Discursos (Edicion Bilingue)

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B I B L I O T H E C A S C R I P T O R U M G R A E C O R U M ET R O M A N O R U M M E X I C A N A

ANDÓCIDES

ANDÓCIDES / Discursos

Acostumbrados a los grandes pensadores y escritores del mundo antiguo, a menudo no fijamos la mirada en autores cuya obra literaria, considerada menos paradigmática, nos transmite los afanes, los sentimientos y los prejui­ cios del hombre en su vida cotidiana. Es el caso del orador Andócides, quien no ha sido reconocido por sus cualidades literarias o por sus aportes al desarrollo cultural de Grecia. En su época recibió el desprecio de sus contemporáneos y, en la nuestra, hasta hace pocas décadas, la indiferen­ cia. Actualmente, sin embargo, los historiadores, los filólogos y los politólogos, entre otros, estudian, traducen, publican y comentan con frecuencia los discursos que se conservan de este hombre. Andócides nació en el seno de una familia nobilísima, cuando su patria, la Atenas de Pericles, se afirmaba en el poder y se embellecía con los frutos del imperio. Sufrió los horrores de la Guerra del Peloponeso y se vio envuelto en las luchas políticas, hasta que, ya viejo, fue expulsado de la ciudad por su oposición a los intereses del “partido” democrático. Desde joven se vio en la necesidad de defenderse y atacar a sus poderosos adversarios con el arma que ofrecía la democracia: la palabra. Conservamos íntegros cuatro de los discursos que pronunció ante la asamblea, ante el consejo y ante los tribunales de Atenas. Gracias a esos escritos, ahora podemos conocer la vida de un oligarca que se vio obligado a vivir en un régimen democrático. Estos discursos constituyen fuentes valiosas para el estudio de la historia, la política y la vida social en la Atenas del siglo v a.C. Gerardo Ramírez Vidal presenta una nueva edición de los discursos de Andócides con su aparato crítico y la traducción respectiva, en el orden en que debieron de haber sido escritos originalmente, antecedidos de una introducción biográfica e ideológica, y seguidos de notas al texto original y a la traducción.

ΑΝΔΟΚΙΔΟΥ ΛΟΓΟΙ

ANDÓCIDES

DISCURSOS Introducción, edición, traducción y notas de GERARDO RAMÍREZ VIDAL

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE M ÉXICO 1996

BIBLIO TH EC A SCRIPTORVM GRAECORVM ET ROMANORVM M EXICAN A

COORDINACIÓN DE HUMANIDADES

Primera edición: 1996 DR. © 1996 Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, 04510. México, D. F. DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES Impreso y hecho en México ISBN 968-36-4399-X (rústica) ISBN 968-36-5174-7 (empastada)

Ofratti... Considerate la vostra semenza: fatti non foste a viver come bruti ma p e r seguir virtute e canoscenza Dante, La divina comedia (Inf. xxvi)

PRESENTACIÓN

La obra que ahora presento pertenece a un autor ateniense del siglo V a. C., a quien los estudiosos modernos han pres­ tado atención sólo en las últimas décadas. En épocas ante­ riores había sido relegado entre los escritores griegos anti­ guos menos importantes, y por ello ha sido una figura poco conocida en el ámbito de la cultura clásica. La publicación de sus discursos es una expresión de la importancia que la crítica actual otorga al orador Andócides y constituye, en buena medida, una exposición de los principales aspectos que han atraído la atención de los estudiosos modernos. Aquí el lector encontrará el texto original y la traducción española de los discursos del orador, antecedidos de una introducción y seguidos de notas. La introducción es una guía al texto de los discursos y a su traducción; ahí se abor­ dan puntos que considero fundamentales para entender la obra y se trata el problema de la trasmisión del texto. Las notas al español son escasas y tienen la finalidad de aclarar algunos problemas de contenido para una mejor compren­ sión de los discursos; las notas al griego se limitan a los pasajes donde es necesario hacer algún señalamiento sobre la lectura textual adoptada. La parte central, de cualquier forma, es la edición del tex­ to griego y su traducción al español. Señalo la metodología seguida para la edición del texto en el capítulo final de la introducción. En cuanto a la traducción, parecería necesario justificarla, pues hay ya una excelente versión española en la prestigiosa editorial Gredos, a cargo de J. Redondo Sánchez (cf. la Bibliografía al final). Pero una nueva traducción nunca está de sobra, si está bien hecha, pues entre más se vn

PRESENTACIÓN

publiquen los clásicos más se estimula su lectura y conoci­ miento. Pero, además, debe señalarse que nuestra versión, aparte de que va acompañada del texto griego, difiere de la de Redondo Sánchez en el estilo de traducción y en la inter­ pretación de algunos pasajes. Una de las particularidades de esta publicación es que los discursos completos son presentados en el orden cronoló­ gico en el que supongo fueron escritos: IV, II, I y III, de los años 415, 406, 400 y 392 respectivamente. Ninguno de estos años constituye la fecha que tradicionalmente se ha asigna­ do a cada discurso. La cronología del discurso IV podría ser rechazada. Pero, de cualquier modo, el orden de los discur­ sos se justifica por las fechas reales o ficticias en que fueron pronunciados, que son las señaladas. Al final aparece un índice de lugares, nombres propios y gentilicios menciona­ dos en los discursos. Finalmente deseo señalar que este trabajo se realizó gracias a los estímulos y a la comprensión del Dr. Rubén Bonifaz Ñuño y a la inteligente guía de la Dra. Paola Vianello de Córdova. La maestra Mariateresa Galaz, la Lic. Silvia Aquino López y el Dr. Bulmaro Reyes Coria hicieron una última revisión del trabajo, aunque lógicamente yo me hago único responsable de lo que aquí se dice. Para la edición, de la que me hice cargo, recibí el apoyo y la asesoría del Ing. Sergio Reyes Coria, jefe del departamento de publicaciones del Instituto de Investigaciones Filológicas. La beca que me otorgó la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) durante los años 1991-1993 para hacer estudios de doctorado y realizar mi tesis sobre Antifonte en Perusa, Italia, también me permitió mejorar esta obra.

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INTRODUCCIÓN

1. EL ARISTÓCRATA ANDÓCIDES

Las obras literarias que conservamos de la Atenas democrá­ tica de los siglos V y IV fueron escritas, en su gran mayoría, por personajes de tendencia aristocrático-oligárquica. Entre los exponentes más representativos de esa tendencia se pueden contar a Antifonte, Platón y Jenofonte. Pero en este núcleo deben señalarse también otros grandes escritores atenienses, como Aristófanes, Sófocles (quien al parecer incluso había participado en el gobierno tiránico del 411) y el historiador Tucídides, por señalar sólo algunos de los au­ tores más conocidos. El orador Andócides, aunque menos famoso que los ante­ riores, fue un miembro destacado de ese núcleo. Pero él, a diferencia de la mayoría de los escritores áticos, a pesar de haber sido miembro relevante de una hetería oligárquica, participó activamente en el gobierno democrático, sin dejar de ser un fervoroso partidario de la oligarquía. Ambas ac­ titudes contradictorias —su tendencia oligárquica y su parti­ cipación política en la democracia— son explicables a partir del origen familiar del orador y de las circunstancias po­ líticas que le tocó vivir, aspectos que estudiaremos en este apartado. Por tradición familiar, Andócides era un epígono de la vieja nobleza. Una antigua genealogía, transmitida por Helánico de Lesbos, hacía entroncar la familia de Andócides, a través de Odiseo y Anticlea, hasta el mismísimo Hermes, patrono de los comerciantes (cf. Plut. Vít. Andoc. 1 y Suid. s. v. Andoc.'). El orador hizo honor a su origen mítico, pues se dedicó al comercio marítimo en una etapa de su vida, al parecer con bastante éxito. XI

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Su linaje era reconocido en Grecia, sobre todo gracias al prestigio de sus antepasados1. El más antiguo familiar cono­ cido del orador fue un tatarabuelo de su padre cuyo nom­ bre era Andócides. Éste, que pertenecía a la más rancia no­ bleza de la época de Solón, había sido tesorero de la diosa Atenea, esto es, administrador de los fondos públicos de­ positados en el templo de la diosa (IG i2 393). Un hijo de este Andócides, de nombre Leógoras, aunque tenía estrechas relaciones con los tiranos de Atenas —según el orador—, se vio obligado a emigrar con otros nobles al exilio, pero re­ gresó al frente de ellos para acabar con la tiranía en Atenas (I 106). El hijo homónimo de Leógoras, bisabuelo del ora­ dor, participó en la política ateniense en la primera mitad del siglo V, como podemos inferir por una tejoleta inscrita con su nombre, encontrada en 1966 en un depósito junto con otros restos cerámicos del mismo género que se habían utilizado en 487 en una votación de ostracismo. La mayoría de los datos históricos de los familiares del orador se refie­ ren a su abuelo homónimo, el general Andócides, quien tu­ vo una larga trayectoria de servicios públicos en la época de Pericles; participó, como general, en varias expediciones militares: en 446, con motivo de la invasión lacedemonia al Ática (IG i2 1085), y en 440, junto con Sófocles y Pericles, en el apaciguamiento de la revuelta en Samos (FGH 324F38), además de haber sido embajador en 446 (And. III 6). Su nombre también aparece inscrito en una de las tejoletas usadas en la votación para el ostracismo del 444/3. A la muerte de Pericles, y con el inicio de la Guerra del Peloponeso, la posición política de la nobleza se vio alte­ rada sensiblemente por la radicalización de la corriente 1 Sobre este asunto cf. mi artículo “De nuevo sobre And. II, 26 y I, 106” (datos completos en la Bibliografía). XH

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democrática. Los nobles prefirieron retirarse de las activi­ dades públicas y dedicarse a sus asuntos privados. Muchos, sin embargo, se propusieron buscar la forma de acabar con el predominio de los nuevos dirigentes de Atenas, pertene­ cientes a un sector de la ciudadanía ateniense que carecía de nobleza de sangre y que no tenía tradición de servicio pú­ blico, pero que contaba con bastante dinero y tiempo para suplir a la vieja guardia. El padre de Andócides, llamado Leógoras, pertenecía al grupo de los aristócratas perdedores que se encontraba in­ satisfecho con la nueva situación política. No tuvo el ánimo de participar en los asuntos públicos de Atenas, aunque al inicio no se negó a encabezar una embajada en 426/5 a la corte del rey Perdicas de Macedonia, en un momento difícil para Atenas (IG i2 57). En cambio, se hizo famoso entre sus contemporáneos por su lujo y su derroche, comportamiento que fue aprovechado por los comediógrafos2 para amenizar sus representaciones teatrales. Leógoras era opuesto a la de­ mocracia de su tiempo y, como tal, se unió a un grupo de nobles para conjurar contra ese sistema de gobierno. Andócides, quien había nacido hacia el 4443 en el demos ateniense de Cidateneo, de la tribu Pandiónide, en una épo­ ca de esplendor d? la familia, siguió el mismo camino que su padre, y es de suponerse que desde joven perteneciera a alguna de esas asociaciones secretas de conspiradores contra el régimen que habían formado los nobles oligarcas. Pero Andócides tuvo muy mala suerte. En 4154 se opuso secre2 Cf. Ar. Avispas 1269 y N ubes 109, y Ateneo IX 387a. i En el discurso apócrifo de Lisias VI ( Contra A n d ó cid es) se afirma que el orador tenía más de cuarenta años. El discurso fue escrito m uy probablemente en 403, de acuerdo con M. Cataudella, “Su Ps. Lysias VI 0Contro A ndocide). Cronología e interpretazione”. . 4 Sobre los acontecimientos del 415 cf., entre otros muchos estudios, el apéndice en la edición de D.M. MacDowell, A n d o k id es..., pp. 167-193, J.L.

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tamente a las decisiones de la Asamblea soberana de Atenas relativas a la expedición contra Sicilia, uniéndose a un nu­ meroso grupo de ciudadanos adversarios a la democracia, en su mayoría jóvenes aristócratas. Estas personas, al parecer con el propósito de impedir la partida de la armada, cometieron, al amparo de la noche, el sacrilegio más reso­ nado de la historia de la antigua Atenas: la mutilación de las estatuas fálicas del dios Hermes que se encontraban distri­ buidas en diversos lugares públicos de la ciudad y frente a las casas particulares. Hermes era la divinidad tutelar de la estirpe de Andócides, pero esto no le impidió participar en el sacrilegio, aunque sí evitó mutilar la estatua familiar. En adelante, la vida de Andócides giró en torno a ese hecho. Precisamente en esos acontecimientos deben buscarse las causas de la derrota ateniense en 405/4 ante Esparta. Los demócratas de Atenas eran guiados en 415 por Alcibíades, quien también pertenecía a una de las familias de mayor alcurnia, pero que había “traicionado” a su clase (com o diría un oligarca de la época) pasándose abiertamente al bando democrático, aunque se piensa que no lo hizo por convicción ideológica. Sus anhelos de gloria eran exage­ rados, pues quería tener bajo su dominio no sólo a los siracusanos, sino incluso ampliar el dominio ateniense con el sometimiento de Cartago y, probablemente, de las ciudades costeras del occidente mediterráneo. Andócides y los demás conspiradores se interpusieron en los proyectos de Alcibíades, impidiendo que éste alcanzara la gloria personal, pero al mismo tiempo provocaron que Atenas sufriera una durísima derrota en Siracusa. En efecto, los planes de la conjura se realizaron con lamentables resulMarr, “Andokides’ part in the Mysteries and...", pp. 226-328, y O. Aurenche, Les g ro u p es d ’A lctbtade..., p a s s im . XIV

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tados para los atenienses en general. Sin embargo, los pro­ pios conspiradores resultaron dramáticamente afectados por sus propias acciones. Luego de la mutilación, el gobierno de Atenas, impulsado por partidarios de Alcibiades, actuó con energía para encon­ trar a los culpables que habían realizado, en absoluto secre­ to, el acto de impiedad. Las investigaciones fueron dejando al descubierto la conspiración que se había fraguado para impedir la salida de la flota. Pero los implicados buscaron la forma de defenderse, utilizando cualquier medio que tuvie­ ran a su alcance para anular a sus enemigos. Algunos atenienses y metecos adinerados tenían la cos­ tumbre de parodiar los misterios eleusinos, cuyo secreto era inviolable so pena de los peores castigos. Entre esas perso­ nas estaban Alcibiades y muchos de sus cercanos seguidores. Andócides y sus amigos aprovecharon esa impía costumbre de sus adversarios políticos para contraatacarlos, y los acusaron de parodiar esos misterios. Fue así como Alci­ biades y sus secuaces se vieron implicados en las investiga­ ciones acerca de la mutilación por un delito de impiedad que nada tenía que ver con la conjura oligárquica. A final de cuentas, un buen número de conspiradores fueron con­ denados a la pena capital y a la confiscación de sus bienes; pero también Alcibiades y los suyos fueron condenados a los mismos castigos que los mutiladores de los Hermes. Muchos de los implicados en ambos delitos fueron ejecu­ tados, aunque algunos escaparon a la justicia, dándose a la fuga o convirtiéndose en delatores. Alcibiades se vio pre­ cisado a huir cuando ya se encontraba en campaña en Si­ cilia. Fue así como la armada y el ejército quedaron sin el dirigente más capaz y más comprometido con la expedi­ ción, y su ausencia fue una de las causas principales del de­ sastre ateniense. xv

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Por su parte, Andócides fue arrestado, pero logró salvarse porque se acogió a un decreto del Consejo que otorgaba el perdón a los delincuentes que declararan sobre los aconteci­ mientos (And. II 23). El orador, con el fin de no ser ejecu­ tado, delató a sus propios cómplices, aunque logró exculpar a sus familiares más cercanos. No es extraño, entonces, que los familiares y los amigos de los reos o incluso los propios culpables de los actos de impiedad que no habían sido im­ plicados, sintieran un odio mortal contra Andócides, odio que lo perseguiría hasta su muerte. Cuando el supuesto peligro de la conspiración oligárqui­ ca había desaparecido, se decretó condenar a la pérdida de derechos de ciudadanía (atimía) a quienes se vieran impli­ cados en cualquier delito de impiedad y entraran a los lugares sagrados (And. I 71). El decreto era un instrumento legal dirigido especialmente contra Andócides, aunque for­ malmente involucraba a quienes habían quedado impunes, puesto que les impedía ingresar a los lugares sagrados, y esto los dejaba a merced de sus enemigos. En los hechos, el orador no podía ejercer los derechos de ciudadanía y, en cambio, corría el riesgo de ser acusado en cualquier mo­ mento, sin poder defenderse legalmente, pues los tribunales eran también lugares sagrados. El orador entendió bien la amenaza y optó por autodesterrarse de inmediato. En invierno del 415/4 partió de Atenas y recurrió a los la­ zos de hospitalidad que tenía en el extranjero para de­ dicarse al comercio y así llevar una vida sin privaciones económicas. Pero la vida fuera de la patria era poco agrada­ ble, pues no podía ejercer sus derechos de ciudadanía en ninguna parte. Por esto, inconforme, Andócides buscó la oportunidad de hacer revocar el decreto que le causaba tan­ to daño. Intentó regresar a Atenas en varias ocasiones. Se sabe que se presentó ahí con ese fin al menos en dos oca­ XVI

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siones. La primera vez fue en 411, cuando se verificó un golpe de estado de un grupo de oligarcas lidereados por Antifonte y Frínico, quienes habían sido asociados políticos suyos. Pero la suerte le fue adversa: cuando acudió a una reunión del Consejo, se salvó de morir sólo porque se aco­ gió como suplicante a la protección de los dioses. De cual­ quier modo, Pisandro lo hizo encarcelar (And. II 13-14). Con el retorno de la democracia, Andócides salió libre y se alejó nuevamente de Atenas. En 406 quiso nuevamente recuperar sus derechos y regresó a su ciudad, con el mismo resultado adverso. Aunque en una asamblea había hecho grandes pro­ mesas de ayudar a sus conciudadanos, que se encontraban en una situación crítica, no tuvo éxito, y también entonces tuvo que retirarse de Atenas5. Andócides ya no quiso regresar a su patria en 404, cuando se decretó, a propuesta de Patroclides6, la amnistía a quie­ nes habían perdido sus derechos ciudadanos, ni tampoco lo intentó cuando se hicieron del poder los Treinta tiranos, cuyo principal dirigente era Critias, familiar suyo por línea paterna. En ambos casos es probable que no creyera conve­ niente intentar el regreso debido a que la situación en Ate­ nas era del todo insegura no sólo para él, sino para cual­ quier persona. Con el advenimiento de la democracia se decidió por ley la invalidación de las leyes no escritas que hasta ese enton­ ces habían estado en vigor y se decretó, a propuesta de Tisa­ meno, la constitución de un nuevo código legislativo7. Las leyes de carácter religioso quedaron derogadas, de modo 5 En esa ocasión pronunció su discurso A cerca de su propio regreso, so­ bre cuya datación cf, mi artículo "Sobre la fecha del discurso II de A ndóc.", 6 Cf. el decreto en And. I 77-79. 7 Los textos de las leyes y del decreto aparecen en And. I 85 y 87, y 83-84 respectivamente.

