero no necesariamente hacia donde vamos. Los sueños bien soñados vislumbran nuestro destino a través de simulaciones de posibles trayectos y resultados. Soñar es como tantear un cuarto oscuro con un rayo de luz, cuando las paredes son el futuro mismo. Descendemos de pueblos que sueñan desde el principio de los tiempos. Si en las civilizaciones urbanas el sueño ha dejado de ser esencial para el funcionamiento de la sociedad, en muchas culturas indígenas nunca se dio este paso. El sueño todavía habita e ilumina la mente de los cazadores-recolectores, representantes contemporáneos del modo de vida adoptado por casi todos nuestros antepasados. Comprender la perspectiva onírica de estos pueblos es muy importante para esclarecer nuestra trayectoria hasta aquí y los desafíos que tenemos por delante. LOS SUEÑOS DE LOS INDIOS En general, más allá del tiempo y del espacio, estos pueblos reconocen en los sueños la capacidad de predecir el futuro, ya se trate de sueños regularmente accesibles para el soñante medio, de sueños reveladores en momentos vitales particularmente significativos o de sueños chamánicos estimulados por ritos de iniciación, sanación u orientación espiritual. Cultivan experiencias oníricas de gran poder e importancia perenne, capaces de inspirar, iniciar, aconsejar, enseñar a la gente y hacerla madurar. Es a través de estos sueños formativos como los
jóvenes deciden recorrer los diferentes caminos que ofrece la vida adulta, como el del chamán o el del guerrero cazador. Los primeros relatos europeos sobre los pueblos del Nuevo Mundo dejaron constancia de la relevancia social del acontecimiento onírico amerindio. Hans Staden, un soldado alemán del siglo XVI que naufragó en la costa brasileña y fue cautivo de los tupinambás, contó que antes de partir a la guerra los chamanes instaban a los indígenas a escrutar con atención sus sueños. Si estos les mostraban su propia carne ahumándose en el fuego, desistían de combatir y permanecían en la aldea. Pero si tenían visiones en las que quien era asado era el enemigo, se armaban, hacían festejos y peleaban. [4] Los misioneros jesuitas de los siglos XVII y XVIII relatan que los iroqueses del nordeste de Estados Unidos y el sudeste de Canadá entendían los sueños como viajes enigmáticos para satisfacer los deseos del alma. [5] Con el fin de dar efecto a las revelaciones oníricas, el soñante iroqués las narraba en público hasta que se llegaba a una interpretación metafórica que orientase de forma apropiada las acciones posteriores. Paralelas a la teoría psicoanalítica, tales creencias equivalen al «gran sueño» de Jung. Casi trescientos años después, entre los jíbaros achuar de Ecuador se documentó la creencia en los sueños como metáforas relativas al futuro y fuertemente determinadas por relaciones de depredación. Los achuares clasifican los sueños en tres tipos básicos. Los de buen augurio para la caza son silenciosos, están repletos de imágenes y deben ser interpretados con sigilo para no asustar a la presa. Tal interpretación debe observar analogías e inversiones, de modo que un episodio onírico de pesca, por ejemplo, pueda ser interpretado como una buena oportunidad de cazar aves. El sueño de buen augurio es condición necesaria, pero no suficiente, para la caza; no garantiza el éxito sino que sugiere al soñante cómo actuar para alcanzarlo. El segundo tipo incluye los sueños de mal augurio para quien sueña o para sus familiares. También son silenciosos y están llenos de imágenes, pero en su caso son muy intimidatorios porque presentan a los enemigos en forma de animales. El tercer tipo es el «sueño verdadero» con antepasados y espíritus, caracterizado por la aparición de mensajes verbales. En estos sueños es posible invocar espíritus específicos para que realicen tareas apropiadas a sus características. Para inducir esta demiurgia de criaturas de la mente, los sueños son propiciados mediante varias formas de abstinencia y por la ingestión de tabaco y plantas psicodélicas. [6]
Los jíbaros aguarunas de Perú utilizan la misma palabra para referirse al sueño y al trance inducido por la ayahuasca. Creen que bajo su efecto es posible contemplar acontecimientos en curso, aún no consumados pero con diferentes probabilidades de ocurrir. Por lo tanto, para los aguarunas el sueño no es presagio de un futuro inexorable, sino una oportunidad para moldear el futuro de forma mágica, por la intención y sobre todo por la acción onírica. [7] Entre los pirahas, indígenas del Amazonas, se sueña con capturar canciones, con guerras o con sellar alianzas con los espíritus. [8] En palabras del antropólogo brasileño Marco Antonio Gonçalves, del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro, «si el sueño puede generar un acontecimiento, este puede producir un sueño. Es decir, lo que pasa en el sueño pasará en el mundo como repetición y lo que pasó en el estado de vigilia pasa en el sueño como representación». [9] Entre los waujás del Alto Xingu, el sueño es considerado un fenómeno similar al trance, a la enfermedad, a los rituales y a los mitos. En estos estados el alma realiza un viaje y consigue entrar en contacto con seres extrahumanos, arcanos y monstruosos, muy cercanos a los animales. De la difícil negociación con estos seres puede surgir el conocimiento útil, como el magnífico repertorio waujá de dibujos geométricos recibidos en sueños. [10] Entre los parintintin del río Madeira, en el sudeste del Amazonas, los sueños se narran por la mañana y con vistas a prever el futuro. Como en el caso de los mitos, se utilizan formas gramaticales específicas para relatar las experiencias oníricas. [11] Entre los kalapalos, sin embargo, no parece existir una palabra específica para designar el sueño, que se interpreta como una expresión de los deseos del soñante, de sus metas y posibilidades futuras. Los kalapalos desconfían de la elaboración verbal del sueño, pero creen en la veracidad de la imagen onírica. Por esta razón, se invierte un gran esfuerzo en la búsqueda de las mejores palabras para relatar las acciones oníricas. [12] Entre los mehinakos del Alto Xingu, los sueños son también, de forma cotidiana, objeto de narración e interpretación justo después del despertar, cuando los soñantes todavía están en la hamaca y pueden relatar a sus vecinos más cercanos los viajes nocturnos emprendidos por el alma (o la sombra) del ojo. Los sueños pueden tener relevancia directa para el futuro; no lo determinan, pero proporcionan pistas sobre cómo proceder para lograr los efectos deseados. [13] Los mehinakos también valoran las interpretaciones metafóricas de los sueños. Soñar
con hormigas voladoras, por ejemplo, puede interpretarse como la muerte de algún pariente, porque estas hormigas tienen una vida corta. LOS XAVATES SUEÑAN SU FUTURO A unos trescientos kilómetros al sudeste del Xingu, entre los xavantes —que, a pesar de la pequeña separación geográfica, están lingüísticamente muy lejos de los mehinakos— los sueños desempeñan un papel aún más central en la vida social del grupo. El hecho de que los xavantes usaran sus sueños para sobrevivir a las desavenencias con los blancos —hoy en día son uno de los pueblos indígenas sudamericanos más numerosos, con más de dieciocho mil individuos— [14] justifica la presentación detallada de su caso. En la cultura xavante el sueño no es un privilegio de jefes espirituales y chamanes, ya que todos pueden tener visiones oníricas adivinatorias con tres funciones principales. La primera está relacionada con la caza, la guerra y las enfermedades; la segunda concierne a la explotación de otros pueblos; la tercera consiste en la revelación de cantos, lamentos, danzas y rituales destinados a ser cultivados por toda la comunidad. [15] Las revelaciones oníricas no son eventos pasivos para los xavantes. Por el contrario, se necesita mucha concentración para llevarlas a la vigilia. Los sueños mágicos son esperados y propiciados ritualmente con gran emoción. Siempre hay que prestar atención a las cosas con las que quieres soñar, tienes que concentrarte en la música o en alguna fiesta. No puedes dormir sin preparación…, uno no puede quedarse a la espera sin más, debes albergar una esperanza, intentarlo con todas tus fuerzas; […] los espíritus y algunas personas que vivieron antiguamente, antes del contacto, de la aldea, verán que eres trabajador, y más tarde soñarás con una hermosa melodía o recibirás una canción para alguna fiesta… [16]
La práctica onírica es necesaria para el buen funcionamiento de la sociedad xavante. «Al dormir yo sueño, duermo y sueño. Los otros están cantando. Yo sueño con hacer felices a los otros que cantarán mi sueño.» [17] Según el escritor indígena Kaka Werá Jecupé, de los antiguos pueblos tapuia, los que más conservaron la tradición del sueño fueron los xavantes. El sueño es el momento sagrado en el que el espíritu es
libre y en el que realiza diversas tareas: purifica el cuerpo físico, su morada; viaja hasta la morada ancestral; a menudo vuela por el pueblo, y a veces, a través del Espíritu del Tiempo, se dirige a los márgenes del futuro […]. Una aldea xavante es semicircular […]. En el centro se encuentra el patio de las actividades: ceremonias, fiestas, rueda del consejo y rueda del sueño. Fue en el patio donde se narró, a partir del sueño, el comienzo de la historia del amansamiento del hombre blanco. [18]
Los xavantes se encuentran entre los pueblos más antiguos que ocupan América del Sur. Habitaban desde tiempos inmemoriales el altiplano central del territorio brasileño, donde hoy se encuentra el estado de Goiás; eran los orgullosos señores de una tierra poblada por jaguares, armadillos, tapires, osos hormigueros, tucanes, loros y guacamayos. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVII , exploradores en busca de oro y esclavos comenzaron a invadir su territorio en la margen derecha del curso de agua cuyo nombre resume la naturaleza del contacto, el río das Mortes. [*] Fueron cien años de sangrientos conflictos con buscadores de metales y piedras preciosas y tropas militares, que buscaron «amansar» por la fuerza a los xavantes. Y entonces sucedió algo sorprendente: los indomables xavantes desaparecieron. ¿Debatirían este cambio radical de estrategia en una rueda de sueño? No hay registro histórico de la decisión. El hecho es que entre 1844 y 1862 el grupo partió hacia el oeste, cruzando a la orilla occidental del río Araguaia y migrando en dirección al cerro del Roncador, en el actual estado de Mato Grosso. [19] Se llegó a enviar, en vano, una expedición para localizarlos. Desaparecieron en la inmensa sabana del altiplano central, haciéndose invisibles en sus palmerales y mesetas. En su larga diáspora de conflictos culturales y éxodo a regiones cada vez más remotas, los xavantes lograron aislarse. Ya sea por la distancia, por su agresividad o por los hechizos obtenidos en sueños a los que atribuían su invisibilidad, consiguieron pasar el siguiente siglo sin que los blancos los molestasen. Sin embargo, con el paso del tiempo, la frontera entre los dos mundos avanzó de nuevo. En los años treinta volvieron a tener lugar conflictos violentos, y esta vez había mucho menos espacio para escapar. En 1938, el dictador Getúlio Vargas lanzó la Marcha hacia el Oeste, una campaña oficial del Gobierno para ocupar el centro de Brasil. En busca de representaciones nacionales de pureza racial, Vargas eligió a ciertos pueblos indígenas como símbolos del vigor nacional. El Servicio de Protección al Indio (SPI), tantas veces connivente con la invasión de tierras indígenas y con la explotación o el genocidio de sus
pueblos, experimentó en los últimos años de la dictadura de Vargas un regreso transitorio a los románticos días de su fundador, el mariscal Cândido Rondon (1865-1958), que extendió líneas telegráficas por las regiones agrestes brasileñas sin recurrir a la violencia contra los indios. Vargas visitó a los karajás en la isla del Bananal para grabar imágenes propagandísticas, sobrevoló el territorio xavante y ordenó expediciones de contacto. El encuentro no fue fácil al principio. A finales de 1941, el ingeniero Genésio Pimentel Barbosa dirigía un equipo compuesto por trabajadores del SPI e intérpretes xerentes para crear un puesto de atracción cercano a los xavantes en la orilla derecha del río das Mortes. [20] Aunque los regalos ofrecidos al principio habían sido aceptados, el 6 de noviembre los xavantes mataron a Pimentel Barbosa y a varios miembros de su equipo a golpes de borduna . Afortunadamente, en ese momento el SPI decidió no utilizar la violencia. Un lema grabado en la entrada del cementerio del pueblo que se alza en el lugar del ataque anunciaba otra actitud: «Morir si es necesario, nunca matar». En 1943 el Gobierno brasileño creó una misión oficial para trazar un mapa de las áreas ocupadas por los xavantes y otros grupos indígenas, la famosa expedición RoncadorXingu. En 1946 el explorador Francisco Meireles dirigió una expedición a caballo a través de los campos anegados y cruzó los palmerales de buritíes hasta llegar muy cerca del cerro del Roncador. Esperaron un día y una noche, hicieron señales de fuego y lanzaron bengalas, pero no apareció nadie. Dejaron regalos y regresaron al río das Mortes. Entonces, unos días después, los objetos ofrecidos fueron aceptados. Una vez más, la estrategia de los xavantes había cambiado; ahora buscaban el intercambio pacífico con los blancos. Después de sobresaltos, disparos de flechas y contactos furtivos en los barrancos del río das Mortes, los xavantes bajaron sus armas y a cambio recibieron machetes, hachas, anzuelos, utensilios domésticos de acero, armas de fuego, munición, ropa, espejos y medicinas. El cacique Apoena («el que ve lejos») fue el personaje indígena fundamental para legitimar el proyecto de amansamiento mutuo. Según la tradición xavante, Apoena habría ejecutado una estrategia prevista en sueños por su abuelo, relacionada con el inicio de un nuevo ciclo en el mundo espiritual. La violencia y la huida ya no eran soluciones viables, había que hacer algo nuevo. En 1949 Apoena recibió por fin a Meireles en su pueblo. El encuentro fortaleció al jefe indígena en las luchas internas de
