El mensaje en los medios: A propósito del estudio lingüístico de la prensa regional canaria 9783865278562

Exhaustivo estudio lingüístico, ortológico-ortográfico, morfosintáctico y léxico de los medios de comunicación canarios.

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Spanish; Castilian Pages 206 Year 2004

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Table of contents :
ÍNDICE
PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN
PRÓLOGO
CAPÍTULO I. OBJETIVOS Y PLAN DE LA OBRA
CAPÍTULO II. LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN CANARIOS
CAPÍTULO III. LA LENGUA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
SEGUNDA PARTE: ANÁLISIS LINGÜÍSTICO DE LOS MEDIOS IMPRESOS EN CANARIAS
CAPÍTULO IV. ASPECTOS ORTOLÓGICOS
CAPÍTULO V. ORTOGRAFÍA
CAPÍTULO VI. MORFOSINTAXIS
CAPÍTULO VII. EL LÉXICO
TERCERA PARTE: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LOS ESTUDIOS SOBRE LA LENGUA
CAPÍTULO VIII. LOS MEDIOS Y LOS ESTUDIOS SOBRE LA LENGUA
CAPÍTULO IX. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
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El mensaje en los medios: A propósito del estudio lingüístico de la prensa regional canaria
 9783865278562

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Humberto Hernández

El mensaje en los medios (A propósito del estudio lingüístico de la prensa regional canaria)

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Bibliographic information published by Die Deutsche Bibliothek Die Deutsche Bibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available on the Internet at .

Agradecemos a CajaCanarias la colaboración para la edición de este libro.

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2004 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2004 Wielandstr. 40 – D-60318 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 84-8489-174-7 (Iberoamericana) ISBN 3-86527-170-7 (Vervuert) Depósito Legal: Cubierta: Marcelo Alfaro Impreso en España por The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

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ÍNDICE

PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN Prólogo

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Capítulo 1. Objetivos y plan de la obra 1. Objetivos del estudio 2. Plan de la obra

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Capítulo 2. Los medios de comunicación canarios 1. Breve recorrido histórico 2. Situación actual de la prensa en las Islas

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Capítulo 3. La lengua en los medios de comunicación 1. Características del lenguaje periodístico 2. La responsabilidad lingüística de los periodistas

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SEGUNDA PARTE: ANÁLISIS LINGÜÍSTICO DE LOS MEDIOS IMPRESOS EN CANARIAS Capítulo 4. Aspectos ortológicos 1. Necesidad de una fonética normativa 2. La ortología académica 2.1. La ortología en la Ortografía académica 2.2. La ortología en el Diccionario académico 2.2.1. La información ortológica en los artículos referidos a cada grafía 2.2.2. La información ortológica que se encuentra en otros lugares del Diccionario académico 3. Las orientaciones ortológicas no académicas 3.1. La información ortológica en la lexicografía no académica 3.2. La ortología en manuales de carácter normativo 4. Sobre la pronunciación de ciertos grupos consonánticos 4.1. Los grupos cn-, gn-, mn-, pt- y ps- iniciales de palabra

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4.2. Los grupos consonánticos polifonémicos: -bl-, -br-, -dr-, -tly -pl5. Una o dos normas fonéticas 6. Recomendaciones ortológicas generales. 7. Final Capítulo 5. Ortografía 1. La acentuación 1.1. Las palabras agudas 1.2. Las palabras llanas 1.3. Las palabras esdrújulas 1.4. La acentuación de los adverbios en -mente y otras palabras compuestas 1.4.1. Los adverbios en –mente 1.4.2. Las palabras compuestas 1.4.3. Así mismo y asimismo 1.5. Acentuación de diptongos e hiatos 1.5.1. El grupo vocálico ui 1.5.2. Ausencia de tilde en hiatos del tipo “vocal cerrada + vocal abierta” o “abierta + cerrada” 1.5.3. Hiatos de vocales cerradas iguales 1.5.4. Incorrecta acentuación de los diptongos 1.6. Acentuación de los monosílabos 1.7. Acentuaciones analógicas y otras tildes diacríticas 1.7.1. Los demostrativos 1.7.2. Aún y aun 1.7.3. El adverbio sólo 1.7.4. Interrogativos y exclamativos 1.8. Acentuación de las mayúsculas 2. Confusiones entre grafías 2.1. Confusión entre s y z, c e,i 2.2. Confusión entre y y ll 2.3. La confusión b / v 2.4. Ortografía de la h 2.5. Ortografía de g y j 2.6. La diéresis 2.7. La grafía simple r después de n, l, s 2.8. Otros errores ortográficos 3. Errores que afectan a la estructura de la palabra 3.1. Por qué, porqué, por que y porque

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3.2. Sino y si no 3.3. Conque y con que 3.4. Otras uniones y separaciones indebidas 4. El uso de mayúsculas Capítulo 6. Morfosintaxis 1. El género 2. El número 2.1. Plural de palabras terminadas en consonante 2.2. El plural de ciertos nombres propios 2.3. El plural en abreviaturas y siglas 2.4. El plural de los sustantivos en aposición 2.5. El sustantivo traspié 2.6. Pluralización de adverbios 3. La concordancia 3.1. Discordancias injustificables de número 3.2. Concordancia anómala en las oraciones de relativo 3.3. La concordancia ad sensum 3.4. Errónea concordancia de número con el núcleo del complemento 3.5. La concordancia de número con los pronombres en función de complemento 3.6. Otras discordancias de número 3.7. Discordancias de género 4. Determinativos y adjetivos 4.1. Los determinantes delante de sustantivos femeninos que empiezan por a- (ha-) tónica 4.2. Ordinales y distributivos 4.3. Otros fenómenos relacionados con estas categorías gramaticales 4.4. Uso abusivo de las formas el mismo, la misma y otras con similar función 5. El pronombre 5.1. Ausencia de laísmo y loísmo 5.2. Pronombres redundantes 5.3. Los relativos 6. El adverbio: la combinación más mayor y otros usos anómalos del adverbio 7. El verbo 7.1. La conjugación

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7.1.1. Vulgarismos verbales 7.1.2. El verbo prever 7.1.3. El verbo satisfacer 7.1.4. Los verbos degollar y asolar 7.1.5. Las irregularidades acentuales: adecuar y evacuar 7.2. Transitivaciones 7.3. El infinitivo de generalización o infinitivo introductor 7.4. La impersonalidad 7.4.1. El impersonal haber 7.4.2. Las impersonales con se 7.4.3. Tratarse de 7.4.4. Las discordancias temporales 7.4.4.1. El “presente fotográfico” 7.4.4.2. Pretérito perfecto por pretérito indefinido 7.4.4.3. El condicional de rumor 8. Los regímenes preposicionales y otras cuestiones relacionadas con las preposiciones 8.1. Uso innecesario de la preposición de ante que: el dequeísmo 8.2. Uso innecesario de la preposición de ante locuciones latinas 8.3. Supresión indebida de la preposición de 8.4. Informar que e informar de que 8.5. Advertir que y advertir de que 8.6. La preposición a 8.7. Omisiones de en y con 8.8. De cara a, a nivel (de), en base a y otros usos anómalos de las preposiciones 8.9. La preposición latina versus 9. La reproducción del discurso en la prensa: estilo directo y estilo indirecto 9.1. La reproducción del discurso lingüísticamente anómalo 10. La sintaxis dialectal en los medios canarios Capítulo 7. El léxico 1. Consideraciones generales 2. Algunos neologismos necesarios 3. Otros neologismos 3.1. Neologismos innecesarios creados mediante procedimientos derivativos del español 3.2. Extranjerismos

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Principales incorrecciones 4.1. Impropiedades léxicas 4.2. Otras impropiedades y tendencias Los dialectalismos en los medios de comunicación canarios 5.1. Consideraciones generales 5.2. Algunos dialectalismos en la prensa canaria Principales conclusiones que se deducen de los análisis precedentes 6.1. Sobre los neologismos 6.2. En torno a los dialectalismos

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TERCERA PARTE: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LOS ESTUDIOS SOBRE LA LENGUA Capítulo 8. Los medios y los estudios sobre la lengua 1. Consideraciones previas 2. Los medios de comunicación y la lexicografía 2.1. Los medios como fuente de documentación lexicográfica 2.2. El uso del diccionario entre los profesionales de los medios de comunicación 3. La prensa y la educación idiomática: el artículo de divulgación lingüístico 3.1. Algunas colecciones de artículos de divulgación 3.2. Cuestiones fónicas y morfosintácticas de interés tratadas en los artículos de divulgación 3.2.1. Las formas de tratamiento 3.3. Cuestiones léxicas

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Capítulo 9. Conclusiones 1. Generales 2. Sobre ortología 3. Sobre ortografía 4. Sobre morfosintaxis 5. Sobre léxico

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Bibliografía 1. Bibliografía citada 2. Diccionarios

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Para Sagrario, Marta y Alberto, que con su habitual generosidad han querido convencerme de que el tiempo que les robaba estaba siendo bien empleado en estos menesteres

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[...] la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor G. García Márquez

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P RIMERA PARTE

I NTRODUCCIÓN

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PRÓLOGO RAMÓN TRUJILLO

Aunque no soy partidario de ningún academicismo lingüístico, sí creo que hay que establecer y definir los usos normales del lenguaje en cada lugar1 y entre las personas instruidas, siempre sin fanatismos de ninguna clase. No se puede castigar a un alumno canario porque diga bujero en lugar de agujero, pero sí recordarle que de aquella manera sólo lo dicen las personas que carecen en absoluto de instrucción. Los problemas del establecimiento o fijación de normas no tienen nada que ver con la naturaleza de ninguna lengua, que es siempre un mecanismo creador; no imitador o repetidor. Los normativos son criterios que afectan a lo que ordinariamente se llama “buena educación”, pero que no deben influir en lo que es, en realidad, la creación, la cual altera, modifica y enriquece las prácticas que distinguen unos determinados usos sociales de otros. La idea de norma lingüística tiene más que ver con las preferencias particulares de cada grupo social que con la pura esencia de una lengua y su capacidad creativa. No hay que olvidar que el castellano de hoy es una derivación o corrupción, si se quiere, del castellano medieval, auque no por ello hayamos de volver a las formas antiguas de la lengua, ya muertas para el uso normal de los hablantes actuales. Hay que tener mucho cuidado con los puristas, alarmados siempre ante lo que ellos no saben o no pueden hacer. Hace poco se me acercó en la calle un antiguo –no me atrevo a decir viejo– compañero de mi adolescencia, pensando que yo compartía su horror por estos supuestos enemigos del idioma que introducen novedades: “¡esto está lleno de leístas!”, me espetó preocupado. –¿Cómo? ¿De leístas? –Sí: ¡esos que emplean le en vez de lo! –¿Qué es lo que has oído? –Resbalé el otro día en la calle y se acercó un joven que me dijo: “¿Le ayudo, señor?”. En Canarias decimos lo y no le para el complemento directo: ¿a dónde vamos a parar? Yo traté de explicarle que eso no tiene importancia e, incluso, una cosa evidente: que ese le significaba el distanciamiento propio y característico de una actitud respetuosa…

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Zona, región, país, etc.

