El asesinato de Julio César: una historia del pueblo de la antigua Roma 8495786729, 9788495786722

Parenti reconstruye el contexto social y político del asesinato de César, ofreciendo detalles fascinantes sobre la socie

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El asesinato de Julio César: una historia del pueblo de la antigua Roma
 8495786729, 9788495786722

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EL ASESINATO DE

JULrO CftSAR Una historia del pueblo de la antigua Roma

Michael Parenti

)tro

estintulante libro del autor de

"La Historia

como misterio"

y

de

Mris patriotas que nadie". "Un libro proaocatiuo y elocuente" "

-Howard Zinn

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vocE5

EL ASESINATO DE JULIO CESAR Una historia del pueblo de la antigua Roma

Michael Parenti

Editorial Hiru Hondarribia 2005

Tirulo original: Thc

assassination

of Julius

Cacsan A peoplc\ history of ancicnt Romc

@ 2003 by Michael Parenti

@ de la uaducci6n: |osd Sastre

@ de esta edici6n: Argitaleore HIRU, S.L. Apartado de Correos 184

HONDARRIBIA (Guipf zcoa) e-mail: [email protected] www.hiru-cd.com 20280

Diseio y portada de la colecci6n OTRAS VOCES: Eta Forcs, Maquctaci6n: Eua Sastrc

Impresi6n: Grdficas Lizarra, S.L. (Estella-Navarra) ISBN: 84-95786-72-9 Dep6sito Legal: NA-320-2005

ELASESINATO DE JULIO CESAR Una historia del pueblo de la antigua Roma

Michael Parenti

Tiaducci6n:

]os6 Sastre

A Marina Anttila

RECONOCIMIENTOS

Durante aflos Charles Brody intent6 mejorar el latin de monaguillo de mi niflez con lecciones ad hoc,la mayoria de ellas por tel6fono ahora que vivimos en extremos opuestos de Norteam6rica. Debo confesar que sus mejores esfuerzos nunca me Ilevaron m6s all6 del nivel de Omnis Gallia est diuisa in tres Partes. Yo soy el 6nico que debo avergonzarme de ello. Por suerte todas las principales (y la mayoria de las menos importantes) fuentes antiguas de informaci6n est6n disponibles en diversas traducciones al ingl6s. Brody tambidn me suministr6 generosamente alguna literatura crucial y notas suyas propias e hizo una lectura muy 6til del manuscrito. Igual que Iain Boal y Daniel Shoup, quienes, como Brody, me ayudaron con sus cr(ticas sustantivas y su formaci6n cl6sica. Peggy Karp hizo una lectura cuidadosa y especialmente valiosa del manuscrito. fane Scantlebury me ayud6 a localizar fuentes de informaci6n y me dio su consejo y apoyo durante la larga duraci6n de la escritura del libro. Thmbi6n contribuy6 con una critica ftil del manuscrito. Susan McAllister repas6 para mi una primera versi6n del cap(tulo inicial y me sumi-

nistr6 la ayuda necesaria. Peter Levingston salv6 el libro trabajando duro para rescatar de las faumi ordenador traicionero el precioso texto y las notas finales que 6ste

ces de

hab(a devorado misteriosamente, Por tanto tambi6n me salv6 de muchos posibles meses de esfuerzo de reconstrucci6n. Willa Madden tambi6n llev5 a cabo las operaciones necesarias contra las vicisitudes caprichosas del

archivo electr6nico. Richard Wiebe y Andrea Segall me pusieron al tanto de varias fuentes de informaci6n ritiles. Y Sheeda |amsheed me ayud6 a 9

andar el camino a trav6s de la biblioteca de Ia Universidad de California, desenterrando algunos materiales. Mi editor en The New press, Colin Robinson, fue entusiasta y de gran apoyo en todos los sentidos. Su ayudante, Abby Aguirre, fue de gran ayuda. La productora de edici6n Sarah Fan llev6 el libro a travds de sus diversas fases con tranquila eficiencia. y Holly Knowles me suministr6 un indice excelente.

A todas estas personas les doy las gracias de coraz6n.

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INTRODUCCION

{TIRANICIDIO O TRAICIoN?

iOh, qu6 cafda aquella, conciudadanos! Entonces, yo mismo, y vosotros, todos nosotros caimos, Y la sangrienta traici6n triunf6 sobre nosotros. Julio Cisar, acto III, escena

2.

marzo del aito 44 a. de C., en una sala de reuniones adyacente al anfiteatro de Pompeyo, el Senado romano esPeraba la llegada del jefe supremo de la Repriblica, fulio C6sar. Esa sesi6n en particular no Prometia ser muy importante para la mayoria de los senadores' Pero algunos entre ellos estaban muy al tanto de lo que iba a ocurrir. Intentaban mante-

El

15 de

nerse en calma y con actitudes normales, mientras escond(an las dagas bajo sus togas.

Finalmente C6sar entr6 en la sala. Tenia una presencia imponente, aumentada por el aire de mando que demostraba la altura de su poder' Movi6ndose r6pidamente hacia el frente de la sala se sent6 en el lugar de honor. El primero en aproximarse fue un senador que pretendia hacer una petici6n personal en nombre de un familiar. |usto detr6s se acerc6 un grupo de otros senadores que rodearon el sill6n ceremonial. A una sefial 11

dada empezaron a apu6alar a la victima con sus cuchillos, caus6ndole heridas mortales. con este acto los asaltantes creian que hab(an salvado a

la Repdblica. En realidad hab(an dado el primer paso para su total destrucci6n. La cuesti6n de la que trata esre libro es el por qu6 un grupo de senadores romanos asesin6 a su compaffero arist6crata y celebrado mandatario, Julio c6sar. Una investigaci6n sobre este incidente revela algunas cosas importantes sobre la naturaleza de la clase politica, el poder de clase y la lucha del pueblo por la democraciay la justicia social, temas todos que tienen todavia mucho que ver con nosotros. El asesinato tambidn marc6 un punto de inflexi6n en la historia de Roma. Puso en marcha una guerra civil y termin6 con lo que siempre habia sido una democracia, instaurando un r6gimen absolutista que subsistiria en toda Europa occidental durante los siglos venideros.

La opini6n que prevalece entre los historiadores, tanto antiguos como modernos, es que los senadores asesinos estaban intentando restaurar las libertades republicanas eliminando a un usurpador desp6tico. Esta es la justificaci6n preferida por los propios asesinos. En esre libro yo presento una explicaci6n alternativa: Los arist6cratas del Senado mataron a c6sar porque le percibian como un lider popular que amenazaba sus intereses de privilegio. Desde este punto de vista el crimen fue m5s un acto de traici6n que un tiranicidio, un incidente el linea con los asesinatos politicos sucedidos a lo largo de la mayor parte del siglo, una manifestaci6n dram6tica de la larga lucha entre los conservadores opulentos y los reformadores apoyados por el pueblo. Esta lucha y estos asesinatos ser6n objeto de las p6ginas que siguen. Este libro no es s6lo sobre la historia de la Oltima Repriblica, sino sobre c6mo la historia ha sido distorsionada por esos escritores que de forma regular minimizan la importancia de los intereses materiales, esos cuyos 12

tab(s ideol6gicos sobre las realidades de clase oscurecen su percepci6n del pasado. Esta distorsi6n tambi6n se manifiesta en la forma en que muchos historiadores, tanto antiguos como modernos, han retratado a la gente corriente de Roma, considerdndoles como poco m6s que una chusma maloliente y un gentio desenfrenado.

Con sus palabras y sus acciones los romanos ricos no ocultaban su temor y su odio por Ia gente corriente o por cualquiera que amenazara sus prerrogativas de clase. La historia este llena de ejemplos de 6lites politicoecon6micas que consideran cualquier cambio en su orden social privilegiado como un cambio en todo el orden social, una invitaci6n al caos y a la perdici6n. Los oligarcas de Roma no fueron una excepci6n. Instalados en la opulencia y el lujo m6s absolutos, siempre estuvieron en contra de cualquier elemento democritico de Roma, Valoraban la repfblica s6lo por lo que sirviera a su forma de vida. Despreciaban por "demagogos" y "usurpadores" a los lideres que defendian la causa popular. Los historiadores de aquellos tiempos, muchas veces ellos mismos poseedores de esclavos, estaban de acuerdo con esa postura. Igual que los historiadores clSsicos de la 6poca moderna, muchos de los cuales adoptaron un Punto de vista no muy diferente del de la aristocracia romana.

El pecado de C6sar, en mi opini6n, no fue subvertir la constituci6n romana -que era una constituci6n no escrita- sino aflojar el dominio des-

p6tico que la oligarquia ten(a sobre ella. Y lo peor de todo, utiliz6 el poder del estado para imponer algunos cambios limitados que beneficiaban a los pequefros granjeros, deudores y al proletariado urbano, a expensas de la minoria rica. No importaba lo limitadas que estas reformas probaron ser, los oligarcas nunca le perdonaron. Y C6sar encontr6 el mismo destino que otros reformadores romanos antes que 61.

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Mi inter6s principal no es ]ulio C6sar como individuo, sino los problemas de las luchas populares y el poder olig6rquico que tuvieron lugar d6cadas antes de que 6l naciera, continuaron durante su vida y le condujeron a la muerte. Siendo ya adulto, la mayoria de lo que yo sab(a sobre la antigua Roma lo habia aprendido de Hollywood y de la televisi6n. En mi cabeza habia imdgenes de hombres vestidos con togas, movi6ndose dentro de palacios de m6rmol, pronunciando con afectaci6n frases lapidarias con

acento teatral y, por supuesto, im6genes de carreras de cuadrigas y multitudes enloquecidas con sus pulgares hacia abajo condenando a las victimas desventuradas.

Mi lamentable ignorancia no

era muy diferente de la de otros americanos educados que habian pasado de la escuela de grado al nivel posdoctoral sin haber aprendido nada significativo sobre la historia de Roma. Adem5s de los decorados consrruidos por Hollywood y la televisi6n, todo lo que sabia de ]ulio C6sar se lo debia a dos dramaturgos, William Shakespeare y George Bernard Shaw. Si habia que estar mal informado sobre algo, al menos que fuera a trav6s de las maravillosas plumas de Shakespeare y Shaw.' Las representaciones hist6ricas de ficci6n generalmente no se

esfuerzan por la exactitud, su primer objetivo es entretener mds que educar. Suelen ser m6s literales que literarias por la forma en que impactan en

nuestras mentes. Y hariamos mejor en controlar nuestra tendencia a considerar la ficci6n como algo objetivo.

El Julio Cisar de Shakespeare es una obra poderosa basada marcadamente en Plutarco, de una forma imaginativa aunque sorprendentemente fiel. Los criticos literarios no est6n de acuerdo sobre si Shakespeare quiere considerar el asesinato execrable o digno de elogio. Se nos deja que consideremos si c6sar debe ser admirado o censurado, si Bruto es noble u odioso y si 61, o C6sar, o Antonio, o cualquier otro son los h6roes de la obra.2

Por todas estas ambigtiedades el tratamiento de Shakespeare tiene una interpretaci6n politicamente segura. Se enfoca en las cuestiones inmediat4

tas de la tiran(a versus la libertad republicana. Esos son exactamente los pardmetros dentro de Ios que los senadores asesinos confinan el debate.

Igualmente, Shakespeare comparte el punto de vista de la 6lite romana de que la multitud corriente es un conjunto estfpido, f6cilmente maneiable de un lado a otro, primero adulando a Pompeyo, despu6s inclinindose ante C6sar, m6s tarde jaleando a Bruto por salvarles de la tiran(a, s6lo para al minuto siguiente ser seducidos por Antonio. En lulio Cdsar la gente comfn aparentemente s6lo es capaz de la violencia sin sentido y el comportamiento degradante. Todo ello manteniendo el estereotipo dominante del proletariado romano que ha llegado hasta nosotros.

es una obra escrita de forma encande Shaw es un sujeto maduro y bonEl C6sar atractiva. tadora y altamente dadoso que mantiene de mala gana una relaci6n familiar con Cleopatra. En su primer encuentro, cuando ella todavia no ha descubierto su identidad, le llama repetidamente "viejo caballero". Est6 claro desde el principio que no puede haber un inter6s rom6ntico entre ellos a causa de Ia edad de Cdsar y la joven inmadurez de la reina. Al final de Ia obra, cuando C6sar Cdsar

y Clcopatra de Bernard Shaw

parte para Roma, expresa sus dudas de volver a ver a Cleopatra, pero le promete enviarle al joven y guapo Marco Antonio, que le agradarl mucho m6s.

En la vida real, cuando ella todavia no ha cumplido veinte afros, mucho antes de conocer a C6sar, Cleopatra ya ha dormido con Antonio. Ocurri6 en el afio 55 a. de C., cuando una fuerza expedicionaria romana estuvo en Egipto para restaurar a Ptolomeo en el trono. Antonio servia como jefe de la caballeria.3 Algirn tiempo m6s tarde, pero todavia antes de la llegada de C6sar, Cleopatra otorg6 sus favores a un segundo amante romano, Cneo, hijo de Pompeyo, que estuvo .t, Af.i." llev6ndole troPas a su padre. Y a pesar de Shaw, en el a6o 48 a. de C., aunque C6sar tenia cincuenta y tres t5

a6os y ella solo veintitr6s o asi, demostr6 estar dispuesta a irse a la cama con su tercer romano. Se dice que Cleopatra fue una mujer de bello aspec_ to y carecter seductor. Thmbi6n tenia un sentido agudo de la pol(tica. eue ese conquistador romano tuviera el poder de asegurar el trono de Egipto para ella debi6 ser un arractivo afladido para lo que sinti6 por 61. Eso des-

emboc6 en un prolongado episodio amoroso. Finalmente ella Ie dio a C6sar un hijo y se march6 a Roma para estar mds cerca de 61, demostrando por tanto que algunas cosas nunca cambian.

Aunque estaba envuelto en otros compromisos sexuales y ten(a una esposa, c6sar encontr6 tiempo para darle a cleopatra una lujosa bienveni-

da, digna de una reina, erigi6ndole una estatua de oro en un 6rea consagrada. La estableci6 en una villa suntuosa junto al Tiber, en la que ella

mantuvo su corte, mientras la visitaban lideres politicos, financieros y hombres de letras, incluyendo el famoso Cicer6n.

Dicho en su favor, Shaw incluye un sentimiento iconoclasta que no se encuentra en Shakespeare ni entre un regimiento de historiadores que han escrito sobre la 6lti-" Repfblica. En el pr6logo de C€sar y Cleopatra, que casi nunca se ha representado, el dios Ra le dice a la audiencia c6mo descubri6 Roma que "el camino de la riqueza y la grandeza va trav6s del robo a los pobres y el sacrificio de los d6biles". De conformidad con ese aforismo, los romanos "robaron a sus pobres hasta que se hicieron grandes maestros en ese arte y supieron qu6 leyes hacer para parecer decentes y honestos". Y despuds de esquilmar a su propio pueblo, despojaron a los pobres de las muchas otras tierras que conquistaron. ..y yo, Ra, me rio; porque los cerebros de los romanos siguen siendo del mismo tamafio, mientras que su dominio se extiende sobre toda la tierra,'. Muy probablemente Shaw estaba invitando a la audiencia a que viera el paralelismo con Ias pequefias mentes coloniales que gobernaban el vasto imperio britdnico

en su tiemPo. t6

Hay otro ejemplo del sentimiento iconoclasta de Shaw. En el Acto II de y Clcopata, Lucio S6ptimo rechaza la invitaci6n de C6sar a unirse a y se prepara para partir. El leal camarada de armas de C6sar, Rufo, filas sus observa airadamente: "Eso significa que es un republicano". Lucio se vuelve desafiante y pregunta, "iY qu6 eres tfl" A lo cual Rufo responde, "IJn Cdsar

cesarista, como todos los soldados de C6sar". Respecto a esto' tenemos el punto de vista normal expuesto por Shakespeare y por la mayoria de los historiadores: El conflicto es entre los que luchan Por Preservar la repriblica y los que son un instrumento del poder de C6sar. Pero Shaw va un Paso mis all6, insinuando que republicanismo versus cesarismo no es el problema real. Por eso pone en boca de C6sar: "Lucio' cr6eme, C6sar no es cesarista. Cuando Roma sea una verdadera repriblica, entonces C6sar ser6 el

primer republicano". Esa repuesta invita al punto de vista disidente ProPuesto en este libro:

iC6mo de republicana era la Ulti-" Repfblical M6s de 2.000 affos despu6s de C6sar la mayoria de los estudiosos de ese periodo todavia tienen que desembarazatse de los errores sobre el republicanismo adoptado por Lucio y la mayoria de los de su nivel social. Deben considerar que el repu-

blicanismo pudo muy bien ser un pretexto para mantener los privilegios olig6rquicos -como ocurre a menudo en nuestros dias- utilizado de mala gana por las €lites mientras podia servir a sus intereses. Al mismo tiempo, como veremos, los ciudadanos romanos corrientes hab(an conseguido algunos derechos limitados pero importantes bajo la Repfblica, y a veces importantes logros democr6ticos, incluidos €xitos ocasionales sobre la redistribuci6n de Ia tierra, el control de las rentas, la cancelaci6n de deudas y otras reformas. En lo que respecta a los oligarcas del Senado, esa agitaci6n y esas victorias populares eran el problema principal, que percibian como los primeros pasos por el sendero de la revoluci6n de clase.

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Hasta nuestros dias continfan comercializ6ndose masivamente peliculas con representaciones dudosas sobre la Roma antigua. En el affo 2000, mientras yo trabajaba en este libro, Hollywood nos trajo Gladiador, una fanfarronada 6pica sobre venganza y heroismo, que ofrecia episodios sangrientos sin fin en la arena. Sin ni un 6pice de mdrito arristico, Gladiador

exhibi6 en salas abarrotadas en los Estados Unidos y en el extranjero, ganando un Globo de Oro y un premio de la Academia. La historia tiene lugar durante el reinado del venal emperador C6modo, m6s de dos siglos despu6s de la muerte de |ulio C6sar. Merece la pena sefialar la forma en se

que se desprecia al Senado Romano. Se nos pide que creamos que el Senado estaba formado por hombres con espiritu priblico dedicados al bienestar de la gente. Pero al propio pueblo se le retrara como poco mds que una chusma. En una escena dos lideres del Senado esten sentados en el Coliseo. Cuando uno de ellos se queja del desagradable especteculo, el otro

opina que Ia multitud s6lo esti interesada en pan y circo, guerra y violencia. "Roma es el populacho... el coraz6n que late en Roma no es el del mdrmol del Senado. Es el de la arena del Coliseo. [El emperador] les trae16 muerte y ellos le adorar6n por eso". Este punto de vista del pueblo romano como una gentuza sedienta de sangre, desgraciadamente sigue siendo Ia historia del anti-prs,eblo que ha prevalecido ranto entre los medios de diversi6n como entre muchos eruditos cl6sicos. No puedo recordar exactamenre cu6ndo fui m6s alli de las im6genes de los escenarios y de las pantallas respecto a Roma y C6sar y me converti en alguien seriamente interesado en la Oltima Rep(blica como tema de estudio intensivo. Fue hace aflos, a trav6s de mis lecturas de historia y filosofia pol(tica sobre la Grecia antigua. Al principio me pareci6 que los romanos nunca podian ser tan compulsivos y absorbentes como sus primos mediterrdneos. Pero realmente lo son, al menos desde el affo 133 a. de C. hasta el 18

aflo 40 a. de C., los aflos que cubre este libro, la mayoria de ellos dentro del periodo designado .on o Ultin Repfblica.'

"

Para ayudar a muchos lectores que podrian estar Poco familiarizados con la Roma antigua, los primeros tres capitulos tienen que ver con la historia de Roma y su vida sociopolitica. El capitulo cuatro trata de la sangrienta represi6n a Ios reformadores populares y sus seguidores Por parte de la plutocracia, desde Tiberio Graco (133 a. de C.), hasta los primeros tiempos de C6sar. El capitulo cinco ofrece un retrato critico del h6roe de los historiadores, Cicer6n, con una narraci6n de c6mo moviliz6 a las fuerzas dela represi6n politica a favor de los intereses de la 6lite. Los siguientes cinco capitulos cubren Ia vida de Cdsar y se refieren a temas politicos, a su muerte y sus consecuencias. El capitulo final pone remate a todo el

tema de Ia Roma antigua, trayendo a colaci6n el estereotiPo del pueblo romano como "chusma" y "populacho".

Cuando los editores de The New Press me dijeron que querian incluir libro en su serie de Historias del Pueblo, estuve de acuerdo. Desde mi punto de vista una historia que trata de los esfuerzos del pueblo para defenderse de Ios abusos de los ricos y de Ia tirania es una historia del pueblo. Esa historia la han escrito durante el siglo pasado Personas tan notables como V[E.B. Du Bois, Philip Foner, Herbert Aptheker, Albert Martinez, A.L. Morton, George Rud6, Richard Boyer, Herbert Morais, fesse Lamisch, Howard Zinn, G.E.M. de Ste. Croix y otros. este

Pero escribir Ia "historia desde abajo" no es una tarea ficll cuando se trata de la Repfblica Romana, porque no podemos encontrar rastro de cartas de la gente corriente, diarios o memoriasl no hay eiemplares de publicaciones o peri6dicos de los trabajadores, ni documentos de la policia, Ios tribunales o el gobierno, de la clase que existen en los archivos hist6ricos de 6pocas m6s recientes. La mayoria de las historias escritas de Roma,

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bibliotecas y archivos se han perdido con el tiempo o han sido destruidos

deliberadamente por los fan5ticos proselitistas cristianos, que llevaron a cabo una guerra de erradicaci6n sistem6tica contra la erudici6n y la cultura paganas, despu6s de llegar al poder en el Siglo V d. de C. En cualquier caso, hasta donde sabemos, los peque6os granjeros, proletarios y esclavos de Roma no han dejado ningrin documento escrito del que hablar. As( que uno debe leer contra corriente, buscando las evidencias de las luchas del pueblo entre las palabras y hechos represivos de la oligarquia rica. Una historia del pueblo no deberia ser s6lo una narraci6n de las luchas populares contra la opresi6n, sino una exposici6n de la historia del anti-ptteblo que ha prevalecido entre generaciones de historiadores de la corriente principal. Deberia ser una historia critica sobre los opresores del pueblo, aquellos que propagaron una ideologia elitista y una aversi6n hacia la gente corriente que ha distorsionado la visi6n hist6rica hasta nuestros dias.

6,rt" .r una historia de latifundios y escuadrones de la muerre, sefiores y esclavos, patriarcas y mujeres subordinadas, capitalistas enriquecidos y provincias saqueadas, ganancias excesivas y revueltas urbanas. La historia de la lucha entre la minoria plutocr6tica y la mayoria indigente, el privilegiado versus el proletario, la corrupci6n politica, las elecciones dirigidas por el dinero y el asesinato pol(tico de los lideres populares. Dejo al lector que decida si cualquiera de estas cosas tiene que ver con nuestros tiempos.

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I

UNA HISTORIA DE CABALLEROS: IMPERIO, CI-ASE Y PATRIARCADO

iRoma, has perdido la casta de la sangre noble!

Julio Cisar, acto I, escena 2.

Escribir historia ha sido durante largo tiempo una profesi6n privilegiada llevada a cabo por la iglesia, la corte real, los terratenientes, Ios organismos del gobierno, la universidad y las fundaciones financiadas por las corporaciones. El contexto social e ideol6gico en el que trabaian los historiadores influye enormemente en la clase de historia que Producen. Aunque esto no nos diga todo lo que hay que saber de historiografia, ciertamente merece la pena dedicarle alguna atenci6n. Los historiadores suelen decir, como hizo Benedetto Croce, que la historia refleja la 6poca en que ha sido escrita. La historia de acontecimientos aparentemente remotos revive para "presentar necesidades y situaciones presentes". collingwood expres6 una idea similar: "San Agustin consider6 la historia de Roma desde el punto de vista de un cristiano primitivo, Tille21

mont desde el de un franc6s del siglo XVII, Gibbon desde el de un ingl6s del siglo XVIII..."l Pero algo se omite aqui, porque no hay unanimidad sobre c6mo la gente de cada €poca ve el pasado, ni siquiera los acontecimientos de su propio tiempo. Las diferencias de percepci6n tienen que ver no s6lo con las 6pocas y las civilizaciones, sino con la sociedad en cualquier tiempo. Gibbon no fue s6lo "un ingl6s del siglo XVIII", sino un caballero ingl6s del siglo XVIII; en sus propias palabras "un joven de familia y fortuna", que disfrutaba del "lujo y la libertad de una casa rica". Como heredero de ..una considerable hacienda", asisti6 a oxford, donde llev6 el gorro de terciopelo y la toga de seda de un caballero. Mientras servia como oficial en la milicia, estaba amargado por la compaflia de "oficiales rristicos que eran deficientes en el conocimiento de la educaci6n y las maneras de un caba[ero".' Decir que Gibbon y sus iguales de Oxford eran "caballeros" no implica que practicaran graciosamente la etiqueta del juego limpio hacia las personas, independientemente de su nivel social, o que estuvieran dotados de compasi5n por los seres humanos m6s vulnerables, tom6ndose la molestia de salvarles de las indignidades, como un verdadero caballero podria hacer. Si acaso, estaban dispuestos a no poner trabas a tales sentimientos, pero sin comprender cualquier necesidad social m6s all6 de su propio circulo selecto. Para ellos un "caballero" era alguien que ostentaba unas maneras distinguidas y un modo de vida opulento, y que se presentaba a si mismo como alguien pr6spero, pol(ticamente conservador y educado adecuadamente en el arte de la supremacia 6tnica de clase. Como la mayoria de la gente, Gibbon tendia a percibir la realidad de acuerdo con la posici6n que ocupaba en la estructura social. como caba-

llero intelectual, produjo lo que yo llamaria una "historia de cabaleros", un g6nero que tiene que ver con la perspectiva ideol6gica de la clase alta.3 1773 le encontramos empezando el trabajo de su obra magna Historia

En 22

del ocaso y caida del Impeio Rontano, sentado en su confortable casa de la ciudad, atendida por media docena de sirvientes. Estando inmerso en lo

que 6l llam6 los "lujos decentes" y saturado de su prepotencia de clase superior, estaba predispuesto a considerar de forma amable Ia violencia codiciosa de Ia aristocracia de la Roma antigua. Podia haber producido una historia muy diferente si hubiera sido un zaPatero remend6n que se hubiera educado a si mismo, escribiendo durante las pocas horas que le dejara su largo dia de trabajo mal recompensado. No es accidental que un traba-

jador pobre, afn siendo ilustrado, raras veces tenga la posibilidad de producir un libro erudito. El propio Gibbon se daba cuenta de las realidades de clase que habia tras la escritura de Ia historia: "Un caballero que tiene tiempo libre e independencia, dispone de libros y talento, puede animarse a escribir con Ia perspectiva lejana de honores y recomPensas: Pero desgra-

ciado el autot y desgraciado el libro, en el que la diligencia diaria s6lo es estimulada por el hambre diaria".*

Como alguien que se codea con la nobleza, Gibbon aborrecia las "teorias salvajes de igualdad y libertad ilimitada" de la Revoluci6n Francesa.t Era un partidario firme del Imperio Brit6nico. Cuando sirvi6 como miembro del Parlamento vot6 en contra de extender las libertades a las colonias americanas. Como es natural no tuvo ninguna dificultad en pintar una brillante imagen pastoral del Imperio Romano: "La paz dom6stica y la uni6n eran las consecuencias naturales de la politica moderada y comprensiva Ilevada a cabo por los romanos... La obediencia en el mundo romano era uniforme, voluntaria y permanente. Las naciones vencidas, agrupadas en un gran pueblo, renunciaron a la esperanza, e incluso al deseo, de reasu-

mir su independencia... la vasta extensi6n del Imperio Romano fue gobernada por un poder absoluto, bajo la guia de Ia virtud y la sabiduria".6 Ni una palabra sobre un imperio construido sobre ciudades saqueadas, ej6rcitos hechos afiicos, ciudadanos sacrificados, muieres violadas, prisioneros 23

convertidos en esclavos, tierras arruinadas, cultivos quemados y gentes agobiadas con impuestos despiadados.

Los caballeros historiadores que vivieron en la antigtiedad pintaron el mismo cuadro idilico, especialmente de la primera 6poca de Roma. El tema que comentaban repetidamente era el de considerar los viejos tiempos como una 6poca dorada, cuando los hombres estaban m6s preocupados por el deber que por el lujo, las mujeres eran castas y dedicadas generosamente al patriarca de la familia, los j6venes eran respetuosos con sus mayores y la gente corriente era modesta en sus expectativas y servia

valientemente en el ej6rcito de Roma.7 Escribiendo durante la Oltima Repfblica, salustio nos ofrece un bello cuento sobre los tiempos anteriores al suyo: "En la paz y en la guerra... la uirtus [valor, virilidad, virtud] era tenida en alta estima... y la avaricia era algo casi desconocido. La justicia y el derecho se mantenian no tanto por la ley como por el instinto natural... se gobernaba confiriendo beneficios a los sfbditos, no con la intimida-

clon

.-

Un cuadro m6s realista del imperialismo romano nos llega a trav6s de algunas de sus victimas. En el Siglo I a. de C. el rey Mitridates, expulsado de sus tierras al norte de Anatolia, escribi6, "Los romanos siempre han perseguido el mismo objetivo, hacer la guerra a todas las naciones, pueblos y reyes por el deseo insaciable del imperio y la riqueza".e por otra parte, el jefe caledonio Calgaco, hacia el final del siglo I d. de C., observ6:

"Encuentras en flos romanos] una arrogancia que ninguna sumi-

si6n razonable puede eludir. Como bandidos del mundo han

esquilmado la tierra con su saqueo indiscriminado y ahora saquean

el mar, La riqueza de un enemigo excita su codicia, la pobreza su ansia de poder... Al robo, la matanza y la rapiia esos embusteros les llaman imperio; crean desolaci6n y lo llaman paz... [Nuestros seres queridos] nos son arrebatados para ser convertidos en esclavos en 24

otras tierras. Nuestras esPosas y hermanas, si no son violadas por los soldados enemigos, son seducidas por los hombres que se suPone que son nuestros amigos y hu6spedes. A nuestras posesiones y dinero los consumen los impuestos; nuestra tierra es despoiada de su cosecha para llenar sus graneros; nuestras manos y nuestros miembros est6n encallecidos de hacer carreteras a travds de selvas y pantanos bajo el l6tigo de nuestros oPresores... Se nos vende como esclavos cada dia y tenemos que pagar el precio de recompra y ademds alimentar a nuestros amos".'o

Durante siglos la historia escrita fue considerada un g6nero literario patricio, como la 6pica y Ia tragedia, que ten(a que ver con los hechos monumentales de grandes personaies, un mundo en el que los hombres corrientes no jugaban otro papel que el de portadores de lanzas an6nimos y las mujeres ni siquiera eso. La antigiiedad nos ha dado numerosos caba-

Ileros cronistas -Homero, Herodoto, Tirc(dides, Polibio, Cicer6n, Livio, Plutarco, Suetonio, Apiano, Di6n Casio, Valerio M6ximo, Veleo Pat6rculo, fosefo y T6cito-, todos ellos con una opini6n pronunciadamente baja sobre la gente corriente. Di6n Casio, por ejemplo, nos asegura que "muchos monarcas son una fuente de bendiciones para sus sribditos... mientras que muchos que viven bajo una democracia padecen males innumerables"'"

no se enterr6 con sus huesos. Nuestra percepci6n hist6rica est6 formada no s6lo por nuestro

El

sesgo politico de los historiadores antiguos

nivel socioecon6mico actual, sino por el sesgo ideol6gico y de clase de los historiadores del pasado, en los que confiamos. Como sefiala |ohn Gager, es dificil alterar nuestra forma actual de pensar sobre la historia Porque "sin saberlo, percibimos el pasado de acuerdo con los paradigmas creados hace muchos siglos".t2 Y los creadores de esos viejos paradigmas generalmente hablaron con el acento de la clase superior. 25

En suma, el punto de vista de Gibbon sobre la historia no solo fue el de un caballero inglds del siglo xvIII, sino el de toda una serie de caballeros historiadores desde los tiempos pasados, situados igualmente en los estratos superiores de sus respectivas sociedades. Lo que haria tan dificil a Gibbon tener una perspectiva cr(tica de sus propias limitaciones ideor6gicas -aunque 6l nunca se lo planteara- seria el hecho de que mantuvo una compafiia intelectual con los eruditos de antafio que tenian su misma mentalidad, dentro de esa unanimidad de sesgo que a menudo se confunde con la objetividad. Para ser exactos, hubo unos pocos observadores de la Roma antigua, tales como el autor satirico |uvenal, que ofrecieron una visi6n del imperio como era realmente, un sistema de expropiaci6n y rapacidad. Refiri6ndose a los proc6nsules, |uvenal dice: "Cuando al fin vayas a gobernar tu pro-

vincia, limita tu rabia y tu codicia. Desgraciados nuesrros aliados desamparados, cuyos pobres huesos vas a absoiber hasta la m6dula".r3

En l9l9 el famoso economista conservador |oseph Schumpeter present6 un cuadro sorprendentemente critico del imperialismo romano, en palabras que podrian sonar familiares a los cr(ticos de la "globalizaci6n" actual en los Estados Unidos:

"...Esa politica que pretende aspirar a la paz pero que irremediablemente genera la guerra, la politica de preparaci6n para la g.uerra,

la politica de la intromisi6n y el intervencionismo. No habia un rinc6n del mundo conocido donde no se alegara que habia algrin inter6s en peligro o ya estuviera bajo ataque. Si los intereses no eran romanos, eran los de los aliados de Roma, y si Roma no tenia aliados, se inventaban. Cuando era prdcticamente imposible inventar tal inter6s, entonces era el honor nacional el que habia sido insultado. La lucha siempre se invesria de una aureola de legalidad. Roma estaba siempre siendo atacada por sus malignos vecinos, 26

siempre estaba luchando por un nuevo espacio al que extenderse. Todo el mundo estaba saturado de huestes de enemigos y era el deber manifiesto de Roma guardarse contra sus intenciones indudablemente agresivas." "

EI Imperio Romano tiene todavia sus apologistas en el siglo XX. EI historiador brit6nico Cyril Robinson presenta la imagen familiar de un imperio conseguido de forma no deliberada: "Fue quizi casi tan cierto en Roma como en Gran Bretafia que adquiri6 su dominio del mundo sin ninguna intenci6n"." Un imperialismo sin imperialistas, un disefio de conquista desprovisto de deseo o premeditaci6n, eso es algo que no puede aplicarse a Roma ni a ningrin otro imperio de la historia.

A pesar de su perspectiva comrin de clase, Ios caballeros historiadores no estAn perfectamente de acuerdo en todos los temas. El propio Gibbon fue condenado rotundamente Por sus comentarios sobre los cristianos primitivos en el Imperio Romano. Fue tachado de ateo por el clero y Por otros que creian que su religi6n habia florecido exclusivamente Por impulso divino y de forma moralmente impecable." Gibbon da cr6dito al origen divino de la cristiandad como impetu primario Para su triunfo, pero dedica s6lo una frase o dos a esa idea, estando m5s interesado como historiador seglar en las causas naturales del triunfo de la iglesia que en las sobrenaturales. Es mis, no duda en sefialar ejemplos de oportunismo mundano e intolerancia fandtica entre los prosdlitos cristianos. Algunos Iectores pueden encontrar en su tratamiento del origen de la cristiandad no s6lo Ia parte m6s controvertida de su libro, sino tambi6n la m6s interesante." |unto con su arrogancia de clase, el caballero intelectual esti dispuesto a ser un defensor de la supremacia masculina. Asi Gibbon describe a la segunda esposa del emperador Severo, |ulia Dona, como "poseedora de 27

una imaginaci6n vivaz, ltrmeza de ideas y fiierza de juicio, que raras veces se dan en su sexo".r8 Los historiadores dan cuenta de las mujeres mds famosas de la familia real, como Mesalina, esposa del emperador Claudio, y Agripina. Nos cuentan que Agripina consigui6 el trono para su hijo Ner6n envenenando a su t(o y a su esposo, el reinante Claudio. (Jna vez convertido en emperador, Ner6n mostr6 su gratitud a su madre mat6ndola. Ner6n no fue lo que llamariamos un hombre de familia; tambi6n mat6 a su tia, a su ex mujer y a un medio hermano que reclamaba el trono. Exceptuando unas pocas mujeres de alto nivel y notablemente letales, las romanas son virtualmente invisibles para Ia mayoria de los caballeros historiadores. Aunque se las mencione no se les considera de importancia.'e Que no hubiera historiadores del sexo femenino en la antigtiedad, ni durante muchos siglos despu6s, s6lo es parte de la deficiencia. En las 6ltimas d6cadas, gracias principalmente a Ia emergencia de intelectuales feministas, la investigaci6n sobre las mujeres en Roma ha mejorado, a pesar de la escasez de datos que han sobrevivido. Las mujeres romanas corrientes, segrin sabemos, solian morir m5s j6venes que los hombres a causa de la malnutrici6n, el maltrato, la extenuaci6n y los partos. Casi la mitad de las esposas romanas se casaban antes de los catorce afros, muchas hasta con s6lo doce, consum6ndose los matrimonios de forma inmediata, incluso antes de Ia primera menstruaci6n. Las mujeres de todas las edades vivian casi invariablemente bajo el dominio de algrin hombre, fuera esposo, guardiAn o paterfamilias (cabeza de una familia o clan).ro

Durante gran parte de la historia de Roma a las mujeres se les neg6 tener nombres o apellidos individuales. Los nombres de gens prominentes como claudio, |ulio o Lucrecio ten(an el derivado femenino obligatorio de Claudia, ]ulia o Lucrecia. Por tanto las hermanas tenian todas el mismo nombre y se les distinguia afladi6ndole "la mayor" o "la joven" o .,la primera", "la segunda" y "la tercera". Asi las hijas de Gayo Octavio eran octavia la mayor y octavia la joven. Negarles cualquier signo de identidad 28

individual fue un modo de tratar a las muieres como una propiedad de la familia, meros derivados del paterfamilias." Las mujeres de casta corriente llevaban a cabo gran Parte del trabajo oneroso de la sociedad, como lavanderas, sirvientes dom6sticas, molineras, tejedoras, hilanderas y a veces trabajadoras de Ia construcci6n, todo ello adem6s de sus labores cotidianas en la casa. Hasta donde sabemos, afn cuando trabajaran en la misma ocupaci6n que los hombres, no se les permitia pertenecer a gremios profesionales.22 Privadas de la oporrunidad de una vida decente, algunas de las mujeres m6s pobres se veian obligadas a vender sus favores sexuales. La prostituci6n era considerada un empleo y como tal pagaba impuestos. Poseer un burdel se consideraba una emPresa respetable para algunos inversores." En general la gran masa de mujeres pobres tenia pocas esperanzas de ejercer alguna influencia en los asuntos politicos, aunque cierto nfmero de ellas ParticiParon en Protestas priblicas.

La esposa devota y sacrificada fue un personaje muy considerado en los escritos romanos. Abundan los eiemplos de matronas que hicieron frente al exilio o se arriesgaron a morir Por ser leales a sus maridos.2t Pero las matronas tambi6n podian ser rebeldes en ocasiones. Ya en el af,o 195 a. de C. presionaron con 6xito a los magistrados para que anularan la ler Oppia, una ley aprobada durante la austeridad de la Segunda Guerra Pdnica, que restringia el uso de adornos personales y carruajes Por Parte de las mujeres." Que se movilizaran de forma tan firme seguramente irrit6 a muchos patriarcas.

En la Ultima Repfblica (aproximadamente los aflos 80 a 40 a. de C.) y durante el primer siglo del imperio, Ias matronas romanas consiguieron importantes mejoras respecto al matrimonio, el divorcio' los derechos de propiedad y la independencia personal. Algunas de ellas Poseyeron sustanciales propiedades y administraron operaciones comerciales. Durante el conflicto civil que sigui6 a la muerte de C6sar, el Segundo Tiiunvirato 29

registr6 una lista de 1.400 mujeres particularmenre ricas cuyas propiedades fueron valoradas. Las mujeres organizaron una protesta en el Foro ante el

tribunal de los magistrados y pidieron saber por qu6 ellas tenian que participar en el castigo de la guerra civil cuando no habian colaborado en el crimen. "iPor qu6 hemos de pagar impuestos si no compartimos las magistraturas, los honores, los mandos militares o los asuntos priblicos, cuyo conflicto nos ha llevado a esta terrible situaci6nl"25 Cualquiera que fuese la influencia que las mujeres ejercieron en los asuntos de negocios, nunca consiguieron los derechos civiles al completo, ni pudieron conseguir mucha influencia en el panorama politico.2'

Las esposas de la clase superior tenian la reputaci6n de ser generosas con sus favores sexuales. Salustio cacarea respecto a las mujeres que ..venden priblicamente su castidad'.28 Horacio echa pestes de la matrona que practica "amores impuros, buscando adrilteros m6s j6venes mientras su marido este borracho".2e Escribiendo durante el siglo II d. de C., |uvenal parece anticipar la misoginia venenosa que pronto saldria de las plumas de los padres de la iglesia cristiana. Las matronas romanas, nos dice, son unas picaras caprichosas, envueltas en acosos ilicitos a expensas de Ios desven-

turados cornudos que son sus maridos. Se han desprendido de las devociones virtuosas de sus antepasados, junto con el talante "naturalmente femenino" de la modestia, la castidad y el servicio dom6stico.30 De modo semejante, un historiador de nuestra propia 6poca deja constancia de su desaprobaci6n por el dominio creciente ejercido por las mujeres imprudentes de alta posici6n durante h Ultima Repfiblica, cuya ..influencia nociva" engendr6 una "permisividad creciente" e "hizo mucho por la degradaci6n moral y social de aquellos tiempos".3r

En realidad, las matronas romanas sin duda no eran m6s promiscuas que sus maridos, cuyas continuas frivolidades se pasaban por alto dado el 30

doble rasero de aquellos tiempos. Bajo el sistema patriarcal un hombre era Iibre de matar a una esposa suPuestamente infiel, mientras que €l mismo frecuentaba prostitutas o tenia una concubina. Las leyes contra el adulterio promovidas por el emperador Augusto iban dirigidas a las mujeres,

pero no imponian ninguna prohibici6n a los hombres." Uno de los muchos escritores romanos que ve(an s6lo virtud en Ia primera 6poca de Roma y decadencia en su propio tiempo es Valerio MSximo. Cita aprobatoriamente ejemplos de maridos de antaf,o que se divorciaron de sus muieres, o las trataron severamente, por actuar en lo que podriamos considerar una forma ligeramente independiente, como andar por la calle con la cabeza descubierta o asistir a juegos priblicos sin el conocimiento de su marido. "Mientras las mujeres tenian esas restricciones sus mentes estaban lejos de obrar incorrectamente", nos asegura Valerio.3'

Los hombres poderosos como |ulio C6sar a menudo trataban a

las

mujeres de las buenas familias como mercancias de las que disponer estrat6gicamente, que se podian permutar en matrimonios de conveniencia disefiados para fortalecer una fortuna o ayudar a forjar coaliciones politicas, una pr6ctica que continu6 dentro de los circulos aristocr6ticos euroPeos a trav6s de las diferentes 6pocas. Las mujeres tambidn fueron una fuente de diversi6n sexual para C6sar, como Para la mayor(a de los dem6s hombres romanos. Unas pocas -como su primera esposa Cornelia, su amante durante largo tiempo Servilia y, en sus dltimos aflos, Cleopatra- se ganaron el amor de C6sar, aunque ninguna pudo mantener en exclusiva sus atenciones sexuales.

Muchos maridos romanos eran mariposones que se habian casado sin amor para avanzar en sus carreras, embolsarse dotes o simplemente disfrutar de una adecuada concupiscencia. Sin embargo hubo casos de maridos con profundos lazos conyugales' Valerio nos da ejemplos de maridos realmente afectados por la pErdida de sus esPosas. Como Plinio el ioven, que manifest6 un amor sincero por su mujer.'o 3l

Junto con su sesgo de g6nero, algunos caballeros historiadores presentan un notable fanatismo etno-clasista. El padre de todos los historiadores de la Oltima Repfblica es Cicer6n. Alabado por Balsdon como ..quizd

el

hombre m6s civilizado que ha existido nunca", cicer6n ha sido reverenciado por los profesores cl6sicos y maestros de latin a trav6s de todas las 6pocas." Este hombre tan civilizado no se libr6 de los prejuicios dtnicos y de clase mds aplastantes. Cicer6n despreciaba a los griegos y a los judios,

fueran esclavos u hombres libres, que se reun(an junto a los Iideres democr6ticos, declarando que "los hombres de esas naciones a menudo sumen... a nuestras asambleas en la confusi6n". Los griegos son dados a "la mentira vergonzosa", los judios a la "bdrbara superstici6n".36

Algunos historiadores posteriores han tomado ejemplo de Cicer6n. Theodore Mommsen describe el Foro romano como una fiesta de los gritos para que "todos los que tienen forma de hombre", como los egipcios, jud(os y griegos, sean libres o esclavos, sean los participantes que mds chi-

llen en las asambleas pfblicas.3'cyril Robinson sefiala que muchos proletarios eran "griegos u orientales de origen... [cuyo] car6cter d6bil y cambiante les hacia malos ciudadanos". La"purezade la sangre romana empez6 a contaminarse con la mezcla de elementos extraflos". Esos de "sangre oriental" eran "incapaces de asimilar los hdbitos nacionales de Ia decencia

y el control", aunque "no todos los griegos, por supuesto, eran personajes viciosos o indeseables"."

|.F.C. Fuller nos cuenta que "la estirpe latina [de Roma] se mezcl6 cada vez mds cuando griegos, asiiticos, hispanos, galos y otros [esclavos] fueron absorbidos a trav6s de la manumisi6n y se hicieron ciudadanos".re

otro estimado clasicista, fdrome carcopino, flirtea con una teoria racista de la sangre, diciendo que los matrimonios entre romanos arist6cratas y sus esclavas o libertas, seguidos de Ia frecuente emancipaci6n de la des32

cendencia, dej6 a "muchas de las mejores familias de Ia ciudad infectadas con una mezcla hibrida, similar a Ia que m6s recientemente ha contaminado a otros pueblos poseedores de esclavos". Estas bodas mixtas "acentuaron fuertemente la descomposici6n nacional y social" de Roma''o

En la Roma antigua, como en otras sociedades antes y despu6s, la opresi6n de clase estaba apoyada por un sesgo de clase. EI inferior era considerado como tal a causa de sus propias deficiencias. El sesgo de clase se aPoyaba a la vez en los prejuicios 6tnicos. Muchos de los pobres, esclavos o libres, eran de "estirpe blrbaru", y esto alimentaba mis Ia tendencia a considerarles gente perdida, bandidos, contaminadores de la sociedad resPetable. Esos fueron los sesgos Etnicos y de clase convenientemente ensamblados por aquellos que miraban al mundo de haut en bas, y eso incluye no s6lo a los iguales de Cicer6n, sino a muchos de los escritores que vinieron despu6s de

61.

JJ

2

ESCI-AVOS, PROLETARIOS Y SENORES

No veis nuestros corazones; estiin llenos de piedad, Piedad hacia las iniquidades padecidas por Roma.

Julio Cisar, acto III, escena l.

La pirSmide social de Roma descansaba sobre Ias espaldas de los esclavos (serui) que suponian aproximadamente un tercio de la poblaci6n de Italia, probablemente con una proporci6n menor dentro de la propia Roma.' Su nfmero se mantenia gracias a las conquistas, los secuestros a trav6s de la pirateria y la procreaci6n de los propios esclavos. La esclavitud era tambi6n el destino final de los individuos convictos de crimenes importantes, de las personas pobres incapaces de pagar sus deudas y de los niffos vendidos por las familias indigentes. A los cautivos de guerra se les hacia trabajar hasta la muerte en las minas, canteras y plantaciones (latifundia), de tal modo que su nrimero se reducia constantemente.2

Un escal6n por encima de los serui estaba la gran masa de proletarios sin propiedades (proletarii), consistente en personas que vivian en la ciudad (plebs urbana), extranjeros y libertos (ex esclavos). El centro urbano de Roma estaba formado por templos, lugares ceremoniales, foros priblicos y 34

oficinas del gobierno. Este centro urbano estaba rodeado de un denso anrllo de barrios pobres. No habia transPorte p6blico, los proletarios tenian que vivir dentro de una distancia que les permitiera ir andando hasta sus lugares de trabajo y los mercados. La soluci6n era vivir amontonados en miles de casas pobres a lo largo de calles estrechas. Estas viviendas tenian a veces siete u ocho pisos de altura, carecian de cuartos de baflo, de agua corriente y de una ventilaci6n decente. Los alquileres de estas madrigueras f6tidas y sucias usualmente eran mayores de lo que la plebe pod(a pagar, por lo que se veian forzados a compartirlos con otras dos o tres familias, con lo que habia familias enteras viviendo en una sola habitaci6n. Algunos inquilinos con menos suerte s6lo se pod(an permitir un desv6n estrecho, no lo suficientemente alto como para Permanecer de pie en 61.3 Los braseros de carb6n y las lamparillas de aceite eran una amenaza constante de incendio. Las leyes sobre edificios no aparecieron en Roma hasta siglos despu6s. Los inquilinos que escapaban al tifus y al fuego, que abundaban en estos barrios, arin vivian con el temor de que esas estructuras cayeran sobre ellos, como ocurria con demasiada frecuencia. La genialidad por la que se conoce a Ia arquitectura romana no se aplicaba a los domicilios de los pobres. Como dice ir6nicamente ]uvenal: "Roma estS apoyada en trozos de tuberias y palos; es m6s barato para un propietario apuntalar sus ruinas, parchear los viejos muros y comunic6rselo a los inquilinos. Y se espera que duerman tranquilos con la amenaza de que el edificio les aplaste".'El mismo Cicer6n tenia unas propiedades para alquilar, cuya renta utiliz6 para mantener a su hiio como estudiante en Atenas. En una catta a un amigo demuestra su talante especulador: "Dos de mis tiendas se han hundido y otras muestran grietas, por lo que ni Ios ratones se atreven a entrar alli, no digamos nada de los inquilinos. Otros le llamarian a esto un desastre, pero para mi no es ni una molestia.'. Hay en marcha un proyecto de edificio... que transformar6 esta pdrdida en una fuente de beneficios".t 35

Las calles estrechas llenas de baches estaban abarrotadas de vendedores, artesanos, intermediarios, mendigos y vagos. Los vendedores callejeros

vendian pescado en salaz6n, peroles calientes de salsas humeantes, tazas de sopa y jarras de vino. Mrisicos, acr5batas y malabaristas, con sus tristes animales domesticados, actuaban para la multitud que pasaba. Habia unas grandes marmitas sucias colocadas a intervalos a lo largo de las calles, que servian para que los transefntes orinaran, una concesi6n a los tintoreros y lavanderos que -el jab6n era desconocido en Roma- utilizaban la orina acumulada para trarar y lavar la ropa.u (El 6cido ririco todav(a se aplica hoy

dia en algunos limpiadores como el b6rax.) Debemos suponer que a Ia ropa se le daba un aclarado final en agua limpia. Para los que podian permitirselo, el vino se beb(a durante y entre las comidas. Los romanos de la tiltima Repriblica solian beberlo diluido en agua a partes iguales. El vino era su caf6, su te y sus licores. "Y el aceite de oliva era su mantequilla, su jab6n y su electricidad: cocinaban con 61, se untaban con 6l en el baffo y lo quemaban para sus l6mparas".7 Los pobres se

mantenian a base de grano, consumido en forma de pan o de gachas.

Con la pobreza imperante habia un nivel alto de cr(menes. Roma no tenia luz en las calles ni polic(a a la que recurrir. A la ca(da de la noche la gente se encerraba tras los cerrojos de sus puertas. 56lo unos pocos opulentos, que pod(an permitirse una compaflia de esclavos y forzudos que

iluminaran su camino y les sirvieran de guardaespaldas, se atrevian a aventurarse en las calles, y arin as( se lo pensaban dos veces. |uvenal escribe acerbamente sobre los riesgos de recorrer las calles: "No hay ninguna diferencia entre que pretendas decir algo o quieras retirarte sin una palabra, ellos te golpean igualmente... isab6is a Io que equivale Ia libertad del pobrel A la libertad, despu6s de ser golpeado y hecho pedazos, de implorar que te dejen volver a casa con algrin diente sano".8 36

La mayoria de la plebs urbana y sus familias vivian trabajando largas horas por unas sumas m(nimas. En el campo la plebs rustica no estaba en mejor situaci6n que sus hom6logos urbanos. Cuando era posible intentaban mejorar su situaci6n aceptando tareas peligrosas que les ofrecia el sefror del latifundia que, como los dueflos de las plantaciones americanas en el Sur antes de la guerra, a veces preferian utilizar trabaiadores libres para las tareas arriesgadas. En el razonamiento de un propietario, la muerte de un trabajador de un dia simplemente incrementaba la poblaci6n del mundo de los muertos, mientras que la muerte de un esclavo representaba la p6rdida de una inversi6n.e

Un escal6n por encima de los proletarri sin propiedades estaban

los

pequefios granjeros, asentados en sus propias parcelas de tierra en Ias provincias de alrededor de la ciudad, con las propiedades suficientes como para estar cualificados para el servicio militar. Y justo por encima de ellos habia un pequeflo grupo de clase media formado por funcionarios menores, mercaderes y empleados industriales, que vivian en aPartamentos situados lejos del hedor y el ruido del interior de la ciudad, pero dentro de

una distancia manejable hasta el Foro y los bafios.'o

Por encima de toda esta multitud esforzada de Roma' en una "opulen-

cia casi increible", habia "unos pocos miles de multimillonarios".t' IJn magistrado estim6 que el nfmero de familias s6lidamente ricas no superaba las 2.000." Este nivel de 6lite, la "clase de los dignatarios", incluia a los equites o ecuestres, una clase de caballeros, Ilamados asi porque sus propiedades les cualificaban para servir en la caballeria, aunque durante Ia

Oltir.r" Repfblica la mayoria de ellos probablemente iam6s se habian subido a un caballo. Los ecuestres eran contratistas del estado, banqueros' prestamistas, comerciantes, recaudadores de impuestos y propietarios de tierras.'3 Ocupaban un rango social justo por debajo de los arist6cratas y 37

muy por encima de la gente corriente, sirviendo como reserva de la clase aristocritica, cuando alguna familia de viejo linaje moria de vez en cuando.

Al

ser poseedores de grandes propiedades, generalmente tenian pocas simpat(as por los pobres, y compart(an muchos de los intereses de la noble-

za, aunque a veces habia conflictos ocasionales entre estos dos grupos de

6lite." En la cima absoluta de Ia pir6mide social estaban los nobilitas, una oligarquia aristocritica representada por familias cuyo linaje podia presumir de que uno o m6s de sus miembros habian sido c6nsules (la magistratura m6s alta de la Repdblica). Los ecuestres y los nobles se diferenciaban mis en linaje politico que en fortuna familiar. Ambos grupos eran miembros de la clase de los dignatarios; ambos pose(an riquezas en tierras, esclavos, comercio y finanzas, Ambos vivian en mansiones parecidas, disfrutaban de comidas exquisitas servidas en platos de oro y plata, ten(an jardines lujosos, cotos, pajareras, establos con hermosos caballos, estanques con peces, bibliotecas privadas, bafios privados y servicios sanitarios. Sus mansiones estaban situadas en extensiones del tamaflo de verdaderas ciudades, lo bastante grandes para albergar un s6quito de esclavos y sirvientes personales. Cicer6n era un ecuestre que poseia siete u ocho mansiones y varias granjas m5s pequefias, junto con propiedades urbanas y otras empresas de

negocios.rt

La vieja nobleza no se privaba de emprender negocios especulativos. Por ejemplo el amigo y aliado de ]ulio C6sar, Craso, se convirti6 en uno de los hombres m6s ricos de la Oltima Repfblica comprando inmuebles urbanos que se habian hundido o incendiado, reconstruy6ndolos despu6s y obteniendo unas rentas que recompensaban ampliamente el capital invertido.'u

La supremacia de clase influia en los c6digos internos de la sociedad republicana de Roma. Habia una prohibici6n estricra de los matrimonios 38

entre un miembro de la aristocracia y un ciudadano que hubiera surgido de la clase de los libertos. Los arist6cratas tambi6n tenian prohibido casarse con actrices o mujeres de otras profesiones dudosas.rT En Ia Ultima Repriblica de Roma, como en cualquier plutocracia, era una desgracia ser pobre y un honor ser rico. El rico, que viv(a como un par6sito del trabajo de los dem6s, era celebrado como hombre de calidad y valor; mientras los pobres, que luchaban por sobrevivir con las miseras ganancias de su traba-

jo, eran considerados vulgares y deficientes. Aunque escribi6 m6s tarde, durante la 6poca de los emperadores, ]uvenal habl6 de la sociedad republicana anterior, seflalando que la palabra de un hombre rico era considerada como el oro, porque €l poseia ese oro' mientras que el juramento de un hombre pobre "no tenia valor en los tribunales... los hombres no podian salir f6cilmente de una pobreza que ocultaba su m6rito"."

La naturaleza opresora de clase de Roma fue de Io m6s evidente en la amplia pr5ctica de la esclavitud. La esclavitud en Roma ha sido tratada amplia pero no severamente por los caballeros historiadores. Gibbon, por ejemplo, nos cuenta que un esclavo no vivia sin esperanza, dada "la benevolencia del amo". Si mostraba diligencia y fidelidad durante "unos cuantos afios" pod(a esperar de forma natural ganar su libertad." M6s recientemente, |6r6me Carcopino se entusiasma con las leyes romanas que "aligeraban las cadenas [de los esclavos] y favorecian su emancipaci6n... El buen

sentido pr6ctico de los romanos, no menos que el instinto humanitario fundamental de sus rfsticos corazones, les alejaba de cualquier muestra de crueldad hacia los serui. Siempre trataron a sus esclavos con consideraci6n... Con pocas excepciones, la esclavitud en Roma no era eterna ni, mientras dur6, intolerable".'o Ningrin esclavista podria haberlo dicho mejor. 39

"No ha sido hasta tiempos recientes", sefiala I(R Bradley, ..que los intelectuales han empezado a darse cuenta de que habia algo diftcil de digerir respecro a la esclavitud en la antigtiedad. Realmente todavia funcionan algunas influencias apolog6ticas".,, Un reputado historiador que todavia celebra el lado feliz de la esclavitud es Lionel casson. Dedica un gesto minimo a las desgraciadas almas que tuvieron que trabajar bajo el l6tigo en los campos o murieron en las minas, diciendo solamente que estaban a cargo de "tareas que suponian un trabajo penoso,'. Despu6s se extiende sobre las condiciones favorables que supuestamente disfrutaban los esclavos que vivian en lujosas mansiones u ocupaban puestos en el

gobierno. Algunos incluso amasaron fortunas sustanciales como inversores. A veces 'los hombres libres con malas perspectivas se vend(an a si mismos como esclavos para poder llegar" a esos magnificos puestos.r, Gran cantidad de serui manumitidos, dice Casson con entusiasmo, ..fueron capaces de escapar de la esclavitud y subir en la escala social, en algunos casos hasta lo m6s alto". un antiguo scruusle dio a su hijo una educaci6n excelente y el muchacho creci6 para convertirse en el famoso escritor Horacio. "En s6lo dos generaciones la familia hab(a subido desde la esclavitud a la

inmortalidad literaria".23 La impresi6n que uno saca es que la esclavitud en Roma era una especie de programa de acci6n afirmativa y Roma una tierra de oportunidades ouaert aux talents. De hecho esos ejemplos impresionantes de ascenso fueron la rara excepci6n. La manumisi6n generalmente se conseg'uia despuds de muchos afios de servicio. Arin entonces la libertad tenia sus trabas. Frecuentemente el scruus manumitido dejaba detrSs a su esposa y a sus hijos como esclavos. El liberto no pod(a servir en el ej6rcito ni desempaffar cargos priblicos. Mantenia los nombres de sus antiguos amos, a quienes continuaba debiendo servicios y haciendo pagos.,.