los xavantes y definió un nuevo modelo de contacto basado en la integración controlada en la economía de los blancos, capaz de armonizar el consumo de suministros proporcionados por el Gobierno con el mantenimiento del estilo de vida seminómada. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos diplomáticos de Apoena, las tierras xavantes tardaron en ser demarcadas. Para los militares y empresarios de las metrópolis brasileñas, la creación del Parque de Xingu en el norte de las tierras xavantes, fruto del esfuerzo de los sertanistas Orlando y Cláudio Villas-Bôas, fue una concesión más que suficiente. Apretujados por la creciente presión agraria, desafiando a colonos y políticos, los xavantes solo comenzaron a ver oficializadas sus tierras —aun así reducidas en sus límites— a finales de los años sesenta. El creciente contacto con los blancos, en plena explosión demográfica, indujo a los xavantes a abandonar sus pueblos hacia las ciudades o misiones religiosas. Las invasiones y los vuelos rasantes se volvieron comunes, las enfermedades y el hambre se propagaron, y la población xavante comenzó a disminuir. Existía riesgo real de desintegración étnica. Fue entonces cuando Apoena demostró una vez más su visión de largo alcance. En una estrategia de amansamiento inspirada en los sueños y acordada con la comunidad, Apoena envió a ocho de sus nietos a vivir en Ribeirão Preto con familias blancas vinculadas a uno de los pocos hacendados amigos que había en las cercanías. El objetivo era incorporar las prácticas de la cultura blanca, pero también impregnar a esta última de la cultura xavante. Para complementar la estrategia, al tiempo que enviaban aprendices embajadores al misterioso mundo exterior, los xavantes cerraron las fronteras de sus aldeas para detener el proceso de aculturación. Era 1973, en pleno apogeo de la dictadura militar, pero funcionó. El cierre de las fronteras dio tiempo para que los nietos de Apoena crecieran como verdaderos miembros de las familias que los adoptaron, creando vínculos de solidaridad que han protegido a los xavantes desde entonces. Apoena murió en 1978, dejando bien alto el sueño utópico de la pacificación. ¿De verdad Apoena soñó con todo esto? No existe documentación antropológica que pueda responder a esta pregunta, y quizá no sea importante. Más que saber si fue o no en sueños como Apoena visualizó sus acciones políticas, es esencial entender que el relato sobre el que las sustentó fue narrado y vuelto a narrar como un sueño hasta que se extendió por toda la comunidad xavante y más allá; como ahora, en este
mismo momento, mientras tú lo lees. A través de la reiteración de la narración, el deseo individual se transformó en deseo colectivo. Hoy, los nietos de Apoena desempeñan un papel fundamental en la relación de los xavantes con el mundo exterior: filtran información, defienden sus derechos y preservan su identidad cultural. Los nuevos líderes, con formación universitaria, registran en vídeo y audio las tradiciones de su pueblo; viejos y jóvenes atienden hipnotizados a estos documentos que replican su cultura con la tecnología de los blancos. Filmadas con cámaras digitales portátiles, las aldeas son ahora centros difusores de la cultura xavante por todo el planeta. El cineasta xavante Divino Tserewahú filmó en detalle el importante ritual wai’á rini, celebrado cada quince años y secreto hasta hace poco. En este ritual los niños buscan el desvanecimiento a través de danzas, ceremonias, conflictos escénicos y extenuantes pruebas físicas que incluyen carreras desbocadas, privación de agua y fijar la mirada en el sol. Cuando finalmente se desmayan y entran en trance, reciben visiones y son iniciados en la vida adulta según la guía de sus ancestros. La película narra cómo adquieren poderes de curación, canto e interpretación onírica. El sueño es muy importante para la vida del hombre xavante. A través del sufrimiento y el desmayo durante la celebración puede ver lo que sucederá en el futuro. Cuando cuenta lo que ha soñado, realmente sucede. También puede encontrar a los muertos a través del sueño. Por eso es importante sufrir y desmayarse mucho durante la celebración del wai’á rini. El que más sufre, sueña más y tiene más poder. [21]
Los sueños siguen siendo esenciales en la política de relaciones exteriores de los xavantes. Cuando son convocados a Brasilia para negociar alguna cuestión sobre la demarcación de la tierra, los ancianos se reúnen para debatirla y luego tratan de soñar con sus ancestros y entidades creadoras para pedir consejo. A veces los sueños los transportan a la capital para experimentar las reuniones que se les proponen. Cuando el resultado no es bueno o cuando no tienen confianza en los negociadores blancos, ni se molestan en hacer el viaje en el mundo real. MÁS REAL QUE LA REALIDAD El uso de los sueños como guía política frente a enemigos poderosos también marcó la historia de los mapuches de la Patagonia chilena y
argentina. Desde la invasión española en el siglo XVI hasta nuestros días, pasando por las independencias nacionales, los mapuches se resistieron a la expropiación de su territorio con guerras, rebeliones y luchas mesiánicas. [22] A lo largo de este proceso, el conflicto entre el individualismo de los colonos europeos, capaz de un pragmatismo brutal, y el colectivismo mapuche basado en el igualitarismo, la socialización comunitaria, la reciprocidad y la cordialidad, fue intenso. La confiscación de tierras indígenas estuvo y sigue estando en el corazón del conflicto. Hasta principios del siglo XX , a ambos lados de los Andes, todavía se pagaba mucho dinero por la cabeza de un indio. Ante tal pesadilla, no es de extrañar que la resistencia mapuche haya pasado directamente por el trabajo onírico. Para este pueblo el sueño (pewma ) es un viaje que el alma realiza mientras duerme, un concepto panamericano que se encuentra en la mayoría de las etnografías del continente. La tradición mapuche discierne entre los soñantes, responsables de recibir mensajes de los espíritus, y los intérpretes de sueños (pewmafes ), por lo general mujeres, preparadas durante mucho tiempo para descifrar relatos oníricos. [23] Entre 1910 y 1930, el líder mapuche Manuel Aburto Panguilef, un gran soñante profético de su pueblo, dirigió un movimiento de independencia con una fuerte orientación onírica. Panguilef, que significa «puma veloz», organizó varios congresos en los que los mapuches podían cantar, bailar, rezar, contar sueños y discutir sobre política en su propio idioma. [24] En 1921 se creó la Federación Araucana, que Panguilef presidió hasta su disolución en los años cuarenta. A pesar del sincretismo de las creencias indígenas con el cristianismo, la Federación predicaba la separación de las costumbres de los blancos y la adhesión a las tradiciones mapuches, así como el uso de su lengua, el mapudungun, en lugar del español. En 1931, Panguilef propuso la creación de una república autónoma mapuche, pero más tarde su liderazgo mesiánico perdió fuerza y dio paso a varios otros movimientos de resistencia, casi todos ellos violentamente reprimidos. En vísperas del brutal golpe militar que derrocó al presidente chileno Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, el líder mapuche Martín Painemal tuvo un sueño premonitorio. Soñé, vi en ese momento millones de pájaros que estaban en guerra. Los pájaros se desgarraban entre sí. Era incontrolable, miles y miles de aves se destruían como en una guerra. Los pájaros eran despedazados para derribar a Allende. Soñé antes de que sucediera, seguí pensando y descubrí que era eso, una advertencia. [1]
Alertado ante la inminente catástrofe, Painemal tomó varias precauciones para escapar a la persecución de las fuerzas golpistas. Se escondió y sobrevivió. VIAJES Y MAPAS Con múltiples variaciones sobre el mismo tema, las culturas amerindias suelen atribuir al sueño un carácter esencial de tiempo condensado, presente y futuro, juntos en un inmenso e intenso gerundio. En las deambulaciones del alma por el horizonte de futuros posibles, el soñante, sobre todo el chamán, intenta diagnosticar la situación actual y controlar el sueño para invertir la causalidad de los acontecimientos. En lugar de simplemente ver lo que ha sucedido o sucederá, trata de crear una nueva realidad a través de sus propias acciones. [26] Es común la narración sobre el chamán que parte en busca de una cura o solución a través de los sueños. Un mito de los indios jurunas dice que un joven llamado Uaiçá salió a cazar y encontró un árbol con varios animales muertos a su alrededor. Se durmió y soñó con animales del bosque, con gente cantando y con Sinaá, el dios jaguar antepasado de los jurunas, con quien conversó largo y tendido. Uaiçá despertó en el ocaso y regresó a casa. Al día siguiente decidió ayunar. Durante mucho tiempo regresó a diario al árbol, donde los sueños se repetían siempre, hasta que el propio Sinaá ordenó el final de las visitas. Cuando Uaiçá despertó, preparó un té con la corteza del árbol, se lo bebió, se emborrachó y así comenzó un proceso chamánico de adquisición de poderes; era capaz de pescar con las manos, de extraer las enfermedades del interior de las personas y tenía ojos en la nuca. Cuando dormía, viajaba hasta Sinaá y traía del mundo de los sueños todo lo que los jurunas querían. Se convirtió en un importante jefe espiritual. [27] Kaká Werá Jecupé da un valioso testimonio sobre la importancia social de los sueños amerindios: El sueño es el momento en que somos despojados de la estructura racional del pensamiento. Estamos en el estado puro del espíritu, en el awá , en el ser integral. Es un tiempo en el que entramos en conexión con nuestra realidad más profunda. En el sueño, tu espíritu literalmente viaja y puedes dirigirlo adonde quieras o en el momento que quieras. Esto requiere entrenamiento, como aprender a hablar. […] Entre algunos pueblos hay algo que se hace por la mañana llamado la «rueda de sueño». Reúnen a cincuenta personas, hacen una rueda y comienzan a contar sus sueños. Y esos sueños dan una dirección a
la vida cotidiana de la aldea. […] Los pueblos lidian con el sueño como un momento de libertad del espíritu, cuando el espíritu lo ve todo desde todos los ángulos. [28]
Los grandes sueños son anhelados, alcanzados y venerados en toda la América indígena, desde el extremo sur hasta el extremo norte. El antropólogo británico Hugh Brody relató en 1981 impresionantes cacerías oníricas del pueblo del castor, en el subártico canadiense. Se trata de una tradición antigua que por entonces ya se había perdido y que solo los ancianos conocían. En estos sueños especiales, el cazador emprendía un viaje para averiguar dónde estaban los animales que buscaba, y tenía la oportunidad de elegir qué animal debía ser sacrificado. Al despertar, confeccionaba un mapa que indicaba su ubicación. El mapa de los sueños descrito por Brody se había mantenido guardado doblado durante muchos años. Era tan grande como el tablero de la mesa del comedor y estaba cubierto de miles de marcas pequeñas, firmes y coloridas. Hubo una invitación para que los visitantes blancos se reunieran alrededor de la mesa para examinar el mapa. [Los aborígenes] Abe Fellow y Aggan Wolf explicaron: «Aquí está el cielo. Este es el camino que hay que seguir. Aquí está la dirección equivocada. Ahí es adonde sería terrible ir. Y ahí están todos los animales». Explicaron que todo esto fue descubierto en sueños. Aggan también dijo que estaba mal abrir un mapa de sueños, excepto por razones muy especiales. [29]
EL TIEMPO DENTRO DEL TIEMPO La idea de que el sueño es un portal de entrada a la comunicación con otro mundo quizá alcance su cúspide entre los aborígenes arandas de Australia central, descendientes de los primeros inmigrantes humanos que exploraron ese territorio árido hace al menos 65.000 años. Creen en la Alcheringa, un plano espiritual primordial que existía antes de que naciera el soñante y que seguirá existiendo después de su muerte, donde todos los ancestros habitan desde el principio en una superposición de pasado, presente y futuro que Jung no dudaría en calificar de inconsciente colectivo, la colección de memes de toda una cultura. La experiencia de la Alcheringa parece alcanzar grados tan altos de intensidad que los arandas llegan a creer que viven en el mundo de allí. En diferentes subgrupos, culturalmente diversos pero genéticamente similares, las diferentes palabras utilizadas para decir «sueño» —
