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Spanish; Castilian Pages 236 Year 2023
LA PRENSA EN ANDALUCÍA EN EL SIGLO XIX Cultura, política y negocio del Romanticismo al regionalismo Beatriz Sánchez Hita y María Román López (eds.)
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LA CUESTIÓN PALPITANTE LOS SIGLOS XVIII Y XIX EN ESPAÑA Vol. 37 Consejo editorial Joaquín Álvarez Barrientos (CSIC, Madrid) Pedro Álvarez de Miranda (Real Academia de la Lengua Española, Madrid) Lou Charnon-Deutsch (SUNY at Stony Brook) Luisa Elena Delgado (University of Illinois at Urbana-Champaign) Fernando Durán López (Universidad de Cádiz) Pura Fernández (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC, Madrid) Andreas Gelz (Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau) David T. Gies (University of Virginia, Charlottesville) Kirsty Hooper (University of Warwick, Coventry) Marie-Linda Ortega (Université de la Sorbonne Nouvelle / Paris III) Ana Rueda (University of Kentucky, Lexington) Manfred Tietz (Ruhr-Universität, Bochum) Akiko Tsuchiya (Washington University, St. Louis)
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LA PRENSA EN ANDALUCÍA EN EL SIGLO XIX Cultura, política y negocio del Romanticismo al regionalismo
Beatriz Sánchez Hita y María Román López (eds.)
Iberoamericana - Vervuert - 2022
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El presente volumen ha sido financiado y forma parte de los resultados de investigación del proyecto «Andalucía y lo andaluz ante el gran público. Textos fundamentales para su representación en los siglos xviii y xix» (P18-RT-2763). Programa de ayudas a proyectos de I+D+i, destinadas a las universidades y entidades públicas de investigación calificadas como Agentes del Sistema Andaluz del Conocimiento (PAIDI 2020). Modalidad Retos Consolidado. Financiado por la Consejería de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades y cofinanciado en un 80% por la Unión Europea, en el marco del Programa Operativo FEDER Andalucía 2014-2020.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47) Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2022 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es © Vervuert, 2022 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-246-9 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-328-6 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-329-3 (ebook) Depósito Legal: M-14726-2022 Imagen de la cubierta: Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 22 (10-12-1877) Diseño de la cubierta: a. f. diseño y comunicación Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro.
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ÍNDICE
Estudios sobre el periodismo andaluz desde el Romanticismo al regionalismo. Estado de la cuestión Beatriz Sánchez Hita / María Román López............................................... 7 Prensa y literatura en la producción gaditana desde la muerte de Fernando VII al inicio del reinado efectivo de Isabel II (1833-1843) Beatriz Sánchez Hita....................................................................................... 35 Las narraciones de la Revista Gaditana: el trasvase de textos entre cabeceras de la prensa madrileña, barcelonesa y gaditana Montserrat Amores......................................................................................... 67 D. Hermógenes. Revista Literaria, Sevilla 1849. Contexto, contenido, índices Cecilio Alonso.................................................................................................. 99 Entre la instrucción y el entretenimiento: el Almanaque enciclopédico español de Manuel Torrijos David Loyola López.......................................................................................... 123 La editorial Eduardo Perié y dos revistas inéditas sevillanas para la mujer: La Torre del Oro (1872) y La Moda Hispano-Americana (1874) Marta Palenque................................................................................................ 153 El furierismo feminista de los Pensiles de Cádiz en relación con otros socialismos utópicos europeos Carolina Pecharromán de la Cruz.............................................................. 187 Construir Andalucía desde la prensa. Compromiso y regionalismo en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias (1877-1880) de Patrocinio de Biedma Juan Pedro Martín Villarreal....................................................................... 213 Sobre los autores................................................................................................ 233
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ESTUDIOS SOBRE EL PERIODISMO ANDALUZ DESDE EL ROMANTICISMO AL REGIONALISMO. ESTADO DE LA CUESTIÓN 1 Beatriz Sánchez Hita (Universidad de Cádiz) María Román López (Universidad de Cádiz)
El periódico es un espacio poliédrico en el que de manera muy significativa confluyen en el siglo xix aspectos vinculados con los cambios culturales, políticos y sociales, que difícilmente pueden ser atendidos en toda su complejidad sin recurrir al análisis de lo publicado en este medio. En los últimos años ha ido creciendo el interés y, de manera paralela, la investigación sobre gran parte del corpus hemerográfico de los siglos xviii y xix; basta pensar en la revisión que ha experimentado la producción de la Guerra de la Independencia (1808-1814) o del Sexenio Democrático, por ejemplo. Buena parte de estos trabajos ha sido posible gracias a la realización de toda una labor de caracterización y recuperación de títulos que, por las peculiaridades del género, eran total o parcialmente desconocidos; así como por la interpretación de la amplia capacidad de los periódicos para la mediación en la esfera pública, es decir, en la promoción de discursos y sus tramas simbólicas en el espacio político y cultural.
El presente trabajo forma parte de los resultados de investigación del proyecto I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación: «Idea de Andalucía e idea de España en los siglos xviii-xix. De la prensa crítica al artículo de costumbres y aledaños» (PID2019110208GB-I00/AEI/10.13039/501100011033) y del proyecto: «Andalucía y lo andaluz ante el gran público. Textos fundamentales para su representación en los siglos xviii y xix» (P18-RT-2763). Programa de ayudas a proyectos de I+D+i, destinadas a las universidades y entidades públicas de investigación calificadas como Agentes del Sistema Andaluz del Conocimiento (PAIDI 2020). Modalidad Retos Consolidado. 1
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Se aprecia, no obstante, una diferencia significativa en el tratamiento que, salvo excepciones puntuales, presenta lo publicado en Madrid frente a la producción de otros territorios; aspecto este que se agudiza en la etapa aquí atendida. Por este motivo, pretendemos situar como claves de este monográfico el análisis de títulos poco conocidos y la valoración del papel desempeñado por diferentes periódicos andaluces, publicados después de la muerte de Fernando VII, en la marcha de los acontecimientos históricos y en la propia evolución de la cultura y la literatura, sin desatender el papel adquirido por los papeles públicos como producto de negocio y consumo. Antes de presentar propiamente el volumen, consideramos necesario abordar un estado de la cuestión en torno a las investigaciones realizadas sobre la prensa andaluza publicada desde 1833 a finales de los ochenta, para contextualizar los diferentes estudios que aquí incluimos y que son parte del resultado de una serie de encuentros internacionales con investigadores sobre el género periodístico realizados en el marco del proyecto de la Junta de Andalucía I+D+i «Andalucía y lo andaluz ante el gran público. Textos fundamentales para su representación en los siglos xviii y xix» (P18-RT-2763) y del proyecto del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades «Leer y escribir la nación: mitos e imaginarios literarios de España (1831-1879)» (FFI201782177-P), al que se suma en esta última etapa el Proyecto I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación: «Idea de Andalucía e idea de España en los siglos xviii-xix. De la prensa crítica al artículo de costumbres y aledaños» (PID2019-110208GB-I00/AEI/10.13039/501100011033). Estos encuentros han dado lugar al intercambio de opiniones y a la constatación de la necesidad de ahondar en la recuperación y, desde un pluralismo crítico, en el análisis de la prensa andaluza para atender a la difusión del propio movimiento romántico y enriquecer la interpretación sobre cómo se produce su difusión en espacios antes no estudiados de manera detallada; así como para trazar de qué forma en aquellos momentos se configura una determinada idea de Andalucía y lo andaluz confundida a veces con la de España; además de profundizar en la actividad femenina en el ámbito periodístico, desde el papel ejercido por ellas en el negocio editorial al empleo de las páginas de periódicos concretos para realizar reivindicaciones feministas y furieristas, de lo que dan cuenta destacadas publicaciones gaditanas. No nos detendremos aquí en el análisis de las historias generales del periodismo, de obligada consulta para trazar un panorama amplio
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de la producción del país, pero que por sus propias características han de presentar un análisis abreviado de los títulos. Tampoco podemos ser exhaustivas en los usos tangenciales de la prensa periódica en estudios históricos y literarios, pues esto supondría una prolija e inabarcable adición de referencias. En este trabajo nos queremos ceñir a aquellos estudios donde se produce un análisis específico de títulos o se realizan índices y catalogaciones, y a aquellos que colocan como primer término el texto periodístico para el análisis de la producción literaria, la historia política y cultural o aquellos aspectos más directamente relacionados con el mismo, como son los relativos a su producción, comercialización, establecimiento de semblanzas de periodistas, editores, etcétera. Conviene, asimismo, advertir que las noticias sobre determinados periódicos y sus estudios se hallan en fuentes dispares, que abarcan tanto trabajos propios del ámbito académico como otros destinados a la divulgación o que se circunscriben a intereses locales que motivan una recuperación e interpretación de estos materiales a veces al amparo de instituciones políticas y/o culturales de un determinado espacio —sin que ello desmerezca en modo alguno la calidad de estos trabajos—, lo cual hace que en ocasiones resulte compleja su localización, sobre todo si las publicaciones en las que se encuentran no están indexadas o no han sido citadas en los estudios generalistas de referencia. Para la elaboración de este recorrido, además de los datos propios derivados de los proyectos de investigación en marcha, se ha realizado un rastreo con búsquedas generales en Dialnet, en la Biblioteca Miralles —accesible desde la web de Cervantes Virtual—, Scopus, así como en revistas que suelen ofrecer estudios sobre prensa y periódicos concretos. Confiamos en poder ofrecer con ello una revisión significativa de la bibliografía existente hasta la fecha sobre prensa andaluza.2 En primer término conviene destacar el papel que para la recuperación de los propios títulos han tenido los diferentes estudios históricos y catálogos elaborados desde la década de los ochenta que, sin olvidar 2 No se han incluido las tesis doctorales o los trabajos de investigación en aquellos casos en los que presentan una vinculación directa con publicaciones posteriores de sus autores. De igual modo, somos conscientes de que en muchos casos la búsqueda desde los propios investigadores que aquí se citan podría arrojar algunos títulos más que puedan haber pasado desapercibidos por no figurar en las fuentes empleadas.
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varios trabajos pioneros como los de Ramón Solís (1971, reeditado en 2006) para Cádiz o Manuel Aznar (1889) y Manuel Chaves Rey (1896, editado en facsímil en 1995) para Sevilla que aún hoy son de obligada consulta,3 supusieron una muy destacada aportación a la definición de etapas de evolución en la historia del periodismo andaluz, así como una primera aproximación a los diferentes títulos desde el acceso a los propios periódicos y a los estudios existentes sobre estos. Destacamos aquí los trabajos monográficos recientes sobre la producción en las diferentes provincias de Checa Godoy para Jaén (1986) y Córdoba (2011b); Ramos Santana et al. (1987) y Labio Bernal (ed.) (2009) para Cádiz; Balsells y Lentisco (1982) y Gerez Valls (2006) para Almería y Díaz Domínguez (2008 y 2013) para Huelva. A estos se suman diferentes artículos y catálogos de bibliotecas y archivos, destinados tanto a la producción de una provincia concreta como a la de una determinada ciudad; valgan como muestra los trabajos de Leiva (1992) para Jerez de la Frontera, de Sanz Trelles (1989) para Algeciras, de Tornay de Cozar (1997) sobre la prensa en Gibraltar —que incluimos aquí por las muchas peculiaridades sociales e históricas que presenta el Campo de Gibraltar—, de Galindo García (1993) para Antequera, de Jaramillo Cervilla (2011) para las comarcas de Guadix, Baza y Huéscar, de Martínez Román (2010) para Baza, de Ortiz Mallol (2003) para Guadix y su comarca durante la Restauración, de Sánchez Morillo (2007) para Osuna o de Montoro Fernández (2007) con el sucinto recorrido por el periodismo de Vélez-Málaga hasta la democracia. Asimismo, en lo que se refiere a la catalogación y aproximación global a la prensa andaluza no podemos dejar de citar la Historia de la prensa andaluza de Checa Godoy (1991), reeditada en 2011a con notables modificaciones en lo que al cómputo de títulos se refiere y con correcciones de algunos errores deslizados en la primera versión; a la que hemos de sumar el volumen dedicado por el autor a la prensa del Sexenio Revolucionario (2006), en el que Andalucía se sitúa tras Madrid como la segunda comunidad más nutrida a nivel periodístico y se le dedica un amplio estudio por provincias. Los cambios y ampliaciones existentes en los dos primeros trabajos citados, ilustran la complejidad que presenta la catalogación y descripción de un material Se podría situar aquí también la recuperación y edición en el año 2000 de la Bibliografía de la prensa malagueña de Díaz de Escovar (1860-1935) cuya influencia ha sido menor que la de los anteriores por las mayores dificultades para su consulta. 3
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efímero como la prensa y hacen patente en qué medida los avances en los estudios y la clasificación de fondos realizada por bibliotecas y archivos así como la consulta de los datos contenidos en la propia prensa están contribuyendo en estos momentos a la revisión de lo conocido y haciendo factible el establecimiento de un panorama general más preciso.4 En ese acercamiento general a la bibliografía sobre prensa andaluza, no podemos olvidar los catálogos de bibliotecas y archivos que, pese a los avances que se han hecho en las descripciones a las que tenemos acceso a través de la red de las propias instituciones, siguen siendo una importante vía para la caracterización general de las colecciones que custodian. Entre estos destaca para Sevilla la obra de Braojos Garrido y Toribio Matías (1977),5 para Granada el trabajo de Manjón-Cabeza Sánchez (1995) que analiza y describe la producción de la provincia conservada en la Hemeroteca de la Casa de los Tiros, a la que se debe añadir el capítulo de Manjón-Cabeza Sánchez y Viñes Millet (1997); a los que por su un enfoque global-regional debe sumarse el catálogo sobre los fondos andaluces conservados en la Hemeroteca Municipal de Madrid de Dorado Fernández (2001). A estos se añaden estudios sobre fondos particulares o secciones específicas como el de Sanz Trelles (2009), que describe los documentos relativos a prensa e imprenta de la sección de Gobierno Civil (1813-1867) del Archivo Histórico de Cádiz o los de Casas Delgado —incluyendo diferentes estudios y su tesis— sobre el fondo Hazañas de la Universidad de Sevilla y la prensa popular, donde la literatura de cordel adquiere un especial protagonismo (2012, 2017; Casas y Masdemont 2012).6 También cabría situar aquí varios trabajos generales sobre la Las dos historias de Checa Godoy (1991 y 2011) citadas se acompañan de una relación final, no exhaustiva, sobre los estudios vinculados a la prensa andaluza divididos por provincias. Esta tarea recuerda y retoma la que en su día emprendiese Altabella Hernández (1983), que en su trabajo sobre las fuentes y estudios de la prensa de provincias dedica a Andalucía las páginas 177-202. 5 En el vol. II, destinado al resto de España, se hallan las referencias a las demás provincias andaluzas. 6 En la actualidad la posibilidad de consulta en red de los fondos de numerosas bibliotecas y archivos permite conocer con relativa facilidad los fondos custodiados en las mismas, lo que acaso ha influido en la disminución de la publicación de catálogos. Para el estudio de la prensa andaluza poseen un interés particular espacios como los de la hemeroteca de la Biblioteca Virtual de Andalucía o el del Centro de Investigaciones 4
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prensa femenina en España y su localización en los fondos como el de Sánchez Hernández (2009) o sobre publicaciones médicas de Llorente Santacatalina (2005). Creemos oportuno reseñar en este punto que, en los últimos años, también se ha llevado a cabo una profunda recuperación y reinterpretación de la producción periodística andaluza por parte de grupos de investigación concretos. Así, el Grupo de Estudios del Siglo xviii (Universidad de Cádiz), a través de proyectos de investigación nacionales y autonómicos conseguidos en concurrencias competitivas y de las tesis doctorales leídas en su seno en las últimas tres décadas, ha abordado el análisis de la prensa periódica gaditana y andaluza en etapas claves como las de la Ilustración, la Guerra de la Independencia, el Trienio Liberal y el Romanticismo, atendiendo sobre todo a aspectos relacionados con el nexo entre prensa y literatura y el mundo del libro. Asimismo, en esta línea de recuperación y estudio del legado hemerográfico andaluz, habría que citar que el trabajo en curso del equipo del proyecto de investigación Historia (crítica) del periodismo andaluz liderado por Carmen Espejo Cala de la Universidad de Sevilla trabaja actualmente en la «recuperación y digitalización de colecciones de prensa públicas y privadas, así como de fuentes secundarias de difícil acceso como estudios mecanografiados, manuscritos o impresos descatalogados», con el fin de proporcionar una guía del patrimonio periodístico andaluz.7 Ahora bien, los acercamientos que posibilita la prensa periódica desde diferentes disciplinas hacen preciso considerar trabajos que no solo tienen que ver con la catalogación o la descripción de la producción de un determinado territorio, sino también con aspectos relacionados con el mundo de la imprenta y el libro —incluyendo aquí los destinados a la evolución de las propias técnicas y a la introducción del grabado—; con el estudio de los periodistas e impresores; con el análisis del papel de las mujeres como productoras de Thomas J. Dodd en la Universidad de Connecticut, cuyos fondos de prensa española proceden en gran parte de la colección de Juan Pérez de Guzmán y Boza, duque de T’Serclaes; a estos se suman necesariamente la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España, la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica o la Hemeroteca Municipal de Madrid, por citar los más habituales. 7 Sobre los proyectos concretos del Grupo de Estudios del Siglo xviii y su producción puede verse: https://hum139.uca.es/; igualmente para el caso del proyecto indicado liderado por Carmen Espejo Cala puede consultarse: https://grupo.us.es/hicpan/.
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contenidos y parte del mundo editorial —donde se han producido avances n otables en las últimas décadas—; con el nexo entre producción periodística y literatura —de capital importancia en la etapa a la que se dedica este volumen colectivo— y, en definitiva, con el papel de la prensa en la historia política, cultural y social. Lógicamente, en todos estos estudios existen elementos de confluencia y a veces es complicado —incluso diríamos que resulta imposible— clasificarlos como pertenecientes a una sola categoría de contenidos, pues muchos aportan elementos de interpretación de unos campos y otros y, en conjunto, suponen un avance global en el conocimiento de diferentes aspectos vinculados al desarrollo del periodismo en un sentido lato. No obstante, atendiendo al eje temático fundamental de estos estudios, trataremos de recoger a continuación un recorrido por el caso andaluz en la etapa aquí atendida. En lo que se refiere a los trabajos sobre imprentas, editoriales e impresores en el xix, resultan de obligada consulta las aportaciones debidas a especialistas y consultables en el portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos xix-xxi)-EDI-RED, alojado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, sin especificación geográfica por el momento. A estas deben añadirse otras obras como las de Delgado López-Cózar y Cordón García (1990), Guillén Marcos (1991), así como los estudios de Delgado López-Cózar y Cordón García y el de Izquierdo incluidos en el volumen coordinado por Peregrín Prado (1997) para Granada; Llordén (1973) para Málaga; Valdenebro y Cisneros (1900) para Córdoba o Pérez (1903) para Cádiz. Estos dos últimos resultan mucho más limitados que los anteriores por las posibilidades de acceso a fondos en la época en la que se escriben. Podemos situar aquí también el estudio vinculado a un aspecto concreto que afecta al propio oficio de la imprenta y que tiene que ver con el papel de las viudas que quedan al frente de talleres como estudia para Málaga Calvo González (2009), tema este que puede verse igualmente reflejado en Sánchez Hita (2018) para el caso concreto de la viuda de Comes en Cádiz. Sobre impresores y editores andaluces, cabe destacar los trabajos contenidos en el nº 24 de Cuadernos de Ilustración y Romanticismo de Checa Godoy (2018) vinculado a los impresores durante las regencias y reinado de Isabel II —donde lógicamente lo sucedido en Andalucía queda reflejado, aunque no de manera exclusiva—, de Casas Delgado (2018) sobre los talleres destinados a la impresión de literatura de
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cordel y sus responsables y de Mancinas Chaves y Moya López (2018) sobre la prensa de empresa en la Restauración.8 Las aproximaciones a los periodistas resultan menos habituales ligadas a un espacio geográfico, por lo que el punto de partida suele ser el clásico texto de Ossorio y Bernard (1908, reeditado en 2004), que se sitúa en la base del reciente estudio de López de Suazo (2017). No obstante, no debemos dejar de destacar que muchos de los trabajos sobre escritores del siglo xix parten o guardan una estrecha relación con la prensa periódica, pues fue esta una vía privilegiada para la difusión de la literatura, los debates sobre la misma y la reseña crítica de las representaciones teatrales o la noticia de la cartelera. Por ello, es habitual encontrar apartados específicos en diferentes semblanzas de autores e investigaciones basadas en su producción en prensa, que sería imposible incluir por extenso en estas páginas introductorias. Sin embargo, no queremos dejar de mencionar algunas muestras significativas, comenzando por un portal que creemos de utilidad y una vía posible para la ampliación y actualización de datos de acuerdo con los avances que puedan irse produciendo como es el espacio alojado en la Biblioteca Cervantes Virtual: Literatura y periodismo en la época del Romanticismo en España dirigido por Alonso Seoane y que, aunque la base son las publicaciones estampadas en Madrid, resulta de utilidad para realizar una aproximación a sujetos directamente implicados en la producción periodística andaluza, como José Bermúdez de Castro. Otros trabajos centrados en autores andaluces podemos verlos en el volumen colectivo coordinado por Romero Ferrer y Durán López (2001) sobre escritores gaditanos raros y olvidados, donde para el ámbito de la prensa del xix cabe destacar las biografías de Francisco Flores Arenas y Ramón León Maínez. Sobre Flores Arenas debemos mencionar, asimismo, el análisis de sus contribuciones en La Moda en el año de 1843 realizado por Reina López (2000), que pone el acento en la necesidad de recuperar sus textos costumbristas; el destinado a Manuel Cañete de Randolph (1972), del que interesa especialmente el capítulo I dedicado a su producción entre 1822-1843, donde se produce su participación en diferentes revistas literarias gaditanas y En el citado número de Cuadernos de Ilustración y Romanticismo se incluyen el monográfico: «En letras de molde. Impresores y libreros en los siglos xviii y xix» y el dosier: «Prensa y periodismo andaluz: productos, lecturas y difusión en los siglos xviii y xix» coordinados por Sánchez Hita y Román López (2018), respectivamente. 8
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granadinas; el monográfico sobre el papel de Cánovas del Castillo como periodista de González Ossorio (2017) o el estudio de Román Gutiérrez y Palenque (2008), en el que a través del Álbum de Antonia Díaz Lamarque recuperan la vida literaria en torno a esta poeta que participa en diferentes cabeceras del xix. La labor escritural y editorial de las mujeres es otra línea de estudio que ha despertado el interés en los acercamientos realizados a la prensa periódica de los siglos xviii y xix. Actualmente contamos con importantes trabajos que dejan constancia de la imposibilidad de entender la escritura femenina sin el recurso a la prensa periódica, en la que pasa de ser receptora a desarrollar un papel activo que integra a veces la edición o la ya aludida actuación en el ámbito de la imprenta. Aquí, sigue siendo de interés, por la especial atención que presta a la prensa —aunque centrado en lo estampado en Madrid, principalmente—, el manual sobre escritoras españolas del xix de Simón Palmer (1991), que no es propiamente un catálogo y que interesa para el caso de Andalucía particularmente por el análisis hecho de la labor de Carolina Soto y Corro en la revista jerezana Asta Regia (1880-1883). A este podemos sumar los estudios sobre escritoras isabelinas de Sánchez Llamas (2000 y 2002) o el trabajo de Servén Díez y Rota (2013), centrado en las escritoras españolas en la prensa desde 1868 a 1936.9 Para lo referido a la labor y producción de las autoras andaluzas hay que citar, sin duda, a Carmona González (1999 y 2001), que recupera numerosos nombres femeninos y aporta datos concretos sobre sus colaboraciones en prensa. En esta misma línea, aunque para el tratamiento de nombres concretos, cabe incluir aquí los estudios de Vega Rodríguez (2014) y Martín Villarreal (2019) sobre Patrocinio de Biedma; de Cantos Casenave, quien estudia desde distintas perspectivas los casos de María Manuela López de Ulloa —a quien además dedica un libro en 2016—, Fernán Caballero (1999, 2013), María Josefa Zapata y Patrocinio Gil de Biedma (2014, 2011), que se suman a sus trabajos previos (entre ellos, los de 2012, 2011 y 1999), además de sus estudios destinados a la labor de las mujeres en los años de la Guerra de la Independencia, que no recogemos de manera específica aquí por limitarnos al eje cronológico de este monográfico; de Partzsch (2019), quien al trazar las relaciones editoriales de las escritoras isabelinas 9 Igualmente, podríamos citar por ser punto de partida de muchos de estos trabajos el estudio de Criado y Domínguez (1889).
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r ecoge parcialmente de Margarita Pérez de Celis y María Josefa Zapata; o de Espigado Tocino (1998, 2005 y 2006) también sobre estas últimas autoras. Debemos añadir aquí otros trabajos enfocados desde una perspectiva de género, como el de Benítez Alonso (2017, 2019) sobre Carmen de Berróstegui y sus escritos en La Aurora (Sevilla, 1851-1855), y sobre otras autoras presentes en las publicaciones sevillanas del xix, como el de Marta Palenque sobre el Álbum de las señoritas Daguerre (2019), así como el mencionado de Díaz Domínguez (2013). Por otro lado, los periódicos, que fueron desalojados de los estudios literarios desde una concepción integrista de la literatura, hoy en día cuentan con un creciente interés gracias al desbordamiento del objeto textual inscrito canónicamente en la historia de la literatura, desde la teoría literaria, los estudios culturales o los estudios de la cultura escrita, en su percepción como proceso comunicativo y como actividad u hecho social (Sapiro 2016, Rodríguez de la Flor 2010). Efectivamente, la literatura y el periodismo arrastran una tradición de relaciones promiscuas (Chillón 2014), y de sobra hoy reconocemos la relevancia del periodismo en la generación de la literatura desde el primer cuarto del xix, el impacto sobre esta del moderno concepto de opinión pública propiciado por la prensa (Durán 2010; Cantos, Durán, Romero 2006-2008; Román 2019), así como su destacado papel en los procesos de articulación de los movimientos literarios y su influencia sobre el modo de producción, especialmente en la segunda mitad del siglo xix, cuando el estatuto de lo literario se ve ampliamente beneficiado por la actividad que los literatos realizan en una más moderna y profesionalizada prensa. Este fenómeno lo abordó, con una perspectiva amplia, María del Pilar Palomo en el volumen Movimientos literarios y periodismo en España (1997),10 donde el nexo entre los inicios del Romanticismo y Cádiz quedan patentes. En una línea similar al trabajo mencionado cabe situar el reciente estudio de Gutiérrez Sebastián, Ferri Coll y Rodríguez Gutiérrez (2019) que, a la hora de trazar la Historia de la literatura ilustrada del siglo xix, abordan en diferentes capítulos el triplete: literatura-prensa-ilustración; aunque aquí la revisión se hace desde Existen, no obstante, aportaciones previas en este análisis de la interrelación entre literatura y periodismo, como varias de las que seguidamente se reflejan en estas páginas centradas en títulos concretos. Igualmente, cabe citar por su carácter valorativo el trabajo de Romero Tobar (1987). 10
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diversos títulos de referencia obligada donde Madrid actúa como foco irradiador principal. De igual modo, y en relación con la difusión de la literatura y la prensa, habría que citar el monográfico de Anales de Literatura Española nº 25 (2013), coordinado por Ferri Coll y Rubio Cremades. Para la etapa que aquí nos ocupa y centrados específicamente en revistas andaluzas y literatura cabe destacar los trabajos globales de Gijón Núñez (2008 y 2009), donde además se realizan aproximaciones parciales a varias publicaciones de las diferentes capitales de provincia; así como los destinados a títulos concretos de Palenque (1987, 1991 y 2018) que analiza el papel de revistas como El Cisne (Sevilla, 1838), El Nuevo Paraíso (Sevilla, 1839) y El Regalo de Andalucía (Sevilla, 18491851), en la difusión y consolidación del movimiento romántico en Sevilla, así como de la misma autora (2001) el estudio sobre la revista teatral La Platea (Sevilla, 1849-1850); el trabajo de Garrido Domínguez (2009) sobre la prensa y la literatura en Ronda o el reciente de Schawad (2021) sobre La Floresta Andaluza (Sevilla, 1843-1844) analizada desde la perspectiva de su repercusión local. De igual modo, cabe referenciar aquí diferentes estudios vinculados a la recuperación y elaboración de índices de revistas literarias, como los realizados por Caffarena Such (1961) sobre El Guadalhorce (Málaga, 1839-1840) del que se ofrece una antología de textos y la reproducción de sus grabados, Atero Burgos (1980 y 1984) sobre la Revista Gaditana (Cádiz, 1839-1840), López Bueno (1971) sobre La Floresta Andaluza (Sevilla, 1843-1844), Marín López (1962) sobre La Alhambra (Granada, 1839-1843), Rodríguez Gutiérrez (2004a) sobre El Crepúsculo (Jaén, 1842), Giménez Caro y Urán Navarro con El Caridemo (Almería, 18471848) del que recogen varios textos, Labio Bernal (2000) sobre el Diario de Cádiz (1867-1898) o Pardo López y Guevós Madrid (1957) sobre La Alhambra (Granada, 1884-1885/1898-1924). También cabe reseñar aquí otros trabajos que ofrecen caracterizaciones de títulos concretos de la etapa a la que atendemos, pese a no centrarse específicamente en ella, como el de Arroyo Martín (2018) sobre La Moda Elegante (1861-1927, Cádiz y Madrid) donde se atiende parcialmente al periodo en que se denominó simplemente La Moda (1842-1861, Cádiz), publicación esta sobre el que hace falta una investigación más detallada a tenor de la importancia del título, que pasa por la necesaria localización de
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uchos de sus años;11 así como la reconstrucción de El Anunciador de m Jaén (1853-1872) realizada por Checa Godoy (2017) desde la colección de La Paz de Murcia, que ilustra cómo a menudo la propia prensa es un medio para la caracterización de lo no conservado o que permite valorar aspectos de impresos concretos por las relaciones que entre los propios periódicos se establecen. Dentro del análisis de la prensa como medio para la difusión de la literatura, son varios los estudios que se han destinado a géneros concretos, que deben ponerse en relación asimismo con aquellos otros trabajos que analizan el desarrollo de movimientos literarios o revisan títulos específicos. En lo que atañe a la novela y el cuento donde, ya sea de manera individualizada ya desde la referencia al conjunto de lo publicado en el país, son notables las menciones a títulos tirados en Andalucía, debemos situar varios de los realizados por Rodríguez Gutiérrez (2004b y 2003), donde figuran algunas cabeceras andaluzas aunque predominan las de Madrid; el centrado en la novela en Cádiz de López Romero (1997) desde un enfoque más cercano al cómputo de títulos que a la descripción y que incluye también datos sobre imprentas; el trabajo de Giménez Caro (2004) sobre el relato romántico en la Revista de Almería (1879-1884) o el de Casas Delgado (2012) sobre los romances y pliegos de cordel entre 1750-1850. También la poesía ha sido abordada de manera específica en Bonillo Martínez y Cruz Moya (1999-2000 y, más específicamente 2001) para lo difundido en la prensa almeriense del xix o los trabajos de Contero Urgal (2001 y 2004) sobre los materiales poéticos de El Tiempo (Cádiz, 1837-1840). El costumbrismo también ha sido uno de los ejes frecuentes en la aproximación realizada a la prensa andaluza,12 pues en ella y en el teatro es donde tuvo una mayor difusión, en relación a la primera 11 Por la relación directa que guarda con la cabecera cabe citar aquí el estudio del uso de la ilustración en La Moda Elegante de González Díez (2015), e igualmente, se podría mencionar por las referencias parciales a publicaciones andaluzas el trabajo de Velasco Molpeceres (2016). 12 Recogemos solamente aquellos estudios que guardan una relación directa con el rastreo de textos costumbristas en fuentes andaluzas, pero no podemos dejar de mencionar a varios autores que son referencia obligada para acercarse al género en la prensa como José Escobar, Joaquín Álvarez Barrientos, Alberto González Troyano, Enrique Rubio Cremades, María de los Ángeles Ayala Aracil, Alberto Romero Ferrer, Marieta Cantos Casenave o Ana Peñas Ruiz.
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estacamos los trabajos de Jiménez Morales (1993) para el análisis de d los artículos de costumbres publicados en Málaga en el xix y Quiles Faz (1995) en este caso sobre Málaga y sus gentes atendiendo a diferentes fuentes y no solo a la prensa; desde un enfoque más amplio y fundamentalmente centrado en las cabeceras periodísticas habría que reseñar el estudio sobre las fiestas andaluzas de Jiménez Morales y Quiles Faz (2008) a partir de artículos de costumbres de diferentes publicaciones. Igualmente, se podrían situar aquí los trabajos de Moreno Hernández (2003-2004 y 2005) sobre el artículo «Un cursi» publicado en la revista gaditana La Estrella (1842). Del mismo modo, por la representación que suponen de una determinada forma de hablar se podrían incluir aquí los trabajos de Pons Rodríguez (2000).13 La prensa es igualmente una vía de indiscutible utilidad para el análisis de lo llevado a las tablas, esto hace que en los trabajos sobre el teatro del xix puedan localizarse referencias a buena parte de estos contenidos; no obstante, señalamos aquí aquellos en los que de manera específica la fuente primaria es la prensa, entre los que hallamos varios destinados a valorar la música desde su representación a aspectos colaterales a la misma como la comercialización y consumo de instrumentos en varios trabajos de Vargas Liñán (2005, 2008 y 2010) o a valorar las representaciones operísticas del siglo xix en Cádiz como hace León Ravina (2018) o de Sevilla en el caso de Moreno Mengíbar (1998), aunque en estos casos con la prensa como vehículo colateral y no como elemento de estudio propiamente dicho. Con respecto a la prensa satírica, los trabajos resultan escasos, sobre todo si los comparamos con los estudios que se han realizado en otras regiones. Los trabajos de Checa Godoy (2006, 2016) son los que han cumplido con la aspiración de identificar y describir la producción andaluza en los años del Sexenio Democrático, que es cuando de forma generalizada el género periodístico vive su primera edad de oro. Por otro lado, la mayor parte de los estudios sobre prensa satírica han priorizado el análisis de la sátira gráfica inserta en los periódicos satíricos ilustrados; entre ellos, las investigaciones de Gutiérrez, sobre los satíricos sevillanos El Padre Adam (1868-1870) (2018) y El Tío Clarín (1864-1871) (2021), a los que podemos sumar el trabajo de Méndez A este se podrían sumar los recientes trabajos de Bastardín Candón (2020a y 2020b) sobre los dialectos andaluces atendidos desde las opiniones en la prensa de Madrid, Barcelona y en menor medida desde la andaluza. 13
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Paguillo para el caso de Sevilla (2017). La prensa satírica malagueña en el periodo de la Restauración fue abordada por Torres Fernández (1979), y la gaditana y jerezana estudiada en clave política por Otero Fernández (2003). Por otro lado, y sumando a los apartados anteriores, otras investigaciones realizadas con fines diversos aportan a menudo alguna descripción de las cabeceras periodísticas utilizadas como fuente. Basta citar como botón de muestra de las muchas posibilidades de trabajo que presenta la prensa los estudios destinados al análisis de la actividad comercial entre Cádiz y América desde los contenidos de un tramo del Diario Marítimo de la Vigía (Cádiz, 1800-1840) como hace Trujillo Bolio (2005), al clima en Cádiz durante la primera mitad del xix como analiza desde este mismo impreso García Herrera (2008) o sobre la cabecera, sus contenidos y el interés para conocer la historia naval en el caso de Font Betanzos (2014); a ellos se añaden los de Herrera Rodríguez (2005) sobre la información científica de las revistas gaditanas del xix. También cabe situar entre los estudios centrados en aspectos temáticos concretos los realizados sobre la prensa taurina de Sevilla por Bernal Rodríguez (2003) o sobre las artes plásticas en la prensa granadina de Caparrós Masegosa (2001). En otros casos, son temas o problemáticas que se vinculan directamente con dimensiones políticas y sociales las que adquieren especial relevancia en las aproximaciones hechas a la prensa, como sucede con el análisis de La Buena Nueva (Cádiz, 1865-1866), así como a los denominados pensiles realizado por Espigado Tocino (2008) donde el análisis del papel desempeñado por estos periódicos en la difusión del furierismo adquiere relevancia.14 Con la difusión del furierismo se relaciona igualmente el trabajo de Marchena Domínguez (2002) centrado en el papel de Fermín Salvochea en la divulgación de los postulados del movimiento desde varias publicaciones, entre otras cuestiones. En este sentido, no podemos obviar el magnífico tercer volumen de la Historia de las mujeres en España y América Latina dirigida por Morant (2008), en donde el periodismo andaluz es clave para el entendimiento de la escritura y la actividad editorial de liberales y románticas, así como para el análisis del espacio y destino político de las mujeres a lo largo del siglo xix. En trabajos relacionados con las culturas políticas 14 Sobre los pensiles resulta de interés el documento de carácter divulgativo de Barroso Rosendo (2016).
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decimonónicas la prensa resulta un objeto de estudio fundamental; entre ellos podemos destacar el análisis de culturas políticas, feminismos y luchas democráticas coordinado por Ramos (2014), en el que se atiende al incipiente ejercicio escritural de las mujeres en el espacio público a través de los periódicos desde inicios del siglo xix, destacando los trabajos de escritoras y traductoras andaluzas. Este eje adquiere una especial relevancia cuando lo ideológico se suma a la producción. Sobre este aspecto giran los trabajos relativos a Patrocinio Gil de Biedma y la integración de su labor periodística en la construcción de una idea concreta de Andalucía, así como el análisis de la opción feminista y furierista capitaneada por Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata en los diferentes periódicos que en la década de los 50-60 adoptan el título de pensil, que constituye otro foco de interés que enriquece el análisis sobre el nexo de la mujer con la prensa periódica y de esta con aspectos vinculados a la política y al cambio social. También cabe situar aquí la tesis doctoral de Díaz Guerra (2012) sobre el periodismo femenino sevillano y su evolución desde el siglo xix a la actualidad, con el foco dirigido hacia el perfil humano y sociolaboral desde una perspectiva de los estudios sobre medios de comunicación de masas. Por otro lado, la participación del periodismo andaluz en los movimientos políticos del Sexenio Revolucionario ha recibido atención, principalmente, desde disciplinas como la historia y las ciencias políticas. En este sentido, podemos referirnos a los trabajos de Gloria Espigado (1990) y de Lorite Luque, sobre el complejo contexto previo y posterior a La Gloriosa para el caso hispalense (2016, 2018a y 2018b); que se suman a los trabajos de Arias Castañón sobre la prensa sevillana en los procesos políticos del Sexenio Revolucionario y la I República (1990, 1995, 2001). De igual modo, el análisis de la recepción por determinados grupos sociales permite acercamientos a títulos como la Ilustración Andaluza (1879-1880) destinada a la burguesía como analizan García Galindo y Morales Muñoz (1990 y 1994, en el segundo caso con orden inverso en los autores). Sumamos los intereses económicos y regionales de Andalucía tratados desde los contenidos de obras como la Revista Andaluza (Sevilla, 1840) a lo que atiende Velasco (1988); o con las breves aproximaciones hechas por Rodríguez Becerra (1993) a la revista El Folk-lore Andaluz (1882-1884) y el proyecto editorial de Demófilo de la Biblioteca de Tradiciones Populares (1884-1886).
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*** Los capítulos que siguen a esta introducción-estado de la cuestión, contribuyen en muchos casos a la recuperación de títulos concretos, al análisis de su labor en el panorama literario o a su influencia en los procesos políticos acaecidos en el eje cronológico aquí marcado. Así, el primero de los trabajos realiza una aproximación y breve descripción de varias revistas literarias gaditanas publicadas tras muerte de Fernando VII y hasta la declaración de mayoría de edad de Isabel II en 1843, donde a partir de la recuperación de algunos títulos poco estudiados y otros de obligada referencia, como el Almacén Pintoresco o El Instructor (1834-1835), La Aureola (1839-1840), la Revista Gaditana (1839-1840), La Estrella (1842-1843) y los primeros pasos de la longeva La Moda (1842-1927), se persigue mostrar cómo la prensa reacciona a la nueva situación política derivada de la muerte del monarca y el regreso de los liberales exiliados y cómo el tono divulgativo que había marcado los contenidos de las cabeceras más tempranas va dando paso a la estética romántica y al desarrollo del cuadro de costumbres. Con esta interpretación de los cambios producidos en el plano literario, guarda relación directa el segundo de los capítulos en el que se estudia el trasvase de textos literarios que se da entre la Revista Gaditana (1839-1840) y otras publicaciones madrileñas y catalanas, desde donde se abre el foco para a interpretación de cómo el ámbito de influencia de la prensa y su papel como instrumento de difusión de los movimientos literarios no se limita solo al lugar en el que se estampa una determinada cabecera y resulta preciso atender a la interrelación que entre diferentes títulos cabe establecer. Este recorrido por los aspectos vinculados a la literatura se completa con la recuperación y análisis de contenidos de un papel nunca estudiado de manera completa, situado a caballo entre la literatura y la política, como es el caso de D. Hermógenes. Revista Literaria (1849), del que se ofrece un detallado índice y el extracto de los contenidos de sus cuadernos. Otro de los aspectos a analizar en estas calas en el periodismo andaluz es aquel que tiene que ver con el negocio editorial, sobre el que se realiza una recuperación de periódicos y géneros paraperiodísticos, como el del almanaque, que habían pasado inadvertidos para la historiografía literaria y que escasamente habían sido referenciados en las historias del periodismo. Como sucede en el caso del Almanaque Enciclopédico Español de Manuel Torrijos (1863-1866), publicado en Cádiz y
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difundido en todo el país o con las publicaciones sevillanas femeninas La Torre del Oro y La Moda Hispano-Americana —aparecidas entre 1872 y 1874 y difundidas en Hispanoamérica—, de las que hasta fechas recientes se conocía poco más que el nombre. Por su parte, los dos últimos capítulos analizan el papel de los de la mujer como empresaria y escritora y también como artífice de cambios políticos y sociales como sucede en los casos de Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata en los diferentes periódicos que en la década de los 50-60 adoptan el título de pensil, que aquí son puestos en relación con la difusión del feminismo y el furierismo en el contexto europeo; así como se analiza el discurso y acción de Patrocinio Gil de Biedma en la construcción de una idea concreta de Andalucía mediante su labor editorial. Este enfoque multidisciplinar, realizado asimismo desde títulos poco conocidos y trabajados, creemos que contribuirá a ponderar el papel jugado por el periodismo como andamiaje de los cambios sociales y culturales, así como de la propia evolución de la política y la historia del siglo xix, ampliando el foco habitual al caso andaluz para perfilar y reinterpretar mucho de lo apuntado sobre el periodismo en España. Bibliografía AA. VV. (1996): La prensa ilustrada en España. Las “Ilustraciones”, 1850-1920. Montpellier: Université Paul Valéry. Alonso Alonso, Cecilio (2013): «Las revistas de actualidad germen de la crónica literaria. Algunas calas en la evolución de un género periodístico entre 1845 y 1868», en Anales de Literatura Española, nº 25, pp. 45-67. Alonso Seoane, María José (2005): «Algunos datos sobre José Bermúdez de Castro y un primer acercamiento a sus colaboraciones en La Revista Española (1836)», en Anales de Literatura Española, nº 18, pp. 23-36. — «Biografía de José Bermúdez de Castro y Díez (1807-1854)», en Literatura y periodismo en la época del Romanticismo en España, portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Altabella Hernández, José (1983): Fuentes crítico-bibliográficas para la Historia de la prensa provincial española. Madrid: Universidad Complutense. Arias Castañón, Eloy (1990): «Francisco Tubino y el diario sevillano La Andalucía ante la I República. Patria y federalismo», en Actas del IV Congreso sobre el andalucismo histórico. Sevilla: Fundación Blas Infante, pp. 263-280.
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PRENSA Y LITERATURA EN LA PRODUCCIÓN GADITANA DESDE LA MUERTE DE FERNANDO VII AL INICIO DEL REINADO EFECTIVO DE ISABEL II (1833-1843)1 Beatriz Sánchez Hita (Universidad de Cádiz)
1. Introducción Tras etapas de notable producción de papeles públicos, desde 1823 a 1833 la ciudad de Cádiz iba a ver menguadas las posibilidades de edición de periódicos. Como apuntan Checa (1991: 71) y Romero (2009: 151-154), pese a la continuidad de algunos títulos como el veterano Diario Mercantil de Cádiz, centrado en cuestiones comerciales, no serán muchas las empresas que salgan a la palestra después de 1823 y las que lo hagan seguirán su estela, como sucede con El Comercio de los Dos Mundos (26-8-1825/15-10-1830, desde 1827: El Comercio de Ambos Mundos). Otras se centrarán en la difusión de contenidos científicos o culturales, como podemos ver reflejado en la reaparición del Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz que en 1824 estampa su tomo IV y en 1829 el tomo V y, en la tirada del Semanario Instructivo (7-111829/18-12-1830).
Este trabajo forma parte de los resultados de investigación del Proyecto I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación: «Idea de Andalucía e idea de España en los siglos xviii-xix. De la prensa crítica al artículo de costumbres y aledaños» (PID2019110208GB-I00/AEI/10.13039/501100011033) y del Proyecto: «Andalucía y lo andaluz ante el gran público. Textos fundamentales para su representación en los siglos xviii y xix» (P18-RT-2763). Programa de ayudas a proyectos de I+D+i, destinadas a las universidades y entidades públicas de investigación calificadas como Agentes del Sistema Andaluz del Conocimiento (PAIDI 2020). Modalidad Retos Consolidado. Financiado por la Consejería de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades y cofinanciado en un 80% por la Unión Europea, en el marco del Programa Operativo FEDER Andalucía 2014-2020. 1
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Ahora bien, aunque no sean muchos los títulos que se editan en Cádiz durante los diez años de represión absolutista, como advierte Butrón (1998: 74), el panorama de la ciudad no es diferente al del resto del país. Es más, incluso se podría hablar de situación privilegiada si se considera que Madrid contaba en 1828 con cuatro periódicos y Cádiz con tres, mientras que Barcelona tenía dos y Sevilla uno.2 Esto acaso propicia que desde 1833, al calor de la mayor o menor apertura política, se editen diferentes periódicos de carácter noticiero y político, que conviven con otros instructivos y literarios. A estos últimos títulos y, de manera concreta, a algunos de los más representativos de los editados hasta el inicio del reinado efectivo de Isabel II nos aproximaremos aquí. Para la determinación del corpus de revistas literarias publicadas entre 1833 y 1843 tomamos como punto de partida la lista dada por Checa (1991: 104)3 que, siguiendo en parte a Solís (2006: 315-322), cita la existencia de diecisiete revistas románticas en Cádiz hasta 1850, cuyo número se reduce a quince tras algunos ajustes en la segunda edición de la obra (Checa 2011: 104), de las que ocho aparecen en los años aquí tratados. Nos acercaremos a las más destacadas de ellas: Almacén Pintoresco o El instructor (1-7-1834/15-4-1835), La Aureola (1-81839/28-5-1840, al menos), la Revista Gaditana (3-11-1839/12-7-1840), La Moda (1-5-1842/15-12-1927) en su primer año y medio de vida y La Estrella (10-7-1842/24-1-1844), aunque no omitiremos las referencias a otros títulos cuando sea preciso para aportar una visión global de los cambios vividos en la producción de prensa literaria. Realizaremos una descripción general de estos títulos, centrándonos en aquellos aspectos que desde el punto de vista de sus contenidos mejor los definen Los datos proceden del Diario Mercantil de Cádiz del 30 de junio de 1828 (Butrón 1998: 75, n. 80). 3 Los títulos allí incluidos fueron: Almacén Pintoresco o El Instructor (1834-1835), La Gaditana (1838), La Aureola (1839-1840), la Revista Gaditana (1839-1840), El Mosaico (1842), La Época (1842), El Pasatiempo (1842), La Estrella (1842-1843) y La Moda (18421927, Cádiz y Madrid). En la actualización de 2011 se eliminan La Época (1842) y El Pasatiempo (1842) y se añade El Ramillete (1842), por error en la tabla se ha omitido la Revista Gaditana. En el primer caso, la supresión se debe quizá a no considerarlo revista literaria por el peso que tiene la historia y por el tono instructivo y moral que posee, y en el segundo por estar impreso en el Puerto de Santa María —como indicaba Ramos et al. (1987: 115)—. En el caso de El Mosaico (1842) se indica en Ramos et al. (1987: 55) que las referencias resultan dudosas, nosotros no lo hemos localizado. 2
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y poniendo el foco en los textos literarios que insertan en sus páginas y que nos hablan no solo de cómo articula cada periódico su oferta para diferenciarse de otros cuando comparten escenario, sino también de los gustos del público y de la evolución de la literatura. 2. Algunas calas en las publicaciones instructivas y literarias gaditanas de 1833 a 1843 2.1. Los primeros periódicos, herencia dieciochesca y rumbos románticos La primera de las revistas en ver la luz tras la muerte de Fernando VII será el Almacén Pintoresco o El Instructor (1-7-1834/15-4-1835), que sacó 20 números los días 1º y 15º de cada mes, compuestos por tres pliegos y dos láminas grabadas. Empleó en su tirada las prensas de la Viuda e Hijo de Bosch hasta el cuaderno 10 y las de Domingo Feros en los restantes. Las portadillas de los ejemplares sueltos permiten conocer que se suscribía a 5 reales al mes en Cádiz y 7 en provincias.4 El texto de presentación, firmado por Domingo Feros Loureiro, deja patente su objetivo de actuar como «verdadero almacén de curiosidades» destinado a quienes «no pueden costear las grandes obras», lo que lo convierte en una «biblioteca portátil sumamente barata». Sin embargo, este interés no es óbice para que el recreo no tenga lugar en el Almacén, aunque sea como «objeto secundario» (nº 9, 1-11-1834: 214). Entre los trabajos destinados al recreo habría que situar los textos literarios. Los más abundantes son los poéticos, que se incluyen de vez en cuando para complacer a unos sin desagradar a otros, como manifiestan los editores. Son habituales los versos de autores neoclásicos como Meléndez Valdés, León de Arroyal o José Iglesias de la Casa, junto a los de Martínez de la Rosa y Manuel José Quintana,5 que muestran elementos de la nueva estética romántica con la que guarda una relación directa el romance «La vuelta del cruzado», que figura en el nº 6 (15-9-1834: 133-134) y que es un pasaje de la novela histórica de 4 Agradezco al personal de la Biblioteca Provincial de Cádiz el envío de la copia de dichas portadas. 5 De Martínez de las Rosa se incluyen en el nº 7 (1-10-1834): «La mansión del amor» (159-160) y «El amor en venta» (160) y en el nº 9 (1-11-1834) «Al sueño» (200-202) de Quintana.
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López Soler Los bandos de Castilla o el caballero Cisne (1830), aunque no se indica. También se localizan composiciones de autores de los Siglos de Oro, como Cristóbal Suárez de Figueroa, Gutierre de Cetina, Gregorio Silvestre o Luis de Góngora. Estos últimos textos, como explican en el nº 8 (15-10-1834), se extraen en muchos casos de la Floresta de rimas castellanas (1821-1825)6 de Juan Nicolás Böhl de Faber. Mucho menos frecuentes son los textos narrativos, entre los que hallamos algunos cuentos, fábulas, anécdotas y alguna que otra chanza. En ellos, el nexo con las nuevas formas resulta menos claro y su uso presenta similitud al dado en la prensa dieciochesca de carácter antológico o misceláneo. Valgan de muestra la breve anécdota del primer número (1-7-1834) en la que un cuáquero pregunta a Franklin qué hacer para que sus vecinos no beban su cerveza de noche y este le recomienda poner al lado de la bota de cerveza otra de vino (23), o la de carácter histórico: «La reina de España no tiene piernas» (nº 8, 1510-1834: 174-175), basada en la afirmación del mayordomo real cuando los habitantes de Yébenes quisieron obsequiar a la archiduquesa Margarita de Austria con doce pares de medias durante su visita a la ciudad. De acuerdo con el planteamiento del Almacén, las novedades, los avances científicos y la descripción de animales y plantas ocupan un importante lugar. Entre las primeras noticias destacan los avances en la aerostación (nº 5, 1-9-1834: 101-103; nº 6, 15-9-1834: 126-127; nº 8 15-10-1834: 175-177) o la navegación a vapor (nº 5, 1-9-1834: 97-100). También encontramos contenidos vinculados a la historia, como los retazos de historia de España dividida en ocho épocas (nº 7, 1-10-1834: 151-157) o las entregas rotuladas «Instrucción popular sobre la historia» donde se aborda de manera sucinta la de los egipcios, judíos, Cortes españolas, árabes o la historia romana y griega y sus protagonistas.7 El arte está igualmente presente y se ofrecen descripciones de monumentos como «La Catedral de Sevilla» (nº 7, 1-10-1834: 146150) o «La Alhambra de Granada» (nº 13, 1-1-1835: 14-17) junto a otros
6 De esta obra existe una edición reciente (Böhl de Faber 2015) acompañada de estudios que contextualizan su producción y recepción. 7 Esta sección figura en el primer tomo en los números 1 (1-7-1834), 5 (1-9-1834), nº 8 (15-10-1834), 11 (1-12-1834); en el segundo de los tomos se dedica a Roma y Grecia y en ambos casos principia en el número 13 (1-1-1835), extendiéndose hasta el 20 (15-41835).
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como El Escorial,8 pirámides de Egipto, Panteón romano, mezquita de Ahmet, etc. Otros textos se destinan a la geografía o a mostrar curiosidades sobre costumbres, tradiciones y personas/personajes característicos de otras culturas, pero desde un enfoque casi pedagógico. Todo lo indicado hasta aquí evidencia el carácter instructivo del impreso, al que se supeditan también los grabados, que son uno de los aspectos definitorios de la composición de la empresa que, junto con las Cartas Españolas (1831-1832) de Carnerero, será una de las primeras publicaciones en ofrecer con regularidad ilustraciones al público —la primera en el caso de Andalucía—.9 No obstante, como se ha apuntado existen algunos resquicios por donde el Romanticismo comienza a dejarse ver. Tras el cese del Almacén Pintoresco pasarían varios años hasta la aparición de una nueva revista literaria en la ciudad: La Gaditana. Periódico de Ciencias, Arte. Literatura y Variedades (mayo-junio de 1838), que tiró dos números a la semana los martes y viernes durante el mes de mayo y quizá parte de junio de 1838, si tenemos en consideración las observaciones hechas por Solís (2006: 317) y Lobé (1841: 250-251), que sitúan su primer número el día 15 de mayo y cifran en un mes su duración, respectivamente. Se trata de una oferta efímera, que adopta una postura ecléctica ante la estética romántica, pues elogia «la valentía de la imaginación cuando sacude el yugo de muchas reglas inútiles de la poética y nos ofrece objetos revestidos de los encantos de la naturaleza para arrobarnos», pero critica sus excesos y errores, especialmente en el teatro al decir: «nos lisonjea la idea consoladora de que esta época de mal gusto caducará en breve y que los autores dramáticos españoles […] honrarán nuestra literatura resucitando las bellezas cómicas de Lope de Vega, Calderón, Tirso de Molina, Moreto, Solís y Moratín» (cit. por Solís 2006: 317).
8 En este caso en un texto marcado por su reivindicación en clave nacional frente a las críticas que recibe de las potencias extranjeras que lo describen como una acumulación de cosas sin sentido. 9 La presencia de grabados se consolidaría en pocos años en empresas como El Artista (1835) o el Semanario Pintoresco (1836), tal y como destacan Seoane y Sáiz (2007: 99), entre otros.