Los esclavos generalmente compraban su libertad pagando su precio original de compra. obviamente Ia gran mayoria no podia esperar ahorrar 40

tal suma. A algunos de los mis afortunados les pagaban Ia libertad famiIiares que ya eran libres y estaban trabajando. 56lo un grupo selecto tenia la posibilidad de conseguir propinas como Porteros o actores, o recibir gratificaciones en ocupaciones especializadas, tales como artesanos, doctores y prostitutas.

La manumisi6n estaba muchas veces motivada por el deseo del propietario de librarse del gasto de cobijar y alimentar al esclavo durante toda su vida, especialmente si 6ste ya no poseia el vigor productivo de su juventud. Muchos de los manumitidos conseguian una emancipaci6n testimonial en el testamento del amo, esto es, s6lo despu6s de que Ia muerte Ie privara de la oportunidad de seguirle explotando podia ser libre. Como reconoce Bradley, "la mayoria de la poblaci6n esclava probablemente nunca consigui6 la libertad... La manumisi6n era una perspectiva real pero frigSl para los esclavos, y ocultaba los afios de duro trabajo que Ia precedian"." Todos los regimenes esclavistas desarrollan una ideologia que iustifica sus relaciones sociales deshumanizadas. En Roma a los esclavos del sexo masculino habitualmente se les vestia como a ln Puer o "muchacho". Un trato degradante similar se aplicaba a los esclavos de la Grecia antiSua y en el r6gimen esclavista de los Estados Unidos, que persisti6 en el Sur segre-

gacionista de la posguerra durante el siglo XX. El esclavo como ser inferior o sub-humano es un tema que encontramos en los escritos de Plat6n y de Arist6teles. En las mentes de los poseedores de esclavos romanos, Ios serui -incluyendo los extranjeros, que constitu(an una gran proporci6n de la poblaci6n esclava- eran inferiores en capacidad moral y mental, un nivel o dos por encima de los animales. Cicer6n nos asegura que los judios, sirios y otros bSrbaros asi6ticos habian "nacido para ser esclavos".26 EI historiador romano Floro ve la rebeli6n de los esclavos de Espartaco no como una lucha monumental por la libertad, sino como una emPresa desgraciada perpetrada "por personas de la mis baja estofa" llevada a cabo por *hombres del peor car5cter... sedientos de venganza hacia sus amos"'2' 4L

Gibbon describe la poblaci6n esclava de Roma como "una multitud promiscua e inferior"." M6s recientemente tenemos a Sir Ronald Syme afirmando que el mercado romano de esclavos estaba inundado de "cautivos de un linaje extrafio y a menudo inferior".2e La mayoria de los escritores cl6sicos actuales, sin embargo, no se adhieren a Ia supremacia del poseedor de esclavos, al menos no abiertamente.

Por definici6n la relaci6n entre amo y esclavo es coercitiva. No es casualidad que el amo est6 preocupado por cuestiones de control, por inculcar lealtad y obediencia a sus recalcitrantes subordinados, utilizando una combinaci6n de m6todos indulgentes y severos. En el Siglo I d. de C. el escritor agricola romano columela aconsejaba c6mo manejar mejor el trabajo de los siervos en la granja. El poseedor de esclavos tenia que evitar la severidad excesiva y la crueldad gratuita, no por consideraci6n humana, sino porque tales cosas eran contraproducentes para el trabajo. Los esclavos estaban mejor controlados si se les permitian unas condiciones de vida decentes, tiempo libre y la oportunidad ocasional de escuchar sus quejas.,o

La promesa incierta de una eventual emancipaci6n a veces hacia de la manumisi6n un mecanismo de control efectivo. El esclavo estaba m6s dispuesto al conformismo ante la esperanza de una eventual libertad. Las familias de los siervos eran otro instrumento ftil de control. Los esclavos casados con hijos estaban menos dispuestos a fugarse y m6s a colaborar. y su descendencia era una riqueza adicional para el amo. pero la familia del

esclavo s6lo existia mientras sirviera a Ios intereses del amo. Estaba en peligro constante de ruptura, ya que el esclavo era una propiedad disponible por el amo. Los poseedores de esclavos estaban dispuestos a romper las familias de sus siervos "cuando las consideraciones econ6micas hacian la venta de sus esclavos atractiva o necesaria".3r 42

El buen trato no garurltizaba buenos esclavos. Podemos recordar la observaci6n de Frederick Douglass referida a su propio e infeliz cautiverio en el Sur americano: El esclavo que tiene un amo cruel desea uno amable, el esclavo que tiene un amo amable desea Ia libertad. El trato amable puede minar el control alimentando exPectativas mayores. Era necesario imponer un dominio coercitivo e inspirar temor. IJn esclavo romano podia ser azotado, marcado, mutilado, subalimentado, violado o crucificado sin posibilidad de defensa. "Contra un esclavo este permitido todo", escribi6 Sdneca, el estoico, que condenaba el trato cruel a los serui mientras que 6l disfrutaba de sus servicios.s' De acuerdo con una vieia regla, si el amo era asesinado por uno de sus esclavos, todos los de la casa se enfrentaban a la muerte. De ese modo cada seraus podia tener inter6s en la seguridad de su amo. Un fallo en informar de algrin hecho sospechoso o un complot secreto podia costarle la vida a un esclavo. Los esclavos s6lo podian rezar Porque el amo expirar6 de una forma indudablemente natural, porque si hab(a cualquier sospecha de juego sucio, las autoridades a cargo de la investigaci6n podian torturar hasta al dltimo de ellos.'3 Las leyes romanas no permitian la tortura de un hombre libre, pero la requer(an Para conseguir evidencias de los esclavos, fueran hombres o mujeres, Pero los serui q:ue traicionaban a sus amos declarando voluntariamente contra ellos en los tribunales terminaban siendo castigados m5s que recompensados." Porque aunque los acusadores o querellantes querian ganar sus casos, no estaban inclinados a favorecer la deslealtad entre los esclavos.

Los que piensan que Ia esclavitud en Roma era una instituci6n benigna no han explicado por qu6 los esclavos fugitivos eran un problema constante. Los duefios no toleraban ni lo m6s minimo la p€rdida de una propiedad valiosa. Normalmente utilizaban cadenas, collares de metal y otros mecanismos de seguridad. Los esclavos que huian eran cazados y devueltos a sus furiosos amos que estaban dispuestos a infligirles un severo casti43

go." Los poseedores de esclavos consultaban a los or6culos y a los astr6logos para adivinar el paradero de los huidos, colocaban carteles ofreciendo recompensas, apelaban a las autoridades del estado y recurrian a buscadores de esclavos profesionales (fugitiuaii).36 Cicer6n mantuvo a dos gobernadores provinciales en la brisqueda de un esclavo que le habia hurtado

alguno de sus valiosos libros y habia huido al extraniero.3T Todas las sociedades esclavistas han conocido sus revueltas. Roma no fue una excepci6n. Las tres rebeliones m6s importantes ocurrieron en los dos riltimos siglos de la Repriblica, alcanzando el nivel de guerra abierta,

con muchos miles de hombres armados en cada bando, incluyendo la famosa llevada a cabo por Espartaco y sus valientes en los aff,os 74-60 a. de c. Todas fueron aplastadas sin piedad. Hubo otras numerosas revueltas de esclavos, pero fueron a pequefla escala, duraron poco y no tuvieron 6xito,

aparte de los relativamente pocos esclavos que consiguieron escapar de forma definitiva.38

Algunos esclavos dom€sticos que disfrutaban de las circunstancias de una casa rica sin duda estaban materialmente mejor que muchos de los habitantes de los barrios pobres, aunque el alojamiento y las raciones de comida, incluso en las mansiones m6s ricas, normalmente tenian un nivel

minimo. Algunos esclavos urbanos podian escabullirse y participar en debates et la plaza del mercado e incluso unirse a los gremios. pero la mayoria soportaba largas horas de servicio, humillaciones diarias, maltrato caprichoso y la ame.,aza de los azotes. Amiano Marcelino nos habla de amos que en su tiempo pod(an dar 300 azotes a un esclavo por una ofensa menor, tal como retrasarse en traer agua caliente." S6neca el joven describe algunas de las indignidades padecidas por esclavos urbanos.

44

"Cuando nos reclinamos en un banquete un esclavo limpia los v6mitos de comida, otro se agacha bajo la mesa y recoge las sobras de los invitados borrachos. Otro trincha las apreciadas aves; con golpes infalibles y mano h6bil corta los trozos de la pechuga y los cuartos traseros. Desgraciado suieto, vivir s6lo con el prop6sito de cortar los capones correctamente... otro, que sirve el vino, debe vestir como una mujer y luchar por ocultar sus afios, no puede desprenderse de su juventud; la arrastra con 6l; y aunque ya tiene la figura de un soldado tiene que mantenerse afeitado y con su pelo terso y tirante desde sus raices, y Permanecer despierto toda la noche, dividiendo su tiempo entre la embriaguez de su amo y su lujuria; en los aposentos debe ser un hombre, en la fiesta un muchacho".to

La explotaci6n sexual de los serui de Roma por Parte de sus amos, aunque pand6mica, es ignorada por virtualmente todos los historiadores de hoy. Entre los escritores antiguos era bien sabido que los esclavos debian tener sus cuerpos disponibles a petici6n. Horacio pasa revista a sus preferencias por los esclavos de la casa, hombres y mujeres: "Me gusta el sexo f6cily a mano".*rY Petronio habla de un ex esclavo en los recuerdos de su Satyricon, contando c6mo sirvi6 sexualmente tanto a su amo como a su ama durante catorce aflos, un arreglo que los lectores romanos sin duda encontraban familiar y cre(ble.t'

El poeta Marcial -que fue en la Roma antigua lo m6s parecido a un columnista chismoso actual- alude repetidamente a las intimidades sexuales de que disfrutaban los amos conlosserui de la casa. Alaba ir6nicamente a un tal Quirinal por no necesitar una esPosa, ya que fornicaba con las sirvientas y llenaba su casa de la ciudad y su casa del campo con la correspondiente descendencia. "Quirinal es un genuino paterfarnilia.r".t' No nos dice nada de c6mo se sentian las sirvientas resPecto a eso' 45

Las mujeres ricas a veces sacaban ventaia de su estatus de clase para satisfacer sus apetitos carnales. Asi Marcial reprende a un hombre cuyos siete hijos tienen gran parecido con los esclavos de su madre, entre los que se encontraba el cocinero, el panadero e incluso el siervo sodomita de su propio marido. El poeta se refiere a una mujer de avanzada edad que utiliza su dote completa para redimir de la esclavitud a su amante favorito, asegur6ndose por otra parte de forma regular su satisfacci6n, a un sefior que se acuesta con su ama de llaves, a otro que recompra a su criada para mantenerla como concubina, a los que buscan chicos esclavos para su placer y al marido que se las arregla con sus sirvientas mientras su esposa lo hace con los porteadores de su litera: "Sois una buena pareja, Alauda..*,

El propio Marcial suspira por "un esclavo rollizo nacido en su casa',. Cuando renuncia a la posibilidad de comprar "un chico" por 100.000 sestercios, un amigo suyo paga inmediatamente el precio. Con su estilo pr6digamente tosco, Marcial nos cuenta c6mo "llora su gallo,, por la oportunidad perdida." Por supuesto, el chico en cuesti6n no tiene nada que decir en el asunto. El propietario colocaba unilateralmente los limites y escogia el modo de gratificaci6n, utilizando al chico como desease. Los esclavistas solian proveer a los ped6filos, vendiendo chicos y chicas para prop6sitos sexuales' se usaban depilatorios para eliminar el vello del cuerpo de un chico, manteni6ndole con una apariencia tan joven como fuera posible. A los chicos se les hacia ingerir diversas pociones para retrasar su pubertad. Arin peor, los poseedores de esclavos recurrian frecuentemente a la castraci6n, a pesar de las diversas leyes que la prohibian.,6 Thles ejemplos de intercambio de chicos, violaciones

y mutilaciones

sexuales no se mencionan por parte de esos intelectuales que, como los propios poseedores de esclavos, parecen estar m6s dispuestos a exponer los beneficios escondidos de la esclavitud que sus perjuicios manifiestos.

46

La imagen de una relaci6n amo-esclavo mutuamente carifiosa en la Roma antigua, como seiala Finley, parece 'llevar irresistiblemente a los comentaristas modernos al sentimentalismo y a olvidar lo imPortante Para fijarse en lo trivial".*7 Pero esa relaci6n era todo menos mutua. No importa con qu6 sensibleria se Ia vista, Ia esclavitud en Roma nunca puede considerarse una relaci6n de amor.

Cuando un favorito suyo llamado Sositeo, "un chico delicioso", muri6, Cicer6n observ6: "Estoy mis conmovido de lo que quizS debiera por la muerte de un esclavo"." Aqui Cicer6n est6 controlando sus sentimientos, sabedor de que el que tiene esclavos debe mantener Ia distancia de clase y no afectarse demasiado por un simple seruus. El carif,o que un amo puede sentir por su esclavo es protector y paternalista. Mientras que el que siente un esclavo por su amo est6 al menos impuesto parcialmente por la acentuada relaci6n asimdtrica de poder, generada tanto Por la necesidad e inseguridad como por un afecto genuino. No hay duda de que existi6 m6s firmemente en la imaginaci6n del amo que en el coraz6n del esclavo. Nunca sabremos c6mo el Sositeo de Cicer6n, que vivi6 y muri6 esclavo, pudo sentirse sobre su relaci6n y c6mo se hubiera sentido de hab6rsele dado la opor-

tunidad de ser libre y tener un trabaio decente. Durante la guerra civil americana muchos duefios de esclavos de la Confederaci6n estaban asombrados de ver que 6stos -supuestamente bien tratados y por tanto devotos y fieles- manifestaban Ia m6s terrible ingratitud a la primera oportunidad, desobedeciendo 6rdenes insolentemente o huyendo hacia la libertad, e incluso alist6ndose en las filas del ej6rcito de la Uni6n para luchar por su emancipaci6n y Por sus hermanos. El periodista Whitelaw Reid, viajando a trav6s del Sur inmediatamente despu6s de la guerra, sefral6 la frase repetida sin descanso por los antiguos esclavistas: "Hemos sido los mejores amigos que han tenido Ios negros. Sin embargo €sta es la manera en la que nos tratan".4e Con seguridad podemos asumir 47

que esta especie de "ingratitud" escondida tambi6n existi6 entre muchos esclavos romanos.

El "esclavo fiel" fue el tema favorito entre los escritores antiguos, la mayor(a de los cuales tenian esclavos. Thnto valerio como Apiano cuentan cierto nfmero de historias de esclavos que mostraron una devoci6n extraordinaria por sus amos.to No hay duda que pudieron florecer grandes amistades entre amo y esclavo. cautivos vulnerables, arrancados de su tierra y de su hogar, a veces buscarian la supervivencia y la seguridad arrim6ndose emocionalmente a aquellos que tenian el poder sobre su vida y su muerte. Pero no debemos dejarnos engaflar por eso. Los duefios de esclavos romanos, como los americanos del sur anterior a la guerra, vivieron con el temor constante de que sus'fieles esclavos" fueran capaces de sublevarse y masacrar a sus seffores. En palabras de plinio el joven, los duefios de esclavos estaban permanentemente expuestos a "peligros, atropellos e insultos... Ningrin sefior podia sentirse seguro por ser amable y considerado: porque es su brutalidad, y no su capacidad de razonamiento, la que conduce a los esclavos a matar a sus duefros".5r He aqui un proverbio romano, "Cien esclavos, cien enemigos".

EI punto de vista de Panglossian sobre el cautiverio benigno ignora la inhumanidad inherente a la servidumbre forzosa. Los esclavos tienen que someterse a sus amos y a todos los otros superiores. Fueron criaturas marginadas a las que a menudo se les neg6 el m6s elemental vincuro social. Sufrieron una casi total carencia de control sobre su trabajo, sus personas y en la mayoria de los casos su propia personalidad. Los mismos escravos -no la fuerza de su trabajo- fueron mercanc(as.t2 posiblemente sin pensar en su delicioso Sositeo, cicer6n lo dej6 perfectamente claro cuando sefla16 que era preferible para aligerar un barco ante una emergencia arrojar por la borda a un esclavo viejo que a un buen caballo. y Cat6n el viejo

aconseja a sus lectores vender a sus esclavos viejos o enfermos junto con sus animales viejos o enfermos "asi como todo lo demds que sea super48

ese modo el poseedor de esclavos este encerrado en la esencia ineludible de la esclavitud: La explotaci6n degradante de un ser humano

fluo'.t' De

de forma que otro pueda conseguir el confort y las ventajas que la riqueza puede conferir. Por 6ltimo, lo mismo puede decirse de todas las relaciones

de explotaci6n de clase perpetradas por los que acumulan riqueza para si mismos a costa de mantener a otros en Ia pobreza.

49

J

UNA REPOBLICA PARA I.]NOS POCOS

Siempre se diri de nosotros Que fuimos los hombres que dieron la libertad a su pais.

Julio Cdsar, acto III, escena l.

Dice la leyenda que Roma fue fundada en el afio 753 a. deC. y se llam6 asi por su primer monarca, R6mulo. A principios del siglo VI a. de C. rei-

naron en la ciudad una serie de reyes etruscos. Detestada por la gente corriente a causa de su r6gimen explotador, la monarquia fue derrocada alrededor de los aflos 510-509 a. de C. y se proclam6 la rep(blica. El mando ejecutivo pas6 a una pareja de c6nsules, elegidos por un afio y sujetos cada uno de ellos al veto del otro. Los c6nsules siguieron siendo los m6s altos magistrados de la repfblica a lo largo de toda su existencia. Imponian los tributos y comandaban los ejdrcitos de Roma, dictaban las leyes, concedian audiencias a las delegaciones extranieras y presidian el senado

y las asambleas populares.'

Pronto la sociedad romana estuvo marcadamente dividida entre una aristocracia asentada de patricios y una masa de gente corriente llamados plebeyos. solo los patricios pod(an perrenecer al Senado u ocupar los pues50

tos gubernamentales y religiosos importantes. Durante el siglo fV a' de C. algunas de las familias plebeyas m6s ricas consiguieron el acceso a puestos

oficiales superiores, ganando su acceso al Senado y entrando en la noblezahasta llegar al consulado. Hacia Ia mitad del siglo III a. de C. plebeyos y patricios consiguieron el derecho a casarse entre ellos y los elementos m6s ricos de ambos grupos se firndieron en la aristocracia.2 La Repfblica fue tambi6n un imperio. Durante los siglos III y IV Roma embarc6 en una serie de conquistas y alianzas que extendieron su dominio por la mayoria de la pen(nsula italiana. Con la derrota de su principal se

rival comercial, Cartago, en lo que se conoci6 como la Primera Guerra Pfnica (264-261a. de C.), Roma tom6 el control de Sicilia, Cerdef,a y C6rcega. En la Segunda Guerra Pfnica (218-202 a. de C.), el general cartagi' n6s Anibal se latz6 a su famosa invasi6n de Italia, cruzando los Alpes cubiertos de nieve con su ej6rcito y una tropa de elefantes. Anibal march6 hacia el sur por la peninsula destruyendo dos ej6rcitos romanos a su Paso, sufriendo un desgaste que al final le llev6 a la derrota.3 Roma expuls6 a los cartagineses de Espaf,a, convirtiendo la mayor parte de la peninsula ib6rica en provincia romana.

En 146 a. de C., despuds de medio siglo de paz, Roma atac6 y destruy6 Ia propia Cartago transformando ese territorio en una provincia colonial llamada Africa (que coincidia m6s o menos con lo que hoy dia es Tfnez). Al contrario del mito popular, los invasores no derramaron sal y cal sobre la tierra para dejarla est€ril para siempre. Cartago volvi6 finalmente a florecer, pero como una provincia romana. se movieron entonces hacia el este Para Pespara ayudar a Grecia que estaba interviniendo turbulentas, car en aguas ametazada por los ej6rcitos sirios y macedonios. Despuds de vencer todas estas amenazas Roma subyug6 a los propios griegos, unificando sus nume-

Los imperialistas romanos

5l

rosas ciudades en una sola provincia.

Al final del siglo II

a. de C. Roma era

la seffora suprema del Mediterrineo.

Al igual que otros poderes imperiales antes y despu6s del suyo, el imperio romano supuso una inmensa riqueza para su clase dirigente e impuso pesadas cargas a su ciudadania com(n. La aristocracia mantuvo una politica de estado de guerra casi continuo. La guerra ofrecia oportunidades de saquear el tesoro de otros paises y aprovecharse de las tierras deprimidas de la propia Italia. Muchos pequeflos propietarios de tierras, el principar sos-

t6n de la infanteria romana, cayeron en las batallas. Muchos m6s tuvieron que servir en el ej6rcito durante largo tiempo, lo que les incapacit6 para atender sus granjas. Los inversores ricos compraron estas propiedades por una miseria. La guerra tambi6n supuso un enorme suministro de esclavos cautivos, que cultivaron estas tierras recientemente adquiridas.

El ager publicus, las f6rtiles tierras de propiedad priblica al sur y al este de Roma, habian sido trabajadas durante generaciones por colectivos de pequeflos granjeros que pagaban una renta modesta al tesoro del estado. Estos colectivos, formados por trabaiadores libres, hab(an producido lo suficiente para abastecer a la ciudad entera. eue Roma pudiera ser alimentada por granjeros corrientes, sin un penique de beneficio para los ricos, era m5s de lo que esos ricos estaban dispuestos a tolerar. para proteger a los pequeffos granjeros se aprob6 una ley que prohib(a que cualquier

individuo poseyera m6s de 500 iugera (unos 300 acres). .,Durante un tiempo", escribe Plutarco, "esta ley fren6 la codicia de los ricos y ayud6 a los pobres... Pero despu6s los hombres ricos, usando nombres de inquilinos ficticios, se las ingeniaron para transferirse a si mismos muchas de estas propiedades, y al final tomaron posesi6n abiertamente de la mayor parte de la tierra a su nombre verdadero".a 52

II

a. de C., a trav6s de una combinaci6n de compras oportunistas y pura violencia, unos pocos ricos sacaron del agcr publicar vastas extensiones de terreno para si mismos, a las cuales no tenian ningrin dere-

En el siglo

cho, excepto el que imponian su dinero y sus asesinos a sueldo. En su momento las leyes se cambiaron para permitir la concentraci6n ilimitada de tierras pfblicas y privadas en una sola mano.' Como informa Apiano, "los poderosos [terratenientes] se hicieron extremadamente ricos, y el nrimero de esclavos en el pa(s alcar,z6 grandes proporciones. Mientras tanto el pueblo italiano sufria despoblaci6n y carencia de hombres, esquilmado por la pobreza,los impuestos y el servicio militar".u Los granjeros desposeidos emigraron a las ciudades y provincias, donde se unieron a las filas del proletariado, sirviendo como mano de obra barata y contribuyendo al crecimiento de los nuevos mercados urbanos y a la congesti6n de las ciudades. Algunos permanecieron en el campo, viviendo como intermediarios sin tierra.'

La mineria a gran escala y la agricultura estaban dominadas, entonces y ahora, por ricos propietarios cuya primera preocupaci6n era maximizar beneficios, sin preocuparse por el agotamiento de los trabaiadores o de Ia tierra. Como observ6 Plinio el viejo, los hombres acumularon implacablemente propiedades en tierras y las sondearon "cavando las venas de oro y

plata y las minas de cobre y plomo; hay pozos enormemente profundos para buscar gemas y otras piedras preciosas. iEntramos en las entra6as de la tierra en busca de una joya que simplemente adorna un dedo! iCudntas manos tienen que encallecer y caer de fatiga para que pueda resplandecer un solo dedol... Este camino solo conduce al crimen, la matanza y la gue-

tra...

-

Con otro toque de sabiduria, Plinio continfa: si Ia comparamos con todo el universo, la tierra s6lo es "un pequefio punto", sin embargo "aqui estamos anhelando posiciones de poder y codiciando riquezas y arrojando 53

al g6nero humano a una vor6gine". Aqui estamos originando "guerras civiles y luchando unos contra otros para hacer nuestra tierra m6s espaciosa...

Expulsamos a nuestro vecino para affadir un pedazo de c6sped a nuestra propiedad, robindole -a 61, que a su vez ha extendido sus fronteras desrerrando a sus vecinos para conseguir m6s de lo que puede disfrutar- jqu6 pequefia fracci6n de la superficie de la tierral iQu6 porci6n de esa rierra podre retener cada uno cuando est6 muertol"e

La estructura politica de la Rep(blica no estaba construida del todo conforme a un disefio racional. Surgi6 de un conflicto prolongado entre la ciudadania y la aristocracia, una mezcla mal construida de protecciones populares y atrincheramiento de la 6lite. Menos de dos ddcadas despuds de que fueran expulsados los reyes el pueblo empez6 a luchar, lo que duraria 200 aflos, para conseguir el derecho a las elecciones populares y a la asamblea legislativa. Los plebeyos se manifestaron y se amotinaron, embarc6ndose en acciones de huelgas bien organizadas o "secesiones" cuando se les

llam6 para servir como soldados. La democracia, una maravillosa invenci6n del pueblo a lo largo de la historia para defenderse del poder de los ricos, tuvo sus tenues raices en la antigua Roma.

Sin embargo, como democracia, Roma dej6 mucho que desear. En el Foro, en la plaza del mercado y en la plaza abierta de la ciudad, los candidatos y la gente corriente podian reunirse en grupos informales, extendi6ndose en temas diversos. Pero los debates formales ante la asambrea completa estaban limitados a aquellos a los que se invitaba a hablar por parte del magistrado convocante, Los ciudadanos corrientes no podian participar directamente, excepto para aplaudir ocasionalmente, aclamar o gritar. Y los ciudadanos s6lo podian votar "s(" o ,,no,' sobre propuestas remitidas por uno de los magistrados, sin derecho a enmendar ninguna cl6usula. 54

Careciendo de un sistema rePresentativo, las asambleas estaban abier-

tas a todos los ciudadanos. En la prlctica solo una proporci6n relativamente pequefla de la poblaci6n elegible podia acomodarse en los locales al aire libre, generalmente los m6s pr6speros y que Por tanto ten(an m6s tiempo y medios para poder asistir. Sin embargo la plebe y, en mucho menor grado, incluso los extranjeros y los esclavos a veces hacian sentir su presencia. En la Asamblea Centuriad a (comitia centuiata), que elegia a los c6nsules y pretores, las votaciones ten(an lugar por bloques unitarios organizados alrededor de las agrupaciones militares tradicionales, que estaban fuertemente manipuladas por las clases altas. M5s democrltica era la Asamblea Tiibal del Pueblo (cornitia tibuta), en la que cada grupo tribal de familias votaba como una unidad. Sin embargo en ella tenian m6s peso los votantes rurales que los proletarios. Los reformadores como los hermanos Graco y |ulio C6sar normalmente preferian la Asamblea Tiibal a la Asamblea Centuriada cuando intentaban que se aprobaran reformas legislativas.'o Con la suficiente unidad y la movilizaci6n de las masas, los habitantes pobres de la ciudad, aliados con los votantes de los distritos de fuera, podian aprobar medidas a las que se opusiera la facci6n aristocrdtica dominante del Senado.

Los diversos magistrados (c6nsules, pretores' ediles y cuestores) eran elegidos por las asambleas." Para ser elegido para cualquiera de estas cuatro altas magistraturas era necesario ser miembro del Senado. El cargo oficial m6s cercano a una democracia popular era el de Tiibuno del Pueblo, creado despu6s de d6cadas de agitaci6n popular y amenazas de secesi6n armada. Diez tribunos elegidos cada afio por las asambleas actuaban como protectores de los derechos populares. Podian vetar leyes e incluso decretos senatoriales. Finalmente se ganaron el derecho a remitir ellos mismos leyes y demandar a los funcionarios que no se comPortaban bien. Hab(a que ser de linaje plebeyo para poder aspirar a ser tribuno, uno de los pocos ejemplos en la

fltima

Repfblica en que prevalecia el plebeyo sobre el patricio. 55

Un tribuno que se ganara la confianza de la 6lite senatorial podia a veces contar con su apoyo para llegar a ser cuestor. Si salia victorioso, se ganaba su admisi6n al Senado. La posibilidad de ese prestigioso ascenso podia deteriorar el empuje democr6tico de muchos tribunos. Adem6s las propuestas de un tribuno podian ser vetadas por cualquiera de los otros nueve, lo que podia minar los esfuerzos de cualquier innovador. En el siglo II a. de C. -a pesar de momentos excepcionales de independencialos tribunos eran tan defensores del pueblo como meros instrumentos del Senado.'2 Los miembros del Senado (si tenian ascendencia plebeya), pod(an paralizar nombramientos de tribuno siendo elegidos tribunos ellos mismos, como hizo el conservador Cat6n. Sin embargo el tribunado era muy valorado por la gente corriente, que Io consideraba una protecci6n clave para las libertades republicanas.

De ordinario se presentaban a las elecciones candidatos que o eran ricos ellos mismos o eran partidarios de los ricos. Los que poseian una bolsa modesta ten(an una posibilidad minima de ser elegidos. El soborno y la compra de votos eran algo comfn. Raramente los candidatos tenian programas perceptibles. Para distinguirse de sus oponentes un candidato pon(a 6nfasis en su integridad personal y su liderazgo, el prestigio del nombre de su familia, su relaci6n con personalidades importantes del momento, su servicio priblico y su heroico historial de grrerra, prevaleciendo el estilo sobre el fondo y la sustancia, algo que los votantes de hoy d(a pueden encontrar familiar.'3 En suma, el sistema politico romano permitia que la minoria rica prevaleciera en la mayoria de los casos." Un historiador no encuentra en esto nada incorrecto: "Realmente hab(a alguna justicia en un sisrema que hacia que aquellos que soportaban la carga principal de la lucha y la financiaci6n de las guerras, tambi6n ruvieran la voz principal a la hora de dirigir los destinos de la ciudad"." De hecho los ricos no soportaban la carga principal de la lucha. Las tareas peligrosas recaian sobre los hombros de los 56

granieros y los ciudadanos, y en (rltimo caso sobre el proletariado. El rico soportaba gran parte de las cargas financieras de la guerra, a menudo usando fondos propios para formar ej6rcitos. Pero normalmente estaba bien recompensado embols6ndose la Parte del le6n de los botines de guerra. M5s que contribuir al bien comfn los ricos se alimentaban de 61. Evitaban pagar rentas por las tierras pfblicas que ellos o sus familiares habian expropiado. La esposa aristocr6tica de Cicer6n, por ejemplo, no pagaba impuestos ni tasas por las tierras de bosques, cuya madera explotaba para su exclusivo beneficio personal.'u Los senadores no pagaban imPuestos y muy pocas otras tasas. EI dinero que Ie prestaban al estado les era devuel-

to con intereses de los fondos que el propio estado consegu(a, cargando a su vez menos impuestos a los ricos tanto en la ciudad como en el exterior. Este sistema de financiar el d6ficit -tomando dinero prestado de los ricos y devolvi6ndoselo con los impuestos de los pobres- suponia una redistribuci6n de la renta muy en linea con Ia que practican los gobiernos endeudados de hoy d(a, incluido el nuestro.

El cuerpo de gobierno m5s poderoso era el Senado Romano. Formado por varios cientos de hombres de gran riqueza, que habian desempefiado, o continuaban haci6ndolo, las magistraturas del estado, el Senado determinaba la politica exterior, nombraba a los gobernadores provinciales y controlaba el erario de la Repfblica. La aprobaci6n del Senado era necesaria para Ia mayoria de las medidas antes de que fueran remitidas a las asambleas. El Senado controlaba el reclutamiento de las unidades militares y el nombramiento de los altos oficiales del ej6rcito. Y tomaba decisiones sobre la guerra y la paz, despuEs de una consulta formal con las asambleas populares.

Dentro del propio Senado habia un c(rculo de nobles (nobilcs) qtte ejercian la influencia y el control sobre la elecci6n de los principales magis57

trados, especialmente los c6nsules y pretores, que ostentaban el poder ejecutivo y militar, y los censores, que supervisaban la moral pfblica y las listas de votantes. Los candidatos de familias de renombre senatorial generalmente conseguian las m6s altas magistraturas. La mayor parte del tiem-

po "veinte o treinta hombres de una docena de familias" manten(an casi "un monopolio del poder".r7 Por ejemplo, siete Metelos consiguieron el consulado en un plazo de quince affos. Las desigualdades prevalecian dentro del propio Senado. Ningdn senador podia hablar a menos que se lo permitiera el c6nsul que presidia, y los de rango consular (la nobleza) siempre eran invitados a hablar primero, a

menudo dejando poco tiempo a los senadores de menor importancia. Salustio, que era un reci6n llegado de bajo rango senatorial, se quejaba de que gobernaba una pequefia facci6n de senadores, "dando y recibiendo a su antojo, oprimiendo al inocente y distribuyendo honores entre sus seguidores; aunque no haya maldad o deshonestidad, esto es un obst6culo para lograr un nombramiento. si les parece conveniente embargan o devuelven sin encomendarse a nadie, actuando tan arbitrariamente como los vencedores en una ciudad conquistada".'8

Los nobles manten(an su influencia principalmente con su dinero, su prestigio social y la protecci6n y patronazgo que extendian a sus seguidores o clientes (clientela), junto con las amenazas o medidas de fuerza que podian emplear. cuando la necesidad lo recomendaba, usaban su clientela como votantes, agitadores o cuadros armados. El sistema relacionaba asi

parte de la clase baja con los ricos. Los patrones influyentes pasaban gran parte de la maflana en casa recibiendo a multitud de seguidores que venian a presionar por un favor, pasar una informaci6n ritil, recibir un encargo, dar sus respetos o aseg'urarse un poco de dinero o comida. Como sefiala Max Weber, el patronazgo creaba relaciones de dependencia personal que proporcionaban a la vida politica romana sus ej6rcitos privados y desembocaban en una relaci6n casi feudal,'e 58

En el siglo

II

a. de C. los nobles del Senado empezaron a dividirse en

dos grupos, el m6s grande de los cuales se llam6 a si mismo el de los opri-

rnates ("mejores hombres"), que se dedic6 a mantener las prerrogativas pol(tico-econ6micas de los nobles. Cicer6n describe a los optitnatdr como "los hombres principales y los salvadores del estado"''o La facci6n m6s pequefra, conocida como lospopularcs o "demagogos" por sus oponentes' eran reformadores que estuvieron al lado de la gente corriente en varios temas.

]ulio Cdsar est6 considerado el lider

de los populares y el

fltimo

de

una serie que surgi6 entre los afros 133 y 44 a. de C. Los optimatcs a veces encontraban oposici6n dentro del propio Senado y no pre cisamente por parte del grupo m6s pequeflo de los popularcs. Asconio sefiala que los oPtimates se opusieron a un requerimiento de qu6rum porque la abaja asistencia al Senado les permitia sacar adelante m6s flcilmente las votaciones.2r Brunt cree que muchos senadores, incluso una mayoria,estaban abiertos a un comPromiso con C6sar, pero fueron intimidados e incluso en cierta manera obligados por Ios lideres del Senado."

La simpatia por los oPtinates es Parte de una larga tradici6n. TScito, que tambi€n era senador, describe a los oligarcas del Senado que asesinaron a C6sar y lucharon contra Octavio y Marco Antonio como "los m5s ardientes patriotas" y "el riltimo ejErcito de la Repriblica".2s Cuatro siglos mis tarde, San Agustfu escribiria que los asesinos eran "un grupo de nobles senadores que conspiraron para defender Ia libertad de la Repfblica" ." Y en e I siglo XVIII, Gibbon vio a los oligarcas como "republicanos de espiritu y capacidad que perecieron en el camPo de batalla"." Muchos historiadores actuales tambi6n miran con un entusiasmo sin disimulos a esta Repriblica para unos pocos. Dickinson se entusiasma con el constitucionalismo de Roma sin mencionar su acentuada desigualdad econ6mica o sus caracteristicas politicas antidemocr6ticas. Grant nos hace 59

creer que los candidatos senatoriales al consulado "poseian la educaci6n heredada de su clase, que frecuentemente suponia... una actitud de sacri-

ficio sin egoismos por las necesidades de la comunidad". Robinson colma de alabanzas a las dlites senatoriales que engendraron una marcada tradici6n de subordinaci6n de sus ambiciones al bien comrin. y Scullard nos asegura que la constituci6n romana -una mezcla "equilibrada,' de los poderes de la realeza, la aristocracia y la democracia, representados respectivamente por los c6nsules, el Senado y las asambleas- nunca fue amenazada seriamente por la enorme influencia del Senado. Ese 6rgano augusto "lo formaban los hombres que poseian la mds grande experiencia administrativa y la mayor sabiduria politica".26

La prSctica de alabar una constituci5n "equilibrada" como el instrumento mAs estable y adecuado del gobierno viene de tiempos antiguos. Refiri6ndose a las tres formas de gobierno: "monarqu(a, aristocracia y democracia", Polibio arg'umenta, "estd claro que deberiamos considerar la

mejor constituci6n una que incluya elementos de los tres sistemas...',r, Cicer6n est6 de acuerdo, favoreciendo una que incluya los tres, aunque aparentemente no todos con igual peso.2t Realmente no est6 claro lo que aqui quiere decir Ia etiqueta "igual", dada la contradicci6n y antagonismo inherentes a estos sistemas. Se ha presumido durante mucho tiempo que la diversidad constitucional da un resultado 6ptimo. En realidad crea un sistema de impedimentos que hace de la reforma popular algo casi imposible.

Lo mismo que Polibio y Cicer6n pensaba Arist6teles y tambi6n los redactores de la constituci6n de los Estados Unidos en 1787 (que esraban influenciados fuertemente por la lectura de los cl6sicos y por sus propias preocupaciones de clase rica), y todos han estado preocupados por las amer.azas a las fuerzas democr6ticas y la necesidad de una constituci6n ..mezclada" que permita s6lo una participaci6n limitada a la gente y un papel dominante a la 6lite del poder ejecutivo.2e Esas mismas preocupaciones 60

predominaron entre los que desarrollaron la constituci6n de la Rusia capitalista de hoy. Esa ha sido la verdadera naturaleza de la constituci6n mixta. Diluir el poder democr6tico con una mezcla preponderantemente antidemocr6tica no crea un "equilibrio" y una "estabilidad" admirables' En la prilctica real la diversidad de formas a menudo ha sido un subterfugio' Permitiendo una aparente particiPaci6n popular Para Prestar legitimidad al

dominio olig6rquico. Desgraciadamente muchos historiadores cl6sicos se sienten menos inc6modos con Ia plutocracia senatorial que con el igualitarismo proletario. Su temor es que el pueblo y sus lideres demag6gicos son dados a cometer 'excesos democr6ticos", una preocupaci6n que nos viene al menos desde Plat6n. Theodore Mommsen, por ejemplo, no puede contener su disgusto por los reformadores radicales de la Oltima Repriblica, como el pretor Marco Celio Rufo, un arist6crata que en el aflo 48 a. de C. lanz6 ttrl.a campafia para cancelar las deudas y liberar a los esclavos. Rufo fue acusado de planear apoderarse de la ciudad de Capua con esclavos armados. Al aflo siguiente el tribuno Publio Dolabela y otros incitaron a la lucha callejera contra los rentistas y los que reclamaban deudas. Para Mommsen tanto Rufo como Dolabela fueron "locos" y "comunistas de aquel tiempo", instigadores de la chusma que no estaban envueltos en la actividad politica, sino en una guerra de bandidaje contra la propiedad".'o

La multitud impetuosa, se nos dice, necesita el freno de la probidad y la moderaci6n de Ia aristocracia, ingredientes que existen m6s en la imaginaci6n de algunos comentaristas que en la realidad de la historia. No es cuesti6n de negar que los oligarcas del Senado se PreocuParan Por Preservar las reglas de la ley, pero siempre que sirvieran a los intereses de los ricos, impidiendo a los reformadores que intentaran una modesta redistribuci6n de la renta y los privilegios. En la pr6ctica constitucional romana no habia nada que evitara que el Senado aprobase un decreto si asi lo deseaba. Los nobles protegian la constituci6[

-no

escrita y basada en la cos-

6l

tumbre y en la prdctica- mientras fortaleciera la oligarquia . Era su constiy realmente sa Repfblica, hecha para acomodarse a las 'sagradas tradiciones", incluyendo, sobre todo, sus intereses de clase. Este punto suelen evitarlo los que aclaman a los arist6cratas senadores como defensores de las virtudes republicanas,

tuci6n, su ley

62

4

*DEMAGOGOS'Y ESCUADRONES DE I-A MUERTE

Presentadme en un ojo el honor y en el otro la muerte.

Julio Cisar, acto I, escena 2.

A trav6s de las 6pocas, manteniendo sus inclinaciones ideol6gicas, los caballeros historiadores han tendido a tratar a los popularis de la Repfblica de Roma como demagogos dedicados a su propio engrandecimiento que se enfrentaban a los principios constitucionales, usurpando el dominio del Senado. Entre los primeros en dar esta imagen de la historia esti Cicer6n, que acus6 a los agitadores populares de estar psicol6gicamente desequilibrados y que "mostrando una esPecie de locura revolucionaria innata causaron el desorden civil y la sedici6n"' Son "imprudentes y desenfrenados", llenos de "prop6sitos viciosos" y con "una disposici6n natural que les inci ta contra el estado".' En nuestra propia 6poca, historiadores como PA' Brunt nos dicen: "La estructura establecida [de Roma] s6lo estaba amenazada por agitadores que a menudo o siempre eran aventureros guiados por su propio inter6s..."'

Uno de los m5s prominentes entre esos "agitadores" fue Tiberio Graco, un hombre de cuna aristocr6tica y fuertes inclinaciones democr6ticas. M6s 63

de tres d6cadas anres de que naciera |ulio c6sar, Tiberio hizo frente a algunas de las aflicciones que acosaban a Roma e Italia, la m6s sangrante de las cuales era la necesidad de una distribuci6n m6s equitativa de la tierra. Ele-

gido como tribuno en el afio 133 a. de C., Tiberio Graco moviliz6 ala gente de dentro y fuera de la ciudad para que se aprobase su lex agraia, destinada a revivir la letra muerta de la ley del afio 367 a. de C., que limitaba la cantidad de tierra priblica que podia asignarse a un solo individuo. La gran superficie expropiada por grandes propietarios debia ser redistribuida a los pobres por parte de tres comisionados elegidos., Para desarrollar su ley Tiberio consult6 a un cierto nimero de ciudadanos eminentes incluidos magistrados y antiguos magistrados. Los ricos, que merecian ser penalizados por sus delitos asociados a la rapifla de la tierra, s6lo estaban obligados a dejar lo que habian conseguido ilegarmente

en las manos de quienes necesitaban m6s la tierra. "y por ello serian recompensados, Seguramente muchos estarian de acuerdo en que no habia ninguna ley dirigida contra la injusticia y la avaricia que tuviera unos t6rminos m6s suaves y conciliatorios', argumenta Plutarco de una forma sorprendentemente ben6vola. La tierra seria devuelta a precio de mercado por aquellos que Ia habian usurpado. 'Aunque este acto de restituci6n manifestaba un trato muy suave con los que habian obrado mal, la gente corriente estaba contenta de olvidar el pasado mientras se les asegurara la protecci6n contra fururas injusticias". Sin embargo los ricos propietarios detestaron la ler agraia y odiaron a Tiberio por proponerla, continria plutarco' Hicieron todo lo posible por poner al pueblo contra la ley, aregando que el verdadero intento de Tiberio era fomentar la revoluci6n, imponer su voluntad autocr6tica y socavar los fundamentos de Ia Repriblica.' Esos mismos cargos se esgrimieron contra C6sar un siglo m6s tarde.

Han llegado hasra nosotros algunos fragmentos del discurso de Tiberio al presentar st ler agraia. con amarga elocuencia describe ra situaci6n de las gentes sin tierra, muchos de los cuales eran veteranos del ej6rcito: "De64

sarraigados y sin hogar, tienen que coger a sus mujeres y familias y recorrer las calles como mendigos... Luchan y caen sin otro obietivo que multiplicar las posesiones y el confort de los ricos. Se les llama sefiores del mundo, pero no poseen ni un 6pice de tierra que sea realmente suyo".t Estos sentimientos de conciencia de clase, expresados ante una asamblea de la plebe, alimentaron el rencor de los oligarcas. "La conspiraci6n que se organiz6 contra Tiberio parece que tuvo sus origenes en el odio y Ia malevolencia de los ricos m6s que en las excusas que 6stos dieron para sus

acciones", escribe Plutarco, que describe a Tiberio Graco como alguien que escogia sus palabras con cuidado, mientras apelaba al sentido de compasi6n de los hombres.6

La mayoria de otros historiadores tienen un Punto de vista diferente. Di6n Casio ve a Tiberio como "separ6ndose de Io que era mejor" (su prominente familia y su buena educaci6n) para derivar "en lo peor, Perturbando las costumbres establecidas", y haciendo "cualquier afirmaci6n o promesa sin importarle a qui6n".7 Una cohorte de intelectuales posteriores est6 de acuerdo, proclamando que Graco "le hizo un dafio indecible a la

Repriblica", fue "arbitrario", "imprudente", "santurr6n", "inmerso en Procedimientos ilegales" e "innecesariamente Provocativo y de mal juicio".8

iCu6les eran exactamente las imprudencias y m6todos ilegales de Tiberio Gracol Envez de presentar su ley de reforma de la tierra ante el Senado, que estaba poco dispuesto a considerarla, escogi6 un sistema m6s democr6tico establecido cientos de aflos antes, aunque invocado raras Llev6 la ley directamente ante la Asamblea Ti'ibal del a lo largo y a lo ancho por plebeyos, con lo que formada Pueblo, que estaba se anticipaba al rechazo. La ley se aprob6, pero fue vetada inesperadamente por otro tribuno, Marco Octavio, aliado del grupo delos optitnatesEste comportamiento presumiblemente era anticonstitucional, ya que el

veces desde entonces.

veto de un tribuno se suponia que era para intentar Proteger a la ciudada65

nia contra la tiran(a oficial y no para ahogar la voz del pueblo en temas importantes.e Por consejo de algunos ciudadanos importantes, Tiberio llev6 la disputa sobre el veto de Octavio al Senado, "donde fue tratado con desprecio por

los ricos", de acuerdo con Apiano, lo que le hizo volver r6pidamente al Foro. Alli propuso que Octavio fuera desposeido. A decir verdad un tribu-

no era inviolable, porque estaba considerado un protector del pueblo. "Pero si un tribuno se aparta de su deber, oprime al pueblo, cercena sus poderes y anula su derecho a votar", argument6 Graco, "sus propias acciones deben privarle de su honorable oficio porque no cumple las condiciones para las que fue elegido". Tiberio gan6 de forma abrumadora los votos de las tribus y Octavio fue destituido de su cargo, con lo que se pudo apro-

bar la lcx agraia.'o

Tiberio propuso otras reformas. Quiso reducir el periodo de servicio

militar

(en aquellos tiempos desde los diecisiete a los cuarenta y seis affos), darle al pueblo el derecho a apelar sentencias y permitir a los ecuestres que

formaran parte de jurados hasta

ese

momento compuestos exclusivamente

por senadores. Despu6s de sefialar estos esfuerzos, Plutarco nos sigue hablando de su punto de vista, por otra parte amable, sobre Graco y concluye: "En resumen, el programa de Tiberio estaba disefiado para reducir el poder del Senado en cualquier forma posible, y estaba inspirado en la rabia y en temas pol(ticos de partido m6s que en consideraciones de justicia y bien comrin".r' Poco despu6s de aprobarse lalex agraia un rey asi6tico leg6 su reino y todos sus bienes al estado romano. Tiberio propuso que algunas de estas

ganancias inesperadas se utilizaran como capital inicial para los granjeros necesitados a los que se habian adjudicado parcelas bajo la nueva ley. Esto incurre en la desaprobaci6n de historiadores de los (ltimos tiempos. para

Mommsen su idea fue equivalente a "descomponer las finaozas ptblicas". 66

Para Handford fue "una usurpaci6n seria del control indiscutible que el Senado tenia sobre Ios asuntos financieros y extranjeros".'' se present6 a la reelecci6n para un segundo mandato. del estado los magistrados superiores tenian prohibida Como funcionarios

Tiberio despu6s

la reelecci6n inmediata para el mismo cargo' Pero el tribunado era un cargo de Ia plebe. La intenci6n de Tiberio ni era ilegal ni carec(a de precedentes. Sin embargo esta actitud ha sido condenada rotundamente por historiadores modernos por "carecer de tacto y ser provocativa", sintom6tica del "populacho", "transgredir las costumbres tradicionales" y mostrar una "indudable precipitaci6n y estupidez"."

La lex agraria de Tiberio Graco les habria dado a miles de familias desarraigadas la posibilidad de trabaiar la tierra, facilitando por tanto la descongesti6n de Roma. Habria revertido la despoblaci6n del campo italiano y creado un buen nfmero de agricultores. Haciendo frente al movimiento popular contra la usurpaci6n ilegal de la tierra, Ios oligarcas no tenian f6cil atacar la ley de Tiberio. Asi que atacaron al propio Tiberio. Aprovecharon cualquier oportunidad para denunciarle como demagogo y tirano que intentaba coronarse rey. Le privaron de los fondos suficientes para administrar el programa de reforma de la tierra. El principal Promotor de estas afrentas fue Publio Nasica, uno de los mayores propietarios de tierra p6blica, que estaba resentido amargamente Por haberse visto obligado a entregar algo del ager publicrr y que, como escribe Plutarco, "se abandon6 completamente a su odio por Tiberio"." Habi6ndose apropiado del ager publicus para si mismos, los grandes propietarios estaban convencidos de que les

pertenecia con todo derecho.

Tiberio temia ser asesinado a causa de sus esfuerzos reformistas. Su miedo prob6 tener una buena base. Cuando la Asamblea Tiibal se reuni6 para votar la reelecci6n de Tiberio, Nasica, con otros senadores y un gran 67

grupo de desalmados pagados se present6 en la reuni6n y le mat6 juntamente con otros 300 de sus seguidores, ninguno de los cuales llevaba armas. Cuando Mommsen escribe que Graco tenia "un cuerpo de guardia de hampones de los barrios bajos", se refiere a este grupo de romanos completamente desarmados que estaban con Tiberio y dieron sus vidas por

defender las reformas igualitarias.'5

La gente corriente sufri6 amargamente con estos asesinatos y habl6 abiertamente de venganza. cuando encontraron a Nasica, escribe plutarco, "no intentaron esconder su odio, sino que le gritaron salvajemente, llam6ndole maldito y tirano", que hab(a asesinado a "una persona sagrada e inviolable". Temiendo por la seguridad de Nasica el Senado vot6 enviarle a Asia, aunque no habia ninguna necesidad de 6l alli. Nasica parti6 de Italia clandestinamente aunque era sumo sacerdote de Roma (pontifex maximus).Yag6 de forma ignominiosa por tierras extranjeras durante un breve periodo y despu6s se march6 a vivir a P6rgamo (en la costa del Egeo, donde

hoy dia est6 Turquia).'6

Recurriendo a una an6cdota improbable, Lucio Anneo Floro condona el asesinato de Tiberio. Nos cuenta que el tribuno huy6 al Capitolio perseguido por sus atacantes. Alli exhort6 al pueblo para que le salvara la vida, pero se toc6 la cabeza con una mano sugiriendo que "estaba pidiendo una diadema real". Este gesto indign6 a la multitud que entonces tom6 las armas para unirse a los que querian matar a Tiberio "con aparente justicia".'7 Que Tiberio estuviera pidiendo una corona mientras era perseguido por una banda de asesinos, y que su auditorio de simpatizantes se volviera en armas contra 6l de repente porque se toc6 la cabeza, le parece a Floro algo perfectamente aceptable.

Ha sido una pr6ctica frecuente culpar de "imprudentes" y "provocativos" a los reformadores por la violencia que han padecido por parte de las 68

fuerzas reaccionarias. Hablando por un cierto nrimero de historiadores modernos, Andrew Lintott dice que Ia hostilidad de los que atacaron a Tiberio Graco "no estaba inspirada propiamente por la ley sobre la tierra, sino por las t6cticas que Graco emple6".t8 Cyril Robinson echa la culpa de la hecatombe del aflo 133 a. de C. a sus victimas, refiri6ndose a "las t6cticas temerarias e irregulares de los dem6cratas seguidores de Graco". La violencia civil que trajo consigo la muerte de Tiberio es algo "de lo cual al menos parcialmente 6l comparte la culpa"." Scullard va m6s allS: los oligarcas, los propios asesinos, no son los culpables en absoluto. Los "prudentes" senadores se vieron forzados a enfrentarse a un reformador demasiado celoso'. "La chusma urbana que irrumpi6 en la asamblea de Roma..' se estaba convirtiendo en algo cada vez m6s irresponsable y menos rePresentativo de la necesidades del pueblo como un todo", persiguiendo "el mandato de Ia chusma o la dictadura".2, Estos criticos no nos cuentan qu6 programa reformador podria haber intentado Tiberio que no hubiera incurrido en la ira de los ricos terratenientes. Incluso si hubiera seguido el tr6mite tradicional, de'1and,o la lcx agraria en las delicadas manos del Senado y hubiera empleado la mayor delicadeza y moderaci6n, los grandes propietarios siempre hubieran rechazado la medida. Precisamente la ley de Tiberio era de lo m6s generosa, ofreciendo una compensaci6n inmerecida a los ricos, inmerecida porque ellos nunca hab(an pagado por las tierras que habian usurpado afros antes,

ni por los dafios que habian infringido a los pequeflos propietarios

de

aquel tiempo. La verdad es que el pecado de Tiberio fue m5s sustantivo que de estilo. No fue que no se ajustara estrechamente a la prSctica establecida. El propio Senado a menudo se apartaba de sus propios procedimientos constitucionales cuando se lo dictaba la conveniencia, como cuando lanz6 el asalto armado para masacrar a Tiberio y a cientos de sus seguidores. Fue que intent6 revertir la ascendente redistribuci6n de la riqueza. Tirvo la 69

audacia de defender reformas que dieran algo a los pobres afectando a la rapacidad de los ricos. Despu6s del asesinato de Tiberio Graco el senado dud6 si abolir o no la comisi6n de tres personas a cargo de la reforma de la tierra. "por temor a la multitud", como dice Plutarco, los nobles permitieron que continuara la redistribuci6n de las tierras p(blicas.2' Pero se las apaflaron para socavar los trabajos de la comisi6n. En el afio 129 habia habido numerosos casos de disputas que se les escapaban de las manos y tenian que remitir a los c6nsules, cuyas frecuentes y deliberadas ausencias impedian er desarrollo del programa. En su momenro la reforma de la tierra fue totarmente olvidada.

Considerado entre los m6s grandes de los populares, quizd el segundo |ulio C6sar, estuvo el hermano menor de Tiberio, Gayo Graco. conociendo el destino de su hermano, Gayo estaba poco dispuesto a optar despuds de

a un cargo pfblico. Su madre, cornelia, una mujer de cierta notoriedad, le pidi6 que se aparrara de los peligros de la vida pfblica para poder poner algrin sosiego a su dolor: 'Tf... el fnico superviviente de todos los hijos que he tenido... pres6ntate al tribunado una vez que yo haya muerto...

cuando yo ya no pueda saberlo".2z Pero Gayo encontr6 imposible resistirse a los ruegos de los que deseaban la reforma. Finalmente surgi6 como un

orador fiero y elocuente, uno de los oradores mds grandes que produjo Roma. contra la oposici6n combinada de todos los nobles distinguidos fue elegido tribuno en el aflo 123 a. de C.

Al asumir el cargo se embarc6 en un extenso programa de reformas que incluia la redistribuci6n de las rierras priblicas a los indigentes, Ia construcci6n de carreteras en los distritos mds f6rtiles para que la agricultura italiana pudiera avanzar, la venta de grano a los pobres a precio reducido, el acortamiento del servicio militar y la ropa gratis para ros soldados. Gayo 70

tambi6n defendi6 la garantia de los derechos de voto a los aliados de los romanos para que pudieran vivir como ciudadanos y no como objetos. Puso a los ecuestres a formar los tribunales, rompiendo de ese modo el privilegio monopol(stico del Senado para ser jurados en los casos criminales. Y propuso afladir 200 nuevos asientos en el Senado Para ser ocupados por Ia orden de los caballeros. Gayo Graco recomend6 que las diferentes clases no votaran por orden jer6rquico, lo que favorecia ala nobleza, sino por suerte, "para que todos tengan la misma influencia politica independientemente de su riqueza"." Introdujo una ley que prohib(a a cualquier magistrado que hubiera sido depuesto por el pueblo optar de nuevo al cargo. Otra ley suya reafirm6 el viejo principio que protegia la vida de un ciudadano contra los juicios sumarios de los magistrados, como cuando el Senado conden6 a muerte a

Tiberio sin juicio alguno y asesin6 a muchos de sus seguido-

::1..-""" Plutarco seiala que Gayo Graco supervis6 cada proyecto con extraor-

dinaria rapidez y dedicaci6n, impresionando incluso a los que estaban en su contra. Gayo fue "asistido por una multitud de contratistas, artesanos' embajadores, magistrados, soldados y hombres de letras, a todos los cuales trat6 con la cort6s facilidad que Ie capacitaba para mostrase amable siempre... De esa forma dio la prueba m6s clara posible de que los que le presentaban como un tirano, desp6tico o violento no eran m5s que calumniadores maliciosos".2*

En el aflo l2l, en respuesta a las iniciativas de Gayo, el Senado aprob6 el que luego seria llamado el seflarus consubum ultimum, un decreto que permitia la suspensi6n de los derechos republicanos "en defensa de la Repriblica". Le daba a los magistrados licencia para aplicar un poder absolutista, incluyendo la represi6n politica y el asesinato de masas' Despu6s de repetidas amenazas contra su vida, Gayo y 250 de sus seguidores, incluido 71

otro populais, Fulvio Flaco, fueron masacrados por los escuadrones de la muerte de los optirnates en el airo l2l a. de c. Esos asesinos continuaron su trabajo y eiecutaron de forma sumaria a otros 3.000 dem6cratas. A los familiares de las v(ctimas se les prohibi6 llorar pfblicamente por los muertos.25

Dada la magnitud de estos crimenes, es descorazonador encontrar que a trav6s de las dpocas muchos historiadores han sido m6s criticos con las victimas que con sus verdugos. Cicer6n estA entre los primeros comentaristas que denunciaron a los Graco y proclamaron su aprobaci6n por su muerte. Les veia como demagogos que formaban parte de los peores elementos.26 De igual modo Di6n escribe que Gayo "era de una naturaleza intratable" y un "picaro", que se habia convertido en una amenaza mortal para"la nobleza y el partido senatorial".2T Floro desprecia las luchas reformistas llevadas a cabo por los Graco tach6ndolas de "sediciones',.r, Valerio M6ximo denuncia repetidamente a los Graco por estar envueltos en "intentos villanos". Se refiere a la muerte de Gayo como "un buen ejemplo", y aplaude la "sabiduria" del Senado por marar a Tiberio Graco ..que se atrevi6 a promulgar una ley agraria" . Los Graco y sus "criminales seguidores... pagaron con la pena que se merecian".2e Para Valeo pat6rculo los Graco estaban impulsados por "ideas perniciosas". A Gayo le movia el deseo de "prepararse el camino para ser nombrado rey". y el asesinato de Fulvio Flaco, su aliado, estaba justificado porque compartia con Gayo el deseo del "poder de un rey" y "estaba igualmente inclinado a tomar medidas nocivas".3o

Entre los cristianos primitivos tenemos a San Agustin, que nos cuenta que los Graco actuaron de forma transgresora con la sociedad ..cuando lo sumieron todo en la confusi6n"; ellos y otros popula,,rr que vinieron despu6s perseguian "las g'uerras civiles por las m6s inicuas e injustificables de las causas".3' Escritores modernos, como H.H. Scullard, dicen que Gayo "organiz6 de forma imprudente un cuerpo de guardia de amigos,' que 72

"provoc6" que los oPtirnarcs le matar5n.32 Christian Meier justifica la furia homicida de los optimarcr, argumentando que Gayo desafi6 la "ley no escrita" del Senado y "parece" que sus seguidores fueron los primeros en utilizar la violencia." Otto Kiefer soslaya todo el tema de Ia culpabilidad de los arist6cratas utilizando una expresi6n neutral: Los Graco "perecieron en una furiosa lucha callejera"."