alchera , bugari , djugur , meri , lalun , ungud — son sinónimas del tiempo primordial de la creación del mundo, que en Occidente se hizo popular bajo el término en inglés de dreamtime. [30] En esta dimensión fundamental de la existencia no vivimos en el tiempo de «una cosa después de otra», sino en el tiempo de «todo al mismo tiempo, ahora». En algunos grupos se trata de un tiempo anterior al presente; en otros, de un tiempo dentro de este, y en unos terceros, de un tiempo paralelo a este. [31] En la Alcheringa se conservan los secretos iniciáticos, la cosmogonía y la ontología de los aborígenes, así como el enorme repertorio de conocimientos prácticos que permiten habitar en un entorno tan inhóspito, con recursos tan escasos y depredadores tan letales. De la Alcheringa provienen las técnicas cinegéticas, culinarias y pictóricas, pero también los mapas de los senderos sagrados que permiten recorrer con seguridad la isla más grande del mundo gracias al uso de accidentes geográficos específicos como jalones de rutas y recorridos. También proceden de la Alcheringa las enseñanzas de los mayores para los más jóvenes en forma de canciones, bailes e historias que explican dónde encontrar agua, caza, refugio y materiales para construir herramientas de madera y piedra. Los secretos totémicos se revelan en Alcheringa, por lo que se dice que cierta persona tiene específicamente un sueño de canguro, de hormiga de la miel, de tiburón o de tejón. Algunos misterios solo se transmiten en la vejez, cuando los soñantes maduran lo suficiente. En la Alcheringa se produce la mítica identificación con el pasado ancestral, matriz renovada del presente y referencia canónica para situaciones y actitudes que nunca son exactamente nuevas, porque repiten patrones arcanos. Los sueños permiten así hablar con los antepasados y otros espíritus en busca de conocimiento y referencia existencial, en un encuentro tan emocionante e inspirador como debió de serlo para los griegos de la Era Axial soñar con los héroes homéricos de la Edad de Bronce. En la cultura aranda, la naturaleza es un templo inmenso y la vida, una experiencia permanentemente numinosa, ya que espíritus dotados de intencionalidad habitan la flora, la fauna y el mundo mineral. Su animismo, intenso y arcaico, es quizá la religión más antigua de todo el planeta practicada de manera ininterrumpida. Inmersos en ella, los arandas se identifican libremente con cualquier objeto natural, tanto en sueños como en la vigilia. «Todo soy yo porque todo está en mi mente… y solo así me doy cuenta de todo.» La Alcheringa permite vivir dormido una vida completamente diferente con espíritus de todo
tipo, incluidos animales, plantas y múltiples generaciones de antepasados, en una experiencia tan plena y hasta tal punto elevada que regresar a la vigilia es como volver a un sueño y quedarse dormido es como despertar. SALIR DEL CUERPO Los monjes tibetanos, en cambio, entienden que el sueño es un mero constructo, una ilusión sujeta a las manipulaciones de la voluntad, a los límites de la técnica y a las intenciones del soñante. Consideran que cada adormecimiento es una preparación para la muerte y son practicantes del milam , el yoga de los sueños. Esta disciplina les permite alcanzar estados de elevada lucidez en los que aprenden a controlar el sueño sin dificultad ni temor, sabedores de que se trata de una realidad estrictamente interna. El milam se aprende en etapas sucesivas, con pequeñas variaciones según los diferentes linajes de tradiciones. Para empezar, el soñante necesita aprender a reconocer que está soñando, esto es, tiene que aprender a volverse lúcido dentro del sueño. En un principio es muy difícil estabilizar la conciencia de que se está soñando; es común adquirir la lucidez onírica y poco después perderla por puro olvido de la sospecha de que nada de eso es real. La capacidad de mantener esta crítica de la realidad es esencial para invertir la causalidad de las relaciones oníricas, de modo que los acontecimientos oníricos dejen simplemente de sucederle al soñante y sean provocados por su voluntad. En la segunda etapa, el soñante necesita liberarse de todo temor causado por el contenido del sueño y tomar conciencia de que ningún evento allí, por terrible que parezca, puede causar daño real. Este aprendizaje es necesario porque el umbral de la lucidez onírica alberga una legión de cosas aterradoras que pueden presentarse ante el soñante incauto, un ejército de temores incubados, alimentados, elaborados y recogidos a lo largo de la vida. Los ejercicios típicos de esta etapa incluyen prender fuego al propio cuerpo onírico para verificar que no produce dolor ni marcas. En la tercera etapa, el soñante debe considerar el hecho de que todas las cosas, tanto en sueños como en la vigilia, están en permanente mutación y son meras ilusiones, impresiones fugaces y desprovistas de sustancia. Cuando un ser querido aparece o desaparece en un sueño, es esencial saber que se trata solo de un caparazón, una apariencia
incompleta de esa persona, una colección imperfecta de representaciones. Las imágenes oníricas, arrebatadoras o repulsivas, son puras quimeras. La profunda aceptación de este hecho permite al practicante de milam iniciarse en la siguiente etapa, en la que el soñante aprende a transformar objetos oníricos según su voluntad, alterando de forma controlada su tamaño, peso o forma. En el espacio mental del sueño, las leyes naturales solo son convenciones adquiridas por la experiencia de la vigilia y del todo quebrantables por la imaginación activa. Aunque en los sueños de la mayoría de las personas los objetos oníricos caen al suelo cuando son derribados, en realidad no están sujetos a la ley de la gravedad y pueden flotar si el soñante así lo desea; o mejor dicho, si sabe cómo hacerlo. El perfeccionamiento de esta destreza increíble también permite determinar el escenario del sueño y sus personajes. El progreso en esta etapa de milam requiere un aumento de la fuerza volitiva del soñante, ya que es a través del deseo robusto, de la volición, como el soñante se libera del papel del personaje del sueño para convertirse en su creador. Cuando dominan el arte de moldear objetos y escenas oníricos, los practicantes de milam se entrenan en el arte de transformar el propio cuerpo, aumentando o disminuyendo su tamaño, modificándolo o incluso sacándolo por completo de escena sin que el sueño acabe. En esta etapa se vuelve explícita la diferencia entre el cuerpo soñado — mera representación del yo como un punto de vista particular dentro de la actividad onírica— y el sueño como un todo, construcción de una mente que cobija al yo pero que es mucho mayor que él. Por último, en la etapa más avanzada, el soñante debe aprender a unir su sueño con la «divina luz del vacío», visualizando en estado de lucidez onírica a un buda o a otra divinidad. Está claro que el significado trascendental de esta etapa va más allá de la comprensión de quien no la ha alcanzado. Pero no es necesario conocer este significado para comprender que el milam es un camino de autoconocimiento que expande las capacidades mentales del sueño. [32] Con algunas diferencias importantes, el yoga nidra hindú propone un camino similar de autoconocimiento a través del ejercicio de los desdoblamientos del cuerpo en la transición entre el sueño y la vigilia. DESPERTAR HACIA DENTRO
Mientras que para alcanzar visiones las tradiciones de la zona del Himalaya o de América del Sur utilizan la meditación, muchas otras culturas del mundo abogan por el sufrimiento, el ayuno y la penitencia. Desde la Danza del Sol en las praderas de Estados Unidos hasta los desmayos xavantes, desde la autoflagelación católica medieval hasta el paso sobre brasas del faquir hindú, la salida del cuerpo y la búsqueda de visiones también se consiguieron mediante la aceptación y superación del dolor. ¿Qué revelaciones debieron de asaltarle a Giordano Bruno mientras se enfrentaba en silencio a las llamas de la Inquisición? ¿Padecería el mismo dolor que sienten todas las personas o estaría en un trance místico y lúcido, una realidad interna completamente disociada, la mente sagrada mucho más allá del propio cuerpo inmolado? Así como el dolor es un camino hacia el trance, los estados oníricos también se pueden alcanzar a través del placer. Imagina el delicioso estado alterado de conciencia alcanzado por los sufíes islámicos con sus giros repetitivos y su música hipnótica. La actitud de volverse hacia el interior de la mente constituye la esencia de varias técnicas que involucran meditación, visualización, posturas, mantras, recitaciones y canciones. Hoy en día ya existen programas de estimulación sonora para producir alteraciones de la experiencia visual. También es posible alcanzar visiones a través de masajes y de sexo tántrico. Y aún más increíbles son las arrebatadoras visiones obtenidas por el control de la respiración, ya sea a través de la práctica del pranaiama y otros métodos tradicionales de Oriente, o mediante técnicas occidentales desarrolladas en las últimas décadas, como la respiración holotrópica del psiquiatra checo Stanislav Grof. Bruce Lee, maestro de kung-fu, subrayó la importancia del estado de iluminación: «Satori: en el despertar de un sueño. Despertar y autorrealización y ver el propio ser: estos son sinónimos». [33] Tan arraigada en Oriente a través del budismo zen y otras prácticas, la introspección todavía se enfrenta a la resistencia y al escepticismo en Occidente. Estamos prácticamente ciegos a los órganos y procesos internos. Intenta mover el pulgar izquierdo. Fácil, ¿verdad? Ahora trata de activar tu hipocampo derecho… La insensibilidad a casi todo lo que suele suceder dentro del cuerpo acaso sea el estado psicológico estándar del ser humano, pero técnicas como el chi kung chino o las asanas hindúes alteran mucho esta experiencia. Su práctica permite escuchar los latidos del propio corazón, controlar la temperatura corporal y sentir las vísceras. Son temas en el límite entre la ciencia y la metafísica,
lugares que los científicos aún no han visitado lo suficiente para mapear sin prejuicios fenómenos que todavía no entienden. Los pocos estudios científicos sobre el tema indican que tales habilidades son reales. [34] Si el despertar hacia dentro puede ser visceralmente fisiológico, nada impide que sea profundamente simbólico. Tanto en el milam como en el yoga nidra , todas las acciones y no acciones del practicante ocurren en un estado mental de libertad interna, lo que la ciencia conoce con el nombre de «sueño lúcido». Se trata de un estado por lo común vinculado al sueño REM tardío, ya sea al final de la madrugada o incluso ya entrada la mañana, cuando el cuerpo ha dormido mucho y por lo tanto entra en un estado muy especial con poca presión para dormir, altas reservas de neurotransmisores y abundante sueño REM. Es en este momento, en el que el cerebro sueña con vigor pero está listo para despertar, cuando a veces, casi de manera milagrosa, lo hace hacia dentro de sí mismo. EL SUEÑO LÚCIDO Pueblos amerindios, aborígenes australianos, yoguis tibetanos y monjes cristianos son maestros de la navegación onírica. Ser consciente de estar soñando es una condición necesaria para emprender viajes transformadores. Entre los mapuches, soñar que se está soñando indica mucha vitalidad del alma. Son sueños de profundo impacto emocional, con un fortalecimiento de la sensación de autonomía y un gran empoderamiento del soñante. El curso normal del sueño REM desemboca de manera habitual en dos situaciones antagónicas: despertar rápidamente y luego regresar al estado onírico, o despertar y mantener la vigilia. Sin embargo, la práctica tenaz permite al soñante mantener el equilibrio en el umbral sutil entre el sueño REM y la vigilia, expandiendo la conciencia para dominar el proceso de simulación mental del sueño. Este tipo de sueño es muy impresionante y añade una dimensión totalmente nueva a la vida mental. Ni más ni menos de lo que había antes, sino un nuevo eje del todo diferente. Es el sueño de la lucidez exacerbada, en el que el soñante sabe que está soñando y puede ejercer un control total o parcial sobre aquello que constituye la trama onírica. Cuando se transforma en un portal para la acción onírica voluntaria, el sueño se convierte en un espacio privilegiado para aprender, formarse, amar, viajar y contemplar. También deviene un espacio
propicio para encontrar las criaturas de la mente e interactuar con ellas: parientes, amigos, antepasados, entidades, dioses y Dios mismo. En vertientes del cristianismo de la Nueva Era, se cree que los principales fenómenos de la gnosis cristiana pueden realizarse en el espacio del sueño lúcido, dando a los practicantes un camino concreto para alcanzar elevados estados místicos descritos como «ver la luz». [35] Aunque normalmente el sueño lúcido se desarrolla a partir de un estado onírico no lúcido, relatos tradicionales y contemporáneos indican que también es posible alcanzar la lucidez onírica a partir de la vigilia. Reconocido por Aristóteles, Galeno y san Agustín, el sueño autoconsciente fue objeto de un voluminoso tratado filosófico del marqués Léon d’Hervey de Saint-Denys (1822-1892) titulado Les rêves et les moyens de les diriger. [36] Inspirado por las ideas del marqués, por el término rêve lucide («sueño lúcido», en francés) y por sus propias experiencias, el psiquiatra holandés Frederik van Eeden (18601932) se refirió al fenómeno de manera científica en 1913: Solo puedo decir que hice mis observaciones durante un sueño normal y profundo y que, en 352 casos, recordé por completo mi vida diaria, y que podía actuar de forma voluntaria, aunque estaba tan dormido que ninguna sensación corporal penetró mi percepción. Si alguien se niega a llamar «sueño» a este estado mental, puede sugerir algún otro nombre. Por mi parte, era solo un tipo de sueño, que yo llamo «sueño lúcido». [37]
