Dios Actua En La Historia II

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DIOS ACTÚA EN LA HISTORIA (II) Guía para una lectura comunitaria de la historia de la salvación

: JESUCRISTO

verbo divino

^ I L a Casa de la Biblia

DIOS ACTÚA EN LA HISTORIA (II) Guía para una lectura comunitaria de la historia de la salvación NUEVO TESTAMENTO: JESUCRISTO

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év- Ambientación A las preguntas de los cristianos de Corinto sobre la resurrección de la carne, Pablo responde recordando el contenido del evangelio que él les había proclamado en su predicación. Evangelio que él, a su vez, había recibido de otros testigos y que los mismos corintios habían acogido. Ese evangelio consiste en el anuncio de la muerte y resurrección de J e s ú s . > Miramos nuestra vida El nombre y la figura de J e s ú s continúan presentes en nuestro tiempo y, consciente o inconscientemente, siguen inquietando y suscitando interrogantes también a nuestra generación. Se habla y se escribe de ellos abundantemente, u n a s veces a favor y otras en contra. Son muchas las opiniones que sobre su identidad, su vida y su muerte se presentan. Por ello nos preguntamos: - ¿Qué se opina sobre Jesús, sobre su vida y su obra en nuestros ambientes? ¿Qué se subraya de él? - Entre los que se confiesan cristianos, ¿qué aspectos del misterio de Jesús son acogidos o proclamados con mayor satisfacción? > Escuchamos la Palabra de Dios San Pablo recuerda a los corintios lo esencial de la fe cristiana que él h a recibido y les h a transmitido: la muerte de J e s ú s por los pecados de los hombres y su resurrección de entre los muertos. Apela a su responsabilidad para mantener fielmente este mensaje que ellos acogieron y h a n experimentado como causa de su salvación. • Nos preparamos para acoger también nosotros esta palabra de Dios. • Alguien del grupo lee en voz alta 1 Cor 15,1-11. • Cada u n o lo relee personalmente en silencio y trata de entenderlo mejor con ayuda de las notas de la Biblia o algún otro comentario. • Respondemos a estas preguntas: - ¿Qué es para Pablo lo más importante de la Je cristiana? - ¿Qué actitudes señala y alaba Pablo en los cristianos? - ¿Quiénes son presentados como testigos de la resurrección de Jesús y en qué se apoyan para afirmarla? 19

> Volvemos sobre nuestra vida La fe que profesamos no es creación nuestra. La hemos recibido de u n a cadena de testigos de la que nosotros también formamos parte. Esta fe que confesamos solemnemente cada domingo no puede quedarse en meras palabras. La confesión de la muerte y resurrección de J e s ú s debe manifestarse en nuestra propia vida. Por eso nos preguntamos. - ¿Qué aspectos del misterio de Jesús afirmas con mayor énfasis en tufe? - ¿Dónde notas la fuerza saluífica de la resurrección de Jesús en tu vida? - ¿Cómo das testimonio con tu vida y tu palabra de tufe en la muerte y resurrección de Jesús? > Oramos Terminamos nuestro encuentro con u n momento de oración. En ella damos gracias a Dios por la fe que hemos recibido. Podemos pensar u n a breve fórmula que exprese nuestra confesión de fe en J e s ú s y ponerla por escrito. • Escuchamos de nuevo la lectura de 1 Cor 15,1-11. A continuación oramos brevemente en silencio. • Podemos compartir con los demás miembros del grupo nuestra confesión personal de fe. • Proclamamos j u n t o s el "Credo" breve de la misa. VW EXPLICACIÓN DEL TEXTO

El texto que hemos leído forma parte de la primera carta de san Pablo a la comunidad de Corinto, una carta escrita desde Éfeso hacia el año 53 en la que analiza las noticias que ha recibido de esos cristianos y responde a algunas preguntas que se le habían planteado. Aquí, en concreto, atiende a determinadas cuestiones acerca de la resurrección de los muertos. El tema de la resurrección no era nada fácil de entender para la mentalidad griega, que aceptaba la inmortalidad del alma, pero, por su desprecio de la materia, no comprendía la resurrección de la carne. Pablo responde recordando el evangelio que él les había proclamado, a saber: que Jesús ha resucitado realmente de entre los muertos. Este hecho ha sido avalado por numerosos testigos, por lo que no vale argumentar en contra desde presupuestos ideológi20

eos. Su resurrección es fundamento y garantía de la resurrección de los muertos. La terminología empleada indica que no se trata de una doctrina inventada por Pablo. La fórmula "transmitir" algo "recibido" es característica de una enseñanza "oficial", aceptada y comunicada mediante expresiones fijadas literalmente. Pablo pudo aprender esta doctrina durante su primera estancia en la comunidad de Damasco o, más probablemente, en la de Antioquía (Hch 11,19-26). En una introducción solemne, pero en tono fraterno, Pablo les recuerda la "Buena Noticia" que él les había proclamado, que ellos habían acogido y cuya fuerza salvadora habían experimentado, pues gracias a ese evangelio habían salido de la condición de marginación social y religiosa en la que se encontraban y habían pasado a vivir con dignidad y en fraternidad dentro de la comunidad cristiana. En la fórmula o confesión de fe tradicional se afirma el hecho de la muerte de Jesús, una muerte no aparente, sino real, corroborada por el hecho de la sepultura. Se confiesa así la condición plenamente humana de Cristo y se hace recaer el acento de la fe sobre el sentido salvífico de esa muerte ("por nuestros pecados") y sobre el hecho de que responde al plan de Dios ("según las Escrituras"). En un segundo momento, Pablo confiesa la resurrección de Jesús que tuvo lugar "al tercer día". En este acontecimiento se hace visible el plan salvador de Dios tal como se encuentra revelado en el conjunto de las Escrituras. Aunque no cita ningún texto concreto, a los cristianos de Corinto -como a los de las otras comunidades cristianas- les vendrían a la mente muchos pasajes del Antiguo Testamento. Entre ellos, sin duda, los que hablaban de la figura del Siervo de Dios, de su humillación y exaltación (Is 52,13-53,12). Y, Analmente, Pablo concluye esta confesión mencionando el hecho de las apariciones. El testimonio de las Escrituras viene así corroborado por el de una serie de testigos directos que han visto y escuchado a Jesús vivo después de la muerte, que han comido y bebido con él. Pablo ofrece una lista por orden cronológico y de importancia: Cefas (es decir, Simón Pedro), los Doce, los quinientos, Santiago el hermano del Señor y jefe de la comunidad de Jerusalén y, en último lugar, el propio Pablo. El texto termina con la afirmación de la comunión en la misma fe de toda esa serie de testigos de diferentes categorías, épocas y 21

Una fe que confiesa acontecimientos antes que doctrinas: "Pasó haciendo el bien" Las convicciones de fe así expresadas se convierten en "confesiones", en fórmulas breves, fijas, fácilmente memorizables. En ellas no se afirman doctrinas, "dogmas", sino acontecimientos de la vida de J e s ú s , hechos cargados de sentido, sus "misterios", es decir, realidades en las que Dios actúa y que tienen que ver con la suerte de la humanidad.

Una fe avalada por testigos: "Se apareció a Pedro y luego a los Doce" La muerte de J e s ú s fue para s u s discípulos u n choque dramático. Sintieron la frustración de s u s expectativas de triunfo. Experimentaron la humillación de su propio engaño por haber seguido a alguien despreciado, condenado; en cierta manera, incluso "maldito" de Dios. Por eso le abandonan, le niegan, huyen, se dispersan. Pero a partir de aquel increíble "tercer día" esos mismos discípulos cambian totalmente de perspectiva. Sin esperarlo, sin imaginarlo siquiera ni comprenderlo, se les impone la certeza de que ese mismo J e s ú s "ha resucitado". Lo perciben no como u n cadáver que h a vuelto a la vida, ni como u n "fantasma", sino como alguien que vive en otra dimensión, en otro tipo de existencia, u n a existencia gloriosa, propia del ámbito del Dios por él anunciado. Su convicción de que es verdad que J e s ú s vive en esa nueva dimensión se percibe en el cambio que experimentan: p a s a n de la negación y la huida a la confesión de que J e s ú s es Mesías y Señor. Sustituyen la celebración del sábado, fundamentada en la creación y en el Decálogo, esencial para todo judío, por la de "el día después del sábado", el "día del Señor". Su celebración cultual fundamental es la de la "fracción del pan", en memoria de la cena de J e s ú s , en la que reconocen su presencia viva. En u n estadio posterior, en las comunidades cristianas se construyen narraciones, relatos, sobre el encuentro con el Resucitado. Así lo vemos en los evangelios. Se acentúa lo imprevisto del encuentro, las d u d a s e incredulidades, la necesidad de constatar la identidad de J e s ú s y su realidad actual. Si en los "credos" los testigos eran solo varones, porque eran los únicos a los que se les reconocía autoridad en los testimonios oficiales, en esas narraciones los primeros testigos son mujeres.

Los hechos fundamentales de la actuación de Dios en J e s ú s son su muerte en la cruz y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Estos "misterios" se formulan a veces con expresiones que enriquecen su contenido. Así, cuando se habla de su muerte, se dice que "padeció", "sufrió", "derramó su sangre". Y para la resurrección se afirma que "rompió las ataduras de la muerte", "fue elevado" o "ascendió al cielo", "fue exaltado", "sentado a la derecha del Padre", "coronado de gloria y esplendor", "constituido Mesías, Señor, Príncipe y Salvador, Hijo poderoso de Dios".

Una fe conforme a la revelación de Dios: "Según las Escrituras" Sin el fundamento bíblico, u n judío creyente no hubiera podido llegar a entender el sentido de la cruz ni el de la resurrección de J e s ú s . La experiencia de la presencia del Resucitado proporciona a los discípulos u n nuevo modo de leer las Escrituras. La muerte en cruz se entiende ahora como formando parte de la lógica del plan de Dios. Así se sitúa a J e s ú s en la línea del Ungido que en el proyecto de Dios no puede conocer

geografías. Esa comunión de los testigos es a su vez la comunión en la misma fe de todos los creyentes en todas las iglesias y comunidades. Esta es la última, definitiva e indiscutible palabra. PARA PROFUNDIZAR "¡Ha resucitado!" Las confesiones de fe de los primeros cristianos se encuentran dispersas por todos los escritos del Nuevo Testamento. El núcleo básico y común es la afirmación de que J e s ú s , cuya vida -enseñanzas y o b r a s - y cuya muerte eran bien conocidas, está vivo: h a resucitado de entre los muertos. Una fe manifestada primariamente en veneración y culto: "Ven, Señor Jesús" Los primeros cristianos manifiestan su fe en J e s ú s a través del culto que le profesan. Esas prácticas de culto se expresan en oraciones e invocaciones ("Ven, Señor Jesús"); en aclamaciones ("Jesús es Señor"); en las repetidas celebraciones de la cena en memoria de él; en salmos, cánticos e himnos de alabanza dirigidos a él como Cristo y Señor o, como confiesan incluso escritores paganos, "como Dios".

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la corrupción, y en la del Siervo de Yahvé que ofrece su vida por amor y recibe como recompensa u n puesto de honor. La resurrección y la muerte encuentran justificación en el conjunto de la Escritura, tanto en los textos de los Profetas como en los de la Ley y en los Salmos. Y no solo en textos literarios, sino también en las figuras personales (Abrahán, Isaac, Moisés, Elias, J o n á s , David, etc.) y en acontecimientos de la historia salvífica (éxodo, pascua, alianza, templo, culto).

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DIOS HA EXALTADO A JESÚS A SU DERECHA

Una fe desde la memoria de ía vida de Jesús: "Acuérdate de Jesucristo" Desde el encuentro con el Resucitado y con la iluminación del Espíritu, los testigos recuerdan y repiensan la vida de J e s ú s , todo lo que hizo y dijo. Muchas de s u s acciones y de s u s palabras tienen ahora u n sentido nuevo y m á s pleno. El significado de los panes multiplicados, la cena, la entrada en J e r u s a lén, la purificación del templo, el costado traspasado con la lanza... quedaba finalmente desvelado. Y así proclam'an ya en el Hijo del hombre la gloria del Hijo de Dios, en el hijo de José al Hijo de David. Y h a s t a en su concepción y su infancia se revela la presencia de Cristo, el Señor. U ^ ¿9ÜÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO En el próximo encuentro nos acercaremos al misterio de la resurrección de J e s ú s . Si la muerte del Señor llenó de desencanto y frustración al grupo de discípulos que le habían seguido atentos a s u s enseñanzas y a las obras prodigiosas que realizaba, la resurrección significó u n giro radical en s u s vidas, al comprender u n poco mejor la verdad de lo que habían visto y oído. Para preparar la sesión, leeremos algunos textos: Le 24,50-53; Hch 1,9-11; Hch 5,29-32; Rom 14,1-12; 1 Pe 3,18-22. Intentaremos responder a las siguientes preguntas: ¿Qué se dice en cada texto sobre lo que Dios hizo en Jesús al resucitarlo de entre los muertos? ¿Qué nombres o títulos se dan a Jesús como consecuencia de la resurrección? 24

En la sesión de hoy queremos comprender mejor el significado de la resurrección de Jesús y el alcance que tiene para los creyentes. Los objetivos del encuentro son: • Descubrir la diversidad y riqueza de expresiones con que se explica la resurrección de Jesús. • Analizar las consecuencias de la resurrección de Jesús para la vida de los cristianos. • Profundizar en la comprensión de la acción salvífica de Dios en la resurrección de Jesús. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia Las confesiones de fe de los primeros cristianos afirman que Dios h a resucitado a J e s ú s de entre los muertos. Para comprender mejor ese hecho, hemos leído algunos textos, sobre los que nos preguntábamos: 25

¿Qué se dice en cada texto sobre lo que Dios hizo en Jesús al resucitarlo de entre los muertos? ¿Qué nombres o títulos se dan a Jesús como consecuencia de la resurrección? Cu5 Una vez que los miembros del grupo han compartido sus respuestas, el animador puede completar lo que han dicho sirviéndose de estas notas: - Le 24,50-53 y Hch 1,9-11 presentan la resurrección de Jesús como una "ascensión", una imagen que simboliza la elevación a la categoría divina y la incorporación a la vida misma de Dios. Jesús imparte su bendición a los discípulos, que le adoran postrados, en un gesto que se realiza solo ante Dios. Estos relatos de la ascensión constituyen el final del evangelio de Lucas y el comienzo de Hechos de los Apóstoles, obras del mismo autor. - En Hch 5,29-32, la resurrección de Jesús se describe como una exaltación a la derecha de Dios. Esta expresión se toma del salmo 110, donde se refiere al hijo del rey heredero del trono y asociado con pleno derecho a su gobierno. Al aplicarlo a Jesús se declara que es el Rey-Mesías esperado por Israel. Por eso es proclamado Príncipe y Salvador. - En Rom 14,1-12, ante algunas disputas entre los cristianos a causa de los alimentos y las fiestas, Pablo apela a la resurrección de Jesús, en la que ha sido constituido "Señor" de todos. El título y la categoría de "Señor", reservado solo a Dios en el Antiguo Testamento, se le ha concedido ahora a Jesús. Por medio de él actúan unos y otros, los que comen y los que se abstienen, y él -como Señor- es el único que puede juzgarlos a todos. - En 1 Pe 3,18-22, síntesis de una catequesis del bautismo, se anima a los cristianos a soportar las afrentas y persecuciones. Se les propone el modelo de Jesús. Este, resucitado por el Espíritu desde el abismo profundo de la muerte, ha ascendido a la morada de Dios y ha sido colocado a su derecha. Su soberanía y poder salvífico se extienden a todos los muertos y a todos los poderes y autoridades del mundo, incluso a aquellos que oprimen a los cristianos. GUÍA DE LECTURA "La muerte no tiene ya dominio sobre él" Antes de comenzar, buscamos Rom 6,1-11. 26

> Ambientación Pablo escribe a u n a comunidad que él no ha fundado y a la que piensa ir a visitar próximamente. Con extraordinaria valentía y claridad, les anuncia el evangelio de Jesucristo como fuerza de salvación para todo el que cree. Este evangelio lo h a aceptado ya la comunidad de Roma por la fe y el bautismo. El bautismo es el rito que abre a la fuerza salvadora de la resurrección de J e s ú s y sitúa al creyente en u n a condición nueva de vida, que se manifiesta en u n a muerte real al pecado. De esa vida nueva habla nuestro texto. >• Miramos nuestra vida La sociedad en la que vivimos h a convertido la muerte en u n tema tabú. No quiere hablar de ella. Pretende ignorarla, alejarla de los espacios donde se desenvuelve la vida ordinaria. En este contexto, el mensaje de la resurrección de los muertos se oye con indiferencia o provoca sonrisas irónicas. Al mismo tiempo, no es raro escuchar doctrinas extrañas sobre la reencarnación en vidas sucesivas. Ante esto nos preguntamos: - ¿Qué se piensa en tu ambiente sobre la muerte? - ¿Qué idea se tiene sobre la resurrección? ¿Cómo se reacciona ante ese anuncio cristiano? >• Escuchamos la Palabra San Pablo explica a los romanos la b u e n a noticia de que el cristiano, por el bautismo, participa de la victoria de J e s ú s resucitado sobre la muerte y sobre el pecado. Y los enfrenta con la responsabilidad y el desafío de orientar su vida en conformidad con esa realidad salvadora. • En silencio, nos disponemos a escuchar y acoger este "evangelio". • Escuchamos la lectura de Rom 6,1-11. • Releemos personalmente el texto ayudados por las notas de nuestra Biblia. • Procuramos responder a estas cuestiones: - ¿Qué dice san Pablo sobre lo acontecido en la muerte de Jesús? - ¿Mediante qué expresiones se describe la relación del bautizado con Cristo? 27

- ¿Cuáles son los efectos y las exigencias del bautismo en el creyente? > Volvemos sobre nuestra vida La muerte es u n a realidad incuestionable, pero no es u n punto final. Pablo anuncia que hay vida m á s allá de la muerte. Por el bautismo, el creyente es incorporado a Cristo muerto y resucitado, es sumergido en su muerte y emerge a u n a vida nueva. La muerte ya no tiene poder sobre él. Este es el núcleo de la esperanza cristiana. - ¿Qué sentimientos o reacciones provoca en ti el mensaje de Pablo sobre la resurrección? - ¿Cómo afecta a tu vida ordinaria la fe en la resurrección de Jesús? ¿En qué medida te lleva a mirar con esperanza a la muerte? >• Oramos Terminamos con u n momento de oración interiorizando lo que la lectura y meditación del texto de san Pablo nos hayan sugerido. Podemos ambientar nuestra oración con algún símbolo de J e s ú s resucitado. Puede ser el cirio pascual encendido o u n icono del Pantocrátor, y alguna música de resurrección; por ejemplo, el Aleluya de Hándel. • Un miembro del grupo lee de nuevo Rom 6,1-11. • En silencio, cada uno hace su oración personalmente, dando gracias por el bautismo recibido o glorificando al Señor por su resurrección. Después de u n tiempo breve, todos pueden compartir lo que estimen oportuno de su oración personal. • Terminamos con el canto "Resucitó, resucitó" u otro semejante. 1®= EXPLICACIÓN DEL PASAJE Pablo proclama que todo ser humano -ya sea pagano o judíotiene necesidad de salvación y que esta llega a la persona por la fe y no por el cumplimiento escrupuloso de las obras de la Ley. A todos se les ofrece el mismo camino de salvación, el de la fe, según el ejemplo del patriarca Abrahán. ¿En qué consiste la salvación? El apóstol se lo explica con claridad a los cristianos de Roma: la 28

paz con Dios y la nueva vida comunicada a los cristianos por el bautismo (Rom 5-6). El texto que estamos estudiando hoy (Rom 6,1-11) comienza con una objeción que algunos plantearon a la enseñanza del apóstol: si la salvación viene por la fe y no por las obras, alguien podría entregarse a una vida de pecado abusando de la gracia de Dios. Pablo responde con el presente pasaje, que es denso y un poco difícil y repetitivo. Para intentar comprender mejor el planteamiento que hace, vamos a fijarnos en tres elementos que aparecen entrelazados en el texto: el pecado; la muerte y resurrección de Jesucristo; la unión del creyente con el Señor mediante el bautismo. El pecado es el origen de toda la desgracia. Este pecado del que se habla -notemos su formulación en singular- no hace referencia a actos concretos, a transgresiones de unas leyes o mandatos, sino que indica más bien la condición humana, que por su misma naturaleza es distinta de la de Dios. Por su condición de pecador, el hombre se encuentra separado de Dios, es incapaz de mantener una comunicación íntima y profunda con él. Esa naturaleza "pecadora" lleva a la humanidad a dar la espalda al Creador, a distanciarse de él. Todo ser humano, antes o después, afirma su autonomía frente a Dios, rechaza su dependencia de él, como aconteció en el caso típico de Adán (Rom 5,12-19). Y la reflexión sobre el pecado conduce necesariamente a la reflexión sobre la muerte. Porque morir no es solo un hecho biológico, sino el acontecimiento por el cual los seres humanos quedarían para siempre fijados en esa condición de alejamiento de Dios. Por la muerte, el pecado tendría la última palabra en la historia de toda persona. El segundo momento en la reflexión de Pablo se centra en Jesucristo, la Palabra definitiva del Padre en una historia que no se encaminaba hacia un final feliz, porque las consecuencias del pecado y de la muerte son aterradoras. El ser humano, llamado por Dios a la vida, prefiere soltarse de la mano del Creador y abandonar la existencia. Pero el amor de Dios es más fuerte que el pecado humano. En Jesucristo, Dios asumió la condición humana. Jesús, que se mantuvo siempre unido al Padre en fidelidad y obediencia, murió a esa condición humana de alejamiento de Dios. La resurrección lo consagró en esa decisión de no vivir nunca para sí mismo, sino para Dios y su proyecto. Pablo supone que los cristianos a los que se dirige conocen lo acontecido a Jesucristo. Por eso no lo explica, sino que se limita a 29

enumerar los aspectos fundamentales de su historia: murió clavado en una cruz y fue sepultado; resucitó por el poder del Padre; entró en una vida nueva que supone la victoria sobre la muerte y sobre el pecado y que consiste en un vivir en plenitud para Dios. Finalmente, por el bautismo los creyentes son introducidos en el misterio de Cristo, en su muerte y su resurrección. Pasan de estar muertos por su pecado a vivir para Dios. La muerte al pecado se afirma no como un simple convencimiento psicológico, sino como una realidad cierta. Esto se comprende bien si se tiene en cuenta el modo como se realizaba el rito del bautismo. La persona era sumergida totalmente bajo el agua, acto que en sí mismo entrañaba el ahogarse, el morir. Así quedaba claro que el hombre anterior -pagano o judío-, dominado por la condición pecadora, quedaba sepultado en el agua del bautismo, se ahogaba. Pero enseguida era sacado de esa agua. Así se manifestaba que había sido liberado de la muerte y del pecado y, de esta manera, comenzaba una condición nueva de vida, la misma del Cristo resucitado en su relación con Dios, una vida para él. San Pablo expresa esa inmersión en Cristo, en su vida, con fórmulas de enorme realismo y belleza; sepultados con él, vinculados a su muerte, clavados en su cruz, muertos en él, muertos al pecado, injertados en su nueva vida, en su vivir para Dios. La realidad de esta incorporación por el bautismo a Cristo, a su muerte y resurrección, exige una respuesta en el cristiano: no dejarse dominar de nuevo por el pecado, a pesar de la tendencia del hombre viejo que permanece siempre mientras la persona no se vea revestida de la gloria de la resurrección. Esto significa no caer en la tentación de vivir para uno mismo. El creyente vive para Dios y vive para los demás, llegando incluso a dar la vida por ellos, como hizo el Señor Jesús. PARA PROFUNDIZAR Nueva vida en Cristo La resurrección de J e s ú s , confesada por los discípulos, fue explicada por ellos mediante diferentes expresiones que ponen de relieve su contenido salvífico para el propio J e s ú s y para quienes se adhieren a él por la fe y consagran su adhesión por el bautismo. Las expresiones utilizadas recogen el lenguaje de las Escrituras judías, nuestro Antiguo Testamento. 30

"La muerte no tiene ya dominio sobre él" La resurrección se comprende como la victoria de J e s ú s sobre la muerte. La resurrección no es u n a revivificación de u n cadáver, u n a recuperación de la vida terrena, sujeta de nuevo a la muerte. J e s ú s h a muerto de u n a vez para siempre, h a sido liberado del dominio de la muerte, de la esclavitud a la que la muerte tiene sometidos a todos los hombres de por vida. La muerte de u n a persona es la manifestación máxima de la ruptura de la relación con Dios, es quedar instalado definitivamente en esa ruptura. En este sentido, la muerte tiene su raíz y origen en la desobediencia, en el deseo de ser como Dios, de construirse frente a Dios. J e s ú s no sigue ese camino. Asume la muerte por solidaridad con la suerte de los humanos y por amor a ellos. Pero él no cayó en la tentación de hacerse igual a Dios (Flp 2,6). La resurrección lo consagra en la obediencia, en la comunión con Dios, consumando así su victoria sobre el pecado. Por otra parte, la muerte es considerada en la Escritura como u n a consecuencia de la instigación del diablo. Por eso, la resurrección es también la derrota del que tenía el dominio sobre la muerte y mantenía esclavizada a toda la humanidad a lo largo de la historia. Ni muerte, ni pecado, ni demonio pueden ya romper n u n c a la comunión de J e s ú s con el Padre ni impedirle estar cerca y ayudar a cuantos luchan todavía en la tierra contra la tentación de la r u p t u r a con él. Constituido Mesías Por la resurrección, J e s ú s es constituido como el Mesías de Dios (Cristo). Ya durante su vida terrena, J e s ú s fue considerado por muchos como el Mesías (Me 8,29). Pero algunos entendieron su mesianismo en sentido político, como si se tratase del rey que liberaría al pueblo judío de la opresión romana. Y sin duda, esto influyó en que fuera condenado a muerte. Esta idea es corregida por su muerte y resurrección. El Resucitado es proclamado como el Cristo de Dios, liberador no ya solo del pueblo de Israel, sino de toda la humanidad. Y no ya solo de opresiones materiales y externas, sino de las que afectan a los hombres en su dimensión espiritual e íntima, las que destruyen la relación con Dios. Él aporta la bendición plen a a la humanidad entera, el acceso y la comunión con el Dios autor de todo bien. Él establece la reconciliación, la paz y la unidad entre todos los humanos. 31

Elevado y sentado a la derecha de Dios La resurrección es explicada también medíante la imagen de la "ascensión", la elevación o subida al cielo. No se trata de u n a realidad espacial, sino de u n a imagen que expresa la incorporación a la vida propia de Dios. Se reúnen en esta imagen varias perspectivas: - La del profeta Elias "arrebatado al cielo" y liberado de las limitaciones terrenas y capaz, por tanto, de actuar en cualquier momento y lugar. - La de la "elevación" en la cruz (Jn 3,13), que sugiere el ámbito hacia donde va y de donde h a venido: su origen de arriba, de Dios, al que retorna. - La de haber sido sentado a la derecha de Dios, por lo cual el Resucitado h a sido introducido en la condición divina. Así, incorporado en igualdad de dignidad y poder con el "Señor-Dios", el Padre, ejerce con él el gobierno del cosmos. Y también, en su función de juez, establece la justicia salvífica de Dios en la historia.

J e s ú s , en su naturaleza h u m a n a , h a sido asumido en el seno mismo de Dios, donde el Hijo había sido engendrado. En él participa de la vida de Dios y de la condición divina poderosa que le corresponde como a tal Hijo único. Así, la corporalidad de J e s ú s queda liberada de la imperfección, de la fragilidad de la materia, y se hace "espiritual", llena del Espíritu divino. A la luz de la resurrección será comprendida toda la vida de J e s ú s , toda su acción y enseñanza, su misma pasión y muerte, e incluso su concepción, nacimiento e infancia. Y así aparecerá reflejado en las narraciones de los evangelios.

Exaltado y glorificado como Señor La resurrección se explica asimismo con los términos de "exaltación" y "glorificación" de J e s ú s como "Señor". Dios le entrega ese "nombre sobre todo nombre" ante el que se debe doblar toda rodilla en el cielo, en la tierra, en los abismos (Flp 2,9-11). El "nombre" expresa la identidad y la gloria. La "gloria" no es la fama o la simple honra recibida. En la Escritura designa el "peso" de alguien, su categoría, su dignidad. En el Antiguo Testamento se aplica fundamentalmente a Dios para señalar su soberanía y poder, que se h a n manifestado en s u s actuaciones a favor de su pueblo en misericordia y fidelidad. En la resurrección, Dios entrega a J e s ú s su gloria, su propio nombre y categoría de "el Señor". Así, el Padre reconoce la obra que J e s ú s realiza en su nombre entregando su vida por amor y lo proclama igual al mismo Dios. El poder salvífico de Dios sobre la humanidad y el mundo reposa en Jesucristo. "Constituido Hijo poderoso de Dios según el Espíritu" La expresión m á s solemne y profunda del contenido de la resurrección es la que afirma que h a sido "constituido" por el Espíritu Santo "Hijo poderoso de Dios". Indica el reconocimiento de su relación con Dios como hijo. Se trata del hecho de que 32

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar el próximo encuentro leeremos algunos textos bíblicos en los que se reflexiona acerca del misterio de la muerte y resurrección de J e s ú s . Los textos que vamos a leer son estos: J n 3,13-17; Rom 5,6-11; Gal 1,3-5; Ef 2,4-7 y 5,1-2; 1 J n 4,7-11. Una vez leídos, respondemos a esta pregunta: ¿Cuál es la razón última de la muerte de

Jesús?

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NOTAS

3 DIOS ENTREGÓ A SU HIJO POR NOSOTROS

B ^ 9UÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO En este encuentro leeremos u n texto de la carta de san Pablo a los Romanos en el que el apóstol expresa su alegría y confianza por el amor que Dios tiene a los seres humanos. Este amor se h a manifestado en la entrega de su propio Hijo. Nos proponemos los siguientes objetivos: • Reconocer el amor como la fuerza que dinamiza la vida entera de J e s ú s . • Renovar nuestro compromiso de amor a Dios y a nuestros semejantes. • Profundizar en el sentido y alcance del amor de Dios manifestado en Cristo. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los t e x t o s de referencia La trágica muerte de J e s ú s provocó u n enorme desconcierto entre s u s seguidores, solo superado por la experiencia del encuentro con el Resucitado. Ese encuentro, iluminado por el 35

Espíritu Santo y bajo la guía de las Sagradas Escrituras, condujo a los discípulos a comprender mejor el verdadero sentido de la vida y la muerte de J e s ú s . Al leer los textos indicados para preparar este encuentro nos preguntábamos: ¿Cuál es la razón última de la muerte de Jesús? 3

Kg Después de que los miembros del grupo hayan compartido sus respuestas, el animador puede completar sus aportaciones sirviéndose de estas indicaciones: - En J n 3,13-17, durante la conversación con Nicodemo, J e s ú s revela su procedencia de arriba, de Dios. El recuerdo de Moisés alzando la serpiente de bronce en el desierto para sanar a los israelitas evoca en los primeros cristianos la imagen de la cruz de Jesús. La mirada al que ha sido levantado proporciona la salvación eterna. En la cruz se descubre a Dios entregando a su propio Hijo por amor al mundo. - En Rom 5,6-11, Pablo proclama el amor de Dios a los pecadores revelado en la muerte de Cristo. Es un amor incondicional. No se debe a la buena conducta ni a los méritos humanos. El efecto salvador de esa muerte es la reconciliación con Dios y el participar de su vida. - En Gal 1,3-5, Pablo resume la esencia del misterio cristiano: la entrega de Jesús para liberar al ser humano de sus pecados conforme al deseo de Dios de sacar a toda persona de la situación de perdición en que se encuentra. - En Ef 2,4-7, el autor contrapone el amor de Dios a la situación miserable de la humanidad. Un amor por el que Dios, en su infinita misericordia, ha hecho pasar al ser humano de la muerte a la vida, incorporándole a la muerte-resurrección de Cristo. - En Ef 5,1-2, se proclama el amor de Cristo que le mueve a entregarse como ofrenda y sacrificio. Los cristianos, beneficiarios de ese amor, deben imitar a Dios amando a sus semejantes. - Según 1 J n 4,7-11, Dios, que es el amor, es el origen último del amor del Hijo, que consiste en dar la vida por la humanidad. Dios es el amor y es el origen de todo amor. Y lo ha manifestado en el envío al mundo de su propio Hijo sin que el ser humano le hubiese amado previamente. Ese amor se ofrece a todos como modelo para la relación con los demás. 36

GUIA DE LECTURA "Dios no perdonó a su propio Hijo; lo entregó por nosotros" Antes de comenzar, buscamos Rom 8,31-39. > Ambientación Pablo describe a los cristianos de Roma los efectos de la fe en Cristo muerto y resucitado: la liberación de la muerte; la nueva vida sin pecado; la libertad con relación a la Ley como fuente de salvación... Toda esa grandiosa obra de salvación suscita en Pablo u n elogio del amor de Dios manifestado en Cristo, y de la paz y seguridad que ese amor produce en los creyentes. > Miramos nuestra vida La palabra "amor" es u n a de las m á s u s a d a s en nuestra sociedad, pero a la vez es u n a de las m á s confusas. Lo mismo sirve para designar el enamoramiento entre dos personas que p a r a señalar la entrega de u n a madre a s u s hijos. Se u s a lo mismo para describir la dedicación al dinero, al placer, a u n a tarea cualquiera, que para indicar el desvivirse por quienes viven sumidos en la miseria o en el dolor. Ante esta realidad, nos preguntamos: - ¿A qué se alude en nuestros ambientes cuando se habla de "amor"? - ¿Qué características y consecuencias tienen los diferentes tipos de amor que se viven en nuestra sociedad? >- Escuchamos la Palabra de Dios En este pasaje de su carta a los Romanos, Pablo culmina la exposición sobre la acción del Espíritu Santo en la vida de los cristianos. Con u n a serie de preguntas retóricas, que sugieren claramente las respuestas adecuadas, positivas o negativas, presenta la seguridad y alegría derivadas de la actuación de Dios a favor de los hombres mediante la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. • Antes de escuchar la Palabra de Dios, nos preparamos en silencio para acogerla en nuestro corazón. Pedimos la iluminación del Espíritu para comprenderla y saborearla. 37

• Un miembro del grupo proclama en voz alta el texto de Rom 8,31-39. • Cada uno, personalmente, relee el texto y lo estudia con ayuda de las notas de su Biblia. • Respondemos a estas preguntas: - ¿Qué actuaciones de Dios se enumeran en el texto? ¿Cuál es la mayor de todas ellas? ¿En favor de quién se realizan? - ¿Qué se dice en el texto sobre el motivo de esas actuaciones? - El texto contiene una lista de "fuerzas" que pueden amenazar con alejar del ser humano el amor de Dios. ¿De qué fuerzas se trata? - ¿Cuál crees que es el tema central del pasaje?

