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Spanish Pages [267] Year 2012
cons princ.fm Page 5 Thursday, March 1, 2012 9:10 AM
Tomás Mazón, Raquel Huete y Alejandro Mantecón (eds.)
Construir una nueva vida Los espacios del turismo y la migración residencial
/ universidades, 3
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Los editores agradecemos el valioso esfuerzo, compromiso y colaboración que hemos tenido por parte de los autores, así como la ayuda concedida por la Dirección General de Investigación y Gestión del Plan Nacional I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación para la consecución de este proyecto.
1.ª edición: febrero 2011 Traducciones: Sonia Mira Mira Diseño de cubierta: Xavier Bas Disseny
Derechos reservados para todo el mundo © de textos y fotos: de sus respectivos autores © editorial milrazones General Mola 35, 3.º dcha. 39004 Santander (Cantabria) [email protected] www.milrazon.es
Depósito legal: B - 1120 - 2011 isbn: 978 - 84 - 937552 - 4 - 9 Impreso por BookPrint · Hospitalet de Llobregat (Barcelona) Impreso en España · Prohibida la reproducción
Índice
1. Introducción: sobre la construcción social de los lugares 11 Raquel Huete y Alejandro Mantecón Migraciones orientadas por el ocio y turismo residencial internacional 11 Ciudad y modernidad 13 Espacios y lugares 16 2. Del espacio al lugar y al paisaje cultural: segundas residencias a orillas de ríos y lagos en Canadá central 21 Nik Luka Introducción 21 Orígenes y crecimiento de las segundas residencias en Ontario central 24 Entender la vida en el cottage country 27 Medio rural, naturaleza virgen y escapar de la ciudad 29 · Participación activa en la transformación del espacio en lugar 31 · Paisajes del hogar y espacios sociales diferenciados 34 · ¿Miedo y asco? 43
3. La efímera Floribec Rémy Tremblay
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Introducción 47 Los orígenes de la Floribec 47 El asentamiento de la comunidad floribequense 48 El desplazamiento de la Floribec hacia el norte 50 Las horas de gloria de la Floribec 51 La configuración espacial 51
La elasticidad espacial 52 La decadencia de Floribec 53 La dispersión urbana de Miami 53 · La percepción negativa de los floribequenses 54 · La competencia turística comercial 55
Los islotes turísticos y étnicos Conclusión 58
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4. En búsqueda del México auténtico. Las comunidades norteamericanas en ciudades turísticas de México 61 Helene Balslev Clausen y Mario Alberto Velázquez García Introducción
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El turismo como economía de la experiencia íntima 63
La ciudad de Álamos 68 El resurgimiento de Álamos por el turismo 70 La construcción de la economía de la experiencia íntima en Álamos 72 La búsqueda del México auténtico 74 Conclusiones 79 5. Imaginarios del turismo residencial en Costa Rica. Negociaciones de pertenencia y apropiación simbólica de espacios y lugares: una relación conflictiva 81 Michael Janoschka Introducción: turismo residencial en Costa Rica ¿un mundo feliz? 81 El turismo residencial en Costa Rica: una consecuencia del capitalismo global 85 Las micropolíticas del lugar. Negociaciones de pertenencia y apropiación simbólica 92 Conclusiones 100 6. Migración residencial y transformación social en las costas australianas 103 Nicole Gurran Introducción 103 La migración residencial y su expresión en Australia 105
La investigación sobre la migración residencial en las costas de Australia 107 Comunidades costeras suburbanas 109 · Comunidades costeras vacacionales 110 · Ciudades costeras 112 · Destinos residenciales costeros 112 · Pueblos costeros 113
Implicaciones de la migración residencial para las costas de Australia 115 Gestión y protección de la costa 116 · Transformación económica 116 · Impactos sociales 120 · Infraestructura 121 Planificar para la migración residencial en las costas australianas 123 · Controles a través de la planificación 123 · Equidad social 125 · Desarrollo económico 125 · Planificación de las infraestructuras 126
Conclusión
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7. La migración residencial en Udon Thani, Tailandia 129 John Koch-Schulte Introducción 129 Udon Thani 130 ¿Quiénes son los migrantes residenciales de Udon Thani? 133 El entorno construido 136 Aspectos económicos 142 Aspectos sociales y culturales 144 La opinión de los residentes locales sobre la población extranjera 145 La planificación actual en el área de Udon Thani 147 Discusión 149 Promover la diversidad entre los migrantes residenciales 149 · Educación 150 · Bibliotecas 151 · Modelo de migración residencial 151
8. La búsqueda de la buena vida en un entorno cambiante: el caso de Didim, Turquía 155 F. Özlem Nudrali y Nilgün Görer Tamer La migración residencial en Turquía 157 Didim: la internacionalización del turismo residencial 164 Un destino residencial emergente al borde del agotamiento 166
¿Quién busca la buena vida en Didim? 168 En busca del idilio rural en un destino turístico Sólo un lugar bajo el sol 173 Conclusión 176
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9. El análisis del entorno construido como un medio para entender la interpretación que los migrantes residenciales hacen de sus nuevas vidas: los británicos en España 179 Alesya Krit Introducción 179 ¿Por qué fijarse en el entorno construido? 183 La casa como unidad de análisis 186 Los británicos y sus viviendas 187 La arquitectura vernácula 189 «Lo reinventado» 192 Finalmente, cuando la persona se traslada a la casa… 197 10. El turista de las mil y una noches. Turismo residencial en Marruecos: transformación funcional y simbólica del patrimonio arquitectónico y del territorio 203 Carmen Gil de Arriba El paradigma de los dos principales destinos del turismo extranjero en Marruecos: Agadir y Marraquech 204 Procedencia y características de los inversores y de los turistas internacionales llegados a Marruecos, su incidencia territorial, económica y social 209 Dinámicas de movilidad y transformaciones en el tiempo y en el espacio 218 Conclusiones: turismo residencial y seducción de lo ficticio 221 11. Epílogo: los territorios de las nuevas tecnologías y la construcción social del lugar turístico 225 Elena Jorge Sobre los autores Bibliografía
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1. Introducción: sobre la construcción social de los lugares 1. Introducción: sobre la construcción social de los lugares
Raquel Huete y Alejandro Mantecón
Las ciencias sociales explican cómo las personas crean sociedades a partir de la configuración de sistemas de relaciones entre actores sociales individuales y colectivos que «se mueven» en unas coordenadas históricas y geográficas. En cada sociedad la evolución de esas relaciones provoca cambios constantes en las formas de producción de la cultura material (tecnologías, obras de arte, estructuras urbanas…) e inmaterial (creencias, estilos de vida, tipos de organización política…) Migraciones orientadas por el ocio y turismo residencial internacional En este libro se ofrece una selección de trabajos que analizan una forma radicalmente moderna de creación de sociedad: aquella que tiene como actores principales a ciudadanos que «construyen» espacios de convivencia en latitudes a veces muy distanciadas de sus regiones o países de origen; espacios en los que intentan reorientar sus trayectorias vitales hacia la búsqueda de la autorrealización personal y la conquista de una mejor calidad de vida, dejando en un segundo plano el desarrollo de las actividades propias del ámbito productivo. Nos referimos a las personas que integran los estilos de vida
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multirresidenciales, los flujos crecientes de turismo residencial internacional y algunas de las migraciones orientadas por motivaciones no laborales, cuya variante más estudiada (aunque en absoluto la única) es la migración de jubilados. Sin menospreciar la aspiración por mejorar sus condiciones materiales, se advierte que ese no es el motivo que supedita el resto de los aspectos valorados a la hora de tomar la decisión del traslado. Es decir, más allá de las motivaciones concretas declaradas a los investigadores, los protagonistas de estos tipos de movilidad residencial no se orientan tanto por el deseo de incrementar sus recursos económicos como por el intento de apaciguar el sentimiento de ansiedad que surge cuando un individuo que tiene sus necesidades materiales relativamente cubiertas se da cuenta de que no está satisfecho con la vida que lleva. Un sentimiento que suele vincularse con las condiciones generales del entorno social y ambiental en el que vive y que, de no aplacarse, termina por deteriorar la estabilidad emocional y afectiva de quienes lo experimentan. Desde el mundo académico anglosajón se ha impuesto últimamente la expresión lifestyle migration para hacer referencia a esta variedad de desplazamientos y, a su vez, el término lifestyle migrants para aludir a quienes se desplazan. Se advierte aquí que en este libro se ha optado por traducir estos vocablos de forma no literal y, en su lugar, se han utilizado los términos «migraciones residenciales» y «migrantes residenciales». Simplemente, nos ha parecido que de este modo el resultado es más eufónico, sin que esta decisión pretenda variar en modo alguno el sentido original de las expresiones mencionadas en inglés. No vamos a repasar en esta introducción los debates acerca de la naturaleza turística o migratoria de los procesos de movilidad residencial a los que hacemos referencia. En los últimos años se han publicado numerosos estudios que examinan en profundidad los diferentes ángulos de esta cuestión. Por eso remitimos al lector interesado a algunos textos que nos parecen especialmente ilustrativos: Benson (2010);
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Benson y O’Reilly (2009a, 2009b); Böröcz (1996); Breuer (2005); Casado (1999, 2006); Casado et al. (2004); Dehoorne (2002); García y Schriewer (2008); Gaviria (1976); Gustafson (2001, 2002, 2008); Hall y Müller (2004); Hall y Williams (2002); Huber y O’Reilly (2004); Huete (2009); Huete y Mantecón (2010); Huete et al. (2008); Janoschka (2009); Jurdao (1979); King et al. (1998, 2000); Leontidou y Marmaras (2001); Mantecón (2008, 2010); Mantecón et al. (2009); Mazón (2006); Mazón y Aledo (2005); Mazón et al. (2009); Monreal (2001); Müller (2002); Oliver (2007); Ono (2008); O’Reilly (2000, 2003, 2007a, 2007b, 2009); Rodes (2009); Rodríguez (2001); Rodríguez et al. (1998, 2001, 2004, 2005); Romita (2010); Salvà (2002); Tremblay y O’Reilly (2004); Vera (2005); Warnes (1991); Williams et al. (1997, 2000). Ciudad y modernidad El sentimiento de insatisfacción al que aludíamos se relaciona con diversos factores. Uno de los más importantes es el contexto urbano en el que suele discurrir la vida social en las regiones más avanzadas. Robert Park (1915) se refirió a la ciudad como un estado de ánimo, como una compleja organización que resulta de las interacciones entre un orden material y un orden moral, como la obra colectiva más creativa realizada por los seres humanos. Una obra en la que una sociedad expresa su concepción del mundo, pero, también, una obra en la que sus personajes corren el riesgo de quedar a merced de los intereses de una macroestructura que escapa a su control y en la que acaban por no reconocerse. La ciudad europea, explica Max Weber en Die Stadt (publicación póstuma de 1921), es el escenario en el que emergen las sociedades, entendidas como agrupaciones de individuos que, en libertad, se asocian para realizar intercambios comerciales, fortalecer su autonomía y resolver conjuntamente los problemas colectivos. Al respecto, Weber apunta que la sentencia «el aire de la ciudad nos hará libres» tiene un origen medieval ligado al nacimiento del
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mundo urbano moderno y a su identificación con un espacio en el que era posible liberarse de los «grilletes» feudales. La ciudad fue descrita por Park como «el hábitat natural del hombre civilizado», aunque la verdad es que caminar por algunas ciudades nos hace dudar de los logros de la civilización. Podríamos decir que el aire de muchas ciudades se ha viciado demasiado, y no únicamente por la polución atmosférica. En 1903 Georg Simmel mostró su preocupación sobre las condiciones de la «vida anímica urbana», cada vez más definida por la impersonalidad, la indolencia y la monetarización que impregnan las relaciones sociales: «el no sentirse en determinadas circunstancias en ninguna otra parte tan solo y abandonado como precisamente entre la muchedumbre urbanita es sólo el reverso de aquella libertad. Pues aquí, como en ningún otro lugar, no es en modo alguno necesario que la libertad del hombre se refleje en su sentimiento vital como bienestar» (1903/1998: 256). Ello nos lleva a cuestionarnos acerca del futuro de las sociedades «avanzadas» y de su distanciamiento de las formas de vida que han caracterizado la historia de la mayor parte de la población humana hasta el siglo xix, cuando apareció la ciudad industrial. Louis Wirth señala: «En ninguna parte ha estado la humanidad más alejada de su naturaleza orgánica que bajo las condiciones de vida propias de las grandes ciudades» (1938: 1), y en 1965 Kingsley Davis escribe: «Las grandes y densas aglomeraciones que constituyen la población humana de nuestros días han alcanzado un grado tal de contacto humano y de complejidad social como jamás se había conocido hasta hoy, superando las de cualquier otra aglomeración de animales de gran tamaño y recordando más bien el proceder de los insectos comunitarios que el comportamiento de los mamíferos» (1965/1967: 12). El siglo xx fue testigo de las grandes migraciones del campo a la ciudad; de la consolidación de un mundo —particularmente del más influido por la cultura occidental— en el que nacemos, vivimos y morimos en ciudades. Los habitan-
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tes de las regiones en las que los procesos de industrialización se han desarrollado más intensamente no pueden escapar de la ciudad, porque la ciudad forma parte de ellos. La ciudad no es sólo una estructura física, es también un estado mental; la urbanización invade los territorios y también las conciencias. Nuestra «desprogramación» como urbanitas implicaría una «desprogramación» total de nuestro «sistema operativo», una resocialización completa. Por eso, los movimientos y estrategias residenciales abordados plantean, «desde dentro», una crítica latente a las versiones más agresivas de la sociedad urbana que emergió con los procesos de industrialización decimonónicos. Esa crítica es asumida de muy diversos modos y, normalmente, se manifiesta en un distanciamiento más o menos permanente de la sociedad de origen con el fin, o bien de «desconectar» temporalmente de las rutinas diarias, o bien de iniciar una nueva vida en otras coordenadas geográficas. La decisión de alejarse (de «evadirse») nos indica cuál es la opinión acerca de esa sociedad. Las ciudades más modernas no responden fielmente a las características de las ciudades industriales, lo cual no quiere decir que el advenimiento de la sociedad post-industrial haya desembocado en un nuevo paraíso urbano. Al menos desde los años sesenta del siglo pasado, la imbricación de las fuerzas migratorias centrípetas (del campo hacia la ciudad) con otras centrífugas (de los núcleos urbanos hacia sus desiguales áreas de influencia) han corrido parejas al incremento de la población urbana y a la expansión de extensas áreas metropolitanas que algunos autores han llamado ciudades «dispersas» o «difusas». Ahora bien, aquí no nos referimos a movimientos antitecnología, anti-capitalismo o anti-globalización. Todo lo contrario. De lo que se habla es de otras formas de sentir y vivir la modernidad. Antes que anti- o post-modernos, creemos que estas personas reflejan actitudes y comportamientos que ensalzan valores propios de la modernidad, a veces de manera diferente a como han sido interpretados por las corrientes dominantes, y otras, en cambio, intensificando
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algunas tendencias reconocibles desde hace décadas. Lo que pretenden es aprovechar los recursos que pone a su disposición el sistema para redefinir sus estilos de vida durante un tiempo en ocasiones indeterminado y desde una concepción alternativa del espacio urbano que habitan. Las investigaciones sobre la vida en las ciudades hacen que la preocupación de Simmel, antes señalada, sea matizada. En infinidad de espacios urbanos con características muy diversas han prosperado formas de vida comunitarias. Suzanne Keller (1968) explicaba con detalle cómo la solidaridad y la cooperación social tienen que ver mucho menos con la planificación del espacio urbano que con las actitudes y las características socioculturales compartidas por sus residentes. Sin embargo, y he aquí un apunte crucial, esto no implica que la calidad de esas relaciones no se vea determinada por el entorno en el que se establecen. Los trabajos reunidos en esta compilación se fijan tanto en la influencia que la población ejerce sobre la configuración del entorno construido, como en la forma en la que el entorno determina el tipo de sociedad que en él se crea. En este libro se habla de personas que buscan recuperar la escala humana local en escenarios más amables y saludables. Son individuos que deciden mejorar su calidad de vida a través de un traslado residencial vinculado a la construcción de una cotidianidad que se distingue por la vida al aire libre, las experiencias de ocio compartidas y la consecución de relaciones sociales «más cercanas». Espacios y lugares Los flujos turístico-residenciales y las lifestyle migrations sustituyen los rasgos distintivos de los territorios que ocupan por otros nuevos. La transformación de la fisonomía del lugar lleva aparejada la afirmación de nuevas identidades no siempre fáciles de «encajar». Para entender mejor este asunto recomendamos la lectura del artículo de Thomas F. Gieryn «A space for place in Sociology» (2000). Aunque cualquiera
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que se haya formado en ciencias sociales, y en particular cualquier geógrafo, sabe precisar las diferencias entre los términos «espacio» (space) y «lugar» (place), creemos que la lectura del texto citado puede resultar clarificadora. Según Gieryn, un «lugar» solamente existe cuando puede constatarse la presencia de tres elementos: 1) Una localización geográfica. Un «lugar» es un «espacio» concreto, único y finito. Es un «espacio» concebido como la suma de un volumen, un tamaño, unas medidas, unas formas, unas distancias… es la diferencia entre «aquí» y «allí». Puede ser una habitación, una vivienda, una ciudad, un continente, un planeta… 2) Una forma material. Son las cualidades físicas —artificiales o naturales— del «espacio». Es la conjunción de elementos como las calles, los edificios, los bosques, las rocas, los árboles, los jardines… Los «lugares», en tanto que entornos construidos, son producidos y reproducidos por los seres humanos continuamente. Los procesos sociales ocurren en (y a través de) las formas materiales que diseñamos, construimos, manipulamos y utilizamos. 3) Un recipiente de significados y valores. Los «lugares» son percibidos, sentidos, interpretados, narrados e imaginados. Es decir, un «lugar» existe cuando un «espacio» es de algún modo apropiado por el ser humano, el cual le otorga unos significados subjetivos. El «lugar» es «espacio» relleno con personas, acciones, objetos y representaciones (en un sentido parecido otros autores han marcado la diferencia entre el «espacio no humano» y el «espacio humano»). En la perspectiva que se propone, el «lugar» tampoco es meramente la concentración en el territorio de un grupo humano que comparte unos hábitos particulares y una serie de características sociodemográficas y económicas. Es imprescindible incorporar las características arquitectónicas y paisajísticas y
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los significados que adquieren las calles, los edificios, las plazas… A la hora de estudiar la construcción de un «lugar» debemos investigar a los actores sociales que participan en su producción, regulación y consumo; las relaciones que establecen; la manera en que la configuración del espacio interactúa con la población; los diferentes significados con los que se dota de sentido al lugar; o las formas en las que las estructuras arquitectónicas y las infraestructuras urbanas se proyectan generando lugares con características particulares. Desde un razonamiento similar al elaborado por Berger y Luckmann (1966) con el propósito de desmenuzar los procesos de «institucionalización», «legitimación» e «internalización» de la realidad, Jonathan Turner (1987/1990: 234-239) dedicó un epígrafe en su disquisición sobre el «Teorizar analítico» a concretar el papel que desempeña el espacio en los procesos de creación de interacciones sociales. Según Turner, el espacio es un objeto de negociación no explícita, pero constante, entre los sujetos de la interacción, pues el resultado de esa negociación decidirá quiénes y cómo van a ocupar un espacio determinado. El sometimiento de la distribución del espacio, y en consecuencia de la movilidad de las personas, a unas pautas concretas es lo que Turner denomina «regionalización de la interacción». El proceso de «regionalización» se ve decisivamente condicionado por las diferentes interpretaciones que los actores sociales implicados en una situación producen acerca de lo que para ellos significan los elementos físicos del espacio (las «formas materiales» de Gieryn). Por eso, las normas, los valores, las representaciones, las creencias y los discursos son elementos clave. La función primordial que adquiere un espacio concreto es consecuencia de la consolidación de una serie de rutinas aceptadas por el conjunto social, cuestión ésta que no deja de estar supeditada a juegos de poder y negociaciones recurrentes que pueden adquirir un cariz problemático. Como puede apreciarse, los procesos de «normativización» (producción y consolidación de acuerdos
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normativos), «regionalización» (ordenación y adecuación de los espacios a los procesos de interacción social) y «rutinización» (aceptación de los significados asignados a los espacios debido a la repetición de unos usos determinados) se retroalimentan entre sí. Una alteración del orden espacial provoca cambios en las rutinas. Igual, un cambio profundo en los hábitos de comportamiento vinculados a unos espacios puede modificar su estructura material para adaptarla a los nuevos usos. Ambos procesos ponen en cuestión las normas socialmente acordadas acerca del significado que se le da al espacio, pero, también, los cambios en los procesos de «regionalización» y «rutinización» pueden desencadenarse por el resquebrajamiento del consenso normativo. Cuando los grupos sociales que comparten unos espacios producen interpretaciones muy diferentes acerca de lo que éstos significan, entonces se está en la antesala de un conflicto. No entretendremos más al lector con estos apuntes. Lo mejor viene en las páginas siguientes.
2. Del espacio al lugar y al paisaje cultural: segundas residencias a orillas de ríos y lagos en Canadá central* 2. Del espacio al lugar y al paisaje…
Nik Luka
Introducción Las segundas residencias situadas a orillas de ríos o lagos constituyen un aspecto esencial del turismo y del ocio en el día a día de la sociedad canadiense, pero también de sus narraciones culturales sobre el espacio y el paisaje. Las segundas residencias, como espacios domésticos, están muy presentes. De hecho, hay una vivienda secundaria —denominada casa de campo, cabaña o chalé— por cada 12 hogares.† Así pues, este enorme país se encuentra al mismo nivel de Suecia, Noruega, Finlandia o Francia en lo que se refiere al número relativamente elevado de segundas residencias. A pesar de ser el segundo país más extenso del mundo, Canadá cuenta con solo 33,3 millones de habitantes, la mayoría de los cuales (el 62%) se concentra en las dos provincias centrales: * La investigación que aquí se presenta fue generosamente subvencionada por una beca de doctorado concedida por el Social Sciences and Humanities Research Council de Canadá. † El instituto nacional de estadística canadiense (Statistics Canada) señala que, de las 12.985.000 unidades familiares y residencias privadas ocupadas que existían en el país en 2008, un total de 1.067.330 (el 8,2%) indicaron poseer también una segunda vivienda. La mayor parte se encuentra en la misma provincia que la vivienda principal de la unidad familiar.
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Quebec y Ontario. De los 1,1 millones de hogares que en 2008 constaban como propietarios de una casa de vacaciones en las estadísticas oficiales del gobierno, aproximadamente el 59% se encontraba en estas dos pobladas provincias centrales. El presente capítulo se centra en la provincia de Ontario, donde 400.000 hogares poseen una segunda residencia, y, en particular, analiza el denominado cottage country, un cinturón de segundas residencias situadas en las zonas boscosas que rodean los lagos y que históricamente ha sido de fácil acceso por tren u otro vehículo de motor desde la ciudad de Toronto. Las segundas residencias, y los paisajes culturales que representan, se han convertido en iconos de la identidad social colectiva y del sentimiento nacionalista para segmentos considerables de la población canadiense. Las segundas residencias a orillas de ríos o lagos en Ontario central constituyen paisajes culturales típicos, aun cuando no era éste su propósito original, y han llegado a convertirse en la expresión territorial del turismo residencial, por tomar prestado un término empleado por Allen (2003), Cadieux (2005) y Casado (1999). En estos lugares, y desde finales del siglo xix, decenas de miles de residentes del área metropolitana de Toronto han ampliado su espacio vital cotidiano, extendiendo de este modo la región metropolitana fuera de los límites de lo que muchos consideran su «periferia» (Wolfe, 1951). Hoy en día el cottage country de Ontario forma parte de lo que François Ascher (1995) ha denominado metápolis: una heterogénea serie de territorios construidos de forma desigual en los que la totalidad o gran parte de sus habitantes, las actividades económicas o el espacio físico se hallan integrados en el funcionamiento diario de una región metropolitana (en este caso, la de Toronto). La región de Toronto es el Área Censal Metropolitana más poblada de Canadá (con 5.623.900 habitantes en 2009), y una de las regiones metropolitanas de Norteamérica que más rápidamente ha crecido. Su población aumenta anualmente en unos 100.000 habitantes, y se estima que la población total de Ontario central se incrementará en tres
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millones de personas a lo largo de los próximos 30 años (Bourne et al., 2003). No obstante, el presente capítulo no trata del crecimiento metropolitano. Este es, en cambio, un estudio acerca de la manera en la que el entorno físico (el natural y el construido) da forma a las relaciones sociales existentes en esta zona de segundas residencias localizadas a los pies de lagos y ríos, cuestión que analizaremos a través de la lente conceptual de los estudios sobre los paisajes culturales. Consta de tres secciones. La primera de ellas ofrece información básica sobre los antecedentes de las formas físicas y las prácticas sociales de «multirresidencialidad» presentes en las viviendas secundarias de Ontario central. La segunda sección examina las reiteradas transformaciones que han convertido el espacio en lugar y, posteriormente, en paisaje cultural. Para ello se lleva a cabo un análisis en el que se tienen en cuenta las posibilidades de realizar actividades que los usuarios han hallado y creado, con el paso de los años, en los lagos y los bosques de Ontario central. En términos más generales, estas pautas recurrentes se valoran como un cambio histórico por el cual se ha pasado de una mera búsqueda de lo placentero y del estatus social a un segundo momento caracterizado por la aparición de nuevas y significativas formas de residencia en paisajes concretos. Examinamos también cómo estos entornos construidos para un fin concreto han generado prácticas sociales basadas en la «multirresidencialidad», una actividad que hoy es considerada esencial para conformar la identidad del individuo, e indisociable de los paisajes culturales vinculados a la vida en el cottage country. Por último, la discusión final se centra en cómo las zonas de segundas residencias en Ontario central están siendo alteradas de modos que un buen número de personas considera inaceptables, y se alude a la indignación que, como era previsible, se ha generado. Las percepciones y premisas que aquí se recogen se basan en una estrategia dual de investigación de campo: una encuesta por Internet (n=200) y una serie de entrevistas per-
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sonales en profundidad, semiestructuradas (n=76), con usuarios del cottage country en Ontario central en el año 2003 (Luka, 2006a). Ambos métodos se combinaron para permitir que los temas que surgieran en la encuesta pudieran explorarse y verificarse en la aplicación de las entrevistas en profundidad. Para el cuestionario electrónico, que se insertó en una página web de la Universidad de Toronto, se solicitaron las respuestas de forma indirecta mediante diversos medios no aleatorios. La muestra, en consecuencia, no debe considerarse representativa. Orígenes y crecimiento de las segundas residencias en Ontario central Desde la perspectiva europea Canadá es un país joven, cuya colonización se inició en el siglo xvi mediante una serie de típicas y vergonzosas confiscaciones y «adquisiciones» de tierras a las poblaciones aborígenes. El cottage country de Ontario central se encuentra situado donde las vegas cultivables del río San Lorenzo se unen a los bosques del Escudo Canadiense, con una proliferación de pequeños y medianos lagos de agua dulce creados por la acción de los glaciares sobre el lecho rocoso de granito-gneis. Estas características han determinado históricamente las pautas y posibilidades de asentamiento en la región y, a su vez, éstas han tendido a reforzar la importancia del elemento geofísico. Debido al escaso potencial de la región para la agricultura u otras actividades productivas, diversas formas de turismo empezaron a desempeñar un papel económico clave desde finales del siglo xix. «Escaparse» de las ciudades industriales en la cuenca de los Grandes Lagos se asoció con importantes beneficios fisiológicos y psicológicos. Tales «escapadas» se consideraban una estrategia necesaria para afrontar la organizada, excesivamente estructurada y quizás «contranatural» vida en la ciudad y, por lo tanto, la popularización de la vida en las casas de campo se basó en una estricta dicotomía en la que los espacios urbanos dedicados a la industria y la producción se con-
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sideraban algo totalmente distinto (cuando no irreconciliable) de los prístinos, sanos y regenerativos espacios del Near North‡ (Campbell, 2004; Jasen, 1995; Smith, 1990). Las segundas residencias allí construidas se dedicaron de forma exclusiva a su uso para el ocio, generalmente solo en los meses de verano (Wolfe, 1977). Tras la Segunda Guerra Mundial, el auge económico de los años 50 y 60 trajo consigo un repentino aumento en la construcción de segundas residencias. Halseth y Rosenberg (1995) hablan, al analizar los años de la posguerra, de una «democratización» del cottage country que se puede atribuir al aumento del tiempo de ocio asignado al trabajador canadiense medio, al incremento de la renta real y de la disponible en todo el país, y al marcado incremento en la adquisición de un automóvil propio por parte de la población. Dicha democratización deriva también de la extensa venta de Tierras de la Corona situadas a orillas de ríos o lagos, que en Ontario se relaciona con agresivas políticas del gobierno de esta provincia para la promoción del turismo y el ocio (cf. Killan, 1993). Hodge (1974) calculó que en 1966 uno de cada siete hogares (aproximadamente el 15%) del área metropolitana de Toronto poseía una casa de campo, situación análoga a la expansión de las segundas residencias en Estados Unidos, Australia, Noruega, Suecia y Dinamarca. Su crecimiento se ralentizó en las décadas de los 70 y 80 debido a los efectos combinados de la escasez de tierra, los elevados costes de la energía y la estanflación general, pero en la década de los 90 entró una nueva fase que analizaremos más adelante. En términos físicos, el aspecto típico de la casa de campo en Ontario central es una estructura de madera construida expresamente para ese fin, situada cerca del agua y rodeada por bosques (ver fotografía 1). Desde un punto de vista tipológico, los entornos físicos de estas segundas residencias se ‡ Región de unos 62.000 kilómetros cuadrados situada en el sudeste de la provincia de Ontario.