Aunque contundente, el relato de Van Eeden no convenció a mucha gente. Si el estudio de los sueños corrientes ya es endeble por la dependencia del relato de terceras personas, ¿cómo tomar en serio un supersueño en el que el soñante afirma tener plena conciencia de sí mismo? Durante décadas, los incrédulos del sueño lúcido difundieron la interpretación de que se trataba en realidad de un estado de vigilia en reposo, en el que el cuerpo permanecía inmóvil pero despierto. Solo en los años setenta apareció una respuesta empírica a esta objeción, sentando bases fisiológicas convincentes para el estudio científico del espacio interno establecido por el sueño lúcido. En 1978 el psicólogo inglés Keith Hearne demostró en su tesis doctoral que es posible señalar la entrada en la lucidez a través de los ojos, normalmente activos durante el sueño REM y que son por tanto una «ventana al alma» que sueña. [38] Lo mismo se demostró durante el doctorado del neurocientífico estadounidense Stephen LaBerge, concluido en 1980 en la Universidad de Stanford bajo la dirección de William Dement. [39] En ambos casos los investigadores utilizaron la presencia de
movimientos oculares durante el sueño REM, a pesar de la completa atonía muscular del resto del cuerpo, para esquivar el dogma de que sería imposible señalar la cotingencia de un sueño lúcido sin despertarse de inmediato. Investigando a voluntarios formados para entrar con facilidad en lucidez onírica, los investigadores les pidieron que realizaran movimientos oculares precombinados para informar sobre el comienzo y el final de cada episodio de sueño lúcido. La ausencia concomitante de tono muscular corporal confirmó que se trataba de sueño REM, y no de vigilia. En otras palabras, los voluntarios lograron mover los ojos de manera voluntaria, incluso soñando. Punto para los yoguis. A lo largo de los años ochenta, LaBerge llevó a cabo varios estudios fundamentales para la comprensión de los sueños lúcidos. Mostró que el sueño lúcido es una capacidad voluntaria que puede ser sugestionada de forma verbal, entrenada y estimulada por señales luminosas. También demostró que en este estado es posible controlar de manera voluntaria la respiración y que los sueños lúcidos suelen tener lugar durante periodos del sueño REM regidos por el sistema simpático, generando un «supersueño REM» con un alto metabolismo cardiorrespiratorio y abundantes movimientos oculares. [40] Los hallazgos de LaBerge y Hearne, aunque inicialmente fueron desatendidos, en los últimos veinte años se han confirmado y ampliado. Hoy sabemos que el sueño lúcido es un estado intermedio entre la vigilia y el sueño REM, un estado híbrido en el que la atención se vuelve «hacia dentro» como en el sueño, pero con la conciencia deliberada que caracteriza a la vigilia. Aunque es raro, el sueño lúcido ocurre de forma espontánea al menos una vez en la vida en la mayoría de las personas, sobre todo en mujeres, con una frecuencia decreciente después de la adolescencia. [41] A la mayoría de las personas les gustaría volver a tener un sueño como este, pero casi nadie sabe cómo repetir la experiencia. Recientemente, el psicólogo estadounidense Benjamin Baird se unió a Stephen LaBerge para demostrar que el sueño lúcido puede ser inducido por medio de la galantamina. Esta sustancia, utilizada para mejorar la cognición en pacientes de edad avanzada, aumenta las respuestas neuronales a la acetilcolina, de liberación elevada durante el sueño REM. Es un sueño extremadamente vívido, caracterizado por la concentración, la atención y la toma voluntaria de decisiones. [42]
LOS CORRELATOS NEURALES DEL SUEÑO LÚCIDO Lo que permite al soñante lúcido y bien entrenado adquirir la autoría sobre la trama onírica es el control volitivo de la imaginación, el deseo dirigido que da y revoca órdenes en las acciones y escenas del sueño. Sin temerlas ni dejarse llevar por su propia capacidad de generarlas, el practicante de esta locura controlada logra dominar el vértigo de acceder al inconsciente y puede navegar a voluntad por él. El uso de funciones ejecutivas durante el sueño lúcido nos permite suponer que el córtex prefrontal, en general inactivo en el sueño REM, debe de estar activo durante el sueño lúcido. De acuerdo con esta hipótesis, Allan Hobson y la neurocientífica alemana Ursula Voss demostraron en 2009 que el sueño lúcido va acompañado de una intensificación de las ondas cerebrales rápidas en el córtex prefrontal, en comparación con el sueño REM no lúcido. [43] El neurocientífico alemán Martin Dresler, del Instituto Max Planck de Psiquiatría de Munich, combinando el registro de EEG con mediciones de resonancia magnética funcional, demostró que el sueño REM lúcido, en comparación con el sueño REM no lúcido, presenta una mayor activación en las regiones cerebrales relacionadas con la toma de decisiones y la intencionalidad (córtex prefrontal), la visión (córtex occipital y córnea), la conciencia reflexiva (precúneo), la memoria (córtex temporal) y el espacio (córtex parietal). [44] Los mismos investigadores demostraron que una tarea motora realizada durante un sueño lúcido —abrir y cerrar las manos— provoca una activación robusta en el córtex sensoriomotor normalmente activado por el mismo movimiento cuando se realiza durante la vigilia. [45] Fue la primera visualización de la representación neural de un contenido onírico. Para probar la hipótesis de que un aumento artificial de la activación prefrontal durante el sueño REM puede causar la transición al sueño lúcido, dos equipos diferentes de científicos realizaron experimentos de estimulación del córtex prefrontal durante el sueño REM. En 2013 el lituano Tadas Stumbrys y los alemanes Michael Schredl y Daniel Erlacher demostraron que los relatos de lucidez aumentaban después de la estimulación, pero solo en soñantes lúcidos con experiencia. [46] En 2014, Voss y su equipo mostraron un aumento de la lucidez durante la estimulación transcraneal a altas frecuencias, incluso en personas sin experiencia previa con este tipo de sueño. [47] Aunque todavía se debate cuánta lucidez onírica depende del entrenamiento o de la propensión innata, nadie se anima ya a negar su existencia.
MONJES Y NEUROJEDIS Si el sueño lúcido ya es un hecho bien establecido, ¿qué hay de su supuesta utilidad para ejercitar destrezas relevantes en la vida real? ¿Sería posible recrear en el laboratorio la esencia de los sueños epifánicos de Caballo Loco, en los que «soñó consigo mismo en el mundo real y mostró a los sioux cómo hacer muchas cosas que nunca antes habían hecho»? [48] ¿Sería posible utilizar el sueño lúcido como un espacio virtual para forjar capacidades especiales, como el personaje Neo de la película Matrix , que aprende kung-fu sin miedo a hacerse daño? ¿Pueden los programadores de ordenador escribir código soñando? ¿Es posible entrenar durmiendo? Estas preguntas están lejos de tener respuesta, pero los científicos avanzan en el camino para obtenerlas. Un estudio de 840 atletas alemanes sobre la lucidez onírica mostró que el 57 por ciento experimentaron al menos un sueño lúcido en la vida y que el 24 por ciento eran soñantes lúcidos frecuentes, con al menos un episodio mensual. Lo más interesante es que el 9 por ciento de los atletas capaces de tener sueños lúcidos declararon utilizar este estado para practicar sus facultades deportivas, porque tenían la impresión de que de esta manera mejoraban su rendimiento en la vida real. Los investigadores decidieron seguir la pista proporcionada por los atletas de una manera más prosaica, pero no menos interesante, investigando el entrenamiento onírico de capacidades motoras tan simples como meter monedas en vasos colocados a distancias cada vez mayores o acertar un objetivo con dardos. Los resultados mostraron que el entrenamiento durante el sueño lúcido conduce a un aumento significativo de la precisión en la vida real. [49] También se investigó la relación entre el tiempo percibido en el sueño lúcido y el percibido en la vigilia. Para tareas mentales que no implican movimiento o esfuerzo corporal hay equivalencia entre tiempo soñado y tiempo real, pero en el caso de tareas motoras, como caminar o hacer gimnasia, el tiempo para realizar la tarea soñando es hasta un 40 por ciento mayor que el empleado durante la vigilia. Todavía no se sabe si este aumento de la duración de tareas motoras realizadas dentro del sueño lúcido refleja una eventual lentitud del procesamiento motor durante el sueño REM o la falta de señales musculares capaces de retroalimentar el movimiento soñado. En cualquier caso, y por poco ambiciosas que sean las tareas investigadas hasta el momento, la promesa que hasta ahora se mantiene es la de
contar con un espacio ilimitado para el entrenamiento mental. Un estudio reciente de LaBerge, Baird y el neurocientífico Philip Zimbardo, de la Universidad de Stanford, mostró que los movimientos oculares realizados durante el sueño lúcido se parecen más a los llevados a cabo durante la percepción de ojos abiertos que durante la imaginación visual de ojos cerrados. Cada vez hay más pruebas científicas de que el sueño lúcido es, de hecho, una vigilia hacia dentro. [50]
UNA INVITACIÓN SEDUCTORA Las experiencias más significativas de la vida solo pueden evaluarlas quienes las han vivido directamente. Explicar qué es tener un hijo a quien nunca los ha tenido es una imposibilidad existencial. De la misma manera, es imposible transmitir con palabras la emoción y la aventura de la lucidez onírica. Los sueños lúcidos acostumbran a ser deliciosos porque revelan el vastísimo espacio interno de las representaciones mentales. Son la expresión consciente del inmenso baúl de recuerdos de toda la mente y un lugar donde es posible satisfacer casi cualquier deseo. Si nunca has tenido un sueño así, este es un buen momento para aprender a tenerlo. No existe una metodología única para entrenar el sueño lúcido, pero algunos protocolos pueden ayudar. El primer paso es retomar el sueñario recomendado en el primer capítulo, un gran entrenamiento para recordar y relatar tus sueños. Además, es importante aplicar técnicas capaces de elevar la percepción del estado onírico, como el hábito de preguntarse con frecuencia a lo largo del día: «¿Estoy soñando?». Esta pregunta puede acompañar la visión de un objeto específico, como la propia mano. También facilita el aprendizaje del sueño lúcido un breve periodo de autosugestión antes de dormir, en el que el soñante se mentalice acerca de la experiencia que quiere incubar. Es aún más útil despertarse de madrugada para realizar la autosugestión justo antes de los últimos episodios de sueño REM de la noche. Con el aumento de la comprensión sobre lo que sucede en el cerebro durante el sueño lúcido, es probable que cada vez más personas en el mundo tengan acceso a este poderoso modo de autocontrol. Para alcanzar la lucidez pueden ser útiles las máscaras electrónicas vendidas en internet, capaces de señalar con luces y sonidos el inicio del sueño REM y crear así una estimulación externa de baja intensidad que puede facilitar la
transición a la lucidez onírica. Es muy probable que se lancen al mercado estimuladores transcraneales para ayudar a inducir sueños lúcidos incluso en los escépticos más porfiados. ¿Qué hacer una vez dominada la entrada en el sueño lúcido? Casi de todo. Reencontrar a seres queridos, vivir un gran amor, lanzarse a peligrosas aventuras, viajar a los confines del universo imaginado, entrenar maniobras arriesgadas en la vida real y desplegar libremente el deseo sin culpa ni obstáculos. La interpretación del fenómeno de la lucidez onírica depende del punto de vista. Para los místicos, este tipo de sueño es la puerta a la exploración del mundo de los espíritus, un estado que permite desplegar y proyectar el cuerpo astral para emprender viajes a otros planetas y dimensiones. Para los materialistas, el sueño es la clave para navegar por el amplio océano del inconsciente, la colección absolutamente personal de recuerdos adquiridos durante la vida y sus combinaciones. Además de los fascinantes experimentos centrados en las capacidades y limitaciones del soñante lúcido, se avanza de forma pionera en la experimentación sobre la cognición mostrada por los personajes que aparecen durante los sueños lúcidos, aquellos seres mágicos venerados por monjes tibetanos, psicoanalistas junguianos y jefes espirituales xavantes. Estudios de campo y de laboratorio han demostrado que estos personajes son capaces de escribir, dibujar, rimar, pronunciar palabras desconocidas para el soñante e incluso proponer soluciones creativas a enigmas metafóricos, aunque poseen una curiosa fragilidad: tienen grandes dificultades con los problemas de lógica y aritmética. [51] Es como si las criaturas evocadas durante el sueño lúcido estuvieran mentalmente limitadas por la dificultad humana de soñar con letras y números. ¿EN QUÉ DIRECCIÓN EVOLUCIONA EL SUEÑO ? La perspectiva materialista del sueño lúcido actualiza un dilema moral de hace dieciséis siglos. San Agustín eximió a la gente de los pecados cometidos en sueños porque consideraba que no los controlaban los soñantes, sino que eran algo que les pasaba sin más. La posibilidad de actuar con intencionalidad para influir en el curso de la trama onírica pone en jaque este argumento. El sueño lúcido te permite matar a otros personajes y realizar todo tipo de actos repulsivos. Lo que para innumerables tradiciones ancestrales sería una herejía se convierte, en