B ^ EXPLICACIÓN DEL PASAJE La carta a los Romanos constituye la cima de la exposición del "evangelio" de Pablo, es decir, la "Buena Noticia" de la salvación de toda la humanidad por la fe en J e s ú s resucitado. En esto se distancia de quienes defendían la necesidad de cumplir la Ley para llegar a salvarse. El texto de la carta anuncia la liberación del pecado y de la muerte mediante la resurrección de Jesucristo, y describe la "nueva vida" transmitida al creyente por el bautismo con la efusión del Espíritu Santo.

>• Volvemos sobre nuestra vida El amor de Dios se h a abierto camino en nuestras vidas, y nada nos puede apartar de él. Las palabras de san Pablo sobre el amor de Dios manifestado en Cristo nos llevan a profundizar en nuestra relación con él desde la b ú s q u e d a del amor auténtico. Pero, además, nos facilitan el sentido m á s genuino del amor cristiano, dándonos la clave para relacionarnos con los demás. A la luz de esas palabras del apóstol, nos preguntamos:

La exposición llega a su culmen en el capítulo 8, donde narra la obra del Espíritu, origen de la libertad humana, y su triunfo sobre los instintos egoístas que esclavizan al hombre. Así, el Espíritu es garantía de la transformación de la humanidad y de la creación entera en la imagen perfecta del Hijo. El capítulo termina con u n a especie de himno triunfal sobre el amor de Dios a los humanos, que es precisamente el texto que hemos leído en la sesión de hoy. Vamos a distinguir tres partes atendiendo a su contenido.

- Sí tuvieras que hablar a alguien del amor de Dios, ¿qué le dirías? ¿Cómo le enseñarías a vivir una auténtica relación de amor con él? - La manera que Dios tiene de relacionarse con nosotros es muy particular. ¿Qué consecuencias tiene este amor de Dios en nuestras relaciones con los demás? >• Oramos Terminamos con u n tiempo de oración inspirado en estas palabras de s a n Pablo y en los textos bíblicos que hemos leído al preparar este encuentro. Para ambientar la oración podemos colocar algún póster con u n gran corazón o u n a imagen del Crucificado con u n a de las frases de estos pasajes que hablan del amor de Dios. • Después de u n momento de silencio, leemos de nuevo personalmente Rom 8,31-39. 38

• Exponemos brevemente en voz alta n u e s t r a oración personal. • Terminamos cantando ¿Quién nos separará del amor de Dios? u otro cántico apropiado.

El pasaje comienza con una serie de preguntas retóricas que invitan al lector a reflexionar sobre el alcance del amor de Dios y a encontrar las respuestas adecuadas (Rom 8,31-34). Realmente -se dirían aquellos cristianos de Roma-, nadie puede ponerse en contra de nosotros, Dios nos lo va a dar todo, nadie puede acusarnos ni condenarnos... Entre las preguntas va entrelazando el apóstol otra serie de afirmaciones claras y de hondo contenido sobre Dios, sobre Cristo y sobre la condición y suerte del creyente, para dejar claro que solo Dios, entregando a su Hijo a la muerte, ha dado la respuesta definitiva a cualquier pregunta que el hombre se pueda plantear. En estos primeros versículos se presenta una especie de proceso contra los creyentes promovido por unos hipotéticos adversarios que defenderían la necesidad de las obras para la salvación. En ese proceso, Cristo actúa como un abogado defensor en el que se puede confiar plenamente. Intercede eficazmente por los hombres presentando como testimonio definitivo su propia muerte y 39

resurrección. Por su parte, Dios no es u n juez indiferente, sino que ha tomado partido por el ser humano, llenándolo de su amor generoso. Todos esos "favores" o gracias de Dios no son puras palabras ni meros sentimientos de compasión, sino que son acciones serias, arriesgadas. Dios no se ha reservado ni a su amado Hijo, entregándolo para la salvación de la humanidad. Esa entrega ha conducido hasta la propia muerte de Jesús para salvar a todo ser humano, en lo que es la expresión máxima del amor. En la historia de Abrahán, su único hijo, Isaac, salvó la vida y el padre sacrificó un carnero (Gn 22,16). Ahora, ante la cruz, Dios no ha sustituido a su Hijo. En esta entrega de Jesús resuena la figura de aquel Siervo de Yahvé cantado por Isaías. En un segundo momento de su enseñanza (Rom 8,35-37), Pablo subraya que este favor máximo de Dios se manifiesta también en la victoria sobre toda una serie de situaciones adversas provocadas por la oposición de enemigos, por la naturaleza... El apóstol las ha padecido en propia carne (1 Cor 4,9-13) y los cristianos ya comienzan a experimentarlas. Estas adversidades seguramente eran interpretadas por algunos como un castigo de Dios a causa del pecado humano o de no vivir conforme a la Ley. Sin embargo, Pablo propone que no sean considerados como castigos, sino como pruebas que buscan tomar el pulso a la firmeza de los creyentes y su adhesión absoluta a Cristo. Nadie arrancará de su corazón la certeza del amor que Jesús les tiene. El amor de Dios es la garantía de victoria en cualquier circunstancia. El pasaje concluye con la referencia a otras fuerzas que pueden tener algún control sobre la vida de la gente (Rom 8,38-39). Según la mentalidad de aquel tiempo, se pensaba que en la historia humana podían intervenir también fuerzas procedentes de los astros, fuerzas cósmicas, poderosas e incontrolables. Pablo alude a ellas en estos últimos versículos. Su intención no es aprobar esas creencias, sino que lo que de verdad le importa -y lo subraya con toda energía- es lo mismo que en los versículos anteriores cuando enumeraba otro tipo de peligros: ninguna fuerza, por fuerte que sea su actuación contra los cristianos, tendrá poder para apartarlos del amor de Dios manifestado en Cristo. Porque Cristo resucitado es también el "Señor" de todas esas fuerzas. El cristiano puede sufrir el embate del pecado y, buscando su propio interés, traicionar el amor a Dios. En otros lugares, Pablo

hablará de ello. Aquí solo se fija en el amor que Cristo tiene a cada ser humano. Y está seguro de que ese amor no fallará nunca, sea cual sea la suerte o la conducta de los hombres. PARA PROFUNDIZAR El amor de Dios, manifestado en Cristo, Señor nuestro El misterio de la Pascua de J e s ú s , de su muerte y resurrección, objeto fundamental de la fe de los cristianos, es presentado en el Nuevo Testamento como el culmen del amor de Dios a la humanidad. "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?" La muerte-resurrección de J e s ú s es presentada repetidamente en el Nuevo Testamento como consecuencia de u n a "entrega". En esa "entrega" se van encadenando las acciones de diversos personajes. El primero es J u d a s , que se las ingenia para "entregar" a J e s ú s a las autoridades religiosas del pueblo judío. Estas, por su parte, "entregan" a J e s ú s al poder romano, al gobernador Poncio Pilato. Y este, a su vez, a u n q u e no encuentra en él nada digno de muerte, condena a J e s ú s y lo "entrega" a los soldados para que lo azoten y lo crucifiquen. "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros" Los discípulos de J e s ú s , d e s p u é s de su resurrección, descubren la presencia de otra "entrega" m á s profunda y t r a s cendental: la del propio J e s ú s . Él, en efecto, no ignoraba los manejos que se urdían contra él. Así lo expresan los evangelios en los textos conocidos como "anuncios o predicciones de la pasión". Podía haberse escondido eficazmente, como lo hizo en alguna ocasión. Podía haber huido. Cuando llega el momento - o , como él dice, "su hora"-, acoge y hace suya la entrega que se t r a m a contra él. En u n gesto de lucidez y de coraje, en la última cena, cuando en el ambiente de la fiesta de Pascua se respira el olor de la ofrenda de los corderos para el sacrificio, da a sus discípulos u n pedazo de pan como señal anticipatoria de la entrega de su vida: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros".

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Algo m á s tarde, en Getsemaní, sale al encuentro de los que vienen a prenderlo. No rechaza el beso, que era la señal dada por el que lo entregó, ni permite que los suyos lo defiendan, sino que se deja conducir sin resistencia, de proceso en proceso. Se abraza amorosamente a la cruz. Todo esto lo encontramos maravillosamente relatado en el evangelio de J u a n : "Yo doy mi vida [...]. Nadie tiene poder para quitármela; soy yo quien la doy por mi propia voluntad. Yo tengo poder para darla y para recuperarla de nuevo" (Jn 10,17-18). "Dios no se reservó a su Hijo, sino que lo entregó por nosotros" Pero estas "entregas" de J e s ú s expresan u n a realidad todavía más profunda. La entrega que realizan los enemigos ("con u n beso entregas...") y la entrega voluntaria de J e s ú s ("mi cuerpo, que se entrega...") se funden con la entrega realizada por el mismo Dios, el Padre. J e s ú s entiende que en la entrega de la que es protagonista está en juego la voluntad del Padre, su proyecto de salvación para los hombres. Se había ofrecido desde el principio para realizar ese proyecto: "Aquí estoy para hacer tu voluntad". Durante su vida confiesa que "su alimento es cumplir la voluntad del que me envió". Está convencido de que esa es "la misión que el Padre me h a encomendado". En el huerto de los olivos, en la lucha de la oración, a u n q u e con gritos y lágrimas por la debilidad de la carne, opta por la voluntad del Padre, por lo que quería Dios. Así se puede afirmar que "por disposición divina gustó la muerte en beneficio de todos" (Heb 2,9). Esta convicción será formulada por Pablo con toda solemnidad en el texto de la carta a los Romanos: Dios "no perdonó a su propio Hijo; antes bien, lo entregó a la muerte por todos nosotros" (Rom 8,32). O en la fórmula que comprende también la resurrección: "Entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación" (Rom 4,25). "Me amó y se entregó por mí" Mediante esta fórmula, s a n Pablo expresa la relación entre la entrega y el amor. La entrega de J e s ú s es el fruto y el culmen de su amor. Su amor es el motivo por el que J e s ú s se entrega. 42

Su entrega, en efecto, h a sido "por nosotros", "por nuestros pecados", "por la Iglesia", "por los hombres". Su decisión de entregarse es u n a decisión en interés y a favor de los seres h u m a n o s , p a r a conducirlos a la gloria, para restaurar la "imagen y semejanza de Dios" que estaban llamados a ser desde el momento mismo de la creación. Esa causa, la c a u s a del hombre, que él sabe que es la causa misma del Padre, le apasiona. "¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con vosotros antes de morir!". "Tengo que pasar por la prueba de u n bautismo, y estoy angustiado h a s t a que se cumpla". O como dirá s a n J u a n : "Habiendo amado a los suyos, los amó h a s t a el extremo", h a s t a la expresión máxima del amor, que es "dar la vida por los amigos". Por u n a parte, el suyo es u n amor apasionado, pero, por otra, es u n amor que no b u s c a su propio interés, ni beneficiarse de las cualidades o capacidades del amado, ni apoderarse o dominarlo. Es el amor que b u s c a el bien del amado, su crecimiento, su liberación de las opresiones que le impiden crecer, s u realización en plenitud, su llegada a la meta planeada por Dios. Ha descubierto que para ello es preciso renunciar a sí mismo, aceptar incluso la muerte, como paso necesario para dar vida: morir como la semilla que cae en tierra para transformarse en fruto de vida. "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo" Del mismo modo que J e s ú s a s u m e la entrega que el Padre hace de él, así también en ella su amor a toda persona manifiesta el amor del Padre. Ese amor de Dios se dirige, en primer lugar, a su propio Hijo, el amado ya antes de la creación del mundo. Porque Dios -Padre, Hijo y Espíritu- es u n a comunidad de vida y amor. Y, en segundo lugar, el amor de Dios sale fuera de sí manifestándose en la creación del universo. Todo el cosmos - p a r ticularmente el género h u m a n o - habla de la bondad y del amor de Dios. El Padre, no conforme con eso, envía al Hijo al m u n d o p a r a mostrar a todos la grandeza de u n amor sin reservas. En la cruz, J e s ú s certifica la generosidad e incondicionalidad del amor divino entregándonos el Espíritu, con el que Dios "ha derramado su amor en nuestros corazones" (Rom 5,5). 43

Este amor está llamado a suscitar, en quien cree en él y se sabe amado, r e s p u e s t a s de agradecimiento y de alabanza a Dios. Y a proyectarse en el amor a los hermanos. Si él nos h a amado así, de la misma manera nosotros debemos amarnos unos a otros.

4 BAUTIZADO POR JUAN EN EL JORDÁN

f!& ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar la próxima reunión vamos a leer algunos textos que hablan del acontecimiento del bautismo de J e s ú s en el río J o r d á n y que aportan muchos datos acerca de la figura y la misión de J u a n el Bautista. Los textos de lectura son Mt 3,1-17; Le 3,1-22; J n 1,19-34; Hch 19,1-7. Después de leerlos, intentamos responder a estas preguntas: ¿Qué dicen estos textos sobre Juan el Bautista y sobre el bautismo administrado por él? ¿Qué sucede cuando Jesús es bautizado?

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El bautismo de Jesús en el Jordán es un acontecimiento especial en la vida de Jesús. Por una parte, constituye el comienzo de su vida pública; por otra, el Padre lo declara su Hijo amado en presencia del Espíritu. Es el bautismo de Jesús, pero, de algún modo, nos permite entender también nuestro propio bautismo. En la sesión de hoy vamos a intentar profundizar en el misterio de ese acontecimiento, para lo cual nos proponemos los siguientes objetivos: • Comprender el sentido del bautismo de Jesús. • Asimilar la actitud de Jesús, que es bautizado por Juan el Bautista como si se tratase de una persona necesitada de conversión. • Profundizar en el misterio de Jesús que nos es revelado con motivo de su bautismo. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia Para preparar este encuentro hemos leído varios textos en los que se habla de la personalidad de J u a n el Bautista, de los bautizos que realizaba y del propio bautismo de J e s ú s , que 45

constituye el comienzo de su vida pública. Ponemos en común lo que hemos descubierto en los textos e intentamos responder a las preguntas propuestas: ¿Qué dicen estos textos sobre Juan el Bautista y sobre el bautismo administrado por él? ¿Qué sucede cuando Jesús es bautizado?

versión de los pecados y que no conocían el bautismo en el Espíritu Santo, el que se administra "en el nombre de Jesús". GUÍA DE LECTURA "En ti me complazco" Antes de comenzar, buscamos Me 1,1-11.

VSg* Una vez que todos los miembros del grupo han compartido sus respuestas a las preguntas formuladas, el animador puede completar la exposición. Para ello pueden ayudarle las notas siguientes. - Mt 3,1-17: El pasaje presenta la aparición de J u a n el Bautista en el desierto de Judea. Su ñgura llamaba la atención por su vestimenta y su género de vida, que recordaba a la de los ascetas israelitas que por motivos religiosos se retiraban a vivir en los desiertos. J u a n conñesa su convicción de ser el que tiene que preparar el camino de alguien que viene después de él, más poderoso y que bautizará no solo con agua, sino con Espíritu Santo y fuego. En la ñla de los que acuden a ser bautizados aparece uno que viene de la lejana Galilea. Se llama Jesús. J u a n reconoce su dignidad, por lo que se niega a bautizarlo, pero Jesús le obliga a hacerlo. Tras el bautismo desciende el Espíritu Santo sobre Jesús y la voz de Dios lo proclama "el hijo amado". - Le 3,1-22: Lucas se preocupa de situar la aparición del Bautista -y, por tanto, la de J e s ú s - en el contexto de la historia universal. Presenta a J u a n de manera muy semejante a como lo hace Mateo. Acentúa la superioridad de Jesús sobre Juan, que se considera el último de sus siervos, el encargado de desatar las sandalias a su señor. El pasaje afirma el hecho del bautismo de Jesús, pero sin decir quién lo administra. Subraya la oración de Jesús, la visibilidad del Espíritu Santo y la publicidad de la voz del cielo. - J n 1,19-34: El evangelio de san J u a n no describe el bautismo de Jesús, pero ofrece el testimonio de J u a n el Bautista formulado en expresiones semejantes a las de los otros evangelistas: J u a n confiesa que no es el Mesías; ya está presente aquel que es mayor que él y que es anterior; él le prepara el camino con el bautismo de agua; ha visto al Espíritu descender y permanecer en él. Y da testimonio de que es el "Hijo de Dios" y "el cordero de Dios" que quita el pecado del mundo. - Hch 19,1-7: Pablo llega a Éfeso y encuentra allí algunos discípulos que habían recibido solo el bautismo de J u a n para la con46

> Ambientación J e s ú s de Nazaret hace su primera aparición en público en u n momento muy concreto de la historia. La conquista romana había suscitado m u c h a s inquietudes tanto en el orden político como en el religioso. En este contexto, varias figuras y movimientos urgían a la conversión, animando al cambio de orientación en la vida mediante ritos especiales. Una de las figuras m á s llamativas e influyentes fue la de J u a n el Bautista. A él se acerca J e s ú s para ser bautizado. >- Miramos nuestra vida Vivimos como en u n escaparate. No importa lo que realmente alguien o algo es, sino lo que parece. Nos molesta que otros vean n u e s t r a s faltas, nos cuesta reconocer que cometemos errores. Ante nuestros defectos caben dos reacciones. La primera, el maquillaje: cremas antiarrugas, perfumes exóticos que tapen el fallo y engañen al ojo ajeno. La segunda, echar a otro la culpa: Adán delató a Eva, y Eva a la serpiente; cuando algo se rompe en casa, siempre hay u n pequeño al que echar las culpas. - ¿Te reconoces en esta descripción? Comparte con los miembros del grupo ejemplos de este tipo que te hayan sucedido. - ¿Por qué crees que nos molesta tanto el juicio de los demás? > Escuchamos la Palabra de Dios La aventura de J e s ú s aparece desde el primer momento ligada a la de J u a n el Bautista. Este fue visto y reconocido como u n profeta carismático que llamó la atención por su atuendo, su tipo de vida ascética y su predicación de la necesidad de u n cambio de vida ante la inminencia de la llegada del Reino de Dios. 47

En los evangelios, J u a n el Bautista es presentado como u n simple preparador de la llegada de J e s ú s , u n humilde servidor suyo. J e s ú s , sin embargo, se hace bautizar por J u a n con ese bautismo de agua para el perdón de los pecados. • Nos disponemos a escuchar la Palabra de Dios invocando en silencio al Espíritu Santo. • Uno del grupo lee en voz alta Me 1,1-11. • Lo estudiamos personalmente con ayuda de las notas de nuestra Biblia y de los textos paralelos ya leídos. • Respondemos a estas preguntas: - ¿Dónde aparece Juan y con qué aspecto se presenta? - ¿Qué exige el bautismo que Juan administra? - ¿Con qué términos se expresa la opinión que él tiene de sí mismo? - ¿Qué se resalta sobre la identidad y la acción de Jesús? - ¿Qué dice la voz del cielo? >• Volvemos sobre nuestra vida Pendientes, como estamos, del juicio de los demás, perdemos de vista el juicio que verdaderamente importa. Hemos visto que J e s ú s , el que no tenía pecado, no hizo valer su condición y se puso en la fila de los humanos, pobres pecadores, para recibir el bautismo de conversión de J u a n . Lo hizo para cumplir la voluntad de Dios, y por eso el Padre le reconoció como Hijo y manifestó su complacencia. - ¿Qué actitudes nos sugiere el comportamiento de Jesús? - ¿Qué podemos hacer para relativizar los juicios humanos y acoger el juicio y la complacencia de nuestro Padre Dios? >- Oramos Al terminar la sesión de hoy, expresamos nuestro agradecimiento a Dios por mirarnos como hijos suyos y le pedimos que nos ayude a ser sinceros con nosotros mismos, reconociendo nuestros errores. Esperamos su juicio misericordioso y que lleguemos a escuchar su complacencia. Podemos ambientar esta oración con algún cuadro en el que se representa el bautismo de J e s ú s o la paloma que sugiere la 48

presencia del Espíritu Santo, o con u n cartel con esta frase: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco". • Leemos de nuevo Me 1,1-11. • Expresamos en voz alta nuestra oración personal. • Terminamos repitiendo todos j u n t o s esta frase: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco". E®° EXPLICACIÓN DEL PASAJE El texto que hemos leído es el prólogo -casi completo- del evangelio de Marcos. En estos versículos es presentado el personaje principal, Jesús de Nazaret, confesado desde el principio como el Cristo y el Hijo de Dios. A continuación se presenta el ministerio de J u a n el Bautista, una circunstancia muy importante en la aparición de Jesús en la historia. La introducción se completa con dos acontecimientos básicos y preparatorios de la historia de Jesús: el bautismo por J u a n y las tentaciones. La "Buena Noticia" o evangelio de Jesús es como un nuevo "comienzo" de la historia, un nuevo principio, una nueva creación. De ese comienzo forma parte la actuación de Juan, un nuevo profeta, que predica la necesidad urgente de una conversión radical de todo el pueblo de Israel, al que se invita a rechazar la condición de pecado en la que habita. Como señal, J u a n administra un bautismo en las aguas del Jordán. En nuestro relato, el Bautista "aparece" de pronto, como alguien que cae del cielo, sin aviso previo, sin saber de dónde ni cómo. Esta es una primera diferencia respecto a los otros evangelios, sobre todo el de Lucas, que lo sitúa en la historia y presenta su origen y su nacimiento en paralelo con los del propio Jesús. Marcos sugiere de esta forma la acción expresa de Dios. La aparición de J u a n se presenta como el cumplimiento de las promesas de Dios a través de los profetas: "Envío mi mensajero delante de ti" para preparar y anunciar la llegada del Mesías (Mal 3,1; Is 40,3). Con la alusión repetida al "desierto" se recuerdan los orígenes del pueblo de Israel. J u a n aparece así como un nuevo Moisés que guía al pueblo por los caminos hacia la nueva "tierra de las promesas", hacia el encuentro con el Mesías de Dios. Por su figura ascética y su vestido, J u a n recuerda también al profeta Elias -el defensor de la pureza de la fe en Dios-, cuyo retorno se esperaba para inaugurar la época mesiánica. 49

El bautismo practicado por J u a n era un rito que consistía en sumergir a alguien totalmente en el agua corriente y limpia del Jordán. Así se expresa el deseo de limpieza, de conversión y de renuncia a una orientación de vida que se apoyaba no en la relación con el Dios vivo de la alianza, sino en otras fuerzas, en otros dioses. El bautismo incluía una confesión pública del pecado y significaba el compromiso de acoger al "Señor" cuando llegase. Este nombre -que es en el Antiguo Testamento el equivalente al nombre divino de Yahvé- designa aquí al que viene después, al más fuerte, al que bautizará en el Espíritu Santo: el Señor Jesús. El Bautista se presenta a sí mismo en relación con el que viene después de él, pero que es muy superior. Se considera como el esclavo de menos dignidad, el que se destinaba a prestar el servicio más denigrante, el de atar las sandalias. Tiene conciencia de que su bautismo es solo un sumergirse "en agua", que a lo sumo limpia exteriormente. El bautismo del que viene después se administrará en Espíritu Santo y fuego: un bautismo que vivifica y consagra, que convierte el desierto en vergel, que transforma al hombre interiormente, que establece la justicia, el derecho y la paz. Entre los que llegan a bautizarse se presenta u n tal Jesús, un desconocido que viene de Nazaret, u n a aldea insignificante de "Galilea"; los que se tenían por verdaderos judíos consideraban a Galilea u n a tierra despreciada y despreciable, en cuanto contaminada por "los gentiles", de la que no se esperaba nada bueno. Y este galileo desconocido es bautizado por J u a n . La narración no describe el rito del bautismo, sino que simplemente afirma el hecho. Y acentúa lo que ocurre inmediatamente después. Los cielos "se rasgan" y el Espíritu de Dios desciende en figura de paloma. Asimismo, se oye una voz que proclama la condición y dignidad del que acaba de ser bautizado: es el Hijo amado de Dios. Resuena en el relato la proclamación como Mesías-Ungido del salmo 2 y la historia de Isaac cuando es llevado al sacrificio por Abrahán. Y se evoca también la relación con el "siervo" de Yahvé, aquel que realiza el plan de salvación de Dios a favor del pueblo, como lo había presagiado Isaías. El cielo -el mismo Dios- se complace. En el relato de Marcos, solo J e s ú s ve los cielos rasgados y al Espíritu descender sobre él. Parece que nadie más que él conoce su condición divina. Si este evangelista quiere presentar de modo progresivo la identidad de Jesús, no puede desvelar com50

pletamente el misterio en los primeros versículos de su obra. Este mismo es el sentido de las denominadas "órdenes de silencio" (o "secreto mesiánico") en los primeros capítulos del evangelio de Marcos: para conocer a Jesús no basta con admirar los prodigios que realiza, sino que hay que acompañarle como discípulo hasta la muerte en cruz. Por esto mismo, el acontecimiento del bautismo es como un anticipo de lo que ocurrirá en la parte final del evangelio. Entonces Jesús entregará su espíritu, la cortina del templo se rasgará y el centurión proclamará -oficial y públicamente- la condición divina de Jesús: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Me 15,39). PARA PROFUNDIZAR El misterio del bautismo de J e s ú s El evangelio de s a n Lucas anota que J e s ú s fue bautizado cuando tenía "alrededor de treinta años" (Le 3,23). Es la edad del reconocimiento y la responsabilidad social como adulto. El bautismo constituye, por tanto, la inauguración de su vida pública, la primera proclamación de su misterio, de la obra salvífica de Dios en él y por él. "¿Eres tú él que vienes a mí?" El hecho del bautismo de J e s ú s por J u a n no encajaba en la comprensión que los discípulos tenían del misterio de J e s ú s u n a vez que habían vivido la experiencia de su muerte y resurrección. Tal hecho constituía u n a seria dificultad para su fe y para su proclamación de J e s ú s como Cristo y Señor. Tenían que enfrentarse a la acusación, formulada por los discípulos de J u a n el Bautista, de que su maestro era superior a J e s ú s , puesto que lo había bautizado. Los discípulos de J e s ú s no podían negar ese hecho, pero tampoco podían admitir que el Bautista fuera superior a J e s ú s . Por eso responden a la interpretación de los discípulos de J u a n con numerosos y sucesivos argumentos, que son recogidos en las narraciones del bautismo de J e s ú s . J u a n se confiesa solo como alguien cuya misión es preparar el camino a u n o que viene después, pero que es mayor, m á s fuerte y poderoso. Se reconoce como el último de los esclavos, indigno de arrodillarse a s u s pies para desatarle las sandalias. Su bautismo es de inferior calidad, al ser solo de agua y no otor51

gar el don del Espíritu. Este será el argumento de Pablo en Éfeso cuando se encuentra con los discípulos del Bautista (Hch 19,1-7). Asimismo, se acentuará el hecho de que J u a n se niega a bautizar a J e s ú s reconociéndolo superior a él: "Soy yo el que necesito que tú me bautices, y ¿eres tú el que vienes a mí?" (Mt 3,14). Lucas llegará incluso a omitir el nombre del que bautiza - J u a n - u s a n d o u n a fórmula reflexiva, como si fuera J e s ú s mismo el que "se bautiza". Este proceso de afirmación de la superioridad de J e s ú s culminará en el evangelio de s a n J u a n , donde ni siquiera se n a r r a el bautismo de J e s ú s , a u n que se mantiene el testimonio solemne de lo que en él aconteció: el Espíritu baja desde el cielo y el Bautista confiesa que su bautismo tiene la misión de manifestar a J e s ú s ante el pueblo de Israel. "Deja eso ahora. Conviene que cumplamos lo que Dios ha dispuesto" Pero había otra dificultad m á s grave aún. El bautismo de J u a n era u n bautismo para el perdón de los pecados: exigía la confesión pública del pecado y la conversión para escapar del juicio de Dios. Nada de todo esto se podía aplicar en el caso de J e s ú s . La fe de s u s discípulos en él como el Cristo, el Señor, el Hijo de Dios, excluía absolutamente cualquier atisbo de pecado, cualquier necesidad de reorientar la vida hacia Dios. ¿Cómo comprender entonces -y justificar- el bautismo de Jesús? Mateo ofrece varias perspectivas. Ciertamente, J e s ú s no necesitaba ese bautismo. Por u n a parte, el evangelista indica que se trata de u n a decisión personal y libre: "se dirigió" a J u a n para que lo bautizara. Por otra, como este se niega, J e s ú s le obliga a hacerlo, explicándole que se trata de u n a situación puntual: "Ahora". Pero finalmente, y sobre todo, es el cumplimiento de "lo que Dios h a dispuesto", la respuesta libre a u n a disposición divina. Lo que Dios h a dispuesto -literalmente, su "justicia"- es la liberación del pecado de la humanidad. J e s ú s se hace solidario, se identifica con esa humanidad necesitada y deseosa de salvación. Se mete en la fila de los pecadores y se confunde con ellos, se pone en su lugar. Él carga con la condición pecadora de la humanidad y entra con ella en el J o r d á n . Así manifiesta, 52

desde el primer momento de su vida pública, su disposición a llegar a la muerte por los pecados de los hombres. Su sumergirse en las aguas del J o r d á n es ya de alguna manera anticipar su "descenso a los infiernos" y su resurgir liberado del pecado. Y podrá ser proclamado por el propio Bautista, en el evangelio de s a n J u a n , como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". "Como lo he visto, doy testimonio de que él es el Hijo de Dios" El bautismo de J e s ú s por J u a n no es propiamente el origen del bautismo de los cristianos ni tiene el mismo sentido. Este se presenta en todo el Nuevo Testamento como u n bautismo "en el nombre de Jesús", u n sumergirse "en su muerte y resurrección". El de J e s ú s es u n a revelación, mediante la visión y la audición -los dos modos de manifestación de Dios en todo el Antiguo Testamento- de la identidad de J e s ú s y de su relación con Dios y con la humanidad. Según el evangelio que leamos, el "vio" y el "se oyó" se refieren al propio J e s ú s (y a él solo) o sugieren u n fenómeno público, visible y audible por todos los presentes. En cualquier caso, en el relato del bautismo de J e s ú s se expresa la fe de las primeras comunidades cristianas que proclaman a J e s ú s como Hijo de Dios. Esto es avalado por múltiples testimonios -los que h a n visto y h a n oído-, entre los que destaca el del propio J u a n Bautista: "Como lo he visto, doy testimonio de que él es el Hijo de Dios" (Jn 1,34). "En ti me complazco" Para el propio J e s ú s , el bautismo significó sin duda la decisión de dedicar su vida a la realización de la disposición divina. Fue el p a s a r de u n a vida corriente y privada a u n a vida pública y a u n a misión destinada a proclamar el reinado de Dios sobre Israel. Todo giraba en torno al cumplimiento de la voluntad del Padre. Así, el Hijo de Dios se manifiesta como el Siervo obediente. Esta condición del Hijo-Siervo obediente es la revelación fundamental acontecida en el bautismo. El Espíritu lo coloca en u n a tensión permanente de dejarse gobernar por esa voluntad. En este mismo sentido, el bautismo de J e s ú s por J u a n ilumin a también el camino de los discípulos. J e s ú s inicia el evangelio como el obediente. El camino de los discípulos es u n camino 53

de obediencia filial. También el discípulo -el bautizado- podrá escuchar en lo íntimo de su corazón las palabras consoladoras: 'Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco".