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Humberto Hernández

–¡Parece mentira –añadió un tanto desconcertado– que un lingüista diga que se puede decir le donde se debe decir lo, al menos en Canarias! Mi viejo amigo se había tomado en serio eso de que en la norma canaria no se empleara le como complemento directo, sino lo. Naturalmente renuncié a adoctrinarlo y le dije que eso eran tonterías y que, con seguridad, incluso él mismo emplearía alguna vez “le por lo”, sin darse cuenta, claro. Mi amigo se marchó desconcertado, pensando quizá que estábamos, no ya destruyendo el idioma, sino el canario. Estaba el pobre entre los que creen que las novedades (aunque ese uso lingüístico ni siquiera lo sea) dañan el idioma y lo corrompen, tanto en el caso de ese supuesto le por lo, como en el de la imparable invasión de extranjerismos de todo tipo. Yo le dije, al fin, antes de despedirnos, que las lenguas de cultura se caracterizan por la constante adopción de nuevos términos y de nuevos usos y le recordé que el español estaba plagado, desde antiguo, de arabismos y de galicismos. Me miró con asombro y se marchó, pensando seguramente que los lingüistas no somos más que unos simples echacuervos. Porque aquel amigo no defendía ni siquiera lo castellano, sino lo canario, sin darse cuenta de que tanto una cosa como la otra no son más que dialectos de una misma y única lengua que no sólo se habla en Castilla, sino que, además, se habla bien en Andalucía, en Canarias, en Colombia, en Méjico, etc., etc. Y entonces me di cuenta de lo fácil que es organizar una “guerra de dialectos”, creyéndose cada cual que el suyo es el bueno, o, lo que es peor, que el castellano es la lengua y lo demás son dialectos, cuando en realidad no hay más que dialectos; es decir, formas diferentes de hablar y emplear la misma lengua2. En realidad, acusar de dialectal a una persona o a una comunidad lingüística es sólo una manera de descalificarla, como se hace en el mundillo del fútbol, que ha terminado dividiendo a las personas en “los del Madrid”, en “los del Betis”, etc., como si realmente fueran diferentes. Así se confunde comúnmente la racionalidad con las preferencias y los sentimientos de una comunidad, en oposición a otras preferencias y a otros sentimientos, sin percatarse jamás de que sólo se trata de preferencias tribales y no de hechos de razón. La consideración de las variedades no castellanas como dialectos sólo se relaciona con una visión paleta y en absoluto científica de nuestro idioma común y nada tiene que ver con la realidad. Lo característico de estas posturas es que, en ellas, siempre se deja de lado a la razón. Naturalmente, este libro de Humberto Hernández está fuera de esa guerra de dialectos y, si bien trata de las cuestiones prácticas de la norma idiomática, nada

2 El español o castellano es un dialecto del latín; es decir, de otra lengua. También son dialectos todas las variedades del español, incluido el castellano mismo, aunque no se puedan considerar como lenguas diferentes mientras que funcionen o se comporten como variantes de una sola.

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tiene que ver con la manifestación de un “patriotismo lingüístico” que tratara de fijar como modelo idiomático a la variedad clásica de la lengua escrita, olvidando que muchas de las obras básicas del español del siglo XX se han elaborado desde dialectos diversos. Lo que hace Humberto Hernández es plantear los problemas prácticos creados por la diversidad lingüística real, no sólo en la enseñanza, sino también en el uso y la escritura de la lengua en Canarias, partiendo siempre del hecho de que no nos encontramos –ni siquiera en un territorio tan poco extenso– con una norma lingüística única y uniforme. Comienza el profesor Hernández por las cuestiones fonéticas y su relación con la enseñanza de la escritura en el Archipiélago. Una cuestión que constituye un capítulo destacado de su libro. Dedica luego una parte, también importante, a temas de norma gramatical, sobre todo en lo que atañe a los usos morfológicos, y termina ofreciendo una extensa reflexión sobre el léxico. Pero no encontraremos allí abstrusas cuestiones teóricas, sino enfoques prácticos acerca de la enseñanza de la ortografía, de la redacción y del uso del léxico. Creo que lo más importante de este trabajo se halla en este talante pragmático educativo, absolutamente válido tanto para periodistas, como para profesores, alumnos, y público en general. Estamos, pues, ante un libro destinado a los periodistas, o, como ahora se dice, a los “medios”, como corresponde a este activo catedrático de Lengua Española de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Laguna. Y, en ese sentido, insiste larga y documentadamente sobre la cuestión de la norma lingüística canaria y la importancia de los “medios” en su fijación y extensión. Un problema difícil ese de la norma lingüística canaria, sobre todo si queremos hablar de un conjunto de hábitos idiomáticos comunes que, en gran medida, no se presentan casi nunca de una manera uniforme. No existe una unidad absoluta en el plano fónico, ni en los usos gramaticales, ni en el empleo del vocabulario. Citando a Colin Smith, recuerda el profesor Hernández la fuerza que hoy tienen los “medios” en esto de la unificación de las normas, pues “dado el volumen del periodismo diario y semanal, y el hecho de que el periódico está en muchas manos que no abren nunca una novela, la influencia de la prensa es arrolladora”. Una influencia buena –habría que añadir–, en el sentido de que actúa como aglutinante de una comunidad; mala, en el de que reduce la libertad intelectual y destruye la capacidad creativa de los individuos que la forman. En el nivel de la enseñanza, hace ver el profesor Hernández, es importantísima la cuestión de la fonética o, si se quiere, el problema de la falta de correspondencia entre letras y sonidos. (Yo añadiría que peor lo tienen los jóvenes ingleses o franceses, auque esto no parece ser un problema grave en ningún caso.) Pero, afortunadamente, en la ortografía española –que no se confunde con el español– no hay grandes dificultades y con un sencillo adiestramiento básico se alcanza lo que no se consigue tan fácilmente en inglés o en francés. Lo que no se puede

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hacer es tratar de variar las pautas esenciales de realización del sistema fonológico del español: no se le puede enseñar a un niño canario, o colombiano, o peruano a pronunciar la fricativa velar del dialecto castellano, diciendo [xarδín], en lugar de [harδín], ni a pronunciar la palabra zapato en la forma [θapáto], en lugar de [sapáto], ni [más kásas] en lugar de [máh kásah]. Tildar, por otra parte, de dialectales (que, como he dicho, no es, ni puede serlo, una calificación negativa) cosas como [gayína] en lugar del supuestamente “correcto” [gaλína], sería crear dificultades insuperables para los que no pronuncian la lateral palatal. No la he oído en América a hablantes de castellano3 y, si la conozco, es porque en Canarias es normal, particularmente entre la gente campesina. Hay que enseñar el español en cada zona utilizando la variedad local, que no quiere decir vulgar. Porque como recuerda Hernández, citando a M. Alvar, “el buen uso no tiene geografía: es la realidad habitual de gentes cultas cuya pronunciación sería aceptada como buena en cualquier sitio del mundo hispánico”. Hablar bien es saber dar forma lingüística al pensamiento, sea en el dialecto que sea. No pierden grandeza el argentino J. L. Borges o el mejicano Alfonso Reyes por el sonido con que realizaran los fonemas de su español, que son los mismos que los del español de Castilla. Lo que pasa es que el sistema consonántico presentaba alternativas históricas con tendencia a la neutralización entre /θ/ y /s/ y entre /λ/ y /y/, parejas de fonemas cuya oposición entró en crisis con los grandes cambios fonológicos que se señalan para el XVI, aunque, como demuestran los documentos, son muy anteriores. No debe, en fin, enseñarse desde las alturas académicas que el yeísmo es un vulgarismo, porque una afirmación como esa puede dar lugar a cosas como las que he oído ya en programas de radio peninsulares: un locutor decía hace poco [án aljiádo una xóben mwérta] cuando lo que pretendía comunicarnos era “han hallado a una joven muerta”. Está claro que a ese locutor le habían dicho que tenía que pronunciar “bien” la ll y ahí tenemos el resultado de tales instrucciones. Una cosa es que los alumnos pronuncien de maneras diversas, pero inteligibles, los enunciados, y otra, que digan disparates por no acogerse a la norma académica que, de seguir con esos criterios, va a terminar haciendo que el dialecto castellano (y repito, ¡dialecto!) se quede rezagado en el plano inexorable de la evolución natural de las lenguas. ¿No sería tan disparatado como intentar obligar a los españoles a hablar utilizando el sistema fonológico medieval? Pues, de la misma manera que el español medieval dio lugar a las dos normas básicas que señala Humberto Hernández, siguiendo la aguda esquematización de Fernando Lázaro, o la más precisa del mejicano Raúl Ávila, con dos sistemas; uno general seseante, con dos normas internas: a) una con seseo y mantenimiento de –s

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Ni siquiera en Perú, a pesar del quechua.

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implosiva, y b) otra con seseo y aspiración de –s implosiva; y, por otra parte, un sistema distinguidor, aunque minoritario (sólo una parte de la Península Ibérica) que funciona con una sola norma básica: distinción s/θ y mantenimiento de –s implosiva. No cabe duda de que, con estas posibilidades normativas esquemáticas (es decir, más o menos irreales), se pueden entender todos los hispanohablantes para las necesidades mínimas de la comunicación periodística, radiofónica o televisiva. Pero no se puede dejar de reconocer que estos esquemas son sólo esquemas para entenderse; pero no para vivir ni para pensar. Esta importante parte de su libro, la completa Humberto Hernández con una exposición clara y precisa de las normas de la ortología. Tenemos luego la segunda parte del libro, dedicada básicamente a cuestiones de morfología. Aquí, el caos mediático más tiene que ver con la cultura, las lecturas y la formación de los periodistas, que con los hechos físicos o acústicos del lenguaje y con sus interpretaciones. El profesor Hernández comienza advirtiéndonos de algo fundamental: los errores gramaticales son los más importantes, porque atañen realmente al conocimiento del idioma y, a veces incluso, un error gramatical se termina transformando en un hallazgo idiomático o en un simple síntoma de transformación en el sistema de una lengua. Ahí están, por ejemplo, las dudas en el género de los sustantivos, no siempre bien delimitado, o las concordancias que se rigen por nuevas tendencias, de suerte que, por ejemplo, el uso de la forma masculina del artículo para los nombres femeninos que comienzan con a– tónica ha terminado llevando a interpretarlos como si fueran masculinos, que es lo que sucede en el ejemplo “la magia del parapente convierte unos metros en un verdadero ala”, en el que el femenino ala se hace masculino…, o llega a emplearse como tal. ¿Estaremos ante la quiebra de una regla de gramática superficial? ¿No ha sido con frecuencia el error la causa de cambios que el tiempo ha terminado consolidando? Pero, en general, los errores en este terreno de la gramática se deben a una incultura infinita. Son el resultado de carecer de hábitos de lectura y, sobre todo, de desconocer la diferencia portentosa que existe entre lengua escrita y lengua hablada. Son las consecuencias de “escribir en lengua hablada”, porque, como decía Alfonso Reyes, la escritura no se divide sólo en prosa y verso –que era lo que creía el ingenuo monsieur Jourdain–, sino en verso, prosa y coloquio. La prosa y el verso requieren necesariamente una destreza bien adquirida y cuidadosamente estudiada. El “coloquio” es la lengua hablada, pero esa lengua no se escribe ni se puede escribir, sin caer en un divertido –o trágico– cúmulo de disparates. Y esto es lo que pasa con las “anomalías” gramaticales del lenguaje periodístico: que se escribe en coloquio y eso es imposible. La parte más sabrosa de este sabroso libro de Humberto Hernández es la dedicada al léxico; esto es, al vocabulario; a eso que llamamos las palabras. Llama la

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atención, por lo grotesco, eso que podríamos llamar “poetización” de las noticias y esas divertidas y estrafalarias metáforas que resultan de juegos carentes de imaginación y de la más elemental cultura. Como un nuevo Dante, vemos al redactor elevarse a las cumbres de la expresividad y transformar al balón de fútbol en una pura figura geométrica abstracta: ¡el esférico! ¡Una hazaña en la que ningún escritor, por malo que fuese, habría caído jamás! Esa es, particularmente, una mala maña de esos que, cuando se ven obligados a redactar un informe sobre algo de su especialidad, terminan haciendo un largo escrito en estilo elevado, en el que se habla de todo menos de lo que pretendía hablar. No debe extrañar, por ello, el que tanto intelectual sin ideas caiga en cantinflescos discursos, llenos de palabras sonoras y de citas sabias, pero signifying nothing. Lo que llamamos disparates léxicos suelen ser hechos de dos clases: a) vulgarismos debidos a la ignorancia del que escribe o habla (recordemos a Sancho diciendo que él era muy fócil, ante la indignación de don Quijote que corrige ese fócil, por dócil); o b) aciertos instintivos en el terreno de la creación, como vemos en nuestros clásicos más preclaros: aciertos, al fin, porque terminan haciéndose generales. ¿Cómo se explicaría, si no, que de un hipotético *versura, derivado del participio versus, de verrere, terminara derivándose basura, sin una explicación más convincente que la del disparatado fócil de Sancho Panza? Los disparates léxicos son con bastante frecuencia creaciones frustradas que no llegan a arraigar en el uso idiomático más general, aunque puedan estar bien formadas de acuerdo con las reglas y posibilidades de la lengua. El ejemplo de Sancho Panza se repite por doquier, incluso entre grandes especialistas en cuestiones de lenguaje. He visto, sin ir más lejos, la forma *espúreo, en lugar de la “correcta” espurio, en la obra de un notable lingüista español actual, y no una sola vez –lo cual podría tomarse como simple descuido–, sino repetidamente, con su acento y todo. ¿He de pensar por ello que se trata de la escritura de un analfabeto? Es evidente que no. Y lo mismo sucede, entre personas cultas, con las vacilaciones entre adecuo y adecúo: ¿hemos de condenar sin misericordia a personas de gran cultura y de gran experiencia lectora porque elijan la forma “condenada”? Por mi parte, creo que se trata de una cuestión de gustos personales y de finura intelectual: si algún reproche puede hacerse a los neologismos o a las creaciones esporádicas es su falta de integración, tanto fónica, como gramatical o semántica. Snob, por ejemplo, entró en el uso general del español como “esnob”, acercándose, por un lado y en la medida de lo posible, a los usos fonéticos del español, si bien en esta lengua no hay palabras patrimoniales con –b final. Y no sólo se instaló en el español, sino que introdujo un valor semántico que no tienen sus posibles o imaginarios sinónimos. Se deberá, en el futuro, ofrecer una educación estética que permita a todos, con ese instinto natural que poseemos en mayor o menor medida, crear nuevas palabras, como hacían nuestros clásicos y como hacen muchos escritores modernos de nota.

