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Spanish Pages 496 [495] Year 2004
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49
Colección Tierra Nueva e Cielo Nuevo Últimos números publicados 33. Relaciones Geográficas del Reino de Chile , 1576. Edición y estudio de F rancisco de SOLANO. Madrid, 1994. 34. Relaciones Económicas del Reino de Chile , 1780. Edición y estudio de F rancisco de SOLANO. Madrid, 1994. 35. Carlos LÁZARO ÁVILA: Las Fronteras de América y los «Flandes Indianos». Madrid, 1997. 36. Juan José R. VILLARÍAS ROBLES: El Sistema Económico del Imperio Inca. Historia crítica de una controversia. Madrid, 1998. 37. Consuelo NARANJO OROVIO y Carlos SERRANO (Eds.): Imágenes e ima ginarios nacionales en el Ultr amar español. Madrid, 1999. 38. M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL N AVARRO: Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815). 39. Salvador BERNABÉU ALBERT: El Septentrión Novohispano: Ecohistoria, Sociedades e Imág enes de Frontera (en prensa). 40. Inés ROLDÁN DE MONT AUD: La Restauración en Cuba. El fracaso de un proceso reformista (en prensa). 41. Víctor PERALTA RUIZ y Mar ta IRUROZQUI VICTORIANO: Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880. Madrid, 2000. 42. Mónica QUIJADA, Carmen BERNAND y Arnd SCHNEIDER: Homogeneidad y nación con un estudio de caso: Argentina siglos XIX y XX. Madrid, 2000. 43. Miguel CABELLO BALBOA: Descripción de la provincia de Esmeraldas. Madrid, 2001. Edición, introducción y notas de José Alcian Franch. 44. Fernando MONGE: En la Costa de la Nieb la. El paisaje y el discur so etnográfico ilustrado de la expedición de Malaspina en el P acífico. Madrid, 2002. 45. Mónica QUIJADA, Jesús BUSTAMENTE: Élites intelectuales y modelos colectivos. Madrid, 2002. 46. Consuelo NARANJO, M.ª Dolores LUQ UE y Miguel Ángel PUIG-SAMPER: Los lazos de la cultura. El Centr o de Estudios Históricos de Madrid y la Univer sidad de Puerto Rico 19161939. Madrid, 2002. 47. Imilcy BALBOA NAVARRO: La protesa rural en Cuba. Resistencia cotidiana, bandolerismo y revolución (1878-1902). Madrid, 2003. 48. Luis Ángel SÁNCHEZ GÓMEZ: Un imperio en la vitrina: El colonialismo español en el Pacífico y la exposición de Filipinas de 1887. Madrid, 2003.
ANTONIO SANTAMARÍA GARCÍA y ALEJANDRO GARCÍA ÁLVAREZ
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
ANTONIO SANTAMARÍA GARCÍA Y ALEJANDRO GARCÍA ÁLVAREZ
ECONOMÍA Y COLONIA LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO
ISBN 84-00-08280-X
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
CSIC
9 788400 082802
Antonio Santamaría García, Doctor en Historia, Investigador contratado del CSIC y especialista en Historia Económica y Social de América Latina y el Caribe (s. XIX y XX), ha trabajado en el Instituto Universitario Ortega y Gasset y en las Uni versidades Carlos III de Madrid y de Oxford y es autor o coautor de una e xtensa obra, galardonada con premios como Nuestra América 2000 (Diputación de Se villa), que incluy e numerosos ar tículos en revistas y obras colectivas y los libros Historia de los ferrocarriles en Iber oamérica y Guía histórica de los ferrocarriles en Iber oamérica, 1837-1995 [CD-Rom] (1998), La América española, 1763-1898. Economía (2002), Sin azúcar no hay país. La industria azucarera y la economía cubana, 1919-1939 (2002), Historia económica y social de la colonia pequeña. Puerto Rico, de las Reformas Borbónicas a la Le y Foraker (2005), El suplicio de Tántalo. Las economías latinoamericanas en perspectiva histórica (coord., Debate y P erspectivas, 5, 2005); La industria azucarera en América (coord., Revista de Indias, 233, 2005) y El libro de los ingenios de Justo G. Cantero (coed., 2005), los dos últimos con Alejandro García Álvarez. Alejandro García Álvarez, Doctor en Historia, Profesor emérito de la Universidad de La Habana y especialista en Historia Económica, Socio-Política y Cultural de Cuba (s. XIX y XX), ha sido Investigador invitado del CSIC y de varias universidades españolas y es autor o coautor de una extensa obra galardonada con premios como el Elsa Gouveia 1989 (Association of Caribbean Historians), que incluye numerosos artículos en revistas y obras colecti vas y los libros Gerardo Abreu. Biografía (1971), El Canal de Occidente y La categorización de los ing enios azucareros cubanos (Cuadernos de Humanidades, 1 y 2, 1971 y 1972), United Fruit Co.: un caso de dominio imperialista en Cuba (1976), El papel del ferrocarril en la concentración de la industria azucarera (1977) y Caminos para el azúcar (1987, ed. en inglés, 1998), La gran burguesía comercial en Cuba, 1899-1920 (1990), Algunos aspectos de la realidad sociocultural cubana en las tr es primeras décadas del siglo XX (1991), Historia de Cuba III (1990), Historia de Cuba (1992–, t. III), Cuba 1898 (coord., Revista de Indias, 212, 1998), Textos clásicos de la historia de Cuba [CD-Rom] (comp., 1998), o Dos momentos de la dominación neocolonial de Cuba (2002). Economía y colonia. La economía cubana y la r elación con España, 1765-1902 es un análisis de la historia económica de Cuba y la relación colonial en siglo XIX largo, que se inició con la llamadas Reformas Borbónicas y acabó con la independencia de la isla tras la ocupación norteamericana de 1898-1902. Resultado de múltiples investigaciones de ambos autores, que son sintetizadas en la obra, y de una revisión de las aportaciones clásicas y recientes al tema, el libro ofrece una nue va perspectiva del mismo que, sin omitir la impor tancia del proceso de especialización productiva (en la elaboración de azúcar fundamentalmente) examina también otros sectores de actividad y cuantifica los principales agregados económicos.
Ilustración de cubierta: «Casa de calderas de Ingenio Álava», obras de L. M. Laplante, tomada del libro de J. G. Canero, Los ingenios. Colección de visitas a los principales ing enios de Cuba. La Habana: La Moderna Poesía.
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y su distribución.
Este libro se incluye dentro del proyecto financiado por el Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos, CEHI7/02 (Fundación Carolina): «Más allá del azúcar. La economía colonial cubana en el último tercio del siglo XIX (crecimiento, estructura y relaciones con España)».
© CSIC © Antonio Santamaría García y Alejandro García Álvarez NIPO: 653-04-052-9 ISBN.: 84-00-08280-X Depósito legal: M. 51.696-2004 Compuesto en Puntographic, S. L. Impreso en ROAL, S. A. Printed in Spain
ÍNDICE PRÓLOGO (por Óscar Zanetti Lecuona) ............................................
19
PREÁMBULO ..........................................................................................
22
INTRODUCCIÓN GEOGRÁFICA E HISTÓRICA ..........................
31
1. 2.
33
Cuba física ......................................................................................... Cuba económica. La economía cubana en el siglo XIX y la relación colonial .................................................................................... Introducción ................................................................................ Spanish Colonias´re no differents. Estructura, sentido y coherencia del sistema colonial español decimonónico en Cuba .. Una idea para concluir ..............................................................
39 39 40 48
PRIMERA PARTE LA
ÉPOCA DORADA DE LA ESPECIALIZACIÓN.
REORGANIZACIÓN 1765-1878
COLONIAL Y CRECIMIENTO ECONÓMICO,
1. 2.
Comercio libre, aranceles, fomento de la trata de esclavos y plantaciones. Las instituciones y las leyes ............................................. 53 El factor humano. Demografía y fuerza de trabajo ....................... 67 Consideraciones generales, población y reformas .................. 67 Azúcar y población. La estructura demográfica cubana. ....... 71 Esclavitud. Demografía y fuerza de trabajo ............................ 78 Otros aportes demográficos y una agricultura menor complementaria o diversificada ............................................................ 83 Economía y población, 1827-1846. La africanización de Cuba .. 92 El inicio de la crisis del trabajo esclavo .................................. 98 Alternativas al trabajo esclavo. La colonización blanca y el tráfico de coolies ........................................................................ 103 Los traficantes del Golfo ........................................................... 112 Guerra, abolición y otros cambios ........................................... 122
10
3.
4.
5. 6.
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Azúcar o sucumbir. Producción y especialización ......................... La economía de plantación y sus márgenes agrarios. El producto agrario ............................................................................... Además de azúcar y tabaco. El ejemplo del banano .............. La industria, otras actividades menores y su producto .......... Trenes y centrífugas. Infraestructura y tecnología ......................... Introducción ................................................................................ Transportes y comunicaciones .................................................. El Canal de Occidente ............................................................... Azúcar sobre raíles .................................................................... La tecnología .............................................................................. Centrales por ingenios y colonos por esclavos. Mano de obra y cambio tecnológico ................................................................. Finanzas públicas y privadas ............................................................ Comercio y renta colonial ................................................................ SEGUNDA PARTE UNA REFORMA IMPOSIBLE. DE LA PAZ DEL ZANJÓN AL DEL DOMINIO ESPAÑOL EN CUBA, 1878-1898
125 125 142 157 168 168 168 172 177 187 193 209 223
FINAL
7.
Introducción. El sistema económico internacional, el marco institucional y la economía cubana en el último tercio del siglo XIX .. 8. El factor humano. Demografía, fuerza de trabajo y abolición ..... La transformación demográfica y la colonización castrense ... La abolición de la esclavitud, la inmigración de jornaleros y el establecimiento de colonos ................................................... Demografía y fin de siglo .......................................................... 9. Producción y problemas de fin de siglo .......................................... La agricultura ............................................................................. El banano entre las dos guerras ................................................ Otras actividades productivas ................................................... Empresas e industrias menores (Por María Antonia Marqués Dolz) ............................................................................................ El caso del henequén ................................................................. Conclusión y comparaciones internacionales ......................... 10. Infraestructura, capital y tecnología ................................................ Introducción ................................................................................ Transportes y comunicaciones .................................................. La tecnología .............................................................................. Colonos ....................................................................................... Capital privado y finanzas públicas ......................................... 11. Una perspectiva desde los precios y los salarios reales ................ Introducción ................................................................................ Precios y su reconstrucción .......................................................
233 245 245 248 256 261 261 264 274 276 288 293 297 297 297 305 309 328 333 333 334
ÍNDICE
Salarios reales ............................................................................. Conclusión .................................................................................. 12. Comercio y renta colonial ................................................................
11
347 348 349
TERCERA PARTE CONCLUSIÓN Y EPÍLOGO 13. Conclusión breve ............................................................................... 367 14. Epílogo. Costes y beneficios de la transición de colonia a nación en Cuba ............................................................................................... 373 BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES ..............................................................
383
ÍNDICES ONOMÁSTICO, TEMÁTICO Y TOPONÍMICO ............
443
ÍNDICE DE CUADROS, GRÁFICOS, MAPAS Y FIGURAS Cuadros Cuadro I.1.
Cuadro I.2.
Cuadro I.3. Cuadro I.4. Cuadro I.5. Cuadro I.6. Cuadro I.7. Cuadro I.8 Cuadro I.9. Cuadro I.10.
Cuadro I.11. Cuadro I.12.
Cuadro I.13. Cuadro I.14.
Población de Cuba (miles de personas), crecimiento (tasa media anual respecto al año precedente), total y por grupos étnicos, y densidad (hab./km2) en años censales, 17741877 .......................................................................................... Distribución de la población cubana por zonas geográficas (miles de personas) y porcentaje correspondiente a cada grupo étnico en años censales, 1774-1862 .......................... Importación de esclavos africanos en Cuba, 1763-1764 – 1870-1873 ................................................................................ Precio de los esclavos, 1850-1854 – 1875-1879 ................ Población de Cuba en 1841 y 1846, total, blanca, esclava y libre de color ........................................................................ Población blanca de Cuba en 1846, distinguiendo procedencia y sexo ........................................................................... Distribución étnica por regiones de la población cubana en 1862 ..................................................................................... Población blanca de Cuba en 1862, distinguiendo procedencia y sexo ........................................................................... Importación de esclavos africanos y chinos y población de ambos en Cuba, 1845-1849 – 1870-1874 ...................... Comparación de las cifras del Conde de Armildez de Toledo y J. de la Pezuela sobre la población yucateca en Cuba por jurisdicciones hacia 1860 ..................................... Distribución de la población yucateca en la ciudad de La Habana por barrios en 1860 .................................................. Distribución de una parte de la población yucateca en la jurisdicción de Cárdenas en 1860, según el lugar donde vivían ....................................................................................... Distribución de la población yucateca en los partidos de la jurisdicción de Güines ....................................................... Población oriunda de México en Cuba por provincias, 1899 ....
74
77 79 79 95 97 100 101 109
119 120
121 121 122
14
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro I.15. Población de Cuba en 1877 ................................................... Cuadro I.16. Producción de azúcar, café y tabaco en Cuba, 1765-1879 ...... Cuadro I.17. Producto agrario y superficie cultivada en Cuba, 17751880 .......................................................................................... Cuadro I.18. Porcentaje de las distintas actividades en la superficie cultivada y el producto agrario de Cuba a precios de la década de 1840 (1775-1880) ................................................. Cuadro I.19. Sitios de labor y estancias totales en Cuba y distribución porcentual por regiones, 1775-1861 .................................... Cuadro I.20. Población que trabajaba en sitios de labor y estancias en Cuba clasificada por raza y statu y región, 1861 ............... Cuadro I.21. Comercio exterior del puerto de Baracoa, 1823-1840 ...... Cuadro I.22. Clases de fincas (número y porcentaje) existentes en la jurisdicción de Baracoa, 1838 y 1859 ................................. Cuadro I.23. Producción de cobre en Cuba, 1830-1879 .......................... Cuadro I.24. Exportaciones cubanas de ron, 1800-1879 ......................... Cuadro I.25. Producto de las actividades no agrarias en Cuba y e ingreso total, 1875-1881 ................................................................. Cuadro I.26. Ferrocarriles cubanos, evolución kilométrica por empresas y total, 1837-1880 ............................................................ Cuadro I.27. Extensión absoluta y relativa de los ferrocarriles en Cuba y producción azucarera, 1840-1880 ..................................... Cuadro I.28. Ingenios azucareros cubanos, 1860 y 1877. Producción, tierra, capital y trabajo total y de una muestra .................. Cuadro I.29. Modelo de regresión para determinar la influencia de la tierra, el capital y el trabajo en la producción de azúcar de los ingenios cubanos en 1860 y 1877 ............................. Cuadro I.30. Libranzas del Tesoro cubano destinadas a la metrópoli, 1820-1824 – 1860-1864 ......................................................... Cuadro I.31. Índice de precios generales cubanos y del azúcar, 18641880 .......................................................................................... Cuadro I.32. Exportaciones e importaciones cubanas, balanza comercial total y con España, 1825-1829 – 1875-1879 ............... Cuadro I.33. Origen y destino de las exportaciones cubanas en años seleccionados, 1828-1877 ......................................................... Cuadro I.34. Corrección del producto cubano, 1775-1881 ...................... Cuadro II.1. Movimiento de pasajeros entre Cuba y España, 1882-1899 ... Cuadro II.2. La población de Cuba y su tasa de crecimiento (TC) entre años censales, 1792-1899 ...................................................... Cuadro II.3. Distribución de la población de Cuba por provincia y raza en 1899 ...................................................................................
123 127 133
136 138 139 149 152 160 163 166 180 182 198
203 218 221 223 225 228 252 256
258
ÍNDICE DE CUADROS, GRÁFICOS, MAPAS Y FIGURAS
Cuadro II.4.
15
Población de Cuba (miles de personas), crecimiento (tasa media anual respecto al año precedente), total y por grupos étnicos, y densidad (hab./km2) en años censales, 18771899 ..........................................................................................
259
Cuadro II.5. Producción de azúcar y tabaco en Cuba, 1875-1879 – 1895-1899 ................................................................................
262
Cuadro II.6.
Producto agrario cubano hacia 1881 y 1890-1895 ............
263
Cuadro II.7.
Exportaciones cubanas de plátanos, 1877-1896 .................
270
Cuadro II.8.
Valor de las exportaciones cubanas a los Estados Unidos totales y de plátanos, 1891 y 1893 .......................................
271
Ingreso material cubano, producto agrario y de los sectores secundario y terciario, 1881 – 1890-1895 ....................
276
Cuadro II.10. Ocupación declarada por la población activa de Cuba en 1899, con el detalle de algunos sectores relacionados con las llamadas industrias menores ...........................................
278
Cuadro II.11. Número y clasificación de algunas industrias menores en Cuba a finales del siglo XIX ...................................................
279
Cuadro II.12. Ferrocarriles cubanos, evolución kilométrica por empresas y total, 1837-1880 ............................................................
301
Cuadro II.13. Coste de producción de 100 @ de caña en dos colonias cubanas según su producción y el rendimiento en azúcar obtenido de ellas .....................................................................
325
Cuadro II.14. Precio y coste de producción del azúcar según datos de 1878 y 1890 y las estimaciones de F.F. Ibáñez y F. Zayas para 1880 .................................................................................
326
Cuadro II.15. Cesta de consumo para la ponderación del índice de precios cubanos ............................................................................
338
Cuadro II.16. Coeficientes de correlación de los índices de precios de Cuba, España, los Estados Unidos y Gran Bretaña y del azúcar, 1872-1897 y 1872-1914 ...........................................
344
Cuadro II.17. Índice de precios cubanos, 1844, 1860, 1864 y 1872-1880 ..
345
Cuadro II.18. Tasa de crecimiento de los precios de Cuba (generales y de la alimentación), España, Gran Bretaña, los Estados Unidos y el azúcar por períodos, 1872-1897 – 1903-1914 ...
347
Cuadro II.19. Índice de precios de la alimentación, bebida y otros artículos seleccionados. Total y desagregados en grandes categorías, 1872-1897 y 1914 ......................................................
351
Cuadro II.20. Índice de precios de los artículos contenidos en la categoría «Alimentación» del Cuadro II.18, 1872-1897 y 1914 ..
352
Cuadro II.21. Índice de precios de los artículos contenidos en las categorías bebida y otros Cuadro II.18, 1872-1897 ..................
353
Cuadro II.9.
16
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro II.22. Índice de precios (IP) de la alimentación (1872-1857), general (1872-1897), del azúcar y salarios nominales y reales cubanos, e índice de precios de España, Estados Unidos y Gran Bretaña (1872-1940) .......................................... Cuadro II.23. Exportaciones e importaciones cubanas, balanza comercial total y con España, 1875-1879 – 1895-1898 ...................... Cuadro II.24. Origen y destino de las exportaciones cubanas en años seleccionados, 1877-1894 ......................................................... Cuadro II.25. Corrección del producto cubano, 1881 y 1890-1895 ........ Cuadro III.1. Producto Nacional Bruto, población, índices de precios y de salarios reales y producción de azúcar en Cuba entre 1861–1863 y 1908 ..................................................................
354 358 359 362
376
Gráficos Gráfico I.1. Gráfico I.2. Gráfico I.3. Gráfico I.4. Gráfico I.5.
Gráfico II.1. Gráfico II.2. Gráfico II.3. Gráfico II.4. Gráfico II.5. Gráfico II.6. Gráfico II.7. Gráfico II.8. Gráfico
III.1.
Población total y esclava de Cuba y producción de azúcar, 1757-1877 ........................................................................ Evolución de las tasas de crecimiento de la población cubana según su clasificación étnica, 1774-1877 .................. Población blanca y de color en Cuba, 1774-1899 ............. Kilómetros de ferrocarril y toneladas de azúcar producidas en Cuba 1825-1829 – 1875-1879 .................................. Kilometraje ferroviario, coste de producción del azúcar y porcentaje que el transporte representó en el mismo en Cuba, 1830-1914 ................................................................................ Emigración española a Cuba, 1882-1900 ............................ Relación inmigración-producción de azúcar en Cuba, 18851899 .......................................................................................... Producción de azúcar e inmigración española en Cuba, 18821900 .......................................................................................... Índice de precios cubanos, general y de la alimentación, 1872-1914 ................................................................................ Índices de precios de Cuba y España, 1872-1914 .............. Índices de precios de Cuba, Gran Bretaña y los Estados Unidos, 1872-1914 ................................................................. Índices de precios de los Estados Unidos y de la alimentación y del azúcar cubanos, 1872-1940 ................................ Índices de precios, salarios nominales y reales de Cuba, 1872-1914 ................................................................................ Producto interno bruto per capita de Cuba, España, los Estados Unidos, Gran Bretaña, México y Argentina, 18601913 ..........................................................................................
72 75 94 181
184 253 254 254 342 342 343 344 348
381
ÍNDICE DE CUADROS, GRÁFICOS, MAPAS Y FIGURAS
17
Mapas Mapa 0.1. Mapa 0.2. Mapa I.1. Mapa I.2. Mapa II.1.
Las Antillas ............................................................................. Cuba ......................................................................................... Ciudades principales y colonias fundadas en Cuba hacia 1825 .......................................................................................... Ferrocarriles cubanos, 1880 .................................................. Ferrocarriles cubanos, 1900 ..................................................
34 35
300
Función de producción del azúcar en Cuba, 1860 ............. Función de producción del azúcar en Cuba, 1877 .............
204 204
91 179
Figuras Figura I.1. Figura I.2.
PRÓLOGO En Cuba el siglo XIX es prolongado y definitorio. Su inicio, un tanto incierto, lo señala el clímax las reformas borbónicas, al cual se llega algunos años después de que España recuperase La Habana tras la breve ocupación británica de 1762; el final, en cambio, parece bastante más preciso: la guerra de 1895-1898, con la que concluye el dominio colonial en la isla. A lo largo de esas doce o trece décadas, intensas y a menudo convulsas, en la mayor de las Antillas se sientan las bases de una sociedad moderna, se desarrollan las complejas tendencias políticas y culturales que dan lugar a una nueva nación y la economía consigue insertarse en el mercado mundial, adquiriendo características estructurales que aún gravitan sobre el presente. Dada la trascendencia de tales procesos, no ha de sorprender que el largo siglo XIX cubano atrajese la mayor parte de los estudios históricos realizados sobre la isla. Dentro de ese cuadro la historia económica no constituye una excepción. La controvertida «centuria» ocupa algo más de la mitad de las páginas en la amplia síntesis histórico económica publicada por Julio Le Riverend como parte de la Historia de la nación cubana [Ramiro Guerra, ed. (1952)], primera imagen integral de la evolución de la economía cubana. Desde entonces han visto la luz numerosas monografías parciales dedicadas al análisis de algunas ramas de la economía —azúcar, tabaco, comercio, ferrocarriles—, así como a ciertas regiones y etapas, en particular durante aquella época. Tampoco han faltado en los últimos tiempos las miradas de conjunto, pero éstas, o bien se enmarcan en proyectos más generales y resultan, por ende, demasiado breves —los capítulos de Gloria García Rodríguez (1994), Gloria García Rodríguez y Orestes Gárciga (1994) y Fe Iglesias (1996), incluidos en la Historia de Cuba que ha venido publicando el Instituto de Historia de Cuba (1994)—, o no han tenido propiamente una intención sintética, como sucede con el magnífico conglomerado informativo elaborado por Leví Marrero (1973-1993). De tal suerte, en la medida que nos alejamos de la ya añeja síntesis de Julio Le Riverend, la imagen de la economía cubana en el XIX tiende a fragmentarse o a percibirse desde un ángulo determinado, que casi siempre coincide con la perspectiva deslumbrante —pero unilateral— que ofrece El ingenio de Manuel Moreno Fraginals (1978).
20
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
De ahí la necesidad, cada día más sentida, de articular los resultados dispersos de múltiples investigaciones en un texto que emplee, además, los recursos analíticos de la más moderna historiografía económica. Tal ha sido el reto enfrentado por los dos autores de la obra que presentamos, y debe reconocerse que se trata de un tándem especialmente capacitado para llevar a feliz término tamaña empresa. Avalado por más de tres décadas de investigación y varios textos ya clásicos dentro de la historiografía económica y social de Cuba, Alejandro García Álvarez es uno de los más prominentes historiadores cubanos en la actualidad. Más joven, pero no menos ducho, el historiador español, Antonio Santamaría García, es autor de algunos estudios primordiales sobre el pasado de la economía cubana en los sectores azucarero, del transporte y la fuerza laboral, todos sugerentes por los problemas planteados y por las soluciones propuestas. Ya con alguna experiencia de trabajo en común, esta combinación autorial hispano-cubana resulta especialmente apropiada para analizar una época en la cual España ejerce un peso determinante en la historia de la Gran Antilla. La relación colonial constituye el eje en torno al cual los autores de esta obra han anudado, tanto resultados propios, obtenidos en trabajos precedentes, como extractos y reelaboraciones de lo aportado por diferentes especialistas. Porque en realidad, más que una síntesis en sentido estricto, lo que el lector tiene entre sus manos es un bien equilibrado compendio de proyección sintética, en el cual ningún asunto esencial se ha pasado por alto, e incluso otros, de importancia relativamente secundaria, son analizados con apreciable profundidad. La advertencia resulta de todos modos pertinente, pues el espacio concedido a cada uno de los temas, así como la manera en que éstos se tratan, traslucen el perfil indeleble del texto original. Dicha característica, sin embargo, no conspira contra la armonía del conjunto ni afecta la coherencia de la imagen sintética, que los autores han preservado mediante la redacción de determinadas secciones de índole general, asumiendo con ellas los riesgos que supone controlar la exactitud de muy diversos detalles. Si en sus indagaciones Antonio Santamaría García y Alejandro García Álvarez siguen con especial atención los avatares de la conexión colonial hispano cubana, tampoco pierden de vista los vínculos económicos la isla con los Estados Unidos, en cuya paulatina intensificación se pone de manifiesto el giro histórico hacia un nuevo tipo de dependencia. Y, sobre todo, los autores han ponderado con exquisito cuidado la influencia de los factores externos en el desarrollo de una economía cuyas fuerzas intrínsecas, plurales y dinámicas, aprehenden con extraordinaria sutileza. El azúcar y todo su complejo mundo, desde la tecnología hasta el régimen de trabajo, ocupan naturalmente un lugar muy destacado en estas páginas, pero nunca hasta el extremo de eclipsar otros sectores y desdibujar el panorama económico, como tantas veces ocurre. Por el contrario, no solo se examinan de la manera más apropiada ramas y problemas conexos con la producción del dulce —el ferrocarril y la disponibilidad de fuerza de traba-
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PRÓLOGO
jo, por ejemplo— o renglones económicos de tradicional relevancia, como el tabaco, sino que también ocupan el debido espacio rubros apenas considerados en los estudios de conjunto sobre la economía cubana, como el banano, el henequén, las manuacturas de consumo interno —para lo cual insertan un texto de María Antonio Marqués Dolz—, o la agricultura de subsistencia. Claro que también podrá parecerle al lector que el examen de ciertas cuestiones resulta demasiado somero, o que incluso algún detalle ha escapado al escrutinio de los autores, pero no debe perderse de vista que la historia económica de Cuba es todavía un territorio muy desigualmente explorado, con lagunas que representan formidables obstáculos para una síntesis cabal. Aunque en un texto de esta naturaleza el enfoque debe ser, por fuerza, macroeconómico, los fenómenos de pequeña escala, la dimensión empresarial, en modo alguno han quedado fuera de la óptica de los autores. Según podrá apreciarse, en estas páginas se entrelazan con notable habilidad diversas perspectivas y procedimientos analíticos, entre los cuales debe destacarse el empleo de la comparación. Ese recurso, lamentablemente descuidado por la historiografía cubana, permite observar mejor la envergadura de algunos acontecimientos o las peculiaridades de un proceso, e incluso en aquellos casos sobre los cuales el método comparativo solo puede arrojar una visión aproximada por la escasez de los datos disponibles, esas nociones siempre contribuyen a orientar de modo más certero la formulación de explicaciones causales. Igual utilidad posee la cuantificación de diversos indicadores, así como los estimados de renta y el cálculo de índices de precios y otros agregados, operaciones realizadas en muchos casos por primera vez para esta obra y que, con independencia de su mayor o menor exactitud, ponen en duda más de una tesis de origen incierto y ofrecen un fundamento inapreciable —por ser susceptibles de crítica— para la construcción de un cuadro cada vez más completo y preciso, tanto de la estructura como del funcionamiento de la economía cubana. Uno de los valores más sobresalientes de este libro radica justamente en la riqueza de su información estadística, ordenada en más de sesenta tablas, que no sólo contienen los resultados de las estimaciones y cálculos antes mencionados, sino también otros datos muy poco accesibles, como los relativos a la exportación de plátanos o a los costes de producción del azúcar. En su empeño de sistematización y actualización, Antonio Santamaría García y Alejandro García Álvarez consiguen ofrecernos una visión renovada y abarcadora de una época determinante en la evolución de la economía cubana. Y esto representa valor sobrado. Pero tan encomiable como ese esfuerzo resulta el espíritu que lo preside: el de apartarse de los caminos trillados e invitarnos a pensar. OSCAR ZANETTI LECUONA, La Habana, mayo de 2004
PREÁMBULO Las razones que guían el desarrollo de la labor científica, temática, temporal y espacialmente hablando, son diversas y están sujetas a causas y azares que es difícil explicar. No obstante, desde su origen responden normalmente a planteamientos y objetivos que, a la postre, van conformando un universo con sentido, una obra implícita o explícita. Así es al menos en el caso de los autores de este libro, que sumando voluntades y compromisos de trabajo, y aunque no nos dedicamos sólo a ese asunto, hemos ido completando en el transcurso de los años una historia económica —económica y social para ser más precisos— de Cuba en el siglo XIX, por lo general abordada desde el prisma de determinados aspectos que nos atrajeron por distintos motivos, fruto de nuestra participación en el debate historiográfico, de considerar que su estudio era deficitario, o que podía intentarse con otra óptica y/o con nuevas fuentes. Al cabo del tiempo y del trabajo, los autores de este libro hemos ido acumulando investigaciones sobre diversos aspectos de la historia económica de Cuba en el siglo XIX, y reinterpretándola a través de sus conclusiones, más allá de sus límites específicos; es decir, explotando su aportación al debate científico y al avance del conocimiento. Aunque nuestra dedicación al tema no terminará con la obra que ofrecemos a continuación, la tarea realizada hasta ahora nos sitúa en condiciones de escribir un estudio global de síntesis que reúna tales contribuciones, articuladas en un ensayo de explicación y análisis de la economía decimonónica de Gran Antilla. Si es difícil compendiar el trabajo propio y sintetizarlo en función de un objetivo, aunque el propuesto en este caso estuvo siempre implícito en aquél, más complicado resulta sumar y coordinar la labor de dos historiadores. La preocupación por problemas similares, un amplio conocimiento mutuo, cuyo origen estuvo en la participación de uno, incluso, en el proceso formativo del otro; dos maneras, a veces similares, a veces distintas, pero siempre complementarias, de enfocar la investigación y de entender la historia, han sido imprescindibles para poder llevar este proyecto a buen puerto. Nuestro trabajo, además, se ha desarrollo en muchas ocasiones mediante la colaboración con otras personas que, por tanto, son también autores de este libro. Por muy manida que resulte la afirmación, no es menos cierto, sin
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embargo, que esa aportación debe entenderse siempre de modo positivo, es decir, partícipe de las virtudes de la obra, pero no de sus errores, responsabilidad intransferible de quienes la firmamos; eso sí, con el deseo de que nuestra torpeza no defraude lo que en su momento los colegas aportaron a algunos aspectos de la investigación. La contribución de María Antonia Marqués requiere una mención especial, pues nuestra amiga no está ya con nosotros y el libro incluye un trabajo enteramente suyo, extraído de uno de sus estudios y completado con aportaciones de otros, con el permiso de su familia1. Además, nadie hubiese disfrutado como ella haber podido participar en esta obra. Dejaremos precisa constancia cuando corresponda de la participación de otras personas, junto a los autores de libro, en las investigaciones de las que son resultado algunos de sus capítulos. No obstante, en términos generales hay que decir que buena parte de ellas se llevaron a cabo en el seno de un grupo de trabajo articulado en torno a los proyectos dirigidos por Consuelo Naranjo en el CSIC2. Las concernientes a la población y algunas de las referidas a las migraciones, y el análisis econométrico de la abolición de la esclavitud, fueron fruto de la colaboración de Antonio Santamaría con ella y con Luis Miguel García Mora respectivamente; las relativas a los ferrocarriles, de la cooperación de Alejandro García Álvarez y Óscar Zanetti y de Antonio Santamaría con otro equipo, coordinado en esta ocasión por Jesús Sanz en la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Las dedicadas al banano son deudoras en su origen de la documentación recogida por Mario A. Martí y cedida a Alejandro García Álvarez. Varias, finalmente, se desarrollaron en el marco de otros proyectos, de la Universidad Complutense de Madrid, el Instituto Universitario Ortega y Gasset, la Universidad Carlos III de Madrid, la University of Oxford, la Universidad de La Habana y el Instituto de Historia de Cuba,3 y muchos de sus resultados fueron publicados en libros colectivos y revistas4. 1 Los trabajos de M. A. Marqués se citan en la bibliografía. En el apartado correspondiente se detalla la procedencia del que incluimos en el libro. Agradecemos a su madre, María Antonieta Dolz, el permiso para publicarlo. 2 Proyectos financiados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología –anteriormente, por el de Educación y Cultura y el de Educación y Ciencia–, por la Comunidad Autónoma de Madrid y, recientemente, por la Fundación Carolina, algunos resultado de becas y ayudas, además, que ambos autores recibimos de esas instituciones, de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Ministerio de Asuntos Exteriores, las dos últimas en el caso de Alejandro García Álvarez, quien ha disfrutado, además, de estancias de investigación en España apoyadas y/o financiadas también por los organismos mencionados, las Universidades Complutense de Madrid, del País Vasco, Oviedo, y Jaume I de Castelló y el CSIC. 3 Particularmente, y en ese mismo orden, los estudios referidos a la industria azucarera, los precios y salarios, las causas y efectos de la independencia de Cuba y las inversiones estadounidenses en la isla. 4 Aunque en las notas del texto y la bibliografía precisamos esta información, nos referidos a libros individuales y colectivos publicados por las editoriales —ordenadas por países
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Son numerosos los archivos, bibliotecas y otras instituciones en que se ha consultado la documentación necesaria para elaborar este libro, y en diversos lugares del mundo –Cuba, España, los Estados Unidos y Gran Bretaña principalmente–. A todos ellos y al personal que nos atendió debemos agradecimiento5, así como a aquellos centros en los que hemos desarrollado nuestra labor los autores6 y, por supuesto, a la familia, los amigos y los colegas que han estado personal y profesionalmente a nuestro lado. La lista de estas últimas personas es especialmente amplia, y aunque por ese motivo hemos decidido no tratar de hacerla explícita, somos perfectamente conscientes y estamos orgullosos del tamaño de nuestra deuda. Si es preciso men-
y alfabéticamente—, alemana, Ibero-Americana Vervuert (Frankfurt); cubanas, Ciencias Sociales, EMPES, Ministerio del Azúcar, Política, Universidad de La Habana (todas en La Habana); españolas, CSIC (Madrid y Sevilla), Diputación de Sevilla (Sevilla), Doce Calles (Aranjuez), Escuela de Estudios Hispanoamericanos (Sevilla), FCE (Madrid), Fundaciones de los Ferrocarriles Españoles y Mapfre Tavera –antes Histórica Tavera– (Madrid), Labor y Crítica (Barcelona), Ministerio de Fomento, CEDES y CEHOPU (Madrid), Síntesis (Madrid), y Universidades de Alicante (Murcia), Autónoma de Barcelona (Barcelona), de Castilla-La Mancha (Cuenca), Complutense de Madrid (Madrid), del País Vasco (Bilbao), Salamanca (Salamanca), y Sevilla (Sevilla); estadounidenses, Greenwood (New York), y University of North Carolina (Chapel Hill); francesa, L’Harmattan (Paris); británica, McMillan-Palgrave (Basingtoke y London) y St. Antony´s College (Oxford); mexicana, Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo (Morelia); puertorriqueña, Universidad de Puerto Rico (Río Piedras y San Juan), y de la antigua URSS, Nauka (Moscú). Además, múltiples artículos fueron reproducidos en las páginas de las revistas brasileña, Historia (São Paulo); checa, Iberoamericana Pragensia (Praga), cubanas, Cuadernos de Humanidades, Revista de la Asociación de Técnicos Azucareros de Cuba, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Revista de la Universidad de La Habana (todas de La Habana) y Santiago (Santiago de Cuba); españolas, Anuario de Estudios Americanos (Sevilla), Arbor (Madrid), Estudios de Historia Social (Madrid), Historia Social (Valencia), Migraciones y Exilios (Madrid), La Rábida (Huelva), Revista de Historia Económica (Madrid), Revisa de Indias (Madrid), Studia Historica (Salamanca), y Tiempos de América (Castelló); francesa, Nuevo Mundo-Nuevos Mundos (Bourdeax), puertorriqueñas, Historia y Sociedad y Op. Cit. (Río Piedras), y venezolana, Nueva Historia (Caracas). Agradecemos a todas ellas la difusión de nuestras investigaciones. 5 Es difícil enumerarlos, los más importantes, y se ruega perdón por cualquier omisión, son el Archivo Nacional y las Bibliotecas Nacional José Martí, de la Universidad de La Habana, del Instituto de Historia de Cuba, de la Asociación de Técnicos Azucareros y del Ministerio del Azúcar en Cuba; los Archivos Histórico Nacional y de la Fundación Maura, y las Bibliotecas Nacional, de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense, del Centro de Humanidades del CSIC, de la Agencia Española de Cooperación Internacional, del Instituto Universitario Ortega y Gasset, de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, de la Universidad Carlos III de Madrid y de la Fundación Mapfre Tavera en España; la Library of Congress en los Estados Unidos, y la Bodelian Library, la St. Antony´s College Library y la British Library en Gran Bretaña. 6 En el caso de Alejandro García Álvarez, la Universidad de La Habana (Cuba), de la que es profesor emérito, y el CSIC (España), donde disfrutó un Año Sabático entre 2002 y 2003. En el de Antonio Santamaría, la Universidad Complutense de Madrid, el Instituto Universitario Ortega y Gasset, la Universidad Carlos III de Madrid, y el CSIC (España) y la University of Oxford (Gran Bretaña).
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cionar el caso de la Dra. Consuelo Naranjo Orovio, cuya ayuda, apoyo y cariño, siempre, pero en particular para la realización de esta obra no puede expresarse con palabras. *** Tras el generoso prólogo escrito por Oscar Zanetti Lecuona, el libro se ha dividido en partes, capítulos y subcapítulos con un criterio cronológico flexible, pensado para ordenar el discurso, no para ahogarlo en marcos temporales. A una introducción que anuncia y explica sus contenidos y otros pormenores, e incluye una breve geografía, le sigue una primera parte que abarca desde finales del siglo XVIII, cuando la reforma del imperio español comenzó a sentar las bases que definirían la relación colonial en el XIX, hasta los primeros síntomas de crisis de dicha relación, coincidiendo más o menos con la Guerra de los Diez Años (1868-1878). La primera parte comienza con un análisis general del marco institucional, de las citadas bases del vínculo colonial hispano-cubano, de su establecimiento, evolución y problemas, y prosigue con un estudio detallado de los factores de producción, empezando por la población. En el examen de esta última se presta una atención especial al tráfico de esclavos y a la migración española, elementos claves en la configuración de la estructura económica de la Gran Antilla, en su especialización y explotación por la metrópoli, pero también a la importación de trabajadores en condiciones de semilibertad, con la que se hizo frente a las dificultades para mantener la trata de negros africanos, ya que el crecimiento demográfico de la isla y la existencia misma de la esclavitud, impidió reemplazarla con jornaleros libres, nativos o inmigrantes. Tales obreros llegaron sobre todo de China y Yucatán, y dedicaremos un apartado al caso de los procedentes de la segunda región, menos conocido, y cuya importancia, más que cuantitativa, es ilustrativa del desarrollo y los problemas de la economía de la Gran Antilla. Los siguientes capítulos de la primera parte del libro estudian la producción agraria dirigida al comercio exterior y las actividades destinadas al mercado interno o menos vinculados con dicho comercio. Realizamos cálculos del ingreso de ambas con el fin de conocer su estructura y evolución con más precisión que la usual en la historiografía anterior, y de la ventaja comparativa que explica la especialización de la economía cubana en la elaboración de azúcar fundamentalmente, e insistimos en el examen de determinados sectores que se desarrollaron junto a ella, por sus necesidades, gracias a sus externalidades y efectos multiplicadores, y que gozan de menos investigaciones, por ejemplo, los surgidos para satisfacer la demanda interior, y algunos otros, dedicados también de exportación, como la extracción de cobre, o el cultivo de banano. La razón por la que prestamos una atención especial a las actividades productivas distintas de la elaboración de azúcar está estrechamente rela-
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cionada con los motivos que, según explicamos, nos animaban a escribir este libro. La exitosa especialización de la economía cubana es un hecho conocido y sobradamente analizado en sí mismo. Nuestras investigaciones anteriores han llegado por lo general a la conclusión de que saber más de aquélla requiere cuantificar sus indicadores básicos y examinarla con detenimiento y sin limitarse al sector externo; es decir, indagar en lo que llamamos sus márgenes, para comprenderla mejor. Nuestro trabajo y el estado actual del conocimiento impiden abarcar muchos aspectos en los que convendría abundar en un futuro, pero es suficiente para ofrecer una idea bien fundamentada y animar a otros a profundizar en ella. La infraestructura, el capital y la tecnología son objeto de los siguientes capítulos de la primera parte del libro. En ellos estudiamos con detenimiento la construcción de una red ferroviaria que comenzó en Cuba antes que en su metrópoli y que en la mayoría de los países del mundo y alcanzó una extensión con parangón en muy pocos lugares del planeta, aunque concentrada básicamente a la mitad occidental de la isla, al igual que la población y los cultivos comerciales. Calculamos, además, el ahorro en el coste de producción del azúcar que supuso el nuevo medio de transporte, cuyo análisis, por tanto, es especialmente importante para entender la historia económica de la Gran Antilla y los problemas de su desarrollo. De hecho, las razones que lo explican se manifestaron años antes de iniciarse el tendido de las primeras vías, cuando se planteó abrir un canal que conectase La Habana y los ingenios de la costa septentrional con las áreas del interior que les surtían de productos agrarios básicos. Por tal motivo dedicamos un apartado específico a examinar el proyecto y las causas por las que no se realizó. El reforzamiento de la especialización productiva cubana en la segunda mitad del siglo XIX estuvo estrechamente vinculado a la manera en que se afrontó la progresiva crisis de la esclavitud y la transformación paralela de los ingenios azucareros. Por tal motivo abalizamos específicamente las causas de la abolición de la primera mediante un modelo econométrico que permite medir el efecto de los distintos factores que intervienen en el proceso de producción del dulce y del que se deduce que la supresión del trabajo negro compulsivo difícilmente puede explicarse por motivos microeconómicos. Tras analizar la infraestructura, el capital y la tecnología, estudiamos el comercio exterior y la relación colonial y proponemos un cálculo de la renta para varios cortes cronológicos teniendo en cuenta todos los factores examinados y cuyos resultados medimos en términos comparativos, respecto a otros países de América Latina y Europa, los Estados Unidos y España, lo que permite, entre otras cosas, arrojar algunas luces acerca de las razones económicas por las que Cuba no se independizó de la Corona hispana cuando lo hicieron sus dominios continentales de las Indias. El análisis desarrollado en la primera parte del libro ofrece también una explicación económica de la Guerra de los Diez Años, básicamente de las
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desigualdades territoriales que motivaron la declaración de la independencia y limitaron el conflicto a la mitad oriental de Cuba. Sostenemos que los cambios en el sistema económico mundial provocaron problemas a la agricultura especializada insular, básicamente a la industria azucarera, que determinaron una concentración de los recursos, y particularmente de la escasa mano de obra, debido a las crecientes dificultades para mantener la trata de esclavos según avanzó el siglo XIX, lo que perjudicó a otras actividades, sobre todo en las provincias del Este, que se rezagaron económica y demográficamente respecto a las del Oeste más que en el período anterior. Los cambios en las condiciones que habían determinado la especialización productiva de Cuba y también de su relación con España, sobre todo la crisis de la esclavitud y la progresiva concentración de su comercio en los Estados Unidos, que por ese motivo fueron incrementando paulatinamente su capacidad para influir política y económicamente en la isla, así como las reformas con las que se enfrentaron tales problemas, son el contenido del capítulo inicial de la segunda parte del libro. La segunda parte del libro repite básicamente la estructura de la primera. Tras el estudio de los problemas referidos, que sirve como introducción de la misma, examinamos la población y, a continuación, la agricultura de exportación y los demás sectores productivos, con una dedicación particular, de nuevo, a sectores como la industria destinada básicamente al mercado interno y a un caso concreto e ilustrativo, el de la manufactura del henequén. Finalmente, calculamos también el producto agrario y de esas últimas actividades. La infraestructura, el capital y la tecnología, de nuevo, son el objeto de estudio de los siguientes capítulos de la segunda parte del libro. Por las razones citadas antes insistiremos otra vez en el análisis de los ferrocarriles y estudiaremos, además, cómo en las últimas décadas del siglo XIX, a pesar de la extensión que había alcanzado la infraestructura viaria, las necesidades productivas de la industria azucarera condujeron a iniciar el tendido de líneas privadas que, con el paso del tiempo, llegaron a duplicar en kilometraje a las de servicio público. También dedicaremos especial atención al desarrollo de instituciones financieras en ese período, y concluiremos indagando en la especificidad de las transformaciones técnico-organizativas que experimentaron los ingenios y que condujeron a una descentralización vertical de la oferta de caña, al mismo tiempo que se concentraba horizontalmente la producción de dulce, para lo cual se estableció el colonato, que resolvió los problemas de la transición de la esclavitud al trabajo libre en el mercado laboral y de atracción de inmigrantes. El comercio exterior de Cuba y la relación colonial y sus dificultades económicas son el tema de los siguientes capítulos. Insistiremos en los problemas de la concentración del primero en los Estados Unidos y en cómo afectó esto a los vínculos de la isla con España, y en las soluciones que se arbitraron para tratar de resolver los problemas, particularmente los tratados
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firmados entre los gobiernos de Madrid y Washington. Analizaremos particularmente la importancia que en dicho vínculo tuvo una élite empresarial que llevó a cabo sus actividades a ambos lados del Atlántico, incluyendo los referidos Estados Unidos, y estudiaremos las inversiones directas que diversas compañías norteamericanas realizaron en la Gran Antilla. Completan el análisis de la segunda parte del libro un cálculo de la renta para varios cortes cronológicos de las últimas décadas del siglo XIX, igual que el realizado para fechas precedentes, teniendo en cuenta los diferentes sectores analizados, con el que es posible medir el efecto de la extracción de renta colonial y de otras variables —por ejemplo, de las remesas de la inmigración—, y la estimación de otros agregados, como los precios y salarios reales, que permiten observar, respectivamente, la convergencia entre las economías cubana y norteamericana, y el impacto de la abolición de la esclavitud y de la escasez de fuerza laboral. Los resultados de estos ejercicios, finalmente, se examinan de nuevo en perspectiva comparada. El libro termina con una extensa conclusión, una relación de la bibliografía citada y más importante sobre los temas abordados y un índice temático y onomástico. En la primera, además de sintetizar las principales ideas expuestas en la obra se examinan los cambios y continuidades en la economía de Cuba finales del siglo XIX y e inicios del XX, cuando una guerra de independencia y la intervención de los Estados Unidos acabó con el dominio colonial español en la isla y se establecieron vínculos especiales —político-jurídicos y económicos— con ese país, y se utilizan los indicadores estimados y los disponibles para principios del Novecientos con el fin de analizar con más precisión de la que ha sido posible hasta ahora las causas y efectos de dicha independencia. La Habana y Madrid, diciembre de 2003.
INTRODUCCIÓN GEOGRÁFICA E HISTÓRICA
CAPÍTULO I
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Error común en los estudios especializados, particularmente de historia, es suponer que el lector no precisa cierta información básica, aquélla que para los autores es más elemental, pero no por eso necesariamente conocida por la inmensa mayoría. La geografía de los lugares analizados suele padecer normalmente tal consideración. Por supuesto, se da por sentado que cualquiera que se acerque estas páginas sabe que Cuba es una isla, que se sitúa en América, concretamente en el Caribe, y goza de un clima tropical, pero seguramente la nómina de aquéllos que tienen idea de su orografía, régimen hidrográfico o condiciones básicas de sus suelos es mucho más corta. Obligados estamos, por tanto, a ofrecer ciertos datos imprescindibles sobre tales aspectos, pues además de que toda actividad humana se despliega en un espacio, si hablamos de economía, éste es especialmente importante, ya que como ciencia, lo que estudia la disciplina es, precisamente, la relación de intercambio del hombre con su medio con el fin de obtener de él los recursos precisos para el desarrollo de la vida y la manera en que se asignan dichos recursos, que son escasos. El archipiélago de Cuba se sitúa en el cuadrante centro-nororiental de América, en el área llamada Caribe por el mar que baña su costa Sur, no así la septentrional, que limita con el Océano Atlántico. Según se aprecia en el Mapa 0.1, su territorio surge como antemural del Golfo de México y esta separado de ese país y de los Estados Unidos por los estrechos de Yucatán y la Florida, cuyos nombres se deben a las penínsulas que cierran con la Gran Antilla el referido golfo. Por el Norte y el Este, otros dos estrechos separan a Cuba de las Bahamas y Santo Domingo. Junto a esta última isla, Puerto Rico, Jamaica, y un grupo de pequeñas formaciones insulares que se extienden hacia la mitad Sur del continente formando un arco, componen el Archipiélago de las Antillas, rama septentrional de las Cordilleras Caribes, formadas en el Cretácico Superior, producto de los mantos de corrimiento que dieron lugar al acercamiento de las placas de Sudamérica y Norteamérica. Superpuesto a ese
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Mapa 0.1. Las Antillas. FUENTE: Atlas mundial (1998): 143.
sistema orogénico, el referido arco surgió como resultado de la subducción en dirección Oeste del Dominio Atlántico. El clima de Cuba es húmedo y caluroso, aunque la influencia del mar, de los vientos alisios y su orientación y cercanía al continente, suaviza las temperaturas. Se dan, además, dos estaciones, una lluviosa (de mayo a octubre) y otra seca (de noviembre a abril). En la primera el territorio se halla expuesto también a ciclones y huracanes que soplan de Este a Oeste y que en muchas ocasiones han causado grandes estragos en las Antillas. La segunda, por otra parte, es el único período en que se puede cortar y moler caña de azúcar, pues el efecto de las precipitaciones en su maduración y en el medio físico impiden hacerlo el resto del año, más aún si nos remontamos muy atrás en el tiempo. En el siglo XIX, por ejemplo, el embarramiento de los terrenos y la ausencia de caminos adecuados, dificultaba enormemente las comunicaciones en aquellos lugares que no estaban conectados por mar y/o ferrocarril. Su ubicación otorgó a Cuba, y a las Antillas en general, un valor estratégico fundamental en el comercio y la defensa del imperio español y, en el caso de las pequeñas islas, para el establecimiento de bases de contacto y contrabando de otros países europeos con ese territorio, pues su tamaño y dispersión impidieron que uno sólo las controlase. Por idéntica razón, fueron
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también lugar idóneo para la piratería. Además, facilitó su uso con los fines citados la feracidad y aptitud de sus suelos y clima para los cultivos tropicales, lo que permitió desarrollar en ellas desde fechas muy tempranas explotaciones con las que británicos, holandeses, franceses o daneses financiaron sus enclaves y extrajeron considerables rentas de ellos. El mismo desarrollo experimentaron algo más tarde los dominios hispanos, fundamentalmente después de que la independencia de la América continental cambió su importancia dentro del referido imperio y fue preciso potenciar su economía para rentabilizar el mantenimiento de su posesión. Cuba es la mayor y más occidental de las Antillas. La ínsula homónima ocupa 105.007 de sus 124.542 km2, el resto corresponden a la Isla de Pinos —en el Suroeste—, y a una multitud de cayos situados a lo largo de sus costas, sobre todo junto a esta última, y en los litorales centro-septentrional y Sureste (ver Mapa 0.2) El territorio es predominantemente llano, se asienta sobre un zócalo antiguo compuesto por rocas eruptivas y metamórficas, encima del cual se fueron depositando sedimentos calizos desde el Jurásico Medio. Esos materiales predominan en las zonas de Pinar del Río y Trinidad y en el área atlántica de Camagüey. En el resto del país lo más abundante son las rocas cretácicas.
Mapa 0.2. Cuba. FUENTE: G. Lasserre (1976): 267.
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Durante la orogenia alpina, el vulcanismo dio lugar a los macizos dioríticos de Las Villas, Cubitas y Escambray (en Sancti Spiritus). Las cimas de este último, que alcanzan los 1.156 m. en el pico San Juan, son las únicas alturas considerables del territorio cubano, junto con las del complejo montañoso del externo Este, compuesto por las sierras de Nipe, Cristal, Toa, Baracoa y Maestra, en la que se alzan los 2.005 m. del Turquino, la mayor elevación insular. Dicho complejo fue producto del plegamiento a finales del Terciario de los estratos de caliza blanca que con el tiempo se depositaron sobre todas las formaciones anteriores y que fueron esenciales en la constitución de los suelos de la Gran Antilla. Las dificultades orográficas explican, por ejemplo, que su extremo oriental fuese el único lugar donde no llegó el ferrocarril y que en la citada zona de Trinidad los proyectos de tendido viario fracasen inicialmente1. Aparte de los citados, otros montes destacables, aunque menos elevados, son los que se alzan en el Oeste de Cuba, concretamente las sierras de los Órganos, Las Lomas y El Rosario, en Pinar del Río, y de La HabanaMatanzas, en las provincias homónimas (ver Mapa 0.2). Junto con la costa, la llanura es la formación predominante de la geografía cubana, y sus suelos poseen, por lo general, una abundante capa de humus y son excepcionalmente adecuados para cualquier siembra que precise calor, poca volatilidad en las temperaturas, humedad e intensa lluvia una época del año, pero sobre todo para la caña de azúcar. La flora típica, como en casi todas las Antillas, es el bosque tropical, la llamada manigua, compuesta por árboles de maderas preciosas (caoba, cedro o quiebra de hacha), que fue diezmada por el hombre en la expansión del cultivo de la gramínea. En altura, dicho bosque deja paso a vegetación de montaña y en el litoral a palmares y manglares. En Cuba hay pocos ríos y, normalmente, no reúnen condiciones adecuadas para la navegación. Destacan el Sagua, en el centro-Norte; el Zaza, en el centro-Sur, y el Cauto en Oriente. Lo típico en la vertiente atlántica son los cursos encajonados, y en la caribeña la formación de marismas y cenagales en sus tramos bajo, incluso medio. La más importante de esas ciénagas en la de Zapata, situada en el límite meridional de la provincia de Matanzas (ver Mapa 0.2), un pantano histórico producto de la tala de manigua de sus límites septentrionales, cuya deforestación dispersó el flujo de agua de lluvia y de los manantiales en su camino hacia el mar por una zona en la que no se habían constituido cauces ni disponía de salidas costeras2. El subsuelo cubano es rico en algunos minerales. Cerca de Santiago de Cuba hay hierro y cobre y en Matanzas yacimientos de ese último metal. Al Norte de la provincia de Oriente, donde acaba la costa atlántica, se halla 1
Ver A. Santamaría (1998c): 300-303. Para más detalles sobre la geografía cubana, ver las obras de L. Marrero (1969), A. Núñez Jiménez (1969 y 1973), J. de J. Márquez (1926), o G. Lasserre (1976): 264-271. 2
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níquel. También se encuentran menas de magnesio en la primera zona citada y dispersos por varios lugares de la isla, como los de oro y plata, relativamente abundantes en la época del descubrimiento, y asfalto, menos ricos que los anteriores. En fechas recientes se ha descubierto petróleo frente al litoral matancero, y en las extensas riveras insulares son comunes las salinas3. Un último rasgo que debemos citar de la geografía cubana, pues los aspectos referidos a su población y economía, claro está, son la esencia de este libro, es su estrechez, que permite que no haya en ella territorio alguno que diste más de 50 km de la costa, lo cual facilitó enormemente las comunicaciones y vida en general. En el mar, además, abundan los parajes idóneos para instalar buenos puertos, sobre todo en la ribera atlántica, algunos protegidos por radas naturales, como La Habana, Nipe —la bahía natural más grande del mundo—, Guantánamo y Santiago, lo que explica, junto a su estratégica situación geográfica, el valor que tuvo la isla, y especialmente su capital, como centro de resguardo, aprovisionamiento y carena de los barcos que cubrían la ruta de Indias, y también la facilidad para el contrabando y la navegación de cabotaje. No obstante, hay que señalar que la sinuosidad del litoral y los abundantes bajos fondos, particularmente en las zonas cayosas de la ribera Norte, dificultan dicha navegación (ver Mapa 0.2).
3 El Atlas nacional de Cuba (1970) y el G. Canet (1949) permiten completar, en general, la información geográfica que ofrecen las obras mencionadas en la nota anterior, así como los datos sobre los recursos minerales, para los cuales se pueden ver también los libros de A. Calvache (1944) y L. D. Soto (1981).
CAPÍTULO II
CUBA ECONÓMICA. LA ECONOMÍA CUBANA EN EL SIGLO XIX Y LA RELACIÓN COLONIAL1 Introducción Hoy sabemos mucho más que hace tan sólo unos pocos años del último período colonial español en América, del siglo XIX particularmente, que en su mayor parte se limitó a Cuba y Puerto Rico y, durante menos tiempo, a la parte oriental de Santo Domingo. Esto ha sido posible, en parte, gracias a la sucesión reciente de una serie de conmemoraciones –centenarios de 1492, de la abolición de la esclavitud o de 1898–, que han generado una vasta producción historiográfica. Conocemos mejor la evolución histórica de las islas y cómo se redefinieron sus relaciones de dominio respecto a la metrópoli, y por qué razones y de qué manera se transformaron a lo largo del tiempo, hasta culminar en el cese de estas últimas al finalizar el Ochocientos. Sin embargo, el modo en que se ha abordado el problema, desde una perspectiva política sobre todo, y sin priorizar los vínculos entre el desarrollo de las economías antillanas y su dependencia de un poder exterior, ha provocado que, en general, aún no tengamos una percepción global satisfactoria del tema, en sí mismo y comparado con el caso de otros imperios europeos2. Es preciso, por lo tanto, repensar el colonialismo español decimonónico en Cuba desde la perspectiva de la economía insular y también esta última, con el fin de plantear algunas cuestiones sobre su configuración y cambios en las que sería interesante y conveniente profundizar. A ello dedicamos las páginas que siguen a continuación.
1 Las ideas que se defienden en esta introducción fueron expuestas en dos trabajos anteriores, aunque en ambos casos con referencia también al caso puertorriqueño, C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 171-178 y, con más amplitud, A. Santamaría (2004d): 740-759. 2 Para lo escrito acerca del tema recientemente ver E. Hernández Sandoica (1997 y 1998a, b y c), A. Santamaría y C. Naranjo (1999a y b), y C. Naranjo y A. Santamaría (2004).
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Spanish Colonias’re no differents. Estructura, sentido y coherencia del sistema colonial español decimonónico en Cuba En los albores del siglo XIX, como ya se ha señalado, los dominios españoles en América quedaron reducidos a las Grandes Antillas, con la excepción de la parte occidental de Santo Domingo (Haití), independizada de Francia en 1891, y también de la oriental prácticamente desde su ocupación por aquélla primera. Para tales colonias, este hecho implicó considerables cambios, pues hasta entonces habían sido concebidas como parte de un vasto imperio y, en ese sentido, valoradas esencialmente por su importancia estratégico-militar y portuaria. Tras la emancipación del Virreinato de Nueva España, Cuba y Puerto Rico pasaron a depender directamente del gobierno español y dejaron de recibir los fondos que aquel primero destinaba al sostenimiento de su administración y de su ejército. Sin esa aportación económica –el llamado situado– y una vez desaparecido su valor como primer baluarte de defensa del imperio y lugar de llegada y salida, aprovisionamiento y carena de los barcos que cubrían la ruta de Indias, la preocupación de la metrópoli fue que ambos territorios se autofinanciasen y generasen excedentes suficientes para justificar el mantenimiento del dominio colonial. En el caso cubano, las décadas anteriores a la independencia de la América continental fueron un período de fuerte crecimiento, debido fundamentalmente a la expansión de la producción azucarera. De hecho, muchos estudios señalan que ésta fue una de las causas por las cuales no cuajó en la isla un movimiento insurgente como los de aquélla3 . Por tanto, los cambios administrativos y las medidas de fomento para que la colonia no generase gastos a España y contribuyese a engrosar su erario, sólo incentivaron dicho crecimiento. Más incisivas fueron en Puerto Rico, pues la riqueza de su territorio apenas había sido explotada hasta entonces4. En el inicio del siglo XIX las economías de la Gran Antilla y Borinquen, incluso de Santo Domingo, eran similares en cuanto a dotación de recursos y potencialidad de crecimiento. Disponían de suelos feraces, muy adecuados cultivar azúcar, café o tabaco; bienes cuya demanda internacional experimentó un fuerte aumento desde finales del Setecientos, sobre todo en el caso del primero. La expansión del consumo de dulce, además, coincidió con una coyuntura en la que los Estados Unidos se independizaron de Inglaterra y dejaron de adquirirlo en las colonias de su ex-metrópoli, y la Revolución de Haití eliminó al principal exportador mundial. En tales circunstancias y favorecidas por una legislación que liberalizó el comercio, los productores de Cuba y Puerto Rico tuvieron incentivos para explotar la ventaja compara3
Ver, por ejemplo, P. Fraile y R. y L. Salvucci (1993): 31-52. Ver A. Morales Carrión (1995), R. Rosario (1995), o C Naranjo y A. Santamaría (2002): apart. 8.2. 4
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tiva de ambas islas, especializar progresivamente sus economías y abastecer el mercado de edulcorante. La especialización de Cuba en la producción de azúcar fundamentalmente implicó una peculiaridad en el colonialismo hispano en comparación con el de otras naciones: el mercado principal para las exportaciones de aquélla no fue su metrópoli, sino los países de la Europa Occidental y los Estados Unidos. Además, el desarrollo manufacturero y financiero español tampoco permitió crear una industria refinadora en la península para completar la elaboración del dulce, ni satisfacer la demanda de bienes de equipo y capital de la isla, por lo que dichos artículos tuvieron que ser importados también de esos otros países y fue en ellos —en Norteamérica concretamente— donde se establecieron las refinerías. La peculiaridad del colonialismo español explica por qué se liberalizó el comercio ultramarino cuando las leyes del país habían sancionado tradicionalmente un monopolio sobre el mismo que sólo se interrumpió en casos de excepción; en particular, con motivo de las dificultades para el tráfico mercantil que ocasionaron las continuas guerras en el Caribe. En las condiciones descritas en párrafos anteriores, el mejor modo de extraer renta de las islas antillanas fue permitir el desarrollo de su producción para el mercado externo, imponer aranceles a las exportaciones e importaciones extranjeras, proteger a aquellos artículos que la metrópoli sí podía proporcionar y, en general, a todos los transportados en barcos que navegasen con bandera nacional5. Aparte de la abundancia relativa de tierra, la escasez de los otros factores de producción —capital y trabajo— también caracterizó en un primer momento del período estudiado a la economía cubana. Ya se ha apuntado algo sobre el capital. La demanda de crédito exterior que precisó el crecimiento de las explotaciones comerciales no pudo ser satisfecha por la metrópoli; pero, además, el desarrollo del sistema financiero y bancario fue lento, inadecuado incluso a las necesidades de aquéllas. En parte eso se explica por la disponibilidad de recursos en el extranjero para las actividades que tenían relativamente asegurada su rentabilidad —las vinculadas con las exportaciones—, pero también porque ello permitió el fortalecimiento y expansión de los sectores mercantiles, que actuaron como refacionistas. Aunque hay pocos estudios en profundidad sobre la cuestión, se puede decir que los defectos del sistema financiero, resueltos a través del crédito ofrecido por los comerciantes-refacionistas, actuaron también como mecanismos de control político-social y de extracción de renta colonial, pues permitieron una situación de privilegio de esos comerciantes —entre los
5 Para un examen más detenido de este tema, ver el libro y los artículos de O. Zanetti (1998a, b y c).
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que predominaban los españoles— frente a los productores —entre los que era más abundante el elemento criollo—, así como una acumulación de ganancias en sectores que enviaban remesas a la metrópoli 6. Lo mismo sucedió con las deficiencias de la oferta monetaria, endémicos en la economía cubana, que afectaron a casi toda la población. La ausencia de un banco emisor que satisficiese la demanda de efectivo ocasionó constantes problemas de liquidez, y su solución mediante la creación de cuasi-monedas y distintos instrumentos de fianza, reforzó la citada posición del comerciante fiador frente al productor, pero también de ambos frente a los trabajadores, que en ocasiones recibían parte o todo su salario en vales canjeables en establecimientos propiedad del pagador o autorizados por él, y se endeudaban, lo que les mantenía vinculados a la tierra o empresa hasta saldar sus débitos7. La oposición español-criollo no fue tanta tajante como parece, aunque si constituyó una pieza clave del sistema colonial. Hubo circunstancias en que se reforzó. Así parece que ocurrió en 1868 en Lares (Puerto Rico) cuando, coincidiendo con las revoluciones en Cuba y España, se produjo un alzamiento que unió a trabajadores y productores locales frente a los comerciantes de origen metropolitano, debido al referido control que tenían sobre el crédito8. Otras veces, empero, se dio una comunión de intereses en las elites, independientemente de su origen. Por ejemplo, en la Gran Antilla, antes de la Guerra de 1895-1898, parte de aquéllas se unieron en el llamado Movimiento Económico, pidiendo reformas profundas en la economía insular9. Por supuesto, además, la movilidad social, fuese cual fuese la coyuntura, configuró una estructura de relaciones compleja, aunque en ocasiones sea posible reducirla a oposiciones como la mencionada. El trabajo era también relativamente escaso en Cuba; sin duda el factor de producción menos abundante en el siglo XIX. La isla estaba poco poblada y parte de sus habitantes se dedicaban a los cultivos de subsistencia, lo que obstaculizó el desarrollo de la producción exportable en varios sentidos. En primer lugar, acaparaban tierra. Si bien en los albores esa centuria había una vasta frontera agraria que colonizar —frontera que en siguió existiendo en la mitad oriental de la Gran Antilla hasta el Novecientos—, hubo un proceso de desplazamiento de tales cultivos y de sus usufructuarios de los terrenos más ricos o mejor ubicados (cerca de las ciudades y principales arterias de comunicación). Coadyuvaron a ese proceso medidas como la desamortiza6 Sobre el sistema financiero, algunas instituciones bancarias y las remesas de la inmigración, ver S. Fernández (1987 y 2002), E. Collazo (1989 y 1996), J. R. García López (1992 y 1996), A. Calavera (1994), I. Roldán (1995), o A. García Álvarez (1998e). I. Roldán (2004) acaba de publicar un libro sobre el Banco Español. 7 Ver J. Le Riverend (1985): 251-257 y 412-413. 8 L.W. Bergad (1980): 617-642, explica así el Grito de Lares. 9 Ver P. Estrade (1995): 117-142.
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ción de los bienes comunales y eclesiásticos y la división y distribución de los realengos y haciendas comuneras. Los cultivos de subsistencia, además, mantenían a una parte de la población fuera de la economía monetaria y del mercado, restando potenciales consumidores al mismo y, lo más importante en lo que respecta al análisis del factor trabajo, mano de obra para las explotaciones comerciales. Otras leyes colaboraron también a remediar esa situación, obligando a trabajar para terceros a quienes no demostrasen ser propietarios o arrendatarios de terrenos, sobre todo en Puerto Rico, o a pagar las contribuciones municipales y estatales en dinero, que sólo podían lograr empleándose por un salario o vendiendo el producto de sus predios 10. Para resolver el problema de la escasez de fuerza de trabajo se acudió a la importación de esclavos básicamente, completada con inmigración libre y semilibre, fundamentalmente europea la primera, y china y yucateca la segunda. Las referidas leyes de fomento económico de las colonias de finales del siglo XVIII y principios del XIX, no sólo incluyeron disposiciones para incentivar la trata, sino que muchas de ellas éste fue su contenido primordial. Por ejemplo, los reglamentos que liberalizaron el comercio con el extranjero pretendían atraer hacia las Antillas hispanas el tráfico de africanos que antes de dirigía a territorios cercanos, donde se había prohibido o estaba en proceso de abolición la esclavitud —los nuevos países latinoamericanos o los dominios ingleses en el Caribe—. Se permitió, además, que expatriados pro-españoles de dichos países o franceses de Haití se afincasen en Cuba y Puerto Rico, acompañados de sus negros, percibiendo una porción de tierra proporcional al número de éstos que trajesen consigo. El auge de la esclavitud en Cuba coincidió, por las razones citadas, con su abolición en los países surgidos del imperio español en América y en las colonias británicas y, desde muy temprano, con una serie de prohibiciones de la trata acordadas por los gobiernos de Madrid y Londres que jamás se cumplieron. Además, la existencia de aquélla fue otro de los pilares sobre los que descansó el régimen colonial hispano en el siglo XIX, ya que su administración y ejército garantizaban un orden, cuya ruptura quizás podía 10 La causa de la escasez de fuerza de trabajo fue, en última instancia, demográfica. En 1792 había en Cuba 274.000 personas; en 1817, 631.000; en 1846, 899.000, y en 1887, 1.632.000, tan sólo 13,1 hab./km2 en el último año —ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 210-213 y 344—. Autores como I. Balboa (2000) creen que, a pesar de ello, la falta de brazos no fue real en el período posterior a 1878. Aunque estimaciones como las de J. L. Luzón (1989) sobre la población necesaria para producir una cantidad de azúcar dada contradicen esa tesis, el problema no fue tanto cuantitativo como de movilización de los recursos laborales para atender la demanda de los sectores de actividad más dinámicos y de su integración, por tanto, en la economía monetaria y de mercado. Así ocurrió en Puerto Rico, donde el crecimiento vegetativo habría sido suficiente para satisfacerla, pero no lo hizo debido a tales imperfecciones y no obstante se recurrió a las citadas medidas compulsivas, ver L. Gómez Acevedo (1970).
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haber provocado una situación como la de Haití; es decir, que la población de color tomase el poder. La historiografía ha calificado de anacrónico el auge de la esclavitud en Cuba, cuando la institución se estaba aboliendo en otros lugares. Económicamente hablando, sin embargo, fue una respuesta racional de los productores para hacer frente a la escasez de brazos y explotar la excepcional riqueza del territorio, así como un elemento esencial en la configuración de un sistema colonial que, como hemos visto, si bien se caracterizó por sus peculiaridades en comparación con los de otros países, funcionó de un modo eficiente durante al menos setenta años (aproximadamente hasta la primera guerra de independencia cubana, 1868-1878)11. Otro mecanismo que se usó para resolver el problema de la escasez de brazos y fortalecer el sistema socio-político y económico colonial fue la inmigración, sobre todo la española. Ésta jugó un papel fundamental en él. Sirvió como contrapeso del elemento negro y mulato, que llegó a ser preponderante en la población de ambas islas debido a la esclavitud. En menor medida, aunque también relevante en ciertos casos, fue una alternativa frente a aquélla, especialmente en actividades como el cultivo de tabaco, café y bienes de consumo, en los cuales la escala de producción no era tan determinante para mantener la competitividad internacional como en la industria azucarera. En ambas funciones, naturalmente, aumentó su importancia cuando, en la segunda mitad del siglo XIX, se hicieron más efectivas las prohibiciones para proseguir la trata y, finalmente, se abolió la esclavitud 12. Hay un intenso debate sobre las razones de la esclavitud y su abolición desde hace años y aún así son pocas las certezas que tenemos acerca de ambos temas. Ello se debe, sin duda, a que en las respuestas intervienen muchos factores, internos y externos, difícilmente abarcables por los especialistas, y a que el asunto afecta a la dignidad humana y debe ser tratado con cuidado. Teniendo eso en cuenta, ya se ha indicado que usar de mano de obra compulsiva fue racional económicamente hablando. No está tan claro, empero, que la misma racionalidad explique su eliminación. Parece que ésta fue provocada por una combinación de variables que modificaron radical11 Sobre la importancia de la esclavitud en el sistema colonial ver, por ejemplo, C. Saiz Pastor (1988 y 1990). En ese sentido, siguiendo las tesis de D. W. Tomich (1988), un libro reciente de C. Schmidt-Nowara (1999) defiende que un segundo imperio en el Caribe hispano implicó también una segunda esclavitud. 12 Sobre la inmigración, en general, y especialmente la española, ver por ejemplo los trabajos de C. Naranjo (1984, 1988, 1993 y 1994a y b), J. Maluquer (1992) o A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992). Acerca de su función en el mercado de trabajo, dentro del sistema colonial y en los proyectos de construcción social por parte del Estado y/o las elites, C. Naranjo (1992b), C. Naranjo y M. Valero (1994) y, sobre todo, el libro C. Naranjo y A. García González (1996b). Hay dos estudios historiográficos recientes, además, de E. Hernández Sandoica (1998b) y C. Naranjo y A. Santamaría (2000).
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mente la economía internacional en la segunda mitad del siglo XIX, pues nadie ha probado que el trabajo libre fuese más eficiente que el esclavo13. Por otra parte, como veremos enseguida, la abolición produjo un desajuste en el sistema de dominación colonial en Cuba que nunca se resolvió del todo; además, cuando se realizó aún no se habían solucionado los problemas que condujeron a importar africanos, lo que permite decir que con ella no acabó, sino que comenzó la transición hacia un mercado laboral asalariado, que por ese motivo se caracterizó por sus imperfecciones. Una de las pocas coincidencias historiográficas sobre la cuestión es que en dicha transición el elemento más importante fue la inmigración14. Los inmigrantes españoles, ya lo dijimos, fueron mayoritarios en el sector comercial; sector que por las características asignadas dentro del sistema económico colonial, articuló y determinó el funcionamiento de todo el aparato productivo. Esos inmigrantes formaron redes que actuaron como freno a su criollización, dispusieron mecanismos de atracción e integración de nuevos individuos procedentes de la metrópoli y de retorno para los que llevaban un tiempo las islas, crearon un haz de relaciones clientelares y de parentesco, y operaron como alternativa al mercado laboral. Su influencia a ambos lados del Atlántico, además, les otorgó una posición de privilegio frente a la administración que no siempre estuvo al alcance de los criollos, sobre todo a partir de la década de 1830, cuando las autoridades de Madrid reorganizaron y españolizaron el gobierno de las colonias para reducir el poder que las elites locales habían logrado durante los años de las guerras de liberación hispanoamericanas, en parte gracias a las medidas arbitradas para asegurar su fidelidad, mantener y fomentar la prosperidad de los territorios. Para España, la emigración a las colonias fue una vía de escape que permitió dar salida a la población que el país no podía emplear con un coste en recursos humanos menor que cuando el destino eran otros lugares. Su importancia en ese sentido creció con el tiempo, sobre todo tras entrar en crisis la 13
Acerca de la esclavitud y la abolición en ambas islas se ha escrito mucho. Ver, por ejemplo, los estudios clásicos de A. L. Corwin (1968), R. Cepero Bonilla (1947), M. Moreno Fraginals (1978) y F. Pérez de la Riva (1987), o la compilación M. Moreno Fraginals et. al., eds. (1985), la crítica a varias de las primeras obras de R. J. Scott (1985), que indaga en la lucha de los negros frente a su situación, y de L. W. Bergad (1990b), que intenta demostrar la mayor rentabilidad de su trabajo frente al asalariado, así como nuestro artículo, L. M. García Mora y A. Santamaría (2002), en el que probamos que, aún estando de acuerdo con este último autor, los métodos que usa para fundamentar sus tesis no parecen adecuados. Dicho artículo se incluye en una de las obras colectivas más recientes acerca del tema, la de J. A. Piqueras, ed. (2002). En los capítulos correspondientes expondremos una bibliografía más amplia, pero para acabar esta breve relación debemos citar algunos estudios historiográficos disponibles, como el del propio L. W. Bergad (1989), los de M. C. Barcia (1994) y J. A. Piqueras (2002b), el también el nuestro, A. Santamaría (2004a), y la extensa selección documental en CD-Rom, E. Vila Vilar, comp. (2000). 14 Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1998): 131-161 o C. Naranjo y A. García González (1996b).
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esclavitud, lo que en el caso de Cuba fue progresivamente convirtiendo a la isla en un receptor de inmigrantes en masa. Hasta entonces, la existencia del trabajo servil le restó atractivo para buena parte de los españoles que pensaban dejar su tierra. De hecho, cuando hubo que buscar soluciones a la reducción de la trata de negros a mediados del siglo XIX, fue preciso recurrir a chinos e indios yucatecos que, además, trabajaron en condiciones semilibres15, pues el flujo desde la metrópoli no bastó para cubrir la demanda de trabajo. Un último factor destacable sobre la inmigración española a Ultramar fue su función en la nacionalización de los dominios caribeños. La colonización de las Indias había sido una empresa castellana y el tráfico mercantil se concentró en Sevilla y luego en Cádiz en régimen de monopolio. Del mismo modo, en ellas sólo unos cuantos puertos tenían licencia para comerciar. Las reformas borbónicas alteraron esa situación, ampliando los permisos a varias localidades costeras en la metrópoli y América, mercedes que se fueron extendiendo con el tiempo. Por otro lado, también se empezó a autorizar, y en muchos casos a fomentar, la emigración desde las distintas regiones del país. De hecho los mayores contingentes llegados a Cuba en el siglo XIX procedieron de Galicia, Asturias y Canarias, y a Puerto Rico de Baleares y Cataluña. Aunque apenas ha merecido el interés de la investigación, esta nacionalización del colonialismo debió coadyuvar a la integración del Estado y la economía española16. La combinación de factores internos y externos a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, sucintamente descrita, permitió un fuerte crecimiento de la economía cubana, continuando un proceso que empezó tiempo atrás. Tales factores provocaron una crisis de las formas tradicionales de explotación de los recursos, la hacienda y el hato ganadero fundamentalmente, y su sustitución por otras más modernas: estancias, potreros, vegas y, sobre todo, plantaciones. La plantación fue el centro neurálgico de la actividad económica en la Gran Antilla durante todo el Ochocientos y sobrevivió a la abolición de la esclavitud, que fue el régimen de trabajo imperante en sus orígenes y durante varias décadas. Por esa razón, muchos autores han destacado en ella los mismos antagonismos que en el sistema colonial, pues en su seno convivieron formas compulsivas de trabajo y métodos capitalistas de organización de la producción y el comercio. Sin embargo, un análisis pormenorizado de ella, como en el caso también del sistema colonial, invita a ver las cosas desde un ángulo menos excluyente, entendiendo dicha convivencia 15 Ver, por ejemplo, D. C. Corbitt (1937a y 1971), J. Pérez de la Riva (1975b y 2000), J. Jiménez (1983), A. García Álvarez (1993b), E. Hude Hart (1993), P. Estrade (1994), o J. Rodríguez Piña (1990). 16 Sobre este el tema ya se han mencionado trabajos en notas anteriores. Al igual que señalamos con la esclavitud y la abolición, se han escrito infinidad de obras, generales y, como decimos, referidas a distintas regiones y localidades de España y también de Cuba. En los capítulos correspondientes se detallará más precisamente esa bibliografía.
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como un medio rápido y efectivo para resolver los problemas y competir en el mercado internacional, hacia el que estaba enfocada su actividad. La importancia de la plantación, manifestación interna de la especialización económica de Cuba y de su integración en el mercado mundial, ha minimizado el estudio de las actividades menos vinculadas con el comercio exterior, incluso de aquéllas destinadas a satisfacer sus necesidades más básicas y las de la población: la alimentación, vestido o ciertos servicios, sobre todo en las ciudades, a pesar de que su funcionamiento implicó un proceso relativamente fuerte de urbanización debido, entre otras cosas, a que era preciso exportar su producto e importar muchos de los insumos imprescindibles para operar. Es cierto que la demanda de tierra, trabajo y capital de la plantación restó recursos al resto de la economía y provocó una creciente necesidad de importar víveres y otros bienes de primera necesidad, incluso que la metrópoli pudo estar interesada en ello, pues precisamente eran esos bienes los que podía vender en las colonias. Es verdad también que las instituciones e infraestructuras fueron construidas para favorecer las explotaciones comerciales, que el resto de los cultivos e industrias no contaron con las mismas facilidades portuarias, ferroviarias, de crédito o fomento oficial, pero tampoco se pueden menospreciar los efectos multiplicadores internos de dichas explotaciones, sus externalidades, y el surgimiento gracias a ello de una serie de actividades complementarias destinadas a cubrir algunas necesidades que no era rentable o posible atender con el comercio exterior. Hay que reconocer que es más fácil analizar el sector externo que las actividades económicas no vinculadas con él; entre otras cosas, no hay tantas fuentes, pues su menor presencia en el mercado implicó también menos registros. En muchos casos, además, se llevaban a cabo en el seno mismo de la plantación, en la que era común cultivar alimentos o habilitar talleres de reparación y elaboración de utensilios básicos para la producción. Ese modo de proceder tuvo el carácter de una reinversión de beneficios y, en ocasiones, rebasó los límites de dicha plantación, sobre todo, cuando las necesidades que era racional satisfacer internamente estaban cubiertas. La extracción de capital, vía remesas o inversiones más rentables en el extranjero conjuró contra ella, pero siempre quedó un espacio para la misma y es preciso esforzarse en su estudio para tener una idea más completa de las economías coloniales17.
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Hace años, J. Le Riverend (1985), ofreció una visión general y, sobre todo, sugirió una serie de ideas muy interesantes acerca de esas actividades y de su importancia, pero la historiografía posterior se ha preocupado poco por ellas, al menos hasta fechas muy recientes. Además de ciertos estudios referidos a algunas en concreto y que mencionaremos en su momento, para otra caracterización general, más reciente, ver nuestros trabajos, C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 139-463 y A. Santamaría (2002c): 103-131, así como los de M. A. Marqués (1996a y b, 1998a y b, 2000 y 2002), dedicados básicamente a la industria en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX.
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La vinculación de la economía de Cuba con el comercio exterior fue clave en la transformación de ésta y del sistema colonial. Se puede decir que el éxito de su especialización decimonónica fue un caso paradigmático en el mundo, lo que no significa que estuviese exento de los problemas inherentes a ella, además de los que conllevó su referido statu como colonia, con las peculiaridades que hemos señalado en su relación con la metrópoli. La economía cubana se especializó progresivamente en la producción azucarera. En la segunda mitad del siglo XIX aumentó la oferta mundial de ese artículo y se redujo su precio debido mejoras en los transportes y al proteccionismo de los mercados, que permitió el surgimiento de una fuerte industria remolachera en Europa, lo que además coincidió con la crisis de la esclavitud. Como respuesta, los ingenios se mecanizaron completamente, se concentraron horizontalmente, descentralizaron la oferta de caña para mantener su competitividad y se dedicaron a fabricar crudo, pues así demandaban el dulce los Estados Unidos que, debido al citado proteccionismo europeo, acapararon la mayoría de las exportaciones insulares18. A finales del siglo XIX, rentabilizar la inversión que implicó la modernización de los ingenios cubanos requería asegurar un mercado que no estaba en España ni en el mundo, sino en Norteamérica. Los aranceles impuestos por Madrid obstaculizaron el crecimiento de la isla, pues la política comercial estadounidense estaba definida en términos de reciprocidad y ofrecía ventajas aduaneras a aquéllos lugares que ofrecían un trato similar a sus productos19. Unido a ese hecho, debemos señalar que la necesidad de orden social que garantizaba la metrópoli, por el peligro de una revolución de esclavos, desapareció tras la abolición (1886). Finalmente, las reformas previstas por ésta para contrarrestar todos esos problemas fueron insuficientes, porque debido al modo en que estaba organizada la explotación de la Gran Antilla, eliminar las citadas trabas para su crecimiento dejaba sin sentido el mantenimiento mismo de la colonia, dado que afectaba a los mecanismos por los cuales se extraía renta de ella. Paradójicamente, ello nos invita a pensar, lo mismo que indicábamos en el caso de la supresión de la esclavitud, que la evolución del sistema económico internacional y la particular inserción de Cuba en él explican mejor su proceso de independencia que los aciertos o errores de la política española20.
Una idea para concluir Una breve caracterización, por tanto, de la evolución de la economía de Cuba y de su relación colonial con España, y de tal relación, además, obser18 19 20
Ver M. Moreno Fraginals (1978): III. Ver O. Zanetti (1998a): 229-307. Ver A. Santamaría (2000d): 101-138.
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vada a la luz de aquélla primera, amerita un estudio que puede contribuir a esclarecer o, al menos, a mejorar el conocimiento de muchos aspectos de los que se sabe poco y/o sobre los que aún se debate mucho. Más productiva será aún la aportación si se realiza intentando también cuantificar algunos indicaros básicos y en términos comparados, con el fin de añadir precisión, mesura y referencias a dichos debate, e intentando profundizar más allá de lo que es muy evidente, de la especialización productiva, el comercio exterior y el sector externo en general, para obtener una idea más acabada de la verdadera dimensión de esa especialización. Insistiremos en los aspectos mencionados, además, teniendo en cuenta que hay obras precedentes, bien conocidas, que detallan los hechos fundamentales y su sucesión, especialmente los libros de H. Friedlaender (1944), J. Le Riverend (1985) o L. Marrero (1956 y 1973-1993), entre otros21, que ese trabajo ya se ha realizado y que, por lo tanto, lo racional es ampliar el conocimiento a partir de él. En el preámbulo detallamos cómo se ordena el discurso con el que se propone alcanzar la metas propuestas. Lo que procede ya, pues, es comenzar a lidiarlas.
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XIX ,
Para una extensa relación de lo publicado sobre historia económica de Cuba en el siglo ver I. Roldán (2001a).
PRIMERA PARTE LA ÉPOCA DORADA DE LA ESPECIALIZACIÓN. REORGANIZACIÓN COLONIAL Y CRECIMIENTO ECONÓMICO, 1765-1878.
CAPÍTULO I
COMERCIO LIBRE, ARANCELES, FOMENTO DE LA TRATA DE ESCLAVOS Y PLANTACIONES. LAS INSTITUCIONES Y LAS LEYES Desde mediados del siglo XVIII y hasta las primeras décadas del XIX, la legislación que regía en las colonias españolas de América y que a partir de 1492 había ido conformando un corpus legal especial —las llamadas Leyes de Indias o Derecho Indiano—, experimentó importantes cambios. La nueva dinastía real que gobernó España después de la Guerra de Secesión, inició un proceso de reformas conocido como Reformas Borbónicas, aunque en una fase inicial se denominó también Proyectismo1, con el fin de racionalizar y mejorar la administración y de los dominios coloniales, fomentar su economía, extraer más renta de ellos y potenciar su contribución al crecimiento metropolitano (lo que se denomina el Pacto Colonial). Las islas del Caribe fueron un lugar de ensayo de muchas de las nuevas medidas, y en ellas el referido proceso de reformas prosiguió, incluso se reforzó durante la época de las Guerras de Independencia de los territorios continentales y tras la pérdida de estos últimos. A la reforma de la legislación e instituciones coloniales contribuyeron también los cambios en la economía internacional, en el equilibrio de poder en el área del Caribe y en el régimen político metropolitano. La reducción de la piratería en el mar de las Antillas, las continuas guerras, la agilización de los transportes, el inicio de la Revolución Industrial y el aumento del comercio mundial restaron eficacia al tradicional sistema de flotas, con el que se habían realizado los intercambios mercantiles entre España y América, y obstaculizaron el abastecimiento y las exportaciones insulares. Por otro lado, la independencia de los Estados Unidos y Haití de Inglaterra y Francia respectivamente a finales del siglo XVIII , la ocupación por parte de la segunda de la mitad hispana de Santo Do-
1 Ver sobre ese primer período y sus características, el reciente libro de S. J. y B. H. Stein (2000).
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mingo, la adquisición norteamericana de territorios como Luisiana o Florida, que fueron españoles y galos y, posteriormente, la emancipación de Hispanoamérica y el establecimiento en su espacio de varias repúblicas alteraron completamente el mapa político y los intercambios mercantiles en la región caribeña. Tras liberarse de Inglaterra, los Estados Unidos dejaron de comprar azúcar y otros artículos en las colonias británicas, lo que significó la apertura de un mercado para terceros productores que se ensanchó cuando desapareció prácticamente la oferta de Haití —el mayor exportador mundial de dulce— después de su revolución de independencia. La emancipación de ese país y, más tarde, de las repúblicas hispanoamericanas, y la ocupación de Santo Domingo, provocaron que un gran número de empresarios y técnicos, además de los inconformistas con la nueva situación política en tales lugares, buscasen refugio en territorios cercanos donde no habían variado las condiciones políticas y se ofrecían posibilidades para el desarrollo de sus actividades. Otro cambio importante en las economías regionales fue la abolición de la trata en 1808 en Inglaterra y sus dominios y, luego, de la esclavitud en los países surgidos de la desmembración de los virreinatos españoles. El tráfico negrero establecido para surtir a esos lugares pudo ser aprovechado por aquéllos que mantuvieron la institución. En lo que respecta a las transformaciones políticas en España, en 1808 las tropas napoleónicas invadieron el país y cuando fueron expulsadas, el gobierno recayó en manos de los liberales, que se reunieron en Cortes en Cádiz y aprobaron una Carta Magna en 1812, poniendo fin a la Monarquía Absoluta. Aunque Fernando VII la restauró luego con ayuda de otros reinos europeos, la vuelta al Antiguo Régimen fue efímera. Los problemas financieros, políticos y sociales de la nación y la sucesión real en los años treinta2, que condujo al Trono a la primogénita, Isabel II, pero también provocó un conflicto civil (las Guerras Carlistas) que duró todo el período isabelino, obligaron a pactar con los referidos liberales y a establecer definitivamente un sistema constitucional. Debido a la debilidad de las fuerzas enfrentadas para imponerse, sin embargo, dicho sistema se caracterizó durante todo el Ochocientos por un difícil equilibrio que ralentizó la modernización económica y social del país y de sus colonias3. Las guerras de liberación hispanoamericanas terminaron con el proceso de reformas antes de que hubiese acabado. Su alcance sólo puede medirse, por tanto, en los territorios que quedaron bajo el dominio español, pero teniendo en cuenta que en ellos sufrió modificaciones que seguramente no habrían tenido lugar de no mediar dichas guerras, la consolida-
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Ver J. Fontana (1977). Ver L. Prados (1988).
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ción de los liberales en el gobierno madrileño y, por supuesto, si esos territorios no hubiesen aumentado su importancia para la metrópoli al dejar de ser parte de un vasto imperio y convertirse en sus únicas posesiones en América. Los antecedentes expuestos brevemente en párrafos anteriores son esenciales para entender la reorganización del marco legal e institucional que rigió en las últimas colonias españolas en América. Sin tenerlos en cuenta, parte de la historiografía lo ha calificado en su conjunto o en algunas de sus partes de antagónico, inadecuado, contradictorio o deficitario, pero en el contexto en que se desarrolló, parece más bien una construcción compleja, respetuosa con ciertos privilegios que la escasa fuerza de los liberales impidió suprimir y, al mismo tiempo, suficientemente dinámica para aprovechar las oportunidades que brindó la situación internacional del período de transición del siglo XVIII al XIX, hasta tal extremo que fue precisamente al variar las circunstancias hacia la década de 1860 y mantenerse el equilibrio de poder en la metrópoli que impedía reformas drásticas, cuando se mostró insolvente e inapropiado para resolver los problemas coloniales. En todo caso, por tanto, los antagonismos y contradicciones estuvieron en tales condiciones antes que en la legislación e instituciones resultado de las mismas. En las siguientes páginas examinamos todos estos aspectos con una perspectiva global y a largo plazo, pues ya hemos mencionado que hay varios estudios a los que referir para profundizar en los detalles. Las Reformas Borbónicas y muchas de sus modificaciones posteriores en Cuba, se aplicaron, en última instancia, como un medio para preservar privilegios tradicionales en un contexto que hacía peligrar su mantenimiento, al menos si no se modificaban y adaptaban al mismo y se aceptaban ciertas concesiones, citando El Gatopardo de G. Tomasi di Lampedusa, «que todo cambie para que todo permanezca igual», aunque tras ponerse en marcha el segundo objetivo fue a veces imposible de cumplir. De hecho, en la América continental no bastaron para conservar el imperio, al menos en el estado en que se encontraban cuando la invasión napoleónica creó un vacío de poder4. Económicamente hablando, de lo que se trataba era de fomentar la producción para la exportación con el fin de que las colonias se autofinanciasen y generasen excedentes que pudiese extraer la metrópoli. Ambas condiciones se volvieron acuciantes en el caso de las Antillas cuando desapareció el situado que les remitía la capital de la Nueva España en 1810. Por eso, los pilares básicos de la reforma fueron la liberalización de la propiedad y el uso de la tierra y del tráfico de esclavos, pues Cuba y Puerto Rico carecían de mano de obra para satisfacer la demanda generada por el crecimiento de su pro-
4 Ver el citado libro de S. J. y B. H. Stein (2000): 300-320 sobre los primeros años, y la obra de P. Pérez Herrero (1992a): 117-141 para un análisis global.
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ducción, debido a la referida falta de efectivos poblacionales y/o de movilización de los disponibles. Además, se fomentó la inmigración con el mismo objetivo y con el fin de atraer a las islas personas capacitadas y con recursos, que también escaseaban en ellas, y se incentivó la iniciativa empresarial con distintas medidas. Aparte de fomentar la producción de los territorios antillanos, había que garantizar su comercialización, para lo cual no bastó con eliminar el inoperante sistema de flotas o habilitar varios puertos en América y España. La ausencia de un mercado en la segunda capaz de absorber la oferta de sus islas, obligó a liberalizar también los intercambios mercantiles con terceros países, permiso que se concedió eventualmente en los períodos de guerra en el Caribe pero que, en la práctica, se fue prorrogando hasta establecerse definitivamente. La idea inicial era articular un desarrollo complementario de las economías —el llamado Pacto Colonial—, por lo que se frenó cualquier actividad en Indias que pudiese competir con equivalentes en la metrópoli, pues todo el sistema estaba ideado para coadyuvar a la modernización, industrialización y crecimiento de esta última. En la década de 1820, sin embargo, cuando España sólo poseía ya en América Cuba y Puerto Rico, su proceso de industrialización apenas había avanzado. La liberalización definitiva del comercio colonial, pues, no fue más que un mero reconocimiento de que, en esas circunstancias, la mejor opción era seguir fomentando el desarrollo de la producción agraria en las colonias, facilitar su venta donde hubiese mercado y fiscalizarla. De ahí que el segundo objetivo de las reformas, el referido a la extracción de renta, se realizase por medios fiscales; con el establecimiento de aranceles sobre las exportaciones e importaciones y de derechos diferenciales según se transportasen en barcos nacionales o no, beneficiando así a las mercancías y navieras metropolitanas. La lucha contra el fraude y el contrabando usados para escapar de ese sistema, fue otro elemento que concentró los esfuerzos de la política hispana en Ultramar. Varios estudios sostienen que los productores cubanos aceptaron los costes del mantenimiento del dominio español, redefinido en los términos expuestos anteriormente, debido a que su economía estaba creciendo considerablemente desde finales del siglo XVIII5 —cosa que no ocurría, al menos en igual medida, en el resto del imperio cuando inició su proceso de emancipación— y, en estrecha relación con ese hecho, por el temor a que una revolución terminase como en Haití, donde los esclavos conquistaron el poder6. Debemos pensar que aunque ello no hubiera sido así, su simple movilización para luchar contra España seguramente hubiese hecho inevitable la abolición, como sucedió en el resto de la América continental, lo que habría paralizado el
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Ver P. Fraile et al. (1993): 92. Ver C. Sainz Pastor (1988): 288-301 y (1990): 79-88.
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desarrollo de la producción exportable debido a la mencionada falta de población en la isla y de otros medios para abastecerse de mano de obra a corto plazo. Hay que tener en cuenta que España, además de garantizar el orden interno frente al peligro negro, tuvo la fuerza o la habilidad suficiente para sortear las presiones abolicionistas inglesas y asegurar que siguiese la trata aun después de haberla prohibido. En 1817, los gobiernos de Madrid y Londres firmaron un primer acuerdo de supresión del tráfico de africanos, aunque ninguno veló por su cumplimiento. En el caso del segundo, la razón más probable fue su interés en preservar el dominio hispano en el Caribe frente al avance de otras potencias en la zona. En años posteriores se rubricaron nuevos convenios en los mismos términos, pero hasta la segunda mitad del siglo XIX no se acompañaron de medidas para hacerlos efectivos7. Por todos los motivos citados, el mantenimiento y fomento de la esclavitud fue la piedra angular del sistema colonial, sobre todo en la Cuba —en Puerto Rico parece que el escaso desarrollo económico y social de la isla fue también determinante—. Historiadores como E. Hernández Sandoica (1982) o J. G. Cayuela (1993), finalmente, piensan que a la formación del nexo entre la Gran Antilla y su metrópoli que reemplazase a los mecanismos de mercado convencionales en otros países con sus posesiones, contribuyó la constitución de un sólido grupo con poder e intereses en ambas gracias a la inmigración española y al respaldo del Estado a sus actividades comerciales, productivas, financieras y de transporte, que se establecieron para aprovechar la potencialidad de la economía insular8. Reforzar el poder político metropolitano en América fue otro de los objetivos de las Reformas Borbónicas. La prosperidad proporcionada por éstas debía servir para compensar el desplazamiento de las elites indianas de los puestos que habían ido logrando. De hecho, entre las causas de los procesos de independencia se menciona que ello aumentó la oposición criollo-español. Fuera así o no, en las islas del Caribe, sobre todo en Cuba, tales reformas se hicieron con la participación de la oligarquía local hasta la década de 1830, lo que matiza, pero no refuta la idea anterior, pues en esos años, cuando estaban asentados los elementos que aseguraban su crecimiento económico y la preservación del dominio colonial, se produjo el mismo desplazamiento. La esclavitud fue la piedra angular del sistema colonial español en las Antillas desde finales del siglo XVIII por sus implicaciones socio-políticas, 7 Sobre los acuerdos hispano-británicos para la supresión de la tráfico de africanos, las razones de su incumplimiento, y su evolución a lo largo del siglo XIX, ver la magnífica obra de A. L. Corwin (1968), los trabajos de D. Murray (1989); J. Moreno (1984) o A. Morales Carrión (1978), este último referido a Puerto Rico, y la reciente historia de la trata de H. Thomas (1998). 8 Acerca de ese grupo, ver también A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992).
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además de económicas. A partir de 1750, cuando terminó el asiento concedido a Gran Bretaña para satisfacer la demanda de africanos en Hispanoamérica, varios proyectos intentaron convertir a Puerto Rico en un centro de abastecimiento de éstos, lo que habría servido como base para impulsar el crecimiento de la isla, pero no se concretaron, pues la mayor parte del tráfico no fue en dirección a ella, sino a Cuba, y los permisos otorgados al efecto sirvieron para que los barcos negreros practicasen también el contrabando9. En 1763 los ingleses conquistaron La Habana y permanecieron en ella once meses. Este hecho ha sido considerado como un factor clave en la aceleración y en el sentido de las reformas puestas en práctica por España. Los criollos se percataron de que su participación había sido esencial en la defensa de la plaza y de lo beneficioso que para sus intereses fueron las medidas tomadas por los invasores: liberalizaron el comercio, fomentaron de los cultivos de exportación y, lo más trascendental para la economía de la Gran Antilla, según ha señalado la historiografía, introdujeron 4.000 esclavos 10. La ocupación de La Habana puso en entredicho todo el sistema defensivo español. La forma en que se había concebido la fortificación de la ciudad y su puerto, clave en la operación del sistema de flotas, ergo, de todo el comercio colonial, habría sido efectiva frente a un ataque pirata, pero la invasión inglesa evidenció que la principal amenaza ya no eran los corsariosa y filibusteros, sino la marina y el ejército de una potencia enemiga, capaz de movilizar muchas tropas con el mejor armamento. Cuando la plaza regresó a manos del gobierno madrileño, éste envió a Cuba un fuerte contingente de soldados y encargó a A. O’Reilly su reorganización militar. Aunque la reforma del régimen mercantil respondió a muchos factores, su cronología y lugar de aplicación no fue casual. En 1765 comenzó a regir el Reglamento de Comercio Libre en las Antillas de modo experimental, para luego extenderse al resto del imperio. Como señalamos antes, la nueva ley habilitaba varios puertos en España y América para los intercambios entre ambas, suprimiendo el tradicional monopolio gaditano y el sistema de flotas, y permitía importar y exportar artículos entre las colonias abonando un impuesto del 6%. Las medidas liberalizadoras se limitaron a esos aspectos, pues dicha ley disponía también que los barcos no podían ir a otro destino más que el declarado11. Por otro lado, en Cuba y Puerto Rico se mantuvieron prácticamente intactos el exclusivismo portuario de San Juan y La Habana y las trabas para la navegación de cabotaje. Estudios recientes señalan que los puertos españoles se ajustaron con éxito a las nuevas leyes, sobre todo el de Cádiz, que mantuvo su importancia
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A. Morales Carrión (1995): 131-144. M. Moreno Fraginals (1995): 130-136. 11 Ver B. Torres Ramínez y J. Ortiz de la Tabla, eds. (1979). 10
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en los intercambios con América12. En las colonias, a pesar de las limitaciones señaladas, supusieron el inicio de un proceso inexorable de liberalización mercantil. Al habilitar más lugares de embarque se potenció todo el comercio, permitido o no, sobre todo con el extranjero, en muchas ocasiones con la aquiescencia de las autoridades locales y facilitado por la trata de esclavos, junto a los que se traficaban muchos otros artículos, con lo cual, por las razones mencionadas, el gobierno español tuvo que ser más condescendiente. Con motivo del apoyo español a los separatistas norteamericanos frente a Inglaterra, en 1776 se autorizó eventualmente a las colonias a comerciar con países extranjeros neutrales. En 1779 y 1780 se otorgaron nuevos permisos para aprovechar la demanda de los Estados Unidos de artículos de las Antillas hispanas y que éstos y otras potencias amigas, sobre todo desde sus dominios caribeños, podían abastecerlas de esclavos y de productos que la metrópoli no garantizaba en épocas de guerra. Lo cierto, empero, es que dicha incapacidad se mantuvo también en períodos de paz, pues en ella no se elaboraban muchos de esos productos, su flota era insuficiente para asumir todo el transporte necesario y carecía de mercado para las exportaciones de sus posesiones ultramarinas, cuyo crecimiento proporcionaba ganancias que no convenía perder. Además, de nuevo y por idéntico motivo, era imprescindible mantener la trata de negros. Conscientes de tales problemas, aunque sin eliminar su carácter extraordinario, las disposiciones de finales de los años setenta regularon el llamado Comercio con Neutrales y establecieron los referidos derechos diferenciales de bandera. Por la presión de los productores insulares y las necesidades descritas, bélicas o no, el permiso para comerciar con los neutrales se fue prorrogando y aun ampliando. En 1783 volvió a autorizarse; en 1789 se eximió de impuestos el tráfico de esclavos, incluso si éstos eran transportados en barcos extranjeros, aunque con limitaciones a su tonelaje, y en 1791, cuando triunfó la Revolución de Haití, un segundo decreto abundó en esos mismos términos. La trata y las incesantes guerras impidieron a unos y sirvieron de excusa a otros para no restaurar los privilegios anteriores. Entre 1796 y 1801 España e Inglaterra volvieron a estar en guerra, y en 1797 se legalizaron de nuevo los intercambios con los neutrales. Dice J. Le Riverend (1985: 210-213) que ello provocó un enfrentamiento entre hacendados y comerciantes en Cuba. Se impuso la fuerza de los primeros, amparada por las circunstancias, y éstas siguieron actuando a su favor cuando, dos años más tarde, se opusieron al restablecimiento de las Leyes de Indias. Otro conflicto con Gran Bretaña entre 1804 y 1808 obligó a retornar al régimen de libertad mercantil las con naciones amigas. Además, en esas fechas se habilitaron con tal propósito varios puertos en la Gran Antilla y
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Ver E. Vila Vilar y A. J. Kuethe., comps. (1999).
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en Puerto Rico, debilitando el monopolio tradicional de La Habana y San Juan. Las guerras de independencia hispanoamericanas, la consiguiente eliminación del situado que México destinaba a financiar las islas caribeñas y la necesidad de asegurar su fidelidad con ciertas concesiones fueron los factores determinantes para que obtuviese sanción legal la excepción que de facto operaba como norma —incluso cuando concluían los permisos, las autoridades locales no impedían seguir comerciando con los extranjeros—. En 1815, la Real Cédula de Gracias suprimió durante 15 años los aranceles entre Puerto Rico y la metrópoli, eximió de derechos la importación de herramientas y maquinaria de esta última, y fijó tarifas del 2% para las transacciones con otras colonias de la Corona y del 6% con naciones amigas, siempre que se trasladasen en barcos españoles13. Finalmente, en 1818 un decreto estableció definitivamente el libre intercambio mercantil con los neutrales en Ultramar en los mismos términos en que se aplicaba; es decir, mediante el pago de las correspondientes tasas aduaneras y de un impuesto diferencial de bandera. Las necesidades de la agricultura de exportación determinaron el alcance de las reformas mercantiles, y lo mismo se puede decir de las medidas respecto a la trata de esclavos. Desde mediados del siglo XVIII, el aumento de la demanda internacional de ciertos artículos tropicales estaba provocando en Cuba un progresivo desplazamiento de las formas de explotación rural tradicionales —en especial de la Hacienda extensiva—, por otras más productivas, sobre todo en los alrededores de los puertos occidentales. G. García Rodríguez (1994: 228-232) insiste en el incremento de la eficiencia como causa y señala que por eso no se redujo el tamaño de las propiedades, pero si se dio un fuerte proceso de arrendamiento y medianería que, además, permitió a los hacendados conseguir el capital y la mano de obra que requería la transformación de sus actividades para operar con costes competitivos en el mercado exterior. Las leyes acompañaron dicho proceso, en primer lugar, con la disolución de las mercedes. Conforme avanzó el siglo XVIII, el desarrollo de las explotaciones comerciales aceleró la transformación de la estructura agraria cubana. El progresivo aumento de la demanda de los cultivos exportables, sobre todo tras la Revolución de Haití, entre otras causas, provocó su expansión hacia el interior y el Este, ayudada por la demolición de los vínculos y mayorazgos en los años finales de la centuria. Otra medida de fomento de esa producción fue la exención de derechos a la exportación de añil, café y algodón durante una década y a la importación de maquinaria para los ingenios en 1792, renovada en 1804. En 1792, F. Arango y Parreño, vocero de los hacendados azucareros, publicó su Discurso sobre la agricultura, solicitando 13
J. Dietz (1989): 38-41, y R. Rosario (1995): apénd.
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la extensión de las disposiciones para incentivar el crecimiento de la oferta de dulce14. El autor siguió trabajando en ese sentido desde distintos cargos oficiales. Como asesor de la Real Factoría, en 1804, editó una memoria acerca de los perjuicios del estanco del tabaco, y como diputado, en 1811, defendió su eliminación en las Cortes de Cádiz. Cuando se suprimió en 1817 se comprobó el efecto dinamizador de la liberalización en el sector. En la segunda década del siglo XIX , no por casualidad, coincidiendo con el establecimiento definitivo del comercio con los neutrales, se consolidaron todas las medidas de liberalización del suelo. En 1815 dicha liberalización se amplió a los bosques, sujetos a la administración de la Marina, tras un largo conflicto entre ésta y los hacendados, medida necesaria para extender los cultivos y obtener madera para la construcción y proporcionar energía a los ingenios. En 1818 se eximió del pago de la alcabala a las explotaciones agrarias ubicadas a más de 25 leguas de La Habana. Finalmente, en 1819 se repartieron los realengos residuales entre los predios colindantes y una ley refrendó todos los edictos anteriores sobre la propiedad de la tierra15. Otras medidas destinadas a fomentar la agricultura comercial fueron los inventivos ofrecidos a la inmigración, tanto foránea, sobre todo de las vecinas colonias caribeñas, y particularmente de los franceses que huyeron de Haití, como, más tarde, de los territorios americanos que proclamaron su independencia de España. Por lo general obtuvieron tierra, en proporción, además, al número de esclavos que trajeron consigo, y exenciones de impuestos, y no obstante tuvieron vedado el ejercicio del comercio si eran extranjeros, la prohibición se limitó a cinco años tras su establecimiento en Cuba o en Puerto Rico. A cambio, los recién llegados debían jurar fidelidad al Rey, si no eran súbditos suyos, y aparte de sus negros, aportaron capital, experiencia técnica agrario-industrial y conocimiento y contactos en el mercado internacional. Los procedentes de los dominios continentales alzados contra la corona madrileña, por otro lado, contribuyeron también a mantener la fidelidad de las islas antillanas, pues por lo general partieron hacia ellas disconformes con la nueva situación política. Cuba fue el nuevo lugar de residencia elegido por los la mayoría de los colonos franceses huidos de Haití, y en la Gran Antilla contribuyeron poderosamente al desarrollo de la producción de café y azúcar, no obstante, su éxito en tales sectores se debió también en parte al crecimiento que habían experimentado en la isla. Por esa razón, además, el gobierno español intentó en ella una política migratoria más ambiciosa y selectiva que 14 Editado en F. de Arango y Parreño (1952), o en A. García Álvarez y L. M. García Mora, comps. (1998). 15 Acerca de los bosques, ver R. Funes (1998): 67-90; para el resto de las medidas, H. Friedlaender (1944): 112-116; L. Marrero (1973-1993): XIII , y J. Le Riverend (1985): 151-173.
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en Puerto Rico16, cuya situación atrajo mucha menos población del exterior, aunque en última instancia la necesidad de mano de obra se antepuso a cualquier otra consideración. El fin deseado por las autoridades, sin embargo, y también por la oligarquía local, era el asentamiento de familias europeas, procedentes sobre todo de la metrópoli, que además de aliviar la escasez de brazos sin tener que recurrir solamente al tráfico de esclavos, compensasen su peso en la población, blanqueando y españolizando la sociedad. Con ese propósito se creó en 1812 la Comisión de Población Blanca 17. El régimen de Intendencias, institución emblemática en la reorganización borbónica del erario indiano en el último tercio del siglo XVIII, se mantuvo y perfeccionó luego en las Antillas. Los Intendentes tuvieron a su cargo la administración fiscal, entendida con fines recaudatorios y de fomento. Los ingresos estaban divididos en partidas, según su procedencia, terrestre o marítima. Si excluimos su separación en dos colecturías en 1802 y, definitivamente, en 1829, tras un período a partir de 1812 en que volvieron a unificarse, la abolición o reforma de viejas cargas, como algunos estancos o las prerrogativas de la Marina, y la creación de otras nuevas en función del desarrollo de la economía, el sistema hacendístico no experimentó grandes cambios18. Por ejemplo, en 1803 entró en vigor en Cuba una tasa sobre las pulperías, pero fue debido a que el crecimiento del comercio interno obligó a liberalizar su apertura. Junto con las cantinas, panaderías, bodegas, ventorrillos, tiendas mitas y sastrerías, eran los establecimientos que surtían diariamente a la población. La mayoría de los ingresos públicos procedía de las aduanas, concretamente el 70% a finales de la década de 1830; el resto de la alcabala y, en menor medida, de los estancos que quedaban —lotería, sellos y gallos— y de los bienes del Estado. Los impuestos municipales y el diezmo o medio diezmo que, según la actividad, se pagaba a la Iglesia, completaban el sistema contributivo. Con esas entradas se formaba un presupuesto en el que Hacienda y Guerra y Marina se repartían en porcentajes similares dos tercios del gasto. Lo demás se destinaba a Gobernación y Fomento y a Gracia y Justicia. Había también un excedente, que en la Gran Antilla llegó en ocasiones a la mitad de lo recaudado, extraído por la metrópoli para financiar su erario, las delegaciones diplomáticas en América, el espionaje y las campañas militares que se hicieron en los territorios de las antiguas colonias, como la restauración del dominio español en la parte Este de Santo Domingo. Una porción se enviaba también a Fernando Poo. Si dicho presupuesto no alcanzaba para cubrir los egresos o se demoraban los pagos, 16 Sobre Puerto Rico ver, por ejemplo, F. A. Scarano, ed. (1981), M. D. Luque (1982), E. De Diego (1985 y 1999), I. Pérez Vega (1985), R. Rosario Rivera (1992), o R. Rosario (1995). 17 Para más detalles sobre este tema, ver C. Naranjo y A. García González (1996b). 18 J. Le Riverend (1985): 257-259.
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lo usual fue solicitar préstamos, cuya devolución también se endosaba al Tesoro insular. En materia financiera y monetaria la política fue más deficitaria, pero por razones que también responden a la lógica del régimen colonial. Las actividades económicas tuvieron siempre problemas de acceso al crédito y de liquidez derivada de ellos y de la escasez de circulante. Desde finales del siglo XVIII hubo proyectos para crear bancos, pero fracasaron, y aunque faltan estudios sobre el tema, el mantenimiento de viejos privilegios y, como comentamos en la introducción, la protección del Estado a los comerciantes por su importancia en el sistema de dominación español, apuntan algunas explicaciones. El servicio de estos últimos, además, fue en general suficiente para el desarrollo de la producción exportable, al menos en las primeras décadas del Ochocientos. Otra cuestión es que el grado de control sobre aquélla que les otorgó el ejercicio de esa función y que con el tiempo ocasionó graves conflictos. El desarrollo del sector exportador, sobre todo su necesidad de grandes inversiones para mantener su competitividad, requirió también la transformación del sistema financiero. A finales de la década de 1820 se crearon en Cuba los primeros bancos, pero su capacidad de actuación fue limitada por sus escasos recursos, mermados, además, por las operaciones de descuento y las letras libradas en ellos por la administración. Por otra parte, hubo algunos intentos de establecerse en la isla por parte de ciertas casas extranjeras, pero igualmente fracasaron19. Hasta la década de 1860 no surgieron en Cuba instituciones financieras relativamente modernas y aun entonces se limitaron a satisfacer la demanda del sector externo. Esa misma razón explica que no se creasen antes. Dicho sector, el más necesitado de capital debido a su desarrollo, lo encontró en el exterior desde los años treinta. La importación de esclavos, el beneficio de las minas de cobre del extremo Sureste, la construcción del ferrocarril o la modernización de los ingenios, gracias a su rentabilidad, obtuvieron dinero en los mercados internacionales para inversiones que por su cuantía y plazos de devolución no podían surtir los comerciantes locales, al menos no solamente. Las reformas de esos años, particularmente el Código de Comercio de 1829, que permitía y regulaba las sociedades anónimas, y los permisos a extranjeros para explotar recursos en la colonia fueron esenciales en ese sentido. Así ocurrió, por ejemplo, en los referidos yacimientos cupríferos. Hay que tener en cuenta, además, que sobre todo en las actividades de nuevo cuño, donde no había privilegios tradicionales, como el tendido de vías férreas, se actuó con bastante liberalidad. O. Zanetti y A. García Álvarez (1987: cap. 3), dicen que la expansión de aquéllas fue posible, en parte, por que el Capital General concedía autorizaciones rápidas y de manera
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E. Collazo (1989): 67-102.
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provisional, que el gobierno de Madrid siempre se limitó a sancionar después. A las imperfecciones en la organización empresarial se unieron las del sistema monetario. La falta de circulante fue un mal endémico en la economía cubana. La desaparición del situado y la exportación de moneda por el tráfico de esclavos, el contrabando o la extracción de renta desde la metrópoli, ocasionaron un déficit que no se resolvió con medidas contemporizadoras, que no afrontaron la raíz del problema y lo agravaron aún más. Así ocurrió, por ejemplo, con la decisión de aceptar varios tipos de signo cambiario, y la mencionada ausencia de mecanismos de crédito que pudiesen paliar ese déficit no hizo sino empeorar la situación. Hubo atesoramiento, especulación, por la Ley de Gresham, el buen metal fue desplazado por el malo y, claro está, la escasez afectó especialmente a los intercambios al pormenor. Una reforma en 1842 trató de poner orden en caos, pero no fue suficientemente drástica20. Apenas hay estudios acerca de los problemas financieros y monetarios de Cuba, sobre todo en la primera mitad del siglo XIX, sin embargo, todo indica que estuvieron estrechamente relacionados con el funcionamiento de los mecanismos de explotación colonial. Aceptar la circulación de varios tipos de moneda facilitó el comercio, y también el asentamiento en la Gran Antilla de los referidos inmigrantes de otras colonias españolas o extranjeros, con el capital que trajesen consigo. Además, en una economía de la que se extraía renta de manera oficial y también remesas exportadas por dichos inmigrantes, no fue fácil el establecimiento de instituciones que canalizasen el ahorro hacia la inversión, pues buena parte de aquél no permanecía en la isla y el interés del gobierno no era precisamente revertir tal situación. Finalmente, no hay que olvidar que el moderno sistema bancario fue una construcción decimonónica y que, por tanto, encontró dificultades inherentes a su novedad. Lo mismo ocurrió con el ferrocarril, pero en su caso no tropezó con tantos privilegios creados y fue posible sortear esos inconvenientes, anticipándose incluso a la legislación. Además de facilitar y modernizar la organización empresarial y su acceso al crédito, el Código de Comercio de 1829 acabó con instituciones y costumbres que el crecimiento económico había dejado obsoletas; en concreto, con la política intervencionista en los intercambios internos, desbordada por el aumento de la población y la difusión de la economía monetaria, que conllevó el progresivo desarrollo de la oferta para el mercado. Asimismo, suprimió el Consulado de Comercio, establecido en 1794 en Cuba, siguiendo el modelo del mexicano y el veracruzano, aunque añadiéndole las funciones de la Junta Protectora de la Agricultura que demandaba F. de Arango y Parreño. Esto supuso integrar en su seno al sector mercantil
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J. Le Riverend (1985): 251-257 y 412-413.
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y al productivo, lo que ocasionó disputas que obstaculizaron su desempeño, pero también fue indicativo de la mencionada participación que tuvieron las elites criollas, mayoritarias en el segundo, en las instituciones coloniales hasta la década de 1830. Además de esas prerrogativas, la entidad debía también construir y mantener caminos, divulgar la ciencia y la tecnología y administrar justicia en primera instancia en los asuntos relacionados con sus cometidos. La primera atribución del Consulado de Comercio desbordada por el crecimiento de la actividad mercantil y agraria fue la judicial y en 1817-1818 se requirió una reforma para separarla de él. El resto de sus funciones fueron asignadas tras su definitiva desaparición a sendas Juntas de Agricultura y Fomento21. La otra gran institución de carácter mixto o semioficial fueron las Sociedades Económicas de Amigos del País, similares a las establecidas en España. En Cuba se fundó una en Santiago en 1787 y otra en La Habana en 1792. Se dedicaron a fomentar las actividades productivas y a difundir los avances en el conocimiento científico-técnico. Con ese último fin, por iniciativa de ellas, empezó a publicarse en la isla en 1805 el Papel Periódico, cuyas páginas albergaron los principales adelantos y discusiones e la época y, en 1816, añadiendo al propósito anterior y una misión formadora, se creó una Cátedra de Economía Política22. Cuando las bases sobre las que se asentó la economía y el poder colonial estuvieron suficientemente consolidadas en la Gran Antilla, hacia la cuarta década del siglo XIX, los problemas que se presentaron y la manera de resolverlos también difirieron de los del período anterior. Los años de las grandes reformas habían concluido. Los cultivos comerciales no abarcaban en absoluto la totalidad del territorio, la plantación azucarera se extendía desde el Oeste hacia el centro insular, predominaba en la zona occidental —especialmente en el Norte—, salvo en la actual provincia de Pinar del Río, donde el tabaco era el producto más importante. En el Este hubo zonas en las que se desarrollo dicha plantación, pero en menor escala, y en algunos otras se expandió la explotación ganadera, el cultivo del café, del banano y el beneficio del cobre, la primera sobre todo en Puerto Príncipe, y el resto en Oriente, pero la prosperidad de todas esas actividades fue relativamente efímera por distintas razones. Una de ellas, aunque no la única, el avance de los cañaverales y su ventaja comparativa en la agricultura cubana. La ventaja comparativa de la industria azucarera en la Gran Antilla se reforzó con avances tecnológicos para afrontar la competencia de otros productores y el proteccionismo de los mercados internacionales, el más importante de los cuales fue la construcción de ferrocarriles, que comenzó a
21 22
H. Friedlaender (1944): 130-134. Ver I. Álvarez Cuartero (1999), y M. D. González-Ripoll (1999): 155-222.
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finales de la década de 1830. Se puede decir, por tanto, que frente a los primeros problemas que presentó su especialización, la economía insular reaccionó con más especialización. H. Friedlaender (1944: 159-167) habla de dos proyectos, a los que se refiere con los nombres de la Cuba pequeña y la Cuba grande, simbolizados en la labor de los Intendentes, A. Ramírez y C. Martínez de Pinillos, mentor de la primera línea férrea. El segundo, cuyos antecedentes intelectuales estaban en F. de Arango y Parreño y se resumen en la sentencia de este último, «producir azúcar o sucumbir», fue el que se impuso. El primero quedó relegado, pero reapareció, al menos teóricamente, cada vez que la economía sufrió una crisis, pues proponía un desarrollo más diversificado de la misma. Las zonas que quedaron al margen de la expansión azucarera y tabacalera en la Gran Antilla —gran parte de la mitad oriental fundamentalmente— permanecieron relativamente aisladas y prácticamente inexplotadas durante el siglo XIX. En ellas lo que predominó fue la agricultura de subsistencia, que en otras áreas fue desplazada y eliminada por los cultivos comerciales y la economía monetaria y de mercado. Este proceso no fue, sin embargo, tan lineal como pudiera parecer tras esta breve exposición del marco institucional y legal, o más bien de sus bases originales y evolución en general, pues con el fin de ofrecer al lector un discurso lo más integral posible, hemos decidido entrar cuanto antes en materia y dejar otros pormenores que, sin duda, presentan un panorama mucho más complejo, para cuando corresponda en la explicación y análisis de la historia económica decimonónica de Cuba.
CAPÍTULO II
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
Consideraciones generales, población y reformas La fuerza de trabajo, como dijimos y debido a razones esencialmente demográficas, fue el factor de producción más escaso en la Cuba decimonónica y el principal obstáculo para el desarrollo de la agricultura de exportación. Las necesidades de la economía insular coincidieron con los objetivos de las reformas españolas destinadas a racionalizar la administración y explotación de sus colonias a finales del siglo XVIII e inicios del XIX. Entre sus metas, éstas se plantearon obtener un conocimiento más preciso de los recursos del territorio, incluyendo los humanos, para definir políticas de poblamiento y mejorar su uso y contribución al crecimiento económico en general, satisfacer la demanda laboral de determinados sectores, colonizar ciertas zonas marginales y/o aisladas, cuya explotación podría ser rentable o que convenía habitar por su valor estratégico en la defensa del imperio o para extender o consolidar la autoridad real en él. Además se procuró realizar tales objetivos de un modo compensado, por ejemplo, intentando que allá donde fue preciso importar masivamente esclavos, el peso del elemento negro fuese mitigado con un incremento de los blancos, y que la inmigración metropolitana contrarrestase la progresiva criollización de las sociedades, ocupase puestos de responsabilidad, y fortaleciese también el control de la Corona sobre ellas. A finales del siglo XVIII, al aumento de la demanda internacional de productos tropicales, y en concreto de azúcar, se unieron cambios en el mercado de ese último artículo, debido fundamentalmente a la práctica eliminación de la oferta de Haití tras su independencia de Francia y la disposición de los Estados Unidos a adquirirlo fuera de las posesiones caribeñas de su antigua metrópoli, que les habían abastecido hasta su emancipación,
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
y la crisis posterior de éstas, entre otras causas, por la abolición de la esclavitud1. Los hacendados cubanos estuvieron en disposición de aprovechar tales condiciones y convertirse en los primeros exportadores mundiales de dulce. Las reformas coloniales y los efectos que tuvo la ocupación inglesa de La Habana, fueron factores fundamentales, sobre todo las medidas liberalizadoras de la tierra y el comercio y el fomento del tráfico de esclavos, que fueron llevados masivamente a la Gran Antilla, especialmente a partir de la década de 1790 por las razones citadas (ver Cuadro I.3)2. El crecimiento y especialización de la economía desde finales del siglo XVIII, sus necesidades y consecuencias, modificaron radicalmente la sociedad de Cuba, empezando por su estructura demográfica. La extensión de los cultivos exportables, la colonización y roturación de nuevas áreas, algunas poco explotadas y/o despobladas hasta entonces, y su demanda de mano de obra, que además de la importación de esclavos, implicó monetarizar las relaciones laborales y desplazar o eliminar parte de la agricultura de subsistencia, incluso de artículos comerciales menos rentables que el azúcar, y la deforestación de grandes zonas de la isla. La llamada sacarocracia impuso sus intereses, ayudada por los del gobierno metropolitano en fiscalizar sus beneficios y por un sólido entramado de vínculos que fue construyendo con el poder político y ciertos grupos empresariales españoles con negocios en Ultramar, robustecidos aun más con la expansión económica de la Gran Antilla y la pérdida del imperio americano continental3. Todo ello coadyuvó también, junto a la ventaja comparativa del dulce y la demanda mundial, a reforzar dicha especialización. La evolución económica y social de Cuba a finales del siglo XVIII e inicios del XIX provocó, en primer lugar, un fuerte incremento de la población, que se cuadriplicó entre 1775 y 1827, y que la esclava fuese la que experimentasen un aumento mayor —cifrado en un 537%—4. En este capítulo analizamos esos y otros pormenores de la historia demográfica insular entre las décadas de 1770 y 1870 aproximadamente y extraemos algunas conclusiones sobre su relación con la economía, aunque en esencia su estudio servirá de base para examinar después esta última. Los mismos factores analizados hasta ahora condicionaron el proceso de urbanización en Cuba. Según J. L. Luzón (1989: 78), la expansión azucarera provocó que éste fuese a la vez rápido, discontinuo y determinado, en lo que respecta al crecimiento y situación de los núcleos de población, 1
Ver S. Drescher (1977). Contribuyó también la desviación hacia Cuba del tráfico negrero dirigido anteriormente a Haití y a otras colonias europeas del Caribe y, después, la abolición de la esclavitud en los países surgidos del imperio continental español en América y la reducción de la oferta de sus zonas productoras de azúcar. 3 Sobre tales vínculos, ver los libros de A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992); J. G. Cayuela (1993), y M. Moreno Fraginals (1995): 145-219. 4 C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 201. 2
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por el tipo de actividades productivas y su desarrollo, el estado y evolución de la infraestructura viaria y de comunicaciones, el flujo, monto y conexiones del comercio interno e externo, incluyendo las facilidades para el contrabando, la extensión de la economía de mercado, y la ubicación de la administración política y del ejército. La región occidental (Pinar del Río, La Habana y Matanzas) fue la que concentró mayor número de habitantes, pueblos y ciudades en el siglo XIX y también las nuevas fundaciones. La capital, por su statu, carácter cosmopolita y el tráfico de su puerto, fue con diferencia el primer centro demográfico insular y el principal polo de atracción de inmigración interior y exterior, hasta el extremo de que se puede hablar de macrocefalia5. En el centro de Cuba destacaron dos polos de desarrollo demográfico, Las Villas —luego Santa Clara—, que incluía Trinidad, Sancti Spiritus, Santa Clara y Remedios y Puerto Príncipe —posteriormente Camagüey—. En Oriente las ciudades más importantes fueron Las Tunas, Holguín, Manzanillo, Guantánamo y, especialmente, Bayamo y Santiago de Cuba, por ese orden. La fundación de nuevos núcleos de población a finales del siglo XVIII y principios del XIX estuvo estrechamente vinculada con la expansión de la agricultura comercial. En ambos casos se observó el mismo avance, de la costa septentrional al Centro-Sur y al Este. En el interior y relacionados con la extensión del cultivo de la caña de azúcar, del café y el tabaco principalmente, se crearon, entre otros, Candelaria, Madruga, La Salud, Nueva Paz, Guamácaro, Esperanza, Báez, Manicaragua, Artemisa, Cabañas, Cifuentes, Alacranes, Colón, Manguito, Santo Domingo, Gíbara, Palma Soriano, San José de las Lajas, Cabeza, Pedro Betancourt, Coralillo, Martí y Rancho Veloz, y en el litoral, para proporcionar puertos de salida a las nuevas áreas productivas, Caibairén (ubicado en el Centro-Norte de la isla y erigido en 1819), Mariel (al Oeste de La Habana, en 1820), Guantánamo y Manzanillo (en el Sur de Oriente y en 1822 y 1827 respectivamente)6. De la explicación anterior se deduce la división habitual del territorio cubano en cuatro regiones económico-sociales, Occidente, Centro, Puerto Príncipe y Oriente. Por ello será la que usemos en la mayor parte de nuestro análisis. Administrativamente, hasta 1878, sólo se distinguieron dos departamentos, el Occidental y el Oriental, con 23 y 8 jurisdicciones respectivamente y, en el caso del primero, dos subdepartamentos7. Tras la Guerra de los Diez Años se seccionó la isla en seis provincias, Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba. 5 Ver el estudio general de R. Serge (1978) sobre la estructura territorial y urbana de Cuba. 6 J. Le Riverend (1985): 174-176. 7 El Occidental propiamente dicho, y el Central, que incluía Las Villas, Nuevitas y Puerto Príncipe. Por otro lado, militarmente hablando, la isla se dividió en 1825 en tres regiones, las dos citadas y la Oriental, con Comandancias Generales en La Habana, Trinidad y Santiago de Cuba respectivamente.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
El tipo de especialización y el crecimiento económico de Cuba, unido a la escasez de población8, determinaron también la distribución de ésta en categorías de acuerdo con su posición dentro del sistema productivo, condición étnica y jurídica. Así, los censos y padrones dividieron a los habitantes en blancos y negros, libres y esclavos. Incluyeron, además, otro tipo, los emancipados, no contabilizados dentro de los libres de color y considerados como una fuente potencial de problemas para el orden y estabilidad de la colonia, ya que su presencia no fue consecuencia de la propia dinámica de la sociedad insular, sino de la captura por buques ingleses de barcos dedicados a la trata en su travesía hacia las Antillas y cuyos ocupantes, conforme a los acuerdos que prohibieron dicha actividad desde 1817, eran redimidos de su condición servil. H.S. Aimes (1907: 237), calculó que esto afectó a unos 26.000 individuos en el período 1824-18669. El gobierno recibió a partir de 1825 la custodia de los emancipados, y los entregó en consignación durante cinco años a particulares para su mantenimiento, evangelización, educación y aprendizaje de un oficio, lo que provocó abusos, sobre todo lejos de los grandes núcleos de población y de la protección de las autoridades, donde muchos fueron tratados como esclavos, práctica muy beneficiosa por su escaso coste, especialmente en el inicio de la segunda mitad del siglo XIX, cuando aumentó el precio de los africanos y las dificultades para importarlos, la mano de obra en la industria azucarera siguió siendo un recurso muy escaso, y se hicieron más efectivas las medidas británicas para velar por la prohibición de la trata. Por eso, a partir de 1828 se intentó que fueran enviados a otros territorios de la Corona española10. Los censos agrupan bajo el epígrafe libres de color a los ex-esclavos y sus descendientes, redimidos en general por manumisión, el procedimiento más habitual en el Caribe, aunque no el único. En Cuba y Puerto Rico aquéllos fueron más numerosos que en las otras Antillas, según A. Von Humboldt (1998) y otros autores, debido a múltiples factores: la posibilidad de trabajar por su cuenta y adquirir su libertad que tuvieron algunos, la influencia de la religión, las costumbres de los habitantes de las referidas islas, el trato en muchos casos benigno de los amos, incluyendo a veces las facilidades para comprarse a sí mismos, o la práctica de ordenar dicha manumisión para varios
8 En 1774 habitaban Cuba menos de 171.600 personas, tan sólo 1,6 por km2, y la tasa de crecimiento anual estimada respecto a 1857 fue de 0,9%, aunque había ya unos 25.800 esclavos (ver Cuadro I.1). 9 Por su consideración como un peligro para el orden social, las autoridades pensaron en varias ocasiones repatriarlos a África, ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 202. Las citadas capturas no refutan la afirmación de que durante mucho tiempo la flota inglesa fue muy permisiva con la trata, pues las cifras mencionadas son nimias comparadas con las del número de esclavos llegados a Cuba (ver Cuadro I.3). 10 Ver I. Roldán (1982): 559-641.
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individuos de sus dotaciones en sus testamentos11. No hay que exagerar la incidencia de ese fenómeno, que tampoco minimiza lo atroz de la situación que sufrieron los africanos en la Gran Antilla, pero afectó a un grupo cuantitativamente amplio de personas —del 15 al 21% de la población entre 1774 y 1877— que, como prueban M. Moreno Fraginals (1995) o J. Kinsbruner (1996), el segundo para el caso boricua, gozaron de oportunidades de ascenso social y relativo enriquecimiento, sobre todo en las ciudades, y fueron muy importantes en ciertos sectores, por ejemplo, en el comercio detallista o el artesanado urbano, aspectos hasta hace poco descuidados por la historiografía12. Las condiciones de los esclavos en el campo cubano fueron, en general, peores que en las ciudades, donde además era usual su empleo doméstico. La mayoría de aquéllos, sin embargo, trabajaba en el medio rural, principalmente en las plantaciones de azúcar y en fincas, estancias y sitios de labor dedicados a otros cultivos de exportación o consumo interno, menos en las haciendas de ganado y vegas de tabaco. Su vida transcurría entre las siembras y los barracones, sobre todo en La Habana y Matanzas, o las chozas construidas por ellos mismos en el resto de la isla. El trato que recibieron de los amos y capataces fue normalmente más abusivo, y sus posibilidades de comprar su libertad —el sistema llamado coartación— más limitadas. En ocasiones tuvieron un pequeño predio de labranza (conuco) y/o algún animal que les permitieron obtener ciertos ingresos13.
Azúcar y población. La estructura demográfica cubana El crecimiento, evolución y rasgos demográficos de Cuba en el siglo estuvieron muy determinados por las necesidades de la producción azucarera. Incluso en los proyectos públicos y privados que plantearon soluciones alternativas, algunos de los cuales se aplicaron, y con éxito en ciertas zonas y/o sectores económicos, esa influencia fue también prioritaria, pues no sólo se definieron en función de ella, sino que además su suerte solió estar en función de su complementariedad respecto a las citadas necesidades, directa o indirectamente14. XIX
11 Sobre Puerto Rico, ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): Cuadro 8.5, y L. M. Díaz Soler (1953), R. Mayo-Santana et al. (1997) y J. Kinsbruner (1996). 12 Ver también la obra de P. Deschamps (1979) sobre el negro en la economía habanera decimonónica. 13 Para más detalles, ver J. Pérez de la Riva (1987) o R.J. Scott (1995). 14 Para una caracterización general de la historia demográfica de la Gran Antinlla, ver La población... (1977), y la obra e R. Marte (1988), que compara su caso y el dominicano en el siglo XIX ; sobre los referidos proyectos alternativos y su relación con el modelo de crecimiento económico-poblacional basado en el trabajo de negros importados, C. Naranjo y A. García González (1996b), C. Naranjo (1992f) y C. Naranjo y M. Valero (1994). Ver también el
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Aparte de una razón de peso implícita: los beneficios de la especialización de Cuba en la elaboración de azúcar y del crecimiento económico que proporcionaba para ellos, la población en general y el gobierno, los hacendados contaron con representantes en las instituciones que velaron por sus intereses y determinaron la acción política. F. de Arango y Parreño fue su vocero desde diversos cargos de alta responsabilidad hasta la década de 183015, y hubo otros. Por ejemplo, A. del Valle Hernández (1977) realizó el primer estudio demográfico de la isla en 1800, incluyendo un informe probatorio de que era posible seguir importando africanos en masa sin llegar a niveles de saturación como los que sufrieron las Antillas británicas o francesas, en el que se apoyaron durante muchos años todos aquéllos que condicionaron dicho crecimiento económico al manteniendo de la trata y la esclavitud, usando como argumento la evidente escasez de población. El Gráfico I.1 muestra la estrecha relación entre las tasas de crecimiento de la población, el número de esclavos y la oferta de azúcar en Cuba, sobre todo entre mediados del siglo XVIII y las décadas iniciales del XIX, y Gráfico I.1 Población total y esclava de Cuba y producción de azúcar, 1757-1877 (miles de personas y Tn, escala semilogarítmica).
Log. mil personas y Tn azúcar
6,1 5,6
Población
5,1
Esclavos
4,6
Producción de azucar
4,1
3,6 1757
1774
1792
1817
1837
1856
1877
Años FUENTES: Para la población, las mismas del Cuadro I.1; para la producción de azúcar, M. Moreno Fraginals (1978): III, 44.
libro de M. de Paz y M. Hernández (1992), entre otros, acerca de la inmigración canaria, la más destacada durante el período esclavista cubano, que se dirigió a zonas y sectores que no pudieron desarrollarse con africanos, como los cultivos destinados al consumo interno o la industria tabacalera, y nuestro análisis historiográfico, A. Santamaría (2003a). 15 Ver M. D. González-Ripoll (1999): 125-153.
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especialmente en el período que empezó con la Revolución de Haití y concluyó con la consolidación de las reformas de la administración colonial y las medidas liberalizadoras de la economía, el comercio y la trata de las que hablamos en el primer capítulo del libro (aproximadamente hasta el decenio de 1820). Tras esa etapa de asentamiento de la especialización productiva y del marco institucional y legal en que se desarrolló, tal relación se tornó más difusa y comenzaron a influir otros factores que analizaremos luego. En suma, se puede decir que la interrelación azúcar-esclavitud fue condición sine qua non del establecimiento de las bases sobre las que se asentó la especialización productiva de la economía cubana, tal y como sostuvieron los hacendados. Posteriormente no bastaría con importar africanos para mantener el crecimiento de la oferta de dulce y su competitividad internacional, más aun cuando, con el paso del tiempo, se fue haciendo más difícil y caro traerlos a la isla. No obstante, entonces dicha interrelación ya había configurado los rasgos esenciales de su estructura demográfica, que sustancialmente han perdurado hasta la actualidad. El Cuadro I.1 muestra las características básicas de la población cubana entre 1774 y 1877 en años censales. Lo primero que llama la atención es su referida escasez, a pesar de que creció un 763%, partiendo de una tasa muy baja —estimada en un 0,9% anual de 1757 a 1774—, que destaca de nuevo el efecto determinante en él de la especialización económica, y se refleja esencialmente en una densidad de sólo 13,4 hab./km2 en 1877, no obstante el fuerte incremento que también experimentó ese indicador. Se debe señalar que en el último período analizado medió el impacto de la Guerra de los Diez Años. Ahora bien, aunque es difícil suponer que sin él se hubiese mantenido un porcentaje de aumento como el de la etapa anterior, pues en parte su reducción estuvo ocasionada por la disminución de la importación de esclavos, no por el conflicto, los habitantes de la isla habrían superado los 2.000.000, pero dicha densidad sólo habría rondado 19 hab./km2, cifra extremadamente baja. La despoblación de la Gran Antilla era tan acusada que el aumento de sus habitantes desde finales del siglo XVIII mediante la importación de esclavos sólo logró aliviar levemente el problema cien años después. Además, se puede decir que en aquel primer período no hubo alternativas a la trata. El flujo migratorio internacional era relativamente pequeño, no movilizaba obreros y campesinos, como ocurrió desde finales del siglo XIX, debido a los cambios en la economía mundial y a sus efectos en países como España16, por lo que no hubiese podido satisfacer la demanda cubana, urgente, para incrementar rápidamente su producción de azúcar y surtir los mercados que dejaron de prover Haití o las British Sugar Islands, y compuesta por mano de obra barata. 16
Sobre este tema, ver la compilación de N. Sánchez-Albornoz, comp. (1988).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro I.1 Población de Cuba (miles de personas), crecimiento (tasa media anual respecto al año precedente), total y por grupos étnicos, y densidad (hab./km2) en años censales, 1774-1877.
Categorías
1774 1792 1817
Total habitantes 171,6 Porcentaje del total 100,0 Crecimiento medio anual 0,9 a 1,6 Densidad (hab./km2) 96,5 Blancos (total)b Porcentaje del total 56,3 Crecimiento medio anual 0,0 c 30,8 Libres de color (total) [A] Porcentaje del total 17,9 Crecimiento medio anual –0,3 c 44,3 Esclavos (total) [B]b Porcentaje del total 25,8 Crecimiento medio anual 1,3d 75,1 Total de color (A + B) Porcentaje del total 43,7 Crecimiento medio anual 0,6
274,0 100,0 3,3 2,6 133,6 48,8 2,1 55,9 20,4 4,5 84,5 30,8 5,0 140,4 51,2 4,8
553,0 100,0 4,1 5,2 239,8 43,4 3,2 114,1 20,6 4,2 199,1 36,0 5,4 313,2 56,6 4,9
1827 704,5 100,0 2,7 7,6 311,1 44,2 3,0 106,5 15,1 –0,7 286,9 40,7 4,4 392,5 55,8 2,5
1846
1862
1877
898,8 1.359,3 1.434,7 100,0 100,0 100,0 1,5 3,2 0,4 8,4 13,0 13,4 425,8 764,8 963,2 47,4 56,3 67,1 1,9 5,0 1,7 149,2 221,4 275,4 16,6 16,3 19,0 2,1 3,0 1,5 323,8 373,1 196,1 36,0 27,4 13,9 0,7 1,0 –3,1 473,0 594,5 471,6 52,6 43,7 32,9 1,1 1,6 –1,4
a Respecto al censo de 1757; b los esclavos incluyen a los emancipados y a los coartados en 1877, los blancos a los asiáticos a partir de 1862; c calculado mediante un sistema de ecuaciones, sabiendo el crecimiento aproximado de la población total y esclava y suponiendo que entre las décadas de 1760 y 1770 no varió significativamente el porcentaje que cada grupo étnico representaba en aquélla; d estimado considerando su aumento en función de las entradas registradas desde 1864.
FUENTE : Para la población total en 1757 (149.170), y el cálculo del número de esclavos en 1864 (39.200), O. Portuondo (1994): 192, e Instituto de Historia de Cuba (1994–): I, 473 (cifras de G. García Rodríguez); para los datos de 1774, 1792 y 1817, respectivamente, R. de la Sagra (1831) —extraídos del correspondiente censo—; Padrón general... (1846); Estado general... (1818) —reproducidos por A. Von Humboltd y tomados de M. A. Puig-Samper et al. (1998)—. La información de 1827 y 1846 procede de Cuadro estadístico... (1829 y 1847), la de 1762, de Conde de Armildez de Toledo (1864), y la de 1877, de Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1883).
En los Gráficos I.1 y 2 se observa, además, que fue el incremento de los esclavos el que determinó la evolución de curva demográfica hasta mediados del siglo XIX, mientras el de los libres de color y blancos reprodujo la misma tendencia. Posteriormente estos últimos pasaron a marcar el ritmo, pues los censos incluyeron entre ellos, aparte de los inmigrantes europeos, los colonos traídos de Asia y Yucatán para compensar la reducción de la trata de africanos. Por las razones descritas, es lógico que la población esclava determinase la pauta del crecimiento demográfico total y de otros grupos en Cuba. En el caso de los libres de color, que tuvieron su origen en ella, no requiere más explicación. En general, hay que tener en cuenta que su flujo
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
Gráfico I.2 Evolución de las tasas de crecimiento de la población cubana según su clasificación étnica, 1774-1877 (porcentajes de crecimiento respecto al año censal anterior). 5,7 4,7
Tasas de crecimiento
3,7 2,7
Total
1,7
Blancos
0,7 0,3
Libres de color Esclavos
1,3 2,3 3,3 1774 1784 1792 1802 1817 1827 1837 1846 1856 1862 1877 Años FUENTES: Las mismas del Cuadro I.1.
estuvo estrechamente vinculado con el económico, así que el efecto de ambos fue prácticamente el mismo. En el de los blancos debemos considerar que, partiendo de un número de habitantes tan escaso, el incremento vegetativo vernáculo no pudo marcar la dicha pauta. Además, la preeminencia del sistema de trabajo servil no favoreció la llegada de inmigrantes17, pues implicó que se aplicasen a todos los obreros de los sectores que lo utilizaba, incluso a los demás también, condiciones similares a las que padecieron los esclavos, como señala J. Casanovas (2000). La esclavitud y el tipo de inmigración que predominó durante su vigencia, selectiva, sobre todo en el período en que se trató de reemplazarla con colonos semilibres, como veremos, impusieron un alto índice de masculinidad a la población cubana, poco favorable, además, para impulsar el crecimiento vegetativo interno, lo que constituyó una especie de círculo vicioso. El porcentaje de mujeres entre los habitantes de la isla fluctuó en torno a 41-42% entre 1774 y 1877, fue más bajo entre los esclavos (35-43%), y particularmente en el área rural y en los ingenios, algo mejor entre los blancos (40-47%), aunque tendiendo a empeorar según 17 Ya explicamos que los canarios fueron una excepción, pues cubrieron una demanda que no pudo satisfacerse con africanos. Aún así, los estudios de su inmigración temprana la catalogan con apelativos tan ilustrativos de lo que decimos como la esclavitud blanca. Ver M. de Paz y M. Hernández (1992).
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avanzó la centuria debido al referido aumento de la inmigración y a la inclusión censal de los citados colonos en su grupo, y sólo superó al de los hombres en los libres de color en la segunda mitad del Ochocientos18. Un alto índice de masculinidad y un elevado porcentaje de población en edad laboral, debido a la importación de esclavos, a su baja esperanza de vida, y a la llegada de inmigrantes adultos, proporcionó la mano de obra que requerían las actividades económicas comerciales, pero también contribuyó a la formación de una pirámide demográfica distorsionada y con un potencial de autorreproducción escaso que, a la postre, no favoreció la generación interna de la fuerza de trabajo que demandaba el mantenimiento y crecimiento de dichas actividades19. En el Cuadro I.2 anotamos la distribución por zonas de la población de la Gran Antilla y el porcentaje que cada grupo étnico representó en el total de sus habitantes entre 1774 y 1862. Excluimos los datos del censo de 1877 debido a sus contradicciones y deficiencias20. En el resto de los años, hasta el de 1846, los esclavos fueron predominantes en Occidente, la zona que, además, concentraba al 55-60% de los cubanos, la mayor cantidad relativa de aquéllos y de libres de color, aunque estos últimos eran proporcionalmente más entre los moradores del Centro, salvo en 1817, de Puerto Príncipe a partir de la década de 1840 y, sobre todo, de Oriente. Las áreas azucareras y cafetaleras (Occidente y Oriente) fueron las que albergaron mayor número de esclavos y libres de color, y las primeras acapararon al grueso de la población cubana. De ahí que, según fue disminuyendo la importancia de la producción de dulce en el Este y el cultivo cañero se extendió hacia el Centro, esta zona sustituyera a la anterior como segunda región demográfica de la isla (ver Cuadro I.2). Las jurisdicciones donde predominaron las estancias, sitios de labor, vegas de tabaco y, sobre todo, las haciendas ganaderas, fueron básicamente blancas21. 18
Ver Censos de población... (1988): I, 96 y 101, y Boletín Oficial de Hacienda (1881): 461. En 1774, el 33% de los cubanos eran hombres en edad laboral, en 1817 el 35 por 100, en 1827 el 41%, y en 1846 el 36%. Datos del Instituto de Historia de Cuba (1994–): I, 470471, extraídos de las misas fuentes del Cuadro II.1. Indicadores como la nupcialidad, fecundidad, natalidad o mortalidad, de los que hay poca información y muy heterogénea en tales fuentes y la bibliografía, coadyuvaron con tendencias similares al reforzamiento de esa estructura demográfica. Ver La población... (1977), Censos de población... (1988), R. Hernández y P. Valdés (1989), L. Álvarez (1985), u O. Ramos (1993). 20 Ver F. Iglesias (1979). La razón de esos defectos en la información fue, principalmente, el proceso de abolición de la esclavitud en los años en que se realizó el censo. 21 Eso es cierto no sólo en la región de Puerto Príncipe (ganadera), también se apreciaría si tuviésemos datos desglosados de la zona de Pinar del Río (tabacalera) en la mitad Oeste de la isla, ocultos por la preponderancia en ella de las demarcaciones de La Habana y Matanzas, de la capital y el cultivo de la caña y la manufactura azucarera. En el Centro, finalmente, abundaron los sitios de labor y estancias, y cuando se expandió con fuerza la industria del dulce, no obstante se observó un incremento del porcentaje de los esclavos en su población, fue después de los años álgidos de crecimiento de éstos. 19
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
Cuadro I.2 Distribución de la población cubana por zonas geográficas (miles de personas) y porcentaje correspondiente a cada grupo étnico en años censales, 1774-1862.*
Categorías Total habitantes Occidente
(miles) (%)
Blancos (%) Libres de color (%) Esclavos (%) Centro (miles) (%) Blancos (%) Libres de color (%) Esclavos (%) Puerto Príncipe (miles) (%) Blancos (%) Libres de color (%) Esclavos (%) Oriente (miles) (%) Blancos (%) Libres de color (%) Esclavos (%)
1774
1792
1817
1827
171,6 97,1 57 58 13 29 24,9 14 68 15 17 14,3 8 58 15 27 35,3 21 43 33 24
274,0 151,2 55 52 14 34 44,9 16 46 35 19 27,4 10 53 12 35 50,5 19 40 32 28
553,0 296,1 53 45 14 41 81,3 15 62 20 18 48,5 9 52 14 34 127,1 23 24 39 37
704,5 408,5 58 41 11 48 102,5 14 57 17 26 61,9 9 64 11 25 131,6 19 36 28 36
1846
1862
898,8 1.359,3 533,6 745,3 60 55 46 58a 11 11 43 31b 155,8 289,2 17 21 59 61a 17 14 24 25b 40,3 68,9 4 5 57 62a 18 16 25 22b 169,1 255,9 19 19 39 47a 32 33 29 20
* No se incluye el año 1877 por los problemas de la información del censo de ese año. a Incluye los colonos asiáticos y yucatecos, que eran un 4% en Occidente, un 2% en el centro y menos del 1% en el resto; b incluye los emancipados, que eran menos de un 1% en todas las regiones. FUENTES: Las mismas del Cuadro I.1.