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para p r e p a r a r la próxima reunión leeremos cinco textos del Antiguo y del Nuevo Testamento q u e n o s acercarán al rostro misericordioso de Dios proclamado en el pasado y actualizado en la vida y misión de J e s u c r i s t o . Los pasajes son: Is 58,1-12; Is 61,1-3; Heb 1,1-2; J n 1,14-18; Le 15,1-32. Intentemos responder a estas preguntas: ¿Qué dicen estos textos acerca de la forma de actuar de Dios y de sus enviados? ¿Cómo se expresa que Dios habla a través de su Hijo, Jesucristo? *

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JESUCRISTO NOS LO HA DADO A CONOCER

D ^ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Lucas es conocido como el evangelista de la misericordia de Dios. Y, ciertamente, parece que en el tercer evangelio Jesús se empeña de manera especial en subrayar, con su estilo de vida y con su palabra, el amor paternal de Dios a todas sus criaturas. En la sesión de hoy vamos a leer u n pasaje de este evangelio en el que Jesús compromete su vida entera para ser manifestación del proyecto misericordioso de Dios. Queremos alcanzar los siguientes objetivos: • Comprender la vida y misión de Jesús como transparencia de la forma de ser del Padre. • Reconocernos discípulos de Cristo en el día a día, por la realización de nuestra historia desde el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. • Acercarnos al mensaje de J e s ú s sobre el Reino de Dios en los evangelios. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los t e x t o s de referencia Nuestro Dios es u n Dios elocuente. No guarda silencio, sino que habló maravillosamente en la creación del mundo, dando 55

el ser a todo lo que existe. Habló en el pasado a través de infinidad de enviados, de forma particular mediante los profetas. Siempre se h a manifestado como el Dios de la misericordia, de la paciencia, del amor y del perdón. En el centro de la historia, se h a expresado de manera perfecta a través de su Hijo, J e s u cristo: él es la Palabra de Dios, el Verbo encarnado, la transparencia m á s genuina del auténtico rostro de Dios. Para preparar este encuentro hemos leído Is 58,1-12; Is 61,1-3; Heb 1,1-2; J n 1,14-18 y Le 15,1-32, intentando responder a estas preguntas: ¿Qué dicen estos textos acerca de la forma de actuar de Dios y de sus enviados? ¿Cómo se expresa que Dios habla a través de su Hijo, Jesucristo? VW Cuando los miembros del grupo compartan lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - Is 61,1-3: Se describe la misión del profeta, que ha de ser testigo del amor de Dios. Por eso, anuncia una buena noticia que se expresa en curación, liberación, consuelo, alegría. El tiempo de sufrimiento llega a su fin en la proclamación del año de gracia del Señor. - Is 58,1-12: El texto es una fuerte crítica contra el tipo de relación que el pueblo establece con Dios, y que tiene una expresión clara en unos ayunos que encubren egoísmos e injusticias. El ayuno que agrada al Señor consiste en las acciones de liberación, de misericordia y solidaridad. Viviendo así la relación con los demás se hace auténtica la relación con Dios. - Heb 1,1-2: Dios se ha manifestado de múltiples formas en el pasado. En el centro de la historia, el Padre nos habla a través de su Hijo, Jesucristo. Aquellas palabras del pasado se expresan ahora en la Palabra de Dios hecha carne. - J n 1,14-18: El final del prólogo del evangelio de J u a n expresa la manera como la Palabra eterna de Dios llegó a nuestro mundo asumiendo la misma naturaleza del ser humano. Por la encarnación, el Hijo de Dios nos ha dado a conocer al Padre eterno. - Le 15,1-32: Tres parábolas llamadas "de la misericordia". En ellas, Jesús habla de Dios como de un padre que perdona, acoge y ama entrañablemente a sus hijos aunque ellos se hayan distanciado. 56

En el "Para profundizar" de este mismo tema, que trata sobre el Reino, seguiremos ahondando en la Buena Noticia de Dios manifestada en Jesucristo. GUÍA DE LECTURA "Para anunciar la Buena Noticia" Antes de comenzar, buscamos Le 4,14-30. >- Ambientación Los evangelios nos presentan a J e s ú s como el Hijo que vive atento a la voluntad de su Padre. El relato que leemos hoy es u n a muestra de ello: en la sinagoga de Nazaret, su pueblo, J e s ú s lee la Palabra de Dios e, inspirado por ella, dibuja el programa de toda su vida. Como discípulos de Cristo, también nosotros abrimos nuestro corazón, toda nuestra vida, a la voluntad de Dios. >- Miramos nuestra vida Todos h a c e m o s planes de futuro e intentamos organizar nuestra existencia. Tener clara cuál es nuestra misión en la vida e intentar ser coherentes con ella parece guardar relación con el grado de felicidad de las personas. Pensemos sobre el sentido de n u e s t r a s vidas ayudados por estas preguntas: - ¿Conoces a algunas personas que piensan que sus vidas no tienen sentido? ¿Por qué crees que piensan eso? - ¿Cuál crees que es tu misión en la vida? ¿Qué proyectos personales tienes dibujados en tu horizonte? >• Escuchamos la Palabra de Dios En el relato de la sinagoga de Nazaret, el evangelista desvela el programa que da sentido a toda la vida de J e s ú s . A través de u n pasaje del profeta Isaías, J e s ú s descubre el camino que Dios pone delante de él. • Nos preparamos con u n momento de silencio para escuchar la Palabra de Dios. • Proclamamos Le 4,14-30. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas de n u e s t r a Biblia. 57

• Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: - ¿Quién impulsa la acción de Jesús? - ¿En qué consiste la misión de Jesús? ¿A quiénes va dirigida? - ¿Por qué se hace referencia a Elias y a Elíseo? - ¿A qué se debe que quienes le escuchan pasen de la admiración inicial al rechazo más absoluto? > Volvemos sobre nuestra vida Al pensar sobre nuestro futuro nos dejamos orientar por los valores que algunas personas nos transmiten o por los que nos inculca la sociedad. Como hemos visto en el texto del evangelio, J e s ú s tuvo en cuenta los planes de Dios, planes que fue descubriendo en la lectura y meditación asidua de la Escritura. En nuestros días, muchos piensan, por ejemplo, que el dinero, la salud, u n b u e n trabajo o la juventud son los elementos más importantes para alcanzar la felicidad. - Como creyente, ¿qué te dice el programa de Jesús acerca de tu proyecto de vida? ¿En qué valores tiene que sustentarse? - ¿Estás atento a la Palabra de Dios para descubrir lo que él quiere de ti en cada momento de tu vida? Coméntalo en el grupo. > Oramos "El Espíritu del Señor está sobre mí..." El Señor, que nos creó, no nos deja solos en el camino de la vida. Cada día nos dirige su palabra y a cada paso su Espíritu nos sostiene, para que no desfallezcamos ni abandonemos el proyecto que cariñosamente nos propone. Como símbolo, cada miembro del grupo puede comenzar la oración repitiendo en voz alta: "El Espíritu del Señor está sobre mí". • Volvemos a leer Le 4,14-30. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Oramos comunitariamente. Recitamos juntos el padrenuestro, la oración que diariamente nos acompaña en el camino de nuestra vida. 58

B^3 EXPLICACIÓN DEL PASAJE El evangelio de Lucas comienza con el relato de la infancia de Jesús. El episodio de la sinagoga de Nazaret nos introduce en el ministerio público de Jesús presentándonos su proyecto de vida. Estos versículos contienen elementos que son esenciales para comprender en profundidad su mensaje. Los hechos que se relatan transcurren en Nazaret, la pequeña aldea de Galilea de la que Jesús era originario y en la que, según Lucas, comienza su ministerio. El sábado acude a la celebración religiosa que tenía lugar en la sinagoga. En el culto sinagogal se leían pasajes del Pentateuco y de los Profetas, que eran comentados a continuación, y se terminaba con una plegaria y una invocación al Señor. Jesús lee un pasaje del capítulo 61 de Isaías, en el que introduce dos pequeñas modificaciones, y pronuncia una brevísima homilía. Tras las reacciones iniciales de los oyentes, Jesús hace un nuevo comentario refiriéndose al ministerio de dos grandes profetas -Elias y Eliseo- que parece desencadenar la ira de cuantos allí se encontraban. Para acercarnos al sentido del texto, nos fijamos en tres elementos del mensaje de J e s ú s y en la reacción que provoca. Lo primero de todo es caer en la cuenta de que el texto de Isaías que lee Jesús contiene un mensaje de salvación. La misión del Ungido consiste en anunciar la Buena Noticia, pregonar la liberación, curar, proclamar un año de gracia. Ya hemos indicado que Jesús modifica ligeramente el texto del profeta. Una de las correcciones la encontramos al final de la cita en la que Isaías anunciaba "un año de gracia del Señor y u n día de venganza para nuestro Dios". J e s ú s suprime la segunda parte, dejando solo la referencia al año de gracia. De esta forma, en el programa de Jesús todo es buena noticia, sin espacio para la venganza o el castigo: el Ungido trae la gracia de Dios y su misericordia. Al avanzar en la lectura del evangelio descubriremos a Jesús anunciando la salvación y haciéndola presente a través de gestos concretos de liberación: sana enfermos, expulsa demonios, comparte la mesa con pecadores... Un segundo elemento a subrayar es que la Buena Noticia es para todos. Los destinatarios de la Buena Noticia, según la cita de Isaías, son los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Pero no solo de Israel. Los profetas Elias y Eliseo llevaron la salvación de Dios a una viuda (Le 4,25-26) y a un leproso (Le 4,27), dos extranjeros 59

paganos y marginados. En el evangelio encontraremos frecuentemente al Señor rodeado de leprosos, paganos, pecadores. Así, continuando con la acción de dos grandes profetas de Israel, Jesús manifestará que su misión responde a los planes del Dios de la misericordia. Finalmente, el texto expresa algo esencial: J e s ú s es el Mesías. Confiando en la promesa de Isaías, los judíos esperaban la llegada del Mesías definitivo y la instauración del Reino de Dios. En tiempos de Jesús, la expectación era inmensa. Continuamente aparecían personajes que se proclamaban "mesías". Además, todos los grupos judíos coincidían en que el Mesías vendría revestido de poder y con una apariencia deslumbrante. Jesús afirma que la profecía de Isaías se cumple "hoy" en su persona, que él es el verdadero Mesías, el Liberador. Pero su modo de llevar a cabo la liberación será distinto al esperado por los judíos de su tiempo. La segunda de las correcciones de Jesús al texto de Isaías nos da una pista para comprender esto. Donde el profeta decía "vendar los corazones desgarrados", Jesús anuncia "dar vista a los ciegos", expresión que toma de Is 42,7, en el primer cántico del Siervo de Yahvé. Aunque en ambos casos se trata de una acción liberadora, cuantos oyeron a Jesús pudieron reconocer en la cita del canto del Siervo un cambio importante en su propuesta mesiánica: Jesús no trae la salvación como un Mesías victorioso, sino como aquel Siervo de Dios a quien el profeta anuncia como alguien despreciado, rechazado por todos y familiarizado con el sufrimiento (Is 53,3). Paradójicamente, la Buena Noticia provoca reacciones inesperadas en quienes la escuchan. Primero, quedan desconcertados: todos aguardaban al Mesías, pero nadie pensaba que fuese el hijo de un carpintero de un pueblo como Nazaret. Después, manifiestan abiertamente su voluntad de acabar con Jesús: "...lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que se asentaba su ciudad, con ánimo de despeñarlo". Los fariseos llevaban la voz cantante en las sinagogas. Mediante el cumplimiento meticuloso de la Ley, se esforzaban para que el Reino llegara cuanto antes. Estaban convencidos de que las palabras de Isaías acerca del año de gracia iban expresamente dirigidas a ellos, los cumplidores, y que las palabras de venganza se referían a los demás, los que no se dedicaban con tanto ahínco a la observancia religiosa y retrasaban así la venida del Reino de Dios. Cuando Jesús elimina cualquier resquicio de castigo en su cita de 60

Isaías, los fariseos se sienten atacados en su doctrina y en sus derechos de exclusividad. Y todavía entienden menos que J e s ú s ponga su ministerio en continuidad con el de Elias y Eliseo, profetas que llevaron la misericordia de Dios a extranjeros y pecadores. Estos versículos detallan el proyecto de Jesús y también adelantan cual será su destino. El anuncio del Reino se realiza en u n camino de rechazo y persecución que tiene en la cruz su horizonte seguro. PARA PROFUNDIZAR El Reino de Dios La palabra "reino" aparece m á s de 150 veces en el Nuevo Testamento, casi siempre en los evangelios sinópticos. Este uso tan frecuente del término sugiere que era muy común en el lenguaje utilizado por J e s ú s y por las primeras comunidades cristianas. Normalmente encontramos la palabra formando parte de las expresiones "Reino de Dios", "Reino de los Cielos" o "Reino del Padre". Realeza, reinado, reino Basíleia es la palabra griega que traducimos al español por "reino". Esta expresión se utiliza al menos en tres sentidos. Por u n a parte, basileia es sinónimo de "realeza" o "soberanía", designando la dignidad o el poder del rey. Un segundo significado tiene que ver con el ejercicio de ese poder, es decir, con el "reinado". Y, finalmente, también tiene u n sentido geográfico, o sea, el "reino", el territorio en el que el rey ejerce su poder. En el Nuevo Testamento encontramos estos tres significados de basileia, lo que en ocasiones dificulta u n poco la tarea de los traductores. Oriente Próximo y judaismo En algunas religiones antiguas, Dios es considerado el rey del mundo porque lo h a creado y lo gobierna. En el Antiguo Testamento encontramos referencias a la realeza de Dios apelando generalmente a s u s victorias. Dios sale victorioso, en primer lugar, frente al caos original y a los otros dioses (Sal 29; 74), pero también frente a las potencias de la tierra, como Egipto (Éx 15,1-18). El Dios victorioso reina otorgando felicidad y paz a su pueblo. 61

Los judíos cercanos a la corriente apocalíptica -que surgió como respuesta a determinadas situaciones históricas en las que la identidad de Israel se vio amenazada por potencias extranjeras- miraron al futuro y postularon la llegada de u n nuevo Reino, el de Dios, que pondría fin a los reinos del mundo (Dn 2,31-45). El Reino de Dios sería en adelante el tiempo de salvación hacia el que camina la historia de la humanidad. Desde el siglo I d . C , se hizo común entre los rabinos el uso de la expresión "Reino del Cielo" para referirse al Reino de Dios, cuyo nombre no se puede pronunciar. El Reino del Cielo era sinónimo de la autoridad de Dios a la que el israelita fiel somete su voluntad. Los infieles -por lo mismo- estaban al margen del Reino del Cielo. Esta idea individualista y moral iría matizándose h a s t a tener u n sentido más social: llegará el día en el que todos los habitantes de la tierra reconocerán a Dios como su rey. La predicación de Jesús El Reino de Dios es la idea central de la predicación de J e s ú s , y así h a llegado h a s t a nosotros en los evangelios. La expresión aparece con frecuencia en los sinópticos y bastante menos en J u a n o en las cartas de Pablo. Como peculiaridad, cabe señalar que Mateo prefiere utilizar "Reino de los Cielos", que recuerda la expresión rabínica. Aunque a simple vista hay continuidad con los sentidos que hemos visto en el Antiguo Testamento, el mensaje sobre el Reino en el Nuevo Testamento es mucho m á s rico y complejo. Ya sea de forma expresa o u n poco velada, m u c h a s de las enseñanzas de J e s ú s tienen como tema principal el Reino de Dios. Si nos fljamos, por ejemplo, en las parábolas veremos que en algunas -como cuando utiliza los ejemplos del grano de mostaza, la levadura, la perla, el tesoro escondido, etc.- J e s ú s habla del Reino sin rodeos; en otras, la expresión como tal no aparece, pero el contexto lleva a comprender que las palabras del Maestro se refieren al Reino. En este sentido, tiene importancia el hecho de que no encontremos en los evangelios u n a elaboración sistemática, completa y cerrada con toda la instrucción de J e s ú s sobre el Reino. Su enseñanza m á s genuina sobre el Reino de Dios la encontramos en las parábolas, en los diálogos con distintos personajes o en las propias obras que el Maestro realiza. En las palabras y en 62

la forma de vivir de J e s ú s , el mensaje del Reino llega h a s t a s u s paisanos no como u n discurso cargado de ideas, sino como la experiencia del amor ilimitado de Dios. Esto significa también que las comparaciones, signos, parábolas... que J e s ú s propone son como pinceladas con las que va perfilando el dibujo del Reino de Dios. Es necesario contemplar el cuadro en su conjunto, porque si nos fijamos de forma aislada en esas pinceladas puede darnos la impresión de que en ocasiones expresan ideas contradictorias. Veamos esto en dos ejemplos que se refieren al momento en el que se va a manifestar el Reino de Dios y a su comprensión como don divino o conquista humana. Ya, pero todavía no Por u n a parte, J e s ú s habla frecuentemente del Reino como de u n acontecimiento futuro, como algo que va a suceder en u n tiempo m á s o menos lejano. En este sentido, la idea de Reino de Dios sugiere el momento final de la historia y es equivalente a la vida eterna (Mt 25,31-46). En algunas ocasiones se describe como u n banquete; en otras, se insiste en la "novedad" apuntando a las diferencias con la realidad terrena. Otro grupo numeroso de textos propone la idea de u n Reino que está llegando, que se acerca, que se abre camino... (Me 1,15; Le 10,9). Este planteamiento del Reino tiene que ver con la expectación mesiánica propia de la religión judía. Finalmente, también encontramos m u c h a s expresiones en presente, indicando que el Reino de Dios aparece en el ministerio de Jesucristo y que el dominio de Satanás h a llegado a su fin (Le 17,20-21). Por u n a parte, en J e s ú s , en s u s milagros, el Reino de Dios existe ya como u n acontecimiento presente en u n momento determinado. Por otra, el discurso sobre la realización plena del Reino a p u n t a al futuro. Para resumir la enseñanza sobre el momento en el que se va a manifestar el Reino de Dios bastaría con releer alguna de las parábolas llamadas "de crecimiento", considerando que el Reino es algo que "ya" está presente en la persona de Jesucristo, pero que "todavía no" se h a manifestado con toda su gloria y poder. El Reino ya está presente de u n a forma humilde y misteriosa, a la espera de su manifestación perfecta. 63

¿Don o conquista? Otro aspecto controvertido tiene que ver con la percepción del Reino como don de Dios o como conquista del ser humano. Por u n a parte, es clara la enseñanza de J e s ú s acerca del Reino como don gratuito de Dios. Su advenimiento no responde a los méritos del ser humano. Sin embargo, esta afirmación también aparece muy matizada. J e s ú s llama a los judíos los hijos del Reino porque fueron los primeros en ser invitados. Pero este hecho no es garantía de nada. Ni siquiera reconocer a J e s ú s , hablar o hacer milagros en su nombre, asegura la posesión del Reino. Hay que cumplir la voluntad de Dios (Mt 7,21-23). El Reino de Dios no es, pues, u n privilegio de los judíos. Los publícanos y prostitutas que creyeron la predicación de J u a n Bautista precederán a los fariseos hipócritas en el Reino de los Cielos. Es necesaria la conversión, abandonar los intereses terrenos, para recibir la Buena Noticia con la disponibilidad de u n niño. Por eso, los pobres, que no viven atados a los bienes materiales, lo tienen m á s fácil que los ricos. El anuncio de la llegada del Reino contiene u n a invitación a vivir en el amor de Dios. El Reino es u n a propuesta de futuro que debe ser vivida aquí y ahora.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO En el próximo encuentro vamos a fijarnos en algunos prodigios que J e s ú s realiza para liberar al ser h u m a n o de las fuerzas que le oprimen. Estos prodigios son u n a señal inequívoca de que el Reino de Dios se está acercando. Para preparar el encuentro vamos a leer tres pasajes de los evangelios: Me 5,1-20; Me 9,14-29 y Le 11,14-26. Intentaremos responder a las siguientes preguntas: ¿Con qué expresiones se subraya en el pasaje el poder de Jesús? ¿Cómo reacciona la gente ante los prodigios que realiza? 64

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EXPULSA A LOS DEMONIOS CON EL PODER DE DIOS

ÍSW ¿9UÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Cuando leemos los evangelios, nos reconocemos como discípulos del Señor. Observamos lo que hace, escuchamos sus palabras, intentamos seguirle para estar cada día más unidos a él e ir descubriendo cómo el Reino de Dios se va manifestando a su paso. Hoy tendremos ocasión de reconocer el poder del Hijo de Dios en las obras portentosas que realiza; de forma particular, al derrotar a los demonios. Queremos alcanzar los siguientes objetivos: • Estudiar en algunos relatos de exorcismos cómo se manifiesta el poder de Dios en Jesucristo. • Reconocer la acción liberadora de Dios sobre los hombres y mujeres de todos los tiempos. • Profundizar en nuestro conocimiento de los milagros de Jesús. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los t e x t o s de referencia Los exorcismos -expulsiones de demonios o espíritus inmundos- son frecuentes en los relatos evangélicos. Con ellos se expresa el poder de J e s ú s sobre las fuerzas que son contrarias a Dios y 65

oprimen a los hombres. El Reino de Dios se va abriendo camino y, a su paso, los espíritus inmundos desaparecen. Para preparar el encuentro nos hemos propuesto leer tres pasajes de los evangelios intentando responder a estas preguntas: ¿Con qué expresiones se subraya en el pasaje el poder de Jesús? ¿Cómo reacciona la gente ante los prodigios que realiza?

En el texto se habla del poder de Belcebú y del poder de Dios. Todo apunta, como ocurre en los exorcismos, a una batalla definitiva. Jesús actúa con el poder de Dios y es la señal de que el Reino ha llegado.

KW Una vez que los miembros del grupo hayan compartido sus respuestas, el animador puede completar esas aportaciones teniendo en cuenta las siguientes notas:

"Sal de ese hombre"

- Me 5,1-20: Es el relato conocido como del endemoniado de Gerasa. El evangelista remarca los penosos efectos del espíritu inmundo en la vida de ese hombre: vive en los cementerios, anda dando gritos por los montes, hiriéndose con piedras; encadenado, con grilletes, y nadie puede sujetarlo. Está destruyendo a esa persona. El nombre del espíritu -Legión- y el hecho de que acaben entrando en una enorme piara de cerdos apunta a que son muchos. Con estas indicaciones se pone de manifiesto el poder de ese demonio, lo que implícitamente lleva a subrayar el poder de Jesús, que es capaz de someterlo. También recalcan el poder de Jesús las palabras que salen de la boca del demonio sobre su condición de Hijo del Dios altísimo y su capacidad de atormentar al espíritu. El poder de Jesús es tal que le basta con su palabra: "Espíritu inmundo, sal de ese hombre". Las reacciones son en dos sentidos. Los porquerizos y la gente de los alrededores sienten temor y piden a J e s ú s que se vaya. Sin embargo, el hombre sanado quiere ser discípulo, anuncia lo que Jesús ha hecho con él y todos se maravillan. - Me 9,14-29: Es el relato de la expulsión de un espíritu inmundo en un niño. Como en el caso anterior, se señala la acción del espíritu en el niño: lo deja mudo y lo tira al suelo, al fuego y al agua. Igualmente, se indica que los discípulos no han podido expulsarlo. De nuevo, a Jesús le es suficiente su palabra: 'Te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él". No se describen reacciones a la acción de Jesús. Sólo el comentario de los que creen que el niño ha quedado muerto. - Le 11,14-26: Al sucinto relato de la expulsión de un demonio siguen las reacciones de la gente y un discurso de Jesús. Muchos de los presentes quedan maravillados ante la acción del Maestro. Otros, sin embargo, dicen que expulsa los demonios con el poder de Belcebú y le piden un signo. 66

GUÍA DE LECTURA

Antes de comenzar, buscamos Me 1,21-28. > Ambientación El poder de Dios se manifiesta plenamente en las obras que su Hijo realiza: cura enfermos, calma tempestades, alimenta a multitudes, etc. Hoy vamos a leer el relato de u n exorcismo que encontramos al comienzo del evangelio de Marcos. Mediante esta lectura contemplaremos cómo el Reino de Dios trae al ser h u m a n o la liberación de todas las fuerzas que le oprimen. >• Miramos nuestra vida Decimos que somos libres. Libres para ir a u n sitio o a otro, libres para elegir el canal de televisión que queremos ver, libres a la hora de comprar en u n supermercado... Si la libertad consiste en esto, podríamos decir con matices que ciertamente somos libres. Pero la realidad nos habla de cómo los seres humanos estamos sometidos a esclavitudes de todo tipo. - ¿Cuáles son las esclavitudes que mantienen encadenados a los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿En qué medida son conscientes de ello? - ¿Cómo reaccionas ante esas esclavitudes? >- Escuchamos la Palabra de Dios El primer prodigio que J e s ú s realiza en el evangelio de Marcos es u n exorcismo. No es casualidad. La acción de J e s ú s responde a u n plan bien pensado: solo venciendo a los príncipes que h a n usurpado el poder y h a n esclavizado al género h u m a no puede comenzar la instauración del reinado de Dios. • Nos preparamos con u n momento de silencio para escuchar la Palabra de Dios. • Proclamamos Me 1,21-28. 67

• Reflexionamos en silencio: volvemos a leer el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia. • Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: - ¿Qué tres partes puedes distinguir en el relato? - ¿Qué personajes intervienen en el exorcismo? ¿Qué papel desempeña cada uno? - ¿Qué dice el hombre poseído con el espíritu inmundo acerca de Jesús y de su misión? - ¿Cuáles son las reacciones de la gente a las palabras y acciones de Jesús? - ¿Qué dicen todos de su enseñanza? >• Volvemos sobre nuestra vida El evangelio nos h a presentado la historia de u n hombre poseído por u n demonio a quien J e s ú s h a devuelto su libertad. Hoy suena u n poco raro hablar de espíritus inmundos; sin embargo, al comienzo de esta sesión hemos enumerado u n a serie de fuerzas que nos impiden llevar u n a vida auténticamente h u m a n a . La tarea de J e s ú s sigue siendo actual. Él h a de ser el único Señor de nuestras vidas. - ¿Cómo puede Jesús seguir liberando hoy a los hombres de esos espíritus que les esclavizan? ¿De qué instrumentos se puede servir? - Como discípulo de Jesús, ¿qué estás dispuesto a hacer para colaborar con el Señor en esta tarea? >• Oramos La Palabra poderosa de J e s ú s sigue resonando en nuestros días: "Sal de ese hombre". En la oración al final del encuentro, damos gracias a Dios porque continúa liberándonos de las fuerzas que nos esclavizan y nos abre las puertas de su Reino. Le pedimos que, siendo discípulos de Jesucristo, nos ayude a comprometernos en la tarea de la liberación de cuantas personas nos rodean. Como símbolo que facilite nuestra oración podemos colocar en el centro del grupo u n a cadena sobre u n a Biblia o algunas fotografías que representen diversas esclavitudes de los hombres de hoy. • Volvemos a leer Me 1,21-28. 68

• Oramos personalmente en silencio con lo que nos h a sugerido la lectura y meditación del pasaje del evangelio. • Terminamos orando j u n t o s . Recitamos el salmo 27 (26): "El Señor es mi luz y mi salvación". B ^ EXPLICACIÓN DEL PASAJE A diferencia de los otros evangelios sinópticos, el de Marcos no comienza con un relato de la infancia de Jesús, sino que tras u n breve prólogo (Me 1,1-13) da paso a la narración de su ministerio público. Las primeras escenas de esa narración son muy importantes porque nos muestran la orientación del evangelio: primero un resumen de la predicación de Jesús ("El Reino de Dios está llegando": Me 1,14-15), a continuación la elección de cuatro discípulos que habrían de colaborar con él en ese anuncio (Me 1,16-20) y, en tercer lugar, el pasaje que leemos hoy, en el que se muestra mediante un exorcismo cómo en Jesús realmente el Reino de Dios se abre camino en la historia de los hombres (Me 1,21-28). Vamos a distinguir tres partes en el texto: presentación, enfrentamiento con los demonios y conclusión. El pasaje comienza con la presentación (Me 1,21-22): primero sitúa la escena en un lugar y u n tiempo determinados, y a continuación indica la actividad de J e s ú s y la reacción de la gente. Era sábado. Jesús entró en la sinagoga de Cafarnaún y se puso a enseñar. La reacción de los presentes es de admiración, y se explica la razón de la misma: "Enseñaba con autoridad, no como los maestros de la Ley". La admiración (la reacción de la gente, en general) abre y cierra este pasaje (Me 1,22.27-28). Literariamente, esto constituye una técnica de inclusión que recoge la parte central de la escena como si se tratase de un "bocadillo". El sentido que tiene es el de reforzar la admiración que despierta la presencia de Jesús por su novedad y su poder, que supera a los propios maestros de la Ley. El centro del pasaje lo ocupa el enfrentamiento de Jesús con los demonios (Me 1,23-26). Como hemos visto, Jesús anuncia el Reino que se acerca y reúne a los cuatro primeros discípulos para que luchen junto a él en la batalla que acaba de iniciar contra Satanás (Me 1,13). Esta lucha es parte esencial de la misión de Jesús en Marcos, y así se pone de relieve en la pregunta que le hace el demonio: "¿Has venido a destruirnos?" (Me 1,24). Tres momentos 69

se suceden con rapidez: hablan los demonios, interviene Jesús y finalmente los demonios salen del hombre. Los demonios hablan unas veces en plural y otras en singular. Las tres frases que dicen merecen nuestra atención. Primero, "qué tenemos que ver contigo", señalando la distancia absoluta y la hostilidad entre los demonios y Jesús. A continuación, "has venido a destruirnos" propone el reconocimiento del poder de Jesús y, como ha quedado dicho, de su misión. Esta es la clave de todo el pasaje. El temor que manifiestan los demonios es que Jesús no ha venido para, como hacían algunos exorcistas de la época, dominar o alejar a los espíritus mediante fórmulas aprendidas, sino para establecer definitivamente el reinado de Dios y llevar a cabo la destrucción de cuanto esclaviza al ser humano. La tercera expresión, "sé quién eres, el santo de Dios", insiste en la separación entre Jesús y aquellos demonios (entre lo santo y lo profano) y, según algunos autores, puede expresar un intento "mágico" del espíritu inmundo para controlar el poder de Jesús mediante el reconocimiento de su identidad. En su intervención, Jesús manda callar al espíritu inmundo y le ordena que abandone a aquel hombre. J e s ú s manifiesta su autoridad, su naturaleza poderosa. Dice el texto que Jesús "increpó" al demonio, como hará también con el viento en el episodio de la tempestad calmada (Me 4,39). En este evangelio, "increpó" es una palabra de mandato utilizada por Jesús para someter el poder del adversario y establecer así el reinado de Dios. Al mandar callar al espíritu, parece que Jesús no quiere que su identidad sea desvelada. Esto es algo común en el evangelio de Marcos -el llamado "secreto mesiánico"- y tiene como finalidad animar al lector a profundizar en el conocimiento de la persona de Jesús, evitando contentarse con la idea simplista de que se trata de un personaje que obra prodigios. El espíritu inmundo sale violentamente de aquel hombre entre convulsiones y gritos, como si continuara ofreciendo resistencia al mandato de Jesús. En cualquier caso, se consuma la liberación, la separación entre lo sagrado (el ser humano, imagen del Creador) y lo profano (el espíritu inmundo) y se pone de manifiesto que, efectivamente, Jesús es el Santo de Dios. El pasaje concluye con nuevas reacciones de los presentes (Me 1,27-28), que van más allá de la admiración inicial y subrayan algunas novedades en la misión de Jesús. En primer lugar, se constata que la doctrina que anuncia es nueva y va acompañada 70

de autoridad, tal como ha quedado de manifiesto por el exorcismo realizado ("manda incluso a los espíritus inmundos y estos le obedecen"). Y, en segundo lugar, parece que estamos ante el comienzo de algo verdaderamente grande: la difusión inmediata de la fama de Jesús por "todas partes, en toda la región de Galilea", es la señal de que el reinado de Dios se va abriendo paso rápidamente y que llegará a extenderse hasta los confines de la tierra. PARA PROFUNDIZAR Milagros de Jesús, signos del Reino El Diccionario de la Real Academia Española propone como primera acepción de la palabra milagro el "hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a u n a intervención sobrenatural de origen divino". En el camino que estamos haciendo para conocer mejor al Dios que actúa en la historia, vamos a acercarnos a los milagros realizados por J e s ú s , expresión y signo del Reino que anuncia. Para ello, primero estudiaremos la experiencia del milagro en el entorno cultural y religioso de J e s ú s ; a continuación, intentaremos clasificar los milagros que encontramos en el Nuevo Testamento y, finalmente, veremos cómo aparecen reflejados esos prodigios del Señor en los relatos evangélicos. La tradición judía Las acciones milagrosas forman parte de diversas tradiciones religiosas previas o contemporáneas al cristianismo. Tanto en la literatura judía antigua como en el helenismo y el judaismo contemporáneos a J e s ú s encontramos manifestaciones de este tipo. La lectura del Antiguo Testamento nos permite identificar algunos pasajes con contenido milagroso, particularmente en el libro del Éxodo y en los dos libros de los Reyes. Los relatos de las diez plagas (Éx 7,19) o el del paso del mar (Éx 14,22) son clara muestra de ello: de manera extraordinaria, el Creador actuó dominando la creación para liberar a su pueblo. También encontramos hechos portentosos en las tradiciones de los profetas Elias y Eliseo. En ocasiones, es fácil apreciar las similitudes que existen entre ciertos milagros realizados por ambos profetas y los de J e s ú s (por ejemplo, la resurrección de los hijos de la viuda de Sarepta y de la viuda de Naim, en 1 Re 17,17-24 y Le 7,11-17). 71

La tradición judía nos habla de varios rabinos conocidos por los milagros que realizaban. Este es el caso del rabino J o n i (siglo I a . C ) , a quien se atribuye la capacidad de provocar la lluvia, o del rabino J a n i n a ben Dosa (siglo I d.C), que curó al hijo del maestro Gamaliel, según recoge el Talmud de Jerusalén. En el mundo helenístico Pero no solo en el entorno del judaismo se conoce el fenómeno de lo milagroso. También en el mundo helenístico hay casos relevantes. Ya en el siglo VI a . C , numerosas curaciones se atribuyen a Asclepio, el dios de la medicina en la mitología griega. Estas curaciones eran llevadas a cabo por mediación de sacerdotes-médicos en los templos erigidos al dios. La combinación de los tratamientos farmacológicos y quirúrgicos aplicados por los sacerdotes y la fe de los pacientes parecían obrar curaciones milagrosas. Otro caso interesante, por ser contemporáneo de J e s ú s y por la fama que alcanzó gracias a las curaciones que realizaba, es el de Apolonio de Tiana. Diferentes tipos de prodigios en el Nuevo Testamento Realizar u n a clasificación de los numerosos milagros que encontramos en el Nuevo Testamento no es tarea fácil. Para intentar alcanzar u n a visión panorámica de este fenómeno en los evangelios y en Hechos de los Apóstoles, vamos a distinguir cinco grupos: - Las curaciones constituyen el grupo m á s numeroso en el Nuevo Testamento (en torno a 25, entre los evangelios y Hechos de los Apóstoles). Por lo general, siguen u n proceso sencillo: presentación del enfermo, curación y reacciones de los presentes. Incorporamos a este grupo las llamadas "resurrecciones" -que son propiamente reanimaciones que permiten la vuelta del paciente a su vida anterior-. J e s ú s cura tocando al enfermo o imponiéndole las manos y, en ocasiones, utilizando otro elemento (saliva o barro). Algunas curaciones tienen como finalidad legitimar o justificar u n comportamiento o enseñanza. - Se narran ocho exorcismos en el Nuevo Testamento. El relato de los exorcismos es el de u n combate entre el demonio, por u n a parte, y J e s ú s (o Pablo), por otra. El individuo poseído es u n mero campo de batalla sin especial protagonismo. 72

- En ocasiones, el poder de los gobernantes o la fuerza de la naturaleza quedan sometidos ante la autoridad de Dios: J e s ú s calma la tempestad, Pablo y otros apóstoles son liberados de la prisión, etc. - Dios mismo se manifiesta en persona a través de fenómenos visuales o voces que se escuchan. El bautismo de J e s ú s o la transfiguración son ejemplos de este tipo. - Algunas actuaciones prodigiosas tienen lugar ante u n a carencia, como el caso de las bodas de Cana o la pesca milagrosa. Llama la atención la discreción con la que J e s ú s realiza el prodigio y el alcance que este tiene. En los evangelios sinópticos Normalmente, los evangelios sinópticos utilizan la palabra griega dynameis -que se puede traducir por "actos de poder"para referirse a los milagros. Como en otros casos, son m u c h a s las similitudes entre los tres sinópticos al abordar esos actos de poder, pero también son notables las diferencias. Veamos brevemente las particularidades de cada uno de ellos. - Marcos. Este evangelista se propone desvelar de forma progresiva a sus lectores el auténtico rostro de J e s ú s . Para ello, acumula la mayor parte de los milagros en la primera parte de su obra (Me 1-8), en la que quiere presentar a J e s ú s como el Mesías esperado. De ahí la confesión de Pedro en Me 8,29. Sin embargo, ese desvelamiento de la persona de J e s ú s es matizado por las "órdenes de silencio" que aparecen también en esta primera parte del evangelio: al Jesús-Mesías de los milagros hay que llegar a reconocerle también en el camino de la pasión y de la cruz (Me 9-16). - Mateo. El estilo literario de Mateo tiende a simplificar, eliminando detalles o personajes poco importantes en los relatos de milagros. Su intención es presentar a J e s ú s mediante esos milagros como el Siervo de Yahvé del que habla Isaías y, también, como el Señor ante cuyo poder todos quedan sobrecogidos. La fe del que recibe la gracia de u n milagro es la fe que se espera en los cristianos de las comunidades a las que Mateo se dirige. - Lucas. Presenta algunos de los milagros de curación como auténticos exorcismos, entendiendo que el demonio es el causante de la enfermedad. En el trasfondo, u n a vez más, aparece la misericordia del Padre actualizada en cada u n a de las obras de J e s ú s . 73