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que los delitos de impiedad cometidos antes del 403 ya no podían ser perseguidos y un nuevo decreto devolvía sus de­ rechos de ciudadanía a quienes los habían perdido (átimoi, cf. And. I 109), excepto a los traidores a la patria que habían intentado subvertir el régimen democrático y que no se habían acogido a los términos de amnistía. Andócides re­ gresó a Atenas y pudo entonces, legalmente, entrar a los lu­ gares sagrados. Sin embargo, sus enemigos no lo dejaron en paz y trataron de hacer valer el decreto contra los sacrilegos, pero inútilmente, pues las leyes y los decretos recién apro­ bados protegían al orador. Luego, en el año 400, sus enemi­ gos agregaron nuevos cargos en su contra, pero él logró salir airoso de las acusaciones. Andócides tuvo éxito desde su retorno principalmente porque adoptó una nueva actitud en los asuntos públicos de Atenas, modificando su tradicional aversión a la democra­ cia. El orador no tenía muchas opciones. En Atenas era bien conocido por sus pasadas actividades subversivas contra la democracia, además de que él no comulgaba con los ideales democráticos. Por otra parte, los oligarcas más decididos, en ese momento estaban derrotados, y la mayoría se encon­ traba en el exilio. Además —se puede inferir—, entre los oli­ garcas que habían participado en el gobierno de los Treinta se encontraban algunos de los que fueron traicionados por Andócides en 415. De este modo ni demócratas ni oligarcas podrían aceptarlo. Por lo tanto, no debe parecer extraño que el orador se haya aliado a una parte moderada de la aristocracia que ha­ bía renunciado momentáneamente a sus proyectos oligár­ quicos y que, en el espectro político, aparecía como el ala moderada del “partido” democrático. El núcleo de este grupo estaba formado por los seguidores de Terámenes, quien había sido ejecutado por los Treinta. Por fortuna para xvm

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Andócides, después de la caída del gobierno de aquellos, el grupo terameniano logró conquistar tanto poder en Atenas que incluso había logrado bloquear varias iniciativas de ley de los “Héroes del Pireo”, con las que éstos buscaban ani­ quilar políticamente a los oligarcas atenienses y ampliar los derechos de ciudadanía a un buen número de metecos y esclavos que habían participado en la restauración democrá­ tica. Además, los teramenianos impusieron con rigor refor­ mas políticas y jurídicas que hicieron que Atenas se recupe­ rara de los graves daños que había sufrido en la guerra con Esparta. Andócides pudo haberse encontrado a gusto en ese grupo político, en el que no tenía que renunciar a sus ideas, y en el que, en cambio, podía apoyarse para luchar contra la democracia radical. De este modo, a diferencia de su padre, tomó parte activa en los asuntos públicos, como lo había hecho su abuelo (aunque en condiciones políticas del todo diversas). Desem­ peñó diversos cargos y cumplió con sus obligaciones de ciu­ dadano. Fue tesorero del erario público (un cargo destinado a los hombres más prominentes) y asumió responsabilida­ des cívicas (las famosas λειτουργίοα): cubrió, como gimiiasiarco, los gastos requeridos en la preparación de un grupo de atletas que compitieron en las fiestas dedicadas a Hefesto en 402; en el año 400, fungió en dos ocasiones como arquiteoro, jefe de embajada sagrada, en los juegos ístmicos y Olímpicos respectivamente8, y hacia el 390 se hizo cargo, como coreuta, de un coro de niños que resultó vencedor en las festividades en honor de Diónisos {cf. IG ii2 1138 y Plut. Vita Andoc. 17). Sin embargo, Andócides se hizo más conocido y odiado por sus contemporáneos demócratas por haber partipado 8 Sobre estos cargos cf. in fr a , cap. 2. XIX

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como presbeutés, embajador, en Esparta en 392 y en 387. La misión que se le había encomendado a él y a sus compa­ ñeros era discutir los términos de paz entre Atenas y Esparta. El cargo ya lo había desempeñado su abuelo en 446 con óptimos resultados, pero Andócides no tuvo la misma for­ tuna. En 392 el orador no logró convencer a sus conciuda­ danos acerca de los beneficios de la paz, pues los demó­ cratas atenienses se opusieron a los términos que exigían los espartanos9. En la segunda ocasión, por motivos que se des­ conocen, aceptó los acuerdos impuestos a los atenienses por el Gran Rey, que iban en contra de los intereses de los demócratas. Al firmar la famosa “Paz de Antálcidas”, se había sobrepasado en su cometido, según la apreciación de la Asamblea. Por este motivo fue condenado al destierro, a una edad aproximada de 57 años. Después se pierden los rastros biográficos de Andócides, aunque probablemente regresó a Atenas como al parecer sucedió con Cefisio, uno de sus colegas de embajada (cf. Davies, APF n° 4859). Los discursos del orador, de los cuales se conservan tres completos y se conocen los nombres de otros tres más, tu­ vieron una finalidad práctica. El Contra Alcibíades (IV) es un discurso ficticio que pudo haber sido escrito como pro­ paganda oligárquica contra Alcibíades en 415, en un am­ biente político sumamente tenso, con el objetivo de despresy En esa ocasión Andócides pronunció su discurso Acerca d e la p a z con los lacedem onios. Tradicionalraente se piensa que el orador fue enviado al exilio ese año y, por lo tamo, que no participó en la segunda embajada. Sin embargo, en el año de 392 la Asamblea decidió continuar con la guerra, de modo que debemos suponer que Andócides no violó las disposiciones del demos-, en cambio, en la segunda embajada (sobre la cual cf. Jacoby, I!GH 328F149a [Filócoro]), los embajadores firmaron la paz, contra las disposiciones de la Asamblea. Los embajadores debieron de haber sido condenados al destierro. Sobre otros argumentos cf. Ch.D. Hamilton, Sparta's Bitter Victories. Politics a n d D iplom acy in the Corintian War, pp. 237-239. XX

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tigiar a ese personaje y de crear las condiciones para su condena por el asunto de la profanación de los misterios10. El Acerca de su propio regreso (II), escrito en 406, según se dijo, fue pronunciado por Andócides ante la Asamblea con el objeto de recuperar los derechos de ciudadanía. El Acerca de los misterios (I), del año 400, es un discurso forense de defensa, contra una serie de acusaciones promovidas por adversarios del grupo terameniano. Finalmente, el Acerca d e la paz con los lacedemonios (III) es un discurso deliberativo con el que el orador, en su calidad de embajador, buscaba persuadir a la Asamblea a aceptar la paz que se estaba gestionando. De otros tres discursos se conservan sólo los nombres y escasos fragmentos. El A sus camaradas tal vez fue un panfleto propagandístico de los círculos oligárquicos, que podría datarse entre los años 425-417. Nada puede in­ ferirse de las dos referencias antiguas acerca del Discurso simbuléutico. El Acerca de la denuncia fue una defensa relativa a una acusación de impiedad que pudo haber sido pronunciada hacia el 403 o 402. Los juicios acerca del estilo de esos discursos y la impor­ tancia de éstos como fuente histórica han sido del todo negativos11. Sin embargo, un estudio que tome en cuenta el género y las circunstancias en que fueron escritos los dis­ cursos podrá demostrar las cualidades retóricas de éstos y el conocimiento muy particular que el historiador tenía de la historia de Atenas.

1,1 C/. ios argumentos en apoyo de esta hipótesis en el apartado relativo a este discurso en Andócides. Un oligarca en ¡a Atenas democrática. 11 Acerca del estilo véanse sobre todo los estudios de A. López Eire y de F. Cortés Gabaudán (cf. la sección “b” de la Bibliografía). XXI

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2. LOS DISCURSOS Y LA ACTITUD ARISTOCRÁTICA Andócides tuvo una vida llena de vicisitudes y actuó a veces en forma deshonesta, como en 415, al delatar a sus propios amigos, condenándolos a muerte para salvar su propia vida. En política, supo adaptarse a las cambiantes circunstancias. Sin embargo, no puede ser considerado un tránsfuga de la aristocracia, pues, a pesar de los obstáculos, no renunció a sus ideas. Durante su juventud luchó contra la democracia radical, como lo hicieron muchos nobles atenienses que se habían visto desplazados por los “demagogos” ricos, pero de origen oscuro. La situación era diferente a partir del 403, cuando un grupo político ligado a la aristocracia se había convertido en la principal fuerza política en los asuntos públicos. Participó con ese grupo y, al final, fue desterrado, pues no quiso doblegarse ante los demócratas radicales. Esta lectura de la vida del orador concuerda con las ideas sociales y políticas que transmiten los discursos que pro­ nunció en diversos momentos. Esos textos presentan un núcleo ideológico, aunque con matices diferentes, que se explican por las circunstancias particulares en que fueron pronunciados o escritos. En el discurso ficticio Contra Alci­ biades se manifiesta una dura oposición al régimen demo­ crático, en modo semejante a como se hace en el libelo oligárquico anónimo titulado La constitución de los ate­ nienses, conservado entre las obras de Jenofonte y escrito probablemente hacia la misma época12. El Acerca de su propio regreso es un discurso pronunciado ante la Asamblea hacia el año 406. Andócides había perdido sus derechos políticos y pedía encarecidamente se le restituyeran, pero no 12 Esta hipótesis la expuse en mi "Ancora sulla data deil'Ath. p o l .", ΧΧΠ

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pudo ocultar del todo el tono altanero y despectivo que refleja sus sentimientos contra algunos principios democrá­ ticos. En 400 escribió y pronunció en el tribunal su discurso Acerca de los misterios, cuando participaba en política en el bando terameniano, de tendencias moderadas. Pero aquí también lo traicionan sus sentimientos aristocráticos, aun­ que los oculta bastante bien. En 392 los grupos políticos se habían radicalizado y las fuerzas antagónicas se presentaban en la Asamblea en abierta oposición. El discurso de Andóci­ des, Acerca de la paz con los lacedemonios, expresa más abiertamente que los dos anteriores las ideas políticas de carácter aristocrático que animaban al orador. Una lectura atenta de los elementos ideológicos puede resultar ilustrativa de la hipótesis señalada. En esta introducción nos limitamos a analizar brevemente dos aspectos: el tropos aristocrático de Andócides y su posición política ante la democracia. La nobleza Andócides inicia el discurso Acerca de su propio regreso desaprobando que los atenienses criticaran el beneficio que pudiera dar a la ciudad una persona como él o “alguna otra persona inferior a mí”. Después, en el parágrafo 19, afirma abiertamente ante los asambleístas que ellos podían equi­ vocarse más fácilmente que los miembros del Consejo, pues ellos mismos podían actuar a su antojo, sin el peligro de ser acusados por hacer mal las cosas. Tres parágrafos más ade­ lante exige en forma pedante que le devuelvan sus derechos de ciudadanía. Estos modos de expresión seguramente eran inadecuados, porque quienes escuchaban a Andócides eran, en su gran mayoría, personas comunes y corrientes, y por­ que esas afirmaciones se hacían ante la principal institución de debate público, donde se decidía acerca de los asuntos xxm

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más importantes de la comunidad. Por estos motivos, un orador debía cuidarse de no decir imprudencias. Pero Andó­ cides parece no preocuparse mucho de esas formalidades. Los estudiosos han llamado la atención sobre el tono des­ pectivo y altanero que el orador evidencia en estos y otros pasajes del Acerca de su regreso, como elementos caracte­ rísticos del discurso, que van disminuyendo significativa­ mente en los demás escritos. Sin embargo, un análisis más detenido puede mostrar que no es esta característica exclusi­ va del discurso del 406, sino de toda la producción que se ha conservado del orador, aunque tales manifestaciones se presentan de modo diferente en los demás discursos. En el Contra Alcibiades el tono despectivo es igualmente virulento, aunque, en este caso sobre todo, contra las insti­ tuciones democráticas. Así, por ejemplo, en varios pasajes (§§ 21, 23, 27) se permite insultar a los jueces ficticios, acusándolos de no aplicar correctamente la justicia y señala en tono burlón la pusilanimidad de la delegación oficial ante Alcibiades en los Juegos Olímpicos (§ 29). Cuando se refiere a la oposición gimnasios-tribunales (§ 22), está se­ ñalando la diferencia entre dos modelos educativos, uno de los cuales él desprecia: el de los tribunales. En su conjunto, ese discurso constituye una ridiculización de la democracia y un ataque a la tiranía, comportamiento propio de la no­ bleza griega de las últimas tres décadas del siglo IV. Donde se manifiesta mejor su actitud altanera es cuando menciona los servicios públicos que él prestó a los atenien­ ses. Ha parecido normal a los estudiosos la supuesta cos­ tumbre que los oradores tenían de presentar en los tribu­ nales las glorias de sus antepasados y las suyas propias en favor de la democracia. No ha causado mucha extrañeza que esos señalamientos significaran, por el contrario, un distanciamiento entre los oradores y los jueces populares, XXIV

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como resultado de una oposición entre la tradición familiar y la nobleza de los primeros y la pobreza y la baja condi­ ción social de los segundos. Un análisis atento podrá de­ mostrar que, en efecto, esas manifestaciones no respondían tanto a un sentimiento democrático cuanto a una actitud jactanciosa y soberbia de los oradores. En este contexto se inscribe la relación de servicios que el orador presenta brevemente (en boca de Féax) en los dos parágrafos finales del discurso Contra Alcibiades, distribui­ dos en tres núcleos: sus misiones como embajador en diver­ sas ciudades, sus gastos públicos y sus victorias en certáme­ nes públicos. Tres elementos característicos de la nobleza. Los embajadores eran elegidos entre las familias atenienses de la nobleza, por sus lazos de p roxenía con nobles de otras ciudades, que normalmente formaban parte de la elite política. Las relaciones internacionales se establecían sobre todo con base en una red de vínculos familiares de muy an­ tigua tradición. La familia de Andócides pertenecía a esa red, por sus nexos con familias nobles de Esparta, de Macedonia y, probablemente, de Persia. Por otra parte, los gastos públicos eran signo de liberalidad, y ésta, a su vez, era un signo de nobleza. Finalmente, uno de los elementos más llamativos de la cultura aristocrática era su carácter agonís­ tico y toda la parafernalia que implicaba el ejercicio com­ petitivo. Las grandes competencias panhelénicas eran a la vez grandes reuniones de la nobleza griega. En el segundo discurso, Andócides se refiere a la oposi­ ción de su tatarabuelo a la tiranía, oposición que él presenta como una actitud democrática, pero que es, originaria­ mente, una manifestación aristocrática. Las grandes familias atenienses de la época de los tiranos se oponían al poder absoluto de una sola persona; pretendían que el dominio político estuviera en sus propias manos. xxv

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Este mismo elemento aristocrático vuelve a aparecer en el Acerca de los misterios (§ 106), donde el orador afirma que sus bisabuelos (Leógoras y Carias) habían regresado del exilio y luchado contra “los tiranos”. Pero esos personajes no eran demócratas, como dice el autor, sino aristócratas que buscaban recuperar el poder. En I 141, Andócides se refiere a los grandes y múltiples beneficios que sus ante­ pasados habían otorgado a la ciudad y a la benevolencia con que actuaron para con los atenienses, de modo que el orador consideraba que los jueces debían, por esos méritos, favorecerlo con sus votos. Andócides señala también que los antepasados comunes de los atenienses dieron la salvación a Grecia y al final insta a los jueces a no permitir que él sea condenado, pues perderían, ellos, al último miembro de ese linaje, de lo que él llama la casa “más antigua de todas” (And. I 147). No creo que a los jueces les importara tanto el linaje de un hombre bien conocido por sus malas acciones. De cualquier modo, la actitud del orador no era propia de la mayoría de los atenienses, que era el sostén de la demo­ cracia, pero que no tenía tan grandes antepasados como los del orador. Su presentación es del todo aristocrática. Andócides agrega que, gracias a las virtudes de aquéllos, los lacedemonios, aunque eran enemigos de los atenienses, salvaron la ciudad de Atenas (en 404). Obviamente, los lacedemonios salvaron a los oligarcas, como señala Jeno­ fonte (HG II 3-25), según la interpretación de una estudiosa moderna13. El discurso Acerca de la paz, en su conjunto, es una manifestación de los ideales aristocráticos del autor, por la visión que éste tiene acerca de la historia de Grecia, una visión enteramente filoespartana. Andócides no logra ocultar 13 A. Missiou, The Subversive Oratory o f A n d o k id es, pp. 92 ss. XXVI

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en ese discurso, como tampoco en las demás obras, sus ver­ daderos sentimientos en relación con la democracia ate­ niense, como veremos en seguida. Aristocracia contra democracia El análisis de los discursos presenta la visión aristocrática que Andócides tenía del pasado de Atenas, que se manifiesta con mucha claridad en la manipulación del dato histórico referente a la derrota definitiva de los persas. En su primer discurso (§ 107 y s.), Andócides se refiere incidentalmente a la victoria griega contra los persas. El orador cuenta que, después de la victoria, los atenienses regresaron a su ciudad y la encontraron completamente en ruinas, en evidente referencia a la entrada de las tropas persas a Atenas en 480/479. La célebre batalla naval de Salamina dio la victoria definitiva a los griegos. Sin embargo, con referencia a ese he­ cho, Andócides menciona la batalla de Maratón que ocurrió diez años antes, cuando los persas ni siquiera lograron en­ trar a Atenas. Obviamente los estudiosos han visto en este pasaje una evidente equivocación histórica. Pero se puede sostener que Andócides no se equivocó, sino que más bien hizo esa referencia de modo intencional. Para los aristó­ cratas atenienses resultaría francamente desagradable atri­ buir la victoria a una batalla en la que participó la clase más baja de la sociedad: los marinos, que constituían el polo opuesto de la nobleza. Por esto preferían mencionar, com o causa de la victoria, la batalla de Maratón, donde habían participado como hoplitas los ciudadanos de las clases pro­ pietarias de Atenas, y presentaban las dos expediciones per­ sas contra Grecia como si hubieran sido un solo y único acontecimiento, salvando así el escollo que representaba la batalla naval de Salamina.