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Prólogo

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Humberto Hernández logra evitar la ñoñez de las normativas lingüísticas que se proclaman auténticas o verdaderas, y se plantea el problema de la enseñanza de los jóvenes de las múltiples naciones, regiones, territorios o provincias que hablan y respetan, ¡todavía!, el español como su lengua natural y propia. La enseñanza de la lengua española o castellana, que de ambas formas puede y suele llamarse, es la única tarea en que podemos opinar los lingüistas en provecho de una sociedad constituida por los pueblos que hablan nuestro mismo idioma, aunque de maneras muy diversas. Y el profesor de lengua no debe de tener otro objetivo que el de enseñar a manejarla como instrumento del pensamiento: hablar bien es pensar o, si se quiere, pensar es hablar bien. Si no hay pensamiento, de nada sirve la corrección lingüística, porque lengua y pensamiento son lo mismo y ese es el único criterio válido, y, curiosamente, la mejor conclusión que puede sacarse de un libro cuya finalidad es enseñar a manejar la forma escrita de la lengua; es decir, a manejarla sin decir tonterías. Lo que no deberemos hacer nunca es intentar limitar los usos del español a los usos de las hablas castellanas, so pena de terminar reduciéndolas, con el tiempo, a simples dialectos arcaizantes del español.

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CAPÍTULO I OBJETIVOS Y PLAN DE LA OBRA

1. Objetivos del estudio En 1985, como uno de los actos preparatorios para la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, se celebró un Congreso de Academias de la Lengua Española para tratar el tema de “El español en los medios de comunicación y ante las nuevas técnicas”. Se presentaron y discutieron casi una treintena de trabajos de autores de todo el ámbito hispánico sobre diferentes aspectos relacionados con el lenguaje periodístico, algunos de carácter general y otros más específicos sobre el español en la prensa de distintos países hispanohablantes. Tres comisiones constituidas ad hoc se encargaron de la redacción de los acuerdos según las áreas tratadas en el Congreso. La primera de ellas se ocupó del lenguaje periodístico e hizo públicas las siguientes conclusiones1: 1. Resulta particularmente importante el análisis de la lengua en los periódicos y revistas, porque se trata de un registro que goza de mayor permanencia que los que corresponden a otros medios de comunicación. 2. Recomendar a las correspondientes instituciones, que el periodista tenga siempre una formación profesional universitaria, que garantice un conocimiento suficiente de la lengua española. 3. Propiciar el acercamiento de las academias con las empresas publicitarias, con el objeto de brindarles el asesoramiento lingüístico que soliciten y que ellos mismos faciliten la difusión de notas que ayuden al fortalecimiento del español. 4. Recomendar, a los Gobiernos, la vigilancia y protección de la lengua española que se usa en los mensajes publicitarios o anuncios. 5. Recomendar la supresión de vocablos y frases en lengua extranjera, en los anuncios publicitarios, que aparecen en la prensa. 6. Hay que dejar muy claro que la lengua de la publicidad y su mundo pragmático respete el fuero e independencia del periodismo y su derecho a la libre

1

Primera reunión de Academias de la Lengua Española sobre el lenguaje y los medios de comunicación (Octubre, 1985), Real Academia Española, Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Madrid, 1987.

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emisión del pensamiento, que por ninguna circunstancia debe ser sacrificado ni, menos aún, violado. 7. Fomentar el uso de la lengua española en aquellos países que sufren presiones de otras naciones, que tratan de imponer su cultura y su lengua. 8. Fomentar, en los diarios, radionoticieros y noticieros de televisión, columnas o secciones de orientación gramatical. 9. Antes de señalar errores o vicios, es necesario que los lingüistas analicen y describan el estado de la lengua en la prensa. 10. Conviene valerse de la ayuda que brinda la informática, con el objeto de acumular y transferir información entre las academias y los académicos. En esa misma reunión, F. Lázaro Carreter sostenía lo siguiente: Es[t]a sociedad es mucho menos literaria que la de antaño; sus modelos lingüísticos no suelen ser, o no lo son tanto, los grandes escritores, multitudinariamente desconocidos, sino la prensa y los programas de radio y televisión. [...] Por tanto, [...] hemos de prestar grandísima atención a esos modelos, si nos importa describir la lengua real.2

Sabemos que se han realizado estudios sobre el español de los medios de comunicación y que, en cierta medida, las propuestas del Congreso de Academias han tenido algunos ecos3. Sin embargo, muchos de estos trabajos son de carácter teórico, otros son reflexiones basadas en la intuición de sus autores y sobre muestras bastante reducidas que, con unos pocos ejemplos, aspiran a reflejar toda la complejidad de la lengua en los medios. Algunos hay, también, más exhaustivos que analizan alguna parcela del lenguaje periodístico. Con este estudio pretendemos contribuir al mejor conocimiento de la lengua española utilizada en los medios de comunicación de las distintas áreas del idioma, convencidos de que indagaciones de este tipo podrían proporcionarnos conclusiones de gran interés y datos suficientes para dibujar un panorama que representaría con gran fidelidad la realidad actual de nuestro idioma, e indicativos del que podría ser su inmediato futuro. Como dice M. Alvar Ezquerra

2 “Los medios de comunicación y la lengua española”, en op. cit., pp. 29-43. La cita procede de la p. 32. 3 Los estudios de la lengua en los medios de comunicación no tienen una gran tradición en el ámbito de la investigación lingüística hispánica. En relación con este hecho dice M. Casado: “El interés de los lingüistas por la lengua de los medios de comunicación ha ido creciendo paulatinamente, aunque con cierto retraso respecto de la trascendencia social que ha adquirido esta variedad diafásica del idioma”. (De “El lenguaje de los medios de comunicación”, en M. Seco y G. Salvador, La lengua española, hoy, Madrid, Fundación Juan March, 1995, pp. 153-164; la cita procede de la página 154).

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Objetivos y plan de la obra

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el lenguaje periodístico escrito es una rica fuente no sólo de ejemplos con los que ilustrar los procesos de formación e incorporación de palabras en la lengua, sino también para tomar el pulso de la vitalidad de ésta, para conocer la capacidad que posee para soportar la llegada de extranjerismos, y su potencialidad creadora, que hacen que siga viva, produciendo novedades a cada instante4.

Nuestro objetivo, pues, es dar respuesta a las conclusiones primera y novena del Congreso de Academias: analizar la lengua en los periódicos y revistas para contribuir a la descripción de la lengua real, ya que los mensajes de la prensa [escrita] constituyen un registro que goza de mayor permanencia que los que corresponden a otros medios de comunicación5.

2. Plan de la obra Este estudio se ha realizado mediante un rastreo sistemático de los periódicos de mayor tirada en el Archipiélago canario6; se empezó en 1994 y se cerró en las últimas semanas de 2002, aunque seguimos registrando muestras que aportaban alguna novedad hasta los primeros meses de 2004. Estimamos que es un número de años suficiente para que las conclusiones fueran fiables y representativas de la realidad analizada. Después de una primera selección de los materiales, excluyendo erratas y fenómenos aislados, quedaron las fichas –varios miles– que registraban desviaciones y anomalías procedentes de los distintos niveles lingüísticos (ortográficas, morfológicas, sintácticas y léxicas). Una segunda fase del trabajo consistió en el agrupamiento de los distintos tipos de fenómenos. El estudio detenido y minucioso de todos ellos se resume en las páginas que siguen. Es posible que el presente estudio hubiera tenido una mayor apariencia de objetividad y rigor si se hubieran realizado análisis estadísticos que expresaran numéricamente el porcentaje de las distintas anomalías, pero entendimos que esa

4 Vid. “Palabras nuevas en los periódicos de hoy”, en A. Álvarez Tejedor (coord.), La lengua española a finales del milenio, Burgos, Caja de Burgos, 1998, pp. 13-44. La cita procede de la página 40. 5 Es posible que el alcance del mensaje impreso sea más restringido que el hablado, “pero es más duradero y actúa sobre una minoría más culta y a la larga más influyente” (vid. M. Seco, “Los periodistas ante el idioma”, en El lenguaje de los medios de comunicación, Zaragoza, Asociación de la prensa de Zaragoza, 1990, pp. 139-165. La cita procede de la página 145). 6 Los diarios canarios que han servido de muestra fueron los siguientes: El Día, Diario de Avisos, La Gaceta de Canarias, La Opinión de Tenerife, La Provincia, Diario de Las Palmas y Canarias 7.

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tarea era tan laboriosa, si es que era posible, como inútil. Nos pareció que, para cumplir con nuestros objetivos, bastaba con comprobar si cada fenómeno se manifestaba como excepcional, si se presentaba de forma más o menos generalizada o si aparecía de manera totalmente generalizada. Estas apreciaciones, nada difíciles de determinar contando con tal cantidad de materiales, nos parecieron suficientes para llegar a una serie de conclusiones: cuál es la situación, qué tendencias se observan y cómo debemos actuar para tratar de mejorarla. Nos planteamos, asimismo, expresar de forma estadística y comparativamente los fenómenos por provincias y por medios. Igualmente renunciamos a estos resúmenes, porque apreciamos, también, que no se producían diferencias significativas entre la calidad de los periódicos por razón de la provincia en que se editaban. Probablemente, hubiera tenido cierto interés exponer cuantitativamente la procedencia de las anomalías detectadas: nosotros sí lo sabemos –de hecho, cualquier lector habitual lo intuye– y en cada ficha aparece la exacta documentación de los fenómenos registrados; mas no era nuestra intención establecer una lista clasificadora de los periódicos insulares atendiendo al mayor o menor cuidado en el uso de la lengua. Por supuesto, no sería justo afirmar que todos son iguales: hay periódicos que muestran una clara preocupación por la expresión lingüística, otros en los que se nota menos cuidado y alguno en el que se observa, a veces, un cierto desprecio hacia las normas que regulan el uso del idioma. En cualquier caso, confiamos en que los unos se sientan aludidos y los otros comprendan que la situación es siempre mejorable, pero todos podrán aprovechar las sugerencias que se deriven de los resultados de este análisis.

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CAPÍTULO II LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN CANARIOS 1

1. Breve recorrido histórico* La mayoría de los investigadores coinciden en reconocer que el periodismo canario nace con la aparición de los periódicos manuscritos de José de Viera y Clavijo, uno de los escritores más fecundos de las letras canarias y el más importante, sin duda, del siglo XVIII insular. El primero de ellos fue el Papel Hebdomadario (1758-1759), con una periodicidad semanal. Pocos años después, y gracias también al entusiasmo de Viera, aparecen El Síndico Personero (1764) y La Gaceta de Daute (1766). Hay quien sostiene que fue El Correo de Canarias el periódico más antiguo de las Islas; en cualquier caso, todos estos periódicos manuscritos surgen en los primeros años de la segunda mitad del siglo XVIII y tienen una vida muy efímera. Es en 1785 cuando se publica en La Laguna el primer periódico impreso en Canarias: el Semanario Misceláneo Enciclopédico Elementar, editado por el 1 Para profundizar en la historia del periodismo canario, vid. las siguientes obras: de R. Acirón Royo, La prensa en Canarias. Apuntes para su historia, Santa Cruz de Tenerife, Servicio de Publicaciones de Cajacanarias, 1986 y Prensa y enseñanza en Canarias. Análisis de contenidos de los primeros periódicos impresos, 1785-1862, Madrid, Universidad Complutense, 1987; de A. Cruz Domínguez, La Provincia: 25.000 días..., Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea y Centro de la Cultura Popular Canaria, 1993; de L. Mafiotte La Roche, Los periodistas de las Islas Canarias. Apuntes para un catálogo, 3 Vols., Madrid, Biblioteca Canaria, 1905; de S. Martín Montenegro, La Literatura en la prensa de Canarias entre 1758 y 1859, 3 Vols., Tesis doctoral inédita, Facultad de Filología, Universidad de La Laguna, 1990; de J. Régulo Pérez, “Los periódicos de la isla de La Palma (1863-1948)”, en Revista de Historia, N.º 84, La Laguna, Universidad de La Laguna, 1948, Vol. XIV, pp. 337-413; de C. Rodríguez Wangüemert, La sección de tribunales en la prensa tinerfeña de la primera mitad del siglo XIX, Santa Cruz de Tenerife, Cabildo de Tenerife, 1997; de A. L. Rojas Friend, Prensa e Ilustración en las Islas Canarias (1750-1810), Madrid, Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, abril, 1992; y de J. A. Yanes Mesa, Leoncio Rodríguez y “La Prensa”: una página del periodismo canario, Santa Cruz de Tenerife, Cabildo de Tenerife, CajaCanarias y Editorial Leoncio Rodríguez, 1995; La encrucijada del periodismo canario, 1898-1936. Entre el “pleito insular”, el compromiso ideológico y la vocación informativa, Santa Cruz de Tenerife, Editorial Benchomo, 1998; e Historia del Periodismo tinerfeño (1758-1936). Una visión periférica de la Historia del Periodismo español, Santa Cruz de Tenerife/Las Palmas de Gran Canaria, Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003. * Este breve pero denso recorrido por la Historia del Periodismo en Canarias se ha realizado con la colaboración del profesor J. A. Yanes Mesa, a quien agradecemos sus valiosas aportaciones.