Los esclavos y la población de color crecieron considerablemente en el inicio del siglo XIX en Oriente, en términos absolutos y respecto al resto de sus habitantes, debido a la inmigración de productores y sus negros huidos de Haití. Se calcula que por esa razón se asentaron en la región 30.000 individuos aproximadamente entre 1791 y 1817, cuyo capital y conocimientos técnicos, agrarios y comerciales fueron esenciales para el desarrollo en la zona de los cultivos tropicales, de la industria azucarera y, principalmente, de las plantaciones de café22. Independientemente de su distribución regional, en 1827 la población cubana se agrupaba en 12 ciudades, 8 villas y 98 pueblos y otros lugares 22 Ver A. del Valle Hernández (1977), J. A. Portuondo (1937), F. Pérez de la Riva (1944), y J. Berenguer (1977): 213-272.
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habitados, había ya unos 1.000 ingenios, que producías casi 80.000 Tn de azúcar, un 167% más que en 1800, alrededor de 2.000 cafetales y de 5.500 vegas de tabaco y unas 24.000 fincas dedicadas a otros cultivos o a criar ganado 23. El patrón demográfico impuesto por las necesidades de la producción azucarera tuvo ventajeas e inconvenientes. La elite cubana observó con inquietud el aumento de la población negra, sobre todo en las áreas más habitadas y económicamente desarrolladas (ver Cuadro I.2). Para el gobierno colonial, ese fenómeno, al mismo tiempo que desestabilizaba y desespañolizaba la sociedad, aseguraba su control sobre el territorio, pues ante el peligro de rebeliones aquél y su ejército eran las mejores garantías de crecimiento y orden. En el informe que A. del Valle Hernández (1977) remitió en 1811 a la Junta de Instrucciones se manifestó la preocupación de la oligarquía criolla. Desde la década de 1790 los blancos eran minoría en la isla (48,8% en 1792) y su porcentaje disminuyó en años sucesivos (43-44% en los decenios de 1810 y 1820) como resultado, además, del incremento del número de esclavos, ya que el de libres de color se redujo absoluta y relativamente. Hasta el censo levantado en 1862 dichos blancos no volvieron a ser mayoritarios en la Gran Antilla (ver Cuadro I.1)24.
Esclavitud. Demografía y fuerza de trabajo Las cifras de los esclavos introducidos en Cuba entre las décadas de 1770 y 1870 aproximadamente varían según los autores, pero todas son muy altas. 527.828 dice H. S. Aimes (1967), 687.500 P. D. Curtin (1969) y 841.200 J. Pérez de la Riva (1979c). Las de este último, correspondientes al período 1780-1873, completadas con las de G. García Rodríguez (1986) acerca de los años 1763-1779 y en promedios quinquenales para facilitar su observación y análisis, están anotadas en el Cuadro I.3. Tras una fase de decrecimiento del comercio de esclavos entre 17631764 y 1770-1774, debido a que la cantidad importada durante la ocupación inglesa de La Habana no pudo mantenerse después, las cifras del Cuadro I.3 muestran una tendencia alcista que, no obstante registró fluctuaciones, no se invirtió hasta la década de 1840, y además se recuperó al final de los años cincuenta y principios de los sesenta a causa de la expansión en esas fechas del cultivo cañero hacia el centro de Cuba y a la relajación de la presión británica para el cumplimiento de los acuerdos de prohibición de la trata. Luego inició un declive definitivo por el reforzamiento de tales
23 24
M. Moreno Fraginals (1978): III, 40, e Instituto de Historia de Cuba (1994–): I, 476. Ver H. Friedlaender (1994): 127, y R. Guerra, ed. (1952): III, 334-342.
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Cuadro I.3 Importación de esclavos africanos en Cuba, 1763-1764 — 1870-1873 (medias quinquenales en miles de individuos y tasas de crecimiento anual respecto al quinquenio anterior).*
Quinquenio
Esclavos
1763-1764 1765-1769 1770-1774 1775-1779 1780-1784 1785-1789 1790-1794 1795-1799 1800-1804 1805-1809 1810-1814 1815-1819
3,90 1,36 0,99 2,39 6,00 9,23 34,38 29,90 48,80 18,41 32,24 107,27
Crecimiento Quinquenios Esclavos — –13,0 –5,4 28,3 30,2 10,8 54,5 –2,6 12,6 –12,5 15,0 46,5
1820-1824 1825-1829 1830-1834 1835-1839 1840-1844 1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1873
Crecimiento
40,76 36,60 58,60 135,00 42,60 13,30 39,00 65,80 78,26 32,00 10,00
–12,0 2,0 12,0 26,1 –13,7 –13,8 38,6 13,7 3,8 –11,1 –13,8
* En 1763-1764 y 1870-1873 los promedios son de los años indicados, para los que disponemos de datos. FUENTES: Hasta 1779, G. García Rodríguez (1986): 136; para el resto, J. Pérez de la Riva (1979c): 41-44.
presiones y el comienzo del proceso abolicionista, desatado por los insurrectos de 1868, que afectó al territorio controlado por ellos en el Este de la isla y obligó al gobierno colonial a responder con una política de liberación progresiva. En suma, aunque tras cada prohibición de la trata, decretada varias veces en el siglo XIX , y según avanzó éste en general, se elevaron los precios de los africanos (ver Cuadro I.4), el número de éstos introducido en la Gran Antilla hasta la década de 1860 fue muy alto. La razones fueron la demanda de brazos, por causas demográfico-económicas que ya hemos Cuadro I.4 Precio de los esclavos, 1850-1854 – 1875-1879 (medias quinquenales ponderadas en pesos).*
Quinquenio 1850-1854 1855-1859 1860-1864
Precio
Quinquenio
Precio
379 567 608
1865-1869 1870-1874 1875-1879
529 573 530
* Las cifras ponderan los diferentes precios según la edad, sexo y procedencia de los esclavos, que fueron determinantes en sus variaciones. FUENTE: L. W. Bergad et al. (1995): apéndice.
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analizado, para la producción de dulce, la rentabilidad de ésta, que incluso permitió hacer frente a dicho encarecimiento, más aún cuando, como vimos, no había otras alternativas a corto plazo, los beneficios del comercio negrero, que implicaron a hacendados, comerciantes y miembros de la administración, además de los intereses fiscales del gobierno y la citada permisividad británica, cuyo motivo fue el mantenimiento del equilibrio de poder en el Caribe, y la percepción de que la esclavitud, por su importancia en la industria azucarera, era clave para preservar el dominio español en Cuba. Si observamos los picos de importación que describen las cifras del Cuadro I.3, lo primero que llama la atención es el impacto de la Revolución de Haití, por la desviación del flujo de esclavos que se dirigía a ella y su efecto expansivo en la oferta y exportaciones azucareras de Cuba. El número aquéllos introducido en la Gran Antilla creció de 9.230 a 34.280 promedio anual entre 1785-1789 y 1790-1794 y mientras duró la trata nunca más bajó de 10.000. Destaca luego por su magnitud la cifra registrada en 1815-1819 (107.270), ilustrativa del escaso valor del primer tratado anglo-español de prohibición del tráfico negrero, firmado en 1817. Las razones para que éste siguiese, analizadas en párrafos precedentes, primaron sobre cualquier otra consideración. En 1833 se abolió la esclavitud en Gran Bretaña y, de nuevo, parece que la desviación del tráfico negrero dirigido a sus colonias y la crisis que, como consecuencia, padeció la oferta azucarera de éstas, explica en parte el crecimiento hasta un máximo histórico del número de negros que fueron llevados a Cuba en 1835-1839 (135.000 promedio anual), no obstante en 1835 aquél primer país y España firmaron un nuevo convenio de eliminación de la trata. En 1845 entró en vigor la Ley Penal o Ley de Represión del Tráfico Negrero, y los datos indican que inicialmente tuvo una incidencia de la que carecieron las anteriores, y entre dicha fecha y 1849 sólo arribaron a la Gran Antilla 13.300 africanos por término medio cada doce meses, pero inmediatamente las cifras volvieron a crecer hasta 65.800 y 78.260 en 1855-1859 y 1860-1864 respectivamente. Los tratados sobre el tráfico de africanos, más que eliminarlo, parece que tuvieron un sentido político y amortiguador en los momentos en que aquél fue mayor. Pusieron de manifiesto la posibilidad de que Gran Bretaña tomase medidas efectivas, aunque no lo hiciera, y respondieron con coherencia legal, aunque no real, frente a hechos que clamaban contra él, como la Revolución de Haití o la supresión de la esclavitud en las colonias del Reino Unido. A partir de la década de 1860, sin embargo, al citado fortalecimiento de la presión inglesa y al efecto de la Guerra de los Diez Años, se unió el de la Guerra de Secesión y posterior abolición de los Estados Unidos, la organización de los intereses a favor de ésta en España, que se concretó en la creación de la Sociedad Abolicionista, así como la transformación de la industria azucarera, que analizaremos más adelante, y la progresiva
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aparición de alternativas para satisfacer su demanda de trabajo, sobre todo mediante inmigración. Todos esos factores acabaron definitivamente con el comercio de negros —el último cargamento llegó a Cuba en 1873— y, algo después (1866), con su falta de libertad25. El precio de los esclavos, tras un fuerte incremento de 274 a 397 pesos entre 1790 y 1800, debido a los acontecimientos de finales de siglo, al aumento de su necesidad y de su demanda para que creciese la oferta de azúcar de Cuba, se mantuvo relativamente estable durante media centuria (en 1850 promedió 320 pesos) y no explica las grandes fluctuaciones en la curva de importaciones. Desde entonces se elevó extraordinariamente (ver Cuadro I.4), reflejando el efecto de los citados factores que conspiraron contra la continuación de la trata. No obstante, los ingenios insulares pudieron afrontarlo pues, como hemos visto, los quinquenios 1855-1859 y 1860-1864, cuando alcanzó máximos históricos, fueron los períodos en que más africanos desembarcaron en la Gran Antilla si exceptuamos la segunda mitad de las décadas de 1810 y 1830 (ver Cuadro I.3)26. Tras el incremento que experimentó en la segunda mitad de la década de 1850, y aunque disminuyó algo a partir de 1860-1864, el precio de los esclavos se mantuvo elevado hasta la desaparición de la trata. Los factores que explicaban esta última impidieron que volviesen al nivel del período precedente, a pesar del referido aumento de las importaciones. Lo más interesante, sin embargo, es que, al mismo tiempo, la demanda de africanos de la industria azucarera se mostró muy inelástica respecto a las cotizaciones, corroborando de nuevo la ausencia de alternativas con que suplir su trabajo, pero también se inició un proceso de ajuste que le permitió prescindir progresivamente de nuevos contingentes e irse adaptando a la previsible abolición. Ese proceso debió contribuir también a que dicho precio no creciese más a partir de la década de 1860. El estudio de L. W. Bergad et al. (1995), el último y más completo de los precios de los esclavos en Cuba, aunque confirma las tesis de otros precedentes y tiene como principal defecto el hecho de que no incluye en
25 El análisis más completo y logrado de la combinación de los citados factores que influyeron sobre la esclavitud en Cuba es el de A. L. Corwin (1968). Para los tratados hispanobritánicos y la actitud inglesa, ver J. Moreno (1984) o C. J. Bartlett (1989), respecto a la Sociedad Abolicionista, además de los trabajos de la principal figura en España del movimiento que dio origen a la institución, R. M. de Labra (1869, 1873 y 1874), ver el ensayo de la época acerca de su evolución escrito por G. Rodríguez (1887), el artículo de P. Arroyo (1982), dedicado a ella, y los estudios más generales de J. Maluquer (1971 y 1986). 26 Otra prueba de lo que decimos es que uno de los factores señalados por la historiografía para explicar la crisis de la esclavitud en Puerto Rico es que con al aumento los precios no sólo dejó de ser rentable, sino que además fue más provechoso exportar los negros a Cuba, donde los beneficios de la industria azucarera permitieron afrontar costes laborales más altos. Aparte de otros estudios citados en notas anteriores sobre el tema, ver el artículo de F. Picó (1986): 25-33.
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la base de datos elaborada para realizarlo datos de Matanzas —la región que producía más azúcar en la Gran Antilla en el siglo XIX—27, fundamenta con más precisión sus conclusiones y permite abundar en detalles poco conocidos hasta ahora acerca de las diferencias en las cotizaciones, algunos esenciales para entender la historia de la esclavitud y de la industria azucarera insular. Por ejemplo, prueba que el mercado mostró una gran capacidad de ajuste frente a las variaciones de los factores económicos y políticos que influyeron en dicha industria y en la trata, destacando especialmente lo que los autores denominan «una consecuencia demográfica» de los tratados hispano-británicos de 1817 a 1850, que provocaron cambios en la demanda, aumentando particularmente la de individuos menores de 15 años (antes de 1820 la proporción de éstos respecto al total de los importados fue del 15-18%; en 1831-1835 superó el 30%), lo que significa que hubo una preocupación por intentar asegurar la mano de obra futura. Otro efecto de las sucesivas prohibiciones de la trata fue el incremento de la demanda y el precio de las negras menores de 15 años, en edad fértil, que se explica por la misma razón que en el caso de los varones, y por el hecho de que a través de ellas se podía intentar aumentar la tasa de reproducción de los esclavos en Cuba, tradicionalmente baja28. Entre 1816 y 1817, cuando se firmó el primer tratado anglo-español de prohibición del tráfico de africanos, por ejemplo, la cotización de éstas creció un 78%, y entre 1866 y 1867, a punto de abolirse definitivamente aquél, un 44%. En ambas fechas, el importe medio de dichos esclavos se redujo un 2 y un 5% respectivamente. Otras conclusiones del libro de L. W. Bergad et al. (1995) son más obvias. Los varones criollos, aclimatados, eran más caros que los bozales —recién importados—, los urbanos más que los rurales, y los que tenían un oficio más que los domésticos o los destinados al trabajo en el campo. Lo que sí llama la atención es que entre las mujeres esas diferencias fueron mínimas, cuestión que explican los autores aludiendo a la preocupación por lograr un cierto equilibrio entre los sexos —a lo que añadimos que, seguramente, lo más importante que se buscó en las hembras fue su potencial reproductivo—. Respecto a los mecanismos de liberación, el estudio señala que un 15% de los esclavos la logró mediante coartación (auto-compra) y un 25% por manumisión, lo que confirma también las tesis que afirmaban lo relativamente comunes que fueron en Cuba ambas 27 El propio L. W. Bergad (1990a) analizó esa región en un libro. En 1877, cuando había cesado la trata, sus ingenios producían el 50% del azúcar de Cuba y empleaban a la mitad de los esclavos ocupados en la industria del dulce. Un estudio anterior sobre los precios es el de M. Moreno Fraginals et al. (1983). Recientemente P. Tornero (2002) y L. W. Bergad (2002) han escrito nuevos trabajos al respecto. 28 Sobre este tema, ver la explicación biológica clásica de K. F. Kiple (1984).
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prácticas y la existencia de ciertas posibilidades de acumulación de capital para adquirir la libertad. La última gran aportación de L. W. Bergad et al. (1995) es comparativa. Los autores señalan que en Cuba y Brasil no se observó un crecimiento del precio de los esclavos en la segunda y la cuarta década del siglo XIX como el que se dio en el Sur de los Estados Unidos. La razón fundamental es que en el momento de expansión de la producción agraria, mientas en aquéllos la trata pudo proporcionar rápidamente la mano de obra necesaria, en el caso norteamericano, donde el comercio negrero había cesado prácticamente en 1808, el crecimiento vegetativo interno no respondió a las variaciones en la demanda con la misma velocidad. Tales diferencias en las cotizaciones —dicen—, desaparecieron en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las presiones abolicionistas se impusieron como principal factor determinante de las mismas.
Otros aportes demográficos y una agricultura menor complementaria o diversificada En la introducción indicamos que uno de los objetivos de este libro era estudiar la economía decimonónica de Cuba más allá de lo evidente, de la especialización, la industria azucarera, la agricultura y el sector exportador en general o la esclavitud. En el estado actual del conocimiento es la mejor manera de conocer con más precisión las características y evolución de aquélla. Así, aunque la importación y uso de trabajo negro compulsivo determinó la estructura demográfica insular y la expansión de los cultivos comerciales la económica, hubo alternativas, algunas ideadas para atender o subsanar sus necesidades, problemas o déficits, otras para mostrar posibilidades distintas, todas, al fin, complementarias, como muestra el hecho de que surgieron en el mismo momento de consolidación de dicha especialización y de incremento de la trata y no dejaron de plantearse luego, aunque ganasen fuerza cuando arreciaron las dificultades para mantener el comercio de africanos, seguir aumentando la oferta de dulce, o en períodos de reducción de su precio y también de mayor peso proporcional de la población de color en la Gran Antilla. Además, y por idénticas razones, estuvieron estrechamente vinculadas con la crítica a la relación colonial. La necesidad de una agricultura y, en general, de una economía más diversificada en Cuba, implicó plantear alternativas para poblar y explotar los recursos. Su defensa fue asumida siempre por algunos intelectuales y se generalizó en las fases recesivas de la oferta y/o los precios azucareros. A favor de esa opción —y de su estudio—, concebida sobre todo como complemento de la especialización, jugó también, según avanzó el tiempo, la eliminación de la trata primero y de la esclavitud después. En relación
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con la citada diversificación, hubo actividades, como la tabacalera o los cultivos para el abastecimiento de las ciudades y plantaciones que, por lo general, no ocuparon esclavos y requirieron un campesinado independiente, y zonas del territorio, muchas deshabitadas y vírgenes, donde la caña no tuvo ventaja comparativa frente a otras siembras, exportables o no. Todas ellas tropezaron con problemas de falta de mano de obra, debido a la mencionada escasez de población en la Gran Antilla y a su concentración en los ingenios y sectores vinculados con la producción y venta de dulce. Aunque primaron las razones económicas a corto plazo, el interés del gobierno y las elites cubanas en construir un país más blanco, una sociedad más estable, más española —sobre todo en el caso del primero— y compensar el aumento de la población negra, coadyuvaron también para que se incentivase la inmigración de familias campesinas y jornaleros europeos, que en el futuro permitiesen lograr tales objetivos y satisfacer internamente las necesidades de mano de obra con costes razonables, más aún cuando a lo largo del siglo XIX hubo dificultades potenciales y reales para seguir resolviendo los problemas demográficos y laborales mediante esclavos, por lo que es lícito pensar que nadie dudó de que con el tiempo habría que solucionarlos por otras vías. Los primeros intentos de fomentar una colonización más racional y compensada de Cuba datan de finales del siglo XVIII. La expedición del Conde de Mopox y Jaruco reconoció gran parte de la isla entre 1786 y 1802 y planeó crear núcleos urbanos en lugares estratégicos, costeros y/o con potencial económico, fomentar nuevos cultivos, la explotación de tierras baldías y la conexión entre las distintas localidades para facilitar los asentamientos y el intercambio de sus productos. Algunos de sus proyectos se materializaron en esos años o después, cuando se estableció una política de poblamiento, dirigida esencialmente desde la Sociedad Económica de Amigos del País, que tenía como fin incentivar la inmigración blanca. La importancia del tema condujo a la creación en 1812, dentro de ella, de una Comisión —Junta a partir de 1818— de Población Blanca29. Es posible distinguir varias etapas en la política y el proceso de fomento de la inmigración y colonización y diversificación agraria en Cuba en función de los factores que lo determinaron. La primera, el período 17901815 aproximadamente, estuvo condicionada básicamente por la Revolución de Haití y la instauración allí de una República de negros. El gobierno español y la elite criolla observaron con precaución lo ocurrido y tomaron algunas medidas preventivas para evitar que la introducción masiva de africanos en la Gran Antilla provocase una situación similar. Así, el Capital General, L. de Las Casas, publicó un Reglamento de Cimarrones, prohibió
29
Ver C. Naranjo (1991b): I, 53-75 y (1992c): I, 321-339, y M. D. Higueras, coord. (1991).
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la entrada de extranjeros ladinos de color, dictó normas para controlar la de familias galas y sus esclavos procedentes de la citada Haití, negó las solicitudes de naturalización presentadas por ciudadanos franceses y creó en 1795, una comisión dentro del Real Consulado, dirigida por A. Morejón y F. de Arango y Parreño, con el fin de que se estudiasen los medios para contener la trata30. Dentro del Consulado, de la elite y el gobierno se inició un debate acerca del sistema de trabajo más aconsejable para el desarrollo y bienestar de Cuba entre los defensores de la trata y la esclavitud —los hacendados azucareros—, y los partidarios de fomentar la introducción de otros tipos de mano de obra, por ejemplo india, además de europea, representados por F. de Arango y Parreño y el Marqués de Casa Peñalver respectivamente. L. de Las Casas, por su parte, sostuvo la idea de que había que poblar la isla con familias blancas sobre todo, que se asentasen en zonas deshabitadas y fronterizas y facilitasen su control y defensa, e incentivar la agricultura no cañera, de forma complementaria, más que alternativa, a la importación de negros y su uso como fuerza laboral. El aumento de la demanda de dulce, los frutos que estaba dando, la potencialidad de su desarrollo en Cuba y la rentabilidad de la trata, inclinaron la balanza a favor de la tesis de F. de Arango y Parreño. En su Discurso sobre la agricultura (1792), la colonización con población blanca se concebía sólo como un medio para contener posibles rebeliones de negros y esclavos, y aunque animaba a estimular a aquélla a trabajar en faenas rurales, sobre todo a la que deambulaba sin oficio, ocupación fija o tierra, no pensó en un proyecto de construcción y fomento de un pequeño y mediano campesinado y en la diversificación de los cultivos asociada al mismo. Los cambios posteriores en su pensamiento estuvieron vinculados con la evolución de la industria azucarera y sus necesidades, lo que explica que en 1832 se plantease las condiciones que debían crearse para que, llegado el momento —escribió—, «se borrase la memoria de la esclavitud», y son muy ilustrativos de las ideas de gran parte de la sacarocracia insular y de sus transformaciones en el tiempo31. La disponibilidad de mano de obra esclava, por tanto, la dificultad de que su oferta fuese reemplazada a corto plazo por otra en las condiciones requeridas y los intereses de los hacendados y negreros, que impidieron una política alternativa, dificultaron el desarrollo de la una economía más diversificada. No obstante se pusieron en marcha explotaciones diversas y en distintas zonas, sólo lograron un desarrollo considerable del cultivo del tabaco, por su complementariedad con el de la caña, y del café, por la dedi30 F. Erénchun (1857-1861): 1.033-1.034. Ver, además, los citados trabajos de J. A. Portuondo (1937), F. Pérez de la Riva (1944), y J. Berenguer (1977): 213-272, acerca de la inmigración francesa, y de M. D. González-Ripoll (1999), sobre el gobierno de L. de Las Casas. 31 F. de Arango y Parreño (1952): I, 114-174.
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cación a él de los inmigrantes franceses procedentes de Haití, aunque en este caso y en algunos otros más locales, sólo durante un período de tiempo32. La política de colonización de nuevas áreas de Cuba y el desarrollo de cultivos y actividades económicas ligadas a ella, dirigida por el Estado, siguiendo el modelo de otros países americanos y con población de Canarias principalmente, el único lugar que generaba un flujo imigratorio numeroso, familiar y campesino33, tuvo más éxito que los proyectos alternativos a la trata. Con ese fin se creó una comisión que facilitase los medios para su traslado y acogida. Desde 1792 se solicitaron permisos al Consejo de Indias para llevar a Cuba familias canarias con el fin de que trabajasen en la agricultura, sobre todo de la caña, el café, el algodón o el añil, en la ganadería y en las minas de cobre. Además se pensaba crear nuevos poblados con ellas. Un ambicioso plan fue el del citado Conde de Mopox y Jaruco, durante los años que dirigió la Comisión Real de Guantánamo (1796-1802), que tras un minucioso análisis del territorio insular, informó de la necesidad de fundar colonias en la costas Sureste (en la referida Guantánamo —La Paz y Alcudia—), meridional (en Jagua), Nordeste (en Nipe), y Noroeste (en Matanzas y Mariel), por el valor estratégico-defensivo de tales zonas y la idoneidad de sus suelos para diferentes cultivos y la cría de animales34. Proponía traer en un principio 150 de dichas familias isleñas, entregarles tierras, aperos de labranza, y eximirlas de pagar diezmos durante cinco años. Como resultado del proyecto, se establecieron muchos de los asentamientos programados, en los lugares y con el tipo de habitantes indicados o similares. El Capitán General de Cuba, Marqués de Someruelos, presentó en 1801 un nuevo proyecto al Real Consulado para traer familias blancas de Santo Domingo con 20.000 pesos librados por aquella institución y 30.000 recaudados en una suscripción de acciones por valor de 500 cada una, abierta entre los vecinos de La Habana. Los inmigrantes se asentaron principalmente en los distritos de Matanzas, Jagua, Trinidad, Nuevitas, Bayamo y Cuba. En 1812 y 1813 se presentaron al Consulado otros proyectos de fomento de la población blanca en Cuba. El primero fue enviado desde Cádiz por el representante en Cortes de La Habana y se creó una Diputación Especial para estudiarlo con delegados de los hacendados y comerciantes.
32
Acerca del tabaco y de su complementariedad respecto al cultivo cañero, ver F. Ortiz (1973), J. Rivero Muñiz (1964); para un análisis económico de la misma, C. Naranjo y A. Santamaría (2002): capítulo 8, y sobre el café, F. Pérez de la Riva (1944), J. Berenguer (1977): 213-272, y F. Goizueta-Mimo (1974): 5-17. 33 Ver M. C. Albelo (1981): 89-104, J. Hernández (1981 y 1987), M. Hernández (1997a y b), M. de Paz y M. Hernández (1992), A. M. Macías (1992) o A. Santamaría (2003a). 34 C. Naranjo (1991b): I, 53-75.
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La llegada de 869 canarios e la isla entre 1812 y 1815 posiblemente estuvo relacionada con estos planes de colonización, pues los llamados isleños fueron los inmigrantes más demandados en la mayor de las Antillas, debido a la referida existencia en el archipiélago africano de una oferta de familias dispuestas a trasladarse a los territorios españoles de Ultramar, campesinas en general y, por tanto, con las características que se requerían en aquélla, y la creencia extendida de que las similitudes de su tierra natal y de destino permitían una aclimatación rápida y sencilla. Prueba de lo que decimos es que, según L. Marrero (1973-1993: IX, 85), en las negociaciones para acabar con la trata de esclavos en el Congreso de Viena (1815), el gobierno de Madrid propuso hacer efectiva su abolición a cambio de una indemnización de 1.500.000 £, de las cuales 1.000.000 se destinarían a costear el viaje y asentamiento de individuos blancos en sus dominios del Caribe y el resto a indemnizaciones. Aparte de los otros problemas citados, el sistema de reparto de tierra y la política seguida con los inmigrantes y las nuevas poblaciones creadas, la incomunicación de muchas de ellas —recordemos que solían ubicarse en áreas relativamente aisladas— y la falta de auxilios que les permitiese prosperar, limitaron los resultados de los proyectos de colonización y explican el fracaso de varios intentos de fundación de asentamientos. Esos factores, unidos al predominio del trabajo esclavo, provocaron que el destino principal de dichos inmigrantes fueran las ciudades y no el campo. En uno de los pocos estudios dedicados al tema, P. Tornero (1987: 229-280) muestra que las 1.741 personas que llegaron a Cuba desde España a principios del siglo XIX se asentaron principalmente en aquéllas y se dedicaron al comercio y la artesanía. En el inicio de 1816 se llevó a cabo otro examen de los recursos naturales y humanos de Cuba y del estado de su agricultura y comercio. El informe resultante insistía de nuevo en el abandono, despoblación e indefensión de muchas áreas del territorio, en la precariedad de sus campos y la necesidad de una política de colonización que subsanase tales problemas. Con ese propósito se aplicó en 1817 la Real Cédula de Población, publicada en 1815 en Puerto Rico, derogando las leyes precedentes que restringían la inmigración, sobre todo de extranjeros, y abriendo nuevas vías para fomentar la llegada de familias, preferiblemente de España y, en su defecto, de países amigos, que cumpliesen los requisitos legales respecto al color, religión y ocupación laboral de sus integrantes. Se estipulada que debían jurar fidelidad al Rey, ser blancas, católicas y desempeñar oficios productivos para naturalizarse en la isla. Tras entrar en ella se registrarían en un libro de matrículas en el que se anotaba su patria, profesión, el partido en que se iban a establecer y los caudales o bienes que manifestasen poseer y llevar consigo. La Real Cédula de Población limitaba algunos derechos a los extranjeros en Cuba, como el ejercicio del comercio interno y marítimo, la pose-
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sión de tiendas, almacenes o embarcaciones durante los primeros cinco años de asentamiento, salvo en sociedades o contratas con españoles, escritas o verbales. Para naturalizarse, el Monarca exigía que jurasen fidelidad a la Corona, a la fe católica y a las leyes del Reino, y renunciasen a cualquier fuero, privilegio o amparo de otro país, a cambio de los que gozaban sus súbditos en la isla, extensibles a sus descendientes: protección del gobierno, facultad de comprar y ostentar propiedades, de disponer de sus bienes en testamento, cambiar de residencia y establecer industrias en todo su territorio. Los colonos no debían satisfacer más tributos personales que los cobrados por sus esclavos —1 peso anual— tras una década de establecimiento en Cuba. Si durante el primer quinquenio decidían emigrar, podían llevarse los bienes que trajeron al llegar y los adquiridos o ganados en ella, pagando un impuesto del 10%. Otros privilegios concedidos por la Real Cédula fueron la exención del diezmo y la alcabala al producto de sus actividades durante 15 años, trascurridos los cuales sólo tenían que abonar un 25% de ambos. La dispensa del segundo se hizo extensiva también a todas las mercancías transportadas en barcos con bandera española y a las intercambiadas con territorios hispanos. A cambio de tales prerrogativas, dichos colonos estaban obligados a defender la isla de ataques exteriores o revueltas internas de esclavos. Aunque sin llegar a constituir una milicia, se pretendía que dispusiesen de armas para hacer frente a cualquier emergencia y que las presentasen cada dos meses a la inspección del Gobernador o sus delegados. La Real Cédula de Población no incluía referencias a las tierras que debían entregarse a los colonos, pero tal deficiencia se resolvió antes de su publicación. Se propuso nombrar a «tres vecinos respetables» para supervisar las donaciones, y se recomendó que fuesen J. R. O’Farrill, J. Montalvo y A. de Jáuregui, que habían integrado la Comisión Legislativa. Además se aconsejaba como medio más efectivo para la dotación de suelo agrícola y la permanencia en la isla de quienes lo recibieran, el reparto de realengos, fundamentalmente en la parte oriental de la misma, por ser el lugar en que había mayor cantidad de éstos y en el que urgía más aumentar el número de habitantes, especialmente blancos, y que los parajes específicos elegidos contasen, si era posible, con mujeres suficientes para facilitar los matrimonios y el crecimiento demográfico35. Desde mediados de la década de 1810, los planes de colonización contaron con el apoyo del Capitán General y el Intendente de Hacienda, J. Cienfuegos y A. Ramírez, clave para la política de población blanca por la idea que tenían del desarrollo del territorio. Proyectaban sentar las bases económicas que le permitiesen autoabastecerse, con sus propias palabras, 35 Para los datos relativos a la Cédula de Población, ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): cap. 8.
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una Cuba pequeña, aparte o junto a la plantación, en la que se sembrasen productos diversos que potenciasen el comercio y subsanasen los inconvenientes del monocultivo, que además llevaría aparejada una transformación social, pues supondría el surgimiento y consolidación de un campesino libre, propietario y blanco, que labraría la tierra por si mismo y sería el pilar de la futura sociedad insular. Los colonos llegados a Cuba y sus familias se instalarían en terrenos de los hacendados que los hubieran solicitado o en suelo cedido o vendido a la Junta de Población. Con su establecimiento se perseguía también otro objetivo: ocupar territorios deshabitados mediante la creación de asentamientos rurales y núcleos urbanos trazados según lo dispuesto en las Ordenanzas de Nuevas Poblaciones del siglo XVII. Para realizar estos planes se contó con la ayuda de algunos de los citados hacendados y de intelectuales que desde la Sociedad Económica de Amigos del País y la Junta de Fomento procuraban la difusión de los avances científico-técnicos y su aplicación en la isla con el fin de asegurar un crecimiento que, en su opinión, no se lograría sólo con la extensión del latifundio y el aumento de las dotaciones de esclavos, sino que requería de una inmigración blanca dedicada al cultivo de la tierra en régimen de propiedad o arrendamiento y a la producción de artículos como maíz, algodón, arroz, añil, frutas y hortalizas y a la cría de ganado. Aunque la realidad del proceso de crecimiento económico de Cuba fue una progresiva especialización y las necesidades laborales de las explotaciones comerciales se resolvieron importando africanos mientas fue factible, el flujo de inmigración blanca, los cultivos para el mercado interno y los proyectos que vincularon ambos y procuraron su fomento, no se impusieron como alternativa, pero permitieron el surgimiento de una agricultura destinada a abastecer la ciudades y plantaciones de ciertos productos básicos, especialmente de aquéllos que por su carácter perecedero o su dificultad de transporte no era posible o rentable traer del exterior. Además, facilitaron la llegada a la isla de población y capital extranjero, que fueron fundamentales para el desarrollo de muchas actividades y el precedente del fenómeno migratorio que satisfizo la demanda de trabajo del sector azucarero y exportador en general cuando se abolió la esclavitud. En las condiciones señaladas, la Real Cédula de Población tuvo un efecto inmediato y relativamente exitoso. Entre 1817 y 1820 llegaron a Cuba unos 10.000 colonos. La mitad se asentaron en las villas de Jagua y Nuevitas. Para su instalación se contó con un fondo procedente de un impuesto de 6 pesos por cada esclavo varón importado, con el que se socorrió a los necesitados durante los primeros meses, asignándoles 22,4 pesos per capita, y se compró la Hacienda de Santo Domingo, de 4 leguas de extensión y a 10 al Oeste de Santa Clara. El predio costó 20.000 pesos. La Comisión creada en 1818 con el fin de obtener recursos y financiar la colonización, envió una circular a los hacendados cubanos solicitando
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su apoyo y ayuda económica. El Capitán General y el Intendente, J. Cienfuegos y A. Ramírez, les pedían que alojasen y mantuviesen a los colonos en sus casas o en pueblos cercanos durante al menos dos meses, mientras se hallaba el paraje idóneo para su instalación y se acondicionaba. Los que se prestasen a colaborar debían dirigirse a A. de Jáuregui, J.R. O’Farril o J. Montalvo, que siguieron al frente del proyecto, indicando el número de personas o familias que aceptaban albergar y si preferían que fuesen extranjeros o españoles. En la primera mitad del siglo XIX se sucedieron varios proyectos de colonización, y algunos dieron lugar a pueblos y ciudades. La mitad Este de Cuba era la que demandaba con más urgencia dichos proyectos, necesidad que fue recogida en la Real Cédula de 1817 y atendida especialmente por el Gobierno y la Comisión creada para cumplir sus disposiciones. Con ese fin se nombró un delegado, J. B. Campuzano, Regente de la Real Audiencia de Puerto Príncipe. El asentamiento de pobladores en la costa, en la recién fundada San Fernando de Nuevitas, y en el interior, se haría conforme a lo estipulado en la ley. Su estratégica posición convertiría a aquella localidad en un importante centro de exportación, importación, confluencia y distribución de mercancías para toda la región centro-oriental (ver Mapa I.1), por lo que se preveía que, tras el establecimiento de una aduana, gozase de los mismos privilegios de puerto menor concedidos a Matanzas, Trinidad o Santiago. Una vez delimitado el sitio donde se instalarían los colonos, el comisionado ordenaría levantar un plano siguiendo las reglas de salubridad, policía y ornamento y detallando los edificios privados y públicos y su ubicación36. Más al Oeste, en la costa Sur, y a partir de la propuesta que L. de Clouet elevó a J. Cienfuegos y A. Ramírez en 1819, se creó la ciudad de Fernandina de Jagua —posterior Cienfuegos—. El proyecto proponía fundar una localidad en la bahía homónima con colonos católicos y blancos, españoles o naturalizados, y recomendaba comprar 100 caballerías de tierra del hato Caunao, de propiedad particular, para distribuirlas gratuitamente entre las 40 familias de agricultores que se instalarían inicialmente, aunque previendo la posibilidad de adquirir otro lote de iguales dimensiones. A cada varón de 18 años o más se le entregaría una de tales caballerías con la condición de que en un semestre la desmontase e iniciase su explotación y en los tres siguientes lograse un rendimiento efectivo al menos en la mitad del predio. Pasado ese tiempo, se venderían a censo redimible a razón de 100 pesos los primeros 12 meses, 125, 150 y 200 los sucesivos, hasta 1830, cuando se estudiaría cambiar las condiciones. A partir del cuarto año se pagaría por las tierras concedidas un rédito del 5%, y tras el quinto pasarían a ser propiedad del cultivador, siempre que permaneciese en Cuba, y podían enajenarse. 36
C. Venegas (2002): 81.
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Mapa I.1. Ciudades principales y colonias fundadas en Cuba hacia 1825.
FUENTE: C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 217.
Los esclavos bozales, alimentos, útiles de labranza e industria importados por los colonos de Jagua estarían libres de impuestos, y las manufacturas de distintos tejidos y artículos de comercio en general pagarían la mitad de lo estipulado los cinco años siguientes a la creación de la villa. El transporte e instalación de aquéllos correría a cargo del promotor, para lo cual el Gobierno le concedía, del fondo de población, durante los primeros 24 meses, 15 pesos fuertes por los menores de 15 años y 30 por los mayores si procedían de cualquier lugar del Norte de América, y el doble si venían de Europa. Además, el semestre inicial, le entregaría 3,5 reales diarios por cada persona de más de 10 años y 1,75 por el resto. L. de Clouet tenía entre sus funciones administrar esa última cantidad, suministrar la comida y actuar como juez de primera instancia y mediador en los conflictos de los vecinos. El Capital General, por su parte, designaría y pagaría un cura, un médico y un agrimensor. En abril de 1819, tras el establecimiento de las citadas 40 familias, se consideró fundada la nueva ciudad conforme a lo estipulado en las Leyes de Indias. En 1819 llegaron a Jagua los primeros colonos, procedentes de diversos lugares de Europa —España, Francia, Alemania e Italia— y de Guarico. En 1825 terminó la distribución de tierra y sus 275.122 caballerías se dividieron en cuatro barrios: Cienfuegos, Clouet, Cagigal y Ramírez. 581 de sus moradores eran inmigrantes y 419 cubanos, 459 y 197 respectivamente mayores de 18 años. En 1842 la Junta de Población consideró acabada la fundación de la villa y que sus habitantes estaban produciendo y le retiró sus privilegios. Con más de 20.000 almas, la ciudad había consegui-
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do una estabilidad y progreso que la situaban entre las más desarrolladas de la isla37.
Economía y población, 1827-1846. La africanización de Cuba Nos hemos extendido en el ejemplo de Jagua, pues es ilustrativo del tipo de incentivos y concesiones que recibió la colonización y de las condiciones de complementariedad con que, como señalamos, se desarrolló explícita o implícitamente ésta. El caso más exitoso de poblamiento de un territorio, por la importancia que tuvo la región centro-Sur de Cuba a mediados del siglo XIX, surgió de los planes de fomento de la inmigración blanca, el pequeño y mediano agricultor y los cultivos diferentes del azúcar, el tabaco o el café, amparados por los principales defensores de las políticas dirigidas a la formación y consolidación de un campesinado de origen europeo, que trabajase la tierra con sus manos, sembrase una amplia variedad de frutos, destinados a la exportación y al consumo interno, y fuese la base de la futura sociedad insular y de una economía más diversificada. No obstante, su resultado dependió, en última instancia, de factores contrarios a tales fines. Las autoridades y empresarios agrarios y de otros sectores colaboraron y apoyaron cualquier idea que tuviese como meta un crecimiento demográfico más equilibrado y asegurar la oferta de mano de obra cuando no pudiese ser satisfecha con esclavos, pero priorizaron la rentabilidad a corto y medio plazo de sus actividades y actuaron conforme a ese requisito y a la necesidad de resolver los problemas de dotación de los factores productivos, entre los cuales la escasez de brazos era el más acuciante. El caso de Jagua —futura Cienfuegos— es especialmente relevante de las condiciones y prioridades descritas anteriormente. Como hemos visto, desde sus orígenes la colonia obtuvo exenciones específicas para la importación de africanos, y su crecimiento se debió principalmente a la expansión del cultivo de la caña de azúcar y los ingenios del Occidente hacia el centro de Cuba38. La población de su jurisdicción aumentó de 1.604 a 28.997 personas entre 1827 y 1846 (del 0,22 al 3,3% de los habitantes de la Gran Antilla), a una tasa del 85% anual, frente al 1,5 insular, pero el porcentaje de blancos en ella disminuyó mucho más, del 70,4 al 55,9% en las mismas fechas, no obstante siguió siendo más elevado que en el total del país, donde se redujo del 47,4 al 44,2, lo que se debió principalmente a un incremento de los esclavos del 21,9 al 30,3 (un 8,4), mientras en la isla lo hacía del 36 al 40,7 (un 4,7). 37
C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 216-218. En 1826-1829 Las Villas producía como promedio anual el 7,27% del azúcar cubano, en 1845-1849 el 14,69, y la proporción siguió creciendo en años sucesivos, ver M. Moreno Fraginals (1978): III, 69. 38
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La evolución absoluta y relativa de la población de Cienfuegos y de su distribución étnica fue muy coherente con la de su economía en el sentido referido en párrafos precedentes; es decir, con un desarrollo comparativamente mayor de los cultivos distintos del tabaco y la caña, aunque como complemento de un crecimiento aún más alto de este último. Así, en 1846, habitaban sus tierras el 3,3% de los cubanos, explotaban el 4,9% de los ingenios, el 8,0 de los potreros, el 10,5 de las Haciendas, el 6,1 de los sitios de labor y crianza y estancias, el 4,1 de los tejares, el 4,5 de las colmenas y el 7,1 de las tenerías. Únicamente no destacaba en la isla por la proporción de vegas de tabaco (0,8%), alambiques (1,4) y caleras y yeseras (1,1) ubicadas en su territorio. En tales fincas se elaboraba sólo el 1,8% del azúcar blanco, quebrado o de cucurucho, pero el 16,6 del mascabado y la raspadura —lo que indica un avance lento aún en ese año de la tecnificación de la producción—, el 4,4% de la miel de caña, el 3,5 del aguardiente y el 5,7 de la miel de abeja, y se cosechaba el 8,5% del arroz, el 5,9 de las viandas o el 5,7 del maíz, se criaba el 7,6 del ganado vacuno, el 3,3 de los bueyes de yunta y tiro, el 4,7 del caballar y el 3,3 del porcino. El número de establecimientos comerciales e industriales urbanos en Cienfuegos creció de 49 en 1827 a 320 en 1846. Entre los de mayores economías externas, por elaborar sus productos además de venderlos, destacaban las sastrerías y zapaterías, que pasaron de 4 a 26; las carpinterías, de 3 a 32; las panaderías, de 3 a 48, las herrerías, de 2 a 12, y las tabaquerías, de 0 a 17. La cantidad de médicos y escuelas aumentó de 2 a 11 y de 1 a 9 respectivamente39. El aumento de la producción azucarera estuvo estrechamente vinculado con el del número de esclavos. Lugares como Cienfuegos, de nueva creación y favorecidos por medidas de fomento de otras actividades y formas de trabajo, lograron una estructura poblacional más compensada étnicamente y un desarrollo mayor de la agricultura menos comercial, que además no perjudicó el de la oferta de dulce, pero su caso no fue lo habitual en Cuba y, además, conforme aumentó absoluta y relativamente esta última y, como veremos, concentró recursos, se alteró su evolución demográfica. En 1862 vivía en la jurisdicción el 4,1% de la población insular, pero para entonces el porcentaje de blancos ya no era superior al de la totalidad de la Gran Antilla (54,5 frente a 54,8) y el de los citados esclavos había disminuido menos (31,2 frente a 26,7)40. La razón, seguramente, es que los ingenios de la zona generaban el 8,4% del edulcorante fabricado en el país. 39
Todos los datos citados en los últimos párrafos proceden de Cuadro estadístico... (1829 y 1847). 40 Los colonos llegados de Asia y Yucatán para reemplazas a los esclavos eran el 2% de la población de Cienfuegos, algo menos que en total de Cuba (2,6%). Ver Conde de Armildez de Toledo (1864).
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El resto de sus fincas aportaban el 5,4 de la riqueza agraria agregada, cifra comparativamente elevada en términos per capita, al contrario que sus establecimientos comerciales, industriales urbanos y profesionales, que sólo contribuían con un 3,4%41. Lo normal en Cuba, incluso en las excepciones si dejaban de serlo, fue que la especialización económica y la posibilidad de resolver mediante la trata de esclavosel déficit de mano de obra causado por la escasez de población fundamentalmente, es lo que se aprecia en el Gráfico I.3. Gráfico I.3 Población blanca y de color en Cuba, 1792-1899 (porcentajes del total). 70 65
Porcentajes
60 55
Blanca
50
De color
45 40 35 30
1774
1792
1817 1827 1841 1847 1862 1877 1887 1899 Años
FUENTE: Censos de población... (1988).
Desde finales del siglo XVIII, el número de negros, libres o esclavos, superaba al de blancos en Cuba, lo que se debió, según se observaba en el Cuadro I.1, al incremento de los segundos en el último tercio de la centuria —en 1774 eran el 25,8% de los habitantes, en 1792 el 30,8—. Fueron mayoría hasta la década de 1840, cuando se produjo la llamada Conspiración de la Escalera42, y su crecimiento no cesó, como hemos dicho, sino todo lo contrario, en el período en que comenzó a fomentarse otra inmigración que, por tanto, únicamente pudo evitar que la desproporción fuese aún más amplia. En 1841 había en la Gran Antilla 303.137 personas más que en 1827, 237.500, el 78%, habían sido traídas de África. 41 42
Todos los datos proceden de Conde de Armildez de Toledo (1864). Ver R. L. Paquette (1988).
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En 1841, además, la población esclava llegó a superar a la blanca en Cuba (ver Cuadro I.5). Sólo en el departamento central esta última era más numerosa, con una razón de 11 individuos por cada 5 de aquellos primeros. En el occidental la relación era de 5 a 8 y en el oriental de 1 a 2. La preocupación por la africanización de la isla y por una posible rebelión generalizada de los negros, pues, había ido aumentando hasta ese momento en la misma medida que arreciaba el problema que las generaba, un riesgo calculado, eso si, justificado por el crecimiento económico y compensado, más que por el fomento de la inmigración europea, por la estabilidad socio-política que significó el mantenimiento del régimen colonial español y una fuerte dotación de tropas metropolitanas para hacer frente a cualquier alteración del orden. Cuadro I.5 Población de Cuba en 1841 y 1846, total, blanca, esclava y libre de color.
Población total Población blanca Población de color Libre Esclava
1841
1846
1.007.624 418.291 589.333 152.838 436.495
898.752 425.767 472.985 149.226 323.795
FUENTE: Resumen del censo... (1842) y Cuadro estadístico... (1847).
Respecto a los datos del Cuadro I.5 hay que señalar que se debieron producir errores contables que explican el decrecimiento de la población total, la información de 1846 es más coherente con la evolución demográfica insular, como se aprecia en el Cuadro I.2, donde, por esa misma razón, no anotamos la correspondiente a 1841. Sin embargo, para los efectos que estamos comentando —la africanización del territorio—, la estadística se conoció y se difundió, no obstante sus cifras deben ser tomadas con precaución. Como en períodos precedentes, el índice de masculinidad de los esclavos superó al del resto de la población cubana, llegando a 164 en 1846. Éstos fueron, además, los que crecieron a un ritmo mayor entre las décadas de 1820 y 1850, en torno al 3,8% anual, frente al 2,7 de los blancos y al 2,2 de los libres de color. Sin duda esa evidencia pesó en decisiones como el inicio de la importación de otro tipo de mano de obra, china y yucateca principalmente, en condiciones de semi-libertad, y en nuevas medidas de fomento de la inmigración blanca, asuntos que abordaremos más adelante, pero por lo visto, seguramente fueron más determinantes la reiteración de las prohibiciones de la trata de negros, ya analizada, y la expectativa de que en el futuro acabarían siendo efectivas y eliminando el comercio de africanos.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Los habitantes de Cuba se distribuían en 1841 en 279 distritos rurales —ingenios, cafetales, fincas— y 226 urbanos —12 ciudades, 10 villas, 198 pueblos y 96 aldeas o caseríos—, que agrupaban al 35,7%. La ciudad de La Habana y su área suburbial concentraban al 14,7. En 1846 el 59,6 vivían en el Departamento Occidental, el 17,3 en el Central, el 18,9 en Puerto Príncipe y el 4,2 en Oriente. La densidad en el primero era de 16,7 hab./ km2, y en el resto de 5,9; 3,2 y 5,0 respectivamente, y de 8,4 en toda la isla. Aparte de la capital, las localidades con mayor número de moradores eran, por este orden, Santiago de Cuba, Matanzas —que había experimentado una rápida expansión vinculada al cultivo del azúcar en su región desde finales del siglo XVIII—, Cárdenas y Nueva Filipinas (luego Pinar del Río) y Mariel, las tres últimas de reciente creación. Por el contrario, otras más antiguas, como Puerto Príncipe (futura Camagüey), Trinidad o Bayamo (ver Mapa 0.2) perdieron efectivos43. En 1846, como en 1841, la población de color seguía siendo mayoritaria en Occidente y Oriente, el primer departamento concentraba al mayor número de esclavos, y Puerto Príncipe tenía el porcentaje más elevado de blancos, que también superaban a los negros en el centro de Cuba. El censo de finales de los años cuarenta contiene, además, la primera evaluación precisa de los inmigrantes españoles. Representaban un 5,2% de los habitantes de la isla (un 11 excluyendo a los de color) —47.023 personas—44 . En los datos del Cuadro I.6 se aprecia que sólo el 17,5% de ellos eran mujeres, no obstante si consideramos únicamente a los procedentes de Canarias, entre los que fue más frecuente su llegada en familias a la isla, esa proporción aumenta hasta 27,4, mientras desciende en el resto hasta 10,2. En el Cuadro I.1 observamos la relación existente entre la importación masiva de africanos y el incremento de la población cubana. Las tasas de crecimiento total se mantuvieron muy elevadas durante el período 17921827, alcanzaron un máximo en 1817 (4,1% promedio anual), aunque comenzaron a descender cuando disminuyó la entrada de esclavos: 2,7% en 1827 y 1,5 en 1846. En el Cuadro I.5 apreciamos una brusca reducción del número de esclavos en Cuba, de 436.495 a 323.795 en sólo cinco años, de 1841 a 1846. 43
Censos de población... (1988): I, 187-196. Ver Cuadro estadístico... (1847) y J. Maluquer (1992): 35. Antes de 1846 las referencias son imprecisas. M. D. Pérez Murillo (1988): 121, ha contabilizado 4.294 personas embarcadas hacia Cuba en los puertos peninsulares entre 1800 y 1835, cifra congruente con la que ha ofrecido recientemente R. Márquez (2004), que ha encontrado 3.600 licencias de emigración entre 1825 y 1836 en el Archivo de Indias. A. M. Macías (1992): 88-89, por su parte, señala que gran parte de los 8.000 canarios que partieron hacia América en el período 1814-1818 tuvieron como destino la isla caribeña. La Junta de Población Blanca, finalmente, estimaba en 5.000 los colonos llegados a Gran Antilla en el lapso 1817-1820, la mayoría de la metrópoli. Ver I. Álvarez Cuartero (1996) y S. Palazón (1998): 50-54. 44
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
Cuadro I.6 Población blanca de Cuba en 1846, distinguiendo procedencia y sexo (miles de personas y porcentajes respecto a su columna entre paréntesis).*
Procedencia Cubanos Españoles Peninsulares Canarios Otros TOTAL
Total
Mujeres
370.280 (87,0) 47.023 (11,0) 27.264 (6,4) 19.759 (4,6) 8.464 (2,0) 425.767 (100,0)
184.167 (94,6) 8.208 (4,2) 2.785 (1,4) 5.423 (2,8) 2.409 (1,2) 194.784 (100,0)
Hombres 186.113 38.815 24.479 14.336 6.055 230.983
(80,6) (16,8) (10,6) (6,2) (2,6) (100,0)
FUENTE: Cuadro estadístico... (1847).
La razón, según se observa en los datos del Cuadro I.3, fue una fuerte disminución de la cantidad de africanos importada: de 135.000 promedio anual en el quinquenio 1835-1839, se pasó a 42.600 en 1840-1844 y a 13.300 en 1845-1849. Razones internas y externas explican el comportamiento de las cifras de párrafos precedentes. Al aumento de las dificultades para mantener la trata por las presiones británicas, con la aprobación de la llamada Ley Penal en 1845 que, como vimos anteriormente, fue la medida más efectiva frente al tráfico de africanos en sus primeros años de vigencia, hay que añadir el citado hecho de que en el censo de 1841 la población esclava superó por primera vez a la blanca en la isla. El temor a la africanización de Cuba y a sus posibles consecuencias, acrecentado por algunos acontecimientos en la década de 1840, como las sublevaciones de esclavos que estallaron en diferentes lugares de la isla en 1843 y culminaron en la Conspiración de la Escalera en 1844, tropezaba además con la dificultad ya mencionada de garantizar por otros medios la creciente demanda de mano de obra que requería la constante expansión de la industria azucarera, que en los mismos períodos mencionados antes pasaba de producir 120.730 Tn promedio anual en 1835-1839, a 182.900 en 1840-1844 y 214.200 en 1845-184945. La Comisión Permanente de Población Blanca estimaba en 1846 dicha demanda en torno a 20.000 — 30.000 trabajadores cada año46. Esos problemas se tradujeron en una política más represiva frente a cualquier conato de rebelión, como la que se puso en práctica frente a la referida conspiración, pero también más activa en la búsqueda de soluciones que permitiesen resolver la escasez de brazos para la producción de dulce y, a la vez, blanquear la sociedad cubana47. 45 46 47
C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 243. C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 190. Ver R. L. Paquette (1988) y C. Naranjo y A. García González (1996b): 85-131.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
El inicio de la crisis del trabajo esclavo Para intentar resolver los problemas de población y mano de obra, en 1842 la Real Junta de Población Blanca fue sustituida por la Junta de Fomento, Agricultura y Comercio. Dentro de la misma se creó una Comisión Permanente de Población Blanca, dependiente del Superintendente de Hacienda, presidida por el Conde de Fernandina e integrada por el Marqués de Arcos y Corral, Teniente del Síndico, A. de Larrua y A. M. Escobedo. De la importancia que se confirió a esa institución da fe el hecho de que en 1844 pasó a depender directamente del Capital General. La preocupación por frenar o, al menos, reducir la trata se concretó en la firma de un tratado con Gran Bretaña en 1835, tres años después de suprimirse la esclavitud en ese país, aunque, como muestran las cifras de importación de africanos entre esa fecha y 1839 (ver Cuadro I.3), no tuvo efectos prácticos. Además, el gobierno inglés mandó a Cuba en calidad de Cónsul al abolicionista D. Turnbull y tales hechos hallaron eco en la administración metropolitana y se tradujeron en el nombramiento como Capitán General de la isla de G. Valdés en 1841, lo que provocó recelos en parte de las elites insulares, entre las que se constituyó un movimiento proclive a la anexión a los Estados Unidos, donde se seguía permitiendo el uso de trabajo negro compulsivo. Los intentos por limitar la trata fueron progresivamente logrando su objetivo durante el mandato de G. Valdés y, sobre todo, tras la aprobación de la citada Ley Penal en 1845 (ver Cuadro I.3). A los problemas laborales ocasionados por este hecho en la industria azucarera se unieron en el mismo período los efectos de una prolongada sequía en 1844, de dos ciclones —uno en el propio 1844 y otro en 1846—, de una reducción de los precios del dulce en 1845 y, ya en la década de 1850, de un paulatino aumento de la cotización de los esclavos, que pasó de 330 pesos promedio en 18451849, a 379 en 1850-1854 y a 567 en 1855-185948, y de sendas epidemias de cólera y viruela en 1853 y 1854, que afectaron especialmente a la población de color privada de libertad. Mientras siguieron siendo la mano de obra principal de la industria azucarera y no se abolió definitivamente la trata en Cuba —hasta mediados de la década de 1870—, el precio de los esclavos se mantuvo muy elevado (ver Cuadro I.4). Como veremos más adelante, aunque los ingenios aplicaron soluciones tecnológicas que les permitieron reducir costes y seguir operando con ellos, en parte debido a la referida ausencia de alternativas que satisficiesen por completo sus necesidades laborales, se arbitraron todo tipo de medidas para intentar paliar los problemas de escasez de brazos. Así, aumentó la demanda de negros emancipados, cuyos jorna-
48
Ver L. W. Bergad et al. (1995): apéndice y Cuadro I.4.
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
99
les en el período 1855-1860 oscilaban en torno a los 20-25 pesos mensuales, frente a los 1.250-1500 que podía llegar a costar un africano49, y el recurso de acudir al Depósito de Cimarrones, ubicado en el habanero barrio de El Cerro y usado como albergue para recluir a los negros huidos de sus amos que habían sido capturados y también como lugar de acogida de colonos. Muchos hacendados reclamaron la vuelta al trabajo de dichos cimarrones, fuesen o no sus antiguos propietarios. Aunque sin llegar a resolverse por completo, en la segunda mitad de la década de 1840 los problemas socio-demográficos y de mano de obra en Cuba se fueron aliviando. En el censo de 1846 se apreció ya un cambio en las tendencias estructurales de crecimiento de la población insular. La tasa media de incremento anual del número de esclavos entre 1827 y ese año fue sólo de un 0,7%, la de la población libre de color aumentó hasta 2,1 (en el anterior período intercensal, 1817-1827, había sido negativa: -0,7), y aunque la cantidad de blancos sólo se incrementó un 1,9%, fue suficiente para que su proporción respecto a los habitantes totales de la Gran Antilla se elevase del 44,2 al 47,4%, cifra que siguió aumentando y en 1877 era ya del 67,1 por 100 (ver Cuadro I.1 y Gráficos I.2 y 3). Como en muchas otras ocasiones en la historia de Cuba, una vez aliviado el grave problema de la africanización de la isla, las necesidades de la industria azucarera volvieron a imponerse sobre cualquier otra consideración y, como mostraban las cifras del Cuadro I.3, el número de negros importados a partir de 1850 recuperó, incluso superó los registros de los años 1820-1834, iniciando un ciclo ascendente que empezó con 39.000 individuos promedio anual en 1850-1854 y se incrementó hasta 65.800 en 1855-1859. Las citadas soluciones técnicas que redujeron los costes de producción del dulce permitieron hacer frente a los elevados precios de los esclavos. Además, muchos autores sostienen que los distintos proyectos de colonización que se llevaron a cabo en el período sirvieron únicamente para incorporar trabajadores al mercado y apenas ayudaron al cumplimiento de otros objetivos supuestamente perseguidos por los planes diseñados por el Gobierno y ciertos particulares, como conseguir una agricultura más diversificada y fomentar la consolidación de un campesinado libre ligado a ella50. Aunque con las nuevas entradas, en 1862 había en la Gran Antilla unos 50.000 esclavos más que en 1846 y su porcentaje de incremento medio pasó del 0,6 al 0,8%, su proporción en el total de habitantes de la isla se redujo hasta un 26,7% (desde la década de 1810 superaba el 36%). Ese retroceso fue menor, pero también muy sensible, si consideramos sólo la población activa: del 42,4 al 34,0% en las mismas 49
La cifra de salarios de los emancipados procede de I. Roldán (1982): 169-170, y el precio máximo que podía llegar a costar un esclavo de H. S. Aimes (1907). 50 C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 193.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
fechas 51, lo que se debió a un flujo migratorio paralelo, sobre todo de colonos chinos en condiciones de semi-libertad, que junto al crecimiento vegetativo, explican el aumento de los cubanos blancos (entre los cuales incluyen a los asiáticos los censos) del 5,0% por año en el lapso 18461862, frente al 1,9 registrado de 1827 a 1846 (ver Cuadros I.1 y 7). En 1862 creció el potencial laboral de la población libre en general, pero disminuyó el número de personas en edad de trabajar (16-60 años), lo que aumentó la necesidad de importarlas, más aún cuando los citados jornaleros libres demandaban salarios elevados y eran reticentes a realizar tareas tradicionalmente reservada a los esclavos. El Gobierno respondió a tales problemas con medidas destinadas a incrementar la mano de obra, como nuevas disposiciones contra la vagancia, y aunque algunos autores se apoyan en ello para sostener que realmente no había escasez de brazos, sino dificultades para incorporarlos a las actividades productivas52, lo cierto es que, sea como fuere, dichos problemas continuaron siendo un mal endémico de la economía cubana. Según se aprecia en el Cuadro I.7, el departamento occidental, que continuó concentrando a la mayoría de los habitantes de Cuba, era el que albergaba un número más alto de colonos asiáticos y yucatecos. Oriente tenía la proporción más elevada de libres de color y era la única zona de la isla donde los blancos no predominaban ya sobre el resto. El porcentaje de los esclavos respecto a la población total siguió siendo también sensiblemente más elevado en el Occidente de la isla y disminuyó progresivamente de Oeste a Este, igual que la producción azucarera, para la que continuó siendo su recurso laboral prioritario, como veremos, hasta la década de 188053. Cuadro I.7 Distribución étnica por regiones de la población cubana en 1862 (en porcentajes).
Categorías Blancos Libres de color Colonos de Asia y México Emancipados Esclavos TOTAL Cuba
Occidente Centro 53,7 11,4 3,6 0,4 30,9 100,0
58,3 14,4 2,2 0,2 24,9 100,0
Puerto Príncipe
Oriente
Total Cuba
61,5 16,3 0,4 0,3 21,5 100,0
46,7 33,0 0,3 0,0 20,0 100,0
53,7 16,3 2,6 0,3 27,1 100,0
FUENTE: Conde de Armildez de Toledo (1864).
51 52 53
M. C. Barcia y E. Torres Cuevas (1994): 401. Ver G. García Rodríguez y O. Gárciga (1994): 360-369, o I. Balboa (2000). L. M. García Mora y A. Santamaría (2002): 165-184.
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
En el Cuadro I.8 observamos que en 1862 había crecido notablemente el número de españoles en la población cubana, concretamente un 65% desde 1846 (ver Cuadro I.6), mientras aquélla se incrementaba un 51%, hasta representar un 8,6% del total de los habitantes de la isla y un 15,3 si consideramos sólo a los blancos. Por sexos, aunque mejoró ostensiblemente la proporción de las mujeres, la inmigración metropolitana mantuvo un fuerte predominio masculino, no obstante en el caso de la canaria, que siguió siendo más familiar, fue mucho menor la diferencia entre los varones y las hembras. En el censo de 1862 se observó, además, un incremento considerable de la tasa de crecimiento de la población blanca que, incluyendo a la asiática y yucateca, fue de un 5,0% promedio anual desde 1846, frente al 1,9 del período 1826-1846, superando incluso a la de los esclavos a principios del siglo XIX y provocando un aumento demográfico general del 3,2% por año también respecto a mediados de la década de 1840 (ver Cuadro I.1). Las zonas de mayor crecimiento demográfico entre los años cuarenta y sesenta fueron las azucareras y la capitalina: La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba, Colón, Cienfuegos, Sagua la Grande, Santa Clara y Cárdenas, también comenzaron a mostrar una leve expansión San Cristóbal, Bahía Honda, Guanajuay, Sancti Spíritus, Guantánamo y Remedios, mientras que perdieron efectivos Bayamo, Holguín, Jaruco y Santiago de las Vegas. La región central fue la que experimentó un mayor crecimiento demográfico en el censo de 1862. Acogía al 21% de los cubanos, frente al 17% de 1846, y eran mayoritariamente blancos, pues fue allí donde se asentaron relativamente también más inmigrantes españoles54. Llama la atención el leve ascenso de la proporción de esclavos del 24 al 25% en las mismas Cuadro I.8 Población blanca de Cuba en 1862, distinguiendo procedencia y sexo (miles de personas y porcentajes respecto a su columna entre paréntesis).*
Procedencia Cubanos Españoles Peninsulares Canarios Otros TOTAL
Total
Mujeres
Hombres
601.160 (78,6) 117.114 (15,3) 68.562 (9,0) 48.552 (6,3) 46.476 (6,1) 764.750 (100,0)
298.032 (91,2) 25.739 (7,8) 9.269 (2,8) 16.470 (5,0) 3.110 (1,0) 326.881 (100,0)
303.128 (69,2) 91.375 (20,8) 59.293 (13,5) 32.082 (7,3) 43.366 (10,0) 437.869 (100,0)
FUENTE: Conde de Armildez de Toledo (1864).
54
C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 195.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
fechas, al contrario que en el resto de la isla (ver Cuadro I.2), lo que se debió a la expansión por ella de la industria azucarera y al citado predominio que su trabajo siguió teniendo en ésta. La región occidental perdió algo de su peso demográfico proporcional en la Gran Antilla entre 1846 y 1862 (del 60 al 55%) a favor de la central y del departamento de Puerto Príncipe, aunque mucho más leve en este caso (del 4 al 5%), que además siguió siendo el más blanco de la isla. El porcentaje de los cubanos que vivían en Oriente se mantuvo estancado en el 19%. Algunos datos indicativos de la distribución ocupacional de la población son un reflejo fidedigno de su estructura y del tipo de problemas que ésta presentaba. Entre 1775 y 1861 el número de fincas clasificadas en los censos como sitios de labor y estancias —dedicadas principalmente a los llamados cultivos menores y a producir para el mercado interno—, se multiplicó por cuatro, mientras la población lo hizo por ocho. Por otra parte, su crecimiento fue mucho mayor en la mitad Este de Cuba, que pasó de concentrar el 16% en la década de 1770 al 35% en los años sesenta del siglo XIX. Además, dicho incremento fue significativamente más alto a partir del decenio de 1820, al igual que el grado de especialización de la economía insular. Las estancias y sitios de labor daban trabajo en 1861 a una cuarta parte de la población de Cuba, no obstante si consideramos sólo a los blancos o los habitantes de la mitad oriental del territorio, esa cifra aumenta hasta un tercio. En el Este insular, además, ocupaban en torno a un 27% de los hombres libres de color y a un 35% de los esclavos, porcentajes que en el Oeste eran sólo de un 10 y un 855. Los datos anteriores son indicativos de la especialización de la economía cubana, de la concentración de las actividades comerciales en el Oeste del territorio, de la relación entre ellas y el mantenimiento de la esclavitud y de la mayor propensión de los campesinos blancos a dedicarse a la agricultura menos vinculada con la exportación, excepto en la mitad Este de la isla, donde una especialización menor y una progresiva liberalización de la población de color equilibró los porcentajes y explica que los dos grupos mencionados y los propios esclavos se dedicasen en partes más o menos iguales al cultivo de estancias y sitios e labor. Las necesidades de mano de obra de las plantaciones azucareras implicaron una concentración de los esclavos en ellas según fueron aumentando los problemas para mantener la trata y se fue reduciendo el número de aquéllos en Cuba. Así, en 1862 el 47% de ellos trabajaban en el ingenios, mientras que en 1841 sólo lo hacían el 23% y su número
55
30-36.
Los datos sobre el numero de estancias y sitios y su población son de C. Venegas (2001):
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103
total había disminuido en más de un 20%. Además de la fuerza de trabajo, como veremos, la industria del dulce fue progresivamente acaparando todos los recursos productivos en la segunda mitad del siglo XIX. Esto afectó al resto de los sectores económicos, lo que ocasionó un círculo vicioso, pues favoreció la continuación de dicho traspaso de recursos. Por ejemplo, fue usual que muchos propietarios alquilasen a los hacendados los negros que antes ocupaban en sus fincas o, incluso, que los manumitiesen, por lo que las mismas razones mencionadas explican también el incremento de la población libre de color que refleja el censo de 1862: un 3,0% anual desde 1846, cuando entre 1827 y esa fecha sólo se había incrementado un 2,156.
Alternativas al trabajo esclavo. La colonización blanca y el tráfico de coolies En el período 1840-1862 se observó un aumento de la inmigración blanca en Cuba debido a que desde 1824 se convirtió en destino prioritario de la española57, su economía experimentó un fuerte crecimiento, se agudizaron progresivamente los problemas para mantener el sistema esclavista y se intensificaron las ayudas a la colonización. Los censos de la época refleja el incremento de la población metropolitana. Entre 1835 y 1850 se registró la entrada de 16.300 canarios, 7.416 (el 54,5%) en sólo un lustro (18351840)58, a los que se unieron catalanes, a través del plan ideado por M. Estorch en 1841, y oriundos de regiones como Galicia, Andalucía o Euskadi, traídos para trabajar en el ferrocarril y el campo. Los proyectos de L. J. Miranda, D. Goicuría y U. Feijoo y Sotomoyor fueron algunos de los más representativos del momento, aunque no los únicos. Las causas del fomento de la colonización ya han sido citadas, el miedo a la africanización de Cuba y el deseo de blanquearla, compartidos por el Gobierno y las elites locales, y las presiones de Gran Bretaña para abolir la trata, materializadas en el citado tratado de 1835 con España y en la Ley Penal, que sancionó en 1845 su incumplimiento. Las condiciones que ésta impuso, en principio, a la economía insular y la alarma de los hacendados por la escasez de mano de obra que provocó, dieron lugar a una serie de medidas. Conseguir brazos suficientes y lo más barato posible fue objetivo prioritario para la oligarquía de la Gran Antilla entre las décadas de 1840 y 1860, más a aún cuando a mediados de la primera disminuyó drásticamente el número de esclavos importados y hacia 1855 se disparó su precio (ver Cuadros I.3 y 4). 56 57 58
C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 195. Ver C. Naranjo (1992b): 256-275. M. Hernández (1997b): 71-83.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
En dos Reales Órdenes de 1838 y 1844, los órganos competentes del Gobierno metropolitano instaban a fomentar la población blanca de Cuba. En 1838, M. Cañas, Secretario de Estado, urgía al Intendente de Hacienda, C. Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, a tomar medidas para llevar a ella brazos libres y mitigar los perjuicios que la abolición de la trata pudieran ocasionar a sus habitantes «en su fortuna y riqueza». Inmediatamente, este último informaba al Capitán General, M. Tacón, de que el proyecto de colonización sería un éxito, pues animaría a familias españolas a dirigirse a la isla, en vez de a Brasil y a otros lugares de América, para trabajar en la agricultura, «en cuyo ramo —decía— tienen particulares conocimientos» 59. Ya señalamos los cambios que se realizaron en las instituciones encargadas de promover la colonización blanca de Cuba para aumentar su eficiencia, y que ésta se encomendó a una Comisión Permanente dentro de la Junta de Fomento, Agricultura y Comercio en 1842, que desde 1844 dependió directamente del Capital General. La reorganización dio resultados inmediatos. En el último año citado, una circular estableció un sistema de protección para los inmigrantes y la apertura de un registro para intentar controlar sus entradas y, además, asegurarles cierto amparo frente a los abusos de los contratistas y hacendados. Por otra parte, la citada Junta convocó un concurso con el fin de premiar las innovaciones en la agricultura y en la producción del dulce, la fundación de asentamientos con familias blancas y el establecimiento de colonos en zonas despobladas e ingenios. Se ofrecieron 6.000 pesos al que diseñase en la isla un sistema de concentración al vacío capaz de extraer 45.000@ de azúcar purgada del guarapo en cinco meses, y distintas sumas a quienes usasen el arado americano perfeccionado, sembrasen sus campos de pasto para las reses (trébol de flor rosada o trifolium) u otros cultivos que abonasen el suelo, como el Haba, plantasen cedros, pinos, majaguas, caobas, nueces de África y castañas de Malabar, importasen y probasen en la Gran Antilla 200 cepas de caña de la India, y mejorasen las razas de caballos y vacas o criasen gallinas y cerdos más grandes de lo habitual, con el propósito de mejorar la ganadería. Para la creación de nuevas colonias, la Junta de Fomento fijaba en 50 el número de familias blancas inmigrantes necesarias, compuestas al menos por un matrimonio cada una y a las que se concedía en propiedad y con escritura pública una caballería, de la que debían cultivar una parte, animales y chozas. Cuando los recién llegados fuesen a un ingenio, dicho número de familias se reducía a 25, pero se mantenían los demás requisitos, obligándose cada una a plantar media caballería con caña y a vendérsela al hacendado a precios convencionales.
59
C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 195.
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Puesto que la población era escasa en toda Cuba y cinco sextas partes de la isla estaban deshabitadas, la Junta de Fomento insistió en 1844 en la necesidad de poner en marcha planes efectivos de colonización y dispuso algunas medidas que debía ejecutar la citada Comisión Permanente, como la creación que sociedades anónimas promotoras de los proyectos, la construcción de hospederías en La Habana para que se alojasen y aclimatasen los inmigrantes, el envío a España de agentes que mediasen en su reclutamiento, la provisión de un fondo que le permitiera mayor capacidad de maniobra, pues se financiaba sólo con un impuesto sobre las costas procesales, y el diseño de distintos modelos de contrata, en los que el contratista podía ser ella misma, las referidas sociedades de colonización, un hacendado o un empresario industrial. La Comisión Permanente decidió en 1844 publicar los acuerdos alcanzados por la Real Junta de Fomento en los periódicos habaneros y de las provincias del Norte de España para garantizar su difusión. Las nuevas medidas liberaban hasta 1846 la entrada de inmigrantes en Cuba, pero con algunas limitaciones: debían proceder de dichas provincias septentrionales, tener entre 15 y 40 años si eran hombres y entre 14 y 35 si eran mujeres, ser sanos, robustos, artesanos, labradores menestrales o sirvientes de buena vida y costumbres certificadas por las autoridades locales. Se les abonaría la mitad de los costes del pasaje, estimados en 40 pesos, y otros ocho por persona para comprar la ropa y calzado necesarios y adecuados al clima, siendo imprescindible el sombrero de paja. Los herreros recibirían 16 pesos más al desembarcar en la isla. Los recién llegados serían alojados gratuitamente, además, en albergues salubres y ventilados los primeros meses, mientras se acostumbraban a las nuevas condiciones y se les buscaba colocación en la ciudad o el campo, y si se demoraba el hallazgo de un trabajo adecuado, se emplearían en las instalaciones de la propia Junta a cambio de comida y techo y cuatro pesos al mes, con el fin de que no supusiesen una carga para el erario público. Los colonos debían registrarse y permanecer al menos tres años en la Gran Antilla, tras los cuales devolverían los 28 pesos adelantados por los gastos de su viaje y anticipos. La Comisión Permanente de Población Blanca estimaba llegarían 3.000 inmigrantes en un año, se dedicarían a la agricultura como jornaleros y a la colonización de pueblos, y que esto costaría 178.000 pesos —120.000 los pasajes, 48.000 la instalación y alojamiento y 10.000 los gastos de hospital—. La Junta de Fomento aprobó estas cuentas en agosto de 1844 y solicitó al Intendente la liberación de los 89.981,5 reales necesarios para sufragarlas, devengados del citado impuesto sobre las costas procesales. Algo después, y con una visión más realista, con el fin de disponer viviendas y empleo para los recién llegados, se resolvió que las convocatorias y ofertas para traerlos a Cuba se hiciesen por partes y de forma limitada. Así se acordó que cada 24 meses entrasen 500 agricultores, que serían entrega-
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dos a los hacendados que lo solicitasen, dando prioridad a quienes ofreciesen contratos más largos60. Como con el tiempo la necesidad de brazos siguió aumentando, la ley dada por el Capitán General de Cuba, Marqués de la Pezuela, en 1854, seguía insistiendo en la necesidad de introducir jornaleros libres españoles, canarios, vascos, catalanes, gallegos. Sufrieron abusos, como los negros, chinos e indios, no obstante tuvieron posibilidades de denunciarlos de las que carecieron estos últimos. No obstante, el propio trabajo en el campo o en el ferrocarril indica ya la dura realidad de los trabajadores en la isla en el siglo XIX, que por lo general eran agravadas por las malas condiciones de vida y los bajos salarios, con los que, además, tenían que devolver los costes del viaje y los anticipos si eran inmigrantes contratados en su tierra natal. Uno de los planes de inmigración española más conocidos fue el propuesto en 1853 por U. Feijoo y Sotomayor (1855). Frente a otros anteriores, no era un proyecto de colonización, aspiraba a aumentar los recursos laborales de Cuba y a abaratar su coste importando trabajadores gallegos durante 15 años. Destinados a las haciendas, obras públicas y ferrocarriles, debían permanecer un lustro con su empleador, ya fuese privado o la Junta de Fomento, quien les pagaría luego su regreso si decidían volver a su tierra. Los argumentos esgrimidos por su mentor a favor de su idea ilustran la combinación de intereses económicos y perjuicios raciales de las elites insulares, pues se empeñaba en demostrar que el jornalero blanco era rentable y más ventajosos que el negro o el asiático, por su capacidad de aclimatación y su cultura y religión, similares a las de la sociedad de la Gran Antilla (más bien de la sociedad que se pretendía), sobre todo si eran de la metrópoli y, por lo tanto, además, no-extranjeros. Los gallegos empezaron a llegar a Cuba en 1854, pero el proyecto sólo logró traer 2.000 de los 54.000 previstos. Las denuncias de malos tratos, peor alimentación y demoras en el pago de los salarios fueron muy abundantes y condujeron finalmente al fracaso de la empresa. En la misma época llegaron a Cuba también canarios contratados en las islas Afortunadas para trabajar en el ferrocarril. Corrieron igual suerte que los gallegos y provocaron el mismos aluvión de denuncias61. Otros se vieron incluso en peores condiciones, sobre todo los que inmigraron sin dichos contratos y no encontraron empleo al llegar. La Junta de Fomento los llevaba entonces al Depósito de Cimarrones, y las pésimas condiciones de vida en él podían verse incluso superadas cuando, tras un tiempo, si no habían hallado ocupación, tenían que abandonarlo y buscar los recursos para pagar su estancia en él. Pese a las medidas y proyectos referidos, los colonos blancos no satisficieron las necesidades de los cultivos de exportación de Cuba, menos 60 61
C. Naranjo (1992a): 53-75, y (1992c): 256-275. O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 125.
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aún si eran familias, pues además los ingenios solían preferir jornaleros individuales, y la trata, no obstante sus dificultades, fue la que siguió resolviendo el problema, junto con la importación de coolies chinos fundamentalmente. Ya dijimos que aún no había empezado el período de la migración en masa capaz de garantizar la demanda de la economía insular, y los incentivos no bastaron para que la metrópoli asegurase un flujo de población suficiente, retraída, además, por la propia existencia de la esclavitud, que también dificultó que parte de los que llegaron se dedicasen a la agricultura, sobre todo en aquellos sectores que empleaban siervos negros, precisamente los que requerían más brazos y con más urgencia. A esto hay que añadir, y por idéntica razón, que muchas actividades no podían soportar los altos costes salariales del trabajador libre. Por otra parte, los problemas con que tropezaron los proyectos de colonización provocaron un aumento de la vagancia, frente a la que se idearon otros nuevos que, mediante contratos, obligaban al individuo a permanecer unos ocho años en el lugar estipulado en ellos. Tales planes, y las condiciones a que se vieron sometidos en general muchos de los que arribaron a la Gran Antilla, sobre todo los españoles —cláusulas leoninas, malos tratos, exigua alimentación—, dieron lugar a múltiples rebeliones. El crecimiento de la oferta azucarera cubana hasta finales de la década de 1830 fue modesto comparado con el que experimentó posteriormente (ver Cuadro I.16). Cuando analicemos los otros factores de producción y la tecnología volveremos sobre esta idea, pero al contrastar ese dato con los problemas de escasez de mano de obra se puede afirmar que esa expansión fue la causa de un incremento de las dificultades con que tropezó el sector para dotarse de los recursos laborales que necesitaba, pero también el resultado de las soluciones que se arbitraron para afrontarlo, dado que coincidió con la crisis del sistema esclavista. El inicio de la crisis del sistema esclavista y las perspectivas de que se agravaría con el tiempo, la insuficiencia como alternativa de la inmigración blanca, la reticencia de los jornaleros asalariados a realizar labores de negros y sus elevados sueldos, obligó a buscar mano de obra en otra zonas, como China y Yucatán, donde se podía adquirir barata y en situación de semi-libertad62. Las razones por las que eran requeridos en Cuba, los contratos que suscribieron, generalmente a través de un intermediario, su desconocimiento del idioma, o sus diferencias culturales, explican las condiciones de vida y empleo que soportaron, e incluso firmaron. Sendas disposiciones de 1849 y 1854, además, regularon las fuertes penas y castigos que recibirían si faltaban a sus obligaciones, las 12 horas de jornada que debían completar y los requisitos para liberarse, muy difíciles de cumplir, pues requerían pagar las deudas contraídas por su viaje a la isla y los
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adelantos que los patronos les fueron haciendo en los ocho años que se comprometían a trabajar para ellos63. En 1847 llegaron a las costas de Cuba los primeros coolies. Como se observa en el Cuadro I.9, aunque con fluctuaciones, su número fue creciendo hasta un total de 124.813 oficialmente, pues los estudios acerca del tema ofrecen la cifra más creíble de 150.000, teniendo en cuenta los individuos que, como ocurrió con los esclavos, se introdujeron ilegalmente. De las condiciones en que fueron contratados dan fe la cantidad de fallecimientos en el viaje (141,391, un 11,7% de los que embarcaron según los citados datos oficiales)64, y las estimaciones sobre que su esperanza de vida en la Gran Antilla apenas llegaba a los 19 años y de que sus tasas de mortalidad eran de un 117‰ para los que no habían cumplido la treintena y de un 219 para los más viejos65. Uno de los proyectos de importación de coolies más importante fue el presentado por el hacendado F.F. Ibáñez a la Sociedad Económica de Amigos del País. Proponía introducir 1.000 familias annamitas (fungquinos y cochinillos), que estarían obligadas a permanecer una década en la ocupación designada por el empleador y con una jornada de 12 horas diarias, tras la cual podían cultivar la tierra que se les entrega al llegar (1 caballería como máximo), junto con un par de bueyes y usos de labranza en propiedad si seguían dedicándose a la agricultura al finalizar dicho contrato. Los hombres entre 15 y 45 años recibían 1 peso al mes, vestido, y 8 onzas de carne y 2,5 libras de viandas al día, y los niños la mitad de tales alimentos. La posibilidad de ahorrar de los colonos chinos era escasa. Su sueldo estaba en función de la caña que cortasen y tirasen al batey. Por cada 100@ sanas y limpias percibían 25 reales fuertes, pero con ellos debían abonar al patrón el dinero adelantado por su viaje (100 pesos los mayores de 15 años y 50 los menores), instalación, ropa, aperos, animales, carretas y abonos prestados, cuyo devengo se descontaba del salario, anotándolo en una libreta actualizada al final de la zafra. Para muchos fue imposible hacer frente a tales obligaciones y acababan más endeudados. En lo que se refiere a la tierra que les fue entregada, si cancelaban sus débitos antes del octavo año tenían derecho a comprarla y a seguir vendiendo su producto al mismo ingenio que hasta entonces, pero a cambio de 2 pesos de oro las 100@ de gramínea66. 63 Ver J. Pérez de la Riva (1975b, 1987 y 2000), y P. Deschamps y J. Pérez de la Riva (1974). 64 Por lo general, los diferentes autores coinciden más o menos en las cifras. J. de la Pezuela (1865-1866): II , 233-234, habla de casi un 15% en un período más corto (18471860). 65 Los datos oficiales y el resto de la información proceden de J. Pérez de la Riva (1987): 57-65, que además se muestra de acuerdo con que el número real de coolies que llegó a Cuba fue de unos 150.000, cifra ofrecida por J. Le Riverend (1952a): 194. 66 C. Naranjo e I Balboa (1999): 33-65.
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Los datos del Cuadro I.9 indican que los coolies lograron compensar algo la reducción de la trata y la carestía de los esclavos en la segunda mitad de las décadas de 1850 y 1860, pero también que su importación descendió cuando fue posible introducir más africanos (en 1860-1864). Prueba lo que decimos que volvió a crecer, justo, tras la firma de un acuerdo entre España y China que la prohibía, el Tratado de Tien Tsin, papel mojado, no obstante, pues las contrataciones se hacían en la colonia portuguesa de Macao. Además, su tráfico cesó definitivamente coincidiendo con nuevos convenios de ilegalización en 1874 y 187767, pero al mismo tiempo que el de negros. El cambio en las condiciones del mercado laboral de Cuba que esto último significaba fue lo que debió pesar más en la suspensión del comercio amarillo. Y no excluimos, pues afectaron igual a esclavos y colonos asiáticos, las pésimas condiciones a que eran sometidos los colonos. Por ello, por su extrema morbilidad y alto índice de masculinidad, finalmente, sólo aumentaron la población de la Gran Antilla en unas 60.000 personas en 1870. Cuadro I.9 Importación de esclavos africanos y chinos y población de ambos en Cuba, 1845-1849 – 1870-1874 (medias quinquenales en miles de personas).*
Importaciones
Población en Cuba
Quinquenios Esclavos Chinos 1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1874
13,3 39,0 65,8 78,3 32,0 10,0
0,5 3,0 7,4 3,3 9,2 4,3
Suma Esclavos Chinos 13,8 42,0 73,2 81,6 41,2 14,3
324,0 334,3 352,1 373,1 300,4 230,0
0,8 4,9 20,8 35,6 51,9 54,6
Suma 324,8 339,2 372,9 408,7 352,3 284,6
* La cifra del quinquenio inicial de chinos corresponde sólo a 1848 y la del final abarca hasta 1874. La población total de chinos en Cuba en 1845-1849 es una estimación resultado de extrapolar su tasa de crecimiento en relación con el número de inmigrados, al igual que las de esclavos en los períodos sin censo. FUENTE: Para los chinos, J. Pérez de la Riva (1987): 58-60; para los esclavos, Cuadro I.3.
El porcentaje de coolies dedicados a la agricultura en Cuba fue mayor que el de inmigrantes blancos, se estima en trono al 72% de los que estaban ocupados en 1872, pero J. Pérez de la Riva (1987: 76-78) detecta también un elevado número de personas con un oficio y que lo ejercieron desde su llegada o si sobrevivieron a sus contratos, lo que, unido a su citada morbilidad y bajo índice reproductivo, sólo permitió hallar en ellos una 67
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solución temporal a los problemas de mano de obra, en este caso, por ausencia de continuidad en las tareas del campo. Al analizar el trabajo en la industria azucarera en 1860 y 1877, inmediatamente antes de la crisis final del sistema esclavista, obtenemos evidencias de la eventualidad de las soluciones ideadas para paliar aquélla mientras no se produjo la abolición. Aunque descendió el número de negros sometidos a su régimen ocupados en los ingenios, aumentó su proporción en la fuerza laboral del 66 al 73%. Ya fuese por su idoneidad frente a otros jornaleros, por la resistencia de estos últimos a reemplazarlos, la carestía de sus salarios o la existencia de otras alternativas de empleo en una isla con mucha tierra y poca población, el caso es que la forma en que los hacendados afrontaron realmente los problemas de mano de obra fue tecnológico-organizativa, consiste en mecanismos para ahorrarla antes de la referida abolición que, tras ella, se acompañaron con una descentralización de la agricultura cañera que perseguía, entre otros objetivos, atraer colonos locales e inmigrantes con el incentivo de la propiedad o usufructo del suelo68. Otro dato que avala lo que decimos es que, según J. Pérez de la Riva (1987: 103-105), el coste de la importación de los coolíes fue bastante elevado. Su valor en el mercado, aunque fluctuó, tendió a aumentar con el tiempo (de 125 pesos en 1848-1853 a más de 400 en 1865-1868) y sólo en su compra se invertían más de un 20% de las utilidades netas de los ingenios más rentables. No se puede decir, por tanto, que supusieron un ahorro frente a los esclavos. Mientras la industria azucarera obtuvo grandes beneficios, sin embargo, e igual que vimos en el caso de la trata de africanos, tales precios pudieron pagarse, pues por esa misma razón, no eran ellos el problema, sino la dotación de mano de obra, hasta el extremo de que soportaron los pingües réditos obtenidos por los traficantes, que llegaron a alcanzar el 100, incuso el 150% del moto de sus inversiones69. Cuando la situación cambió y fueron necesarias mayores economías, lo que coincidió con el inicio del proceso de abolición, pero no se ha podido demostrar que estuviese causado por él70, y sin omitir que también mediaron en el cese del comercio de asiáticos otras consideraciones, las mismas que explican la definitiva liberación de los negros, aquéllos no fueron la alternativa. Una última cuestión que debemos sopesar son los inconvenientes añadidos, las economías externas negativas que tuvo la importación de coolies, como la de negros y, según veremos, la de yucatecos. Las condiciones en 68 En A. Santamaría y L. M. García Mora (2002): 165-184, y A. Santamaría (2002a): capítulo I, desarrollamos con más detenimiento estas tesis. Los datos de la población no esclava ocupada en los ingenios son de C. Rebello (1860) y de la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877). 69 J. Pérez de la Riva (1987): 104. 70 A. Santamaría y L. M. García Mora (2002): 165-184.
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que se realizó y en que vivieron y trabajaron en Cuba fueron objeto de críticas internacionales y en la propia isla, que se sumaron a las vertidas por la situación de algunos inmigrantes blancos y, en especial, por el mantenimiento de la esclavitud, pues se fundaban en los mismos argumentos humanitarios. Se puede decir, por tanto, que además de no resolver los problemas ocasionados por las dificultades del comercio de africanos, agravó los motivos que las causaron. Lo que tuvieron que soportar los chinos en la Gran Antilla provocó delincuencia y, sobre todo, cimarronería (en 1872 un 21% de los sometidos a contratos habían huido de sus empleos)71. Y lo peor y que, según J. A. Saco, se agudizó por idénticas razones, es que una población tan numerosa, desarraigada y compuesta por varones jóvenes fundamentalmente, suponía un peligro de desórdenes mayor incluso que el de las gentes de color privadas de libertad72. Enseguida abordaremos el caso de la importación de yucatecos, cuantitativamente poco importante, pero menos estudiada y, como señalamos en la introducción, es intención de este libro dedicar una atención especial a ciertos temas con poca investigación para mejorar el conocimiento de la estructura y evolución de la economía cubana. Esto nos permitirá, además, profundizar en el problema de las alternativas al trabajo negro compulsivo que, según podemos adelantar ya, quizás no se han enfocado hasta ahora desde la perspectiva de que lo fueron para la esclavitud y durante el período en que ésta rigió el mercado laboral, y no exactamente frente a ella, pues excepto la inmigración blanca, pero dentro de un proceso muy diferente a finales del siglo XIX, se dejó de recurrir a ellas al mismo tiempo que se suprimió definitivamente la trata de africanos. Lo que sí debemos señalar ahora es que la citada importación de yucatecos se concibió dentro de un contexto más amplio en el que se presentaron proyectos para contratar indios en otros países de América. Por ejemplo, J. Calzada remitió uno al Gobierno Superior Civil de Cuba en 1865, que se pasó a dictamen de la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana y que consistía en la introducción de 3.000 indígenas colombianos en condiciones similares a las de otros planes de colonización. El encargado de examinarlo fue F. Frías y Jacott (1937), Conde de Pozos Dulces, uno de los principales promotores del trabajo libre en la agricultura, de su diversificación y de la introducción de innovaciones técnicas en la isla. No obstante los planes de importación de indígenas de diferentes países no se materializaron o lograron introdujeron muy pocos individuos en Cuba, siguieron presentándose proyectos. Además de su necesidad, hay que tener en cuenta los beneficios que, como hemos visto y seguiremos viendo, representaron esos negocios generalmente para los traficantes. Aún
71 72
Boletín de Colonización (1873), 1/11. J. A. Saco (1881): 185. Ver también J. Jiménez (1983).
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después de haber terminado la trata de yucatecos envuelta en escándalos, el Capital General recibió propuestas como la de 1861, para importar indios de Colombia y Honduras con el fin de «Suplir en parte por este medio la escasez de brazos de que se resiente el país y hacer disminuir los altos precios a que han subido los jornales»73.
Los traficantes del Golfo74
Aunque la importancia y la función que cumplió en la solución de los problemas de mano de obra de la economía cubana fue sensiblemente menor que el de los coolies e inmigrantes blancos, el tráfico compulsivo de indios del Yucatán a la Gran Antilla es muy ilustrativo, como hemos dicho, de tales problemas y de la respuesta que recibieron. La particular situación de la península de Yucatán entre las décadas de 1840 y 1860 favoreció la expatriación de un número impreciso de nativos a la vecina Cuba. Dicha situación fue parte de un proceso que, desde el momento mismo de la independencia de México, afectó tanto a su unidad nacional, como al equilibrio de la sociedad regional y en cuyos orígenes estuvo presente el viejo enfrentamiento por la propiedad de la tierra y la existencia de diferentes comunidades indígenas. El enfrentamiento entre los intereses de diferentes caudillos locales en Yucatán fue aprovechado por el poder central, además, para mejorar su control político, social y económico en la zona. Los problemas descritos desembocaron en la llamada Guerra de las Castas y una parte del territorio regional fue tomado por las fuerzas declaradas en rebeldía contra el gobierno de la Ciudad de México. Por esa razón, la respuesta armada que recibieron fue planteada como una tarea de reconquista y pacificación, pero también de blanqueamiento y, debido a ello, la muerte, el encarcelamiento o la expulsión fueron las alternativas que tuvieron los vencidos75. Considerando los datos disponibles sobre el monto del movimiento migratorio forzado de Yucatán a Cuba entre 1849 y 1860 y la población originaria de esa región registrada en el censo insular de 186276, puede afirmase que tal fenómeno careció de verdadera significación cuantitativa, más aún si se compara con el flujo de esclavos que llegaron en el mismo período, incluso de colonos asiáticos, y el número de habitantes de proce-
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Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 205. Este apartado procede de una investigación publicada como artículo en la revista Historia Social, A. García Álvarez (1993b): 33-46. 75 Ver M. González Navarro (1970): 105, y C. R. Menéndez (1923 y 1932), así como el más reciente trabajo de J. Rodríguez Piña (1990). 76 Ver D. C. Corbitt (1937a), P. Estrade (1994) y Conde de Armildez de Toledo (1864). 74
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dencia africana y china consignado en los padrones de la segunda mitad del siglo XIX (ver Cuadro I.9). Ahora bien, dicho fenómeno fue antiguo, estuvo dotado de continuidad histórica77, y el tráfico compulsivo de los citados años un desgraciado accidente en su conjunto, resultado de las condiciones de escasez y demanda de brazos en la Gran Antilla, de la convulsa situación, no sólo yucateca, sino también de otras zonas de México, y de ciertos intereses mercantiles que las aprovecharon para medrar con el sometimiento de unos seres humanos por otros, aunque esto último también afectó a los coolies y a los negros. Fatal tuvo que haber resultado la fuerte disminución de la trata a mediados de la década de 1840 (ver Cuadro I.3.), por las presiones británicas y las sublevaciones de esclavos, para los grandes negreros de La Habana y Matanzas, y en varios sentidos, además, debido al efecto que ello tuvo sobre la industria azucarera, ya que muchos eran también hacendados y/o comerciantes de dulce78. Ante la necesidad de buscar mano de obra alternativa, los armadores de expediciones africanas y el sector mercantil de la mayor de las Antillas implicado en ese negocio desplazaron su atención hacia lugares, como el extremo Oriente, pero también hacia el cercano Golfo de México. Ya antes de que el Gobernador de Yucatán, M. Barbáchano, dispusiera por decreto de noviembre de 1848 la expulsión de los indios beligerantes en la Guerra de las Castas, el Capital General de Cuba, L. O’Donnell, había autorizado la entrada en ella de los primeros 53 colonos procedentes de tal región. Desde que se dio ese permiso, dicho tráfico pareció viable y fue visto en la isla como una solución plausible para sus problemas de fuerza de trabajo. Varios interesados y los voceros oficiales y oficiosos de la oligarquía se pronunciaron enseguida sobre el mismo, por ejemplo, el destacado intelectual, R. de La Sagra (1852: 403), argumentaba científicamente a su favor: «Siendo innegable que faltan brazos en la isla de Cuba, no tan solo para dar a las producciones agrícolas toda la extensión de que son susceptibles, sino para conservar las actuales, será preciso ocuparse de un negocio de tanto interés [...]. Los europeos no pueden resistir los ardientes rayos solares, forzoso es recurrir a pueblos situados aproximadamente bajo iguales latitudes, que son los únicos que pueden desempeñar las faenas del campo sin poner en riesgo su vida».
77 Sobre las relaciones Cuba-Yucatán, y especialmente el desarrollo en ambas de la industria del henequén, de lo que hablaremos en capítulos posteriores, ver A. García Álvarez (1997a): 7-28. 78 Tales individuos y sus intereses empresariales están bien caracterizados en la historiografía. Ver, entre otros, los libros de R. Guerra (1962), R. T. Ely (1960 y 1963), M. Moreno Fraginals (1978), J. Le Riverend (1985), O. Zanetti y A. García Álvarez (1987 y 1998), L. W. Bergad (1990a), A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992), o los recientes estudios de M. Rodrigo (1996 y 2000).
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Y entre tales pueblos, desde luego, el autor encontraba a los yucatecos, que «[...] En las recientes revoluciones de su país se decidieron a venir a la isla de Cuba, habiéndose conducido de modo tan satisfactorio para los que tomaron a su servicio a dichos individuos, que se desea que vengan en mayor número».
Por las perspectivas que ofrecía como solución la importación de trabajadores del Yucatán —proximidad a Cuba en distancia y condiciones ambientales, facilidad para contratarlos, posibilidad de reemplazar con ellos a los esclavos y contrarrestar también el peligro que suponían sus recientes rebeliones—, los resortes de la Administración se pusieron en marcha con el fin de incentivar un flujo abundante de población. Los propios Vicecónsules españoles en la zona llegarían a ser en ocasiones los encargados del enganche de los colonos con destino a la isla79. Con estos favorables auspicios fueron introducidos los primeros braceros yucatecos en la Gran Antilla en varias partidas entre abril de 1848 y mayo de 1849. La operación se encubrió bajo el manto de supuestos contratos de colonización y con el apoyo de una terna de intereses: la administración colonial cubana, el Vicecónsul español en Campeche y el Gobernador de Yucatán. Tras la cobertura formal de contratante directo se encontraba la figura del experimentado comerciante negrero, A. Parejo80, cuya presencia no extraña, pues contaba con la amistad del marido de la Reina Madre y la colaboración del cerebro del tráfico clandestino de esclavos, M. Pastor, junto a él, uno de los más importantes financieros de la trata africana en la década de 1840. A través de esos empresarios locales participaron también en el negocio capitales británicos y franceses mediante la provisión de pólizas de seguros para cubrir los posibles riesgos de las expediciones81. Las dos primeras remesas de inmigrantes del Yucatán reportaron al gobierno local 8.375 pesos y satisficieron los sentimientos de humanidad y filantropía de todos los implicados, pues se trataba de presos que, así, se salvaban de la cárcel, el hambre o el patíbulo82. A partir de 1853 pareció ensombrecerse el magro tráfico debido al descubrimiento por los ingleses de un embarque clandestino de 33 hombres y 3 mujeres con destino a La Habana. A pesar del visto bueno de la Junta de Fomento y de la Comisión Permanente de Población Blanca en Cuba, para entonces habían comenzado a manifestarse en el exterior, estimuladas por Gran Bretaña, muchas opiniones contrarias a dicho tráfico, por lo que el gobierno de Londres mante79 80 81 82
M. González Navarro (1970): 112. M. González Navarro (1970): 117. J. Pérez de la Riva (1963): 330. M. González Navarro (1970): 118-119.
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nía en estado de alerta sus servicios consulares en los puertos del Golfo de México, y empezaron a producirse declaraciones por parte de algunas figuras de la administración de ese último país preocupadas por los derechos civiles de los colonos que habían sido enviados a la isla antillana. Aunque la expedición descubierta por los británicos en 1853 era quizás la menos importante realizada hasta ese momento, aumentó su vigilancia del tráfico de yucatecos y, finalmente, obligó al gobierno colonial cubano a tomar algunas tímidas medidas de castigo contra los responsables principales de tal acción. Al ser interceptada en La Habana una carta relativa a la existencia de la referida expedición, se puso al descubierto la implicación en la captura de indios mayas en México y su esclavización en la Gran Antilla de un notorio personaje carente de escrúpulos, ligado anteriormente al comercio y explotación fraudulenta de esclavos emancipados, F. Marty y Torrens, al que todos llamaban Pancho Marty. F. Marty era un catalán que había llegado a La Habana alrededor de 1810. Diez años después, y tras haber intentado varios negocios sin mucho éxito, empezó a dedicarse a la pesca, aunque parece que no precisamente de peces, pues en 1829 el Brigadier del Apostadero de La Habana lo nombró Subdelegado en el Torreón de Santa Dorotea de Luna de La Chorrera, en la boca del río Almendrares, con la encomienda de perseguir el contrabando en el litoral occidental de la capital cubana83. Tan eficiente fue su labor en la confiscación de mercancías y esclavos introducidos ilegalmente en la zona, que en 1830 poseía ya una flota de balandros-viveros y obtenía el permiso oficial para pescar y ejercer funciones de supuesta vigilancia. La captura y muerte de un pirata evadido de prisión por un grupo de marinos bajo su mando, le valió a F. Marty el nombramiento de Alférez de Fragata y el aplauso de la oligarquía cubana. Aunque entonces era ya un personaje importante, la llegada a la isla del Capitán General M. Tacón fue un revulsivo más, pues logró incorporarse a la llamada camarilla personal de éste en calidad de consejero y beneficiarse de su gestión de gobierno. Así obtuvo sin coste alguno, por ejemplo, materiales de construcción y fuerza de trabajo de presidiarios para erigir dos careneros en la bahía habanera, en los que avituallaba a los barcos negreros que hacían la ruta de Guinea. Además usufructuaba mediante concesión vitalicia la pescadería capitalina conocida como Del Boquete y era dueño del primer gran teatro de América: el Tacón84. 83
C. Martí (1921): 330. Sobre la construcción del teatro dijo un autor de la época, F. Cartas (1856), que necesitando La Habana un coliseo con 4.000 localidades, M. Tacón ofreció a F. Martí en calidad de auxilio para erigirlo, toda la piedra que precisara de las canteras del Gobierno, inmediatas al solar donde se edificó, además de seis bailes de máscaras (de lo recaudado en ellos). Su coste aproximado fue de 200.000 pesos. 84
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Aparte de lo dicho, lo más importante que consiguió F. Marty gracias sus buenas relaciones con todos los Capitanes Generales, fue disponer de los esclavos que, como ya vimos, por haber sido confiscados, se declaraban emancipados y quedaban sometidos a la jurisdicción del Estado. El empresario catalán los utilizaba directamente, los alquilaba y hasta los vendía. F. Marty mantuvo sus envidiables relaciones con el poder político en Cuba durante el mandato de L. O’Donnell. Movía libremente sus balandros por el Golfo de México y disfrutaba del privilegio otorgado por el Gobernador de Yucatán para pescar en la costa de Campeche y establecer rancherías en el litoral que sirvieran de apoyo a esa actividad. Precisamente esos lugares se usaron luego como centros de operación de los contratistas de los indios mayas. A pesar de su olfato para los negocios, F. Marty no vio ventajas en el tráfico de chinos, o quizás no dispuso de tantos privilegios para ejercerlo, cuando el de yucatecos se convirtió en una actividad más escandalosa que productiva. La captura de un agente suyo y el descubrimiento de su citada carta, en la que quedaba en evidencia su papel como gestor en el negocio, provocó la condena a trabajos forzados de dicho agente, J. Anduse, por un tribunal británico, y un revuelo internacional que incluyó una protesta oficial del Gobierno de México al de España. Las evidencias contra F. Marty eran tan claras que obligaron finalmente a imponerle una condena, aunque muy leve, pues consistió en obligarlo a devolver a su tierra a los indios que trasladó por la fuerza a Cuba en la última expedición (mayo de 1853). La suavidad de la sanción, más que justicia, fue quizás un estímulo para otros emprendedores del comercio de hombres. Como el problema que lo había suscitado —la necesidad de mano de obra de la industria azucarera— no se había resuelto en la década de 1850 y había pocas alternativas para solucionarlo, el revés de F. Marty no cambió los proyectos de la sacarocracia cubana. Por el contrario, en 1854 se dictaron normas oficiales para la introducción de chinos y yucatecos y su explotación en la Gran Antilla y se liberalizó el comercio de ambos durante dos años. Las nuevas leyes aclaraban aspectos oscuros de las anteriores y sustituían los castigos corporales por sanciones económicas como forma de imponer disciplina laboral a los colonos85. Al mismo tiempo, las autoridades de México adoptaron medidas como la cancelación de los permisos otorgados por el Gobernador de Yucatán a los barcos españoles para operar en las cosas del país, pero también fue común que aceptasen sobornos de los traficantes a cambio de consentirles llevar trabajadores a Cuba86. 85
Ver J. Le Riverend (1985): 345 y M. González Navarro (1970): 130-131. M. González Navarro (1970) señala que incluso el Presidente mexicano, A. López de Santa Ana, y su ayudante, el Coronel M. J. Jiménez, recibieron de un modo u otro dinero de los traficantes cubanos. 86
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
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Entre los traficantes de yucatecos del período 1855-1860 tuvieron particular significación dos firmas muy acreditadas en la trata de africanos y chinos: Goicuría y Cía., establecida en 1850 en La Habana y New Orleans simultáneamente 87, y Zangroniz y Hermanos, conocidos negreros de la capital cubana. Ambas solicitaron permisos para la introducción de colonos mexicanos. La segunda parecía tener el mercado asegurado en la Gran Antilla, Puerto Rico y Saint Thome, lo que le permitía esperar un masivo y rentable comercio con esa mano de obra. No obstante, y a no ser que haya quedado totalmente encubierto, el monto de las operaciones de ambas empresas no alcanzó oficialmente el millar de individuos88, cifra muy exigua si se compara con la de coolies trasladados por ellas mismas en idénticas fechas. Tras anularse las concesiones de las dos firmas mencionadas anteriormente, todavía se extendieron algunas otras a casas mercantiles, como las habaneras Bustamante, Romero y Cía. y Llanusa y Cía., a los hacendados J. de Zaldívar Pedroso, A. Morales Sotolongo, C. López de la Torre o F. Ruiz, e incluso a la Compañía de Jesús, que solicitó permiso para importar 12 yucatecos destinados al servicio doméstico en su convento de la capital cubana89. A principios de la década de 1860, a las necesidades de reordenar la sociedad rural del Yucatán se unió el crecimiento en la zona de la industria henequenera90. La política del Gobierno de México sobre ambos temas se fue perfilando en la medida en que el Presidente B. Juárez consolidó su poder en el país, y como parte de ella se propuso el cese del tráfico de trabajadores, concretado en la ley de mayo de 1861, que lo prohibía «bajo cualquier título o denominación»91 y castigaba a los infractores con la muerte y el decomiso de sus barcos. Ese fue el final de la trata de indios mayas. Aunque el movimiento migratorio de la citada región hacia Cuba no se detuvo, abandonó la naturaleza violenta e inhumana que había tenido en años precedentes. Una vez analizadas las formas del traslado de yucatecos a Cuba en las décadas de 1850 y 1860 se impone ver sus números. Hay evidencias fehacientes de la presencia de aquéllos en la isla en la segunda mitad del siglo XIX. Están registrados en las fuentes estadísticas, que ofrecen algunas precisiones sobre el fenómeno y detalles acerca de la distribución de los inmigrantes en las jurisdicciones en que se hallaba dividida la Gran Antilla en 1860, pero aún sabemos muy poco de los lugares concretos en que se ubicaron y de las actividades que desempeñaron. Avanzar en el conocimiento 87 88 89 90 91
L. W. Bergad (1990a): 177. M. Moreno Fraginals (1978): I, 307. M. González Navarro (1970): 140-146. Ver A. García Álvarez (1997a): 7-28. M. González Navarro (1970).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
de esos temas requiere, primero, identificar la documentación disponible para investigarlos y, luego, interpretar sus datos. Tales son los retos que se plantean en las siguiente líneas. Tras doce años de inmigración forzada, entre 1848 y 1860, consentida y practicada por la autoridades de Yucatán y los traficantes de Cuba, apenas llegaron a la isla más de 60 personas por término medio cada 12 meses, cantidad ridícula comparada con el monto de la trata africana y asiática en el mismo período (ver Cuadro I.9). Para conocer sus detalles hay dos fuentes publicadas básicas, el censo de 1862, editado por el Conde de Armildez de Toledo (1864) y la enciclopédica obra de J. de la Pezuela (18651866). Los datos sistematizados en esta última sirvieron también de base al notable trabajo de R. de la Sagra (1861), y son usados comúnmente en los estudios acerca de la demografía de la Gran Antilla en esa época. En el Cuadro I.10 anotamos los datos. De la obra del Conde de Arnildez de Toledo (1864) hay que decir que, a pesar de ser el censo colonial más detallado realizado hasta ese momento, fue cuestionado por sus deficiencias, hasta el extremo que las autoridades madrileñas ordenaron a la Comisión de Estadística que lo elaboró introducir ajustes y modificaciones para hacer sus cifras más aceptables92. Los datos proporcionados por J. de la Pezuela (1865-1866), aunque difieren en alguna medida de los del citado censo, según afirmó el propio autor: «[...] Fueron formados por la oficina de estadística de la isla bajo mejores pautas que todos los anteriores»,
y se consideran como copias exactas de los que remitió el Capitán General F. Serrano a la Dirección de Ultramar93. Por otra parte, la información del referido J. de la Pezuela permite un mayor acercamiento a los detalles de la población yucateca en Cuba, pues anota su distribución en la mayoría de los partidos judiciales de la Gran Antilla, y por esa razón será tomada como base principal de los análisis realizados en el presente capítulo. El número de oriundos yucatecos en Cuba a principios de la década de 1860 era insignificante. Sobre un total de 1.395.300 habitantes aproximadamente (ver Cuadro I.1), de los cuales 731.000 procedían de España, 35.000 de Asia —de China principalmente—, y un número indeterminado de África — alrededor de 190.000, según las estimaciones de J. Pérez de la Riva (1979c: 77-110)—, vivían en la isla 1.047 mexicanos, entre los que, según las mencionadas fuentes, se encontraban 739 ó 797 de esos yucatecos (ver Cuadro I.10). En el Cuadro I .10 se contrastan los datos del Conde de Arnildez de Toledo (1864) y de J. de la Pezuela (1865-1866), muy similares en lo
92 93
Ver JUCEPLAN (1975): 25. J. de la Pezuela (1865-1866):
IV,
245.
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
Cuadro I.10 Comparación de las cifras del Conde de Armildez de Toledo y J. de la Pezuela sobre la población yucateca en Cuba por jurisdicciones hacia 1860 (número de personas).
Armildez de Toledo
J. de la Pezuela
Jurisdicciones Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total Dep. Occidental Bahía Honda Bejucal Cárdenas Cienfuegos Colón Guanabacoa Guanajay Güines La Habana Jaruco Matanzas Pinar del Río Remedios Sagua la Grande San Antonio Santa Clara Santa María del Rosario Santiago de las Vegas Sancti Spiritus Trinidad San Cristóbal Dep. Oriental Cuba Guantánamo Holguín Manzanillo TOTAL
505 1 7 22 13 16 11 4 26 261 33 4 11 4 46 4 8 15 12 4 3 — 4 — 1 3 — 509
226 — 8 10 3 10 16 4 4 117 10 8 2 2 21 — — 3 7 1 — — 3 — 1 2 — 229
731 1 15 32 16 26 27 8 30 378 43 12 13 6 67 4 8 18 19 5 3 — 7 — 2 5 — 738
573 1 3 143 34 9 — — 18 232 13 25 11 1 20 17 7 36 2 — — 1 12 8 1 — 3 585
177 — — 36 3 2 4 — 11 87 1 4 2 1 9 12 — 1 2 — — 2 1 — — 1 — 178
FUENTES: Conde de Armíldez de Toledo (1864): 15 y J. de la Pezuela (1865-1866):
IV ,
750 1 3 179 37 11 4 — 29 319 14 29 13 2 29 29 7 37 4 — — 3 13 8 1 1 3 763 246-247.
que respecta al número total de censados y en su reparto por sexos, pero no en su distribución por jurisdicciones, donde las diferencias son bastante grandes, sobre todo en los casos con más población yucateca. Destaca Cárdenas, por ejemplo, en la que el primero anota 32 personas y el segundo 179. Llama la atención también que ambos autores omiten los distritos de Baracoa y Bayamo, en el Departamento Oriental, debido a que hasta ese momento no se habían registrado en ellos inmigrantes mexicanos.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Al contrario de lo que cabía esperar, hacia 1860 los yucatecos no se agrupaban principalmente en ingenios y demás fincas rurales; es decir, allí donde había más demanda de mano de obra. Tal vez para entonces muchos colonos contratados habían cumplido su obligación de permanecer cinco o diez años en las haciendas a las que fueron destinados, o quizás nunca estuvieron en ellas y se dedicaron al servicio doméstico, al comercio minoritario o a otras actividades relacionadas con los oficios. Lo cierto es que el 40,6% residía en barrios urbanos de La Habana, sobre todo en los del centro. Los datos del Cuadro I.11 muestran que el 69,7% de los que vivían en la ciudad lo hacían en los distritos primero, segundo y tercero, donde es casi imposible suponer que pudieran emplearse en la agricultura. Sólo en el quinto y sexto el tipo y volumen del habitat permitía la realización de actividades agrarias en pequeñas estancias y allí moraban sólo el 24,4%. Cuadro I.11 Distribución de la población yucateca en la ciudad de La Habana por barrios en 1860 (número de personas).
Distrito
Nombre
Hombres
Mujeres
Total
Primero
Catedral Casa Blanca Espíritu Santo Catedral Factoría Horcón Cementerio
50 10 49 44 33 31 11 228
31 — 17 18 5 13 2 86
81 10 66 62 38 44 13 314
Segundo Tercero Cuarto Quinto Sexto TOTAL
FUENTE: J. de la Pezuela (1865-1866):
III ,
353-370.
El otro caso del Cuadro I.10 que requiere análisis especial es el de Cárdenas. Su jurisdicción era la zona de Cuba donde se expandía con más fuerza la industria azucarera en los años sesenta, especialmente en los partidos de Guamutas, Guanajayabo y Cimarrones, que albergaban un centenar de yucatecos. Concretamente, en los dos primeros radicaban unos 90 (26 mujeres y 64 hombres) y también los intereses familiares de uno de los últimos concesionarios de la trata indiera, A. Morales Sotolongo: los ingenios Favorito, de J. M. Morales Sotolongo, El Encanto, El Telégrafo y Capitolio, de parientes cercanos al traficante, y Concepción, propiedad de un tío del tratante94. El Cuadro I.12 muestra la distribución de una parte de 94 Los datos del número de yucatecos en esos partidos son de J. de la Pezuela (18651866): II, 447-485; los referidos a los ingenios y sus dueños, del mismo J. de la Pezuela (1865-1866): I, 303 y de C. Rebello (1860). Los tres primeros citados estaban en Guamutas y los otros dos en Guanajayabo.
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
Cuadro I.12 Distribución de una parte de la población yucateca en la jurisdicción de Cárdenas en 1860, según el lugar donde vivían (número de personas).
Sexo Hombres Mujeres TOTAL
En En En En En sitios En otros pueblos ingenios cafetales potreros de labor lugares 8 6 14
34 19 53
3 1 4
2 — 2
1 2 3
— 2 2
Total 48 30 78
FUENTE: J. de la Pezuela (1865-1866): I, 303.
los inmigrantes mexicanos en la región cardenense y el lugar —pueblos o fincas— donde vivían. Una jurisdicción más que merece la pena analizar es la de Güines. Las fuentes del Cuadro I.10 coinciden en que albergaba 29-30 yucatecos, aunque discrepan en cuanto a su distribución por sexo, pero los datos disponibles sobre sus distritos revelan un número distinto: 40 hombres y 11 mujeres, repartidos como se indica en el Cuadro I.13. Sabemos, además, que la mitad residían en Alacranes y se ocupaban en ingenios y cañaverales fundamentalmente. En otras jurisdicciones, como la de Cienfuegos, 34 de los 37 mexicanos residentes estaban concentrados en el partido azucarero de Santa Isabel de las Lajas. Cuadro I.13 Distribución de la población yucateca en los partidos de la jurisdicción de Güines eb 1860 (número de personas).
Sexo Hombres Mujeres TOTAL
Alacranes Nueva Paz San Nicolás 23 2 25
14 9 23
1 — 1
Melena del Sur
Total
2 — 2
40 11 51
FUENTE: La misma del Cuadro I.12.
En suma, aunque llevar yucatecos a Cuba fue presuntamente una de las soluciones instrumentadas para resolver la falta de mano de obra en su industria azucarera, la evidencia presentada, procedente de obras de cierto crédito publicadas en el siglo XIX, sólo confirma parcialmente esa aseveración y permiten formular otras hipótesis. Su residencia mayoritariamente urbana en la década de 1860 indica que, o bien no fue ese su destino finalmente, o al acabar los contratos que habían firmado se trasladaron a las ciudades, sobre todo a La Habana. Esto se pudo deber a que el negocio de su tráfico y/o su utilidad en las plantaciones no resultaron tan viables
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
como se había pensado —por su carestía y riesgos y/o la inadaptación de los trabajadores a las tareas para las que eran requeridos— y también a que por las presiones británicas, de algunas autoridades mexicanas, incluso por las críticas que recibió en la isla, bien fundadas en los escándalos descubiertos al poco tiempo de comenzar los embarques de población maya, esa actividad presentó los mismos problemas que la trata de africanos, precisamente aquélla a la que debía reemplazar parcialmente o, al menos complementar. El censo de 1899 ofrece información sobre residentes en Cuba nacidos en México, distribuidos en las seis provincias en que se dividía la isla en ese momento. Sus datos, anotados en el Cuadro I.14, no permiten saber qué sucedió con la inmigración yucateca de las décadas de 1850 y 1860, pues se incluye con la del resto de los oriundos de su país. Además es llamativo su reparto por sexos, con un predominio de las mujeres contrario al que mostraban las cifras acerca de los colonos indios (ver Cuadro I.10). Por otra parte, no se debe pensar que dicho flujo de población se detuvo tras la prohibición de su tráfico forzado, sino más bien que cambiaron sus formas y su orientación. Cuadro I.14 Población oriunda de México en Cuba por provincias, 1899 (número de personas).
Sexo Hombres Mujeres TOTAL
Pinar La Puerto del Río Habana Matanzas Príncipe 11 17 28
297 549 846
20 50 70
9 8 17
Santa Clara
Santiago
Total
53 45 98
27 22 49
417 691 1.108
FUENTE: U.S. Department of War (1900b): 230-233.
Guerra, abolición y otros cambios
Parece que la crisis del sistema esclavista habría desembocado en la abolición naturalmente, pero lo cierto es que fue un factor externo, aunque no ajeno, el que marcó el principio de su fin. Al Grito de Yara, el 10 de octubre de 1868, que inició la Guerra de los Diez Años, siguió la liberación de la población de color en la zona controlada por los que se rebelaron contra el poder español en Cuba, y aunque ésta se limitaba a la oriental de la isla, tan sólo el peligro de que con ello se uniesen a los insurrectos los negros del Occidente, provocó la respuesta del Gobierno colonial. Además de manumitir a todos los esclavos que lucharan en las tropas metropolitanas, el 14 de julio de 1870 la Ley de Vientres Libres, o también llamada Ley Moret, por ser su mentor el Ministro de Ultramar, S. Moret, comenzó el mencionado proceso de abolición.
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA Y FUERZA DE TRABAJO
123
La Ley Moret decretó que todos los nacidos en Cuba desde entonces, los mayores de 60 años y los emancipados eran libres, aseguró un trato mejor a los esclavos, prohibió usar el látigo con ellos y creó Juntas Protectoras para vigilar que se cumpliesen sus preceptos. La disposición, por tanto, mantuvo intacta la fuerza laboral de los africanos, pues no afectó al statu de los individuos en edad de trabajar. Para ellos fue la promesa de un futuro sin cadenas, para todos la muestra de que se llegaría a él de modo gradual, perjudicando lo menos posible a los productores. Junto a ella, se ofreció la libertad a aquellos esclavos que luchasen en el ejército español La Guerra de los Diez Años alteró también las relaciones sociales. La participación de las gentes de color en la lucha, la propia subversión del orden, la necesidad de ganar adeptos para la victoria y el temor fundado a posibles levantamientos abrió una dinámica política en la que los negros tuvieron que ser tenidos más en cuenta. La idea de que, frente a esa situación, había que fomentar la inmigración española, para lo que ahora sí parecía existir un flujo de población suficiente, fue ganando importancia, como solución a los problemas de escasez de mano de obra y, también, para fortalecer la hispanidad de la isla y el propio poder colonial, amenazado por los independentistas y que sin la esclavitud quedaba huérfano de uno de los pilares que lo soportaban. Seguramente por la Guerra de los Diez Años y la transición en la estructura socio-demográfica de Cuba, el censo levantado en 1877 presenta problemas que dificultan cualquier análisis, sobre todo por la diferencia de datos registrados en las distintas versiones publicadas y las diferencias entre la población de hecho y de derecho. Así, en la editada en 1881 las cifras parece que se refieren a esta última, pero aparecieron luego modificadas cuando en 1883 se reunieron en el Censo de Población de España, cuya información es la que hemos usado en los Cuadros II.1 y II.1595. Para un análisis a largo plazo, los problemas del censo de 1877 se reducen. Sus datos son más válidos como órdenes de magnitud que como cifras precisas; es decir, para evaluar el estado específico de la población y Cuadro I.15 Población de Cuba en 1877.*
Blancos
(%) De color (%) Libres de color (%) Esclavos (%)
963.175
67,1 471.562 32,9
275.468
Total
19,0 196.094 13,9 1.434.737
* 3.531 de los esclavos eran coartados. Fuente: Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1883).
95
Ver Boletín Oficial de Hacienda de la Isla de Cuba (1881): I; Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1883), y el análisis de F. Iglesias (1979): 167-209 sobre los problemas del censo.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
sus características en el período que pretendió retratar. Aún así, salvo en el caso de las gentes de color, por los procesos que estaban ocurriendo con ellas, la información que ofrece es representativa de las tendencias que venían manifestándose hasta el momento. Más de un 60% de los habitantes de la isla eran blancos. En ese porcentaje estaban incluidos 25.226 asiáticos cumpliendo contratos y otros 21.890 que ya se habían liberado de ellos, pero que en total no representaba más de un 3,3%, y menos aún el millar de mexicanos mencionados páginas atrás. Lo más sorprendente es el descenso de la población de color en 1877 respecto a 1860 en más de 120.000 personas, derivado de la disminución de los esclavos, de 373.100 a menos de 200.000, sin que ésta se compensase con el incremento de los libres (ver Cuadro I.1). Explican tales cantidades y sus diferencias el efecto combinado de la elevada mortalidad de aquellos primeros, que J. Pérez de la Riva (1976a: 136-139) estima en un 70-80% prácticamente durante todo el siglo XIX, del fin de la trata, que había sido la fuente principal para su reposición, de la Guerra de los Diez Años y la ocultación o no registro de los alistados en los ejércitos y liberados por otras razones, lo que cabía esperar dentro del citado período de transición y conflicto armado, así como por el hecho de que se ordenó también levantar un censo de los mismos en los ingenios y de su producción de azúcar con el fin de cobrar un impuesto96. El efecto combinado de la disminución de la población de color, la suspensión de la importación de esclavos y asiáticos, la guerra y el menor crecimiento económico, provocaron una disminución de la tasa de incremento general de la población cubana del 3,2% del período 1846-1862, al 0,4 de 1862 a 1877, muy baja, aún suponiendo que realmente sería algo mayor si pudiésemos estimar el sesgo en los datos de las gentes de color.
96 Sus datos fueron publicados por la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877).
CAPÍTULO III
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
La economía de plantación y sus márgenes agrarios. El producto agrario En apartados anteriores vimos que desde finales del siglo XVIII, las transformaciones institucionales y, estrechamente vinculado con ellas, el aumento de la población, sobre todo de la mano de obra y mediante la importación de esclavos debido al insuficiente crecimiento vegetativo, favorecieron el desarrollo de la producción para la exportación en Cuba. Señalamos, asimismo, que aquellas transformaciones fueron relativamente lentas y, muchas veces, circunstanciales, especialmente en un momento inicial, aunque determinados acontecimientos —las revoluciones de los Estados Unidos, Haití y la América continental española fundamentalmente— obligaron a acelerarlas e impidieron restablecer el orden anterior, consolidando medidas que habían sido concebidas con carácter extraordinario. En las páginas siguientes presentamos la evidencia cuantitativa disponible para analizar la situación en que se hallaban la economía insular en las últimas décadas de la citada centuria y cómo respondió entonces y después a los distintos incentivos y problemas que se fueron planteando hasta el decenio de 1870. Entre ellos hemos estudiado ya los relacionados con la mano de obra, seguidamente se examinarán los concernientes a la tierra, el capital y la tecnología. Tal ejercicio nos permitirá, además, una estimación del producto agrario. En el lustro 1760-1764 Cuba exportaba un promedio de 5.300 Tn de azúcar al año, 47 kg per capita (no hay datos precisos de producción), cifra que creció notablemente en períodos sucesivos gracias a las medidas de fomento oficial, al vigor de los hacendados y su aprovechamiento de ellas —ya dijimos que aquéllas no hicieron sino respaldar un crecimiento de la agricultura comercial que se había iniciado antes—. Por ejemplo, M. García Rodríguez (1998: 67) señala que desde la década de 1770 los ingenios tuvieron acceso relativamente fácil al crédito para financiar la zafra, pero además hubo enti-
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
dades que dispusieron capital para inversiones a más largo plazo, como la Junta de Temporalidades que administró los bienes de los Jesuitas tras su expulsión de la isla en 1767, que les prestó unos 150.000 pesos fuertes, cantidad equivalente al 2% del ingreso agrario de la época (ver Cuadros I.16, 17 y 18). En apartados anteriores analizamos el desarrollo de la legislación e instituciones económicas, del comercio y los factores de producción que explicaban la expansión de la agricultura de exportación en Cuba a finales del siglo XVIII. G. García Rodríguez (1994: 228-232) dice que el avance de ésta fue eliminando el antiguo sistema de Haciendas, sobre todo en las regiones occidentales de la isla y en los aledaños de los puertos, y que lo característico del período en tales áreas fue un aumento del número de fincas (un 48% entre 1778 y 1792) y un proceso de arrendamiento y medianería que permitió mejorar el uso del suelo, proporcionó capital a los grandes propietarios para modernizar sus explotaciones y tuvo como resultado un notable incremento de la productividad de la tierra. Por otra parte, ya hemos visto que tras la invasión inglesa de La Habana y gracias a la progresiva liberalización de trata, la población de esclavos en la Gran Antilla creció un 5,3% anual entre 1775 y 1892 (ver Cuadro I.17). La reorganización de la economía de Cuba antecedió a la del resto del imperio español. Tras la invasión de su capital por tropas británicas, que como vimos fue un factor clave en las reformas coloniales, el Gobernador de la isla, A. Funes de Villalpando, Conde de Ricla, estableció la Intendencia y la Administración de Rentas, suspendió los privilegios de la Real Compañía de Comercio de La Habana y aplicó las primeras medidas de liberalización mercantil. En su momento analizamos cómo fueron avanzando estas últimas y se completaron con exenciones de derechos para la importación de máquinas e insumos destinados a los ingenios y a otras explotaciones agrarias. El resultado, según se aprecia en el Cuadro I.16, fue una expansión casi ininterrumpida de la producción para la exportación que permitió aprovechar el incremento de la demanda, fundamentalmente de azúcar, que significaron la independencia de los Estados Unidos y la eliminación de la oferta de Haití después de su revolución. La producción cubana de azúcar entre 1760-1764 y la independencia de los Estados Unidos creció más de un 14% promedio entre quinquenios, luego disminuyó levemente debido a las guerras a que dio lugar aquélla y al intento del gobierno metropolitano de frenar el comercio con los neutrales que, como dijimos, no pudo ponerse en práctica y volvió a permitirse a partir de 1783. Desde 1780-1784 hasta el inicio del siglo XIX el incremento medio de la oferta de dulce entre períodos de cinco años osciló en torno al 46%, llegando a 35.000 Tn en 1800-1804. La Revolución de Haití tuvo como efecto la emigración a Cuba de empresarios, técnicos y capitales que contribuyeron a acelerar el crecimiento de su oferta de azúcar y de café para atender la demanda que antes satisfacía
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AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
Cuadro I.16 Producción de azúcar, café y tabaco en Cuba, 1765-1879 (medias quinquenales en miles de Tn y porcentajes de crecimiento entre ellas)*.
Quinquenios Azúcar (%) 1760-1764 1765-1769 1770-1774 1775-1779 1780-1784 1785-1789 1790-1794 1795-1799 1800-1804 1805-1809 1810-1814 1815-1819 1820-1824 1825-1829 1830-1834 1835-1839 1840-1844 1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1874 1875-1879
5.300 6.070 7.320 8.430 7.650 11.120 16.630 24.100 34.930 38.960 35.430 46.570 62.890 74.380 99.150 120.730 182.900 214.220 355.940 441.800 477.680 561.570 719.240 644.230
— 14,5 20,6 15,1 –8,3 45,4 49,6 44,9 44,9 11,5 –9,1 31,9 34,5 18,3 33,1 21,8 51,5 17,1 66,2 44,1 8,1 17,6 28,0 –10,4
Café
(%)
— — — — — — 260 — — 2.670 7.410 9.420 10.140 17.500 23.130 19.330 20.100 8.660 6.220 3.470 4.480 940 80 18
— — — — — — — — — 322,7 177,5 27,1 7,6 72,3 32,2 –16,5 4,0 –56,9 –28,2 –44,2 28,9 –79,0 –91,4 –77,5
Tabaco rama (%) 640 1.460 2.350 1.510 910 2.350 2.120 1.500 2.410 3.360 3.490 1.410 1.650 1.620 2.520 1.630 1.920 2.970 3.570 4.200 4.910 4.330 5.150 4.800
— 128,3 61,0 –35,7 –65,9 158,2 –8,5 29,2 50,6 51,9 3,9 –59,6 17,0 –1,8 55,6 10,0 –35,3 54,7 20,2 17,6 16,9 –11,8 18,9 –6,8
Cigarros
(%)
— — — — — — — — — — — — — — 80 120 140 180 260 360 380 460 520 190
— — — — — — — — — — — — — — — 50,0 16,7 28,6 44,4 38,5 5,6 21,2 13,0 –78,6
* En los casos en que no hay información seriada entre quinquenios el porcentaje de crecimiento respecto a la cifra anterior se divide por el número de lustros transcurridos. FUENTES: Reconstruido a partir de los datos de A. Von Hulboldt [M. A. Puig-Samper et al., eds. (1998)]; R. de la Sagra (1842 y 1963), J. de la Pezuela (1865-1866), F. Pérez de la Riva (1944), J. Rivero Muñiz (1964), F. Goizueta-Mimo (1974), M. Moreno Fraginals (1978: III, 35-98), e Instituto de Historia de Cuba (1994–): I y II, apéndices. Los datos sobre el azúcar hasta la década de 1820 y los de café y tabaco son de exportaciones. Los cigarros están expresados en miles de unidades el resto en miles de Tn.
la colonia francesa. La expansión de la producción del segundo fue más espectacular, pues partió de niveles más bajos. Tenemos pocos datos, pero sabemos que su cultivo fue introducido en la Gran Antilla a finales de la década de 1870, y que entre 1790-1794 y 1800-1805 sus exportaciones aumentaron de 260 a 2.670 Tn (un 323% por quinquenio). Los cafetales y los ingenios azucareros se concentraron en zonas distintas de Cuba. En 1827 los primeros generaba un 33% del ingreso agropecuario de las provincias del Este y los segundos un 10%. En las del
128
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Oeste esos porcentajes eran del 26 y 33% respectivamente, pero gracias fundamentalmente a que el cultivo del café se expandió también por la región occidental de Pinar del Río1. Según F. Pérez de la Riva (1944) y H. Friedlaender (1944: 207-212), al efecto que tuvo sobre él la eliminación de la oferta y la inmigración de plantadores de Haití desde finales del siglo XVIII, se sumó luego una coyuntura de altos precios y de incremento de la demanda del grano debido a las Guerras Napoleónicas y al embargo británico del continente europeo, lo que explica que su producción siguiese creciendo a un elevado ritmo hasta mediados de la década de 1830. A ello contribuyeron también unas necesidades de inversión y de mano de obra inferiores a las que requerían los citados ingenios. La expansión de la producción de café en Cuba fue tan intensa que en la década de 1820 casi llegó a igualar en ingresos a la de azúcar. En el Cuadro I.18 se observa que en 1827-1831 generaba un 14,1% de la renta agraria a precios constantes de la década de 1840. Ahora bien, inmediatamente después empezó a experimentar dificultades y un descenso continuo hasta desaparecer prácticamente como actividad económicamente relevante en la segunda mitad del siglo XIX, lo que se explica por varias razones. En primer lugar, la ventaja comparativa del dulce. Cálculos basados en estimaciones de la época indican que el rendimiento neto de los cafetales no fue bajo, reportó anualmente entre un 21 y un 29% de las ganancias brutas de explotación y de un 0,8 a un 1,7% del capital invertido, pero tales cifras oscilaban en los ingenios en torno a 33-65% y al 4-19% respectivamente2. Además, el cociente valor de la oferta/tierra utilizada en 1827-1831 era 0,89 en estos últimos y sólo 0,76 en los primeros. A finales de la década de 1830, con la consolidación de los liberales en el Gobierno de Madrid, se modificaron las condiciones de explotación de los dominios de Ultramar, fundamentalmente mediante una reforma arancelaria destinada a aumentar la protección de las exportaciones de la metrópoli a sus mercados, considerando que contribuir al crecimiento económico de esta última era el principal valor de las colonias. En 1838 se incrementaron los derechos que debían pagar en ellas las mercancías extranjeras un 19% si se transportaban en barcos nacionales y un 29% en caso contrario (el llamado diferencial de bandera), y también los impuestos al azúcar y al café enviado por Cuba y Puerto Rico a España hasta 1,6 pesos/quintal. Entre otros efectos, tales medidas provocaron represalias de los Estados Unidos, conocidas como Guerra de las Harinas, por ser ese el artículo norteamericano más perjudicado por ellas3. 1
Instituto de Historia de Cuba (1994): 486. Ver F. Pérez de la Riva (1944): 170, y F. Goizueta-Mimo (1974): 12. 3 Ver L. M. Díaz Soler (1994): 501, y C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 233. F. Goizuta-Mimo (1974): 21, señala que los Estados Unidos elevaron sus aranceles para el azúcar cubana de 31 a 60 cts./lib. promedio a principios de la década de 1840. 2
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
129
El aumento de la competencia mundial, en especial de la brasileña, la reducción de los precios4, las dificultades de la trata de esclavos y su encarecimiento perjudicaron a la producción de café en Cuba. No obstante, lo más determinante fue el efecto de esos mismos factores sobre la de azúcar, pues obligaron a un esfuerzo de inversión para modernizarla y construir ferrocarriles que, inicialmente, debió restar recursos a otras actividades y, luego, incrementar su desventaja comparativa frente a aquélla. Se calcula que entre 1830 y 1860 el capital necesario para establecer un ingenio creció un 106%, pero sus beneficios lo hicieron un 4055. Como ejemplo de lo que decimos, aunque abordaremos el tema más adelante, hay que tener en cuenta que apenas se tendieron vías férreas en la mitad Este de la isla y en la provincia de Pinar del Río, donde se concentraban la mayoría de los cafetales. A pesar de lo que dice H. Friedlaender (1944: 204-209), las represalias norteamericanas afectaron menos a la producción de café en Cuba que las otras variables analizada anteriormente, al menos directamente, pues lo mismo que sucedió con la de azúcar, aquélla había ido perdiendo mercados en Europa, aunque debido a la citada competencia internacional más eficiente, más que al incremento de la oferta interna del Viejo Continente y de su protección. En 1847 se enviaba a él, según F. Pérez de la Riva (1944: 73), el 86% de las exportaciones insulares de dicho artículo. Francia y la Liga Hanseática acaparaban en partes similares un 67% y los Estados Unidos sólo un 13%, pero por su proximidad geográfica, era más barato venderlo en estos últimos, de modo que tales represalias actuaron sobre todo en el sentido de evitar que la demanda del vecino país, como ocurrió con la de dulce, compensase la desaparición de otros clientes. La oferta de café en Cuba fue disminuyendo desde un máximo de 23.130 Tn promedio anual en 1830-1834, y en especial a partir de 1840-1844, hasta 4.480 en 1860-1864. La Guerra de los Diez Años, que afecto sobre todo a la mitad Este de la isla, agravó la crisis, y al acabar aquélla no llegaba a 20 Tn (ver Cuadro I.16). El tema no ha sido estudiado, pero quizá el hecho de que, como resultado, la Gran Antilla se convirtiese en uno de los principales compradores de grano puertorriqueño explica que no se intentase paliarla mediante incentivos fiscales y aduaneros y otras medidas de fomento6. El otro artículo con ventaja comparativa en la agricultura cubana fue el tabaco. Como aproximación a su valor, podemos decir que en 1863 se obtenían de su venta procesado 25,2 pesos fuertes/Ha sembrada, cantidad que
4
Entre finales de la década de 1830 y principios de los años cuarenta el precio del quintal de café disminuyó de 12 a 93 pesos, luego se recobró ligeramente, pero enseguida se redujo nuevamente hasta 6,8 en 1845 y 3,0 en 1846, y la recuperación posterior fue moderada y inestable en comparación con las cotizaciones alcanzadas antes del inicio de la deflación: 7,3 en 1847 y 5,5 en 1848. Datos de E. de Diego (1986): 177. 5 Cálculos basados en los datos proporcionados por L. Marrero (1973-1993): X, 206-209. 6 Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 245.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
sólo superaba el azúcar en la Gran Antilla (38,6 pesos). El resto de los cultivos reportaban por término medio 16,17. La oferta de dicho artículo se benefició de las primeras medidas liberalizadoras del comercio y de la creación de la Real Factoría en 1861, a la que estaban obligados a entregar su cosecha los vegueros a un precio previamente fijado, aunque, según H. Friedlaender (1944: 91-94), se les tuvo en cuenta para establecerlo. Las ventas en el exterior (tampoco tenemos datos precios de producción) crecieron de 640 Tn promedio anual en 1760-1764 a 2.350 en 1785-1789. Después disminuyeron drásticamente debido a que se habían acumulado grandes stocks y la citada Factoría ordenó reducir las áreas plantadas. Según A. Gutiérrez (1999), en Santo Domingo, donde era el principal bien exportado, tal disposición ocasionó serias dificultades económicas cuando se limitaron las compras a 535 Tn/año, teniendo los tabaqueros capacidad para cosechar una media de 1.100. A estos problemas se unió, además, el efecto de las restricciones impuestas al libre comercio en inicio de la década de 1780, aunque, como hemos visto, fueron bastante efímeras. A partir de 1785-1789 y hasta 1810-1814, al desaparecer las circunstancias expuestas en el párrafo anterior, la producción tabaco en Cuba experimentó una nueva fase de crecimiento ininterrumpido, aunque con fluctuaciones. Desde tiempo atrás, su cultivo había sido desplazado por el avance de los cañaverales y la presión de la ganadería, proceso que siguió en el inicio del siglo XIX y que arreció en épocas como el principio de la década de 1790, cuando las condiciones ocasionadas por la eliminación de la oferta de dulce de Haití incentivaron la concentración de recursos en la industria azucarera. El resultado fue que las vegas se limitaron progresivamente a la región de Pinar del Río, donde la caña no les hizo competencia, y aunque a causa de esos factores su número se redujo un 50% entre 1760 y 1799, la evidencia muestra (ver Cuadro I.16) que la actividad se había consolidado dentro de la economía insular. Lo más llamativo de los datos del Cuadro I.16 en lo que respecta a la oferta tabacalera es que hasta la década de 1830, cuando empezamos a tener datos desagregados de la exportación en rama y elaborado, a pesar de sus fluctuaciones, osciló siempre dentro de los mismos márgenes: no superó las 3.500 Tn promedio anual por quinquenio, pero tampoco bajó de 1.500, salvo en 1780-1784 por las razones explicadas anteriormente, aunque su precio, como el del café, descendió progresivamente de 9 a 2,5 pesos/quintal entre 1838 y 18458. De ahí lo que señalamos acerca de la consolidación de la actividad en la economía de Cuba. Parece que los factores positivos y negativos para su desarrollo se compensaron. Hay que tener en cuenta que su mercado estaba en España más que en Europa o en los Estados Unidos,
7 8
Cálculos basados en datos de J. de la Pezuela (1865-1866): C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 233.
IV,
38.
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
131
de modo que sufrió más por el efecto de las guerras sobre el comercio en el último tercio del siglo XVIII que por las represalias norteamericanas frente a la elevación de los aranceles a las importaciones extranjeras en la isla. Además, a partir del decenio de 1810 se benefició de importantes medidas de fomento. Siguiendo la recomendación de F. Arango y Parreño, el Intendente A. Ramírez abolió el estanco del tabaco en la Gran Antilla, y su sucesor, C. Martínez de Pinillos, privilegió sus ventas gravándolas con un impuesto relativamente pequeño. No obstante, el derecho diferencial de bandera y el mantenimiento de dicho estanco en la metrópoli frenaron el crecimiento que se intentó impulsar con tales incentivos. Finalmente, la ventaja comparativa de la producción de azúcar, como hemos señalado, limitó las explotaciones a Pinar del Río y seguramente les restó recursos, aunque a la vez se vieron favorecidas por el hecho de que su cosecha no coincidía con el período de zafra9 y por la concentración de las vegas en manos de medianos y pequeños campesinos, que requirieron pocas inversiones y trabajo esclavo y atrajeron inmigración blanca y familiar, especialmente de Canarias. J. Le Riverend (1985) decía que el crecimiento económico impulsado por la especialización perjudicó el desarrollo de ciertas actividades, pero también favoreció el de otras para hacer frente a las necesidades generadas por aquélla, aprovechar sus externalidades —por ejemplo los ferrocarriles construidos básicamente con el fin de transportar el azúcar—, dar salida a beneficios que no se reinvertían y no extraía la metrópoli, o explotar regiones donde era menos rentable cultivar la caña. En definitiva, gracias a los efectos multiplicadores del sector externo. La agricultura y manufactura tabacaleras son un ejemplo de cómo se consolidó una actividad económica en Cuba al mismo tiempo que la isla se especializaba fundamentalmente en la producción de dulce, y hay más, en general poco importantes en comparación con esta última, pero no en otros términos, aunque por lo común son escasamente conocidas debido a la concentración de los estudios en la industria azucarera. Por ejemplo, el cultivo comercial de plátanos, al que prestaremos atención especial más adelante, prueba lo que decimos. Su explotación se desarrolló en el cuadrante Noroeste de la Gran Antilla, área en la que proliferó menos la siembra y procesamiento de la caña que en otras latitudes de la isla, y se expandió hasta convertirla en el principal exportador mundial de banano10. La evidencia indica que la apicultura tuvo un desarrollo similar al de la producción bananera, como veremos posteriormente. En 1826 la miel y la cera generaban aproximadamente un 1,1% de la renta cubana a precios de 1860, y en ese último año la proporción creció hasta un 2,811. 9 F. Ortiz (1973) insiste en la complementariedad de los cultivos de la caña de azúcar y el tabaco. 10 Ver A. García Álvarez (2000, 2001 e inédito). 11 Instituto de Historia de Cuba (1998): 486.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
La minería, los ferrocarriles o ciertas industrias, actividades no agrarias que también analizaremos luego, se beneficiaron igualmente de los efectos multiplicadores de la especialización productiva de Cuba. Otras, sin embargo, parece que se vieron perjudicadas, aunque por lo general no disponemos de estudios acerca de ellas. El caso mejor conocido y uno de los más relevantes fue el de la ganadería. En el Cuadro I.18 se observa cómo disminuyó su importancia económica por el avance de los cultivos comerciales en detrimento de la hacienda pecuaria extensiva y por la ausencia de medidas de fomento para aliviar su crisis, sobre todo de exenciones de impuestos a la explotación y venta. El déficit de carne y de derivados animales, de cueros fundamentalmente, se cubrió con importaciones. La especialización fue el rasgo más destacado del desarrollo económico cubano desde finales del siglo XVIII, pero ello no significa que fuese lineal o poco complejo. Lo interesante es estudiar sus márgenes, aquello que lo limitó y definió, lo cual requiere reconstruir el monto y la estructura de la renta agraria. En los Cuadros I.17 y 18 anotamos el resultado de un cálculo para varios períodos, explicamos algunos pormenores de su elaboración y la medida en que se expresan los valores, en precios constantes de principios de la década de 1840, con el fin de evitar el efecto de sus oscilaciones en el producto. Los datos usados, empero, presentan problemas de uniformidad y defectos contables, por lo que las cifras son sobre todo valiosas como órdenes de magnitud, para observar la evolución del ingreso a largo plazo. Otros problemas que presentan los cálculos del ingreso agrario son, en primer lugar, que muchos de los datos empleados para estimarlos proceden de fuentes fiscales, por lo que normalmente están sesgados a la baja debido a un grado de ocultación difícil de determinar. En segundo lugar, la información disponible subestima la producción no registrada; es decir, la que no se vendió en el mercado, y en tercer lugar, omite el contrabando, especialmente importante en las épocas en que la legislación mercantil fue más restrictiva y, siempre, en ciertas áreas, como la mayor parte de la mitad Este de Cuba, escasamente poblada, explotada y comunicada y, por lo tanto, difícil de controlar por la administración colonial. En dicha zona, el comercio ilegal fue durante casi todo el siglo XIX la actividad económica más importante12. Contamos con algunos cálculos acerca del monto del contrabando de los artículos comerciales, en especial del azúcar, no así de los cultivos de subsistencia, pero basándonos en la referencia sobre la distribución ocupacional de la población y el reparto regional de la renta13, y sabiendo que en ambos casos debió crecer en relación inversa con el incremento del valor de
12
Ver Moreno Fraginals (1995): 206-219. Sobre el valor del azúcar vendido ilegalmente, ver D. Turu (1977): 231-258, y acerca del reparto regional de la renta y la distribución ocupacional de la población, Instituto de Historia de Cuba (1994): 486-498. 13
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AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
la economía legal y conocida y con la extensión del control administrativo de las actividades productivas, es posible suponer, grosso modo, que el ingreso agrario en la década de 1770 pudo ser un 30% más alto de lo que indican las cifras del Cuadro I.17 y que ese porcentaje disminuyó lenta, pero progresivamente, seguramente hasta cerca de un 25% a finales del siglo XVIII y principios del XIX y, hasta un 20% en el decenio de 1880. Teniendo en cuenta las limitaciones señaladas, aunque el nivel de partida debió ser mayor y el crecimiento posterior menor, la imagen que describen los datos del Cuadro I.17 es un indicador aceptable de la evolución del producto agrario de Cuba. En ella destaca el fuerte incremento que se observa en las décadas finales del siglo XVIII, sobre todo en el caso de los cultivos de exportación, y que además se duplicó en las fechas transcurridas entre la Revolución de Haití y el inicio del decenio de 1830, llegando a un 7,9% promedio anual, que luego se redujo hasta un 2,7 entre 1827-1831 y 18421846. Cuadro I.17 Producto agrario y superficie cultivada en Cuba, 1775-1880*.