En el evangelio según san Juan Lo que para los sinópticos eran "actos de poder", en J u a n se manifiesta bajo la forma de semeia, que se traduce como "signos". Los prodigios son signos que señalan a J e s ú s . Este cambio de terminología es esencial para comprender el sentido de estos signos del cuarto evangelio. Si en los sinópticos la fe es u n a condición para la realización del milagro, en J u a n la fe es m á s bien u n a consecuencia del mismo. El propio evangelio lo explica: "Jesús hizo en presencia de s u s discípulos muchos m á s signos de los que h a n sido recogidos en este libro. Estos h a n sido escritos para que creáis que J e s ú s es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna" (Jn 20,30-31). El evangelista recoge solo siete signos, y los r e ú n e en la primera parte de la obra, en el llamado "Libro de los Signos" (Jn 2-12). Estos van acompañados de diálogos y discursos. Las acciones prodigiosas de J e s ú s y s u s enseñanzas se complementan para suscitar la fe en cuantos se acerquen con el corazón bien dispuesto a acoger el Evangelio. Los prodigios que realiza J e s ú s expresan cómo el Espíritu de Dios está sobre él. La mano de Dios sigue actuando en la historia a través de estos milagros-signos que realiza Jesucristo. De esta manera -y a pesar del pecado egoísta de los hombres- se pone de manifiesto el poder de Dios, la compasión que le mueve, su voluntad liberadora de cuanto oprime al ser h u m a n o y su victoria real y definitiva sobre el mal.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar la próxima reunión leeremos cuatro textos del Nuevo Testamento que nos ayudarán a profundizar en el misterio de Cristo glorioso. Los pasajes son: Le 9,28-36; J n 12,27-30; 2 Cor 3,18-4,6 y 2 Pe 1,16-18. Al leerlos, intentaremos responder a la siguiente pregunta: ¿Con qué elementos se subraya en estos pasajes la imagen de Cristo glorificado? 74

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SE TRANSFIGURÓ ANTE ELLOS

B®" ¿9UÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? En este encuentro vamos a leer el pasaje de la transfiguración de Jesús según el evangelio de Marcos. Los discípulos, que estaban desconcertados y aturdidos por el reciente anuncio de la pasión del Señor, descubren en la escena que contemplan una fuente nueva de ilusión en su seguimiento. Viendo a Cristo glorioso, reconocen que la cruz no tiene la última palabra ni en la vida de Jesús ni en las suyas. Queremos alcanzar los siguientes objetivos: • Profundizar en el misterio de Jesús a la luz de su manifestación gloriosa en la transfiguración. • Aprender a fortalecer nuestra vocación cristiana desde el encuentro frecuente con Cristo resucitado. • Acercarnos a la figura de Jesús como profeta deñnitivo, poderoso en obras y palabras. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia La escena de la transfiguración de J e s ú s se sitúa en la parte central del evangelio de Marcos. Desde el comienzo de su vida 75

pública, J e s ú s h a anunciado la Buena Noticia de salvación, colmando de ilusión el corazón de los muchos seguidores que le aclaman como Mesías. Pero acaba de decir que le esperan días de sufrimiento y rechazo, que camina hacia la muerte. Es verdad que también habla de resurrección, pero con s u s palabras ya h a conseguido sembrar la inquietud entre los discípulos. Por eso aparta a los más cercanos, los lleva al monte y les revela a las claras h a s t a dónde llega el amor que Dios le tiene. Para preparar este encuentro, hemos leído unos pasajes del Nuevo Testamento intentando responder a esta pregunta: ¿Con qué elementos se subraya en estos pasajes la imagen de Cristo glorificado? V& Cuando los miembros del grupo hayan compartido lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: Le 9,28-36: El relato de la transfiguración de Jesús en el evangelio de Lucas contiene algunos elementos distintos respecto al texto de Marcos que leeremos en la "Guía de lectura". En el pasaje se indica el cambio del aspecto del rostro de Jesús y el resplandor de sus vestidos. Junto a Jesús aparecen Moisés y Elias, también resplandecientes de gloria, y se señala el tema de su conversación: el éxodo de Jesús que consumará en Jerusalén. Una nube les cubre a todos, y de ella sale una voz que declara a Jesús Hijo elegido y anima a los discípulos a escucharlo. J n 12,27-30: Jesús habla del sentido de su muerte. Desde el abatimiento por lo que le espera, acepta que se cumpla la voluntad del Padre para que su nombre sea glorificado. Como en los relatos del bautismo y de la transfiguración, aquí se oye también la voz del cielo, aunque cambia el mensaje: "Yo lo he glorificado y volveré a glorificarlo". 2 Cor 3,18-4,6: San Pablo, en la segunda carta que dirigió a la comunidad de Corinto, habla de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. Por la acción del Espíritu, esa gloria se manifiesta en el propio rostro del apóstol, porque su vida se va transformando en la imagen del Señor. Así, la transfiguración que se produjo en Cristo afecta también a los creyentes. 2 Pe 1,16-18: El pasaje comienza proponiendo un testimonio de primera mano y evitando así el recurso a leyendas fantásticas. El apóstol "ha visto" la grandeza de Jesucristo y "ha escuchado" la voz del cielo. Jesucristo ha recibido honor y gloria de Dios cuando 76

la voz le declara Hijo amado en el bautismo. Esa voz se vuelve a oír en aquel monte santo y Pedro es testigo de ello. GUÍA DE LECTURA "¡Qué bien estamos aquí!" Antes de comenzar, buscamos Me 9,2-8. > Ambientación La vida del discípulo discurre por el camino que J e s ú s va señalando, u n camino que, en ocasiones, puede parecemos u n a auténtica pesadilla. Así lo sintieron Pedro, J u a n y Santiago. A ellos, J e s ú s les invitó a subir a u n monte y, transfigurado, les ayudó a comprender su condición de discípulos desde u n a nueva perspectiva: la cruz adquiere pleno sentido cuando es vista desde la resurrección. >• Miramos nuestra vida Ser "oficialmente" cristiano es fácil: es suficiente con estar bautizado, algo que en la mayor parte de los casos ni siquiera hemos tenido que decidir personalmente. Otra cosa bien distinta es vivir como cristiano, ser "realmente" cristiano. Eso ya es más complicado. En m u c h a s ocasiones, no es sencillo seguir a J e s ú s : la cruz del final del camino es la hermana mayor de otras m u c h a s que vamos encontrando día a día. - ¿Qué dificultades encuentra la gente con la que vives para seguir a Jesús? Y a ti, ¿en qué momentos de tu vida se te ha hecho más dificil ser un auténtico discípulo? - ¿Conoces casos de cristianos que estén siendo perseguidos por su fe? Comenta alguno. > Escuchamos la Palabra de Dios El pasaje de la transfiguración está situado a continuación del primer anuncio de la pasión de J e s ú s . A aquellos discípulos no les fue fácil entender que su Maestro iba camino de J e r u s a lén, que moriría en la cruz. Sintiéndonos compañeros de Pedro, J u a n y Santiago, subimos al monte con el Señor. • Nos preparamos con u n momento de silencio para escuchar la Palabra de Dios. Pedimos la ayuda del Espíritu Santo. 77

• Proclamamos Me 9,2-8. • Reflexionamos en silencio: volvemos a leer el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia. • Entre todos, tratamos de responder a estas preguntas: - ¿Cuándo y dónde tiene lugar la escena que se relata? - ¿Quiénes son los que acompañan a Jesús? ¿Qué dicen? - ¿Qué hechos prodigiosos tienen lugar? - ¿Qué se dice sobre Jesús a lo largo del pasaje? >• Volvemos sobre nuestra vida A los discípulos les resulta penoso seguir a J e s ú s . Por eso les hace subir al monte y tener u n a experiencia de resurrección. Una vez arriba, hubieran deseado llegar a la gloria sin pasar por la cruz. La voz de Dios les despierta y les anima a escuchar a s u Hijo y a seguir caminando detrás de él. También nosotros, como aquellos discípulos, tendremos que realizar u n itinerario similar: subir al monte, contemplar, escuchar a Dios y bajar para seguir a J e s ú s con u n ánimo renovado. - En los momentos de dificultad, ¿qué experiencias positivas te han ayudado a seguir adelante como cristiano? - Jesús refuerza el seguimiento de sus discípulos subiéndoles al monte. ¿Con qué ayudas cuentas habitualmente en tu camino como discípulo? ¿Qué les pedirías a la Iglesia y a los demás cristianos en este sentido? >- Oramos La escena sobre la que hemos meditado hoy tiene u n marcado carácter de fortalecimiento vocacional para los discípulos. Le pedimos al Señor que nos ayude también a nosotros a ver, escuchar y experimentar lo que nos espera al final del camino. Como símbolo, podemos colocar en el centro del grupo u n a imagen de Cristo crucificado y otra del Resucitado. • Volvemos a leer Me 9,2-8. • Oramos personalmente sobre el pasaje. • Compartimos nuestra oración de petición o acción de gracias. • Terminamos cantando El Señor es mi luz y mi salvación u otra canción apropiada que conozcamos todos. 78

DS" EXPLICACIÓN DEL PASAJE Hemos leído el pasaje de la transfiguración de Jesús tal como lo relata el evangelio de Marcos. Antes de entrar en la explicación de los diversos elementos que van apareciendo en el transcurso de la escena, vamos a prestar atención a dos cuestiones que son importantes: el contexto en el que se encuentra el pasaje y el género literario al que pertenece. Diremos, en primer lugar, que el relato de la transfiguración de Jesús se entiende mejor en el contexto en el que Marcos lo sitúa: los anuncios de la pasión y resurrección. Por eso es conveniente leer los versículos que preceden a nuestro texto (desde Me 8,31), donde Jesús anuncia a los discípulos su destino de muerte y, además, les advierte que, si quieren ser sus seguidores, tendrán que estar dispuestos a pasar por lo mismo. Ellos no comprenden. Las palabras del Maestro tuvieron que ser para aquellos discípulos como un jarro de agua fría. Es en ese momento cuando Jesús les manifiesta su gloria, anticipándoles su victoria sobre la muerte. La transfiguración de Jesús anima y da fuerzas a los discípulos para avanzar en el camino que tienen que recorrer junto al Maestro. Esta es la función del pasaje en el conjunto del evangelio. Y, en segundo lugar, notemos que estamos ante una "teofanía" o relato de manifestación divina. En el Antiguo Testamento hay bastantes ejemplos de este tipo de relato, que utilizan generalmente algunos elementos comunes: la manifestación divina suele tener lugar en un monte o en un lugar sagrado; está rodeada de fenómenos extraordinarios, como apariciones, voz del cielo, nubes, etc.; la reacción de cuantos están presentes es de miedo y turbación. Fijémonos ahora en los distintos momentos que se suceden en la escena. Lo primero que hace el autor es responder a tres preguntas claves para el lector de un relato: ¿cuándo sucede lo que se cuenta?, ¿dónde? y ¿quiénes son los personajes que aparecen? (Me 9,2). La escena tiene lugar "a los seis días" del primer anuncio de la pasión y de las instrucciones de Jesús sobre el seguimiento. El tiempo pasa deprisa y ese momento de muerte y resurrección de Jesús -simbólicamente, el "día séptimo"- se está acercando. El sitio elegido es "un monte alto", que, como ha quedado dicho, es un lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Finalmente, Jesús lleva consigo a tres discípulos: "a Pedro, a Santiago y a Juan". Se trata de los más cercanos, que ya aparecen destacados en la lista de discípulos (en Me 3,16-17) y a los que encontramos junto a Jesús en la resurrección de la hija de Jairo (Me 5,37) y en el huer79

to de Getsemaní (Me 14,33). Va a ocurrir algo muy importante, y Jesús quiere que estos tres discípulos sean testigos de ello. A continuación se describe la teofanía, en la que distinguimos tres momentos (Me 9,2b-4.7). Primero se señala la "transfiguración" y el cambio que se produce en el aspecto de Jesús, cuyos vestidos se vuelven de un blanco deslumbrador. No se dice nada acerca de en qué consistió la transformación de Jesús. La indicación de los vestidos blancos evoca a los ángeles (Me 16,5) o a la victoria definitiva (Ap 7,14). El blanco es el color de la resurrección. El propósito es dar a conocer a J e s ú s en su gloria celeste. Además, tras la escena de la transfiguración, hay dos alusiones a esta victoria final (Me 9,9-10). En segundo lugar, encontramos a Elias y a Moisés conversando con Jesús. Se trata de dos personajes muy importantes en el Antiguo Testamento, que pueden representar a la Ley y los Profetas. Además, el libro del Éxodo recoge diversas teofanías en presencia de Moisés, con elementos similares a los que encontramos en el relato de la transfiguración: montaña, testigos, nube... (Éx 24). Y Elias está relacionado con la llegada del Ungido (Mal 3,23-24). Así pues, la presencia de Moisés y Elias está revelando a los discípulos que Jesús es el Mesías esperado por Israel. El tercer momento de la teofanía está centrado en la aparición de la nube y la voz que sale de ella (Me 9,7). La nube es signo de la presencia de Dios (Éx 40,34-38). Esta nube, que cubre con su sombra a Jesús transfigurado y a los dos personajes que le acompañan, está definiendo un espacio nuevo, sagrado, lleno de la gloria de Dios. La voz que viene del cielo se dirige a los discípulos: a la vez que afirma -como en el bautismo- que Jesús es el Hijo de Dios, les invita a escucharle. En el relato de la transfiguración encontramos, por tanto, una completa presentación de Jesús que tiene como destinatarios a los discípulos. Jesús es el Glorificado, es el Mesías esperado y es el Hijo de Dios. Por otra parte, los primeros cristianos eran conscientes de que solo Dios podía ser el protagonista de este tipo de narración: con este pasaje se estaba recalcando que Jesús era verdaderamente Dios. En medio de la teofanía, el evangelista recoge la reacción de Pedro ante lo que están contemplando (Me 9,5-6). Sus palabras: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas", expresan su deseo de perpetuar esa experiencia de gloria olvidándose del reciente anuncio de muerte para Jesús y para quienes 80

vayan a seguirle como discípulos. El narrador, como hizo el propio Jesús unos versículos antes (Me 8,33), se encarga de aclarar que las palabras que salen de la boca de Pedro no son propias de un discípulo, sino más bien de alguien asustado o confundido por la experiencia que están viviendo. Es necesario bajar del monte y seguir día a día los pasos del Maestro. PARA PROFUNDIZAR Profeta poderoso en obras y palabras En la escena de la transfiguración, J e s ú s habla con Moisés y con Elias. Este último representa el testimonio de los profetas, que fue de extraordinaria importancia para el descubrimiento y la formulación del misterio de J e s ú s por parte de s u s primeros discípulos. Los profetas de Israel y el Nuevo Testamento Cuando los primeros cristianos reflexionaron sobre la vida y la acción de J e s ú s de Nazaret, sobre su muerte en la cruz y su resurrección, tuvieron presentes las Escrituras judías. En el m u n d o judío de aquella época se u s a b a n varias versiones de la Biblia: en Palestina se empleaba la Biblia escrita en hebreo; en u n a gran parte de la diáspora, en cambio, se usab a la Biblia traducida al griego, llamada la Biblia de los LXX. Esta última es la versión que eligieron los cristianos en su esfuerzo por comprender y profundizar en la persona y misión de J e s ú s . La Biblia de los LXX contenía algunos libros m á s que la Biblia en hebreo -como el de la Sabiduría-. Además, algunos libros estaban dispuestos en u n orden diferente. Esto influyó también en la comprensión del misterio de la vida de J e s ú s . La Biblia hebrea comenzaba con la Tora o Ley, continuaba con los Profetas y terminaba con los Escritos (Sapienciales). En cambio, los LXX colocaron a los Profetas al final. De esta manera, la Biblia que utilizaban los primeros cristianos terminaba con la última frase del profeta Malaquías: "Yo os enviaré al profeta Elias antes de que llegue el día del Señor" (Mal 3,23). Así, para los cristianos, el Antiguo Testamento estaba abierto y orientado hacia el futuro, hacia el momento del retorno de Elias para inaugurar el tiempo definitivo del Mesías. Por esta razón los 81

libros m á s usados y citados en el Nuevo Testamento son los de los profetas. Una breve mirada al pasado del profetismo en Israel Los profetas fueron unos personajes muy valorados en Israel. Tal es el aprecio que se les tiene que en las Escrituras encontramos u n a corriente que relee toda la historia de Israel a la luz del profetismo: Moisés es presentado como el m á s grande de los profetas, y con rasgos proféticos se habla también de Josué, s u sucesor; Samuel unge al rey Saúl; Natán es el portavoz de la promesa del nacimiento del Mesías a David y el que denuncia su pecado y provoca su conversión. Se puede decir que la historia de Israel está dirigida y, sobre todo, es leída e interpretada por la visión profunda que los profetas tienen de ella. Los profetas son los custodios de la alianza de Yahvé con su pueblo, denuncian las sucesivas idolatrías por las que Israel se deja seducir y anuncian el cumplimiento futuro de las promesas de salvación de Dios. Así aparece especialmente en las figuras del propio Elias y, sobre todo, en las de los grandes profetas Isaías, Jeremías y Ezequiel. Pero a la vuelta del exilio su palabra se fue apagando hasta hacerse el silencio. Aunque, eso sí, quedó en el aire el eco de las palabras que cierran el libro de Malaquías y todo el bloque de los Profetas: "Yo os enviaré al profeta Elias...". "¿Qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, y más que un profeta" El silencio de siglos se rompe cuando J u a n el Bautista toma la palabra en el desierto cumpliendo la profecía de Isaías (Is 40,3) y clama con fuerza para anunciar la salvación que trae consigo el Mesías. Con la aparición del Bautista vuelve a brotar la esperanza. En él se hace realidad la promesa que Dios había hecho a través del profeta Malaquías. Por esta razón, todos los evangelistas -cada uno con s u s acentos- presentan a J u a n con los rasgos de Elias: en Mateo y Marcos aparece vestido a la manera de Elias (Mt 3,4; Me 1,6); en el evangelio de Lucas, el ángel que anuncia su nacimiento retoma la profecía de Malaquías afirmando que J u a n "irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elias" (Le 1,17). J e s ú s mismo lo calificará como el mayor de los profetas: "Él es Elias, el que tenía que venir" (Mt 11,7-15). 82

En resumen, J u a n rompe el silencio de los profetas resonar de nuevo la Palabra de Dios en medio de su Asumiendo el papel de Elias, anuncia la llegada del definitivo en el que Dios envía al Mesías para instaurar no y traer la salvación.

y hace pueblo. tiempo su Rei-

"Un gran profeta ha surgido entre nosotros" Todo el Nuevo Testamento t r a t a de responder a la pregunta sobre la identidad de J e s ú s de Nazaret. Dado que su personalidad y su misión se salían de lo común, fue presentado mediante títulos y rasgos diversos; entre ellos, los propios de u n profeta. Así lo proclama el pueblo t r a s la revivificación del hijo de la viuda de Naím, que recuerda las realizadas por Elias (1 Re 17,17-24) y por Elíseo (2 Re 4,32-37): "Un gran profeta h a surgido entre nosotros: Dios h a visitado a su pueblo" (Le 7,16). J e s ú s nace en u n ambiente cargado de profetismo y está en estrecha relación con J u a n el Bautista. Ciertamente, J e s ú s encarna plenamente las características del profeta: enseña con u n a autoridad inaudita; anuncia el cumplimiento de las promesas por la llegada del Reino de Dios; denuncia las conductas en las que no se refleja la fe en el Dios de la alianza y defensor de los marginados y oprimidos; lleva a cabo gestos que reflejan los proyectos de Dios; toda su vida, en fin, se convierte en Palabra de Dios. Muchos lo calificaron de profeta. Algunos lo confundieron con u n profeta del pasado, con Jeremías, Elias o el mismo J u a n Bautista. Los discípulos conocían la opinión de la gente de su tiempo y, cuando tuvieron que hablar de "lo de J e s ú s el Nazareno", dijeron de él que era "un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo" (Le 24,19). El propio J e s ú s comprendió desde la conciencia profética su misión de hablar de parte de Dios y, también, el rechazo que experimentó: "Un profeta solo es despreciado en su tierra, entre s u s parientes y en su casa" (Me 6,4). "Aquí hay uno que es más importante que Joñas" Pero los que conocieron a J e s ú s , escucharon su palabra y vieron s u s gestos sabían que él rompía el molde profético. No solo anuncia la llegada del Reino, sino que lo señala ya presente en su propia persona; no solo apela al cumplimiento de la Ley, sino que se enfrenta con ella y la corrige; no se contenta 83

con denunciar el pecado y apelar a la conversión, sino que se atribuye a sí mismo la autoridad para perdonar el pecado. Se proclama m á s importante que cualquiera de los profetas, representados en la ñgura y el signo de Jonás. No es solo transmisor de las palabras u oráculos de Dios, sino que es la misma Palabra de Dios, su Verbo encarnado. La carta a los Hebreos expresará con la máxima claridad la superior dignidad de J e s ú s en comparación con los profetas: "Después de hablar Dios m u c h a s veces y de diversos modos antiguamente a nuestros mayores por medio de los profetas, en estos días últimos nos h a hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo" (Heb 1,1-2).

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MIRA, VIENE TU REY

f& ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar la próxima reunión nos fijaremos en algunos textos bíblicos en los que se h a n inspirado los evangelistas p a r a describir la entrada triunfal de J e s ú s en Jerusalén. Son los siguientes: 1 Re 1,38-40; 2 Re 9,12-13; Sal 118,25-27; Zac 9,9-10 y 14,4. Leeremos cada u n o de ellos con atención, los compararemos con el relato de M t 2 1 , l - l l y trataremos de responder a esta pregunta: ¿En qué momentos del relato utiliza Mateo cada una de las citas bíblicas señaladas?

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Hoy contemplaremos a Jesús entrando triunfalmente en Jerusalén. Pero no como un Mesías poderoso, sino como un rey humilde y pacífico. Pretendemos alcanzar estos objetivos: • Reflexionar sobre la entrada de Jesús en Jerusalén para conocer mejor el alcance de su misión salvadora. • Contrastar la oferta de salvación que Dios nos hace en JesúsMesías con otros movimientos actuales de liberación política. • Comprender el sentido del mesianismo de Jesús dentro de las diversas expectativas que existían en su época sobre el "Ungido". LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia La entrada de J e s ú s en Jerusalén a lomos de u n asno y aclamado por s u s discípulos refleja de u n modo bastante gráfico el tipo de mesianismo que él encarna. Para captar el alcance de esta escena, con la cual se inaugura la última etapa de la vida del Maestro, los evangelistas nos la presentan a la luz de algunos pasajes del Antiguo Testamento que pueden ayudar85

nos a entender mejor su verdadero sentido. Fijándonos de u n modo particular en el evangelio de Mateo, nos planteábamos responder a esta pregunta: ¿En qué momentos del relato utiliza Mateo cada una de las citas bíblicas señaladas? 3

Kg Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - El pasaje de 2 Re 9,12-13 forma parte del episodio en el que Jehú es ungido como rey. La mención de los "mantos" tendidos a sus pies puede haber inspirado al evangelista a la hora de describir el gesto del gentío en Mt 21,8. Otro texto de entronización real que contiene elementos paralelos es 1 Re 1,38-40, donde Salomón (que significa "pacífico") aparece montado sobre la "muía" de su padre, David. - El salmo 118 parece aludir a la entrada triunfal del rey en el templo de Jerusalén para agradecer una victoria. De este salmo están sacadas las palabras con las que J e s ú s es aclamado a su llegada a la Ciudad Santa (comparar Sal 118,25-26 con Mt 21,9). Entre ellas destaca la famosa expresión "¡Hosanna!", que originalmente significa "¡sálvanos!" y era empleada como expresión de júbilo. La mención de los "ramos" en Sal 118,27 puede explicar también la que encontramos en Mt 21,8. Otros, en cambio, prefieren ver en ello una referencia al ceremonial de la fiesta de las Tiendas, en la que se hacía especialmente viva entre los judíos la espera del Mesías. - De Zac 9,9 está tomada la profecía que, según el evangelista, se cumple con la entrada de Jesús en Jerusalén, aunque las primeras palabras son de Is 62,11. El versículo siguiente (Zac 9,10) ayuda a resaltar todavía más el carácter pacífico y humilde del rey que viene. - Finalmente, la mención en Zac 14,4 del monte de los Olivos como el lugar donde se verificará el día del Señor puede ayudar a entender la insistencia de Mateo al nombrar ese mismo lugar (Mt 21,1). Es evidente que todas estas alusiones dan al texto un sabor mesiánico indiscutible. Pero no es menos cierto que los pasajes que hemos leído -y especialmente Zac 9,9-10- nos ayudan a profundizar en el carácter paradójico del mesianismo de Jesucristo, que, como veremos en la reunión de hoy, no responde a las expec86

tativas con las que la mayoría de los judíos imaginaban al "Ungido del Señor". GUÍA DE LECTURA "Hosanna al Hijo de David" Antes de comenzar, buscamos Mt 2 1 , 1 - 1 1 . >- Ambientación Las expectativas mesiánicas estaban muy vivas en tiempos de J e s ú s , y eran muchos los que confiaban en la llegada de u n nuevo David que liderase al pueblo para salvarlo de la ocupación romana. J e s ú s desarrolló su ministerio en ese ambiente y no faltaron quienes quisieron ver en él a ese Mesías-Rey capaz de rescatar a Israel y de devolverle la gloria del antiguo reino. >• Miramos nuestra vida Todos conocemos casos en los que la victoria de u n nuevo líder político h a despertado en su pueblo expectativas desmesuradas, especialmente en los países donde las situaciones de injusticia son muy fuertes. Pero no es extraño que quienes se presentan a sí mismos como "salvadores" y "mesías" acaben convirtiéndose en nuevos opresores y decepcionen la esperanza de liberación que muchos habían puesto en ellos. Pensemos en todo ello y respondamos a estas preguntas: - ¿Por qué crees que a veces tendemos a confiar exageradamente en ciertos líderes políticos? ¿Por qué seguimos buscando "mesías"? - ¿Crees que la "salvación" que necesitamos los seres humanos se puede contener en un programa político, sea del signo que sea? ¿Por qué? > Escuchamos la Palabra de Dios También los judíos aguardaban u n Mesías que los liberase de s u s opresores. Por eso, cuando J e s ú s entró en Jerusalén, muchos lo aclamaron como "Hijo de David", portador de la salvación de Dios anunciada por los profetas. Pero el modo en que J e s ú s se acerca a la Ciudad Santa dejará ver que su mesianismo no responde a los esquemas políticos y nacionalistas que estaban en boga. 87

• Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para acogerla. En silencio, invocamos la presencia del Espíritu. • Un miembro del grupo lee en voz alta Mt 21,1 -11. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos j u n t o s a estas preguntas: - ¿Dónde y cómo se prepara la entrada de Jesús en Jerusalén? - ¿Qué papel cumplen los discípulos en este pasaje? - ¿Qué profecía se está cumpliendo según Mateo? ¿Cómo califica a Jesús? - Buscad Zac 9,9-10 y comparadlo con la cita de Mateo en el v. 5. ¿Coinciden perfectamente? ¿Por qué creéis que se ha modificado el oráculo original? - ¿Reaccionan todos del mismo modo ante esta entrada? ¿Cómo lo hace la ciudad? ¿Cómo lo hace la gente? >• Volvemos sobre nuestra vida J e s ú s también decepcionó a quienes lo esperaban como u n Mesías poderoso y guerrero. La salvación que él ofrece debe ser entendida y vivida desde otras claves. Aclamar a Cristo como "rey" no implica confundir su reinado con ningún régimen político de este mundo. Pero la liberación que él nos trae tampoco puede ser entendida como u n a realidad puramente espiritual, pues debe reflejarse en la realidad en la que vivimos. Reflexionemos sobre ello y respondamos a estas preguntas: - ¿Qué tipo de salvación esperas de Jesús como "líder" o "rey" de tu vida? - ¿Qué implicaciones concretas tiene para tu compromiso como cristiano el seguir a un Mesías humilde y pacífico como él? >• Oramos Concluimos el encuentro con u n momento de oración. Nos inspiramos recogiendo lo que nos h a sugerido la lectura del relato de la entrada de J e s ú s en Jerusalén. Para ambientar este momento podemos colocar u n cartel con la palabra "¡Hosanna!" j u n t o a u n a cruz adornada con ramos de olivo o palmas. 88

• Tras prepararnos con u n breve silencio, leemos de nuevo Mt21,l-ll. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente, expresando en forma de petición o de alabanza lo que hemos compartido en este encuentro. • Acabamos alabando a J e s ú s , el verdadero "líder" de nuestra vida, recitando el Sal 118 (117) o entonando algún canto de alabanza. B ^ EXPLICACIÓN DEL PASAJE Con el episodio que acabamos de leer se inicia la última parte del evangelio de Mateo. Después de instruir a sus discípulos sobre su destino y sobre las exigencias del seguimiento (Mt 16,21-20,34), Jesús llega a Jerusalén y es rechazado por las autoridades, quienes finalmente organizarán el complot que le conducirá a la muerte (Mt 21,1-28,20). Se nos narra aquí la primera de las tres acciones simbólicas que Jesús realizó al entrar en la Ciudad Santa. Después vendrán la purificación del templo y la maldición de la higuera tal y como se narra en Mt 21,12-22. En todas ellas se manifiesta la condición mesiánica de Jesús que llama a Israel a renovarse y convertirse para acoger la salvación. Notemos, para empezar, que el evangelista sitúa con gran precisión la ubicación geográfica de esta primera acción simbólica (Mt 21,1), cosa que solo hace en ocasiones muy señaladas. En efecto, aunque Mateo no da al viaje hacia Jerusalén la importancia teológica que le conceden otros evangelistas -especialmente Lucas-, sí que había anunciado previamente el sentido de esta visita (Mt 16,21; 20,17-19). Por eso menciona dos veces el nombre de la ciudad (Mt 21,1.10), como queriendo subrayar que, a partir de este momento y hasta el desenlace ñnal de su vida, Jerusalén será el lugar en el que Jesús desarrollará su ministerio. La alusión al monte de los Olivos recuerda una profecía de Zacarías según la cual el Señor pondría allí sus pies el día de su venida (Zac 14,4). Para entender el significado de esta entrada en Jerusalén, hay que fijarse en sus preparativos (Mt 21,2-3). Vemos así que Jesús controla la situación en todo momento. Sabe lo que le espera, pero no se echa atrás, sino que se enfrenta a la muerte con total lucidez y libertad, en actitud de obediencia a la misión encomendada por el Padre. Los discípulos se limitan a obedecerle. Es él quien da las 89

órdenes como rey que, según el derecho antiguo, puede requisar un medio de transporte que necesita. Pero, a diferencia de lo que encontramos en Marcos o en Lucas, sorprende aquí la mención de dos animales diferentes: una borrica y su pollino. De hecho, da la impresión de que Jesús montó sobre ambos (Mt 21,7). Sin embargo, este detalle pintoresco tiene su explicación. Y Mateo nos la ofrece gustoso. Para ello el evangelista utiliza, como tantas otras veces, una "cita de cumplimiento" tomada esta vez del profeta Zacarías (Zac 9,9 introducido por Is 62,11). Con ella invita a los lectores a reflexionar sobre el sentido de lo que ocurre y -como hace en otras muchas ocasiones- les muestra que Jesús realiza plenamente las promesas del Antiguo Testamento. El hecho de que dicho pasaje utilice como sinónimos las palabras "asno" y "pollino" explica que lo que era una sola bestia se haya desdoblado en dos en la escena narrada por Mateo, siempre tan interesado en mostrar el cumplimiento literal de las profecías. Pero, desde luego, no es esa la razón más profunda por la que el evangelista ha elegido este oráculo para interpretar lo que sucede. En efecto, lo que Jesús hace al entrar en Jerusalén -llamada "la hija de Sión" en Mt 21,5- puede ser considerado con toda razón como un "gesto profético", pues trata de comunicar un mensaje mediante una acción simbólica, algo muy frecuente entre los antiguos profetas. La cita de Zacarías nos ayuda a comprender el significado de un acontecimiento que a muchos pudo parecer extraño e incoherente. Jesús es el "rey que viene", el Mesías esperado, pero su modo de manifestarse no se corresponde con las expectativas de quienes anhelaban la restauración política de la nación israelita. En vez de aparecer montado sobre un caballo, típica cabalgadura de guerra, el Señor entra en Jerusalén a lomos de una borrica. No viene para provocar una insurrección militar contra Roma ni para imponer su Reino con la violencia o el poder. Su realeza mesiánica se manifestará de un modo diferente. De hecho, el texto original de Zacarías habla de un rey "justo y victorioso", dos calificativos que Mateo elimina al citar dicho oráculo profético para subrayar la actitud humilde y pacífica de Jesús. Finalmente, es preciso constatar que la entrada de Jesús en Jerusalén suscita una doble reacción. Un "gentío muy numeroso" acompaña al Señor desde Betfagé y lo aclama de forma totalmente entusiasta. Tanto la procesión que se organiza con ramos y mantos tendidos a lo largo del camino como los gritos de la multitud, inspi90

rados ambos en el salmo 118 (Sal 118,25-27), no dejan lugar a dudas. Jesús es aclamado como rey, como "Hijo de David", como Mesías de Israel (Mt 21,15). En cambio, cuando el cortejo entra en Jerusalén, causa una fuerte "sacudida" en "toda la ciudad". Es la misma turbación con la que reaccionó Herodes al escuchar la noticia del nacimiento del Niño traída por los Magos (Mt 2,3). La pregunta con la que culmina el episodio, "¿quién es este?", tiene por ello una resonancia negativa. La gente sencilla responde que es un profeta, pero la hostilidad de los habitantes de Jerusalén y, sobre todo, de sus autoridades irá creciendo hasta provocar la muerte de Jesús. PARA PROFUNDIZAR Jesús, el Mesías Es sabido que el Nuevo Testamento confiesa a J e s ú s como "Cristo", título que se le aplicó h a s t a el punto de convertirse para él en u n nombre propio. En efecto, la palabra "mesías" es de origen hebreo y significa "ungido". Con ella, la Escritura se refiere a los que h a n sido instituidos en su cargo -sacerdotes, profetas y, sobre todo, reyes- mediante la efusión del aceite. Pero en griego dicho término se traduce como christós, de donde se deriva el apelativo "Jesús-Cristo". Con todo, esta atribución necesita ser adecuadamente entendida. Mesianismo en Israel El mesianismo bíblico va íntimamente ligado a la manera en que Israel aguardaba la salvación de Dios. Aunque los orígenes de esta idea se remontan de algún modo a la época de David, los estudiosos advierten que u n a esperanza mesiánica propiamente dicha no surgió hasta después del exilio en Babilonia. Se trata, en definitiva, de u n concepto que evolucionó de manera compleja, dando lugar a concepciones muy diferentes y hasta contrapuestas, dependiendo del momento histórico y las circunstancias políticas, sociales y religiosas por las que el pueblo atravesaba. Sin entrar en detalles, baste decir que muchos imaginaban al Mesías como u n a ñgura individual que podía revestir las características de aquellos que en el Antiguo Testamento aparecen como "ungidos". Pero la llegada del reinado de Dios no siempre se consideró vinculada a este personaje. El fracaso de la monar91

quía hizo que algunos pensaran en u n a intervención directa de Yahvé, que, como verdadero rey de Israel, salvaría a su pueblo sin necesidad de intermediarios. Por otro lado, mientras unos aguardaban la liberación para u n futuro próximo, otros la concebían como aplazada para el final de los tiempos. Mesianismo en tiempos de Jesús Los escritos contemporáneos -especialmente los manuscritos de Q u m r á n y las obras del historiador judío Flavio Josefocorroboran que las expectativas mesiánicas estaban vivas en tiempos de J e s ú s , aunque no del mismo modo en todos los grupos políticos y religiosos. De hecho, no faltaron quienes se sublevaron contra el poder de Roma presentándose a sí mismos como "salvadores", inspirándose, al parecer, en alguna de las grandes figuras reales o proféticas del Antiguo Testamento, como Moisés, J o s u é , Saúl, Elias, Elíseo... Dentro de esta pluralidad de concepciones, la m á s popular imaginaba al Mesías como u n nuevo David, u n rey modélico que vendría en u n futuro m á s o menos próximo a restaurar el reino y a rescatar la tierra de Israel de la opresión de s u s enemigos. La salvación religiosa revestía, en gran parte, las características de u n a esperanza política. Dicha concepción se b a s a en u n a determinada lectura del "oráculo de Natán" (2 Sm 7,1-17), en el que se prometía que la dinastía de David se mantendría para siempre en el trono. Esta lectura se elaboró poco a poco, enriqueciéndose con otros pasajes proféticos a medida que estos fueron reinterpretados en diversos momentos históricos. Así fue apareciendo u n a "ideología mesiánica" que idealizaba a la monarquía davídica hasta convertirla en símbolo y modelo de u n a nueva situación en la que reinarían para siempre la paz, la justicia y el derecho (leed, por ejemplo, Is 11,1-9). Este "mesianismo regio" es el que se refleja también en los llamados Salmos de Salomón, u n libro escrito en el siglo I a.C. y que, sin pertenecer a la Biblia, gozaba de gran popularidad en tiempos de J e s ú s . ¿Se vio Jesús a sí mismo como Mesías? La pregunta es totalmente pertinente, pero la respuesta no es sencilla. Por u n lado, parece indudable que J e s ú s despertó entre s u s contemporáneos ciertas expectativas en la línea de 92

u n mesianismo davídico (Jn 6,15). Precisamente en eso se b a s a la acusación que le llevó a la muerte y que se plasma en el letrero que colgaba de la cruz: "Jesús de Nazaret, el rey de los judíos" (Jn 19,19). Por otro, hay indicios de que J e s ú s rechazó ese título durante su existencia histórica (puede leerse, por ejemplo, Me 8,29-33, donde esta posibilidad es considerada u n a tentación satánica). Ni sus enseñanzas ni el estilo de actuación que acompañó su ministerio público responden en absoluto a las expectativas judías en boga. El Reino de Dios que J e s ú s anuncia no tiene nada que ver con la llegada de u n rey victorioso que lucha violentamente contra los enemigos para liberar al pueblo. Así lo entendieron perfectamente los evangelistas, y especialmente Marcos. De ahí que en su obra utilice u n a técnica literaria conocida precisamente como el "secreto mesiánico". Eso explica que J e s ú s m a n d e callar sistemáticamente a todos aquellos que reconocen su verdadera identidad (Me 3,12). De este modo se pretende evitar falsas concepciones de u n título que ciertamente corresponde a J e s ú s (Me 1,1 y también Mt 1,1; 2,6), pero que puede ser mal entendido. El Mesías sufriente En efecto, la imagen política y nacionalista del "Ungido", tan popular entre los judíos del siglo I, no puede explicar por sí misma la insistencia de los evangelistas en presentar a J e s ú s como el Mesías anunciado por los profetas. Y eso por el simple hecho de que resulta u n a concepción muy discordante con la tónica de su vida y el estilo de su misión. Recordar su crucifixión como "rey de los judíos" podría justificar en parte la gran importancia que dicho título adquirió entre los primeros cristianos. Pero es precisamente esa muerte ignominiosa y humillante la que impide identificar a J e s ú s con u n Mesías poderoso. Para salir de esta aparente contradicción, hemos de recordar de nuevo que el mesianismo bíblico no evolucionó en u n único sentido, sino que dio lugar a corrientes diversas. Una de ellas, ciertamente minoritaria pero fundamental para entender a J e s ú s , nos presenta la imagen de u n "mesías sufriente" cuya muerte es fecunda de cara a la salvación del pueblo y que se inspira en personajes como el Siervo de Yahvé de Is 53 o el Traspasado de Zac 12,9-13,1. 93