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militar peninsular Andrés Amat de Tortosa en la única imprenta que, por entonces, había en el Archipiélago, del que aparecerán once números a lo largo de dos años. En 1808 nace el Correo de Tenerife. De 1837 son El Atlante y El Tribuno y, en los años siguientes, aparecen otros periódicos de historia muy breve. Con el crecimiento económico que propicia el establecimiento de los puertos francos en 1852 y la paralela efervescencia del pleito insular a raíz de la promulgación del primer decreto divisionista del Archipiélago, el periodismo canario entra en una fase de expansión: aparecen los primeros periódicos privados ajenos a Tenerife. En 1852 aparece la primera publicación periódica de Las Palmas, El Porvenir de Canarias, del que se editaron noventa y ocho números hasta que dejó de publicarse en 1853. También se publicaron periódicos en algunas islas menores: Crónica de Lanzarote, en 1861 y El Time, en La Palma, en 1863. En 1868, tras la huida de Isabel II, el periodismo canario gozará de mayor libertad de expresión y se beneficiará de una serie de medidas fiscales y legislativas que pretendían estimular su desarrollo. Una serie de hechos político-económicos conformarán el marco idóneo para la aparición de un periodismo fuertemente ideologizado. La Federación de Santa Cruz de Tenerife, El Federal de Las Palmas, La Asociación de La Orotava, y El Clarín de Santa Cruz de La Palma, fueron algunas de las cabeceras que discursearon por entonces en favor de la causa de la República. La estabilidad que introdujo la restauración borbónica en el país tras el sexenio democrático, junto a la ley de imprenta de 1883, consolidaron el naciente rol político de la prensa insular por muchos años. El progresivo desarrollo urbano de los enclaves portuarios, la exportación de plátanos y tomates, la tímida regresión del analfabetismo y el amarre del cable telegráfico Cádiz-Tenerife en 1883, mitigando el secular aislamiento isleño, aliviaron algo las rémoras del contexto insular. Sin embargo, tales mejoras no fueron suficientes para que los periódicos pudieran liberarse de la influencia de las formaciones políticas. La endeble infraestructura financiera del sector, dado que las ventas, cifradas en el mejor de los casos en un millar de ejemplares, generaban el 70% de los ingresos frente a la marginalidad de la publicidad, evidencia la necesidad que tenían los periódicos de buscar fidelidades inquebrantables para, simplemente, sobrevivir. Como es fácil de suponer, las fuerzas del sistema restauracionista, tanto en su versión liberal como conservadora, promovieron un sinfín de órganos políticos que desempeñaron un papel fundamental en el periodismo isleño de la época. La Opinión de Santa Cruz de Tenerife, gestado en 1879 como órgano del partido conservador de la isla, mantuvo excelentes relaciones con los rivales ideológicos, El Liberal de Tenerife y Cronista de Tenerife, por afinidades insularistas. En Las Palmas de Gran Canaria fueron muchos los periódicos que, de una u otra manera, mantuvieron la edición al calor de la aplastante hegemonía del par-

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tido liberal de Fernando León y Castillo, bien al servicio de éste o de alguna de sus facciones tras las disensiones de 1907, caso de Diario de Las Palmas o Unión Liberal. En cualquier caso, los más distanciados por la cuestión canaria fueron La Mañana, que se atrevió a defender la autonomía del Archipiélago por entender inconsistentes las tesis divisionistas; y La Provincia, fundado en 1911 por Gustavo Navarro para abogar por la división provincial como paso previo a la construcción de la región. Con respecto a las islas periféricas, en 1890 nacía en Santa Cruz de La Palma el actual decano de la prensa canaria, Diario de Avisos, desde 1976 domiciliado en Santa Cruz de Tenerife. Al margen de las fuerzas del sistema, el republicanismo promovió en la entonces capital de Canarias algunos periódicos que en nada tenían que envidiar a los restauracionistas. En efecto, en 1880 Patricio Estévanez fundó Diario de Tenerife, que supo ganarse a la élite intelectual de la isla para alcanzar un lugar de privilegio en el panorama periodístico canario de finales de siglo. En 1910, apareció La Prensa de Leoncio Rodríguez con una propuesta informativa pulcra, noticiosa, progresista y tinerfeñista con tirón regional, lo cual le permitió sumar a los acólitos la minoría letrada de la isla que por entonces demandaba, simple y llanamente, información. Con bases más endebles, en 1903 apareció en Las Palmas El Tribuno de José Franchy Roca con una preocupación social y una orientación republicano-federal que le hicieron propugnar la autonomía de la región a partir de los municipios, en lugar de las dos provincias. Casi coetáneos fueron los primeros periódicos proletarios, el tinerfeño El Obrero y el grancanario El Trabajo; así como el pionero de los nacionalistas, el lagunero ¡Vacaguaré!... de Secundino Delgado, clausurado por las autoridades locales cuando había editado cuatro números. Revista de Canarias en Tenerife y El Museo Canario en Las Palmas, nacidas, respectivamente, en 1878 y en 1880, fueron las publicaciones culturales más notables de la época. Aquellos eran años en los que el periodismo canario, floreciendo en variedad y cuantía, culminaba la expansión geográfica inicial previa al subsiguiente proceso de concentración, dando fruto en islas hasta ahora yermas como La Gomera o El Hierro, y en localidades también inéditas como Los Llanos de Aridane, Puerto de la Cruz, Icod de los Vinos, Moya, Puerto del Rosario, Telde, El Paso, Guía de Gran Canaria y Arucas. El estallido de la guerra europea en 1914, alteró súbitamente el contexto de la prensa insular. Superada la crisis de la guerra y postguerra europeas, el periodismo isleño siguió acusando el gancho que, de manera creciente, ejercía la información entre el público en general sin necesidad del terrible reclamo bélico. En esta ocasión, el tirón procedía del fuerte crecimiento económico de los años veinte al calor del apogeo de la exportación frutera, elevando el poder de compra, la alfabetización y, en definitiva, el número de ciudadanos interesados en conocer

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la actualidad. Pronto, el eco de la modernización incidió en todos los rincones del periodismo insular, y aparecieron revistas de vanguardia tan destacadas como La Rosa de los Vientos. El incremento de las tiradas y, más aún, de los ingresos publicitarios permitían a los diarios punteros adquirir rotativas y fotograbados, aumentar plantillas, ampliar paginados y, como colofón, renunciar a vasallajes políticos. En los años de la II República, con la recuperación de las libertades, el periodismo isleño culminó el tránsito del rol ideológico al informativo generando las primeras empresas periodísticas de las Islas y haciendo retroceder, en consecuencia, el minifundismo de antaño. La prensa insular vivió su “edad de oro” y ejerció, por primera y última vez, su labor informativa con independencia y en régimen de monopolio dado el estado embrionario de la radiodifusión. Pero el golpe militar del general Franco cercenó de manera fulminante la brillante y fugaz etapa que el periodismo isleño disfrutó en la República. Y es que a partir de entonces, los principales diarios del Archipiélago quedaron relegados, como antaño, al papel de meros órganos políticos y sin rivales ideológicos con los que al menos disentir. De golpe y porrazo, pues, el proselitismo, la unanimidad y la intransigencia desplazaron a la pluralidad y la controversia del panorama periodístico insular. El golpe de gracia llegó en 1938, cuando el franquismo dejó un solo diario matutino por provincia en calidad de “Órgano Oficial del Movimiento”, cometido que en Santa Cruz de Tenerife asumió El Día, fruto de la fusión de La Prensa con el órgano falangista Amanecer; y en Las Palmas Falange, luego Eco de Canarias, aunque La Provincia consiguió reaparecer a los seis meses como diario vespertino. Las penurias se multiplicaron a lo largo del primer franquismo, cuando la prensa, además de la dura crisis de postguerra y la feroz injerencia del régimen, acusaba la creciente competencia de la radiodifusión en las Islas. También el vespertino La Tarde, que había nacido en 1927 en el seno de una facción republicana, y que en los años de la República ejerció, junto a La Prensa, una indiscutible hegemonía en el sistema informativo tinerfeño, tuvo que ceder, para sobrevivir, ante la influencia del franquismo. La Tarde cerraba en 1982 por quedar obsoleta su hora de aparición. Los primeros indicios del cambio de coyuntura no llegaron hasta que el turismo comenzó a tirar de la economía canaria y, de inmediato, la ley Fraga de 1966 distendió la asfixiante censura del régimen. La reactivación del sector quedó en evidencia en los años de la transición democrática, cuando el periodismo escrito desempeñó un papel crucial en las Islas, como lo demuestran las reiteradas sanciones gubernativas que recibieron algunos periódicos. Luego, la promulgación de la Constitución de 1978, la modernización del contexto insular, el descenso de las tasas de analfabetismo y la capitalización del sector, al margen de posibili-

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tar la introducción de la fotocomposición y la informática en los talleres, propiciaron que la prensa insular, con cabeceras ya históricas, como La Provincia, El Día y Diario de Avisos, y en otras de nueva creación como Canarias 7 y La Gaceta de Canarias, asumiera el moderno papel que desempeña en toda sociedad desarrollada.

2. Situación actual de la prensa en las Islas Cuando comenzamos con este estudio se publicaban en Canarias siete diarios: Canarias 7, La Provincia, Diario de Las Palmas, El Día, Jornada, Diario de Avisos y La Gaceta de Canarias. En los últimos años el panorama se ha simplificado con la inclusión de Jornada2 como suplemento deportivo de El Día; la desaparición de Diario de Las Palmas3, que se integró en La Provincia (aparece con el nombre de La Provincia. Diario de Las Palmas); y La Gaceta de Canarias que ahora aparece embuchado en El Mundo. En 1999 se publicó el primer número de un nuevo periódico: La Opinión de Tenerife. Hoy se publican en el Archipiélago cinco diarios cuyas cifras aproximadas de tirada, difusión y audiencia, según datos de la OJD (Oficina para la Justificación de la Difusión) y la EGM (Estudio General de Medios), son los siguientes4:

Tirada

Difusión

(ejemplares/día) Canarias 7 La Provincia. Diario de Las Palmas El Día Diario de Avisos La Opinión de Tenerife

2

43.345 48.325 27.220 14.834 12.335

36.227 37.678 21.449 11.131 8.589

Audiencia (lectores/día) 190.000 175.000 141.000 70.000

Su tirada era de 10.954, la difusión de 8.101 y una audiencia de 52.000 lectores. Tenía una tirada que se situaba en torno a los 13.227 y una difusión de 10.068 lectoras. 4 Para entender los datos de esta tabla hay que tener en cuenta que en la terminología de la comunicación la “tirada” es el número de ejemplares puestos a la venta; la “difusión” es el total de ejemplares que, efectivamente, se ha vendido; y la “audiencia” el número aproximado de personas que lo lee (un mismo ejemplar de periódico puede ser leído por una o varias personas). No todos los diarios se someten a estos controles que realizan las agencias antes citadas (OJD y EGM) y por eso faltan algunos datos en la tabla. 3