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han desarrollado hasta tal punto que se prestan a comentarios generales mediante los cuales el cottage country de Ontario central es tipificado como forma urbana y paisaje cultural con rasgos particulares. Se observa habitualmente una pauta espacial distintiva de lagos y ríos que, aun siendo públicos, se encuentran rodeados por viviendas privadas que forman «un collar de una vuelta», lo que de hecho hace que los ríos y los lagos sean inaccesibles para el público (Halseth, 1998; Wolfe, 1977).
Fotografía 1. Casa de campo clásica de principios del siglo xx en las orillas rocosas de Parry Sound, en Georgian Bay. Foto del autor, 2008.
Los detalles arquitectónicos hacen que las casas de campo sean eclécticas, pero a la vez se caracterizan por una organización de la forma construida de una notable consistencia: un camino de entrada que lleva hasta la «puerta trasera» junto a un espacio despejado en la parte «delantera» (es decir, la que da al agua), con bastante frecuencia cuentan con un césped
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bien conservado, una zona pavimentada junto a la vivienda, un camino que lleva a un muelle empleado para nadar y amarrar vehículos acuáticos como canoas, algún que otro barco de vela, y la mucho más omnipresente pequeña lancha a motor. En conjunto, las segundas residencias de Ontario son también representativas de pautas de asentamiento que «encajan» a la vez como elementos físicos del crecimiento metropolitano y como fases del proceso de urbanización (Luka, 2006b, 2008a, 2008b). Entender la vida en el cottage country ¿Por qué la gente construye una segunda residencia a orillas de lagos o ríos en los accidentados terrenos de Ontario central? Investigadores como Jaakson (1986) y Wolfe (1965) analizaron esta cuestión y llegaron a la conclusión de que gran parte de la motivación de estas personas residía en su mero deseo de experimentar el ocio, el consumo conspicuo, la inversión simbólica que proporciona un mayor significado a la vida cotidiana (generalmente ligada a la ciudad) debido a su contraste con el tiempo de ocio en la segunda residencia, y un sentimiento de «vuelta» a la naturaleza. Con el transcurso del tiempo, sin embargo, se ha producido una evolución desde la mera búsqueda de lo placentero y del estatus social hacia formas con significados más profundos acerca de la manera de habitar determinados paisajes. Estos entornos de ocio en el cottage country, construidos específicamente para tal fin, han generado prácticas que actualmente se consideran fundamentales a la hora de concretar la identidad de quienes las protagonizan, y que, en definitiva, parecen indisociables de los paisajes culturales creados alrededor de la vida en las casas de campo. Para evaluar estas motivaciones de forma más exhaustiva, debemos considerar imágenes, textos y otros modos de representación, así como procesos de percepción, cognición y evaluación, por medio de los cuales cada usuario dota de significado a su entorno (Rapoport, 1977, 1990, 1995). A su vez, todo ello se debe contextualizar dentro de procesos
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socioculturales más amplios. Así lo han hecho, en términos abstractos, los estudios de geografía cultural, y de forma más específica, los estudios sobre paisajes culturales, un enfoque formulado en gran parte por J. B. Jackson (1951, 1980, 1984, 1994), que busca describir y analizar el tejido de los entornos naturales y culturales a diferentes niveles. Groth y Wilson (2003: 1) describen dicho enfoque como el análisis crítico de «las complejas redes de espacios mentales, sociales y ecológicos que nos ayudan a definir a los grupos humanos y sus actividades», con especial atención a cómo «la experiencia y la acción individuales devienen la base de ideas y acciones sociales y culturales compartidas» (2003: 15). Lewis (1993: 137) sostiene que «resulta difícil imaginar datos más primarios que estos», aunque Henderson (2003) ha sugerido el concepto de «paisaje epistemológico» como recordatorio de que, al intentar leer los paisajes como revelaciones materiales de la práctica y del pensamiento humanos, debemos actuar siempre de forma reflexiva, crítica y cauta. Otro recordatorio igualmente importante radica en el hecho de que los paisajes culturales son polisémicos, pero, no obstante, legibles, siempre y cuando establezcamos ciertos límites (Henderson, 2003; Lewis, 2003; Schein, 1997, 2003). Lewis (2003) resume estas advertencias al explicar que los paisajes constituyen obras en proceso de construcción, que son «creados» por multitud de autores diferentes que pueden tener puntos de vista contradictorios, por así decirlo, y que no todos estos autores pueden ser fácilmente identificados. Las experiencias, la importancia social, las mitologías y el folklore que rodea a estas segundas residencias se ven alimentados por expresiones culturales trasmitidas en Canadá a través de diferentes medios de comunicación. Existen lecturas generales publicadas por editoriales populares, como Cross (1992) o Fowler y Sinclair (1980), al igual que multitud de historias sobre lugares concretos. Se trata con frecuencia de narraciones sentimentales sobre la vida en las casas de campo canadienses, que cargan las tintas, como hace Gordon (1989:
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6), sobre cómo «todo el mundo va en algún momento de su vida a ‘nuestra casa de verano’ […] que probablemente es una casa de campo». También es posible comprobar lo extendido de esta práctica en obras de ficción y poéticas, tales como el relato corto Wilderness tips, de Margaret Atwood, o la célebre novela de Mordecai Richler The apprenticeship of Duddy Kravitz, publicada en 1959. Asimismo, encontramos manifestaciones de la vida en las casas de campo en los medios de comunicación de masas: programas de televisión de interés general, en particular la serie Cottage Life Television, que se desarrolla en Ontario, y documentales compiten por obtener la atención de los espectadores, y la comedia de situación titulada Paradise Falls, cuya acción transcurre en el cottage country de Ontario, que un crítico describe como «la comedia cachonda que los canadienses siempre hemos querido».** Medio rural, naturaleza virgen y escapar de la ciudad Resulta imposible analizar las segundas residencias en Canadá sin hablar de la importancia de las construcciones sociales sobre la «naturaleza virgen» y el «idilio rural» en las culturas angloamericanas (por ejemplo, Bühler Roth, 1998; Bunce, 1994; Cronon, 1996; Jackson, 1994; Littlejohn, 2002; Marx, 2005; Pollan, 2008 [1998]; Shepheard, 1997). Las segundas residencias parecen representar paisajes culturales estimados, incluso «sagrados», por gran parte de la población, y combinan ocio y descanso con nociones angloamericanas más amplias sobre la «naturaleza virgen» o el «ideal rural». Cabe mencionar, como ejemplo, el bestseller del periodista Roy MacGregor (2002) titulado Escape: In search of the Natural Soul of Canada. El título deja bastante clara una parte significativa del atractivo: las casas de campo encarnan la frecuente asociación que en Norteamérica se establece entre la «naturaleza» y la «huida» del contexto urbano. ** Crítica publicada en la revista Flare, junio 2001.
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Los participantes en el extenso estudio en el que se basa este capítulo (Luka, 2006a) hablaron ampliamente sobre la presencia de una naturaleza «intacta» (la «naturaleza virgen» que figura de un modo destacado en los discursos angloamericanos sobre el paisaje) como parte integral de las representaciones generales del cottage country. Una entrevistada señaló que las áreas donde se encuentran ubicadas las segundas residencias no constituyen zonas de «naturaleza virgen», pero aun así apenas se alejan de dicha condición: Puede ser [parte de la naturaleza virgen] cuando las cosas se tuercen […] en invierno o a principios de primavera no hay mucha gente por aquí […] Es menos naturaleza virgen de lo que era, pero creo que aun así hay que tener presente que estás en mitad del campo. Es decir, que si necesitas una ambulancia o a los bomberos, tardan 45 minutos en llegar. Así son las cosas (Mujer, 50-59 años, río Severn). Entre las características que definen a las segundas residencias en Ontario, los entrevistados identificaron diversos atributos geofísicos, la importancia de poseer un terreno propio, disfrutar de un amplio espacio, privacidad y tranquilidad, y por último, al menos de un modo simbólico, ser más independiente y vivir quizás de una manera más rústica que en el contexto «urbano», aunque también reviste importancia disponer de un fácil acceso a áreas de población más permanentes: ¿Qué es el cottage country para mí? Yo diría que el bosque, tener una propiedad allí, el agua, poder disfrutar de las dos cosas en tu propiedad. Quizás el tamaño de la vivienda que disfrutamos, y estar lejos de los vecinos, que los ves cuando quieres o no los ves si no quieres. Poder disfrutar y trabajar en un entorno así, en el que de alguna manera eres un pionero: cortas la leña, construyes
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muchas de las cosas, es agradable poder hacer todo eso, incluso con la madera que hay en tu propio terreno. [Entrevistador]: Así que quizás, para usted ¿existe también un sentimiento de autosuficiencia? [R.]: Sí, sí, un poco, pero al mismo tiempo tienes cerca todos los servicios que necesitas (Hombre, 60-69 años, río Severn). Participación activa en la transformación del espacio en lugar Existe un ciclo recurrente de transformación en el crecimiento y desarrollo de las segundas residencias que va del espacio al lugar y desemboca en los paisajes culturales. En Ontario central se puede entender la creciente relevancia cultural de las viviendas secundarias si se toman en consideración todas las actividades, cargadas de significados, que, con el paso del tiempo, han encontrado y creado las personas que practican la «multirresidencialidad». Dichas áreas ya ofrecían determinadas actividades (como la natación o los paseos en barca) y, con cierto grado de manipulación, se crearon nuevas posibilidades para la práctica de actividades más estructuradas. De este modo ha empezado a emerger la forma urbana a orillas de ríos y lagos. En gran medida, se trata del resultado de la demanda y las opciones disponibles, con un énfasis mínimo en el mero utilitarismo. Ello ha generado pautas de asentamiento en Norteamérica que, en el transcurso del tiempo, ha dado lugar a una forma de ocio vernácula. En estas zonas, con una importante presencia de casas de campo, se observa una elevada actividad de los propietarios/ ocupantes de las viviendas. Prácticamente la mitad (46%) de los entrevistados o sus progenitores y abuelos habían construido su propia casa de campo, o habían contratado a carpinteros locales para hacerlo. Asimismo, el 49,5% de los participantes en el estudio tenía previsto llevar a cabo una amplia renovación o mejoras estructurales de la vivienda, lo que en algunos casos implica reconstruirla completamente:
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Compramos la casa de campo que había aquí y la utilizamos durante cinco años […] tratamos de decidir qué hacer con ella: repararla, echarla abajo, lo que fuera. Sabíamos que teníamos que hacer algo con la estructura de la casa; necesitaba varias cosas y al final el contratista nos dijo que nos convendría más tirarla abajo y empezar de nuevo, y eso es lo que hicimos […] Cuando empezamos a construirla sabíamos exactamente lo que queríamos. Sabíamos cómo tenía que estar la casa dentro del terreno. Mi marido la diseñó, y luego, claro, fuimos a un arquitecto para asegurarnos de que no se nos iba a caer el tejado encima (Mujer, 50-59 años, Thunder Bay). Las renovaciones no se limitan a la vivienda en sí, sino que a menudo implican modificar el terreno en el que se asienta y la vegetación existente, para disgusto de los vecinos en algunos casos: [Esposa] Despejamos todo el terreno […] Teníamos sencillamente una cabaña de unos 65 metros cuadrados entre arbustos y árboles, con un único camino que sale desde la carretera […] Hicimos una poda selectiva, dejamos los árboles de madera y los árboles importantes, abedules, y arrancamos los matorrales y los arbustos […] Hay una pendiente de 50 grados que llega al borde del agua, donde había una ciénaga […] Contratamos maquinaria pesada durante tres o cuatro meses y remodelamos totalmente la propiedad […] Construimos dos anexos y plantamos un buen jardín. Nosotros lo llamamos civilizar la propiedad; para nuestros vecinos era simplemente vandalismo. [Marido] Creo que nos llaman «los nazis de los árboles» […] el comentario generalizado era: si no les gustan los árboles ¿por qué no se quedan en la ciudad? (Pareja, 50-59 años, Thunder Bay).
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Así pues, un aspecto importante de la vida en el cottage country de Ontario central es la posibilidad (o la suposición) de construir la propia residencia o contratar a profesionales para que lo hagan según las especificaciones del interesado. La construcción especulativa por parte de promotores inmobiliarios (un modo de producción arquitectónica característico de las ciudades canadienses) fue hasta hace pocos años prácticamente inexistente. En cambio, han sido particulares los que habitualmente han adquirido terrenos disponibles en los que han construido su segunda residencia, o han contratado a carpinteros locales para que la construyan por encargo. Las estructuras ya existentes se intercambian en el mercado inmobiliario (aunque rara vez), con frecuencia totalmente amuebladas. Un entrevistado explica que estima su propiedad «porque he invertido muchísimo esfuerzo en ella», algo típico, en su opinión, de cómo «por aquí, cada casa de campo es única» debido a un sentimiento de influencia personal en la construcción de la propia vivienda, literalmente con sangre, sudor y lágrimas. Es habitual que los entrevistados hablen con cariño de su participación en el proceso de creación de su segunda residencia: Mi yerno me preguntó si quería comprar un terreno y construir otra casa. Y sí, claro, me gustaría hacerlo, pero no sé, tengo tantas astillas en las manos por esta casa, sabe, uno da mucho de sí mismo, así que perder este lugar […] tienes que tener mucho cuidado para no perder lo que es valioso de verdad para ti, no en el sentido económico, sino en términos sentimentales (Hombre, 60-69 años, lago Crystal). [Marido]: Yo construí la casa [en 1953] […] No pensaba casarme, así que me iba a construir una cabaña de soltero, y eso es lo que hice, lo primero. Y después no funcionó, así que […] compré una cabaña de troncos [río abajo] por 200 dólares, e hicimos que la desmontaran y
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transportaran hasta nuestro terreno, así que eso fue lo siguiente [en 1960]. Y después esta casita que construimos […] [Esposa]: Tenemos casas en todas partes […] Cuando [mi marido] y su padre construyeron la cabaña original, empezaron a hacerla con piedra que encontraron en el propio terreno, e hicieron todo el sótano […] luego dijeron que era tan difícil que cambiaron a la madera (Pareja, 60-69 años, río Severn). Aun en los casos de personas que no construyeron las viviendas ellas mismas, el hecho de que lo hicieran sus padres, abuelos o bisabuelos les proporciona un importante sentimiento de continuidad familiar. Éste es uno de los modos en los que las segundas residencias en Ontario central se construyen socialmente como lugar y como paisaje del hogar. Paisajes del hogar y espacios sociales diferenciados Las segundas residencias constituyen significativos paisajes del hogar, en tanto que organización particular de elementos espaciales, relaciones y procesos. Un reciente artículo (Luka, 2008a) analiza estos aspectos en profundidad, pero cabe destacar aquí algunos puntos importantes. Los entrevistados consideran su casa de campo tanto expresión como afirmación de su identidad. Por ejemplo, cuando se les pidió que respondieran a la afirmación «Este lugar refleja el tipo de persona que soy», la mayoría de los entrevistados se mostró claramente de acuerdo, con una puntuación media en la escala de Likert de 3,90 sobre 5 (lo que representa un alto grado de acuerdo). Existe una profunda devoción hacia la casa de campo, considerada como un «lugar en el que pasar el tiempo» y no como un producto susceptible de ser vendido, tal y como se ha comprobado en otros estudios sobre las viviendas secundarias (cf. de la Soudière, 1998; Jaakson, 1986; Kaltenborn, 1997, 1998). Tal y como lo expresó un entrevistado: «Tengo tan metido este lugar en la psique que no puedo
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concebir que no sea parte de mi vida». De hecho, el valor de uso excede al valor de cambio para más de la mitad (56,5%) de los propietarios/ocupantes. Cuestión que se constató cuando se preguntó a los entrevistados acerca de la posibilidad de conservar la propiedad dentro de la familia, bien transmitiéndola a los hijos, bien a otros parientes. Así pues, la casa de campo es considerada un «ancla» a lo largo de periodos extensos y un punto de reunión para la familia a través de diferentes generaciones: Adoro mi propiedad a orillas del lago. Es una parte fundamental de mi vida y lo ha sido durante tres generaciones de mi familia. Si por cualquier razón me viera forzado a vender alguna de mis propiedades, sería mi residencia principal, no mi casa de campo, así de profundos son mis sentimientos (Hombre, 30-39 años, lago Kasshabog). Para muchos entrevistados, la casa de campo constituye literalmente un lugar «sagrado». Una entrevistada de unos 70 años lo expresó de modo característico: «Amo este lugar. Aquí es donde mi familia se reúne y se mantiene unida, para disfrutar de las vacaciones y de las ocasiones especiales. Mis hijos se casaron aquí y mis nietos fueron bautizados también aquí. Es un lugar muy especial». Esto nos conduce a la cuestión de la vida en comunidad y a otras formas de interacción social. Son muchas las personas que hacen hincapié en la fuerza de las relaciones familiares locales y el papel de la segunda residencia como lugar para las reuniones familiares, tal y como se examina en otro artículo (Luka, 2008b). En el más amplio de los sentidos, estas personas no parecen comparar sus viviendas con la «típica» casa de campo caracterizada por una animada vida de «comunidad», aunque sí que consideran que estas viviendas constituyen lugares socialmente intensos donde familiares y amigos se reúnen. Los comentarios de los entrevistados sugieren que, sobre todo
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entre aquellos que dividen su tiempo de forma regular entre dos viviendas, la casa de campo constituye el lugar donde la interacción social es intensa, pero privada, por así decirlo, y tiene lugar entre familiares y amigos, no en formas más públicas de interacción (un aspecto que se suele asociar más fácilmente con la vida en la ciudad). La participación en actividades comunitarias resulta menos evidente, sobre todo entre los entrevistados que practican la «multirresidencialidad» y pasan gran parte de su tiempo en contextos más urbanos, aunque aquellos que ahora residen en su casa de campo de modo permanente mencionaron una participación notable en las actividades sociales locales. Dos casos analizados en detalle ponen de manifiesto este contraste. El primero de ellos es el río Severn (ver fotografía 2), que incluye dos lagos (Gloucester Pool y Sparrow). Se trata de un río de aguas rápidas con márgenes escarpados y rocosos en una zona de densos bosques sin asentamientos permanentes en las proximidades. Las casas de campo no se encuentran cerca las unas de las otras y el acceso a la zona ha sido siempre difícil. Los entrevistados señalaron que establecer y mantener conexiones sociales con otros residentes en la zona supone un esfuerzo considerable. De hecho, una entrevistada sugirió que éstos tienden a recluirse en su residencia más ahora que en el pasado, y lo atribuyó al incremento en el número de viviendas (lo que dificulta estar al día sobre «quién vive dónde») y a la idea de que la vida «en la ciudad» se ha vuelto mucho más frenética. El río Severn atrajo en un principio a varios de los entrevistados porque les permitía mantener un alto grado de privacidad, puesto que resultaba difícil «pasarse por casa de alguien» (lo que ayudaba a minimizar las visitas no deseadas): Bueno, mi padre buscaba un sitio al que él pudiera ir pero no sus parientes, a menos que él los invitara y fuera a recogerlos, ésa es la pura verdad. Ya había alquilado otras casas, y su hermano siempre aparecía con la fami-
Fotografía 2. Escena del río Severn que muestra sus escarpadas orillas junto al bosque. (Foto del autor).
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lia, y mi padre tenía que alojarlos. Así que dijo, quiero un lugar al que ir y en el que si quiero visitas, pueden venir, pero si no, que no puedan aparecer sin más […] y cuando yo era una niña reconocía todos los barcos y quién iba en ellos antes de que giraran por el canal, podíamos reconocerlos por el sonido del barco (Mujer, 80-89 años, río Severn). La gente simplemente no hace visitas, y eso es bueno; siempre hemos hecho chistes sobre eso […] La gente venía en su barco y [mi padre] se subía al barco y decía que se alegraba de verlos, y no bajaban del barco. Marcaba de verdad una diferencia. No es una casa de campo para dejarse caer. Me alegro de que pusiera esos límites porque no me interesa que un montón de gente pase por aquí […] queremos descansar [cuando estamos aquí] (Mujer, 40-49 años, Gloucester Pool). El segundo caso presenta un marcado contraste: Thunder Bay (ver fotografía 3) se caracteriza por sus playas de arena, la alta densidad de casas de campo, y un «medio rural activo» por las granjas cercanas. Los entrevistados consideran que la zona posee una intensa vida social, y se muestran de acuerdo en que en realidad Thunder Bay no supone «evadirse» de la ciudad en cuanto al nivel de sociabilidad, pero esto no supone un problema ya que la zona se halla muy «alejada» de los contextos urbanos. A diferencia de la ciudad, por ejemplo, la cohesión de las redes sociales en Thunder Bay y el «sentido de la comunidad» con ellas relacionado parecen traducirse en un amplio sistema de atención mediante el cual los niños son supervisados de forma colectiva: Creo que es algo parecido a los años 50, cuando tus hijos podían estar en la calle tranquilamente; no tienes que preocuparte por ellos […] una cosa que veo son los niños
Fotografía 3. Vista de Centre Beach, en Thunder Bay, que muestra las casas de campo apiñadas y la playa de arena de uso común. (Foto del autor).
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y la libertad que tienen aquí y que no pueden tener en otra parte, y lo bonito que es verlos explorar o hacer lo que quieran, estar lejos de la vista de sus padres y que no se preocupen por ellos […] puedes dejar que vayan a nadar y no tienes que preocuparte (Mujer, 60-69 años, Thunder Bay). [En la ciudad] mi vecino de al lado, mi casa podría explotar y él probablemente no diría nada o no llamaría a los bomberos. Creo que la gente es menos consciente de su entorno, mientras que aquí, los vecinos te conocen; vigilan a nuestros hijos (Mujer, 40-49 años, Thunder Bay). Los entrevistados también mencionaron un sentimiento de solidaridad dentro de la comunidad de Thunder Bay, respecto al trato igualitario que todos reciben, sin entrar en consideraciones sobre la situación económica o el estatus social: Es algo único, creo, porque se acepta a todo tipo de personas. Parece que no hay estratos sociales que aparten a la gente. Simplemente, si vives en Thunder Bay pues vives en Thunder Bay, y ya está. Claro está que algunas personas tienen más que otras, pero todo el mundo lo disfruta igual […] Y también hay un espíritu: todos sabemos que todos adoramos este lugar, así que estamos aquí juntos […] todos estamos aquí porque queremos este lugar. No importa cómo hemos llegado hasta aquí (Mujer, 60-69 años, Thunder Bay). Parte de lo que parece haber hecho de Thunder Bay un lugar significativo para los entrevistados es la relativa modestia de las casas de campo que la gente ocupa, es decir, el hecho de que no exista (o no existiese) la necesidad de, por ejemplo, mostrar el nivel económico a través de la vivienda. Así, las líneas que distinguen las diferentes clases sociales quedan, en un sentido figurado, desdibujadas, lo que con frecuencia se ha
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manifestado en que los límites entre las propiedades se desdibujen de un modo literal. Los entrevistados confirmaron que los niños tienen, o sin duda tenían, más o menos libertad para moverse de una parcela de terreno a otra, en tanto que la colonia de casas de campo prácticamente se consideraba un recurso compartido: un bien común. Los entrevistados entienden, sin duda, que esta idea se aplica a la amplia playa llamada Centre Beach, considerada un espacio común al que todos los propietarios de viviendas en Thunder Bay tienen derecho a acceder. Sin embargo, la gente en Thunder Bay menciona de forma recurrente que esta situación peligra, y sugieren que los nuevos propietarios/ocupantes muestran una actitud mucho menos relajada en lo que se refiere a permitir que la gente pase por su parcela, como expresó una entrevistada de mayor edad: En las viviendas que dan al agua, la gente se ha vuelto muy posesiva y no quiere compartir ese tramo de playa con nadie. Si hoy vas y te sientas enfrente de esta casa, te pedirían que te fueras, y en las otras; y no estoy de acuerdo con eso […] Cuando empecé a venir solo había una familia rica de verdad, y eran muy abiertos en relación a su terreno y todo lo que tenían, compartían su buena fortuna y todos podíamos disfrutarla […] y nunca nadie dijo nada de que los niños corrieran por tu parcela, o tu césped, o tu playa, o saltaran en tu balsa porque era como una propiedad común, y si los niños querían jugar, jugaban; y eso me gustaba. [Entrevistador] Y ¿este es un aspecto que usted cree que ha cambiado? Bueno, si mira a su alrededor verá las vallas entre todas las parcelas; y como le digo, alguien vendría a decirle que se fuera si se sentara en la arena, sobre todo si se lleva usted una silla y una nevera con cerveza (Mujer, 60-69 años, Thunder Bay).