Que el senatus consulrum uhimum se utilizara para eliminar a Gayo Graco y a miles de sus seguidores no Parece Preocupar a PA. Brunt, que argumenta de manera legalista que el decreto no conferia ninguna autoridad nueva, sino que simplemente permitia a los magistrados no tener en cuenta los estatutos existentes "actuando sobre el principio de que la ley m5s alta es la de la seguridad p(blica"." Pero Ia ley m6s alta es a menudo el pretexto para las acciones m6s bajas. iFueron los Graco unos reformadores que pusieron en peligro la sociedadl iO simplemente infringieron las prerrogativas de unos pocosl Lo cierto es que, como la mayoria de las dlites dirigentes, para los optimates no habia ninguna diferencia; para ellos cualquier traba hacia sus intereses privilegiados era equivalente a Poner en peligro el orden social como ellos lo concebian Despu6s de las masacres del afio 121 se aceler6 la expropiaci6n violenta de la tierra por parte de los propietarios ricos y poderosos.'6 La comisi6n de la tierra se disolvi6 totalmente en el ll8 a instancias del Senado y las asignaciones a los pequeflos propietarios se convirtieron en algo del pasado. En el lll las rentas que los grandes terratenientes habian pagado al estado por el uso de las tierras pfblicas fueron abolidas, lo que llev6 a la completa privatizaci6n del ager publicus. Las f6rtiles tierras priblicas Pasaron a pertenecer completamente a los ricos poseedores de esclavos."

Unos veinte af,os despuds de que Gayo Graco fuera asesinado, otro popularis, Lucio Apuleyo Saturnino, siendo tribuno, ProPuso una ley para 73

distribuir grano a precio asequible al proletariado. euiso establecer un tribunal que atendiera los casos 'que degradaban la majestad del esrado',, una medida dirigida contra la facci6n de los optimarrs. Se le uni6 otro senador con mentalidad reformadora, Gayo Servilio Glauco. En el 100 a. de C. el Senado declar6 otro senatus consultum uhimum,por el cual ambos

hombres fueron puesros bajo custodia en la Casa del Senado. LJn escuadr6n de la muerte de los optimares irrumpi6 en la casa del senado por el tejado y les mat6. Los asesinos nunca fueron perseguidos.is Marco Livio Druso, otro tribuno, quiso extender el derecho a voto a gran parte de Italia, distribuir grano a precios subsidiados, hacer asignaciones de tierra a la manera de los Graco y alcanzar un plan de compromiso para reformar los tribunales. Por sus esfuerzos fue apu6alado y muerto en el 91. Nunca se busc6 a su asesino." Otro tribuno, Sulpicio Rufo, amigo de Druso, intent6 continuar con las reformas, Despu6s de cierto ndmero de choques con las fuerzas reaccionarias fue cazado por los escuadrones de la muerte de los optimates y mluerto, probablemente en el 88 a. de C. Incluso un conservador como Veleo permiti6 que las concesiones Iimitadas defendidas por Druso intentaran aplacar a la multitud, de forma que, agradecidos por esos pequeffos favores, consintieran las recompensas m6s importantes dispensadas a los ricos.to La mayoria de los historiadores antiguos y modernos desprecian a estos reformadores posteriores a los Graco tachdndoles de ..demagogos".r,

Un populais importante fue Gayo Mario (t(o de C6sar por su matrimonio), que provenia de una familia de provincias de menor importancia y vivi6 una vida de agricultor y soldado en sus primeros aflos, ganando finalmente fama como general. En el I l9 a. de c. fue elegido tribuno de la plebe, despuds c6nsul en el 107 y cinco veces mds posteriormente, un honor inusual. Mario fue el primero en eliminar el requisito de las propiedades para servir en el ej6rcito y en alistar incluso a los proletarios m6s 74

pobres, una reforma impelida principalmente por Ia carencia de agricultores propietarios. Aliado con Saturnino y con Glauco presion6 para la concesi6n de tierras a los veteranos de guerra y parala venta de grano subsidiado. Finalmente rompi6 con Saturnino y no pudo evitar su muerte. En

el 87, embarcado en su lucha contra Sila, Mario se uni6 a Lucio Cornelio Cinna para asaltar Roma y matar a cientos de arist6cratas y a sus colaboradores. Muri6 de pleuresia al a6o siguiente a la edad de setenta y un a6os. A pesar de su carrera espectacular, Mario no tuvo una intenci6n clara de reforma politica. Gran parte de su popularidad y consiguiente reputaci6n legendaria entre la gente corriente vino de sus relativamente modestos origenes provincianos, sus temPranos 6xitos militares' su voluntad de promocionar a los plebeyos a puestos imPortantes y su habilidad para hostigar a

la nobleza."

El primero entre los lideres reaccionarios que transgredi6 de forma regular los derechos republicanos al servicio de los intereses de los arist6cratas fue Lucio Cornelio Sila, que en el 88 a. de C. march6 con sus fuerzas sobre Roma, violando una antigua prohibici5n constitucional contra Ia entrada de fuerzas armadas dentro de los limites de la ciudad. En el 87 miles de ciudadanos desarmados, incluyendo un cierto nfmero de ecuestres ricos que eran seguidores de Cinna,t'fueron masacrados por los escuadrones de la muerte de Sila, siendo su crimen principal el deseo de revita-

lizar las reformas igualitarias de Sulpicio Rufo, incluido un sistema m6s democr6tico de votaci6n en la Asamblea Tiibal. "El Foro estaba abarrotado de cad6veres y corria Ia sangre por las alcantarillas", es la forma en que un escritor describe la matanza de los dem6cratas de Cinna." El propio Cinna fue muerto poco despu6s Por un grupo de traidores. Despu6s de varios aflos de guerras en el extranjero Sila volvi6 a entrar en Roma en el 82. Derrot6 a un ei6rcito rebelde samnita y masacr6 a todas 75

sus tropas,

incluyendo las que

se

habian rendido. Entonces dict6 una pros-

cripci6n @roscriptio) contra cientos de romanos, a los que se afiadieron varios cientos mis en los meses siguientes. La proscripci6n consistia en una lista de personas declaradas fuera de la ley por la autoridad del estado. Sus propiedades fueron confiscadas y puesto precio a sus cabezas. Sus asesinos serian recompensados y los que les ayudaran castigados. Como m6todo de purga politica la proscripci6n ruvo una perfecci6n brutal con Sila. Mat6 a unos cincuenta oponentes senatoriales sospechosos de no cooperar lo suficiente, junto con 1.600 caballeros y 2.000 miembros de la plebe (algunos estiman sus victimas en 10.000), decidido a erradicar la facci6n democr6tica que se le oponia.tt Muchos cayeron a la mds minima sospecha, algunos porque sus posesiones eran codiciadas por los ejecutores. Como en cualquier estado de terror inquisitorial, muchos se erigieron en acusadores, seialando a otros con el dedo para demostrar su propia lealtad y mantenerse por encima de cualquier sospecha.*u

Como otros reaccionarios antes y despu6s que 61, Sila tambi6n emple6 su poder dictatorial para acumular una vasta fortuna personal.t' Declar6ndose a si mismo dictador, no por el periodo usual de seis meses, sino a perpetuidad, pas6 el control de los tribunales criminales de la Asamblea al Senado. Nombr6 300 nuevos miembros del Senado elegidos principalmente por sus ideas conservadoras e increment6 el nfmero de sacerdotes del estado. Legisl6 que los tribunos nunca pudieran aspirar a un cargo superior, bloqueando de ese modo el ascenso de lideres democr6ticos como los Graco. Thmpoco podian convocar reuniones del pueblo o iniciar cualquier legislaci6n en la Asamblea. Todas las propuestas legislativas tenian que recibir el consentimiento previo del senado. Y aunque no se aboli6 el poder de veto de los tribunos -probablemente porque el Senado podia usarlo para bloquear a alg6r, c6nsul molesto- fue limitado seriamente.

Sila deshizo la reforma de los tribunales de Graco, restaurando el monopolio senatorial sobre la judicatura. En suma, revirti6 todos los 76

logros ganados democriticamente e instaur6 una constituci6n notablemente reaccionaria. El Senado resurgi6 como con un control casi completo sobre la legislaci6n, los tribunales y los magistrados ejecutivos, con m6s poder del que nunca habia tenido desde siglos atris." Sila aboli6 el derecho de Ia plebe a comprar grano barato, imponidndoles por tanto serias privaciones. Durante su dictadura, y en las d6cadas siguientes, los usureros y los grandes terratenientes impulsaron fuera del campo a la mitad de sus residentes. Sus granjas se transformaron en plantaciones, vi6edos, campos de olivos y Pastos para el ganado y las oveias' trabajados por esclavos, un cataclismo social que traio consigo gran sufrimiento, y sin embargo apenas mencionado por las figuras priblicas o los historiadores de hoy dia."

La Iucha alrededor del nuevo orden instaurado por Sila continu6 hasta mucho despu6s de su retirada en el 8l y su muerte en el 78. Una demanda inmediata hecha por los dem6cratas fue la restauraci6n de los derechos y prerrogativas de los tribunos del pueblo. En el 76 el tribuno Cneo Licinio se atrevi6 a hablar de restauraci6n, por lo cual muri6 victima de la "perfidis patricia", nos informa Salustio.'o lJn populais proscrito por Sila fue Quinto Sartorio, que pidi6 la ciudadania para la gente de la Peninsula Ib6rica y que durante un cierto ndmero de afios llev6 a cabo una guerra de guerrillas contra las fuerzas de Sila en Espafra. Uno de los compafieros de Sila ofreci6 a cualquier romano que matara a Sartorio la enorme recompensa de 20.000 acres de tierra.t' Sartorio fue cazado finalmente y asesinado en el afio 73. Recordando el reinado de Sila, Cicer6n escribi6: "Todo fue bSsicamente admirable, aunque carente de paciencia y moderaci6n".t2

Algunos historiadores no han pronunciado una sola palabra critica contra las "reformas" de Sila. Scullard no manifiesta ninguna Preocupaci6n sobre la p6rdida del equilibrio constitucional y Ia libertad que evidencia cuando habla de los Graco: "Como jefe del ej€rcito y dictador Sila 77

podia actuar con gran independencia". Sila entendi6 que el Senado tenia que "reasumir el control firme y lo convirti6 de nuevo en un cuerpo efectivo de gobierno". En una linea similar Mommsen se refiere a la ..moderaci6n juiciosa y el patriotismo" de Sila y a su firmeza para establecer la oli-

garqu(a en una posici6n m6s independiente. Meier nos dice que Sila ..simplemente fue realista" y que "simplemente llev6 a cabo las tareas que crey6

que le incumb(an, aunque hay que admitir que de una forma poco convencional". Y Keaveney dedica un libro entero a explicar un punto de vista de Io m6s positivo sobre el dictador, apreciando sus esfuerzos restauradores y sus virtudes republicanas.t3

*

*

*

En el afio 66 a. de C. el tribuno con ideas reformadoras Gayo Manilio introdujo una ley para democratizar el sistema de votaci6n de la Asamblea Thibal. Domitio Ahenobarbo, uno de los protagonistas del reinado del terror de Sila y violento oponente a las reformas populares, envi6 a miembros de su clientela a atacat la asamblea, los cuales mataron a cierto nfmero de seguidores de Manilio. El Senado felicit6 a Ahenobarbo por su espiritu civico y anul6 la ley de Manilio.5a Menci6n especial merece Publio Clodio Pulcher, un tribuno aliado de C6sar. Clodio adopt6 la vieja ortografia de su nombre patricio fami liar, Claudio, para adaptarlo al estilo de pronunciaci6n m6s comrin. Incluso renunci6 a su rango patricio y se hizo adoptar por una sefralada familia plebeya para poder ser tribuno en el afio 58. Desde ese cargo patrocin6 una ley para frenar el uso partidista de los censores. Declar5 ilegales las ejecuciones de ciudadanos sin juicio, una medida dirigida a Ios escuadrones de la muerte. Y consigui6 que se aprobara una ley que restablec(a el derecho a organizar los collegia, los populares gremios y sindicatos de artesanos.

|ulio

78

Muchos gremios habian sido abolidos Por decreto senatorial seis affos antes. La Iey de Clodio coloc6 a estas organizaciones del pueblo sobre una base legal y paramilitar, permiti6ndoles Ia acci6n defensiva armada contra Ios ej6rcitos privados delos optimarcs. Sus filas estaban formadas por liber-

tos, por la ciudadan(a pobre e incluso por esclavos. Propuso una ley para conceder derechos politicos completos a los libertos y a muchos esclavos.tt Los oligarcas del Senado intentaron constantemente enfrentar a Clodio con Ia ciudadania alegando que sus seguidores eran exclusivamente esclavos y criminales.

Clodio luch6 para conseguir grano gratis para el proletariado y prohibi6 que los magistrados utilizaran los "malos presagios" y otras excusas sacerdotales para obstaculizarlas asambleas populares.tu La distribuci6n de grano gratuito mejor6 modestamente el bienestar de la plebe, la liberaliza-

ci6n de los procedimientos asamblearios increment6 su soberania y la organizaci6n de los collegia aument6 su poder pol(tico.

La mayoria de nuestros caballeros historiadores, tanto antiguos como modernos, desaprueban los esfuerzos de Clodio a favor del estatus popular. En el 57 un Cicer6n escandalizado denunci6 a Clodio acusindole de brib6n de la peor especie por ir "de calle en calle ofreciendo abiertamente a los esclavos Ia libertad... y por utilizar esclavos como consejeros".sT Otros apoyan la opini6n de Cicer6n abiertamente. Plutarco llama a Clodio "el m6s osado y mds vil" y "el demagogo mas notorio de su tiempo". Asconio muestra su aversi6n por Clodio por incitar a "la sedici6n de la poblaci6n de esclavos de la ciudad". Veleo contempla no muy severamente su muer-

te (contada m6s adelante), llam5ndola "un mal precedente, pero beneficiosa para la gente".58

Los historiadores posteriores son casi uninimes en denunciar a Clodio como "perdido y disoluto", un "canalla", "sinvergiienza", "aventurero sin escrripulos", "demagogo imprudente" y "pandillero" que "organiz6 distur79

bios callejeros" y "reclut6 hombres para ejercer la violencia", un ..tribuno del pueblo an6rquico".5e Gelzer califica a Clodio como..un demagogo del

tipo mds salvaje" por defender la distribuci6n gratuita de grano y organizar grupos politicos entre el proletariado. Lintott, con resonancias de cicer6n, nos asegura que Clodio "persigui6 el poder politico urbano como un fin en si mismo", y necesit6 el apoyo de "bandas de luchadores profesionales, mercenarios criminales, gladiadores y soldados".o Para ser exactos Clodio tambi6n fie capaz de alguna aventura disolu6l fue acusado de vestirse de mujer e introducirse en el lugar santo de las virgenes vestales para encontrarse con la segunda esposa de

ta' En el

c6sar, Pompeya. Las autoridades calificaron el incidente de sacrilegio. C6sar no reaccion6 muy duramente contra su aliado pol(tico Clodio, pero se divorci6 de Pompeya. Insisti6 en que ella no habia dormido con clodio, pero no obstante "la esposa de C6sar debe estar por encima de toda sospecha"' clodio fue llevado a los tribunales y absuelto por 3l votos contra25 porque, segrin acus6 Cicer6n, el jurado estaba formado por indigentes de baja estofa cuya simpat(a por el acusado se debia al soborno. Despu6s, en el Senado, Cicer6n pronunci6 su sentencia: "Clodio... el jurado no te ha librado de las calles de Roma, sino s6lo de la c6mara de la muerte",6r un pron6stico amenazador que probaria ser muy cierto.

El

18 de enero del 52, Clodio iba a trav6s de la Via Apia con treinra

esclavos. Se encontr6 con una banda de 300 mercenarios,

la mayoria gladiadores, dirigidos por el optimate Tito Annio Milo, amigo de Cicer6n y esposo de la hija de Sila. Herido en la consiguiente refriega, clodio fue llevado a una posada cercana. Al mando de Milo los gladiadores persiguieron victima, mataron al posadero y despu6s arrastraron a clodio a la calle, apufial6ndole repetidamente hasta que acabaron con 61.u2 a su

Cuando se corri6 la voz por toda la ciudad, la poblaci6n conmocionada se concentr6 toda la noche en el Foro. Al d(a siguiente una multirud 80

enardecida llev6 el cuerpo desnudo, para que se vieran sus heridas, a la Casa del Senado. Alli hicieron una pira con asientos y maderas y quemaron el cuerpo y el edificio. Despu6s continuaron hasta la casa del asesino poni6ndole cerco hasta que fueron expulsados por los arqueros de Milo. Los proletarios se desmandaron por toda la ciudad, golpeando y matando a todo el que fuera sospechoso de simpatizar con Milo, atacando especialmente a las personas que iban elegantemente traieadas.u'

Milo fue llevado a los tribunales y Cicer6n fue su abogado defensor. Con ese estilo de defensa de los abogados que no tienen caso, Cicer6n defendi6 a su cliente atacando a Ia victima, acusando al "monstruo audaz y despreciable" de Clodio de ser "un ladr6n y un traidor", que incit6 "los ataques fren6ticos de la escoria"' Por el contrario, Milo era "un caballero encantador y elegante" que actu6 s6lo para defenderse. Clodio hab(a querido impedir la candidatura de Milo al consulado; era una amenaza revolucionaria parala Repfblica, mientras que Milo era un valiente defensor de Roma. Clodio habia amenazado repetidamente la vida de Milo, pero "nada en el mundo podfa haber inducido a Milo a matar a Clodio, ni siquiera a tener el deseo de hacerlo". Clodio le habia hecho a Milo obieto de una emboscada llevado por su rabia y su odio. Pero en Milo "no habia ni rastro de tales sentimientos".n estaba derivando la cuesti6n, como era su costumbre. En una carta privada anterior 6l mismo habia reconocido que Milo estaba

Aqui Cicer6n

amenazando de muerte abiertamente a Clodio: "Creo que Publio [Clodio] serS llevado a los tribunales por Milo, a menos que antes le mate. Si se pone en el camino de Milo no dudo de que 6ste Ie despache con sus Propias manos. No tiene escrfpulos o dudas para llevarlo a cabo".ut

Durante el juicio los sentimientos populares estaban tan alterados contra Milo que pusieron nervioso a Cicer6n, lo que le impidi6 terminar su alegato de defensa. Milo fue encontrado culpable y enviado al exilio, la 8l

pena mas severa que podia imponerse a un arist6crata. Dicho en su favor, muchos historiadores no aceptan la acusaci6n de Cicer6n de que Clodio atac6 a Milo. Un cuerpo armado de treinta hombres dificilmente puede

poner una emboscada a un contingente armado de 300, especialmente si en este fltimo hay un nfmero sustancial de gladiadores bien entrenados. La mayoria describe el encuentro en la Via Apia como algo casual: sucedi6 que las dos partes se cruzaron y salt6 Ia chispa, originando un choque no premeditado. Apio nos cuenta que Clodio y Milo se miraron suspicazmente al cruzarse, pero entonces uno de los esclavos de Milo "bien fuera obedeciendo una orden o porque queria matar al enemigo de su amo", clav6 una daga en la espalda de Clodio.uu Es diffcil imaginar que un esclavo pudiera llegar tan flcilmente a acceder al bien guardado Clodio o que se arriesgara a tomar esa iniciativa de graves consecuencias por si mismo.

IJn mes despu6s de la muerre de Clodio, Metelo Escipi6n denunci6 que la defensa de Milo habia sido una mentira. Metelo mantuvo que Clodio, acompaf,ado por veintis6is esclavos, habia salido de Roma para hablar con unos funcionarios en Arica y que Milo, con un acompafiamiento de 300 hombres armados hab(a caido sobre 61. Once de los hombres de CIodio perdieron la vida en el ataque y otros fueron heridos, mientras que s6lo tres de los hombres de Milo sufrieron heridas. De acuerdo con Metelo, al dia siguiente Milo recompens6 a doce de sus hombres, probablemente gladiadores, como pago por sus servicios contra Clodio. Thmbi6n dio la libertad a un ciefto nrimero de ellos, de modo que podrian testificar en el tribunal si era necesario.6T

Algrin tiempo despu6s de esta declaraci6n de Metelo, un conocido Iiberto llamado Emilio Filem6n anunci6 que 6l y otras cuatro personas habian sido testigos de la muerte de Clodio. Cuando prorestaron frreron secuestrados y mantenidos cautivos durante dos meses en una casa perteneciente a Milo. Este informe aliment6 m6s el resentimiento contra Milo. En su exposici6n en el juicio, cicer6n nunca hizo referencia a los detalles 82

hechos priblicos por Metelo o Filem6n, ni siquiera con el prop6sito de refutarlos.ut tmpoco explica por qu6 Milo estaba atravesando la Via Apia con ese contingente de fuerzas armadas y matones profesionales. En vez de eso Cicer6n proclama sin rubor que la comitiva de Milo estaba formada *mientras que por un grupo de muchachos y una colecci6n de sirvientas,

Clodio, que habitualmente iba acompafrado de prostitutas y homosexuales" ahora llevaba un grupo de delincuentes bien escogidos.

iPor qu6 entonces Clodio se llev6 Ia peor parte? Porque Milo siempre estaba preparado contra 61, argument6 Cicer6n. I como ocurre con las cosas de la guerra, el final de un encuentro armado nunca es predecible. Es m6s, Clodio "estaba amodorrado de tanto comer y beber", creyendo equivocadamente que habia cogido a su victima por la espalda, s6lo para encontrarse en medio de los seguidores de Milo.u'Lo que nos hace llegar a la conclusi6n de que, habiendo metido la pata, 6l y un cierto nfmero de sus c6mplices fueron hechos pedazos por los implacables muchachos y sirvientas de Milo.

Cuatro afios despu6s de la muerte de Clodio, Milo volvi6 del exilio para unir sus fuerzas en Italia con otros en un intento de promover una rebeIi6n contra |ulio C6sar. Fue capturado r6pidamente y ejecutado por el pretor Pedio, sobrino de C6sar.

Con Clodio eliminado los optimates lanzaron sus escuadrones de la muerte contra sus partidarios, de igual modo que habian hecho en el pasado con los seguidores de los Graco y otos populares.'o En suma, todos los

lideres que en la Media y en la flti-" Repfblicas defendieron la causa popular tuvieron un final violento, empezando por Tiberio Graco en el 133 y continuando con Gayo Graco, Fulvio Flaco, Livio Druso, Sulpicio Rufo,

Cornelio Cinna, Mario Gratidiano, Apuleyo Saturnino, Cneo Licinio, Quinto Sartorio, Servilio Glaucia, Sergio Catilina (del que

se

habla en el 83

capitulo siguiente), Clodio Pulcher y |ulio C6sar. Y lo que es m6s, los oPtinates y sus matones a sueldo mataron a miles de seguidores populares. iRealmente podria ser que las tdcticas de los reformistas fueran tan inquietantes como para justificar los asesinatos en masa por parte de los "hombres de la cachiporra" (como llama Mommsen a los escuadrones de la muerte delos optimates)?" Habia algo m6s que detalles sutiles de procedimiento y rivalidades personales enla raiz de todas esas matanzas, El verdadero pecado de los popularcs no fueron sus mEtodos supuestamente inconstitucionales, sino la democracia econ6mica de sus programas. iEsta-

ban los Graco violando las costumbres y la constituci6n cuando pedian una ley que reclamaba el ager publicus para los pequefros propietarios, cuyos antepasados lo hab(an trabajado durante siglosl En cualquier caso, iqu6 derecho constitucional justificaba el uso repetido de escuadrones de la muerte contra ellos y otros popularcs y contra miles de sus seguidores durante la mayor parte del siglol Como todas las clases dirigentes en la historia, la nobleza romana reaccionaba fieramente cuando veia peligrar sus intereses, especialmente su indiscutible "derecho" a acumular la mayor riqueza posible a expensas de la gente. Si no era su 6nica preocupaci6n, si al menos era la m6s importante. En una palabra, a los nobles les importaban menos los procedimientos y las leyes que los privilegios de su clase que esos procedimientos y leyes protegian. Nunca dudaron de apartarse de su "constituci6n hereditaria", recurriendo a actos extraordinarios de represi6n sangrienta cuando las circunstancias lo requerian. consideraban las reformas igualitarias y los intentos de democratizar el proceso de toma de decisiones de la Repriblica como algo subversivo. Lo que no debemos dejar de seflalar es la disposici6n de algunos historiadores pasados y presentes a adoptar la misma Postura.

84

5

I-ASAZADE BRUIAS DE cICEn6N

Pero los hombres pueden interpretar las cosas a su maDera, lejos del prop6sito de las propias cosas.

lulio Cisar, acto I,

escena 3.

es de gran importancia en cualFue un ParticiPante clave en Repriblica. quier consideraci6n de la Oltima sus asuntos y sus escritos constituyen de lejos Ia fuente de informaci6n principal que ha sobrevivido y que tenemos de esa €poca. Es m6s, sus inclinaciones ideol6gicas se ajustan a Ias de un regimiento de historiadores a

El gran orador Marco Tulio Cicer6n

trav€s de los tiempos, convirti6ndole en el gran favorito entre ellos. Sir Ronald Syme alaba a Cicer6n considerindole "un hombre humano y cultivado, con una influencia perdurable en el transcurso de toda la civilizaci6n europea".' Otros admiradores le elogian como "constitucionalista" de "ideales honorables y desinteresados", un lider dedicado a las "normas del deber, la bondad y el espiritu priblico", "singularmente sincero, refinado y amable", "uno de los hijos principales de Roma" y "de sus m6s preciadas

gemas", que se neg6 "a vivir bajo la tirania".2 85

Casi todos comparten esa opini6n sobre Cicer6n. "Los historiadores americanos contempordneos y los antiguos historiadores brit6nicos est6n divididos entre ciceronianos (95 por ciento) y cesaristas (un simple puffado), y esa divisi6n refleja sus actuales actitudes politicas", observa Arthur Kahn, uno de los de ese pufiado.3 Otro de los que est6n dentro del pufiado es Friedrich Engels, que llam6 a Cicer6n "el canalla m6s despreciable de la historia".'

Nacido en Arpinum (un municipio al sudeste de Roma) de una rica familia ecuestre, cicer6n march6 a Roma para recibir su educaci6n y finarmente se estableci6 en la ciudad como uno de sus abogados principales. Pronto en su carrera demostr6 su gusto por la aristocracia, defendiendo con 6xito los casos de "gran nrimero de j6venes de familias nobles e ilustres" acusados de indisciplina y cobardia en Ia guerra., Cuestor en el 75, edil en el 69 y pretor en el 66, forl6lazos, siempre que fue posible, con los ciudadanos principales, conociendo las mansiones de la ciudad y del campo y lo que sus amigos y vecinos tenian.6 Por su prodigiosa humildad con los nobles 6stos nunca le consideraron m5s que un advenedizo ritil. El propio Cicer6n se quejaba de su ingratitud: "Nunca me han dado el mds ligero premio o recompensa, material ni

incluso verbal".7 En el 56 se quej6 de "cieftos caballeros" que se opusieron a que adquiriera una villa que habia pertenecido a un oprimare principal.

Cuando

el

"iQui6n

es

arist6crata Metelo le pregunt6 burlonamente a Cicer6n: tu padrel" eso debi6 llegarle al coraz6n al orador. podemos

perdonar su r6plica e incluso concederle el favor de una sonrisa: ,.yo no podria hacerte la misma pregunta, ya que tu madre ha hecho bastante dificil la respuesta".8 Cicer6n ech6 pestes en parricular de la falta de confianza de Bruto por rechazar su hospitalidad y por utilizar "un tono brusco, arrogante y falto de gracia conmigo cuando me est6 pidiendo un favor". Sin embargo se las 86

arregl6 para convencerse a si mismo de que Bruto Ie queria mucho.'En un cierto momento concluy6 llanamente que "ahora es el momento de quererme a mi mismo ya que ellos no me quieren tanto como yo lo hago".'o Y se quiso a si mismo. Di6n Casio se6ala que Cicer6n "era el m6s grande

fanfarr6n y pensaba que no hab(a nadie igual a 61"." Rico poseedor de esclavos, duefio de muchas propiedades y senador, Cicer6n deploraba incluso los m6s leves movimientos hacia la democracia. Los dirigentes, insist(a, deben ser siempre Personas de la clase de los ricos: "Cuando nombras un juez es perfectamente ProPio que te gu(en consideraciones de propiedades y rango".'2 En el 66, cuando Gayo Manilio, un tribuno de Ia plebe, propuso una ley que garantizaba a los libertos el derecho a votar coniuntamente con sus antiguos amos, Cicer6n fue parte de la mayoria senatorial que inmediatamente la rechaz6." tmbidn denunci6 la votaci6n secreta, introducida varias generaciones antes, en el afro 139 a. de C., por Aulo Gabino, tribuno y nieto de esclavos, a quien Cicer6n despreciaba por ser "un tipo vulgar e insignificante". Creia que la votaci6n secretahacia m6s flicil a la plebe el hacer daflo. Era "un subterfugio que aseguraba el secreto del voto equivocado, manteniendo a la aristocracia en la ignorancia de lo que pensaba cada hombre"." Consideraba al pueblo como gente rudimentaria sin valor, semejantes a criminales y degenerados, "un rebafio", la "masa de los peores elementos... muchos de ellos simplemente dispuestos a la revoluci6n". Denunci6 a los que tenian ocupaciones pedestres, "artesanos y tenderos y toda esa clase de escoria", que se iuntaba con los peligrosos demagogos, "los miserables muertos de hambre que asisten a las reuniones masivas y chupan la sangre del tesoro"." Para 6l su agitaci6n era una muestra de su malevolencia personal m6s que una resPuesta a sus miserables circunstancias materiales. Privadamente se referia a "mi ej6rcito de los ricos" y seflalaba que "la seguridad del estado es Ia ventaja de todos los hombres buenos, pero beneficia m6s claramente a los hombres de fortuna", que era lo que 6l pen87

saba que deberia ser.'u En el 59 escribi6 a su rico confidente Atico: ..Mi rinica politica ahora es el odio a los radicales".'7

Alabado generosamente por generaciones de clasicistas debido a sus principios, Cicer6n fue a menudo un oportunisra y un hip6crita sin principios. En el aflo 50 a. de C., por ejemplo, con C6sar en la crispide de su fama y su poder, convenci6 al Senado de que aprobara un decreto para dar las gracias y honrar a C6sar y 6l mismo pronunci6 un panegirico hip6crita, del que se retract6 inmediatamente despu6s privadamente en una carta Ati.or "No estaba especialmente orgulloso de mi discurso. ipero buenas " noches a los principios, a la sinceridad y al honor!",8

Celebrado a trav6s de todas las 6pocas como el campe6n del constitucionalismo, cicer6n firc capaz sin embargo de jugar con los derechos constitucionales. Su papel en lo que se conoci6 como "la conspiraci6n de cati-

lina"

es

una triste evidencia de ello.

Nacido en una vieja familia patricia en decadencia, Lucio Sergio Catilina estuvo a las ordenes de sila cuando 6ste ocup6 Roma y particip6 en las despiadadas proscripciones del dictador en los afios 8l-80 a. de C. Despuds de desempef,ar varias magistraturas durante afios, fue acusado de extorsi6n en el afio 66 mientras servia como gobernador .r, Afri.", pero result6 absuelto. En ese tiempo Catilina surgi6 como un florecientepopulais.La mayoria de los escritores ven a catilina como alguien empujado exclusivamente por la ambici6n, carente de cualquier dedicaci6n a la causa popular' Pero sali6 en defensa de los pobres con pronunciamientos como 6ste: "Desde que el estado ha caido sobre la jurisdicci6n y dominio de unos pocos hombres poderosos, son ellos los que reciben siempre los tributos de los reyes y principes extranjeros y los impuestos de todos los pueblos y tri-

bus... Toda la influencia, el poder y la riqueza est6 en sus manos o en las 88

de los que ellos quieren; todo Io que dejan para nosotros es el peligro, Ia derrota, las persecuciones y la pobreza".'n

Las diatribas de Catilina se registraron en la mente de Cicer6n nada menos que como una subversi6n, un asalto revolucionario a la constituci6r.y a toda la sociedad romana. Acos6 a Catilina de planear acciones sanguinarias para arrebatar el poder al estado. Veinte aflos despu6s de los acontecimientos, Salustio (que no era amigo de Cicer6n) acepta sin ninguna critica todas las incriminaciones de Cicer6n. Mantiene que Catilina y un confederado suyo estaban dispuestos a asesinar a los c6nsules electos el I de enero del 65 y ocupar ellos mismos los cargos. "Como su intento homicida fue descubierto, pospusieron la ejecuci6n hasta el 5 de febrero, fecha en la que planeaban destruir a la mayoria de los senadores junto con los c6nsules'. Pero Catilina se precipit6 en dar Ia sef,al a sus c6mplices

enfrente de la Casa del Senado, afirma Salustio, y el ataque nunca tuvo lugar. De ese modo fracas6 el que hubiera sido "el crimen m5s atroz en los anales de la historia de Roma".'o Como ocurre a menudo Salustio nos deja m6s Preguntas que resPuestas. No nos explica c6mo los conspiradores podian esPerar convertirse en c6nsules matando a los dos c6nsules electos. Y una vez descubiertos, ipor qu6 no fueron perseguidos por las autoridadesl En vez de eso se sintieron perfectamente libres para volver a planear su tramPa al mes siguiente, incluso incrementSndola para incluir en la masacre a cientos de senadores. Y despu6s, ipor qu6 este grandioso plan fracas6 de forma permanente simplemente a causa de una senal Prematural En el 64, de ningfn modo actuando como un asesino de masas, Catilina llev6 a cabo una campafla electoral Para ser c6nsul, quiz5 con el apoyo de Craso y de C6sar, obteniendo en ella gran apoyo popular." En un intento de pararle, los nobles, aunque de mala gana, dieron todo su apoyo a la candidatura de Cicer6n. Su problema con Cicer6n era que 6ste era un 89

un "hombre nuevo", el primero en su familia en pertenecer al Senado. La nobleza romana estaba compuesta de individuos, fueran patricios o plebeyos, que pod(an presumir de un c5nsul dentro de su linaje. Ocasionalmente los nobles elegian a un candidato para el consulado -y por tanto para la aristocracia- cuyos ancestros se habian detenido en un cargo inferior, pero raramente se dignaban apoyar a un nouus homo, alguien como Cicer6n, sin ningrin antepasado senatorial.r2 Salustio, tambi6n un nouus homo,lo explica: "Un hombre hecho a si mismo, aunque sea distinguido y admirable en sus logros, invariablemente no es considerado [para el consulado], casi como si fuera deshonesto".23 nouus homo,

Pero en el 64 Cicer6n habia probado ser un perfecto paladin de la plutocracia, mientras que catilina surgia como un patricio renegado, que irritaba a los optimatcs con salidas de tono como la petici6n de cancelar las deudas o la de redistribuir la tierra. Forzados a escoger entre su esnobismo de clase y sus intereses de clase, los oligarcas eligieron esto 6ltimo. cuando la necesidad lo dicta todas las clases gobernantes han reclutado talentos serviciales de entre las filas de los inferiores a ellos. Asi que los optimates se taparon la nariz y pusieron todo su peso en apoyo del ambicioso orador de Arpinum. Siendo el primer hombre en su familia en obtener un consulado, el hombre nuevo obtiene adem6s el estatus de arist6crata para 6l y sus descendientes. Era un logro relativamente raro y cicer6n lo consigui6, cosa que nunca se cans6 de recordarles a los dem6s.

En la campafia del 64, Cicer6n sigui6 los consejos de su hermano Quinto, resumiendo en un manual sus discusiones sobre campaflas t6ctiTenia que evitar los temas especificos y generalmente presentarse a si mismo como un defensor de la autoridad del Senado, dedicado a defender el orden establecido y la constituci6n reaccionaria de Sila. Ar mismo tiempo tenia que colmar de calumnias a sus oponentes, Antonio y catilina (los dem6s candidatos no suponian ningrin peligro serio), difam6ndoles como "dos asesinos de la juventud, ambos libertinos", acusando a catilina de ser cas.

90

tan eficiente *en su luiuria que habia violado niflos prScticamente a las rodillas de sus padres"."

En un punto de la campa6a, cuando un tribuno radical denunci6

a

Cicer6n como incapacitado para el puesto consular, 6l respondi6 acusando

al tribuno de ser parte de una trama que ametazaba a la comunidad. Desde entonces la conspiraci6n y la subversi6n constituyeron el tema electoral de la campafla de Cicer6n, de todo su consulado y de gran Parte de su vida.25 Estigmatizaria cualquier intento de reforma como Parte de una

estratagema para subvertir la Repriblica.

En el verano del 64 Cicer6n y Antonio ganaron las elecciones para desempeflar el consulado en el 63. Catilina fue derrotado Por un margen estrecho. A travds de una combinaci6n de soborno y amenazas, el financieramente atado Antonio fue disuadido de no ejercer el veto sobre el otro c6nsul, dejando a Cicer6n con las manos libres para actuar como deseara. En el 63 Catilina llev6 a cabo otra campafia para el consulado (para ejercerlo en el 62). Cicer6n retras6 las elecciones hasta el final del verano, cuando muchos seguidores de Catilina se habian visto obligados a volver a sus provincias, Io que contribuy6 a su segunda derrota. En ese tiempo Cicer6n inform6 al Senado que Catilina habia planeado asesinarle. La acusaci6n nunca se explic6 claramente y fracas6 en convencer a los senadores.'u

Durante la posesi6n de su cargo Cicer6n no movi6 un dedo por el puese opuso vigorosamente a todas las propuestas de reforma. I{,1 y t,r,

blo y

colaboradores en el Senado rechazaron las mociones disefiadas Para cancelar las deudas, efectuar la redistribuci6n de la tierra y permitir a los descendientes de los exiliados por Sila que ocuParan cargos priblicos." Cuando su m6s bien mediocre consulado estaba en sus fltimos meses, Cicer6n

intensific6 su venganza contra Catilina, acus6ndole de orquestar una 9l

conspiraci6n revolucionaria de proporciones inmensas. catilina supuestamente persigui6 ese diab6lico plan durante todo el aflo 63, al tiempo que estaba inmerso totalmente en su campaia para el consulado. He aqui una "crisis" que podia servir a la fama de Cicer6n. Con poco tiempo por delante en el cargo para marcar su propia grandeza, el c6nsul vigilante debia saltar a la lucha, cerrar las brechas y poner freno a los perpetradores. Esta proeza, insisti6, seria causa de que las futuras generaciones cantaran hosannas en su honor, como realmente hicieron. Todo lo que necesitaba era un prominente pero no muy poderoso enemigo que se pudiera identificar con las clases bajas.

El derrotado Catilina cumplia el papel perfectamente.

El malestar en ciertas provincias s6lo era un afiadido a la atm6sfera alarmista que Cicer6n estaba confeccionando. En Etruria (Toscana) los veteranos de guerra empobrecidos, los pequefios propietarios humillados y los granjeros desposeidos se estaban agrupando alrededor de su lider Manilio. Como Manilio explic6 en su declaraci6n al proc6nsul romano: "Nuestro objetivo al tomar las armas no es atacar a nuestro pais o poner en peligro a nadie, sino protegernos de la injusticia. Somos pobres necesitados. La d::reza y crueldad de los prestamistas nos ha robado a la mayoria nuestras casas... No buscamos dominio o riquezas... Te rogamos a ti y al senado que devuelva la felicidad a los ciudadanos y nos restaure la protec-

ci6n que se nos ha arrebatado".28

Manilio sonaba m6s a alguien que pide la reparaci6n de agravios que a un rebelde que respira el fuego del infierno de la insurrecci6n. Sin embargo Cicer6n le conden6 por estar coaligado con Catilina en una campaffa para destruir Roma. Manilio y sus seguidores habian apoyado a Cati-

lina en las elecciones. Pero no habia nada que indicase que estaban colaborando en una revoluci6n inminente. En Roma fueron enviadas cartas an6nimas a los lideres del Senado avisando de una masacre. Un senador nervioso ley6 una carta en el senado 92

informando que los veteranos disgustados estaban concentr6ndose masivamente en Etruria para caer sobre Roma el27 de octubre, momento en que la ciudad arder(a en llamas, incendiada por elementos revolucionarios inconcretos que habia dentro de sus Puertas. El I de noviembre otros rebeldes escindirian Palestrina (una ciudad al este de Roma), y desde alli larrzarian un ataque sobre la ciudad. Nadie pidi6 una investigaci6n de los hechos salvajes que presagiaban esas cartas' ni sobre el origen de las propias cartas tan misteriosamente distribuidas.2'

Las exageraciones de Cicer6n estaban teniendo el efecto previsto. El Senado aprob6 lrL senatus consultum uhimum, suspendiendo la constituci6n y dando al c6nsul poderes de emergencia extraordinarios. El pdnico y el pesimismo se apoderaron de ciertos sectores de la ciudad. Como ocurre a menudo la gente ve la evidencia de la ameuaza en las propias precauciones contra ella. Los senadores y otros notables hicieron sus equipajes y huyeron. Las residencias privadas y los edificios del gobierno quedaron desatendidos. Los valores de las inversiones se hundieron. Pero el 27 de octubre lleg6 y se fue, y tambidn el I de noviembre, y no ocurri6 nada. Ningrin ej6rcito tom6 el campo en Etruria, ni hubo insurgentes que escindie-

ran Palestrina, ni Roma fue molestada.'o tiempo Catilina se ofreci6 Para Ponerse bajo la custodia de Cicer6n para de ese modo estar tan libre como fuera posible de la sospecha de promover la insurrecci6n. Cicer6n se neg6 a acomodarle. Servia mejor a sus prop6sitos tener a su victima libre para que pudiera seguir siendo una amenaza. Catilina voluntariamente fij6 su residencia en la casa de Metelo Nepote, el pretor, en un gesto de buena fe. En contraste Cicer6n se hizo acompaflar por un gran contingente de guardaespaldas. Empez6 a usar En

r)ia

ese

coraza, abri6ndose la ropa para que pudiera verse," tratando de que

esas precauciones ostentosas

fueran una evidencia m6s del intento diab6-

lico de Catilina. 93

El 7 de noviembre del 63, Cicer6n convoc6 una reuni6n extraordinaria del Senado. Aunque muchos senadores dudaban de sus acusaciones, no se atrevian a arriesgarse a ser sospechosos llev6ndole Ia contraria. cuando catilina entr6 en la sala sus colegas evitaron saludarle o sentarse cerca de 61, como Cicer6n apunt6 con jribilo. Su reacci6n timorata ante el clima de miedo s6lo hizo que 6ste se reafirmara. El c6nsul lanz6 su discurso acusando a Catilina de "conspirar para la destrucci6n de todos y cada uno de nosotros, de toda Roma y de todo lo que hay sobre la faz de la tierra',. Cati-

lina estaba "determinado a hundir al mundo entero en fuego y muerte,,. Su conspiraci6n constituia "la amenaza mortal mis feroz y espantosa contra nuestro pais". 6l y sus seguidores estaban dispuestos a "sitiar la casa del Senado a punta de espada y movilizar a sus incendiarios para sumir en llamas la ciudad". En subsecuentes invectivas cicer6n repiti6 esta acusaci6n una y otra vez: Catilina intentaba "quemar toda la ciudad y matarnos a

todos"; su objetivo era "nada menos que la exterminaci6n del pueblo romano".32

Cicer6n se dirigi6 directamenre a Catilina llam6ndole "espiritu malig

no", que hab(a intentado repetidas veces acabar con la vida del propio Cicer6n: 'Aunque yo sabia muy bien que mi muerte seria un desastre para el estado, y por eso emplee todos mis esfuerzos para frustrar tus complots... Hiciste varios intentos de matarme... Muchos de tus asesinos eran tan peligrosos que parec(a que no podrian fallar. Pero yo me las arregl6 para esquivarles".33

Diez affos despuds Cicer6n seguiria diciendo que 6l era el objeti-

vo de los popularis: "Hace mucho tiempo... que pude escaparme por poco de las manos ensangrentadas y armadas de Publio Clodio".r, LJno se mara-

villa al imaginarse al obeso orador evadiendo 6gilmente a sus resueltos asaltantes. 94

Durante su discurso en el Senado, Cicer6n insisti6 repetidamente en sus amenazas contra la vida de Catilina, haciendo notar que estaba calculando la hora para que la eiecuci6n de Catilina coincidiera con la de otros de sus guardaespaldas de su misma ralea. Para convencer al Senado de que

no erao algo sin precedentes, mencion6 rePetida y aprobatoriamente la muerte de Tiberio y Gayo Graco y otros lideres de alto rango social por una mera "sospecha de traici6n"'" Pero muchos senadores encontraron las acusaciones dificiles de creer, lo que probablemente explica por qu6 no hicieron ning(rn intento de detener a Catilina. Dindose cuenta de que no estaba convenciendo a su auditorio, Cicer6n critic6 a esos colegas que se negaban a ver "los desastres" que les amenazaban. Y de nuevo al dia siguiente ante Ia Asamblea' se quej6 de que "hay un cierto nfmero de personas que no creen lo que les estoy diciendo".'u esas ejecuciones sumarias

No obstante, las repetidas acusaciones del orador consiguieron crear una atm6sfera de caza de brujas que las tranquilas negativas de Catilina no pudieron disipar Io suficiente. Un Catilina abatido abandon6 Roma Ia noche despu6s de las primeras invectivas de Cicer6n. Si hemos de creerle, parti6 por no crear una oposici6n revolucionaria en Italia, pero a regafiadientes cuando las denuncias y amenazas del c6nsul en el Senado hicieron su posici6n insostenible, caus6ndole temor Por su propia vida. Catilina envi6 cartas a hombres de rango consular y a otros miembros de la aristocracia, declarando sentirse "acosado por falsas acusaciones" e incapaz de hacer frente a las intrigas de sus enemigos. Les inform6 de que se iba al exilio a Masilia (Marsella)." Pocos dias despuds de su marcha Catilina debi6 pensarse de otro modo su exilio. Envez de ir a Masilia se uni6 a los rebeldes dirigidos por Manilio en Etruria. Que intent6 hacerlo asi desde el principio es la opini6n m6s

aceptada entre la mayoria de los historiadores, empezando por Cicer6n. Realmente es posible que mintiera para evitar el ataque de sus perseguidores. Es igual de probable que cambiar6 de idea, como 61 mismo asegur6 95

m6s adelante." Se dio cuenta de que nunca podria esperar volver a Roma sin ser molestado y temi6 ser cazado por los guardias armados del c6nsul mientras estaba en el extranjero. En cualquier caso una vida est6ril y temerosa en el exilio no iba con su temperamento. Asi que se embarc6 en un

riltimo intento desesperado, uni6ndose a los desposeidos del norte de Italia que en ese momento estaban tomando las armas para defenderse de los hipotecadores y usureros prestamistas.

Esto se sugiere en la carta presentada por el archiconservador euinto C6tulo, que dijo que provenia de Catilina. Se lee en una parte de ella:

"Me encontr6 provocado por improperios e insultos e... incapaz de mantener una postura digna. Asi que me uni a la causa de los oprimidos, como a menudo habia hecho antes... Fue porque vi a hombres sin valor promocionados a puestos honorables y me senti tratado como un proscrito a causa de sospechas injustas. Por eso he adoptado la via de la acci6n, justificada ampliamente dadas mis presentes circunstancias, que es Ia rinica que me ofrece una esperatza de salvar lo que queda de mi honor. He intentado escribir una carta m6s larga, pero me llegan noticias de que se est6n preparando para usar Ia fuerza contra mi"."

Cuando lleg6 a Roma la noticia de la llegada de Catilina a Etruria, el Senado les declar6 a €l y a Manilio enemigos priblicos. El 9 de noviembre, ante la Asamblea, Cicer6n desarroll6 una pieza del arte de convertir a alguien en un demonio: 'Imaginaos cualquier tipo de criminalidad y maldad que se os ocurra; [Catilina] ha estado tras ella. En toda Italia no hay un solo envenenador, gladiador, ladr6n, asesino, parricida, falsario, tramposo, glot6n, adfltero, prostituta, corruptor de menores, joven que haya sido corrompido o realmente cualquier clase de individuo sucio que exista, que no se vea obligado a admitir que ha sido intimo de Catilina. En 96

todos estos afios, donde haya habido un asesinato el asesino ha sido 61". Catilina incluso habia animado a sus i6venes amantes masculinos a asesinar a sus padres y "personalmente ech6 una mano" en tales crimenes, asegur6 Cicer6n en la Asamblea' EI orador no explic6 por qu6 el depravado patricio nunca habia sido perseguido por esos terribles hechos.to

La estrategia de Cicer6n estaba disfrutando de algrin €xito: Convertir

a

Catilina en un demonio y aislarle, ponerle contra la pared y provocar en 6l algrin acto de resistencia ilegal, todo ello mientras creaba un clima de alarma dentro de la ciudad. El orador utilizaria entonces Ia'emergencia peligrosa" como oportunidad Para restaurar, a la manera de Sila, la autoridad incontestable del circulo de senadores arist6cratas, gan6ndose Por tanto su gratitud eterna y consiguiendo para €l la gloria suPrema. Sin embargo, el fantSstico escenario que mont6 fallaba en un comPonente esencial: las evidencias. Nadie habia sufrido daflo, no se habia quemado ninguna casa, no se habian descubierto armas escondidas, no se habia tomado ninguna posici6n Por parte de los insurrectos' no hab(a ni rastro de una trama inicua y no habia surgido ningrin traidor al que aprehender. Los escuadrones de hombres armados e incendiarios nunca se materializaron. La subversi6n y el asesinato de masas no aparecieron m5s que en los hiperb6licos escritos que emanaban del sobreexcitado c6nsul."

Con Catilina instalado ahora en Etruria, pas6 otro mes y sigui6 sin ocurrir nada. Cicer6n explic6 f6cilmente por qu6; la insurrecci6n habia sido obstaculizada por su vigilancia intachable: "Yo estoy en guardia. El inter6s de nuestro pais es toda mi preocupaci6n". Y "mi valor, sabiduria y previsi6n [han] salvado al estado de los peligros m6s graves".t'

El 3 de diciembre hubo un giro dram6tico, cuando un Cicer6n excitado reuni6 al Senado en otra sesi6n de emergencia. Anunci6 que habia colocado informadores dentro de una camarilla secreta de arist6cratas que 97

estaban aliados con Catilina. Actuando sobre aviso de sus agentes habia arrestado a una delegaci6n de al6broges (de la Galia) que estaban en Roma para resolver ciertas extorsiones de funcionarios romanos y usureros. lJn tal Umbreno, prestamista en la Galia, y probablemente agente de Cicer6n, contact6 con los confiados galos y les inform6 de la conspiraci6n de Catilina para derribar a Ia Repfblica de Roma. Incluso mencion6 el nombre de los conspiradores. Temiendo haber sido abordados por un provocador, los al6broges informaron a un senador, que normalmente actuaba como su

patrocinador en Roma. f,rt. ,r, vez inform6 a Cicer6n, probablemente " sin darse cuenta de que estaba metiendo a los galos en las redes del c6nsul.t'

A la maflana siguiente Cicer6n habia arrestado a los enviados al6broges cuando se disponian a abandonar la ciudad, junto con alguien llamado Tito volturcio, un italiano de provincias que supuestamente esraba coaligado con los conspiradores de Catilina. Los enviados ahora estaban implicados. O cooperaban (con la promesa de una amplia recompensa monetaria) o se arriesgaban a un castigo terrible. Los galos eligieron cooperar completamente con cicer6n. Siguiendo sus instrucciones se las arre-

glaron para ser presentados a los conspiradores arist6cratas y les pidieron "una garantia escrita" con su sello personal que los al6broges pudieran llevar a sus conciudadanos.*

Cicer6n convoc6 entonces a los arist6cratas quienes, actuando de nin-

grin modo como conspiradores culpables, acudieron a su llamada para encontrarse que estaban bajo arresto.tt "Se sospechaba", escribe Kahn, "que el mismo Umbreno estaba contratado por Cicer6n y que Volturcio, el conspirador detenido con los galos, era casi con seguridad un informante pagado. 56lo se habia unido a la conspiraci6n hacia muy poco tiempo y, apresado, ofreci6 con excesiva presteza la evidencia de su situaci6n". Volturcio corrobor6 toda la serie de horrores que cicer6n habia estado anunciando. Declar6 que, a la sefial del levantamiento, j6venes de familias 98

nobles iban a asesinar a sus padres. Pero Cicer5n "no presion6 a Volturcio para que diera el nombre de esos futuros parricidas".*u

Las cartas de los arist6cratas aprehendidos no revelaban ninguna evidencia precisa de un intento criminal y probablemente s6lo eran manifestaciones de apoyo a la reparaci6n de agravios a los al6broges. Si hubieran mencionado delitos, masacres o intenciones de tomar el poder de estado, ciertamente lo hubi€ramos sabido por Cicer6n. pesar de todo el orador continu6 con su Apocalipsis inminente. Seflal6 que cuando Catilina "huy6 de la ciudad hace unos dias" (realmen-

A

te Catilina habia dejado la ciudad hac(a casi un mes sin ser molestado), "dej6 tras 6l en Roma a los socios de sus odiosos designios, los lideres feroces... cuya locura y malignidad no tiene limites"' Uno de esos conspiradores locos y malignos no era otro que Publio L6ntulo Sura, un eminente pretor y antiguo c6nsul, amigo de Catilina y padrastro de Marco Antonio.

L6ntulo habia escrito una carta de apoyo a Catilina que suPuestamente le habia pedido a Volturcio que distribuyera.Urgia a Catilina a "mantenerse firme" y conseguir Ia ayuda de "incluso las clases m6s baias".*'6sa es la rinica parte de la carta que Cicer6n acot6 y Por tanto la (nica que ha llegado hasta nosotros, con lo que podemos Pensar que hubo una manipulaci6n. Sin embargo tampoco asi indica una conspiraci6n siniestra para destruir Roma. "Mantenerse firme" ante las calumnias implacables no es exactamente una llamada a la destrucci6n del estado y la masacre de sus habitantes. M6s bien L6ntulo Parece aconsejar tranquilamente a su amigo que retina el suficiente aPoyo para aguantar los ataques de Cicer6n. Y si

Catilina y L6ntulo hab(an estado conspirando para armar a la plebe y a los esclavos, Ia sugerencia de L6ntulo de recurrir incluso a "las clases m5s bajas" parece extrafiamente redundante y fuera de lugar con Io que supuestamente ya estaba preparado por los conspiradores. 99

Apareciendo en el Foro al final de ese d(a, Cicer6n anunci6 que ahora estaba probado de forma concluyente que catilina habia planeado invadir Roma y masacrar a toda la ciudadania; los cinco c6mplices habian estado

tramando la insurrecci6n desde dentro y L6ntulo habia intentado convertirse en rey de Roma. Otro conspirador, Cetego, hombre de cierta fortuna, poseia una colecci6n privada de dagas y espadas de fantasia que Cicer6n confisc6 ansiosamente y consider6 el arsenal para armar al ej6rcito de canallas de Catilina.*8 Los cinco eran culpables, asegur6 Cicer6n a la Asamblea. M5s concluyente que cualquier evidencia eran "su palidez, la mirada de sus ojos, sus gestos y su silencio. Permaneciendo ahi estupefactos, mirando al suelo o dirigi6ndose ocasionalmente miradas furtivas unos a otros, su culpabilidad es tan manifiesta por su apariencia como por cualquier otro testimonio".ae

A una conclusi6n

diferente llegan unos cuantos historiadores que disienten y que sefialan que la "evidencia" contra los cinco es la declaraci6n de informantes de una credibilidad cuestionable, y que a los acusados no se les permiti6 un careo con sus acusadores de forma sistemdtica. "para cualquier senador que mantuviera un minimo de sentido comrin estaba claro que el vocerio no guardaba proporci6n con los acontecimientos".5o Una serie de simpatizantes habian intentado mostrar su apoyo a su amigo Catilina, pero iestaban planeando delitos, asesinatos y una revoluci6nl Si era si, icon qu6 mediosl No con un ej6rcito invisible de plebeyos y esclavos, ni con Manilio y sus veteranos que pedian al proc6nsul romano s6lo la reforma de la tierra y la exenci6n de impuestos y deudas, ni con los al6broges que estaban pidiendo una reparaci6n de agravios y que no suponian ninguna evidencia de una invasi6n de Roma por parte de los galos.

Al dia siguiente, 4 de diciembre, como cuenta Salustio, un tal Lucio

trquinio 100

fue conducido ante todo el Senado. Declar6 que iba a unirse

a

Catilina cuando fue arrestado. Por qu6 Pensaron las autoridades que era sospechoso es algo que Salustio no dice. Emplazado a hablar por Cicer6n,

Tarquinio relat6 r6pidamente una historia hecha a la medida Para aPoyar las acusaciones de Cicer6n y extraf,amente similar a la contada por Voltur-

cio. Pero Thrquinio tambi6n declar6 que hab(a sido enviado por Marco Craso para dar instrucciones a Catilina de que PreParara su ataque a toda prisa. La menci6n de Craso, un arist6crata poseedor de una inmensa fortuna y gran prestigio, tuvo un efecto perturbador sobre el Senado. Una cosa era que Craso hubiera apoyado a Catilina para el consulado y le hubiera echado un cable en un caso antiguo de extorsi6n y otra cosa era acusarle de un complot para derribar al gobierno de Roma' iPodia el hombre que habia aplastado implacablemente la rebeli6n de los esclavos de Espartaco en el 71 liderar ahora 6l mismo una rebeli6n de esclavosl iPodia el hombre m5s rico de Roma querer quemar sus propios bienesl

Algunos senadores consideraron la afirmaci6n de Thrquinio como algo m6s all6 de lo creible. Otros Pensaron que era mejor no Provocar a un hombre tan poderoso como Craso, independientemente de que la acusaci6n contra 6l fuera o no cierta. Toda la Asamblea declar6 rSpidamente que los cargos eran falsos y decidi6 mantener a Thrquinio bajo custodia hasta que revelara el nombre de la persona que le habia inducido a ese testimonio. Algunos sospechaban que trquinio habia sido sobornado por Cicer6n en un intento de destruir a Craso, que habia cogido la costumbre de

trabajar con lideres de mentalidad reformadora, incluyendo al popular Pompeyo (que en ese momento estaba en Asia en una campafia militar). Salustio escribe: "En una fecha posterior oi a Craso declarar con sus Propios labios que esa acusaci6n infame contra 6l habia sido inducida por , ,,\1 utceron ,'Dos lideres delos optimates, CAtulo y Piso, guiados por sus desavenencias personales y politicas con |ulio C6sar, urgieron a Cicer6n para que

contratara informantes que dieran un falso testimonio contra 6l.t' Pero

l0l

Cicer6n, quiz6 considerando el efecto contraproducenre que hab(a tenido la acusaci6n contra Craso, se neg6 a arriesgarse. Cdtulo y piso tomaron entonces el asunto en sus propias maDos, haciendo circular falsas noticias que habian pretendido ofr de boca de Volturcio o de los al6broges, provocando el suficiente sentimiento contra C6sar como para hacer que caballeros armados -firmes seguidores de Cicer6n- le amenazaran con sus espadas a la salida del Senado.t3

EI 5 de diciembre el Senado tuvo una sesi6n trascendental. Varios senadores siguieron adelante con los testimonios incriminatorios contra los cinco "conspiradores de catilina". El c6nsul electo Silano, colaborador de Cicer6n, declar6 que Cetego le habia condenado a muerre junto con otros siete senadores de alto rango. silano no suministr6 ninguna evidencia que apoyara su sorprendente acusaci6n ni explic6 por qu6 hab(a esperado hasta ahora para informar de ello. Cetego, L6ntulo y los dem6s conspiradores debian sufrir "el destino final" que 6l pedia, una demanda que apoyaron otros senadores.