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Esta actitud es constante en los cuatro discursos del ora­ dor. Se manifiesta, por ejemplo, en el modo en que Andó­ cides trata a los políticos del siglo V. El caso de Aristides y Milcíades frente a Temístocles y Pericles es bastante ilustra­ tivo. Los dos primeros fueron héroes de Maratón y estaban relacionados con Andócides por lazos familiares: Aristides era primo de aquel Calias que había casado con Elpinice, la hija de Milcíades. A su vez, este Milcíades descendía del mismo tronco familiar de Andócides. No es extraño enton­ ces que tanto Aristides como Milcíades, lo mismo que el abuelo del orador, hubieran sido partidarios de la demo­ cracia de carácter aristocrático, que estuvo representada so­ bre todo por Cimón, el hijo de Milcíades, en oposición a los dirigentes democráticos populares, como Temístocles, Efialtes, Pericles y Alcibiades. En su Contra Alcibiades (§§ 11 y 12), Andócides se refiere a Aristides como un hombre noble y justo, que había es­ tablecido una contribución equitativa entre los aliados, contribución que había sido muy alterada por Alcibiades, contra quien se dirige el orador. En § 33, Andócides men­ ciona a Milcíades y a Cimón como vencedores en los juegos olímpicos, aunque del último refiere también que fue envia­ do al ostracismo por las relaciones incestuosas que había tenido con su propia hermana. Andócides considera que los atenienses votaron por motivos morales contra Cimón, sin haber tomado en cuenta sus victorias olímpicas. Sin em­ bargo, no es lógico que el orador hubiera manchado la memoria de un lejano familiar suyo. Pero la mención de tal historia no debe extrañar si se toma en cuenta que el orador era un filoespartano y que en Esparta no era castigado el incesto; pero, sobre todo, si se considera que el orador menciona el incesto para ocultar la verdadera razón del os­ tracismo de Cimón, esto es, su actitud favorable a Esparta. xxvm

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En III 3, el orador se referiere al ostracismo de Milcíades y afirma —equivocadamente— que éste fue enviado a Esparta para entablar negociaciones de paz. En estos casos Andócides se está refiriendo a un grupo de personas con las que él estaba ligado ideológicamente. Pero esta actitud favorable cambia radicalmente cuando se trata de personajes representantes de la democracia popular, quienes buscaban ampliar los beneficios a un mayor núme­ ro de ciudadanos. A ésos Andócides los ignora o los ataca con saña. Efialtes, Pericles y Cleón no son mencionados en ninguna parte de su obra. Según Plutarco (cf. fr. 1.), una referencia a Temístocles, el héroe de Salamina, aparecía en el A sus camaradas. Andócides habría dicho, con el fin de incitar a los oligarcas contra el régimen democrático, que los atenienses habían dispersado las cenizas de Temístocles de su tumba en Magnesia. La referencia es oscura. Sin em­ bargo, aunque se refiere insistentemente en el Acerca de la p a z a las naves de guerra que Temístocles hizo construir y a los muros que empezaron a alzarse también por consejo suyo, Andócides nunca lo menciona. Cuando llega a referirse a los demagogos lo hace con desprecio. El orador presenta a Hipérbolo como un bárbaro fabricante de lámparas (fr. I 3) y le causa una gran vergüen­ za el que Cleofonte hubiera habitado la casa de la familia. Pero esa actitud hostil la manifiesta sobre todo cuando refie­ re, con rabia y encono, las malas acciones y la desvergüenza de Alcibíades. Una manifestación de la misma ideología es la postura abierta que Andócides adopta contra las instituciones demo­ cráticas. Es suficiente señalar varios pasajes del Contra A l ­ cibiades, donde el autor se permite atacar dos leyes impor­ tantes en la vida política ateniense del siglo V: la relativa al ostracismo (§ 3), porque privaba de la libertad al ciu­ xxix

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dadano, y la que se había establecido contra los sicofantas (§ 18), porque se limitaba a multarlos. Por otra parte, su posición frente a Esparta era del todo favorable, pues la presenta como la salvadora de Atenas al final de la Guerra del Peloponeso. En este punto concuerdan muy bien los pasajes I 142 y III 19-23- Andócides no hace más que seguir la tradicional actitud proespartana de la nobleza ateniense y particularmente de su familia, que tenía lazos de amistad con Esparta: su abuelo y él mismo habían fungido como embajadores en esa ciudad. En el cuarto dis­ curso no desperdicia la oportunidad de alabar incidental­ mente la actitud supuestamente cabal de los espartanos que aceptaban su derrota ante sus competidores de otras ciuda­ des en los Juegos Olímpicos, frente al comportamiento des­ leal de Alcibiades (§ 28). También el orador se delata en el modo de usar algunos términos clave de la propaganda democrática. El caso de a rch é me parece ilustrativo. Con el sentido político de “do­ minio” o “imperio” aparece cinco veces en los discursos (ex­ cepto el IV). Esta acepción corresponde a la que a veces se encuentra en Tucídides y en Heródoto, quien se refiere ex­ clusivamente a los imperios orientales, sobre todo al persa, llamado siempre megale arché. El primero hace referencia explícita al imperio ateniense, sobre todo en el famoso discurso fúnebre (Th. II 36.2), don­ de Pericles se refiere a la arché que él y sus contemporáneos recibieron de sus padres y que ellos acrecentaron. Por boca de Pericles, Tucídides llega incluso a comparar arché con ti­ ranía (cf. II 63.2 y VI 85.1). En el caso de Tucídides, la a rch é se opone al pacifismo y es resultado de la actividad de los ciudadanos. El orador, por su parte, da un nuevo valor a es­ ta palabra. En su tercer discurso, habla de la arché ateniense como un resultado de la posesión de muros y naves. Estos xxx

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logros, a su vez, son vistos como un producto de la activi­ dad diplomática, del engaño, de la corrupción y de la fuer­ za. Pero luego señala que los atenienses no necesitan pelear contra los lacedemonios, porque ya tienen muros y naves (III 37 y s.), origen de la prosperidad de Atenas. Andócides no dice que, precisamente, los muros y las naves se constru­ yen en función de la guerra. En otro pasaje de su primer dis­ curso (§ 108), el orador considera la arché como resultado de la concordia (hom onoia), que es un término típicamente aristocrático, y que se explica muy bien en un autor como Andócides. Cambia, pues, el sentido de la palabra: la arché corresponde a pacifismo y se opone a la guerra. En un pasaje del segundo discurso (§ 27), el orador acusa a los atenienses de haber cometido graves equivocaciones, como el hecho de haber anulado su imperio en 411, durante el gobierno de los Cuatrocientos, y de haberse convertido en esclavos de los oligarcas. En este caso Andócides iden­ tifica la arché con la democracia y la opone a la esclavitud y a la dynasteia. Entonces procedía así por resentimiento contra los Cuatrocientos que, en vez de acogerlo, lo habían enviado a la cárcel. Pero el orador no se manifiesta favo­ rable a los atenienses reunidos en Asamblea; los fustiga con una cierta dosis de encono. Sin embargo, Andócides no es obviamente un pacifista. No está en desacuerdo con la guerra en términos generales, sino en la guerra contra Esparta. Y en este punto sigue la más pura tradición aristocrática que buscaba un entendi­ miento entre esa ciudad y Atenas (las dos piernas de Grecia) y la lucha contra los persas, lo que explica muy bien su amistad con Evágoras de Chipre, reconocido por su filohelenismo y su antipersianismo. Para Andócides, Esparta signifi­ caba la salvación de Atenas; para los demócratas, la salva­ ción y la democracia radicaban en la guerra contra Esparta. XXXI

3. PARÁFRASIS DEL CONTENIDO

El Contra Alcibíades (IV) es un discurso deliberativo ficticio. En una asamblea se presentan tres candidatos al ostracismo para defenderse de los delitos que se les imputan y para acusarse mutuamente: Nicias, Alcibíades y el orador ficticio del discurso, que puede identificarse con un tal Féax. Éste se defiende de los cargos de sus adversarios y presenta una serie de acusaciones contra Alcibíades. El discurso se inicia con un exordio donde el orador toca el tópico del “interés público-interés privado” (§§ 1-2), se manifiesta contra la ley del ostracismo (§§ 3-6), y exhorta a los jueces a decidir en forma justa e imparcial (§ 7). En seguida viene una larga argumentación tripartita, es­ tructurada en una refutación de las acusaciones en su contra (§§ 8-9), una acusación contra Alcibíades (§§ 10-24) y vina refutación de las supuestas virtudes de Alcibíades (§§ 25-34). Las dos últimas partes son el núcleo del discurso. Los argumentos son de gran interés, pues el autor profundiza sobre algunos aspectos poco conocidos del hijo de Clinias: por una parte, la deshonesta actitud contra su mujer y los familiares de ésta; el trato injusto y soberbio contra Agatarco; el comportamiento despótico en contra de Táureas, y la relación escandalosa con una cautiva de Melos. Por otra, los hechos irrespetuosos y tiránicos durante su estadía en Olimpia con motivo de los juegos, y el ostracismo que sufrieron sus abuelos. La última parte, la peroración, contiene un resumen de los principales argumentos (§§ 35-38), una amplificación acerca de la mala conducta de Alcibíades (§§ 39-40), y la referencia a los servicios públicos prestados por él a la ciu­ dad (§§ 41-42). ΧΧΧΠ

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Se trata de un discurso bien estructurado en tres partes fundamentales, aunque sin narración (que en este caso era innecesaria), y elaborado muy cuidadosamente, caracterís­ tica que lo hace diferente del segundo discurso. En el Acerca de su propio regreso (II) el orador se dirige a la Asamblea de Atenas con el objeto de pedir a los ciudadanos la anulación de un decreto que lo excluía de la ciudadanía. Otros oradores ya habían hablado en contra de él. Al final no logró obtener un fallo favorable. Andócides comienza dirigiéndose inmediatamente contra sus adversarios (§§ 1-4) y prosigue con una argumentación con la que intenta justificar su declaración acerca de la mutilación de los Hermes, que era efectivamente la causa real de sus desgracias (§§ 5-9). En la siguiente sección Andó­ cides trata sobre su suerte en el destierro y sobre su primer intento por regresar a su patria (§§ 10-16), además de señalar el valor de los beneficios que había hecho a Atenas (§§ 1718). Continúa con su principal argumento: los beneficios que puede otorgar a Atenas, acerca de los cuales los miem­ bros del Consejo ya se han enterado (§§ 19-21). En seguida hace la petición de un favor: que los atenienses le restituyan los derechos de ciudadanía (§§ 22-24), fortaleciendo su de­ manda con una referencia a los méritos de sus antepasados (§§ 25-26). Concluye con un epílogo acerca de la derogación del decreto que lo excluyó de la ciudadanía. El Acerca de su propio regreso es un discurso que no se apega a los cánones de la partición oratoria tradicional, sino que, en su parte central, sigue un orden cronológico. Sin embargo, es interesante cómo el autor enlaza las secciones en que se distribuye el discurso, lo que manifiesta una sen­ sibilidad oratoria no propia de un novato. xxxni

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En su discurso Acerca de los Misterios (I), Andócides se de­ fiende, ante un tribunal, de varias acusaciones, en particular la de haber entrado en los lugares sagrados, siendo que —se­ gún sus adversarios— estaba impedido para ello. Busca, pues, demostrar que esa acusación no tenía fundamento. El discurso inicia con un exordio (§§ 1-7) con prótesis (§§ 8-10), que se basa fundamentalmente en lugares comunes y en el que trata de atraerse la benevolencia de los jueces. Los lugares comunes fueron retomados parcialmente por Isócrates, Lisias, Esquines y otros autores (probablemente todos ellos, incluido Andócides, los tomaron de una anto­ logía), lo que pone de manifiesto que Andócides adoptaba procedimientos que eran comunes a los oradores más co­ nocidos. La prótesis indica con claridad cuál va a ser el orden de exposición. Andócides señala que hará una relación crono­ lógica, de modo que divide la parte central del discurso (§§ 11-139) en cuatro unidades temáticas. Da comienzo con los delitos de impiedad (§§ 11-70), unidad que divide en dos partes: la profanación de los misterios (§§ 10-33) y la muti­ lación de los Hermes (§§ 34-70). En esta unidad el orador presenta una relación de lo que, según él, había realmente ocurrido, esto es, que él en absoluto había participado en ambos actos de impiedad, de modo que no era un átimos y, por lo tanto, que no tenía fundamento la acusación de que había cometido un delito por haber entrado en los lugares sagrados. La segunda unidad temática (§§ 71-109) se refiere a un aspecto técnico: las leyes y los decretos. Lo que el orador pretendía demostrar es que la parte acusadora se basaba en un decreto (el de Isotímides) que había sido derogado. Así, el orador pasa revista a las leyes y decretos relacionados con este asunto: a; el decreto de Patroclides (§§ 71-80) que dexxxiv

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volvía los derechos cívicos a los proscritos (átimoi), entre los cuales debería encontrarse el propio Andócides; b) el decreto de Tisámeno y las leyes (§§ 81-89) relativos a la revisión legislativa, según los cuales todas las leyes y de­ cretos anteriores al arcontado de Euclides que no hubieran sido ratificados quedaban anulados, como el decreto de Isotímides en el cual se basaban los acusadores, y c) los jura­ mentos relativos a los convenios de amnistía (§§ 90-109), que anulaban los delitos cometidos con anterioridad al retorno de la democracia, con excepción de los miembros de los Treinta y de los Diez. De acuerdo con esos juramentos, Andócides quedaba limpio de culpa e incluso sus enemigos, que habían sido partidarios de los Treinta. La tercera unidad se refiere a una acusación adicional por el delito de haber depositado una rama de suplicante du­ rante la celebración de los Misterios. En esta parte el orador presenta los supuestamente verdaderos motivos de esa im­ putación (§§ 110-136) y trata de probar que él no fue quien depositó la rama de suplicante, sino el propio Calías: Andó­ cides se interponía en las pretensiones de este, quien quería tener como mujer a la hija de Tisandro (tío del orador). En la cuarta y última unidad, Andócides refuta el argu­ mento relativo a los dioses. Sus acusadores decían que lo habían conservado sano y salvo para que fuera castigado de acuerdo con las leyes divinas. Andócides refuta señalando que los dioses lo habían protegido cuando podían haberse vengado ellos mismos y recordando que los hombres no debían oponerse a la voluntad divina. En la última sección de la obra, la peroración (§§ 140150), Andócides vuelve a pedir a los jueces que voten en su favor, señalando principalmente los grandes servicios que sus antepasados habían rendido a la ciudad. xxxv

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Este discurso atrae por su claridad estructural y por los temas que trata relativos a los actos de impiedad y a la re­ forma legislativa durante la restauración de la democracia. Hay que notar, sin embargo, que no existe una parte narra­ tiva y otra de pruebas (como recomendaba la retórica tra­ dicional), sino que el discurso se basa en unidades temáticas que responden a las diversas acusaciones de las que fue ob­ jeto el orador. Cada unidad contiene narraciones y pruebas entremezcladas, aunque sobresalen por su claridad y senci­ llez las narraciones que inician las partes relativas a la profa­ nación de los misterios y a la mutilación de los Hermes. El Acerca de la paz con los lacedemonios (III) ha sido considerado por la crítica como el mejor logrado de los dis­ cursos del orador. En este discurso deliberativo Andócides intenta convencer a los atenienses de que es mejor firmar la paz que continuar con la guerra contra los lacedemonios. Estructuralmente no se piiede dividir esta obra en las partes canónicas, pues éstas se aplicaban a los discursos judiciales. En los discursos deliberativos las partes que podrían ser consideradas exordio y epílogo tienen una importancia se­ cundaria; era en cambio básica la parte de la argumenta­ ción. El discurso de Andócides se apega a este esquema básico. Inicia con una prótesis (§§ 1-2), donde presenta el asunto en cuestión. Los parágrafos 3-39 constituyen la ar­ gumentación que aparece dividida en cinco secciones: a) ar­ gumentación en favor de la paz y refutación de la guerra (§ § 3-16); b) situación política y material de los estados be­ ligerantes (§§ 17-27); c) presentación de la disyuntiva en favor de la paz, junto con los beocios, o en favor de la guerra al lado de los argivos (§§ 28-32); d) justificación de la conducta de los embajadores (§§ 33-36), y e) argumentación acerca de los fundamentos del poderío ateniense (§§ 37-39). xxxvi

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En el epílogo de los últimos parágrafos se hace un llamado a los oyentes para que propongan modificaciones o agregados al proyecto de paz, y los responsabiliza de la decisión final. La argumentación se basa en los ejemplos que Andócides recoge de la historia de Atenas. La crítica de los estudiosos modernos se ha dirigido sobre todo contra esos ejemplos, señalando la falsedad o tergiversación de los datos. Los críticos han exagerado tanto respecto de la ejemplificación histórica como de las cualidades del discurso, en el sentido de que es superior, técnicamente hablando, a los demás. No existe, dede mi punto de vista, un desarrollo lineal de las capacidades oratorias de Andócides. Cada discurso tiene sus propios méritos. Los defectos provienen de los planteamien­ tos esgrimidos por el orador ante la democracia de Atenas, a partir de una posición aristocrático-oligárquica. Sería arries­ gado, sin embargo, afirmar la inferioridad o superioridad técnica de unos discursos respecto de los otros, pues eso dependía de los argumentos que el orador tenía a su dis­ posición, y en este sentido, el Acerca de su propio regreso, sin muchos argumentos específicos, desarrolla pistéis elabo­ radas de modo atractivo, como la relativa al fatalismo de las acciones humanas. Los fragmentos pertenecieron a tres discursos; la mayoría presenta características comunes a los discursos completos en cuanto a la posición política del autor, aunque sobre los aspectos retóricos prácticamente nada se puede decir.

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4. Trasmisión y

edición del texto

Desgraciadamente, los intentos por describir la historia de los textos de los oradores áticos de los siglos V y IV se redu­ cen a menudo a conjeturas. Es posible que Andócides hu­ biera escrito sus discursos antes de pronunciarlos, como lo hacían los oradores profesionales14, y que guardara sus tex­ tos originales que, a su muerte, habrían sido conservados por sus familiares, quienes preservarían así el recuerdo de su ilustre antepasado. Estos originales pudieron haber sido copiados por amigos del orador o por personas interesadas en el valor histórico tan relevante de esos textos. De este modo, ya en la segunda mitad del s. IV circulaban copias de los discursos. Esquines tuvo en su poder al menos la copia del discurso III, de la que plagió una parte y la adaptó a su discurso II15.

14 Por ejemplo, Antifonte tal vez copió, él mismo, sus p ropios discursos; acerca de Demóstenes se tiene la seguridad de que editó sus obras. De los textos de Andócides nada se sabe con certeza. Sobre los discursos I y II, G. Kennedy ( The Art o f Persuasion, p. 146) dice: "he published them presumably to secure a wider audience for his defense, not to advertise himself as a writer of speeches"; F, Blass, en cambio (Attische Berecl. p. 298), dice que “die Veróffentlichung von Reden seitens der Staatsmánner war damals und spater nich in mindesten gewóhnlich, und Andokides war Politiker (cf. PI. V h d r. 257d)". 15 V. Martin-G. Budé (Eschine. Discours, ‘Tes Belles Lettres", T. I, Paris, 19272 , p. 166 n.) y G. Dalmeyda, en su edición de Andócides, p. x x x i, piensan que el número de copias debió de ser muy reducido, pues consi­ deran que para que Esquines hubiera pronunciado una parte del discurso de Andócides, este discurso no debía haber sido muy conocido. Sin embar­ go, habría sido difícil que el público de la Asamblea se hubiera dado cuen­ ta de que Esquines estaba copiando a Andócides, com o tampoco se daba cuenta de que lo mismo hacía Aristófanes en lo s Caballeros y Las N ubes con Cratino y Eupolis; pero, aunque el público se hubiera dado cuenta de ello, el hecho no afectaba la argumentación de Esquines. Heródoto y

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Las copias que entonces circulaban contenían probable­ mente los cuatro discursos conservados bajo su nombre, además del A sus camaradas, el Discurso Simbuléutico y el Acerca de la denuncia, de los que se conservan algunos fragmentos. Todos estos discursos o parte de ellos fueron posteriormente catalogados en la Biblioteca de Alejandría bajo el cuidado de Calimaco; otras copias probablemente se encontraban en manos privadas. En la segunda midad del s. I a. C. Dionisio de Halicarnaso y Cecilio de Calacte leyeron y trabajaron con el Corpus Andocideum : el primero cita en dos ocasiones el discurso III, que consideraba espurio, y Cecilio, además de haber estudiado el estilo del orador, probablemente incluyó a Andócides en el “Canon de los diez oradores”16. Harpocración, de finales del s. I o principios del s. II d. C., utilizó copias de los discursos de Andócides para elaborar su Léxico sobre los diez oradores. Póllux, del mismo s. II, conservó el frag. '7 del orador. Tal vez Plutarco conservaba copias de los discursos en cuestión, entre las que se encontraba el A sus camaradas que después se perdió. Hermógenes había leído los discursos y no tenía un buen juicio del estilo de Andó­ cides. Clemente de Alejandría, en los s. II y III, copió una parte del inicio del discurso I de Andócides (cf. And. I 1). En el s. III un escoliasta, al comentar una obra perdida de Aris­ tófanes, cita dos pasajes de Andócides (I 110 y 116) sobre la pena que, según las leyes atenienses del s. Y, debería darse al que colocara una rama de suplicante en el Eleusinio. Esta Tucídides copiaban a autores antiguos sin citarlos (cf. Ziegler, "Plagiat", en KP, Bd. 4, col. 87 9 ) y esto no desmerecía sus obras. 16 En Cecilio se encuentra la primera mención de los oradores d el canon, por lo se ha pensado que él sea el creador de la lista. Sin em bargo, no es seguro que el canon de Cecilio haya correspondido al canon que ahora es tradicional. XXXIX