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2.2. La diversificación de la oferta, la consolidación del Romanticismo y el costumbrismo como reclamo editorial Desde la segunda mitad de 1839 el número de revistas literarias crece y varias se acercan al año de edición o lo superan, lo que marca una diferencia si se observa el caso gaditano aislado respecto del conjunto de Andalucía, para el que Gijón (2008: 77-78) sitúa como promedio el trimestre o cuatrimestre de duración. a) La Aureola. Periódico Semanal de Literatura, Ciencias y Artes (1-81839/28-5-1840, al menos) La Aureola10 se inicia con una introducción en la que se pone de relieve su carácter literario y se presenta como un intento de dotar a Cádiz de una publicación similar a las que se tiran en otras capitales, con el objetivo de ser útil a la juventud y a sus aspiraciones de cambio y adelanto, sin olvidar la herencia literaria propia —de la que destacan a Manrique, Garcilaso, Herrera, Rioja, fray Luis de Granada, Cervantes y Solís—. Esta declaración de intenciones hace que, como señala Gijón (2009: 42), se dibuje en sus páginas un Romanticismo ecléctico. La Aureola, como otras muchas revistas literarias, estaba pensada para coleccionarse por tomos, lo que afecta a la numeración de los cuadernos, que no siempre queda reflejada y que se reinicia en 1840. En total tiró 21 números en 1839 y 22 en 1840.11 Salía los jueves, tenía un coste de 4 y 12 reales por mes y trimestre en Cádiz y en las provincias, de 5 y 14. Sus cuadernos presentan un pliego y medio, que pasa a dos en 1840, momento en el que se añade a la oferta mensual «una lámina perfectamente litografiada representando los edificios más notables de Cádiz» y la cubierta para la encuadernación por trimestre sin aumentar el precio (nº 26, 19-12-1839: 241). Comenzó estampándose desde su propio taller, con F. Álvarez como impresor y editor responsable, pero desde el 6 de febrero de 1840 emplea la imprenta de Domingo Feros.
10 Tuvo una breve continuación en Madrid. Según la información del Boletín Bibliográfico Español nº 14 (16-7-1842) se publicaba desde el 20 de mayo tres veces al mes y en La Esmeralda nº 8 (30-9-1842) se anuncia su cese y se hace referencia al contenido de cuaderno 11, que debió ser el último de la etapa en la corte, pues luego se uniría a La Esmeralda. Véase Hartzenbusch (1894: 79). 11 Figuran 18 del tomo II y 4 del tomo III.
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En el segundo número, se indica que Francisco Flores Arenas12 comenzará a colaborar con sus «excelentes producciones literarias» y se ofrece la carta del implicado, que adelanta que analizará el origen y evolución de la poesía en España,13 sin que quede constancia de otros trabajos del escritor, que será una firma habitual en otras cabeceras, en las que destaca por su producción costumbrista. La literatura, sobre todo la poesía, estará muy presente en La Aureola; de hecho, podemos localizar aproximadamente 130 composiciones —si incluimos aquellos casos en los que se extractan como publicidad de compilaciones coetáneas—. Muchos versos se deben a las firmas habituales del periódico: Manuel Cañete, Luis de Olona, José Amador de los Ríos, Félix de Uzuriaga, José Montadas o Francisco Rodríguez Zapata; junto a los que se incluyen versos de Zorrilla, Antonio Gil y Zárate, Miguel Agustín Príncipe y Manuel Bretón de los Herreros y dos composiciones de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que firma como La Peregrina. La primera se localiza en el nº 7 (12-9-1839: 78-80) y es una traducción «de las pocas que pueden exactamente contarse en este número» —según destaca Cañete en una elogiosa nota— del poema de Lamartine «La fuente». El segundo de los trabajos de Avellaneda será la composición «A mi jilguero» incluida en el nº 16 (21-111839: 194-197). Los poemas publicados en La Aureola presentan temáticas y enfoques varios, en los que la estética romántica está presente. Encontramos poesías de circunstancia, vinculadas a defunciones o en elogio a personalidades como Espartero o Lista, poemas amorosos, de despedida, ambientados en el pasado árabe e inspirados en el romancero, centrados en el paso del tiempo y, a veces, en lo marginal y la muerte. Valgan como botón de muestra «A las bellas gaditanas» (nº 1, 1-81839: 11), «El paria» (nº 2, 8-8-1839: 18-19), «El hombre y el tiempo» (nº 14, 7-11-1839: 174-175) de Manuel Cañete y «Haben-Hamet» (nº 1, 12 Sobre Francisco Flores Arenas (Cádiz, 1801-1877) existen trabajos recientes que permiten una aproximación a su biografía, como el de Reina (1997) o el divulgativo de Guzmán (2001), pero siguen siendo necesarios estudios que recuperen su producción como escritor costumbrista. No incluimos datos sobre la bibliografía existente sobre otros autores para no alargar este capítulo y por su menor relación con el conjunto de títulos analizados. 13 En total publica seis artículos en los números 3 (15-8-1839: 30-32), 5 (29-8-1839: 49-51), 7 (12-9-1839: 73-76), 13 (24-10-1839: 150-152), 15 (14-11-1839: 186-188) y 20 (1912-1839: 248-249).
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2-1-1840: 7); los romances moriscos de Antonio Menéndez «Amira y el alvanés» (sic) (nº 18, 5-12-1839: 219-229) o el que tiene como primer verso «La calle del Zacatín» (nº 20, 19-12-1839: 244-245). En lo que se refiere a la narrativa, se hallan diferentes cuadros de costumbres, así como pequeñas novelas originales o traducidas, cuyo número va en aumento conforme avanza la publicación. La presencia de los mencionados cuadros en varias entregas, evidencia el arraigo del artículo de costumbres en la oferta literaria local,14 aunque será en las siguientes empresas donde mayor cabida tenga y donde veremos que se convierte en un importante instrumento para atraer a los lectores. En lo que respecta a La Aurora encontramos estos trabajos en el nº 2 (8-8-1839) donde El Mirón andaluz15 con el rótulo de «Costumbres. El hombre de influjo» representa a este tipo original de «nuestra nueva organización social» (20), que describe como «un ambicioso por abrogación, que consagra su fortuna, su tiempo, su vida en elegir el santo que adopta» (21) para embaucarlo con sus patrañas. En el siguiente ejemplar, nº 3 (15-8-1839), Manuel Cañete firma el texto «Eduardo», donde presenta a un joven poeta enamorado y desengañado, que muere de tisis sin reconocimiento alguno. Más adelante, se localiza «El cajista», nº 11 (10-10-1839);16 allí, El Duende constata que parecen ser más los escritores que los que leen, lo que hace que exista una fuerte demanda de operarios que no siempre cuentan con la formación necesaria. Junto a estos cuadros, en otras entregas se reflejan tradiciones locales. De estas, por su carácter literario, cabe destacar la sevillana titulada: «No hay plazo que no se cumpla. Ni deuda que no se pague», firmada por Manuel Cañete en los números 13-15 (31-10/14-111839: 164-167, 177-180 y 188-189). Narra la historia de amor entre la Peñas (2014: 130) fecha la consolidación del mismo en España en la década de los 30 a través del análisis de los textos presentes en las Cartas Españolas (1831-1832) y La Revista Española (1832-1836), de las que el Correo Literario y Mercantil (1828-1833) se sitúa como antecedente directo. 15 Bajo esta denominación quizá exista un guiño al seudónimo adoptado por Ángel Iznardi en el Correo Literario y Mercantil. Puede verse sobre su labor Peñas (2014: 125). 16 Por su temática, el texto recuerda al publicado por Ángel Iznardi en madrileño El Correo, Periódico Literario y Mercantil, nº 740 (3-4-1833) con el título de «Los cajistas de imprenta», esto denota acaso la vigencia del tipo retratado, aunque conviene matizar que en El Correo el dibujo del cajista resulta más amable para con el personaje que el que encontramos en La Aureola, donde se censura la escasa formación de muchos. 14
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uérfana Beatriz de Frezneda y Juan Tenorio, hijo crápula de Diego h Tenorio a cuyo cargo había quedado la primera. Tras conquistarla, Tenorio la abandona al enamorarse de Ana de Ulloa, hija del comendador Gonzalo de Ulloa, con la que además estaba prometido. Visita a esta última a espaldas de su padre, que los descubre y lo reta en duelo, resultando muerto el comendador. Transcurre un año y Tenorio fanfarronea en una cena con sus amigos sobre la muerte del padre de Ana y la maldición de venir a buscarlo, ante lo que aparece el Comendador que lo emplaza a devolverle la visita tres días más tarde en la iglesia donde está enterrado y a la que acaba entrando al huir del hermano de Beatriz Frezneda que trata de vengar la deshonra familiar; en ese momento Gonzalo de Ulloa le presenta un banquete en el que finalmente le da muerte. Como puede verse, el relato entronca con obras anteriores como El Burlador de Sevilla de Tirso de Molina, muy presente en la tradición española a partir de recreaciones posteriores como la de Antonio Zamora No hay plazo, que no se cumpla, ni deuda que no se pague, y Convidado de piedra..., con la que salvo por algunos matices coincide. Se sitúa así esta recuperación/divulgación de una leyenda local, en ese paso intermedio aludido por García (1985: 45-46) que marca la evolución en torno al mito de don Juan desde el Barroco al Romanticismo y que culmina con el estreno en 1844 del Don Juan Tenorio de Zorrilla. De las novelas presentadas como originales cabe destacar «Elisa Kingston» por don José Montadas en los números 17 (28-11-1839: 212216), 18 (5-12-1839: 224-226) y 19 (12-12-1839: 236-237) o la obra de José María de la Torre, datada en Cádiz en 1830 con el título de «El manuscrito de un suicida», de los números 2-4 (14/28-5-1840: 20-27; 36-43 y 52-62), donde se trata de prevenir sobre el suicidio y se apunta que la religión puede actuar como salvaguarda. Entre las traducciones, podemos ver con la firma de José Montadas la de una obra de Achille Gallet, de la que no se indica el título, en los números 3 (16-1-1840: 40-44), 7 (13-2-1840: 109-112) y 9 (27-2-1840: 136138) y bajo el seudónimo de Aben-Farax, la de Don Martín de Freytas de M. Alejandro Dumas, que se inserta en los ejemplares 6 (6-2-1840: 92-96), 7 (13-2-1840: 104-108), 8 (20-2-1840: 123-127), 9 (27-2-1840: 140144), 10 (5-3-1840: 153-158) y 11 (12-3-1840: 169-174). Junto a estas, proceden de otras fuentes «Enrique y Elisa. Novela original», firmada por Agustín Salido, con una indicación entre
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paréntesis: (A. de G.),17 publicada en los números 20 y 21 (19/26-121839: 250-252 y 262-264); también debió tomarse de otra fuente, pues data de 1837, el relato «La madona de Pablo Rubens» presentado como «novela original, por don José Zorrilla» en el nº 5 (30-1-1840: 71-77). Dentro de esta cata en las novelas presentes en La Aureola, cabe citar el anuncio de la suscripción a la novela Sab de Gómez de Avellaneda del nº 1 (7-5-1840) —cuando se iniciaba el tercer tomo—, desde el que se recomienda la obra y se plantea la posibilidad de hacer una edición de lujo en función de la fidelización lograda. También se pueden leer en La Aureola diferentes relatos vinculados a personajes históricos y al legendario hispano, con especial atención al mundo árabe, firmados en su mayoría por Manuel Cañete y Luis de Olona. Entre estos encontramos «Ruy-Velázquez» (nos 6 y 7, 5/129-1839: 69-72 y 83-84), «Vargas» (nº 10, 3-10-1839: 117-120), «El conde de Candespina» (nº 6, 6-2-1840: 86-91) —del segundo— y «Raimundo» (nº 11, 10-10-1839: 128-130), «Boabdil» (nº 4, 23-1-1840: 49-51), «La hija de Aben-Juseph» (nos 16 y 17, 16 y 23-4-1840: 243-248 y 260-165) —del primero—. Ofrece igualmente información teatral, atendiendo tanto a lo que se representa en la ciudad de Cádiz como en los teatros de Madrid y de otras plazas europeas, aunque rara vez se pasa de la noticia no sistemática de lo llevado a las tablas o de la breve reseña, en la que se deja entrever cierto gusto por el teatro romántico que no cae en excesos, con obras como Aben Humeya, elogiada con otras por Cañete en el texto «Literatura» del nº 10 (3-10-1839). En otros casos se da cuenta del traslado de compañías y se insertan poemas elogiosos a algunos de sus actores, destaca aquí el caso de Joaquina Baus, muy presente en los números de los meses de febrero y marzo de 1840. Debe citarse aquí, además, la publicación de fragmentos de dramas inéditos, como el titulado Enrique III de Manuel Cañete, del que se inserta la Escena primera en el nº 9 (27-2-1840: 129-132) o la que en el nº 10 (5-3-1840: 158-159) figura bajo la inicial T. con el rótulo de «Diálogo entre D. García, galán, y Chapín, su criado». Asimismo, se aprovecha este espacio para publicitar los estrenos de algunos colaboradores, como sucede con la obra de Luis de Olona ¿Se acabarán los enredos?, representada
17 Quizá se correspondan con La Alhambra (Granada, 1839) donde localiza el cuento Rodríguez (2004: 194).
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con éxito en Málaga según se reseña, incluyendo una breve y elogiosa semblanza de Olona en el nº 9 (27-2-1840: 144). Como puede apreciarse, la estética romántica impregna las páginas de La Aureola desde manifestaciones diversas, aunque es el verso y la narrativa de carácter histórico lo predominante. En estas se conjuga la presencia de nombres clave del movimiento como Zorrilla o la joven Gómez de Avellaneda, que en poco tiempo consolidaría su presencia en las letras españolas, con el de otros autores como Manuel Cañete, Luis de Olona o José Amador de los Ríos, que sin alcanzar el renombre de los anteriores iban a desempeñar un papel nada desdeñable en el panorama cultural romántico en muchos casos con un claro vínculo con la prensa periódica. b) Revista Gaditana. Periódico Popular de Comercio, Industria, Agricultura, Ciencias, Administración, Jurisprudencia, etc. (3-11-1839/12-7-1840) Unos meses más tarde que La Aureola sale la Revista Gaditana (3-111839/12-7-1840),18 que en su descriptivo subtítulo: Periódico popular de comercio, industria, agricultura, ciencias, literatura, administración, jurisprudencia, viajes, &c. &c., adelanta los contenidos que dará cada domingo, en sus dos pliegos —comercializados mensualmente a 7 reales de vellón para Cádiz y pueblos inmediatos y a 20 por trimestre, que pasan a 25, para el resto de lugares—. En su prospecto aporta más detalles sobre la agrupación de sus artículos: «Reformas», que habrán de respetar en todo momento la justicia y el interés general; a esta importante sección se añaden: «Historia y filosofía», «Ciencias físicas y naturales», «Religión y moral», «Crítica», con un análisis de lo que se publicado en España y el extranjero; «Literatura», donde la novela será el género más atendido por considerarlo equiparable en el gusto de los receptores a los poemas en la Grecia antigua, los romances y más tarde las comedias en España (Prospecto: 6); «Teatros y modas», donde entre los clásicos y los románticos muestran su preferencia por los primeros y prometen dar cuenta de las representaciones de los teatros de la ciudad (Balón y Principal); «Modas y costumbres» y «Noticias» diversas. 18 Sobre esta publicación puede consultarse Atero (1980 y 1984), así como el estudio, incluido en este volumen, de Montserrat Amores, que analiza el trasvase de textos entre la cabecera y otros títulos de Madrid y Barcelona y apunta que los textos «Una hechicera», «La alameda del perejil», «Una cacería en el coto Oñana» y «Una boda en Madrid», frente al resto, parecen haber visto por primera vez la luz en la Revista Gaditana.
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En lo que respecta a la novela, su uso como reclamo para los lectores se deja sentir, al decir los editores, que tienen […] la dicha de poder anunciar a nuestros lectores la inserción en nuestra REVISTA de una serie de Novelas originales Españolas. Trazando en ellas el cuadro de nuestras costumbres nacionales, han procurado darle sus autores ese género de interés Local, que proporciona tanta popularidad en París y en otras Ciudades extranjeras a las obras de George Sand, de Balzac y de Soulié (Prospecto: 6).
Esta publicidad se concreta en la mención de obras y autores vinculados al género costumbrista. Así, se destaca la publicación de «Una hechicera» de José Bermúdez de Castro y otras obras «históricas, artísticas, fantásticas y de costumbres» del mismo autor; artículos de literatura y costumbres de Rafael Sánchez y «una novela y varios cuadros de costumbres» de Francisco Flores Arenas (Prospecto: 7). A tenor de lo apuntado resulta lógico que sea la narrativa frente al verso19 la que mayor espacio ocupe. Entre las novelas de corte costumbrista, que suponen un elemento diferencial respecto a La Aureola, hay que situar cuatro interesantes contribuciones que tienen a Andalucía como escenario (Condado de Niebla-Sevilla, Cádiz, Doñana y Puerto de Santa María-ciudades limítrofes) y otras dos situadas en Madrid y Almagro. La primera de estas obras será la anunciada «Una hechicera» de José Bermúdez de Castro, que se da en tres entregas en los ejemplares 1 al 3 (3/10/17-11-1839: 10-13, 22-27 y 40-44). La obra comienza con la exposición de los antecedentes familiares del protagonista, un joven oriundo del Condado de Niebla, hijo de un pobre mayorazgo y Francisca, la hija de un armero venido a menos, que hace gala de su ridícula alcurnia en la unión de sus corrientes apellidos: Pérez-López-Pérez-Campos. Seguidamente muestra las carencias de su educación y cómo su juventud transcurre «entre batidas, liebres, fandangos, seguidillas, disputas y garrotazos» (12), siendo su único miedo los hechizos. 19 Solo encontramos un soneto de Clemente Zulueta en el nº 2 (10-11-1839) —traducción de un original inglés—, varias composiciones de Zorrilla incluidas en el nº 10 (5-1-1840), la poesía «La oración» firmada por A. G. Ochoa en el nº 11 (12-1-1840) y en el nº 27 (3-5-1840), «El Sauce» de Salvador Bermúdez de Castro. En todos los casos, se trata de versos de corte romántico, tanto por los temas como por la ambientación y estrofas empleadas (Atero 1980: 22-23).
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Las muertes de su abuelo, su padre y un tío lo convierten en heredero de 8000 ducados y del título de conde, con los que marcha a Sevilla, donde tendrá por vecina a la hechicera Sabina, con la que se casa pese a sus prevenciones un primo suyo que aparece ataviado de currutaco. Él, por su parte, se ve obligado a casarse con la hija de una amiga de la familia. Ante este calamitoso matrimonio, su primo se mofa y desvela que lo que lo sedujo de la hechicera fue su dinero y no otras artes. Sigue «La alameda del perejil» de Francisco Flores Arenas. Incluida en los cuadernos que van del 4 al 8 (24-11/22-12-1839), se sitúa en Cádiz en 1799 y relata los amores de Rosita, el majo Currito —que acaba encarcelado— y el petimetre Pepito, que tras diferentes equívocos propiciados por la bruja Blasa, que hace pasar como del majo las cartas que entrega Pepito a Rosita y que son en realidad suyas, acaba casado con Rosita al descubrirse el engaño y el verdadero carácter de Currito. En Doñana transcurre el relato de Rafael Sánchez «Una cacería en el coto de Oñana», que se da en los números 13 (26-1-1840) y 14 (2-21840), donde lo descriptivo predomina en la primera de las entregas para dar paso en la segunda al relato de la caza del jabalí. Más tarde, en las entregas 25 y 26 (19 y 26-4-1840), se inserta «Manuel el Rayo. Novela de costumbres», que se inicia con una descripción del contrabandista español, cuya figura más singular puede ser observada en el campo de Gibraltar. Se recoge a continuación la historia de amor entre Casilda —hija de Manuel el Rayo—, Antonio, un contrabandista honrado enamorado de la primera y Fernando, un contrabandista seductor que deshonra a Casilda y es asesinado por Manuel con la ayuda de Antonio, que acaba perdonando a Casilda. La acción tiene lugar en el Puerto de Santa María y alrededores en 1817. A estas novelas se suman otros dos trabajos más breves: «Una boda en Madrid. Novela de costumbres», que firma El Estudiante [Antonio María de Segovia] en el nº 10 (5-1-1840: 149-153), donde describe el cortejo y boda no sin dificultades de dos jóvenes de clase alta, a los que al final del relato se presenta con dos hijos y saliendo del teatro con terceras personas; así como el titulado «Costumbres populares. La feria de Almagro» en el nº 36 (5-7-1840: 569-573), donde se pone de relieve la astucia de los gitanos y su capacidad para el engaño. Junto a estos textos donde la ambientación costumbrista es la clave, se localizan en la Revista Gaditana otras novelas y relatos, traducidos de autores como Honoré de Balzac con «La felicidad conyugal», o Pierre Angelo Fiorentino con «El caballero calabrés» y otros a parentemente
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originales —aunque como se podrá ver en el capítulo siguiente provienen de fuentes no citadas—. Tampoco faltan algún que otro folletín romántico como «Magdalena», nº 19 (8-3-1840: 299-301), «Elisa y Alfredo», en los cuadernos 29 y 30 (17 y 24-5-1840: 459-460 y 471-474) o «María», que firma J. M. C. en los ejemplares 36 y 37 (5 y 12-7-1840: 565-569 y 585-589); así como relatos basados en personajes o temas históricos como «Carlota Corday» presente en los números 35 y 36 (28-6 y 5-7-1840: 533-557 y 574-576) o «La copa envenenada» sobre la seducción de Almanzor a la condesa de Castilla y el intento de que envenene a su hijo para hacerse con el trono (nº 37, 12-7-1840: 589-591). Se ofrecen también críticas sobre diversas representaciones teatrales y operísticas que tienen lugar en la ciudad, siendo su presencia frecuente hasta el número 23. El recorrido por estos textos muestra el desapego cuando no la total oposición a aquellas obras susceptibles de ser encuadradas dentro del movimiento romántico; lo que se conjuga con la valoración de la ejecución por parte de los actores y la reacción del público, que no siempre coincide con la opinión de los editores. Algunas muestras de lo dicho, las encontramos en el nº 7 (15-12-1839: 110-112), donde se reprocha que se haga pasar por drama histórico romántico la obra Baltasar Cozza de José Díaz y se censura el propio género por servir solo para esparcir errores; en el nº 17 (23-2-1840), donde se critican duramente las obras Kean de Dumas y La marquesa de Senneterre de Méllesville; así como en los cuadernos 18 y 19 (1 y 8-31840: 286-289 y 301-305), donde se censuran los defectos de Cada cual con su razón de José Zorrilla. Dentro de esta generalidad constituyen una excepción las reseñas del nº 14 (2-2-1840: 222-225) de Los amantes de Teruel de Eugenio de Hartzenbusch, elogiada con moderación, y del drama Doña Sol la de Sevilla de José María Díaz; también en el nº 22 (293-1840: 348-351) se muestra cierta condescendencia con la comedia de Bretón de los Herreros Un día de campo, por considerarla amena. No faltan tampoco los artículos relativos a cuestiones económicas, avance en las infraestructuras y novedades para la industria. De hecho, la publicación se abre con un trabajo de Francisco de Paula Aherán sobre la decadencia del comercio en la ciudad (nº 1, 3-11-1839: 2-5), y siguen otras noticias sobre inventos como la máquina para prensar la uva inventada por Antonio Martínez Pérez (nos 2 y 5, 10-11 y 1-12-1839: 20-22 y 69-72) o se insiste en la necesidad de establecer el ferrocarril entre Jerez y El Puerto de Santa María, como hace Alejandro Llorente en los cuadernos 8 y 9 (22 y 29-12-1839: 113-127 y 129-136). Es quizá
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este uno de los elementos distintivos de la temática de la revista, o al menos eso dejan ver sus editores cuando anuncian su marcha a Sevilla y el cambio de título por el de Revista Andaluza, que justifican en su objetivo de destinar la obra a la «promoción y fomento de los intereses positivos y materiales de las provincias de Andalucía» (1840: 3). Sin embargo, una rápida ojeada a los índices de la etapa sevillana evidencia que la literatura y la novela seguirán estando muy presentes. c. La Moda (1-5-1842/15-12-1927)20 Tras el cese de la Revista Gaditana habrá que esperar hasta mayo de 1842 para hallar una nueva revista literaria. No obstante, esto no debe interpretarse necesariamente como un vacío en la oferta, pues la Revista Andaluza pudo seguir circulando en Cádiz, donde se suscribía al mismo precio que en Sevilla: 8 reales, frente a los 10 francos de porte del resto; y, de igual modo, en los periódicos políticos de la ciudad se localizan textos literarios. En ese sentido, vemos que en El Globo (1610-1840/9-9-1842) se incluye la sección «Folletín», donde son habituales los cuadros de costumbres, relatos, novelas seriadas y, en menor medida, los poemas. Será precisamente de esta sección desde donde surja La Moda, que como suplemento de El Globo circula desde el 1 de mayo hasta el 4 de septiembre de 1842, cuando queda vinculada a El Comercio; pues este, el 17 de septiembre, había sustituido a El Globo tras los acontecimientos derivados del duelo mantenido por el gobernador de Cádiz, José María Riesch, y el director del primero, Alejandro Llorente, el 8 de septiembre, en el que resultaría muerto el gobernador, teniendo como consecuencia directa la quema de las instalaciones de El Globo y la marcha de Llorente.21 Pese a su condición de suplemento, La Moda puede adquirirse por separado a 6 reales de vellón frente a los 4 para los abonados a las cabeceras que complementa, que suben a 5 para los de los pueblos de la provincia y a 7 para el resto.22
Nos detendremos en lo publicado hasta finales de 1843. Agradecemos a Estela Pérez Silva que nos facilitase copia de los números de esta época. Una aproximación general a las diferentes etapas de la revista puede verse en Arroyo (2017: 157-217). 21 Las referencias al duelo y los acontecimientos derivados pueden verse en Checa (2009: 165-167 y 171). 22 No está claro cuándo La Moda pasa a ser una revista independiente, pero en La Palma nº 118 (21-3-1854) se indica que ha ganado en su composición desde la s eparación 20
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En el texto de presentación del primer ejemplar de La Moda, titulado «El periódico nuevo», Francisco Flores Arenas, su director hasta que en 1849 adquiere y dirige la empresa Abelardo de Carlos,23 expone cuáles serán los contenidos del impreso y cuáles los de El Globo:24 […] el Globo, abrumado por la superabundancia de su sustancia periodística, ha dejado escapar una parte de ella, y sus heterogéneos elementos, combinándose por afinidad química, han armado el núcleo de este nuevo periódico, el cual girará de hoy más en su órbita propia, pero siempre como satélite de aquel astro primitivo. Quedan a él asidas las sesiones de Cortes, las noticias del corresponsal, el extracto de los periódicos, los artículos de fondo, los remitidos, avisos, cadáveres, afecciones meteorológicas, el jubileo, el santo del día y demás elementos sólidos, mientras que aquí se organiza la parte más volátil y aérea: costumbres, literatura, modas y novelas.
Dicho esto, Flores Arenas apunta que dirige el periódico al bello sexo, aunque no de manera exclusiva, y justifica la elección del título en su relación directa con lo joven y bello. Seguidamente se presenta a sí mismo como «parte del trasbordo al nuevo periódico, adonde [llegó] empaquetado en el primer fardo de literatura y de costumbres». Esta misma idea se repite en El Globo del 1 de mayo, donde se precisa que los suscriptores recibirán La Moda los domingos formada por un pliego y los jueves por medio, pero esta composición parece modificarse y los cuadernos de La Moda se ofrecen solo los domingos con dos páginas en folio mayor del periódico propiamente dicho y otras dos de novela (Arroyo 2017: 160-161). Junto al título figura como subtítulo en los ejemplares que aquí analizamos «Revista semanal de Literatura, Teatro, Costumbres y Modas» y se remarca que «Sale todos los domingos». de El Comercio. En 1861 cambia el título por La Moda Elegante, con el que en 1870 pasa a editarse en Madrid hasta mediados de diciembre de 1927. 23 Sobre los directores de la revista puede consultarse Arroyo (2017: 206-217), quien cita a Abelardo de Carlos (1849 a 1881), Abelardo José de Carlos y Hierro (1881-1898), Alejandro Moreno y Gil de Borja (1898-1914), Rafael Picavea y Leguía (1915-1921) y Nicasio de Navascués de la Sota (1922-1927). 24 En El Globo nº 557 (30-4-1842), se había dado un «Aviso importante a nuestros suscritores» donde se detallan todos estos datos, aportando el título de la colección de novelas: Colección selecta de las mejores novelas modernas por Sué, Bulwer, Lady Blessington, Balzac, Mad. Charles Reybaud, Soulié, &c. No hemos localizado la hoja de novelas en los ejemplares consultados.
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Cuando se recorren los cuadernos de La Moda hasta finales de 1843, salta a la vista que la mayor parte de los contenidos se deben a Flores Arenas. Si tenemos en cuenta que varias de las empresas anteriores habían empleado su nombre como reclamo, cabe especular con la situación aparentemente ventajosa que su dirección le confería a esta cabecera que parece soportar casi en solitario, pues de él dependen la mayor parte de los textos de creación y las reseñas de las obras teatrales. Otra firma habitual, no sabemos si real o fingida, será la de Sofía de S. o S. de S., que remite escritos con las novedades sobre modas y sociedad, que se insertan sin regularidad. Esto evidencia que, al menos para la etapa que alcanza hasta 1843, la moda no fue un contenido prioritario,25 sino que se combina con el resto de materias aportando variedad a los ejemplares. Entre los textos literarios de La Moda destacan los artículos costumbristas ambientados en Cádiz y alrededores, firmados muchos por Flores Arenas. En estos, con un estilo tendente a lo irónico, se da cuenta de diferentes festejos —feria de Navidad, festividad de Todos los Santos, procesión de la Palma, Carnaval y bailes previos, Semana Santa, espectáculos taurinos, fiestas de San Juan y San Pedro— y se reflejan con tono crítico los desmanes, ridiculeces y excesos que se ven en ellos. En el caso de los que tratan sobre eventos con fecha fija vamos a poder ver que a veces se repiten los asuntos, con un sentido similar; así, en el nº 34 (18-12-1842: 29-30) se describe la feria de Navidad, de la que se vuelve a tratar en el nº 86 (17-12-1843), poniendo de relieve lo incómodo del emplazamiento y el ambiente ruidoso y sucio, el peculiar aspecto de personajes como las buñoleras, los puestos de maltrechos juguetes, barquillos... Otras fiestas reflejadas serán «El día de todos los Santos» en el nº 28 (6-11-1842: 5-6) donde se recoge la costumbre de engalanar los puestos y se critica la subida del precio de los alimentos; también tienen presencia el carnaval y los bailes y festejos programados en torno a este, sobre lo que versan varios trabajos publicados en febrero y marzo de 1843 —números: 43 (19-2-1843: 65-66), 44 (26-2-1843: 70-72) y 45 (5-3-1843: 73-74)— en los que se censuran algunos excesos de la fiesta. Entre los personajes dibujados, junto a los apuntes sobre vendedores y demás, cabe destacar la inclusión en el nº 68 (13-8-1843) del 25 En esta etapa el periódico no acompaña a las noticias de modas de figurines, como hará cuando pase a estar dirigido por Abelardo de Carlos (Arroyo 2017: 165).
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a rtículo: «Fisiología municipal. El sereno», donde se describe lo absurdo de muchas de las cosas que debe hacer y la necesidad de ser discreto ante aquello que ve en la noche. El texto, enlaza desde su propio título con la tendencia a publicar fisiologías literarias,26 que días antes Flores Arenas había puesto de relieve en el nº 66 (30-7-1843) en «Apuntes para una nueva fisiología», donde alude a los muchos libros que se publican con dicho título y se propone tratar de un sujeto no atendido en estos: las viejas, en las que distingue entre las que nunca parecen haber sido jóvenes y aquellas que aún conservan pistas de haberlo sido, dejando al margen a las que se afanan en no ser viejas. A estos trabajos se añaden otros presentados como cartas remitidas bajo representativos seudónimos o debidas a Flores Arenas —a quien no descartamos como la verdadera identidad de dichos seudónimos— donde se pone en evidencia el poco cuidado que a veces se tiene con el idioma dando lugar a confusiones chistosas —como la relatada en el nº 79 (29-10-1843), donde se arremete contra el modo en que se insertan noticias sobre bautizos y bodas en los periódicos, con ejemplos como estos: «Bautizo: Enrique, hijo de Domingo Ortiz, sirviente, y de Feliciano García» y «Matrimonio. María García, de 24 años, de la mar, con María Parra de 26»—; se denuncian asimismo las malas condiciones del alumbrado en la ciudad, lo disparatado de los diferentes espectáculos casi circenses (gigantas, perros que suman, cosmoramas…) que suelen darse en la plaza de la Constitución y la actitud de los que a ellos acuden, así como la de muchos de los que van al teatro y lo descuidado de espacios como los servicios —sin huir de lo escatológico—; se trata también sobre la apertura de tiendas en la ciudad, la abundancia de lecherías, los baños públicos, los deslucidos espectáculos taurinos… Todo ello con tintes literarios y creando imágenes jocosas que muestran comportamientos, tipos y costumbres, destinadas a poner en evidencia aspectos susceptibles de reforma. Junto a estos artículos, las crónicas de lo representado en Cádiz, en el teatro Principal y en el del Balón, poseen bastante interés como crónica de lo llevado a las tablas y muestran la oposición de Flores Arenas «a todo lo que suene a Romanticismo» en palabras de Reina (2001: 44), pues su concepción, al menos respecto al teatro, es la de un ilustrado Señala Peñas (2012: 102) la existencia en los primeros años de la década de los cuarenta de al menos diecinueve fisiologías deudoras de modelos franceses; a las que se sumarían las ediciones en lengua francesa. 26
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que censura la falta de verosimilitud, los excesos y el ambiente que rodea a la representación. Conviene precisar, que los versos no fueron abundantes en la publicación, pero sirvieron para dotar de variedad a lo publicado, sin que falten los destinados a elogiar cualidades femeninas o de tema amoroso, así como los de carácter circunstancial, destacando la inclusión en el cuaderno 69 (20-8-1843) de los poemas pronunciados para celebrar el triunfo de Sevilla, levantada contra Espartero en julio o los dedicados a festejar el ascenso al trono de Isabel segunda durante el mes de noviembre y diciembre de 1843, en los cuadernos 82 (19-11-1843) y 84 (3-12-1843). Es, por tanto, el cuadro de costumbres una de las claves de la publicación y en prácticamente todos los casos es empleado para la denuncia de elementos a mejorar, donde la conducta incívica de muchos gaditanos es puesta de relieve tamizada bajo la ironía y la descripción hilarante de las situaciones vividas. d. La Estrella (10-7-1842/28-1-1844) Ramón Solís (2006: 329) había destacado el interés de este título para conocer el Cádiz de la primera mitad del xix, afirmación con la que coincidimos ampliando incluso dicho interés, pues a diferencia de lo que se había establecido respecto a su duración —que se extendía hasta diciembre de 1842 (Moreno 2003)—, su presencia fue mayor y llegó a superar el año de vida. Entre los cuadernos a los que hemos tenido acceso27 no se conservaban las dos primeras páginas de la primera entrega, en las que se realizaba su presentación. A partir de la obra de Solís (2006: 328-329) podemos saber que comenzaba anteponiéndose a las críticas que podría llevar a aparejada la publicación de «OTRO PERIÓDICO»: […] La Estrella será un periódico que lo distraerá a usted todos los domingos y que quizás encuentre en ella alguna cosa que ignoraba hasta que la leyó; y verá que esto es cierto, cuando examine algunos cuadros de costumbres en que se retraten varias escenas que diariamente ocurren en nuestra población, y que quizás hasta ahora vayan pasando desapercibidas; tendrá noticia de los mejores artículos de literaturas que se publiquen en los principales periódicos de esta clase que salen a la luz en el Reino y en el extranjero (329).
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Procedentes de la Universidad de Connecticut y la Fundación Federico Joly Höhr.
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El recorrido por los números conservados, impresos todos en el taller de la Revista Médica, permite conocer en qué medida ese objetivo de distraer y mostrar escenas cotidianas, junto a otros aspectos, se cumple y hace lamentar aquello que no nos ha llegado, como algunas de las canciones que acompañaban a sus números o las láminas litografiadas y figurines, de las que contamos con una corta muestra. Estos materiales son asimismo los que de manera más clara diferencian La Estrella de La Moda, con la que comparte el interés por dar testimonio de la vida de la ciudad, sus costumbres y sus tipos. Su precio también se acomoda al de su competidora; así, se vende a 4 reales de vellón al mes a los «suscritores a la Colección de Novelas, y 5 para los que no lo son», y un real más en el caso de los abonados en provincias en cada caso. Al iniciar su segunda serie, que abarca del 7 de mayo al 31 de diciembre de 1843, añade como subtítulo: Periódico de literatura, artes, modas y teatros, y mantiene apenas sin cambios el coste, pues se lleva a los suscriptores por 5 reales de vellón, 1 más en provincias. El 7 de enero de 1844 inicia la que iba a ser su tercera época, donde el título cambia por La Estrella de Andalucía y se mantiene el subtítulo, pero solo saca cuatro cuadernos y anuncia en el último que va a modificar su denominación por La Alborada, descrita como un «Álbum general e indispensable en todos los salones de la elegante sociedad, y en los gabinetes de labor y estudio de las señoritas» (nº 4, 28-1-1844: 13). No parece que el nuevo proyecto cuajase. Entre los contenidos del impreso, junto a artículos de moda, noticias sobre el teatro tanto local como de la corte y reflexiones sobre el avance de la literatura, vamos a encontrar cuadros de costumbres y textos asimilables a estos, que presentan una estrecha vinculación con la vida de la ciudad. Entre estos encontramos en el nº 2 (17-7-1842) el artículo, que inaugura sección: «Panorama gaditano. Plaza de Isabel Segunda»,28 con cuyo título acaso se hace un guiño al Panorama matritense (1835-1838)29 de Mesonero Romanos y a su actualización local, que se acompaña de una presentación en la que quien se dice amigo Actual plaza de San Juan de Dios. Sobre la procedencia de los textos de la obra y la presencia de muchos de ellos en las empresas de Carnerero Cartas Españolas (1831-1832) y Revista Española (1832-1836) en el periodo comprendido entre el 12 de enero de 1832 y el 23 de abril de 1833 remitimos a Peñas (2014: 156-157). 28 29
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de la observación anuncia que mostrará retazos de la vida en la ciudad y sus gentes, en diferentes espacios y momentos: […] Qué amenos ratos habremos de pasar, carísimo lector, contemplando esta laboriosa población en los momentos destinados al trabajo, o cuando concluido este, una parte, según su clase y categoría, se agolpa en los paseos, otra se dirige a los teatros, otra a los cafés, villares y tabernas, otra a las tertulias; o cuando acuden casi en masa a las grandes fiestas del año, a las máscaras en febrero, a la iglesia en Semana Santa, a la procesión del Corpus en Junio, al gallumbo y a los toros por San Juan, y finalmente a la feria por Pascuas […]. Mas no pienses, lector mío, que he de llevar un orden regular en la exposición de los cuadros que te ofrezco; pues así irán saliendo, como las vistas de óptica […].
Hecho el introito, pasa a describir las escenas contempladas en la plaza. Se detiene en primer lugar en los sujetos que bajo el pórtico de las casas capitulares esperan a ser contratados por iletrados —gallegos y gente de campo— a quienes prestan sus servicios. Continúa luego dando cuenta de otros personajes allí situados, como los guardias y las madres que claman para que sus hijos no sean enviados a milicias. No volvemos a encontrar la sección hasta el número 11 (18-9-1842), donde aparece con el título de «Mi irresolución-La Agencia», acompañada por un grabado. El texto comienza con la muestra de indecisión sobre qué tema tratar por parte de quien escribe el texto, lo que le sirve para mencionar varios acontecimientos ocurridos entre el 27 de agosto y el 9 de septiembre en la ciudad: […] exposición pública de moñas y banderillas del 27 de Agosto, la corrida de novillos por aficionados del día siguiente, el aniversario del último pronunciamiento, la conversación general de la noche del 9 de Setiembre, por calles, plazas y cafés, acerca de las sospechas de un duelo, y por último, la destrucción de la Imprenta y Redacción del Globo en la noche del día siguiente (89).
Sin embargo, abandona todas esas opciones para centrarse en el relato de un recién llegado a Cádiz: El Impertinente, que busca establecerse en la ciudad con su familia y lo remiten a una accesoria en cuya
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puerta se leen diferentes anuncios, que son los que constituyen el eje del artículo, de los que se destaca lo absurdo de sus contenidos o de su escritura. Valga como muestra el más llamativo desde el punto de vista de la tipografía por parecer la inscripción de una lápida:
Detalle de La Estrella nº 11 (18-9-1842: 98).
Junto a los anuncios, se incluye una pequeña escena en la que un gallego y un ama de cría acuden a preguntar por los posibles trabajos que tienen allí demandados, sin resultado; con ello, se refleja la que parece ser una situación endémica para algunas clases sociales, representadas aquí por dos tipos característicos descritos con pocas pero reveladoras palabras y remedando su lenguaje. El remitente de la carta, que constituye la esencia de la sección «panorama gaditano», acompaña la misiva de un dibujo del exterior de la accesoria, que se incluye en el cuaderno:
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Detalle del grabado de La Estrella nº 11 (18-9-1842).30
En el nº 35 (5-3-1843: 281-282) encontramos el texto titulado «Costumbres gaditanas en carnaval»,31 en el que, partiendo de una referencia 30 Ramón Solís (2006: 251) reproduce la imagen sin indicar procedencia y reseñando que se trata de una escena callejera de 1842. 31 En los fragmentos conservados del ejemplar 34 (26-2-1843) encontramos varios textos vinculados al carnaval: los relatos «Las máscaras sin máscara» y «Las máscaras sin disfraz», y el poema «Las desdichas del carnaval».
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al Quijote y la utopía de la edad dorada, se juega con los términos del pasaje del capítulo XI de la obra cervantina para establecer un paralelismo con las fiestas del carnaval, aunque deformando los aspectos positivos con el relato de los excesos del día, para mostrar que los frutos que quedaban a la mano de los que se aventuraban a la calle consistían en una «pesada lluvia de papas, huevos, trigo, alpiste», y que en lugar de ríos y fuentes que ofrecen sabrosas aguas, más bien había «un océano inagotable, que rebosando por balcones y azoteas, inundaba las calles». Dejando al margen las referencias al texto de Cervantes, pasa Y. K. a describir la concurrencia en la plaza de San Antonio, que ha sido «el gran patio de una casa» (282), y cómo toda la sociedad parece allí reunida y los altercados que se suceden en riñas de amantes. En relación con estos cuadros cabe situar los trabajos que bajo el rótulo «Estudios de costumbres» firma Fernando Garrido en la segunda serie del periódico. Entre estos encontramos en el nº 3 (21-5-1843: 10-11) la descripción del chulito de la Viña, de quien se representa su disoluta vida, carácter altanero y su afición a los toros, los bolos, al teatro —más bien la concurrencia al mismo— y al cante. Más tarde, en el nº 22 (1-10-1843: 86-88), le toca el turno a «El gallego», cuya labor en el transporte de mercancías se destaca y también su cicatería, gracias a la cual logra amasar un caudal considerable e incluso vivir con lujo. En la citada sección encontramos un trabajo más genérico que los anteriores firmado por El Estudiante, en el que mediante la carta de un viudo se realiza una pintura un tanto misógina del comportamiento femenino desde el supuesto recorrido por su vida doméstica (nº 2, 145-1843: 5-7). Otros escritos no aparecen presentados como retratos del panorama gaditano, pero de ellos puede hacerse una lectura similar, pues suponen el trazado de diferentes imágenes de personajes estereotipados del momento; recorriendo así desde la abuela y sus clases a las madres e hijas a la caza de un buen partido, los calaveras, el hombre preciso —y la que vendría a ser su réplica femenina en el texto «Teodorita la amable»—, el fastidioso, hasta el cursi, que es probablemente el más conocido y que según Moreno Hernández (2003) constituye una fisiología —caracterización que extendemos al hombre preciso y Teodorita la amable—.32 32 Sobre este personaje llamó la atención Solís (2006: 329) y son varios los trabajos destinados a este texto, entre ellos el de Moreno (2003).
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También se localizan en La Estrella otros relatos, que sin presentarse como cuadros de costumbres, guardan el color local de algunos espacios y prácticas del momento, como sucede en el nº 31 (5-2-1843: 249-251) en «La tertulia», donde se describe una reunión en la que se chismorrea y critica a algunos de los que concurren a ella, a los vecinos de la casa, se habla de teatro, se coquetea, se toman polvos de rapé y, en definitiva, se pasa el tiempo dejándose ver y exponiéndose a ser despellejado cuando se abandone la reunión. Tampoco faltan escenas en boticas, en plazas y paseos o en el teatro. Todo ello propicia la creación de una serie de vivas imágenes de la ciudad y sus singularidades. En otras ocasiones se reflejan aspectos relacionados con prácticas culturales como la traducción, que se critica bajo la firma de F. G. en el nº 30 (29-1-1843) tanto por la ínfima calidad que presentan muchas, como por beber de fuentes poco adecuadas como «Madama Jorge Sand», a quien se pinta como inmoral y provocadora de adulterios, de Paul Cock novelista popular y calificado de vulgar o de memorias sin trascendencia; frente a todo esto se recomienda «la magnífica literatura española de los siglos 16 y 17» (246-247). Acaso en contraposición a estas obras, se ofrecen en la primera serie otras novelas como Antonio de Armengol, Barón de Rocafort, que se presenta como original y se da seriada en los números 2, 3, 4, 7, 8, 11, 12, 13, 16, 19, 23 y [25] (comprendidos entre 17-7 y 25-12-1842),33 Dos carcajadas. Novela Original dedicada a C. A. en los cuadernos 24 (18-12-1842) y 27 (8-1-1843) —en estos casos por la conservación de los ejemplares es imposible acceder a las novelas completas— y Elisa de S.***, presente en los ejemplares 28, 29, 30 y 31 (15-1-1843/5-2-1843), que F. Garrido dedica a su «amigo el joven poeta D. Adolfo de Castro», y en la que refleja la historia de la seducción y burla de Elisa por un calavera y cómo esta lo descubre todo cuando acompañada de Eduardo, que estaba enamorado de ella, va a su encuentro a Sanlúcar y escucha sus chanzas en una conversación entre amigos donde había corrido abundante vino de Jerez. En los números consultados, en concreto en el 35 y 36, se incluye también Lo que es el mundo o una novela inmoral, que al faltar los últimos números de la primera serie34 no hemos podido ver completa, pero que en el propio título denota el tono moralizador que suponemos tendría. En la segunda serie del periódico el número de novelas disminuye y en 33 34
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Este número está incompleto en la colección consultada. Comprendidos entre el 12 de marzo y el 7 de mayo de 1843.
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su lugar aparecen otro tipo de textos, de carácter histórico en muchos casos, como las biografías de personajes célebres como Isabel la Católica (nºs 13-14, 30-7 y 6-8-1843: 49-50 y 53-54) o Álvaro de Luna (nºs 15 y 16, 13 y 20-8-1843: 57-58 y 61-62), así como diferentes escritos que bajo el rótulo de «Recuerdos de gloria» se incluyen desde el número 7 (18-6-1843) en diferentes cuadernos y en los que se reivindican hechos y personajes del pasado de especial interés para los gaditanos, a los que se suman otras contribuciones sobre la historia local firmadas a veces por Adolfo de Castro como la «Toma del Castillo del Puntal por los ingleses en 1625» (nºs 27-29, 5/19-11-1843: 105-106, 109 y 115-116). El verso también está presente en la publicación, pero no constituye un elemento tan característico como los cuadros que hemos indicado. No faltan entre los poemas los elogios a las gaditanas y a la belleza femenina, como el presente en el tercer cuaderno (24-7-1842) «A las bellas gaditanas», que firma Manuel de la Maza Pedrueca; tampoco los poemas vinculados a festividades concretas como el carnaval, las letrillas y epigramas de tono festivo,35 las charadas que abren la participación a los lectores y algunos epitafios. Entre este conjunto encontramos varios poemas debidos a Adolfo de Castro: «Epitafio fúnebre para el sepulcro del Gran Capitán Gonzalo de Córdoba» y «Epitafio para el sepulcro de Don Álvaro Bazán, marqués de Santa Cruz» o el «Himno a S. M. la reina Doña Isabel Segunda», que figura con una portada especial en el nº 31 (3-12-1843). Con estas producciones cabe relacionar la oferta de composiciones musicadas —que se acompañaban por una partitura separada—, entre las que encontramos: la canción «A unos ojos» de J. B. A., con música de S. R. S. (nº 4, 31-7-1842: 36); «El Calesero» con letra de U. y música de S. R. S. (nº 13, 2-10-1842: 112); «La ausencia» de Generoso Rodríguez, refundida por D. F. de U. y con música de D. J. M. H. (nº 20, 20-11-1842: 166) o el anuncio del nº 28 (15-1-1843: 230-231) en el que se apunta que Joaquín Sánchez, de Madrid, ha puesto música a los versos de José Iglesias de la Casa que comienzan así: «Anda, mi zagal, anda»; a ellas deben sumarse la canción andaluza no conservada titulada «La Morena», anunciada en el primer ejemplar y el vals de Francisco Gómez anunciado para entregarse aparte en el nº 9 (2-7-1843). En algún caso tomados de autores barrocos como Jacinto Polo, presente en el nº 21, cuyo primer verso es «Tan gran pie tenéis, Torcuato» y que, como otros, tiene por objeto provocar la risa del lector. 35
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Se suelen incluir además noticias sobre las representaciones que tienen lugar en la ciudad, tanto en el teatro Principal como en el del Balón, prestando especial atención a la ejecución de actores y cantantes. También se anotan referencias a las que tienen lugar en otros teatros de Sevilla, Sanlúcar, Madrid… En todas ellas predomina el valor de la crónica de lo visto frente al análisis de los valores literarios de las piezas. No obstante, hay que destacar que el teatro barroco parece ser el de preferencia para los redactores, que incluyen además en varios cuadernos semblanzas de los autores dramáticos de dicha época. Otro de los elementos que dota de atractivo al periódico es la publicación de noticias de moda y figurines, que los editores destinan al público femenino de manera especial. Los figurines no siempre se han conservado, pero contamos con una muestra representativa y descripciones de los no localizados. Aunque no podemos detenernos aquí en cada uno de ellos, queremos llamar la atención sobre varios donde, además de anunciar las novedades en el vestir, se realiza una adaptación de la tendencia general a Cádiz o se aprovecha para anunciar los establecimientos donde pueden adquirirse géneros similares a los de las estampas. Cabe destacar así el anuncio del segundo cuaderno (17-7-1842) donde se indica que en el siguiente se dará un texto y «un figurín de señora que representa exactamente la moda reinante hoy en Cádiz», del que solamente nos ha llegado el artículo en el nº 3 (247-1842: 25-26), donde bajo la rúbrica Yo LA MODA se describe cómo serán los próximos vestidos de mañana, calle y paseo —este último se representaba en el figurín, cuyo modelo había suministrado «D. Juan Elías, dueño del elegante museo de modas de señoras, establecido en la calle Ancha» (25)— y se añade la de los vestidos de caballero y otros accesorios como corbatas y sombreros, para cerrar el texto recomendando el establecimiento citado y el de D. Juan Junco.36 Un tono similar tiene la noticia que acompaña al figurín del nº 8 (28-8-1842: 69-70) —realizado desde la litografía de la plaza de la Constitución nº 11, que parece ser la empleada en lo sucesivo—, donde tras describir las modas de París se apela a las gaditanas a adoptar un punto medio entre 36 En relación a las modas masculinas cabe destacar que en el nº 27 (8-1-1843) se incluye un grabado y su descripción, debida a los editores, que recomiendan a «los elegantes» acudir a la tienda de D. Juan J. Junco, de la calle Murguía, que posee «telas del mejor gusto» y cuyo director es «el más fiel intérprete de los caprichos de la reina del mundo» (223).
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el «vestido transpirenaico y el que por amor a nuestras costumbres nacionales» (69) se debería usar y se describe la imagen, donde se destaca el uso de mantilla o velo de punto redondo, así como del abanico de dos países. Esta llamada a adaptar las modas a lo nacional, volvemos a encontrarla en el nº 17 (30-10-1842: 141-142), donde le toca el turno al vestido de invierno.37 A partir de este recorrido, podemos establecer que estamos ante una publicación marcada por la representación de tipos y costumbres locales, que posee una serie de atractivos añadidos frente a su competidora directa: La Moda, que presenta trabajos similares en tema, pero desde un tono crítico más marcado que el que hallamos aquí, donde pese a censurarse determinadas conductas, se deja sentir cierto gusto por la contemplación/recreación de las escenas que se describen. Asimismo, el que se acompañen de grabados en ocasiones y que se ofrezcan figurines supone otra diferencia notable. Sin embargo, no parece que esto fuese suficiente para que lograse afianzar su oferta, pues finalmente será La Moda la que logre imponerse. 3. A modo de conclusión A través del recorrido por las cinco cabeceras gaditanas atendidas, se ha podido ver cómo de 1833 a 1843 se produce un desplazamiento en los contenidos de los periódicos donde lo didáctico y la compilación variada de literatura va dando paso a la nueva estética romántica y al costumbrismo, al que se vinculan las novelas, los artículos de costumbres y las descripciones de tipos —deudoras en varios casos de las fisiologías en boga— que llenan las páginas de los impresos estudiados, sobre todo desde 1840 en adelante. Se aprecia así que el Almacén Pintoresco o El instructor (1-7-1834/154-1835) posee rasgos que, aun dejando entrever la influencia del Romanticismo, lo conectan sobre todo con las publicaciones misceláneas e instructivas de la Ilustración; mientras que en La Aureola (1-8-1839/285-1840) los cambios están presentes, aunque sea de manera ecléctica, ya que apuesta por la novedad al tiempo que reclama el valor de la En algunos de los grabados conservados figura como pie «Modas en Cádiz», mientras que en otros se marca solo que se dan como «Modas», lo que acaso muestre cuándo se han adaptado. 37
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t radición literaria nacional y se opone a los excesos del drama romántico. En sus páginas será notable la presencia de poesía y en el caso de la narrativa serán los textos de carácter histórico o los relatos sobre personajes del pasado árabe los más habituales. Con La Aureola no tarda en compartir espacio la Revista Gaditana (3-11-1839/12-7-1840), que ha de diferenciar su oferta de la anterior, lo que acaso motiva que apenas se incluyan versos y que en el caso de la narrativa se apueste de manera decidida por incluir en sus cuadernos novela y, en particular, textos costumbristas con los que quieren captar el interés del público y que emplean como reclamo en su prospecto; pero, además, sus responsables confieren al impreso un enfoque misceláneo, que lleva a situar como elemento compositivo relevante los trabajos que puedan contribuir a la modernización de la región y a la mejora de la economía. La importancia dada a la inclusión de textos de carácter costumbrista en la Revista Andaluza debe ponerse en relación con el hecho constatado por Peñas sobre la consolidación del empleo del artículo de costumbres en la prensa desde finales de la década de los treinta con el fin de «evidenciar la cara ridícula y oculta de las prácticas sociales y discursivas de los españoles» (2014: 110), que aquí se concreta en varios casos desde la referencia a lo local. Esta suerte de autorreferencia propia de la literatura moderna y del costumbrismo, como anota Álvarez Barrientos (2013: 29), se aprecia con mayor rotundidad en las dos últimas cabeceras estudiadas: La Moda (1-5-1842/15-12-1927) y La Estrella (10-7-1842/24-1-1844). En ellas el dibujo de costumbres y tipos —siguiendo en algunos casos la moda de las fisiologías francesas, traducidas y difundidas profusamente en la década de los cuarenta— ocupa un papel nada desdeñable y se ve completado en el segundo de los casos con la inserción de algunos grabados que recogen prácticas sociales y algunos de los tipos descritos. Bibliografía citada Álvarez Barrientos, Joaquín (2013): «El Costumbrismo, preso en la construcción de la historia literaria nacional», en Dolores Thion Soriano-Mollá (ed.), El costumbrismo, nuevas luces. Pau: Presses de l’Université de Pau et des Pays de l’Adour, pp. 23-39.