Dicha corriente fue abriéndose paso cuando las circunstancias históricas -especialmente la destrucción de Jerusalén y el destierro en Babilonia- frustraron la permanencia de la dinastía davídica en el trono e hicieron entrar en crisis u n a manera de concebir la esperanza centrada en la reconstrucción nacional de Israel. La necesidad de dar sentido a tanto dolor se materializó así en la figura de u n Mesías justo y humilde que encarna la suerte del pueblo. Por eso s u victoria pasa por el sufrimiento y la derrota aparente h a s t a el punto de llegar a morir por los pecadores. El establecimiento del derecho y de la paz, que son las tareas principales del rey, se concretan para él en la defensa del pobre. La versión nacionalista de la salvación da paso a otra de corte m á s universalista. Y todo ello sostenido por la fidelidad de u n Dios que n u n c a se arrepiente de s u s promesas. Desde este punto de vista, no es imposible que, en cierto momento de s u vida, J e s ú s se identiñcase con esta línea de pensamiento. Así lo daría a entender s u entrada en Jerusalén. Sería u n Mesías en la línea de Zac 9,9-10. Un Mesías-Siervo que modifica radicalmente el sentido que este título tenía entre la mayoría de s u s contemporáneos.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Al día siguiente de entrar en Jerusalén como Mesías, J e s ú s se encamina al templo, donde realiza u n gesto llamativo. Como los profetas, él también denuncia u n culto que se h a alejado de s u verdadera razón de ser. Algunos oráculos del Antiguo Testamento que recogen este sentir son: Is 1,10-17; Os 8,11-13; Am 5,21-24 y Miq 6,6-8. Para preparar la próxima reunión nos fijaremos en ellos y trataremos de responder a esta pregunta: ¿Por qué es criticado en estos pasajes proféticos el culto que Israel ofrece a Dios?

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DESTRUID ESTE TEMPLO

D ^ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? La expulsión de los mercaderes del templo no resulta fácil de interpretar en el conjunto de la vida de Jesús. En la reunión de hoy conoceremos las diversas lecturas que los evangelios hacen de este hecho. Nos proponemos alcanzar los siguientes objetivos: • Analizar el significado de este gesto de J e s ú s a la luz de s u s propias palabras y de las acciones simbólicas realizadas por los antiguos profetas. • Reflexionar sobre el sentido del culto que ofrecemos a Dios y las posibles desviaciones de nuestra religiosidad. • Profundizar en la consideración de la persona de Jesucristo como verdadero 'Templo de Dios". LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia La verdadera meta del camino que h a llevado a J e s ú s h a s t a Jerusalén no es la ciudad en sí, sino el templo. En él, J e s ú s enseña y cura, pero también realiza u n a acción chocante que parece suponer u n rechazo radical al sistema religioso que 95

representa. Para aclarar el sentido de este gesto aparentemente tan desmesurado, nos habíamos propuesto leer u n a serie de oráculos donde los profetas del Antiguo Testamento también critican severamente el culto que Israel ofrecía a Yahvé. Con ello queríamos responder a esta pregunta: ¿Por qué es criticado en estos pasajes prqféticos el culto que Israel ofrece a Dios?

mercaderes del templo de Jerusalén, un gesto que, según los mismos profetas, realizaría el Mesías como signo de la llegada del Reino (Zac 14,21). GUÍA DE LECTURA "Mi casa será casa de oración" Antes de comenzar, buscamos Me 11,15-19.

Kg° Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - Isaías resalta la inutilidad de unos sacrificios, holocaustos, festividades, oraciones y ofrendas que el Señor no ha pedido y que le resultan insoportables. La razón es que están "vacíos" y se presentan mezclados con "delitos" por medio de unas manos "manchadas de sangre". En vez de lograr la unión con Dios, solo provocan su repugnancia, porque no van acompañados de las buenas obras ni de la protección y defensa de los más débiles. - Oseas critica la proliferación de altares levantados para expiar el pecado de Israel pero que, en cambio, solo han conseguido ponerlo aún más de manifiesto. De hecho, los sacrificios ofrecidos sobre ellos no han ayudado al pueblo a comprender y a cumplir la voluntad de Dios expresada en sus "leyes". - Amos denuncia duramente a los que tratan de contentar a Dios con sacrificios y liturgias festivas que él rechaza totalmente por celebrarse al margen del "derecho" y la "justicia". - Miqueas afirma claramente que lo que complace a Yahvé no son las libaciones de aceite o los holocaustos de animales, por muy abundantes que estos sean. La mención a la ofrenda del primogénito simboliza aquí la máxima "generosidad" para los que piensan que a Dios se le aplaca con sacrificios. Pero lo que el Señor pide no son cosas, sino una entrega mucho más personal que se concreta en el respeto al "derecho", el amor a la "fidelidad" y la "obediencia humilde". Aunque los profetas no rechazaban el culto por principio, como a veces se puede pensar de una manera simplista, lo cierto es que muchas veces denunciaron duramente una religiosidad apartada de la auténtica búsqueda de la justicia y la misericordia, una religiosidad que trata de aplacar y contentar a Dios con ritos y sacrificios, pero se olvida de que lo que realmente le complace es el amor al prójimo. Todo ello nos ayudará a entender la expulsión de los 96

> Ambientación Todas las religiones -y el judaismo entre ellas- h a n construido templos y h a n dado en ellos culto a Dios pensando en agradarle y reconocer su soberanía. Los profetas de Israel, en cambio, no dudaron en denunciar los abusos de u n a religiosidad cuyas manifestaciones aparatosas y solemnes no desembocaban en u n a auténtica b ú s q u e d a de la voluntad de Yahvé. Un espíritu crítico del que también se h a r á portavoz J e s ú s de Nazaret. >• Miramos nuestra vida Los cristianos edificamos iglesias y celebramos liturgias y ceremonias religiosas como expresión de nuestra fe y como forma de relacionarnos con Dios. Pero no pocas veces escuchamos las críticas de los que nos acusan de ir mucho a misa pero no vivir de acuerdo a lo que creemos. Más allá de los tópicos, hemos de reconocer que nuestra religiosidad debe ser revisada para no perder de vista su verdadero sentido. Pensamos en ello y respondemos a estas preguntas: - ¿Por qué participas en las celebraciones religiosas? ¿Qué buscas en ellas? ¿En qué medida te ayudan a vivir según lo que celebras? - ¿Qué modos de enfocar la religión pueden ser fuente de abusos o de una relación desviada con Dios y con los demás? > Escuchamos la Palabra de Dios La expulsión de los mercaderes del templo por J e s ú s s u p o n e u n a fuerte denuncia a u n sistema religioso que se había olvidado de su auténtica finalidad y era incapaz de dar los frutos de justicia y misericordia que Dios esperaba de él. 97

• Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para acogerla. En silencio, invocamos la presencia del Espíritu. • Un miembro del grupo lee en voz alta Me 11,15-19. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos juntos a estas preguntas: - ¿Qué gesto realiza Jesús en este episodio? - ¿Con qué palabras lo justifica? ¿De dónde están tomadas? - ¿Cuál es, según esas palabras, la función que debería desempeñar el templo? ¿En qué se ha convertido? - ¿Cómo reaccionan ante él los que lo observan? >• Volvemos sobre nuestra vida El fracaso del templo de Jerusalén pone en evidencia u n modo de dar culto que se queda en lo aparente y no es capaz de transformar los corazones y orientarlos hacia el amor a Dios y al prójimo. Frente a ello, el evangelio de J u a n propone "destruir" ese sistema religioso y presenta a J e s ú s como el "templo" nuevo y definitivo donde podremos relacionarnos con Dios "en espíritu y verdad" y aprender a ser hijos y hermanos. Reflexionemos sobre ello y respondamos a estas preguntas: - ¿De qué manera nos ayuda este gesto prqfético de Jesús a revisar nuestras expresiones religiosas para que el culto no se separe de la vida? - ¿A qué nos compromete una relación con Dios que ya no se centra en ritos externos ni en templos materiales, sino en la persona viva de Jesucristo? >- Oramos Acabamos con u n momento de oración inspirado en la lectura que hemos escuchado. Para ambientar este momento podemos colocar u n póster de J e s ú s con u n cartel que diga: "Casa de Dios, casa de todos". • Tras prepararnos con u n breve silencio, leemos de nuevo Me 11,15-19. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. 98

• Oramos comunitariamente expresando en forma de petición, acción de gracias o alabanza lo que hemos compartido en este encuentro. • Acabamos la reunión cantando Qué alegría cuando me dijeron o recitando el Sal 15 (14): "Señor, ¿quién será el huésped de tu tienda?". B^= EXPLICACIÓN DEL PASAJE Según los evangelios sinópticos, una vez que Jesús llega a Jerusalén y es aclamado como Mesías, entra en el templo y allí realiza otro gesto chocante que, a primera vista, parece contradecir el carácter pacífico de su entrada en la ciudad. El evangelio de J u a n también conoce este hecho, pero lo sitúa en otro momento de la vida de Jesús y lo interpreta desde una perspectiva diferente (Jn 2,13-22). Volveremos sobre ello en la sección "Para profundizar". El relato de Marcos refleja muy bien el ambiente de la gran explanada del templo de Jerusalén. Se trataba de un inmenso recinto porticado -el patio de los Gentiles- que rodeaba al santuario propiamente dicho y que, en realidad, tenía la apariencia de un gran mercado. Allí se vendían los animales para los sacrificios, se cambiaba moneda y se realizaban otras operaciones financieras. Ante este panorama, J e s ú s reacciona con inusitada violencia. Expulsa a vendedores y compradores, vuelca las mesas de los cambistas e impide el trasiego de mercancías que convertían la explanada en simple lugar de paso o cómodo atajo por el que acortar los desplazamientos por la ciudad. Con todo, no sería acertado interpretar este hecho como un acto de violencia gratuita. Si Jesús hubiese sido un fanático religioso o un revolucionario político, habría empleado la violencia sistemáticamente. En cambio, solo lo hace en esta ocasión, y es para llamar la atención sobre algo fundamental. Investido de su autoridad mesiánica (Zac 14,21), Jesús se comporta como los antiguos profetas de Israel que, para reforzar sus palabras, a veces recurrían a acciones mediante las cuales querían expresar algo importante (leed, por ejemplo, J r 19). Lo fundamental, por tanto, no es el gesto en sí, sino lo que se nos quiere comunicar por medio de él. Y será el mismo Jesús quien nos lo aclare cuando, después de esta acción tan chocante, se ponga a "enseñar" a quienes tuvieron ocasión de contemplar su gesto. 99

Jesús explica lo que ha hecho aludiendo a dos pasajes proféticos. En primer lugar cita a Isaías y recuerda cuál debería ser, según el querer de Dios, la verdadera función del templo: "Mi casa será casa de oración para todos los pueblos" (Is 56,7). Alude luego al profeta Jeremías e insiste en que esa función no se cumple porque el lugar santo ha sido convertido en una "cueva de ladrones" (Jr 7,11), es decir, un "refugio" donde muchos piensan guarecerse detrás del culto mientras sus vidas están lejos de la justicia y el amor al prójimo (Jr 7,9-10). Jesús, como ya hicieran los profetas del Antiguo Testamento, quiere que el templo recupere su auténtica razón de ser: un espacio para cultivar la relación con Dios; u n lugar donde se manifieste que él es Padre de todos, sin exclusiones de ningún género. Pero ese deseo universalista e integrador contrastaba con la realidad. El templo de Jerusalén era, de hecho, la expresión visible de u n a religiosidad desviada, u n lugar donde se comercializaba con las cosas santas y se ponían en evidencia -ya en su misma estructura arquitectónica- discriminaciones de todo tipo: entre ricos y pobres; entre puros e impuros; entre hombres y mujeres; entre judíos y paganos; entre justos y pecadores; entre laicos y sacerdotes. Además, el evangelista nos ayuda a comprender el sentido profundo de este episodio "enmarcándolo", según una técnica literaria que él usa con especial predilección, en aquel otro que nos habla de la higuera estéril (Me 11,12-14 y Me 11,20-25). La alusión es evidente. El templo es como una higuera bien frondosa, llena de hermosas hojas, pero sin fruto alguno. El culto que en él se desarrolla es vistoso y solemne, pero vacío de contenido. Es pura hojarasca, puesto que no puede ofrecer frutos auténticos de oración, de justicia, de misericordia. Jesús es el Hijo que ha venido a recoger esos frutos en la viña de su Padre, y no solo se los han negado, sino que se ha encontrado con una oposición tal que le va a conducir hasta la muerte (Me 12,1-12). La ñrmeza con la que Jesús actúa llama profundamente la atención. No es extraño que los miembros del Sanedrín le interroguen más tarde sobre el origen de la autoridad con la que se atreve a hacer tales cosas (Me 11,27-33). Jesús se revela así como el Juez que, con el poder de Dios, pronuncia su severo veredicto de condena sobre Jerusalén y el templo. La reacción ante este gesto de J e s ú s es doble: la gente se muestra asombrada de su enseñanza, pero los sumos sacerdotes 100

y los maestros de la Ley buscan el modo de acabar con él. Han comprendido que las palabras de J e s ú s les acusaban directamente. Ellos, y no los comerciantes y cambistas, son los "ladrones" que han hecho del templo un coto vedado donde viven a costa de u n modo de entender la religión que a ellos les favorece, pero que ha perdido de vista su razón de ser. La conjura contra Jesús está en marcha. En esta acción, él mismo se ha jugado su propio destino. PARA PROFUNDIZAR Jesús, el nuevo Templo Son m u c h a s las categorías simbólicas con las que el Nuevo Testamento trata de profundizar en el misterio de la persona de J e s ú s . Una de ellas -quizá no tan conocida como otras- nos lo presenta como el nuevo y definitivo Templo de Dios. Para entender mejor esta atribución, vamos a recordar algunos datos históricos que pueden ayudarnos a enmarcarla convenientemente. El templo de Jerusalén en eljudaismo El templo de Jerusalén fue construido durante el reinado de Salomón, hacia el año 950 a.C. Más tarde fue destruido por las tropas babilonias en el 587 a.C. y reedificado después del Exilio de u n modo m á s bien modesto. A lo largo de esta accidentada historia fue deshancando a otros santuarios locales h a s t a convertirse -siglos antes de que existiesen las sinagogas- en el único lugar de culto para Israel y en uno de los principales signos de su identidad nacional. El templo que J e s ú s conoció fue el resultado de u n a notable ampliación y embellecimiento llevados a cabo por Herodes el Grande, quien comenzó las obras hacia el año 20 a.C. Esta hermosa edificación desapareció definitivamente cuando J e r u salén fue arrasada por los romanos en el año 70 d.C. Religiosamente hablando, el templo constituía el centro simbólico y real de todo eljudaismo. Considerado como la "morada de Dios", era el signo visible de la presencia gloriosa de Yahvé en medio de s u pueblo, lugar donde se le daba culto mediante los sacrificios y meta de grandes peregrinaciones, especialmente durante las fiestas importantes. 101

Jesús y el templo de Jerusálén La predicación de J e s ú s se desarrolló principalmente en Galilea, y no resulta fácil precisar, desde el punto de vista histórico, con qué frecuencia tuvo contacto con el templo durante su vida pública. Si dejamos aparte los relatos de la infancia (Le 2,22-38.41-52), los tres evangelios sinópticos solo registran u n a subida de J e s ú s a la Ciudad Santa, ya en vísperas de su muerte, mientras que el evangelio de J u a n contabiliza tres estancias en Jerusálén a lo largo de su ministerio. Más allá de la dificultad para armonizar estos datos, lo que aquí interesa es resaltar la actitud crítica que J e s ú s mantuvo frente al templo. Todo ello queda patente, por ejemplo, en la expulsión de los mercaderes (Me 11,15-19), gesto que supone u n rechazo radical al sistema religioso vigente, cuyo control estaba bajo la autoridad de la clase sacerdotal de Jerusálén. Esta acción recuerda, además, a los antiguos profetas, cuya posición frente a la vaciedad de u n culto que no implica la justicia y la misericordia queda igualmente reflejada en otras enseñanzas del Maestro de Nazaret (Mt 5,23-24; 12,2-7; 23,16-22). No en vano, los evangelios j a m á s presentan a J e s ú s adulto participando en la liturgia del templo, a u n q u e sí enseñando (Jn 7,14) y curando (Mt 21,14) en su recinto. Precisamente en u n a de esas ocasiones, J e s ú s anuncia la futura destrucción del templo (Me 13,1-2). Otros pasajes, como el diálogo con la samaritana, llegan a relativizar la necesidad de u n templo material como espacio adecuado para u n culto que h a de ser interior y debe realizarse "en espíritu y en verdad" (Jn 4,21.23). Esta posición de Jesús, tan amenazadora para los intereses de los grandes sacerdotes, fue u n a de las causas que le llevó a la muerte. Así, Marcos y Mateo nos recuerdan que, durante el juicio que le condenó a la cruz, J e s ú s fue acusado mediante falsos testigos de querer destruir el templo (Mt 26,61; Me 14,57-58). En el momento de la crucifixión, los que pasan a su lado se burlan y le insultan por este mismo motivo (Mt 27,40; Me 15,29). Pero, cuando finalmente expira, la cortina que separaba el santo de los santos se desgarra, expresando simbólicamente que la función mediadora del santuario ha terminado (Mt 27,51). Jesús, el nuevo Templo Después de la destrucción del templo en el año 70 d . C , el judaismo fariseo proclamó que la "presencia" de Yahvé -llamada 102

en hebreo shekinnáse había establecido en la Ley como lugar privilegiado de la manifestación de Dios. El cristianismo, en cambio, llegó a u n a conclusión muy diferente al afirmar que el nuevo y definitivo templo era el cuerpo glorioso de J e s ú s resucitado. Así lo expresa el cuarto evangelio al narrar el episodio de la expulsión de los vendedores del templo (Jn 2,13-22), escena que, a diferencia de los sinópticos, está situada con toda intención al principio del ministerio público de J e s ú s y es interpretada desde claves diversas. En efecto, m á s que como u n gesto profético, el hecho es aquí considerado como u n "signo". Con ello se pretende no tanto explicar el significado de la acción en sí misma, sino mostrar de qué manera nos revela la auténtica identidad de quien la realiza. Y todo ello en el marco de u n a sección del evangelio en la que se pone de relieve la absoluta novedad que llega con J e s ú s , frente a la cual las viejas instituciones religiosas del judaismo -incluido el templo- resultan totalmente obsoletas (Jn 2,1-4,42). Sin poder entrar en u n análisis detallado del pasaje, baste con fijarnos ahora en la respuesta de J e s ú s a los dirigentes judíos que le piden u n "signo" que avale la autoridad con la que h a actuado. En vez de citar a los profetas, como ocurre en el resto de los evangelios, J e s ú s afirma solemnemente: "Destruid este templo y en tres días yo lo levantaré de nuevo". El "malentendido" del que es objeto esta declaración nos ayuda a penetrar en su verdadero sentido. Los judíos, interpretando literalmente s u s palabras, piensan en el edificio material y se burlan de J e s ú s , que parece no recordar los 47 años que h a n sido necesarios para edificarlo. El evangelista, en cambio, afirma que el templo del que J e s ú s habla "era su propio cuerpo", u n a revelación a la que, evidentemente, solo se puede llegar desde la fe pascual. A ello se refiere el pasaje cuando se habla del "recuerdo" de los discípulos que, a la luz del Espíritu (Jn 14,26), pudieron comprenderlo así solo "cuando J e s ú s resucitó de entre los muertos". El Cuerpo de J e s ú s , destruido por la muerte pero reedificado por la resurrección, es, en definitiva, el verdadero Templo donde se ofrece el único culto agradable. Su humanidad glorificada es la morada de Dios entre los hombres, el "lugar" privilegiado donde experimentar su presencia y relacionarse con él. Sólo a través de su persona es posible acceder confiadamente al 103

Padre que lo h a consagrado y se h a revelado en él de u n modo nuevo y definitivo. A pesar de lo anunciado por el profeta Ezequiel (Ez 47,1-12), es del Cuerpo de J e s ú s y no del santuario de donde brota aquel río de agua vivificante que es el Espíritu (Jn 7,37-39 y 19,34). Así lo contempla igualmente el libro del Apocalipsis (Ap 22,1-2), según el cual la Nueva Jerusalén será, curiosamente, u n a ciudad sin templo, porque "el Señor todopoderoso y el Cordero son su templo" (Ap 21,22). Aprendamos a buscar la "gloria" de Dios que se transparenta en la humanidad de J e s ú s : en s u s palabras, en s u s gestos, en s u s actitudes y en s u s opciones. Y que nuestro culto no sea exterior, sino "en espíritu y en verdad". Si no, nuestras iglesias y templos dejarán de ser "la casa del Padre", el lugar donde debemos aprender a ser hijos y hermanos, para convertirse en espacios de u n a religión pervertida que adora a esos ídolos que cada cual se construye "a s u imagen y semejanza", pero que en realidad nos destruyen y deshumanizan.

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ESTA ES LA COPA DE LA NUEVA ALIANZA

D^* ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para p r e p a r a r la próxima reunión nos fijaremos en los cuatro relatos del Nuevo Testamento que se refieren a la institución de la eucaristía d u r a n t e la última cena. Los pasajes son los siguientes: Mt 26,26-30; Me 14,22-25; Le 22,14-21 y 1 Cor 11,23-26. Fijándonos en s u s semejanzas y diferencias, tratamos de responder a esta pregunta: ¿Podrías encontrar en cada uno de estos pasajes un elemento o detalle que no aparezca en los demás?

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La reunión de hoy la vamos a dedicar a reflexionar sobre los gestos y las palabras que están en la raíz de nuestras celebraciones eucarísticas. Pretendemos conseguir los siguientes objetivos: • Ahondar en el relato de la última cena que nos presenta Lucas para comprender su enfoque sobre dicho acontecimiento. • Animarnos a vivir la eucaristía como esa "comida especial" en la que hacemos memoria viva de Jesús. • Entender lo sucedido en la última cena a la luz de la Pascua judía y de la vida y muerte de Jesús. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia Nuestra reunión de hoy estará centrada en los relatos de la última cena. Nos fijaremos, sobre todo, en las palabras que J e s ú s pronuncia al tomar el pan y el vino de la mesa, cambiando así el sentido que estos gestos tenían en la liturgia pascual de los judíos. Los pasajes a los que nos referimos son: Mt 26,26-30; 105

Me 14,22-25; Le 22,14-21 y 1 Cor 11,23-26. Comparando unos con otros, queríamos responder a esta pregunta: ¿Podrías encontrar en cada uno de estos pasajes un elemento o detalle que no aparezca en los demás? 0& Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - El relato de Mateo y el de Marcos presentan muchas coincidencias entre ellos. Probablemente tienen un mismo origen y reflejan el modo de celebrar la eucaristía propio de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén. Aun así, Mateo -a diferencia de Marcos- añade la expresión "para el perdón de los pecados" en las palabras que Jesús pronuncia sobre el vino (en referencia a Is 53,10-12). - Algo parecido podemos suponer a propósito de Lucas y la primera carta a los Corintios, cuyas semejanzas han hecho pensar que estos pasajes reflejan el ritual de la "fracción del pan" en la comunidad de Antioquía. La diferencia más llamativa es que el relato de Lucas habla de dos copas, aunque solo la segunda es puesta en relación con la sangre de Jesús -la primera, en cambio, está vinculada a la llegada definitiva del Reino de Dios-, mientras que tanto la primera carta a los Corintios como Mateo y Marcos mencionan este hecho después de los gestos eucarísticos. Finalmente, las palabras "haced esto en memoria mía" solo se dicen en Lucas a propósito del pan, mientras que 1 Cor las repite también para el vino. Ni Marcos ni Mateo contienen este mandato. - Si seguimos comparando entre sí estos dos grupos de textos, podemos constatar más diferencias. La más importante se encuentra en las palabras de Jesús sobre la copa. En Marcos y Mateo se menciona primero la "sangre" y luego la "alianza", pensando seguramente en la del Sinaí (Ex 24,8). En Lucas y en la primera carta a los Corintios, el orden es inverso y, además, se habla de la "nueva alianza", en referencia a aquella anunciada por Jeremías (Jr 31,31). En resumen, podemos decir que las semejanzas entre ambas "tradiciones" -Mateo y Marcos, por una parte, y Lucas y la primera carta a los Corintios, por otra- se explican por su referencia a un hecho de cuya originalidad e historicidad no se puede dudar. Las diferencias, en cambio, impiden reconstruir las palabras exactas que Jesús pronunció en aquella ocasión, pero reflejan el modo diverso como se celebraba la "cena del Señor" en las primeras comunidades cristianas. 106

GUIA DE LECTURA "Esto e s mi cuerpo" Antes de comenzar, buscamos Le 2 2 , 1 4 - 2 1 . >- Ambientación Ante la inminencia de su muerte, J e s ú s quiso despedirse de los suyos en el marco de u n a cena de Pascua. En torno a aquella mesa realizó unos gestos y pronunció u n a s palabras que, en plena sintonía con el conjunto de toda su vida, querían explicar también el sentido de su muerte. > Miramos nuestra vida Comer j u n t o s es siempre mucho más que ingerir alimentos. La mesa compartida nos sirve para expresar sentimientos, celebrar acontecimientos y alimentar relaciones que para nosotros son importantes. Y aunque vivimos en la sociedad de las prisas y nuestras costumbres h a n cambiado, seguimos teniendo necesidad de celebrar "comidas especiales". Pensemos en ello y respondamos a estas preguntas: - ¿Por qué crees que seguimos dando tanta importancia al hecho de comer juntos? ¿Qué queremos expresar con ello? - ¿Recuerdas alguna "comida especial"? ¿Podrías contar una experiencia en la que el hecho de compartir la mesa con otros esté ligado a algún acontecimiento significativo de tu vida? > Escuchamos la Palabra de Dios El hecho de que J e s ú s quisiera despedirse de s u s discípulos en torno a u n a mesa no es u n a casualidad, pues también a él la comida compartida le ayudó a comunicar vivencias y expresar actitudes. Al profundo significado que Israel daba a la cena de la Pascua, J e s ú s le añadió nuevos gestos y palabras con los que quiso dar sentido a u n momento crucial de su vida. • Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para acogerla. En silencio, invocamos la presencia del Espíritu. • Un miembro del grupo lee en voz alta Le 22,14-21. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. 107

• Respondemos juntos a estas preguntas: - ¿Con qué actitud se dispone Jesús a comer su última Pascua con los discípulos? - ¿Qué sentido da a la primera copa que les reparte? - ¿Qué palabras pronuncia al partir el pan? ¿Cómo ayudan a entender el sentido de su vida y de su muerte? -¿Y las palabras sobre el vino? Consulta Jr 31,31-34 y encontrarás ayuda para responder. > Volvemos sobre nuestra vida Algunas de nuestras "comidas especiales" lo son, entre otras cosas, porque las podemos repetir periódicamente. Tampoco la última cena fue u n hecho aislado, pues J e s ú s mandó a sus discípulos: "Haced esto en memoria mía". Con ello no solo les invitaba a repetir mecánicamente s u s gestos y palabras cada vez que celebrasen la eucaristía, sino sobre todo a saber imitar su estilo de vida entregada por amor. Sin eso, la "cena del Señor" se vaciaría de contenido y ya no sería esa "comida especial" que nos alimenta como cristianos. Reflexionemos sobre ello y respondamos a estas preguntas: - ¿Vives la eucaristía como una "comida especial" en tu vida? ¿Cómo te ayuda a expresar tu relación con Jesús, a celebrar su memoria, a vivir como él vivió? - ¿Cómo deberías traducir en tu día a día eso de ser para los demás un "pan que se parte" y un "vino que se derrama"? > Oramos Concluimos nuestro encuentro con u n momento de oración partiendo de lo que la Palabra de Dios nos h a ayudado a compartir y profundizar. Para ambientar este momento colocamos en el centro de la sala u n p a n partido y u n a copa de vino. • Tras prepararnos con u n breve silencio, leemos de nuevo Le 22,14-21. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente a la luz del relato de la última cena. • Acabamos entonando algún canto eucarístico. 108

Bg= EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Ya hemos recordado al comenzar este tema que los relatos sobre "la institución de la eucaristía" que podemos leer en el Nuevo Testamento son cuatro (Mt 26,26-30; Me 14,22-25; Le 22,14-21 y 1 Cor 11,23-26} y hemos explicado, además, cómo hay que entender tanto sus semejanzas como sus diferencias. Es bien conocido, por otra parte, que la narración de Lucas destaca entre las demás por contener algunos elementos peculiares que no encontramos en ninguna otra. El más característico de ellos es, como ya ha quedado dicho, la existencia de dos copas (Le 22,17 y Le 22,20). Algunos explican este hecho teniendo en cuenta que, para los evangelios sinópticos, la última cena de J e s ú s fue una cena pascual (Le 22,7.15) en la que, según la costumbre de la época, se consumían varias copas de vino. Otros, en cambio, insisten en que Lucas ha querido poner de relieve que la Pascua de los judíos (representada en la primera copa) ha quedado superada por la Pascua de J e s ú s (simbolizada en la segunda). La primera parte del texto (Le 22,14-18) subraya el carácter de despedida de esta cena, que tiene por ello cierto carácter "testamentario" (Le 22,25-30). Jesús se sienta a la mesa con sus discípulos mostrando su enorme deseo de comer la Pascua con ellos por última vez. La insistencia en el "vosotros" caracteriza todo el pasaje (Le 22,15.17.19.20) y subraya el clima de comunión y solidaridad que Jesús quiere establecer con los suyos, más allá incluso de su propia muerte. De ahí que se reparta una misma copa, aun cuando la costumbre era que cada cual bebiera de la suya. Más todavía, la perspectiva de la pasión cercana no destruye la esperanza, sino que la proyecta hacia el cumplimiento definitivo de la salvación futura. Así, la primera copa de vino expresa el convencimiento de la llegada inminente del Reino de Dios anunciado por Jesús. La segunda parte (Le 22,19-20) depara mayores sorpresas. Por un lado, lo que Jesús hace con el pan -"tomarlo", "dar gracias", "partirlo" y "darlo"- no es en absoluto inusitado. Se corresponde con lo que el anfitrión o padre de familia debía realizar no solo en la cena pascual, sino también en otro tipo de comidas bien conocidas en el judaismo (Le 9,16). Con el vino "hizo lo mismo", tal y como mandaba el ritual. Pero el sentido original de dichos gestos resulta profundamente modificado por unas palabras que interpre109

tan estas acciones a la luz de la vida de Jesús y adelantan el significado de su muerte. En efecto, el pan que se usaba en la cena pascual era un pan sin levadura. Con él se simbolizaba la aflicción ligada a la esclavitud y la precipitación con la que Israel tuvo que salir de Egipto (Éx 12,33-34). En cambio, al repartirlo entre sus discípulos, Jesús afirma: "Esto es mi cuerpo". Para entender estas palabras hemos de recordar que, en la Biblia, el "cuerpo" no es la parte material del ser humano, ni se contrapone al "alma" entendida como principio espiritual. La mentalidad israelita concibe a la persona como unidad y habla de su "cuerpo" cuando quiere presentarla como un ser en relación con los demás. Por tanto, al partir el pan y darlo a comer a los suyos, J e s ú s hace un gesto de donación total de sí mismo. Y, por si no quedara claro, añade: "Que se entrega por vosotros". Con esto se identifica con el Siervo de Yahvé que aparece en Is 53,10-12 (Le 22,27) y que se ofrece voluntariamente en favor de todos. El "ser para los demás" ha sido la tónica de toda la vida de J e s ú s y lo será hasta la muerte, una muerte que, a la luz de esa misma profecía, adquiere el valor de un sacrificio salvador. El mandato con el que culminan estas palabras -"haced esto en memoria mía"- invita a repetir estos mismos gestos y palabras como "memorial" de Jesús. Es evidente que, al recordarlos, Lucas está pensando también en el modo como su comunidad celebraba la "fracción del pan" siguiendo el mandato de su Señor y actualizando su presencia viva en medio de ella (Le 24,30-31). Acabada ya la cena, Jesús vuelve a ofrecer una misma copa de vino a los suyos afirmando: "Esta es la copa de la nueva alianza sellada con mi sangre". Es bien conocido en el Antiguo Testamento que la sangre de las víctimas servía para establecer acuerdos; así sucedió, por ejemplo, en la alianza del Sinaí (Éx 24,8). Pero aquí Jesús se refiere a aquella alianza "nueva", prometida por Jeremías y caracterizada por el conocimiento íntimo de Dios y la reconciliación con él (Jr 31,31-34). La verdadera salvación, por tanto, no se forjó en el Éxodo, sino que se realizará gracias al sacrificio de Jesús en la cruz y será corroborada con su "sangre". Un elemento que, según la Biblia, alberga lo más íntimo y sagrado de la vida (Lv 17,11-14). Una vida -la de J e s ú s - "derramada" a causa de una muerte violenta, pero que mostrará su fecundidad "por vosotros" al establecer una relación nueva y definitiva de Dios con la humanidad. 110