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Los cambios que estos extractos de las entrevistas sugieren no son hechos aislados. Mientras que el término «casa de campo» ha designado tradicionalmente (en esta parte de Canadá) una modesta casa de verano, desde hace décadas la demanda ha excedido con mucho a la oferta y, en consecuencia, el valor de los bienes inmuebles se ha incrementado. También lo ha hecho el valor de las viviendas más selectas. Debido en parte al efecto de las presiones del crecimiento y las transformaciones del mercado inmobiliario, pero también a una población envejecida que gradualmente se va jubilando, un creciente número de propietarios de segundas residencias, a los que se sigue considerando «residentes estacionales» a efectos oficiales, ha decidido desde los años 80 residir durante todo el año junto al lago (Dahms, 1996; Halseth, 1998, 2004; Halseth y Rosenberg, 1995). Esta transformación de las viviendas estacionales en residencias permanentes ocupadas los 12 meses del año ha hecho del cottage country más que nunca una frontera urbanizada, una periferia suburbana, por así decirlo. Unida a la enorme demanda de casas de campo a orillas del lago, dicha apropiación a tiempo completo ha traído consigo cambios significativos que pesan sobre el cottage country, al tiempo que han aparecido serias tensiones. Destaca entre ellas, sobre todo en los últimos 10 años, la creciente preocupación ambiental por la capacidad de carga de estas zonas tan sensibles localizadas junto a ríos y lagos. A pesar de que a veces se trata de un mal disimulado desdén hacia la intensificación del uso y el mero aumento del número de usuarios, también se está manifestando una preocupación auténtica acerca de la calidad del agua, la salud del ecosistema y la conservación de las imponentes cualidades estéticas y vivenciales de los bosques y lagos de Ontario. Un gran número de áreas de segundas residencias se ha convertido en objeto de un acalorado debate en el que chocan las prioridades y expectativas de los residentes, los propietarios de las casas de campo, los propietarios que también son residentes y otros (Halseth, 1998, 2004).
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¿Miedo y asco? Las transformaciones actuales están causando conflictos en las zonas de segundas residencias de Ontario central y, en efecto, la inteligibilidad de los paisajes culturales se revela en la preocupación por los cambios, tanto reales como percibidos. El discurso de los entrevistados está impregnado por el sentimiento de que el cottage country está adoptando el aspecto de una ciudad mediante el uso de elementos urbanos, que van desde los materiales de construcción y los estilos arquitectónicos hasta la concentración y los tipos estructurales de viviendas que se están construyendo hoy en día junto a los lagos. Varios entrevistados hablan con franqueza de lo que consideran un cambio radical en la estética y la escala de las nuevas casas de campo: [Marido] Aquí siempre ha habido casas grandes, pero creo que está empezando [a cambiar] […] Te preguntas ¿por qué necesitan un sitio tan grande? ¿Cuál es su propósito al venir aquí? [Esposa] Ya no se ve que construyan casas pequeñas […] Eso cambia el aspecto de cottage country; sin duda. Si lo que queda al final son esas casas enormes, esto pierde mucho de su encanto, de alguna manera, la sencillez, quizás es eso: pierde esa sencillez. [Marido] Supongo que se trata, bueno, de si tienes dinero (Pareja, 40-49 años, Gloucester Pool). El uso del ladrillo, los estilos arquitectónicos que se alejan de la sencilla y típica casa de campo que históricamente ha caracterizado las áreas junto a los lagos en Ontario central, la disposición de los edificios en el terreno, y una tendencia a despejar más vegetación (bien maleza, bien una cubierta forestal más madura) son todos aspectos destacados que convierten, en opinión de muchos entrevistados, a un gran número de nuevas estructuras en elementos incongruentes:
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Las casas de campo gigantescas abundan. Los propietarios de esas casas tienen otras expectativas, como disponer de carreteras de la misma calidad que en la ciudad. Los estándares del cottage country son diferentes, pero pueden cambiar. Me parecen bien otros cambios, como los campos de golf, los restaurantes, claro […] Hace poco compramos la propiedad colindante para salvaguardar nuestros intereses. Nuestra situación económica nos lo permitió. Si no ¿entonces qué…? (Hombre, 60-69 años, lago de Bays). Otra entrevistada habla con desdén de un conjunto de nuevas «casas de campo» construidas en los últimos años que, en su opinión, son ostentosas y están fuera de lugar en cottage country: Hemos visto cambios enormes, especialmente aquí cerca, en nuestra orilla […] Por ejemplo, en la «Calle de los Millonarios», como la llamamos, están construyendo tres o cuatro casas que son muy parecidas; tienen formas diferentes, pero están usando el mismo tipo de ladrillo y todo eso, y eso me parece desagradable […] Se vende una casa allí por 2,4 millones de dólares,†† y no entiendo por qué alguien querría vivir allí. Parece que han dividido todo el terreno en parcelas (Mujer, 40-49 años, Gloucester Pool). Resulta muy evidente que existe un sentimiento compartido por un gran número de personas de que se está perdiendo algo especial. El municipio de Muskoka Lakes, tradicionalmente un destino muy solicitado de turismo residencial, hoy es considerado por los entrevistados en todo Ontario central como «el peor de los casos posibles». Una entrevistada en la cincuentena lamenta lo que denomina la «mus†† 1 dólar canadiense = 0,715 euros a 29 de septiembre de 2010.
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kokación» del área en que reside, que para ella implica «la construcción de nuevas viviendas entre las ya existentes, un empeoramiento en la calidad del agua, un mayor impacto negativo de la urbanización en las características naturales del paisaje y en las áreas ambientalmente sensibles, un notable incremento en los precios a lo largo de los últimos 10 años, y casas de campo cada vez más grandes». Muchos entrevistados en Muskoka Lakes parecen estar de acuerdo y hacen frecuentes referencias a los importantes proyectos inmobiliarios que se están llevando a cabo ahora mismo: Parece que estamos empeñados en destruir en lugar precioso con una urbanización excesiva y proyectos estúpidos, sin visión de futuro y motivados por la codicia […] ¿Queremos que esto acabe pareciéndose a Florida? Que este lugar tan especial esté a dos horas del área metropolitana de Toronto es a la vez una ventaja y un inconveniente (Hombre, 60-69 años, río Muskoka). Este tipo de comentarios refleja un tipo destrucción creativa que puede estar produciéndose en el cottage country de Ontario central. El propio atractivo que la zona posee para los usuarios de segundas residencias parece estar destruyendo lo que atrajo en un principio a los visitantes desde los centros urbanos. Las casas de campo de Ontario central parecen revestir una mayor importancia para sus usuarios cuando ésta se mide en términos del valor de uso en lugar del valor de cambio. La patente preocupación por la integridad de los ecosistemas naturales, tal y como se percibe en la zona, indica una posible predisposición a hacer concesiones que, en el contexto «urbano» diario, podrían considerarse demasiado comprometidas o totalmente radicales. Además, entre los usuarios de estas residencias existe un sentimiento de que se encuentran eminentemente cualificados para comentar cómo la actividad humana influye en la sostenibilidad del área en la
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que se encuentra su vivienda secundaria, lo que equivale a una emergente forma de responsabilidad hacia la conservación del medio ambiente. En el contexto de Ontario central, la construcción de la vivienda por parte de sus mismos propietarios confirma los hallazgos de Chaplin (1999) sobre los británicos propietarios de segundas residencias en el medio rural de Francia, así como los de Kaltenborn (1997, 1998) sobre las segundas residencias en Noruega. En efecto, la dedicación de los usuarios a su segunda residencia implica una mezcla de prácticas relacionadas con la producción y el consumo, que incluye las motivaciones y actitudes que son consustanciales al hecho de involucrarse activamente en la construcción, mantenimiento y planificación a largo plazo de la vivienda. Dado que parece existir un creciente deseo de cambios significativos en la forma en la que se permite que las casas de campo, las cabañas y los campamentos «encajen» dentro de los paisajes naturales en los que se encuentran situados, puede haber también estimulantes oportunidades de realizar intervenciones a pequeña escala a instancias de los usuarios, que posteriormente pueden extenderse progresivamente a través de su acción como diseñadores. Al final, el reto consistiría en encontrar nuevas formas en las que la planificación y el diseño proactivos puedan capitalizar las imágenes y significados asociados al cottage country, con el fin de establecer vínculos entre los elementos y procesos humano-culturales y naturales dentro de las regiones metropolitanas, en tanto que éstas constituyen la ubicación principal del asentamiento humano.
3. La efímera Floribec 3. La efímera Floribec
Rémy Tremblay
Introducción ¡En Quebec, el sur no existe! Christian Morissonneau constató esta realidad en 1983, tras comprobar que la idea que los quebequenses comparten sobre el sur se forma en torno a una región lejana, fuera de sus fronteras, pero en el mismo huso horario: Miami y Florida. De hecho, entre 1980 y 1990, la población francófona de Florida casi se cuadruplicó (aumentó el 180%). Así, de 195.000 en 1990, alcanzó los 337.000 diez años más tarde. Esta progresión demográfica dio lugar a la creación de un nuevo topónimo en el sur de Florida: la Floribec, donde los individuos y las familias se distribuyen en los tres condados de Dade, Broward y Palm Beach. Aquí se cuestionarán los orígenes de este colectivo francófono, de su desarrollo vertiginoso, de su transformación y de su aparente declive con el incremento de la densificación urbana. Los orígenes de la Floribec La historia de la comunidad étnica franco-canadiense creada a partir del turismo todavía no se ha escrito. Según Louis Dupont (1982), los canadienses de lengua francesa
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habrían comenzado a migrar a Florida en la década de 1930. Esta inmigración se produjo a raíz de las inversiones del gobierno de los Estados Unidos en la época de la crisis económica que siguió a 1929, cuando se emprendió la canalización de las marismas del sureste de Florida y, sobre todo, con la construcción de centenares de kilómetros del gran canal navegable, el Intercoastal Waterway. Simultáneamente, el gobierno estadounidense buscaba desarrollar la infraestructura turística. Miles de americanos se trasladaron al Estado del sol para trabajar en esa gran obra de construcción, incluidos los franco-americanos de Nueva Inglaterra, algunos acompañados de sus primos franco-canadienses. Una vez terminados los trabajos de construcción, en lugar de volver a su frío país, muchos trabajadores de origen franco-canadiense se establecieron de forma permanente en la región de Miami, más concretamente en Surfside, a la orilla del océano Atlántico, así como en North Miami (ver mapa 1). Al finalizar la Segunda Guerra Mundial 67.000 familias franco-canadienses y franco-americanas vivían en el Estado de Florida (Dupont, 1982). La mayor parte de estos nuevos residentes permanentes de Surfside, North Miami y Sunny Isles, encontraron un empleo en la industria turística ya que Florida, y en particular Miami, apostó por el desarrolló de esta industria. De tal modo, un número creciente de franco-canadienses adinerados de instalaron en el sur del Estado. La primera oleada de inmigración masiva de quebequenses hacia Florida tuvo lugar tras el final de la guerra (1939-1945) y se mantuvo hasta 1960. Así, Florida se estableció como un destino nuevo y prioritario para esta población, desde siempre en movimiento. El asentamiento de la comunidad floribequense El periodo de 1960 a 1970 dio lugar a una segunda oleada de emigración quebequense hacia la región de Miami y a un nuevo tipo de inmigrante: el inversor. En el origen de este nuevo desarrollo hay, al menos, tres factores: (1) el efecto libe-
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Mapa 1. La región metropolitana de Miami. El trayecto Miami-Fort Lauderdale es de 40 km. (Fuente: Département de Géographie, Université Laval)
rador de la Revolución Tranquila de Quebec, (2) la creación de riqueza en Quebec y (3) la posibilidad para los quebequenses de elegir entre una oferta de ocio más variada. La coincidencia de estos tres fenómenos habría favorecido que los quebequenses se abrieran más al mundo. Por otro lado, la industria del turismo se desarrolló rápidamente con la aparición de los grandes aeropuertos, la construcción de un sistema de autopistas en los Estados Unidos y el desplazamiento del poder económico y político desde el norte hacia el sur en una región que inició un crecimiento urbano fenomenal en el Sun Belt, donde destaca Miami. Miami Beach y las localidades vecinas de Surfside y de Sunny Isles se convirtieron en destinos turísticos privilegiados para
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los quebequenses. Los floribequenses se dieron cuenta del interés de esta nueva demanda y comenzaron a organizar sus negocios, dirigiéndolos esencialmente a los turistas quebequenses. Los emprendedores construyeron moteles, restaurantes, bares y pequeños establecimientos de ultramarinos que respondían a las necesidades reales de los turistas quebequenses y ofrecían los servicios básicos en francés (información, alimentación, alojamiento, entretenimiento). Hacia 1970 la mayor parte de estos comerciantes se instalaron en Surfside y Sunny Isles, especialmente a lo largo de la avenida Collins, a menos de un kilómetro de la playa, aumentando así la clientela y atenuando la confusión cultural de los clientes. El destino turístico preferido de los quebequenses se convirtió en un destino accesible desde el punto de vista financiero y etnolingüístico: el inglés, lengua local, dejó de ser un obstáculo. En esta época los hoteles Thunderbird, Suez, Waikiki y Colonial eran conocidos por todos los quebequenses que frecuentaban asiduamente Florida… e incluso por aquellos quebequenses que no tenían intención de ir. El desplazamiento de la Floribec hacia el norte En el transcurso de los años 80 la comunidad floribequense de Surfside y de Sunny Isles se desplaza pues, como ya sucediera con la mafia durante los años 20, Miami se convirtió en uno de los centros internacionales de los cárteles de las drogas e incluso en el escenario de importantes conflictos raciales (Boswell, 1991; Boswell y Curtis, 1991). La ciudad alcanzó el estatus de capital latinoamericana, no solamente porque se convirtió en un lugar estratégico para la Norteamérica latina, con un centenar de bancos latinoamericanos, sino también porque atrajo hacia su centro a centenares de miles de cubanos, nicaragüenses, colombianos y otros. Este flujo permanente de inmigrantes provocó un éxodo de, principalmente, los wasp (blancos anglosajones protestantes) hacia los condados vecinos de Broward y Palm Beach, situados al norte de Dade, dejando todo el espacio a los hispanos. Los turistas,
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incluidos los quebequenses y los floribequenses establecidos, siguieron a los residentes blancos anglófonos. Las horas de gloria de la Floribec Al principio de los años 90, los espacios floribequenses de Surfside y de Sunny Isles desaparecieron a todos los efectos. Los pequeños hoteles, moteles y viejos edificios sin valor arquitectónico particular, frecuentados por un buen número de quebequenses, fueron derruidos y reemplazados por lujosas torres de condominios que se elevan hasta 30 alturas y que, a menudo, son propiedad de colombianos y, por supuesto, de norteamericanos. Esta reconfiguración espacial explica en buena medida por qué las ciudades vecinas de Hallandale, Hollywood y Dania conocieron una expansión tan importante en el mismo periodo. Esta zona, situada en el condado de Broward, entre Miami y Fort Lauderdale, es el lugar más al sur que pudo acoger a turistas quebequenses a un precio asequible. Se trata de una de las últimas localidades en la costa sudeste de Florida que se salvó de las demoliciones provocadas por la dispersión urbana, y donde aún se pueden encontrar moteles pequeños y modestos muy apreciados por la masa de turistas quebequenses. De hecho, es en este lugar donde la comunidad floribequense ha echado raíces de verdad y donde la vida cotidiana en francés es más animada. La configuración espacial En cuanto a la organización espacial, la comunidad se implanta en un espacio en forma de T, una disposición típica de los «distritos de negocios recreativos» (districts d’affaires récréatives, dar) en centros turísticos estadounidenses como Atlantic City (New Jersey), Virginia Beach (Virginia), Myrtle Beach (South Carolina) y más cerca de nuestro caso, Old Orchard Beach (Maine) y Hampton Beach (New Hampshire). El dar floribequense, como en otros centros turísticos, dispone de una vía de circulación paralela a la playa, el
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Broadwalk, y de una arteria principal perpendicular a aquella formando una T, la calle Johnson. A lo largo de estas dos vías del dar se alinean, según la estación, restaurantes, puestos de comida especializada, confiterías y tiendas de souvenirs, y sobre la playa floribequense se sitúan los lugares más importantes, como el propio Broadwalk y el escenario de la calle Johnson, y también instituciones sociales tales como el famoso Frenchie’s Café. Alejado del dar, pero en la misma zona de Hollywood-Dania-Hallandale, se concentra una importante población turística e inmigrante de origen quebequense, estimada en 300.000 personas, que frecuenta sus propias instituciones sociales: las sucursales de la Caja de Ahorros Desjardins y el Banco Nacional del Canadá así como las oficinas del periódico Le Soleil de la Floride. En la periferia del corredor Hollywood-Dania-Hallandale, la población floribequense y sus puntos de arraigo se diluyen rápidamente. La elasticidad espacial Al espacio local de los floribequenses, con su propio centro y periferia, se añade la periferia lejana, Quebec, puesto que la madre patria forma parte integrante de la comunidad floribequense. El flujo estacional de miles de turistas, el acceso fácil en Florida a los periódicos, a la radio, a los principales canales de televisión de Quebec y el propio acceso a internet que facilita las operaciones bancarias a distancia, desembocan en el mantenimiento de los lazos sostenidos y constantes entre Floribec y Quebec. De hecho, todos los informes turísticos y mediáticos, recurrentes y permanentes, entre Quebec y las instituciones floribequenses hablan de una «comunidad transnacional» cuyo objetivo no es únicamente el de sobreponerse al aislamiento en una tierra extranjera sino, sobre todo, el de mantener y aumentar la influencia del origen territorial (Levitt, 2001). A mediados de los 90, los quebequenses habían conseguido formar una comunidad etno-turística facilitando numerosos servicios e inversiones a
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las afueras de una de las ciudades más dinámicas del sudeste estadounidense. En Floribec, las redes sociales personales y de negocios son densas y se crean especialmente entre los propios floribequenses y los turistas que comparten su lengua. Según nos alejamos del centro, la mayor parte de las redes se vuelven difusas, abriéndose a la mayoría de la población. Esta progresión socioespacial provoca interferencias en las interacciones sociales y la consecuente desaparición de los símbolos públicos de su presencia. La decadencia de Floribec A partir del siglo xxi, Floribec ha cambiado de manera dramática. Desde luego, los turistas quebequenses frecuentan aún el sureste de Florida, pero la vida cotidiana en francés y la cultura quebequense ya no dominan el paisaje del dar. En realidad, el espacio floribequense se ha retraído y la comunidad se ha ahogado. En el origen de esta descomposición podrían hallarse tres factores: (1) las presiones originadas por la persistente dispersión urbana de Miami, (2) la percepción negativa de los floribequenses a ojos de las instancias políticas locales, y (3) la competencia turística comercial. La dispersión urbana de Miami La adquisición y demolición de los moteles floribequenses por ricos promotores inmobiliarios locales y latinoamericanos no se ha limitado a las ciudades de Surfside y Sunny Isles. A falta de suelo disponible, el movimiento se extiende ahora hasta Hollywood. A modo de ejemplo, un inmenso complejo hotelero de lujo se ha construido a pocos kilómetros del mismo Broadwalk y se han demolido algunos moteles floribequenses en la playa de Holywood para construir torres de apartamentos de lujo (ver fotografía 1). Fort Lauderdale, justo al norte de Hollywood, es otro municipio en plena efervescencia; en sus playas han surgido desde hace dos años algunos de los conjuntos de apartamentos más lujosos de Florida. El mismo Hollywood también se
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Fotografía 1. Proyecto de construcción de torres de apartamentos en la playa de Hollywood después de la demolición de hoteles floribequenses. (Fotografía del autor)
ha enfrentado a un fenómeno de urbanización en altura y no podrá oponerse a la inminente densificación. Puesto que los negocios fracasan debido a los cierres y a la demolición de los comercios y moteles floribequenses, los visitantes de Floribec se dispersan en los moteles y en los parques para casas móviles del condado de Broward. La Caja de Ahorros Desjardins y el Banco Nacional de Canadá están aún presentes en Florida ¡pero sería ilusorio creer que estas instituciones financieras continuarán existiendo sólo con el propósito de atender a su clientela francófona! ¡Como el resto de bancos extranjeros sobre el suelo floridano! La percepción negativa de los floribequenses La clase socio-profesional a la que pertenecen los floribequense incomoda a la alcaldía de Hollywood. En términos estrictamente económicos (gastos cotidianos, impuestos inmobiliarios, etc.) no tiene ningún interés en animar a los floribequenses a quedarse en su territorio. Es más, la imagen caricaturesca de los floribequenses transmitida por el cine
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quebequense y los medios de comunicación locales no tranquilizan en absoluto a los ediles municipales. Si en la década de 1980 el ayuntamiento de Hollywood apreciaba los efectos económicos de los francófonos, hoy piensa que los floribequenses pueden empañar su imagen y tendría interés en seguir los pasos de los municipios vecinos reorientados hacia la élite turística. De hecho, la municipalidad ya ha tenido el primer gesto al demoler una de las instituciones más importantes de Floribec, Frenchie’s Café, situado en la esquina de Broadwalk y de la calle Johnson, así como los pequeños comercios adyacentes. El ambiente floribequense, tan querido para los turistas, prácticamente ha desaparecido. Indudablemente, hay aún numerosos turistas quebequenses en la playa, pero tienen acceso a muy pocos servicios en francés, lo que no ocurría hace apenas cinco años. El único momento en el que los floribequenses todavía ocupan masivamente este rincón subtropical del país tiene lugar en enero, con el CanadaFest, festival anual que reagrupa en el Broadwalk a los comerciantes floribequenses y a los artistas de Quebec; esta manifestación cultural atrae a unos 100.000 visitantes. Los líderes económicos floribequenses han comprendido sin duda el mensaje del ayuntamiento y aunque algunos pretenden que todo va bien en Floribec, la mayoría debe rendirse a la evidencia de que sus días están contados. La competencia turística comercial El tercer factor que contribuye al declive de Floribec es la multiplicación de los destinos turísticos a precios asequibles. Habida cuenta de que los incondicionales de Florida prefieren claramente las temperaturas ambiente de 25º C o más, otros destinos como las Antillas, el Caribe y México hacen daño a la economía de Floribec. No sin motivo Le Soleil de la Floride, revista mensual fundada en 1983, no cesa de publicitar los méritos del Sunshine State, insistiendo en la familiaridad y la seguridad. Es obvio que los habituados al sol, sobre todo los viajeros, solos o en pareja que no se desplazan en
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coche, se dejan tentar por la República Dominicana, Cuba o México. Los vuelos directos que parten de las ciudades de Montreal y Quebec hacia Cancún, Acapulco, Punta Cana, Varadero u otros destinos se multiplican rápidamente para responder a la demanda, puesto que una estancia en esas regiones tropicales y exóticas es a menudo menos cara que una estancia prolongada en Florida. Los islotes turísticos y étnicos El geógrafo americano Dallen Timothy (2002) ha propuesto un modelo titulado «Urban Ethnic Islands Created by Tourism». Este modelo, inspirado en la «pequeña Finlandia» de Lake Worth-Lantana, en Florida, muestra que los islotes étnicos en el medio urbano son: (1) bien el producto de la inmigración, tal y como lo evocó Peggy Levitt en su propio estudio, (2) o bien el resultado del turismo de masas, como es el caso Floribec. En el modelo de Timothy, dos escenarios (A y B) son posibles y conducen hacia el mismo resultado: la emergencia de un islote étnico en el medio urbano que se ha creado, es decir, una comunidad étnica y turística que dispone de servicios e instalaciones de ocio suficientes para que su vida cotidiana se desarrolle en su propia lengua y en la que el paisaje construido o el espacio público posee signos culturales distintivos. La primera etapa de los dos escenarios A y B diverge según se trate del comienzo del enclave étnico o turístico, pero ambos se desarrollarán en un islote étnico en el medio urbano creado por el efecto de la dinámica turística. En el caso del escenario A, la primera etapa se refiere al proceso conocido de asentamiento de una comunidad étnica, mientras que en el escenario B esta etapa inicial ilustra la evolución de un destino turístico visitado por un grupo etnolingüístico extraño a la sociedad de acogida: la frecuentación masiva de turistas acaba por producir una «marca geosimbólica» del espacio adoptado por estos últimos. Incluso si se trata de un modelo relativamente estático y que no puede representar con exactitud todos los matices de
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la evolución etno-turística de Floribec, consideramos que el escenario B de Timothy se aproxima mucho. Sin embargo, los dos escenarios no tienen en cuenta un aspecto fundamental que el geógrafo Richard Butler señala: el ciclo de vida y el declive posible de los destinos turísticos (Butler, 1980). Como hemos mencionado, la comunidad floribequense está a punto de desaparecer. Proponemos entonces una tercera etapa para el escenario B del modelo de Timothy: la del declive. Puesto que parece existir un cierto patrón en el desarrollo turístico de las comunidades que tienen un origen en el turismo, nos gustaría proponer nuestro propio modelo exploratorio que convendría designar bajo la expresión «desarrollo turístico de las comunidades transnacionales» (ver cuadro 1). Cuadro 1. Desarrollo turístico de una comunidad transnacional 1. Adopción Un grupo etnolingüístico transfronterizo adopta de forma masiva un destino turístico 2. Transformación Las aportaciones turísticas e inmigratorias constantes, las nuevas tecnologías y la puesta en marcha de servicios transforman un destino turístico en una comunidad étnico-turística transnacional 3. Declive Diversos fenómenos urbanos, sociales o culturales y de competencia con otros destinos turísticos provocan el declive de una comunidad étnico-turística transnacional
Este modelo presenta tres etapas. La primera se refiere a la adopción de un destino turístico, bastante limitado en el espacio (ciudad o región) por un grupo etnolingüístico distinto del propio del país o de la región de acogida. En segundo lugar, se produce una transformación. No consiste simplemente en un destino de masas sino más bien en una comunidad étnica en la que la economía y la vida cotidiana dependen de relaciones estrechas y constantes con el país de origen (turistas, inmigrantes y nuevas tecnologías de la infor-
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mación). En tercer lugar, hay una fase de declive. Los motivos pueden ser muy variados, igual que las consecuencias. Ciertas comunidades turísticas transnacionales pueden no sufrir un declive. No obstante, la expansión no puede ser continua y necesariamente tendrá lugar un estancamiento, un decrecimiento económico, una modificación del estilo de vida, de las instalaciones y los servicios, y un desplazamiento de la comunidad en el espacio. Huelga decir que ningún modelo se ajusta perfectamente a la realidad y éste es susceptible de ser perfeccionado. Sin embargo, creemos que el modelo sugerido, inspirado en el de Timothy, constituirá una herramienta no despreciable para comprender desde una perspectiva turística los comportamientos socio-espaciales y migratorios de otros grupos similares al nuestro, y también de grupos de refugiados y de población marginada y segregada. El modelo podría igualmente proporcionar un punto de vista sobre las redes sociales y los servicios relacionados con la migración turística de occidentales en países en vías de desarrollo y del Tercer Mundo. Conclusión La Floribec popular constituye un capítulo de la pequeña historia del Quebec moderno y un episodio original de la Norteamérica francófona; pero en este momento todo apunta a que se trata de una comunidad efímera que ha desarrollado sus raíces localmente por la simple proximidad de numerosos comercios y otros lugares estructuradores de la vida comunitaria. Estos lugares jugaron un papel primordial como centros de atracción y escenarios de vida colectiva para los francófonos que se instalaron en la región metropolitana de Miami. La mayor parte de estos lugares estaban concentrados en el Pequeño Quebec, un perímetro relativamente restringido. Lo que hoy se observa es la organización de Floribec en torno a un perímetro menos circunscrito: el espacio en el que se pueden observar ciertas prácticas comunitarias se ha
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ampliado, la densidad de la ocupación se ha debilitado y los límites de esta área son prácticamente invisibles, se han ensombrecido o han sido reemplazados por complejos residenciales en altura. De hecho, los límites de la comunidad se han vuelto invisibles ya que descansaban sobre prácticas de miles de individuos dispersos, cada uno de los cuales concurría según sus necesidades y en grado diverso a los lugares asociados a la comunidad. Floribec, como otras comunidades étnicas situadas en los grandes centros, mantiene lazos estrechos con su país de origen. Los medios de transporte modernos y las nuevas tecnologías de la información facilitan cada vez más estas relaciones entre regiones o países alejados. Floribec se beneficia de redes y de infraestructuras que ilustran particularmente bien esta nueva realidad geo-comunicacional. Esto se manifiesta claramente en los medios de comunicación escritos y televisados. Incluso si los floribequenses leen relativamente poco los periódicos de Quebec que tienen a su disposición, sí que miran puntualmente las emisiones de informativos, deportes y entretenimiento de la televisión por satélite. Internet también juega un papel de primer orden en la evolución de la identidad floribequense. Las comunicaciones a distancia acercan a los dos colectivos, floribequenses y quebequenses. Los turistas aprecian este acercamiento más aún cuando ellos mismos contribuyen, asumiendo el papel de enlace entre el hogar quebequés de origen y la comunidad floribequense. Floribec depende de tres sectores de la actividad económica turística (hospedaje, restauración, ocio) mantenidos cada invierno por las aportaciones de turistas quebequenses que bajan del norte. A pesar de los indicios claros de una vida en comunidad bien establecida, Floribec tiene ahora interés en abrirse a otros, en aprender no solamente inglés sino también español, para aprovechar las ricas culturas que le rodean, en lugar de alimentar la incomodidad que experimentan hacia los otros y hacia las minorías visibles, incluso aquellas que son francófonas, los haitianos en este caso.