1775
1792
Prod. agrario 6,90 11,75 (4,1) Tierra Prod. comercial 2,18 4,46 (6,2) Tierra Esclavos 44,30 84,50 (5,3) Prod. resto 4,72 7,29 (3,2) Tierra Población total 172,00 274,00 (3,5) Prod./ persona 40,10 42,90 (0,4)
1827-1831 1842-1846
1862-1863
1881
46,60 (7,9)
64,58 (2,7)
138,90 (9,3) 612,30
155,17 (0,7) 522,60 (–0,8)
19,14 (8,9)
37,16 (6,3)
286,90 (4,2)
323,70 (1,2)
107,94 (9,5) 433,20 373,10 (0,8)
123,67 (0,8) 348,00 (–1,1) 150,00 (–1,4)
26,92 (7,3)
27,42 (0,1)
30,96 (0,6) 179,10
31,50 (0,1) 174,60 (–0,1)
704,50 (2,8) 65,40 (1,4)
898,80 (1,8) 1.359,20 (2,8) 1.513,50 (0,6) 71,90 (0,7)
102,20 (2,3)
102,50 (0,0)
* Entre paréntesis anotamos los porcentajes de crecimiento anual respecto a las cifras de la columna anterior. El producto total se mide en millones de pesos constantes, tomando como base los precios de mediados de la década de 1840; el producto por persona se expresa en presos. El comercial y la tierra empleada comprenden azúcar, café y tabaco; del resto de la oferta agraria también se exportaban algunos artículos, pero la mayor parte se destinaban al consumo interno. Excepto los de 1785 y 1792, que son de esas fechas, el resto de los datos corresponden a uno de los años referidos en el título o son promedios ponderados cuando existen varias cifras para el período. La tierra, la población y los esclavos son miles de hectáreas y personas. FUENTE: Para el producto y la tierra, Cuadro I.16, F. Goizueta-Mimo (1974): 7-16; sobre los precios M. Moreno Fraginals (1978): III, F. Goizueta-Mimo (1974): 21, E. de Diego (1986): 177 y A. Santamaría (2000d): 133-138, y acerca de la población y los esclavos, La población... (1976) y J. Pérez de la Riva (1987).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
En la década de 1830 habían cambiado las excepcionales circunstancias internacionales que impulsaron el crecimiento económico cubano desde finales del siglo XVIII, acompañadas de reformas institucionales para aprovecharlas. En el Cuadro I.17 se observa que la reducción del incremento del ingreso agrario agregado a partir de entonces y hasta el inicio del decenio de 1840 se debió, sobre todo, al estancamiento del producto de las actividades menos comerciales, lo que indica una concentración de los recursos en las dedicadas a la exportación, pero también que ello tuvo como resultado un fuerte aumento de la renta generada por estas últimas, que entre 18421846 y 1862-1863 fue de un 9,5% promedio anual. La población de Cuba, además, se incrementó menos que el ingreso agrario total en el período que comprende los datos del Cuadro I.17, por lo que la tendencia de su crecimiento en términos per capita fue muy parecida: aumentó de manera espacialmente intensa en el primer tercio del siglo XIX y entre las décadas de 1840 y 1860, y posteriormente se estancó. Otra cuestión que destacan los datos del Cuadro I.17 es que no hubo una relación lineal, como a veces se ha dado por supuesto, entre el aumento del número de esclavos y de la renta agraria en Cuba, salvo en los años finales del siglo XVIII; es decir, en el período de consolidación de los cultivos comerciales. Posteriormente la segunda se incrementó siempre a un ritmo superior. Esa evidencia no cuestiona la importancia fundamental que tuvo el trabajo de aquéllos, sobre todo en la industria azucarera, pero es indicativa de las razones por las cuales la economía insular pudo superar las dificultades que se plantearon para mantener su crecimiento a finales de la década de 1830. La economía cubana afrontó las dificultades causadas por el aumento de la competencia internacional, el proteccionismo de los mercados, la reducción de los precios de los productos agrarios y los problemas institucionales, en especial el reforzamiento de la presión fiscal sobre su comercio, concentrando los recursos en las actividades con ventaja comparativa y optimizando el uso de los factores relativamente escasos, sobre todo de la mano de obra14, gracias a la disposición de capital y a la alta rentabilidad de sus cultivos exportables, que permitieron invertir en infraestructura y tecnología con ese propósito. Disponemos de pocos datos sobre la productividad de la tierra, pero la información del Cuadro I.18 no deja lugar a dudas: por la misma razón que se intensificó el uso de la mano de obra, la utilización de aquélla en Cuba fue extensiva, procedimiento coherente con su dotación física, pues el suelo era el recurso relativamente más abundante y hubo escasa presión demográfica sobre él. La falta de cifras desagregadas acerca de la distribución de la
14 Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1999): 90-94, y L. M. García Mora y A. Santamaría (2002): 165-184.
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
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superficie cultivada apenas permite otras conclusiones del análisis del citado cuadro. Llama la atención el crecimiento proporcional en el producto agrario del arroz y de los bienes agrupados en el epígrafe otros entre las décadas de 1840 y 1860, y aunque el tema no se ha estudiado, podría ser indicativo del desarrollo de ciertas actividades que, al menos parcialmente, también se dedicaron a la exportación, como observamos en el caso de la cera y la miel de abeja y veremos en el de los plátanos, o de cambios en los hábitos de consumo y/o ciertos incentivos que favorecieron la siembra de artículos que no competían con los que se importaban de España. Aparte de la concentración de recursos en los cultivos comerciales para aprovechar su ventaja comparativa que explica la especialización en términos de rentabilidad (era más beneficioso producir azúcar y tabaco e importar otros bienes que diversificar la economía), hay también una razón contable y, por tanto, irreal, aunque muy difícil de precisar tras la disminución de la renta de las actividades menos vinculadas con las exportaciones que muestran nuestros cálculos. En las plantaciones se crió ganado y se sembraron infinidad de artículos para alimentar a los animales, a los esclavos y a los trabajadores —fue relativamente común que una porción de los salarios se pagase en especie—, directamente, o en pequeñas parcelas o conucos que se entregaban a dichos esclavos y a otros operarios. Apenas tenemos información sobre los llamados frutos menores cultivados y del ganado criado en las plantaciones de Cuba. Según las estimaciones de distintos autores15, su importancia en los ingenios varió poco entre las décadas de 1820 y 1860 y representó en torno al un 10-15% de sus ingresos, dependiendo de la cantidad de mano de obra que empleaban, de su ubicación en zonas más o menos pobladas, de su rentabilidad, de la necesidad a aumentar o disminuir la oferta de dulce y del avance de la economía monetaria y del trabajo asalariado, factores que, debido a la coincidencia de los datos referidos por dichos autores, debieron tender a compensarse con el paso del tiempo. Un último matiz sobre nuestras cifras del producto agrario, por tanto, es que parte del deterioro del ingreso agrario no comercial que reflejan no fue real, sino contable, aunque en este caso no afecta a los datos agregados, pues se incluye dentro del ingreso de las plantaciones. En ella, además, se llevaron a cabo también diversas actividades mercantiles y manufactureras, de construcción, herrería, carpintería o comercio al detalle, acerca de las cuales tenemos aún menos información. Con todas las matizaciones señaladas y recordando que el objetivo de nuestros cálculos no es cuestionar que el rasgo principal de evolución eco-
15
Ver A. von Humboldt [M. A. Puig Samper et al., eds. (1998): 179-181], R. de la Sagra (1831): 108-109, J. de la Pezuela (1865-1866): II, 59-60, F. Goizueta Mimo (1974): 129, o L. Marrero (1973-1993): X, 165-169.
24,1
75,9
100,0
31,6
18,8 12,8 68,4
14,9 100,0
78,9
100,0
Superf.
21,1
Prod.
16,2 100,0
38,0 5,4 22,1 10,5 62,0
Prod.
1792
100,0
38,8 12,6 17,5 8,7 61,2
Superf. 41,6 14,1 23,1 4,3 58,4 30,0 1,2 12,6 1,5 13,1 100,0
Prod.
1827-1831
100,0
54,5 5,4 36,6 12,5 45,5
Superf. 57,5 4,0 47,3 6,1 42,5 23,5 0,8 9,9 1,3 7,0 100,0
Prod.
1842-1846
100,0
70,7 5,8 47,9 18,0 29,3 14,3 7,0 1,6 6,4
Superf.
77,7 1,8 63,0 12,9 22,3 9,3 4,5 1,1 4,1 3,3 100,0
Prod.
1861-1863
100,0
33,4
66,6
Superf.
2,4 100,0
72,0 7,7 20,1
79,7
Prod.
1880
FUENTE: Elaboración propia a partir de las mismas fuentes de los Cuadros I.16 y17.
* Ver las aclaraciones del Cuadro I.17. La tierra excluye la dedicada a pastos para el ganado, que distorsionaría los cálculos. La producción de azúcar incluye también derivados. Cuando no posemos información desagregada para un sector en una fecha concreta, sus datos están sumados en el total (Resto).
Comerciales Café Azúcar Tabaco Resto Viandas Arroz Maíz Otros Ganado TOTAL
Superf.
1775
Cuadro I.18 Porcentaje de las distintas actividades en la superficie cultivada y el producto agrario de Cuba a precios de la década de 1840 (1775-1880)*.
136 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
137
nómica de Cuba desde finales del siglo XVIII fue su especialización, sino analizarla en términos más precisos, se pude afirmar que la gran expansión de la industria azucarera insular a partir de mediados de la década de 1840 fue resultado de su capacidad tecnológica y financiera para hacer frente al incremento de la competencia mundial y de la presión fiscal de la metrópoli. Como se observa en el Cuadro I.16, su oferta creció un 51,5% de 1835-1839 a 1840-1844 y un 66,2% entre 1845-1849 y 1850-1854, porcentajes jamás alcanzados antes a pesar del alto nivel de partida. Tales tasas se redujeron hasta un 8,1% en 1860-1864 debido a las crisis de los años cincuenta y al encarecimiento de los esclavos, pero luego volvieron a aumentar a un ritmo inferior al de quinquenios precedentes, pero bastante elevado: 17,6 en 18651869 y 28,0 en 1870-1874. La oferta de tabaco evolucionó de modo similar a la de azúcar. En la década de 1850 su producción media por quinquenio en rama superó la barrera de las 3.500 Tn, llegando a 5.150 en 1870-1874, y a esas cifras hay que añadir las de cigarros elaborados, que experimentaron también una fuerte expansión en los años cincuenta, relentizándose en el lustro 1860-1864, como las de dulce, para proseguir luego a un ritmo bastante alto hasta mediados del decenio de 1870. El valor de dicho incremento pasó del 12,5 al 18% del ingreso agrario agregado ente 1827-1837 y 1861-1863 (ver Cuadros I.16 y 17). La expansión de la industria azucarera fue en Cuba, además, un proceso regional. Se inició en el litoral habanero y matancero y se extendió a lo largo del siglo XIX de Norte a Sur y de Oeste a Este, lo que acentuó el aislamiento y atraso relativo de la mitad oriental de la isla. El contrabando y la ganadería predominantes en esa región perdieron importancia con el paso del tiempo, según se observa en el Cuadro I.18 para el caso de la segunda, y la producción de café, cobre, incluso azúcar, que crecieron considerablemente en ella hasta mediados de dicha centuria, aunque en distintas zonas, en general, desconectadas entre sí, experimentaron luego una crisis por diversas causas, como el agotamiento de las vetas crupríferas, el aumento de la competencia cafetalera mundial o la citada concentración de recursos –mano de obra, sobre todo esclava, capital y tecnología– en los ingenios occidentales. La mitad Este de Cuba agrupaba a sólo el 29% de la población y al 15% de los esclavos a finales del siglo XVIII. En 1817 tales cifras aumentaron hasta el 32 y 17%, pero en la década de 1860 se habían reducido, incluso, por debajo de aquellos primeros valores (24 y 10%). En 1827 la ganadería era la actividad económica principal en Puerto Príncipe y el cultivo de café en Oriente y ambas provincias concentraban buena parte de la producción insular de los dos artículos. En 1860, sin embargo, el azúcar y el tabaco predominaban en ellas, pero sus ofertas no llegaban al 10 y 20% respectivamente del total de la Gran Antilla16.
16
Ver Instituto de Historia de Cuba (1994): 466-498.
138
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Entre 1862-1863 a 1881, según se aprecia en los Cuadros I.16-18, se ralentizó el crecimiento del ingreso agrario en Cuba a causa, sobre todo, del escaso incremento del producto de los artículos de exportación. Fue entonces cuando la economía insular empezó a sufrir los efectos negativos de la especialización, pues la renta del resto de los cultivos disminuyó un 0,1% anual en idénticas fechas. Las razones que provocaron tal situación no se presentaron súbitamente y varias han sido analizadas ya: el escaso dinamismo de la oferta rural destinada básicamente al mercado interno, debido a su carácter complementario más que alternativo respecto a la de azúcar o tabaco, la progresiva crisis del trabajo esclavo y su encarecimiento, la concentración del comercio externo de la isla en los Estados Unidos y la incidencia de la política arancelaria de dicho país y de la metrópoli, además de la intención del gobierno madrileño de reforzar el control de la colonia, alterado por esos mismos factores, que se tradujo en un esfuerzo por españolizarla y en una mayor presión fiscal para extraer más recursos de ella. Un estudio reciente de C. Venegas (2001) corrobora lo que decimos desde otra perspectiva. El autor estima el número de estancias y sitios de labor en Cuba entre 1775 y 1861 y destaca que, independientemente de la reducción que se aprecia en los años setenta del siglo XVII y que seguramente se debe a las fuentes usadas, pues es muy elevada en sólo un trienio, aumentó notablemente hasta finales del decenio de 1820, seguramente por los efectos multiplicadores de la especialización económica y el progreso de la urbanización, pero después fue disminuyendo progresivamente su crecimiento, lo que, además, tuvo una mayor incidencia a partir de 1846 en la mitad Este de la isla (ver Cuadro I.19). Si atendemos a la población ocupada en las fincas dedicadas a los cultivos menos comerciales en el final del período mencionado en el párrafo Cuadro I.19 Sitios de labor y estancias totales en Cuba y distribución porcentual por regiones, 1775-1861*.
1775
1778
Sitios 1.881 1.967 Estancias 5.933 3.958 Total 7.814 5.925 Occidente Centro Oriente
(%)
1827
(%)
1846
4,6 –33,3 –24,1 13.947 135,4 25.292 59,5 59,4 24,6 22,8 15,9 17,8
(%)
81,1 48,6 26,4 25,0
1861 11.798 22.748 34.546
(%)
36,6 65,1 34,9
* (%): las tres primeras filas indican el crecimiento del número de fincas respecto al año anterior, las siguientes la proporción de éstas en cada región. Para 1861 están sumados los porcentajes del Centro y el Oriente. FUENTE: C. Venegas (2001): 30-36.
139
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
anterior, para el cual tenemos datos (ver Cuadro I.20), observamos, además, que en la mitad Oeste de Cuba era únicamente una quinta parte de sus habitantes y se trataba de una actividad bastante representativa sólo entre los blancos, mientras en las provincias del Este tales predios concentraban a un tercio de sus moradores y dicha proporción variaba poco en función de la raza y libertad de los individuos. Cuadro I.20. Población que trabajaba en sitios de labor y estancias en Cuba clasificada por raza y statu y región, 1861 (miles de personas y porcentajes)*.
Blancos Libres de color Esclavos TOTAL
Occidente
(%)
Oriente
(%)
Total Cuba
(%)
183,6 12,7 27,4 223,7
31,9 10,4 8,1 21,6
52,3 27,1 24,3 103,7
27,8 27,4 35,3 31,9
235,9 39,8 51,7 327,4
30,8 18,0 13,8 24,1
* Las columnas de porcentaje (%) indican la proporción respecto a la población de ese mismo tipo según en el área geográfica correspondiente. FUENTE: C. Venegas (2001): 35.
Los problemas que apuntaba la economía de Cuba a finales de la década de 1860 y, sobre todo, su mayor incidencia relativa en la mitad oriental de la isla fueron, sin duda, algunas de las razones que explican el estallido de la Guerra de los Diez Años en 1868, y hasta tal extremo nos parecen lógicas dentro de los procesos descritos hasta ahora que hemos decidido no destinar un apartado específico a estudiar sus causas y efectos, sino examinarlos cuando corresponda en el desarrollo del análisis de la evolución económica de la Gran Antilla. La historiografía coincide en que la administración colonial de Cuba y sus relaciones con España habían llegado en la década de 1860 a un extremo que urgía reformas. Económicamente hablando, la crisis de la esclavitud y la concentración de las exportaciones en los Estados Unidos alteraban las condiciones sobre las que se había asentado el sistema de dominación a principios del siglo XIX. Como vimos en su momento, la propia consolidación del Estado había provocado un desplazamiento de la elite criolla del poder y hubo un esfuerzo por españolizar la población, que si bien contó con su aquiescencia en el propósito de blanquear la sociedad de la Gran Antilla, persiguió también el fortalecimiento del gobierno metropolitano frente a ella. En capítulos precedentes comentamos, igualmente, que esto, las cuantiosas rentas extraídas de la isla por vía fiscal y arancelaria y la ausencia de derechos políticos, fueron aceptados mientras se necesitaron para garantizar el crecimiento de la economía y el orden interno. A finales de la década de 1860 se atisbaba que la futura eliminación de la esclavitud y la progresiva concentración de las exportaciones de Cuba en
140
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
el mercado norteamericano afectarían seriamente a una relación colonial que ofrecía orden frente al peligro de una sublevación de la población negra a cambio de una parte de las rentas del comercio externo insular, sobre todo cuando un tercer país, los Estados Unidos, adquiría una posición determinante sobre el mismo. Ante tales problemas se convocó en Madrid una Junta de Información que, según la historiografía, no ofreció soluciones efectivas, aunque no es posible saber si finalmente se habría iniciado un proceso de reformas y en que medida hubiesen sido adecuadas, pues entonces estalló en la mitad Este de la Gran Antilla una guerra por la independencia. Se ha señalado también que el conflicto fue el resultado del fracaso del movimiento reformista, del que hablamos en la introducción y, en relación con ello, de la oposición a un aumento de las contribuciones fiscales17. Ambos factores pudieron provocar que las especiales circunstancias en que se hallaban las provincias orientales de la isla provocasen un alzamiento contra España. La guerra contra España empezó en la mitad oriental de Cuba y, además, se limitó a esa región, seguramente debido a lo que hemos señalado acerca de las diferencias entre el Este y el Oeste de la isla y a que, por la misma razón, el dominio colonial, aunque empezada a mostrar problemas, aún era aceptable en el Occidente. Al no afectar al territorio de este último, por otra parte, y como se observa en el Cuadro I.16, el conflicto no detuvo el desarrollo de los cultivos exportables, incluso lo favoreció acelerando la eliminación de ciertos obstáculos para el mismo que venían manifestándose desde tiempo atrás. Los insurrectos liberaron a los esclavos en el territorio que controlaban y el gobierno colonial, para evitar que los demás se uniesen a la causa rebelde, se vio obligado a avanzar en el proceso de abolición. Además, las campañas de devastación provocaron la eliminación de muchas actividades productivas; en general, perjudicaron a toda la agricultura y a la ganadería de las regiones orientales de Cuba y a la minería del cobre y destruyeron infinidad de ingenios y cañaverales en esa zona que, debido a su menor eficiencia frente a los de Occidente, no volvieron a ponerse en explotación. En suma, pues, la guerra de 1868-1878 profundizó las diferencias entre las dos mitades de la Gran Antilla. Autores como M. Moreno Fraginals y M. Moreno Masó (1993) o A. W. Quiroz (1998a y b) señalan, asimismo, que el proyecto de españolización de su sociedad y del poder económico también se vio favorecido como resultado de ella, gracias a la venta pública de bienes embargados a los rebeldes y de la permanencia en la isla de soldados que fueron reclutados para atender a las necesidades bélicas y a los que se ofreció tierra para no se marchasen. Tras diez años de guerra, en 1878 se firmó una paz y, como resultado, se inició un proceso de reformas del que hablaremos luego. Independientemente de los efectos de conflicto, en la segunda mitad de la década de 1870 la
17
Ver R. Guerra (1950-1952), e I. Roldán (1990 y 1997a).
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
141
situación económica de Cuba había variado. La oferta de azúcar disminuyó un 10% respecto al quinquenio 1870-1874, las exportaciones de tabaco en rama un 6,8 y manufacturado un 78,6. El ingreso agrario agregado al comenzar los años ochenta era prácticamente el mismo que en los albores de los sesenta y L. Marrero (1973-1993: X, 215) habla de ese momento con el fin de la edad de oro. No obstante los problemas y atisbos de crisis que, sabiendo lo que ocurrió luego, pueden hallarse en el extenso período transcurrido entre las Reformas Borbónicas y la Guerra de los Diez Años, la economía de Cuba experimento a lo largo del mismo un fuerte proceso de crecimiento gracias a su especialización en su producción comercial con mayor ventaja comparativa. Es difícil encontrar un ejemplo similar en la historia mundial y resulta pueril pensar que la administración colonial española no tuvo que ver con ello. La idea expuesta en el párrafo anterior coincide con las tesis relativamente recientes y bastante aceptadas, según las cuales, el crecimiento depende, en última instancia, de factores institucionales18. El gobierno español dispuso a finales del siglo XVIII y principios del XIX el marco necesario para que la economía de Cuba desarrollase su potencial y se exportase su producto, garantizó mínimamente los derechos de propiedad y la estabilidad social, facilitó la importación de los recursos escasos e intervino poco en las actividades económicas. A cambio cobró impuestos, aranceles sobre el comercio, y reservó una parte del mercado insular a los artículos metropolitanos. Fue un modelo atípico, sin duda, pero no por ello irracional, sino todo lo contrario. La Gran Antilla fue considerada como la colonia más rica del mundo, y si se entiende el problema del dominio hispano en términos de costes-beneficios resulta más fácil comprender por qué se mantuvo hasta 1898, y las razones de la independencia en un momento en que se habían modificado completamente las condiciones sobre las que aquél se estableció. Para valorar el crecimiento de Cuba hay que verlo en perspectiva comparada. Ya dijimos que P. Fraile y R. y L. Salvucci (1993) creían que la isla no se independizó de España cuando lo hizo su imperio continental debido a la fase de expansión en que se hallaba su economía. Sólo el producto de su agricultura, que generaba la mayor parte de la renta, aumentó un 7,9% de 1792 a 1827-1836. En el período inmediatamente posterior, dicha tasa se redujo al 2,7 (ver Cuadro I.17); pero aún así era mucho mayor que el 0,4 en que se estima el incremento de la mexicana, y el valor per capita de sus exportaciones hacia 1850 (22,2 $) únicamente era superado en América Latina por el de las uruguayas. A bastante distancia quedaban luego los de las puertorriqueñas (13 $), las argentinas y costarricenses (entre 10 y 11) y la media regional (5,2)19. 18
Ver D. C. North (1984, 1990 y 1994). Los datos para las comparaciones proceden de R. y L. Salvucci (1993): 33, y de V. Bulmer-Thomas (1998): 89. 19
142
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Entre finales del siglo XVIII y la década de 1830 el producto agrario per cápita creció en Cuba un 1,4% promedio anual; en España hay distintas estimaciones que sitúan dicho aumento entre –0,06 y 0,5%; en Gran Bretaña fue del –0,6 y en Francia del 0,4. En el período siguiente, hasta el decenio de 1860 cuando, como señalamos en páginas precedentes, la economía insular vivió su fase más expansiva, el incremento fue del 1,7%, y en los otros tres países del 0,3; 2,0 y 0,5 respectivamente. Como resultado de esa expansión, el valor de las exportaciones por persona se elevó en la Gran Antilla en los años setenta hasta 44,4 $, situándose más o menos a la par de las uruguayas y manteniendo su diferencia respecto a las chilenas, costarricenses, argentinas (entre 14 y 21 $) y a la media latinoamericana (10)20. En la segunda mitad del siglo XIX muchos países latinoamericanos iniciaron un desarrollo de su producción para la exportación similar al que la Gran Antilla o Puerto Rico habían experimentado varias décadas antes. Las comparaciones internacionales confirman, además, lo que decíamos anteriormente acerca de que el aumento de la competencia mundial fue un acicate para el crecimiento cubano, pues preservó, incluso mejoró su posición frente a dichos otros países.
Además de azúcar y tabaco. El ejemplo del banano21 En varias ocasiones hemos señalado que la especialización económica de Cuba, básicamente en la elaboración de azúcar, no impidió el desarrollo de otras actividades productivas, sobre todo en zonas donde la caña no tenía ventaja comparativa, que además aprovecharon las economías externas, el capital, la infraestructura o las relaciones comerciales generadas por aquélla, y en algunos casos, como el que nos ocupa, alcanzaron además un notable desarrollo internacionalmente hablando, aunque pequeño comparado con el de la oferta de dulce o de tabaco. La mayoría de tales actividades, por la misma razón, carecen de estudios. A continuación mostramos un ejemplo de su relevancia. El plátano es un bien esencial en la dieta cubana y caribeña en general, por ese motivo, debido a que su implantación en América, pues no es originario del Nuevo Continente, lo convirtió en un artículo comercial de primer orden —en la Gran Antilla sobre todo durante el siglo XIX—, y a que, como hemos dicho, apenas hay investigaciones sobre él, le dedicamos una atención específica en este libro.
20 Los datos de España, Francia y Gran Bretaña son de L. Prados (1988): 51, y los referentes a los países de América, de V. Bulmer-Thomas (1998): 89. 21 Este apartado es resultado de una investigación de la que se han publicado algunos adelantos en la Revista de Indias y Tiempos de América, A. García Álvarez (2001): 141-166, y (2000): 67-84, y acabará en un libro, A. García Álvarez (inédito). M. A. Martí proporcionó la documentación inicial para la misma.
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
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El banano procede del Sureste de Asia y se extendió progresivamente hasta llegar a América desde Guinea y Canarias, seguramente en sucesivas oleadas a partir de los años iniciales siglo XVI, aunque el primer documento encontrado de su cultivo en Cuba es un permiso para plantarlo concedido a J. Alonso en 1571 por el Cabildo de La Habana22. Sabemos, además, que el consumo de sus dos tipos básicos se popularizó rápidamente entre la población de la isla y los marineros23, debido a su valor nutritivo y a las facilidades para conservarlo fresco hasta dos semanas si se corta verde y a que, una vez maduro, se puede secar para prolongar su duración. Cuando la coyuntura internacional y el desarrollo de ciertos sectores de la economía de Cuba, ayudados por la política de fomento metropolitana a mediados del siglo XVIII, favorecieron el su progresiva especialización productiva en aquellos cultivos que demandaba el mercado exterior, el del plátano, la yuca o el maíz, se mantuvieron en la isla básicamente para el autoconsumo o el comercio local, sembrados en este último caso en pequeñas estancias en los alrededores de las ciudades, dedicadas al abastecimiento de la población urbana24. Ya dijimos que el desarrollo de los cultivos de exportación en Cuba afectó de e un modo ambiguo a otros sectores productivos, pues redujo su importancia en la economía, sobre todo en relación con ellos, incluso los supeditó a sus necesidades, pero por las mismas causas, también favoreció su crecimiento. Pudieron aprovechar la infraestructura y redes comerciales que aquellos primeros requirieron, el capital excedente de su explotación y la demanda de bienes y servicios generada por las plantaciones y la expansión urbana asociada a ellas; es decir, el surgimiento de un mercado interno que llevó implícita la especialización y que no pudo satisfacerse sólo con importaciones. El caso del banano es muy ilustrativo de lo que decimos. Así, apareció entre las cargas transportadas por el Ferrocarril La Habana-Güines prácticamente desde la apertura de su primer tramo en 1837, aunque en pequeñas cantidades comparadas con las de azúcar y tabaco (en 1841 supusieron un 1% de los ingresos de la línea)25. Los campesinos de la región al Sur de la capital surtieron gracias a él parte del consumo habanero de alimentos. 22 Sobre su procedencia, difusión e implantación en América y Cuba, ver N. W. Simmonds (1973): 68-69 y 92-94; C. M. Wilson (1949): 13; A. Zayas (1931), J. M. Macías (18851886): II, 983-986; J. D. Fernández de Navarrete (1676) y E. Pichardo (1973): 557. Acerca del primer permiso para plantarlo en Cuba, Archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Actas del Ayuntamiento de La Habana trasuntadas (31 de julio de 1550 a enero de 1572), fol. 539. 23 Aunque su clasificación botánica es más compleja, existen básicamente dos tipos de plátanos, uno se consume directamente como fruta y otro requiere cierta preparación por su dureza y amargor y suelen usarse como guarnición. Estos últimos son llamados machos y los primeros hembras. N.J. de Rivera (1973): 95, se hacía ya eco de tales nombres en el siglo XVIII. Ver A. García Álvarez (2001): 145. 24 Ver J. Le Riverend (1985): 169. 25 Fundación de los Ferrocarriles Españoles (1989): 137.
144
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
El crecimiento de la producción platanera cubana en el siglo XIX, independientemente de la dedicada al consumo interno, y en el contexto antes mencionado, fue resultado de la demanda norteamericana, que también explica la expansión de la oferta azucarera, aunque con menos importancia inicialmente. Hay que tener en cuenta que todo el Golfo de México había sido territorio español y que la Gran Antilla, y particularmente La Habana, fue el centro de su red de comunicaciones, sobre todo con el exterior. Cuando parte del mismo estuvo en manos de otros países o se independizó, las relaciones mercantiles no cesaron. Aunque limitadas por el régimen de monopolio impuesto en las colonias hispanas, se realizaron de forma ilegal, especialmente en los puertos más alejados de la capital insular (con menor vigilancia), y con el paso del tiempo fueron permitiéndose, según hemos visto, debido a los conflictos en el Caribe y a la necesidad de fomentar las economías de dichos dominios, para lo cual era básico aprovechar las crecientes importaciones de cultivos tropicales de los Estados Unidos desde su emancipación. En apartados previos analizamos las dificultades para mantener el exclusivismo mercantil español en Indias y la sucesión de medidas que lo limitaron excepcional y temporalmente, tomadas incluso por los gobiernos coloniales antes que por el metropolitano26, que acabaron con él de facto en la década de 1760, aunque este último trató de eliminar tales excepciones una vez concluyeron los motivos concretos que las justificaron. Las constantes guerras entre las potencias europeas en el Caribe, la insuficiencia de la marina hispana para atender la demanda de transporte de sus dominios, sobre todo cuando empezaron a crecer las exportaciones, y la necesidad de incentivar su expansión y de asegurar la dotación de esclavos para las plantaciones, explica que el comercio se fuese liberalizando progresivamente y que cuando se intentó restaurar antiguas restricciones, las prohibiciones no se cumplieron o se acudió al contrabando. El exclusivismo mercantil fue especialmente nocivo para la mitad Este de Cuba por su aislamiento y despoblación. Tener que llevar sus productos a La Habana, el único puerto autorizado para exportar, y dificultar su venta en los mercados más cercanos o de más demanda, redujo los precios recibidos por los agricultores, incrementó sus costes de transporte y obstaculizó el surgimiento y desarrollo de actividades económicas y el crecimiento en general de la zona27. Además, por idénticas causas, en ella era difícil y caro 26 En el caso cubano, la primera de esas medidas fue tomada en 1763 por el Capitán General, Conde de Ricla, antes de que entrase en vigor el Reglamento de Comercio Libre. Ver J. A. Armilas (1977). 27 El producto de exportación más importante de la mitad Este de Cuba en el siglo XVIII era el tabaco, que no sólo estaba sujeto al exclusivismo comercial, sino también al monopolio del Real Estanco. El primer Arzobispo de Santiago de Santiago de Cuba, J. de Oses y Alzua (1974): 15 y 182-183, responsabilizada a ambos de la mala situación económica y de los habitantes de su Diócesis en un informe en 1794.
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
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obtener algunos bienes básicos que llegaban del exterior. Por eso fue allí donde se acudió con más asiduidad al contrabando y donde fue más beneficiosa la progresiva liberalización del comercio y más se burlaron las medidas que trataron de frenarla. En estas condiciones de excepción hecha norma se inició la exportación de plátanos de Cuba a los Estados Unidos. La primera noticia de un embarque, aunque posteriormente varios autores discrepan de algunos de sus pormenores, fue recogida por E. de las Cuevas en 1935: «La goleta Reynard, en un viaje de Cuba a New York, en el año de 1804, condujo 30 racimos de guineos de la clase Morados, que alcanzaron una buena aceptación y buen precio, dejándose suponer que procedieron del territorio más inmediato a la punta de Maisí, o sea, Baracoa»28.
No obstante la eventualidad de la transacción, el puerto de Baracoa había sido habilitado para el comercio de exportación en 1803, y sabemos que entre ese año y 1826 se cargaban en sus muelles tabaco, plátanos, cocos, naranjas, cera y miel de abeja, café y, a veces, gengibre29. En las primeras décadas del siglo XIX, el cultivo de banano para la exportación se fue desarrollando en toda el área comprendida entre Gíbara y Punta Maisí, en Guatánamo, el área Nororiental de Cuba (ver Mapa 0.2), y hacia los años treinta, coincidiendo con las especiales circunstancias que en ese período permitieron el surgimiento de diversas actividades económicas, además de una fuerte expansión de la industria azucarera, aquél estaba plenamente consolidado en la citada zona. La citada región bananera de Cuba es un área de morfológica uniforme, pero dividida en dos grandes espacios geográficos separados por la amplia Bahía de Nipe. Al Oeste y Sur predomina la extensa llanura fluvial del río Cauto. El Este es una zona de piedemonte, cerrada meridionalmente por el eje montañoso de Sagua-Baracoa, con suelos de aluvión marino que combinaron originalmente bosques tropicales, con otros relativamente secos y de sabana, calurosos y húmedos. En ella se registran, además, las temperaturas más altas y que menos oscilan a lo largo de año en la Gran Antilla, e igual se puede decir de las precipitaciones, que muestran valores muy constantes, en torno a 800-1.000 mm3 durante todos los meses, condiciones edafológicas, climáticas y de pluviosidad idóneas para cultivar plátanos, café, cacao y cocotales, no tanto caña de azúcar y tabaco30. Una razón más de la idoneidad de la región comprendida entre Gíbra y Punta Maisí para cultivar banano, producto poco resistente a los vientos fuer28
E. de las Cuevas (1935): 16. Sobre este tema, ver también N. W. Simmonds (1973): 341; P. K. Reynolds (1927): 39; F. Ellis (1983): 31; The Standard Cyclopaedia... (1950): 450, y C. M. Wilson (1947): 24-25. 29 J. de la Pezuela (1865-1866): II, 127. 30 Ver Atlas nacional... (1970): 17, 35-37 y 52.
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tes, es que, gracias a la protección de las montañas, éstos no suelen superar en ella los 3 m/s de velocidad media, frente a los 4,5 de toda Cuba, y son escasos los huracanes31. Además, las aguas superficiales en la zona se distribuyen entre una veintena cuencas fluviales con radios colectores difusos y de extensión variable (de 50 a 1.000 km2), que irrigan el terreno, sirven como vías de transporte y ofrecen refugio a los barcos de pequeño calado que, de vela o vapor, según la época, fueron los usados para trasladar los plátanos. Asimismo, tales naves se movían generalmente con rumbo Noroeste, por lo que las condiciones físicas de la citada región favorecieron también el comercio de la fruta, pues en ese sentido las arrastran el aire y el mar de sus costas hasta confluir con la rápida Corriente del Golfo, que se desplaza hacia el Norte, facilitando la comunicación con los puertos de Charleston o Baltimore, desde los que era sencillo llegar a Nueva York o Boston, a cuyos mercados se dirigían normalmente sus cargamentos32. El desarrollo de la agricultura y del comercio bananero en Cuba, por tanto, es ilustrativo de las condiciones que la progresiva especialización en la producción y exportación de azúcar impuso a la economía insular. Corrobora la tesis expuesta en apartados previos de que ésta no impidió, sino que además favoreció, al menos durante en tiempo, allí donde la caña no tenía ventaja comparativa, y mediante el uso de recursos y relaciones disponibles gracias a ella, el surgimiento de actividades como la citada, que llegaron a tener una importancia mundial de primer orden. El cultivo del plátano en el Noroeste de la Gran Antilla y su venta por el puerto de Baracoa fundamentalmente, se expandió desde el inicio del siglo XIX, mucho antes que en Jamaica y Centroamérica, y aunque también sufrió algunos de los efectos negativos de dicha especialización, logró consolidarse. En su primer viaje a América, C. Colón arribó a la isla de Cuba por la región de Baracoa que, además, fue el lugar donde se inició su colonización, tras la pacificación de los indios locales, la fundación de la villa homónima en 1512, su designación como ciudad, capital del territorio y Obispado. No obstante, el gobierno político y eclesiástico y parte de sus habitantes se trasladaron enseguida a Santiago de Cuba, las fuentes de recolección de oro de baja ley en los ríos, base de la temprana economía local, se agotaron pronto, la población nativa de la zona se mostró excesivamente beligerante, y dicha ciudad y su comarca quedaron prácticamente abandonadas, a merced de piratas, con los que pasado el tiempo aprendieron a convivir sus moradores, practicando el truque de los productos locales por los que llegaban del exterior33.
31 La región no se ha visto afectada por ninguno de los huracanes de gran intensidad que han asolado Cuba, desde que se tiene constancia de ellos. 32 A. García Álvarez (2001): 165-166. 33 Sobre la llegada del Almirante a tierras de Barcoa y su descripción, ver C. Colón (1965): 16-27. Acerca de la historia posterior de su región, J. I. Castro (1977) e I. García González (2000).
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El trueque y contrabando de tabaco, cuero, quizás azúcar y mieles, y de productos de primera necesidad demandados por las tripulaciones piratas y de los barcos mercantes que ocasionalmente recalaban en sus costas, fueron la base de la economía de la región de Baracoa y de todas las áreas marginales de Cuba, sobre todo de su mitad Este. Además, debido a esa marginalidad, también abundaron en ella las disputas en torno a los límites y posesión de los terrenos, imprecisamente deslindados y registrados, y la petición de repartos de realengos, en especial por parte de los vegueros y según fue creciendo el comercio ilícito en la zona durante el siglo XVIII 34. Ni siquiera fue objeto Baracoa de ataques extranjeros conforme avanzó el siglo XVIII y proliferaron los conflictos en el Caribe, aunque se esperaban y se fortificó la ciudad para prevenirlos. Sí se vio afectada por las razias y asaltos a buques españoles de los de corsarios cartageneros durante las guerras de independencia de la América continental hispana35, pero entonces había mejorado la economía de la zona, con la habilitación en 1803 del puerto de la citada Baracoa para el tráfico con el exterior y el aumento del comercio legal de bienes como el tabaco y el café que, además, no eliminaron el contrabando, debido a la debilidad del gobierno colonial en el área y a que con él no se pagaban aranceles y se eludía el control sobre las actividades productivas y mercantiles que intentó imponer la Real Compañía de Comercio de La Habana tras las medidas liberalizadoras36. Practicando las citadas actividades, vivían en el partido de Barcoa en 1792 unas 2.800 personas. El 33% eran blancos, el 43% libres de color y el 24% esclavos, distribución normal, pues los primeros tendieron a concentrarse en áreas más ricas de Cuba, y sabemos que en otros lugares los últimos se habían ido liberando por falta de ocupación y ante el temor a rebeliones, pero al mismo tiempo, fueron aumentando —en 1784 eran menos de un 7% de la población— gracias al crecimiento económico de finales del siglo XVIII , a la autorización para importarlos, que convirtió a la región en un mercado de tránsito de africanos destinados a Santiago o La Habana, y al establecimiento en ella de muchos inmigrantes de Santo Domingo, con sus negros, tras la Revolución de Haití, que potenciaron además el cultivo del café y de otros productos en la zona y el comercio con su lugar de procedencia y con los Estados Unidos37.
34 Ver J. Ibarra (1996): 86; O. Portuondo (1987): 10-37; L. Marrero (1978): II, 84, y el Expediente sobre El Realengo de Yateras, Archivo Nacional de Cuba (ANC), Fondo Realengos, 1766, Leg, 74, n.º 5. 35 J. I. Castro (1977): 49, y J. L. Franco (1964). 36 Ver O. Portuondo (1987): 23, y L. Marrero (1978): II, 84. 37 Los datos de población a finales del siglo XVIII son J. de la Pezuela (1865-1866): I, 115. Sobre el mercado de esclavos y la inmigración dominicana, ver I. García González (2000): 77 y O. Portuondo (1992).
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Debido a la expansión de los cultivos de exportación y del comercio, el Gobierno abrió una aduana en Baracoa en 1803. Según O. Portuondo (1992), la producción de café antes de 1807 apenas cubría la demanda interna en su jurisdicción y la de Bayamo. Las medidas de fomento y la vigilancia oficial provocaron que desde esa fecha empezasen a autorizarse envíos destinados a los Estados Unidos y a Europa y a consolidarse los vínculos con los puertos de Nueva Orleáns, Baltimore, Filadelfia y Nueva York. Por la misma razón, aumentaron también las denuncias de realengos con el fin de conseguir buenas tierras para sembrar aquel grano y tabaco38. La Revolución Francesa y la invasión de España por Napoleón afectaron a los inmigrantes galos procedentes de Haití en Cuba. Además, las elites locales, sobre todo de la zona oriental de la isla, donde se establecieron aquéllos, recelosas del éxito de sus actividades, aprovecharon tales circunstancias y presionaron al Gobierno para que actuase y decidiese expulsarlos en 1807. Aunque la disposición fue anulada más tarde y muchos de ellos permanecieron en la Gran Antilla, debido a ella, algunos se trasladaron a Nueva Orleáns, aumentando los vínculos abiertos con ese puerto39. Una nueva disposición de 1815 favoreció la actividad mercantil en Baracoa, autorizó a varios buques foráneos a desembarcar en su puerto mercancías destinadas a abastecer la ciudad y sus aledaños y a cargar en él frutos locales. R. de la Sagra (1842: II, 24) dice que en 1817 éste obtuvo el derecho a comerciar con extranjeros antes que ningún otro en Cuba, a lo que se agregó luego una exención del 50% del arancel vigente en la colonia, y que como consecuencia aumentaron todas las exportaciones, especialmente las de café, tabaco, miel de abeja y cera40. Gracias a ello la población se elevó hasta 5.388 personas en 1817 y 6.224 en 1827, debido sobre todo al crecimiento relativo de los blancos, del 23 al 36%, se supone que por la inmigración, para la cual la zona comenzó a tener entonces el atractivo del que careció antes. El número de esclavos, creciente desde finales del siglo XVIII, llegó a representar un 34% de los habitantes en la primera fecha mencionada, pero luego se estancó en torno a 1.800 y ese porcentaje se redujo al 26% en la segunda. Seguramente la presencia de éstos y el blanqueamiento de la sociedad y la economía explica, finalmente, la disminución de los libres de color y de su proporción de 2.385 y 44%, a 2.281 y 36% en el mismo período41. Es muy difícil establecer el monto del comercio exterior practicado por el puerto de Baracoa antes de 1803, cuando se abrió la aduana. Incluso para
38 Ver, por ejemplo, el Expediente en solicitud de reclamo de la parte de los terrenos realengos entre haciendas de esta jurisdicción, ANC, Realengos, 1871, 32, 22. 39 Ver el citado Expediente en solicitud de reclamo... 40 El dato no está claro, J. de la Pezuela (1865-1866): I , 115, dice que el derecho se otorgó en 1826, más tarde entonces que en otros puertos de Cuba, que lo recibieron en 1818. 41 Ver R. de la Sagra (1842): I, 150 y, también, F. Erénchun (1857-1861): 160.
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los 23 años siguientes sólo disponemos de los datos parciales e imprecisos ya referidos, sobre todo acerca del tipo de productos transados. Varios autores, empero, proporcionan información a partir de 1826 y hasta finales de la década de 1860, cuando la Guerra de los Diez Años afectó a sus actividades42. Los datos del Cuadro I.21 muestran un crecimiento constante de las exportaciones del puerto de Baracoa a partir de 1826, pero que fue en el período 1841-1845 cuando experimentaron un boom extraordinario. Luego se produjo una recesión, seguida por una segunda fase de auge entre 1851 y 1855 y una nueva crisis. Lo más llamativo de tales datos, que se presentan agrupados en medias quinquenales para facilitar su lectura, es que el valor de las importaciones superó sensiblemente al de las ventas en el exterior, lo cual indica que dicho puerto fue principalmente un centro receptor de mercancías, pero constatarlo plantea dos preguntas: ¿dónde se dirigían si la zona estaba poco poblada y mal comunicada con el resto de Cuba? y ¿qué otros ingresos tenían sus habitantes para soportar un déficit crónico de su balanza comercial? Cuadro I.21 Comercio exterior del puerto de Baracoa, 1823-1840 (medias quinquenales en pesos fuertes).
Quinquenio
Exportaciones
Importaciones
Total
1826-1830 1831-1835 1836-1840 1841-1845 1846-1850 1851-1855 1856-1859
15.121 28.198 36.282 86.821 35.309 109.624 28.314
32.190 42.231 39.643 66.068 68.961 166.300 47.668
47.311 70.429 75.925 152.889 104.270 275.924 75.982
FUENTE: A. García Álvarez (2000): 72, elaborado a partir de los datos de R. de la Sagra (1842): II, 34.
Hay varias respuestas tentativas a las preguntas anteriores y, además, no se excluyen. Tal vez buena parte de los bienes vendidos en el exterior por la región de Baracoa se embarcaron en las citadas bocas de las cuentas fluviales que permitían recalar a las naves, en muchos casos con la participación de las autoridades locales que, quizás, tampoco registraban algunos artículos transados en el propio puerto oficial. Esas prácticas no explican satisfactoriamente el desfase de la balanza mercantil, pues su fin era no pagar impuestos y, por tanto, debieron afectar igualmente a las importaciones. Existe también la posibilidad de que no haya constancia escrita de varios productos
42 R. de La Sagra (1842), J. de la Pezuela (1865-1866), J. García de Arboleya (1859) y F. Erénchun (1857-1861).
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exportados por la referida región, simplemente, porque no estaban contemplados en un sistema fiscal que sólo incluía aquéllos que reportaban grandes rentas al Tesoro español —azúcar y sus derivados, tabaco o café—. Una última explicación, muy verosímil, apuntada por I. García González (2000: 59) es que las mencionadas franquicias otorgadas a dicho puerto — su temprana autorización para el comercio con el extranjero y la reducción en un 50% de sus aranceles— y destinadas a fomentar la economía local, hubiesen sido aprovechadas en otros lugares de Cuba, descargando en él los géneros que les llegaban de terceros países, que luego eran trasladados a ellos mediante la navegación de cabotaje. Otros interrogantes que plantean los datos disponibles sobre el comercio exterior de Baracoa conciernen al número de barcos que entraron en su puerto entre 1826 y 1840 (más de 20 anuales), que superó ampliamente el de los que salieron. Destaca, además, que hasta 1834 la mayoría de tales buques eran extranjeros, estadounidenses, y también daneses y británicos, pero luego empezaron a predominar los españoles. Ahora bien, más llamativo aún es que antes de 1838 la mayor parte de las exportaciones se trasladó en estos últimos, mientras que después, y al menos hasta finales de la década de 1850, viajaron sobre todo en naves de terceros países. En el período 1841-1845, el valor de las importaciones y exportaciones del puerto de Baracoa superó los 100.000 pesos fuertes anuales. Las autoridades coloniales gestionaron entonces con el gobierno de Madrid la prórroga por otros diez años de las franquicias que éste disfrutaba, a punto de caducar. La petición fue aceptada, pero no evitó la reducción de la actividad mercantil hacia finales de la década de 1850, lo que ocasionó nuevas solicitudes de exenciones durante un decenio o dos para los derechos de tonelaje de los barcos que cargasen frutos locales, de depósito, beneficencia, habilitación de bandera, pontón, atraque en muelle, del 2% sobre la pólvora y de muchos otros, con el fin de favorecer el uso de dicho puerto y su comercio43. Sobre la composición de las exportaciones de Barcoa, debemos destacar que en el período 1817-1835 las frutas representaban entre el 75 y el 100% de los cargamentos, y que en la década de 1860 el puerto se dedicaba a ellas como ningún otro en Cuba. El café, tabaco, azúcar o mieles embarcados en él, antaño los productos más importantes, dejaron de ser relevantes, reemplazados por guineos o plátanos hembra y, en menor media, por cocos. Sin embargo, ya dijimos que desde el punto de vista fiscal estos últimos tenían escaso interés, eran considerados marginales frente a aquellos primeros, prioritarios en el comercio global de la colonia, y gozaron de exenciones o se vigiló poco el cobro de sus aranceles, seguramente por la pequeña cuantía e irregularidad de las rentas que se espera obtener, pues la insular
43
ANC, Intendencia General de Hacienda, 775, 2, y F. Erénchun (1957-1861): 160.
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era todavía una economía relativamente diversificada hasta mediados del siglo XIX, y ha quedado claro que las autoridades tenían conciencia del valor que el cultivo y venta de tales frutas en zonas como la región Nororiental de la Gran Antilla, y especialmente en la citada ciudad de Baracoa, el único núcleo urbano en el área y que el algún momento podía ser un bastión fundamental para el control y defensa del territorio44. A pesar de la importancia del comercio bananero en Baracoa, hay pocas referencias sobre el período inicial de esa actividad. Apenas tenemos noticias de otros embarques tras el efectuado en 1804 por la goleta Reynard, lo cual no significa que no se realizasen. No hay dudas, empero, de que a partir 1830 entraron en los puertos de los Estados Unidos plátanos del tipo Cuban Red y se enviaron a ese país desde la Gran Antilla y Bahamas, aunque de modo irregular o a intervalos, barcos con bananos rojos o morados y cierta cantidad de piñas45. La escasez de información es tal que a veces se han significado como relevantes hechos bien documentados pero nimios, por ejemplo, el citado y modesto cargamento de 1804, o la importación y subasta en 1843 por un comisionista de 300 racimos de dichos Cuban Reds en los muelles de Nueva York, cuando la colonia española, según C. M. Wilson (1947: 25), producía ya más de 100.000 anuales. A mediados del siglo XIX se usaban ya goletas y clippers, capaces de transportar unos 1.500 racimos, para exportar plátanos rojos y amarillos de la Gran Antilla a Nueva York, Filadelfia y Baltimore. Fue por entonces cuando ese comercio se convirtió en un negocio de envergadura, lo que se atribuye a personajes concretos y distintos, según las fuentes. Hay quien afirma que el primer cargamento importante recibido en el puerto de Manhatan y, procedente la citada isla, fue trasladado en 1850 por la firma J.&T. Perasall, en el barco Harriet Smith que, teniendo en cuenta el mencionado tonelaje de los navíos fruteros en la época, llevó su bodega repleta, pues dejó en los muelles un millar y medio de manojos de Cuban reds. Otros sostienen, sin embargo, que fue W. C. Bliss quien transformó a partir de 1857 una actividad, hasta el momento irregular, en una empresa próspera y grande que aseguró envíos estables de banano de Baracoa a su ciudad, Bostón. Parece que, no obstante esos cambios, se siguieron realizando embarques esporádicos de dichos plátanos, en general en todo el Caribe, y en naves que solían adquirirlos como carga de cubierta, a cambio de pacotilla y de productos artesanales e industriales46. Al regularizarse la exportación de plátanos, se perfiló aun más la especialización del puerto de Baracoa. En 1859 importaba, sobre todo, pequeñas 44
Ver A. García Álvarez (2000): 74. F. Ellis (1983): 31. 46 Ver C. M. Wilson (1947): 25, quien también opina que J.&T. Perasall transformó el comercio bananero. The Standard Cyclopaedia… (1950): 450, y E. de las Cuevas (1935) creen que fue W. C. Bliss. 45
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cantidades de víveres y maderas para envases y construcciones por unos 16.500 pesos fuertes, mientras que sólo el valor de las exportaciones de frutas era de 25.819. El 54,8%, 14.150, correspondían a los embarques de banano47. El aumento de las exportaciones de banano-fruta a los Estados Unidos no implicó que cesase en Cuba la producción de plátanos macho, habituales en la dieta de la población y en el avituallamiento de los buques. J. García de Arboleya (1859: 147) estimaba en 100.000 Tn la oferta insular de ambos en la década de 1850, y que dichos barcos adquirían unas 575. El aumento de la demanda externa, la progresiva organización del mercado y los incentivos fiscales y comerciales, favorecieron el aprovechamiento de la ventaja comparativa de la producción de plátanos en la región de Baracoa y su exportación, en detrimento la piña, la naranja, el genegibre, incluso del azúcar, el tabaco o el café, aunque en ese caso resultado de una crisis que, como vimos, afectó a toda Cuba. Los datos del Cuadro I.22 muestran el incremento de la cifra de fincas rurales en la zona entre 1838 y 1859, la sensible reducción de las dedicadas a los tres últimos artículos citados, y a la ganadería, que habían sido las más numerosas, y el fuerte crecimiento de la cantidad de Haciendas, estancias y sitios, en los que se sembraba el banano, acompañado sólo por el de cocales, fruta que gozó también de dicha ventaja comparativa y cuyo procesamiento in situ para obtener aceite generó pingües ganancias48. El escaso interés fiscal del comercio del banano —en 1859 el valor total de las mercancías salidas por Baracoa no llegó a 110.000 pesos, el del azúcar cubano vendido a los Estados Unidos superó los 27.000.00049—, la lejaCuadro I.22 Clases de fincas (número y porcentaje) existentes en la jurisdicción de Baracoa, 1838 y 1859*.
Años
Cafetos Ingenios Vegas
1838 1859
38 (23) 17 (9)
4 (3) 6 (3)
20 (12) 6 (3)
Cocales
Sitios labor
Sitios crianza
Total
— 16 (8)
21 (13) 123 (60)
79 (49) 35 (17)
162 (100) 203 (100)
* Entre paréntesis el porcentaje sobre el número total. Los terrenos de labor incluyen Haciendas, estancias y sitios, y los de crianza potreros, hatos y corrales. En ambos años había, además, un tejar. FUENTES: Elaborado por A. Santamaría para un estudio en curso sobre la economía de varias zonas de Cuba, a partir de la información de los documentos, ANC, Gobierno General, 489, 25130, y 282, 13744.
47 48 49
R. de la Sagra (1862): 239. Ver E. de las Cuevas (1935). Ver M. Moreno Fraginals (1978):
III,
84.
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nía de sus zonas de cultivo de los centros de gobierno y la facilidad para el contrabando en ellas, invitan a pensar en cifras reales de producción y exportación mucho mayores que las oficiales. Referencias imprecisas y quizás exageradas indican que a finales de la década de 1850 se embarcaban con destino a los puertos norteamericanos en la citada ciudad unos 500.000 racimos de plátanos, y hacia 1868 entre 1.500.000 y 2.000.00050. En la década de 1860 los Estados Unidos sufrieron una guerra civil, pero tras ella se sentaron las bases definitivas del país y de su expansión económica, se abolió la esclavitud en todo su territorio y sus empresas aumentaron su proyección exterior, especialmente en el Caribe, México y Centroamérica, favoreciendo, junto a la ampliación de su mercado interno, el crecimiento de la producción de materias primas y cultivos tropicales. En esas circunstancias, destinadas a satisfacer la demanda norteamericana y ayudadas por capital de la misma procedencia, comenzaron a surgir explotaciones bananeras en la región del Istmo. Aunque se habían iniciado mucho antes, las exportaciones de plátanos de Cuba —y su agricultura—, también se vieron afectadas por el referido proceso, no obstante allí, y al contrario de lo que sucedió en Honduras, Panamá, Costa Rica o Guatemala, para los inversores de la vecina nación tuvieron más atractivo actividades ya desarrolladas y de mayor envergadura, como la azucarera y la tabacalera51. Cuba, por tanto, que entre principios del siglo XIX y la década de 1860, fue probablemente la única exportadora importante de plátanos en el mundo, comenzó a sufrir a partir de esa última fecha la competencia de los países centroamericanos, y también de Jamaica, con los que empezaron a establecer vínculos puertos de los Estados Unidos como Nueva Orleans o Mobile, cuya demanda externa habían satisfecho hasta entonces los productores bananeros de la Gran Antilla. A finales de la década de 1860 se había desarrollado un modesto e irregular tráfico de bananos desde la isla de Roatán, en Honduras, al que se unieron luego otros lugares de la costa Norte del país, cuyos destinatarios fueron la New Orleans & Bay Island Fruit Co. y un grupo de inmigrantes italianos —S. Oteri, D. Cefalu o los hermanos Vaccaro—, radicados en ese puerto de Louisiana. En Aspinwall, actual Colón (Panamá), por entonces territorio colombiano, hacia 1864-1866, C. A. Frank, tras haber obtenido la concesión del envío de correos a Nueva York, comenzó a exportar plátanos también, para lo cual creó la Frank Brothers Co. Zonas de Guatemala y de
50
Información procedente de entrevistas realizadas en 1989 por M. A. Martí a F. Arrué, miembro de una antigua e importante familia dedicada a la exportación de banano en Baracoa y a otras personas de la localidad que se dedicaron al cultivo y/o comercio de esa fruta. 51 Para una explicación de este proceso en Centroamérica y su relación con la construcción de infraestructuras, sobre todo ferroviarias, ver A. Santamaría (1998a): 249-287. Acerca de las actividades de las empresas estadounidenses en Cuba en el último tercio del siglo XIX, A. García Álvarez (1995 y 1996).
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Nicaragua se incorporaron, asimismo, al comercio frutero, y en los años setenta, las pequeñas cantidades enviadas de Centroamérica por empresas como las referidas, habían aumentado hasta unos 3.000 racimos anuales, y poco después la última mencionada disponía ya de sus propias plantaciones y surtía una parte del citado mercado neoyorquino52. Probablemente las primeras exportaciones de plátanos en Centroamérica fueron las de Costa Rica, donde sus productores articularon una red irregular de conexiones con los barcos que llegaban a su costa atlántica y se dirigían a los Estados Unidos. Su caso es también el más significativo de la participación temprana de capital de ese país en el negocio. En la década de 1880, H. Miggs y sus sobrinos, M. C. y H. Keith, contrataron con el gobierno de San José la explotación y ampliación de un ferrocarril construido por él, 324.000 Has a ambos lados de sus vías y la exención de aranceles para importar el material preciso y, con el fin de rentabilizar la empresa, desarrollaron el cultivo bananero a gran escala en la zona y establecieron los vínculos necesarios con el mercado norteamericano, siguiendo el ejemplo de las plantaciones panameñas de C. Frank53. La experiencia anterior de Cuba, que abrió el mercado norteamericano y mostró los beneficios del negocio a plantadores, transportistas, mercaderes e intermediarios, por tanto, favoreció el desarrollo de las exportaciones de banano en Centroamérica y Jamaica, más aún teniendo en cuenta que los países del Istmo las mandaban a los muelles de Nueva Orleans, y esta última a los de Nueva York y Boston, con más tradición platanera, y que, según parece, fueron individuos involucrados en los intercambios con la Gran Antilla, en concreto W.C. Bliss y el conocido como Capitán Busch, quienes realizaron los primeros siete embarques, remitidos en 1869 de Puerto Antonio a los Estados Unidos. Tales envíos precedieron al más divulgado por la historiografía, el que llevó en 1870 L. Dowm Baker en su goleta Telegraph, que regresaba del Orinoco con bamboo y, al recalar en Port Morant, cargó 160 racimos de guineo y los vendió luego con mucho éxito en Nueva Jersey. Sólo un par de años después, el comercio de la fruta estaba consolidado en la colonia británica y reportaba más de 100.000 $ anuales54. El crecimiento del mercado norteamericano, que desde los puertos del Este y Nueva Orleans, a través del Mississippi, se expandía hacia el interior, la regularización de las exportaciones cubanas y el inicio de las centroamericanas y jamaicanas, muestra la consolidación del comercio bananero al
52
Para las primeras exportaciones hondureñas ver G. Castañeda (1939): 30, sobre el resto, C. M. Wilson (1947): 25-26, P. K. Reynolds (1927): 39-41, S. May y G. Plaza (1958): 4, A. Muller (1975): 40 y M. Posas (1993): 111-113. 53 Sobre este tema, ver W. Steward (1967), A. Santamaría (1998a): 249-287, y M. Posas (1993): 114-115. 54 Ver The Standard Cyclopaedia... (1950): 450, Revista de Agricultura (1901), XVI/10, P. K. Reynolds (1927): 43-44, y S. May y G. Plaza (1958): 5.
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final de la década de 1860. Su situación interna, empero, impidió a la Gran Antilla beneficiarse de ello como cabía esperar por su condición de pionera. La isla seguía en manos españolas, pero por su progresiva especialización en la producción de azúcar, su economía estaba ya vinculada a la de los Estados Unidos, que compraban el 54% de su edulcorante, una parte aún mayor de otros artículos, relativamente menos importantes, como los plátanos, y ofrecían expectativas de que su demanda de tales bienes y de algunos otros seguiría aumentando en el futuro y, según menos visto, comenzaban a remitir capital a los vecinos países de América con el fin de desarrollar la oferta de los mismos. Ya hemos visto que en 1868 estalló una guerra contra España en Cuba que se circunscribió sobre todo a su mitad Este. Antes, sin embargo, se habían producido varias conspiraciones pro independencia o anexión a los Estados Unidos, y desde la liderada por N. López en 1851 los rebeldes y/o pertrechos necesarios para ellas habían llegado normalmente por mar. También hemos comentado que la zona de Baracoa era especialmente idónea para acciones de este tipo. Allí recibió F. Estrampes en 1854 un alijo de armas traído por el buque frutero norteamericano John G. White, y aunque la carga fue apresada, el responsable fusilado e, incluso, se dejó partir a la nave, que debía embarcar banano, para no perjudicar a los plantadores, a partir de entonces las autoridades coloniales empezaron a mostrar más celo con la libertad que gozaban el tráfico marítimo y el comercio en la región Nororiental de la Gran Antilla, que había sido clave en la expansión de las exportaciones plataneras55. Por la misma razón, además, los armadores y capitanes de los navíos que surcaban las rutas cercanas, comenzaron a buscar en la producción que se iniciaba en otros lugares, por ejemplo, en Jamaica, cómo llenar sus bodegas sin tanta vigilancia. La guerra alteró la actividad económica en la mitad Este de Cuba entre 1868 y 1878. Se trasladó a mucha población de las zonas aisladas y costeras para que no sirviese de baluarte a los rebeldes o a infiltrados del exterior, lo que afectó a las fincas próximas a Baracoa o Banes, se extremó la vigilancia de la navegación, y los ejércitos en lid arrasaron cosechas y centros productivos con el fin de impedir el avituallamiento del enemigo. No obstante, parece que el cultivo platanero fue poco perjudicado, aunque ignoramos cuánto habría crecido o si se hubiese evitado o retrasado algo el aumento de la competencia internacional de no haber mediado el conflicto. En todo caso, en 18761877 se embarcaban en la citada Baracoa más de 900.000 racimos anuales de banano y otros lugares —la vecina Sagua de Tánamo, Samá o Gíbara— se incorporaron a su producción y comercio, extendiendo el área de desarrollo de ambos, lo que coadyuvó a su expansión de los siguientes años56. 55
Ver E. de las Cuevas (1935): 21-22, Cuba en la mano... (1940): 872, y A. García Álvarez (2000): 81. 56 A. García Álvarez (2000): 84.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
En conclusión, la agricultura y comercio bananero en el Noroeste de Cuba es un ejemplo de actividad surgida en paralelo a aquéllas en las que se especializó progresivamente su economía, beneficiada por la infraestructura, recursos o conexiones mercantiles generadas por las segundas y por las condiciones de la zona: su ventaja comparativa para cultivar plátanos y la facilidad que ofrecía a la navegación. Además fue incentivada por la administración colonial y local, y aunque se vio perjudicada por problemas externos en cuyos motivos tuvo poca participación —el peligro de que el descontrol de sus exportaciones permitiese introducir armas destinadas a luchar contra el Gobierno o la propia Guerra de los Diez Años—, las bases en que se asentó hicieron posible que sobreviviese a ellas y también a la concentración de factores productivos en la industria azucarera en la segunda mitad del siglo XIX, justo cuando la competencia exigía un esfuerzo adicional para mantenerse en el mercado. Seguramente resistió gracias a que las plantaciones fruteras requirieron relativamente poco capital y mano de obra esclava57. Para valorar el significado económico de actividades como la bananera se puede decir que en la jurisdicción de Baracoa vivían en 1782 el 0,9% de los cubanos y en la década de 1860 el 0,8. Estimamos que en la primera fecha generaron en torno a un 0,33% del ingreso de la Gran Antilla y en la segunda un 0,33. Sin duda, ambas cifras están sesgadas a la baja, aunque se han corregido para compensar valores omitidos, en especial los del contrabando, pero son indicativas, sobre todo observadas a largo plazo, de que producciones distintas al azúcar o el tabaco, no obstante su importancia internacional, crearon mucha menos riqueza que éstas, pero también de que en una zona donde tuvieron poca implantación, la consolidación del cultivo y comercio de otras, con las características que tuvo la platanera, permitió un aumento de dicho ingreso superior a la media insular: aproximadamente un 30% anual en el período antes mencionado, frente al 17% de esta última58. Otro dato indicativo de lo que señalamos es la productividad de la tierra, un acercamiento a la referida ventaja comparativa que tenía el banano en la zona de Baracoa. Según el censo de 1862, una caballería generaba en
57 El número de esclavos en la jurisdicción se triplicó entre 1792 y 1817, luego empezó a decrecer, y en 1859 había un 70% menos que en la década de 1810, lo que sin duda se explica por la disminución de su necesidad cuando se inició la crisis de las actividades que los usaban: la producción de café en toda Cuba y la de azúcar en su mitad Este. Los datos de las tres fechas citadas son, respectivamente, de J. de la Pezuela (1865-1866): I, 115, R. de la Sagra (1842): I, 150, y ANC, Gobierno General, 282, 13744. 58 Las cifras de población son de J. de la Pezuela (1865-1866): I, 11, y Conde de Armildez de Toledo (1864). El ingreso se estima a partir de los datos de ANC, Administración General Terrestre, 52, 11 (para finales del siglo XVIII), que ofrece información sobre la riqueza y el cobro de diezmos, y ANC, Miscelánea de Expedientes, 2071, que incluye estimaciones de renta líquida, usando el procedimiento empleado en C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 310, de donde tomamos el dato del producto de la Gran Antilla.
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la región 2.791 $ anuales, cantidad en la que sólo era superada en Cuba por la jurisdicción de Sagua. La misma fuente indica también la referida importancia del puerto de la localidad, en el que se producían el 5% de los movimientos comerciales efectuados en la isla (considerados según su valor), a pesar de ser tan pequeño59.
La industria, otras actividades menores y su producto60 Igual que observamos al estudiar la agricultura, la progresiva especialización productiva de la economía cubana permitió el surgimiento y desarrollo de otros sectores secundarios y terciarios por varias razones. Determinadas actividades tradicionales de comercio, manufactura o servicios no desaparecieron, perdieron importancia con el avance del tiempo o se reconvirtieron, pero siguieron siendo necesarias para el abastecimiento de la población, que no pudo satisfacerse totalmente desde el exterior, particularmente de artículos que no era rentable importar por su escaso precio o elevado riesgo de transporte, al menos con la urgencia en que se requerían. Bienes alimenticios elaborados, textiles, calzado o utensilios básicos de ferretería o construcción tuvieron esas características, sobre todo en las ciudades. Su confección fue de tipo artesanal en las últimas décadas del siglo XVIII y primeras del XIX. La razón de la especialización económica fue que permitió un crecimiento mayor gracias a la ventaja comparativa de los productos que concentraron los recursos; en ese sentido, favoreció la movilización y reproducción de éstos y la creación de infraestructuras, lo que, según el modelo teórico clásico de A. O. Hirchsman (1977), generó eslabonamientos que no siempre se trasladaron al mercado internacional. Ciertas actividades se beneficiaron de dichas infraestructuras, del capital obtenido como beneficio en las explotaciones comerciales y de su demanda de algunos bienes y servicios. Naturalmente, esto determinó el surgimiento de empresas de transporte naval y ferroviario, almacenaje y comercio al por mayor, de instituciones de crédito, de un sector profesional encargado de su administración, pero también de negocios minoristas de compra-venta o de talleres de reparación. De la infraestructura creada y las redes de comercialización abiertas para atender las necesidades de las principales actividades de exportación y del excedente de capital que éstas generaron se beneficiaron, finalmente, y como observamos al estudiar la producción agraria, una serie de sectores situados en zonas donde aquéllas no tenían ventaja comparativa. 59 Datos del Cuadro estadístico general que demuestra la población, riqueza, contribución e impuestos de la Isla de Cuba, 1862, ANC, Academia de la Historia, 71, 131. 60 Este apartado sintetiza los resultados de un trabajo más amplio, A. Santamaría (2002c), publicado en el libro compilado por En J. Opatrn`y y C. Naranjo, coords. (2002): 103-131.
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En el contexto descrito anteriormente, se mantuvo en Cuba un sector de producción y servicios, en muchas ocasiones reuniendo ambas características, constituido por actividades artesanales y comerciales tradicionales61 y por otras nuevas, surgidas para satisfacer la demanda urbana y de la agricultura de exportación, complementarias, no alternativas a esta última, y adaptadas a un mercado en el que tuvieron que competir en desventaja con las importaciones de España, incluso de terceros países, pero en el que, como vimos, quedaban espacios que sólo podía atender la oferta interna. Fueron perjudicadas, asimismo, por la extracción de excedentes, pública (aranceles e impuestos coloniales) y privada (remesas, retornos de utilidades e inversiones en el extranjero), y por unas condiciones laborales, financieras y de fomento que no estaban destinadas a favorecer su desarrollo, aunque pudieron aprovecharlas marginalmente, e igual se puede decir de su dotación de recursos, en general determinada por que tras dicha extracción y lo que se dedicaba a reinversión, quedasen beneficios de las ventas de artículos en el exterior. Ejemplo del desarrollo de una actividad en una zona de escasa expansión del azúcar y de otros cultivos comerciales, pero beneficiada indirectamente por ella, fue la explotación de las minas cupríferas del Sureste de Cuba, ubicadas concretamente en el lugar llamado El Cobre, cercano a Santiago. Su existencia se conocía desde el siglo XVI y se había intentado explotarlas varias veces con poco éxito. La Corona, incluso, asignó a los concesionarios una dotación de esclavos a la que apenas se dio empleo y que en los años de la Revolución de Haití se rebelaron contra el plan de trasladarlos a La Habana para trabajar en la muralla y obtuvieron del Rey la libertad y la concesión de una villa y medio Cabildo municipal62. Hasta la década de 1830, con los incentivos a la inversión y la participación de extranjeros en las actividades productivas en Cuba, y aprovechando el crecimiento de la demanda mundial de metales, concretamente de Gran Bretaña en el caso del cobre, lo que provocó una auténtica fiebre minera63, no se explotaron con éxito los yacimientos cupríferos insulares. Empresa-
61 M. Moreno Fraginals (1995) describe el surgimiento y desarrollo desde fechas muy tempranas de «una economía de producción y servicios» para abastecer a las flotas que recalaban en La Habana, a la propia ciudad y a las haciendas rurales especializadas en el cultivo de diversos artículos y en la cría de ganado. 62 El estudio de la minería del cobre en Cuba es el primer resultando de una investigación en proceso, A. Santamaría (inédito-b). Sobre el descubrimiento de los yacimientos de dicho mineral y el escaso éxito de su explotación hasta la década de 1830, ver Expediente número 33 sobre poner en labor las minas del Realengo de Santiago del Prado, ANC, Intendencia de Hacienda, 388, 16 y O. Portuondo (1996): 355-377. 63 En muy pocos años se registraron más de 250 yacimientos, aunque únicamente se explotaron una minoría. En 1860 sólo se hallaban en operación una treintena, ver Relación de las minas de la Isla de Cuba, 1860, ANC , Gobierno General, 432, 20855; Relación de las minas que están en explotación, 1853, ANC, Intendencia General de Hacienda, 406, 116, e I. Roldán (1985 y en prensa).
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rios ingleses, españoles y criollos, en sociedad o por separados y con capital obtenido principalmente en el mercado de Londres, iniciaron las extracciones. Su producto era enviado en bruto al Reino Unido gracias a una disposición que permitía remitirlos así unos años, hasta que se instalasen funciones en la Gran Antilla, pero que en la práctica se fue prorrogando ante la ausencia de aquéllas, lo mismo que las exenciones de derechos de exportación, de importación de maquinaria y aperos de trabajo y del quinto real64. Las reformas económicas e institucionales de principios del siglo XIX, permitieron el desarrollo en Cuba de una actividad minera que antes había sido impedida por su escasa importancia frente a la de metales preciosos en México. El fuerte desembolso de capital necesario inicialmente y no disponible internamente, llegó del exterior gracias al atractivo que la isla empezó a tener para los inversores. Debido a ello, en Santiago, como en otras ciudades del territorio, había cónsules británicos que fueron los promotores extranjeros de las compañías extractivas. En su relación con los empresarios locales, empero, no fueron predominantes; al contrario, no sólo participaron juntos en el negocio, sino que cuando se tendió un ferrocarril para el servicio de las explotaciones, su mentor fue uno de estos últimos, J. Arrieta, que además era accionista de la principal firma cuprífera, la Consolidada, cobró elevadas tarifas aprovechando su monopolio del transporte en la zona, que fueron objeto de quejas hasta de sus propios socios y, al final, ganó los pleitos que le interpusieron y se hizo con la propiedad de la citada corporación65. El mercado colonial impuso también límites a la explotación del cobre, sobre todo cuando empezó a mostrar signos de crisis por otras causas. En primer lugar, como ya hemos dicho, no se desarrolló una industria de fundición. Los productores se justificaron ante el Gobierno argumentando que en la isla no había condiciones para ello e, igual que en el caso del azúcar, tampoco surgieron en la metrópoli, de modo que se aprovechó la clientela disponible, la británica, que demandaba el mineral en bruto. En el Cuadro I.23 se aprecia que la década de 1840 fue el período álgido de la minería del cobre en Cuba. Luego empezó a padecer diversas dificultades. Como ocurrió con el café y otros cultivos, debido a la competencia internacional y al abaratamiento de los transportes, tuvo que afrontar un brusco descenso del precio, de algo más de 100 $/Tn promedio en el lustro 18451849 a unos 50 en 1850-1854, cifra en la que se mantuvo luego sin muchas variaciones. A ello se unió, además, la supresión en 1843 de la exención del impuesto de 5% sobre el producto que se había concedido a las empresas
64
Ver Expediente número 33... Ver Carta de Joaquín Arrieta, ANC, Intendencia General de Hacienda, 308, 25; ANC, Gobierno Superior Civil, 109, 35 y 121; J. de la Pezuela (1865-1866): II, 345; O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 64-65. y E. L. Moyano (1991): 164-170 y 303-306. 65
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Cuadro I.23 Producción de cobre en Cuba, 1830-1879 (medias quinquenales en Tn y porcentaje de crecimiento).
Quinquenios
Producción
1830-1934 1835-1839 1840-1844 1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1874 1875-1879
1.108 9.933 34.571 35.384 24.757 19.245 15.225 8.683 232 149
Porcentaje de crecimiento — 796,5 248,0 2,4 –30,0 –22,3 –20,9 –43,0 –97,3 –35,8
FUENTES: elaboración propia a partir de los datos obtenidos de varias fuentes del ANC, algunas ya citadas a pie de página, para el estudio A. Santamaría (inédito-b), y de A. Calvache (1944) e I. Roldán (en prensa).
para iniciar sus actividades. Los propietarios, empero, esgrimieron una razón diferente de la progresiva crisis del sector. Los problemas citados, la carestía de los fletes ferroviarios y la escasez de mano de obra a causa a la concentración de recursos en la industria azucarera, sólo empeoraron una situación ocasionada por el agotamiento de las vetas de mineral más rico y porque la búsqueda nuevos filones se vio obstaculizada o impedida por el anegamiento de los pozos según avanzaba en profundidad la extracción. Por lo que sabemos, tales circunstancias no se pudieron resolver tecnológicamente, pues las compañías poseían maquinaria moderna y operarios cualificados contratados en Gales66. Entre las décadas de 1840 y 1860 la oferta de cobre disminuyó en Cuba de unas 35.000 a menos de 12.000 Tn promedio anual. Como ocurrió en el caso de otras actividades con dificultades en la mitad Este de la isla, la Guerra de los Diez Años agravó sus problemas y las explotaciones se abandonaron. En el quinquenio 1870-1874 sólo se extrajeron 232 Tn y la producción ya no se recuperó. La minería inició luego en la Gran Antilla un nuevo período de expansión, a partir de los años ochenta, pero gracias al beneficio del hierro y del manganeso, también en la región oriental de su territorio y con capital estadounidense, cuando éste comenzó a invertir en la industria azucarera y en otros sectores67. 66 Ver Cuaderno con una relación de las minas en el Departamento de Cuba, 1853, ANC, Gobierno General, 559, 27378, e I. Roldán (en prensa). 67 Sobre la minería del cobre a partir de la década de 1870, ver A. Calvache (1944) e I. Roldán (en prensa), acerca de la explotación posterior de hierro y manganeso, aparte de la obra del primero, F. Iglesias (1975), L. D. Soto (1981), L. Pérez (1982), y E. L. Moyano y S. Fernández (1998).
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Según las propias compañías, durante su fase álgida las minas de cobre de Cuba rindieron utilidades del 35-40%, similares a las obtenidas por los ingenios, fueron las principales abastecedoras del mercado británico y generaron un 2,2% del ingreso agregado insular. Sólo fueron una actividad menor, por tanto, dentro de una economía en fuerte expansión y comparada con la industria azucarera68. Para tener una idea de lo que significó la explotación del cobre para la economía de Cuba y, sobre todo, de la región en que se hallaban los yacimientos, basta decir que en ella vivía en la década de 1840 menos de 1,4% de la población insular, que dicho porcentaje había aumentado espectacularmente respecto a la de 1770, cuando sólo suponía un 0,24% y que, además, era muy inferior a la referida proporción del 2,2% que sólo el producto de la minas representaba por entonces en la renta de la Gran Antilla. Como hemos señalado en varias ocasiones, por tanto, la actividad extractiva únicamente fue poco importante en comparación con los cultivos e industrias de exportación, básicamente con los del azúcar y el tabaco, pero a escala local impulsó un crecimiento que se dio en muy pocos lugares de la isla69. Frente a otros sectores productivos y en especial respecto a los agrarios, el problema de la minería y, por extrapolación, de las zonas dedicadas a ella, es que se trata de una actividad mucho más dependiente de la volatilidad de los recursos. En su evolución, una vez consolidadas, las extracciones cupríferas siguieron el mismo proceso que vimos en la industria azucarera. Se concentró la propiedad en unas pocas grandes firmas y se construyó un ferrocarril de 14 km con una solución técnica muy racional. Ya que los yacimientos se ubicaban en tierras altas, los carros que subían hacia ellos desde la Bahía de Santiago con los diversos pertrechos requeridos por las empresas, eran arrastrados mediante un sistema de cables por los que descendían cargados de metal. Es cierto que el tendido de las vías se retrasó debido al recelo del Gobierno a autorizar un embarcadero en el lugar más cercano a las explotaciones, pero alejado de la aduana del puerto de Santiago, y también que ello debió repercutir en los beneficios, pero cuando al fin se permitió realizar la obra y se abrió el tren (1844) faltaban muy pocos años para que empezasen a agotarse los filones. Por esa razón y por las referidas elevadas tarifas del transporte, la historiografía ha señalado que aquél no fue todo lo útil que se esperaba, no obstante, los documentos de las propias compañías indican lo contrario e insisten en que la depresión del sector fue resultado del agotamiento de las menas. En lo que respecta a la localidad de 68
Exposición de los directores de las compañías públicas de minas de cobre de la isla de Cuba, 1843, ANC, Intendencia General de Hacienda, 407, 11. 69 Los datos demográficos proceden del Padrón general... (1846) y Partido del Cobre. Censo de población y demás datos estadísticos, 1856, ANC, Miscelánea de Expedientes, 4076, Y, y 4119, K respectivamente.
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El Cobre, el impacto de la crisis fue tal que perdió incluso la condición Partido territorial que se le había otorgado70. De otros sectores productivos cubanos sabemos muy poco, incluso de las demás actividades mineras, salvo lo ya referido acerca de que en la década de 1830 se exploró la isla en busca de yacimientos y se extrajo plata, asfalto, carbón o sal, aunque sin los beneficios obtenidos por la explotación del cobre71. Las industrias que experimentaron un desarrollo mayor fueron las vinculadas con el sector externo y, en especial, las derivadas de la agricultura e industria azucarera o tabacalera o relacionadas estrechamente con su demanda. Por ejemplo, en el Cuadro I.16 observamos que la producción de puros y cigarrillos comenzó a mediados de la década de 1830 gracias al aumento de su consumo internacional, y que su oferta creció de modo constante, aunque con oscilaciones, sobre todo en el decenio de 1850, cuando se inició su mecanización. J. Stubbs (1989: 23-29), explica que, no obstante, e igual que ocurrió en el caso del dulce, casi al mismo tiempo se vio perjudicada por la progresiva reducción de los mercados de Europa y la expansión del de los Estados Unidos, que demandaba tabaco en rama, para completar su elaboración. J. Rivero Muñiz (1964) destaca también que la incipiente organización de sus obreros impidió una mayor tecnificación de la manufactura tabacalera cubana y que, por eso, muchos productores se trasladaron al Sur de los Estados Unidos, contribuyendo al crecimiento del sector en ese país. Por tanto, al mismo tiempo que aquélla se consolidaba como fabricante de los mejores puros del mundo, se frustró la posibilidad de desarrollar una industria destinada a satisfacer el consumo masivo72. La producción de aguardiente, licores y ron fue la principal manufactura derivada de la industria azucarera en Cuba. J. Le Riverend (1985: 24) constata que en la década de 1830 había más de 300 alambiques y que su número se redujo luego, estabilizándose en torno a 240-275 en las de 1840-1860. Los datos del Cuadro I.24, empero, muestran que el aumento de las exportaciones del referido ron no se detuvo, lo que indica que el sector experimentó un proceso de concentración similar al de los ingenios.
70 Acerca de la concentración de la propiedad de las compañías mineras, ver Expediente número 33...; sobre la construcción del ferrocarril y sus dificultades iniciales, Carta de Joaquín Arrieta..., y O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 64-65; respecto a los beneficios que reportó para las explotaciones, Exposición de los directores... y E. L. Moyano (1991): 164170 y 303-306, y para lo que se refiera al agotamiento de los filones y a la eliminación del Partido el El Cobre, Comisión del Excelentísimo Señor Conde de Mirasol, oficio y Constación sobre las causas que han concurrido a disminuir las explotación de las minas de esa Isla, ANC, Intendencia General de Hacienda, 461, 3 y V. González Loscentales e I. Roldán (1980): 255-299. 71 Ver Relación de las minas de la isla..., Relación de las minas que están..., A. Calvache (1944) y L. D. Soto (1981). 72 Ver también D. González (1992): 292-326.
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Cuadro I.24 Exportaciones cubanas de ron, 1800-1879 (medias quinquenales en litros y porcentajes).
Quinquenios
Producción
Porcentaje crecimiento
1800-1804 1805-1809 1810-1814 1815-1819 1820-1824 1825-1829 1830-1934 1835-1839 1840-1844 1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1874 1875-1879
1.510 2.500 3.520 4.410 5.530 8.020 11.150 13.700 15.710 23.900 31.200 27.700 34.290 42.300 46.900 28.511
— 65,6 40,8 25,3 25,4 45,0 39,0 22,9 14,7 52,1 30,5 –11,2 23,8 23,4 10,9 –39,2
FUENTE: M. Moreno Fraginals (1978):
III .
La reparación de maquinaria, la metalurgia y ferretería y la carpintería y la producción de materiales de construcción fueron las manufacturas más favorecidas por la demanda el sector externo, la urbanización y el tendido ferroviario en Cuba. J. Le Riverend (1985: 225) refiere la existencia en la década de 1820 de más de 1.000 tejares, caleras y yeserías y de 16 funciones. Igual que los alambiques, tales actividades aumentaron su oferta en la segunda mitad del siglo XIX gracias a la tecnificación de la industria azucarera y a la apertura de nuevas líneas de tren, y experimentaron procesos de mecanización y concentración. J. de la Pezuela (1865-1866), por ejemplo, censó sólo 12 de las referidas fundiciones en los años sesenta, pero mucho mayores que sus antecesoras. Una de ellas, instalada en Bemba en 1849, llegó a tener 100 trabajadores —los ingenios empleaban una media de 150 en 186073—. Su caso muestra, además, que dichas fábricas se localizaron también en el campo, no sólo en las ciudades, en las áreas de expansión cañera, aunque por su vinculación con la agricultura comercial apenas se desarrollaron en la mitad Este de la isla y debido a ello, finalmente, se vieron poco afectadas por la Guerra de los Diez Años. Hay que tener en cuenta, como señalamos en el caso de los llamados cultivos menores, que en las plantaciones había instalaciones destinadas a 73
Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1999): 81.
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reparar o fabricar maquinaria, piezas mecánicas, herramientas, materiales de construcción o envases. Según L. Marrero (1973-1993: X, 215), tales actividades pudieron generar entre un 8 y un 15% del ingreso de los ingenios. El modo en que se expandieron al margen de estos últimos, sin embargo, parece indicar que con el paso del tiempo una parte cada vez mayor de los citados artículos se adquirió en el mercado gracias a su perfeccionamiento y abaratamiento. En las principales ciudades de Cuba surgieron muchas industrias dedicadas a elaborar alimentos y bebidas (pan, pastas, dulces, chocolate, tasajo, gaseosa), textiles y calzado, instalaciones en muchos casos que combinaban la producción y venta. Por supuesto, se expandió el comercio al detalle y no sólo en las urbes, sino también en el medio rural y en las plantaciones a medida que iba avanzando la economía monetaria y la población cubría más sus necesidades acudiendo al mercado. Otras actividades manufactureras que se surgieron en Cuba fueron las productoras de fósforos, jabones, papel, velas y demás artículos derivados de la cera, gracias al citado desarrollo de la apicultura, las relojerías y platerías y los establecimientos de impresión y litografía, vinculados también con el sector exportador, favorecidos, por ejemplo por la extensión de la costumbre de vender el tabaco con marquinas y vitolas. Por lo general, tales industrias y las referidas en el párrafo anterior, mantuvieron su carácter tradicional y artesanal, al menos más que las relacionadas con la madera, el metal o la construcción. Vinculada también con el sector exportador y con la demanda urbana, en Cuba se desarrolló una actividad pesquera que, además de contar con un mercado interno en expansión, sirvió para enmascaras la trata ilegal de esclavos o de indios yucatecos, como mostramos en apartados anteriores74. No obstante lo visto hasta ahora, hubo también actividades manufactureras a las que perjudicó la especialización de la economía de Cuba, por ejemplo, las tenerías y otras industrias del cuero, debido a la disminución de la ganadería. Según J. Le Riverend (1985: 225 y 281), entre las décadas de 1820 y 1860 el número de aquéllas apenas varió en la región central de la isla (en tono a 60), y en el centro-Este, el área más perjudicada por la reducción de la cabaña animal, decreció de 50 a 33, sin que se diese un proceso de concentración como el que tuvo lugar en las fundiciones o alambiques. Además, a causa de su ubicación territorial, dicho sector si se vio seriamente afectado por la Guerra de los Diez Años. La silvicultura y la tala de árboles, particularmente de maderas preciosas para la exportación, actividades muy florecientes mientras tuvieron recursos que explotar, fueron perjudicadas también, en este caso por la esquilmación del bosque debido al desmonte que provocó la expansión de la agricultura co-
74
Ver J. Le Riverend (1985): 210 y A. García Álvarez (1993b): 37-39.
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
165
mercial en Cuba durante el siglo XIX, especialmente desde que a principios de esa centuria, los hacendados lograron acabar con el monopolio de la Marina sobre ellos para el abastecimiento de los astilleros y de los barcos75. Con la poca información disponible, igual que hicimos con el producto rural, hemos intentado estimar la renta de las actividades industriales, comerciales y de servicios para algunos años con el fin de tener una noción más precisa de las mismas. Los cálculos presentan aún más problemas que los del ingreso agrario, pero del idéntico tipo. Los datos proceden de fuentes fiscales básicamente, omiten la oferta menos vinculada con el mercado y no son uniformes ni continuos. Sin embargo, siempre es mejor disponer de cifras con tales defectos que carecer de ellas, sobre todo por su valor de referencia de las tendencias en el largo plazo. En el Cuadro I.25 están anotados los resultados. Los datos del Cuadro I.25 destacan que la renta de las actividades menos vinculadas con las exportaciones representó a partir de la década de 1840, y de un modo casi invariable hasta la de 1880, en torno a un 30% del ingreso total de Cuba. Antes había llegado a generar, incluso, más de un 40%, por lo que parece que desde los años cuarenta fue perjudicada por la concentración de los recursos en el sector externo y por la política arancelaria española, pero una vez se realizó el ajuste estructural resultado de tales circunstancias, creció a un ritmo similar al de la agricultura comercial debido a su citado carácter complementario respecto a ella, lo que implicó que se viese afectada por la reducción de su producto entre los decenios de 1860 y1880 tanto como se benefició de su incremento en fechas precedentes. Las fuentes no suelen desglosar el producto industrial del comercial, entre otras razones, debido a la tenue barrera que, según hemos visto, separó a muchas actividades manufactureras y de venta el detalle, pero los pocos datos disponibles indican una distribución más o menos equitativa entre ambas de la renta que generaron en conjunto, ligeramente sesgada a favor de las primeras. Los servicios representaron una parte menor, entre 6 y 8%, y la información sobre ellos es menos fiable y está estimada a partir del porcentaje de población ocupada en los mismos y de la productividad media del trabajo. No obstante, valores de tal calibre parecen coherentes en una economía que requirió el desarrollo de una infraestructura administrativa, con un aparato de gobierno y burocrático colonial y una elite poco ausentista y que ofertó empleo doméstico y personal. El crecimiento de las ciudades también coadyuvó a su desarrollo. De los datos del Cuadro I.25 hay que destacar también que el producto de las actividades manufactureras en Cuba, debido al tipo de agricultura en que se especializó su economía, se compuso no sólo del ingreso de las in-
75 Ver M. Moreno Fraginals (1978): II, 157-166, G. de Aranda (1988), V. Casals (1989), C. Naranjo (1991b) y, especialmente, R. Funes (1998, 2002a y b y 2004).
20-6 22-12 26-51 41-100 55-290 56-332
%-Índ.
%-Índ.
64-11 57-18 63-71 71-100 71-215 70-240
2,2 4,5 19,1 37,2 107,9 123,7
Comer. asociada
6,9 11,8 46,1 64,6 138,9 155,2
Total
Producto agrario
24-100 23-213 23-237
%-Índ.
21,7 46,4 51,5
Ind.
36-15 43-39 37-100 29-100 29-249 30-288
%-Índ.
3,9 8,8 26,7 26,6 56,2 65,1
Total
21-100 23-227
%-Índ.
19,6 44,5
Ind. + Com.
8-100 6-167
%-Índ.
7,0 11,7
Servicios
Producto de otros sectores
12 23 80 100 214 242
Índ.
10,8 20,6 72,8 91,2 195,1 220,8
Total
62 74 102 100 141 144
Índ.
62,7 75,0 103,2 101,5 143,5 145,9
Per cápita
FUENTES: Los datos sobre la distribución ocupacional de la población proceden de los censos y la tomamos del Instituto de Historia de Cuba (1994–). Para otras precisiones acerca de los cálculos y las fuentes, ver los Cuadros I.17 y 18.
* En la primera parte de la tabla anotamos el valor del producto agrario total y de los cultivos comerciales del Cuadro I.17 y desglosamos el de la manufactura azucarera y tabacalera fundamentalmente (Ind. asociada) implícito en él, y el cálculo de los ingresos de otros sectores, distinguiendo, cuando es posible, entre el de los servicios y el de la industria y el comercio (Ind. + Com.). Al final sumamos las cantidades (Total) y las dividimos por el número de habitantes (Per capita). Excepto en este últimos caso, que son pesos, las cifras están expresadas en millones de pesos de la década de 1840 y ponderadas por la información de distribución ocupacional de la población para evitar una doble contabilidad ante la ausencia de tablas imput-output. En la segunda parte del cuadro, dichos valores están convertidos en porcentajes del ingreso total (%) e indexados según su crecimiento, considerando 1842-1846 = 100 (Índ.).
1775 1792 1827-1831 1842-1846 1862-1863 1881
1775 1792 1827-1831 1842-1846 1862-1863 1881
Períodos
Cuadro I.25. Producto de las actividades no agrarias en Cuba y e ingreso total, 1875-1881 (cifras absolutas en millones de pesos de la década de 1840, porcentajes respecto al ingreso total e índice de crecimiento, 1842-1846 = 100).*
166 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
AZÚCAR O SUCUMBIR. PRODUCCIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
167
dustrias que la historiografía denomina menores, sino también de las asociadas al procesamiento de la caña y del tabaco –y durante un tiempo al beneficio del café–. Las fuentes suelen distinguir entre la renta generada por las vegas y las fábricas de puros y cigarrillos, no sucede así en el caso de los ingenios, aunque por varias estimaciones realizadas a finales del siglo XIX sabemos que la materia prima representaba aproximadamente un 60% del valor del azúcar crudo y un 40% del refinado76. La progresiva concentración de sus exportaciones en los Estados Unidos provocó una especialización paralela de los ingenios de Cuba en la elaboración de azúcar crudo, pues así era como se demandaba en aquél país77. Para distinguir entre la renta generada por estos últimos y los cañaverales hemos asignado a la manufactura un tipo fijo del 40% y prorrateado la diferencia (60%) en función inversa al aumento de la proporción de la oferta total vendida en el mercado norteamericano, datos aportados por M. Moreno Fraginals (1978: III). En el Cuadro I.25 se observa que, como resultado del incremento de dicho porcentaje, el ingreso devengado por el procesamiento fabril del dulce y el tabaco creció mucho más despacio que el de la agricultura comercial en la segunda mitad del siglo XIX (para fechas previas no se ha podido calcular, pero lo más probable es que lo hiciese en proporciones similares) y que sumado al de las demás industrias representó alrededor de un tercio de la renta total de la Gran Antilla. El cálculo del ingreso cubano por el método explicado en estas páginas debe tomarse con precaución, considerando las limitaciones de la información utilizada, y como un orden de magnitud y expresión de una tendencia fundamentalmente. En ese sentido, parece coherente con lo que cabría esperar tras analizar la estructura y crecimiento económico de la Gran Antilla. También debemos señalar que los resultados son muy similares a los obtenidos por la otra estimación disponible, la realizada por P. Fraile y R. y L. Salvucci (1993) desde el lado de la demanda, y que al añadirle el producto de las actividades no agrarias, ya que su proporción varió poco en el tiempo, apenas cambian las conclusiones que detallamos anteriormente al compararlo con el de otros países. Es preciso, empero, hacer una última matización relacionada con las cifras per capita del Cuadro I.25. Para valorarlas es necesario recordar que la insular era una sociedad esclavista, por lo que no son indicativas del nivel de vida de la población, sino una mera corrección factorial de la renta para distinguir sus oscilaciones reales de las provocadas por el incremento demográfico.
76 Sobre la denominación industrias menores, ver M. A. Marqués (2002), respecto al valor de caña en el producto azucarero, los artículos publicados en cualquier número de la Revista de Agricultura (1879-1901). 77 Ver A. Santamaría (1996a): 225-250.
CAPÍTULO IV
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
Introducción Del análisis del marco institucional, la población, el trabajo, la tierra y los distintos sectores productivos y de la estimación del ingreso material de Cuba se deduce que el grado de especialización de la isla y el crecimiento proporcionado por él se explican fundamentalmente por la dotación de recursos físicos y los medios que se dispusieron para aprovecharlos. En este apartado analizamos el capital, la tecnología, la infraestructura y el efecto que tuvo sobre la economía de la Gran Antilla la extracción externa de renta debida a su apertura al comercio internacional y a su condición colonial, lo que nos permitirá corregir los datos del ingreso para tener una idea más precisa de dicho crecimiento.
Transportes y comunicaciones1 El sistema de transportes en la América española se concibió en función de las necesidades de un vasto imperio y con el fin de extraer sus riquezas en régimen de monopolio. Por esa razón las comunicaciones internas no se pensaron para favorecer la integración de los mercados regionales, salvo en los casos en que convenía a aquéllos intereses, y mucho menos de acuerdo con la compartimentación político-administrativa del territorio tras la independencia. Dicho sistema se articuló en torno a una red de navegación que conectaba la metrópoli con sus dominios y, mediante el cabotaje, determinadas 1 Los dos autores del libro hemos investigado la historia de los ferrocarriles en Cuba y publicado varios trabajos, A. García Álvarez (1972, 1984b y 1987), A. García Álvarez y O. Zanetti (1977, 1980a y b, 1985 y 1992), O. Zanetti y A. García Álvarez (1977, 1987, 1988 y 1998), y A. Santamaría (1995a y 1998b y c).
170
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
áreas coloniales. El tráfico naval, no obstante, estaba limitado legalmente a algunos puertos en España e Indias, prohibición que se flexibilizó con el tiempo, pero que a finales del siglo XVIII era aún muy restrictiva2. Hubo una actividad mercantil ilegal tanto mayor cuanto más restrictiva fue la legislación prohibicionista, especialmente importante en áreas como el Caribe, donde el imperio español tenía fronteras marítimas con posesiones de otras potencias. Un factor que redujo la magnitud del contrabando fue la autorización para comerciar con países amigos, concedida eventualmente, pero que acabó imponiéndose indefinidamente en Cuba y Puerto Rico durante la emancipación del resto del de Hispanoamérica, aunque su práctica se mantuvo para eludir el pago de aranceles y de otros impuestos3. La deficiencia del sistema de transportes, sobre todo interno, afectó igual a las nuevas Repúblicas americanas que a Cuba, minimizada en su caso por tratarse de una isla, pero también agravada por su ubicación tropical. En general, la geografía facilitó en ella las comunicaciones interiores. Ya dijimos que ninguna zona estaba muy alejada del mar y pocas se hallaban aisladas por accidentes orográficos de consideración (ver Mapas 0.1 y 0.2) y que en sus costas abundaban los parajes idóneos para instalar puertos, lo que favoreció la navegación de cabotaje, simplificó los problemas técnicos de construcción de caminos y ferrocarriles y permitió que el trazado de estos últimos, aún reproduciendo el esquema clásico de las economías de exportación (centro de producción-lugar de embarque), configurase con el tiempo una red amplia e integrada y adecuada para otros usos además del comercio exterior. Su condición colonial, comparativamente hablando, favoreció también la construcción de medios de transporte en Cuba. Gracias a ella no estuvo determinada por razones de integración nacional, que en casi todos los países latinoamericanos dieron pocos resultados y supusieron un continuo drenaje de fondos en empresas inacabadas, en muchos casos incrementado por prácticas agiotistas en las concesiones, ayudas estatales y en los contratos de crédito exterior para realizar las obras que, por otro lado, escaseó mientras duró la inestabilidad socio-política que siguió a los procesos de independencia4. Los factores citados fueron condición necesaria para el establecimiento de un sistema de transportes adecuado en Cuba en el siglo XIX, pero no suficiente, incluso pudieron obstaculizarlo cuando faltó esta última. La escasez de ríos navegables, la feracidad de la vegetación, las fuertes lluvias en una época del año y ciertos accidentes geográficos, dificultaron el mantenimiento de los caminos existentes y la apertura de otros y de ferrocarriles en las zonas cuyo crecimiento económico previo no asegurase su rápida rentabili-
2
Ver S. Gutiérrez Álvarez (1993), P. Pérez Herrero (1992b), y V. Peralta (1998): 51-79. Ver G. J. García (1937), J. L. Franco (1983), M. Moreno Fraginals (1995), A. Morales Carrión (1995), o B. Sonesson (2000). 4 Para más detalles sobre estos problemas, ver J. Sanz, coord. et al. (1998a): 373. 3
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
171
dad. La iniciativa pública y privada no logró vencer algunos de esos escollos. Aunque empresarios hispano-cubanos construyeron desde fechas muy tempranas y en muy breve tiempo una vasta red de raíles que cubrió gran parte de la mitad Oeste de la Gran Antilla, fracasaron todos los planes para ampliarla a las regiones del Este, menos pobladas y desarrolladas, y el capital extranjero invirtió en los proyectos con poco riesgo, sin embargo, y quizás debido al statu colonial del territorio, no se embarcó en aventuras inciertas o con perspectivas a largo plazo. En definitiva, pues, a pesar de su extensión, el tendido de líneas férreas fue en la isla, como en toda América Latina, un fenómeno regional y muy determinado por la expansión del sector exportador, si bien se diferenció en el hecho de que la ausencia de independencia evitó que se destinasen recursos a intentar superar sin mucho éxito tales limitaciones5. El desarrollo de los medios de transporte en Cuba estuvo también determinado, y a veces obstaculizado, por la legislación y los intereses creados. A finales del siglo XVIII e inicios del XX se mejoró el sistema de correos y su regularidad, fundamentalmente para facilitar la comunicación con España y el control metropolitano de la isla6. Más tarde el telégrafo supuso un nuevo avance en el mismo sentido. No obstante, ésas y otras infraestructuras, por idéntica razón y por la orientación exportadora de la economía, priorizaron las conexiones exteriores. De hecho, cuando progresaron y se agilizaron internamente, fue más bien como efecto indirecto de dicha prioridad. Por ejemplo, la extensión del ferrocarril llevó normalmente aparejado el tendido del cable y aligeró el traslado de la correspondencia. La mejora de las infraestructuras de comunicación interna estuvo determinada por su escasa rentabilidad a corto, incluso a medio plazo, para la iniciativa privada, por la insuficiencia de los recursos públicos y por los efectos indirectos, en este caso no deseados, que pudiese acarrear al Estado o a ciertos intereses con capacidad para influir en el Gobierno. Los gobiernos madrileño y colonial, en principio, estuvieron interesados en cualquier iniciativa que mejorase su control sobre el territorio, pero si dañaba a los privilegios comerciales de determinadas zonas o productos, en general, pesó más la preservación de éstos. Así sucedió en el caso de la navegación de cabotaje en Cuba, que afectaba al monopolio tradicional de algunos puertos y, al menos inicialmente, a la fiscalización del tráfico, y lo mismo se puede decir de su extensión (en términos arancelarios) a los intercambios con España, constantemente demanda en la isla, que perjudicaba a la protección aduanera de ciertos
5
A. Santamaría (1998c): 328. Sobre el sistema de correos ver C. Alcázar (1920), F. de Cossio (1950), L. Díez de Pinero (1940), «Documentos sobre...» (1964), F. Garay (1987-1996), E. Hernández Sandoica (1988a, 1992, 1993 y 1998d), C. Llorca (1990), R. Ortiz (1982), F. Pinella (1995), M. Rodrigo (1996 y 2000), o J. M. Valdaliso (1995). 6
172
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
productos de aquélla. Cuando las transacciones eran con el extranjero, finalmente, su fluidez fue obstaculizada por los gravámenes impuestos a las importaciones y a los barcos foráneos y las exenciones concedidas para que se realizasen en buques de bandera hispana. Las navieras que establecieron rutas regulares de comunicación con el Caribe, siguiendo luego hacia México, llevaron las mercancías, el correo, las tropas, los funcionarios y los emigrantes y obtuvieron licencias para conectar entre sí muchas localidades de la Gran Antilla, se beneficiaron de las citadas disposiciones y presionaron para que no se modificasen. Con el tiempo, a mediados del siglo XIX, ello permitió crear grandes firmas en el sector con un poder en relación directa con su tamaño, la de Pinillos y la Transatlántica de A. López fundamentalmente7. La situación de los medios de comunicación interna en Cuba a finales del siglo XVIII y principios del XIX era muy deficitaria, sobre todo en relación con las necesidades de la creciente producción exportable. La red caminera era escasa, mal conservada, parcialmente inservible en época de lluvias e inadecuada para la circulación de carros. Además, apenas había ríos navegables y la ley, como hemos visto, limitaba el cabotaje. El problema se agravó con el tiempo, especialmente cuando aumentó la demanda de azúcar y de otros artículos tropicales tras la Revolución de Haití y empezó a vislumbrarse lo beneficioso que podría resultar extender su cultivo a zonas del interior. En 1795 la Sociedad Económica de Amigos del País y el Real Consulado pidieron al Gobierno la construcción de calzadas carreteras, y en 1796 el segundo inició varias obras en la región habanera, pero con pocos resultados. En 1816 sólo Güines, centro de la comarca agraria que abastecía la capital, contaba con una buena conexión con ella8.
El Canal de Occidente9 El principal problema del transporte interno en Cuba durante el siglo XVIII fue el del traslado de maderas y de algunos productos agrarios de las zonas del interior occidental a La Habana, el primer puerto de la isla, y a otros lugares de la costa Norte, debido al crecimiento de la capital y a la ubicación de las plantaciones comerciales, en especial de los ingenios, en el litoral septentrional. A principios del siglo XIX la situación había cambiado, para entonces la prioridad era el traslado a los puertos del azúcar y las mieles elaborados en
7
Ver F. de Cossio (1950), L. Díez de Pinero (1940), E. Hernández Sandoica (1988a y b, 1989, 1992, 1993 y 1998d), y M. Rodrigo (1996, 1998c y 2000). 8 Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 274. 9 Este apartado es una síntesis de la investigación publicada como monográfico en Cuadernos de Humanidades, A. García Álvarez (1972).
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
173
la extensa llanura al Sur de la costa atlántica, que se había convertido en el principal centro productor agrario del territorio, y el abastecimiento de las plantaciones y ciudades. El problema fue que los suelos del litoral se habían ido agotando y eran insuficientes para atender las posibilidades de expansión de los cultivos tropicales que ofreció el referido aumento de la demanda internacional. A la necesidad de ampliar el área sembrada se unió, además, la de abaratar los costes debido al progresivo incremento de la competencia mundial. La oferta de dulce y su potencialidad, pues, fueron los factores que impulsaron mejoras radicales en un sistema de transportes que había progresado poco desde el inicio de la colonización de la isla. No obstante las circunstancias cambiantes, las necesidades de transporte sólo habían variado en lo que se refiere al tipo y monto de lo que se precisaba trasladar y para resolverlas se pensó en varias soluciones. Una de ella fue la construcción de un canal de navegación que uniese el litoral Norte con el interior meridional. En defensa del proyecto se manifestaron en distintos momentos del siglo XVIII y principios del XIX algunos funcionarios e importantes hacendados con intereses en la zona que se pretendía comunicar. Durante el reinado de Carlos III, apenas un lustro después de la toma de La Habana por los ingleses, la Corona mantenía funcionando en el puerto de la capital de Cuba un aserradero y un astillero que construían cuatro buques de gran tonelaje cada año10. En esa época todavía podían abastecerse de maderas de calidad en zonas relativamente próximas a la urbe, pero algunas otras eran taladas en áreas del litoral Sur y acarreadas por caminos difíciles hasta el curso del río La Chorrera, cuya corriente las conducía a las inmediaciones de la ciudad, desde donde era relativamente fácil llevarlas al citado aserradero mediante uno de los brazos de la obra de ingeniería conocida como la Zanja Real, que llegaba directamente hasta él11. En 1765, L. de Montalvo, Conde de Macuriges e Intendente de la Marina12, interesado por su cargo en facilitar, aligerar y abaratar el transporte de las maderas al Aserradero Real, presentó un proyecto para abrir un canal fluvial, similar a los que había en varios países europeos, y enlazar los cursos de los ríos Los Güines y La Chorrera mediante el cauce de otro menor, conocido como La Presa. Su memoria se basó en los estudios de reconocimiento y nivelación de los terrenos del Capitán de Maestranza, J. de Mora, que sin la
10 Expediente instruído a exitación del Sr. Síndico Don Francisco de Arango y Parreño con el fin de que se efectúe el antiguo proyecto del Sr. Conde de Macuriges para abrir un canal que reuniera los ríos de Los Güines y de La Presa, 1867, ANC, Real Consulado y Junta de Fomento, 115, 4844. Ver también R. Funes (1998): 67-90, trabajo resultado de una investigación más amplia, R. Funes (2002a y 2004). 11 Ver M. A. Puig-Samper y C. Naranjo (1993): 81-93. 12 L. de Montalvo y Ruiz de Alarcón, primer Conde de Macuriges, fue aproximadamente desde 1742 Intendente General de la Marina y Ministro de la Real Fábrica de Bajeles (Astillero Real).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
capacitación técnica necesaria para realizarlos, avalaban la viabilidad de la obra. Se hicieron cálculos de sus costes y se previó que fuesen sufragados en parte por los vecinos de Bejucal, Santiago de las Vegas y Quivicán, las localidades presuntamente beneficiarias de la infraestructura, y los dos personajes referidos insistieron en la idea de que sería una verdadera ganga para el servicio de Su Majestad, en especial por el ahorro que supondría en la construcción de los citados cuatro buques anuales13. El Gobernador de Cuba, A. M. Bucarely, ordenó entonces un informe al ingeniero belga, A. Crame, y sus conclusiones echaron por tierra los sueños idealistas de los dos oficiales de la Armada. Decía que era impracticable a causa de: «[...] Los varios pasajes fragosos por donde no podrá transitar el agua sin consumirse, concluyendo allí su curso»14.
Diez años después, cuando ya habían fallecido A. Crame y L. de Montalvo, se intentó de nuevo iniciar la construcción del canal. El mentor del proyecto fue otro funcionario de la Marina, J. de Aroz, Primer General designado Jefe del Apostadero de La Habana. El expediente fue enviado al Marqués de Sonora, Ministro de Indias, residente en México, y tras la muerte del ingeniero belga, el asunto quedó pendiente para mejor ocasión. La última década del siglo XVIII, como hemos visto, se caracterizó por el inicio de una fase de expansión económica en el Oeste de Cuba. Esto acentuó la lucha por las tierras disponibles entre los hacendados, que perseguían extender sus cultivos, y la Marina, interesada en defender su derecho consagrado a las llamadas «Reservas de Montes»15, pero también urgió resolver el problema del transporte de la creciente producción agrícola en la zona y se volvió a plantear el proyecto canalero, aunque en esta ocasión los promotores eran muy distintos. Al Real Consulado de Agricultura y Comercio de La Habana, fundado en abril de 1794, se le encomendó, entre otros menesteres: «[...] La facilidad en la circulación interior, construir buenos caminos y abrir canales de navegación»16,
y, para llevarlo a cabo, elaborar un plan de comunicaciones internas. F. de Arango y Parreño, el destacado representante de los productores azucareros y Síndico
13
«Carta de Juan de Mora al Conde Macuriges». Expediente instruído a exitación… «Capítulos de las representaciones hechas por Julián de Arriaga entre agosto 14 de 1767 y agosto 1 de 1768». Expediente instruído a exitación… 15 Ver R. Funes (1998): 67-90. 16 El Real Consulado de Agricultura y Comercio de La Habana era una institución integrada por hacendados y comerciantes, encargada de fomentar y dinamizar la riqueza de la colonia. La cita procede de J. Le Riverend (1985): 241. 14
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
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de dicha institución, decidió impulsar con rigor la construcción del antiguo proyecto canalero del Conde de Macuriges. Los hacendados heredaban, por tanto, este viejo ideal de la Marina, a la vez que la sustituían en la tala y destrucción de los bosques de Cuba. El Capitán General de Cuba, L. de las Casas, muy identificado con los intereses de los hacendados y preocupado por el progreso técnico, pidió a los ingenieros, hermanos Lemaur, que evaluasen otra vez la viabilidad la obra canalera17. Mientras tanto, la Corona otorgaba en Madrid en 1796 al Brigadier J. B. de Santa Cruz, Conde de Mopox y Jaruco, prerrogativas para construir caminos e infraestructuras en la Gran Antilla, y al llegar a ella se unió a F. Lemaur en los trabajos exploratorios del citado canal, que enseguida arrojaron la misma conclusión que alcanzara A. Crame treinta años antes: por la permeabilidad del terreno y el nivel de las aguas, su apertura era inviable en el modo en que había sido planteada. Al tener otorgadas facultades similares para emprender estudios de geografía, comunicación y colonización y poner en marcha proyectos, el Consulado y el Conde de Mopox entraron enseguida en conflicto, lo que dificultó obtener resultados. Aun así, aquella primera institución no renunció a dirigir las obras públicas y a iniciar algunas con sus propios medios, pero postergó el asunto del canal, que era menos viable y requería unificar esfuerzos y conseguir recursos difíciles de calcular. Además, tanto ella como la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana realizaron varias memorias sobre caminos que empezaron a publicarse en 1897. En todas se expresó la preocupación de los hacendados por las pésimas condiciones materiales con que tropezaba el transporte de los productos de la llanura Sur hasta el puerto de la capital, aunque a finales del siglo XVIII y principios del XIX se llevaron a cabo modestas reparaciones y se instrumentaron soluciones administrativas con el fin de mejorar las calzadas existentes, que por lo general eran de tierra18. El proyecto de construcción de un canal se retomó una vez más en 1822. El citado proceso de desplazamiento de los cultivos comerciales hacia el Sur y Este de la Habana, iniciado en el siglo XVIII y que continuó en el XIX, hizo más urgente la necesidad de ampliar y mejorar las comunicaciones interiores y asegurar su operación durante todo el año, dificultada normalmente por el anegamiento de los caminos en la época de lluvias. Fue el hacendado P. Diago quien en esta ocasión mostró más interés en revitalizar el referido proyecto canalero para facilitar el traslado del azúcar a la costa. Con ese propósito planteó un combate personal contra algunos otros productores del interior 17
Ver M. D. González-Ripoll (1999a): 31-50, y (1999b): 160-163. Entre estas soluciones estuvieron la nivelación de los caminos, la eliminación de obstáculos físicos, la construcción de puentes y la instrumentación de un sistema de peaje para el financiamiento de las obras. Ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 19-25, y J. Le Riverend (1985): 242. 18
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occidental. Según él eran sólo seis y no muy grandes, los que impedirían la realización de la obra, debido a que usaban el agua del río Los Güines para mover los molinos hidráulicos que trituraban la caña sembrada en las 200 cab. de tierra de sus respectivos ingenios y su caudal era insuficiente para seguir usándose con ese propósito y, a la vez, alimentar el citado canal19. Mientras F. Lemaur, viejo defensor de los canales de navegación como solución para el transporte interior, proyectaba construir una red de éstos que comunicara toda la llanura Sur de Cuba, uniendo Palos, Alacranes, Jagua (actual Cienfuegos), San Antonio de los Baños, Alquizar y demás localidades de la zona y alimentada con el agua sobrante del riego del río Los Güines20, los propietarios del partido homónimo le jugaban una mala pasada al disponer de una parte de su caudal para abrir zanjas de irrigación en las tierras recientemente roturadas en la zona y mover la maquinaria de sus ingenios, lo que dejaba un volumen de agua insuficiente para realizar el mencionado plan21. De los proyectos mencionados hay que destacar que el de P. Diago incorporaba un elemento que sería utilizado reiteradamente en el futuro. Planteaba que, «¿Sería imposible hallar una compañía de empresarios anglo-americanos u holandeses que mediando hipotecas privadas para su seguridad realizadas en el proyecto, dándoseles su importe en dinero y parte en privilegio temporal, exclusive de navegación, según se ejecuta en el extranjero, con total independencia del gobierno?»22.
La apertura del canal no se materializó al fin debido al desarrollo y eficiencia mostrada por otro medio de transporte más resolutivo, el ferrocarril, y el proyecto no volvió a plantearse después de la década de 182023. Cuando se consultó al ingeniero F. Lemaur sobre el nuevo sistema de comunicación señaló que las mercancías que debía llevar eran relativamente pocas y los gastos de construcción de uno al estilo inglés, con vías de hierro y locomotoras a vapor, no se compensarían, por lo que era preferible un equipamiento más modesto, con paralelas de madera y tirado por animales24. Su opinión no pesó en la decisión de los hacendados y las autoridades, que en 1838 inaugura-
19 «Carta de Pedro Diago a Tomás Romay» (5 de agosto de 1823), ANC, Real Consulado y Junta de Fomento, 115, 4.844. 20 «Carta de Félix Lemaur a Sebastián Kindelán», 1822, y «Carta de Pedro Diago a Romás Romay», 1823. Expediente instruído a exitación… 21 «Carta de Antonio del Valle a Pedro Diago», 1822, «Carta de Félix Lemaur…», y «Carta de Pedro Diago...». Expediente instruído a exitación… 22 «Carta de Pedro Diago...». 23 Ver J. Le Riverend (1985): 24 y 233-240, O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 1925, y A. Santamaría (1995a): 485-489, y (1998b): 298-301. 24 J. Le Riverend (1985): 246.
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
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ron un tren «de ese tipo inglés» entre La Habana y el valle de Güines, más o menos el mismo camino que se intentó cubrir con el canal, pero que, a diferencia de él, enseguida fue extendido y seguido por otros con el fin de conectar todos los puertos del Oeste de Cuba con sus hinterlands.
Azúcar sobre raíles Nos hemos detenido en los proyectos de construcción de Canal de Güines con el fin de analizar las distintas posibilidades y soluciones que se plantearon para facilitar el crecimiento económico de Cuba y resolver sus dificultades, puesto que es objetivo de este libro detenerse en el estudio de aquellas opciones que perseguían dicho propósito pero finalmente se desestimaron por otras más adecuadas, igual que de los sectores productivos considerados menores, y proporcionar así una perspectiva más completa y compleja de la estructura y evolución de la economía insular y mejorar la explicación y comprensión de los procesos que se dieron en ella y de sus problemas. Corría el año 1830 cuando se iniciaron los estudios para construir un ferrocarril, pero no fue hasta 1834 cuando se materializaron, gracias a la iniciativa del Intendente C. Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, y a un préstamo contratado en Londres con A. Robertson. En 1837 se abrió al tráfico el primer tramo, La Habana-Bejucal, y en 1838 se completó el trazado hasta Güines25, lo que convirtió a Cuba en el séptimo lugar del mundo que disponía del nuevo medio de transporte, antes que en cualquier otro país de América Latina y que en España. La Junta de Fomento creada para tender la primera línea quedó relegada luego a funciones de asesoramiento y de respaldo financiero los proyectos, cuya concesión provisional era competencia del Capital General y Madrid se limitaba a aprobar. Así, como señalan O. Zanetti y A. García Álvarez (1987: 93), «La metrópoli contó durante mucho tiempo con leyes sin ferrocarriles, mientras en la colonia operaban ferrocarriles sin ley».
La ausencia de trabas burocráticas, tan comunes en otras actividades, prueba que en ciertas circunstancias un Estado acusado de extrema rigidez institucional actuó con liberalidad y sentido práctico, aunque ello fue posible en un sector que generó enseguida mucha riqueza directa e indirecta, sin apenas desembolso de recursos públicos y en el que, por su novedad, apenas había intereses creados. En tales circunstancias, la expansión viaria fue muy rápida. Animados por el éxito de la línea La Habana-Güines, los hacendados
25 Ver Fundación de los Ferrocarriles Españoles (1989), E. García (1983), F. Ortiz (1937) y D. C. Corbitt (1937b).
178
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
y comerciantes de la capital y de las otras ciudades costeras del litoral Noroeste empezaron a proyectar y a construir muchas otras. En 1842 se privatizó la línea La Habana-Güines. Fue adquirida por Caminos de Hierro de La Habana con el compromiso de extenderla hacia levante y poniente, pero en su expansión en ambos sentidos tropezó con competidores. En 1858 los ferrocarriles de la Bahía de La Habana y del Oeste empezaron a tender sus vías desde la capital hacia Matanzas y Pinar del Río respectivamente, y en 1859 se inició la obra del de Marianao, que también partía de aquella primera en busca de esa localidad de su área de conurbación. En 1839 se empezó a construir el Ferrocarril de Matanzas, que comunicaría dicha ciudad con el interior de su provincia, y otra línea en la vecina Cárdenas, ante el temor de que el anterior monopolizase el transporte en su radio de influencia de su puerto. Por esa razón, sus propietarios desatendieron la petición de extender sus raíles por el litoral que le hicieron los hacendados locales, quienes decidieron entonces financiar la obra de una nuevo tren hasta los muelles de Júcaro. La misma situación animó a los dueños de ingenios del área de Coliseo —en el límite de los hinterlands matancero y habanero— a iniciar los trabajos de su propia vía tras no hallar respuesta a sus demandas de servicio por parte de las dos primeras compañías ferroviarias mencionadas (ver Cuadro I.26 y Mapa I.2). La competencia de varias compañías por el transporte en la misma zona afectó también a varias las localidades del centro de Cuba. En la ciudad portuaria de Caibairén se tendieron dos ferrocarriles en dirección a la vecina Placetas en 1851 y 1878. Al Sur de ambas poblaciones, en Santa Clara, se construyó otro entre 1851 y 1860 que concluyó en los muelles de Cienfuegos, en la costa del Caribe, y empalmó posteriormente con el que se inició en 1858 en el litoral Norte con el objetivo de conectar Sagua La Grande con la citada Santa Clara. En la década de 1850, por tanto, la construcción ferroviaria se expandió del Oeste al centro de Cuba. Las mismas necesidades de extender el cultivo de la caña que motivaron el tendido de las primeras vías explican el desarrollo posterior. Las líneas occidentales avanzaban hacia las vecinas comarcas del Este, mientras en ellas se construían otras nuevas. Además de los citados, el Ferrocarril de Trinidad, en la costa Sur, que entró en servicio en 1856 tras varios proyectos frustrados debido a las dificultades orográficas de la región del Escambray (ver Mapa 0.2) y el Tunas-Sancti Spiritus, muy próximo al anterior, cuya explotación se inició en 1865 (ver Mapa I.2). La expansión ferroviaria se detuvo en el centro de Cuba. En la mitad oriental también se tendieron algunas líneas, pero desconectadas entre sí y con el fin de satisfacer las necesidades locales de los principales centros económicos y de población, algo típico años más tarde en muchos países latinoamericanos, en los que el tren no superó ese carácter regional. En 1844 se inauguró el mencionado Ferrocarril de El Cobre, dedicado al transporte del mineral homónimo; entre 1846 y 1851, el Camagüey-Nuevitas; en 1858 los primeros
FUENTE: A. Santamaría (1998b): s.p.
Mapa I.2 Ferrocarriles cubanos, 1880. TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
179
6 28 48 48 50 50 50 50 50 50 50 123 134 148 148 148 148 148 148 148 148 148 170 279 279 279
(3)
35 35 50 50 50 58 58 58 58 58 58 58 71 71 71 71 71 71 71 71 142 173 173 173
(4)
14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14
(5)
(7)
61 61 61 12 61 12 61 12 73 12 73 12 73 12 73 12 73 32 73 62 73 62 73 62 73 62 73 62 73 (12) 73 73 73 73 73 73
(6)
10 10 10 10 10 10 10 10 10 10 10 10 30 30 30 30 53
(8)
16 16 36 36 36 36 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 41 41 106 128 128 128 128 128 128 128 128 128 128
20 20 20 20 20 20 20 20 20 20 20 20 20
5 11 11 11 11 11 143 143 143 143 143 143 143 9 18 26 32 32 32 46 46 46 46 46 46
22 22 40 60 60 82 82 91 91 91
20 20 20 20 20 20 20 20
42 42 42 42 42 42
42 42 42 42 42 42
39 39 39
60
20 77 80 104 110 132 187 201 316 378 425 433 451 500 500 511 522 622 680 818 925 931 969 1.059 1.157 1.199 1.292 1.480 1.480 1.563
(9) (10) (11) (12) (13) (14) (15) (16) (17) (18) (19) (20) Total
FUENTE: A. Santamaría (1998b).
* Ferrocarriles (1) La Habana-Güines (Caminos de Hierro de La Habana desde 1843); (2) de Cárdenas; (3) de Júcaro. En 1853 se fusionó con el anterior, formando FF.CC. Unidos de Cárdenas y Júcaro y se incluye en esta columna su kilometraje; (4) de Matanzas; (5) de El Cobre; (6) Camagüey-Nuevitas; (7) de Coliseo; (8) Remedios-Caibairén; (9) Cienfuegos-Villa Clara; (10) de La Sagua; (11) de Guantánamo; (12) de la Bahía de La Habana; (13) de Guantánamo; (14) de Santiago; (15) del Oeste de La Habana; (16) de Marianao; (17) Tunas-Sancti Spiritus; (18) de Trinidad; (19) Caibairén-Placetas; (20) Júcaro-Morón.
20 77 77 3 77 27 77 27 77 27 77 27 77 27 88 53 150 53 185 53 185 53 185 71 185 82 185 82 185 (3) 185 185 185 185 240 240 240 240 240 240 240 240 240 240
1837 1838 1839 1840 1841 1842 1843 1844 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1870 1878 1879 1880
(2)
(1)
Años
Cuadro I.26 Ferrocarriles cubanos, evolución kilométrica por empresas y total, 1837-1880.*
180 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
181
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
20 km del de Guantánamo y de 1859 a 1865 los 46 del de Santiago. En 1880, finalmente, se abrió al tráfico el tramo inicial del llamado Ferrocarril de la Trocha (Júcaro-Morón), concebido como una frontera fortificada y comunicada entre el Este y el Oeste de la isla (ver Mapa I.2)26. En el Cuadro I.27 se observa que entre 1850 y 1880 en las provincias orientales de Cuba sólo se construyó de un 11 a un 17% del kilometraje ferroviario abierto en la isla. También se aprecia la estrecha correlación entre el crecimiento de este último y de la oferta azucarera, pues los ingenios lograron mantener su competitividad, según veremos, gracias al tren, que fue indispensable para contrarrestar la caída de los precios del dulce, abaratando sus costes de elaboración y transporte. La relación entre el crecimiento del kilometraje ferroviario y de la producción azucarera en Cuba se observa con más nitidez en el Gráfico I.4. Fue muy intensa desde mediados de la década de 1840, cuando se inició el priGráfico I.4 Kilómetros de ferrocarril y toneladas de azúcar producidas en Cuba 1825-1829 – 1875-1879 (medias quinquenales). 1.600 1.400 1.200 1.000 Ferrocarril
800
Azúcar
600 400
1875-1879
1870-1874
1865-1869
1860-1864
1855-1859
1850-1854
1845-1849
1840-1844
1835-1839
1830-1834
0
1825-1829
200
FUENTE: Para el ferrocarril A. Santamaría (1998b); para el azúcar Cuadro I.16.
26
Ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1977, 1987 y 1998), A. Santamaría (1995a y 1998b y c) y E. L. Moyano (1991 y 1994). Además de los ya citados, acerca del tema disponemos también de los estudios de M. Fernández de Castro (1862), R. Heredia (1872), E. Leyva (1874), E. Valdés (1878), M. Martínez Campos (1880), A. Ximeno (1912), W. R. Long (1925), J. A. Saco (1937), E. Schweip (1937), L. V. de Abad (1940), P. E. Bloom (1941), E. Skiner (1945), G. G. Howard (1946), M. Moreno Fraginals (1978), o A. García Álvarez (1984b), o G. J. Oostinde (1984).
— 104 451 818 1.292 1.563
Km.
— 100 97 50 30 14
% en AL — 2 7 12 15 17
Cías. — 52 64 68 86 92
Km/ Cía. — 0 17 13 11 14
% Km en Este 105,0 161,2 295,0 428,8 703,0 618.7
Tn. azúcar 18 20 25 25 26 17
% en oferta mundial 7,4 5,8 4,4 5,0 6,9 5,4
Precio
4,9 3,7 3,7 3,8 4,9 4,1
Coste
34 36 16 24 29 24
Beneficio
FUENTES: Para el ferrocarril, A. Santamaría (1995a): 485-515, y (1998c): 298-344; para el azúcar, M. Moreno Fraginals (1978): son estimaciones propias, A. Santamaría (inédito-a).
III,
35-37. Los datos sobre el coste
* AL: Porcentaje del kilometraje ferroviario cubano en América Latina; Este: mitad Este de Cuba; Tn azúcar: miles de Tn; Precio y Coste en cts./ lib. de azúcar crudo FOB; Beneficio: (precio – coste) × 100/precio.
1830 1840 1850 1860 1870 1880
Años
Cuadro I.27 Extensión absoluta y relativa de los ferrocarriles en Cuba y producción azucarera, 1840-1880.*
182 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
183
mer período de gran expansión de ese medio de transporte (ver Cuadro I.26), hasta finales de los años cincuenta, momento en que experimentó una ralentización y se habían consolidados sus beneficios en términos de facilidades para aumentar la oferta de dulce y de reducción de sus costes, según se aprecia en el Cuadro I.27, y empezaron a influir en ella otros factores, por ejemplo, los problemas para mantener la trata y el incremento de la cotización de los esclavos. Para tener una idea aún más precisa del efecto económico del ferrocarril en Cuba, en el Gráfico I.5 cotejamos el incremento de su kilometraje con la reducción del coste unitario de la libra de azúcar y del porcentaje que el transporte representaba en él. Expresado en coeficientes (tantos por uno), el valor de tales correlaciones, –0,77 y –0,79 respectivamente, fue incluso mayor que el existente entre la disminución de dicho coste y el aumento de la oferta de dulce –0,64, indicador de las economías de escala en el sector, lo que confirma la tesis de M. Moreno Fraginals (1978: II, 148) acerca de que el tren fue el principal factor de la revolución industrial en los ingenios insulares. En otros términos, distintas evaluaciones señalaron que debió abaratar los fletes del edulcorante en torno a un 70%27. Las líneas del Oeste de Cuba si fueron estableciendo enlaces entre sí y formando una red, pero como su configuración no fue un objetivo proyectado y su propiedad estuvo dividida en 17 empresas (ver Cuadros I.26 y 27), cuya expansión viaria respondió a las necesidades de la producción azucarera en su radio de operaciones y por la competencia en determinadas áreas con otras compañías. El resultado fue la formación de un sistema muy anárquico que acabó perjudicando a la mayoría. Por ejemplo, el Ferrocarril de la Bahía de La Habana tuvo constantes problemas económicos, cambio de dueños, incluso tuvo que modificar sus proyectos de expansión viaria cuando Caminos de Hierro se le adelantó y abrió una conexión directa entre la capital de la isla y Matanzas (ver Mapa I.2)28. En la segunda mitad de la década de 1850 los problemas de competencia entre las compañías de ferrocarriles y de falta de racionalidad en sus trazados, unidos a la crisis que por entonces experimentó la economía cubana, explican la ralentización de la expansión de su kilometraje (ver Gráfico I.4). De dicha crisis dice J. Le Riverend (1985: 420) que fue ilustrativa del temprano grado de maduración alcanzado por la economía de la Gran Antilla, pues afectó tanto al citado medio de transporte, como a las plantaciones y a las casas comerciales y bancarias, complejidad propia de un sistema capitalista bastante avanzado, cuando en el resto de América Latina algunas de esas instituciones apenas se habían consolidado y eran muy pocas las líneas de tren abiertas al tráfico (ver Cuadro I.27).
27 28
Ver E. L. Moyano (1994): 391-394. Ver A. Santamaría (1995a): 485-515.
184
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Gráfico I.5 Kilometraje ferroviario, coste de producción del azúcar y porcentaje que el transporte representó en el mismo en Cuba, 1830-1914.
Log. coste producción azúcar
7 6 5 4 3 2 1 0
0
1
2
3
4
3
4
Transporte en coste (%)
Km Ferrocarril (miles)
20 15 10 5 0
0
1
2 Km Ferrocarril (miles)
FUENTE: A. Santamaría (1998c): 316.
Los problemas de los ferrocarriles cubanos se resolvieron mediante un proceso de concentración empresarial que racionalizó la gestión y el servicio y redujo la competencia. Aunque tal proceso no se dio en gran escala hasta las últimas décadas del siglo XIX, como en otras partes del mundo y, particularmente, en los Estados Unidos, se inició en la de 1850, incluso antes de la mencionada crisis de ese decenio, con la fusión de las líneas de Cárdenas y Júcaro en 1854, la compra del Ferrocarril de Coliseo por el de la Bahía de La Habana (ver Cuadro I.26) y un primer acuerdo de fusión entre éste y Caminos de Hierro de La Habana en 1865 que no se materializó finalmente. La reorganización del sector permitió, además, la entrada en el mismo de inversores extranjeros, fundamentalmente británicos (hasta entonces todas las compañías pertenecían a capital hispano-insular), que adquirió parte o la totalidad de las acciones del referido Bahía de La Habana y de los trenes de Marianao y
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
185
del Oeste, que también atravesaron serias dificultades financieras y para llevar a cabo las obras de sus vías29. Hemos dicho varias veces que la Guerra de los Diez Años afectó poco a la economía de Cuba debido a que la insurrección se limitó a la mitad oriental de la isla, mientras que la producción de azúcar y los ferrocarriles se concentraban en la occidental. En estos últimos, además tuvo un efecto positivo. En sus contratos con las compañías, el Gobierno había establecido normalmente que debían trasladar las tropas, por lo que muchas se vieron obligadas a coordinar sus servicios, practica que, según O. Zanetti y A. García Álvarez (1987: 202), se mantuvo tras el conflicto y ayudó a racionalizar el sector. Además de los citados, hubo otro factor que determinó la reorganización y concentración de los ferrocarriles cubanos, cuyo efecto empezó a manifestarse a finales de la década de 1870. Aunque por esa razón su análisis detallado se abordará en un capítulo posterior, es preciso hacer aquí una breve referencia. La modernización de los ingenios azucareros implicó un cambio en sus necesidades de transporte que requirió la construcción de sus propias vías férreas para llevar la caña de los campos hasta aquéllos, las cuales acabaron compitiendo también con las de servicio público por el traslado del dulce y de otros productos a los puertos. En 1879 un 16% de las fábricas existentes instalaron en sus tierras líneas portátiles, pero el clima hizo más rentable tender carrileras fijas que no se viesen afectadas por los corrimientos de tierra en época de lluvia. La primera se inauguró en 1875 en el Central Zaza (Santa Clara), de J. de Zulueta. Con el tiempo, la expansión de esa nueva infraestructura fue el problema económico más grave que tuvieron que afrontar las empresas de trenes30. En conclusión, el desarrollo de los medios de comunicación, sobre todo internos, fue el factor más importante para el crecimiento de la economía cubana y su especialización, pues sin él y su efecto en la disminución de los costes del edulcorante, la industria azucarera, pasada su fase de consolidación, no hubiese podido afrontar, y menos aún con una fuerte expansión de su producción, el incremento de la oferta y del proteccionismo internacional, la consiguiente reducción de los precios del dulce y el aumento de la presión fiscal de la metrópoli a partir de la década de 1830. De hecho, se pude decir que hasta la de 1870 el ferrocarril fue lo que hizo posible que los ingenios de la Gran Antilla mantuviesen su competitividad. En la década de 1830 se aprecia por primera vez, por tanto, algo que fue muy usual en la evolución de la economía de Cuba durante todo el siglo XIX. Los hacendados tuvieron la habilidad de transformar en incentivos potencia-
29
Para más detalles, ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1987 y 1998). A. Santamaría y L. M. García Mora (1999): 78-83. Ver también «Ferrocarriles portátiles...» (1879), P. Cook (1981), A. García Álvarez (1987), A. García Álvarez y O. Zanetti (1992), y A. Santamaría (1995a). 30
186
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
les desincentivos de la demanda internacional de dulce, que se tradujeron en precios más bajos y mayores barreras arancelarias. Puesto que la competencia creció al amparo de una ampliación de los mercados, mediante soluciones tecnológico-organizativas, compensaron las disminuciones de la cotización y el incremento de los gravámenes aduaneros reduciendo costes y pudieron aumentar su producción para aprovechar la referida expansión del consumo. En capítulos anteriores comentados, además, que hubo una relación causaefecto entre la citada capacidad de desarrollo y superación de la industria azucarera de Cuba y la política fiscal y comercial de España. Para participar en los beneficios que proporcionó se elevaron los impuestos a las exportaciones de la isla, se privilegió a las importaciones metropolitanas en ella y el transporte de todos los artículos comercializados en barcos con pabellón hispano, no obstante, tales disposiciones incentivaron también la transformación técnico-organizativa del sector. Como se aprecia en el Gráfico I.4 y en el Cuadro I.27, a finales de la década de 1830 y en el inicio de los años cincuenta, cuando se hicieron las mayores reformas fiscales con tales objetivos, la oferta de dulce se expandió considerablemente y se redujeron sus costes o no se elevaron tanto como los precios respectivamente. El problema, ya lo veremos, es que según avanzó el siglo XIX, la modernización de los ingenios no se detuvo, pero variaron las condiciones que habían permitido antes afrontar sólo con ella las referidas dificultades económicas, con el agravante de que las inversiones precisas y el acaparamiento de recursos potencialmente destinables a otras actividades que aquélla requirió fueron mayores y, por tanto, también su efecto negativo en el crecimiento insular. Otro argumento a favor de nuestras tesis es que los ingenios en Puerto Rico, donde apenas se avanzó en la solución de los problemas de las comunicaciones interiores, por las mismas razones que se modernizaron en Cuba, atravesaron dificultades desde finales de la década de 1830 y, en general, no tuvieron capacidad para transformase31. Algo similar ocurrió en la mitad Este de la Gran Antilla, cuya industria azucarera perdió progresivamente importancia. Ambos casos muestran, además, que la iniciativa estatal no bastó para mejorar los medios de transporte y, por ejemplo, materializar el proyecto de tender un ferrocarril que cruzase las comarcas orientales de esa última isla y uniese La Habana con Santiago. La expansión de los raíles, por tanto, fue en ella un fenómeno regional, igual que en el resto de América Latina, y dependió del desarrollo previo de una actividad económica que asegurase su rentabilidad, y se adelantó en el tiempo, fue más intensa y productiva debido a
31
La producción de azúcar de Puerto Rico creció notablemente desde finales del siglo y en especial a partir de las reformas coloniales de la década de 1810, pasando de 137 Tn promedio anual en el lustro 1784-1784 a 13.000 en 1825-1829. Después siguió aumentando a un ritmo inferior, pero aún muy elevado, hasta el quinquenio 1840-1845, a partir del cual disminuyó, estancándose prácticamente en la segunda mitad de los años cincuenta y la primera de los años sesenta. Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 229. XVIII,
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
187
que también lo fue el desarrollo de la producción exportable, hasta el extremo de proporcionar recursos suficientes para que el capital interno construyese y explotase la práctica totalidad de las vías férreas durante buena parte del siglo XIX, fenómeno sin parangón en los vecinos países independizados de España32. Se sabe que el ferrocarril abarató los costes del azúcar o del cobre en Cuba más que ninguna otra innovación hasta la década de 1870 y podemos suponer que lo mismo ocurrió con los demás artículos comercializables, aunque en menor medida, y ya mencionamos que su escasa expansión por el Este de la isla y también por Pinar del Río, coadyuvó a la crisis de la producción cafetalera. Carecemos de estimaciones acerca de otros efectos directos e indirectos del tren o del ahorro social y de cómo incidió en el desarrollo de las actividades menos vinculadas con el sector externo, aunque todo anima a pensar que se beneficiaron de él dentro de los límites descritos en apartados precedentes, donde los analizamos, en el estrecho margen de su complementariedad respecto a las exportadoras, teniendo en cuenta que la estructura viaria o las tarifas de transporte no se definieron para atender sus necesidades y que, al ampliar y monetarizar el mercado interno también favorecieron la penetración, distribución y abaratamiento de las importaciones españolas y extranjeras que competían con la producción interna33. Un ejemplo de influencia positiva fue la instalación de la moderna y gran fundición de Bemba a finales del decenio de 1840 que ya mencionamos. Dos líneas férreas llegaban a la zona en tales fechas, conectándola con sendas áreas de fuerte expansión de los ingenios, Cárdenas y Coliseo (ver Mapa I.2).
La tecnología En el apartado anterior señalamos varios avances técnicos, algunos destacados internacionalmente hablando, por ejemplo, en la minería del cobre en las décadas de 1830 y 1840, en la producción de café hasta los años treinta34, y la manufactura tabacalera al menos hasta los cincuenta, en los ferrocarriles, incluso en la función de metales, aunque tales innovaciones se concentraron en Cuba durante el siglo XIX en las actividades exportadoras y fundamentalmente en la industria azucarera. Ya mencionamos que el ferrocarril fue el principal factor de la revolución tecnológica de la industria azucarera cubana, pero, como elemento externo al proceso de producción agro-manufacturero del dulce, cumplió dicha función dentro de un contexto de continuas innovaciones en este último des32
Ver A. Santamaría (1998c): 298-334. Ver A. Santamaría (1998c): 298-334. 34 En la década de 1820 se incorporaron los primeros molinos mecánicos para triturar el grano, ver F. Pérez de la Riva (1944), y C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 281. 33
188
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
de finales del siglo XVIII. Antes de analizarlo es preciso explicar las características básicas de la referida industria. En primer lugar, ya hemos distinguido dos partes dentro de la misma, el cultivo y recolección de la caña y su transformación fabril posterior. Hasta la década de 1870 ambas estuvieron integradas verticalmente en una sola estructura empresarial, el ingenio, o su antecesor, el trapiche. El factor de producción más abundante en Cuba es la tierra. Además, el suelo es feraz e idóneo para cultivar caña, la materia prima de la industria azucarera. El más escaso, en cambio, fue el trabajo hasta bien avanzado el siglo XX. La dotación relativa de recursos explica que los avances técnicos en la elaboración del dulce se concentrasen en los medios de transporte y en el procesamiento fabril y tuviesen como objetivo fundamental ahorrar mano de obra, dado que, además, por lo general no hubo dificultades de acceso al capital, y apenas se modificaron las labores agrarias con el fin de aumentar la cantidad de plantas recolectadas por unidad de superficie. M. Moreno Fraginals (1978: I, 179), dice que lo normal hasta la década de 1830 fue cosechar unas 100.000 @ por caballería y que el sembrado se abandonaba cuando ofrecía menos de 55.000 y se roturaba un terreno cercano. Otra característica de la industria azucarera es que se trata de una tecnología de proceso continuo en la que realizar economías de escala depende de una óptima coordinación entre las distintas partes de la cadena de elaboración agro-manufacturera, de modo que cualquier mejora en una de ellas provoca normalmente estrangulamientos si no se corresponde con innovaciones en el resto35. Por esa razón, el progreso técnico en el sector avanzó cronológicamente en el mismo sentido que la línea productiva, integrada por un molino en el que se trituraba la caña, un sistema de evaporación para clarificar su jugo o guarapo, del cual se extrae finalmente sacarosa mediante una purga más o menos refinada. En el siglo XVIII lo normal era elaborar azúcar en trapiches de madera movidos por animales. En su segunda mitad se desarrollaron en el Caribe británico y francés aparatos de hierro accionados por vapor que fueron llevados a Cuba por los inmigrantes galos tras las Revolución de Haití y se generalizaron a partir de la década de 1820. Como resultado de tales innovaciones la oferta media por ingenio aumentó de 50 a más de 150 Tn entre la década de 1760 y los primeros decenios de la siguiente centuria, pues permitió desplazar al campo gran parte de la fuerza de trabajo usada antes en la manufactura. Fue una solución, por tanto, frente a la escasez de población local, para ahorrar esclavos y proporcionar más caña a la molienda; sin embargo, debido a la lógica de las tecnologías de proceso continuo, no se tradujo en una mejora del rendimiento industrial; de la cantidad de sacarosa extraída por unidad de materia prima. 35 Para un desarrollo más amplio de este tema, ver A. D. Dye (1998): 102-104, y A. Santamaría (2002a).
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La generalización de las técnicas de alumbrado por combustión artificial a finales del siglo XVIII y principios del XIX fue otra innovación importante en los ingenios y en el mismo sentido que las descritas anteriormente, pues permitió no interrumpir el trabajo durante la noche. Hay que señalar que las fábricas de azúcar son, en definitiva, hornos, y que su apagado durante la zafra, que en Cuba dura sólo seis o siete meses, hasta que las lluvias impiden seguir cortando caña, ha sido secularmente uno de los problemas que más han encarecido el coste de producción del dulce36. Cuando comenzó a consolidarse a industria de azúcar de remolacha europea, hacia la década de 1830, los ingenios cubanos, por tanto, habían sentado las bases de un desarrollo tecnológico que les permitiría mantener su competitividad internacional. Puesto que se había optado por un crecimiento de tipo extensivo, basado en la provisión de materia prima abundante y el ahorro de trabajo, la solución lógica frente a aquélla fue mejorar los medios de comunicación para agilizar el transporte y abrir nuevas tierras a la explotación. De ahí su expansión desde su primitiva localización en el litoral habanero y matancero hacia el Sur y Este de la Gran Antilla que, gracias a la rápida extensión de los ferrocarriles, no se detuvo en el siglo XIX hasta llegar al límite de las provincias orientales por las razones que explicamos en apartados precedentes. Tras asegurar su provisión de caña abundante, gracias a la ampliación del espacio de cultivo, fue cuando empezó a plantearse el problema de la mejora del rendimiento industrial de los ingenios en Cuba. Los remolacheros europeos habían desarrollado aparatos de evaporación al vacío para reemplazar a los antiguos sistemas de pailas montadas en sucesión sobre uno o más fuegos conocidos como trenes jamaiquinos. Los nuevos equipos, patentados por Derosne, se ensayaron pro primera vez en la Gran Antilla hacia 1825 y en la década de 1840 comenzó a generalizarse su uso37. Una mayor disposición de caña, como ya vimos, permitió aumentar la producción de azúcar por ingenio en Cuba desde finales del siglo XVIII, incremento que pudo proseguir gracias a la construcción del ferrocarril. Posteriormente, sin embargo, se inició una fase de intensificación en el aprovechamiento industrial de la gramínea que tuvo como saldo un crecimiento del porcentaje medio de sacarosa extraído de ella del 4 al 5% y que provocó un proceso de sustitución del capital (vintage capital) que no se había dado antes con otros avances tecnológicos y expulsó progresivamente del mercado a las fábricas que no se modernizaron. Así, hacia 1860 una cuarta parte de éstas usaban todavía fuerza motriz-animal, pero elaboraban menos
36 Ver A. Santamaría (1996a): 234. Sobre la difusión del alumbrado artificial en Cuba, aunque referido a las ciudades, y concretamente a La Habana, hay un estudio de J. Altshuler y M. González (1984). 37 Ver M. Moreno Fraginals (1978): I, N. Deerr (1950) y M. Guicharnaud-Tollis (1999).
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de un 10% del dulce insular, la mayoría, el 68%, en cambio, estaban semimecanizadas y manufacturaban casi el 80% del edulcorante38. La única parte no mecanizada de los ingenios cubanos tras modernizarse la evaporación era la purga. Durante la mayor parte del siglo XIX el azúcar no era el producto estandarizado que hoy se conoce, se fabricaban hasta 16 tipos distintos dependiendo de su polarización (porcentaje de sacarosa). De la clarificación del guarapo, sin apenas depuración, se obtiene el llamado quebrado o mascabado, que se podía refinar mediante un sistema de hormas hasta lograr el denominado blanco, pero requería mucha mano de obra y suponía una gran pérdida de jugo. Por esa razón, hasta la difusión de las centrífugas, que resolvían ambos problemas y empezaron a aplicarse a finales de la década de 1860 y a generalizarse en la de 1870, la producción se concentró fundamentalmente en el referido mascabado. Ya señalamos que los datos disponibles indican que la competencia internacional, incluso los factores de carácter institucional, como el incremento de la presión fiscal, incentivaron la modernización de la industria azucarera cubana. Según nuestras propias investigaciones, antes de la década de 1830 los ingenios obtenían por término medio beneficios de aproximadamente un 30% de los precios. En ese decenio se redujeron hasta cerca de un 15% debido a los problemas que explicaban la construcción de los ferrocarriles. Gracias a ellos, a partir de los años cuarenta y hasta el final de los setenta, aunque oscilando, se mantuvieron normalmente en torno al 25%. Los avances tecnológicos, por tanto, permitieron preservar las utilidades39. La modernización de la industria azucarera en la Gran Antilla fue una respuesta al crecimiento de la competencia internacional, lo que le permitió estar entre los líderes tecnológicos mundiales, pero específicamente estuvo determinada también por condicionantes institucionales propios de su statu colonial y por la especial dotación relativa de sus factores de producción. De hecho hemos señalado que se realizó fundamentalmente con el objetivo de optimizar esta última. Mientras perduró la esclavitud no hubo diferencias sustanciales entre los ingenios cubanos los de otros grandes exportadores mundiales; sin embargo, las crecientes dificultades para mantener la trata y el sistema de trabajo servil y el avance del proceso de mecanización coincidieron en el período de la Guerra de los Diez Años aproximadamente y obligaron a un cambio sustancial en la organización y tecnificación del sector en la isla. En el apartado siguiente veremos que hay un debate historiográfico abierto acerca de las causas de la abolición. En esencia, y por sus implicaciones en 38
Para una explicación teórica del vintage capital, ver W. E. G. Salter (1963) y acerca del que ocurrió en los ingenios cubanos a partir de la década de 1840, M. Moreno Fraginals (1978): I. Los datos sobre estos últimos en 1860 proceden de C. Rebello (1960) y están sintetizados en el Cuadro I.28. 39 Datos procedentes de un trabajo que aún no hemos publicado, A. Santamaría (inédito-a).