PARA PROFUNDIZAR La última cena de J e s ú s La última cena de J e s ú s con s u s discípulos es u n acontecimiento bien conocido no solo por los evangelios, sino también por las cartas de Pablo. Todos estos escritos -excepto el relato de J u a n , que presenta los hechos de u n modo muy diferenterecogen las palabras que J e s ú s pronunció sobre el pan y el vino, dando así u n nuevo significado a los gestos rituales propios de la Pascua judía (Mt 26,26-30; Me 14,22-25; Le 22,14-21 y 1 Cor 11,23-26). Como no podemos exponer la visión particular de cada pasaje, los tomaremos en su conjunto a u n a riesgo de simplificar, sabiendo que no todo lo que diremos se refleja del mismo modo en cada uno de ellos. Pero para concretar su sentido debemos aclarar u n a cuestión previa. ¿Fue la última cena de Jesús una cena pascual? La última cena fue u n a comida solemne, especial, de despedida, realizada en la cercanía de la Pascua, pero ¿fue realmente u n a cena pascual? Los evangelios sinópticos dan u n a respuesta positiva a esta pregunta (por ejemplo, Me 14,12). En cambio, el relato de la pasión contenido en el cuarto evangelio contradice este dato porque afirma que J e s ú s fue arrestado antes de que dicha celebración tuviera lugar (Jn 18,28). Esta discrepancia cronológica h a llevado a los estudiosos a presentar diversas hipótesis para tratar de armonizar los datos, pero ninguna explicación convence a todos y son muchos los que piensan que, desde u n punto de vista estrictamente histórico, hay que dar la razón a J u a n . No obstante, hemos de recordar que el cuarto evangelio silencia lo que J e s ú s hizo con el p a n y el vino durante la última cena. Por tanto, queda claro que siempre que el Nuevo Testamento se refiere a la institución de la eucaristía cristiana lo hace en el marco de la Pascua judía. Todo ello nos ofrece u n a clave decisiva para entender lo que sucedió aquella noche. A la luz de la Pascua judía Son m u c h a s las ocasiones en las que, según los evangelios, J e s ú s aparece sentado a la mesa común, tanto con s u s amigos como con s u s adversarios. Una costumbre que, por otra parte, 111

está cargada de significado y se vincula estrechamente al mensaje que quiso comunicar con su palabra y con su vida. Sus comidas con los pecadores, por ejemplo, eran u n modo de visualizar la llegada del Reino que él anunciaba. Un Reino en el que Dios Padre desea reunir a todos s u s hijos e hijas en torno a u n banquete abierto del que no quiere excluir a nadie. Y es que, en la cultura bíblica, el hecho de "comer juntos" implicaba mucho más que la simple necesidad de alimentarse para reponer fuerzas. En torno a la mesa compartida se expresaban valores h u m a n o s y religiosos fundamentales. Un buen ejemplo de ello era la cena de Pascua, en la que se celebraba la liberación de Egipto con u n a comida sagrada que tenía lugar en el ámbito familiar. A lo largo de la misma se utilizaban diversos elementos - p a n ácimo, varias copas de vino, hierbas amargas...- cuyo simbolismo estaba ligado a los diferentes aspectos de la fiesta. Entre ellos destacaba el cordero previamente sacrificado en el templo. El relato de los acontecimientos del Éxodo ayudaba a recordar el sentido de la celebración. Las oraciones que acompañaban este ritual lo envolvían en u n clima de bendición, alabanza y acción de gracias por la salvación obtenida y ratificada en la alianza del Sinaí. Su carácter comunitario servía para fortalecer los vínculos de solidaridad y la pertenencia al pueblo elegido y rescatado por Yahvé. En otras palabras, la Pascua era vivida como "memorial" del Éxodo. Con este término nos referimos a u n a "conmemoración" que abarca las tres dimensiones del tiempo. En primer lugar se dirige hacia el pasado, para recordar unos acontecimientos en los que Israel veía cifrada su propia salvación. En segundo lugar lo celebra en el presente, para actualizar y experimentar de nuevo el paso liberador de Yahvé en la historia del pueblo. E n tercer lugar, y como consecuencia de todo ello, el "memorial" se proyecta hacia el futuro. La Pascua se vivía así con u n fuerte sentido de esperanza en la llegada de la salvación definitiva. Tomar parte en ella era tanto como prepararse para sentarse u n día con el Mesías en el banquete del Reino de Dios. La Pascua reinterpretada Estas consideraciones iluminan los relatos de la última cena tal y como nos los presentan los evangelios. Comer en común, partir el pan, beber u n a copa de vino, pronunciar oraciones de bendición y acción de gracias, vincular estos gestos a la alianza 112

e invitar a repetirlos como "memorial"... son elementos relacionados con el carácter pascual de dicha celebración. Pero la referencia a la Pascua judía no puede explicar del todo lo que ocurrió en aquella ocasión. Más que la continuidad con el ritual establecido, lo que destaca aquí es la originalidad radical que J e s ú s confirió a unos gestos bien conocidos al pronunciar sobre ellos u n a s palabras totalmente inesperadas. En efecto, u n a mirada m á s cuidadosa nos revela que el interés de los evangelistas no parece centrarse en describir el desarrollo de la última cena desde las categorías y símbolos del judaismo. La prueba de ello es que ni siquiera se mencionan en su desarrollo elementos tan importantes como el cordero. Lo que ocupa el primer plano no es, por tanto, lo tradicional, sino lo novedoso que J e s ú s realiza en esa circunstancia y que apunta no tanto a la Pascua judía cuanto a la Pascua de J e s ú s . Por tanto, ¿qué quiso significar J e s ú s cuando reunió a s u s discípulos en vísperas de su muerte y les dio de comer p a n y de beber u n a copa de vino, afirmando que eran su "cuerpo" y su "sangre" entregados por ellos y por todos? Por u n a parte, son gestos que, mirando al pasado, resultan coherentes con toda su vida entendida como servicio solidario (Me 10,45). Al hacer donación voluntaria de toda su persona -"cuerpo" y "sangre"-, J e s ú s sella el testamento de u n a existencia libre y liberadora, totalmente entregada por los demás. Con ello, y mirando también al futuro, se anticipa el sentido de u n a muerte que ratificará la autenticidad de toda su trayectoria vital en obediencia al Padre y será fuente de perdón y salvación. De este modo inaugura u n a alianza nueva y definitiva, gratuita y universal entre Dios y la humanidad. Además, J e s ú s quiere que los suyos entren en profunda comunión con él, se alimenten de s u s mismas actitudes y participen en su destino. Por eso les invita a compartir u n único p a n y a beber de su misma copa, añadiendo además u n encargo: "Haced esto en memoria mía" (Le 22,19; 1 Cor 11,24-25). Pero no b a s t a con que s u s discípulos repitan ritualmente estos gestos y palabras como recuerdo de su muerte. A través de ellos h a n de hacer presente la fuerza salvadora de su entrega mediante u n a vida de servicio y fraternidad, proclamando así s u esperanza "hasta que él vuelva" (1 Cor 11,26) e instaure plenamente s u Reino. Un m a n d a t o que las comunidades crist i a n a s se tomaron muy en serio desde el principio. Por eso se 113

reunían el domingo para celebrar lo que ellos llamaban la "cena del Señor" o "fracción del pan" - e s decir, la eucaristía(Hch 2,42.46) como signo de la presencia viva de J e s ú s resucitado en medio de ellos (Le 24,30-31).

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HABIENDO AMADO A LOS SUYOS, LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO

B ^ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar la próxima reunión leeremos u n a selección de textos paulinos que tratan de iluminar el misterio de la muerte de Cristo, tan cruel e incomprensible desde el punto de vista humano. Los pasajes en cuestión son los siguientes: Rom 4,25; 5,8; 8,32; 1 Cor 15,3; Gal 1,4 y Ef 5,2. Queremos responder a estas preguntas: ¿Por qué motiuos se entregó Jesús a la muerte? ¿Qué efectos tuvo este acontecimiento para nosotros?

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El evangelio de J u a n presenta la última cena de u n modo muy diferente a como lo hacen los sinópticos. Lejos de confundirnos, todo ello nos ayudará a profundizar más en el sentido de la muerte y resurrección de Jesucristo. Queremos alcanzar los siguientes objetivos: • Captar el sentido del "lavatorio de los pies" y su relación con la eucaristía en el contexto del misterio pascual de Jesús. • Estimular nuestra capacidad de servicio a la luz de la donación total que J e s ú s hizo de su vida. • Entender el sentido expiatorio de la muerte de Cristo dentro del plan salvador de Dios. LECTURAS BÍBLICAS Puesta e n común sobre los t e x t o s de referencia La muerte de Cristo en la cruz puede ser considerada desde muchos puntos de vista. Históricamente hablando, fue el resultado de u n conflicto creciente entre J e s ú s y las autoridades de 115

Jerusalén, que acabaron condenándolo como blasfemo, enemigo del templo y transgresor de la Ley e instigaron al gobernador romano para que lo ejecutara como rebelde político. Pero los escritos del Nuevo Testamento no se conforman con u n análisis de este tipo, sino que tratan de integrar este acontecimiento en la lógica de toda la historia de la salvación. Un buen ejemplo de ello son los pasajes paulinos que hemos leído para preparar esta reunión: Rom 4,25; 5,8; 8,32; 1 Cor 15,3; Gal 1,4 y Ef 5,2. Con ellos queríamos responder a estas preguntas: ¿Por qué motivos se entregó Jesús a la muerte? ¿Qué efectos tuvo este acontecimiento para nosotros? f¡W Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - Los pasajes leídos afirman que Cristo se entregó a la muerte -o fue entregado por el Padre- "por nosotros" (Rom 4,25; 8,32; Ef 5,2), "por nosotros cuando aún éramos pecadores" (Rom 5,8), "por nuestros pecados" (1 Cor 15,3). - Ahora bien, la preposición "por" tiene varios sentidos, y cada uno de ellos daría lugar a un modo diferente de comprender dichas expresiones. Cristo habría sido crucificado o bien "en lugar de" los pecadores -recibiendo su castigo de manera vicaria-, o bien "a causa" de nuestros pecados -como consecuencia del mal de este mundo-, o bien "a favor de" ellos. Y parece que la interpretación más justificada en el caso de Pablo sería la tercera. De hecho, la carta a los Gálatas lo expresa más claramente cuando dice que Jesucristo, el Señor, "entregó su vida para liberarnos de nuestros pecados y de la perversión de este mundo" (Gal 1,4). Con ello podemos entender mejor en qué sentido la muerte de Jesús nos ha beneficiado. - Importa subrayar también que la entrega que Jesús hace de sí mismo no es algo impuesto por las circunstancias, sino que se realiza "según las Escrituras" (1 Cor 15,3), es decir "conforme a lo dispuesto por Dios" (Gal 1,4). Entendiendo -y esto es fundamental- que el designio divino es siempre u n designio de salvación (Rom 4,25), movido por su amor a la humanidad pecadora (Rom 5,8). Hasta el punto de consentir en pagar el precio de "no perdonar a su propio Hijo" (Rom 8,32). Jesús -movido por las mismas motivaciones que el Padre- asume esto plenamente al ofrecerse como "sacrificio" (Ef 5,2). " 116

Seguiremos profundizando sobre esta manera de entender la muerte de Jesús en el apartado "Para profundizar" de este mismo tema. GUÍA DE LECTURA "Seréis dichosos si ponéis esto en práctica" Antes de comenzar, buscamos J n 13,1-17. > Ambientación En nuestra reunión de hoy volvemos a sentarnos con J e s ú s en la última cena. Pero lo hacemos siguiendo el evangelio de J u a n . Por eso, en vez de contemplar a J e s ú s partiendo el pan, lo veremos lavando los pies a s u s discípulos, u n gesto de servicio que nos ayuda a comprender a ú n m á s en profundidad el sentido de su muerte en la cruz. >* Miramos nuestra vida Todos hemos experimentado alguna vez la satisfacción de hacer algo "por otros" y reconocemos lo muy felices que parecen las personas que se dan a los demás. Pero también sabemos lo mucho que nos cuesta ponernos al servicio de nuestros semejantes. Más todavía, cuando echamos u n a mano, calculamos las consecuencias y hasta nos da miedo que nos tomen por tontos si nos pasamos de serviciales. Reflexionamos sobre ello y respondemos a estas preguntas: - ¿Qué dificultades y resistencias experimentamos cuando tenemos que hacer algo "por los demás"? - ¿Podríamos contar alguna experiencia en la que nos hayamos sentido felices de ayudar a otras personas? > Escuchamos la Palabra de Dios La vida de J e s ú s fue u n a entrega constante y sin reservas; su muerte, la consecuencia de u n amor sin límites "por nosotros". De él podemos decir de verdad que murió "en acto de servicio". Desde esta perspectiva, entenderemos mucho mejor su gesto de lavar los pies a los discípulos durante la última cena. • Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para acogerla. En silencio, invocamos la presencia del Espíritu. 117

• Un miembro del grupo lee en voz alta J n 13,1-17. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos juntos a estas preguntas: - ¿Qué gesto realiza Jesús en este episodio? ¿En qué ocasión tiene lugar esta escena? - ¿Cómo reaccionan los discípulos ante esta iniciativa de Jesús?¿Por qué? - ¿Cómo reacciona Jesús ante la negativa de Pedro? ¿Qué le dice? ¿Por qué? - ¿Qué sentido da Jesús a este gesto? ¿Qué quiere mostrar con él? - ¿Crees que el lavatorio de los pies tiene algo que ver con la celebración de la eucaristía que los demás evangelistas sitúan en la última cena? V Volvemos sobre nuestra vida Contemplar a Jesús lavando ios pies de sus discípulos es tanto como ahondar en el sentido de su muerte "por nosotros": el misterio de u n amor sin límites que nos invita a situarnos en su misma lógica de servicio. Ahí nos jugamos el sentido y la coherencia de nuestra vida cristiana; ahí radica la posibilidad de encontrar u n a felicidad que no depende solo de "saber" estas cosas, sino sobre todo de "ponerlas en práctica". Reflexionemos sobre ello y respondamos a estas preguntas: - ¿Cómo te ayuda esta escena del evangelio a pasar de lo que "sabes" sobre Jesús a ponerlo realmente en práctica en tu vida de cada día? - ¿Qué gestos concretos de servicio "por otros" te está pidiendo el Señor en este momento? >• Oramos Nuestro encuentro acaba, como siempre, con u n momento de oración. Ambientamos nuestra plegaria colocando en medio de la sala u n a palangana con agua y u n a toalla. J u n t o a ella colocamos esta frase: "Nos amó hasta el extremo". • Tras prepararnos con u n breve silencio, leemos de nuevo J n 13,1-17. 118

• Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente en forma de petición, alabanza o acción de gracias. • Concluimos este momento cantando j u n t o s Ai atardecer de la vida u otro canto apropiado. C®5 EXPLICACIÓN DEL PASAJE Acabamos de leer una versión de lo acontecido en la última cena que difiere mucho de la que encontramos en los evangelios sinópticos, tal y como vimos en el tema anterior. Con ella se inicia la segunda parte del evangelio de Juan, conocida como el "Libro de la Pasión y de la Gloria" (Jn 13-20). Lo llamativo, en este caso, es que el relato silencia la institución de la eucaristía y la sustituye por otro gesto sorprendente: el lavatorio de los pies. Para interpretar su significado no podemos prescindir de la solemne introducción que encabeza el pasaje. Todo lo que suceda a partir de ahora -también la ejecución de J e s ú s - se h a de contemplar y entender a la luz de lo que se dice en J n 13,1-3. En la proximidad de la Pascua judía, Jesús realiza su propia Pascua, su "paso" de este mundo al Padre. Y lo hace con perfecta conciencia de la gravedad del momento. Ni siquiera la traición de Judas le pilla de sorpresa. El Señor sabe muy bien que ha llegado su "hora". Humanamente se trata de la hora del fracaso de su proyecto, pero la mirada de la fe nos la descubrirá como la hora de la glorificación de Jesús, de su victoria sobre la muerte. Es la hora de volver al lado del Padre, de quien había venido. Es, en ñn, la hora de un amor que no se ha reservado nada para sí y está dispuesto a llegar "hasta el extremo". En este contexto general hay que advertir, además, que lavar los pies era considerado un gesto de cortesía hacia el huésped. No obstante, solo un inferior -los esclavos, los criados o las mujerespodía realizarlo respecto a un superior, ya que ese acto implicaba siempre cierta humillación (1 Sm 25,41). Jesús, en cambio, invierte los papeles y, despojándose de su manto, signo de su poder como rey-mesías, se pone en el lugar del que sirve (Le 22,27). ¿Cómo entender, entonces, un gesto tan chocante y hasta escandaloso? La explicación contenida en el pasaje se mueve en un doble nivel: 119

La primera interpretación se ofrece en forma de diálogo (Jn 13,6-11). Pedro se resiste a que su Maestro le lave los pies y se humille en su presencia. Jesús quiere darle a entender que lo que está haciendo con él no es solo lo que parece, sino que tiene un sentido más profundo que únicamente podrá comprender "después". Dicho de otra manera, solo después de la Pascua, los discípulos estarán capacitados para entender de verdad la vida y la enseñanza de su Maestro (Jn 2,22). Desde este punto de vista, el lavatorio de los pies adelanta simbólicamente la muerte de Jesús en la cruz, porque el mayor servicio que él nos ha prestado es el de dar la vida por nosotros. Él es el Siervo de Dios, dispuesto no solo a realizar un gesto de humildad, sino a entregarse hasta las últimas consecuencias en favor de nosotros. Si uno no deja que Jesús le lave los pies es como si rechazase el plan de Dios; es como si no reconociese que su muerte nos ha limpiado y que la salvación nos llega gracias a su sangre derramada por amor (1 J n 1,7). Por eso no puede tener parte en la herencia que Jesús recibe del Padre y quiere compartir con sus hermanos. No puede contarse entre los suyos. No está en comunión de vida con él porque no ha entendido el verdadero sentido de su misión. La segunda interpretación saca las consecuencias de la primera para aplicarlas a la vida del discípulo. Se da en forma de discurso (Jn 13,12-17) y resulta más sencilla de entender, aunque no por eso más fácil de llevar a la práctica. Las palabras que Jesús pronuncia una vez que ha terminado de lavar los pies a los suyos nos presentan este gesto como un ejemplo a seguir: "Si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros". La vida de Jesús, totalmente entregada, se convierte en un modelo para todo el que le sigue. Si el que debía ser servido como Señor no ha hecho otra cosa que servir y dar la vida por amor, con cuánta más razón los que le siguen deberán ser siervos los unos de los otros. El enviado no puede hacer otra cosa que repetir al pie de la letra lo que aprendió del que lo envió. Al final, podemos entender mejor por qué el evangelio de J u a n ha omitido el relato de la institución de la eucaristía para sustituirlo por el del lavatorio de los pies. No se trata de desinterés por el sacramento de la "fracción del pan", al que se refiere con gran profundidad en otros lugares (Jn 6). Lo que el cuarto evangelio quiere que entendamos es que ambos gestos están muy relacionados y no se pueden separar. Tanto uno como otro nos ayudan a comprender las motivaciones más profundas de la vida de Jesús y 120

el sentido de su muerte como acto de donación suprema, a la vez que nos animan a entregarnos por los demás, como él hizo. Si participamos en la eucaristía -"partimos el pan"- pero no servimos -"lavamos los pies"- a quienes nos rodean, no hemos celebrado de verdad el memorial del Señor, que entregó su cuerpo y derramó su sangre para mostrarnos su amor. En comprender y vivir esto radica la felicidad del discípulo: "Sabiendo esto, seréis dichosos si lo ponéis en práctica". PARA PROFUNDIZAR "Por nosotros y nuestros pecados" La crucifixión era u n tormento cruel y humillante que la misma Escritura califica como "maldición de Dios" (Dt 21,23). Sorprende, pues, que los escritos del Nuevo Testamento afirmen que la muerte de J e s ú s en la cruz está estrechamente vinculada a n u e s t r a redención. Más todavía, que es u n acontecimiento "necesario" p a r a que el plan de salvación de Dios se p u e d a cumplir plenamente (Le 24,26). De ahí que ya los primeros "credos" e "himnos" cristianos insistan en que el Señor murió "por nosotros" o "por nuestros pecados" (1 Cor 15,3; 1 Pe 2,22-24). Así, lo que h u m a n a m e n t e solo podía ser visto como fracaso y "escándalo" (1 Cor 1,23) es considerado desde la fe como causa de salvación. La paradoja es tan fuerte que necesita ser aclarada. La muerte de Cristo como sacrificio expiatorio Aunque no hay u n único modo de explicar el valor redentor de la cruz, sí existe u n a manera de hacerlo que aparece en diversos escritos del Nuevo Testamento y que requiere ser considerada con cierta detención. Nos referimos a la categoría del "sacrificio expiatorio" como modelo para entender el misterio pascual de Cristo. Llamamos "expiatorios" a aquellos sacrificios cuyo objetivo era obtener el perdón de los pecados (Lv 4-5.16). Así podemos entender mejor lo que los autores bíblicos pretenden afirmar cuando enfocan la muerte de J e s ú s desde esta perspectiva. A saber, que en la cruz de Cristo se h a realizado de u n a vez para siempre aquello que los sacrificios de la antigua alianza n u n c a pudieron conseguir: la reconciliación perfecta entre Dios y la humanidad (Heb 10,11-18). 121

Así se entiende lo que J e s ú s hizo y dijo durante la última cena, queriendo dar u n sentido a su muerte ya próxima. Por u n lado, s u s gestos y s u s palabras le identifican con el Siervo que sufre por el pueblo y da su vida como rescate "por todos" (Is 53,7-12; Me 10,45). Por otro, se pone en lugar de la víctima expiatoria cuya sangre se derrama "para el perdón de los pecados" (Mt 26,28). ¿Un Dios sádico? Reconozcamos, no obstante, que todo ello plantea problemas a nuestra sensibilidad moderna. De entrada no resulta fácil comprender que la ejecución de J e s ú s en la cruz pueda ser coherente con la voluntad de Dios ni con su designio salvador. ¿Qué clase de padre puede entregar a su hijo para que sea ejecutado de u n a forma tan espantosa? ¿No podía habernos reconciliado consigo de u n modo menos cruento? ¿Es Dios u n ser justiciero que solo aplaca su ira cuando la ofensa que le h a causado el pecado es reparada castigando al inocente en lugar de los culpables?

no lo hizo para que lo matasen, de modo que su sangre saldase la deuda de la humanidad, sino para mostrarnos u n camino de reconciliación definitiva en el que el ser h u m a n o , liberado de todo lo que le daña, pueda reencontrarse con su vocación originaria de ser "hijo" y "hermano". Este es el ideal que se h a encarnado en J e s ú s , hecho hombre por nosotros. Un ideal que se nos propone como modelo desde u n a vida entregada en obediencia a Dios y servicio a los demás. No hay mayor amor que dar la vida La fidelidad a ese proyecto de amor promovido por el Padre fue la que movió a J e s ú s a anunciar la paz, la justicia, la reconciliación y la misericordia. Pero su oferta fue rechazada por u n mundo marcado por la injusticia, la mentira, la violencia y el egoísmo. No podía ser de otra manera. Lo mismo les había sucedido a los profetas. La cruz es la consecuencia "necesaria" del anuncio del Reino y de s u s valores alternativos en u n a realidad sumergida en el pecado.

Aunque ciertas interpretaciones teológicas medievales pudieran dar lugar a esta visión, lo cierto es que esta choca frontalmente con la imagen del Dios del evangelio, que ofrece su perdón de modo incondicional. Incluso los pasajes que afirman que fue el Padre quien "entregó" a su Hijo a la muerte lo hacen dejando muy claro que no lo hizo porque necesitase ajustar cuentas con la humanidad pecadora, sino por amor a ella y por deseo de salvarla (Rom 5,6-8; 1 J n 4,10). Un proyecto al que J e s ú s se s u m a con todas las consecuencias (Jn 13,1; 15,13; Gal 2,20; Ef 5,2; Heb 10,5-10).

Y J e s ú s , cuando vio aproximarse su "hora", aceptó libremente u n a muerte que h u m a n a m e n t e le repugnaba. Pero no como quien se resigna a u n a fatalidad, sino interpretándola en continuidad con su servicio incondicional a u n a causa animada por u n amor sin límites. Podía haberse echado atrás, pactando u n a solución con s u s adversarios, pero optó por comprometerse h a s t a el final con su misión a favor de los seres h u m a n o s y asumió las consecuencias. Su donación total hasta la cruz no hizo sino confirmar la autenticidad y coherencia de toda su trayectoria vital. Sólo en ese sentido es posible decir que J e s ú s murió "según la voluntad de Dios".

Dios nos ha mostrado su amor cuando aún éramos pecadores Quede claro, por tanto, que lo que lleva a J e s ú s a la muerte no es el designio de u n Dios vengativo. La cruz no es fruto de la voluntad del Padre -que j a m á s puede complacerse en la sangre de u n justo-, sino de la voluntad del pecado. En ella se pone de manifiesto h a s t a dónde puede llegar el mal de este mundo y se experimenta la necesidad de verse liberados de él. Por tanto, no es Dios el que se h a distanciado del ser humano a causa del pecado, sino al revés. Y la prueba de ello es que no h a esperado a que nos convirtamos de nuestro mal para amarnos. Al contrario, adelantándose tomó la iniciativa de enviarnos a su propio Hijo cuando todavía éramos pecadores. Y

Por eso pódenlos afirmar que lo decisivo en el "sacrificio" de Cristo no fue su carácter cruento. La sangre vale no como expresión de sufrimiento, sino como signo de u n a vida "derramada" por la causa de la reconciliación que el Padre le había encargado. La cruz nos salva no por lo mucho que J e s ú s padeció en ella, sino por el amor "hasta el extremo" que manifiesta. Ahí radica la oferta de redención que Cristo nos h a hecho al mostrarnos que vale la pena vivir -y h a s t a morir- de u n modo nuevo ante Dios y ante los demás. Y el Padre, que lo "entregó" a esa tarea, le da la razón al resucitarlo de entre los muertos, acontecimiento que finalmente revela la "lógica" de lo que humanamente presenta tantos aspectos oscuros.

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Admiramos así la "belleza" de la cruz como signo privilegiado de u n a redención que no se da solo en la muerte de Cristo, pero que descubre en ella "la extrema radicalización del amor incondicional de Dios" (Benedicto XVI). Contemplarla desde la fe "salva" del pecado porque ella denuncia el mal que nos deshumaniza, nos mueve a la conversión y nos invita a entrar en el mismo dinamismo de esa vida entregada por amor. Así podremos ofrecer también nosotros el sacrificio incruento y cotidiano de u n a existencia identificada con la de J e s ú s y animada por s u s mismas motivaciones (Rom 12,1-2).

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EL PADRE NOS HA RECONCILIADO EN CRISTO

B ^ ¿9UÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar la próxima reunión leeremos varios pasajes del Nuevo Testamento en los que intentaremos descubrir cómo se comprendía el misterio de la salvación en las primeras comunidades cristianas. Los textos en cuestión son los siguientes: Me 2,1-12; Rom 8,18-23; Ef 2,11-22; Heb 2,10-18. Después de leerlos con atención tratemos de responder a estas preguntas: ¿Con qué palabras se describe la salvación de Dios obrada por Cristo? En estos textos, ¿a quiénes alcanza la salvación?

Pablo presenta su apostolado y la tarea de los cristianos de Corinto como un servicio de reconciliación. Este ministerio encuentra su razón de ser en la reconciliación realizada por Dios a través de Cristo. A la luz de esta reflexión, pretendemos alcanzar los siguientes objetivos: • Comprender el sentido de la salvación llevada a cabo por Jesús según algunas tradiciones del Nuevo Testamento. • Descubrir el misterio de la reconciliación obrada en Cristo como fuente y modelo de nuestro compromiso por la paz y la concordia. • Profundizar en la dimensión social y política de la reconciliación con Dios en el conjunto de la Biblia. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia A lo largo de todo el Nuevo Testamento nos encontramos con el acontecimiento central de la salvación de Dios obrada en 125

Jesucristo, pero visto desde diversas perspectivas y descrito con diferentes lenguajes. Como ejemplo de esta reflexión de los primeros cristianos hemos leído estos pasajes: Me 2,1-12; Rom 8,18-23; Ef 2,11-22; Heb 2,10-18. Al reflexionar sobre ellos queríamos responder a estas preguntas:

GUÍA DE LECTURA

¿Con qué palabras se describe la salvación de Dios obrada por Cristo? En estos textos, ¿a quiénes alcanza la salvación?

>- Ambientación Pablo quiere retomar las relaciones con los cristianos de Corinto. Forman u n a comunidad joven que, fundada tras u n a primera acogida entusiasta del apóstol y su evangelio, ahora se ha dividido y se h a distanciado de él a c a u s a de la labor posterior de otros misioneros. Por este motivo, Pablo recuerda que Dios les ha devuelto la amistad perdida a través de Cristo muerto y resucitado para que ellos sean testigos de la reconciliación con su propia vida.

Kü5 Tras la puesta en común de lo que han descubierto los miembros del grupo, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - Me 2,1-12: El evangelista Marcos describe la salvación que trae Jesús como perdón de los pecados. Este perdón se traduce a continuación en sanación corporal y reintegración en la sociedad. Según la concepción de la época, el pecador es el que ha roto su relación con Dios, y por ello sufre en su cuerpo enfermo las consecuencias, que a su vez lo convierten en u n marginado social. Jesús, al perdonar los pecados del paralítico, está restaurando su dimensión personal (enfermedad) y social (marginación). - Rom 8,18-23: En la parte central de la carta a los Romanos, Pablo habla de la salvación del ser humano que Dios lleva a cabo por medio de Cristo. Pero, sorprendentemente, va más lejos y afirma que esta salvación tiene dimensiones cósmicas. La creación entera espera una redención que Pablo describe como "liberación de la servidumbre de la corrupción". - Ef 2,11-22: El autor de la carta a los Efesios utiliza aquí diversas expresiones para mostrar la salvación que ha llegado a los paganos por la muerte de Cristo, a quien se refiere como "nuestra paz". Ahora, estos paganos están cerca de Dios, forman un solo cuerpo junto a los judíos, viven en paz, son familia suya, conciudadanos de ellos y forman parte del edificio de Dios. Esta reconciliación que une a judíos y paganos en un solo cuerpo (la Iglesia) tiene una clara dimensión social. - Heb 2,10-18: El texto presenta la obra de salvación de J e s ú s empleando el lenguaje del culto religioso. Cristo es el sumo sacerdote que se ofrece a sí mismo para conseguir el perdón de los pecados del pueblo. De este modo, el pueblo queda preparado para alcanzar la meta celestial. En este caso, la idea de santificación subraya mucho más una dimensión personal e íntima de la salvación. 126

"Dejaos reconciliar con Dios" Antes de comenzar, buscamos 2 Cor 5,18-21.