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En una lista de medio centenar de diarios de todo el país, ordenada según la audiencia (superior a los 70.000 lectores), se encuentran Canarias 7 (puesto 23º), La Provincia (el 27º) y El Día (en el 31º). La Provincia. Diario de Las Palmas se edita en Las Palmas de Gran Canaria; El Día, Diario de Avisos y La Opinión de Tenerife en Santa Cruz de Tenerife. Canarias 7 publica, desde hace unos años, una edición para cada provincia, aunque la mayor tirada, difusión y audiencia se produce en Las Palmas. Nuestro índice lector se sitúa en la media que reconoce la UNESCO para los países desarrollados (cien periódicos al año por cada mil habitantes), e, incluso, por encima de la media nacional, que es de 104,8 ejemplares por cada mil habitantes. Canarias, con 108,6 ejemplares por cada mil habitantes, es una de las nueve comunidades (Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Cataluña, Madrid, Navarra, País Vasco y La Rioja) que superan la media de nuestro país. Puede tener interés el conocimiento de la composición y formación de las plantillas de estos diarios. Los datos que siguen nos los han facilitado periódicos que pueden considerarse representativos de la media del conjunto de la región: DIARIO A Profesionales en plantilla (Redacción): Total de miembros: Edad media: Formación de la plantilla: Titulados en Ciencias de la Información: Titulados asimilados: Total titulados superiores : Autodidactas y otras capacitaciones:

51 35,8 años 25 2 27 (53%) 24 (47%)

DIARIO B Profesionales en plantilla (Redacción): Total de miembros: Edad media: Formación de la plantilla: Titulados en Ciencias de la Información: Titulados asimilados: Total titulados superiores: Autodidactas y otras capacitaciones:

55 35,5 años 16 8 24 (43%) 31 (58%)

Como se puede observar, el número de titulados superiores de las plantillas anda en torno al 50%, de los que más de la mitad son licenciados en Ciencias de

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la Información. La presencia de titulados en Periodismo es mayor en diarios de reciente implantación, así, en uno de estos diarios más jóvenes, encontramos que de una plantilla de 46 personas, 37 son licenciados en Ciencias de la Información o estudiantes de los últimos cursos de la carrera. También se lee, lógicamente, en las Islas prensa nacional, y muchos de estos diarios de tirada nacional han empezado a publicar ediciones especiales para Canarias, como, por ejemplo, Marca, El País, El Mundo y ABC (en realidad, estas ediciones, apenas dedican unas pocas páginas a noticias de las Islas). La audiencia de estos diarios nacionales en Canarias oscila entre los más de 100.000 lectores de Marca, al que siguen El País, El Mundo y As, y otros cuyas audiencias son de varios miles de lectores. No es la prensa, sin embargo, el primer vehículo de comunicación. Más audiencia tienen, sin duda, la televisión y la radio. Desde agosto de 1999 emite en el Archipiélago una televisión autonómica: la Televisión Canaria que, con la progresiva inclusión de programas de producción propia, ha visto aumentados sus índices de audiencia5. Gracias, también, a los avances técnicos, hoy se pueden sintonizar en las Islas numerosas cadenas de televisión nacionales e internacionales, pero sólo TVE-1, TVE-2 y Antena 3 TV tienen programaciones especiales para el Archipiélago (las dos primeras de carácter regional y la otra provincial). Algo similar ocurre con la radio: Radio Nacional de España, la COPE (Cadena de Ondas Populares Españolas), la SER (Sociedad Española de Radiodifusión) y Onda Cero, son, probablemente, las de mayor audiencia. RNE ofrece programas de carácter regional, y las otras de ámbito provincial, si bien, muchas de estas grandes cadenas nacionales se asocian con emisoras locales. En los últimos años han aparecido nuevas emisoras de radio y de televisión provinciales y muchas de ámbito comarcal.

5 En 1984 el Parlamento de Canarias había aprobado la Ley de Creación de Radiotelevisión Canaria (Ley 8/1984 de 11 de diciembre) y en 1997 se constituye el Consejo de Administración. En 1998 se crea la sociedad mercantil Televisión Pública de Canarias, S.A., y el 15 de octubre de 2001 la Televisión Autonómica de Canarias pasa a llamarse Televisión Canaria con un cambio de imagen e identidad corporativa y de programación.

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CAPÍTULO III LA LENGUA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

1. Características del lenguaje periodístico En otras ocasiones se ha puesto de relieve la dificultad que entraña la caracterización del mensaje periodístico; dificultad que, sin duda, viene dada por el hecho de que tales mensajes no deberían presentar rasgos diferenciales específicos, puesto que no hay razones que justifiquen tal separación de los usos comunes: lo natural es que los profesionales de los medios se atengan a la norma lingüística común para garantizar la correcta descodificación de sus mensajes a los individuos de una audiencia potencialmente variada por razón de su procedencia geográfica y sociocultural1. Y esta circunstancia, que debería implicar un cierto nivel de homogeneidad en los usos, no influye de forma determinante, porque lo que ocurre es todo lo contrario: paradójicamente, lo primero que llama la atención a quienes nos adentramos en el estudio de la lengua de la prensa es su gran heterogeneidad. Evidentemente, las razones de tanta variación no pueden ser otras que la escasa habilidad de algunos profesionales de la comunicación para situarse adecuadamente en el registro que exige esta específica situación comunicativa, o el incumplimiento sistemático del principio ético-lingüístico que los obliga a hacer un buen uso del idioma. Esta variación, o, en otros casos, distanciamiento de la norma lingüística, es lo que puede explicar la existencia de una modalidad con rasgos diferenciales específicos que L. Núñez Ladevéze ha denominado “jerga del portavoz”2 y que

1 L. Núñez Ladevéze afirma rotundamente: “La comunicación es una función universal, y la lengua es un instrumento universal de comunicación. Esto significa que no hay lenguas separadas, ni siquiera las terminologías científicas. Los científicos y especialistas suelen decir que usando su terminología consiguen entenderse entre ellos perfectamente. Y aunque es relativamente cierto eso no evita que no puedan ser entendidos por los demás incluso cuando ellos pretenden que los demás les entiendan. Y de eso se trata. Pues no hay ningún lenguaje ni ninguna extensión del lenguaje que esté prevista para que se use en un ámbito y sólo en ese ámbito. Cuando alguien que habla o escribe lo hace teniendo sólo en cuenta su entorno inmediato limita el potencial significativo de la lengua que, pudiendo aplicarse como una función comunicativa universal, se aplica de hecho como un instrumento de comunicación particularizado”. Vid. Teoría y práctica de la construcción del texto (Cap. XV, “La jerga del portavoz”), Barcelona, Ariel, 1993, pp. 313-314. 2 Ibíd.

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otros han considerado un sociolecto caracterizado “por una serie de rasgos, equidistantes tanto del registro literario como del registro coloquial, y la pluralidad de códigos concurrentes [...]”3. La diversidad parece ser la característica más destacada de este sociolecto, como lo confirman quienes han utilizado los mensajes mediáticos como corpus para llevar a cabo investigaciones lingüísticas: En el lenguaje periodístico debe destacarse en primer lugar su heterogeneidad. Ya se le considere estilo, registro o lenguaje sectorial, éste cuenta con signos pertenecientes a códigos distintos, y sufre varias contaminaciones limitadoras y conformadoras. En él no se da tan sólo un registro idiomático, ya que es un modo híbrido de construir textos, y pueden mezclarse la enunciación histórica, propia de la transmisión de hechos, y la enunciación discursiva, característica de la expresión de opinión sobre esos hechos. Asimismo pueden aparecer formas narrativas entrelazadas con fórmulas descriptivas. Entre las características generales del sociolecto periodístico, V. Romero distingue las siguientes: 1) heterogeneidad de códigos; 2) contaminaciones de otros registros, y 3) heterogeneidad de referentes4.

No es fácil, pues, proporcionar una caracterización de validez universal sobre las peculiaridades del MENSAJE periodístico, pues, a las variaciones que pueden ser imputables a las circunstancias anteriores, habría que sumar otras muchas que se revelarían con mayor o menor intensidad según centráramos nuestro interés lingüístico en cada uno de los elementos que intervienen en el acto comunicativo. Consideremos el esquema ya clásico de la comunicación propuesto por R. Jakobson5: REFERENTE EMISOR



MENSAJE



RECEPTOR

CÓDIGO CANAL

Los MENSAJES resultantes pueden presentar rasgos propios bien distintos si nos interesamos, por ejemplo, en el REFERENTE, la realidad que va a ser verbalizada en

3

Vid. F. Gimeno Menéndez y M.ª V. Gimeno Menéndez, El desplazamiento lingüístico del español por el inglés, Madrid, Cátedra, 2003, p. 214. 4 Ibíd., p. 216. Se refiere a la obra de M.ª Victoria Romero Gualda, El español en los medios de comunicación, Madrid, Arco/Libros, 1993. 5 Vid. “Lingüística y poética”, en Ensayos de lingüística general, Barcelona, Ariel, 1984, pp. 347-395.

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el mensaje periodístico: la perspectiva objetiva (información) o subjetiva (opinión) del emisor ante el hecho noticiable daría lugar a tantos tipos de textos como géneros y subgéneros periodísticos existen; como podría influir también en la lengua utilizada –sobre todo en el aspecto léxico– el tema tratado (deportivo, de divulgación científica, sobre asuntos políticos, etc.). De igual modo, si fijamos nuestro interés en el CANAL –soporte por el que transcurre la comunicación–, nos encontraríamos con mensajes diferenciados según se sustenten en formatos impresos (prensa), sonoros (radio), audiovisuales (televisión), o en soportes digitales. Posibilidades éstas que habría que combinar con las variaciones genéricas a las que antes hacíamos referencia. Pero, quizás, lo más determinante en la definitiva conformación del mensaje periodístico sea su carácter unidireccional (el receptor no tiene la posibilidad de intervenir en la comunicación) y la naturaleza anónima del RECEPTOR, situado en un entorno ideal y desconocido y con una capacidad para descodificar los mensajes que habrá que suponer en el nivel medio en que han de encontrarse los miles de lectores, oyentes o televidentes a quienes se destinan. Si, además, reconocemos que esta masa de potenciales receptores tiene el derecho reconocido de ser informado con veracidad, o, recibir, en su caso, opiniones avaladas por el buen criterio de quien comparte las normas elementales de la ética social, tendremos que concluir que el CÓDIGO lingüístico que utilicemos habrá de ser el mayoritariamente compartido y el respaldado por el criterio de prestigio del buen uso, peculiaridades que debe poseer, por razones obvias, todo mensaje periodístico. La premisa anterior presupone que el EMISOR, consciente de la grave responsabilidad que contrae con los destinatarios de sus mensajes, habrá de poseer una sólida formación lingüística y una firme voluntad de permanecer en un constante proceso de actualización ante los cambios que se vayan produciendo en el seno de la lengua y vigilante ante los peligros, cada vez más numerosos, que la amenazan. Así pues, poco puede decirse del lenguaje periodístico como no sea exponer el conjunto de generalidades que caracterizan a todo lenguaje sectorial como es éste. Sus rasgos más notorios provienen de su contaminación con el lenguaje político, que lleva ya aparejados los del lenguaje jurídico-administrativo, y otros elementos de la lengua coloquial. Muchos de esos rasgos se mostrarán en las páginas siguientes, y todos ellos más que caracterizadores de unos usos son la voz de alarma que nos avisa de que la situación debe ser atajada con urgencia: quizás sean estos resultados los que puedan tener mayor utilidad6.

6 Si hay algo que no necesitan saber los periodistas, como tampoco lo necesitan los funcionarios de la administración, es cómo es el lenguaje periodístico –o el administrativo–, pues

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2. La responsabilidad lingüística de los periodistas Es incuestionable, como acabamos de ver, la responsabilidad que tienen los periodistas de usar bien su idioma para así contribuir a que éste sirva mejor a todos los hablantes. Dice al respecto Colin Smith7: Los periodistas desempeñan el papel [...] conservador o de conservación en pro de la unidad del idioma en nuestros días. La literatura impresa tiene la misma función, pero dado el volumen del periodismo diario y semanal, y el hecho de que el periódico está en muchas manos que no abren nunca una novela, la influencia de la prensa es arrolladora.