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LAS NARRACIONES DE LA REVISTA GADITANA: EL TRASVASE DE TEXTOS ENTRE CABECERAS DE LA PRENSA MADRILEÑA, BARCELONESA Y GADITANA Montserrat Amores (Universitat Autònoma de Barcelona)
1. Introducción La Revista Gaditana publica en su breve periodo de vida —desde el 3 de noviembre de 1839 al 12 de julio de 1840— un total de treinta y cinco narraciones de autores españoles y extranjeros. Un número muy significativo de ellas, veinte, se editan sin firma. Como es sabido, el trasvase de textos de distintas tipologías de unos periódicos a otros era habitual en la época —a veces mediante refundiciones; otras, trasladando la copia íntegra o parcial de los textos— con una casuística de prácticas muy variada, todas ellas conducentes a abaratar costes y facilitar la labor de edición. En ocasiones lo señalan los editores, como ocurre en la publicación mexicana Repertorio de Literatura y Variedades (1840-1842), que advierte en la última página del año 1840 que, a falta de patrocinio, «para llevar adelante nuestra empresa, no nos quedan más medios que los ya empleados, a saber, copiar unas veces y traducir otras» (Repertorio 1841: s. p.). José María Jiménez de Alcalá, director de El Instructor o Repertorio de Historia, Bellas Letras y Artes (1834-1842), revista editada en Londres por Ackermann, avisa a los lectores de la dependencia de otras publicaciones, aunque con una modalidad diferente a la de la reproducción: «Es inútil decir que la mayor parte de las materias aquí insertadas están tomadas de los libros, empero será justo advertir que no son extractos literales de libros españoles, ni traducciones serviles de los extranjeros» (cit. en Loyola 2019: 46; Alonso 1996: 15). En muchas ocasiones, al final de cada contribución se indica mediante cursiva o entre paréntesis la fuente de la que se ha extractado o copiado el texto, incluyendo a veces el nombre del autor o las siglas del traductor. Beatriz Sánchez
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Hita y María Román López han insistido en esta práctica al estudiar la revista gaditana El Correo de las Damas (1804-1808): «Conviene advertir que mucho de lo que se publica en él procede de la copia, refundición o reformulación de lo divulgado ya en otros periódicos nacionales y extranjeros, así como en colecciones misceláneas, libros de historia y compendios varios» (2014: 24) y señalan, igualmente, la «falta de atención o vacío referencial de las fuentes» como una «práctica generalizada entre los periódicos de la época» (2014: 25). Este hábito puede proceder de la circulación de las noticias en los diarios. Como señala Jean François Botrel, en los periódicos era costumbre habitual transmitir la información mediante distintos procesos que podían ir desde la transcripción literal a refundiciones más o menos elaboradas (Botrel 2010: 59). En relación con la prensa regional y en otro lugar, este investigador se refiere a los «periódicos hechos más con tijeras que con plumas» para aludir a aquellos que recurren a menudo a la prensa nacional repitiendo los «seudo-telegramas» de los periódicos de Madrid (1992: 204). A este modelo de importación alude el redactor del Diario Mercantil de Cádiz cuando el 1 de marzo de 1830 se defiende de las acusaciones del Correo Literario y Mercantil madrileño, que se había quejado de esa práctica por los periódicos de provincias. Desde el diario gaditano se advierte que «si alguna rarísima vez ha insertado por su oportunidad algún artículo ajeno, ha citado con todos sus pelos y señales el periódico de donde lo ha sacado, porque sus editores siempre han reprobado los latrocinios literarios» (cit. en Solís 2006: 283). La difusión y el trasvase de textos de una publicación a otra es un fenómeno que traspasa las fronteras mediante una especie de consenso sobre los procesos de apropiación de un texto. Como señala Kevin Perromat, este procedimiento puede considerarse una suerte de «piratería editorial» a pequeña escala. Los editores siguen unas «reglas implícitas de la producción textual; reglas que son periódicamente redefinidas individual, corporativa y socialmente» (2007: en línea). Se tendía a considerar que lo propagado sin la firma del autor era de «dominio público» y la costumbre había legitimado un mecanismo de apropiación, siempre que se indicase mínimamente la fuente. Muchos
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textos considerados de literatura instructiva se difundían sin firma y abundaban las traducciones sin rúbrica alguna.1 Todo ello en unos años en los que la legislación española intentaba regular la propiedad intelectual. Recuérdese que la primera ley que reconoció los derechos de autor fue publicada el 10 de junio de 1847, aunque, como ha estudiado Raquel Sánchez, «se habían redactado proyectos desde 1840» (2002: 1000). Lo habitual, por tanto, era, en los diarios, tanto nacionales como de provincias, citar la fuente de la que se tomaba prestada la noticia o el texto, literario o no, reproducido; una premisa aplicable a todo tipo de publicaciones periódicas. Si ello no ocurría se entendía que se había roto el pacto, no escrito, pero sí consuetudinario, por el que se conducían los redactores y se incurría en esos «latrocinios literarios» a los que se refería el redactor del Diario Mercantil de Cádiz en 1830. Esta última costumbre ya se consideraba reprobable en la época y la Revista Gaditana, como se verá, va a ser acusada de ello. Entre esos textos se encuentran las traducciones de cuentos y novelas, a veces de autores reconocidos, en algunos casos prestigiosos, que al trasladarse de uno a otro medio pierden su filiación, un fenómeno que debe relacionarse no solo con el medio de difusión de los textos, sino más concretamente con el tipo de literatura objeto de difusión: la literatura popular. Pondré un ejemplo que encontramos en la revista objeto de este estudio. El relato «Magdalena», publicado en el nº 19 de 8 de marzo de 1840, es una narración de Lady Blessington titulada «Madelina: a Roman Story» y editada en The Montly Magazine en diciembre de 1839 (Blessington 1839a). El texto se tradujo al francés y se difundió en la Revue Britannique en ese mismo año, conservando igualmente el nombre de la autora (Blessington 1839b). Al traducirse al español y publicarse en el folletín de El Corresponsal, de El Guardia Nacional y en la Revista Gaditana, desapareció la firma autorial («Magdalena», 1840a, 1840b y 1840c).2 La Revista Gaditana cita a veces las fuentes de las que
No me refiero a los plagios, es decir, a la usurpación de la autoría, que ha estudiado en el ámbito hispánico Perromat (2010) y de los que pueden encontrarse algunos ejemplos en los trabajos recogidos por Álvarez (2014). 2 Dado que buena parte de las narraciones y textos que se van a citar se publican sin firma y la gran mayoría en 1840, en adelante utilizaré como referencia la primera palabra de los relatos seguida del año y la letra correspondiente, según el orden cronológico. 1
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parte, pero no lo hace en la gran mayoría de los textos narrativos no nacionales, que toma de otros diarios y publicaciones que los habían traducido con anterioridad en fechas próximas a la reproducción en la revista andaluza. A continuación, me propongo determinar las prácticas de los redactores en la selección de estas narraciones en la Revista Gaditana y desentrañar el circuito de difusión de dichos textos en relación con otras cabeceras, con el fin de explicar el fenómeno de la prensa en provincias dentro del panorama global nacional. El análisis de ese semanario andaluz desde esta perspectiva como un estudio de caso puede servir para definir, por una parte, un sistema de trabajo que pudieron seguir de forma semejante otras publicaciones periódicas, y, por otro, para identificar un circuito de difusión de los textos literarios entre las cabeceras de las ciudades españolas que ponga de manifiesto las relaciones entre los periódicos capitalinos y la prensa de provincias. Analizaré a continuación brevemente los textos para observar si existe o no adecuación a la línea editorial de la revista. 2. La Revista Gaditana La Revista Gaditana3 se presenta al público como una publicación cultural y literaria alejada, como era común en este tipo de empresas editoriales, de toda bandería política y pensada para todos los lectores: «Es nuestro propósito escribir para todos: para el pueblo y para los hombres instruidos, para los entendidos y para los ignorantes […] Es por consiguiente la revista un periódico popular, un periódico, cuyas doctrinas y cuyos artículos estarán al alcance de todos los talentos y de todas las clases de la Sociedad» (1839: 3). El subtítulo da cuenta de la amplitud de temas que se proponía abarcar en cada uno de sus números que aparecerán cada domingo en dos pliegos de seis o siete páginas: Periódico popular de comercio, industria, agricultura, ciencias, literatura, administración, jurisprudencia, viajes, etc., etc.
3 He consultado la versión digitalizada de la Biblioteca Virtual Andalucía (http:// www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/es/consulta/registro.cmd?id=1023738) y de Hathitrust (https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=hvd.32044094149713&view= 1up&seq=27), puesto que faltan páginas y hay algún número desordenado en el ejemplar del portal andaluz.
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Contamos con un estudio del semanario de Virtudes Atero Burgos (1980) y un detallado catálogo de la misma autora (1984), que incluye resúmenes de cada colaboración. Esta investigadora describe su morfología: «En primer lugar aparecen los [artículos] dedicados a recoger y fomentar los intereses materiales de la provincia, económicos, sociales, de comunicación, etc.; sigue algún estudio sobre temas históricos, filosóficos, morales o de otra índole y, a continuación, la parte literaria: novelas, poesías, cartelera y crítica teatral» (Atero 1980: 8). Entre sus principales características destacan, por un lado, su voluntad reformista, que abarca todos los ámbitos: el liberalismo «en el comercio y la industria, junto a un marcado conservadurismo religioso y tradicional en las costumbres y un criterio moderado en política y literatura, condenando expresamente los extremismos románticos, son sus principales características» (1980: 7); por otro, y a pesar de que a menudo se refieran a Andalucía o a la nación española, la revista se centra en el ámbito de la provincia de Cádiz (Atero 1980: 11). Se imprimió en la Imprenta Gaditana de don Esteban Picardo4 (calle de la Compañía, nº 86) hasta el nº 13 y a continuación pasó a editarse en la Imprenta de la Revista Médica5 (plaza de la Constitución, nº 15 hasta el nº 22). El prospecto facilita una lista de veintiún colaboradores, aunque no consigna ni director ni editor. Entre ellos destacan, por el número de contribuciones, Tomás García Luna con 11, Alejandro Llorente (5), Rafael Aheran (4), Augusto Amblard (3) y Leonardo Talens de la Riva (3). Entre los literatos se encuentran Francisco Flores Arenas y José Bermúdez de Castro. A juzgar por el número de artículos firmados, podría ser Tomás García Luna el principal responsable de la revista. Este abogado gaditano se presentó a la candidatura moderada como diputado por Cádiz en julio de 1838, junto a su amigo Fermín de la Puente Apecechea, aunque no consiguió ser elegido (Bueno 2016: en línea). En septiembre de 1839, dos meses antes de la aparición del primer número de la Revista Gaditana, es designado «miembro de la
Esteban Picardo será el responsable del Diario Mercantil de Cádiz (1816-1843), tarea que compartirá a partir de 1834 con Manuel María Barleta (Román 2019: 242, Sánchez 2006: 37). Agradezco a la Dra. Román López su valiosa información sobre una versión previa de este artículo. 5 Juan Jesús Zaro destaca la Imprenta de la Revista Médica de Cádiz como «la más productiva de las imprentas gaditanas en cuanto al número de traducciones», aunque no sabemos nada de su proceso de selección y traslación (2010: en línea). 4
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Comisión de Instrucción Primaria de la Provincia de Cádiz». En esta publicación iniciará su andadura como crítico y filósofo (Bueno 2016: en línea). Alguno de los demás colaboradores ya era conocido por los lectores gaditanos, pues ejercía el periodismo en otros diarios. Así, en el conservador El Tiempo (1837) escribían, en la parte política, Augusto Amblard, Alejandro Llorente y Tomás García Luna. Francisco Flores Arenas, que mantenía entonces una intensa vida como periodista y escritor teatral en Cádiz,6 escribía en los folletos dominicales. Todos pasaron a redactores de El Globo (1838) (Solís 2006: 300, 303). La Revista Gaditana recibió la bienvenida de otros periódicos nacionales. Con la información que facilita el «Prospecto», en Madrid anuncian su próxima aparición la publicación bisemanal El Entreacto (3-11-1839) y los diarios El Corresponsal (2-11-1839), El Piloto (6-111839) —con un artículo firmado por J. D. C., Juan Donoso Cortés— y El Correo Nacional (9-11-1839) —de G. G. T., Gabriel García Tassara—. En este último caso, el diario madrileño le dedica la sección del «Folletín», de tres páginas, y añade incluso el listado de colaboraciones que se indican en el «Prospecto». La publicidad sigue en los días posteriores también desde Madrid. Así, El Correo Nacional (11-11-1839), El Piloto (12-11-1839) y El Eco del Comercio (13-11-1839) reproducen el índice de los contenidos a la luz del primer número llegado a la redacción y desde la Revista Gaditana se hacen eco de ese recibimiento en el «Boletín» del nº 4, mencionando también la Gaceta de Madrid y el Sevillano7 (1839: 48 y 61). Estos anuncios van a ser los reclamos propagandísticos que el semanario de Cádiz encuentre fuera de Andalucía. Las relaciones familiares y las amistades fueron en algunos de estos casos determinantes para la propaganda de la publicación andaluza en la capital. Las redes deben buscarse en Madrid, donde se encontraba Salvador Bermúdez de Castro, hermano de José y Manuel, que
Romualdo Álvarez Espino, amigo desde la infancia del escritor, menciona en la necrología publicada en La Ilustración Española y Americana que fue «redactor encargado de la sección de crítica, literaria y folletines» en El Tiempo y luego en El Globo. Sin embargo, no lo menciona como colaborador de la Revista Gaditana (Álvarez 1877: 307). 7 En adelante, indicaré el año y las páginas correspondientes a las Notas, Avisos y otros textos de carácter informativo de la Revista Gaditana que se publican sin título ni autor al final de cada número de la revista. 6
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aparecen en la lista de colaboradores en 1839.8 Junto a él se hallaba su amigo, el sevillano Gabriel García Tassara que vivía en la capital desde mayo de 1838. En 1839 ambos trabajan para El Correo Nacional y El Piloto. García Tassara compartió la sección del «Folletín» del diario con Enrique Gil y Carrasco y Antonio María Segovia (Calvo 1975: 24-26), que, como se verá, firmará una contribución en el semanario andaluz. Todas estas circunstancias pueden explicar parte de la dinámica de trasvase de textos. Si el «Prospecto» señalaba su propósito de ser una revista «para todos», el mismo mensaje se repite para los textos recreativos. Esa «literatura para todo el mundo, la literatura del pueblo» (1839: 6) venía representada en el día por las novelas, en concreto por la novela de costumbres, pues es el mejor género que representa la sociedad presente con todos sus innumerables matices, con el carácter que la distingue, con las clases que la componen, con los intereses que la dividen, con las ideas que la iluminan, con las pasiones que la alientan, con los vicios que la degradan y con las perfecciones que la ennoblecen […] Tenemos la dicha de poder anunciar a nuestros lectores la inserción en nuestra Revista de una serie de novelas originales españolas. Trazando en ellas el cuadro de nuestras costumbres nacionales, han procurado darles sus autores ese género de interés local, que proporciona tanta popularidad en París, y en otras ciudades extranjeras a las obras de George Sand, de Balzac y de Soulié (1839: 6).
Novela de costumbres contemporáneas y en especial de costumbres andaluzas es la preferencia designada desde el «Prospecto», una selección muy significativa en el marco cronológico en que se declara, pues apuesta por la literatura ambientada en la contemporaneidad, desterrando la novela histórica. Genoveva E. López Sanz advierte también esa tendencia en las narraciones de otras revistas de la época. Como señala esta investigadora, el periodo de 1838 a 1842 es de gran Colaboran en la revista tres de los cinco hermanos Bermúdez de Castro. José y Manuel se encuentran en la lista de los colaboradores del «Prospecto». También se reproducirá un poema de Salvador Bermúdez de Castro que había aparecido anteriormente en Semanario Pintoresco Español (1839a, 1839b) en el que colaboró asiduamente entre 1836 y 1840 (López, 1975: 14; Seoane, 2005: 23). No sabemos si en el momento en que se publica la Revista Gaditana José Bermúdez de Castro se encontraba en Cádiz o en Madrid. 8
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interés, «dentro de la década central del romanticismo, después de la rápida evolución que se produjo en el pleno desarrollo del romanticismo histórico y el impacto de las nuevas tendencias románticas» (2002: 15). Francisco Flores Arenas y José Bermúdez de Castro son los dos literatos de los que se anuncia la publicación de sus novelas: «La hechicera» de José Bermúdez de Castro (que se titulará finalmente «Una hechicera») más «una serie de novelas históricas, artísticas, fantásticas y de costumbres, por el mismo» y «una novela y varios cuadros de costumbres» de Francisco Flores Arenas. Estos parecen ser los dos responsables de la parte recreativa y literaria de la revista, a excepción de la sección de teatro. Conforme avanza la andadura del semanario se advierte claramente la progresiva inclinación de los colaboradores desde las narraciones de costumbres españolas, especialmente gaditanas y escritas para la Revista Gaditana en sus primeros números, hasta la acumulación de narraciones y traducciones tomadas de periódicos españoles, de manera que la presencia de relatos de autores nacionales acaba desapareciendo. El semanario anuncia en varias ocasiones la publicación de otros textos narrativos de Flores Arenas y José Bermúdez de Castro siguiendo lo prometido en el prospecto. Así, en el nº 4 del 24 de noviembre (1839: 64) se comunica la próxima colaboración de Francisco Flores Arenas, y en el nº 12 de 1 de enero (1840: 193), de una «novela de costumbres» de Bermúdez de Castro, aunque ninguno de los dos autores firmará contribución alguna más en sus páginas. De hecho, parece que la parte literaria se desatiende progresivamente, con toda probabilidad porque los textos prometidos no llegan a la redacción. El nº 6 de 8 de diciembre de 1839, en el que todavía se edita «La Alameda del Perejil» de Flores Arenas, acaba con una nota en la que se apuntan artículos de próxima aparición; sobre literatura, nada concreto: «Varias. Novelas, revistas de teatros, boletines, artículos de modas, costumbres, etc., etc.» (1839: 96); en el 8 se anuncia el final de esta novela, pero ninguna obra de ficción; en el siguiente, la Revista pide disculpas a los lectores por no haberse centrado en los artículos de carácter más serio y se comunica a los lectores que va a cambiar su tamaño, el carácter y el tamaño de la letra y se editarán «novelas originales españolas, dejando hueco para la traducción de las mejores novelas francesas e inglesas, de Balzac, Bulwer, J. Sand, Booz, Soulié, etc.» (1840: 145).9 Se incluye Booz debe de ser Dickens, autor de los Sketches by Boz.
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en el nº 10 una novelita de costumbres de El Estudiante, seudónimo de Antonio Mª de Segovia. En resumen, hasta ese nº 10 de 5 de enero de 1840 los textos literarios que se publican son solo los prometidos en el «Prospecto», más la mencionada narración de Segovia, aunque se anunciaba una serie de «novelas históricas, artísticas, fantásticas y de costumbres» de Francisco Flores Arenas, así como «varios artículos de costumbres» de José Bermúdez de Castro, que no verán la luz.10 Para la literatura extranjera, el «Prospecto» indicaba: «De la literatura francesa desde Chateaubriand y de la inglesa desde Walter Scoott [sic], Victor Hugo, Lamartine, Paul de Kock, J. Janin, A. Dumas, Ch. Nodier, F. Soulié, Balzac, A. de Vigny, Ge. Sand etc. Byron, Southey, Moore, Wordsworth, Bulwer, Booz, etc. por José Bermúdez de Castro». Algunos de esos nombres aparecen anunciados igualmente en el nº 9, como se acaba de indicar. Todo ello se detalla por extenso en el nº 11: Entre los artículos anunciados en el Prospecto de esta revista, está consagrado uno de los principales a la historia de la literatura en Inglaterra y Francia desde Walter Scott y Chateaubriand hasta el día. Byron, Moore, Southey, Bulwer, Marriot y Delkins (Booz) −− Mme. Stäel, Delavigne, Nodier, Lamartine, Soulié, V. Hugo, G. Sand etc. serán analizados y juzgados en nuestras columnas. Pero estos juicios ofrecerían poco interés si nuestros lectores no tuviesen algún conocimiento de sus principales escritos. Por esta razón presentamos de antemano en nuestra revista las muestras más distinguidas de su ingenio y de sus diversos estilos. Con este objeto insertamos el siguiente fragmento que hemos traducido de Pelham, or the adventures of an English Gentelman.− Novela original hasta la presente no traducida al castellano y poco conocida en nuestra España, de Bulwer, el principal y más célebre de los literatos que honran en el día a la Inglaterra con sus escritos. Nos ha parecido que une al mérito literario, su verdadero interés y oportunidad.
10 En este mismo sentido se informa de la aparición de otras entregas que no se publicarán. Rafael Sánchez había prometido un artículo sobre la prensa periódica que cambia de título en varias ocasiones y que no llega a editarse: «Influencia de la prensa en los intereses materiales de esta provincia» (nº 1, 3-11-1839: 16); «De la influencia de la prensa en esta provincia» (nº 4, 24-11-1839: 64); «De la prensa periódica», nº 6 (8-121839: 96); «De la influencia de la prensa» (nº 8, 22-12-1839: 128). También se anuncia (nº 4, 24-11-1839: 64) la publicación de las «Escenas de la costa de Cantabria por un testigo presencial» y otros artículos de Francisco Flores Arenas que no se encuentran en el semanario.
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Sucesivamente iremos publicando novelas o fragmentos que por sí solos ofrezcan interés de los expresados escritores y especialmente de Soulié tan célebre hoy por sus excelentes memorias del Diablo, de Balzac, el autor inimitable de Eugenia Grandet, y de la familia Clués, de G. Sand, la gala literaria de su sexo, del capitán Marriot, tan ponderado en Inglaterra por sus novelas marítimas, como desconocido en España, del mismo Bulwer y del ingenioso Eugenio Sue. Estas traducciones alterarán a las publicaciones originales de nuestros colaboradores literarios, los autores de la Hechicera, de la novela del Perejil, etc. (1840: 165-166).
En el nº 12 se informa de la traducción «de los dos excelentes novelas francesas Última conspiración del capitán Pumfilo [sic], por Alejandro Dumas y Miserias de la vida conyugal por H. Balzac» (1840: 209), que parecen vertidas al español expresamente para la Revista Gaditana. Sin embargo, muy pronto, a partir del nº 19, el semanario reproduce en sus páginas un conjunto muy notable de traducciones que toma prestadas y aparecen sin firma y sin indicación de fuente. En definitiva, se detecta claramente una progresiva acumulación de textos no originales. Todo ello presagia el declive de la revista, que se percibe claramente en los avisos y notas de los siguientes ejemplares y que se acentúan en los tres últimos. Así, en el nº 30 de 24 de mayo de 1840 se informa de una importante mejora de la publicación; se insiste en ello en el nº 32 de 7 de junio de 1840 y en el siguiente, de su cambio de cabecera en la siguiente entrega por Revista Andaluza. Sin embargo, en el nº 36, correspondiente al 5 de julio, se advierte de que «un obstáculo imprevisto» ha impedido la aparición del primer número de la Revista Andaluza (1840: 562); el último de la Revista Gaditana verá la luz, finalmente, el 12 de julio de 1840. Su primer artículo era una extensa colaboración titulada «La empresa de la Revista Gaditana a los suscriptores» en el que se informa de que en adelante la Revista Gaditana pasa a denominarse Revista Andaluza, se imprimirá en Sevilla y será de carácter claramente regional. 2.1. Narraciones gaditanas y españolas Como se ha advertido, muy pocas son las narraciones españolas escritas expresamente para su publicación en la Revista Gaditana y muy pocos también, en relación con las traducciones, los relatos españoles
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tomados de otras cabeceras que se reproducen también en el semanario gaditano. En los tres primeros números del semanario ven la luz «Una hechicera. Novela» (José Bermúdez de Castro, 1839) y en los siguientes, «La Alameda del Perejil. Novela gaditana» (Flores Arenas, 1839-1840). Los dos colaboradores se anuncian en la revista como célebres escritores gaditanos conocidos en el ámbito nacional. Del primero se recuerdan sus producciones literarias de El Artista («Los dos artistas» o «La noche de difuntos»); los lectores conocen a Francisco Flores Arenas como el autor de la comedia Coquetismo y presunción y de «amenos folletines» (1839: 48). Las dos novelitas se ambientan en Andalucía —la de José Bermúdez de Castro en Sevilla, la de Flores Arenas en Cádiz—; en ambas el asunto es sentimental y curiosamente en las dos los enredos amorosos se complican con el protagonismo de hechiceras, brujas o gitanas echadoras de cartas. El tono desenfadado o burlesco impera en las dos narraciones. En el número siguiente, el 10, se publica «Una boda en Madrid. Novela original de costumbres» de El Estudiante (1840), de la que no se ha hallado una edición anterior. Se trata, igualmente, de una narración costumbrista enmarcada esta vez en la capital. Como relato de ambientación gaditana y escrito expresamente para el semanario, debe considerarse también el artículo «Una cacería en el coto de Oñana» de Rafael Sánchez (1840). Se trata esta vez de un artículo de costumbres en el que el narrador se reúne con un grupo de cazadores entre los que se encuentran italianos e ingleses y se describe la caza de un jabalí. El resto de las narraciones españolas de la Revista Gaditana ocupa un espacio muy menor respecto de los textos traducidos y la gran mayoría había aparecido antes en otros periódicos de ámbito nacional. Salvo una excepción, se reproducen acompañados del nombre del autor, aunque solo en contadas ocasiones se indica la procedencia. Así, tres meses después de la aparición del texto de El Estudiante, la Revista Gaditana reedita en sus páginas la narración «Manuel el Rayo» que había publicado muy poco antes, también sin firma, el Semanario Pintoresco Español («Manuel» 1840b y 1840a). Es una novelita atribuida a Ramón de Mesonero Romanos por Emilio Cotarelo y Federico Sáinz de Robles, pues se había publicado sin firma en el periodo en el que el escritor madrileño dirigía la revista. El hecho de que se trate de una narración ambientada en tierras gaditanas y sevillanas protagonizada
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por contrabandistas pudo contribuir a que se seleccionase el texto. También de Mesonero Romanos se toma el contenido de la sección del «Boletín» del nº 25: un breve artículo de costumbres titulado «El fastidioso» publicado, igualmente, en el semanario madrileño en febrero de ese mismo año («Fastidioso» 1840b y 1840a).11 Tras «Manuel el Rayo», la siguiente narración española que ve la luz en la Revista Gaditana es «Libro de memorias de Elisa, libro de sus lágrimas», que había editado dos meses antes El Correo Nacional, firmado por A. L.*** (1840a), identificado por Ildefonso Ovejas con Antonio Ros de Olano (A. L.***, 1840c; Ovejas, 1842).12 La Revista Gaditana podría haberla tomado de El Guardia Nacional (A. L.***, 1840b). La novelita de Ros pudo despertar el interés de los redactores del semanario andaluz porque parte de su trama amorosa se ambienta en Sevilla. En su penúltimo número, la Revista Gaditana calca una narración nacional que había aparecido, también, en El Guardia Nacional. Se trata de «María», firmada por J. M. C. (1840b), que, al parecer, vio la luz previamente en el diario barcelonés (J. M. C. 1840a). En ese mismo ejemplar se edita la escena de costumbres «La feria de Almagro» de Clemente Díaz que el Semanario Pintoresco Español había publicado dos meses antes (Díaz 1840b y 1840a). Finalmente, y aunque no pueda asegurarse que se trate de una narración de autoría española, debe considerarse «La copa envenenada» dada su temática («Copa» 1840c). Se trata de una narración de carácter histórico que refiere la estrategia de Almanzor para envenenar al conde don Sancho García aprovechando la pasión que su madre, doña Ava de Ribagorza, siente por el caudillo musulmán. Curiosamente, el final del relato no se corresponde con lo acreditado por las crónicas, pues se rehabilita a doña Ava. La breve anécdota histórica había aparecido anteriormente en La Esperanza («Copa» 1840a) y en El Guardia Nacional («Copa» 1840b). La Revista Gaditana publica ocho narraciones españolas, si se tienen en cuenta también aquellas que están a caballo entre el cuento y el artículo de costumbres; cuatro se escribieron expresamente para la revista
11 Apareció en la edición de Tipos y caracteres: bocetos de cuadros de costumbres (1881). Del Semanario Pintoresco Español copia también la Revista Gaditana el artículo «Estudios morales. El fastidio» («Fastidio», 1839), que reproduce indicando al final: «(S.P.)» («Fastidio», 1840). 12 La narración se publicó también en El Pensamiento y en La Ilustración (López 2002: 100; Pont 2008: 56 y 100; Rodríguez 2013: 293-294).
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andaluza, mientras que el resto proviene, en general, del Semanario Pintoresco Español y del diario barcelonés El Guardia Nacional. 2.2. Hegemonía extranjera. Las traducciones Recordemos que el «Prospecto» de la Revista Gaditana prometía una serie de traducciones de los románticos franceses desde Chateaubriand a Paul de Kock, desde Victor Hugo y Balzac a Soulié y también de escritores ingleses como Byron, Wordsworth o Bulwer, a cargo de José Bermúdez de Castro. Parece lógico, por tanto, suponer que este joven escritor fuese el responsable de las tres primeras traducciones publicadas en el semanario, anunciadas y precedidas de una breve nota explicativa, aunque nada se diga del responsable de la versión española. Se trata en los tres casos de fragmentos de novelas y en todas ellas se facilita el nombre del autor, a diferencia del resto de narraciones extranjeras. El primer texto es «Un candidato de conciencia. Costumbres inglesas» (Bulwer 1840). La nota que le antecede advierte de que es una novela original «hasta la presente no traducida al castellano y poco conocida en España de Bulwer» (1840: 167). El texto de Edward Bulwer (a partir de 1844 Bulwer-Lytton) es un fragmento de la novela Pelham or the Adventures of an English Gentleman (1828). El fragmento trasladado corresponde a los capítulos XXXV y XXXVI del tercer libro de la novela y el título español pertenece a su traductor. En él se narra la visita del protagonista, candidato a las elecciones, a dos hogares en busca del voto de su propietario, un pastor protestante y un comerciante de vinos. Se presenta, por tanto, como una narración de costumbres contemporáneas. El siguiente texto traducido viene, como el anterior, acompañado de una breve introducción y se editó en el siguiente número de la revista en la sección del «Boletín». Se trata de una anécdota sobre la emperatriz Josefina titulada «Una americana» («Americana» 1840) que se encuentra en Memorias de una moneda de cien sueldos, «escritas por el distinguido literato Luis Denoyers, y publicadas recientemente en Francia, con singular aceptación y aplauso, por la Caricatura y el Siglo» (1840: 191). Otra de las versiones españolas que se hacen muy probablemente de forma expresa para la Revista Gaditana, pues se había anunciado en
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el nº 13 (1840: 209), es un fragmento de Miserias de la vida conyugal de Balzac que aparece en los nº 15 y 16 con el mismo título (Balzac 1840a). La primera entrega viene acompañada de la siguiente nota: «Se inicia la traducción de las Miserias de la vida conyugal de Balzac. Seguirá la última campaña del capitán Pámfilo y una novela de George Sand. Se le da preferencia a Balzac por ser uno de los escritores más geniales del momento». Advierte, no obstante, de la parcialidad de Balzac en cuanto al matrimonio, pues carga las culpas hacia el lado de las esposas y pide a los lectores de la Revista Gaditana: «no nos hagan responsables de las injusticias, ni de los errores del escritor francés» (1840: 235). Llama asimismo la atención una nota al pie en la que se indica que se ha variado el texto y que se trata de una versión libre del original. La narración, como ha estudiado Lídia Anoll, toma por título la obra de Balzac a pesar de que se trata únicamente de una traducción «bastante libre en lo que se refiere a la parte narrativa; no así en los diálogos, donde se sujeta más al texto» (1988: 70) del «Conclusum» de la obra, al que le antecede una frase que puede servir de presentación a su contenido. Anoll estudió en su momento esta traslación publicada en El Panorama en 1841, que venía acompañada de la indicación «Robado» después de la firma del autor (1988: 70-71). Pues bien, el texto de El Panorama (Balzac 1841) se corresponde íntegramente con el del semanario gaditano, aunque solo reproduce la primera entrega de la revista andaluza. Un año antes también el diario barcelonés El Guardia Nacional había copiado el texto de la revista gaditana con la firma de Balzac, aunque en este caso señala al final de la entrega con el obligado «continuará» una siguiente entrega que no tiene lugar y omite la nota al pie en la que se advierte de la traducción libre del texto (Balzac 1840b).13 Es lógico pensar que El Panorama había «robado» de El Guardia Nacional el texto que a su vez lo había tomado de la Revista Gaditana. Los dos siguientes números, 17 y 18, recogen también una traducción, aunque ninguna de las prometidas hasta el momento, ni anunciada previamente.14 Se trata de «El caballero calabrés» de Pierre Angelo
13 En esta ocasión el texto no se copia en la sección de Folletín y el diario barcelonés no indica la fuente de la que lo traspasa. Las narraciones de El Panorama han sido estudiadas por López (2002: 106-128) y Rodríguez (2001). 14 En el nº 16 aparece únicamente la primera entrega de un extensísimo artículo de Tomás García Luna sobre «Legislación penal. Delitos contra la religión» de 12 páginas, la conclusión de Miserias del matrimonio y una brevísima sección del «Boletín».
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Fiorentino de la que no se ha encontrado versión española anterior (Fiorentino 1839a). La narración había aparecido en el folletín de La Presse los días 29 y 30 de enero de 1840 en dos entregas que se corresponden con las dos de la Revista Gaditana. Esta se reproducirá posteriormente en El Guardia Nacional (Fiorentino 1839b). A partir de entonces todas las traducciones de la Revista Gaditana van a ser préstamos tomados de otras publicaciones sin la identificación de sus autores, ni de las fuentes en su gran mayoría, serán más numerosas que los relatos españoles y aumentarán progresivamente conforme se vaya acercando el final de su vida. El circuito de trasvase de textos se aprecia ya en el nº 19 de marzo de 1840. En él ve la luz el relato «Magdalena» (1840c). El texto, al que me he referido anteriormente (Blessington 1839a y 1839b), había aparecido previamente en dos diarios: el madrileño El Corresponsal y el barcelonés El Guardia Nacional («Magdalena» 1840a y 1840b), que indica de dónde se reproduce mediante «(Corresp.)». Lo más probable es que la Revista Gaditana lo tomara de El Guardia Nacional, pues copia también dos de las tres «noticias extranjeras» que se encuentran en el diario de ese mismo día. En los números siguientes se publica otra nueva narración, «Un corazón dividido» («Corazón» 1840c). Como en el caso anterior se edita primero en El Corresponsal y a continuación en El Guardia Nacional («Corazón» 1840a y 1840b) y la versión de la Revista Gaditana proviene del diario barcelonés. El semanario de Cádiz traslada el texto cercenado: el principio —correspondiente a la primera entrega del periódico de la ciudad condal correspondiente al día 27 de febrero— y la última —la del 29 de febrero—, saltándose la intermedia. En El Corresponsal se reproduce el relato completo y los cortes de las entregas son diferentes. Los lectores de la Revista Gaditana no debieron entender absolutamente nada, puesto que la ficción queda truncada; incluso, cambia el narrador de una a otra entrega. Esta dinámica de trasvases, préstamos o «robados», pues el semanario andaluz no indica la fuente, va a ser objeto de reproche en un par de ocasiones. La más importante fue la llamada de atención por parte de El Entreacto en el número de 16 de abril de 1840. Uno de los colaboradores de la revista madrileña, Miguel Agustín Príncipe, que firmaba con el seudónimo de Mascaraque (Ossorio 1903: 358) se queja «A la Revista Gaditana» de que la publicación de Cádiz no tenga a bien «citar con todas sus letras el periódico de donde los copia [los artículos ajenos] y el nombre del autor que los suscribe», indica concretamente
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tres copias de El Entreacto en el número del 5 de abril de ese mismo año de 1840 y conmina a la revista a «confesar el hurto» en una de sus próximas entregas.15 Mascaraque sospecha también que otros artículos de ese mismo número son igualmente plagios: «lo advierto a vd. para que diga lo que hay, pues si no se desmiente la especie, será alguno capaz de creer que todo el número es copiado» (1840: 122).16 Los redactores de la Revista Gaditana contestan con prontitud en el «Boletín» del nº 26 del 26 de abril: Muy fácil nos es contestar a esta queja, y contestar de tal manera que quede desvanecida. Antes de que copiásemos nosotros los artículos de que se habla, los había copiado otro periódico de las provincias, que debe ser muy conocido de los Redactores del Entreacto, y como este periódico que fue de donde nosotros los tomamos, no suele usar, con los muchos artículos nuestros que copia, de semejante formalidad, creímos estar también en el caso de no cuidarnos mucho de averiguar si la observaban, u omitían, nuestros cajistas (1840: 416).
En su defensa sigue argumentando que la Revista Gaditana se siente muy orgullosa cuando copian sus artículos «(cosa que nos sucede con frecuencia)» y que no han hecho más que seguir «la general costumbre» (1840: 416). El redactor de la publicación andaluza tenía en parte razón y podía acudir a una variada casuística en la que, a menudo, se veía implicado El Guardia Nacional. Ya se ha referido el caso de Miserias de la vida conyugal de Balzac. Veamos algunos ejemplos más. La novelita de Bermúdez de Castro, «Una hechicera» de la Revista Gaditana pasó a La Esperanza unos quince días después (Bermúdez 1839b), aunque los editores advierten: «La novela que a continuación insertamos ha sido copiada de la Revista Gaditana, impeliéndonos a ello, la fluidez del estilo, la riqueza en los detalles, la verdad de los caracteres y exactitud en las costumbres andaluzas, tan hábilmente pintadas por el distinguido escritor que la suscribe» (Bermúdez 1839b); simultáneamente El La Revista Gaditana había antes trasladado otros textos de El Entreacto, aunque también podría haberlos trasvasado de El Guardia Nacional. Así, el artículo «Un médico o un abogado en familia» (El Guardia Nacional, 3-1-1840), que indica que se ha extractado de El Entreacto. 16 Es justamente lo que ocurre en los cinco últimos números de la Revista Gaditana, a partir del momento en que anuncia que se seguirá publicando con el nombre de Revista Andaluza. 15
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Guardia Nacional la trasladó directamente de Revista Gaditana, aportando el nombre del autor, pero no la fuente (Bermúdez 1839c). Tampoco señaló la fuente al trasladar la traducción de «El caballero calabrés» que había tomado del semanario andaluz. De nuevo es El Guardia Nacional el diario que incurrió en esa falta. Otros textos tomados de la Revista Gaditana se publicarán después de este toque de atención de El Entreacto. El Guardia Nacional reproducirá la narración «Manuel El Rayo» indicando en este caso entre paréntesis su procedencia: «(Rev. Gaditana)» («Manuel» 1840c). La novelita de Francisco Flores Arenas se traspasará de nuevo a El Guardia Nacional (Flores 1840) y en 1852 en el Semanario Pintoresco Español (Flores 1852) sin advertir tampoco la fuente en ninguno de los dos casos. Además de las narraciones mencionadas, otros textos de la Revista Gaditana habían pasado a formar parte de otros periódicos. El Corresponsal repitió en la sección «Parte estadística, mercantil e industrial» el artículo de Manuel Bermúdez de Castro, «Banco de Inglaterra» (1839 a y b), indicando su procedencia y El Guardia Nacional publicó la «Historia de la química», firmado por *** (1840b) que había aparecido casi un mes antes en el semanario de Cádiz (*** 1840a). En esta ocasión el diario barcelonés indica la fuente: «R. G.». Por otra parte, como sospechaba Mascaraque, el nº 23 del 5 de abril de 1840 contiene no solo los tres artículos que podría haber tomado de El Entreacto. Salvo una colaboración de Augusto Amblard, según la identificación de Virtudes Atero (1984: 59), en respuesta a un artículo de El Corresponsal, el resto de textos de ese número, narrativos o no, se publican sin firma y se toman de otras revistas y diarios sin indicar su origen: «Una partida de ecarté», que había aparecido anteriormente en El Corresponsal y a continuación en El Guardia Nacional («Partida» 1840c, a y b); «La predicción» (1840), en la que se indica la fuente («(Entre.)»), de El Entreacto (Satorres 1840) y El Guardia Nacional (Satorras 1840), aunque parece tratarse de una traducción de Satorres;17 «Salas de asilo o Escuela de Párvulos», sin firma («Salas» 1840), artículo de Ramón de la Sagra que había aparecido en El Corresponsal (Sagra 1840a) y El Guardia Nacional (Sagra 1840b) con la firma del autor en ambas ocasiones; «Apuntes biográficos de Bretón de los Herreros», también sin firma, anteriormente editados en El Entreacto y también en El Guardia Nacional con la referencia de la fuente, «(Entreacto)» López consigna los cuentos de El Entreacto (2002: 132-140).
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(«Apuntes» 1840c, 1840a y 1840b);18 «Rossini y los polacos», tomado de El Entreacto («Rossini» 1840b y 1840a). El «Boletín» que, como era habitual en la época, se alimentaba de otras fuentes, recoge dos notas aparecidas en El Correo Nacional: sobre la construcción del camino de hierro entre Berlín y Breslavia, y la muerte del general Dupont, ambas del 20-3-1840; y «Sophianopoulos», del día anterior. Otro periódico, esta vez malagueño, El Guadalhorce, llamará de nuevo la atención sobre el fraude cometido por Revista Gaditana pocas semanas después de las quejas de Mascaraque. Su director, A. J. Velasco, avisa en una nota al final del nº 31 de que «Los artículos no suscritos en los números hasta ahora publicados, y los que en adelante no lo sean, entiéndase que lo son por el director y editor de Guadalhorce. Aviso a la Revista Gaditana» (31-5-1840). Efectivamente, había copiado enteramente «Modas de París» del nº 8 de 24 de mayo de 1840, que se reproduce en el nº 31 del día 31 de mayo. La dinámica de las traducciones que se ha señalado es muy semejante hasta la última entrega de la revista: en la mayoría de las ocasiones, la Revista Gaditana copia el texto del folletín de El Guardia Nacional, que a su la vez lo había tomado de El Corresponsal. Para confirmar que la fuente directa del semanario andaluz es El Guardia Nacional, expondré el caso de «La sensible cartera». La narración se había publicado sin firma en El Correo Nacional («Cristela» 1840) e igualmente en El Guardia Nacional («Sensible», 1840a). La versión de la Revista Gaditana («Sensible» 1840b) copia la del diario barcelonés de nuevo, pues este último recorta algunos párrafos de la traslación eliminando los poemas, que sí reproduce El Correo Nacional. El texto es traducción de «Christel» de Charles Augustin Saint-Beuve (1839), que publicó la Revue des Deux Mondes ese mismo año. El semanario de Cádiz procede de modo semejante con las siguientes narraciones a partir de mayo de 1840: «Un episodio del incendio de Pera», que había visto la luz anteriormente en El Corresponsal («Episodio», 1840b y 1840a); «Nísida», que proviene de La Esperanza (1840b y 1840a ); «Elisa y Alfredo» editado anteriormente en El Correo N acional 18 El texto de El Entreacto proviene de los «Apuntes autobiográficos de Bretón de los Herreros (“Don Manuel”)», de Eugenio de Ochoa, recogidos en su Tesoro del teatro español desde su origen (el año 1356) hasta nuestros días (1838: V, 629) y reproducidos también en los Apuntes para una biblioteca de escritores españoles (1840: I, 118-119). Conviene reconocer que en El Entreacto la nota biográfica antecede a la crítica de El pelo de la dehesa.
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en la sección de «Variedades» («Elisa» 1839a) y El Guardia Nacional, que cita la fuente, «(Esper.)», aunque cambia el orden de los capítulos III y IV que pasan con esa equivocación a Revista Gaditana («Elisa» 1840b y 1840c);19 «Un capricho» (1840c), traducido antes en El Corresponsal y El Guardia Nacional, («Capricho», 1840a y 1840b);20 «El último Plantagenet» (Blanco 1840c), que había visto la luz en La Esperanza y El Guardia Nacional (Blanco 1840a y 1840b); «El estudiante de Heidelberg» («Estudiante» 1840c), que sigue el mismo circuito que la narración anterior, primero ve la luz en La Esperanza, luego, en El Guardia Nacional, (2-5-1840);21 «El faro flotante», publicado antes en El Corresponsal y días más tarde en El Guardia Nacional, («Faro» 1840c, 1840a y 1840b);22 «Un desafío en Santo Domingo», que proviene de El Panorama, tal y como indica la Revista Gaditana («Desafío» 1840b y 1840a); «El escudo de cien sueldos», firmado por Mª A., cuya fuente es El Guardia Nacional (Mª A., 1840b y 1840a);23 «Los faisanes de Luis XIV», que se trasvasa de El Guardia Nacional, firmado en ambos casos por P. Caisa junto al paréntesis (S. A. S. M.) (Caisa 1840a y 1840b); «Una chanza pesada», publicado primero en El Entreacto y luego en El Guardia Nacional («Chanza» 1840b y 1840a), como indican tanto el diario como la revista;24 «Un hombre atroz», que habían reproducido antes El Corresponsal y El Guardia Nacional («Hombre» 1840c, 1840a y 1840b);25
Se reprodujo posteriormente en El Popular, Diario de los intereses de Cataluña («Elisa» 1841) y en México con el título «Elisa la virtuosa» (1840d). 20 Es traducción de «Un caprice d’Allemande» de Arsène Houssaya (1840). 21 El número de La Esperanza contiene el artículo de viajes «Costumbres de Madagascar» y una «Anécdota» sobre Federico II que también copia la Revista Gaditana, identificando la fuente solo en la Anécdota»: «(De la Esperanza)». Todas estas notas breves se encuentran también en el Folletín de El Guardia Nacional, más otras dos («Tradiciones acerca de las brujas» y una anécdota sobre Napoleón) en los días 4-5-1840, que calca igualmente Revista Gaditana en este nº 30. Otra de las anécdotas, protagonizada por M. Cochelet se encuentra en El Corresponsal (24-4-1840), la reproduce El Guardia Nacional (3-5-1840) y se encuentra en el mismo número de la Revista Gaditana. El trasvase de El Guardia Nacional a la Revista Gaditana es incuestionable. 22 El relato original «The Floating Beacon» de John Howison (1821) se tradujo al francés en la Revue Britannique («Phare» 1840). 23 Se trata de «L’Ecú de cent sous» de Marie Aycard, un texto muy difundido en la prensa de la época, aunque con la firma de Eugène Guinot (Buard 2019: 138-152; 191-194). 24 No he conseguido encontrar la edición de El Entreacto. 25 Narración de Étienne Casimir Hyppolyte Cordelier Delanoue (1806-1854). 19
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«Mohamed-Ben-Alí. Escenas africanas», que sigue el mismo circuito que el texto anterior («Mohamed» 1840c, 1840a y 1840b); «El rey y el molinero», que proviene de El Panorama («Rey» 1840b y 1840a)26; «Carlota Corday», que había aparecido en El Corresponsal, El Guardia Nacional y El Panorama («Carlota» 1840d, 1840a, 1840b y 1840c).27 «Napoleón y Luciano» de Alejandro Dumas, que se trasvasa de El Guardia Nacional (Dumas 1840b y 1840a);28 y «Lollia Paulina», narración publicada antes en El Entreacto («Lollia» 1840a y 1840b). De esta forma queda desentrañado el circuito de difusión de las narraciones de la Revista Gaditana. Mientras que las españolas se trasladan del semanario de Cádiz a algunos periódicos madrileños y a El Guardia Nacional, indicando el nombre del autor —aunque no la fuente— la Revista Gaditana reproduce muy a menudo traducciones de El Guardia Nacional29 que a su vez había tomado de El Corresponsal:30 «Magdalena», «Un corazón dividido», «Una partida de ecarté», «La sensible cartera», «Un capricho», «El faro flotante», «Mohamed-Ben-Alí» y «Carlota Corday». En ocasiones se publican primero en La Esperanza, El Correo Nacional o El Entreacto y posteriormente en El Guardia Nacional para llegar a la Revista Gaditana («Nísida», «Elisa y Alfredo», «El último Plantagenet», «El estudiante de Heidelberg», «Una chanza pesada», «La copa
El relato se inspira en «The King and the Miller of Mansfield» de Thomas Percy, balada recogida en Reliques of Ancient English Poetry (1765). 27 Esta versión de «Charlotte Corday» pertenece al Vicomte Walsh (Joseph Alexis Walsh). El texto se había publicado en Affiches, announces judicaires, avis, dires du Mans (Walsh 1840). 28 La Revista Gaditana reproduce la nota al pie e identifica al autor, siguiendo íntegramente a El Guardia Nacional. La anécdota pertenece al capítulo «Napoléon-le-Grand et Charles-le-Gros» de las Impressions du voyage de Dumas (1837). 29 Además de las narraciones y las noticias que la Revista Gaditana copia de El Guardia Nacional sin indicar la fuente deben tenerse en cuenta dos ocasiones en las que sí lo hace: en el nº 24 (12-4-1840, p. 385), se publica un anuncio del rotativo barcelonés como «(Guardia N. de Barcelona de 21 de Marzo)»; en el nº 34 (21-6-1840), señalando su procedencia y en portada, el artículo «Del sistema de bancos de provincia» e indica que «merece ocupar la atención pública» y que la Revista Andaluza dedicará un espacio al mismo tema. El artículo había aparecido en El Guardia Nacional el 30-5-1840. 30 La dependencia de los textos publicados en el Folletín de El Guardia Nacional respecto de El Corresponsal es más amplia que la señalada hasta aquí. Entre el 30 de octubre de 1839 y el 3 de septiembre de 1840 se trasvasan unas 50 traducciones que pasan del diario madrileño al catalán. 26
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e nvenenada») o se toman directamente de El Entreacto («Lollia Paulina»), El Panorama («El rey y el molinero», «Un desafío en Santo Domingo») o El Guardia Nacional («Un escudo de cien sueldos», «Los faisanes de Luis XIV», «Napoleón y Luciano», «María»). En escasas ocasiones la Revista Gaditana indica la procedencia y siempre que lo hace son de El Panorama31 («Un desafío en Santo Domingo»), El Entreacto, después de la llamada de atención («La predicción», «La sensible cartera», «Una chanza pesada»). Solo se da una excepción: el relato «Un hombre atroz», que aparece en El Corresponsal y casi simultáneamente en la Revista Gaditana y en El Guardia Nacional. Un total de 21 narraciones del semanario de Cádiz se habían publicado en el diario barcelonés. El espacio temporal del trasvase de los textos es relativamente breve. En el caso de la reedición de los relatos de El Guardia Nacional a la Revista Gaditana con una distancia que va de casi dos meses («Magdalena») a 12 días («María»), aunque la media suelen ser unos veinte días. Todo ello pone en evidencia que el semanario andaluz estudiado se concibió como una publicación de consumo inmediato, quizá por ello repite los contenidos de carácter recreativo de otras cabeceras, y de temas de actualidad referidos a «comercio, industria, agricultura, ciencias,…» como indica su subtítulo. Resulta llamativo que en los últimos números en los que casi todos o todos los textos son reproducciones de otros diarios o periódicos predominen de una forma destacada las narraciones. De hecho, los tres últimos se inician incluso con una traducción reeditada. El circuito de difusión de los textos y las prácticas utilizadas por la Revista Gaditana suponen su abaratamiento e incurren en un fenómeno que podría llamarse «piratería», pues en escasas ocasiones se indica la fuente y se corresponde con las publicaciones hechas «más con tijeras que con plumas», en palabras de Botrel. Por ello se reprueba su conducta derivada de la literatura popular, de la novela, en un contexto en el que han perdido su función de «folletín», de donde se toman a menudo.
De El Panorama toma también la Revista Gaditana parte del artículo «Modas» (1840a y 1840b) y la anécdota «Receta contra la irresolución» tomados también en El Guardia Nacional («Receta» 1840a, 1840b y 1840c). 31
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2.3. Afinidades ideológicas, selecciones Como se señaló al describir brevemente la Revista Gaditana, a pesar del apoliticismo con el que se presenta desde el «Prospecto», el moderantismo político define su línea editorial, que se advierte, sobre todo, como señaló Atero, en los artículos de carácter socioeconómico (1980: 10-12). Ello puede explicar los vínculos creados con El Corresponsal (1838-1844), dirigido por Bonaventura C. Aribau, El Guardia Nacional (1836-1841) conducido por entonces por V. J. Bastús32 y El Correo Nacional (1838-1842), fundado por Andrés Borrego. Los tres diarios se identifican con el moderantismo liberal y reformista,33 se definen como monárquicos constitucionalistas y coincidirán en 1840 en su oposición a la Regencia de Espartero. A pesar de que la Revista Gaditana intentó alejarse de los conflictos de carácter político, ese tipo de desavenencias se pusieron de manifiesto, por lo que se deduce del artículo de despedida, a propósito de la Ley de Ayuntamientos y debió de llevar a enfrentamientos de carácter personal. El último artículo de la Revista Gaditana a sus suscriptores pone claramente de manifiesto que son razones políticas las que han conducido al cierre y que esas circunstancias llevan a los colaboradores a convertir la publicación en un «periódico político» y pasar a Revista Andaluza (1840: 572). A pesar de que no se pueda identificar entre los colaboradores a algún responsable de la selección de las narraciones de la Revista Gaditana, sí se ha comprobado que durante los primeros meses apuesta, como había indicado en su «Prospecto», por las novelas de costumbres contemporáneas españolas, preferentemente andaluzas, como muestra
32 El Guardia Nacional, que cambiará de cabecera en varias ocasiones a lo largo de su vida, fue dirigido en su primera etapa por Luis Ferrer y declaraba en su Prospecto de 9-10-1835 su tendencia liberal. Sin embargo, a raíz de los altercados en la ciudad de noviembre y diciembre de 1836, el diario da un giro hacia el moderantismo y se convierte en portavoz del conservadurismo liberal liderado por Vicente J. Bastús (Ghanime 2002: 72). 33 La afinidad ideológica se aprecia también en la reproducción de algunos artículos de carácter socioeconómico. Ya se han mencionado algunos casos. Por poner otro ejemplo, la Revista Gaditana alaba en el nº 17 (23-2-1840), en artículo sobre política penitenciaria: «Cárceles: en un excelente periódico de Madrid, el Corresponsal, cuyo principal objeto, del mismo modo que el de nuestra Revista, es mirar por los intereses morales y materiales de los pueblos, hemos leído varios pormenores sobre la inauguración de la Penitenciaría…» (Revista Gaditana: 272).
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la edición de las novelitas de Bermúdez de Castro y de Flores Arenas. Las relaciones familiares y de amistad de los colaboradores de la Revista Gaditana con periodistas gaditanos o sevillanos que se encuentran entonces trabajando en Madrid podrían haber favorecido el intercambio de las primeras narraciones publicadas en el semanario andaluz. Más adelante, cuando tiene que acudir a la reedición de otros textos, si son españoles sigue apostando por las costumbres españolas, especialmente ambientadas en Andalucía y destierra los relatos de carácter histórico. Algo semejante ocurre con las traducciones: las primeras, posiblemente a cargo de José Bermúdez de Castro, son fragmentos de obras de escritores europeos inspirados en costumbres contemporáneas (Bulwer y Balzac) o ambientadas en un pasado relativamente próximo, como el relato de Fiorentino. En este sentido, sigue las premisas del artículo de Tomás García Luna, «Poesía de las costumbres de la Edad Media. Romanticismo» en el que, a pesar de valorar el redescubrimiento que los románticos han hecho sobre la Edad Media, advierte de lo pernicioso que puede ser para la sociedad el cultivo del género histórico en el que se aprecia «la falta de moralidad […] en muchas de sus obras, porque describiendo vicios y pasiones odiosas, ha habido autores que han formado cuadros bellos [e] infieren que es lícito sacrificar al gusto pasajero que se recibe leyéndolos, el decoro y la decencia» (García 1840: 183). En el resto de las trasvasadas de otros periódicos siguen predominando las narraciones ambientadas en la contemporaneidad o en el pasado reciente, con algunas excepciones como «Lollia Paulina», «El último Plantagenet», «La copa envenenada», «Los faisanes de Luis XIV», «El rey y el molinero» o «Carlota Corday». Sin embargo, desde el punto de vista del «decoro y la decencia» que mencionaba García Luna en su artículo, todas siguen la línea de la tendencia conservadora. Los amores no correspondidos acaban en locura o muerte; los conflictos, enredos y escenas propias del folletín son los predominantes; todas van acompañadas de un rotundo contenido moral. La locura, los asesinatos —incluso filicidios como en «Magdalena»—, los finales trágicos —«Un episodio del incendio de Pera», «Elisa y Alfredo»— son los más frecuentes. Se castiga el adulterio, los triángulos amorosos se resuelven con un final trágico —«Un capricho», «Un corazón dividido»— y se restituye la deshonra —«Manuel el Rayo»—. La selección pone de manifiesto la tendencia literaria de esos años que reemplaza la estética medievalizante de los relatos históricos por las narraciones costumbristas contemporáneas de contenido moral.