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Hoy, las Antillas, el Caribe y México se están convirtiendo cada vez más en «el Sur» en el imaginario de los quebequenses. Hasta cierto punto, Morissonneau (1983) había anticipado la situación tal y como se puede observar hoy: «México se convertirá probablemente en un extensión de este espacio cardinal, ese sur será, por mucho tiempo, el de una élite». No obstante, el examen del surgimiento y rápido declive de Floribec ofrece indicios de lo contrario. ¿Este nuevo sur será popular y el antiguo sur popular, Floribec —si aún existe—, se convertirá en elitista y sabrá resistir a la inexorable densificación urbana de la costa? ¿Hay una masa crítica que pueda asimilar las transformaciones del entorno construido y adaptarse a ellas?
4. En búsqueda del México auténtico. Las comunidades norteamericanas en ciudades turísticas de México 4. En búsqueda del México auténtico
Helene Balslev Clausen y Mario Alberto Velázquez García
Introducción En este artículo analizaremos las transformaciones espaciales, sociales y de actividades productivas que atraviesa la población de Álamos, Sonora, México, por la presencia de una comunidad de residentes estadounidenses que han visto en este lugar el escenario ideal para construir lo que ellos mismos llamaron el «México auténtico». El flujo migratorio de estadounidenses que se desplazan hacia el sur del continente para vivir ha sido poco estudiado (Clausen, 2008; Croucher, 2007; Mountz y Wright, 1996). Los análisis sobre los flujos de población en el continente americano generalmente se concentran en el tránsito de personas hacia el norte del continente, los movimientos poblacionales internos de cada país o los cambios culturales por la presencia de comunidades transnacionales latinas en Estados Unidos (Portes, 1999). Del mismo modo, el estudio sobre los efectos sociales y culturales de la existencia de zonas turísticas en México es reciente (Clausen y Velázquez, 2010). La presencia de diferentes grupos de estadounidenses en ciudades mexicanas, tengan estas últimas o no vocación turística, ha ido en aumento. Sheila Croucher (2007) estimó que entre 1990 y 2000 el número de estadounidenses viviendo en
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México se incrementó un 17% llegando a ser de más de un millón doscientas mil personas. Con esto, México es el país con la mayor cantidad de estadounidenses viviendo fuera de su país. Aunque una importante cantidad de este grupo son personas mayores de 50 años o jubilados (mpi, 2006). Los estadounidenses que residen en México han comenzado a desarrollar diferentes actividades productivas, políticas y culturales. Algunos han fundado organizaciones civiles dedicadas a diversas actividades, desde la conservación de los valores e identidad estadounidense (Croucher, 2007) hasta la asistencia a grupos necesitados como las mujeres embarazadas sin recursos (Clausen, 2008). Sin embargo, la actividad que analizaremos es la de aquellos estadounidenses que viven en ciudades con un reciente desarrollo turístico. En Álamos, Sonora, la comunidad de extranjeros parece alejarse de un modelo de turismo residencial, pues su presencia no sólo está asociada al descanso o la recreación, sino que estos grupos se han convertido en protagonistas principales de la conservación de zonas históricas mexicanas, así como de la construcción de hoteles, restaurantes y otros servicios. Es decir, son una comunidad que no sólo busca un lugar para su retiro o diversión, también se involucra en el desarrollo de centros culturales, en este caso, del México auténtico (Clausen, 2008; Croucher, 2007). La presencia de comunidades estadounidenses en zonas de México con vocación turística se enmarca dentro del crecimiento e importancia que ha tomado esta actividad económica en el país. Para el año 2010, el turismo era la tercera actividad económica más importante, generando el 8,2% del Producto Interior Bruto (pib) y empleando a 2.240.000 personas. Este país es uno de los tres que más beneficios obtuvo por esta actividad productiva, sólo por debajo de España y Portugal dentro de los países de la ocde (sectur, 2010). Para poder explicar por qué los estadounidenses se involucran en la conservación y el desarrollo de estas zonas turísticas consideramos necesario contar con un marco explica-
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tivo que nos permita entender el porqué y el cómo se desarrolla el turismo como fenómeno social, económico y cultural. Para ello proponemos el término de «economía de la experiencia íntima». Con él, buscaremos explicar el crecimiento del turismo asociado al desarrollo de comunidades locales y formas culturales. En la primera parte del trabajo presentaremos el concepto de «economía de la experiencia íntima», para posteriormente presentar datos sobre Álamos, Sonora. El análisis comenzará con la manera en que se ha desarrollado el turismo en esta comunidad, para después prestar atención a la construcción de un lugar imaginado (el México auténtico) realizada por los migrantes estadounidenses. Finalmente, presentaremos las conclusiones generales del trabajo. Respecto a la recopilación de información para esta investigación, los autores del documento realizaron dos estancias para el trabajo de campo en la ciudad de Álamos durante los años 2005 y 2006, cada una de cinco meses. En estas etapas se realizaron entrevistas en profundidad a 52 miembros de la comunidad estadounidense y 28 más de la comunidad de mexicanos. Como la perspectiva del trabajo recae sobre el grupo estadounidense, se les aplicó una encuesta a todos los miembros de este grupo para el momento de la entrevista, es decir 349 estadounidenses. La información ha sido constantemente actualizada con visitas cortas y la comunicación constante con miembros de este grupo y la consulta de publicaciones electrónicas. El turismo como economía de la experiencia íntima El término de «economía de la experiencia íntima» busca ser un cruce de caminos. La selección de elementos no fue arbitraria, sino que responde a un intento por construir un instrumento de observación que contemplara distintas partes de esta actividad que consideramos fuertemente relacionadas. La primera palabra del concepto que proponemos, «economía», hace referencia a las características del turismo
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en tanto que actividad productiva. Primero, los productos que ofrece el turismo no pueden ser fácilmente transportados, por lo que sus consumidores tienen que trasladarse al sitio para poder usarlos. En el caso de lugares como Álamos, los edificios, calles, plazas y los alrededores constituyen parte de la mercancía que se oferta, pero también las celebraciones o festividades locales. Segundo, el turismo puede desarrollarse en áreas donde ninguna otra actividad podría (Pine y Gilmore, 1999). Esto resulta importante, si consideramos que Álamos fue una población minera significativa en la época colonial y que posteriormente fue prácticamente abandonada por considerar que ya no era una zona económicamente viable, hasta el momento en que tuvo un nuevo desarrollo, relacionado esta vez con el turismo. Tercero, el turismo origina un nuevo tipo de explotación por parte de los dueños de la producción hacia sus empleados. En este caso el objeto de usufructo no es únicamente el trabajo de los empleados sino su propia cultura y los modos de vida cotidianos de las comunidades donde se establece esta actividad económica (Bianchi, 2003). La segunda parte del término, «experiencia íntima», busca ligar las características económicas antes mencionadas a una explicación sobre el porqué y cómo se ha desarrollado el turismo en las últimas décadas. Es necesario aclarar que no es el objetivo de este artículo proponer una sociología general sobre el turismo como fenómeno sociológico, para ello, existen ya planteamientos como el de Mantecón (2008). En este estudio nos limitaremos a delinear algunas hipótesis que nos permitirán guiar el análisis. Para nuestro propósito quisiéramos retomar el trabajo de MacCannell (1973), quien propuso que el turismo actual es un heredero de los viajes de peregrinación hacia los recintos sagrados; los primeros turistas eran los romeros que se dirigían a realizar un rito o venerar a Dios(es). Desde esta perspectiva, el turismo es concebido como una acción humana que busca cierto tipo de experiencias significativas/distintas de las que tienen lugar en
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la cotidianidad. Esto sólo es posible en determinados lugares, como un templo o centro de peregrinación. Resumiendo lo anterior, lo que las personas adquieren al realizar un viaje a una zona turística es el uso temporal de un espacio donde podrán disfrutar un escenario, ciertas actividades consideradas positivas, deseables y memorables. Es importante señalar que el mismo traslado al sitio es parte importante de dicha experiencia (Mantecón, 2008; Pine y Gilmore, 1999). Como sucede con otras actividades humanas hechas en asociación, los viajes para visitar un templo, una ciudad o un paisaje ahora se realizan bajo las reglas y normas de los intercambios económicos (Bianchi, 2003); así, los viajes turísticos se realizan por medio de empresas que ofrecen medios de transporte regular, el hospedaje de los visitantes tiene lugar regularmente en hoteles que ofrecen diversos servicios relacionados como la alimentación, la higiene, el descanso y, finalmente, la visita al mismo lugar cuenta con una serie de servicios y venta de objetos (guías, folletos, postales, objetos conmemorativos, etc.). Es decir, que el turismo, que empezó como una actividad colectiva que buscaba satisfacer la búsqueda de ciertas experiencias religiosas, se ha institucionalizado en prácticas económicas que regulan su funcionamiento (Bianchi, 2003; Pine y Gilmore, 1999). Finalmente, al decir que el turismo busca proporcionar algún tipo de experiencia que nosotros caracterizamos como íntima hacemos referencia al trabajo de Goffman sobre el papel que desempeñan los lugares en las interacciones. En el libro The Presentation of Self in Everyday Life (1959), Goffman propone que los individuos interpretan personajes que les requieren adoptar determinadas formas de comportamiento (actuaciones) y llevar máscaras (vestuario relacionado con determinados roles) durante su interacción cotidiana. Es decir, para este autor nuestra relación con los otros es, en parte, una actuación que tienen características diferenciadas dependiendo de diversos factores; entre ellos, el rol y el estatus. Goffman mostró cómo la conducta no se produce en el
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vacío sino en escenarios creados específicamente para la interpretación de ciertos papeles (un tribunal, una iglesia, un estadio de fútbol, etc.). La actuación, entonces, está relacionada con nuestra presencia en escenarios sociales. Para este autor existen dos grandes conjuntos de espacios sociales: los «lugares delanteros» (front regions) y los «lugares traseros» (back regions). En cada uno los sujetos despliegan actuaciones peculiares (Goffman, 1959). Los lugares delanteros son, generalmente, los espacios montados por las instituciones sociales, como una escuela, una iglesia o un museo. En ellos, cada uno de los individuos puede desempeñar un papel como profesor, sacerdote, guardia o estudiante. Los participantes se esforzarán porque los presentes perciban como cierta su representación de cierto papel social, por ello es necesario un aprendizaje de reglas de comportamiento implícitas y explícitas, utilizar una jerga discursiva particular así como adoptar cierto tipo de vestimenta socialmente relacionada con el papel. Para el propósito de este artículo es necesario resaltar que los roles que desempeñamos como estudiantes, médicos o abogados no son comportamientos naturales, en el sentido de que son parte del proceso de socialización de los individuos y requieren algún grado de esfuerzo. Esto combinado con la diversidad de papeles que cada individuo interpreta en su vida cotidiana (padre, hijo, pasajero, paciente, empleado, etc.) hace que la actuación en las regiones delanteras quede asociada a tensiones y preocupaciones sobre la veracidad de nuestra interpretación. Sin embargo, estos escenarios sociales no son todos los espacios de interacción. Existen otros donde los individuos pueden actuar de una forma más espontánea, es decir, fuera de toda escenificación. Usando la misma metáfora teatral de Goffman, son aquellos espacios detrás del escenario donde los actores se despojan del vestuario, del maquillaje y readoptan su propia personalidad. Estos lugares son las regiones traseras o trasfondos escénicos. En ellos, los individuos se comportan de una manera más natural, lo que, como el autor
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señala, muchas veces implica que se pueden incluso violar normas contrarias a los roles que socialmente se asumen. Las regiones traseras proporcionan una especie de experiencias auténticas, en el sentido de estar alejadas de la representación de los roles sociales. Aquí, un sacerdote puede usar un vocabulario soez o un médico puede olvidar la pulcritud en su forma de vestir. En la propuesta de Goffman los escenarios traseros generalmente son los traspatios de los escenarios institucionales, como la cocina, el despacho de un abogado o la sacristía de una iglesia. Todos estos son espacios donde no se espera recibir a los espectadores de la actuación que busca desempeñarse en un restaurante, un juzgado o una iglesia. Entonces al conceptualizar el turismo como una economía de la experiencia íntima queremos indicar que esta actividad productiva busca brindar una serie de vivencias asociadas con lugares considerados como memorables. Es decir, los lugares turísticos son espacios que han sido cargados de significados sociales, históricos o culturales al punto de que la mera presencia de la gente en ellos les proporciona una experiencia trascendente (MacCannell, 1973). Pero no sólo esto, en estos lugares el disfrute que significa el mismo lugar se asocia a la posibilidad de no tener que utilizar los roles y estatus asociados a la vida cotidiana para, así, experimentar un tipo de vida diferente. En una playa es difícil distinguir a un abogado de quien no lo es. Al despojarse de sus roles sociales, el turista se encuentra en un lugar donde la vida sigue y él es una especie de extranjero y visitante temporal. Esta posición de «externo» le permite, entre otras cosas, contemplar la vida de los habitantes de esta zona. La experiencia de mirar (MacCannell, 1973) es una de las actividades principales dentro de la economía de la experiencia íntima, es decir, dentro del turismo. La economía de la experiencia íntima son, entonces, las formas de institucionalización que tienen los lugares, las prácticas, los símbolos y las relaciones que al reunirse producen lo que la mayoría de la gente considera como vivencias
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auténticas, de descanso y confort relacionadas con el turismo. Esta institucionalización pasa por la construcción social de los escenarios o regiones donde ciertas experiencias pueden ser vividas y otras no. Una de las formas de institucionalización más significativas dentro de las zonas turísticas son las relaciones entre los consumidores (visitantes) y los pobladores. Como dijimos, la vida cotidiana de los habitantes se convierte en parte importante de las relaciones económicas dentro de las zonas turísticas; la cultura misma de los pobladores se convierte en parte del producto que se vende (Bianchi, 2003; MacCannell, 1973). En tanto economía de la experiencia íntima, el turismo permite, entre otras cosas, la recreación de mundos rurales que conservan o imitan valores perdidos dentro de la modernización (Aguilar et al., 2003). Las zonas turísticas, que como vimos antes, surgieron como experiencias individuales para lograr un tipo de experiencia particular (en un templo sagrado o un lugar con significado histórico), se han convertido en una industria organizada, estructurada y con fines lucrativos. Eso significa que los «productos» que antes eran logrados por medio de actos personales, ahora han sido socialmente regulados y definidos, de forma tal que es la propia industria turística la que intenta distinguir los lugares que entran en la categoría de turísticos, aquellos donde se pueden tener experiencias intimas, controladas y reguladas, de los que no. La ciudad de Álamos Álamos es la cabecera municipal del municipio del mismo nombre y se encuentra ubicado en la parte sureste del Estado de Sonora. En el municipio viven 25.152 habitantes de los cuales 10.000 viven en la cabecera municipal, y 349 de ellos son inmigrantes de Estados Unidos según el censo de 2000 realizado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi). En 2007 contaba con un grupo de 352 migrantes estadounidenses (Clausen, 2008).
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Álamos fue construido con la misma traza de todos los pueblos coloniales en la Nueva España. Tiene un centro dentro del cual se ubica la iglesia principal, el palacio de gobierno y una plaza central. En el centro de esta última, se ubica un kiosco de madera y metal rodeado de jardineras con palmas y flores y en todo el perímetro bancas de metal. Las casas que rodean esta zona son en su mayoría grandes, con arcadas y balcones enrejados. Todas las calles del centro están empedradas. El centro de Álamos cuenta con una diversidad de comercios (tiendas, farmacias, papelerías, un mercado, tiendas de servicio las 24 horas, etc.), pero también cuenta con una gran cantidad de hoteles. En el pueblo existe una creciente oferta de restaurantes especializados en distintas cocinas del mundo (comida tai, africana y española). En esta zona existen también cafeterías con productos orgánicos, una galería de arte y una librería que también es tienda de artesanías (Clausen y Velázquez, 2010). Para fomentar el turismo, el municipio instaló un mercado de artesanías, donde se venden muebles rústicos, artículos de palma, latón, vidrio, platería, hierro forjado, instrumentos musicales, cerda tejida o cobijas de lana hechas por indígenas mayos. Álamos es uno de los pocos pueblos del norte de México donde se ha realizado una conservación y restauración sistemática de las construcciones coloniales (Clausen, 2008). Esta población fue nombrada: «Monumento Histórico Nacional» por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el día 24 de noviembre 2000. Esto incluye 188 casas y mansiones (de las cuales tres son de dueños mexicanos y las demás pertenecen a los estadounidenses). En 2005, Álamos fue incluido en el programa federal «Pueblos Mágicos». El que una ciudad sea considerada como parte de este programa federal implica la existencia de ciertas tipologías dentro de la arquitectura y planeación urbana que son de importancia para el patrimonio histórico de México (Ridley 2004; Clausen y Velázquez, 2010).
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Fotografía 1. La plaza central del pueblo. Foto de los autores.
Álamos creció con un gran desarrollo económico ligado a la explotación de las minas de plata y oro. Las minas de plata la convirtieron en una de las ciudades de la Nueva España más prósperas, posición singular dada su lejanía a la capital. Por su desarrollo económico, político, social y cultural, Álamos se convirtió en la primera sede de un obispado en esta región (Clausen, 2008; Gillette, 2001; Ridley, 2004). Las casas en Álamos tenían todos los lujos de la época, incluso hubo una importante actividad cultural sostenida por escuelas y centros culturales (Gillette, 2001). En 1865, por decreto del Archiduque Maximiliano de Austria, se creó el departamento Imperial de Álamos. Hacia fines del siglo xix, la ciudad fue cabecera (Gillette, 2001). El resurgimiento de Álamos por el turismo A principios del siglo xx, una serie de inundaciones, los altos costos del mercurio, la reducción del precio de la plata
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en el mercado internacional y la Revolución Mexicana (19101920) terminaron con la minería en Álamos. El fin de la principal actividad económica y las constantes incursiones de diferentes facciones de la guerra interna de México, hicieron que la mayoría de las familias acomodadas del pueblo decidieran emigrar. Álamos se convirtió en una especie de ciudad fantasma, dejando atrás su antiguo esplendor. Los que se quedaron eran familias pobres; un grupo no mayor a 500 personas. La primera capital del Occidente quedó en el olvido (Navarro, 1988; Ridley, 2004). La situación de abandono de Álamos perduró por más de 20 años, hasta que el estadounidense H. Alcorn visitó el pueblo. Admirado por la belleza de las fachadas que quedaban en pie en la parte central de la cuidad, decidió comprar la mayor parte de las casas. Gracias al mal estado de las construcciones, pudo adquirir los terrenos a un precio muy bajo. En pocos años invirtió una importante suma en la reconstrucción de varias mansiones con el objetivo de ponerlas en venta a clientes y amigos de su país de origen (Clausen, 2008). Para el final de la década de los cincuenta, una colonia de estadounidenses había ocupado gran parte del centro. El pueblo comenzó a renacer, en gran parte, gracias a que la restauración de las casas respetó el estilo colonial original (Gillette, 2001; Ridley, 2004), lo que atraía a más compradores. En este momento Álamos era un ejemplo ilustrativo del tipo de comportamientos que suelen englobarse bajo el término turismo residencial. Se trata de personas que adquieren inmuebles o visitan el lugar con fines esencialmente de ocio, pasar el invierno en un clima más benévolo y disfrutar de la belleza del lugar. Estos primeros migrantes estadounidenses evitaban en la medida de lo posible todo contacto con los pobladores locales, excepto para contratarlos como cocineros, jardineros o cuidadores de sus residencias (Clausen, 2008). Como propuso Bianchi (2003), el primer tipo de turismo que se originó en Álamos dio lugar a una nueva forma de relación entre los dueños de los medios de produc-
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ción y sus empleados. Este vínculo de explotación se ejercía sobre la cultura de los pobladores de Álamos, en este caso en su vieja zona central. Entre los habitantes de la zona turística y los consumidores se estableció un vínculo asimétrico de poder. Esto se explica, principalmente, por la diferencia entre los recursos (o capitales) de cada grupo: económicos, culturales, sociales, políticos, etc. La construcción de la economía de la experiencia íntima en Álamos Con la llegada de una segunda oleada de inmigrantes, a fines de los 1980 y los 1990, despegó la construcción turística de Álamos bajo lo que nosotros denominamos la economía de la experiencia íntima. Los recién emigrados ya no eran únicamente jubilados, sino personas entre los 30 y 50 años. Algunos eran parejas que traían con ellos niños pequeños o adolescentes. Estos estadounidenses no emigraron a Álamos buscando un lugar de descanso, sino una nueva localización para su residencia permanente; es decir un nuevo lugar para trabajar y educar a sus hijos. Las razones de la elección de México, y en particular de este lugar, las analizaremos en la siguiente sección. Para el creciente grupo de estadounidenses la actividad turística de Álamos presentaba diversas oportunidades de inversión en negocios relacionados como hoteles, restaurantes y agencias de viajes con enfoque en la naturaleza. Los recién llegados utilizaron a su favor la tasa de cotización que tiene el dólar frente al peso mexicano, de forma que sus ahorros les permitían contar con capital suficiente para adquirir sus viviendas e iniciar sus negocios. Adicionalmente, sus lazos y amistades en Estados Unidos constituían una ventaja para atraer clientes —otros estadounidenses— a sus negocios. En este mismo sentido, el dominio del idioma inglés y de la idiosincrasia estadounidense constituía ventajas competitivas importantes en este tipo de negocios vinculados a la prestación de servicios (Clausen y Velázquez, 2010).