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el proceso que estamos describiendo, ciertos autores defienden razones microeconómicas, una contradicción intrínseca entre el mantenimiento del trabajo esclavo y la mecanización de los ingenios, como señalaron en su momento R. Cepero Bonilla (1947) o M. Moreno Fraginals (1978), mientras que otros piensan, siguiendo las tesis formuladas por S. Drescher (1977) para el caso de las Antillas británicas, que aquél sequía siendo la solución más rentable y eficaz en la industria azucarera cuando se prohibió y, por tanto, su supresión debe explicarse atendiendo a factores externos. Sea como fuere, dada la dificultad de plantear un análisis contrafactual en el contexto de economías que eran esclavistas y no disponían de un mercado de laboral libre que permita comparaciones creíbles, lo único que se puede afirmar con certeza es que en la segunda mitad de la década de 1870 las fábricas de dulce más grandes y eficientes de Cuba, no sólo seguían usando mano de obra negra compulsiva, sino que además ésta representaba un porcentaje mayor dentro de sus plantillas que en 1860, a pesar de haberse reducido en términos absolutos40. También se puede afirmar que la evolución de la industria azucarera cubana no provocó una sustitución del trabajo esclavo por el asalariado, no directamente, sino que implicó una radical transformación organizativa en la que coincidieron factores laborales y tecnológicos, que rompió la tradicional integración vertical del ingenio para dejar la agricultura cañera en manos de agricultores más o menos independientes llamados colonos41. La mecanización de la única sección de las fábricas de dulce que no se había modernizado, la purga, con la incorporación de las centrífugas, conllevó a partir de la década de 1870 un incremento de la necesidad de materia prima para ser eficiente, y dio lugar a que, junto a la citada descentralización de su oferta, se iniciase un proceso concentración horizontal de la producción de edulcorante. Por lo general, los nuevos centrales agruparon el capital, la tierra y la mano de obra de varias instalaciones antiguas con el fin de rentabilizar las economías de escala que permitía la maquinaria recién incorporada42. El sistema de colonato, tal y como se definió en Cuba, fue una respuesta técnico-organizativa a las condiciones específicas de la isla. La propiedad o usufructo de la tierra fue más atractiva para los inmigrantes con que se reemplazó a los esclavos que el trabajo por un jornal. Además, los centrales lograron progresivamente que los agricultores compartiesen los costes salariales, elevados por la escasez de mano de obra, y de sobreproducción de caña que requerían las nuevas tecnologías para evitar las citadas interrupciones operativas, mediante la adquisición de grandes extensiones de terreno y la
40 Los datos sobre los ingenios en 1877 y 1860 son de la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877) y de C. Rebello (1860) respectivamente. La afirmación basada en esa información se demuestra en el siguiente apartado. 41 Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1998 y 1999) y L. M. García Mora y A. Santamaría (2002). 42 Ver F. Iglesias (1998c).
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construcción de los mencionados trenes industriales. Así, aparte de crear monopsonios que impidiesen a los cultivadores fijar el precio de la materia prima y venderla a terceros43, se liberaron también de la dependencia que para su abastecimiento hubiesen podido tener de las compañías ferroviarias de transporte público que, por otra parte, no estaban interesadas en trasladar una mercancía de mucho volumen y poco valor relativo y que requería tender una vasta infraestructura y disponer de muchos equipos de carga y tracción utilizables sólo durante una época del año, el período de zafra44. Tras completarse la mecanización de las fábricas de dulce en Cuba, lo que caracterizó su desarrollo tecnológico posterior, por tanto, fue un proceso de transformación organizativa destinado a establecer mecanismos de control sobre la oferta de caña, pues aunque razones de índole laboral habían obligado a descentralizarla, el rendimiento de los nuevos centrales dependía de una optima coordinación de todas las partes de la cadena productiva, agraria y manufacturera, empezando por la dotación de materia prima suficiente y de óptima calidad durante toda la zafra. Si se analiza el discurso de los hacendados en su principal órgano de prensa, la Revista de Agricultura, se observa que su preocupación prioritaria a partir de la década de 1870 fue mejorar el rendimiento industrial con el fin de mantener su competitividad internacional y que para lograrlo era imprescindible que sus administradores fijasen las condiciones en que debía realizarse la siembra y la recolección de la caña45. Un último elemento que debemos mencionar acerca de la tecnificación de los centrales cubanos antes de estudiar con más deteniendo la denominada crisis de la esclavitud y la abolición, está relacionado con otro de los factores que determinaron su sentido y del que no hemos hablado aún: la demanda y, concretamente, la concentración geográfica del comercio insular en los Estados Unidos. Aunque dedicaremos un apartado específico al tema más adelante, es preciso señalar que la mecanización de los ingenios conllevó también un proceso de especialización productiva, que pudo realizarse gracias a la adopción de la centrífugas y que permitió obtener el edulcorante estandarizado, con 96% de sacarosa (el llamado azúcar crudo), pues así era como se solicitaba en el mercado norteamericano, donde había ido surgiendo una industria refinadora protegida por el gobierno de Washington mediante aranceles. En la década de 1870, por tanto, se completó el proceso de tecnificación de la producción azucarera en Cuba y se inició un proceso de modernización
43 Tales condiciones, o bien fueron impuestas en los contratos de arrendamiento de la tierra propiedad del central a los colonos, o bien se lograron mediante la construcción de un ferrocarril hasta las fincas poseídas por estos últimos que les impidiese o hiciese menos rentable vender su caña a otras fábricas. 44 Ver A. Santamaría (1995a): 485-515. 45 Ver A. Santamaría (2002a): II.
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y de transformaciones organizativas que condujo a la construcción de los modernos centrales, completamente mecanizados, y que tendieron a obtener la caña de colonos más o menos independientes, pero, en cualquier caso, no integrados dentro de la misma estructura empresarial que las fábricas y vinculados a ellas mediante relaciones contractuales, debido a razones esencialmente institucionales y laborales que hicieron más rentable adquirir la materia prima en el mercado y aparentemente contradictorias con la manera en que la teoría económica ha explicado desde la publicación de la obra de H. Coase (1980) en 1927 los incentivos para la concentración vertical de las compañías industriales. Prácticamente toda la industria azucarera de Cuba se vio afectada por los procesos descritos en el párrafo anterior. La Guerra de los Diez Años coadyuvó a eliminar buena parte de los ingenios más ineficientes, especialmente en la mitad Este de la isla y, como ya hemos visto, a la concentración de los recursos en la producción de dulce y en la región occidental, lo que además, aunque el tema no ha sido estudiado, agravó las diferencias entre ambas partes del territorio. En 1873 se fundó la primera central y en 1875 J. de Zulueta dotó al suyo, el Zaza, de un ferrocarril privado. Desde entonces el crecimiento de la oferta de edulcorante se correspondió con una disminución del número de fábricas y, por tanto, con un aumento de las cantidades elaboradas por unidad que, según J. Le Riverend (1985): 490-499, promediaba una 330 Tn en 1860, 556 en 1870 y 750 en 1880, así como del rendimiento en sacarosa obtenida de la caña, que se incrementó del 6 al 8,5 por 100 aproximadamente en el inicio de los años ochenta.
Centrales por ingenios y colonos por esclavos. Mano de obra y cambio tecnológico46 El trabajo esclavo fue el principal factor que permitió a Cuba aprovechar su ventaja comparativa en el cultivo de la caña y convertirse en un gran productor internacional de dulce, y su abolición determinó directa o indirectamente después el sentido de la modernización de su industria azucarera. En el Capítulo II probamos que las soluciones arbitradas cuando aquél empezó a mostrar síntomas de crisis fueron remedios eventuales y se puede decir que la historiografía, en general, ha asumido de forma acrítica el discurso de los hacendados sobre el proceso de transición a un mercado laboral libre que, como veremos, implicó mucho más que eso.
46 Este apartado es resultado de una investigación realizada junto a L. M. García Mora, que se concretó en dos artículos, publicados en las obras editadas por M. Guicharnaud-Tollis, ed. (1999) y J. A. Piqueras, ed. (2002), A. Santamaría y L. M. García Mora (1999) y L. M. García Mora y A. Santamaría (2002).
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La concentración de sus exportaciones de azúcar en los Estados Unidos y el aumento de la competencia internacional, con su efecto deflactor sobre los precios, especialmente después de la década de 1870, provocaron una gran transformación en los ingenios cubanos, pero el sentido y características de ésta, pues había varias posibilidades ensayadas en otros lugares, estuvieron determinados por la dotación relativa de los factores de producción. Como hemos señalado reiteradas veces, en la Gran Antilla la tierra es el más abundante y tradicionalmente los hacendados tendieron siempre a sustituir con ella capital y trabajo. En el contexto antes mencionado es donde hay que entender y explicar las causas y efectos de la abolición en Cuba. En la década de 1870 cesó la importación de negros y también la de otros trabajadores, como los chinos, que completaron la trata africana desde los años cuarenta. Aunque parecía que la inmigración y la contratación de jornaleros en España y las islas cercanas resolverían los problemas de mano de obra en el futuro, de momento, y aun cuando esto último era ya una realidad, lo que cabía esperar teniendo en cuenta la citada lógica del crecimiento de la industria azucarera, era que se intentase economizarla por otros medios. Además, como veremos, esto permitió seguir usando principalmente esclavos hasta que se inició su proceso definitivo de liberación. Las causas de la abolición, pues, siguen estando en discusión. Ya señalamos, y enseguida probaremos, que mediaron fuertes presiones externas e internas, de quienes se preocupaban por la africanización de Cuba o por la situación que padecían los esclavos, pero en términos microeconómicos no se puede decir que su trabajo había dejado de ser rentable cuando se prohibió. Las evidencias indican más bien lo contrario, y aunque no permiten conclusiones más ambiciosas, en este apartado las sometemos a un análisis cuantitativo para mejorar el conocimiento del problema. R. Cepero Bonilla (1947) y, luego, M. Moreno Fraginals (1978) pensaban que la abolición fue inevitable por la propia contradicción entre las formas de capitalismo avanzado e intensa mecanización productiva y organizativa de la industria azucarera cubana y el trabajo esclavo. La evidencia, desde luego, impide sostener tal idea, pero también cuestiona las tesis de los análisis que defienden su mayor rentabilidad frente al asalariado, como el de L.W. Bergad (1989 y 1990a), que parten de un supuesto erróneo: los comparan en las condiciones de un mercado laboral que no era libre, lo que debió repercutir necesariamente en los salarios, elevándolos, e introduce un sesgo en la investigación a favor de la hipótesis que anula la validez de su demostración. Hasta ahora, por tanto, no se ha probado otra relación entre la completa tecnificación de la industria azucarera y la abolición de la esclavitud en Cuba que su coincidencia temporal y el hecho de que la primera tuvo que hacer frente a los problemas provocados por la segunda, estuviese o no entre sus causas. Además, hay otra evidencia omitida por la historiografía, y es que al combinar en su modernización un proceso de centralización de la produc-
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ción de edulcorante y de descentralización de la cañera, dejada en manos de los mencionados colonos, los ingenios no reemplazaron realmente a sus negros por trabajadores libres, no solamente, que es como se ha planteado hasta ahora el problema erróneamente, sino que iniciaron una compleja y completa reorganización, mediante la cual pretendieron facilitar la atracción de cultivadores locales e inmigrantes al sector, incentivados por la propiedad o el usufructo del suelo, que compartiesen los costes de sobreproducción de materia prima que requirieron los nuevos procedimientos de fabricación a escala, y también los laborales, ya que aquéllos eran responsables de la parte agraria del negocio, la que más mano de obra necesitaba47. Disponemos de fuentes estadísticas, conocidas, pero insuficientemente explotadas, que permiten un análisis econométrico para precisar la importancia de los factores de producción en la industria azucarera de Cuba en 1860 y 1877, el período inmediatamente anterior a la apertura del proceso que definitivamente iba a concluir con la abolición y en cuya conclusión se instaló en la isla el primer central completamente mecanizado, dotado incluso de su propio ferrocarril. Lamentablemente, como hemos dicho, sus datos no son lo suficientemente completos para obtener de ellos conclusiones definitivas, pero si evidencias muy interesantes. Resumiendo, nuestra hipótesis de trabajo se basa en varias certidumbres: parece que no hubo causas microeconómicas para la abolición en Cuba y, en cualquier caso, la evolución de su industria azucarera prueba que no se reemplazó directamente el trabajo esclavo por libre, sino mediante complejo proceso de transformación cuyo sentido estuvo determinado por la dotación relativa de los factores de producción, por lo que se usó tierra y capital para economizar el más escaso, la mano de obra. En ese sentido, lo que muestra el análisis econométrico que realizamos a continuación es que, mientras fue posible, dichos esclavos siguieron siendo la fuerza laboral preferida por los hacendados. Los datos estadísticos disponibles permiten saber aproximadamente cómo optimizó la industria azucarera cubana el uso de los factores de producción —tierra, capital y trabajo— en un período en que, indiscutiblemente, el sistema esclavista estaba en crisis e iba a desaparecer. En 1860 y 1877 se hicieron dos censos de ingenios, registrando su localización (jurisdicción y provincia), propiedad, cantidad de dulce que elaboraban y área de tierra total y sembrada de caña en cada uno. En el de la primera fecha citada se anotó también el tipo de fuerza motriz que empleaban (animal o vapor) y si disponían de trenes jamaiquinos, aparatos Derosne o Rilleux para la evaporación y clarificación del guarapo, y en el de la segunda, el número de esclavos, distinguiendo entre propios y alquilados, de operarios libres y chinos ocupados en dichas fábricas.
47 Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1998): 131-161, y C. Naranjo y A. García González (1996b).
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Los censos azucareros de 1860 y 1877 se hicieron por motivos muy distintos, pero es factible trabajar conjuntamente con sus datos para dar respuesta a las preguntas formuladas en párrafos precedentes. El de 1860 fue elaborado por C. Rebello (1860). Se desconocen el porqué, pero M. Moreno Fraginals (1978: III, 252) intuye que estuvo relacionado con el hecho de que el autor era Cónsul de Gran Bretaña en Cuba en un momento en que era grande el interés en ese país por invertir en la isla, lo que se concretó en años sucesivos, sobre todo en el sector ferroviario48. No hay razón, pues, para desconfiar de su información o sospechar algún tipo de sesgo en ella. Además, el citado M. Moreno Fraginals (1978) la usó profusamente y la contrasto con la ofrecida por otras fuentes acerca de algunos ingenios sin hallar errores reseñables. El censo de 1877 fue realizado por la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877) con el fin de establecer un impuesto que ayudase a ganar la Guerra de los Diez Años. Por tanto, se puede pensar que hay cierto grado de encubrimiento en su información. Debemos decir que en la industria azucarera insular fue común en el siglo XIX ocultar parte de su producto para eludir tributos o venderlo ilegalmente49, pero también que tal práctica tuvo que resultar cada vez más difícil por el progresivo control fiscal de una actividad tan importante. En ese sentido, un estudio de A. Tena (1994) sobre la fiabilidad de las estadísticas del comercio exterior, que contrasta las cifras de los países exportadores y receptores de las mismas mercancías, prueba que los registros de las aduanas de la Gran Antilla desde finales de la citada centuria son bastante confiables. Hay que pensar, además, que siendo una práctica común y ante la amenaza de un impuesto, la mayoría de los implicados en el negocio azucarero tendieron a actuar de modo similar en la ocultación de su producto, más aún al tratase de un artículo básicamente de exportación, por lo que el fraude debió ocurrir principalmente en las aduanas y con la aquiescencia de los funcionarios. Prueba de ello es que, según O. Zanetti (1998a: 29), el proceder de éstos últimos quizás explica que en las décadas finales del siglo XIX no se publicasen anuarios comerciales en Cuba. Constatar prácticas generalizadas de corrupción en las ventas de dulce parece poner en tela de juicio la afirmación de que los datos del censo de 1877 pueden utilizarse para los objetivos propuestos en el presente trabajo, pero no es así, pues la citada sistematicidad de tal comportamiento y la posi-
48
Ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 167-192. D. Turu (1977) intentó cuantificar el monto de tales ocultaciones. En el «Cuadro estadístico general que demuestra la población, riqueza, contribución e impuestos de la isla de Cuba». ANC, Academia de Historia, 71, 131, por ejemplo, se señala que la cantidad de azúcar exportada por los puertos en 1862, unida al consumo interno, fue de 52.765.044 @, 7.670.974 más de las que declararon los productores. 49
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bilidad de que todos los propietarios de ingenios se beneficiasen por igual de ellas, permite suponer que su efecto en las estadísticas fue relativamente constante y proporcionado y no anula su valor como instrumentos de análisis. Con el fin de aclarar lo que queremos señalar recurrimos de nuevo al estudio de A. Tena (1994), que prueba una correspondencia del 80% entre las cifras de exportación e importación de los artículos enviados al mercado externo por la Gran Antilla. La cuantificación de la fiabilidad de los registros comerciales insulares, por tanto, ofrece una idea acerca de cuál era el volumen de fraude y contrabando y, dado que emplea información de varios años, demuestra que su oscilación fue pequeña en tiempo. Otras razones para confiar en los datos del censo de 1877 con el propósito que aquí se propone es su congruencia, igual que ocurría con los recabados en 1860, con los de este último año, los disponibles sobre algunos ingenios en la misma época en que fue levantado, y con la evolución histórica anterior y posterior de la industria azucarera cubana, así como su uso contrastado en varios estudios acerca de ella. Además, el propio análisis a que los someteremos, al utilizar toda la información de las dos fuente citadas nos dará también muestras implícitas de su fiabilidad, ya que contradicciones sistemáticas y reiteradas entre las cifras de producción de dulce y las de trabajadores y tierra plantada de caña, más difíciles de ocultar, reducirían sensiblemente los coeficientes de significación estadística de los resultados. En el Cuadro I.28 anotamos el sumario estadístico de los datos compilados por C. Rebello (1860) y la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877), totales y de una muestra tomada aleatoriamente para realizar nuestro análisis por razones que luego explicaremos. Como ya señalamos, ambos censos computan el número de ingenios, su producción y tierra total y cultivada de caña, pero sólo el primero indica del tipo de fuerza motriz y de maquinaria que empleaban, lo que permite agruparlos en distintas categorías combinando ambas informaciones y apuntar el porcentaje que representaban respecto al total de las fábricas de azúcar en la Gran Antilla. Por otra fuente, «Ferrocarriles portátiles» (1879), conocemos también cuáles habían construido un tren de uso industrial en 1879 y completamos la citada tabla con ese detalle. El censo de 1877 detalla los trabajadores totales, esclavos, alquilados y libres y chinos de cada ingenio. Por la obra del Conde de Armildez de Toledo (1864) sabemos la cantidad absoluta de obreros ocupados en la industria azucarera cubana por jurisdicción en 1862. Además de tales datos, en el Cuadro I.28, cuando disponemos de información desagregada de las fábricas de dulce, anotamos la desviación típica junto a los valores medios para tener una idea de la variabilidad con que se distribuyeron los factores de producción y esta última. Si observamos los datos totales del Cuadro I.28, no obstante los de la muestra son muy similares en el caso de las medias, lo que más llama la atención es la reducción del número de ingenios entre 1860 y 1877, el aumento de la producción, sobre todo por unidad, y que éste no se correspondió con un incremento de las caballerías totales y plantadas de caña, absolutas y por
198,6 145,5 129,8 95,1 68,8 51,8
1.365 448,8 328,8 50,5 43,6 20,8 15,2 11,5
58,3
315,1
DT
30,0 70,0 90,6 9,4 30,0 60,6 9,4
% 283 95,1 336,1 10,6 47,4 4,5 15,9
Total
12,0
59,2
313,5
DT
Muestra
27,8 72,2 90,5 9,2 28,8 61,2 9,2
% DT
333,0 0,3 131,4 110,4 131,4 94,8 79,7 96,5 36,6 30,8 22,3 21,9 18,4 43,0 14,7 12,4 19,0
1.190 516,3 433,8 402,6 46,4 38,9 30,8 18,4 15,5 14,5
Total
Totales
13,0
%
90,1 0,4 25,7 108,9 18,6 78,9 7,1 30,1 4,1 17,3 3,0 12,7
236 106,3 450,5 9,4 39,8 3,8 16,1
Total
1877
y % son
13,5
%
FUENTES: Los datos de 1860 proceden de C. Rebello (1860) y los de 1877 de la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877), menos los del número total de trabajadores y su desglose en la primera fecha, tomados del Conde de Armildez de Toledo (1864) y correspondientes a 1862, y la información acerca de los ferrocarriles industriales en la segunda, obtenida de «Ferrocarriles portátiles» (1879).
DT
19,5
41,9
24,2
75,9
128,9
15,0
32,4
441,5
DT
Muestra
* Distinguimos entre los datos totales incluidos en las fuentes y los de las muestras seleccionadas para realizar el análisis estadístico; la desviación típica y el porcentaje respecto al número de ingenios.
Ingenios (nº) Producción (mil Tn) Por ingenio (Tn) Tierra total (mil cabs.) Por ingenio (cabs.) De caña (mil cabs.) Por ingenio (cabs.) Ingenios (%) con Fuerza animal (A) Maquinas a vapor (B) Tren jamaicano (C) Evaporador vacío (D) A y C B y C B y D Ferrocarril Ferrocarriles (km) Ferrocarril/ingenio Trabajadores (miles) Por ingenio (nº) Esclavos (miles) Por ingenio (nº) No esclavos (miles) Por ingenio (nº) Chinos (miles) Por ingenio (nº) Alquilados-libres (miles) Por ingenio (nº)
Total
Totales
1860
Cuadro I.28 Ingenios azucareros cubanos, 1860 y 1877. Producción, tierra, capital y trabajo total y de una muestra*
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fábrica, lo que indica que el crecimiento de la oferta fue intensivo. Aunque carecemos de información desagregada de la mano de obra, la disponible corrobora también esa afirmación. En lo que respecta a la tecnología, en 1860 casi todos los ingenios estaban semimecanizados —un 96,5% tenían trenes jamaiquinos y un 70% se movían con vapor— y sólo un 9,4% contaban con los más modernos adelantos. En 1877 esos indicadores tuvieron que mejorar sensiblemente, pues al propio desarrollo de la industria en el período, que provocó la modernización o eliminación de las instalaciones más obsoletas, se unió el efecto de la Guerra de los Diez Años, que ocasionó la desaparición de las más antiguas e ineficientes, situadas en la mitad Este de Cuba. En el inicio de los años sesenta un 22% de las fábricas de dulce se localizaban en esa zona, al final de los setenta sólo un 7%. Aquel primer porcentaje es muy similar al de las que operaban con tracción animal, que seguramente habían desaparecido virtualmente antes de 1880. Las referencias disponibles indican que en 1877 la inmensa mayoría de los ingenios cubanos habían mecanizado al menos una parte de su proceso productivo. Otro dato que corrobora lo que decimos es la instalación de ferrocarriles azucareros. Ya vimos que en la década de 1870 comenzaron a tenderse líneas portátiles, aunque a la postre esa solución se mostró inadecuada debido a que en la época de lluvias los terrenos se empantanan y no ofrecen un firme adecuado para tal infraestructura, por lo que rápidamente fue sustituida por carrileras fijas sobre soportes basaltados. La construcción de ferrocarriles industriales indica la existencia de necesidades de materia prima en las cantidades y tiempos que requerían las cadenas de fabricación completamente mecanizadas en al menos un 13% de los ingenios cubanos, aunque sin duda el porcentaje fue mayor, pues no todos los dotados de ellas habrían empezado a tender sus propios trenes en 187750. Los datos disponibles sobre la tierra y la tecnología en las décadas de 1860 y 1870, por tanto, confirman nuestra tesis respecto al tipo y sentido de la modernización de la industria azucarera en Cuba en ese período. El suelo es el factor de producción relativamente más abundante y barato en la isla, y además destaca por su idoneidad para el cultivo de la caña51, y las innovaciones 50 Acerca del proceso de tecnificación de los ingenios ver, por ejemplo, N. Deerr (1950), M. Moreno Fraginals (1978), A. D. Dye (1998) y A. Santamaría (2002a). Las dos últimas obras estudian la necesidad de construir ferrocarriles industriales que implicó la completa mecanización de las fábricas, que permitió economías de escala siempre que se asegurarse el abastecimiento de caña en cantidad suficiente, a su debido tiempo y de la mejor calidad posible, premisas que requirieron contar con un medio de transporte propio. 51 La caña es un cultivo polianual prácticamente en cualquier lugar del mundo menos en Cuba, donde germina por término medio en 11 o 12 meses. Además, y sin muchos cuidados, en la Gran Antilla es posible obtener cepas en las distintas fases de la temporada de molienda que permiten rendimientos industriales más altos que los de aquéllos competidores dotados de una tecnología similar. Ver A. Santamaría (2002a): capítulo II.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
que aquélla adoptó para mantener su competitividad internacional, como hemos dicho, se realizaron normalmente tratando de optimizar la dotación de recursos; es decir, aprovechando dicha abundancia de terreno y economizando trabajo y, en segundo lugar, capital. Respecto al factor capital, puesto que lo tratamos en el siguiente capítulo del libro, basta decir que una industria que era muy rentable desde hacía mucho tiempo, no tuvo especiales dificultades para conseguir recursos con los que financiar su modernización, mediante la obtención de crédito, atrayendo inversiones que durante las últimas décadas del siglo XIX procedieron, sobre todo, del sector mercantil surgido para comercializar el azúcar, incluso de algunas instituciones extranjeras, británicas, francesas o estadounidenses52. El último tercio del siglo XIX fue un período especial en lo que respecta a la demanda de capital de la industria azucarera cubana, ya que en él realizó la transformación más radical y profunda de toda su historia. Las condiciones de mercado, el aumento de la competencia mundial y de los aranceles para protegerla, incluso la presión fiscal del gobierno colonial, y la crisis y abolición de la esclavitud, obligaron a llevarla a cabo para mantener su eficiencia internacional. Ya hemos señalado que ello fue posible restando recursos a las demás actividades productivas y, quizás, vendiendo a inversores extranjeros los ferrocarriles de servicio público abiertos por empresarios locales desde 1835, que además ya no eran tan necesarios para los ingenios, pues en los años setenta, como hemos visto, éstos empezaban a construir trenes para su propio servicio53. En última instancia, sabemos que los ingenios cubanos se mecanizaron adoptando tecnologías de gran escala para aprovechar la abundancia de caña y economizar trabajo, y aunque no disponemos de estudios que analicen la relación entre este último y el capital, los niveles de eficiencia alcanzados invitan a pensar que las estrategias de inversión y ahorro relativo de factores seguidas por los productores fueron acertadas. Hay que tener en cuenta, además, que independientemente de los costes laborales, los años en que se planteó completar el proceso de tecnificación de la industria azucarera en la Gran Antilla coincidieron con los de la eliminación del recurso que tradicionalmente había empleado como mano de obra: la esclavitud. Los datos del Cuadro I.28 muestran una reducción del número de caballerías totales y cultivadas de caña en los ingenios cubanos. Posiblemente la primera se explica debido a que su mecanización disminuyó la necesidad de tierra empleada antes para mantener una amplia cabaña animal —usada como fuerza motor en las fábricas y medio de transporte de la caña y del dulce— y sembrar alimentos destinados a los esclavos. Ya que la solución frente a los problemas de mano de obra implicó la descentralización de la agricultura, 52
Sobre estos temas ver, por ejemplo, F. Iglesias (1980b), A. García Álvarez (1990), o A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992). 53 Ver A. Santamaría (1998c): 298-334.
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es probable, además, que tras el decrecimiento del tamaño de las fincas azucareras se oculte un proceso de cesión y venta de ciertas partes a los colonos, lo que por otra parte pudo proporcionar también capital. Con la tierra dedicada a caña no es preciso especular tanto. La mecanización de los ingenios supuso un incremento de su rendimiento industrial. Según diversos estudios publicados en la Revista de Agricultura (1877-1881), pasaron de obtener un promedio de 5,5 – 6,5 @ de azúcar por cada 100 de materia prima hasta la década de 1860, a 8,0 – 8,5 a finales de los años setenta e inicios de los ochenta. Para producir más dulce, pues, no fue preciso aumentar la superficie plantada. Un último comentario que es preciso hacer sobre el Cuadro I.28 es que sus datos de mano obra corroboran lo que señalamos acerca de que entre 1860 y 1877 los ingenios cubanos ahorraron trabajo. Igual que ocurría con la tierra dedicada a caña y en parte gracias al aumento del rendimiento industrial, para obtener en el segundo año unas 70.000 Tn de azúcar más que en el primero fueron necesarios 70.000 operarios menos. Ahora bien, llama la atención que la reducción de estos últimos fue relativamente mayor entre los no esclavos, lo que contradice abiertamente las tesis que vinculan el incremento y la modernización de la producción con la abolición. Un análisis descriptivo de los datos disponibles, por tanto, indica que el desarrollo de la industria azucarera cubana entre 1860 y 1877 fue coherente con su dotación relativa de factores de producción, y respondió a los cambios en la demanda adoptando tecnologías que permitieron maximizar el uso del más abundante —tierra y caña— y ahorrar el más escaso —trabajo—, pero también que las economías laborales no se hicieron sustituyendo esclavos por asalariados, pues aquellos primeros aumentaron su importancia proporcional en la nómina de los ingenios, una evolución muy lógica conociendo la historia posterior del sector que, en realidad, afrontó la abolición con un proceso de transformación que iba a modificar por completo las condiciones de empleo en el mismo54. Los censos de ingenios de 1860 y 1877 permiten construir un modelo econométrico para medir el efecto de los factores de producción del azúcar —tierra, trabajo y capital—, ecuación clásica y sencilla, como los datos ofrecidos por aquéllos, pero con una gran capacidad explicativa, no obstante, según hemos dicho, no son posibles conclusiones definitivas debido a que carecemos de cifras desagregadas de mano de obra en el inicio de los años sesenta y de capital en los setenta, lo que impide precisar con certeza los cambios en la incidencia de ambas variables entre ambas fechas. No disponemos, además, de información sobre la eficiencia de los ingenios. El censo de 1877 anota los costes de refacción de cada uno, pero los 54
Para un análisis más exhaustivo de los datos del Cuadro I.28, ver el artículo A. Santamaría y L. M. García Mora (1999), donde además calculamos la interrelación entre las diferentes variables incluidas en él.
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agrupa en porcentajes fijos —50, 60, 65 por 100— y determinados por la cantidad de azúcar elaborado o de esclavos empleados, no por datos referentes al mismo proporcionados por los hacendados. Debido a la ausencia de cifras sobre este último y del rendimiento industrial, cuyo cálculo requeriría saber la caña que se molió para obtener el dulce, el mejor indicador de dicha eficiencia es la propia producción, más aún según avanzó el tiempo y la modernización de las fábricas permitió crecientes economías de escala. Una última precisión necesaria antes de explicar nuestro análisis es que se realizó usando sendas muestras de los censos de C. Rebello (1860) y de la Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877) con el fin de facilitar su manejo y dado que en ambas fuentes hay muchos ingenios sin cifras acerca de algunas variables y no hubieran podido incluirse. La selección se hizo aleatoriamente, y debido a ello y a su amplitud, según se aprecia en el Cuadro I.28, donde anotamos sus sumarios estadísticos, sus medias y desviaciones típicas y son muy similares a las reales. Por esa razón, y ya que los modelos econométricos están pensados, precisamente, para trabajar con tales muestras, es posible afirmar con un 95% de confianza que los resultados obtenidos no cambiarían sensiblemente si se repitiesen los cálculos con toda la información55. Con los matices explicados anteriormente hemos construido sendos modelos de regresión lineal por el método de mínimos cuadrados, uno con los datos de l860 y otro con los de 1877. En ambos casos la variable dependiente es la producción de azúcar de cada ingenio que, de acuerdo con la teoría económica es igual a la tierra más el capital y el trabajo (P = T + K + W). Lo que permite saber nuestro análisis econométrico es el coeficiente por el que debemos multiplicar cada uno de los factores de producción para explicar con cierta fiabilidad la variabilidad con que se distribuyó la oferta por ingenio. En el Cuadro I.29 detallamos cómo se ha realizado y cuál es el significado de sus resultados, de modo que a continuación podamos centrarnos sólo en lo más imprescindible con el fin de entender las conclusiones que se deducen de ellos. Todas las variables incluidas en los modelos son reales menos las tecnológicas. La producción se mide en libras de azúcar en 1860 y en pesos obtenidos por ella en 1877, y no hemos unificado los datos, pues los resultados no cambian, la tierra en caballerías y los trabajadores en número de personas. Como en el primer año sólo sabemos si los ingenios utilizaban fuerza animal (A) o vapor (B) y si contaban con trenes jamaiquinos (C) y aparatos Derosne o Rilleux (D); hemos construido sendas dummies, asignando valores 0 (cero) a los casos A y C y 1 (uno) a los B y D. Para finales de los años setenta conocemos también cuáles tenían ferrocarril portátil, una proxi de su grado de tecnificación, aunque ya explicamos que si esto indicaba con certeza que
55 El grado de fiabilidad, tras comprobar que la distribución de los datos es normal, lo da el propio modelo estadístico.
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aquél era alto, no todas las fábricas dotadas de las más avanzadas innovaciones disponían entonces de ellos. Los modelos de regresión sólo son estadísticamente aceptables con las variables no dummis expresadas en logaritmos, como explicamos en el Cuadro I.29. Teóricamente esto significa que la relación entre ellas está en sus Cuadro I.29 Modelo de regresión para determinar la influencia de la tierra, el capital y el trabajo en la producción de azúcar de los ingenios cubanos en 1860 y 1877.*
1860 Producción (I) K TEX TC MAQ FM
N.º R2 adj. SR F P-V
Log. producción (II)
–2,79 K (–0,03) 2,59 Log. (1,69) 44,99 Log. (13,06) 77,61 MAQ (0,80) 948,46 FM (7,29)
282 0,67 587,41 146,49 0,0000
1877
TEX TC
3,56 (21,19) 0,32 (5,31) 0,59 (10,33) 0,38 (3,44) 0,39 (3,18)
282 0,71 0,57 176,75 0,0000
Log. producción (III) 0,42 (2,58) –0,06 (–0,88) 0,84 (11,97)
0,82 (12,91)
0,09 (1,97) 0,19 (5,03) 0,03 (1,95) 0,04 (2,34)
0,09 (2,07) 0,18 (4,96) 0,03 (2,01) 0,04 (2,37)
235 0,80 0,45 155,44 0,0000
235 0,80 0,45 186,56 0,0000
K
Log
Log. producción (IV)
TEX
Log.
TEX
Log.
FC
Log.
WE
Log.
WCH
Log.
WAL
0,32 (2,75)
* Para el sumario estadístico, ver Cuadro I.28. La producción se expresa en Tn en 1860 y en pesos fuertes en 1877, como en las fuentes (para 1860 convertimos en Tn las libras); K es el valor de la constante; TE y TC la tierra total y de caña de los ingenios en cabs.; MAQ la maquinaria, variable dummi que asigna valores cero (0) a los dotados de tren jamaiquino y uno (1) a los que disponían de equipos Rilleux o Derosne; FM la fuerza motriz, otra dummi que computa como cero (0) las fábricas movidas por bueyes o agua y uno (1) las que lo hacían con vapor; FC son los kilómetros de ferrocarril portátil, y WE, WCH y WAL la cantidad de esclavos, chinos y alquilados y libres empleados en cada establecimiento; N.º es el número de casos introducidos en el modelo; la R2 adj. (ajustada por grados de libertad) indica la porción de la variabilidad que explica la regresión en tantos por uno; SE es el error estándar; F el estadístico F (significativo cuando es superior a 2,00), y P-V el P-valor (significativo siempre que sea inferior a 0,0500). FUENTES: Para 1860 C. Rebello (1860), y para 1877 Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877), menos los datos sobre ferrocarriles, que proceden de «Ferrocarriles portátiles» (1879).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
tasas de crecimiento, algo que, por otra parte, es usual cuando se aplica este tipo de análisis a la industria azucarera en otros momentos históricos56. Una última cuestión que debemos tener en cuenta es que la regresión para 1860 incluye como variables independientes tanto la extensión total de tierra de los ingenios como el área plantada de caña, pero en la de 1877 sólo la segunda es significativa. Esto es muy coherente con lo que explicamos anteriormente sobre el uso más racional de las fincas azucareras en los años setenta. La regresión de 1860 permite construir la siguiente función de producción (Figura I.1): Figura I.1 Función de producción del azúcar en Cuba, 1860. P
= 3,56 + (0,32 × log.
Te)
+ (0,59 × log.
Tc)
+ (0,38 ×
Km )
+ (0,39 ×
Kf),
El modelo asigna a cada una de las variables un valor, que indica cuánto crecería la producción en caso de aumentar aquéllas en una unidad, y un coeficiente estadístico (anotado bajo las cifras en el Cuadro I.29 entre paréntesis) que si es igual o superior a 2,00 indica que es significativa estadísticamente hablando. Para considerar que el modelo es estadísticamente significativo verificamos que la distribución de los residuos es homocedástica. Cuando introducimos las variables en valores absolutos esto no se cumple, por lo cual las transformamos en logaritmos [excepto en el caso de las dummis que son cero o uno (0 o 1)]. Tal condición invalida el modelo I. El III tampoco es aceptable, pues el coeficiente de la extensión de tierra TE es notablemente inferior a 2,00 y debe excluirse del mismo. Finalmente, comprobamos la referida homcedasticidad residual de las regresiones II y IV, que son las válidas (con ellas construimos las ecuaciones de las figuras I.1 y 257). Te es la extensión de tierra total, Tc el área sembrada de caña, Km el tipo de máquina usado por los ingenios, y Kf su fuerza motriz. Todos los factores tienen coeficientes estadísticos muy significativos, igual que el propio modelo, que explica un 71% de la variabilidad con que se distribuye la producción de las fábricas (R2 adj.). Finalmente, ya hemos comprobado la homocedasticidad de los residuos para certificar que los resultados realmente son fiables.
56
Ver A. D. Dye (1998) o A. Santamaría (1996a y 2002a). Para comprobarlo observamos en un gráfico que la distribución de los residuos de la regresión es homocedástica, no forma estructuras, y realizamos el test de Golfeldf and Quantdt, cuyo resultado indica que la probabilidad de que ê > F es 0,018 en el modelo II y 0,020 en el IV. 57
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TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
El resultado de la regresión para 1877 es como se indica en la Figura I.2: Figura I.2 Función de producción del azúcar en Cuba, 1877. P
= 0,32 + (0,82 × log.
Tc) + (0,09 × log. Kr) + (0,18 × log. log. Wl) + (0,04 × log. Wc),
W e)
+ (0,03 ×
son los kilómetros de ferrocarril, We el número de esclavos, Wl el de obreros alquilados o libres y Wc el de chinos. Las variables y el modelo son tan significativos y fiables como los de 1860 y el último explica el 80% de la variabilidad con que se distribuye la producción de los ingenios. Las dos regresiones interceptan una constante (3,56 en la primera y 0,32 en la segunda), que representa el valor de las variables no incluidas en ellas. Dada la capacidad explicativa de la función P = T + K + W, podríamos suponer que tal valor es el factor ausente en cada caso; ahora bien, aunque es posible apuntar algunas conclusiones considerándolo así, debemos tener en cuenta que hay otros condicionantes que afectan a la producción de azúcar, por ejemplo, las incidencias climáticas y accidentales, la habilidad de los hacendados y técnicos, la situación de los ingenios —más o menos cerca del mar y/o de los ferrocarriles públicos—, y que los datos, por muy buenos que sean, siempre son aproximaciones a las referidas variables, más aún cuando nos vemos obligados a usar dummies, como ocurre en el caso de la tecnología58. Una ecuación de regresión indica cuánto aumentaría la variable dependiente —la producción en nuestro caso— si incrementásemos en una unidad cualquiera de los factores incluidos en ella ceteris paribus. Para apreciar con más claridad los resultados obtenidos de nuestro análisis lo mejor es emplear ejemplos. Supongamos un incremento hipotético de la producción igual a 100 y calculemos el porcentaje que tendría que aumentar para ello cada factor en tres ejemplos de ingenios con distinta dotación de tierra y tecnología en 1860 y de tierra, trabajo y ferrocarril en 1877. Según la ecuación de la Figura I .1, con un 95% de confianza, sí un ingenio de tipo medio en 1860; es decir, con 44 cabs., 15 sembradas de caña, hipotéticamente movido por fuerza animal y con tren jamaiquino, duplicaba la extensión de su tierra, dejando todo lo demás constante, su Kr
58 Las regresiones pueden interceptar como constantes algunos efectos propios de las variables incluidas en ellas, pues no sólo en el caso de la tecnología en 1860, por ejemplo, ingenios dotados de aparatos parecidos producían a veces cantidades muy distintas de azúcar, además, los que poseían extensiones de tierra similares no gozaban de igual potencial agrícola en sus suelos, y lo mismo ocurría con la cualificación y productividad de la mano de obra.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
producción de azúcar crecía un 2%, y si hacía lo propio con el área plantada de materia prima, un 3,6; pero el efecto de introducir mejoras técnicas era mucho más efectivo. Incorporando maquinas a vapor aumentaba su oferta un 7,9%, e incorporando equipos Derosne o Rilleux un 7,7. El valor de la constante en la regresión de 1860 oscila entre el 73% de la variabilidad en la producción de azúcar que explica el modelo para el caso de los ingenios de tipo medio y sin mecanizar, y el 67% para el de los más avanzados. Aunque la función econométrica de la Figura I.1 sólo permite afirmar con certeza a partir de los datos disponibles que lo más eficiente fue mecanizar el procesamiento industrial, dicho valor invita a pensar que, con los niveles tecnológicos del momento, el trabajo pudo ser el factor más determinante en el crecimiento de la oferta de dulce. En 1877, si un ingenio de tipo medio, con 40 cabs., 16 dedicadas a caña, y 100 obreros, 80 esclavos, 18 chinos y 12 alquilados o libres, duplicaba el área sembrada de materia prima —recordemos que la extensión total de su finca no era estadísticamente significativa—, su producción crecía, ceteris paribus, un 14,4%, y multiplicando por dos el número de trabajadores, un 4,3%. Tales resultados corroboran lo que deducíamos de la mera observación de los datos (ver Cuadro I.28), que parecían indicar un aumento del rendimiento industrial en términos de la cantidad de azúcar obtenida por unidad de materia prima59, con el fin de ahorrar mano de obra, relativamente más cara. Aunque el resultado de nuestro análisis confirma que se intentó economizar trabajo optimizando el uso de otros factores y entre 1860 y 1877 disminuyó sensiblemente la fuerza laboral necesaria para elaborar una libra de azúcar, hacerlo sin obreros resultaba imposible. Lo que indica la ecuación de la Figura I.2 es que si había que incorporarlos, sin lugar a dudas, era preferible que fuesen esclavos. El resultado de duplicar el número de éstos era un crecimiento de la oferta de dulce del 3,1%, mientras que hacer lo propio con el de chinos o el de alquilados y libres sólo elevada aquélla un 0,7 y un 0,5% respectivamente. El valor de la constante es mucho menor en 1877 que en 1860: 18,2% en un ingenio de tipo medio y 15,4 en una planta con el doble de obreros, de tierra dedicada a caña y dotado de ferrocarril portátil, seguramente debido a que las variables introducidas en el modelo son más precisas. Por igual mo-
59
Aunque no es posible precisar más, la evolución de la industria azucarera cubana se correspondió tradicionalmente con un deterioro del rendimiento agrario, sobre todo según avanzó el siglo XIX, debido a que, por la abundancia de tierra, no era rentable aplicar mejoras destinadas a aumentar la cantidad de caña cosechada por caballería. Lo que sí preocupó a los hacendados insulares, en especial desde finales de dicha centuria, fue el perfeccionamiento de las labores agrarias y su coordinación con el procesamiento fabril para obtener más sacarosa de la materia prima. Ver A. Santamaría (1996a): 225-250, y (2002a): capítulo II.
TRENES Y CENTRÍFUGAS. INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA
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tivo, llama la atención la similitud de tales porcentajes con los de la tecnología a principios de los años sesenta. Al final de los setenta, la producción de una fábrica que construyese 10 km de vías aumentaba un 5,1%, proporción lógica si tenemos en cuenta las referidas limitaciones que éstas tienen como proxi de dicha tecnología, pero también para entender por qué en años sucesivos la industria azucarera cubana comenzó a tender extensas redes privadas de tren60. En suma el análisis econométrico realizado para medir la importancia de los factores de producción en la industria azucarera cubana entre los años 1860 y 1877, no obstante sus limitaciones, en buena parte inherentes a las carencias de la información disponible, apunta algunas precisiones que en general coinciden con las explicaciones acerca del modo en que aquélla se modernizó y creció. Es muy evidente que en el período citado mejoró el uso de la tierra —y de la materia prima—, el recurso relativamente más abundante en la isla, y parece que lo hizo con el fin de ahorrar trabajo. También se puede afirmar, aunque con menos precisión, que la tecnificación del sector respondió a esos mismos objetivos. Ahora bien, por mucho que disminuyese su importancia, la mano de obra siguió siendo imprescindible para elaborar dulce y lo que indican nuestros cálculos en este caso es que a finales de los años setenta, la más rentable seguía siendo la de los esclavos. El problema es que entonces la esclavitud era ya una institución en vías de desaparición.
60 Para más detalles sobre estos cálculos, ver L. M. García Mora y A. Santamaría (2002): 181-184.
CAPÍTULO V
FINANZAS PÚBLICAS Y PRIVADAS
Toda la historiografía coincide en que la disponibilidad de capital fue un factor clave en el crecimiento económico de Cuba, en su especialización, en la expansión de su agricultura comercial y sobre todo azucarera y, por tanto, también en las dificultades relativas que padecieron otras actividades. En economías como la insular las postrimerías del siglo XVIII y los albores del XIX, la Iglesia, el Estado y los comerciantes proporcionaban básicamente ese recurso. La primera contribuyó en un momento inicial al desarrollo de los sectores productivos y, aunque faltan estudios sobre el tema, parece que la desamortización limitó sensiblemente dicha función1. El segundo aportó también cantidades importantes. Ya explicamos, por ejemplo, que la Junta de Temporalidades que administró los bienes de la Compañía de Jesús tras su disolución invirtió en ingenios y prestó dinero a los hacendados, que su participación fue esencial en el tendido del primer ferrocarril y que la Junta de Fomento creada con tal propósito ayudó a la construcción de muchos otros adquiriendo, por lo general, acciones de las empresas. La principal aportación del Estado al desarrollo del mercado financiero en Cuba, sin embargo, fue su actividad legal e institucional, por ejemplo, la eliminación de las trabas para las inversiones foráneas y para que los extranjeros pudiesen emprender actividades económicas en la isla, la citada supresión de los privilegios que impedían la movilización de los factores productivos, y especialmente de la tierra, y la supresión o reducción de impuestos y aranceles con el fin de facilitar la expansión inicial de diferentes actividades. En capítulos precedentes observamos cómo en el período inmediatamente posterior a las independencias de Haití y de la América continental española se produjeron importantes avances en ese sentido y también que tras la con1
Sobre la desamortización eclesiástica en Cuba, ver R. Segreo (1998). Esa obra y la de M. García Rodríguez (2000) detallan también las actividades económicas desarrolladas, sobre todo, por el clero regular.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
solidación de dichas actividades, por ejemplo, de la minería del cobre, se eliminaron o recortaron considerablemente tales exenciones. En relación también con la acción económica del Estado colonial en Cuba, otro elemento que debemos considerar es la estructura y organización legal de las empresas, que se agilizó y modernizó a partir de la aplicación del Código de Comercio de 1829. No obstante, las estipulaciones de éste en materia de liberalización de las formas de sociedad no se desarrollaron hasta la ley de 1848, y aún así siguieron siendo muy restrictivas. En los dominios de Ultramar y en la propia España, según vimos anteriormente, los déficits normativos se resolvieron con disposiciones especiales sobre determinados sectores, como los ferrocarriles, los bancos o la minería. En opinión de J. R. García López (1994: 175-192), ese modo de actuar, eliminó las trabas para el desarrollo de tales actividades, pero al mismo tiempo estableció mecanismos de discriminación que perjudicaron al resto, pues favoreció la concentración en aquéllas del capital y los recursos. El sistema se mantuvo hasta la reforma de 1869, que estableció la libertad de asociación mercantil sin más obligación que la de realizar un registro público. En las últimas colonias americanas de España el surgimiento de un sistema crediticio moderno fue relativamente tardío2. En Cuba comenzó a operar el Banco Español de Fernando VII en 1832, pero fracasó en su función de prestamista para el desarrollo de la agricultura al tener que hacerse cargo de la recaudación de un subsidio extraordinario votado por las Cortes metropolitanas, destinado a financiar las Guerras Carlistas y sobre el que se giraron libranzas que superaron el monto de lo ingresado, lo que provocó su cierre en 1842. En la década de 1840 se crearon algunos otros bancos, cajas y almacenes de depósitos y en 1856 se estableció el Banco Español de La Habana, que se ocupó de emitir la moneda y actuó también como agente del Tesoro. Su carácter semipúblico y su vinculación con la Hacienda se reforzaron en el período de la Guerra de los Diez Años cuando se creó, además, el Banco Hispano Colonial con el fin de conceder un préstamo al Estado para hacer frente a la misma3. El Estado, por tanto, trasladó sus problemas financieros al sistema de crédito privado, restando recursos al desarrollo de las actividades productivas y, además, cedió parcelas importantes de poder que acabaron hipotecando su libertad de actuación. Los empresarios que estuvieron tras la concesión del crédito del Banco Hispano Colonial y que lograron a cambio la administración de las recaudaciones de Aduanas, otorgadas como aval, hombres ligados a las actividades comerciales y de transporte entre España y Cuba, adquirieron un papel determinante en la definición de la política colonial. 2
Sobre este tema, ver los trabajo de S. Fernández (1987 y 2002). Ver I. Roldán (1990, 1995, 1997a y 2004), A. García Álvarez (1898e) y J. de Armas y Céspedes (1883) sobre el Banco Español y M. Rodrigo (1998a y 2000) acerca del Banco Hispano Colonial. 3
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Hasta los últimos años de dominio hispano no comenzó a surgir en Cuba un sistema financiero moderno. Lo característico hasta entonces fue que la provisión de crédito estuviese en manos de la única actividad capaz de generar una acumulación de capital suficiente para ejercer dicha función y que por su propia naturaleza disponía de mecanismos de agilización de los medios de pago, el comercio. En la introducción señalamos, además, que por lo general dicha actividad fue acaparada por inmigrantes metropolitanos que gozaron del favor del Estado, sobre todo según avanzó el siglo XIX, por su interés de que estos últimos reforzasen su poder y el control de la colonia y españolizasen la sociedad y la elite insular. Otra de las razones que explican la tardía modernización del referido sistema financiero, por tanto, fue la oposición del sector mercantil a perder las ventajes que le ofrecía su posición de monopolio en el mismo y la importación que ello tuvo para los gobiernos madrileño y habanero4. El sistema financiero, como el resto de las variables analizadas hasta ahora, se desarrolló en Cuba en consonancia con el crecimiento y necesidades de su economía. El crédito comercial, fundamentalmente interno y refraccionario para realizar la zafra, completado con capital extranjero para proyectos e inversiones de más envergadura —adquisición de esclavos, construcción de ingenios o ferrocarriles—, al que tuvo un acceso relativamente fácil gracias a la rentabilidad de su sector exportador, fue suficiente para garantizar un desarrollo tecnológico y de las infraestructuras que permitiese mantener la competitividad internacional de las plantaciones. El resultado del monopolio comercial del crédito fueron tasas de interés seguramente más elevadas que en una situación con más competencia. M. García Rodríguez (1998) habla de un 5% a finales del siglo XVIII, y por lo que sabemos éstas no debieron variar sustancialmente hasta el período de gran expansión exportadora, cuando aumentaron hasta un promedio cercano al 15%, incluso hay referencias que las sitúan en torno al 18-20 en los momentos de precios más altos del azúcar y de otros artículos comerciales. Naturalmente, para los sectores menos vinculados con las exportaciones el coste del capital fue superior, sobre todo relativamente, y el acceso a él más difícil y determinado por los excedentes generados por aquellos primeros. En definitiva, se repitió el mismo patrón que explicamos cuando hablamos del desarrollo de las llamadas industrias menores. Contamos con muy buenos estudios acerca de la formación de las principales casas comerciales y crediticias en Cuba y de su vinculación con la inmigración española y el Estado colonial5. Por esa razón, la naturaleza de
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Ver A. García Álvarez (1990), A. Calavera (1994) y J. R. García López (1996). Aparte de los obras ya citadas, ver los trabajos de A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992), E. Collazo (1983, 1989 y 1996), I. Roldán (1997b), E. Hernández Sandoica (1997 y 1998b), F. Iglesias (1980b y 1998b), o J. R. García López (1994a). 5
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nuestro trabajo y la escasez de espacio, aquí nos limitaremos a describir las conclusiones principales que apuntan las investigaciones sobre el problema y a tratar de cuantificar sus efectos económicos, sin duda los aspectos más descuidados por la historiografía. El fortalecimiento de los sectores mercantiles ligado con el crecimiento de las exportaciones fue más temprano en Cuba que en el resto de América Latina y estuvo estrechamente vinculado con el desarrollo de las instalaciones y del tráfico portuario, con la apertura del comercio colonial y de la emigración a los territorios de Ultramar a la totalidad de las regiones de España y con los intercambios entre aquéllos y la metrópoli y el extranjero, tras las sucesivas autorizaciones que condujeron a la liberalización definitiva de los intercambios mercantiles, tal y como la hemos descrito, en 1818. Por su importancia para las economías antillanas y por ser la primera actividad que se beneficios de dicha liberalización, la trata de esclavos fue originalmente el negocio que permitió un enriquecimiento más rápido y mayor acumulación de capital en los sectores mencionados y el que con más facilidad consiguió crédito del exterior, incluso cuando todavía estaba sujeto a restricciones. La prohibición de ejercer actividades comerciales a los extranjeros durante un período que normalmente era de cinco años tras su naturalización en Cuba contribuyó al fortalecimiento de los sectores mercantiles criollos y españoles que, además, actuaron como intermediarios de aquéllos, No obstante, progresivamente, sobre todo a partir de las medidas liberalizadoras de las décadas de 1820 y 1830, varias casas foráneas fueron abriendo establecimientos en la Gran Antilla, usando si era preciso agentes locales. Los comerciantes insulares hicieron lo propio en los principales mercados financieros y de exportación, principalmente en Gran Bretaña, en otros países de Europa, en los Estados Unidos y, por supuesto, en la metrópoli. A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992: 72-7) estiman que el flujo de capital que enviaron al Reino Unido en el período 1838-1868 superó los 2.100.000 pesos anuales y aumentó hasta casi 2.500.000 en los últimos decenios del siglo XIX. Dicen, además, que ese trasvase estuvo relacionado con la venta de sus productos y con la adquisición de préstamos, pero también se destinó a inversiones de diversa índole que fueron las que experimentaron un mayor crecimiento con el paso del tiempo. No hay estimaciones acerca de los recursos remitidos a otros lugares, pero seguramente ocurrió con ellos algo similar aunque en menor escala. A falta de mejores estudios, debemos pensar que el flujo de capital remitido por Cuba a otros países distintos de su metrópoli no debió representar, al menos en el largo plazo y hasta la década de 1870, una transferencia neta de recursos, sino más bien el coste implícito del crédito y de los servicios adquiridos en los mercados europeos y estadounidenses que, además, pudo compensarse con los beneficios obtenidos de las referidas inversiones y con el saldo de la balanza comercial. Las ganancias generadas por el comercio exterior permitieron a los comerciantes cubanos financiar buena parte de la agricultura azucarera, cafeta-
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lera, tabacalera y de otros cultivos exportables. También fue normal que dispusiesen establecimientos en las plantaciones para suministrar todo tipo de artículos a la población. Como resultado de ambas actividades lograron normalmente una posición de dominio sobre los hacendados que, con el paso del tiempo, y especialmente en los momentos de crisis, cuando estos últimos no pudieron hacer frente a sus obligaciones financieras, les hizo ampliar sus actividades hacia el sector productivo. La progresiva integración de las actividades productivas, mercantiles y financieras fue un proceso característico de todas las economías similares a la cubana durante su fase de expansión. Además, dicha concentración favoreció normalmente su crecimiento al reducir los costes de transacción y eliminar parte de los riesgos que condujeron a algunos hacendados a perder sus explotaciones en mano de los comerciantes-banqueros. Otra cuestión son las implicaciones socio-políticas de ese hecho, más aún en condiciones coloniales como las de la Gran Antilla y teniendo en cuenta el ya referido origen metropolitano de buena parte de dichos comerciantes y la mayor presencia de criollos entre los productores. Acerca de tal problema y de los matices que tiene una distinción de intereses que se establece esencialmente por fines metodológicos, pero que fue mucho más compleja en la realidad, hablamos suficientemente en los capítulos introductorios. La primacía del sector mercantil caracterizó el desarrollo económico de Cuba desde las últimas décadas del siglo XVIII y se fue reforzando con el tiempo, pero parece que no fue hasta el final del período estudiado en esta parte del libro cuando alcanzó un grado capaz de provocar conflictos. En Puerto Rico, que experimentó una evolución similar, L. W. Bergad (1980) señala que la razón del levantamiento de Lares en 1868 fue el descontento de los hacendados y trabajadores criollos contra el poder acumulado por los comerciantes españoles y su monopolio de los intercambios al por mayor y al detalle y del crédito y las finanzas. La sublevación que estalló en la mitad oriental de la Gran Antilla no se ha estudiado en esos términos, no obstante, por entonces su economía seguía creciendo, mientras la boricua experimentaba un estancamiento y, además, estaba experimentando un desplazamiento de los recursos de la producción de azúcar a la de café, artículo que iba a reemplazar al dulce como principal cubro de exportación y cuyo cultivo se concentraba en zonas del interior, como la citada localidad de Lares, mientras que los cañaverales y se ubicaban en la costa y los referidos comerciantes fueron progresivamente aumentando su presencia en aquellas primeras y transfiriéndoles recursos que antes destinaban a los ingenios. Al valorar la transferencia de actividades productivas a los comerciantes, otro factor que debemos tener en cuenta es que en principio no fue normalmente un objetivo premeditado. Diversos estudios sobre el caso puertorriqueño muestran que los inmigrantes corsos o italianos tendieron a participar más en la explotación agraria directa que los españoles debido a la primacía de estos últimos en el sector mercantil, y a que los beneficios de sus empresas
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les permitieron optar por inversiones más rentables en su tierra natal o en el extranjero. En Cuba no se dio una separación tan tajante de intereses, como vimos cuando hablamos de la presencia de casas comerciales foráneas y de la rentabilidad de la agricultura y de las exportaciones insulares, que incentivaron la colocación de capital en la mejora de los negocios y de las infraestructuras locales, pero tampoco fue inusual el retorno de remesas y de los citados inmigrantes, reemplazados por nuevas generaciones en sus lugares de origen, así como el envío de ganancias a España y a otros países 6. Ya hemos señalado, asimismo, que el crecimiento económico de las provincias del Oeste de Cuba en el período previo a la Guerra de los Diez Años parece haber evitado conflictos como los que se dieron en Puerto Rico, que debido a ello, la comunidad de intereses de hacendados y comerciantes y el arraigo de los inmigrantes metropolitanos en su sociedad insular fue mayor que en la otra isla caribeña y hasta la década de 1880 no se dio una transferencia de los segundos al sector de la producción como la que se observó antes en Borinquen7. Sin embargo, la citada contienda coadyuvó a la polarización de las elites de la Gran Antilla en función de su origen y actividad económica. A. W. Quiroz (1998a y b) ha demostrado que durante la misma el Estado usó los bienes embargados a los rebeldes para reforzar el poder de los españoles con el fin de fortalecer el sistema colonial, una necesidad impuesta en parte por el inicio del proceso de abolición, también a causa de la conflagración, que además supuso la eliminación de otra de las razones por las cuales la oligarquía había evitado enfrentamiento en su seno: el temor a una sublevación de los esclavos. Se puede decir, por tanto, que en general el desarrollo del sistema crediticio y financiero se adecuó al de la economía en el contexto del sistema colonial y que los problemas de escasez de capital, sobre todo para determinadas actividades, estuvieron ocasionados más bien por las características de esta última. Comparando de nuevo con el caso de Puerto Rico, en C. Naranjo y A. Santamaría (2002) mostramos que razones institucionales explicaban que el comercio exterior boricua se estancase cuando aumentó la competencia internacional y no sólo no se arbitraron medidas suficientes de fomento que permitiesen afrontarla, sino que además, los propios mecanismos de explotación de la metrópoli, especialmente el incremento de la presión fiscal y arancelaria, agravaron la situación, lo que se tradujo en tasas de beneficio demasiado bajas que desanimaron la reinversión de utilidades existiendo otras alternativas para dar salida a los pocos excedentes de capital. En Cuba, por 6
Sobre el caso puertorriqueño donde, además, fue usual una escasa integración de los inmigrantes, sobre todo de los españoles, en la sociedad local, ver, por ejemplo, M. D. Luque (1982), A. Cubano (1993) o B. Sonesson (1995), y acerca de la Gran Antilla, la citada obra de A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992). 7 Ver A. García Álvarez (1990).
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el contrario, la consolidación, expansión y rentabilidad de su sector externo cuando mediaron las mismas circunstancias hizo posible que se transformasen en incentivos y se respondiese modernizando las explotaciones y las infraestructuras, que por las ganacias esperadas no faltasen los recursos financieros necesarios y que el resultado fuese al fin un crecimiento aun mayor que en períodos precedentes. Las actividades económicas menos vinculadas con las exportaciones, empero, padecieron las condiciones de un régimen comercial que beneficiaba a las importaciones metropolitanas, la ausencia de incentivos, incluso el efecto de desincentivos, como la legislación especial de asociaciones que ya analizamos y que favoreció la concentración del capital en los sectores dedicados producir para el mercado internacional y dificultó la colocación de excedentes en las denominadas agricultura e industrias menores frente a otras posibilidades de inversión en España, Gran Bretaña o los Estados Unidos. Parte del capital exportado a España, igual que señalamos con el remitido a Gran Bretaña y a otros países europeos y a los Estados Unidos más tarde, debe considerarse como retribución de los factores de producción escasos en Cuba y que se trajeron del exterior. Además de dinero, la isla recibió mano de obra. El tráfico negrero, sobre todo el que estuvo en manos de extranjeros, fue una de las fuentes más importantes de extracción de recursos de la colonia, al que se unió a partir de finales de la década de 1830 la importación de colonos yucatecos y chinos. La propia existencia de la esclavitud desincentivó la inmigración de trabajadores y campesinos metropolitanos que, salvo en el caso de la procedente de Canarias, fue poco numerosa antes de la abolición. Sea como fuere, y aun teniendo en cuenta la parca importancia cuantitativa que, por lo tanto, debieron tener las remesas que estos últimos enviaron a su tierra natal, no ha sido posible estimar el monto de la referida extracción de capital de la Gran Antilla en el primer tercio del siglo XIX más que agregando todos sus componentes. Hasta poco antes de la independencia de la América continental española, Cuba recibió recursos de la capital de Nueva España. El llamado situado, sin embargo, se fue reduciendo en el último tercio del siglo XVIII, de 730.000 pesos en 1775 a 600.000 en 1792, hasta desaparecer virtualmente en fechas posteriores debido a que el crecimiento de la economía insular no lo hizo necesario. A esas cantidades se unieron las que llevaron consigo los inmigrantes franceses de Haití en la década de 1890 y, a partir del inicio de las guerras de emancipación, los que se trasladaron a la Gran Antilla de otras colonias hispanoamericanas. Tales ingresos fueron, en esencia, netos, pues apenas implicaron retornos y J. Le Riverend (1982: 143) ha calculado que sumaron aproximadamente 1.000.000 de pesos. Las cifras anteriores confirman que el tráfico de esclavos fue, sin duda, la actividad que extrajo más capital cubano al extranjero, ya que buena parte del mismo era realizado por negreros foráneos, y su demanda creció continuamente desde finales del siglo XVIII. Utilizando las cifras de importación
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de africanos que ofrecen diversos autores y los precios de éstos estimados por L.W. Bergad et al. (1995), hemos estimado que a mediados de la década de 1870 salieron de la Gran Antilla por esa vía unos 240.000 pesos y en el inicio de los años noventa alrededor de 260.000. Cuantificar el ingreso que se extrajo mediante la exportación y repatriación de capital, beneficios y remesas es mucho más difícil. Considerando que debió se proporcional al flujo migratorio y al crecimiento de la renta, podemos suponer que no superó en Cuba 35.000 pesos anuales en el inicio del siglo XIX, que hacia 1840 debió rondar 160.000 y en las décadas de 1860 y 1880, con muchas más precisión en las cifras, 550.000 y 840.000 respectivamente8. La evolución descrita confirma, en general, las tesis de A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992) sobre la formación de los grandes patrimonios de las elites hispano-cubanas. En un primer ciclo, que abarca hasta el inicio del siglo XIX —dicen— predominaron las sagas azucareras históricas; después de 1820, los comerciantes ligados al tráfico portuario, que a partir de 1840 empezaron a invertir directamente en actividades productivas y a exportar capital. Esas pautas no cambiaron en un tercer momento, tras el inicio de la Guerra de los Diez Años, aunque desde entonces añadieron a los negocios anteriores otros vinculados con el conflicto colonial y, especialmente, con la deuda. Las nuevas actividades de las elites económicas hispano-cubanas relacionadas con las finanzas públicas a partir de la década de 1860, estuvieron vinculadas con cambios en los mecanismos estatales de extracción de renta colonial. La reorganización de la Hacienda tras la referida desaparición del situado y la independencia de Nueva España dotó a Cuba y a Puerto Rico de Tesoros independientes que elaboraban sus propios presupuestos. Las recaudaciones se basaron en un sistema impositivo que se fue complicando con el tiempo debido a la acumulación de partidas tributarias, según C. Saiz Pastor (1998: 83-84), no como resultado de un proyecto fiscal preconcebido, sino de aumentos en los gastos. La mayor parte de los ingresos cubanos procedían del comercio, de los aranceles que pagaban los intercambios externos de mercancías y esclavos. En 1859, por ejemplo, éstos representaban el 45% de las recaudaciones y en 1880 el 58%. El resto de las contribuciones eran también indirectas —lotería, estancos, sobre los bienes del Estado—. Los únicos impuestos directos importantes fueron la renta decimal —antiguo diezmo—, que para la industria azucarera fue reducido a la mitad9, y la tasa cobrada a las carnes. Además, ya vimos en páginas precedentes que a finales de la década de 1860, cuando se intentó implantar una tarifa que gravase la riqueza, se convirtió en uno de los principales desencadenantes de la Guerra de los Diez Años.
8
Los dos últimos datos proceden de J. R. García López (1992) y A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992). 9 Ver M. A. Puig-Samper et al., eds. (1998): 228.
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Las recaudaciones públicas, por tanto, aunque la importancia relativa de las contribuciones directas se elevó con el tiempo en Cuba (en 1859 aportaban un 16% de los ingresos, cifra que creció en los decenios de 1870 y 1880 hasta más de un 20%)10, se nutrió básicamente de los impuestos sobre el comercio que, además, aumentaron por encima de los emolumentos generados por este último. J. de la Pezuela (1865-1866) registra entradas en el Erario colonial de unos 7.500.000 pesos promedio anual en las décadas de 1820 y 1830 y de 10.800.000 entre 1843 y 1847; es decir, un incremento del 44% cuando la renta lo hizo sólo un 25% en el mismo período. Dicha tendencia prosiguió en momentos posteriores. Al final de los años sesenta el Estado se embolsó 31.300.000 pesos y en el inicio de los ochenta 37.300.000, un 187 y un 245% más que en los cuarenta, mientras el producto agregado se incrementó un 114 y un 142% respectivamente11. Los presupuestos cubanos aumentaron a un ritmo similar al de las recaudaciones, de 4.700.000 promedio anual en la década de 1830 a 6.500.000 en la de 1830 y 8.500.000 en la de 1840. El crecimiento económico del período posterior permitió que esa última suma se triplicase a finales de los años sesenta (24.900.000 pesos), pero el problema es que luego siguió incrementándose a tasas muy elevadas a pesar de la disminución de aquél, hasta 34.400.000 en 1880-1881. Si comparamos tales cantidades con el monto de los ingresos, además, comprobamos que siempre hubo superávit y, además, hay que decir que fueron cargas relativamente soportables, pues hasta el decenio de 1840 no superaron el 9% de la renta y en los de 1860 y 1880 el 13 y el 16% respectivamente. En cuanto a la estructura del gasto público, Guerra absorbió entre un 25 y un 35%, Marina redujo su proporción del 22 al 7 y Hacienda abarcó otro 30%, aunque debido a la inclusión en su partida de la administración de lotería, que al final del período estudiado se sacó de la contabilidad presupuestaria, reduciendo aquélla cifra hasta un 5%. Finalmente, Gobernación recibía una media del 8,5% y Fomento menos del 312. La escasez del gasto público destinado a fomento se tradujo en déficits que, sin embargo, el crecimiento económico de Cuba permitió que en parte, sobre todo en lo que respecta a la construcción de infraestructuras, fuesen compensados por la iniciativa privada. En otros ámbitos, como por ejemplo la educación, aunque apenas hay estudios que hayan abordado el tema en relación con la economía, debemos señalar que las carencias del sistema de enseñanza primaria ocasionaron problemas de capacitación de la mano de obra, sobre todo tras la abolición de la esclavitud. Si se desarrollaron instituciones destinadas a la formación técnica y universitaria, como ya hemos señalado, generalmente contando con la participación de entidades no oficia10 11 12
I. Roldán (1997a): 41. Ver nuestras estimaciones del ingreso agregado en el capítulo siguiente. I. Roldán (1997a): 42.
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les o semioficiales, como las Sociedades Económicas de Amigos del País o las asociaciones de productores13. La necesidad de mantener en Cuba grandes contingentes militares con el fin de defenderla de las amenazas externas y, sobre todo, de garantizar el orden en las dotaciones de esclavos es una de las razones que explica la cuantía de las recaudaciones y presupuestos y fue un precio, además, que los productores se mostraron dispuestos a pagar. Cuando se eliminó la esclavitud, sin embargo, dicho contingente, que había aumentado durante la Guerra de los Diez Años, se redujo relativamente poco debido a la persistencia del peligro independentista que se tradujo, por ejemplo, en la llamada Guerra Chiquita, y a la intención de usar el ejército para poblar y españolizar la isla y contrarrestar el déficit de legitimización que provocó la abolición en el Estado colonial14. A ello hay que añadir, además, el exceso de altos cargos, tanto en la administración castrense como a la civil, la corrupción, los desfalcos, fraudes y gastos innecesarios que los gobiernos habanero y madrileño no pudieron o no quisieron frenar, pues en parte permitió la construcción de una clientela que sustentó el domino español sobre la Gran Antilla y cuyo efecto fue soportable mientras la economía creció a un ritmo acelerado15. La causa principal de los elevados presupuestos cubanos, empero, fueron las partidas dedicadas a la atención de la metrópoli. En torno a un 25% de lo recaudado hasta la década de 1880 (ver Cuadro I.30) se dedicó a esa partida y, al igual que hemos señalado en el caso de otras anteriores, representó una carga soportable gracias al crecimiento de la economía insular durante los dos primeros tercios del siglo XIX: menos de un 1% de la renta estimada en el inicio de los años treinta, en torno a un 3% en los cuarenta y, de nuevo, por debajo de un 1% en los sesenta16. Cuadro I.30 Libranzas del Tesoro cubano destinadas a la metrópoli 1820-1824 – 1860-1869 (medias quinquenales en pesos)
Quinquenios
Cantidades
Quinquenios
Cantidades
1820-1824 1825-1829 1830-1834 1835-1839 1840-1844
35.000 620.000 496.000 2.260.000 3.230.000
1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864
2.110.000 2.010.000 3.800.000 1.198.000
FUENTES: I. Roldán (1997a) y C. Saiz Pastor (1998). 13
Ver I. Álvarez Cuartero (1999), y M. D. González-Ripoll (1999b). Sobre el uso del ejército como vía migratoria y para la españolización de Cuba, de lo que hablaremos en capítulos posteriores, ver M. Moreno Fraginals y M. Moreno Masó (1993) e I. Balboa (1998b y c y 2000). 15 A. W. Quiroz ha realizado una investigación sobre el tema que aún no se ha publicado. 16 Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 299 y 310. 14
FINANZAS PÚBLICAS Y PRIVADAS
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Las atenciones a la metrópoli remitidas por el Tesoro cubano representaron en torno a un 10% de los presupuestos españoles en la década de 1830 (un 14% incluyendo las de Puerto Rico17), porcentaje inferior al que se obtenía del antiguo imperio indiano, lógicamente, pero muy superior si se tiene en cuenta el menor tamaño y población de las islas caribeñas —no así su riqueza— dentro de la Monarquía hispana. Sobre la Hacienda de la Gran Antilla se cargó el servicio de la deuda contraída por un empréstito concertado por el gobierno madrileño en los Estados Unidos, la asignación de la Reina regente, María Cristina, los gastos de las campañas militares en México y Santo Domingo, de la administración de Fernando Poo y de las legaciones diplomáticas en las repúblicas americanas. En ocasiones, además, el citado Gobierno recibía anticipos a cuenta de tales ingresos de banqueros extranjeros o nacionales, incluso antillanos, cuyos intereses, que según I. Roldán (1997a: 38-39) alcanzaron a veces un 30%, también eran abonados por el Erario habanero. El monto de las atenciones cubanas se redujo en el decenio 1845-1854 tras haber alcanzado un valor máximo 1844-1845, posteriormente volvió a crecer, superando dicho máximo en 1855-1859 (ver Cuadro I.30) debido a las referidas campañas militares españolas en América. Aunque luego disminuyeron considerablemente, hasta desaparecer en la década de 1880, fueron reemplazadas por otras libranzas igualmente gravosas, las llamadas obligaciones del Estado, entre las que se incluían el pago de las clases pasivas y del servicio de la deuda contraída para hacer frente a los gastos militares de las campañas de Santo Domingo y México primero, y de la Guerra de los Diez Años después. Tales obligaciones representaron al final de los años setenta alrededor de 1.600.000 pesos y en los ochenta casi 9.000.000, un 4% de la renta estimada, más que en cualquier otro período precedente18. Los problemas de la Hacienda cubana, por tanto, estuvieron ocasionados principalmente por la transferencia a ella de las dificultades del Erario metropolitano. Aunque gracias a su crecimiento, la economía de la Gran Antilla pudo hacerles frente, representaron una fuente de desequilibrios fiscales sobre los que el Gobierno y los contribuyentes insulares no tenían capacidad de actuación. Aunque con quejas, estos últimos los aceptaron mientras se mantuvo dicho crecimiento y las condiciones que justificaban la persistencia del dominio español, igual que las obligaciones de la deuda, especialmente de la contraída con el fin de pacificar la mitad Este del territorio, y de la emisión monetaria que se hizo con idéntico fin. En capítulos previos señalamos los problemas monetarios que tradicionalmente padeció la economía cubana. La extracción de renta líquida para pagar los esclavos importados, las atenciones a la metrópoli, los préstamos
17 18
C. Naranjo y A. Santamaría (2000): 299. Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2000): 300 y 310.
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extranjeros destinados a fomentar ciertas actividades productivas o a construir infraestructuras y las remesas y retornos de capital empeoraron la situación. Teóricamente, dichos factores monetarios no intervienen en el desempeño económico siempre y cuando se comporten con normalidad, condición que, desde luego, no se dio en este caso. Dijimos en su momento que la escasez de circulante se trató de paliar permitiendo el uso de distintos tipos de cuño, incluso de macuquino procedente del continente americano, medidas que favorecieron la llegada de inmigrantes y de recursos y el comercio en general, pero agravaron aún más las citadas dificultades y, por la ley de Gresham, tuvieron como efecto la retirada del mercado del dinero de mejor ley. Las reformas que se hicieron para tratar de solucionar los problemas monetarios fueron insuficientes, pues no atajaron sus causas. Economías como la cubana, muy abierta, comercial y exportadora de capital, no sólo requieren una oferta de dinero adecuada a sus necesidades, sino también modernos instrumentos de pago. Este fue, sin duda, junto con la referida ausencia de un sistema educativo, el principal déficit de la política colonial de fomento y, además, se agravó con el tiempo, según se fueron mercantilizando las relaciones sociales y, sobre todo, tras la abolición de la esclavitud, cuando el trabajo tuvo que pagarse en efectivo. La emisión de signos de distinto tipo por parte de comerciantes y productores, que sólo se aceptaban en las tiendas y haciendas de aquéllos, aunque a veces extendió su radio de influencia al ámbito local, fue la solución interna frente a la escasez de circulante y, finalmente, otro efecto nocivo de los problemas monetarios que, desde luego, no coadyuvó a la formación de un mercado interno ni a mejorar las condiciones de vida de los asalariados19. No hay investigaciones que aclaren el porqué de los problemas monetarios de la Gran Antilla, sin embargo, es obvio que en condiciones coloniales como la cubana parece difícil pensar que la única solución que hubiese resuelto definitivamente tales dificultades, una política de emisión relativamente autónoma, pudiera haberse dato. Hay que tener en cuenta también, por otra parte, que los comerciantes y productores, algunos especuladores y el propio Estado obtuvieron ciertos beneficios de la escasez de circulante. Emitir sus propios medios de pago otorgó a los primeros mecanismos de control sobre los trabajadores y la clientela, los terceros hicieron negocios con los tipos de cambio de los diferentes signos y el privilegio de acuñación sirvió al cuarto para disponer de recursos añadidos en determinadas circunstancias, como veremos a continuación. Naturalmente, hay una estrecha relación entre los problemas y las políticas monetarias y financieras. Ya vimos que cuando los instrumentos fiscales
19
y 413.
Ver H. A. Ramsden (1904), M. Moreno Fraginals (1975) y J. Le Riverend (1985): 251
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convencionales no bastaron para hacer frente a eventualidades como las de finales de la década de 1860 en Cuba se recurrió a la deuda, procedimiento que se usó también al fracasar la reforma del sistema tributario que supuso el establecimiento de un gravamen del 10% sobre la riqueza inmediatamente antes del inicio de la Guerra de los Diez Años, cuyo efecto, según comentamos anteriormente, contribuyó a agravar aún más la situación 20 . El conflicto iniciado en Cuba en 1868 acarreó necesidades de capital que no pudieron resolverse completamente acudiendo a préstamos externos, pues el gobierno madrileño no quiso otorgarles la garantía nacional, considerándola un primer paso hacia la autonomía insular, y no se logró colocar suficiente títulos para financiar la guerra. En tales circunstancias se optó por acuñar 72.000.000 de pesos en billetes, que tampoco solucionaron el problema y, además, provocaron inflación y viciaron aún más la situación monetaria de la Gran Antilla. Con el fin de aliviar ambos males, finalmente, se intentó reconvertir la referida emisión en deuda, pero por la ausencia del citado aval nacional, fracasó también la suscripción de sus obligaciones. No es posible distinguir en la evolución de los precios cubanos qué factores incidieron más en la inflación que se observa en la década de 1870 (ver Cuadro I.31). Las políticas fiscal, monetaria y comercial fueron, sin duda, el efecto más importante después de las cotizaciones del azúcar. Parece, pues, que salvo en el año de la emisión de los 72.000.000 de pesos, el comportamiento de estas últimas fue suficiente, incluso, para compensar dichos efectos durante el inicio de los setenta, pero posteriormente el coste de la vida aumentó más en la isla que las cantidades percibidas por el dulce, tendencia que, como veremos, prosiguió en el período siguiente21. Cuadro I.31 Índice de precios generales y cubanos y del azúcar, 1864-1880 (1864 = 100).
Años
Precios cubanos
Precios del azúcar
Años
Precios cubanos
Precios del azúcar
1864 1872 1873 1874 1875
100 115 112 113 110
100 99 115 111 93
1876 1877 1878 1879 1880
109 105 105 97 97
87 113 88 81 92
FUENTES: A. Santamaría (2000d): Cuadro 3 y Cuadros II.17 y 22.
20
Ver I. Roldán (1997a): 35-69. Ver A. Santamaría (2000d). En el Capítulo XI analizaremos con más detenimiento la evolución de los precios y de los salarios cubanos. 21
222
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Los créditos y el aumento de las recaudaciones fiscales, debido al establecimiento de un impuesto especial para hacer frente al esfuerzo de guerra que permitió ingresar unos 52.000.000 de pesos anuales en el Tesoro de Cuba entre 1873 y 1878, hicieron posible atender a las necesidades del conflicto, aunque, según I. Roldán (1997a), no bastaron para financiar la ofensiva final. La llegada de A. Martínez Campos como Capitán General a la isla y su política militar y de reformas destinada a alcanzar la paz implicaron un desembolso que obligó a una nueva emisión de deuda, esta vez con aval nacional, contratada con los banqueros españoles A. López, M. Calvo, S. Vinet y R. Cabezas, cuyos negocios, sobre todo los del primero, dueño de la Compañía Transatlántica, habían prosperado gracias a la relación colonial. La renta de las aduanas cubanas avaló la nueva emisión de deuda de 15.000.000 de pesos, que fue la base para la creación del Banco HispanoColonial, incluso de fijó un tipo de interés dependiente de su crecimiento22. Esto permitió pacificar la isla e implicar más a la elite metropolitana en el mantenimiento del dominio madrileño sobre ella, pero también transfirió a manos privadas el control del recurso más importante de su Hacienda y de la política española en Ultramar. A medida que vamos analizando aspectos de la economía cubana se aprecia con más nitidez el hecho de que la Guerra de los Diez Años tuvo un efecto mucho mayor del que habitualmente se ha pensado observando sólo su incidencia sobre la producción exportable. Hemos visto que agravó las diferencias entre las mitades Este y Oeste de la Gran Antilla, que perjudicó a actividades como el cultivo y comercio del banano o la minería del cobre, que no modificó las tendencias que venían manifestándose en dicha economía —crisis de la esclavitud, concentración de recursos en el sector externo—, pero si las aceleró, a veces de un modo traumático, y que, en general, fue aprovechada para reforzar los intereses proclives al mantenimiento del dominio español a costa de fomentar el antagonismo entre ellos y los menos implicados en la relación colonial, así como de la pérdida de autonomía política. Los diversos instrumentos que se usaron para extraer renta de Cuba, en unos casos para pagar factores de producción importados, en otros buscando inversiones más rentables para los excedentes generados por su sector externo que las disponibles en la isla o, en fin, como retribución del propio dominio colonial, permiten corregir los datos del ingreso estimado en apartados precedentes y tener una visión más precisa del efecto de tales variables en la economía de la Gran Antilla, de su crecimiento real y de los costes del referido dominio colonial. No obstante, hay otra variable más de estas mismas características que debemos tener en cuenta, el comercio, a lo que dedicamos el capítulo siguiente. Tras analizarlo procederemos a presentar los resultados de la mencionada corrección.
22
Ver M. Rodrigo (1998a) y (2000): 71-118.
CAPÍTULO VI
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
Examinar las exportaciones e importaciones de Cuba en sí mismas no aporta apenas nuevos datos sobre las características y evolución de su economía respecto a los que ya mencionados en capítulos previos. En ellos, además, estudiamos la importación del contrabando y la ocultación de renta que debe tenerse siempre presente, sobre todo según retrocedemos en el tiempo, al analizar el tema con estadísticas oficiales. En el Cuadro I .32 hemos anotado los valores medios quinquenales del comercio exterior insular a partir de la década de 1820, cuando comenzamos a disponer de información seriada. Cuadro I.32 Exportaciones e importaciones cubanas, balanza comercial total y con España, 1825-1829 – 1875-1879 (medias quinquenales en millones de pesos).*
Quinquenios Exportaciones Importaciones 1825-1829 1830-1834 1835-1839 1840-1844 1845-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1874 1875-1879
13,8 14,2 18,4 26,0 23,4 27,9 38,2 46,9 51,5 81,6 66,8
17,6 16,9 23,2 24,6 26,9 30,1 35,0 44,9 25,9 23,2 58,5
Balanza
Balanza con España
–3,8 –2,7 –4,8 1,4 –3,5 –2,2 3,2 –2,0 25,6 58,4 8,3
–2,9 –1,4 –1,2 –4,2 –3,3 –1,1 –2,6 –2,0 –2,2 –5,2 –8,9
* Los datos de 1865-1869 y 1870-1874 son sólo del comercio con España y los Estados Unidos. III,
FUENTES: Reconstruido a partir de los datos J. Maluquer (1974): apéndice, M. Moreno Fraginals (1978): apéndice, e Instituto de Historia de Cuba (1994): apéndice.
224
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
La relación entre exportaciones e importaciones si aporta datos que no habíamos tenido en cuenta hasta ahora, en el Cuadro I.32 se observa que las primeras aumentaron a un ritmo bastante continuo, acelerado desde la segunda mitad de los años treinta y, sobre todo, tras la ligera recesión que sufrieron al final de los cuarenta, tendencia que no se detuvo hasta el quinquenio de 1875-1879. Las segundas, en general, crecieron en los mismos períodos que estas últimas y a una tasa similar, pero su incremento no se detuvo en los momentos de recesión de las ventas en el exterior, rasgo que, además, se acentuó con el tiempo como consecuencia de la configuración de una estructura económica que apenas dispuso de mecanismos de ajuste de la oferta interna frente a tales eventualidades y que pudiesen suplir a corto plazo las mercancías que habitualmente se compraban fuera de la isla. El resultado de la mencionada disparidad en el crecimiento de las importaciones y exportaciones, según se observa en los datos del Cuadro I.32 fueron persistentes saldos negativos en la balanza comercial hasta la década de 1860. A partir de ese momento se registraron considerables superávits, pues si bien hay que tener en cuenta que la información disponible entonces es sólo para el comercio con España y con los Estados Unidos, debido a que nos se publicaron anuarios a causa del alto grado de desorganización y corrupción aduanera, ambos países acaparaban la mayoría de las compras y ventas cubanas en el exterior1. Otros datos que debemos resaltar de la información del Cuadro I.32 son los correspondientes a la balanza comercial con España, persistentemente negativa, sobre todo en los años de menor crecimiento económico cubano y al final del período que estamos estudiando. Ese saldo se debió a la estructura arancelaria colonial, que protegió el mercado de la Gran Antilla para las mercancías de origen metropolitano, impuso elevados gravámenes a sus exportaciones a la península y, en general, no se adaptó a los cambios en la coyuntura económica. En capítulos previos señalamos que la política arancelaria fue el principal mecanismo de extracción de renta colonial, tanto directo como indirecto, pues aparte de lo que obtenía la economía metropolitana como saldo de su comercio con Cuba, las tarifas impuestas a las importaciones y exportaciones eran la fuente primordial de recaudación fiscal. No nos detendremos en su descripción, pues hay buenos estudios del tema, particularmente para la segunda mitad del siglo XIX2 y, además, su rasgo más destacado fueron los pocos cambios que se dieron en su concepción y estructura a lo largo de la citada centuria, aunque con una tendencia a reforzar sus contenidos proteccionistas y las cargas tributarias. Otra cuestión importante son las estructuras productiva y geográfica del comercio externo de Cuba y los cambios que se produjeron en ellas a lo largo 1 2
Ver O. Zanetti (1998a). Ver J. M. Serrano Sanz (1987) u O. Zanetti (1998a).
225
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
del siglo XIX. Hacia 1830 el azúcar acaparaba, en valor, un 30% de sus exportaciones totales; en 1840 más de un 55 y en el final del período estudiado entre un 65 y un 85, dependiendo de los años. Las importaciones muestran una tendencia similar, pero en este caso a la concentración en la adquisición de artículos de primera necesidad y alimenticios. Disponemos de menos datos al respecto, pero sabemos que en la segunda mitad de la centuria, también en valor, representaban alrededor de un 45% de las compras insulares en el exterior3. En cuanto al origen y destino de las importaciones y exportaciones de Cuba, en el Cuadro I.33 se aprecia que el mercado español nunca fue importante para las segundas y, además, perdió relevancia relativa desde mediados del siglo XIX, pero también que su distribución entre un número relativamente elevado de países que caracterizó a la primera mitad de la centuria, dejó paso luego a una progresiva concentración en los Estados Unidos. La concentración de las exportaciones cubanas en el mercado norteamericano está directamente relacionada con la especialización de su economía en la elaboración de azúcar, con la evolución del comercio mundial de dicho producto y la especificidad del cambio tecnológico en los ingenios insulares. A medida que crecía la oferta remolachera de los países europeos y su desarrollo era amparado por barreras proteccionistas, empezaba a surgir en la costa Este de los Estados Unidos una industria refinadora que demandaba dulce semielaborado para completar su proceso de fabricación. A partir de la década de 1860, esa industria contó también con el respaldo de un arancel que beneficiaba al crudo, lo que incentivó a los hacendados de la Gran Antilla a procesar así su producto. Cuba exportaba a los Estados Unidos en las décadas de 1840 y 1850 alrededor de un 30% de su azúcar, en la de 1860 un 60% y a partir del inicio de Cuadro I.33 Origen y destino de las exportaciones cubanas en años seleccionados, 1828-1877 (en porcentajes del valor total).*
Exportaciones Años
1828 1842 1851-1855 1877
Gran España EE.UU Bretaña 11,4 13,0 11,1 6,0
23,7 19,8 39,0 81,6
12,2 35,0 26,6 4,3
Importaciones
Gran Otros España EE.UU Bretaña 52,7 32,2 23,3 8,1
* e.o.: Incluidas en Otros. FUENTE: O. Zanetti (1998b).
3
Instituto de Historia de Cuba (1994): apéndice.
23,6 21,4 29,1 27,9
22,4 25,1 24,2 21,6
21,5 12,6 20,9 e.o.
Otros 32,5 40,9 25,8 50,2
226
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
los años ochenta prácticamente no volvió a venderles nunca menos del 80%. Cuando España redefinió el sistema de dominio y explotación de la isla a principios del siglo XIX que, como hemos dicho en varias ocasiones, se basó esencialmente en la liberalización de su comercio a cambio de una participación en sus beneficios que se extraía mediante imposiciones arancelarias, y aunque no se puede decir que no existiese conciencia de la potencialidad del mercado norteamericano, no se contaba con una concentración de los intercambios de la Gran Antilla en el mismo como la que muestran las cifras de finales de la centuria. Este fue, sin duda, el gran obstáculo económico para el mantenimiento del control colonial hispano sobre ella. Los datos del Cuadro I.33 muestran también que la concentración de las exportaciones de Cuba en el mercado norteamericano no se correspondió con una evolución paralela de las importaciones, que se mantuvieron distribuidas en proporciones similares entre aquél, el español y el de un conjunto de países, fundamentalmente europeos. Para los Estados Unidos eso implicó un fuerte desequilibrio en su balanza de pagos con la isla. Contar con casi un 50% de las referidas importaciones de la Gran Antilla que no se adquirían en aquéllos permitió al gobierno madrileño en el últimos tercio del siglo XIX, como veremos luego, tratar de compensar tal desequilibrio aumentando al mismo tiempo el volumen de ventas de sus propios artículos en la colonia y no reducir apenas los aranceles y los derechos diferenciales de bandera. Los productores cubanos solicitaron persistentemente al gobierno metropolitano el establecimiento de un régimen de cabotaje, libre de cargas, para su comercio con España. Hasta 1882, al final de período que estamos estudiando, no se aprobó una ley en ese sentido y aún así, sus medidas liberalizadoras fueron compensadas con un incremento de los impuestos transitorios. Tales medidas afectaban entonces muy poco a las exportaciones insulares, concentradas, como hemos dicho, en el mercado norteamericano, no así a sus importaciones de la península, bastante más elevadas y que por ser principalmente artículos de primera necesidad —alimentos, textiles y calzado representaban, en valor, más un 75%—4, hubiesen favorecido al consumidor y mejorado sus condiciones de vida. J. Le Riverend (1985) apunta, además, que la fiscalización interna de las referidas mercancías y de las recibidas de otros países aumentaba su valor en la venta al detalle en un 10% aproximadamente, perjudicando también a la mayoría de los habitantes de la Gran Antilla. El problema de la dependencia alimenticia del exterior y de los factores instituciones que obstaculizaban el comercio en general en Cuba aumentó, además, con el tiempo, según se fueron monetarizando las relaciones socia-
4
Ver J. A. Piqueras (1998c): 765.
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
227
les y avanzó la urbanización, habida cuenta de las referidas limitaciones de su estructura económica para responder con la oferta interna a las dificultades del sector externo. El comercio interior cubano se vio obstaculizado por varios problemas, algunos ya citados, como la falta de moneda circulante suficiente y de recursos de capital para el crecimiento y consolidación de ciertas actividades económicas. La expansión de las comunicaciones ferroviarias en el Oeste de la isla, pues en el Este se limitó a unas cuantas zonas asiladas entre sí, permitió la distribución de las mercancías importadas por el territorio más poblado de la Gran Antilla y, según comentamos en apartado precedentes, perjudicó a la producción local de ciertos artículos. Las condiciones en que se fue configurando el mercado nacional, por tanto, no ayudaron a diversificar la oferta lo bastante para atender a las necesidades en tiempos de recesión de las exportaciones. Tras analizar sucintamente la evolución del factor capital y del comercio estamos en disposición de completar la estimación del producto material realizado en los capítulos previos y de calcular aproximadamente la extracción de renta colonial para algunos cortes cronológicos. En dichos apartados anteriores indicamos que los datos de renta, tal y como los hemos reconstruidos, aparte de otros defectos que en su momento hicimos explícitos, estaban sesgados a la baja por efecto de la falta de información sobre los sectores menos monetarizados de la economía, el contrabando, el fraude y la ocultación de riqueza. Señalamos, además, algunas referencias que permitían tener una cierta idea de los órdenes de magnitud de los referidos sesgos y de sus cambios en el tiempo. En el Cuadro I.34 corregimos las cifras de ingreso teniendo esto en cuenta y cuantificamos, como se explica en los párrafos precedentes, el efecto que el situado, los recursos traídos por los inmigrantes haitianos y latinoamericanos a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el tráfico de esclavos, la repatriación de beneficios y remesas, las atenciones y obligaciones fiscales con la metrópoli, los superávits de la Hacienda y la balanza comercial tuvieron en las mismas. La renta corregida por un cálculo de los valores no incluidos en los datos oficiales y estimados a través de otras referencias, en general, y como ya señalamos, elevan al alza las cifras de la renta en relación inversa con el paso del tiempo. El resultado obtenido es, sin duda, más ilustrativo de la evolución de la economía cubana, que debió partir de niveles más altos de ingreso y crecer a una tasa inferior a la que habitualmente es considerada, sobre todo a finales del siglo XVIII e inicios del XIX. Con esa salvedad que, por otra parte, habíamos tenido en cuenta desde el principio, los nuevos datos apenas cambian las conclusiones que extraíamos del análisis del producto material de la Gran Antilla. Otro factor que sesga al alza las cifras del ingreso de Cuba en los primeros años considerados en el Cuadro I.34 es el saldo neto de la balanza de capital. La aportación del situado y los recursos llevados a la isla por los
10,8 20,6 72,8 91,2 195,1 220,8
Total
62,7 75,0 103,2 101,5 145,2 145,9
P.c.
FUENTES: Detalladas a lo largo del texto.
* P.c.: per capita.
1775 1792 1827-1831 1842-1846 1862-1863 1881
Años
Producto material estimado
13,6 24,2 86,2 108,6 228,4 254,5
Corrección por valores ocultos 14,1 24,4 86,7 108,5 221,9 252,1
Corrección por balanza de capital 14,0 24,2 86,1 105,3 214,6 236,1
Corrección por extracción fiscal
Cuadro I.34 Corrección del producto cubano, 1775-1881 (total en millones de pesos y per cápita en pesos de la década de 1840).*
13,4 23,3 82,8 104,2 211,3 272,3
Total
78,0 84,9 117,3 115,8 154,4 179,9
P.c.
Corrección por balanza comercial
228 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
229
inmigrantes haitianos y, posteriormente, del continente americano, aumentaron sensiblemente su renta. Se puede decir, pues, que además de los beneficios indirectos que explicaban el mantenimiento del dominio español en la Gran Antilla en las primeras décadas del siglo XIX en términos de estabilidad social e institucional y crecimiento de las exportaciones, aquélla se vio favorecida por un saldo neto en la balanza de capital, aún después de la eliminación del referido situado, del 0,6% hacia la década de 1830. A partir del decenio de 1830, cuando se había consolidado el sector exportador de Cuba, se produjeron cambios en la política metropolitana tendentes a obtener más beneficios de la isla, y desaparecieron prácticamente las aportaciones externas de capital que caracterizaron a las décadas precedentes, la extracción de renta colonial por vías fiscal y balanza de comercio experimentaron un aumento considerable. La Gran Antilla, sin embargo, inició entonces su período de mayor crecimiento económico y no tuvo dificultades para soportar tales cargas. A finales de la década de 1860 y durante los años setenta, volvió a incrementarse el monto de la renta extraída por la metrópoli de Cuba, pero se compensó gracias al crecimiento del saldo positivo de su balanza general de comercio como consecuencia de la mejora de los rendimientos y de la reducción de los costes de su industria azucarera y de la elevación de los precios del dulce y, sobre todo, de sus exportaciones a los Estados Unidos. El problema es que en los años inmediatamente posteriores estas últimas condiciones variaron considerablemente, mientras que las cantidades remitidas por la isla a España se mantuvieron o siguieron aumentando. Tener una visión precisa del coste que para la economía cubana supuso el mantenimiento de la relación colonial con España requeriría saber cómo evolucionaron los términos de intercambio en general y la con metrópoli, el efecto preciso que tuvo el sistema arancelario, los derechos diferenciales de bandera y los fletes sobre la renta de las exportaciones. Las variables consideradas en estas páginas ofrecen sólo una primera aproximación basada, además, en cálculos con muchas limitaciones. Considerando únicamente los instrumentos fiscales y la balanza de pagos, se extrajo aproximadamente un 2,3% del ingreso de la Gran Antilla en los años cuarenta del siglo XIX y algo más de un 10 y de un 12% en los sesenta y el inicio de los ochenta respectivamente. Esto da una idea de lo que los productores insulares estuvieron dispuestos a pagar mientras persistió la esclavitud y no se agravaron los problemas ocasionados por la concentración de su comercio en los Estados Unidos.
SEGUNDA PARTE UNA REFORMA IMPOSIBLE. DE LA PAZ DEL ZANJÓN AL FINAL DEL DOMINIO ESPAÑOL EN CUBA, 1878-1898
CAPÍTULO VII
INTRODUCCIÓN. EL SISTEMA ECONÓMICO INTERNACIONAL, EL MARCO INSTITUCIONAL Y LA ECONOMÍA CUBANA EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XIX
En la primera parte del libro analizamos cómo la economía de Cuba se especializó progresivamente en la producción de azúcar para el mercado internacional desde finales del siglo XVIII, artículo que se elaboraba en plantaciones y usando esclavos debido a la escasez de la población local para satisfacer su demanda de trabajo. El gobierno español configuró en las últimas décadas de dicha centuria y primeras de la siguiente un marco institucional destinado a favorecer el crecimiento económico de sus dominios antillanos que les permitía exportar libremente sus mercancías y extraía renta de ellos por vía fiscal y arancelaria, lo que justificaba la relación colonial. Con la consolidación de los liberales en el Gobierno a finales del decenio de 1830, aunque no variaron las bases sobre las que se había asentado la política colonial española, se reforzaron sus contenidos proteccionistas para los productos de la metrópoli o transportados en sus buques. Al mismo tiempo, creció la oferta mundial de los artículos en que se había especializado la economía de Cuba y disminuyeron sus precios, lo que obligó a iniciar una transformación en la industria azucarera insular que fue un éxito y dio lugar a su período de mayor expansión1. La economía mundial experimentó grandes cambios en las décadas de 1870 y 1880 que afectaron sensiblemente a Cuba y a su relación colonial con España. Progresivamente sus exportaciones se habían ido concentrando en los Estados Unidos debido a la cercanía, tamaño y expansión de su mercado y al citado aumento de la competencia y el proteccionismo internacional, lo que permitió un crecimiento de aquéllas que, sin duda, no hubiese
1 En Puerto Rico, en cambio, provocó un estancamiento que tardaría años en superarse, ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 229.
234
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
sido posible sin contar con la demanda norteamericana, pero también reforzó la especialización productiva en la elaboración de azúcar y tal y como era demandada en el país vecino; esto es, crudo, para que una industria refinadora surgida en el mismo completase su fabricación. La concentración de las exportaciones cubanas de azúcar en los Estados Unidos tuvo también importantes implicaciones tecnológicas, pues requirió acabar el proceso de mecanización de los ingenios cubanos e iniciar otro de centralización de la producción que coincidieron con la difusión de las innovaciones de la llamada Segunda Revolución Industrial y permitieron abaratar los costes para hacer frente a una competencia mundial cada vez mayor y más eficiente, que provocó un fuerte caída de los precios, sobre todo a partir de 1883. Ya señalamos que cuando España reorganizó su relación colonial con sus islas caribeñas se tuvo en cuenta que sus mercados serían países extranjeros, pero no que uno de ellos acabaría convirtiéndose en su único cliente. Los cambios en la política comercial de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, por tanto, fueron cada vez más determinantes para la economía de Cuba. Su especialización en la fabricación de azúcar crudo se explica en parte por el aumento de la demanda de dicho país, pero también por incentivos en sus aranceles frente al refino, que se consolidaron en el Bill McKinley en 1891. Esto afecto al intenso esfuerzo que hicieron los hacendados de la Gran Antilla para modernizar sus ingenios y adaptarse a la referida demanda, y provocó que la protección de los productos españoles en ella y las tarifas que pagaban los norteamericanos, sobre todo si no eran transportados en barcos de bandera hispana, se acabasen convirtiendo en el principal obstáculo para el crecimiento económico de la isla cuando el gobierno de Washington, tras la Guerra de Secesión, definió un modus operandi en el tratamiento de sus intercambios mercantiles basado en la reciprocidad, es decir, en privilegiar las importaciones de aquellos lugares que ofrecían ventajas a sus exportaciones2. Más que la especialización de la economía de Cuba en sí misma, por tanto, fue el contexto en que se desarrolló la razón fundamental de su éxito, prácticamente sin parangón en el mundo, y también del sistema colonial en que surgió y se consolidó. La modernización de su industria azucarera se realizó adoptando tecnologías de gran escala, cuya eficiencia requería un mercando en expansión que, al concentrarse en la elaboración de crudo, se hallaba únicamente en los Estados Unidos. Esas circunstancias estaban planteadas ya en la década de 1870, pero se agravaron progresivamente, según avanzó la transformación del sector y, como hemos dicho, se definieron las pautas que iban a caracterizar durante mucho tiempo la política comercial norteamericana.
2
Ver O. Zanetti (1989 y 1998a).
INTRODUCCIÓN. EL SISTEMA ECONÓMICO INTERNACIONAL, EL MARCO INSTITUCIONAL...
235
En Puerto Rico, el otro territorio caribeño de España, la industria azucarera no pudo modernizarse, parece que por razones financieras y de mano de obra3, lo cual, al contrario que ocurrió en Cuba y como muestra L. W. Bergad (1983), provocó un desplazamiento de los recursos productivos hacia la otra actividad con ventaja comparativa en la isla, concretamente en el interior de su territorio: el cultivo y procesamiento del café, cuyo mercado estaba en la metrópoli y la Gran Antilla, lo que dio lugar a una relación colonial más convencional a finales del siglo XIX, pero también determinada por el mantenimiento de ambas posesiones en manos del gobierno madrileño. Frente a los problemas de la economía de Cuba, el gobierno español utilizó el único recurso disponible: la existencia de una cuota de aproximadamente el 30% de su mercado no era satisfecha por las exportaciones de la metrópoli ni de los Estados Unidos con el fin de que estas últimas aumentasen y se equilibrase algo la balanza comercial de dicho país con la isla, aunque también se aprovechó para incrementar aquellas primeras, reduciendo sensiblemente las de otras naciones y, en especial, las de Gran Bretaña. El tema no ha atraído la atención de los historiadores, no obstante se ha señalado habitualmente que el Reino Unido respaldó el mantenimiento de los dominios españoles en el Caribe durante el siglo XIX —de ahí, por ejemplo, su permisividad con la continuación de la trata de esclavos tras haber exigido y pactado su supresión—, debido a su interés en preservar el statu en una zona estratégica y económicamente importante y al peligro de que quedase bajo la hegemonía norteamericana exclusivamente. Los referidos hechos pudieron afectar a algunos de los principios en que se basaban los citados intereses a partir de la década de 1880. A la concentración de las exportaciones de Cuba en los Estados Unidos se respondió con la propuesta de negociar un tratado. En 1884, tras la mencionada deflación de los precios del azúcar, se logró concertar un modus vivendi, y en 1891 se consiguió firmar un convenio, el Foster-Cánovas, después de la aprobación del Bill McKinley y de que se formase en la isla un movimiento, llamado Económico, que al margen de las instituciones oficiales reclamaba reformas en una relación colonial que, con la política comercial norteamericana, eran virtualmente inevitables. En España, tras el llamado Sexenio Democrático que siguió a la Revolución Gloriosa, al derrocamiento de Isabel II (1868) y a la breve experiencia republicana, se configuró un sistema político sobre la base de la restauración de los Borbones en el Trono y de un régimen de alternancia de los dos principales partidos en el poder que permitió estabilizar durante un largo período de tiempo la conflictiva situación del país, derrotar definitivamente a los carlistas y pacificar Cuba4. 3 Ver A. A. Ramos Mattei (1981 y 1988), T. Martínez Vergne (1992), y C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 351-355. 4 La historiografía acerca de estos temas es muy abundante. Para más detalles ver, por ejemplo, la compilación de J. Tusell y F. Portero, eds. (1999).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
No es este el lugar adecuado para examinar detenidamente las reformas que se llevaron a cabo en las colonias tras la pacificación de la Guerra de los Diez Años y coincidiendo con los acontecimientos que hemos señalado antes en España5. Lo que sí interesa resaltar es que aquéllas no tuvieron en principio un componente económico destacable. Intentaron fundamentalmente equiparar los derechos socio-políticos de la población de los dominios ultramarinos con los que gozaba la metropolitana. En capítulos previos decíamos que la ausencia de esa paridad anteriormente y, sobre todo, su aceptación por parte de los criollos, en especial de Cuba, se explicaba seguramente debido al crecimiento económico de la isla y a la necesidad de mantener la esclavitud. Ampliar los derechos civiles fue insuficiente para afrontar las dificultades económicas de Cuba sin otras reformas que remediasen los obstáculos que imponía la relación colonial para resolverlos y, además, en opinión de algunos historiadores, puso aún más en evidencia los problemas derivados de la ausencia de autonomía en materia comercial, arancelaria o fiscal. Conviene recordar en ese sentido lo que comentamos en la introducción acerca de que la participación criolla en el gobierno insular, al menos de manera oficiosa y consultiva, común en los inicios del sigo XIX, se había ido reduciendo, entre otros razones, debido a la maduración y consolidación institucional del Estado. Una de las bases fundamentales del régimen de la Restauración en España fue implicar a los intereses económicos en la vida política para asegurar su estabilidad. Ello supuso un reforzamiento del proteccionismo comercial que benefició tanto a los sectores industriales como a los agrarios, reservándoles buena parte del mercado interno y colonial frente a la competencia exterior6. Ya dijimos que esto no se vio afectado por la firma de acuerdos con los Estados Unidos, pues se compensaron con el mantenimiento de los derechos de bandera y con un aumento del arancel que favorecía aún más las exportaciones metropolitanas a Cuba, pero agravó las consecuencias del incremento de las tarifas norteamericanas para el azúcar insular cuando finiquitó el Tratado Foster-Cánovas y fue, sin duda, una de las causas de la Guerra de Independencia7. A pesar de lo señalado sobre la ausencia de un componente económico destacado en las reformas que siguieron a la Guerra de los Diez Años, el gobierno en Cuba del pacificador, A. Martínez Campos, les añadió también en parte ese sentido. Sus primeras medidas fueron reducir las contribuciones directas y los derechos de exportación, aunque en un porcentaje pequeño aduciendo que los contratos de la deuda no permitían rebajas mayores, crear 5
Hay también varios estudios sobre el asunto, como los libros de I. Roldán (2001b) o P. Pérez Herrero y J. Casanovas (2003). Ver también, entre otros, el artículo de L. M. García Mora (1994b). 6 Ver, por ejemplo, P. Fraile (1991). 7 Ver L. H. Jenks (1928): 92.
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una comisión de estudio de los problemas de la colonia y trasladar a España sus peticiones en materia fiscal y comercial. Entre estas últimas estaba de nuevo la solicitud de implantar un régimen de cabotaje para regular su comercio con la metrópoli. El Presidente del Gobierno español y mentor de la Restauración, A. Canovas, ante las peticiones formuladas para solucionar la situación en Cuba por el Capitán General, A. Martínez Campos, lo llamó a consultas a Madrid en 1879, aceptó la dimisión que le presentó y lo propuso como su sustituto. Al frente del gabinete, él y su ministro, S. Albacete, prepararon un proyecto de reformas que incluía la abolición de la esclavitud y del diferencial de bandera, el establecimiento progresivo del cabotaje y la renegociación de la deuda insular para aliviar las cargas fiscales y liberar la política arancelaria de intereses privados. Los grupos metropolitanos beneficiarios de lo que se pretendía eliminar impidieron que dicho proyecto se transformase en ley y lograron la vuelta del citado A. Canovas al poder. O. Zanetti (1998a: 97) cree que la alternativa canovista a una reforma estructurada que atendiese los problemas coloniales fue una política remedial que trató de afrontar una a una las dificultades según se fueron agravando. Lo primero que su nuevo gobierno recuperó del proyecto de A. Martínez Campos fue la cuestión de la abolición en Cuba (en Puerto Rico se concedió en 1873), que en 1880 no era un tema discutible en sí mismo, sino en la manera en que debía llevase a cabo, es decir, si se incluiría dentro de un plan de reformas económicas, con qué gradualismo se realizaría y en qué medida y con que cantidades se debía indemnizar a los amos de esclavos. Frente a los problemas fiscales y la deuda, los déficits con que empezaban a saldarse los propuestos cubanos, el servicio de los bonos del empréstito de guerra, que representaba una carga muy alta, y los elevados impuestos sobre la producción, el gobierno canovista redujo la tarifa territorial que pagaban las fincas azucareras del 5 al 2% y sus derechos de importación un 10%, aunque mantuvo esa última medida en suspenso para contribuir al esfuerzo bélico que supuso la llamada Guerra Chiquita, que continuó durante unos años las hostilidades del conflicto de 1868-1878. En apartados previos señalamos que los presupuestos apenas sufrieron más reducción que la debida a la eliminación de la lotería de su contabilidad, lo que dio una impresión falsa de disminución. Si se aminoraron en un 25%, en cambio, los impuestos de los alimentos. Finalmente, se estudiaron de nuevo los problemas del diferencial de bandera y del cabotaje, pero la presión de los intereses proteccionistas metropolitanos limitó otra vez el alcance de las medidas en ese sentido. Desde 1881, cuando tocó a los liberales gobernar en Madrid, la aplicación de los derechos civiles prometidos a los cubanos en la Paz del Zanjón, experimentó un sensible avance. Se extendió a las colonias la Constitución de 1876, aunque estipulando que también regirían en ellas leyes especiales. En lo que respecta a la economía, se publicó por fin la Ley de Relaciones
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Comerciales o de Cabotaje, pero estableciendo que los aranceles sobre el comercio entre España y sus dominios disminuirían progresivamente durante diez años hasta desaparecer. Inicialmente se fijó un plazo de cinco, pero A. Canovas y los conservadores lograron ampliarlo en el Parlamento. La llamada política remedial de los gobiernos de la Restauración, independientemente de su signo, se concretó en la Ley de Autorizaciones de 1884 que, según I. Roldán (2001b: 312) concedía al Ejecutivo facultades superiores en las colonias a las que tuvo cualquier otro anterior para aumentar o reducir sus presupuestos, añadir o retirar partidas de ellos, negociar su deuda, modificar sus aranceles e impuestos, fomentar la inmigración o negociar tratados internacionales. Las dificultades económicas causadas por la caída del precio del azúcar en 1883-1884 obligaron a reducir los impuestos territoriales y de exportación en un 60%, pero dichas medidas estuvieron condicionadas por las circunstancias, no respondieron a una política estructurada y destinada a resolver los problemas cubanos. Tal fue el motivo que condujo en 1884 a la convocatoria de la llamada Junta Magna, una asamblea de notables que, independientemente de las instituciones ordinarias, reunía a buena parte de las elites insulares para demandar las referidas soluciones a la metrópoli. Su constitución no cuajó, parece ser que por la reticencia de los grupos más incondicionales a la amenaza que ello hubiese supuesto para el sistema colonial, así como por el establecimiento ese mismo año del citado Modus vivendi con los Estados Unidos. El otro problema que preocupaba a los productores cubanos, junto con los impuestos y aranceles, era la deuda. El Gobierno planteó varias soluciones a lo largo del tiempo, pero, en general, del mismo tipo: refinanciarla para disminuir las cargas que representaba sobre el presupuesto, ampliar los plazos de devolución y reducir las ventajas otorgadas a los acreedores debido a la urgencia con que se necesitó el dinero durante la Guerra de los Diez Años. Se puede decir, por tanto, que las reformas de la administración colonial de España en la década de 1880 no alteraron la esencia las relaciones económicas con sus dominios y que cuando se produjo algún cambio considerable en ellas fue debido a que las circunstancias no dejaron más remedio. Los esfuerzos de aquella primera se centraron en firmar un tratado con los Estados Unidos que, como vimos, podía beneficiar también a los intereses proteccionistas del país, pues lo que se proponía implícitamente al gobierno de Washington era un reparto del mercado cubano8. En Puerto Rico también estalló una insurrección en 1868, pero fue sofocada enseguida. L. W. Bergad (1980) dice que en Lares, donde empezó, tuvo una explicación regional, aunque extrapolable a otras partes: la consolida-
8 Sobre las reformas en general, además de las obras citadas, ver la de E. Hernández Sandoica (1982).
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ción del poder de los inmigrantes españoles, que controlaban el comercio y el crédito y comenzaban a invertir en la agricultura, situación que nunca se dio en el mismo grado en Cuba, cuyo su crecimiento económico impidió desigualdades tan grandes en las elites. Además, la esclavitud siguió siendo importante en esta última hasta su supresión, mientras en Borinquen, por su crecimiento demográfico y los problemas de su industria azucarera, perdió progresivamente relevancia —para muchos amos fue incluso más rentable vender sus negros a los hacendados de la Gran Antilla—, se abolió en 1873, y los esfuerzos de las oligarquías y del Gobierno se centraron en intentar movilizar los recursos laborales internos. Su menor importancia territorial y económica para la metrópoli, un desarrollo más lento de su sociedad y de sus demandas de autogobierno y una relación colonial más convencional, sobre todo a finales del siglo XIX, con la citada expansión del café y la concentración de su mercado en España y en la Gran Antilla, explica que las reformas civiles y políticas se aplicasen antes en Puerto Rico que en la vecina isla, aunque la historiografía señala también que su materialización fue lenta y se combinó en ocasiones con medidas represivas desproporcionadas. Así, curiosamente, en la Paz del Zanjón lo que se prometió a los cubanos fue en realidad concederles los mismos derechos con que contaba ya la población de Borinquen, especialmente en lo referente al régimen municipal, pero se dio la circunstancia de que ésta no había empezado a gozar de ellos por estar declarado el estado de sitio en su territorio9. El otro gran problema que tuvo que afrontar el dominio español en las Antillas a finales del siglo XIX fue la abolición. Ya hemos señalado algunas cuestiones al respecto y conviene recordar que el mantenimiento de la esclavitud fue uno de los pilares sobre los que se asentó el Estado colonial, sobre todo en Cuba. Independientemente de las dificultades coyunturales que acarreó su supresión, por ejemplo, su gradualismo o las indemnizaciones que percibirían los propietarios, su implicación más grave fue que, por la falta de población o de movilización de los recursos laborales internos, afectó al factor de producción más escaso en la Gran Antilla, y al crecimiento del principal sector de su economía, el azucarero, que además estaba inmerso en un
9 Sobre todos estos temas en Puerto Rico, ver, en lo que se refiere a la economía y a la expansión cafetalera, G. Bartalt (1984), L. W. Bergad (1978 y 1983), C. Buitrago (1982), J. Dietz (1989), R. de Jesús Toro (1982), J. Maluquer (1974 y 1987), L. Martínez Fernández (1994), F. Mejías (1974), C. Naranjo y A. Santamaría (2002), F. Picó (1981), o A. Sánchez Tarniella (1973); respecto a la inmigración española y su importancia socio-económica, A. Cubano (1993), F. A. Scarano, ed. (1981), o B. Sonesson (1988 y 1995); acerca de la reforma política, sus dificultades y oscilaciones, y también para una perspectiva general, L. Cruz Monclova (1952-1957), A. Cubano (1990), L. M. Díaz Soler (1994), F. A. Scarano (1993), o B. G. Silvestrini y M. D. Luque (1992), y en lo concerniente a la abolición de la esclavitud y los problemas de la mano de obra, J. Curet (1982 y 1985), L. M. Díaz Soler (1953), G. L. García (1989), L. Gómez Acevedo (1970), T. Martínez Vergne (1992), A. Morales Carrión (1978), F. Picó (1979), o A. A. Ramos Mattei, ed. (1982).
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proceso de transformación tecnológico-organizativo para adaptarse a las innovaciones de la Segunda Revolución Industrial. No obstante, por esa misma razón y como mostramos en L. M. García Mora y A. Santamaría (2002), se benefició también de la posibilidad de reemplazar mano de obra por tierra y capital y de satisfacer la demanda de trabajo mediante un flujo migratorio creciente, temporal (para realizar la zafra) y permanente, gracias a la propia eliminación del sistema esclavista y a las oportunidades que ofrecía el desarrollo económico insular. Los problemas estructurales causados por la abolición en la economía cubana, en combinación con los ocasionados por su especialización en la producción de dulce, el crecimiento de la competencia mundial, los avances tecnológicos o la concentración de sus exportaciones en los Estados Unidos, determinaron la referida transformación de la industria azucarera que obligó a un esfuerzo especial por parte de los hacendados y a una acaparamiento de los recursos que, a la postre, acabó tropezando con el mantenimiento de la relación colonial. El gobierno metropolitano intentó paliar los problemas planteados por los cambios que afectaron a la economía y la sociedad de Cuba en las postrimerías del siglo XIX españolizando su población. Con tal fin se siguieron usando los mismos medios empleados en períodos precedentes: fomento de la inmigración, privilegios de diverso tipo para los incondicionales a la Corona e incentivos a los soldados —especialmente tierra en propiedad— que les animasen a quedarse en la Gran Antilla tras licenciarse. Los dos últimos grupos se beneficiaron de las especiales condiciones creadas por la Guerra de los Diez Años. Ya vimos cómo los segundos aumentaron sus patrimonios con los bienes embargados o cómo se procuró que las tropas de refuerzo del ejército no se marchasen de la colonia. Sobre todo durante el gobierno en Cuba de C. Polavieja, se potenció el uso del ejército como mano de obra y para la colonización, aunque, según muestra I. Balboa (1998b), no se obtuvieron los resultados esperados. El fomento de la inmigración civil fue más exitoso tras la abolición de la esclavitud, incluso antes, cuando empezó el proceso que culminaría en ella, al eliminarse una razón que desincentivó a muchos españoles que potencialmente hubiesen podido trasladarse a la isla en busca de una vida mejor, pues J. Casanovas (2000) prueba que mientras prevaleció aquélla sus condiciones de trabajo se impusieron de un modo y otro a la totalidad de las relaciones laborales. En A. Santamaría (2000d) probamos que la abolición de la esclavitud provocó también un encarecimiento del factor trabajo en Cuba a causa de su escasez, lo que incrementó el coste de fabricación del azúcar. Aunque en parte ello se compensó con soluciones tecnológico-organizativas, básicamente de producción a escala, de nuevo el mantenimiento del dominio español obstaculizó rentabilizarlos debido a las dificultades que representó para el comercio con los Estados Unidos, y agravó los problemas económicos de la isla.
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Otro elemento que debemos tener en consideración y en el mismo sentido expresado en el párrafo anterior, fue la consolidación del movimiento obrero en Cuba en los años que siguieron a la Paz del Zanjón. J. Casanovas (2000) demuestra que esto se debió a las libertades civiles logradas tras el armisticio y que gracias a ellas se consiguieron algunas conquistas importantes en las reivindicaciones laborales, tesis que concuerdan con lo que señalado sobre los salarios10. En el último tercio del siglo XIX se inició también un flujo de inversiones extranjeras en la economía de Cuba sin parangón en épocas anteriores. Los ferrocarriles comenzaron a concentrarse progresivamente en manos de capital británico, y el estadounidense, aunque en menor medida, empezó a colocar dinero en la industria azucarera, en ambos casos, asociados con empresarios españoles, lo que también reforzó su poder frente a los criollos11. El crecimiento de tales inversiones se vio obstaculizado igualmente por las citadas limitaciones que el dominio hispano supuso para el desarrollo de la capacidad productiva de los nuevos o modernizados ingenios y para expandir los trenes y el cultivo procesamiento de la caña a las extensas, ricas y poco explotadas tierras de la mitad Este insular. Los tratados comerciales con los Estados Unidos, el fomento de la inmigración y la españolización de Cuba, por tanto, no bastaron para resolver los problemas de su economía a finales del siglo XIX. Permitieron hacer frente a la crisis de principios de los años ochenta, pero entonces no se había abolido aún la esclavitud, y además tuvieron efectos contraproducentes que agravaron la situación. La citada españolización, sobre todo cuando los otros mecanismos asimilistas (derechos civiles o cabotaje) se aplicaban más lentamente, aumentó las diferencias entre metropolitanos y criollos y, al reforzar los privilegios de los primeros, incrementó seguramente la extracción de capital de la isla hacia el exterior. La inmigración y las inversiones extranjeras drenaron igualmente recursos del territorio, y si bien en capítulos precedentes señalamos que las salidas de ingresos por esas vías deben entenderse como retribuciones a los recursos que escaseaban en la isla y tenían que importarse, en períodos de dificultades económicas seguramente no se entendieron así y fueron una fuente de conflictos. Algo similar a lo que comentamos respecto a los retornos de capital y a la inmigración sucedió con las operaciones de reconversiones de la deuda de Cuba, cuyos bonos fueron colocados enteramente fuera de la isla, dejando al capital local, en general, sin participación en los mismos y, por lo tanto, sin la capacidad de presión política que, como vimos, otorgaba su posesión.
10 Aparte del trabajo mencionado, ver los estudios de J. Rivero Muñiz (1952), S. Aguirre (1965), M. Riera (1965), J. Dumoulín (1974), Instituto de Historia de Cuba (1975-1977 y 1989), A. García Álvarez y C. Planos (1995), J. Stubbs (1989), o G García Rodríguez (1998). 11 Ver, por ejemplo, E. F. Atkins (1926), L. H. Jenks (1928), J. M. Álvarez (1936), O. Pino (1984), A. García Álvarez y C. Planos (1995), O. Zanetti y A. García Álvarez (1987), A. García Álvarez (1996 y 1998b y c), A. Santamaría (1995a y 1998c), o M. McAvoy (2003).
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Como la situación que los causaba no era eventual y no se resolvieron, los problemas de la economía de Cuba se fueron agravando con el tiempo. En el inicio de la década de 1890, la crisis que anunciaba la aprobación del Bill McKinley en los Estados Unidos unió de nuevo a las elites insulares al margen de las instituciones y de sus diferencias, como había ocurrido en 1884 con la Junta Magna. Si tenemos en cuenta el esfuerzo españolizador del gobierno metropolitano, se entiende mejor el alcance de tal reunión de intereses y lo que hemos reiterado varias veces acerca de que los citados problemas no podían resolverse sin alterar la esencia del sistema colonial. El llamado Movimiento Económico no representó nada nuevo en otros sentidos, pues las peticiones de los productores de la Gran Antilla a la administración madrileña habían variado poco desde finales de los años setenta, aunque cada vez eran más imperiosas. La Revista de Agricultura, publicación oficial del Círculo de Hacendados y Agricultores de la Isla de Cuba, sinterizaba en un número extraordinario, Exposición aprobada en la Junta General... (1890), las exigencias de aquéllos y de otros industriales de la Gran Antilla: 1.
2. 3. 4. 5. 6. 7.
«Necesidad de más amplia libertad mercantil. Que el régimen económico concedido a España se complete con otro para las mercancías extranjeras y se reforme el arancel convirtiéndolo en una tarifa puramente fiscal, de modo que ofrezca una amplia compensación a las franquicias otorgadas por la actual legislación estadounidense para el azúcar y sirva de base para negociar sobre el tabaco.» «Reducción del presupuesto y los gatos para que tributos no pesen como hoy sobre la producción; es decir, ajustándolos a las fuerzas del país.» «Que no aumente la deuda pública.» «Que cese la recogida de billetes del Banco Español hasta que la situación lo permita.» «Que se suprima la contribución directa del azúcar y las mieles.» «Que se supriman los derechos de importación sobre el material ferroviario y la maquinaria para los ingenios.» «Que se establezcan relaciones comerciales sólidas y eficaces con los Estados Unidos.»
En números posteriores los editores de la citada revista siguieron expresándose en los mismos términos. En la «Réplica de la Junta Directiva del Círculo de Hacendados...» (1891: 153-155) al folleto publicado por la Comisión de Propaganda del Trabajo Nacional (1890) y en el que se señalaba que los productores cubanos exageraban sus problemas y su prosperidad era mayor que la que pretendían hacer ver, se decía: «Lo más importante es facilitar la introducción de elementos de modernización de los ingenios para reducir los costes y leyes económicas para asegurar
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los mercados, [...] concretamente el de los Estados Unidos, único capaz de absorber el producto cubano».
Y la conclusión era muy similar a lo que hemos estado apuntando a lo largo de estas páginas: «Si la situación se perpetua, limitando las reformas a cuestiones de segundo orden, como propone el susodicho folleto, no habrá esperanza, no por la competencia de la remolacha o por las dificultades impuestas por los Estados Unidos, sino por las trabas internas».
En la publicación mencionada, el Círculo de Hacendados y Agricultores se definía como: «[...] Una clase conservadora, sin ánimo de conflicto, por lo que rechazamos acusación de antipatriotismo [en nuestras demandas]».
En ese sentido, P. Estrade (1995: 140) piensa que la creación del Movimiento Económico fue el principio del fin del régimen colonial español en Cuba aunque, como la Junta Magna, se disolvió rápidamente, tal vez debido a que sus integrantes eran conscientes del peligro que representaba y a raíz de la aceleración de las negociaciones para concretar el ansiado tratado con los Estados Unidos, el Foster-Cánovas de 1891. Los perjuicios que el Tratado Foster-Cánovas hubiese podido causar a los empresarios españoles que exportaban sus mercancías a la Gran Antilla, se compensaron con un aumento de la protección de tales artículos en el mercado iunsular. Se puede decir, pues, que compartieron los beneficios del acuerdo, y otro síntoma de la complejidad de la relación hispano-cubana es que los productores coloniales lo aceptaron mientras duró el convenio. El problema es que el gobierno estadounidense no lo renovó en 1894 y al impacto que ello tuvo, básicamente en la industria azucarera insular, se unió el del citado incremento de la protección de las importaciones metropolitanas. La administración madrileña actuó otra vez pasados los hechos, y cuando la comisión creada ad hoc recomendó reducir aquélla en Oriente había estallado una nueva guerra por la independencia. No es intención de este libro explicar las causas de la Guerra de Independencia de Cuba. El lector extraerá sus propias conclusiones, pues además pensamos que sólo un conjunto complejo de razones —económicas, sociales, políticas, culturales— en interrelación dinámica aclaran su porqué. Si es preciso decir que, frente al conflicto de 1868-1878, la nueva conflagación no se limitó a la mitad Este de la isla, que España no contó con un grado de incondicional en las elites como el que tuvo los años sesenta y setenta, y que provocó una gran devastación en la población y en la infraestructura productiva. Las cifras presentadas en capítulos sucesivos son suficientemente elocuentes y no es preciso extenderse en más consideraciones por ahora.
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Durante la guerra se realizaron reformas obligadas por las circunstancias que habían sido reiteradamente demandadas en el transcurso de la segunda mitad del siglo XIX, principalmente el establecimiento de un gobierno autónomo en Cuba, cuyo desempeño es muy difícil de evaluar, pues el efecto del conflicto predominó sobre cualquier otro. Como en la parte anterior del libro, a continuación dedicaremos también un primer apartado a estudiar, no sólo el factor trabajo, sino también la población en general, dada la importancia de esta última en aquél y en la economía. Luego examinaremos las actividades productivas y completaremos cronológicamente la reconstrucción del producto material, analizaremos el desarrollo de las infraestructuras, de los medios de transporte, la tecnología, el capital y el sector financiero y, finalmente, del comercio, corrigiendo con sus datos las cifras de ingreso.
CAPÍTULO VIII
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA, FUERZA DE TRABAJO Y ABOLICIÓN
La transformación demográfica y la colonización castrense Los problemas demográficos y de mano de obra de Cuba, en lo que respecta a un crecimiento vegetativo insuficiente para hacer frente a la creciente demanda de brazos de su agricultura de exportación y, especialmente, de su producción azucarera, que explicaban la importación de africanos, no se habían modificado sustancialmente cuando empezó el proceso de abolición de la esclavitud en la década de 1870, coincidiendo con la Guerra de los Diez Años. Este último urgió aún más a buscar soluciones que resolviesen la escasez de recursos laborales, eso sí, en un nuevo contexto en el que, por razones obvias, ya no se concibieron de un modo complementario al trabajo de los negros o como alternativas al mismo para un futuro indeterminado, sino necesarias a corto plazo. Además, y no obstante el peligro del predominio de las gentes de color en la población y la sociedad insular había ido disminuyendo, se procuró que aquéllas siguiesen reduciendo su importancia y, a la vez, asegurar mediante la inmigración el dominio español sobre la Gran Antilla que, como hemos visto reiteradamente, tuvo en el mantenimiento de la citada esclavitud uno de sus pilares fundamentales y se había visto amenazado por un conflicto independentista. Una nueva política que contemplaba la creación de colonias agrícolas y militares con fines poblacionales, económicos y defensivos —como baluartes del gobierno español en Cuba— se puso en marcha durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878). A partir de 1873, la Comisión Central de Colonización inició desde las páginas de su boletín1 una activa campaña en pro de la atracción e instalación de inmigrantes, ofreciéndoles exenciones fiscales y la propiedad, pasado un tiempo, de las 1.000 fanegas de tierra que se les
1
Ver Boletín de Colonización (1873-1878).
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entregaban para que las sembrasen. En el mismo año de 1873, el Ayuntamiento de Cienfuegos propuso un primer proyecto de fomento de establecimientos rurales utilizando licenciados del ejército y familias españolas, aunque fue rechazado2. La diversificación de la agricultura y la difusión de los avances técnicos en ella, objetivos que habitualmente habían acompañado a las políticas como la mencionada anteriormente, siguieron presentes a partir de la década de 1870. La citada Comisión de Población Blanca planeaba también fomentar otro tipo de establecimientos, destinados a la enseñanza profesional y al mejoramiento de los procedimientos y métodos de cultivo. El territorio de Cuba fue dividido en demarcaciones principales en 1878 y, de acuerdo con lo firmado en el Paz del Zanjón, armisticio de la Guerra de los Diez Años, entraron en vigor las leyes orgánicas municipales y provinciales que regían en la metrópoli. Además, la ruina de algunas zonas motivó la adopción de medidas de reconstrucción. Así se inició un plan de colonización del interior y de los lugares más deshabitados con el fin de fomentar la pequeña propiedad, contribuir al crecimiento de la población blanca y de la cultura hispano-criolla y mejorar las defensas contra potenciales movimientos insurgentes. Por lógica, el proyecto contempló traer únicamente españoles a la isla y se puso en marcha mediante un Decreto de 27 de octubre de 1877, que estipulaba el reparto de tierras baldías —unas 800.000 Has—, bosques del Estado, terrenos propios y arbitrios de los Ayuntamientos, aperos y animales de labranza entre los inmigrantes, licenciados del ejército, voluntarios movilizados contra los independentistas en el reciente conflicto, familias arruinadas que se hubieran mantenido leales al gobierno de Madrid, e individuos que prestaron servicios de guarnición o hubieran solicitado indulto. Como complemento de los proyectos de colonización se arbitraron medidas destinadas a mitigar los desastres de la guerra, por ejemplo, exenciones fiscales a la importación de máquinas y útiles para los nuevos centrales azucareros que se propusiese construir. Las zonas de Santiago de Cuba y Puerto Príncipe fueron objeto de atención especial y en 1879 recibieron 150.000 pesos para su reconstrucción; en otras se procedió crear poblados mediante la reconcentración de individuos dispersos en una comarca, de lo que resultaron la fundación, entre otras, de las localidades de El Zarzal, Calisito y La Gloria, en el área de Manzanillo. Uno de los proyectos de colonización más emblemático del período posterior a la Paz del Zanjón, fue el presentado en 1882 por J. Curbelo para introducir en Cuba entre 500.000 y 600.000 colonos españoles, agricultores, artesanos, comerciantes e industriales, entre los que se repartirían tierras que pasarían a ser de su propiedad pasado un tiempo. El autor insistía en que su
2
Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 330.
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éxito requería que fuesen de la metrópoli por la similitud de su cultura y la «superioridad de su raza3». La colonización de Cuba, como dijimos, se planteó también mediante la fundación de establecimientos castrenses a partir de la década de 1870. La primera propuesta de ese tipo data de 3 de julio de 1878 y fue el proyecto de creación del poblado de Contramaeste, en Puerto Príncipe, que se fue habitando con soldados tras aprobarse el proyecto en agosto del año siguiente. Era por entonces Comandante de la zona C. Polavieja, quien además fundó el de El Caney, en Palma Soriano (Oriente), disuelto en 1881 tras haberse acordado distribuir sus tierras entre licenciados del ejército, guerrilleros y otros individuos, según establecía un Decreto de 27 de octubre de 1877. Una Comisión instituida en 1881, presidida por el General M. Casasola e integrada en su mayoría por diputados de las Cortes fue la encargada de estudiar y reglamentar los requisitos de tales colonias en la isla, que estuvieron compuestas por militares regulares y familias civiles. Entre los proyectos de colonización militar hay que mencionar el de V. Clavijo, de 1878, la incorporación por F. F. Ibáñez en 1881 de 50 soldados rebajados de servicio al ingenio Destino, con el fin de que plantasen caña durante tres años, prorrogables por más tiempo, que sólo duró hasta 1882, y la «Empresa Patriótica» de V. Vives Lara, quien propuso un plan en 1883 que no se pudo realizar, para la instalación de forma separada colonias agrícolas y castrenses, poblar la isla con familias blancas que —decía—, la incorporarían a la civilización y la mantendrían unida a España, y reducir los gastos del Estado gracias a la autofinanciación de parte de las tropas4. Durante las Capitanías Generales de M. Salamanca y C. Polavieja, los proyectos de colonización militar de Cuba recibieron un gran impulso. Bajo el mando del primero, a finales de 1889, se fundaron los poblados castrenses de Reina Cristina (Ciego de Ávila), Salamanca (Manzanillo) y Becerra (Santa Cruz del Sur), favorecidos por la Ley de Presupuestos del citado año, que también incluía una partida de 40.000 pesos para el establecimiento en el campo de 250 familias españolas procedentes de Puerto Rico, con los mismos derechos de los licenciados del ejército en 1877. Tras la muerte de M. Salamanca, en 1890, las colonias militares fundadas en 1889 fueron desatendidas y abandonadas por muchos de sus integrantes. El 20 de enero del primer año citado se creó una Junta Colonizadora para gestionar los proyectos y los fondos destinados a los mismos, pero hasta que C. Polavieja asumió la Capitanía General en agosto aquéllos no recibieron un nuevo impulso. Por orden del 13 de septiembre disolvió dicha Junta y constituyó otra con competencias sólo consultivas y siempre bajo su autoridad. En el último trimestre de 1891 se establecieron tres poblados castrenses, Punta Pie-
3 4
C. Naranjo (1992f): 749-794. Ver I. Balboa (1998b): 121-138, y C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 331-332.
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dras (Nuevitas), Cayo Espino (Manzanillo) y La Cabaña (en la fortaleza homónima del puerto habanero), que además tuvieron éxito, pues sobrevivieron a la renuncia de su mentor al cargo de Gobernador de Cuba en junio de 18925. La experiencia demostró que la colonización militar no podía solucionar los problemas poblacionales de Cuba si no se combinaba con otra civil, sus resultados fueron escasos, por lo que a mediados de la década de 1880 se volvió a priorizar la inmigración de familias blancas españolas y se abandonó la idea de establecer poblados sólo con licenciados del ejército y soldados y de usar a estos últimos en faenas agrícolas salvo en casos excepcionales y en época de zafra. Según C. Naranjo (1998a: 72-91), en 1890 había ya en la isla nueve colonias rurales, situadas en su mitad Este, con capacidad para 257 de dichas familias, de las cuales estaban ya instaladas 208.
La abolición de la esclavitud, la inmigración de jornaleros y el establecimiento de colonos La discusión en las Cortes madrileñas sobre la abolición se sucedió lentamente desde la aprobación en 1870 de la Ley de Vientres Libres y acabó desembocando en 1872 en un Reglamento que intentaba mitigar sus perjuicios económicos con indemnizaciones a los dueños de esclavos y con la introducción de mano de obra en Cuba para las tareas agrícolas. La primera disposición citada consideró libres a los negros que habían servido en el ejército colonial o con sesenta años cumplidos y que no lo fueran, a los declarados como tales por el Gobierno Superior Civil de la Gran Antilla, a los que eran propiedad del Estado y a todos los nacidos tras su publicación, obligando, además, a vender a la Administración a los que llegaron al mundo después del 17 de septiembre de 1868 por 125 pesos. Poco después se beneficiaron también del mismo privilegio los que habían sido capturados a los insurrectos por las tropas españolas. Los censos muestran que la abolición fue un proceso lento y complejo, y que se aplicó con desigual intensidad. En 1871 se contabilizaban en Cuba 287.257 esclavos, de los que sólo fueron emancipados 26.667. En 1875 la libertad se extendía a 75.296 y en 1877 a 121.5176. El 13 de febrero de 1880 se ratificó la llamada Ley de Patronato, proyecto de abolición progresiva que preveía la emancipación gradual de los esclavos, en el plazo de ocho años, con el fin de salvaguardar los intereses de la industria azucarera, durante el cual los dueños irían liberando paulatinamente a sus patrocinados. Cada amo tenía la obligación de manumitir a un 25% de sus negros en el primer cuatrienio y al 75% restante, en partes iguales, 5
Ver I. Balboa (1998b): 121-138, de la misma autora, I. Balboa (1998c y 2000), y el libro de M. Moreno Fraginals y M. Moreno Masó (1993). 6 C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 333.
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cada 12 meses, en los siguiente 48, hasta terminar el proceso en 1888. Los beneficiarios, no obstante, debían trabajar luego otros cuatro años para sus antiguos propietarios. El patronato fue una fórmula de transición para aliviar los problemas de mano de obra de la industria azucarera y reducir sus gatos laborales (se calcula que un esclavo costaba 6 o 7 pesos al mes, un patrocinado 8, un trabajador libre 21 o 22 y que los negros alquilados eran aún más caros). Los sometidos a su régimen debían recibir comida, ropa y un salario mínimo que oscilaba de 1 a 3 pesos, su horario laboral no había variado y carecían de derechos civiles. En 1884 aquéllos sumaban 80.000 individuos, contando a los fallecidos y a los emancipados por no estar inscritos en los censos de 1867 y 1871; en 1885 quedaban 53.381, y en 1886 25.3817. En teoría, los emancipados tenían las mismas opciones que cualquier hombre libre para elegir ocupación y lugar de residencia, quedarse en la plantación como colonos, integrarse en las cuadrillas de trabajo temporal que éstas contrataban durante la zafra, intentar cultivar una parcela de modo independiente, o emigrar al campo o a las ciudades. Sin embargo, las alternativas se redujeron en la práctica debido a los escasos recursos de que aquéllos dispusieron normalmente. Parece que éstos y la capacitación de los individuos fueron los factores que más incidieron en la redistribución del empleo tras la abolición en Cuba. Algunos permanecieron en los centrales a los que habían pertenecido, pero pocos se convirtieron en agricultores cañeros, actividad que, como veremos, estuvo reservada sobre todo a campesinos e inmigrantes blancos a causa de su mayor facilidad de acceso al crédito para ponerla en marcha las explotaciones. Según R. J. Scott (1985: 276-287), de quien proceden también los datos anteriores, los propietarios y arrendatariosa de color dedicados a la siembra de la gramínea solo eran mayoría en la provincia de Santiago. La abolición no provocó el hundimiento de la industria azucarera, sobre todo gracias a su gradualidad y a que, como veremos, se arbitraron soluciones técnico-organizativas para paliar su efecto. Aunque hubo serios problemas de ajuste, se fueron resolviendo gracias a la descentralización de la parte agraria del proceso de producción y al trabajo de antiguos esclavos, jornaleros, presidiarios e inmigrantes. Estos últimos fueron los más utilizados, no obstante, además, se tomaron medidas destinadas a movilizar el mercado laboral —como las leyes contra la vagancia promulgadas a partir de 1870, que permitían a los funcionarios fijar la residencia de todo aquél que considerasen vagabundo—, retener a los empleados y campesinos en las fincas pagándoles los sueldos en vales o tockens intercambiables sólo en las tiendas propias de aquéllas8, o impidiéndoles abandonarlas mientras no devolviesen los adelantos y créditos que habitualmente obtenían de los hacen7 8
C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 333. Sobre este tema, ver H. A. Ramsden (1904) y M. Moreno Fraginals (1975).
250
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
dados. Los salarios variaban según las zonas, dependiendo de la oferta de brazos, de la temporada (eran mayores en tiempo de zafra) y del tipo de ocupación. En general, los operarios de los centrales cobraban más que los cortadores de caña y éstos más que los cargadores9. La necesidad de fomentar la inmigración y la colonización de Cuba, por tanto, aumentó con la abolición. Sobre todo urgió satisfacer la demanda de brazos para las faenas agrarias durante la zafra y abaratar los costes de la mano de obra. A la insuficiencia de la oferta laboral interna debido a la escasez de población en la isla, se unió el problema de su movilización. En teoría, como consecuencia de la abundancia de empleo, todo trabajador podía aspirar a un salario mayor y/o a buscar mejores condiciones de vida en las ciudades, lo que incrementó el éxodo rural ocasionado por la huida de los negros de las ocupaciones en que habían sido esclavos. En la Revista de Agricultura (1879–) y otras publicaciones de la época encontramos continuas quejas de los hacendados por esos problemas, la vagancia y el exceso de días festivos. En parte exageraban, pues lo cierto es que la producción de la industria azucarera sólo se estancó durante unos años y luego se incrementó considerablemente, aunque también es verdad que ello fue posible gracias a que se pusieron los medios para resolver la situación. En lo que respecta a la inmigración, autoridades y agentes sociales insistían en la conveniencia de que fuese libre y espontánea, para lo cual se crearon distintas entidades destinadas a fomentarla y ampararla: el Centro Protector de la Inmigración, fundado en 1882, y las Sociedades de Inmigración y de Emigración Española y Protectora del Trabajo Español en las Posesiones de Ultramar, constituidas en 1883 y 1889, y la Junta Colonizadora, establecida en 1890 y encargada de administrar los fondos para el asentamiento de los recién llegados. En ese último año las competencias en materia de colonización fueron asignadas a la Inspección General de Montes, y desde el 30 de enero de 1882 se estipuló por decreto que una Comisión integrada por varias corporaciones y la Sección de Fomento evaluase los proyectos presentados10. Los productores azucareros establecieron también sus propias organizaciones para incentivar la inmigración, como la Sociedad de Colonización,
9 Por ejemplo, R. J. Scott (1985): 179-183, dice que en el ingenio Natividad (Sancti Spiritus) los cortadores cobraban 30 pesos al mes y los cargadores 9, y la primera cantidad parece alta, pues coincide con la que muchas fuentes indican que recibían los obreros industriales. Ver los artículos de la Revista de Agricultura, «Braceros» (1888), «Ingenio San Gonzalo...» (1889), «Algunos datos...» (1890), «Datos sobre el coste...» (1890), J. B. Jiménez (1890b), «Los males...» (1892), «Números hablan» (1894), o «Situación de la industria...» (1894). Según la citada R. J. Scott, el Círculo de Hacendados estimaba, además, que hacia 1880 los sueldos durante la zafra oscilaban de 25 a 40 pesos y en tiempo muerto de 15 a 20 cada 30 días. 10 Ver C. Naranjo y A. García González (1996b): 167-172.
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA, FUERZA DE TRABAJO Y ABOLICIÓN
251
fundada en 1872, o el Círculo de Hacendados —éste último con objetivos más amplios—, creado en 1878, y difundieron su pensamiento y sus demandas mediante dos publicaciones, la Revista de Agricultura y el Boletín de Colonización11. En las Cortes españolas también se debatió sobre el problema de la inmigración en Cuba. Unos insistían en los elevados salarios (por ejemplo, en época de zafra en La Habana y con la manutención aparte eran de unos 1720 pesos al mes) y en la necesidad de reducir coste en la producción de azúcar mediante la introducción de mano de obra barata, independientemente de su raza, mientras que otros consideraban que aquélla debía ser la más conveniente para el gobierno, la sociedad y la cultura insular y defendieron que sólo se permitiese entrar en la Gran Antilla a jornaleros blancos. Otra mano de obra empleada por los hacendados cubanos fueron los presos, a los que se pagaba en la década de 1880 unos 12 pesos al mes — 11 para el Estado y 1 para el trabajador—, cantidad que apenas varió a pesar de los intentos por aumentarla hasta 1612. El recurso laboral más importante, empero, fueron los jornaleros temporales, que permanecían en la Gran Antilla durante el período de zafra y comenzaron a llegar también en el citado decenio. Ates de analizar tal fenómeno, sin embargo, conviene contextualizarlo dentro del proceso migratorio, fundamentalmente español, de la época. Entre las décadas de 1880 y 1930 cerca de 3.500.000 españoles se trasladaron a América. Tal proceso se integró dentro de otro más amplio, conocido como la emigración en masa que afectó a toda Europa y a unos 5.000.000 de individuos. El aumento de la población, la industrialización, la proletarización y modernización del campo, las crisis agrarias y la Revolución de los Transportes, con la reducción del precio y de la duración de los viajes, y las mejores oportunidades que ofrecían otros países, estimularon a una cantidad enrome y constante de personas a cambiar de residencia. En el caso hispano, además, ese hecho se vio favorecido por la liberalización de las leyes de salida del territorio nacional desde mediados del siglo XIX (Reales Órdenes de 1853, 1865 o 1873), el establecimiento de relaciones diplomáticas con las Repúblicas que se independizaron del gobierno madrileño a principios de la centuria, cuyas similitudes idiomáticas y culturales facilitaban la adaptación de los inmigrantes, y el mantenimiento de la soberanía sobre Cuba y Puerto Rico, donde permanecían bajo la misma administración política. Casi todas las regiones de España participaron en dicho flujo migratorio, aunque destacaron especialmente Galicia, Asturias, Cantabria, Euskadi, Canarias, Cataluña o Castilla-León.
11
C. Naranjo (1992f): 749-794. Sobre el debate parlamentario y el empleo de presidiarios, ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 335-336. 12
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Según se aprecia en el Cuadro II.1, entre 1882 y 1889 llegaron a Cuba 524.658 personas de España. Exceptuando los militares, funcionarios y eclesiásticos y se ocuparon principalmente en la agricultura y la minería. Algunos datos confirman que esta aportación demográfica sustituyó la mano de obra esclava en los ingenios. A pesar de su carácter temporal, muchos de los que salían para trabajar en la recogida del azúcar o contratados para labores concretas en los yacimientos de metales, se quedaron en la isla, y lo mismo ocurrió con algunos militares, sobre todo de la tropa. Cuadro II.1 Movimiento de pasajeros entre Cuba y España, 1882-1899 (miles de personas por quinquenio y media anual).
Quinquenios
Salidos España
Media
Retornados
Media
Saldo
Media
1882-1884 1885-1889 1890-1894 1895-1899 TOTAL
69.786 93.589 131.813 229.470 524.658
23.262 18.720 26.363 45.894 29.148
49.061 63.200 77.832 237.092 427.185
16.354 12.640 15.566 47.418 23.733
20.725 30.389 53.981 –7.622 97.437
6.908 6.078 10.796 –1.524 5.416
FUENTE: Estadística de la emigración... (1891-1912).