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3. Conclusiones La determinación de la procedencia de las narraciones publicadas en la Revista Gaditana ha puesto de manifiesto el trasvase de textos que pasan del periódico barcelonés El Guardia Nacional o el madrileño El Corresponsal (y en menor medida de la madrileña El Panorama), al semanario andaluz con un espacio temporal breve como una práctica frecuente. Esta traslación de narraciones anónimas se acompaña de la reproducción de anécdotas o noticias breves aparecidas también en el diario barcelonés, un procedimiento común en la prensa del momento y al que se hace referencia en las páginas de la publicación andaluza. En enero de 1847 Ángel Fernández de los Ríos indicaba en la «Introducción» a la Segunda época de El Siglo Pintoresco algunas de las causas que habían provocado que solo unas pocas revistas saliesen airosas de su empeño: «los unos [los periódicos de género análogo], a causa de la estrechez y mezquindad del objeto que se proponían; otros, por falta de una redacción bien organizada; los más, por alimentarse en parte con traducciones y casi todos por luchar con la preocupación, que por mucho tiempo han causado en los ánimos los trastornos que se han sucedido en nuestra patria» (Fernández 1841: 2). Aunque el director de El Siglo Pintoresco se refiera sobre todo a las publicaciones ilustradas, esas parecen ser también las causas de la corta vida de la Revista Gaditana: la mirada limitada casi exclusivamente a la ciudad y a la provincia de Cádiz; una redacción de la que poco sabemos, pero que parece circunscrita a Tomás García Luna, que pasará muy pronto a ocupar cargos en Madrid;34 el exceso de traducciones; y, los enfrentamientos políticos que inevitablemente desembocan en rencillas personales. Todo ello acaba con la vida de una revista que, como muchísimas de aquella época, arrancaban con una extensa lista de promesas, muchas de las cuales no llegaban a materializarse.
34 Si el primer número de la Revista Andaluza se publica en Cádiz, el segundo lo hará ya en Sevilla. Tomás García Luna se encontrará en Madrid en 1841 como colaborador de la Revista de Madrid (Gustavo Bueno, en red 2008). El Correo Nacional también reproducirá, tras el traspaso de la Revista Gaditana a la Revista Andaluza el prospecto de esta última el 14-8-1840, indicando como causa de su cierre o traspaso que el ámbito geográfico de la Revista Gaditana era muy local.
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4. Bibliografía 4.1. Fuentes primarias *** (1840a): «Historia de la Química», en Revista Gaditana, nº 13 (26-1-1840), pp. 198-200. — (1840b): «Historia de la Química», en El Guardia Nacional (18-2-1840). Abenazir (1840), «Pepita M.», en Revista Gaditana, nº 34 (21-6-1840), pp. 532-534. A.L.*** (1840a): «Libro de memorias de Elisa, libro de sus lágrimas», en El Correo Nacional (15, 17/18, 21, 30-4-1840). — (1840b): «Libro de memorias de Elisa, libro de sus lágrimas», en El Guardia Nacional (18/20-5-1840). — (1840c): «Libro de memorias de Elisa, libro de sus lágrimas», en Revista Gaditana, nº 32 (7-6-1840), pp. 501-509; nº 33 (14-6-1840), pp. 515-519. «Americana» (1840): «Una americana», en Revista Gaditana, nº 12 (19-1-1840), p. 191. «Apuntes» (1840a): «Apuntes biográficos de Bretón de los Herreros», en El Entreacto, nº 17 (27-2-1840), pp. 65. — (1840b): «Apuntes biográficos de Bretón de los Herreros», en El Guardia Nacional (16-3-1840), pp. 2-3. — (1840c): «Apuntes biográficos de Bretón de los Herreros», en Revista Gaditana, nº 23 (5-4-1840), pp. 366-367. Balzac, Honoré de (1840a): «Miserias de la vida conyugal», en Revista Gaditana, nº 15 (9-2-1840), pp. 235-237; nº 16 (16-2-1840), pp. 254-257. — (1840b): «Miserias de la vida conyugal», en El Guardia Nacional (1-3-1840). — (1841): «Miserias de la vida conyugal», en El Panorama, nº 112 (13-2-1841), p. 64; nº 113 (19-2-1841), pp. 71-72. Bermúdez de Castro, José (1839a): «Una hechicera. Novela», en Revista Gaditana, nº 1 (3-11-1839) pp. 10-13; nº 2 (19-11-1839), pp. 22-27; nº 3 (27-111839), pp. 40-44. — (1839b): «Una hechicera. Novela», en La Esperanza, nº 35 (1-12-1839); nº 36 (8-12-1839); nº 37 (15-12-1839); nº 38 (22-12-1839); nº 39 (29-12-1839). — (1839c): «Una hechicera. Novela», en El Guardia Nacional (11/13-12-1839). Bermúdez de Castro, Manuel (1839a): «De los bancos en general», en Revista Gaditana, nº 5 (1-12-1839), pp. 65-69. — (1839b): «De los bancos en general», en El Corresponsal (23-12-1839). Bermúdez de Castro, Salvador (1839a): «Poesía. El sauce», en Revista Gaditana, nº 27 (3-5-1839), p. 429. — (1839b): «Poesía. El sauce», Semanario Pintoresco Español, III, nº 47 (24-111839), p. 375. Blanco, B (1840a): «El último Plantagenet», en La Esperanza, (19-1-1840).
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— (1840b): «El último Plantagenet», en El Guardia Nacional (30-1-1840). — (1840c): «El último Plantagenet», en Revista Gaditana, nº 29 (17-5-1840), pp. 460-461. Blessington, Lady [Margarite Farmer Gardiner] (1839a): «Madelina: a Roman Story», en New Montly Magazine, LVII, nº 228 (december 1839), pp. 462-470. — (1839b): «Madalena, anecdote romaine», en Revue Britannique, XXIV, 4ª sèrie, pp. 365-370. Bulwer, Edward (1840): «Un candidato de conciencia. Costumbres inglesas», en Revista Gaditana, nº 11 (12-1-1840, pp. 166-168. Caisa, P. (1840a): «Los faisanes de Luis XIV P. Caisa», en El Guardia Nacional, (11-5-1840) (S.A.S.M.). — (1840b): «Los faisanes de Luis XIV P. Caisa», en Revista Gaditana, nº 33 (146-1840), pp. 519-524. «Capricho» (1840a): «Un capricho», en El Corresponsal, nº 315 (10-4-1840). — (1840b): «Un capricho», en El Guardia Nacional, (22-4-1840). — (1840c): «Un capricho», en Revista Gaditana, nº 28 (10-5-1840), pp. 442-445. «Carlota» (1840a): «Carlota Corday», en El Corresponsal, nº 341, (7-5-1840). — (1840b): «Carlota Corday», en El Guardia Nacional (7-6-1840). — (1840c): «Carlota Corday», en El Panorama, 2ª época, año III, nº 78 (25-61840), pp. 401-404; nº 79 (25-6-1840), pp. 5-7. — (1840d): «Carlota Corday», en Revista Gaditana, º 35 (28-6-1840), pp. 553557; nº 36 (5-7-1840), pp. 574-576. «Copa» (1840a): «La copa envenenada», en La Esperanza, nº 17 (17-5-1840), pp. 190-192. — (1840b): «La copa envenenada», en El Guardia Nacional (28-6-1840). — (1840c): «La copa envenenada», en Revista Gaditana, nº 37 (12-7-1840), pp. 190-192. «Corazón» (1840a): «Un corazón dividido», en El Corresponsal (2-2-1840). — (1840b): «Un corazón dividido», en El Guardia Nacional (27/29-2-1840). — (1840c): ««Un corazón dividido», en Revista Gaditana, nº 21 (22-3-1840), pp. 332-335; nº 22 (29-3-1840), pp. 345-348. «Cristela» (1840): «Cristela», en El Correo Nacional (2 y 4-3-1840). «Chanza» (1840a): «Una chanza pesada», en El Guardia Nacional (21-5-1840). — (1840b): «Una chanza pesada», en Revista Gaditana, nº 33 (14-6-1840), pp. 524-525. «Desafío» (1840a): «Un desafío en Santo Domingo», en El Panorama (23-41840). — (1840b): «Un desafío en Santo Domingo», en Revista Gaditana, nº 31 (31-51840), pp. 493-496. Díaz, Clemente (1840a): «La feria de Almagro», en Semanario Pintoresco Español, nº 18 (8-5-1840), pp. 139-142.
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D. HERMÓGENES. REVISTA LITERARIA, SEVILLA 1849. CONTEXTO, CONTENIDO, ÍNDICES Cecilio Alonso (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Valencia)
1. Introducción Son muy escasas las noticias de esta efímera revista literaria sevillana de la que se conservan ocho números en la Hemeroteca Municipal de Madrid, los mismos que componen el ejemplar privado que manejo que, al hallarse encuadernado en el último lugar de una colección facticia con otras publicaciones de la época hace pensar que no hubo más números y que su vida se interrumpió bruscamente dejando inconclusos un par de textos seriados. Su examen, a primera vista, permite proponer algunas hipótesis verosímiles: 1ª. La predisposición de la prensa política a estimular la aparición de periódicos literarios con suscripción propia y cabeceras diferentes, facilitando el fogueo de jóvenes escritores, prestándoles incluso medios de impresión. 2ª. El carácter efímero de estos medios que desaparecen o se reabsorben en otros proyectos de mejores expectativas. Así D. Hermógenes se disuelve en El Regalo de Andalucía que aparece poco después y lo sobrevive dos años. 3ª. Las vinculaciones de estas revistas literarias con la prensa madrileña de similar tendencia ideológica, en forma de préstamos (o pirateo simple) de textos reciclados con indicación de procedencia, como ocurre en este caso con La Linterna Mágica, mensuario del progresista Ayguals de Izco, que se proyecta tanto en D. Hermógenes como en El Regalo de Andalucía. También se observan algunos originales de La Luneta, el SPE —ya dirigido por Fernández de los Ríos—, o de la revista valenciana La Cartera de Ramón Suay.
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D. Hermógenes vio la luz durante las ocho primeras semanas de 1849 «redactada por varios jóvenes» de la ciudad, según rezaba el subtítulo. Sobre este particular, las noticias recogidas por los historiadores de la prensa andaluza son vagas. Manuel Chaves Rey (1896: 116), que omite datos acerca de periodicidad y origen del medio, se limita a indicar que comenzó publicarse en enero de dicho año a cargo de tres redactores: Juan de Vergara, el actor y comediógrafo José Sánchez Albarrán (1825-1883) y Francisco J. Miranda. Nada nuevo añade Checa (1991: 106). El caso es que ninguno de los tres firmó en D. Hermógenes con sus verdaderos nombres, aunque sí lo hicieron ocasionalmente en El Regalo de Andalucía en 1849, patentizando la contigüidad de ambos medios. Tampoco figuran en el catálogo de periodistas españoles del siglo xix de Ossorio (1903). De los redactores mencionados por Chaves, la presencia del gaditano Sánchez Albarrán parece verosímil porque actuaba en Sevilla aquella temporada dejando, además, huella de lirismo romántico en el nº 34 (20-9-1849) de El Regalo de Andalucía (Palenque 2018: 416). Albarrán era autor reciente del cuadro de costumbres La velada de San Juan en Sevilla (1847) y de las comedias El torero en Madrid (1847), Con título y sin fortuna (1848)1 y de la zarzuela La Venta del Puerto —muy celebrada tras su estreno en el sevillano Teatro de San Fernando el 25 de enero de 1849 en su propio beneficio— «que hizo reír y gustó mucho». Igualmente dio muestras de su pericia con la pandereta en la función de la misma obra el 16 de febrero, según reseñaba D. Hermógenes (5: 30-31 y 8: 55). La velada de San Juan también se representó en el mencionado teatro el 31 de enero, según la cartelera del mismo número de la revista que documentamos (5: 32).2 Las escasas firmas personales que aparecen en D. Hermógenes nos remiten, en primer lugar, a Enrique de Cisneros Nuevas (1826-1898) y a José Núñez de Prado (1824-1894), coincidentes ambos en la redacción fundacional del longevo diario liberal El Porvenir (1848-1909) recién creado por Antonio María de Cisneros y Lanuza, antes de que la propiedad pasara a la familia Piñal (Chaves 1896: 112-113, Ruiz Acosta 1990, Aguilar 2002: 309-313). Los rasgos afines de ambas p ublicaciones Estas tres piezas, escritas en verso, vieron la luz en la imprenta de la Revista Médica de Cádiz. 2 Las referencias al texto de D. Hermógenes van entre paréntesis con indicación de número y página. 1
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eran por un lado, la directa relación de Enrique Cisneros con la propiedad del medio como sobrino del fundador de El Porvenir; por otro, el que Núñez de Prado figure también como redactor del nuevo diario y, por último, el hecho de que D. Hermógenes se estampara en la «imprenta del Porvenir» a cargo de J. J. Franco, en la Plaza de la Constitución, portales 22, donde se aceptaban las suscripciones. Contra estos datos parece chocar la afirmación de Chaves (1896: 114) acerca de que la primera imprenta de El Porvenir fue la de José Gómez, que en 1850 estaba en la Plaza de San Francisco nº 20. Chaves (1896: 112) no menciona a Franco. Pero tanto él como Aguilar Piñal (2002: 306) advierten que no pudieron examinar los dos primeros años del diario, por no estar completa la colección que manejaron, lo que deja en penumbra el asunto de la imprenta en la que comenzó a imprimirse. La profesora Marta Palenque me aclara amablemente que Constitución y San Francisco eran dos nombres para la misma plaza situada en la parte trasera del Ayuntamiento, observando que los números de los inmuebles atribuidos a la mencionada imprenta prácticamente coinciden: 20 (El Porvenir), 22 D. Hermógenes. La redacción del semanario estaba «junto a la Pila» —la Pila del Pato, una fuente que estuvo en dicha plaza y luego se cambió a otras ubicaciones—. Para completar el cuadro, también El Regalo de Andalucía que salió el 1-21849, compartió temporalmente la imprenta del Porvenir, aunque con oficinas en la calle de Lista, antes de S. Martín (Palenque 2018: 411). Estas puntualizaciones permiten sospechar que el José Gómez que figuraba como empresario-impresor en la solicitud de licencia cursada al jefe superior político para publicar el diario El Porvenir a mediados de 1848 (Chaves 1896: 114), unos meses después, tenía como regente de su imprenta —si no es que estuviera asociado con él— al impresor Juan José Franco, cuyo nombre constaba expresamente al pie del semanario D. Hermógenes «a cargo» de la Imprenta de El Porvenir. El Regalo de Andalucía que, de hecho, acabó sucediendo y absorbiendo a D. Hermógenes, imprimió también seis números —del 2 al 7— en la Imprenta de El Porvenir, pero sin indicar el nombre del regente. ¿Figuraría el nombre de Franco como encargado de la imprenta de Gómez en los primeros meses perdidos del diario político de los Cisneros y los Piñal? La relación entre Gómez y Franco gozó posteriormente de cierta estabilidad si nos atenemos a que dos años después ambos imprimieron el diario El Telégrafo (en la calle de la Muela nº 7), y que en
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el mismo año de 1851, Juan José Franco aparece como director de El Eco de la Juventud (siempre según Chaves 1896: 126, 128). En cualquier caso, D. Hermógenes es uno de los escasísimos indicios que nos remite al periodo indocumentado del que parece haber sido su diario matriz, El Porvenir, un periódico de gran proyección en la prensa sevillana de la segunda mitad de siglo xix. Siempre en el movedizo terreno de las hipótesis, atendiendo a su contenido preferente, suponemos que D. Hermógenes fue una especie de ramificación de El Porvenir, destinada a cubrir la información y crítica teatral, función que, en la prensa de la ciudad, había llenado con anterioridad El Látigo del Teatro (1846) y que cumplirían después, en septiembre de 1849, La Platea y La Luneta. Los mencionados redactores, o colaboradores, Núñez de Prado y Enrique de Cisneros habían escrito en otros efímeros periódicos románticos, semanales o quincenales —El Verjel (1844), El Genio de Andalucía. Periódico Universal (1844-45), La Jiralda y La Aurora (1846) o El Álbum de las Bellas, quincenal desde mayo 1849— cuyo promedio de vida solía ser el justo para cumplir con la suscripción inicial que, como calcula Checa (1991: 100), podía oscilar entre los ciento veinticinco y los trescientos ejemplares. La amistosa relación entre ambos colaboradores está asimismo atestiguada en la dedicatoria de cierto soneto sin fecha, traducido por el primero, impreso por Juan Gallardo en la antigua calle sevillana de la Muela, 36 (Chaves 1896: 109), según hoja conservada en la BNE. Otra circunstancia contextual reseñable es que D. Hermógenes se inscribía en una tendencia común a publicaciones promovida por jóvenes que aspiraban a desempeñar la función de meritorios en la prensa literaria. En 1847 el semanario Sin Nombre ya se había presentado «redactado por una sociedad de jóvenes». Y en febrero de 1849 El Regalo de Andalucía —anunciado y saludado por sendos sueltos de D. Hermógenes (2: 8 y 6: 38)—3 decía estar destinado a la juventud estudiosa De un suelto inserto en el nº 1 de El Regalo de Andalucía (1-2-1849: 7) se deduce la mencionada proximidad entre las respectivas redacciones: «Hemos visto algunos de los números del periódico de literatura que se publica en esta ciudad titulado D. Hermógenes y confesamos francamente que lo hemos leído con placer, y que los jóvenes literatos que lo redactan son dignos de los mayores elogios por el acierto con que desempeñan el objeto que se han propuesto». En El Regalo de Andalucía continuó la práctica, iniciada en D. Hermógenes, de reproducir textos del madrileño La Linterna Mágica, dirigido por Ayguals de Izco. 3
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(Palenque 2001). Poco después, el 1 de mayo, El Álbum de las Bellas aparecía dedicado al «bello sexo» por una «sociedad de jóvenes sin nombre literario» entre los que de nuevo se contaba Núñez de Prado. José Núñez de Prado y Fernández había nacido en Montilla. Su compañero Enrique de Cisneros y Nuevas era sevillano. En 1849 contaban 25 y 23 años, respectivamente. Núñez de Prado, de familia adinerada, se había trasladado en 1842 a la capital hispalense para estudiar Derecho. En 1846 publicó Poesías, su primer libro. En el número inicial de D. Hermógenes difundió una pionera traducción libre de Schiller, en verso, «A Laura», que se anticipa en muchos años a las inspiradas traducciones de Teodoro Llorente. Terminada su carrera en Madrid, ingresó en el cuerpo jurídico militar. Destinado en la Capitanía General de Valencia, participó en la represión de la insurrección republicana de 1869 en aquella ciudad. Se alistó después en el canovismo y regresó a Sevilla como gobernador civil en 1875.4 Respecto a Cisneros, fue jovencísimo colaborador del madrileño Museo de las Familias editado por Francisco de P. Mellado.5 Siendo todavía estudiante, en 1846, estrenó su primera obra dramática en el Principal sevillano con el título de El Alcázar de Sevilla, drama en tres actos y en verso, que nunca quiso imprimir. En 1848 se licenció en leyes. Colaboró en diversas publicaciones literarias de la ciudad. Firmó en D. Hermógenes un impromptu lírico en el número 1 y un artículo costumbrista en los números 5-6 («Qué me obsequian», nº 5: 27-28 y nº 6: 35). Poco después, en 1849, tras contraer matrimonio, fijó su residencia en Madrid, donde, tras dirigir en 1854 el diario, de corta vida, Unión Liberal (Ossorio 1903: 85-86, Gómez 1967: 406), desarrolló sus aficiones dramáticas y literarias, amén de diversas actividades políticas dentro del partido de O’Donnell. Tras desempeñar el cargo de gobernador civil en varias provincias hasta 1866, se enroló en la revolución democrática de 1868 y llegó a diputado de las Cortes Constituyentes de la Gloriosa por la provincia de Ciudad Real (Diputados 1869: I, 115) Además de los citados y de los seudónimos Hermógenes e Hipólito que, con alguna excepción, se vinculan a una sección fija de diálogo 4 Sobre el autor puede verse la entrada del Diccionario Biográfico Español: https:// dbe.rah.es/biografias/53482/jose-nunez-de-prado-y-fernandez. 5 A él se debe: «Estudios de costumbres. Cuadro andaluz», en Museo de las Familias, junio 1843, p. 147. Se trata de un diálogo festivo fechado en marzo del mismo año (Pérez 2018: 366-370; 2019: 59, 124).
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satírico, solo se registran cuatro firmas de autores reconocidos —que contaban entre 22 y los 27 años de edad—, siempre al pie de poesías: Ángel María Dacarrete (1827-1904), Eduardo Asquerino (1824-1881), Adolfo de Castro (1823-1898) y Amalia Fenollosa (1825-1869). El hecho de que estos aparezcan con sus nombres deja entrever que se trataba de colaboradores invitados ajenos a la redacción, que con su presencia contribuían a realzar la calidad de los contenidos. Se registran algunas iniciales de difícil reconocimiento y 16 textos anónimos repartidos por igual entre prosa y verso, excluyendo gacetillas, anuncios y sueltos críticos teatrales, que rebasan la veintena, todo ello atribuible a cometidos de la mesa de redacción. De los colaboradores declarados, Castro y Dacarrete —como se sabe— eran gaditanos. La firma del primero ya había aparecido en otro periódico literario sevillano, La Bonanza (1844). El segundo llegaría a colaborar con Enrique Cisneros en la traducción y arreglo de Gaspar, Melchor y Baltasar o El ahijado de todo el mundo (1858), comedia en cuatro actos de Émile Souvestre. Asquerino que comenzaba entonces su carrera dramática, se había dado a conocer como fácil versificador en su extensa leyenda romántica Horas perdidas (1844). Y, pese a su juventud, Amalia Fenollosa, castellonense afincada en Barcelona, era una escritora acreditada en todos los géneros aun antes de contraer matrimonio en 1851 con el catedrático y periodista catalán Joan Mañé i Flaquer. A D. Hermógenes, aportó una aparatosa elegía en octavas agudas dedicada a la muerte del joven Federico Ramos hijo de un coronel llamado Antonio Ramos que no he podido documentar. En 1849, Fenollosa también colaboró en la mencionada revista El Regalo de Andalucía, otro indicio de la vinculación entre las redacciones de ambos periódicos. Aquel año de 1849 fue clave para la prensa literaria, sujeta a una fiscalidad menos exigente que los periódicos ocupados en asuntos políticos. Fue determinante también por la irrupción de grandes proyectos editoriales modernizadores con profusión de imágenes y extensión masiva de la lectura, como La Ilustración de Fernández de los Ríos y La Semana de Francisco de P. Mellado, que se convirtieron en fuente de referencias y reproducción de textos en periódicos periféricos. Pero lo fue asimismo por el Decreto Orgánico de los Teatros del Reino (7-2-1849), que pretendía regular el proyecto de reforma del espectáculo teatral, promovido dos años antes por el moderado Luis Sartorius —recién ennoblecido conde de San Luis—. En él se disponía un nuevo sistema de control de la producción escénica mediante el establecimiento de
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repertorios representables sometidos a la aprobación de una Junta de Censura, radicada en Madrid, a la que debían sujetarse por orden de antigüedad todas las obras susceptibles de ser escenificadas. No obstante, en las páginas de los últimos números de D. Hermógenes, pese a su atención a la actualidad teatral, no hallamos el menor comentario a esta importante novedad administrativa. En cambio, dos días después de su último número coleccionado (20 de febrero), El Regalo de Andalucía iniciaba la inserción seriada del mencionado Decreto, testimoniando el interés con que había sido recibido.6 Contenidos, estructura y sentido de D. Hermógenes D. Hermógenes fue una publicación con tendencia a argumentar el discurso nacionalizador español contra hábitos o modas extranjerizantes y contra algunos aspectos del progreso tecnológico —mecanización ferroviaria y aerostación— contraponiendo la defensa de la naturaleza —el caballo, el toro y la campiña—. Todo ello enmarcado en un cierto sentimiento romántico residual, articulado también desde la exaltación de la «patria» andaluza, «paraíso de la tierra», donde mujeres hermosas «ardientes como el sol» y juramentos de amor, viven entre la herencia árabe y ruinas de góticos castillos, («Fragmentos. Los Celos», 2: 8). Respecto al gusto teatral se afirmaba con rotundidad la pervivencia de los buenos dramas románticos por ser «los verdaderos dramas de sentimiento y los que dicen algo al corazón» («Teatro Principal. Revista semanal», 6: 40). En sus páginas conviven con estos residuos románticos, indicios de un nuevo sentido de percibir la realidad que se acoge a la caricaturización reduccionista para insinuar la conflictividad sociopolítica mediante tres rangos de tipos «extranjerizantes»: necios, instruidos y capitalistas, estos últimos los peores porque para ellos la patria era un instrumento especulativo para su propio provecho: «Nuestros degenerados compatriotas han erigido en sistema el desprecio a todo lo
6 «Unimos nuestra débil voz a la de La Luneta periódico de teatros que se publica en Madrid, rindiendo nuevas ovaciones y encomios al Sr. conde de San Luis por haber tendido una sabia mirada a el triste aspecto que ofrecía nuestra escena, sacándola con su nuevo decreto de la desgraciada situación que corría» (El Regalo de Andalucía, nº 4, 22-2-1849: 1).
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que es español, y en su criminal manía parece que se avergüenzan de su nacionalidad» (Hipólito «La manía de singularizarse extranjerizándose…» (4: 20-22). Estos tres tipos eran motejados de lechuguinos que coincidían en vestir ropa estrecha y hablar con entonación británica. Al no insertar textos teóricos ni ensayos programáticos los sedimentos románticos hay que buscarlos en opiniones dispersas, o en imágenes tópicas: ilusiones desvanecidas en «A una rosa seca» (Dacarrete 3: 13), en la implícita misoginia del tópico de la mujer culpable, destructora del ideal masculino; en la alambicada maurofilia de un romance morisco con historia de amor rota por los celos o en los antedichos prejuicios xenófobos y levemente ludistas, que reivindican el medio natural: En vano los amantes de la humanidad levantan el grito anatematizando ese funesto progreso de la inteligencia en las artes e industrias por medio de las máquinas: inútil les es haber demostrado que la causa del pauperismo ha sido la invasión de estas en los talleres. Sordas a la voz de la naturaleza, han proseguido su marcha triunfante y destructora, cubriendo con su fuerte y acompasado golpeteo, los lamentos del dolor, las angustias de los necesitados; merced a ellas acaso nuestros nietos tendrán que ir a los gabinetes de historia natural para hacerse una idea de los caballos, que serán para ellos animales tan desconocidos como son en el día para nosotros los anti-diluvianos, […] los caminos de hierro, los globos aerostáticos, y el movimiento continuo reducirán probablemente a los cuadrúpedos a figurar solamente en los gabinetes de historia natural («Fenómeno de invención», 8: 49-50).
Por excepción, en uno de los textos narrativos en torno al amor destructivo, aparecen vagas zozobras históricas de la desgraciada hija de un emigrado liberal español, al regresar desde Francia a una Patria desconocida (A. P. N., «Fragmentos. Los celos», 1: 3). D. Hermógenes estaba compuesto a dos columnas, caja de 13,8 x 22,8, en la Imprenta del Porvenir, como queda dicho. Se suscribía en la misma imprenta al precio de 4 reales mensuales. Las repetidas alusiones al deseable crecimiento de suscriptores parecen indicio de que estos no debieron de ser muy abundantes. A lo largo del siglo xix «Don Hermógenes», el personaje moratiniano de La comedia nueva fue motivo recurrente en piezas dramáticas y textos periodísticos para simbolizar la vaciedad de la pedantería (Alonso 2018). En tal contexto el sentido del título de esta revista s evillana
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altera notablemente la tendencia dominante en la mayor parte de las referencias al pedante tópico atenuando sus rasgos de figurón relativista y pseudohelenista para presentarlo como sujeto satírico en una sección dialogada bajo el título de «Latigazos». En el primero de estos diálogos en verso —entre la inclinación irónico-pedantesca a la rima esdrújula, al rebuscamiento léxico y a la rara resistencia de Hermógenes a utilizar la y griega en la ortografía— se hace mención a un prospecto —que no consta en la colección consultada— donde se asumían dos líneas humorísticas: la satírica y la chismográfica, amén de la obligada prevención a la política en un periódico específicamente literario: HER. — Conforme con lo que al público/ hemos prometido, Hipólito / forzoso es que de la sátira / destapemos el depósito / i que en vapores mefíticos, / que a algunos sirvan de tosigo / la mordaz punzante crítica / salga de modo diabólico: […] HIP.— Pero, dime, la política / tendrá parte en tu periódico…? / navegaremos Hermógenes, / con dirección hacia el trópico? HER. — Cállate, por S. Críspulo / no hables más, por S. Gerónimo, / que vas pasando los límites / con el político vómito. / No, no saldremos del círculo / literario i lite-cómico; / pero este, ¡voto a S. Dámaso! / es hoi por fortuna pródigo… HIP. — Y la parte chismográfica / que has anunciado en el prólogo? HER. — Poco a poco; no tan súbito; / caminemos en lo sólido; / tú tienes genio de pólvora / según lo pronto i lo indómito, / i en estas cosas… de cálamo / es preciso ser metódico, / Dos compañías dramáticas / luchan con valor heroico / por conquistarse del público / la admiración… i los óbolos, / Pululan a más en Híspalis / cien mil vates macarrónicos / cuyos abortos poéticos / ayudan nuestro propósito, […] / Hai a más viejas escuálidas / con un corazón de fósforos / i hai estudiantes famélicos / ¡válgame S. Juan Crisóstomo! / que hacen la corte a una aurífera / senectud… por lo económico. / La sociedad es un dédalo / en cuyos ámbitos hórridos / armas encuentra el ridículo / por más que parezca apólogo («Latigazo I. D. Hermógenes y D. Hipólito», 1: 4).
En esta breve colección, sátira y chismografía se manifiestan ante diversas situaciones de actualidad, bordeando tópicos, bien para fustigar a quienes se autodenominaban literatos que tenían «en mengua para el decoro / no pulsar la lira de oro» (5: 31), bien para caricaturizar
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la coquetería femenina (6: 39); para reaccionar contra inexactas visiones de viajeros europeos acerca de la tauromaquia (8: 55) o para ratificar el carácter moralizante de la sátira. Pero sobre todo para censurar festivamente, algunas situaciones relacionadas con la vida teatral sevillana, como la costumbre de rifar objetos o animales en los entreactos (4: 19-20), el chismorreo sobre las tensiones internas entre los cómicos (3: 15) o el cambio de los «farolillos de luz espirante», por bujías y quinqués en los teatros, a falta de gas del alumbrado: «Empresa tú te desluces / con mengua de tu decoro / mira que el público en coro / pide luces, luces, luces» («A la Empresa del Teatro Principal», 3: 16). Los ocho números disponibles se estructuran en torno a tres bloques dominantes relativos a asuntos teatrales: el histórico, el satírico y el informativo de la actualidad en los coliseos la ciudad, con variable metodología descriptivo-analítica en las reseñas. Cada número se abre con la serie fija sin firma, titulada «Apuntes sobre la historia del teatro español», con base confesada en el Moratín de Orígenes del Teatro (4: 17), serie que queda inconclusa en el número 8. En el segundo bloque destacan los citados «Latigazos», con viñeta xilográfica propia, bajo la forma dominante de diálogo jocoso en verso entre D. Hermógenes y D. Hipólito. Esta modalidad dialogada tenía en Sevilla el precedente próximo de las pláticas entre el tío Lamprea y el tío Camarones, difundidas primero en el semanario El Dominguero (18441845) y después en la revista festiva Pistolas del Tío Lamprea (1848). En el número 5 el diálogo alterna la prosa con el verso y en los números 4 y 7 se convierte en monólogo versificado. En los dos últimos números se da entrada a epigramas y letrillas anónimas pirateados de otras publicaciones, como las que componen el «Latigazo V», bajo la referencia abreviada de Lin. Mg. (7: 44-45), que corresponde a la revista jocoseria madrileña La Linterna Mágica publicada mensualmente por Ayguals de Izco desde enero de 1849, poniendo de manifiesto vinculaciones entre la prensa cortesana y la periférica provinciana que sería menester indagar con más atención. El tercer bloque fijo corresponde a las reseñas de la semana teatral en los dos coliseos hispalenses: el Principal y el de San Fernando. Por excepción, en el número 5: 32 se inserta una crónica de la actividad teatral madrileña. Esta sección sufrió intermitencias en detrimento de su pretensión de sostener una sección estable semanal, si bien se mantuvo hasta la última entrega.
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Como si respondiera a un cambio de orientación, la estructura formal de la revista se modifica en los dos últimos números, al dar cabida a una plancha xilográfica sin firma (105 x 137 mm) que ocupa media plana y sirve de cabecera alegórica con el pie «Danza social» en la que irrumpe una figura alada —guadaña en una mano y en la otra una bolsa donde se lee la palabra «millón»— que domina sobre seis espantadas parejas de baile que encarnan diversos tipos sociales: negociantes, militares, magistrados y menestrales, mientras que por el suelo yacen la ley, la probidad y la conciencia [fig. 1]. Convendría verificar si este grabado sin firma es original, o bien pudiera ser un cliché reutilizado procedente de otro periódico sevillano titulado La Danza Social (1847) que Chaves (1896: 110) se limita a nombrar sin más datos y que ignoro si es accesible en alguna hemeroteca andaluza. El resto de los grabados lo constituyen un par de clichés ornamentales sin relación con el texto; una viñeta recurrente (50 x 55 mm) asociada a los diálogos satíricos, que representa a D. Hermógenes en ademán de fustigar a un literato (fig. 2) y, por último, una decena de ilustraciones específicas vinculadas a sus respectivos textos como contrapunto crítico. Se trata, en su mayor parte, de miniaturas silueteadas en negro, sin encuadrar, con imágenes de figuras humanas y zoomórficas, al modo de las aparecidas en La Linterna Mágica que, en algún caso, quizás pudieran delatar lejanas influencias de Goya y de J. J. Grandville (figs. 3-8). La silueta economiza detalles formales sin sacrificar intención satírica. Importante es observar que en el primer volumen de El Regalo de Andalucía, números 16 (17 de mayo) y 20 (14 de junio) se reprodujeron dos de ellas con su correspondiente texto y se añadieron otras dos de la misma factura (figs. 9-11). Señal de la comunicación existente entre los responsables de este tipo de publicaciones literarias y de sus anónimos ilustradores.
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Fig. 2. Latigazos, 2: 7
Fig. 1. Cabecera números 7 y 8
Fig. 4. Rifa del cerdo en un teatro, 4: 19
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Fig. 3. Charlatán, 4: 22
Fig. 5. Secreto a voces, 5: 28
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Fig. 6. Literatos asnales, 5: 31
Fig. 7. Dama con perrito, 7: 45
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Fig. 8. Petimetre, 7:45
Figs. 9 / 10. Suertes del toreo vistas por un viajero francés, 8: 54-55 [Reproducidas en El Regalo de Andalucía, 16: 2-3]
Fig. 11. Las figuras 9 y 10 reutilizadas con el mismo texto en El Regalo de Andalucía, 16 (17-5-1849)
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Índices de D. Hermógenes. Revista Literaria Fechas de aparición: nº 1: 6-1-1849. 4 p.- nº 2: 9-1-1849 [4 p.].- nº 3: 16-1-1849. [8 p.].- nº 4: 231-1849 [8 p.].- nº 5: 30-1-1849 [8 p.].- nº 6: 6-2-1849 [8 p.].- nº 7: 13-2-1849 [8 p.].- nº 8: 20-2-1849 [8 p.] Los artículos se indizan numerados por orden de aparición. Se agrupan en una sola entrada los seriados, las reseñas teatrales no firmadas y las carteleras de espectáculos. Se da entrada por autores, seudónimos o, en su defecto, por títulos, indicando número y página, o páginas, en que se insertan. Se incluyen notas referentes al género literario o periodístico, al tipo de composición poética, a primeros y últimos versos y al contenido teatral (obras reseñadas o mencionadas). 1. Apuntes sobre la historia del teatro español [ensayo histórico-crítico] [núms. 1-8, pp. 1-2, 5-6, 9-10, 17, 25, 33-34, 41-42, 49] [Sin firma. Se deja entrever como fuente a Leandro F. de Moratín (1829). Abarca desde las primitivas farsas, misterios y danzas de la muerte medievales hasta la leve noticia del teatro prelopista. Presta mayor atención a la comedia del xvi: Torres Naharro, Juan del Encina, Villalobos, Castillejo, Virués, Artieda, Alonso Cisneros, Miranda, Avendaño, Juan de Mal Lara, Lope de Rueda, Timoneda, Juan de la Cueva, Pedro Simón Abril y Cervantes. En la última entrega menciona brevemente a los trágicos del xvi, Vasco Díaz, Pérez de Oliva, Tanco de Fregenal y Juan Boscán. Alude a géneros, a traducciones, hace comparaciones con la literatura dramática francesa e insinúa la evolución sociológica del espectáculo y del público] 2. J.[osé] Núñez de Prado: «A Laura. Trad. libre de Schiller» [verso] [núm. 1 p. 2] «Cuando tus bellos ojos, Laura mía //…// puedo leer mis amores, Laura mía» [silva] 3. E.[nrique] de Cisneros: «A una niña dormida en el campo (Improvisación)» [verso] [núm. 1 p. 3] «Respira tu dulce pecho //…// ¡cielo para despertar!» [tres quintillas]
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4. A. P. N.: «Fragmentos. Los celos» [narración] [núms. 1-4, pp. 3-4, 6, 12-13, 22] 5. «Latigazo I. D. Hermógenes y D. Hipólito» [sátira dialogada en verso] [núm. 1, p. 4] «Conforme con lo que al público //…// me reiré de los horóscopos» 6. «Espectáculo» [cartelera] [núm. 1, p. 4] [Teatro de S. Fernando: José María Gutiérrez de Alba, Diego corrientes o El bandido generoso, drama histórico andaluz en tres actos.- La Alquería de Bretaña, drama.- Baile, sainete y baile nacional.- Teatro Principal varias piezas escogidas] 7. «Latigazo II. D. Hermógenes y D. Hipólito. El chupa y rechupa» [sátira versificada] [núm. 2, p. 7-8] «HER: ¡Ola, Hipólito! HIP. Aquí estoy //…// sin saber lo que se dice» 8. «A La Unión7« [Suelto gratulatorio en verso. Décima] [núm. 2, p. 8. «El naciente D. Hermógenes //…// que se muestra con sus prógimos» 9. «Teatro Principal» [reseña en prosa] [núm. 2, p. 8] [La mansión del crimen o la Víctima; El gastrónomo sin dinero; Conrado de Altamura] 10. «Advertencia» [aviso editorial] [núm. 2, p. 8] [Aumenta a ocho páginas a petición de varios suscriptores. Pasa a publicarse los martes] 11. Hipólito (seud. de ¿?) [sin título. Prosa costumbrista] [núm. 3. pp. 10-12, viñeta silueteada] [La manía de extranjerizarse] 12. Ángel María Dacarrete: «A una rosa seca» [verso, sextillas con tetrasílabo en 3er. verso] [núm. 3, pp. 13-14] «Tuviste un tiempo colores //…// volase mi padecer!»
Chaves (1896) no registra ningún periódico con este título en el año 1849.
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13. Eduardo Asquerino, «Canción. A unos ojos» [verso siete quintillas] [núm. 3, p. 14] «Ojos que el alma arrebatan //…// y si no miran me matan» 14. «Latigazo III. D. Hermógenes y D. Hipólito» [sátira dialogada en verso] [núm. 3, pp. 14-15, viñeta xilogr.] «Ya ves amigo que el público //…// Hermógenes, cierro el pico» 15. «Al Diario de Sevilla» [Suelto en verso. Redondillas] [núm. 3, p. 16] [Dirigido al Tío Lamprea personaje ficticio, interlocutor con el Compadre Camarones, de los diálogos de la revista festiva sevillana Pistolas del Tío Lamprea, aparecida a fines de 1848, cuyo director fue José Velázquez Sánchez, futuro archivero municipal de Sevilla (Chaves 1896: 185)] «Como hicimos con La Unión //…// tus seguros servidores» 16. Hermógenes (seud. de ¿?): «A la Empresa de S. Fernando» [reseña satírica en verso. Octavillas con estribillo. [núm. 3, p. 16] «Empresa, tú te desluces //…// luces, luces, luces, luces» 17. «Espectáculos» [cartelera] [núms. 3-7 pp. 16, 24, 32, 40, 48] [Teatro de S. Fernando: Eduardo en Escocia, drama (beneficio de Teresa Baus).- Baile La Aurora.- ¡¡Es la Chachi!! pieza en un acto.- Baile Nacional. // El corazón de un bandido, comedia (1ª y 2ª partes).- Bailes.- El hombre en duda, pieza en un acto.- Todo es jasta que me enfae, nueva pieza andaluza.- Regalos, una onza de oro y un abanico de señora. // La Peña del Talión.- El Ole.- El baile nuevo La Fuente maravillosa.- Mi tío el jorobado.- El Jaleo de Jerez.- El baile nuevo El chino diabólico.- La velada de San Juan // Sinfonía.- Un bofetón y soy dichoso, comedia en un acto.- Baile.La sal de Jesús, pieza en un acto.- El gran baile La Fuente Maravillosa.[García Gutiérrez] La boda del cafetal, zarzuela nueva de costumbres americanas (beneficio de la señorita Revilla. Teatro Principal: Todo y nada, comedia.- Las capas, comedia.- Baile Nacional.// Juan sin Tierra (protagonizado por José Valero.- Baile nacional.- Comedia nueva en un acto ¿Quién manda en mi casa? // Sinfonía de la ópera El sitio de Corinto.- Antonio Gil y Zárate, Guzmán el Bueno.- La Polka.- Juegos nuevos] 18. Anónimo, «Una ilusión evaporada» [prosa narrativa] [núms. 4, 6, 7, pp. 18-19, 34-35, 42-44]
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19. Anónimo [Suelto crítico] [núm. 4, pp., 19-20, viñeta xilogr.] [Contra las rifas en los teatros] 20. Hipólito «Costumbres extranjeras» [prosa satírica] [núm. 4, pp. 2022, viñeta xilogr.] 21. Anónimo, «Latigazo IV» [sátira en verso, redondillas] [núm. 4, pp. 23-24, viñeta xilogr.] «Si te agrada, lector mío //…// sobre las tales estacas» 22. Anónimo, «Aviso singular» [Epigrama chistoso en verso, tres redondillas] [Rfª al Diario de Sevilla, 19.1.1849] «El famoso sacamuelas //…// ¡que quiere vender un loro!!» 23. E.[nrique] de Cisneros: «Que me obsequian. Artículo I» [prosa de costumbres] [núms. 5-6, pp. 27-28, 35] 24. «D. Hipólito y. D. Hermógenes» [sátira dialogada en prosa y verso] [núm. 4, pp. 28-29, viñeta xilogr.] «Yo bien sé lo que revela //…// fugaz… como un palomino» 25. «Teatros. Revista semanal, Teatro de San Fernando» [crítica teatral] [núms. 5, 7. pp. 30-31, 48] [Bretón de los Herreros: Lo vivo y lo pintado; Independencia.- Sanz Pérez: Corazón de un bandido.- Amo para dos criados.- Albarrán: La Venta del Puerto.- Por no explicarse.- El diablo cojuelo.- La pena del Talión.- La Chachi.- ¡¡Un bofetón y soy dichosa!!.- El Colmao del Puerto.- Antonio García Gutiérrez, La boda del Cafetal (zarzuela).- Simón Boca Negra.- Jorge el Armador.- La segunda dama Duende.- Díaz: Juan sin tierra (Shakespeare y Ducis).- Ramón de Navarrete: Mauricio el republicano.- Luis Olona / Dumas: La Reina Margarita.- Laureano Sánchez Garay / Paul de Kock: El anillo del Cardenal Richelieu o Los tres Mosqueteros.- Luis de Retes y Víctor Balaguer / Dumas: El Conde Monte-Cristo] 26. Anónimo, «A los literatos que se aplican este nombre» [sátira literaria en verso, octavillas] [pp. 31-32. Viñeta xilogr. satírica: asnos recitadores] «El siglo es tan ilustrado //…// a cual más mal i peor»
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27. «Noticias teatrales de Madrid» [gacetillas de actualidad] [núm. 5, p. 32] [Peral, mús de Hernando, El palo de ciego (Instituto).- Pina, El Rey de los primos (Instituto).- Ventura de la Vega, La duquesita, drama a beneficio del Sr. Lumbreras.- Teodoro Guerrero, Un don Juan del siglo xix.- Gustavo Jeanne, Lanzarote.- María di Rohan (Museo).- Los cinco sentidos, baile de gran espectáculo (Circo).- D. Fernando de Castro, drama (Variedades).- Nuevos ajustes para la inmediata temporada como consecuencia del nuevo reglamento de Teatros que afectaban a Calvo, Caltañazor y Arjona] 28. «Teatro de Córdova» (sic) [reseña teatral] [núm. 5. p. 32] [Ernani, de V. Hugo, mús de Verdi, Ernani (interpretada por la Agostini (Elvira), Laneville (Carlos) y Ceuni (Hernani), Reseña negativa respecto a la Agostini] 29. Anónimo, «El nuevo Código Naval» [prosa satírica] [núm. 6, pp. 35-37] 31. Hipólito: «Problema» [prosa satírica] [núm. 6, pp. 37-38, viñeta xilogr.] 32. Adolfo de Castro: «Abenozmín y Lindaraja. Romance morisco» [verso octosilábico narrativo, rima en –í] [núm. 6, pp. 38-39] [Entradilla editorial: «Nuestro amigo el joven filólogo gaditano D. Adolfo de Castro, ha partido ayer de esta ciudad, dejándonos con el recuerdo de su fina i franca amistad, la siguiente lindísima composición»] «El valiente entre valientes //…// que las ha hurtado de mí» 33. Anónimo: «Epigrama. La dama hacendosa» [verso satírico, octavilla] [núm. 6, p. 39] «Cuatro horas gasta en peinarse //…// de noche se hace mejor.» 34. «Teatro Principal. Revista semanal» [crítica teatral] [núm. 6, pp. 39-40] [Scribe: Amor de madre.- Sanz Pérez: El Parto de los Montes.- Luis Onceno.- Guzmán el bueno.- El enfermo de aprensión.- El amo para dos criados.El pilluelo de París.- La perla sevillana.- Larra: Macías] 35. (Lin. Mg.): «Personas que empalagan» [retahíla satírica, tomado de La Linterna Mágica, 1849: 13] [núm. 7, p. 44] [Reproducido en El Regalo de Andalucía, 3 (15-2-1849)]
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36. (Lin. Mg.): «Latigazo V» [verso, letrillas satíricas, tomado de «Letrilla», La Linterna Mágica, 1849: 10-11] [núm. 7, pp. 44-45, tres viñetas xilogr.] 37. Anónimo: «El regalo de la fortuna» [apólogo satírico en verso, cinco redondillas] [núm. 7. p. 46] «Hallóse Cosme un tesoro //…// me diste aquel alegrón?» 38. Anónimo: «Epigrama» [verso satírico, octavilla] [núm. 7, p. 46] «Muy hosca dijo Lucía //…// ha de ver el desengaño» 39. Anónimo: «Juan de Castro» [prosa histórica] [núm. 7. pp. 46-47] 40. Anónimo: «Glosa» [redondilla glosada en cuatro décimas] [núm. 7. p. 47 ] 41. Anónimo: «Imperio del hambre» [décima epigramática] [núm. 7. p. 47. viñeta xilogr. (ver. núm. 5, p. 31)] «Venid a comer conmigo //…// Pasa por viento lo prieto» 42. Anónimo: «Justicia de la sátira» [décima epigramática] [núm. 7. p. 47. viñeta xilogr, ver. núm. 5, p. 31] «Que siempre lastime y hiera//…// Lupo, es hacerle justicia» 43. Anónimo: «Fenómenos de invención» [prosa crítica de costumbres] [núm. 8. pp. 49-50] [antimaquinista] 44. Anónimo: «Recuerdos de viajes. Fragmentos (Se continuará)» [prosa narrativa] [núm. 8. pp. 51-52] 45. Anónimo: «Los alfileres» [prosa narrativa] [núm. 8. pp. 52-53] 46. Amalia Fenollosa: «A mi apreciable amigo el coronel D. Antonio Ramos y familia, en la sentida muerte de su hijo D. Federico Ramos. Castellón 29 de enero de 1849» [verso elegiaco, octavas truncadas] [núm. 8, pp. 53-54] «Tremula de dolor, herido el pecho//…// si os contempla serenos y humillados»
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47. Anónimo: «Los toros» [prosa crítica de costumbres] [núm. 8. pp. 49-50. Dos viñetas xilogr.] [Contra las interpretaciones de viajeros extranjeros. Reproducido con sus dos viñetas en El Regalo de Andalucía, 16 (17-5-1849, pp. 2-3)] 48. Anónimo: «Queja injusta» [octavilla epigramática] [núm. 8. p. 55] «Con Juan hablé mal de Pablo//…// ¿En qué, pues, les ofendía?» 49. «Teatros. Revista semanal» [crítica teatral] [núm. 8. p. 56] [Teatro Principal: Antonio Gil y Zárate, Guzmán el Bueno.- La Carcajada.- Alexandre Duval, El Tasso, drama histórico de cinco actos, trad. de Ventura de la Vega. Teatro de S. Fernando: Bretón de los Herreros, El poeta y la beneficiada.- El Chino diabólico o una fiesta en Pekín, baile.- La pinturera, canción.Soleá la Trianera, piececita andaluza.- La Fiesta en el Cortijo, zarzuela.José María Gutiérrez de Alba, Diego corrientes o El bandido generoso, drama histórico andaluz en tres actos.- El Jaleo de Jerez.- Manuel Sanz de Terroba, La Cigarrera de Cádiz.- Mariano Fernández, La venta del Puerto o Juan el contrabandista, zarzuela andaluza] Bibliografía Aguilar Piñal, Francisco (2002): «El Porvenir (1848-1909) (decano de la prensa sevillana)», en Francisco Aguilar Piñal, Temas sevillanos: (Tercera serie). Sevilla: Universidad de Sevilla, pp. 303-318. Alonso, Cecilio (2018): «Pedantes y filosofastros. En torno a tópicos literarios moratinianos», en Javier Lluch-Prats (ed.). Entresiglos: del siglo xviii al xix. Estudios en homenaje al profesor Joan Oleza. Valencia: Anejos de Diablotexto Digital, 3, pp. 21-35. Ayguals de Izco, Wenceslao (1849): La Linterna Mágica. Periódico risueño. Madrid: Sociedad Literaria. Chaves Rey, Manuel (1896): Historia y bibliografía de la prensa sevillana. Pról. de Joaquín Guchot y Parody. Sevilla: Imp. de E. Rasco. [Una versión reducida con presentación y selección de textos de Alfonso Braojos se publicó en ABC de Sevilla, entre el 6 de mayo y el 8 de julio 1981 (55 entregas).] Checa Godoy, Antonio (1991): Historia de la prensa andaluza. Sevilla: Fundación Blas Infante.
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Diputados (1869): Los diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869. Madrid: R. Labajos y Cª. Tomo primero. Fernández de Moratín, Leandro (1830): Orígenes del Teatro, en Obras dadas a luz por la R. A., de la Historia. Tomo I. Madrid: Aguado. Gómez Aparicio, Pedro (1967): Historia del periodismo español desde la «Gaceta de Madrid» (1661) hasta el destronamiento de Isabel II. Madrid: Editora Nacional. Ossorio y Bernard, Manuel (1903-1904): Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo xix. Madrid: Impr. y Lit de J. Palacios. Palenque, Marta (2001): «Revistas teatrales sevillanas del siglo xix: La Platea. Revista de Teatros (Sevilla, septiembre 1849-febrero 1850)», en E. Arias, E. Barroso, M. Parias y M. J. Ruiz (eds.), Comunicación, Historia y Sociedad. Homenaje a Alfonso Braojos. Sevilla: Universidad de Sevilla/Ayuntamiento de Sevilla, pp. 723-737. — (2018): «La revista El Regalo de Andalucía (1849-1851) y Gustavo Adolfo Bécquer», en Archivo Hispalense, t. 101 (306-308), pp. 407-433. Pérez Valle, Raquel (2018): Literatura y periodismo en el siglo xix: el «Museo de las familias» (1843-1870). Madrid: Fundación Universitaria Española. — (2019): Publicaciones pintorescas en la España isabelina: el «Museo de las familias» y Francisco de Paula Mellado. Madrid: Fundación Universitaria Española. Ruiz Acosta, María José (1998): «El Porvenir. El sentir de un diario sevillano en la difícil coyuntura de 1848», en Ámbitos. Revista Internacional de Comunicación, nº 1, pp. 275-287.
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ENTRE LA INSTRUCCIÓN Y EL ENTRETENIMIENTO: EL ALMANAQUE ENCICLOPÉDICO ESPAÑOL DE MANUEL TORRIJOS David Loyola López (Universidad de La Laguna)
1. El almanaque como producto editorial en el siglo xix «No hay libro ni álbum, ni crónica más leída ni releída en todo el universo mundo que el Almanaque: ¡quién no lo consulta, quién no lo repasa de cabo a rabo!» (Torrijos 1862: 3). Estas palabras, con las que Manuel Torrijos comienza su Almanaque enciclopédico español para 1863, ponen de manifiesto la importancia y la popularidad que este género alcanzó en la sociedad española y occidental en la segunda mitad del siglo xix.1 Dicha notoriedad contrasta con el escaso interés que ha despertado este tipo de impresos en las investigaciones filológicas y periodísticas, seguramente por considerarse una publicación menor, de circunstancias, y con escaso valor socio-político, histórico y literario. No obstante, su relevancia dentro del mundo de la prensa durante este período y a comienzos del siglo xx es incuestionable, convirtiéndose en un verdadero reclamo comercial dentro del mercado editorial. Estas publicaciones, de carácter popular y amplia difusión, conjugaban el componente práctico y utilitario propio del almanaque tradicional con la instrucción o el entretenimiento —aspectos estos últimos 1 Este trabajo forma parte de los proyectos de investigación del Plan Nacional «Idea de Andalucía e idea de España en los siglos xviii-xix. De la prensa crítica al artículo de costumbres» (Ref. PID2019-110208GB-I00/AEI/10.13039/501100011033), «Almanaques literarios y pronósticos astrológicos en España durante el siglo xviii: estudio, edición y crítica» (Ref. FFI2017-82179-P) y «Leer y escribir la nación: mitos e imaginarios literarios de España (1831-1879)» (Ref. FFI2017-82177-P), y del proyecto de la Junta de Andalucía (PAIDI 2020) «Andalucía y lo andaluz ante el gran público. Textos fundamentales para su representación en el siglo xviii y xix» (Ref. PR18-RT-2763), todos ellos radicados en la Universidad de Cádiz.
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no tanto excluyentes como complementarios—, una combinación que hizo de estos impresos decimonónicos un producto editorial de gran repercusión e interés tanto para autores y editores como para el público en general. A este respecto, afirmaba en 1891 Carlos Ossorio y Gallardo —desde las páginas Blanco y Negro— que «sobre Madrid, sobre España, sobre Europa entera ha caído ya la lluvia de almanaques con que anualmente, y por anticipado, obsequian al público los aficionados a adelantar los acontecimientos» (Palenque 2014: 329). La proliferación del género en la prensa española ya se había desencadenado unas décadas antes, entre 1855 y 1865 —como así lo afirma Jean-François Botrel—, período en el que se produjo una verdadera «revolución» del almanaque (Botrel 2006: 37), auspiciada por importantes y profundas renovaciones dentro del formato de la publicación.2 Tal y como señala Myriam Carreño, los almanaques tienen como función principal «contabilizar el tiempo, registrándolo, y emitir esa información al grupo que comparte igual forma de organización temporal», es decir, «registrar el cómputo del tiempo y concretarlo en soportes físicos impresos tales como hojas sueltas, folletos o pequeños libros» (Carreño 1997: 47-48), unos impresos que adquieren una función básica y fundamental dentro de las sociedades occidentales desde la Edad Media hasta nuestros días.3 De este modo, el almanaque ya contaba, a comienzos de la Edad Moderna, con una presencia notoria en las publicaciones europeas debido a este carácter eminentemente práctico, situándose en un lugar destacado junto con las publicaciones religiosas en esta época:
2 Estas nuevas características del almanaque están vinculadas íntimamente con la propia evolución que sufrió la prensa, el libro y otros impresos a lo largo del siglo xix (Botrel 1993, 2003a): «la generalización en España, como en otros países, de una oferta diversificada y cada vez más masiva, por acumulación (que no por sustitución) de impresos, crea una tendencia si no arrolladora, que sí implica un número creciente de actores más o menos “activos” por impregnación y participación» (Botrel 2003a: 35). 3 Este componente instructivo y didáctico que poseen los almanaques ha sido un elemento fundamental para su pervivencia a lo largo de los siglos, y tras la renovación del género a mitad del siglo xix, este tipo de publicaciones adquirió especial relevancia como medio para la educación popular de la sociedad española del momento: «El carácter educativo de los almanaques y calendarios está presente no sólo en la temática que abarcan, sino también en la finalidad perseguida, que algunos de ellos indican expresamente en sus primeras páginas» (Carreño 1991: 215).