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cita aparece en el único papiro que se conserva de la obra de Andócides. También se conservan referencias a la obra del orador en los escolios de textos antiguos, principalmente de Aristófa­ nes. El sofista Teón escribió, según lo reporta el léxico de Suidas (5. v.), un comentario a la obra de Andócides, hoy perdido. Posteriormente, los sabios bizantinos reunieron el material disperso de los oradores, en el que se basaron para elaborar sus léxicos. Muchos de ellos leyeron a Andócides, como el lexicógrafo Focio, en el s. IX, quien copió parte de la vida del orador del texto del Ps.-Plutarco y conservó una alusión al Discurso deliberativo de Andócides en su Lexicon. El lexicógrafo del Suidas, del s. X, además de haber trasmiti­ do los fragmentos 4 y 6 del orador, dejó algunas referencias lexicales a los discursos de Andócides. J. Tzetzes conservó la tradición del robo del gorgoneion de Atenea por Andócides, como un ejemplo de impiedad. Puede suponerse que hacia el siglo XII existían varios manuscritos de los discursos de Andócides junto con los de otros oradores. De uno de ellos deriva el más antiguo ejem­ plar conservado, el Crippsianus o Burneianus 95 (A), apro­ ximadamente del año 132517, hoy en el British Museum. En sus 170 folios contiene a los oradores Andócides, Iseo, Dinarco, Antifonte y Licurgo, además de Gorgias (Helena y Palamedes), Alcidamante Cutises'), Lesbonacte y Herodes. El manuscrito presenta una serie de correcciones hechas por el propio escriba al comparar su copia con el arquetipo18. Este 17 La datación, sin embargo, presenta problemas ( cf. N. Wilson, "Some paleographical notes”, p. 202). Lo que sí parece seguro es que el am anuen­ se pertenecía a la cancillería de Constantinopla. 18 Generalmente los editores consideran, basándose en el color de la tinta, que las correcciones se deben a dos personas distintas. Unas habrían sido hechas por el escriba mismo, quien revisó su copia y corrigió sus erro­ res a partir del original (conocidas com o correcciones de primera m ano, XL

INTRODUCCIÓN

ejemplar con sus correcciones casi no presenta problemas de lecturas y puede suponerse que se apega bastante al ori­ ginal. J. Láscaris encontró el manuscrito “A” en la biblioteca del Vatopedion, en el Monte Athos, durante un viaje a Grecia en 1491. Copió ese manuscrito y llevó la copia (Laur. 4. 11 = “B”) a Lorenzo de Médicis. Poco después, ya en Florencia, Aristóbulo Apostolidis hizo una copia de “B” (Marc. gr. VIII. 6 = “L”), de la que, a su vez, Marcos Musuro hizo otra (el Londinensis BM Burneianus 96 = “M”). Las dos copias, “L” y “M”, eran propiedad de Musuro. En el s. XVI se hizo una copia más de “M” ( Vratislaviensis = “Z”) 19. Estos cuatro ma­ nuscritos (“B”, “L”, “M” y “Z”), introducen correcciones sencillas y obviamente no son mejores qvie el original. Esta familia de manuscritos es la más importante para la edición de los oradores llamados “menores”. Se conserva, además, otro manuscrito independiente de “A”, el Ambrosianus D 42 sup. = “Q”, del s. XIV, dividido en dos partes: la primera contiene escritos de autores diversos; la segunda presenta los discursos 3-4 de Andócides y 1-2 de Iseo20. Mucho se ha discutido sobre las diferencias entre “Q” y “A”; en general, se llega a las dos conclusiones siguientes: que en los aparatos críticos aparecen con las siglas A1 o A corr.). Supuesta­ mente otras correcciones fueron hechas después por un revisor a partir de sus propias conjeturas y /o trabajando con otro ejemplar. MacDowell, por su parte, ha hecho un análisis minucioso de las correcciones y ha llegado a la interesante conclusión, no desmentida hasta ahora, de que todas las correcciones se debían ai copista original, quien las había elaborado al com parar su copia con el arquetipo (A n d o k id es, pp. 24-26). '9 Sobre esta familia de manuscritos cf. W. Wyse, The Speeches o f Isaeus, pp. ii-iii; C. Conomis, Lycurgi Oratio in Leocratem , pp. vi-viii; Sosower, “Marcus Musurus", p. 377-392; Keaney, ‘John Lascaris”, pp. 93-95 y Bravo, "Marcos Musuro", p. 29, 2(1 Sobre el contenido del manuscrito cf. Albini, Anclochle. D e P a ce, p. 28. XLI

INTRODUCCIÓN

1. Ambos manuscritos se remontan a un mismo arque­ tipo. Esta procedencia se deduce por el hecho de que tanto “A” como “Q" presentan el mismo orden: And. 3-4, Iseo 1-2. 2. Hay frecuentes divergencias entre estos manuscritos: “A” sería una copia bastante fiel del arquetipo; el copista de “Q”, al contrario, habría introducido frecuentes cambios, en particular, en cuanto al orden y a la omisión de palabras21. El manuscrito “A” deriva directamente del arquetipo y se apega más a la tradición y, por ello, es preferible a “Q”, que deriva del arquetipo de manera indirecta. A partir de una revisión minuciosa de las lecturas pro­ blemáticas del manuscrito “A” se puede afirmar que las lecturas erróneas no son abundantes y que, con la correc­ ción de éstas, los textos resultantes se pueden considerar bastante fieles a los discursos originales de Andócides22.

21 Según el análisis de Albini (Andocide. D e P ace, pp. 30-31) sobre el discurso III, “Q” presenta veintiséis veces un orden de palabras diferente al de “A ”; éste, en comparación con "Q", omite palabras en quince ocasiones y "Q", en comparación con "A ” omite palabras treinta y siete veces (adem ás de la ausencia del título en "Q”). Un atento análisis permite observar que, en la gran mayoría de los casos, las lecturas de “A” son preferibles a las de “Q”. 22 En muchos casos los editores modernos caen en el error de corregir los usos lingüísticos propios del estilo de Andócides, al querer adecuar las supuestas anomalías a los usos de la oratoria o del dialecto ático. XLH

5. Referencias

bibliográficas

a) Ediciones y crítica del texto La editio princeps de los discursos del orador es la Aldina de 151323, pero desgraciadamente se basa en el códice Mar­ cianus o en su copia y, aunque contiene muchas y buenas correcciones, también presenta frecuentes errores tipográ­ ficos. Los discursos de Andócides se publicaron posterior­ mente en las grandes ediciones de los oradores. En 1575 fueron publicados por H. STEPHANUS (Oratorum veterum orationes, vol. II, Genevae), quien, además de introducir abundantes y a veces buenas conjeturas, trató de corregir los errores de imprenta de la Aldina (lo que no logró del todo); su paginación se ha hecho tradicional. A. MINIATUS BONO­ NIENSIS reprodujo en 1619 la edición estefaniana con tra­ ducción latina (Oratorum Graeciae praestantissimorum An­ tiphontis, Andocidis et Isaei Orationes XXX, Hanoviae). J. J. REISKE logró una preciosa edición de los oradores, la “últi­ ma de las ediciones humanísticas”, trabajando con otros ma­ nuscritos diferentes de los utilizados hasta entonces (Orato­ rum Graecorum... monumenta ingenii, 12 vols., Lipsiae, 1770-1775; Andócides en el vol. IV, 1771). Sin embargo, fue I. BEKKER (Oratores Attici, 4 vols., Oxonii, 1822-3, reeditada en cinco volúmenes, Berolini, 1823-1824; Andócides en el vol. I) quien por primera vez utilizó los principales manuscritos de la familia “A” y “B” (con la adición de “Q”), considerando 23 Aldo Manucio publicó en Venecia en 3 volúmenes los siguientes auto­ res: Esquines, Lisias, Alcidamante, Antístenes, Demades, Andócides, Iseo, Dinarco, Antifonte, Licurgo, Gorgias, Lesbonacte, Herodes (Orationes h o ru m rhetorum : Aeschines, Lysiae, Alcidamantis...). El orden de los ora­ dores desde Andócides a Herodes es, salvo una variante, el mismo de los manuscritos de la tradición A-Z. ΧΙ.ΠΤ

INTRODUCCIÓN

que “A” era el más antiguo, aunque creía que “B”, “L”, “M” y “Z” eran independientes de “A”, por lo que les daba un pa­ pel importante en la reconstrucción del texto. En 1828, G. S. DOBSON editó de nueva cuenta a los oradores en 16 vols. (Oratores Attici et quos sic vocant sofistae. Operae et studio, London; Andócides en el vol. I), apegándose al texto de Bek­ ker; Dobson demostró que “L” deriva de “B”, “M” de “L”, “Z” de “M” y “B” mismo depende de “A”24. Andócides apareció en otras ediciones generales de los oradores como la de G. GTH. FREYTAG (Oratorum et rhetorum Graecorum, quibus statuae honoris caussa positae fuerunt, decas edita, Lipsiae, 1772); H. W. TAYLOR (Aeschinis opera omnia... Andocidis orationes I V cum adnot. J. J. Reiskii..., 2 vols., Lipsiae, 1771, 1808); U. MÜLLER (Oratores Attici, vol. I, Paris, 1847); G. BAITER & H. SAUPPE ( Oratores Attici, vol. I, Zurich, 1839 = Turicenses o Turr.); R. C. JEBB (Selections from the Attic ora­ tors Antiphon, Andocides..., London, Macmillan & Co., 18801, 18882); SENECA (Oratorum et rhetorum Graecorum fragm enta nuper reperta, coll. K. JANDER, REA (1914), 240); E. E. GENNER (Selections from the Attic orators, Oxford, Clarendon Press, 1928), etc. Existe, además, una buena cantidad de ediciones, traduccio­ nes y comentarios particulares de los discursos de Andó­ cides: C. SCHILLER, Andocidis orationes quattuor, Lipsiae, 1835. F. BLASS, Andocidis orationes, Stuttgart, Teubner, 1871x, 19063, 19134’ corr. C. FUHR (ed. stereotypa, 1966). A. G. BEKKER, Andokides tibersetzt und erlautert, Quedlinburg und Leipzig, 1880.

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XLVI

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LU

6. LA PRESENTE EDICIÓN

En vez de reproducir el texto de alguna de las excelentes ediciones que hay en circulación, me he permitido editarlo nuevamente, y esto requiere de una explicación. En princi­ pio, debo indicar que se trata de una edición modesta, sin más pretensiones que la de servir como instrumento de es­ tudio a los helenistas latinoamericanos, quienes difícilmente cuentan con las ediciones europeas. Por esto hago el seña­ lamiento de que no he tenido a la vista los manuscritos de los discursos, lo que sin embargo era innecesario, si se toma en cuenta que ya los especialistas han hecho meticulosas revisiones de los códices registradas por los editores mo­ dernos. En cambio, he utilizado las ediciones publicadas en este siglo: las de Blass-Fuhr, Dalmeyda y Maidment, para los discursos completos; además, para el discurso I, me han sido muy útiles la de Makkinlc y, sobre todo, la de Mac­ Dowell (la de Sodano es una reproducción de ésta); para el segundo y tercer discursos, he revisado las ediciones res­ pectivas de Albini; para el cuarto discurso tomé en cuenta también la de Cafferata, pero en realidad ésta reproduce la edición de Dalmeyda. Me he permitido incluir un aparato crítico con la finali­ dad básica de registrar las lecturas de las ediciones señala­ das, de modo que el lector pueda tener a la vista no una, sino todas las interpretaciones de los editores de este siglo. Pero no he querido abultar el aparato crítico, por lo que lo he reducido con diversos recursos. Al inicio de cada nota aparece la lectura que yo adopto. En general, cuando se registra una lectura que difiere de la de los manuscritos, se incluye el apellido del primero que la propuso y luego se un

INTRODUCCIÓN

Me doy cuenta de las deficiencias en que he podido in­ currir, en particular por la desigualdad del texto de los diversos discursos, pero preferí correr los riesgos que una edición como ésta implica con el fin de actualizar el texto con los últimos aportes, en particular de MacDowell y de Albini.

LIV

SIGLAS A = Crippsianus o Burneianus 95, siglo XIV. Q = Ambrosianus D 42 sup., siglo XIV. B = Laurentianus IV. 11, siglo XV.

L = Marcianus, append, class. VIII. 6, siglo XV. M = Burneianus 96, siglo XV. Z = Vratislaviensis, siglo XVI. apogr. (apógrafo) = L M Z, copias derivadas de B.

LV

DISCURSOS TEXTOS GRIEGO Y ESPAÑOL

ANDÓCIDES

IV ΚΑΤΑ ΑΛΚΙΒΙΑΔΟΥ

Ύπόθεσις ’Ανδοκίδης Άλκιβιάδου κατηγορεί τοΰ Κλεινίου ώς καί τά τής πόλεως και τά τών συμμάχων διαφθείραντος κα'ι κατά τον ίδιον βίον πλεΐστα ήμαρτηκότος· τοΰ δέ δήμου βουλευομένου καί αύτόν έξοστρακίσαι τον Άνδοκίδην πρώτον παραγράφεται, λέγων ήδη άπολελογησθαι καί ανεύθυνος είναι. Είρήκαμεν γάρ πολλάκις, οτι δει τον τοΐς αύτοΐς έγκλήμασι δοκοΰντα ένέχεσθαι πρώτον εαυτόν έλευθεροΰν, είτα διαβάλλειν. Τήν δέ στάσιν οί μέν φασιν όρικην είναι, οί δέ πραγματικήν. Ήκριβωμένως δέ ή στάσις κατά μέν τήν άρχήν μετάληψίς έστι (παραγράφεται γάρ), έν δέ τοΐς ύστέροις πραγματική· δίκαιον γάρ φησι καί συμφέρον έξοστρακισθήναι ’Αλκιβιάδην.

1 Ούκ έν τώ παρόντι μόνον γιγνώσκω τών πολιτικών πραγμάτων ώς σφαλερόν έστιν απτεσθαι, άλλα καί πρότερον χαλεπόν ήγούμην, πρίν τών κοινών έπιμελεΐσθαί τίνος. Πολίτου δέ άγαθοΰ νομίζω προκινδυνεύειν έθέλειν τοΰ πλήθους, καί μή καταδείσαντα τάς εχθρας τάς ιδίας υπέρ τών δημοσίων έ'χειν ησυχίαν · διά μέν γάρ τούς τών ιδίων έπιμελουμένους ούδέν αί πόλεις μείζους καθ­ ίστανται, διά δέ τούς τών κοινών μεγάλαι καί έλεύθεραι γίγνονται. 2 ΤΩν τών αγαθών εις έγώ βουληθείς έξετάζεσθαι μεγίστοις IV5 Είρήκαμεν Reiske, edd. :Εί'ρηκεμέν ||8 Ήκριβωμένως codd. (cf. Dal.) : -μένη Bl.-F. ΙΙ21 τών αγαθών codd., Alb. : del. Valckenaer, Bl.-F., seel. cett. 1

IV CONTRA ALCIBIADES

Argumento Andócides acusa a Alcibiades, el hijo de Clinias, de echar a perder los asuntos de la ciudad y de los aliados, y de cometer muchísimas faltas en su vida privada. En la asamblea en que se estaba decidien­ do enviar al ostracismo al propio Andócides, éste presenta primero un recurso por acción ilegal, argumentando que ya antes se había defendido y no estaba sujeto a rendición de cuentas. En efecto, hemos dicho a menudo que quien es considerado culpable por los mismos cargos, lo primero que debe hacer es liberarse de ellos y después atacar. En cuanto al estado de causa, unos dicen que es de definición, otros que es pragmático. Para ser exactos, al inicio el estado de causa es de impugnación (pues se argumenta que la acción es ilegal), pero después es pragmático, pues el orador dice que es justo y conveniente que Alcibiades sea condenado al ostracismo.

1 No sólo ahora me doy cuenta de qué peligroso resulta dedicarse a los asuntos políticos, sino que ya con anteriori­ dad creía que era difícil, antes de ocuparme de cualquier asunto público. Sin embargo, considero que es propio del buen ciudadano afrontar el peligro voluntariamente en bien de la mayoría y no permanecer indiferente ante el interés público por miedo a hacerse de enemistades personales. En efecto, en nada engrandecen a las ciudades quienes se dedi­ can a sus propios asuntos, pero sí las hacen prósperas y li­ bres quienes se ocupan de los públicos. 2 Yo mismo, por el deseo de ser reconocido como vino de estos ciudadanos 1

ANDÓCIDES

περιπέπτωκα κινδύνοις, προθύμων μέν καν αγαθών άνδρών ύμών τυγχάνων, δν’ οπερ σφζομαι, πλείστοις δέ καί δεινοτάτοις έχθροΐς χρώμενος, ύφ’ ών δναβάλλομαν. Ό μέν ούν άγων ό παρών ού στεφανηφόρος, άλλ’ εϊ χρή μηδέν άδικήσαντα τήν πόλιν δέκα έτη φεύγειν · οί δ’ άνταγωννζόμενον περί τών άθλων τούτων έσμέν έγώ καί ’Αλκιβιάδης καί Νικίας, ών άναγκαΐον ενα τη συμφορά περιπεσεΐν. 3 "Αξιόν δέ μέμψασθαι τον θέντα τον νόμον, δς έναντία τώ δρκω τοΰ δήμου καί της βουλής ένομοθέτησεν · έκεΐ μέν γάρ δμνυτε μηδένα μήτε έξελάν μήτε δήσενν μήτε άποκτενεΐν άκρντον, έν δέ τώδε τω καιρψ ούτε κατηγορίας γενομένης ούτε απολογίας άποδοθείσης ούτε διαψηφισαμένων κρύβδην τον όστρακισθέντα τοσοΰτον χρόνον δει. στερηθηναι της πόλεως. 4 Είτα έν τοΐς τονούτονς οί τούς εταίρους καί συνωμότας κεκτημένοι πλέον φέρονται τών άλλων· ού γάρ ώσπερ έν τοΐς δικαστηρίονς οί λαχόντες κρίνουσιν, άλλά τούτου τοΰ πράγματος άπασνν Άθηναίοις μέτεστι. Προς δέ τούτοις τω μέν έλλείπειν τώ δ’ ύπερβάλλειν ό νόμος μοι δοκεΐ· τών μέν γάρ ίδιων αδικημάτων μεγάλην τιμωρίαν ταύτην νομίζω, τών δέ δημοσίων μικράν καί ούδενός αξίαν ήγοΰμαν ζημίαν, έξον κολάζειν χρήμασι καί δεσμώ καί θανάτφ. 5 Έ τι δ’ εν τις διά τοΰτο μεθίσταται δτι πολίτης έστίν, ούτος ούδ’ άπελθών ένθένδε παύσεται, άλλά δπου αν οικη, ταύτην την πόλιν διαφθερεΐ, καί τηδε ούδέν ήττον έπιβουλεύσει, άλλά καί μάλλον δικαιότερον ή πριν έκβληθηναι, Οίμαν δέ καί τούς φίλους ύμών έν ταύτη μάλιστα τη ημέρα λυπεΐσθαι καί τούς έχθρούς ήδεσθαι, συνειδότας ώς άν 3^ μήτ ’ έξελαν corr. Bl.-F. ||άποκτενεΐν Stephanus, edd. : άποκτείνειν ||5οΰτε del. Schleiermacher, Bl-F., seel. cett. ||42 oi πολλούς Roehl, Dal. II52 πολίτης codd. : πονηρός πολίτης Emperius, edd. ||’’διαφθερεΐ Aldus, edd. : διαφθείρη A : διαφθείρει Q ||4 μάλλον δικαιότερον codd., Alb. : μάλλον καί δικαιότερον Reiske, edd. 2

CONTRA ALCIBIADES

íntegros, me encuentro en los peores peligros, aunque por fortuna sois hombres bien dispuestos y nobles, por lo cual me siento a salvo. Sin embargo, los enemigos con que trato y por quienes soy calumniado son muchísimos y hábiles en extremo. Entonces, la contienda actual no es para recibir una corona como premio, sino para decidir si es necesario desterrar por diez años a quien no ha hecho ninguna ofensa a esta ciudad. Quienes competimos por este “premio” somos Alcibiades, Nicias y yo, y de nosotros necesariamente uno debe caer en desgracia. 3 Es justo reprobar al autor de la ley, pues la estableció en contra del juramento de la Asamblea y del Consejo, pues mientras en ése juráis no desterrar, ni encarcelar, ni conde­ nar a muerte a nadie sin juicio, en esta ocasión, en cambio, sin existir acusación, sin permitir que uno se defienda y sin la realización de una votación secreta, el condenado al os­ tracismo debe ser privado de la ciudad durante tanto tiem­ po. 4 Además, en circunstancias como ésta, quienes cuen­ tan con asociados políticos y conjurados tienen ventaja sobre los demás, pues no sucede como en los tribunales, donde los jueces son designados por sorteo, sino que todos los atenienses participan en este asunto. Además de esto, me parece que la ley es deficiente en un caso y exagera en otro, pues considero que es una venganza muy severa para delitos privados, y, en cambio, pienso que es una pena leve e in­ significante para delitos públicos, cuando es posible castigar con una multa, la cárcel o con la pena capital. 5 Por últi­ mo, si alguien, por causa de esta ley, es expulsado, en tanto que es un ciudadano, no cejará con irse de aquí, sino que, viva donde viva, intentará perjudicar a la ciudad, y no cons­ pirará menos contra ella, sino que lo hará con mayor razón 2