Los propios receptores –lectores y oyentes– son los primeros que demandan el buen uso idiomático, como se desprende de las reclamaciones que formulan a los defensores de los lectores en aquellos medios en que existe la figura: “las reclamaciones más frecuentes se refieren a cuestiones de lenguaje”8. Y frente a esta enorme responsabilidad lingüística de los periodistas nos encontramos con otra realidad: numerosas muestras del lenguaje de los medios se alejan del ideal académico y no son muchos los profesionales de la comunicación que tienen asumida la obligación moral de esforzarse por la dignidad de la lengua que usan9. Sin embargo, tampoco sería justo que comenzáramos a exponer los resultados de este trabajo sin, previamente, tratar de indagar sobre las causas que originan las serias deficiencias lingüísticas –ya lo adelantamos– que se observan en las páginas de los diarios y revistas de nuestro país y, particularmente, de nuestra Comunidad. eso, se supone, ya lo saben. Lo que necesitan, en cualquier caso, es que se les diga en qué están flaqueando, cuáles son los errores que cometen o en qué medida sus mensajes presentan dificultades para la comprensión, problemas en la descodificación, o desajustes o falta de adecuación al registro que se les exige (nivel de lengua estándar, culto, denotativo, en un estilo claro y breve). 7 “El español en el periodismo de hoy”, en Donaire, N.º 4, 1995, pp. 76-84. La cita procede de la página 79. 8 Según Camilo Valdecantos, defensor del lector de El País, en la entrevista digital de EL PAÍS.es del día 27 de julio de 2001. 9 No faltan profesionales de la comunicación que tratan de eludir responsabilidades lingüísticas argumentando que su obligación fundamental es la de transmitir información objetiva y veraz, e intentan hacer ver que el soporte de esa información es algo anecdótico y secundario, sin embargo, como estima M. Casado, “lenguaje e información no sólo se producen simultáneamente sino que, además, no resultan separables uno de otra, lo mismo que no pueden separarse fondo y forma. Un diario se retrata en su escritura”. (Vid. “Notas sobre el léxico periodístico de hoy”, en VVAA, El lenguaje en los medios de comunicación, Zaragoza, Asociación de la prensa de Zaragoza, 1990, pp. 49-71. La cita está extraída de la página 50).

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Hoy el periodismo es una profesión que se ejerce tras la realización de una carrera universitaria con rango de licenciatura que se cursa en las facultades de Ciencias de la Información, y, aunque sabemos que no existe legislación que obligue a la posesión del título para el ejercicio de la profesión, parece razonable que antes de culpar a las empresas editoras, a los propios profesionales o a los “duendes de las imprentas” analicemos objetivamente la situación para buscar el origen de estos problemas en los propios centros encargados de impartir esta titulación. Parece, pues, conveniente que reflexionemos sobre si la preparación lingüística que reciben los estudiantes en las facultades de Ciencias de la Información es óptima o, por el contrario, si es preciso evaluar cuestiones como la carga lectiva y la orientación que se le da a la materia para tratar de corregir posibles defectos y garantizar la mínima formación exigida. Contemos inicialmente con la opinión de un maestro de periodistas como G. García Márquez. El Nobel observa que los recién titulados presentan grandes lagunas en su formación: La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y de ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. [...] No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor10.

F. Lázaro Carreter, filólogo que se ha ocupado del estudio del lenguaje periodístico y que ha defendido el buen uso de la lengua en los medios, no duda en atribuir la culpa de la actual situación a un sistema educativo que no ha sabido prestar la debida atención a la enseñanza del idioma: El hecho de que los errores en el empleo del propio idioma sea tan visible en el periodismo se debe a causas bien conocidas, entre ellas, a la general deficiencia de una didáctica idiomática11, que no instaura en quienes más la necesitan aquella convicción formulada por Fray Luis de León, según la cual, hablar y escribir es “arte de particular juicio”. Si tal convicción actuara profundamente, no se crearía entre multitud de periodistas –y vuelvo a hacer salvedad de excepciones admirables– la creencia contraria en que basta ser suelto de palabra en la vida de relación para poder escribir; en que vale lo primero que viene a la pluma o a la boca; en que se utiliza la lengua común cuando, en realidad, se está empleando una jerga de oficio; en que son palabras castellanas muchos vocablos extranjeros de cuerpo parecido pero de alma distinta12.

10

“El mejor oficio del mundo”, El País, 20 de octubre de 1996. El subrayado es nuestro. 12 Vid. “El idioma del periodismo, ¿lengua especial?”, en la obra colectiva El idioma español en las agencias de prensa, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1990, pp. 25-44. La cita procede de la página 43. 11

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Otros autores, entre los que se encuentra J. L. Martínez Albertos, aunque no observan en los profesionales de la comunicación mayores carencias que las que pueden presentar otros usuarios supuestamente competentes del idioma, sí coinciden en reconocer las graves deficiencias del sistema educativo: Las perturbaciones e incorrecciones detectables en los textos del periodismo escrito español de nuestros días no son mayores que las que se advierten en cualquier otra manifestación cultural de análoga dignidad lingüística. Y parece también evidente que estas incorrecciones son achacables sobre todo a las carencias docentes de nuestro sistema educativo y, en segundo lugar, a cierta desidia y despreocupación que se advierte en bastantes sectores oficialmente cultos de la sociedad española13.

Como se ve, es opinión bastante generalizada, a pesar del carácter universitario de estos estudios, que la formación lingüística de los periodistas no es la deseada; por eso parece conveniente una mayor presencia de la asignatura de Lengua Española en los planes de estudio de estas facultades y una orientación en su impartición que no pierda de vista las tareas que habrán de realizar los estudiantes en su futuro profesional. Sin duda, es M. Seco quien mejor resume la necesaria presencia de la lengua española en la formación de los periodistas y la especial orientación que debe dársele: En las facultades de Ciencias de la Información se debería dedicar una atención especialísima a la enseñanza de la lengua, con una visión práctica y realista, sin dar nada por sabido y prescindiendo de hojarascas teóricas que a veces pueden tener mucha altura universitaria, pero que no sirven para aprender a hablar y escribir, que es lo primero que tiene que saber un periodista. Sé que hay facultades en que la lengua ocupa el lugar que merece, pero no son muchas, y esto se nota a simple vista14.

El profesor M. Alvar, en un trabajo muy esclarecedor sobre la lengua y los medios15, se pregunta sobre cuál debe ser la formación integral de un periodista; él mismo responde:

13

Vid. “Responsabilidad lingüística de los periodistas: Respuesta ética e hipocresía colectiva”, en Estudios sobre el mensaje periodístico, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, N.º 4, 1998, pp. 109-121. La cita es de la p. 112. 14 Vid. “Los periodistas ante el idioma”, en El lenguaje en los medios de comunicación, Zaragoza, Asociación de la Prensa de Zaragoza, 1990, pp. 139-166. La cita procede de la página 156. 15 “La lengua y los medios de comunicación”, en M. Alvar, La lengua de..., Alacalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares, 1993, pp. 175-187.

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[...] no sería muy distinta de la de un abogado o la de un médico o la de un profesor de lengua española: conocer y amar el instrumento que maneja. Huir de la vulgaridad y de la chabacanería, que no es abdicar de nada que le pertenece, utilizar correctamente la lengua, tener conciencia de que nadie posee verdades absolutas. [...] Al fin y al cabo, debemos aspirar a que el periodista tenga una formación universitaria que garantice un conocimiento suficiente de la lengua española16.

Y en este punto parecen coincidir, como no podría ser de otra manera, todos los especialistas que han reflexionado sobre la cuestión. Así, por ejemplo, J. L. Martínez Albertos17, en la línea de lo expresado por M. Alvar, afirma lo siguiente: La preparación y formación de los periodistas debe buscar, por encima de todo, despertar en ellos la pasión sincera y permanente por el misterio vivo de su propia lengua –el español, en el caso concreto que nos ocupa–. Ya se enfoque el asunto desde una perspectiva ética –la pasión por la lengua como parte esencial del compromiso cívico del periodista–, ya se analice desde el enfoque de los nudos y brotes variados –económicos, sociopolíticos o rigurosamente culturales– que se desarrollan bajo la generosa hojarasca de ese árbol común, propiedad de veintidós países situados en ambos lados del Atlántico, el objetivo final de esta aventura educativa es despertar en los profesionales del periodismo la devoción caballeresca por la propia lengua.

Incluso, aunque conviniéramos en que el conocimiento del idioma que poseen los periodistas es bueno, no sería razón suficiente para que nos sintiéramos satisfechos, “porque en ellos no basta un buen conocimiento –dice M. Seco–, sino un conocimiento excelente. Precisamente por estar encaramados en una tribuna visible desde todas partes, llevan consigo una alta responsabilidad. Aunque no lo pretendan, son ellos, hoy día, los principales maestros de la lengua”18. Mas, para no terminar este capítulo con tono pesimista aceptando que es tarde para corregir errores ya cometidos, una última propuesta, que hacemos nuestra, del profesor Martínez Albertos, podría contribuir a mejorar la situación: que “el gremio de profesionales del periodismo impreso fuera capaz de reflexionar autocríticamente acerca de su trabajo y, una vez tomada conciencia de las carencias existentes, se propusiera mejorar la realidad actual, tanto en el plano individual como desde el marco colectivo de las redacciones de los medios y de las asociaciones de periodistas”19. 16

En loc. cit., p. 181. “Formación lingüística del periodista”, en Derecho y opinión, N.º 5, pp. 570. 18 En loc. cit., p. 144. 19 Vid. “Responsabilidad lingüística de los periodistas: Respuesta ética e hipocresía colectiva”, en Estudios sobre el mensaje periodístico, 4, 1998, pp. 109-121. La cita procede de las páginas 115-116. 17

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En lo que compete a las facultades de Ciencias de la Información ya parece haber quedado clara cuál habrá de ser su línea de actuación. El propio medio de comunicación debería velar por el cumplimiento de estas obligaciones como un requerimiento de deontología profesional. Así lo entiende A. Márquez Rodríguez, pues son ellos los que “deben cuidar su lenguaje conscientes de que su carácter de servicio público obliga a sus directivos, y a quienes en ellos laboran, a emplear un lenguaje adecuado, bien construido, escrito y hablado con propiedad y sindéresis. Esto se inscribe tanto dentro de la responsabilidad del medio en relación con la cultura nacional, en la que el idioma es fundamental, como de la función pedagógica que todos los medios de comunicación, quiéranlo o no, deben cumplir ante el público”20. Como anunciamos en el plan de la obra, pasamos a continuación a exponer los resultados de nuestro análisis. Lo haremos separadamente y por niveles lingüísticos (ortología, ortografía, morfosintaxis y léxico), ofreceremos algunas conclusiones de cada uno de los aspectos analizados y trataremos, finalmente, sobre cuestiones que relacionan a los medios de comunicación con los estudios sobre la Lengua.

20

En su columna “Con la lengua” de El Nacional de Venezuela, 8 de julio de 2001.

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A NÁLISIS

LINGÜÍSTICO

DE LOS MEDIOS IMPRESOS EN

C ANARIAS

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CAPÍTULO IV ASPECTOS ORTOLÓGICOS

Aunque un estudio en el que se analiza la lengua escrita producida por los medios de comunicación de una comunidad no tendría por qué detenerse en cuestiones relacionadas con la lengua oral (ortología y entonación), es tal la influencia que ejercen la radio y la televisión en los hablantes del español que nos parecía ésta una oportunidad inaplazable para introducir estos aspectos ortológicos; pues, por otra parte, suelen ser las cuestiones relacionadas con la pronunciación las menos tratadas en estudios de este tipo. Estas consideraciones proporcionarán a los profesionales de la comunicación unos conocimientos básicos de fonética normativa que les servirán para compensar la ausencia de normas académicas a las que poder atenerse en las numerosas ocasiones en que la variación fónica impone la adopción inmediata de soluciones. Un conocimiento profundo de la fonética –descriptiva y normativa– contribuiría a reducir las situaciones de inseguridad del emisor de los mensajes y a evitar la desagradable sensación que produce en el receptor la falta de regularidad en la pronunciación y la constante vacilación, sobre todo en las áreas meridionales en las que se dan fenómenos, como el seseo o la aspiración de –s implosiva, cuya legitimidad normativa suele ponerse, con frecuencia, en entredicho.

1. Necesidad de una fonética normativa Primero es el sonido y después la escritura; las lenguas naturales son todas de naturaleza acústica, y es el sonido su medio natural o primario. El medio gráfico, la escritura, es sólo una representación del medio fónico, por eso, la ortografía de una lengua está basada, al menos inicialmente, en el principio de pronunciación: el ideal ortográfico es el de la representación gráfica que refleja fielmente la realidad fónica. Pero, por distintos motivos de variación y evolución, la realidad (lengua oral) se va distanciando de la representación convencional (lengua escrita) hasta que se producen paradójicas situaciones de separación en las que apenas se percibe la original relación. Surgen, entonces, los planteamientos de reformas ortográficas, que, en ocasiones, no llegan a prosperar, y las justificaciones, más o menos aceptables, de estas discordancias, según las cuales el principio de pronunciación habrá de armonizarse con otros, como el del uso y el de la etimología.