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Lié à l’origine à l’espace urbain et à son rôle hégémonique dans l’économie et l’administration, ainsi qu’à l’univers des cloîtres et des couvents, l’apparition de l’imprimé au sein des couches populaires se fit essentiellement à travers deux genres : l’imprimé religieux, d’une part, sous la forme du catéchisme, de la bible ou de l’hagiographie ; et l’almanach, d’autre part, qui était, en règle générale, le seul imprimé non religieux de très large diffusion présent au sein des sociétés traditionnelles (Lüsebrink 2000: 47).
Las noticias, augurios y consejos sobre el nuevo año que, por medio de la lectura de los astros, se transmitían junto con el calendario en estas publicaciones favorecieron su difusión y los convirtieron en un interesante producto comercial, con la aparición cíclica de un número anual con el que se pretendía dar continuidad al almanaque. Por ello, cada autor comenzó a buscar la manera de caracterizar y destacar su publicación frente a las demás, con elementos y contenidos propios. A partir de un modelo inicial básico y de carácter meramente utilitario, con una serie de secciones determinadas —como el «Juicio del año», los cómputos y los números del año, las fiestas movibles, las cuatro témporas (ayunos religiosos), los eclipses, y las fases de la luna (Durán 2015: 15-16)—, el almanaque fue evolucionando progresivamente hacia estructuras más complejas y variadas. De este modo, ya en el siglo xvii y a lo largo de todo el siglo xviii proliferaron nuevos formatos de almanaques como el modelo extendido —con el Gran Piscator Sarrabal de Milán como principal referente— que, entre otros aspectos, ampliaba los elementos básicos anteriores e incluía una serie de secciones misceláneas (Durán 2015: 31-44), unas innovaciones que a la postre sirvieron de inspiración para las dos tipologías predominantes del setecientos: el modelo didáctico y el modelo literario.4 Este último tuvo en Diego Torres Villarroel a su gran referente, quien lo elevó, «con sus modificaciones estructurales, estilísticas y literarias, a la categoría de género narrativo» (Menéndez 1994-1955: 498) y se convirtió así en el autor de almanaques más popular en la España del siglo xviii.5 Claudia Lora Márquez y Juan Pedro Martín Villarreal llevan a cabo un conciso, pero ilustrativo análisis sobre la evolución del almanaque en su artículo «A vueltas con El Ángel del Hogar: el almanaque como producto editorial femenino del siglo xix» (Lora y Martín 2020: 144). 5 Para una mayor información sobre los almanaques en el siglo xviii, remito a los trabajos realizados por Mercadier (2000, 2003), Durán López (2015, 2016, 2017 y 2021), Rodríguez Sánchez de León (1996), Iris Zavala (1978) o Álvarez Barrientos (2020). 4
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La enorme fama y popularidad que cosechó el Gran Piscator de Salamanca y su novedoso formato literario de tono jocoserio provocó la aparición de numerosos almanaqueros que, basándose en su modelo, intentaron obtener similares beneficios económicos y granjearse, aunque fuera a través de una publicación popular, un cierto nombre dentro de la sociedad española de la época. Él [Torres Villarroel] crea un modelo de almanaque en el que las secciones tradicionales quedan encuadradas en una estructura narrativa y metafórica, donde se intercalan nuevos contenidos creativos. Los cambios son varios: la expansión en tamaño y funciones de los prólogos y dedicatorias, la aparición de un título y una introducción narrativa al juico del año de muy elaborado estilo, que se convierte en el eje del opúsculo y cuyos personajes e idea central servirán de macroestructura para las otras secciones, la supresión de las misceláneas didácticas y, por fin, la sistemática intercalación de poesía (Durán 2016: 6-7).
El éxito de estas publicaciones y su pretendido carácter científico, sin embargo, provocó duros reproches y críticas por parte de los sectores ilustrados del siglo xviii, entre otros.6 Si los postulados de la Ilustración buscaban el progreso y la modernización del Estado por medio del desarrollo de la cultura, la educación y las ciencias, el almanaque representaba una concepción del mundo —y del universo— arcaicas y desactualizadas, símbolo de una era anterior en la que las creencias infundadas y la superstición imperaban por encima de la razón y el método científico: «El acoso a este producto cultural es una manifestación más de la querella entre tradición y modernidad, del momento del cambio que se vivía y ejemplo del modo en que la sabiduría tradicional se adapta en medio de novedades científicas y críticas novatoras» (Álvarez 2020: 9). Por este motivo, los ilustrados entendían que los pronósticos astrológicos presentes en estos impresos carecían de fundamento y se valían de la ambigüedad de sus vaticinios y de la superstición del público para atraer su atención y promover las ventas por medio de una aparente imagen de veracidad. A estos ataques,
La Iglesia y el propio Estado mantenían un control sobre estas publicaciones y se sometían a censura con el fin de evitar que se publicaran contenidos que pudieran ir en contra de la religión cristiana o de la monarquía, o poner en cuestión algunos de sus fundamentos dogmáticos y políticos. 6
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irigidos principalmente hacia la astrología judiciaria7 y fomentados d por el avance de la ciencia experimental y el desarrollo del pensamiento ilustrado, se unía la necesidad de renovación ante el progresivo desgaste de modelos ya trillados, unos condicionantes que influyeron y promovieron la aparición de nuevos formatos del género en su intento de adaptarse a las nuevas circunstancias sociopolíticas, a la censura y a los nuevos gustos del público (Mercadier 2003, Álvarez 2020: 16, Durán 2021). Estas transformaciones afectaron profundamente al género desde finales del siglo xviii hasta bien entrado el siglo xix y se basaron fundamentalmente en una pérdida paulatina de los contenidos astrológicos y la presencia cada vez más destacada de materiales prácticos e instructivos, el aumento de textos literarios y de entretenimiento y la incorporación de ilustraciones y grabados. De este modo, los elementos y contenidos característicos de los diferentes modelos tradicionales del almanaque —descritos y analizados por Fernando Durán (2015)— parecen difuminarse en la segunda mitad del siglo xix en favor de un mayor número de textos culturales y literarios, además de secciones informativas sobre diferentes ámbitos.8 Estas nuevas «guías del tiempo» (Botrel 2006: 35) conservaron, por tanto, el carácter utilitario y práctico de sus antecesoras, pero perdieron su naturaleza efímera, ya que estas innovaciones favorecían su lectura y conservación más allá del año de la publicación.9 La mayoría de los almanaques se c onvirtieron así en 7 Tal y como describe Lise Andries, «estas predicciones pueden ser meteorológicas, políticas (anuncian la muerte de algún príncipe, una revolución, la paz) o médicas (tal enfermedad podría atacar al pueblo pobre en tal periodo del año)» (2005: 168). Son estas segundas —las políticas— las denominadas también judiciarias, y sobre ellas se centraban la mayor parte de las críticas y la atención desde el poder eclesiástico y estatal, por el peligro que podían suponer para el statu quo político y religioso. 8 «En partant de la périodicité annuelle du produit, on s’efforcera de distinguer dans une conception éditoriale, qui favorise l’apparition de nouveaux produits répondant à de nouveaux besions de la vie sociale, des invariants (élements nucléaires, bien que revêtant des aspects différents) et des composantes variables, tout en observant un flottement persistant dans les dénominations, car l’almanach n’est pas toujours un simple calendrier avec de la littérature» (Botrel 2003b: 109-110). 9 Los almanaques permitieron a su vez «la fijación por escrito de elementos literarios de la cultura popular que en muchos casos no se hubieran conservado por su naturaleza oral […] refranes, cuentecillos, máximas o textos de divulgación de ideas políticas, morales y sociales propias del sistema de valores burgués que las élites pretendían que calasen en el pueblo» (Gutiérrez 2013: 222). Este tipo de publicaciones, por
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una especie de número suplementario vinculado a los periódicos y revistas de la época, que competían «por ofrecer a sus lectores el mejor regalo de final de año» (Palenque 2014: 328).10 Esta nueva concepción del almanaque sin duda ayudó a su difusión y, al mismo tiempo, permitió una mayor diversificación y especialización de sus contenidos, mediante la aparición de publicaciones dirigidas a un sector del público determinado o centradas en una materia concreta. 2. El Almanaque enciclopédico español de Manuel Torrijos El Almanaque enciclopédico español de Manuel Torrijos refleja perfectamente la profunda transformación sufrida por el género y el éxito que cosechó en la segunda mitad del siglo xix.11 Con cuatro números en su haber, la publicación pretende aunar, bajo un mismo título, una serie de diferentes almanaques, cada uno de ellos con unas características, una temática y unos contenidos propios. La colección comienza su andadura en Cádiz en 1862, con el Almanaque enciclopédico español para 1863, publicado por la Imprenta y tanto, suponen un corpus de enorme valor para conocer el ambiente sociopolítico y cultural español del siglo xix. 10 El éxito y la popularidad del almanaque durante la segunda mitad del XIX no fue exclusiva del ámbito peninsular; en Hispanoamérica, el género experimentó también un renacimiento a lo largo de este periodo y a comienzos del siglo xx (Oviedo y Clemente 2019). 11 Pocos datos se conocen de la vida de Manuel Torrijos. El polifacético periodista, ortólogo y escritor, afincado en Madrid hacia la década de 1850, colaboró en diversas cabeceras como El Occidente (1857), La Verdad Económica (1861), La Correspondencia de España (1865) o La Moda Elegante (1862-1865). En la capital, publicó diversas novelas históricas por entregas como Infanta Doña Teresa (1857), Justicias del rey Don Pedro (1858), El puñal de Trastámara (1858) o El condestable de Castilla (1858), algunas de ellas aparecidas más tarde en formato libro, por las que obtuvo cierta notoriedad entre el público español de la época. Asimismo, publicó un trabajo ortológico, Arte de bien hablar (1865), y otras obras como El imperio de Marruecos, su historia, geografía, topografía estadística, religión, costumbres, industria, agricultura, artes, milicia, etc. (1859) o la Guía del bañista en España para 1865 (1865). Aquejado por problemas de salud, tuvo que dejar la labor de periodista y escritor hacia 1862, pero, tras trasladarse a Cádiz, retomaría de nuevo la pluma para encargarse de publicar el Almanaque enciclopédico español, entre otros trabajos. Regresaría a Madrid pocos meses después en ese mismo año de 1862, pero sus problemas de salud se agravaron y tres años más tarde, en 1865, fallecería a la edad de treinta años.
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Litografía de la Revista Médica, que había quedado en manos de Federico Joly Velasco y Abelardo de Carlos, dos personalidades de gran importancia dentro del mundo editorial y de la prensa decimonónica.12 En esta misma imprenta gaditana se editaba la popular publicación La Moda Elegante (1842-1923), que desde 1849 se encontraba bajo la dirección del propio Abelardo de Carlos13 y a la que el Almanaque enciclopédico español de Torrijos se vinculó desde sus comienzos.14 La relación entre la revista y el almanaque es manifiesta, como así lo demuestran los diferentes anuncios, advertencias y otras noticias sobre el almanaque que encontramos en algunos de los ejemplares de La Moda Elegante a finales de los años de 1863, 1864 y 1865: Nos vemos precisados a hacer una aclaración con respecto al Almanaque enciclopédico español para 1864, que hemos anunciado en los últimos números de La Moda, a fin de evitar dolorosas interpretaciones. El Almanaque citado podrá remitirse encuadernado a principios de enero próximo a todos los suscriptores de La Moda que remitan a la administración de Madrid el importe de 20 rs.; pero debe tenerse en cuenta que la encuadernación de que hablamos en el anuncio, es encuadernación a la rústica, no en pasta como algunos han creído; y basta convencerse de ello el considerar que la encuadernación y franqueo del Almanaque enviándolo en pasta nos cuesta 13 rs. y medio. Concluimos pues, manifestando los precios del citado Almanaque según sus diversas encuadernaciones. Encuadernado en rústica……20 rs. id. ….………. en cartón……30 rs.
Trabajos como los de Alberto Ramos Santana (2011) o Ana María Velasco Molpeceres (2016) y Miguel Bobo Márquez (2005) arrojan información fundamental sobre las vidas y la labor editorial de Federico Joly Velasco y Abelardo de Carlos, respectivamente. 13 «En 1849, el editor don Abelardo de Carlos compra este pequeño periódico de modas [La Moda por Francisco Flores Arenas (Cádiz, 1841)], entonces en crisis, y lo convierte en una publicación de gran éxito y beneficios» (González y Pérez 2009: 61). Para una mayor información sobre las revistas femeninas en la España del siglo xix y, más concretamente, sobre La Moda Elegante, véanse también los artículos de Palomo Vázquez (2014) y González Díez (2015) respectivamente. 14 Nos ha sido imposible consultar los últimos números publicados en 1862 de La Moda Elegante, por lo que no podemos confirmar ni asegurar categóricamente que el Almanaque enciclopédico español surgió bajo el abrigo de la famosa revista de moda gaditana. Sin embargo, la relación entre ambas publicaciones en los siguientes números parece confirmar dicha hipótesis. 12
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id. ………….. en pasta……..34 rs. Y dos reales en cada ejemplar por razón del certificado («Advertencia», La Moda Elegante, Cádiz, 20-12-1863: 8).
El primer volumen del Almanaque enciclopédico español cuenta, entre sus más de 140 páginas, con once almanaques distintos, cada uno de ellos dirigido a un sector específico de la sociedad española del momento. El primero de ellos, el «almanaque del cristiano», se inicia con unos apuntes biográficos de Pío IX y algunos datos sobre el episcopado a nivel mundial, a los que le siguen el juicio del año y el calendario para el año de 1863. Este cuenta con una página por mes, en la que se detalla los días del mes (número y día de la semana), la duración media del día y la noche, la salida y la puesta del Sol, las variaciones de la Luna, el santoral, festividades, cambios de estaciones, y otras informaciones de diversa índole: velaciones, cumpleaños de la realeza, témporas, jubileos, ánimas, letanías, etc. Tras el calendario, se incluye a continuación una sección dedicada a las épocas célebres, el cómputo eclesiástico, fiestas movibles, eclipses, la entrada del Sol en los signos del zodiaco y otros datos religiosos.15 Por su parte, el «almanaque del navegante» presenta un calendario con tres meses por página apaisada, en el que se alude al mes, los días, y las horas y minutos de pleamar y bajamar, así como un cuadro anexo en el que se detalla las horas y minutos a los que debe corresponder la hora exacta del mediodía para cada mes. En lo que al «almanaque cronológico» se refiere, sus páginas se centran en varios artículos que explican los distintos tipos de calendarios y su elaboración, la importancia del tiempo y los instrumentos para medirlo. En cambio, el «almanaque de las profesiones» deja a un lado las cuestiones cronológicas para centrarse, por medio de breves descripciones, en las universidades y escuelas que hay en España y las diferentes carreras y empleos que pueden estudiarse en cada una de ellas. Por otro lado, los almanaques «de las familias», «de las damas», «del escritorio», y «del cocinero, repostero, pastelero y confitero», se conforman a través de
Como comentamos con anterioridad, todos elementos forman parte del formato tradicional del género y se encuentran presentes desde el modelo básico del almanaque hasta esta nueva concepción miscelánea —y casi suplementaria— de la publicación propia de la segunda mitad del siglo xix y principios del siglo xx. 15
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una serie de recomendaciones, recetas y consejos útiles para cada uno de estos grupos sociales y actividades.16 En cuanto al «almanaque histórico literario», este incluye una serie de tablas en las que se describen los diferentes reyes y papas a lo largo de la historia, la familia real española contemporánea, las órdenes militares del país, los reyes de Europa y los descubrimientos e invenciones célebres en la historia. A su vez, es el único que cuenta con ilustraciones que acompañan a pequeños relatos o composiciones literarias de carácter lúdico. Por otro lado, el almanaque «de recreo» aporta unos consejos para realizar trucos de magia y una serie de acertijos junto con su solución. Finalmente, el «del comerciante» contiene una serie de tablas y estadísticas que muestran la distancia que existe entre Madrid y el resto de puntos del país y del extranjero o el precio de los billetes de ferrocarril, entre otros datos. Este formato misceláneo y enciclopédico, dividido en diferentes secciones temáticas según el público al que iba dirigido, parece que tuvo una buena aceptación, teniendo en cuenta los anuncios publicados en varios periódicos de este periódico como El Contemporáneo (año III, nº 592, 4-12-1862: 4), El Diario de Córdoba de Comercio, Industria, Administración, Noticias y Avisos (año XIV nº 4012, 19-12-1863: 3), o La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias (año XV, nº 1624, 31-12-1862: 1), en el que se afirma que «hace dos meses que se ha puesto a la venta y que ya se han vendido muy cerca de 11,000 ejemplares». Esta gran acogida supuso todo un punto de inflexión para la publicación, y sus responsables decidieron transformar el proyecto hacia cotas más ambiciosas. De este modo, el Almanaque enciclopédico español de 1864 contaría con una edición mucho más cuidada y elaborada —incluyendo cerca de cincuenta ilustraciones, algunas de gran tamaño, diseminadas a lo largo del número— y con una extensión mucho mayor, de más de 400 páginas:
Entre ellos, encontramos métodos para limpiar, arreglar o mejorar diferentes objetos de uso diario, acabar con insectos o mejorar la higiene y el confort del hogar («almanaque de las familias», 1862: 43-46), consejos cosméticos y de belleza («almanaque de las damas», 1862: 47-54), fórmulas para crear tinta y lacres de diferentes colores y tipologías («almanaque del escritorio», 1862: 55-58) o recetas para preparar sopas, salsas, carnes, o pescados, métodos de conservación o realizar postres, pasteles y dulces («almanaque del cocinero, repostero, pastelero y confitero», 1862: 69-80). 16
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Entre la multitud de calendarios que se preparan ya para 1864, merece una mención especial el Almanaque enciclopédico español del Sr. Torrijos, del cual se agotaron 10,000 ejemplares a principios de este año. Según el prospecto que tenemos a la vista, formará un abultado tomo, adornado con multitud de grabados buenos, y por su índole especial será útil a todas las clases sociales sin distinción ninguna (La Correspondencia de España: diario universal de noticias, año XVI, nº 1952, 8-10-1863: 2).
A su vez, la edición de este nuevo número quedaría a cargo de Abelardo de Carlos y se imprimiría en Madrid, en la Imprenta de D. L. Palacios; una decisión en la que quizás pudo influir el hecho de que Manuel Torrijos estuviese afincado allí ya desde 1862 —según podemos deducir de la dirección que se facilita al final del número de 1863 en relación con los posibles pedidos de La Moda Elegante («dirigir una carta a D. Manuel Torrijos, plaza de Sta. María nº 2, cuarto bajo, Madrid o a D. Federico Joly y Velasco, en Cádiz»)—. Este traslado de la publicación a la corte y el éxito que cosechó el primer número gaditano provocó la aparición de un nuevo almanaque en la Isla de León que parecía querer aprovechar el tirón comercial obtenido por el de Manuel Torrijos. Así parece confirmarlo la carta enviada por el propio autor a sus antiguos compañeros de La Correspondencia de España —colaboró según él mismo afirma durante ocho años en el periódico—: «este año, y cuando yo había impreso ya los prospectos de mi calendario para 1864, me encuentro con que se anuncia otro con el título de Almanaque enciclopédico de la publicidad; y por sí esta analogía de título no fuese suficiente para confundirlo con el mío, se dice también en el anuncio que contiene los [mismos] almanaques» («Comunicado», La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 1967, 23-10-1863: 3-4). Asimismo, Manuel Torrijos alude a que, además de publicarse en la misma ciudad, esta publicación ha anunciado, al igual que él, la inclusión del «almanaque del labrador» y el «almanaque del viajero», y tiene el mismo precio que el suyo (6 reales, 6 ½ en provincia). En una palabra, si el editor ó autor del Almanaque en cuestión no entiende nada de fotografía, manifiesta desde luego muy buenas disposiciones para ello, según la exactitud con que hace las copias («Comunicado», La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 1967, 23-10-1863: 3-4).
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Este acontecimiento puede darnos una idea de la relevancia que obtuvo el primer número del Almanaque enciclopédico español y las razones que llevaron a su progresión hacia nuevos horizontes.17 Sin embargo, la magnitud de este nuevo formato de 1864 no estuvo exenta de dificultades, tal y como el propio autor deja entrever con el «Aviso a los amigos y protectores del Almanaque enciclopédico español del señor Torrijos» (Torrijos 1863: 5-6): Este año, a consecuencia de la precipitación con que ha tenido que hacerse la impresión del Almanaque, por circunstancias imprevistas, no solo no hemos podido ponerle a la venta cuando hubiéramos deseado, sino que muchos originales interesantes se nos han quedado en cartera. A fin de evitar esto, que a nadie perjudica más que a nosotros, en los años sucesivos hemos resuelto que el Almanaque enciclopédico español empiece a imprimirse en el mes de Junio: de este modo conseguiremos ponerle a la venta en época conveniente.
Dentro de estos aspectos de carácter logístico, el almanaque dejaba abierta la posibilidad de que los propios lectores y abonados realizaran observaciones sobre la publicación, sugirieran modificaciones y facilitaran textos que pudieran formar parte del siguiente número, los cuales debían ser enviados antes «del 31 de mayo» (con la intención de poder conformar el siguiente número dentro del plazo previsto). En lo que respecta al ámbito financiero, el tamaño de la publicación hacía difícil su reimpresión, por lo que se pretendía conocer el número de suscriptores que fuera a tener el almanaque antes de enviarlo a imprenta y, del mismo modo, también se anunciaba los precios para aquellos que estuviesen interesados en incluir anuncios en la publicación, con el fin de poder contar con ingresos extras que ayudaran a sufragar los gastos de la edición. Trece son los almanaques que conforman el número de 1864. En esta ocasión, se elimina el juicio del año y el calendario se sitúa al comienzo, de manera aislada, sin quedar englobado dentro de ninguno 17 Muestra de ello es también el siguiente aviso que encontramos en La Moda Elegante acerca del Almanaque enciclopédico español para 1863, en el que anuncian que «agotadas las dos numerosas ediciones que de esta publicación hicimos nos vemos precisados a manifestar que en adelante no podremos servir los pedidos que se nos dirijan; lo que advertimos para evitar molestias a los que nos quisieran aún favorecer. Cádiz, 24 de enero de 1863» (La Moda Elegante, año XXII, nº 4, 25-1-1863: 8).
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de los almanaques internos. Por otro lado, algunas secciones anteriores se mantienen, como es el caso de los almanaques «del cristiano» (Torrijos 1863: 21-42), «de las familias» (Torrijos 1863: 43-70), «del cocinero, repostero, pastelero y confitero» (Torrijos 1863: 171-179) y «del comerciante» (Torrijos 1863: 227-269).18 Otras modifican su título como el «almanaque del bufete» (Torrijos 1863: 94-127) —antes denominado «del escritorio», aunque en esta ocasión se suman otros contenidos sobre aranceles, sellos, servicio de correos, estaciones telegráficas y listados con otras informaciones de utilidad—, o el «almanaque del tocador» (Torrijos 1863: 147-158) —bajo el título del «almanaque de las damas» el año anterior—, aunque sus contenidos siguen la línea establecida en el número inicial. Por último, se añaden algunas secciones nuevas, como el «almanaque de la Corte» (Torrijos 1863: 71-93), en el que encontramos —entre otras informaciones—distintos listados con los miembros de la familia real, con las tarifas de coches de alquiler, una guía de Madrid, sus distritos, lugares destacados y con las calles de la ciudad. Otra de las incorporaciones fue el «almanaque del labrador» (Torrijos 1863: 128146), en el que se presentan algunos datos y pautas agrícolas según los meses del año, fórmulas para pronosticar el tiempo, y consejos sobre temas diversos como la alimentación del ganado, la conservación de alimentos o el modo de hacer injertos. El Almanaque enciclopédico español para 1864 también incluye un «almanaque del viajero» (Torrijos 1863: 180-226) —fruto de la división en dos del almanaque del comerciante, dentro del número para el año 1863— que reúne en sus páginas una breve descripción de las carreteras de España, algunos apuntes y consejos para viajes en ferrocarril, las líneas (tanto nacionales como internacionales) y sus precios, las distancias entre Madrid y otras ciudades y países, y una breve descripción de las provincias españolas, entre otros aspectos. El «almanaque político» (Torrijos 1863: 323-351), por su parte, recoge varios artículos de la Constitución española de 1845 y listados de los diputados por provincias y los nombres de los senadores, los ministerios durante el reinado de Isabel II, el costo del ejército y una guía política de España. El componente literario y lúdico cuenta con un espacio destacado en el Almanaque enciclopédico español para 1864 y este se concentra en 18 Este último dedicado exclusivamente al ámbito económico y cuestiones matemáticas, con algunos modelos de documentos comerciales.
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tres secciones principales: el «almanaque de los niños» (Torrijos 1863: 159-170), en el que encontramos máximas, jeroglíficos, curiosidades y pequeños relatos y poemas de corte educativo y moral; el «almanaque de la risa» (Torrijos 1863: 270-322), con numerosas composiciones poéticas y textos cortos con un tono mucho más mordaz y burlesco; y el «científico literario» (Torrijos 1863: 352-400), que recoge el testigo del almanaque histórico literario anterior y entremezcla una serie de artículos de carácter instructivo con pequeños relatos sobre anécdotas y curiosidades, entre otros textos. Como observamos, a pesar de las importantes modificaciones sufridas por la publicación en este segundo número, el Almanaque enciclopédico español conserva su esencia miscelánea, basada en la división temática de los contenidos y la combinación de breves artículos ensayísticos, tablas, estadísticas, consejos, recetas y otros materiales prácticos para el lector. El nuevo proyecto que inició Manuel Torrijos con este nuevo Almanaque enciclopédico español para 1864 contó a su vez con apoyo publicitario, con anuncios en diversos periódicos de la época —sobre todo en La Correspondencia de España—, muchos de ellos dirigidos a diversos sectores de la sociedad decimonónica: «A las madres de familia» (La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 2003, 28-11-1863: 3), «A los labradores españoles» (La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 2003, 28-11-1863: 3), o a las damas con el texto titulado «Se acabaron los perfumes» (La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 2005, 3011-1863: 3), entre otros. Uno de los que parece que llamó especialmente la atención fue el titulado «¡¡A ese!! ¡¡¡A ese!!!» (La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 2018, 13-12-1863: 3): Así gritaban ayer varios caballeros corriendo desesperados por la Plaza de Santa Ana. La pareja de Guardias veteranos que hay en aquel sitio acudió presurosa al ruido de las voces, y los caballeros se detuvieron por fin delante del escaparate de la librería de Bailly-Bailliere: los curiosos fijaron los ojos en los caballeros, y estos volviéndose a los del corro exclamaron: —¡¡A ese!! ¡¡¡A ese!!! es al que debéis suscribiros; al Almanaque enciclopédico español para 1864 por D. Manuel Torrijos, que forma un tomo de 500 páginas a dos columnas y cuesta 20 rs.
Los ecos de este curioso anuncio llegaron a otras publicaciones como el Diario de Córdoba de Comercio, Industria, Administración, Noticias
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y Avisos (año XIV, nº 4012, 19-12-1863: 3), en cuyas páginas comentaron esta original forma de publicitar un almanaque: Puf.— Dentro de poco no tendremos nada que envidiar a los extranjeros en materia de extravagancias y llamativos en la redacción de los anuncios. Los españoles tardamos en tomar una determinación, pero si la tomamos es con todo el valor y la fe característica de nuestra raza. Hasta ahora los anuncios de un almanaque nada tenían de particular, pero este año vemos cosas muy curiosas en esta materia. He aquí el anuncio que publica La Correspondencia.
La publicación parecía encarrilar este segundo año con unas cifras muy positivas, teniendo en cuenta que, a 8 de diciembre, se afirma que «la primera edición está agotándose y no será fácil que se haga otra por ser extremadamente voluminoso el tomo» («No hay plazo que no se cumpla», La Correspondencia de España: Diario Universal de Noticias, año XVI, nº 2013, 8-11-1863: 3). Esta buena acogida invitaba al optimismo de cara a la aparición del siguiente número para 1865, pero los graves problemas de salud que sufrió Manuel Torrijos a lo largo del año impidieron que este pudiera completar el nuevo volumen a tiempo. La imposibilidad de presentar un número para el siguiente año podía poner en riesgo la continuidad del Almanaque, por lo que los responsables decidieron realizar una reedición del número de 1864 modificando los elementos relativos al calendario, como así lo afirma el propio Manuel Torrijos en su «Aviso a los amigos y protectores del Almanaque enciclopédico español del señor Torrijos» (Torrijos 1864: V-VI): siendo muchos […] los que en el año anterior se quedaron sin Almanaques, por falta absoluta de ejemplares, hemos preferido, a escribir un libro de batalla y que no correspondiese a los anteriormente publicados, reimprimir el del año 64, añadiendo y enmendando aquellas cosas que hemos creído indispensables, como el Santoral, etc., con lo cual hemos conseguido nuestro doble objeto, de no paralizar la publicación, y de satisfacer los muchos pedidos que el año anterior quedaron sin servir.19 19 De este modo, el Almanaque enciclopédico español para 1865 se compone de los mismos apartados que del año anterior y la misma paginación: «almanaque del cristiano» (1864: 21-42), «almanaque de las familias» (1864: 43-70), «almanaque de la Corte» (1864: 71-93), «almanaque del bufete» (1864: 94-127), «almanaque del labrador» (1864: 128-146), «almanaque del tocador» (1864: 147-158), «almanaque de los niños» (1864:
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Sin embargo, de forma paralela, Manuel Torrijos llevó a cabo en este mismo año otro almanaque —el Almanaque profético de 1865— con unas proporciones mucho menores, en torno a las 240 páginas, acompañado de ilustraciones y editado también por el propio Abelardo de Carlos; una nueva publicación que fue presentada como continuación del Almanaque enciclopédico español y, por lo tanto, asociada a la revista gaditana La Moda Elegante:20 Regalo. Todos los sus suscritores a la edición de lujo que renueven su suscrición por un año, y todos aquellos que nuevamente se suscriban a la misma edición por igual espacio de tiempo, recibirán gratis (y franco de porte) el curioso Almanaque profético para 1865, que esta empresa publica anualmente. Este curioso libro consta de los Almanaques siguientes: Almanaque astrológico. Almanaque religioso. Almanaque médico-familiar. Almanaque histórico. Almanaque de las Damas. Almanaque científico-industrial. Almanaque de curiosidades. Almanaque estadístico. Almanaque del viajero. Almanaque festivo. Formando el todo un volumen en 4º, ilustrado con grabados, lectura tan amena como instructiva (La Moda Elegante. Periódico de las familias, año XXIII, nº 51, 18-12-1864: 8).21 159-170), «almanaque del cocinero, repostero, pastelero y confitero» (1864: 171-179), «almanaque del viajero» (1864: 180-226), «almanaque del comerciante» (1864: 227-269), «almanaque de la risa» (1864: 270-322), «almanaque político» (1864: 323-351), y el «almanaque científico literario» (1864: 352-400). 20 Lamentablemente, no hemos tenido la oportunidad de consultar este volumen y cotejar las posibles interrelaciones entre ambos almanaques. 21 Un anuncio de similares características lo encontramos en La Paz: periódico de noticias, avisos y fomento de la provincia de Murcia: «Almanaque profético para 1865, compuesto y arreglado a todos los obispos de España por D. Manuel Torrijos. Este es un libro útil a todas las clases de sociedad; forma un tomo de 240 páginas, adornado con grabados en el texto, y se halla dividido en las siguientes secciones: Almanaque astrológico, Almanaque religioso, Almanaque médico-familiar, Almanaque histórico, Almanaque de curiosidades, Almanaque científico-industrial, Almanaque del viajero, Almanaque festivo, Almanaque estadístico, y Almanaque de las damas. El Almanaque
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La dimensión y el calibre que había tomado el proyecto del Almanaque enciclopédico español desde su asentamiento en Madrid resultó ser un trabajo demasiado arduo para las escasas fuerzas de su autor, toda vez que sus problemas salud se habían agravado de tal modo que ese mismo año de 1865 fallecería Manuel Torrijos sin haber podido ver el nuevo número en el mercado. La publicación del Almanaque enciclopédico español de 1866 —firmada por su mujer, Carolina González de Torrijos, en la Imprenta de F. Martínez García—,22 por sus dimensiones, podría quizás asimilarse más al formato que presenta el Almanaque profético. De este modo, el volumen deja atrás esa gran extensión anterior para presentar un formato mucho más modesto, con cerca doscientas páginas en las que encontramos un total de doce almanaques, además del calendario y otras informaciones anexas al inicio del número, como las «Efemérides españolas», organizadas por meses con un pequeño pronóstico para cada uno de ellos. Este último número prescinde de ilustraciones y completa principalmente sus páginas con listas, tablas e información de carácter práctico. La primera de las secciones, el «almanaque del cristiano» (Torrijos 1865: 34-38), compendia una serie de artículos sobre el Corpus, el carnaval, el origen de las máscaras y la cuaresma; una temática religiosa que continúa en el siguiente apartado, el «almanaque eclesiástico» (Torrijos 1865: 39-74), donde encontramos textos relacionados con la profético para 1865 se vende al ínfimo precio de doce reales en las principales librerías de Madrid y provincias, y en casa de su editor D. Abelardo de Carlos, calle de la Torre, 6, en Cádiz, a quien pueden hacerse los pedidos acompañados de su importe en libranzas de Tesorería o sellos de correos. En Murcia por la Comisión de Almazán» (año VIII, nº 2097, 2-2-1865: 2). 22 «Muerto desgraciadamente el autor de este Almanaque pocos días después de haberlo concluido de escribir, y deseando la viuda que el público no se vea privado de una obra que por su utilidad le ha merecido siempre una favorable acogida, ha resuelto publicarla, sin tener en cuenta los gastos que esto ocasiona, pues consiguiéndolo así aquel objeto, logra a la vez no quede ignorado para cuya colaboración ha empleado su malogrado autor los últimos días de su vida. No tratamos de encomiar aquí la utilidad de este Almanaque enciclopédico, bien conocida es por todos, y solo sí manifestar el objeto de su publicación, a la que le seguirá la de otras obras inéditas hasta ahora, y no menos interesantes, debida a la laboriosidad del desgraciado escritor cuya muerte lamentamos. Para todas ellas nos atrevemos a reclamar la particular atención y benevolencia de los suscriptores, que no dudamos sabrán coadyuvar cumplidamente nuestro propósito, ayudándonos a que no queden sin publicidad libros que, como los indicados, pueden contribuir a la instrucción del pueblo» («Prólogo», 1865: V).
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figura del cura, la cronología de los Papas y obispos, o la organización eclesiástica en España, entre otros. El «almanaque higiénico» (Torrijos 1865: 75-84), por su parte, presenta los problemas de salud más comunes según los meses del año, unas normas de higiene y consejos de salud para prevenirlos, y una serie de directrices higiénicas propuestas por el doctor Pedro Felipe de Monlau, seguidas de una selección de refranes relacionados con esta temática. En cuanto al «almanaque de la buena educación» (Torrijos 1865: 8589), este se basa en una serie de máximas sobre temas diversos organizados en cuatro ejes temáticos principales: «de la política en general», «vicios de la sociedad», «de la familia», y «de los amos de casa». Tras estas páginas de sabiduría popular, encontramos el «almanaque de los alcaldes, secretarios de ayuntamientos y jueces de paz» (Torrijos 1865: 90-109), en el que se recogen la Ley Municipal vigente y el Reglamento para la ejecución de la Ley de 8 de enero de 1845 sobre organización y atribuciones de los ayuntamientos. En este último volumen elaborado por Manuel Torrijos, permanecen varias secciones propias de los números para 1864 y 1865, como el ahora denominado «almanaque del labrador, ganadero, hortelano y jardinero» (Torrijos 1865: 110-127), el «almanaque del negociante» —que recoge el testigo del «almanaque del comerciante» (Torrijos 1865: 128-134)—, el «almanaque del viajero» (Torrijos 1865: 135-171), o el «almanaque parlamentario» —antes denominado «almanaque político» (Torrijos 1865: 172-174)—, con temas y contenidos similares a los correspondientes en los números anteriores. Finalmente, el Almanaque enciclopédico español para 1866 se completa con tres nuevos apartados: el «almanaque del empleado» (Torrijos 1865: 175-185), que incluye información acerca de los empleos públicos, cesantías, o jubilaciones, y sus respectivas retribuciones, o los artículos del código penal relacionados con el empleo público; el «almanaque del militar» (Torrijos 1865: 186-200), con datos sobre la división y las corporaciones en España y las posesiones de ultramar, las corporaciones militares, los empleos relacionados con el ejército y sus sueldos, entre otros; y el «almanaque de las tertulias» (Torrijos 1865: 201-208), dedicado exclusivamente al ámbito literario. Como podemos advertir, existe a lo largo de los diferentes números de la publicación un intento por mantener un cierto equilibrio entre unos contenidos reconocibles y familiares por parte del público y la necesidad de innovar y presentar unos materiales novedosos y diversos cada año. Con esta estrategia, el autor pretendía, por un lado,
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f idelizar al lector y, al mismo tiempo, atraer a otros consumidores potenciales de la cabecera, de ahí que sus actualizaciones se basaran en la incorporación o modificación de las diferentes secciones, dirigidos siempre a un sector de la sociedad española decimonónica. La muerte de Manuel Torrijos no supuso, sin embargo, el fin del Almanaque enciclopédico español, su estela permanecería vigente en el mercado editorial español gracias a la figura de Julio Nombela, quien tomaría el testigo con el Almanaque enciclopédico español ilustrado desde el año siguiente hasta 1870.23 Este nuevo almanaque vería la luz en Cádiz, en la Imprenta de la Revista Médica, y seguiría vinculado a La Moda Elegante Ilustrada, con algunas modificaciones en cuanto a la selección y distribución de los contenidos. Por ejemplo, se recuperan los juicios del año, las ilustraciones, y hay una mayor presencia de la literatura, que ocupa un lugar central en la publicación. De este modo, el almanaque elaborado por Manuel Torrijos pervivió a su autor, y su legado demuestra el éxito que alcanzó la publicación bajo su pluma, superando las expectativas de sus editores. 3. La literatura en el Almanaque enciclopédico español Las bellas letras cuentan con un importante papel dentro del Almanaque enciclopédico español de Manuel Torrijos, pues sirven como un elemento dinamizador y de entretenimiento dentro de la publicación, conformada en varios de sus apartados por contenidos meramente prácticos y utilitarios —listas, enumeraciones, o descripciones, como las anteriormente referidas—. La literatura, por tanto, viene a romper con esta línea funcional de la cabecera y presenta al lector un espacio de ocio y esparcimiento que enriquece los distintos números del almanaque y dota a sus páginas de un equilibrio y una variedad temática muy del gusto del público de la época. La mayoría de estos textos literarios se encuentran reunidos en una serie de secciones situadas frecuentemente en el último tercio de cada volumen, bajo diferentes títulos. En el Almanaque enciclopédico español para 1863, se concentran en el «almanaque histórico literario», que cuenta con un total de once pequeñas composiciones literarias, de 23 Narciso Campillo será el encargado de editar el número del Almanaque enciclopédico español ilustrado para 1869.
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tono ligero y corte cómico, que se acompañan con una serie de viñetas ilustrativas de la temática que desarrollan los textos (Torrijos 1862: 9196), basados principalmente en la figura de la mujer, el amor y cierta crítica social. En cambio, la presencia de estas composiciones literarias en los almanaques para 1864 y 1865 es mucho más extensa y nutrida y la podemos encontrar de forma recurrente en el «almanaque de los niños», el «almanaque de la risa» y el «almanaque científico literario», cada uno de ellos con un estilo y un contenido acorde al público al que se dirigían estas secciones. Finalmente, en el último número elaborado por Manuel Torrijos, de un formato mucho más reducido que los dos anteriores, la literatura se concentra en el «almanaque de las tertulias», con una selección de poemas que completan la sección (Torrijos 1865: 201-208). Todos estos apartados se completaban con una variedad de textos literarios entre los que encontramos fábulas, anécdotas, máximas, epístolas, epigramas y otras composiciones poéticas y relatos de corta extensión. Entre ellos, cabe destacar el «almanaque de la risa», dentro del Almanaque enciclopédico español para 1864 y para 1865, que cuenta con cerca de trescientos cincuenta textos entre sus páginas, el repertorio más grande de toda la colección. Con un tono eminentemente lúdico y humorístico —matizado en ocasiones por la sátira o un perfil crítico—, las composiciones que completan esta sección están lejos de distinguirse por su calidad literaria, pero nos permiten esbozar una imagen panorámica de algunos aspectos, temáticas, y figuras prototípicas de la sociedad contemporánea española.24 Uno de los temas más destacados entre las páginas del «almanaque de la risa» es el dinero, barnizado con un tono burlesco y casi siempre relacionado con la crítica social por medio de personajes como Los textos presentes en el «almanaque histórico literario» del Almanaque enciclopédico español para 1863 también reflejan, aunque a menor escala, una imagen precisa de ciertos comportamientos, tipos sociales y cuestiones presentes en la sociedad española de la época con un tono ameno y humorístico. De este modo, «[Cada uno toma lo que tiene]», «Un baile», «La blanca y la negra» o «Los que lo entienden y los que no lo entienden» critican algunas situaciones y acciones cotidianas propias de la realidad social decimonónica. Asimismo, «Historia de unos amores» y «El Amor» presentan una imagen cínica y desencantada del amor, mientras que «Las mujeres» o «Respuesta de sabio» describen de forma negativa y misógina a la mujer. Varias de estas composiciones se encuentran también recogidos en el «almanaque de la risa» del Almanaque enciclopédico español para 1864 y para 1865. 24
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el cesante, el interés económico o la precariedad de algunos sectores sociales. En este sentido, encontramos numerosos textos —como «[Encontráronse dos escoberos (ambos muy ladrones)]», «[Un señor de gran caudal]», «[–Compadre, dijo un andaluz a un amigo suyo]», «[Hallándose en campaña un oficial cajero de cierto batallón]», «[Un usurero miserable]», «[A las seis de la mañana le salió al encuentro un pobre a un señorón]», o «[Decían delante de uno que tenía muchas deudas]»— en los que, de un modo u otro, el factor económico adquiere un peso relevante a pesar de la brevedad de estos pequeños chistes, relatos y poemas: Dijéronle a un andaluz desgraciado que se trataba de crear una moneda nueva que representaría al rey a caballo. —Pues señor, exclamó con mucha gracia, ¡volaverunt! porque si tanto trabajo me cuesta alcanzarla a pie, ¿cuánto más no me costará yendo a caballo? (Torrijos 1863: 278).
A lo largo del «almanaque de la risa», la temática pecuniaria suele encontrarse en varias ocasiones vinculada con la picaresca, un género muy propio de este tipo de literatura de corte humorístico y burlesco, y que también cuenta con una presencia relevante dentro de la publicación. De este modo, encontramos varios textos como «[Entró ayer un hombre a sacarse una muela]», «[Al pasar un portugués y un asturiano]», «[Mandó un caballero a un célebre pintor]», o «[Regañaba anteayer una señora al carbonero]», entre otros, que inciden en ese carácter ingenioso y gracioso de la picaresca tan vinculado con la literatura popular: Un bufón que había cometido un delito contra su soberano, fue condenado a muerte y se echó a los pies del príncipe pidiéndole perdón. —La única gracia que puedo concederte, le respondió el monarca, es dejarte elegir tu suplicio; escoge, pues, ¿de qué muerte quieres terminar tus días? —De vejez, respondió el bufón. Esta respuesta hizo reír al príncipe, que, fiel a su palabra le perdonó la vida (Torrijos 1863: 311).
Estas y otras temáticas se entrecruzan sin orden ni concierto a través de los diferentes textos literarios que conforman la sección. Sin e mbargo,
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encontramos una serie de textos unificados por un tema o elemento común, como es el caso de las «máximas comentadas», los «pensamientos de hombres célebres» y los «pensamientos de Quevedo», los «apuntes históricos», los «contra-refranes», las «famuladas» o las «rarezas de la humanidad», entre otros; subapartados que aportan cierta cohesión dentro del maremágnum que forma este «Almanaque de la risa». No obstante, el tema literario que parece prevalecer a lo largo de la sección es el amor, representado principalmente en dos fases diferentes: la relación de noviazgo y el matrimonio. En la primera de ellas, impera una imagen idealizada y al mismo tiempo imposible, fruto de un amor no correspondido, pero siempre con acordes ligeros que ayudan a una lectura lejos de posibles interpretaciones dramáticas. De este modo hallamos, por ejemplo, varias epístolas como la del «[estudiante de latín]», del «[boticario]», la «epístola de un herrero», la «Epístola de un leguleyo», la «Epístola de un aguador», la «Epístola de un soldado», o la «Epístola bursátil» en las que las palabras románticas se mezclan con algunos términos relacionados con las distintas disciplinas y labores de cada uno de los enamorados: En autos obre de oficio / esta carta baladí / que hoy en juicio, aunque sin juicio, / yo comparezco ante ti. // Esta demanda compongo / para pedir sin exceso / tu mano; y esto lo pongo / por cabeza de proceso. // Tengo un derecho inconcuso / a ver tu letra, alma mía; / si no contestas, te acuso / la primera rebeldía. // El corazón con que hablo / me ocupaste sin sonrojo. / Puede ser la acción que entablo / un interdicto despojo. // Mas yo tu amor necesito / y de él aspiro a las glorias. / Él no o el sí; no te admito / excepciones dilatorias. // La ley es de enamorados, / y tú vives en mi pecho. / Aquí tienes formulados / puntos de hecho y de derecho. // Yo hablo claro como amante; / no ando en veredas angostas; / soy honrado litigante / y yo no pago las costas. // Con que si en esta heredad / hay propiedad y ha producto, / renuncio la propiedad / si otro tiene el usufructo. // Te envidiarán las mujeres / al ver tus satisfacciones, / si eres leal y me quieres / y acumulamos acciones. // Mas si es ficticio este encanto / y fatal nuestro consorcio, / el juicio previo y al canto / la demanda de divorcio («Epístola de un leguleyo», Torrijos 1863: 293-294).
Por otro lado, los textos relacionados con el matrimonio presentan un lenguaje más ácido, con un tono punzante y satírico en los que la mujer suele cargar con la peor parte. Esta imagen misógina fue un elemento recurrente dentro de la prensa satírica y burlesca del siglo xix, «una proyección del papel que la mujer desempeñaba en la sociedad
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finisecular», propia de «una burguesía que lucía una doble moral perversa que juzgaba y culpabilizaba a la mujer por su conducta […] sin tener en cuenta que era el mundo diseñado por el hombre el que las obligaba a comportarse así» (Capdevilla 2012: 26). En este sentido, hallamos en este «almanaque de la risa» varias alusiones al «bello sexo» en las que se alude a la mujer como representación de la maldad: «Un hombre, que se había casado con muchas mujeres a un tiempo, dio por disculpa, cuando le juzgaron, que lo había hecho por ver si encontraba una buena. Condenáronle los jueces diciendo: —Será menester que vayas a buscarla al otro mundo» (Torrijos 1863: 283). Tal y como señalan las profesoras Morales Sánchez, Cantos Casenave y Espigado Tocino, «todas y cada una de las vertientes en las que la mujer se manifiesta privada o públicamente conlleva un juicio social cuyo veredicto encierra multitud de matices y de injerencias» (2014: 12). Esta visión negativa de la mujer aparece de manera recurrente en estas composiciones, simbolizando, por ejemplo, la cruz del hombre en el mundo: «Un marido, que por lo visto tenía talento, cuando quería asegurar alguna cosa que los demás ponían en duda, tenía la costumbre de extender el brazo y colocando la mano sobre la cabeza de su mujer, decía, alzando los ojos al cielo con dolorosa resignación: —Lo juro por esta cruz que Dios me ha dado» (Torrijos 1863: 280). De este modo, el Almanaque enciclopédico español toma esta perspectiva social de la mujer propia de la prensa satírica de la época y la asimila como elemento central de un importante número de textos literarios presentes en esta sección del «almanaque de la risa». Para ello, establece una especie de dicotomía entre la buena mujer-esposa y una especie de femme fatale que representa todos los males según la sociedad decimonónica y que consideran propios de la mujer: «Ángel y Demonio, María y Eva polarizan en sus extremos toda una suerte de virtudes y vicios, de valores y defectos» (Morales, Cantos y Espigado 2014: 7). Estos planteamientos justifican la identificación, en diversos textos, de la mujer como representación del averno: «—¿Cuál es el medio de ver el infierno? —Estar entre mujeres» (Torrijos 1863: 315); o incluso comparándolas con el propio rey del hades: El diablo no pudo hacer perdiese Dios la paciencia: inmediata consecuencia, el diablo no era mujer (Torrijos 1863: 321).
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Esta percepción negativa de la mujer como un ser malvado y perverso afecta —como hemos visto— a la propia imagen del matrimonio, el cual se representa, en ocasiones, con ciertos matices macabros o sórdidos, coincidiendo con ese humor negro presente en otros textos de la sección:25 Divirtiéndose un marido en cierta tertulia estaba, y un criado fue y le dijo: —Señor, se ha hundido la casa. —Y bien, preguntole el amo, con admirable cachaza; vamos, ¿y qué ha sucedido? cuéntamelo todo: acaba… ¿Ha cogido el hundimiento, por causalidad al ama? —No señor, que por fortuna fuera su merced se hallaba. Al oír estas razones, el pobre marido exclama: —¡Vaya por Dios!, siempre vienen reunidas las desgracias.
Asimismo, otros sujetos de la sociedad española decimonónica, como el andaluz o el gitano, son tipificados a lo largo de las páginas del «Almanaque de la risa», personificando algunos valores y actitudes que se consideran propios de su condición. La representación del andaluz se concentra principalmente en una serie de composiciones breves que quedan englobadas bajo el título «Andaluzadas» (Torrijos 1863: 277), en las que —en otros aspectos— se hace alusión a su forma
Incluso, encontramos algunos textos con referencias al maltrato físico de la mujer, como es el caso de «[Fue un gitano a confesar]» (Torrijos 1863: 271), o «[Cada cual toma como le parece las pruebas de amor]»: Cada cual toma como le parece las pruebas de amor: véase el ejemplo en el siguiente diálogo: —¡Ay, vecina de mi alma! me estoy muriendo de pena, y me mata mi marido con su horrible indiferencia. —Vecina son ilusiones… —¡Ay, vecina que son pruebas! mire V. que hace dos meses lo menos que no me pega» (Torrijos 1863: 277). 25
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de hablar, su fanfarronería,26 su sentido del humor,27 y su picardía;28 unas características que son compartidas con la imagen que se proyecta sobre el gitano en textos como, por ejemplo, «[Estaba un gitano en una feria]» (Torrijos 1863: 278) o el poema «[―Vamos, compare; decía]»: —Vamos, compare; decía un andaluz: ¿cuál cree usté que es el arma mas terrible que existe, y que puede hacer mas averia en el cuerpo de un cristiano? ¡piense ozté! —¿La navaja? dijo el otro. —No zeñó. —¿La bomba?— ¡Qué! —¿El trabuco? —¡Cá! Tampoco. —¿Es acaso el revolver? —Que no zeñó.— ¿La pistola, la culebrina, el morte…? —Vamos, compare; ya veo que usté no entiende er belen. —Pues yo no sé qué demonio existirá peor que todo este infierno. —Compare, la lengua de una mujer (Torrijos 1863: 277-278).
De este modo, el «almanaque de la risa» proyecta una imagen prototípica de la sociedad, las costumbres y el modo de ser de los andaluces y la etnia gitana que responde a unos cánones socioculturales 26 «Un gallego a un andaluz / sacudió de tal manera, / que en medio de a quimera / exclamaba: ‘¡Por Jezú! / que me quiten ezta fiera’. / Cuando la justicia fue / dijo el curro: ‘Zeñó Jué, / aunque er chivato ez un dogo, / lazeguro a su mercé / que zi me dejan lo ajogo’» (Torrijos 1863: 277). 27 «Estaba un andaluz contando los apuros en que se había visto para salir de un pozo de aguas sucias y los peligros que en él había corrido. —Si no acuden tan pronto en mi auxilio —decía— me ahogo sin remedio: la inmundicia me llegaba ya a los tobillos. —Pues entonces —le replicaron— no era tan grande el riesgo. —¡Es que había caído de cabeza! añadió él» (Torrijos 1863: 277). 28 «Un andaluz del Perchel, / a una moza, de Zaragoza, / de mucho garbo y aquel, / cuando pasó junto a él, / le dijo: ‘Adiós, buena moza’. / Miróle ella y replicó: / ‘Siento no poder decir / otro tanto’/ ‘¿Por qué no? / ¿Tiene osté más que mentir/ lo mesmo que miento yo’» (Torrijos 1863: 303).
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e stablecidos en la España de la época y presupone el carácter alegre, jocoso y divertido del pueblo andaluz como un elemento consuetudinario de su propia identidad. No obstante, además de esta representación costumbrista de estas tres figuras —la mujer, el andaluz y el gitano—, en las páginas de esta sección se halla un largo desfile de personajes-tipo que, como en un cajón de sastre, forman parte del imaginario social del siglo xix: curas, reos, alcaldes, estudiantes, militares, extranjeros, o literatos son solo algunos de los numerosos protagonistas que aparecen en estos relatos y composiciones poéticas, con un pretendido tono burlesco. Este componente humorístico se mitiga drásticamente en los textos literarios recogidos en el «almanaque científico literario», en el que se entremezclan artículos de carácter didáctico e instructivo con una serie de pequeñas narraciones relacionados con animales —«Instinto del lobo» (Torrijos 1863: 380), «Ferocidad del oso» (Torrijos 1863: 380), «Inteligencia del perro» (Torrijos 1863: 381) o «Historia del bravo Mostacho, por Collin de Plancy» (Torrijos 1863: 385-388)—, además del cuento titulado El fantasma blanco, escrito por el propio Manuel Torrijos. Por su parte, en el Almanaque enciclopédico español para 1866, la presencia de la literatura es casi testimonial, relegada a la última de las secciones, con unas 25 composiciones poéticas en las siete páginas finales —solo el «almanaque de la risa» del Almanaque enciclopédico español para 1864 y para 1865 cuenta con 52 páginas—. A pesar de esta importante reducción dentro de la publicación, la temática y el carácter de estos textos respondían a las mismas características: versos de tono lúdico, muchos de temática amorosa, y en los que vuelven a aparecer imágenes prototípicas de algunas figuras sociales como la mujer o el gitano, entre otros. Además de la rúbrica de Manuel Torrijos, quien firma varios de los textos literarios que se reúnen en los diferentes números del Almanaque enciclopédico español, también se incluyen diversos textos de otros autores como la fábula «El cura y el sacristán», de Joaquín de Mora —dentro del «almanaque de los niños» en los volúmenes para 1864 y 1865 (Torrijos 1863: 170)—; «[Por no gastar dinero]», de Alejandro Benisia (Torrijos 1863: 301), o «[Decid: ese caballero]», de Alfonso García Tejero (Torrijos 1863: 315). Estas dos últimas composiciones —y la mayoría de los textos literarios firmados por estos autores— se encuadran en el «almanaque de la
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risa» de los ejemplares para 1864 y 1865. Así ocurre, por ejemplo, con los poemas «[Vio en la eminente roca donde anida]» de Hartzenbusch (Torrijos 1863: 300), «Cantar [Para divertir su afán]» de Campoamor (Torrijos 1863: 319-320), o «[¿Qué tiene la bella Luisa]» y «[¿Qué siente un ministro el día]», de Carlos Frontaura (Torrijos 1863: 304). Del mismo modo, Manuel Torrijos toma de José Joaquín Villanueva tres composiciones —«Epístola de un soldado» (Torrijos 1863: 294), «[De sus hoyos Manuela]» (Torrijos 1863: 315-316, «Epístola [De la Albuera a Badajoz]» (Torrijos 1863: 316-317)— y otras dos de Juan Martínez Villergas —«[Cierto escultor no afanado]» (Torrijos 1863: 322) y «Mi casa [Juan, yo vivo a fe de Juan]» (Torrijos 1865: 206-208)—, esta última incluida en el «almanaque científico literario» del número para 1866. Estas composiciones literarias —casi siempre con este tono ligero y humorístico que las caracteriza— no dejan de ser testimoniales, pero que reflejan el interés por parte de Torrijos de elaborar un número de mayor calidad y prestigio con esta segunda publicación del Almanaque enciclopédico español para 1864, que volvió a reimprimir para el año 1865, y que refleja la importancia que la literatura poseía en la publicación. Lamentablemente, los problemas de salud del autor fueron sin duda uno de los motivos por los que el formato fue modificado y reducido para el número correspondiente al año 1866 y que supuso el último que llevaría a cabo el joven escritor. 4. Palabras finales El Almanaque enciclopédico español de Manuel Torrijos es un claro ejemplo de la enorme popularidad y el éxito que tuvo el género a lo largo de la segunda mitad del siglo xix. A lo largo de estas páginas, hemos podido observar las distintas transformaciones que sufrió este tipo de impresos a lo largo de los siglos y cómo esta evolución fue progresivamente modificando la naturaleza de la publicación: desde un formato muy elemental y de carácter eminentemente práctico a un modelo mucho más elaborado y extenso unido a una revista o periódico principal que aparecía como número especial a finales de año. Vinculado a La Moda Elegante desde sus comienzos, el Almanaque de Torrijos tuvo que hacer frente a diversas dificultades y problemáticas debido a factores internos como externos y que pusieron en riesgo la continuidad del almanaque. Por un lado, la buena acogida que tuvo el
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primer número para el año 1863 alentó la idea de preparar un volumen más amplio y elaborado para los años siguientes, pero ello supuso también un mayor esfuerzo a la hora de compilar y organizar los contenidos que debían formar parte de este nuevo formato. Así mismo, la decisión de trasladar la publicación de Cádiz a Madrid provocó una serie de inconvenientes logísticos y económicos que se vieron agravados por la enfermedad del propio autor, aspectos que seguramente impidieron que el proyecto se desarrollara como lo habían planeado los editores, Federico Joly Velasco y Abelardo de Carlos, y el propio Manuel Torrijos. Sin embargo, y a pesar de estos escollos, la publicación consiguió seguir adelante con el Almanaque para 1865 —a través de una reedición del número anterior— y con el del 66, con una reducción considerable del ambicioso modelo establecido para el año 1864. La concepción del Almanaque enciclopédico español como un conjunto de almanaques temáticos de menor extensión refleja el grado de diversificación y especialización que alcanzó el género en este periodo del siglo xix y, a su vez, el carácter misceláneo que plantea la publicación. Para ello, Torrijos se inspiró en los modelos anteriores —y en la propia tradición del género—, tomó diferentes elementos de la sabiduría popular, de los avances de su tiempo y de la realidad contemporánea, y los unificó bajo unas temáticas concretas según los posibles intereses de sus lectores, buscando siempre ese equilibrio entre la novedad y la identidad en las páginas de su Almanaque enciclopédico español. Al combinar contenidos meramente utilitarios y prácticos, con textos instructivos y didácticos y otros de corte lúdico relacionados con diferentes ámbitos, grupos sociales y oficios, Manuel Torrijos presentaba al público un Almanaque dinámico, polivalente y abarcador, lo que le permitió abrir un amplio abanico de lectores potenciales y una mayor difusión en el mercado editorial de su época. Si bien este tipo de impresos no ha despertado una atención destacable dentro las investigaciones científicas hasta la fecha, la publicación de Manuel Torrijos confirma la riqueza que el género posee a nivel periodístico, literario y cultural, reflejo de una sociedad, un periodo histórico y un país que, entre la instrucción y el entretenimiento, cobran nueva vida en las páginas del Almanaque enciclopédico español.