la mente de hedonistas sin culpa ni responsabilidad, en un parque de atracciones tan amoral como una sesión de videojuegos. Hay varias maneras de banalizar el sueño lúcido. La emulación de personajes específicos solo para hartarse de sexo o, lo que es chocante, para practicar la tortura o cometer asesinatos, ilustra los extremos de este alborozo autoestimulante y cultivado en privado. Navegar por el propio inconsciente como si se tratara de una simulación por ordenador es algo que no aprobarían ni los aborígenes australianos ni los psicoanalistas, porque creen que es importante mantener la integridad de los espíritus o de sus representaciones mentales. Los psicoanalistas acostumbran a ver en el uso hedonista del sueño lúcido una desviación temeraria de la función onírica, ya que la gratificación de la fantasía del control interno en detrimento de la acción en el mundo puede estimular rasgos dañinos de la personalidad. Según esta visión, el sueño lúcido funcionaría como un narcótico, puesto que el sujeto sería recompensado no por logros en el mundo real, sino por sucesos imaginarios. El cumplimiento del deseo sin consecuencias en la realidad sería particularmente perverso, porque desvincularía al deseo de la responsabilidad y ocluiría la válvula de escape de las tensiones normales proporcionada por el inconsciente. Los yoguis y los neurocientíficos tienden a ser más optimistas sobre el potencial benigno del control de los sueños, pero este potencial depende de las elecciones del soñante en el acto de soñar. [52] Si el sueño lúcido es una forma sofisticada de reprogramar deliberadamente el cerebro, sus efectos deben depender de las imágenes y acciones seleccionadas para componer la experiencia. En otras palabras, si el sueño lúcido reverbera recuerdos y regula la expresión génica —como ocurre durante el sueño REM no lúcido—, sus efectos deben ser similares a los de realizar esas acciones en el mundo real. Esta consideración orienta una ética —¿o debería decir una higiene mental?— de la navegación lúcida. También celebra los sueños de diagnóstico y sanación, desde el culto a Asclepio hasta los pewmafes , los intérpretes del sueño mapuches. Existe evidencia preliminar de que los sueños lúcidos pueden debelar pesadillas recurrentes y dolores crónicos. Por otro lado, no se sostiene la sugerencia hecha hace unos años de que los sueños lúcidos pueden tratar la psicosis. La lucidez onírica es psicológicamente segura para las personas no psicóticas, pero en pacientes psicóticos esta práctica puede reforzar los delirios y las alucinaciones al dar a la realidad interna aún más apariencia de realidad. [53]
En palabras de Mariano Sigman: El sueño lúcido es un estado mental apasionante porque combina lo mejor de los dos mundos, la intensidad pictórica y creativa del sueño con el control de la vigilia. Y también es una mina de oro para la ciencia. […] Quizás el sueño lúcido sea un modelo idóneo para estudiar la transición entre la conciencia primaria y la secundaria. Estamos ahora en los primeros esbozos de este fascinante mundo que recién asoma en la historia de la ciencia. [54]
UNA PUERTA AL FUTURO DE LA CONCIENCIA ¿En qué dirección estamos evolucionando? ¿Adónde irá nuestra conciencia? ¿Será el sueño lúcido el embrión de una nueva mente humana? El encuentro con los antepasados, de suma importancia para tantas civilizaciones, no es más que una de las muchas experiencias imposibles que se vuelven posibles en este estado. El movimiento hacia dentro crea espacio para descubrimientos científicos, a través de la intuición perceptiva de cosas que hoy solo tienen expresión matemática, como la posibilidad de que existan muchas dimensiones de la realidad más allá de las cuatro que conocemos. ¿Sería lúcido el vuelo onírico de Giordano Bruno fuera del sistema solar? Si la invasión de la vigilia por el sueño fue crucial para la evolución de nuestra forma de pensar, la evolución de nuestra mente a partir de ahora puede estar vinculada a la capacidad de despertar dentro del sueño, lo que nos permitiría expandir los modos de conciencia conocidos. Más allá de los mecanismos neurales de este despertar que acabamos de comenzar a desentrañar, es imposible negar que este estado representa una frontera muy sorprendente de nuestra vertiginosa evolución cognitiva. En un momento en que la gente depende cada vez más de la virtualidad computacional para almacenar recuerdos y simular ideas, la navegación virtual a través del mundo de los símbolos, la disposición consciente del soñante en su pseudoinfinitud de representaciones recombinadas, señala una renovación de nuestro futuro en carne y hueso. La innovación de la lucidez onírica abrirá nuevos caminos para la creatividad, la invención y el descubrimiento humanos, con posibilidades muy ricas aún por explorar. No podemos decir que seamos los mismos. Aquellos como yo que nacieron antes del advenimiento de internet pueden y deben considerarse cíborgs 1.0, humanos que han aprendido a delegar en máquinas casi todos sus recuerdos y actividades diarias básicas. Nuestros hijos y nietos, cíborgs 2.0, nacieron en el admirable nuevo
mundo en que los ordenadores e internet son tan normales como un guayabo (de hecho, para la mayoría de los niños del mundo, mucho más normal). Esta generación y las siguientes no tendrán ninguna dificultad para aceptar las innovaciones tecnológicas que embarcarán la tecnología de comunicación virtual en el propio cuerpo, en lentes de contacto electrónicas o en nanoimplantes de varios tipos que permitirán acceder a archivos y navegar por la red como si se tratara de telepatía. Pero hay que preguntarse: equipados con tanta tecnología, ¿sabremos sobrevivir a nosotros mismos? Entre los indígenas norteamericanos, el principio de la «séptima generación» postula que toda decisión individual o colectiva debe considerar no solo los efectos en el presente, sino también y especialmente en el futuro, simbolizado por siete generaciones consecutivas. Así descrito, sorprende que no sea un principio universal. Cuando pensamos en las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones hasta donde alcanza la imaginación, podemos simular cadenas de acción y reacción que a menudo revierten las intenciones de la acción original. Este principio subyace en la «Gran Ley de Paz» de la confederación iroquesa (la Constitución oral de sus seis naciones), y en la actualidad sirve de guía para las luchas panindígenas en Estados Unidos, Canadá y México. Si no imaginamos el futuro, corremos el riesgo de comprometerlo de manera irremediable. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) informó en octubre de 2018 de que el planeta se dirige hacia un aumento de la temperatura en superficie entre 3 y 4 ºC para finales del siglo XXI . Podemos esperar grandes oscilaciones climáticas, extremos de calor y frío, grandes tormentas, sequías e inundaciones. La aceleración del incremento del nivel del mar se hace eco del diluvio del Ziusudra sumerio y del Noé hebreo. Según el IPCC, será necesaria una transformación radical de la economía, «a una escala sin precedentes», para evitar el caos climático global. Nos esperan drásticos cambios geopolíticos, ya que la tundra ártica se volverá fértil, mientras que las masas continentales del hemisferio sur, concentradas cerca del ecuador, se desertificarán de manera inexorable. [55] La advertencia de la ONU de que el tiempo para evitar el desastre se está agotando reverbera profundamente entre los cazadores-recolectores de la Amazonia, que en su resistente diversidad todavía representan una de las formas más exitosas de vida de la especie. Se necesitará mucha expansión de conciencia para escapar de la trampa de los símbolos que
hemos inventado, peligrosa mezcla de alta tecnología y bajos instintos. En su libro seminal A queda do céu , el chamán Davi Kopenawa alerta: Los xapiri [espíritus] ya nos están anunciando todo eso, aunque los blancos piensen que son mentiras. Con la imagen de Omama [demiurgo], les repiten lo mismo: «¡Si destruís el bosque, el cielo se romperá de nuevo y caerá al suelo!». Pero los blancos no escuchan. Sin ver las cosas con la yakoana , [*] su ingenio con las máquinas no les permitirá sostener el cielo y consolidar el bosque. Pero no tienen miedo de desaparecer, porque son muchos. Sin embargo, si dejamos de existir en el bosque, ellos nunca podrán vivir en él; nunca podrán ocupar las huellas de nuestras casas y campos abandonados. Ellos también morirán, aplastados por la caída del cielo. No quedará nada. Así es.
La sombría advertencia de la inminente caída del cielo sobre nuestras cabezas se hace eco del miedo atávico a la aniquilación colectiva. Las palabras de Davi Kopenawa también hacen resonar la pesadilla sumeria de Dumuzi, similar a la que debieron de vivir los xavantes al huir a tierras agrestes, los lakotas al vagar por las praderas congeladas a la espera de la turba asesina, los mapuches a cuyas cabezas se había puesto precio en la Patagonia: Cuando soñaba, no dejaba de ver buscadores de metales y piedras preciosas que me atacaban […]. Decían: «¡Tenemos que deshacernos de este Davi, que quiere impedirnos trabajar en el bosque! Conoce nuestro idioma y es nuestro enemigo. Estamos hartos de él, ¡se está interponiendo en nuestro camino! Esos yanomamis son sucios y perezosos. ¡Tienen que desaparecer para que podamos buscar oro en paz! ¡Tienes que freírlos a epidemias!» […]. El ejército también estaba en contra nuestra en ese entonces. Quería cortar nuestra tierra en pedazos para dejar entrar a los buscadores de fortuna. Entonces vi las imágenes de espíritus soldados, con sus sombreros de hierro y sus aviones de guerra, tratando de atraparme para encerrarme y maltratarme. Mis espíritus […] descendían en mi sueño para luchar contra los espíritus soldados. Arrancaban sus caminos para llevarlos al pecho del cielo. Entonces, de repente, los cortaba y todos se precipitaban al vacío. [1]
Nada garantiza que el futuro del sueño humano no sea, como probablemente lo fue en su origen, una oscura pesadilla. En medio del caótico Brexit resuena con presciencia la letra de una canción del grupo punk Sex Pistols: «No hay futuro en los sueños de Inglaterra». En tiempos de neodistopía nuclear, con la conmoción que la elección de Trump provocó en un planeta ya bastante intoxicado y enardecido, cada día que amanece es un suspiro de alivio, una renovación de la esperanza como la que el pueblo maya experimentaba a diario el milenio pasado
cuando, en el ocaso, temía que el sol no volviera a salir para interrumpir la noche. Si sobrevivimos al holocausto atómico, es probable que aun así perdamos el sueño, ya que el calentamiento global ha de reducir las horas de sueño nocturno. [57] También causa preocupación el vertiginoso aumento de nuestra capacidad de comunicación virtual, que agota el tiempo para mantener interacciones reales y nos enreda en el relativismo absoluto de las opiniones. Mediciones de la repercusión de rumores en Twitter entre 2006 y 2017 muestran que las publicaciones más difundidas son precisamente las más falaces. Los robots en versión algoritmo, «almas sin cuerpo» en plena actividad, ya ganan elecciones con plataformas extremistas en Estados Unidos, Gran Bretaña y Brasil, a través de la promoción masiva y automática de falsos memes que infectan a las personas hasta que creen que son ellas mismas las que han tejido esas narrativas mendaces. Debido al exceso de información y a la falta de criterio, corremos el riesgo de perder la confianza en el conocimiento acumulado y experimentar una nueva torre de Babel, un cacareo de voces disonantes sin ninguna posibilidad de armonización. Es natural que el mono se lastime con los nuevos juguetes que inventa. Los monos adolescentes disparan falsas alarmas todo el tiempo y son ignorados. Hablar con miles de personas al mismo tiempo es un poder incalculable que aún no hemos aprendido a utilizar de forma correcta. Para evitar que nuestro trinquete cultural avance sin control hacia el colapso global, necesitamos ampliar nuestra perspectiva. Tenemos que recuperar con urgencia la capacidad de imaginar las peores consecuencias de nuestros hábitos más arraigados. La ciencia de los biólogos, químicos y físicos debe caminar de la mano con la sabiduría de los chamanes y yoguis, nunca contra ella. En su amplitud, el sueño lúcido tiene el potencial de ser el espacio mental que nos permita imaginar soluciones a los problemas más desafiantes, desde la destrucción de manantiales hasta la dicotomía entre la mente y el cerebro, desde la epidemia de suicidios hasta la acelerada deforestación de los bosques que quedan, desde la desigualdad extrema hasta la corrupción generalizada, desde el vicio más destructivo de todos —el dinero— hasta la acumulación de microplásticos, desde la hecatombe de la cría y matanza cruel de animales hasta el fin de casi todos los trabajos, muy pronto, cuando los robots consumen su llegada triunfal. Por último, si evitamos el cataclismo, tal vez sea precisamente en el campo de la imaginación activa, en pleno sueño lúcido, donde encontremos el lugar mental apropiado para plantear la pregunta más
importante de todas: ¿por qué existe la realidad? ¿Estamos viviendo en un sueño, una simulación? De lo que sucedió antes del Big Bang, el Papa sabe tanto como el mejor astrofísico, nada. Algunos insisten en decir que esta pregunta ni siquiera tiene sentido, porque antes del Big Bang no existiría el tiempo. ¿Cómo es que todo esto salió de la nada? Nacemos, vivimos y morimos en absoluta perplejidad metafísica, porque simplemente no tenemos respuestas. Probablemente, casi con seguridad, nunca las tendremos, pero tal vez, solo tal vez… Es posible que la comprensión de un fenómeno tan misterioso y arbitrario como la existencia misma del espacio-tiempo y de los objetos del universo requiera, además de viajes intergalácticos, un viaje interior mucho más profundo. Mirar hacia dentro, en valiente abducción, hacia el vertiginoso abismo de la conciencia, tal vez sea tan revelador como mirar hacia fuera a través de las lentes de los microscopios y telescopios. En el futuro, soñar será cada vez más un destello.