En el Gráfico II.1 se aprecia con más nitidez cómo la emigración española a Cuba, no obstante era ya relativamente alta tras la Guerra de los Diez Años, aunque descendente, debido seguramente al efecto de la Guerra Chiquita que siguió a la Paz del Zanjón, y a la persistencia de la esclavitud, a pesar de que se había iniciado el proceso abolicionista, experimentó un fuerte incremento tras la culminación de este último, a partir de 1886, sostenido en años sucesivos, y sufrió un nuevo impulso en el inicio de la década de 1890, sin duda gracias a la bonanza económica resultado de la firma del Tratado Foster-Cánovas entre los gobiernos de Madrid y Washington. La correlación de tal tendencia con el aumento de la oferta de azúcar, muy considerable, según veremos más adelante, desde mediados del decenio de 1880, es evidente y lógica si tenemos en cuenta la escasez de población de la Gran Antilla y de mano de obra endémica de sus principales actividades productivas, cuyo crecimiento se mantuvo estancado mientras no se logró que dicha inmigración reemplazase en parte con su aportación el monto de la trata africana y se arbitraron mecanismos para incorporarla a los citados sectores. En el sentido mencionado anteriormente, más que el saldo migratorio, debido a la importancia del trabajo estacional en las actividades agrarias, es preciso considerar el flujo bruto de entrada de personas en Cuba que muestra el Cuadro II.113. En capítulos previos observamos que la trata de esclavos y 13 Aunque no se puede afirmar que la fuerte desproporción de las cifras de entrada de pasajeros y de saldo migratorio español en Cuba esté ocasionado sólo por la inmigración
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA, FUERZA DE TRABAJO Y ABOLICIÓN
253
chinos proporcionó a la isla alrededor de 41.200 efectivos demográficos nuevos cada año en el quinquenio 1865-1869 y de 14.300 entre 1870 y 1873, cuando se registraron los últimos embarques (ver Cuadro I.9). En 1882-1884 llegaban en ella más de 23.000 españoles y en los dos lustros siguientes cerca de 19.000 y de 26.000. La población de la Gran Antilla, más nutrida según pasaba el tiempo, y el ahorro de mano de obra que permitieron los cambios tecnológicos y organizativos en la industria azucarera, según muestra la evidencia, hicieron que con tales cantidades fuese suficiente para acabar con el estancamiento productivo del sector y superar 1.000.000 Tn de dulce en el decenio de 1890. El crecimiento de la economía de Cuba y las oportunidades que ofrecía la isla pesaron más en la decisión de los españoles de trasladarse a ella que su vinculación política con España, pues cuando esta última terminó, el flujo migratorio hispano, que se había reducido como consecuencia de la Guerra de Independencia (ver Gráfico II.1) se recobró, volviendo a alcanzar en los primeros años tras la contienda cifras similares a las de la segunda mitad del decenio de 1880. El efecto que dicha guerra tuvo sobre la infraestructura azucarera insular, menos devastador de lo que habitualmente se había pensado, según muestran estudios recientes y la recuperación de su producción tras la misma, estuvo estrechamente interrelacionado con la evolución de dicho flujo de población14. Gráfico II.1 Emigración española a Cuba, 1882-1900. 30.000
Miles de personas
25.000 20.000 15.000 10.000 5.000 0 1882
1885
1888
1891
1894
1897
1900
Años FUENTE: Estadística de la emigración... (1891-1912).
estacional, debido precisamente al fomento de esta última y a su elevada cantidad, debemos pensar que una buena parte de los que abandonaban la isla lo hacían por haber ido a trabajar a ella temporalmente. 14 Ver M. Moreno Fraginals y M. Moreno Masó. (1993).
254
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
A pesar del fuerte carácter estacional de la inmigración en Cuba, debido a la referida temporalidad de la producción azucarera, y de la estrecha correlación entre esta última y aquélla, como se aprecia en el Gráfico II.2, las cifras del Cuadro II.1 muestran también un incremento del número de personas que se quedaron en la isla, contribuyendo a su crecimiento demográfico y colonización. Según L. W. Bergad (1984-1985: 174-204) y J. Maluquer (1992: 48-49), de los 300.000 españoles que llegaron a la Gran Antilla entre 1882 y 1894, 100.000 permanecieron en su territorio.
Inmigración
1899
1897
1895
Años
1893
1891
1889
1887
18 16 14 12 10 8 6 4 2 0
1885
Miles de personas y decenas de miles de Tn
Gráfico II.2 Relación inmigración-producción de azúcar en Cuba, 1885-1899.
Producción de azúcar
FUENTE: S. Palazón (1998): 68.
En el Gráfico II.3, donde utilizamos una escala semilogarítmica, se aprecia mucho mejor la referida correlación entre las cifras de producción de azúcar y de inmigración española en Cuba.
10.000.000 1.000.000 100.000
1900
1898
1896
Años
Producción de azúcar
1894
1892
1890
1888
1886
1.000
1884
10.000
1882
Log. Inmigrante y Tn de azúcar
Gráfico II.3 Producción de azúcar e inmigración española en Cuba, 1882-1900 (escala semilogarítmica).
Inmigración
FUENTES: R. Guerra (1970): 227-228, y Estadística de la emigración... (1891-1912).
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA, FUERZA DE TRABAJO Y ABOLICIÓN
255
En lo que respecta a los militares, entre 1895 y 1898 fueron llevados a Cuba más de 220.000 soldados. Se calcula que el 85% de los que había en la isla en el último año fueron repatriados. El porcentaje de los que regresaron a España en todo el período mencionado, fue mucho mayor entre los oficiales (70%) que entre la tropa (40%), aunque debido no sólo a que esta última tuvo más incentivos para quedarse en la isla, sino también a su mortalidad más elevada y a las deserciones15. La pertinencia de importar inmigrantes o jornaleros presente en la Gran Antilla a partir fundamentalmente de la década de 1880 y la discusión acerca del tema no tuvo tan sólo argumentos económicos como la necesidad de incrementar la mano de obra, sobre todo temporal, y de recudir su coste, sino que también estuvo relacionada con los proyectos políticos y sociales de las elites y del Gobierno; es decir, con la conveniencia e idoneidad de los individuos que entraban y se establecían en la isla. La llegada de colonos, de familias europeas que se asentasen en el medio rural especialmente, podría permitir la tan anhelada creación y consolidación de un campesinado blanco, portador de las cualidades étnicas, morales y culturales que muchos deseaban para el pueblo cubano. Estos ideales, compartidos en general por la oligarquía y la Administración, aunque también relegados a un segundo término cuando afectaban a los intereses productivos de la primera, se basaban en que la mera introducción de braceros durante la época de zafra resolvía el problema de los hacendados, pero no contribuía a mantener y consolidar la españolidad e integridad del territorio, a su civilización y progreso16. Sin comprender el trasfondo ideológico, cultural y social que hubo tras el complejo problema de la inmigración y el poblamiento de Cuba es difícil entender la trascendencia que la discusión acerca del tema adquirió en los últimos años del siglo XIX, así como la utilización que de él hicieron las dos formaciones políticas más importantes del momento, la Unión Constitucional y el Partido Liberal Autonomista, en función de sus concepciones y de las perspectivas de futuro que cada una deseaba para la isla. En los debates parlamentarios se aprecia la posición mantenida por cada una de esas organizaciones y el enfrentamiento entre ambas. La segunda representó a los partidarios de potenciar la entrada de familias blancas que fueran poblando el territorio y cimentando una sociedad socio-culturalmente uniforme, capaz de evolucionar de acuerdo con los paradigmas del progreso y de la civilización. La primera no era ajena a tales anhelos, pero mostró una posición más práctica y defendió la importación de chinos como medio para abaratar los costes de producción. En un principio, en los proyectos oficiales, se impusieron los postulados de los liberales, iniciándose un proceso en el que la política migratoria estuvo presidida por criterios de
15 16
Ver C. Yáñez (1992): 107-127, y M. Moreno Fraginals y M. Moreno Masó (1993). C. Naranjo (1992f): 749-794.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
selección étnica, tendencia que se mantuvo hasta la década de 1920, durante los años en que la Gran Antilla recibió mayores aportes demográficos del exterior, pero, a pesar de ello, cuando las necesidades de mano de obra exigieron incrementar la oferta de trabajo, se procedió paralelamente a contratar jornaleros más baratos, especialmente en las vecinas Antillas (haitianos y jamaiquinos17).
Demografía y fin de siglo En el Cuadro II.2, resumen del crecimiento de la población cubana entre 1792 y 1899, se observan los profundos cambios que ésta experimentó en el siglo XIX y también los efectos de los conflictos bélicos, sobre todo desde la década de 1860 y tanto en su composición como en las tasas de incremento, muy inferiores respecto a las de período anterior, debido especialmente al escaso aumento de la población de color, negativo incluso entre 1862 y 1877 y 1887 y 1889, que se compensó con la elevación del número de blancos, mayoritario proporcionalmente en la isla a partir de los años sesenta. Cuadro II.2 La población de Cuba y su tasa de crecimiento (TC) entre años censales, 1792-1899 (miles de personas).*
Años 1792 1817 1827 1846 1862 1877 1887 1899
Total
TC
Blancos
TC
Libres de color
TC
Esclavos
TC
274,0 3,1 553,0 4,1 704,5 2,7 898,8 1,5 1.359,3 3,2 1.434,7 0,4 1.609,1 1,2 1.572,8 –0,2
133,6 239,8 311,1 425,8 764,8 963,2 1.080,3 1.052,4
2,0 3,2 3,0 1,9 5,7 1,7 1,2 –0,2
55,9 114,1 106,5 149,2 221,4 272,5 528,8 520,4
4,3 4,3 –0,7 1,8 2,5 1,5 6,9 –0,1
84,5 199,1 286,9 323,8 373,1 199,1
4,8 5,4 4,4 0,6 0,8 –3,1
* Los emancipados se incluye en los esclavos y, a partir de 1861, los asiáticos en los blancos. Si agregamos los datos de dichos esclavos y de los libres de color, la tasa de crecimiento en 1877 habría sido del –1,4% y en 1887 del 1,2. FUENTES: Las mismas de los Cuadros I.1 y II.4.
Entre los años 1862 y 1887 la población cubana blanca aumentó en casi 316.000 individuos. Ese crecimiento fue mayor en las provincias occidentales y centrales (La Habana, Pinar del Río, Matanzas y Santa Clara). Los habitantes de color, por el contrario, disminuyeron en la década de 187717 Ver C. Naranjo (1995a y b), C. Naranjo y A. García González (1996b), J. Pérez de la Riva (1965 y 1979a), o A. Santamaría (2000b).
EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA, FUERZA DE TRABAJO Y ABOLICIÓN
257
1887, salvo en la mitad Este del territorio (Camagüey y Oriente), donde incrementaron su importancia relativa. La reducción del número de esclavos en unos 174.000 efectivos antes de la abolición (1862-1877), la mayoría, 90.000, en los dos primeros tercios de los años setenta, es el dato más destacado. Se calcula que un 60% de dicho descenso se debió a la liberación de tales individuos como resultado de la aplicación de la Ley Moret, pero ello tuvo como saldo una pérdida neta de más de 50.000 personas en la referida categoría de libres de color (ver Cuadro II.418). A través de los censos conocemos también los movimientos internos de la población en Cuba. Concretamente, en los años que siguieron a la abolición, muchos antiguos esclavos se trasladaron a la mitad Este del territorio. El descenso de los habitantes de color en esa zona durante la Guerra de los Diez Años, debido a su fallecimiento o huida a otras áreas, se superó muy pronto debido, por un lado, a la natalidad y, por otro, a la migración de negros liberados desde las regiones azucareras de la isla. El reparto de tierras y la creación de colonias agrícolas, como vimos, y la instalación de nuevos centrales en Camagüey y Oriente, en parte gracias a las inversiones estadounidenses provocaron, según R. J. Scott (1985: 304), que tales provincias se convirtieran en un centro de atracción de gentes sin tierras y en una demarcación básicamente agraria y campesina (arrendataria o propietaria). En la década de 1870 y la primera mitad de los años ochenta se produjo también una concentración de los esclavos en el campo. En 1871 el 75,9% de aquéllos se dedicaban a tareas agrarias, y aunque su proporción había descendido hasta poco más del 9% en la población cubana, seguían siendo la fuerza de trabajo mayoritaria en los ingenios. En el decenio de 1880 entre un 75 y un 80% de los patrocinados se asentaban en el medio rural19. Una de las primeras medidas que tomó el gobierno de intervención estadounidense tras la independencia de Cuba del dominio español fue la elaboración del censo, según el cual, al finalizar el siglo XIX la distribución de la población había experimentado cambios sensibles respecto a décadas precedentes (ver Cuadro II.3). Mientras que en 1862 el 62,7% habitaba en zonas rurales, en 1899 dicho porcentaje había disminuido hasta el 52,6. Las provincias más perjudicadas demográficamente hablando por la Guerra de Independencia de Cuba fueron las más occidentales, Pinar del Río, La Habana y Matanzas. En Santa Clara la población no sufrió alteraciones importantes, pues su descenso en algunos municipios se compensó con el incremento en otros. En Camagüey y Oriente, finalmente, aumentó el número de habitantes, como hemos apuntado antes, gracias a la inmigración de gran cantidad de antiguos esclavos20. 18 19 20
Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 340. Ver R. J. Scott (1985c): 304. Ver Censos de población… (1988): I, 281-304.
258
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro II.3 Distribución de la población de Cuba por provincia y raza en 1899 (miles de personas y porcentajes).*
Provincias
Blancos (%) Negros (%)
Occidente 556,1 52,8 131,5 56,0 Centro 244,8 23,3 48,5 20,7 Puerto Príncipe 70,4 6,6 7,0 3,0 Oriente 181,1 17,3 47,8 20,3 TOTAL 1.052,4 100,0 234,7 100,0
Mestizos y mulatos 112,7 63,2 10,9 98,8 285,7
(%)
Total
(%)
39,5 800,3 50,9 22,1 356,5 22,7 3,8 88,2 5,6 34,6 327,7 20,8 100,0 1.572,8 100,0
* Los mestizos incluyen los chinos. FUENTES: U.S. Department of War (1900b).
Adelantándonos al contenido del capítulo siguiente, otros aspectos destacados de la evolución socio-demográfica y económica de Cuba a finales del siglo XIX fueron los cambios en el régimen de propiedad de la tierra y en las relaciones laborales y de producción, sobre todo tras completarse el proceso de abolición de la esclavitud en 1886. En 1899 el 22,9% de los blancos eran dueños de fincas y poseían un 40,7% del terreno cultivado, y el 49% arrendatarios de fincas, cuya extensión rondaba el 44,2% del suelo agrícola, cantidades que en el caso de las gentes de color disminuían hasta el 5,1 y 2,8% y el 18,5 y 8,2% respectivamente. En 1899, por tanto, el 71,9% de los dueños o arrendatarios de fincas en Cuba eran blancos y labraban el 84,9% de las tierras agrícolas, cuando su proporción en la población total era del 66,9 (ver Cuadro II.4), mientras que las gentes de color, un 23,6% de los habitantes, sólo trabajaban un 11%21, situadas, además, en su gran mayoría, en las provincias del Este (Camagüey y Oriente) y en Pinar del Río. Si ser dueño o arrendatario de la tierra fue un factor de importancia social y económica, hay que tener en cuenta, además, que no todos los suelos eran iguales, ni tampoco los recursos de los agricultores. En ese sentido R. J. Scott (1985c) señala que tal vez los predios propiedad de las gentes de color eran relativamente más pobres y, sin duda, también dichos recursos, pues en ellos se cultivaba básicamente cacao, café, maíz, plátanos y otros cultivos menores, y en mucha menor proporción caña de azúcar y tabaco, aunque cuando sus fincas se ubicaban en las provincias de Oriente y de Santa Clara
21
El 9,5% restante de la población cubana eran mestizos y mulatos, incluyendo a los chinos, y cultivaban un 4,1% de la superficie agraria explotada, ver U.S. Department of War (1900b). Acerca de la distribución de la tierra y de su propiedad en la Gran Antilla, en comparación con Puerto Rico, ver también el artículo de F. Iglesias (1991): 125-144.
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EL FACTOR HUMANO. DEMOGRAFÍA, FUERZA DE TRABAJO Y ABOLICIÓN
Cuadro II.4 Población de Cuba (miles de personas), crecimiento (tasa media anual respecto al año precedente), total y por grupos étnicos, y densidad (hab./km2) en años censales, 1877-1899.
Categorías Total habitantes Porcentaje del total Crecimiento medio anual Densidad (hab./km2) Blancos (total)a Porcentaje del total Crecimiento medio anual De color a Porcentaje del total Crecimiento medio anual
1877
1887
1899
1.434,7 100,0 0,4 13,4 963,2 67,1 1,7 471,6 32,9 –1,4
1.609,1 100,0 1,2 15,0 1.080,3 67,1 1,2 528,8 32,9 1,2
1.572,8 100,0 –0,2 14,7 1.052,4 66,9 –0,2 520,4 33,1 –0,1
a Blancos incluye asiáticos y yucatecos. Entre la población de color en 1877 un 42,2% eran todavía esclavos, unos 200.000 individuos, contando los emancipados (el 13,9% de los habitantes totales de Cuba).
FUENTES : Los datos de 1777 y 1877 proceden de la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1883), y los de 1899 del U.S. Department of War (1900b).
fue mucho más común que plantasen la dulce gramínea y, aparte de los artículos citados, camote, y en las situadas en el occidente el mencionado tabaco y también malanga. A los datos anteriores debemos añadir que más del 90% de las fincas cultivadas a finales del siglo XIX por la población de color cubana en régimen de propiedad no superaban la media caballería de tierra (6,7 Has) y eran, en general, de menor extensión que las labradas por los blancos 22 . Volviendo a la evolución demográfica de la población cubana, según se observa en el Cuadro II.4, aunque en 1877, como consecuencia de la Guerra de los Diez Años y del cese de la trata de negros y chinos, su ritmo de crecimiento se ralentizó, en años sucesivos experimentó una recuperación. Las pérdidas ocasionadas por el conflicto independentista de 1895-1898, cifradas en unos 300.000 individuos, afectaron menos a las gentes de color (un 14,3% de dicha cifra) y más, sobre todo, a los hombres, lo que unido a un descenso de la mortalidad femenina en las últimas décadas del siglo XIX, provocó una disminución del índice de masculinidad, tradicionalmente muy elevado en la Gran Antilla como consecuencia de la importación de mano de
22 Ver Instituto de Historia de Cuba (1996): 218-222, Censos de población… (1988): I, 302-303 y R. J. Scott (1985): 303-304.
260
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
obra. El secular desequilibrio entre los sexos comenzó a decrecer a partir de la década de 1870, aunque siguió siendo bastante más elevado, por razones obvias, entre los negros y mulatos. Otro factor que coadyuvó a compensar el número de varones y hembras en Cuba, finalmente, fue la mencionada ralentización del flujo migratorio durante el conflicto de 1895-1899. Como resultado de todas las variables referidas, entre 1887 y 1899 la proporción de los primeros respecto a las segundas pasó de 1,18 a 1,08. En el medio rural, según cabía esperar también, la desproporción a favor de los hombres siguió siendo relativamente más alta, mientras que en las ciudades eran superados por las mujeres a finales del siglo XIX23. Los datos del censo de 1899, para terminar, apuntan también que en ese año Cuba contaba tan sólo con 16 ciudades de más de 8.000 moradores y que 10 de ellas estaban en la costa, lo que indica su escaso grado de urbanización, sobre todo en el interior. Además, sus datos diferencian más categorías dentro de la población que otros padrones anteriores. Así sabemos que 234.738 personas en la Gran Antilla eran negras, 270.805 mulatas y mestizas y 14.857 de origen chino, que el 89,0% de los blancos eran nativos —el resto extranjeros— y que sólo declaraban haber nacido en España 129.240 (el 8,2%). A pesar de que el ritmo de incremento demográfico en los últimos años del siglo XIX fue negativo debido a la guerra, desde el inicio del XX, la inmigración, la rápida recuperación de la tasa de natalidad, el descenso de la mortalidad y el crecimiento económico provocaron que en un breve espacio de tiempo se situase en cifras superiores a las de toda la centuria anterior24.
23 24
Ver Censos de población… (1988): I, 248-261 y 283. Ver U.S. Department of War (1900b).
CAPÍTULO IX
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
La agricultura Una vez analizada la evolución de la economía internacional, el marco institucional, la población y su incidencia en el mercado laboral en el último tercio del siglo XIX, es preciso poner todos esos elementos en interrelación y observar su efecto combinado en la actividad productiva de la economía cubana y en la generación de ingreso. Los datos del Cuadro II.5 muestran que durante la segunda mitad de la década de 1870 y la primera de los años ochenta la producción azucarera cubana decreció respecto a los niveles máximos alcanzados en el lustro 18701874 (ver Cuadro I.16). Dicha disminución fue esencialmente resultado de un proceso de ajuste de los ingenios a las nuevas condiciones tecnológicas y de mercado y también a los problemas generados por la progresiva abolición de la esclavitud y los consiguientes cambios en la oferta de trabajo, como prueba el hecho de que en el quinquenio de 1885-1889, según se fueron resolviendo tales dificultades, volvió a aumentar, superado el 1.000.000 Tn en algunas zafras entre 1890-1895, a pesar de que los precios, a la baja desde tiempo atrás, no se recuperaron, descendiendo de 5,2 cts./lib. promedio anual en 1875-1884 a 3,3 en 1885-1895 y 2,3 en 1895-18991. La evolución de la oferta azucarera cubana, según se aprecia también en el Cuadro II.5, estuvo estrechamente relacionada con los acuerdos comerciales hispano-norteamericanos. El Modus vivendi de 1884 y, sobre todo, el Tratado Foster-Cánovas de 1891, permitieron poner en funcionamiento toda la capacidad de los ingenios. En 1890 éstos elaboraban 636.200 Tn de dulce; en 1891, 807.700, un incremento de casi el 30%. El efecto de la supresión del último convenio se confunde luego con el del inicio de la Guerra de Independencia, debido a la cual dichas cifras se redujeron hasta un mínimo de 1
R. Guerra (1970): apénd.
262
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
271.000 en 1897, volúmenes similares a los de la segunda mitad de la década de 18402. Más adelante explicaremos con detalle las razones endógenas de la expansión de la industria del azúcar en Cuba a finales del siglo XIX, aunque ya hemos apuntado varias veces que fueron básicamente tecnológico-organizativas. El otro artículo sobre el que incluye datos el Cuadro II.5 es el tabaco, que en el mismo período siguió siendo el más importante en las exportaciones insulares tras el edulcorante. En la segunda mitad de la década de 1870 y el inicio del decenio de 1880, sobre todo su industria, continuó sufriendo el efecto del traslado de la producción al Sur de los Estados Unidos, pero como en etapas anteriores, la evolución de sus cifras vuelve a mostrar que su cultivo y procesamiento eran actividades consolidadas dentro de la economía de la Gran Antilla e internacionalmente hablando, gracias al prestigio mundial logrado por sus labores, en especial por los puros Habanos. Así, a pesar de que las estipulaciones de los tratados hispano-norteamericanos no reportaron beneficios para él como los que obtuvo el dulce, de lo que se quejaron reiteradamente los vegueros y los fabricantes, su oferta volvió a crecer desde mediados de los años ochenta hasta el inicio de la Guerra de Independencia3. Cuadro II.5 Producción de azúcar y tabaco en Cuba, 1875-1879 – 1895-1899 (medias quinquenales en miles de Tn o unidades y crecimiento respecto al lustro anterior en porcentajes).*
Quinquenios
Azúcar
(%)
Tabaco en rama
1875-1879 1880-1885 1885-1889 1890-1894 1895-1899
644.230 609.600 645.170 900.160 426.510
–10,4 –5,4 5,8 39,5 –52,6
4.800 4.380 4.700 6.260 4.520
(%)
Cigarros
–6,8 –8,8 7,3 33,2 –27,8
190 140 190 180 130
(%) –78,6 –26,3 35,7 –5,3 –27,8
* Los datos sobre el tabaco son de exportaciones. Los cigarros están expresados en miles de unidades, el resto en miles de Tn. FUENTES: Las mismas del Cuadro I.16.
La recuperación del sector tabacalero cubano se aprecia en hechos como, por ejemplo, la variación del número de vegas que, según H. Friedlaender (1944: 192-194), se había reducido a la mitad entre 1861 y 1877, pero a partir de ese último año volvió a aumentar hasta alcanzar de nuevo los valores del primero, tendencia que coincide con los datos de las exportaciones (ver Cuadro I.16). 2 3
Ver M. Moreno Fraginals (1978): III, 36-38. Ver J. Rivero Muñiz (1964), J. Stubbs (1989) o D. González (1992).
263
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
Hemos reconstruido el producto agrario de Cuba de la primera mitad de los años noventa, pues luego lo que predominó en el mismo fue el efecto de la Guerra de Independencia. El resultado se presenta en el Cuadro II.6 junto al calculado en capítulos anteriores para 1881 y tiene idénticos defectos a los que señalamos cuando estimamos el ingreso del período precedente (ver Cuadro I.16), aunque minimizados por la mejor calidad de los datos según avanza el tiempo. Además, hay que tener en cuenta también que tales cifras no reflejan los problemas por los que atravesó la economía insular en a finales del siglo XIX, pues pertenecen a los años en que estuvo en vigor el Tratado Foster-Cánovas4. Cuadro II.6 Producto agrario cubano hacia 1881 y 1890-1895 (valores absolutos en miles de pesos de la década de 1840 y de personas, pesos per cápita y porcentajes de crecimiento anual entre ambas fechas).*
Producto agrario total Producto comercial Producto resto Población total Producto per cápita
1881
Crecimiento
1890-1895
Crecimiento
155.170,0 123.670,0 31.500,0 1.513,5 102,5
4,2 0,8 0,1 0,6 0,0
223.118,0 183.628,0 39.490,0 1.760,0 126,8
3,8 4,2 2,2 1,4 2,1
* Para las aclaraciones sobre los datos y su estimación ver Cuadro I.16. La tasa de crecimiento anual en 1881 se mide respecto a las cifras de 1863-1863 de dicho cuadro. FUENTES: Las mismas del Cuadro I.16.
Los datos de 1881 pueden ser un buen reflejo de lo que ocurrió con el crecimiento económico de Cuba antes de la entrada en vigor del Modus vivendi hispano-norteamericano, aunque en años sucesivos debió sufrir un deterioro como resultado de la caída de los precios del dulce. Comparados con los de 1890-1895 son también un indicador aceptable del tipo de problemas que caracterizaron a aquél y que hemos estado señalando, de lo que comentamos reiteradas veces acerca de que mientras fue posible acceder en buenas condiciones al mercado de los Estados Unidos, la especialización productiva de la isla y los cambios técnicos que experimentaron sus ingenios para adaptarse al incremento de la competencia y del proteccionismo internacional,
4 La elección de esos años para estimar el ingreso se debe a una disponibilidad de datos que no existe para otros períodos de tiempo. Además, permiten observar la incidencia que tuvo sobre el mismo el referido tratado hispano-norteamericano, teniendo en cuenta que el efecto de las dificultades por las que atravesaba la economía cubana anteriormente, no obstante empeoraron después, se apreciaba ya en la evolución de las cifras de producto estimadas entre las décadas de 1860 y 1880 (ver Cuadro I.16).
264
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
continuaron arrojando un saldo positivo en términos agregados. En valores per capita, la renta agraria aumentó en torno a un 2,1% anual entre 1881 y 1890-1895. La mayor parte de ese incremento se debió a la expansión de los cultivos de exportación, y principalmente del azúcar, que generaba aproximadamente un 70%. Los cultivos cubanos menos vinculados con las exportaciones volvieron a mostrar en las últimas décadas del siglo XIX un comportamiento similar al que observamos en el período anterior a 1880. El incremento de su ingreso en el inicio de los años ochenta no debió ser muy diferente de lo que muestran los datos de 1881. Posteriormente experimentaron una expansión relativamente elevada, menor que la del azúcar o el tabaco, pero mayor que la demográfica y coherente con el carácter complementario respecto a estos últimos que caracterizaba su crecimiento.
El banano entre las dos guerras5 Completando el análisis que sobre el origen y desarrollo de la agricultura y el comercio del banano en Cuba hicimos en la primera parte del libro con el fin de tener una perspectiva más amplia y compleja de la economía insular, al menos mediante algunos ejemplos relevantes de actividades distintas del cultivo y procesamiento de la caña de azúcar y del tabaco y como haremos más adelante con las llamadas industrias menores, en este apartado estudiamos con detalle la evolución de la producción y exportaciones de plátanos en la Gran Antilla a finales del siglo XIX. Terminada la Guerra de los Diez Años sin haber logrado la independencia, Cuba continuó siendo el mayor espacio insular sometido al control colonial español. Durante los años posteriores a la Paz del Zanjón, las ciudades de la costa oriental de los Estados Unidos siguieron aumentando su importancia como destino de los productos insulares hasta convertirse en el principal mercado para la producción azucarera de la Gran Antilla6. El mercado norteamericano era aún más importante para las exportaciones de banano de Cuba que para las de azúcar. De hecho, puede afirmarse que hasta 1878 fue su único cliente junto con las colonias británicas y danesas del Caribe, a las que se destinó algún que otro embarque, eventual y de escasa envergadura que, además, seguramente se dirigió luego desde ellas a 5 Este capítulo es resultado de la ya mencionada investigación más amplia y todavía sin publicar, A. García Álvarez (inédito). 6 Como vimos en su momento, la importancia del mercado norteamericano para el azúcar cubano fue creciendo a lo largo del último tercio del siglo XIX, en 1868 recibía el 54% del dulce exportado por la isla, cifra que aumentó hasta el 80% en el inicio de los años ochenta y hasta más del 91% en 1893-1894. En el mismo período, las ventas a Gran Bretaña, el segundo destino tradicional del edulcorante de la Gran Antilla se redujeron del 22 al 8 y a cerca del 2%. Ver M. Moreno Fraginals (1978): III, 76-77.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
265
algún lugar del litoral de los Estados Unidos. Aparte del fuerte crecimiento de la demanda de frutas tropicales de estos últimos, debemos recordar la facilidad de la negación entre las costas Nororientales de la Gran Antilla y sus puertos que ya señalamos en capítulos precedentes. En los años posteriores a la Guerra de Secesión y en medio de un contexto caracterizado por un fuerte desarrollo de la agricultura e industria de los Estados Unidos y por el reforzamiento de su proyección económica y política en el área del Caribe, se observó un notable crecimiento de las hasta entonces modestas, pero ya estables exportaciones bananeras que, partiendo de Cuba, se dirigían a diversos puertos de Norteamérica. A finales de la década de 1860 había comenzaron también a definirse una situación dentro del ámbito continental americano en la cual incidían varios factores que a medio plazo serían determinantes en la economía de la región. Tras la conclusión de la referida Guerra de Secesión, los Estados Unidos iniciaron una fase de crecimiento favorecida por la integración del país y del mercado, tanto en lo que respecta al desarrollo de su agricultura e industria como de la demanda interna de consumo de una población que aumentaba rápidamente gracias al aporte migratorio procedente de Europa. Para impulsar esos procesos el Gobierno de Washington facilitó y liberalizó con distintas medidas la movilización del capital y la organización de empresas y entidades financieras, productivas, mercantiles y de servicios, así como sus actividades. No obstante las favorables circunstancias que la evolución del mercado desde finales de la década de 1860 parecía ofrecer a sectores como la producción y exportación de banano en Cuba, hay que tener en cuenta que en esas mismas fechas la isla se vio envuelta en un conflicto independentista que se prologó de 1868 a 1878 y tuvo una breve continuación entre 1879 y 18817, y que afectó negativamente, sobre todo, a la economía y el comercio internacional de sus provincias orientales y, por tanto, al desarrollo y expansión de la actividad mercantil en que se había basado la prosperidad de la región y el puerto de Baracoa. Durante el tiempo en que se mantuvo la actividad insurgente en la Gran Antilla, toda su región Nororiental fue usada reiteradamente como base para la recepción de expediciones y armas destinadas a los independentistas. Siguiendo el hilo de los acontecimientos políticos, en la memoria histórica de los baracoenses se había conservado como un hito relevante de esa naturaleza el desembarco de un alijo de pertrechos de guerra trasportado en el paquebote frutero norteamericano John G. White en 1854, mencionado en capítulos precedentes, y cuyo responsable fue fusilado al año siguiente8. El 7
Nos referimos a la Guerra Chiquita, continuación de la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande. 8 Se trata del desembarco de armas ya mencionado apresado los manglares de la Bahía de Baracoa por la Comandancia de Marina del puerto, realizado por el matancero F. Estrampes, que fue conducido al Castillo del Morro, en La Habana, y fusilado a finales de marzo de 1855.
266
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
hecho quedó registrado en los anales de la ciudad y de la isla como un acto patriótico y también algunas de sus implicaciones, especialmente el conflicto que se desató entonces debido a que el Gobernador prohibió la partida del barco. Ante tal decisión, el capitán de la nave y el Vicecónsul de Washington, apoyados por los comerciantes de la ciudad, algunos de ellos estadounidenses, dejando a un lado cualquier otra consideración que no fuera de carácter mercantil, se movilizaron públicamente y presionaron a las autoridades para que permitiesen la salida del velero, en aquel momento cargado completamente de bananos, con el fin de no perjudicar los intereses económicos colectivos de la localidad9. Los intereses económicos (fruteros) de los baracoenses se impusieron finalmente y se autorizó la partida del John G.White, pero el hecho sentó un precedente y a partir de ese momento la administración colonial se mostró mucho más cauta y vigilante de las actividades que pudiesen enmascararse tras el comercio de la costa Nororiental de la Cuba con los Estados Unidos y de las cargas transportadas por los barcos norteamericanos que arribaban a sus costas, puesto que había quedado de manifiesto el escaso control del Gobierno y el Ejército en las pequeñas poblaciones costeras de la referida región, gracias al cual las localidades del litoral septentrional de la provincia de Oriente habían gozado históricamente de condiciones muy favorables para los intercambios clandestinos con países extranjeros y sus colonias, considerados siempre como potenciales enemigos. Quedaba demostrado que los barcos en que se realizaba el transporte de las mercancías podían ser utilizados por los insurgentes con el fin de recibir armas, pertrechos y combatientes y, de hecho, eso es lo que sucedería durante las dos guerras de independencia. Los inconvenientes ocasionados por la actitud más vigilante de las autoridades de Cuba respecto al comercio bananero y, más tarde, la inseguridad de la navegación y de los intercambios debido a la guerra que estalló en 1868 y que, entre otras cuestiones, provocó la destrucción del faro de Punta de Maisí por parte de los insurrectos, condujo a los empresarios y navieros estadounidenses dedicados a la importación de frutas y plátanos a buscar rutas más seguras y lugares alternativos de abastecimiento en otros lugares del Caribe con el fin de garantizar la continuidad de sus negocios. Para satisfacer la demanda en expansión del mercado norteamericano, tales hombres se percataron de la necesidad de contar con distintos provedores que garantizasen un flujo de importaciones estables y, sobre todo, de condiciones seguras, permanentes y sin interferencias para la adquisición, embarque y transporte de un producto tan delicado como los citados plátanos. Es por eso que los conflictos por la independencia en la Gran Antilla afectaron sensiblemente a dicha actividad.
9
Ver E. de las Cuevas (1935): 22-23, y Cuba en la mano…(1940): 872.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
267
Las guerras afectaron también a la población y a los campesinos de la región Nororiental de Cuba. Ante cada acción bélica o sospecha de desembarco de combatientes o armas, parte de los moradores de los pequeños pueblos y caseríos, sobre todo de los lugares próximos a la rivera del mar, eran trasladados a lugares más seguros, con el consiguiente abandono de sus explotaciones, debido a que por la escasez de infraestructuras de comunicación y transporte eran considerados potenciales refugios de mabises y parajes idóneos de recepción de pertrechos y contingentes para los independentistas. Por eso las autoridades coloniales trataron de deshabitar los embarcaderos y abrigos del litoral y sus aledaños, que habían servido desde siempre al comercio clandestino y a la trata negrera ilegal. Evidentemente, ése no fue el caso de Baracoa, pues su pequeño espacio urbano y su puerto estaban fortificados y guarnecidos desde finales del siglo XVIII y constituían la única plaza de importancia militar en el extremo Este de la Gran Antilla, ni tampoco de Gíbara, por las mismas razones, pero sí de las fincas y aldeas dispersas en el radio de influencia de ambas villas y de sus gentes, como las haciendas de los alrededores de la Bahía de Nipe, por ejemplo, Mulas o Del Retrete, o de los citados embarcaderos de Samá y de muchos otros del área costera, cuyos moradores fueron temporalmente llevados a reductos protegidos y controlados por el Ejército español. Aunque el conflicto bélico afectó a la producción y comercio del banano en Cuba, no impidió que siguiese creciendo. Si tomamos en consideración el testimonio a posteriori de un mercader de Baracoa, dos décadas después del inicio de la Guerra de los Diez Años, entre 1864 y 1872 las ventas de fruta en el exterior experimentaron un fuerte incremento, pues, a pesar de los traslados de población y de su consideración como zona especialmente vulnerable, o tal vez precisamente por ello, la región Nororiental del territorio permaneció relativamente en paz durante la conflagración10. No obstante, sabemos que el área fue escenario de constantes operaciones militares, debido a que sus escasos habitantes y su aislamiento favorecieron la utilización de tácticas de guerrilla por parte de los insurrectos contra un Ejército español incapaz de controlarla, y tanto en los años de la llamada Guerra Grande, como en el período en que se prolongaron las luchas tras su conclusión (1879-1881), por lo que, según señalamos en capítulos precedentes, si bien es cierto que en el mismo lapso de tiempo se expandió la agricultura platanera y aumentaron sus exportaciones, debemos pensar que se frenó un desarrollo de dichas actividades que debía haber sido mucho mayor.
10
Se trata de uno de los comerciantes catalanes de Baracoa, J. Lluhy, el cual, sin embargo, había declarado en quiebra su sociedad mercantil en 1877. Ver J. Lluhy (1889): 5 y, «Julián de Zulueta da poderes a Jaime Carbó, de Baracoa, para que lo represente en la quiebra de Jaime Lluhy Taulina», ANC, Fondo Protocolos Notariales, Notario Gabriel Ramírez, 1877, 3-11-1877, fol. 725 y ss.
268
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
En el sentido expresado anteriormente podemos pensar que, quizás debido a su emplazamiento costero, las autoridades españolas fueron capaces de garantizar el orden en los principales núcleos de población y en las plantaciones aledañas, pero no en el resto del territorio Nororiental de Cuba, y especialmente en las zonas profundas y altas del macizo montañoso de Sagua-Baracoa, cuya producción de banano y de otros artículos tuvo que verse necesariamente muy afectada por la Guerra de los Diez Años. Aunque parezca contradictorio, por tanto, desde finales de la década de 1860, no sólo el puerto de Baracoa exportaba alrededor de 900.000 racimos anuales de plátanos, sino que otras zonas y embarcaderos al Oeste de dicha localidad, como Sagua de Tánamo o Samá, Banes y Gíbara, estos últimos más alejados, comenzaban a incorporarse al comercio frutero. Se puede dudar de la cifra mencionada anteriormente, pues, pero lo que es indudable es que con la apertura de los referidos nuevos espacios de producción y venta de guineos, coincidiendo más o menos con la conclusión de la Guerra de los Diez Años, quedó completamente definido el territorio geográfico que en capítulos precedentes denominamos la costa cubana del banano11. Recapitulando, se puede decir que cuando terminaron las hostilidades de la llamada Guerra Grande, el banano era cultivado intensamente en una zona de la Gran Antilla, la región Nororiental, que tradicionalmente se había caracterizado por su escasa comunicación con el resto de la isla, pero en la que se había asentado desde tiempo atrás una población estable dedicada a la agricultura de subsistencia y al comercio eventual con veleros procedentes de los Estados Unidos y de algunos otros lugares de la América española y de los dominios caribeños de países extranjeros. Desde mediados del siglo XIX, sin embargo, cuando las frutas, y especialmente el plátano, comenzaron a convertirse en artículos mercantiles de primer orden internacionalmente hablado, la sociedad y la economía de la citada área lograron también consolidarse y articularse en torno a su cultivo, exportación y al centro administrativo, militar y cultural de aquella comarca, la Ciudad Primada de Cuba, Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, y a su puerto. Los intercambios se realizaron tanto a través de este último como de los embarcaderos situados en los abrigos costeros y llegaron a alcanzar una importancia determinante para la vida en el referido territorio. Durante la Guerra de los Diez Años, en ciertas ciudades portuarias norteamericanas, como Boston, Nueva York, Filadelfia, Baltimore o Nueva Orleáns crecía, se organizaba y consolidaba el mercado bananero a gran escala. Las compañías navieras de tales localidades habían logrado estabilizar e intensificar el transporte y comercio de plátanos con las islas y el litoral continental el Golfo de México. Algunos años antes, un nuevo clon de dicha fruta había sido aclimatado en las colonias británicas del Caribe, el llamado Gross
11
Ver A. Pirala (1895): I, 415.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
269
Michel, y fue ganando paulatinamente espacio al Cuban Red, también denominado morado y Red Banana, y desde la década de 1860 Jamaica se había incorporado con fuerza a la exportación de dicho artículo hasta convertirse en el primer abastecedor de los Estados Unidos12. En las circunstancias descritas, a pesar de crecimiento de la competencia internacional, en la segunda mitad de la década de 1870 se inició una coyuntura muy favorable para el comercio bananero de Cuba. El efecto dilatorio en el incremento de su producción y exportaciones de plátanos que, según señalábamos, pareció tener la Guerra de los Diez Años, se evidencia nítidamente en la evolución de sus ventas exteriores. En 1877, antes de terminar el conflicto, el monto de aquéllas alcanzaba casi 1.000.000 de racimos, en 1883 dicha cifra se duplicaba, y en 1888 llegaba a 4.500.000. En las zonas de la región Nororiental de Cuba que se incorporaron tardíamente al cultivo y comercio del plátano, como Sagua de Tánamo, Samá o Banes, el incremento de las exportaciones fue aún más espectacular a finales de la década de 1870 y principios del decenio de 1880: entre veinte y cincuenta veces más que en el período final de la Guerra de los Diez Años. Además de partir de cifras más bajas y de la referida expansión de la demanda, parece que la razón de dicho incremento estuvo en la necesidad de expandir la agricultura y de ampliar el área de abastecimiento de la fruta. La vieja fórmula que había otorgado a Baracoa su primacía bananera, es decir, la producción en régimen de minifundios fundamentalmente, que vendían sus cosechas directamente en la costa a los barcos o a los comerciantes establecidos en la ciudad, quienes también solían explotar sus propias plantaciones de mediana extensión, fue insuficiente para hacer frente a la nueva coyuntura del mercado y empresas de mayor envergadura, con capitales procedentes del propio negocio platanero y con base generalmente en la citada localidad portuaria, ampliaron territorialmente su radio de acción hacia nuevas zonas de fomento situadas más al Oeste. Las empresas dedicadas al negocio platanero también experimentaron transformaciones con la incorporación de algunas nuevas entidades, más modernas, algunas de ellas vinculadas financiera y comercialmente a intereses extranjeros de diversa procedencia. El caso más llamativo fue el de la familia Dumois, relacionada con el mercado frutero de Boston, que al final del siglo XIX iba a dar lugar a la conocida United Fruit Co. La infraestructura operativa creada en 1887 con el fin de cultivar y exportar bananos en Cuba por H. Dumois y sus socios, la Banes Fruit Co., la Samá Fruit Co. y la Dumois Fruit Co. reunieron aproximadamente 1.000 cab. de tierra en las citadas localidades de Banes y Samá, de las cuales 550 se sembraron de Gross Michel13. Otra compañía de similar naturaleza, también norteamericana y
12 13
Ver N. W. Simmonds (1973): 93, y F. Ellis (1983). A. James (1976): 59-61, y O. Zanetti y A. García Álvarez (1976): 46-49.
270
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
fundada en la misma época, fue la Cuban Fruit Co., cuya plantación de ubicó cerca de Sagua de Tánamo, en el sitio conocido desde la Guerra de los Diez Años como Cayo Mambí. Paralelamente a lo que ocurría en Jamaica y en Costa Rica, Honduras, Nicaragua, el Istmo panameño y otros lugares de Centroamérica, la costa cubana del banano experimentó en el decenio de 1880 un gran auge productivo que se extendió hasta el inicio de la nueva Guerra de Independencia en 1895. Sin embargo, en la Gran Antilla, el cultivo de dicha fruta y sus exportaciones a los Estados Unidos no fueron una novedad en tal período. Se puede decir que tan sólo alcanzaron mayor envergadura que en décadas precedentes, cuando los Cuban Red de la isla caribeña eran prácticamente los únicos plátanos que llegaban al mercado norteamericano. Como hemos dicho, desde los años ochenta del siglo XIX fueron reemplazados en el comercio y consumo internacional por los Gross Michel o Johnson. En el Cuadro II.7 se aprecia el referido efecto expansivo que sobre las exportaciones de plátanos de Cuba tuvo la finalización de la Guerra de los Diez Años y la evolución de las mismas en las dos décadas que mediaron hasta el inicio del nuevo conflicto independentista insular. Cuadro II.7 Exportaciones cubanas de plátanos, 1877-1896 (en racimos y porcentajes).
Años
Racimos
Crecimiento
Años
Racimos
Crecimiento
1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886
966. 695 1.067.994 1.167.856 1.310.801 1.410.411 1.622.235 2.153.504 2.313.679 2.818.689 2.351.934
— 10,4 9,4 12,2 7,6 15,0 32,7 7,4 21,8 –16,5
1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896
2.918.807 4.458.366 4.964.294 5.734.152 6.038.474 6.055.289 7.159.815 6.706.756 6.829.286 2.062.000
24,1 52,8 11,3 15,5 5,3 0,3 18,1 –6,3 1,8 –69,8
FUENTES: Cálculos realizados por M. Martí a partir de la información de R. P. Porter (1899b): 345, Revista de Agricultura (1894), XIV/6: 70-71, y (1895), XV/29: 62-64, G. de Quesada (1905), Spain and Cuba… (1876): 7, The Standard Cyclopaedia… (1950): 45, y J. L. Laughlin y H. P. Willis (1903): 552.
En términos relativos, según se aprecia en el Cuadro II.8 y como hemos comentado ya en reiteradas ocasiones, no obstante el indudable éxito obtenido por el cultivo y exportación de plátanos, dicha actividad fue muy relevante en una región de Cuba, la Nororiental concretamente, pero en el total de la economía insular, si tomamos como referencia, por ejemplo, el valor de las exportaciones a los Estados Unidos, su importancia se reduce drásticamente,
271
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
Cuadro II.8 Valor de las exportaciones cubanas a los Estados Unidos, totales y de plátanos, 1891 y 1893 (en pesos y porcentajes).
Años
Exportaciones totales a Estados Unidos
Exportaciones de plántanos
Porcentaje
1891 1893
61.700.000 78.700.000
1.070.000 1.640.000
1,7 2,1
FUENTES: Para las exportaciones totales O. Zanetti (1998a): 197, para las de plátanos, J. L. Laughlin y H. P. Willis (1903): 552, cf. F. Iglesias (inédito).
por debajo incluso del nivel que alcanzó en otras épocas, por ejemplo, la producción de cobre14. La relevancia de la agricultura y el comercio bananero en la economía de Cuba, por tanto, fue básicamente regional. Permitió el desarrollo de una región tradicionalmente aislada de la isla, que ocupaba alrededor de un 3,7% de su territorio y en la que habitaba cerca de un 3,1% de su población al finalizar el siglo XIX15. Como hemos señalado en otras ocasiones, sin embargo, su escasa importancia dentro de una estructura productiva dominada por la industria azucarera, y en parte gracias a las externalidades de esa última actividad, le permitió desenvolverse con facilidad en el mercado internacional, en el que fue un negocio innovador y de primer orden hasta la Guerra de 1895-1899. Cuando tuvo que enfrentarse al crecimiento de la oferta internacional, impulsada por el aumento de la demanda, pero también por los inconvenientes que la Guerra de los Diez Años ocasionó a la producción y el comercio bananero cubano, dicha actividad mantuvo su competitividad. En la década de 1890 la Gran Antilla envió al mercado norteamericano Gross Michel por valor de 1.300.000 $ promedio entre 1891 y 1893, según se aprecia en el Cuadro II.8, mientras los otros grandes abastecedores de la demanda estadounidense, las posesiones británicas en el Caribe, ingresaron una media de 1.650.000 en el período 1889-1893. En la misma época, además, Costa Rica, Honduras y Panamá remitían a los puertos de la Unión alrededor de 1.000.000 de racimos anuales cada uno, por los que percibían cerca de 200.000 $16.
14
Si comparamos el valor de las ventas exteriores de banano con las exportaciones totales de Cuba, su relevancia fue, claro está, todavía menor. Según el Balance General del Comercio de la Isla de Cuba en 1894 (1895), en 1894 aquél primero generó 1.277.406 pesos, mientras que el ingreso total procedente de los artículos enviados por la Gran Antilla al exterior ascendió a 116.033.200. 15 U.S. Department of War (1900b): 189-191. 16 Revista de Agricultura (1895), 29, y F. Ellis (1983).
272
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
El auge bananero de la década de 1880 y la primera mitad de los años noventa precisó también la modernización de las instalaciones y de otros instrumentos que facilitasen el comercio masivo de fruta, realizados hasta entonces al amparo de los accidentes geográficos o en embarcaderos muy rudimentarios como los del puerto de Baracoa. Con ese fin se construyeron almacenes y nuevos muelles en este último, en la desembocadura del río Yumirí y en otros lugares17, capaces de albergar grandes cargamentos de plátanos con destino a la exportación. Otras infraestructuras necesarias para la plantación y el transporte de los plátanos se destinaron a resolver mediante diversos ingenios mecánicos los problemas ocasionados por la ubicación de las primeras a cierta altura respecto al mar, debido a la estrechez de la llanura litoral en la que hemos denominado la costa del banano, con el fin de conducir la fruta desde un plano más elevado hasta otro más bajo y de trasladar los pertrechos necesarios en sentido contrario. La desembocadura del río Yumurí, y el sitio conocido como Los Jagüeyes eran dos de los lugares donde los terrenos de cultivo de banano se emplazaban en lugares más elevados respecto a las zonas de embarque. Para resolver el problema del transporte, el primer artilugio construido fue un elevador de factura alemana que bajaba cargas de 24 racimos desde un alto llamado La Dolorita, situado en el barrio de La Sabana, a seis leguas de Baracoa, hasta el mar. Posteriormente dicha maquinaria fue sustituida por otros dos artefactos más modernos del mismo tipo y por un singular teleférico destinado a transportar la fruta en vagones suspendidos mediante un cable desde los terrenos denominados Gran Tierra y la mencionada La Sabana hasta la bocana del citado Yumurí18. El cultivo y comercio del plátano la costa Nororiental de Cuba implicó la expansión del ferrocarril por la zona. Hasta la década de 1880, como ya hemos visto, dicho medio de transporte se había extendido poco por la mitad Este de la isla y siempre que lo hizo fue ligado a las necesidades de la producción azucarera y minera. En el mencionado decenio, un consorcio formado por las empresas de la familia Dumois solicitó el correspondiente permiso para tender ocho kilómetros de vías entre la Hacienda de Mula y el flamante embarcadero instalado en Banes con el fin de transportar la citada fruta, y al final de los años ochenta, unido igualmente a la construcción de un muelle en el lugar conocido como Esterón, la firma de origen norteamericano, Cuban Fruti Co., inauguró una línea en sus plantaciones de los alrededores de Cayo Mambí, en la Bahía de Sagua de Tánamo. No obstante esos avances, y aunque los trenes abiertos fueron prologados posteriormente, el uso de comunicaciones ferroviarias no proliferaría en las áreas bananeras de la Gran
17 18
AHN, Fondo Fomento, 208, 2 y Fomento, Comercio, 14, 23, 209 y 214. P. Yero (1944), y E. de las Cuevas (1935): 20-23.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
273
Antilla hasta el inicio del siglo XX, cuando una parte de sus tierras empezaron a destinase también a la agricultura cañera19. La extensión de la costa cubana del banano y la existencia de infinidad de ensenadas naturales permitieron que la fruta no tuviera que ser transportada largas distancias y que no sufriese los daños inherentes a tales traslados a pesar de la orografía de la zona y de la insuficiencia de los medios de comunicación artificiales. Únicamente precisó la referida construcción de infraestructuras para salvar la altura en que se situaban las plantaciones en ciertos lugares, pues en otros, como los alrededores de las bahías de Sagua de Tánamo, Nipe y Banes, gracias a la amplitud de las llanuras litorales, las haciendas se ubicaron prácticamente a nivel del mar. Por esa misma razón, lo que sí precisó la agricultura y comercio platanero fue la habilitación de infinidad de lugares de embarque. Desde la localidad más occidental de dicha costa, el puerto de Gíbara, y en sentido Este, se instalaron a lo largo del tiempo muelles en Boca de Samá, Banes, Cayo Mambí, Sagua de Tánamo, Baracoa o Mata, en las desembocaduras de los ríos Miel o Yumurí, y en muchos sitios menores, que fueron perdiendo importancia conforme aumentó el volumen de los intercambios y de los cargamentos y los avances técnicos los facilitaron y agilizaron. El 24 de febrero de 1895 comenzó una nueva guerra contra el dominio colonial español en Cuba que afectó nuevamente al cultivo y exportación de sus plátanos a los Estados Unidos. Una vez iniciado el conflicto los alrededores de Baracoa se convirtieron otra vez en escenario de infinidad de desembarcos armados y de operaciones militares que, según avanzó la conflagración se extendieron hacia el Oeste, en dirección a Gíbara, afectando a toda la costa bananera. Como consecuencia, las plantaciones y demás instalaciones de la familia Dumois fueron pasto de las llamas y las grandes casas exportadoras de las dos ciudades citadas, de Samá y Sagua de Tánamo tuvieron que paralizar prácticamente sus operaciones. También resultaron seriamente dañadas las ingeniosas infraestructuras que fueron construidas para el transporte de la fruta. La actividad bélica provocó una sensible y rápida disminución de las cantidades de banano exportadas. Los 6.800.000 racimos enviados al mercado norteamericano en 1895 se redujeron a poco más de 2.000.000 en 1896 y a apenas 148.000 en 1897, lo que significó la quiebra del negocio platanero cubano al finalizar el siglo XIX, aunque como resultado de una devastación de mucha más envergadura que afectó a la totalidad del territorio de la Gran Antilla, de su industria azucarera, de su agricultura y economía en general. Se calcula que durante la contienda, se destruyeron entre un 85 y un 88% de las fincas rurales de la isla, que su población sufrió una merma neta de 58.890 personas y, según las estimaciones más conservadores, una pérdida demo-
19
Ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1976).
274
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
gráfica superior a los 300.000 habitantes20. La agricultura y el comercio de la referida fruta se recuperaron tras la guerra. En 1900 se volvían a enviar alrededor de 1.500.000 racimos a los Estados Unidos21, pero algunas de sus consecuencias tuvieron un alcance permanente. Las empresas de dicho país habían consolidado en el mismo período un control casi monopólico del negocio y aumentó la competencia de los productores centroamericanos, desplazando a la mayor de las Antillas de la posición privilegiada que había tenido en el sector internacionalmente hablando.
Otras actividades productivas Cuando las analizamos en la primera sección del libro señalamos que las industrias y manufacturas cubanas se caracterizaron en su estructura, composición y crecimiento por su complementariedad respecto al sector externo, al igual que los llamados cultivos menores, y que con el paso del tiempo se habían ido consolidando actividades que aprovecharon las condiciones creadas para el servicio y operación de aquél o en respuesta a su demanda, a la progresiva urbanización de la población y a la monetarización de las relaciones laborales, impulsada por la abolición de la esclavitud. Junto con incentivos como los proporcionados por la Ley de Sociedades de 1869, según ha demostrado M. A. Marqués, tales factores provocaron a partir de la década de 1880 un desarrollo y modernización de las referidas industrias, aunque conservando los mencionados rasgos de complementariedad y, por tanto, una fuerte dependencia de las variaciones en el ingreso procedente del exterior y, además, de la protección arancelaria que recibieron en el mercado de la Gran Antilla las importaciones españolas y también estadounidenses en determinados momentos22. Otro de los incentivos para el crecimiento y desarrollo de las manufacturas cubanas que destaca M. A. Marqués es la disponibilidad de capital excedente de las actividades exportadoras; esto es, sus efectos multiplicadores. La autora demuestra que, por lo general, aquéllas fueron iniciadas por empresarios ligados a la producción de azúcar, tabaco o al comercio. Por lo demás, el tipo de instalaciones predominantes fueron las vinculadas con el consumo de la población y la demanda más urgente de las plantaciones: fábricas alimenticias, textiles, de papel, talleres de reparación y elaboración de piezas y utensilios mecánicos y de madera o tenerías y talabarterías, entre otras23. 20
Instituto de Historia de Cuba (1996): 524-538 y U.S. Department of War (1900b): 189-
191. 21 22 23
Cuba Review and Bulletin (1970), 5 y 7: 3. M. A. Marqués (1996b, 1998b, 2000 y 2002). Ver M. A. Marqués (2000): 85-98, y (2002): apéndice.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
275
Aparte de las industrias relacionadas con la demanda de la población y de las explotaciones agrarias, y de las derivadas directamente de la producción de azúcar, como las de elaboración de licores o ron que, según la información disponible, mantuvieron su oferta en la década de 1890, al menos en lo que a las exportaciones se refiere, en los mismos niveles alcanzados en los años setenta24, prosiguió en Cuba el desarrollo de las actividades mineras y, fundamentalmente, de la extracción de hierro que en su momento vimos cómo reemplazó a la de cobre en la región de Santiago de Cuba. En 1880-1884 las empresas norteamericanas que operaban los yacimientos de la zona obtenían un promedio anual de 24.000 Tn del citado metal, cantidad que aumentó hasta 150.000 y 325.200 en 1885-1889 y 1890-1894 respectivamente25. Las explotaciones mineras de la zona oriental de Cuba fueron, junto con algunos centrales azucareros, los sectores pioneros de las inversiones norteamericanas en la isla. Hay que tener en cuenta que el predominio y la fortaleza del capital hispano-cubano en la producción de dulce y su comercio y en los ferrocarriles, en los que se introdujeron empresas británicas desde la década de 1880, no les dejaba mucho margen más que en el caso de actividades nuevas o en zonas poco explotadas, como dicha minería o la región Este del territorio. Prueba lo que estamos diciendo el hecho de que después de 1898 fue en esa zona donde se concentraron26. Parece que los efectos positivos predominaron sobre los negativos en el crecimiento del ingreso de los sectores no agrarios en Cuba a finales del siglo XIX. Mediante los datos proporcionados por M. A. Marqués (1998b y 2000) acerca de muchos de ellos y los registros censales de distribución ocupacional de la población estimamos que dichos sectores aumentaron ligeramente su contribución a la generación del producto material entre el inicio de la década de 1880 y el primer lustro de los años noventa de un 30 a un 3334% concretamente, incluyendo el comercio y los servicios. Es preciso señalar, sin embargo, que de acuerdo con la información de esas mismas fuentes, el valor de las actividades mercantiles fue el que experimentó un mayor incremento relativo. En términos absolutos, lo que comentamos en los párrafos precedentes se debió traducir, por tanto, en un ingreso material de unos 297.200.000 $ en 18901895, frente a los 220.800.000 que calculamos en el Cuadro I.25 para 1881; es decir, un crecimiento en torno al 3,0% y, si dividimos tales cifras por persona, de 145,9 a 168,9; esto es, un 1,4% (ver Cuadro II.9). Como indicamos en la primera parte del libro, hay que tener en cuenta que para estimar el ingreso manufacturero real de la economía de Cuba hay que contar también con las industrias de transformación de los productos agrarios de exportación y que el valor relativo de la renta generada por estas últimas 24 25 26
Ver M. Moreno Fraginals (1978): III, 45. Ver F. Iglesias (1996): 197-198, y J. L. Moyano y S. Fernández (1998): 221-242. Ver A. García Álvarez (1995): 1-45.
276
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro II.9 Ingreso material cubano, producto agrario y de los sectores secundario y terciario, 1881 – 1890-1895 (total en miles de pesos de la década de 1840, per cápita en pesos y porcentajes de crecimiento).*
Años 1881 1890-1895
Ingreso material Ingreso material total Crecimiento per cápita Crecimiento 220,8 297,2
0,7 3,0
145,9 168,9
0,1 1,4
* El crecimiento en 1881 se mide respecto al último período estimado en Cuadro I.25, 1862-1863. FUENTES: Detalladas a lo largo del texto.
debió disminuir relativamente con el tiempo debido a la reducción de las ventas de tabaco elaborado y a la progresiva especialización de sus ingenios en la fabricación de azúcar crudo. Aunque, indudablemente, esto supuso continuar la tendencia a perder valor añadido en tales sectores que ya había caracterizado al período anterior, de todos modos no debieron representar menos de un 25% del producto agrario comercial de la Gran Antilla en los años noventa27. Para tener una idea más precisa del tipo de actividades industriales, de su desarrollo en Cuba en las últimas décadas del siglo XIX y de los factores que lo determinaron, impulsaron y limitaron, teniendo en cuenta además, como hemos señalado en otras ocasiones a lo largo del libro, la escasez de estudios al respecto, hemos creído oportuno analizarlo con profundidad, incluyendo también un breve estudio de uno de sus sectores, la producción y manufactura del henequén.
Empresas e industrias menores (por María Antonia Marqués Dolz28) La historiografía ha analizado los sectores sociales dominantes en Cuba a finales XIX en su condición de burguesía, elite u oligarquía, los grupos de interés y de presión que organizaron y la composición y proyecciones de sus partidos políticos. Sin embargo, apenas ha explorado su dimensión empresarial más allá de las actividades productivas, comerciales, de servicios o financieras relacionadas con la agricultura e industria azucarera y tabacalera. 27 Cálculos estimativos tomando en consideración la proporción que la manufactura supuso en el coste de elaboración del azúcar y de los cigarros y cigarrillos obtenidos de fuentes diversas, como los artículos de la Revista de Agricultura, o nuestro estudio aún sin publicar, A. Santamaría (inédito-a). 28 Este apartado fue redactado por M. A. Marqués para un congreso celebrado en Canarias y es parte de una investigación más amplia, que concluyó en una tesis doctoral y un libro M. A. Marqués (1998b y 2002) y en varios artículos M. A. Marqués (1996a y b, 1998a y 2000). Su publicación aquí es un reconocimiento de los autores de este libro a la importancia y calidad de su trabajo, ya que la vida no le dejó participar personalmente en su elaboración con nosotros.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
277
La importancia del azúcar y el tabaco en la economía de Cuba a finales del siglo XIX es indiscutible. La construcción de infraestructuras, el mercado de capital, la mayoría de las exportaciones y de las recaudaciones aduaneras, dependían directa o indirectamente de ellas. No obstante, eso ha ocultado una realidad sectorial y empresarial mucho más rica y compleja. De hecho, la estructura productiva insular era entonces, aunque dentro de dicho contexto, bastante diversa, incluso técnica y organizativamente hablando, al igual que los intereses de los hombres de negocios. Ambas afirmaciones se constatan al examinar la composición y trayectoria de tales individuos y de las que llamamos industrias menores29, denominación que agrupa a un conjunto variado de actividades que, si bien tuvieron mucha menos relevancia que las más relacionadas con el comercio exterior, satisficieron una parte de la demanda interna, dieron empleo a una porción considerable de la población, y fueron básicas para el abastecimiento de las ciudades. Las industrias menores estuvieron, además, perfectamente integradas en la estructura productiva y de mercado de Cuba y se vieron afectadas por las mismas ventajas e inconvenientes que las actividades enfocadas principalmente a exportar. Las estrategias desarrolladas por los empresarios que se dedicaron a ellas lo confirman. Ahora bien, la ausencia de datos estadísticos, especialmente seriados, como los existentes para los principales sectores de la economía insular, impide conocer con precisión la importancia que tuvieron aquellas primeras. Los censos demográficos y de riqueza no ofrecen información completa sobre su número y dedicación, capital, recursos energéticos o fuerza de trabajo que emplearon, grado de mecanización o monto, valor y tipo de su oferta. No obstante, disponemos de referencias acerca de su localización y de la ocupación declarada por la población activa de la isla. En el censo levantado en 1899 por le gobierno norteamericano en Cuba, un 15% de la población activa declaraba dedicarse a la industria y manufacturas, un 52 a la agricultura, ganadería, silvicultura, minería y pesca, y un 29 al comercio y los servicios (ver Cuadro II.1030). Ahora bien, si esos datos son indicativos de la distribución del empleo en la isla, su situación no era muy distinta de la que exhibían los países más avanzados de América Latina. El primer porcentaje era en Argentina en 1895 del 22%, en México del 16,4, y en Brasil no alcanzó un 14% hasta la década de 1920. El predominio del sector primario caracterizaba a toda la región31.
29 Término empleado por J. Le Riverend (1985): 545, para designar a las actividades productivas manufactureras en Cuba (aunque también podían implicar una parte agraria y/o de servicios) y menos vinculadas con el comercio exterior, con el fin de diferenciarlas, sobre todo, de las industrias azucarera y tabacalera. 30 U.S. Department of War (1900b). 31 Sobre Argentina Brasil y México ver R. M. Ortiz (1955): II , 15, C. F. Cardoso, ed. (1992): 392, y B. Fausto (1992): 420, y para los demás países americanos, V. BulmerThomas (1998).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
La cifra del 14% de la población activa que declaraba ocuparse en actividades manufactureras puede considerarse como una aproximación al empleo en las llamadas industria menores, aunque con las salvedades expresadas antes y en las que insistiremos algo más enseguida, pues si bien algo más de un 4% decían ser tabaqueros, esa proporción se compensa con la de aquellos sectores que combinaban comercio e industria y con un cierto número de jornaleros que total o parcialmente pudieron también trabajar en ellas (ver Cuadro II.10). Aunque los datos del censo de 1899 son de ocupación declarada y no efectiva y pueden estar afectados por hechos como la concentración de la población en las ciudades ordenada por el General W. Weyler durante la Guerra de Independencia, son coherentes con las referencias que ofrecen otras fuentes anteriores, posteriores y coetáneas, similares y diferentes, por ejemplo, las guías comerciales. Sabemos que un 29,5 por 100 de los habaneros, un 28,8 de los matanceros, un 25,0% de los santiagueros o un 20,0% de los cardenenses, trabajaban en el sector secundario, aunque en ocasiones prestaban tamCuadro II.10 Ocupación declarada por la población activa de Cuba en 1899, con el detalle de algunos sectores relacionados con las llamadas industrias menores (en personas y porcentajes).
Sectores de ocupación
Población activa total
Porcentaje
303.050 170.660 28.382 106.375 15.600 6.603 84.172 580.085 84.172 24.169 15.986 12.599 8.060 5.560 3.519 1.552 554 12.173
52,3 29,4 4,9 18,3 2,7 1,1 14,5 100,0 100,0 28,7 19,0 15,0 9,6 6,6 4,2 1,8 0,7 14,4
Primario Terciario Comercio-industria a Secundario Jornaleros b Construcción Industria TOTAL Desglose de la industria Tabaco Madera Confección textil y cordelería Cuero y zapatería Panadería y confitería Metal Impresión y litografía Platería y gravado Otros
a Actividades como la farmacia o los talleres de distinto tipo, que realizan cierta elaboración manufacturera de sus productos, además de su comercio o de servicios; b Ignoramos qué tipo de ocupación desarrollaban, pero si no era fija, debía trabajaban principalmente en la industria azucarera y los grandes sectores de la economía.
FUENTE: M. A. Marqués (2002): 267-269.
279
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
bién algún tipo de servicios, ya que los límites entre las distintas actividades eran difusos. Se observa, además, que tales porcentajes superaban en los casos citados la media insular, pues aunque hubo industrias menores en el campo, la mayoría se localizaron en las urbes, lo que no es extraño si tenemos en cuenta la habitual relación entre los procesos de crecimiento de aquéllas y estas últimas. En las provincias de Matanzas, La Habana, Puerto Príncipe y Oriente, más del 50% de los habitantes empleados en empresas manufactureras vivían en los grandes núcleos demográficos o en su periferia32. Las guías comerciales y otras fuentes publicadas a finales del siglo XIX también aportan datos de la distribución sectorial y ubicación de las industrias en Cuba y permiten observar su evolución entre las décadas de 1880 y 1900. Al abolirse la esclavitud en 1886 aquéllas tenían una organización productiva fundamentalmente artesanal —excepto las vinculadas con el comercio exterior—. Algunos de los términos usados para clasificarlas no dejan lugar a dudas: talabarterías, hojalaterías, platerías, caldererías, sombrererías, sastrerías, tonelerías, tejares o zapaterías, actividades, además, de larga tradición en la isla. Sin embargo, las refinerías petróleo, fundiciones, papeleras, fosforeras o cerveceras, registradas también en las postrimerías de los años ochenta, y los establecimientos de elaboración de mosaicos, cemento, jarcia o cordeles, que aparecen en 1902, muestran un entramado manufacturero mucho más cercano al sistema fabril33. La clasificación ofrecida por V. S. Clark (1902) para principios del siglo XX, por ejemplo, es coherente con la del Cuadro II.10 y a la vez la complementa, pues en este último no se incluyeron sectores como el alimenticio, mientras que dicho autor, omite la industria azucarera, tabacalera, pero también la textil y la del cuero, con la salvedad de la zapatería (ver Cuadro II.11). Cuadro II.11 Número y clasificación de algunas industrias menores en Cuba a finales del siglo
Industrias Licores y alcohol Envases para tabaco y toneles Chocolate Conservas Litografías Electricidad, gas, refinería Jabón y velas
XIX.
Número
%
Industrias
Número
%
67 42 27 18 10 9 8
33,2 20,8 13,4 8,8 5,0 4,5 3,9
Fósforos Harinas Sogas y cordelería Zapatos Tinta de imprenta Papel TOTAL
8 7 2 2 1 1 202
3,9 3,5 1,0 1,0 0,5 0,5 100,0
FUENTE: V. S. Clark (1902): 665.
32 Sobre industrialización y urbanización latinoamericana ver CEPAL (1995) o J. Scobie (1991): VII, 202-230, para la población dedicada a la industria en Cuba y su localización, Guía comercial... (1886). 33 Ver Guía comercial... (1886 y 1902) y R. P. Porter (1899a y b).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Desde otro ángulo, las patentes registradas, la prensa y la publicidad ofrecen información adicional sobre las características técnicas y productivas de las industrias menores, como su grado heterogéneo de mecanización, la diversa procedencia geográfica de los insumos que empleaban, el uso de energía hidráulica o de vapor para poner en movimiento los equipos, el emplazamiento cercano a los medios de transporte, a las fuentes de materias primas y/o al mercado, la elaboración simultánea de varios artículos en un mismo establecimiento, la correspondencia entre el tipo de demanda que satisfacían (local, regional, insular o internacional) y la escala de su oferta, y el ajuste de esta última a los patrones de consumo de la población y a las necesidades del sector agro-exportador y de las ciudades. La heterogeneidad productiva y técnica de las industrias menores en Cuba que se aprecia en los datos de los Cuadros II.10 y 11 se correspondió con la de sus empresarios, lo que dificulta generalizar sobre ellos o considerarlos como un grupo social. La exigencia de inversiones derivada de la necesidad de competir con importaciones que gozaban de beneficios arancelarios —las españolas y también las estadounidenses cuando estuvieron vigentes los tratados hispano-norteamericanos—, y de los cambios tecnológicos del período de la Segunda Revolución Industrial34, explican en parte el origen diferente de esos hombres de negocios. Operarios y dependientes con una escasa acumulación previa de capital pudieron montar talleres textiles, de cuero, madera o barro, que precisaban relativamente poca mecanización y en los que la pericia artesanal y la experiencia profesional fueron valores añadidos importantes. Por el contrario, la metalurgia, que implicaba la instalación de prensas hidráulicas, calderas o altos hornos, la elaboración de fósforos, jabón o cerveza o el refinamiento del petróleo, que incorporaban equipos y procedimientos de producción en masa y permitían economías de escala en los países que exportaban artículos manufacturados a Cuba, requerían la presencia de individuos con cierta solvencia y acceso al crédito y la adopción de formas modernas de fabricación y organización. Las fuentes disponibles indican que algunos de los manufactureros, comerciantes y hacendados que invirtieron las industrias menores en Cuba a finales del siglo XIX pusieron en práctica modernas técnicas empresariales —integración productiva, diversificación de riesgos, formación de cárteles—, y sus establecimientos convivieron con un sector más tradicional, que sobrevivió debido al tipo de artículos que elaboraba —perecederos, difíciles de importar—. Además, la inmigración española condujo a la isla a individuos de variado origen social y profesional que se establecieron también en dichas industrias. Finalmente, tanto las referidas estrategias empresariales, como la movilidad inter e intra sectorial de los hombres de negocios estuvieron
34 Sobre el cambio tecnológico y la organización empresarial en ese período ver A. D. Chandler (1977).
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afectadas por las tensiones generadas por la incipiente modernización de la economía insular en los años anteriores y posteriores a su independencia y por los conflictos coloniales del período. Las industrias menores tropezaron en la Cuba de finales del siglo XIX con dificultades de todo tipo que obstaculizaron su crecimiento, empezando por la falta de capital debido a su concentración en las actividades más vinculadas con el comercio exterior, que por esa razón y por la ausencia de un sistema financiero suficientemente desarrollado, también acaparaban el crédito. Además, la economía insular transfirió en el período citado gran cantidad de dinero al exterior a causa de la progresiva presión fiscal de la metrópoli, de los constantes déficits presupuestarios, de la deuda acumulada durante la Guerra de 1868-1878 y de su emigración o inversión fuera de su territorio. Asimismo, en las postrimerías de dicha centuria el precio del azúcar se redujo notablemente y los hacendados realizaron un considerable esfuerzo para modernizar la producción. A ello se unió, finalmente, la escasez de mano de obra en el mercado y la carestía de los salarios, provocadas igualmente por la demanda laboral de la agricultura cañera y de los ingenios35. El efecto circunstancial menos favorable para el crecimiento de las industrias menores en Cuba fue, sin embargo, el ajuste arancelario iniciado con la aprobación de Ley de Relaciones Comerciales o de Cabotaje de 20 de julio de 1882, que supuso una disminución de las rentas aduaneras y se compensó con una elevación de los impuestos a las actividades manufactureras. La Cámara de Comercio, Industria y Navegación de La Habana (agrupación empresarial hegemónica en la isla) señalaba como «palpable ejemplo» de la incidencia que tuvo la citada ley: «La industria jabonera [...], que floreciente hasta aquel año, viene en decadencia rápida y continua, merced a la insostenible lucha de sus productos con los jabones peninsulares [Y si ...] no puede luchar con la peninsular, hay que renunciar a ella forzosamente; y como el fenómeno se repetiría naturalmente con las demás industrias, es evidente que el cabotaje [...], mientras subsistan las mencionadas causas de nuestra inferioridad como productores, sería ruinoso para el país, que vería sucumbir una a una sus industrias puramente fabriles36».
La desventaja competitiva de las industrias cubanas se observó prácticamente en todos aquéllos rubros en los que compartían el mercado con las importaciones españolas. Por ejemplo, la citada producción de jabón disminuyó un 50% en el segundo lustro de los años ochenta y una de las 35 Sobre esas circunstancias en general y los problemas financieros y de capital en particular, ver S. Fernández (1987 y 2002), I. Roldán (1997a), A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992), F. Iglesias (1994b) y O. Zanetti (1998a), acerca de la modernización de la industria azucarera, F. Iglesias (1998b) y A. Santamaría y L. M. García Mora (1998), y respecto a los salarios, A. Santamaría (2000b). 36 S. Álvarez (1891): 26.
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principales empresas del sector, la perteneciente a la familia Sabatés, redujo drásticamente su plantilla y aumentó el grado de explotación de sus obreros. De igual modo, el incremento de las exportaciones metropolitanas de chocolate y el encarecimiento de los insumos que los fabricantes locales —emplazados en La Habana— traían del exterior, les condujo a formar un cártel a principios de la década de 189037. La producción industrial de Cuba sufrió también la competencia de las importaciones de otros lugares, aparte de España, sobre todo de los Estados Unidos y particularmente tras firmase en 1891 el Tratado Foster-Cánovas. El Comité Central de Propaganda Económica, que agrupaba a los representantes de las corporaciones locales, valoró así su efecto: «En relación con las industrias, hemos de advertir que, en general [el tratado], perjudica a todas las que no puedan importar de los Estados Unidos las materias primas, pero alienta y favorece a las que no están en ese caso, siempre que no existan desventajas procedentes del clima, del costo total de la producción, y especialmente, de la escasez o deficiencia de la fuerza de trabajo38».
El Círculo de Hacendados de la Isla de Cuba (1891), por su parte, consideraba que el Tratado Foster-Cánovas otorgaba privilegios arancelarios a las importaciones estadounidenses, que se unían a los que gozaban las españolas, y que al no contar ambas con otros competidores, tuvo poco efecto en los precios de consumo. La prueba es que las británicas, cuyo valor representaba en el inicio de la década de 1890 un 23,1% de las compras insulares en el exterior, en 1894 habían descendido hasta un 6,5, y las de otros países distintos a los tres citados sólo aumentaron en las mismas fechas del 15 al 19%39. Ejemplos concretos de manufacturas perjudicadas por el Tratado FosterCánovas fueron la del papel y la litografía, cuyos orígenes databan de inicios del siglo XIX. En 1891, los propietarios de una fábrica del primer artículo, situada en el poblado habanero de Puentes Grandes y que fue una de las pioneras en la mecanización de las industrias menores en Cuba, tuvieron que apelar al Senador del Reino, B. Portuondo, para que se elevaran las tarifas a las importaciones que competían con su oferta en el arancel promulgado en 1892. Peor suerte corrieron las citadas litografías, desprotegidas por los cambios en el sistema aduanero. Dichas instalaciones confeccionaban anillos y marquillas para las cajas y vitolas de tabaco, etiquetas destinabas al envase de confituras y licores, o recibos y letras de cambio. 37
M. A. Marqués (1996b): 449-457. Sobre la industria jabonera ver también J. Chía (1977). Comité Central de Propaganda Económica (1892): 47. 39 Ver O. Zanetti (1975) y, sobre los precios, A. Santamaría (2000d): 138. Estos últimos se mantuvieron estables en el primer lustro de los años noventa, no obstante lo que se esperaba era una sensible disminución en caso de que el tratado hubiese liberalizado el comercio exterior. 38
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Otras evidencias parecen confirmar la afirmación del Comité Central de Propaganda Económica acerca de que el Tratado Foster-Cánovas sólo favorecía a las industrias cubanas que empleaban insumos de los Estados Unidos. La composición de las importaciones de la Gran Antilla en 1894 muestra, por ejemplo, que en ellos se adquiría fundamentalmente el petróleo curdo, lo que benefició a la West Indies Oil Refining Co. No obstante, en este caso debemos tener en cuenta que tal empresa era filial de la poderosa Standard Oil Co., que abastecía prácticamente todo el mercado de la isla y controlaba el refinamiento del combustible en ella40. A lo dicho y respecto a la mano de obra, hay que añadir que las industrias menores tuvieron que afrontar en Cuba, además de los problemas de la transición del trabajo esclavo al libre, los costes de aprendizaje y formación de operarios para diversas tareas, incluso de la importación de técnicos, que encarecieron su producción y afectaron a su competitividad41. Se puede decir, por tanto, que pese a la presión fiscal, la competencia de las importaciones, la escasez de capital, crédito y mano de obra y la carestía de los recursos humanos, en Cuba surgió y creció un entramado industrial que combinaba actividades artesanales con otras más modernas y de reciente creación que, por sus características e importancia en la economía insular, como hemos visto, no fue muy diferente al de otros países latinoamericanos. Las fuentes disponibles y el estado actual de la investigación no permiten menos precisión sobre las circunstancias de las que se benefició que acerca de los factores que lo perjudicaron, ahora bien, indudablemente jugaron a su favor el progreso de la urbanización, la amplia cobertura de los transportes marítimos y ferroviarios —en el caso de estos últimos, sólo en la mitad occidental de la isla—, el grado de monetarización del trabajo que implicó la progresiva especialización productiva, y las ya referidas infraestructuras y relaciones mercantiles establecidas para y por los sectores vinculados con el comercio externo, su demanda de ciertos artículos que no podían llegar del exterior o su generación de recursos que era preciso invertir. La legislación reguladora de las formas de asociación empresarial también contribuyó al crecimiento de las industrias menores en Cuba a finales del siglo XIX. Como se indica en la introducción de esta parte del libro, la aplicación del Código de Comercio de 1885 y de la normativa española de marcas y patentes, aunque la tramitación de solicitudes fue luego lenta, favorecieron la realización de iniciativas, redujeron los riegos e incentivaron la inversión y el crédito, debido especialmente a la universalización de las sociedades anónimas, sólo permitidas antes en ciertas actividades que, por 40
Cuba importaba en 1894 aceites combustibles crudos por valor de 583.200$ aproximadamente y refinados por unos 205.200. Ver Estadística general... (1895), y M. A. Marqués (2002): 274-275. 41 Ver G. García Rodríguez (1998): 134-199 y, para una caracterización general del mercado laboral, J. Casanovas (2000).
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tal razón, concentraron capital y préstamos en detrimento del resto42. En ese contexto, además, se crearon agrupaciones como las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación de La Habana, Santiago o Cienfuegos que, no obstante carecieron de las atribuciones que tuvieron en España para incidir en la toma de decisiones sobre la política económica, sirvieron para que los propietarios de los distintos negocios colaborasen, definiesen estrategias comunes y aumentasen su capacidad de negociación y de presión. Seguramente influyó también en las industrias menores cubanas el efecto demostración de los resultados del proceso de modernización de las empresas azucareras, tabacaleras, ferroviarias o comerciales en la segunda mitad del siglo XIX, en términos de competitividad y beneficios, pues, además, fueron muchos los propietarios con inversiones ambas43. Ya hemos hecho referencia a los factores positivos que permitieron a la creación de un entramado industrial en Cuba pese a las circunstancias desfavorables para su desenvolvimiento. Tales factores fueron aprovechados por los empresarios para definir estrategias individuales y colectivas, de modernización e integración productiva, diversificación de riegos, agrupación para la protección y defensa de sus intereses. También señalamos como otro elemento clave la movilidad social y la creación de redes migratorias. Parece conveniente analizar pormenorizadamente algunos ejemplos significativos. La estirpe empresarial iniciada en la década de 1860 por los hermanos Crusellas Vidal, se mantuvo en Cuba durante casi un siglo44. Su origen fue la migración de aquéllos a la isla desde Cataluña y el establecimiento en La Habana en 1863 de una industria dedicada a elaborar velas de sebo y aceites lubricantes. Apenas un lustro después, llegaron a la Gran Antilla sus sobrinos, J. y R. Crusellas Faura, quienes iniciaron la fabricación de jabones. Además de ejemplo de saga migratoria, la referida familia lo es también de dispersión de sus negocios y riegos. A finales del siglo XIX y principios del XX sus miembros aparecían registrados en los directorios empresariales como Crusellas, Rodríguez y Cía., envasadores de aguas minerales, R. Crusellas, elaborador de harina de plátano, Crusellas Hermano y Cía., fabricantes de jabones y Crusellas y Cía., comerciante minorista. Además, en la década de 1880 habían incursionado, aunque de manera efímera, en la industria cervecera. Frente a las dificultades del mercado, los Crusellas adoptaron diversas estrategias, siempre activas, disminuyeron sus costes de transacción y abara-
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Ver A. Bahamonde et al. (1988), J. P. Saiz (1995) y J. R. García López (1995b): 212-228. Sobre el proceso de modernización de esas grandes empresas, ver A. Santamaría (1995a, 1998c y 2002a), A. D. Dye (1998), F. Iglesias (1998c), J. Rivero Muñiz (1964), J. Stubbs (1989), A. García Álvarez (1989 y 1990), O. Zanetti (1998a), y O. Zanetti y A. García Álvarez (1987 y 1998). Esas obras y la de M. A. Marqués (1998): apendice, ofrecen datos acerca de los propietarios con inversiones en tales empresas y en las industrias menores. 44 Ver J. Chía (1977). 43
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taron la comercialización de sus artículos mediante un proceso de integración vertical, asumieron un audaz comportamiento productor que se evidencia en la multiplicidad de mercancías que elaboraron, generalmente reconocidas oficialmente por numerosas marcas y patentes, y se esforzaron en su diferenciación y reputación. En 1895, sus jabones y perfumes ostentaban el título de Provedores de la Casa Real. Antes, en 1872, sus manufacturas ganaban la Medalla de Oro en la Exposición de Matanzas, y en 1900 obtenían la de Plata en la Exposición Universal de París. Los Crusellas, además, no limitaron sus actividades al ámbito puramente productivo. Como complemento, fueron miembros destacados de agrupaciones empresariales y políticas. Por ejemplo, en 1888 formaban parte de la directiva del Partido Unión Constitucional, y en 1891 presidían el Gremio de Fabricantes de Jabón y Velas de La Habana, desde el que polemizaron con los industriales catalanes, con quienes competían por el abastecimiento del mercado cubano45. Si los Crusellas ilustran el proceso de crecimiento y diversificación de ciertas industrias menores iniciado en el propio sector, los Herrera son un ejemplo de trasvase de capital comercial hacia ellas. A la consolidación de los negocios de esa familia coadyuvaron, además, la construcción de una fuerte red de parentesco, su vinculación con los grupos de poder en España y Cuba y, también, el desarrollo de estrategias específicamente empresariales. La saga familiar-empresarial de los Herrera en Cuba se formó igual que la de los Crusellas, aunque mucho antes —de ahí también que se iniciara en el comercio—. En 1829 llegó a la isla desde Santander R. Herrera San Cibrián, y tres décadas después propició que le siguieran sus sobrinos, R. Herrera Gutiérrez y J. y C. Blanco Herrera. El primero de ellos invirtió a finales de los años ochenta en la industria cervecera y se convirtió en el principal accionista de la Nueva Fábrica de Hielo. Para entonces el clan estaba ya en la cúspide de la elite colonial. De la implicación de la familia en la vida social, política y económica cubana da fe que R. Herrera San Cibrián fuese nombrado Conde de la Mortera tras la Guerra de los Diez Años46, y que al morir en 1896 el tercer depositario del título, R. Herrera Gutiérrez, acaparase los cargos de Senador del Reino, Presidente del Partido Reformista, de los Ferrocarriles Unidos de Caibairén, del Casino Español y de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de La Habana, Vocal de las Juntas Superior de Sanidad, de Obras de Puerto (de la capital) y General de Comercio, Directivo del Partido Unión Constitucional, del Círculo Militar, del Banco de Comercio y del Central
45 Para la posición de los Crusellas en las citadas instituciones, ver M. C. Barcia (1998a y c) e I. Roldán (2001b): 438 y 538, y. El resto de los datos sobre ellos son de M. A. Marqués (2002): 176-184 y 284-285. 46 A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992): 21.
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Redención, y Consejero del Banco Agrícola de Puerto Príncipe. Desde esa posición logró, por ejemplo, que el Arancel de 1892 estimulase la producción de cerveza, rebajando las tarifas pagadas por los insumos que necesitaba traer del exterior y aumentando los adeudos de las importaciones de dicha bebida. La Nueva Fábrica de Hielo se benefició de las conexiones político-empresariales de su dueño, pero en su éxito concurrieron también otros factores específicos. La planta se había dotado con la tecnología más moderna para la elaboración de cerveza y, debido a ello y a sus vínculos con la Naviera Sobrinos de Herrera, cuya actividad de cabotaje le permitía llevar sus productos a casi todo el territorio de la Gran Antilla, operó con costes muy competitivos y, probablemente, con rendimientos a escala. Además, destacó también por sus aspectos organizativos y fue una de las primeras y de las relativamente pocas sociedades anónimas creadas para la administración de industrias menores en la Cuba de finales del siglo XIX47. Otras industrias del mismo tipo que la anterior organizadas como sociedades anónimas fueron la Habanera de Hielo, El Almendares y La Defensa. Además, las dos primeras, fundadas en 1878 y 189848, ilustran la transferencia de capital de las actividades más vinculadas con el comercio exterior hacia las industrias menores en Cuba. Los dueños de la Habanera de Hielo eran G. Zaldo, de la firma mercantil homónima creada en Nueva York en 1872; J. Berndes y Cía., ferretera fundada en 1873; G. Gravenhort, de la casa comercial y bancaria H. Upman y Cía., más conocida por su marca de tabacos, y J. Alfonso Madan, uno de los grandes productores azucareros. En la propiedad de la cementara El Almendares estaban, además de F. Álvarez, accionista principal e hijo del también tabaquero. J. Álvarez, G. Bock, de la compañía británica Henry Clay & Bock & Co. Ltd., el financiero L. Martínez y con el Conde V. Galarza, Senador del Reino y Presidente del Partido Unión Constitucional. Finalmente, la fosforera La Defensa, igual que la Nueva Fábrica de Hielo, incluía entre sus dueños a connotados representantes de la burguesía cubana y, entre ellos, al propio R. Herrera Gutiérrez, sin embargo, fue constituida por vendedores minoristas de La Habana, que transfirieron parte de su capital a la industria debido al progresivo oligopolio del abastecimiento de ciudad por unas pocas entidades. Su caso ilustra tanto el florecimiento
47
Sobre los Herrera y sus negocios, ver M. A. Marqués (2002): 166-175 y 282-284. Las fuentes para su estudio se hallan básicamente en el Archivo de la Fundación Antonio Maura, Madrid (AFAM), Fondo Mortera. 48 Archivo Histórico Nacional de Madrid (AHN), Fondo Ultramar, Fomento, Leg. 119, exp. 11, ANC, Registro Mercantil de La Habana, Libros de Sociedades, Sec. Primera, n.º 14, fol, 7, h. 647, y 25, 67, 1 321, y «Las grandes industrias». El Fígaro, XIX/16 (19-4-1903): 192-193.
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económico de la capital, como el avance paulatino de las modernas formas de organización empresarial49. A pesar de lo dicho, en las industrias menores cubanas de finales del siglo XIX, predominaron las sociedades colectivas y comanditarias, fundadas generalmente por manufactureros que buscaron diferentes alianzas para el crecimiento de su capital y sus negocios. Por ejemplo, los hermanos Sabatés, fabricantes también de jabón, captaron como socio al comerciante-banquero J. Balcells50, y R. Paniol, accionista de La Defensa, se convirtió en uno de los principales productores de materiales de construcción en la década de 1900, luego de establecer en las postrimerías de la centuria anterior diversas alianzas temporales con los hermanos Cagiga y con P. Gómez Mena, dedicados ambos a actividades mercantiles, financieras y azucareras. La familia del segundo sería más adelante una de las mayores propietarias de ingenios en la Gran Antilla51. Otros empresarios, como los asturianos L. y F. Díaz, protagonizaron un lento proceso de ascensión socio-económica en el cual influyeron las estrategias de construcción de redes familiares, de dispersión de riesgos y de difusión de innovaciones tecnológicas en sus negocios. Antes de fundar en 1903 La Cubana S.A. (fábrica de alpargatas), junto a R. Paniól, A. Cagiga y P. Gómez Mena, el citado L. Díaz había trabajado en una bodega y en el almacén de maderas de su tío, que abandonó en 1890 para fundar, junto a F. Díaz, una sociedad colectiva dedicada a la compara-venta de ese material y de barro. A pesar de las adversas circunstancias del período, en la segunda mitad de los años noventa L. Díaz presentaba, además, un procedimiento para elaborar cemento, convirtiéndose en uno de los pioneros de su fabricación en Cuba52. En suma, pues, a pesar de la ausencia de fuentes más precisas, aproximarse al tema desde sus distintos ángulos y a través de una variada documentación permite concluir que a finales del siglo XIX se había constituido en Cuba un entramado industrial adaptado a las condiciones de su economía, combinando formas de producción y organización tradicionales y modernas, con un carácter complementario respecto de las actividades más vinculadas con el comercio exterior, destinado al abastecimiento del mercado interno, sobre todo urbano, y con rasgos similares, dentro de tales condiciones específicas, a los que se desarrollaron en el mismo período en otros países latinoamericanos.
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Para más detalles acerca de estas empresas y empresarios y de los mencionadas en los párrafos siguientes, ver M. A. Marqués (2002): 158-166. 50 Ver ANC, Registro Mercantil de La Habana, Libros de Sociedad, Sec. Primera, 3, 136, 108, y 53, 120, 108. 51 Ver A. Santamaría (2002a): apéndice VI.2 52 Sobre los negocios de L. y F. Díaz, ver «Las grandes industrias de Cuba». El Fígaro, XXIV/ 36 (6-9-1908): 466-469.
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El caso del henequén53 Otra de esas actividades, agro-manufactureras en este caso, cuyo estudio e importancia, al menos a escala regional, aunque a veces también internacional, ha opacado la relevancia de la producción de azúcar y tabaco y de los sectores directamente vinculados con ella, fue el cultivo, procesamiento y comercio del henequén, al igual que los del banano, los cocos, el cacao, que la apicultura, la minería del cobre y de otros metales, o las manufacturas destinadas básicamente al mercado interno. Entre ellas, además, las que son principalmente agrarias —y ese es el caso de la que ahora nos ocupa—, se desarrollaron normalmente en varios lugares del Caribe en distintos momentos, y es preciso analizar su evolución e implantación en la Gran Antilla dentro de tal contexto espacial. La introducción y expansión de la producción de henequén en Cuba, igual también que las de casi todos los artículos mencionados anteriormente, estuvieron vinculadas al proceso de integración de la economía insular en el mercado estadounidense y, aunque de forma indirecta, al desarrollo de la industria azucarera, y su importancia, como ya señalamos, puede parecer nimia comparada con la de esta última, pero no respecto a la de otros sectores de dicha economía. Como ocurrió en otros casos, el cultivo del henequén se desarrolló en Cuba en áreas muy específicas, concretamente en la franja costera Noroccidental, desde Mariel hasta Cárdenas, en los alrededores de Nuevitas (Camagüey) y al Oeste de la ciudad de Cienfuegos (Santa Clara), en la costa Sur de la isla (ver Mapa O.2). En todas ellas se plantó en suelos de escasa cobertura vegetal, poco adecuados para otro tipo de siembras, menos aún para la caña de azúcar o el tabaco. Antes de que se desarrollaran los textiles químico-industriales que hoy predominan en los mercados, el henequén era una de las fibras duras más apreciadas gracias a su calidad y resistencia. Transformado en sogas y cordeles, era imprescindible para muchas actividades agrarias, manufactureras, marítimas y domésticas, y durante más de un siglo, su cultivo en zonas del Caribe y en Filipinas, fue esencial en el abastecimiento de la demanda internacional de dicho artículo. Hay que señalar que bajo el nombre henequén se agrupan cuatro variedades de agave. Una de ellas endémica de Cuba, la fourcroydes, aunque conocida desde muy antiguo en Yucatán y, junto con la sisalana o sisal, fuertemente asociada a la cultura maya. Los otros dos tipos son los procedentes de Filipinas, las musas textilis (o abacá) y paradisiaca (o bananier54). 53
Este apartado se extrae una de una investigación cronológicamente más amplia sobre la agricultura e industria del henequén en Cuba, editada en la revista Historia y Sociedad, A. García Álvarez (1997a). 54 Estas fibras empezaron a comercializarse en el mercado internacional entre 1825 y 1830. Ver Memorias sobre el henequén... (1903).
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El henequén empezó a usarse para la fabricación de sogas poco después de llegar los europeos a América, y en los años previos a la independencia de México, era cultivado habitualmente en Yucatán, normalmente en patios y, cortado, raspado, torcido y exportado Cuba y a los Estados Unidos. Tras la Guerra de las Castas que, como analizamos en un apartado anterior, provocó el envío forzado de población a la Gran Antilla desde esa región, el agave comenzó a reemplazar en muchas de sus haciendas a la caña de azúcar, al tabaco, al algodón, incluso al maíz, y en las décadas de 1850 y 1860 despertó el interés de los inversores extranjeros y su manufactura inició un proceso de tecnificación con la introducción de maquinarias para rasurar su hoja, lo que permitió aumentar la productividad del trabajo y la oferta y disminuir los costes55. La demanda de henequén experimentó un proceso de crecimiento paralelo al de la oferta, sobre todo tras la invención y perfeccionamiento de la máquina empacadora de cereal, McCormick. Los condicionantes del ciclo de expansión del cultivo y manufactura del agave se completaron, finamente, con la apertura del Ferrocarril de Yucatán en la década de 1870, gracias al cual se convirtió en el principal artículo de exportación de dicha región mexicana y ésta en su productor más importante a escala internacional56. El último tercio del siglo XIX fue un período de intensos cambios en la economía y el comercio mundial, conocido habitualmente como la Segunda Revolución Industrial. Esa etapa fue especialmente intensa en la historia de Cuba y en todos los sentidos. En ella culminó una primera guerra de independencia contra España, se abolió la esclavitud y se inició una profunda transformación en la producción de azúcar, que además se acompañó por una definitiva concentración de sus exportaciones en los Estados Unidos, país con el que se fueron consolidando unos vínculos que se completarían con su intervención en la isla tras derrotar a su metrópoli durante un segundo y definitivo conflicto por la emancipación, y con el establecimiento de una especie de protectorado sobre ella y la firma de un tratado mercantil. F. Benítez (1962: 48) difundió la idea de que el henequén verde se cultivaba y procesaba sólo en Yucatán hasta la década de 1920, cuando su planta fue extraída clandestinamente de allí y aclimatada en Cuba, Haití y, posteriormente, en África. No obstante, hay evidencias inequívocas de que su siembra y aprovechamiento industrial se inició en la Gran Antilla en el decenio de 1880, incluso antes. Seguramente se trataba del referido agave nativo fourcroydes, que crece en el área de Pastelillo, en la Bahía de Nuevitas, y Cayo Romano, al Norte de Camagüey. G. Arrebola (1943: 45-46) alude a datos de un cronista local para afirmar que en el período citado, varios empresarios 55 Ver A. García Quintanilla (1985): 117, y E. Villanueva (1984): 71. Ejemplos de los avances técnicos en el sector henequenero se hallan en las obras de la época, R. de Portas (1872) o J. Lachaume (1888). 56 Ver J. C. Sola et al. (1998), y R. Barceló (1981): 41.
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de la zona, F. Morrel, M. Arrebola, J. Roca y P. Calaforra, lo plantaban y enviaban la cosecha a una fábrica desfibradora establecida en La Habana57. Por otra parte, en la mencionada Bahía de Nuevitas existe desde el último cuarto del siglo XIX un sitio llamado Yucatán, lo que agrega nuevas dudas sobre la procedencia del henequén en la región y la variedad que se plantó, a las que se añaden otras acerca del inicio de su explotación, pues J. de la Pezuela (1865-1866: I, 75) decía ya en 1863 que el jeniquén fue introducido en Cuba desde México. Tal vez el topónimo, aunque no se ha encontrado referencia alguna de su vinculación con ello, deba su origen a la presencia en la zona de algunos de los indios mayas que fueron llevados forzosamente a la Gran Antilla e, igualmente, es posible que quienes realizaron ese tráfico humano llevasen también semillas de agave a la isla. Parece, por tanto, que el cultivo del henequén en Cuba se inició en algún momento entre las décadas de 1860 y 1880, no obstante su producción fue escasa y fluctuante y relativamente poco importante en la economía de la isla58. Sabemos, asimismo, que en 1888 había en ella una industria de sogas y cordeles que usó como materia prima agave local y también lo importó, establecida por Heydrich & Co., que también solicitó el registro de una patente sobre un procedimiento para fabricar dichos artículos. En 1891, la firma propietaria fue reorganizada como Heydrich, Raffoler & Co59. y, con el fin de adquirir los edificios y almacenes que requerían sus operaciones, se creó la American Storage Co60. Heydrich, Raffoler & Co. empleaba entre 150 y 200 obreros. Su planta era, por tanto, relativamente grande entre las denominadas industrias menores, pues tal nómina equivalía a la de un ingenio mediano de la época. Muchos de sus operarios tuvieron que ser contratados en los Estados Unidos, debido a que no los había en Cuba cualificados para el trabajo requerido, uno de los problemas laborales con los que tropezaron dichas industrias, según destaca M. A. Marqués en este libro. Sabemos, asimismo, que en 1893 la citada firma y la American Storage Co. explotaban, aparte de la fábrica, dotada de moderna maquinaria, tres almacenes en Talapiedra, lugar privile-
57 Seguramente se trataba de la instalada por Heydrich & Co. en 1888, de la que hablaremos enseguida. 58 Ver Memoria del Censo Agrícola (1951): 887. 59 M. A. Marqués (2002): 163 y 274, aunque destaca su relevancia en el tejido industrial que se fue creando en Cuba a finales del siglo XIX, constata también que el henequén, las sogas y cordelería fueron rubros significativos en las importaciones insulares: por su valor, unos 320.000 $ en 1894 (un 63% correspondía a la materia prima y el resto a sus manufacturas), ocupaban el quincuagésimo lugar en ellas. 60 Sobre el inicio de la industria cordelera y el origen de esas empresas, que en el siglo XX se trasladaron a Matanzas, cultivaron sus propias tierras y cambiaron su nombre por el de Cía. de Jarcia de Matanzas, firma que sobrevivió hasta la Revolución de 1959, ver Libro de Cuba... (1953), R. P. Porter (1899a): 27-28, M. A. Marqués (2002): 162-163 y 293, A. García Álvarez (1997a): 11-12, y G. Jiménez (2002): II, 314.
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giado de acceso al puerto en la Bahía de La Habana. Su abastecimiento, finalmente, estaba garantizado en su mayor parte por las importaciones de agave de México y Filipinas, aunque además compraba con la escasa cosecha local. Con esa materia prima abastecía una parte del mercado interno de sogas y cordeles, y también de escobas, y exportaba ciertas cantidades61. Parece, además, que el establecimiento de una fábrica de cordelería, incentivó el cultivo del henequén en los alrededores de La Habana, por lo general en terrenos agotados por la industria azucarera, pues en 1899 hay constancia de «tendidos de soga y de hilo» en varios municipios al Oeste de la capital. Si tenemos en cuenta que las plantaciones de agave tardan unos siete años en ser productivas pudieron iniciarse en fechas inmediatamente posteriores a la apertura de la industria de Heydrich y Raffoler62. Las décadas de 1880 y 1890 fueron una fase de precios ascendentes del henequén y de sus manufacturas. No es extraño, pues, que entonces se iniciase o empezase a consolidarse su cultivo en Cuba y se inaugurase el primer establecimiento para su procesamiento con capital y empresarios procedentes, además, de los Estados Unidos, que en ese período aumentaban su presencia en la isla63. Por otra parte, el sector se benefició del efecto multiplicador de las actividades vinculadas con el comercio exterior, pues la demanda de sogas y cordeles, fundamental en las operaciones de envase y transporte de mercancías, y especialmente de azúcar, aumentó conforme creció la oferta de ésta. El caso del cultivo y manufactura del henequén en Cuba, sin embargo, es también significativo de las dificultades con que tropezaron las llamadas industrias menores. Para empezar, aunque el primero se realizaba en tierras poco aptas para cualquier otro uso, incluso permitía aprovechar suelos cansados por la siembra de la caña de azúcar, los siete años que tardaba en ser productivo debieron reducir las de por sí escasas facilidades de acceso al crédito con que contaron las referidas industrias y la siembra del agave por pequeños y medianos campesinos sin otros recursos64. Ya hemos hablado, por otra parte, de la ausencia en la Gran Antilla de operarios cualificados
61 Ver Investigación sobre Heydrich & Raffoler acerca del funcionamiento de su fábrica de cordeles y jarcias. ANC, Fondo Secretaría de Hacienda (1893), 16, 334. 62 A. García Álvarez (1997a): 13. La existencia de plantaciones de henequén al Oeste de La Habana está registrada en Military Government of Cuba. Department of Agriculture, Commerce and Industry (1900): 81-84 y 93. 63 G. Jiménez (2002): II, 314 señala que aunque sus propietarios eran de nacionalidad alemana, fue en los Estados Unidos donde consiguieron la mayoría del capital para sus negocios. Sobre el aumento de las inversiones procedentes de ese país y de la actividad empresarial de sus ciudadanos en Cuba isla a finales del siglo XIX, ver A. García Álvarez (1995): 1-45. 64 De hecho, cuando el sector inició su gran expansión en el siglo XX, Heydrich, Raffoler & Co. solucionó ese problema integrando verticalmente la producción y cultivando sus propias tierras. Ver A. García Álvarez (1997a): 15.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
para las operaciones de transformación de dicha planta. Tener que recurrir a inmigrantes de Estados Unidos y la carestía de los salarios en la isla en el período postesclavista incrementaron sin duda sus costes. La fabricación de sogas y cordeles en Cuba debía competir con las importaciones españolas y sus privilegios arancelarios65. Por esa razón no contó con muchos incentivos fiscales para iniciarse y desarrollarse. De hecho, sufrió una investigación ante la sospecha de que los empresarios que se dedicaban a ella defraudaban a la Hacienda, seguramente a causa de las pesadas cargas que debió soportar y del interés de los productores metropolitanos del sector en que no prosperase un negocio que les restaba clientela66. Los obstáculos para la manufactura del henequén a finales del siglo XIX en Cuba procedieron también de un largo proceso legal iniciado sobre la patente solicitada por Heydrich, Raffoler & Co., por la que se enfrentó a la firma Muñiz y Cía. Finalmente la primera ganó el litigio, pero esto tuvo que retrasar su crecimiento, pues afectaba a los procedimientos que se iban a aplicar para mejorarlo y aumentarlo, así como al del sector, ya que impidió el surgimiento de otra industria en el mismo67. El balance de las condiciones positivas y negativas permitió, en cualquier caso, el inicio de una actividad productiva en Cuba a finales del siglo XIX distinta de aquéllas en las que se estaba especializando la isla, pero con un carácter complementario —destinada en buena parte a su abastecimiento—. Se trató de un cultivo y una manufactura, por otro lado, que se desarrollaría antes y después en varias zonas del Caribe y es relativamente peculiar en la Gran Antilla, pues al contrario de lo que ocurrió con la práctica totalidad de las industrias agrarias, lo que se estableció primero, al menos en condiciones de viabilidad, fue una fábrica, y sus eslabonamientos hacia atrás permitieron el crecimiento de una plantación asociada que evitase depender de las importaciones, seguramente más costosas y, sin duda, más volátiles. La gran expansión de la agricultura e industria henequenera en Cuba fue en el siglo XX. Inicialmente la ocupación norteamericana de la isla no benefició al sector, pues su gobierno no redujo las tarifas para la importación de artículos que no fuesen estadounidenses. Parece que las protestas de los productores permitieron cambiar esa situación y en 1902 se privilegiaron los intercambios comerciales entre territorios dependientes de Washington, entre los que por entonces estaban tanto la Gran Antilla como Filipinas, y de ese archipiélago asiático llegó a la isla caribeña la materia prima que requería su manufactura transformadora de agave. Sin embargo, parece también que mientras no se cambio la ley, sus perjuicios fueron un incentivo para la 65
La metrópoli enviaba a Cuba más de 360.000 kg de ambos productos en 1892. Ver A. García Álvarez (1997a): 12. 66 Investigación sobre Heydrich & Raffoler acerca del funcionamiento de su fábrica de cordeles y jarcias. ANC, Fondo Secretaría de Hacienda (1893), 16, 334. 67 Ver M. A. Marqués (2002): 164.
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agricultura local de la planta, pues fue en ese período cuando Heydrich, Raffoler & Co. inauguró su propia plantación. A finales del siglo XIX, por tanto, se habían sentado las bases que permitieron la expansión de una actividad económica que en el XX llegó a disponer de una capacidad productiva de 3.000 o 4.000 Tn, y a exportar unas 768. No obstante, en la década de 1890, a pesar de competir con las importaciones españolas, de tener que traer del exterior su materia prima y de las múltiples dificultades de todo tipo a que se enfrentó, elaboraba unas 10 Tn, con las que satisfacía dos terceras partes del mercado de Cuba, valoradas en torno a 200.000 pesos, un 0,08% de la renta insular en el período, muy poco comparado con lo que aportaba el azúcar, pero mucho en relación las condiciones en que se desarrolló su producción69.
Conclusión y comparaciones internacionales Durante las últimas décadas del siglo XIX, por tanto, se acentuaron los rasgos que habían caracterizado la especialización de la economía cubana. Fabricar azúcar siguió siendo la mejor opción de crecimiento posible para la Gran Antilla y no faltaron los recursos para realizar la necesaria transformación que permitió a los ingenios adaptarse a la abolición de la esclavitud y a la modernización tecnológica que requirió el aumento de la competencia internacional y de su eficiencia y la consiguiente reducción de los precios del dulce. También se mantuvo la misma estructura económica que permitió el surgimiento y desarrollo de otras actividades, agrarias e industriales, complementarias a la elaboración y comercialización del edulcorante, necesarias para atender su demanda y la generada por la urbanización y la monetarización de las relaciones sociales. Parece que en los últimos años del Ochocientos, además, los efectos multiplicadores de las exportaciones cubanas, como también ocurrió en otros países latinoamericanos70, se mantuvieron, incluso se reforzaron, ayudados incluso por la inversión extranjera en ciertas actividades, permitiendo la consolidación de algunas, muchas de las cuales se habían empezado a desarrollar a mediados del siglo XIX, lo que no es extraño si pensamos que la especialización económica de la Gran Antilla y su integración en el comercio internacional fue anterior a la de cualquiera de esos otros países. También es cierto, no obstante, que dicha consolidación estuvo limitada por su carácter complementario respecto a la producción azucarera fundamentalmente. Así, 68
A. García Álvarez (1997a): 24-26. Los cálculos se basan en los datos de las importaciones totales y de España que mencionamos en notas precedentes y en la renta estimada en C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 385. 70 Ver, por ejemplo, R. Cortés Conde y S. Hunt, eds. (1985). 69
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por ejemplo, los trabajos de M. A. Marqués (1998b y 2002) apuntan que durante los años en que rigieron acuerdos con los Estados Unidos, las manufacturas insulares tuvieron que competir en desventaja con las importaciones españolas y con las norteamericanas. A ello debemos añadir que la evidencia disponible indica que en períodos de contracción del mercado mundial se vieron afectadas por la reducción del ingreso y que, en general, su acceso a los recursos estuvo muy determinado por los excedentes que dejaba la citada producción de dulce. En términos territoriales, finalmente, las desigualdades entre las mitades Este y Oeste de Cuba que en apartados anteriores estudiamos hasta la Guerra de los Diez Años, se acentuaron como consecuencia del conflicto. No sólo disminuyó el número de ingenios o vegas un 66 y un 90% respectivamente en la provincia de Oriente, sino que la cantidad de fincas dedicadas a la ganadería o al cultivo de frutos menores censados en ellas y en Camagüey se redujo un 84% tras la conflagración71. En los años que siguieron a la finalización de la Guerra de los Diez Años, y dado que lo más característico de la economía de Cuba en ese período fue la profunda transformación de su industria azucarera, las desigualdades entre sus mitades oriental y occidental debieron aumentar. Según el censo levantado en 1899 por el U.S. Department of War (1900b), la población del Este se dedicaba en un 60% a la agricultura, mientras en el total de la Gran Antilla tal porcentaje era del 48%, y el comercio y la industria no daban empleo más que a un 8,5 y 12,9% de sus habitantes, frente al 12,8 y 14,9 del conjunto insular. Tales contrastes ayudan a explicar por qué se mantuvo la insurgencia en las provincias levantinas y que fuese en ellas donde volviese a proclamarse la independencia en 1895, aunque entonces la respuesta del resto del territorio no fue como en 1868. Para valorar el crecimiento económico de Cuba y sus problemas a finales del siglo XIX lo mejor es compararlo con el de otros países. Como en la primera parte del libro, preferimos realizar este ejercicio con el ingreso agrario, por ser el que dispone de mejores datos y el más determinante en la economía insular. En la década de 1890 ningún otro lugar de América Latina presentaba niveles de exportación per capita como los de la Gran Antilla (55,7 $), parangonables sólo con los de Australia, a pesar de que en tales años casi todas la Repúblicas del antiguo imperio español habían desarrollado ya sus sectores externos y se había consolidado la integración de sus principales productos en el mercado internacional. En Puerto Rico dicha cifra era de 11,0$, aún así, sólo la superaban Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay. Si cotejamos el crecimiento de las exportaciones, las cubanas aumentaron entre el inicio de la década de 1860 y el principio los años noventa en valores reales un 2,3% anual y su poder adquisitivo un 3,8%, algo por debajo
71
Ver Instituto de Historia de Cuba (1996): 554.
PRODUCCIÓN Y PROBLEMAS DE FIN DE SIGLO
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del promedio latinoamericano, que fue en las mismas fechas del 2,7 y 4,2% respectivamente. Sin embargo, esto se debió, de nuevo, al período que estamos comparando y muestra otra vez el efecto que tuvo para la Gran Antilla no contar con un convenio con los Estados Unidos (recordemos que su producción azucarera se expandió casi un 30% en la primera mitad del decenio de 1890 tras la firma del Tratado Foster-Cánovas. Hay que tener en cuenta, además, que el desarrollo del sector externo en Cuba, como hemos dicho, antecedió varias décadas al de la práctica totalidad de los países latinoamericanos y que, como consecuencia, al partir de unos niveles más altos, cabía esperar un crecimiento relativamente más moderado en las últimas décadas del siglo XIX. Confirma lo que estamos diciendo el hecho de que la tasa de incremento de su producto material agregado entre las décadas de 1880 y 1890 fue similar al de la media mundial (2,7%), inferior al de la renta norteamericana (4,3%) y alemana (3,2), pero superior al de la británica (2,1) o francesa (0,772). Tales comparaciones indican de nuevo que los problemas del crecimiento económico de la Gran Antilla estuvieron relacionados con las dificultades que ocasionaba el mantenimiento del dominio español para sus exportaciones y que sólo se superaron circunstancialmente, mientras existió voluntad política en los Estados Unidos. En los apartados que siguen a continuación profundizamos en las razones que explican el crecimiento económico de Cuba y sus problemas. Falta examinar factores como la infraestructura, la tecnología, el capital y el sector financiero en general y el comercio, estudio que nos permitan mayor precisión acerca de esos temas y una corrección de los datos de renta material.
72
Tanto estos datos, como los del párrafo anterior sobre los países latinoamericanos, con excepción de los referentes a Puerto Rico, tomados de C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 362, proceden de V. Bulmer-Thomas (1998): 63-133.
CAPÍTULO X
INFRAESTRUCTURA, CAPITAL Y TECNOLOGÍA
Introducción El crecimiento de la economía de Cuba a finales del siglo XIX, debido a su progresiva especialización y a la concentración de los recursos productivos fundamentalmente en la elaboración de azúcar, se explica básicamente atendiendo a razones tecnológico-organizativas y, en estrecha relación con ellas, a la dotación de infraestructuras y de capital, que coadyuvaron a la modernización de los ingenios. No obstante, si bien las soluciones técnicas permitieron mantener la competitividad internacional del sector y, teóricamente, tuvieron un coste de oportunidad positivo que justificó el reforzamiento de dicha especialización, en la práctica no fueron suficientes frente a los inconvenientes que representaba el mantenimiento del dominio español para el crecimiento económico insular debido a la concentración de sus exportaciones de dulce en el mercado de los Estados Unidos y a la consiguiente incidencia que tenían sobre él los cambios en la política comercial y arancelaria de ese país. En los siguientes apartados examinamos estos aspectos y tratamos de medir su efecto en el ingreso agregado. Transportes y comunicaciones1 El ferrocarril continuó siendo en Cuba en las postrimerías del siglo XIX el principal factor de expansión de la industria azucarera aunque, como veremos, de un modo distinto al que observamos desde finales de la década de 1830, y también el destino primordial de las inversiones extranjeras. 1 Como indicamos en la primera parte del libro, sus dos autores hemos investigado la historia de los ferrocarriles en Cuba y publicado varios trabajos, A. García Álvarez (1972, 1984b y 1987), A. García Álvarez y O. Zanetti (1977, 1980a y b, 1985 y 1992), O. Zanetti y A. García Álvarez (1977, 1987, 1988 y 1998), y A. Santamaría (1995a y 1998b y c).
298
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Frente al resto de los países de América Latina, en los que se iniciaba por entonces el período de expansión constructiva, el último tercio del siglo XIX se caracterizó en los ferrocarriles de Cuba por un proceso de concentración empresarial similar al que se estaba dado en los Estados Unidos y en Europa occidental, evolución lógica, por otra parte, si tenemos en cuenta que en la isla el tendido de aquéllos comenzó en el mismo período que en estos últimos lugares. Hacia 1880 había en la Gran Antilla unos 1.500 km de vías abiertos al tráfico, la mayoría, como ya señalamos, en las provincias occidentales del territorio (ver Mapa II.1 y Cuadro II.12), a las que se había limitado dicho medio de transporte, defecto que no se pudo superar hasta después de 1900. La integración empresarial de los ferrocarriles cubanos se explica por la coincidencia de diversos factores. El primero es la anarquía con la que se trazaron las líneas, sobre todo en las zonas de fuerte expansión de la industria azucarera, en las que se abrieron varios trenes para competir por el mismo transporte. Ese defecto causó problemas que se agudizaron cuando empezó el proceso de centralización de los ingenios y desaparecieron muchos de ellos, concentrándose la producción en un número cada vez menor de centrales, y según se fue extendiendo el cultivo cañero hacia el centro de la isla. El segundo factor que determinó la concentración de las empresas ferroviarias cubanas fue el surgimiento de líneas industriales para el servicio exclusivo de los centrales, que atendían sus necesidades de transporte de la caña hasta ellos, prestación que no era rentable para las compañías de servicio público, pues requería tender mucha infraestructura y disponer de gran cantidad de equipos de tracción y remolque utilizables sólo con tal fin y durante los meses de zafra, para trasladar un producto, además, de mucho volumen y poco peso relativo, y que, con la modernización de sus instalaciones, las economías de escala que permitían las nuevas tecnologías empleadas y que dependían del abastecimiento de grandes cantidades de materia prima durante toda la temporada de molienda, no podían dejar bajo el control de terceros intereses. La construcción de dichos trenes azucareros, sin embargo, permitió a estos últimos progresivamente estar en condiciones de asumir el acarreo del edulcorante hasta los lugares de embarque y dejar de usar las referidas líneas de servicio público. Los problemas mencionados en los párrafos precedentes afectaron, sobre todo, a las empresas ferroviarias más pequeñas y/o a las que prestaban servicio en zonas recorridas por varias líneas, y su fusión fue el mecanismo que les permitió hacerles frente, pero también requirió un desembolso que no estaba disponible internamente por su cuantía y al coincidir en el tiempo con el referido proceso de modernización y centralización de los ingenios, que acaparaba las inversiones de los hacendados azucareros. Las expectativas de crecimiento del sector, sin embargo, fueron suficientes para atraer capital del exterior, fundamentalmente británico, y la intervención de los mismos
INFRAESTRUCTURA, CAPITAL Y TECNOLOGÍA
299
intereses en varias compañías fue otro elemento que facilitó e impulso su integración. Por lo general, los diferentes ferrocarriles cubanos prosiguieron en las últimas décadas del siglo XIX el proceso de expansión iniciado en períodos precedentes. El más occidental de todos, el del Oeste de La Habana, que partiendo de esa ciudad pretendía cruzar con sus paralelas la provincia de Pinar del Río, tuvo serias dificultades para llevar a cabo su proyecto debido a la competencia de su trazado inicial con el de Caminos de Hierro de La Habana, lo que le condujo a la quiebra en 1882. Sus problemas no se solucionaron hasta que sus propietarios decidieron dar entrada en la sociedad a inversores británicos, lo que le proporcionó el capital suficiente para hacer frente a las pérdidas que estaba dando la explotación de los primeros kilómetros que se abrieron al tráfico y que no se resolverían hasta completar la línea. Con ese fin se creó en 1882 la Western Railway of Havana Co. Dos años después llegaba el primer tren hasta la capital de Vuelta Abajo (ver Mapa II.1 y Cuadro II.122). El pequeño ferrocarril que enlazaba La Habana con Marianao había atravesado dificultades financieras desde mediados de la década de 1860 que le impidieron devolver el crédito obtenido de la firma londinense Gibson & Co. con el fin de ampliar su línea e iniciar su explotación. En 1871 se creó una nueva empresa para administrarlo con participación de capital británico, pero los problemas no se resolvieron y entre 1876 y 1879 la acreedora inglesa exigió su remate y fundó la Marianao & Havana Railway Co., que se hizo cargo de su gestión y completó su trazado hasta Playa Marianao en 1884. El caso más importante de integración ferroviaria en Cuba por la intervención de capital británico y su significado posterior, ya que fue el origen de la compañía que acabaría concentrando la práctica totalidad de las líneas de la mitad occidental de la isla, es el de Caminos de Hierro y el Ferrocarril de la Bahía de La Habana. Los intentos de acuerdo entre las empresas dueñas de ambos para paliar los problemas de competencia en sus trazados y servicios antes de la década de 1860 no se lograron materializar, lo que agudizó los problemas económicos y financieros del segundo fundamentalmente. La Casa Schroeder de Londres le concedió un préstamo para afrontarlas y adquirió parte de sus acciones en 1870, y en 1876, cuando se declaró incapaz de devolver el crédito, aumentó su participación en su propiedad. Caminos de Hierro y el Ferrocarril de la Bahía de La Habana firmaron en 1878 y 1881 dos acuerdos parciales con el fin de solucionar los problemas de competencia entre sus líneas. En 1883 la Casa Schroeder y el español R. Argüelles adquirieron la mayor parte del capital de primero, con lo que ambos quedaron bajo el control de propietarios comunes, más aún después que la citada firma británica adquiriese definitivamente en 1886 la mayoría
2
Nombre con el que se conoce a la provincia de Pinar del Río.
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
FUENTE: . Santamaría (1998b): s/p.
Mapa II.1 Ferrocarriles cubanos, 1900.
300
240 240 240 240 240 240 240 240 240 385 385 385 385 385 385 385 385 385 385 385
1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1898 1899
279 279 279 279 279 337 337 337 355 355 355 355 355 355 355 355 355 355 355 355
(2)
173 173 173 173 173 173 173 277 277 277 277 277 277 284 291 291 291 291 291 291
(3)
14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14 14
(4) 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73 73
(5) 143 143 143 143 143 143 143 143 143 (1)
(6) 53 53 53 53 53 53 53 53 53 53 53 53 53 53 92 92 92 92 92 480
(7) 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 (7)
(8) 128 128 128 128 128 128 128 128 128 128 128 128 128 158 158 158 158 158 158 (7)
(9) 20 20 20 20 20 97 97 97 97 97 97 97 97 97 97 97 97 97 97 97
46 46 46 46 46 46 46 46 46 46 46 46 46 46 46 70 70 70 70 70
91 91 91 91 91 91 91 91 91 91 91 91 91 169 169 169 169 169 169 169
20 20 20 20 20 26 26 26 26 26 26 26 26 26 26 26 26 26 26 26
42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42
42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42 42
39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 (7)
60 60 60 60 60 60 60 60 60 60 60 60 60 90 90 90 90 90 90 90 25 25 25 25 25 25 25 25 25 47 47 47 47 47 47
11 11 11 48 48 174 174 174 174 174 174 174
(10) (11) (12) (13) (14) (15) (16) (17) (18) (19)
1.563 1.563 1.563 1.563 1.563 1.729 1.729 1.833 1.862 1.864 1.864 1.901 1.901 2.142 2.161 2.195 2.195 2.195 2.195 2.225
Total
FUENTE: A. Santamaría (1998b).
* Ferrocarriles (1) Caminos de Hierro de La Habana. A partir de 1889, cuando se fusionó con el de la Bahía de La Habana, Ferrocarriles Unidos de La Habana (sumamos el kilometraje de ambos en esta columna); (2) Unidos de Cárdenas y Júcaro; (3) de Matanzas; (4) de El Cobre; (5) Camagüey-Nuevitas; (6) de la Bahía de La Habana; (7) Remedios-Caibairén. A partir de 1894, cuando se fusionó con el Caibairén-Placetas, FF.CC. Unidos de Caibairén (sumamos el kilometraje de los dos en esta columna), y a partir de 1899, tras fundirse con el Cienfuegos-Villa Clara, el de La Sagua y el del Central Caracas, Cuban Central Railway (sumamos el kilometraje de los tres en esta columna); (8) Cienfuegos-Villa Clara; (9) de La Sagua; (10) de Guantánamo; (11) de Santiago; (12) del Oeste de La Habana; (13) de Marianao; (14) Tunas-Sancti Spiritus; (15) de Trinidad; (15) CaibairénPlacetas; (17) Júcaro-Morón; (18) de Gíbara y Holguín; (19) de Dumois.
(1)
Años
Cuadro II.12 Ferrocarriles cubanos, evolución kilométrica por empresas y total, 1837-1880.*
INFRAESTRUCTURA, CAPITAL Y TECNOLOGÍA
301
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
de las acciones del segundo tras una nueva crisis de insolvencia, y en 1889 se fusionaron definitivamente con el nombre de Banco de Comercio, Ferrocarriles Unidos de la Habana y Almacenes de Regla. Las líneas férreas habaneras habían extendido sus paralelas a largo de la provincia y por las limítrofes, logrando una cobertura en la década de 1860 que no fue posible ampliar posteriormente debido a la competencia de otras empresas en sus fronteras orientales y occidentales, por lo que contaron con un inconveniente añadido, sobre todo teniendo en cuenta la mencionada expansión de los cultivos azucareros hacia el centro del territorio. Muy diferente fue el caso del Ferrocarril de Matanzas, cuya ampliación hacia el Este, en dirección a Guareiras, Colón, Jagüey Grande, Murga y Esles entre 1870 y 1893, le permitió formar uno de los sistemas viarios más grandes de Cuba (291 km)3 sin necesidad de fusionarse con otras compañías. Lo mismo ocurrió con los Ferrocarriles Unidos de Cárdenas & Júcaro, tras su temprana integración en la década de 1850, que en los decenios de 1870 y 1870 llevaron sus paralelas a Retamal, Amarillas, Macagua y Yaguaramas, completando 355 km (ver Mapa II.1 y Cuadro II.12) Ni en ellos ni en el anterior se dieron los problemas que requirieron o facilitaron la intervención de las inversiones británicas en los ejemplos analizados anteriormente. En la década de 1850 se construyó el Ferrocarril Remedios-Caibairén entre las ciudades homónimas, al Oeste de Cárdenas. En los años setenta había comenzado en la cercana zona de Placetas un fuerte proceso de concentración de la industria azucarera —de hecho fue allí donde se abrió el primer central dotado de su propio tren, el Zaza—, que requería servicios de transporte. J. de Zulueta, propietario del citado central, no logró que los propietarios de la citada línea la extendiesen hasta la localidad, y en 1876 consiguió la concesión para tender una nueva de Caibairén a Placetas. Cuando esta última se abrió en 1878 las dificultades que ocasionó su competencia en la anterior le obligaron, primero, a realizar la ampliación a que se habían negado previamente y, finalmente, a negociar un acuerdo de integración que en 1894 dio lugar a los Ferrocarriles Unidos de Caibairén (ver Mapa II.1 y Cuadro II.12). En 1899, tras la independencia de Cuba, los Ferrocarriles Unidos de Caibairén se fusionaron con los otros de servicio público del centro insular, el Cienfuegos-Villa Clara, que se había completado en 1860, y el de La Sagua, que en 1890 se prolongó hasta Camajuani, y con la línea azucarera del Central Caracas, formando la Cuban Central Railway Co., la tercera gran empresa británica en el sector4. La expansión de los ferrocarriles en Cuba en el último tercio del siglo XIX siguió limitándose a la mitad Oeste de la isla. Con la extensión del cultivo 3
Los Ferrocarriles Unidos de La Habana, administraban, tras su creación, 385 km (ver Cuadro II.12). 4 Ver E. Schweip (1937).
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azucarero hacia la zona central se cubrió de raíles también esa parte del territorio (ver Mapa II.1), pero dicha expansión se detuvo allí. En la década de 1880 el gobierno retomó el proyecto de construcción de una arteria central que enlazase La Habana con Santiago, lo que hubiese sido vital para aumentar su control sobre las regiones del Este, foco de la insurrección en 1868 y que no se apaciguaron totalmente tras el armisticio del Zanjón. El contrato se sacó a subasta varias veces, pero no hubo licitadores interesados en asumirlo. En cambio, en 1880 se concluyó la trocha ferroviaria de Júcaro a Morón que debía servir para comunicar la línea militar defensiva establecida en la frontera de Santa Clara y Camagüey, y durante el nuevo conflicto independentista de 1895-1898 se reforzó con la ampliación de las vías hasta San Fernando (1897). El tren, por tanto, fue más un factor de aislamiento que de integración entre el Este y el Oeste de Cuba, aunque lo cierto es que tan sólo reprodujo los problemas de desequilibrio territorial de la economía insular. Durante el último tercio del siglo XIX se tendieron nuevas líneas en las provincias orientales, pero para el servicio de zonas cuya relativa prosperidad económica lo requería. Así, en 1883 se amplió la de Guantánamo con varios ramales en dirección a los ingenios de la región, entre ese año y 1894 se completaron los 47 km de la que comunicaba Gíbara con Holguín, y entre 1888 y 1893 se construyeron los primeros tramos de la localizada en la plantación de H. Dumois en Banes, que después de 1898 adquirió la United Fruit Co5. Finalmente, una empresa norteamericana que comenzó a explotar las minas de hierro próximas a Santiago de Cuba, la Ponupo Mining Co., adquirió en 1894 el Ferrocarril de Santiago y en 1895 lo amplió hasta Sabanillas (ver Mapa II.1 y Cuadro II.126). Al finalizar el siglo XIX, las regiones del Oeste de Cuba contaba con una dotación ferroviaria comparable sólo a la estadounidense y a la de Europa occidental, salvo en determinadas áreas de Pinar del Río. En la mitad Este insular, en cambio, la expansión del tren fue mucho más lenta e inconexa. En 1900 únicamente recorrían su espacio un 20% de las vías abiertas al tráfico en la Gran Antilla. Por otra parte, lo característico del desarrollo de dicho medio de transporte en aquellas primeras provincias, tras haber logrado una amplia cobertura, fue un el inicio de proceso de concentración empre5 Dicho ferrocarril, como vimos, se abrió para el servicio de las haciendas bananeras de la zona. En la misma región se abrió también otra línea, con igual propósito, propiedad de la Cuban Fruit Co., sabemos que tenía pocos kilómetros, pero no la hemos incluido en el Cuadro II.12 debido a que no tenemos referencias precisas de su extensión y fechas de construcción. Ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1976). 6 Todos los datos sobre los ferrocarriles cubanos expuestos hasta ahora proceden de A. García Álvarez (1972, 1984 y 1987), A. García Álvarez y O. Zanetti (1977, 1980a y b, 1985 y 1992), O. Zanetti y A. García Álvarez (1977, 1987, 1988 y 1998), A. Santamaría (1995a y 1998b y c), L. V. de Abad (1940), E. Schweip (1937), A. Ximeno (1912), P. E. Bloom (1941), G. G. Howard (1946), W. R. Long (1925), y E. Skiner (1945).
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sarial para resolver los problemas de competencia entre las diferentes líneas y hacer frente a las nuevas necesidades de servicio, que estaban cambiando, sobre todo, debido al proceso de centralización de la industria azucarera. Además de la concentración de empresas ferroviarias y con los límites geográficos ya expuestos, en las últimas décadas del siglo XIX los ferrocarriles cubanos experimentaron una notable expansión de su extensión, que pasó de 1.292 km en 1870 a 1.563 en 1880 y 2.225 en 1899, lo que permitió ampliar la cobertura de sus servicios a la provincia de Pinar del Río y a la zona central de la Gran Antilla7. En el Cuadro II.12 se aprecia que otro rasgo importante de la evolución de los ferrocarriles públicos cubanos en el último tercio del siglo XIX fue la transición de las pequeñas líneas que caracterizaron al período anterior a sistemas de tamaño intermedio, en torno a los 300-400 km. En ocasiones esto se logró mediante una ampliación de dichas líneas, sobre todo de aquéllas que, por su ubicación, podían prolongarse hacia el centro del país siguiendo la expansión de la industria azucarera; en otros, por la fusión de varias de ellas. Según A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992: 325-360), las inversiones procedentes del Reino Unido en los ferrocarriles y otras actividades productivas en Cuba estuvieron relacionadas con un cambio en la proyección internacional del capitalismo británico, que durante la Segunda Revolución Industrial, cuando su industria tropezó con más competencia en el mercado mundial por el fuerte crecimiento de la estadounidense y la alemana, potenció sus ventajas en el sector financiero y la prestación de servicios, fundamentalmente urbanos, de transporte y portuarios, sectores en los que la oligarquía de la Gran Antilla le fue cediendo espacio debido a la concentración de sus recursos en la industria azucarera, que prácticamente permaneció en sus manos. Nuestros propios estudios indican que los beneficios agregados de los ferrocarriles públicos cubanos superaron los 2.000.000 de pesos como promedio anual en el período 1860-1869, cantidad que aumentó hasta 2.700.000 aproximadamente en la década siguiente. Luego sufrieron una reducción debido a los problemas por los que atravesó la economía cubana, la industria azucarera y las propias empresas del sector, pero en 1880-1889 todavía rondaban los 2.000.000 y esa cifra debió crecer posteriormente gracias a la expansión viaria, a la concentración de las compañías y al efecto que tuvo sobre la producción insular el Tratado Foster-Cánovas8. Carecemos de estudios y estimaciones del efecto de los ferrocarriles en otras actividades económicas aparte de la agricultura e industrias azucarera
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Ver A. Santamaría (1998b). A. Santamaría (1998b).
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y tabacalera9 y del comercio. Podemos decir, empero, que su expansión no dejó de estar nunca vinculada con la producción de dulce y de algunos otros artículos de exportación, tanto en lo que respecta a la dotación de infraestructura como en política tarifaria, pero trabajos como el de M. A. Marqués (2002) indican que varias industrias se desarrollaron aprovechando aquella primera, especialmente en las ciudades, y es indudable que las inversiones extranjeras en él proporcionaron a la economía insular una inyección de capital que difícilmente hubiese llegado a otros sectores, dado que los ingenios se mantuvieron en manos de empresarios locales. En lo que respecta al resto de las comunicaciones, apenas hay estudios sobre el desarrollo de los caminos y carreteras en Cuba, aunque sabemos que el Estado y los inversores privados priorizaron los ferrocarriles. En cuando a las comunicaciones navales, a finales del siglo XIX, como en períodos precedentes, la extensión de las vías de tren redujo la necesidad de la navegación de cabotaje, pero también aumentó la importancia de las líneas de transporte internacional debido al crecimiento del comercio. Los puertos, finalmente, también proliferaron y se modernizaron y, además, fueron otro foco importante de inversiones británicas a causa de su estrecha relación con los referidos ferrocarriles10 y a que, según A. García Álvarez (1990), el capital hispano-cubano fue cediéndoles parte del espacio que tradicionalmente tenía en ellos. Para concluir debemos decir que dos de los rasgos ya mencionados que caracterizaron la evolución de los ferrocarriles en Cuba a finales del siglo XIX, la construcción de trenes industriales para el uso de los centrales y la inversión extranjera en las líneas de servicio público, estuvieron estrechamente relacionados con el desarrollo tecnológico de la industria azucarera y con los procesos y problemas del sector financiero, objeto del siguiente apartado.
La tecnología Igual que observamos en el período anterior a la década de 1880, en las últimas décadas de siglo XIX, aunque hubo cierto desarrollo tecnológico en varias actividades productivas, incluso, según hemos observado en capítulos precedentes, se intensificó en algunas de ellas, como la producción de banano, la minería y, especialmente, en las llamadas industrias menores, lo característico de la economía cubana finisecular siguió siendo la concentración de los 9
La extensión del Ferrocarril del Oeste por la provincia de Pinar del Río debió abaratar el transporte tabacalero, pues fue en esa zona donde se concentraron las vegas (ver Mapa II .1). En cuanto a su efecto sobre el azúcar, en el Capítulo 4 evaluamos su efecto en los costes del dulce a largo plazo. 10 Ver A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992): 325-360.
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avances técnico-organizativos en la industria azucarera y en sectores muy vinculados con ella, por ejemplo, en los ferrocarriles o los puertos que analizamos anteriormente. Ni siquiera otras industrias agro-exportadoras cubanas, y especialmente la tabacalera, se caracterizaron por un desarrollo tecnológico relevante a escala internacional. En otras partes del libro señalamos que la relación que hubo entre la escasa mecanización de su producción y el traslado físico de parte de su industria al Sur de los Estados Unidos, aunque debemos decir que en ese proceso mediaron los impedimentos que el movimiento obrero en el sector impuso a su modernización11, y que como resultado dicha manufactura se especializó en la Gran Antilla en la elaboración de cigarros de elevada calidad por procedimientos manuales —los conocidos puros Habanos—. Incluso el cultivo de la hoja pecó de abuso de fertilizantes, lo que, según H. Friedlaender (1944: 449), indica falta de preparación del campesinado. Los ingenios cubanos se modernizaron técnica y organizativamente a finales del siglo XIX para mantener su competitividad frente a los cambios en el mercado y la oferta internacional, la aparición de nuevas máquinas y procedimientos de fabricación y las transformaciones en el mercado laboral ocasionadas por la crisis y abolición de la esclavitud, con lo que consiguieron, al igual que habían hecho en períodos precedentes, convertir en incentivos las dificultades que fueron presentando los citados procesos en su desarrollo. No hubo en el sector otras innovaciones de similar envergadura tras la aplicación del centrifugado en la purga del dulce desde la década de 1860. Lo que caracterizó a los años posteriores fue la difusión de este último y la progresiva eliminación de los ingenios que no se mecanizaron completamente. La difusión de las centrífugas resolvió, además, los problemas laborales que hasta el momento había presentado modernizar la purga del azúcar, cuestión muy importante para los ingenios cubanos por la escasez endémica de mano de obra en la Gran Antilla, agravada como consecuencia de la abolición de la esclavitud, y la necesidad de estandarización del producto para adaptarlo a la demanda del mercado, especialmente norteamericano. Ahora bien, la completa mecanización de las fábricas que supuso dicha tecnología permitió también economías de escala que se tradujeron en un aumento de las necesidades de materia prima y, por lo tanto, de tierra. La expansión del cultivo de la caña hacia el centro de la isla y la concentración horizontal de la oferta de dulce solucionaron ambos inconvenientes. Apenas hay estudios acerca de cómo hicieron frente los hacendados de la Gran Antilla a las necesidades de capital que presentó la modernización de 11
Sobre el tabaco en general y el proceso que estamos describiendo, Ver M. Duarte (1973), G. J. García (1959), D. González (1992 y 1994), F. Más (1886), F. Ortiz (1973), J. Perdomo (1949) y J. Perdomo y J. Posse (1945), J. Rivero Muñiz (1952 y 1964), J. Stubbs (1989), S. Aguirre (1965), Instituto de Historia de Cuba (1975-1977 y 1989), J. Casanovas (2000), M. Riera (1965), o G. García Rodríguez (1998).
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sus ingenios. Sabemos que estos últimos se mantuvieron en manos de propietarios cubanos y españoles, por lo que la respuesta debe hallarse en las ganancias que acumularon en períodos precedentes, en su facilidad para acceder al crédito gracias a su demostrada solvencia empresarial y a las perspectivas de crecimiento de la industria azucarera insular, en la formación de sociedades favorecida por la integración de varias antiguas fábricas en los nuevos centrales, en la participación de los comerciantes en dicho proceso y en las inversiones extranjeras, que si bien fueron relativamente poco abundantes en el sector, fluyeron hacia otras actividades y capitalizaron la economía. El proceso más relevante de la modernización de la industria azucarera cubana a finales del siglo XIX como solución a los problemas de abastecimiento de caña y de mano de obra, que desde la abolición de la esclavitud tuvo que satisfacerse con la movilización de la oferta laboral interna y la inmigración, fue la configuración de un nuevo sistema de organización productiva. Al mismo tiempo que se centralizaba horizontalmente la fabricación del edulcorante se descentralizó la oferta de materia prima, dejándola en manos a cultivadores más o menos independientes denominados colonos. Aunque dedicaremos el apartado siguiente al análisis específico del sistema de colonato, por su importancia en la industria azucarera, en la economía y también en la sociedad de Cuba, debemos adelantar que su establecimiento respondió a razones esencialmente institucionales. Permitió que tanto los antiguos esclavos como los hacendados que tuvieron que demoler sus ingenios si no los habían modernizado, permaneciesen en el sector dedicándose al cultivo de la caña. La disposición de tierra en régimen de propiedad o de usufructo, además, atrajo población de la propia isla e inmigrantes que habían sido más reticentes a ocuparse en la siembra de la gramínea en el caso de que lo ofrecido hubiese sido un salario, más aun teniendo en cuenta la estacionalidad de la zafra12. Los colonos, además, compartieron con los propietarios de los centrales la responsabilidad de atraer a los trabajadores temporales precisos para las faenas del campo, que eran alrededor de un 60% de la mano de obra demandada por la industria azucarera, y los costes laborales agrarios —los más elevados en términos absolutos— y de sobreproducción de materia prima asociados a la necesidad de disponer de caña abundante y de calidad durante las distintas fases de la temporada de zafra para asegurar el abastecimiento continuo y correcto de los centrales de cepas en condiciones óptimas que requería la rentabilización de las nuevas tecnología incorporadas y sus ren-
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Ya señalamos que parte del trabajo estacional necesario se empezó a satisfacer con temporeros, muchos de ellos procedentes de la inmigración golondrina, pero la responsabilidad de las tareas de cuidado y siembra de los campos de caña, vigilancia del crecimiento de la planta, desbroce de sus tallos y hojas y del terreno para evitar que proliferasen las malas hiervas, alternancia de variedades y/o de cepas y supervisión de los tiempos y las labores de corte, alza y tiro, requirió una población permanente en las fincas. Para un desarrollo más amplio de estos temas, ver A. Santamaría (1996a y 2002a).
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dimientos a escala y evitar las mencionadas interrupciones operativas en el procesamiento fabril que, sin duda, eran el factor que podía encarecer más el importe unitario de la libra de edulcorante. La centralización de los ingenios azucareros cubanos implicó una sensible reducción de su número. En 1860 había en la Gran Antilla alrededor de 1.400, cifra que decreció lentamente hasta el inicio de la década de 1880, cuando quedaban algo menos de 1.200. Después la disminución fue mucho más rápida: unos 850 hacia 1890 y 205 en 1900, aunque en la última fecha mencionada medió el efecto de la Guerra de Independencia, en la que desaparecieron, sobre todo, los más ineficientes y no se reconstruyeron tras ella. La producción de azúcar por fábrica, sin embargo, aumentó de 328 Tn en 1860 a 556 en 1870. Luego descendió debido al proceso de ajuste que atravesó la industria (unas 445 en 1880), para expandirse con posterioridad, llegando a 744 en 1890 y a casi 1.500 en 190013. Aunque fue una respuesta racional a la situación que tuvo que afrontar la industria azucarera cubana a finales del siglo XIX, la descentralización de la oferta de caña ocasionó problemas importantes que explican las referidas dificultades que aquélla tuvo durante un tiempo para aumentar su producción total y por central. Rentabilizar las tecnologías de gran escala incorporadas por las fábricas requirió que sus administradores controlasen la parte agraria del proceso productivo, pues dependía, como hemos comentado, de disponer de materia prima suficiente y de la mejor calidad posible durante toda la zafra. Dejar su abastecimiento en manos de intereses ajenos a las empresas manufactureras implicó que los cultivadores determinasen tales factores y pudiesen fijar los precios. Dichos inconvenientes se resolvieron mediante la adquisición de tierra, con el fin de absorber las rentas y la capacidad de negociación de los colonos en la venta de su producto que les otorgaba la propiedad del suelo; es decir, tratando de que trabajasen en régimen de arrendamiento, y a través de la mencionada construcción de ferrocarriles industriales que, junto a la desaparición de muchos ingenios y, por tanto, la reducción de la competencia por la gramínea, otorgó a los hacendados condiciones de monopsonio sobre los agricultores de sus alrededores, especialmente si éstos no tenían acceso a las vías de servicio público, aprovechando las condiciones biológicas de la citada planta, que comienza a perder contenido en sacarosa si transcurren más de 24 horas entre su corte y la molienda14. Su modernización técnico-organizativa permitió a la industria azucarera cubana mantener su competitividad frente a los problemas internos, al aumento de la competencia internacional y a la reducción de los precios del dulce que caracterizaron a las décadas finales del siglo XIX. En la de 1880 se habían resuelto la mayoría de las dificultades que planteó dicho proceso de 13
Ver J. Le Riverend (1985): 490-500. Acerca de estos aspectos, ver A. D. Dye (1993 y 1998), A. Santamaría (2002a): II, y A. Santamaría y L. M. García Mora (1998): 131-161. 14
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modernización en un grado suficiente para que los centrales operasen con rendimientos medios un 40% más elevados que en el decenio anterior15, inferiores a los logrados por entonces en Alemania o Java pero, debido a otras ventajas con que contaban en la Gran Antilla, lo bastante altos para que fabricasen el edulcorante con costes más bajos que en dichos lugares. En 1894, cuando la libra cotizaba a 4,50 cts. se estimaba que estos últimos rondaban 3,01 promedio. En 1890 ambas cifras habían disminuido hasta 3,06 y 2,2416. Abaratar los costes de fabricación del azúcar en Cuba, debido a las tecnologías de gran escala adoptadas por las modernos centrales, dependió de que éstos pudiesen producir al límite de su capacidad, lo que a su vez estuvo determinado por la evolución de la demanda. La modernización de los ingenios se había realizado para satisfacer el consumo de las refinerías de los Estados Unidos, lo que en la década de 1890 permitía fabricar en torno a 1.000.000 Tn de crudo. La política arancelaria del gobierno de Washington y su relación con la española, por tanto, fue esencial para rentabilizar el esfuerzo que se había hecho en la modernización de la infraestructura industrial. Por eso, cuando no se renovó el Tratado Foster-Cánovas y aumentaron las tarifas aduaneras del dulce en el mercado norteamericano, no sólo se redujeron las cotizaciones del edulcorante, sino que además se encareció su importe unitario como consecuencia del efecto de tales factores en la oferta de un sector que operaba con los referidos rendimientos a escala. El establecimiento del sistema de colonato, por tanto, fue el proceso más importante en la evolución técnico-organizativa y económica de la industria azucarera en Cuba en las últimas décadas del siglo XIX y, además, estuvo estrechamente relacionado con el marco institucional y la dotación de recursos y de factores de producción de la colonia y su territorio y con las estrategias asumidas por los productores para mantener la eficiencia de los ingenios en ese contexto y respecto a una competencia internacional creciente, cada vez más eficiente y, en mucho casos, que contaba con la protección de los mercados. Por esa razón dedicamos un apartado específico a analizarlo.
Colonos17 En el último tercio del siglo XIX, según hemos visto, sucedieron una serie de procesos que afectaron sensiblemente a la sociedad y economía de Cuba, 15 Ver Revista de Agricultura (1894): 14/2, 13-15, así como otros artículos de dicha publicación, «Coste del azúcar» (1901), «Coste de la remolacha…» (1894), «Precio de costo…» (1889), «La producción y el precio…» (1888), «Algunos datos sobre el coste…» (1890), o «Datos sobre el coste…» (1890). 16 Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1998): 158 y A. Santamaría (inédito-a). 17 Este apartado es resultado de una investigación realizada junto a L. M. García Mora, y que se concretó en un artículo publicado en la Revista de Indias, A. Santamaría y L. M. García Mora (1998).
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como el aumento de la producción mundial de dulce, la crisis y abolición de la esclavitud y la profunda transformación de sus ingenios azucareros, cuyo fin no fue la asalarización del trabajo, sino la articulación de un sistema que rompió su integración vertical y descentralizó la oferta de caña, progresivamente asumida por cultivadores más o menos independientes llamados colonos18. Salvo en lo que respecta a las elites y a la inmigración que empezó a llegar masivamente a la isla en ese período, los cambios sociales resultado de tales procesos apenas se han estudiado. Por ejemplo, aún sabemos muy poco de lo que ocurrió con los negros liberados, y la formación de dicho colonato, directamente, no ha interesado a la historiografía19. Contamos con algunas obras sobre la función de los colonos en la economía y la sociedad de Cuba, especialmente después de 1900, y con testimonios de los contemporáneos que apuntan ideas acerca de su origen. Estudiar este último es interesante por varias razones. En primer lugar, por su vinculación con la industria azucarera, dada su importancia en la isla, y debido a que prácticamente ningún otro productor mundial de dulce experimentó una descentralización similar de la oferta de caña, de la que surgieron aquéllos. En segundo lugar, porque junto a los negros liberados y a los inmigrantes, fueron el principal elemento novedoso en la estructura socio-económica insular de finales del siglo XIX y un importante factor formativo de la futura nación independiente. En tercer lugar, y en relación con lo anterior, a causa de que las elites, por su composición mayoritariamente blanca, criolla o española y campesina, los vieron como un contrapeso frente a la negritud, heredada de la esclavitud, llegando incluso a considerarlos el símbolo de la cubanidad. Tal identificación, en cuarto lugar, tuvo que ver con el proceso de acaparación de los ingenios por capital financiero procedente de los Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial, luego además, y en ese sentido, el colonato fue una construcción intelectual ex post, definida también por oposición a lo extranjero, y conveniente a posturas ideológicas que temían la 18
Ver M. Moreno Fraginals (1978), y A. Santamaría y L. M. García Mora (1999): 71-94. Los estudios acerca de las elites y la inmigración ya se han citado. Entre los dedicados a la sociedad en general, ver S. Aguirre (1968), M. C. Barcia et al. (1998), L. W. Bergad (1990a), L. M. García Mora (1994a y 1998a), R. B. Hoernel (1976 y 1977), J. Ibarra (1995), F. Iglesias (1982), Instituto de Historia de Cuba (1994), F. López Segrera (1989a y b), L. Marrero (1973-1993), J. Opatrný (1986), L. A. Pérez (1980), M. D. Pérez Murillo (1988), o J. Pérez de la Riva (1975a). Además, hay varias obras sobre el movimiento obrero —verbigracia, las de S. Aguirre (1965), J. Casanovas (1995 y 2000), J. Dumoulín (1974), G. García Rodríguez (1998), Instituto de Historia de Cuba (1975-1977 y 1989), M. Riera (1965), J. Rivero Muñiz (1952 y 1964) o J. Stubbs (1989)—, las relaciones socio-laborales postesclavistas y los problemas raciales —I. Balboa (2000), M. C. Barcia (1987), V. S. Clark (1902), P. Deschamps (1979), C. Naranjo y A. García González (1996b), J. A. Piqueras, ed. (2002), R. J. Scott (1985b y c), o F. de Solano y A. Guimerá, coords. (1990)—, o el campesinado, centradas básicamente en los conflictos y protestas rurales y el bandolerismo —I. Balboa (1998a y c y 2003), F. Iglesias (1991), L. A. Pérez (1988c), F. Pérez de la Riva (1973), M. Poumier (1986), o C. Venegas (2001)—. 19
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proletarización del país y que en la década de 1930 lograron establecer un Estado que ha sido calificado de corporativo y que tuvo en él una de sus bases20. Frente a un objeto de análisis tan amplio y complejo como el colonato, en las siguientes páginas intentaremos contribuir a explicar su proceso formativo usando fuentes y estudios relativamente conocidos, pero no empleados sistemáticamente con ese fin hasta ahora. Además, lo abordaremos vinculándolo con dos factores que creemos determinantes. En primer lugar, con la necesidad de atraer inmigrantes, debido a la escasez de población en Cuba y a la creciente demanda de trabajo que generó en su desarrollo su industria azucarera, y con el proyecto político de que aquéllos fuesen blancos y campesinos y contrarrestasen la proletarización del mercado laboral postesclavista. En segundo lugar, lo relacionaremos con los problemas que este último y el aumento de la competencia mundial ocasionaron a la producción insular de dulce que, según hemos visto, requirió articular un sistema que optimizase el uso de los recursos, aprovechase la abundancia de tierra y caña y ahorrase mano de obra. No obstante nuestro examen es sólo un primer acercamiento a tales problemas, pensamos que sus fundamentos son suficientes para defender la hipótesis de que el establecimiento del referido colonato fue una respuesta adecuada a todas esas necesidades. Según el Diccionario de la Real Academia Española (1992) colono es: «1. El que habita una colonia / 2. Labrador que cultiva o labra una heredad por arrendamiento y suele vivir en ella».