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LA EDITORIAL EDUARDO PERIÉ Y DOS REVISTAS INÉDITAS SEVILLANAS PARA LA MUJER: LA TORRE DEL ORO (1872) Y LA MODA HISPANO-AMERICANA (1874) Marta Palenque (Universidad de Sevilla)
1. Introducción En la Sala del Tesoro Paul Groussac de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina (Buenos Aires) se localizan ejemplares de dos cabeceras inéditas de prensa sevillana decimonónica, hasta el momento no analizadas y fuera de los catálogos hemerográficos: La Torre del Oro. Periódico dedicado a las Damas. Educación, Modas, Labores, Literatura, Economía Doméstica y La Moda Hispano-Americana. Periódico ilustrado de las familias, impresas entre 1872 y 1874. No están registradas en la Historia y bibliografía de la prensa sevillana, de Manuel Chaves Rey (1896, véase 1995), índice de las publicaciones periódicas hispalenses desde las gacetas del siglo xvii hasta 1896, ni han sido añadidas después a los ensayos de prensa andaluza. Tampoco se incluyen en los estudios de prensa femenina o familiar, exceptuando alguna mención que indicaré más tarde. Su estructura y contenido no son originales: ambas siguen el modelo de la prensa ilustrada de gran formato, destinada a la aristocracia y la burguesía adinerada, incorporando patrones y consejos de moda, además de artículos y textos literarios. Una prensa útil y docente, que mezcla patrones de vestidos y labores con literatura, y hermana al público femenino europeo y americano bajo las alas de imágenes importadas de Francia o Alemania. Tienen el sello inaugurado por El Museo Universal y La Ilustración Española y Americana, a su vez semejantes a varias publicaciones extranjeras de título casi idéntico, que Abelardo de Carlos —dueño de la segunda— usó asimismo en La Moda Elegante Ilustrada, de larga vida. Los textos suelen ser de cosecha propia y están preñados de sentimentalismo.
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Mi objetivo en este ensayo es doble: por un lado, presentar y describir las publicaciones; por otro, inscribirlas en el mercado profundizando en la empresa que estuvo a su cargo, la editorial Eduardo Perié (Sevilla), propietaria de la Biblioteca Económica de Andalucía y de la Biblioteca Hispano-Sur-Americana. Perié es un claro ejemplo del nuevo editor profesional, que diseña sus productos adaptándose al público. Las colecciones de Buenos Aires están mutiladas e incompletas, y en mal o regular estado de conservación. Según me aclara el jefe de la Sala del Tesoro, Juan Pablo Canala, no queda documentación que permita conocer la procedencia o fecha de entrada, pero parecen encontrarse en su fondo antiguo desde el siglo xix.1 2. Descripción de La Torre del Oro La Torre del Oro estuvo dirigida por la conocida María del Pilar Sinués de Marco —Zaragoza, 1835-Madrid, 1893—, dato que no se señala en Simón Palmer (1991: 650-671). Lo mismo ocurre en las páginas relativas a Ángela Grassi —Crema, Italia, 1823-Madrid, 1883— (1991: 335-347) y a Gertrudis Gómez de Avellaneda —Puerto Príncipe, 1814-Sevilla, 1873— (1991: 311-323), colaboradoras en sus páginas, lo que confirma la rareza de la fuente.2 El número 1 (año I) de La Torre del Oro. Periódico dedicado a las Damas. Educación, Modas, Labores, Literatura, Economía Doméstica apareció en abril de 1872. La colección argentina está compuesta por trece entregas —numeradas del 1 al 13— de ocho páginas, impresas a tres columnas, con ilustraciones en blanco y negro, y hermosas láminas cromolitografiadas. Se han perdido las páginas 29-30, correspondientes al número 4. Mide 38 cm de alto, está encuadernada y forma un tomo de 104 páginas.3
Signaturas TES3B041223 (La Torre del Oro) y TES3C211301/005 (La Moda Hispano-Americana). 2 Tampoco se cita la revista en posteriores ensayos sobre las autoras. 3 En papel de aguas de tonos verdosos, lleva lomo de piel roja, con el título en letras doradas, mayúsculas. La fecha iría en la parte inferior, desgarrada. Fue encuadernada en la biblioteca, lleva sello: «E. Koenig / Encuadernador / de la / Biblioteca Pública / de Buenos Aires». 1
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Imagen 1. La Torre del Oro, nº 1 (abril 1872).
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El apunte de mes y año del número 1 continúa en el 2 (mayo 1872), pero falta en los ejemplares siguientes, de manera que no es posible asegurar la fecha exacta del último conservado. Tampoco se anota en la cabecera información sobre la empresa y solo consta, en la última página, el pie de imprenta: «Sevilla. Oficina tipográfica de la BIBLIOTECA, Churruca, 1». A partir del número 6 (sin fechar), se precisa «año II» y cambia el diseño de la cabecera —hasta entonces neutra, sin dibujos—, que ahora brinda el domicilio de la redacción y administración y una viñeta alegórica: la vista de la orilla del río Guadalquivir, con representación de la Torre del Oro, el palacio de Montpensier, la Giralda, barcos, un coche de caballos... La empresa valora, en una nota a los suscriptores, esta mejora como una muestra de agradecimiento por la excelente recepción que la revista había logrado de «favorecedores y suscriptores en América». Asimismo, subraya el uso de una letra más pequeña en la impresión, «a fin de aumentar la lectura y darle más amenidad» (nº 6, s.f.: 48).
Imagen 2. Cabecera de La Torre del Oro a partir del número 6.
Aunque se publicita una periodicidad mensual, cabe pensar que no salió de manera regular o que pasó a ser bimensual. Así, en el número 13 —cuando muda el domicilio de la redacción y el pie de imprenta, indicativo de la ampliación del negocio al continente americano— se lee bajo el poema «El cólera», del sacerdote José M. Montes, esta fecha:
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«Buenos Aires, Enero 13 de 1874». La numeración y foliación no se interrumpen a lo largo de los trece ejemplares. Además, en este número se menciona la Biblioteca Hispano-Sur-Americana, que sustituye a la Biblioteca Económica de Andalucía a partir de 1874, según aclararé en un epígrafe posterior con el resumen de la trayectoria editorial de Eduardo Perié. Ordeno los datos expuestos: Año I
Nos 1-5
Redacción y administración: No consta.
Imprenta y encuadernación: No consta.
Redacción y administración: Venerables, 5.
Imprenta y encuadernación: Castellar, 23.
Año II Nº 13 Redacción y (último administración: conservado) Guadiana, 10, Sevilla.
Imprenta y encuadernación: Castellar, 23.
Año II Nos 6-12
Pie de imprenta: Sevilla, Oficina Tipográfica de la Biblioteca [Económica de Andalucía], calle Churruca, 1. Sevilla, Oficina Tipográfica de la Biblioteca [Económica de Andalucía], calle Churruca, 1. Biblioteca Hispano-SurAmericana. Dirección y administración: Buenos Aires, Salta, nº 324. Sevilla. Oficina tipográfica de la Biblioteca Hispano-SurAmericana, Castellar, 23.
No hay precios de suscripción. Solo al final del número 13, cuando se está produciendo la transición entre las dos colecciones o bibliotecas, se estima un importe, pero para abonar la nueva Biblioteca Hispano-Sur-Americana. Así se desprende de esta publicidad:
Imagen 3. Publicidad, nº 13.
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La periodicidad mensual que se anota en la imagen anterior es de la Biblioteca, no de la revista. La Torre del Oro se mostraba al público estrechamente vinculada, primero, a la vida de la Biblioteca Económica de Andalucía y, desde el número 13, a su continuación, la Biblioteca Hispano-Sur-Americana. La revista seguía imprimiéndose en Sevilla. Era posible adquirirla de manera independiente o se servía como regalo a los suscriptores. Carezco de información para asegurar la difusión de La Torre del Oro en España, lo que probablemente ocurriría; sin embargo, extraña la ausencia de colecciones o ejemplares sueltos en las hemerotecas. En cuanto a la transmisión americana, la Biblioteca Económica de Andalucía se vendió muy bien en distintos países, entre ellos Argentina y Uruguay, lo que determinó la apertura de la oficina editorial en Buenos Aires y la fundación de una biblioteca con un nombre específicamente enfocado al mercado americano. Un pequeño comentario sobre la tradición de revistas para la mujer editadas en Buenos Aires para cerrar este epígrafe. Según Auza (1988), se remonta a 1830 y hubo varias publicaciones españolas en el mercado porteño, entre las que se contaría La Torre del Oro, igual que La Moda Hispano-Americana, como subrayaré después. En las impresas en Argentina, tampoco era raro encontrar firmas españolas; por ejemplo, Pilar Sinués está en La Ilustración Argentina o La Ondina del Plata, según datos del mismo autor. 2.1. La dirección de María del Pilar Sinués de Marco La lectura de La Torre del Oro declara tanto el público aristocrático y burgués al que se encauza como su ideología conservadora en lo relativo a la educación femenina, lo que abona el nombre de la directora, Sinués, una de las escritoras profesionales amparadas en el progresivo prestigio y crecimiento de impresos dedicados a la mujer a lo largo del siglo. Empeñada en la ilustración femenina, sus heroínas tienden a ser delicadas, sentimentales, humildes, sujetas a las lindes hogareñas y a la protección de los hombres, actitud que ella misma mantuvo públicamente al supeditar su firma a la de su marido, José Marco, como hicieron Faustina Sáez de Melgar, Antonia Díaz de Lamarque, etc. Hábito que extraña en mujeres que, con su sola presencia en revistas y portadas de libros, fueron ejemplos de un feminismo acomodado a su tiempo.
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Sinués disfrutó de una gran influencia en la prensa periódica española a partir de 1860, junto a la citada Sáez de Melgar y a Ángela Grassi, esta última también colaboradora de La Torre del Oro. Novelista y poeta desde la década de 1850, destacó por ensayos como Un libro para las damas (1876), Un libro para las madres (1877), La mujer en nuestros días (1878), Galería de mujeres célebres (1880), La misión de la mujer (1886), entre otros, y por la dirección de El Ángel del Hogar (1859-1869). La Torre del Oro la recuperaba como directora tras el periodo dorado que supuso este último negocio, en momentos en que la prensa femenina había entrado en un proceso de transformación, a instancias de demandas sociales que determinaban una intervención más activa de la mujer en la sociedad, lejos del «canon isabelino», como ha explicado Sánchez Llama (2000: 206-207). Sinués terminaría separándose de su marido en 1875, y de ello derivó la ruptura del modelo femenino que había transmitido, cuestión analizada en la amplia bibliografía sobre la autora, que también califica aspectos tales como la doble moral vigente en la época. Esa moral hipócrita es un rasgo propio de muchas publicaciones femeninas e inherente al comportamiento burgués decimonónico.4 2.2. Textos e imágenes La Torre del Oro es una publicación muy cuidada, en la que destaca el feliz acoplamiento entre grabado y letra. Las imágenes son poderosas, ocupan un mayor espacio en la plana, y revelan el detalle de los vestidos, labores o peinados que se describen en las secciones fijas: «Explicación de los grabados», «Explicación del figurín» y «Crónica de la moda», con las firmas Carolina, Inés y Pamela (este último fue usado por Sinués en otras publicaciones). En esta sección radicaría gran parte del atractivo y el soporte económico de las revistas, dado el valor de la apariencia en la vida burguesa y la trascendencia del vestido como signo de estatus social. 4 Así lo declaraba Aranguren (1974). El auge de la mujer lectora es paralelo al uso de la poesía como medio de enseñanza moral (Palenque 1990). La bibliografía sobre prensa femenina en la España del xix cuenta con distintos estudios desde los pioneros de Roig (1977) y Perinat y Marrades (1980); también lista las publicaciones Jiménez (1992). Sobre los orígenes españoles, Sánchez y Román (2014). Más reciente, y de conjunto, Velasco (2016).
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En los grabados a veces es apreciable la firma H. Colin. El comercio y amplia circulación de las ilustraciones en el mercado europeo se comprueba aquí, en coincidencia con la práctica de las conocidas como «ilustraciones» (al respecto, Alonso 1996; Giné, Palenque y Goñi 2013). El origen francés queda confirmado por palabras o frases en este idioma inscritas en las imágenes. Algunas láminas en color, de gran calidad, llevan la indicación: «François Ebhardt, Edit. Imp. Paris et Bruxelles». En la presentación al público, los redactores recalcan el valor de esos exquisitos grabados, «con las leyes de las modas más recientes y elegantes», asociados a consejos para el cuidado de la casa, patrones de vestidos, confección de sombreros, ropa blanca, adornos, tapetes o trajes de niños, peinados, etc., «en fin, todo lo que una familia necesita», respetando siempre la economía y el buen gusto («Nuestros propósitos», nº 1, abril 1872: 1).5 Labores de toda clase que abarcan la confección de forros para cubrir los libros, lo que enfatiza el sentido cotidiano y hogareño de la lectura.
Imagen 4. Nº 10, s.f.: 74.
Modernizo la ortotipografía en todas las citas.
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Imagen 5. Una dama lee lo que parece una revista ilustrada (nº 13, s.f.: 101).
Mujeres y niñas, generalmente rubias y de rasgos distinguidos, son las protagonistas de este artificioso universo de papel, y lucen trajes de calle, de boda o primera comunión, así como aderezos y peinados para las distintas coyunturas. En ocasiones se dejan ver niños, pero nunca jóvenes u hombres maduros (en otras revistas aparecen, por ejemplo, en escenas de reuniones o en bodas), ajenos a ese mundo de cuidado personal, a una esfera de lo doméstico reservada al sexo femenino. Stoll Dougall (1994: 9 y 10) cita a Umberto Eco a propósito de la calificación de los medios como «instrumentos de olvido» y, ciertamente, es ejemplar el vacío e ilusorio mundo que conforma La Torre del Oro al preterir la realidad social, la vida con sus muchos matices, manifestando solo un ámbito limitado a las lectoras por «las expectativas y valoraciones de su papel en la sociedad».6 La educación femenina o bligaba 6 Partiendo de la abundancia de imágenes de mujeres en la prensa femenina, la autora citada estudia las relaciones entre lenguaje y género a partir de los actos de
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a que las señoras y señoritas de la casa tuvieran una educación básica, y en este barniz entraban la música y la lectura. El vestuario, el peinado, el maquillaje y las maneras sociales completaban el equipaje para brillar en sociedad. Mujeres que servían para atestiguar la buena posición o el poder de las familias. Los grabados de La Torre del Oro muestran siempre mujeres jóvenes y hermosas, algunas madres, acompañadas de niños, raras veces señoras maduras, tampoco ancianas. En ese recinto privado faltan las domésticas, amas de cría y, en definitiva, un estamento social oculto. El lujo que evidencian las ilustraciones, y sobre todo la lámina cromolitografiada en colores, enmarca las aspiraciones de la clase burguesa acomodada en el poder, émula de las maneras aristocráticas, por estos años en los límites del Sexenio Revolucionario y en el umbral de la Restauración borbónica.
Imagen 6. Tres generaciones reunidas: una promesa de un mundo sin cambios (nº 10, s. f.: 177). habla, centrándose en publicaciones británicas. Las coincidencias con las españolas son abrumadoras. Lo mismo se aprecia en el cotejo con la prensa italiana y su vocabulario (Sergio 2010).
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Los artículos y explicaciones técnicos de patrones, peinados y labores, junto a sus grabados, casi copan el espacio del ejemplar frente al contenido literario, breve pero importante por su valor doctrinal. El subtítulo resume las intenciones y el contenido: Educación, Modas, Labores, Literatura, Economía Doméstica. La Redacción no deja lugar a dudas acerca de su finalidad en el preliminar del número 1: No venimos a la prensa a rivalizar con los demás periódicos del género del nuestro: pero llegamos con invariables y firmes convicciones que creemos sanas y provechosas para la sociedad en general, para la juventud en particular. Hasta hoy los periódicos de modas españoles se han cuidado solamente de engalanar y de embellecer el cuerpo: nosotros, a imitación de los franceses […], trataremos también de embellecer y alimentar el alma, y de adornar y hacer grata la casa, que es el asilo y a la vez el imperio de la mujer. Nuestro periódico tendrá siempre un artículo de fondo, para la educación moral de las jóvenes: pero bajo una forma amena y deleitable: las Cartas de dos hermanas, que desde el primer número empezamos a publicar, creemos que llenan el objeto propuesto, y que unen lo útil a lo agradable, y los más sanos preceptos de la moral, a las reglas del más exquisito buen tono; no hay elegancia más distinguida que la que va unida a la virtud […] (nº 1, abril 1872: 1).
La dirección de Sinués es, para los encargados de La Torre del Oro —cabe imaginar a Perié, hombre culto y con gran sentido del negocio—, garantía de calidad, y recuerdan a las lectoras su importante labor al frente de la revista El Ángel del Hogar. Con el objetivo de «embellecer y alimentar el alma», Sinués va desgranando sus enseñanzas número a número. El artículo de fondo toma el modelo de una narración epistolar, una comunicación íntima entre dos mujeres, forma apropiada y tradicional para la docencia. El género era idóneo tanto para emitir una lección moral como para medir la extensión de la entrega. La correspondencia ficticia se mantiene entre dos hermanas, una viuda y otra soltera —Matilde, de veintiocho años, y Laura, de quince—. Matilde escribe desde París, relatando su dolor por la reciente muerte de su esposo, tras la que ha quedado con hijos pequeños; Laura, desde Madrid, da noticia a la hermana acerca de su madre enferma y de su anciana abuela, con las que convive, y
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expresa su satisfacción por poder contar con ella: «… ahora tú serás mi confidente, tú me alumbrarás en el camino de la vida con la luz de tu experiencia y tú resolverás las dudas que se me ocurran» (nº 2, mayo 1872: 9). Queda así explícito el pacto en la ficción y en la realidad de la lectura. Los espacios y condiciones del diálogo son opuestos: el encanto de la gran ciudad francesa frente a un pueblecito de la sierra madrileña, apartado y solitario, llamado Valdepaz, al que se han mudado Laura y su familia. La lectura es el único consuelo para Laura: «me llevo todos los libros posibles, y he llenado ya un cajón muy grande: todo cuanto dinero he podido reunir, lo he empleado en comprar lindas novelas y libros entretenidos» (nº 2, mayo 1872: 9), además se propone estudiar música. Para ella la vida ideal es la de sus amigas, muy ricas, por lo que desea llegar a casarse con un hombre que pueda darle todos los lujos, aspiración que su hermana mayor le ayuda a matizar, haciéndole comprender que el dinero no da la felicidad. Le aconseja una lectura de Henri Conscience: La dicha de ser rico, y pondera el trabajo y «la medianía» para lograr la felicidad: «Laura, nuestra misión no es brillar, sino cuidar de la dicha del hogar doméstico (nº 3, s. a.: 17). En Valdepaz, Laura encuentra la calma y se relaciona con vecinas y amigas que la ayudan a ver su situación desde otro punto de vista. Pero llegan al pueblo nuevos visitantes de alcurnia. Laura persiste en ambicionar la riqueza y aspira a un matrimonio que la favorezca, aunque su marido le doble en edad. El asesoramiento de su hermana insiste en demostrarle su equivocación: «para distinguirse de las gentes vulgares, ha sido y será siempre necesario conservar el tono y las maneras que anuncian la modestia, la reserva, la bondad, la indulgencia, la decencia, la dulzura y la nobleza de los sentimientos; el solo buen gusto hace conocer que, para brillar y seducir, es preciso educación […]» (nº 8, s. a.: 57). Siguen disquisiciones sobre la vanidad y la humildad, la necesidad de mostrarse trabajadora, nunca en exceso, contenta sin algarabía —la tristeza no es virtuosa—, elegante pero no recargada, amable sin ser obsequiosa, de huir de los enfrentamientos y discusiones —por mínimos que parezcan—… En definitiva, la mujer debe mantenerse siempre alerta para satisfacer a todos, dentro de los límites del buen gusto. Una terrible carga para las jóvenes casaderas, sin duda, y una educación que predica el engaño y la impostura como norma de conducta social.
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La sección literaria la completan poemas, novelas fragmentadas y cuentos o artículos.7 Participan hombres y mujeres, entre ellos varias firmas muy relevantes en el marco de la literatura decimonónica española. Las novelas están traducidas del francés, nada extraño en la prensa del xix, y comparten la finalidad docente con los restantes contenidos; lo deja claro la redacción: «Una novela ya sea original, ya traducida, de esas que conmueven dulcemente el corazón de las jóvenes, de esas propiamente escritas para la mujer […]» («Nuestros propósitos», nº 1, abril 1872: 1). Se eligen Tres frentes para una corona, de Leon Gollan (errata por Léon Gozlan) (nos 1-7), y El tesoro de la casa, de Maria (errata por Maurice o Mauricio) Bárr (nos 8-13), ambas traducidas o «arregladas» del francés por la condesa de Valdeflores. La segunda concluye en el último ejemplar conservado de La Torre del Oro. Esta narración se dio en otras revistas, por ejemplo, en El Ángel del Hogar y en La Moda Elegante, en la segunda explicando que era una adaptación de Sinués, quien podría ser esa condesa de Valdeflores.8 En prosa se incluyen varios artículos docentes o morales: «Lo que nos falta» (nº 7), de Sinués; «El egoísmo» (nº 8), de Francisca Carlota del Riego Pica; «Los celos» (nº 10), de Sinués; «Los niños mal criados» (nº 11), de Matilde Troncoso; y «La indiferencia» (nº 12), de Isabel Poggi de Llorente. También dos de María de la Concepción Gimeno, similares al exponer una educación falsa y contenida para las mujeres, cuyo principal objetivo es convertirlas en modelos de virtud y sacrificio, siempre usando un estilo de sublimación cursi. La felicidad o la realización personal quedaban alejadas de la órbita femenina. En uno de ellos, «La mujer y el poeta» (nº 9), afirma Gimeno: La mujer tiene puntos de contacto con el ángel, el poeta con la mujer. Grande, sublime es la misión de estos dos seres en el mundo. Dios ha mandado la mujer a la tierra para que muestre al hombre el camino del cielo.
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dice.
Realizo el catálogo de los textos literarios insertos en las dos revistas en el apén-
En Simón Palmer no se registra ninguna condesa de Valdeflores, sí una condesa de Valflores, que publica en El Correo de la Moda en 1875 y 1887 (Simón 1991: 702). Las versiones de La Torre del Oro y La Moda Elegante difieren, pero encuentro parlamentos idénticos. 8
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Dios ha concedido al poeta su genio privilegiado para que cante a los mortales las bellezas de lo inmortal […]. ¡Oh! ¡si las almas tuvieran sexo, el alma del poeta sería el alma de mujer! […] El poeta y la mujer se comprenden […] (nº 9, s. f.: 69).
El texto recuerda las Cartas literarias a una mujer de Gustavo Adolfo Bécquer. En el siguiente, «La felicidad» (nº 13), Gimeno revela que esta es inalcanzable y conviene solo en pequeñas dosis: A nuestra débil naturaleza no le conviene un perpetuo estado de felicidad, porque la saciedad nos haría insensibles a ella. La felicidad es un opio: en poca cantidad fortalece, pero en gran dosis aniquila, envenena. El hilo de la vida se aflojaría, dice Pitágoras, si no estuviera mojado con algunas lágrimas (nº 13, s.f.: 101).
El apartado narrativo propone, además, una leyenda breve en prosa, «Sisalda. Tradición histórica» (nº 4), firmada por E. M. de U.; un artículo de costumbres: «¡De buena me he librado!» (nº 6), de Gerónimo Lafuente; y el cuento «Los quid pro quo de una carta» (nº 3), de Inés, nombre propio tras el que podría estar Sinués. En el verso, se enredan emociones contrapuestas, aunque en general son poemas sentimentales, de inspiración romántica, que ensalzan la virtud y la belleza femenina. Por ejemplo, en el número 1 se entrecruzan las voces de Bernardo López García: «Meditación» —sobre el poder y la justicia divina—, con la leyenda romántica suscrita por Un rondeño, y varias composiciones sobre la mujer y la figura del poeta, de M. Entre las últimas, esta balada con un consejo moral: […] Cuando observéis en purpurinas frentes, rayos de luz, de paz y de poesía, desechad ilusiones, que os mentirán un cielo; el bien y la verdad no son del suelo. ¡Alerta, corazones!
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En el número 2, el conocido poema de Gertrudis Gómez de Avellaneda «A una amiga» (que empieza «No soy maga, ni sirena»)9 remite a la hermandad lírica que mantuvo acompañadas, e hizo fuertes, a tantas escritoras frente a burlas y menosprecios, pese a que hubiese discrepancias y antipatías entre ellas (Kirkpatrick 1991). En los posteriores, Ignacio Virto advierte a la joven y tierna Elisa acerca de los peligros de la tristeza por causas amorosas («A Elisa») y Ángela G rassi —muy amiga de Pilar Sinués— contesta a un amante idolatrado, al que ya no quiere. La fuerza de su expresión contrasta con el tono sensiblero del poema de Virto, un ejemplo del dispar punto de vista masculino y femenino con respecto a una misma situación. Para Virto las mujeres mueren de amor al no conseguir colmar su sentimiento; para Grassi, abandonan a los hombres que las decepcionan, lamentan el llanto vertido y, con orgullo, incluso los perdonan por no estar a la altura: ¡Indigno eres de mí! ¿De nieve helada cuando ardiente volcán, pudo ser socio? ¡Lo que te sobra en calculada ciencia, en corazón me sobra generoso! ¡Vano el empeño es ya! El amante lazo que nos unió fatal, tranquila rompo […] (nº 4, s. f.: 32).10
Grassi colabora en los números 4 y 5; en este segundo con «Sin esperanza», de nuevo sobre el tormento del amor no correspondido, ahora la fuerza del yo lírico está en la percepción de la angustia. En el número 6, a las mejoras relativas al adorno de la cabecera y el aumento de texto, se suma el trabajo de poetas reconocidos: el gaditano Arístides Pongilioni —uno de los amigos cercanos a Gustavo Adolfo Bécquer— y el popular cordobés Antonio Fernández Grilo. Los dos coinciden en acusar de voluble e interesada a la mujer. El delicado Pongilioni opone los sentimientos de una pareja en los serventesios decasílabos de «Tu amor y el mío»: los de ella son «loca brisa», frente a los de él, «cedro eminente». Los afectos verdaderos y nobles son los masculinos. Para Grilo, su enamorada prefiere las joyas a la pasión.
Se publicó en 1846 con el título «Romance. Contestación a otro de una señorita», en Poesías (1850) (remito a Gómez de Avellaneda 2015: 358-360). 10 Ruiz (1990) cita este poema y lo relaciona con otros de la autora. 9
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Una muestra de la poesía albumística evoca la amistad íntima de Sinués con la sevillana Antonia Díaz de Lamarque, con la que mantenía comunicación epistolar íntima. Los maridos de ambas —José Marco y José de Lamarque— se conocían y carteaban: intercambiaban confidencias, favores literarios y sociales. Es probable que Sinués pidiese a Díaz algún poema para su revista y que esta cediese el original de uno de los autógrafos de su álbum, en concreto un romance de Luis Vidart, fechado en 1867, que respeta la retórica de esas composiciones circunstanciales: En las hojas de este álbum poesías de claro ingenio, altamente han celebrado de tu pluma los aciertos, de tu rostro la hermosura, de tu virtud, el ejemplo […] (nº 8, s. f.: 62).11
Frecuente en las revistas femeninas es el traductor Teodoro Llorente, remedando el estilo de José Selgas y Antonio de Trueba en «Florescencias» (nº 9), recuerdo de un amor infantil en plena explosión de la naturaleza. Micaela de Silva insiste en el simbolismo floral con «El jazmín» (nº 10), flor hermosa, pura, divina, de vida corta, cuya esencia sobrevive a la muerte. «El ideal», de Evaristo Silió, es un poema becqueriano, que alterna metros largos y cortos, de rima oxítona, para expresar lo insoluble de las aspiraciones humanas. Termina: «¡Ay en vano esta duda mi pecho afana / hoy mismo acaso… ¡tal vez mañana! / ¡Tal vez jamás!» (nº 12, s. f.: 94). De Campoamor, uno de los grandes poetas de la centuria, muy querido por sus lectoras, se copian dos doloras entrelazadas, planteamiento de una misma realidad —la difícil asunción de la madurez y la independencia necesaria de los hijos— desde ópticas opuestas: «Dolora. Los padres y los hijos» y «Los hijos y los padres». En el número 13, dos composiciones especiales, muy largas: la primera, de Timoteo Domingo Palacio, «La hija de Jairo», por ir dedicada a la directora, Sinués, de asunto religioso; la segunda, por introducir
El álbum de Antonia Díaz se conserva: el autógrafo del poema se localiza en la hoja 19v. Se introducen leves cambios: por ejemplo, en el primer verso, en la revista se escribe «álbum», en lugar de «libro». Más información sobre el poema y los autores en Román y Palenque (2008). 11
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a un autor argentino, o radicado en la capital, que dialoga con la ciudad durante la epidemia de cólera morbo: ¿Qué tienes Buenos Aires, que estás tan triste? ¿Por qué de alegres galas ya no te vistes? ¿Por qué tu cielo tan risueño y sereno está de duelo? […]
Se trata del texto de Montes que lleva al pie la fecha 13 de enero de 1874, al que aludí al comienzo. El año confirma la periodicidad bimensual de La Torre del Oro. En 1874 tuvo lugar en Buenos Aires un brote de cólera, que se extendió desde diciembre hasta marzo de ese año y produjo numerosos fallecidos (Fiquepron 2020). En conjunto, los colaboradores de La Torre del Oro son constantes en la prensa decimonónica, asiduos a la femenina y afines a Sinués. Es el caso de Teodoro Llorente o Evaristo Silió, y de Ángela Grassi, María de la Concepción Gimeno, Micaela de Silva, Francisca Carlota del Riego Pica, Isabel Poggi de Llorente...12
En Simón (1991) se registran todas las colaboradoras citadas, a excepción de Matilde Troncoso, quien participó en El Álbum de la Mujer (Criado 1889: 158). Francisca Carlota del Riego Pica (¿?) (Simón 1991: 575-576) apareció en La Ilustración Católica, El Correo de la Moda, El Oriente de Asturias, Semanario Pintoresco y compuso las novelas Elena de Mendoza (1859), Una calumnia (1861) y La misión de la mujer (1882). Micaela de Silva (Oviedo, 1809-Jadraque, Guadalajara, 1849) firmó también como Camila Avilés, fue vocal auxiliar del Ateneo Artístico y Literario de Señoras de Madrid, fundado por Sáez de Melgar en 1869, y compareció en La Educanda, El Ángel del Hogar y otras revistas. Firmó dos volúmenes poéticos: Un novio a pedir de boca (1863) y Emanaciones del alma (1885) (Simón 1991: 646-649). María de la Concepción Gimeno, o Jimeno, de Flaquer (Alcañiz, Teruel, 1850-¿?), escritora muy relevante, redactora y directora de revistas en España y América, fundó La Ilustración de la Mujer y publicó Victorina o heroísmo del corazón (1873), La mujer española. Estudios acerca de su educación y sus facultades intelectuales (1877), etc. (Simón 1991: 363-374). Isabel Poggi de Llorente, de soltera Poggi Borsotto —Santa Cruz de Tenerife, 1840-Ávila, 1917—, colaboró como poeta en varias revistas, entre ellas La Violeta y El Museo Literario (Simón 1991: 557-558; Perera 2021). 12
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3. Descripción de La Moda Hispano-Americana La colección de La Moda Hispano-Americana hoy en Buenos Aires está en mal estado de conservación y mutilada. Quedan solo cuatro números de esta revista de gran formato (igual medida que La Torre del Oro, 38 cm), con ejemplares de diez páginas, impresa a tres columnas, grabados en blanco y negro (de nuevo se aprecia la firma H. Colin) y una lámina —grabada al acero— en color. La revista se vendió mensualmente a partir de mayo de 1874 (nº 1, dañado, faltan trozos y páginas) y el último ejemplar corresponde a agosto (nº 4). Carece de nombre de director o directora. Podía suscribirse por un año, tres meses o un mes por adelantado, de forma independiente o junto a la Biblioteca Hispano-Sur-Americana, que había sustituido a la Económica de Andalucía en 1874. Para aquellos que se abonaran a ambas, se les ofrecía un anuncio gratuito mensual en los tomos de la Biblioteca.13 Los datos de contacto e impresión concuerdan con La Torre del Oro: Dirección y administración: Guadiana, 10.
Impresión y encuadernación: Castellar, 23.
Pie de imprenta: Oficina tipográfica de la Biblioteca Hispano-SurAmericana, Castellar, 23 Desde el nº 2: Sevilla, Imprenta de D. Baldomero Suriá.
Precios de suscripción: en Sevilla, un año, 60 reales; fuera de Sevilla, 72 reales; en Ultramar y extranjero, 130 reales.
Imagen 7. Cabecera del número 3. El precio para ambas publicaciones era de 100 reales de vellón al año —en Sevilla— o 120 —fuera de Sevilla—. Tomo las cantidades de la contracubierta del volumen de Historias diversas, de Ricardo Molina (Sevilla: Biblioteca Hispano-Sur-Americana, 1874). 13
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Juan Criado y Domínguez (1889: 177-178) registra, con pocos datos, La Moda Hispano-Americana. Periódico ilustrado de las familias en el libro Literatas españolas del siglo xix. Apuntes bibliográficos. Asimismo, la citan Perinat y Marrades (1980: 396) en su índice onomástico —no indican haber visto ejemplares y desconocen la fecha de edición— y Néstor Auza cuando, al analizar la prensa para las familias en el mercado argentino, plantea la enorme difusión que tuvieron en él las revistas españolas: Las primeras publicaciones al respecto que circulan en Buenos Aires provienen de España y su distribución en el medio porteño se prolonga hasta fines de siglo, si bien en ese período en forma muy disminuida. Es precisamente de España de donde proviene La Moda Hispano-Americana, «periódico ilustrado de las familias», de amplia circulación en todo el país en la década del setenta. En la década siguiente aquel es sustituido por La Moda, «periódico ilustrado de las familias», según lo indica el subtítulo (1988: 47).14
Simón Palmer (1980) agrupa los títulos de este subtipo de prensa, de gran variedad, todos unidos por el lema «moralizar deleitando y recrear instruyendo», y distingue las publicaciones meramente instructivas (o de educación doméstica) de las literarias; entre las segundas, Semanario Pintoresco Español. Lectura de las familias (1836-1857), El Museo de las Familias (1838-1841) o El Ángel del Hogar. Páginas de la familia (1864-1869). Pero, en realidad, La Moda Hispano-Americana. Periódico ilustrado de las familias apenas se diferencia de La Torre del Oro. Cada número incluye una entrega narrativa y uno o varios poemas, además de la «Crónica de la Moda» —anónima, solo firmada por Concepción C. Vázquez en el número 4— y patrones de vestuario, ganchillo, bordado, etc. Los grabados en blanco y negro ilustran las explicaciones. La procedencia francesa de todo lo relativo a la moda, letra e imagen, como garantía La difusión en América de la prensa familiar o femenina española es un tema poco estudiado, según confirma Vicens (2016: 190, n. 143). Según Auza: «Es a imitación de las españolas y por iniciativa de un activo editor y librero español, Benito Hortelano, radicado en Buenos Aires, que se publica la primera experiencia de un periódico dedicado a las familias. Se titula La Ilustración Argentina que alcanza tres épocas. La segunda de ellas, que abarca los años 1853-1854 es dedicada a la familia [...]» (1988: 47). También menciona esta revista, entre otros títulos argentinos, Root (2010: 131). 14
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de su atractivo e interés para las damas de cualquier país, queda explícito en el editorial del número 1. La calidad de las informaciones se cifra en su calidad ecuménica y uniformadora, es decir, en la enorme ventaja de que las noticias lleguen a Sevilla «a la misma fecha», y con similar calidad de impresión, que a París. Cuenta igual para las damas porteñas: todas las féminas de coincidente estatus social eran así animadas a seguir un patrón de elegancia semejante y a responder a un idéntico canon de belleza y buenas maneras. El contenido literario, con un fin pedagógico declarado, tiene gran mérito en opinión del editor: [La revista incluye] sección literaria de ciencias y artes, inventos útiles, y un escogido repertorio de novelas donde la señoritas y madres de familia hallarán útiles máximas morales, provechosos consejos y grato pasatiempo […]; cuidaremos de ceñir estrictamente nuestras producciones a las reglas de la más sana moral (nº 1, mayo 1874: 1).
Una breve nota aclara la nacionalidad alemana de la empresa matriz que surtía de todo lo referente a la moda y que nutría tanto el mercado francés como el español: A NUESTROS SUSCRIPTORES No habiendo interpretado bien nuestra correspondencia el editor de Berlín, nos remite la descripción de los patrones en francés, y nosotros lo traducimos e interpretamos en este lugar para más fácil comprensión de nuestras lectoras (nº 1, mayo 1874: 10).
Como en La Torre del Oro y demás revistas ilustradas, las láminas tienen poder sugerente y simbólico, transmiten un frío y convencional espacio femenino donde refinadas mujeres y niñas leen, pintan y callan, o se deleitan entre plantas y árboles. Las mujeres de dos continentes compartieron una enseñanza equivalente en lo relativo al cuidado en la apariencia y el decoro social. Un mundo ajeno al poder y a las desigualdades sociales o a la vida del pensamiento y la ciencia.15
La bibliografía ha insistido en estas limitaciones, dominantes en libros, revistas y el discurso en general dirigido a las mujeres. Lo mismo permiten comprobar los álbumes, de los que son generalmente dedicatarias y, lejos de ser las protagonistas, devienen en mujeres ocultas por la retórica masculina (Palenque 2019). 15
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Imagen 8. Lámina inserta en el número 1.
El exiguo material que entrañan los cuatro ejemplares de La Moda Hispano-Americana proponen una estructura definida. Moda y labores ocupan el mayor número de páginas, junto a la novela y uno o dos poemas por número. La novela fragmentada es El espíritu protector o Blanca de Livia. Novela española, anónima, y queda sin terminar.16 Es obra de la célebre condesa de Genlis, institutriz de los hijos de Luis Felipe II de Francia, muy traducida en el siglo xix por la función docente de sus escritos, en la línea de Rousseau. Sinués, la directora de La Torre del Oro, fue gran admiradora y traductora de Genlis. En la breve sección poética, se repite la sevillana Mercedes de Velilla y Rodríguez —Sevilla, 1852-Camas, Sevilla, 1918—, con las composiciones «A la esperanza», «Ingratitud» y «¡Una fecha!» (nos 2 y 4), de lamento y dolor por el amor perdido. Los restantes poetas son hombres del círculo hispalense, aunque hubiesen nacido en distintas ciudades: José La Biblioteca de Catalunya registra el volumen Amor y virtud, o Cinco novelas, / puesta en español por Antonio Sarmiento. Valencia: Imprenta de Gimeno, 1826, 2.ª ed. Contiene: Elzira: novela árabe. Amenofis y Micerina: anécdota egipcia. El espíritu protector, o Blanca de Livia: novela española. Jenni y Sidney: anécdota inglesa. Apia: anécdota romana. 16
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Sánchez Arjona escribe «La despedida» (nº 1), un romance sentimental con protagonista femenina y penosa reflexión final; y Manuel Cano y Cueto, «¡Qué sola y qué triste!» (nº 2), imaginaciones en torno a una mujer madura, llorosa y sola, contemplada en la lejanía. Carezco de datos acerca de Luis María Clotier, autor de «A la muerte de... Soneto» (nº 4), de carácter burlesco; y no lleva firma el humorístico «La longaniza. Capricho gastronómico», que de nuevo rememora la práctica de los álbumes: ¿Y quieres que escriba, di, en tu álbum? ¡Pues no es nada! cuando mi lira ¡ay de mí! yace en un zaquizamí por las ratas destrozada; ¡bellos serían los sonidos que de ella podré arrancar! […] (nº 3, julio 1874: 26).
Forzado a cantar, surge esta broma. 4. El proyecto editorial de Eduardo Perié17 La Torre del Oro y La Moda Hispano-Americana forman parte del negocio editorial de Eduardo Perié, quien había fundado en 1868 la Biblioteca Económica de Andalucía, en Sevilla, algunos de cuyos primeros tomos salieron, mensualmente, en asociación con la librería madrileña de Félix Perié, impresos en establecimientos hispalenses, entre ellos, la Imprenta y Librería de Hijos de Fe. En España y Europa, era común la edición de libros o bibliotecas por parte de empresas dedicadas a la prensa, o al revés. La Biblioteca Económica de Andalucía vivió hasta 1873 y gozó de una excelente acogida. Tuvo un notable número de suscriptores. Perié apostó por acercar al público español ensayos sobre historia, literatura, religión y ciencias sociales, persiguiendo el lema «instruir deleitando». Muchos tomos fueron traducciones del francés, especialmente realizadas para la Biblioteca, a cargo de Joaquín
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tecas.
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Adelanto la información de un artículo en preparación sobre Perié y sus biblio-
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uichot. Detallo los cinco primeros títulos, de 1868 y 1869 —algunos G con varios volúmenes, de fecha posterior—: A. de Gondrecourt, Medina o escenas de la vida árabe (1868, 2 vols.); Lamartine, Cursos familiares de literatura (1868-1872, 4 vols.); E. Laboulaye, París en América (1869); E. Laboulaye, Estudios sobre la Constitución de los Estados Unidos (1869); y A. Esquiros, Historia de los mártires de la libertad (1869). Continuaron versiones de O. Comettant, Las civilizaciones desconocidas, un ensayo anónimo sobre El Espiritismo, la Historia general de Andalucía, de Joaquín Guichot, un volumen dedicado a Portugal. Su origen, constitución e historia política, de Molina, y obras de Feydeau, Poe, Verne, Jonveaux, Souvestre... Entre ellos se contó el ensayo La mujer del porvenir, de Concepción Arenal, edición prínceps, al que luego volveré. Algunos son títulos todavía usados y citados en la bibliografía especializada —en esta edición sevillana—. 4.1. Datos sobre el editor. Dos nuevas revistas para la mujer Perié no era novato en el terreno de los papeles periódicos y tenía experiencia en la confección de prensa femenina. Al menos, la Oficina tipográfica de la Biblioteca Económica de Andalucía se había encargado de imprimir El Mundo Artístico, Musical y Elegante. Periódico dedicado al bello sexo (Sevilla), que salió entre el 5 de febrero y el 23 de julio de 1871. De esta revista literaria y musical, de periodicidad semanal (aparecía los domingos), dirigida por José Suárez de Urbina, se publicaron veinticinco números. Desconozco cuál fue la participación del editor en este proyecto, no hay información ni publicidad acerca de la Biblioteca en los ejemplares.18 Lo mismo ocurre con El Gran Mundo. Revista Cuidada y bien impresa, es más modesta que las que ahora estudio. Prometía incluir figurines, cuando en realidad dio breves comentarios sobre modas y unas litografías de poca calidad. Esta publicación consiguió un interesante número de suscriptoras, mujeres pertenecientes a la aristocracia y burguesía acomodada andaluza, extremeña y de otros puntos del país (se listan los nombres al final de los números). El pie de imprenta es el de la Biblioteca Económica de Andalucía –con domicilio en calle Churruca, 1– a partir del número 5. En los números 1 a 4 es Sevilla, Imprenta y librería de Hijos de Fe, calle de Tetuán, 35, imprenta con la que estuvo asociado Perié al comienzo de la Biblioteca. Los colaboradores se remiten sobre todo al ámbito andaluz y sevillano: Manuel Cano y Cueto, José Gestoso, Luis Montoto, Cayetano Ester, Carmen Bueno, Rafael Cebreros… En la ficha del catálogo de Chaves (1995: 197) se indican veinticuatro 18
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dedicada al Bello Sexo (Sevilla), del que conozco seis números, fechados entre el 7 de noviembre y el 27 de diciembre de 1872, donde, desde el número 2, figura el pie de imprenta de la Oficina tipográfica de la Biblioteca Económica.19 Esta última coincide en el tiempo con La Torre del Oro. Es probable que Perié hiciese trabajos para otras empresas o grupos privados. Llaman la atención la firmas y poemas duplicados en La Torre del Oro y El Gran Mundo: se reiteran los versos de Campoamor («Los padres y los hijos», «Los hijos y los padres»), José Sánchez Arjona («La despedida») y Manuel Cano y Cueto («¡Qué sola y qué triste!»). En El Mundo Artístico, Musical y Elegante comparece María del Pilar Sinués, que suscribe dos artículos de modas (el segundo, tomado del diario El Porvenir). Es apreciable así una especie de aire de familia que podría deberse a la raíz sevillana de todas las publicaciones. 4.2. Eduardo Perié en América Como editor, Eduardo Perié se instaló en Sevilla hacia 1868, en diferentes direcciones, y no tuvo tienda abierta al público, solo vendió por suscripción. La fortuna en América de la Biblioteca Económica de Andalucía determinó que, hacia 1873, viajase a Buenos Aires para fundar la Biblioteca Hispano-Sur-Americana. Esta segunda colección repetía el modelo de la primera e incluso reeditó algunos de los títulos servidos con anterioridad. Las dos revistas objeto de este artículo encajan en el periodo de lanzamiento de la serie en América: La Torre del Oro todavía surge en la transición de una a otra, La Moda Hispano-Americana nace cuando es una realidad editorial y están a la venta varios tomos con el nuevo sello. números, pero en la colección completa de la Biblioteca Capitular-Colombina (Fondo Gestoso, Papeles varios, tomo XV, nº 17: hojas 148-247) se guardan veinticinco, un total de 200 páginas. 19 El Gran Mundo tenía periodicidad semanal y apenas ilustraciones, daba noticias de modas una vez al mes. En el número 1 consta la administración de Rafael Baldaraque, Gallegos 5 y 7, en el 2 se suma en el pie de imprenta la Oficina tipográfica de la Biblioteca Económica, Churruca, 1. Entre los colaboradores están Luis Montoto, Rafael Álvarez Sánchez Surga y Felipe Pérez y González. En realidad, es una publicación de corte misceláneo, con informaciones remitidas desde provincias y críticas de teatros, además de poesía y cuento. Chaves (1995: 204-205) cataloga un título homónimo, con fecha y datos distintos; podría ser una época posterior.
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El primer número de la Biblioteca Hispano-Sur-Americana fue Miscelánea literaria, de Carlos Guido Spano, de 1874. No es una reedición, sino un libro inédito, compuesto por el autor —reuniendo trabajos sueltos— a instancias del editor. La intención de Perié no era abrir mercado en América para revistas o periódicos especializados, esto era secundario. Como él explica, la «distribución gratuita de periódicos complementarios» en los países americanos era insuficiente para afianzar su sociedad, y tras calibrarlo con «algunos ilustrados argentinos», dio en la ausencia de este tipo de colecciones o bibliotecas en el país, lo que él relacionaba con la falta de «empresas editoriales», todavía en proceso de desarrollo en aquellas tierras. Nació así la idea de fundar esta Biblioteca Hispano-Sur-Americana: Quien ha conseguido dar colocación a millares de volúmenes sin gran trabajo y en los pocos años que llevamos de habitar en este privilegiado suelo, no puede aceptar la afirmación de que en él sea escasa la afición a las letras […] (preliminar a Guido Spano 1874: VI).
Imagen 9. Cubierta del primer tomo de la Biblioteca Hispano-Sur-Americana (1874).
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No es este el momento para extenderme en el catálogo completo de la Biblioteca Económica de Andalucía ni de su sucesora, pero este comentario es necesario para calibrar el provecho que suponían las revistas femeninas en el negocio editorial de Perié, un editor moderno, que reflexiona sobre su difícil oficio. En su opinión, el editor es «algo artista», contagiado por tantos hombres de talento en su trato, un aficionado a las artes y letras, que impulsa a la propia literatura en su progreso: «De la falta de empresas editoriales es de lo que sigue la falta de movimiento literario» (preliminar a Guido Spano 1874: VIII). La distribución del libro es un aspecto básico para su adquisición y lectura: El consumidor exige en todo caso que los productos se le acerquen; tener facilidades para su adquisición; y los que no ve o no se le aproximan, se borran fácilmente de su memoria como no pertenezcan al corto número de los de primera e imprescindible necesidad (preliminar a Guido Spano 1874: VIII).
Perié se ocuparía de la difusión de sus colecciones y de sus revistas, de aquí esa coordinación entre la suscripción de los tomos y el regalo de los periódicos. La trayectoria comercial de Perié no termina en Buenos Aires. Perseveró y alcanzó el mercado brasileño con una nueva serie en lengua portuguesa: la Bibliotheca Luzo-Brasileira, inaugurada en 1884. Esta vez incorporó a la serie un volumen relevante para la historia de la literatura brasileña, del que era autor: A litteratura brazileira nos tempos coloniaes, do seculo xvi ao começo do xix. Esboço-historico (Buenos Ayres, Eduardo Perié, editor. Administraçao, Alsina, 29; impreso por la Typ. da Bibliotheca Luzo-Brazileira). 4.3. Público y suscriptores. Mujeres abonadas a la Biblioteca Económica de Andalucía. Sobre La mujer del porvenir Perié da a entender en todo momento que el negocio de sus bibliotecas iba dirigido a un público masculino, lo que confirma el nombre de los suscriptores de la Biblioteca Económica de Andalucía —relacionados en varios tomos—, casi todos hombres, con pocas excepciones, y estas son las que interesan ahora. Por ejemplo, María López fue la cuarta
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abonada a la Biblioteca Económica de Andalucía, y continuaron su ejemplo Matilde Gorri, de Linares (Jaén), y Elisa Cappelli, de Madrid. Se anotan viudas, solas o como cabeza de familia, posibles establecimientos comerciales: Viuda de Carmena e hijos, Viuda de F. G. de la Garma o Viuda de Gálvez e hijos. Contó además con importantes suscriptores privados20 y públicos: comparecen la Biblioteca Nacional, Biblioteca de San Isidro, la de la Escuela de Minas, ateneos, sociedades de todo tipo, archivos dependientes de ministerios, ayuntamientos, círculos obreros, compañías privadas y públicas… Cabe pensar que Perié pretendía completar las expectativas lectoras de las familias suscriptoras con la oferta de revistas, cuyos contenidos dedicaba sobre todo a las mujeres. Para más detalle, vuelvo ahora a la primera edición —citada antes— de La mujer del porvenir, en 1869 (en algunos lugares se escribe por error 1868), de Concepción Arenal, con el subtítulo Artículos sobre las conferencias dominicales para la educación de la mujer, celebradas en el Paraninfo de la Universidad de Madrid,21 un hito en la bibliografía sobre la historia de las mujeres en España, que advertía del beneficio de cambiar el sentido de la educación para que lograsen sus derechos. Es llamativo que este volumen no sea descrito en su integridad en las ediciones o ensayos sobre la autora gallega.22 20 Una pequeña curiosidad: Carlos Grassi, hermano de Ángela Grassi, fue suscriptor de la Biblioteca. Los hermanos vivieron siempre juntos. 21 Sevilla, Eduardo Perié / Madrid, Félix Perié, 1869; 2.ª edición, 1870. Este volumen fue el número 8 de la Biblioteca Económica de Andalucía. Hay ejemplares digitalizados accesibles en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y en la Biblioteca digital de la BNE. Ninguno mantiene la cubierta original ni el listado de abonados, que consulto en un ejemplar de la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Sevilla, signatura H BA/0131. En la edición de La mujer del porvenir en Castalia (Arenal 1993) se cita esta primera edición, sin indicaciones acerca del índice real del volumen. 22 Según De Santiago Mulas (en Arenal 1993: 37), editor de La mujer del porvenir en Castalia, el ensayo estaba escrito en 1861, mas no vio la luz hasta el 68: «Entonces, en el marco de las nuevas ilusiones y esperanzas del otoño de 1868, Concepción Arenal repasó deprisa su obra y la ofreció a la luz pública al mismo tiempo que los krausistas creaban un ambiente de preocupación por la educación de la mujer […]». Añade que a «ese repaso se deben buena parte de las notas a pie de página de la propia autora que ofrecemos en esta edición» (en Arenal 1993: 37, n. 31). Se colige pues que ese ensayo, corregido y anotado deprisa, es la edición de 1869. No queda claro, porque las notas de la edición impresa por Perié no han pasado a la edición de Castalia. De Santiago Mulas parece haber consultado el ejemplar del Ateneo de Madrid correspondiente a 1869, al menos es la portada que reproduce en lámina (entre pp. 72-73). En el mismo lugar, se anota como segunda edición la de Madrid, Ricardo Fe, 1884, corregida y aumentada,
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Perié se preocupó porque alcanzase el número de páginas corriente en la biblioteca, de manera que recogió, primero, el ensayo citado, seguido de los comentarios a las conferencias dominicales, con un total de 214 páginas; luego sumó una selección de Cartas a un delincuente (1864) para alcanzar las 274. Recalcaba el editor en una nota prologal el enorme servicio que creía prestar a sus lectores al poner a su disposición las epístolas, que habían sido publicadas, pero «no ha llegado a noticia del público» (Perié, en Arenal 1869: 215), subrayando el deber que tiene todo hombre culto de poseer nociones de derecho penal. Lo mismo afirmaba al respecto de los resúmenes de las conferencias. Puntualizo que no se refiere en ningún momento a un potencial lectorado femenino: Como complemento del precioso libro que tenemos hoy la dicha de ofrecer a los lectores de la BIBLIOTECA ECONÓMICA DE ANDALUCÍA, publicamos a continuación los artículos que la señora doña Concepción Arenal ha publicado en diferentes periódicos acerca de las Conferencias dominicales celebradas en la Universidad de Madrid durante el presente año, para la educación de la mujer. Su mérito no tenemos que encomiarlo; el público lo conoce ya, y nosotros le prestamos el servicio de presentárselo recopilados en un volumen, como debían estarlo, formando parte de la biblioteca doméstica de todo buen ciudadano y buen padre de familia. La forma en que han visto la luz pública ha impedido a muchas personas leerlos todos; tanto estas, como las que no los conocen, y mucho más las que han podido seguir el curso de las Conferencias, estamos seguros de que nos agradecerán mucho la recopilación (Perié, en Arenal 1869: 119).