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Es el español una de las lenguas en que la relación fonográfica se mantiene de forma más estrecha. Así se reconocía en una edición anterior de la Ortografía académica1: párr. 2.b). Entre las lenguas modernas de cultura, la ortografía española se ha mantenido relativamente cerca de la pronunciación real. Sin embargo, existen diferencias entre una y otra, motivadas por la evolución fonética del idioma, por sus variantes geográficas y por la misma tradición geográfica. Así la h, que en otro tiempo fue aspirada, carece hoy de valor fonológico y no es más que un signo ortográfico ocioso, mantenido por una tradición respetable; la v y la b representan un mismo fonema bilabial, salvo en ciertas zonas levantinas de España; c-k-q representan un solo fonema velar, oclusivo y sordo, como en casa, kilómetro, quien; g-j son iguales en colegio y jardín. Hoy la c castellana ante e, i, tiene el mismo valor fonológico que z; [...]. En los países y regiones donde se practica el seseo, c (ante e, i), z y s se identifican en el fonema de s predorsal, si bien la ortografía mantiene el empleo de las letras según el uso castellano. Lo mismo ocurre con la pronunciación yeísta, que confunde la ll con la y.[...]2.

Los desajustes existentes se justificaban en el párrafo siguiente: párr. 3. Tres principios dan fundamento a la Ortografía española: la pronunciación de las letras, sílabas y palabras; la etimología u origen de las voces, y el uso de los que mejor han escrito. Voces escribimos con arreglo a su etimología u origen, es decir, como se escribía cada una de ellas en la lengua de donde fue tomada para la nuestra; voces tenemos que por la fuerza del uso se escriben contra la etimología. Preciso es, pues, conocer las varias reglas que se derivan de los tres principios enumerados. Conviene añadir que para el porvenir de nuestra lengua, hablada en muchos y extensos territorios, es indispensable mantener la unidad del sistema ortográfico por encima de las variantes locales de pronunciación3.

1

Madrid, Imprenta Aguirre, 1974, 2.ª ed. En el nuevo documento (Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa, 1999), todas estas consideraciones quedan reducidas a un párrafo del Prólogo: “La evolución de la ortografía académica ha estado regulada por la utilización combinada y jerarquizada de tres criterios universales: la pronunciación, la etimología y el uso, que, como decía Horacio, es en cuestiones de lenguaje el árbitro definitivo. La Real Academia Española, como tal Corporación, se siente hoy orgullosa de que sus antecesores, durante el siglo transcurrido entre 1741, fecha de la primera edición de la Ortographía, y 1844, fecha del Real Decreto sancionador, tuviesen tan buen sentido, tan clara percepción de lo comúnmente aceptable, tal visión de futuro y tanto tino como para conseguir encauzar nuestra escritura en un sistema sin duda sencillo, evidentemente claro y tan adaptado a la lengua oral que ha venido a dotar a nuestra lengua castellana o española de una ortografía bastante simple y notoriamente envidiable, casi fonológica, que apenas si tiene parangón entre las grandes lenguas de cultura” (pp. XV-XVI). 2 Ibíd., pp. 6-7. 3 Ibíd., p. 7.

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La adopción de estos principios de etimología y uso que se combinan con el de la pronunciación constituye la causa fundamental de los desajustes que se producen entre los sistemas fónico y gráfico. De modo que, aunque se reconozca la extraordinaria proximidad entre ambos, sobre todo si comparamos nuestra situación con la de otras lenguas, resulta que sólo existe univocidad en los siguientes casos: /a/ /t∫/ /d/ /e/ /f/ /l/ /λ/ /m/ /n/ /η/ /o/ /p/ /s/ /t/

↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔ ↔

a ch d e f l ll4 m n ñ o p s5 t

Puede ocurrir que una misma grafía represente varios fonemas (grafías polifonémicas o polifonemáticas): /k/ c /θ/ ___________ /g/ g /x/ __________ /r/ r /r–/ ___________ 4 No se produce esta relación unívoca en zonas yeístas, donde el fonema /λ/ no existe, y la grafía ll junto con la grafía y representan a un único fonema /y/. 5 En el sistema consonántico meridional el fonema /s/, debido al seseo, es poligrafemático y puede aparecer representado por las grafías s, za,o,u y ce,i.

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/b/ w6 /u/ ___________ /s/ /ks/-/gs/ /x/ ___________ x

/y/ y /i/

Y, por último, que un único fonema pueda aparecer representado por diversas grafías (fonemas poligrafemáticos): b v w ___________ /b/

g (a, o, u) /g/ gu (e, i) ___________ c (a, o, u) k /k/ qu (e, i) q7 (en quark, quásar y quáter) ____________ 6 La cuestión de la compleja polifonemia de la grafía w ha sido tratada extensamente por Ramón Santiago (“Hacia la reconstrucción histórica de un problema de adaptación gráfica y fonética: la normativa sobre la W”, en Boletín de la Real Academia Española, 1989, Tomo LXIX, Cuaderno CCXLVI, pp. 41-63): “Desde el punto de vista histórico [...] –afirma–, el problema de la w, incluso por su misma atipicidad y marginalidad, es sumamente ilustrativo acerca de la relación sistema gráfico-sistema fónico. La grafía es convención arbitraria de representación del sonido [...] que exige la complicidad del lector, esto es, que el lector sepa en cada caso qué representa; y si se trata de representaciones de palabras desconocidas o no usuales puede resultar impenetrable. En tal caso el lector reinterpretará la grafía asimilándola a algunas de las relaciones grafía-sonido que le son familiares” (la cita procede de las pp. 62-63). 7 Esta posibilidad no la consideraba la anterior Ortografía académica, según la cual se empleaba siempre después de la q la vocal u, “que no se pronuncia; como, por ejemplo, en

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c (e, i) 8

/θ/

z ____________ g (e, i) /x/ j x (en palabras como México, Texas, mexicano, etc.) ____________ r /r–/ rr ____________ s /s/ x (en posición inicial de palabra y en otras posiciones interiores)

Como afirma Manuel Alvar, quien ilustra claramente estos casos de poligrafemia y polifonemia, esta es la clave de los desajustes ortográficos: sobran fonemas. La consecuencia es inmediata: al no haber reciprocidad total en el sistema de correspondencia fonema → grafema, la simbolización sufre numerosos desajustes, mayores –como es lógico– en regiones donde se dé, además la neutralización z = s o la pérdida de las implosivas [...]9.

esquela y aquí. Las dos letras qu se han de considerar en tales casos como una sola, simple en el sonido y compuesta en la escritura, a la manera de la ch, la ll y la rr” (loc. cit. párr. 14). Sin embargo, con la incorporación de estas voces (quark, quásar y quáter) adquiere de nuevo vigencia la aclaración final de este párrafo: “Antes se usaba también la q ante otras vocales que no eran e, i, escribiendo quando, quatro, etc., y en ese caso la q y la u tenían el valor de dos letras” (Ibíd.). La edición de 1999 de la Ortografía reconoce esta situación cuando admite que la u sí se pronuncia en “Algunas voces científicas y palabras y locuciones latinas en que este grupo de letras precede con sonido oclusivo velar sordo a las vocales a y o”, como, por ejemplo, quark, quáter, a quo, quórum (vid. 2.2.3, p. 16). En nota se señala, además, que se suele pronunciar la u ante e o i en locuciones latinas recogidas por el Diccionario de la Academia como ad quem, in utroque jure o quid pro quo. 8 No existe este fonema interdental en amplias zonas seseantes del español meridional donde la poligrafemia afecta sólo al fonema /s/, que puede estar representado por las grafías s, z y c e,i. . 9 Vid. “Fonética, fonología y ortografía”, en Lingüística Española Actual, 1/2, 1979, pp. 211-231. En la p. 225.

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Efectivamente, todas estas inconsecuencias y la coexistencia de varios sistemas (o subsistemas) fonológicos con variadas y reconocidas realizaciones vienen a justificar la reiterada demanda de una ortología que regule la situación y sirva de orientación a todos los usuarios del idioma, ya sean nativos o extranjeros. No es la primera vez que se denuncia la ausencia de estos aspectos normativos en el ámbito de nuestro idioma. F. Marsá, por ejemplo, afirma lo siguiente: La Real Academia Española ha cumplido y sigue cumpliendo [...] la tarea de fijación ortográfica y léxica; pero apenas ha mostrado preocupación por la ortología del español10.

Y dice más adelante: Se trata de establecer para la pronunciación unas normas de uso público correspondientes a las establecidas por la ortografía para la escritura; normas que permitan distinguir, en la pronunciación, lo que debe usarse de lo que debe evitarse. Que sea la libre voluntad de cada uno la que decida sobre la pronunciación, como decide sobre la escritura; que no sea la ignorancia –por ausencia de normas– la que induzca a la incorrección oral en el hablante de buena fe.

En el mismo sentido, J. Garrido Medina llama la atención sobre este hecho: En lugar de ocuparse de la correcta pronunciación, los gramáticos parecen preferir la aséptica ciencia de los sonidos, en sí (fonética) o como fonemas [...]. La ortología ha cedido su lugar a la fonética y la fonología.[...]. La desaparición del término de ortología está pues relacionada con la idea estructuralista de que una cosa es la ciencia, la descripción sistemática de la lengua, y otra la valoración de las formas de hablar o gramática normativa11.

Efectivamente, las gramáticas actuales, y el Esbozo entre ellas, incluyen extensos tratados de fonética articulatoria y de fonología de gran interés para el estudioso de la lengua pero de escasa utilidad para resolver las frecuentes dudas de pronunciación que se plantea el hablante ordinario. Cierto es que para la determinación de unas normas ortólogicas es condición imprescindible el conocimiento exhaustivo de la fonología y de la fonética, pero lo llamativo es que,

10 Vid. Diccionario normativo y guía práctica de la lengua española, Barcelona, Ariel, 1986, p. 26. 11 Vid. Idioma e información. La lengua española en la comunicación, Madrid, Síntesis, 1994, p. 48.

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salvo contadas excepciones, no se hayan utilizado los estudios realizados para proponer esas normas que se demandan. Encontramos aproximaciones normativas en algunas obras de fonética y fonología, como en el Manual de T. Navarro Tomás12 y en el Curso de A. Quilis y J. A. Fernández13. En este última, aunque dirigida fundamentalmente a los estudiantes angloamericanos, se ofrecen numerosos ejercicios de pronunciación y útiles recomendaciones ortológicas: consejos prácticos para evitar la influencia inglesa en la pronunciación de las vocales españolas; sobre la realización de los fonemas oclusivos en posición silábica implosiva; para la pronunciación de [β], [δ], [γ], [x] y sobre ciertos fenómenos como el yeísmo, el seseo y la aspiración. Precisamente, en la obra de Quilis hay un capítulo dedicado a “Aplicaciones de la fonología y de la fonética” en el que leemos lo siguiente: Dentro del campo de la lingüística, la fonología y la fonética son importantes en: La ortofonía, entendida como la corrección de los defectos de pronunciación de los sonidos de una lengua. Tiene su línea principal de actuación sobre la lengua materna, desde el punto de vista de la norma lingüística; es decir, lo que tradicionalmente se conocía como el arte de pronunciar correctamente. Su aplicación requiere un profundo conocimiento de la lengua general, de las variantes diastráticas y diatópicas, y de las normas que pueden existir en las diferentes regiones de una lengua dada. Se trataría de corregir: a) casos de vulgarismos, como, por ejemplo, la pronunciación de acabau por acabado, pa por para, qué ta dao por qué te ha dado, etc.; la acentuación de méndigo, périto por mendigo, perito; la configuración de determinadas curvas de entonación, etc.; b) casos de desviación de la norma general, en determinados estilos formales de elocución, por tratarse de fenómenos marcadamente dialectales (ustez “usted”, azto “acto”; mohka, mojka “mosca”); por ignorancia o desconocimiento de los mecanismos de la lengua (posición de las pausas en el discurso, utilización de unos patrones entonativos por otros, articulación de fonemas); por tratarse de innovaciones personales o de grupos profesionales (políticos, locutores de radio; en ambos, se puede dar el desconocimiento de la lengua), que pueden llegar a perturbar la transmisión de la información (utilización sistemática de acentos enfáticos, empleo de patrones de entonación que no existen ni en la lengua general ni en los dialectos)14.