ANDÓCIDES

άγνοήσαντες έξελάσητε τον βέλτιστον, δέκα ετών ή πόλις ούδέν άγαθόν άπό τούτου τοΰ άνδρός πείσεται. 6 'Ράδιον δέ κα'ι εντεύθεν γνώναι τον νόμον πονηρόν δντα· μόνοι γάρ αύτφ τών Ελλήνων χρώμεθα, και ούδεμία τών άλλων πόλεων έθέλει μιμήσασθαι. Καίτοι ταΰτα διέγνωσται άριστα τών δογμάτων, ά και τοΐς πολλοΐς καί τοΐς όλίγοις άρμόττοντα μάλιστα τυγχάνει καί πλείστους έπιθυμητάς έχει. 7 Περί μέν ούν τούτων ούκ οίδ’ ο τι δει μακρότερα λέγειν· πάντως ούδέν γάρ αν πλεΐον είς τό παρόν ποιήσαιμεν · δέομαι δ’ ύμών τών λόγων ίσους καί κοινούς ήμΐν έπιστάτας γενέσθαι, καί πάντας άρχοντας περί τούτων καταστήναι, καί μήτε τοΐς λοιδορουμένοις μήτε τοΐς ύπέρ καιρόν χαριζομένοις έπιτρέπειν, άλλα τώ μέν έθέλοντι λέγειν καί άκούειν εύμενεΐς είναι, τώ δ’ άσελγαίνοντι καί θορυβοΰντι χαλεπούς. Άκούσαντες γάρ έκάστου τών ύπαρχόντων άμεινον βουλεύσεσθε περί ήμών. 8 Έστι δέ περί της μισοδημίας καί της στασιωτείας βραχύς μοι λόγος καταλελειμμένος. Εί μέν γάρ άκριτος ήν, εικότως άν τών κατηγορούντων ήκροάσθε καί έμοί άναγκαΐον ήν άπολογεΐσθαι περί τούτων· επειδή δέ τετράκις άγωνιζόμενος άπέφυγον, ούκέτι δίκαιον ήγοΰμαι λόγον ούδένα περί τούτου γίγνεσθαι. Πριν μέν γάρ κριθήναι ού ράδιον ην είδέναι τάς αίτιας, οΰτ’ εί ψευδείς είσιν οΰτ’ εί αληθείς· άποφυγόντος δέ ή καταγνωσθέντος τέλος εχει καί διώρισται τούτων όπότερόν έστιν. 9 "Ωστε δεινόν νομίζω τούς μέν άλόντας μια ψήφω μόνον άποθνήσκειν, καί τά χρήματα δη58 άπό codd. : ύπό Bekker, edd. || 72 ούδέν γάρ codd., Alb. : γάρ ού­ δέν Reiske, edd. ||6 έθέλοντι QL, BL.-F., Dal. : θέλοντι A, Maid. ||7 γάρ περί Reiske, Dal. ||εκαστον pro έκάστου Maid. H81 στασιωτείας Aldus, edd. : -τίαςΑ, άσωτίας(2 11^ήν del. Blass, seel. Dal., Maid. ||7 άποφυ­ γόντος Aldus, edd. : άποφεύγοντος H91 "Ωστε Stephanus, edd. : "Ως 3

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que antes de ser expulsado. Y creo que este día más que nunca vuestros amigos se lamentan y vuestros enemigos se alegran, pues saben bien que, si por ignorancia exiliáis al mejor ciudadano, durante diez años la ciudad no va a re­ cibir ningún beneficio de este hombre. 6 También es fácil comprender que la ley es mala por esto, porque somos los únicos griegos que la aplicamos y ninguna otra ciudad quie­ re imitarnos. Sin embargo, se considera que las mejores decisiones son aquellas que mejor se adaptan a democracias y oligarquías y que tienen el mayor número de partidarios. 7 Pues bien, sobre este punto no sé qué cosa deba agre­ gar, pues de cualquier modo de nada me valdría en este mo­ mento, pero sí os ruego que sean presidentes del Consejo imparciales y neutrales con nuestros discursos, que todos os presentéis como arcontes en este asunto y que no hagáis caso a quienes recurren a las invectivas ni a quienes adulan en exceso, sino que seáis benévolos con quien desea hablar y escuchar, mas severos con el insolente y el alborotador. Así pues, luego de escuchar a cada uno de los presentes, decidid de la mejor manera acerca de nosotros. 8 De mi odio a la democracia y de mi actitud subversiva es breve lo que tengo que decir. Si yo no hubiera sido ya juzgado, sería natural que vosotros escucharais a mis acusa­ dores y yo tendría que defenderme de sus acusaciones. Pe­ ro, puesto que ya he salido absuelto en cuatro procesos, no pienso que sea justo hablar ni una palabra más sobre el asunto. En efecto, antes de ser juzgado no es fácil saber si las acusaciones son falsas o ciertas, pero una vez absuelto o condenado es posible llegar a una conclusión y se define si son lo uno o lo otro. 9 De tal modo, considero espantoso 3

ANDÓCIDES

μεύεσθαι αυτών, τών δέ νικησάντων (τινας) πάλιν τάς αΰτάς κατηγορίας ύπομένειν, και τους δικαστάς άπολέσαι μέν κυρίους είναι, σώσαι δ’ άκυρους καί ατελείς φαίνεσθαι, άλλως τε καί τών νόμων άπαγορευόντων δίς περί τών αυτών προς τον αυτόν μή έξεΐναι δικάζεσθαι, καί ύμών όμωμοκότων χρήσθαι τοΐς νόμοις. 10 'Ών ενεκα περί έμαυτοΰ παραλιπών Άλκιβιάδου τον βίον άναμνήσαι βούλομαι. Καίτοι απορώ γε διά τό πλήθος τών άμαρτημάτων πόθεν άρξωμαι, έμποδών άπάντων όντων. Περί μέν ούν μοιχείας καί γυναικών άλλοτρίων άρπαγής καί τής άλλης βιαιότητος καί παρανομίας καθ’ έ'καστον εί δεήσειε λέγειν, ούκ άν έξαρκέσειεν δ παρών χρόνος, άμα δέ καί πολλοΐς άπεχθοίμην τών πολιτών, φανεράς τάς συμφοράς ποιών αύτών. "Α δέ περί τήν πόλιν ε’ιργασται καί τούς προσήκοντας καί τών άλλων άστών καί ξένων τούς έντυγχάνοντας, αποδείξω. 11 Πρώτον μέν ούν πείσας ύμάς τον φόρον ταΐς πόλεσιν έξ άρχής τάξαι τον ύπ’ Άριστείδου πάντων δικαιότατα τεταγμένον, αίρεθείς έπί τούτω δέκατος αύτός μάλιστα διπλάσιον αύτόν έκάστοις τών συμμάχων έποίησεν, έπιδείξας δ’ αυτόν φοβερόν καί μέγα δυνάμενον ιδίας άπό τών κοινών προσόδους κατεσκευάσατο. Σκέψασθε δέ πώς άν τις κακά μείζω τούτων κατασκευάσειεν, εί της σωτηρίας ήμΐν πάσης διά τών συμμάχων οΰσης, όμολογουμένως νΰν κάκιον ή πρότερον πραττόντων, τον φόρον έκάστοις διπλαδημεΰεσθαι Muretus, Dal., Maid. : δημεΰειν codd. (ύμας add. Bl.-F.) II3 τών δέ νικησάντων codd., Alb. : τους δε νικήσαντας Muretus, edd. II τινας dub. add. Alb. ||6 τών αύτών Q, edd. : τού αύτοΰ A ||7 χρήσθαι codd., Maid. : χρήσεσθαι Hirschig, cett. II 103 αρξωμαι Blass, edd. : αρξομαι II5 δεήσειε Baiter, edd. : δεήσει ||113-4 έκάστοις Blass, edd. : έκάστφ || 8 έκάστοις Baiter-Sauppe, edd. : έκάστης || διπλασιάσειεν QL : διπλάσειεν A

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que se ejecute por un solo voto a los que resultan condena­ dos y se les confisquen sus bienes, y que se haga compare­ cer de nuevo por las mismas acusaciones a quienes ya han ganado el pleito, así que los jueces tengan facultad para llevar a alguien a la ruina, pero sean evidentemente y por completo incapaces para salvarlo, sobre todo porque las leyes prohíben que sea lícito juzgar dos veces por el mismo delito a una misma persona, y porque habéis jurado obser­ var las leyes. 10 Por lo anterior, voy a hacer a un lado mi caso. Quie­ ro, en cambio, traer a colación la vida de Alcibiades. Estoy indeciso, sin embargo, por dónde empezar, debido a que son múltiples sus faltas y resulta un obtáculo tenerlas todas juntas. Así pues, si fuera necesario hablar punto por punto sobre delitos de adulterio, rapto de mujeres ajenas y demás actos de violencia e ilegalidad, sería insuficiente el tiempo del que dispongo y, al mismo tiempo, me haría odioso a muchos ciudadanos al poner al descubierto sus desgracias. Pero sí voy a mostrar los actos que ha realizado contra la ciudad, contra sus familiares y contra los demás ciudadanos y forasteros que se han cruzado en su camino. 11 Así pues, en primer lugar, luego de convenceros a fijar un nuevo monto en la contribución de las ciudades, monto que había establecido Aristides del modo más justo, fue electo para tal fin con otros nueve y lo aumentó aproxima­ damente al doble a cada uno de los aliados, y habiéndose mostrado él mismo como un hombre temible y de gran poder, utilizó las entradas del erario público como si fueran propias. Considerad de qué modo hubiera podido alguien causar males peores que éstos sino duplicando la contribu­ ción a cada uno de nuestros aliados, en cuyas manos está toda nuestra salvación y quienes indudablemente se ven ahora en una situación peor que la de antes. 12 De modo 4

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σιάσειεν. 12 "Ωστ’ ειπερ ήγεΐσθε πολίτην αγαθόν Άριστείδην και δίκαιον γεγονέναι, τοΰτον προσήκει κάκιστον νομίζειν, ώς τάναντία περί τών πόλεων έκείνω γιγνώσκοντα. Τοιγάρτοι διά ταΰτα πολλοί την πατρίδα την αύτών άπολιπόντες φυγάδες γίγνονται καί είς Θουρίους οίκήσοντες απέρχονται. Δηλώσει δέ ή τών συμμάχων έχθρα, δταν πρώτον ήμΐν καί Λακεδαιμονίοις γένηται ναυτικός πόλεμος. Έγώ δέ νομίζω τον τοιοΰτον πονηρόν είναι προστάτην, δστις τοΰ παρόντος χρόνου έπιμελεΐται, άλλά μη καί τοΰ μέλλοντος προνοεΐται, καί τά ήδιστα τώ πλήθει, παραλιπών τά βέλτιστα, συμβουλεύει. 13 Θαυμάζω δέ τών πεπεισμένων Άλκιβιάδην δημοκρατίας έπιθυμεΐν, τοιαύτης πολιτείας ή μάλιστα κοινότητα δοκεΐ ήρησθαι, οΐ ούδ’ άπό τών ιδίων αύτόν θεώνται, όρώντες τήν πλεο­ νεξίαν καί τήν ΰπερηφανίαν, δς τήν Καλλίου γήμας αδελφήν έπί δέκα ταλάντοις, τελευτήσαντος Ίππονίκου στρατηγοΰντος έπί Δηλίφ ετερα τοσαΰτα προσεπράξατο, λέγων ώς ώμολόγησεν εκείνος, οπότε παΐς αύτώ έκ της θυγατρός γένοιτο, προσθήσειν ταΰτα. 14 Λαβών δέτοσαΰτην προίκα, δσην ούδείς τών Ελλήνων, οϋτως υβριστής ήν, έπεισάγων είς τήν αύτήν οικίαν εταίρας, καί δούλας καί έλευθέρας, ώστ’ ήνάγκασε τήν γυναίκα σωφρονεστάτην ούσαν άπολιπεΐν, έλθοΰσαν προς τον άρχοντα κατά τον νόμον. Ου δή μάλιστα τήν αύτοΰ δύναμιν έπεδείξατο· παρακαλέσας γάρ τούς εταίρους, άρπάσας έκ της άγοράς την γυναίκα ωχετο βία, καί πασιν έδήλωσε καί τών αρχόντων καί τών νόμων καί τών άλλων πολιτών καταφρονών. 15 Ού τοίνυν ταΰτα μόνον 12^ ¡;τ(χν πρώτον Reiske, edd. : πρώτον δταν ||1 3 ήρήσθαι Valcke­ naer, edd. : εύρήσθαι ||7 αύτώ έκ τής θυγ. A, edd. : έκ τής θυγ. αύτοΰ Q, Alb. 5

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que, si creéis en verdad que Aristides ha sido un ciudadano noble y justo, debéis considerar a Alcibiades el peor, pues tomó decisiones opuestas a las de Aristides con respecto a las ciudades. Es por este motivo que muchos ciudadanos se destierran abandonando su propia patria y se van a radicar a Turios. Pero el odio de los aliados se va a manifestar tan pronto como nosotros y los lacedemonios entremos en guerra naval. Por mi parte, considero que un mal dirigente es aquel que se preocupa del presente, pero no prevé tam­ bién el futuro, y quien da los consejos más agradables a la multitud, haciendo a un lado los mejores. 13 Me admiran los que están convencidos de que Alci­ biades anhela la democracia, forma de gobierno que parece tomar como suya, más que nada, la civilidad. Ellos no ob­ servan su vida privada, aunque ven la ambición y la sober­ bia de este hombre, quien, luego de desposar a la hermana de Calias con una dote de diez talentos, cuando murió Hiponico en Delio, donde fungía como estratego, exigió otro tanto, argumentando que Hiponico le había prometido darle esa suma adicional cuando tuviera un niño de su hija. 14 Y aunque había recibido una dote tan grande cual nin­ guno de los griegos había obtenido, era tan insolente —pues introducía a su propia casa a heteras, esclavas y libres— que obligó a su recatadísima esposa a abandonarlo y a pre­ sentarse ante el arconte como lo manda la ley. Y fue enton­ ces precisamente cuando demostró más que nunca su po­ der, pues, luego de convocar a sus partidarios, sacó a su mujer del Ágora yéndose por la fuerza, y mostró abierta­ mente a todos que despreciaba a los arcontes, a las leyes y a los demás ciudadanos. 15 Y no le bastó sólo esto, sino 5

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έξήρκεσεν, άλλά και λαθραΐον θάνατον έπεβούλευσε Καλλία, ϊνα τον οίκον τον Ίππονίκου κατάσχοι, ώς εναντίον πάντων ύμών έν τη έκκλησία κατηγορεί· καί τά χρήματα τφ δήμω έδωκεν, εϊ πως τελευτήσειεν άπαις, φοβούμενος μή διά τήν ουσίαν άπόλοιτο. Καίτοι δστις υβρίζει γυναίκα τήν έαυτοΰ καί τω κηδεστή θάνατον έπιβουλεύει, τί χρή προσδοκάν τοΰτον περί τούς έντυχόντας τών πολιτών διαπράττεσθαι; πάντες γάρ άνθρωποι τούς οικείους τών άλλοτρίων ποιούνται περί πλείονος. Άλλά μήν ούδ’ έρημος ούδ’ εύαδίκητός έστιν, έπε'ι διά τον πλούτον έχει πολλούς τούς βοηθήσοντας.

16 'Ό δέ πάντων δεινότατόν έστι, τοιούτος ών ώς εΰνους τω δήμφ τούς λόγους ποιείται, αυτός άλλους ολιγαρχικούς καί μισοδήμους άποκαλεΐ. Καί δν έ'δει τεθνάναι διά τά έπιτηδεύματα, κατήγορος τών διαβεβλημένων ύφ’ ύμών αίρεΐται, καί φησι φύλαξ είναι τής πολιτείας, ούδενί τών άλλων ’Αθηναίων οϋτ’ ϊσον ούτ’ όλίγω πλέον άξιών έχειν· άλλ’ οϋτω σφόδρα καταπεφρόνηκεν, ώστε διατετέλεκεν άθρόους μέν ύμας κολακεύων, ένα δ’ έκαστον προπηλακίζων. 17 "Ος είς τοσοΰτον έλήλυθε τόλμης, ώστε πείσας Άγάθαρχον τον γραφέα συνεισελθεΐν οϊκαδε τήν οικίαν έπηνάγκασε γράφειν, δεομένου δέ καί προφάσεις αληθείς λέγοντος, ώς ούκ άν δύναιτο ταΰτα πράττειν ήδη διά τό συγγραφάς έχειν παρ’ ετέρων, προεΐπεν αύτφ δήσειν, εί μή πάνυ ταχέως γράφοι. "Οπερ έποίησε· καί ού πρότερον άπηλλάγη, πριν άποδράς φχετο τετάρτφ

15·^ εναντίον : έναντίωνΑ ||4 κατηγορεί Stephanus, edd. : κατηγορεί || 9-H Enuntiatum Άλλά μήν ... βοηθήσοντας melius post άπόλοιπο (1. 5) stare cens. F., transp. Dal., Maid. ¡|162 αϋτός codd., Alb. : καί τούς Dobree, edd.. ||3 εδει Dobree, edd. : δει || ύμών Emperius, edd, : ήμών II172 οϊκαδε del. Hirschig, seel. Maid. 6

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también maquinó en secreto asesinar a Calias, para poder adueñarse del patrimonio de Hiponico, según la acusación que Calias hizo ante vosotros en la asamblea, quien, ade­ más, dejaba sus bienes al pueblo en caso de morir sin des­ cendencia, por temor a perecer a causa de su hacienda. Sin embargo, si violenta a su propia mujer y maquina la muerte de su cuñado, ¿qué acto no se debe esperar de Alcibiades contra cualquier ciudadano?, pues todo hombre tiene más consideración de sus familiares que de los extraños. Calias ciertamente no es un hombre desvalido ni inerme a los ultrajes, pues gracias a su riqueza tiene muchos que lo pro­ tejan. 16 Pero lo más asombroso de todo es qúe, aunque se trata de una persona de tal calaña, dice sus discursos com o si fuera partidario de la democracia; él tacha a otros de oli­ garcas y de enemigos del pueblo. Y él, que debía estar muer­ to por su conducta, es elegido por vosotros como acusador de los calumniados, y se dice ser guardián de la constitu­ ción, sin tener por digno estar con los demás atenienses en un plano de igualdad ni de relativa superioridad. Por el con­ trario, ha llegado a sentir tanto desprecio que se la ha pasa­ do adulándoos cuando estáis reunidos, pero insultándoos cuando estáis solos. 17 Ha llegado a tal grado de osadía es­ te hombre, que, luego de convencer al pintor Agatarco de que lo acompañara a casa, lo obligó a pintar el inmueble, y aunque aquél le suplicaba y daba excusas reales de que no podía realizar el trabajo en ese momento por tener contra­ tos con otros, Alcibiades lo amenazó con encarcelarlo si no la pintaba de inmediato. Y esto hizo ese hombre, y Agatar­ co se vio en libertad sólo hasta que se dio a la fuga al cuarto 6