Con el destino de los conspiradores aparentemente decidido, |ulio

C6sar tom6 la palabra. Afn a cuatro affos de su primer consulado, C6sar ya era una figura prominente en la politica romana, identificada con la facci6n popular. con calma pidi6 a los senadores una actitud diferente, recordindoles sus deberes constitucionales. No pod(a consentir que se llevara a la muerte a los acusados sin un juicio. En vezde eso recomend6 mantenerles encerrados bajo custodia hasta que hubiera una investigaci6n, un juicio y una sentencia. Ahora no era el momento de hacer algo imprudente e irreversible -y ciertamente inconstitucional-, algo que pudiera gene-

rar una crisis todavia mis grave. Aqui c6sar estaba aludiendo a Ia posibilidad de que las ejecuciones pudieran ocasionar disturbios entre los ciudadanos, muchos de los cuales habian tomado partido por la creciente popularidad de catilina. Las indicaciones comedidas de c6sar, escribe plutarco, "produjeron tal cambio en las opiniones del Senado, adem6s del temor 102

al pueblo", que incluso Silano anunci6 ripidamente que cuando se referia al "destino final" no queria decir la muerte, sino el encarcelamiento, que para un romano amante de la libertad era mucho peor que la muerte's4

C5tulo tom6 la palabra y farfull6 furiosamente contra el consejo de C6sar. Le apoy6 otro lider de los optimates, Cat6n el joven, que conmin6 con rabia a Silano por su retractaci6n y despuEs acus6 a C6sar por utilizar una cobertura de palabras humanas mientras "intentaba subvertir el estado... queriendo asustar al Senado en un caso en el que 6l mismo tenia mucho que temer". Aqu( Cat6n estaba acusando a Cdsar de estar coaligado secretamente con Catilina. iPor qu6 si no era asi estaba intentando salvar a los enemigos que habian llevado al pais al borde de la ruina y cuyas muertes "librarian al Senado de grandes matanzas y peligros" ltt

Mientras Cat6n hablaba sucedi6 que un mensajero entreg6 a C6sar una nota. Viendo la oportunidad de confirmar sus sosPechas, Cat6n grit6 que incluso ahora, mientras 6l hablaba, C6sar se estaba comunicando con los enemigos de Ia comunidad. Cat6n le inst6 a que leyera la misiva en voz alta. En vez de eso C6sar se levant6 y le tendi6 la hoja a Cat6n, que desgraciadamente para 6l descubri6 que era una carta amorosa de su hermanastra Servilia (la madre de Bruto) que tuvo una larga y notoria relaci6n *locamente enamorada" de 61. Con con C6sar, Plutarco la describe como

un gesto destemplado Cat6n le devolvi6 a C6sar la nota exclamando: "Gu6rdatela, borracho", un epiteto singularmente inadecuado ya que C6sar era conocido por su contenci6n con la bebida, y la nota tenia que ver con la intoxicaci6n muy diferente padecida por Servilia.tu

Aunque esta estratagema contra C6sar fracas6, Cat6n consigui6 cambiar la corriente de opini6n. Los senadores muy nerviosos votaron por la condena a muerte de los acusados.t'Esa misma tarde, bajo la supervisi6n directa de Cicer6n, L6ntulo, Cetego, Estatilio, Gabino y Cepario fueron r03

llevados a prisi6n, bajados uno por uno a una celda hrimeda y sucia y estrangulados.5s

Otros conspiradores de menos renombre tambi6n fueron perseguidos en Roma y en toda Italia. Por encima de la ley, ahora que su consulado habia expirado, Cicer6n mantuvo el tribunal en su casa. Algunos de los acusados fueron condenados a muerte con el simple testimonio de un

informador, otros fueron absueltos. Alguno de los supuestos culpables logr6 escapar. En una pol6mica a veces atribuida a Salustio, un critico an6-

nimo seffala que varios de los acusados que ofrecieron a cicer6n suntuosos regalos, entre ellos una casa, una villa en la Toscana y otra villa en Pompeya, escaparon al castigo. Pero los que no ofrecieron tales favores fueron acusados de complot contra el Senado y cicer6n certific6 su culpabili-

dad.t'

Algunas semanas mis tarde Catilina y su grupo pobremente armado en Etruria fueron sitiados por las legiones romanas y lucharon con valent(a en lo que fue esencialmente una acci6n defensiva. Catilina muri6 en el combate y la fuerza etrusca fue aplastada.

No

se

hicieron prisioneros.

Durante los siguientes veinte aflos cicer6n se atribuy6 incansablemente "haber salvado al estado" y haber "librado al Senado de una masacre,', describiendo su cruzada contra catilina como "el hecho mds grande en la historia de la raza humana". Tenia que admitir que el rinico ciudadano de la Repriblica "sin el que 6sta no podria vivir era 6l mismo".n En una carta a Lucio Luceo, que estaba escribiendo una historia de Roma (perdida para nosotros), Cicer6n le pidi6 que utilizara su genio para elogiar el papel que 61, Cicer6n, habia jugado en la historia de la ciudad .con un ardor incluso mayor del que tf sientes y esa tendencia a descuidar los c6nones de la historia" escribiendo con una parcialidad que "mejore mis m6ritos a tus oios incluso hasta la exageraci6n,.. incluso un poco m6s de Io que permite la 104

verdad". Esto ayudaria a "reivindicar mis deseos de renombre eterno". Porque si un hombre ha transgredido alguna vez los limites de Ia modestia, lo meior que puede hacer es no avergonzarse de ello".ul La fanfarronada incansable de Cicer6n se ha convertido en la opini6n aceptada entre los intelectuales a trav6s de las 6pocas. Valeo Pat6rculo, Plutarco, ]uvenal, Lucano, Di6n Casio, Floro y otros escritores antiguos le ala-

ban casi tanto como 6l se alab6 a si mismo por haber frustrado una terrible conspiraci6n contra Roma y sus meiores ciudadanos.62 Igualmente, la

mayoria de los historiadores modernos acePtan lo que cuenta Cicer6n sobre c6mo rescat6 a la ciudad de las garras de Catilina. Escriben sobre la "evidencia firme" que consigui6, la "diligencia" y'cuidado" que "salv6 a Roma del fuego y la espada", su "brillante arte de gobernar", su acci6n "r6pida, decisiva y valerosa" y sus 'contramedidas inmediatas".u3 Para aquellos de nosotros menos enamorados del gran orador, sigue habiendo cuestiones preocuPantes. Empezando por las acusaciones m6s

inverosimiles:

*Si los supuestos conspiradores querian ser los amos de Roma, ipor qu6 intentaban "liquidar la ciudad entera y a todos sus habitantes... amenazando a nuestro pais con la aniquilaci6n"l, como proclam6 Cicer6n.s iPor qu6 querian mandar sobre un mont6n de cadSveres y de restos quemados?

*La banda secreta de aliados de Catilina, de acuerdo con Cicer6n, estaba compuesta de deudores, jugadores, gandules, parricidas, asesinos, viciosos, degenerados afeminados y maleantes de toda indole.ut iC6mo pod(a el supervillano esperar derribar el imperio romano con esa bandada de

andrajosos, discapacitados y perdidosl

*Dadas las sangrientas intenciones de Catalina, ipor qu6 no se cometi6 ning(n asesinato? Los asesinatos eran un hecho apenas conocido en la politica romana y sin embargo Catilina y su banda de vagabundos nunca 105

pudieron ser acusados de ninguno. Los dos c6nsules electos fueron supuestamente su objetivo en enero del 65, pero no ocurri6 nada. En cuanto al complot para matar a cientos de senadores al mes siguiente, de nuevo no ocurri5 nada.

*Hubo la noticia, ampliamente difundida por Cicer6n, de dos conspiradores que iban a matarle, pero cuando les neg6 la entrada en su casa, se marcharon sin decir nada y nunca m6s volvieron a molestarle. cicer6n declar6: "Casi he sido asesinado en mi propia casa".6 Pero, ipor qu6 no les detuvo por conspiraci6n para cometer un asesinatolu, De nuevo sigui6 sin ocurrir nada. Los comentaristas ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre la identidad de esos dos responsables descuidados. Salustio est6 seguro de que fueron Cornelio y Vargunteo, Plutarco seflala a Marcio y Cetego, Apiano acusa a L6ntulo y Cetego, Di6n no da nombres, Suetonio y Veleo ni siquiera mencionan el incidente. Y el propio Cicer6n es extrafiamente vago, diciendo solamente que fueron "dos ecuestres romanos", lo cual excluye a la mayoria de los anteriores.*

*Cicer6n refiere intentos contra otras varias personas y un intento de matara los competidores de catilina en los comitia consulares del afio 63. De nuevo no ocurri6 nada. iY qu6 evidencias habia de que Catilina asalt6 a Cicer6n repetidas veces con una daga, pero aparentemente de manera

tan torpe como para que lo frustraran unos movimientos de esquiva del c6nsull iPor qu6 no arrest6 cicer6n a catilina por esos intentos de acabar con su vidal

"Catilina y sus c6mplices tambi6n tuvieron fracasos ignominiosos cuando intentaron realizar sus ataques incendiarios, si creemos a Salustio, catilina reclut6 un cierto ntimero de damas viciosas de la sociedad para que produjeran agitaci6n entre los esclavos de la ciudad y organizaran los asaltos incendiarios. De nuevo no hubo resultados.u'A los incendiarios los pararon supuestamente los guardias de cicer6n. Esto tambi6n es dificil de 106

creer. Roma era una yesca; los fuegos accidentales eran frecuentes y fero-

incendiarios realmente hubieran intentado comenzar una conflagraci6n mayor, ningrin n6mero de guardias podria haberlo evices. Si las bandas de

tado.'o * iQu6 evidencia tenia Cicer6n que aPoyara su sorprendente acusaci6n de que el amigo de Catalina, L6ntulo, queria proclamarse rey de Roma? L6ntulo estaba al tanto sin duda de c6mo abominaban a los reyes los ciu-

dadanos romanos. Y estaba muy al tanto de que 6l mismo, aunque gran orador, no tenia la fuerza suficiente en el Foro, el Senado o el ej6rcito. iC6mo podia esperar conseguir tan grandioso objetivol Sin un ej6rcito, ic6mo hubiera podido esperar resistir al celoso Pompeyo que , al volver con sus legiones sobre Roma se hubiera encontrado con alguien autoproclamado rey o, en su caso, autoproclamado c6nsul como Catalinal

*iPor qu6 los cinco acusados divulgarian sus secretos peligrosamente incriminatorios, en cartas marcadas con sus propios sellos a enviados extranjeros de la Galia, con quienes no habian tenido contacto previo? El mismo Cicer6n se dio cuenta de que este escenario increible necesitaba

explicaci6n. Su respuesta dada ante la Asamblea en la tarde del 3 de diciembre fue que ilas fuerzas divinas les hab(an hecho equivocarse! "L6ntulo y los otros traidores nunca hubieran estado tan locos como Para confiar estas intrigas a gente que adem6s de extranjeros son b6rbaros, a menos que los mismos dioses les hayan despojado de su m6s minima discreci6n"' Ante el Senado Cicer6n declar6: "Caballeros, soy consciente de que la voluntad y la guia de los dioses inmortales han estado detr6s de todas las cosas que he dispuesto".Tr Esto dicho por un hombre que en privado desacreditaba los augurios y otras creencias religiosas.

*Dadas las dimensiones supuestamente masivas del complot, ipor qu6 no habia otras evidencias m6s que el dudoso testimonio de varios informantes que simplemente confirmaron los cargos que habia expuesto Cice107

r6n? Se ofrecieron recompensas si se daba informaci6n sobre el complot. Para un esclavo el precio era su libertad m6s 100.000 sestercios (unos diez aflos de ingresos de un trabajador medio); para un hombre libre el doble de esa suma y el perd6n si estaba implicado en la conspiraci6n.T2 Salustio sefiala que "ningrin hombre entre los conspiradores fue tentado por la promesa de una recompensa a traicionar sus planes".,3 Como es usual Salustio no se hace m5s preguntas, pero podria preguntarse por qu6 ninguno de los irreflexivos renegados suministr6 informaci6n para poder embolsarse una suntuosa recompensa y adem6s salvar la piel.

Lo mds probable es que la conspiraci6n no fuera traicionada porque no existia, al menos no al nivel fantasmal expresado por Cicer6n.

El 29 de diciembre, riltimo dia de su consulado, Cicer6n intent6 pronunciar un discurso de despedida alabando su af,o en el cargo. pero la asamblea no le permiti6 pronunciar una palabra ademis de su juramento. En vez de eso le abuchearon por ejecutar a ciudadanos romanos sin juicio previo y sin el consentimiento del pueblo. En su vehemente protesta el orador volvi6 a gritar que la seguridad del estado y de la ciudad *se deben s6lo a mis esfuerzos", una baladronada que s6lo consigui6 excitar m5s los 6nimos de la multitud.Tt

Cicer6n habia esperado que su fama como salvador de Roma perdurara a trav6s de las 6pocas, y asi ocurri6 entre muchos clasicistas. pero entre sus conciudadanos sensibles de Roma su gloria autoproclamada dur6 apenas un dia.

108

6

EL ROSTRO DE C6SAR

C6sar saldri adelante: las cosas que me amenazaron Nunca vieron m6s que mi espalda; cuando vean El rostro de C6sar se desvanecerSn.

Julio Cisar, acto II, escena

El mis grande de

los

2.

populani de Roma fue Gayo ]ulio C6sar, conocr-

do por sus contempor6neos como Gayo C6sar y por Ia historia como |ulio C6sar. Naci6 en el afio 100 a. de C. en una vieja familia patricia. Su tio por matrimonio fue Gayo Mario, el famoso popularis, y su suegro fue el (ntimo aliado de Mario, Cornelio Cinna. Ser sobrino de Mario y yerno de Cinna durante Ia represi6n de Sila del afio 82 coloc6 a C6sar en el lado de los derrotados y le convirti6 en candidato a Ia proscripci6n. Sila anunci6 su voluntad de no perdonar la vida de C6sar si el joven apoyaba la causa reaccionaria. Y para demostrar la sinceridad de su conversi6n, se esperaba que C6sar repudiara a su esposa Cornelia (hiia de Cinna) y se casara con alguna muier elegida por Sila. Si C6sar hubiera estado guiado por la ambici6n sin principios y el ansia de poder, como proclam6 Cicer6n y muchos historiadores insisten hasta el 109

dia de hoy, habria aprovechado con presreza esa posibilidad de ser catapultado hasta las m6s altas instancias como protegido del tirano. En vez de eso rechaz6 la oferta de sila, aunque era consciente de las desastrosas consecuencias. Mostrando gran disgusto, Sila orden6 su arresto y le confisc6 su herencia y Ia dote de su mujer. Algunos historiadores cuentan que c6sar se salv6 escapando despu6s de sobornar a uno de los capitanes de Sila con la suma considerable de dos talentos (aproximadamente 100 libras de oro o plata).' Otros dicen que sobrevivi6 porque la madre de C6sar y los miembros conservadores de su familia, utilizaron sus contactos con los partidarios cercanos de Sila para conseguir el perd6n del tirano para el desafiante joven. A los que aconsejaron a Sila que no eliminara a alguien tan joven, se cuenta que les dijo: 'Acordaos de que el hombre que es6is tan empefiados en salvar, un dia traer6 un viento de muerte para la aristocracia, que hoy quer6is que yo apoye; porque en este C6sar hay algo m6s que un Mario".2 Durante los afios siguientes c6sar mantuvo una distancia saludable de Roma, mientras las proscripciones de Sila produc(an miles de victimas. En el 78 la noticia de la muerte de sila Ie hizo regresar r6pidamente a Ia ciudad. El movimiento popular estaba resurgiendo de nuevo, e incluso parecia amenazar una revoluci6n social. con una energia desesperada los arist6cratas del Senado reagruparon las fuerzas de Sila y dieron plenos poderes a Pompeyo para reprimir los disturbios. En aquel momento C6sar se abstuvo de entrar en la lucha.3

En el 75 C6sar viaj6 al extranjero, lo m6s probable para reclamar una herencia de su amigo muerto y antiguo amante, el rey Nicomedes. Durante el viaje, cuenta la historia, fue capturado por piratas que pidieron por su libertad la suma de cincuenta talentos. Despu6s de varias semanas de esfuerzos, sus enviados consiguieron recolectar ese dinero entre las ciudades y pueblos costeros aliados. Muchos de los piratas habian salido de esas mismas ciudades. como los habitantes compartian los expolios, tambi6n se

ll0

les podia requerir que ayudaran a su restituci6n. Una vez libre, y en el espacio de un dia, C6sar arm6 varios barcos y reclut6 un gruPo irregular, que quizS pertenecia a un clan rival de sus caPtores. Su fuerza improvisada sorprendi6 a los bandidos y caPtur6 algunos de sus barcos. C6sar ejecut6 a sus antiguos caPtores y se embols6 para si el inmenso rescate, probablemente despu6s de pagar a sus mercenarios.'

Hasta este momento todavia no habia nada que pudiera evitar que

|ulio C6sar tomara el bien pavimentado sendero de Ia carrera

como oPti'

matc.Habria sido bienvenido por la oligarquia, que le habria recibido con los brazos abiertos y recomPensas inmediatas. En vez de eso, se movi6 en la direcci5n opuesta, mostrando una dedicaci6n a Ia causa popular que le hizo contar con el afecto del pueblo. En el 73 apoy6 una medida que Permitiria volver

a los

exiliados politicos afines a Mario, expulsados durante el

reinado de Sila. Ese mismo afio se uni6 a un interesante l(der democrdtico y tribuno, Licinio MScer,en una campafla para anular los decretos de Sila que derogaban los poderes de los tribunos del pueblo. Fue M6cer quien ayud6 a crear una forma democr6tica de hablar en priblico (utilizada por el propio C6sar), convenciendo a sus oyentes con evidencias y argumentos precisos, ei yez de liarles con alocuciones histri6nicas de oratoria cl6sica. Cicer6n describe a M6cer como alguien poco convincente. Sus modos y maneras quitaban atractivo a su destreza inteIectual, que sin embargo era lo suficientemente efectiva. "Su lenguaje no era ricamente abundante, Pero tampoco era pobre. Su voz, gestos y modos carecian totalmente de encanto. Sin embargo su utilizaci6n de material original y su idea de lo que hab(a que decir estaban pensados cuidadosamente, como para no ser sobrepasado por nadie a esos resPectos".5

Todo Io que nos ha llegado de las palabras de M6cer es un discurso, conservado en los fragmentos que han sobrevivido de Ia Historia de Salustio. Viviendo bajo la constituci6n de Sila en los afios 70,M6cet era perfec-

lll

tamente conocedor del peligroso poder que ejercian los oligarcas. un tribuno como 6l "solo y carente de recursos y con la simpre apariencia vacia del cargo" no podia esperar desafiarles sin el apoyo de las masas. ,,eu6 alboroto organizan contra mi', seial6. Mdcer recrimin6 a la plebe por su falta de acci6n organizada y su buena voluntad para convertirse en clientela de los patrones aristocrdticos. 'Actuiis como un rebafio domesticado, aunque sois grandes en nrimero, permitiendo que unos pocos os manden y os esquilmen". Argumentaba que obedeciendo las 6rdenes de Ios c6nsules y los decretos del Senado el pueblo fortalecia la autoridad que le oprimia. Si ellos no luchaban para volver a ganar sus derechos y defender sus intereses se ver(an cadavez m6s sujetos a las injusticias. Bajo la pretensi6n de dirigir la guerra, los nobles se habian apoderado del control del tesoro y del ej6rcito, continuaba M6cer. Engaflaban al pue-

blo haci6ndole creer que era soberano, llevando a cabo ruidosas pero necias luchas politicas en las que a los votantes se les permite elegir, no a sus defensores, sino a sus amos. El pueblo, argumentaba, no debe permitir que le sobornen con una cantidad minima de grano, que ..no es mucho m6s que una raci6n de la c6rcel". Incluso ese reparto insignificante estaba

garantizado a duras penas y s6lo por temor a la agitaci6n social. M6cer conmin6 a la plebe a hacerse fuerte resisti6ndose al servicio militar obligatorio y a servir a los ricos: "No recomiendo la violencia armada o la secesi6n, sino s6lo que os negu6is a derramar vuestra sangre por ellos... eue los que comparten los beneficios compartan tambi6n los peligros y el trabajo".u

La carrera de M6cer es ilustrativa de c6mo un lider popular puede ser inmovilizado sin llegar al asesinato, En el 66, mientras servia como gobernador provincial, fue acusado de extorsi5n por los optimalcs. presidiendo el

tribunal estuvo el propio cicer6n, que jubilosamente escribi6 a Atico: "He ganado m6s aprobaci6n con su condena que lo que hubiera sido su gratitud por su inocencia'.7 completamente convencido de que no iba a ser

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declarado culpable, Micer recibi6 la noticia de su culpabilidad con un des6nimo total, retir6ndose a su casa, donde muri6 de un ataque al coraz6n o suicid6ndose.t

En el 68 ]ulio C6sar pronunci6 un elogio p(blico de su tia )ulia, esposa de Mario, en cuyo funeral despleg6 osadamente im6genes de Mario' algo que nadie se hab(a atrevido a hacer desde la reacci6n de Sila. En los afios siguientes c6sar obtendr(a varios cargos priblicos. como edil en el 65 utiliz6 dinero de ricos asociados para organizar festivales y esPecticulos sin precedentes Por su extravagancia. Se gan6 gran aprecio por la atenci6n que dio a las plazas priblicas y edificios y Por su restauraci6n de la Via Apia. tmbi6n orden6 que las im6genes casi ocultas de Mario se instalaran en el Capitolio. Al dia siguiente, cuando se corri6 la noticia, "los partidarios de Mario se armaron de valor y fue increible lo numerosos que de repente resultaron ser y la gran multitud que se concentr6 aclamando en el Capitolio', muchos de ellos ensalzando a C6sar como el 6nico "que habia tenido una relaci6n honesta con Mario".e

En el 64, con treinta y ocho a6os, C6sar se Present6 a candidato para pontifice m6ximo (pontifer maximus), un cargo vitalicio y prestigioso que ocup6 sin tener ninguna convicci6n religiosa profunda. Plutarco informa que su elecci6n, ganada contra otros dos eminentes senadores, "origin6 gran alarma entre el Senado y Ia nobleza, Porque ahora podria incitar al pueblo a temeridades extremas".'o M6s tarde en ese mismo af,o C6sar y otros Presentaron una ley de reforma de la tierra, que fue disefiada Para ser moderada en sus m6todos Pero extensa en su alcance. Las asignaciones beneficiarian tanto a los pobres sin tierras como a los veteranos de guerra. Las tierras saldrian s6lo de parcelas priblicas y de parcelas de propietarios que quisieran vender. A los nobles con tierras pero profundamente endeudados se les garantizaba un buen 113

precio a pesar del valor a labaja de las tierras. Los fondos para el programa provendrian de la venta de propiedades y riquezas confiscadas en las dependencias exteriores, costando por tanto muy poco al tesoro priblico, a la vez que se utilizaba un m6todo socialmente ftil para distribuir los botines.t'

El I

de enero del 63, el nuevo c6nsul electo, Cicer6n, en su discurso inaugural ante el Senado y en otros dos subsecuentes en el Foro, arroj6 todo el peso de su cargo contra la ley de reforma de la tierra, desfigurando su contenido moderado y profiriendo gritos alarmistas de que la propuesta era un "complot contra la libertad", "elaborada de forma oscura,' y llena

de "prop6sitos secretos". Kahn seflala que "Cicer6n estaba igualando el cambio a la subversi6n", despreciando cualquier medida que mitigase la miseria material como si fuera un paso hacia la revoluci6n. La ley fue eliminada o derrotada en una votaci6n en la Asamblea.,2 Este rev6s debi6 hacer pensar a c6sar sobre las dificultades de una reforma pacifica dentro del sistema existente. Sin embargo su carrera personal sigui6 adelante. Fue elegido preror en el 62 y proc6nsul de la Hispania Ulterior en el 61, lugar donde llev6 a cabo una campafra militar victoriosa contra los lusitanos. Fue durante estos afros cuando se forj6 su amistad politica con Craso y Pompeyo.

El ex-pretor Marco Craso, antiguo subordinado de Sila (mencionado en el capitulo anterior como acusado de participar en el complot de

cati-

lina), deb(a su celebridad tanto al dinero como a sus hazaf,as militares. Amas6 sumas enormes a trav6s de inversiones, convirti6ndose en propietario de tierras y de inmuebles urbanos. Su dudosa fama le lleg6 en el afio zl a. de c. cuando esruvo a lacabeza del ej6rcito que sofoc6 la gran rebeli6n de esclavos de Espartaco. caz6 y mat6 a Espartaco y despu6s crucific6 a 6.000 de sus hombres.

tt4

Pompeyo tambi€n empez6 su carrera militar como aliado de Sila en el 82, a quien sirvi6 de forma espl6ndida, gan6ndose la gratitud y admiraci6n del dictador." Reclamado de Espafia para ayudar a sofocar la rebeli6n de Espartaco, Pompeyo lleg6 a tiempo de participar en la carnicer(a final, que 6l y sus compafleros proclamaron como el mayor 6xito militar, que eclipsaba las hazairas de Craso.

Cualesquiera que fueran los choques y sentimientos de rivalidad que tuvieran, Craso y Pompeyo se las arreglaron Para trabajar iuntos' siendo elegidos c6nsules para el aflo 70 a. de C. Presionados por la agitaci6n popular, dedicaron su aflo en el cargo a anular algunas de las leyes reaccionarias de Sila. Alentaron a los censores Para que expulsaran a sesenta y cuatro senadores por corrupci6n y aPoyaron una ley que reducia a un tercio los miembros senatoriales en los jurados. Y Io m6s imPortante de todo, una ley propuesta por Pompeyo elimin6 las restricciones que Sila habia impuesto sobre los tribunos del pueblo. Estos esfuerzos se ganaron el aplauso del pueblo y la ira del Senado, y cualificaron a Pompeyo como popularis, al menos de nombre.

Durante los afios 60 Craso se asoci6 con Ia causa popular, apoyando a M6cer cuando fue acosado por los o?t;rnates en el 66 y despu6s sirviendo como banquero y financiero de C6sar. En aquel momento Pompeyo habia ganado fama adicional por su ripida y exitosa campafla contra los piratas que merodeaban el Mediterr6neo. En el aflo 60 a. de C. C6sar invit6 a Craso y a Pompeyo a que se unieran a 6l en lo que se ha conocido por los historiadores modernos como Primer Tiiunvirato' Pompeyo tenia el prestigio de un h6roe de guerra y presumiblemente el respaldo de sus veteranos, Craso tenia el dinero y C6sar el apoyo de la plebe. funtos desafiaron a los optimates y surgieron durante un tiemPo como la fuerza politica dominante, capaz de deshacer las caracteristicas mis reaccionarias de la consti-

tuci6n de Sila, haciendo que Cicer6n les denunciara en privado Por

ser

"tres hombres inmoderados".'' 115

Contra la fuerte oposici6n de los optimates, C€sar consigui6 el cargo supremo de c6nsul, ejerci6ndolo en el 59. Pronto durante su consulado remiti6 otra ley de reforma de la tierra, aceptada por pompeyo y Craso, y no muy diferente de la que present6 en el 63. cicer6n fue invitado a participar en la comisi6n para la reforma de Ia tierra, pero rechaz6 la invitaci6n, Despu6s de que la ley fuera pirateada hasta su muefte en el Senado por parte de Cat6n, C6sar aplic6 la t6ctica de los Graco y ya no recurri6 al Senado sino a las asambleas populares para que se aprobase la ley.,t Cicer6n no tard6 mucho tiempo en quejarse de que el programa de distribuci6n de la tierra estaba "eliminando nuestras rentas en Campania,'.tu

El c6nsul compaflero de C6sar, Bibulo, hombre de los optimatcs, se opuso a las medidas reformistas de c6sar e intent6 paralizar los procedimientos dentro de las asambleas para siempre, aduciendo malos presagios. Siempre que el movimiento democr6tico ganaba el (mpetu suficiente se arriesgaba a ser detenido por los auspicios religiosos (auspicia), esto es, las adivinaciones de la voluntad de los dioses. Los auspicios los dirigia el

colegio de Augures, una reserva exclusiva de los arist6cratas hasta el principio del Siglo I a. de C., cuando se nombr6 para el mismo a algunos ecuestres notables. Simplemente informando de presagios desfavorables, los augures podian posponer cualquier acci6n dentro de las asambleas populares o invalidar la elecci6n de un funcionario prodemocr6tico. Era costumbre considerar cualquier signo de los cielos como desfavorable y raz6n suficiente para suspender los procedimientos pfblicos.t, Las adivinaciones se comunicaban despu6s de un estudio ritualizado

de las entrafias de los animales sacrificados, o despu6s de observar un vuelo de p6jaros repentino, una tormenta con truenos, una linea de luz en el firmamento o algrin otro hecho "inusual". La clase dirigente apreciaba el veto conservador que ofrecian los auspicios. cicer6n era explicito en este

ll6

punto. Mientras que en privado despreciaba los augurios como algo poco menos que rid(culo, los utilizaba como arma del estado contra "el frenesi de los tribunos" y "la impetuosidad injusta del pueblo"."

Un siglo antes de Cicer6n, Polibio comentaba el uso politico de la religi6n; "La superstici6n es el elemento que mantiene unido al estado romano.,. Como las masas son siempre inconstantes, llenas de deseos ilegales, rabia irrazonable y pasiones violentas, s6lo pueden ser contenidas por terrores misteriosos u otras dramatizaciones..."" M6s tarde Gibbon escribi6: "Los diversos modos de adoraci6n que prevalecian en el mundo romano estaban considerados por el pueblo como igualmente verdaderos, por los fil6sofos como igualmente falsos y por los magistrados como igualmente ftiles".'o IJn historiador conservador de nuestro tiempo reconoce que los auspicios religiosos "ayudaban a mantener las cosas como siempre hab(an estado y a ensef,ar a las clases bajas cual era su lugar"." Asi que no era una sorpresa que Bibulo, permaneciendo encerrado en su casa durante la mayor parte de su consulado, intentara poner trabas a C6sar en las asambleas populares anunciando rePetidamente malos augurios, truco que C6sar simplemente ignor6, igual que debi6 no hacer caso de los vetos de Bibulo."

Con toda su popularidad C6sar todavia carecia del poder y prestigio de un h6roe militar. Al contrario que Alejandro, Anibal y Napole6n, 6l habia empezado su carrera como politico m6s que como l(der militar. Inicialmente intent6, a la manera de Pericles y Gayo Graco, conseguir las reformas sin el uso de la fuerza, mantenidndose en Ia arena politica durante dieciocho afios. Despu6s, a la edad de cuarenta aflos, se convenci6 de que tener un ej6rcito a su espalda era una manera m5s segura de hacer frente a la oligarquia.

|7

Por ese tiempo la Repriblica de Roma dominaba un gran imperio que se extendia a trav6s de todo el Mediterrdneo, desde Espafia hasta Asia

Menor. C6sar le afladi6 posesiones y tom6 parte en el saqueo y las matanzas.'3 En el 58 fue nombrado proc6nsul (gobernador provincial) de la Galia Cisalpina (norte de Italia) y la Galia Tiasalpina (Francia y B6lgica). En una serie de campaias militares que duraron nueve afros, anexion6 toda la Galia a la soberania romana, ademis de algunas partes de Alemania. Continu6 de proc6nsul durante cinco afios mds al amparo de una ley aprobada en el 55 por Pompeyo y Craso, que de nuevo habian sido nombrados c6nsules,

La alianza entre Pompeyo y C6sar se consolid6 con el matrimonio entre Pompeyo y la hija de C6sar, ]ulia. Pero |ulia muri6 en el 54, en un momento en el que Pompeyo estaba cada vez mis incomodo con la creciente popularidad de c6sar y con su fuerza militar. Al aflo siguiente el triunvirato lleg6 a su fin cuando craso sufri6 una desastrosa derrota militar en su campafla contra los partos en el este (actualmente Irak y el norte de siria), y fue muerto a traici6n mientras intentaba negociar con ellos. Los partos sab(an algo acerca de craso. como nos informa Floro, Ie cortaron la cabeza y llenaron su boca de oro molido para que "aquel cuya mente ha ardido con el deseo del oro pueda, una vez muerto, ser quemado con ese mismo oro".2* La muerte de Craso no s6lo supuso lacaida del triunvirato, sino que fue el presagio del comienzo de una guerra civil. De acuerdo con el historiador romano Lucano: "c6sar no pod(a seguir tolerando a un superior ni Pompeyo a un igual".'5 Pompeyo estaba, segrin Di6n, muy disgustado por los elogios generalizados otorgados a c6sar "mientras que se ensombrecian sus hazafias". Intent6 convencer a los c6nsules de que no hicieran priblicas las cartas de c6sar y que minusvaloraran sus victorias. "Le repro-

ch6 al populacho que no le hiciera mucho caso a 6l y que sin embargo fuera un fan6tico de C6sar".26

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Viendo el descontento de Pompeyo,los optimates intentaron unirse a su mls inteligente y el m6s dedicado de los dos popularis. Aunque estuvo fuera en su campafra de las Galias durante la mayor parte de los affos 50, C6sar sigui6 manejando Ia politica romana, actuando a trav6s de legados o a veces por si mismo, volviendo a Roma

causa. Temian a C6sar por ser el

durante los meses de invierno. Pompeyo se mostr6 receptivo con las proposiciones de los oPtimates.En el 52 los senadores Ie designaron c6nsul rinico, violando la pr6ctica constitucional que requeria que fueran elegidos dos c6nsules por parte de las asambleas. En aquel tiempo Prorrogaron su mandato sobre Espafla por otros cinco aflos. Con |ulia muerta, Pompeyo rechaz6 una oferta para

la sobrina segunda de C6sar y envez de eso lo hizo con la hiia de Metelo Escipi6n, vt opritnatc del Senado. Entonces eligi6 a su nuevo casarse con

suegro para servir con 6l como c6nsul durante los meses que quedaban del

aflo 52, otra medida inconstitucional que sin embargo fue perfectamente aceptable para los senadores constitucionalistas. Familias aristocr6ticas altamente influyentes como los Metelo se aliaron con Pompeyo, al menos hasta que C6sar pudiera ser eliminado.

En diciembre del 50, mientras C6sar estaba todavia en la Galia, el conflicto entre 6lylosoptimateslleg6 a su Punto de ebullici6n. El Senado decrdi6 que debia enviarse un sustituto que le reemplazata. La orden del Senado fue vetada por Curio, un tribuno simpatizante de C6sar. La contraoferta de C6sar, expuesta ante el Senado por Curio, fue que tanto 6l como Pompeyo renunciaran a sus mandos militares. Esta propuesta tuvo el apoyo entusiasta de la gente corriente." Por votaci6n de 370 contra 22 los senadores aprobaron rSpidamente este plan. Aqu( estaba la posibilidad de evitar la guerra civil y desarmar tanto a Pompeyo como a C6sar.

ll9

Pero eso no era lo suficientemente bueno para los o?timatcs ultraconservadores fuertemente opuestos a c6sar. Encontraron un tribuno que vet6

la propuesta de mutuo desarme. Si c6sar renunciaba al mando, debieron pensar' ese no ser(a el fin de su encanto pol(tico. En cualquier caso, nada le impediria volver a llamar a sus veteranos o hacer nuevos reclutamientos ante futuros conflictos. Al dia siguiente uno de los c6nsules, tambi6n de la facci6n conservadora, llam6 a Pompeyo para que tomara el mando de dos legiones. Las negociaciones continuaron durante enero del 49. Actuando como alguien que no est6 sediento de poder, C6sar propuso de nuevo que 6l y Pompeyo renunciaran a sus mandos. Su mensaje lo expuso ante el senado un tribuno y aliado politico llamado Marco Antonio, que habia sucedido a curio. Esta vez los senadores rechazaron airadamente la propuesta sin debate. Los optimatcs aferraban en ese momento las riendas senatoriales dirigi6ndose hacia una confrontaci6n. Con Pompeyo como su espada defensora, creian que podian aislar y vencer a c6sar de una vez por todas. El senado aprob6 ti senatunz consultum ultimurn junto con "resoluciones de las m6s duras y severas" para terminar con el mando de C6sar y suprimir "a esos distinguidos funcionarios, los tribunos del pueblo", como escribi6 C6sar,'?8 Temiendo por sus vidas, Marco Antonio y otro tribuno abandonaron Roma, dirigi6ndose al norte para unirse a C6sar. varios dias m6s tarde, c€sar reuni6 a sus tropas y les cont6 las injusticias de que creia haber sido objeto por parte de los oligarcas del Senado. Habian seducido a Pompeyo, jugando con su orgullo, y le habian vuelto contra c6sar. Habian utilizado frterza armada para retirar los poderes a los tribunos del pueblo. Habian aprobado tt ultimum re servado normalmente para reprimir motines y violencia, ninguno de los cuales se habia producido. Hab(an ordenado que c6sar disolviera su ejErcito mientras pompeyo continuaba reclutando tropas. A pesar de las propuestas de c6sar, Pompeyo no habia mostrado intenci6n de tratar con 61. c6sar reiteraba su r20

oferta: "Los dos disolveremos los ej6rcitos; habr5 una desmovilizaci6n completa en Italia; cesar6 el r6gimen del terrorl habr6 elecciones libres y el Senado y el pueblo romanos tendr6n el control total del gobierno... Sometiendo nuestras diferencias a una discusi6n mutua' terminaremos con

ellas"." Estas ProPuestas contaron con la aprobaci6n de sus troPas pero fueron de nuevo rechazadas totalmente por Pompeyo y los optitnatcs. "Pompeyo",

escribi6 Cicer6n aprobatoriamente, "tiene el desprecio m5s absoluto por cualquier cosa que [C6sar] pueda hacer y confia en si mismo y en las fuerzas de la Repfblica". Para Cicer6n un acuerdo negociado con C6sar no ofrecia mds que "peligros y una paz falsa"'ro

Las posibilidades a las que hacia frente C6sar supon(an ahora un gran problema. Si volvia a entrar en Italia con sus legionarios originaria una guerra civil de resultado incierto. Pero si volvia sin ellos se encontraria sin el poder de hacer reformas y a merced de los asesinos de los oPtimates. Al final seria acusado de compra de votos o traici6n, o de no haber hecho caso de los augurios y los vetos durante su primer consulado. El iurado ser(a seleccionado cuidadosamente en un tribunal rodeado por los soldados de Pompeyo, con un resultado predecible." Seguro del respaldo de sus tropas C6sar levant6 su camPamento y se prepar6 para marchar hacia el sur. El l0 de enero del 49 a. de C., con s6lo 300 hombres de caballeria y 5.000 de infanteria (el resto del ei€rcito permanecia m5s alld de los Alpes), crtz6 el Rubic6n, un pequefio rio que separaba la Galia Cisalpina de la antigua Italia." (Hoy dia, como los lectores pueden reconocet "cruzar el Rubic6n" significa dar un paso irrevocable ante un dilema.) Moviendo sus troPas dentro de suelo italiano sin

permiso del Senado, C6sar cometia un acto de traici6n. La guerra civil entre 6l y Pompeyo ya era inevitable.

t2t

Cuando C6sar sigui6 su camino hacia el sur por la peninsula italiana, las poblaciones a su paso empezaron a unirse a sus filas. Un siglo despu6s

de los acontecimientos, Lucano, simpatizante del panido senatorial, describe a C6sar como "obsesionado por la guerra... preferia quemar las puertas de una ciudad que encontrarlas abiertas para darle paso; asolar la tierra a sangre y fuego que atravesarla sin resistencia".33 Esto es dificilmente cre(ble. c6sar siempre preferia convertir en aliados a sus antiguos enemigos. En enero del 49 dio la bienvenida a las alianzas de las ciudades y guar-

niciones italianas que le abrieron sus puertas. Prometi6 un mandato sin la crueldad y la represi6n que habian caracterizado la 6poca de Sila, declarando, "que esto sea un nuevo estilo de conquista, hagamos de la piedad y la generosidad nuestro escudo'. De nuevo se dirigi6 a Pompeyo ,.para que opte por mi amistad et vez de la de aquellos que siempre han sido mis enemigos y los suyos, por cuyas maquinaciones el pais ha llegado al callej6n sin salida actual".3t A mediados de marzo del 49, casi tres meses des-

pu6s de su entrada en Italia {omo Balbo le informa a Cicer5n- C6sar todavia quiere recuperar sus buenas relaciones con Pompeyo.rt

El mismo Cicer6n tampoco quiere saber nada de eso. Continua lament6ndose de la campafla diab6lica de C6sar para "cancelar las deudas, volver a traer a los exiliados (contarios a Sila) y cien otras villan(as... No espero de 6l m5s que atrocidades".36 La florida hipocresia que Cicer6n desple96 hacia C6sar llega a su punto culminante en marzo del 49. En una carta a C6sar le profesa su amistad y Ie ofrece mediar en su disputa con pompeyo,y al dia siguiente escribe a su amigo Atico contindole su deseo de impe-

dir la victoria de c6sar. Algrin tiempo m5s tarde se jacta de su astucia, Atico que la misiva enviada a C6sar no contiene ..mfs que " adulaciones" y "ni una palabra de lo que realmente pienso,'.37

dici6ndole

La mayoria del campo italiano se ali6 con C6sar. Como lo hizo el proletariado romano, lejos de la recepci6n hostil que tribut6 a sila d6cadas antes. En unas semanas C6sar tom6 Roma mientras Pompeyo y sus fuer122

zas se retiraban a Gracia donde esperaban un gran aPoyo. Con ambos c6nsules y Ia mayoria del Senado huidos, la Asamblea Tiibal del pueblo con-

sider6 que la Repfblica necesitaba una autoridad legalmente constituida. Aprob6 una ley d5ndole al pretor L6pido el derecho a nombrar un dictador temporal en lugar de los c6nsules ausentes. Como el pueblo esperaba, L6pido nombr6 a C6sar. Di6n dice que Cdsar no cometi6 ningrin acto de terror mientras fue dictador. En vez de eso permiti6 el regreso a Roma de los descendientes de los proscritos por Sila, con todos sus derechos restaurados despu6s de unos treinta afios de exilio. Tambi6n concedi6 la ciudadania romana a los galos que vivian al sur de los Alpes, justo por encima del Po.'8

El resto es historia antigua. C6sar renunci6 a su dictadura para ser nombrado c6nsul. Siguieron m5s de cuatro afios de guerra civil, terminando con la derrota de las fuerzas de Pompeyo en Farsalia (norte de Grecia) en el 48. Con C6sar persigui6ndole Pompeyo huy6 a Egipto. Los ministros del rey Ptolomeo, no queriendo a Pompeyo como amo ni a C6sar como enemigo, le matan. C6sar llega a Egipto. Cuando Ie presentan la cabeza de Pompeyo se vuelve horrorizado. Cuando le entregan el anillo con el sello de Pompeyo estalla en l6grimas. Despu6s condena a muerte a dos de los asesinos de Pompeyo." C6sar ocupa Aleiandria con una pequefia fiterza y es sitiado por las tropas del rey' Asistido por refuerzos que llegan en marzo del 47, sale victorioso. C6sar nombra a Cleopatra y a su hermano pequeflo co-regentes de Egipto, encontrando tiempo para tener una aventura amorosa con ella que incluy6 un crucero por el Nilo. Del 48 al 44 C6sar dirige Roma, a veces a distancia, con una serie de consulados que le permiten iniciaramplias reformas (tratadas en el capitulo 8). Despu6s de derrotara los hijos de Pompeyo en Espafia en marzo del 45, se restaura finalmente la paz.Et algrin momento en septiembre u octubre del 45, ahora en el cenit de su poder, un C6sar triunfante vuelve a Roma donde se le rinden extrar23

vagantes honores que incluyen el titulo de impcrator pcrpetuas. Apenas le quedan seis meses de vida.

124

7

TODOS LE AMASTEIS UNA VEZ

Todos le amasteis :una vez, y no sin raz6n.

Julio Cisar, acto III, escena

2.

Gayo fulio C6sar fue un hombre de cualidades sobresalientes' una figura imponente, de inteligencia Poco comtn, atractivo y totalmente encantador cuando lo queria ser. Su compafiero Salustio testifica que fue estimado 'por los muchos y grandes servicios que desarroll6 y su proverbial generosidad".t Lider militar eiemplar, fue muy querido Por sus troPas, a las que conducia con una mezcla de exhortaci6n elocuente, disciplina de hierro y participaci5n en los botines. Al contrario que muchos de su clase desdefiaba el lujo y la excesiva autocomplacencia, aunque era elegante en su forma de vestir. Thmbi6n al contrario que muchos miembros de su clase,

generalmente se reprimia del consumo excesivo de alcohol' Incluso sus enemigos admitian que era un bebedor muy moderado. Como dijo uno de ellos, "C6sar es el rinico hombre sobrio que ha intentado destruir la constituci6n".2 C6sar no necesitaba convencerse a si mismo de que poseia unas cualidades excepcionales, pero se afanaba en hacerle dificil a los demds que 125

negaran o devaluaran sus capacidades. Sus victorias militares demostraron su dominio sobre los hombres y las situaciones y fomentaron su propia /zgnitas (repttaci6n, autoridad, distinci6n), suponi6ndole el apoyo popular y

la posibilidad de efectuar muchas reformas necesarias. Altamente considerado por Ia elegancia y claridad de sus escritos, c€sar pasa por ser uno de los m6s grandes estilistas en prosa de Roma., Sus intereses intelectuales eran impresionantemente variados. Fue sef,or de las artes y la ensefianza y experto en astronomia. considerado orador pfblico

superlativo, podia arrastrar a las masas y llegar a conmover sus corazones con sus palabras. Incluso un orador de renombre y encarnizado rival politico como Cicer6n, se vio obligado a admitir que no conocia a nadie mds elocuente, ingenioso, hicido y dotado del m6s variado y sin embargo preciso vocabulario que Gayo C6sar.{ C6sar tambi6n pose(a unos exageraci6n. se le conocia por do a lo largo de gran parte de sumas' permiti6ndole comprar

rasgos poco menos que perfectos, dicho sin sus gastos extravagantes con dinero presta-

su carrera. Pasaron por sus manos grandes elecciones, ganar influencia politica y organizar ej6rcitos. Suetonio observa que no era particularmente honesto en su obtenci6n de riquezas, saqueando santuarios, templos y ciudades, espe-

cialmente las que tenian habitantes ricos. Rob6 3.000 libras de oro del capitolio, reemplaz6ndolas con bronce dorado. y obtuvo ala f,,erza cerca de 1,5 millones de piezas de oro del rey Ptolomeo de Egipto.t Peor que eso, como otros jefes militares de su 6poca, incluidos muchos de los optimates, firc un saqueador de las tierras conquistadas. Se ha dicho que su conquista de las Galias fue simplemente la b(squeda de botines.

Profundamente divididos entre ellos, los galos no eran capaces de resistir el ataque violento de las tribus germ6nicas. En su sometimiento a Roma encontraron la paz y la estabilidad. Realmente hubo unidades galas que se

unieron a las legiones de c6sar para luchar contra Ariovisto y otros inva126

sores germanos. Pero los "beneficios" de la conquista romana no supusieron la liberaci6n para las decenas de miles que murieron, fueron desarrai-

gados, esclavizados o sufrieron padecimientos similares durante los afios de conquista sanguinaria.'Al propio C6sar se debe Ia Peor atrocidad cometida por sus tropas, en el sitio de Avaricum donde masacraron a m6s de 40.000 de sus habitantes "sin respetar ancianos, mujeres o niflos".7 a Vercingetorix, un lider campafla contra la valiente galo cuyo mayor crimen fue llevar a cabo una dominaci6n militar romana en el aflo 52, q:ue era la riltima posibilidad de preservar la independencia de su pueblo.t Cuando fue finalmente derrotado, Vercingetorix fue hecho prisionero por C6sar. Estuvo seis a6os en prisi6n y s6lo le sacaron de su celda para marchar encadenado en el desfile triunfal en honor de C6sar y ser ejecutado pfblicamente.

Y c6mo podr(a perdonarse el trato que le dio

Como en todos los imperios, la gente corriente de la naci6n imperial tambi6n pag6 su precio. Desde el oscuro suelo de Espafra hasta las arenas ardientes de Egipto, los huesos de los soldados romanos se esparcieron por todo el imperio. Y los que sobrevivieron, ituvieron la compensaci6n suficiente por su juventud perdidal Lucano nos habla de los cansados legionarios de C6sar quej6ndose: "iCu6l es el limite de la guerra que buscasl iQu€ te satisfar6 si Roma no es suficientel... Hemos perdido la alegria de vivir, hemos pasado nuestra vida luchando".'

Los pecados de C6sar tambi6n incluyen los que comParti6 con su 6poca y su clase. Era poseedor de esclavos, como cualquier otro romano princrpal. Y como muchos de ellos, utilizaba esclavos y mujeres para su placer personal. Como otros lideres romanos, trataba a las mujeres como objetos de negociaci5n marital. Entreg6 en matrimonio a su hija |ulia a Pompeyo

como un paso para cimentar su primera alianza politica, aunque fulia estaba prometida a Cepio. Para aplacar el enfado de Cepio, Pompeyo le r27

prometi6 su propia hija, aunque ella ya estaba comprometida con el 6ltimo hijo de Sila. Cuando ]ulia muri6 de parto en el 54 a. de C., dejando viudo a pompeyo, C6sar intent6 eliminar el creciente distanciamiento entre ellos ofreci6ndole a Pompeyo a su sobrina segunda Octavia, sin preocuparle que ella ya tuviera un marido al que tendria que abandonar. C6sar m6s adelante pidi6 casarse con la hija de Pompeyo que ya estaba prometida con Fausto Sila. Que Pompeyo no aceptara ninguna de esas propuestas fue debido a consideraciones politicas m6s que personales.'o C6sar era famoso por sus aventuras sexuales, que incluyeron, entre otras, a las mujeres de numerosos arist6cratas y varias reinas, incluida Cleopatra. El poeta C6tulo, que despreciaba la politica de C6sar, condenaba sus escapadas a los dormitorios: "Y qui6n ser6 ese desgraciado de andar arrogante/ exultante con su nobleza/ que se mueve alrededor de nuestros lechos matrimoniales..." Cdsar y su amigo Mamurra, que fue su jefe de ingenieros en la Galia, eran "expertos en adulterio y codicia/ Rivales entre las ninf6manas... y los desvergonzados sodomitas".r,

Al volver de una campafia victoriosa usualmente los generales eran recompensados con un triumphus o "triunfo". Este consist(a en un elaborado desfile seguido de fiestas, diversiones y entrega de privilegios y honores al general. Inmediatamente despu6s del triunfo era costumbre que los soldados se reunieran con su general y le hicieran objeto de bromas groseras. Se le intentaba descolgar por una polea para de ese modo evitar los celos de los dioses. Como dice Marcial, despu6s de un triunfo ..no es ninguna vergtienza que el general sea objeto de chistes".t2 Asi, durante las celebraciones del a6o 46 a. de C. las tropas de C6sar se reunieron con 6l y le cantaron versos obscenos que suger(an que se habia acostado con mujeres de todo el espectro social: "Tiaemos a casa a este calvo putero/ Romanos, encerrad a vuestras esposas/ Todos los sacos de oro que le prestasteis/ t28

Fueron para pagar a las furcias galas".t' Estas y otras pullas C6sar las aguant6 con buen espiritu.

En su juventud C6sar fue a una breve misi6n con el rey Nicomedes. Durante este triunfo sus tropas tambi€n le cantaron versos obscenos sobre ese episodio. He aqu( una parte: "Cdsar conquist6 las Galias y Nicomedes conquist6 a C6sar". Recibi6 estos versos en Particular con algo menos de buen humor. Y cuando intent6 negarlo incurri6 en el castigo adicional de las risas." Las frivolidades juveniles en la corte de Nicomedes y otros varios episodios homosexuales posteriores le convirtieron en objeto de mofas por parte de sus enemigos politicos, incluyendo a Cicer6n y a Dolabela. Con objeto de seflalar la reputaci6n de C6sar respecto al adulterio y la sodomia, un oponente le describi6 como "el hombre de todas las mujeres y Ia mujer de todos los hombres".''

Al contrario de la impresi6n que nosotros podemos tener, los romanos de Ia

fltima

Repriblica fueron una mezcla de libertinaje

y

gazmoiteria.

Parece que muchos practicaron relaciones con su mismo sexo. C6sar, CatiIina, Marco Antonio, Gabino, Salustio y Augusto son s6lo unos pocos de los m6s conocidos. Sin embargo, la homosexualidad no era considerada una pr6ctica aceptable. Un siglo antes de C6sar, Polibio inform6 que cual-

quier soldado del ei6rcito romano "que en posesi6n de su virilidad completa cometiera actos homosexuales" se arriesgaba a ser azotado hasta la muerte." La lex scantinia, :ur,a ley de fecha incierta, penalizaba los actos homosexuales con personas nacidas libres. Sodomizar a un ciudadano era robarle su virilidad romana. Sin embargo la pr6ctica con esclavos no tenia ning(n castigo. Como un hombre esclavo no tenia virilidad, nadie pod(a privarle de ella. Una forma corriente de invectiva pol(tica era acusar al oponente de afeminado. |ugar el papel pasivo en una relaci6n homosexual, bien fuera anal u oral, se consideraba la peor de las perversiones." Cicer6n utiliz6 este sis129

tema de ataque en su venganza contra Catilina en el 63. Habl6 de la ..guardia pretoriana de maricones de Catilina", y le acus6 de seducir de forma regular a j6venes "de la forma m6s repulsiva; y permiti6 asquerosamente a otros que le amaran". Cicer6n incluso vio en la homosexualidad un campo abonado para el crimen, exclamando ante el Senado, "las seducciones insidiosas [de Catilina], que han atrapado a un joven tras otro, les han dejado predispuestos para los crimenes m5s horribles o estimulados a llevar una

vida de sensualidad sin freno". "Esos chicos guapos y delicados son expertos en hacer el amor y en que se lo hagan a ellos, y saben bailar y cantar; pero tambiEn han aprendido a usar las dagas y a derramar veneno".,8

El rencor entre los opti/natcs y su principal adversario, |ulio C6sar, podia rezumar una cruda homofobia en sus deliberaciones. como cuenta Suetonio, un C6sar victorioso brome6 urra vez ante un Senado repleto anunciando que montaria sobre las cabezas de sus oponentes, una expresi6n que podia tener un doble sentido, el segundo de los cuales implicaba unafellatio. Cuando alguien exclam6 que esa proeza no seria f6cil para una mujer, C6sar intent6 quitar hierro a Ia afrenta observando que Semiramis habia gobernado como reina en Siria y las amazonas dominaron una vez grarr parte de Asia.'e La homofobia virulenta fue tambidn muy corriente en la 6poca imperial, aunque muchos emperadores tuvieron relaciones con personas de su mismo sexo de forma abierta. Escribiendo en el siglo II d. de C., una persona de letras como |uvenal truena contra la decadencia de muchos hombres de la clase alta, chicos perfumados y afeminados que se pintan los ojos, llevan pendientes y ropas transparentes, se mueven de forma exagerada con las manos en las caderas y se casan con otros hombres. Esas reinas revoloteadoras, se queja, no actfan como verdaderas reinas, como "Semiramis llevando su carcaj", o Cleopatra "en la cubierta de su buque de

En la mente de |uvenal su afeminamiento estaba en contraste pat6tico con los rectos g'uerreros de la 6poca anterior, los poseedores de una guerra".2o

130

uirtus sin tacha, cuyas hazaitas de gran valor y sacrificio le dieron a Roma su supuesta grandeza,

**+

EI resumen de Fuller

es sin duda la opini6n que comParten muchos

historiadores que est6n al lado de Cicer6n: C6sar "era un oportunista supremo... poseedor de una personalidad magn€tica y una egolatria ilimitada, carecia de temor y de escr(pulos... un hombre que no permitiria que nada se interpusiera en su camino".2r De hecho el prop6sito de C6sar no parec(a que fuera destruir la libertad republicana, sino movilizar el suficiente poder popular para romper el dominio total de la aristocracia senatorial, reduciendo el Senado a un ente consultivo y administrativo." 6l mismo proclam6 su intento de ser un campe6n del pueblo m6s que su amo. A decir verdad, de los labios de muchos aut6cratas astutos salieron muchas declaraciones democrSticas f6ciles. Pero debemos dar alguna consideraci6n a sus palabras, porque a menudo estuvieron respaldadas por sus acciones.

En el afio 49, despu6s de crtzar el Rubic6n' C6sar proclam6: "Yo simplemente quiero protegerme contra las calumnias de mis enemigos, restaurar la verdadera posici6n de los tribunos del pueblo que han sido expulsados por apoyar mi causa y reclamar para mi y para el pueblo romano la independencia del dominio de una pequefla camarilla"' Al llegar a Roma unas semanas m5s tarde, convoc6 a los senadores que no se hab(an marchado con Pompeyo y dijo: "He sido insultado y ultrajado y se ha interferido en los derechos de los tribunos... Mi objetivo es exceder a los demSs en justicia y equidad, como he luchado previamente por excederles en hazanas .131

Algunos dem6cratas querian una revoluci6n social a trav6s de la cancelaci6n de las deudas y el reparto de Ia riqueza entre los ciudadanos pobres de Roma (excluyendo esclavos y extranjeros). c6sar encontr6

ritil

su

apoyo, pero tuvo cuidado de no tratar demasiado duramente a los prestamistas y a los grandes terratenientes.2' No obstante, como veremos en el

siguiente capitulo, sus politicas fueron lo suficientemente redistributivas como para causar consternaci5n entre las clases altas. "Fue m6s all6 de sus predecesores en favorecer a las masas", escribe Yavetz, y esto fue ..precisamente lo que le enfrent6 con la aristocracia senatorial".25 No fue la ambici6n personal de C6sar la que incurri6 en la ira de los optimares. En su mundo la ambici6n era una moneda comfn y perfectamente aceptable. Lo que detestaban eran sus ideas igualitarias, su constante preocupaci6n por los intereses del pueblo. Para ser exactos, el conflicto entre nobiles y prolctar;i no estuvo planteado claramente. Hubo algunos senadores, que no formaban parte del cfuculo de los optimates, que apoyaron a C6sar, y hubo plebeyos, libertos y extranjeros que, por ser parte de su clientela o por la coyuntura que fuese,

estuvieron con sus patrones arist6cratas. sin embargo, si no perfectamente si en general, las lineas de la lucha entre c6sar y los oligarcas del Senado estaban bien definidas. Hasta nuestros dias los defensores de los privilegios de clase recurren a los ataques ad hominem, difamando a cualquier lider que defienda politicas en defensa de la gente corriente, tachSndole de demagogo y de intentar ocultamente usurpar el poder. Es cierto que ningrin lider popular puede evitar permanecer indiferente a las consideraciones del poder popular. El apoyo de las masas se necesita como contrapeso en la lucha contra los inteEn otras palabras, el deseo de poder y el deseo de una reforma igualitaria no son mutuamente excluyentes, sino mutuareses de las clases dirigentes.

mente imperativos. t32

Aunque los lideres sin duda obtienen una gratificaci6n personal con el renombre que adquieren, seria un error Pensar que su motivaci6n es sd/o Ia popularidad y el poder, especialmente para aquellos que se alinean con los pobres y los oprimidos. Como hemos visto, en la Ultima Reptblica estar al lado de las masas era una decisi6n peligrosa y en ningrin modo supon(a una carrera prometedora para los lideres ambiciosos. IJnos cuantos populares fueron repudiados y etiquetados de agitadores sediciosos por sus iguales. Nadie disfrutaba por ser amenazado con dafios ffsicos. Nadie pensaba que estando al Iado de las masas desorganizadas se le allanar(a el

camino hacia el pin6culo del poder. Los que, como los Graco, Clodio, C6sar y otros, se aventuraron a ser paladines de las causas igualitarias, pagaron un precio supremo por hacerlo y fueron impulsados por algo m5s que -o adicionalmente a- su propio engrandecimiento.

iY qu6 decir de la demagogia delos optimarerl Raras veces los intelectuales de la Oltima Repriblica plantean ninguna cuesti6n sobre la duplicidad interesada y el engrandecimiento de las 6lites privilegiadas y poderosas, que antepusieron sus intereses por cualquier medio que fuera necesario. Demasiados historiadores parecen comPartir Ia descripci6n brillantemente lirica de Cicer6n de sus colegas elitistas como hombres que dirig(an pensando en el beneficio de todos, llevando firmemente el tim6n del estado "con dedicaci6n y devoci6n".26 Se ha dicho muy poco sobre los llamamientos engaflosamente demag6gicos hechos por Cicer6n y su cohorte, pretendiendo ser Protectores del pueblo mientras que en realidad se comPortaban como sus expropiadores. Los optimates han llegado hasta nosotros a trav6s del filtro de la historia de caballeros como hombres de los m6s elevados principios. En realidad s6lo estaban apegados a los principios que se ajustaban a su noci5n de la buena vida como ellos la concebian. Se opusieron a la reforma de la tierra, al control de las rentas y a la cancelaci6n de las deudas' M6s para los muchos suponia menos para los pocos. Se opusieron a la votaci6n secreta y a todas 133

las formas de participaci6n popular. Sin embargo fueron Io bastante demagogos cuando desempefiaban un cargo

pfblico como para presentarse a si

mismos como amigos del pueblo.