Epílogo La pesadilla recurrente con las brujas en el campo de concentración desapareció, y la vida continuó. Pasé a soñar con mi padre de vez en cuando. A lo largo de las décadas, esos sueños han explorado muchas posibilidades de retorno: un cuerpo muerto que anda, un hombre sano renacido o simplemente un tránsfuga que se fue a vivir a otro lugar. Desde que tuvimos a Ernesto, no he vuelto a soñar con él. Nuestro segundo hijo lleva su nombre. Estuvo vivo en mí todo este tiempo, criatura de mi mente. Y ahora también mi madre vive ahí. No he soñado con ella… todavía. Algún día o alguna noche espero tener un sueño completo con los dos, reencontrar en el reino de Aruanda lo que mejor guardé y lo que pasaré adelante, en nombre de la séptima generación después de nosotros. Allí donde él bucea como Cousteau junto al tiburón gigante y corre por las praderas de Alcheringa como Caballo Loco a lomos de un tigre de Bengala. Allí donde ella lee de verdad todos los libros de la biblioteca de Babel de mi cabeza, guardados a distancia por los lanceros de la reina Ginga que se perfilan en el horizonte, protegidos por los guerreros de Apoena que llevan los troncos de los buritíes de los ancestros a través del futuro sin fin, explorando libremente los océanos, campos y montañas que esculpí a lo largo de la infancia jugando en el suelo, en el árbol, en el mar y en la imaginación, en libros, discos y cómics, en la televisión, en el cine y en internet, viajando intensamente por los senderos interiores mucho antes de intentar explorar el enorme mundo que hay ahí fuera. Buena casa en la que vivir, hecha de experiencias luminosas, refugio de toda la familia para el devenir que nos permitirá seguir adelante. Hogar de mí mismo donde caben los yanomamis y los lakotas, los alienígenas y las almas, los robots y las mentes artificiales, lo que llegará y no tardará. Imagine all the people dentro de tu cabeza. La fauna de personajes y tramas. El zoológico de la mente. Vendrá.
Notas
1. ¿POR QUÉ SOÑAMOS ? [1] J. K. Boehnlein, J. D. Kinzie, R. Ben y J. Fleck, «One-Year
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de Pilar Gómez Bedate, Muchnik Editores, Barcelona, 1997 (1.ª ed., 1988), pp. 210-211.] [3] D. Goldman, «Investing in the Growing Sleep-Health Economy», McKinsey & Company, 2017. [4] W. Shakespeare, A tempestade , trad. de Rafael Rafaelli, UFSC, Florianópolis, 2014. [Hay trad. cast.: La tempestad , trad. de Luis Astrana Marín, Alianza, Madrid, 2016.] [5] P. Calderón de la Barca, Life Is a Dream , ed. bilingüe, trad. de S. Appelbaum, Dover, Nueva York, 2002. [Ed. original, entre otras: La vida es sueño , Alianza, Madrid, 2012.] [6] B. R. Foster, «Kings of Assyria and Their Times», en Before the Muses. An Anthology of Akkadian Literature , Bethesda (MD), CDL Press, 2005, p. 308. [7] S. B. Brasil, «Genesis», en Antigo Testamento , vol. 10, Edições Vida Nova, São Paulo, Sociedade Bíblica do Brasil, 2003. [8] P. Clayton, Chronicle of the Pharaohs , Thames & Hudson, Londres, 1994. [9] A. F. Herold y P. C. Blum, The Life of Buddha According to the Legends of Ancient India , A. & C. Boni, Nueva York, 1927. [10] P. R. Goldin, A Concise Companion to Confucius , Blackwell Companions to Philosophy, Wiley, Hoboken, 2017; M. Choi, Death Rituals and Politics in Northern Song China , Oxford University Press, Oxford, 2017. [11] Artemidorus [Artemidoro], Artemidorus’ «Oneiroi critica». Text, Translation, and Commentary , ed. de D. E. Harris-McCoy, Oxford University Press, Oxford, 2012. [12] Macrobius [Macrobio], Commentary on the «Dream of Scipio» , trad. de William Harris Stahl, Columbia University Press, Nueva York, 1990. [Hay trad. cast.: Comentarios al «Sueño de Escipión» , trad. de Jordi Raventós, Siruela, Madrid, 2005.] [13] Artemidorus [Artemidoro], Artemidorus’ «Oneiroi critica» . [14] Ibid. [15] Ibid. [16] Macrobius [Macrobio], Commentary. [17] J. S. Lincoln, The Dream in Native American and other Primitive Cultures , Dover, Hoboken (NJ), 2003; M. C. Jedrej et al. , Dreaming, Religion and Society in Africa , Brill, Leiden, 1997; R. K. Ong, «The Interpretation of Dreams in Ancient China», tesis doctoral en arte, Universidad de la Columbia Británica, Vancouver, 1981.
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[52] S. LaBerge, «Lucid Dreaming and the Yoga of the Dream State:
A Psychophysiological Perspective», en A. B. Wallace, ed., Buddhism and Science. Breaking New Ground , Columbia University Press, Nueva York, 2003, pp. 233-258. [53] A. L. Zadra y R. O. Pihl, «Lucid Dreaming as a Treatment for Recurrent Nightmares», Psychotherapy and Psychosomatics , n.º 66 (1997), pp. 50-55; M. Zappaterra, L. Jim y S. Pangarkar, «Chronic Pain Resolution after a Lucid Dream: A Case for Neural Plasticity?», Medical Hypotheses , n.º 82 (2014), pp. 286-290; N. B. Mota, A. Resende, S. A. Mota-Rolim, M. Copelli y S. Ribeiro, «Psychosis and the Control of Lucid Dreaming», Frontiers in Psychology , n.º 7 (2016), p. 294. [54] M. Sigman, The Secret Life of the Mind. How Your Brain Thinks, Feels, and Decides , Little, Brown and Company, Boston, 2017, p. 288. [Hay trad. cast.: La vida secreta de la mente. Nuestro cerebro cuando decidimos, sentimos y pensamos , Debate, Barcelona, 2016.] [55] IPCC, «Global Warming of 1,5°C», informe del IPCC, 2018, disponble en ; R. S. Nerem et al. , «ClimateChange-Driven Accelerated Sea-Level Rise Detected in the Altimeter Era», Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA , n.º 115 (2018), pp. 2.022-2.025. [*] Rapé piscodélico hecho de Virola theiodora , planta rica en 5MeO-DMT. [56] Kopenawa y Albert, A queda do céu . [57] N. Obradovich, R. Migliorini, S. C. Mednick y J. H. Fowler, «Nighttime Temperature and Human Sleep Loss in a Changing Climate», Sciences Advances , n.º 3 (2017), p. e1601555.
Agradecimientos Este libro tiene su origen en 1992, cuando Varela y Maturana me sugirieron la idea en la isla de Chiloé. La decisión de investigar los sueños la tomé en 1995, en Nueva York, al comienzo de mi doctorado en la Universidad Rockefeller. Comencé a planificar el texto en sí en 2001, durante el posdoctorado en la Universidad Duke, de Durham. En 2007 prometí a la editorial Globo un libro sobre los sueños, pero no lo escribí y al final me liberaron amablemente del compromiso. Las ideas fueron madurando hasta que, en 2015, la invitación irrecusable de la editorial Companhia das Letras hizo despegar el proyecto. Desde entonces el texto ha tenido innumerables versiones, escritas en Brasil (Natal, Brasilia, Pirenópolis, Río de Janeiro, São Paulo, Cotovelo, Camurutaba, Tamandaré y Taíba), Austria (Salzburgo), Chile (San Pedro de Atacama, Santiago, Antofagasta, Punta Arenas), Argentina (Buenos Aires, El Calafate, Luján), Colombia (Cartagena de Indias), Sicilia (Erice), Francia (París), Estados Unidos (Nueva York, Oakland y Santa Bárbara) y Japón (Kioto y Tsukuba), así como en numerosos aviones y trenes. A lo largo de los años he contado con todo el apoyo que uno puede desear del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande del Norte (UFRN), donde enseño e investigo. Eso incluye a mis estudiantes y colegas. A todas estas personas, lugares e instituciones que me han inspirado y me han ofrecido un plácido cobijo —con o sin silencio—, mi más profunda gratitud. Varias personas contribuyeron directamente a la realización de este libro. La influencia más decisiva provino del excepcional equipo de la editorial Companhia das Letras. Inicialmente conté con la ayuda de Otávio Marques da Costa y Rita Mattar, quienes me ayudaron con generosidad a organizar las ideas. Después pasé a contar con la cuidadosa revisión de Ricardo Teperman, cuyas observaciones y sugerencias mejoraron sustancialmente tanto el texto como la estructura de los capítulos, además de eliminar incoherencias. El libro tuvo entonces el privilegio de ser leído a fondo por Luiz Schwarcz, que me guio con paciencia en la superación del hermetismo biológico y en
la búsqueda de una redacción más fluida. Me nutrí también de las palabras de aliento de Lilia Schwarcz y del sentido estético de ambos. Para terminar con un broche de oro, conté con la cuidada iconografía de Paula Souza y Erica Fujito, así como con la exquisita preparación del texto de Joaquim Toledo Júnior y Lucila Lombardi y la meticulosa revisión de Érico Melo. De principio a fin, fue un placer y un honor trabajar con estos cracks . Además del meticuloso apoyo editorial, pude contar con la lectura atenta y crítica de colegas, amigos y familiares. Ante la imposibilidad de clasificarlos, enumero sus nombres en orden alfabético para expresarles mi más profundo agradecimiento por su tiempo, saber y sensibilidad: Alexandre Pontual, Cecília Hedin-Pereira, Dráulio Barros de Araújo, Luciana de Barros Jaccoud, Fernando Arthur Tollendal Pacheco, Joaci Pereira Furtado, Joshua Martin, Leonardo Costa Braga, Luís Fernando Tófoli, Pedro Roitman, Sergio Arthuro Mota-Rolim, Stevens Rehen y Vera Lúcia Tollendal Gomes Ribeiro. Además, aportaron preciosos relatos de sueño y vigilia, conversaciones, fuentes, dudas y retoques: Amy Loesch, Ana Lúcia Mello, Beatriz Labate, Carolina Damasio dos Santos, Caterina Strambio de Castillia, Celina Roitman, Claudio Maya, Claudio Mello, Constantine Pavlides, Criméia Schmidt de Almeida, Eduardo Barreira Gomes Ribeiro, Edson Sarques Prudente, Ernesto Mota Ribeiro, Fernando Antonio Bezerra Tollendal, Flavio Lobo, Gina Poe, Guilherme Brockington, Guillermo Cecchi, Isaac Roitman, Jan Born, Janaina Pantoja, Jeremy Luban, Julio Tollendal Gomes Ribeiro, Luisa Tollendal Prudente, Luiz Fernando Gouvêa Labouriau, Marco Marcondes de Moura, Mariano Sigman, Mário Lisbôa Theodoro, Mauro Copelli, Mireya Suárez, Natália Bezerra Mota, Paulo Câmara, Pedro Barreira Gomes Ribeiro, Robert Stickgold, Roy Crist, Ronaldo Santos, Samuel Telles dos Santos, Sérgio Barreira Gomes Ribeiro, Sergio Mota Ribeiro y Silvio de Albuquerque Mota. De manera más difusa pero no menos influyente, este libro se ha nutrido de las palabras, gestos, ejemplos y contraejemplos intercambiados con Adalgisa Maria Vieira do Rosário, Adrián Ocampo, Adriana de Barros Jaccoud, Adriana Ragoni, Adriano Tort, Akaline Araújo, Albert Libchaber, Aldo Paviani, Alejandra Carboni, Alejandro Maiche, Alessandra Oberling, Alex Filadelfo, Alexander Henny, Alexandra Dimitri, Alexei Suárez Soares, Alice Mallet, Alírio Barreira, Allan Kardec de Barros, Alvamar Medeiros, Álvaro Cabaña, Álvaro Ferraz, Álvaro Monteiro, Alyane Almeida de Araújo, Amanda Feilding,