> Miramos nuestra vida Vivimos en u n mundo tremendamente dividido a todos los niveles: personal, familiar, social, internacional. Los conflictos están a la orden del día: rupturas, desigualdades, injusticias sociales, divisiones, violencias, guerras... Nos toca desenvolvernos en medio de este mundo tan amenazado y roto. Reflexionamos sobre ello y respondemos a estas preguntas: - ¿Qué rupturas o divisiones son las que más te preocupan? ¿Por qué? - ¿A qué se debe este ambiente? ¿Qué soluciones ofrece la propia sociedad? > Escuchamos la Palabra de Dios Las relaciones entre los miembros de la comunidad de Corinto se h a n deteriorado, dando lugar a diversas facciones. Por otro lado, Pablo h a sentido u n distanciamiento hacia él y u n profundo cuestionamiento de su propio ministerio. Por eso reacciona escribiendo esta carta. En su texto propone el ejemplo de lo que Dios h a hecho con ellos por medio de Cristo, que es fuente de la reconciliación y base de la concordia entre todos. • Invocamos al Espíritu antes de escuchar la Palabra para poder acogerla en nosotros. • Un miembro del grupo lee en voz alta 2 Cor 5,18-21. 127

• Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos j u n t o s a estas preguntas: - ¿Quién toma la iniciativa en todo lo que ha acontecido de novedoso en Pablo y en los corintios? - ¿Con qué palabras se describe la acción de Dios respecto a los cristianos de Corinto? ¿Cuántas veces se repiten en estos pocos versículos? - ¿Cuál es el papel de Cristo en la obra de reconciliación de Dios? - ¿Cuál es la tarea que Dios ha encomendado a Pablo y a todos los cristianos? ¿Con qué términos describe el apóstol el encargo recibido de parte de Dios? >• Volvemos sobre nuestra vida También nosotros nos sentimos apremiados por la exhortación de Pablo: debemos dejarnos reconciliar con Dios. Sólo si volvemos a Dios, que amándonos tanto en Cristo nos renueva y nos introduce en la dinámica de la gratuidad, podremos realizar el servicio de la reconciliación tan necesario en nuestro mundo. Pensemos en ello y tratemos de responder a las siguientes preguntas: - ¿En qué notas tu necesidad de reconciliarte con Dios? ¿De qué modos puedes experimentar hoy la reconciliación con Dios? - ¿De qué manera concreta puedes colaborar a la reconciliación en el ambiente en el que vives? >• Oramos Le pedimos al Señor que su Espíritu traiga su perdón a nuestros corazones y nos convierta en signos de concordia e instrumentos de su paz en medio de nuestro mundo. Terminamos orando a partir de lo que el texto de Pablo h a suscitado en nosotros. Para ambientar este momento, cada participante escribe en u n papel u n sinónimo de la palabra "reconciliación" o u n a intención que exprese su empeño en servir a la reconciliación; luego lo coloca a los pies de u n a cruz. • Tras u n breve silencio, leemos de nuevo 2 Cor 5,18-21. 128

• Rezamos personal y comunitariamente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Acabamos cantando o recitando el texto "Hazme instrumento de t u paz", de san Francisco de Asís. VW EXPLICACIÓN DEL PASAJE Muchos expertos en Pablo reconocen que la segunda carta a los Corintios, tal como ha llegado hasta nosotros, es el resultado de fundir varias cartas dirigidas en diversos momentos a la comunidad de Corinto. El texto que nos ocupa pertenecería a la sección que va desde 2 Cor 2,14 hasta 2 Cor 7,4. Por Corinto han pasado unos misioneros cuestionando la autoridad y el ministerio de Pablo, lo que ha generado un significativo distanciamiento entre los cristianos de la ciudad y el apóstol. Con el fin de aclarar la situación, Pablo reflexiona en estos capítulos sobre su ministerio apostólico y el de otros compañeros de fatigas. La carta deja entrever la pasión y la fuerza con las que Pablo vivió su ministerio. Entiende que su única tarea consiste en iluminar el mundo con "la luz del Evangelio de Cristo" (2 Cor 4,1-6). Esta responsabilidad le hace consciente de que su ministerio es un servicio a la verdad del Evangelio, por un lado, y a los corintios que han acogido su anuncio, por otro. Cuando Pablo escribe esta carta, en torno al año 56 d.C, ha acumulado ya mucha experiencia como apóstol de Cristo Jesús. Es muy probable que no exagere cuando en 2 Cor 11,23-29 presume de las consecuencias que le han sobrevenido a causa de su condición de ministro de Cristo: fatigas, prisiones, palizas, peligros de muerte, latigazos, naufragios, hambre, sed, insomnios... Todo esto le ha llevado a identificarse con Jesús, que, para salvar a la humanidad, ha sufrido la muerte de cruz. Pablo experimenta el escándalo y paradoja de la cruz en su propia carne: la fuerza de Dios se ha manifestado en el momento de mayor debilidad. Ciertamente, en su ministerio anunciando el Evangelio, Pablo se ha sentido como la frágil vasija de barro que encierra un precioso tesoro. Y de este modo ha experimentado cómo Dios le ha dado la fuerza necesaria para cumplir con el encargo recibido (2 Cor 4,7). Este ministerio que misericordia de Dios le identificarse con Cristo tristeza y desconfianza,

Pablo ha recibido como un regalo de la está llevando, por medio del sufrimiento, a muerto por todos. Pero, lejos de llenarse de día a día crece en él la esperanza de alcan129

zar el mismo destino de gloria de Cristo resucitado (2 Cor 5,1-5). Todo este proceso de transformación que Pablo ha vivido desde el momento en que tuvo su encuentro con el Resucitado, le ha convertido en alguien totalmente nuevo. Jesucristo le ha cambiado completamente su vida, hasta el punto de que ya no es él, sino que es Cristo quien vive en él (Gal 2,20). Su vida ahora es toda ella "vivida en Cristo" (2 Cor 5,17). A partir de esa experiencia, Pablo describe cómo ha sido posible este cambio en él y en todos los cristianos. No ha sido fruto de un esfuerzo o un empeño personal, sino que ha sido Dios, que siempre toma la iniciativa y se adelanta al ser humano, quien ha posibilitado esta novedad. Dios ha restaurado la relación con el hombre por medio de su Hijo, Jesucristo. Esta idea -que en los evangelios se concreta en el perdón de los pecados y que se representa, por ejemplo, en las comidas de Jesús con publícanos y pecadoresPablo la describe aquí con la expresión "nos ha reconciliado". Sólo el apóstol utiliza esta fórmula en el Nuevo Testamento. "Dios nos ha reconciliado consigo", es decir, nos ha ofrecido otra vez su amistad. Por eso todo puede considerarse nuevo (2 Cor 5,18). Ha retomado gratuitamente la amistad con el género humano a través de la muerte y resurrección de su Hijo, "sin tener en cuenta los pecados de los hombres" (2 Cor 5,19). Restaurada la relación fundamental con Dios, ahora Pablo y todos los cristianos se sienten llamados a imitar y configurar su vida y ministerio con la acción reconciliadora de Dios. El servicio del apóstol y de los corintios a Dios y a su Evangelio es definido entonces como "ministerio de la reconciliación" (2 Cor 5,19). Ellos son los "depositarios del mensaje de la reconciliación" {2 Cor 5,20), porque han experimentado la acción gratuita de Dios que los ha transformado en nuevas criaturas. Esta experiencia ha convertido al apóstol y a los corintios en ministros o siervos, depositarios, embajadores y colaboradores de la obra reconciliadora de Dios. Pablo insiste en este tema. Muestra de ello es que de las diez veces que utiliza el término "reconciliar"/"reconciliación" en sus escritos, cinco se encuentran en este texto. El motivo de esta insistencia es la convicción del apóstol de que las diferencias entre los corintios y él -y entre los propios corintios (1 Cor 1,11-12)- solo se pueden solucionar si son capaces de comprender primero lo que Dios ha obrado con todos ellos a través de Cristo. Por eso, en nombre del mismo Dios y de Cristo, que son los verdaderos autores de la reconciliación, termina exhortándoles a que se dejen reconciliar 130

con él (2 Cor 5,20). No pueden seguir poniendo obstáculos, porque Dios ha expuesto a su propio Hijo al pecado para que nosotros, sembrando la reconciliación, lleguemos a ser también salvación de Dios para los demás (2 Cor 5,21). PARA PROFUNDIZAR J e s ú s y el perdón que sana y salva El proyecto originario del Dios Creador A través de u n sinfín de vicisitudes y pruebas, el pueblo de Israel fue madurando su manera de comprender a Dios, al ser h u m a n o y al universo. Y desde la experiencia de crisis que supuso el exilio en Babilonia, pensó sobre todos estos temas tan trascendentales y los plasmó en el relato que encontramos en Gn 1-3. El autor sagrado retrata cómo pudo ser todo en el principio para encontrar respuesta a los interrogantes que rondan s u pensamiento. Y vislumbra lo siguiente. En el proyecto originario de Dios estaba previsto u n mundo en el que el mismo Dios, el ser humano y la naturaleza vivieran u n a relación perfecta. El ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, había sido invitado a vivir en medio del jardín del Señor, pudiendo dialogar con él, compartiendo su capacidad de hablar, poner nombre y dominar la creación. Rodeados por u n a naturaleza amable que proporcionaba todo lo necesario para vivir, el hombre y la mujer podían relacionarse entre sí en total armonía (Gn 1-2). Pero casi de inmediato aparece misteriosamente la realidad del mal o pecado: el ser h u m a n o pretende ser como Dios, queriéndolo echar de este modo fuera de su propio jardín, y rompe la relación de comunión-dependencia con respecto al Señor. Rota esta relación primera, se introduce u n factor de desestabilización en toda la realidad creada: Adán culpa a Eva (relaciones sociales), y Eva a su vez culpa a la serpiente (relaciones con la naturaleza). Así pues, desde los primeros capítulos de la Biblia el pecado se presenta como u n a realidad que afecta, en primer lugar, a la dimensión teologal (se rompe la amistad con Dios) y que trastoca, en consecuencia, la dimensión social (se enturbia la relación entre los seres humanos) y la dimensión cósmica (la 131

tierra se vuelve maldita y la relación del hombre con ella se torna áspera). El plan histórico del Dios salvador Israel, desde la experiencia de la liberación de Egipto, tomó conciencia de que Dios lo había elegido para mantener con él u n a relación especial. Yahvé había escogido este pequeño pueblo para ofrecerle su compañía y protección. Por su parte, este pueblo tenía que vivir en obediencia y fidelidad a Dios como u n a comunidad de hermanos en igualdad ante el Señor. Para que no se olvidaran de su vocación de ser pueblo de Dios y de su tarea de vivir como u n pueblo de hermanos en igualdad, Yahvé les entregó u n plan de viaje en su aventura de libertad: los mandamientos. En la tradición bíblica, los preceptos que salvaguardan la relación con Dios (Éx 20,3-11) son inseparables de aquellos que regulan el trato entre los miembros de Israel. La fidelidad a Yahvé, el Dios liberador que h a creado u n pueblo de hermanos a partir de u n grupo de esclavos, es lo único que puede garantizar su supervivencia como nación. Pero Israel fue constantemente infiel a Dios. En la tierra de Canaán adoró a otros dioses y, consiguientemente, la fraternidad se vio afectada: las injusticias sociales, los abusos, la explotación del pobre, la esclavitud entre hermanos de raza... afloraron en medio de este pueblo (Am 2,6-8; Miq 2,1-2). Los profetas, en nombre de Dios, denunciaron esta idolatría y las injusticias sociales que de ella se seguían, poniendo de nuevo al descubierto que la reconciliación con Dios a través del culto no puede separarse de la reconciliación con los hermanos por medio de la justicia (Is 1,10-20). El proyecto definitivo de Dios Padre: el envío de su Hijo para salvar a los pecadores Cuando J e s ú s comienza a anunciar en Galilea que el tiempo se h a cumplido y que el Reino de Dios está llegando (Me 1,15), retoma y lleva a cumplimiento el proyecto que Dios planeó desde la eternidad. La acogida de este anuncio, en palabras de J e s ú s , requiere fe y u n cambio de mentalidad. Dios viene a reinar como Padre, y J e s ú s quiere que todos lo descubran como tal y entren en relación con él. Esta es la novedad de la experiencia que J e s ú s tiene de Dios y que comparte con todos: Dios viene como Padre y lo es para todos. 132

Con J e s ú s , pues, se restaura la relación fundamental con Dios, que estaba dañada a causa del pecado. Por eso, la primera lucha de J e s ú s es contra el pecado, es decir, contra aquello que separa al ser h u m a n o de este Dios que es Padre. Un ejemplo evidente de esta lucha nos la ofrece Me 2. Un grupo lleva ante J e s ú s a u n paralítico. Su enfermedad, según la concepción de aquel tiempo, es u n a manifestación de su condición de pecador. Sin relación con Dios, el paralítico se encuentra también marginado socialmente. Nadie quiere cuentas con él, excepto los amigos que lo portan y que creen en lo que J e s ú s dice: el Dios de la misericordia quiere sanar y salvar a los pecadores. Por eso J e s ú s se va a la raíz del problema y, en primer lugar, restaura la relación de este hombre con Dios: "Hijo, t u s pecados te son perdonados" (Me 2,5). Y, para que quede constancia de que esta relación h a quedado sanada, a continuación cura su enfermedad: "Levántate, toma tu camilla y vete a t u casa" (Me 2,11). El paralítico no solo ha sido sanado, recuperando su integridad y bienestar personal, sino que h a sido salvado, retomando la relación con Dios y la posibilidad de integrarse de nuevo en la sociedad. Pero J e s ú s no se queda ahí, y ejemplifica con u n nuevo gesto la novedad del Reino, gesto que en gran parte le costó la vida. Algún estudioso ha llegado a afirmar que a J e s ú s lo mataron por el escándalo y el cuestionamiento de las normas que provocaron s u s comidas. Un caso típico es el banquete que le ofrece Leví. Después de curar a aquel paralítico de la camilla, J e s ú s llama como discípulo a Leví, u n recaudador de impuestos considerado por los judíos como u n pecador (Me 2,13-14), y se sienta a comer con otros publícanos y pecadores (Me 2,15-17). Con este gesto de compartir con ellos la mesa, J e s ú s manifiestaclara y provocativamente que el Reino de Dios está abierto a todos. Así hace presente a u n Dios que se acerca a todos y les ofrece su amor, es decir, su perdón. La Iglesia, depositaría del servicio y el anuncio de la reconciliación El modo de actuar de J e s ú s siempre h a sido el modelo a imitar por cada uno de los cristianos y por el conjunto de la Iglesia como nuevo pueblo de Dios. Esta h a acogido el Evangelio de Jesucristo, que es la Buena Noticia del Reino de Dios, y por eso tiene la enorme responsabilidad de hacer visible que allí donde 133

se acepta el Reino de Dios se genera u n a comunidad de hermanos plenamente h u m a n a . La Iglesia entera h a de cuidar esta dimensión social de la reconciliación y manifestarse realmente al mundo como u n a verdadera fraternidad en la que todos experimentan con gozo que son hijos amados de Dios. Los cristianos seremos signo de unidad e instrumento de la paz de Dios solo cuando seamos capaces de transformar la realidad social en la que vivimos, denunciando la injusticia, mediando en los conflictos y promoviendo los derechos h u m a n o s fundamentales. De este modo nuestra vivencia de la fe será auténtica y creíble.

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JUEZ DE VIVOS Y MUERTOS

KW ¿9UÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO En la próxima reunión nos acercaremos a u n a cuestión que generaba cierta inquietud en el seno de las primeras comunidades cristianas: lo relativo al juicio final y al papel de J e s ú s en él. Para preparar adecuadamente el encuentro leeremos algunos textos del Nuevo Testamento en los que se aborda este tema: Me 10,42-45; Me 14,53-62; Mt 25,31-46; J n 3,12-21; 2 Tim 4,1-5. Después de leerlos con atención, tratemos de responder a estas preguntas: ¿Qué se dice del juicio en estos textos? ¿Qué papel desempeña Jesús en él y con qué títulos es caracterizado?

Nuestra reunión de hoy girará en torno a u n fragmento del evangelio de Juan. La sanación de un paralítico da origen a un discurso en el que Jesús se revela como el enviado por Dios con poder para invitar a todos los hombres a entrar en la vida divina. Queremos alcanzar los siguientes objetivos: • Profundizar en el modo como Jesús comprendió su misión de juzgar y cómo lo expresaron los primeros cristianos. • Comprender cómo Jesús revela su identidad y lleva a cabo su misión para convertirnos en testigos suyos. • Conocer mejor el ambiente judío en el que se comenzó a hablar del Hijo del hombre y su desarrollo posterior hasta llegar a Jesús. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia J e s ú s , que se presentó a sí mismo como Hijo del hombre, se sabía enviado por Dios con la tarea de juzgar, es decir, de poner a la luz la verdad y proponer el proyecto de Dios para 135

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que todos tengan vida. Esta tarea que inició en su vida terrena tenía que llevarla a término al final de los tiempos, desvelando el sentido de la historia y de las vidas de todos. Los pasajes que hemos leído son los siguientes: Me 10,42-45; 14,53-62; Mt 25,31-46; J n 3,12-21; 2 Tim 4,1-5, tratando de responder a estas preguntas: ¿Qué se dice del juicio en estos textos? ¿Qué papel desempeña Jesús en él y con qué títulos es caracterizado? Kl 3 Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - Me 10,42-45: El Hijo del hombre que encarna Jesús tiene muchos de los rasgos del Siervo de Yahvé del profeta Isaías: él ha sido enviado por Dios para servir y dar su vida en rescate por todos. - Me 14,53-62: Ante el Sanedrín, J e s ú s confiesa abiertamente quién es: el Mesías y el Hijo del Bendito. Como tal, le corresponde estar sentado en el trono junto a Dios y llevar a cabo el papel que le corresponde al Hijo del hombre, es decir, juzgar al género humano cuando llegue el final de los tiempos. - Mt 25,31-46: En el evangelio de Mateo, Jesús describe una escena peculiar del juicio final. Cuando el Hijo del hombre venga y se siente en el trono de Dios, el juicio será conforme al comportamiento que cada uno haya tenido con los que en este mundo han estado marginados. De este modo, los pobres ejercen el papel de Cristo juez. - J n 3,12-21: Jesús es el Hijo del hombre que ha venido del cielo para manifestar el amor de Dios a través de su muerte en cruz. Por tanto, la venida de Jesús y su reconocimiento como el enviado de Dios se ha convertido ya en sentencia absolutoria: el que cree en Jesús recibe la salvación y actúa conforme a la verdad. Pero los que no creen ya están condenados. - 2 Tim 4,1-5: El autor de esta carta anima a los dirigentes de las comunidades a ejercer fielmente su ministerio para que los creyentes vivan con la tensión propia de quien espera que Jesús vuelva a manifestarse como rey, ya no para morir en la cruz, sino para realizar el juicio definitivo sobre vivos y muertos. Todos estos pasajes subrayan que Jesús se convierte en juez que ofrece la salvación de parte de Dios. Como Hijo del hombre encarna las actitudes del siervo que da la vida por todos y que al final de los tiempos recompensará con el Reino a quienes tengan esas mismas actitudes con los más pobres. 136

GUIA DE LECTURA "El Padre ha dado al Hijo todo el poder de juzgar" Antes de comenzar, buscamos J n 5,17-30. >- Ambientación El estanque de Betesda donde J e s ú s curó al paralítico era u n lugar frecuentado por cojos, ciegos y lisiados. Es decir, gente que, según la Ley judía, era considerada pecadora y quedaba marginada socialmente. Como veremos, el juicio de J e s ú s sobre ellos es totalmente diferente. >• Miramos nuestra vida Es u n a costumbre social muy arraigada el emitir juicios sobre lo que le sucede a la gente que se mueve a nuestro alrededor. Y en nuestros juicios solemos ser duros, inflexibles e intolerantes, hasta el punto de condenar con s u m a frecuencia los comportamientos que nos resultan chocantes. Piensa en todo ello y responde a estas preguntas: - En nuestra sociedad y en nuestro entorno, ¿cuáles son los juicios que con más frecuencia se hacen? - Ante las miserias o deslices de los demás, ¿cómo sueles actuar? ¿Por qué gusta tanto condenar? > Escuchamos la Palabra de Dios En el evangelio de J u a n , J e s ú s se presenta como el que h a recibido del Padre el encargo de juzgar. Pero el juicio que Dios hace es muy distinto del que solemos llevar a cabo los hombres: no busca la condena, sino la vida y la salvación de todos. Sólo quien se cierra al don de Dios se autocondena por no aceptar la vida. • Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para acogerla invocando la presencia del Espíritu. • Un miembro del grupo lee en voz alta J n 5,17-30. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos juntos a estas preguntas: 137

- ¿Qué día se desarrollan los sucesos que desencadenan este diálogo? - ¿Cuál es la razón por la que Jesús actúa de este modo? - ¿Quién envía a Jesús? ¿Qué encargos y poderes ha recibido de su parte? - ¿Cuáles son ¡as tres palabras que más se repiten en el texto? - ¿Qué relación tiene Jesús con el Padre? - ¿Cuál es la finalidad que persigue el juicio que Jesús lleva acabo? >• Volvemos sobre nuestra vida J e s ú s tiende la mano al paralítico que la Ley consideraba pecador y condenaba a permanecer marginado para siempre. De este modo le muestra que el juicio que Dios trae por medio suyo es de salvación. Lo que Dios quiere es que todos tengan vida, y que la tengan en abundancia. Reflexionemos sobre ello y respondamos a estas preguntas: - ¿En qué aspectos te parece que la Iglesia es fiel al modo de juzgar de Dios? ¿Por qué? - ¿Qué acciones concretas puedes realizar para que tus juicios sean como los de Dios? ¿Qué actitudes tendrías que cultivar en tu vida para ello? > Oramos Terminamos presentando nuestra oración al J u e z misericordioso, para que nos haga capaces de juzgar con la misma medida con la que él realiza su juicio, con u n a medida rebosante de misericordia y compasión. Concluimos rezando desde lo que la lectura del evangelio h a suscitado en nosotros. Para ambientar este momento podemos poner en medio del grupo u n a balanza (símbolo de la justicia) y u n corazón grande (símbolo de la misericordia). • Tras prepararnos con u n breve silencio, leemos de nuevo J n 5,17-30. • Rezamos personal y comunitariamente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Acabamos cantando o rezando el salmo 72 (71), titulado "Que defienda a los humildes". 138

Cg= EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Si leemos desde J n 5,1 podremos situar el discurso de J e s ú s en su contexto. Un signo -así llama el cuarto evangelio a las acciones prodigiosas de J e s ú s - desencadena las palabras del Maestro. El evangelista J u a n emplea a menudo esta estrategia. Tras u n milagro coloca u n discurso que ayuda a entender esa acción maravillosa como un signo revelador de algo mucho más profundo: quién es Jesús. En este caso, J e s ú s ha curado a un hombre enfermo. El problema está en que lo ha hecho en sábado. Ese día, el séptimo de la semana judía, tiene una gran importancia en este evangelio. Con J e s ú s se inicia algo nuevo, como si tuviera lugar una nueva creación. Con él ha comenzado el tiempo de la salvación definitiva, simbolizada aquí en la curación de este paralítico. Pues bien, este signo de J e s ú s desata el enfrentamiento con las autoridades judías, que le echan en cara su transgresión del preceptivo descanso sabático. Esta acusación da pie a Jesús para mostrar el sentido profundo que se esconde tras este milagro. Es mucho más que una simple sanación. Él, en línea con una corriente del judaismo que consideraba que la actividad creadora de Dios no para nunca, dice que su forma de actuar es como la de su Padre (Jn 5,17). Tanto el Padre como Jesús no pueden reposar el sábado, porque tienen que conseguir que la creación entera alcance la salvación definitiva, su verdadero descanso. Así lo explica una tradición judía: "Si la creación terminó en seis días, Dios procede durante el séptimo a obras más admirables todavía, por medio del Memrá, a saber, su Logos no solo creador, sino revelador y salvador". Al decir que él actúa como su Padre, está afirmando que es de la misma condición de Dios: es el Hijo de Dios. Él es ese Logos o Palabra que se ha hecho carne y que ha venido a revelar a Dios y a traer su salvación mediante gestos como el que ha llevado a cabo con el paralítico. Esto provoca un discurso de J e s ú s que encadena muchas frases un poco repetitivas. Si hacemos u n a lectura pausada y contamos las palabras que se repiten, podremos descubrir lo que estos versículos quieren desvelar. En este largo discurso se aprecia que la finalidad de la curación del paralítico es revelar una realidad más profunda. La palabra que más aparece en este relato es "Padre": en concreto, diez veces. Dios es el Padre de Jesús y sin él no puede hacer nada. En el origen de toda palabra y acción suya está el Padre. Por eso, la carta de presen139

tación de Jesús precisamente es esta: se siente enviado por Dios y unido a él, de tal modo que el Padre se convierte en la fuente de su actividad (Jn 5,19.30). Padre e Hijo son uno y llevan a cabo la misma obra. Lo que Jesús hace es lo que ha visto hacer al Padre. Jesús es consciente de que sin el Padre él no puede hacer nada. Y, como es lógico, de la mano del Padre aparece la ñgura del Hijo, que es nombrado nueve veces en estas líneas. Además, es un buen hijo y está bien educado. Ha aprendido, como se hacía en la antigüedad, imitando a su progenitor. Dios, que ama a su Hijo Jesús, le ha manifestado todas sus obras (Jn 5,20) y le ha enseñado a realizarlas. Y de este modo Jesús se presenta como imitador del Padre y continuador de su misión. En concreto, manifiesta su identidad de Hijo llevando a cabo dos obras que la fe judía reservaba solo a Dios: resucitar a los muertos (Jn 5,21.28-29) y juzgar (Jn 5,22.27.30). Cuando Jesús habla de resurrección y de juicio en el evangelio de Juan, se subrayan dos ideas: por un lado, el que cree en él y lo acoge ya ha pasado de la muerte a la vida, porque ya disfruta de la comunión con el Padre, pero, por otro, quien no reconoce al Hijo rechaza la salvación que Dios regala y de este modo se cierra a la vida verdadera. Al final de los tiempos tendrá lugar la manifestación plena de Jesús como Juez. Entonces como Hijo del hombre -y con el poder del Padre- realizará el juicio definitivo, llevando toda la creación a su plenitud. Jesús se encargará de desvelar el sentido último de la historia: los que hayan obrado el bien resucitarán a una resurrección de vida, es decir, gozarán plenamente de la comunión con Dios. En fin, el Padre y el Hijo trabajan en sintonía. Los dos llevan a cabo la misma tarea. El Padre ha delegado todo su poder en el Hijo y lo ha enviado para que en su nombre todos tengan vida. Es precisamente la palabra "vida" la que más aparece después de "Padre" e "Hijo", concretamente ocho veces, una más que la palabra "juicio". Es el Hijo el que ofrece al mundo la vida de Dios Padre. PARA PROFUNDIZAR Jesús, el Hijo del hombre Cuando cada domingo confesamos la fe en Jesucristo con el credo de los apóstoles, profesamos que, tras la resurrección y exaltación a la derecha de Dios Padre, se espera que vuelva u n día desde allí "a juzgar a vivos y a muertos". Si proclamamos el credo niceno-constantinopolitano, entonces añadimos que el 140

Señor vendrá con gloria a realizar u n juicio que dará origen al Reino de Dios, que "no tendrá fin". En el judaismo existía u n a figura que iba a llevar a cabo este juicio final y al que se le entregaría el Reino de Dios como representante de los fíeles del Altísimo: el Hijo del hombre. J e s ú s se identificó con él durante su vida. Si hay u n título que se aplicó J e s ú s a sí mismo, ese es el de "Hijo del hombre". Siempre que aparece en el Nuevo Testamento está en su boca, cosa que contrasta con el escaso uso que del mismo se hace entre los primeros cristianos. Tras la resurrección, la Iglesia primitiva aplicó a J e s ú s los títulos de Señor, Mesías e Hijo de Dios, pero no el de "Hijo del hombre". Si los evangelistas lo mantuvieron es porque J e s ú s se lo aplicó a sí mismo. El Hijo del hombre en el libro de Daniel Al rastrear este título en el Antiguo Testamento, nos encontramos con el libro de Daniel, u n a obra que se escribe en el siglo II a . C , hacia el año 165. Muchos estudiosos llaman a este libro el "Apocalipsis" del Antiguo Testamento, como correlativo del Apocalipsis de s a n J u a n . En el capítulo 7 de Daniel hallamos por primera vez la expresión "hijo del hombre". El joven Daniel tiene u n a visión en la que aparecen cuatro bestias que representan a cuatro grandes imperios. Estos comparecen ante u n o s tronos donde la corte celestial, con Dios a la cabeza, va a juzgar. El Señor quitará el poder a las tres primeras bestias y eliminará a la cuarta. Es en este momento cuando aparece u n personaje misterioso con aspecto de hijo del hombre, es decir, h u m a n o . Como viene sobre las n u b e s del cielo, es u n ser trascendente (Dn 7,13). A él Dios le entrega el poder y el Reino, que está destinado a todos los pueblos. Por tanto, le da u n reino universal (Dn 7,14). Pero, a pesar de lo que pueda parecer a primera vista, este "hijo del hombre" no es u n simple personaje individual, sino que es símbolo de los fieles del Altísimo, es decir, el pueblo de Dios en Israel. Ciertamente, resulta curioso que a continuación Dios diga que este Reino lo recibirán "los fieles del Altísimo". De este modo, el "Hijo del hombre", m á s que u n a figura individual, sería u n a colectividad en la que están representados los fieles del Altísimo (Dn 7,18.27), que son los destinatarios de este Reino de Dios. 141

El Hijo del hombre, una figura misteriosa en el judaismo A partir del libro de Daniel, la ñgura del Hijo del hombre comenzará a desarrollarse hasta adquirir rasgos mesiánicos. Desde el siglo III a.C. encontramos en la literatura judía u n gran interés por los misterios divinos que son revelados por medio de personajes como Henoc y Esdras. A esta corriente literaria pertenece la apocalíptica, que busca dar fuerzas a los creyentes para mantenerse ñeles en medio de u n ambiente hostil, como era el de los reyes seléucidas y su proyecto de helenización de Palestina. En los libros apócrifos atribuidos a Henoc y a Esdras -igual que ocurre en el de Daniel- aparece el Hijo del hombre. Se trata de u n ser que está en el cielo, u n a especie de hombre celestial que existe desde siempre. Este Hijo del hombre vendrá al final de los tiempos sobre las nubes para juzgar al mundo y dar origen al pueblo de los santos. Esta corriente apocalíptica fue delineando poco a poco el perfil de este personaje hasta llegar a identificarlo con el Mesías de Israel. Así se abría paso u n a nueva corriente de expectación mesiánica que no ponía su esperanza en u n soberano descendiente de David con poder militar para vencer primero a los griegos y después a los romanos. En este proceso fueron dibujándose los rasgos del Hijo del hombre: - Es u n personaje que está fuera de la historia y que vendrá al final de los tiempos. - Tiene rasgos humanos, pero pertenece a la esfera celeste. - Existe desde antes de la creación del mundo y del inicio de la historia. - Es el "Elegido", que en el Antiguo Testamento mantiene u n a estrecha relación con Dios, porque lo ama y lo protege y porque le tiene reservada u n a misión especial. Esta figura se identifica, por ejemplo, con el Siervo de Yahvé del profeta Isaías. - Dios le h a dado poder para llevar a cabo el juicio final y realizar su salvación definitiva. Jesús como Hijo del hombre Toda esta corriente llega a los tiempos de J e s ú s . La influencia de Daniel y de toda la literatura apocalíptica judía en el Nuevo Testamento no se reduce al libro del Apocalipsis, pues también h a dejado u n a huella enorme en los evangelios. El anuncio de la 142

implantación del Reino de Dios y la venida del Hijo del hombre h a n encontrado eco en la Buena Noticia de Jesús: "Se h a cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios" (Me 1,14-15). J e s ú s vivirá e interpretará su mesianismo a la luz de las figuras del Hijo del hombre y del Siervo de Yahvé. Su encarnación significaría la irrupción del Reino de Dios en la historia. Desde ambas imágenes, J e s ú s describió su identidad como Hijo de Dios: - Por u n lado, al identificarse con estas figuras desvelaba la conciencia de saberse en u n a relación especial con Dios. No era u n profeta más. - Por otro lado, esto le permitió descubrir que su misión consistía en anunciar la llegada del Reino de Dios, que había sido puesto en s u s manos y que debía ser ofrecido a todos sin excepción. Por eso J e s ú s realizó u n a serie de acciones para significar que con él había irrumpido el tiempo definitivo de Dios. - Pero su misión no terminará hasta el final de los tiempos. Como Hijo del hombre aparecerá para instaurar el Reino de Dios y llevar a plenitud la historia de este mundo. Y como Siervo de Yahvé, solidario con la humanidad doliente, dictará sentencia según la actitud de cada ser h u m a n o hacia s u s semejantes: "Os aseguro que cuando lo hicisteis con u n o de estos mis hermanos m á s pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40).

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar la próxima reunión leeremos tres textos del Antiguo Testamento que con el paso del tiempo ayudarían a los primeros cristianos a comprender quién era verdaderamente J e s ú s de Nazaret. Los pasajes en cuestión son los siguientes: Gn 1,1-5; Bar 3,32-4,4; Sab 9,1-18. Vamos a leer también J n 1,1-14, u n pequeño tratado sobre Cristo que nos ofrece el cuarto evangelio en s u s primeros versículos. Después de leerlos con atención, tratemos de responder a estas preguntas: ¿Qué elementos de estos textos del Antiguo Testamento encontramos en el pasaje del evangelio que hemos leído referidos a Jesús? ¿En qué sentido se le aplican? 143

NOTAS

14 EN ÉL FUERON CREADAS TODAS LAS COSAS

BS= ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Al profundizar en el famoso himno de la carta a los Colosenses que leeremos en la sesión de hoy, podremos descubrir cómo la primera reflexión cristiana comprendió el papel de Cristo en la creación del universo. Queremos alcanzar los siguientes objetivos: • Reflexionar sobre el hecho de que el universo entero es transparencia de Cristo. • Crecer en nuestro compromiso con el cuidado de la tierra en la que vivimos, ya que es el hogar que Dios nos ha preparado. • Conocer los textos bíblicos que nos acercan a Cristo como origen y salvador del universo. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los textos de referencia Cuando los primeros cristianos confiesan y celebran su fe en Cristo muerto y resucitado lo hacen a partir de textos de las "Escrituras" que h a s t a entonces conocían, es decir, nuestro Antiguo Testamento (Gn 1,1-5; Bar 3,32-4,4; Sab 9,1-18). En 145

ellas encuentran u n a serie de elementos que les permiten profundizar en la persona de J e s ú s y en las repercusiones de su misión salvadora para el mundo (Jn 1,1-14). Al reflexionar sobre algunos de esos textos, queríamos responder a estas preguntas: ¿Qué elementos de estos textos del Antiguo Testamento encontramos en el pasaje del evangelio que hemos leído referidos a Jesús? ¿En qué sentido se le aplican?

confesamos que Jesucristo es la Sabiduría de Dios (1 Cor 1-2) y la Palabra con la que todo ha sido creado (Jn 1).

EÜP Una vez que los miembros del grupo hayan compartido lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: - Gn 1,1-5: Este relato sobre la creación del mundo se compone durante la época del destierro de los judíos en Babilonia. Al leerlo descubrimos que Dios crea por medio de la palabra: Dios habla y lo que dice comienza a existir. J u a n profundiza en este hecho al iniciar su evangelio y proclama que la palabra con la que Dios crea el universo es el mismo Jesucristo. - Bar 3,32-4,4: El texto recrea la situación de los desterrados. Dios hace un elogio de la sabiduría, a la que tiene que volverse Israel para recuperar la vida. La sabiduría la da el Señor. Ha recorrido un largo camino para llegar a los hombres y habitar en medio de ellos; ha encontrado morada en la Ley de Dios, con la que llega a identiñcarse. La sabiduría revela la voluntad de Dios. - Sab 9,1-18: El libro de la Sabiduría es casi contemporáneo del Nuevo Testamento. El texto que hemos leído recoge una plegaria para alcanzar la sabiduría. Algunas afirmaciones sobre ella nos ayudan a entender el misterio escondido en Cristo: Dios crea el universo con la palabra y al ser humano con la sabiduría; la sabiduría trae la salvación a la humanidad; la sabiduría está con Dios durante la creación, lo cual quiere decir que existe antes que el mundo; la sabiduría revela la voluntad de Dios y guía y protege al rey. - J n 1,1-14: El prólogo del evangelio de Juan, en consonancia con la tradición bíblica, habla de Jesús y de su misión utilizando la categoría de "palabra": él es la Palabra que existe desde siempre; es Dios; por medio de la Palabra ha sido creado todo el universo, y ahora se ha hecho carne y así ha manifestado la gloria de Dios. Los pasajes leídos subrayan, por tanto, dos realidades a la luz de las cuales se profundizó en la figura y misión de Jesús: la palabra creadora y la sabiduría que está junto a Dios. Por eso los cristianos

> Ambientación La comunidad cristiana de Colosas vive su fe en u n ambiente muy plural. Las propuestas de salvación son variadas y provienen de distintos ámbitos: religiones paganas, escuelas filosóficas, astrología, judaismo... En medio del interés que estas propuestas muestran sobre el lugar del ser h u m a n o en el gran engranaje del universo del que forma parte, la carta a los Colosenses propone a Cristo como la piedra angular de toda la creación y el único salvador del mundo.