Un protagonista principal de la facci6n delos optimales fue Marco porcio Cat6n (el joven), alabado a trav6s de todas las dpocas como un mantenedor emblemStico de la rectitud republicana. Plutarco le celebra por estar dedicado a la "justicia rigida que no admite ni clemencia ni favor". Di6n dice que Cat6n fue el rinico de su generaci6n que "tom6 parte en la politica por motivos puros, sin ningrin deseo de aprovechamiento individual,'. valerio se refiere a su "vida valiente y emblem6tica... su completa virtud en todos los aspectos". Valeo dice que Cat6n "en cada faceta particular de su conducta parecia estar m6s entre los dioses que entre los seres humanos". Y Salustio describe a Cat6n como impulsado por la honestidad mds r(gi-

da."

Los historiadores modernos son casi igual de efusivos, ensalzando a Cat5n como "un conservador formidable de altos principios", ..el lider irreducible de la oligarqu(a" y "de elevada cuna y personalidad".2s Incluso Theodore Mommsen, que una vez se desliza y llama a Cat6n .,estripido dogm6tico", en otras ocasiones no puede dedicarle elogios mejores: ..honorable y resuelto", "serio en sus prop6sitos y en sus actos", ..lleno de apego a su pais y a su constituci6n hereditaria".2e Se dedica poca atenci6n a las imperfecciones de Cat6n. Asi, mientras se pronunciaba poderosamente contra la corrupci6n y juraba perseguir el soborno, era indulgente consigo mismo, contribuyendo a un fondo a favor del conservador Bibulo (su sobrino) cuando se present6 al consulado en el 60, para la compra de votos, que origin6 comentarios indignados incluso en esa 6poca tan acostumbrada a ello. Los optimates intentaron parar a C6sar, que estaba contribuyendo con largueza entre los votantes. pero 134

cuando Cat6n intervino en la compra de votos dei6 de ser un asunto de corrupci6n para convertirse en alta necesidad moral, porque "el soborno bajo tales circunstancias era algo para el bien de Ia comunidad".3o

En el 5l Cicer6n fue nombrado gobernador de Cilicia (al

sudeste de

Tirrquia). Desarroll6 su cargo comPetente y honestamente, embols6ndose s6lo el dinero que le estaba asignado de forma regular, en vez de saquear la provincia de todo Io que tuviera de valor, que era la prSctica m5s frecuente. Thmbi6n estuvo involucrado con 6xito en acciones militares contra los bandidos de la provincia. A su vuelta en el 50 fue recompensado Por sus servicios con un acto p(rblico de agradecimiento por parte del Senado. Cat6n vot6 contra ese acto de agradecimiento. Cuando Cicer6n le pregunt6 por qu6 lo habia hecho, Cat6n explic6 no muy claramente que, en efecto, la administraci5n provincial de Cicer6n habia sido digna de alabalaza, pero no de un agradecimiento priblico, a menos que ese agradecimiento fuera para los dioses m6s que para 61. Inmediatamente despu6s, sin embargo, Cat6n vot6 a favor de un agradecimiento pfblico para su sobrino Bibulo, cuyos m6ritos ciertamente no eran mayores que los de Cicer6n. Parece que el rigurosamente correcto Cat6n podia olvidar sus principios cuando se trataba de favorecer a miembros de su familia.3' Cat6n exigi6 una vez que a todos los candidatos a tribuno se les exigiera el dep6sito de una elevada suma de dinero Para optar al cargo, una idea que hubiera socavado el mandato democr6tico de los tribunos, convirti6ndoles en algo reservado para hombres ricos." En el aflo 52 a, de C6l y Bibulo recomendaron que el Senado nombrara a Pompeyo Para que gobernara como c6nsul 6nico, sin elecciones y violando toda la pr6ctica constitucional." De nuevo en el 49, incluso cuando otros miembros de la jerarquia eran contrarios a esa decisi6n, Cat6n urgi6 al Senado Para que depositara el mando de todo el estado en las manos de Pompeyo para anular la movilizaci6n del pueblo a favor de C6sar.3' IJnos cuantos afios m6s tarde, con las nubes de la guerra civil encapotando el cielo, un senador 135

sugiri6 que deberia garantizarse la libertad a los esclavos para que se les pudiera utilizar en el servicio militar, una propuesta que cont6 con el apoyo de los senadores. Pero guiado por sus principios de amor a la propiedad, Cat6n argument6 que no era ni legal ni justo privar a los amos de sus propiedades.3t

En al menos dos ocasiones defendi6 el asesinato politico. Como se cuenta en el capitulo cinco, en un "discurso vehemente" (palabras de plutarco) Cat6n convenci6 al Senado para que apoyara, sobre la base de un testimonio dudoso, la ejecuci6n ilegal sin juicio de L6ntulo y otros prisioneros pol(ticos implicados en la "conspiraci6n de Catilina" del 63. Once aflos mds tarde, cuando el lider de la banda de los optimates Milo asesin6 al tribuno del pueblo Clodio, Cat6n de nuevo conculc6 los principios legales, proclamando que el asesino no s6lo debia seguir libre, sino que debia ser recompensado por sus servicios al estado. Cat6n defendi6 a Milo y m6s

que probablemente vot6 por su inocencia.'u

En una palabra, cuando los lideres populares defendian politicas

a

favor del pueblo, Cat6n trataba de obstaculizar los procedimientos de la constituci6n no escrita como si 6sta estuviera grabada en piedra. pero cuando los optimatcs necesitaban soslayar e incluso suspender las reglas de los derechos bSsicos -o sus intereses de clase lo podian necesitar- cat6n eta capaz de una flexibilidad infinita, considerando la constituci6n no s6lo como algo el5stico sino como algo prescindible. La ley podfa suspenderse para salvar la ley, incluso si eso suponia dejar libre a un asesino como Milo.

Seg(n Cat6n, Milo no era ni mucho menos un asesino, sino un defensor de la Repfblica. Para Cat6n cualquier cosa que se hiciera para salvaguardar los principios de su grupo era constituci onal ipso facto, porque los intereses de la aristocracia 6l los veia coincidentes con el bienestar de todo el pueblo. 136

De acuerdo con uno de sus admiradores modernos, Cat6n "nunca confundi6 la esfera personal y la politica, y no tuvo animadversi6n... hacia la persona de fulio C6sar"." De hecho odiaba a C6sar, consider6ndole representante de todo lo que 6l aborrecia: autoengrandecimiento, desprecio por la Repfblica y traici6n a su clase." Como hemos visto, durante el debate se natorial del 63, Cat6n se dirigi6 a C6sar tachindole sin motivo alguno de 'borracho". Aunque declaraba su desaprobaci6n por el excesivo consumo de alcohol en los dem6s, el propio cat6n era conocido por beber hasta caer profundamente embriagado."

Di6n proclama que Cat6n "era un amante del pueblo como ningrin otro", pero su amor no llegaba a querer verle situado decentemente. Por eso dirigi6 el ataque contra C6sar por la reforma de la tierra.ao Sin embargo hasta un conservador intransigente como cat6n podia comprometerse cuando las fuerzas populares ten(an la fuerza suficiente. Asi en el 63, cuando la agitaci6n de los proletarios pareci6 alcanzar proporciones ameflaza' doras, se alarm6 y persuadi6 al Senado de que aplacara a la multitud urbana incluy6ndola en la distribuci6n de grano. Plutarco le llama a esto "un acto de humanidad y amabilidad", aunque parece mds un acto de oportunidad carente de generosidad para "eliminar con 6xito un peligro amenazartte", como el propio Plutarco escribe.t' Se dice que Cat6n tenia una actitud'impecable en sus asuntos perso-

nales. Pero incluso en esto uno podria tener dudas. Las mujeres aristocriticas eran tratadas como piezas de un juego, en matrimonios que Pretend(an incrementar fortunas familiares o favorecer alianzas politicas. Cat6n no fue una excepci6n en esa pr6ctica. Primero entreg6 a su Propia esposa' Marcia, a su viejo y muy rico amigo Hortensio para que se casara con 6l' Hortensio queria tener hijos comunes con Cat6n, segfn dijo, y Marcia era todavia lo bastante joven para tener descendencia. Realmente se dice que estaba pref,ada de Cat6n cuando 6ste se Ia pas6 a Hortensio. Algunos af,os m6s tarde, cuando Hortensio muri6 dejando a Marcia como viuda inmen137

samente rica, cat6n volvi6 a casarse con ella. Esto fue motivo de que c6sar le acusara de traficar con matrimonios: sa si la quer(al,

'iPor qu6 entreg6 cat6n

a su espo-

o ipor qu6, si no la queria, volvi6 a casarse con ellal A

menos que sea cierto que esa mujer fuera un cebo para Hortensio, al que

cat6n se la prest6 para recuperarla cuando todavia era suficientemente joven y muy rica".t2 Cat6n estuvo dedicado a la gente, pero "la gente que contaba para €l era la de su misma clase, la nobleza hereditaria", nos recuerda Lilly Ross Thylor, "La cura de Cat6n para las enfermedades de su tiempo era aparentemente la misma que la de cicer6n en la Repilblica y las Leyes, una vuelta a los dias anteriores a los Graco"." Hoy, el Instituto Cat6n, un reducto del pensamiento conservador, lleva el nombre del ilustre reaccionario porque se resisti6 a c6sar y supuestamente fue un campe6n de la libertad. No es necesario decir que la naturaleza estrecha de esa libertad sigue siendo algo no reconocido por los admiradores de Cat6n.

*** Marco Bruto tambi6n es aclamado por acruar s6lo por motivos honrados. Bruto no podia disimular su disgusto por las reformas de c6sar, mostrando poca simpatia por los indigentes y mucha preocupaci6n por ros bolsillos repletos de los ricos, especialmente por el suyo. Fue uno de los principales conspiradores para asesinar a un gran lider popular, que adem6s le habia perdonado y le habia tratado bien. Shakespeare llama a Bruto "el romano m6s noble de todos',, y pone en su boca: "Yo no s6 procurarme oro por medios viles/ por el cielo que mejor

hiciera moneda de mi coraz6nl Y destilar mi sangre en dracmas, que arrancar/ De las manos de los campesinos su vil metal...* La realidad es 138

otra cosa. Bruto era un usurero de la peor especie y adem5s un expoliador' Habiendo prestado dinero al 48 por ciento de inter6s (en vez del usual l2

por ciento, que ya era lo suficientemente usurero), el noble Bruto pidi6 que los militares romanos ayudaran a sus agentes a cobrar las deudas de la desventurada ciudad chipriota de Salamina, en el afio 50 a. de C. Ante la insistencia de Bruto el concejo municipal fue asediado hasta que cinco de sus ancianos murieron de hambre. Incluso cicer6n se horroriz6 por las condiciones de un pr6stamo que llev6 la ruina a la comunidad chipriota. Thmbi6n se manifest6 desconcertado por el estilo arrogante e incivilizado con el que Bruto llev6 el asunto.tt

Bruto

escribi

6 una vez al pueblo de P6rgamo que si le habian dado

dinero a Dolabela voluntariamente, debian confesar que hab(an obrado mal con Bruto. Pero que si lo habian hecho obligados, podian probarlo d6ndole dinero a Bruto de forma voluntaria. En otra ocasi6n escribi6 amenazadoramente a los samianos porque sus contribuciones eran "inexistentes",tu Sin embargo la mayor(a de los historiadores cl6sicos no ponen ning6n reparo a Bruto, prefiriendo tratar a este asesino por sucio dinero como

un defensor emblem6tico de la Repfblica. Asi se utiliza un doble rasero. Los l(deres que defienden la causa popular son tachados de gente hambrienta de poder y causantes de sus infelices destinos, mientras que a sus asesinos se les pinta como baluartes desinteresados de la virtud republicana' Lo mejor que podemos decir es que el propio pueblo romano no lo veia de ese modo.

139

8

LOS POPULARIS

El mal que hacen los hombres les sobrevive; El bien es enterrado a menudo con sus huesos. Julio

C6sar,

Acto

III,

Escena

2

Como uno de los popularis,l:ulio C6sar introdujo ..leyes para meiorar las condiciones de los pobres", como escribi6 Apiano.rDurante sus fltimos consulados, 46-44 a. de C., fund6 asentamientos para los vereranos de su ejdrcito y para 80.000 miembros de la plebe romana, distribuyendo algunas de las mejores tierras alrededor de capua y en otros lugares para las 20.000 familias pobres que tenian tres o mis hijos. Plutarco escribe que la ley de reforma de c6sar "hizo que casi toda la campania se dividiera entre los pobres y necesitados".2

c€sar organiz6 diversiones y fiestas pfblicas, tom6 una serie de medidas para evitar que el desbordamiento del riber inundara la ciudad e impuso nuevas reglas para el tr6fico y el mantenimiento de las carreteras.3 Planific6 el drenaje de zonas pantanosas, utilizando las nuevas tierras ganadas de este modo para emplear a muchos miles de personas en los cultivos.'Envi6 a los proletarios sin trabajo a reparar las viejas ciudades de las 140

colonias o les asign6 trabajos pfblicos cerca de sus hogares. Mand6 que los grandes terratenientes tuvieran no menos de un tercio de sus trabajadores como libertos en vez de esclavos, una norma que disminuiria el desempleo, el bandidaje y los beneficios exagerados de los propietarios. Y deposit6 las riquezas de los enemigos vencidos en el tesoro del estado Para que fueran distribuidas en forma de regalos o beneficios entre la ciudadania romana, con lo que cada soldado recibi6 5'000 denarios y cada plebeyo 100 denarios.t

Bajo la ley romana tradicional los individuos ricos que mataban a un ciudadano s6lo podian ser sentenciados al exilio. C6sar afiadi6 a ese castigo el embargo de sus propiedades, cosa que Para la clase opulenta era algo mucho m5s terrible que la propia muerte.5 Siguiendo a Gayo Graco y a otros populares, c6sar increment6 los impuestos a las importaciones de arriculos de lujo para favorecer la producci6n interna italiana y hacer que Ios ricos pagaran algo al tesoro priblico por su estilo de vida lujoso. Introdujo leyes suntuarias que ponian limitaciones estrictas a los atuendos ostentosos, a los costes de los funerales y a los banquetes. Intent6 imponer una administraci6n honesta en las provincias, donde las poblaciones habi-

an padecido durante largo tiempo la rapacidad de los gobernadores' Expuls6 del Senado a muchos de los implicados en esas expoliaciones de las provincias. Puso un limite a los tributos en las comunidades que pagaban m6s impuestos y aboli6 los diezmos en Asia y Sicilia, sustituyendo el impuesto sobre la tierra por una cantidad fija, eliminando de ese modo a los odiados y enriquecidos asesores de impuestos.' C6sar reduio el ntimero de receptores del grano subsidiado de 320'000 (casi la totalidad de Ia poblaci6n masculina libre) a 150.000, eliminando de Ias abultadas listas a los receptores fraudulentos, incluidos los poseedores de esclavos que deliberadamente "liberaban" a sus trabaiadores y despu6s presentaban Ia cuenta de comida de sus esclavos para que el estado se la reembolsara.s c6sar prohibi6 la acumulaci6n de elevadas sumas de dinero 141

en efectivo y alivi6 las estrecheces desesperadas de gran nrimero de deudores permitiendo a la gente pagar sus deudas a intereses mds bajos. Thmbi6n

impuso limites a la usura de los acreedores al mismo tiempo que les prohibia exigir los atrasos a un interds que excediera la suma del pr6stamo original. Elimin6 las proscripciones, la confiscaci6n de propiedades y las multas a los deudores. orden6 que todo inter6s ya pagado se redujera del principal y cancel6 los intereses debidos desde el principio de la guerra civil. s6lo esta riltima medida, reconoce Suetonio, elimin6 la cuarta parte de las deudas pendientes.e Fue una medida "que los dem6cratas habian pedido

vehementemente", se queja Mommsen.,o "LJna vez m6s se habia infligido una seria pdrdida a los acreedores", comenta Grant, pero aflade como com_ pensaci6n: "Sin embargo es necesario admitir que nunca hubieran visto ese dinero de cualquier forma, y que c6sar no fue el destructor de la propiedad privada que sus enemigos dijeron que era".,,

Hay dos teorias sobre por qu6 la gente

se endeuda profundamente. La primera dice que las personas que soportan elevados alquileres, impuestos exorbitantes y bajos ingresos son casi siempre incapaces de ganar lo suficiente o ahorrar lo suficiente de lo que ganan. por eso se ven forzados a pedir prestado sobre su trabajo, esperando que las cosas vayan mejor en el futuro. Pero las partes interesadas que les pagan poco, les sobrecargan de intereses e impuestos, son igual de despiadadas hoy que maflana. por eso los deudores deben pedir m6s dinero prestado, con una proporci6n cada

vez m6s grande de sus ingresos dedicada a pagar intereses, dejindoles cada vez menos para sus necesidades e incrementando la presi6n para tener que

pedir prestado todavia m6s. Este ciclo toma proporciones ruinosas, forzando a los deudores a vender sus pequefias pertenencias y a veces incluso a si mismos y a sus hijos como esclavos. Thl ha sido la situaci6n de los pobres a trav€s de la historia e incluso hasta hoy. La crase de los acreedores es algo m6s 142

que una variable en todo esto. Su monopolio del capital y del

mercado de trabajo, su presi6n sobre los precios y los impuestos, su avidez de beneficios, son las cosas que crean la penuria y las deudas.

La segunda teoria proclama que la gente incurre en deudas Porque son unos derrochadores. Los papeles de victima y verdugo se invierten: al acreedor ahora se le considera la victima y al deudor el verdugo. Este modelo explica realmente algunas formas de deuda. Pero no se debe aplicar a las miserables clases m5s bajas. De hecho describe mejor a los v6stagos imprudentes de familias estimadas socialmente, la jeunesse dorde , la juventud dorada (y no tan juventud), que vive a lo grande, cultivando el arte m6gi co de pedir prestado siempre y no pagar nunca, como hizo el propio C6sar al principio de su carrera. Thl cr6dito aParentemente sin limites es m6s apto para personas de herencia venerable, ya que sus persPectivas se consideran buenas. En una carta a C6sar, Salustio condena a los j6venes consumistas que esquilman no s6lo su propio patrimonio, sino el de los dem6s, intentando siempre conseguir nuevas fortunas que reParen la ruina de las viejas; consideran Ia moderaci6n algo equivalente a Ia avaricia y hacen alarde de su prodigalidad como si fuese generosidad de esp(ritu." Los esfuerzos de C6sar por aliviar la opresi6n de las deudas estuvieron destinados a ayudar a las masas trabajadoras, no a unos pocos disolutos. Dio los pasos para limitar el dominio del capital. De acuerdo con la ley romana, el deudor que no podia pagar se convertia en siervo de su acreedor. Fue C6sar quien concedi6 a los insolventes el derecho a ceder sus posesiones al acreedor, fueran estas suficientes o no, sin tener que ceder su libertad personal, una m6xima en la que hoy se basan las leyes referentes a

la bancarrota. La libertad de una persona era innata e inalienable, no permutable como parte de una propiedad, al menos no si uno era ciudadano

romano."

r43

C6sar fue el primer dirigente romano en garantizar a la sustancial poblaci6n judia de Ia ciudad el derecho a practicar el judaismo, una religi6n que asombraba a muchos politeistas paganos a causa de su monoteismo. Como sefial6 Di6n Casio, los judios se distinguian "especialmente por el hecho de que no adoraban a ninguno de los dioses usuales, sino que reverenciaban profundamente a una sola deidad en particular". E incluso algo m6s misterioso, creian que su dios era invisible e inefable y sin embargo omnipresente, y "le adoraban de la forma m6s extravagante sobre la tierra", dedic6ndole "el dia de Saturno (s6bado), durante el cual, entre otras muchas acciones peculiares, no llevaban a cabo ningrin trabajo serio,,.r, En una 6poca en la que la politica y la religi5n estaban interconectadas

de forma inextricable, el juda(smo tuvo una posici6n aparte del estado romano. C6sar era conocedor de la comunidad judia de Roma, incluidos los curtidores, estibadores y otros trabajadores. En el 47 a. de C., sin preocuparle las singularidades del judaismo, hizo que el Senado ratificara sus tratados garantizando derechos extraterritoriales a los asentamientos jud(imperio, como "amigos y aliados del pueblo romano".rt eue se le asociara con unos elementos marginales como el proletariado judio debi6 ser para los optimares la confirmaci6n de sus peores presentimientos os a trav6s del

sobre sus odiosas tendencias igualitarias. C6sar garantiz6la ciudadania a los que pracricaban la medicina y a Ios profesores de artes liberales para animarles a permanecer en Roma. Emprendi6 la tarea de proveer a Roma de "las mejores bibliotecas posibles".'6 En el 47 comision6 al prolifico intelectual e historiador Marco

Terencio Varr6n para que dise6ara los planes para una nueva y gran biblio-

teca priblica a semejanza de la de Alejandria, un proyecto que qued6 incompleto a la muerte de C6sar tres meses m6s tarde. Partidario entusiasta de las bibliotecas y la enseffanza, ]ulio C6sar ha sido acusado falsamente de haber quemado la biblioteca de Alejandria t44

durante su expedici6n a Egipto en los aflos 48'47,:una acusaci6n reiterada incansablemente por regimientos de escritores desde Plutarco y Di6n Casio hasta bi6grafos modernos como Gelzer y Walter.t' C€sar incendi6 la flota real egipcia en Ia bahia y parte de las brasas sobre el muelle pudieron haberla destruido. Pero el borde del agua estaba a una distancia sustancial de la biblioteca y no caus6 un incendio general en Alejandria, que hubiera sido Ia 6nica manera de que el s6lido edificio de piedra de la biblioteca pudiera haber ardido. Escribiendo dos siglos m5s tarde de la muerte de C6sar, Floro no dice nada sobre la biblioteca de Ale-

jandria en llamas, limit6ndose a se6alar que el fuego consumi6 algunas casas cercanas al muelle".'8 Y Lucano, que no perdia una oportunidad de atacar a C6sar con el peor estilo, no menciona la famosa biblioteca, escribiendo s6lo que las llamas quemaron la flota y algunas "casas cercanas al mar".'e Ninguno de sus contempor6neos alude a la biblioteca. El propio C6sar no dice nada sobre que el fuego se extendiera a la ciudad. Lo que describe es la destrucci5n de los barcos en el puerto y en los diques." Lo que es m6s, veinte afios despu6s de la campafla de C6sar en Egipto, el ge6grafo griego Estrab6n trabaj6 en los dos edificios que componian la biblioteca de Alejandria: el Serapeum, que era el templo con la biblioteca anexa, y el Museum, que era el edificio principal. Los describe en algfn detalle como perfectamente intactos." Otra fuente olvidada es Suetonio, que informa que el Museum estaba floreciente cien affos despu6s de Cdsar y que se le habia af,adido un ala nueva para albergar algunos escritos del emperador Claudio.22 Y Gibbon escribe que "cuando Augusto fue a Egipto [unos quince afios despuds de la muerte de C6sar], vener6 la maiestad de Serapis", que, Iejos de estar quemada, permanecia intacta en toda su gloria.23

Culpando a C6sar de la destrucci6n de la gran biblioteca se exculpa a los verdaderos culpables. El Serapeum, que contenia cientos de miles de 145

pergaminos y c6dices sobre historia, ciencias naturales y literatura, fue de hecho destruido por una muchedumbre de adoradores de cristo, conducidos por el obispo Te5filo en el afio 391 d. de C. Ese era un tiempo en el que

la ascendente iglesia cristiana derribaba las viejas academias y destruia bibliotecas y libros a trav6s de todo el imperio, como parte de su guerra total contra la culrura pagana. "La quema de libros", sefiala Luciano Canfora, "era parte del advenimiento e imposici6n del cristianismo".2, Segrin

lo describe Gibbon: "[El obispo] Te6filo procedi6 a demoler el templo de Serapis... La valiosa biblioteca de Alejandria fue saqueada y destruida; y, cerca de veinte affos despuds, el aspecto de las estanterias vacias suscit6 el pesar y Ia indignaci6n de todos los espectadores cuya mente no estuviera

totalmente oscurecida por los prejuicios religiosos".2t Los cristianos tambi6n liquidaron el Museum, la biblioteca principal, durante los dos siglos siguientes, por lo que cuando fue totalmente destruida por los invasores isl6micos en el afto 641 d. de C., s6lo albergaba algunos escritos de los patriarcas.'6 IJna vez que la cristiandad se convirti6 en la religi6n oficial bajo el mandato del emperador constantino, las veintiocho bibliotecas priblicas de Roma "fueron cerradas para siempre como tumbas", se lamenta el seflalado historiador pagano del Siglo [V Amiano Marcelino.2T En los tiempos paganos los romanos se enorgullecian de sus bibliotecas con mds de 500.000 vohimenes. Pero bajo la hegemonia cristiana a los laicos se les prohibia generalmenre el acceso a los libros, la profesi6n de copista desapareci6 y con ella los escritos m6s seculares. En er Siglo vI las bibliotecas mas grandes de los monasterios conten(an pequefias colecciones de entre 200 y 600 volfmenes, predominantemente de conte-

nido religioso.2s

Livio coment6 que "escribir sobre la historia del pueblo romano... es una tarea honorable que muchos han llevado a cabo".rn Sin embargo, todas esas historias romanas se han perdido para nosotros. por supuesto, los estragos del tiempo y de la fortuna han jugado su papel, pero si tan poco t46

de la prolifica literatura Pagana ha sobrevivido, ha sido en buena parte debido a las sistemiticas campaf,as de los pros6litos de fesfs contra archivos y bibliotecas, la ensefianza secular y la literatura en general. Aunque alabada como un oasis de la enseffanza en medio de la brutal ignorancia de las 6pocas oscuras, la iglesia cristiana realmente fue el mayor causante de esa ignorancia. La cruzada de Ia cristiandad para erradicar la cultura y la erudici6n paganas -una historia todav(a sin explorar completamente por los eruditos de nuestros dias- estuvo dirigida no s6lo contra la historiograffa, sino contra la astronomia, la biologia, Ias matem6ticas, Ia medicina, la anatom(a, la filosofta, la literatura, el teatro, la m(sica y el arte.ro Sin embargo, el hecho falso de la quema de la biblioteca de Aleiandria por parte de C6sar sigue contando con Ia reiteraci6n de decenas de historiadores que se intercambian la informaci6n equivocada sin molestarse en una investigaci6n independiente."

Plutarco culpa a C6sar de promulgar ProPuestas legislativas durante su primer mandato como c6nsul en el 59 a. de C. que estaban disef,adas "simplemente para agradar a la comunidad"'32 Del mismo modo Di6n Casio mantiene que durante su primer consulado C€sar "deseaba contar con el favor de las multitudes que podia hacer suyas en un grado adn mayor".33 Ni Plutarco ni Di6n conceden a C6sar que pudiera intentar pol(ticas reformistas porque respondia a la presi6n popular y porque creia que tales reformas eran beneficiosas Para Roma y Para su pueblo.

Ni tampoco Cicer6n, que exPres6 los temores de su clase privilegiada equiparando Ia reforma redistributiva a la revoluci6n apocaliptica: "Preveo un bafro de sangre... un ataque violento a la propiedad privada, Ia vuelta de los exiliados y la cancelaci6n de las deudas". Creia que C6sar no mostraria piedad "matando a la tobleza" y "destrozando Io que estaba bien hecho"." 147

Otros han equiparado a C6sar con Sila, el sangriento aut6crata. Shac-

kleton Bailey escribe sobre "los regimenes autocriticos de Sila y ]ulio Sir Ronald Syme va m5s all6, dando a entender que C6sar perseguia mds el propio engrandecimiento que Sila. "Tenia que limitar los derechos del pueblo como hizo Sila", pero Sila dimiti6 una vez que termin6 sus "reformas", porque al contrario que C6sar no deseaba el mando supremo para 6l solo.35 C6sar".35

La plebe romana, aunque mucho menos educada que nuestros historiadores, fue capaz de distinguir entre el reaccionario Sila, a quien despreciaban, y el reformista C6sar, a quien apoyaron. Sila impuso una constitu-

ci6n regresiva. Suprimi6 cualquier intento de reforma popular, despoj6

a

los tribunos del pueblo de su vieja autoridad democr6tica, impuso er rerror

sangriento entre las frrerzas populares, confiri6 el poder supremo a la oligarquia senatorial y aboli6 el subsidio para el grano. c6sar hizo justamente lo contrario. Inici6 las reformas populares, restableci6 la autoridad de los tribunos, evit6 el uso del terror, hizo alianzas con los lideres populares, despoj6 a la oligarquia senatorial de gran parte de su poder y mantuvo el subsidio sobre el grano. Si fue criticado por algunos dem6cratas de su

tiempo no fue por su semejanza a Sila, sino por no ir m6s lejos en la abolici6n de las deudas y otras reformas y por pasar mucho tiempo en conquistas sangrientas en el extranjero.

Al contrario que Sila, C6sar mostr6 una notable clemencia hacia

sus

enemigos despu6s de la guerra civil, en algunos casos no s6lo respetando sus vidas y propiedades, sino restaur6ndoles sus honores y sus cargos. Elimin6 la proscripci6n sobre las familias de los que habian luchado contra

como incluso Di6n admite, "garantiz6ndoles la inmunidad en iguales t6rminos... a las viudas de los fallecidos les devolvi6 sus dotes y a sus hijos les garantiz6 compartir la propiedad, haciendo caer poderosamente en la vergiienza las medidas sanguinarias de Sila".37 61,

148

En el 46, en el pin6culo de su fama como h6roe militar y lider de Roma, el Senado le ofreci6 abundantes recomPensas y poderes, incluyendo el consulado por cinco afios consecutivos y el derecho a sentarse entre los tribunos y ejercitar el veto. Apiano informa que como c6nsul C6sar empez6 a evitar el Senado de forma regular y a trarar s6lo con Ia Asamblea Tiibal del pueblo.'s Algunos caballeros historiadores ven en esto una evidencia de su desprecio tir6nico por la constituci6n. Podria tambi6n considerarse como una actitud democrStica el separarse del sistema olig5rquico senatorial. acusa a C6sar de que su actitud para quitar poder al Senado no estuvo acompafiada de Ia transferencia de ese poder a las instituciones democr{ticas; su intento era mantener un absolutismo personal."

|ohn Dickinson

La verdad es que las leyes de Cdsar desde su primer consulado en el 59 hasta sus riltimos afios como imperator fueron sancionadas regularmente por decretos de la Asamblea Tiibal. cierto que C6sar hiciera lo que quiso. Su tratamiento de Atenas sugiere que fue receptivo a las normas democr6ticas. Durante el tiempo en que Roma mantuvo su yugo imperial sobre Atenas, Ios arist6cratas atenienses, coaligados con los oligarcas romanos, mantuvieron su hegemonia de clase sobre su propio pueblo. Durante la guerra civil naturalmente apoyaron a Pompeyo, un hombre de los optimatcs. Un victorioso )ulio C6sar perdon6 a los nobles atenienses pero para su disgusto permiti6 que la ciu-

No

es

dad adoptara una constituci6n democr6tica, que les apartaba de un siglo de normas impuestas por la aristocracia romana.'o La gente corriente de las otras ciudades griegas que estaban regidas por Roma se neg6 a oPonerse a

C6sar y se resisti6 abiertamente contra los mandos PomPeyanos. En algunos casos abrieron sus puertas y mandaron emisarios a C€sar afirm5ndole su lealtad.al

C6sar tambi6n concedi6 el derecho a voto a la Galia Cisalpina' Despu6s de Ios idus de marzo, Marco Antonio public6 el plan de C6sar para 149

Earantizar tambi6n el derecho a Sicilia. cicer6n se quej6 de que c6sar planeara conferir "la ciudadania no simplemente a los individuos sino a naciones y provincias enteras".'2

Uno de los primeros actos de C6sar al convertirse en c6nsul fue hacer que los procedimientos del senado y la Asamblea se publicaran diariamente, haciendo a ambos cuerpos m6s responsables ante la ciudadania.a3 Durante su primer consulado en el 59 de forma regular desatendi6 los augurios. Puso al dia y perfeccion5 las listas de votanres. y termin6 definitivamente cotla caza de brujas politica de cicer6n contra los lideres populares, apoyando a Clodio para enviar a Cicer6n al exilio en el 58 por lo que result6 ser un periodo breve. Durante sus (ltimos consulados despoj6 a la

oligarquia senatorial de sus enormes poderes ejecutivos, incluyendo su control sobre el tesoro y asegur6 el poder de los tribunos del pueblo para iniciar acciones legislativas. Si todo esto es considerado desp6tico o democr6tico depende de la perspectiva desde la cual se mire. Acumur6 poder individual para poder romper el yugo de la oligarquia y de ese modo iniciar reformas populares. Sin ir demasiado lejos podriamos afirmar que su mandato podria denominarse una dictadura de los prolctarii, un ejemplo de autoridad contra la plutocracia a favor de los intereses de la ciudadania.

Muy al tanto de las divisiones que quebraban la sociedad romana, c€sar hizo un pron6stico que resultaria profdtico: "Es mis importante para Roma que para mi mismo que yo sobreviva. He ostentado desde hace tiempo el poder y la gloria, pero si algo me ocurriera, Roma no disfrutaria de paz. (Jna nueva guerra civil presentaria unas condiciones mucho peores que la

riltima".t'ic6mo

esperaba c6sar evitar otra guerra

civill con

reformas m6s que con una revoluci6n; pararia el excesivo af6n de lucro y lo abusos de los ricos drindole algo m6s a la masa trabajadora, incluido un mayor papel en el gobierno. 150

Los puestos del gobierno que requerian una confianza especial los nombr6 C6sar, permitiendo otras consideraciones con "sus esclavos, libertos y seguidores de humilde cuna".t' Promocion6 a los plebeyos al patriciado e increment6 el nrimero de senadores de 600 a 900, completando sus filas con ecuestres y hombres eminentes de las provincias de Espafia y la Galia. Incluso nombr6 senadores a centuriones, soldados, escribas y un pequef,o grupo de libertini, hijos de esclavos liberados que habian alcanzado alguna distinci6n por sus propios m6ritos. Pereci6 seguir el conseio sorprendentemente igualitario de Salustio: "No deiEis que los m6s cualificados por su riqueza enjuicien las vidas de sus conciudadanos, ni elii5is pretor o c6nsul a nadie en funci6n de su fortuna, sino de su m6rito".*6

Es innecesario decir que estos nuevos senadores, hombres de origen humilde, contaron con el rechazo de los senadores de sangre azul y bolsillo lleno.n' En una carta a su rico amigo Atico, Cicer6n -sin acordarse de los insultos que 6l mismo tuvo que aguantar Por Parte de los optimates, o quiz6 como compensaci6n por ellos- se queia de los reci6n llegados: "iQu6 caso, por los dioses!... qu6 banda de desesperados".ts Siglos m6s tarde Gibbon describe el nombramiento Por parte de C6sar de "soldados, extranjeros y gente casi b6rbara para el Senado" como un abuso de proporciones escandalosas.,e En los tiempos modernos tenemos al estimable Sir Ronald Syme, que desprecia a los nuevos senadores consider6ndoles nada m6s que

"una chusma horrible y repugnante".to Los mismos nobles que supuestamente eran tan protectores de las normas republicanas s6lo mostraron hostilidad hacia la educaci6n republicana.La primera escuela para el estudio del latfu ret6rico, abierta en Roma en los a6os 95-93 a. de C. por un seguidor de Mario fue cerrada muy Pronto por los censores arist6cratas, que pensaban que el maestro estaba ensefiando temas politicamente inaceptables, Los censores se opusieron a cualquier intento de cultivar las dotes oratorias de los j6venes del pueblo, ya que pod(an con ello incitar a las audiencias y competir en los tribunales o 151

en las campafias para las elecciones con los j6venes de ras familias aristocr6ticas. Los oligarcas estaban decididos a que nadie salvo sus propios hijos, y otros colaboradores suyos de su misma clase, dispusieran de las armas de la ret6rica y otras ventajas de la educaci6n. por eso cortaban el paso a los innovadores.trLas escuelas populares de oratoria latina no se

reabrieron hasta los consulados de fulio c€sar. sobre este tema tampoco fue 61, sino sus enemigos, quienes cerraron el paso a la participaci6n en el gobierno republicano a la ciudadania.

Dicho todo esto, hay aspectos en la carrera de C6sar que sugieren algo que no suponia un gobierno popular. Fue nombrado prefecto de Ia Moral $traefectus moribus), y decidi6 que la mitad de los magistrados fueran nombrados por 61, soslayando de nuevo al Senado.t2 podia sentarse en la silla curul entre los c6nsules en todas las reuniones y hablar primero sobre todas las cuestiones. Su carro triunfal fue colocado en el capitolio frente al

tmbi6n se erigi6 una estatua de bronce con su efigie sobre un monumento al mundo, con una inscripci6n -retirada m6s tarde por orden suya- que efectivamente Ie declaraba un semidi6s.t3 de ]tipiter.

El Senado le nombr6 imperator por diez aftos. Imperator se ha traducido muy a menudo como "dictador". Pero es m6s bien comandante en jefe o comandante supremo. En latin incluso diaator no tiene las connotaciones de hoy dia. Un dictator era un magistrado nombrado en momentos de crisis al que se le daba autoridad absoluta durante un periodo m6ximo de entre seis meses y un afio. Los senadores acumularon honores extravagan-

tes y sin precedentes sobre c6sar, mds con la intenci6n de adherirse al ganador que por admiraci6n verdadera. Existe tambi6n la sospecha de que alguno de ellos estaba intentando comprometerle a los ojos de sus seguidores, creando la inquietud popular a causa de su acumuraci6n de poder y 152

de

gloria, a sabiendas de que el pueblo romano hist6ricamente odiaba a los

reyes.t'

Aunque 6l sabia la diferencia entre adulaci6n y buena voluntad, C6sar no rechaz6 los abundantes honores. Aunque rechaz6 ostensiblemente la corona y evit6 que se le diera el titulo de rey, tom6 los simbolos de un monarca: usaba un manto pfrPura, Puso su imagen en monedas y llen6 el calendario de conmemoraciones de su cumpleafios y sus victorias militares. A principios del 44, el fltimo afio de su vida, intent6 ocuPar el cargo

titulo de impcrator pcrpetuus, dando de ese adicional de convertirse en honraoportunidad una a sus enemigos modo de c6nsul vitalicio con el nuevo dos tiranicidas.

Siempre se asume que un lider que se promociona a si mismo s6lo est5 motivado por un impulso de vanagloria. Thmbi6n puede ser -e incluso ser m5s importante- un medio de fortalecer su imagen pfblica y Por tanto maximizar su figura politica. La preocupaci6n de C6sar no era mandar sobre la gente corriente, sino sobre una poderosa oligarquia fuertemente

etraizada. Elevdndose a si mismo sobre esa plutocracia era m6s f6cil tener 6xito con su programa reformador.

No parece ser el caso que C6sar quisiera gobernar a la manera de un monarca divino, como hicieron los emperadores que vinieron despu6s. |ane Gardner incide en este punto, argumentando que durante el per(odo de su dictadura en Roma, "el mito de que queria hacer de si mismo un rey, o incluso un rey al estilo helenistico, digno de honores divinos", lo propagaron sus enemigos. Desde entonces Io han aceptado "los historiadores y otros de las riltimas generaciones, que se han mostrado dispuestos a creer esas

habladurias de sus detractores..."55

Mommsen llega a la conclusi6n de que C6sar fue "un rey democr6tico" cuyo objetivo era la igualdad gradual de las clases. Realmente C6sar nunca intent6 igualar a ricos y pobres, sino que intent6 resolver algunos de los 153

flagrantes abusos de clase perpetrados por los ricos. Les dio a los plebeyos y granjeros mis pobres la posibilidad de ser poseedores de sus tierras y generalmente ampli6 las oportunidades de que la gente corriente progresara.

En el 49 a. de C. intent6 que se aprobara una ley que limitaba la posesi6n privada de m6s de 15.000 dracmas de oro o plata, evit6ndose as( la acumulaci5n de inmensas fortunas. El pueblo estaba entusiasmado con esta reforma y preparado para ir mis all5. Propusieron que los siervos fueran recompensados por informar que sus amos pose(an un tesoro superior a la suma permitida. Pero C6sar se neg6 a affadir esa cldusula en la ley, alegando que nunca se fiar(a de un esclavo que testificara contra su amo.tu Incluso el m5s grande delos populais tenia sus limites de clase.

Una de las reformas mds duraderas e indiscutidas de C6sar fue su reconstrucci6n del calendario romano. Los romanos contaban los aflos desde el origen legendario de su ciudad, un m6todo que subsisti6 en Ia era cristiana durante cinco siglos. Asi |ulio c6sar fue asesinado en el afio 710 a.tt.c. (ab urbe condita, es decir "desde la fundaci6n de la ciudad,,). Fue en algrin momento alrededor de los aflos 1277-1280 (o lo que m6s tarde serian los afios 523-526 d. de C.), durante el reinado del papa |uan I, en que al monje y erudito Dionisio Exiguo se Ie ocurri6 la denominaci6n a. de C.d. de c. para distinguir las €pocas anteriores y posteriores al cristianismo. Por eso hoy decimos que C6sar fue asesinado en el aflo 44 a. de C. Encontr6 su final el l5 de m tzo,los idus de marzo. Los romanos tenian una forma dificil de contar los dias. Dividian el mes en tres secciones: las calendas eran el primer dia de cada mes, las nonas el s€ptimo dia de algunos meses y el quinto o el noveno de otros y los idus el decimoquinto de algunos meses y el decimotercero de otros. Las fechas se contaban desde estos tres puntos fijos.57

t54

En los tiempos de C6sar el calendario lunar romano estaba retrasado casi tres meses del a6o solar por lo que las vacaciones caian fuera de su estaci6n y las estimaciones respecto a las cosechas y las siembras eran Poco fiables. C6sar, que tenia un gran inter6s en la astronomia, plante6 el problema ante los mejores astr6nomos y matem6ticos de su 6poca. Basado en su trabajo desarroll6 un sistema propio que era m5s fiable que cualquier

otro. Descart6 el m6todo lunar e igual6 el movimiento solar al tiempo' Habiendo empezado en el afio 45 a. de C., el calendario iuliano sirvi6 durante m5s de 1.600

afios.58

Sin embargo el nuevo sistema de calendario erraba el afro solar en once minutos, perdiendo sincronizaci6n de forma gradual con los solsticios y los equinoccios. Consecuentemente' en el afio 1582 d. de C' el papa Gregorio XIII modific6 ligeramente Ia f6rmula con los aflos bisiestos y adelant6 la fecha diez dias completos.t, Aparte de estos pequefios ajustes el calendario que utilizamos hoy es esencialmente la versi6n juliana, que le debe m6s a C6sar y a sus astr6nomos que a Gregorio y a los suyos. Pero dado el dominio de la cristiandad sobre el mundo occidental, lo que ha llegado hasta

nosotros es el "calendario gregoriano", sin que se le rinda ningfn tributo a Cdsar.

155

9

EL ASESINATO

Los cobardes mueren muchas veces antes de su muene,

El valiente s6lo gusta una vez el sabor de la muerte. Julio C€sar, acto III, escena 2. Porque Bruto es un hombre honorable, Como todos ellos, todos son hombres honorables.

Julio Cisar, acto III, escena

2.

La historia del asesinato de c6sar ha llegado hasta nosorros con una mezcla de hechos y ficci6n, presentada aqui con las debidas precauciones dadas sus partes menos probables.' Los conspiradores estaban planeando terminar con c6sar incluso cuando le estaban haciendo objeto de homenaje. como escribe Di6n, los honores con que le colmaban eran "todos en exceso' alguno como un acto de adulaci6n exagerada y otros de ridiculo sarc6stico... porque deseaban convertirle en odiado y antip6tico tan r6pido como fuera posible, para poder terminar pronto con 61". por eso se afanaron en "enfrentar con €l incluso a sus mejores amigos,', llam6ndole .,rey", un apelativo escuchado a menudo en sus deliberaciones.2 156

incub6, si hemos de hacer caso a Plutarco, cuando Gayo Casio plante6 el tema a su cufiado Marco Bruto y le convenci6 para que se uniera a la empresa. Casio y Bruto habian luchado al lado de Pompeyo, siendo perdonados por C6sar despu6s de Ia guerra.r Un participante sorprendente en el complot fue D6cimo Bruto (relacionado s6lo lejanamente con Marco), uno de los seguidores intimos de C6sar y el oficial m5s competente en la Galia, quien al final sinti6 una lealtad m6s grande por la clase aristocr6tica que por el programa reformador de su comandante''

La conspiraci6n

se

Una leyenda largamente mantenida ha sido que C6sar abrigaba un cari6o especial por Marco Bruto, porque 6ste habia nacido en el tiempo en que C6sar mantenia una prolongada aventura amorosa con su madre, Servilia, y podia haber sido hijo del propio c6sar. Este cuento estripido es tan antiguo como Plutarco y Apiano y tan reciente como Will Durant' Como mito hist6rico es de una magnitud increible. Sin embargo es curioso c6mo ha permanecido hasta nuestros dias, dado que C6sar tenia apenas quince affos cuando naci6 Bruto en el aflo 85 a. de C. En la 6poca en que C6sar se acost6 con

Servilia su hijo tenia veinte aflos o m6s.

Se dijo que C6sar estaba muy preocupado por Ia seguridad de Marco

Bruto en Farsalia, ordenando a sus comandantes que no debian hacerle daflo en la batalla. Si Bruto se rendia debian capturarle vivo. Si se resist(a a su captura debian dejarle ir sin violencia. Pero C6sar no hizo esto Porque sospechase de su paternidad' sino por estima a la madre de Bruto, que se

dijo que fue uno de los pocos verdaderos amores de su vida.t Los conspiradores fueron alrededor de sesenta, seg{n Suetonio' Apiano identifica a quince con sus nombres. Incluian "muchos ciudadanos principales de Roma, hombres prominentes Por su ascendencia, su prestigio y sus cualidades personales", como les describe Plutarco. A una figurh de la mayor importancia, Cicer6n, no se le pidi6 que ParticiPara, aunque casio y Bruto sabian que hubiera estado dispuesto a intervenir en los r57

hechos. Temieron que la rimidez i.,nata de cicer6n -m6s la precauci6n que su avanzada edad le imponia y su insistencia en eliminar de cualquier plan el m6s pequeffo riesgo- podian embotar su resoluci6n en el momento decisivo,6

Una estrategia que consideraron fue esperar a las elecciones consulares, cuando c6sar se situaria sobre el puente de madera utilizado por los votantes para pasar el estanque. Algunos de los conspiradores podian derribarle alli mientras los otros le asaltaban con sus dagas. otra posibilidad era atacarle mientras estaba de camino a una de las numerosas ceremonias priblicas.? Pronto se supo que c6sar estaba planeando dejar la ciudad el l8 de marzo para una campaf,a militar contra los partos, a quienes los lideres romanos siempre habian considerado una "amenaza" en el este. LJna vez embarcado en esa aventura, estaria m6s alld del alcance de los asesinos. Asi que cuando se anunci6 que se iba a reunir con er Senado el 15

de marzo en la sala adyacente al teatro de pompeyo, en lo que probablemente seria su riltima aparici6n priblica antes de partir, los conjurados fijaron esa ocasi6n para su golpe. Una sesi6n del Senado ser(a una cobertura perfecta para que un grupo grande de c6mplices reunieran toda su fuerza sin llamar la atenci6n. su prop6sito confesado era el tiranicidio, un acto hist6ricamente justo a los ojos de los romanos, como a los de los griegos. Su acci6n por tanto no se consideraria una traici6n, sino un acto de altos principios a favor del inter6s comrin, o eso era lo que ellos presumian.8 Pocos historiadores, antiguos o modernos, han tomado nota de ros ver-

daderos intereses politico-econ6micos que subyacian bajo ese asesinato. Por eso es una agradable sorpresa el comentario siguiente en un lugar tan impensable como la biografia de C6sar del general Fuller:

158

"Los conspiradores sabian bien que bajo la autoridad de Cdsar

sus

oportunidades para financiar el grano y su poder pol(tico se desvanecerian y que desapareceria el prestigio del Senado Poco a Poco' En resumen, la forma de vida que los senadores habian llevado desde Ia Segunda Guerra Pfnica terminaria. Su lucha contra las reformas se habia iniciado con la muerte de los Graco y Pensaron que podia cerrarse con la muerte de C6sar. Blindados Por su arrogancia y corrompidos por su avaricia, soslayaron las causas de la iucha y se convencieron a si mismos de que con C6sar eliminado la maquinaria republicana volveria a funcionar".'

Habiendo acordado el momento y el lugar de los hechos, Ios conspiradores todavia esraban divididos sobre c6mo hacerlo. Algunos querian incluir a Marco Antonio, c6nsul iunto a C6sar, y a L6pido, su leal comandante. Ambos tenian una gran influencia en el ei6rcito. Antonio habia sustituido frecuentemente a C6sar cuando 6ste estaba en el extranjero y ten(a considerable influencia entre la plebe. Pero Bruto pens6 que no era politico marar a los tres. Ni Antonio ni L6pido podian ser acusados de aspirar a ser reyes. Y Antonio -sospechoso de haber flaqueado a veces en su lealtad

con Cdsar- podia ser (til posteriormente a la causa de los conspiradores. Si se concentraban en c6sar solamente podian conseguir la gloria de haber terminado con un rey y un tirano. Pero si acababan con sus seguidores se les podia acusar de perpetrar un golpe de estado y de actuar por enemistad y venganzaal haber pertenecido al bando de Pompeyo. Este argumento era convincente. Eso tambi6n puede explicar por qu6 decidieron hacer el trabajo sucio por si mismos en vez de delegar en matones pagados, que era la manera menos arriesgada a la que solian recurrir los arist6cratas. Cdsar no era un magistrado comfn para ser eliminado por asesinos de baia estofa, que en

cualquier caso pod(an dudar al encontrarse ante una victima tan cualifica159

da. M5s que un mero asesinato politico, el hecho podia equipararse a un glorioso tiranicidio, una lecci6n para las generaciones venideras. Eliminar al usurpador y salvar a la Repriblica, s6lo los verdaderos lideres estaban cualificados para una misi6n hist6rica tan elevada.,o

En el penfltimo dia de su vida, durante el curso de una conversaci6n mientras cenaba con L6pido y unos cuantos intimos, c6sar plante6 una cuesti6n inquietante: iCudl era la mejor clase de muerre? Despuds de que sus compafieros aventuraran varias opiniones, 6l mismo coment6 que una muerte r6pida e inesperada seria su preferida." Esa noche, dice la historia, su esposa calpurnia sofi6 que le ve(a con numerosas heridas en un charco de sangre. A la mafiana siguiente, muy inquieta , ro96 a C6sar que no saliera de la casa y pospusiera la reuni6n del Senado.'2 Las manifestaciones de su esposa le dieron qu6 pensar pues ella era de ordinario una persona sose-

gada y equilibrada, no dada a "supersticiones propias de mujeres", segfn cuenta Plutarco.

El propio Plutarco se muestra curiosamente asustado por las supersticiones, presumiblemente propias de hombres. Nos cuenta que justo antes de la muerte de c6sar sali6 fuego de la mano del sirviente de un soldado, que sin embargo no mostr5 ninguna quemadura. Todas las ventanas de la casa de c6sar se abrieron de repente y alavez mientras c6sar dormia. y un animal sacrificado por c6sar se vio que no ten(a coraz6t, "un mal presagio porque ninguna criatura viviente puede subsistir sin coraz6n", nos recuerda el gran historiador.t3 Suetonio y Di6n tambidn registran portentos: una manada de caballos de c6sar mostr6 una repugnancia repentina por los pastos y derram6 lagrimas, un pequeffo p5jaro vol6 en el interior del Sal6n de pompeyo siendo hecho pedazos por una bandada de otros p6jaros y otros "signos inconfundibles presagiaron a C6sar su asesinato".,, 160

Presagios aparte, el clima politico era bastante inquietante. Al menos dos affos antes de su muerte, C6sar tuvo sus propios temores acerca de una conspiraci6n. En su discurso al Senado en el 46, Cicer6n le aseguraba: "En

cuanto a tus hazaf,as, Gayo C6sar, nadie Puede ser tan genial, ninguna pluma o lengua lo suficientemente elocuente o fluida, para poder adornarIas ni incluso describirlas". En cuanto a las sospechas de c6sar sobre algu-

na "conspiraci6n siniestra y traicionera", eran "infundadas",

Porque,

iqui6n querria hacerle dafiol Seguramente no sus antiguos oponentes, los seguidores del derrotado Pompeyo, como el propio Cicer6n, al que se habia permitido Ia vuelta a Roma y al Senado manteniendo intactas sus propiedades, y que ahora era el m6s leal y agradecido de sus amigos' "Pienso en ti dia y noche", susurr6 el gran orador, que Prometi6 Permanecer vigilante eternamente contra posibles consPiradores. "Ya que sientes que hay algrin peligro del que salvaguardarte, nosotros [los senadores] prometemos ser tus centinelas y tus guardaespaldas. Y iuramos protegerte con nuestros propios pechos y nuestros cuerpos".rt Thles promesas empalagosas no hicieron que C6sar se fiara de sus nuevos amigos. Poco antes de los idus de marzo expres6 su sospecha de que

Casio no era bueno. Plutarco nos cuenta que dijo: "iQu6 pensdis que est6 tramando Casiol No me gusta' con ese asPecto tan adusto"' C6sar dijo que 'no albergaba temor de los hombres gordos y amantes del lujo" como Marco Antonio y Dolabela, 'sino m5s bien de los p6lidos y eniutos como

casio y Bruto". (Esta narraci6n de Plutarco inspir6 los memorables versos de Shakespeare: "iAntonio!... Dame hombres que sean gordos"' Pero ese Casio tiene un aspecto enjuto y enfadado".)'u

En la maf,anafatidica del 15 de marzo, inquieto por el suefro de Calpurnia, C6sar se dirigi6 a Antonio que en aquel momento entraba en su casa y Ie

dio instrucciones para que pospusiera la reuni6n del senado. Pero

l6l

D6cimo Bruto, uno de los pocos que tenian acceso regular a su residencia, llegaba cuando Antonio iba a marcharse. AI oir la decisi6n de c6sar, D6cimo le conmin6 a que la reconsiderara. Los senadores estaban esperando desde hacia algrin tiempo y habian sido convocados por c6sar. Tenia que imaginarse su reacci6n si alguien llegaba y les despedia hasta que calpurnia tuviera sueios m6s agradables. No debia darles a sus oponentes m6s pretextos para ofenderse, alimentando la acusaci6n de que su mandato era insultantemente arbitrario. iSe iba a esconder c6sar tras los temores de una mujer o dar cr6dito a las supersticiones? Incluso si estaba inclinado a considerar desfavorable ese dia, seria m6s conveniente que 6l mismo anunciara el retraso de la reuni6n para otra ocasi6n. c6sar estaba convencido. Permiti6 que D6cimo le acompafiara donde le esperaban los porteadores de su litera.

cuando la litera comenz6 a moverse entre Ia multitud, Artemidoro, un maestro griego de l6gsca y antiguo tutor de Marco Bruto, habiendo o(do algo sobre la conspiraci6n, quiso avisar a c6sar. Las versiones varian; algunos colocan a Artemidoro corriendo hacia Ia casa de c6sar despu6s de que 6ste saliera y luego no pudiendo alcanzar la litera. otros arcanzando a

c€sar y entregdndole una nota informindole del complot, pero dada la presi6n de los que iban a hacer peticiones a c6sar 6ste no la pudo leer. otros dicen que alguien mds, quiz6 un sirviente, le dio a c6sar la nota. Todas las fuentes parecen estar de acuerdo en que se hizo algrin intento de

alertarle." Antes de entrar en la sala se dice que c€sar se encontr6 con Espurina, el adivino, que previamente le habia avisado de que caerfa sobre 6l alguna desgracia no m6s tarde de los idus de marzo. "Los idus d,e marzo han lle-

gado", le dijo a Espurina, que respondi6: "Si, pero todavia no han termi_ nado".rB Renunciando a las adivinaciones y presionado hacia delante por Ios enemigos que se pasaban por amigos, entr6 en la cimara del Senado, "porque C6sar tiene que sufrir el destino de C6sar,,, como Apiano le para_ 162

frasea.'' No le acompafiaba ninguna guardia personal, Porque * dignitas no le permitia mostrar temor, especialmente ante todo el Senado, que habia jurado salvaguardar su vida' Se cuenta que diio: "No hay nada peor que estar constantemente protegido, Porque eso presuPone que est6s en constante temor".20

Los conspiradores mantenian una guardia de gladiadores en el anfiteatro adjunto que podian acudir en su ayuda si algunos senadores leales a C6sar les causaban algtrn problema." Estaban preocupados especialmente por Marco Antonio, un hombre fisicamente poderoso y dificil de reducir. Se sentaria convenientemente al lado de C6sar. Asi que idearon que Gayo Thebonio, conocido de Antonio y uno de los conspiradores, le entretuviera d6ndole conversaci5n a la entrada de la sala."

Al entrar C6sar todos

se pusieron en pie.

Un grupo de senadores le

rode6 r6pidamente, aparentemente de forma amistosa. c6sar apenas habia

ocupado su silla ceremonial cuando uno de ellos, Tirlio C(mber, le pidi6 que permitiera a su hermano volver del exilio. C6sar le apart6. Ese no era el momento para tratar tal asuntol podian discutirlo en otra ocasi5n. se acercaron otros pretendiendo adherirse a la petici6n. Entonces Ti.rlio aga116 de repente la tfnica de C6sar tirando de ella hacia abajo Por su hombro. Era la seflal para el asalto.