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μηνί, τούς φύλακας λαθών, ώσπερ παρά βασιλέως. Οϋτω δ’ άναίσχυντός έστιν, ώστε προσελθών ένεκάλει αύτώ ώς, αδι­ κούμενος, και ούχ ών έβιάσατο μετέμελεν αύτώ, άλλ’ δτι κατέλιπε τό έ'ργον ήπείλει, και οΰτε της δημοκρατίας οΰτε της έλευθερίας ούδέν ην οφελος· ούδέν γάρ ήττον έδεδέκει τών όμολογουμένων δούλων. 18 ’Αγανακτώ δ’ ένθυμούμενος ύμΐν μέν ούδέ τούς κακούργους ασφαλές είς τό δεσμωτήριον δν άπάγειν, διά τό χιλίας δραχμάς τετάχθαι άποτεΐσαι ος άν τό πέμπτον μέρος μή μεταλάβη τών ψήφων· ό δέ τοσοΰτον χρόνον εϊρξας και έπαναγκάζων γράφειν ούδέν κακόν πέπονθεν, άλλά διά ταΰτα σεμνότερος δοκεΐ καί φοβερώτερος είναι. Καί προς μεν τάς άλλας πόλεις έν τοΐς συμβόλοις συντιθέμεθα μή έξεΐναι μήθ’ είρξαι μήτε δήσαι τον έλεύθερον έάν δέτις παραβή, μεγάλην ζημίαν έπί τούτοις έθεμεν τούτου δέ τοιαΰτα πράξαντος ούδεμίαν ούδείς οΰτ’ ιδίαν οΰτε δημοσίαν τιμωρίαν ποιείται. 19 Νομίζω δέ ταύτην είναι σωτηρίαν άπασι, πείθεσθαι τοΐς άρχουσι καί τοΐς νόμοις· δστις δέ ύπερορα ταΰτα, τήν μεγίστην φυλακήν άνήρηκε της πόλεως. Δεινόν μέν ούν έστι καί ύπό τών άγνοούντων τά δίκαια πάσχειν κακώς, πολύ δέ χαλεπώτερον, δταν τις έπιστάμενος τά διαφέροντα παραβαίνειν τολμά· φανερώς γάρ ένδείκνυται, ώσπερ ούτος, ούκ αύτός τοΐς νόμοις τοΐς της πόλεως, άλλ’ ύμάς τοΐς αύτοΰ τρόποις άκολουθεΐν άξιών. 20 Ένθυμήθητε δέ Ταυρέαν, δς άντιχορηγός ήν ’Αλκιβιάδη παισί. Κελεύοντος δέ τοΰ νόμου τών χορευτών έξάγειν ον άν τις βούληται ξένον άγω1711 έδεδέκει Emperius, edd. : έδεδοίκει ||18^ άποτεΐσαι Blass, edd. : άποτίσαι AQ ||195 φανερώς Q, edd. : φανερός Α ||6 τής πόλεως Q, edd. : πόλεως Α ||7 αύτοΰ Baiter-Sauppe, edd. : αύτοΰ ||202 δέ codd., Bl.-F., Maid. : γάρ Richards, Dal. 7

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mes, escapándoseles a los guardias, como lo había hecho con el Gran Rey. Pero Alcibiades es tan desvergonzado que iba hacia aquél y lo acusaba, como si él hubiera sido el ofendido, y no se arrepentía de haberlo tratado con violen­ cia, sino que lo amenazaba, porque había abandonado el trabajo, y ni la democracia ni la condición de hombre libre le servían de nada, pues había sido encadenado exactamen­ te como si fuese un esclavo declarado. 18 Me irrito al pensar que, mientras vosotros ni siquiera tenéis la seguridad de poder llevar a prisión a los malhechores, pues está esta­ blecido que quien no obtenga la quinta parte de los votos debe pagar una multa de mil dracmas, él en cambio, aun­ que encarceló a Agatarco durante tanto tiempo y, además, lo obligaba a pintar, no ha sufrido ningún mal, sino que por eso mismo parece ser más digno de respeto y de temor que antes. Pero en los tratados con las demás ciudades tenemos establecido que no es lícito encarcelar ni encadenar a un hombre libre, y, si alguien llega a violar ese acuerdo, esta­ blecimos un castigo ejemplar por esos actos. Sin embargo, aunque Alcibiades cometió semejantes agravios, nadie toma ninguna venganza, ni privada ni pública. 19 Considero que la seguridad de todos estriba en la obediencia a los magistrados y a las leyes, y quien no h ace caso de ello está destruyendo la mayor protección que tiene la ciudad. Es terrible, en efecto, sufrir desgracias por gente ignorante de la justicia, pero mucho más grave es que al­ guien, con conocimiento de causa, se atreva a violar las normas importantes, pues claramente demuestra, como lo hace él mismo, que no le parece digno seguir las leyes de la ciudad, pero sí que vosotros sigáis su forma de vida. 20 Acordaos de Táureas, que era responsable de un coro de niños y competía contra Alcibiades. La ley ordena expulsar del certamen al corista competidor que sea extranjero, si 7

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νιζόμενον, ούκ εξόν έπιχειρήσαντα κωλύειν, εναντίον ύμών καί τών άλλων Ελλήνων τών θεωρούντων και τών αρχόντων απάντων παρόντων έν τή πόλει τύπτων έξήλασεν αύτόν, και τών θεατών συμφιλονικούντων έκείνω καί μισούντων τούτον, ώστε τών χορών τόν μέν έπαινούντων, τοΰ δ’ άκροάσασθαι ούκ εθελοντών, ούδέν πλέον έ'πραξεν 21 άλλα τών κριτών οί μέν φοβούμενοι οί δέ χαριζόμενοι νικάν έκριναν αύτόν, περί έλάττονος ποιούμενοι τόν δρκον ή τοΰτον. Εικότως δέ μοι δοκοΰσιν οί κριταί ύπέρχεσθαι Άλκιβιάδην, όρώντες Ταυρέαν μέν τοσαΰτα χρήματα άναλωσανταπροπηλακιζόμενον, τόν δέτοιαΰτα παρανομοΰντα μέγιστον δυνάμενον. Αίτιοι δ’ ύμεΐς, ού τιμωρούμενοι τούς υβρίζοντας, καί τούς μέν λάθρα άδικοΰντας κολάζοντες, τούς δέ φανερώς άσελγαίνοντας θαυμάζοντες. 22 Τοιγάρτοι τών νέων αί διατριβαί ούκ έν τοΐς γυμνασίοις, άλλ’ έν τοΐς δικαστή ρίοις είσί, καί στρατεύονται μέν οί πρεσβύτεροι, δημηγοροΰσι δέ οί νεώτεροι, παραδείγματι τούτω χρώμενοι, δς τηλικαύτας ποιείται τών αμαρτημάτων ύπερβολάς, ώστε περί τών Μηλίων γνώμην άποφηνάμενος έξανδραποδίζεσθαι, πριάμενος γυναίκα τών αιχμαλώτων υίόν έξ αύτής πεποίηται, δς τοσούτφ παρανομωτέρως Αΐγίσθου γέγονεν, ώστ’ έκ τών έχθίστων άλλήλοις πέφυκε, καί τών οίκειοτάτων ύπάρχει αύτώ τά έ'σχατα τούς μέν πεποιηκέναι τούς δέ πεπονθέναι. 23 ’Άξιον δέ την τόλμαν αύτοΰ σαφέστερον έτι διελθεΐν. Έκ ταύτης γάρ παιδοποιεΐται τής γυναικός,ήν άντ’ έλευθέρας δούλην κατέστησε, καί ής τόν πατέρα καί τούς προσήκοντας άπέκτεινε, καί ής τήν πόλιν άνάστατον 20^ παρόντων seel. Blass, Dal. : παρόντων τών Blass, Dal., Maid. ||2l4 μέν τοσ. Q, edd. : τοσ. μεν A ||227 παρανομωτέρως Reiske, edd. : -άπα­ τος Α, -ώτερος Q ||234 ής τήν A, Bl.-F. : ής del. Blass, seel. Dal., Maid. 8

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alguien así lo desea; pero no está permitido que se le impida participar una vez que ha comenzado. Sin embargo, en presencia de vosotros, de los demás espectadores griegos y de todos los arcontes que estaban en la ciudad, Alcibiades lo sacó a golpes y, aunque los espectadores estaban en favor de la victoria de Táureas y eran hostiles a Alcibiades, al punto que alababan el coro de uno, pero no deseaban escuchar el del otro, Táureas no ganó nada. 21 Pero los jueces, unos por temor y otros por atraerse su gracia, lo declararon ven­ cedor, pues apreciaban mucho menos sus juramentos que a él. Obviamente, para mí los jueces buscaban atraerse el fa­ vor de Alcibiades, pues veían que Táureas, luego de haber gastado tanto dinero, era objeto de ultrajes, y que su rival, que cometía delitos tan graves, era sumamente poderoso. Pero los causantes sois vosotros por no vengaros de los in­ solentes, pues mientras castigáis a quienes en secreto delin­ quen, admiráis a los que abiertamente actúan con descaro. 22 Como consecuencia, el entretenimiento de los jóvenes ya no se da en los gimnasios, sino en los tribunales, y, mien­ tras que los de mayor edad se van a la guerra, los más jó­ venes se la pasan hablando en la asamblea, tomando como ejemplo a Alcibiades, quien se excede tanto en sus faltas que, a pesar de haber propuesto abiertamente esclavizar a los melios, compró una mujer de los cautivos de guerra, de la que ahora tiene un hijo, quien nació, más que Egisto, en modo tan contrario a toda costumbre, que ha sido procrea­ do por unos padres que son recíprocamente los peores ene­ migos, y de sus familiares más cercanos, unos, han cometi­ do las peores acciones y, otros, las han sufrido. 23 Pero vale la pena exponer, aún con más claridad, lo relativo a su audacia. Tiene un hijo de esa mujer a la que de libre la hizo esclava, a cuyo padre y parientes hizo matar y a cuya ciudad la convirtió en ruinas, de modo que procreó un hijo que es 8

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πεποίηκεν, ώς αν μάλιστα τον υιόν έχθρόν έαυτώ καί τη πόλει ποιήσειε· τοσαύταις άνάγκαις κατείληπται μισεΐν. ’Αλλ’ ύμεΐς έν μέν ταΐς τραγφδίαις τοιαΰτα θεωροΰντες δεινά νομίζετε, γιγνόμενα δ’ έν τη πόλει όρώντες οΰδέν φροντίζετε. Καίτοι εκείνα μέν ούκ έπίστασθε πότερον οΰτω γεγένηται ή πέπλασται υπό τών ποιητών · ταΰτα δέ σαφώς είδότες οϋτω παρανόμως πεπραγμένα, ραθύμως φέρετε. 24 Προς δέ τούτοις τολμώσί τινες περί αΰτοΰ λέγειν, ώς ούδέ γεγένηται ούδείς πώποτε τοιοΰτος. Έγώ δέ νομίζω μέγιστα κακά την πόλιν ύπό τούτου πείσεσθαι, καί τηλικούτων πραγμάτων είς τον λοιπόν χρόνον αϊτιον δόξειν, ώστε μηδένα τών προτέρων αδικη­ μάτων μεμνήσθαι· άνέλπιστον γάρ οΰδέν, τον την αρχήν τοΰ βίου τοιαύτην κατασκευασάμενον καί την τελευτήν ΰπερβάλλουσαν ποιήσασθαι. Έστι δέ σωφρόνων άνδρών φυλάττεσθαι τών πο­ λιτών τούς ύπεραυςανομένους, ένθυμουμένους ύπό τών τοιούτων τάς τυραννίδας καθισταμένας. 25 Ήγοΰμαι δ’ αύτόν προς ταΰτα μέν ούδέν άντερεΐν, λέξειν δέ περί της νίκης της Όλυμπίασι, καί περί πάντων μάλλον ή τών κατηγορηθέντων άπολογησεσθαι. Έ ξ αύτών δέ τούτων έπιδείξω αύτόν έπιτηδειότερον τεθνάναι μάλλον ή σωζεσθαι. Διηγήσομαι δ’ ύμΐν. 26 Διομήδης ήλθε ζεΰγος 'ίππων άγων Όλυμπίαζε, κεκτημένος μέν ούσίαν μετρίαν, στεφανώσαι δέ άπό τών ύπαρχόντων τήν πόλιν και τήν οικίαν βουλόμενος, λογιζόμενος τούς αγώνας τούς ιππικούς τύχη τούς πλείστους κρινομένους. Τούτον ’Αλκιβιάδης πολίτην όντα καί τον έπιτυχόντα, δυνάμενος παρά τοΐς άγω2310 παρανόμως πεπραγμένα Q, edd. : πεπρα. παρα. A ||251 ταΰτα Meier, edd. : τοΰτο ||3 άπολογησεσθαι Aldus, edd. : -σασθαι ||265 non recte ού ante τον έπιτυχόντα add. Stephanus, edd. 9

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el peor enemigo suyo y de la ciudad: ¡tantas razones de peso tiene para odiar! Sin embargo, consideráis terribles casos como el anterior cuando los presenciáis en las representa­ ciones trágicas y, en cambio, de nada os preocupáis cuando veis que suceden en la ciudad. Aunque no sabéis si aquéllos son casos reales o inventados por los poetas y en cambio habéis visto claramente que éstos suceden en la realidad en modo tan opuesto a las costumbres, estos últimos los tomáis con indiferencia. 24 Además de esto, algunos se atreven a decir que nunca ha existido una persona como él. Pero yo pienso que en sus manos la ciudad va a sufrir los peores desastres y que en el futuro será considerado el responsable de acciones tan fu­ nestas qüe nadie se acordará de sus injusticias anteriores, porque es del todo previsible que quien inicia una vida en este modo, tendrá un final que supere lo que ha hecho. En cambio, es propio de personas sensatas cuidarse de los ciudadanos demasiado engrandecidos, tomando en cuenta que gentes como ésas establecen las tiranías. 25 Pienso que Alcibiades no va a refutar nada de lo ante­ rior, pero sí va a hablar de su victoria en Olimpia y se va a defender de cualquier cosa menos de las acusaciones en su contra. Pero yo voy a demostrar, a partir de sus propios argumentos, que él merece mucho más morir que vivir sano y salvo. Os lo voy a contar. 26 Diomedes llegó a Olimpia conduciendo un tiro de ca­ ballos, pues, aunque poseía una fortuna modesta, deseaba, en la medida de sus posibilidades, ganar la corona para su ciudad y su casa, considerando que la mayoría de los certá­ menes hípicos se deciden por suerte. A esta persona, que era un ciudadano y su casual competidor, Alcibiades lo despojó y él mismo concursó, gracias a que tenía influencias con los directores deportivos de Élide. Ahora, ¿qué es lo que él 9

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νοθέταις τών Ήλείων, άφελόμενος αΰτος ήγωνίζετο. Καίτοι τί αν έποίησεν, εϊ τις τών συμμάχων τών ύμετέρων άφίκετο ζεΰγος 'ίππων εχων; 27 ή που ταχέως άν έπέτρεψεν άνταγωνίζεσθαι έαυτώ, ος Άθηναΐον άνδρα βιασάμενος τοΐς άλλοτρίοις έτόλμησεν ϊπποις άμιλλάσθαι, δηλωσας τοΐς 'Έλλησι μηδέν θαυμάζειν άν τινα αύτών βιάσηται, έπεί καί τοΐς πολίταις ούκ έξ ίσου χρήται, άλλα τούς μέν άφαιρούμενος, τούς δέ τύπτων, τούς δέ είργνύων, τούς δέ χρήματα πραττόμενος, ούδενος άξίαν τήν δημοκρατίαν άποφαίνει, τούς μέν λόγους δημαγωγού τά δ’ έ'ργα τυράννου παρέχων, καταμαθών ύμας τοΰ μέν ονόματος φροντίζοντας, τοΰ δέ πράγματος άμελοΰντας. 28 Τοσοΰτον δέ διαφέρει Λακεδαιμονίων, ωστ’ έκεΐνοι μέν καί ύπό τών συμμάχων άνταγωνιζομένων ανέχονται ήττώμενοι, ούτος δέ ούδ’ ύπό τών πολιτών, άλλα φανερώς εϊρηκεν ούκ έπιτρέψειν τοΐς άντεπιθυμοΰσί τίνος. Είτ’ έκ τών τοιούτων άναγκαΐον τάς πόλεις τών ήμετέρων πολεμίων έπιθυμεΐν, ήμάς δέ μισεΐν. 29 "Ινα δέ μή μόνον Διομήδην, άλλά καί τήν πόλιν δλην ύβρίζων έπιδείξειε, τά πομπεΐα παρά τών άρχιθεώρων αίτησάμενος, ώς είς τάπινίκια τη προτεραία της θυσίας χρησόμενος, έξηπάτησε καί άποδοΰναι ούκ ήθελε, βουλόμενος τη υστεραία πρότερος της πόλεως χρήσασθαι τοΐς χρυσοΐς χερνιβίοις καί θυμιατηρίοις. "Οσοι μέν ούν τών ξένων μή έγίγνωσκον ήμέτερα δντα, τήν πομπήν τήν κοινήν όρώντες ύστέραν ούσαν της 2 (β τδ ζεΰγος ante άφελόμενος add. Reiske, edd. (τούς ϊππους post άφ. add. Hirschig) ΙΙ271 έαυτω: αυτόν A ||2 Άθηναΐον Q, edd. : ’Αθη­ ναίων A ||6 άποφαίνει Reiske, edd. : άποφαίνων ||292 έπιδείξειε Empe­ rius, edd. : έπιδόξειε codd. : έτι δόξειε Alb. II 3 τάπινίκια Meursius, edd. : τά πινάκια II προτεραία Canter, Valckenaer, edd. : προτέρα || θυσίας Scaliger, edd. : ουσίας II5 χερνιβίοις ex Athen. ix 408c, Taylor, Valckenaer, edd. : χερνίβοις II7 τής : τοΐς A

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habría hecho si alguno de nuestros aliados hubiera llegado con un tiro de caballos? 27 Sin duda, inmediatamente le habría permitido competir con él, que tuvo la audacia de participar en el certamen con caballos ajenos, luego de ha­ ber tratado con violencia a un ciudadano ateniense, con lo que mostraba a los griegos que no debían admirarse en caso de que alguno de ellos fuera tratado con violencia, puesto que ni siquiera a sus conciudadanos los trata como sus iguales, sino que, al contrario, pone de manifiesto que la democracia no tiene ningún valor cuando a unos los des­ poja, a otros los golpea y a éstos los encarcela y a aquéllos les exige dinero, puesto que pronuncia los discursos de un demagogo y lleva a cabo los actos de un tirano: sabe bien que vosotros ponéis atención a esa palabra, pero que no os preocupa su realización. 28 Él es tan diferente de los lacedemonios que mientras ellos aceptan sus derrotas, incluso con sus aliados cuando compiten en su contra, éste ni con sus conciudadanos, sino que abiertamente ha declarado que no va a permitirlo a ninguno de los que deseen rivalizar con él. De aquí que, a partir de tal conducta, las ciudades se ven obligadas a simpatizar con nuestros enemigos y a sentir odio por nosotros. 29 Y para mostrar que no sólo ultrajaba a Diomedes sino también a toda la ciudad, pidió los vasos sagrados a los res­ ponsables de la peregrinación, con el pretexto de que los usaría para festejar su victoria la víspera del sacrificio, pero los engañó por completo y no se los quiso devolver, pues tenía la intención de usar al día siguiente, antes que la ciu­ dad, los aguamaniles y los incensarios de oro. Por consi­ guiente, todos los extranjeros que no sabían que eran nues­ tros, al ver que la procesión del Estado se realizaba después de la de Alcibíades, pensaban que nosotros usábamos los vasos sagrados de él, y los que habían escuchado la verdad 10