De la cita puede inferirse que Perié no reconocía la capacidad de las mujeres para acceder a este ensayo, si bien la alusión al domus, al hogar, implica que los libros estarían a disposición de todos los que habitan en él, aun reconociendo la autoridad del padre de familia. En definitiva, y con excepciones, en el negocio editorial de Eduardo Perié, libros y revistas se destinan a distinto público. Las revistas vendrían a intentar colmar las expectativas de un lectorado con que en realidad es la tercera, puesto que en la Biblioteca Económica de Andalucía hubo una segunda, de 1870, con preliminares distintos de la de 1869. Tampoco se indica esa segunda edición en los últimos ensayos sobre la autora, por ejemplo, en el catálogo de AA.VV., Concepción Arenal. La pasión humanista (2020). Es cuestión filológica que merecería atención más allá de una nota al pie.
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ecesidades exclusivas —aunque no independiente—, ofreciendo pun blicaciones para las mujeres o, en el caso de La Moda Hispano-Americana, para «las familias». Son revistas de calidad material, en las que Perié invirtió bastante dinero y, al contratar como directora a María del Pilar Sinués para La Torre del Oro, hizo patente su afán por elevar el nivel con el fin de asegurar su buena difusión y venta. Sin embargo, en la década de 1870, hubo otras revistas para mujeres muy críticas con respecto a la educación femenina o la justicia social, ventanas abiertas a la emancipación, como por ejemplo La Ilustración de la Mujer, dirigida por Concepción Jimeno de Flaquer, que también tuvo un suplemento de modas. Revistas que aportaban artículos sobre el trabajo de las mujeres, su enseñanza o retratos de damas ilustres. Es paradójico que Perié —primer editor de La mujer del porvenir— se muestre tan moderno en sus bibliotecas y tan poco atrevido en sus revistas. 5. Anexo. Índice de textos literarios23 5.1. La Torre del Oro — Nº 1: María del Pilar Sinués de Marco, «Cartas de dos hermanas» (pp. 1-2); Bernardo López García, «Meditación» [verso, El sol resplandeciente] (p. 6); Léon Gozlan, «Tres frentes para una corona» [novela]. Traducida por la condesa de Valdeflores (pp. 6-7); Un rondeño, «A C...» [verso, Al pie de negro y silencioso muro] (p. 8); M., «A ella» [verso, De extremada gentileza], «A sus ojos» [verso, Son unos ojos de mirada ardiente], «Balada» [verso, Cuando miréis radiar de hermosos ojos], «Por eso» [verso, Tus bellos ojos claros], «¡Paz al poeta!» [verso, Es de noche; la luna desmayada] (p. 8). — Nº 2: «Cartas de dos hermanas» (pp. 9-10); Gertrudis Gómez de Avellaneda, «A una amiga» [verso, No soy maga, ni sirena] (p. 15); «Tres frentes para una corona» (pp. 15-16). — Nº 3: «Cartas de dos hermanas» (pp. 17-18); Inés, «Los quid pro quo de una carta» (pp. 21-22); Ignacio Virto, «A Elisa» [verso, Hace algunas mañanas] (p. 22); «Tres frentes para una corona» (pp. 23-24). Con respecto al número de páginas, el estado de la hoja no me permite leer la cifra en algunos ejemplares; aventuro advirtiendo la sucesión de secciones. En la poesía, anoto el primer verso, en cursiva y entre corchetes. 23
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— Nº 4: «Cartas de dos hermanas» (pp. 25-26); E. M. de U., «Sisalda. Tradición histórica» [leyenda en prosa] (p. 31); Ángela Grassi, «La despedida» [verso, Hubo un tiempo te amé; dentro del pecho] (pp. 3132). — Nº 5: «Cartas de dos hermanas» (pp. 33-34); Ángela Grassi, «Sin esperanza» [verso, ¿Qué es lo que siento aquí, Dios soberano] (p. 39); «Tres frentes para una corona» (p. 40). — Nº 6: «Cartas de dos hermanas» (pp. 41-42); Arístides Pongilioni, «Tu amor y el mío» [verso, Fue tu amor Laura, la loca brisa] (p. 46); Gerónimo Lafuente, «¡De buena me he librado!» [artículo de costumbres] (pp. 46-47); Antonio F. Grilo, «La joya en el pecho» [verso, Por un solo brillante que perdiste] (p. 47); «Tres frentes para una corona» (p. 48). — Nº 7: «Cartas de dos hermanas» (pp. 49-50); Sinués, «Lo que nos falta» [prosa doctrinal] (p. 54); «Tres frentes para una corona», final (pp. 55-56). — Nº 8: «Cartas de dos hermanas» (pp. 57-58); Francisca Carlota del Riego Pica, «El egoísmo» [prosa doctrinal] (p. 62); Luis Vidart, «En el álbum de la distinguida poetisa Doña Antonia Díaz de Lamarque» [verso, En las hojas de este álbum] (pp. 62-63); María (errata por Mauricio) Bárr, «El tesoro de la casa» [novela]. Arreglo del francés por la condesa de Valdeflores (pp. 63-64). — Nº 9: «Cartas de dos hermanas» (pp. 65-66); María de la Concepción Gimeno, «La mujer y el poeta» [prosa doctrinal] (pp. 69-70); Teodoro Llorente, «Florescencia» [verso, Iba con ella al trasponer el día] (p. 70); «El tesoro de la casa» (pp. 71-72). — Nº 10: «Cartas de dos hermanas» (pp. 73-74); Sinués, «Los celos» [prosa doctrinal] (pp. 77-78); Micaela de Silva, «El jazmín» [verso, La flor más linda en el suelo] (p. 78); «El tesoro de la casa» (pp. 79-80). — Nº 11: «Cartas de dos hermanas» (p. 81); Matilde Troncoso, «Los niños mal criados» [prosa doctrinal] (pp. 86-87); «El tesoro de la casa» (pp. 87-88). — Nº 12: «Cartas de dos hermanas» (p. 89); Isabel Poggi de Llorente, «La indiferencia» [prosa doctrinal] (pp. 93-94); Evaristo Silió, «El ideal» [verso, Desde la vez primera que el alma mía] (p. 94); Ramón de Campoamor, «Dolora. Los padres y los hijos» [verso, Un enjambre de pájaros metidos], «Dolora. A mi sabio amigo Don Antonio María
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Segovia. Los hijos y los padres» [verso, Ni arrastrada, un pastor llevar podía] (p. 94);24 «El tesoro de la casa» (pp. 95-96). — Nº 13: «Cartas de dos hermanas» (p. 97); María de la Concepción Gimeno, «La felicidad» [prosa doctrinal] (pp. 100-102); Timoteo Domingo Palacio, «La hija de Jairo. La dulce poetisa e ilustre escritora María del Pilar Sinués de Marco» [verso, Un hombre, que es más que el hombre] (p. 102); José M. Montes, «El cólera» [verso, ¿Qué tienes Buenos Aires] (pp. 102-103); «El tesoro de la casa», final (pp. 103-104). 5.2. La Moda Hispano-Americana — Nº 1 (mayo 1874): José Sánchez Arjona, «La despedida» [verso, Junto a una tranquila fuente] (p. 6); Sin nombre [Mme. Genlis], «El espíritu protector o Blanca de Livia. Novela española» (p. 10). — Nº 2 (junio 1874): Mercedes de Velilla y Rodríguez, «A la esperanza» [verso, Eres mágica estrella] (p. 19); Manuel Cano y Cueto, «¡Qué sola y qué triste!» [verso, La vi en la orilla del mar] (p. 19); «El espíritu protector o Blanca de Livia. Novela española» (p. 20). — Nº 3 (julio 1874): Sin firma, «La longaniza. Capricho gastronómico» [verso, ¿Y quieres que escriba, di] (pp. 26-27); «El espíritu protector o Blanca de Livia. Novela española» (pp. 27-28). — Nº 4 (agosto 1874): Luis María Clotier, «A la muerte de... Soneto» [verso, Murió; y mi triste corazón la llora] (p. 35); Mercedes de Velilla, «Ingratitud» [verso, Cayó Luzbel de la mansión sagrada] y «¡Una fecha!» [verso, Cuando pasa una gloria idolatrada] (p. 35); «El espíritu protector o Blanca de Livia. Novela española» (p. 35). 6. Bibliografía AA. VV. (2020): Concepción Arenal. La pasión humanista. Madrid: Biblioteca Nacional. Alonso, Cecilio (1996): «Antecedentes de las ilustraciones» y «Difusión de las ilustraciones en España», en La prensa ilustrada en España. Las «Ilustraciones», 1850-1920. Montpellier: Université Paul Valéry, pp. 13-44 y 45-54.
La doble dolora no consta en el sumario del ejemplar.
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Aranguren, José Luis (1974): Moral y sociedad. La moral social española en el siglo xix. Madrid: Edicusa. Arenal, Concepción (1993): La mujer del porvenir. Ed. de Vicente de Santiago Mulas. Madrid: Castalia. Auza, Néstor Tomás (1988): Periodismo y Feminismo en la Argentina, 1830-1930. Buenos Aires: Emecé. Chaves Rey, Manuel (1995): Historia y bibliografía de la prensa sevillana. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla. (Edición facsimilar, 1.ª ed., 1896.) Criado y Domínguez, Juan (1889): Literatas españolas del siglo xix. Apuntes bibliográficos. Madrid: Imprenta de Antonio Pérez Dubrull. Fiquepron, Maximiliano Ricardo (2020): «Los vecinos de Buenos Aires ante las epidemias de cólera y fiebre amarilla (1856-1886)», en Quinto Sol. Revista de Historia, vol. 21, nº 3, septiembre-diciembre, https://cerac.unlpam. edu.ar. Giné, Marta; Palenque, Marta; Goñi, José Manuel (eds.) (2013): La recepción de la cultura extranjera en «La Ilustración Española y Americana» (1869-1905). Bern: Peter Lang. Gómez de Avellaneda, Gertrudis (2015): Autobiografía y otras páginas. Ed. de Ángeles Ezama. Madrid: Real Academia Española. Guido Spano, Carlos (1874). Miscelánea literaria. Sevilla: Eduardo Perié Editor. Jiménez Morell, Inmaculada (1992): La prensa femenina en España (desde sus orígenes a 1868). Madrid: Ediciones de la Torre. Kirkpatrick, Susan (1991): Las Románticas. Escritoras y subjetividad en España, 1835-1850. Madrid: Cátedra. Palenque, Marta (1990): El poeta y el burgués (Poesía y público 1850-1900). Sevilla: Alfar. — (2019): «El Álbum de las señoritas Daguerre: mujeres (o)cultas entre la retórica del ‘Ángel del hogar’ y la trama del poder político», en Siglo Diecinueve (Literatura Hispánica), nº 25, pp. 91-118. Perera, José Miguel (2021): «La poeta Isabel Poggi Borsotto. Algunos trazos de vida y obra», en Revista ACL, 1, https://revistaacl.com. Perinat, Adolfo; Marrades, María Isabel (1980): Mujer, prensa y sociedad en España, 1800-1939. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. Roig Castellanos, Mercedes (1977): La mujer y la prensa desde el siglo xvii a nuestros días. Madrid: Ediciones de la Torre. Root, Regina A. (2010): Couture and Consensus Fashion and Politics in Postcolonial Argentina. Minnesota: University of Minnesota Press. Román Gutiérrez, Isabel y Palenque, Marta (2008): Pintura, literatura y sociedad en la Sevilla del siglo xix. El álbum de Antonia Díaz. Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla (Arte Hispalense 83).
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Ruiz Silva, Carlos (1990): «Ángela Grassi: una aproximación», en Marina Mayoral (coord.), Escritoras románticas españolas. Madrid: Fundación Banco Exterior, pp. 155-166. Sánchez Hita, Beatriz y Román López, María (2014): La prensa femenina en Cádiz a principios del siglo xix. Aproximación al «Correo de las damas» (18041808). Cádiz: Anejos de Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, https:// revistas.uca.es/index.php/cir/article/view/1920. Sánchez Llama, Íñigo (2000): Galería de escritoras isabelinas. La prensa periódica entre 1833 y 1895. Madrid: Cátedra. Sergio, Giuseppe (2010): Parole di moda. «Il Corriere delle Dame» e il lessico della moda nell’Ottocento. Milano: FrancoAngeli. Simón Palmer, María del Carmen (1980): «Revistas destinadas a la familia en el siglo xix», en Cuadernos Bibliográficos, nº 40, pp. 161-170. — (1991): Escritoras españolas del siglo xix. Manual Bio-bibliográfico. Madrid: Castalia. Stoll Dougall, Pamela C. (1994): El discurso de la prensa femenina. Alicante: Universidad de Alicante. Velasco Molpeceres, Ana María (2016): Moda y prensa femenina en España (siglo xix). Madrid: Ediciones 19. Vicens, María (2016): La escritora hispanoamericana en la cultura argentina de entresiglos. Tesis doctoral. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/6142.
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La relectura de los estudios históricos para superar la perspectiva androcentrista tradicionalmente dominante supone un esfuerzo investigador que se está animando las últimas décadas, también en lo que atañe a la historia del periodismo. En España, los años finales del siglo xx presenciaron el impulso de la historia de las mujeres de la mano de nombres como Capel, Espigado, Flecha, Fagoaga, Kirkpatrick, Nash, Nielfa, Mayoral, Simón Palmer, entre un largo etcétera. La participación de las mujeres en la producción de contenidos de prensa y su papel en la formación de los discursos feministas han ocupado una parte significativa de estos trabajos, dentro de una perspectiva temática, nacional o regional; trabajos que han prestado además especial atención a análisis de caso que han permitido recuperar la figura y obras de los grandes nombres del periodismo y el feminismo en España.1 Este proceso se enriquece con aportaciones de diferentes perspectivas que contribuyen a complejizar y enriquecer el análisis, enfoques que tienen en cuenta los estudios culturales, la historia de las emociones, la formación de identidades, el cuestionamiento y reinterpretación de planteamientos como la separación de esferas y espacios público-privado, por ejemplo. Este trabajo se inscribe en la corriente que considera interesante abrir el campo de visión de forma sincrónica y diacrónica a una perspectiva internacionalista, comparando diferentes realidades sin perder 1 La reconstrucción del papel de las mujeres en la historia de la prensa en España debe mucho a los trabajos de Perinat y Marrades, Morell, Mó Romero, Núñez Rey, Palomo, Pintos o Sánchez Llama. La perspectiva de género ha empezado también a introducirse en los manuales académicos de historia del periodismo español gracias, entre otros, al trabajo de María Cruz Seoane.
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la perspectiva de su propia complejidad y elementos determinantes, pero enriqueciendo el análisis con la introducción de posibles influencias biunívocas y procesos de formación de redes transnacionales que superen los enfoques centro-periferia en sus distintas vertientes. La comparación de las respuestas diversas a situaciones y estructuras similares o la diferente evolución en uno u otro entorno nos ayudan también a comprender mejor los propios elementos particulares.2 Por otro lado, también pretende abundar en el cuestionamiento de las estructuras sociales e identitarias tal y como venían formulándose.3 La participación política de las mujeres en el siglo xix se produce gracias a una constante renegociación de estrategias y espacios en la cual la prensa ocupará un lugar fundamental. Los imprescindibles trabajos de Gloria Espigado Tocino han abierto un camino que queremos recorrer en lo que respecta a la participación de las mujeres en una de las corrientes políticas más significativas del siglo: los socialismos utópicos. En España, como veremos, cristalizará además en uno de los hitos de la historia del feminismo, el ensayo Mujer y sociedad de Rosa Marina. Las distintas corrientes del socialismo utópico ejercieron en la primera mitad del siglo xix una interesante influencia en buena parte de Europa, aunque fue obviamente más profunda en los países natales de sus principales teóricos, sedes también de sus seguidores: en Francia, donde desarrollaron su obra Charles Fourier y el marqués de Saint Simon, y en Gran Bretaña, cuna de Robert Owen. Nos centraremos en un aspecto concreto de dichas teorías, la concepción igualitaria de la sociedad en cuanto a mujeres y hombres y su expresión en la prensa periódica. Este protofeminismo, más acentuado en unos autores que en otros, fue conservado por algunos de sus discípulos y olvidado o apartado por otros. Así, el apoyo a estos postulados por uno de los principales seguidores de Saint Simon, Pierre Enfantin, o 2 En este sentido, sigue la estela abierta por el clásico de Mercedes Roig Castellanos La mujer en la historia a través de la prensa. Francia, Italia, España siglos xviii-xx (1982) y abunda en las líneas marcadas por trabajos como los de María Jesús Matilla, Sufragismo y feminismo en Europa y América (1789-1948) (2018) o Pura Fernández No hay nación para este sexo. La Re(d)pública trasatlántica de las Letras: escritoras españolas y latinoamericanas (1824-1936) (2015). 3 Trabajos como los de Alda Blanco, Margherita Bernard e Ivana Rota, Pilar Díaz Sánchez, Laura Branciforte o Jo Labanyi han servido para enriquecer con nuevas preguntas y aproximaciones el estudio de las mujeres en la prensa en los siglos xix y xx.
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por el discípulo de Fourier, Victor Considerant, sirven de acicate a la expansión de un discurso igualitario en Francia. En cambio, otros epígonos de estos pensadores pasaron por encima de sus teorías sobre la liberación sexual o el papel activo y apartado de las tareas domésticas y familiares que debería desempeñar la mujer en la nueva sociedad. La defensa de los derechos de las mujeres y el igualitarismo impregnan en cambio todas las épocas del owenismo como uno de sus componentes fundamentales. En Francia son las propias discípulas, las sansimonianas y furieristas, las que recogen la antorcha del feminismo utópico a través de diversas publicaciones periódicas redactadas únicamente por mujeres y dirigidas también a un público mayoritariamente femenino. En Inglaterra, en cambio, la defensa de estos discursos es mixta, a cargo del aparato de propaganda del movimiento y, aunque hay figuras femeninas importantes en la argumentación pública del igualitarismo, la difusión de estos principios se realiza en la prensa owenita en general y dirigida a un público tanto de mujeres como de varones. En España se produce también —si bien de forma tardía— ese fenómeno de difusión de un discurso liberador de las mujeres de línea utópica. El caso español es el de los llamados Pensiles de Cádiz, periódicos editados por Margarita Pérez de Celis, Josefa Zapata y José Bartorelo Quintana que, bajo títulos diferentes, se sucedieron entre 1856 y 1866. No parece necesario señalar la importancia que tenía en la época la prensa como medio de difusión de ideas y movimientos políticos y sociales. Sí que conviene recordar que se trataba básicamente de un espacio masculino en el que impresores, editores, libreros y periodistas eran mayoritariamente varones y los contenidos que difundían estaban dentro de la esfera de intereses masculinos. Es por ello el que las manifestaciones citadas anteriormente adquieren una mayor relevancia e interés. 1. Las feministas utópicas en Francia y Gran Bretaña La represión que sufrieron las primeras feministas por el poder jacobino durante la Revolución Francesa supuso el cese inmediato de las reivindicaciones de igualdad de derechos en ese país. Este silencio se confirmó con la instalación progresiva en época napoleónica de un orden de cosas en el que las mujeres se encontraban sometidas a los
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hombres por ley, confinadas en sus hogares y sin derechos de ciudadanía. Pese a ello, las aspiraciones de las defensoras de los derechos de las mujeres no se habían extinguido y encontraron una nueva oportunidad para su defensa en la revolución de 1830. Como cuarenta años antes, volvieron a asociarse en clubes y círculos de debate y volvieron a crear publicaciones a través de las que compartir inquietudes, propuestas y experiencias, a menudo bajo una inspiración sansimoniana o furierista. Entre dichas publicaciones, destacamos La Tribune des Femmes, que se publicó en París entre 1832 y 1833. Estaba elaborada únicamente por mujeres de influencia sansimoniana, pero no por las grandes damas del movimiento, sino que mayoritariamente eran de origen obrero. Recordaban la vieja reivindicación revolucionaria de que las mujeres deben hablar por sí mismas, ya que sería tan absurdo que los varones hablen por ellas como que los aristócratas hablen por el pueblo. Sería un argumento parecido al de la exclusión de los burgueses de la prensa obrera. Évelyne Sullerot lo califica como «un periódico de combate más feminista que sansimoniano». Sullerot también ha estudiado a sus fundadoras (1966): Désirée Veret, Jeanne Désirée y Reine Guindorf, Marie Reine, que trabajaban como costureras para ganarse la vida y evolucionaron del sansimonianismo al furierismo. También sansimoniana y bordadora era Suzanne Voilquin, que sucedió a Veret y Guindorf. Otra de las principales impulsoras y redactoras de esta publicación fue Jeanne Deroin, años después redactora de La Voix des Femmes. La Tribune des Femmes centró sus contenidos principalmente en rechazar las teorías sobre la inferioridad femenina y propugnar la educación de las mujeres como modo de elevación intelectual y moral, aunque también tocó temas como el divorcio, la doble moral sexual o la falta de opciones para la independencia económica. El ejemplo más representativo del periodismo feminista en la revolución de 1848 es La Voix des Femmes. Entre las más relevantes redactoras de esta publicación están su fundadora, Eugénie Niboyet, además de Jeanne Deroin y Désirée Gay de orígenes sansimonianos. No obstante, en el contexto de 1848 las reivindicaciones en general son mucho más directas y pragmáticas que las teorías utópicas. También lo son en La Voix, cuyas promotoras pretendían unir a burguesas y obreras en una lucha común, crearon una asociación para impartir formación a las mujeres que lo necesitaran, participaron en iniciativas de defensa de derechos laborales de las trabajadoras, reivindicaron activamente
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el sufragio y la recuperación de la ley del divorcio. Asimismo, redactaron y entregaron peticiones a la Asamblea Nacional que estaba elaborando la nueva Constitución. Laura Adler, en su obra À l’aube du feminisme, califica La Voix como un órgano de lucha y organización feminista: «Ellas descubrían su fuerza y comenzaban a utilizarla. No tenían ni jefes ni partido. El “feminismo” era una actitud, una forma de vivir, de hablar, de defenderse en el trabajo y de estar en el hogar y de hacerse escuchar. La Voix quiso establecer una doctrina del feminismo y situarse en su centro» (1979: 165). Estas experiencias son continuadoras de los movimientos de mujeres que se formaron en Francia desde los prolegómenos de la revolución de 1789. Los grupos en torno a los cahiers de doléances, los clubes de debate, la participación femenina en las sucesivas movilizaciones revolucionarias, las asociaciones más o menos informales que se fueron creando al compás de los sucesos revolucionarios crearon un modo de hacer; en definitiva, una experiencia de unidad y de participación activa en los acontecimientos públicos, en la política y en los procesos de toma de decisión —aunque no culminaran con éxito— que no podía pasar sin dejar huella. Las mujeres francesas en su propia genealogía tenían el ejemplo de la autonomía y del valor, sabían que juntas podían luchar y se habituaron a hacerlo; ellas habían subido al estrado de oradores y habían contemplado el mundo desde allí; ellas habían defendido sus peticiones, sus derechos, su libertad y la de los suyos. Al reclamar el ejercicio pleno de la ciudadanía no se referían a una entelequia, reclamaban lo que se había prometido a quienes participaran en un ideal del que ellas también formaban parte. Al reclamar la ciudadanía hacían notar la lógica interna de dicho ideal republicano y la contradicción que suponía que se les negara. Esos antecedentes de sororidad y unión en la defensa de sus derechos no se habían dado en España en las primeras décadas del siglo xix. Tampoco en Inglaterra, pese al fortísimo precedente que supuso Mary Wollstonecraft y a la polémica que se instaló tras ella en la sociedad británica y el pensamiento radical. Si bien españolas e inglesas habían participado en movilizaciones diversas tomando parte por uno u otro bando político e incluso en acontecimientos bélicos, esa actividad pública había tenido como objetivo un bien general, no un beneficio para su propio sexo. Podríamos decir, en un símil de la teoría de línea marxista, que españolas e inglesas en términos generales no habían tomado aún conciencia de clase de la opresión que sufrían por
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razón de su sexo, no tenían en fin conciencia feminista colectiva. Es precisamente el owenismo el que viene a cambiar esa dinámica —que bien podría describir la realidad española— más allá de Dover, como asevera Barbara Taylor: This style of militant wifehood and motherhood both encouraged and limited female activism —allowing women to join social movement without being accused of unwomanliness while at the same time usually ensuring tan the role they occupied within these movements was a secondary, subordinate one. Prior to Owenism, women themselves rarely used radical platforms to raise demands related to their own status (1983: 81).4
El owenismo presentará una evolución de esa visión igualitaria proveniente de la tradición radical de finales del siglo xviii. La crítica al matrimonio institucionalizado no será nueva, pero sí la alternativa de uniones libres dentro del diseño general de una sociedad nueva. Como los furieristas, propugnará la emancipación económica de las mujeres, la formación igualitaria y su acceso a todo tipo de trabajos y ocupaciones, liberándolas de las ataduras del hogar y el cuidado de los hijos, dentro de la idea principal de que el desarrollo de la civilización y la felicidad de la sociedad están ligados a la igualdad entre mujeres y hombres. Desde el primer momento hubo mujeres como Anna Wheeler que se convirtieron en propagandistas principales del movimiento, en el que el número de seguidoras suponía una importante proporción de los grupos owenitas en toda Inglaterra. Entre 1825 y 1845 se publicaron numerosos artículos de prensa y ensayos y se pronunciaron y editaron conferencias sobre la situación y la emancipación de las mujeres. Estos escritos eran de autoría mixta y se difundieron a través de los periódicos del owenismo, dirigidos a un público también mixto. Desde el periódico del mismo Owen, The Crisis, hasta otros ejemplos como London Co-operative Magazine, The British Co-operative o New Moral World, se daba espacio a artículos o reproducción de i ntervenciones 4 «Este estilo de ser esposa y madre de forma militante animaba y limitaba a la vez la militancia femenina —permitiendo a las mujeres unirse a movimientos sociales sin ser acusadas de no femeninas mientras al mismo tiempo usualmente el papel que ocupaban en esos movimientos era secundario o subordinado. Antes del owenismo, las mujeres por sí mismas raras veces utilizaron plataformas radicales para elevar demandas relativas a su propio status—» [traducción propia].
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de Anna Wheeler, Anna Jameson, Mrs. Hamilton o Emma Martin. Se trata de mujeres de clase media y media baja, independizadas a menudo huyendo de matrimonios desgraciados y que no pierden de vista —como no podía ser de otra manera, dado el fuerte componente anti-capitalista del owenismo— la situación de las obreras. Cabe destacar que, al contrario que en Francia, en Inglaterra no hubo apenas ninguna iniciativa de publicación encabezada por mujeres que tuviera éxito —exceptuando quizás The Isis, patrocinada por Richard Carlile y dirigida por Eliza Sharples—. Se trataba de periódicos de dirección y edición masculina en los que colaboraban autoras ocasionalmente. La participación más significativa en la edición de uno de estos periódicos se produce en The Pioneer, que tenía a la cabeza a James Morrison desde 1833. Frances Morrison, su esposa, empezó pronto a colaborar en sus páginas con el seudónimo de A Bondswoman y la pareja escribía en colaboración editoriales de contenido feminista que trataban asuntos como las leyes que regulaban el matrimonio y la sujeción de las mujeres casadas o la brecha salarial, llegando a propugnar el «a igual trabajo, igual salario». La pareja puso en marcha una iniciativa pionera entonces en la prensa utópica, una sección llamada «Page for Ladies», que cambió su nombre rápidamente a «Page for Women» y que se convirtió en canal mediante el que mujeres de la clase media-baja y obrera podían hacer oír su voz. 2. Tuvo que ser en Andalucía, tuvo que ser en Cádiz Ese ambiente inglés en el que cuajaban iniciativas owenitas y cartistas, y en el francés de la primera mitad de los años treinta fue donde el tarifeño Joaquín Abreu y Orta tuvo su contacto con los socialismos utópicos. Tras conocer a Fourier en persona y visitar un falansterio, se convirtió en propagandista del furierismo a su vuelta a España, difundió sus teorías a través de la prensa a nivel nacional e incluso intentó fundar un falansterio. Gran parte de esta actividad de Abreu se desarrolló en Cádiz. No es de extrañar que la sociedad gaditana acogiera uno de los núcleos más activos, si no el más activo, del furierismo en España, dado su pasado liberal. Tampoco es extraordinario que fuera en dicho núcleo donde cuajó la única experiencia utópica feminista del país. El discípulo directo de Fourier que más influyó en los círculos furieristas en España fue Juan Czinski y una mujer, la jerezana Mar-
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garita de Morla y Virués, quien prologó en 1841 la obra de Czinski, El porvenir de las mujeres, bajo el título: Una palabra a las españolas, dirigida por una compatricia. Como precedentes a esta actividad pública femenina hay que recordar especialmente la intensa participación de muchas mujeres en esas experiencias liberales e incluso su paso por la cárcel o el exilio debido a ella (Fuentes y Gari 2014). La sociedad gaditana —como la de otros puertos andaluces— era muy activa en el plano intelectual y se enriquecía con las relaciones externas que favorecía el comercio internacional y los intercambios de bienes y personas ya desde el siglo xviii. En ellos vivieron y escribieron muchas de las mejores representantes de la Ilustración española. De origen irlandés era la poeta gaditana María Gertrudis Hore y Ley (1742-1801). Aunque nació en Madrid, la autora de Apología de las mujeres, Inés Joyes (Madrid, 1731-Málaga, 1808), vivió gran parte de su vida en Málaga; también de ascendencia irlandesa, se casó con un activo comerciante, Agustín Blake.5 Su obra forma parte, junto con la de Josefa Amar y Borbón, de lo más avanzado del feminismo ilustrado español. Y no hay que olvidar los escritos de la Pensadora Gaditana en respuesta al Pensador de Madrid. En este último caso, la pretensión sexista de que una mujer no podría ser capaz de tal expresión escrita dio origen a dudas sobre el sexo real tras la firma de Beatriz Cienfuegos por sus mismos contemporáneos, que apuntaron a una autoría masculina. Las dudas han permanecido hasta la actualidad, siendo la documentación aportada por Cinta Canterla la prueba más fehaciente de la autoría femenina hasta la fecha.6 En Cádiz se produjo la única muestra en España de un furierismo de posición claramente feminista y su expresión en una de las más importantes iniciativas periodísticas de difusión del ideario utópico de todo el país. Y todo ello entre 1856 y 1866 en un contexto político 5 Entre los muchos trabajos escritos sobre Inés Joyes y Gertrudis Hore, destacamos las investigaciones de Mónica Bolufer y Fréderique Morand. 6 A lo largo del tiempo se ha especulado sobre si Beatriz Cienfuegos era un nombre real o un pseudónimo y, en ese caso, si tras él se ocultaba un hombre o una mujer. Ya en El Diario Mercantil (3-10-1829: 2) se afirmaba que tras la Pensadora Gaditana estaba un hombre, D. N. del Postigo. Ramón Solís en Historia del periodismo gaditano (1971: 12) argumentaba en favor de la autoría femenina. Cinta Canterla (2018) resulta fundamental para actualizar la controversia sobre la autoría y la decanta hacia la femenina, Beatriz Cienfuegos sería el nombre figurado de Beatriz Manrique de Lara Alberro.
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y económico muy diferente a los que se habían vivido en las experiencias francesa y británica antes reseñadas. En España no se habían planteado los derechos de ciudadanía o la participación ciudadana en los procesos legislativos como en Francia salvo durante la elaboración de la Constitución de 1812; respecto a la Revolución Industrial, aunque se desarrollaban algunas experiencias, su desarrollo era tímido en comparación con el francés y muy lejano del inglés, aunque sí existían ya fábricas con mano de obra femenina en algunos sectores como el de tabacos. La Iglesia católica mantenía un poder mayor que en Francia, donde su influencia se había recuperado en gran parte tras el laicismo revolucionario. En lo que sí mantienen líneas similares los tres países es en la situación de desigualdad y sometimiento de las mujeres, refrendada por las leyes. Resulta muy significativo que Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata fundaran y mantuvieran los Pensiles, pues, sin el caldo de cultivo de las revoluciones políticas o de la transformación económica que habían servido de revulsivo y apoyo a las utópicas francesas e inglesas. En cambio, la represión de las ideas furieristas fue similar a la sufrida al otro lado de la frontera (Barroso 2016: 8). Si encontramos varios títulos sucesivos7 es debido a que la censura «persiguió a estas publicaciones tanto desde las instituciones civiles como eclesiásticas, acusándolas de ser escandalosamente inmorales y de socavar los fundamentos del orden social» (Pro 2015: 37).8 En las décadas de los cincuenta y sesenta, otras mujeres con origen en la clase media se desempeñan profesionalmente en el periodismo hasta llegar a ser directoras de sus propias publicaciones dentro de un 7 Los llamados Pensiles comprenden varias publicaciones sucesivas: El Pensil Gaditano. Periódico de Literatura, Ciencias y Artes, nace en 1856 y se transforma en El Pensil de Iberia. Periódico de Literatura, Ciencias, Artes y Teatros. Entre octubre de 1857 y diciembre de 1858 se publica El Nuevo Pensil de Iberia. Periódico de Literatura, Ciencias, Artes y Teatros. En abril de 1859 aparece El Pensil de Iberia. Revista Universal Contemporánea, que se mantiene unos meses. Tras un parón mucho más largo, entre diciembre de 1865 y abril de 1866, sale la última publicación de la serie, La Buena Nueva. Periódico de Literatura, Ciencias, Artes e Industrias. 8 Se pueden encontrar colecciones completas de los Pensiles en progresivo estado de digitalización en la Hemeroteca Municipal de Madrid y en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz. En el número de mayo de 2016 de la colección El Documento Destacado editada por esta última institución, se ofrecen además las referencias y reproducciones de documentos del expediente de denuncia del obispo de Cádiz al gobernador civil en 1859.
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pragmatismo conforme al discurso doméstico establecido. Son las llamadas «escritoras del canon isabelino»: Ángela Grassi, Faustina Sáez de Melgar, Pilar Sinués de Marco, Faustina García Balmaseda y Rogelia León principalmente (Sánchez 2001). Estas mujeres no pertenecen a un contexto aristocrático dotado de la capacidad de escribir como afición y tampoco asumen un activismo vinculado a un ideal, como las utópicas objeto del presente artículo, sino que negocian sus posibilidades de agencia en función de sus necesidades económicas concretas: solteras, casadas o separadas, no tienen una seguridad económica y la buscan a través del emprendimiento en la escritura y su participación en la industria editorial y los negocios vinculados a ella (Partzsch 2019). Debemos a Gloria Espigado Tocino la reconstrucción de las figuras de Celis y Zapata (2008), también de orígenes burgueses y solteras. Las dos mujeres vivieron de sus propios ingresos, que no fueron precisamente jugosos gracias al periodismo, y debieron dedicarse a diferentes oficios, principalmente en tareas de costura. En un evidente paralelismo con sus colegas francesas de La Voix, pasaron condiciones de vida muchas veces penosas, pero no se rindieron en la defensa de sus ideales ni en la idea de ponerla en práctica a través de la prensa. Y eso que, al contrario que sus hermanas parisinas, se encontraban solas, sin el apoyo de un grupo femenino asentado. Quizás por esa falta de una conciencia previa de activismo feminista o quizás por haber sido mixto el respaldo que recibieron en la sociedad furierista gaditana, los Pensiles de Celis y Zapata contaban en sus redacciones tanto a varones como a mujeres y se dirigían también a un público mixto, en una línea más semejante a la británica. En todo caso, tanto su tono como el atrevimiento de sus planteamientos son comparables a los de las publicaciones utópicas francesas e inglesas. 3. Reivindicaciones feministas Las características comunes a los socialismos utópicos se encuentran tanto en los Pensiles como en las publicaciones con las que los comparamos. En primer lugar, los llamamientos a la fraternidad universal como objetivo último que llevará a la nueva sociedad de justicia y equidad; en este marco, el papel de las mujeres es el de portadoras de valores morales y garantes de dichos valores, en un sentido de maternidad social. Esta perspectiva que podría calificarse de conservadora
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se complejiza al unir una fuerte postura reivindicativa de derechos, desde los laborales a los políticos. Así se explica en La Voix: «La moralité d’une nation tient surtout dans la moralité des femmes; si elles améliorent la famille, si les mères ont de bons fils, la patrie aura de bons serviteurs» (La Voix des Femmes 20-3-1948: 1).9 En ese mismo texto se define la familia como «ce temple où la mère se devoue avec une si complète abnegation»10 al mismo tiempo que se pide claramente el derecho al voto: «Nous ne pouvons associer l’idée de privilège et l’idée de démocratie, cépendant, quand le moins intelligent citoyen à droit de vote, la plus intelligente citoyenne est encore privée de ce droit».11 Se ha menospreciado en ocasiones la religiosidad difusa y retórica que impregna los textos y el desarrollo de las mismas teorías —en el owenismo, sobre todo en su segunda época—. En efecto, se trata de un estilo exaltado y mesiánico, anticlerical por acción u omisión, con constantes referencias religiosas y morales y una sorprendente mezcla con contenidos reivindicativos muy audaces para la época, ya sea en artículos o —en el caso de las publicaciones gaditanas sobre todo— poemas, siguiendo el gusto romántico por la poesía tan en boga en su época. Así, por ejemplo, en El nuevo Pensil de Iberia, Margarita Pérez de Celis publica un extenso poema titulado «A la humanidad», plagado de referencias a la paz y la fraternidad, en el que exalta la naturaleza, la ciencia y el amor como dones divinos, concedidos a la humanidad para que viva en armonía y critica que ésta pida a Dios nuevas concesiones sin valorar lo que ya tiene: ¡LEVANTA HUMANIDAD! Que un lazo aduna En tu seno los grandes corazones, Y tu familia es una Y es uno el interés de las naciones No te prosternes, no: que ya se mira Descender a la vida transitoria «La moralidad de una nación se apoya sobre todo en la moralidad de las mujeres; si ellas mejoran la familia, si las madres educan a buenos hijos, la patria tendrá buenos servidores» [traducción propia]. 10 «Ese templo donde la madre se entrega en completa abnegación» [traducción propia]. 11 «No podemos asociar la idea de privilegio y la de democracia ; no obstante, mientras que el menos inteligente de los ciudadanos tiene derecho al voto, la más inteligente de las ciudadanas todavía se ve privada de este derecho» [traducción propia]. 9
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EL REINADO DE DIOS, por que suspira LA LIBERTAD, cubriéndose de gloria: De la divina luz por el camino, FELICIDAD Y AMOR ES TU DESTINO (Nuevo Pensil de Iberia, 30-1-1858: 3).
Por otro lado, María Josefa Zapata en su poema «El ángel universal» también canta al amor como liberación del egoísmo y la opresión, pero escribe sobre las mujeres: Y yo vi a la mujer que desvalida y oprimida vivió en triste desconsuelo Y el hierro de esclavas nos pudo abatir […] Que así es la venganza del sexo que un día se vio despreciado sin causa o razón del sexo abatido, la fiel compañía de aquel que domina cual rey la creación […] Y escuchase el grito de pena y dolores y el llanto excesivo de opresa mujer que rinde caricias o falsos amores a aquel que la humilla con brusco poder.
Es reseñable que el primer artículo de La Voix, en el que da la bienvenida a la revolución y llama a la participación femenina en pie de igualdad, se titule precisamente «Profession de foi»: Et pourquoi donc, a son tour, la femme ne meleraît-elle pas son voix à ce Te Deum général, elle qui donne des citoyens à l’État, des chefs à la famille? La Liberté, l’Égalité, la Fraternité apellent au genre humain les mêmes prerrogatives: honneur à cette trinité sainte qui accordera aux femmes les droits de citoyenneté, leur permetant de s’éléver intellectuellement et moralement à l’égal des hommes (La Voix des Femmes 20-3-1848: 1).12
12 «¿Por qué entonces no podría la mujer mezclar su voz en este Te Deum general, ella que da ciudadanos al Estado, jefes a la familia? La Libertad, la Igualdad, la Fraternidad suponen para el género humano las mismas prerrogativas: honor a esta santa trinidad que proporcionará a las mujeres los derechos de ciudadanía, permitiéndoles elevarse intelectual y moralmente en igualdad con los hombres» [traducción propia].
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Y unos días más tarde se publica un artículo de Jeanne Deroin sobre «el principio divino de la fraternidad universal» (La Voix des Femmes 28-3-1848: 3) a la que tienen que contribuir todos, por pequeños que sean sus medios. Ese feminismo de la diferencia, de maternidad social, que propugna una superioridad moral de las mujeres que salvará también al hombre, a la humanidad entera, está presente en textos como este de Anne Wheeler: When I advocate the Rights of Women, I do it under the most perfect conviction that I am also pleading the cause of man by showing the mighty influence Women hold over the happiness or misery of men themselves, according as they are instructed or ignorant, fettered or free. So true is it that though men make the law, it is women who mould the manners and morals of society; and according as they are enlightened or ignorant, do they spin the web of human Destiny (The British Co-operator 4-1830: 13).13
Los ejemplos, tanto en los Pensiles como en las publicaciones francesas son innumerables y, como hemos dicho, llenan también en general los discursos de la segunda época del owenismo inglés, cuya principal publicación se llama precisamente The New Moral World. Aunque se trate de un discurso hegemónico en los utopismos, cabe destacar que el uso del argumento religioso por parte de mujeres periodistas o activistas en el siglo xix es una práctica habitual y, según diversas autoras, utilitarista, a la que recurre la misma Concepción Arenal años más tarde. Estas mujeres viven en sociedades que no cuestionan el universo de creencias del cristianismo —en el caso francés el laicismo ya en la década de los treinta ha perdido mucho vigor—, por lo que resulta útil acudir a él tanto como elemento legitimador como por ser un código comprensible y tranquilizador para la audiencia a la que se dirigen: The biblical imaginery that Marina, Zapata and Pérez de Celis systematically deploy indicates how mid-nineteenth-century feminists drew on 13 «Cuando abogo por los Derechos de la Mujer, lo hago en la convicción de que estoy defendiendo la causa del hombre, mostrando la influencia de la Mujer sobre la felicidad y la miseria de los mismos hombres, según sean instruidas o ignorantes, sometidas o libres. Es cierto que los hombres hacen las leyes, pero son las mujeres las que moldean las costumbres y la moral de la sociedad; y según sean instruidas o ignorantes, así tejerán la red del destino humano» [traducción propia].
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Christian premises on gender equality to advance their agendas in a language familiar to female Catholic readers […] Thus religious teachings could authorize feminists thoughts and claims for greater socialpolitical rights which in turn worked to shift the patriarchal premises of Catholicism and exclusionary concepts regarding membership of the Nation (Arkinstall 2018: 123).14
Coincidimos con el análisis de Gloria Espigado Tocino sobre los Pensiles, en los que encuentra: Una continua inspiración bíblica, a la par que sorprende la ausencia de toda mención a la jerarquía, a los intermediarios de la fe que profesan. Esta instrumentalización del mensaje evangélico como medio de subversión social constituye el alegato de protesta y de búsqueda de la justicia no ya en el más allá, sino en el más acá de la tierra, referida en ocasiones poéticamente como el globo o la esfera. En cualquier caso, para la mujer, hablar desde los principios doctrinales del cristianismo es un recurso hábil, inteligente, para arriesgar en la crítica poniéndose a resguardo de todo intento de desautorización (2008: 26).
En general, en las publicaciones de los tres países, hay reivindicaciones y denuncias similares sobre la situación de las mujeres en lo que respecta a temas como la doble moral sexual, que promueve los matrimonios concertados y al mismo tiempo se aprovecha de la vulnerabilidad femenina por la falta de alternativas económicas para mantener un sistema de prostitución que mercantiliza los cuerpos de las mujeres en provecho de la dominación masculina. En ambos casos se considera que la mujer ha debido venderse por dinero, está abocada a la infelicidad y, en la prostitución, a ser arrojada fuera de la sociedad que precisamente la ha puesto en esa situación. Lo mismo sucede con la reclamación de una educación más cuidada y útil para las mujeres, la vindicación quizás más repetida del siglo en toda Europa.
«La imaginería bíblica que despliegan sistemáticamente Marina, Zapata y Pérez de Celis indica cómo las feministas de mediados del siglo xix se apoyaron en premisas cristianas de igualdad de género para avanzar en sus agendas en un lenguaje familiar al de sus lectoras católicas. […] Estas enseñanzas católicas podrían autorizar los planteamientos y las vindicaciones feministas hacia derechos sociopolíticos más amplios, que a su vez podrían cambiar las premisas patriarcales del catolicismo y los conceptos elitistas respecto a la pertenencia a la Nación» [traducción propia]. 14
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Otras reivindicaciones están mediatizadas por las categorías imperantes en la sociedad de cada país. Así, en Francia, es recurrente la reclamación del divorcio, ya que fue una ley en vigor anulada por el bonapartismo. El divorcio existe también en Inglaterra, pero a completa disposición de la decisión del marido, y ni siquiera se plantea en España. Esto quizás sea más evidente en la reclamación de derechos políticos que se da con más fuerza de manera temprana en Francia, donde varias veces a lo largo de la primera mitad del siglo xix se debate sobre el sufragio y los derechos de ciudadanía, años antes de la defensa de John Stuart Mill en el Parlamento británico. En 1848, ante los debates de la Asamblea Constituyente, se llega a hacer campaña por el voto femenino. Así, se reseña el apoyo de Cabet en una última reunión icariana en favor de los derechos de las mujeres, incluidos los políticos que son los principales —dicen— porque permiten elaborar las leyes. En el artículo se especifica que, aunque causó preocupación en muchos, la iniciativa de Cabet ganó por mayoría. Añaden un escrito de agradecimiento a Cabet y quienes le apoyaron firmado por Éugenie Niboyet, presidenta, Désirée Gay, vice-presidenta y Jeanne Déroin, secretaria general (La Voix des Femmes 31-3-1848: 1). Lo mismo sucede con otros derechos negados por los códigos. Así, en el artículo sin firma «Sur le sort actuel des femmes» de La Voix se arremete contra la sumisión y desigualdad inscrita en el Código Civil: Où sont inscrits nos droits? Nulle part et partout une main de fer a inscrit notre abaissement et nos devoirs! Et aujourd’ui l’homme, en raillant, parle de l’emancipation des femmes! Et il affecte de croire que l’instruction seule leur manque, et quelques uns s’imaginent de trouver des sujets d’alarme pour l’avenir (…) Aujourd’hui, l’homme, tout préoccupé de ses droit oublie ses dévoirs; la femme, longtemps préoccupée de ses devoirs a longtemsp oublié ses droits. Peu à peu nous sommes sorties, comme le peuple, d’une longue enfance: maintenant, nous songeons a préparer pour les femmes une ère nouvelle et meilleure (La Voix des Femmes 24-3-1848: 3).15 15 «¿Dónde están inscritos nuestros derechos? ¡En ninguna parte y en todas una mano de hierro ha inscrito nuestra sumisión y nuestros deberes! ¡Y hoy el hombre, mofándose, habla de la emancipación de las mujeres! Y simula creer que solo les falta la instrucción y algunos incluso encuentran motivos de alarma para el futuro […] Hoy, el hombre, preocupado por sus derechos olvida sus deberes; la mujer, tanto tiempo preocupada por sus deberes ha olvidado desde hace mucho sus derechos. Poco a poco
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La situación particular en Inglaterra, con un cambio social radical y muy acelerado, lleva a miles de mujeres a permanecer solteras pese a la progresiva implantación del ideal de domesticidad y de la mujer como esposa y madre sumisa. Un ideal que entraba en contradicción con la realidad, en la que las mujeres tenían pocas oportunidades de mantenerse económicamente de forma autónoma, como muy bien señala el famoso ensayo de Harriet Martineau, «Female Industry», publicado en 1859 en The Edimburg Review. La potencia de la denuncia de Martineau dejará huella, pero las socialistas utópicas ya venían señalando las desigualdades laborales y exigiendo acceso al mercado laboral desde hacía años. Todas las publicaciones coinciden en la atención prestada al trabajo femenino, ya que dicha situación se vivía en todos los países. Por un lado, se esfuerzan en exponer la necesidad de abrir las posibilidades de mantenerse por sí mismas a las mujeres de clase media —restringidas al máximo, a las labores de aguja, ejercer de señoras de compañía o de institutrices—. Así, aceptando que el lugar normal de las mujeres está en ser hijas, esposas y madres, desgranan todo el abanico de excepciones con el que se pueden encontrar: quedar huérfanas, solteras, viudas, abandonadas por el marido o empujadas a mantener el hogar por enfermedad o incapacidad de este; advierten del peligro de verse obligadas a recurrir a la prostitución en el caso de que falten alternativas; reclaman formación y nuevas opciones de trabajo. Por otro lado, defienden a las obreras. Denuncian las condiciones insalubres de trabajo en las fábricas, las jornadas interminables, la situación al límite de embarazadas y recién paridas obligadas a trabajar, la falta de cualquier tipo de asistencia para el cuidado de los hijos, los salarios escandalosamente inferiores a los de los varones para tareas similares, etc. En The Pioneer, por ejemplo, se publica en febrero de 1834 esta carta de Frances Morrison titulada «A las mujeres de las clases trabajadoras» y firmada como A Bondwoman: It is time the working females of England began to demand their long-suppresed rights. In manufacturing towns, look at the value that is set on woman’s labour, whether it be skilful, whether it be laborious, so that woman can do it. The contemptible expresión is, it is made by woman estamos saliendo, como el pueblo, de una larga infancia: ahora debemos emplearnos en preparar una era mejor y nueva para las mujeres» [traducción propia].
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and therefore cheap? Why, I ask, should woman’s labour be thus undervalued? […] Sisters, let us submit to it no longer. Unite and assert your just rights! (8-2-1834: 191).16
La orientación hacia la emancipación económica es más fuerte en Inglaterra y en la Francia cercana a la mitad del siglo, cuando el socialismo se va haciendo menos utópico y más pegado a la realidad. Pérez de Celis y Zapata sostienen el mismo activismo y la solidaridad con las obreras. El ejemplo más interesante es el extenso artículo «Injusticia social» (Nuevo Pensil de Iberia 10-12-1857: 1) de Margarita Pérez de Celis en el que analiza la desigualdad salarial entre mujeres y hombres obreros. Pérez de Celis enumera ejemplos de distintos empleos, desde la fábrica de tabacos hasta las costureras de guantes o las ribeteadoras, expone detalladamente cuánto cobra una mujer y cuánto un varón, concluyendo a través de dichos datos que el máximo que recibe una mujer es muy inferior al mínimo que cobra un hombre por tareas idénticas o similares. Son cifras que apoyan su tesis principal, la desigualdad que afecta «a la inmensa mayoría de la mitad del género humano. Trátase de una de las mayores o más graves injusticias que se cometen […] del escandaloso desnivel que resulta de la falta de proporción y de equidad con que se distribuyen los jornales, entre los individuos de ambos sexos pertenecientes a la clase proletaria». El ejemplo más sangrante que cita es el de una familia que, buscando quien se encargase de la cocina, finalmente contrata a una mujer por menos de la mitad de lo que ofrecía a un cocinero varón. Estas denuncias sobre la feminización de la pobreza, que conllevaba la amenaza de abusos sexuales, también toman la forma de poemas como «La hija del pueblo», de María Josefa Zapata (Nuevo Pensil de Iberia 20-1-1858: 2) en el que una costurera se queja de su duro destino, permanecer miserable mientras trabaja para adornar a las mujeres de buena posición sin que le baste para su subsistencia:
«Es hora de que las mujeres trabajadoras de Inglaterra comiencen a reclamar sus derechos, suprimidos desde hace tiempo. En las ciudades manufactureras, miren el valor que se da al trabajo de una mujer, aunque sea de calidad, preciso, laborioso, para que ella lo lleve a cabo. ¿Se podría resumir en la despreciable frase, lo ha hecho una mujer y por tanto es barato? Pregunto, ¿por qué el trabajo de una mujer tiene que ser infravalorado? […] Hermanas, no nos sometamos más a esto. ¡Uníos y reclamad vuestros derechos!» [traducción propia]. 16
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¡Mas ay! Que tanto afán sufrir no puedo, Que es de muerte remedo, Y aun no cubre mi corta subsistencia. Hija del pueblo, sufriré en desprecio Viviendo en la orfandad y la tristura Los desdenes del vano, necio, torpe O del rico mordaz la afrenta impura.
Esta atención al mundo del trabajo no es nueva. Ya las mujeres de La Voix prestaban su espacio a problemas como el de la producción de las presas en las cárceles, o la necesidad de asociación de las mujeres costureras y de otros oficios en talleres comunales parecidos a los propugnados por el owenismo, siempre con el fin de que el fruto de la producción femenina fuera al mismo tiempo sostenible económicamente y capaz de proporcionar a las obreras un medio de vida suficiente. 4. Mundos interconectados Las publicaciones de los distintos socialismos utópicos recogen reflexiones, reivindicaciones y opiniones de diferentes corrientes y orígenes en el marco de su mismo espectro ideológico. Así, encontramos que se reproducen cartas de owenitas —e incluso del mismo Owen— ;17 en publicaciones francesas y en los pensiles gaditanos, referencias a Fourier en periódicos de corte sansimoniano, etc. En febrero de 1834 La Tribune des Femmes reproduce un artículo dirigido a Owen, publicado en el periódico inglés The Crisis y firmado por Concordia (La Tribune des Femmes 2-1834: 111) Suzanne firma un breve escrito anexo en el que extiende la opinión de Concordia sobre Owen a Fourier. Suzanne opina 17 La Tribune des Femmes incluye noticias del owenismo escritas por corresponsales en Londres a través del formato epistolar: por ejemplo, fechada el 25 de octubre de 1833, aparece, en el número de diciembre, una larga crónica firmada por Jenny Durant que retrata los ambientes owenitas del momento. La Voix des Femmes publica el 25 de marzo de 1848 una carta de Robert Owen fechada en Londres en febrero y titulada «A los hombres y las mujeres de Francia». En cambio, en los Pensiles, las referencias más numerosas corresponden a Fourier, algunas explícitamente sobre su vertiente protofeminista, como «Opinión de Charles Fourier sobre las mujeres» en el nº 18 del Nuevo Pensil de Iberia (30-3-1858) o el poema «A Fourier» firmado por Josefa Zapata en el nº 22 del 10 de mayo de 1858.