El primer golpe le vino por la espalda, dirigido Por un tembloroso publio Casca; err6 su objetivo, rozarldo el hombro de C6sar. 6ste se volvi6 cogiendo a su asaltante por el brazo e hiri6ndole con la aguja que utilizaba para escribir. c6sar se volvi6 hacia delante en el momento en que casio le heria en el rostro. Hizo frente desesperadamente a sus atacantes lanzando gritos furiosos como una bestia atrapada, sinti6 otra puflalada en el costado y despu6s en el muslo, Ia espalda y Ia ingle, hasta que se tambale6 y cay6,dicen algunos, al pie de Ia estatua de Pompeyo. Incluso entonces los asaltantes continuaron hiri6ndole con sus dagas, y algunos de ellos se r63

hirieron entre si en el tumulto. c6sar yacia inm6vil con veintitr6s pufraladas en su cuerpo."

En ese momento Marco Bruto se volvi6 al Senado asegurdndoles que todo estaba bien. Ahora les explicaria las razones de ese acto de tiranicidio. ciertamente ese era un lugar apto para discutir sobre los asuntos desagradables pero imperativos de la restauraci6n republicana. pero los senadores no estaban para lecciones civicas. Paralizados de asombro durante unos instantes por el violento ataque, empezaron a salir en tromba de la sala tropezando unos con otros, algunos temiendo ser las pr6ximas v(ctimas y otros queriendo distanciarse del asesinato y sus terribles implicaciones.

Bruto

y

sus c6mplices les siguieron, blandiendo triunfalmente sus

dagas ensangrentadas. Todavia enardecidos por el hecho, marcharon

jun-

tos, no como traidores que quieren huir, sino con aire de seguridad arrogante, llamado al pueblo para que celebrara su libertad e invitando a las personas de rango a unirse a ellos. Algunos de estos fltimos se unieron a

su marcha, actuando como si hubieran sido los autores del hecho sangriento y reclamaran su parte en los honores.2* En la sala de reuniones vacia, el cuerpo de c6sar deshecho permaneci6 solo y en silencio durante gran parte del dia. Finalmente tres de sus esclavos se aventuraron a sacarle. Asi lleg6 Gayo |ulio c6sar a su fatal destino, a la edad de cincuenta y seis afios, en los idus de marzo del aflo 44 a. d,e C.

cuarenta aflos antes, ese mismo dia, un hermoso joven de diecis6is a6os andaba en medio de un grupo alegre de familiares y amigos que rogaron que la divinidad le concediera un brillante destino. Eran las fiestas que

celebraban el nacimiento de la primavera en la pen(nsula italiana, cuando las cosas vivientes est6n tocadas por la dulce agitaci6n del renacimiento de la naturaleza y la gente eleva sus corazones con la esperanza deque vengan tiempos mejores."

164

Al correr Ia noticia de la muerte de C6sar se extendi6 la alarma por toda la ciudad. Una multitud se concentr6 en el Foro para escuchar en inc6modo silencio a los asesinos "que tenian mucho que decir contra C6sar y a favor de la democracia".26 Le habian matado, insistieron, no Para tomar el poder o cualquier otra ventaia funesta, sino para que todos los romanos pudieran ser gobernados correctamente. Los asesinos con sus simpatizantes, su clientela pagada y gladiadores armados, se concentrar(an en el Capitolio y ofrecerian sacrificios permaneciendo alli toda la noche. Enterado de lo ocurrido, L6pido ocup6 el Foro con sus soldados esa misma noche. Al amanecer pronunci6 un fiero discurso condenando el hecho sangriento. Los gritos de c6lera de la multitud concentrada no pudieron escapar a los oidos de los asesinos, ya que el Capitolio -como hoy dia puede verse todavia- estaba a apenas cien metros del Foro. C6mo iban a ser neutralizadas las legiones de C6sar es una cuesti6n que parece que se les escap6 a los conspiradores. Quizi asumieron que un ejdrcito en ausencia de su audaz comandante seria incapaz de rebelarse contra la nobleza. iY qu6 iba a pasar cor, la plcbs urbana y la plebs rustica que se habian beneficiado de las reformas de C6sar? iNo iban a rechazar tumultuosamente un golpe senatoriall Quizi los asesinos esperaban que Ia gente corriente de Roma les vitoreara como salvadores de la Repfblica. Manteniendo un breve encanto despu6s del asesinato, el propio Cicer6n se mostr6 convencido de que "la poblaci6n entera [est6] guiada por un deseo vehemente de libertad y a disgusto con su prolongada servidumbre", y "toda la ciudadania" aprecia "haber sido liberada del tirano".27 A D6cimo Bruto le escribi6, "El pueblo de Roma considera que has colmado sus aspiraciones y pone en ti todas sus esPeranzas de recobrar su libertad"."

Thl punto de vista sobre el pueblo no era del todo una alucinaci6nHab(a ciertos ciudadanos que temian que C6sar aspirara a una monarquia. Hizo un gran espect6culo rechazando la corona. Sin embargo' "se sospechaba que... estaba ansioso por el titulo y queria verse obligado a 165

tomarlo, por lo que en consecuencia el odio hacia 6l era intenso..2e Canciones y carteles expresaban la oposici6n tanto a los extranieros que c6sar habia nombrado para el Senado como a su mandato en general, que a los oy'os de algunos tenia todo lo de un rey excepto el nombre. y probablemente algunos dem6cratas eran contrarios a sus pretensiones aparentemente mon6rquicas y a Io que veian como reformas a medias. ..Incluso Ia gente corriente empez6 a desaprobar la forma en que iban las cosas", escribe Suetonio, "y no escondian su disgusto con C6sar, sino que abiertamente pedian l(deres que protegieran sus antiguas libertades".i.

Sin embargo, nosotros podemos preguntarnos si esos historiadores no estaban deseando sobrevalorar el antagonismo que Ia plebe aliment6 por srt impcrator. Podemos tambi6n preguntarnos si las canciones y carteles que mostraban su oposici6n no estaban realizados por la clientela pagada

de los enemigos de Cdsar, siendo m6s una instigaci6n que un sintoma de desafecto popular. En cualquier caso, si c6sar fue odiado intensamente como usurpador, no Io fue por la mayoria. Mientras que la plebe se oponia de forma abrumadora a un reinado para 61, apoyaban mucho m5s lo que habia hecho o estaba intentando hacer, incluyendo la pol(tica que indujo a sus asesinos a matarle. Como incluso Di6n admite, C€sar gozaba de una gran reputaci6n, no s6lo por su bravura en la guerra, sino por su rectitud en la paz.i'

En su juego Casio y sus secuaces se convencieron a si mismos de que iban a matar a un tirano aislado, un incubo solitario que infectaba todo el cuerpo politico. De hecho actuaron contra un lider que contaba con el apoyo entusiasta de una gran parte de la poblaci6n. Los conjurados entendieron correctamente que el pueblo tenia aversi6n por la monarquia. De aqu( concluyeron incorrectamente que el pueblo veia a c6sar como el peor de los reyes tir6nicos. Al contrario que las expectativas senatoriales, los ase-

sinos no trajeron una r6pida restauraci6n de la Repriblica tradicional ni 166

fueron alabados como salvadores. En vez de eso' como C6sar hab(a pronosticado, su prematura muerte desat6 a los perros de la guerra.

El dia despu6s del asesinato Ios

senadores se reunieron de nuevo en la

sala del Senado, situada en la colina cercana al Capitolio. Hablando con una profunda e inusual intensidad, Marco Antonio se dirigi6 a ellos:

"iPens6is que los hombres que han servido en el ej6rcito de C6sarpermanecer6n quietos y observando mientras su cuerPo es arrastrado por el polvo, mancillado y arrojado a un lado sin enterrar -Porque esa es Ia condena prescrita por Ia ley para los tiranosl... iC6mo actuare el pueblo aqui, en Roma? iY el pueblo en toda Italial... Propongo que ratifiquemos los actos y proyectos de C6sar y no elogiemos a ninguna clase de criminales." sino que les perdonemos Ia vida, si ese es vuestro deseo, simplemente Por compasi6n, pensando en sus familias y en sus amigos..."" Esta parecia ser la direcci6n m5s adecuada. Los senadores decidieron mantener las reformas de Cdsar con Ia esperarrza de aplacar al populacho furioso y al ej6rcito intranquilo. tmbi6n acordaron darle a C6sar un funeral de estado en vez de deshonrar su cuerPo. I como aconsej6 Antonio, votaron perdonar las vidas de los asesinos, a los que en cualquier caso no

tenian deseos ni medios para aPresar. Los asesinos debieron sentirse bastante inquietos con los legionarios de rostros adustos que Permanecian en el Foro con las manos en las empufraduras de sus espadas. Algunos de esos guerreros veteranos estaban sin duda dispuestos a marchar sobre el Senado y eliminar cualquier toga a la vista.

Otros podian sentirse aliviados internamente viendo que terminaban sus campaflas militares ahora que C6sar no existia. Habian soportado demasiados aflos fuera de casa, demasiadas heridas y demasiados camaradas perdidos. Pero cualesquiera que fueran sus sentimientos, todos estaban 167

preocupados porque podian perder las modestas concesiones y recompensas en met6lico que suimperator les habia prometido.

La poblaci6n civil tambi6n pedia garantias de que las reformas

de

C6sar no iban a anularse. Con gritos de "venguemos a C6sar,, ocuparon todas las 6reas pdblicas cercanas al Senado, por lo que Bruto de mala gana les asegur6 -despu€s de comentar de forma desaprobatoria la redistribu-

ci6n de la tierra- que conservarian la tierra que se les habia concedido, "y nadie os la quitarS, ni Bruto, ni Casio".33 El y rr* c6mplices enviaron una cafta al Foro proclamando que no privarian a nadie de las concesiones prometidas y no intentarian derogar las leyes de c6sar. ofrecieron estas concesiones para aseg'urar "un estado de armonia, oblig6ndose a si mismos bajo los m6s fuertes juramentos a ser honestos en todo',.3. Mientras tanto, "la parte de la multitud que estaba comprada", como describe Apiano a los que estaban a favor de los asesinos, gritaba ,,paz para la ciudad", en un intento de acallar los gritos de venganza.3t cicer6n el d(a despu6s del asesinato tambi6n jug6 el papel de gran pacificador -o quiz6 de t6ctico astuto- llamando a la calma y a la unidad en un espl6ndido discurso ante el Senado. Argument6 que tomar venganza por la muerte de c6sar solo conduciria a mayores conflictos. lJrgi6 a todos a recordar que todos eran romanos, por lo que debian olvidar su amargura y su espiritu dolido y mostrarse generosos los unos con los otros. Thmbi6n recomend6 que se mantuvieran las reformas de c6sar aunque s6lo fuera por mantener Ia paz y la tranquilidad.36

Privadamente cicer6n mostr6 su rabia porque las reformas de c6sar siguieran en vigor. "iNo es lamentable que debamos seguir soportando las cosas que nos hicieron odiar a C6sarl", le escribi6 a Atico.r, y no pudo contener su dicha por el asesinato, mostrdndose efusivo respecto a c6mo "los idus de marzo han incrementado mucho mi cariflo [por Marco Bruto],'.i8

AI propio Bruto le escribi6: "Esa hazafia casi memorable vuestra est6 a 168

prueba de toda critica; realmente nunca podr6 ser alabada lo suficiente"'3e En una misiva a Casio se refiri6 al asesinato como "vuestra noble emPresa" y dese6 haber sido 6l mismo el promotor.to Apiano escribe que Cicer6n odiaba a D6cimo Bruto mientras sirvi6 a C6sar, "pero Ie am6 una vez que se

convirti6 en su asesino".t'

Cuando el cuerpo de C6sar fue trasladado al Foro al final de ese dia, Antonio llev6 a cabo una oraci6n funeraria ante la multitud (en la cual Shakespeare se bas6 para su famoso discurso "Amigos, romanos, conciudadanos"). Antonio se explay6 respecto a las cualidades excepcionales del lider caido, la brillantez de sus campaflas y Ia generosidad y justicia de su gobierno. C6sar habia recibido muchos honores de su pueblo agradecido' Habia perdonado compasivamente a sus oPonentes e incluso les habia hecho objeto de honores, llevando una politica de reconciliaci6n m6s que de castigo. Para Ios dioses hab(a sido nombrado Pontifer rnaxirnus, para el

pueblo de Roma habia gobernado como c6nsul, Para sus tropas ftte impe' rator y para sus enemigos dictaton Fue C6sar quien promulg6 leyes especiales contra el crimen. Sin embargo este h6roe y padre de Roma, a quien ningrin enemigo en el extranjero logr6 matar, yacia ahora muerto traicionado dentro de su propia ciudad, abatido en su asiento del Senado en un acto de vil perfidia.t2 C6sar fue un benefactor de Roma, continu6 Antonio. Incluso en su

muerte record6 a su pueblo. En su testamento dej6 75 denarios a cada romano adulto y leg6 para uso pfblico sus jardines m6s allS del Tiber' Antonio recogi6 entonces la trinica de C6sar y mostr6 sus rasgaduras ensangrentadas, seflalando cada hendidura y numerando las heridas'*3 Llena de angustia y de furia la multitud en tropel tom6 el cuerPo de C6sar, Io coloc6 sobre una pira y le prendi6 fuego. "El dolor priblico", escribe Suetonio, "se vio intensificado por la multitud de extranjeros que se 169

Iamentaban a su manera, especialmente los jud(os, que se congregaron en el Foro durante varias noches sucesivas'.44

Gran parte de la multitud acus6 al Senado por haber sido testigo del asesinato sin intentar detenerlo. Incluso mientras la pira ardia grupos col6ricos asaltaron las casas de los asesinos.tt cicer6n cuenta que "nos enviaron esclavos y mendigos con antorchas a atacar nuestras casas..r6 Hubo

otros disturbios por toda la ciudad, algunos de los cuales fueron reprimidos duramente por los grupos armados de los optimares. La situaci6n cada vez estaba m6s descontrolada.

En su correspondencia privada, Cicer6n clam6 por una venganza violenta que dificilmente se compagina con sus llamadas priblicas a la armonia y a la reconciliaci6n. Se quej6 amargamente del fallo del Senado para derogar las leyes reformistas de C6sar, y urgi6 'medidas extremas,' contra las fuerzas cesaristas.aT un afio despuds del asesinato le encontramos incitando a Bruto a actuar con mis fuerza para llegar a una soluci6n final en el conflicto de clases: "No admito tu doctrina de compasi6n". Deberia de haber *una severidad saludable", porque "si somos clementes la guerra civil no terminar6 nunca"." Alab6 a un c6nsul por masacrar a manifestantes proletarios y por derribar el monumento que habian erigido en el Foro en honor de C6sar." 56lo el baf,o de sangre m6s completo pondria fin a la resistencia popular y 6l estaba por esa idea. Algrin tiempo m6s tarde, sin embargo, al encontrarse en el bando perdedor de la segunda guerra civil, cicer6n de nuevo era un hombre atemperado y conciliador. con su acostumbrada hipocresia y cobardia elogiaba a un conocido que habia estado del lado cesarista por "hacer un uso moderado de la victoria", porque ese era el rinico camino sensible y decente.to Los asesinos pronto se dieron cuenta de que el pueblo no les iba a aclamar como h6roes. Dos d(as despuds del asesinato, con la agitaci6n y los disturbios a su nivel m6ximo, Ddcimo Bruto escribi6 a Marco Bruto y t70

a

Casio urgi6ndoles a "salir todos de Italia y emigrar a Rodas o a cualquier otro lugar". Si las cosas iban mejor, entonces podrian volver' Si emPeoraban podian tener el recurso del conflicto armado, un recurso imposible en el presente al no contar con fuerzas suficientes.t' Cicer6n tambi6n pens6 que era mejor marcharse, admitiendo que la ciudad estaba "en manos de

los traidores", y gue ni Bruto ni Casio estaban seguros en ella.t' Los dos asesinos dejaron Roma unas semanas despu6s de los idus de marzo.

En el Foro, la pira funeraria improvisada de C€sar ardi6 toda la noche, alimentada por las ofrendas de la multitud. La plebe rompi6 las plataformas de los jueces y las ech6 al fuego, junto con bancos y otros materiales inflamables que Pudieron encontrar. Las mujeres arroiaron sus ornamentos y amuletos, los soldados sus condecoraciones y laureles. Cuando terminaba la noche el viento gemia entonando su r6quiem, elevando las llamas. No muchos entre Ia multitud congregada entendieron que sus 500 aflos de Repriblica se iban con ese humo' Algunos a6os despu6s de la desaparici6n de C6sar, cuando Augusto era emperador supremo, en el firmamento, hacia el norte, aPareci6 un cometa. Plinio el viejo escribe que era como una estrella brillante "visible desde todas las tierras". En privado Augusto interpret6 felizmente que el cometa hab(a aparecido en su honor. Pero Plinio cuenta que el emperador dijo pfblicamente: "La gente creia que esa estrella era el alma de C6sar, recibida entre los espiritus de los dioses, y Por eso el emblema de la estrella se afladi6 al busto de C6sar"." Hoy, en la Roma moderna, en medio de las ruinas del Foro Permanece el templo de fulio C€sar, segfn dicen construido en el mismo lugar en que fueron quemados sus restos mortales. Realmente parece situado en el centro del Foro, justo donde es m5s probable que estuviera. EI templo es una modesta estructura de ladrillos oscuros, que eran el material que se usaba 171

normalmente en Roma para los edificios durante la Repfblica. (Roma no fue una ciudad de mdrmol hasta Augusto.) se dice que las cenizas de la pira de c6sar continfan en alg(n lugar bajo la estructura. Hasta er dia de hoy, el 15 de marzo de cada afio, se depositan numerosos ramos de flores a la entrada del templo por personas desconocidas.

172

10

I-A,S LIBERTADES

DEL PODER

Nuestros motivos est6n llenos de fundamento.

Julio C€sar, acto III, escena

l.

Algunos historiadores Parecen Pensar que el asesinato de C6sar fue el resultado de un choque de egos. Sintidndose ensombrecidos por este notable individuo, los arist6cratas molestos decidieron terminar con 61. Como seffala Di6n, actuaron "celosos del progreso de C6sar al que odiaban por ser querido por encima de los dem6s'.' Para Suetonio lo que les hizo despreciarle de forma tan acerba fue su rechazo al Senado cuando 6ste le ofreci6 una lista de honores imponente.2 Aunque los choques entre C6sar y sus oponentes eran a menudo c6usticos, tales incidentes a duras penas explican el por qu6 los oPtimates oPtaron por matarle.

reconoce que C€sar intent6 cultivar relaciones amistosas con los miembros del Senado, incluso con algunos de sus enemigos m5s sefialados.3 En una carta privada cicer6n menciona "la notable e incluso m6s que humana generosidad mostrada por C6sar con mi hermano y conmigo mismo".'En agosto o septiembre del 46 a. de C', escribi6

El propio Suetonio

173

que c6sar se estaba mostrando cada vez m6s conciliatorio hacia sus oponentes.5 Sin embargo, por supuesto, cicer6n se coloc6 de forma entusiasta al lado de los asesinos, considerando que sus intereses de clase eran m5s convincentes que la magnanimidad personal de C6sar. C6sar ten(a simpatizantes en el Senado, incluyendo algunos de familias patricias eclipsadas. Tenia apoyos activos entre los ecuestres, algunos de los cuales habian servido como oficiales en su ej6rcito. pero los optirnates' ese circulo conservador de arist6cratas ricos y poderosos, terminaron con 6l friamente. Todos sus instintos se alzaron contra 61, porque entendian, como seffala Gelzer, que "al contrario que ellos, 6l no consideraba la conservaci6n de su supremacia en el estado como la ruz6t de ser de su vida".u

Algunos escritores argumentan que C6sar fue asesinado porque usurp6 el poder y redujo a la Rep(blica a una sombra. por ejemplo Apiano afirma que los oponentes de cdsar actuaron "en defensa de la constituci6n tra-

dicional".' Ernst Mason, haci6ndose eco de Cicer6n, nos asegura que C€sar, "un hombre ambicioso y peligroso que haria cualquier cosa por el poder", fue asesinado por "romanos leales a la Repfblica".B Michael Grant mantiene que los asesinos llevaron a cabo su acci5n porque "se negaban a aceptar categ6ricamente" el mandato de un solo hombre.e De hecho los senadores aceptaron de forma voluntaria el mandato de un solo hombre cuando eso actuaba en su favor, rechazando a cualquiera que respaldara la causa popular. como admite cicer6n en una carta privada, "lo que nosotros queremos es un l(der, un hombre de peso moral y una especie de controlador".ro

Los optimatcs se habian opuesto a c6sar mucho antes de que asumiera el poder dictatorial, incluso antes de su primera campafia para c6nsul en el

60 a. de c. Quisieron quitSrselo de encima en su primer proconsulado intentando asignarle una provincia desde la cual no pudiera ejercer nint74

guna influencia." Hicieron esfuerzos Por cortar su camino hacia un alto cargo porque detestaban todo lo que 6l defendia. C6sar no era simplemente ot:o PoPularri que contaba con el apoyo de la gente -lo que ya hubiera sido bastante- sino uno brillante y carism6tico como Gayo Graco, que defendia un amplio programa de reformas distributivas. Peor todav(a, como Mario, tenia un ej6rcito que le respaldaba y, mis all6 que Mario, unos instintos politicos muy agudos y un aPego profundo a la politica social. Lo que es mds, era personalmente incorruptible' Es cierto que como otras figuras pfblicas aceptaba sin reservas la pr6ctica corruPta de comprar

influencias y votos, pero 6l mismo no podia ser comprado o inducido de cualquier modo a aliarse con los optimates, al igual que otros reformadores como Pompeyo.

C6sar trataba a sus antiguos enemigos con una indulgencia inusual. En

el 44, poco antes de los idus de marzo, seleccion6 a Aulo Hirtio y a Vibio Pansa para c6nsules en el 43, y a Munatio Planco y a D6cimo Bruto para

fltimo tambi6n Ie asign6 Ia Galia Cisalpina. Los cuatro le hirieron con sus dagas. C6sar nombr6 a Gayo Tiebonio a Tilio Cimber

el

42.

A

este

gobernadores de Asia y Bitinia respectivamente. Ellos tambi6n Participaron en su asesinato. Y nombr6 a los principales protagonistas del complot,

Marco Bruto y Gayo Cassio, Practor urbanus y praetor P€regrinus resPectivamente." Un oponente a quien C6sar no tuvo mucha oportunidad de ganarse su amistad fue Cat6n, que mostr6 enemistad hacia 6l desde el principio. Despu6s de la derrota de las fuerzas de Pompeyo en el 46, Cat6n, viendo que la causa de los optimares estaba perdida -y no queriendo someterse a C6sar, que expresamente ya le hab(a perdonado- se suicid6. Sin embargo C6sar se neg6 a castigar a su familia, manteniendo intacto el

patrimonio de Cat6n para sus hijos." 175

La clemencia de cdsar no provenia de una carencia de resoluci6n ni de una prepotencia excesiva. M6s bien era una tictica consciente nacida de su estrategia de reconciliaci6n. Su objetivo era convertir a sus enemigos politicos en aliados. sr modus opcrandi era la captaci6n mds que la proscripci6n. creia que las medidas punitivas duras s6lo creaban residuos t6xicos de enemistad y vengalza. Mejor que tener a los ricos oligarcas confabuIando en la sombra, abrigando la venganza en sus corazones, era darles responsabilidades y puestos de honor en su administraci6n. Quer(a encajonarles. (Jna vez que vieran que 6l era el rinico que podia traet paz y estabilidad, cederian sin resistencia d6ndole un poco al pueblo

para mantener ellos un mucho para si mismos. Pero Ia historia ofrece pocos ejemplos, si es que ofrece alguno, de que las clases poderosas cedan voluntariamente a la disminuci6n de sus privilegios materiales. Lo que parece que escap6 a Ia comprensi6n de c6sar, dicho sea con el beneficio de la duda, es que su generosidad era una recompensa insuficiente para los oligarcas iracundos. En tanto que sus politicas populistas provocaran el odio implacable alimentado oscuramente de los optinzates, su clemencia hacia ellos s6lo podia actuar contra 6l.ra Es una interpretaci6n err6nea de la historia reducir esta lucha a un campo personal o incluso puramente constitucional desprovisto de contenido social. Los oligarcas no eran tanto rivales personales de c6sar, o sus ingratos beneficiarios, como sus ac6rrimos enemigos politico-econ6micos. Su poder Ies alarm6 porque lo utilizaba contra y no a favor de sus intereses. Como otros populares intent6 resolver el desempleo, la pobreza, los impuestos excesivos, el consumo lujoso excesivo, la distribuci6n de la tie-

rra, las rentas exageradas, la usura, la cancelaci6n de las deudas y la avari-

cia de la aristocracia. como todos los reformadores aristocrdticos, desde cleistenes siglos antes de 6l en la antigua Grecia hasta Franklin Delano

XX en los Estados Unidos, c6sar fue etiquetado de traidor a su clase por los miembros de esa clase. cometi6 el pecado imperRoosevelt en el siglo

176

donable de intentar redistribuir, aunque fuera en partes modestas, algo de la riqueza que los poderosos extraian incansablemente de las arcas del estado y del trabajo de muchos. Era imperdonable que intentara descomponer el sistema de expropiaci6n que ellos hab(an conocido desde su naci-

miento. C6sar pareci6 no comprender que en el conflicto entre los que tienen y

los que no, Ios que tienen realmente lo quieren todo. Los arist6cratas romanos odiaban las reformas m6s minimas como si fueran una especie de latrocinio, el principio de una revoluci6n de un nivel calamitoso que necesitaba contramedidas urgentes. Y ellos presentaron sus violentas rePresalias, no como una sucia conveniencia de su clase, sino como un acto honorable en nombre de la libertad republicana.

S5lo un pu6ado de historiadores ha suscrito Ia acusaci6n de Badian al mandato senatorial de h fltima Repriblica: "Ninguna administraci6n en la historia ha estado dedicada con tanto entusiasmo a luchar por los bene-

ficios privados de la clase dirigente como la de Ia

ljlti-"

Repfblica de

Roma".tt Esa rapacidad de la clase dirigente nunca est6 desamParada. Los que estAn instalados en la cima de la pir6mide social utilizan su predominio en dinero, propiedades, educaci6n, organizaci6n y prestigio Para mantener su hegemonia ideol6gica sobre el resto de la sociedad. Desarrollan una variedad de argumentos para justificar su posici6n privilegiada, argumentos que utilizan siempre en su propia conveniencia. Pero la ideologia no es simplemente un aPoyo a los intereses de clase. La funci6n de la ideolog(a es precisamente encubrir estrechamente intereses ego(stas, disfraz6ndolos de una visi6n mis elevada y abierta de Ia socie-

por qu6 la ideologia de los optimarcr nos suena tan familiar hoy dia; contiene los dogmas mistificadores de todas las clases dad.'u Esto ayuda a explicar

177

dirigentes a rrav6s de todas las 6pocas. Todo ello se puede resumir de la forma siguiente: Primero y principal, la camarilla olig6rquica presenta sus propios intereses privilegiados como algo equivalente al inter6s general. cicer6n prepar6 el cultivo para los propagandistas de las futuras generaciones de elite,

cuando argumenr6 que el bienestar de la Repriblica y de la sociedad entera dependia del bienestar de la minoria prominente, que llevaba tan sabia

y resplandecientemente los asuntos p(blicos y cuya elevada posici6n era prueba de su meritoria excelencia. Segundo, los protagonistas de la clase dirigente advierten que cosas tales como los subsidios, los l(mites a las rentas y la cancelaci6n de deudas minan la fibra moral de los indigentes, que son sus beneficiarios, contribuyendo a su prodigalidad a expensas de los elementos m6s responsables y estables de la sociedad.

Tercero, las 6lites dirigentes mantienen que los programas sociales de redistribuci6n suponen un coste ruinoso para Ia sociedad entera. No hay bastante tierra para volver a asentar a los pequefios granjeros, ni bastantes fondos para el grano subsidiado o los proyectos priblicos de empleo para la plebe. No se menciona que siempre hay dinero suficiente para Ia guerra y las ayudas masivas a los m6s ricos.

Cuarto, cuando son incapaces de atacar abiertamente las reformas populares que frenan su arrogante codicia, los oligarcas atacan al reformador y a sus motivaciones. Consideran Ia agitaci6n de las masas, no como una resistencia a las injusticias econ6micas, sino como una "guerra de clases", alentada por demagogos inestables, sin esc.ipulos y sedientos de poder que, en palabras de Cicer6n, "inflaman las pasiones de la gente simple", pero realmente no llevan los intereses del pueblo en el coraz6n.t, Muchos historiadores de nuestro tiempo estin inmersos en esta perspectiva ideol6gica. Por eso explican el asesinato de c6sar en t6rminos que 178

son mes favorables para los asesinos. Ponen 6nfasis en c6mo Cicer6n y otros "constitucionalistas" se enorgullecen de una Reprlblica basada en la ley y en la virtud desinteresada. Pero apenas mencionan c6mo esos mismos "constitucionalistas" Ies arrebataron las tierras a los peque6os granjeros (violando la ley), saquearon las provincias como piratas, machacaron a impuestos a los pueblos colonizados hasta sumirles en Ia penuria, impusieron rentas agobiantes a los inquilinos urbanos y rurales, aplicaron intereses de usura a los deudores, extendieron el uso de esclavos para el traba-

jo a expensas del trabaio libre, manipularon los augurios para frenar las decisiones populares, se resistieron hasta a las m6s minimas reformas, compraron elecciones, sobornaron a tribunales y funcionarios y suspendieron repetidamente la constituci6n para involucrarse en actos criminales contra Ia gente corriente y sus lideres democr5ticos. Asi eran los firmes republicanos a quienes la mayoria de los historiadores cl6sicos contemPlan con tanta admiraci6n. Segrin lo entend(a Ia nobleza, la "libertad republicana" era primero y principalmente libertad para la aristocracia, libertad para mantener todas las prerrogativas de clase sin restricciones y con Ia apariencia de devoci6n priblica, disfrutar de todos los beneficios de la sociedad civil sin soportar ninguno de sus costes y hacerse m6s rica cada dia a costa de los demds'

Cualesquiera que fueran sus adornos republicanos, la libertad aristocr5tica es esencialmente una plutocracia de sangre azul,la implacable libertad de los ricos que sigue siendo hasta nuestros dias inamistosa con la m6s

minima democracia econ6mica. Aquellos que piensan que la politica y la historia "son s6lo un asunto de poder" pueden desear reflexionar sobre la Ultima Repriblica. La clase rica no persigue el poder como un fin en si mismo. El poder fue y todavia es un valor instrumental; capacita a los ricos para asegurar y a\anzar en 179

sus opoffunidades de beneficiarse del trabajo humano, ejercer una influencia decisiva sobre los grupos m6s desaventajados, monopolizar los recursos

priblicos y los mercados privados, expandir sus posesiones y expoliar los tesoros priblicos. El poder les permite conservar sus preciosos privilegios, su fabulosa forma de vida y la fnica cosa que hace tal vida posible, su inmensa riqueza.

A decir verdad, los individuos ambiciosos pueden perseguir el poder como un fin en si mismo, como un camino para avanzar en sus poco escrupulosas carreras y cubrirse de gloria. Pero ver las ambiciones personales como la suma total del conflicto politico es excluir intereses m6s importantes. Entonces lo que se llama "pol(tica" se convierte nada m5s que en Ia

"maniobra de los ricos y poderosos dentro de una clase que ya ostenta el monopolio sobre Ia riqueza y el poder".,8 De hecho, incluso un ambicioso tan fren6tico como cicer6n tenia puntos de vista que iban m6s alld de una simple promoci6n personal, reflejando las preocupaciones genuinas de la clase rica de Ia que era parte y del grupo especialmente poderoso y privilegiado de esa clase rica, los oligarcas senatoriales, en cuyo l(der incomparable 6l soiaba con convertirse.

A trav6s de la historia, en el nombre de la "libertad" las clases opurentas se han opuesto a los l(deres politicos que han luchado por una distribuci6n mis equitativa de la riqueza. Y en el nombre de la "estabilidad" y de la'seguridad pfblica" repetidamente han entregado algo de su propio poder a lideres autocr6ticos dedicados a preservar el orden socioecon6mico privilegiado. Asi ha sido en todas las 6pocas antes y despu6s de la Olti-

ma Repfblica. El poder no es generalmente un fin en si mismo; es el medio precioso por el cual la riqueza se acumula, se preserva y se disfruta. EI arribista que busca por encima de todo promocionarse a si mismo se convierte en un instrumento de los ricos. Esa carrera es menos arriesgada y m6s remuneradora que la del que defiende la causa de los desposeidos. 180

Los mismos optimates que temian el poder dictatorial de |ulio Cdsar no tuvieron inconveniente en entregarle ese mismo poder a Pompeyo durante los disturbios p6blicos del affo 52 a. de C. Violando completamente la prSctica constitucional los senadores nombraron a Pompeyo "c6nsul sin compafiero", para que pudiera eiercer el mando 6l solo a prueba de cualquier veto. Thmbifn le garantizaron el control total sobre el tesoro y sobre el suministro de maiz en todo el imperio durante cinco af,os. Ambas cosas tambidn violaban Ia constituci6n. Pero recurriendo a Pompeyo de ese modo los oligarcas del Senado revelaron su disposici6n a echar por la borda los principios republicanos cuando era necesario.r' consideremos otros ejemplos de extra-constitucionalidad senatorial. Algunos de los antagonistas de c€sar en el Senado interfirieron en su conducta en la campafra de las Galias, yendo tan lejos como Para pedirle que se entregara al enemigo. En el aflo 58 a. de C. intentaron Provocar un mot(n entre sus oficiales y conspiraron traicioneramente con Ariovisto, un Iider germano y enemigo de C6sar en la Galia, para asesinar a 6ste. En un encuentro antes de la batalla Ariovisto se jact6 ante C6sar de que muchos romanos nobles le recompensarian abundantemente si conseguia matarle, seg{n le habian comunicado mensareros enviados Por el Senado.2o En el 5l los lideres del Senado colaboraron con los galos en un intento de acabar con c6sar urgiendoles a que resistieran un affo m5s.2t Thles actos de traici6n representaban rupturas de Ia pr6ctica constitucional, que sin embargo han originado pocos comentarios criticos por parte de los historiadores pasados o presentes.

Los oligarcas senatoriales demostraron abiertamente su intolerancia con las acciones contra la constituci6n cuando eran ellos los primeros en llevarlas a cabo. En el 49, por ejemplo, el Senado aprob6 un decreto ordenando a c6sar que licenciara a su ej6rcito y dejara la Galia en manos de los generales nombrados por el senado, y al fracasar en su intento le tacharon de traidor. Actuando como tribuno del pueblo Marco Antonio puso su 181

veto perfectamente legal a ese decreto. sin embargo, 6l y otro tribuno tuvieron que huir para salvarse de la ira potencialmente letal de los optirnates.

*

*

La muerte de c6sar no supuso la restauraci6n tranquila de la Repribli ca dominada por el Senado, como esperaban los asesinos. Ante ra amenaza de la guerra civil los optimates y sus ricos aliados prantearon participar con una modesta parte de sus enormes fortunas para pagar un ejdrcito lo suficientemente fuerte como para vencer a los cesaristas. "Nuestro problema politico m6s complicado es la carencia de dinero", se quej6 cicer6n. "Los m6s ricos se hicieron m6s obstinados cada dia ante la menci6n de un tributo especial. Las aportaciones del uno por ciento, gracias a los limites escandalosamente bajos impuestos por la gente rica", resultaron ser totalmente inadecuadas." Los ricos querian el poder, pero no querian pagarlo con su propio dinero. Por ese tiempo surgi6 en escena un joven relativamente desconocido, Gayo octavio, sobrino-nieto de c6sar y su hijo adoptivo, m6s tarde conocido como octavio u octaviano. Estaba destinado a ser er primer emperador de Roma. Inicialmente octavio se ali6 con el partido senatorial frente a Antonio. En el 43 a. de c., cuando s6lo tenia diecinueve afios, condujo un ej6rcito de veteranos de c6sar cuya lealtad se habia ganado, derrotando a Antonio en Mutina. El Senado le garantiz6 el rango de senador. March6 sobre Roma y oblig6 a un Senado poco dispuesto a ello a que le reconociera como hijo de C6sar y su heredero y le nombrara c6nsul para Io que que_ daba del afio 43.2i sin embargo, al affo siguiente octavio form6 una alian-

za con Antonio y con L6pido en lo que se ha conocido como el Segundo Thiunvirato. Los tres lideres sacaron adelante una ley que les garantizaba poderes dictatoriales durante cinco affos. En el 42 los triunviros derrotaron t82

al partido senatorial en la batalla de Filipos, despu6s de lo cual Bruto y r. suicidaron. Antonio, L6pido y Octavio eran ahora los iefes supre-

S:rj: Los triunviros proclamaron que C6sar habia sido asesinado por hombres a los que hab(a perdonado y favorecido con cargos y honores' Esos mismos hombres se habian confabulado contra los propios triunviros y a juzgar por lo que "habian hecho con Gayo C6sar", habian demostrado "que su naturaleza maligna no se pod(a corregir con amabilidad"'" Aqui el triunvirato opt6 por las proscripciones, cazando y matando a los asesinos de c6sar y a sus seguidores. Antonio ya habia hecho un intento con cicer6n en el 43. La historia cuenta que mientras intentaba escapar, cicer6n asom6 la cabeza fuera de su litera Para ver qui6n se aproximaba y entonces fue decapitado sin piedad por sus perseguidores." As( se silenci6 la voz dorada del grupo de los privilegiados de Roma.

EI propio Thiunvirato se deshizo finalmente. Ldpido fue degradado por sus dos socios por colaborar suPuestamente con el hijo de Pompeyo y reclamar Sicilia para si. En el 36 a. de c. octavio Ie puso bajo arresto en circei. En el 3l octavio venci6 a Antonio en Actium (costa oeste de Grecia), y se convirti6 en iefe supremo, denominando a su r6gimen Principado, literalmente "gobierno del primer hombre", o lo que es lo mismo gobierno de un

rey.

eI27 a. de C. Octavio apareci6 ante el Senado libre de sus oPonentes y mont6 el gran espect6culo de ofrecer todos sus poderes a ese ente estatal y al pueblo. Habiendo alcanzado la edad madura de veinticinco aflos, su deseo era retirarse. Como un solo hombre el Senado no pudo resistir su desinter6s y le implor6 que permaneciera al mando. Profundamente conmovido por sus sriplicas, Octavio decidi6 Permanecer en el cargo por el resto de su vida. El Senado Ie confiri6 inmediatamente el titulo de 'Augusto", por el cual seria conocido en adelante. Era un nombre aplicable a

Et

183

todas las cosas divinas y astrales. octavio adopt6 el ilustre titulo junto con el sumo apelativo adicional de "cdsar", convirti6ndose en er primero de una larga lista de emperadores romanos absolutistas a todos los cuales se les denomin6 "c6sar". Imperaror, o emperador, se convirti6 en un titulo

monopolizado por octavio y sus sucesores. como Augusto nunca volvi6 a tener el deseo de retirarse, rein6 durante cuarenta y cinco aflos, muriendo en el 14 a. de C.

Todos los emperadores de Roma ostentaron un poder sustancialmente mayor que Julio c6sar. sin embargo los senadores y los ricos en general se

lo consintieron, como

sefiala Tdcito respecto a su rdpida sumisi5n a Augusto, "avanzando en riqueza y posici6n en proporci6n directa a su servilismo, y benefici6ndose del nuevo orden de cosas'.2u Mientras que c6sar abri6 el Senado a hombres de talento de origen humilde, Augusto lo mantuvo como una reserva para los ricos, nombrando incluso nuevos miembros patricios. como informa Plinio el viejo, "ros senadores y los jueces empezaron a ser nombrados en funci6n de su riqueza, siendo 6sta el 6nico m6rito de los magistrados y los jefes militares..."27 Augusto elev6 las propiedades para poder ser cualificado como senador de 8'000 a 12.000 piezas de oro, y si cualquier miembro deseado no llegaba a esta cifra el joven rector la completaba de Ia bolsa reservada.rs Elimin6 la publicaci6n de los procedimientos del Senado, haciendo a esta insti-

tuci6n menos abierta a la critica de la gente, anulando una de las reformas de fulio c6sar. Y expuls6 del senado a todos los que se mostraron poco amistosos con

€1.

No es dificil adivinar por qu6 la nobleza, que se opuso a un C6sar mucho m6s conciliatorio, acept6 a un Augusto mds autocrdtico y a sus sucesores, sin mostrar ninguna nostalgia por su querida Repriblica. Al contrario que c6sar, Augusto no promovi6 ningrin programa a favor de las 184

masas. Disolvi6 todos los gremios de trabajadores' excePto los m6s antiguos que llevaban a cabo "negocios legitimos", sin duda compartiendo la opini6n de Suetonio de que muchos collcgia eran "en realidad orgar,iza' ciones para cometer toda clase de cr(menes"." Augusto no manifest6 ningrin inter6s en la reducci6n de las deudas o en las asignaciones de tierras (excepto para sus veteranos del ej6rcito), y se mostr6 indiferente por el bienestar de la poblaci6n rural en general.'o Los dos impuestos que cre6,

sobre las ventas y sobre las defunciones, eran regresivos, manteniendo intocable la riqueza de los arist6cratas, todo lo cual la nobleza no podia Por menos que apreciar. Augusto instituy5 varias reformas relativas a las leyes del matrimonio, Ia pr6ctica administrativa y las observancias religiosas.3r Pero no hizo nada para aliviar la pobreza de la plebe o disminuir las fuertes desigualdades de clase. Al contrario que C6sar, que habia contado con las asambleas populares, Augusto ignor6 estas asambleas y elimin6 incluso las limitadas funciones que pose(an, acciones que agradaron todavia m6s a las clases opulentas.

Adicionalmente Augusto quiso proteger la riqueza heredada y la esclavitud decretando que los poseedores de esclavos no podian liberar m5s que a una proporci6n limitada de ellos. La liberaci6n de esclavos habia llevado a sus matrimonios con personas libres, y Augusto estaba Preocupado de que la raza nativa romana se "tiflera" con sangre servil extraniera.32 Liberando esclavos el propietario podia evitarse los gastos de su alimentaci6n, su ropa y su aloiamiento en los affos menos productivos de su vida' Pero si la manumisi6n se convertia en algo muy comrin debilitaria el orden establecido de la propia esclavitud y crearia un camPo indudablemente dependiente de los trabajadores libres' Las restricciones de Augusto a la manu-

misi6n ilustran c6mo el estado pone los intereses de las clases pudientes por encima de los intereses de los propietarios Particulares. 185

Augusto quit6 importancia astutamente a los adornos ostentosos del poder manteniendo su sustancia. Mantuvo Ia apariencia del Senado como 6rgano consultivo, delegando muchas responsabilidades a esra instituci6n, pero con muy poco poder de decisi6n. Mantuvo el control total sobre las provincias y el mando sobre las fuerzas militares, incluido un numeroso cuerpo de guardias dentro de la ciudad. El "tirano sutil", como le llama Gibbon, "organiz6 una monarqu(a absoluta disfrazada con las formas de una mancomunidad".33 Despu6s de unos cinco siglos, la Rep(blica de Roma, con sus limitadas pero reales libertades populares, lleg6 a su fin con el reinado de Augusto,

aunque algunas de sus formas se mantuvieron durante algrin tiempo. Durante generaciones la clase senatorial continu6 jugando un papel poco mayor que el de consejera en las instituciones civicas. Los senadores prefirieron "ignorar el hecho de que el poder real habia migrado de estas instituciones al r6gimen imperial... El respeto a si mismos de las clases senatoriales dependia de su ignorancia".3'

Augusto conserv6 la dignidad del Senado pero le quit6 su indepen_ dencia, dej6ndole s6lo con una apariencia de autoridad. y lo m6s importante para los senadores, fortaleci6 su posici6n privilegiada de clase. Realmente bajo su mandato se hicieron afn m6s ricos, aunque en alguna ocasi6n el emperador tuvo que frenar su codicia para que estos par6sitos no destruyeran el mismo 6rgano social a costa del cual vivian. AI mismo tiempo la casa del Senado sigui6 siendo un lugar prestigioso en el que pasar el tiempo, debatir y hacer un ejercicio de responsabilidades de asesoramiento.

El punto que hay que recordar es que a los senadores no pareci6 preocuparles esta p6rdida de poder y de sus sagradas instituciones y tradiciones republicanas. No hubo cabildeos furiosos en el Senado ni en ningdn otro circulo de los ricos para conspirar contra el usurpador. 186

Las antiguas libertades de la Repriblica, tal como eran, se desvanecieron y Roma bajo los emperadores se convirti6 en una dictadura militar' Durante Ia Repfblica artistas satiricos y mimos dirigian sus Puyas y s6tiras contra las principales figuras politicas. Cicer6n pens6 medir Ia reacci6n popular al asesinato de C6sar a travds de las parodias que rePresentaran los mimos." Sin embargo, bajo el imperio los mimos y los artistas satiricos no tenian otra opci6n que alinearse con el emperador, haciendo objeto de sus parodias s6lo a los que no estaban bien vistos en la corte, o refirifndose a asuntos triviales y evitando los temas pol(ticos.3u vez m6s superficial en su contenido y, como compensaci6n, cada vez m6s elaborado en su estilo. En Ia atm6sfera represiva del periodo imperial los estudiantes de ret6rica eran educados para hacer discursos politicamente seguros e impregnados de locuciones floridas y exageraciones melodram{ticas. T5cito -que era Io bastante viejo para recordar el magnifico nivel del debate durante la ultima Repriblicase quejaba: 'iQu6 calidad tan pobre ! iY qu6 increible en su contenido! Los temas est6n fuera de la realidad'.."t'Erala victoria del estilo sobre la sus-

EI debate priblico

se

hizo

cada

tancia, como dictaban las circunstancias politicas de esos momentos. La p6rdida de libertad popular tambi6n llev6 a la suspensi6n sistem6tica de los gremios de trabajadores y otras organizaciones del pueblo. Consideremos la correspondencia reveladora a principios del siglo II d' de C' entre Tiajano y Plinio el joven, que estaba actuando en el extranjero como gobernador de Bitinia. Habiendo sido testigo de un gran incendio que

habia destruido muchas casas privadas y dos edificios priblicos, Plinio pidi6 que se le permitie ra orgarrizar una brigada contra incendios limitada a 150 hombres, todos Ios cuales ser(an s5lo bomberos, segrin le asegur6 al emperador. Afiadi6 que "no podr6n abusar de ningr.in privilegio; no ser6 dificil mantener a un nrimero ran pequefio baio observaci6n". Pero Tiajar87

no no quiso saber nada de ello: "Debemos recordar que organizaciones como 6sa han sido responsables de disturbios politicos en tu provinc ia, particularmente en las ciudades. Si la gente se refne para una causa comfn,

cualquiera que sea su nombre y cualquiera que sea srr raz6.., pronto se convertir6n en un grupo politico". Tiajano sugiri6 que el equipo de lucha contra el fuego lo dispusiera cada propietario individual y que eventualmente podia ser ayudado por la multitud que sol(a congregarse alrededor de los incendios.38 EI emperador estaba claramente menos preocupado por los incendios de las casas que por evitar los incendios politicos.

Pronto en el reinado de Augusto la oposici6n al mandato de un solo hombre muri6 en el senado y durante 400 afios no hubo ningrin inrento serio por parte de los senadores para restaurar Ia Repriblica. Este o aquel emperador podian actuar de una manera que causara su indignaci6n, pero su remedio era siempre intentar sustituirle por otro emperador mfs que arriesgarse a hacer peligrar sus intereses, lo que era posible con la vuelta de la democracia y el fin de la dictadura. Aquellos senadores que conspiraron contra Caligula, Ner6n y Domiciano estaban preocupados por su propia conservaci6n, m6s que guiados por su dedicaci6n a los principios de la libertad republicana. Atacaron a la persona del d6spota, pero nunca a la autoridad desp6tica de su cargo.3' En resumen, cuando sus intereses de clase estaban en peligro, los sena_ dores no ten(an ningrin problema en elegir la dictadura politica ante la m6s

minima traza de participaci6n popular o reforma econ6mica igualitaria. Raras veces dudaban en romper su propia instituci6n si las circunstancias lo aconsejaban. Durante los fltimos ochenta aflos de Repfblica recurrieron repetidamente al senatus consultum uhimum, suspendiendo todas las garantias constitucionales por raison d'6tat, Thn com6n fue su tendencia a recurrir al absolutismo de un solo hombre -incluso generaciones antes del 188

senatus cot suhuln

ultimum- que Apiano muestra su sorpresa sobre una

ocasi6n en que no lo hicieron. Comentando su lucha contra Gayo Graco en los afios 122-121, escribe: "Estoy asombrado de que no hayan pensado en nombrar un dictador, porque en crisis de este tipo suelen encontrar la salvaci6n en el poder absoluto, una Iinea de acci6n que ha probado ser de lo m6s ftil en otros precedentes.to Como hemos visto, en vez de nombrar un dictador Los optimates preservaron sus virtudes republicanas matando a Graco y a sus seguidores.

La descripci6n que da Aurelio Victor varios siglos m6s tarde de

la

muerte de C6sar merece la pena recordarla: la nobleza "se vanagloriaba de su ociosidad y al mismo tiempo temblaba Por su fortuna, cuyo uso e incremento consideraban m5s importante que Ia propia vida eterna".tr Puestos a empujar, sus vastas posesiones significaban m5s que el poder del estado,

mientras que ese poder del estado estuviera en manos de alguien que protegiera sus vastas posesiones.

189

ll PAN Y CIRCO

El gentio le ha vitoreado y aplaudido con sus manos callosas

Ha lanzado al aire sus gorros sudorosos Y ha exhalado sus olores hediondos Porque C6sar ha rechazado la corona.

Julio Cisar, acto I, escena 2.

El critico que ve a Roma lacerada por la injusticia de clase esre expuesto a ser juzgado por los ciceronianos de hoy como culpable de "presentismo", en otras palabras, culpable de imponer anacr6nicamente los valores de los tiempos modernos a una sociedad pasada. pero si nos introducimos sin ningrin sentido critico en el contexto de una sociedad pasada, vi6ndola s6lo como ella se veia a si misma, entonces adoptamos las ilusiones que ella tenia de si misma.' Asi cuando los historiadores cldsicos modernos tachan a los lideres populares de Roma de "demagogos ambiciosos" no estin emitiendo un juicio hist6rico objetivo, sino compartiendo sin sentido critico las ideas propagadas por los comentaristas de la 6lite tales como cicer6n. Del mismo modo, cuando defienden la idea de que Roma se regia por el beneficio de sus individuos menos afortunados, esten aceptando sin 190

sentido critico alguno las ilusiones autocomplacientes que cualquier sistema imperialista tiene de si mismo' En resumen, los que insisten en que percibamos el pasado "puramente en sus propios t6rminos" -suponiendo que eso fuera posible- a menudo olvidan que eso generalmente significa

verlo a trav6s de los ojos de la clase dominante, la clase que monopoliz6 pr5cticamente Ia informaci6n en aquellos tiempos. Respecto a la ultima Repfblica eso significa la oligarquia acaudalada. Esta "regla de inmersi6n contextual", si podemos llamarla asi, la violan regularmente los que Ia proponen cuando conviene a sus inclinaciones ideol6gicas. Muchos historiadores hacen pocos esfuerzos para sumergirse en el contexto opresivo que incitaba el descontento popular, Pocos esfuerzos para ver en las luchas del proletariado c6mo 6ste se veia a si mismo. Respecto a Roma raras veces se preguntan: icuSles eran las necesidades humanas por las que luchaba la plebe I icu5les eran las condiciones de miseria y explotaci6n a las que hacian frentel iEran los disturbios populares simplemente una manifestaci6n irracional y perturbadora, como afirmaban los l(deres de los optimatcs, o rt1,a resPuesta a unas condiciones

duramente injustas?

Los caballeros historiadores raras veces han recapacitado sobre Ia gente corriente de la historia, si es que se han molestado en pensar en ellos algunavez. Cicer6n era parte de una tradici6n ya establecida cuando describia repetidamente a la plcbs urbana como "lo sucio e inmundo de la ciudad" (sordes urbi etfaecern), la "escoria de fuera de la ciudad" (ex urbisfacces), los "rebeldes e inferiores", "una chusma hambrienta y despreciable"' (Sabia que esraban hambrienros, pero lo consideraba un defecto de ellos

mismos.) Y sin embargo las gentes que se movilizaron contra las injusti cias de clase se convirtieron para Cicer6n en las m5s odiosas de las criaturas, el "gentio".2 191

Mucho antes de Cicer6n, Polibio afirmaba que ..las masas son siempre volubles, guiadas por bajos deseos, irrazonablemente iracundas y llenas de pasiones violentas".3 un siglo despu6s de la 0ltima Repriblica plutarco describi6 a c6sar como "agitador y apegado a los numerosos elementos enfermizos y corruptos de la sociedad".r Asconio se refiere a los seguidores de Clodio como "una gran multitud de esclavos y chusma,', una ..masa ignorante".5 Mds tarde Apiano escribia sobre "los pobres y fan6ticos", y veia que C6sar "introducia leyes para ganarse el favor de Ias masas,'.6 Los muchos clasicistas que siguen el ejemplo de Cicer6n no son mejo_ res' Yavetz nos recuerda c6mo los historiadores del siglo XIX se lamenta-

ron del apetito sin fin de la "muchedumbre romana". Nos recuerda las palabras de Pohlmann: "La idea comunista de compartir ras provisiones con los dem6s se convini6 para esos proletarios en su segunda naturale. tt 7 rr za".' Yarios escritores de los tiempos actuales se refieren a ..el gentio',, ..la chusma ociosa de la ciudad", las "masas emotivas', que ..no eran m6s que un instrumento del poder", "la multitud esnipida y egoista que no era buena para nada", "la muchedumbre de par6sitos de la ciudad',, ..los elementos sin ningrin valor".'

Scullard habla de la "voluble" y "ociosa muchedumbre urbana,', como si su ociosidad la hubieran elegido ellos. Mientras ranto, los pardsitos y holgazanes arist6cratas -que vivian en una opulencia obscena del trabajo de los esclavos y plebeyos- no merecen ni una sola parabra dura de su parte o de la de la mayoria de otros escritores.e Mommsen se refiere a "la chusma indolente y hambrienta'; para 6l las asambleas del pueblo estaban agitadas por "pasiones especiales, en las que se habia perdido totalmente la inteligencia". "Ese terrible proletariado urbano" era "totalmente carente de

moral... a veces estfpido y a veces brib6n".,0 y Christian Meier, esti

de

acuerdo con los nobles romanos que "se referian a Ia masa urbana como los tontos de la ciudad" y acusa a "los trabajadores, comerciantes y artesat92

nos de Roma" de intentar asumir un nivel de participaci5n politica "que estaba m6s all6 de su capacidad"."

Las interpretaciones desaprobadoras sobre los proletarii romanos han tenido tal extensi6n que han influido hasta en escritores resueltamente igualitarios como Karl Marx. Este describe a los granjeros desposeidos de la fltim" Repfblica que inundaron Roma como "una multitud de ociosos".r2 En tiempos m5s recientes el historiador y periodista radical I.F' Stone denomina a la plebe romana "una chusma que no ten(a nada que ver con la ciudadania de Atenas".t3 Y el liberal Lewis Mumford se refiere a la "muchedumbre par6sita" de Roma.r'

fuvenal escribe desdeflosamente sobre "el gentio de Roma" y su Preocupaci6n por el "panem et circenses" (pan y circo), una frase muy utilizada despu6s a trav6s de las 6pocas, que af,ade a la imagen del proletariado de Roma la de ser taimado, volStil y adicto a los alimentos y las diversiones gratuitos." scullard anuncia que "la muchedumbre de la ciudad era demasiado irresponsable para ejercer el poder politico: m6s bien queria panem c, circenses".tu Y Mumford s6lo ve parasitismo en la "doble petici6n de pan y circo".r7

Los historiadores siempre han estado alerta sobre la influencia corruPtora que la asistencia estatal puede tener sobre los pobres. Salustio habla del "populacho que ahora est6 desmoralizado por la generosidad de la distribuci6n pfblica de grano". Forzados alaholgazaneria, se convierten en "infectados con principios viciosos" y necesitan "que se les impida molestar al gobierno".'8 Apiano nos cuenta que la raci6n de grano atraia a "los indigentes desocupados y a los elementos exaltados de la peninsula italiana a la capital", que contrastan desfavorablemente con "los que tienen propiedades y buen sentido".'e 193

Muchos siglos despu6s de Salustio y Apiano, ]ohn Dickinson demostr6 que poco habia cambiado. Descarga toda su desaprobaci6n sobre la politica de bienestar romana, acusando a c6sar de atraer "la codicia y el inter6s de los que s6lo quieren vivir a expensas del estado" y animar a ..los votantes a actuar por los motivos m5s bajos de Ia naturaleza humana,'.20 Dickinson nunca explica por qu6 la plebe empobrecida -muchos de ellos exesclavos o gentes desposeidas de la tierra por los arist6cratas- manifestaban "los motivos mds bajos" para luchar por los precios subsidiados del pan, la reforma de la tierra, los trabajos pdblicos, el alivio de las deudas y el control de los alquileres. Thmpoco reprocha nunca a la nobleza sus 'motivos mis bajos", su saqueo a las clases mds pobres y al tesoro pfblico. Con un espiritu similar Scullard escribe que la ley de clodio para cambiar la distribuci6n subsidiada de grano por una distribuci6n completamente gratuita, "aliment6 Ia desmoralizaci6n del pueblo". En contraste, a la abolici6n de la distribuci6n de grano de Sila se le llama "reforma", y no suscita ningrin comentario critico por el daffo que debi6 hacerle a los pobres.2,

AI contrario que la imagen propagada por los historiadores pasados y presentes, Ios receptores del subsidio de grano no vivian como pardsitos del "pan" que recib(an, realmente una raci6n minima de trigo o maiz que utilizaban para hacer pan o gachas. Los hombres y mujeres no podian vivir s6lo de pan, ni incluso a nivel psicol6gico. La plebe necesiraba dinero para los alquileres, el aceite para cocinar y otras necesidades. La mayoria de ellos tenia que encontrar trabajo, aunque fuera mal pagado e irregular. El pan subsidiado a menudo era un complemento necesario, la diferencia entre sobrevivir y morir de hambre, pero nunca el sostenimiento total que permitiera al pueblo estar ocioso toda la vida. En cualquier caso, podemos cuestionarnos por qu6 tantos eruditos han juzgado al pueblo romano como venal y degradado s6lo porque pedia pan asequible y estaba preocupado por tener la comida suficiente para alimentarse a si mismo y a sus hijos.22 t94

AIan Cameron es uno de los pocos escritores, junto con Ste. Croix, que ponen en cuesti6n la imagen hist6rica y a veces histerica de la plebe libre de cargas: "La c6lebre multitud ociosa de gandules que vivian a costa del estado es poco mis que una quimera surgida por los prejuicios de la clase media, tanto antigua como moderna". Al igual que con el pan ocurria con el circo. Cameron seflala: "No era culpa de la gente que los espect6culos pfblicos, que tenian su origen en festivales religiosos, fueran gratuitos"'" En cualquier momento casi la mitad de Ia poblaci6n Iibre adulta de Roma podia acomodarse en sus circos, arenas y teatros' segrin calcula Lewis Mumford. Incluso en una ciudad de provincias como Pompeya el anfitearro ten(a una capacidad para 20.000 personas, m5s de la mitad de sus habitantes adultos. Mumford parece pensar que la asistencia al anfiteatro era la ocupaci6n principal del proletariado. cayendo en un error casi enfermizo nos pide que creamos que la gente corriente debia escapar a su "odio por *deseo de morir" abandon6ndose al deseo violento "de si mismos" y a su imponer una muerte humillante a los dem5s" en Ia arena de Roma.2r

que los iuegos y carreras ayudaban a los pobres a olvidar sus penas durante un rato' actuando como una distracci6n popular, no muy lejos de los acontecimientos deportivos de masas de hoy dia. Los emperadores parecian estar bien al tanto de Ia funci6n de control que ejer-

No

se puede negar

c(a la diversi6n social, por eso la manten(an a Pesar de su coste."