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Άλκιβιάδου τοΐς τούτου πομπείοις χρήσθαι ένόμιζον ήμας· οσοι δέ ή παρά τών πολιτών ήκουον ή και έπεγίγνωσκον τά τούτου, κατεγέλων ήμών, δρώντες ένα άνδρα μεΐζον άπάσης τής πόλεως δυνάμενον. 30 Σκέψασθε δέ κα'ι τήν άλλην αποδημίαν τήν εις ’Ολυμπίαν ώς διέθετο. Τούτφ σκηνήν μέν Περσικήν Έφέσιοι διπλάσιάν τής δημοσίας έπηξαν, ίερεΐα δέ καί τοΐς 'ιπποις έφόδια Χΐοι παρεσκεύασαν, οίνον δέ καί τά άλλα άναλώματα Λεσβίοις προσέταξε. Καί ούτως εύτυχής έστιν, ώστε τούς 'Έλληνας τής παρανομίας καί τής δωροδοκίας μάρτυρας κεκτημένος ούδεμίαν δέδωκε δίκην, άλλα δπόσοι μέν άρχοντες έν μια πόλει γεγένηνται, ύπεύθυνοί είσιν, 31 δ δέ πάντων τών συμμάχων καί χρήματα λαμβάνων ούδενδς τούτων ύπόδικός έστιν, άλλά τοιαύτα διαπεπραγμένος σίτησιν έν Πρυτανείφ έλαβε, καί προσέτι πολλή τή νίκη χρήται, ώσπερ ού πολύ μάλλον ήτιμακώς ή έστεφανωκώς τήν πόλιν. Εί δέ βούλεσθε σκοπεΐν, εύρήσετε πολλά τών τούτω πεπραγμένων έκαστον ολίγον χρόνον πράξαντάς τινας άναστάτους τούς οίκους ποιήσαντας· ούτος δ’ έπιτηδεύων άπαντα πολυτελέστατα δι­ πλάσιάν ουσίαν κέκτηται. 32 Καίτοι ύμεΐς γε νομίζετε τούς φειδομένους καί τούς ακριβώς διαιτωμένους φιλοχρημάτους είναι, ούκ όρθώς γιγνώσκοντες· οί γάρ μεγάλα δαπανώμενοι πολλών δεόμενοι αίσχροκερδέστατοί είσιν. Αϊσχιστον δέ φανήσεσθε ποιούντες, εί τούτον μέν άγαπάτε τδν άπδ τών ύμετέρων χρημάτων ταΰτα κατεργασάμενον, Καλλίαν δέ τδν Διδυμίου, τφ σώματι 298 πομείοις Α ||10 μεΐζον άπάσης Sluiter, edd. : μείζονα πάσης ||302 διέθετο. Τούτφ Réiske, edd. : διέθετο (διετίθετο Β) τοΰτο codd. : διέθε­ το τοΰτφ Stephanus ||311 συμμάχων αρχών Meier, edd. (συμ. έπαρχων Sluiter) II5 πολλά τών τούτφ codd. : τών πολλάκις τούτφ Lipsius, edd. 11

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de parte de los ciudadanos o que conocían su modo de ser, se reían de nosotros al ver que un solo hombre tenía más poder que la ciudad entera. 30 Considerad también cómo dispuso los preparativos complementarios de su viaje a Olimpia. A él los efesios le levantaron una tienda persa dos veces más grande que la de nuestra delegación oficial, los de Quíos le proporcionaron víctimas para el sacrificio y forraje para sus caballos, y el vino y los demás gastos se los asignó a los lesbios. Y es tan afortunado que, aun teniendo a los griegos como testigos de su ilegalidad y venalidad, no sufrió ningún castigo, y, mien­ tras que todos los magistrados de una ciudad están obliga­ dos a rendir cuentas, 31 Alcibiades, quien también recibe dinero de todos los aliados, no está obligado a responder por ninguno de sus actos, pero sí obtuvo el privilegio de comer en el Pritaneo, aunque había realizado tales acciones, además de disfrutar sin cesar de su gran victoria como si no hubiera mucho más deshonrado que coronado a nuestra ciudad. Pero si queréis considerar el asunto, descubriréis que algunos han causado la ruina de sus casas por haber cometido, cada cual por un breve tiempo, muchos de los delitos que él ha realizado, y en cambio Alcibiades, aunque lleva toda una vida de lujos, ha duplicado su fortuna. 32 Sin embargo, acostumbráis llamar avaros a quienes cuidan su economía y viven con frugalidad, pero no estáis en lo correcto, pues quienes derrochan grandes cantidades son los más codiciosos de todos, ya que necesitan mucho dine­ ro. Pero va a quedar en evidencia que vosotros cometéis la mayor ignominia si complacéis a Alcibiades, quien ha obtenido esa fortuna gracias a vuestro dinero, mientras que desterrasteis de aquí a Calías, el hijo de Didimias, quien por sí mismo había ganado todas las competencias premiadas con coronas, sin tomar para nada en consideración lo he­ ll

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νικήσαντα πάντας τούς στεφανηφόρους αγώνας, έξωστρακίσατε προς τοΰτο ούδέν άποβλέψαντες, δς άπό τών έαυτοΰ πόνων έτίμησε τήν πόλιν, 33 Άναμνήσθητε δέ και τούς προγόνους, ώς αγαθοί καί σώφρονες ήσαν, οίτινες έξωστράκισαν Κίμωνα διά παρανομίαν, δτι τη αδελφή τη έαυτοΰ συνφκησε. Καίτοι ού μόνον αύτος όλυμπιονίκης ήν, άλλά καί ό πατήρ αύτοΰ Μιλτιάδης. Άλλ’ δμως ούδέν ύπελογίζοντο τάς νίκας· ού γάρ έκ τών αγώνων, άλλ’ έκ τών επιτηδευμάτων έκρινον αύτόν. 34 Άλλά μήν εί δει κατά γένος σκοπεΐν, έμοί μέν ούδαμόθεν προσήκει τούτου τοΰ πράγματος (ούδέ έστιν ούδείς δστις άν άποδείξειε τών ήμετέρων ούδένα τη συμφορά ταύτη χρησάμενον), Αλκιβιάδη δέ μάλιστα πάντων ’Αθηναίων. Καί γάρ ό της μητρός πατήρ Μεγακλής καί ό πάππος Αλκιβιάδης έξωστρακίσθησαν άμφότεροι, ώστ’ ούδέν θαυμαστόν ούδ’ άτοπον πείσεται τών αύτών τοΐς προγόνοις άξιούμενος. Καί μήν ούδ’ άν αύτός έπιχειρήσειεν άντειπεΐν, ώς ού τών άλλων εκείνοι παρανομώτατοι δντες τούτου σωφρονέστεροι καί δικαιότεροι ήσαν, έπεί τών γε τούτω πε­ πραγμένων ούδ’ άν είς άξίως κατηγορήσαι δύναιτο. 35 Νομίζω δέ καί τον θέντα τον νόμον ταύτην τήν διάνοιαν εχειν· άποβλέψαντα τών πολιτών προς τούς κρείττους τών αρ­ χόντων καί τών νόμων, έπειδή παρά τών τοιούτων ούκ έστιν ιδίαν δίκην λαβεΐν, δημοσίαν τιμωρίαν υπέρ τών άδικουμένων κατασκευάσαι. Έγώ (μέν) τοίνυν έν τε τώ κοινώ κέκριμαι τετράκις, 327 τούς στεφανηφόρους αγώνας Q, edd. : άγ. τούς στεφ. Α ||8 τοΰτο Stephanus, edd. : τούτον codd. (fort, τοιούτον cum Gebauer) ||34^ Αλκιβιάδη Valckenaer, edd, : άλκιβιάδης Α, -δην Q II5 δις post Α λ­ κιβιάδης add. Markland, coll. Lys. xiv 39, edd. ||35^ ιδίαν codd., cf. Alb. : ιδία edd. ||5 μέν add. Bekker, edd. 12

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cho por ese hombre, quien, con su propio esfuerzo, había honrado a la ciudad. 33 Recordad también a nuestros antepasados, qué hombres tan íntegros y juiciosos eran; ellos desterraron de aquí a Cimón por contravenir las normas, pues cohabitó con su propia hermana. Sin em­ bargo, no sólo él era un campeón olímpico, sino también su padre Milcíades. Pero, a pesar de ello, para nada tomaron en cuenta sus victorias, pues no lo sentenciaron por sus competiciones, sino por sus costumbres. 34 Pero si es necesario considerar nuestros linajes, cier­ tamente yo no tengo que ver por ningún lado con el ostra­ cismo, ni existe nadie que pueda demostrar que alguno de mis familiares haya sufrido esta desgracia; pero sí Alcibiades, más que cualquier otro ateniense, pues tanto Megacles, el padre de su madre, como Alcibiades, su abuelo, fueron ambos condenados al ostracismo, de modo que no va a recibir ningún castigo admirable o extraño, ya que merece las mismas penas que sus antepasados. Y en efecto, ni si­ quiera intentará oponerse a que, aunque aquellos hombres eran los más transgresores de las normas, eran más pru­ dentes y justos que éste, pues nadie podría hacerle a él una acusación digna de sus actos. 35 Considero además que el autor de la ley tenía la si­ guiente intención: al observar que algunos ciudadanos eran más poderosos que los magistrados y las leyes, de modo que no era posible castigarlos por medio de un proceso privado, dispuso una venganza pública en defensa de quienes son injuriados. Pues bien, por mi parte he sido objeto de cuatro juicios públicos y a nadie que lo quisiera le impedí intentarme juicios privados. En cambio, Alcibiades, aunque cometió tan graves delitos, en ninguna ocasión ha tenido el valor de someterse a algún juicio, 36 pues es tan cruel que 12

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ιδία τε ούδένα διεκώλυσα δικάζεσθαι βουλόμενον ’Αλκιβιάδης δέ τοιαΰτα έργασάμενος οΰδεμίαν πώποτε δίκην ΰποσχεΐν έτόλμησεν. 36 Οΰτω γάρ χαλεπός έστιν, ώστε ού περί τών παρεληλυθότων αδικημάτων αύτόν τιμωρούνται, άλλ’ υπέρ τών μελ­ λόντων φοβούνται, καί τοΐς μέν πεπονθόσι κακώς άνέχεσθαι λυσιτελεΐ, τούτω δέ ούκ έξαρκεΐ, εί μή καί τό λοιπόν δ τι άν βούληται διαπράξεται. Καίτοι ού δήπου, ώ ’Αθηναίοι, όστρακισθηναι μέν έπιτήδειός εΐμι, τεθνάναι δέ ούκ άξιος, ούδέ κρινόμενος μέν άποφυγεΐν, άκριτος δέ φεύγειν, ούδέ τοσαυτάκις άγωνιζόμενος νικησας δικαίως (άν) πάλιν δόξαιμι δι’ εκείνα έκπεσεΐν. 37 ’Αλλά γάρ ίσως μετά μικράς διαβολής ή φαύλων κατηγόρων ή διά τών έπιτυχόντων εχθρών έκινδύνευον, άλλ’ ού διά τών έρρωμενεστάτων καί λέγειν καί πράττειν, οϊ τινες δύο τών την αύτήν αιτίαν έχόντων έμοί άπέκτειναν. Οΰκουν τούς τοιούτους δίκαιον έκβάλλειν, οΰς πολλάκις έλέγχοντες ευρίσκετε μηδέν άδικούντας, άλλά τούς μή θέλοντας ΰποσχεΐν τη πόλει περί τοΰ βίου λόγον. 38 Δεινόν δέ μοι δοκεΐ είναι, εί μέν τις άπολογεΐσθαι άξιώσειεν υπέρ τών άποθανόντων ώς αδίκως άπολώλασιν, ούκ άνασχέσθαι τών έπιχειρούντων ■εί δέ τις τών άποφυγόντων πάλιν περί της αύτης αιτίας κατηγορεί, πώς ού δίκαιον περί τους ζώντας καί τούς τεθνηκότας τήν αύτήν γνώμην έχειν; 39 Έστι μέν ούν Άλκιβιάδου μήτε αύτόν τών νόμων καί τών δρκων φροντίζειν, ύμας τε παραβαίνειν έπιχειρεΐν διδάσκειν, καί τούς μέν άλλους έκβάλλειν καί άποκτείνειν άνηλεώς, αύτόν δέ 365 διαπράξεται Bekker, edd. : -ξηται ||ω ανδρες Ά. B1.-F. || 8 νικησας δικαίως BI.-F. : νικησας καί δικαίως : καί νικ. δικ. Bekker, Dal., Maid. ||αν add. Baiter-Sauppe, edd. II382 αν post ούκ add. Reiske, edd., contra Stahl 13

CONTRA ALCIBÍADES

las personas, en vez de vengarse por los delitos que come­ tió, tienen temor de él por lo que haga en el futuro, y a quienes han sufrido algún mal, les conviene soportarlo; pe­ ro él no se contenta si no realiza lo demás que se le antoje. Sin duda, pues, atenienses, no es conveniente que yo sufra el ostracismo y no merezco la pena de muerte, ni escapar por causa de un juicio y ser expatriado sin juicio, ni creo que, si legalmente ya he salido airoso en tantos procesos, deba ser exiliado de nuevo por las mismas acusaciones. 37 Pero tal vez he afrontado procesos por una calumnia insig­ nificante o de acusadores inexpertos o por causa de enemi­ gos ocasionales y no por causa de los hombres más diestros en hablar y actuar, quienes ya hicieron condenar a muerte a dos que sufrían la misma acusación que yo. Por lo tanto, no es justo expulsar a quienes, luego de múltiples interrogato­ rios, no encontráis culpables de ningún delito, sino a los que no quieren poner a consideración de la ciudad una relación de su vida. 38 A mí me parece terrible que, si al­ guien considera digno defender a quienes ya han sido eje­ cutados, arguyendo que murieron injustamente, no lo per­ mitáis a quienes intentan hacerlo. Por otra parte, si alguien acusa de nuevo por el mismo delito a quienes ya fueron absueltos, ¿cómo no va a ser justo que vuestro juicio sea el mismo para vivos y muertos? 39 Así pues, es propio de Alcibíades el no preocuparse él mismo de las leyes y de los juramentos y el tratar que voso­ tros aprendáis a transgredirlos, el hacer exiliar a los demás y condenarlos a muerte sin piedad, y el rogar él mismo y llorar desconsoladamente. Y esto no me admira, pues él ha realizado actos dignos de muchos lamentos. Sin embargo, 13

ANDÓCIDES

ίκετεύειν καί δακρύειν οίκτρώς. Και ταΰτα μέν οΰ θαυμάζω· πολ­ λών γάρ αύτώ κλαυμάτων άξια εί'ργασται· ένθυμοΰμαι δέ τίνας ποτέ και πείσει δεόμενος, πότερα τούς νεωτέρους, οϋς προς τό πλήθος διαβέβληκεν άσελγαίνων καί τά γυμνάσια καταλύων καί παράτήνήλικίανπράττων,ή τούς πρεσβυτέρους, οΐς οΰδέν ομοίως βεβίωκεν, άλλά τών επιτηδευμάτων αυτών καταπεφρόνηκεν; 40 Ού μόνον δέ αυτών ενεκα τών παρανομούντων, ινα δίκην διδώσιν, έπιμελεΐσθαι άξιον, άλλά καί τών άλλων, οπως τούτους δρώντες δικαιότεροι καί σωφρονέστεροι γίγνωνται. Έμέ μέν τοίνυν εξελάσαντες τούς βέλτιστους περιδεείς καταστήσετε, τοΰτον δέ κολάσαντες τούς άσελγεστάτους νομιμωτέρους ποιήσετε. 41 Βούλομαι δ’ ύμάς άναμνήσαι τών έμοί πεπραγμένων. Έγώ γάρ πρεσβεύσας είς Θετταλίαν καί είς Μακεδονίαν καί είς Μολοσσίαν καί είς Θεσπρωτίαν καί είς Ιταλίαν καί είς Σικελίαν τούς μέν διαφόρους δντας διήλλαξα, τούς δ’ επιτηδείους έποίησα, τούς δέ άπό τών εχθρών άπέστησα. Καίτοι εί τών πρεσβευόντων έκαστος τά αυτά έποίησεν, ολίγους άν πολεμίους εΐχετε καί πολλούς συμμάχους έκέκτησθε. 42 Περί δέ τών λητουργιών ούκ άξιώ μεμνήσθαι, πλήν κατά τοσοΰτον, δτι τά προσταττόμενα δαπανώ ούκ άπό τών κοινών άλλ’ άπό τών ιδίων. Καίτοι τυγχάνω νενικηκώς εύανδρία καί λαμπάδι καί τραγωδοΐς, ού τύπτων τούς άντιχορηγοΰντας, ούδ’ αίσχυνόμενος εί τών νόμων έλαττον δύναμαι. Τούς ούν τοιούτους τών πολιτών πολύ μάλλον επιτηδείους ήγοΰμαι μένειν ή φεύγειν.

4θ6 άσελγεστάτους Emperius, edd. : -τέρους ||412 είς Μακ. Q, edd. : είς om. Α ||5 δέ άπό Maid ||πρεσβευόντων Luzac, edd. : πρωτευόντων || 42' λητουργιών Blass, edd. : λειτ. 14

CONTRA ALCIBIADES

en mis adentros me pregunto a quiénes convencerá con sus súplicas: ¿a los más jóvenes, a quienes ha desacreditado ante el pueblo por actuar con insolencia, por acabar con los ejercicios gimnásticos y por llevar a cabo acciones impro­ pias de su edad? ¿O a los de mayor edad a cuya vida en nada ha hecho semejante la suya, sino que más bien ha despreciado sus costumbres? 40 Pero es lícito ocuparse no sólo de quienes han transgredido las normas, para que re­ ciban su castigo, sino también de los demás, con el fin de que, al ver a esa gente, se vuelvan más justos y sensatos. Pues bien, si me desterráis a mí atemorizaréis a los mejores hombres, y, en cambio, si castigáis a Alcibiades, a los más insolentes los volveréis más respetuosos de las leyes. 41 Quiero finalmente que os acordéis de mis servicios. Fui como embajador a Tesalia, Macedonia, Molosia, Tesprocia, Italia y Sicilia, y a las ciudades que tenían discre­ pancias las reconcilié, a otras las hice amigas, y a otras más las separé de vuestros enemigos. Así pues, si cada uno de los embajadores hubiese actuado del mismo modo tendríais po­ cos enemigos y contaríais con muchos aliados. 42 En cuan­ to a las liturgias no me parece conveniente mencionarlas, a excepción de que la gran cantidad de gastos requeridos no los hago del erario sino de mi dinero. A pesar de ello, he resultado campeón en el concurso varonil de belleza, en el de carreras de antorchas, en el coro de tragedias, sin golpear a mis coregos rivales y sin avergonzarme de tener menos poder que las leyes. Así pues, creo que ciudadanos como yo merecen mucho más permanecer aquí que ser desterrados.