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también que ambos son hombres de buena fe, pero no pueden entender lo que sienten o piensan las mujeres; rechaza que ellos intenten organizarles la vida en sus nuevas sociedades a las mujeres, porque los hombres no deben legislar por las mujeres. Afirma que la razón esencial para trabajar por un mundo nuevo es conseguir la emancipación completa de la mujer. Ese mes también se reproduce la carta firmada por «una joven francesa» publicada en la revista inglesa Man, rebatiendo las opiniones que se vierten en dicho periódico sobre los sansimonianos (La Tribune des Femmes 2-1834: 134-136). Quant à la question des femmes, ils veulent qu’elles soient égales à l’homme, et non semblables à lui, ni communes, et qu’elles jouissent des mêmes privilèges. Déchargées par les associations des menus soins du menage qui ne seraient alors que dans les mains de quelques-unes, elles emploieraient ce temps à des travaux, productifs dans toutes les branches desquels elles auraient accès et rétribution indépendante, et ne seraient plus comme à présent asservies par la nécessité de se marier pour se faire un nom, une position sociale, et de sacrifier souvent leurs plus douces inclinations à l’époux que la famille achète avec la dot.18
También son frecuentes los viajes entre Francia e Inglaterra de hombres y mujeres que siguen estas escuelas y a menudo se publican textos fruto del intercambio de experiencias. Flora Tristan pone por escrito sus impresiones de su viaje a Londres. Anna Wheeler, que ya había tomado contacto con grupos sansimonianos en Francia en 1818, se convierte en los años treinta en su protectora en Londres, presentándoles a personalidades owenitas o traduciendo sus artículos de contenido feminista para su publicación en The Crisis. En 1833, La Tribune des Femmes relataba esto a través de una carta de Jenny Durant en la que, a pesar de describirse en un estado depresivo por haberse visto obligada a dejar Francia y vivir en Inglaterra separada de sus «En cuanto a la cuestión de las mujeres, ellos quieren que sean iguales al hombre y no semejantes, ni comunes, y que disfruten de los mismos privilegios. Descargadas por las asociaciones de los pequeños trabajos domésticos que quedarían en manos de unas pocas, ellas emplearían el tiempo en estos trabajos productivos en todas las ramas a las que tendrían acceso y retribución independiente, y no estarían ya como hasta ahora sometidas a la necesidad de casarse para conseguir un nombre y una posición social y sacrificar a menudo sus más dulces inclinaciones al esposo que la familia ha comprado con la dote» [traducción propia]. 18
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a mistades, alude con satisfacción a la amistad con Madame W. gran señora owenita que conoció a las antiguas sansimonianas y a Fourier y que ya había publicado un llamamiento a las mujeres que fue editado junto a una obra en favor de la liberación de los pueblos de Madame Thompson. En estos viajes se pronuncian conferencias, se asiste a otras y se estrechan lazos de hermandad y mutua influencia. En los Pensiles no encontramos tales viajes, pero sí traducciones de textos feministas de autores utópicos. Así, Josefa Zapata despliega en entregas en gran parte de los números del Nuevo Pensil de Iberia de 1857 «El mundo de los pájaros», la traducción de L’Esprit des Bêtes. Le monde des oiseaux, publicada originalmente entre 1853 y 1855 por Alphonse Toussenel, discípulo de Fourier, editor de La Paix, naturalista, anglófobo y antisemita. En 1859, cuando reaparece de nuevo como El Pensil de Iberia tras tres meses cerrado, el primer artículo de este número es «Derechos y misión de la mujer», de A. F. Davis, traducido del inglés por José Bartorelo. Se trata de una nueva serie en la que se vuelven a condenar las teorías de la inferioridad de la mujer, su opresión y su falta de derechos en comparación al hombre. Estos textos tienen un claro carácter divulgativo de los principios del furierismo en particular y los socialismos utópicos en general, de manera que podrían haber sido difundidos en cualquier otra publicación. No obstante, las editoras de los Pensiles escogen aquellos textos cuyo contenido apuntala sus reivindicaciones feministas. Coincidimos con Christine Arkinstall cuando apunta que el hecho de que sus autores sean varones no obedecería a la ausencia de argumentos propios, sino que «These translations perform a mediating function by grating authority to contentious feminist claims through authoritative male thinkers» (Arkinstall 2018: 123).19 De hecho, este planteamiento podría extenderse a muchos otros artículos de firma masculina en los Pensiles. Y es que a Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata no les faltaban argumentos en defensa de la igualdad entre mujeres y hombres, como demuestra el librito La mujer y la sociedad, firmado por Rosa Marina —probablemente se trate de un seudónimo— y prologado por Pérez de Celis, que era una recopilación de artículos de la primera publicados en 1857
«Estas traducciones construyen una función mediadora garantizando autoridad a polémicas reclamaciones feministas a través de acreditados pensadores masculinos» [traducción propia]. 19
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en el Pensil de Iberia.20 Tanto el texto de Rosa Marina como el prólogo desarrollan una crítica a la tesis de la inferioridad de las mujeres y una argumentación a favor de la equiparación de derechos bien construida y desarrollada en aspectos como la educación, el trabajo, la doble moral, el matrimonio, etc. de una forma bastante completa y un estilo directo y activista, alejado del tono más exaltado de otros escritos y asentado en razonamientos bien fundamentados. Por el tono y el contenido de esta obra coincidimos con los investigadores que la consideran el primer manifiesto feminista del siglo xix en España (Ramírez 2009), unos años anterior a La mujer del porvenir de Concepción Arenal. Se trata de publicaciones que aportan una visión alternativa a los discursos políticos, religiosos y sociales del mainstream de la época, pero el valor de los Pensiles no se reduce a una experiencia local, restringida y efímera. Como afirma Íñigo Sánchez Llama: «Tales experiencias son marginales en la España isabelina, por lo que la obra de estas autoras carece del respaldo oficial y prestigio canónico visible en otras trayectorias más representativas» (2011: 27). No obstante, este hecho no va en desdoro de Pérez de Celis y Zapata, sino más bien al contrario. Como hemos visto, su activismo y su audacia hicieron que sus publicaciones fueran censuradas una y otra vez, pese a lo cual no cedieron en su nivel crítico. Esta constancia y la valentía que conlleva las convierten en ejemplo de defensa de la libertad de prensa y figuras relevantes del protofeminismo español. Sus voces no se redujeron a un círculo vecinal. Ya hemos visto cómo en la época circulaban las publicaciones entre países, aún más dentro de un mismo país. Como ejemplo, era costumbre en las revistas de la época, sobre todo en las literarias o las que se salían del perfil político habitual, hacer reseñas de la línea general de otras publicaciones o Existe consenso entre los investigadores en que Rosa Marina es un pseudónimo, pero persiste la diversidad de opiniones sobre si detrás de él se esconde Pérez de Celis o Zapata o ambas o si corresponde a otra escritora. Gloria Espigado Tocino no se decanta totalmente por ninguna de las dos opciones, Antonio Elorza es más partidario de la primera e Inmaculada Jiménez Morell de la segunda. María Dolores Ramírez Almazán ha analizado los rasgos lingüísticos de la escritura de Rosa Marina, que también firmó en otra publicación próxima a los Pensiles, La Verdad de Granada, como ha referenciado Ángeles Carmona González. En la reedición de La mujer y la sociedad para la Biblioteca Virtual de Andalucía, Ramírez Almazán se inclina debido a estos rasgos lingüísticos por una autora distinta a las directoras de los Pensiles, de origen no andaluz y muy probablemente cercana a la normatividad madrileña (2017: 48-49). 20
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de artículos concretos: así, la aparición de La mujer y la sociedad viene publicitada en varios periódicos de diferentes ámbitos geográficos. Llama la atención el caso de La Discusión de Madrid. En al menos cuatro números inserta un anuncio del libro, precisando que se vende en las oficinas de la publicación con precio especial para suscriptores (La Discusión 12-11-1857: 4); tras haberse publicado varios de ellos aparece el comentario crítico de la obra, en el que se expresa la simpatía por el tema y la autora, pero recomendándole que persiga objetivos más posibilistas y factibles para las mujeres y no cambios tan drásticos y revolucionarios (La Discusión 22-11-1857: 3). Las dificultades en la salud de Josefa Zapata conducen a que, en 1863 en una publicación femenina madrileña, La Violeta, se abra una suscripción para recaudar fondos con los que se pudiera operar de las cataratas que sufría. Para animar la dadivosidad de las lectoras, se ofrece una semblanza de Zapata en la que su labor en los Pensiles ocupa un lugar destacado. La estela de los Pensiles y su influencia sobre el feminismo llega hasta el siglo xx. Así, por ejemplo, Celsia Regis, en 1928, se refiere a Margarita Pérez de Celis como «la fundadora de la primera revista feminista de España» («La mujer y la Prensa», La Voz de la Mujer, nº 251, 31-10-1928: 1). 5. Conclusiones Los periódicos que publican Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata en Cádiz entre 1856 y 1866 defienden un proyecto filosófico-económico que ya se había superado en el resto de Europa. Sólo algunos retazos del furierismo y el sansimonianismo sobreviven en Francia a la revolución de 1848 y por esas fechas se desvanece finalmente el sueño owenita en Reino Unido, también en lo que a las aspiraciones feministas se refiere, aunque quedará un sustrato que personas comprometidas se encargarán de mantener. La consolidación del capitalismo, el fracaso del sueño republicano igualitario, el triunfo del ideal burgués unido al de la domesticidad abren nuevos escenarios para la segunda mitad del siglo en los que aparecen como protagonistas el nuevo socialismo materialista y un feminismo diferente. La llegada de las teorías del socialismo utópico a España es tardía y su desarrollo, así pues, diferente. Ya no son posibles los intercambios enriquecedores de experiencias entre seguidores de diferentes países,
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ya no hay modelos en activo en los que mirarse. Los problemas, específicamente los que sufren las mujeres, son similares a este lado de los Pirineos que más al norte, pero las armas de las que disponen para combatirlos no son las mismas y las colocan en franca desventaja. Las directoras de los Pensiles no tienen hermanas en Francia e Inglaterra con las que cartearse y en las que buscar apoyo, aunque sí textos en los que inspirarse. Pérez de Celis y Zapata no encuentran en la sociedad gaditana del momento los círculos de mujeres activas políticamente que sí existieron a principios del siglo o durante el Trienio Liberal. La pertenencia a esos círculos femeninos que se implantaron con especial intensidad en la órbita gaditana o el activismo en grupos liberales mixtos ya fuera por medio de la pluma, de la organización de actos y reuniones, del auxilio a militantes, la transmisión de mensajes o el mero acto de portar símbolos y emblemas había supuesto la persecución e incluso el exilio para muchas mujeres; este activismo femenino es un aspecto poco estudiado tradicionalmente pero sobre el que se está poniendo el acento con interesantes trabajos (Espigado y Romeo 2009, Fuentes y Gari 2014, Cantos y Sánchez 2009). Los clubes de mujeres y centros de discusión política en torno o no a publicaciones periódicas también habían supuesto los cimientos y el sostén de la actividad de sus homólogas francesas en 1831 y 1848, como subrayan Sullerot, Adler, Offen o Taylor y contribuyeron de forma importante al establecimiento de redes de apoyo e iniciativas de corte formativo y laboral. Las gaditanas de los Pensiles sí que participan en un colectivo mixto, pero dicho grupo tampoco tiene la fortaleza y organización que mantuvieron a los owenitas en Inglaterra. Su soledad y la fragilidad del objetivo que se marcaban hacen aún más meritoria la intensidad de su compromiso y su persistencia, teniendo además en cuenta que la censura política y religiosa se encargó debidamente de acosar su trabajo periodístico hasta hacerlo imposible en varias ocasiones. Sus reivindicaciones son similares, tanto en estilo como en contenido a las que encontramos en Francia e Inglaterra y las diferencias se deben en gran parte al contexto espacio-temporal. Por ejemplo, las autoras que más inciden en los derechos políticos son las francesas de 1848, siguiendo la tradición de sus antecesoras de reclamar idénticos derechos de ciudadanía que los varones y en un momento en que los trabajos de la Asamblea Constituyente suponían una esperanza de éxito. No encontramos tanto vigor en Inglaterra; habrá que esperar unos años para ello, a que se organicen —esta vez sí— grupos
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e specíficamente feministas en torno a las peticiones al Parlamento inglés. De forma paralela, en torno a Langham Place, se organizarán a partir de mediados de la década de los cincuenta grupos de mujeres en diferentes iniciativas, también periodísticas, como hemos visto que había sucedido en Francia. Pero es demasiado pronto para que influyan en las furieristas gaditanas, que no tienen un caldo de cultivo propicio para la reclamación de los derechos políticos. Otros asuntos, como el rechazo al matrimonio por conveniencia y la sujeción legal de las mujeres, el problema de la prostitución y la doble moral, la necesidad de educación y oportunidades laborales son, como hemos visto, similares en todos los casos estudiados. Pérez de Celis y Zapata vivían inmersas en el ambiente conservador burgués que sometía a las mujeres a una posición subordinada, limitada al hogar y el papel de madres y esposas, el mismo ambiente que al imponerse frenó las aspiraciones de las feministas en Francia e Inglaterra, países donde se extendió desde las clases altas y la burguesía a las clases trabajadoras y se consolidó en toda la sociedad. Lo extraordinario es la actividad que desarrollaron ellas y las otras redactoras de los Pensiles, sin referentes cercanos y sin apenas apoyos femeninos. De hecho, parecen defender desesperadamente los únicos sistemas que en ese momento histórico respaldaban la igualdad de derechos de las mujeres —es decir, los únicos modelos posibles de referencia de emancipación— sin desalentarse pese al fracaso que todos ellos habían sufrido ya en los países vecinos. Pérez de Celis y Zapata, a través de los Pensiles y del ensayo La mujer y la sociedad sientan la base del primer feminismo militante moderno en España pese a todas sus carencias y dificultades. Esa semilla cuajará más adelante gracias a otras activistas —muchas de ellas periodistas— que habrán encontrado en ellas una fuente de inspiración, el referente necesario para la lucha por los derechos de las mujeres. Bibliografía Adler, Laure (1979): À l’aube du féminisme, les premières journalistes (1830-1850). Paris: Payot. Amelang, James S. y Nash, Mary (1990): Historia y género. Las mujeres en la Europa moderna y contemporánea. Valencia: Institució Valenciana d’Estudis i Investigació.
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CONSTRUIR ANDALUCÍA DESDE LA PRENSA. COMPROMISO Y REGIONALISMO EN CÁDIZ. REVISTA DE ARTES, LETRAS Y CIENCIAS (1877-1880) DE PATROCINIO DE BIEDMA Juan Pedro Martín Villarreal (Universidad de Cádiz)
1. El regionalismo andaluz, entre la prensa y el asociacionismo No puede decirse que el regionalismo andaluz como movimiento político-cultural tuviera suficiente vigor hasta las primeras décadas del siglo xx, momento en que se consolidó un proyecto andalucista a partir, sobre todo, de la figura de Blas Infante, y de la acción de una serie de asociaciones culturales como los Centros Regionalistas Andaluces —de corta vida ante su prohibición por parte de la dictadura de Primo de Rivera— y de proyectos periodísticos como la revista Andalucía (Sevilla, 1916-1917; Córdoba, 1918-1920). Estos medios y asociaciones ayudaron a difundir los presupuestos políticos del regionalismo andaluz —de base progresista y de apoyo al campesinado— a la vez que reflexionaron ampliamente sobre el «ideal andaluz» desde una perspectiva radical, comprometida y hasta cierto punto esencialista (González y Sevilla 1987). La búsqueda de las raíces del andalucismo en la historia ha sido una tarea a la que se ha entregado el propio andalucismo sin demasiado éxito y, en ocasiones, aceptando como válidas toda una serie de asunciones sobre la esencia de la identidad andaluza difícilmente demostrables desde el punto de vista histórico (Cortés 2001: 143). En cualquier caso, no es hasta el siglo xix cuando se pueden encontrar ciertas pruebas de la existencia de un creciente sentimiento regionalista en una región tan amplia como la andaluza. Algunos estudiosos han considerado la creación de la Junta Suprema de Andalucía en la ciudad de Andújar, en el contexto de la revolución de 1835, como un precedente histórico del sentimiento andalucista. A ello habría que añadir
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otros movimientos anticentralistas orientados desde el cantonalismo y el federalismo, que se mostraron especialmente enérgicos en la década de los ochenta, como demuestra la formulación de la Constitución Federalista Andaluza (Lacomba 1978: 67-68), si bien estos movimientos fueron de un carácter marcadamente localista. Tal como apuntan González de Molina y Sevilla Guzmán, «al contrario de lo que sucedió en otras nacionalidades del Estado, Andalucía careció a lo largo del siglo xix de una personalidad explicitada, históricamente considerada» (1987: 79), lo que supuso un cierto freno al surgimiento de un sentimiento claro de pertenencia que motivara un movimiento nacionalista tan tempranamente reivindicado como el gallego o el catalán.1 Por ejemplo, habría que esperar hasta 1869 para encontrar la primera Historia General de Andalucía, firmada por Joaquín Guichot Parody, mientras que en el resto de España la imagen de los andaluces estaba someramente dibujada en torno a una serie de características estereotípicas entre las que destacan la gracia, la tendencia a la exageración o su diferente variedad lingüística, evidentes en la prensa de mediados de siglo (Bastardín 2020: 296). Los movimientos que buscaron la consolidación de una identidad cultural andaluza se han de buscar, de nuevo, entre la prensa y el asociacionismo. A diferencia del proyecto andalucista de Blas Infante, sus precedentes más inmediatos en esta reivindicación estuvieron íntimamente relacionados con una burguesía urbana que no se implicó más tarde en este proyecto político y que, a diferencia de lo que ocurría en Cataluña o País Vasco, era minoritaria y latifundista. Los medios para el debate y difusión de estas ideas de índole regionalista se establecieron a inicios del siglo xx en la ciudad de Sevilla. No obstante, como se intentará demostrar, otros proyectos en clave regionalista se intentaron poner en marcha en el último tercio del siglo xix por parte de focos culturales burgueses como el gaditano o el malagueño, véase el caso de La Revista de Andalucía, dirigida por Antonio Luis Carrión entre 1874 y 1880, o el de la propia Cádiz.
1 En El Regionalismo: estudio sociológico, histórico y literario (1889) de Alfonso Brañas, principal aporte teórico que sustentaba esta propuesta política, apenas se habla de Andalucía como entidad independiente. De hecho, se la denomina «región bético- extremeña», considerándose su separación una mera convención política y su historia razón suficiente para «que se las considere también como una región española independiente» (1899: 199).
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El Ateneo de Sevilla se convirtió en la principal asociación para la difusión del regionalismo, sobre todo por medio de la revista ilustrada Bética, que, publicada entre 1913 y 1917, se convirtió en un centro para el debate en torno a este propósito regionalista muy vinculado a las propuestas regeneracionistas finiseculares. Fundado en 1887 por Manuel Sales y Ferré, el Ateneo se convirtió pronto en una institución cultural marcadamente liberal por su apego a las ideas krausistas que resonaban en el proyecto, lo que potenció la participación de mujeres escritoras y artistas prácticamente desde su fundación (Pérez 2020: 197). De hecho, destaca el apoyo que Patrocinio de Biedma, ya en su madurez, brindó a este proyecto con su composición «Para el Porvenir» (1897), en la que elogió las labores realizadas por el Ateneo en sus primeros diez años de vida a pesar de la adversa situación del país (2020: 199). Entre las iniciativas de cariz regionalista propiciadas por el Ateneo destacaron especialmente los juegos florales, que se comenzaron a celebrar en Sevilla a partir de 1895 siguiendo la estela de los barceloneses, y la revista Bética, fundada y dirigida por el vicepresidente del Ateneo, Félix Sánchez-Blanco.2 El compromiso de esta publicación con la cultura andaluza y la promoción de un sentimiento de pertenencia se hizo evidente desde su primer número, en el que se señalaba «su cruzada, para que Andalucía reine, para que Andalucía impere, para que Andalucía triunfe» (1913: 1). Igualmente, la discusión sobre el proyecto regionalista fue una continua preocupación para la revista, apuntándose a menudo a las cuestiones territoriales, históricas, lingüísticas e identitarias que lo posibilitaban a la vez que se integraba en un engranaje nacionalista patriótico «porque su fin es, al realzar las glorias regionales, ensalzar la Patria, a nuestra amada España» (1914: 1).3 El tono culturalista y su orientación conservadora y burguesa también vinieron marcados por la órbita ideológica de la dirección y los colaboradores, entre los que destacaron nombres como Mario Méndez Bejarano, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero o Alejandro Guichot (Hurtado, Ortiz y Cruz 2013: 15). 2 Para más información sobre el papel de los juegos florales de Sevilla en la difusión de las ideas regionalistas, véase Vila (2008). 3 Destaca a este respecto el artículo «Apuntaciones para un estudio del regionalismo andaluz» de Isidro de las Cajigas, publicado en la revista Bética el 5 de octubre de 1914.
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No obstante, es también entre la prensa y el asociacionismo donde se han de buscar las raíces decimonónicas de esta reivindicación cultural de la identidad andaluza, resultado de toda una serie de tensiones propiciadas tanto a nivel político como cultural a todos los niveles.4 En los cimientos del proyecto del Ateneo de Sevilla se encuentran otros proyectos asociativos como la Sociedad de Folk-lore Andaluz, constituida en 1881 por Antonio Machado y Álvarez (Demófilo) con el objetivo de estudiar las tradiciones populares andaluzas. Como órgano de expresión de dicha sociedad se creó también la revista El Folk-lore andaluz (1882-1883), de corta vida por las vicisitudes personales de su director, lo que la llevó a refundarse como El Folk-Lore bético-extremeño antes de su desaparición en 1884 (Rodríguez 1993: 63). Con anterioridad a estos proyectos, de claro interés para el andalucismo, se desarrolló otro que quizás haya captado una menor atención por sus intereses regionalistas, emprendido por una escritora jienense afincada en Cádiz: Patrocinio de Biedma. 2. «Acudid todos los que cultiváis las artes bellas, a militar en las filas del ejército de Biedma»: la labor periodística de Patrocinio de Biedma en los mimbres del regionalismo andaluz La labor editorial y periodística de Patrocinio de Biedma y La Moneda (1845-1927) se puede comprender como un ejercicio de construcción de la patria andaluza desde el fortalecimiento de la identidad literaria de la región y su tejido cultural, editorial y periodístico. El espacio que consiguió ocupar como mujer en la sociedad de la segunda mitad del siglo xix —debido principalmente a su acomodada posición social— le garantizó la posibilidad de ejercer influencia sobre aspectos sociales y culturales que hasta hacía poco se situaban más allá de los círculos privados femeninos, permeables a partir del establecimiento El auge de los nacionalismos y la consolidación decimonónica de los Estados- nación en toda Europa, junto al impulso de los nacionalismos periféricos españoles, por un lado, y las crisis políticas de la Restauración que evidenciaron la necesidad de repensar la identidad española, sobre todo en el contexto de la crisis del 98, constituyen el telón de fondo en el que se fragua esta identidad andaluza cuyas raíces se pueden precisar en el proyecto periodístico que dirige Patrocinio de Biedma entre 1877 y 1880. Para un análisis sobre este contexto, véase Archiles (2006). 4
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de una ideología de la domesticidad isabelina que reformulaba la idea del ángel del hogar para ampliar su acción a espacios como el de la educación, los cuidados o la beneficencia, así como también a la labor artística o literaria, siempre que esta cumpliera y reprodujera decorosamente la moralidad vigente (Valis 2015: 84, Blanco 2001). Patrocinio de Biedma se convirtió en adalid de la cultura femenina española por su capacidad para modificar su propia sociedad desde el lugar predicado por la moral femenina doméstica y burguesa. Entre las acciones emprendidas por la escritora, destaca especialmente su infatigable apoyo en aras de la revitalización de la cultura literaria andaluza como entidad independiente de los circuitos culturales de la capital, paso que se puede considerar precedente al renacimiento cultural andaluz que en ocasiones se ha vinculado a la acción del Ateneo sevillano en la cultura de los dos primeros decenios del siglo xx. El andalucismo de esta jienense de nacimiento y gaditana de adopción es palpable si se analizan algunos de los proyectos que como agente cultural puso en pie a lo largo de su vida, tales como la constitución de la Federación Literaria Andaluza, la publicación de la revista Cádiz (1877-1880) o su labor en la empresa editorial Tipografía La Mercantil, espacios que sirvieron para promocionar y apoyar a los escritores de provincias en general, y a los andaluces en particular. Nacida en el seno de una familia perteneciente a la aristocracia rural y latifundista, desde muy pronto se dedicó a los quehaceres literarios, auspiciada por la soledad de su infancia en la población de Bejígar (Jaén). Se casó y enviudó muy joven con el también aristócrata José María de Quadros y Arellano, con quien tuvo tres hijos que murieron siendo niños.5 Todo ello motivó que se dedicara a la literatura, contando en su haber con poemas, novelas, cuentos y multitud de artículos periodísticos, entre los que destacan obras como Guirnalda de pensamientos (1872), Las almas gemelas (1874) o La Marquesita (1892). Entre sus primeras colaboraciones periodísticas se encuentran las realizadas en El Ángel del Hogar (Madrid, 1865), La Discusión (Madrid, 1866), El Cero (Baeza, 1867-68) o La Fe Católica (Jaén, 1869-70), pero su verdadero salto a la labor editorial y periodística vino de la mano de la creación de la revista Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, que dirigió tras su llegada a la ciudad homónima entre 1877 y 1880. 5 El estudio más detallado sobre el perfil biográfico de la autora sigue siendo el realizado por Antonio Jiménez Almagro (1989), al que me remito.
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El regionalismo andaluz de Patrocinio de Biedma, fruto de su época y de las tensiones propias del centralismo impuesto por el sistema liberal tanto en el plano político como cultural, puede considerarse como un sentimiento identitario que corre paralelo a una intensa marejada política de la que son muestra los distintos proyectos que en este contexto comienzan a reclamar la promesa de un estado federal. La búsqueda de la identidad andaluza iniciada en el plano cultural por folkloristas como Demófilo fue seguida de cerca por Patrocinio de Biedma, quien participó activamente en la Sociedad del Folklore Provincial Gaditano, asociación impulsada el 20 de mayo de 1885, entre otros, por el político andalucista Ramón de Cala y Barea y Romualdo Álvarez Espino. Su condición de mujer le sirvió como escudo para abanderar diversas luchas de carácter netamente político desde un espacio seguro como era el de la tribuna ofrecida por el periodismo, sin pretender en ningún momento inmiscuirse en las fangosas arenas de la política española de su tiempo, terreno vedado para la mujer. Se la puede considerar, sin embargo, una oradora sin tribuna que ocupó un lugar en la formación de la opinión pública desde una posición aceptable para la mujer y que no renunció a encabezar ciertas luchas sociales que en la actualidad serían consideradas como formas de activismo.6 Siguiendo a Rancière, el discurso de lucha por la igualdad que enuncia Patrocinio de Biedma en sus diferentes acciones se consideraría vinculado a la política, pero alejado diametralmente de las instituciones que conforman la policía. Cabe señalar que, para el autor la política se define como «la actividad que tiene como principio la igualdad y el principio de igualdad se transforma en distribución de las partes de la comunidad en el modo de un aprieto» (1996: 7), mientras que la policía se entiende como el «conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y los sistemas de legitimación de esta distribución» (1996: 43). De este modo se entiende mejor la separación de la lucha que emprende Patrocinio de Biedma, inteligentemente alejada de los espacios de poder político reservados para los hombres, pero efectiva sobre la opinión pública, sabida la influencia del periodismo sobre la misma, y de marcado carácter social. 6 Para una definición más amplia del papel político de la mujer durante el siglo xix, véase Morales (2004).
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Entre las acciones que se pueden englobar dentro de la acción política de la autora se encuentra la solicitud al Ayuntamiento de Cádiz de dedicar el nombre de una calle de la ciudad a la recientemente fallecida Fernán Caballero como apoyo a la literatura escrita por mujeres (Cádiz, nº 1, 10-5-1877), su entusiasmo hacia la propuesta de canalización del Guadalquivir para la navegación entre Córdoba y Sevilla (nº 26, 20-1-1878; nº 8, 20-3-1879), o la preocupación por la educación de las mujeres (nº 78, 30-6-79). Asimismo, se ocupó de organizar una velada en memoria de Concepción Arenal en el Ateneo de Cádiz en 1897, fundó la Sociedad Protectora de los Niños (1885), institución creada para mejorar las condiciones de vida de los expósitos de la ciudad y que permitió que se creará el asilo de huérfanos «El Patrocinio» (Cantos 2014: 368); inició el Congreso de Protección de la Infancia (1887-1888) en Cádiz; se sumó a la Ligue des Femmes pour le Desarmement International como vicepresidenta y presidió el Comité de Damas contra la Tuberculosis (2014: 369). Poco tiempo después de su llegada a Cádiz, siendo ya una reconocida escritora, puso en marcha un proyecto periodístico desde el que dirigió toda una campaña a favor de la literatura andaluza que se hizo evidente a lo largo de sus números, y que llegó más lejos de lo que quizás se hubiera llegado si esta propuesta hubiese sido enunciada por un hombre con plenos derechos como sujeto político. El 10 de mayo de 1877 comenzó la andadura de la revista Cádiz bajo la dirección de Patrocinio de Biedma.7 La viudedad se convirtió en una oportunidad para adquirir ciertas cotas de libertad empresarial para las mujeres, pues les permitía administrar su propio patrimonio (Simón 2008: 389, Birriel 2008: 24). En este caso, le permitió ser directora-propietaria de la revista, que era imprimida en Tipografía La Mercantil, empresa editorial que desde 1868 regentaba el que más tarde sería su marido, José Rodríguez y Rodríguez (López 1997: 316). La revista, de primer nivel tanto por sus colaboradores, entre los que se encontraban figuras como Emilio Castelar, Alcalá Galiano, Antonio Cánovas, Juan Eugenio Hartzenbusch o Juan Valera, como por su ámbito de recepción nacional e internacional (Vega 2014: 3), fue Se trató de una publicación seriada de carácter trimensual en la que participaron algunos de los nombres más relevantes del periodismo español de la Restauración. Los detalles sobre la frecuencia, formato y secciones han sido estudiados por Jiménez (1989), Contreras (1993) y Perea (2004). 7
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considerada como «un periódico de Madrid que por capricho de la Directora se fecha en Cádiz» (Biedma 30-7-1877: 66). La pretensión de esta publicación era generar un contenido literario de calidad fuera de los círculos editoriales de la capital, como se evidencia en su primer número, en el que se señala su «deseo de esparcir por el seno de nuestra sociedad el sentimiento de lo bello» (Biedma 10-5-1877: 2) con el objetivo de «romper esa especie de círculo tradicional que encierra en la corte los grandes ingenios; no ir a la montaña, como Mahoma, sino hacer que la montaña venga a nosotros» (10-5-1877: 2). Además del enorme reconocimiento de los colaboradores que escribieron en la revista, cabe destacar el profuso panel de escritoras con el que contó, entre las que destacan Julia Asensi, Concepción Gimeno, Pilar Sinués, Ermelina Ormaeche o Faustina Sáez de Melgar, cuyas relaciones fueron especialmente estrechas y condujeron a proyectos editoriales posteriores (Martín 2019). Especialmente relevante para nuestro propósito es su compromiso de servir «a los escritores de provincias como un punto de apoyo entre el vacío de la nada y el todo; de los extremos y el centro» (Biedma 30-7-1877: 66). De este modo, la revista se convirtió en una plataforma para el fomento y difusión de la literatura andaluza y de provincias tanto para escritores que estaban comenzando su carrera y a los que brindaba un espacio para publicar como para otros ya consolidados. El tercer número de la revista, publicado el 30 de mayo de 1877, contenía en primera plana un artículo publicado por la propia directora que supuso toda una declaración de intenciones sobre los propósitos de este proyecto editorial y que se titulaba «La literatura andaluza». En él se hace una apología de la necesidad de cultivar una literatura propia que refleje la calidad literaria de la comunidad andaluza «tan rica en galas, en propiedad, en belleza, en vigor y lozanía, como lo es nuestro suelo en flores y frutos, en arroyos y pájaros» (Biedma 30-5-1877: 17). Según la escritora, esta literatura crecía fértil por doquier y era «una condición del carácter de un pueblo, que la esparce sin conocer su valor, como un niño que jugando con perlas las arrojase sin cuidar de recogerlas» (30-5-1877: 17), por lo que requería de un esfuerzo por cultivarla, aprenderla y estudiarla, de modo que no se pudiese acusar a Andalucía de «malgastar sus dones» (30-5-1877: 17). Asimismo, se criticaba que los autores andaluces se aglomeraran en la corte en busca de oportunidades en lugar de reclamar un espacio literario propio:
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Desearíamos que los poetas de provincias no fuesen á Madrid á buscar un nombre, sino á llevar el nombre adquirido á fuerza de trabajo y de constancia; desearíamos ver unirse en una misma aspiración á todos los literatos andaluces, formar un gran centro; crear su literatura propia, su teatro, su novela; no mendigar un puesto á la literatura castellana, sino elevar la suya de tal modo, que aquella tuviese á gloria el que se le uniera (30-5-1877: 18).
Proseguía señalando que Andalucía no carecía de nada que no tuvieran catalanes, valencianos o vascos, quienes para esa fecha ya habían avanzado en proyectos culturales de corte regionalista (Mainer 2002: 15-16), sobre todo parapetados en la existencia de una lengua propia. Sin embargo, Patrocinio de Biedma se apoyó en la calidad y el número de autores originarios de Andalucía para justificar la pertinencia de su iniciativa, así como en su riqueza lingüística, admirada por el resto de España, pero cercana y comprensible a la vez. Tan solo faltaba, en su opinión, «energía, voluntad, y unión para marchar de acuerdo á un punto determinado» (Biedma 30-5-1877: 18). No obstante, la ausencia de un idioma particular sí fue considerado óbice para la culminación de este proyecto por el periodista Enrique Sierra Valenzuela, quien, aunque generalmente publicaba en el madrileño La mañana, reflexionó en Cádiz sobre la pertinencia del proyecto de descentralización literaria que proponía De Biedma, señalando que la ciudad de provincias suponía un mejor contexto para dedicarse a la contemplación que requiere la labor literaria, a la vez que mostraba ciertas reticencias ante la imposibilidad de construir una literatura distintiva cuando se comparte una lengua (Vega 2008: 552). Conviene detenerse en cómo la autora se escudó en su condición de mujer para dar forma a este ambicioso proyecto y reivindicar la necesidad de despertar la conciencia de los escritores andaluces, pues entendió que la dirección de la revista en manos de una mujer la ayudaba a avanzar en un propósito que se alejaba de lo puramente político, pues «la galantería andaluza transigirá sin vacilar con esta especie de acusación que á su pereza se hace, viniendo á justar en este campo neutral donde todas las opiniones, con tal que sean sostenidas con inteligencia y buen gusto, son admitidas» (Biedma 30-5-1877: 18). Así, los intereses de corte andalucista presentes en la revista se hicieron evidentes desde su misma fundación: «la idea de contribuir de algún modo á obtener, más ó menos tarde, un adelanto en esta rica literatura que tanto puede valer, nos ha hecho fundar esta publicación como un
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centro donde se unan voluntades y esfuerzos» (30-5-1877: 18). Su propósito de descentralización literaria, según señala Pilar Vega (2014: 4), fue enormemente exitoso, dado que multitud de escritores andaluces asentados en Madrid participaron de este proyecto, que incluso contó con el beneplácito del rey Alfonso XII, muy cercano a la escritora.8 3. Estrategias para la visibilización de Andalucía y sus letras en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias (1877-1880) Se pueden considerar varias las estrategias desarrolladas por Patrocinio de Biedma para fomentar y visibilizar la literatura escrita en Andalucía desde la revista Cádiz. Además de contar con un elevado número de colaboradores andaluces, la revista acogió una sección que patentiza este propósito de construir Andalucía desde la prensa: la sección de «Andaluces ilustres», ocupada de reivindicar un panteón de figuras propias en diversos ámbitos de la cultura. Además de ello, merece la pena reseñar el ambicioso proyecto de la Federación Literaria Andaluza, o Federación Científico-Literaria, que la autora auspició con el interés de aunar esfuerzos en la consolidación de una asociación literaria andaluza y en el fortalecimiento de un tejido editorial, periodístico y cultural que permitiera el cultivo de una literatura propia no dependiente de los circuitos de publicación madrileños.9 «Andaluces ilustres» se convirtió en una sección recurrente en la revista, sobre todo en sus primeros dos años. La sección recogía perfiles biográficos diversos con el objetivo de construir una «galería de celebridades» que probara la aportación de Andalucía a la cultura y la ciencia de toda España, además de constituirse como un instrumento de construcción identitaria de lo andaluz por medio del establecimiento de referentes contemporáneos andaluces que servían como ejemplo y modelo para esta comunidad, hasta entonces poco cohesionada culturalmente. En este sentido, la directora señalaba en el sexto número, el primero en que se incluía esta sección, que «según nuestros deseos, en ella han de encontrar lugar cuantas notabilidades de ambos sexos Tanto es así que su marido y ella fueron apadrinados por el rey al contraer matrimonio en 1880. 9 Me remito a los trabajos de Pilar Vega (2008, 2014) y Marieta Cantos (1994, 2014), quienes han estudiado ampliamente esta iniciativa. 8
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honran nuestra patria, y nuestro mayor placer será acertar á presentarlos en su verdadero valor, para que el pueblo les conozca y conserve sus retratos como conserva sus nombres, con veneración y cariño» (Biedma 30-6-1877: 41). Esta estrategia de visibilización de una suerte de panteón andaluz de referentes de diversos ámbitos de la vida pública decimonónica se articuló a modo de exempla, buscando probar y refrendar la existencia de una identidad andaluza por medio de este recurso retórico de tipo acumulativo con carácter persuasivo. Entre la nómina de figuras retratadas en la revista Cádiz—los perfiles biográficos iban casi siempre acompañados de un grabado— se encontraron políticos, periodistas, escritores, militares y científicos de diversa proyección nacional. La mayoría de ellos eran de origen gaditano, y tan solo se contó con un perfil dedicado a una mujer, la duquesa de Medinaceli.
Fig. 1 (Grabados)
Se incluyeron en total dieciocho perfiles biográficos a lo largo de los tres años que duró esta publicación. El primero de ellos fue Fernando García de Arboleya (nº 6, 30-6-1877), insigne periodista gaditano fundador de El Comercio y de La Revista de Ultramar, a quien siguió José María de Beránger (nº 8, 20-7-1877), militar y político gaditano conocido por ser ministro de Marina. También se dedicó un artículo a Juan Ceballos y Gómez (nº 9, 30-7-1877), médico y catedrático de la
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acultad de Medicina de Cádiz; al reconocido novelista Manuel FerF nández y González (nº 11, 20-8-1877), sevillano de nacimiento y granadino de adopción, con quien Patrocinio de Biedma se congratuló especialmente, y quien, además, colaboró habitualmente en la revista; a Manuel María de Santa Ana (nº 13, 10-9-1877), periodista y dramaturgo sevillano que hizo fama en la capital, ejemplo de escritor que debió abandonar Andalucía en pos de una fama que solo Madrid podía darle; o a Miguel Lobo y Malagamba (nº 14, 20-9-1877), capitán general de marina oriundo de San Fernando. La nómina se completó con otros nombres como el de Francisco Javier Isturiz (nº 16, 10-10-1877), orador y político gaditano de corte liberal clave en la política de la mitad del xix, con cargos como la presidencia del Congreso de los Diputados, el Ministerio del Estado o de la Gobernación del Reino; Francisco Flores Arenas (nº 18, 30-10-1877), militar, ingeniero, catedrático de Medicina y periodista que estuvo al frente de la revista gaditana La Moda y que fundó la Asociación de Cervantistas de Cádiz, de la que José Rodríguez y Rodríguez fue un reconocido miembro; José Fernández Jiménez (nº 20, 20-11-1877), quizás el menos conocido de todos los reseñados, oriundo de Granada y secretario del ministro Pastor Díaz; el ministro de la Marina José de Bustillo (nº 20-12-1877), también gaditano; el periodista granadino Javier Galvete de Molina (nº 24, 30-12-1877); el clérigo, profesor y canónico de la catedral de Jaén Manuel Muñoz y Garnica (nº 28, 10-2-1878); el insigne político gaditano Emilio Castelar (nº 31, 10-3-1878), presidente de la Primera República; o la duquesa de Medinaceli, Ángela Pérez de Barradas y Bernuy (nº 34, 10-4-1878), a la que no se le dedica grabado. En los últimos años de la revista Cádiz la presencia de la sección «Andaluces ilustres» se redujo drásticamente, al igual que también lo hizo la de «Celebridades contemporáneas», ocupada de ofrecer grabados y perfiles biográficos de figuras relevantes del resto del país. Los «Andaluces ilustres» tan solo aparecieron de nuevo en cuatro ocasiones más, dedicándose a las figuras del gaditano Luis González Bravo y López de Arjona (nº 44, 20-7-1878), político y periodista progresista que ostentó el cargo de presidente del Gobierno en dos ocasiones; Cayetano del Toro y Quartiellers (nº 52, 10-10-1878), alcalde de Cádiz, oftalmólogo y presidente de la junta directiva de la recién creada Federación Literaria; el conocido autor granadino Pedro Antonio de Alarcón (nº 69, 10-4-1879), del que no se ofrece grabado; y, por último, el mariscal de campo gaditano José Velasco y Postigo (nº 104, 30-3-1880).
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Además de promocionar estas variadas e insignes figuras de la vida pública española como iconos andaluces, la propia revista sirvió de espacio para la promoción de los escritores de provincias, siendo especialmente numerosos los colaboradores andaluces. Entre ellos destacan José Luis Albareda, Augusto Arcimis, Javier de Burgos, Antonio Cánovas, Emilio Castelar, Andrés Borrego, José Castro y Serrano, Mariano Pardo de Figueroa (el doctor Thebussen), Francisco Flores Arenas, Antonio Fernández Grilo, Rosa Martínez de Lacosta, Hermenegildo Giner de los Ríos, Pedro Ibáñez Pacheco, Ramón León Maínez, Arístides Pongilioni, Francisco de Asís Pacheco, Ángel y Mauricio Rodríguez Arroquia, Casto Vilar y García, Juan Valera, Manuel Juan Diana, Antonio García Gutiérrez, José Ignacio S. de Urbina, Nicolás Díaz de Benjumea, Alejandro Sawa, Narciso Díaz de Escobar, Josefa Sevillano de Toral, Carmen Linares Martínez, José Jurado de la Parra, José Moreno Castello, Felipe de la Garza, Matías Pastor Díaz, Carmen Linares Martínez, Manuel Genaro Rentero, Pedro Manuel de Acuña o Joaquín Ruiz Jiménez. Sin embargo, la operación de más calado para la construcción identitaria de Andalucía fue la constitución de la Federación Literaria Andaluza, más tarde denominada Federación Científico-literaria, de la que Patrocinio de Biedma fue presidenta vitalicia (Cantos 2014: 366) y cuya conformación se hizo posible gracias a la revista Cádiz. Se trataba de una iniciativa empresarial y asociativa que pretendía realizar un cambio social con un marcado carácter regionalista (Vega 2014) y que abogaba por la descentralización literaria y la creación de un tejido periodístico y editorial andaluz, objetivos ya presentes en la fundación de la revista y que con este proyecto tomaron un cariz mucho más abarcador y serio. La idea se fue fraguando en las páginas de la revista, que durante el primer año se mantuvieron llenas de reflexiones sobre la necesidad de apoyar la literatura andaluza, muestras de apoyo a la iniciativa como la de la carta de Henry Moore dirigida al Dr. Thebussen publicada el 10 de junio de 1878 (2014: 4), así como propuestas de adhesión de otros territorios como Extremadura, Cataluña, Cuba o Puerto Rico. El papel de Patrocinio en esta empresa, que no puede sino considerarse como una iniciativa de activismo político, fue capital. Ella misma era consciente de la importancia de la prensa como vocero y de su papel de liderazgo en la consecución de este proyecto, si bien una vez estuvo erigido se mantuvo a un lado para dejar trabajar a
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las diferentes comisiones encargadas del mismo. Como señala Vega Rodríguez (2014: 4), Patrocinio de Biedma se autoimpuso el tópico papel de musa inspiradora y se desvinculó de las tareas cotidianas de la Federación, quedando como presidenta vitalicia (nº 40, 10-6-1878), pero sin más interés que el de «seguir sus trabajos con amante mirada, como la madre sigue orgullosa los progresos de su hijo entregado a un sabio preceptor, para no interrumpirlos con oficiosidad inoportuna» (Biedma 30-7-1878: 66). A pesar de ello, su centralidad en la génesis y puesta en funcionamiento de la Federación es indiscutible. En este mismo sentido apunta el poema que Amparo Justiniano y Arribas le dedicó a la autora cuando propuso la fundación de este proyecto, «A la insigne escritora y elegante poetisa Patrocinio de Biedma», en el que se alaba su valentía y capacidad para liderar este ejército por la descentralización literaria (Justiniano 30-7-1877: 67): Venid pronto, que esa voz Nos anima y nos congrega, Acudid todos los que Cultiváis las artes bellas, Á militar en las filas Del ejército de Biedma, Que en él con bandera alzada Patrocinio nos espera, Y agrupándonos en torno De su explendorosa (sic) enseña, Nos llevará á la victoria Esa capitana apuesta, Celosa propagandista De las artes y las ciencias. La federación proclama, Aplaudamos esa idea!... Beneficiosa en extremo, Para esta preclara tierra. Ayudad pues sin descansa Á Patrocinio en su empresaVed: su figura destaca Del Océano en la ribera.
Aunque desde el comienzo de la publicación de la revista se observara el ánimo por dar forma a esta iniciativa, no fue hasta el 12
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de mayo de 1878 cuando se constituyó bajo el nombre de Federación Científico-literaria. Sus propósitos, recogidos en sus bases y estatutos, que fueron publicados respectivamente en los números 39 y 45 de la revista, se centraban en intentar construir Andalucía desde la prensa. Concretamente, la Federación buscaba dotar a la región de una infraestructura editorial suficiente para apoyar a sus escritores, evitando que estos debieran desplazarse a Madrid para triunfar como literatos o periodistas. En palabras de la autora y presidenta de la Federación, su principal objetivo era el de «hacer valer en Andalucía la inteligencia de sus hijos, apoyándonos mutuamente» (Biedma 30-5-1878: 24). Así, entre los trabajos ordinarios que se planteaba estaban los de «celebrar reuniones y certámenes científicos y literarios», «publicar obras originales, escritas por los socios numerarios», «la subvención para las mismas», «imprimir revistas y periódicos científicos y literarios», «auxiliar decorosamente a los socios que lo necesitaren» y «formar bibliotecas y propagar los buenos libros» (Bueno 30-7-1878: 67). Su interés por fortalecer el tejido periodístico de todas las provincias se explicitó en los artículos noveno y décimo de su reglamento, en los que se establecía que la junta directiva determinaría «cuando, cómo y en qué localidades deban celebrarse las reuniones y los certámenes, publicarse las revistas y periódicos, y establecerse las bibliotecas», así como también que «se procurará que se publique un periódico en la capital de cada una de las diez provincias» (30-7-1878: 67). El carácter de las obras subvencionadas por la Federación daba cuenta de la su manifiesta intención por robustecer la identidad andaluza (y la del resto de provincias que se adhirieron a la iniciativa) por medio del fomento de obras literarias que reflejaran sus características propias. Estas subvenciones, señalaban las bases, «darán, con preferencia a todo trabajo, los de escritores andaluces y extremeños, procurando que estos copien fielmente nuestras costumbres, lenguaje e historia, a fin de fomentar nuestra literatura propia», lo que no deja de ser un propósito de construcción política de la identidad andaluza.
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4. Conclusiones Poca información se tiene sobre el recorrido que tuvo la Federación Científico-literaria tras su fundación, si bien esta falta de noticias apunta a que el proyecto no debió prosperar en los siguientes años. En 1880 el final de la revista Cádiz se produjo a la vez que la vida de Patrocinio de Biedma daba un nuevo vuelco, pues se volvía a casar con José Rodríguez y Rodríguez, quien había enviudado tres años antes (nº 24, 30-12-1877) y era archivero de la Diputación de Cádiz, además de propietario de la empresa editorial Tipografía La Mercantil, ocupada hasta entonces de imprimir la revista. Tras este proyecto se termina el perfil oficial de Patrocinio de Biedma como editora, si bien su influencia sobre la empresa de su marido resulta evidente, apreciándose un cambio en el carácter de las publicaciones impresas en La Mercantil a partir de que se conocieran, así como también se mantuvo su compromiso con otros proyectos de carácter social y humanitario y su faceta como literata (Martín 2019: 113). En La Mercantil se publicaron todas sus obras —tanto las que ya habían visto la luz como las que realizó a partir de esta fecha— y, como prueba de su interés por facilitar la publicación de escritores de provincias, vieron la luz en esta editorial la obra poética de la cubana Aurelia Castillo de González, Fábulas. Poemitas morales (1879), habitual colaboradora de la revista, o Cantares (1886), del gaditano José Larrahondo. Igualmente, la autora se ocupó de la traducción del catalán de la tragedia La sombra del César (1891) de Víctor Balaguer, mostró su apoyo a la fundación del Ateneo de Sevilla, con el que colaboró estrechamente, y también a la Sociedad de Folklore Provincial Gaditano, cuyo reglamento se imprimió en La Mercantil en 1885. Sin lugar a dudas, el papel de la revista Cádiz en la conformación de una identidad regional andaluza fue capital, dada la importancia de la publicación seriada en el contexto periodístico nacional y la centralidad y apoyo que esta idea tuvo. La agencia de Patrocinio de Biedma como directora de la revista y fundadora de la Federación Científico-literaria prueba su compromiso con la generación de una literatura propia de marcado acento andaluz, en línea con los planteamientos regionalistas que ya se fraguaban en los proyectos identitarios de las nacionalidades periféricas españolas, y desde una perspectiva liberal y regeneracionista que entiende la defensa de lo andaluz como parte del proyecto nacional español. Estos esfuerzos deben ser valorados
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como precedentes enmarcados en un contexto muy fértil como es el de finales del siglo xix, y que darían lugar a un movimiento que en los siguientes años echaría a andar tanto en un plano cultural como político y que es hoy una realidad. En el entorno de la revista Cádiz, Patrocinio de Biedma fraguó un discurso andalucista que tuvo como principal objetivo dotar a Andalucía de una literatura propia, así como de los medios para difundirla y comercializarla. Por ello, resulta necesario poner en valor los mecanismos orquestados desde su papel como mujer escritora y editora para fomentar la literatura andaluza y descentralizar el sistema editorial español, primero desde la revista Cádiz y más tarde desde la Federación. La búsqueda de referentes andaluces y el apoyo explícito a los autores que desarrollaran una obra que fuera reflejo de la identidad andaluza se sumó a un proyecto de autonomía económica y editorial con respecto a la capital española que no terminó de asentarse, pero que sembró la semilla de un sentimiento identitario y autonomista que más tarde germinaría en Andalucía, así como sentó las bases de otros proyectos que, entre el asociacionismo y la prensa, difundieron el regionalismo y el andalucismo hasta dar forma y sentido a la región andaluza tal y como hoy la conocemos. Bibliografía Referencias primarias Bética (20-11-1913): «Palabras preliminares», en Bética, nº 1, p. 1. Biedma, Patrocinio de (10-5-1877): «La primera piedra», en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 1, pp. 1-2. — (30-5-1877): «La literatura andaluza», en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 3, pp. 17-18. — (30-6-1877): «Andaluces ilustres. Don Fernando García de Arboleya», en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 6, pp. 41-42. — (30-7-1877): «Federación literaria», en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 9, p. 66. — (30-5-1878): «Federación literaria», en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 39, pp. 23-24. Hemeroteca Digital Hispánica. — (30-7-1878): «Federación literaria», en Cádiz. Revista de Artes, Letras y Ciencias, nº 45, p. 66. Hemeroteca Digital Hispánica.
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SOBRE LOS AUTORES
Cecilio Alonso es profesor asociado en la Universitat de València y profesor-tutor en el Centro UNED «Tomás y Valiente» de dicha ciudad, doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Motivo destacado de su tarea investigadora han sido las relaciones entre prensa periódica y literatura en el siglo xix y primer tercio del xx. De sus más de ochenta aportaciones, cabría destacar los siguientes libros: Literatura y poder. Escritores españoles en la España Isabelina (1971), Vida y obra de Manuel Ciges Aparicio (1984) e Intelectuales en crisis. Pío Baroja militante radical (1985), y entre otros muchos y reconocidos trabajos, recientemente el volumen quinto de la Historia de la literatura española en Crítica dirigida por José-Carlos Mainer titulado Hacia una literatura nacional 1800-1900). Montserrat Amores es profesora titular de Literatura Española en la Universitat Autònoma de Barcelona. Sus líneas de investigación se concretan en dos ámbitos especialmente, relativos a la literatura española del siglo xix: el cultivo del cuento español y de la novela española en el siglo xix, y la literatura y prensa periódica en el siglo xix, con una incidencia particular en las revistas ilustradas. Fruto de sus primeras investigaciones fue la publicación del Catálogo de cuentos folclóricos reelaborados por escritores del siglo xix (1997) y las monografías dedicadas a Fernán Caballero (2000) y Antonio de Trueba (1999). En 1999 fundó GICES XIX (Grupo de Investigación del Cuento Español del Siglo xix) adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona, que creó una base de datos digitalizada que dirigió durante la vigencia de los proyectos que la sustentaban (http://www.gicesxix.uab.es). David Loyola López es profesor ayudante doctor en la Universidad de La Laguna, doctor en Artes y Humanidades por la Universidad de Cádiz. Ha centrado su carrera investigadora en el estudio de la literatura española del siglo xix, con especial atención al fenómeno del
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La prensa en Andalucía en el siglo xix
destierro en las letras hispánicas. Entre sus contribuciones, destacan la monografía Los ojos del destierro. La temática del exilio en la literatura española de la primera mitad del siglo xix (2018), premio de la IV edición de la Sociedad Española de Estudios del Siglo xviii, la edición filológica La voz del desterrado. Antología de la literatura española del exilio en la primera mitad del siglo xix (2018) realizada junto a Eva Flores Ruiz, y la coedición con Alberto Romero Ferrer del volumen colectivo Las musas errantes. Cultura literaria y exilio en la España de la primera mitad del siglo xix (2017). Juan Pedro Martín Villarreal es investigador predoctoral de la Universidad de Cádiz. Graduado en Filología Hispánica y Estudios Ingleses por la Universidad de Cádiz, máster en Estudios Literarios, Artísticos y de la Cultura (especialidad en Teoría Literaria, Retórica y Literatura Comparada) por la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del grupo de investigación «Aspectos de teoría literaria. Lecturas y escrituras en red», con sede en la Universidad de Cádiz desde 2017. Actualmente desarrolla su tesis doctoral, centrada en el estudio tematológico del suicidio femenino en las literaturas hispánica y anglo-norteamericana a partir de la segunda mitad del siglo xix. Como resultado de sus investigaciones ha publicado en revistas de reconocido prestigio como Lectora: revista de dones i textualitat, Álabe, Res Rhetorica, Ogigia o Pasavento. Recientemente ha editado y traducido al español la poesía de Mary Ann Evans (George Eliot) en el volumen La oscuridad radiante (2018). Marta Palenque es catedrática de Literatura Española de la Universidad de Sevilla. Es autora de más de ciento veinte libros, capítulos y artículos en los que profundiza en la recepción y difusión de la literatura española, el estudio de la prensa literaria, el valor de la imagen en la edición y transmisión de los textos, los nuevos soportes: efímera y tarjetas postales, etcétera, en los siglos xix y xx; a lo que se suma el análisis del protagonismo de la mujer en la literatura. Destacan entre su producción: El poeta y el burgués. Poesía y público, 1850-1900 (1990), Gusto poético y difusión literaria en el Realismo español: “La Ilustración Española y Americana” (1990), Pintura, literatura y sociedad en la Sevilla del siglo xix. El álbum de Antonia Díaz (2008, en colaboración con Isabel Román Gutiérrez).
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Sobre los autores
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Carolina Pecharromán de la Cruz es editora de Igualdad de los Servicios Informativos de TVE. Doctoranda en el programa Interuniversitario de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid con el tema de investigación «Periodistas españolas 1850-1936. Un estudio comparado con los países de su entorno europeo desde una perspectiva histórica». Licenciada en Ciencias de la Información, rama Periodismo, por la Universidad Complutense de Madrid y en Filosofía y Letras, Geografía e Historia, especialidad de Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 1992 desarrolla su actividad profesional como periodista en diferentes medios, principalmente en TVE como redactora desde 1997. María Román López es investigadora María Zambrano de Literatura española en la Universidad de Cádiz y doctora en Estudios Hispánicos. Sus líneas de investigación abordan los vínculos entre el periodismo, la literatura y la política españoles de los siglos xviii y xix. Actualmente, centrada en el estudio de las identidades femeninas en la segunda mitad del xix a través de la prensa satírico-política. Entre sus principales publicaciones destacan los libros: El Diario Mercantil de Cádiz del barón de la Bruére (1802-1814) (2019), El barón de la Bruère y la prensa ilustrada de provincias (2018) y La prensa femenina en Cádiz a principios del siglo xix. Aproximación al “Correo de las Damas” (1804-1808) (2014) junto a Beatriz Sánchez Hita. Beatriz Sánchez Hita es profesora contratada doctora en la Universidad de Cádiz, doctora en Filología Hispánica, secretaria-editora de la revista Cuadernos de Ilustración y Romanticismo. Sus investigaciones se centran en la prensa, la producción editorial y las relaciones entre política y literatura en los siglos xviii y xix. Ha publicado como autor único y con otros investigadores más de setenta contribuciones como libros, capítulos y artículos en editoriales de prestigio como Cátedra, Peter Lang, Octaedro, Sílex, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, así como en editoriales universitarias y en revistas especializadas. Entre ellos cabe citar: Los periódicos del Cádiz de la Guerra de la Independencia (1801-1814): catálogo comentado (2008), José Joaquín de Clararrosa y su Diario Gaditano (1820-1823). Ilustración, periodismo y revolución en el Trienio Liberal (2009).
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