Algunos escritores olvidan que no eran los pobres quienes favorecian esas emociones bajas creando y financiando los espect6culos sangrientos del anfiteatro, ni los (nicos que asistian a ellos. Perowne escribe que el circo era el espect6culo preferido tanto de ricos como de pobres.'u Probablemente era una proporci6n m6s alta de los nobles y los ecuestres la que frecuentaba los juegos, sentados en lugares reservados que les proporcio195

naban la mejor visi6n. En el anfitearro, informa |uvenal, *todos los mejores asientos estaban reservados para las clases que tenian mds dinero".,,

Mumford seflala que los grandes pasajes del anfiteatro

se

usaban como

vomitorios.28 De esto podemos deducir que una buena parte de los asisten-

tes eran gente bien situada, porque s6lo ellos pod(an tener recursos para engullir grandes cantidades de comida y despu6s inducirse el v6mito en repetidas rondas de"uomunt ut edant, edunt ut uomant,.

El propio emperador Augusto admiti6 que le gustaban los juegos.2, y el

hijo del emperador Tiberio presidia los combares de gladiadores, mostrando un "desmesurado deleite... por las luchas, ya que los hombres re importaban poco".3. Los ricos no s6lo promocionaban y patrocinaban ros juegos en la arena, sino que ocasionalmente panicipaban en ellos. Los hijos de los patricios desplegaban sus dotes de manejo de caballos. Los j6venes v6stagos competian unos con otros en carreras de carruajes. Algunos caballeros y el hijo de un antiguo pretor se prestaron voluntariamente a participar en simulacros de combates en un gran espectSculo producido por c6sar. Un senador quiso contender con armadura completa pero se ech6 atr6s cuando C6sar mostr6 su disgusto con la idea.3r

Considerada como poco mds que una chusma sedienta de sangre, la plebe sin embargo a veces fue muy critica con los espect6culos de que eran testigos en la arena. Las ceremonias dedicadas a pompeyo en su teatro incluian una batalla entre elefantes y hombres armados con jabalinas. El acontecimiento no fue segrin los c6lculos. La lucha contra los elefantes fue m6s de lo que la multitud pod(a soportar. Una criatura gigante hincada de rodillas por las armas arrojadizas, arrastrilndose, arranc6ndoles los escudos a sus atacantes y lanz6ndoles al aire. otra, herida gravemente en un ojo por una jabalina, cay6 con un terrible estr6pito. Los elefantes chillaban lastimeramente cuando sus atacantes les cercaron. Alguno se neg6 a luchar, levantando el cuerpo fren6ticamente hacia el cielo, como lament6ndose a t96

los dioses. En su desesperaci6n, Ias bestias acosadas intentaron romper la empalizada de hierro que les acorralaba. Cuando perdieron toda esperanza de escapar se volvieron a los espectadores como si les pidieran su ayuda con gestos conmovedores de sfplica, deplorando su destino con una esPecie de gemidos. Sus chillidos lastimeros conmovieron a Ia multitud que lloraba maldiciendo a Pompeyo. El auditorio estaba sobrecogido sintiendo

que esos grandes mam(feros tenian algo de comdn con la raza humana."

Otro ejemplo puede ser suficiente. En el 46, para celebrar su triunfo en las Galias y su tercer consulado, C6sar produjo una serie de espectSculos. Se cazaron leones que luego fueron sacrificados en el circo. Se escenific6 una batalla naval en una hondonada del Campo de Marte, inundada para

la ocasi6n. Y en un gran final, dos ejdrcitos, formados resPectivamente Por cautivos de guerra y criminales condenados -cada bando consistente en cientos de soldados a pie, caballeria y un grupo de elefantes- lucharon a muerte. Pero la plebe se sinti6 m6s angustiada que cautivada por el san-

griento espect6culo. Como cuenta Di6n, criticaron a C6sar por el gran nrimero de muertos, acusindole de que "no se habia saciado lo suficiente con sus luchas y queria exhibir ante el pueblo los simbolos de sus propias miserias'. Hubo una protesta adicional Porque C6sar habia recaudado la mayor parte de los fondos para el especticulo de forma irregular y se los habia gastado en ese capricho'33

iQui6nes componian realmente el proletariado romano' esa 'masa insensible" que lloraba por los elefantes martirizados y a veces deploraba el derramamiento de sangre y el derroche de fondos priblicos? iQui6n podia ser esa 'chusma de vagos" que se organizaba en gruPos politicos y gremios de trabajadores, se involucraba en reuniones en el Foro, manifestaciones y sublevaciones callejeras? 197

Las 'masas" de los siglos XVIII y XIX en Inglaterra y Francia las describen los criticos de las clases altas de aquellos tiempos como compuestas por mendigos, convictos y otros detritus de baja estofa. pero los documentos revelan que las multitudes rebeldes estaban formadas por trabajadores de las granjas, albaffiles y varias clases de artesanos, junto con tenderos, mercaderes de vino, cocineros, porteros, sirvientes domdsticos, mineros y trabajadores urbanos, casi todos con domicilio fijo, algunos con empleos temporales, s6lo un pufiado de los cuales eran vagabundos o tenian antecedentes penales."

Los rebeldes de la Comuna de Paris en 1871, sentenciados a muerte o a prisi6n por los tribunales reaccionarios, consistian en carpinteros, trabajadores del estafio, relojeros, encuadernadores, maestros, pintores, cerrajeros, sastres, curtidores, picapedreros, zapateros y otras numerosas ocupaciones. otros estaban registrados como estudiantes de medicina, contables, cajeros, hombres de letras y jefes de escuela primaria. Alrededor de la

mitad de Ios artesanos y trabajadores cualificados de paris desaparecieron tras las ejecuciones sumarias de 1871.35

El largamente mantenido estereotipo de la masa popular como gente voluble, bruta, desarraigada y destructiva fue elaborado por Gustave Le Bon en su La Foule, traducida al ingl6s como The Croutd (La multitud), un Iibro que se ha reimpreso y mostrado a lo largo de generaciones de estudiantes durante casi 130 affos. "Aunque Le Bon escribi6 durante el relativamente tranquilo final del siglo XIX", sefiala Leonard Richards, ..se las arregl6 para sonar como un arist6crata defendi6ndose apasionadamente de la acusaci6n durante la Revoluci6n Francesa horas antes de ir a la guillotina".36 Llevando la contraria a Le Bon, George Rud6 muestra que las "acciones de masas" del siglo XIX no eran caprichos irracionales, sino formas de protesta social contra los alquileres insoportables, los precios de ra comida y los impuestos agobiantes. Las manifestaciones a menudo eran acciones coordinadas, teniendo como objetivo funcionarios en particular, 198

mercaderes, graneros, terratenientes y otras Personas o lugares, dependiendo del asunto. Protestaban no s6lo por Ia comida, sino pidiendo un salario decente, seguridad para sus casas y el derecho a disentir y organizarse en

sindicatos. Rud6 llega a Ia conclusi6n de que las manifestaciones no eran Ias algaradas sin sentido "imaginadas por los historiadores que han continuado con los preiuicios de los observadores contempor6neos".3T

Lo mismo ocurri6 en Ia antigua Roma' Mientras Cicer6n tachaba a los elementos activistas de Ia plebe de "exiliados, esclavos, locos", fugitivos, criminales y "asesinos salidos de la c6rcel", de hecho eran realmente albaf,iles, carpinteros, tenderos, escribas, vidrieros, carniceros, herreros, trabajadores del cobre, panaderos, tintoreros, secadores, sastres, teiedores, metafiirgicos, transportistas, estibadores, Porteros y otros varios tipos de trabajadores, en definitiva el proletariado de Roma."

Este proletariado era perfectamente caPaz de eiercer juicios criticos. Por ejemplo, en julio del 45, como el propio Cicer6n recoge' la gente mos-

tr6 su disgusto ante las pretensiones mon5rquicas de C6sar, abstenifndose de aplaudir a su estatua cuando era llevada en procesi6n junto con las de los dioses. Mantenian la suficiente memoria hist6rica y resPeto a sus derechos como para sentir un odio profundo Por todo Io que sonara a reyes. Su

silencio desaprobador agrad6 a Cicer6n lo bastante como Para emitir un comentario positivo sobre la plcbs urbana: "Qu6 espldndidamente se comport6 Ia multitud".3e En este 6nico caso, al menos, ellos no eran una chusma, sino una "multitud". Muchos de los proletarios romanos eran ex-esclavos o hijos de esclavos' pobres como los esclavos. A veces trabajaban como a tener intereses comunes con la poblaci6n inclinados y estaban esclavos servil sobre muchos temas b6sicos. En partes de Sicilia los granjeros libres

La mayoria casi tan

hicieron causa comdn con los esclavos para rebelarse contra los latifundistas.{o 199

Un incidenre que cuenta Ticito habla de cifras. En el afio 6l d. de C., el prefecto de Ia ciudad fue asesinado en su dormitorio por uno o mds de sus esclavos. Segrin una antigua costumbre, cuando un amo era asesinado por un esclavo todos lossera,ii dela casa eran condenados a muerte. En este caso eso suponia la exterminaci6n de unas 400 almas, incluyendo mujeres y ni6os. La posibilidad de tal ejecuci6n masiva caus6 una protesta pfblica que impuls6 al Senado a mantener un debate formal sobre el asunto. LJno de los miembros antiguos del Senado habl6 largamente en apoyo de las ejecuciones, manteniendo que el inter6s de los poseedores de esclavos demandaba no salirse de la vieja pr6ctica sin importar lo duro que fuera el resultado. Si los 400 esclavos no eran ejecutados, iquidn pod(a sentirse segurol, argument6. Hubo unas cuantas protestas, pero ningrin senador sali6 a la palestra para denunciar la medida, que se aprob6 sin mayor debate.aI

Sin embargo, esta ejecuci6n masiva provoc6 las airadas protestas de la plebe, que se reuni6 en el exterior del Senado armada con piedras y antorchas. Ner6n tuvo que llamar a las tropas para que se alinearan a lo largo

del camino que debian seguir los condenados. por supuesto, Tdcito se refiere a los que protestaban como "la multitud',, pero no hace ninguna referencia critica a la mentalidad de linchadores que prevaleci6 en el Senado por parte de los que sancionaron esa ejecuci6n masiva. El sentido moral profundo de rabia expresado por los que protestaron fue una seial m6s del vinculo de simpatia entre los pobres esclavos y los pobres plebeyos.

Por una buena raz6n, escribe Plutarco, cat6n temia la rebeld(a de los ciudadanos mds pobres, porque ellos "eran siempre los que encendian la

llama entre el pueblo".a2 La plebe romana jug6 un papel democr6tico creativo suministrando apoyo vital a los diversos populares, incluido el l(der excepcional que fue C6sar, que fue capaz de ganarse su apoyo, no porque 200

estuvieran hipnotizados Por sus trucos "demag6gicos", sino porque les favoreci6 fuertemente con sus politicas reformistas' Las dispersas evidencias que tenemos del activismo del proletariado, suministradas por Plutarco y otros, son ignoradas virtualmente por los historiadores cl6sicos de nuestro tiempo. Respecto a la reforma agraria de Tiberio Graco, Plutarco escribe, "fue sobre todo el propio pueblo el que aliment6 las energias de Tiberio escribiendo esl6ganes y llamamientos sobre los p6rticos, monumentos y paredes de las casas pidiendo Ia recuperaci5n de las tierras pfblicas para los pobres". Thmbidn recuerda c6mo el pueblo dirigi6 su ira contra el asesino de Tiberio, Nasica, haciendo que tuviera que huir de Roma.*'

Y Gayo Graco, que dej6 su casa en un lugar privilegiado en la Colina Palatina para irse a vivir entre los pobres cerca del Foro, fue elegido tribuno por segunda vez "aunque no era candidato y no habia solicitado el cargo; pero el pueblo quiso nombrarle". Despu6s de poner en marcha su reforma legislativa, "una gran multitud empez6 a reunirse en Roma desde todas partes de Italia para apoyarle". Gayo se gan6 "la total devoci6n de Ia gente y 6sta estaba dispuesta a hacer todo Io necesario en el mundo Para mostrar su buena voluntad".t' Despu6s de que los Graco fueran asesinados, el conocimiento pfblico de su existencia fue borrado oficialmente. Los oligarcas intentaron exPur-

gar la memoria hist6rica colectiva. Sin embargo el populacho continu6 rindiendo homenaje

a los dos

hermanos. Plutarco nos ofrece una narraci6n

emotiva:

"El pueblo se sinti6 acobardado y humillado por el hundimiento de su causa democritica, Pero Pronto mostr6 lo profundamente que sent(an la ausencia de los Graco. Se erigieron estatuas de los hermanos en lugares prominentes de Ia ciudad, lugares que fueron 201

declarados tierra santa y donde se les ofrecieron las primeras frutas de la temporada durante todo el aflo. Mucha gente incluso dedic6 todos los d(as a su memoria y ador6 sus estatuas como si fueran representaciones de los dioses"."

varios a6os despu6s de la muerte de catilina Ia plebe adorn6 su tumba "como antiguamente habian hecho con las de los Graco, con flores y guirnaldas".a6Nola bene ,el pueblo nunca ofreci6 honores en memoria de cicer6n, Cat6n, Sila, Citulo, Milo, Bruto, Casio o cualquier otro prominente conservador.

En el 88 a. de C., mis de treinta affos despu6s de los Graco, cuando el reaccionario Sila entr6 en Roma con su ej6rcito, violando la sagrada prohibici6n constirucional de entrar con unidades militares dentro de los limites de la ciudad, la plebe recibi6 a las tropas arroj6ndoles todo tipo de objetos, hasta el punto de que se vieron obligados a retroceder.*, y et el 62, cuando el optimate c6tulo propuso que el pueblo aprobara el nombramiento de un dictador por seis meses para resolver una emergencia, la multitud le abuche5 gritando el odiado nombre de "Sila".r8 En visperas de la guerra civil, en febrero del 49, cicer6n enjuici6 las nada promeredoras perspectivas de la causa de los optimaras sefialando que "el populacho y las gentes de m6s baja estofa simpatizan... con el otro bando y muchos est6n dispuestos a Ia revoluci6n".ae (Jnos cuantos affos m6s tarde los proletarios, conservando todavia la memoria hist6rica de Sila como sangriento defensor de la aristocracia, derribaron su estatua junto con la de pompeyo.ro

AI principio de su carrera, cuando c6sar pronunci6 una oraci6n firneraria en el Foro en memoria de su tia |ulia, se atrevi6 a alabar en voz alta al riltimo de los populais, Mario,lo que habia sido un asunto tabri desde la dictadura de Sila. cuando algunos individuos empezaron a proferir gritos contra c6sar, "el pueblo les hizo callar con sus voces y aplaudieron a 202

C6sar, expresando su sorprendida alegria y satisfacci6n ante este hecho, que suponia desenterrar de la tumba los honores a Mario, que durante mucho tiempo habia estado perdido para la ciudad".t'

En el af,o 70 y de nuevo en los aflos 67,66y 64, los tribunos radicales convocaron las asambleas y organizaron manifestaciones y campafias electorales, movilizando a los collcgia, esos gremios de libertos, esclavos y

gente pobre. Thles acciones de masas fueron lo suficiente para que el Senado aprobara un decreto disolvi6ndolos todos excepto unos pocos de los m6s inocuos, privando al movimiento popular de sus organizaciones clave.t'

El apoyo popular dio aliento

a C6sar en m6s de una ocasi6n' En el 62

a. de C., cuando actuaba como Pretor, 6l y Cecilio Metelo, un tribuno del pueblo, fueron suspendidos de su cargo Por un decreto senatorial por haber presentado lo que suetonio describe como "proyectos incendiarios" que C6sar apoy6 resueltamente en el Senado. Amenazado fisicamente, C6sar corri6 a su casa decidiendo Permanecer en un retiro temporal porque, segrin escribe Suetonio, "los tiempos no le daban otra alternativa' Al

dia siguiente sin embargo el populacho se manifest6 de forma espontanea ante la casa de Cdsar, ofreciendole tumultuosamente su respaldo, pero 6l calm6 su ardor". El Senado estaba tan conmovido Por "su actitud inesperadamente correcta" que le mostr6 su adhesi6n y le restituy6 como pretor't' podria sospechar que esa restituci6n se debi6 al menos en parte al deseo de calmar la agitaci6n popular. Por otra parte los intentos de c6sar para suavizar las deudas no se debieron completamente a su iniciativa, sino que fueron impulsados por las fuerzas democr6ticas que luchaban sin 6xito por Se

la cancelaci6n de todas las reclamaciones contra los pobres.

Mis de una vez Ia gente corriente de Roma puso a prueba al propio C6sar. En una ocasi6n, cuando estaba sentado en una silla dorada para presenciar una ceremonia p6blica, Antonio entr6 al Foro y aproxim5ndo203

se a 6l le ofreci6 una diadema adornada con hojas de laurel. Fue un hecho aislado y sin imponancia, cuenta Plutarco, "llevado a cabo por unos pocos que se presentaron allicon ese prop6sitol pero cuando larechaz6,hubo un aplauso general". c6sar declin6 un segundo ofrecimiento, de nuevo ante una aprobaci6n entusiasta.tt Parece que hay pocas dudas de que este rechazo estuvo fortalecido por el fuerte odio popular a los reyes. La 6poca de los reyes (753-509 a. de c.) habia sido un tiempo de especial autocracia y

represi6n para la gente com6n, lo bastante como para mantener su memoria hist6rica, haci6ndoles ser intolerantes con cualquier pretensi6n real unos cuatrocientos af,os m6s tarde.

En todos los aspectos el proletariado jug6 un papel crucial aunque muy ignorado en la lucha por Ias libertades democr6ticas. No se mostr6 ni como

una multitud insensata ni como una chusma de holgazanes, sino como politicamente capaz de manifestar sus preferencias de acuerdo con sus necesidades y de distinguir los amigos de los enemigos. eue sus esfuerzos politicos hayan merecido poco mis que una condena superficial, no es sino un reflejo del sesgo de clase compartido por los historiadores tanto antiguos como modernos.

+

*

Lord Acton se refiere a "las convenciones, errores, prejuicios y pasiones que impulsan a las masas y arrastran a sus dirigentes". La imagen es famiIiar. El pueblo es una gran bestia, irracional y propensa al error, que "arrastra" a sus dirigentes a la desgracia.tt Raras veces la consideraci6n es a la inversa, las numerosas ocasiones en que los dirigentes le han fallado al pueblo, las veces en las que el sentimiento popular pretend(a contener a los potentados y desviarles de una direcci5n perjudicial. Thmbidn se minusvaloran las veces en que el pueblo ha perseguido una mejora sociar y una 204

politica de mayor igualdad y democracia, s6lo para hacer frente a una oposici6n implacable de los que est6n en lo alto de la pir6mide social. Repitamos que hemos oido que debemos evitar imponer los valores presentes sobre la experiencia pasada y que debemos sumergirnos en el contexto hist6rico a estudiar. Pero pocos historiadores se sumergen en la severa y agobiante experiencia social del proletariado romano, si acaso ven a los pobres -especialmente a los pobres rebeldes- a trav6s del prisma de su propio sesgo de clase, el mismo sesgo comPartido por los historiadores antiguos desde Polibio y Cicer6n hasta TScito y Veleo. En el registro de un solo Iado que Ilamamos historia ha sido una pr6ctica continua condenar la agitaci6n popular como si fuera la tarea de una gentuza de demagogos. Hasta donde los caballeros historiadores pueden ver, Ia rebeli6n no esta inspirada por quejas legitimas, sino por impulsos equivocados y manipuIados de los rebeldes.tu

La gente corriente de la Roma antigua ha tenido muy escasas oPortunidades de dejar constancia escrita de sus Puntos de vista y sus luchas' Entre las fuentes primarias supervivientes existe poca informaci6n sobre c6mo la plebs urbana organizaba sus collegia, y sobre qu6 sentian acerca de Ios salarios, Ios precios, los impuestos, las guerras, la politica de la tierra o los problemas de empleo. Aunque podamos deducir ciertas inferencias, la historia nos ha dejado s6lo impresiones fragmentarias de sus tribulaciones.

Sin embargo, como he intentado mostrar, lo que sabemos de la gente corriente nos dice que tenian conciencia social y sentido de la justicia a un nivel normalmente superior al de los que fueron sus dirigentes. En los registros altamente sesgados de lo que llamamos historia, Cicer6n, Bruto, Cat6n y otros oligarcas han llegado hasta nosotros como defensores de las libertades pfblicas; mientras que c6sar -que intent6 actuar contra su poder y sus privilegios y hacer algo por los pobres- nos ha llegado como un tirano y un usurpador' 205

Y el propio pueblo de Roma, la masa an6nima sobre cuyos hombros se mantuvieron los populares, apenas nos ha llegado de ninguna forma, o si acaso como una muchedumbre despreciable. A los que lucharon contra la

injusticia con todo el temor y el valor de los seres humanos corrienres, cuyos nombres nunca sabremos, cuya sangre y lagrimas nunca veremos, cuyos gritos de dolor y esperanza nunca oiremos, a ellos estamos unidos por un pasado que nunca muere ni es realmente pasado. y asi, cuando las mejores p6ginas de la historia se escriban finalmente, no lo harin los prinni incluso los profesores, sino el propio pueblo. Porque con todos sus errores y defectos, el pueblo es lo 6nico que tenemos. Realmente nosotros somos ellos. cipes, presidentes, primeros ministros o eruditos,

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APE,NDICE

UNA NOTA SOBRE CITAS PEDANITES Y NOMBRES CONFUSOS

Mi deseo ha sido hacer que las fuentes cl5sicas utilizadas aqui sean accesibles para el lector profano. La mayoria de los historiadores cl6sicos de hoy dia parecen determinados a hacerlas inaccesibles, un hecho que en s( mismo puede ser indicativo de la naturaleza pedante y elitista de su formaci6n. Respecto a las fuentes antiguas, recurren a un tipo de citas del lat(n tan rigurosamente abreviadas como Para hacerlas identificables s6lo por los colegas selectos formados especialmente en literatura cl6sica. Asi nos encontramos referencias indescifrables como "B.i.146" y "Dc fin',Y' 65". Para afladir dificultad raras veces se suministra una clave Para esas abreviaturas arcaicas, con lo que es seguro que los profanos que deseen ahondar en las fuentes antiguas o al menos sondearlas, se encontrar5n con una barrera infranqueable. Adem6s los clasicistas tienen por costumbre no relacionar las fuentes antiguas en sus por otra parte copiosas bibliograf(as, ni incluso en su latin original. Con la ayuda de diccionarios, y despu6s de una profunda inmersi6n en la literatura, el lector profano perseverante (incluidos los historiadores no cl6sicos) finalmente puede ser capaz de adivinar que "Sall. Bel/ Iug 71" es una referen cia al Bellum lugurthium de salustio y estS disponi207

ble en inglds como The Jugurthinc war de Salustio. I-os lectores profanos persistentes pueden incluso ser capaces de descubrir, como hice yo, que es una referencia, no a plinio el joven, sino a Gayo Segundo Plinio (maior), Naturalis Histoia, esto es, la Historia Narural de

"Plin. NFI J/II.92-2"

Plinio el viejo. Pero, iqu6 hacer con "Ad e. (Que resulta

fr. Iliv.l,, o con ..e.F.I.i',i

ser Ad Quintum Fratem o A Quinto, hermano de cicer6n). Sabiendo el latfu suficiente como para sospechar q:ue,,Ep. Ad Caei, (o a veces solo "ad Caes"l es Epistulae ad Caesarem, uno puede llegar a la con_

clusi5n de que alguien le ha escrito una carta a c6sar; pero cuando ni siquiera se menciona la abreviatura con el nombre del autor, deberiamos saber lo suficiente como para sospechar que fue Salustio y no el m6s probable Cicer6n, cuyas cartas han sobrevivido en abundancia. Este modo abstruso de escribir las citas Io utilizan incluso intelectuales progresistas como Neal Wood y el incomparable G.E.M. de Ste. Croix, aunque ambos por otra parte parecen interesados en comunicar con los

lectores. una de las pocas excepciones a esta pedanteria es Arthur D. Kahn, que en stt The Education of Julius cacsar (1986) suministra una lista de fuentes antiguas que ha utilizado, tanto en ingl6s como en latin, asi como las claves de sus abreviaturas, lo que es s6lo una de las varias razones para dar la bienvenida a este libro.

En mi caso yo doy s6lo los titulos en ingl6s de las fuentes antiguas, y sin abreviaturas. como algunos trabajos cldsicos tienen tantas ediciones, yo utilizo la anotaci6n del texto cl6sico m6s que el nfmero de p6gina de una edici6n en particular, porque es una manera m6s sencill a d,elocalizar la cita.

Algunas traducciones inglesas presentan problemas en si mismas, como cuando hay varias ediciones y traducciones del mismo volumen publicadas bajo diferentes titulos. Por ejemplo el poema 6pico de Lucano se suele titular The Pharsalia, y todavia se puede encontrar en los cat5logos 208

bajo este t(tulo, pero su titulo en los manuscritos antiguos es De Bcllo Ciut' /i. Asi que yo sigo la senda del idioma ingl6s tomada por |.D. Duff en 1928 y probablemente por otros antes que 6l y cito el trabajo de Lucano como Thc Ciuil War.

Otro ejemplo: La primera edici6n inglesa de las obras completas que han sobrevivido de Di6n Casio (1905) fue titulada Annals of Rorne por srt traductor, Herbert Baldwin Foster, que argumenta que los romanos la hubieran llamado annalcs y no historiae. Que Di6n fuera un griego que escribi6 en griego parece que no le preocup6 a Foster, que decidi6 -con mucha convicci6n- que Di6n, que vivi6 en Italia y fue senador romano y pretor, era m6s romano que griego en su estilo de vida (aunque los dos estilos tuvieron mucho en comfn a veces). Yo me f(o de la traducci6n de Foster, y poseo los seis vol(menes de esa preciosa primera edici6n de 1905 de Annals of Rome, pero cito el trabajo de Di6n como Roman History por' que ese ha sido el titulo utilizado m6s comtinmente. Incluso trabajos escritos originalmente en ingl6s pueden Presentar Problemas de citas. Por ejemplo, seria equivocado dar un n(rmero de volumen cuando hacemos referencia a la obra magna de Gibbon, ya que hay ediciones en tres, cinco, seis, siete y ocho voldmenes, e incluso en un resumen de un solo volumen. Originalmente fue.,4 Hiaory of the Decline and Fall of the Roman Empirc, pero la mayoria de las ediciones de los fltimos sesenta afios han eliminado las tres primeras palabras de ese titulo, al igual que yo.

Los capitulos de las diversas ediciones (excepto alguna de las resumidas) esten numerados exactamente como lo hizo Gibbon. Por tanto yo cito el nfmero de capitulo (como hacen la mayoria de los escritores), pidi6ndole al lector que tenga in mente que me estoy refiriendo a la edici6n de Heritage Press (1946) respecto a los nfmeros de las p5ginas.

Los nombres romanos pueden presentar un reto desalentador tanto para el escritor como para el que elabora los indices, que se pueden encon209

trar con tres nombres distintos,

el praenomen, el nomen

y el cognomen. El

nombre dado a la persona, el cual se utiliza relativamente poco: Gayo, Lucio, Marco, Quinto, Servio, Tito, Tiberio y otros. Elnomen es el nombre familiar o nombre dela gens,generalmente terminado en -ius. Y el cognomen es un tercer nombre adoptado cuya funci6n original era distinguir a unos de otros a los individuos masculinos de una familia, que tenian el mismo primer nombre y el mismo nombre familiar. El cognomen usualmente era un apodo referido a alguna caracteristica f(sica u otro aspecto a veces humoristico y no necesariamente halagtiefio; asi Ovidio era Nas6n ("nariz"), Licinio era MScer ("escu6lido"), Tirlio era Cicer6n (..garbanzo"). A veces el cognornen se usaba bastante seriamente, funcionando como una especie de nombre adicional.

Praenornen es el

Para complicar m6s Ias cosas, a algunos individuos del sexo masculino dentro de las clases altas les conocemos regularmente por stJ flomcn; por eso Gayo Casio

st

Longino

es

cognomcn, como Gayo

conocido como Casio. Otros son conocidos por

fulio

C6sar y Marco Tirlio Cicer6n. 56lo duran-

te los riltimos dias de la Repriblica se hizo costumbre llamar a la gente por su nombre de gens o nomen. Por eso durante toda su vida C6sar fue conocido como Gayo C6sar. Sin embargo yo he mantenido el nombre de uso comfn en el presente, refiri6ndome a 6l como fulio C6sar. Para aftadir mis confusi6n algunos escritores usan el rromen y otros el cognomen para la misma persona. En algunos libros C. Licinio M6cer es Licinio y en otros es M6cer. A veces los escritores no utilizan los nombres

suficientes, refiri6ndose s6lo a, digamos, Cornelio L6ntulo, dej6ndonos que decidamos si es cornelio L6ntulo crus, cornelio L6ntulo Marcelino,

cornelio L6ntulo Niger o cornelio L6ntulo Espinter. En casos como seria deseable utilizar todos los nombres disponibles del personaje.

6ste

Como si los nombres romanos no fueran lo suficientemente complicados en si mismos, la mayoria de los eruditos cl6sicos -manteniendo su 210

pedanteria- tienen el placer de mencionar en los indices a los personajes prominentes por s! nomen menos conocido en Iugar de por slt cogrlornen m5s conocido. Mi prSctica de utilizar el nombre m5s fScilmente reconocible para el lector no es Ia m6s usual. Raramente puede uno encontrar a Sila, Cat6n, Cicer6n, Graco, Bruto o C6sar mencionados con estos nombres en el (ndice onom6stico de un libro. Ea vez de eso Cicer6n aParece como Tulio, C6sar como Iulius o, menos frecuentemente, como fulius y Bruto como Iunius. Una de las familias de optirnates m6s prominentes, los Metelo, no aparecen baio este nombre sino por su raramente utilizado nomefl, Cecilio. De ese modo los lectores que no est6n familiarizados con la red intrincada de los nombres romanos se ven privados de una referencia sencilla. Para los personajes m5s conocidos yo recurro a la forma inglesada que es m6s familiar para el lector moderno en idioma ingl€s. Por ejemplo, no hubo nadie en la Roma antigua llamado Pompeyo o Marco Antonio, pero esos son los nombres utilizados, en vez de Gnaeus Pompeius Magnus y Marcus Antonius. de Ios nombres romanos puede cambiar. Por eso Gayo es tambi6n Cayo (yo uso siempre Gayo), Calgaco es a veces Galgaco y Gneo

La ortografia

(o Cneo) puede ser Gneius (o Cneius). Pero en abreviatura los nombres revierten a Ia forma C. Asi Gayo |ulio C6sar se abrevia siempre como C. ]ulio C6sar (de Cayo). No me Pregunten por qu6.

Los nombres pueden cambiar con el destino de uno. Gayo Octavio tom6 el nombre de C. |ulio C6sar Octaviano cuando se convirti6 en here-

t como se sefiala en el capitulo 10, el Senado Ie concedi6 el de Augusto, que r6pidamente se convirti6 en su nombre. Por eso le

dero de C6sar.

titulo

conocemos como el emperador Augusto o C6sar Augusto. Gneo Pompeyo se convirti6 en Pompeyo Magno (Pompeyo el Grande), siendo Magno un cognon en que adopt6 para si mismo a imitaci6n de Alejandro el Grande'

2ll

El problema de los nombres tambi6n afecta a los historiadores antiguos. Todavia hay disputas sobre si Gayo salustio crispulo deberia ser lramado Gayo crispulo Salustio. Yo me refiero a 6l simplemente como Sarustio, como hacen los historiadores de hoy dia excepto los mds pedantes. En el caso de Casio Di6n Coceiano tenemos a uno con dos cognomina y sin Praenomefl conocido, lo que no es inusual para un griego. Algunos escritores, prefiriendo el estilo romano, le llaman Casio Di6n (nomen y cognomen). Otros, pensando que en griego el nomen viene detr6s del cognomen, se refieren a 6l como Di6n Casio. Para confundirnos m6s, hubo griegos que utilizaban el estilo romano para sus propios nombres, y romanos que preferian el estilo griego. Hasta donde puedo saber no hay un arg"umento convincente para elegir uno por encima de otro. Yo utilizo Di6n casio simplemente porque parece ser el nombre m6s comfnmente utilizado hoy en

dia.

212

NOTAS

INTRoDUCct6u' tuner.uclDlo o rnercr6Nl l. Adicionalmente podria considerarse el trabajo menos conocido y totalmente ficci6n de Thornton Wilder sobre los seis fltimos meses de la vida de C€sar: The

de Idcs of March (Nueva York: Harper & Brothers, 1948).

2. Unos buenos comentarios literarios sobre la obra de Shakespeare podemos

encontrarlos en vivian Thomas, Julius caesar (Nueva York: Twayne Publishers, te92).

3. Apiano, Las guerras ciuilesY.S. Alrededor del afio 4l a. de C', Antonio le escribi6 a Octavio contdndole que 6l ya habia intimado con Cleopatra nueve a6os antes, lo que supone dos afios antes de que c6sar pusiera los pies en Aleiandria; ver GranStetonio, Augusto, 69.2.Yer tambi6n Victor Thaddets, Julius caesar and. 'he deur that Was Rome (Londres: Brentano's, 1928),245. de los historiadores no dan fechas precisas para designar la 6poca Repriblica. Muchos deian suponer que fue un periodo desde poco des-

4.La mayoria de la

Oltima

pu6s de Sila hasta la muerte de c6sar, sobre los afros 75 al 44 a. de C. Para algunos el afio 133 a. de c. y los siguientes del Siglo II deberian considerarse parte de la

Repfblica Media.

l. t NA HISTORIA DE CABALLEROS: IMPERIO, CI-ASE Y PATRIARCADO' Benedetto Croce, History as thc Store of Liberty (Londres: George Allen y Unwin, l94l), 19; R.G. Collingwood,The Idea of History (Nueva York: Oxford University Press, I956, originalmente 1946), xii.

l.

213

2. Edward Gibbon, Memoirs of My Lzy' (Londres/Nueva york: penguin Books,

1984),65,75,96, 128. 3. Ver

mi History

as

My*ery (San Francisco: Ciry Lights, l99g),171_176.

4. Gibbon, Memoirs of My

Life,

5. Gibbon, Mcmoirs of My

Life,l73.

157

y

175.

6. Gibbon, The Decline anil Fall of the Roman Empirc, 7. Por eiemplo, Valerio

Miximo,

II,

33 y

Hechos y dichos mcmorables

III,

61.

ll.l.4-10 y II.3.l.

8. Salustio, La conspiraci1n de catilina,10.6. sobre el comportamiento corrupto del propio Salustio mientras desempefiaba el cargo de proc6nsul y gobernador de Africa Nova en el aito 46 a. de c., ver Di6n casio, Historia romana XLIII.g; y cicer6n, una declaraci6n cofltra saluaio, T. Algunos creen que cicer6n no es el autor de este riltimo escrito. 9. Salustio,

Histoias,libro

4.

I 0.

T 6cito, Agricola XXX-XXXL

ll.

Di6n casio, Histoia romana

xxx-xxxv

fragmento

cvII.

peter Burke

sefiala el sesgo de clase de Tdcito. Incapaz de escribir ra parabra 'cocinero" para describir a la rinica persona que no abandon6 al empcrador vitelo en sus riltimos

momentos, T6cito se refiere confusamente a "uno de los m6s humildes', entre los servidores del emperador: Burke, "People's History or Total Hisrory., en Raphael Samuel, ed., People's History and Socialist Theory (Lond,res: Routledge & Kegan Paul, l98t),4-5. 12.

fohn G. Pager, The oigins of Anti-semitism: Attirudes Tbutard Judaism in chistian Antiquity (Nueva york y oxford: oxford universiry press,

Pagan and 1983),266. I

3. ]uvenal, Sdtiras

YllI,

88-90.

14. foseph Schumpeter, "The Sociology of Impeialism,,, enTuto Assays by )oseph Schumpeter (Nueva York Meridian Books, I955), 51.

15. Cyril E. Robinson, History of the Roman Republic (Nueva york: Thomas Crowell, 1965),146. 214

y

la introducci6n de Willson Whitman a Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire,edici6n condensada (Nueva York: Wise & Co', 1943), ix-xi; y los comentarios exculpatorios del propio Gibbon sobre la controversia en 16. Ver

Memoirs of My

Life,16l'162.

17. Gibbon, The Declinc and Fall of the Roman Empirc, XV y XVI. Para una discusi6n detallada respecto al surgimiento de los primeros cristianos, ver mi Hritory

as

Mystery, capitulos 2 Y 3.

18. Gibbon, The Dcclinc and

Fall of the Roman Empire ,1,

19. Dos notables excepciones son 1962)

y el

Aspeas

simp6tico ensayo de

ofAntiquity,2"

lll.

|.PVD. Balsdon, Roman Women (Londres:

M.I. Finley, "The Silcnt

Women of Rome" en su

ed. (Nueva York: Penguin Books, 1977), 124-136.

20. Keith Hopkins, 'The Age of Roman Girls at Matiage", Population Studies, 18, 1965, t24-151. 2 1.

Finley, "The Silcnt Womcn of Rome" , 124-126.

22. Sarah B. Pomeroy, Goddcsses, Whores, Wiucs, and Slaues: Women in Classical

Antiquity (Nueva York: Schocken Books, 1975), 199-201 23. Pomeroy, Goddesses, Whores, Wiucs, and Salaes,201. 24. La desconsolada esposa de Pompeyo comParti6 voluntariamente con 6l su triste destino en Farsalia: Lucano, Le gueta ciuilYlIl.ST'108; y la mujer de Bruto, porcia, sufri6 en silencio las heridas que ella misma se infligi6 para probarse a si misma que pod(a ser la confidente de su marido: Plutarco, Bruto XIll.Yer tambi€n los ejemplos que ofrece Ticito, Analcs XV.7l.7 y )f,V[.34.2; y Plinio el ioven, Car' tasY1.24.

25. Otto lSefer, Sexual Lifc in Ancient Rome (Londres: Abbey Library, 1934)' 52-54. 26. Apiano, Las guenas ciuiles lY. 32-33.[-as esPosas de Marco Antonio y de cicer6n ten(an grandes posesiones. carcopino hace la afirmaci6n improbable de que durante los siglos primero y segundo d. de c. las mujeres romanas "disfrutaron de libertad e independencia al menos a igual, si no superior, nivel del que

2t5

reclaman hoy dia las feministas": |6r6me carcopino, Da;ly Life in Ancient Rome (New Haven: Yale University Press, 1940, 1968), 85. 27. Richard Barman, Womcn and Politics in Ancient Rorze (Nueva yorV Londres: Routledge, 1995); tambidn fudith Hallett, Fath*s and Daughters in Roman society: womcn and the Elite Family (Pinceton, N.].: princeton university press, 1984). Pomeroy es una de las pocas que tratan a las mujeres de las clases bajas tan bien como a las matronas romanas en sl Goddesscs, whores, wiues, and slaues,l50204. 28. Salustio, La conspiraci6n de Catilina,13.

Iii. Yl.

29. Horacio, Odas Y7. 30. ]uvenal, Sdtiras

31. Robinson, History of the Roman Rcpublic,426.

32, Kiefer, Serual Lifc in Ancient Rome,7-63; y pomeroy, Goddcsses, Whores, Wiues, and Slaues, 160.

33. Valerio Mdximo, Hechos y dichos mcmorablesW.3.l0-12. 34. Valerio Mdximo, Hechos y dichos mcmorablesW.6.2-3;

tasN.l9,

Ml,

VII.5.

plinio el ioven, Car-

35. J.PVD. Balsdon, 'Cicero the Man', en T.A. Dorey (ed,.), Cicero (Nueva York: Basic Books, 1965),205. 36. Cicer6n, Pro Flacco,

l,

5, 12 y

67 .

37. Theodore Mommsen, The History of Rome, una nueva edici6n de Dero A. H. Collins (Clinton, Mass.: Meridian Books, L95g), 49 y 32I .

Saunders y fohn

38. Para 6ste y otros e]'emplos desafortunados, ver Robinson, History Roman Rcpublic, 109, 177, 183,213, 219,288 y 301. 39. J.F.C. Fuller, Julius Caesar: Man, Soldier, and Tyrant (Nueva Press, 1965),20.

40. Carcopino, Daily Life in Ancient Rome, 102.

216

of the

york Da Capo

2. ESCI.AVOS, PROLETARIOS Y SEIIORES

1. Unos cuantos historiadores hacen estimaciones m6s altas. Hopkins sitria la poblaci6n esclava en un 35-40 por ciento de la poblaci6n total de Italia: Keith Hopkins, conquerors and slalcs (Nueva York y Cambridge: cambridge University

Press, 1980),9.

Keith R. Bradley, Slauery and Rcbcllion in the Roman World,l40 B.C'-70 B'C' (Bloomington e Indianipolis: Indiana University Press, 1989, 1998); Mommsen, 2.

The History of Rome,25-30 y 93.

3. Carcopino, Daily Life in Ancient Rome, 23-44; Lionel Casson , Eueryday Life

in Ancient Rorne, ed. rev. (Baltimore/Londres: fohns Hopkins university Press, lggS ll975l),37-38; Lewis Munford, The City in History (Nueva York: Harcourt, Brace & World, 1961), 221; y Anhur D. Kahn, The Education of Julius Caesar (Nueva York: Schocken Books, 1986),405. 4. fuvenal,

Sdtiraslll. l9L-196.

5. Cicer6n,u{

Atico,XI.L g y XIV ll-2.

6. El poeta Marcial dedica un par de sus epigramas a estos recipientes de olor apestoso llenos de oriaa Epigramas Y1.93, XII.48; ver tambi6n Thaddets, Julius Caesar and thc Grandeur that Was Rome,4; Carcopino, Daily Life in Ancient Rome, 42.

7. Casson, Eueryd.ay 8.

fuvenal,

Lifc in Ancient Rotne,19 y 25.

Sd.tiras 111.288-304

y Casson, Eueryday Life in Ancient Rorne,45-46'

9. Casson, Eueryday Life in Ancicnt Rome

,28.

Daily Life in Ancicnt Romc,202; Mumford, Thc City in Hiaory, 219; Ernst Mason, Tibeius (Nueva York: Ballantine Books, 1960),29' 10. Carcopino,

11. Carcopino,

Daily Life in Ancicnt Rome,66.

12. Mencionado en Mommsen,The History of Rome,543. 217

13. Para un estudio detallado, ver E. Badian, publicans and Sinncrs: piuate Enterpise in thc seraice of thc Roman Rcpublic (Ithaca, N.y: cornell University Press, 1972). 14. PA. Brunt, Social Conflicx in the Roman Repubtic (Nueva york: WW Nor_ ron, l97l),68-73.

H.H. Scullard, From the Gracchi ,o Nero: A History of Rome from I33B.C. A.D. (Londres: Merhuen, 1959, 1963), 182; Mumford, Thc City in History,

15.

to

68

219; Mommsen,Thc History of Romc,543-544;Br,,nt, Social Conflicx in the Rotnan

Rcpublic,34; |oseph Yog1, The Dccline of Rome (Nueva york: New American Library, 1965), 166. 16. Carcopino, 17

Daily Life in Ancient

. Firiey, Aspccts of

18. |uvenal, Sdtiras

Antiquity,

Rome

,32-33.

127 .

lII.l37 -147, 159.

19. Gibbon, The Decline and

Fall of the Roman Empirc

Il,3l.

20. Carcopino, Daily Life in Ancient Romc,56. 2l . K.R.Bradley, Slaucs and Maaers in the Roman Empire: A Study

in

Social Con-

rrol (Nueva York: oxford, 1987 U9841),19. sobre las formas en que ra ideologia conservadora, especialmente el anticomunismo, ha presentado la antigua esclavitud, ver M.I. Finley, ,{z cient Slauery and Modern Ideology (Londres: Chatto a Win-

dus, 1980),6lss. 22, Casson, Eueryday Life in Ancient

Rome,6l.

23. Casson, Eaeryday Life in Ancient Rome,64. 24. Kahn, The Education of Julius Cacsar,

lL9.

25. Bradley, Slaues and Maaers in thc Roman Empirc, 83, 107, I I

l

26. Cicer6n, Sobre las prouincias consulares, l0 y Finley, Ancient Slauery and Modcm Ideology,

177 -178,

n.99.

27.Llrcio Anneo Floro, Epitome de la histoia rotnana.III, 20.1. 28. Gibbon, Thc Decline and Fall of the Roman Empire 218

ll,3l-2.

29. Ronald Syme, Thc Roman Rettolution (Oxford y Nueva York: Oxford Unrversity Press, 1939, 1960), 446. 30. Columella, Res Rusticae, resumida y explicada de forma magnifica por Bradley, Slaaes and Masters in the Rornan Empire,2l'33. 31. Bradley, Slaues and Mastets in the Rontan Empire, 60 y 79.

32. S6neca, Sobre la piedad I.18. Sobre la terrible crueldad a la que tenfa que hacer frente un esclavo, ver el incidente que relata S6neca en Sobre la ira l[l.4D.i. 33. Mason, Tibeius,3T; tambi6n ver el incidente enTicito, Anales XlY,42-43, tratado en m6s detalle en el Capitulo ll.

Miximo; ver stt Hechos y

34. Asi era en todos los casos presentados por Valerio dichos memorables

Yl.i.5-7

.

35. En algunos casos a los esclavos huidos o criminales se les encerraba en una c5rcel especialmente cruel denominada ergastulum: Mason, Tibeius,37 ' 36.

M.I. Finley, Ancient

dus,1980),

Slattery and

l1l.

37. Cicer6n, A sus amigos V9.2, 38. Finley, Ancient 39.

Moden Iileology (Londres: Chatto g Win-

S laucry

Vl0.l, Vt 1.3, XIII.77.3.

and Modern ldeology, I I 4-

1

I 5.

Amiano Marcelino, Histoias XXVIII.4'16.

40. S6neca, EPistola 47.5-8. 41. Horacio, Sdtiras l.2.116-119. 42. Petronio, Satyicon, 75.11. 43. Marcial EPigramas 1.84. 44. Marcial, Epigramas Y1.39, ll.34, III.9 1,

w66, YI.7

7, Xl.7 0,

X[.58'

45. Marcial, Epigramas I.58 Y I.90. 46. Bradley, Slaues and Masters

in the Roman Empire ,ll5-l16 y Marcial, Epi'

gramas 1X.6. 47

. Finley, Ancient S laucry and Modern I dco log, 105. 219

48. Cicer6n, A

Atico 1.12.4.

Tiial by Fire, vol. 5 de A pcople's Hiaory of the Ciuil War and Rcconstraction (Nueva Yorly'Londres: Penguin, l9B2), 657. para ejemplos de 'ingratirud" de los esclavos, ver Burke Davis, Sherman's March (Nueva york: Vintage, 1988), 29,166, 183-184, 191,247; fames M. McPerson, The Negro,s Ciail War: How Ameican Blacfts Feh and Aaed Duing thc war for rhe [Jnion (Nueva york: Ballantine Books, l99l); |oseph r. Glatthaar, officers Forged in Battlc: The ciuil utar Alliance of Blacft Soldiers and White (Nteva York: Meridian lgg1). , 49. Page Smith,

50. Valerio

Miximo,

Hcchos y dichos memorablesW:8.1-Z; y Apiano, La guena

ciuil I/.43-44. 5l . Plinio el joven, Cartas

[ll.l4.

52.Finley,Ancicnt Slauery and Modcrn ldeology,T3-75,96; Bradley, in the Roman Empire,60.

Slaaes

and

Masters

53. Las notas de cat6n y cicer6n las refiere l(tefer, sexual Life in Ancient Rome, 88; ver tambi6n Plurarco, Cato the Elder, L3.

3.

l. Gibbon,

UNA REPOBLTCA PARA UNOS POCOS

The Declinc anil

Fall of the Roman Empire

IlI,

50.

2. Lucio Anneo Floro, Epitomc dc la histoia rornana 1.25-26. La f nica diferencia que quedaba era que los patricios no eran elegibles para obtener los dos consulados el mismo affo y no podian ocupar los cargos plebeyos de tribuno ni de edil.

Los ediles plebeyos, de los cuales habia dos funcionando al mismo riempo, eran magistrados que ayudaban a los tribunos de la plebe en sus deberes, incluyendo la defensa de los derechos de los plebeyos. funto con los dos ediles curiles (de origen patricio), los ediles plebeyos tambi6n eran responsables del cuidado de las calles de Roma, el suministro de agua, el drenaje y los bafios, el trdfico, los edificios pribricos, los juegos pfblicos y el suministro de grano. 3. Floro, Epitome de la histoia romana 4. Plutarco, Tibeio Graco 220

VIII.

1-3.

11.6.

5. Brunt, Social Conflicts in the Roman Republic,36. Ver tambidn C. Osborne Ward, The Ancient Loouly, vol. I (Chicago: Charles H. Kerr & Company, 1888), 246-247 y Max Weber, Thc Agrarian sociology of Ancient ciuilization (Londres: Humanities Press, 1976, publicado originalmente en 1891). 6. Apiano, Las guerras ciailes I.7 -8.

7. Robinson, Thc History of thc Roman Rcpublic, 139-l4l; Lily Ross Taylor, Party Politics in the Age of Caesar (Berkeley Calif.: University of California Press, y otras. 1949), 5; Hopkins, Conquerors and Slaues,

ll

8. Plinio,

Histoia natural 11.63.158-64,159.

9. Plinio,

Histoia natural11.68. 174-69,176.

Tiibal del Pueblo no tuvo sus competencias legislativas coma. de c. Adem6s estaba la Asamblea Plebeya (concilium plesiglo III pletas hasta el Dri), que era un tercer cuerpo legislativo. Durante los siglos V y IV a' de C' no tuvo estatus oficial dentro del estado romano, siendo simplemente un 6rgano asesor que expresaba la voluntad de la plebe. Las resoluciones de la Asamblea Plebeya Qtlebis' cita) erantenidas en cuenta y a veces aceptadas por los magistrados. Sin embargo, en287 a. de C., una ley (lex hofiensia) estipul6 que todas las resoluciones de la 10. La Asamblea

Asamblea Plebeya tenian que tener fuerza de ley, obligando a toda la poblaci6n. Sin embargo hemos sabido poco sobre esta Asamblea.

ll. Los pretores

eran los segundos en rango dentro de la magistratura despuds de los c6nsulesl tenian la responsabilidad de Ia administraci6n de iusticia. Los terceros en rango eraD los ediles, mencionados en la nota 2. Los siguientes en rango eran los cuestores, que tenian a su cargo sobre todo las finanzas y los asuntos del tesoro. 12. Taylor, Party Politics

in

the Age

of Caesat,5-6; Robinson, Hiaory of the

Roman Republic,44. 13. Robinson, History of the Roman Republic,206; MommseryThe History Rome, 22-23; Brtnr, Social Conflias in the Rotnan Republic, 50-51'

of

14. Mary Beard y Michael Crawford, Romc in the Late Republic; 'los elementos de la oligarquia eran en la pr,ctica mucho m,s fuertes", escribe G.E.M. de Ste. croix en su tratamiento de Roma, que est6 incluido en su importante obrai Thc 221

class struggle

in

the

Ancicnt Greeft world (Ithaca, N.y: cornell university press,

l98l),340. 15. Robinson, History of the Roman 16.

Republic,23.

Kahn, Thc Education of Julius Caesar, 140.

17. Michael Grant, Introducci6n a cicer6n on Gouemmeal (Londres: penguin , Books, 1993), 5fn. Para estimaciones similares, ver S.A. Handford, Introducci6n a Salustio, The Jugurthine War/Thc Conspiracy of Catiline (Middlesex, Inglaterra: Penguin Books, 1963), l7; Scullard, From rhe Gracchi to Ncro,6,y Thomas Africa, Rome of the Caesars (Nueva York: fohn Wiley & Sons, 1965), 22.

18. salustio, Epistolas a c6sarl.3. Ha habido controversias respecto a la autoria de las dos epistolas a c6sar, generalmenre atribuidas a salustio. Est6 muy discuti-

do, aunque sin llegar a ninguna conclusi6n, por el Reverendo watson; ver Salustio, Floro, y veleo Pat6rculo, traducido y comentado por |ohn selby watson (Nueva York: Harper ar Bros, 1872). 19. weber, The Agraian sociology of Ancient Eueryday Life in Ancicnt Rome,33.

ciuilization,2gl; tambi6n casson,

20. Cicer6n, Pro Scstio,97-98. 2l ' Asconio Pediano, exposici6n a su comentario sobre pro cortclio, en st orationum Ciceronis. 22. Brunt, Social Conflias in the Roman Republic, 140. 23. TAcito, Anales I.2. 24. San Agustin, La ciudad dc Dios

IIl.30.

25. Gibbon, The Decline and Fall of thc Roman Empire

l,

53.

]ohn Dickinson, Death of a Republic: politics and political rhought at Rome 59-44 B.C. (Nueva York: MacMillan, 1963),257-323; Michael Grant, History of Rorzc (Nueva York: charles Scribner's sons, 1978), 6g; Grant tambi€n describe la Repriblica como "€sta que fue una vez ponderosa instituci6n"; ver su nota introductoria a"In Defense of ritus Annius Milo" en cicer6n, selected polhical speeches 26.

(Londres: Penguin Books, 1989),217; Robinson,Hiaory ofthe Roman Rcpuilic,3l, 103, 203; Scullard, From the Gracchi to Nero,5, 8-9; ver el tratamiento general de 222

Andrew Lintott, The Constitution of the Roman Republic (Nueva York: Clarendon press, 1999). Como muchos otros, wilkinson se refiere de forma aprobatoria a los arist6cratas oponentes de C6sar como "los rePublicanos", sin clarificar el t6rmino' Anotaci6n de L.P Wilkin son en Letters to Cicero (Nueva York: \4{\M Nonon, 1968), 1

85.

este mismo pasaje Polibio sefiala que "el proceso por el cual las diferentes formas de gobierno se transforman naturalmente de

27. Polibio,

HistoiasY\.3-5. En

una en otra lo han tratado Plat6n y otros fil6sofos con el mayor detalle". Plat6n hizo mucho por la transici6n "natural" de una forma a otra' pero yo no creo que favoreciera una constituci6n mixta tal y como hoy entendemos el t€rmino: ver Pla545-587 y otras. Plat6n era un arist6crata que atacaba r6n, La Repilblica incansablemente la democracia ateniense, defendiendo un gobierno de los que

wll.

poseian "experiencia" y "excelencia'. 28. Cicer6n, De Re Publicas 1.54. 29.Para una de las primeras manifestaciones sobre una constituci6n mixta, ver polibio, HiaoiasYl.3-4; tambi6n Arist6teles, Politica fv 6 y otras. Sobre la estrucrura de la Constituci6n de los Estados Unidos, ler mi Detnoc'racy for a Fcut,7^ ed' (Belmont, Calif.: Wadsworrh,2OO2), capitulo 4. Yo he tratado sobre la democracia limitada y a veces letal del sistema centralista de la Rusia capitalista; ver mis Dirry Truths (San Francisco: City Lights Books, 1996), 133-140 y Blacftshirts and Reds: Racional Fascism and the oucrthrout of communism (san Francisco: city Lights Books,1997),87-96. 30. Mommsen,The History of Rome,489-490.

4. *DEMAGOGOS"

l.

I

ESCUADRONES DE I.A MUERTE

Cicer6n, Pro Sestio XLVI. 99-100.

2. Brunt, Social Conflicx in thc Rornan Republic,l2T; ver tambien Saunders y Collins en su introducci6n a Mommsen,The History of Rome,9;Scullard,From the Gracchi to Nero,7-8 y Handford, Introduaion to Sallust, Thc lugurthine War/The Conspiracy of Catline, 16'17. 223

.;.s .;.:-

j"

1

3. Apiano, Las gaertas ciuiles

1.9-10.

4. Plutarco, Tibeio Graco

IX. l-3.

5. Plutarco, Tibcrio Graco

IX. 4-5.

6. Plutarco, Tibeio Graco

lI,2 y XX.l-2.

7.

Di6t

Casio,

Histoia rotnana

XXI!

fragmento 83. l-3.

8. Estas acotaciones son respectivamente de la introducci6n de Handford a Salustio, The Jugurthine War/The Conspiraqt of Catilinc,20; Granr, History of Romc, 170; Syme, The Roman Reuolution,60; Scullard, From thc Gracchi to Nero,27-2g. 9. Incluso cyril Robinson garantiza este punro. yer su History of the Roman Rcpublic,240. 10.

Apiano, Las guerras ciuiles

ll. Plutarco, Tibeio

Graco

l. ll,-13;

Plutarco, Tibeio Graco XV l_3.

XVL I-2.

12. Mommsen, The History of Rotne,50 yHatdford,Intoduaion ro sailust,The Jugurthine War/The Conspiracy of Catiline, 21.

la introducci6n de Handford a sarustio, The Jugurthine Catilinc,2l y Scullard, From rhe Gracchi to Ncro,2g y 30.

13. Acotaciones de War/The Conspiracy of

14. Plutarco, Tiberio Graco 15. Mommsen, The 16. Plutarco,

XIII. l-3, XV y XIX.

Hiaory of Rome,48.

Tibeio Graco XXI. 2-3.

17. Lucio Aneo Floro, Epitorne dc la 18.

Lintott,

Violence

histoia rornana III.l2.g-9 y III.l4.

in Republican Rome,lB2.

19. Robinson, History of the Roman

Republic,23g,24l.

20. Scullard, From the Gracchi to Nero,30. 2 1.

Plutarco, Tibeio Graco

XX.l y XXI.I

22. Cornelio Nepote, Fragmentos 1.2. 23. Salustio, Epiaolas a Cisar 1.7. 224

1.

.

24. Plutarco, Gayo Graco

VI.3-4.

25. Plutarco, Gayo Graco

XVII; Apiano,

26. Cicer6n, 27.

Sobre el Eaado (III) 4l y

sus Contra

Catilina 1.4 y Pro Milo 14 y 68'

Di6n Casio, Histoia rornana XXV Fragmento 84.

28. Floro, Epitome dc la histoia rom*fla 29. Valerio

IX.

Las guenas ciuiles 1.26.

4.3 y

Miximo, Hcchos y

III.12' 8-9 y III.l4.

dichos tnemorables

ll[.2.l7,IU.7.l-2,Y'3'

2e-2f,

VII.2.6b.

30. Veleo Pat6rculo, Compcndio de la

histoia dc Roma

11.3,6.

31. San Agustin, La ciudad de Dios 11.22. 32. Scullard, From the Gracchi to Nero,38. 33. Christian Meier, Caesar (Nueva York: Basic Books' 1982), 38. 34. Kiefer, Sexual Life in Ancient Rome ,26. 35. Brunt, Social Conflias in the Roman Rcpublic,9O. Para un breve tratamiento de las ocasiones en las que se utiliz6 el scnatus consultum uhimum, ver fane F. Gardner, 'Appendix ll: The Ultimate Dec-ree" en C6sar, The Ciail War (Lnndres: Penguin Books, 1967), 312'316.

36. Brunt sefiala que los pequeffos propietarios eran vulnerables ante la violencia los m6s grandes: Social Conflicts ia the Roman Republic, 116; igual hace Mommsen, The History of Romc,9l. 37. Brunt, Social Conflicu in the Roman Rcpublic,9l-92. 38, Incluso un conservador como Meier muestra que los asesinatos "ten(an claramente la aprobaci6n de los senadores principales", Caesar, 159.