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GUÍA DE LECTURA "Cristo e s el principio de todo" Antes de comenzar, buscamos Col 1,3-20.

> Miramos nuestra vida Hoy en día existe también u n a preocupación creciente con las cuestiones relacionadas con el universo. Tanto la ciencia como la filosofía tratan de descubrir cuál es su origen, cómo h a evolucionado, cómo tenemos que cuidarlo para que el m u n d o tenga futuro. - ¿Qué piensa la gente de tu entorno acerca de la creación? ¿Es fruto del azar y de la casualidad? O por el contrario, ¿descubren la presencia de un proyecto tras el universo? > Escuchamos la Palabra de Dios En todo el ámbito del Mediterráneo del siglo I d . C , y en Colosas de m a n e r a particular, se interpretaba el universo y su funcionamiento a partir de las escuelas ñlosóficas de moda, la astrología y las m á s variopintas religiones. Todas ellas perseguían profundizar en el conocimiento del mundo. En medio de este ambiente, los cristianos contemplaron el universo a la luz del misterio pascual de Cristo y reconocieron que él es el principio y el fin de todo lo creado. • Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para acogerla. En silencio, invocamos la presencia del Espíritu. 147

• Un miembro del grupo lee en voz alta Col 1,3-20. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos juntos a estas preguntas: - ¿Cuáles son los frutos que ha producido el anuncio del evangelio entre los cristianos de Colosas según Col 1,3-8? - Según Col 1,9-14, ¿qué han de conocer mejor los colosenses? ¿En qué se va a traducir ese conocimiento? - ¿Con qué títulos se describe a Cristo en Col 1,15-18? Según ellos, ¿cuál es el papel de Cristo en el plan de Dios para el universo? - ¿Por qué camino, según Col 1,19-20, Dios ha traído la salvación? >• Volvemos sobre nuestra vida Nosotros estamos llamados a mirar el cosmos como los colosenses, yendo u n paso m á s allá de las interesantes opiniones de la ciencia y de los pensadores de moda. De esta manera, además de comprender su funcionamiento físico, podremos descubrir que el universo refleja a Cristo, pues todo encuentra en él su origen y su fin. Pensemos sobre ello y tratemos de responder a las siguientes preguntas: - Cuando miras el mundo de esta manera, ¿qué cambia en tu visión acerca de él? - ¿Cómo se ve afectado entonces tu compromiso con respecto a un universo llamado también a la salvación? >• Oramos El Dios de nuestros antepasados, el que h a iniciado y acompañado nuestra historia, es también el Señor del universo. Él h a soñado u n mundo en el que el ser h u m a n o y todo lo creado tienen vocación de plenitud. Alabemos a Dios por la grandeza del universo y del ser humano, y pidámosle que nos ayude a colaborar en su plan de llevar a la humanidad y su m u n d o hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Terminamos recogiendo en forma de oración lo que nos h a inspirado el inicio de la carta a los Colosenses. Para ambientar 148

este momento colocamos algunas imágenes que representen la belleza y la inmensidad del universo creado. • Tras prepararnos con u n breve silencio, leemos de nuevo Col 1,3-20. • Rezamos personal y comunitariamente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Acabamos cantando la canción Cristo, alegría del mundo. V& EXPLICACIÓN DEL PASAJE Antes de comenzar aclaremos que, según la mayoría de los expertos, la carta a los Colosenses no la escribió Pablo, sino algunos de sus colaboradores que la firmaron en su nombre. Con la muerte de Pablo no terminó la vida de sus comunidades. Con el paso del tiempo tuvieron que afrontar nuevos desafíos para su fe, como aquellos a los que intenta responder la carta a los Colosenses. La comunidad cristiana de Colosas estaba viviendo en medio de un ambiente muy confuso, con muchas ideas y prácticas religiosas diversas y sus respectivas ofertas de salvación: los razonamientos de filósofos helenistas -"filosofías y sofismas vanos"-, las prácticas piadosas de religiones paganas -"culto de ángeles"; "elementos cósmicos"- y la visión de la Ley y sus aplicaciones propias del mundo judío -"asuntos de comida, bebida, sábados, fiestas y novilunios"-. Ante esta situación, el autor de esta carta trata de orientar a los cristianos colosenses para que no se dejen embaucar. Con este fin reflexiona sobre el papel de Cristo en el plan de Dios, que ha creado todo el universo y está dispuesto a salvarlo, y explica cómo Cristo es protagonista no solo de la salvación, sino también de la creación del cosmos. Después del típico saludo, el autor eleva una acción de gracias a Dios (Col 1,3-8) en la que señala que el Evangelio, descrito como "palabra de verdad" (Col 1,5), está dando muchos frutos en la comunidad cristiana de Colosas: creen en Cristo Jesús, el amor entre ellos ha crecido y ahora tienen una vida con esperanza. Pero esta "palabra de verdad" no ha manifestado aún todo su poder. El autor reza por esta comunidad para que continúe creciendo hasta llegar a conocer lo que Dios quiere (Col 1,9-14). La insistencia del apóstol al hablar de "conocimiento", "sabiduría" o "inteligencia" no persigue un fin meramente intelectual, sino que pretende que los colosenses lleven "una vida digna del Señor". 149

Estos deben saber lo que Dios quiere, para hacer lo que a él le agrada. La vida digna del Señor se ha de traducir en obras buenas de todo tipo y eso conducirá a los cristianos de Colosas a profundizar aún más en el conocimiento de Dios. Y cuando conozcan mejor a Dios, descubrirán hasta dónde llega su poder. Del poder de Dios recibirán paciencia y entereza frente al rechazo y la violencia de los de fuera y frente a los problemas internos de la comunidad. La prueba de que Dios va en serio es que por la fe en su Hijo ya ha introducido a los cristianos en el Reino y les ha dado el perdón de los pecados. Esta salvación ha sido posible porque en Cristo se encierra "el plan secreto de Dios", "todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2,2-3). Por tanto, para conocer la voluntad de Dios es necesario contemplar a Cristo, que es su imagen. Para mostrar lo que se encierra en Cristo y mover a los colosenses a no buscar la salvación por ningún otro medio, el autor de la carta echa mano de un himno que ya existía y que utilizaban los primeros cristianos en sus celebraciones. En este himno se ve que muy pronto llegaron a descubrir el papel de Jesús no solo como redentor por la muerte y resurrección, sino también como creador de todo el universo. Cristo está por encima de todos los seres y es el que puede desvelar la voluntad de Dios, porque es el único que ha mediado en la redención y en la creación. En la primera estrofa (Col 1,15-17) muestra a Cristo en su condición de mediador de toda la creación usando dos títulos: "imagen del Dios invisible" y "primogénito de toda criatura". De este modo, y en línea con la tradición sapiencial israelita (Sab 7,22-26), indica que Cristo está relacionado de una forma especial con Dios: es el que lo representa -"imagen del Dios invisible"- y, por tanto, nos lo ha dado a conocer. Y, como tal, ha sido el modelo a partir del cual Dios lo ha creado todo. Por eso es superior a cualquier criatura o elemento, porque todo ha sido creado por él, incluso los elementos cósmicos que pudieran condicionar la vida de los colosenses. Como resumen, la estrofa termina afirmando: "Cristo existe antes que todas las cosas y todas tienen en él su consistencia" (Col 1,17). La segunda estrofa parece sacar u n a conclusión de todo lo anterior: Cristo "es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,18). Él es el único que puede dar consistencia a la comunidad de los creyentes, el único con autoridad sobre los cristianos de Colosas. Su protagonismo en la creación y en la redención avala su supremacía. Para subrayar su papel salvador le aplica dos títulos: "principio de todo" y "primogénito de los que triunfan sobre 150

la muerte". Ambos subrayan que Cristo, por su resurrección, ha inaugurado una nueva era y se ha convertido en garantía de nuestra propia resurrección. En Cristo, único mediador de la creación y de la salvación, reside toda la plenitud de Dios que ha sido derramada sobre los colosenses a través de su muerte en la cruz. PARA PROFUNDIZAR "Todo fue creado por él y para él" Los inicios del proyecto de Dios: "Al principio creó Dios el cielo y la tierra" La Biblia se abre con u n a s páginas que presentan los inicios del proyecto divino: Dios crea con su palabra poderosa u n escenario en el que se va a desenvolver su historia con la humanidad. Un mundo poblado de vida, fruto del amor de Dios, que refleja la gloria de su Creador. Todo el universo habla del Dios que lo h a modelado: "Los cielos proclaman la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de s u s manos" (Sal 19,1). Pero si existe u n ser que manifiesta la bondad del Creador, ese es el ser humano, imagen y semejanza de Dios. Dios lo h a creado con la capacidad de dialogar y compartir la vida junto a su Creador (Gn 2); lo h a creado hombre y mujer, es decir, capacitado para vivir en relación con los otros, y le h a dado la posibilidad de continuar su obra creadora mediante el cuidado del universo (Gn 1,28-30). Ante el ser humano se encuentra la responsabilidad de colaborar con el proyecto que Dios h a puesto en marcha. Pero este proyecto de Dios está amenazado por la realidad del pecado. Cuando el ser h u m a n o desea ser como Dios y u s u r p a r su lugar, las relaciones con los otros hombres y con el mundo entero también se deterioran (Gn 3). Por tanto, Dios y el ser h u m a n o están unidos en el escenario de u n a historia que es de salvación. Aunque es u n a historia que encuentra la oposición del pecado. En el centro de la historia: "La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" La historia de Dios con la humanidad, representada de u n modo especial en la relación con Israel, estuvo llena de luces y sombras. Es u n a historia de fidelidades e infidelidades, con m u c h a s m á s penas que glorias. 151

En tiempos del emperador Augusto, "durante el mandato de Quirino, gobernador de Siria" (Le 2,ls), J e s ú s nació en Belén. Un episodio m á s de la insignificante historia de este pequeño pueblo. En compañía de u n grupo de seguidores, este judío criado en Nazaret habló de Dios como su Padre con u n a autoridad inusitada, llevó a cabo acciones prodigiosas como manifestación de la presencia del Reino de los Cielos en medio de la humanidad y avivó ciertas esperanzas mesiánicas. Pero su final fue en apariencia el de u n profeta más, muerto de modo violento, como casi todos ellos. Un Mesías crucificado, u n Hijo de Dios ajusticiado. Sin embargo, de forma insospechada, esta historia experimentó u n vuelco. Una noticia increíble cambió el ánimo de s u s discípulos y les permitió verlo todo con u n a nueva luz: ¡El Crucificado h a resucitado! Todo había acontecido de u n modo inesperado, paradójico, pero había sido así. El final trágico se había convertido en el inicio de la etapa definitiva de la historia. La salvación se había hecho presente para todos a través de la resurrección de J e s ú s . Muchos aspectos de lo que había acontecido en la vida del Nazareno tenían finalmente sentido. Además, este lanzó u n a luz nueva sobre las Escrituras. Las figuras del Hijo del hombre y el Siervo de Yahvé -entre otras que aparecen en m u c h o s salmos- ayudaron a comprender y asimilar la novedad que había supuesto J e s ú s . Verdaderamente, el Mesías crucificado era el Hijo de Dios. Este había justificado y reconciliado a todos los seres humanos por medio de la muerte de su Hijo en la cruz, al que había resucitado de entre los muertos. Y en la Palabra se cumplieron todas las palabras: "Les explicó lo que decían de él las Escrituras" La sabiduría es otra de esas figuras del Antiguo Testamento que permitieron descubrir el misterio escondido desde la creación del mundo y desvelado ahora en Jesucristo (Prov 8; Ecl 24; Sab 7-8; Bar 3-4). El Crucificado era la manifestación de la sabiduría de Dios capaz de confundir a los sabios y entendidos de este mundo. Él era la Palabra por medio de la cual había sido creado todo el universo; era la imagen del Dios invisible que había sido modelo de la creación y también del ser humano. "El primogénito de los que triunfan sobre la muerte", el Resucitado, era también "el primogénito de toda criatura" (Col 1,15-20). Por tanto, la salvación inaugurada por Jesucristo con su 152

resurrección tenía que tener repercusiones en toda la realidad creada. Ciertamente, la historia había vivido su momento culminante. No solo el hombre había sido liberado de la esclavitud del pecado, sino que todo el universo había experimentado el gozo de la salvación. El destino del ser h u m a n o y del cosmos estaba marcado de modo definitivo: "La creación vive en la esperanza de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rom 8,20-21). La esperanza inaugurada por J e s ú s era u n a esperanza cósmica, porque todo el universo, desde la creación del mundo, tenía su sello y participaba de la victoria del Resucitado. Toda la realidad creada, con el ser h u m a n o a su cabeza, ya participa de la salvación inaugurada por Jesucristo. Pero todavía no goza de ella en plenitud. Por eso s a n Pablo, después de reflexionar durante casi ocho capítulos sobre la fuerza salvadora del Evangelio de Jesucristo, afirma: "Sabemos que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente. Pero no solo ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando para que Dios nos haga s u s hijos y libere nuestro cuerpo. Porque ya estamos salvados, aunque solo en esperanza" (Rom 8,22-24). El final de la historia de la salvación: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva" Cuando los rabinos comentan el inicio de la Biblia se preguntan por qué comienza como lo hace. "En el principio"... traduce u n a palabra hebrea (bereshit) cuya primera letra es la bet. Es u n a letra abierta solo hacia delante. De esta manera, dicen algunos rabinos, la primera página no retrata u n m u n d o que h a quedado a t r á s ni invita a la añoranza, sino el proyecto de Dios que solo puede llegar a plenitud yendo hacia el futuro. Y de eso nos hablan precisamente las últimas páginas de la Biblia (Ap 21-22). La resurrección de J e s ú s h a obrado la salvación divina ya aquí para el ser h u m a n o y para todo el cosmos. De este modo h a dado a la historia y a todo el universo u n impulso definitivo hacia su consumación, hasta que el cielo nuevo y la tierra nueva broten de las manos del Señor. En esa nueva creación, el 153

ser humano y Dios vivirán totalmente reconciliados (Ap 21,1-5). Mientras tanto hemos de seguir cuidando el universo con la esperanza firme en el Dios que puede hacer nuevas todas las cosas.

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CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO

H ^ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO La historia de la salvación tiene como momento central la encarnación de Jesucristo. María de Nazaret es la mujer que, ñel a la voluntad de Dios, acogió en su seno el misterio del Dios hecho Niño para la salvación del mundo. Para preparar la próxima reunión leeremos algunos textos que nos hablan de María. En ellos se ve cómo los primeros cristianos fueron comprendiendo diversos aspectos de su figura. Los pasajes en cuestión son los siguientes: Mt 1,16-25; Hch 1,13-14; Gal 4,4-7. Después de leerlos con atención, tratemos de responder a esta pregunta: ¿Cómo describen estos textos la figura de María en el plan de salvación de Dios?

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En esta última reunión que dedicamos al misterio de Jesús en la historia de la salvación, nos acercamos a una persona fundamental en su vida: su madre, María. La joven nazarena, prometida con José, pasó a convertirse en la madre de Dios por la acción del Espíritu. Hoy pretendemos alcanzar los siguientes objetivos: • Recorrer las huellas que la madre de Jesús dejó en las diversas tradiciones del Nuevo Testamento. • Profundizar en la llamada y la respuesta que María da a Dios, para entender mejor nuestra vocación cristiana. • Conocer cómo los evangelios fueron profundizando poco a poco en la figura de María. LECTURAS BÍBLICAS Puesta en común sobre los t e x t o s de referencia La gran importancia que María fue adquiriendo en el cristianismo se entiende desde la relación especial que tuvo con su Hijo. La grandeza de esta mujer va ligada a su condición de 155

madre de J e s ú s de Nazaret, el Hijo de Dios. Por eso, al igual que pasó con J e s ú s , la figura de María fue retratada de modo muy diferente en los diversos libros del Nuevo Testamento. Al asomarnos a Mt 1,16-25, Hch 1,13-14 y Gal 4,4-7, queríamos responder a esta pregunta: ¿Cómo describen estos textos la figura de María en el plan de salvación de Dios? IKg3 Después de que los miembros del grupo hayan puesto en común lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones con lo siguiente: - Mt 1,16-25: Mateo, al componer el evangelio de la infancia, pretende presentar los personajes y los temas más importantes que irán apareciendo en el conjunto de su obra. Su relato se centra más en José que en María. Pero es esta la que desempeña el papel más importante dentro de la historia de la relación de Dios con su pueblo desde Abrahán hasta hoy. Es ella la que, por obra del Espíritu Santo, posibilita el nacimiento del Hijo de Dios, en quien las promesas de Israel (hijo de David) y las de todos los pueblos (hijo de Abrahán) se cumplen. Gracias a María, Jesús realmente es Emmanuel, Dios con nosotros. - Hch 1,13-14: Lucas, en su evangelio, presenta a María como modelo de creyente y de discípulo. Lo mismo hace en el libro de los Hechos, su segunda obra, mostrándola en el cenáculo rodeada de los discípulos de Jesús. De este modo, María aparece como una ñgura esencial en el nacimiento de Jesús con su "sí" a Dios y también en los primeros pasos de la Iglesia. - Gal 4,4-7: En este texto de Pablo dirigido a los gálatas encontramos la noticia más antigua que disponemos sobre María. Es la única vez que habla de ella -aunque sin nombrarla explícitamenteen sus cartas. En este caso, Pablo subraya que Cristo se ha hecho solidario con el ser humano para salvarlo. Naciendo de una mujer, Jesús se ha hecho uno de nosotros y, desde su condición de hombre verdadero, ha manifestado que el designio divino es que todos se conviertan en hijos adoptivos de Dios. GUÍA DE LECTURA "El Espíritu Santo vendrá sobre ti" Antes de comenzar, buscamos Le 1,26-38. 156

> Ambientación En el inicio del evangelio, Lucas nos invita a viajar desde J e r u s a l é n , donde h a sucedido el anuncio del nacimiento del Bautista a Zacarías, h a s t a Nazaret. En esta pequeña aldea de Galilea, la mirada de Dios se fija en María, u n a joven mujer comprometida en matrimonio. Con ella c u e n t a p a r a que su propio Hijo se haga hombre y traiga la salvación definitiva al mundo. >- Miramos nuestra vida Hay gente que en su vida profesional o personal se orienta y hace planes dejándose llevar por corazonadas. Dicen que h a n escuchado la llamada de su corazón y se h a n lanzado en la dirección soñada. Hay otros que h a n descubierto por dónde debían orientar su futuro al cruzarse con alguien cuya personalidad o profesión les h a n cautivado. Piensa en todo ello y responde a estas preguntas: - En tus proyectos, ¿qué personas o factores te han influido? - ¿Alguna vez has cambiado de planes en alguna decisión importante de tu vida? ¿Por qué? > Escuchamos la Palabra de Dios María también había hecho s u s planes j u n t o con su prometido, José, pero descubrió que Dios contaba con ella para u n proyecto mucho mayor. Se t r a t a b a de u n plan que parecía imposible, pero ella se fió de Dios y de la fuerza de su Espíritu. Aparcó s u s sueños y puso su pequenez a disposición de Dios. • Escuchamos la Palabra de Dios. Como María, nos preparamos para acogerla en silencio y con u n corazón bien dispuesto. • Proclamamos Le 1,26-38. • Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia. • Respondemos juntos a estas preguntas: - ¿Dónde y cuándo tiene lugar el anuncio del nacimiento de Jesús? ¿Quiénes son los protagonistas de esta escena? ¿Qué se dice de ellos? - ¿Quién toma la iniciativa? 157

- ¿Qué títulos se utilizan para hablar de la persona y la misión de Jesús? - ¿Con qué palabras se describe a María? ¿Con qué actitud responde a la propuesta de Dios? > Volvemos sobre nuestra vida Dios desea llevar adelante el proyecto de salvación para todos. Y para ello sigue invitando, como hizo con María, a quienes están atentos a su llamada. Necesita gente que, con corazón humilde, se fíe de su Palabra, la acoja y le permita fructificar en su vida. - ¿Cuáles piensas que son hoy los proyectos que Dios nos propone como prioritarios para nuestra vida, nuestra Iglesia y nuestra sociedad? - ¿En qué aspectos te descubres llamado a colaborar en esos proyectos? ¿Qué dificultades experimentas? ¿Cómo las puedes superar? > Oramos María, u n a mujer sencilla, sin grandes pretensiones en su vida, escuchó u n día la llamada de Dios a algo mucho m á s grande de lo que j a m á s soñó. Se fió de Dios y, llena de fe, aceptó dar a luz su Palabra para llenar de claridad el mundo. También nosotros pedimos al Señor que nos haga asiduos oyentes de su Palabra y nos dé la disponibilidad y generosidad de María para que J e s ú s siga naciendo. Como símbolo, colocamos en el centro del grupo u n a imagen de María y a s u s pies ponemos u n a Biblia abierta. • Nos preparamos con u n breve silencio y leemos de nuevo Le 1,26-38. • Rezamos personal y comunitariamente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Acabamos cantando el "avemaria" o u n a canción m a ñ a n a . B ^ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Los evangelistas comenzaron sus relatos con una especie de introducción. Era el modo de presentar los temas y los personajes que luego iban a aparecer a lo largo del evangelio. En el caso de Lucas, este evangelista inicia su obra con dos capítulos que se 158

conocen con el nombre de "evangelio de la infancia". Se trata de un relato con una finalidad más teológica que histórica, que intenta responder a la cuestión sobre la identidad de Jesús de Nazaret y su relación con el pueblo de Israel y sus esperanzas. El evangelista Lucas opta por presentar a Jesús, el protagonista de su obra, en paralelo con J u a n el Bautista, en una especie de díptico: el anuncio del nacimiento de ambos (Le 1,5-38), el relato de sus nacimientos (Le 1,57-2,21) y las noticias de la primera actividad de los dos (Le 3,1-4,13). El pasaje que hemos leído hoy es el anuncio del nacimiento de Jesús (Le 1,26-38), que aparece justo tras el anuncio del nacimiento del Bautista. Ambos anuncios están estrechamente relacionados. En primer lugar, el inicio de la escena que estamos estudiando enlaza claramente con el anuncio del nacimiento de J u a n mediante una referencia temporal ("al sexto mes..."). Y, en segundo lugar, se trata de textos construidos sobre un mismo patrón, el género literario llamado "esquema de anunciación". Es un género muy típico del Antiguo Testamento (se puede ver, a modo de ejemplo, Jue 13,2-25) que suele presentar el siguiente esquema literario: aparición y saludo de un ángel; perplejidad ante el anuncio; mensaje divino; objeción ante el mensaje; aceptación final del mismo; señal ofrecida por Dios como garantía. La escena de la anunciación del nacimiento de Jesús gira en torno a María. Podríamos decir que este relato es "la vocación o la llamada de María". Ciertamente, aunque Jesús es el protagonista principal de la historia que narra Lucas, María ocupa un lugar central en los dos primeros capítulos del evangelio. Ella recibe el anuncio conforme al esquema mencionado más arriba. Si examinamos detenidamente el pasaje, podremos descubrir los seis elementos del "esquema de anunciación" en el anuncio del nacimiento de Jesús: Io 2° 3o 4o 5o 6o

Aparición y saludo del ángel (Le 1,26-28). Perplejidad ante el anuncio (Le 1,29). Mensaje divino (Le 1,30-33). Objeción ante el mensaje (Le 1,34). Señal ofrecida por Dios como garantía (Le 1,35-37). Aceptación final del mismo (Le 1,38).

Si seguimos estos elementos, podemos descubrir algunos de los subrayados de Lucas a la hora de presentar de este modo a Jesús. 159

Asistimos en primer lugar a u n cambio de escenario: del templo y de Jerusalén -donde Zacarías ha recibido el anuncio del nacimiento de su hijo- pasamos a una aldea perdida de Galilea. Dios da el primer paso en Nazaret, en los márgenes de Israel, y contando con personajes secundarios como María. En la Biblia, siempre es Dios quien toma la iniciativa, y lo hace declarando su cercanía: llama por el nombre y promete su compañía o protección (Le 1,28: "El Señor está contigo"). La presencia y la cercanía de Dios siempre sorprenden y provocan respeto, como le pasa a María (Le 1,29). Pero inmediatamente el ángel comunica el mensaje divino que comienza a suscitar ánimo: "No temas". Una vez que se ha ganado su confianza, propone a María una misión única en la historia de la salvación: concebir al mismísimo Hijo de Dios, el Mesías esperado (Le 1,31-33). Su nombre será Jesús, que significa "Dios salva", porque él será el Salvador del mundo. A primera vista, los planes de Dios parecen imposibles y un poco difíciles para María. ¿Cómo no poner objeciones a la propuesta disparatada que le hace Dios (Le 1,34: "No conozco varón")? Ahora se presenta el Señor con unos proyectos inauditos e impensables, que superan las capacidades humanas. María se casará con José, pero será madre del Hijo de Dios. El Dios que pide lo imposible cuando se acerca a María le promete su presencia y le da su fuerza divina: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Le 1,35). La misma fuerza que Jesús sentirá sobre sí para llevar a cabo la misión de anunciar la Buena Noticia a los pobres (Le 4,14-19) es la que ahora le proporciona a María la confianza en que el plan de Dios se cumplirá. Es la seguridad de la cercanía divina y el contar con su fuerza la que empuja a María a responder afirmativamente al plan de Dios. De este modo se ha abierto el diálogo que inicia una relación entre Dios y María. La palabra que Dios le ha dirigido espera contestación. Y María, llena aún de estupor, da la única respuesta que Dios espera del ser humano: la entrega total: "Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices" (Le 1,38). María, la oyente de la llamada divina, se deja modelar por la fuerza de su Palabra. Justamente ella aparecerá, a lo largo de todo el evangelio de Lucas, como modelo de creyente y discípulo que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica (Le 11,27-28). 160

PARA PROFUNDIZAR La maternidad de María No fue hasta el siglo V, en el Concilio de Éfeso, cuando los Padres de la Iglesia definieron solemnemente el dogma de la maternidad divina. Después de muchas discusiones, se declaraba que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y dado a luz a J e s u cristo en cuanto hombre. Pero este dogma h u n d e s u s raíces en el Nuevo Testamento, donde María aparece retratada en los distintos escritos con rasgos complementarios. "¿No es este el carpintero, el hijo de María?" Pablo -cuyos escritos son los más antiguos del Nuevo Testam e n t o - hace u n a sola mención de María, sin ni siquiera llamarla por su nombre ("Dios envió a su propio Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la Ley...": Gal 4,4). Será Marcos quien recoja la tradición evangélica más antigua. En su evangelio solo aparecen dos referencias a María. Ciertamente, la gran preocupación de Marcos es explicar quién es J e s ú s y cuáles son las actitudes y los comportamientos que se esperan de quien desee ser su discípulo. Él es el Mesías e Hijo de Dios, pero de u n a forma paradójica. De ahí que apenas dedique u n par de versículos a la figura de María. Aparentemente, la madre de J e s ú s no sale bien parada, pero en el fondo se da inicio a u n a reflexión sobre María de Nazaret y su papel en la historia de la salvación que el resto de la tradición evangélica irá desarrollando poco a poco. En Me 3,31-35 encontramos el primer texto llamativo. El mensaje de J e s ú s y las acciones que realiza desconciertan a todos -también a su familia-, y las reacciones no se hacen esperar: los fariseos y los herodianos deciden acabar con él; los escribas lo consideran u n endemoniado; otros lo califican como loco, y la propia familia, con su madre a la cabeza, va en su busca, probablemente movida por estos comentarios. La reacción de J e s ú s es distanciarse de los de su casa y afirmar que su familia la forman aquellos que están dispuestos a cumplir la voluntad de Dios. Tras el aparente desprecio a su madre y a sus familiares, J e s ú s quiere mostrar que con el anuncio del Reino se h a n iniciado u n a s nuevas relaciones, que son supe161

riores a las de sangre y están b a s a d a s en la obediencia a la voluntad del Padre. La segunda referencia a María es la de Me 6,3, el único texto del Nuevo Testamento que nombra a J e s ú s como "el carpintero, el hijo de María". Un sábado, J e s ú s visita su pueblo y va a la sinagoga. S u s palabras producen u n gran asombro entre s u s paisanos a causa de la distancia que existe entre s u enseñanza y su origen humilde. De este modo, como sin querer, Marcos nos dice que J e s ú s , el Mesías que va a entregar s u vida en la cruz manifestándose como el Hijo de Dios, no es otro que "el carpintero, el hijo de María". Por tanto, el evangelista Marcos está diciendo de u n modo sutil que J e s ú s , el Mesías crucificado y resucitado, es el Hijo de Dios y el Hijo de María. Y, por consiguiente, ella es la madre de Dios. María, la madre de Jesús, hijo de David y de Abrahán, Dios con nosotros El evangelista Mateo supone u n paso m á s en la tradición evangélica y en la reflexión sobre J e s ú s y, por tanto, sobre s u madre. Recoge los mismos textos de Marcos, pero les da s u toque personal. Ya no habla de J e s ú s como el hijo de María, sino de María como la madre de J e s ú s . Pero es en el evangelio de la infancia (Mt 1-2) donde Mateo ofrece reflexiones m á s profundas sobre la figura de María y s u función en la historia de la salvación. Mateo es el único que comienza s u evangelio con la genealogía de J e s ú s (Mt 1,1-18). La historia de la salvación, que h a tomado u n giro inesperado en la persona de J e s ú s , h u n d e s u s raíces en la historia de Israel y en la de esta familia concreta. En u n a cadena de nombres encontramos a grandes personajes, como Abrahán o David, y otros menos conocidos. Nos fijamos en la presencia de cinco mujeres que, en medio de u n a historia dominada por reyes y varones, se convierten en protagonistas. En las cuatro primeras se sigue el mismo esquema: "Judá engendró de Tamar a...". Pero cuando le llega el turno a María y esperaríamos u n "José engendró de María a...", nos encontramos con que se dice: "José, el esposo de María, de la cual nació Jesús". Así se excluye la generación por obra de José. De este modo, Mateo subraya que Dios, el protagonista último de la historia de la salvación, h a contado siempre con personas de todo tipo y le h a asignado a María el papel especial de 162

ser la madre de s u Hijo. El Mesías, hijo de David e hijo de Abrahán, depositario de las promesas para Israel y para todos los pueblos, es el Hijo de Dios y h a escogido a María para que sea su madre. Su hijo, que es a la vez el Hijo de Dios, será el Emmanuel, el "Dios con nosotros". María, dichosa porque escucha la Palabra de Dios y la cumple Para comprender la descripción que Lucas hace de María tendríamos que leer también el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aunque al igual que Mateo escribe u n evangelio de la infancia, su presentación y s u s subrayados son diferentes. Algunos textos se sitúan en la misma línea de Marcos y parecen señalar cierta distancia entre J e s ú s y María (Le 8,21). Por eso, J e s ú s rechaza el piropo que u n día u n a mujer dirige a s u madre -"Dichosos el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron"- y reafirma los nuevos vínculos familiares: "Más bien, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica" (Le 11,27-28). Sin embargo, Lucas, en s u evangelio de la infancia (Le 1-2), además de presentar a María como la elegida del Señor, la llen a de gracia y la madre del Hijo de Dios por la acción del Espíritu, subraya s u condición de discípula que está a la escucha de la Palabra de Dios (Le 1,28-37), cree lo que le dice (Le 1,45) y permite que en ella se cumpla (Le 1,38.45). De este modo la convierte en modelo de creyente y discípula que, tras la muerte y resurrección de J e s ú s , seguirá perseverando en la oración y en la escucha junto a los discípulos (Hch 1,13-14). La madre de Jesús, madre de los discípulos El evangelista J u a n forma parte del último peldaño en la reflexión del Nuevo Testamento. Y, al tiempo que se acerca a J e s ú s desde otras perspectivas, profundiza en la figura de María. En el evangelio, María aparece en dos momentos clave. Al principio, en las bodas de Cana (Jn 2,1-12), es descrita como "la madre de J e s ú s " y él la llama insólitamente "mujer". J u n t o a los discípulos, asiste al inicio de la manifestación de la gloria de s u hijo. Ella es la que intercede para que la hora de J e s ú s acontezca. Leído a u n nivel simbólico, María representa como mujer a todo el pueblo de Dios con el que J e s ú s viene a hacer alianza. 163

Al final del evangelio, en el Calvario (Jn 19,25-27), J u a n relata la escena de J e s ú s en la cruz, a cuyos pies se encuentran su madre y el discípulo amado. De nuevo llama a su madre "mujer". Y en ese instante en el que J e s ú s se manifiesta plenamente, también revela quién es su madre y cuál es su misión: a partir de ese momento, María será la madre del discípulo amado y de todos los discípulos.

ÍNDICE

Presentación

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Nos disponemos a ver cómo Dios actúa en la historia

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1 Las confesiones de fe en el Nuevo Testamento • Guía de lectura: 1 Cor 15,1-11 • Para profundizar: "¡Ha resucitado!" 2 Dios h a exaltado a J e s ú s a su derecha • Guía de lectura: Rom 6,1-11 • Para profundizar: Nueva vida en Cristo

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3 Dios entregó a su Hijo por nosotros • Guía de lectura: Rom 8,31-39 • Para profundizar: El amor de Dios, manifestado en Cristo, Señor nuestro

35 37

4 Bautizado por J u a n en el J o r d á n • Guía de lectura: Me 1,1-11 • Para profundizar: El misterio del bautismo de J e s ú s . . .

45 47 51

5 Jesucristo nos lo h a dado a conocer • Guía de lectura: Le 4,14-30 • Para profundizar: El Reino de Dios

55 57 61

6 Expulsa a los demonios con el poder de Dios • Guía de lectura: Me 1,21-28 • Para profundizar: Milagros de J e s ú s , signos del Reino

65 67

7 Se transfiguró ante ellos • Guía de lectura: Me 9,2-8 • Para profundizar: Profeta poderoso en obras y palabras

75 77 81

8 Mira, viene tu Rey • Guía de lectura: Mt 21,1-11 • Para profundizar: J e s ú s , el Mesías

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9 Destruid este templo • Guía de lectura: Me 11,15-19 • Para profundizar: J e s ú s , el nuevo Templo

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10 Esta es la copa de la Nueva Alianza • Guía de lectura: Le 22,14-21 • Para profundizar: La última cena de J e s ú s 11 Habiendo amado a los suyos, los amó h a s t a el extremo • Guíade lectura: J n 13,1-17 • Para profundizar: "Por nosotros y nuestros pecados"

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12 El Padre nos h a reconciliado en Cristo • Guía de lectura: 2 Cor 5,18-2 • Para profundizar: J e s ú s y el perdón que sana y salva

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13 Juez de vivos y muertos • Guíade lectura: J n 5,17-30 • Para profundizar: J e s ú s , el Hijo del hombre

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14 En él fueron creadas todas las cosas • Guía de lectura: Col 1,3-20 • Para profundizar: "Todo fue creado por él y para él"

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15 Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo • Guía de lectura: Le 1,26-38 • Para profundizar: La maternidad de María

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