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Dado que una parte importante de los estadounidenses que fueron a residir en esta población habían cursado estudios universitarios compartían algunas referencias culturales, entre ellas, el gusto por la llamada música clásica. Los residentes comenzaron a invitar a músicos o cantantes de ópera (en general parte de sus redes de amistad) para que hicieran eventos en Álamos (Clausen, 2008). El creciente número de hoteles o restaurantes pronto descubrió el potencial económico de este evento, que cada año atraía a más interesados en las representaciones. Con el tiempo, esto dio origen al festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado, llamado así en honor del «tenor de América», nacido en esta ciudad en 1894. La calidad de las representaciones musicales, y el número de eventos y de espectadores hizo paulatinamente que esta velada se convirtiera en el festival cultural más importante de todo el norte de México y el sur de Estados Unidos. Este evento incluye ahora, entre otros, bailes regionales (Clausen, 2008; Clausen y Velázquez, 2010). Para el inicio del nuevo siglo, los estadounidenses se habían convertido en los principales inversores en el renacimiento económico de Álamos, principalmente por el desarrollo del turismo. Esta situación, junto al hecho de que ahora sus familias e hijos vivían en la zona, llevó a algunos de ellos a buscar espacios de influencia, en primer lugar sobre las políticas públicas del lugar. La reconstrucción y ampliación de la carretera que comunica el pueblo con la carretera que viene de Estados Unidos, el mejoramiento del servicio de agua, alcantarillado y recogida de basura, la construcción de un pequeño aeropuerto, dentro de un terreno donado por un estadounidense, fueron algunos de los focos de intervención. Posteriormente, dado que algunas familias estadounidenses tenían hijos en la escuela primaria del centro de Álamos, algunos de ellos comenzaron a participar activamente en el comité de padres de familia de esta institución. Con el tiempo su participación generó cambios importantes en la calidad de las instalaciones y de la educación, al punto de que familias de Navojoa (ciu-
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dad cercana a Álamos) comenzaron a inscribir a sus hijos en esta escuela (Clausen, 2008; Clausen y Velázquez, 2010). Es decir, aunque la construcción de una economía de la experiencia íntima en Álamos comparte características comunes con lo que se conoce como turismo residencial, también tiene diferencias notables. Entre ellas, esta implicación activa en el desarrollo económico, cultural y urbano del lugar que estos estadounidenses consideran como su nuevo hogar. La búsqueda del México auténtico Como explicamos antes, la economía de la experiencia íntima hace referencia al proceso mediante el cual aquellos lugares que han sido cargados con un significado —en este caso histórico, cultural y económico— son incorporados a los procesos de comercialización del turismo. En el caso de Álamos los estadounidenses habían hecho de este lugar la concreción de una serie de imágenes y concepciones relacionadas con lo que ellos llamaban el «México auténtico» (Clausen, 2008). Es importante notar que esta idealización de lo mexicano fue construida en los Estados Unidos, pero no podía ser realizada allí sino únicamente en ciertos lugares de México (Clausen, 2008). La pregunta a responder es entonces ¿qué hace de Álamos la imagen concreta del México auténtico? En primer lugar es necesario decir que en términos generales, México es percibido por los estadounidenses como un lugar totalmente opuesto a su realidad. Existe una creciente percepción estadounidense de que su vecino del sur es un lugar peligroso, donde la gente es fanática, perezosa y poco fiable. Sin embargo, al mismo tiempo persiste una fascinación por aspectos de la cultura mexicana, la música, los valores morales, la religiosidad y los paisajes. La misma percepción de que México es un lugar atrasado, lo convierte en un depósito de valores ancestrales, perdidos en la modernidad de los Estados Unidos (Velázquez, 2008). Esto hace que para los estadounidenses que decidieron emigrar a Álamos, sus
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características arquitectónicas y de paisaje estén llenas de significados relacionados con lugares exóticos, salvajes; un tipo de paraíso perdido (Clausen, 2008). En otras palabras la economía de la experiencia íntima de Álamos transporta a los americanos de la «sociedad» moderna —enorme, impersonal, peligrosa, cambiante—, a una «comunidad» premoderna, —pequeña, fraterna, tranquila, estable—, un lugar utópico con estilo mexicano (Clausen, 2009). Como demostró Goffman, la práctica de ciertos comportamientos está relacionada directamente con la existencia de ciertos escenarios. En el caso de Álamos, los lugares relacionados con el turismo se extienden de la zona central hacia el área circundante. La economía de la experiencia íntima en esta comunidad es posible por la concreción física de características que los estadounidenses asocian a los pueblos coloniales mexicanos: las calles empedradas, las casas de estilo colonial, los jardines, una iglesia colonial. El escenario con montañas y campos fértiles que rodean al mismo pueblo ya es parte de la creación de esta imagen. La mayoría de los estadounidenses que migraron a este pueblo, dijeron que la principal razón que tenían para haber escogido México era su deseo de realizar un sueño (Clausen, 2008). Esta idea de un lugar alejado del mundo moderno se refuerza con las ceremonias, las fiestas y las artesanías mexicanas que completaban la creación del vínculo emocional. Álamos, en tanto escenario turístico que se constituye como una «región trasera» para los visitantes estadounidenses, entra en contacto con tradiciones vivas, es percibido como un espacio social donde los individuos pueden tener vivencias reales. La experiencia íntima que proporciona el lugar —todo el mundo se saluda en la calle, todos los miembros de la comunidad estadounidense se conocen entre sí, todos visten como relajados turistas estadounidenses—, hace de la cotidianidad una vivencia tranquila lejos del estrés de las ciudades. Estos elementos resultan muy diferentes a la simulación y la máscara, definida por Goffman como característica de las «regiones delanteras» de la vida
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moderna en las ciudades que ellos habitan. Pero no sólo esto, en general la comunidad estadounidense manifestó que una de las razones por las que decidieron emigrar a este lugar era para escapar del ruido, la contaminación y la vida rápida de los Estados Unidos. En Álamos encontraron lo que buscaban: tranquilidad, seguridad, comodidad y gente amable y sincera. Este escenario prometía un lugar de descanso y de gozo, lo que está conformado por una serie de características relacionadas con los trasfondos escénicos o «regiones traseras». En este sentido, Álamos es considerado por los paseantes como una «región trasera» desde el momento en que es definido como un escenario y un lugar para roles y relaciones sociales diferentes a las de una ciudad estadounidense moderna. En cuanto «región trasera» —respecto a la percepción de sus visitantes procedentes de Estados Unidos—, el pueblo es una sociedad que se desarrolla dentro de la naturalidad y autenticidad que menciona Goffman; una región campesina, de vida tranquila y campirana. Esto significa que Álamos es percibido como un todo, como un espacio social donde los individuos pueden tener vivencias reales; las comunidades pequeñas (y atrasadas) como esta son lugares en los que la gente verdaderamente se preocupa por los otros. La imagen que es creada en el pueblo, reafirma la idea de un México arcaico, pero con valores y tradiciones guardados en la paz de las pequeñas comunidades, lo que para los turistas representa y se identifica con México. La identificación del pueblo con lo mexicano no sólo se debe a sus calles y su vida tranquila, sino a las fiestas que hemos descrito anteriormente. Este grupo de estadounidenses denominaba su propia construcción de una «experiencia íntima» como la búsqueda de «lo mexicano auténtico». Esta idea, expresada así por ellos mismos, sintetiza una serie de elementos (también enumerados por ellos mismos) como la comodidad, la belleza de los paisajes, la arquitectura colonial, los jardines, la tranquilidad, la amabilidad de los mexicanos y la seguridad. Entonces, la «experien-
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Fotografía 2. Mansión particular de Álamos restaurada. Foto de los autores.
Fotografía 3. Barrio Gringa, Álamos. Foto de los autores.
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cia íntima» de este grupo está fuertemente vinculada a un estereotipo creado alrededor de lo que significa para este grupo lo mexicano. Los inmigrantes estadounidenses no sólo buscan disfrutar de este tipo de «región trasera», sino que participan activamente en su conformación. Así, ellos no sólo han intervenido en la reconstrucción de las casas sino que han emprendido acciones directas para evitar que el entorno urbano de la zona histórica del pueblo sea modificado con edificios que no respeten el estilo colonial (tal como ha sucedido en diversas ciudades mexicanas). Incluso han evitado la instalación de cadenas comerciales como McDonald’s u otras para evitar que se rompa la imagen que buscan preservar. Además de lo anterior, en los hoteles y restaurantes gestionados por estadounidenses se ofrecen actividades que completan la «economía de la experiencia íntima» de Álamos. Por ejemplo, mujeres indígenas son contratadas para que vendan ropa o artesanías tradicionales mexicanas; incluso se ha construido un mercado para este tipo de productos a la entrada del pueblo. En este lugar se ofrecen productos de Oaxaca, Chiapas o Guerrero y algunas artesanías locales. Es importante resaltar el hecho de que la mayoría de las artesanías que se venden en esta plaza son ajenas a la cultura de los habitantes locales, pues provienen de zonas de México con herencias prehispánicas muy diferentes. Los dueños de los negocios turísticos han proporcionado recursos para la organización y sostenimiento de un grupo musical llamado estudiantina, que se caracteriza por usar una vestimenta que recuerda a la época colonial mexicana. Este tipo de conjuntos musicales es frecuente en zonas turísticas mexicanas como Guanajuato o Querétaro, en los que se busca preservar su herencia colonial. Adicionalmente, los hoteles organizan por las noches presentaciones de un baile indígena típico de esta región llamado el baile del venado. El baile es una representación de la caza de un animal de esta especie a manos de un indígena. Generalmente la danza utiliza a dos
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actores, ambos cubiertos únicamente con un taparrabo, unos cascabeles en las muñecas y los tobillos, y una máscara que en un caso representa a un venado y en el otro a su captor. De esta manera, la «economía de la experiencia íntima» de Álamos explota diferentes aspectos de la cultura mexicana y local para convertirlas en una actuación sobre el descanso y el confort, de ahí el uso de los «colores locales». Todo esto resulta fundamental para darles a los visitantes el tipo de vivencia que buscan. Es necesario recordar que este uso de la cultura genera un cambio sobre el significado que tiene los ritos, los lugares, los vestidos y las fiestas que son incluidos dentro de la «economía de la experiencia íntima». Conclusiones Este capítulo ha intentado explorar las razones que explican el crecimiento actual del turismo en determinadas zonas de México. Para ello propusimos el término de economía de la experiencia íntima. Este concepto nos permitió analizar esta actividad turística como una fábrica de espacios sociales idealizados donde se consumen vivencias, recuerdos y anhelos sobre mundos mejores, pasados mitificados y medios de confort modernos. El objetivo al crear un punto de análisis que relaciona factores económicos con sociales y culturales para el estudio del turismo es mostrar que este es un fenómeno sumamente complejo, al igual que las motivaciones, relaciones y proyectos que alientan a aquellos sujetos que deciden hacer de una zona turística su nuevo lugar de residencia. El trabajo pudo demostrar que en el caso de los estadounidenses que radican en Álamos existe una búsqueda y construcción de sitios imaginados que termina no sólo por transformar sus vidas, sino la misma identidad de los que habitan el lugar. Uno de los aspectos más significativos en este caso es que puede ayudar a equilibrar una estigmatización no explícita que a veces se realiza sobre las comunidades de migrantes de países desarrollados que se instalan en zonas turísticas: estos grupos son con-
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siderados como meros consumidores, ajenos por decisión propia a los problemas, intereses o necesidades del lugar y sus habitantes. Esto no significa que nos movamos al otro extremo de pensar en estos estadounidenses como los salvadores esperados para zonas que de otra manera no podrían lograr su desarrollo. Por el contrario, su presencia ha generado —como en la mayoría de las zonas turísticas— que los residentes originales se vean excluidos de vivir en las zonas restauradas y que los nuevos negocios que se instalan en su pueblo sean inaccesibles para ellos. Sin embargo, es necesario revalorizar el tipo de motivos y relaciones económicas y simbólicas que se crean en las zonas turísticas y las relaciones sociales y culturales que en estas zonas se están gestando.
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5. Imaginarios del turismo residencial en Costa Rica. Negociaciones de pertenencia y apropiación simbólica de espacios y lugares: una relación conflictiva 5. Imaginarios del turismo residencial en Costa Rica
Michael Janoschka
Introducción: turismo residencial en Costa Rica ¿un mundo feliz? Son felices. No necesitan muchas cosas para serlo. Parecen muy contentos con sus vidas, sus casas, sus familias, ya sabes. (Diana, residente canadiense en Playa Potrero, Guanacaste). Según un reciente estudio de la británica New Economics Foundation (nef, 2009), Costa Rica es considerado como el país más «verde» y «feliz» del mundo. Este resultado coincide con que el país ocupa, sólo por detrás de Islandia y Suiza, el tercer lugar en el Environmental Performance Index (epi), un índice elaborado conjuntamente por dos prestigiosas universidades norteamericanas (Yale University y Columbia University, 2010). El epi mide, a partir de diez categorías y 25 ítems relacionados con el uso humano del entorno, la vitalidad del ecosistema y la salud ambiental de cada país. Los indicadores parecen reflejar algunas de las características centrales del imaginario exterior del país que, entre otras, se basa en la abundante biodiversidad y el respeto al medio tropical. Se trata de un respeto desarrollado a muchas escalas y
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mediante la implementación de políticas en las que se implican diferentes instituciones. Ello se reconoce a nivel mundial en primer lugar por la creación de una red de parques nacionales que hoy en día protegen la cuarta parte del territorio (Chaverri, 2006). Acompañado por el prestigio que le dan aspectos como la ausencia de fuerzas militares, una relativa seguridad en la vida diaria, el alto nivel educativo de la población y un sistema público de salud que, según datos de la Organización Mundial de Salud (who, 2000), es mejor que el de países como Estados Unidos o Nueva Zelanda, Costa Rica se ha perfilado como un destino casi «mítico» para los extranjeros, especialmente para los de origen estadounidense. Esto es así tanto para el turismo internacional de corta duración como para la movilidad temporal o permanente de personas relativamente acomodadas de todas las edades que buscan una «mejor» calidad de vida: un fenómeno denominado lifestyle migration en inglés (Benson y O’Reilly, 2009). Desde finales de la década de 1980, la llegada de turistas al país se multiplicó por más de seis, alcanzando en 2008 el récord de 2,1 millones de visitantes (sitca 2009). Además, diferentes estimaciones cifran entre 20.000 y 80.000 el número de lifestyle migrants procedentes de Estados Unidos, Canadá y de los países europeos (Janoschka, 2009; Pera, 2008a). En un país de poco más de 4,5 millones de habitantes, esta cifra implica un impacto notable en la economía, el territorio y la sociedad. Según la perspectiva científica adoptada, la movilidad a la que se hace referencia se denomina de forma distinta: «migración internacional de retirados» (o international retirement migration en inglés: Gustafson, 2008; King et al., 2000; Oliver, 2008; Rodríguez et al., 2004; Warnes, 2009), «migración por amenidades» (o amenity migration en inglés: Glorioso y Moss, 2007; Löffler y Steinicke, 2007) o «turismo residencial» (o residential tourism en inglés: Hall, 2005; Hiernaux, 2009; Huete et al., 2008; Mazón y Aledo, 2005), por mencionar solamente las nociones más difundidas. Todos los términos empleados tienen en común el hecho de aludir a un tipo
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de movilidad que se halla en un continuum conceptual entre la migración y el turismo (Janoschka, 2010). A la vez, se trata de movimientos que han experimentado un crecimiento espectacular a lo largo de la primera década del siglo xxi, mayoritariamente por dos aspectos. Por un lado, la proliferación mundial de un sector turístico-residencial-inmobiliario establece nuevos destinos de inversión para perpetuar el círculo de acumulación de capital en el sistema financiero transnacional (Jackiewicz y Craine, 2010). Por otro lado, una variedad de factores ubicados conceptualmente entre el individuo y la sociedad contribuyen al aumento de la demanda de movilidad turístico-residencial entre los ciudadanos de los países más avanzados. Entre ellos, destaca la búsqueda de oportunidades económicas, sanitarias y sociales, así como de ocio y, en definitiva, la mejora de la calidad de vida en zonas geográficas con climas benignos (Borsdorf e Hidalgo, 2009; McIntyre, 2009). Pero también, de forma más general, desempeñan un papel decisivo el aumento de la esperanza de vida, la inminente jubilación de la generación de los baby boomers o la disposición de medios de transporte y de comunicación eficientes y baratos (Williams y Hall, 2000). Desde una perspectiva amplia, se pueden apreciar importantes consecuencias en términos de capital económico productivo (proceso de construcción, desarrollo de infraestructuras y servicios comerciales). Igualmente, los efectos sociales, políticos y jurídicos son notables una vez que ha transcurrido el tiempo suficiente para que las comunidades transnacionales se asienten (Rodríguez et al., 2000; Janoschka, 2008; Huete, 2009). En el caso latinoamericano, y especialmente en Costa Rica, se trata además de un impulso que implica el movimiento de personas de países «avanzados» hacia zonas con un grado de desarrollo económico «menor». En este sentido, el turismo residencial posee un enorme potencial para provocar el inicio de una profunda transformación de las estructuras económicas, sociales y territoriales, e incluso de los valores simbólicos y paisajísticos en estos lugares. De hecho, ese
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«experimento de la vida posmoderna» (McHugh, 2003; McWatters, 2008) puede llegar a reconfigurar lugares y alterar profundamente la composición de las comunidades locales. A continuación y mediante la discusión de un ejemplo empírico en la región de Guanacaste, en Costa Rica, se repasan algunas de las transformaciones que ocurren en destinos de turismo residencial en América Latina, prestando atención a las relaciones conflictivas que surgen a partir de las apropiaciones simbólicas de espacios y lugares que los turistas residenciales efectúan en un territorio concreto y que implican negociaciones de pertenencia. El objetivo del trabajo consiste en articular discursivamente los procesos de retroalimentación entre la actuación de los nuevos habitantes/turistas-residenciales, el sector inmobiliario y la población autóctona en la apropiación e interpretación del lugar de construcción común. Para ello, se determinan dos pasos argumentativos. En el primero, se analizarán los efectos desde una postura que revela cómo las políticas neoliberales favorecen la proliferación masiva del turismo residencial en los países del «Sur». En un segundo momento, se cambia la perspectiva y se discute la relación entre el espacio y el lugar desde un punto de vista que interpreta la negociación y la apropiación del espacio como «política del lugar». Esto se explicará a partir de un ejemplo empírico con el que se ilustrarán las tesis presentadas. Desde un punto de vista metodológico, el artículo se basa en una investigación empírica que parte de un número relativamente reducido de entrevistas en profundidad llevadas a cabo en Costa Rica durante los últimos meses del año 2008. A partir del análisis de las entrevistas, de la observación participante y de otros documentos relacionados, se pretende una reconstrucción crítica de los procesos sociales, territoriales y políticos observados en la franja costera de la provincia de Guanacaste. Este diseño permite analizar las prácticas subjetivas e individuales de actores sociales clave. En este caso son
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personas con un alto grado de inserción que participan activamente en la vida social, el desarrollo territorial y la política local. La parte empírica se sostiene en un total de 28 entrevistas en profundidad efectuadas en dos localidades de la Costa Pacífica de la provincia de Guanacaste, Costa Rica: entre ellos los inmigrantes procedentes de Estados Unidos y Canadá. Han sido transcritas y analizadas 24 entrevistas con la ayuda del programa informático maxqda, siguiendo las pautas comunes del análisis hermenéutico. El turismo residencial en Costa Rica: una consecuencia del capitalismo global Vida en armonía. Pacífico. Un reflejo de todo lo que la buena vida tiene que ofrecer. Un lugar para la aventura y el romance. Bien planificado para la vida práctica con un estilo exótico. No es natural. Es supernatural. (The Jack Parker Corporation, Pacífico-Costa Rica, 2010). Como se ha mencionado anteriormente, en los últimos años los países iberoamericanos se han incorporado al creciente mercado global del turismo residencial. Se trata principalmente de una movilidad de estadounidenses (y en menor medida de personas procedentes de Europa u otros países iberoamericanos) que, temporal o permanente, trasladan su domicilio a países como México, Costa Rica, Guatemala, la República Dominicana, Brasil, Chile o Argentina, entre otros. Es un flujo que todavía no ha sido cuantificado de manera fiable (mpi, 2006). Según un cálculo basado en datos oficiales del Instituto Nacional de Migración (México) y de las instituciones equivalentes en Costa Rica y Panamá, Janoschka (2009) afirma que actualmente están vigentes más de 120.000 permisos de residencia emitidos a estadounidenses en los tres países mencionados, de ellos más de 10.000 en Costa Rica. Sin embargo, otros estudios indican que más de un millón de estadounidenses viven de manera permanente o temporal en
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los países iberoamericanos (Davis, 2006). Esta incertidumbre está relacionada por un lado por la ausencia de estadísticas actualizadas sobre el fenómeno en cuestión. Por otro lado, muchos migrantes rehúsan inscribirse en cualquier registro oficial de su lugar de residencia. Pera (2008b) afirma con datos de una encuesta que cerca de la mitad de los estadounidenses que viven en Panamá y Costa Rica lo hacen sin un permiso de larga estancia. Sea cual sea la cantidad exacta, es cierto que en la última década se ha experimentado un aumento espectacular del grupo en cuestión, a pesar de la reciente crisis financiera y económica mundial (Kiy y McEnany, 2010). Entre los países centroamericanos, el boom del turismo residencial se concentra principalmente en Costa Rica y también en Panamá, cuya capital, ciudad de Panamá, cuenta actualmente con más de un centenar de torres de viviendas en construcción, financiadas por capital transnacional y dirigidas al mercado externo (Jackiewicz y Craine, 2010). Mientras tanto, en la primera década del siglo, el sector inmobiliario de Costa Rica se sitúa entre los que han tenido un mayor crecimiento en todo el planeta, tanto en volumen como en precios (Gordon et al., 2010). Pera (2008a) indica que en el momento más álgido del boom inmobiliario, los precios de las parcelas y de las casas en venta en Tamarindo, un destino popular de la costa de Guanacaste, aumentaron más del 300% en menos de dos años (2005-2006). Este impulso tiene un fuerte componente transnacional. Solamente en el año 2005 el capital extranjero invirtió más de 225 millones dólares estadounidenses (Pera 2008a). Una parte se destinó al desarrollo turístico y otra se consignó para inversiones residenciales.
Fotografía 1. Configuración paisajística y arquitectura de los condominios en el proyecto integral «Pacifico-Costa Rica», Playa del Coco, Guanacaste. Foto del autor, 2008.
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Si nos acercamos al escenario territorial del estudio empírico de este caso, la provincia de Guanacaste, se puede observar de qué modo se unió allí una franja costera de más de 50 km de largo a la lista de destinos de la migración norteamericana. Una parte de la región ha sido declarada «polo turístico» y cuenta con una legislación específica en relación a los efectos fiscales de las inversiones —lo que ha originado un flujo de inversiones inmobiliarias superior a los mil millones de dólares en menos de una década— (Janoschka, 2009). En un ambiente que hace tan sólo 15 años era casi virgen, se desarrollaron diferentes iniciativas turístico-residenciales de gran escala, cada una con cientos de casas. Una de ellas, el inicialmente mencionado proyecto integral «Pacifico-Costa Rica», cuenta no sólo con más de 150 casas individuales y 313 condominios sino también con infraestructuras de ocio básicas como un club de salud y spa, un club de playa privado con instalaciones deportivas y un centro comercial con más de dos decenas de tiendas. Todo ello desarrollado por la empresa norteamericana «Jack Parker Coorporation», que cuenta con más de 50 años de experiencia en el desarrollo de complejos residenciales en Nueva York, New Jersey, California y Florida. Salvo una excepción, todos los desarrollos de mediana y gran escala están también en manos de inversores extranjeros. Además, distintas cadenas hoteleras transnacionales (como Hilton, Marriott, Four Seasons, Barceló, Ríu o Sol Meliá) construyeron una serie de complejos turísticos de cuatro y cinco estrellas con infraestructuras de ocio incluidas. Más allá de este impulso, se erigieron una serie de comunidades residenciales de menor tamaño, de entre una docena y cien casas y/o apartamentos (ver mapa 1). Sin embargo, se originó un flujo adicional de personas que construyeron sus casas en parcelas individuales o inversores que erigieron pequeñas urbanizaciones. Pero, ¿cómo se puede explicar ese boom, más allá de alegar aspectos como el atractivo natural y el encanto del entorno? Para ello, procedemos con las siguientes reflexiones acerca de la expansión global del neoliberalismo.
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Mapa 1. Desarrollo turístico y de turismo residencial en Guanacaste, Costa Rica. Fuente: Janoschka, 2009 (adaptado).
El neoliberalismo y la globalización son las dos caras de una reestructuración económica que ha introducido enormes cambios en las condiciones generales de la política urbana y territorial, así como en los modos de pensar, percibir, diseñar y gestionar las ciudades y los espacios turísticos.
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Desde que se aplicaron las doctrinas neoliberales, la versión hegemónica sobre el modo de pensar la correlación entre el estado, el mercado y la sociedad ha sufrido un giro importante. Siendo más bien un proceso dinámico que una condición final (Peck y Ticknell, 2002), el neoliberalismo representa la abolición de lo social, dado que independiza a los actores de todas las restricciones sociales y políticas para facilitar la maximización de la utilidad y de los beneficios de cada individuo (Gough, 2002). Se destaca que la propiedad privada tiende a ser liberada de derechos colectivos, obligaciones y particularmente de la interferencia del estado, mientras que éste se limita únicamente a proteger la propiedad de las posibles infracciones de terceros (Harvey, 2005). Esa transformación del ideal del estado jerárquico a un estado moderador se acentúa mundialmente a partir de la caída del muro de Berlín y conlleva la desregulación y privatización de las tareas estatales, siguiendo un ideal de «estado mínimo» (Janoschka y Glasze, 2003). A pesar de que las diferencias entre el neoliberalismo en estado puro y sus aplicaciones reales son marcadas, el concepto ha calado con fuerza en la vida y las políticas públicas, conformando transformaciones y reestructuraciones institucionales dirigidas por las fuerzas del mercado. Estos procesos atraviesan escalas, territorios y lugares concretos (Saad-Filho y Johnston, 2005), pero se inscriben en el paisaje institucional preexistente. Los distintos autores conciben las consecuencias de distintas maneras; sus posiciones engloban desde la interpretación del neoliberalismo como un «plan maestro» para una versión de la globalización que responde a unos intereses ideológicos, hasta el retrato del neoliberalismo como una forma híbrida de práctica reguladora (Brenner et al., 2010). Según David Harvey (2005), la era del neoliberalismo se puede caracterizar por fenómenos globales subsumidos en los cuatro términos siguientes: •
la privatización (de los activos públicos, la asistencia social, la educación, la defensa, la seguridad, de las formas
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culturales, de los aspectos históricos y de los arquitectónicos), •
la «financiación» de la economía (desarrollo de un sistema financiero más potente que la economía real, especulación inmobiliaria, acceso fácil a créditos y endeudamiento creciente de la población),
•
la administración y manipulación de las crisis (regularmente a favor de las propias ideas neoliberales, como en el caso de la crisis financiera de México e incluso en la crisis actual), y
•
la redistribución estatal «inversa» (el aumento de impuestos, como el iva, que afectan a las personas con menores ingresos, el apoyo social a las clases medias o la desgravación por la compra de viviendas).