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ANDÓCIDES

Π ΠΕΡΙ ΤΗΣ ΕΑΥΤΟΥ ΚΑΘΟΔΟΥ

1 Εί μέν, ώ άνδρες, έν έτέρφ τφ πράγματι οί παριόντες μή τήν αυτήν γνώμην έ'χοντες πάντες έφαίνοντο, οΰδέν άν θαυμαστόν ένόμιζον · οπου μέντοι δει τήν πόλιν έμέ τι ποιήσαι αγαθόν, ή ει τις ετερος βούλοιτο έμοΰ κακίων, δεινότατον απάντων χρημάτων ήγοΰμαι, εί τφ μεν δοκεΐ ταΰτα τφ δέ μή, άλλα μή πασιν ομοίως. Εϊπερ γάρ ή πόλις απάντων τών πολιτευομένων κοινή έστι, καί τά γιγνόμενα δήπου άγαθά τή πόλει κοινά έστι. 2 Τουτί τοίνυν τό μέγα καί δεινόν πάρεστιν ύμΐν όραν τούς μέν ήδη πράττοντας, τούς δέ τάχα μέλλοντας· καί μοι μέγιστον θαΰμα παρέστηκε, τί ποτε ούτοι οί άνδρες δεινώς οΰτως περικάιονται, εϊ τι ύμας χρή άγαθόν έμοΰ έπαυρέσθαι. Δει γάρ αύτούς ήτοι άμαθεστάτους είναι πάντων ανθρώπων, ή τη πόλει ταύτη δυσμενέστα­ τους. Εί μέν γε νομίζουσι της πόλεως εύ πραττούσης καί τά ϊδια σφών αύτών άμεινον άν φέρεσθαι, αμαθέστατοι είσι τά έναντία νΰν τη εαυτών ώφελεία σπεύδοντες · 3 εί δέ μή ταΰτά ήγοΰνται σφίσι τε αύτοΐς συμφέρειν καί τφ ύμετέρφ κοινφ, δυσμενείς άν τη πόλει είεν· οϊτινες είσαγγείλαντός μου άπόρρητα είς τήν βουλήν περί τών πραγμάτων, ών άποτελεσθέντων ούκ είσι τη πόλει ταύτη μείζονες ώφέλειαι, καί τούτων άποδεικνύντος μου τοΐς βουλευταΐς

14 ετερος Reiske, edd. : έτέρως II23 παρέστηκε Reiske, edd. : περέστηκε ||et 84 οϋτω Maid. ||περικαίονται codd. : περικάονται Schiller, edd. II34 τών del. Dobree, seel. Dal., Alb. 15

π ACERCA DE SU REGRESO

1 Señores, si en otro asunto quienes suben a la tribuna se presentaran sin tener todos la misma opinión, no lo juzgaría extraño; pero, cuando es menester que yo haga un beneficio a la ciudad (o que alguna otra persona inferior a mí quiera hacerlo), considero sumamente grave que esto a unos les parezca bien y a otros no, y que no todos piensen igual. En efecto, si la ciudad es común a todos los ciudadanos, sin duda también los beneficios que ella obtiene son comunes. 2 Ahora bien, podéis ver que esta actitud grave y peligro­ sa algunos ya la tienen y otros pronto la tendrán; y a mí me asombra en extremo por qué esos señores se encienden de una forma tan violenta si es preciso que vosotros obtengáis de mí algún beneficio. Sin duda deben ser los más ignoran­ tes de todos los hombres o los más hostiles para con esta ciudad. En efecto, si piensan que cuando la ciudad prospera también sus negocips particulares pueden mejorar, son muy ignorantes al afanarse ahora en contra de su propio interés; 3 pero si no creen que las mismas cosas no les benefician a ellos en particular y a vosotros en común, podrían ser per­ sonas hostiles a la ciudad. En efecto, cuando en sesión secreta del Consejo di una información en torno a mis proyectos públicos, cuya realización constituye el mayor beneficio para esta ciudad, y cuando presenté a los conse­ jeros pruebas claras y seguras de lo que decía, allí, ni los que estaban presentes de ellos ni nadie más, fueron capaces 15

ANDÓCIDES

σαφείς τε και βεβαίους τάς αποδείξεις, έκεΐ μέν οΰτε τούτων τών άνδρών οι παραγενόμενοι έλέγχοντες οΐοί τ’ ήσαν άποδεΐξαι εΐ τι μή όρθώς έλέγετο, οΰτ’ άλλος οΰδείς, ένθάδε δέ νΰν πειρώνται διαβάλλειν. 4 Σημεΐον ούν τοΰτο οτι ούτοι ούκ άφ’ αύτών ταΰτα πράττουσιν (εύθυς γάρ άν τότε ήναντιοΰντο) άλλ’ άπό άνδρών ετέρων, οΐοί είσιν έν τη πόλει ταύτη, ούδενός άν χρήματος δεξάμενοι υμάς τι άγαθόν έξ έμοΰ πράξαι. Και αυτοί μέν ουτοι οί ανδρες οΰ τολμώσι σφας αυτούς εις το μέσον καταστήσαντες διισχυρίζεσθαι περί τούτων, φοβούμενοι έλεγχον διδόναι εΐ τι είς ύμας τυγχάνουσι μή εύ φρονοΰντες· ετέρους δέ εΐσπέμπουσι, τοιούτους ανθρώπους οίς είθισμένοις ήδη άναισχυντεΐν ούδέν διαφέρει είπεΐν τε καί άκοΰσαι τά μέγιστα τών κακών. 5 Τό δ’ ισχυρόν τοΰτο μόνον εϋροι τις άν αύτών έν τοΐς λόγοις, τάς έμάς συμφοράς έπί παντί όνειδίζειν, καί ταΰτα έν είδόσι δήπου κάλλιον ύμΐν, ώστε μηδέν άν τούτων δικαίως τιμήν αύτοΐς τινα φέρειν. Έμοί δέ, ώ ανδρες, καί τφ πρώτφ τοΰτο είπόντι όρθώς δοκεΐ είρήσθαι, δτι πάντες άνθρωποι γίγνονται έπί τώ ευ καί κακώς πράττειν, μεγάλη δέ δήπου καί τό έξαμαρτεΐν δυσπραξία έστί, 6 καί είσίν ευτυχέστατοι μέν οί έλάχιστα έξαμαρτάνοντες, σωφρονέστατοι δέ οϊ άν τάχιστα μεταγιγνώσκωσι. Καί ταΰτα ού διακέκριται τοΐς μέν γίγνεσθαι τοΐς δέ μή, άλλ’ έστιν έν τώ κοινώ πασιν άνθρώποιςκαί έξαμαρτεΐν τι καί κακώς πράξαι. ΤΩν ένεκα, ώ ’Αθηναίοι, εί άνθρωπίνως περί έμοΰ γιγνώσκοιτε, εΐητε άν άνδρες εύγνωμονέστεροι. Ού γάρ φθόνου μάλλον ή οίκτου άξιά μοί έστι τά γεγενημένα- 7 ός είς τοσοΰτον ήλθον δυσδαιμονίας, είτε χρή 37 έλέγχοντες Emperius, edd. : έλέγξοντες ||55 καί del. Emperius, seel. Dal. ||& μεταγιγνώσκωσι Aldus, edd. : μεταγιγνώσκουσι |) 6 άνδρες post ώ add. Bl.-F., item §§ 17, 22, 24 16

ACERCA DE SU REGRESO

de demostrar con pruebas que yo no decía la verdad; aquí en cambio, intentan ahora calumniar. 4 Ésta es, por lo tanto, una prueba de que ellos no actúan por su propia cuenta (pues de lo contrario se habrían opuesto en aquella ocasión), sino por otros individuos, como los hay en esta ciudad, quienes no aceptarían a ningún precio que obtuvie­ rais algún beneficio de mi parte. Y estos mismos señores no se atreven a sostener su opinión, presentándose personal­ mente en público, pues temen dar pruebas de que sus in­ tenciones no os son favorables, sino que envían a otros in­ dividuos de tal calaña que están acostumbrados de por sí a actuar con desvergüenza, sin importarles nada decir y escu­ char los peores vituperios. 5 El único argumento fuerte que se puede encontrar en sus discursos es el de lanzarme en cualquier oportunidad reproches por mis desgracias; y esto lo hacen ante vosotros, que sin duda las conocéis mejor, de modo que nada de esto podría, en justicia, reportarles nin­ gún crédito. Por mi parte, señores, me parece qite tenía razón el primero que afirmó que todos los hombres nacen para ser felices o infelices; que, sin duda, también es una gran des­ gracia equivocarse, 6 y que son más afortunados qviienes cometen pequeños yerros y más prudentes quienes de in­ mediato se arrepienten. Y no está determinado que a unos les suceda así y a otros no, sino que todos tienen en común el equivocarse en algo y el sufrir desdichas. Por esto, ate­ nienses, si juzgáis mi caso humanamente, seréis los hombres más benevolentes, pues es más digno de compasión que de encono lo que me ha sucedido a mí, 7 que caí en desgracia tan grande por causa, hay que decirlo, de mi juventud e in16

ANDÓCIDES

είπεΐν νεότητί τε και άνοία τή έμαυτοΰ, εϊτε. και δυνάμει τών πεισάντων με έλθεΐν είς τοιαύτην συμφοράν τών φρενών, ώστ’ ανάγκην μοι γενέσθαι δυοΐν κακοΐν τοΐν μεγίστοιν θάτερον έλέσθαι, ή μή βουληθέντι κατειπεΐν τούς ταΰτα ποιήσαντας οΰ περί έμοΰ μόνου όρρωδεΐν, εΐ τι εδει παθεΐν, άλλά και τόν πατέρα οΰδέν άδικοΰντα σύν έμαυτφ άποκτεϊναι (οπερ ανάγκη παθεΐν ήν αΰτώ, εί έγώ μή έβουλόμην ταΰτα ποιήσαι), ή κατειπόντι τά γεγενημένα αυτόν μέν άφεθέντα μή τεθνάναι, τοΰ δέ έμαυτοΰ πατρος μή φονέα γενέσθαι. Τί δ’ άν οΰ πρό γε τούτου τολμήσειεν άνθρωπος ποιήσαι; 8 Έγώ τοίνυν έκ τών παρόντων είλόμην ταΰτα, ά έμοί μέν λύπας έπί χρόνον πλεΐστον οϊσειν εμελλεν, ύμΐν δέ ταχίστην τοΰ παρόντος τότε κακοΰ μετάστασιν. Άναμνήσθητε δέ έν οϊφ κινδύνφ τε καί αμηχανία καθέστατε, και δτι οϋτως σφόδρα σφάς αύτούς έπεφόβησθε, ώστ’ ούδ’ είς τήν αγοράν ετι έξήτε, έκαστος ύμών οίόμενος συλληφθήσεσθαι. Ταΰτα τοίνυν ώστε μέν γενέσθαι τοιαΰτα, πολλοστόν δή τι έγώ μέρος τής αιτίας εύρέθην έχων, ώστε μέντοι παυθήναι, έγώ είς ών μόνος αίτιος. 9 Καί δμως τό γε δυστυχέστατος είναι ανθρώπων ούδαμή έκφεύγω, δτε δή προαγομένης μέν τής πόλεως έπί ταύτας τάς συμφοράς ούδείς έμοΰ ήρχετο γίγνεσθαι δυσδαιμονέστερος, μεθισταμένης δέ πάλιν είς τό ασφαλές απάντων έγώ άθλιώτατος. "Οντων γάρ κακών τοσούτων τή πόλει αδύνατον ήν ταΰτα ίαθήναι άλλως ή τφ έμώ αίσχρώ, ώστ’ έν αύτφ φ έγώ κακώς έ'πραττον, έν τούτφ ύμας σώζεσθαι. Χάριν ουν είκός με, οΰ μίσος, τφ δυστυχήματι τούτφ φέρεσθαι παρ’ ύμών. 72 άνοία τή έμαυτοΰ Frohberg, edd. : τής έμαυτοΰ ante δυσδαιμονίας (1. 1) habent codd. ||5 βουληθέντι Aldus, edd. (cf. infra κατειπόντι) : βουληθέντα II85 έξήτε Lipsius, edd. : έξήειτε ||7 εύρέθην codd. : ηΰρέθην Lipsius, edd. 17

ACERCA DE SU REGRESO

sensatez, o por influencia de quienes me convenciei-on a llegar a tal grado de transtorno de mi entendimiento que me vi obligado a elegir entre las dos peores opciones: una era que, si no estaba dispuesto a denunciar a los autores de los hechos, no sólo debía temer por mi vida, si es que debía ser objeto de algún sufrimiento, sino también condenar a morir conmigo a mi padre, que no había cometido ningún delito (lo que le habría sucedido por fuerza si yo no hubiera que­ rido hacer la denuncia); la otra era que, si denunciaba los sucesos, yo saldría absuelto y no moriría ejecutado y, ade­ más, no me convertiría en el asesino de mi propio padre. ¿Qué cosa no habría osado elegir cualquier persona sino esto último? 8 En consecuencia, de la alternativa existente, yo escogí aquello que a mí me iba a provocar sufrimientos durante muchísimo tiempo, y a vosotros, en cambio, la supresión inmediata del mal que entonces os aquejaba. Recordad en qué peligro y tribulación os encontrabais y que estabais tan temerosos de vosotros mismos que ya ni siquiera al Ágora salíais, pensando cada uno de vosotros que iba a ser arres­ tado. Pues bien, se descubrió que mi responsabilidad de que la situación llegara a tal extremo fue mínima y que, en cambio, yo fui el único causante de que cesara. 9 Y a pesar de todo, de ningún modo dejo de ser el hombre más infortunado, ya que, cuando la ciudad era arrastrada a estas desgracias, ninguno era más desdichado que yo y, cuando estaba'de nuevo a salvo, yo era el más desgraciado de todos. En efecto, siendo tantos los males de la ciudad, era imposi­ ble remediarlos de otra forma más que con mi ultraje, de modo que en donde se hallaba mi desgracia en ello vosotros encontrabais vuestra propia salvación. Por lo tanto, es razo17

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10 Καίτοι έγώ τότ’ αύτδς γνούς τάς έμαυτοΰ συμφοράς, φ τινι κακών τε καί αισχρών ούκ οΐδ’ ει τι άπεγένετο, τά μέν παρανοία xr\ έμαυτοΰ, τά δ’ ανάγκη τών παρόντων πραγμάτων, εγνων ήδιστον είναι πράττειν τε τοιαΰτα και διαιτασθαι έκεΐ, δπου ήκιστα μέλλοιμι όφθήσεσθαι ΰφ’ ύμών. Επειδή δέ χρόνω ύστερον είσήλθέ μοι, ώσπερ είκός, έπιθυμία της τε μεθ’ ύμών πολιτείας εκείνης και διαίτης, έξ ής δευρι μετέστην, εγνων λυσιτελεΐν .μοι ή τοΰ βίου άπηλλάχθαι, ή τήν πόλιν ταύτην αγαθόν τι τοσοΰτον έργάσασθαι, ώστε ύμών έκόντων είναί ποτέ μοι πολιτεύσασθαι μεθ’ ύμών. 11 Έκ δέ τούτου ού πώποτε ούτε τοΰ σώματος οΰτε τών δντων έμοί έφεισάμην, δπου εδει παρακινδυνεύειν · άλλ’ αύτίκα μέν τότε είσήγαγον είς στρατιάν ύμών ούσαν έν Σάμφ κωπέας, τών τετρακοσίων ήδη τά πράγματα ένθάδε κατειληφότων, δντος μοι ’Αρχελάου ξένου πατρικοΰ καί διδόντος τέμνεσθαί τε καί έξάγεσθαι όπόσους έβουλόμην. Τούτους τε είσήγαγον τούς κωπέας, καί παρόν μοι πέντε δραχμών τήν τιμήν αύτών δέξασθαι ούκ ήθέλησα πράξασθαι πλέον ή δσου έμοί κατέστησαν, είσήγαγον δέ σΐτόν τε καί χαλκόν · 12 καί οί άνδρες εκείνοι έκ τούτων παρεσκευασμένοι ένίκησαν μετά ταΰτα Πελοποννησίους ναυμαχοΰντες, καί τήν πόλιν ταύτην μόνοι ανθρώπων έσωσαν έν τώ τότε χρόνω. Εΐ τοίνυν μεγάλων αγα­ θών άξια ύμας είργάσαντο εκείνοι, μέρος έγώ ούκ άν έλάχιστον δικαίως ταύτης της αιτίας έ'χοιμι. Εί γάρ τοΐς άνδράσιν έκείνοις τότε τά επιτήδεια μή είσήχθη, ού περί τοΰ σφσαι τάς ’Αθήνας 6 κίνδυνος ήν αύτοΐς μάλλον ή περί τοΰ μηδέ αύτούς σωθηναι., 105 ύστερον seel. F., Dal. ||7 εγνων Aldus, edd. : εγνω II 11^ τήν στρατιάν Lipsius, Dal. ||6 τέμνεσθαί Dobree, edd. : γενέσθαι || 122 Πελοποννησίους : Πελοπονησίους II 4 άξια codd. : αίτια Blass, edd. || είργάσαντο codd. : ήργάσαντο Blass, edd. 18

ACERCA DE SU REGRESO

nable que, debido a mi infortunio, yo obtenga de vosotros no odio, sino agradecimiento. 10 Así pues, al darme cuenta en aquel entonces de mis propias desgracias, yo mismo —a quien no sé si le faltó su­ frir algún mal y vergüenza, ya fuera por causa de mi propia locura o forzado por las circunstancias del momento— , comprendí que lo mejor para mí era llevar a cabo mis ne­ gocios yéndome a vivir a un lugar a donde pudierais verme lo menos posible. Más tarde, sin embargo, como es natural, con el paso del tiempo, entró en mí el anhelo de compartir la vida pública y privada vuestra, que había cambiado hasta ahora, y me di cuenta de que lo que me convenía era quitar­ me la vida o hacer un beneficio tan grande a esta ciudad que con vuestro consentimiento pudiera vivir algún día co­ mo vuestro conciudadano. 11 Desde entonces nunca jamás escatimé ni mi vida ni mis bienes, cada vez que he tenido que arriesgarlos; al contrario, por aquel entonces envié de inmediato maderos para remos a vuestra armada estaciona­ da en Samos (cuando ya los Cuatrocientos se habían hecho cargo de los asuntos políticos de aquí), gracias a que Arquelao tenía lazos de hospitalidad conmigo por mi padre y me permitía talar y exportar cuantos quisiera. Envié esos ma­ deros y, aunque podía haber recibido cinco dracmas como precio, no quise cobrar más de lo que me habían costado; envié además grano y cobre. 12 Y aquellos hombres, pro­ vistos de estas cosas, vencieron después a los peloponesios en batalla naval, y fueron los únicos hombres que pusieron a salvo a la ciudad en aquel entonces. Pues bien, si aquellos hombres realizaron acciones por vosotros dignas de grandes beneficios, yo no podría obtener justamente una partici18

ANDÓCIDES

13 Τούτων τοίνυν οΰτως έχόντων ούκ όλίγφ μοι παρά γνώμην εύρέθη τά ένταΰθα πράγματα εχοντα. Κατέπλευσα μέν γάρ ώς έπαινεθησόμενος ύπό τών ενθάδε προθυμίας τε εΐνεκα καί έπιμελείας τών ύμετέρων πραγμάτων· πυθόμενοι δέ τννές με ηκοντα τών τετρακοσίων έζήτουν τε παραχρήμα, καί λαβόντες ήγαγον εις τήν βουλήν. 14 Ευθύς δέ παραστάς μοι Πείσανδρος “άνδρες” έ'φη “βουλευταί, έγώ τον άνδρα τούτον ένδεικνύω ύμΐν σΐτόν τε είς τούς πολεμίους είσαγαγόντα καί κωπέας”. Καί τό πράγμα ήδη παν διηγείτο ώς έπέπρακτο. Έν δέ τώ τότε τά έναντία φρονούντες δήλοι ήσαν ήδη οί έπί στρατιάς δντες τοΐς τετρακοσίοις. 15 Κάγώ θόρυβος γάρ δή τοιούτος έγίγνετο τών βουλευτών καί έπειδή έγίγνωσκον άπολούμενος, εύθύς προσπηδώ προς τήν εστίαν καί λαμβάνομαι τών ίερών. "Οπερ μοι καί πλείστου άξιον έγένετο έν τώ τότε· είς γάρ τούς θεούς εχοντα ονείδη ούτοί μ£ μάλλον τών άνθρώπων έοίκασι κατελεήσαι, βουληθέντων τε αύτών άποκτεΐναί με ούτοι ήσαν οί διασωσαντες. Δεσμά τε ύστερον καί κακά οσα τε καί οια τφ σώματι ήνεσχόμην, μακρόν άν εϊη μοι λέγειν. 16 Ου δή καί μάλιστ’ έμαυτόν άπωλοφυράμην · δστις τοΰτο μέν έν φ έδόκει ό δήμος κακοΰσθαι, έγώ άντί τούτου κακά είχον, τοΰτο δέ έπειδή έφαίνετο