39. Apiano, Las gucrras ciuiles 1.34-36; Floro, Epitome dc la histoia romana III.17 y Veleo Pat6rculo, Compendio de la hiaoia de Roma 11.13. 40. Veleo Pat6rculo, Compendio dc la

histoia de Roma ll.L3.

41. De los antiguos ver Por eiemplo Valerio Miximo, Hcchos y dichos memora' bles Yl.3 y Veleo Pat6rculo, Compendio de la histoia de Rotna ll-23.1c. Algunos ejemplos modernos son: Robinson , History of the Roman Republic, 278 y 280,lohn 225

Hazel, Who's Who in the Roman World (Londres y Nueva york: Routledge, 2001), 271 y Erich Gruen, The Last Generation of the Roman Repubric (Berkeley: University of california Press, 1974),12. Meier resta importancia al asesinato de Druso, dici6ndonos que "la atm6sfera recalentada le cost6 la vida a Druso": caesar,49. 42. Ver T.F. Carney,

A Biography of Gaius Mariur (Chicago: Argonaut, 1970).

43. Sobre los caballeros que apoyaban a cinna, ver Asconio pediano, In toga candida. 44. Kahn, The Education of Julius Caesar,44; Apiano, Las guenas ciailes 1,64 y Mommsen, The History of Rome ,155. 45. Floro, Epitome de la

personas s6lo en la

hisroia romana III.2, asegura que Sila masacr6 a 4.000

villa Publica. salustio,

Letrer to caesar 1r.4, se refiere a la masa-

crel Lucano, La guera ciuil rl.l39-222, da cuenta de la sangrienta maranza perpetrada por Sila; Grant, History of Rome,l87, dice que perdieron la vida s6lo cua-

renta senadores, pero un total de 10.000 personas durante las proscripciones de Sila.

46.Yerla narraci6n de Di6n casio sobre el r6gimen de terror salvaje de sila: Histoia romana XXX-XXXV Fragmenro CVI-3. 47. Mommsen,The Hiaory of

Rome,l98.

48. Matthias Gelzer, Caesar: Politician and Sratcsman (Cambridge, Mass.: Har_ vard University Press, 1968), 27-28; Robinso n, History of the Roman Republic,2gg-

303; Grant, History of Rome, 188-189; Frller, Julius Caesar: Man, Soldier and Tyrant,35. 49. Kahn, The Education of Julius Caesar,94. Escribiendo en el siglo I d. de C., veleo Patdrculo nos dice que "en Sila se reunia el modelo mejor y mis juicioso". Yer

st

Compendio de la histoia de Roma 1I.25.

50. De un fragmento del libro 51. Plutarco,

Sertoio XXII.l.

52. Cicer6n, A AticoXl.2l.3. 226

III

de las Histoias de Salustio.

53. Scullard, From thc Gracchi to Nero, 83-84; Mommsen, The History of Rome, 157,194; Meier, Caesar,79-80; Arthur Keaveney, Sulla: The l,aa Republican (Londres: Croom 54.

Helm,

1982).

Kahn, The Education of /ulius Caesar, ll9'720.

55. Asconio Pediano, comentario sobre Pro

Milo (de s't oratoium ciceronis).

histoia de Roma,li.45. Ver tambi6n Kahn, Social Conflic* in the Roman Rcpublic, Bntnt, The Education of Julius Caesar,295 ester entre los pocos historiadores que (por Brunt raz6n) y alguna Kahn 134-135. no tienen ni una palabra despectiva hacia clodio. El uso de los presagios para bloquear la acci6n popular esti desarrollado en el Capitulo 6. 56. Veleo Patdrculo, Compenilio dc la

57. Cicer6n, A Atico 1Y.3.2.

58. Plutarco, Pompeyo XLVI.4, Cat6n el jouen XIX.3 y Marco Antonio ll'4;. Asconio Pediano, comentario sobre 1z Pisonem de su Orationum Ciceronis y Veleo Pat6rculo, Compendio de la histoia de Roma 11.47. 3-45g.Paradsta y otras citas, ver Mommsen, The History of Rome,320, 329; Fuller, RepuJulius Cacsar: Man, Soldier and Tyrant,66; Robinson, History of thc Roman Dickiny 224fn; ofCicero,2l5 blic,3l7 y 361; Grant en Selected Political Spccches son, Death of a Rcpublic,328-329; D'R- Shackleton Bailey, comentarios en Cicero's Letters to His Friends, vol. 2 (Harmondsworth, Middlesex y Nueva York: Penguin, 1978), Meier, Caesar, 69. 60. Gelzer, Caesar: Politician and Staresman,g6;Lintott,Violence in Republican Rome,82 y 196. 61. Cicer6n, A

Atico 1.13.3 y I.16.9.

62. Kahn, Thc Education of Julius Caesar,280. 63. Apiano, Las gueras ciuiks

ll.2l-22.

64. Cicer6n, Pro Milo,4,13 y otras. 65.

Cicer6t, A Atico N.3.5.

66. Apiano, Las guerras ciailes

ll.2l.

67. Asconio, comentario sobre Pro

Milo. 227

68' Asconio presenta el testimonio de Metelo Escipi6n y de Emilio Filem6n, despu6s deja de lado el asunto: comentario sobre pro 69. Cicer6n, Pro 70.

Milo.

Milo, 53-54.

Kahn, Thc Education of Jutius Caesar,286.

7I. Mommsen,The History of Rornc,l42.

5.t-acAzLDE l.

BRUIAS DE CICER6N

Syme, Thc Roman Reuolution,4.

2. Citas recogidas de Dickinson, Death of a Republic,257-323; Granr, en Cice-

r6n, On Goternment, primera p5gina; Robinson, History of the Rornan Republic, 342, 434; Scullard, From the Gracchi to Ncro, 164-165. 3. Arthur D. Kahn, "No habia una superestrucrura en la Roma antigua,,, Monthly Reuieu, febrero 1990,37. Theodore Mommsen y wilhelm Drumann estdn entre los pocos historiadores prominentes que no comparten la adulaci6n a cicer6n. Y el escritor Iain Boal me informa que los profesores y estudiantes de su 6poca consideraban a Cicer6n como un "charlat6n pomposo,,. 4. Citado de Kahn,

"iNo habia una superestructura en la Roma anrigta?.,37.

5. Plutarco, Cicer6n YI.2. 6. Plutarco, Cicen5aYll.2. 7.

A Atico 11.16.2.

8.

citado de la introducci6n de Grant a cicer6n, seleaed poritical Specches,14.

9.

A Atico W.|.7, ItI1.37.2., XlI.t 4.4.

10.

A Atico l\1.5.2-3.

11.

Di6n Casio, Histoia romand XXXVIII.I2.

12. Cicer6n, 13.

228

Pimerafilfpica contra Marco Antonio,20.

Di6n, Histoia rornarra XXXVI.42.

1

4. Cicer6n, Leyes l[l.34 -35.

15. A

Atico

VIII.3; y Cicer6n,

I. I 6 y

16.

A Atico 1.19,4.

17.

A Atico

18.

A Atico f!.5.1.

Para Flacas, 15-18 y A sus amigos

YII'I'

11.6.

19. Salustio,

La conspiraci6n dc Catilina,20.12-23.3.

20. Salustio, La conspiraci6n de Catilina, 18.8. 21. Asconio informa que Craso y C6sar aPoyaron a Catilina, pero Crawford mantiene que no hay evidencias de que lo hicieran en ningdn momento. ver la discusi6n en |ane W Crawford, M. Tfullits Cicero, The Fragmentary Spcechcs, An Edition uith Commentary (Atlante, Georgia: Scholars Press, 1994).

22.Taylor, Party Politics in the Age ofCacsar,3. 23. Salustio, La guerrajugurtina, 63-6-7. 24. Quinto Cicer6n, Libro sobre elecciones,225. Kahn, The Education of Julius Caesar, 135. 26. Di6n, H istoia romana 27

. Di6n,

XXXVII'29.

Histoia rotnana XXXVII.25.

28. Salustio, La conspiraci1n dc Catilina,33.l. 29. Kahn, Thc Education of lulius Caesar,l5T-158. 30. Kahn, The Education of Julius Caesar, 158. 31. Di6n,

Hisroia

rornarra

XXXVII.29,32'

32. Cicer6n, Contra Catilina I.1-4, I.l l, l.l5,I.3l-32, fV2 y otras. 33. Cicer6n, Contra 34. Cicer6n, Pro 35. Contra

Catilinal.l5.

Milo, 19.

Catilina I.4, I.ii.1-4 y Pro Milo' 13-20. 229

36. cicer6n, contra catilina IL3. Incluso Di6n, que defiende sin la menor critica las declaraciones mds salvajes de cicer6n, observa que el senado no estaba convencido de actuar contra catalina porque sospechaba que aquel habia presentado acusaciones falsas;

Di6n Casio, Histoia romana XXXVII.

29.

37. Salustio, La conspiraci6n dc

catilina,35.r-5. Di6n dice que er senado vot6 para que catilina dejara la ciudad. Pero no esti claro por qu€ tenian que enviar fuera de Italia a una persona sospechosa de organizar una revoluci6n en toda ltalia: Histoia romana XXXVIL 33. 38. Que catalina paniera inicialmente sin ninguna idea de organizar una oposici6n en Italia esti bien argumentado por R. seager, "Iusta catilinac", Histoia 22

(t973),240-248. 39. Salustio, La conspiraci6n de Catilina, 36.1. 40. Cicer6n, Contra Catilina 41.

lI.7-8.

ILH. Waters, "Cicero, Salastio and Catiline',, Hiaoia lg (lgZO),202_203.

42, cicer6n, contra catilina

II.l9 y III.vi. cicer6n se colma a si mismo de alacatalina; ver st conrra catilina II.l9, III.l4-15,

banzas a trav6s de sus ataques a IV18 y otras.

43. Salustio, La conspiraci6n de Catilina, 42.2. 44. Salustio, La conspiracidn de

Catilina,4j.l,

45. Cuatro de los sospechosos, L6ntulo, C6tego, Estatilio y Gabino, respondie_ ron a los llamamientos de cicer6n. un quinto, cepario, se enter6 de los arrestos y

huy6, pero fue aprehendido mis tarde; ver salustio, La conspiraci6n de catilina, 45.1-48.1.

46. Kahn, The Education of Julius Cacsar, 16Z.

47. Cicer6n, Contra Catilina IIL I I -12. 48. Cicer6n, Contra Catilina

lII.l0.

49. Cicer6n, Contra Catilina

III.I t-12.

50.

230

Kahn, The Education of Julius Caesar, 169,172.

51. Salustio, La conspiraci6n dc Catilina, 48.1-49.3.

En un juicio por extorsi6n en fechas anteriores de ese mismo afro, Pis6n denunciado por c6sar por eiecutar injustamente a un hombre en el sido habia norte de Italia. Defendido por Cicer6n, Pis6n fue absuelto. Al ultraconservador 52.

CStulo no le gustaba C6sar por sus tendencias populistas y por haberle derrotado en las eleccion es a ?o?rtifcx maximus en el affo 64, un cargo Prestigioso que hubiera coronado la larga y distinguida carrera de

Citulo.

53. Salustio, La conspiraci6n dc Catilina,49.3'4. 54. Plutarco, Cat6n

el

jouen XXII.I-3.

55. Plutarco, Cat6n cl jouen

XXIII.I-2.

56. Plutarco, Bruto Y.2-3 y Plutarco, Cat6n el jouen

XXM

-2.

57. Veleo Pat6rculo, Compendio de la histoia tomana 11.35.

58. Salustio, La conspiraciin ile Catilina, 15.6. 59. Salustio, [Jna declamaci6n contra Cicer6n,2. Si la acusaci6n era falsa, con-

tinua el escritor, entonces cicer6n podia demostrarlo ensefiando la propiedad que habia heredado de su padre y con qu6 recursos habia sido capaz de adquirir la casa y las villas. 60. Cicer6n, z{ sus amigos I.9.13'16; VI.1, V2.8 y V6.2. 61. Cicer6n,,4 sus amigosY.7.2-3 yY.12.6. 62. Veleo Pat6rculo, Compendio de la historia de Roma

X\{II.1-2,4; XXII.5

y Plutarco, Cat6n el joaen

II.34; Plutarco, Cicer4n

XXII.l-3; fuvenal, SdtirasYlll'237'

242;L[rcano, La guerra ciuil11.550-552. Di6n e scribe que catilina reunia las caracteristicas mis bajas, 6vido de cancelar las deudas y de redistribuir la tierra. Y en una preparaci6n para la revoluci6n catilina'sacrific6 a un muchacho" y prob6 sus tripas mientras hacia un juramento impio sobre las entrafias del chico: Histoia romaza XXXVII.30,34. 63. Citas de Gardner en Caesa4 The Ciuil War, ap€ndice

II,

314; Duane A'

March,'Cicero and the 'Gang of Fiuc"', The Classical World,vol' 82, n"4,1989,234;

Frank O. Copley, introducci6n a Cicer6n, On Old Age and On Ficndship (Antt Arbor: university of Michigan Press, 1967), x-xi; copley acepta la existencia de una 231

conspiraci6n pero seffala que "la naturaleza exacta, extensi6n e importancia de la conspiraci6n han sido oscurecidas por el propio cicer6n"; Handford, introducci6n a Salustio, The conspiraq of catiline, 170; Brunt, social conJtias in the Roman Republic, 13 l; y Scullard , From the Gracchi to Nero, ll4-115. 64. Contra

Catilina II.1 l-13.

65. Cicer6n, Contra

Catilina

11.4,2.

66. Cicer6n, Contra Catilina

ll.l2.

67.

Kahn, Thc Education of Julius Cacsar,160.

68. Salustio, La conspiraci6n de Catilina,28.l; plutarco, Cicer6n, l6.l; Apiano, Las guerras ciuiles rl.3; cicer6n, catilina r.9. En pro sulla, 52, ciccr6n nombra veladamente a cornelio; ver la excelente exposici6n de waters, "cicero, sallust and

Catilinc",202-203. 69. Salustio, La conspiraci6n de Catilina, Z4.4 y 22.1. 70. Waters, *Cicero, Sallua and Catilinc,',204-205. 71. Cicer6n, Contra Catilina

III.viii.lT-18 y 22-23.

72. Salustio, La conspiraci6n dc Catilina, 31.3. 73. Salustio, La conspiracifln de

74.Di6n, Histoia romana

Catilina,37.l-2.

xxxvll.38 y XXXVII.42 y cicer6n

a

Metelo celer,

A sus amigosY2.

6.

l.

EL ROSTRO DE CESAR

Por ejemplo Plurarco, Cisar 1.2-3.

2. Suetonio,/zlio cisar

l.

Plutarco sefiala un comentario similar de sila: c6sar

t.2-3. 3. Durante este periodo c€sar actu6 sin 6xito como acusador en dos casos de corrupci6n oficial. uno de ellos esti mencionado en: Asconio Mediano, comenta-

rio sobre Pro Scauaro II.45 en su Orarionum Ciceronis. 232

4. Veleo Pat6rculo, Compendio dc la

histoia de Roma

11.42'

5. Cicer6n, Bruto,238. 6. Salustio, libro de

Hktoias,

3-

7. Cicer6t, A Atico 1.4.2. 8. Plutarco, Cicerdn 9. Plutarco, Cisar

lX.

Yl.l-4.

10. Plutarco, c6sarYll.l-3.Vcleo seffala que uno de los dos senadores a los que c€sar derrot6, Quinto c6tulo, era "considerado por todos como el primer hombre del Senado": Veleo Pat6rcul o, Compcndio de la hktoria de Roma ll'43'

discusi6n sobre 1 l. ver Kahn, The Education of Julius caesar,l3S-143, para una el programa de la tierra y el papel de Cicer6n en rechazarlo' 12.

Kahn, The Education of Julius Caesar, 14l; tambien Cicer6n, Conffa Rullum

I,UJII. 13. Plutarco, PomPeyo 14. Cicer6r.,A

15. Di6n,

Atico

VIII'l-4.

11.9.2.

Histoia rornana XXXVIII'I y 4; Veleo Pat€rculo, Compendio

d'e

la

histoia romana 11.45.3'4. 16. Cicer6n,,4

Atico

11.16.2.

17. En el aflo 56 a. de C., Pompeyo declar6 que habia oido truenos y utiliz6 esta excusa para disolver la Asamblea. Plutarco denuncia su maniobra como un hecho

vergonzoso: Cat6n

cl

joaen XLII.3-4.

18. Cicer6n, Leyes 19. Polibio,

lll.27; Pro Seaio XLVI.98.

Histoias Y1.56.

20. Gibbon, The Decline and Fall of thc Roman

Empire,ll,22'

21. Robinson, History of the Roman Rcpublic'226.

22.Di6n, Hiaoia romana XXXUII.4. 233

23, Para un estudio sobre la de streza militar de c6sar y sus conquistas, ver Theodore Ayrault Dodge, Caesar (Nueva York: Da Capo, 1997).

24.Lrcio Anneo Floro, Epitome de la historia romarrd III.Il.10. 25. Marco Anneo Lucano (Lucano), I-a guerra

26. Di6n,

ciuil I.125-126.

Histoia rotnana XXXIX.25.

27. Plurarco, Pompcyo LVIII.2-3. 28. C6sar, La guerra ciuil 1,5.5. 29. C6.sar, La gucrra ciail 1.7-13.

30.A Atico VIL8. Pero un mes mis tarde Cicer6n informa que pompeyo no estaba contento con las fuerzas de que disponia: A

i,ticoyll.l4.l.

31. Suetonio,rlzlio C€sar 30.2.

LlX.l.

32. Plutarco, Pompeyo

33. Marco Anneo Lucano, La guer.ra ciuil 11.439-440.

34. C€sar a Opio y Cornelio, z{ ti,tico IX.7C. 35. Balbo a Cicer6n, A

ltico IX.7B.|.

YlLl l.t y Yll.l2.2. A Atico IX.llA y 12, Xllr.5t.2 y XtIl.27

36. Cicer6n, A Atico 37

. Cicer6n,

38.

39. Plutarco, Pompeyo

LXXVII.4 y LXXX.5.

7. TODOS LE AMASTEIS

l.

.1.

Di6n Casio, Hiaoia romana XLI.36.

UNAVEZ

Salustio, La conspiraci6n de Catitina, 53.5.

2. El comentario est6 atribuido a cat6n: suetonio, Julio c6sar 53; el mismo cat6n que llam6 a c6sar injustamente "borracho" durante el debate del affo 63; ver capitulo 5. 234

3. Para uno de los mejores tratamientos sobre C6sar como escritor, ver FE' Adcock, cacsar as Man of Letters (Londres/Nueva York: cambridge university Press, 1956), 6-18, 63-108. 4. Cicer6n, Bruto, 176-178,260-263; Suetonio, Julio Cisar 55-57 ' 5. Suetonio,/alio C6sar 54.1-3. 6. Veleo estima que c6sar mat6 a unas 400.000 personas y tom6 prisioneros a otro gran nfmero durante sus campaflas en la Galia. Vehementemente hostil hacia C€sar, Veleo es posible que inflara el nrimero; sin embargo, debi6 ser un nfmero de vfctimas terrible. 7.

|ulio

C€sar, Commtaios a la guerra dc las Galias Y11.29.

8. C6sar da cuenta detallada de su campaffa contra Vercingetorix en su Guerra de las Galias

VII.4-90.

9. Lucano, La guerra ciailY.273-276.

Suetonio,/zlio Cisar 27.1. A-6os antes' en el 82, Sila le ofreci6, y Pompeyo acept6, a su hiiastra en matrimonio, aunque ella vivia con su marido y estaba 10.

y aunque el propio Pompeyo tenia que divorciarse de la esposa que tenia: Plutarco, Pompeyo lX.2'3. embarazada de

61,

11. C6tulo, Poemas XXIX. C6rulo describe a Mamurra como una persona corrupta y agotada por su excesivo desenfreno sex:'tal: Poemas LYIL 12. Marcial, Epigramas 1.4. 13.

Suetonio,/zlio Cisar 50-52.

14.

Di6n Casio, Histoia rolnarra XLIII.43.20.

15. Citado en Suetonio,./zlio Cisar 49.1-3' r2.2. 16. Polibio, 17.

El surgimiento ilcl imperio rornano VL37 .2.

Anthony corbeill, controlling Laughter: Political Humor in the Late Roman

Republic (Princeton, N.|.: Princeton University Press, 1996), 147-173 y otras; tambi6n Eva cantarella, Biseruality in the Ancient world (New Haven y Londres: Yale University Press, 1992). 23'5

18. Cicer6n, Contra

Catilina I.12,11.22-23.

19. Suetonio, /z lio cisar 22.2. La Hiaoria 1.184.

A

semiramis la

de

scribe brevemente Herodoto,

20. |uvenal, Sdtiras ll.106-107 y otras. 21.

Ftller, Julius Caesar: Man, Soldier and Tyrant,50.

22. Mommsen,The History of Rorne,49!,-508. 23. C€sar, La guena ciail 1.22 y I.32.

24. Alfred Drggan, Julius Caesar (Londres: Faber & Faber, 1955), 157; Kahn, The Education of Julius Caesar, 405. 25. zwiYavetz, Julius cacsar and his public Imagc (Londres: Thames and

Hud-

son, 1983), 136-137, 212. 26. Cicer6n, Pro Seaio

XLVII.l0l

y

A sus amigosW.L.3.

27-Plutarco,cat6n el jouen rvl y IX.3-5; tambiin plutarco, cicer6n xxIII.23; Di6n Casio, Histoia rornafla XXXVI[.22,5Z; Valerio Miximo, Hechos y dichos mcmorables

II.l0.7-8; veleo Pat6rculo, compendio de la histoia rornarra rl.35.l).

Salustio, La conspiraci6n de Catilina,53.5. 28. Michael Grant (ed.), sclcaed Political specches of cicero (Londres: penguin Books, 1989), 127; Syme, The Roman Rcaolution,2l; Brunt, Social Con/lias in thc

Roman fupublic, 132. Albert Dragstedt explica la hostilidad de cat6n hacia las causas populares como algo que se debia a su erudici6n superior: "cat6n defendia los intereses del pueblo, incluso en contra del propio puebro": Albert Dragstedt,"politcuma dc Cat6n",Joumal of Classical Studies, n" 3, 1969,69. 29. Mommsen, The History of Rome, 314,265-266, 289, 320,474. Marco porcio

cat6n no debe ser confundido con su bisabuelo, que se lamaba de forma id6ntica y fue conocido como cat6n elviejo (243-149 a. de c.); ver plutarco, cat6n el uiejo, y Livio, Histoia dc Roma XXXIX.4O. 30. Las palabras que se citan son de Suetonio,Julio C€sar 79.l,pero expresan totalmente el punto de vista de Cat6n. 236

3l.Cicer6n,,4 susamigosXV6.l;,4 i{ticoYIl.2.7 yladiscusi6n enTaylor,Party Politics in the Age of Cacsar,769. 32. Cicer6n, A Atico

TY.l 5.7 ;

Plutarco,

33. Asconio, comentario sobre Pro

34. Plutarco, Cat6n

j o u cn XLIV4.

Milo.

joaen XLVII.l

el

C at6n e I

.

35. Plutarco, Cat6n el joacn LX.2. Cat6n permiti6 que si los poseedores de esclavos los cedfan voluntariamente,6stos podian ser alistados en la milicia. 36. Cicer6ryA sus amigos XV4.12; Asconio, comentario sobre Pro

Milo'

37. Dragstedt, "Politcuma de Cat6n",72. 38. Hazle, Who's Who in the Roman World,60. 39. Seg6n inform6 Plutarco en su por orra parte adulatoria biografia, cat6n cl jouenYl.l-2. Plinio el joven tambi6n escribe que Cat6n era conocido por estar bebido piblicamente en varias ocasiones: Cartas

ll[.l2.

40. Di6n Casio, Histoia romarra XXXVII.22; Plutarco, Cat6n cl jouen

xxxll.l.

41. Plutarcq Cat6n

el

joucn XXU.I-2.

42. El comentario de c6sar es de su c onfia cat6n,

qldte se

ha perdido para nosotros

pero que esti mencionada por Plutarco, Cat6n el jouen XXV1-5 y LII'2-3' Como gran admirador de Cat6n, Plutarco no acePta la acusaci6n de C6sar de que Cat6n era culpable de hacer arreglos para su beneficio material. sin embargo se echa un poco atris: "Aunque si qluizi en otros asPectos el matrimonio era impropio y un tema para investigar'. 43. Thylor, Party 44. Julio

Poliics in the Age ofCaesar,167-168.

Cisar, acto

45. Cicer6n, A Atico

I!

escena 3.

Yl y VII.2l.

46. Ambos ejemplos son de Plutarco, Bruto

ll.3-4.

237

8.LOS POPUI-ARIS

l. Apiano,

Las guenas ciuiles (Londres: Penguin Books, 1996),

II.ll.

2. Plutarco, Cat6n el jouen XXXIII.I. De acuerdo con Robinson el plan de reforma de la tierra de c6sar excedia al que presentaron los Graco: History of the Roman Rcpublic, 343. otros como Yavetz vieron las propuestas de c6sar como temporales e improvisadas comparadas con el programa de Gayo Graco: Julius caesar and his Public Image,2ll-l2l y otras.

lio

3. Suetonio,

/zr

4. Plutarco,

C 6sar

Cdsar 56; Scullard, From thc Gracchi

to Ncro, l4g-149.

LYlIl.4 -5.

5. Apiano, Las guerras ciuilcs 11,48

y 101; ver tambidn Suetonio, Julio C6sar

40_

44. 6. Suetoniq /z

lio Cisar

42.

7. suetonio,/zlio cisar 40-44;w warde Fowler, Julius caesar and the Foundation of thc Impcial System (Nueva York G.p putnam,s Sons, lg99), 344-345;lames Anthony Froude, Caesar (Nueva York: Charles Scribner's Sons, l90g), 49};yaverz, Julius caesar and his Public Image, 1,50-154; Gelzer, caesar: politician and sratcsman,246. 8. Di6n casio dice que la lista del subsidio creci6 de forma desproporcionada "por m6todos no legales": Histoia romarra XLIII.2l. 9. suetonio,/rzlio c€sar 42.Para una discusi6n sobre el manejo de las deudas de c€sar, ver Fletcher Pratt, Hail cacsar! (Londres: williams or Norgate, l93g), 295; Fraude, Caesar, 488; Fowler, Julius Caesar, 342. 10. Mommsen, The History of Romc,554. 11. Grant, History of Rome

,233-23j.

12. Salustio, Ca*a a Cdsar 11.5. 13. Mommsen, Thc History of Rome,555-557.

238

14. Di6n, Histoia rornana, XXXVII.I7; tambi6n Casson, Eueryday Life m Ancicnt Romc, 139. 15. Kahn, The Education of Julius Caesar,370-37 gins of Anti-Semitism, 98.

t,

381 y 408; Gager, The

Oi'

16. Suetonio, /tz lio CCsar 26, 42, 44; Carcopino, Daily Life in Ancient Rome , 193' 17.

Plutarco, C6sarXLLX.6; Di6n Casio, Fftsroia romana XLII.38; Gelzer,Cae' G€rardffilter, Cacsar a Biography (Nueva York:

sar: Politician and Statcstnan,24S;

Charles Scribner's Sons, 1952), 426. 18.

Lucio Anneo Floro, Epitome dc la hktoia rornana 1V.2.59.

19. Lucano, La gnena

ciuil X.488-505.

20. C6sar, La guerra ciail

lll.lll.6-112.8.

21. Luciano Canfora, The Vanished Library (Berkeley: University of California Press, 1987), 81-82. 22. Suetonio, Claudio, 42.5. 23. Gibbon, The Declinc and Fall of the Roman Empire I1,25 n.9. 24. Canfora, The Vanishcd Library, 192. Para un tratamiento completo sobre la guerra de la cristiandad contra la literatura y el saber paganos, ver mi History as Miaery (San Francisco: City Lights Books, 1999), 45-47,95-103. Traducida al castellano por Editorial Hiru (La histoia como misteio),2003. 25. Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire

XXVIII'

891.

26. Canfora, The Vanishcd Library,83'99 y otras. 27. Citado en Thomas Cahill, Hout the lish Saacd Ciailizatzoa (Nueva York: Doubleday, 1995), l8l-182. Cahill evita mencionar que fueron los cristianos quienes convirtieron las bibliotecas en tumbas y declararon sistem6ticamente la guerra al saber clSsico, En vez de eso culpa repetidamente a los b6rbaros de la destrucci6n de las bibliotecas, sin ofrecer ni una sola prueba que apoye esa afirmaci6n err6neal ver mi History as Mistcry,99-I01. (Tiaducida al castellano por Editorial Hir]u -La

histoia como miaerio-, 2003.) 28. J.W Thompson, The Meilieual Library (Nueva York- Hafner, 1939)' 239

29.Livio, Hiaoia dc Roma, prefacio. 30. Dos ejemplos del mundo del arte pueden ser suficientes: La famosa estatua

ecuestre del siglo II d. de c. del emperador Marco Aurelio est6 ahora en el Museo capitolino de Roma dentro de una urna de cristal especial. La reyenda que la explica seffala que "la estatua sobrevivi6 por ser identificada err6neamente como perteneciente al emperador constantino". Este comentario no tiene sentido en si. AI menos un libro guia lo explica mejor: La estatua ecuestre 'sobrevivi6 a la destruc-

ci6n s6lo porque los cristianos creyeron que era realmente de constantino", el primer emperador cristiano: Dana Facros y Michael Pauls, Rome (Londres: cadogan Books, 1989), 80. Igualmente la hermosa Venus del Museo Capitolino, una excelente copia romana de la Afrodita de cnidos de praxiteles, fue descubierta en el siglo XVII en el lugar donde su primer propietario, ante el temor de las hachas cristianas, la habia emparedado cuidadosamente para preservarla: Facaros y pauls,

Rome,8l. 31. fane Gardner es una de las pocas historiadoras modernas que no sigue la

opini6n convencional, seffalando que era "muy dudoso" que "la gran biblioteca estuviera en un sitio cercano a los muelles". Si ardieron algunos libros, serian los que "estuvieran guardados en almacenes de los muelles" ; ver c€sar, La guerra ciuil, traducido y con una introducci6n de Gardner, 297, n.91. 32. Plutarco, Cisar XIIy'.l-2. 33.

Di6n Casio, Historia romana XXXVII.1.

34.

A

ihico W5-7 y X.8,2.

35. Bailey, Cicero's Letrcrs to His Fiends,

vol.2,449.

36. Syme, The Roman Reaolution,4T y 51. 37 . Di6n, Histoia rornana, XL[I.50. un asociado, Matio, inform6 que C6sar nunca se desanim6 respecto a llevarse bien con cualquiera que €l deseara, incluso con personas que no le gustaban: Matio a Cicer6n,,tl sas amigos XI.2g.

38. Apiano, Las guetas ciuiles

II.l3.

39. Dickinson, Death of a Rcpublic, 32G. El mandato de C6sar ha estado tan relacionado con la autocracia como para hacer del tdrmino "cesarismo" una apela240

ci6n oprobiosa del poder desp6tico, especialmente en boga durante el siglo XIX. Para una revisi6n de la historiografia de los siglos XIX y XX sobre C6sar y el cesarismo, ver Yavetz, Julius Cacsar and his Popular Image, 10-57. 40. Paul MacKendrick, The Arhenian

Aistoctaq,399

a 31 a. de

C' (Cambridge,

Mass.: Harvard University Press, 1969), 49, 65. 41. C6sar, La guera ciuil

l1l.1l-12.

42. Cicer6n,Marco Claudio Marcelo

lX'X.

43. Suetonio,/z lio c6sar 20. Grant cree que la publicaci6n de los procedimientos del Senado la intent6 C6sar para desacreditar a sus colegas conservadores:

Introducci6n a Cicer6n, Selected Political Specches,25. 44. Suetonio, /z

lio Cisar 86.

45. Mommsen,The History of Rome,508. 46. Salustio, Epistolas a Cdsar 1.7.

47.Froude, Caesar,488;Ya\etz,luliusCacsarandhisPubliclmage,126-127,170' 48. A

Atico IX.l8.

49. Gibbon, Thc Decline and Fall of thc Roman Empire lll,47 ' 50. Syme, The Roman Rcaolution,TS51. Kahn, The Educarion of Julius Caesar,20 y la introducci6n de Grant a Cicer6n, Sclcacd Political Spcechcs,lT; Carcopino,

Daily Life in Ancient Rome, 108'

52. Suetonio,/alio Cisar 4l-42. 53.

Di6n, Historiaromana XLIII.I4.6, 15.1' 21.1.

54. Plutarco sefrala que los deseos monarquicos de c6sar eran conocidos "y mostraban una pretensi6n clara para aquellos que habian sido sus enemigos de siempre": Cisar

LX.l.

55. Gardner, introducci6n a Cdsar, La gucrra 56.

ciuil,2l.

Di6n Casio, Historia rornarra XLI.38. 241

57- Al 30 de marzo se le referia como el tercero desde las calendas de abril, el 3L de rnarzo era el segundo desde las calendas de abril y el I de abril eran las calendas de abril. El 13 de marzo era el tercero desde los idus de marzol el 14 de marzo era el segundo desde los idus de marzoy el 15 de marzo eran los idus de marzo. Por qu€ los romanos utilizaban este sistema particularmente moresto es algo que no se compreDde bien. ver Frank Parise (ed.), Thc Booft of calendars (Nueva york: Facts on File, 1982), 62 y otras. 58. Plutarco, CisarLlX.l-2 y Kahn, The Education of Julius Caesar, 40g. Augus_ to hizo algunos ajustes al calendario y cambi6 el nombre del mes de sextilis por el de "augusto" (agosto): Stetonio, Augusto 31. 59.

A los dias del 5 al

14 de ocrubre de 1582 simplemente se les neg6 la opor-

tunidad de existir.

9.

ELASESINATO

1. No tenemos testimonios directos sobre el asesinato de c€sar. Las fuentes originales -Plutarco, suetonio, Apiano, Di6n casio y unos cuantos otros- escribieron algunas generaciones despu6s del hecho. En el caso de Apiano mis de un siglo despu6s y en el de Di6n mds de dos siglos. pero todos ellos tuvieron acceso a las

narra-

ciones de la 6poca. Suetonio cita a cornelio Balbo, un amigo intimo de c6sar como testigo ocular:/zlio cisar 81. Apiano y sueronio se basan en las historias perdidas de Asnio Polio. Polio sirvi6 como oficial bajo el mando de c6sar y estuvt con 6l

cuando crtz6 el Rubic6n; ver las referencias a polio en suetonio, /z lio c6sar 55.4 y 56.3. En Bruto rr.3, Plutarco dio "una breve pero excelente cuenta del asesinato" (perdida para nosotros), segdn el ret6rico Empylus, amigo de Bruto. octavio, un actor principal de los riltimos dias de la Repriblica, y finalmente primer emperador de Roma, escribi6 una autobiografia que se ha perdido para nosotros, pero que ley6

suetonio, qui€n se refiere a ella en st Augusto 2.Livio fue contemporineo de c6sar y escribi6 sobre su muerte, pero esa parte de la historia no nos ha llegado completa. Estos y otros testigos de la 0ltima Repriblica esruvieron disponibles pr." l, mayoria de los autores antiguos. Desgraciadamente los antiguos raras veces citan sus firentes primarias. una excepci6n es Asconio Mediano, que es casi moderno en 242

su disposici6n a citar a otros escritores, sefialando referencias e incluso decidiendo entre fuentes discordantes; ver st Comenraios sobrc cinco discursos de Cicer6n.

2.Di6n

Casio,

Histoia rornana XLly.7-9.

3. Plutarco, Cisar LYll.3-4.

4. Plutarco, Cisar LXrY.7; Apiano, Las guerras ciuiles Ll'lll; S]uetorlio, Julio 83. A C6sar le gustaba y confiaba en D6cimo, a quien hizo su heredero en segundo grado, esto es, si el primer heredero no queria o era incapaz de recibir la

cisar

herencia. ese mismo pasaie Plutarco Presta cr6dito al mito a Bruto; lo mismo hace Apiano, Las guerras respecto sobre la paternidad de c6sar ciuilcs ll.Ll2.

5. Plutarco,

BrutoY:1'2. En

6. Plutarco, Bruto

XlI.l

-2,

Xlll.l.

7. Suetonio,rlzlio C6sar 80.2. 8. Apiano, Las gucrras ciailes

ll.ll4.

9.FtJle1 Julius Caesar: Man, Soldicr and Tyrant,303-304. 10. Apiano, Las guenas ciuiles ll.ll4. Antonio m5s tarde lleg6 a la misma conclusi6n, declarando que fue perdonado "para hacer m6s plausible el acto de un tiranicidio y hacer que pareciera que mataban, no a muchos hombres porque eran sus enemigos, sino a un solo hombre porque era un d6spota": Apiano, Las guenas ciuiles I

lll.33.

l. Plutarco,

C€sar

XLlll.4.

Valerio cita a Augusto como fuente para la historia de los sueffos premonitorios de calpurnia: valerio M5xim o, Hechos y dichos ?nefnorables I.7.2; ver tambi6n 12.

Veleo Pat6rcul o, Compendio de histoia romana 13. Plutarco, C€sar 14.

11.57 .2

LXIll.l.3,5.

Suetonio,/zlio Cdsar 81.1-2; Di6n, Histoia romana XLIVIT' Apiano acep-

ta la validez de los malos presagios Pero dice relativamente Poco acerca de ellos: Las guerras ciuiles

ll.116.

15. Cicer6n, Marco Claudio Marcelo I.1,

VIII

y otras. 243

16. Plutarco, c€sar

LXrl.4

y

william

shakespeare, /z rio c6sar, acto I, escena 2.

17. Plutarco, cisar L){y''I-2; Apiano, Las guenas ciailes rr.rL6; C€sar 81.2; Veleo Patdrcul o, Compendio de histoia romana 11.57.2.

s,tetonio, Jurio

18. valerio M6ximo, Hechos y dichos memorabtesyl\.rr.2 y por supuesro tanto Plutarco, cisar LXllr como Suetonio , Julio c6sar 81.2-3, no podian resistirse a contar esta an6cdota. 19.

Apiano, Las guenas ciuilcs ll.116; Di6n Casio, Histoia romana XLtVlg.

20.

Apianq Las gucrras ciuiles ll.l09.

21 .

Di6n, Histoia rolnana

XLM 6. ciuiles ll.ll7-

22. Apiano, Las gucrras La mayoria de los bi6grafos dicen que fue Tiebonio. Plutarco tambi6n nombra a Trebonio en Bruto xvII.l-2, pero se contradice a sf mismo en c€sarLYY\.3, declarando que Bruto Albino entretuvo a Anronio. 23. La historia dice que al ver a Marco Bruto entre los que le atacaban, c6sar exclam6 en griego "\ai su, tcftnon?" (iTi) tambi6n, hijo mfol), a lo que se debe la famosa frase latinizada de shakespeare "et tu Bmte?", Julio c€sar,acto III, escena

l. Di6n seffala quc cuando Bruto le atac6, C6sardijo:.,iT,i tambi6n, hijo mio?': Histoia romarra xl-rv19. Algunas narraciones dicen, de acuerdo con plutarco, cdsar L)ft7.6-7, que c6sar del6 de luchar o defenderse al sentirse desalentado cuando vio la espada de Bruto. Esto es m6s una leyenda que un hecho. c6sar, como ya he dicho, nunca pens6 que Bruto fuera su hijo. Si sinti6 un desdnimo especial al ver a Bruto seria mds probablemente referido a D6cimo Bruto, en quien confiaba y a quien queria como camarada de armas. 24. Plutarco, 25.

C isar

L)Cy'lI.l -3.

walter, caesar,530. De acuerdo con walter fue er festival de Anna perenna.

26.Di6n, Historia rornana 27

XLfV I.

. Cicer6n, A sus amigos X1.7,8 y XIl.22.

28. Cicer6n, A sus amigos XI.5. 29. Di6n, Historia rotnarra 244

XLM0- I l.

30. Suetonio, /z 31. Di6n,

lio Cisar 80.

Histoia romana XLIU.50'

32. Apiano, Las gueras ciailes

ll.L34.

33. Apiano, Las guenas ciuiles

ll.l3l,l4l.

34. Di6n,

Hiaoia

rornana XL[V34.

ll.l3l.

35. Apiano, Las guenas ciuiles

Histoia rotnarro XL[Y.23-33; Cicer6n, Primera filipica conta Marco Antonio \rII.2-3 y MII. 36. Di6n,

37. Cicer6n, A Atico XlY.6.2 38. Cicer6n,,4 sus amigos 39. Cicer6n, A Bruto 40. 41 .

Cice6n, A

IX.l4

y VI.15.

11.5.

sus amigos

XII.3; ver tambi6n su carta , ,(ti.o, A AticoXN.4.

Apiano, Las guenas ciuiles lll.62.

42.Di6n, Histoia romana XLw36-49. 43. Plutarco, Cisar Lf,Ylll.l y stt Bruto X)(.2-5. Suetonio da ula versi6n diferente, diciendo que Antonio dijo poco y que la indignaci6n de la multitud fue la que le llev6 a cobrar imperul. Julio Cisar 84. 44. Suetonio, /a

lio Cisar 84.

Helvio Cinna, un tribuno amigo de C6sar, confundi6ndole con Cornelio Cinna, uno de los conspiradores senatoriales, que habia denunciado priblicamente a C6sar inmediata45. Se dice que un grupo de amotinados se equivoc6 y mat6 a C.

mente despu6s del asesinato: Plutarco, C6sar LKYIll.2-3; Suetonio, /z lio Cisar 85' 46. Cicer6n, A Atico

XlY.l}.l.

47 . Cicer6n, A sus amigos X.28 y XII.I '

48.

Cicer6n,,{ BrutoVlll.2.l,2, 5-6; tambi6n Cicer6n,A

49.

A Atico

sus amigos

XII.4'1'

XM5.

50. Cicer6n, A sus amigos X1.27. 245

51. Una copia de la carta de D6cimo aparece en Cicer6n, 52.

u4 sus

amigos

XI.l.

Cicer6n,A Bruto I.15.3-5.

53.Plinio,Histoianaturalll.g3-94.81mismo incidente lo menciona suetonio, Julio Cdsar 88.

rO. LAS

LIBERTADES DEL PODER

xlrvl. El propio c6sar sefiala que en visperas "los que tenian viejos rencores contra c6sar se reunieron en el

Di6n casio, Histoia romana

1.

de la Guerra

civil

Senado": La guena ciuil 1.3. 2. Suetonis /z

lio

Cdsar 78.

3. Suetonio, /z lio cisar 73. suetonio ofrece varios ejemplos, incluyendo el del poeta cdtulo, a quien c6sar trat6 de una forma cortds incluso despu€s de ser atacado groseramente en sus versos; ver C6tulo, Poetnas XXIX y LVII. 4. Cicer6n, A sus amigos 1.9.18. 5. Cicer6n, A sus amigos Y1.8.3. 6. Gelzer, Cacsar: Politician and Statesman,l8S. 7.

Apiano, Las guerras ciuiles 1.4.

8. Mason, Tibeius,8. 9. Grant, Hiaory of

Romc,24l y varios comentarios de Grant en Cicer6n, Oz

Goaernment. 10. Cicer6n, z{ sus amigos 11.6.4. 11. Walter, Cacsar,

l2l.

12. Plutarco, Bruto Xl y otras y Fdler, Julius Caesar: Man, Soldieti and Tyrant, 300' El praetor urbanus discernia casos entre romanos y el praetor percgrinus lo hacia entre extranieros. 13.

246

Valerio Miximo, Hcchos y dichos mctnorabtesy.l.l0.

intent6 completar su revoluci6n sin recurnr suficiente y sin el cuidado al terror Para su seguridad personal; ver s't Caesar: Poli' tician end Statcsman, 331. 14. Como comenta Gelzer, Cdsar

15. E. Badian, Roman Imperialkm in thc Late Republic,2" edici6n (Oxford: Blackweel, 1968), 87 . 16. Peter Rose, "Cicero and the Rhetoic of Impeialism, Putting the Politics Bacft into Political Rhetoic", Rhetorica, vol. 13, n" 4 (Otofio 1995\,376n. 17. Citado en

Kahn, The Education of Julius Caesar,l44-

18. Rose, "Cicero and thc

Rhetoic of Impeialism" , 361.

19. Ver Apiano, Las guerras ciuiles 1I.23,86; tambiEn Cicer6n, A Atico lY.l.7; Fowler, Julius Caesar and the Fundation of the Roman Impeial System,246-254 y Yaverz, Julius Cacsar and his Public Image,209 y otras.

20. C6sar, La guena de las Galias 1.40'44. 21. C€sar, La gucna dc las Galias

VIII'39.

22. Cicer6n, A Bruto 1.18.

23.Hazel,Who's Who in the Roman World,28'29. 24. Apiano, Las guerras ciailes 25. Valerio

Miximo,

IY,8.

Hcchos y dichos memorables Y.3.4.

26. T6cito, Analcs 1.2,1.

27. Plinio, Historia natural XlY.l.S, 28. Suetonio,

,4

ugusto 41.1.

29. Suetonio,,4ugusto 32. 30. Brunt, Social ConJlicts in thc Roman Republic, 149. 31. Scullard, From the Gracchi to Nero,238'244' 32. De acuerdo con Suetonio,

,4

ugusto 40.3. Sobre Augusto, ver tambi6n Di6n,

Histoia romana LVl3; M.I. Finoley,Aspcas of Antiquity,2" ed. (Nueva York: Penguin Books, 1977), L5};Brunt, Social Conflicts in the Roman Republic,154. 247

33. Gibbon, Thc Dccline and Fall of the Rornan Empire

,lll,47-5j.

Dale Scott, Dccp Politics and the Death of JFK (Berkeley: University of California Press, 1993), 3 13. 34. Peter

35. Cicer6n, A Atico XTY.3. 36. Carcopino, Daily Life in Ancient Rome,230. 37. Ver los comentarios de

|o-Ann Shelton en st As the Romans Did: A Source-

in Roman Hi*ory, 2" ed. (Nueva York y Oxford: Oxford University press, 1998), 156 y extractos de T6cito, Un dialogo sobrc oradores 34.1-6, comparando

booft

favorablemente a los ret6ricos de la primera 6poca republicana con los de los tiempos imperiales. Como comenra f.P Sullivan, "bajo las condiciones politicas del imperio se redujo enormemente la importancia de la oratoria"; ver sus [otas sobre Petronio, The Satyricon and The Fragments (Harmondsworth, Midelesex: penguin Books, 1969), 182. 38. Plinio el joven, Cartas X.33-34. 39. Gibbon, Thc Declinc and Fall of the Roman Thc Class Struggle in the Ancient GreeftWorlil,380.

Empirc,lll,55-56 y Ste. Croix,

40. Apiano, Las gucnas ciuiles 1.16.

41. Citado en Ste. Croix, Thc Class Struggle in the Ancient GreeftWorlil,494. Starr seffala algo similar: "La primera funci6n y actividad de la aristocracia despuds de todo era la supervisi6n y mantenimiento de su riqueza": Chester Starr, The AD 476 (Nueva York: Oxford University Press, 1982), 63.

Roman Empire,27 BC to

II. PANYCIRCO l. Ver los comenrarios criticos de Rose,"Cicero and the Rhctoic of Impeialism,', 362n.

2. Cicer6n,A i.tico l.16,ll y 1.19,4;A 3. Polibio, Histoias Y1.56. 248

sus

amigos

Xl.7.l; Filipicasll.ll6y VIII.9.

4. Plutarco, Cat6n

el

jouen XX\,T.1-2.

5. Asconio Mediano, comentario sobre Pro 6. Apiano, Las guerras ciuiles 1.59 y 7

. Yavetz,

lulius

Milo, en

stt Orationum Ciceronis.

ll.l3.

Cecsar and his Public Imagc, 18.

8. Para estas y otras opiniones igual de negativas, ver Dickinson, Death of a Republic,328-329 y otras; Brtnt, Social Conflicts in the Roman Republic, l09, 139; Gelzer, Caesar: Politician and Staresman, 48 y otrasl saunders y Collins, en su glosario en Mommsen, Thc History of Rome ,589;Fdler, Julius Caesar: Man, Soldier, and Tyrant,24,53,120n,194,284 y otras y Robinson, H;slory of the Roman Repu-

blic,138,222 y 334. 9. Scullard llega a la conclusi6n de que la ley democr6tica de Clodio para legaa tener resultados perniciosos", Porque estas agrupaciones organizaron'bandas de brutos" que 'rompieron el orden y la seguridad"'

lizar los gremios populares "iba

Pero cuando describe alos optimatcs que asesinaron a Clodio les aplica un vocabulario diferente: una'banda rival de seguidores bajo la direcci6ncapaz de Milo";

Scullard, From the Gracchi to Nero,30,32,38, 120-121. 10. Mommsen, The History of Romc,23,48,73-74. I

l. Meier,

Caesar,

4l y l5l

.

12. Marx citado en Ste. Croix, The Class Struggle

in

the Ancient GreeftWorld,

37t. 13. En una charla en el Washington Post Club transmitida por la National public Radio en 1988. stone es el autor de The Tiial of soc.rates (Boston: Little,

Brown, 1988). 14.

Mumford, The City in History,228-229.

15. )uvenal, Sdtiras X.77-81. Panem et circcnses probablemente tiene una traducci6n m6s adecuada como "pan y carreras", especialmente para el lector moderno, para quien el circo se asocia a las im6genes equivocas de payasos y acr6batas.

El masculino plural arsignifica "carreras". El gran circo de Roma, igual que el Circo Flaminio, el

Circensis es un adjetivo que pertenece a la pista de carreras. censes

249

Circo Mdximo y el Circo Gayo, eran grandes pistas oblongas consrruidas para las carreras de carruajes. 16. Scullard, From thc Gracchi to 17.

18. Salustio, Epistola a 19.

Nero,235.

Mumford, The City itz History,229.

Cisarll.5,7.

Apiano, Las gucrras ciuiles ll.l20 y I.59, respectivame nre.

20. Dickinson, Death of a Rcpublic,33l,

2l. Scullard,

From the Gracchi to Nero, 85 y 120.

22. Ste. Croix,The Class Struggle in Ancient GrceftWorlil,37l. 23. Alan Cameron, "Bread and Circuses, The Roman Emperor and his people,,, lectura inaugural, King's College, 1973, citado en Ste. Croix, The Class Struggle in theAncient Greeftworld,3Tl.De acuerdo con una de las primeras estimaciones, el circo Miximo, reconstruido por c6sar y utilizado principalmente para carreras de carros, albergaba a mds de 385.000 personas. Plinio el viejo menciona 260.000, lo que todavia es una cifra asombrosa; otros dan cifras m6s bajas: plinio, Historia

natural X[L139 y Carcopino, Daily Life in Ancient Rome,214-215. 24. Mumford, The City in History,229,231,233-234. 25. Sobre la importancia de los especticulos organizados, ver Roland August, Cruelty and Ciuilization: The Roman Garzcs (Nueva York: Routledge, 1994). 26. Stewart Perowne, Caesarcs and Sarzrs (Nueva York: W.W Norton, 1962),86. 27. llrvenal, Sdtiras

lll.l59 y Casson,

Eucryday

Life in Ancient Rotne,

ed,. rev.,

I 00.

28.

Mumford, The City in History,224.

29. Suetonio,,4ugusto 44. 30. TAcito, Anales 1.76.5.

31.

Di6n Casio, Hiaoia romalra XLIII.23.

32.

Plinio, Histoia natural YIll.7

38; Cicer6n, A sus 250

amigosYlLl.

.20-211'

Di6n

Casio, Historia romana

XXXH.

33.

Di6n Casio, Historia romana XLIII.24.

34. George Pi;ud€,The Croud in History,l730-1848 (Nueva York: |ohn Wiley Sons, 1964), 199-201, 210.

ar

o/187l (Nueva York: International y Graham Robb, Victor Hugo 499-500 Publishing Co., 1898 118761, 382-465, (Nueva YorVlondres : W\M Norton, 197 7 ), 4 66 -4 69. 35. PO. Lissagary, History of thc Communc

36. Leonard L. Richards, "Gentlemen of ProPelty and Standing": Anti-Abolition Arncica (Nueva York: Oxford University Press, 1970), 82-85 y

Mobs in Jacftsonian otras.

37. Rud6, The Croutd in History,30,4r,55-56,60-61,68, 178, 189. Por supuesto, no todas las acciones de las multitudes tenian objetivos democriticos; recordemos los linchamientos, las manifcstaciones contra los emigrantes, los ataques

patrioteros contra los manifestantes por la paz y las manifestaciones anticat6licas o antisemitas. Las manifestaciones violentas antiabolicionistas a menudo estaban organizadas por los lideres de la comunidad y otros individuos ricos; ver Richards, 'Gcntlcman of Propmy and Standing": Anti-Abolition Mobs in Jacftsonian Ameica, varias. 38. Sobre las ocupaciones de los libertos en la Roma antigua' ver Brunt, SoaZl ConJlicu in rhe Roman Republic, 137; Neal Word, Cicero's Social and Political Thought (Berkeley: University of California Press, 1988), l9 y Carcopino, Daily Lifc in Ancient Romc,179-180. Cicer6n admite que habia tenderos entre los seguidores de Claudio, pero 6l los tacha de "criminales". 39. Cicer6n, A Atico XIII.44,1. Mientras hablaba ante la Asamblea Popular en el Foro, Cicer6n pretend(a asombrar a la gente; ver sus comentarios citados en Ste' Croix,The Class Strugglc in thc Ancicnt Gree\World,624, n.14. 40. Apiano, Las gucras ciailcs 4

l. T 6cito,

An

a

les XI\r.42

-

l.lL6.

45.

42. Plutarco, CisarYLII.3-4. Thmbidn el comentario de Ste. Croix en The Class Stmggle in the Ancient GreeftWorld,353' Una excepci6n puede ser Yavetz, que cita unas cincuenta acciones politicas de masas conocidas ocurridas durante la 6poca republicana: ZwiYavetz, Plebs and Pinceps (Oxford University Press, 1969).

25t

43. Discutido en el capitulo 4; y ver Plutarco, Tiberio Graco XXI.2-3. 44. Plutarco,

Tibeio GracoVlll.l-z,5 y Gayo GracoWlI.l-2,5 y XII.l.

45. Plutarco, Gayo Graco XVIII.2. El pueblo tambi6n erigi6 una esratua de bronce a Cornelia, con la inscripci6n: "Cornelia, madre de los Graco": Gayo Graco N:2-4. 46. Mommsen, The History of Rome,488. 47. Mommsen, The History of Romc, 145. 48. Kahn, The Education of Julius Caesar, 49. Cicer6n, A Atico

ll7

.

Yll.3.

50. Suetonio, /z lio Cdsar 75. 51. Plutarco, 52.

C€sarYl-2.

Kahn, The Education of Julius Caesar, 134.

53. Suetonio,/zlio C€sar 16. 54. Plutarco, Cisar

55.

LXl3-4.

|ohn Emerich Edward Dalberg-Acton,

Essays

in

the Study anil

Witing of

History, vol. 2 de Selectcd Witings of Lord Aaon, editado por ]. Rufus Fears (Indianapolis: Liberty Fund, 1986), 169. 56.Para un intento valiente de remediar esto en el siglo Ancient Louly, vols. I y 2.

252

XIX, verWard,Thc

fNoIcB

Reconocimientos ..............

9

Introducci6n: iTiranicidio o traici6n?

1l

Una historia de caballeros: Imperio, clase y patriarcado

2t

Esclavos, proletarios y seiores

34

Una rep(blica para unos pocos

50

"Demagogos" y escuadrones de la muerte

63

La caza de brujas de Cicer6n

85

El rostro de C6sar

109

"Todos le amasteis una vez"

125

Los populais

140

EI asesinato

t56

Las libertades del poder

173

Pan y circo

190

Ap6ndice: Una nota sobre citas pedantes y nombres confusos

207

Notas ,..........

2t3

COLECCIoN'OTRAS VOCES"

1. EL PROBLEMA ESPANOL, Alberto Arana 2. EL BURDEL DE IAS PEDRARIAS, tucardo

Pasos M.

3. IA OTRA HISTORIA DE LOS EE.UU., Howard Zinn 4. MUJERES EN KURDISTAN, Gerd

Schumann

5. ELJUEGO DE I.A MENTIRA. I-AS GRANDES POTENCIAS, YLIGOSLAVIA,I-A OTAN Y I-AS PROXIMAS GUERRAS, Michel Collon

6. I-A ESTETICA DE I-A RESISTENCIA,

Peter Weiss

7. NADIE ES NEUTRAL EN UN TREN EN MARCHA, Howard Zinn

8. LA CUARTA ViA AI- PODER: VENEZUEI-A, COLOMBIA, ECUADOR, Heinz Dieterich

9. EL MITO DE LA GUERRA LIMPIA, Jacques 10.

HAITI

ll.

l-A.

PARA QU6. USos YABUSOS DE

R. Pauwels

HAITi, Paul Farmer

HISTORIA COMO MISTERIO, Michael Parenti

12.EL ORDEN SIN EL PODER. Ayer y hoy del anarquismo, Normand Baillargeon

13. LOS NUEVOS CUBANOS, Eva Forest 14. PATOLOCie.S 15. CUBA Y

Il,

OBI, PODE& Paul Farmer

LUCHA POR I-A DEMOCRACIA, Ricardo Alarc5n

l

Michael Parenti esre considerado uno de los pensadores estadounidenses mds progresisras de los f ltimos riempos. Recibi6 su doctorado en ciencias politicas en la yale University en 1962 y ha sido profesor en numerosos institutos y universidades. Sus escritos han sido muy difundidos en diarios y revistas -CoaertAction Quarterll, Z Magazine, New Political Science, Monthly Reuiew, The Hunanist, Dollars and Senrc, The

Nation, Los Angelet Timet, New York Times- y ha par-

ticipado en prog ramas de radio, aportando en todas sus intervenciones lnteresantes ideas sobre remas como: "Democracia y poder econ6mico", "Imperialismo y

Estados Unidos", "Intervencionismo

de los EE.UU.", "Terrorismo

y

Globalizaci6n", "los Media", "Ideolog(a e Historia", "Raza, g6nero y clase,,, ,,El derrocamiento del comunismo", erc. Algunos de sus libros m,is renombrados son: La trampa del terrorisnn, Demonacia fiara unos pocot, Matar a una naciln, contra el lnperio, Inaentar la realidad,Tierua de idolos, La egada y el d6lar, El asesinato deJulio Cdsar y La Historia como ntisterio (publicados en esra misma colecci6n). La mayoria de los historiadores, anriguos y modernos, han visto la dltima repirblica de Roma a trav6s de los ojos de su nobleza rica. Miran a los plebeyos romanos como

una multitud par6sita, interesada solamente en panes y circos. Hablan de c6sar, que Ievant6 la causa popular, como un ddspota y un demagogo, tratando su asesinato como el resultado de una pelea personal o de una lucha constitucional, pero desprovisto de conrenido social. En El asesinato deJulio C6ar,Michael parenti hace un andlisis critico de estas aserciones de los "caballeros historiadores" y nos presenra una historia compilatoria de la resistencia popular contra el poder atriniherado. parenti demuestra que c6sar tan s6lo fue el riltimo en una linea de reformadores que a lo largo de todo un siglo serian asesinados por los opulentos conservadores. El asesinato de C6sar desemboca en una guerra civil prolongada, el fallecimienro de una repdblica de 500 afros y ia aparici6n de una regla absolutista que prevaleceria en Europa occidenral durante sigios.

de

la sociedad romana. En estas pdginas enconrramos elecciones dirigidas por dinero, Ia lucha por la democracia econ6mica, el uso de la religi6n como instrumento del control social, el abuso sexual de esclavos y el uso politico de ataqlres hom6fobos. Aqui se narra una hisroria del impeiio y de la corrupci6n, de patriarcas y de mujeres subordinadas, di capitalistas que se enriquecen, de provincias doblegadas, de escuadrilas de la muerte y de caza de

bru1'as

politicas.

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