Otras aplicaciones en el campo de la lingüística están relacionadas con el estudio de segundas lenguas y con la dotación de alfabetos a las lenguas que no 12

Manual de pronunciación española, Madrid, CSIC, 1977, 19.ª ed. (La 1.ª ed. Es de

1918.) 13

Curso de fonética y fonología españolas para estudiantes angloamericanos, Madrid, CSIC, 1979, 9.ª ed. (La 1.ª es de 1963.) 14 Tratado de fonología y fonética españolas, Madrid, Gredos, 1993, pp. 45-46.

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poseen un código escrito. Fuera de este ámbito, la fonética y la fonología se relacionan estrechamente con la medicina y la psicología cuando se estudian los llamados trastornos del lenguaje. 2. La ortología académica Sólo quedan vestigios de la vieja disciplina normativa en la Ortografía y en el Diccionario académicos: es ésta la única manera que tenemos de aproximarnos a la Ortología académica. 2.1. LA ORTOLOGÍA EN LA ORTOGRAFÍA ACADÉMICA De la lectura de la Ortografía se extraen las siguientes notas ortológicas: 1. Idéntica pronunciación de b y v (“en la mayor parte de España y en la totalidad de Hispanoamérica”) (Ortografía, 2.1.). 2. “La letra w puede representar dos fonemas diferentes: el labial sonoro en palabras como wagneriano y el fonema correspondiente a u en palabras como washingtoniano” (Ortografía, 2.1.3.). 3. “La letra c puede representar dos fonemas: uno oclusivo velar sordo ante las vocales a, o, u, ante consonante y en posición final de sílaba o de palabra, como sucede en carta, clima, acné, vivac, y otro fricativo interdental sordo ante e, i, como en cebo, cifra. En zonas de seseo, ante e, i representa el sonido correspondiente a s” (2.2.1.). Como la letra z, que en zonas de seseo representa el sonido correspondiente a s (2.2.4.). 4. “El dígrafo ch representa el fonema africado palatal sordo presente en achaque, noche, rechinar, choza, chuzo” (2.2.5.). 5. La letra h, “que puede preceder a todas las vocales, no representa hoy sonido alguno en nuestro idioma” (2.4.). En nota al pie se dice lo siguiente: “Se ha perdido la aspiración con que antiguamente se pronunciaba la h procedente de f latina: esta aspiración aún se conserva como rasgo dialectal en Andalucía, Extremadura, Canarias y otras zonas de España y América. [...]”. 6. “El dígrafo ll representa el fonema lateral palatal de valla, calle, allí, caballo, Illescas” (2.5.3.). En un apartado anterior (el 2.5.) hace referencia al yeísmo: “En la pronunciación yeísta, la letra ll, que representa el fonema lateral palatal de llave, se articula con la misma pronunciación que la letra y, es decir, como el fonema palatal sonoro de yunque. De manera que las personas yeístas pronuncian igual halla y haya. Esto explica las dificultades que ofrece la escritura de las palabras que contienen alguna de estas letras”.

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7. En relación con la letra p, que representa el fonema oclusivo labial sordo, dice lo siguiente: “En posición inicial de palabra, conforme al uso de las lenguas modernas de cultura, es recomendable la conservación del grupo ps- inicial. Ejemplos: psicología, psitacismo, psicosis. Excepciones: las palabras que contienen el elemento compositivo seudo-, preferido a pseudo-. Ejemplos: seudónimo, seudópodo” (2.8.). 8. “La letra x representa sonidos diferentes según la posición que tenga en la palabra. En posición intervocálica o en final de palabra, representa el grupo consonántico ks (o gs en pronunciación relajada). Ejemplos: examen, exhibir, relax. En cambio, en posición inicial de palabra la pronunciación más frecuente es la de s, y en posición final de sílaba puede ser, en distintas regiones y según las consonantes que sigan, s o ks (o gs). Ejemplo: xilófono, excelente, excavar, exportar, exterior, exfoliante. La reducción a s de la pronunciación de x suele originar dudas ortográficas. En la Edad Media, la x representaba también el fonema fricativo palatal sordo de dixo, que a partir del siglo XVI evolucionaría hacia el fonema fricativo velar sordo de dijo. Algunos restos de esta grafía se encuentran en topónimos como México, Oaxaca, Texas y sus derivados (mexicano, oaxaqueño, texano...), y en algunos apellidos como Ximénez o Mexía. La pronunciación de esta x, en esas y otras palabras, es fricativa velar sorda, es decir, suena como j; constituye, por tanto, un error ortológico articularla como ks” (2.11.)15.

2.2. LA ORTOLOGÍA EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO Aunque es común que en las lexicografías de otras lenguas se incluya sistemáticamente la información ortológica, los diccionarios del español, hasta ahora, no la habían proporcionado, seguramente por entender que la proximidad entre ortografía y pronunciación hacía innecesaria su presencia en el artículo lexicográfico. Sin embargo, como se ha visto, esta necesidad existe, por lo menos para informar sobre las variantes de pronunciación reconocidas en las dos normas fonéticas del español, para ofrecer pronunciaciones recomendadas como cultas

15 Es ésta una de las pocas ocasiones en que la Academia proporciona una orientación ortológica: toda referencia al seseo y al yeísmo van desprovistas del reconocimiento que antes poseían. Tampoco se censuran ciertas pronunciaciones del español septentrional, como se hacía en la anterior Ortografía; por ejemplo: “En boca de muchos castellanos la d final de sílaba o de palabra suena como z: azquirir, Madriz, saluz. Tal pronunciación, ortológicamente incorrecta, no debe reflejarse en la escritura, donde es de rigor la d: adquirir, Madrid, salud” (párr. 17).

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en palabras con grafías que presentan algún tipo de complejidad –como es el caso de la grafía x– y para lo relacionado con la pronunciación de ciertos grupos consonánticos que se verán más adelante. En el DRAE encontramos información ortológica en dos lugares distintos: – La que se proporciona en los artículos cuyas palabras entrada son las letras de nuestro abecedario (las representaciones de los fonemas), y – La que se encuentra (o se encontraba) en los artículos de ciertas voces que precisan esta información o en otros lugares del Diccionario.

2.2.1. La información ortológica en los artículos referidos a cada grafía De forma sistemática, el DRAE define articulatoriamente el fonema, o fonemas, que representa cada letra, y, con menos frecuencia ahora que antes, las variantes fonéticas más importantes. Veamos, por ejemplo, la información fonético-fonológica que se incluye en el artículo b. b. f. Segunda letra del abecedario español y del orden latino internacional, que representa un fonema consonántico labial y sonoro. Su nombre es be, be alta o be larga16.

En algunas ocasiones informa sobre la existencia de variantes geográficas de pronunciación: j. f. Undécima letra del abecedario español, y décima del orden latino internacional, que representa un fonema consonántico de articulación fricativa, velar y sorda. Su nombre es jota. La mayor o menor tensión con que se articula en diferentes países y regiones produce variedades que van desde la vibrante a la simple aspiración.

Muy pocas veces ofrece información de carácter normativo, como se hacía en ediciones anteriores. Véanse los artículos ll y z: ll. f. Dígrafo que, por representar un solo fonema consonántico de articulación tradicionalmente lateral y palatal, es considerado desde 1803 decimocuarta letra del abecedario español. Su nombre es elle. En gran parte de los países y regiones hispánicos

16 También en el Diccionario se ha reducido la información ortológica; esto es lo que decía la 21.ª edición en la entrada b: f. Segunda letra del abecedario español, y primera de sus consonantes. Representa un sonido de articulación bilabial sonora, y oclusiva cuando va en posición inicial absoluta o después de nasal, como en bien, ambos; en cualquier otra posición es, por lo general, fricativa, como en lobo, árbol, sobre, etc. Su nombre es be.

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se pronuncia como y, con salida central del aire, y con sus mismas variaciones de articulación. ORTOGR. En la escritura es inseparable.

En la última edición se ha suprimido información ortológica importante, pues en la misma entrada de la 21.ª edición aparecía la siguiente aclaración normativa, después de indicar su frecuente pronunciación como y: “La Academia admite como correcta esta variante de pronunciación, junto a la de articulación lateral, cuyo conocimiento y enseñanza recomienda”. z. f. Vigésima novena letra del abecedario español, y vigésima sexta del orden latino internacional, que, en la mayor parte de España, representa un fonema consonántico fricativo, interdental y sordo, distinto del correspondiente a la s; en casi toda Andalucía, así como en Canarias, Hispanoamérica, etc., se articula como una s. Su nombre es zeta o zeda.

Otra vez se elimina la valoración académica que reconocía el seseo como una variante culta de pronunciación, además de la falta de precisión que surge de la comparación en lo relativo a las características articulatorias. Decía así en el artículo correspondiente de la anterior edición del Diccionario: “en casi toda Andalucía, así como en Canarias, Hispanoamérica, etc., se articula como una s en que la lengua adopta posición convexa, generalmente predorsal, con salida dental o dentoalveolar del aire, y con seseo o indistinción fonológica respecto de la s. La Academia considera correctas tanto la pronunciación interdental distinguidora como la predorsal seseante”. El resto de la información ortológica que contiene el DRAE se limita a las características articulatorias de los fonemas representados por la letra que encabeza el artículo, aunque existe información más específica que veremos en el epígrafe siguiente. De estos artículos, que tienen como palabra entrada las distintas letras del abecedario, pueden extraerse las siguientes orientaciones ortológicas: a) Las letras b y v tienen idéntica pronunciación (bilabial sonora). b) La w se pronuncia como b en nombres propios de personajes godos, en nombres propios o derivados procedentes del alemán y en algunos casos más. En vocablos de procedencia inglesa conserva a veces la pronunciación de u semiconsonante. c) La h no tiene hoy sonido alguno en nuestro idioma. La procedente de finicial latina no se aspira, aunque se reconoce la existencia de esta pronunciación como rasgo dialectal de ciertas zonas. d) La x en posición intervocálica representa los fonemas ks o gs. Es correcta la pronunciación de x como s cuando está en posición interior de palabra entre

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vocal y consonante (extremo, exposición) y en principio de palabra (xilografía), sin que por esto deba proscribirse la pronunciación completa del grupo consonántico. La x en nombres como México, Oaxaca y algunos más, así como sus derivados, se pronuncia siempre como j. e) En gran parte de los países y regiones hispánicos se pronuncia la ll como y. Aunque la última edición del Diccionario no lo hace explícito, hay que seguir entendiendo que la Academia admite como correcta esta variante de pronunciación. f) La z se articula en casi toda Andalucía, Canarias e Hispanoamérica como una s en que la lengua adopta una posición convexa, generalmente predorsal, con salida dental o dentoalveolar del aire y con seseo o indistinción fonológica respecto de la s. De igual modo, entendemos que la Academia considera correctas tanto la pronunciación interdental distinguidora como la predorsal seseante17. Aparte de las observaciones que cabría hacer a algunas de estas orientaciones académicas (como, por ejemplo, la rotunda afirmación de que la h no tiene sonido alguno o la posibilidad que parece deducirse de que x en posición inicial de palabra se pronuncie ks), sólo con el conocimiento y divulgación de estas pocas normas se evitarían muchos problemas: desde la enfática y artificiosa pronunciación del inexistente fonema /v/ o la conversión de -d en -z que hacen muchos usuarios de la modalidad septentrional a los denodados e infructuosos esfuerzos de hablantes meridionales por incorporar fonemas ajenos a su modalidad y, por ende, extraños en sus idiolectos.

2.2.2. La información ortológica que se encuentra en otros lugares del Diccionario académico Siguiendo el principio de pronunciación que había prevalecido en la ortografía española, la Academia se encargaba de adaptar las voces nuevas –sobre todo extranjerismos– que se iban incorporando; sin embargo, en los últimos años y debido, probablemente, a la avalancha anglicista, no se producía la adaptación con la oportunidad deseada, encontrándose, así, en la tesitura de tener que rechazar el uso de un extranjerismo extendido ya en todos los dominios del idioma o tener que incorporarlo en la forma de su originaria procedencia. La consecuencia

17 No falta quien interpreta, sin embargo, que la supresión de estos párrafos que daban reconocimiento al yeísmo y al seseo en las entradas ll y z de las ediciones vigésima y vigésima primera del DRAE, obedece a una actitud más purista de la Academia ante estos rasgos que considera dialectales.

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es que se han tenido que adoptar soluciones muy variadas, como podemos constatar en el DRAE: 1. Como lo venía haciendo, la Academia ha procedido a la adaptación de voces cuya ortografía se alejaba de la pronunciación18. Veamos algunos ejemplos: banyo (