Cabe destacar que las cuatro dimensiones están presentes en el desarrollo de los destinos del turismo residencial. En el caso de Costa Rica, a finales de la década de 1980, la crisis de la deuda abrió las posibilidades de negocio para el turismo residencial, principalmente por la apertura de la economía a las inversiones transnacionales en el sector inmobiliario. Por otro lado, el boom descrito anteriormente implica una especulación inmobiliaria llevada a cabo por actores privados que se apropian de bienes públicos como la cultura local, el paisaje y el acceso a la playa. Además, el sistema impositivo de Costa Rica favorece las inversiones transnacionales en el sector inmobiliario, lo que supone otro factor importante para la realización de proyectos de turismo residencial. Frente a ese panorama teórico crítico, cabe destacar que el discurso dominante acerca de los efectos del turismo residencial y la migración internacional de jubilados se centra sobre todo en los efectos económicos positivos de las inver-
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siones. Entre ellos, destacan la creación de empleo en el sector de la construcción, en los servicios turísticos relacionados y la supuesta «modernización» de la sociedad autóctona por el contacto con los nuevos habitantes. Se olvida, sin embargo, que la migración también puede generar efectos secundarios negativos que atacan la sostenibilidad del desarrollo territorial y que refuerzan la pobreza y la exclusión social, por ejemplo por el aumento desproporcionado de los precios en los destinos (Jackiewicz y Craine, 2010). Además, y muy a menudo, surgen conflictos entre los intereses de los inversores y los de la población local, que pierde derechos de acceso a espacios comunes o posibilidades de participación (Janoschka, 2009). El ejemplo de Guanacaste demuestra un panorama todavía más complejo, dado que se establecieron una serie de negocios para la población extranjera, dirigidos en gran parte por compatriotas. Adicionalmente, el boom inmobiliario atrajo un número importante de obreros, muchos de ellos inmigrantes no documentados de Nicaragua, el país vecino. También hay que considerar que muchos de los trabajadores nacionales empleados en la economía de los servicios turísticos provienen de otras áreas del país y se instalaron recientemente en Guanacaste. En este escenario de recomposición social se desarrollan los procesos de apropiación espacial y participación que a continuación centran nuestra atención. Las micropolíticas del lugar. Negociaciones de pertenencia y apropiación simbólica «¿Por dónde quieres que empiece? ¿Cuando vine a Costa Rica, o con mi vida antes del paraíso?» (Ann, residente de origen estadounidense). Al comienzo del capítulo se hizo una importante referencia al imaginario internacional de Costa Rica, destacando algunos aspectos como la sostenibilidad y el respeto por el
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medio. De algún modo, este imaginario contrasta con las prácticas del negocio inmobiliario transnacional y con la incorporación del país como destino de turismo residencial, tal y como se ha descrito en el segundo apartado. Si pensamos el imaginario como el «conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se definen en torno a una actividad, un espacio, un periodo o una persona (o sociedad) en un momento dado» (Hiernaux 2002: 8), es preciso analizar cómo pueden ocurrir ciertos cambios en ese imaginario, por ejemplo por la expansión del turismo residencial. Dado su carácter de construcción social individual y colectiva, el imaginario destaca por su permanente remodelación y negociación. En relación al turismo residencial, es necesario distinguir dos dimensiones analíticas de negociación y apropiación: el paisaje y el lugar. Según Mitchell (1996), el paisaje incluye una relación mítica de diferentes dimensiones físicas y culturales que, dado su alto componente ideológico y simbólico, está a la vez cargada de ambigüedad e indeterminación. En este sentido, el paisaje es una experiencia personal y visual, una ilusión subjetiva del mundo cercano que incluye a la vez elementos visuales-personales y culturales (Cosgrove, 1984). El término paisaje, en su sentido de «escenario», proviene del alemán Landschaft y fue introducido en los siglos xv-xvi. Es una creación histórica que tradicionalmente se refiere al espacio adyacente al espacio urbano, transformado por la actividad humana y dotado de valores estéticos. Por lo tanto, es la expresión ideológica de un sistema de valores que determina el control humano de la organización del territorio (Andrews, 1999). Aún si se trata del imaginario de un ambiente idílico o «paradisíaco» —como el mencionado en la cita que encabeza este apartado—, la idea del paisaje siempre conlleva la imposición de orden y control sobre el mundo externo (McWatters, 2008). Además, y como defiende Urry (1990), el paisaje se ha transformado en el mundo posmoderno en una mera mercancía de consumo que en el caso del
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turismo residencial en América Latina pueda implicar una actitud neocolonial por parte de los migrantes, interesados en crear y dominar de forma artificial el espacio. Esto puede suceder mediante la producción de un paisaje rural e idílico que, en realidad, puede que nunca existiera. La relación intrínseca de albergar y expresar el «poder» se aclara más explícitamente si se considera la segunda dimensión del imaginario turístico: el lugar o las «políticas del lugar». En el abundante cuerpo teórico acerca de los significados del lugar como invento social se resalta, entre otros, que un lugar no solamente es una representación territorial sino también un discurso cargado de significados y poder (Massey, 2004). Al respecto, la construcción social del lugar no se refiere a las unidades geográficas existentes. Más bien, tienen una mayor importancia los marcos culturales y cognitivos que guían los actos colectivos (políticos y sociales). Por ejemplo, podemos resaltar la cohesión social existente en un lugar o las solidaridades presentes en un vecindario que motivan y animan a participar en actividades de protesta o lucha social (Nicholls, 2009). Pero, en el análisis de las políticas del lugar es necesario cuestionar la dimensión territorial y el uso de las escalas geográficas frente a las luchas que centran el interés científico (Amin 2004). Y, como expresa Featherstone (2003), la discusión de las políticas del lugar deberían evitar recurrir a dialécticas binarias como lugar-espacio, lugar-paisaje o local-global. Al contrario, es exactamente el proceso de cómo se construyen los lugares el que puede despertar el interés por descubrir las constelaciones de significado, estética, valores y reglas sociales internalizadas (Trudeau, 2006). Esto posee una enorme importancia dado que el turismo residencial, implícita o explícitamente, transforma estas posiciones en el campo social. Con las micropolíticas del lugar los individuos (y grupos) negocian su pertenencia y se apropian simbólicamente del espacio-paisaje. Si recordamos que la movilidad de estadounidenses a Costa Rica es, hasta cierto punto, una migración privilegiada —una mayor capacidad económica, un mayor estatus social y
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la pertenencia a una ciudadanía privilegiada, en comparación con lo que es «común» en la sociedad receptora— podemos imaginar que esa migración implica una exhaustiva reconfiguración de los paisajes y los lugares, a la vez que altera profundamente la composición de las comunidades locales. El primer aspecto queda claro en el mapa 1. La incorporación de la región de Guanacaste al turismo residencial ha contribuido a reconfigurar el territorio de forma drástica: en una zona que hace dos décadas era de uso ganadero extensivo, hoy en día se ha instalado una importante industria de servicios alrededor del uso turístico-residencial. Como indican Camps et al. (2008) en su análisis del núcleo de Tamarindo, esto provoca una segregación residencial y un desplazamiento de la población autóctona hacia las zonas periféricas o hacia núcleos distanciados de las comodidades que se ofrecen prioritariamente a los residentes internacionales: la playa o, en otras palabras, el recurso de un paisaje que responde a las representaciones de un imaginario connotado como algo idílico. Más allá de la separación física, existen otras formas de apropiación simbólica del lugar, como el uso del idioma inglés en letreros, anuncios y en el espacio público en general. Otro aspecto es la propia arquitectura relacionada con los desarrollos residenciales: muchos de los complejos turísticoresidenciales aplican medidas de separación física y protección, como las rejas o los servicios privados de seguridad y vigilancia (ver fotografía 2). No se trata sólo de una respuesta al miedo frente al aumento de la criminalidad o una reacción a la vida en un ambiente nuevo y culturalmente extraño, sino que, sobre todo, representa una expresión arquitectónica de pertenencia que responde a la escala de valores de la sociedad norteamericana, y un método poderoso de mostrar distinción, estatus y prestigio (Blakely y Snyder, 1997; Low, 2003). Otro elemento que tiene una gran importancia en la región de Guanacaste es la creciente conflictividad en cuestiones que se refieren a asuntos «públicos», como la planificación urbana o el medio ambiente. Para ello, cabe señalar que
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el desarrollo turístico-residencial no sólo ocurrió en un lapso muy corto. Además, fue el resultado de una coalición formada por un régimen desarrollista creado entre algunos de los inversores extranjeros pioneros, organizados a través de la Cámara de Turismo de Guanacaste, y la esfera política regional y nacional (Janoschka, 2009). El mérito de esta coalición fue crear las condiciones básicas para el boom turístico-residencial, a través del respaldo privado a la construcción y la puesta en servicio del aeropuerto internacional de la capital de Guanacaste, Liberia. La exitosa gestión de esa y otras actividades le permitió a la propia Cámara funcionar como un agente privilegiado, por lo menos durante algunos años. Sin embargo, tanto algunos factores de índole más personal en el seno de la Cámara como el aumento de la diversidad y la complejidad del escenario regional hicieron que poco a poco perdiese una parte de su influencia. Al mismo tiempo, surgieron diferentes conflictos entre algunos inversores y los nuevos habitantes. Por ejemplo, se han producido enérgicas protestas en contra del deterioro ambiental que sufren algunos pueblos de la costa, dado el incumplimiento de normas ambientales por parte de las empresas turísticas. A su vez, están llevándose a cabo una variedad de actividades que reivindican la apropiación del espacio público, del lugar, por parte de los habitantes (extranjeros y autóctonos), ya que las consecuencias negativas del boom turístico —como la creciente exclusión social— afectan a una población cada vez más numerosa. El conflicto de mayor calado se originó en el núcleo de Tamarindo. Ese pueblo de playa, que cuenta con menos de 5.000 habitantes, ha evolucionado desde un punto de encuentro turístico, primero para el turismo «alternativo» de
Fotografía 2. Entrada a un complejo residencial en Playa Hermosa, Guanacaste. Foto del autor, 2008.
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surfistas y posteriormente como un espacio de turismo más asentado, hasta finalmente transformarse en un lugar de residencia de un creciente número de lifestyle migrants. En este pueblo, en el que hasta hace muy poco tiempo predominaban las casas bajas de una o dos plantas, la municipalidad competente de Santa Cruz desarrolló un plan regulador del área que dio luz verde a la construcción de rascacielos de hasta 25 plantas de altura. A consecuencia, y bajo el lema de Save Tamarindo, se originó una fuerte protesta contra la política urbanística local y sus efectos negativos. Como apunta la siguiente cita, los activistas implicados constituyen una coalición entre extranjeros (jubilados, semi-jubilados, jóvenes emprendedores, artistas) y la población autóctona, unidos en una lucha contra los especuladores-constructores que amenazan la conservación de la idiosincrasia del pueblo: Vivimos todos aquí en Tamarindo, tenemos hijos, la mayoría. No somos inversionistas de gran envergadura, vinimos a poner nuestras casas, son gente de bastante buen nivel, son gente muy educada, gente estudiada, profesionales de categoría que han venido a Costa Rica con el boom de retirarse joven, de en lugar de retirarse a los 60 años retirarse a los 50, retirarse joven para aprovechar un poco más los frutos del trabajo. Hay gente que tiene visión, que le gustaría que Tamarindo fuese un destino sumamente ecológico. No importa que fuera una ciudad, pero una ciudad dentro de una pauta que tenga que ver con el buen manejo del medio ambiente, con el buen manejo de la electricidad, con el buen manejo del Parque [Nacional], con el buen manejo del agua, todo eso. Es una lástima que no nos hubieran dejado crecer a nosotros solos, o que hubieran buscado inversionistas a quienes les hubiera gustado lo que nosotros perseguíamos. Pero ese boom económico hizo que llegase gente a la que no le importaba quiénes éramos, ni qué hacíamos, ni lo bonito que este lugar era. Casi todos, como le dije, tienen
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hijos, y por eso les importa muchísimo el bienestar y el futuro del Parque [Nacional] (Gabriela, activista en Tamarindo). La lucha del grupo, que encontró diferentes canales de expresión (manifestaciones, listas de correo, grupos de debate en Facebook, etc.), opera en distintos niveles de interés práctico y teórico. Por ejemplo, es interesante recapitular qué rol juega el paisaje en las políticas concretas del lugar. Para ello puede servir el fotomontaje publicado en la página web de los activistas, reproducido en la Imagen 1. Aquí se propone un reto visual al imaginario común de paraíso tropical que goza la región de Guanacaste en general. Se destaca cómo la realización de los planes urbanísticos puede transformar de forma drástica el paisaje e incluso llegar a amenazar la identidad del lugar —una interpretación que se confirma con el discurso de la activista citada anteriormente—. Ambos testimonios, la representación simbólica mediante el gráfico y la representación verbal, ayudan a entender cómo se pueden articular las micropolíticas del lugar cuando se implican algunas de las posibles constelaciones de significado, estética, valores y reglas sociales internalizadas y contestadas. Así, en este ejemplo se entiende como política del lugar la reinterpretación del paisaje mediante el chocante fotomontaje. Con esa provocación, los activistas son capaces de redefinir la conciencia social respecto a las políticas públicas, creando una marcada sensibilidad entre la propia población. Se genera, incluso, una cohesión social ligada a un lugar que, por cierto, significa algo distinto para cada uno de los actores implicados. Pero son esos mecanismos implícitos en las representaciones de un lugar concreto, que soporta la amenaza de ser transformado, los que llevaron a muchos cientos de habitantes a participar en las actividades de protesta que, finalmente, llegaron a paralizar una parte de los planes urbanísticos. No obstante, el imaginario turístico del lugar ha sido dañado. Es el precio que el país paga por convertirse en un destino «paradisíaco».
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Conclusiones En este capítulo se ha desarrollado un argumento central: el turismo residencial en Costa Rica constituye una fuerza capaz de iniciar grandes transformaciones territoriales, sociales y políticas. La reciente expansión del turismo residencial en los países de América Latina, que se manifiesta de forma ilustrativa en Costa Rica, se explica de forma coherente mediante el recurso teórico del capitalismo global y la implementación del neoliberalismo. El capital financiero global, en constante búsqueda de destinos de inversión, transformó tanto la vivienda como el paisaje en una mercancía que se subasta al inversor con mayor capital. Pero, en un nivel local, la actitud de los inversores-especuladores genera una serie de consecuencias involuntarias. Por ejemplo, la exclusión y la segregación social en los destinos del turismo residencial son solamente una expresión de la distinción entre los ganadores y los perdedores en el juego de la globalización. Otro perdedor en el proceso del turismo residencial puede ser el medio, dado que la construcción de resorts y otros desarrollos trae consigo una consecuente degradación ambiental en el destino. Sin embargo, desde un punto de vista tanto teórico-conceptual como político, el énfasis de esta contribución se centra en las consecuencias que ocurren cuando una nueva «sociedad local» reivindica formas diferentes de gobierno, mediante el recurso de pensar el paisaje de forma autónoma, aplicando micropolíticas del lugar. Estas expresiones son de gran interés social y político, ya que se basan en nuevas y desconocidas formas de actuar por parte de una ciudadanía activa, implicada con el medio ambiente y el lugar. Estos actos de resistencia, de apropiación simbólica y de negociación de pertenencia, a pesar de ser altamente contes-
Imagen 1. Fotomontaje de protesta en contra de los proyectos urbanísticos en Tamarindo, Guanacaste. Fuente: Save Tamarindo, 2009.
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tados y a veces incluso reprimidos, permiten idear y evaluar los procesos relacionados con el turismo residencial de forma virtualmente positiva y optimista, por lo menos cuando se tratan en términos de codesarrollo, empoderamiento local y oposición a la globalización y al capitalismo global. Agradecimientos Esta investigación está financiada por un Postdoctoral Marie Curie Intra-European-Fellowship, dentro del vii Programa Marco de la Comisión Europea (pief-ga-2008220287). Se realiza en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del csic, cuyo entorno ha sido un factor estimulante en la elaboración y redacción de este artículo. Remito un agradecimiento especial a Vicente Rodríguez, cuya lectura crítica del manuscrito ha contribuido a perfilar los argumentos presentados en el texto.
6. Migración residencial y transformación social en las costas australianas 6. Migración residencial y transformación… Nicole Gurran
Introducción A pesar de que Australia es una nación predominantemente urbana, sus habitantes mantienen desde hace largo tiempo una relación de amor con la costa. Hace casi un siglo que las pequeñas poblaciones de pescadores que rodean a las siete capitales costeras de Australia (Adelaida, Brisbane, Darwin, Hobart, Melbourne, Perth y Sidney) son un destino popular para el fin de semana, las vacaciones de verano y, también, un lugar apreciado para vivir tras la jubilación, por lo que poseen un claro componente geográfico orientado hacia el ocio. No obstante, un creciente número de miembros de un movimiento de población alternativo, conocidos en Australia como sea changers (actores sociales que transforman la costa), está provocando profundas transformaciones sociales, económicas y ambientales en estas especiales áreas costeras. Al igual que sucede con los migrantes residenciales* en todo el mundo, los sea changers australianos buscan un * Amenity migrants en la versión original. En ocasiones se traduce como «migraciones por facilidades o comodidades». Este término suele utilizarse en el ámbito académico anglosajón como una expresión prácticamente equiparable a la más habitual de lifestyle migration. En la introducción de este libro ya aclaramos la forma en la que hemos procedido al respecto.
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mejor estilo de vida, más que un puesto de trabajo, y anhelan un entorno natural alejado de la congestión urbana. Buena parte de ellos son «refugiados económicos» que escapan de los elevados costes de la vida en la ciudad. Otros, en cambio, son nuevos emprendedores y teletrabajadores que mantienen vínculos económicos con las grandes ciudades, pero que ya no se encuentran espacialmente atados a un determinado emplazamiento urbano. Existe un creciente interés en la investigación de este particular movimiento de la población y de sus implicaciones a la hora de dotar de sentido al lugar y a las comunidades, así como de las preocupaciones ambientales que lleva aparejadas (Collins y Kearns, 2010; Danaher, 2008; Elbersen, 2005; McIntyre, 2009). El presente capítulo examina estos temas en relación a las costas de Australia. Por definición, los migrantes residenciales se trasladan en busca de una satisfacción no material, más que por razones económicas. Así que gravitan hacia lugares ricos en recursos naturales y culturales, pero donde las oportunidades económicas son a menudo limitadas. A diferencia de los principales centros económicos y poblacionales, las cualidades únicas de los destinos de la migración residencial son particularmente vulnerables a los efectos del crecimiento urbano, y requieren una planificación propia y estrategias de gestión locales. Este capítulo ilustra estas cuestiones poniéndolas en relación con las comunidades de migrantes residenciales en las costas australianas. Se emplea para ello una serie de estudios sobre los factores sociales y económicos que impulsan los cambios en la población, así como sus manifestaciones en zonas costeras no metropolitanas de Australia. Dichos estudios fueron financiados por una asociación de corporaciones locales australianas afectadas por estos cambios denominada National Sea Change Taskforce (Comité Nacional sobre la Transformación de la Costa) (Gurran et al., 2005, 2006, 2008). El presente capítulo empieza por situar el caso de Australia en el marco de la investigación y la literatura más general sobre la migración residencial, para pasar después a exa-
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minar la experiencia australiana con ayuda de una tipología sobre destinos de la migración residencial en las costas del país. Todo ello proporciona la base para analizar y comprender los procesos y resultados de los cambios sociales y ambientales, así como las implicaciones y oportunidades para la planificación y la gestión. La migración residencial y su expresión en Australia La migración residencial es ya un fenómeno bien documentado que describe un movimiento de población hacia determinados entornos por los servicios y recursos que allí se perciben, más que por las oportunidades económicas que ofrecen (Green, 2001; Haas, 2002; Rasker y Hansen, 2000). Tales «servicios y recursos» se encuentran en lugares caracterizados por poseer abundantes atractivos naturales (líneas de costa, ríos, lagos, montañas, bosques, cañones), climas benignos, o instalaciones dedicadas al ocio (navegación, esquí o golf) (Marcoullier et al., 2002). Muchos de estos destinos están experimentando una transformación económica que parte de una situación de dependencia respecto a las industrias productivas tradicionales (como la agricultura, la silvicultura o la pesca) y pasa a sostenerse en nuevas oportunidades económicas asociadas a la conservación de la naturaleza y de los valores vivenciales orientados al turismo (Lorah y Southwick, 2003). Otros destinos típicos de la migración residencial dependen desde hace tiempo de la industria turística, pero recientemente han empezado a experimentar un crecimiento del «turismo residencial», sobre todo en aquellos lugares de fácil acceso desde las áreas metropolitanas (Casado, 1999; Rodríguez, 2001). La investigación sobre las migraciones residenciales suele centrarse en los migrantes mismos, que forman grupos diferenciados y en ocasiones con preferencias divergentes sobre el destino. En Australia, como en otras muchas partes del mundo, el grupo de los jubilados y de las personas próximas a la jubilación parecen estar sobrerrepresentados entre los
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migrantes residenciales, dado que ya no se encuentran atados a una localidad específica por cuestiones laborales y disponen además de unos ingresos muy dinámicos (inversiones, pensiones de jubilación, planes de pensiones) (King et al., 1998; Nelson, 2008). No obstante, los avances en las telecomunicaciones y en los medios de transporte permiten que una amplia y creciente variedad de personas ya no necesite residir de forma permanente en las principales áreas metropolitanas (Gurran et al., 2005; Sant y Simons, 1993). En esta cohorte más joven y libre son muchos los que se trasladan de forma deliberada buscando un «estilo de vida alternativo» y están dispuestos a sacrificar parte de su sueldo por disfrutar de un nuevo estilo de vida en un entorno rural (Burnley, 2005; Curry et al., 2001). Sus pautas de asentamiento han dado lugar a grupos geográfica y socialmente diferenciados, por ejemplo, en partes del sudeste australiano (la costa norte del estado de Nueva Gales del Sur) a principios de la década de los 70 del pasado siglo, y en partes de Oregón y California en los Estados Unidos (Burnley y Murphy, 2004). Algunos «migrantes económicos», en cambio, son expulsados de la ciudad más que atraídos por su nuevo lugar de residencia, aun cuando dicho lugar les ofrece una mayor calidad de vida (Marshall et al., 2003). La migración residencial ha aparecido en Australia como una tendencia contraria a la continuada y general concentración urbana en las principales capitales de estados y territorios del país (Adelaida, Brisbane, Darwin, Hobart, Melbourne, Perth y Sidney). A pesar de ser famosa por su accidentado entorno natural y el desierto interior, Australia es en realidad una nación altamente urbanizada, donde más del 60% de su población se concentra en las capitales y en las áreas que las rodean. El crecimiento de la población australiana entre 1901 y 1980 tuvo lugar en estas capitales, mientras que la proporción de habitantes en regiones no metropolitanas disminuyó (abs, 2003). A lo largo de los últimos 25 años, el total de habitantes en estas regiones alejadas de las capita-
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les de estados y territorios se ha estabilizado alrededor del 36%, con pronunciadas variaciones subregionales (abs, 2003). La despoblación de un gran número de áreas rurales, sobre todo del interior, se ha visto compensada por incrementos de población en áreas costeras y otros centros urbanos menores, sobre todo en el norte de Nueva Gales del Sur y el sudeste de Queensland (Burnley y Murphy, 2004). En la última década se ha acelerado la migración hacia diversas áreas no metropolitanas situadas en otras partes del país, en concreto hacia las comunidades costeras a tres horas en automóvil de las capitales de los estados de Victoria, Australia del Sur y Australia Occidental (Gurran et al., 2005; Mercer y Hyman, 2009). Muchas de estas áreas han experimentado tasas de crecimiento mayores que las áreas metropolitanas (Gurran y Squires, 2008; abs, 2007a, b). El crecimiento de la población en estas áreas costeras se debe en gran parte a las ganancias netas en migración interna, más que a la inmigración internacional y al crecimiento natural (factores relevantes en el crecimiento de las capitales australianas) (abs, 2004; Burnley y Murphy, 2004; Hugo, 2005). Esta situación se complica ligeramente por el hecho de que Australia también posee una de las poblaciones más dinámicas del mundo: un 17% de las unidades familiares se traslada cada año y más del 40% lo hace cada cinco años. No obstante, quizás como contraste al movimiento de la migración residencial, la mayoría de los hogares australianos no se trasladan lejos, sino que tienden a permanecer dentro de la jurisdicción de la misma corporación local (Hugo, 2005). La investigación sobre la migración residencial en las costas de Australia Se han llevado a cabo una serie de estudios para investigar los cambios producidos en las regiones de migración residencial situadas en las costas australianas a través de datos demográficos y económicos, así como estudios de caso cualitativos en cinco localidades representativas (Gurran et al.,
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2005, 2006; Gurran y Squires, 2008). En primer lugar, se elaboró una tipología de cinco entornos costeros ideales empleando criterios básicos de población y distancia con el fin de clasificar a las comunidades costeras existentes (ver tabla 1). La distancia a los centros metropolitanos influye en la escala y en la naturaleza del crecimiento de estas comunidades (Sant y Simons, 1993), mientras que el tamaño de la población tiene cierto impacto en la escala de la nueva migración (el «efecto multiplicador» actúa a medida que los nuevos residentes crean una demanda de nuevos servicios, lo que genera puestos de trabajo y, por lo tanto, un flujo de crecimiento). El tamaño de la población también afecta al carácter básico de estas localidades y, en consecuencia, al impacto potencial de la migración en este contexto y a la adecuación de diferentes políticas destinadas a responder a estas transformaciones. La distancia se clasificó en función de los tiempos de duración del viaje por carretera a las capitales (según las categorías: 0-1,5 horas, que está dentro del desplazamiento por motivos laborales habitual en muchas ciudades australianas, 1,5-3 horas, considerada una distancia viable para visitas de un día o de fin de semana, y más de 3 horas). Estas categorías se basan en las zonas de contraurbanización costera concebidas originalmente por Sant y Simons (1993). Asimismo, las categorías de población reflejan las características geográficas de Australia, donde la escala 0-15.000, 15.000-100.000 y más de 100.000 concuerda con los grupos de poblaciones identificados por Haberkorn et al. (2004). Esta tipología general sirvió de base para posteriores análisis empíricos de cada tipo de comunidad. Se aplicaron series temporales de datos censales, atendiendo al cambio demográfico a lo largo de una década (19912001) (población, edad), así como otros indicadores socioeconómicos clave (por ejemplo, ingresos, empleo, industria) a una muestra inicial de 55 comunidades asociadas al National Sea Change Taskforce. Esta información se completó con estudios de casos cualitativos en localidades que
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Tabla 1. Tipología de comunidades de migración residencial en las costas australianas Tipo de comunidad Categorías de población
Suburbana
>15.000 habitantes
Categorías de distancia (tiempo)
0-1,5 horas en coche desde la capital del estado
Vacacional
15.0000-100.000 habitantes
>1,5 horas en coche desde la capital del estado
Pueblo
3 horas en coche desde la capital del estado
ejemplifican cada tipo de comunidad, y se actualizó tras la publicación de los datos demográficos y censales más recientes (Gurran y Squires, 2008). El subsiguiente análisis se extendió a 67 comunidades costeras. A continuación se describe la tipología de comunidades y se examinan las cuestiones más amplias relativas a la planificación y la gestión. Comunidades costeras suburbanas El primer tipo de comunidad identificado en la tipología se extiende a lo largo de la franja costera próxima a las capitales estatales de Australia. No se trata de áreas impulsadas exclusivamente por migrantes residenciales, jubilados y familias atraídas por los servicios y recursos de la costa, sino que el crecimiento en estas áreas se ve estimulado en parte por trabajadores de la ciudad que buscan viviendas asequibles en nuevas ciudades dormitorio. Las comunidades costeras suburbanas, tales como Gosford y Wyong, próximas a Sidney en el estado de Nueva Gales del Sur, y Wanneroo y Rockingham, cercanas a Perth en el estado de Australia Occidental, están experimentando un rápido crecimiento, superior al 30% por año en algunas zonas de Australia Occidental entre 2005 y 2008 (Gurran y Squires, 2008). Tal ritmo de crecimiento se estabilizará con el tiempo. Llegados a ese punto las pequeñas localidades existentes, antiguos pueblos pesqueros modestos y destinos de fin de semana, se habrán transfor-
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mado por completo debido a este proceso de suburbanización costera. El crecimiento de la nueva comunidad suburbana de Wanneroo, al norte de Perth, ha acabado por completo con los pueblos pesqueros originales y las ondulantes dunas que un día fueron características de la zona. Comunidades costeras vacacionales El segundo tipo afectado por la migración residencial abarca un gran número de pequeñas y medianas poblaciones costeras situadas a un máximo de tres horas en automóvil de la capital del estado. Estas localidades «vacacionales» han estado tradicionalmente orientadas hacia el turismo, y se esfuerzan por seguir siendo destinos populares, a pesar del crecimiento urbano asociado a los nuevos residentes, permanentes y estacionales. Atraen a un elevado número de jubilados, así como a personas próximas a la jubilación, muchos de los cuales ya disponen de una vivienda de vacaciones en la localidad. Otro grupo que también se está trasladando a estas comunidades incluye a la nueva generación de trabajadores y emprendedores de la «sociedad del conocimiento», que no necesitan viajar a la ciudad con frecuencia para realizar su trabajo. A pesar de la presencia de estos nuevos trabajadores, la elevada y creciente proporción de jubilados implica que el perfil demográfico de estas comunidades está mucho más envejecido que el del conjunto de la población australiana y envejece, además, a un ritmo más elevado. Por ejemplo, las tres comunidades más «envejecidas» de la muestra (Victor Harbor en Australia del Sur, Exmouth en Australia Occidental y Great Lakes en Nueva Gales del Sur) cuentan con una mediana de edad más de diez años superior a la mediana del país, que se sitúa en los 37 años (Gurran y Squires, 2008).