En Cuba el término tuvo algo de ambas acepciones —estuvo vinculado con el proceso migratorio y con la formación de un campesinado—, pero también rasgos peculiares. Colono era quien cultivaba caña para venderla a un ingenio y mantenía con él una relación contractual, no laboral. Ahora bien, la definición social es mucho más complicada que la económica. Podía ser un pequeño propietario o arrendatario, un antiguo hacendado o un nuevo terrateniente que explotaba cientos de caballerías y empleaba a multitud obre-
20 La escasa historiografía sobre el colonato se ha centrado en tales aspectos, es decir, lo ha abordado por su oposición a lo negro —ver, por ejemplo, C. Naranjo y A. García González (1996b)—, a lo estadounidense, a la proletarización de la sociedad y/o dentro del citado intento de corporativizar el Estado (y como símbolo de la cubanidad) —R. Guerra (1948 y 1970), F. Ortiz (1973), J. Martínez-Alier (1973), o J. y V. Martínez-Alier (1972)—, o por su importancia en la industria azucarera —A. D. Dye (1998), F. Iglesias (1988a y b y 1998c), L. A. Pérez (1985), A. Santamaría y L. M. García Mora (1999), o R. J. Scott (1984)—. Un trabajo de ese último tipo, el de C. J. Ayala (1999), estudia también la institución en Puerto Rico, donde parece que tuvo rasgos similares —ver, además, F. A. Scarano (1990)—. Finalmente, hay que referir la obra clásica de J. B. Jiménez (1893) acerca de su origen en la Gran Antilla y, para un examen de todos los temas mencionados, A Santamaría (2002a), A. Santamaría y L. M. García Mora (1998).
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ros. Técnicamente todos eran lo mismo, ocupaban idéntico lugar en el proceso de producción del azúcar, pero su posición en la sociedad no era equiparable, lo que cuestiona tesis como la de R. Guerra (1970: 74), cuando afirma que con ellos nació una nueva clase. El colonato fue una respuesta a las necesidades de la producción de azúcar en un momento de modernización y de reorganización del mercado laboral debido a la abolición de la esclavitud. Al afectar tales procesos a gran parte de la sociedad, no se circunscribió a una sola clase, sirvió para que el hacendado desplazado de la industria hallase un nuevo espacio dentro del sector, pero también para integrar en él a pequeños campesinos, a inmigrantes, a negros liberados a los que se cedió un predio con el fin de que no dejasen la plantación, o a grandes empresarios que, aprovechando la ruina de algún propietario, adquirieron su tierra barata y se dedicaron abastecer de caña a un central. Así, colonos fueron tanto los antiguos esclavos del ingenio Hormiguero, referidos por R. J. Scott (1985c: 285), como el abogado habanero D. Pérez de la Riva que, según L. W. Bergad (1990a: 29), compró a C. De La Torriente el Isabel y transformó su finca en abastecedora de materia prima del Elizalde. Aparte de su origen, otros tres aspectos distinguieron a los colonos: su relación con la tierra y con el central y su capacidad económica. Así, hubo arrendatarios de un ingenio o de otro cultivador y propietarios. En el primer caso, el hacendado les cobraba una renta (hasta 30 pesos/cab.), tenía el derecho exclusivo a comprar su caña, fijaba el área de suelo que debían dedicar a ella y cómo y cuando plantar y cortar cada cepa, términos que estipulaba en un contrato y que quedaban sujetos a su inspección. En el segundo la situación se complicaba, podían ganar capacidad de negociación, pero también sufrir una doble explotación. Finalmente, si eran dueños del terreno, en principio, tenían la posibilidad de ofrecer su producto al mejor postor y determinar las condiciones de la siembra y cosecha21. Por su relación con el ingenio había colonos libres y del central. Los primeros eran dueños de la tierra y fueron un problema para los hacendados por su capacidad para fijar el precio de la caña y decidir a quién se la vendían, y por el hecho de que normalmente tuvieron que tender un ferrocarril hasta sus fincas para transportarla, lo que podía implicar una pérdida de capital fijo si no se renovaba el contrato y también favoreció la posición de los cultivadores en su negociación. Tales inconvenientes dificultaron el aumento de la producción y el rendimiento industrial del azúcar varios años y acaba-
21 Sobre el precio de arrendamiento de la tierra ver J. Le Riverend (1985): 473, y acerca de las estipulaciones contractuales, R. Guerra (1970): 231-246. Para entender el porqué de éstas hay que recordar que la caña madura en distintos momentos durante la zafra, dependiendo de cuándo se planta, lo que permite disponer de cepas de óptima calidad en toda la molienda. Ahora bien, obtener de ellas el rendimiento máximo requiere procesarlas antes de 24 horas tras el corte, pues luego empiezan a perder sacarosa.
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ron resolviéndose con la construcción de fábricas cada vez más grandes y distantes entre sí, dotadas de vastos latifundios y de redes de tren para lograr condiciones de monopsonio sobre los agricultores22. Además de la propiedad de la tierra y del ferrocarril, los centrales usaron su mayor capacidad financiera para imponer sus condiciones a los colonos. Fue habitual que estos últimos tuviesen deudas con el ingenio al que vendía la caña en el momento de finalizar los contratos. Según F. iglesias (1988b: 341-343), en tal caso se renovaban automáticamente. Una última clasificación de los colonos la da su capacidad de producción. R. Guerra (1946) y F. Iglesias (1980a) consideran que los pequeños, que eran la gran mayoría, obtenían menos de 30.000 @ de caña de su tierra y, al menos en los años en que el azúcar se pagaba más barato, necesitaban completar sus ingresos con cultivos de subsistencia, lo que contribuyó a ligarlos a la tierra. R. Guerra (1948), dejó una excelente descripción de la vida de un pequeño colono, J. Guerra, que también era su padre. En 1885 arrendó a F. Díaz, dueño del central Andrea, una finca de 7 cabs., que este último había adquirido del abuelo del historiador, G. Sánchez, quien se vio obligado a venderla por sus deudas con los comerciantes refaccionistas. El citado J. Guerra pasó a ser colono de tal fábrica y, además de proporcionarle materia prima, cultivaba algunos otros artículos, criaba ganado y tuvo que emplearse como pesador de caña del ingenio. Muy distinto era el caso de los grandes agricultores cañeros, que precisaban contratar mucha mano de obra, e incluso arrendar tierra a terceros colonos. P. M. Beal (1900: 540) ofrece en el censo de 189923 un ejemplo de estos últimos. La Colonia Guaibaro empezó a explotar en 1889 75 cabs., 34 dedicadas a la gramínea, y en 1895 producía 2.500.000 @. Suponiendo que cada 100 le reportaban 5 de azúcar; es decir, un total de 1250.000, a 2,02 cts./libra promedio, descontado el coste de elaboración, estimado en 1,84 cts./@, ingresó 17.125 pesos netos; esto es, un beneficio del 37%. Además, producía
22 Inicialmente predominaron los colonos libres, con amplias prerrogativas en los contratos por la competencia entre los ingenios para atraerlos y comprar su caña, lo que explica en parte el estancamiento de la oferta de dulce de Cuba en la década de 1880, que fue como máximo de 707.000 Tn, cuando en la de 1870 ya había superado las 775.000. Ver M. Moreno Fraginals (1978): III, 37. La centralización de las fábricas respondió a razones técnicas y financieras y, además, a la necesidad de reducir tal competencia y dotarlas de grandes latifundios y de redes de ferrocarril para controlar a los agricultores y evitar que pudiesen optar entre varios clientes, lo que se logró sobre todo en la mitad Este de la isla, que se abrió a la explotación azucarera después de 1900; es decir, cuando los centrales estaban totalmente mecanizados y el sistema de colonato organizado. Así, en el inicio del siglo XX, en Matanzas, la principal provincia productora de edulcorante en el XIX, se pagaban de 5 a 5,5 @ de él por cada 100 de materia prima, y en Oriente sólo 4. Para más detalles acerca del tema, ver A. D. Dye (1998) y J. Le Riverend (1985): 471. 23 U.S. Department of War (1900b).
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suficientes viandas, maíz y animales de cría para satisfacer las necesidades de la finca y dar el alimento a los obreros, cifrados en 12 pesos/mes en el caso de los cualificados y 7,5 en el resto. El salario medio por trabajador era de otros 17. P. M. Beal (1900: 543), gerente de la finca Guaibaro, decía que la rentabilidad de una colonia dependía de su tamaño y era inviable que una pequeña prosperase y sobreviviese a sus deudas, pues frente a las más grandes, al comprar al por menor, el coste de sus suministros crecía de un 15 a un 30%, y no ahorraba trabajo auxiliar. Por ejemplo, afirmaba que una explotación con 10 obreros requería un cocinero y una con 300 dos. Ahora bien, la causa final de su ruina era la financiación, escasa y procedente del central, los comerciantes y/o los bodegueros, que cobraban altos intereses. Señalaba textualmente: «Se pone en un estado tal que la caña ya no paga el gasto de su cultivo; no puede obtener dinero para la resiembra; deja, pues, de pagar su renta y finalmente el dueño del terreno toma posesión de lo que queda, siendo el resultado que otro pobre viene a sucederle para que se repita la historia».
Lo expuesto hasta ahora sólo permite establecer dos categorías extremas de colonos en función de su statu social, entre las que se situaron todos los demás: el pequeño campesino, generalmente aparcero de una fábrica, con condiciones próximas a la subsistencia, y el gran agricultor, equiparable al dueño de un central, propietario de la tierra, capaz de producir cientos de miles de arrobas de caña y de emplear centenares de obreros. F. Iglesias (1980a: 157) estima que en el Municipio de Santa Ana (Matanzas), en 1900, un 11% de las fincas cosechaba más de 400.000 @ de la gramínea (la mayoría de ellas más de 700.000), un 27% de 30.000 a 400.000, y un 62% menos de 30.000. Ignoramos en qué medida los citados grandes colonos estuvieron integrados por antiguos hacendados, pero, sin duda, eso dependió de su capacidad financiera cuando cambiaron de actividad. Algunos, incluso, arrendaron sus predios. Por ejemplo, H. Thomas (1973: III, 364) dice que en 1880 E. F. Atkins compró el ingenio Limones a D. J. Sánchez y se lo alquiló a uno de sus herederos, y L. W. Bergad (1990a: 2) comenta que el Isabel, tras venderlo C. de la Torriente, fue administrado por uno de sus sobrinos. Según el U.S. Department of War (1900b: 572), en 1899 el 83% de los colonos blancos y el 93% de los negros eran pequeños campesinos. R. J. Scott (1985c: 286) dice que los últimos eran una minoría, labraban un 4,5% de los cañaverales, y observa en el dato una doble discriminación, étnica (aunque cita casos de hacendados que alquilaron predios a sus antiguos esclavos) y económica, debido a la dificultad de los libertos para acceder al crédito. Los pocos cultivadores de color, pues, descendían en general de negros libres, radicados sobre todo en el Oriente de Cuba. Se puede decir, por
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tanto, que dichos colonos eran fundalmentalmente de origen caucásico y procedían de la agricultura de subsistencia, de la inmigración, incluso del ejército, como señala H. Thomas (1973: III, 366), de antiguos combatientes de la guerra de 1868-1878, recompensados con el reparto de realengos que se hizo tras ella. En síntesis, el colonato fue una institución económica en la que, por su naturaleza, convivieron individuos de distinto statu social. Mientras duró la esclavitud, las diferentes actividades y ocupaciones reflejaron la rígida estructura de la sociedad, los hacendados eran los amos, la mayoría de sus obreros esclavos, y los pequeños campesinos intentaron sobrevivir en un medio que les ofrecía pocas posibilidades. El colonato, con el acceso a la tierra y el control del trabajo propio que permitió, pudo haber sido un marco idóneo para el desarrollo de clases subalternas, pero frente a ello se alzaron los intereses de dichos hacendados y la eficiencia misma de la producción de azúcar, que requirió controlar la agricultura cañera, al mismo tiempo que sus necesidades laborales y su acaparamiento de tierra, dificultaron el surgimiento de un pequeño y mediano cultivador dedicado a la siembra de otros artículos. Resumiendo, los colonos no formaron una clase social. Como dice R. J. Scott (1985a: 28), el predominio de pequeños y medianos cultivadores permite considerarlos un grupo intermedio entre los grandes propietarios y los jornaleros, pero eso fue insuficiente para generar un sentido de identidad por encima de su heterogeneidad, aunque surgieron varias asociaciones en defensa de sus intereses24. Volviendo al origen de los colonos, la Guerra de los Diez Años aceleró la modernización que estaba experimentando la industria azucarera cubana desde la década de 1830, debido a la pérdida de mercados por el aumento de la competencia mundial y de su protección, que acabó causando una caída progresiva del precio del dulce, y al encarecimiento de los esclavos, lo que obligó a producir más barato para mantener su rentabilidad. Ya hemos visto que el conflicto ayudó a transformarla con el inicio de la abolición en los dos bandos enemigos, que la usaron para ganar adeptos entre los negros, y la demolición de los ingenios más ineficientes. En 1877 molieron 175 menos que en 1860, pero elaboraron un 34% más de dulce por unidad. En 1895, cuando dicha modernización se había completado, 250 fabricaron cada uno casi un 90% más que en la segunda fecha citada. La concentración de la manufactura y su separación de la agricultura hizo posible tal incremento y el de la oferta total. Los centrales resultantes fueron la culminación de un proceso de tecnificación que empezó con el siglo XIX. Aceñas mecánicas, evaporadores al vacío, centrífugas y otros adelantos, convirtieron a aquéllos en complejas y costosas instalaciones, necesitadas de una perfecta coordinación entre
24 Según J. Le Riverend (1985) 472, antes de 1890 los colonos empezaron a organizarse en asociaciones locales, llegando a tener en Remedios un periódico propio, El Colono.
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sus distintas partes y con el campo, pero capaces de procesar grandes cantidades de caña y de obtener de ella altos rendimientos25. En la década de 1860 era posible elaborar azúcar en un proceso totalmente mecánico. En la de 1870 la tecnificación condujo a la concentración de los ingenios en unidades mayores y capaces de moler la caña que antes procesaban varios. Para rentabilizar los adelantos, como hemos dicho, era preciso coordinar perfectamente toda la cadena productiva y el colonato fue con el tiempo una solución ideal, tras un período de adaptación, hasta que los centrales impusieron sus criterios organizativos y adecuaron las labores agrarias a sus necesidades, pues para ser eficientes requerían materia prima en cantidad suficiente y madurez óptima durante toda la zafra, lo que sólo fue posible cuando los cultivadores garantizaron una siembra, cuidado, deshierbe, corte, alza, limpieza y tiro adecuados. La construcción de ferrocarriles propios de los ingenios fue un elemento clave en su modernización, por lo imprescindible que para la referida coordinación del aparato productivo era contar un transporte eficiente, la amplitud de las áreas de cañaveral, básica para asegurar el acceso a caña abundante y de calidad, y el referido papel que jugaron en el control de los colonos26. Con lo dicho hasta ahora, a pesar de la imperiosa necesidad de investigar más todos los temas citados, basta para entender las razones por las que surgieron los colonos. Otra cuestión es de dónde procedieron y por qué; es decir, su origen socio-político, que analizamos a continuación. Ya hemos visto que la escasez de población de Cuba fue la razón de la esclavitud y de los problemas de falta de brazos que su progresiva eliminación ocasionó en una industria azucarera en continua expansión, con el inconveniente añadido de su efecto encarecedor de los salarios, aunque ambos se aliviaron algo con un incremento de la productividad del trabajo27. La zafra es una actividad temporal en Cuba. En época de lluvias no se muele debido al clima y a la poca sacarosa que hay en la caña. Para resolver el problema de la estacionalidad se acudió a jornaleros de otros sectores y la a inmigración golondrina, lo que causó dificultades analizadas en otras partes del libro. Ahora nos interesan los ocupados todo el año, sobre todo en el campo, pues los centrales apenas precisaban operarios cuando estaban parados. Por R. J. Scott (1985a y c) sabemos que sólo un 4,5% eran negros, exesclavos o no, los hacendados convertidos en colonos fueron insuficientes 25 Las cifras de producción de azúcar son de M. Moreno Fraginals (1978): III, 37-39. Sobre el proceso de tecnificación del ingenio ver, además, N. Deerr (1950), A. D. Dye (1998) o A. Santamaría (2002a). 26 Ver A. García Álvarez (1987): 9-19, A. García Álvarez y O. Zanetti (1992): 97-125, A. D. Dye (1998) y A. Santamaría (1998c y 2002a). De hecho, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, todos los centrales cubanos tendieron sus propias líneas férreas, y los que no desaparecieron. En la década de 1930 el único que no contaba con un tren industrial era el Elena. Ver A. Santamaría (2000a): 420-428. 27 Ver A. Santamaría y L. M. García Mora (1999).
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para satisfacer las necesidades de una industria en expansión, como mucho pudieron poseer un 8% de los más de 11.000 cañaverales censados a finales del siglo XIX, y aún suponiendo que los propios ingenios plantasen la mitad, aún ignoramos quien labró entre un 30 y un 40% de los predios. Parte fueron asumidos por campesinos dedicados antes a otros cultivos o por individuos empleados en actividades no rurales. El resto y las nuevas tierras abiertas a la explotación e años sucesivos, dada la escasez de población, debieron ser trabajados por personas procedentes del exterior28. El censo de ingenios cubanos más completo, realizado en 1913, contiene datos de 179 centrales. 116 informaron del número de colonos, lo que permite estimar que superaban los 30.000, en torno a un 160% más que en la década de 1890, porcentaje similar al aumento de la oferta de azúcar entre ambas fechas. 78 detallaban su procedencia, el 80% eran insulares, el resto mayoritariamente de la ex-metrópoli en los pocos casos en que se anotan la nacionalidad, aunque muchos de los primeros tenían ancestros del mismo origen. Los estudios sobre la dedicación de los inmigrantes en la isla coinciden con esos datos. El 40% de los 106.000 españoles residentes en ella en 1899 eran agricultores, proporción que apenas varió en los siguientes veinte años, y normalmente no jornaleros, pues en otras clasificaciones sólo un 15% se registraron como tales, evidencia congruente, ya que, según prueba C. Naranjo (1994a), el 59% de los que emigraron a la Gran Antilla a principios del siglo XIX eran obreros por cuenta ajena en su tierra y la abandonaron para mejorar su situación socio-profesional29. Una forma habitual de captar inmigrantes fue ofrecerles tierra, incluso desde su lugar de origen. Además, con incentivos así se intentó controlar su composición, a lo que dieron mucha importancia las elites de Cuba debido a la importancia de la población de color en la isla, por la esclavitud y, sobre todo en el siglo XX, a la llegada de braceros de las otras Antillas para satisfacer la demanda de trabajo temporal de la industria azucarera30. C. Naranjo y A. García González (1996b: 18 y 27) dicen: 28 Sobre la inmigración golondrina, ver L. W. Bregad (1990a): 282-288. El anexo a la Revista de Agricultura, «Riqueza de Cuba» (1887), y el U.S. Department of War (1900b): 572, coincidían en que a finales del siglo XIX había en Cuba entre 11.300 y 12.000 colonias. Como en 1877, cuando la mayoría integraban agricultura e industria, operaban en la isla 1.190 ingenios y en la década de 1900 sólo unos 200 centrales [ver J. Le Riverend (1985): 490-500], los antiguos hacendados no pudieron ser más de un 8% de los dueños de esas fincas. En cuanto a la caña plantada por las fábricas (llamada de administración), según L. H. Jenks (1928) era en el decenio de 1880 en torno a un 40% de la que se molía, pero tal cifra se redujo hasta cerca de un 10% en el de 1900, pues por las razones aducidas para explicar la racionalidad del colonato, no les interesaba cultivar la materia prima si no era imprescindible. Ver A. D. Dye (1998). 29 Para el censo de ingenios ver Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo (19121913). Los datos de la inmigración española proceden de C. Naranjo (1994c): 134, y de J. Maluquer (1994): 145. 30 Ver J. Pérez de la Riva (1979a): 1-37 y A. Santamaría (2000b): 545.
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«La política inmigratoria [...] intentó controlar la entrada de extranjeros deseables [...] La homogeneidad e integración nacional buscadas motivó que las inmigraciones china o negra fueran consideradas indeseables, incluso peligrosas [... y] se les achacaba ser portadoras de enfermedades contagiosas [...] El ideal fue el de un país blanco, con una cultura que tuviera sus raíces en los elementos hispanos y no africanos [... y] la raza blanca era la que había alcanzado un mayor grado de civilización y por ende la que debía introducirse. La inmigración no sólo sería un factor de progreso y civilización, sino que contribuiría al mejoramiento de la población nativa [...] Este ideal fue defendido por R. de La Sagra en la década de los cuarenta del siglo pasado [… por] científicos, economistas y hacendados como el Conde de Pozos Dulces, A. Bachiller y Morales y, ya en los años ochenta, por el hacendado F. F. Ibáñez».
En los autores citados, en distintos momentos entre 1831 y 1881, hallamos unidas la necesidad de poblar sanamente y resolver la demanda de brazos para la industria azucarera. Hasta la década de 1870 no empezó a separarse la agricultura y manufactura en ella, pero la idea había sido formulada antes por varios agrónomos y fue el funcionario colonial, R. de la Sagra (1831), quien la planteó por primera vez con rigor. Estudiando el campo cubano y sus posibilidades de diversificación productiva, abogó por esa solución para mejorar el rendimiento de los ingenios, incentivar su desarrollo técnico y dar cabida al trabajo blanco y asalariado. Años después —R. de la Sagra (1842): 85— repetía: «Una de las condiciones precisas para el éxito de la caña, debe ser su independencia de las tareas de fabricación del azúcar, que ninguna analogía tienen con las agrónomas, son excesivamente costosas para multiplicarse en cada finca, complican su gobierno y administración y obligan a cultivar siempre en grande una planta que se presta perfectamente a serlo también en pequeño».
Las pequeñas explotaciones eran la vía para integrar a campesinos libres y blancos en la producción azucarera y R. de la Sagra (1845: 86) decía que no era una novedad en Cuba, pues el sector tabacalero, el segundo más importante en la isla, recurría a tal forma de organización. En última instancia lo que estaba proponiendo era superar el orden esclavista. M. Moreno Fraginals (1963) señala: «R. de la Sagra fue el primero de los escritores cubanos o residentes en Cuba con clara conciencia de la revolución industrial. Con un sentido pleno del capitalismo industrial».
Las ideas de R. de la Sagra no se materializaron en su momento. A pesar de que la presión internacional para abolir la trata de africanos fue creciendo, el ingenio verticalmente integrado y con mano de obra esclava, no sólo siguió siendo viable, sino que con algunas innovaciones técnicas y la cons-
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trucción de ferrocarriles, inició lo que L. Marrero (1973: X, 165) ha llamado su edad de oro31. Es lógico que el sistema de producción se mantuviese mientras siguió siendo viable, aunque se planteasen ya algunos de los problemas que obligaron a transformarlo luego, incluso, como hemos visto, que la misma razón afectase a los proyectos de diversificación agraria con inmigrantes, lo que más le preocupaba a A. Bachiller y Morales (1878-1879)32, más aún si hubo soluciones que no implicaron la descapitalización y la necesidad de buscar otras fuentes de trabajo que suponía abolir la esclavitud. En 1853, F. Frías y Jacott, Conde de Pozos Dulces (1937: 88) ponía en boca de un hacendado: «A fe que nada me falta, y con mi ingenio viejo y mi trapiche de bueyes y mi tren jamaiquino, tengo lo bastante para sostener mis obligaciones y para [...] pasear por Europa con mi familia».
F. Frías y Jacott (1860a: 86-88), además, reforzó la intencionalidad política de las ideas de R. de la Sagra, en el sentido de que la demanda de brazos de la industria azucarera de Cuba se debía satisfacer sustituyendo población negra por blanca; en definitiva, resolviendo a la vez aquél y otros dos problemas básicos de la isla: su progresiva africanización demográfica y la eficiencia de la producción de dulce. Así, estimando las consecuencias socio-políticas de la división del trabajo, señalaba: «No es sólo la cuestión de brazos para aumentar la agricultura la que quedaría zanjada [... sino] la de todos nuestros progresos futuros, la estabilidad y conservación de Cuba»,
pero para ello era preciso reformar radicalmente el trabajo agrícola, pues «Sitieros y guajiros no alquilan sus brazos, pero están siempre dispuestos a vender el fruto de su trabajo. Comprénseles las cañas de azúcar y cubrirán el país de cañaverales».
Y el proyecto planteado de ese modo no quedó en mera especulación. Su autor definió claramente los requisitos para su implantación: 31 Sobre la situación que condujo en la década de 1830 a construir ferrocarriles y avanzar en la modernización de los ingenios, ver M. Moreno Fraginals (1978): I, O. Zanetti y A. García Álvarez (1987), E. L. Moyano (1991), y A. Santamaría (1995a y 1998c), y para más detalles del pensamiento de R. de la Sagra y de sus citados antecedentes, Ramón de la Sagra... (1992) y A. Reynoso (1862, 1867 y 1984). 32 Sobre su pensamiento y la aplicación de algunos de sus proyectos, ver R. Misas (1994), y acerca de los diferentes planes de inmigración y diversificación agraria, C. Naranjo y M. Valero (1994): 113-133.
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«Un solo ingenio o trapiche central que se establezca por asociación en las inmediaciones de La Habana [...,] donde abundan los sitios de labor, que serán los proveedores de caña y en comunicación con un ferrocarril para alcanzar mayor espacio y latitud [...,] puede revolucionar pacíficamente la agricultura del país, y resolver de una vez para siempre el problema de los brazos en el sentido más favorable a nuestros verdaderos intereses».
La reforma agraria, por tanto, daría lugar a una sociedad «más adaptada al predominio de nuestra civilización» al vertebrar la principal actividad económica de Cuba en torno a la pequeña propiedad, atractivo suficiente para una inmigración deseable, que evitaría el efecto disolvente de las gentes de color, sobre la emergente población «nacional y blanca» insular. Supondría, pues, un desarrollo más armónico de la industria azucarera y supeditado a los intereses políticos de la oligarquía criolla y del gobierno madrileño. Frente a R. de la Sagra y F. Frías y Jacott, F. F. Ibáñez (1880a y b y 1881) escribió en un momento en que los ingenios si se enfrentaban a los citados problemas que provocaron su transformación y el surgimiento del colonato: el aumento de la competencia internacional, sobre todo del azúcar de remolacha, cuya oferta superaba a la de caña de 1881, y la progresiva abolición de la esclavitud, de la que en 1880 sólo quedaba el patronato, suprimido seis años después. El autor, que además era hacendado, elaboró un proyecto desde la posición del productor obligado a reformar su negocio. F. F. Ibáñez llegó a Cuba a mediados del siglo XIX, y se dedicó en principio al comercio, ampliando luego su actividad a la trata de esclavos y coolies, a las finanzas, a negocios diversos con el Estado y, finalmente, a la industria azucarera. Fue uno de los más destacados miembros de la elite metropolitana en la isla y protegió sus intereses haciendo gala de un españolismo incondicional. En 1860 era el principal accionista de la Compañía Territorial Cubana, que con 11 fábricas y 710 cabs. —314 sembradas de caña—, era la segunda productora insular de dulce. Ahora bien, aunque ingresaba en el citado año 903.733 pesos, su rendimiento, 2.650/cab., estaba muy por debajo de los 4.320 de la Gran Azucarera, la principal empresa del sector, incluso de la media de los mayores ingenios de la Gran Antilla (2.949). La Compañía Territorial Cubana se cerró en 1863, pero el patrimonio de F. F. Ibáñez en 1868 sumaba 122.000.000 de reales y en 1877 poseía tres ingenios, aunque sólo tenemos datos de dos, en los que disponía de 311 cabs., 170 de caña, y de los que obtenía 478.065 pesos, 2.818/cab., aún menos que los 3.206 logrados por los grandes productores de azúcar en la isla. Insistimos en las comparaciones, pues cuando dicho autor habló en 1880 de construir centrales, con cultivadores que proporcionasen la materia prima, retomó la preocupación poblar sanamente, pero parece que su verdadero interés era elaborar dulce con rentabilidad. De hecho, empleaba en sus plantaciones más de 600 esclavos y de 300 chinos, cuando la media en la Gran Antilla era de 101 y 15 respectivamente. No obstante, como empresario que pensaba en maximizar
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sus beneficios y conocía bien su negocio, su proyecto, según veremos luego, fue el que mejor vaticinó la evolución que éste seguiría, y las críticas que recibió fueron, más que por su viabilidad económica, por su alcance social, ya que implicaba la eliminación de los hacendados más pequeños e ineficientes. Por ejemplo, el Avisador Comercial (1880) reconocía tal viabilidad y a la vez señala que en aras de ella estos últimos no estarías dispuestos a convertirse en colonos33. Antes señalamos la necesidad de estudiar el colonato en relación con dos factores, socio-demográfico y económico, pero el segundo fue condición sine qua non de su establecimiento. Lo dicho hasta ahora prueba que poblar sanamente sólo fue posible si no impidió producir azúcar eficientemente. En la Revista de Agricultura, órgano de difusión del Círculo de Hacendados de Cuba, J. B. Jiménez (1890a) definió con precisión las coordenadas de tal establecimiento: «Las colonias son una experiencia nueva [...], vinieron a resolver una situación de difícil solución: los pequeños agricultores abandonaban el cultivo por falta de capital y los hacendados, teniendo que atender industria y agricultura, se alejaban de ésta última al no poder dedicarle recursos. La abolición de la esclavitud, pues, dio paso a un nuevo sistema racional y firme».
La cita confirma lo que dijimos al analizar la abolición sobre que la transición del trabajo esclavo al libre en la industria azucarera cubana no fue lineal, sino que derivó en un nuevo sistema organizativo que rompió la integración vertical del ingenio. Otro artículo editado en la misma revista, «Colonos» (1889), explica el porqué de tal proceso y algunos de sus rasgos formativos: «Con la eliminación de la esclavitud, cuando no se sabía si se podría seguir produciendo azúcar debido a la falta de brazos, se estableció la colonia. Cada cual la estableció a su modo, ajustándola a sus conveniencias. La organización se fue fijando con el tiempo, lográndose mayor equidad para ambas partes [... aunque aún] hay que avanzar más en la equidad en beneficio de todos».
Los propios interesados, pues, señalaron en su momento que la incapacidad del hacendado para atender a la vez agricultura e industria en los modernos centrales y la escasez de brazos explican el surgimiento del colonato, pero también que su novedad y falta de organización obstaculizaron al principio lograr los fines perseguidos con él. Otros artículos publicados en la 33
Sobre la actividad política de F. F. Ibáñez, como miembro del Partido Español y la Unión Constitucional, ver I. Roldán (2001b): 26-31 y 303-311, acerca de sus negocios, propiedades azucareras y patrimonio, C. Rebello (1860), Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba (1877), L. W. Bergad (1990a): 139 y A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992): 368, y para otras críticas a su proyecto, F. Zayas (1880a y b), y M. C. Barcia (1987): 84-87.
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Revista de Agricultura, como «Colonos y colonias» (1890), abordaban el problema y su solución: «Los hacendados les hicieron copartícipes de las explotaciones [...], facilitándoles tierra, víveres, aperos y otras muchas cosas para alentarlos, hasta que llegaron a inmiscuirse en el movimiento interior de las fincas debido a la falta de organización del batey. Estos problemas desaparecen cuando [... se] organiza industrialmente el batey [... Pero] para ello habría que terminar con la guerra que viene sosteniendo entre sí los hacendados por la caña de los colonos [... lo que] requeriría pactar un precio para ésta y establecer que su compra y venta se haga conforme a su riqueza en sacarosa».
Además era necesario evitar dos problemas habituales, mencionados por E. J. Varona (1895): «La caña llega al central en pésimas condiciones por la falta de inspección [...y] la capacidad de producción es más alta que la caña disponible».
En suma, para que los centrales de Cuba mantuviese su competitividad internacional era preciso que redujesen sus costes, sobre todo laborales, y mejorasen el aprovechamiento de la caña abundante y de calidad que ofrecen los suelos insulares, y aquello que señalaron los contemporáneos como imprescindible para que el sistema de colonato se adecuase a tales necesidades, coincide con las estipulaciones que, según hemos visto, acabaron fijándose en sus contratos, cuando los ingenios hallaron los medios de imponer sus condiciones. Lo publicado al respecto en la Revista de Agricultura, además, se basó en minuciosas investigaciones acerca del momento de maduración de cada cepa de la gramínea y de la sacarosa que contenían dependiendo de la variedad cultivada, del tipo y cansancio del terreno, del período de siembra y corte y de si eran plantas nuevas o retoños, y fue en dichos análisis en los que se basaron las referidas estipulaciones contractuales que debían regir la labor agraria34. Sabemos que la falta y el mal estado de la caña causan el 60% de las interrupciones operativas en los centrales, el factor que más encarece el azúcar. El resto se deben a defectos en el transporte o en la coordinación del proceso fabril, según J. B. Jiménez (1891), como consecuencia de que: «Los ingenios fueron hechos en sucesivas incorporaciones. Casi todos son resultado de esfuerzos acumulados durante años; no han obedecido a un plan
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Para un estudio más detallado de cómo determinaron los factores mencionados la organización de la plantación, ver A. Santamaría (1996a y 2002a). Algunos de los artículos de la Revista de Agricultura que explican las mencionadas investigaciones son «Ingenio El Salvador» (1879); «Ingenio Majagua» (1880), «Ingenio San Gonzalo...» (1889), o J. B. Jiménez (1890a, b y c).
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preconcebido [... y] otro gravísimo problema es la deficiencia del material de transporte».
De nada sirve, empero, asegurar un correcto funcionamiento de ambos si la agricultura no garantiza materia prima suficiente y de calidad. En A. Santamaría (2202a: 30) probamos mediante un análisis estadístico que el modo de realizar las labores del campo explicaba al menos un 18% de la variabilidad con que se distribuye el rendimiento industrial de la gramínea. No obstante la explotación que sufrieron muchos colonos, pues, no cabe duda de la necesidad de su control por los centrales para coordinar el proceso productivo y optimizar el rendimiento. El artículo de la Revista de Agricultura, «Situación de la industria...» (1894), señalaba: «La industria se ha perfeccionado mucho por iniciativa del hacendado, [...] el rendimiento ha progresado un 40 por cien en una década, pero le asfixia el medio económico en que se desarrolla».
Además, el rendimiento se comparaba con el obtenido por otros grandes competidores mundiales. A finales del siglo XIX los ingenios extraían en Cuba unas 10 @ de azúcar/100 de caña, y en Java de 11 a 12, con un coste de 2,4 cts./lib., frente a los 2,0 en aquella primera. Respecto a los principales productores remolacheros europeos, Francia y Alemania, el importe unitario del dulce exclusivamente industrial era casi un 50% más barato, a lo que se añadía otro 28% en el transporte y un 35 en la materia prima. Con un grado de tecnificación similar, por tanto: «La verdadera ventaja está en el rendimiento [...]. Si aumentara hasta el 12 por cien, las utilidades lo harían de los 2,11 pesos/100 @ de caña actuales hasta 3,5»35.
Las opiniones de los contemporáneos no dejan lugar a dudas sobre cómo mantener la competitividad de la industria azucarera cubana y cómo debía adaptarse el sistema de colonato para contribuir a ella. Antes dijimos que su control por los centrales fue imprescindible independientemente de que provocase abusos. Ahora bien, éstos también fueron un tema de preocupación. Varios estudios prueban que, aparte de su capacidad para atraer inmigrantes, dicho sistema fue más adecuado para el hacendado que el trabajo esclavo o asalariado, pues el cultivador compartía el coste de sobreproducción de materia prima necesario para evitar las interrupciones operativas por su falta, y tenía incentivos para colaborar a una molienda eficiente, con el máximo ren-
35
«Coste de la remolacha...» (1894): 499. Los datos para realizar los cálculos anteriores son de «La lucha entre…» (1901): 261, «Precio de costo...» (1889): 158, y «Coste del azúcar» (1901): 279.
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dimiento, ya que recibía un porcentaje del dulce extraído de su caña, lo que además reducía los problemas financieros y de liquidez que ocasionaban los sueldos de los obreros36. Las innegables condiciones de explotación, en especial de los pequeños colonos, tuvieron un límite: la rentabilidad de la actividad tuvo que ser más alta que el coste de oportunidad de abandonarla. Por ejemplo, A. D. Dye (1998) prueba que en el primer tercio del siglo XX, a pesar de férreo control que lograron imponer los centrales sobre la producción de caña en la mitad Este de Cuba, los beneficios de los cultivadores fueron marginalmente mayores que en la región occidental, donde se pagaba más en términos absolutos por la gramínea, debido a que, en parte gracias a dicho control, el rendimiento de los ingenios orientales también era superior. Además de problemas internos, la industria azucarera de Cuba, como hemos visto, tuvo que afrontar a finales del siglo XIX dificultades relacionadas con el mantenimiento del dominio español en la isla, cuando su principal mercado estaba en los Estados Unidos. Los hacendados reclamaron repetidamente reformas del arancel para adaptarlo a esas circunstancias, exenciones de impuestos para las importaciones que requería el sector y la creación de un sistema crediticio adecuado a sus necesidades, incluso lo plantearon como contrapartida a la abolición de la esclavitud, que se hizo sin compensación económica37. Su comunidad de intereses con los colonos se aprecia también en algunas de las peticiones que estos últimos elevaron al gobierno interventor norteamericano en la Gran Antilla tras su independencia de España. Dijo G. Camps (1900a: 35, y b: 36): «Los agricultores, que hemos sostenido al país, somos los que más hemos sufrido el cambio de gobierno. Tenemos deudas [...], padecemos falta de mano de obra y fletes prohibitivos. Pedimos que se nos aplacen los pagos y se reduzca el interés, fomentar la inmigración, pues pagamos salarios de 0,8 cts. en tiempo muerto y 1,2 durante la zafra [... Con eso y] disponiendo de mercado, si se reducen los fletes internos y externos, no tendremos competidor si no es un arancel».
Teniendo los dos el mismo objetivo final, la lucha colonos-centrales se centró en los medios y, como dijimos, estuvo limitada por criterios de racionalidad económica. Varios artículos de la Revista de Agricultura, algunos ya citados, insistieron en que para «avanzar en la equidad» era preciso pagar la caña por su contenido en sacarosa, no por peso38, las referidas investigacio36
Ver A. D. Dye (1998), y A. Santamaría (2002a): II. Ver, por ejemplo, Exposición aprobada... (1890), y «La reforma...» (1894). 38 Esto se convirtió en una demanda secular de los colonos. Aún en las décadas de 1940 y 1950 seguían exigiéndolo, ver O. Zanetti (1996): 67 y ss. Habría que investigar por qué no se hizo, quizás hubo razones técnicas que lo impidieron o, tal vez, como señaló J. B. Jiménez (1893): 12, debido a que pesar la caña fue una forma de sisar un excedente extra por parte de los hacendados. 37
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INFRAESTRUCTURA, CAPITAL Y TECNOLOGÍA
nes sobre la forma correcta las labores agrarias fueron en beneficio ambos, y otro buen número de estudios indagaron en el modo de reducir los costes de la colonia. Los análisis sobre los costes de las colonias se centraron en dos cuestiones básicas e interrelacionadas: las economías de escala que señalaba P. M. Beal (1900) y justificaban aumentar su tamaño y recomendar la asociación de los pequeños cultivadores, y la rentabilidad inherente a una planta que retoña varios años y, por tanto, permite ganancias crecientes, pero con una inversión previa que requirió crédito, como hemos dicho, proporcionado muchas veces por los hacendados y usado para imponer sus condiciones a los agricultores. Distintos estudios estimaban que un padre y un hijo, sembrando una caballería, tenían beneficios un 15%/cab. menores que 10 socios labrando 4, que además afrontaban con más facilidad la devolución del capital prestado, con intereses de un 12 o 14%, mientras aumentaban sus utilidades netas tras el primer año de explotación (normalmente un 40% más bajas que en los siguientes)39. En 1890 se realizó un cálculo sopesando la incidencia de los dos factores mencionados, la envergadura de la finca y el rendimiento de la caña, comparando dos predios capaces de producir 200.000 y 300.000 @ de ésta, y barajando tres hipótesis: que se obtuviesen de ellas un 6,5; un 7,5 o un 8,5% de azúcar. En Cuadro II.13 están los resultados de tal ejercicio. La diferencia entre el mejor y el peor de los supuestos era de un 21,5% en los ingresos. Cuadro II.13 Coste de producción de 100 @ de caña en dos colonias cubanas según su producción y el rendimiento en azúcar obtenido de ellas (@ de azúcar/100 @ de caña y pesos).
Rendimiento 200.000 @ Índice 300.000 @ Índice 6,5% 7,5% 8,5%
2,292 2,277 2,251
100,0 99,3 98,2
1,847 1,826 1,800
100,0 98,8 97,5
Incremento respecto a 200.000 @ 19,4% 19,8% 20,0%
FUENTE: «Algunos datos sobre...» (1890): 176.
Otro tema que debemos abordar es el efecto que la descentralización de la oferta de caña tuvo en el coste de producción del azúcar, aspecto esencial, pues los problemas de escasez de mano de obra que la provocaron coincidieron en el tiempo con la modernización de los ingenios para aumentar su rendimiento y mejorar su competitividad. Ya dijimos que F. F. Ibáñez (1880a y b y 1881) fue el primero en estimar lo que supondría elaborar dulce en centra39 Los datos proceden de F. Zayas (1880a): 299, «Sociedades cooperativas...» (1884): 92; A. Cardín (1888): 174, y «Datos sobre...» (1888): 500.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
les con colonos. Incluyó sus cálculos en un proyecto acerca de cómo debía organizase todo el sistema y proponía al Estado asumir la construcción de 50 industrias, procurar los inmigrantes y su provisión de todo lo necesario para empezar la explotación. Así resolvía a la vez la escasez de financiación y de trabajadores, y tanto en un sentido cuantitativo como cualitativo, ya que estos últimos serían blancos y vendían de Europa con sus familias. Ello supondría un desembolso de 378.700 en cada colonia —271.900 el año inicial, en capital fijo, y 106.800 en variable, repartidos en cuatro) y 559.000 en la fábrica, la tierra y el ferrocarril40. Distinguimos el cuánto del cómo en el proyecto de F. F. Ibáñez, pues el segundo no se materializó, el Estado no asumió el papel propuesto, pero el primero ajustó con bastante precisión la inversión y los costes de los centrales sólo unos años después, cuando el proceso de concentración horizontal de la manufactura y de descentralización de la agricultura eran un hecho en toda la industria azucarera cubana. En el Cuadro II.14 anotamos dichos costes, estimados y reales, información meramente indicativa, ya que la de 1878 es de todo el sector y no desglosa el importe de la materia prima, dado que la mayoría de las fábricas mantenían aún integrado su cultivo, y la de 1890 Cuadro II.14 Precio y coste de producción del azúcar según datos de 1878 y 1890 y las estimaciones de F. F. Ibáñez y F. Zayas para 1880 (cts. $/lib. y porcentajes).
Rendimiento Capacidad del ingenio (@) Precio (cts./lib.) Coste (cts./lib.) Caña ( %) Trabajo (%) No cualificado (%) Cualificado (%) Manufactura Transporte Amortización Coeficiente de explotación
1878 50.000 4,50 3,01 — 52,50 37,30 15,20 15,60 8,90 23,00 149,50
1880 (Ibáñez) 1880 (Zayas) 450.000 4,48 2,87 33,10 23,00 13,90 9,10 16,60 18,60 8,70 156,10
1890
450.000 400.000 4,48 3,06 3,96 2,24 63,20 57,10 17,00 15,20 13,70 9,80 3,30 5,40 2,70 8,90 13,40 14,70 3,70 4,10 113,13 136,60
* Excluimos los impuestos para evitar distorsiones en el coste ajenas a factores técnicos. El coeficiente de explotación es el cociente entre el precio y dicho coste multiplicado por 100. Fuentes: «Estudio sobre la riqueza...» (1878), F. F. Ibáñez (1880a y b y 1881), F. Zayas (1880a y b), y «Datos sobre el coste...» (1890).
40 Estos cálculos coinciden con los que realizó después J. B. Jiménez (1894b): 323 sobre el coste de colonizar una finca con inmigración europea, y con los de «Números hablan» (1894): 140, acerca de la inversión precisa para construir centrales con capacidad similar a los propuestos por F. F. Ibáñez (1881).
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procede de una instalacióncon características similares a las pensadas por el citado autor. A esos cálculos añadimos los de F. Zayas (1880a y b), el principal defensor de la viabilidad de los pequeños y medianos ingenios con trabajadores libres y sus propios cañaverales. La información del Cuadro II.14 muestra la buena factura de los cálculos de F. F. Ibáñez, pues, incluso, el escaso porcentaje que asignó a la caña en el coste total se explica porque al considerar que las colonias y el central se harían con la misma inversión, asignó parte de él al capital fijo amortizable, lo que además aumentó la proporción que representan el resto de las partidas en comparación con los datos de 1890, no obstante, en general, reflejan una estructura de gastos similar. En síntesis, la equivocación del autor fue pensar que sería posible sustituir capital fijo por variable para aminorar los problemas de financiación, mediante la intervención del Estado, y de control de los colonos y de sus labores agrarias, de los que hemos hablado ampliamente. Los cálculos realizados por F. Zayas, por el contrario, exageraron los problemas que conllevaría descentralizar la oferta de caña, considerando que su coste sería demasiado elevado y, además, apenas se reduciría el de la mano de obra cualificada. La evolución de la industria azucarera cubana demostró su error. Como ya dijimos, lo que en realidad estaba pensando el autor era el modo de seguir fabricando dulce en pequeños y medianos ingenios, solución más adecuada socialmente hablando para sus dueños. F. F. Ibáñez, finalmente, estimaba que con dicha descentralización se economizaría algo más de un 13% en el importe unitario del trabajo. Sin embargo, dado que se equivocó al creer que sería factible trasladar parte de los gastos variables en materia prima a capital fijo, no es posible saber qué proporción de ese ahorro se debería al sistema de colonato, y cuál a las innovaciones técnicas introducidas y a los rendimientos a escala que permitirían. Ahora bien, lo que sí está claro es que el efecto combinado de tales elementos fue una respuesta racional e idónea para mejorar la competitividad del sector. En síntesis, no obstante la modestia de los objetivos planteados en este apartado; es decir, situar con exactitud y en su contexto el problema abordado, más que resolverlo, lo cual requiere mucha investigación todavía, la necesidad de un trabajo previo como el presente y lo que se deduce del mismo, en nuestra opinión, es relevante. Aunque la definición del colonato construida a partir de la bibliografía y las fuentes disponibles no permite mayor precisión, demuestra que sólo es factible establecer dos categorías extremas de tales agricultores, en función de su capacidad económica, y entre las cuales estuvieron incluidos los múltiples casos posibles. Para futuras investigaciones también, nuestro trabajo establece, además, que el colonato debe estudiarse en relación con dos factores, socio-político y económico. El primero fue objeto de persistentes análisis en la Cuba decimonónica, que en general abogaron por blanquear su población y diversificar su estructura productiva, conscientes de que ambos objetivos sólo serían posibles a la vez. Autores como R. de la Sagra, escribieron en un momento
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en que el ingenio esclavista estaba en plena expansión, lo cual, junto a la ventaja comparativa de la caña frente a cualquier otro cultivo en la mayoría del territorio insular, impidió que tales propósitos se materializasen. El referido factor económico, pues, fue condición sine que non, no sólo para el establecimiento del colonato, sino también para el éxito de los proyectos de selección demográfica. Si en algún momento fue posible la Cuba que quisieron los eugenistas fue cuando sus intereses coincidieron con las necesidades de la industria azucarera; sin embargo, éstas no estuvieron determinadas por creencia ideológica alguna, sino por análisis de la disponibilidad y optimización en el uso de los recursos, como muestra, por ejemplo, la trayectoria empresarial de F. F. Ibáñez. Así, los colonos no fueron exactamente lo que quisieron dichos eugenistas, sino más bien todo lo contrario, pues no formaron un grupo social homogéneo en el que asentar la nacionalidad insular y, tras un período de adaptación, permitieron una eficiencia tal en la producción de dulce que, cuando se dispuso con menos trabas del mercado estadounidense, tras la independencia de España, fue preciso seguir importando población de color de las otras Antillas para satisfacer su creciente demanda de mano de obra. Todavía quedan muchos asuntos sin resolver. Por ejemplo, hay que abordar también el colonato desde una perspectiva jurídica41, desconocemos cuál fue exactamente su composición y muchas cuestiones de su formación, que se definió principalmente en confrontación con los dueños de los centrales por capturar las cuasi rentas inherentes al trabajo de la tierra, pero teniendo como trasfondo intereses comunes: optimizar la eficiencia de la producción de dulce. Ni siquiera sabemos si es posible discernir cuánto ahorro ésta en sus costes gracias a la descentralización de la oferta de caña, pero nos hemos podido preguntar si es lógico plantear el tema así, pues aquélla no se dio de manera aislada, sino dentro de un complejo proceso de modernización tecnológico-organizativa que transformó completamente la industria azucarera y, en ese sentido, es posible asegurar que acabó solucionado los problemas que se persiguió enmendar con su establecimiento.
Capital privado y finanzas públicas Una vez examinada la infraestructura de comunicaciones y transportes y la tecnología, incluyendo aquellos aspectos relacionados con la organización de la industria azucarera y que dieron lugar al colonato el último factor de producción que queda por analizar es el capital. La industria azucarera se financió en Cuba con recursos procedentes fundamentalmente de sus propios beneficios y del sector comercial. Este último, 41 El artículo de C. J. Ayala (1995): 95-125, apunta algunas cuestiones interesante en ese sentido.
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además, y como ya vimos, asumió una responsabilidad cada vez más directa en la producción debido a su rentabilidad, a la tendencia a la concentración vertical del negocio, favorecida por los remates hipotecarios cuando los hacendados no pudieron hacer frente a sus deudas, y también siempre que se precisaron inversiones que no se pudieron atender mediante los procedimientos habituales de crédito, fundamentalmente cuando se trató de construir nuevas infraestructuras o de modernizar el equipamiento fabril. El capital comercial se completó con el desarrollo de instituciones bancarias desde mediados del siglo XIX y con inversiones extranjeras, aunque éstas se concentraron más en el comercio y en los ferrocarriles a partir de la década de 1880, cuando también empezaron a colocarse cantidades importantes en la producción de azúcar, procedentes básicamente de los Estados Unidos. Las estimaciones disponibles indican que a finales de dicha centuria el monto de las referidas inversiones norteamericanas rondaba los 45.000.000 ó 50.000.000 $ USA y el de las británicas ascendía a casi el doble42. Según A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992) a finales del siglo XIX aumentó la disposición de los bancos y entidades financieras británicas a invertir directamente en las actividades productivas y de servicios cubanos y a prestar capital para construir y modernizar centrales y ferrocarriles o realizar la zafra. El tradicional déficit de la oferta monetaria, además, se palió con la emisión de tockens por parte de los ingenios y con los procedimientos de fianza en las ventas al por menor, habituales en el período mencionado, y que también sirvieron como instrumentos para controlar a la mano de obra y ligarla al trabajo en las explotaciones agrarias a través de su endeudamiento con los hacendados43. Las inversiones extranjeras inyectaron recursos a la economía cubana, pero también supusieron, después, un drenaje importante de ingresos hacia el exterior, pero debemos considerar, al igual que en épocas precedentes, que éste fue el coste inherente a la importación de un factor escaso y esencial para el crecimiento de dicha economía, lo que también es aplicable, de nuevo, a las remesas de la inmigración, crecientes a finales del siglo XIX, según aumentó el flujo de personas llegadas a la Gran Antilla desde España y otros lugares. Además, la extracción de renta por la primera de las vías citadas se compensó, según A. Bahamonde y J. G. Cayuela (1992), con un incremento en el mismo período del capital insular colocado en actividades productivas en Gran Bretaña, que igualmente generó retornos, pero en dirección a la colonia española. Aparte de las citadas inversiones británicas en los ferrocarriles, los servicios portuarios y urbanos, a partir de la década de 1880 empezaron a operar en Cuba varias empresas norteamericanas. Ya vimos el ejemplo de las com-
42 43
Ver L. H. Jenks (1928): 166, y O. Pino (1984): 252. Ver M. Moreno Fraginals (1975 y 1983).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
pañías que explotaron las minas de hierro del Oriente insular, pero lo más común fue su colocación en la producción de azúcar y tabaco, relacionada con la formación de sendos trust que monopolizaron la adquisición de ambos artículos. En la segunda la presencia de capital estadounidense fue mayor. En la primera se limitó a unos pocos centrales en los que, además, participó en sociedad con la oligarquía criolla y española. Verbigracia, ese fue el caso de E. F. Atkins y los hermanos De la Torriente, que en 1883 adquirieron el ingenio Soledad, o de M. Rionda y sus negocios con el citado E. F. Atkins, W. E. Ogilvie o H. O. Havemeyer (el creador del llamado Sugar Trust, la American Sugar Refinig Co.), que se iniciaron con la compra y remodelación del Tuinicú44. Asociadas con capital extranjero, con una mayor presencia de empresarios de origen metropolitano, debido en parte al esfuerzo por españolizar la colonia, e invirtiendo más directamente en la producción que en períodos anteriores, por tanto, las elites comerciales locales continuaron predominando en la economía cubana, incluso reforzaron su importancia debido a la progresiva monetarización de aquélla, sobre todo tras la abolición de la esclavitud, ya que se encargaban del abastecimiento del mercado. Esto provocó, además, un reforzamiento de la polarización de la sociedad, aunque en el enfrentamiento entre la oligarquía criolla y la española, sobre todo con la radicada en la Gran Antilla, no llegó al extremo de materializarse en conflictos importantes, como ocurrió en el caso de Puerto Rico, posiblemente debido a que el crecimiento de su economía, a pesar de sus problemas, siguió generando oportunidades para ambas y de la prioridad que dieron a la defensa de sus negocios, según se puso de manifiesto en las dos ocasiones en que se unieron por encima de cualquier otra distinción en la Junta Magna y el Movimiento Económico, demandando reformas en la Administración, la Hacienda, el comercio y los aranceles45. Teniendo en cuenta las explicaciones ofrecidas en párrafos precedentes, podemos suponer que durante las décadas de 1880 y 1890, y a falta de estudios que lo evalúen, al hallarse en una fase álgida el flujo de inversiones extranjeras en la economía cubana, posiblemente la recepción de capital por
44 Ver L. H. Jenks (1928): 62 y, para más detalles acerca de dicho proceso, M. McAvoy (2003), E. F. Atkins (1926), B. Allen (1926), O. Pino (1984), o A. García Álvarez (1994 y 1995). 45 La oposición de ambos intereses, no obstante estos matices, se dio, aunque apenas se materializase en enfrentamientos abiertos, como también demuestra le hecho de que los estudios mencionados sobre el tema indican que una de las razones por las que la Junta Magna y el Movimiento Económico se disolviesen fue el peligro que entrañaba para el sistema colonial. Sin embargo, tales matices son importantes, pues no se puede afirmar que sólo los intereses más directamente vinculados con la metrópoli se manifestasen a favor de preservar los vínculos con España y, además, en ambos casos la situación se había aclarado previamente con la firma de sendos acuerdos comerciales con los Estados Unidos.
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esa vía superó a la extracción de renta por concepto de utilidades, más aún si añadimos los valores de retorno de capital insular colocado en valores o industrias foráneas. Las remesas de la inmigración y la repatriación de capital hacia la metrópoli, excluyendo las extracciones fiscales y el servicio de la deuda, de lo que hablaremos a continuación, supusieron en los últimos años antes del estallido de la Guerra de Independencia, según los cálculos realizados por J. A. Piqueras (1998d: 59-63), al menos 4.500.000 pesos anuales, alrededor de un 1,1% del ingreso cubano46. Las estimaciones del párrafo anterior seguramente están sesgadas a la baja, pues no incluyen, por ejemplo, el monto de los fletes cobrados por los barcos españoles o el trasvase de recursos realizado por medios informales; es decir, sin la mediación de entidades financieras. No obstante, observando el tema en el largo plazo, esos son los mismos problemas con que tropezamos al realizar los cálculos en el período anterior a 1880 y, por tanto, las cifras se pueden aceptar como indicadores de tendencia. Además, si bien el crecimiento de la inmigración en los últimos años del siglo XIX debió incrementar la cantidad de renta extraída no registrada, el desarrollo de las referidas empresas financieras y su perfeccionamiento invita también a pensar en que sus servicios se emplearon con mucha más asiduidad por su seguridad frente a otros procedimientos. La mayor parte de la renta que extrajo la metrópoli de la economía cubana fue tradicionalmente por mecanismos fiscales y comerciales. En este sentido tampoco hubo grandes variaciones en el período final del siglo XIX. Los segundos se analizan en el capítulo siguiente. En lo referente a los presupuestos de la Gran Antilla y a la deuda, los gastos del Estado colonial, tras el aumento experimentado durante la Guerra de los Diez Años, volvieron a niveles similares a los del decenio de 1860, oscilando en torno a 22.000.000 y 36.000.000 de pesos anuales, con una ligera tendencia a disminuir. Los ingresos, sin embargo, que en dicha última década habían superado los 30.000.000, a partir de 1885 no rebasaron los 25.000.000. El resultado fue un déficit casi permanente después de la crisis de 1883-1884, que entre esa fecha y 18941895 promedió más de 4.000 pesos cada año. La estructura de las recaudaciones se mantuvo también incólume; casi un 50% procedía de los derechos de aduana, cuyo ingreso fue el que experimentó una contracción más acusada: de 20.500.000 pesos por término medio en el período 1880-1884 a 12.260.000 en el lapso 1885-1893. Aproximadamente otro 30% era aportado por las contribuciones directas, y el resto se repartía entre los bienes del Estado, las rentas estacadas y de la lotería 47.
46 47
Ver C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 377 y 385. Ver I. Roldán (1997b): 50.
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
La partida de gastos más abultada (46% promedio del presupuesto) y que, además, experimentó una ligera tendencia al aumento fueron las obligaciones del Estado y, dentro de ellas, el servicio de la deuda, que en 1885 ascendía a más de 136.000.000 de pesos, más aún si añadimos otros 17.000.000 de adeudos flotantes. Por sus intereses y amortización se pagaron cantidades que oscilaron entre 8.000.000 y 13.000.000 de pesos. El Ejército y la Marina acaparaban otro 30% de los egresos públicos, cifras que estuvieron justificadas mientras prevaleció la esclavitud, pero que después se mantuvieron altas debido a los conflictos coloniales. Del 20% restante, casi dos terceras partes iban a parar a Gobernación y lo demás a Gracia y Justicia y Fomento48. En síntesis, durante los años para los cuales estamos tratando de reconstruir el producto agregado de la economía cubana, 1890-1895, la metrópoli extrajo de la Gran Antilla por vía fiscal un promedio de 12.000.000 de pesos anuales, en torno a un 4% de su ingreso material estimado (ver Cuadro II.9). Finalmente, para concluir con estos cálculos hay que señalar que en las últimas décadas del siglo XIX la deuda acaparaba la mayor parte de las extracciones fiscales de ingreso colonial y que, por tanto, frente al período anterior a la Guerra de los Diez Años, se consolidó una estructura en la que fueron las economías privadas, los intereses que estuvieron detrás del Banco Hispano-Colonial especialmente y los tenedores de bonos, algunos de los cuales eran extranjeros, y no el erario público, los que más se beneficiaron de ellas. Además debemos reiterar que la refinanciación de dicha deuda, al colocarse fundamentalmente en el mercado parisino, impidió la participación de los criollos en su propiedad.
48
Ver I. Roldán (1997a y b), y C. Saiz Pastor (1998).
CAPÍTULO XI
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES1
Introducción La cuantificación y estimación de algunos indicadores básicos es uno de los principales defectos de los estudios de historia de la economía cubana, y más aún de los dedicados a las actividades menos vinculadas con el comercio exterior y fechas más remotas2. Hemos reiterado varias veces que era objetivo de este libro colaborar a aliviar tales carencias, particularmente en lo que respecta a la renta, los precios y salarios, y los análisis realizados en capítulos precedentes muestran que hacerlo es imprescindible para conocer mejor la estructura económica oculta tras la progresiva especialización, estrechamente relacionada con ella y, por tanto, explicarla con mayor rigor y detalle. Además, los referidos cálculos arrojan también alguna luz sobre ciertas cuestiones muy relevantes en el debate en torno al pasado de la Gran Antilla, verbigracia, acerca de las razones por las que no se independizó de España cuando lo hicieron sus colonias del continente americano, y sí en 1898, o de las consecuencias de su fuerte vinculación con el mercado de los Estados Unidos, fundamentalmente desde mediados del siglo XIX. En apartados anteriores calculamos el producto material cubano, en éste reconstruiremos los precios para el último tercio del siglo XIX, aunque ya hemos adelantado algunos de sus resultados cuando ha sido preciso, por ejemplo, para deflactar la renta. Ello nos permitirá también una estimación, aunque preliminar, debido a las dificultades que presentan las fuentes, de los salarios reales, que ayuda a comprender el efecto de la abolición de la escla1 Este apartado es fruto de una investigación publicada en la Revista de Historia Económica, A. Santamaría (2000d). 2 Para un examen de la historiografía económica sobre Cuba, los trabajos acerca de los indicadores de actividad y los problemas y límites del conocimiento de aquélla a través del estudio de la producción y comercio azucarero, ver A. Santamaría y C. Naranjo (1999a), y A. Santamaría (2000a y b).
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
vitud, completando en ambos casos las series de O. Zanetti y A. García Álvarez (1976) sobre el período 1902-1959. Hay datos, más o menos discutibles, pero anuales, que permiten reconstruir un índice general de precios de Cuba entre 1872 y 1897 y empalmarlo con el calculado para el siglo XX, cuyo defecto primordial es que su metodología no se hizo explícita3. Esto ofrece una visión a más largo plazo de la economía insular de la que teníamos hasta ahora, mejora lo que sabemos sobre las causas y efectos de la independencia de la Gran Antilla y posibilita contrastar hipótesis planteadas por la historiografía, como que la progresiva caída de la cotización del azúcar desde la década de 1880 redujo el nivel de vida de sus habitantes, debido a que los aranceles metropolitanos obstaculizaron las exportaciones a los Estados Unidos (su principal mercado), la realización de economías de escala inherentes al incremento de la oferta que habría conllevado aumentar aquéllas, y la firma de acuerdos que facilitasen la importación de artículos norteamericanos más baratos que los españoles o locales4. Finalmente, compararemos también dicho índice con el de otros países, ejercicio muy interesante para resolver varios problemas. La cronología de estudio (1872-1897) está dada por la disponibilidad de datos en las fuentes, no obstante, en ocasiones ampliaremos los comentarios a los primeros años del siglo XX, gracias a la citada integración de nuestra serie con la de O. Zanetti y A. García Álvarez (1976), para observar el efecto de la independencia de Cuba en los precios y salarios.
Precios y su reconstrucción Estimar un índice general de precios (desde ahora IP) permite saber cómo cambia a lo largo del tiempo el coste de una cesta de artículos representativos del consumo de una población. Ello plantea, por tanto, dos problemas —obtener datos para confeccionar dicha cesta y de las cotizaciones de sus contenidos—, cuya solución depende de las fuentes más que de la metodología, pues por buena que sea ésta no resolverá defectos de escasez, fiabilidad o representatividad de la información. Lo ideal es usar valores de mercado al por menor, pero suele ser difícil y la historiografía propone como alternativa emplearlos de mayoreo, también de mercado, si es posible, y si no institucionales, de hospitales, cuarteles u otros organismos, conservados en sus archivos, incluso publicados cuando se abastecieron mediante licitación pública. Los que aquí utilizamos son de los dos últimos tipos citados, y al hacerlo 3
Por los autores, O. Zanetti y A. García Álvarez, sabemos cómo se elaboró y, al igual que a C. Brundenuis (1884), que la usó para deflactar los datos de PNB de J. Alienes (1950), nos parece suficientemente fiable. No obstante, ese modo de conocer el método impide una crítica mayor, pues el lector no tiene acceso a él. 4 Ver, por ejemplo, J. Le Riverend (1985): 193-196.
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
335
suponemos que evolucionaron de modo similar a los de detalle, lo que parece normal que se cumpla5. Los precios que aparecen en diarios y revistas de Cuba entre 1872 y 1897 permiten construir un índice, interrumpido debido a la Guerra de Independencia. La Gaceta de La Habana ofrece datos mensuales de varios artículos cuya compra sacaron a licitación pública dependencias municipales, cuarteles y hospitales y, desde 1881, junto a El País y la Revista de Agricultura, la lista de cotizaciones del Centro de Contratación de Víveres, que cotejamos con los anteriores para comprobar que tales organismos pagaron por los artículos cantidades incluidas dentro del intervalo publicado por ese último6. De ahí que dijésemos que íbamos a utilizar precios de mayoreo, institucionales y de mercado, aunque en ocasiones no ha sido posible. Para el vestido y el calzado sólo disponemos de información del primer tipo, y la vivienda requiere el uso de un sucedáneo, el importe del metro cuadrado urbanizable en la capital insular que da la GH y es, por tanto, el menos fiable, pues supone constantes los costes del trabajo y de los materiales de construcción y los impuestos. Además, debido a la concentración en ese lugar de mucha población, del Gobierno y las principales actividades económicas, puede que no fuese representativo del resto de la isla. No obstante, hemos preferido emplearlo antes que excluir una partida tan relevante del gasto y tras comprobar que no provoca distorsiones extrañas en el IP. Los demás partidas del IP no tienen los problemas de representatividad de la vivienda, pues sus datos son de instituciones repartidas por Cuba. El CCV estaba en La Habana, pero su información es extrapolable a toda la isla debido a la amplia red de transporte naval y ferroviario con que contaban sus áreas más pobladas y a la articulación del comercio interno y a la concentración de las importaciones en la capital y su puerto, lo que permite suponer constantes los costes de traslado y distribución de las mercancías7. Además, 5 Para el debate historiográfico sobre el tema ver, por ejemplo, P. Deane y A. W. Cole (1962) y C. Feinstein (1995). En E. Ballesteros (1997a y b) hay un magnífico estado de la cuestión. 6 La Gaceta de La Habana era el diario oficial, El País un periódico y la Revista de Agricultura, el boletín del Círculo de Hacendados de la Isla de Cuba. A partir de ahora citamos esas fuentes como GH, EP y RRA, y el Centro de Contratación de Víveres como CCV. 7 Dichas instituciones radicaban en Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, Camagüey y Santiago. Acerca del transporte, ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1987) y A. Santamaría (1998c). Ya hemos señalado que el siglo XIX los ferrocarriles cubrían la mayor parte de la mitad Oeste de Cuba, limitándose en el Este a los grandes centros económico-demográficos —Camagüey, Holguín, Santiago o Guantánamo—, pero casi toda esa región permaneció inexplotada y despoblada hasta la centuria siguiente. La afirmación de que los costes de traslado y distribución pueden considerarse constantes se basa en los datos de las obras citadas y es verdad, sobre todo, para después del inicio de la guerra de 1868-1878 —nuestro índice empieza en 1872—, cuando el Gobierno obligó a las empresas propietarias a coordinar los servicios de tren para atender necesidades militares, cooperación que se mantuvo luego, más aún cuando en los años ochenta comenzó un proceso de centralización de las líneas occidentales. Respecto a la concentración de las importaciones en el puerto habanero,
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como consecuencia de lo anterior, ya dijimos que el precio de los bienes adquiridos por dichas instituciones, con independencia de su ubicación, estaba dentro del intervalo publicado por el referido CCV. La composición del IP responde a varios criterios. El primero viene dado por las fuentes: elegimos artículos con información seriada y homogénea. La GH la ofrece para unos setenta, pero muchos no aparecen todos los años o varía su denominación (verbigracia, hay diversas clases de arroz o café y tal vez los cambios en su valor se debieron a diferencias de calidad o procedencia). El segundo es la representatividad de los bienes. Algunos no son habituales del consumo de la población, como el atuendo militar, otros son similares o sustitutivos entre sí, por ejemplo, distintos tipos de carne o pescado. En tal caso escogemos los que aparecen con más asiduidad en las relaciones de gasto con que ponderamos el índice. Otro factor que tenemos en cuenta es la temporalidad de la actividad económica en Cuba: el azúcar se produce sólo durante la estación seca y los precios entonces podían ser bastante más altos que en el tiempo muerto. Para resolver ese problema promediamos los datos de cuatro meses8. El resultado de la selección son 32 mercancías agrupadas en varias categorías, como veremos enseguida. Lo más difícil ha sido elaborar la cesta de consumo, pues hay pocos datos. La GH publica algunos en varios años del período estudiado sobre la distribución del gasto en cuarteles y, lo que es más importante, en dependencias municipales9. Contamos también con los del proyecto de F. F. Ibáñez (1881) para producir dulce en centrales con colonos en vez de esclavos, cuya presencia, por ciento, limita el alcance de nuestro índice a la población libre hasta que se completó la abolición en Cuba. Su información se refiere a habitantes del campo, luego complementa la anterior, básicamente urbana, y aunque debe tomarse con cautela, ya que al pretender su autor incentivar la colonización blanca y europea podría estar segada a la baja, parece fiable por su similitud con la ofrecida por la citada GH. Dos razones explican ese hecho. En primer lugar, lo que afirmamos respecto a que factores como la extensión de la red ferroviaria permitían suponer variaciones parecidas en los precios en toda la isla, se puede aplicar igualmente a los patrones de consumo, teniendo en cuenta, además, que la progresiva extensión de la industria azucarera coadyuvó también a crear un mercado interno y a monetarizar la economía. En segundo lugar, el mencionado F. F. Ibáñez revisó su
según O. Zanetti (1975): 110 y A. García Álvarez (1990): 35, antes de 1900 entraban por él un 70% de las mercancías introducidas en la isla (tanto en volumen como en valor), proporción que apenas varió después. 8 Promediamos precios de enero (la zafra normalmente ya ha comenzado), abril (está en apogeo), julio (hace unos 30 días que ha acabado) y octubre (se están haciendo los preparativos para una nueva). 9 GH (11-5-1873, 16-11-1877, 8-2-1883 y 19-6-1897).
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plan para responder a las críticas suscitadas por otro previo, así que debió intentar ajustar sus cálculos a la realidad10. Con los datos de las dos fuentes citadas y un poco de sentido común, como dicen D. Reher y E. Ballesteros (1993: 17), componemos la cesta para ponderar los precios de sus artículos (ver Cuadro II.15). El defecto más importante, casi imposible de resolver y común a cualquier estimación similar a la nuestra, es que excluye partidas del gasto tan relevantes como los servicios, pues es muy difícil incluirlas. Otro problema es elegir entre ponderaciones fijas o variables a lo largo del tiempo. Aquí hemos optado por las primeras, pues abarcamos sólo 26 años y la información disponible muestra escasas variaciones en la distribución del gasto durante ellos, incluso en fechas posteriores, cotejada con la existente para el inicio del siglo XX11. Los datos disponibles en las fuentes y los bienes incluidos en las relaciones de gasto o sus posibles sustitutivos determinan, por tanto, la composición específica del IP. En el Cuadro II.15 se observa que el reparto de aquél refleja varias influencias en la alimentación de los cubanos acordes con su origen. En los granos predominaba el arroz, pero con poca diferencia respecto al pan y la harina, típicos de dieta española. Algo similar ocurría con las viandas y legumbres, sobre todo con los tubérculos, aunque no tenemos precios de la yuca o el boniato y ha habido que asignar los porcentajes que representaba su consumo a las patatas, y con las hortalizas y frutas, que en la isla se producen abundantemente (sólo conocemos el importe de las cebollas), cuyas proporciones prorrateamos entre los demás artículos de la mima categoría. En lo que respecta a las carnes, pescados y grasas, sólo hemos podido obtener datos del tasajo, el tocino, la manteca de credo y el aceite de oliva, aunque todos ellos están incluidos en las relaciones de consumo junto al pollo, los huevos, la leche, el queso y la mantequilla. De estos últimos sólo han quedado excluidos por falta de información los lácteos, pues los avícolas se supone que están bien representados por las mencionadas carnes. Tasajo y bacalao eran alimentos comunes de los esclavos, lo que invita a pensar que pudo haber cierta renuencia a ingerirlos en los hombres libres. Sin embargo, aparecen en las relaciones de consumo. Finalmente debemos decir que hemos considerado el pimentón representativo de las especies porque disponemos de datos sobre el mismo y que para la bebida, carecemos de información acerca de la cerveza y hemos tenido que asignar su porcentaje al vino. Ambos y el aguardiente (y el ron) eran los brebajes alcohólicos que tomaba la población con asiduidad. Para el vestido y el calzado contamos con artículos bastante significativos, pero masculinos, no hemos hallado datos de atuendos femeninos o de artículos 10 Ver F. F. Ibáñez (1880a y b) y, sobre las críticas a sus proyectos, por ejemplo, F. Zayas (1880b). 11 Ver, por ejemplo, Instituto de Historia de Cuba (1989): I, 68. Esta similitud, además, es esencial para empalmar nuestro índice de precios con el de O. Zanetti y A. García Álvarez (1976).
338
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro II.15 Cesta de consumo para la ponderación del índice de precios cubanos.
Categoría
Porcentaje
Alimentos
53,0
Bebida
13,0
Vestido
14,5
Jabón Vivienda Combustible TOTAL
Categoría
Porcentaje
Producto
Grano
12,0
Arroz Harina Pan Maíz Fideos
Viandas y legumbres
15,0
Carne/pesca
13,0
Frijoles Garbanzos Patatas Cebollas Tasajo Tocino Bacalao Manteca Aceite Azúcar Café Pimentón Sal Ajos Vinagre Vino Aguardiente Chaqueta Pantalón Camisa Zapatos Sombreros Mantas
Grasas
8,0
Otros
5,0
13,0 Ropa
8,0
Calzado Otros
4,0 2,5
2,5 10,0 7,0
2,5 10,0 7,0
100,0
100,0
Aceite carbón Velas
Porcentaje 6,0 1,0 4,0 0,5 0,5 3,0 2,0 8,0 2,0 5,0 4,0 4,0 5,0 3,0 2,0 2,0 0,1 0,3 0,3 0,3 11,0 2,0 2,0 3,0 3,0 4,0 0,5 2,0 2,5 10,0 4,0 3,0 100,0
FUENTES: GH (11-5-1873, 16-11-1877, 8-2-1883 y 19-6-1897), y F. F. Ibáñez (1881): 19.
propios del ajuar de la casa, salvo de las mantas. Es más adecuado usar los precios de aquéllos primeros, empero, que los del algodón u otras fibras, habituales en muchos índices. Tampoco disponemos de cotizaciones del mobiliario y utensilios domésticos, que junto a los servicios, son las partidas más importantes excluidas de este tipo de estimaciones. Suponemos —no queda más remedio—, que evolucionaron cómo las del promedio de los bienes incluidos en
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
339
nuestro IP que, finalmente, pondera el importe del jabón como representativo del gasto en higiene y limpieza, algo que es también usual, y el del aceite de carbón y las velas como combustibles comunes en el alumbrado y la cocina, pues por la ubicación de Cuba en el Trópico apenas se necesitó para otros menesteres12. En cuanto al porcentaje con que pondera cada artículo, la alimentación acaparaba la mayor parte del gasto (el 53%), y dentro de ella los granos, viandas y legumbres, en especial las patatas, el arroz, el pan y los frijoles, que sumados representaban tanto como las grasas, carnes y pescados juntos (21%). Un predominio alto pero no excesivo de la comida es lo que cabía esperar en un lugar que estaba atrayendo inmigración de los países más atrasados de Europa, como España13. El alto porcentaje asignado a la bebida, en particular al vino, se debe a la fuente usada. Procede de las relaciones de gasto de los cuarteles, pero pensamos que así podríamos tener una idea aproximada del valor del dinero de bolsillo, partida básicamente masculina y en tiempo de ocio, que en buena parte se destinaba a la taberna. Estudios como los de R. Mousnier (1972) prueban, además, que licores, alcoholes y especialmente el vino, eran un complemento calórico importante, difícil de obtener de otros alimentos, sobre todo en la dieta de la población más pobre. El 34% de la cesta de consumo que no estaba compuesta por comida y bebida se repartía entre jabón (2,5%), vivienda (10), ropa, calzado y otros textiles (14,5) y combustible (7). Sobre la metodología resta decir que calcular el índice requiere definir una base de uno o más años del inicio, mitad o final de la serie, o varias y promediar luego los resultados14. Como nuestro estudio abarca poco tiempo, optamos por una polianual, en el centro del período (1883-1886) cuyos precios medios, casualmente, son parecidos a los de todo el IP. Finalmente, un último problema que se plantea es empalmar este índice con el de O. Zanetti y A. García Álvarez (1876). Para ello indexamos un año de su serie usando datos de O. Ferrara (1915), similares a usados aquí, aunque correspondientes a 1914, fecha supuestamente excepcional por el inicio de la Primera Guerra Mundial, que tuvo serias consecuencias económica en Cuba, pero que elegimos precisamente por tal motivo, pues éstas sólo se aprecian en los meses finales (la fuente ofrece información para todos y la promediamos) y realmente fueron pequeñas hasta 1917, cuando los Estados Unidos entraron en el conflicto y se disparó la inflación15, por lo que pueden
12 Para el tipo específico de cada producto (la harina es de trigo, las caminas de raso) ver Cuadro II.20. 13 Según E. Ballesteros (1997a): 374, el 75% de la cesta de consumo española entre 1861 y 1901 eran alimentos. 14 Un índice largo pierde representatividad en el tramo más alejado de la base. Por eso se suelen usar dos (inicial y final), cuyos resultados se promedian. Dicho cálculo se llama Laspayer. 15 Sobre el efecto de la guerra y la inflación posterior a 1917, ver A. Santamaría (2000a y b y 2002a).
340
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
considerarse características de una economía abierta, muy vulnerable a las alteraciones del sector externo y a acontecimientos como dicha contienda. Nuestro trabajo está lleno de defectos, como todos los de su tipo, especialmente en lo referente a la cesta de consumo, y esperamos que sea mejorado pronto por estudios con nuevos datos y métodos, pues para eso dedicamos tanto espacio a explicar cómo y con qué fuentes construimos el IP . Creemos, empero, que los resultados obtenidos son aceptables y seguidamente analizaremos su contribución al debate historiográfico. En los Cuadros II.18 a 22, los cuatro últimos colocados al final de este capítulo, detallamos los pormenores de la elaboración y otros aspectos, por ejemplo, las unidades y monedas en que se expresan los precios, presentamos las cotizaciones del azúcar crudo exportado16, los índices de O. Zanetti y A. García Álvarez (1976), de España, Gran Bretaña y los Estados Unidos, con los que cotejaremos el de Cuba, y la información disponible para estimar los salarios reales que, según dijimos, era disímil y escasa y representativa fundamentalmente de los jornales de los obreros industriales de los ingenios y tabaquerías17. Tras estas salvedades, lo que resta es comentar los resultados del IP cubano. Para empezar debemos señalar que el último tercio del siglo XIX fue una fase de deflación generalizada. Grosso modo, gracias a la Revolución de los Transportes y a la Segunda Revolución Industrial, los países nuevos —Argentina, Australia, los Estados Unidos— expandieron su oferta para el mercado mundial y causaron una reducción del precio de los bienes transados en él18. Con la división internacional del trabajo, el modo en que tal proceso 16
En lo que respecta a la divisa, expresamos los precios en pesos oro, usados normalmente en las fuentes por su estabilidad, pues el gobierno español emitió billetes para financiar la Guerra de 1868-1878, lo que causó problemas monetarios que aún no se han analizado. Sobre las cotizaciones del azúcar hay que decir que difieren si el dulce se destina a la exportación o al consumo interno (valor que utilizamos en el IP), ya que están determinadas por factores distintos, como las cantidades transadas, su calidad o los acuerdos internacionales de comercio. 17 Los datos de las tabaquerías son fiables, pero corresponden a operarios especializados y de un sector en el que surgió el primer movimiento obrero en Cuba. Los salarios azucareros podrían ser más representativos por la cantidad de población ocupada en la cosecha y molienda de la caña en la isla, pero también plantean problemas. Hasta 1886 los ingenios usaron esclavos y no podemos precisar el efecto que ello tuvo en los sueldos. Sin duda fueron más altos que en un hipotético régimen laboral libre, pero lo que nos interesa es si la diferencia en exceso se mantuvo a lo largo del tiempo, en cuyo caso sí tendrían esa representatividad de la evolución de la remuneración media del trabajo en la Gran Antilla. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la zafra dura sólo unos meses y eran muy distintas las retribuciones de los empleados permanentes y de los estacionales, y también de los jornaleros agrarios y los industriales, dependiendo además del grado de cualificación, aspectos de los que no siempre hablan las fuentes. Finalmente, durante una época hubo hacendados que pagaron en tockens válidos sólo en las tiendas de la plantación, y fue común abonar una parte de los estipendios en alimentos, a veces en tierra, vivienda y otros enseres, aunque esto último si suele estar especificado en la documentación y se puede suponer que los precios de dichos comercios variaron de forma similar a los del mercado. Para más detalles sobre todos estos temas, ver J. Le Riverend (1985), M. Moreno Fraginals (1975 y 1978), J. Stubbs (1989) y A. Santamaría y L. M. García Mora (1999). 18 Sobre ese proceso ver, por ejemplo, N. Stonne (1985).
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
341
afectó a cada país dependió de la importancia de sus respectivos sectores externos y del comportamiento de las cotizaciones relativas de los artículos exportables frente a los de consumo interno. Por ejemplo, no se ha estudiado si ello favoreció la industrialización en varias naciones de América Latina en el período citado, que ya nadie discute19. En tal debate no abierto es donde se sitúa nuestro interés por saber si hubo una disparidad relevante entre la tendencia deflacionaria del referido IP de la Gran Antilla y la del azúcar, su principal producto comercial, lo que permitirá un conocimiento más preciso de su economía, mejor incluso que el cálculo de los términos de intercambio, que tampoco se ha realizado. Aparte de tales factores, variables de tipo institucional o de otra índole, como las políticas arancelarias, los tratados bilaterales o las guerras, alteraron las relaciones mercantiles y su efecto sobre el crecimiento. Entre 1868 y 1898 la isla sufrió tres conflictos por su independencia, el gobierno español modificó varias veces sus tarifas aduaneras, lo mismo que hizo el norteamericano con las suyas para el dulce, y ambos firmaron sendos acuerdos que regulaban dichas relaciones entre ellos. El Gráfico II.4 muestra la evolución de los precios cubanos. Lo característico del último tercio del siglo XIX fue la deflación: cayeron un 1,8% promedio anual. Los del jabón, vestido y alimentos disminuyeron más (5,1; 3,0 y 2,1%) y los de la bebida y vivienda menos (0,4 y 0,120). Entre la comida, sufrieron una reducción mayor los granos, viandas y legumbres, café, azúcar y condimentos, y las carnes, pescados y grasas menor. Por etapas, la tendencia fue claramente depresiva hasta 1889 (–2,6% por año), luego se inició una fase de oscilaciones en la que destacan el modo en que los bienes no comestibles encarecieron el IP, la contracción de 1895 y la recuperación posterior, que seguramente siguió hasta el final de la Guerra de Independencia. A pesar de esas diferencias, la correlación de los índices de todos los artículos y el general es alta y positiva. Los citados alimentos presentan el coeficiente más elevado (0,95) y la vivienda el más bajo, sin duda, debido a los problemas que tenían nuestros datos, y aún así es del 0,66. Atendiendo al contexto general descrito en el inicio de este capítulo, la estructura del IP de Cuba es bastante lógica y responde a factores generales y específicos de su economía y marco institucional. Para discernir entre ellos en el Cuadro II.18 y los Gráficos II.5 y 6 comparamos los precios de España, Gran 19 Ver, por ejemplo, R. Cortés Conde y S. Hunt, eds. (1985), R. Throp, ed. (1989) o E. Cárdenas et. al., eds. (2000a). Ésas y otras obras analizan los efectos multiplicadores del sector externo, incluso las barreras geográficas de protección natural en la industrialización, pero no la incidencia de los precios relativos, no obstante se sabe la importancia que tuvo en aquélla tras la crisis de 1930, otro período de deflación. Acerca de la manufactura no azucarera o tabacalera en Cuba hay muy pocos estudios, aunque las obras de M. A. Marqués (1998b y 2002) han puesto las bases para mejorar su conocimiento. 20 En el caso de la bebida, por un fuerte aumento desde 1891 que debió provocar una elevación de los impuestos o aranceles, pues en esos años descendió el precio del vino. Ver J. Simpson (1992): 121.
342
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Gráfico II.4 Índice de precios cubanos, general y de la alimentación, 1872-1914. 145 135 125
Índice
115 General
105
Alimentación
95 85
65
1872 1875 1878 1881 1884 1887 1890 1893 1896 1899 1902 1905 1908 1911 1914
75
Años
FUENTE: Cuadros II.19 y 20.
Bretaña, los Estados Unidos y la Gran Antilla. Lo primero que llama la atención es que entre 1872 y 1882 las tendencias de aquellos primeros y los de la isla fueron opuestas, hecho sintomático de sus diferencias económicas. El proteccionismo, la inestabilidad política, la propia guerra colonial de 1868-1878 Gráfico II.5 Índices de precios de Cuba y España, 1872-1914.* 145 135
Índice
125 115
Cuba
105
España
95 85
1914
1912
1908
1904
1900
1896
1892
1888
1884
1880
1876
65
1872
75
Años
* Para Cuba, hasta 1897 índice general, y desde 1903 índice de la alimentación. FUENTES: Cuadros II.18, 19 y 20.
343
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
Gráfico II.6 Índices de precios de Cuba, Gran Bretaña y los Estados Unidos, 1872-1914.* 145 135
Índice
125 115
Cuba
105
EE.UU. GB
95 85
1914
1912
1908
1904
1900
1896
1892
1888
1884
1880
1876
65
1872
75
Años
* Para Cuba, hasta 1897 índice general, y desde 1903 índice de la alimentación. FUENTES: Cuadros II.19 y 22.
y las crisis agrarias típicas del siglo XIX hispano, como confirman las recientes estimaciones de E. Ballesteros (1997b), no obstante relativizan su efecto frente a otros estudios anteriores, explican la inflación que se observa en su caso. El comercio exterior era más importante en la economía de Cuba que en la de su metrópoli, y los precios de aquélla evolucionaron de un modo más parecido a los de Gran Bretaña y los Estados Unidos De hecho, salvo en el bienio final, sus variaciones fueron similares en magnitud y tendencia a las de estos últimos, menos en algunos pocos años, y con diferencias mucho más pequeñas que las observadas frente al de España en los años setenta y que, además, disminuyeron en los ochenta (ver Gráfico II.5). Incluso resulta llamativo que las curvas del IP insular e hispano muestren una evolución paralela entre 1893 y 1897, aunque la deflación de 1895 en la Gran Antilla no tuvo parangón en otros países. Luego explicaremos el porqué. Para ser más precisos, hemos calculado la matriz de correlación de los IP de Cuba, España, Gran Bretaña y los Estados Unidos (ver Cuadro II.16). El coeficiente del primero con el segundo en 1872-1897 no es estadísticamente significativo, con el tercero es 0,89 sobre 1 y con el cuarto 0,96, lo que corrobora las semejanzas que señalamos anteriormente. Dicha correlación con los precios norteamericanos es incluso mayor a finales del siglo XIX que a principios del XX (0,89), aunque lo comparado entonces es la cotización de los alimentos en la Gran Antilla. La brusca caída de los precios en 1895 (–7,4%), antes de la inflación causada por la Guerra de 1895-1898 es la principal cuestión del IP de Cuba que precisa una explicación específica, pues no se dio en otras partes —en
344
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro II.16 Coeficientes de correlación de los índices de precios de Cuba, España, los Estados Unidos y Gran Bretaña y del azúcar, 1872-1897 y 1872-1914.*
1872-1897 Cuba España EE.UU. Cuba España EE . UU . GB
Azúcar
1,00 (0,00) 0,05 (0,81) 0,96 (0,00) 0,89 (0,00) 0,91 (0,00)
1,00 (0,00) 0,07 (0,10) 0,77 (0,00) 0,18 (0,42)
GB
1872-1914 Azúcar Cuba España EE.UU.
1,00 (0,00) 0,25 (0,21) 1,00 0,93 (0,00) (0,00) 0,93 1,00 0,64 (0,00) (0,00) (0,00) 0,91 0,82 1,00 0,92 (0,00) (0,00) (0,00) (0,00)
1,00 (0,00) 0,20 (0,28) 0,14 (0,46) 0,35 (0,50)
GB
Azúcar
1,00 (0,00) 0,80 1,00 (0,00) (0,00) 0,91 0,60 1,00 (0,00) (0,00) (0,00)
* Para 1872-1897 IP cubano general; para 1872-1914 IP de la alimentación. Los valores por debajo de (0,05) indican que los coeficientes de correlación no son estadísticamente significativos. FUENTES: Calculados a partir de la información de los Cuadros II.19 y 22.
España y en los Estados Unidos disminuyeron, pero no más que en períodos precedentes— ni en la isla previamente o después sin mediar hechos excepcionales como el inicio o fin de un conflicto mundial o la depresión de 1930. Dicha explicación está en los datos del Cuadro II.16 y el Gráfico II.7. Entre 1872 y 1897 la correlación del referido IP insular con el norteamericano sólo Gráfico II.7 Índices de precios de los Estados Unidos y de la alimentación y del azúcar cubanos, 1872-1940. 317 267
Índice
217
Cuba
167
EE.UU. Azúcar
117
Años FUENTE: Cuadro II.22.
1940
1935
1928
1921
1914
1907
1900
1893
1886
1879
17
1872
67
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
345
es similar a la que tiene con la cotización del azúcar (0,91), que además aumenta si la observamos en un lapso mayor (1872-1914). En 1895 ésta última alcanzó mínimos históricos: sólo se pagó menos por el dulce en 19021903, hasta que entró en vigor el Tratado de Reciprocidad entre La Habana y Washington y durante la crisis de los años treinta del siglo XX. En apariencia, las comparaciones internacionales sugieren que los factores institucionales y la guerra de 1868-1878, no así la de 1895-1898, a pesar de lo que dijimos, afectaron poco a los precios de Cuba, pero lo visto hasta ahora permite afirmar que aunque no cambiaron su tendencia, si determinaron sus variaciones. Para tender una idea de la incidencia que tuvo el primer conflicto independentista insular indexamos las cotizaciones de algunas fechas previas no incluidas en el IP por ser sólo sobre tres años y estar estimadas con datos distintos a los de éste último (ver Cuadro II.17). Cuadro II.17 Índice de precios cubano, 1844, 1860, 1864 y 1872-1880.*
1844 1860 1864 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 IP
171,4 129,1 115,8 132,6 130,1 131,2 128,3 125,8 121,2 121,5 112,6 112,7
* Para 1844 estimado con precios de la carne, grano, viandas y legumbres; para 18601864, con medias mensuales de la carne y grano. FUENTES: Para 1844, D. Turu (1981): 68; para 1860-1864, GH (28-1, 6-6, 8-10 y 1-12-1860 y 3-2, 5-4, 8-8 y 8-11-1864), y para 1872-1880, Cuadro II.19.
Los datos del Cuadro II.17 indican que posiblemente la Guerra de los Diez Años invirtió la trayectoria descendente de los precios cubanos que, por otro lado, estaban decreciendo a una tasa similar a la del período 18721897 (1,76% promedio anual de 1844 a 1860 y 1,98 de 1860 a 1864). Ello confirma también la tesis tradicional de que la contienda tuvo pocas consecuencias económicas directas, pero sólo frente a lo que cabía esperar, pues en el lapso 1872-1878 la deflación se redujo a un –1,2% cada doce meses, frente a un –3,4 en los Estados Unidos, y tras el armisticio aumentó hasta – 8,9. En tal evolución intervino, además, otro factor difícil de discernir del anterior: el gobierno español decretó un recorte progresivo del 15% del arancel colonial para el período 1870-1879 que debió paliar el efecto ralentizador de la citada deflación que supuso la conflagración21.
21 Además de esos efectos, tuvo que influir en los precios la referida emisión de billetes para financiar la Guerra de los Diez Años. Como tantas afirmaciones sobre la economía cubana, ya lo hemos comentado, la tesis acerca de la escasa incidencia que tuvo aquélla se basa en que la oferta de azúcar apenas se resintió. Sobre ese tema, las leyes comerciales de 1870-1879 y otras posteriores que mencionamos luego, ver J. Le Riverend (1985): 193196, y O. Zanetti (1998a, b y c).
346
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Nuestro trabajo muestra también la poca incidencia en los precios de Cuba de la llamada Ley de Cabotaje con España de 1882 (ver Cuadro II.18) como cabía esperar por los estudios del tema, pues se modificó enseguida y en 1884 se amortiguó con un aumento de los impuestos transitorios22. En esa fecha entró en vigor el llamado Modus vivendis, precedente del Tratado de Reciprocidad comercial de 1890 con los Estados Unidos, y en un año las cotizaciones disminuyeron un 8%, pero seguramente la razón, más que el acuerdo, que además concluyó en 1886, fue una crisis que deprimió el valor del azúcar un 50% en un bienio (ver Gráfico II.7). Antes señalamos que en 1882 el IP insular inició una fase de oscilaciones coincidiendo con los hechos que estamos señalando. En 1887 la metrópoli elevó el arancel a las importaciones extranjeras, lo que debió contribuir a mantenerlas e influir en que los referidos precios sólo se redujesen un 0,7% promedio anual hasta 1890, cuando se firmó el citado convenio hispano-norteamericano, el FosterCánovas, que fue sin duda la causa de la caída de aquéllos un 5,9% en 1891, pues no hubo entonces otros factores que la expliquen (el importe del dulce únicamente descendió un 1,8%). Su derogación en 1894, finalmente, provocó la fuerte deflación de 1895 que ya comentamos, en especial por su efecto en el azúcar. L. H. Jenks (1928: 92) dice que si el gobierno de Washington quiso mostrar a los cubanos las ventajas de la integración económica de sus países, el mejor modo era eliminar la tarifa para el edulcorante y luego restablecerla. En suma, comparar el IP de Cuba y de otros países y examinar los factores que lo determinaron confirma lo que señalamos acerca de que era posible distinguir dos fases en su evolución. Entre 1872-1882 predominó la deflación, relentizada quizás por la guerra de 1868-1878, pero favorecida por la paz y la rebaja arancelaria decretada por el gobierno colonial. Los precios de la Gran Antilla decrecieron de forma similar a los norteamericanos y a los del azúcar y, dado que aquélla estaba especializada en producir tal artículo y que eso supuso una progresiva dependencia de la importación de alimentos23, la diferencia entre la tasa de crecimiento de dichos precios y del valor del dulce da una idea aproximada del poder de compra de las exportaciones y de los términos de intercambio, cuyo saldo fue de aproximadamente de un +11%. En una segunda fase, tanto si consideramos el período 1882-1897 o sólo el lapso 1882-1894, para excluir el efecto de la guerra de 1895-1898, la de-
22
Ver O. Zanetti (1998a): 103-109. En el volumen de importaciones cubanas, los alimentos aumentaron su proporción de un 38 a un 72% entre 1864 y 1886-1887. No tenemos datos del primer año, pero medida en valores, esa cifra se reduce en el segundo al 48%, ver GH (11-12-1861 y 24-9-1887). Según la información de la Dirección General de Hacienda (1897) y de O. Zanetti (1975): 82-83, tal porcentaje se mantuvo en 1894 (45%), 1895 (51%) y en el período 1900-1914 (37% sin incluir los animales y sus despojos y 46% con ellos). 23
347
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
Cuadro II.18 Tasa de crecimiento de los precios de Cuba (generales y de la alimentación), España, Gran Bretaña, los Estados Unidos y el azúcar por períodos, 1872-1897 – 1903-1914.
Períodos
Cuba-general Cuba-alimentos Azúcar España
1872-1897 1872-1894 1872-1882 1882-1897 1882-1894 1903-1914
–1,89 –2,08 –2,84 –1,26 –1,45 0,91
–2,16 2,17 –3,19 –1,47 1,68 1,54
–4,25 4,30 –2,88 –5,17 5,49 –0,14
0,36 0,01 2,04 –1,05 1,60 2,15
EE . UU .
GB
–2,55 –2,62 –2,88 –2,03 2,42 1,54
–2,10 2,21 –2,40 –3,50 2,06
FUENTES : Cuadros II .19 y 22 para Cuba y sobre el azúcar y los otros países, M. Moreno Fraginals (1978): III, y A. Santamaría (2000d) respectivamente.
flación de los precios de Cuba fue muy inferior a la de los estadounidenses y a la del azúcar, y el poder de compra de éste frente a los alimentos se deterioró un 69% (ver Cuadro II.1824). Tras la independencia la situación varió radicalmente, según la serie de O. Zanetti y A. García Álvarez (1976), entre 1903 y 1914 las cotizaciones norteamericanas crecieron más que las insulares y dicho poder de compra aumentó un 41% (el importe de los víveres lo hizo un 0,91% anual y el del dulce un 1,54).
Salarios reales Los cálculos del apartado anterior ofrecen también una idea de las causas y efectos de la independencia de Cuba, seguramente más aproximada a su incidencia real en la población que los de la renta. Otra contribución del índice de precios es que mejora nuestro conocimiento de los salarios reales en la isla a finales del siglo XIX, cuestión importante en términos económicos y en el debate acerca de la abolición de la esclavitud. Ya apuntamos que la información disponible sobre ellos es parcial y procede de fuentes disímiles, pero que a falta de otra más precisa se puede suponer que la tendencia que describen fue relativamente representativa de la remuneración laboral media en la Gran Antilla. El Gráfico II.8 muestra su evolución, en la que, de nuevo, se distinguen dos fases con un punto de inflexión hacia 1883. Otra conclusión es que, por la razón anterior, posiblemente el coste de la pérdida de poder adquisitivo del dulce no pudo repercutirse en los salarios, lo que refuerza la tesis de la necesidad de ampliar el mercado azucarero como causa de la independencia de Cuba. Los datos del Gráfico II.8 indican que en
24 Al comparar con los alimentos eliminamos también el efecto inflacionario que otros artículos tenían en el IP y que podía estar ocasionado por problemas de información.
348
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Gráfico II.8 Índices de precios, salarios nominales y reales de Cuba, 1872-1914.* 145 135
Índice
125 115
Precios
105
Salario nominal Salario real
95 85
1912
1907
1902
1897
1892
1887
1882
1877
65
1872
75
Años
* Índice general de precios hasta 1897, y de la alimentación desde 1902. Extrapolamos la tendencia entre años sin datos para completar las fechas sin datos salariales. FUENTES: Para los precios, Cuadro II.19, y sobre los salarios nominales, Cuadro II.22.
el siglo XX aquéllos crecieron más que los precios, pero con igual tendencia, ganando en capacidad de compra un 1,8% anual entre 1905 y 1913, y menos que la renta per cápita (3,2) o que valor de la zafra deflactados (3,6), gracias a las economías de escala laborales que permitieron el aumento de la oferta de edulcorante y de la inmigración en ese período25.
Conclusión En síntesis, a pesar de los problemas metodológicos y de fuentes, el índice que hemos reconstruido parece un buen indicador del monto y variaciones de los precios en Cuba entre 1872 y 1897 y ofrece relevantes aportaciones al conocimiento histórico. Confirma la tesis de que el mantenimiento del dominio hispano causó serios problemas a la economía insular, pero con matices importantes. La correlación de su IP y el norteamericano fue incluso mayor en ese período que después de 1900 y el examen de los factores instituciones que lo determinaron prueba que la política española fue más racional de lo que se pensaba e intentó paliar las dificultades que obstaculizaron dicha correlación. Ello explica que el contenido de las mismas perdiese 25
Acerca de la renta, ver A. Santamaría (2000b): 544-545, sobre el valor deflactado de la zafra, A. Santamaría (2000d): 131, y acerca de la inmigración el capítulo 8 de este libro y C. Naranjo (1984).
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
349
el carácter general que tuvo antes de 1880 (rebaja arancelaria para los productores foráneos) y se concentrarse en facilitar el comercio con los Estados Unidos a través de acuerdos bilaterales, lo que se tradujo, por ejemplo, en la reducción del sincronismo que hasta entonces habían tenido la evolución de los citados precios de la Gran Antilla y de Gran Bretaña. El análisis de los precios de Cuba indica que el principal factor económico de su independencia, más que la política española, fue la evolución de la economía mundial a finales del siglo XIX. Hemos estimado los cambios en el poder de compara del azúcar y determinado que la crisis del inicio de la década de 1880 provocó un fuerte deterioro del mismo que no se explica por causas de carácter institucional, sino por el efecto de la Revolución de los Transportes y de la Segunda Revolución Industrial en el valor de las exportaciones. Frente a ello hubo dos posibles soluciones: reducir la especialización productiva o modernizar los ingenios y expandir su escala de fabricación para compensar aquélla ahorrando costes, opción más racional y rentable a corto y medio plazo, que a la postre se impuso, pero cuya optimización requería asegurar un mercado que desde mediados de la centuria se concentraba en los Estados Unidos. Por eso, mientras duró el dominio hispano el aumento de la oferta de dulce no logró tales objetivos debido a las dificultades para venderlo por un importe razonable cuando el gobierno norteamericano elevaba sus aranceles y también, aunque los con los datos disponibles esa conclusión no se mantiene con igual firmeza, al crecimiento de los salarios reales, seguramente porque la abolición, más que abaratar los jornales, agravó el problema de la escasez de mano de obra. Nuestras conclusiones, por tanto, añaden precisión al debate historiográfico y amplían el espectro de análisis, pues destacar la importancia de la crisis de inicios de la década de 1880 no resta relevancia a la política comercial de España o de reserva del mercado cubano para sus artículos, sino que invita a estudiar sus causas y efectos en un contexto mayor: el ensanchamiento del sistema económico y la modernización productiva mundial de finales del siglo XIX. Como argumento a favor de esa tesis hay que señalar, además, que la investigación ha prestado relativamente poca atención a dicha crisis, pero no así los contemporáneos, al menos los azucareros, según muestra el espacio que dedicaron a ella en su principal órgano de prensa26. P. Fraile y R. y L. Salvucci (1993) apuntan que debido al crecimiento de su oferta de azúcar y a la política de fomento de esa producción y de la necesaria importación de esclavos, los cubanos no tuvieron incentivos para independizarse de España cuando lo hizo el resto de su imperio americano continental. Los cambios económicos de finales del siglo XIX y la abolición de la esclavitud alteraron las bases en las que se había asentado a principios de la cen-
26
Ver los números correspondientes a 1883 de la Revista de Agricultura.
350
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
turia la relación colonial hispano-insular. Según los datos expuestos aquí, debido a la progresiva concentración de las exportaciones de dulce en los Estados Unidos, que además trató de favorecer la política metropolitana mediante la firma acuerdos, la rentabilidad de la modernización que realizaron los ingenios para hacer frente al aumento de la competencia internacional y a la reducción de las cotizaciones, requería disponer sin trabas del mercado norteamericano, con pocas y, sobre todo, estables barreras arancelarias, para poder incrementar su oferta y optimizar los rendimientos a escala de las nuevas tecnologías incorporadas. Si se hubiese logrado un acuerdo estable con los Estados Unidos, con una rebaja de su tarifa para el azúcar de Cuba similar al que se firmó en el siglo XX, el deterioro del poder de compra del dulce entre 1883 y 1897, suponiendo que los precios de ambos países habrían disminuido a una tasa similar, no habría sido de un 69, sino de un 25%27. Sin embargo, ello sólo hubiese sido posible si el gobierno de Washington hubiera decidido financiar el dominio español en la Gran Antilla, algo imposible, o si este último hubiese reducido sus aranceles, lo cual, como hemos repetido varias veces, al ser el mecanismo usado para extraer renta de aquélla, habría vaciado virtualmente de sentido el mantenimiento de la relación colonial. Para acabar hay que resaltar una cuestión que se deduce de nuestro estudio importante para el debate sobre el crecimiento económico latinoamericano. La especialización productiva de Cuba, reforzada a finales del siglo XIX, no tuvo por qué implicar un estancamiento de otras actividades, como hemos demostrado. M. A. Marqués mostraba que la década de 1880 fue un período de crecimiento y modernización de la industria insular menos vinculada con las exportaciones, que no se detuvo luego, a pesar de la incidencia del Tratado Foster-Cánovas y de la independencia28. El análisis realizado en este capítulo respalda su tesis. Los efectos multiplicadores del sector azucarero, más aún, como también indica J. A. Piqueras (1998a), en un momento en que la ralentización de su desarrollo pudo aconsejar diversificar las inversiones y, en relación con ello, la posible mayor disminución de los precios internos que los internacionales en los años ochenta y noventa, probablemente proporcionaron incentivos indirectos para la iniciar la manufactura de algunos artículos habitualmente importados, aunque el tema requiere un estudio más exhaustivo.
27 Cálculos basados en datos de los Cuadros II.19-22. Estimamos que la rebaja del arancel habría elevado el precio del dulce tanto como no se redujo aquél respecto al período posterior a la firma del Tratado de Reciprocidad con los Estados Unidos (un 20%) y que el coste de producción habría disminuido en igual proporción que el incremento medio de la oferta anual entre 1903-1907 —tras entrar en vigor dicho tratado— frente a los años 1891-1895 (un 26%). 28 Ver el trabajo de la autora incluido en el capítulo 9 de este libro y M. A. Marqués (2002).
Alimentación (A)
15,0
135,2 126,6 135,4 116,2 118,8 123,2 127,2 100,6 98,6 92,6 84,0 105,5 105,1 96,8 92,5 98,4 76,9 80,8 88,6 79,0 83,6 80,9 82,4 66,6 72,7 79,1 73,8
8 ,0 103,7 104,6 102,2 103,1 117,4 109,0 129,6 112,5 126,8 124,5 115,5 104,0 100,3 95,0 100,6 82,5 84,3 88,4 95,3 77,7 65,6 73,4 65,6 65,6 78,4 70,1 92,5
13,0
93,5
123,6 123,5 124,8 124,7 119,8 104,0 97,2 105,7 110,8 103,7 88,3 99,0 103,3 103,3 94,4 92,6 82,3 77,3 86,2 74,0 77,3 91,2 85,8 77,4 80,1 81,8
83,4
5,0 126,9 121,1 123,1 121,7 116,6 118,3 119,5 113,6 111,4 100,3 108,1 111,7 108,8 92,1 87,5 85,6 99,2 106,6 95,8 97,2 95,5 96,0 84,2 73,8 77,0 74,6
82,5
53,0 133,1 129,6 131,4 123,2 122,8 120,2 123,1 112,2 115,1 107,1 101,1 105,8 105,9 95,7 92,6 91,4 83,9 84,5 91,2 81,9 80,5 84,7 81,0 71,5 76,9 79,0
Total 13,0 118,5 113,9 125,9 130,4 131,4 130,7 126,0 106,0 105,2 106,3 105,2 105,8 105,8 96,9 91,5 90,0 92,0 92,7 97,8 107,5 119,2 128,1 125,2 110,7 110,5 115,7
Bebida (B) 66,0 130,2 126,5 130,3 124,7 124,5 122,3 123,7 111,0 113,2 106,9 101,9 105,8 105,9 95,9 92,4 91,1 85,5 86,1 92,5 87,0 88,1 93,2 89,7 79,2 83,5 86,2
A+B 14,5 150,6 150,6 138,1 138,0 134,3 112,5 113,5 115,6 106,7 102,7 105,4 106,3 95,2 95,5 103,0 101,0 96,9 88,0 87,9 81,5 81,4 75,1 75,1 75,1 75,1 76,6
2,5 201,0 208,8 201,0 201,0 201,0 191,0 160,8 160,8 144,7 130,7 138,7 120,6 100,5 93,4 85,4 80,4 75,3 82,9 82,9 80,4 70,4 60,3 60,3 60,3 70,4 73,2
10,0 108,4 106,3 108,4 110,5 106,3 106,3 108,4 100,7 103,3 102,0 104,1 102,0 102,0 97,8 98,2 98,0 97,3 97,8 96,9 97,8 97,3 96,9 96,7 95,6 97,8 98,2
7,0 127,5 127,7 133,0 142,5 121,8 125,6 121,8 121,9 122,4 113,3 111,0 113,0 102,8 89,7 94,5 87,0 97,5 98,8 92,3 72,9 78,3 79,2 78,6 73,6 78,4 80,7
34,0 137,2 137,1 132,9 135,4 128,4 119,1 117,2 115,8 111,7 106,7 108,6 107,5 99,2 94,8 98,5 95,7 95,6 92,7 91,1 84,4 84,6 81,3 81,1 79,7 82,1 83,6
Vesti. Jabón Vivie. Combu. Total
Otros
100,0 132,6 130,1 131,2 128,3 125,8 121,2 121,5 112,6 112,7 106,9 104,2 106,4 103,6 95,6 94,5 92,7 88,9 88,4 92,0 86,1 86,9 89,2 86,8 79,4 83,0 85,3
Índice
FUENTES: GH (1872-1897), y para 1914, O. Ferrara (1915).
La ponderación de los artículos y categorías se establece a partir de varias fuentes detalladas en el texto. De esas categorías, sólo jabón (blanco común en pesos oro/@) y vivienda (pesos oro el metro cuadrado urbanizable en La Habana) se corresponden con un único producto. Para los bienes que contienen el resto y las unidades en que se miden, ver el Cuadro II.20. Carne incluye pescado; Vesti. vestido y calzado. Pond. es el porcentaje con que cada uno pondera el índice, Vivie. es la vivienda y Combu. los combustibles. Los precios base, promedios del período 1883-1886 son: Grano: 1,49 pesos; Viandas y legumbres: 1,13; Carne: 2,90; Grasas: 4,10; Otros: 2,51; Total alimentos: 2,22; Bebida: 1,83; Alientos + Bebida: 2,15; Vestido: 0,90; Jabón: 2,49; Vivienda: 2,22; Combustibe: 1,42; Total productos distintos de los alimentos y la bebida: 1,51, e Índice:1,93.
12,0
162,8 160,1 156,5 144,5 137,3 142,4 143,2 133,0 134,2 120,1 123,7 112,1 112,2 88,2 87,5 89,5 87,9 85,1 95,4 90,7 83,7 85,1 83,1 74,1 77,5 83,4 74,5
1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1914
Grano Vianda Carne Grasa Otros
Pond.
Años
Cuadro II.19 Índice de precios de la alimentación, bebida y otros artículos seleccionados. Total y desagregados en grandes categorías, 1872-1897 y 1914 (promedio 1883-1886 = 100).*
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
351
Viandas y legumbres
Carne-Pescado
Grasas
1,0 133,3 131,6 157,9 148,0 145,4 124,5 122,8 116,9 109,0 114,3 126,2 107,7 116,9 87,7 87,7 87,7 84,0 86,8 58,5 64,3 69,4 70,7 71,0 67,2 66,6 72,0
4,0 135,6 133,9 160,6 144,7 128,7 112,8 132,7 126,4 117,8 123,5 113,0 103,6 117,8 88,3 90,3 91,0 87,2 74,5 60,7 62,8 72,1 68,4 66,0 61,5 56,3 60,8
0,5 128,9 127,3 152,7 137,4 131,3 133,6 126,0 114,5 121,0 125,2 114,5 97,7 97,7 90,1 114,5 102,3 100,8 87,8 88,5 87,8 96,6 91,6 103,8 103,8 96,2 96,2
0,5 143,4 150,1 143,4 134,5 132,1 134,4 121,3 121,3 128,3 112,5 124,0 105,8 105,4 94,4 94,4 93,0 93,0 101,1 102,7 87,6 80,6 80,9 78,2 78,2 72,4 79,2
3,0 135,2 141,5 170,3 130,5 134,5 114,4 114,4 114,4 103,0 92,4 85,6 125,0 98,7 79,0 97,3 65,8 67,0 75,0 75,0 65,8 79,0 79,0 79,0 81,3 95,9 77,8
2,0 129,0 127,0 152,8 117,1 143,4 129,0 129,0 100,4 103,2 100,4 103,2 120,4 98,9 79,1 101,5 112,1 112,1 86,0 92,3 86,0 105,5 85,7 86,0 57,3 71,7 64,5
8,0 132,7 118,0 118,0 106,2 100,3 118,0 118,0 88,5 88,5 82,1 70,8 94,4 108,6 108,6 88,5 108,6 67,8 76,7 89,7 82,6 81,4 81,4 82,6 59,0 59,0 81,1
2,0 151,0 138,3 135,6 134,2 145,0 151,0 181,1 128,4 127,5 127,5 115,4 106,0 107,4 94,0 92,6 92,6 92,6 100,7 100,7 77,2 77,2 77,2 83,2 84,6 94,0 87,2
5,0 104,2 107,9 102,3 104,2 89,3 81,9 93,0 96,7 101,4 93,0 74,4 93,0 107,0 107,0 93,0 107,0 80,0 78,1 97,1 74,4 87,7 102,7 95,3 87,8 90,8 90,7
4,0 140,7 137,9 149,2 146,6 144,0 124,3 104,7 111,3 116,6 98,2 104,7 111,0 99,3 99,3 90,3 90,3 90,3 94,9 97,8 91,6 78,3 96,3 91,6 81,2 84,5 84,3
4,0 130,7 128,6 128,4 128,4 133,8 111,5 94,8 111,5 116,8 122,6 89,2 94,5 102,6 102,6 100,3 76,9 77,1 58,5 60,8 55,7 63,3 71,8 68,3 60,5 62,4 68,3
5,0 107,3 107,3 104,8 104,8 121,9 115,8 126,7 103,6 117,8 118,3 109,7 102,4 98,1 89,7 109,7 84,1 84,1 97,5 100,3 78,5 56,1 73,1 61,0 61,0 79,2 63,6
3,0 97,7 100,2 97,7 100,2 110,0 97,7 134,4 127,3 141,7 134,9 125,1 106,8 103,8 103,8 85,5 79,8 84,5 73,3 87,0 76,4 81,5 73,9 73,3 73,3 77,0 80,9
2,0 111,6 107,6 106,9 100,3 83,5 116,0 100,3 93,6 98,9 84,9 92,2 99,9 107,6 101,3 91,2 90,9 110,9 133,0 102,3 104,6 105,9 117,6 87,9 67,5 84,2 72,5
2,0 146,6 143,1 144,3 143,1 146,6 126,7 138,4 137,2 125,5 109,1 120,8 123,2 117,3 82,1 77,4 75,1 89,1 91,5 90,3 91,5 85,6 78,6 78,6 72,7 63,3 68,0
94,9 55,4 46,8 88,5 76,3 50,1 63,2 88,9 59,7 148,8 59,8 58,1 87,2 101,4 97,2 69,5
6,0 190,2 186,0 154,9 145,2 142,7 166,5 157,0 142,7 150,8 118,9 131,3 120,3 109,4 87,5 82,8 87,5 87,5 90,4 124,6 114,1 93,0 98,5 95,1 80,9 92,3 99,6
0,1 98,0 93,7 112,8 116,5 124,7 106,9 106,9 106,9 108,6 111,3 122,9 131,1 98,0 89,0 81,9 122,9 122,9 111,3 128,7 90,1 102,4 80,1 80,1 80,1 89,0 65,7
0,3 122,2 98,4 97,8 114,1 122,2 135,2 143,8 114,7 105,9 93,7 112,4 112,4 93,7 112,4 81,5 74,9 74,9 48,9 65,2 48,9 56,2 46,8 48,9 48,9 48,9 50,5
Sal
Otros
Arroz Hari. Pan Maíz Fideo Frijol Garb. Patata Ceb. TasajoTocino Bacal. Mant. Acei. Azúc. Café Pim.
Grano
0,3 102,6 82,1 112,8 116,9 102,6 82,1 112,8 102,6 102,6 116,9 123,1 102,6 82,1 82,1 133,3 102,6 102,6 82,1 86,2 82,1 82,1 82,1 82,1 82,1 82,1 86,2
0,3 135,5 135,5 128,8 135,5 142,3 101,6 108,4 101,6 115,2 131,2 105,0 115,5 105,0 88,1 91,5 101,6 101,6 111,8 118,6 152,5 142,3 135,5 135,5 137,6 138,2 148,4
Ajo Vinag.
Fuentes: Las mismas del Cuadro II.19.
* Las categorías en que se agrupan los productos se corresponden con las del Cudro II.19. Éstos y su precio base (promedio del período 18831886) son, en concreto: Arroz de canilla: 1,05 pesos; Harina de trigo: 1,71; Pan de trigo: 2,15; Maíz: 0,66; Fideo de trigo: 1,85; Frijol negro: 1,75; Garbanzos gordos superiores: 1,74; Patatas: 0,85; Cebollas: 0,75; Tasajo superior: 2,69; Tocino de credo: 3,82; Bacalao de Terranova: 2,24; Manteca de cerdo; 4,10; Aceite de oliva: 4,09; Azúcar blanco: 1,50; Café de Puerto Rico: 4,26; Pimentón común: 2,81; Sal común en grano: 0,61; Ajo: 0,69, y Vinagre de vino: 1,48. Todos están expresados en pesos oro la arroba, excepto los ajos, que lo están en pesos oro la mancuerna. Pond. es el porcentaje con que cada uno pondera en el índice.
1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1914
Pond.
Años
Cuadro II.20 Índice de precios de los artículos contenidos en la categoría «Alimentación» del Cuadro II.19, 1872-1897 y 1914 (promedio 1883-1886 = 100).*
352 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
11,0 118,8 113,5 126,6 132,0 133,6 132,6 127,8 105,6 105,6 108,0 105,6 105,6 106,3 98,1 90,0 90,0 92,4 95,0 101,8 111,9 125,1 130,2 126,7 111,4 110,7 116,2
Vino 2,0 116,7 116,0 121,6 122,0 119,4 120,4 116,1 108,4 103,4 96,9 103,3 106,7 103,3 90,0 100,0 90,0 90,0 80,0 75,8 83,3 86,7 116,7 116,7 106,7 109,5 113,4
2,0 134,7 138,9 122,1 126,3 126,3 105,3 113,7 126,3 119,3 119,6 126,3 126,3 92,6 84,2 96,8 98,2 98,2 84,2 105,3 98,2 105,3 84,2 84,2 84,2 84,2 84,2
3,0 169,8 169,8 156,2 156,2 155,7 113,2 113,2 113,2 94,3 94,0 94,3 94,3 90,6 101,9 113,2 113,2 113,2 94,0 94,0 67,9 66,0 56,6 56,5 56,6 56,6 56,6
Aguard. Chaqueta Pantalón
Bebida
3,0 200,0 187,5 187,5 172,5 171,9 125,0 125,0 125,0 104,2 100,0 104,2 104,2 83,3 87,5 125,0 125,0 100,0 87,5 62,5 72,9 62,5 62,5 62,5 62,5 62,5 62,5
Camisa 4,0 125,5 131,2 114,1 125,5 114,1 114,1 114,1 114,1 114,1 102,7 106,1 105,6 106,1 102,7 85,6 79,9 85,6 85,6 85,6 85,6 85,6 85,6 85,6 85,6 85,6 91,3
0,5 137,1 148,6 114,3 91,4 85,7 114,2 114,3 114,3 85,7 86,9 85,7 114,3 114,3 91,4 80,0 68,6 57,1 57,1 77,7 57,1 57,1 57,1 57,1 57,1 57,1 57,1
Zapato Sombrero
Vestido y calzado
2,0 117,3 117,3 106,7 106,7 106,7 96,0 94,9 97,8 106,7 106,7 106,7 106,7 96,0 96,0 101,3 100,0 99,2 96,0 106,7 96,0 106,7 96,0 96,0 96,0 96,0 96,0
Manta 4,0 131,7 131,6 144,9 155,3 123,8 113,4 125,8 118,0 118,6 109,7 116,4 119,6 104,0 82,8 93,6 82,8 104,0 106,0 104,0 69,7 79,5 79,0 80,1 72,8 78,0 81,1
Aceite
Combustible .
3,0 121,9 122,5 117,1 125,5 119,3 142,0 116,5 127,0 127,6 118,1 103,7 104,2 101,3 98,8 95,7 92,6 88,9 89,2 76,7 77,2 76,7 79,5 76,6 74,6 79,0 80,0
Velas
FUENTES: Las mismas del Cuadro II.19.
* Las categorías en que se agrupan los productos se corresponden con las del Cuadro II.19. Los artículos y sus precios base (promedio 1883-1886) son: Vino común: 1,89 pesos; Aguardiente de caña: 1,50; Chaqueta de paño: 1,19, Pantalón de paño: 0,88; Camisa de paño: 0,80; Zapato de vaqueta: 0,88; Sombrero de paja: 0,44; Manta de lana: 0,94; Aceite de carbón: 0,96 y Vela de sebo: 2,02. Todos se expresan en pesos oro la arroba, menos los textiles y el calzado que están en pesos oro la unidad.
Pond. 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897
Años
Cuadro II.21 Índice de precios de los artículos contenidos en las categorías bebida y otros Cuadro II.19, 1872-1897 (Base: promedio 1883-1886 = 100).*
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
353
1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1898 1899
1872
Años
133,1 129,6 131,4 123,2 122,8 120,2 123,1 112,2 115,1 107,1 101,1 105,8 105,9 95,7 92,6 91,4 83,9 84,5 91,2 81,9 80,5 84,7 81,0 71,5 76,9 79,0
132,6 130,1 131,2 128,3 125,8 121,2 121,5 112,6 112,7 106,9 104,2 106,4 103,6 95,6 94,5 92,7 88,9 88,4 92,0 86,1 86,9 89,2 86,8 79,4 83,0 85,3
IP
general
IP
alimentación
89,9 84,1 87,4 99,4 98,6 97,4 102,6 105,3 107,1 121,7 115,7
102,2 98,5 105,8 102,2 92,0 91,2 93,1 98,5 105,8 100,4
88,1
Índice salarios nominales
113,1
116,8
Índice salarios reales 160,8 160,2 148,2 130,2 121,0 147,0 151,5 121,5 125,1 132,0 132,0 130,8 90,7 76,1 68,6 68,3 83,4 100,0 76,9 78,7 79,7 88,5 66,1 50,8 63,3 54,5 55,0 62,1
azúcar
IP
87,2 86,1 95,8 95,1 94,4 97,4 100,3 101,6 100,9 98,6 107,6 105,4 98,5 97,6 98,4 97,9 96,0 94,4 89,0 87,4 89,0 89,4 88,4 85,7 89,1 91,8 96,4 93,6
España
IP
138,7 136,8 129,0 122,1 117,6 114,5 109,2 99,2 95,4 108,4 109,9 99,2 105,3 97,7 92,4 97,7 98,5 91,6 93,4 94,7 88,5 90,8 80,9 84,0 78,9 79,4 86,3 87,0
EE.UU.
IP
129,9 134,5 128,7 117,0 114,6 117,5 112,2 110,2 106,4 108,3 105,9 107,3 106,1 94,8 91,9 89,4 85,1 88,0 89,0 90,9 87,0 85,1 81,2 79,3 80,3 77,4 81,2 80,3
GB
IP
Cuadro II.22 Índice de precios (IP) de la alimentación (1872-1857), general (1872-1897), del azúcar y salarios nominales y reales cubanos, e índice de precios de España, Estados Unidos y Gran Bretaña (1872-1940) (promedio 1883-1886 = 100).*
354 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927
Años
72,4 76,7 79,3 81,2 80,9 85,2 85,5 80,1 79,3 78,5 81,9 82,5 80,8 84,8 92,6 108,5 110,8 120,2 119,5 101,4 104,2 105,7 104,6 104,9 102,4
IP
general
IP
alimentación
99,6 115,1 103,4 116,1 113,7 142,0 183,7 192,6 204,2 121,8 125,8 133,1 126,4 120,7
93,1 88,4 92,1 93,1 120,4 199,3 213,4 245,4 126,9 133,0 139,2 132,6 123,6
Índice salarios nominales
79,0
Índice salarios reales 71,1 57,5 46,0 49,3 65,6 70,1 53,3 56,0 64,3 63,3 68,3 75,9 65,9 49,0 66,3 83,2 109,8 116,1 106,5 127,1 272,2 77,9 70,4 126,4 96,0 56,3 55,8 66,3
azúcar
IP
88,9 87,9 87,8 90,8 91,3 94,7 92,4 88,1 86,7 96,3 85,5 85,1 83,1 83,3 89,2 96,0 102,1 103,3 124,1 140,3 159,9 144,0 147,4 139,0 155,2 160,0 152,0 165,2
España
IP
94,7 84,0 92,4 90,8 96,2 99,2 102,3 106,9 103,8 114,5 110,7 108,4 113,0 115,3 114,5 119,1 128,2 160,3 194,7 206,1 208,4 183,2 180,9 178,6 177,5 180,9 185,5 182,1
EE.UU.
IP
93,3 86,1 84,1 84,6 85,1 85,6 86,1 87,0 91,9 89,4 90,9 92,3 93,3 98,6 101,5 126,9 142,1 162,4 182,7 203,0 223,4 203,0 172,6 161,5 170,6 162,4 163,5 160,4
GB
IP
Cuadro II.22 Índice de precios (IP) de la alimentación (1872-1857), general (1872-1897), del azúcar y salarios nominales y reales cubanos, e índice de precios de España, Estados Unidos y Gran Bretaña (1872-1940) (promedio 1883-1886 = 100).* (Continuación.)
UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PRECIOS Y LOS SALARIOS REALES
355
98,8 99,3 96,2 90,3 70,0 60,2 75,0 75,0 75,4 76,3 76,7 76,8 78,9 85,7 113,5 129,4 147,5 166,7 182,6 213,4 232,8 202,0 196,5 217,1 217,7 212,5 200,8 196,0 194,7 207,3
IP
general
IP
alimentación 114,7 117,5 100,6 83,7 94,0 88,4 100,6 102,5 98,3 94,0 93,6 88,1 86,5
Índice salarios reales 116,1 118,3 104,6 92,7 134,3 146,8 134,1 136,7 130,4 123,2 122,0 114,7 109,6
Índice salarios nominales IP
54,8 43,2 30,9 27,9 17,8 24,4 29,9 39,7 43,5 44,2 36,4 37,9 37,9
azúcar
IP
157,7 165,1 156,7 170,2 164,3 156,1 161,5 158,8 155,8 154,8 151,1 150,2
España
IP
179,8 182,1 176,6 163,9 145,6 142,0 144,7 148,4 151,1 149,4 155,9 159,2
EE.UU.
IP
159,9 162,4 154,3 146,2 139,7 141,3 140,5 139,7 146,2
GB
FUENTES: Para el IP general y de la alimentación cubanos entre 1872 y 1897), Cuadro II.19; para el de la alimentación y salarios de la Gran Antilla de 1903 a 1959, O. Zanetti y A. García Álvarez (1976): 433; el precio del azúcar procede de Cuba Económica y Financiera (1940); los salarios de los años 1872-1897, de fuentes diversas especificadas en el texto, en especial de la RA (1879-1901); el IP español, de E. Ballesteros (1997a y b) y el estadounidense y el británico, de J. Foreman-Peck (1985), y A. Maddison (1991): 201 respectivamente.
1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 1956 1957
Años
Cuadro II.22 Índice de precios (IP) de la alimentación (1872-1857), general (1872-1897), del azúcar y salarios nominales y reales cubanos, e índice de precios de España, Estados Unidos y Gran Bretaña (1872-1940) (promedio 1883-1886 = 100).* (Continuación.)
356 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
CAPÍTULO XII
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
El análisis de las cifras del comercio exterior de Cuba en las décadas finales del siglo XIX, igual que señalamos en el capítulo de la primera parte del libro en que abordamos este mismo tema, no aportan nuevas conclusiones respecto a las que obteníamos del examen de los sectores productivos, de las infraestructuras, el capital y la tecnología. Lo más interesante, de nuevo, es la relación entre la evolución de las importaciones y exportaciones y el comportamiento de la balanza mercantil, total y con España. Los datos incluidos en el Cuadro II.23 permiten observar que las exportaciones cubanas se recuperaron en la década de 1880, tras haber descendido en años precedentes, hasta llegar a niveles sólo un poco más bajos que los del inicio del decenio de 1870, cuando alcanzaron un máximo histórico (81.000.000 pesos promedio anual), y que posteriormente experimentaron un incremento espectacular, aunque algo más moderado al que muestran las cifras del referido cuadro entre los quinquenios de 1885-1889 y 1890-1895, pues para el primero sólo computan las ventas en los Estados Unidos y en España que, debido al efecto del Tratado Foster-Cánovas, debieron ser, sin duda, las que más aumentaron. Algo parecido a lo observado con las exportaciones debió suceder con las importaciones, aunque en un grado aún mayor, pues Cuba adquiría en mercancías en mercados distintos del español y el estadounidense por un valor bastante más elevado que el de los productos que vendía en ellos1. En cualquier caso, la evolución de la información comercial evidencia claramente cuál fue el efecto que tuvo para la isla el referido tratado hispano-norteamericano. 1
Sabemos que tras la entrada en vigor de dicho tratado y de la reforma arancelaria que protegía aún más a los productos españoles en el mercado de Cuba, otros países perdieron importancia como clientes y, sobre todo, como provedores insulares, especialmente Gran Bretaña (ver Cuadro II.23), de modo que las cifras de importación y exportación de los años anteriores a la firma del convenio deben estar sesgados a la baja.
358
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
Cuadro II.23 Exportaciones e importaciones cubanas, balanza comercial total y con España, 1875-1879 - 1895-1898 (medias quinquenales en millones de pesos).
Quinquenios Exportaciones Importaciones 1875-1879 1880-1884 1885-1889 * 1890-1894 1895-1899*
66,8 73,1 76,7 113,0 36,4
58,5 45,4 36,7 60,4 32,1
Balanza general
Balanza con España
8,3 27,7
–8,9 –7,6 –6,1 –13,6 –16,3
52,6 4,3
* Sólo comercio con España y los Estados Unidos. FUENTES: Cifras calculadas a partir de los datos obtenidos de J. Maluquer (1974): apéndice, M. Moreno Fraginals (1978): III, e Instituto de Historia de Cuba (1994): apéndice.
El superávit comercial que proporcionó la aplicación del Tratado FosterCanovas permitió a Cuba afrontar una mayor extracción de renta fiscal y arancelaria por parte de su metrópoli, pues los datos del Cuadro II.23 muestran que esta última fue la principal beneficiaria de acuerdo, obtuvo más recursos de la colonia gracias a la mejora de su crecimiento económico y, además, como hemos dicho, elevó los aranceles para aumentar la protección de sus mercancías en al mercado insular con la excusa de compensar a sus exportadores por los privilegios que recibieron en el mismo los artículos de procedencia norteamericana. El resultado fue que el saldo de la balanza de comercio de España con la Gran Antilla aumentó a favor de la primera de 6.100.000 a 13.600.000 pesos promedio anual entre los quinquenios de 1885-1889 y 1890-1894. Se puede decir, por tanto, que durante el período de vigencia del Tratado Foster-Cánovas, los Estados Unidos subvencionaron el mantenimiento del dominio colonial de España en Cuba, incluso un incremento de la renta que aquella primera extraía de la segunda por vía fiscal y de la balanza comercial. La razón, como hemos indicado en otras ocasiones, fue que la especialización de la economía de la Gran Antilla, no ya en la producción de un artículo —el azúcar—, sino en su elaboración tal y como lo demandaba el mercado norteamericano, en expansión desde mediados del siglo XIX, convertían a este último en el único cliente posible a corto y medio plazo. La información Cuadro II.24 muestra que en las décadas finales de la citada centuria la importancia de dicho mercado se mantuvo, incluso creció ligeramente, adquiriendo, en valor, más del 80% de las exportaciones de la vecina isla caribeña. Las exportaciones a España perdieron importancia relativa en el comercio cubano como consecuencia del incremento de las norteamericanas en la segunda mitad del siglo XIX. De una media anual 11,1% del valor de las mercancías adquiridas por la isla en el exterior en el período 1851-1855,
359
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
Cuadro II.24 Origen y destino de las exportaciones cubanas en años seleccionados, 1877-1894 (porcentajes del valor).*
Años
1877 1891 1894
Exportaciones
Importaciones
España
EE . UU .
GB
Otros
España
EE . UU .
GB
Otros
6,0 8,3 7,6
81,7 86,9 85,6
4,3 0,5 1,4
8,0 4,3 5,4
27,9 32,9 36,3
21,6 28,8 38,5
e.o. 23,1 6,5
50,5 15,2 18,7
* e.o.: incluidas en otras. FUENTES: O. Zanetti (1998c): 117.
habían disminuido a un 6% a finales de la década de 18702. El Tratado Foster-Cánovas únicamente consolidó esa tendencia, pero la política arancelaria madrileña permitió que las importaciones de la metrópoli en el mercado de la Gran Antilla creciesen, también en términos relativos, tanto como las estadounidenses en período de vigencia del referido convenio y en detrimento de las británicas fundamentalmente, cuando, además, su volumen aumentó casi un 65% (ver Cuadro II.23). La perspectiva a través de los índices precios que aportamos en el capítulo precedente y que permitía comparar su evolución en las economías de Cuba y de los Estados Unidos en el último tercio del siglo XIX, ofrecía una idea aproximada de la convergencia entre ambas. Recordemos que la correlación de las variaciones de dichas cotizaciones fue de un 0,96 sobre 1,00 entre 1872 y 1897 (ver Cuadro II.18) y que, como también indicamos entonces, la política comercial española, en especial las negociaciones del gobierno de Madrid con el de Washington parta alcanzar un acuerdo comercial que se materializó en el referido Tratado Foster-Cánovas, favoreció que se preservase tal convergencia, en detrimento, por ejemplo, de la que habían mantenido los precios de la isla hasta la década de 1890 con los británicos. Ahora bien, si lo que cotejábamos eran los referidos precios con las cotizaciones del azúcar, en el Capítulo XI demostramos también que a partir de la crisis de inicios de la década de 1880 aquéllos primeros disminuyeron a un ritmo mayor que estas últimas, deteriorándose su poder de compra un 69%, aunque en el período que rigió el Tratado Foster-Cánovas se produjo un reequilibrio entre ambas variables. En lo que respecta a la estructura por productos del comercio cubano, además del incremento de la primacía del azúcar en las exportaciones, en los decenios finales del siglo XIX se mantuvo la dependencia del exterior
2
O. Zanetti (1998c): 117.
360
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
para adquirir buena parte de los alimentos y bienes básicos que consumía su población. A principios de la década de 1880, cuando no se había producido el mencionado deterioro del poder de compra del dulce y la economía de la Gran Antilla estaba aún en su fase álgida de crecimiento, medidos en valor, dichos artículos representaban un 43% de las importaciones insulares. En 1894-1895, cuando tales condiciones habían variado, preservaban un porcentaje muy similar (44%3). Otro problema que detectamos en el capítulo precedente es que, como consecuencia de la abolición de la esclavitud, los problemas de escasez de mano de obra debidos al insuficiente crecimiento de la población cubana y que la inmigración no pudo resolver inmediatamente, los salarios reales se encarecieron un 27% entre el inicio de la década de 1870 y el comienzo del decenio de 1880, lo que elevó los costes de la producción de azúcar y aumentó la necesidad de operar al límite de la capacidad instalada de los centrales para realizar economías de escala4. Las circunstancias descritas en los párrafos anteriores completan el conocimiento de la situación en que se halló la economía de Cuba cuando los Estados Unidos decidieron no seguir costeando su relación colonial con España, no renovaron el Tratado Foster-Cánovas y aumentaron sus aranceles para el azúcar insular. Dice F. Goizueta-Mimo (1974: 73-75), que la concentración de las exportaciones de dulce de la Gran Antilla en ese país fue resultado de una drástica reducción de sus tarifas aduaneras en 1847 —de 6,0 a 1,0 cts./lib.—. Hasta el inicio de la década de 1860 tales derechos se mantuvieron bajos, pero a partir de entonces iniciaron un ascenso que sólo se interrumpió con leves disminuciones en los quinquenios 1870-1874 y 18851889, situándose en trono a los 3,2 cts./lib. Tener una idea precisa de lo que representaba el arancel norteamericano para los productores cubanos de azúcar precisa únicamente señalar que en el lustro 1885-1889 aquél promedió 2,8 cts./lib., cuando se pagaban por el dulce 3,3 cts. Con el Tratado Foster-Cánovas, en 1890-1894, la tarifa aduanera se redujo hasta 1,4 cts. y las cotizaciones se mantuvieron más o menos en los mismos niveles, en torno a 3,2 cts. El retorno a la situación previa a la firma del acuerdo comercial fue devastador para los hacendados y la economía de la Gran Antilla en general, teniendo en cuenta, además, que las importaciones procedentes de los Estados Unidos pasaron a pagar los nuevos derechos arbitrados con el fin de reforzar la protección de los artículos españoles en el mercado insular coincidiendo con la entrada en vigor del citado convenio.
3
Ver O. Zanetti (1998c). Para más detalles sobre la evolución de los precios y de los salarios reales cubanos en el último tercio del siglo XIX y su comparación con los de otros países, ver A. Santamaría (2000d): 101-138. 4
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
361
Una vez analizado el comercio exterior de Cuba, igual que hicimos en la primera parte del libro, estamos en disposición de estimar el efecto que variables como la extracción de renta de la isla por vía fiscal y arancelaria y por la retribución de los factores de producción, especialmente trabajo y capital, tuvieron en el ingreso material de la isla y evaluar el coste del mantenimiento del régimen colonial español. En el Cuadro II.25 están los resultados de esos cálculos. Lo primero que debemos señalar es que el grado de ocultación debido a la existencia de contrabando y fraude y a la importancia que aún siguió teniendo la producción para la subsistencia en la economía cubana debieron aumentar el producto calculado en capítulos precedentes. Con el mismo procedimiento usado en el Cuadro I.34 hemos procurado evaluar la importancia de tales factores. Debemos recordar también que el objetivo de nuestros cálculos es observar la evolución de la economía cubana en el largo plazo, por lo que expresamos los datos en precios de la década de 1840, lo que ofrece una imagen más real en ese sentido, pero también provoca una sobrevaloración de las cifras, pues la cotización del azúcar fue entonces más alta que a finales del siglo XIX. Además, es preciso volver a señalar que las estimaciones son muy burdas y sirven, sobre todo, como órdenes de magnitud; como un indicador aproximado de las tendencias de crecimiento. Los datos del Cuadro II.25 muestran con más precisión la incidencia que tuvo en la economía de Cuba disponer del mercado norteamericano para desarrollar todo su potencial productivo. A principios de la década de 1880 la balanza por cuenta corriente sólo incrementó la renta material en torno a un 6%. Estimamos que en ese mismo momento la metrópoli extrajo de la isla por vía fiscal y comercial un 12% de su ingreso. En el inicio del decenio de 1890 tal porcentaje había aumentado hasta cerca de un 15%; sin embargo, en valores constantes, el crecimiento de este último en términos per capita superó el 3% anual, cuando en el período anterior y en ausencia de un acuerdo mercantil hispano-estadounidense apenas había llegado al 1% y en fechas posteriores a la crisis de 1883 debió tornarse negativo. En suma, el mantenimiento de presupuestos sumamente altos en Cuba, debido básicamente a las elevadas contribuciones necesarias para saldar la deuda contraída con el fin de apaciguar el territorio durante la Guerra de los Diez Años y que, además, reforzó la influencia de ciertos grupos en la definición de la política fiscal, hacendística y comercial madrileña, agravó las dificultades ocasionadas por la contracción de los precios del azúcar y la concentración de sus exportaciones en el mercado de los Estados Unidos, que otorgaron a ese país un poder de determinación sobre la economía insular mucho mayor que el metropolitano. En tales condiciones, empero, parece que las elites de la Gran Antilla se mostraron favorables a preservar la relación colonial, pagando cargas más pesadas que en períodos precedentes, seguramente en parte gracias a su españolización a finales del siglo XIX,
220,8 277,2
Total
FUENTES: Detalladas a lo largo del texto.
1881 1890-1895
Años
145,9 168,9
P/c
Producto visible estimado
254,5 342,5
Corrección por valores ocultos 252,1 333,9
Corrección por balanza de capital 236,1 310,4
Corrección por extracción fiscal
272,3 403,4
Total
179,9 245,8
P/c
Corrección por por balanza comercial
Cuadro II.25 Corrección del producto cubano, 1881 y 1890-1895 (total en millones de pesos y per capita en pesos la década de 1840).
362 ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
COMERCIO Y RENTA COLONIAL
363
mientras fue posible vender la oferta de dulce necesaria para rentabilizar las economías de escala que permitían las nuevas tecnologías con que se modernizado los centrales e hicieron frente a la reducción de la cotizaciones del edulcorante y al aumento de la competencia internacional. Cuando desaparecieron tales premisas dejaron de estar dispuestas a sostener dicha relación colonial.
TERCERA PARTE CONCLUSIÓN Y EPÍLOGO
CAPÍTULO XIII
CONCLUSIÓN BREVE
Intentar resumir en unas breves líneas el contenido de un libro como éste, que abarca un período de tiempo tan amplio y problemas tan diversos es difícil, además de inútil, pero también resulta inoportuno negar al lector un mínimo epílogo en el que se destaquen, entre las ideas y aportaciones de una obra, aquéllas que según los autores parecen más relevantes y significativas. Ésta es la pretensión de las páginas que siguen a continuación que, además, y con consciente heterodoxia, no serán el broche del trabajo, puesto que les seguirá un ensayo que, también a manera de corolario, examinará desde un ángulo esencialmente cuantitativo los costes y beneficios de la transición del dominio español en Cuba a una independencia que nació determinada por la participación de los Estados Unidos en la parte final de la guerra de los insurrectos insulares contra su metrópoli y el posterior establecimiento de un especie de protectorado norteamericano sobre la Gran Antilla. Lo primero que llama la atención de la evolución de la economía cubana decimonónica y de su relación colonial, independientemente de los juicios habituales de la historiografía acerca del tema, que han destacado fundamentalmente el anacronismo de los vínculos que unían a la Gran Antilla con España en comparación con los establecidos por otras potencias imperiales, en especial con el llamado modelo británico, es que las bases sobre las que se redefinió el dominio hispano sobre ella a finales del siglo XVIII y principios del XIX fueron muy coherentes con las circunstancias, tanto de isla como de la metrópoli. Durante el siglo XIX Cuba fue considerada como la colonia más rica del mundo, la Perla de las Antillas, y es pueril pensar que su relación con España nada tuvo que ver con ello. En la isla se sentaron las bases de un crecimiento basado en la producción de azúcar, aprovechando la ventaja comparativa y específica que el cultivo de la caña tenía en su territorio, y el gobierno metropolitano, si bien no se puede decir que fuese responsable del establecimiento de las mismas, desde luego, si contribuyó con diferentes medidas a
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
favorecerlas o, al menos, a eliminar los obstáculos para su desarrollo. En el contexto del rígido marco institucional que caracterizó a la sociedad y a la economía del referido país y de sus dominios ultramarinos, dicho proceso fue lento, no exento de altibajos pero, finalmente, bastante exitoso. El éxito inicial de la especialización económica de Cuba se benefició de las excepcionales circunstancias del mercado de productos tropicales de los años finales del siglo XVIII y de las primeras décadas del XIX, que se caracterizaron por un incremento de la demanda internacional de artículos como el azúcar y la desaparición o reducción de la oferta de sus principales exportadores hasta ese momento: Haití, debido a su revolución independentista, y las Sugar Islands británicas, a causa de la abolición de la trata —y parece que también del progresivo agotamiento de sus limitados suelos—, incluso de varios de los antiguos territorios de la América hispana tras iniciarse sus guerras de emancipación. Las condiciones necesarias para el crecimiento y especialización de la economía cubana fueron su dotación de tierra abundante y extremadamente fértil y adecuada para la agricultura de la caña de azúcar y de otros cultivos tropicales, y la coyuntura del mercado, pero la condición suficiente, además de la pericia empresarial de sus hacendados y comerciantes, fue la posibilidad de acceder a los otros dos factores de producción, escasos en la Gran Antilla, el capital y, especialmente, el trabajo, debido a lo poco poblado que estaba su territorio, y a los mercados. España no generaba una demanda elevada y tampoco disponía de una industria transformadora o consumidora de los mencionados artículos, sobre todo de dulce, pero su Gobierno facilitó la importación de mano de obra esclava y de recursos técnicos, financieros y humanos de otros lugares de América —de aquéllos envueltos en conflictos independentistas fundamentalmente—, incluso, según avanzó el tiempo, permitió y fomentó las inversiones extranjeras, y autorizó el comercio con los países que adquirían las referidas mercancías. El proceso de liberalización económica, como hemos dicho, no estuvo exento de dificultades y obstáculos, pero finalmente se completó en un grado adecuado para permitir una expansión sin precedentes de la agricultura y del comercio de exportación de la Gran Antilla sin parangón en el mundo en la primera mitad del siglo XIX. En las circunstancias descritas anteriormente, la extracción de renta que justificaba la existencia misma de la relación colonial se realizó por vía fiscal y arancelaria. Mientras se mantuvieron las condiciones internacionales que caracterizaron la expansión inicial de la economía cubana, el marco institucional establecido fue suficiente para asegurar su crecimiento, pero al final de la década de 1830 y durante la de 1840, el aumento de la oferta mundial de azúcar y de las barreras arancelarias para proteger la industria remolachera, que comenzaba a desarrollarse en Europa, y la agilización de los transportes, redujeron los precios del dulce. Por otra parte, se incrementaron las dificultades para mantener la trata de esclavos y, al mismo tiempo, la consolidación de los liberales en el gobierno madrileño significó un refor-
CONCLUSIÓN BREVE
369
zamiento del poder metropolitano en la colonia y de su aprovechamiento en beneficio de la economía española. El desarrollo anterior de la industria azucarera cubana permitió a los hacendados transformar en ventajas los inconvenientes que se presentaron a partir de finales de la década de 1830, y el sector inició entonces su fase de mayor expansión. La competencia internacional, la escasez de mano de obra y el abaratamiento de los precios del dulce se convirtieron en obligados incentivos para poner en marcha un proceso de modernización de su producción que comenzó con la construcción de ferrocarriles. Además, los ingenios se mecanizaron según se fueron difundiendo las innovaciones destinadas a mejorar la manufactura del edulcorante gracias a que su desarrollo en años precedentes, el capital acumulado y las perspectivas de crecimiento proporcionaron la financiación necesaria y facilitaron el acceso al crédito que, cuando faltaba, no hubo dificultades para obtenerlo en el exterior. La estructura económica configurada en las primeras décadas del siglo XIX prevaleció en Cuba a lo largo de la centuria, incluso se reforzó con el progresivo desplazamiento de los cultivos de subsistencia por los comerciales y, particularmente, la concentración de los recursos en la industria azucarera, y con el surgimiento de una serie de actividades agrarias, mercantiles, de servicios e industriales complementarias del sector externo y, por lo tanto, extremadamente dependientes de sus fluctuaciones e inadecuadas para amortiguar la contracción del ingreso en épocas de crisis de las exportaciones. Otra característica importante de la economía cubana fue su desigual desarrollo territorial que, además, se reforzó con el tiempo, según se especializaba la producción. La población se había concentrado tradicionalmente en la mitad occidental de la isla y en ella se establecieron también las principales explotaciones agrarias y la mayoría de las actividades comerciales y de servicios, de las industrias, de las infraestructuras y, claro está, de los ingenios azucareros, particularmente los más eficientes, que en el transcurso de los años fueron acaparando los recursos para hacer frente a sus necesidades de transformación y de modernización. Las provincias orientales permanecieron prácticamente despobladas y relativamente atrasadas y, excepto ciertas áreas desconectadas entre sí. Las zonas económicamente más desarrolladas de la mitad oriental de Cuba se especializaron en la ganadería, el cultivo y el comercio del café, del banano y de otros frutales, así como en la minería del cobre. En algunas pocas áreas también se establecieron ingenios, pero, en general, todas esas actividades sufrieron crisis en algún momento y por distintas razones y en la mayoría de los casos no las superaron debido en parte de la mencionada concentración de los recursos productivos en la industria azucarera y en los sectores estrechamente vinculados con ella en las provincias del occidente insular. Tales circunstancias acrecentaron el atraso relativo de las regiones del Este de la Gran Antilla y, sin duda, fueron causas importantes del estalli-
370
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
do en ellas del primer levantamiento independentista insular, la Guerra de los Diez Años, que se limitó prácticamente a su territorio. Otro problema estructural de la economía cubana, directamente vinculado con su progresiva especialización, fue su dependencia cada vez mayor de la importación de alimentos y de otros artículos de consumo básicos de la población. Además, la relación colonial contribuyó a perpetuarlo, pues buena parte de los citados bienes eran abastecidos por España. Los privilegios que gozaban ciertos sectores, particularmente los comerciantes de origen español, que controlaban además el crédito al por mayor y al detalle, y en los que se asentó en parte del poder colonial, ayudaban a comprender también la razón por la que Cuba adoleció de una oferta monetaria, que evitase los constantes problemas de liquidez, o que se modernizase con más rapidez su sistema financiero, defectos que fueron especialmente graves para el desarrollo de las actividades menos vinculadas con las exportaciones. A pesar de sus defectos, las bases sobre las que se había asentado el sistema económico cubano permitieron un fuerte crecimiento, con muy pocas oscilaciones, hasta la década de 1860, basado en el aprovechamiento de la ventaja comparativa de la isla en el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar, completados con los del tabaco, en el desarrollo de infraestructuras de transporte —ferroviarias y portuarias— y comerciales y del sector mercantil y financiero ligado a ellos y de redes de intercambio. Todas esas actividades se fueron modernizado y perfeccionando para adecuarse a las necesidades del mercado mundial, y especialmente del norteamericano, que desde mediados del siglo XIX comenzó a concentrar las exportaciones insulares, favorecidas por la legislación y la acción de la administración metropolitana y colonial y las garantías que proporcionó para proseguir la trata de esclavos, a pesar de las presiones abolicionistas británicas y de los tratados internacionales firmados en ese sentido, y de orden y estabilidad social. A cambio de esto y de permitir el libre comercio en la Gran Antilla, el Estado español participó en los beneficios extrayendo renta mediante mecanismos fiscales y arancelarios, privilegiando los artículos nacionales en las aduanas de la isla y el tráfico de las mercancías en barcos con pabellón hispano. La progresiva modificación de las bases sobre las que se había asentado la relación de dominio española sobre Cuba el desigual desarrollo económico del territorio de la Gran Antilla comenzaron a poner en peligro el mantenimiento de aquélla primera a partir de finales de la década de 1860. Tales problemas se agravaron con el tiempo y, según hemos demostrado, parece difícil pensar que hubiesen podido resolverse sin vaciar de sentido el vínculo colonial. La abolición de la esclavitud alteró uno de los pilares esenciales sobre los que, como vimos, se había construido el Estado colonial en Cuba. Sin embargo, los problemas que ocasionó pudieron irse resolviendo gracias a la inmigración, favorecida por el crecimiento económico de la isla y que, ade-
CONCLUSIÓN BREVE
371
más, permitió españolizar su sociedad. Ahora bien, el principal elemento desestabilizador del orden político fue la progresiva concentración de las exportaciones de la Gran Antilla en el mercado de los Estados Unidos, factor con el que no se contó cundo se liberalizó su comercio y se decidió extraer renta de ella por mecanismos arancelarios fundamentalmente a finales del siglo XVIII e inicios del XIX. Estimar el producto agregado de la economía cubana para varios cortes cronológicos desde finales del siglo XVIII hasta los años noventa del XIX nos ha permitido demostrar que el principal problema con que tropezó el crecimiento de aquélla no fueron las crecientes cargas con que la metrópoli gravó su ingreso, incluso cuando aumentaron al mismo tiempo que este último se reducía, sino la imposibilidad de garantizar bajo el dominio español la rentabilidad del proceso de modernización de la industria azucarera y del sector externo en general que se llevó a cabo en la isla a partir de la década de 1860 y que dependía de conseguir acceder de manera estable y con las mínimas trabas al mercado de los Estados Unidos. Puede que muchas de las medidas tomadas por el gobierno colonial en los años finales del siglo XIX para resolver los problemas de la economía cubana fuesen poco acertadas, también debido a que los acontecimientos y la propia naturaleza de la relación de dominio implicaba a intereses poco partidarios de una reforma en profundidad, pero la evidencia muestra que todos esos inconvenientes podían resolverse, o al menos amortiguase, si se lograba un tratado con los Estado Unidos que garantizase la disponibilidad de su mercado para que la industria azucarera de la Gran Antilla desarrollarse toda su potencialidad productiva. Tras un antecedente en la década de 1880, el llamado Modus vivendis, en la de 1890 se logró al fin firmar un tratado entre los gobiernos de España y de los Estados Unidos y sus efectos sobre la economía cubana evidencian que ello fue suficiente para superar sus problemas de crecimiento, pero también que la principal beneficiaria del mismo fue la metrópoli. Parece claro, asimismo, que al igual que no hubo en ella razones que justificasen una reforma que, para ser efectiva, debía haber eliminado los fundamentos básicos por los que se mantenía el dominio sobre la Gran Antilla, habría sido irracional que la administración norteamericana hubiese seguido financiando el sostenimiento del mismo. La cuantificación de los indicadores básicos de la economía cubana, de la renta, los salarios y los precios fundamentalmente, así como ciertos cálculos para medir la ventaja comparativa de determinadas actividades y la preocupación por analizar los sectores menos vinculados con las exportaciones nos ha permitido, por tanto, descubrir una estructura económica mucho más compleja y variada que la que habitualmente se presenta en las investigaciones. Las comparaciones internacionales, además, muestran la racionalidad de algunos acontecimientos, como por ejemplo, las razones por las cuales se mantuvo Cuba bajo el dominio de España cuando se independizó su imperio
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ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
americano continental, o el grado en que su economía convergió a finales del siglo XIX con la estadounidense. Todos esos aspectos no ponen en tela de juicio que lo más destacado de la evolución de dicha economía fue su especialización en la producción de azúcar, pero añaden un grado de precisión al conocimiento de temas tan variados como el surgimiento de ciertos sectores de actividad complementarios de la misma, similares a los de otros países latinoamericanos en ese momento, las diferencias regionales en el desarrollo de la isla, el efecto que la política comercial de España y su extracción de renta colonial tuvo sobre el ingreso cubano o la incidencia de la abolición en el mercado de trabajo y los salarios reales, que ayudan a aclarar muchos aspectos hasta ahora muy discutidos de la historia de la Gran Antilla.