Amy Loesch, Ana Beatriz Presgrave, Ana Claudia Ferrari, Ana Cláudia Silva, Ana Elvira Oliveira, Ana Lucia Amaral, Ana Maria Bonetti, Ana Maria Olivera Fuentes, Ana Palmeira, Ana Palmira, Ana Paola Amaral, Ana Paola Ottoni, Ana Raquel Torres, Ana Sofia Mello, André Luiz Lacé Lopes, André Maya, André Pantoja, André Sant’anna, Andréa Araújo, Andréa Deslandes, Andrea Galassi, Andrea Goldin, Andrea Moro, Andrea Wolfe, Andrei Suárez Soares, Andrei Queiroz, Andrew Meltzoff, Ângela Maria Paiva Cruz, Angela Naschold, Angelita Araújo, Anibal Vivacqua, Aniruddha Das, Ann Kristina Hedin, Annie da Costa Souza, Antonio Battro, Antônio Celso Rodrigues, Antonio Fortes, Antônio Galves, Antonio Lopes de Alencar Junior, Antonio Pereira, Antonio Prata, Antonio Roberto Guerreiro Júnior, Antonio Roque da Silva, Antonio Sebben, Antonio Teixeira, Aparecida Vilaça, Ariadne Paixão, Armando Santos, Armenio Aguiar, Arthur Johnson, Arthur Omar, Artur França, Artur Jaccoud Theodoro, Artur Tollendal, Arturo Alvarez-Buylla, Arturo Zychlinsky, Ary Pararraios, Asif Ghazanfar, Augusto Buchweitz, Augusto Schrank, Áureo Miranda, Ava LaVonne Vinesett, Bárbara Mendes, Beatrice Crist, Beatriz Labate, Beatriz Longo, Beatriz Stransky, Beatriz Vargas, Benilton Bezerra, Benjamín Álvarez-Borda, Belinha, Beto Almeida, Bira Almeida, Bonfim Abrahão Tobias, Bori, Bradley Simmons, Brian Anderson, Bruna Koike, Bruno Caramelli, Bruno Gomes, Bruno Lobão, Bruno Torturra, Bryan Souza, Caio Mota Marinho, Cajal@babel, Carl Ebers, Carlos Alberto Guedes Corá, Carlos Eduardo da Silva Pereira, Carlos Fausto, Carlos Medeiros, Carlos Morel, Carlos Roberto Jamil Cury, Carlos Schwartz, Caroline Ang, Caroline Barreto, Cássio Yumatã Braz, Catia Pereira, Cecilia Inés Calero, Ceiça Almeida, Célia Maria Costa Braga, Celio Chaves, Celso Furtado, Cesar Ades, Cesar Renno-Costa, Charbel El-Hani, Charles Gilbert, Christian Dunker, Christiane Barros, Christiane Brasileiro do Valle, Cícero Alves do Nascimento, Cilene Vieira, Cintia Barros, Claire Landmann, Clancy Cavnar, Clara Suassuna, Clarissa Maya, Claudia Domingues Vargas, Claudia Masini d’Avila-Levy, Claudia Tollendal, Claudine Veronezi Ferrão, Cláudio Almeida, Claudio Angelo, Cláudio Bellini, Claudio Cabezas, Claudio Daniel-Ribeiro, Claudio Maya, Cláudio Queiroz, Cláudio Serfaty, Claudio Tollendal, Clausius Lima, Clecio Dias, Constance Scharff, Cristiana Schettini, Cristiano Maronna, Cristiano Porfírio, Cristiano Simões, Cristine Barreto, Cristoph Glock, D’Alembert de Barros Jaccoud, Daiane Ferreira Golbert, Dalva Alencar, Dalva Gomes Ribeiro, Damien Gervasoni, Daniel Brandão, Daniel Gomes de Almeida Filho, Daniel Herrera, Daniel Martim-de-Souza,
Daniel Shulz, Daniel Takahashi, Daniela Uziel, Danilo Silva, Dante Chialvo, Dario Zamboni, Dartiu Xavier, David Bryson, David Klahr, David Vicario, Débora Koshiyama, Denis Russo Burgierman, Derek Lomas, Desider Kremling Gomez, Desmond Dorsett, Diana Bezerra, Diego Fernandez-Slezak, Diego Golombek, Diego Laplagne, Diego Mauricio Canencio, Dilene Almeida, Dimitri Daldegan, Diva Rodrigues da Silva Pereira, Donald Katz, Dora Ventura, doctor Maurício, Dráulio Barros de Araújo, Durval Mazzei, Edgar Morya, Edgard Altszyler, Edileuza Rufino de Melo, Edilson Silva, Edsart Besier, Edu Martins, Eduarda Alves Ribeiro, Eduardo Bouth Sequerra, Eduardo Faveret, Eduardo Martins Venticinque, Eduardo Schenberg, Edward de Robertis, Edward MacRae, Ehud Kaplan, Elena Pasquinelli, Eli Guimarães, Eliane Volchan, Elida Ojopi, Elisa Dias, Elisa Elsie, Elisabeth Ferroni, Elisaldo Carlini, Elisangela Xavier Sousa, Eliza Nobre, Elizabeth Spelke, Ellen Werther, Ellie Walter, Elta Dourado, Emilio Nabas Figueiredo, Enide Riedel, Ennio Candotti, Enzo Tagliazucchi, Erich Jarvis, Erico dos Santos Júnior, Erivan Melo, Ernesto Soares, Estrela Santos, Fabian Borghetti, Fabiana Alvarenga, Fabio Presgrave, Fabricio Pamplona, Facundo Carrillo, Felipe Cini, Felipe Farias, Felipe Pegado, Fernanda Camargo, Fernanda Tovar-Moll, Fernando Louzada, Fernando Mendes, Fernando Mineiro, Fernando Moraes, Fernando Nottebohm, Fernando Tollendal Pacheco, Fidélis Guimarães, Fiona Doetsch, Flávia Ribeiro, Flávia Soares, Flavia Vivacqua, Flávio Torres, Francis Clifton, Francisco Alves, Francisco Inácio Bastos, Frank Wall, Frederico Horie, Frederico Prudente, Gabriel Crist, Gabriel Elias, Gabriel Lacombe, Gabriel Marini, Gabriel Mindlin, Gabriel Silva, Gabriel Soares, Gabriel Vidiella Salaberry, Gabriela Costa Braga, Gabriela Mamede Roitman, Gabriela Moncau, Gabriela Simabucuru, Gabriela Tunes, Gaetano Luban, Gandhi Viswanathan, George Nascimento, Ghislaine DehaeneLambertz, Gildo Lemos Couto, Giles Harrison-Conwill, Gilson Dantas, Glacia Marillac, Glaucia Leal, Gláucio Ary Dillon Soares, Glaucione Gomes de Barros, Glauco Barros, Glenis Clarke, Glória Accioly, Grace Moraes, Grace Santana, Gregorio Duvivier, Guadalupe Marcondes, Guilherme Brockington, Guilherme Coelho, Guillermo Cecchi, Gustavo de Oliveira Castro, Gustavo Oliveira Corá, Gustavo Stolovitzky, Hallison Kauan, Harumi Visconti, Heather Jennings, Helena Bonciani Nader, Helena Borges, Helena Rodrigues, Hélio Barreira, Helio Rola, Henrique Carneiro, Henrique Pacheco, Hernando Santamaría García, Herton Escobar, Hindiael Belchior, Hiroshi Asanuma, Hynek Wichterle, Ichiro Takahashi, Iduna Lobo de Alvarenga, Ignacio Sánchez Gendriz,
Ildeu de Castro Moreira, Ilona Szabó, Irani Martins Dantas, Íris Roitman, Isabel Prudente, Isabelle Cabral, Ismael Pereira, Ivan de Araújo, Ivan Izquierdo, Ivana Bentes, Izabel Hazin, Jacobo Sitt, Jacques Mehler, Jáder Marinho-Filho, Jaime Cirne, James Hudspeth, James Shaffery, Jan Nora Hokoç, Janaina Weissheimer, Jaques Andrade, Jean Faber, Jeferson de Souza Cavalcante, Jeffrey Hirsch-Pasek, Jeny Veitsmann, Jerome Baron, Jessica Payne, Joana Prudente, João Alchieri, João Bosco Alves da Silva, João Emanuel Evangelista, João Felipe Souza Pegado, João Fontes, João Franca, João Maria Figueiredo da Silva, João Oliveira dos Santos, João Paulo Costa Braga, João Queiroz, João Ricardo Lacerda de Menezes, João Telésforo, John Bruer, John Fontenele Araújo, Jonathan Winson, Joost Heeroma, Jordi Riba, Jorge Macarrão, Jorge Martínez Cotrina, Jorge Medina, Jorge Moll, Jorge Muñoz, Jorge Quillfeldt, José Accioly, José Ballestrini, José Carmena, José Daniel Diniz Melo, José de Paiva Rebouças, José Eduardo Agualusa, José França, José Geraldo de Sousa Júnior, José Henrique Targino, José Ivonildo do Rego, José Luis Reyes, José Luiz Ramos, José Morais, José Pliego, Joselo Zambelli, Joshua White Carlstrom, Josione Batista, Josy Pontes, Joyse Medeiros, Juan Manuel Rico, Juan Valle Lisboa, Julia Otero Santos, Julia Todorov, Juliana Barreto, Juliana Guerra, Juliana Pimenta, Juliana Rossi, Julien Calais, Julija Filipovska, Julio Delmanto, Julio Gomes Ribeiro, Julita Lemgruber, Jurandir Accioly, Justin Halberda, Kafui Dzirasa, Karen Gomes Shiratori, Karin Moreira, Karla Rocha, Katarina Leão, Katherine Hirsch-Pasek, Katie Almondes, Kerstin Schmidt, Koichi Sameshima, Larissa Queiroz, Laura Greenhalgh, Laura Oliveira, Laurent Dardenne, Lauro Morhy, Leilane Assunção, Lena Palaniyappan, Leni Almeida, Leo Mamede Roitman, Leonardo Mota, Leopoldo Petreanu, Letícia Tollendal Barros, Lia Luz, Lili Bruer, Linda Wilbrecht, Loreny Gimenes Giugliano, Lotus Lobo de Alvarenga, Luana Malheiros, Lucas Centeno Cecchi, Lúcia Barreira Accioly, Lúcia Santaella, Luciana Boiteux, Luciana Zaffalon, Luciano Roitman, Luciano Ribeiro Pinto Júnior, Lucile Maria Floeter Winter, Ludmila Queiroz, Luís Carlos Lisbôa Theodoro, Luis Fernando Verissimo, Luís Otávio Teles Assumpção, Luiz Alberto Simas, Luiz Carlos Silveira, Luiz Grande, Luiz Paulo Ferreira Nogueról, Luziania Medeiros, Mailce Mota, Maite Greguol, Malu Vianna, Manoel dos Reis Machado, Manuel Carreiras, Manuel Muñoz, Manuel Schabus, Marcela Peña, Marcello Dantas, Marcelo Almeida, Marcelo Tollendal Alvarenga, Marcello Barcinsky, Marcelo Bizerril, Marcelo Falchi, Marcelo Gonçalves Lima, Marcelo Lasneaux, Marcelo Leite, Marcelo
Magnasco, Marcelo Roitman, Marcelo Spock, Márcio Flávio Moraes Dutra, Marco Antonio Raupp, Marco Freire, Marco Marcondes de Moura, Marcos Antonio Gomes de Carvalho, Marcos Frank, Marcos Romualdo Costa, Marcos Serra Xavier, Marcos Trevisan, Marcus Vinicius Goulart Gonzaga, Maria Angelica Comis, Maria Augusta Mota, Maria Bernardete Cordeiro de Sousa, Maria Brígida de Miranda, Maria Ceiça da Silva, Maria Cerise do Amaral, Maria Cristina Dal Pian, Maria Digessila Dantas Beserra, Maria do Carmo Miranda, Maria Elizabeth Mori, Maria Emilia Yamamoto, Maria Helena Bezerra, Maria Helena da Silva Oliveira, Maria José da Silva, Maria Léa Salgado Labouriau, Maria Luban, Maria Rita Kehl, Maria Sílvia Rossi, Maria Sonia de Oliveira Morais, Mariana Madeira, Mariana Medeiros, Mariana Muniz, Mariana Alves Ribeiro, Marilene Vainstein, Marília Barreira, Marília Zaluar Guimarães, Marilia Marini, Mariluce Moura, Marina Antongiovanni da Fonseca, Marina Farias, Marina Jaccoud Theodoro, Marina Nespor, Marina Ribeiro, Marina Pádua Reis, Mário Fiorani, Marisa Mamede, Marisa von Bullow, Marise Reis de Freitas, Marise Tollendal Alvarenga, Mark A. McDaniel, Marlene Queiroz, Marta Nehering, Martha Barreira, Martín Cammarota, Martín Correa, Martin Hilbert, Martin Hopenhayn, Matías López, Matteo Luban, Matthew Walker, Mauá, Mauricio Dantas, Maurício Fiore, Maurício Guimarães, Mauro Copelli, Mauro Pires Salgado Moraes, Mauro Refosco, Mércia Greguol, Mércio Gomes, Mia Couto, Michael Lavine, Michael Posner, Michael Wiest, Michel Laub, Michel Rabinovitch, Miguel Angelo Laporta Nicolelis, Milon Barros, Mitchel Nathan, Mizziara de Paiva, Moa do Catendê, Mohammad Torabi-Nami, Monique Floer, Mrs. Taylor, Nair Bicalho, Naomar Almeida, Natal Tollendal Pacheco, Natalia Bonavides, Nathalia Lemos, Nathália Oliveira, Nelson Lemos, Nelson Vaz, Nestor Capoeira, Neuza Barreira, Nivaldo Antonio Portela de Vasconcelos, Nivanio Bezerra, Norma Santinoni Veras, Nuno Sousa, Ofer Tchernichovski, Olavo Amaral, Onildo Marini Filho, Orlando Bueno, Orlando Jiménez, Osame Kinouchi, Otávio Velho, Otom Anselmo de Oliveira, Pablo Fuentealba, Pablo Meyer Rojas, Pablo Torterolo, Patricia Bado, Patricia Kuhl, Patricia Schaeffer, Patricia Tollendal Pacheco, Patrick Cocquerel, Paula Marcela Herrera Gómez, Paula Tiba, Paulo Abrantes, Paulo Amarante, Paulo Cesar Silva Souza, Paulo Fontes, Paulo Lima, Paulo Mello, Paulo Roberto Petersen Hoffman, Paulo Saraiva, Pearl Hutchins, Pedro Bekinschtein, Pedro Bial, Pedro Celestino, Pedro Maldonado, Pedro Melo, Pedro Petrovitch Maia, Pedro Roitman, Pelicano Vilas Bôas,