Fotografía 1. Wanneroo, Australia Occidental. Fuente: la autora.
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Ciudades costeras A diferencia de las capitales estatales de Australia, que tienden a concentrar la migración internacional, una serie de «ciudades costeras» de tamaño medio y grande empieza a mostrar los síntomas de una urbanización impulsada por los estilos de vida. Abarcan un dispar grupo de antiguos puertos industriales, como Newcastle en Nueva Gales del Sur y Geelong en Victoria, y en la actualidad se esfuerzan por transformar su débil economía local a través del ocio, el estilo de vida y los precios asequibles. Varios destinos turísticos tradicionales, como Cairns en la Gran Barrera de Coral, declarada Patrimonio de la Humanidad, y la Gold Coast en Queensland, se encuentran también en esta categoría, debido a que han crecido a lo largo de las cuatro últimas décadas hasta convertirse en considerables conurbaciones urbanas. Además de atraer a un creciente número de personas en busca de un nuevo estilo de vida, estas ciudades de tradición turística, sobre todo en el sudeste de Queensland por su clima templado, empiezan a recibir un elevado número de visitantes durante todo el año procedentes de todas las partes del país y del mundo. Las ciudades costeras muestran un característico núcleo urbano de elevada densidad, o una jerarquía de áreas urbanas generalmente adyacentes, rodeadas de un difuso cinturón de desarrollo residencial suburbano de baja densidad a lo largo de la línea de costa. Destinos residenciales costeros Situados a una distancia superior a tres horas en automóvil desde la capital de estado, los «destinos residenciales coste-
Fotografía 2. Renovación de modestas viviendas de vacaciones en la costa central de Nueva Gales del Sur. Fuente: la autora.
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ros» atraen a nuevos residentes por las posibilidades que ofrece para redefinir el estilo de vida y vivir experiencias turísticas y de ocio. Suelen contar con significativos paisajes naturales y rurales alrededor de un centro regional (situado en el litoral o en su proximidad), y un grupo de municipios y localidades de menor tamaño a lo largo de la costa y en la franja interior que los rodea. Buena parte de estas comunidades ha atraído históricamente a migrantes residenciales, pero las pautas de crecimiento generales tienden a ser más volátiles que las de los otros tipos de comunidades, pues algunas regiones experimentan bruscas fluctuaciones en su crecimiento entre periodos censales, y también anualmente (Gurran y Squires, 2008). Esta inestabilidad se ve acentuada por el rápido aumento de la población en los destinos residenciales de Australia durante las épocas vacacionales. La renovación de modestas viviendas de fin de semana y alojamientos asequibles dedicados al alquiler, para convertirlos en residencias turísticas y permanentes de mayor densidad destinadas a trabajadores de la ciudad, contribuye a la modificación del carácter de la zona, así como a una pérdida de la vivienda asequible. Pueblos costeros Los «pueblos costeros» son pequeños y remotos grupos de municipios, pueblos o complejos turísticos situados en un área natural rural o protegida próxima a la costa. Con poblaciones pequeñas (menos de 15.000 habitantes) y un aislamiento relativo (más de tres horas en automóvil hasta la capital), estas comunidades han evitado históricamente la considerable presión urbanizadora. Su ubicación junto a áreas protegidas ha supuesto en ocasiones un efectivo límite al crecimiento. No obstante, a medida que las telecomunicaciones y el acceso de los medios de transporte mejoran, y los migrantes residenciales y los turistas buscan alternativas a las localidades más pobladas y urbanizadas, estos pueblos costeros experimentan una creciente demanda de viviendas. Ello
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supone un particular reto, puesto que muchas corporaciones locales de pequeños municipios carecen de marcos y recursos para la planificación, necesarios para gestionar el considerable interés por la urbanización de la zona. Asimismo, una vez iniciado el proceso, y debido a las presiones económicas, el camino del crecimiento se vuelve inevitable para sostener las nuevas oportunidades creadas por las industrias de los servicios y de la construcción. Implicaciones de la migración residencial para las costas de Australia Resulta evidente que la migración residencial está provocando una compleja serie de cambios ambientales, sociales y económicos en estos cinco tipos de comunidad. Muchos de estos cambios se asemejan a lo que sucede por todo el mundo en otras áreas populares de migración residencial. Uno de los aspectos más complejos del crecimiento impulsado por la migración residencial consiste en que, a diferencia del desarrollo en otras áreas en proceso de urbanización, dicho crecimiento gravita, por definición, hacia los paisajes naturales y culturales de mayor fragilidad. Buena parte de las corporaciones locales australianas, sobre todo en las localidades costeras de menor tamaño, se ha visto abrumada por los rápidos incrementos y fluctuaciones en la demanda de nuevas residencias y complejos turísticos en sus municipios, y se ven en dificultades cuando de pronto se encuentran ante una nueva propuesta de promoción inmobiliaria. Estas corporaciones se encuentran frecuentemente entre, por un lado, importantes intereses inmobiliarios, y por otro, vehementes comunidades que temen perder su carácter local (Green, 2000; de Jong, 2002). En estos contextos, incluso la construcción de una única urbanización relevante que no concuerde con la escala existente y la arquitectura típica del área puede llegar a transformar el sentimiento del lugar y establecer un precedente para futuras transformaciones (ver fotografía 3).
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Gestión y protección de la costa Algunos de los efectos de la migración residencial en Australia se deben a su contexto costero. Puesto que los migrantes residenciales valoran tener acceso a la playa, las pautas de asentamiento suelen extenderse a lo largo de la línea de la costa, lo que da lugar a conjuntos desordenados de urbanizaciones más que a centros urbanos claramente definidos. Esta homogénea y «descontrolada» expansión urbana por la costa no es exclusiva de Australia, pero plantea determinadas amenazas en áreas naturales sensibles; afecta a ecosistemas acuáticos costeros, incluyendo lagos, estuarios y manglares, y degrada el hábitat de la fauna y la flora, así como los valores paisajísticos. La cuestión del cambio climático y la potencial subida del nivel del mar preocupa especialmente a un creciente número de comunidades, donde los terrenos junto al mar están muy solicitados y sus propietarios resisten enérgicamente a los intentos por urbanizar áreas en situación de riesgo (Gurran et al., 2008). Incluso una subida moderada del nivel del mar generaría catastróficos impactos en las economías costeras centradas en el ocio, pero solo ahora empiezan a emerger en Australia los procesos destinados a integrar la posible subida del nivel del mar en los mecanismos de control vinculados a la planificación local. Transformación económica Aunque los migrantes residenciales en Australia se sienten en gran parte atraídos por las playas, los paisajes rurales que las rodean forman un entorno atractivo para estas comunidades costeras. Las industrias rurales también contribuyen
Fotografía 3. Forster, costa norte de Nueva Gales del Sur (Foto de la autora). La transformación de Forster, destino residencial costero situado a cuatro horas al norte de Sidney, y modesta localidad de vacaciones y de jubilación.
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de un modo considerable a las economías locales de los pueblos costeros y a los destinos residenciales costeros identificados en la tipología de comunidades anteriormente descrita. Sin embargo, un buen número de comunidades vacacionales rurales, pueblos y destinos residenciales de menor tamaño experimentan en la actualidad una transición económica desde la agricultura, la pesca y la silvicultura hacia nuevas industrias basadas en los servicios, como la asistencia sanitaria, la venta minorista y el turismo. Estos nuevos puestos de trabajo implican un conjunto de habilidades distinto y una mayor estacionalidad del empleo. El gráfico 1 ilustra esta tendencia y muestra la transición económica entre 1996 y 2006 de Nambucca, una localidad situada en mitad de la costa norte de Nueva Gales del Sur. Aunque el cambio desde la agricultura y otras industrias rurales tradicionales refleja tendencias macroeconómicas más generales, el desarrollo urbano impulsado por la migración residencial parece reforzar la transformación desde una economía basada en la producción a otra basada en los servicios. Los conflictos aumentan a medida que los barrios residenciales se extienden lentamente hacia el punto de contacto con el medio rural, pues los vecinos de estos barrios, y los tour operadores, se oponen al efecto que las actividades agrícolas, actuales y propuestas, tienen fuera del entorno rural. Al compararlos con el valor que los terrenos pueden alcanzar si se destinan a la promoción inmobiliaria, los usos agrícolas del terreno se muestran poco rentables, sobre todo cuando lindan con las ciudades costeras y las áreas desde las que los residentes se desplazan a la ciudad por motivos laborales.
Gráfico 1. Transformación de los sectores de empleo, Nambucca, 19962006. Fuente: Gurran y Squires, 2008.
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Impactos sociales Los impactos sociales generados por el crecimiento de la migración residencial en Australia reflejan muchos de los temas sobre los que se ha escrito a nivel internacional. En las comunidades de menor tamaño, incluso un ligero incremento en el número de habitantes tiene un mayor efecto sobre la composición y las dinámicas sociales que el crecimiento de la población en localidades mayores, donde los recién llegados son asimilados más fácilmente. En el caso de Australia, se han descrito las tensiones existentes entre residentes y recién llegados, así como las diferencias entre los residentes permanentes y los propietarios de segundas residencias (Gurran et al., 2005). La principal preocupación que se menciona son las interferencias en la cohesión de la comunidad y de las redes sociales, en la medida en que los recién llegados se esfuerzan por adaptarse al nuevo entorno y por participar en la vida social. Las limitadas perspectivas de empleo pueden forzar a estos recién llegados a trasladarse a otro lugar antes de lo que esperan, sobre todo en los destinos turísticos costeros de Australia. A pesar de que esta inestabilidad ligada a los movimientos de población resulta difícil de medir, los miembros de corporaciones locales entrevistados en un estudio (Gurran et al., 2005) calculan que la rotación anual de residentes se sitúa aproximadamente en el 30%, tal y como se puede observar en las matrículas escolares y los cambios en el censo electoral. Otra fuente de tensión social surge de la distinta situación económica de la que goza la población de los destinos residenciales. Las comunidades vacacionales, residenciales y los pueblos costeros, sobre todo, muestran una marcada desigualdad socioeconómica entre nuevos y adinerados migrantes (que en muchas ocasiones sacan provecho de su vivienda en la ciudad), los propietarios de segundas residencias, migrantes con muchos menos medios que viven de la asistencia social, y residentes de larga duración. A menudo dicha desigualdad se pone de manifiesto espacialmente, en tanto
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que los residentes con menos medios abandonan las comunidades centrales para instalarse en localidades del interior más alejadas. La práctica totalidad de las 67 comunidades analizadas muestran una peor situación socioeconómica que el conjunto del país, con tasas de desempleo por encima de la media, menores ingresos y peores niveles sanitarios. Muchas de estas áreas también se caracterizan por el subempleo, debido a que los nuevos puestos de trabajo suelen ser puestos a tiempo parcial sujetos a fluctuaciones estacionales (Gurran et al., 2005; Gurran y Squires, 2008). La demanda de nuevas urbanizaciones residenciales y turísticas provoca la gentrificación de la costa, a medida que se renuevan tanto las viviendas más antiguas y de menor coste como los parques de caravanas (que suponen con frecuencia una importante fuente de alojamiento asequible tras la jubilación o en un momento crítico para familias con escasos ingresos). Aunque los recién llegados y los compradores de segundas residencias suelen verse atraídos por el hecho de que las viviendas existentes o los terrenos tienen un menor precio, quienes ya residen en la zona, así como los grupos con menores ingresos, se ven cada vez más incapaces de competir en los mercados inmobiliarios de las costas australianas. La tabla 2 muestra el impacto de la migración residencial en los parques de caravanas de las costas australianas, que representa una pérdida absoluta de unas 3.500 oportunidades de alojamiento de bajo coste en tan solo 12 municipios. Esta pérdida en la disponibilidad del alojamiento más económico no se ve compensada por la creación de nuevas oportunidades de alojamiento asequible, por lo que está agravando la presión ya existente sobre la oferta de alojamiento de alquiler a precios bajos para residentes permanentes y trabajadores estacionales. Infraestructura Las presiones derivadas de dotar de la infraestructura necesaria a los destinos residenciales costeros de menor
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Tabla 2. Pérdida de plazas en parques de caravanas en las costas australianas, 1996-2006, corporaciones locales seleccionadasa Estado
Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Nueva Gales del Sur Queensland Queensland Queensland Victoria
Corporación local
Coffs Harbour Eurobodalla Gosford Hastings Port Stephens Shoalhaven Tweed Wyong Cairns Douglas Gold Coast East Gippsland
Pérdidas
-148 -140 -591 -112 -198 -133 -454 -502 -514 -234 -263 -151
a Fuente: Gurran y Squires, 2008.
tamaño se encuentran con frecuencia en un punto crítico, puesto que las pequeñas corporaciones locales carecen de los recursos para hacer frente a un mayor número de servicios urbanos. Se trata de una situación especialmente problemática en localidades hacia las que se desplaza un número elevado de jubilados, debido a su necesidad de mayores y específicos servicios. Las poblaciones turísticas también experimentan la presión de hacer frente a los repentinos picos de demanda durante las épocas vacacionales. No deja de ser irónico que las insuficiencias en las infraestructuras, sobre todo en relación al suministro de agua potable y la red de alcantarillado, hayan supuesto una medida eficaz para frenar el crecimiento en algunas de las zonas costeras más prístinas de Australia. En estos casos, una inesperada decisión gubernamental de invertir en infraestructuras para el crecimiento de estas áreas (desde sistemas de transporte hasta una mayor red de alcantarillado o el suministro de agua potable) puede encontrarse con la enérgica oposición de algunos sectores de la
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comunidad local. Las cuestiones relacionadas con la infraestructura se intensificarán en el futuro, pues buena parte de las instalaciones existentes se encuentran muy expuestas a la subida del nivel del mar y a efectos más graves del cambio climático. Planificar para la migración residencial en las costas australianas ¿Qué tipo de respuestas mediante la planificación son necesarias y qué ejemplos de las mismas han surgido ya para tratar las complejas cuestiones asociadas a la migración residencial? En esta sección se identifican las respuestas que se están desarrollando con el fin de gestionar las dimensiones ambiental, social y económica del rápido crecimiento en los destinos residenciales más populares, a través de ejemplos extraídos de las comunidades costeras no metropolitanas de Australia. Controles a través de la planificación Los recursos naturales y las oportunidades relacionadas con el estilo de vida que se asocian a los destinos de la migración residencial resultan de vital importancia para el bienestar de la comunidad y del medio ambiente. Su protección debe constituir, por tanto, la base de las estrategias de planificación y desarrollo. Aunque sujetos a fluctuaciones periódicas, parece probable que los atributos asociados al estilo de vida continúen atrayendo a nuevos residentes y visitantes, generando con ello una demanda de nuevos servicios urbanos e infraestructuras que amenaza los recursos y el entorno natural. El crecimiento es inevitable en la mayoría de estas localidades. No obstante, a la hora de gestionar dicho cambio ineludible resulta importante adecuar los planteamientos con el fin de adaptarlos a las características particulares de los entornos concretos. Ello implica el establecimiento de ciertas restricciones básicas respecto al área urbana o al tamaño de la población, teniendo en cuenta la capacidad ecológica o los
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valores de conservación de la zona. Así pues, las nuevas construcciones deberían reflejar y contribuir al carácter arquitectónico local y al sentido del lugar. Por ejemplo, la corporación local de Surf Coast Shire, en el estado de Victoria, ha delimitado el crecimiento urbano a los perímetros ya existentes en sus localidades y pueblos costeros, además de dos núcleos de crecimiento designados para tal fin, y lo promueve mediante una guía de estilo local con una arquitectura distintiva (Gurran et al., 2006). La renovación de los destinos residenciales reviste también cierta importancia, tanto para lograr la compactibilidad del área, como para maximizar las nuevas oportunidades asociadas a la transición económica. A diferencia de las estrategias de renovación metropolitanas, la renovación urbana en los destinos residenciales se centrará en elementos como los complejos turísticos obsoletos o las antiguas áreas industriales o portuarias. Alexandrina Shire en Australia del Sur, por ejemplo, facilita de un modo activo la renovación de edificios abandonados y desocupados a través de estilos arquitectónicos históricos que se adaptan de forma creativa a los nuevos usos residenciales y turísticos (Gurran et al., 2006). Asimismo, en entornos naturales de gran fragilidad, el control a través de la planificación debe proporcionar un modo de contrarrestar el inevitable daño ambiental asociado al nuevo crecimiento urbanístico. Maroochy, una ciudad costera del sudeste de Queensland en pleno proceso de crecimiento, ofrece un posible modelo para este enfoque, pues ha establecido técnicas para compensar la necesaria limitación a los derechos de urbanización allí donde es necesario y para rehabilitar áreas degradadas si ello resulta factible. Conforme a lo establecido en la estrategia de planificación de Maroochy, los promotores disponen de flexibilidad si demuestran que su propuesta ofrece un «resultado positivo respecto a la conservación general del área» (Gurran et al., 2006: 22).
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Equidad social En ocasiones, las limitaciones impuestas por el entorno natural reducen las oportunidades de nuevas promociones inmobiliarias y agravan las presiones sobre la asequibilidad asociadas al crecimiento urbanístico impulsado por la migración residencial. Aunque son necesarias políticas específicas para contrarrestar estos impactos, buena parte de las estrategias aplicadas en contextos metropolitanos (como ofrecer ciertas ventajas a la promoción inmobiliaria supeditadas a la provisión de alojamiento asequible) no resultan factibles o adecuadas en comunidades ambientalmente sensibles. Byron Shire, situado en el área de migración residencial al norte de Nueva Gales del Sur, intenta compensar la creación de enclaves exclusivos en la costa permitiendo formas de alojamiento de bajo coste que también puedan reducir la necesidad de invertir en infraestructura (coviviendas, viviendas adosadas, ecopueblos, inmuebles que funcionan como residencia y lugar de trabajo a la vez). Gosford, localidad situada en la costa central de Nueva Gales del Sur, ha elaborado un marco de evaluación del impacto social que restringe la renovación de los parques de caravanas y compensa a sus residentes si dicha renovación es aprobada (Gurran et al., 2006). Siguiendo con este tema, cabe destacar que las formas temporales de alojamiento, como los parques de caravanas, suponen a largo plazo un impacto ambiental menor que el tipo de desarrollo urbanístico que probablemente los reemplazará. Desarrollo económico Se necesitan estrategias creativas de desarrollo económico para hacer frente a la depresión económica característica de buena parte de las comunidades de migración residencial en las costas australianas. Durante las épocas de crecimiento sostenido, el propio desarrollo impulsado por la migración residencial creó por defecto una estrategia económica local para muchas de estas comunidades. No obstante, el crecimiento urbanístico y el desarrollo turístico no han
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sido capaces por sí mismos de mejorar de un modo significativo las tasas de empleo y los ingresos familiares medios, y los beneficios se han limitado a marcados incrementos en determinadas industrias, como la construcción y el comercio minorista. En cambio, las estrategias que con esmero promueven y estimulan grupos de actividades compatibles que se refuerzan de forma recíproca, y que se basan en los puntos fuertes latentes y endógenos, ofrecen grandes posibilidades a las regiones caracterizadas por su gran atractivo para los migrantes residenciales. En el norte de Nueva Gales del Sur y el sudeste de Queensland, por ejemplo, están floreciendo las industrias culturales relacionadas con la llegada de migrantes residenciales alternativos (Curry et al., 2001). La música en directo y las artes creativas parecen formar una alianza natural con las actividades agrícolas especializadas, como la agricultura y producción orgánicas y la silvicultura ecológica, lo que a su vez contribuye a dar forma a un conjunto de atracciones turísticas que a menudo se reúnen en dinámicos mercados y festivales (Gurran et al., 2006). Varias corporaciones locales en estas regiones han identificado zonas turísticas específicas para garantizar que los futuros cambios concuerden con estas industrias emergentes. Se trata de planteamientos que reconocen que las industrias y las formas de crecimiento, tales como el crecimiento residencial suburbano y el alojamiento para jubilados, que comprometen las cualidades vivenciales de los entornos de la migración residencial, deben ser gestionadas de forma cuidadosa (Dredge, 2001; Gurran et al., 2005). Planificación de las infraestructuras Una deficiente planificación de las infraestructuras compromete el desarrollo de los entornos residenciales al distorsionar los procesos de crecimiento, mientras que unas infraestructuras diseñadas correctamente pueden establecer y apoyar la pauta de asentamiento deseada para dichos entornos. Un elemento esencial de esta estrategia consiste en
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garantizar que la infraestructura clave, o «imán», se encuentre solo en aquellas áreas donde se busca el crecimiento, y en evitar modernizar las infraestructuras de áreas que han empezado a desarrollarse de forma gradual y dispersa en suelo declarado urbanizable. Se trata pues de un enfoque que consigue una economía de escala por su eficiente provisión de servicios y evita reforzar pautas de crecimiento no deseadas. Asimismo, las estrategias relativas a las infraestructuras que son sensibles a las cuestiones ambientales pueden generar nuevas oportunidades de desarrollo económico en los entornos residenciales. Por ejemplo, la creación de zonas peatonales y carriles para bicicletas supone un apoyo para las atracciones turísticas, al tiempo que mejora la accesibilidad para los residentes locales. Del mismo modo, las innovaciones locales relacionadas con la generación de energías renovables y la extracción de agua favorecen la creación de puestos de empleo cualificados, al tiempo que facilitan el surgimiento de conjuntos menores de viviendas y zonas turísticas con conciencia ecológica (Gurran et al., 2006). Conclusión La migración residencial constituye un inconfundible movimiento de población que está transformando los paisajes costeros, rurales y de montaña en Australia y muchas otras regiones del mundo. Plantea determinados retos para las comunidades afectadas, que mantienen con frecuencia estrechos vínculos con el lugar, pero que también se enfrentan a significativas presiones sociales y económicas. Aunque el ejemplo australiano muestra que las corporaciones locales de algunas zonas están planteando enfoques creativos, resulta evidente que el proceso de la migración residencial no es una cuestión local y las autoridades locales precisan del decidido apoyo del gobierno central a la hora de elaborar y poner en marcha respuestas eficaces. En el mejor de los casos, la migración residencial supone positivas oportunidades para regiones con una economía débil, puesto que se asocia a la afluen-
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cia de un nuevo capital humano y financiero, y trae consigo a migrantes que probablemente protegerán los valores ecológicos y paisajísticos que les atrajeron en un primer momento hacia la zona. No obstante, aunque hay lugar para el optimismo, los casos australianos analizados en este capítulo indican que no debemos caer en la autocomplacencia. El legado físico predominante de la migración residencial en las costas australianas parece ser la incesante suburbanización en la medida en que los sea changers, o los promotores inmobiliarios que se pelean por atender sus deseos, reconstruyen los mismos paisajes urbanos que abandonaron al trasladarse.
7. La migración residencial en Udon Thani, Tailandia 7. La migración residencial en Udon Thani
John Koch-Schulte
Introducción Se estima que más de 100.000 ciudadanos de países occidentales, expatriados y migrantes residenciales incluidos, residen en Tailandia (Howard, 2009). Bangkok constituye el centro neurálgico de la comunidad de expatriados, debido a su importancia como ciudad industrial y de negocios para el sudeste asiático. Los migrantes residenciales, en cambio, se establecen tanto en Bangkok, como por todo el país, y se concentran en destinos turísticos situados en las costas y las islas como Phuket, Hua, Hin, Pattaya, y las ciudades del interior Chiang Mai y Udon Thani. Aunque la concentración de los migrantes residenciales es habitual, no se limita ni mucho menos a estas áreas. En los últimos años se ha extendido rápidamente hacia ciudades de menor tamaño, pueblos y aldeas, donde es frecuente encontrar a hombres occidentales casados con mujeres tailandesas. La cifra de migrantes residenciales ha crecido recientemente de forma bastante rápida. Se calcula que la población de la provincia de Udon Thani se dobló entre 2004 y 2007, llegando a los 3.000-4.000 habitantes en áreas próximas a la ciudad. No se sabe a ciencia cierta en qué medida la crisis económica mundial y los actuales problemas políticos de Tailandia
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han producido cambios en esta cifra. Según una encuesta informal realizada en 2009 por la página web udonmap.com, un mayor número de jubilados se está trasladando al área de Udon Thani y es probable que siga aumentando con la crisis económica. Sin embargo, otra encuesta informal realizada por la web para expatriados thaivisa.com puso de manifiesto una división de opiniones entre los participantes respecto a si hay más personas que dejan la zona o que se trasladan a ella. El presente capítulo se basa en la investigación llevada a cabo en 2007 para la elaboración de una tesis doctoral sobre las cuestiones de planificación urbana que giran alrededor de la migración residencial/migración internacional de jubilados en la localidad de Udon Thani. La observación, las entrevistas exploratorias informales y las entrevistas con informantes clave constituyeron la base metodológica de dicha investigación. El capítulo empieza con información básica sobre Udon Thani, examina después cómo ha influido la migración residencial en la comunidad local, y posteriormente pasa a estudiar sus impactos socioeconómicos. Por último, en mi calidad de planificador urbano, describo brevemente varios modos en los que las comunidades pueden sacar el máximo provecho a la migración residencial. Udon Thani La primera impresión que uno recibe de Udon Thani se encuentra muy influida por los migrantes residenciales y sus familias. Resulta prácticamente imposible ir a un parque, mercado o centro comercial y no ver a un occidental maduro de la mano de su esposa (más joven) tailandesa. La ausencia de mujeres y hombres occidentales jóvenes demuestra que algo interesante está ocurriendo en Udon Thani. Cuando alguien preguntó en un foro de www.udonmap.com cuál es el mejor lugar, entre Pattaya, Phuket o Udon Thani, al que trasladarse tras la jubilación, alguien respondió quizás de forma jocosa: «Yo sugiero algún lugar en la costa, o quizás Chiang Mai […] disfruta de Tailandia […] después
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puedes venir a Udon a morir» (tc, 2006). Dicha respuesta hace hincapié en el estilo de vida más tranquilo y relajado común en la zona Isaan, o nordeste de Tailandia, en comparación con otras regiones turísticas del país, más animadas y con la vida nocturna salvaje, y a veces sórdida, por la que Tailandia es conocida. La ciudad de Udon Thani se encuentra situada al nordeste de Tailandia y es la capital de la provincia del mismo nombre. La mayor parte de la investigación se llevó a cabo en la ciudad, aunque algunas entrevistas se realizaron en la provincia vecina de Nong Khai. La ciudad de Udon Thani cuenta con 143.081 habitantes, mientras que la población de su provincia asciende a 1.467.000 personas. Se trata de una de las ciudades tailandesas de mayor tamaño y que ha experimentado un crecimiento más rápido.