CAPÍTULO XIV
EPÍLOGO. COSTES Y BENEFICIOS DE LA TRANSICIÓN DE COLONIA A NACIÓN EN CUBA1
La reconstrucción de los indicadores agregados básicos de la economía cubana desde las últimas décadas del siglo XVIII hasta finales del XIX en capítulos precedentes, especialmente de la renta, junto con una corrección de los datos disponibles de esta última para el llamado período republicano2, nos permite, a manera de epílogo, un análisis de los costes y beneficios en términos de renta que supuso la independencia para la Gran Antilla, así como comparar su producto con el de otros países que siguieron una evolución política —y también económica— diferente, con el fin de tener un conocimiento más preciso de su estructura, desarrollo y características. La Historia Económica que usa instrumentos de la Economía y la Estadística suele suscitar recelos y desconfianza por varias razones. En primer lugar, a causa de la dificultad que a veces entrañan el aprendizaje de sus técnicas y la lectura de sus resultados; en segundo lugar, debido a los supuestos de los que hay que partir para realizarlos, como la consideración aislada de factores y efectos que no se presentan así en la realidad o la necesidad de estimar algunos de manera aproximada y burda, cuando lo requieren los procedimientos de análisis y no disponemos de información directa en las fuentes. Esos peros, sin embargo, se alivian si no abusa de cálculos y de lenguaje técnico, se explica 1 Este capítulo es resultado de una investigación de la que hemos publicado dos trabajos, en el monográfico coordinado por J. A. Piqueras, ed. (2003) para a revista Op. Cit., y en el libro editado por J. Opatrný, coord. (2003). 2 Se conoce habitualmente con el nombre de La República al período comprendido entre la finalización del gobierno de ocupación estadounidense en Cuba y la Revolución castrista (1902-1959). Nuestro análisis abarca también los años que duró dicha ocupación. El estudio en el que corregimos y estimamos los datos de renta para el lapso 1900-1959 es A. Santamaría (2000b): 505-545. Estos cálculos y los referidos al siglo XIX han sido posibles, asimismo, gracias a los índices de precios elaborados por A. Santamaría (2000d): 101-138, y O. Zanetti y A. García Álvarez (1976): apéndice, que presentamos en capítulos anteriores del libro.
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bien la metodología empleada y se valoran los citados resultados como lo que su nombre indica que son; es decir, como indicadores científica y sistemáticamente deducidos de procesos y tendencias que, además, no tienen sentido si no se observan y contrastan luego dentro de un contexto histórico global. En el sentido expresado anteriormente, este epílogo pretende, por tanto, mejorar el conocimiento de ciertos problemas para los cuales la cuantificación no es un fin en sí mismo, pero si una herramienta imprescindible que permite determinadas conclusiones que sólo resultan valiosas si se logra hacerlas comprensivas, se contrastan con otras evidencias y son coherentes con lo que sabemos de los procesos históricos por medios menos sofisticados y especulativos y apegados a las fuentes. Para valorar los costes y beneficios de la independencia de Cuba en términos de renta hemos optado por una cronología que parte del inicio de la crisis del trabajo esclavo y de los antecedentes inmediatos del primer conflicto por la independencia insular, y culmina en los prolegómenos del estallido de la Primera Guerra Mundial. La importancia de ese período en la evolución de la economía insular se ha demostrado en varios estudios. En el presente libro se ha probado que tras las causas de la conflagración emancipadora que sufrió la isla en los años 1868-1878 estuvieron los problemas que, a la postre, explicaban el final del dominio español sobre ella, y hay varias investigaciones que ponen en evidencia que el efecto en la Gran Antilla del enfrentamiento internacional desatado en 1914 alteró las bases en que se había asentado su sistema económico y socio-político después de 1898 y las especiales relaciones con los Estados Unidos3. En el Cuadro III.1 detallamos el resultado de nuestras estimaciones. Aunque disponemos de datos anuales, las hemos agrupado en períodos para el siglo XX, ya que en el XIX lo que pudimos calcular fue el producto en ciertas fechas o etapas. El primero que aparece en dicho cuadro es el correspondiente a 1861-1863, momento en el que la llamada edad de oro de la economía esclavista azucarera de la Gran Antilla estaba concluyendo. Entre él y 1881 —segundo registro anotado en la tabla— medió la Guerra de los Diez Años y el inicio del proceso de abolición. El tercero (1890-1895) comprende una época en la que predominó el efecto del acuerdo comercial alcanzado por los gobiernos de España y de los Estados Unidos. En el cuarto (19001905) había pasado ya la Guerra de Independencia y había empezado la recuperación, pero no fue hasta el comienzo del quinto (1903-1905) cuando se establecieron las referidas relaciones mercantiles especiales entre Cuba y ese último país. En el sexto (1906-1907) se produjo la primera crisis económica republicana4, y el séptimo (1908-1913) fue un tiempo de relativa estabilidad 3
Para más detalles sobre el tema, ver A. Santamaría (1996a, 2000a y 2002a). Así denomina habitualmente la historiografía al período histórico que medió entre el final de la ocupación estadounidense de Cuba, tras la independencia de España (1902), y la revolución castrista (1959). 4
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del ingreso, aunque fluctuando al alza, en el que se compensaron la incidencia de un estallido revolucionario, de otra ocupación estadounidense y de un fuerte aumento de la oferta de dulce, que en 1913 llegó a romper el sincronismo que había mantenido hasta entonces con el incremento de la demanda norteamericana. La información del Cuadro III.1 muestran que el crecimiento de la economía cubana, muy elevado hasta la década de 1860 (ver Cuadro I.34), se ralentizó en el inicio del último tercio del siglo XIX. La renta per cápita aumentó sólo un 0,9% promedio anual 1861-1863 y 1881, y la situación empeoró después, cuando una crisis provocó un estancamiento de la producción azucarera que no se recuperó hasta una década más tarde, y una reducción de sus precios de más de un 30%5. Como vimos en su momento, el principal problema de la economía cubana era que su progresiva especialización en la producción de azúcar, y además crudo, tal y como lo demandaba el mercado de los Estados Unidos, requería asegurar el mercado norteamericano y que esa necesidad se volvió aún más perentoria debido al esfuerzo de modernización de los ingenios que llevaron a cabo los hacendados para hacer frente al aumento de la competencia mundial y a la reducción de los precios y que consistió básicamente en la adopción de tecnologías de producción en masa, cuyos rendimiento de escala dependían de que las fábricas operarse al límite de su capacidad. La importancia de asegurar el mercado azucarero se aprecia nítidamente en las cifras del Cuadro III.1. A principios de la década de 1890 los gobiernos de Madrid y Washington firmaron un acuerdo que facilitaba la exportación de dulce cubano a los Estado Unidos. La oferta de tal artículo aumentó hasta superar el 1.000.000 de Tn y el crecimiento del ingreso per cápita entre 1881 y 1890-1895 fue del 3,6%. Por lo visto hasta ahora debemos suponer, además, que ese porcentaje se logró con tasas de incremento muy elevadas en el inicio de los años noventa, dada la situación de estancamiento que describimos en el decenio precedente. En consonancia con los datos anteriores, en capítulos precedentes apuntábamos que el éxito de la política española frente a las necesidades de la economía de la Gran Antilla a finales del siglo XIX dependió de la voluntad de acuerdo del gobierno de los Estados Unidos y es difícil pensar que éste hubiese estado dispuesto a seguir financiando el mantenimiento del dominio madrileño sobre la isla. El tratado comercial hispano-norteamericano concluyó en 1895, justo en el año en que se inició la Guerra de Independencia insular y ya señalamos que L. H. Jenks (1928) intuía que la razón por la que se firmó y luego no se renovó fue mostrar a los cubanos los beneficios del establecimiento de un convenio mercantil estable, pero que para lograrlo se precisaba, o su emancipación, o una drástica modificación del régimen arance-
5
Sobre los precios del azúcar, ver Capítulos
IX
y
XI
y M. Moreno Fraginals (1978):
III .
127 166 274 240 407 401 486
1861-1863 1881 1890-1895 1900-1902 1903-1905 1906-1907 1908-1913
5,5 1,6 5,7 –0,7 23,2 –0,6 5,2
Crecimiento 1.350 1.512 1.650 1.699 1.924 2.137 2.512
Población 2,2 0,6 0,8 0,3 4,4 4,4 4,4
Crecimiento 94 110 156 141 211 188 193
per cápita
PNB
1,8 0,9 3,6 –1,1 16,5 –4,3 0,7
Crecimiento 117 102 83 59 60 67 72
Índice precios — 69 91 — 99 115 111
Índice salarios
470 600 900 613 1.156 1.369 1.741
Ofertaazúcar
5,3 1,5 4,3 –3,8 29,5 7,4 6,8
Crecimiento
FUENTES: Para la población y el PNB en el siglo XIX, ver Cuadros I.34 y II.24, y en el XX, A. Santamaría (2000b): 542-545. Los datos sobre los precios y salarios proceden de los Cuadros II.18-21, y la información acerca de la producción de azúcar de M. Moreno Fraginals (1978): III.
* Los datos son valores medios de los períodos. La población se mide en miles de personas, la oferta de azúcar miles de Tn, el PNB en millones de pesos cubanos de 1926 y el per cápita en pesos. Los índices de precios y de salarios reales tienen también 1926 (= 100) como año base. El crecimiento se calcula como porcentaje medio anual desde el período inmediatamente anterior (en el caso de 1861-1863 respecto a 1842-1946).
PNB
Períodos
Cuadro III.1 Producto Nacional Bruto, población, índices de precios y de salarios reales y producción de azúcar en Cuba entre 1861-1863 y 1908.
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lario vigente, cuestión que podía vaciar de sentido la relación colonial que, recordamos, se había asentado en mecanismos de explotación fiscal de los intercambios exteriores6 . La insuficiencia de cápital para grandes inversiones fue otro problema de la economía cubana a finales del siglo XIX, lo que se materializó fundamentalmente en el fracaso de los proyectos de construcción de un ferrocarril que cruzase longitudinalmente la isla y abriese a la explotación su mitad Este, escasamente poblada y menos desarrollada que la occidental y foco, además, de las rebeliones que concluyeron con su independencia. Las vías no pasaron del centro del territorio hasta después de 19007, seguramente, y en relación con lo que apuntamos anteriormente, debido a que la expansión de la industria se beneficiaría considerablemente de la disposición de nuevas tierras en zonas vírgenes, pero mientras persistieron las dificultades de acceso al mercado norteamericano la rentabilidad de una empresa que las proporcionase no estaba asegurada. El aislamiento de la mitad Este restó potencial de crecimiento a la economía cubana. Solucionar el problema habría aumentado el ingreso insular, al menos, un 25 o 35% a finales del siglo XIX, teniendo en cuenta sólo el crecimiento de la producción de azúcar de la zona en el inicio del XX y la importancia de ésta en la generación de la renta y, además, aunque la ausencia de estudios impide cuantificarlo por el momento, habría reducido también el precio de la tierra por el mero incremento de la oferta de terrenos disponibles para la agricultura en el mercado. El Tratado de Reciprocidad cubano-norteamericano y la apertura de las tierras del Este de la Gran Antilla a la explotación agraria comercial facilitó seguramente el flujo de inversiones productivas, pero en las decisiones de quienes podían hacerlas pesaron más las expectativas de crecimiento de la industria azucarera, pues fue en ella donde se concentraron, tanto a finales del siglo XIX como a principios del XX. En la década de 1880 varios empresarios estadounidenses comenzaron a colocar cápital en la isla, y aunque después de 1898 aumentó su número, lo hizo tan sólo siguiendo la tendencia apuntada años atrás y además, por lo general, en sociedad con firmas locales8, los cuales, según ha probado A.D. Dye (1998: 247-63), parece que tuvieron las mismas facilidades de acceso al crédito que los extranjeros en igualdad de viabilidad de los proyectos para los que solicitaban el dinero. A los problemas mencionados antes hay que añadir otros dos para los que sí disponemos de indicadores en el Cuadro III.1. En primer lugar, los precios generales cubanos, aunque descendieron, se mantuvieron relativamente altos
6
Ver O. Zanetti (1998a). Ver O. Zanetti y A. García Álvarez (1987): 144-148, y A. Santamaría (1998c): 298-334. 8 Sobre esas inversiones, su monto y la sociedad entre empresarios y compañías cubanas o españolas y estadounidenses ver, por ejemplo, A. García Álvarez (1995): 1-45. 7
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en comparación con los del azúcar a finales del siglo XIX. En el Capítulo XI calculamos que ello redujo el poder de compra del dulce casi un 70%, dato muy importante debido a la elevada dependencia que tenía la isla del exterior para abastecerse de alimentos e insumos básicos, lo cual estuvo estrechamente relacionado con la protección de su mercado para las mercancías españolas y, en el período que duró el tratado con los Estados Unidos (1891-1895), también para las de ese país9. Si dichos precios hubiesen variado igual que los norteamericanos, por su efecto en el referido poder de compra del edulcorante y teniendo en cuenta el peso del comercio exterior en el ingreso de la Gran Antilla, la renta podría haber sido un 2 o un 3% mayor10. Los datos del Cuadro III.1, en segundo lugar, muestran un incremento de los salarios reales en Cuba a finales del siglo XIX. Ya señalamos que las cifras estaban estimadas a partir de jornales de las principales actividades agrarias e industriales de la isla y debían tomarse con precaución, pero que reflejaban un defecto estructural de su economía: la escasez de población para satisfacer la demanda de trabajo, por lo que se recurrió a la esclavitud y luego a la inmigración. Indicamos también que la abolición provocó un aumento de dichos salarios reales, pues inicialmente lo que predominó fue su efecto de contracción de la oferta laboral, más que de liberalización del mercado, con la consiguiente disminución del coste de la mano de obra que debía acompañarla. En los datos del Cuadro III.1 se aprecia también que en el siglo XX se frenó algo la tendencia al crecimiento de los salarios reales en Cuba, pero que éstos siguieron siendo altos. La entrada de inmigrantes que supuso el crecimiento de su economía no debió ser suficiente para compensar los problemas de escasez de la oferta laboral. Un problema asociado a la inmigración que también debemos considerar es que su presencia implicó un drenaje de cápital remitido a sus lugares de origen. Sin embargo, lo mismo en el siglo XIX que el XX, la extracción de renta por tal concepto debe valorarse como retribución de un factor de producción no disponible internamente, e igual se puede decir del retorno de beneficios de las inversiones extranjeras. En ambos casos, ya lo indicábamos, su efecto neto en el crecimiento del ingreso fue positivo, pues las actividades productivas difícilmente hubiesen podido desarrollarse en la medida que lo hicieron sin dichos recursos. La extracción de renta por vía fiscal en los últimos años de dominio español representó en trono a un 6-7% del ingreso de Cuba, incluyendo el pago de la deuda endosada al Tesoro colonial en ese período. Además, la protección de su mercado para las mercancías metropolitanas, estimada a través de los saldos de la balanza comercial, supuso alrededor de un 2-3%. Ahora bien,
9 10
Ver, por ejemplo, M. A. Marqués (2002): 159-165. Ver A. Santamaría (2000d): 134.
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hay que considerar que no todas esas mercancías se vendían en la isla gracias sus privilegios arancelarios. Algunas eran competitivas internacionalmente hablando y/o adecuadas al gusto de los consumidores y tras la independencia mantuvieron, en valor, cerca de un 10% de las importaciones de la Gran Antilla, frente al 30-40% que tuvieron a finales del siglo XIX, de manera que la eliminación de su protección no habría supuesto en realidad un incremento de más de un 1% en la renta11. En el Cuadro III.1 se observa, además, que la Guerra de Independencia tuvo como saldo una reducción del ingreso per cápita en Cuba del 1,1% anual entre 1890-1895 y 1900-1902. A tal porcentaje se debe añadir lo que su economía dejó de crecer y el coste en vidas y recursos del conflicto, aunque este último debe estar implícito en los datos de la renta. Extrapolando sus tasas de incremento del período anterior, si no hubiese mediado la conflagración y se hubiese mantenido el acuerdo con los Estado Unidos aquélla habría podido ser un 30-35% más alta a principios del siglo XX, y un 7-8% sin dicho tratado. Como la población estaba aumentando menos que el producto interno en el siglo XIX y continuó haciéndolo en el inicio de la siguiente centuria, extrapolando también las también las tasas de crecimiento de ambos indicadores, la incidencia de la conflagración en ese sentido puede cifrarse en torno al un 8% de la renta. Los bajos costes de las exportaciones de los Estados Unidos a la cercana Cuba y su elevada competitividad invitan a pensar que la firma del Tratado de Reciprocidad comercial entre sus gobiernos en 1902 no tuvo efectos directos nocivos en el crecimiento de la economía de la Gran Antilla. Lo que sí provocó fue un reforzamiento de su especialización. No obstante, se puede suponer que la incidencia positiva en el ingreso de aprovechar la ventaja comparativa de la isla se compensó con el incremento de su vulnerabilidad frente a las alteraciones en la coyuntura internacional del comercio, los precios o los flujos de cápital. Por lo general, los estudios al respecto sostienen que eso fue así, aunque también que el saldo fue favorable al país caribeño hasta la Primera Guerra Mundial12. La ocupación de Cuba por los Estados Unidos tras su intervención en la Guerra de Independencia de la Gran Antilla, a pesar de lo dicho, no supuso el establecimiento inmediato de relaciones comerciales especiales entre los dos países. Hubo que esperar a que la administración norteamericana cediese el poder a un gobierno soberano que firmase un tratado. Esto tuvo un efecto negativo e el crecimiento de la economía insular, que se habría recuperado mucho más rápido si hubiese concertado antes tal convenio. Según 11 Sobre los cálculos de las extracciones vía fiscal y balanza comercial y su relación con el ingreso, ver Capítulo XII y Cuadro II.24, y acerca de las importaciones cubanas y su origen, O. Zanetti (1975): 43-183. 12 Para más detalles sobre esos supuestos ver A. Santamaría (2002a): introducción.
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los datos el Cuadro III.1, la renta per cápita se redujo un 1,1% anual de 1890-1895 a 1900-1902 y luego aumentó un 16,5 hasta 1903-1905. Con sólo que ambas tasas se hubiesen promediado, el ingreso al comenzar el siglo XX habría sido un 8% más alto. Las estimaciones presentadas, en fin, permiten calcular aproximadamente los costes económicos del mantenimiento del dominio español en Cuba a finales del siglo XIX, de su Guerra de Independencia y del modo en que se consiguió esta última, con la intervención de los Estados Unidos en ella y su ocupación posterior de la isla. Si el gobierno español hubiese realizado una reforma efectiva del sistema arancelario y fiscal, suponiendo que los costes de la administración republicana no superaron a los de la colonial en Cuba, tema que debe estudiarse, pues en otros lugares no fue así13, y que ello habría facilitado un acuerdo mercantil estable con los Estados Unidos, una mayor convergencia de los precios insulares con los norteamericanos y un flujo de inversiones que aliviasen el atraso relativo de la mitad oriental de la Gran Antilla, el ingreso per cápita de esta última habría sido en los años 1890-1895 un 35% más elevado; es decir, unos 211 pesos (de 1926) en vez de 126. Seguramente, además, ello habría evitado la Guerra de Independencia, y sin su coste en vidas —no consideramos otros supuestos, ya que el inicio del siglo XX fue un período de crisis internacional y no podemos discernir el efecto de esta última y del conflicto— la renta en 1900-1903 habría alcanzado 228 pesos y no 141. Finalmente, de haberse mantenido el tratado de reciprocidad comercial con la citada reforma arancelaria, tal cifra aumentaría hasta 246. Al partir de cifras más altas, si se hubiese podido evitar la incidencia de la Guerra de Independencia y adelantar el desarrollo de la mitad Este de Cuba y el efecto de un tratado comercial estable con los Estados Unidos, hay que suponer que parte del fuerte crecimiento de la renta insular entre 1900-1902 y 1903-1905 se habría producido en años precedentes. No obstante, como ese fue un período de expansión internacional, por una simple regla de tres con la tasa de incremento anotada en el Cuadro III.1 y la estimada en el párrafo anterior, en el segundo trienio mencionado el ingreso habría sido de unos 251 pesos y no de 211. Además se habrían eliminado el impacto que tuvieron en ella la segunda ocupación norteamericana y los conflictos que la provocaron, mucho más difíciles de cuantificar. Por tato, se pude decir que si el gobierno madrileño hubiese intuido que el mantenimiento del sistema colonial, tal y como había sido definido, conduciría a una guerra y a la pérdida de Cuba y hubiese favorecido una sece13
Los estudios sobre la independencia de la América continental española indican que hubo un incremento de los costes de administración al dividirse el antiguo Imperio en varias Repúblicas. Ver L. Prados y S. Amaral, eds. (1993). Ahora bien, la emancipación de Cuba se produjo en fechas muy distintas y no supuso una desmembración de su territorio, aunque sí su separación de un espacio político más amplio.
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sión menos traumática, el ingreso per cápita de la isla habría sido aproximadamente un 20% más alto en el inicio del siglo XX. Por otro lado, no se ha demostrado que la economía española, que comenzaba entonces una fase de crecimiento de la que si sabemos que no fue alterada por la independencia de Gran Antilla, no se hubiese beneficiado de su conservación, pero si es posible afirmar que no hubiese tenido un efecto negativo14. Para concluir, la mejor manera de valorar los procesos de crecimiento económico y la incidencia sobre ellos de determinados acontecimientos es en términos comparados. En el Gráfico III.1 cotejamos la evolución del ingreso per cápita de Cuba con el de su metrópoli hasta 1898 (España), Gran Bretaña, los Estados Unidos y dos países latinoamericanos, México y Argentina. Este ejercicio requiere, como se explica en dicho gráfico, transformar los datos de producto nacional del Cuadro III.1 en producto interno, cambiar Gráfico III.1 Producto interno bruto per cápita de Cuba, España, los Estados Unidos, Gran Bretaña, México y Argentina, 1860-1913.* 1.800
Índice producto per cápita
1.600 1.400 1.200 1.000 800 600 400 200 0
1860
1865
1870
1875
1880
1885
1890
1895
1900
1905
1910
1913
Años Cuba
España
EE.UU.
Gran Bretaña
México
Argentina
* Los datos están expresados en paridades de poder adquisitivo ( PPA) y dólares 1970.
USA
de
FUENTE: Para Cuba, Cuadro III.1 (con los datos ajustados a PPA y dólares USA de 1970). La información de España, Gran Bretaña y los Estados Unidos procede de L. Prados (1988): 51, y E. Tello y X. Gordillo, coords. (1994): 61-96, y la de México y Argentina, de J. H. Coatsworth y G. Tortella (2005): tabla 1, y R. Cortés Conde y M. Harriague (1994): apéndice.
14 Ver el libro de J. Maluquer (1999) y nuestra crítica al mismo en la Revista de Indias, 219 (2000): 596-599.
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la base de precios y la moneda (1926 y pesos cubanos, equivalentes prácticamente a dólares norteamericanos, por 1970 y moneda estadounidense) y medirlos en paridades de poder adquisitivo, que es como se presenta la información en los otros cinco casos. De los datos del Gráfico III.1 se deduce, en primer lugar, es que el crecimiento económico cubano entre 1860 y 1913 fue similar al de los llamados países nuevos, americanos en este caso, aunque más sostenido en el siglo XIX, y en eso se parece a los europeos, producto de que su especialización exportadora comenzó mucho antes que en el resto de Latinoamérica15. Si nos fijamos en México y Argentina, la primera nación partió de valores más bajos en el inicio del último tercio del siglo XIX, lo que minimizó las fluctuaciones, sobre todo las caídas del ingreso, pero lo que llama más la atención es la fuerte similitud entre la tendencia y oscilaciones de las cifras del país de la Cuenca del Plata y las cubanas. Frente al de Argentina, el aumento del ingreso per cápita en Cuba fue más sostenido en el siglo XIX, lo que se debió, como ya hemos señalado, a que el desarrollo de su sector exportador comenzó antes. Ahora bien, en parte la diferencia entre la tendencia al alza que experimentó la renta del país austral al final de dicha centuria y la del caribeño, a favor del primero, debe explicarse también por los obstáculos que supuso para su crecimiento el mantenimiento del dominio español, pues parece que a partir de 1900, omitiendo en ambos casos la crisis que experimentaron en el tránsito del referido siglo XIX al XX, la relación entre el incremento de ambos productos se invirtió, compensando el menor incremento del de la Gran Antilla en el período precedente. Cuba no padeció la fuerte crisis que sufrió la Argentina a finales del siglo XIX y principios del XX debido al crash financiero iniciado en la Banca Baring, primero16, y a la depresión general de la economía mundial posteriormente. Sin embargo, con una incidencia menor, esos problemas habrían tenido efecto seguramente en la isla de no mediar la Guerra de Independencia. La comparación con las cifras del país del Cono Sur confirma la tesis expuesta páginas atrás: en el supuesto de que el proceso de separación de España hubiese sido menos traumático, parece que la economía de la Gran Antilla habría prolongado, con fluctuaciones, aunque tendiendo al alza, la fase de crecimiento iniciada en la década de 1890, alcanzado niveles de ingreso sensiblemente más altos, pero, y también como en el caso argentino y según se observa en el Gráfico III.1, con pautas tipo stop and go que empezaron a manifestarse nítidamente al mediar la década de 1910, no obstante fueron más o menos prolongadas y profundas dependiendo de hechos como los acontecimientos políticos en cada nación. 15
En C. Naranjo y A. Santamaría (2002): 257-258, detallamos con más amplitud esta
idea. 16
Sobre este tema, ver el libro de C. Marichal (1988).
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPÒNÍMICO1
98 Iberoamericano, El: 383, 385 98, el: 39, 141, 333 ABAD, L. V. de: 181n. 303n, 383 Abogados: 312 Abolición cubana: proceso y gradualidad: 72, 123, 131-133, 237, 240, 248-252, 259-260, 259c, 316, 320, 324, 374; presiones internacionales: 83; y economía, trabajo y salarios: 24, 27-29, 39, 43-48, 45-46n, 54-57, 68n, 76n, 78-81, 81n, 83-84, 98-99, 104, 110-112, 123-124, 139-141, 190-195, 191n, 200-201, 206-207, 214-218, 220, 237-241, 245, 248-252, 256-261, 256c, 259c, 274, 279, 283, 283n, 291-293, 306-307, 312, 316, 330, 333, 336-337, 347-350, 360, 370372, 378; y población: 248-252, 256-258, 256c, 259c, 306-316, 310n, 320-321; y reforma colonial: 237 Abonos: 108 Academias: Española de la Lengua: 311, 426; de la Historia: 157n, 196n; Iberoamericana y Filipina…: 419 Aceite: producción, precio, industrias y número: 337, 338c, 352c; de oliva y precio: 337, 352c; de carbón, combustible y lubricante y producción, industrias y número: 283n, 284, 338c, 339, 353c; precio: 338c, 339, 353c Actas: del Congreso Internacional…: 383, 398; del IX Congreso…: 383, 417 ADHILAC: 388, 395, 398, 431 Administración Principal de Rentas…: 126, 156n, 383 Aduanas (ver Aranceles); de Santiago de Cuba: 161-162
África: 26, 43-45, 57-58, 57n, 70-74, 70-72n, 75n, 79c, 80-87, 92-99, 104, 110-114, 117118, 121-124, 147, 245, 289-290, 317-319; producción, industria y comercio henequenero: 289-290 Africanos (ver África, Esclavitud y Población cubana de color) Agava sisalana: 288, 288n Agencia Española de Cooperación Internacional: 24-25n AGETE, F.: 383 Agricultores (ver Campesinos y Colonos) Agricultura cubana: 20-21, 36, 40-44, 47-48, 47n, 60-61, 64-68, 71, 71-72n, 76, 76n, 8393, 98-99, 104-113, 120-126, 121c, 129135, 133c, 138-143, 138-139c, 148-152, 152c, 155-157, 161-167, 166c, 167n, 172175, 174n, 242-250, 250n, 252-264, 258259n, 259c, 262c, 267-277, 270-2711c, 271n, 288-294, 288n, 290-291n, 311-321, 317n, 319n, 324-329, 324n, 326n, 335, 335n, 367371, 377; censos: 290n; diferencias territoriales (ver Economía cubana, diferencias territoriales); diversificación: 65-66, 83-89, 92-94, 99, 111, 246; expansión y roza: 164165, 189, 269; ingreso (ver Ingreso cubano, agrario); localización de las explotaciones: 84-86, 96, 121c, 141-147, 152, 152c, 155-158, 156n, 158n, 172-175, 189, 257259, 258-259n, 267-274, 271n, 288, 291294, 291n, 369-370; productividad y rendimiento: 60, 134-135, 156-157; tipos de explotaciones y cultivos: 42-43, 46-47, 47n, 61, 71, 76-78, 76n, 83-86, 89, 92-96, 102-
1 Cuando se incluyen tras el número de páginas las letras c, g, m, n, f, significa que la referencia se halla en un cuadro, gráfico, mapa, nota a pie o figura respectivamente.
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104, 123-126, 129-130, 135-139, 138-139c, 142-152, 143n, 152c, 157-164, 158-159n, 268-271, 270-271c, 271n, 276-277, 288294, 288n, 290-291n, 313-321, 317n, 319n, 327-328, 367-370; transformación y modernización: 46-47, 60-61, 104, 126, 246 Agricultura cubana de exportación y crecimiento: 26-28, 41-44, 43n, 47-49, 47n, 55-71, 76-78, 83-86, 92-94, 102, 106-107, 120137, 121c, 133c, 141-143, 147-152, 152c, 156-158, 156n, 158n, 161-167, 166c, 172176, 187-189, 192, 209-215, 222, 245, 261262, 259c, 262c, 262-263n, 273-276, 276277n, 280-283, 293-294, 305-306, 316-321, 317n, 325-328, 326n, 333, 367-371, 377378; concentración de los recursos (ver Azúcar cubano, concentración de los recursos); precios: 159-160, 211; rendimiento y competitividad: 44, 134-137, 211-215 Agricultura cubana, cultivos menores (dedicada al mercado interno y de subsistencia): 2021, 26-28, 42-44, 47, 47n, 65-68, 71, 7172n, 76-78, 76n, 83-86, 89, 92-94, 102-104, 121c, 123-125, 131-139, 133c, 138-139c, 142-144, 152, 152c, 163-165, 172-173, 187, 200-201, 215, 224-227, 245-247, 246n, 258-259, 259n, 264-274, 270-271c, 271n, 288-294, 288n, 290-291n, 313-318, 333, 350, 369-370; explotaciones y tipos de cultivos: 138-139, 138-139c, 258-259, 259n; financiación (ver Capital cubano y actividades menos vinculadas con la exportación); ingreso: 262c, 263-264, 263n, 271-273; localización: 258-259, 258-259n, 268-274, 271n; productividad: 135 Agricultura de exportación internacional, competencia: 142, 159-160 Agricultural History: 436 Agrimensores y agrónomos: 91-92, 318 Aguardiente, licor y ron, industrias y número: 162, 163c, 164-167, 275, 279c, 282, 338c, 337-339, 353c; modernización y concentración: 162; precios: 337-339, 338c, 353c; producción y exportación: 93, 162-163, 163c, 275, 279c, 282 Aguas: abastecimiento: 173; minerales y producción, industrias y número: 284 AGUILAR, L. E.: 383 AGUIRRE, S.: 241n, 306n, 310n, 383 AHILA: 383, 418-419, 431 AIMES, H. S.: 70, 78, 99c, 383 Ajos y precio: 338c, 352c Alacranes y población: 69, 121c, 176 Alambiques (ver Aguardiente, licores y ron) ALBACETE, S.: 237 ALBELO, M. C.: 383
Albergues de inmigrantes: 105-106 ALBERT, B.: 383, 433 ALBERTO, M. C.: 86n Alcabala (ver Impuestos cubanos, tipos) ALCÁNTARA, M.: 383, 431 ÁLCÁZAR, C.: 383 Alcudia: 86 Aldeas (ver Pueblos y ciudades) ALEJO, F.: 383 Alemania: 24-25n, 92, 129, 272, 295, 295n, 304, 308-309, 309n, 323, 323n; economía e ingreso: 295, 295n, 304; industria: 304; mercado cafetalero: 129; producción, industria, transporte, coste y rentabilidad del azúcar: 308-309, 309n, 323, 323n Alférez de Fragata: 115 ALFONSO MADAN, J.: 286-287, 287n Algodón: 339; cubano: 60-61; precio: 339 Algunos datos sobre…»: 250n, 309n, 325c, 383 Alicante: 24-25n ALIENES, J.: 334n, 384 Alimentos y bienes de primera necesidad y producción, industrias y número: 88, 91-92, 108, 143, 157, 164, 237, 249-251, 258n, 257, 264, 272-274, 278-279c, 279-282; consumo y dieta: 337-339; contrabando: 146147; demanda e importación:123-125, 157, 224-227, 262c, 335-347, 338c, 340n, 342344g, 345c, 346-347n, 347c, 351-352c, 354-356c, 359-360, 370, 373; precios: 157, 262c, 337-347, 338c, 342-344g, 345c, 346347, 347c, 351-352c, 354-356c trabajo y número de trabajadores: 278c Alisios, vientos: 34 Almacenes: 287, 290-291, 291n, 299, 302; de depósito: 210; henequén: 290-291, 291n; madera: 287 Almacenes de Regla: 299, 302 Almendares: río: 115, 286; empresa: 286-287, 287n ALMODÓVAR, C.: 384, 439 ALONSO, J.: 143, 143n Alpina, orogenia: 36 Alquizar: 176 Altos hornos: 280 ALTSHULER, J.: 189n, 384 Alumbrado (ver Energía) ÁLVAREZ, E.: 384 ÁLVAREZ, F. y J. y negocios: 286-287, 287n ÁLVAREZ, J.: 384 ÁLVAREZ, J. M.: 241n, 384 ÁLVAREZ, L.: 76n, 384 ÁLVAREZ, R.: 384 ÁLVAREZ, S.: 281n, 384 ÁLVAREZ CUARTERO, I.: 65n, 218n, 384 Alzadores de caña: 249-252, 250n
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
ALZOLA, P. de: 384 ALLEN, B.: 330n, 384 AMARAL, S.: 396, 424, 429 Amarillas: 302 América: 24-25n, 33-34, 46, 53-63, 86, 104, 111, 115, 142-147, 143n, 154-155, 227-229, 251, 265, 277n, 289, 294-295, 295n, 333, 368, 381-382, 381g; descubrimiento y colonización: 39, 46, 146-147, 146n, 289; economía: 265; inmigración: 104; países: 111; placas tectónicas: 33-34; Central (ver Centroamérica); América española:24-25n, 26-27, 34-46, 44n, 53-64, 67-68, 68n, 87-88, 125-126, 141, 144-147, 159, 169-170, 175, 209-210, 215216, 219-220, 227-229, 268, 289, 294, 295n, 333, 349-350, 368, 379n; comercio y economía: 56-57, 88, 126, 268; comercio con España: 169-170; defensa: 40, 67; extracción de renta colonial: 219; gobierno: 169170; independencia (ver Independencia de la América española); mercados regionales: 169-170; minería: 159; transportes: 169-171 América Latina: 27, 39-40, 43-44, 86, 111, 141142, 142n, 154-155, 169-171, 175-178, 181-183, 182c, 212, 227, 251, 264, 277, 277n, 279n, 283, 287, 293-295, 293n, 295n, 298, 340-341, 341n, 350, 368, 371-372, 379n, 381-382, 381g; geografía: 341n; países: 169-170, 175, 219, 251, 277, 277n, 294295, 295n, 298, 379n, 381-382, 381g; economía e ingreso: 141-142, 142n, 154-155, 183, 212-213, 277, 277n, 279n, 283, 287, 293-295, 293n, 295n, 298, 340-341, 341n, 350, 379n, 381-382, 381g; precios: 341n; integración en el mercado mundial: 294, 295n; comercio y especialización: 141-142, 142n, 212-213, 293-295, 293n, 295n, 341n; términos de intercambio: 341n; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); industria e industrialización: 277, 277n, 279n, 283, 287, 293-294, 293n, 295n, 340-341, 341n, 371-372; producción de azúcar: 368; población y colonización: 86, 279n; urbanización: 279n American Journal of International Law: 433 American: Storage Co.: 290; Sugar Refining Co.: 329-330, 330n, 384; Tabacco Co.: 329330, 330n Americas, The: 435 Anales: de la Academia de Historia: 438; del Caribe: 387; de Investigación Histórica: 434 Andalucía: 103 Andrea, central: 313 ANDUSE, J.: 116 ANES, P.: 384
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Anexionismo cubano (a Estados Unidos): 98, 155 Annanitas (ver Colonos cubanos, chinos) Antiguo Régimen: 54 Antilla, Bahía: 37 Antillas (ver Caribe) Anuarios: Azucarero de Cuba: 392; de Comercio (ver Comercio exterior cubano, anuarios); Estadístico de la República de Cuba: 396; de Estudios Americanos: 24-25n, 400402, 406, 412, 416-418, 422, 430, 436-437; Estudios Cubanos: 384, 422, 426, 439 Añil, producción y comercio: 60-61, 86, 89 Apicultura y producción y comercio (ver también Velas): 93, 131, 134-135, 145, 148, 164, 288; localización de las explotaciones: 93 Apostadero de La Habana: 115, 174 Appleton’s Magazine: 388 Arado americano: 104 Arancel cubano de 1892: 285-286 Aranceles (ver Mercado internacional, proteccionismo); cubanos: 41, 48, 53-63, 90-93, 134-141, 147-153, 158-160, 165, 170-172, 175, 185-187, 190, 196-197, 196n, 200, 209-210, 216-217, 222-229, 224n, 233-243, 246, 274, 280-286, 281n, 292-293, 292n, 309, 324, 330-334, 331n, 340-350, 341n, 358-363, 358n, 368-371, 375-380, 375n; exenciones: 91-93, 116, 148-151, 158-160, 209-210, 242, 246, 324; reformas: 87, 128, 175, 186-187, 224-229, 233-238, 241-243, 274, 281-282, 281n, 285-286, 292-293, 292n, 324, 330, 340-350, 341n, 358-363, 358n, 375-376, 375n, 380; y ocultación de producto: 170; y precios: 341-343, 341n, 346 ARANDA, G. de: 165n, 384 ARANGO y PARREÑO, F. de: 60-61, 61n, 6466, 72, 85-86, 85n, 130-131, 173n, 174-175, 384-385 Aranjuez: 24-25n Árboles: 104 Arbor: 24-25n, 398, 401, 418, 425, 436 ARCOS y CORRAL, Marqués de: 98 Archivos: Histórico Nacional de Madrid: 25n, 286n; cubanos: 334; Nacional de Cuba: 25n, 128n, 147-148n, 150n, 152c, 156-162n, 160c, 173-174n, 176n, 196n, 267n, 272n, 286287n, 291n, 391-393; de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana: 143n Argentina: 141-142, 142n, 277, 277n, 294, 295n, 340-341, 381-382, 381g; economía, comercio e ingreso: 141-142, 142n, 277, 277n, 294, 295n, 340-341, 381-382, 381g; crisis: 382; producción y exportación: 340-341, 382; agricultura, industria e industrialización y trabajo: 277, 277n
446
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
ARGÜELLES, R.: 299, 302 ARMAS y CÉSPEDES, F. de: 384 ARMAS y CÉSPEDES, J. de: 210n, 384 ARMILAS, J. A.: 144n, 385 ARMILDEZ DE TOLEDO, Conde de: 74c, 9394n, 99-100, 100-101c, 112, 112n, 118-119, 119c, 131-133, 156-157, 156-157n, 197, 198c, 203c, 204-205f, 256c, 256-257, 403 AROZ, J. de: 174 ARREBOLA, G.: 289-290, 385 ARREBOLA, M.: 289-290 ARRIAGA, J. de: 174n ARRIETA, J.: 159, 159n, 162n ARROYO, P.: 81n, 385 Arroz: tipos: 336; agricultura, producción e ingreso: 93, 134-139, 136c, 338c, 352c; localización: 93; precio: 337-339, 338c, 352c ARRUÉ, F.: 153n Artemisa: 69 Artesanos (ver también Industrias menores): 105, 157, 246-247 Aserradero Real y aserraderos cubanos y producto: 172-174 Asfalto y minería: 36-37, 162 Asia: 74, 74c, 77c, 93n, 99-101, 100c, 106, 112113, 118, 130, 133, 143, 256c, 292-293; extremo Oriente: 113; Sudeste: 143 Asiáticos (ver Asia y Colonos cubanos, chinos) Asiento de esclavos (ver Esclavitud cubana, asientos) Asociación de Técnicos Azucareros de Cuba: 24-25n, 398 Aspinwall (ver Panamá) Astillero Real y astilleros cubanos y producto: 164-165, 172-174, 173n Asturias: 46, 251, 287; emigración a Cuba: 46 Atenciones a la metrópoli (ver Hacienda colonial y metropolitana, atenciones a la metrópoli) Ateneo de Madrid: 390, 427 ATKINS, E. F.: 241n, 314, 329-230, 330n, 385 Atlántico: 28-29, 33-37, 45, 154, 172-173 Atlas: mundial: 34m, 385; nacional de Cuba: 37n, 145n, 385 Audiencias (ver Justicia); de Puerto Príncipe: 90 Aula de Cultura Iberoamericana: 384-385, 398, 401, 406, 417, 439 Australia y economía, ingreso, producción y exportación: 294, 295n, 340-341 Autonomía, autonomismo y gobierno autónomo: 221-222, 236, 239, 244, 255-256 Avenc, L’: 415 Avisador Comercial: 320-321, 385 AYALA, C. J.: 311n, 328n, 385 Azúcar: tipos: 93, 165-167, 188-192, 368-369; de caña y producción: 320; polarización:
190; blanco y precio: 93, 190, 352c; de cucurucho o quebrado: 93, 190; mascabaco: 93, 190; raspadura: 93; crudo: 48, 162, 165167, 182c, 192, 225, 233-234, 275-276, 340, 358; refinado: 165-167, 188-190, 225, 233234; industria refinadora (ver Estados Unidos, industria refinadora de azúcar); de remolacha y producción, industria, rendimiento y coste: 48, 189, 189n, 225, 243, 308-309, 309n, 320, 323, 323n, 368-369; precio: 170, 185-187, 190, 194, 293, 315-316, 368-369 Azúcar: mercado internacional, demanda: 4041, 48, 126, 129, 172-173, 185-187, 192, 225-226, 263-264, 306, 309, 347-348, 368370; oferta y competencia: 40-41, 48, 54, 65-68, 68n, 73, 85-86, 134-137, 156, 182c, 170-173, 185-193, 199n, 200, 225, 233-234, 240, 243, 261-264, 293-294, 297, 306-311, 309n, 315-316, 320, 323, 323n, 349-350, 361-363, 368-370, 375; proteccionismo: 48, 65-66, 134, 170, 185-186, 200, 225-226, 233-234, 263-264, 309, 315-316, 368-369 Azúcar cubano: 19-21, 26-28, 40-41, 43n, 47n, 48, 65-71, 81-82, 82n, 85-87, 92-96, 92n, 100-103, 106-110, 110n, 116, 120-122, 120n, 121c, 129, 142, 153-155, 158-160, 165-169, 166c, 172-178, 181-183, 187-193, 192n, 196-202, 198c, 199n, 201n, 203c, 204-205f, 209-213, 216, 224-226, 233-240, 243-259, 250n, 253n, 254g, 259c, 261-265, 262c, 262-264n, 271-277, 277n, 278c, 281, 281n, 284, 288-294, 291n, 297-298, 302303, 305n, 307-308n, 316-317n, 319n, 321326n, 325c, 330n, 333-350, 333n, 338c, 340-341n, 344g, 346n, 347c, 348n, 350n, 358-363, 367-371, 374-378, 374n, 376c, 377n; calidad: 340n; censos: 131, 110n, 124n, 195-197, 198c, 201-207, 201n, 203c, 204-205f, 290n, 316-317, 317n, 320-321, 321n; agricultura (ver Caña de azúcar cubana); industria (ver Ingenios cubanos); comparaciones internacionales (ver Economía cubana, comparaciones internacionales) Azúcar cubano, capital e inversiones: 47, 127129, 135-137, 142-143, 153-155, 160, 170, 186-190, 194-195, 199-202, 205, 209-215, 239-241, 241n, 257, 275-277, 284, 293-294, 305-307, 310-314, 313n, 319-327, 325c, 325-326n, 338c, 369, 377, 377n; extranjo y estadounidense: 160, 257, 275, 306-307, 310-311, 314, 329-330, 330n, 377; interno y reinversión: 47, 275, 306-307, 328-329, 369 Azúcar cubano, consumo interno y precio: 196n, 338c, 340n, 341, 352c Azúcar cubano, costes, beneficios y cálculo: 21, 79c, 81, 98-99, 110, 170-173, 181-187, 182c,
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
184g, 190-195, 200-202, 229, 234, 240-243, 249-253, 250n, 255-256, 281, 284, 293, 305n, 307-309, 308-309n, 313-318, 321328, 323-326n, 325c, 338c, 349-350, 350n, 360 Azúcar cubano, derivados (ver también Aguardiente, licor y ron): 93, 149-150, 162-167, 163c, 166c, 242, 275, 353c; impuestos: 149150, 242 Azúcar cubano, especialización en la elaboración de crudo: 48, 167, 192-193, 225, 233234, 275-276, 276n¸ 298, 306, 307n, 316317, 336, 336n, 340n, 358, 375 Azúcar cubano, estacionalidad de la producción: 249-256, 250n, 252c, 252-253n Azúcar cubano, exportación total y a Estados Unidos: 67-68, 80, 96, 113, 125-129, 127c, 128n, 144-147, 150-155, 162, 167, 172, 192-197, 196n, 224-226, 229, 233-236, 240-243, 261-264, 263-264n, 275-277, 277n, 289, 293, 297, 306, 309, 324, 328, 330n, 333-334, 333n, 339-340, 340n, 346, 349350, 350n, 358-363, 374-380, 378-379n; ruptura del sincronismo: 374-375; a Gran Bretaña: 264n; poder de compra: 347-350, 350n, 359-360, 377-378; contrabando, monto y cálculo: 146-147, 196-197, 196n Azúcar cubano, impuestos y aranceles: 149-153, 170, 185-187, 190, 196-197, 196n, 200, 216, 216n, 237-238, 242-243, 324, 340-341, 346 Azúcar cubano, infraestructura, transporte y ferrocarriles: 142-143, 143n, 157, 169-172, 169, 172-178, 181, 181g, 182c, 184g, 185192, 192n, 197-207, 198c, 199n, 203c, 204205f, 272-273, 277, 297-298, 300m, 301c, 302-305, 305n, 312-313, 313n, 316, 316n, 319-320, 319n, 322-327, 323n, 338c, 369 Azúcar cubano, ingreso: 135, 152-153, 156157, 161-167, 166c, 167n, 221, 224-225, 263-264, 275, 276n, 293, 293n, 320-321, 347-350, 348n, 350n, 377-378; industrial: 275-276, 276n Azúcar cubano, precios: 48, 84, 98-99, 127-129, 134, 170, 181, 182c, 185-187, 190, 194, 202-203, 203c, 211, 221, 221c, 229, 233234, 238, 261, 262c, 262n, 281, 293, 308309, 313-316, 334, 338c, 340-350, 340n, 344g, 346n, 347c, 350n, 353-356c, 359-363, 368-369, 374n, 375-378; FOB: 182c Azúcar cubano, producción: total: 20-21, 27, 41, 43n, 48, 60-62, 65-73, 71-72n, 72g, 7678, 76n, 82n, 92n, 93, 97-104, 107, 112, 120-121, 124n, 125-135, 127c, 132n, 133c, 137-138, 141-142, 145-146, 152-158, 156n, 161-162, 170-175, 181-207, 181g, 182c, 184g, 196n, 198c, 199n, 203c, 204-205f,
447
205n, 213, 225, 234, 239-241, 245-246, 250-259, 254g, 259c, 261-264, 262n, 271, 274-276, 276n, 281, 286-289, 293-294, 297, 306-309, 308n, 311-322, 312-313n, 316n, 321n, 325-330, 326n, 329n, 330n, 333n, 334-336, 338c, 340n, 346-350, 346n, 350n, 358-363, 367-371, 374-377, 376c; por ingenio: 188-199, 198c, 202-207, 203c, 204205f, 205n, 241, 308-309, 315-316, 316n, 320-321; factores y ecuación: 27, 107, 110, 195-207, 198c, 199-200n, 202n, 203c, 204205f, 204-206n, 239-240, 249-256, 250n, 254g, 306-309, 308m, 308n, 311-313, 312313n, 316-317, 322-328, 322-323n, 325c, 325-326n, 338c Azúcar cubano, productividad, rendimiento y cálculo: 48, 73, 81, 92, 99, 110-112, 128131, 134-135, 141, 161, 170-173, 181, 185195, 190n, 192n, 197-207, 198c, 199n, 201n, 203c, 204-205f, 205n, 211, 234, 240-243, 261-264, 284, 293, 297, 306-309, 308n, 311-316, 312-313n, 316n, 318-319, 322323n, 325-326n, 325c, 338c, 348-350, 360363, 371, 375-377; comparaciones internacionales: 308-309, 309n Azúcar cubano, tecnología y organización: 83, 93, 98-99, 104, 107, 110, 110n, 126-127, 135-137, 163, 169-170, 175-176, 185-207, 189-192n, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 205n, 225, 229, 234, 239-242, 249-253, 261-264, 293, 297-298, 302, 305-309, 313n, 315-319, 316n, 319n, 322-329, 322-323n, 325c, 325326n, 338c, 349-350, 361-363, 375 Azúcar cubano, tierra y caña por ingenio: 202207, 205n, 320-321 Azúcar cubano, trabajo y trabajadores totales y por ingenio (ver también Esclavitud y Trabajo): 20-21, 110, 110n, 197-199, 198c, 201-207, 203c, 204-205f, 278c, 281, 306314, 307-308n, 316-328, 317n, 321n, 326n, 338c, 340, 340n, 347-349, 378 Azúcar cubano y economía: 19-21, 26-28, 4041, 43n, 47n, 48, 65-66, 69, 72-73, 72g, 78, 83-86, 89, 92-112, 109c, 110n, 116, 119c, 120-125, 129-132, 135-138, 141-146, 150165, 156n, 158n, 166c, 167-178, 181-183, 181g, 186-196, 192c, 200, 209-216, 221229, 221c, 233-264, 250n, 252-253n, 254g, 259c, 262c, 262-264n, 271-277, 276-277n, 278c, 281-284, 281n, 288-298, 291n, 302306, 305n, 308-313, 311n, 313n, 315-330, 317n, 319n, 321n, 325c, 325-326n, 330n, 333-336, 333n, 338c, 339-350, 340-341n, 344g, 346n, 347c, 350n, 358-363, 367-382, 376c, 377-379n; concentración de los recursos: 27-28, 47, 84, 94, 102-103, 129-138,
448
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
145-146, 156-160, 156n, 165, 186-187, 193, 200, 209-215, 222, 240, 277, 277n, 281284, 281n, 293-294, 297-298, 304-306, 316-317, 327-330, 330n, 369-370, 377 Azúcar cubano y esclavitud, población e inmigración (Ver Esclavitud, Población e Inmigración en Cuba) Azúcar cubano y relación colonial: 48, 72 Azúcar cubano y salarios reales: 347-349
Bacalao y precio: 337, 338c, 339, 352c Bachiller y Morales, A.: 317-319, 319n, 385 BÁEZ: 69 Bahamas: 33-34, 151 BAHAMONDE, A.: 44n, 58n, 68n, 113n, 200n, 211n, 212, 214n, 216, 216n, 281n, 284285n, 304, 305n, 321n, 329, 385, 398, 404, 428 Bahía Honda y población: 101, 119c Bailly-Baillere: 403 BAIROCH, P.: 385 Balance general del comercio…: 271n, 386 Balanza comercial (ver Comercio exterior cubano, balanza) BALBOA, I.: 43n, 100n, 107-109n, 218n, 240, 247-248n, 310n, 386, 418 BALCELLS, J.: 287 Baleares y emigración a Puerto Rico: 46 BALMASEDA, F. J.: 386 Baltimore y puerto: 145, 148, 151, 268-269 BALLESTEROS, E.: 334-335n, 337, 339n, 341343, 354-356c, 386, 426 Bamboo: 154 Bananier: 288, 288n Banano: 142-143, 143n, 151-152; características y tipos: 143, 143n, 145, 150-152, 266273; red: 268-9; oferta, comercio y competencia mundiales: 131, 142-145, 151-156, 153n, 264-274; caribeños: 264-266; demanda y consumo: 265, 270-271; transporte: 268-269 Banano cubano: 20-21, 24, 29, 65, 151-157, 153n, 264-274, 267n, 270-271c, 284, 288, 303-306, 303n, 369-370; origen y difusión: 142-143, 143n; agricultura: 131, 142-146, 152-156, 152c, 222, 258-259, 264-274, 271n, 303, 303n, 369-370; expansión del cultivo: 269-270; localización: 145-146, 152c, 155, 264-274, 271n, 369-370; tierra cultivada y tipos de explotaciones: 269-270; capital e inversiones: 156, 269-274; extranjeros y estadounidenses: 269-274, 303; comercio y crecimiento: 131, 142-146, 143n, 150-156, 153n, 222, 264-274, 270-271c, 271n, 369370; contrabando: 156; consumo: 142-143,
143n, 152; empresas y empresarios: 151155, 151n, 153n, 266-270, 267n, 273-274, 303, 303n; ingreso: 152-156, 153n, 156n, 270-274, 271c, 271n; precio: 145; harina (ver Harina de banano); producción y exportación: 21, 131, 142-146, 152-156, 152c, 153n, 261-274, 267n, 271c, 271n, 288; a Estados Unidos: 144-145, 152-155, 153n, 264-274, 270-271c, 271n; al Caribe: 264266; productividad y rendimiento: 156-157, 271; tecnología: 272-273, 305-306; trabajo: 156, 156n; transporte y ferrocarriles: 134-135, 142-146, 142-143n, 151-154, 265268, 272-273, 300m, 301c, 303, 303n; y economía: 143, 156, 265-271, 271c, 271n Bancos: Agrícola de Puerto Príncipe: 285-286; de Comercio: 285-286, 299, 302; de Comercio, Ferrocarriles Unidos de La Habana y Almacenes de Regla (ver Ferrocarriles Unidos de La Habana); Español de Fernando VII: 210; Español de la Isla de Cuba: 42n, 242; Español de La Habana: 210, 210n; Hispano-Colonial y empréstito cubano: 210, 210n, 222, 222n, 332; españoles: 222, 222n; extranjeros en Cuba: 63, 299; británicos 299; internacionales: 219 Bancos cubanos: 28, 41-42, 42n, 63-64, 157, 183, 209-213, 210-211n, 219, 222, 222n, 242, 285-287, 287n, 299, 302, 329-332, 370; modernización: 211, 331, 370; proyectos y tipos: 63, 210-211, 210n; préstamos: 329; y crecimiento económico: 63, 329; e inversión ferroviaria: 299, 302 Bandolerismo: 310n Banes: Bahía: 273; región y puerto: 268-270, 272-273, 303, 303n; economía y producción bananera: 268-270, 272-273; población: 155 Banes Fruit Co.: 269-270 Baracoa: Bahía: 265n; Sierra: 36; región, ciudad y puerto: 36, 121, 128n, 145-153, 146148n, 149c, 152c, 153n, 155-157, 265-269, 265n, 267n, 272-273; aduana: 148-149; fundación de la villa, fortificación e historia: 146-147, 146n, 267; comercio, economía y economía bananera: 146-153, 149c, 152c, 153n, 156-157, 265-273, 265n, 271c, 271n; población y sociedad: 118-119, 147-148, 147n, 155-156, 156n, 265-269; esclavitud: 156n BARALT, G.: 239n, 386 BARBÁCHANO, M.: 113 BARCELÓ, R.: 289n, 386 Barcelona: 24-25n BARCIA, M. C.: 45n, 100n, 285n, 310n, 321n, 386, 401
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Barcos: construcción y reparación (ver Astilleros y Careneros); balandos-viveros: 115116; Clippers: 151; negreros: 115 Baring, Banca: 382, 373n Barnet, M.: 386 Barracones: 71 Barro y producción, industrias y número: 280, 287 BARTLETT, C. J.: 81n, 386 Basingtoke: 24n, 25n Batey (ver Igenios cubanos) Bayamo y población: 69, 86-87, 91f, 96, 101, 118-119, 148 BEAL, P. M.: 313-314, 313n, 325, 387 Bebidas y producción, industrias y número: 164, 284-287, 287n, 337-339, 338c, 341, 341n, 351c, 353c; precios: 337-339, 338c, 341, 341n, 351c, 353c Becarra y fundación: 247 Bejucal y población: 119c, 173-174, 177 Bélgica: 173-174 BELTRÁN de SANTA CRUZ, J. B. (ver Mopox y Jaruco, Conde de) Bemba: 163, 187 BENÍTEZ, F.: 289-290, 387 BENÍTEZ, J. A.: 387 BENJAMÍN J. R.: 387 BERBUSSE, E. J.: 387 BERENGUER, J.: 77n, 85-86n, 387 BERGAD, L. W.: 42n, 45n, 79c, 81-83, 82n, 98n, 108n, 113n, 194, 213-216, 235, 238-239, 239n, 254, 310n, 312-314, 317n, 321n, 387 BERNDES, J. y Cía.: 286-287, 287n BERNECKER, W. L.: 387, 404 BETHELL, L. E.: 383, 387, 395, 421, 433 Bibliotecas: Nacional José Martí: 25n, 386, 394, 398-399, 402, 406, 409, 420, 422, 427; Nacional de Madrid: 25n Bienes: comunales: 42-43; de equipo: 41; embargados: 141, 214, 240; del Estado: 62-63, 216, 331, 331n, 246 Bilbao: 24-25n BIRNBERG, T. B.: 387 BLAKEY, R. G.: 387 BLANCO HERRERA, J. y C. y familia (ver también Herrera): 285 BLISS, W. C.: 151, 151n, 154 BLOOM, P. E.: 181n, 303n, 387 BOCK, G.: 286-287, 287n Bodegas y número: 62, 287, 314 Bodelian Library: 25n Bohemia: 415 Boletines: de la Academia Iberoamericana y Filipina de Historia Postal: 419; América Latina Hoy: 430; Americanista: 393; del Archivo Nacional: 391; de Colonización:
449
111n, 245-246, 245n, 254, 388, 391; de Estudios Latinoamericanos y del Caribe: 420; del Instituto de Historia y del Archivo Nacional: 393; Informativo Aguayro: 383; Oficial de Hacienda de la Isla de Cuba: 76n, 123n, 388; Oficial del Ministerio de Ultramar: 426 Bolivia y economía, comercio e ingreso: 294, 295n Boniato y precio: 337 BONILLA, H.: 388 Borbones: 19, 46, 53-57, 62, 141, 235 Bosques y explotación, silvicultura y esquilmación: 36, 61, 62n, 68, 145, 164-165, 173175, 246, 250, 277; del Estado: 246; liberalización: 61 Boston y puerto: 145, 151, 154, 268-270; mercado bananero y frutero: 269-270 Bourdeax: 24-25n Bozales (ver Esclavitud cubana, bozales) Braceros”: 250n, 388 Brasil: 24-25n, 83, 104, 129, 277, 277n, 294, 295n; economía, agricultura, industria, industrialización, comercio e ingreso: 277, 277n, 295, 295n; oferta agraria y cafetalera: 83, 129; inmigración: 104; trata, esclavitud y trabajo: 83, 277, 277n BRICE, H. E.: 405 Brigadier del Apostadero de La Habana: 115 British Library: 25n BROOKE, J. R.: 388 BROWNELL, A.: 388 BRUCHEY, S.: 388 BRUNDENIUS, C.: 334n, 388 BRUNEAU, M.: 388, 417 BUCARELY, A. M.: 173-174 Bueyes: 108, 319 BUITRAGO, C.: 239n, 388 BULMER-THOMAS, V.: 141-142n, 277n, 295n, 388 Bulletins: of the Department of Labor: 390: of Economic Review: 415 Burguesía (ver Oligarquía) BUSTAMANTE, ROMERO y Cía.: 117 BYRES, T. J. P.: 388
CAAMPI, D.: 402 Caballos: 104 Cabañas: 69 Cabeza: 69 CABEZAS, R.: 222 Cabotaje: 37, 58, 169-170; cubano (ver Comercio exterior cubano con España y Navegación cubana) CABRERA, J. G.: 388
450
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
CABRERA, R.: 388 Cacao y agricultura: 258-259 Cádiz, puerto y monopolio comercial: 46, 54, 58-61, 87 Café, competencia internacional: 129, 137, 159160 Café cubano: 60-62, 65, 92, 159-160, 165-167, 187, 336, 338c, 341, 352c, 369-370; tipos: 336; agricultura: 40-41, 44, 86, 86n, 92, 126-128, 145-148, 152c, 165-167, 187, 212213, 258-259; explotaciones y número: 7778, 96, 121c; localización: 77-78, 129, 137, 152, 152c, 369-370; extensión del cultivo: 69; comercio: 147-148, 150-151, 369-370; consumo interno y precio: 148, 338c, 352c; capital e inversiones: 127-128, 212-213; impuestos: 149-150; industria y beneficio: 165, 167, 187, 187n; ingreso y cálculo: 136c, 165-167; precio: 129-131, 129n, 159-160, 338c, 341, 352c; producción y exportación: 61-62, 77-78, 86, 86n, 126-129, 127c, 133c, 136c, 137, 145-148, 152, 156n, 159-160; crisis: 128-129, 129n, 137, 152, 156n, 159160, 187; rendimiento: 128, tecnología: 187, 187n; y economía: 92, 152; y población: 73 Café de Puerto Rico y precio: 352c CAGIGA, A. y familia y negocios: 287 CAGIGAL, V.: 92 Caibairén y puerto: 69, 178, 179m, 180c, 285286, 300m, 301c, 302 Cajas (ver Bancos) CALAFORRA, P.: 289-290 CALAVERA, A.: 42n, 388 Calderas: 280 Caldererías y producción y número: 279 Caleras y yeseras y número: 93, 163 Calisito y fundación: 246 CALVACHE, A.: 37n, 160c, 160n, 162n, 388 CALVO, M.: 222 CALZADA, J.: 111 Calzado y producción, industrias y número: 9394, 105, 157, 164, 278c, 279-280, 279c, 287, 338c, 339, 351c, 353c; importaciones: 226; precio: 335, 338c, 339, 351c, 353c; trabajo y número de trabajadores: 278c CALLCOTT, W. H.: 388 Camagüey, region, cuidad y puerto: 35, 65, 69, 69n, 76, 77c, 96, 100c, 102, 122c, 137, 178, 181, 246-247, 256-258, 258c, 285-290, 294, 335n; economía e industria: 258, 278-279, 285-286, 294; población: 96, 122c, 256-258, 258c, 278-279, 300m, 301c, 302-303, 335n Cámaras de Comercio, Industria y Navegación: 285-286; de Cienfuegos: 283-284; La Habana: 281, 283-284; Santiago de Cuba: 283284
CAMERON, R.: 388 Caminos de Hierro de La Habana (ver Ferrocarril Caminos de Hierro) Caminos y carreteras: 34, 64-65, 170-177, 305; construcción y mantenimiento: 170-172, 175, 175n; proyectos: 175, 175n; inversiones: 305; red, situación y déficit: 170-173, 175-177, 175n Camisas y precio: 338c, 339, 339n, 353c Camote y agricultura: 258-259 Campeche y costa: 114, 116 Campesinos: 73, 84-89, 91-93, 99, 102-112, 102n, 110n, 112n, 120n, 121-124, 130-131, 143-145, 191-195, 192n, 215, 245-262, 250n, 258-260n, 267-269, 277, 278c, 289-294, 298-299, 306-322, 308n, 310-311n, 313n, 315n, 317n, 319n, 321n; blancos: 71, 8693, 103-107, 110-111, 123-124, 215, 245252, 255-259, 258-259n, 310-212, 311n, 314-328, 321-323n, 325c, 325-326n, 338c, 340n; de color y antiguos esclavos y acceso al crédito (ver Colonos cubanos de color y acceso al crédito); propietarios: 89 Campo (ver Cuba, medio rural) CAMPOS, J. R.: 388, 431 CAMPOS, R.: 434 CAMPS, G.: 324, 389 CAMPUZANO, J. B.: 90 Canales de navegación: 175-176, 176n; cubanos: 174-175; de Occidente o Güines, proyectos, costes e inviabilidad: 27, 172-177, 172-174n, 176n Cananova y puerto y economía bananera: 273 Canarias: 46, 71-72n, 75n, 86-88, 96, 97c, 101103, 101c, 106, 130-131, 143, 215; campesinos: 87; emigración total y a Cuba: 46, 87 CANCIO, L.: 389 Candelaria: 69 CANET, G.: 37n, 389 CÁNOVAS, A.: 235-238, 282-283, 294-295, 304, 309, 350, 357-359, 358n Cantabria: 251, 285 Canteras cubanas y del gobierno: 115n CANTERO, J.: 389 Cantinas: 62 Caña y caña de azúcar cubana, características, variedades y cepas: 34, 104, 188, 298, 307309, 307-308n, 312, 312n, 316-317, 322328, 322-326n, 325c, 338c Caña de azúcar cubana: 84, 104, 108-110, 110n, 121, 141, 145-146, 165-167, 167n, 175-176, 185, 191-192, 192n, 197-206, 199n, 205n, 241, 249-252, 250n, 252-253n, 258-259, 272-273, 281, 291-292, 298, 306-322, 307308n, 312-313n, 317n, 340n, 353c, 377
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Caña de azúcar cubana, agricultura y cultivo: 34-36, 40-41, 76n, 85-86, 86n, 92-93, 96, 104, 110, 110n, 130-131, 131n, 145-146, 152c, 175-176, 187-204, 192n, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 212-213, 237-241, 247255, 250n, 258-259, 264, 276-277, 288, 291n, 306-308, 307-308n, 311-318, 312-313n, 315n, 317n, 320-328, 322-326n, 325c, 336, 338c, 340n, 367-370, 378; agotamiento de los suelos: 172-173, 291-292, 322, 322n, 325, 325c, 325n; estacionalidad de la producción (ver Azúcar cubano, estacionalidad); explotaciones: 96; localización (ver Ingenios cubanos, localización); expansión del cultivo y formación del latifundio: 65, 69, 76-79, 93, 104, 130, 142, 163, 172-178, 189-207, 192n, 198c, 203c, 204-205f, 205n, 241, 272-273, 298, 302-308, 308n, 311-321, 313n, 315n, 317n, 321n, 336; expansión hacia el Este: 324, 377; tierra cultivada total y por ingenio: 198c, 202-207, 203c, 204205f, 205n, 313-315, 317n, 322, 322n, 325328, 325c, 325-326n; corte: 108, 187-189, 192, 249-252, 250n, 307-308n, 308, 312n, 316, 322-324, 322n; alza: 187-188, 192, 249-252, 250n, 307n, 316; tiro: 108, 187188, 191-192, 192n, 200-201, 249-252, 250n, 298, 307n, 308, 312-313, 313n, 316n, 322328, 322-326n, 325c, 338c; molienda: 175176; rendimiento: 188-193, 192n, 201-202, 313-314, 321-328, 323-326n, 325c, 338c; retoños: 322, 325, 325c, 325n; trabajo y número de trabajadores: 281, 307-308, 307-308n Caña de azúcar cubana, contratos de refacción y compra-venta: 104, 192-193, 192n, 311313, 312-313n, 321-322, 322n, 324-326, 325c, 325-326n Caña de azúcar cubana, costes, precios e ingreso: 108, 165-167, 167n, 191-195, 307-309, 308-309n, 312-314, 313n, 321-327, 322326n, 325c, 338c Caña de azucar cubana de administración (plantada por los centrales): 316-317, 317n Caña de azúcar cubana, descentralización de la oferta (ver también Ingenios cubanos, modernización): 306-318, 308n, 311-313n, 317n, 320-328, 321-323n, 325c, 325-326n, 338c Caña de azúcar cubana, peso: 313, 324-325, 324n Caña de azúcar cubana, producción total, disponibilidad y sobreproducción: 188-195, 192n, 198c, 199-207, 199n, 203c, 204-205f, 205n, 298, 306-317, 308n, 312-313n, 317n, 319-328, 322-326n, 325c, 338c, 377; por ingenio: 198c, 201-205, 203c, 204-205f, 205n, 315-316, 317n, 320
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CAÑAS, M.: 104 Caobas: 104 Capataces: 71 Capital: fijo: 326-327, 338c; variable: 326-327, 338c Capital, mercado mundial: 63-64, 158-159, 212, 379-380, 379n Capital cubano: 27-28, 41-42, 47-48, 60, 6364, 77, 91, 114, 123-131, 135-137, 142-143, 153-160, 153n, 160n, 169-172, 176, 183188, 194-195, 198c, 199-202, 200n, 203c, 204-205f, 205, 209-219, 209-211n, 214n, 216n, 222, 222n, 227-229, 228c, 239-244, 241n, 249-250, 257-259, 269-277, 280-299, 281n, 286-287n, 290-291n, 302-307, 303n, 310-315, 313n, 319-332, 321n, 325c, 325326n, 329-232n, 350, 357, 361-363, 362c, 368-370, 377-378, 377n; acceso, disposición y escasez: 63-65, 134, 159, 188, 200201, 200n, 209-215, 210-211n, 227, 249250, 258-259, 277, 280-281, 281n, 284, 291-295, 291n, 298-299, 302, 305-308, 313-315, 321-331, 325c, 325-326n, 329330n, 368-370, 377, 377n; acumulación: 280-281, 281n; ahorro e inversión: 64; inversiones y monto: 134, 177-178, 213-218, 241, 241n, 274-275, 280-289, 281n, 284n, 286-287n, 302-305, 303n, 313-315, 313n, 323-331, 325-326n, 329-331n, 350, 377380, 377n; liberalización: 158-159, 212; públicas: 217-218, 325-327; mercado, sistema financiero y modernización: 209-215, 210-211n, 244, 274, 277, 281-284, 281n, 295, 305, 324-332, 326n, 329n, 331-332n, 370, 377, 377n Capital cubano, balanza y cálculo: 212, 227229, 228c, 361-363, 362c Capital cubano, crédito comercial y refaccionista (ver Comerciantes cubanos e hispanocubanos); crédito y endeudamiento: 249250; instrumentos de crédito: 64; tipos de interés: 211-214, 222, 314, 324-325, 325c, 325n Capital cubano, deuda, acreedores y refinanciación y renegociación: 210, 216, 219-222, 222n, 236-238, 241-242, 281, 324-325, 325c, 325n, 328-332, 331-332n, 361-363, 378-379; aval nacional: 221-2; flotante: 331, 332n Capital cubano, exportación, retorno y remesas: 47, 158, 212-216, 216n, 219-222, 227-229, 228c, 241-242, 281, 281n, 329-332, 331332n, 361-363, 362c, 378; a Gran Bretaña: 212 Capital cubano, interno (ver Empresarios cubanos)
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Capital cubano, inversiones en el extranjero y retronos: 47, 329-331, 331n, 212, 215, 222, 281, 281n; en España: 212, 215; Gran Bretaña: 212-215, 329-331, 331n; Estados Unidos: 215 Capital cubano, situado y monto: 40, 55-56, 60, 64, 215-216, 227-229 Capital cubano e inmigración: 61, 64 Capital cubano y actividades menos relacionadas con la exportación: 209-211, 214-215, 227, 274-277, 280-287, 281n, 284n, 286287n, 289-294, 290-291n, 305, 321, 350, 370, 377 Capital cubano y crecimiento económico: 6364, 209-215, 210-211n, 214n, 219-222, 227-229, 259, 357 Capital extranjero en Cuba, inversiones, crédito y monto: 114, 158-160, 160n, 170-172, 176-177, 184-185, 196, 200, 200n, 209-214, 219-220. 241, 241n, 257, 268-270, 275, 290-294, 290-291n, 297-299, 300m, 301c, 302-307, 329-332, 330-331n, 368, 378-380; asociación con el local: 212, 329-330, 330n, 377, 377n; localización sectorial: 275, 297302, 300m, 301c, 306-307, 329-330, 330n; restricciones y liberalización: 61, 88, 209212, 368; retronos y monto: 378-380; por países: alemanes: 289-292, 290-291n; británicos: 114, 158-159, 176-177, 184-185, 196, 200, 200n, 212, 241, 241n, 275, 286287, 298-305, 300m, 301c, 329-331, 330n; localización sectorial: 298-305, 300m, 301c, 329-330, 330n: estadounidenses: 24n, 153155, 153n, 200, 200n, 212, 241, 241n, 257, 269-275, 289-292, 290-291n, 303, 303n, 310-311, 314, 329-331, 330n, 377, 377n, 380; localización sectorial: 275, 283, 303, 303n, 329-330, 330n, 377, 377n; franceses: 114, 200, 200n, 332; holandeses: 176 Capitalismo: 46-47, 183, 194, 318 Capitanes: Generales: 80, 85-87, 85n, 91-92, 98, 104-106, 111-116, 115n, 124-126, 144n, 173-177, 222, 236-237, 240, 247-248, 265266, 278-279; de Maestranza: 173-174 Capitolio, ingenio: 120-121 Caracas, central: 300m, 301c Caracas: 24-25n CARBÓ, J.: 267n Carbón y precio: 338c, 339; minería: 162 Cárdenas, ciudad, puerto y jurisdicción: 96, 101, 118-121, 119c, 120n, 121c, 178, 179m, 180c, 184-187, 278-279, 288, 300m, 301c, 302; economía e industria: 120-121, 120n, 278-279; henequenera: 288; población: 96, 118-121, 119c, 120n, 121c, 278-279 CÁRDENAS, E.: 341n, 389, 431, 436
CARDÍN, A.: 325n, 389 CARDOSO, C. F.: 277n, 389 CARDOSO, F. E.: 389 Careneros: 115 Caribe, mar y región: 19, 26-29, 33-37, 34m, 39-43, 53-62, 67-72, 68n, 87, 112, 144, 147, 151-155, 170-172, 178, 188, 190-191, 212214, 219, 234, 239-240, 255-256, 264-271, 288, 292, 317-318, 317n, 367-368, 382; clima, cordilleras y suelos: 34-35; economía, agricultura, industria y comercio: 34-35, 39, 59-60, 144, 151-155, 170, 212, 264-271, 288, 292; bananeros: 151, 268-271; henequeneros: 288-290, 292; esclavitud: 70-71, 80; hegemonía y equilibrio de poder: 112, 144, 235, 265; británico: 34-35, 43, 54, 57, 67-68, 68n, 72-73, 80-81, 98, 144, 153-155, 154n, 170, 188, 190-191, 264-265, 268-271, 368; suelos: 368; esclavitud: 190-191; mercado, producción y comercio azucarero: 73, 368; bananero: 264-271; danés: 34-35, 117, 170, 264-265; mercado bananero: 264-266; español: 19, 24-25n, 26-27, 34-47, 44-45n, 53-62, 67-71, 87, 112, 142, 147, 170-172, 210, 212-214, 219, 233-240, 367-368; francés: 34-35, 43, 59, 68n, 72, 144, 170, 188; holandés: 34-35, 68n, 144, 170 Carlistas (ver Guerras Carlistas) Carlos III: 173 CARLYLE. S. J.: 389 Carne y producción: 108, 132, 216, 336-339, 338c, 341, 345c, 346n, 351-2c; precios: 337339, 338c, 341, 345c, 351-352c Carpinterías y producción y número: 93-94, 135, 163, 279-282, 279c Carretas y carros: 108, 172 CARTAS, F.: 115n, 389 Cárteles: 280-282 Carteles: 428 Casa Blanca y población: 120c Casa de Las Américas: 423 CASA PEÑALVER. Marqués de: 85 CASALS, V.: 165n, 389 CASANOVAS, J.: 74-75, 240-241, 236n, 283n, 306n, 310n, 389, 421 CASAS, L. de las: 85, 85n, 175 CASASOLA, M.: 247 Casino Español: 285-286 Castañas: 104 CASTAÑEDA, G.: 154n, 389 Castelló: 24-25n Castilla: 46; -La Mancha: 24-25n; -León: 251 Castillo del Morro: 265n CASTILLO, R.: 389 CASTRO, F.: 373n CASTRO, J. J.: 146-147n, 389
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Cataluña y Andalucía…: 389, 427 Cataluña: 46, 103, 106, 115-116, 251, 267n, 284-285; economía, industria e industriales: 285; emigración a Puerto Rico: 46 Cátedra de Economía Política: 65 Catedral: 120c Caunao, Hato: 91 Cauto, río: 36, 145 Cayo Espino y fundación: 247-248 Cayos: Mambí: 269-273; Romano: 289-290 CAYUELA, J. G.: 44n, 57, 58n, 68n, 113n, 200n, 211n, 212, 214n, 216, 216n, 281n, 285n, 304, 305n, 321n, 329, 385, 390, 399, 402, 412, 425 CDESEN: 425 Cebollas y precio: 337, 338c, 352c CEDES 24-25n Cedros: 104 Cédulas: de Gracias: 60; Población: 87-90, 88n, 124 CEFALU, D.: 153-154 CEHOPU: 24-25n, 419 Cementerio: 120c Cemento y producción, industrias y número: 279, 286-287, 287n; procemientos productivos y patentes: 287, 287n Censo de 1841: 97, 390 Censo de población de España de 1883: 72, 739, 123n, 130-132 Censos de población...: 76n, 94g, 96n, 257n, 259-260n, 390 Censos y padrones: 70-78, 74-75c, 76-77n, 77c, 93-94n, 94g, 95-103, 95c, 96n, 100-101c, 111n, 112, 117-122, 119-121c, 120n, 123c, 123-124n, 133, 149c, 156-157, 161n, 165, 166c, 197, 198c, 203c, 204-205f, 248-249, 250n, 256-260, 256c, 257-260n, 258-259c, 271n, 274n, 275-279, 277n, 278c, 279n, 294, 313-317, 313n, 317n, 320-321, 321n; de 1817: 99; 1827 y 1846 (ver Cuadro estadístico...); 1841 y 1862 (ver Censo de 1841 y Armildez de Toledo); 1867 y 1871: 249; 1877 y 1887 (ver Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico); 1899 (ver U.S. Department of War); azucareros (ver Azúcar cubano, censos) Centenarios: de 1492 (quinto): 39; 1898 (ver 98, El); de la abolición: 39 Centrales y centralización (ver Ingenios) Centrífugas azucareras (ver Purga y centrifugado) Centros: de Contratación de Víveres: 335-336, 335n; Estudios do História do Atlántico: 405; Protector de la Inmigración: 250 Centroamérica: 145-146, 153-155, 153-154n, 268-274; economía, agricultura y comercio:
453
154-155; bananeros: 145-146, 153-155, 153-154n, 268-274; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); plantaciones y empresas: 153-154, 154n CEPAL: 279n, 390 CEPERO BONILLA, R.: 45n, 190-191, 194, 390 Cera, industrias, producción y exportación: 131, 134-135, 145, 148, 164 Cerdos: 104, 337, 352c Cerro, El: 98-99 CERUTTI, M.: 390 Cerveza y producción, industrias y número: 280, 284-287, 337-339; precio: 337-339; tecnología: 286 Chambelona, La: 374-375 CHANDLER, A. D.: 280n, 390 Chapel Hill: 24-25n CHAPMAN, C. E.: 390 Chaquetas y precio: 338c, 339, 353c CHARADÁN, F.: 390 Charleston y puerto: 145 CHÍA, J.: 282n, 284n, 390 Chile y comercio, economía e ingreso: 142, 142n, 294, 295n China: 26, 43-46, 74, 74c, 77c, 93n, 95, 99-100, 100c, 106-111, 107-108n, 109c, 116-118, 194-197, 198c, 203c, 204-205f, 204-206, 215, 252-256, 256c, 258-259c, 259-260, 320 Chinos (ver China y Colonos cubanos, chinos) Chocolate y producción, industrias y número: 164, 279c, 281-282 Chorrera, La, río: 173-174 Ciego de Ávila: 247 Ciencia y científicos: 64-65, 89, 317-318 Ciencias Sociales, Editorial: 24-25n Cienfuegos: Bahía: 91; ciudad y puerto: 86-87, 91-94, 91f, 93n, 101, 119c, 121, 124, 176178, 179m, 180c, 245-246, 283-284, 288, 300m, 301c, 302, 335n; economía, agricultura e industira: 93-94, 121; henequenera: 288; esclavitud: 94; fundación y ordenación urbana: 91-94; población y sociedad: 9394, 93n, 119c, 121 CIENFUEGOS, J.: 89, 91-92, 124 Cifuentes: 69 Cimarrones (ver Esclavitud cubana, rebeliones); Depósito: 98-99; partido: 120-121 Círculos: de Hacendados y Agricultores de la Isla: 242-243, 250-251, 250n, 282, 321, 324n, 335, 390, 427; Militar: 285-286 Ciudades y número, población, urbanización y crecimiento: 42-43, 47, 68-71, 69n, 77-78, 82-84, 87-96, 105, 121-124, 138, 143, 157159, 158n, 163-165, 172-173, 177-178, 189n, 226-227, 249-250, 257, 260, 260n, 268-269,
454
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
273-274, 277-280, 279n, 283, 286-287, 293, 336, 351c; economía y demanda: 68-69, 84, 94, 123-124, 138, 143, 157-158, 158n, 163165, 172-173, 177-178, 226-227, 278-280, 279n, 283-287, 293, 304-305, 336; industria: 278-279, 279n; fundaciones y ordenamiento: 68-69, 84-85, 90-94; macrocefalia: 68-69, 69n, 96, 335 CLARK, V. S.: 279, 279c, 310n, 390 CLARK, W. J.: 390 CLAVIJO, V.: 247 CLOUET, L. de: 91-92 Coartación y coartados (ver Esclavitud cubana, libración) COASE, H.: 192-193, 390 COATSWORTH, J. H.: 381-382, 381g, 390 Cobre, El y Cabildo: 148, 158, 158n, 161-162, 161-162n, 178, 181, 300m, 301c; población y características: 161, 161n Cobre: competencia internacional: 137; cubano, mineral, minas y minería: 26, 36-37, 65, 86, 158-162, 158-159n, 160c, 160-162n, 178, 181, 187, 209-210, 222, 270-271, 275, 288, 369-370; descubrimiento, desarrollo y fomento: 158-160, 158n; localización: 137, 158-162, 158n, 275, 369-370; crisis y agotamiento: 137, 159-162, 160c, 162n; capital e inversiones: 209-210; británicas: 159; demanda mundial: 158-159; fundiciones: 158-159; impuestos: 158-160; ingreso: 161162, 162n, 270-271; precio: 159-160; producción y exportación en bruto: 158-159; a Gran Bretaña: 63-64, 137, 158-162, 158n, 160c, 162n, 270-271; productores, empresas, concentración y modernización: 158162, 158n, 161-162n; productividad: 161; tecnología: 158-160, 187; trabajo: 159-160; transporte y ferrocarril: 159, 161-162, 162n, 178, 181, 300m, 301c; y economía y población: 158, 158n, 161-162, 161-2n, 270271 Cocineros: 314 Cocos y agricultura, producción, exportación y comercio: 145, 150-152, 152c, 258-259, 288; ingreso: 152; localización de las explotaciones: 152c; producción de aceite: 152 Cochinillos (ver Colonos cubanos, chinos) Código de Comercio: 63-65; de 1829: 210; 1885: 283-284 COLE, A. W.: 334-335n, 392 Colección de Conferencias...: 390, 427 Coliseo: 178, 184-185, 187 Colmenas (ver Apicultua, Miel y Cera) Colombia: 111, 153-154; correos: 153-544; indios: 111 Colón y población: 69, 101, 119c, 153-154, 302
COLÓN, C.: 146-147, 146n, 391 Colonato (ver Colonos cubanos) Colonia y la República, De la: 437 Colonial Latin American Historical Review: 438 Colonial: pacto: 53, 56; relación y sistema en Cuba: 19-20, 26-29, 36, 39-49, 44n, 53-58, 64-68, 72-73, 78, 83-84, 95, 123, 134, 138141, 154-155, 169-172, 185-187, 190, 200, 209-227, 222n, 228c, 229, 233-247, 238n, 253, 255-256, 280-282, 281n, 285-286, 289, 292-295, 292n, 324, 328-334, 330-332n, 343-350, 346n, 358-363, 362c, 367-382, 375n, 378n; comparación con el modelo británico: 367, 370; configuración y reformas (ver Reformas Borbónicas); costes y beneficios: 26, 48, 56-57, 222, 226-229, 243, 361-363, 262c, 367-369; crisis: 123, 139141, 218, 225-229, 228c, 234-244, 234n, 238n, 253, 297, 324, 328-334, 330n, 346350, 359-363, 362c, 374-381, 375n, 378n; y economía: 19-20, 26-29, 39-40, 44n, 4849, 56-58, 68, 83-84, 128, 134, 138-141, 169-172, 185-187, 190, 200, 209-229, 211n, 218c, 222n, 223c, 225c, 228c, 233-246, 234n, 238n, 274, 280-287, 281n, 286-287n, 292-297, 292n, 323-334, 326n, 330-332n, 343-350, 346n, 358-363, 358n, 362c, 367382, 375n, 378n Colonialismo español, costes y beneficios: 141, 141 Colonias agrícolas”: 391 Colonias azucareras…, De las”: 391 Colonias militares (ver Ejército español en Cuba, colonias) Colonización de Cuba (ver Población y colonización) Colono, definición: 311, 327-328 Colono, El: 315n Colonos”: 321, 391 Colonos azucareros y agrarios cubanos: 28-29, 74-76, 74c, 77c, 88-95, 91f, 93n, 98-112, 100c, 107-108n, 109c, 110n, 118-124, 120122c, 120n, 164, 191-206, 198c, 203c, 204205f, 215, 245-260, 250n, 258-259c, 258259n, 289-290, 307-322, 307-308n, 311-313n, 315n, 317n, 319n, 321n; asociaciones: 315; características, origen y tipos: 307-318, 307308n, 311-312n, 315n, 317n, 320-328, 321326n, 325c, 328n, 336, 338c, 340n; antiguos hacendados: 307, 311-317, 317n, 320-321, 321n; arrendatarios y dependientes y rentas: 308¸ 312-315, 312-313n; blancos (ver Campesinos blancos); de color, antiguos esclavos: 249, 258-259, 258-599n, 307, 312-317; y acceso a la tierra y al crédito: 249, 314-317; libres y propietarios: 308,
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
308n, 312-315, 312-313n; condiciones jurídicas y contratos: 322-328, 322n, 324326n, 325c, 328n; demografía y número: 314-318, 317n, 328; rendimiento e ingresos (ver Caña de azúcar cubana, costes y precios); relación y proceso de control por los centrales: 307-308, 307-308n, 311-316, 311-313n, 321-328, 322-326n, 325c, 338c; tamaño de las colonias y capacidad productiva: 313-327, 317n, 325c, 325-326n, 338c; y acceso al capital y endeudamiento: 249250, 258-259, 291-292, 308¸ 308n, 313-315, 324-327, 325c, 325-326n; a la tierra: 249250, 258-259, 291-292, 308, 308n, 311-318, 312-313n, 317n; al transporte: 308, 308n; y peticiones al gobierno estadounidense en Cuba: 324 Colonos cubanos y economía y azúcar: 318-322, 321n; y cultivos menores y ganadería: 313314; y precio de la caña: 308, 308n; y trabajo y mercado laboral: 307-308, 311-318, 317n, 321, 324-328, 325c, 325-326n, 338c Colonos cubanos y población e inmigración: 314-321, 317n, 319n, 321n, 323-328, 326n Colonos cubanos y sociedad y política: 307-312, 311n, 314-321, 315n, 321n, 324-328, 326n; construcción intelectual y símbolo de la cubanidad: 310-311, 311n, 328 Colonos cubanos, chinos y demografía y número: 74, 74c, 77c, 93, 93n, 99-103, 100c, 106-118, 107-108n, 109c, 116n, 119c, 120n, 133, 194, 197, 198c, 203c, 204-206, 204205f, 215, 252-256, 256c, 258-259c, 258n, 320-321, 321n; condiciones de viaje, vida, empleo y castigos: 107-111, 108n, 116; esperanza de vida, mortalidad y reproducción: 108-110, 108n; endeudamiento y liberación: 108-110; ocupaciones y oficios: 108-110; precios, costes, salarios y productividad: 106-110; rebeliones: 110-111; tierra, aperos y animales entregados: 108; trata y contratos: 107-111, 107-108n, 116-118, 252256, 259-260; críticas internas y externas: 110-111; ilegal: 108, 108n, 212; liberalización: 116; prohibición y cese: 109-111, 109c; traficantes y contratistas y beneficios: 107-112, 108n, 116-117, 133, 320; y población: 109, 109c, 112, 133, 256c, 258259c, 258n, 259-260; y proyectos de colonización: 108 Colonos cubanos, yucatecos y demografía y número: 74, 77c, 93n, 95, 100-101, 100c, 106-122, 116n, 119-122c, 120n, 164, 194, 217-218, 259c, 289-290; condiciones de viaje, vida y empelo y castigos: 107-112, 114-116, 116n, 120-122; contratos y obliga-
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ciones: 120-122; costes, salarios y productividad: 114-115, 121-122; género: 119122c, 120-122; distribución territorial: 117122, 119c-122c, 120n, 290; rural: 120-122, 120-121c, 120n; ocupaciones y oficios: 117118, 120-122, 120n; domésticos: 120; trata y contratos: 107-112, 114-122, 116n, 119122c, 289-290; criticas internas y externas: 87-88, 110-112, 114-116; financiación: 114-116; ilegal y persecución: 114-116; permisos y liberalización: 112, 116-117, 116n, 133; presidiarios: 114-115; prohibición y cese: 111-112, 117, 122; repatriación forzosa: 116; traficantes, contratistas y beneficios: 107-108, 112-117, 116n, 120-122, 133; e introducción del henequén en Cuba: 290; y población: 112, 118-122, 119c, 121c, 133, 252-253, 259-260, 259c Colonos y colonias”: 321-322, 391 Coloquio de Historia Canario…, X: 391, 417 COLLAZO, E.: 42n, 64n, 211n, 390-391 Comandancias: Generales: 69n; de La Habana, Santiago de Cuba y Trinidad: 69n; de Marina de Baracoa: 265n Combustibles y producción, industrias y número: 284-285, 338c, 339, 351-353c; precios: 338c, 339, 351c Comerciantes cubanos e hispano-cubanos (y banqueros y refaccionistas): 41-42, 42n, 5760, 63-65, 87, 112-113, 157, 174-178, 183, 200, 209-216, 211n, 214n, 220-222, 246-247, 269-270, 274-277, 280-287, 282n, 286-287n, 305-307, 313-314, 320-321, 321n, 328-330, 330n, 368-370; inversiones productivas: 212-214, 280-281, 282n, 284-287, 287n, 320-321, 321n, 328-330; localización: 369; relación con los hacendados (ver Hacendados, relación con los comerciantes); y tráfico portuario: 212, 216, 305 Comerciantes en Cuba: españoles: 41-42, 45, 63, 212-214, 214n, 370; extranjeros: 212 Comercio cubano: 19-21, 45-47, 61, 64-65, 6869, 84-90, 93-94, 98, 104, 116, 120, 123126, 132, 141-145, 144n, 150-151, 156-158, 158n, 167, 183, 187, 209-211, 213-220, 222-227, 223c, 228c, 242-244, 249-250, 261-262, 267n, 273-287, 277n, 278c, 284n, 287n, 294-295, 328-331, 331n, 357-363, 358-359c, 358n, 362c, 369-371, 379-380, 379n; competitividad, costes y beneficios: 284; empelo: 277, 278c; empresas (ver Comerciantes cubanos e hispano-cubanos); ingreso (ver Ingreso cubano, industrial, comercial y de servicios) Comercio cubano, exterior, y crecimiento y estructura geográfica y productiva: 19-21, 26-
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
29, 40-49, 47n, 53-65, 68-69, 76, 83-84, 8894, 106-107, 115-116, 123-135, 133c, 137175, 144n, 149c, 151n, 153n, 158n, 166c, 173-175n, 186-187, 192-193, 196-197, 196n, 209-229, 211n, 223c, 224n, 225c, 228c, 233-246, 234n, 259c, 261-297, 262c, 262-263n, 264n, 270-271c, 271n, 276-277n, 282-284n, 290-293n, 295n, 304-306, 309, 324, 328-334, 330-331n, 333n, 339-350, 346n, 350n, 358-359c, 358n, 361-363, 362c, 368-371, 375-382, 375n, 378-379n; anuarios: 224, 224n; balanza y saldo: 149-150, 212, 223c, 224-229, 228c, 357-358, 358c, 361-363, 362c, 378-380, 378-379n; contrabando y comercio ilegal e ingreso: 132-133, 132n, 144-153, 153n, 156, 161-162, 170, 223-229, 225c, 228c, 266-268, 362c; persecución: 34-37, 57-59, 68-69, 115; fiabilidad de las estadísticas: 196-197; ingreso, beneficios y cálculo: 126, 133-141, 133c, 142n, 150-151, 210-217, 222-229, 223c, 225c,228c, 262-263n, 263-264, 270-271, 271c, 271n, 274-276, 276n, 281-282, 282n, 290n, 293-295, 295n, 349, 357-363, 358359c, 362c, 377-380, 378n; liberalización: 41-43, 46, 53, 56-61, 67-68, 72-73, 90, 116, 126, 129-131, 144-148, 144n, 148n, 169172, 210, 212, 225-226, 233-234, 242-243, 282n, 368-371; redes y relaciones: 142-146, 156-157, 269-270, 283-284, 340-341, 370; rentabilidad y competitividad: 211, 214-215; términos de intercambio: 229, 340-341, 341n, 346, 359-360, 377-378; trueque: 146-147 Comercio cubano, exterior, por zonas: con el extranjero: 212-214, 266-270, 270c, 348349; los neutrales (ver Comercio exterior cubano, liberalización); la América española: 88, 268; el Caribe: 268; España y cabotaje: 57-59, 128-131, 134-135, 141, 150, 159, 169-172, 186-187, 212, 223c, 224-226, 225c, 234-238, 234n, 241-243, 274, 280282, 282n, 292-295, 292n, 331, 331n, 346, 349, 357-359, 358-359c, 358n, 370, 378380, 378n; balanza y saldo: 223c, 224, 227231, 228c, 331n, 357-358, 358c, 361-633, 362c, 378-379, 378n; terminos de de intercambio: 229; Gran Bretaña y colonias: 225c, 226, 264-266, 264n, 358-359, 358n, 359c; Estados Unidos y concentración: 28-29, 41, 48, 59, 128n, 129-131, 135, 138-140, 144155, 151n, 162, 167, 212, 223c, 224-226, 225c, 229, 233-236, 234n, 236n, 240-243, 261-274, 263-264n, 270-271c, 271n, 280-283, 282-383n, 288-289, 292-297, 292n, 309, 324, 328, 330n, 333-334, 333n, 340-350, 350n, 357-361, 358-359c, 358n, 370-371,
374-380, 375n, 378n; balanza: 226, 228c, 357-358, 358c Comercio cubano, interno: 62-64, 84-85, 89, 9394, 120, 135, 143-147, 157, 212-215, 220, 226-227, 249-250, 280, 286-287, 330, 335336, 335n; cabotaje: 226; detallista (ver también Tiendas): 62, 87-88, 93-94, 120, 135, 157-158, 158n, 164-167, 187, 212-213, 226-227, 280, 284-287, 294; distribución: 227, 335n, 336; liberalización: 242-243; obstáculos: 64-65, 68-69; trueque: 146-147 Comercio Exterior. 422 Comercio internacional y crecimiento: 53-54, 142-146, 169-171, 196, 212, 268-271, 289, 379, 379n; fiabilidad de las estadísticas: 196; proteccionismo: 65-66 Comercio transatlántico: 41, 46, 53-59, 144, 212 Comillas, Marqués de (ver López, A. y C.) Comisiones: Central de Colonización: 245-246; de Estadística: 118; estudio de los problemas económicos cubanos: 236-237; Guantánamo: 84-86, 175; Población de 1881: 247; Población Blanca y Permanente de Población Blanca (ver también Junta de Población Blanca): 105-106, 114-115; Propaganda del Fomento del Trabajo Nacional: 242-243, 391 Comissió Catalunya i Amèrica: 404, 408 Comité Central de Propaganda Económica: 282283, 282n, 391 Compañías cubanas y españolas (ver Empresas cubanas); de Comercio de La Habana: 126, 147; Consolidada: 159; de Jarcia de Matanzas: 290n; Territorial Cubana: 320-321, 321n; Transatlántica Española: 171, 222 Comunicaciones (ver Caminos, Ferrocarriles, Puertos y Transportes y comunicaciones cubanos) Comunidad Autónoma de Madrid: 24n Concepción, ingenio: 120-121 Condimentos (ver Especies) Conferencias y estudios…: 384 Confiterías y pastelerías y producción y número: 164, 278-279c, 281-282; trabajo y número de trabajadores: 278c Congreso (ver Cortes españolas y de Cádiz); de Viena: 87 Congreso Internacional… XXXVI: 410 Cono Sur: 382 Consejo de Indias: 86 Consejo Superior de Investigaciones Científicas: 24, 24-25n, 389, 432; Centro de Humanidades: 25n; Escuela de Estudios Hispanoamericanos: 24-25n Conservadores: cubanos: 255-256; españoles: 237-238
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Conspiración de la Escalera: 94n, 97, 693 Constituciones españolas: de 1812: 54; 1876 y aplicación en las colonias: 237-238 Construcción: 135, 157, 163-164, 278c; materiales: 163-164; trabajo y número de trabajadores: 278c Consulado de Agricultura y Comercio: 64-65, 85-87, 172-175, 173-176n; creación y funciones: 174-175, 174n Contemporáneas: 394 Contrabando y comercio ilegal: 34-37, 144; cubano (ver Comercio exterior cubano, contrabando) Contramaestre y fundación: 247 Contratos de caña (ver Caña de azúcar cubana, contratos) Contribuyentes: 219, 238, 361-363 Conucos: 71, 135 COOK, P.: 185n, 391 Coolies (ver Colonos cubanos, chinos) Coralillo: 69 CORBITT, D. C.: 46n, 112n, 177n, 391 Córcega: 213-214 Cordelería y cordeles (ver Henequén) Corona española (ver Rey de España) Corporation Trust Company Journal: 434 Corrales (ver Haciendas) Correos y correspondencia: 171 Corrupción y fraude (ver Gobierno colonial y metropolitano, corrupción y fraude) Corsarios (ver Piratería cubana y caribeña) Cortadores de caña: 249-252, 250n CORTÉS CONDE, R.: 293n, 341n, 381-382, 381g, 391, 432 Cortes españolas: 84-87, 210, 237-238, 247248, 251, 251n, 255-256; debates sobre abolición e inmigración: 248, 251, 251n, 255256; representantes cubanos: 87, 247; de Cádiz: 54, 60-61, 87 CORWIN, A. L.: 45n, 57n, 81n, 383, 391, 399400 COSBIE, W. R.: 432 COSSIO, F. de: 172n, 392 Costa cubana del banano (ver Banano cubano, localización de las explotaciones) Costa Rica: 141-142, 142n, 153-154, 154n, 270271; costa Atlántica: 154; economía, agricutulta, comercio e ingreso: 141-142, 142n, 154; bananero: 153-154, 153-154n, 270-271; empresas: 154; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); gobierno: 154; impuestos: 154 Coste de la remolacha…»: 309n, 323n, 392 Coste del azúcar»: 309n, 323n, 392 Costes: de oportunidad: 297, 324; transacción: 213, 284-286
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CRAME, A.: 173-175 Crecimiento stop and go: 382 Crédito (ver capital) Cretácico Superior: 33-34 Criollos: 42, 57-58, 64-67, 78, 139, 212, 236, 241-243, 246, 310-311, 311n, 317-318, 330-333, 330n; enfrentamiento con los españoles: 42, 45, 56-57, 63, 67, 139, 141, 211, 213-214, 222, 238-243, 241n, 281, 285, 292, 292n, 324, 330, 330n Crisis: de la década de 1850: 135-137, 183-185; de 1883-1884: 234, 241, 281, 334, 346-347, 349-350, 359-360, 375; finales del siglo XIX: 380, 382; 1930 y efecto en Cuba: 341n, 343345; internacionales: 343-345 Cristal, sierra: 36 Crudo (ver Azúcar crudo) Crusellas, familía, negocios y reputación: 284285, 285n; y Cía.: 284; y Hermano y Cía.: 284; y Rodríguez y Cía.: 284; y Vidal, hermanos: 284; -FAURA, J. y R.: 284; Cruz Monclova, L.: 239n, 392 Cuadernos: África, América Latina: 388; de Historia Habanera: 397, 424; Historia Moderna y Contemporánea: 385, 397, 404; Humanidades: 24-25n, 172n, 398-399, 439; Monográficos de Historia y Cultura Naval: 416 Cuadro estadístico...: 74c, 93n, 95, 95c, 96n, 97c, 99, 157n, 196n, 256c, 392 Cuarteles (ver Ejército español en Cuba, cuarteles) Cuba: 19-21, 24-29, 24-25n, 33-49, 35m, 37n, 43-47n, 49n, 55-135, 68-72n, 72g, 74c, 77c, 79c, 81-82n, 88c, 91f, 92-93n, 94g, 95c, 97c, 100-101c, 108n, 109c, 110n, 113n, 116n, 119-122c, 120n, 123-124n, 123c, 127c, 128n, 133c, 137-178, 138-139c, 143144n, 146-148n, 152c, 153n, 156n, 158162n, 160c, 163c, 166c, 179m, 180c, 181229, 184g, 189n, 191-192n, 196n, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 205n, 214n, 218c, 218n, 221c, 223c, 225c, 228c, 233-295, 250n, 252c, 252-253n, 353-354g, 256c, 258-259c, 258-260n, 262c, 263-264n, 266267n, 270-271c, 271n, 274n, 276c, 276277n, 278-279c, 279n, 281n, 283-288n, 290-292n, 295n, 297-350, 300m, 301c, 303n, 305n, 307n, 309-310n, 312n, 317n, 319n, 321-326n, 325c, 329-333n, 335n, 338c, 340-341n, 342-344g, 345c, 346n, 347c, 348g, 348n, 350n, 351-356c, 357-380, 358-359c, 358n, 362c, 373n, 376c, 378-379n, 381g; grande: 65-6; pequeña: 65-66, 89 Cuba, descubrimiento, colonización y exploracion: 36-37, 84, 88-90, 146-147, 146n, 172-175
458
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Cuba, geografía y medio físico: 26, 33-37, 35m, 37n, 44, 67, 86-88, 114, 127-128, 134-135. 139c, 145, 146n, 149-150, 170-172, 175, 178, 219, 266-268, 271-273, 282, 288, 300m, 302, 316-317, 339, 341n; bahías: 37; cayos: 35-37; costas: 36-37, 84-86, 9-1, 115, 145-147, 155, 170-178, 260, 266-270, 288; clima, temperatura y estaciones: 33-36, 98, 105, 114, 145, 146n, 170-172, 175-176, 185, 189, 199, 205, 282, 288, 316-317; precipitaciones: 34-36, 145, 170-176, 185-189, 199, 316-7; vientos y huracanes: 34, 98, 145, 146n; extensión: 35; orografía: 35-36, 145, 170-172, 178, 268, 272-273; ríos: 33, 36, 115, 145, 149-150, 170-176, 173n, 272273; sabana: 145; suelos: 33, 36-37, 40-41, 86, 145, 172-174, 288, 322, 324-328, 325c, 325-326n, 377 Cuba, regiones: geográficas: 19, 69, 69n, 7677, 77c, 84-88, 138-139, 138-139c, 145, 256-260, 258c, 258-260n, 264-268, 271273, 288, 294, 302; interior: 27, 36, 60-61, 69, 90, 137, 143, 172-178, 189, 246, 260; medio rural y diferencias campo-ciudad: 7576, 82-83, 87-89, 96, 103-106, 109-110, 120n, 121-124, 121-122c, 163-164, 245251, 250n, 255-260, 258-260n, 273-274, 278-279, 279n, 310-312, 310n, 313n, 316320, 319n, 324-328, 326n, 338c; provincias, jurisdicciones, municipios y division administrativa: 42-43, 69, 69n, 76, 94, 100c, 117121, 119-121c, 120n, 146-148, 152-153, 156-157, 195-197, 224-227, 256-259, 258c, 278-279, 279n, 288, 302, 335-336; provincias occidentales: 27-28, 36, 63-69, 69n, 76, 76n, 77c, 91-96, 91f, 100-102, 100c, 119c, 126-129, 137-141, 138-139c, 174-178, 181189, 182c, 193, 222, 227, 256-259, 258c, 283, 294, 298-299, 302, 335n, 369-370, 377; orientales: 27-28, 33-34, 42-43, 63-69, 69n, 76-79, 76n, 77c, 88, 90, 91f, 95-96, 100-102, 100c, 118-119, 119c, 122-123, 131-132, 137-141, 138-139c, 144-148, 144n, 155, 160, 163, 170-171, 178, 181, 182c, 185-189, 193, 199, 213-214, 219, 222, 227, 241-243, 246-249, 256-259, 258c, 265267, 272-275, 294, 302-304, 313n, 324, 335n, 369-370, 377, 380; diferencias territoriales y Oriente-Occidente: 27-28, 33, 6569, 77-78, 84-85, 88-90, 96, 100-102, 100c, 124, 127-129, 132, 137-141, 144-147, 150155, 163, 171-172, 181, 185, 189, 193, 199, 213-214, 222, 227, 241-243, 256-260, 258c, 258-260n, 265-275, 271n, 278-279, 279n, 283, 288, 294, 298-299, 302-304, 303n, 314-315, 369-372, 377, 377n; region cen-
tral: 36, 69, 69n, 76-79, 76n 77c, 90-96, 92n, 100-102, 100c, 119c, 137, 138c, 164, 178, 181, 256-257, 258c, 288, 302-304, 306, 377; centro-Este: 90, 164; centroNorte: 69; centro-Sur: 69, 92-93; Este: 19l; Norte: 27, 33-37, 65, 90, 126, 137, 172173, 178; Noreste: 36, 69, 86, 115, 131, 137, 145-151, 146n, 155-156, 156n, 177178, 264-268, 265n, 267n, 269-274, 270271c, 271n; Noroeste: 178, 189, 288; Sur: 33-36, 69, 86, 91, 172-178, 189, 288; Sureste: 69, 86, 91, 158 Cuba, provincia (ver Oriente y Santiago de Cuba) Cuba: 1898…: 392; y sus comunicaciones: 433; Contemporánea: 401, 434; en la mano...: 155n, 266n, 392; Review: 435; Review and Bulletin: 274n, 392 Cuba Económica y Financiera: 354-356c, 392, 433; revista: 433 Cuban Central Railway Co.: 300m, 301c, 302, 302n Cuban Fruit Co.: 269-270, 272-273, 303n Cuban Studies: 411, 433, 437 Cubana, La, S.A.: 287 CUBANO, A.: 214n, 239n, 392 Cubitas, sierra: 36 Cuenca 24-25n Cuenca del Plata: 382 Cuero y producción, exportación, industrias y número: 132, 146-147, 164, 278c, 274, 279280, 279c; localización: 164; contrabando: 146-147 CUEVAS, E. de las: 145, 145n, 151-152n, 155n, 266n, 272n, 392 Cultivos tropicales: 34-35 Cultura cubana e hispano-cubana y valores: 19, 106, 246-247, 258n, 255-256, 310-311, 311n, 317-318, 320, 328, 337-339 CURBELO, J.: 246-247 CURET, J.: 239n, 392 CURTIN, P. D.: 78, 392
Datos sobre el...”: 250n, 309n, 325n, 326-327, 338c, 392 Datos sobre una colonia”: 392 DAVID, P.: 392 DEANE, P.: 334-335n, 392 Debate y Perspectivas: 432 Debates Americanos: 434 Decretos sobre inmigración y colonización: de 27 de octubre de 1877: 246-247; 30 de enero de 1882: 250 DEERR, N.: 189n, 199n, 316n, 392 Defensa, La (empresa): 286-728, 287n
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Defensa de Cuba interna y externa: 57-58, 67, 84-88, 115, 147, 150-151, 155-156, 174, 178, 181, 218, 245-248, 266-268, 302-303 Deflación (ver Precios cubanos, deflación) Del Boquete (ver Pescadería Del Boquete) Del Caribe: 404, 417, 420, 424 Del Retrete, hacienda: 267 DELGADO, J. M.: 393 Delincuencia: 110-111 Demografía en Cuba…, La: 393, 415 Dependientes comerciales e industriales: 280, 287 Derecho Indiano (ver Leyes de Indias) Derechos cubanos (ver Impuestos cubanos, tipos); políticos y civiles: 135, 236-238, 241, 249 Derosne: 189, 189n, 195, 198c, 202-205, 203c, 204-205f Desamortización en Cuba: 42-43, 209-210, 209n DESCAMPS, G.: 393 DESCHAMPS, P.: 71n, 108n, 310n, 393 Destino, ingenio: 247 Deuda (ver Capital cubano, deuda y Trabajo, retención y endeudamiento) DIAGÓ, P.: 175-176, 176n Días de ayer…: 420 DÍAZ QUIÑONES, A.: 393 DÍAZ SOLER, L. M.: 71n, 128n, 239n, 393 DÍAZ, L. y F. y familia y negocios: 287, 287n, 313 Diccionario de la Real Academia…: 311 DIEGO, E. de: 62n, 129n, 133c, 262c, 393 DIETZ, J.: 61n, 239n, 393 DÍEZ DE PINERO, L.: 172n, 393 Diezmo (ver Impuestos cubanos, tipos) Diferencial de bandera: 41, 56, 59-60, 88, 128131, 150, 171-172, 186-187, 226-229, 233237, 242, 331, 370 Dinamarca: 150, 264-265; marina: 150; colonias: 264-265 Diócesis: 144n, 146-147; de Santiago de Cuba: 144n Diputación de Sevilla: 24-25n Direcciónes Generales: de Hacienda de la Isla de Cuba: 110n, 191n, 196-197, 198c, 201203 ,203c, 204-205f, 321n, 346n, 393; Instituto Geográfico y Estadístico: 74c, 76, 76n, 77c, 99, 104n, 123c, 123n, 197, 256-257, 256c, 259c, 393-395; Ultramar: 118 División del trabajo…”: 393 Doce Calles, Ediciones: 24-25n Documentos sobre el correo…”: 393 Dólares USA: 329, 381-382, 381g DOLZ, M. A.: 24n DORY, D.: 388, 417
459
DOSI, G.: 393 DOWM BAKER. L.: 154 DRESCHER, S.: 68n, 190-191, 393 DUARTE, M.: 306n, 393 Dulce a la conquista…, Lo: 393 DUMOIS, H.: 269-273, 300m, 301c, 303, 303n; ferrocarril (ver Ferrocarril de Dumois); Fruit Co.: 269-270, 273; plantación: 303, 303n DUMOULÍN, J.: 241n, 310n, 394 DUNN, R.: 394 DUNN, R. W.: 394 DYE, A. D.: 188n, 199n, 204n, 284n, 308n, 311n, 313n, 316-317n, 324, 324n, 377, 394
Economía y teoría económica: 33, 141, 157, 192-193, 202, 219-220; crecimiento y factores institucionales: 141 Economía cubana y crecimiento, estructura y modernización: 19-21, 26-29, 34-39, 47n, 56-58, 62-76, 71n, 79c, 81-86, 89-95, 99113, 116-118, 121-126, 121c, 130-135, 138151, 152c, 156-158, 156n, 158n, 161-165, 166c, 167-178, 181-194, 196n, 198c, 200, 203c, 204-205f, 209-229, 223c, 228c, 233295, 250n, 252n, 254g, 258-259n, 259c, 262c, 262-264n, 270-271c, 271n, 276c, 276-277n, 278-279c, 279n, 281-282n, 284n, 287n, 290-292n, 295n, 297, 302-336, 305n, 313n, 319n, 323-326n, 325c, 330-333n, 335n, 338c, 339-350, 340-341n, 342-344g, 345c, 346n, 347c, 348g, 348n, 350n, 351352c, 354-356c, 357-363, 358-359c, 358n, 362c, 367-382, 374-375n, 376c, 378-379n, 381g; crisis: 65-66, 132, 141-142, 241-243, 263-264, 262c, 263n, 293-295, 295n, 304, 320-321, 324-326, 326n, 330, 330n, 334, 347-348, 348n, 348-350, 350n, 359-363, 362c, 369-382, 374n, 376c, 379n, 381g; mecanismos de ajuste: 224-227; edad de oro: 141-142, 318-319, 327-328, 370, 374-375, 376c; especialización: 26-28, 41, 46-49, 47n, 65-73, 76, 83-86, 89, 92-94, 102-103, 123-125, 131-174, 152c, 158n, 166c, 177, 185-187, 193-194, 200-201, 209-211, 222227, 223c, 233-234, 239-240, 259c, 261264, 262c, 262-264n, 270-271, 271c, 274279, 276c, 276-277n, 278c, 279n, 283-284, 287-288, 291-299, 295n, 302-306, 309-311, 313n, 316-330, 317n, 319n, 323n, 325c, 325-326n, 330n, 333n, 334, 338c, 339-341, 340-341n, 346n, 349-350, 358-363, 359c, 367-382, 376c, 378n; diferencias territoriales y Oriente-Occidente: 69, 78, 84-86, 9294, 92n, 102, 137-152, 138-139c, 144n, 152c, 155-164, 156n, 170-178, 181-189,
460
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
193, 199, 213-214, 222, 227, 249, 257-259, 258-259n, 265-275, 270-271c, 271n, 278279, 279n, 283, 288-294, 290-291n, 295n, 298-304, 300m, 301c, 303n, 313n, 314-315, 324, 335-336, 335n, 369-372, 377, 377n, 380; diversificación: 65-66, 83-89, 92-93, 99, 123-124, 135, 150-151, 157-158, 158n, 162-172, 166c, 177, 209-211, 227, 241, 246, 258-259, 259n, 262c, 263-264, 263n, 270293, 271c, 271n, 276c, 276-277n, 278-279c, 279n, 281n, 284n, 287n, 290-292n, 305306, 318-320, 319n, 327-328, 333, 333n, 341n, 349-350, 367-372; factores de producción: 27-28, 40-44, 47, 67, 70, 83, 8688, 92, 100, 110-112, 116-118, 123-126, 134-135, 145, 156-158, 158n, 161-162, 169-171, 174, 174n, 188-195, 196n, 198c, 199-202, 199n, 203c, 204-205f, 206-207, 215, 222, 239-241, 244-246, 250-256, 254g, 277-278, 278c, 283-284, 283n, 297-299, 311, 316-317, 328-330, 330n, 361, 367-368, 378; fomento y liberalización: 72-73, 8485, 89-90, 94, 104-114, 123-124, 143, 148152, 156-160, 169-177, 174n, 209-212, 215-218, 220, 274-276, 291-293, 291-292n, 331, 332n, 349-350, 367-371; instituciones: 104, 126, 134, 169, 172, 174n, 177-178, 190-193, 209-215, 233, 236, 242-243, 250251, 261, 274, 281-286, 284n, 307-309, 329-331, 340-349, 346n, 367-368; monetarización: 43, 43n, 64-66, 68-69, 135, 164, 187, 220, 226-227, 274-275, 283, 293, 309311, 330, 336, 340n; reformas (ver Reformas); sectores: 19-21, 26-29, 43n, 45-48, 47n, 68-69, 76, 84-89, 92-94, 102-103, 102n, 106-107, 115, 121c. 123-125, 129-137, 141148, 144n, 156-174, 158n, 160n, 163c, 166c, 177-178, 183-188, 200, 209-215, 211n, 219-220, 224-227, 239-240, 244, 252, 258294, 259n, 259c, 262c, 262-263n, 270-271c, 271n, 276c, 276-277n, 278-279c, 279n, 281n, 284n, 287n, 290-292n, 303-306, 303n, 305n, 316-321, 317n, 319n, 327-330, 330n, 333, 333n, 337, 340, 340-341n, 346, 350, 357, 369-372, 378 Economía cubana postindependencia: 280-281, 289, 292-293, 302, 310-311, 313n, 316317n, 317-318, 324, 324n, 328, 346-347, 367, 373-382, 373-374n, 376c, 378-379n, 381g; crisis: 374-375, 374n, 376c, 379-382, 379n, 381g; incorporación de la mitad Este insular: 324, 377 Economía cubana, comparaciones internacionales: 21, 141-142, 167, 183, 212-215, 234, 238-239, 258n, 262c, 277-279, 277n, 279n, 283, 287-288, 292-295, 293n, 295n, 298,
303-304, 308-311, 309n, 311n, 323n, 324, 334, 340-350, 341n, 342-344g, 347c, 354356c, 359, 367, 371-373, 377-382, 379n, 381g; convergencia y divergencia con la británica: 262c, 341-343, 343g, 346-349, 347c, 347n, 354-356c, 359; española: 262c, 341347, 342g, 347c; estadounidense: 20, 29, 262c, 289, 341-350, 343-344g, 347c, 354356c, 359, 371-372, 377-378, 380-382, 381g Economía cubana y población (ver Población cubana y economía) Economía internacional y crecimiento, ingreso y modernización: 27-28, 44-45, 48, 53-55, 73, 141-145, 184-185, 233-234, 261, 289, 293-295, 295n, 340-343, 349-350, 368-370, 380; crisis: 380-382; especialización: 340411; transformación: 73 Economía y Desarrollo: 402 Economías: de escala: 44, 188, 191, 194-195, 199n, 200-202, 234, 240, 280, 286, 298, 306309, 327, 334, 347-350, 350n, 360-363, 375; exportación: 170, 196, 209, 213-214, 220, 340-341, 341n; externas (ver Externalidades) Economic Development and Culture Change: 409 Economic History Review: 434, 436 Economistas cubanos: 317-318 EDQUIST, C.: 394 Educación, sistema y carencias: 70, 93-94, 216218; primaria: 217-218; profesional, técnica y superior: 217-218, 246; y economía y trabajo: 217-218 EICHNER, A. S.: 394 EIRAS ROEL, A.: 394, 416 Ejército español en Cuba y efectivos (ver también Marina): 40, 43-44, 48, 58, 62-63, 6869, 69n, 78, 95, 115, 123, 139-141, 155, 173n, 174-175, 178, 181, 185, 217-219, 218n, 222, 240, 245-248, 252, 255, 265n, 266-268, 273, 278-279, 285-286, 302-303, 314-315, 331-336, 332n, 335n, 339; atuendo: 336; autofinanziación: 247; bajas y deserciones: 255; colonias y desatención y abandono: 245-248; cuarteles: 334-336, 339; jurisdicciones: 268; licenciamiento: 240, 245-248, 314-315; oficiales: 255; rebaja del servicio: 247; repatriación: 255; soldados: 252, 255; negros y esclavos: 123, 248; y españolización, poblamiento y colonización: 141, 218, 218n, 240, 245-248, 252, 255, 314-315 El Caney y fundación: 247 El Fígaro: 287n El País: 335, 335n, 420 El Salvador: 153n; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales)
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
El Salvador, ingenio: 322n, 407 El Zarazal y fundación: 246 Electricidad (ver Energía) Elena, central: 316n Elevadores de banano: 272-273 Elites (ver Oligarquía) Elizalde, central: 312 ELLIOT, J. H.: 394, 416 ELLIS, F.: 145n, 269n, 271n, 394 ELORZA, A.: 394 ELTIS, D.: 394 ELY, R. T.: 113n, 394 Emancipados (ver Población cubana emancipada) Emigración cubana: 88 EMMER, C.: 394 EMPES 24n, 25n Empresa Patriótica: 247 Empresarios: cubanos e hispano-cubanos: 2829, 41-42, 55-57, 68, 88, 92, 99, 105, 114117, 116n, 120-121, 120n, 126-127, 153n, 158-160, 170-172, 175-178, 200, 209-216, 211n, 225-226, 241-243, 241n, 250-251, 261-262, 267n, 269-270, 274-292, 281n, 284-287n, 290-291n, 299, 302-309, 311315, 320-321, 321n, 324-332, 329-330n, 350, 368, 377, 377n; y negocios con el Estado: 320-321, 321n; y relación colonial: 285-287, 286-287n, 330-332, 330-331n; españoles con negocios en Cuba: 68, 115-116, 241-243, 241n, 267n, 299, 302, 320-321, 321n, 329-332, 330n, 370; y relación colonial: 332; extranjeros (ver Capital y empresas extranjeras) Empresa/s: teoría: 192-193, 280n; cubanas (ver también los distintos sectores): 21, 63-65, 88, 117, 157-162, 162n, 176, 184-188, 192193, 210-215, 211n, 241-243, 241n, 267n, 269-287, 281n, 284-287n, 289-293, 290291n, 298-299, 300m, 301c, 302-307, 303n, 320-321, 321n, 328-331, 329-330n, 335n, 377, 377n; liberalización de las formas de asociación: 210; organización, modernización y concentración: 210, 213-215, 269270, 274, 280-287, 281n, 284-287n; propiedad: 159; extranjeras en Cuba: 159, 176, 184-185, 215, 241, 241n, 269-270, 293-294, 305, 329-331, 330n; restricciones y liberalización: 212; británicas: 184-185, 241, 241n, 275, 286-287, 298-299, 300m, 301c, 302305, 329-331, 330n; estadounidenses: 241, 241n, 269-270, 275, 283, 303, 303n, 314, 329-331, 330n, 377n Encanto, El, ingenio: 120-121 Energía y recursos, producción, industrias y número: 277, 279c, 280; eléctrica y gas:
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279c; alumbrado: 189, 189n; hidráulica: 279c, 280 ENGERMAN, S. L.: 394, 408 ENTEMAD, P.: 385 Envases, industrias y número: 163-164, 282 Epidemias: 98; cólera y viruela: 98 ERÉNCHUN, F.: 85n, 148-150n, 394 Escala de producción (ver Economías de escala) Escambray, región y macizo: 36, 178 Esclavitud: 44-45, 153; precios: 79c, 81-83, 81n; trata internacional: 68n, 80, 368 Esclavitud blanca: 75n Esclavitud en Cuba, La: 395, 400 Esclavitud cubana: 24, 27-29, 39, 43-48, 44n, 46n, 54-58, 61, 70-89, 74c, 75-76n, 77c, 79c, 81-82n, 91-118, 93n, 95c, 100c, 109c, 110n, 121-126, 123c, 124n, 130-141, 139c, 144, 147n, 158, 164, 167, 181-183, 190197, 191n, 198c, 200-207, 203c, 204-205f, 211-220, 222, 227-229, 233-241, 245, 248249, 252-253, 256-261, 256c, 259c, 267, 274, 283, 293, 306-307, 309-312, 315-321, 317n, 321n, 324, 327-333, 332n, 336-339, 340n, 347-350, 360, 368-371, 374-375, 378; abolición (ver Abolición); asientos: 57-58; comparaciones internacionales: 83; crisis: 27-28, 45-48, 70, 98-99, 103-104, 107-109, 123, 138-141, 192-195, 198c, 200-207, 203c, 204-205f, 214, 222, 309-310, 316, 320-321, 374-375; censos: 121-124, 124n; distribución territorial: 76-77, 76-77n, 77c, 81-82, 82n, 95-96, 99-102, 100c, 137, 147, 155n, 158, 257; esclavos alquilados 102-103, 116, 195-197, 198c, 203c, 204-206, 204205f, 249; coste: 249; bozales: 82-83, 9192; criollos: 82-83; domésticos: 71, 8283; del Estado: 248; importados de Puerto Rico: 81n; rurales: 71, 82-83, 257; urbanos: 71, 82-83; ocultación de esclavos: 121-124; propietarios: 70-71, 86, 98-99, 102-103, 123, 237-240, 248-249, 315, 324 Esclavitud cubana, condiciones de vida y empleo: ocupaciones: 257; remuneradas y por cuenta propia: 70-71, 82-83; acceso a la tierra: 135; dieta: 337-339 propiedades y medios de subsistencia: 71; trato: 70-71, 82n, 98, 106, 110-111, 123, 194 Esclavitud cubana, demografía: número: 68-81, 70n, 72g, 74c, 76n, 79c, 93-103, 95c, 100c, 109c, 110-112, 110n, 118, 123c, 124, 124n, 133c, 134-137, 147-148, 156n, 195-197, 198c, 201-207, 203-204f, 205f, 215-216, 248-249, 256-257, 256c, 259c, 318-321; reproducción: 81-83, 82n; mortalidad: 121; tipos demandados: 81-83
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Esclavitud cubana: liberación, autoliberación y manumisión: 70-71, 74c, 82-83, 102-103, 123-124, 123c, 147, 158, 248-249, 256-257, 259c; emancipados y número: 70, 70n, 74c, 77c, 99c, 100c, 115-116, 123, 256c, 259c; consignación: 104; confiscación: 116; condiciones de vida y explotación: 115-116; educación y evangelización: 70; patrocinados y número: 248-249, 257, 320; obligaciones: 248-249; costes y salarios: 249 Esclavitud cubana, precio y factores determinantes: 78-84, 79c, 81-82n, 98-99, 99c, 103, 109, 112, 129, 135-138, 181-183, 215-216, 248-249, 315-316; elasticidad: 81-82 Esclavitud cubana, productividad y rentabilidad y cálculo: 44-45, 45n, 106, 110, 110n, 194195, 198c, 201-202, 201n, 203c, 204-205f, 205-207, 205n Esclavitud cubana, rebeliones y protestas: 45n, 78, 85-88, 93-99, 94n, 106, 110-114, 123, 147, 214, 218 Esclavitud cubana, trata legal e illegal y monto: 26-28, 43-46, 53-54, 57-64, 67-103, 68n, 70-72n, 72g, 74c, 79c, 95c, 106-113, 109c, 118, 121-125, 129, 133-134, 144, 147-148, 147n, 164, 190, 194, 211-212, 215-216, 219-220, 227, 235, 245, 252-253, 259-260, 267, 318-320, 349-350, 368-370; críticas internas y externas: 110-111, 318-319; liberalización: 43-44, 55-56, 60, 67-68, 72-73, 126, 147, 212, 349-350, 368; prohibición, dificultades y proceso de abolición: 43-46, 54, 57, 57n, 70, 73-74, 74c, 78-87, 79c, 9598, 102-103, 106-112, 115-116, 129, 154, 181-183, 190, 194, 318-319, 368-370; cese: 43-46, 109-111, 109c, 121, 252-253, 259260; indemnizaciones: 87; y déficit monetario: 64; traficantes y beneficios: 85-86, 110, 112-117, 113n, 133, 215-216, 320-321 Esclavitud cubana y economía y producción azucarera: 44-45, 45n, 48, 57-58, 71-73, 7172n, 72g, 76n, 79c, 81-85, 99-100, 100c, 106-107, 110-113, 123-124, 134, 137-139, 139c, 144, 167, 190-195, 191n, 198c, 203c, 204-205f, 206-207, 211, 215-216, 227, 233236, 239-241, 245, 248-249, 252-253, 259261, 259c, 274, 283, 291-293, 318-321, 324, 327-328, 330-333, 332n, 336-339, 340n, 347-350, 360, 368-371, 374-375, 378; alternativas: 71, 71-72n, 80-95, 93n, 98-112, 100c, 107-108n, 109c, 110n, 114-124, 116n, 119-122c, 120n, 133, 164, 193-195, 198c, 203c, 204-205f, 206-207, 215, 245-248, 252-253, 289-290, 318-320, 336, 340n; y capital: 114, 211-212, 215-216, 219-220, 227; y contrabando: 57-59, 267; e impues-
tos: 216; y salarios: 340n; y trabajo: 74-78, 75n, 79c, 82-85, 97-100, 100c, 103-104, 110-112, 110n, 123-124, 156, 193-195, 198c, 203c, 204-205f, 206-207, 215, 233, 261, 274, 293, 306-307, 316, 320, 320-321, 336, 340n, 360, 368-371, 378; transición al trabajo libre: 28, 44-45, 45n, 72, 121-124, 123c, 191-195, 192n, 198c, 201-202, 203c, 204-205f, 206-207, 248-261, 254g, 259c, 283, 283n, 293, 309-312, 311n, 315-321, 317n, 321n, 336, 370-371 Esclavitud cubana y demografía y sistema socio-político: y población e inmigración: 44, 70-78, 72g, 75c, 76n, 77c, 81-85, 88, 92104, 100c, 109-113, 109c, 110n, 118, 121124, 133, 167, 215-217, 233, 239-240, 245, 248-249, 252-253, 256-260, 256c, 259c, 310-311, 311n, 316, 349-350, 370-371; y sistema colonial: 44-45, 44n, 48, 57-58, 78, 83-84, 95, 112, 123, 214, 218, 229, 235-236, 239-240, 245, 331, 332n; y sociedad: 6162, 110, 257-258, 259c, 310-311n, 315, 337-339 Escobas y producción, industrias y número: 290-291 ESCOBEDO A. M.: 98 Escolta Espanta…: 395, 404 ESCRIBANO, A.: 396 Escuelas (ver Educación) Esles: 302 Espace Caraïbe: 417 España: 19-20, 24-29, 24-25n, 34-35, 39-49, 44n, 46n, 53-72, 57n, 78-88, 81n, 95-98, 97c, 101-109, 101c, 112-118, 119c, 123144, 142-143n, 147-150, 154-155, 159, 165, 169-177, 177n, 185-187, 194, 209-216, 211n, 214n, 218-227, 218c, 223c, 225c, 229, 233257, 252c, 252-253n, 253-254g, 260-264, 262c, 263n, 266-268, 270c, 273-274, 280289, 286n, 292-297, 292n, 295n, 302, 306311, 317-321, 324-334, 326n, 330-332n, 337-350, 339-340n, 342g, 347c, 354-356c, 357-363, 358-359c, 367-382, 378-379n, 381g; abolicionismo: 80-81, 81n; Cámaras de Comercio: 283-284; campañas militares: 62-63, 219; colonias: 70, 141-144, 169-170, 210-212, 210n, 215-216, 219, 227-229, 233-236, 238-240, 250-251, 264, 268, 286n, 333, 367-369, 379n, 380; nacionalización: 46; demografía: 45-46, 72, 236, 251; derechos políticos y civiles: 236; economía, crecimiento e ingreso: 45-46, 46n, 53-56, 59, 73, 128, 142, 142n, 210, 212, 224-226, 251, 262c, 283-284, 339n, 341-343, 342g, 343345, 347c, 368-369, 380-382, 380n, 381g; crisis: 341-343; efecto de la independencia
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
cubana: 380-381 380n; agricultura: 236, 251; modernización y proletarización: 251; crisis: 251, 341-343; industria e industrialización: 41, 56, 236, 251, 281, 368; comercio: 212, 224-226, 225c, 236-239, 358; exterior: 343; con Cuba tras la independencia: 378-379, 378n; exportaciones y competitividad: 224-226, 358, 370, 378-379, 378n; estanco del tabaco: 130-131; deuda con Estados Unidos: 219; ferrocarriles y puertos (ver Ferrocarriles internaciones y Puertos); mercado: 56-59, 225, 236, 236n; de productos tropicales: 368, 371; de azúcar: 368; café: 235, 239; colonial: 225-226, 225c; interno, dieta y cesta de consumo: 337, 339n, 368; patentes y marcas: 283-284; precios: 262c, 340-347, 339n, 342g, 347c, 354-356c; proteccionismo y aranceles: 236-238, 236n; presupuestos: 219; trabajo: 251; emigración: 46, 46n, 73, 103-107, 123, 212-214, 240, 250-255, 252c, 252-253n, 253-254g, 339; a América: 251; a Cuba (ver Inmigración española en Cuba); leyes migratorias: 251; empresas y empresarios: 210, 222, 236, 236n, 242-243, 283-286, 286n, 292, 292n, 358; exportadores: 358; y acción política y relación colonial: 236-238, 236n, 242-243, 285286, 286n, 292, 292n, 358, 361-363; gobierno: 40, 45-46, 53-58, 61-62, 87-88, 98, 104, 118, 123, 126-128, 139-141, 144, 150, 171177, 211, 218-219, 226, 233-243, 246, 251253, 320, 340n, 345-346, 359, 361-363, 367-369, 374-376, 380-381; legaciones diplomáticas: 62-63, 114, 219, 251; leyes: 283-284; política: 341-343; partidos: 235; regiones: 46, 46n, 70, 103-105, 212, 251; Norte: 105; relaciones con América: 251; sociedad: 54, 236, 251, 367-370; conflictos: 235-236, 341-343 Español, idioma: 107, 108, 311 Especies y precios: 337-341 Especuladores: 220 Espíritu Santo: 120c Estadísticas: de la emigración...: 252c, 253254g, 395: general…: 283n, 395 Estadísticas cubanas: 21, 47-49, 73-74c, 72-78, 75c, 76n-77n, 93-103, 93-94n, 94g, 95c, 97c, 100-101c, 102n, 108-111, 108n, 109c, 111n, 118n, 118-124, 120-122c, 120n, 123c, 123-124n, 127c, 132-139, 133c, 136c, 138139c, 149-153, 149c, 152c, 153n, 159-163, 159c, 161n, 163c, 165-167, 166c, 181-183, 195207, 196n, 198c, 199n, 201n, 203c, 204205f, 204-206n, 215-216, 222-229, 223c, 224n, 225c, 228c, 243-244, 249-264, 250n, 252c, 253-254g, 256c, 257-260n, 258-259c,
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260n, 262-263n, 262c, 267-282, 267n, 270271c, 271n, 276c, 276n, 278-279c, 279n, 282-283n, 290-295, 290-291n, 295n, 298, 301c, 302-304, 305n, 307-309, 308-309n, 313-327, 313n, 316-317n, 321-323n, 325c, 325-326n, 329-350, 331-335n, 338c, 339341n, 342-344g, 345c, 346-348n, 347c, 348g, 350n, 351-356c, 357-363, 358-359c, 358n, 362c, 371-382, 373-374n, 376c, 378-379n, 381g Estado: colonial (ver Colonial, relación y Gobierno colonial); corporativo cubano: 310311, 311n Estado general...: 74c, 256c, 395 Estados Unidos: 20, 24-25n, 25-29, 33-35, 41, 48, 53-54, 59, 67-68, 80-83, 91-92, 98, 122c, 128n, 129-131, 138-140, 144-145, 148, 150-155, 153n, 160-162, 167, 176, 184-185, 192-194, 200, 212, 215, 219, 223c, 224-226, 225c, 229, 233-243, 252, 257, 258-259c, 258n, 261-266, 262c, 263n, 268277, 271c, 271n, 274n, 277n, 280-283, 288297, 291n, 295n, 303-306, 303n, 309-315, 311n, 313n, 317n, 324, 328-330, 330n, 333334, 339-350, 343-344g, 347c, 350n, 354356c, 357-360, 358-359c, 367, 370-382, 373n, 378-379n, 381g; capital y finanzas: 153-155, 153n, 212; bancos y entidades financieras: 265; mercado: 265, 310-311; inversiones y préstamos exteriores: 160, 219; ciudades: 264, 268-269; demografía: 265; economía, crecimiento e ingreso: 153-155, 262c, 265, 295, 295n, 304, 340-349, 343344g, 347c, 359, 381-382, 381g; agricultura: 83, 265; comercio: 234-235, 265-270; balanza total y con Cuba: 226, 235; exportaciones: 340-341, 379, 379n; ferrocarriles y puertos (ver Ferrocarriles internacionales y Puetos); industria: 265, 304; tabacalera: 162, 306; refinadora de azúcar: 41, 192, 225, 233-234, 309, 329-330, 330n; petrolera: 283; mercado: 59, 153-155, 167, 225-226, 233-235, 242-243, 261-270, 263n, 282, 288, 333-334, 349, 358-361, 359c, 370-371, 375377; interno: 153-155, 265; de azúcar: 48, 54, 67-68, 126-129, 128n, 139-140, 167, 192-194, 261-264, 263n, 297, 306, 309, 324, 328, 330n, 333-334, 349-350, 350n, 358, 359c, 361, 370-371, 374-377, 374n; banano: 152-155, 154n, 264-274, 270-271c, 271n; café: 129, 148; frutas y productos tropicales: 144, 151-155, 154n, 162, 212, 225226, 233-235, 242-243, 263-264, 288, 370371; henequén: 289; tabaco: 130-131, 162; política commercial y económica: 28, 48, 128-131, 128n, 138-140, 153-155, 192, 225,
464
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
234-236, 234n, 236n, 242-243, 261-265, 263n, 297, 309, 340-346, 350, 350n, 358360, 375-376; proteccionismo y aranceles: 128-131, 128n, 138, 192, 234-238, 236n, 242-243, 261-264, 263n, 309, 324, 340-343, 346, 350, 350n, 360, 375; precios: 262c, 340-350, 343-344g, 354-356c, 359, 377378; proyección económica y política exterior: 153-155, 153n, 235, 265-274, 283, 291; trabajo: 83; emigración a Cuba: 290292; empresas y empresarios: 153-154, 153154n, 265-270, 273-274, 283, 298, 303, 303n, 377; esclavitud, trata y abolición: 8083, 98, 153; inmigración: 265; europea: 265; italiana: 153-154; financiación del dominio español en Cuba: 358-360, 371, 375-376; gobierno: 153, 234-235, 243, 252, 265, 292295, 309, 349-350, 359, 371, 374-376, 379, 379n; independencia: 40-41, 53-54, 59, 6768, 125-126, 144; legaciones diplomáticas: 265-266; marina, 150, 266-269; regiones y costas: 264-265; Este: 154-155, 225, 264; Sur: 83, 162, 261-262, 306; territorios dependientes: 292-293 Estados Unidos y Cuba: intervención en la Guerra de Independencia: 29, 289, 379-380; gobierno (ver Gobierno de ocupación); protectorado: 29, 289, 367, 374-375, 374n, 379-380 Estancias y sitios de labor y número: 46-47, 71, 76-78, 76n, 93, 96, 102, 102n, 118-120, 121c, 138-139, 138-139c, 143, 152, 152c, 249, 258-259, 258-259n, 273-274, 294, 319320; localización: 93, 121c, 143, 267, 294; población: 121c Estancos: 216, 331, 331n; del tabaco (ver Tabaco cubano, estancos) ESTEBAN, M.: 415, 418 Esterón: 272-273 ESTORCH, M.: 103 ESTRADE, P.: 42n, 46n, 112n, 243, 395 ESTRAMPES, F.: 155, 265n Estudios: de Historia Social: 24-25n, 398, 404, 425, 429, 439; Historia Social y Económica de América: 412, 420, 424; Históricos..., Los: 395, 398; Migratorios: 410; Sobre la riqueza de Cuba: 326-327, 338c, 395 Etiquetas, producción: 282 Etnología y Folklore: 394 Europa: 27, 34-35, 39, 54, 68n, 74, 91-92, 113, 129, 144, 148, 162, 173-174, 189, 212, 215, 225-226, 251, 255, 265, 289, 298, 303-304, 319, 323, 323n, 325-326, 326n, 336, 339, 368-369, 381-382, 381g; occidental: 41, 298, 303-304; comunicaciones y transportes: 173-174; economía: 381-382, 381g;
industria y producción azucarera: 48, 189, 225, 323, 323n, 368-369; mercado de café: 129; financiero: 212; productos tropicales: 212, 226; tabaco: 162; empresas: 298; población, emigración y emigración a Estados Unidos: 251, 265; imperios: 39 Euskadi: 24-25n, 103, 106, 251 Evaporación del azúcar y evaporadores: 188191, 195, 198c, 199, 202-205, 203c, 204205f, 315-316, 316n Exclusivismo mercantil español (ver Flotas) Expediente instruído a exitación…: 176n Exportaciones: a Cuba (ver Importaciones); de Cuba (ver Comercio Exterior cubano); poder de compra: 346-350, 350n, 359-360; precios: 229, 340-341, 346 Exposición aprobada...: 324n, 395 Exposiciones: Industrial de Matanzas: 284-285; Universales: 284-285; de París: 284-285 Externalidades: 26, 47, 47n, 84, 93-94, 102-103, 110-111, 131-135, 138, 142-146, 156-158, 158n, 162-167, 166c, 172-173, 177-178, 181-183, 186-187, 193, 200, 209-211, 213-215, 271, 274-277, 276-277n, 280-287, 287n, 291-294, 292n, 304-306, 333, 336, 341n, 350 Extracción de renta colonial (ver Ingreso cubano, extracción de renta colonial)