Perla González, Petterson Silva, Philippe Peigneux, Philippe Rousselot, Pierre Herve-Luppi, Pierre Pica, Pietra Rossi, Porangui, Priscila Matos, Queijo Formággio, Rafael Linden, Rafael Scott, Raimundo Alvarenga, Raimundo Furtado, Raíssa Ebert, Raquel Nunes, Raphael Bender, Raúl Santiago, Rebeca Lererer, Rebeka Nogueira da Silva, Regina Helena Silva, Reginaldo Freitas, Régine Kolinsky, Reinaldo Lopes, Reinaldo Moraes, Renata Santinoni Veras, Renata Veras, Renato de Mendonca Lopes, Renato Filev, Renato Lopes, Renato Malcher Lopes, Renato Rozental, Renzo Torrecuso, Ricardina Almeida, Ricardo Cambeta, Ricardo Chaves, Ricardo Ferreira, Ricardo Gattass, Ricardo Lagreca, Ricardo Lindemann, Ricardo Nemer, Rivane Neuenschwander, Ricardo Paixão, Ricardo Reis, Ricardo Sampaio, Richard Mooney, Richard Vinesett, Richardson Leão, Rick Doblin, Rita Mattar, Robert Desimone, Robert Stickgold, Roberto Cavalcanti, Roberto Etchenique, Roberto Lent, Roberto Viana, Robson Nunes, Rodolfo Llinás, Rodrigo Cavalcanti, Rodrigo McNiven, Rodrigo Neves Romcy Pereira, Rodrigo Portugal, Rodrigo Quiroga, Rogério Lopes de Souza, Rogério Mesquita, Rogério Panizzutti, Rogério Rondon, Ronaldo Bressane, Ronaldo Cérebro, Roque Tadeu Gui, Roseli de Deus Lopes, Rossella Fabbri, Rowan Abbensetts, Rui Costa, Rute Barreira, Rute Oliveira, Rute Pinheiro, S. Rasika, Samuel Goldenberg, Sancho Oliveira Corá, Sandro de Souza, Sara Mednick, Sebastián Lipina, Selma Jerónimo, Sergei Suárez Soares, Sergio Alves Gomes Ribeiro, Sergio Cezar, Sérgio Guerra, Sérgio Mascarenhas, Sergio Neuenschwander, Sérgio Rezende, Sergio Ricardo, Sérgio Ruschi, Shih-Chieh Lin, Sidney Simon, Sidney Strauss, Silene Lima, Silvana Benítez, Silvia Bunge, Silvia Centeno, Silvia Thomé, Silvio de Albuquerque Mota, Simone Leal, Simone Lima, Sofia Roitman Ribeiro, Solange Sato Simões, Sonia Barreira Nunes, Sonoko Ogawa, Stanislas Dehaene, Susan Fitzpatrick, Susan Sara, Sylvia Lima de Sousa Medeiros, Sylvia Pinheiro, Tainá Rossi, Takeshi Miura, Tales Tollendal Alvarenga, Tarciso Velho, Tatiana Ferreira, Tatiana Leite, Tatiana Lima Ferreira, Tersio Greguol, Thiago Cabral, Thiago Centeno Cecchi, Thiago Maya, Thiago Ribeiro, Timothy Gardner, Tomas Ossandon, Torsten Wiesel, Tristán Bekinshtein, Ulisses Riedel, Valdir Pessoa, Valeska Amaral, Valfrânio Queiroz, Valquíria Michalczechen, Valter Fernandes, Vanderlan da Silva Bolzani, Vanja Dakic, Vera Graúna, Vera Santana, Veronica Nunes, Veronica Palma, Vicente Ferreira Pastinha, Victor Albuquerque, Victor Nussenzweig, Victor Leonardi, Victor Tollendal Pacheco, Victoria Andino-Pavlovsky, Vikas Goyal, Vilma Alves Gomes Ribeiro, Vincent Brown, Vinícius
Rosa Cota, Virgínia Alonso, Vítor Lopes dos Santos, Vylneide Lima, Waldenor Cruz, Waldo Vieira, Wandenkolk Manoel de Oliveira, Wanderley de Souza, Wilfredo Blanco, Wilfredo García, William Fishbein, Wilson Savino, Ximene Evangelista, Yara Barreira, Yasha Emerenciano Barros, Yogi Pacheco Filho, Yuri Suárez Soares, Yves Fregnac, Zachary Mainen, Zeca Marcondes y Zuleica Porto. Durante todo el sueño, mi compañera Natália: sine qua non .
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p. 1. Travel Pix/Alamy/Fotoarena. p. 2. Arriba : Alamy/Fotoarena. p. 2. Abajo : mdsharma/Shutterstock. p. 3. TheBiblePeople/Alamy/Fotoarena. p. 4. Adaptado de S. Ribeiro, V. Goyal, C. V. Mello y C. Pavlides, «Brain Gene Expression During REM Sleep Depends on Prior Waking Experience», Learning & Memory , n.º 6 (1999), pp. 500-508. p. 5. Arriba : Alberto Durero (1471-1528), Visión onírica , junio de 1525; acuarela, 300 × 425 mm; Viena, Graphische Sammlung Albertina. Album/ akg-images/Fotoarena. p. 5. Abajo : Marc Chagall (1887-1985), El sueño de Jacob , 1960-1966; óleo sobre tela, 195 × 278 cm; Niza, Musée National Marc Chagall. © Chagall, Marc/autvis, Brasil, 2019. Album/akg-images/Fotoarena. p. 6. Salvador Dalí, Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar , 1944; óleo sobre tela, 51 × 41 cm; Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. © Salvador Dalí, Fundación Gala-Salvador Dalí/autvis, Brasil, 2019. Album/Joseph Martin/Fotoarena. p. 7. Granger/Fotoarena. p. 8. Reproducido de R. Q. Quiroga, «Concept Cells: The Building Blocks of Declarative Memory Functions», Nature Reviews Neuroscience , n.º 13, (2012), pp. 587-597. IMÁGENES INTERCALADAS
Ilustraciones, gráficos e infográficos adaptados por Luiz Iria. p. 46. Arriba : Publicado en The Cave Artists , de Ann Sieveking, Thames and Hudson, Londres, 1979. p. 46. Abajo : Granger, NYC/Alamy/Fotoarena. p. 64. El sueño de la reina Ragnhild (1899), ilustración de Erik Werenskiold.
p. 80. Adaptado de C. G. Diuk et al. , «A Quantitative Philology of Introspection», Frontiers in Integrative Neuroscience , n.º 6 (2012), p. 80. pp. 119, 136 y 153. Adaptado de M. F. Bear et al. , Neuroscience. Exploring the Brain , Lippincott Williams & Wilkins, Filadelfia, 2007. p. 176. Adaptado de E. Hartmann, The Biology of Dreaming , Boston State Hospital monograph series, C. C. Thomas, Boston, 1967. p. 182. Adaptado de N. B. Mota et al. , «Graph Analysis of Dream Reports is Especially Informative about Psychosis», Scienti fic Reports , n.º 4 (2014), p. 3691. Xilografía de Vera Tollendal Ribeiro. p. 208. Adaptado de J. Winson, «The Meaning of Dreams», Scientific American , n.º 263 (1990), pp. 86-96; con permiso de Patricia J. Wynne. p. 211. Adaptado de C. Pavlides y J. Winson, «Influences of Hippocampal Place Cell Firing in the Awake State on The Activity of These Cells During Subsequent Sleep Episodes», Journal of Neuroscience , n.º 9 (1989), pp. 2907-2918. p. 213. Adaptado de M. A. Wilson y B. L. McNaughton, «Reactivation of Hippocampal Ensemble Memories During Sleep», Science , n.º 265 (1994), pp. 676-679 p. 218. Adaptado de J. M. Hyman et al., «Stimulation in Hippocampal Region CA1 in Behaving Rats Yields Long-Term Potentiation when Delivered to the Peak of Theta and Long-Term Depression when Delivered to the Trough», Journal of Neuroscience , n.º 23 (2003), pp. 11.725-11.731. p. 377. Reproducido de T. Horikawa et al., «Neural Decoding of Visual Imagery During Sleep», Science , n.º 340 (2013).
Una fascinante historia de la mente humana a través del hilo conductor del sueño.
A fin de cuentas, ¿qué es un sueño? ¿Por qué soñamos? Y, más interesante aún, ¿para qué soñamos? ¿Cómo podemos extraer sentido de sus variados símbolos, tan llenos de detalles y significados? En este libro amplio y multidisciplinario, el reconocido neurocientífico especialista en sueños Sidarta Ribeiro se basa en conocimientos históricos, antropológicos, psicoanalíticos y literarios, además de en las referencias más actualizadas de la biología molecular, la neurofisiología y la medicina, para responder a estas y muchas otras preguntas sobre uno de los grandes enigmas de la humanidad. Reseña: «El autor aborda una teoría general del sueño que engloba pasado y futuro, y explica la función onírica como una herramienta crucial para sobrevivir al presente.» Correio Braziliense
Sidarta Ribeiro es licenciado en Biología, magíster en Biofísica y doctor en Comportamiento Animal por la Universidad Rockefeller, con estudios posdoctorales en Neurofisiología en la Universidad Duke. Autor de más de cien artículos científicos y cinco libros, es también profesor de neurociencia y vicedirector del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte, Brasil. El oráculo de la noche es su libro más reciente.
Título original: O oráculo da noite: A história e a ciência do sonho Edición en formato digital: enero de 2021 © 2016, Sidarta Ribeiro. Publicado en Brasil por Companhia das Letras, São Paulo © 2021, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U. Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona © 2021, Mercedes Vaquero Granados, por la traducción Diseño de portada: Ruxandra Duru Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org ) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-1800-631-9 Composición digital: La Nueva Edimac, S. L. Facebook: PenguinEbooks Facebook: debatelibros Twitter: @debatelibros Instagram: @debatelibros Youtube: penguinlibros
Índice El oráculo de la noche. Historia y ciencia de los sueños 1. ¿Por qué soñamos? 2. El sueño ancestral 3. De los dioses vivos al psicoanálisis 4. Sueños únicos y sueños típicos 5. Primeras imágenes 6. La evolución del soñar 7. La bioquímica onírica 8. Locura es sueño que se sueña solo 9. Dormir y recordar 10. La reverberación de recuerdos 11. Genes y memes 12. Dormir para crear 13. El sueño REM no es sueño 14. Deseos, emociones y pesadillas 15. El oráculo probabilístico 16. Añoranza y cultura 17. ¿Tiene futuro soñar? 18. Sueño y destino Epílogo Notas Agradecimientos Cuadernillo de imágenes Créditos de las imágenes
Sobre este libro Sobre José Ignacio Carnero Créditos