FABERGAS, J.: 395 Fábrica de Bajeles Real (Astillero Real) Fábricas (ver Industrias menores) Factoría de Tabaco, Real: 60-61, 120c, 129-130 FALETTO, E.: 389 Farmacias y número: 278c FAUSTO, B.: 395 Favorito, ingenio: 120-121, 120n FEIJOO y SOTOMOYOR, U.: 103, 106, 395 FEINSTEIN, C.: 334-335n, 395 FERNÁNDEZ, A. M.: 395 FERNÁNDEZ, E.: 434 FERNÁNDEZ, S.: 42n, 160n, 210n, 275n, 281n, 395, 416 FERNÁNDEZ, T.: 396 FERNÁNDEZ de CASTRO, M.: 181n, 395 FERNÁNDEZ de NAVARRETE, J. D.: 143n, 396 FERNÁNDEZ de PINEDO, E. y N.: 395 FERNÁNDEZ PRIETO, L.: 395, 418 FERNANDINA, CONDE de: 98 FERNANDINA, CONDE de: 98 FERNANDINA DE JAGUA (ver Cienfuegos) Fernando Poo: 62, 219 Fernando VII: 54, 210 FERRARA, O.: 339-340, 351-353c, 396
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Ferreterías y producción y número: 129, 157, 286-287, 287n Ferrocarriles: 19-21, 176-177, 177n, 184-185; cubanos: 24, 28, 34-36, 47, 64, 103, 106, 132, 157-163, 162n, 169-172, 169n, 176192, 177n, 179m, 180c, 181g, 181n, 182c, 184g, 185n, 196-211, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 227, 241-242, 272-275, 283-286, 297-308, 297n, 300m, 301c, 303n, 305n, 308n, 312-313, 313n, 316, 316n, 319-330, 319n, 323n, 326n, 330n, 335-336, 335n, 338c, 369-370, 377, 377n; construcción y expansión: 27, 63-66, 129-131, 161-163, 170-172, 176-192, 177n, 179m, 180c, 181g, 181n, 182c, 184g, 209-211, 227, 241, 241n, 272-273, 298-305, 300m, 301c, 303n, 305n, 319n, 320, 329-330, 330n, 336, 369-370; hacia el Este: 298-304, 300m, 301c; crisis y ralentización del tendido: 181-185, 298299, 300m, 302-304; comparaciones internacionales: 177-178, 177n, 181-183, 182c, 298, 303-304; competencia entre líneas públicas: 178-181, 179m, 180c, 184-185, 298304, 300m, 301c, 335n; públicas y privadas: 185, 185n, 191-192, 298, 302; diferencias territoriales y Oriente-Occidente: 129, 161-162, 170-172, 177-187, 179m, 180c, 182c, 227, 241, 272-273, 283, 298305, 300m, 301c, 303n, 305n, 335n, 369, 377, 377n; economía, ingresos, costes y rentabilidad: 143, 143n, 177-178, 181g, 182c, 183-185, 298-299, 302-304; empresas, modernización y concentración: 157-159, 163, 170-172, 178-187, 179m, 180c, 196, 200201, 209-210, 241, 241n, 275, 284-286, 284n, 298-304, 300m, 301c, 303n, 305n, 335n, 377, 377n; equipos: 191-192, 298; inversiones: 209-211, 275, 284, 297-305, 300m, 301c, 303n, 328-330, 329-330n, 377, 377n; internas: 184-186, 170-172, 200, 209-211, 299, 302; extranjeras: 170-172, 184-185, 196, 200, 302-305, 329-330, 330n; y concentración: 298-305, 300m, 301c; británicas: 196, 200, 241, 241n, 275, 298-304, 300m, 301c; estadounidenses: 303, 303n; red, trazado y estructura: 170-172, 178, 183-187, 283, 298-305, 300m, 301c, 335-336; red occidental, monopolio: 299, 302; tarifas: 159-162, 187, 304-305, 324-327, 338c; tecnología: 161-162, 187, 305-306; transporte: 143, 143n, 298, 303-304, 305n; y control del territorio: 185, 302-303; y correos y telégrafos: 171; y economía e industria azucarera: 20-21, 27, 131, 159-163, 169171, 177-178, 181-192, 184g, 227, 272-273, 284, 297-306, 300m, 301c, 305n, 336, 369-
465
370, 377, 377n; ahorro social: 187; y transporte de la caña y el azúcar: 298, 322-327, 323n, 326n, 338c; y coste del azúcar: 322327, 323n, 326n, 338c; y comercio: 304305; y actividades menos relacionadas con la exportación: 187, 283, 304-305; y agricultura e industria tabacalera: 304-305, 305n; y trabajo e inmigración: 103, 106; e independencia: 302; y puertos: 305 Ferrocarriles cubanos, líneas: de la Bahía de La Habana: 178, 179m, 180c, 183-185, 299302, 300m, 301c, Caibairén-Placetas: 178, 179m, 180c, 300m, 301c, 302; Unidos de Caibairén: 285-286, 300m, 301c, 302; Camagüey-Nuevitas: 178, 181, 300m, 301c; Caminos de Hierro de La Habana: 178, 183, 179m, 180c, 184-185, 299-302, 330m, 301c; del Central Caracas: 300m, 301c, 302; Central cubano, proyectosy fracaso: 187, 302303, 377, 377n; de Cárdenas: 178, 179m, 180c, 184-187; Unidos de Cárdenas y Júcaro: 179m, 180c, 184-185, 300m, 301c, 302; de Coliseo: 178, 179m, 180c, 184-187; Cienfuegos-Villa Clara: 178, 179m, 180c, 300m, 301c, 302; de la Cuban Fruit Co.: 272-273, 303n; Dumois: 272-273, 300m, 301c, 303, 303n; El Cobre: 159-162, 162n, 178, 181, 300m, 301c; Gíbara y Holguín: 300m, 301c, 303; Guantánamo: 178-181, 179m, 180c, 300m, 301c, 303; Júcaro: 179m, 180c, 184-185; Júcaro-Morón: 178-181, 179m, 180c, 300m, 301c, 302-303; La HabanaGüines: 65-66, 143, 143n, 177-178, 177n, 179m, 180c, 209; privatización (ver Caminos de Hierro); Unidos de La Habana: 289, 289n, 300m, 301c, 302; de Marianao: 178, 184-185, 299, 300m, 301c; Matanzas: 179m, 180c, 300m, 301c, 302; del Oeste de La Habana: 178, 179m, 180c, 184-185, 299, 300m, 301c, 305n; Remedios-Caibairén: 178, 179m, 180c, 300m, 301c, 302; de La Sagua: 178, 179m, 180c, 300m, 301c, 302; Santiago: 178-181, 179m, 180c, 300m, 301c, 303; Trinidad: 178, 179m, 180c, 300m, 301c; de la Trocha (ver Júcaro-Morón); TunasSancti Spiritus: 178, 179m, 180c, 300m, 301c; de la United Fruit Co.: 303 Ferrocarriles industriales y azucareros cubanos: 28, 185, 185n, 191-208, 192n, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 298, 300m, 301c, 302-305, 303n, 308, 308n, 312-313, 313n, 316, 316n, 322-327, 323n, 326n, 338c; construcción y expansión: 198c, 203c, 204-207, 204-205f, 298, 302, 305, 308, 308n, 312-313, 313n, 316, 316n; por ingenio: 198c, 203c, 204205f, 316n; portátiles: 185, 185n, 197, 198c,
466
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
203c, 204-205f, 199, 202-207; y control de los colonos: 308, 308n, 312-313, 313n, 316, 316n, 322-327, 326n, 338c; y transporte de la caña y el azúcar: 298, 316, 316n, 322327, 323n, 326n, 338c; bananeros: 272-273, 300m, 301c; mineros (ver también Ferrocarril de El Cobre): 303 Ferrocarriles internacionales: de América Latina: 153n, 154, 182c, 170-171, 177-178, 181-183, 298; Gran Bretaña: 176-177; Centroamérica: 153n, 154; Costa Rica: 153154n, 154; del Atlántico: 154, 154n; España: 27, 143n, 177, 177n; Estados Unidos: 184-185, 298, 303-304; Europa: 298, 303304; Guatemala: 153n; Honduras: 153n; México: 289, 289n; Yucatán: 289, 289n; Nicaragua: 153n; Panamá: 153n; El Salvador: 153n Ferrocarriles portátiles”: 185n, 197, 198c, 203c, 204-205f, 396 Fertilizantes: 306 Fibras y precios: 339 Fideos y precios: 338c, 352c Filadelfia y puerto: 148, 151 Filipinas y agricultura, industria, producción y comercio henequenero: 288-291, 291n; exportación a Cuba: 290-291 Finanzas coloniales (ver Bancos, Hacienda, Capital y Comerciantes cubanos) Fincas (ver Haciendas y Sitios de labor y estancias) FISHLOW, A.: 396 Fletes: 229, 324-327, 331, 338c Florida: 33, 53; estrecho: 33 Flotas de Indias y sistema de flotas: 40, 46, 5358, 144-145, 144n, 158n, 169-170 FOGEL, R.: 396 Fondo de Cultura Económica: 24-25n Fondo de Población: 91-92, 105 FONER, P. S.: 396 FONTANA, J.: 54n, 396, 405, 431 FOREMAN-PECK, J.: 354-356c, 396 Formación del Historiador, La: 398 Fósforos y producción, industrias y número: 164, 279-280, 279c, 286-287, 287n Fourcroydes: 288-290, 288n FRADERA, J. M.: 396 FRAILE, P.: 40n, 56n, 141, 167, 236n, 349-350, 396 Francia: 24-25n, 34-35, 40, 43, 53-55, 61-62, 67-68, 72, 77, 85-86, 85n, 92, 114, 126-129, 142, 142n, 148, 188, 200, 215, 284-285, 295, 295n, 323, 323n, 332; colonias: 72, 126-127, 144, 188; revolución: 148; economía, crecimiento e ingreso: 142, 142n, 295, 295n; mercado cafetalero: 129; financiero:
332; producción, industria, rendimiento, coste y transporte del azúcar: 323, 323n FRANCO, J. L.: 147n, 170n, 396 FRANK BROTHERS CO.: 153-154 FRANK, C. A.: 153-154 Frankfurt: 24-25n Franquicias (ver Impuestos y Aranceles cubanos) FRED RIPPI, J.: 396 FREYRE DE ANDRADE, F.: 396 FRÍAS y JACOTT, F.: 111, 317-320, 396 FRIEDLAENDER, H.: 49, 62n, 65-66, 65n, 78n, 127-130, 262, 306, 396 Frijoles y precios: 338c, 339, 352c Frutas: cubanas y agricultura, producción y comercio: 89, 268, 337, 369-370; localización de las explotaciones: 369-370; mercado internacional: 268-269; precios: 337 FUENTE, A. de la: 397 Funcionarios cubanos y españoles: 196, 249250, 252 Fundaciónes: Carolina: 24n; de los Ferrocarriles Españoles: 24, 24-25n, 143n, 177n, 397; Histórica Tavera y Mapfre Tavera: 24-25n; Maura y archivo: 25n, 286n Fundiciones, herrerías y herreros y producción y número: 93-94, 105, 135, 163-164, 187, 279-280, 279c; tecnología: 187; de Bemba: 163, 187; de cobre: 158-159 FUNES de VILLALPANDO, A.: 126, 144ns FUNES, R.: 62n, 165n, 173-174n, 397 Fungquinos (ver Colonos cubanos, chinos) FURTADO, C.: 397 FUSI, J. P.: 384, 411
Gaceta de La Habana: 335-336, 335-336n, 338c, 345c, 346n, 351-353c, 383, 397 GALARZA, V. y CONDE de: 286-287, 287n GALBÁN, J. A.: 397 Gales: 159-160 Galicia: 46, 103, 106, 251 Gallinas y gallos: 104; de pelea: 62-63 GALLOWAY, J. H.: 397 Ganadería: 36, 46-47, 65, 71, 76-78, 76n, 86, 89, 93, 104, 108, 130-132, 135-137, 141, 146-147, 152, 152c, 158n, 164, 198c, 199203, 203c, 204-205f, 277, 294, 313-314, 319, 337, 346n, 369-370; localización de las explotaciones: 76n, 86, 93, 137, 141, 152c, 158n, 369-370; fomento: 104; crisis: 36, 4647, 132, 164; ingresos: 136c GARAY, F.: 397 Garbanzos y precios: 338c, 352c GARCÍA, E.: 177n, 397 GARCÍA, G. J.: 170n, 239n, 306n, 397
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
GARCÍA, G. L.: 397-398 GARCÍA ÁLVAREZ, A.: 20-21, 24, 24-25n, 42n, 46n, 61n, 63-64, 106n, 112, 113n, 117n, 128n, 142-143n, 146n, 149c, 149n, 151n, 152, 153n, 155n, 159n, 162n, 164n, 169n, 172n, 175-176n, 177, 181n, 185, 185n, 196n, 200n, 210-211n, 214n, 241n, 264n, 269n, 273n, 275n, 284n, 288n, 290-293n, 297n, 303n, 305, 316n, 319n, 330n, 333-334, 334335n, 337n, 339-340, 346-347, 354-346c, 373-377n, 384, 398-400, 404, 407, 418, 423, 432, 439 GARCÍA BERNAL, M. C.: 400 GARCÍA DE ARBOLEYA, J.: 152, 400 GARCÍA del PINO, C.: 400 GARCÍA GONZÁLEZ, A.: 44-45n, 62n, 7172n, 97n, 317-318, 310-311n, 400, 418 GARCÍA GONZÁLEZ, I.: 146-147n, 149-150, 250n, 255n, 400 GARCÍA LÓPEZ, J. R.: 42n, 210, 211n, 216n, 284n, 400 GARCÍA MORA, L. M.: 24, 45n, 61n, 100n, 110n, 134n, 163n, 185n, 191n, 193n, 195n, 201n, 206n, 236n, 239-240, 281n, 308-311n, 316n, 340n, 384, 399-400, 402, 432 GARCÍA QUINTANILLA, A.: 289n, 400 GARCÍA RODRÍGUEZ, G.: 19, 60, 74c, 78, 79c, 100n, 126, 211, 241n, 256c, 283n, 306n, 310n, 400-401 GARCÍA RODRÍGUEZ, M.: 125-126, 401 GARCÍA RUIZ, J. L.: 401 GARCÍA SEBASTIÁNI, M. A.: 401 GÁRCIGA, O.: 19, 100n, 401 GARRABOU, R.: 401, 427 Gas (ver Energía) Gaseosas e industrias: 164 Gasto: doméstico (ver Precios cubanos, cesta de consumo); público (ver Presupuestos) Gatopardo, El: 55 GAY, E.: 401 GAYER, A.: 401 Gengibre, producción y comercio: 145 GENOVESE, E. D.: 401 GERSENKRON, A.: 401 GERSOWITZ, M.: 401 Gíbara y puerto: 69, 268, 273, 145, 155, 300m, 301c, 303; economía bananera: 268, 273; población y sociedad: 267 Gibson & Co. e inversión ferroviaria en Cuba: 299 GILARD, J.: 401 GIL-BERMEJO, J.: 401 GLADE, W.: 401 Gobernación, Departamento de: 217 Gobierno: colonial y metropolitano (ver también Capitanes Generales): 43-48, 44n, 53,
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56-65, 68-73, 69n, 70n, 78-79, 81-82, 85n, 88-92, 98-100, 103-107, 111-118, 115n, 123-128, 132-133, 138-41, 144-162, 144n, 152c, 156n, 158-160n, 165, 169-178, 185187, 196, 196n, 200, 209-222, 226-227, 233-257, 265-268, 265n, 278-279, 285-287, 302-305, 318-321, 321n, 324-327, 326n, 330-332, 330-2n, 335n, 338c, 340-343, 340n, 345-346, 346n, 349-350, 359-363, 367-376, 375n, 380-381; corrupción y fraude: 218, 218n, 224, 224n, 227, 228c; cubano independiente: 310-311, 373-375, 373n, 379380, 379n; costes: 379n, 380: de intervención estadounidense en Cuba; primero y política: 257, 277, 289, 291n, 292-293, 324, 367, 373n, 374-375, 379-80; segundo: 374375, 380 Gobierno Superior Civil: 111, 248 GOICURÍA, D. y Cía.: 103, 117 GOIZUETA-MIMO, F.: 86n, 127c, 128n, 133c, 135n, 259c, 262c, 360, 401 Golfeldf and Quantdt: 204n Golfo de México: 33, 112-116, 144-145, 268269; Corriente: 145 GÓMEZ, C.: 402 GOMEZ, T.: 401, 417 GÓMEZ ACEVEDO, L.: 43n, 239n, 402 GÓMEZ GÓMEZ, P.: 402 GÓMEZ MENA, P. y familia y negocios: 287 GONZÁLEZ, D.: 162n, 263n, 306n, 402 GONZÁLEZ, F.: 402 GONZÁLEZ, J. M.: 402 GONZÁLEZ, M.: 24, 189n, 384 GONZÁLEZ, N. H.: 402 GONZÁLEZ, V.: 162n, 402 GONZÁLEZ-RIPOLL, M. D.: 65n, 72n, 85n, 175n, 218n, 402, 418 GONZÁLEZ NAVARRO, M.: 112n, 114n, 116117n, 402 GONZÁLEZ TASCÓN, I.: 402, 425 GONZÁLEZ VALES, L. E.: 402 GORDILLO, X.: 381-382, 381g, 435 Gran Azucarera, Cía.: 320 Gran Bretaña: 19, 24-25n, 25-26, 34-35, 40-43, 53-54, 57-60, 57n, 67-73, 78-82, 81n, 9798, 103, 112-116, 121-122, 126, 142, 142n, 150, 154, 154n, 158-161, 173, 176-177, 184-185, 188-191, 196, 200, 212, 215, 225c, 235, 241, 262c, 264-265, 264n, 268-271, 275, 282, 286-287, 295, 295n, 298-299, 302-305, 329-330, 330n, 340-343, 343g, 347c, 348-349, 354-356c, 358-359, 358n, 359c, 367-370, 381-382, 381g; colonias y sistema colonial: 40-41, 54, 57-59, 67-73, 80-81, 98, 144, 153-155, 154n, 188-191, 268-271, 367-368; economía, crecimiento
468
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
e ingreso: 142, 142n, 262c, 295, 295n, 304, 341-343, 342g, 347c, 348-349, 381-382, 381g; industria: 304; mercado de productos tropicales: 212; de azúcar: 264n; minerales y cobre: 158-161; financiero y de servicios: 212, 304; producción de azúcar: 80; proyección exterior: 304; precios: 262c, 340-343, 343g, 347c, 348-349, 354-356c, 359; empresas: 286-287, 299, 302; esclavitud y abolición: 43-44, 67-68, 80-81, 98, 190-191, 368; acciones y presiones abolicionistas: 70, 70n, 78-83, 81n, 97-98, 103, 112-113, 235, 370; transportes: 304; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); marina: 58, 70, 70n, 150; legaciones diplomáticas: 98, 114-115, 159, 196; cónsules en el Golfo de México: 114-115; gobierno: 98, 114-115; persecución del tráfico de yucatecos: 114-115, 121-122; respaldo del dominio español en el Caribe: 235; tribunales: 116 Gran Tierra: 272 Grandes industrias…, Las”: 287n Granma: 69 Grano y producción, industrias y número: 279c, 337-341, 338c, 345c, 351-352c; precios: 337-341, 338c, 345c, 351-352c Grasas y precios: 337-339, 338c, 341, 351-352c Gravado e industrias, número, trabajo y número de trabajadores: 278c GRAVENHORT, G.: 286-287, 287n GRAVES, A.: 383, 433 Greenwood Press: 24-25n Gremio de Fabricantes de Jabón y Velas de La Habana: 285 Gresham, ley de: 64, 219-220 Gross Michel: 268-271 Grupos de presión e interés en Cuba y relación colonial: 57, 72, 80-81, 81n, 148, 171-178, 210-211, 222, 222n, 235-238, 236n, 241243, 265-266, 276-277, 282-287, 324, 330, 330n, 361, 363, 370 Guaibaro, colonia: 313 Guajiros (ver Campesinos) Guamácaro: 69 Guamutas: 120-121, 120n Guanabacoa y población: 101, 119c Guanajayabo: 120-121, 120n GUANCHE, J.: 402 Guantánamo: Bahía: 37; ciudad y puerto: 37, 69, 86, 91f, 101, 119c, 145, 178-181, 179m, 180c, 300m, 301c, 303, 335n; economía: 335n; población: 119c, 335n Guarapo: 104, 188, 190, 195 Guareiras: 302 Guarico: 92
Guatemala: 153-154; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); producción y comercio bananero: 153-154, 153n GUERRA, G.: 78n GUERRA, J.: 313 GUERRA, R.: 19, 113n, 141n, 254g, 262n, 311313, 311-312n, 402-403, 409, 427 Guerra Chiquita: 237, 252, 265-267, 265n, 302303 Guerra de Independencia cubana: 19, 29, 236, 243-244, 253-257, 260-266, 270-274, 278-279, 289, 294, 302-303, 308, 334-335, 340-350, 367, 373-376, 379-382; acciones bélicas: 273, 278-279; intervención estadounidense y fin: 367, 379-380; causas: 236, 243, 289, 294, 333, 347-350, 374-376, 380-381; efectos económicos: 243-244, 253, 260-266, 262-263n, 270-274, 280-281, 289, 308, 334-335, 340-348, 348n, 350, 350n, 367, 373-375, 373n, 376c, 379-382, 381g; y agricultura y comercio bananero: 264-266, 270274; y precios y salarios: 334-335, 340-347; y población e inmigración: 243, 253-256, 256c, 260, 267-268, 273-274, 278-279, 347, 379-380; recuperación: 273-275, 376c Guerra de los Diez Años: 26, 42-44, 69, 73, 8081, 102, 123-124, 128, 139-142, 148-149, 155-156, 159-160, 163-164, 185, 190, 193, 196, 199, 210, 213-222, 236-245-248, 252, 256-260, 264-271, 265n, 281, 285-286, 289, 294, 302-303, 314-316, 331, 331n, 335n, 340-343, 340n, 345-346, 346c, 345n, 361363, 369-370, 374-375; acciones bélicas: 266-268; financiación: 345n; fin (ver Paz del Zanjón); causas: 27-28, 139-141, 193, 213-216, 220-221, 369-370, 374; efectos económicos: 80-81, 123-124, 141-142, 148149, 155-156, 159-160, 163-164, 185, 193, 196, 199, 210, 214-216, 219-222, 240, 246, 257-260, 264-271, 294, 315-316, 331, 331n, 335n, 340-346, 340n, 345c, 346n, 361-363; en la agricultura y comercio bananero: 222, 264-271; y deuda: 219-222, 222n, 236-238, 281, 361-363; y emision monetaria: 219222; y esclavitud y abolición: 72, 78-81, 123-124, 141, 248, 315-316; y ferrocarriles: 185; y precios: 340-345, 345c, 346n; y presupuestos: 331, 331n; y producción del cobre: 222; y población: 73, 78-81, 123-124, 141; 256-260, 256c, 267-268; y sociedad y política: 214, 236-238, 236n, 240; y reformas coloniales: 141-142; reconstrucción: 246 Guerras: en el Caribe: 41, 53-56, 59-60, 126, 130-131, 144, 147; Carlistas: 54, 210, 235; fin: 235; de las Castas: 112, 112n, 289; de
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
emancipación hispanoamericanas: 215; de las Harinas: 128-131, 128n; de México: 219; mundiales y efecto en Cuba: 343-5; Primera: 310-311, 339-340, 339n, 343-345, 374-375, 374n, 379, 379n; intervención estadounidense: 339-340; y economía cubana: 339340, 339n, 343-345, 374-375, 374n, 379, 379n; de Restauración Dominicana: 219; Napoleónicas: 127-128, 148; de Secesión estadounidense: 80-81, 153, 234, 265; de Sucesión española: 53; hispano-británica: 59-60 Guerrilleros: 247, 267 Guía comercial…: 279n, 403 Guía-directorio…: 403 Guías y directorios comerciales: 278-279, 279n, 284, 403 GUICHARNAUD-TOLLIS, M.: 189n, 193n, 393, 401-403, 414, 432, 436 GUIMERÁ, A.: 115, 143, 310n. 434 Güines: río: 173-177, 173n; ciudad y region y población: 119c, 121, 121c, 143, 172-178, 173n; economía: 121, 121c GUITERAS, P. J.: 403 Guize: 411 GUTIÉRREZ, A.: 129-130, 400, 403, 412 GUTIÉRREZ ÁLVAREZ, S.: 170n, 403 GUTIÉRREZ del ARROYO, I.: 403
Habas: 104 Habanera de Hielo: 286, 287n Habanos (ver Tabaco cubano, prestigio internacional) Hacendados cubanos e hispano-cubanos: 44, 56-61, 64-68, 72-73, 85-89, 102-113, 113n, 116-117, 123-126, 164-165, 173-178, 185187, 192n, 193-197, 196n, 200-202, 205, 209, 212-214, 214n, 217-220, 225-226, 229, 234-238, 240-244, 241n, 249-251, 250n, 274-282, 281n, 284-287, 287n, 298-299, 304-309, 308n, 312-330, 317n, 321n, 323324n, 325c, 330n, 338c, 339, 349, 360-363, 368-369, 375-377; representación institucional: 72, 113; relación y conflictos con los comerciantes: 212-214, 214n, 328-330, 330n; con la Marina: 174 Hacienda colonial y metropolitana: 40-41, 5458, 60-64, 68, 71, 76, 76n, 89-92, 98, 104106, 110n, 123n, 124-126, 124n, 129n, 132-141, 149-153, 150n, 158-162, 156n, 158-159n, 165, 170-172, 177, 185-187, 190, 191n, 196-200, 196n, 198c, 203, 203c, 204-205f, 209-211, 210n, 216-227, 217n, 218c, 222n, 228c, 233, 236-238, 242-243, 281-283, 291292n, 292, 321n, 324, 328-333, 331-332n,
469
346n, 358, 361-363, 362c, 368-370, 375380, 375n, 383, 388, 393; recaudaciones y monto: 216-219, 217n, 218c, 222-227, 228c, 237-238, 331-332, 331n, 361-363, 362c, 378-380; superávits: 227, 228c; reformas 62-63, 216-217, 220-222, 236-238, 242-243 Haciendas agrarias y ganaderas y número: 4647, 71, 77-78, 93, 96, 106, 120, 121c, 126, 132, 152, 152c, 246, 249, 258-259, 258259n, 273-274, 294, 318-320; localización: 294; propiedad y extensión: 258-259, 258259n; comuneras: 42-43 HAGELBERG, G. B.: 403 Haití: 40, 43, 54-62, 67-68, 68n, 73, 85, 126130, 133, 172, 188, 209-210, 215, 227-229, 289-290, 368; revolución e independencia y efecto en Cuba: 40-44, 54-62, 67-68, 7273, 77, 80, 85, 85n, 125-127, 133, 147, 158, 172, 188, 209-210, 368; economía: 40-41; producción de azúcar: 40-41, 54, 67-68, 73, 126-130, 368; de henequen e industria y comercio: 289-290; esclavitud y trata: 56-57, 68n, 80-81 HALL, G. M.: 403 HALPERING, T.: 403 Harina: de trigo e importación, producción, industrias y número: 279c, 337, 338c, 339n, 352c; precios: 337, 338c, 339n, 352c; de banano, industrias y número: 284 HARMATTAN, LE: 24-25n Harper’s Weekly: 426 HARRIAGUE, M.: 381-382, 381g, 432 Harriet Smith, barco: 151 Hatos (ver Haciendas agrícolas y ganaderas) HAVEMEYER, H. O.: 329-330, 330n HEALY, D. F.: 403 HEIMAN, H. E.: 403 HELG, A.: 403 Henequén y tipos y características: 20-21, 288293, 288-292n; agricultura, procedimientos: 289-292, 289n; mercado internacional y demanda: 288-291, 288n, 291n; oferta y competencia: 288-293, 288-291n Henequén cubano: origen, introducción y difusión: 288-292, 288n; agricultura: 113n, 276, 288-293, 288n, 290-291n; localización: 288-292, 290-291n; producción, industrias y número: 28, 113n, 276-279, 278-279c, 288-293, 288n, 290-292n; localización: 289292, 290-291n; modernización y concentración: 291n, 292-293; capacidad: 293; costes y productividad: 291-292, 291-292n; patentes: 290-292; trabajo y número de trabajadores: 278c, 290-292; estadounidenses, importación: 290-291; capital e inversiones: 292, 292n; locales: 292; extranjeras: 289-292,
470
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
290-291n; comercio: 288-293, 288n, 290292n; exportación: 290-292, 292n; aranceles e impuestos: 292-293, 292n; ingreso: 290n, 291-293; mercado interno: 290-293, 292n; precios: 291; y economía: 288-293, 290292n; y ocupación norteamericana: 292-293 HENRY CLAY & BOCK & Co.: 286-287, 287n HEREDIA, R.: 181n, 403 HERNÁNDEZ, J.: 86n, 404 HERNÁNDEZ, M.: 71-72n, 75n, 86n, 103n, 404, 421 HERNÁNDEZ, R.: 76n, 404 HERNÁNDEZ, T. M.: 404 HERNÁNDEZ SANDOICA, E.: 39n, 44n, 57, 172n, 211n, 238n, 394, 404-405, 409, 418, 421 HERRERA y BLANCO HERRERA, familia, negocios y reputación: 285-287, 285-287n; HERRERA GUTIÉRREZ, R.: 285-287, 286287n; HERRERA SAN CIBRIÁN, R.: 285286, 285-286n Herrerías y herreros (ver Fundiciones) HEYDRICH & Co. & RAFFOLER & Co.: 289293, 290-292n; plantación de henequén: 291n, 292-293; trabajo y trabajadores: 290292; pleito con Muñiz y Cía.: 292 Hielo y producción, industrias y número: 285287 Hierro, mineral y minería: 36-37, 160, 160n, 275, 303, 329-330, 330n; localización: 160, 275, 303; capital y financiación: 275; estadounidenses: 160, 160n, 275, 329-330, 330n; empresas, producción, exportación e ingreso: 275 HIGUERAS, M. D.: 84n, 405, 416. HILFERDINS, H.: 405 HIRCHSMAN, A. O.: 157, 405 Hispania: 411, 428 Hispanic American Historical Review: 385, 391, 421, 424-425, 388, 433 Hispanoamérica (ver América Española) Historia: 24-25n, 399; 16: 416; Contemporánea: 404; de Cuba: 398-399, 405-406, 439; de España 3.er milenio: 405, 409, 418, 421; general de Centroamérica: 405, 424; general de la emigración…: 385, 405, 417; e meio...: 397, 405; Mexicana: 397; Social: 24-25n, 112, 386, 398, 432; y Sociedad: 2425n, 288n, 387, 398, 404, 412, 432; e tecnología do açúcar: 405, 431 Historiografía e historiografía cubana: 19-23, 26, 39, 39n, 42-49, 44-47n, 55-58, 70-71, 71-72n, 76n, 78, 81-84, 82n, 100, 108, 108n, 111, 113n, 118, 131, 135, 138-145, 143n, 148n, 154, 158n, 162, 167, 181n, 190-197, 191n, 209-220, 211n, 227, 235-239, 235-236n,
238n, 253, 273-277, 277n, 279n, 283, 288290, 304-314, 310-311n, 317-318, 327-335, 329-330n, 333-335n, 340-343, 341n, 345350, 367, 371-377, 373n HITSCHMAN, J. H.: 405 HOERNEL, R. B.: 310n, 405 Hojalaterías y producción y número: 279 Holanda: 34-35, 176 Holguín y población: 69, 101, 119c, 300m, 301c, 303. 335n; economía: 335n Homenaje al Dr. Juan Peset…: 405 Honduras: 111-112, 153-154, 154n, 270-271; costa Norte: 153-154; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); indios: 111112; producción y comercio bananero: 153154, 153-154n, 270-271 HOPKINS, J.: 405 Horcón: 120c Hormas azucareras: 190 Hormiguero, central: 312 HORN, P. V.: 405 Hortalizas (ver Viandas) Hospederías para los inmigrantes: 105 Hospitales (ver también Sanidad) HOWARD, G. G.: 181n, 303n, 405 HUDE HART, E.: 46n, 405 Huelva: 24-25n Huevos y precios: 337 HUMBOLDT, A. von: 70-71, 74c, 127c, 135n, 256c, 395, 405, 425, 436 HUNT, S.: 293n, 341n, 432 HYATT, P. F. y J. T.: 405
IBÁÑEZ, F. F.: 108, 247, 317-321, 321n, 325328, 326n, 336, 336n, 338c, 406; negocios: 320-321, 321n, 328 IBARRA, J.: 147n, 310n, 406 Ibero-Americana Pragensia: 24-25n, 389, 391, 395, 400, 406, 413, 417-419, 427, 431, 437 Ibero-Americana Vervuert: 24-25n Ibero-Americanisches Archiv: 417 Iglesia: 42-43, 62-63, 70-71, 87-88, 91-92, 106, 146-147, 144n, 209, 252; regular: 209n; gobierno: 146-147; económía: 209, 209n; bienes: 42-43, 125-126, impuestos: 86-88; inmigración de clérigos españoles: 252; y economía y capital: 209, 209n, 216 IGLESIAS, F.: 19, 76n, 123n, 160n, 191n, 200n, 211n, 258n, 271c, 275n, 281n, 284n, 310311n, 313-314, 406-407 IMBERNÓ, P. J.: 407 Imperio español (ver América española) Importaciones cubanas y monto y valor (ver también Comercio exterior cubano): 280-286, 282n, 290-293, 290-292n, 324, 348-350,
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
357-360, 358-359c, 358n, 370, 377-378: precios: 157, 229, 334, 340-341, 341n, 346; de bienes básicos y alimentos: 47, 91-92, 123-124, 346, 346n, 359-360, 367, 377-378; de equipo: 91-92, 242, 246; capital (ver Capital extranjero en Cuba); cerveza: 285-286; combustibles: 283n; henequén: 289-293, 290-292n; manufacturas: 91-92; material ferroviario: 242; textiles: 292-293, 292n; de España: 41, 47, 56, 128, 134-135, 141, 157158, 171-172, 186-187, 215, 223c, 224-227, 225c, 228c, 235-238, 242-243, 274, 280282, 282n, 292-295, 292n, 334, 346, 349, 357-359, 358-359c, 358n, 370, 377-379, 378n; tipos, 226, 370; textiles: 292-293, 292n; tras la independencia: 378-379, 378n; del extranjero: 41, 47, 56, 91-92, 128-131, 135, 144-152, 149c, 157-159, 187, 241-243, 280-282, 282n, 285-286, 335n, 346-349, 357-360, 358-359c, 358n; Filipinas: 290293; Gran Bretaña: 235, 282, 282n, 358359, 358n, 359c; Estados Unidos: 48, 212, 223c, 224-227, 225c, 235, 238, 242-243, 274, 280-284, 282-283n, 295, 334, 348-349, 357-360, 358-359c, 358n, 377-380, 379n; México: 290-291 Imprentas y litografías y producción y número: 164, 278-279c, 282; trabajo y número de trabajadores: 278c Impuestos cubanos: 62-63, 68, 86-88, 91-93, 105-106, 124-126, 124n, 130-140, 147, 150153, 158-160, 156n, 170-172, 175n, 185187, 190, 196, 196n, 209-210, 216-217, 217n, 220-229, 233-238, 242-246, 281-283, 324, 331-332, 331-332n, 335, 341-346, 341n, 358, 361-363, 362c, 368-371, 375-380, 375n; sistema impositivo: 216-217, 217n, 224229, 233-234, 237-238, 242-243, 281-282, 324, 361-363, 368-370, 375-376, 375n; reformas: 62, 139-140, 186-187, 220-221, 224-229, 233-238, 242-243, 281-282, 341344, 341n, 380; recaudaciones (ver Hacienda colonial); colecturías: 62; exenciones: 6062, 86-88, 91-93, 126, 130-132, 149-151, 159-160, 209-210, 216, 242-246; y ocultación de producto: 132, 147-150, 196-197, 196n; y precios: 341-343, 341n, 345-346 Impuestos cubanos, tipos: 62, 216-217, 220221, 331, 331n; del 10% de la riqueza: 220221; alcabala: 61-63; a los alimentos: 237; azúcar: 216, 242; de beneficencia: 150; a las carnes: 216; comercio: 226-227, 236238, 331, 331n; interior: 62; costas procesales: 105-106; de depósito: 150; diezmos y exenciones: 62-63, 86-88, 156n, 216n; directos: 216-217, 220-221, 236-237, 331,
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331n; especiales: 222; a los esclavos: 88, 124; indirectos: 216-217; internos: 43, 6263; marítimos: 62; municipales: 62, 63; personales: 88; a la pólvora: 150; a la producción: 237; Quinto Real: 159-160; terrestres: 62; territoriales: 237-238; de tonelaje: 150; transitorios: 226 Independencia cubana: 24n, 27-29, 42-44, 141, 253, 257, 260, 264-267, 265n, 294, 302, 310-311, 328, 333, 340-350, 350n, 373-382, 373n, 379n, 381g; causas y efectos (ver Guerra de Independencia); participación de Estados Unidos: 257; costes y beneficios y cálculo: 324, 373-382, 376c, 378-379n, 381g; e integración de la mitad Este insular: 380 Independencia de la América continental española y efecto en Cuba: 27, 34-35, 40, 4345, 53-57, 60-61, 68, 68n, 112, 125, 141, 144, 147, 169-171, 209-210, 215-216, 251, 289, 333, 349-350, 368, 379n, 380; costes y beneficios: 379n, 380 Independentistas cubanos: 78-79, 123, 141, 155, 185, 214, 245-248, 265-268, 265n, 273, 302-303, 367, 377; indultos: 246 Indios: americanos: 111-2; cubanos: 146-147 Industria Azucarera y sus Derivados, La: 434 Industria azucarera, La»: 407 Industrial Reference Service: 405 Industrias e industriales (ver Industrias menores, Ingenios y Tabaco, industria) Industrias menores y crecimiento, características y complementariedad: 20-21, 26-28, 47, 47n, 87-88, 93-94, 131-132, 135, 142, 157167, 158n, 163c, 166c, 167n, 187, 211, 215, 224-227, 242-243, 246-247, 264, 274-294, 276c, 276-277n, 278-279c, 279n, 281n, 284-288n, 290-292n, 369-370; número: 264, 274-279, 276c, 276-277n, 278c, 279n; tipos: 93-94, 157-167, 158n, 163c, 166c, 167n, 274-294, 276c, 276-277n, 278-279c, 279n, 281n, 284-288n, 290-2n, 304-305; actividades comerciales y servicios: 274n, 278c, 279, 279n; capital e inversiones: 211, 277, 280-292, 281n, 284n, 286-287n, 291n, 304305, 370; locales: 292; extranjeros: 283, 289-294, 290-1n; alemanes: 274-275, 289292, 290-291n; estadounidenses: 289-292, 290-291n; condiciones económicas: 280293, 281n, 284n, 286-287n, 291-292n, 304305, 350, 370; costes y competitividad: 283-287, 283-284n, 286-287n, 291-292; demanda: 280; empresarios, empresas, modernización y concentración: 280-282, 281n, 284-287n, 290-291n; enerrgía: 277, 279c, 280; exposiciones y premios: 284-286; fomento: 274-
472
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
276, 293-294, 350; impuestos y aranceles: 281-287, 292-294, 292n; ingreso: 94, 157, 163-167, 166c, 227, 275-276, 276c, 293294; insumos y materias primas e importación: 280-286; localización: 93-94, 163-164, 275-292, 279n, 287n, 290-291n, 304-305, 369; patentes y marcas: 284-287, 287n; producción y tipo de producto: 93-94, 157-167, 158n, 163c, 166c, 167n, 279c, 280-287, 281n, 285-287n; rurales: 278-279, 279n; tecnología y organización: 196, 277-287, 281n, 284n, 287n, 291n, 293, 305-306; trabajo y número de trabajadores: 277-282, 278c, 279n, 290-294; cualificación: 290292; transporte y ferrocarriles: 283-284, 304-305; urbanas: 278-282, 279n; y mercado: 283-294, 285n, 287n, 291-292n; y población e inmigración: 280-281, 284-285, 287, 290-292; y tratados hispano-estadounidenses: 282-284, 293-294 Inflación (ver Precios cubanos, inflación) Información Comercial Española: 390 Infraestructuras (ver Caminos, Ferrocarriles, Puertos y Transportes) Ingenio El Salvador”: 322n, 407 Ingenio Jamaicosa…: 407 Ingenio Majagua”: 322n, 407 Ingenio San Gonzalo...”: 250n, 322n, 407 Ingenios cubanos (ver también Azúcar cubano): 19, 24n, 26-28, 44, 48, 60-61, 70-86, 76n, 82n, 93-94, 97-99, 102-113, 110n, 116, 120131, 120n, 121c, 124n, 134-137, 141, 145, 156, 159-163, 167, 172, 175-178, 181-211, 190-192n, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 205n, 216, 225, 229, 233-234, 237-243, 246-257, 250n, 254g, 261-264, 271-281, 276-277n, 278c, 281n, 284, 284n, 297-298, 302-330, 308n, 311-313n, 316-317n, 319n, 322-323n, 325c, 325-326n, 330n, 337-340, 338c, 340231n, 346, 346n, 349-350, 360-363, 369371, 375, 378; número, tamaño, capacidad y optimización: 96, 197-199, 198c, 203c, 204-205f, 261-262, 279-281, 281n, 284, 284n, 290-291, 294, 306-309, 312-316, 313n, 316-317n, 322, 326-327, 338c, 360, 375; localización: 75-76, 76n, 81-82, 82n, 92n, 93-96, 100-102, 120-121, 120n, 121c, 135137, 141-142, 152, 152c, 158, 172-175, 185-189, 193-195, 199, 205, 257-259, 272273, 294, 298, 302-304, 312-313, 313n, 324, 336, 369-370, 377; modernización y centralización horizontal y descentralización vertical: 27-28, 48, 80-81, 93, 98-99, 110, 110n, 129, 135-137, 161-163, 181-202, 190-192n, 199n, 206-207, 214-215, 229, 233-234, 239-243, 246, 249-253, 257, 261-
264, 275, 289-291, 293-294, 297-298, 302330, 308n, 313n, 316-317n, 319n, 321n, 323n, 325c, 325-326n, 330n, 336, 338c, 349-350, 360-363, 369-371, 375; interrupciones operativas: 189-192, 205, 307-308, 322-324; molienda, evaporación y purga (ver Molinos, Evaporación y Purga); competencia por la caña: 191-192, 192n, 312313, 313n, 321-322; control del colonato (ver Colonos cubanos); uso de fuerza animal: 198c, 199-205, 203c, 204-205f, 319 Inglaterra (ver Gran Bretaña) Ingreso cubano real y cálculo: 21, 26-29, 47n, 484-9, 94, 125-128, 131-138, 132n, 133c, 141-142, 149-153, 156-157, 156n, 161-169, 166c, 167n, 177-178, 211, 215-219, 216217n, 222-229, 223c, 228c, 244, 251, 261264, 262c, 263n, 270-277, 271n, 276c, 276n, 281-282, 293-297, 293n, 295n, 329-334, 331n, 333-334n, 347-349, 348n, 357-358, 358-359c, 361-363, 362c, 368-378, 373n, 376c, 381-382, 381g; corrección por balanza de capital: 227-229, 228c, 244, 297, 329332, 331n, 361-363, 362c, 378-382, 378-379n, 381g; postindepdencia: 373-375, 373-374n, 376c; per capita, reparto de la riqueza y nivel de vida: 132-134, 133c, 141-142, 142n, 165-167, 220, 226-227, 228c, 262c, 249251, 250n, 257-259, 258-259n, 263-265, 275, 276c, 282, 294-295, 295n, 334-336, 339, 340n, 347-348, 348n, 361-363, 362c, 366c, 375-382, 376c, 378n, 381g; diferencias territoriales: 94, 127-128, 131-133, 132n, 137, 149-151, 293-294, 295n: por sectores y cálculo: agrario: 26-28, 77-78, 94, 262c, 263-264, 263n, 270-271, 271c, 271n, 275276, 276n, 293-295, 295n; per capita: 94, 133c, 134, 141-142, 142n, 262c, 263-264; de los cultivos menores: 270-271, 271c, 271n; ganadero: 132; industrial, comercial y de servicios: 94, 132-133, 157, 161-167, 166c, 275-276, 276c, 276n, 293-295, 293n, 295n; per capita: 165, 166c, 275-276, 276c, 276n; minero: 275; extracción de renta: colonial: 26-29, 41-42, 47-49, 53-56, 62-64, 67, 128, 131, 138-141, 149-150, 158, 169, 209-210, 215-229, 218c, 223c, 228c, 233, 281-282, 281n, 329-332, 331-332n, 349350, 358, 361-363, 362c, 368-372, 375n, 378-380, 378n; por mecanismos informales: 331; y contrabando: 132-133, 132n, 152-153, 153n, 156, 161-162, 223-225, 225c, 227-229, 228c Inmigración en Cuba: flujo y número: 24-28, 43-45, 44n, 46n, 55-56, 63-64, 68-69, 7277, 75n, 80-124, 97c, 109c, 110n, 119-122c,
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
147-148, 147n, 188, 191-195, 211-220, 214n, 218n, 227-229, 238-241, 246-248, 252-257, 252c, 252-253n, 253-254g, 260, 260n, 278281, 284-287, 290-292, 307-331, 307n, 310311n, 317n, 319n, 321n, 326n, 336, 339, 347-348, 348n, 360, 368-371, 378; características y tipos: 101, 105-107; blanca: 6162, 85-93, 96-97, 101-115, 101c, 123-124, 130-131, 249-256, 252c, 252-253n, 253254g, 256, 325-328, 326n; de color (ver Esclavitud): 85; demanda: 87-88; prohibición: 85; católica: 91; compulsiva (ver Esclavitud y Colonos cubanos, chinos y yucatecos); libre y espontánea: 250; familiar: 61-62, 8392, 96, 101, 104-107, 124, 130-131, 245248, 255-256, 325-328, 326n; género: 88, 96; en masa: 45-46, 73, 106-107, 123-124, 251, 309-310, 310n; permanente: 239-240, 252-256, 252-253n, 307n, 316-318, 317n; temporal: 239-240, 251-256, 252c, 252253n, 302, 307n, 316-318, 317n; retorno y saldo: 106, 213-214, 252-255, 252c, 252253n; profesiones y empleos: 87-88, 105, 252-256, 252-253n, 317-318, 317n; artesanos: 105, 246-247; campesinos: 83-86, 8993, 99, 103-112, 110n, 123-124, 133, 245248, 255-256, 307-312, 307n, 310-311n, 316-317n, 317-328, 319n, 321n, 326n; comerciantes e industriales: 246-247; jornaleros: 83-85, 105-107, 215, 248-251, 255256, 290-292, 307, 307n, 317-318, 317n, 324-328, 326n, 360, 378; profesionales y empresarios: 280-281, 284-287; urbana: 87, 105; condiciones y trato: 106-107, 110-111; contratas, contratistas y agentes: 104-107, 317-318; distribución espacial:77, 87-91, 124; factores de atracción: 251, 254, 307, 311-312, 317-320, 323-328, 326n, 339; financiación: 105-106, 247-251; política, proyectos, legislación, concesiones y fomento: 61-62, 83-97, 88n, 92n, 103-107, 110-115, 110n, 123-124, 191-195, 211-215, 211n, 214n, 218n, 238-241, 245-251, 307, 311312, 317-320, 319n, 323-328, 326n; liberalización: 105, 212; restricciones: 87-88; selección, idoneidad y adaptación: 87-92, 98-99, 105-106, 113, 124, 213-214, 245248, 317-321, 317n, 319n, 321n, 327-328; rebeliones: 106-107; redes: 213-214, 214n, 284-287; registros: 87-88, 104-106; remesas: 29, 41-42, 42n, 47, 64, 158, 213-216, 216n, 219-220, 227, 241, 329-331, 361, 378; viaje y asentamiento: 87, 105-106 Inmigración en Cuba, interna: 68-69, 110, 110n, 122, 146-147, 155, 249, 257, 278279, 307; traslados de población: 267-268,
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278-279; éxodo de los antiguos esclavos: 250, 257 Inmigración en Cuba y capital y economía: 61, 64, 87-88, 110, 103-110, 126-127, 194, 215, 227-229, 239-240, 245-256, 252-253n, 254g, 307, 307n, 316-321, 317n, 321n, 360, 368371, 378; y diversificación agraria: 318-320, 119n; y ferrocarriles: 106; y minería: 252; y trabajo: 75n, 103-107, 215, 307, 307n, 311-312, 360, 378 Inmigración en Cuba y población: 103-107, 7476, 101, 101c, 307, 307n, 316-321, 317n, 319n, 321n Inmigración en Cuba y sociedad, raza, cultura y civilización: 106, 123, 246-247, 255-256, 258n, 309-312, 311n, 317-320 Inmigración en Cuba y sistema colonial (ver Inmigración española en Cuba) Inmigración española en Cuba, número y españolización de la isla: 26, 41-46, 44n, 46n, 61-62, 67, 73-74, 83-88, 91, 96, 97c, 101107, 101c, 115, 118, 123, 130-131, 194, 211-215, 211n, 214n, 218, 218n, 238-241, 245-255, 252c, 252-253n, 253-254g, 260, 280-287, 310-311, 311n, 317-321, 317n, 325-331, 326n, 330n, 339, 361-363, 370371; empleo y oficios: 252-256, 252-253n, 317-320, 317n; permanente: 252-256, 252c, 252-253n, 253g; temporal: 252-256, 252c, 252n-253n, 253g; retorno y saldo: 252-255, 252-253n; andaluza: 103; asturiana: 46, 251, 287; canaria y número, características y facilidad de adaptación: 46, 71-72n, 75n, 86-88, 86n, 96, 97c, 101-103, 101c, 106, 130-131, 215; cántabra: 251, 285, 286n; castellanoleonesa: 251; catalana: 103, 106, 115, 251, 267n, 284; gallega: 46, 103, 106, 251; vasca: 103, 106, 251 Inmigración extranjera en Cuba y número: 64, 87-88, 91-92, 97c, 106, 123-124, 158-160; naturalización: 87-88, 91; y capital y economía:123-124; caribeña: 69, 317-318, 317n, 328, 255-256; dominicana: 86-87, 147, 147n; haitiana y francesa: número: 43, 77; control: 85, 85n; expulsión: 148; localización: 148; efecto económico: 54, 61-62, 77, 8588, 85-86n, 92, 126-128, 147-148, 147n, 188, 215, 227-229, 368; hatiana (siglo XX) y jamaicana: 255-256; puertorriqueña: 247; china (ver Colonos cubanos chinos); europea: 41-42, 74, 83-85, 91-95, 113, 255-256, 325-328, 326n, 336, 339; alemana e italiana: 92; británica y galesa: 159-160; francesa (ver haitiana); estadounidense: 91-92, 290-292; latinoamericana y efectos económicos: 43-45, 54, 61, 64, 215, 219-220, 227-
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
229, 368; mexicana y yucateca (ver también Colonos cubanos, yucatecos): 117-124, 119c; india: 85 Inmigración internacional: flujo y tipo: 73; en masa: 73, 251 Inspección General de Montes: 250 Instituto: de Historia de Cuba: 19, 24, 25n, 74c, 76n, 127c, 128n, 131-132n, 137n, 166c, 223c, 225n, 241n, 256c, 259c, 259n, 274n, 294n, 306n, 310n, 337n, 358c, 386387, 393, 399, 401, 406-407, 424, 428, 436 Instituto Universitario Ortega y Gasset: 24, 25 Intelectuales cubanos: 84, 89, 317-321, 319n, 321n, 327-328 Intendencias e Intendentes: 62, 65-66, 89-91, 98, 104-105, 124-126, 130-131, 150n, 158159n, 161-162n, 173n, 174, 177 Interamerican Review: 420 International: Organization: 396; Reference Service: 387 Invasión británica de La Habana: 19, 57-58, 6768, 78-79; y economía: 57-58; y reformas coloniales: 126, 173 Invasión napoleónica de España: 54-55, 148 Investigación sobre Heydrich, Raffoler…: 290291, 291n IRELANZ, G.: 407 Isabel II: 54, 235 Isabel, ingenio: 312, 314 Isla de Pinos: 35 Islas: 394, 438 Italia: 92, 213-214 IZARD, M.: 407
Jabón y producción, industrias y número: 338c, 339-341, 351c, 353c, 164, 279c, 280-281, 281n, 284-286, 285n; precio: 338c, 339341, 351c, 353c Jagua (ver Cienfuegos) Jagüey Grande: 302 Jamaica: 33-34, 145-146, 153-155, 189, 195, 199, 202-205, 255-256, 268-271, 319; comercio: 154, 154n; agricultura, producción y comercio bananero: 145-146, 153-155, 154n, 268271; exportación a Estados Unidos: 268-271 Jamaicosa, ingenio: 407 JAMES, A.: 269n, 407 JANES. H.: 407 Jarcia (ver Henequén) Jaruco y población: 91f, 101, 119c JARUCO, Conde de (ver MOPOX y JARUCO, Conde de) JÁUREGUI, A. de: 88-89, 124
Java y producción, industria azucarera y rendimiento y costes: 308-309, 309n, 323, 323n JENKINS, J. A.: 407 JENKS, L. H.: 236n, 241n, 317n, 329-330n, 346, 375-376, 407 Jesuitas: 125-126, 209; economía: 209; convento habanero: 117; disolución: 209; y tráfico de yucatecos: 117 JESÚS TORO, R. de: 239n, 407 JIMÉNEZ, G.: 290n, 407 JIMÉNEZ, J.: 46n, 111n, 117, 407 JIMÉNEZ, J. B.: 250n, 321-323, 322n, 407-408 JIMÉNEZ, M. J.: 116n JOHN G. WHITE, barco: 155, 265-266, 265n Johnson, plátano: 270 Jornades d´Estudies..., 3.as: 404, 408 Josep Fontana…: 405, 431 Journals: of Caribbean History: 386; Contemporary History: 397; Economic History: 394, 410-411; Inter-American Economic Affairs: 405, 421; Latin American Studies: 405, 421, 438; Law and Economics: 439; Political Economy: 435 JOVER, J. M.: 408 Joyerías (ver Platerías y Gravado) JUÁREZ, B.: 117 Júcaro y puerto: 178-181, 179m, 180c, 184-185, 300m, 301c, 302-303 JUCEPLAN: 118n, 408 JULIEN, C.: 408 Junta Magna: 238, 242-243, 330, 330n Juntas: Colonizadora: 247-250; de Fomento, Agricultura y Comercio: 65, 81, 89, 98, 104107, 173n, 176n, 177, 209; Comercio: 285286; Información: 139-140; Instrucciones: 78; Obras del Puerto: 285-286; Población Blanca: 61-62, 84-85, 88-92, 97-98, 104105, 124; Protectora de la Agricultura: 6465; Protectoras de Esclavos: 123; Superior de Sanidad: 285-286; de Temporalidades: 125-126, 209 Jurásico Medio: 35 Jurisdicciones (ver Cuba, jurisdicciones y Ejéricto español) Justicia y su administración: 64-65, 90-92, 105106, 116, 292, 331, 332n
KEITH, H. y M. C.: 154, 154n KENWOOD, A. G.: 408 KINDELÁN, S.: 176n KINDELBERGER, C. P.: 408 KINSBRUNER, J.: 70-71, 71n, 408 KIPLE, K. F.: 82n, 408 KLEIN, H. S.: 388, 408 KNIGHT, F. W.: 408
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
KUCZYNKY, J.: 408 KUETHE, A.: 60n, 403, 437 KUZNETS, S.: 408-409
La La La La
Cabaña y fundación: 247-248 Chorrera: 115 Gloria y fundación: 246 Habana: Bahía: 37, 115, 178, 179m, 180c, 183-185, 290-291; ciudad: 19-21, 24, 2425n, 27-29, 36-37, 57-61, 65-69, 69n, 71n, 78-79, 86-87, 91f, 96-101, 105, 111-122, 115n, 119-120c, 122c, 126, 137, 143-147, 143n, 158n, 172-178, 174n, 183-185, 189, 189n, 210-211, 247-248, 256-257, 258n, 265n, 278-291, 286n, 291n, 299-303, 300m, 301c, 312, 319, 335-336, 335n, 343-345, 345c, 351c; alumbrado: 189n; barrios: 74c; Cabildo: 143, 143n; área metropolitana: 96; muralla: 158; puerto: 37, 58-60, 68-69, 115, 144-145, 158n, 173-175, 247-248, 285-286, 290-291, 335-336, 335n; concentración de las importaciones: 335-336, 335n; economía e industria: 71n, 278-291, 291n, 302; crecimiento: 172; oligopolio de su abastecimiento: 286-287; población: 96, 119-120, 120c, 256-257, 278-279; provincia: 71, 76n, 119c, 122c, 172, 175-178, 189, 278-279, 299, 300m, 301c, 302 La Paz: 86 La Sabana: 272 La Salud: 69 Labor, Editorial: 24-25n LABRA, R. M. de: 81n, 409 LACHEUME, J.: 289n, 409 Lácteos y precio, producción, industrias y número: 337 LAMAR, L. A. de: 409 LAMORENAUX, N. R.: 409 LANDA, A. de: 409 Lares y Grito de Lares: 42, 42n, 213, 238-239 LARRUA, A. de: 98 Las Tunas: 69 Las Villas (ver Santa Clara); sierra: 36 Laspayer, índice: 339n LASSERRE, G.: 35-36n, 409 Lateinamerika-Studien: 387 Latifundios (ver Caña de azúcar cubana, formación y extensión de los latifundios) Latin American Research Review: 385, 387, 419 LAUGHLIN, J. L.: 270-271c, 409 LAVALLÉ, B.: 409, 418 LAVIANA, M. L.: 400-403, 412 LE DUC, W.: 409 LE RIVEREND, J.: 19, 42n, 47n, 49, 59-60, 6263n, 65n, 69n, 108n, 113n, 116n, 131, 143n,
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162-164, 164n, 174-176n, 183, 192, 215, 220n, 226, 274n, 308n, 312-313n, 317n, 334n, 340n, 346n, 386, 403, 409-410 LE ROY, J.: 410 LEBERGOTT, S.: 410 Legislación colonial española: 40-48, 53-66, 62n, 72-73, 80-83, 81n, 87-100, 103-109, 116-117, 123-135, 141-151, 144n, 156-159, 165, 169-174, 177-178, 186-187, 190, 209215, 220, 233-244, 247-251, 256-257, 274, 281-286, 324, 343-350, 346n, 359-363, 367371, 375n LEMAUR, F. y hermanos: 175-177, 176n LEONTIEV, W.: 410 Letras: bancarias: 63; de cambio: 282 LEVIN, J. V.: 410 LEWIS, A. W.: 410 LEWIS, C.: 410 Ley de Colonias Agrícolas”: 410 Leyes (ver Legislación colonial): de Autorizaciones: 238; Cabotaje (ver Relaciones Comerciales); Comercio de 1848 y 1869: 210; especiales: 237-238; de mayo de 1861 sobre tráfico de yucatecos: 117; Orgánicas Municipales y Provinciales: 246; de Patronato: 248-249; Penal: 80-82, 81, 97-98, 103; de Presupuestos: 247; Relaciones Comerciales: 237-238, 281-282, 346; Represión del Tráfico Negrero (ver Penal); Sociedades de 1869: 274; contra la vagancia: 249-250; de Vientres Libres: 123-124, 248, 256-257 Leyes y Decretos de la República: 410 Leyes de Indias: 53, 59-60, 89-92 LEYVA, E.: 181n, 410 Liberales: cubanos: 255-256; españoles: 54-55, 128, 233, 237-238, 368-369 Libertos y esclavos liberados (ver Esclavitud cubana, liberación y autoliberación) Libranzas (ver Presupuestos cubanos, atenciones a la metrópoli) Library of Congreso: 25n Libres de color (ver Población cubana libre de color) Libro de Cuba...: 290n, 410 Licores (ver Aguardiente, licores y ron) Liga Hanseática, mercado cafetalero: 129 Limones, central: 314 LINNÉ, C. de: 410 Litografías (ver Imprentas y litografías) LLANUSA y Cía.: 117 LLORCA, C.: 410 LLORDÉN, M.: 410 LLUHY, J.: 267n, 410 Lomas, sierra de las: 36 Londres: 24-25n, 43-44, 57, 114-115, 158-159, 177, 299; mercado: 158-159
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
LONG, W. R.: 181n, 303n, 410 LÓPEZ, A.: 171-172, 222, 410 LÓPEZ, E.: 410 LÓPEZ, F.: 410 LÓPEZ, N.: 155 LÓPEZ de SANTA ANA, A.: 116n LÓPEZ SEGRERA, F.: 310n, 410-411 LÓPEZ de la TORRE, C.: 117 Los Jagüeyes: 272 LOSADA, A. F.: 411 Lotería: 62-63, 216-217, 237, 331, 331n LOUGHEDD, A. L.: 408 Louisiana: 53-54, 153-155 LUCENA GIRALDO, M.: 411, 416 LUCENA SALMORAL, M.: 411 Lucha entre la caña…, La”: 411 LUQUE, M. D.: 62n, 214n, 239n, 411, 434 LUZÓN, J. L.: 43n, 68-69, 411 LYLE, A.: 411
Macagua: 302 Macao: 109 MACÍAS, A. M.: 86n, 411 MACÍAS, J. M.: 143n, 411 Macuquina (ver Moneda cubana, macuquina) Macurigues, Conde de (ver Montalvo, L. de) MADDISON, A.: 354-356c, 411 Madera y producción, industrias y número (ver también Aserraderos, Astilleros y Bosques): 164-165, 274, 278c, 280, 287; trabajo y número de trabajadores: 278c; almacenes: 287; transporte: 172-174 Madrid: 24, 24-25n, 28-29, 43-45, 48, 57-58, 61-64, 87, 118, 128, 138-140, 150, 171-172, 175-177, 211, 218-219, 222, 226, 235-237, 242-243, 246-248, 251-253, 286-287n, 320, 359-363, 368-369, 375, 380-381 Madruga: 69 Maestra, sierra: 36 Magnesio, mineral y minería: 36-37 Maisí, Punta: 145; Faro: 266 Maíz, agricultura producción y exportación: 89, 93, 136c, 143, 258-259, 313-314, 338c, 352c; localización de las explotaciones: 93; ingreso: 136c; precio: 338c, 352c Majagua, ingenio: 322n, 407 Majaguas: 104 MALAMUD, C. D.: 411 Malanga y agricultura: 258-259 MALDONADO-DENÍS, M.: 411 MALEFAKIS, E.: 411 Males de la molienda, Los»: 250n, 411 MALLO, T.: 388, 395, 400, 404, 412, 416-418 MALUQUER, J.: 44n, 81n, 223c, 228, 239n, 317n, 358c, 380n, 411-412
Mambises (ver Independentistas cubanos) Manajay: 91f MANCEBO, M. F.: 405 Manganeso, minería: 160, 160n Manglares: 265n, 267 Manguito: 69 Manicaragua: 69 Manigua (ver Bosques) Mantas y producción y precio: 338c, 339, 353c Manteca y producción y precio: 337, 338c, 352c Mantequilla y producción y precio: 337 Manumisión (ver Esclavitud cubana, literación y autolibración) Manzanillo y población: 69, 119c, 246-248 Maquinaria: talleres y fábricas (ver también Talleres): 163-164; a vapor: 280: de los ingenios: 188, 198c, 199, 202-205, 203c, 204205f MARCHENA, A.: 412 María Cristina, Reina: 219 Marianao: 178, 179m, 180c, 184-185, 299, 300m, 301c; Playa: 299; & Havana Railway (ver Ferrocarril de Marianao) Marichal, C.: 373n, 412, 435 Mariel y puerto: 69, 86, 91f, 96, 288; economía y economía henequenera: 288; población: 96 Marina cubana, española y extranjera en Cuba y navieras: 56, 59-62, 88, 115-117, 144, 147, 150, 157, 158n, 164-165, 169-175, 173n, 186-187, 217, 265n, 266-269, 286288, 305, 331, 370, 393 Marineros: 115, 143, 155, 173-174 MARIÑEZ, P. A.: 412 MARQUÉS, M. A.: 20-21, 24, 24n, 47n, 167n, 274-277, 274n, 276n, 278c, 282-286n, 287, 290n, 292n, 293-294, 304-305, 341n, 350, 350n, 377n, 412; familia: 24 MÁRQUEZ, J. de J.: 36n, 413 MÁRQUEZ, R.: 413 MÁRQUEZ STERLING, M.: 413 Marquinas y producción (ver Tabaco cubano, vitolas) MARRERO, L.: 19, 36n, 49, 62n, 87, 129n, 135n, 141-142, 147n, 310n, 318-319, 413 MARTE, R.: 71-72n, 413 MARTÍ, C.: 115n, 413 MARTÍ, J.: 24-25n, 69, 413 MARTÍ, M.: 142n, 153n, 270c MARTÍN, J. R.: 413 MARTÍN, M.: 86, 413 MARTÍN, M. E.: 395, 420 MARTÍNEZ, L.: 286-287, 287n MARTÍNEZ-ALIER, J.: 311n, 413; V. (ver Stolcke, V.) MARTÍNEZ CAMPOS, A.: 181n, 222, 236-237
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
MARTÍNEZ CAMPOS, M.: 413 MARTÍNEZ DE PINILLOS, C.: 104, 130-131, 177 MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, L.: 239n, 413 MARTÍNEZ SHAW, C.: 413 MARTÍNEZ VERGNE, T.: 235n, 239n, 413 MARTY y TORRENS, F. (Panchito): 115-116, 115n MARZÓN, M.: 413 MÁS, F.: 306n, 387 Mascabado (ver Azúcar cubano, mascabado) MASSIP, S.: 413 Mata y puerto y economía bananera: 273 Matanzas, ciudad, provincia y puerto: 36-37, 6871, 76n, 81-82, 82n, 86-87, 91-92, 91f, 96, 101, 113, 119c, 122c, 137, 178, 183-185, 189, 256-257, 265n, 278-279, 284-285, 290n, 300m, 301c, 302, 313n, 314, 335n; economía e industria: 278-279, 290n; henequenera: 290n; población: 96, 119c, 122c, 256257, 278-279 Materiales de construcción y producción, industria y número: 115, 286-287, 287n, 288n, 335; precios: 335 Matrículas de inmigrantes: 87-88 MAURA, A.: 286n MAY y Cía.: 413 MAY, S.: 154n, 413 Mayas, indios y cultura: 115-116, 288 Mayorazgos (ver Tierra cubana, mayorazgos) MAYO-SANTANA, R.: 71n, 414 McAVOY, M.: 241n, 330n, 414 McCormick (máquina): 289 McKINLEY, W. y arancel: 234-235, 242 McMillan Press y McMillan-Palgrave: 24-25n Medicina y médicos (ver Sanidad y medicina) MÈGEVAND, S.: 414 MEJÍAS, F.: 239n, 414 Melena del Sur y población: 121c MELIZ, A.: 400 Memorias: del Censo Agrícola: 290n, 414; sobre el central Narcisa: 414; sobre el henequén…: 288n, 414; la Real Sociedad Económica…: 414, 420; de la Zafra Azucarera…: 433 MÉNDEZ, M. I.: 414 MENÉNDEZ, C. R.: 112n, 414 MENOCAL, R.: 414 Mercado cubano: 20-21, 28, 43-44, 47, 47n, 6669, 81-82, 117, 123-124, 128-132, 133c, 141, 144-148, 158-159, 158n, 163-165, 224227, 225c, 235-238, 242-243, 274-287, 285n, 293, 334, 346, 346n, 357-359, 358-359c, 358n, 370-371, 377-380, 379n; protección a las importaciones españolas: 224-229, 225c, 233-238, 242-243, 274, 280-286, 285n, 292-294, 292n, 334, 346, 349-350, 357-363, 358n, 370-371, 377-379; reparto hispano-
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estadounidense: 238, 243, 280-285, 285n, 293-294, 357-359, 358-359c, 358n, 377378; interno: 26, 42-43, 64-71, 71-72n, 8485, 89-93, 102, 138, 143-147, 152, 157-158, 158n, 162-165, 172-173, 187, 213, 236, 274-277, 277n, 283-294, 285n, 291-292n, 330, 334-340, 335n, 340n, 349, 359-360, 370371; abastecimiento y distrubición: 286287, 330, 336; cafetalero: 235, 239; demanda, consumo y patrones: 134-135, 142-144, 167, 274, 277, 280, 334-341, 339n, 346n, 351-356c, 359-360, 370, 378-379 Mercado internacional: 19, 46-47, 56, 60-64, 67-68, 134-137, 152-153, 156-160, 169, 215, 233-234, 265, 280, 289, 293-294, 304, 309, 368-370, 379, 379n; demanda: 143; precios: 340-341; proteccionismo y aranceles: 129, 134, 185-189, 200, 225-227, 233234, 263-264; de capital (ver Capital); productos agrarios y tropicales: 67-68, 172-173, 211-215, 233, 289, 294, 368-370 Mercedes reales: 60 MESA, R.: 414 MESA-LAGO, C.: 414 Mestizos y mulatos (ver Población cubana mestiza y mulata) Metalurgia (ver Funciones) Metrópoli (ver España) México: 24-25n, 33, 40, 55-56, 60, 64-65, 100c, 112-124, 116n, 119c, 122c, 133, 141-145, 142n, 153, 174, 215-216, 219, 277, 277n, 288-291, 291n, 381-382, 381g; regiones: 112, 133; ciudad: 112; costas: 116; economía e ingreso: 141, 142n, 277, 277n, 381382, 381g; agricultura: 277, 277n; propiedad de la tierra: 112; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); industria e industrialización: 277, 277n; minería: 159; trabajo: 277, 277n; gobierno: 112-118, 116n, 121122; autorizaciones: para pescar y rancherías costeras: 116; independencia: 112, 289; indios: 112, 115-116, 120-122, 288, 290; sociedad y conflictos: 112-113, 133; trata de yucatecos: presiones para el cese: 114116, 121-122; sobornos de los traficantes: 116, 116n MEZA, R.: 414 Michoacán: 24-25n Miel, río: 273 Miel: de abeja (ver Apicultura); de caña, producción y comercio: 93, 146-147, 150-151, 172-173, 242; contrabando: 146-147; impuestos: 242; transporte: 172-173 MIGAS, H.: 154, 154n Migraciones: canarias…: 411; y Exilios: 24-25n, 418, 431
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Milicias: 88, 246-247 Militares (ver Ejéricito español en Cuba) Minerales y minería: 36-37, 37n, 132, 146-147, 158-162, 158-160n, 162n, 178-181, 196, 252, 275, 288, 303-306, 329-330, 330n, 369-370; de cobre y hierro (ver Cobre y Hierro); de oro y plata: 252; localización: 158-160, 158n, 275, 369-370; capital e inversiones: 275; extranjeros y estadounidenses: 160, 160n; demanda mundial: 158-159; empresarios y empresas: 252; ingreso: 162; tecnología: 305-306; trabajo: 277; transporte y ferrocarriles: 272-273; y economía: 162; e inmigración: 252 Minifundios (ver Tierra cubana, pequeña y mediana propiedad) Ministerios: de Asuntos Exteriores: 24n; Azúcar: 24-25n; Ciencia y Tecnología y Educación y Ciencia o Cultura: 24n; Fomento: 24-25n; Ultramar: 118, 123, 426 Ministros de Indias: 174 Minius: 388 MINTZ, S. W.: 17, 383, 414-5 MIRANDA, L. J.: 103 MIRASOL, Conde de: 162n MISAS, R.: 319n, 415 Mississippi, río: 154-155 MITCHEL, B.: 415 Mobile: 153 Modus vivendis hispano-estadounidense: 235, 238, 261-264, 262-263n, 330n, 346, 371: fin: 346 MOKYR, J.: 415 Molienda del azúcar (ver Molinos azucareros) Molinos: azucareros: 188-191, 198c, 203c, 204205f, 315-316, 316n; hidráulicos: 175-176; mecánicos de café: 187n Monarquía española (ver Reyes de España) MONDEJAR, J.: 415 Moneda, teoría monetaria: 219-220 Moneda cubana: 63-64, 210-211, 227, 329, 340, 340n, 346n, 351-353c, 370, 376c, 381-382; emisión: 210, 219-221, 220n, 249-250, 249n, 340n, 346n; de billetes: 221, 242, 340n, 346n; exportación: 64; medios de pago y tipos de cambio: 211, 220-221, 220n, 249250, 249n, 282, 329, 329n, 340n; oferta de cirulante y déficit: 41-42, 63-64, 219-221, 220n, 227, 329, 340n, 346n, 370; política y reformas: 63-64, 210, 219, 141, 220-221, 340n, 346n, 370; tipos: 64, 219-221, 220n, 329, 329n, 340n; macuquina: 219-220; tockens: 41-42, 220, 220n, 249-250, 249n, 329, 329n, 340n; y economía y comercio: 64, 219-221, 220n; y precios: 340, 340n, 346n, 351-353c
Moneda y Crédito: 436 Monocultivo (ver Economía cubana, especialización) Monopolio mercantil español (ver Flotas) Monopolios…, Los: 398, 415 MONTALVO, J.: 88-89, 124 MONTALVO, L. de: 173-175, 173-174n MOPOX y JARUCO, Conde de: 84-86, 175; expedición de: 84-85 MORA, J. de: 173-174, 174n MORALES, A.: 415, 418 MORALES CARRIÓN, A.: 40n, 57-58n, 170n, 239n, 415 MORALES SOTOLONGO, A., J. M. y familia: 117, 120-121, 120n MOREJÓN, A.: 85, 415, 422 Morelia: 24-25n MORENO, J.: 57n, 81n, 415 MORENO FRAGINAL, M.: 19, 45n, 48n, 58n, 68n, 70-71, 72g, 78n, 82n, 92n, 113n, 117n, 127c, 132n, 133c, 141, 152n, 163c, 145, 165, 167n, 170n, 181-183, 181n, 182c, 188191, 189-190n, 194-196, 199n, 218n, 220n, 223c, 248-249n, 253n, 255n, 259c, 262c, 262n, 264n, 275n, 310n, 313n, 316n, 318, 329n, 340n, 347c, 358c, 374n, 376c, 392, 406-408, 410, 415-416, 433 MORENO MASÓ, M.: 141, 218n, 248n, 253n, 255n, 416 MORET, S.: 123, 256-257; Ley (ver Ley de Vientres Libres) Morón: 178, 179m, 181, 180c, 300m, 301c, 302303 MORREL, F.: 289-290 MORTERA, Conde de la (ver Herrera y Blanco Herrera) Mosaicos e industria y número: 279 MOSCOSO, F.: 416, Moscú: 24-25n MOUSNIER, R.: 339, 416 Movimientos: Económico: 42, 235, 242-243, 330, 330n; obrero e inicio, organización, demandas y logros: 162, 340n, 241, 241n; Reformista (ver Reformismo y Reformas colo-niales) Movimientos migratorios..., Los: 384, 416 MOYANO, E. L.: 159-160n, 162n, 181n, 183n, 275n, 319n, 416 Muebles y producción y precios: 339 Mula, hacienda: 267, 272-273 MULLER, A.: 154n, 416 MULLINS, J. S.: 416 Multiplicaciones, efectos (ver economías externas) Municipios (ver Cuba, provincias) MUÑIZ y Cía.: 292
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Murcia: 24-25n Murga: 302 MURRAY, D.: 57n, 416 Musas textiles: 288, 288n
NADAL, J.: 407, 411, 416 Napoleón: 55, 127-128, 148 Naranjas, agricultura, producción y comercio: 152 NARANJO, C.: 24-26, 39-40n, 43-45n, 47n, 62n, 68n, 70-72n, 84n, 86n, 88n, 91f, 92n, 97n, 99c, 101n, 103-104n, 106-109n, 112n, 128-130n, 156-157n, 165n, 172-173n, 186187n, 195n, 214-215, 218-219n, 233n, 235n, 239n, 246-248n, 248, 255-256n, 248-251n, 257n, 293, 295n, 310-311n, 317-318, 317n, 319n, 330-331n, 333n, 348n, 381n, 388, 391, 395, 398-409, 412, 416-419, 423-425, 431-432 Narcisa, central: 414 Natividad, ingenio: 250n Nauka: 24-25n Navegación: cubana: 34-37, 88, 115-116, 145157, 158n, 176, 212, 216, 222, 226, 229, 233-234, 264-269, 265n, 272, 281-286, 305, 331; cabotaje (ver también Comercio exterior cubano, cabotaje): 149-150, 170-172, 286, 305; fluvial: 34, 170-176, 173n; transatlántica: 37, 40-41, 53-54, 58, 144, 169-172, 236-237, 251 Navieras Sobrinos de Herrera: 286 Navieras cubanas y españolas (ver Marina cubana) Negreros (ver Esclavitud cubana, trata, traficantes) NESS, C.: 419 Neutrales (ver Comercio Exterior cubano, liberalización) New Jersey: 154 New Orleans & Bay Island Fruit Co.: 153-154, 154n New University Througt: 438 New West Indian Guide: 413 Nicaragua y producción y comercio bananero: 153-154, 270; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales) NIMES, J. B.: 419 NIÑO, A.: 397, 411 Nipe Bahía: economía, agricultura y producción bananera: 36, 86, 91f, 267, 273; población: 145, 267-270, 273; Sierra: 36 Níquel, mineral y minería: 36-37 Niveles de vida (ver Ingreso cubano per capita) Normas para la introducción y empleo de los colono…: 116
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North Carolina: 24-25n NORTH, D. C.: 141n, 419 Notarios y protocolos notariales: 267n Nueces: 104 Nueva España (ver México y América Española) Nueva Fábrica de Hielo: 285-287 Nueva Filipinas (ver Pinar del Río) Nueva Historia: 24-25n Nueva Orleáns y puerto: 117, 148, 153-155, 268-269 Nueva Paz y población: 69, 121c NuevaYork y puerto: 24-25n, 145-148, 151-154, 151n, 268-269, 286-287 Nuevitas: Bahía: 289-290; ciudad y puerto: 8687, 90, 91f, 124, 178, 181, 247-248, 288290, 300m, 301c; fundación y aduana: 90; economía y economía henequenera: 288290 Nuevo Mundo-Nuevos Mundos: 24-25n Números hablan, Los”: 250n, 326n, 419 NÚÑEZ, A.: 419 NÚNEZ JIMÉNEZ, A.: 36n, 419
O’BRIAN, P. K.: 396, 419 O’DONELL, L.: 113, 116 O’FARRIL, J. R.: 88-89, 124 O’REILLY, A.: 58 Obispos: 146-147, 144n Obligaciones del Estado (ver Presupuestos cubanos, obligaciones del Estado) Obras hidráulicas…: 419 Obreros (ver Movimiento obrero y Trabajo) Ocio: 339 Oficina de Estadísticas: 118 Oficios (ver Población cubana activa, oficios y profesiones) OGLIVIE, W. E.: 329-330, 330n Oligarquía cubana: 42-45, 44n, 56-57, 61-65, 68, 78, 83-87, 98, 103, 106, 113-115, 113n, 123, 126, 139, 148, 165, 211, 214-216, 222, 235-243, 241n, 255-256, 265-268, 276-277, 280, 285-287, 285-287n, 304, 309-312, 310n, 315-322, 321n, 329-330, 330n, 361-363; patrimonios y formación: 216, 240, 320321, 321n; conflictos: 148, 241-243, 241n; con la española (ver Criollos); y esclavitud: 98-99; y sociedad y proyectos socio-políticos: 255-256, 309-311, 310n, 317-321, 321n, 327-328 OLSON, M.: 420 OOSTINDE, G. J.: 181n, 420 Op. Cit.: 24-25n, 373n, 393, 412, 416, 424 OPARTNÝ, J.: 157n, 310n, 373n, 389-391, 395, 413, 417-419, 431, 437 Orden sobre colonización de 1898: 247-248
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Ordenanzas de Nuevas Poblaciones: 89-90 Órganos, sierra: 36 Oriente, provincia: 36-37, 65, 69, 69n, 76-77, 77c, 86-87, 96, 100-102, 100c, 118-119, 119c, 122c, 137, 160-161n, 161, 243, 246249, 256-259, 258c, 266-267, 278-279, 294, 313n, 314-315, 329-330, 330n Orígenes del pensamiento cubano: 436 Orinoco: 154 ORMAECHEA, D.: 419 Oro, mineral y minería: 36-37; cubana: 36-37, 146-147 ORTEGA y GASSET, J.: 24, 25n ORTIZ, F.: 86n, 131n, 177n, 306n, 311n, 419 ORTIZ, R.: 419 ORTIZ, R. M.: 277n, 420 ORTIZ de la TABLA, J.: 59n OSES y ALZUA, J. de: 144n, 420 OTERI, S.: 153-154 OTERO, L. E.: 385, 404 OVERMAN, C. T.: 34, 383 Oviedo: 24n Oxford: 24, 24-25n Oxford Agrarian Studies: 413
PABÓN, J.: 420 Pacto colonial: 233, 368-369 Padrón general...: 74c, 111n, 161n, 256c, 420 Padrones (ver Censos y padrones) PAGDEM, A.: 420 Pailas, sistema de: 189 País Vasco (ver Euskadi) Países nuevos y economía e ingreso: 381-382, 381g PALAZÓN, S.: 254g, 386, 398, 420, 429, 439 Palcetas: 179m, 180c Palma Soriano: 69, 247; fundación: 247 Palos: 176 PALOU, N.: 420 Pan y panaderías y producción y número: 62, 93-94, 164, 278c; trabajo y número de trabajadores: 278c; precio: 337-339, 338c, 352c Panamá y plantaciones, empresas, producción y comercio bananeros: 153-154, 153n, 270271; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales) PANIAGUA, J.: 420, 427 PANIOL, R.: 287 PAN-MONTOJO, J.: 420, 432 Pantalones y producción y 338c, 339, 353c Papel y producción, industrias y número: 164, 274, 279, 282, 337-339, 338c, 352c Papel Periódico: 65 PAPPER, C.: 420
PAQUETE, R. L.: 94n, 97n, 420 Paradisíaca: 288, 288n PARCERO, C.: 395, 420 PAREJO, A.: 114 Paridades de poder adquisitivo: 381-382, 381g Paris: 24-25n, 284-285, 332; mercado financiero: 332 Parlamento español (ver Cortes españolas y de Cádiz) Partido del Cobre…: 161n Partidos políticos cubanos: 255-256, 276-277, 285-286, 285n, 321n; Español 321n; Liberal Autonomista: 255-256; Reformista: 285286; Unión Constitucional: 285, 321n PASCUAL, P.: 420 Pastas, industria: 164 Pastelerías (ver Confiterías) Pastelillo y economía henequenera: 289-290 PASTOR, M.: 114 Pastos: 104 Patatas y producción y precio: 337-339, 338c, 352c Patentes y marcas: 280-285, 287, 287n, 290-292 Patrocinados (ver Esclavitud cubana, patrocinados) PAZ, M. de: 71-72n, 75n, 86n, 404, 411, 420421 PAZ, P.: 435 Paz del Zanjón: 141-142, 222, 235-239, 241, 246-247, 252, 264, 268-269, 294, 302-303, 345-346, 361, 363 PAZOS, F.: 421 Peajes: 175n Pedro Betancourt: 69 PEDROSA, R.: 421 PEEK, G. N.: 421 Pensiones cubanas y españolas: 219 PERALTA, V.: 170n, 421 PERASALL, J. & T.: 151 PERAZA, F.: 421 PERDOMO, J.: 306n, 421 PÉREZ, L.: 160n, 421 PÉREZ, L. A.: 310-311n, 421 PÉREZ BRIGNOLI, H.: 389 PÉREZ CISNEROS, E.: 421 PÉREZ de la RIVA, D.: 312 PÉREZ de la RIVA, F.: 45n, 77n, 85-86n, 127-129, 127c, 128n, 187n, 259c, 262c, 310n, 422 PÉREZ de la RIVA, J.: 46n, 71n, 78, 79c, 108n, 109-110, 109c, 110n, 114n, 118, 124, 133c, 255n, 310n, 317n, 393, 422 PÉREZ HERRERO, P.: 55n, 170n, 421 PÉREZ MURILLO, M. D.: 310n, 422 PÉREZ VEGA, I.: 62n, 422 Perfumes y producción, industrias y número: 284-285, 285n
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Periódicos: 105, 280, 335, 335n PERLO, V.: 422 Pesadores de caña: 313 Pesca y pescado: 115-116, 164, 277; permisos: 115-116; empleo: 277; y ocultación de la trata negrera y yucateca: 115-116; pescado y precio: 336-339, 338c, 341, 351-352c; pescaderías y Del Boquete: 115 PESET, J.: 405 PESET, J. L.: 389, 422 Petróleo: 36-37; cubano y producción, industrias y número: 279-280, 279c, 283, 283n PEZUELA, J. de la: 108n, 118-119, 118n, 119121c, 120n, 127c, 130n, 135n, 145n, 147149n, 156n, 159n, 163, 217, 290, 422 PEZUELA, Marqués de la: 106 PHILIP, J.: 422 PICHARDO, E.: 143n, 423 PICHARDO, H.: 391, 423 PICÓ, F.: 81n, 239n, 422-423 Piedra, producción: 115n Pimentón y producción y precio: 337-339, 338c, 352c Pinar del Río, provincia y ciudad: 35-36, 65, 68-69, 76n, 96, 91f, 119c, 122c, 127-131, 132n, 178, 187, 256-258, 299, 299n, 303304, 305n, 335n; fundación: 91f; población: 96, 119c, 122c, 256-258 PINELLA, F.: 423 Pinillos y Naviera Pinillos: 171-172 PINO, O.: 241n, 329-330n, 423 Piña, agricultura, producción y exportación: 152 PIQUERAS, J. A.: 45n, 193n, 226n, 304, 331, 350, 373n, 386-387, 395-401, 408, 417-420, 423-424, 427, 431, 436 PIRALA, A.: 268n, 424 Piratarería cubana y caribeña: 34-35, 53-54, 58, 115, 146-147 Placetas: 178, 300m, 301c, 302; economía, 302 PLANOS, C.: 241n, 398-399 Plantaciones: 41-42, 46-47, 53-56, 65, 71, 77, 84, 102-103, 121-125, 132-135, 143-144, 156, 162-164, 172-173, 183, 211-213, 233, 249-250, 250n, 268, 273-274, 280, 283n, 291-293, 312, 340n; ingreso: 135; productos secundarios: 135, 163-164, 200-201, 313-314 Plata, mineral y minería: 36-37, 162 Plátano (ver Banano) Platerías y producción, industrias y número: 164, 278c, 279; trabajo y número de trabajadores: 278c PLAZA, G.: 154n, 413 Población..., La: 133c, 71-72n, 76n., 262c, 424 Población cubana y características, crecimiento, estructura y transformación: 24-28, 37,
481
41-43, 43-44n, 47, 64-89, 70-72n, 72g, 7475c, 76n, 77c, 88n, 90-125, 94g, 95c, 96n, 97c, 100-101c, 102n, 109c, 118n, 119-123c, 120n, 123-124n, 133c, 134-135, 139c, 143, 148-149, 155-157, 156n, 161, 161n, 164172, 166c, 178, 181, 188, 191-194, 197, 212-213, 219, 226-227, 233, 236, 239-240, 243-264, 252c, 252-253n, 253-254g, 256c, 257-260n, 258-259c, 262c, 267-268, 271284, 271n, 276c, 278c, 279n, 283n, 307, 307n, 310-330, 311n, 317n, 319n, 321n, 326n, 334-340, 335n, 340n, 347, 359-360, 368-370, 376c, 377-380; de hecho y derecho: 72, 123, 123n, ???-???; crecimiento por categorías: 74c; número de habitants y escasez: 42-45, 43n, 56-57, 68-78, 70n, 72g, 74c, 84-89, 92-113, 95c, 96n, 97c, 100101c, 109c, 110n, 116-125, 118n, 119-123c, 120n, 124n, 125, 134-135, 147-148, 147n, 133c, 166c, 188, 191-192, 233, 239-240, 245-260, 252c, 252n, 253-254g, 256c, 258259c, 258n, 273-274, 277-279, 278c, 279n, 311, 314-320, 325-329, 326n, 349, 360, 368-369, 376c, 378; estadísticas y estudios (ver Censos y padrones); esperanza de vida: 76; género y edad y raza: 75-76, 76n, 88, 95-96, 97c, 109c, 118-122, 119-122c, 259260, 259c, 260n, 339; índice de masculinidad: 259-260, 260n; movilidad: 88; natalidad, nupcialidad, fecundidad y mortalidad: 76n, 88, 123, 255-260; postindependencia y crecimiento, estructura y transformación: 379-380 Población cubana, composición y diferencias étnicas, jurídicas y sociales: 70-78, 72g, 7475c, 77c, 83-89, 92-103, 93n, 94g, 95c, 97c, 100-101c, 110-114, 118-124, 119-123c, 120n, 124n, 130-133, 138-141, 139c, 147-148, 147n, 245-260, 252c, 253-254g, 256c, 258259c, 258-260n, 314-320, 327-328; blanca y múmero y blanqueamiento: 61-62, 67, 70, 74-78, 71-72n, 74-75c, 77c, 83-107, 93g, 95c, 97c, 100-101c, 114-115, 123-124, 123c, 138-139, 139c, 147-148, 218, 218n, 249260, 252c, 252-253n, 253-254g, 256c, 258259c, 258-260n, 310-321, 311n, 319n, 321n, 325-328, 326n, 336, 362; española y españolización (ver también Inmigración española en Cuba): 45, 61-62, 78, 83-88, 91, 103-107, 138-141, 218, 218n, 240-242, 245256, 252c, 252-253n, 253-254g, 310-311, 311n, 330, 361-363, 370-371; extranjera (ver también Inmigración en Cuba, extranjera): 212, 260, 310-311, 311n, 317-318, 336; naturalización: 212; nativa: 260; china y asiática (ver Colonos cubanos, chinos);
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
de color y múmero: 74-86, 74-75c, 77c, 79c, 93-100, 94g, 95c, 100c, 112, 115-116, 123, 123c, 124n, 130-133, 138-140, 139c, 147148, 245, 248-249, 256-260, 256c, 258259c, 258-260n, 309-320, 311n; libre de color y número: 70-71, 74-78, 74-75c, 77c, 93, 95c, 99-100, 100c, 118, 123c, 131-132, 139c, 147-148, 248-249, 256-260, 256c, 258-259c, 258-260n, 314-315; emancipada (ver Esclavitud cubana, emancipados); mestiza y mulata: 70, 258-259c, 258n, 259-260, 260n; africanización: 43-44, 56-57, 61-62, 67, 70, 70n, 73-89, 74-75c, 92-103, 95c, 114, 123-126, 139, 147-148, 194, 218, 245, 256-260, 259c, 310-311, 311n, 317-318, 327-328, 337-339; alternativas a la trata y esclavitud (ver Esclavitud cubana, alternativas); yucateca (ver Colonos cubanos, yucatecos); esclava (ver Esclavitud); libre: 70, 138-139, 139c, 336-339, 340n Población cubana, distribución y diferencias territoriales y Oriente-Occidente: 68-69, 7677, 77c, 84-96, 96n, 100-102, 100c, 105, 118-124, 119-122c, 120n, 124n, 130-132, 137-139, 139c, 144-149, 144n, 147n, 156, 156n, 161, 161n, 170-172, 178, 181, 227, 249, 256-260, 258c, 258-260n, 266-268, 271, 294, 314-315, 335-336, 369, 377; coloniación (ver Poblamiento y colonización de Cuba); densidad: 43n, 44, 70n, 73, 74c, 76, 77c, 96, 105, 246, 259c; rural: 75-76, 120-122, 120n, 121c, 307-308n, 308-313, 311n, 320-321, 321n, 325-328, 326n; urbana: 120-121c, 121-122 Población cubana activa: 76, 76n, 85-88, 99102, 120-123, 120n, 121c, 249-261, 250n, 252c, 252-253n, 253-254g, 258-259n, 275279, 278c, 279n, 294, 317-318, 317n; empleos, oficios y distribución: 85-86, 105106, 120-122, 121c, 138-139, 139c, 165, 166c, 246-247, 252-261, 252-253n, 258259n, 275-281, 278c, 279n, 290-291, 294, 317-318, 317n; en comercio y servicios: 165; doméstico y personal: 120, 165; industria: 165; profesional: 157 Población cubana y economía: 68-71, 68n, 7278, 74c, 76n, 83, 92-93, 99-100, 112, 123, 132-139, 139c, 157, 164-167, 166c, 188, 212-213, 226-227, 244-251, 250n, 261-264, 262c, 263n, 271n, 273n, 275-280, 276c, 278c, 279n, 283-284, 287, 294, 316-318, 317n, 334-340, 340n, 347, 359-363, 368370, 376-382, 276c, 381g Poblamiento y colonización de Cuba: 42-43, 8396, 91f, 93n, 99, 103-112, 107-108n, 109c, 111n, 114-118, 119c, 123-124, 175, 218,
218n, 240, 245-257, 252c, 252-253n, 253254g, 268, 316-321, 319n, 321n, 325-328, 326n, 336-339, 338c; proyectos y política: 67-71, 71-72n, 83-96, 91f, 99, 103-107, 111-117, 123-124, 218, 218n, 240, 245-251, 255-256, 317-321, 319n, 321n, 325-328, 326n, 336, 338c; fracasos: 87, 99, 106-107, 240, 245-248; reconcentración de población: 246 Podemos luchar»: 424 POEY, J.: 424 Polarización (ver Azúcar, Polarización) POLAVIEJA, C.: 240, 247 Política, Editora: 24-25n Política colonial española: 19, 28-29, 48, 5658, 68, 72, 78-89, 92-94, 97, 114, 123-124, 139-141, 165, 175, 186-187, 210-211, 220229, 222n, 233-242, 245-248, 255-256, 281284, 282n, 309, 324, 334, 340-350, 346n, 358-363, 367-372, 375-376 Pólizas de seguros: 114 Pollo y precios: 337 Pólvora: 150 Ponupo Minino Co.: 303 Port Morant: 154 PORTAS, R. de: 289n, 424 PORTER VILA, H.: 424 PORTER, R. P.: 270c, 279n, 290n, 424 PORTERO, F.: 235, 411, 437 Portfolio azucarero cubano: 317n, 433 Portugal y colonias: 109 PORTUONDO, B.: 282 PORTUONDO, J. A.: 77n, 85n, 424 PORTUONDO, O.: 74c, 147n, 148, 158n, 256c, 424 POSAS, M.: 154n, 424 POSSE, J.: 306n, 421 Potreros (ver Haciendas agrarias y ganaderas) POUMIER, M.: 310n, 424 POZOS DULCES, Conde de (ver F. FRÍAS y JACOTT) PRADOS, L.: 54n, 142n, 381-382, 381g, 396, 419, 424, 429, 434 Praga: 24-25n PRATT, J. W.: 424 Precio de costo...”: 309n, 323n, 425 Precios y cálculo: 334-340, 334-335n, 339n; institucionales: 334; de mercado, mayoristas y minoristas: 334; relativos: 340-341, 341n; internacionales: 134, 340-341, 341n, 350, 379, 379n Precios cubanos: de consumo: 262c, 282, 282n, 334-350, 338c, 339-341n, 342-344g, 346477n, 345c, 347c, 348g, 359-361, 371-372, 377-378; índice y calculo: 21, 262c, 282, 282n, 333-350, 335-337n, 338c, 339-341n, 342-
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
344g, 345c, 346-347n, 347c, 348g, 351356c, 359-361, 362c, 373n, 377-378; factores determinantes: 24n, 29, 128, 131-134, 133c, 157, 166c, 221, 221c, 221n, 262c, 282, 282n, 333-347, 335-337n, 338c, 339341n, 342-344g, 346-347n; ponderaciones: 337-340, 338c, 339n, 351-353c; cesta de consumo: 334-340, 335n, 338c, 339n; de la alimentación e índice: 262c, 337-350, 338c, 342-344g, 345c, 346-347n, 347c, 348g, 351356c; esclavos (ver Esclavitud cubana, precio); productos agrarios (ver Azúcar, Tabaco, Café, precios); institucionales: 334-336; de mercado, mayoristas y minoristas: 334336; relativos y correlación: 340-341, 341n, 347n, 350; , variación intranual: 335-336, 335-336n, 339-340; territorial: 335-336; deflación: 221, 221c, 262c, 282n, 339-347, 339-341n, 342-344g, 345c, 347c, 346-347n, 377-378; y precios del azúcar: 221, 221c, 221n, 262c, 334, 340-347, 340n, 344g, 346n, 347c, 354-356c, 359-360; comparaciones internacionales: 262c, 334, 337, 340-350, 341n, 342-344g, 347c, 347n, 354-356c, 359, 377378; convergencia, divergencia y correlación con los británicos, españoles y estadounidenses: 262c, 341-350, 342-344g, 347c, 347n, 354-356c, 359, 380 Precios cubanos y economía: 262c, 282n, 333340, 340-341n, 342-344g, 345c, 346-347n, 347c, 348g, 354-356c, 378-380, 379n; y moneda: 340, 340n, 351-353c Precios cubanos e inmigración: 339 Prensas hidráulicas: 280 Presa, La, río: 173-174, 173n Presencia Española…, La: 425 Presos y prisiones: 115, 249-251, 251n, 259n; empelo productivo: 249-251, 251n Préstamos (ver capital) Presupuestos cubanos y monto, estructura y asignación: 62-63, 216-221, 217n, 218c, 227, 237-238, 242, 247, 281, 331-332, 331332n, 361-363; atenciones a la metrópoli: 218-220, 218c, 227, 228c; obligaciones del Estado: 219, 227, 228c, 331-332, 332n; préstamos: 62-63; deficit: 237-238, 281, superávit: 62-63, 217, 217n; y economía: 218219, 227 PREVISCH, R.: 425 Primera Convención Internacional…: 390 PRINSEN, H. C.: 425 Producción y el precio…, La”: 309n, 425 Producto: nacional (ver Ingreso): interior: 381382, 381g Productores (ver Empresarios, Empresas y Hacendados); asociaciones: 217-218, 250-251,
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276-277, 281-286, 285n, 315, 315n, 330, 330n Productos tropicales, precios: 233 Profesiones (ver Población cubana activa y Trabajo, oficios y profesiones) PROODFOOT, M. J.: 425 Propiedad, derechos: 141 Proteccionismo (ver Mercado internacional, proteccionismo) Provedores de la Casa Real: 284-285 Proyectismo borbónico: 53 Publicidad: 280-282 Pueblos y ciudades y número: 77-78, 90-96, 91f, 105-106, 121, 121c, 124, 158, 161-162, 162n, 173-176, 257, 260, 260n, 266-268; crecimiento y localización: 68-69; distribución: 68-69, 69n; fundación: 68-69, 84-96, 91f, 104, 158, 245-248, 257 Puentes: 175n Puentes Grandes: 282 Puerto Antonio: 154 Puerto Príncipe (ver Camaguey) Puerto Rico: 24-25n, 33-34, 39n, 40-43, 42-43n, 56-57, 57n, 61-62, 62n, 70-71, 81n, 117, 128-129, 141-142, 142n, 170, 186n, 213216, 214n, 219, 233n, 235-237, 235n, 239n, 247, 251, 258n, 294, 295n, 311n, 330, 352c; regiones y diferencias regionales: 213; ciudades: 70-71; costas: 213, 235; economía, comercio e ingreso: 40-41, 46-47, 55-60, 70-71, 141-144, 142n, 186n, 213-214, 214n, 214-215, 233n, 235, 235n, 238-239, 239n, 258n, 294, 295n; agricultura: 46-47, 213-214, 238-239, 239n; tierra y propiedad: 258n; producción, industria, costes, rentabilidad y exportación de azúcar: 81n, 175, 186n, 213, 235, 235n, 238-239, 239n, 311n; agricultura, producción y comercio de café: 129, 213, 235, 235n, 239, 239n, 352c; precio: 352c; exportación a Cuba y España: 129, 235, 239, 239n, 352c; capital y crédito: 213215, 214n, 235, 235n, 238-239; comercio detallista: 70-71; con España: 128; comerciantes, hacendados y empresarios: 42, 213214, 214n, 238-239; aranceles e impuestos: 60, 128, 214-215; industria y artesanado: 70-71, 71n; transportes y comunicaciones: 175; ferrocarriles y puertos (ver Ferrocarriles internacionales y Puertos); gobierno: 238-239, 239n; trabajo y costes laborales: 42, 43n, 46-47, 61-62, 81n; relación colonial: 233n, 235-236, 235n, 330; reformas y autonomía: 239, 239n; estado de sitio: 239, 239n; legislación: 87-88; Hacienda, presupuestos y atenciones a la metrópoli: 216, 219; extracción de renta colonial: 214-215,
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
219; lucha independentista: 42, 42n, 213214, 238-239; población: 44, 43n, 57, 6162, 70-71, 87-88, 236-239, 239n; esclavitud, trata, abolición y trabajo: 43-47, 45n, 57-58, 57n, 70-71, 71n, 81n, 213, 235-239, 235n, 239n; exportación de esclavos a Cuba: 81n, 238-239, 239n; colonos: 311n; colonos yucatecos: 117; emigración a Cuba: 247; inmigración: 43-46, 61-62, 62n, 213214; española: 213-214, 238-239, 239n; francesa, corsa e italiana: 213-214; sociedad y conflictos: 44, 57, 61-62, 70-71, 8788, 213-214, 214n, 238-239, 239n, 330; elites: 42 Puertos: americanos: 58-59, 114-115, 169-170; de Estados Unidos: 145-148, 151-155, 264269; Golfo de México: 114-115; Puerto Rico: 58-60; Cuba: 37, 40, 47, 56-60, 69, 90, 126, 144, 148n, 150-151, 158n, 169-178, 185, 212, 216-217, 264-273, 265n, 304-306, 329330, 330n, 370; inversiones británicas: 305, 329-330, 330n; modernización y tecnología: 305-306; España: 56-59, 169-172 PUIG SAMPER, M. A.: 74c, 127c, 135n, 173n, 216n, 256c, 395, 405, 417-418, 425, 429 PUJOL, J.: 411, 425 Pulperías: 62 Punta Piedras y fundación: 247-248 Purga y centifugado del azúcar: 104, 169, 188-192, 198c, 203c, 204-205f, 306, 315-316, 316n
QUESADA, G. de: 270c, 425 Queso y producción y precio: 337 Químicas y producción, industrias y número: 279-280, 279c QUINTANA, J.: 425 QUINTERO, J. M.: 425 QUINTERO RIVERA, A.: 398, 425 Quinto Centenario: 388, 393, 426 Quinto Real (ver Impuestos cubanos, tipos) QUIROZ, A. W.: 141, 214, 218n, 425 Quivicán: 173-174
Rábida: 24-25n, 386, 418 Raíces históricas del pueblo cubano: 425 RAMÍREZ, A.: 65-66, 89, 91-92, 124, 130-131 RAMÍREZ, F. O.: 425, 436 RAMÍREZ, G.: 267n Ramón de la Sagra y Cuba: 319n, 425 RAMOS, O.: 76n, 426 RAMOS MATTEI, A. A.: 235n, 239n, 392, 426 RAMSDEN, H. A.: 220n, 249n, 426 Rancho Veloz: 69 Raspadura (ver Azúcar cubano, raspadura)
Raza y prejuicios raciales (ver Sociedad cubana, diferentes étnicas) REA, G. B.: 426 Reales Órdenes: sobre emigración de 1853, 1865 y 1873: 251; de población blanca de 1838 y 1844: 104 Realengos (ver Tierra cubana, realengos) REBELLO, C.: 110n, 120n, 190-191n, 196-197, 198c, 201-204, 203c, 204-205f, 321n, 426 Recibos: 282 Reciprocidad comercial (ver Estados Unidos, política comercial) Reconcentración de población durante la Guerra de Independencia cubana: 278-279 Reconstrucción de Cuba (ver Guerra de los Diez Años y de Independencia cubana, reconstrucción) Recopilación estadística azucarera: 433 Redención, central: 285-286 REED, RUIZ y Cía.: 426 REED, W. H.: 426 Refinerías y refino: de azúcar (ver Azúcar cubano, refino y Estados Unidos, industria refinadora); de petróleo (ver Petróleo) Reforma de nuestros aranceles, La”: 324n, 426 Reformas: borbónicas (fin del siglo XVIII-inicio del XIX): 19, 26, 40-41, 41, 44n, 45-46, 5362, 65-68, 72-73, 125-126, 134, 139-143, 159, 209-210, 225-226, 233-236, 349-350, 367-368; coloniales (fin del siglo XIX ) y efecto económico: 46-48, 55, 139-142, 222, 226, 229, 235-244, 236n, 238n, 281-282, 282n, 324-325, 324n, 330, 346-350, 370372, 380-381 Reformas en la isla de Cuba, Las: 426 Reformismo cubano: 139-140, 241, 241n, 306, 306n, 310n, 340n Regencia española: 219 Régimen arancelario establecido…: 384, 426 Registro Mercantil: 286-287, 287n Regla: 299, 302 Reglamento para el comercio libre, 1778: 426 Reglamentos: sobre abolición: 248; Cimarrones: 85; Comercio Libre: 43, 58, 144n REHER, D. S.: 337, 426 Reina Cristina y fundación: 247 Reina Madre española: 114 Reino Unido (ver Gran Bretaña) Relación de ingenios…: 426 Relación de los ingenios…”: 426 Religión (ver Iglesia) Relojerías: 164 Remedios y población: 69, 101, 119c, 178, 179m, 180c, 119c, 300m, 301c, 302, 315n Renta (ver Ingreso cubano); decimal (ver Impuestos cubanos, tipos)
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Réplica de la Junta Directiva del Círculo...”: 242243 Report on the Labor Question in Cuba: 426 República Neocolonial, La: 384, 422, 426, 439 Repúblicas: Checa: 24-25n; cubana (ver Gobierno cubano independiente); Dominicana (ver Santo Domingo español); española, primera: 235 Reseña histórica de Matanzas…: 426 Reservas de Montes: 174 Restauración, la: 235-238, 235n Resumen: del censo...: 95, 95c; general del Censo…: 426 Retamal: 302 REVILLA, M.: 426 Revistas: de Agricultura: 154n, 167n, 192, 201, 242-243, 250, 250n, 270c, 271n, 276n, 309n, 317n, 321-327, 322-325n, 325c, 335, 335n, 349n, 354-356c, 338c, 383, 388-392, 395396, 407-411, 422-427, 434, 437-439; Agricultura Comercio y Trabajo: 425; Asociación de Técnicos Azucareros: 24-25n, 398; Biblioteca Nacional José Martí: 24-25n, 386, 398-402, 406, 409, 420-422, 427; Bimestre Cubana: 388, 391, 419-421, 428; Ciencias Sociales: 414, 438; Complutense de Historia de América: 430; Cubana de Ciencias Sociales: 396; Cuba: 385; Económica: 393, 437; Española del Pacífico: 430; General de Marina: 393; Historia Económica: 24-25n, 333n, 386, 394-397, 400-401, 416, 419, 423, 426-431; Historia Industrial: 430; Historia Naval: 437; Indias: 24-25n, 142n, 380n, 399-402, 407, 416-417, 423, 428-432, 439; Latinoamericana de Historia Económica y Social: 408; Latinoamericana de Sociología: 438; Mexicana del Caribe: 418, 431; Nuestra Historia: 399; Universidad de La Habana: 24-25n, 386, 398 Revistas cubanas: 335, 335n, 349 Revoluciónes: cubana de 1907: 374-375, 380; 1959: 290n, 373n; francesa (ver Francia); Gloriosa de 1868: 42, 235; hatiana (ver Haití); Industrial, primera: 53-54, 318; segunda: 234, 239-240, 280, 289, 340-341, 349; de los Transportes: 251, 340-341, 349, 371 Reyes de España: 19, 53-57, 60-61, 67, 70, 8788, 114, 158, 173-175, 219, 235, 240, 284287 REYES, E.: 388, 431, 436 Reynard, goleta: 145, 151 REYNOLDS, P. K.: 145n, 154n, 427 REYNOSO, A.: 319n, 427 RICLA, conde de (ver A. FUNES de VILLALPANDO) RIERA, M.: 241n, 306n, 310n, 427
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Rilleux: 195, 198c, 203c, 202-205, 204-205f Río Piedras: 24-25n RIONDA, M.: 329-330, 330n Riqueza de Cuba”: 317n, 427 RIVERA, N. J. de: 143n, 427 RIVERO MUÑIZ, J.: 86n, 127c, 162, 241n, 259c, 263n, 284n, 306n, 427 RIVES, V.: 427 Roatán, isla: 153-154 ROBERTS, R.: 427 ROBERTSON, A.: 177 ROBLEDO, R.: 427 ROCA, J.: 289-90 RODRIGO, M.: 113n. 172n, 210n, 222n, 427 RODRÍGUEZ, G.: 81n, 427 RODRÍGUEZ, M. R.: 412, 427 RODRÍGUEZ. P. P.: 427 RODRÍGUEZ CARRASCO, A.: 388 RODRÍGUEZ PIÑA, J.: 46n, 112n, 427 ROIG DE LEUCHENRING, E.: 428 ROLDÁN, I.: 42n, 49n, 70n, 99c, 141n, 159160n, 160c, 162n, 210-211n, 217n, 218c, 219, 221n, 236n, 238, 281n, 285n, 321n, 331-332n, 402, 428 ROMAY, T.: 176n Ron (ver Aguardiente, licores y ron); exportaciones: 162, 163c ROSARIO RIVERA, R.: 62n, 428 Rosario, sierra del: 28 ROSARIO, R.: 40n, 61-62n, 428 ROSILLO, F.: 428 RREKICK, S. A.: 387 RUBIN, V.: 428 RUIZ, F.: 117
Sabanillas: 303 Sabatés, familia, negocios, producción y trabajo: 281-282 Sacarocracia (ver Hacendados) Sacarosa (ver Azúcar) SACO, J. A.: 110-111, 111n, 181n, 428 SAGRA, R., de la: 74c, 113, 118, 127c, 135n, 148, 148n, 149c, 152n, 156n, 256c, 317320, 319n, 327-328, 415, 425, 429 Sagua de Tánamo: Bahía: 273; ciudad y puerto: 155, 268-273; economía y producción bananera: 268-273; población: 101, 119c, 145, 156-157, 178, 179m, 180c, 300m, 301c, 302 Sagua, río: 36 Sagua-Baracoa, eje montañoso: 145, 268 Saint Thome y colonos yucatecos: 117 SAIZ PASTOR, C.: 44n, 56n, 216, 218c, 332n, 386, 398, 420, 429, 439 SAIZ, J. P.: 284n, 429
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Sal y salinas y explotación y precios: 36-37, 162, 338c, 352c Salamanca: (Cuba) y fundación: 247; España: 24-25n SALAMANCA, M.: 247-248 Salarios y coste del trabajo: 24n, 41-43, 83, 98100, 99c, 103, 106-112, 110n, 135, 191-194, 200-201, 205-206, 220, 240-241, 249-251, 250n, 255-256, 281-283, 291-292, 307-308, 313-316, 322-327, 323n, 325c, 325-326n, 333-335, 338c, 340, 340n, 347-349, 348g, 360, 371, 376c, 378; agrarios e industriales: 340n; a los presos: 251; adelantos y endeudamiento: 249-250; en especie: 135, 249-251, 313-314, 340n; en vales o tockens (ver Moneda cubana, tockens); monto, variación y diferencias sectoriales y territoriales: 249-251, 250n; nominales: 333, 347348, 348g; reales y cálculo: 29, 333-334, 340, 340n, 347-349, 348g, 354-356c, 360, 371, 376c, 378; y abolición: 240, 336, 347349, 378; y economía: 333, 347-349, 348g, 354-356c SALDAÑA, J. E.: 429 SALTER, W. E. G.: 190n, 429 SALVUCCI, R. y L.: 40n, 141, 141n, 167, 349350, 396, 429 SAMÁ FRUIT Co.: 269-270 Samá, puerto y población: 155, 267-273 San Antonio y población: 119c San Antonio de los Baños: 176 San Cristóbal y población: 101, 119c San Fernando: 302-303 San Fernando de Nuevitas (ver Nuevitas) San Gonzalo, ingenio: 250n, 322n, 407 San José de Costa Rica: 154 San José de las Lajas: 69 San Juan, pico: 36 San Juan de Puerto Rico y puerto: 24-25n, 5860 SAN MIGUEL, P. L.: 429 San Nicolás y población: 121c SAN PÍO, M. P. de: 417, 429 SÁNCHEZ, A.: 429 SÁNCHEZ, D. J.: 314 SÁNCHEZ, G.: 313 SÁNCHEZ ALBORNOZ. N.: 73n, 406, 429, 435 SÁNCHEZ ALONSO, B.: 429, 435 SÁNCHEZ ANDRÉS, A.: 429-430 SÁNCHEZ TARNIELLA, A.: 239n, 430 Sancti Spiritus y población: 36, 69, 101, 119c, 178, 179m, 180c, 250n, 300m, 301c SANDOVAL, F. B.: 387 Sanidad y medicina: 91-94, 98, 105-106, 285286, 317-318, 334-335 Santa Ana: 314
Santa Clara, ciudad y provincia: 36, 69, 69n, 92n, 101, 119c, 122c, 124, 178, 179m, 180c, 256-259, 284, 300m, 301c, 302-303, 335n; economía: 258-259; población: 119c, 122c, 256-259 SANTA CRUZ, F. J.: 430 Santa Cruz del Sur: 247 Santa Isabel de las Lajas y población: 121 Santa María del Rosario y población: 119c SANTAMARÍA, A.: 20-21, 24, 25n, 36n, 3940n, 43-45n, 47-48n, 68n, 70-72n, 86n, 88n, 91f, 92n, 97n, 99c, 100-101n, 103-104n, 110n, 112n, 128-130n, 133c, 134n, 152c, 153-154n, 160c, 156-158n, 163n, 167n, 169n, 171-172n, 176n, 179m, 180c, 181g, 181n, 182c, 183n, 184g, 185-187n, 189-193n, 195n, 199n, 201n, 204n, 206n, 214-215, 218-219n, 221c, 221n, 233n, 235n, 239-240, 241n, 246n, 248-249n, 251n, 256-257n, 262c, 276n, 281-282n, 284n, 293, 295n, 297n, 300m, 301c, 303-305n, 307-311n, 316-317n, 319n, 322n, 323, 324n, 330-331n, 333-335n, 339340n, 344g, 347c, 348g, 373-374n, 376c, 378-381n, 379, 388, 399-401, 409, 418, 430-432 Santanader (ver Cantabria) Santiago: 387, 391, 399, 406, 412, 428 SANTIAGO, A. M.: 432 Santiago de Cuba: Bahía: 37, 161-162; provincia, ciudad y puerto: 24-25n, 36-37, 65, 69, 69n, 86-87, 90, 91f, 96, 101, 119c, 122c, 144n, 146-147, 158-162, 160n, 178-181, 179m, 180c, 246, 249, 256-259, 258c, 266, 275, 278-279, 283-284, 294, 300m, 301c, 302-303, 335n; economía: 258-259, 266, 278-279, 294, 335n; población: 96, 119c, 122c, 256-259, 258c, 278-279, 335n Santiago del Prado (ver Cobre, El) Santiago de las Vegas y población: 101, 119c, 173-174 Santo Domingo (localidad cubana): 69 Santo Domingo español: 33-34, 39-40, 53-54, 71-72n, 86-87, 129-130, 147, 147n, 219; economía: 40-41; Hacienda: 124; producción y productores de tabaco: 129-130; población y esclavitud: 71-72n; restauración del gobierno español y Guerra de Restauración: 62-63, 219 SANZ, J.: 24, 170n, 421, 431-432, 434 São Paulo: 24-25n Sastrerías y número: 62, 93-94, 279 SCARANO, F. A.: 62n, 239n, 311n, 432 SCHMIDT-NOWARA, C.: 44n, 433 SCHOLLIERS, P.: 395, 433 Schroeder, banca e inversiones ferroviaria: 299, 302
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
SCHOREDER, S.: 433 SCHUMPETER, J. A.: 433 SCHWEIP, E.: 181n, 302-303n, 433 SCOBIE, J.: 279n, 433 SCOTT, J. B.: 433 SCOTT, R. J.: 45n, 71n, 249, 250n, 257-259, 257n, 259n, 310-311n, 312-317, 433 Sebo, producción, industrias y número: 284 Secretarías: de Agricultura, Comercio y Trabajo: 317n, 433; Estado: 104; Fomento: 62-63, 217, 250; Gracia y Justicia: 62-63; Gobernación: 62-63; Guerra: 62-63, 217; Hacienda: 62-63, 434; Marina: 62-63, 217 SEGRE, R.: 69n, 434 SEGREO, R.: 209n, 434 Sellos: 62-63 SELOAM, H. H.: 434 SEMATA: 417 Senado y senadores españoles y cubanos: 2837, 282 SERRANO, S.: 118, 418 SERRANO SANZ, J. M.: 224n, 434 Servicios cubanos: 47, 94, 107, 143-145, 157158, 158n, 165-167, 166c, 187, 215, 227, 275, 276c, 304, 329-330, 330n, 337-339, 369; localización: 369; ingreso (ver Ingreso cubano, industrial, comercial y de servicios); inversiones extranjeras y británicas: 328-330, 330n; importados: 212; precios: 337, 339 Sevilla y puerto: 24-25n, 46 SEVILLA, R.: 431, 434 Sexenio democrático: 235 SEYERS, H. J.: 407 SHERIDAN, R. B.: 434 SIFRE, J.: 434 Siglo XX en México, El: 400, 412, 434 SILVA, A.: 434 SILVESTRINI, B. G.: 239n, 434 Silvicultura (ver Bosques) SIMMONDS, N. W.: 143n, 145n, 269n, 434 SIMPSON, J.: 341n, 434 Síndico: 98, 173n, 174-175 Síntesis, Editorial: 24-25n Sisal: 288, 288n Sistema de concentración al vacío del guarapo: 104 Sitios de labor (ver Estancias y sitios de labor) SITTERSON, J. C.: 434 Situación de la industria...”: 250n, 323, 434 Situación de la Sociedad Anónima…: 434 Situado (ver Capital cubano, situado) SIXIREY, C.: 434 SKINER, E.: 181n, 303n, 434 Slavery and Abolition: 405 SMITH, O.: 434 Social and Economic Studies: 406, 415
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Sociedad cubana: 19-20, 42-45, 44n, 48, 67-71, 83-85, 92-95, 99, 106-107, 110-111, 123124, 167, 213-214, 220, 227-229, 240, 245251, 255-260, 258-260n, 268-269, 276-277, 280-281, 284-287, 286-287n, 293-294, 307, 314-322, 315n, 317n, 319n, 321n, 327-330, 330n, 340n, 370-371; características y transformación: 89, 92-93, 167, 249-251, 280281, 284, 309-318, 310n, 311-312n, 315n, 317n; rural y urbana (ver Población cubana, rural y urbana); clases y castas: 311-312, 315-318, 315n, 317n, 328; composición y diferencias étnicas, sociales y jurídicas: 78, 83-89, 92-100, 93n, 95c, 106-107, 110-111, 114, 119c, 327-330, 330n; blanca, de color, africanización, blanqueamiento y españolización (ver Población cubana); conflictos y conflictos étnicos: 70, 70n, 78, 85-88, 91-97, 94n, 110-111, 114, 123-124, 139141, 148, 167, 213-214, 238-251, 258-260, 259c, 259-260n, 265-268, 265n, 280-281, 289, 294, 305-306, 310-313, 310-311n, 319320, 330-331, 330n, 332n, 361-363, 369370, 374-376, 380; polarización: 330, 330n; comparaciones internacionales: 330; creencias y mentalidades: 70-71; diferencias territoriales (ver Economía y Población cubana, diferencias territoriales); movilidad: 284, 287, 287n; orden y estabilidad: 95, 110111, 141, 218, 227-229, 268, 319-320, 370; proletarización: 310-312, 311n; proyectos y modelos: 255-256, 311, 317-321, 319n, 321n, 327-328; postabolicinista: 249-251, 257-260, 258c, 258-260n, 310-318, 310312n, 315n, 317n, 321, 330; postindependencia: 374-375, 374n Sociedad cubana…, La: 407, 434 Sociedades: Abolicionista Española: 80-81, 81n; Anónimas y Anónimas cubanas: 63-64, 283287; promotoras de la inmigración: 105; colectivas y comanditarias: 287; de Colonización y Emigración e Inmigración Española: 250-251; Económicas de Amigos del País: 65, 84-85, 89, 108, 111, 172, 175, 175n, 217-218; de La Habana y de Santiago de Cuba: 65; Protectora del Trabajo Español en las Posesiones de Ultramar: 250 Sociedades cooperativas...”: 325n, 434 Sogas (ver Henequén) SOLA, J. C.: 289n, 434 SOLANO, F. de: 310n, 412, 434 SOLDEVILLA, C.: 434 Soledad, ingenio: 329-330, 330n SOLOW, B.: 394 Sombreros y producción, industrias y número: 105, 279, 338c, 353c; precios: 338c, 353c
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
SOMERUELOS, Marqués de: 86-87 SONESSON, B.: 170n, 214n, 239n, 435 SONORA, Marqués de: 174 SOTO, L. D.: 37n, 160n, 162n, 435 Spain and Cuba…: 270c, 435 St. Antony´s Collage y Library: 24-25n Standard Cyclopaedia...: 145n, 151n, 154n, 270c, 435 STEIN, B. H. y S. J.: 53n, 55n, 432, 435 STEWARD, J. H.: 414, 435 STEWARD, W.: 154n, 435 STIGLER, G. J.: 435 STOLCKE, V. R.: 311n, 388, 413, 435 STONNE, N.: 340n, 435 STUBBS, J.: 241n, 162, 263n, 306n, 309n, 341n, 435 Studia Historica: 24-25n, 385, 398, 404, 428 Studies of Economic History: 394 Subdelegación en el Torreón de Santa Dorotea de Luna de la Chorrera: 115 SUCHLICKI, J.: 435 Sugar Islands (ver Caribe británico) SUNKEL, O.: 435 Suppression of Slavery, The: 435 Synopsis of Reports …”: 435 SZÁSDY, A.: 435
Tabaco, mercado internacional: demanda y consumo: 162; oferta y competencia: 162, 261262, 263n Tabaco cubano: 19-21, 60-61, 65, 71, 71-72n, 76n, 92-93, 129-130, 142, 153, 162-167, 166c, 187, 259c, 261-264, 263n, 274-279, 276-277n, 282-288, 284n, 287n, 294, 304306, 305-306n, 318, 329-330, 330n, 340, 340-341n, 370; agricultura: 40-41, 44-47, 71, 76, 84-86, 86n, 92-93, 129-131, 145, 148, 152c, 162, 258-264, 263n, 276-277, 277n, 288, 294, 304-306, 306n, 370, 378; tipos: 162; complementariedad con a producción de azúcar: 86, 86n, 130-131, 131n; expansión productiva: 66; explotaciones (ver Vegas); fertilización: 306; industrias y número: 93-94, 71-72n, 131, 137, 162, 167, 187, 261-264, 263n, 275-279, 276-277n, 284, 284n, 288, 304-306, 306n, 340, 340341n, 378; localización: 76n, 93-94, 129-130, 137, 142, 152, 152c, 294; modernización y concentración: 162, 284, 284n; vitolas, marquinas, anillos y producción: 164, 282; infraestructuras, transportes y ferrocarriles: 143, 277, 304-305, 305n; inversiones y capital: 130-131, 153, 212-213, 277, 284, 329330, 330n; extranjeros: 329-330, 330n; liberalización: 60-61; estanco y abolición:
60-61, 129-131, 144n; producción, exportación y comercio: 77-78, 86, 86n, 127c, 129-138, 133c, 142-152, 144n, 156, 161162, 212-213, 242, 259c, 262-264, 263n, 275-277, 276-277n, 288; en rama y de puros y cigarrillos: 127c, 130-131, 137, 141142, 162, 165-167, 259c, 263n; reconocimiento y prestigio internacional: 162-164, 263n, 306, 306n; a Estados Unidos: 162, 242, 261-262, 263n; a Europa: 162; contrabando: 146-147; productores y empresas: 129-130, 146-147, 162, 261-262, 263n, 286287, 287n; costes, beneficios, rendimiento y competitividad: 129-131, 135, 284, 305n; ingreso: 137, 156, 161, 165-166, 166c, 275276, 276n; industrial: 275-276, 276n; impuestos: 149-150; precios: 130-131; tecnología: 162, 187, 306, 306n; trabajo y número de trabajadores: 162, 278, 278c, 318, 340, 378; traslado de la producción al Sur de Estados Unidos: 162, 261-262, 263n, 306, 306n; y economía: 86, 86n, 92, 130-131, 135, 138, 142, 152, 161-162, 242, 259c, 261-264, 263n, 274-277, 276-277n, 284, 288, 294, 306, 306n, 318, 340, 340-341n, 370, 378; y movimiento obrero: 162, 306, 306n; y población e inmigración: 71-72n, 318 Tabaquerías (ver Tabaco cubano, industria) Tabernas: 339 TABLA, O. de la: 436 TACÓN, M. y camarilla: 104, 115, 115n; Teatro (ver Teatros) Talabarterías y producción y número: 274, 279 Talapiedra: 290-291 Talleres de reparación y elaboración y número: 157, 274, 278c, 280 Tamaulipas: 430 Tasajo y precio, producción, industrias y número: 164, 337, 338c, 352c TAUSSIG, F.: 435 Teatros y Teatro Tacón, edificación, coste y aforo: 115, 115n Tebeto: 418 Técnicos azucareros: 205, 249-250 Tecnología, avances y difusión: 20-21, 27-28, 64-66, 77, 89, 93, 98-99, 104, 107, 110-111, 110n, 125-127, 134-137, 159-164, 169, 175177, 185-207, 187n, 189-190n, 198c, 199n, 203c, 204-205f, 205n, 225, 229, 234, 239240, 243-246, 249-253, 261-264, 272-273, 277, 280-283, 280-281n, 284n, 289, 293298, 305-309, 313-319, 313n, 316n, 319n, 323-329, 323n, 326n, 338c, 349-350, 357, 361-363, 368-371, 375; de gran escala (ver Economías de escala); proceso continuo:
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
188-189, 191-192; y actividades menos relacionadas con la exportación: 305-306 TEDDE, P.: 399, 412, 435 Tejares y producción y número: 93, 163, 279 Teleférico bananero: 272-273 Telégrafo, ingenio El: 120-121 Telégrafos: 171 Telegraph, goleta: 154 TELLO, E.: 381-382, 381g, 435 TENA, A.: 196-197, 435 Tenerías y producción, número y localización: 93, 164, 274 Terciario: 36 Términos de intercambio (ver Comercio exterior cubano, términos de intercambio) Terranova: 352c Testamentos: 88 Textiles: sintéticos: 288; mercado internacional: 288, 290n Textiles cubanos y producción, industrias y número: 105, 108, 157, 164, 249, 274, 278279c, 279-280,288-293, 288n, 290-292n, 335-341, 338c, 351c, 353c; importados: 226; patentes: 290-292; precios: 291, 338c, 339-341, 351c, 353c; trabajo y número de trabajadores: 278c, 290-292 THEBERGE, J. D.: 436 THOMAS, H.: 57n, 314-315, 436 THOMAS, R. P.: 436 THOMPSON, E. T.: 436 THORP, R.: 341n, 436 THRASER, J. S.: 436 Tiempo muerto: 336, 336n Tiempos de América: 24-25n, 142n, 399, 412, 417, 423 Tiendas y número y tipos: 88, 93-94, 120, 135, 157-158, 212-213, 220, 249-250, 287, 314, 340n; mixtas: 62 Tierra cubana: 41-43, 47, 92, 104, 108-110, 110n, 125, 133c, 148, 156-157, 169, 174, 188-210, 192n, 198c, 203c, 204-205f, 205n, 239-250, 257-259, 258-259n, 269-270, 291n, 292-293, 306-308, 308n, 311-328, 312-313n, 317n, 325c, 325-326n, 338c, 340n, 368, 377; suelos: 126, 241, 258-259, 259n, 288, 291, 291n; abundancia, fertilidad, disponibilidad y acceso: 110, 110n, 188-191, 194195, 198c, 203c, 204-205f, 242, 307-313, 312-313n, 368, 377; área cultivada: 133c, 134-135, 197-201, 199n, 258-259, 258-259n; demanda: 47, 60-61; colonización y roturación: 68, 189-190; usos y formas de explotación: 60, 134-135, 195, 291-293, 306, 312-314, 312n, 317n, 318-321; dedicada a cultivos comerciales: 133c; a cultivos menores: 133c; urbanizable, precios: 335; pro-
489
piedad y arriendo: 42-43, 46-47, 60-61, 8992, 104, 108-110, 110n, 126, 146-148, 191195, 192n, 240, 246-250, 258-259, 258-259n, 269, 307-308, 308n, 311-315, 312-313n, 340n; pequeña y mediana: 246-250, 258259, 258-259n, 291-292, 313-321, 324-328, 325c, 325-326n; latifundio: 89; deslinde y registro: 146-147; liberalización: 55-56, 6061, 67-68, 209-210; arbitrios: 246; baldíos: 84-85, 246; mayorazgos: 60-61; municipal: 246; realengos: 42-43, 61, 88, 146-148, 147148n, 314-315; vínculos: 60-61, 84-85, 9192; reparto: 43, 61, 84-91, 92m, 108, 124, 128n, 141, 146-148, 240, 245-248, 257, 314-318, 340n; rendimiento: 126-128, 134135, 156-157; renta: 312-314, 312n, 328; precio: 312n, 377; conflictos: 146-147, 174 Tinta y producción, industrias y número: 279c Tipos: de cambio (ver Moneda cubana, tipos de cambos); interés (ver Capital cubano, tipos de interés) Tiradores de caña: 249-252, 250n Toa, sierrra: 36 Tocino y producción y precio: 337, 338c, 352c Tockens (ver Moneda cubana, tockens) TOMASI DI LAMPEDUSA, G.: 55 TOMICH, D. W.: 44n, 93, 383 Tonelerías y producción y número: 279, 279c TORNERO, P.: 82n, 87, 436 Torno al 98, En: 400, 436 Torre, La: 408 TORRE, F. A.: 436 Torreón de Santa Dorotea de Luna de la Chorrera: 115 TORRES CUEVAS, E.: 100n, 386, 436 TORRES RAMÍREZ, B.: 59n, 436 Torriente: C. de la y hermanos: 312-314, 329330, 330n TORTELLA, G.: 381-382, 381g, 390, 407, 411, 416, 436 TOSCANO, J. A.: 436 Trabajo, división internacional: 340-341 Trabajo cubano: 20-21, 27-28, 41-47, 44-45n, 60, 67-78, 72g, 76n, 77c, 81-89, 92-125, 100c, 108n, 109c, 110n, 116n, 119-122c, 122n, 130-135, 138-139, 139c, 158-165, 169, 188-207, 191-192n, 198c, 203c, 204205f, 205n, 215-220, 233, 239-261, 241n, 250n, 252c, 252-253n, 253-254g, 258-259n, 259c, 274-284, 278c, 279n, 283n, 289-294, 291n, 306-329, 306-307n, 310-311n, 317n, 319n, 321n, 325c, 325-326n, 335-340, 338c, 340n, 347-349, 348g, 360, 368-369, 374, 378; mercado, oferta, movilización y relaciones laborales: 92, 99-100, 106-112, 120124, 124n, 190-195, 192n, 201, 239-240,
490
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
245-246, 249-256, 250n, 252-253n, 259261, 263n, 274, 281-284, 283n, 290-294, 297, 306-312, 307n, 316-321, 317n, 339, 360, 378; postabolicinista: 249-260, 250n, 252-253n, 254g; demanda: 68, 73, 83-88, 92, 95-97, 112, 120-124, 378; medidas de fomento y contra la vagancia: 43, 43n, 5556, 100, 106-107, 249-250; número de trabajadores y escasez: 26-29, 42-45, 43n, 5557, 61-62, 70, 76, 80-89, 92-100, 103-113, 110n, 116, 120-125, 124n, 133-137, 159160, 188-206, 192n, 198c, 203c, 204-205f, 233, 239-240, 245-256, 250n, 252-253n, 281-284, 283n, 306-308, 307n, 311, 316321, 324-327, 326n, 338c, 349, 360, 368369, 378 Trabajo cubano, condición: esclavo y alternativas (ver Esclavitud cubana, alternativas); libre-asalariado: 26-28, 44-45, 45n, 84-94, 99-112, 123-124, 135, 191-197, 192n, 198c, 201-207, 203c, 204-205f, 215, 220, 245259, 250n, 252c, 253-254g, 252-253n, 258259n, 259c, 283-284, 283n, 290-294, 309312, 311n, 318-321, 319n, 326-327, 336, 338c, 340n, 378; semilibre e importación: 26, 43-46, 99-101, 100c, 106-122, 107108n, 109c, 110n, 116n, 119-122c, 120n, 194-197, 198c, 203c, 204-206, 204-205f, 215, 245, 248-253, 289-290, 319-321, 321n; condiciones laborales y de vida: 110-112, 220, 240-241, 241n, 250-251, 329, 329n; días festivos: 250; control, retención de los trabajadores y endeudamiento: 220, 249250, 312-315, 329, 329n; cualificación y capacitación: 205n, 217-218, 246, 249, 283284, 283n, 290-392, 313-314, 326-327, 338c, 340n; no cualificado: 326-328, 338c; organización (ver Movimiento obrero); productividad: 106, 134-135, 205-207, 205n, 307308, 307-308n, 316-318, 317n; salarios y costes (ver Salarios) Trabajo cubano, estacionalidad: permanente: 307-308, 307-308n, 316-318, 317n, 340n; temporal: 249-256, 250n, 252c, 252-253n, 302, 307-308, 307n, 316-318, 317n, 340n Trabajo cubano, sectores: distribución ocupacional: 132-133, 132n, 275-279, 278c, 279n, 290-291, 294, 316-317; oficios y profesiones: 94, 105, 159-160, 247-256, 252253n, 280-281; agrario: 85-86, 249-250, 250n, 277, 278c, 294, 307-308, 307n, 316321, 317n, 324-328, 325c, 325-326n, 338c, 340n, 378; urbano: 316-317; comercial: 277279, 278c, 279n, 294; industrial: 249-250, 250n, 277-279, 278c, 279n, 283-284, 283n, 290-294, 340, 340n, 378; ganadero, pesque-
ro y minero: 262, 277; jornaleros y número: 105-110, 249-251, 250n, 255-256, 278, 278c, 290-292, 302, 307-308, 307n, 313319, 317n, 324-328, 338c, 340, 340n; doméstico: 105; actividades menos vinculadas con la exportación: 106-107 Trabajo cubano y economía: 257-260, 258-259n, 259c; monetarización: 68 Transporte internacional: 48, 251, 340-341, 349, 368-369; revolución: 53-54, 159-160; marítimo: 56; transatlántico: 57-59, 128, 144, 169-172, 210 Transportes y comunicaciones y estado, distribución territorial y déficit: 20, 27-28, 3437, 41-43, 47, 59, 64-65, 68-69, 84-88, 123124, 132, 137, 143-145, 143n, 149-150, 154-162, 162n, 169-192, 173n, 175-176n, 179m, 180c, 181g, 182c, 184g, 192c, 209211, 218-222, 227, 243-244, 264-269, 272273, 277, 280, 283-286, 295-299, 300m, 301c, 302-307, 303n, 305n, 307n, 312-313, 316, 316n, 319-330, 319n, 326n, 335-336, 335n, 338c, 357, 369-370, 377, 377n; y actividades menos vinculadas con la exportación: 280, 283; carretero: 172; con España: 57; empresas: 157; inversiones: 305, 377, 377n; tarifas: 324-327, 335-336, 335n, 338c, 340-341, 349 Trapiches (ver Azúcar cubano, industria); de madera: 188 Trata (ver Esclavitud) Tratados: españoles en con el extranjero: 238; comerciales: 340n; con Estados Unidos y efecto en Cuba (ver también Modus Vivendis): 28-29, 235-238, 241-243, 252, 261264, 262c, 262-263n, 280-283, 293-295, 304, 309, 330n, 340-341, 346-350, 350n, 357-361, 358n, 371, 374-380; Foster-Cánovas y efecto económico: 235-236, 243, 252, 261-264, 262c, 262-263n, 282-283, 294295, 304, 309, 330n, 346-350, 357-361, 358n, 371, 374-380, 376c; negociaciones: 243, 359; efecto demográfico y migratorio: 243, 252; en el tabaco: 261-262, 263n; beneficios para España: 295, 358-361, 371, 375-376; fin y efecto en Cuba: 243, 261264, 346, 360-361, 371, 375-380; con Gran Bretaña: 43-44, 57, 57n, 70, 76n, 78-83, 81n, 97-98, 103, 112, 370; de abolición de la trata de 1817, 1835, 1845 y 1850: 80-82, 81n, 98, 103, 113, 235; con China de prohibición de la trata de coolies (de Tien Tsin): 109; de Reciprocidad Comercial cubano-estadounidense de 1901 y sudemora y efecto económico: 343-345, 349-350, 350n, 374380, 374n, 379n
ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Trébol: 104 Trenes jamaiquinos: 188-189, 195, 198c, 199, 202-205, 203c, 204-205f, 319 Trigo: 339n, 352c Trimestre Económico: 405, 409 Trinidad y población: 35-36, 69, 69n, 86-87, 90, 91f, 96, 119c, 178, 179m, 180c, 300m, 301c Trópicos: 33-35, 60, 67-68, 77, 145, 153, 170173, 339, 368 Trusts (ver American Sugar Refing Co. y Tobacco Co.) Tubérculos y precios: 337 TUDEN, A.: 428 Tuinicú, ingenio: 329-330, 330n Tunas: 178, 179m, 180c, 300m, 301c TURNBULL, D.: 98 Turquino, pico: 36 TURU, D.: 132n, 196n, 345c, 437 TUSELL, J.: 235, 411, 437
U.S.: Bureau of Census: 437; Statistics: 437; Deparment: of Agricluture: 291n; Labor: 390; War: 122, 122c, 246n, 256c, 257-260, 258-259c, 258n, 271n, 274n, 277, 277n, 294, 313-315, 313n, 317n, 387, 437; Military Government of Cuba: 414; Tariff Commission: 437 Ultramar (ver América española y Colonial, relación) United Fruit Co.: 269-270, 303 Universidades: de Alicante, Autónoma de Barcelona y Castilla-La Mancha: 24-25n; Carlos III de Madrid: 24, 25-25n; Complutense de Madrid: 24, 24-25n; Facultad de Historia: 25n; Jaume I de Castelló: 24n; La Habana: 24, 24-25n, 386, 398-399, 405, 439; Michoacana San Nicolás de Hidalgo: 2425n; Oviedo, País Vasco, Puerto Rico, Salamanca y Sevilla: 24-25n Universidades cubanas: 217-218 University: of North Carolina: 24-25n; Oxford: 24, 24-25n; Pensylvania: 407 University of Pensylvania Law Review: 407 UPMAN, H. y Cía.: 286-287, 287n Urbanización (ver Ciudades) URÍA, J.: 398, 400, 402, 437 URIBE, J. A.: 428, 437 URRURIA, M.: 437 URSS: 24-25n Uruguay y comercio, economía e ingreso: 141142, 142n, 294, 295n
Vacas cubanas: 104 Vaccaro, Hermanos: 153-154
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VALDALISO, J. M.: 437 VALDÉS, E.: 181n, 437 VALDÉS, G.: 98 VALDÉS, P.: 76n, 404 Valenciados, Los: 404, 437 VALERO, M.: 44n, 71-72n, 319n, 418 VALLE HERNÁNDEZ, A. del: 72, 77n, 78, 437 VARONA, E. J.: 322, 383 437 VÁZQUEZ, J. L.: 438 Vegas y número: 46-47, 71, 76-78, 93, 96, 129130, 152c, 165-167, 261-262, 263n, 294, 305n, 306; localización: 93, 152c; ingresos: 165-167 Velas y producción, industrias y número: 164, 279c, 284-285, 285n, 338c, 339, 353c; precios: 338c, 339, 353c VELLINGA, M.: 390 VENEGAS, C.: 90n, 102n, 138, 138-139c, 310n, 438 VENEGAS, H.: 438 Venezuela: 24-25n, 154 Ventaja: comparativa: 26, 40-41, 65-68, 84, 128131, 134-135, 141, 145-146, 152, 156-157, 193-194, 297, 308-311, 322-323, 322-323n, 327-328, 367-371, 379, 379n; específica: 142, 308-309, 367-370 Vento, Canal de (ver Zanja Real): 173 Ventorrillos: 62 Veracruz: 64-65 Vestidos y producción, industrias y número: 338c, 339-341, 351c, 353c, 313-314, 337341, 338c, 345c, 351-353c; precios: 338c, 339-341, 351c, 353c Viandas, agricultura, producción y exportación: 89, 93, 136c, 313-314, 337; localización de las explotaciones: 93; ingreso: 136c; precios: 337-341, 338c, 345c, 351c Vicecónsules: españoles en México: 114; estadounidense en Baracoa: 265-266 VIEIRA, A.: 399, 403, 408, 432, 437-438 Viena: 87 VILA VILAR, E.: 45n, 60n, 403, 437 VILAR, J. B.: 417, 438 VILLANUEVA, C.: 438 VILLANUEVA, Conde de (ver MARTÍNEZ de PINILLOS, C.): 65-66 VILLANUEVA, E.: 289n, 438 VILLAREJO, D.: 438 Vinagre y producción y precio: 338c, 352c VINET, S.: 222 Vino y precio (ver también Bebidas): 337-339, 338c, 341n, 353c Vintage capital: 189-190, 190n Vitolas (ver Tabaco cubano, vitolas) VIVES LARA, V.: 247
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ÍNDICES TEMÁTICO, ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Viviendas: 105-106, 335-339, 338c, 346n, 351c, 353c; precios: 335-339, 338c, 346n, 351c, 353c; enseres y su precio: 339 VIVÓ, H.: 438 VOGT, P. P.: 438 Vuelta Abajo (ver Pinar del Río)
WARD, J. R.: 438 Washington: 28-29, 234, 238, 252, 265, 292293, 309, 343-345, 349-350, 359, 375 WESSMAN, J. W.: 44, 383 West Indies (ver Caribe y Caribe británico) West Indies Oil Refining: 283 Western Railway of Habana (ver Ferrocarril del Oeste de La Habana) WEYLER, W.: 278-279 WILLIAMS, E. J.: 438 WILLIAMSON, O. E.: 438 WILLIS, H. P.: 270c, 409 WILSON, C. M.: 143n, 145n, 151, 151n, 154n, 438 WOLF, E. R.: 415 WOOD, D. B.: 438 WOOD, L.: 438
XIMENO, A.: 181n, 303n, 439
Yagüaramas: 302 YÁÑEZ, C.: 255n, 439 Yara y Grito de Yara: 123 Yateras, realengo: 147-148n YERO, P.: 272n, 439 Yeseras (ver Caleras y yeseras) Yuca, agricultura, producción y exportaciones: 143, 337; precio: 337 Yucatán: estrecho: 33; region: 26, 33, 43-46, 74, 77c, 93n, 95, 100, 100c, 101m, 107-122, 112-113n, 116n, 119-122c, 120n, 164, 194, 215, 259c, 288-291, 289n, 291n; economía, agricultura e industria: 113n, 288-289, 289n; empresarios: 114; cultivos, tipos y producción y haciendas: 289; agricultura, industria, oferta y comercio de henequén: 113n, 117, 288-291, 289n, 291n; exportación de la planta: 289-290; exportación a Cuba y
Estados Unidos: 289-291, 290-291; inversión extranjera: 289, 289n; modernización, tecnología y costes: 289, 289n; ferrocarriles (ver Ferrocarriles internacionales); gobierno y gobernadores: 84, 113-118; implicación en la trata de yucatecos y permisos y sobornos: 114-118, 116n; relaciones con Cuba: 113n, 289-290, 290n; sociedad: 112, 117, 133; blanqueamiento: 112; conflictos, guerra y pacificacion: 112-113, 112n, 133, 289; insurrectos y explulsión: 112-115; oligarquías: 112 Yucatán (comarca cubana): 290 Yucatán: Historia y Economía: 386 Yucatecos (ver Yucatán y Colonos cubanos, yucatecos) Yumurí, río: 272, 272
Zafra azucarera cubana: 108, 125-126, 130-131, 189, 192, 211, 239-240, 248-256, 250n, 261, 298, 307-308, 307-308n, 312n, 316317, 324, 329, 336, 336n, 340n, 347-348, 348n ZALDÍVAR y PEDROSO, J. de: 117 ZALDO, G.: 286-287, 287n ZAMAGNI, V.: 395, 424, 433-434 ZANETTI, O.: 21, 24, 41n, 48n, 63-64, 106n, 113n, 159n, 162n, 169n, 175-176n, 177, 181n, 185, 185n, 196, 196n, 224n, 225c, 234n, 237, 241n, 269n, 273n, 281-282n, 284n, 297n, 303n, 316n, 319n, 324n, 333334, 334-335n, 337n, 339-340, 345-346n, 346-347, 354-346c, 359c, 359-360n, 373n, 375n, 377n, 388, 399, 439 Zangroniz y Hermanos: 117 Zanja Real: 173 Zanjón (ver Paz del Zanjón) Zapata, ciénaga: 36 Zapaterías (ver Calzado) ZAYAS, A.: 143n ZAYAS, F.: 321n, 325n, 326-327, 336n, 338c, 439 Zaza, central: 185, 192, 302; río: 36 ZERBE, R.: 439 ZEUSKE, M.: 439 ZORINA, A.: 439 ZULUETA, J. de: 185, 192, 267n, 302
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Colección Tierra Nueva e Cielo Nuevo Últimos números publicados 33. Relaciones Geográficas del Reino de Chile , 1576. Edición y estudio de F rancisco de SOLANO. Madrid, 1994. 34. Relaciones Económicas del Reino de Chile , 1780. Edición y estudio de F rancisco de SOLANO. Madrid, 1994. 35. Carlos LÁZARO ÁVILA: Las Fronteras de América y los «Flandes Indianos». Madrid, 1997. 36. Juan José R. VILLARÍAS ROBLES: El Sistema Económico del Imperio Inca. Historia crítica de una controversia. Madrid, 1998. 37. Consuelo NARANJO OROVIO y Carlos SERRANO (Eds.): Imágenes e ima ginarios nacionales en el Ultr amar español. Madrid, 1999. 38. M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL N AVARRO: Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815). 39. Salvador BERNABÉU ALBERT: El Septentrión Novohispano: Ecohistoria, Sociedades e Imág enes de Frontera (en prensa). 40. Inés ROLDÁN DE MONT AUD: La Restauración en Cuba. El fracaso de un proceso reformista (en prensa). 41. Víctor PERALTA RUIZ y Mar ta IRUROZQUI VICTORIANO: Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880. Madrid, 2000. 42. Mónica QUIJADA, Carmen BERNAND y Arnd SCHNEIDER: Homogeneidad y nación con un estudio de caso: Argentina siglos XIX y XX. Madrid, 2000. 43. Miguel CABELLO BALBOA: Descripción de la provincia de Esmeraldas. Madrid, 2001. Edición, introducción y notas de José Alcian Franch. 44. Fernando MONGE: En la Costa de la Nieb la. El paisaje y el discur so etnográfico ilustrado de la expedición de Malaspina en el P acífico. Madrid, 2002. 45. Mónica QUIJADA, Jesús BUSTAMENTE: Élites intelectuales y modelos colectivos. Madrid, 2002. 46. Consuelo NARANJO, M.ª Dolores LUQ UE y Miguel Ángel PUIG-SAMPER: Los lazos de la cultura. El Centr o de Estudios Históricos de Madrid y la Univer sidad de Puerto Rico 19161939. Madrid, 2002. 47. Imilcy BALBOA NAVARRO: La protesa rural en Cuba. Resistencia cotidiana, bandolerismo y revolución (1878-1902). Madrid, 2003. 48. Luis Ángel SÁNCHEZ GÓMEZ: Un imperio en la vitrina: El colonialismo español en el Pacífico y la exposición de Filipinas de 1887. Madrid, 2003.
ANTONIO SANTAMARÍA GARCÍA y ALEJANDRO GARCÍA ÁLVAREZ
ECONOMÍA Y COLONIA. LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
ANTONIO SANTAMARÍA GARCÍA Y ALEJANDRO GARCÍA ÁLVAREZ
ECONOMÍA Y COLONIA LA ECONOMÍA CUBANA Y LA RELACIÓN CON ESPAÑA, 1765-1902
COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO
ISBN 84-00-08280-X
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
CSIC
9 788400 082802
Antonio Santamaría García, Doctor en Historia, Investigador contratado del CSIC y especialista en Historia Económica y Social de América Latina y el Caribe (s. XIX y XX), ha trabajado en el Instituto Universitario Ortega y Gasset y en las Uni versidades Carlos III de Madrid y de Oxford y es autor o coautor de una e xtensa obra, galardonada con premios como Nuestra América 2000 (Diputación de Se villa), que incluy e numerosos ar tículos en revistas y obras colectivas y los libros Historia de los ferrocarriles en Iber oamérica y Guía histórica de los ferrocarriles en Iber oamérica, 1837-1995 [CD-Rom] (1998), La América española, 1763-1898. Economía (2002), Sin azúcar no hay país. La industria azucarera y la economía cubana, 1919-1939 (2002), Historia económica y social de la colonia pequeña. Puerto Rico, de las Reformas Borbónicas a la Le y Foraker (2005), El suplicio de Tántalo. Las economías latinoamericanas en perspectiva histórica (coord., Debate y P erspectivas, 5, 2005); La industria azucarera en América (coord., Revista de Indias, 233, 2005) y El libro de los ingenios de Justo G. Cantero (coed., 2005), los dos últimos con Alejandro García Álvarez. Alejandro García Álvarez, Doctor en Historia, Profesor emérito de la Universidad de La Habana y especialista en Historia Económica, Socio-Política y Cultural de Cuba (s. XIX y XX), ha sido Investigador invitado del CSIC y de varias universidades españolas y es autor o coautor de una extensa obra galardonada con premios como el Elsa Gouveia 1989 (Association of Caribbean Historians), que incluye numerosos artículos en revistas y obras colecti vas y los libros Gerardo Abreu. Biografía (1971), El Canal de Occidente y La categorización de los ing enios azucareros cubanos (Cuadernos de Humanidades, 1 y 2, 1971 y 1972), United Fruit Co.: un caso de dominio imperialista en Cuba (1976), El papel del ferrocarril en la concentración de la industria azucarera (1977) y Caminos para el azúcar (1987, ed. en inglés, 1998), La gran burguesía comercial en Cuba, 1899-1920 (1990), Algunos aspectos de la realidad sociocultural cubana en las tr es primeras décadas del siglo XX (1991), Historia de Cuba III (1990), Historia de Cuba (1992–, t. III), Cuba 1898 (coord., Revista de Indias, 212, 1998), Textos clásicos de la historia de Cuba [CD-Rom] (comp., 1998), o Dos momentos de la dominación neocolonial de Cuba (2002). Economía y colonia. La economía cubana y la r elación con España, 1765-1902 es un análisis de la historia económica de Cuba y la relación colonial en siglo XIX largo, que se inició con la llamadas Reformas Borbónicas y acabó con la independencia de la isla tras la ocupación norteamericana de 1898-1902. Resultado de múltiples investigaciones de ambos autores, que son sintetizadas en la obra, y de una revisión de las aportaciones clásicas y recientes al tema, el libro ofrece una nue va perspectiva del mismo que, sin omitir la impor tancia del proceso de especialización productiva (en la elaboración de azúcar fundamentalmente) examina también otros sectores de actividad y cuantifica los principales agregados económicos.
Ilustración de cubierta: «Casa de calderas de Ingenio Álava», obras de L. M. Laplante, tomada del libro de J. G. Canero, Los ingenios. Colección de visitas a los principales ing enios de Cuba. La Habana: La Moderna Poesía.