Mapa 1. Nordeste de Tailandia. Fuente: www.maps-thailand.com
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Los principales sectores económicos de Udon Thani son la agricultura, la industria manufacturera y el envío de remesas de dinero. Asimismo, la ciudad se está convirtiendo a pasos agigantados en un importante centro comercial y de servicios para Vientiane, la capital de la República Democrática Popular de Laos. Durante la Guerra de Vietnam, Tailandia acogió a 49.000 soldados implicados en esa contienda, así como a 71.000 soldados en periodo de descanso procedentes de los países circundantes (Cohen, 2003, cita a Meyer, 1988: 69). Udon Thani se convirtió en una de las mayores bases aéreas del ejército estadounidense y sirvió de centro de abastecimiento para las operaciones de Air America. Asimismo, quizá acogió a miles de soldados allí destinados hasta que el ejército abandonó la zona en 1976. Según Dasse (citado por Cohen, 2003), algunos efectivos permanecieron en Tailandia y otras bases norteamericanas en el extranjero. Cada base militar estadounidense «se encontraba rodeada por un ‘cinturón de entretenimiento’ formado por restaurantes, bares, salones de masajes, hoteles, clubs y burdeles» (Meyer, 1988: 70). Aunque algunos de los establecimientos originales siguen existiendo en Udon Thani, la mayor parte de ellos cerró cuando el ejército estadounidense se marchó. La guerra propició tres efectos que provocaron un importante impulso económico para la ciudad (Wikipedia, 2007). El primero de ellos radica en el hecho de que un buen número de residentes aprendió inglés, lo que incrementó la competitividad de Udon Thani y contribuyó a crear un elevado número de trabajadores expatriados tailandeses que salieron de la ciudad. El segundo aspecto es el hecho de que la embajada de Estados Unidos permaneciera allí, lo que contribuyó a convertir a Udon Thani en el centro regional que es en la actualidad. Por último, el tercer elemento son los vínculos que crearon dicho centro y el aeropuerto. Asimismo, Udon Thani desempeña el papel de centro comercial para Vientiane, situada aproximadamente a una hora de viaje en automóvil. Durante el fin de semana, los laosianos se desplazan
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hasta la ciudad para realizar sus compras. La reciente inauguración de una terminal internacional y de vuelos directos desde Singapur, así como los posibles vuelos a Hong Kong ya propuestos, incrementarán la importancia de Udon Thani como aeropuerto de Vientiane. La guerra también dejó tras de sí a cientos de antiguos soldados estadounidenses que decidieron permanecer en el área y crearon gran parte de la infraestructura para expatriados que ha atraído recientemente a más jubilados extranjeros. Al igual que sucede en muchos países donde la migración residencial constituye un fenómeno relevante, resulta difícil conocer las cifras y estadísticas reales, por lo que suelen basarse en estimaciones. En su investigación, Howard (2009) estudió el número de expatriados a partir de encuestas realizadas por embajadas y diversos departamentos gubernamentales, y calculó que en Tailandia residen aproximadamente 100.000 occidentales (tanto trabajadores expatriados como migrantes residenciales). ¿Quiénes son los migrantes residenciales de Udon Thani? La práctica totalidad de los migrantes residenciales en Udon Thani son hombres, a excepción de un pequeño enclave, Nong Khai, donde se han establecido algunas mujeres y parejas occidentales. En 2007 se estimó que entre 3.000 y 4.000 occidentales residían en la provincia. Los occidentales residentes en Tailandia cuentan con un nivel educativo bastante elevado; el 60% de ellos ha completado una licenciatura (Howard, 2009), cifra probablemente similar en Udon Thani. En el pasado han desempeñado labores profesionales muy diversas, pero entre ellos existe un elevado número de ingenieros (se estima que alrededor del 10% de estos ciudadanos extranjeros, aunque quizá la cifra se acerque al 15%). La razón puede residir en el hecho de que los ingenieros trabajan en contextos internacionales y reciben sueldos más elevados. Algunos ingenieros en empresas deslocalizadas eligieron Udon Thani debido a las buenas conexio-
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nes aéreas que históricamente han existido entre esta ciudad y Bangkok, y por lo tanto, con el resto del mundo. Prácticamente todos los residentes extranjeros se han divorciado antes de su traslado a Tailandia, muchos de ellos más de una vez, y han contraído matrimonio con una mujer tailandesa. Pattaya, centro del turismo sexual, es el principal punto de entrada para buena parte de los migrantes residenciales que se trasladan a Tailandia. Al principio la mayoría de ellos reside o permanece durante un periodo prolongado en Pattaya, antes de establecerse en Udon Thani o en otras ciudades de menor tamaño. El hecho de que su nueva esposa proceda de la provincia de Udon Thani constituye el factor más relevante para el traslado. Muchas de ellas trabajaban primero en Pattaya. Sin embargo, esta situación podría estar cambiando en la medida en que más hombres conocen a sus futuras esposas a través de internet y se trasladan directamente a Udon Thani. La práctica totalidad de los jubilados ha contraído matrimonio con mujeres de Udon Thani o de los alrededores, lo que constituye la principal razón por la que deciden vivir en esta zona. Un buen número de occidentales se casa en primera instancia con una mujer tailandesa en la veintena, matrimonio que en uno o dos años acaba en divorcio. Posteriormente contraen matrimonio con una mujer en la treintena, que ha estado casada anteriormente y con frecuencia tiene hijos de algún matrimonio anterior con un hombre tailandés. Se trata de mujeres con opciones limitadas a la hora de encontrar otro marido de su misma nacionalidad. El ciudadano occidental típico reside alrededor de unos tres años en Udon Thani, antes de regresar a su país de origen o trasladarse a otro lugar. A partir de una tipología de turistas sexuales (Garrick, 2005), se puede decir que la mayoría de los expatriados residentes en Udon Thani son «hombres en busca de amor». La mayor parte de los expatriados solteros y algunos de los casados pueden considerarse «caballeros», mientras que una minoría estaría dentro de la categoría
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«macho». Según lo que se señala entre la población de migrantes residenciales y los comentarios en el foro de la web www.udonmap.com, son muchos los que opinan que la presencia del tipo «macho» se ha incrementado, sobre todo desde hace uno o dos años, y ahora se traslada a Udon Thani en lugar de permanecer en Pattaya, que ha sido tradicionalmente el lugar frecuentado por este tipo de turista sexual. La mayor parte de los expatriados jubilados y los residentes locales consideran que se ha incrementado el número de extranjeros problemáticos que, aproximadamente en los últimos dos años, se han trasladado o han visitado Udon Thani. Muchos de los integrantes de este indeseable grupo encajarían en la definición de «macho» de la tipología de turistas sexuales y son la causa de buena parte de los problemas públicos que se están produciendo en las principales áreas de bares, como recoge la prensa local (Dream Team, www.udonmap.com, 2006). Bastantes jubilados fueron simplemente demasiado hostiles, desagradables o estaban demasiado borrachos para ser entrevistados, por lo que no se les incluyó en las entrevistas realizadas en el transcurso de esta investigación. El conocimiento del idioma tailandés es mínimo, pero algunos de estos jubilados han realizado el esfuerzo de aprenderlo y asisten a clases o contratan a profesores particulares. Los principales motivos para no aprender el idioma local radican en la edad de los jubilados y en el hecho de que sus esposas pueden actuar como traductoras cuando la ocasión lo requiere. Gran parte de los migrantes residenciales tiende a menospreciar a la población local y manifiesta puntos de vista etnocéntricos. La literatura sobre la migración residencial suele reflejar este estado de cosas. Muchos son considerados fakepats (término acuñado para describir a los estadounidenses que residen en México), en tanto que no se implican en la cultura y el idioma locales, y prefieren además realizar sus compras en grandes superficies de titularidad extranjera a hacerlo en las tiendas locales.
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Entre los ciudadanos extranjeros más jóvenes, varios son programadores o dirigen un negocio a través de internet. Se identificaron también varios ingenieros jóvenes que trabajaban en el extranjero y residían en Udon Thani. No encontramos ningún artista en Udon Thani. La única obra artística creada por un extranjero que pudimos ver expuesta se encontraba en uno de los bares, lo que, en este caso, nos indicaba cuál era el otro trabajo del artista. Varios músicos retirados se concentran en otras partes de Tailandia. En las ciudades de Pai, en la provincia de Mae Hong Son (Cohen, 2006), Bangkok y Chiang Mai existen grupos de jubilados que se han establecido en ellas atraídos por su ambiente musical y cultural. Estos emplazamientos poseen una mezcla de bares de estilo bohemio con influencias de los mochileros occidentales. El entorno construido En Udon Thani se identifican dos impactos principales respecto al entorno construido. El primero de ellos es la muy visible (y creciente) vida nocturna, cada vez más sórdida; el segundo, la expansión incontrolada de amplias urbanizaciones habitadas por ciudadanos occidentales y sus nuevas familias. En el año 2000 existían solo dos o tres bares para extranjeros; en 2007 esa cifra rebasaba los 30, llegando casi a los 40 locales, y cada mes se abrían nuevos bares. El área más visible es un callejón con 13 de estos establecimientos que se esconde detrás del principal centro comercial de Udon Thani. Los extranjeros han apodado la zona como «Soi Pattaya» debido a su parecido con Pattaya, el destino de turismo sexual más famoso de Tailandia. Este conjunto de locales se encuentra en un callejón paralelo al mayor centro comercial de la ciudad. Debido a su situación, no se ve desde la calle, solo desde el abarrotado aparcamiento. También en 2007 se abrió un nuevo bar de gogós en la calle principal junto a la zona de bares de «Soi Pattaya»,
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Fotografía 1. Soi Pattaya es un conjunto de 13 bares situado en el centro de Udon Thani. Foto del autor.
mucho más visible para la comunidad local. Este tipo de locales no son algo nuevo en Udon Thani. Según indican varios extranjeros, en esta ciudad se abrió el primer bar de gogós de Tailandia durante la Guerra de Vietnam. El aumento del número de bares ha coincidido con el incremento en las llegadas de turistas y migrantes residenciales que se trasladan a Udon Thani. Dicho incremento en el número de ciudadanos occidentales ha afectado a la calidad de los extranjeros que visitan o se trasladan a la ciudad. Prácticamente todos los residentes extranjeros y los locales entrevistados reconocieron una disminución en la calidad de los extranjeros que han venido últimamente. Por toda la ciudad, los antiguos comercios locales se están reemplazando por establecimientos de propiedad extranjera. Junto con los bares, se extienden por Udon Thani los restaurantes y las panaderías de todas las nacionalidades. A lo largo del país existen pequeñas ciudades que ahora cuentan con un carnicero europeo.
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Desde finales de la década de 1990, y debido a los cambiantes modelos de negocio y a un más fácil acceso de los consumidores al crédito, se están construyendo más hipermercados (Tesco, Big C) a las afueras de la ciudad, destinados sobre todo a quienes disponen de un vehículo propio. Esto ha provocado un desplazamiento del gasto desde el centro de la ciudad a las periferias y, en consecuencia, que muchos comercios queden desocupados. Se puede decir que, en este caso, los establecimientos extranjeros contribuyen a que se ocupen estos espacios que quedan disponibles. Buena parte de las nuevas promociones urbanísticas que se están llevando a cabo resultan ser extensas urbanizaciones sin ninguna personalidad (consultar en www.udonmap.com las imágenes de las viviendas en venta). En el caso de Udon Thani, muchas de ellas parecen no ser parte de un proyecto de la comunidad, pues se encuentran fuera de los límites municipales y se incorporan a la ciudad con posterioridad. No se ha podido determinar la razón por la que esto es así. El próximo mapa de uso del suelo de Udon Thani será considerablemente más extenso que los mapas anteriores, puesto que la ciudad ha integrado en su término municipal a todas las nuevas urbanizaciones situadas justo fuera de sus límites. El crecimiento de estas áreas no planificadas es exactamente lo que ha llevado a algunas localidades españolas al borde del colapso (Mazón, 2006). Aunque algunos ciudadanos extranjeros residen en los centros históricos de las ciudades, la mayoría prefiere vivir fuera de la ciudad, donde la baja densidad de la población ha limitado el establecimiento de medios de transporte público. Para aquellos que disponen de acceso al transporte público en las afueras de la localidad, las líneas dejan de funcionar por la tarde. La dependencia del vehículo propio favorece que las compras se realicen en los hipermercados, donde resulta más fácil ir en automóvil, lo que perpetúa la expansión urbana y el crecimiento de los centros comerciales. Esta tendencia no solo se debe a las preferencias de los residentes extranjeros,
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puesto que un buen número de tailandeses de clase media optan por estilos de vida similares. En el caso de los extranjeros, son sus esposas tailandesas las que toman las decisiones y escogen una vivienda moderna de estilo tailandés. La mayor parte de los ciudadanos extranjeros en Udon Thani opta por residir en los barrios residenciales de las afueras. Las razones probablemente se deben al menor coste de la vivienda y a la posibilidad de adquirir una vivienda unifamiliar en lugar de un apartamento o un condominio. Unos pocos migrantes residenciales prefieren residir en la ciudad, casi siempre en viviendas de alquiler. En Tailandia, el coste de las viviendas urbanas multiplica varias veces el de las propiedades en los barrios residenciales. Una vez más, las esposas tailandesas tienden a guiar las decisiones y con frecuencia optan por las nuevas urbanizaciones. Los principales impactos ambientales están ligados al crecimiento urbano provocado por la edificación de las nuevas urbanizaciones y el gran tamaño de las viviendas que los extranjeros construyen. Durante una serie de entrevistas con promotores inmobiliarios se comprobó que en 2007 el 70% de las viviendas de lujo las estaban construyendo los residentes extranjeros. Existe además una peligrosa tendencia, pues las viviendas son cada vez de mayor tamaño, algunas incluso se construyen en dos parcelas. El diseño de la vivienda se ve influido con frecuencia por los gustos de las esposas tailandesas, lo que conduce a que se acabe pareciendo a las viviendas de clase media de Bangkok y otras grandes ciudades. Aunque muchas de estas viviendas son modernas y de estilo occidental, se trata de elementos adoptados por la clase media a lo largo de todo el país. No es pues la influencia directa de la población de expatriados, sino una decisión de las esposas tailandesas de los migrantes residenciales. La principal diferencia en lo que respecta a las viviendas en Udon Thani consiste en que su tamaño está aumentando. Esto podría estar directamente relacionado con la migración residencial, pues se trataría de una especie de
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competición entre las esposas de los residentes occidentales por ver quién tiene el hogar de mayor tamaño. Cabe señalar aquí que los costes de la vivienda en Udon Thani son apenas menores que en los países occidentales. En los pequeños pueblos que rodean a la ciudad se están construyendo viviendas de clase media muy parecidas, que destacan debido a su proximidad a las viviendas existentes, de menor tamaño. Así pues, prácticamente en cada gran vivienda de estas localidades residirá la esposa de un ciudadano extranjero. Puesto que la principal actividad económica de estos pueblos ha sido tradicionalmente la agricultura, estas grandes viviendas se encuentran situadas junto a casas más precarias construidas de madera/cemento. En la ciudad vecina de Nong Khai existe también un crecimiento urbano incontrolado similar al de Udon Thani. También allí hay una propuesta de parcelación del terreno que incorpora elementos de la arquitectura característica de los templos tailandeses y que, por lo tanto, se apartará de las urbanizaciones tailandesas típicas de clase media. Se trata de un proyecto dirigido al mercado de la migración residencial, que pretende emplear técnicas urbanísticas algo más ecológicas. Recientemente ha quedado en suspenso debido a los cambios aprobados en 2007 en la legislación relativa a los visados y a otros factores que generan inestabilidad entre la población extranjera residente en Tailandia. En otras localidades tailandesas es posible identificar estilos con una mayor influencia extranjera. La ciudad costera de Hua Hin muestra actualmente urbanizaciones de estilo español, claramente importado a Tailandia. Buena parte de las áreas costeras incluyen una piscina privada en cada vivienda. No es éste el caso de Udon Thani, aunque al menos una de las urbanizaciones cuenta con una piscina común para el uso compartido de los residentes. La importación de estilos de vida occidentales muy poco sostenibles constituye una amenaza al medio ambiente en Udon Thani y otros destinos de migración residencial (Truly,
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2002). Si los consumidores tailandeses empiezan a adoptar estilos de vida similares, se generará una mayor presión sobre los recursos y servicios locales. Un residente extranjero en Udon Thani instaló aire acondicionado centralizado en su vivienda para americanizar su hogar lo máximo posible. La factura de la electricidad en este caso asciende a unos 12.000 bahts mensuales (unos 290 euros al cambio actual), una cantidad varias veces superior al gasto eléctrico de otras viviendas de ciudadanos occidentales, que de por sí utilizan más electricidad que los hogares tailandeses. En fin, existen multitud de historias no corroboradas acerca de residentes extranjeros que experimentaron con nuevos estilos. Un ejemplo es una vivienda supuestamente construida con ladrillos de adobe, que con el calor húmedo de Tailandia se convirtió en un perfecto hogar para avispas. La mayor parte de las viviendas que los residentes extranjeros están construyendo hoy en Udon Thani carecen de cualquier tipo de aislante. En algunos casos, los promotores inmobiliarios han empleado aislantes a petición de estos residentes. Durante unas breves conversaciones con agentes de la propiedad inmobiliaria se comprobó que las promociones urbanísticas en Udon Thani y provincias apartadas son de mucha menor calidad ambiental que buena parte de las nuevas urbanizaciones en Hua Hin, Pattaya y Phuket, donde los ladrillos aislantes se están convirtiendo en la norma y el aislamiento de los tejados es habitual. Un residente extranjero en Udon Thani ha creado una empresa que ofrece aislantes en espray; el producto proporciona aislamiento a viviendas que no disponen de él para reducir el gasto energético. Otros extranjeros también nos hablaron sobre la posibilidad de utilizar su experiencia para crear empresas similares. Parte del problema a la hora de construir viviendas de calidad puede deberse a los reducidos salarios que reciben los trabajadores de la construcción. A los promotores inmobiliarios les resulta difícil retener a los trabajadores cualificados, puesto que una vez que éstos adquieren experiencia, se trasla-
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dan allí donde pueden exigir mayores salarios, como Bangkok y Pattaya. Los costes de la vivienda se han incrementado de modo considerable en Udon Thani. La migración residencial desempeña un papel menor, pero si continúa creciendo, dicho papel será mucho más significativo a medida que la especulación del suelo adquiere mayor relevancia, como ha ocurrido en México (International Community Foundation, 2006). Las segundas residencias son habituales. Durante el transcurso de la investigación conocimos a tres residentes extranjeros que poseían diversas viviendas en Tailandia. Un buen número de extranjeros posee una vivienda en su país de origen y ha adquirido otras para su esposa y la familia de ésta en la región. Estos ciudadanos extranjeros hacen uso de sus viviendas tailandesas solo durante unas semanas o meses al año. Aspectos económicos Todos los residentes locales y los informantes clave en Udon Thani son conscientes de que las principales repercusiones de la migración residencial tienen que ver con los efectos económicos positivos. En líneas generales, los jubilados disfrutan de un nivel de renta disponible muy superior al de los residentes locales, que según una investigación llevada a cabo en la ciudad vecina de Khon Kaen, se sitúa aproximadamente en 60.000 bahts (unos 1.450 euros) mensuales (Phopayak, 2006a). A partir de una serie de entrevistas con promotores inmobiliarios, se determinó que entre el 20% y el 30% de las nuevas viviendas son propiedad de residentes extranjeros, y se estima que alrededor del 70% de las viviendas más lujosas también lo son. Puesto que no se permite a los ciudadanos extranjeros adquirir terrenos, la mayor parte de estas viviendas son adquiridas a nombre de la esposa tailandesa o a través de una laguna jurídica, que posibilita que empresas registradas en propiedad de residentes extranjeros y con socios
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tailandeses —que actúan como hombres de paja— adquieran bienes inmuebles. En 2006 la normativa legal se endureció, lo que contrajo de manera drástica el mercado inmobiliario para extranjeros en Tailandia. Buena parte de los residentes extranjeros realizan sus compras en los grandes hipermercados, antes que en pequeños comercios o en los mercados tradicionales. Uno de los informantes clave entrevistados señaló que, en su opinión, los extranjeros podrían llegar a perpetuar la popularidad de los hipermercados. Las razones por las que éstos realizan sus compras en los grandes establecimientos radican en la comodidad que ofrecen y la política de precios fijos. Los hipermercados disponen también de plazas de aparcamiento para los vehículos privados, de los que muchos residentes extranjeros dependen debido a que su hogar se encuentra en un área rural o suburbana. Son muchos los extranjeros que consideran que en los pequeños comercios locales no obtienen una buena relación calidad-precio y pagan precios más elevados por los productos. En esas pequeñas tiendas los comerciantes negocian los precios de manera verbal. Dado lo limitado de su conocimiento del idioma tailandés, muchos residentes extranjeros pueden sentirse incapaces de realizar sus compras en estos establecimientos. Por otra parte, la industria turística se ha subido al carro de la migración residencial. Los turistas internacionales visitan Udon Thani sobre todo influidos por lo que les cuentan sus amigos que ya residen en la ciudad, o porque conocen a chicas locales a través de internet. La mayor parte del turismo está relacionado con el hecho de que hombres extranjeros conocen a mujeres tailandesas. Tailandia no recauda impuestos directos de los residentes asociados a la migración residencial. Las pensiones y los ingresos que éstos reciben de otros países no están gravados y tampoco existen impuestos sobre los bienes inmuebles residenciales. El tamaño de las viviendas de los migrantes residenciales podría provocar que llegaran a convertirse en un
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lastre para las finanzas locales, puesto que dichas viviendas emplean más recursos que los hogares tailandeses y los municipios se verían obligados a modernizar sus infraestructuras. Muchos jubilados expresan ya sus quejas por la baja presión del agua en su urbanización. En alguna medida, los costes pueden verse contrarrestados por el elevado gasto y la generación de impuestos sobre sociedades derivados de las compras y las inversiones de los residentes extranjeros. Ello podría justificar la mejora en la dotación de servicios de las urbanizaciones existentes de cara a la financiación local. No se ha investigado el gasto de los hogares extranjeros, por lo que la idea de que gastan más en comparación con las familias tailandesas no deja de ser pura especulación. Aspectos sociales y culturales La práctica totalidad de los entrevistados tailandeses ha percibido un gran cambio en los últimos cinco años, en la medida en que contraer matrimonio con un ciudadano extranjero se acepta ahora con más facilidad en la cultura tailandesa, sobre todo en Udon Thani y el nordeste del país. Se especula que el hecho de contraer matrimonio con un extranjero se ha convertido en el nordeste de Tailandia en una actividad fundamental para generar crecimiento económico dentro de la comunidad. La celebración en Udon Thani de un «día del yerno» es una muestra del valor que esta ciudad otorga a la comunidad de migrantes residenciales. Durante este día, los ciudadanos extranjeros desfilan por la ciudad y reciben el agradecimiento de los locales por los beneficios que aportan a la comunidad. Resulta llamativo que muchos de los funcionarios públicos entrevistados que mostraron una actitud más favorable a la presencia de ciudadanos extranjeros tenían una hija casada con uno de estos ciudadanos. A medida que un mayor número de funcionarios tenga un yerno, será interesante comprobar cómo se modifica su opinión acerca de los extranjeros residentes en la provincia. En opinión de los ciu-
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dadanos locales, la razón fundamental por la que las mujeres tailandesas contraen matrimonio con hombres extranjeros tiene que ver con el dinero. Es bastante común que, tras un año de matrimonio, la esposa tailandesa sea la propietaria legal de un vehículo y una vivienda. Según los ciudadanos extranjeros, la tasa de divorcio de estos matrimonios es muy elevada y se sitúa en torno al 75-90%. Un buen número de estas parejas comparte similitudes con los hallazgos presentados por Cohen (2003) en su investigación sobre los matrimonios entre ciudadanos extranjeros y mujeres tailandesas. La mayor parte de dichos matrimonios los contraen mujeres tailandesas sin educación formal y con hijos de anteriores relaciones. Las parejas formadas por extranjeros jubilados y mujeres a mitad o finales de la treintena resultan más estables que aquellas en las que las esposas se encuentran en la veintena. Muchas de estas mujeres con hijos de anteriores matrimonios tendrían dificultad en encontrar un marido tailandés. Se trataría de uno de los impactos más positivos de la migración residencial en Udon Thani, pero futuros estudios deberán analizar esta cuestión con más detalle. En las visitas a los centros comerciales casi siempre se puede ver a grupos de occidentales maduros (viejos verdes) observando a las chicas que pasan. Se trata de una experiencia más bien descorazonadora cuando uno piensa que algunos de estos extranjeros son profesores en las escuelas locales. La opinión de los residentes locales sobre la población extranjera Los residentes locales expresaron opiniones encontradas acerca de la población extranjera protagonista de la migración residencial. Todos eran conscientes del impacto económico positivo derivado del traslado de estas personas a Udon Thani. La mayoría de los residentes tailandeses considera que el extranjero medio dispone de unos ingresos buenos y regulares. No se registraron comentarios negativos acerca de los beneficios económicos para la sociedad receptora. Las entre-
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vistas con los residentes locales pusieron de manifiesto la falta de consenso respecto a la migración residencial. Muchos expresaron su aprobación y señalaron que disfrutaban de la presencia de estos ciudadanos extranjeros en su comunidad. No obstante, a la pregunta de si deseaban recibir más migrantes residenciales, alrededor de un tercio de los entrevistados respondió que no, o que ya había suficientes extranjeros en la zona. Fueron sobre todo mujeres de mediana y avanzada edad las que manifestaron su preocupación por la llegada de expatriados a la ciudad y el cambio social que se está produciendo. En cambio, los hombres de mediana edad no percibían ningún problema al respecto. Asimismo, un buen número de residentes locales opinó que contraer matrimonio constituye una buena alternativa para las mujeres de Udon Thani. Sin embargo, el mismo número de entrevistados advirtió que la cultura estaba cambiando y muchos de ellos consideraban que las mujeres locales se casaban con ciudadanos extranjeros por dinero. También existe preocupación entre los comerciantes por la competencia de los residentes extranjeros que abren sus propios restaurantes. Algunos consideraban que éstos se convertirán en competencia en el futuro. Son muchos los residentes locales que estiman que el rápido cambio cultural en la región se encuentra relacionado con la presencia de los ciudadanos extranjeros. En opinión de algunos de ellos, la cultura de la ciudad se está modificando a un ritmo más rápido que en otras zonas de Tailandia. También muchos residentes locales mencionaron que ciudadanos extranjeros más problemáticos se estaban trasladando recientemente a Udon Thani, al tiempo que expresaron su deseo de que la ciudad no se convierta en algo similar a Pattaya. Otra preocupación que estos residentes manifestaron fue el incremento de los contactos por internet entre extranjeros y mujeres tailandesas, práctica habitual en los cibercafés. Entre los comentarios positivos destacan el que la población local aprenda el idioma inglés, lo que supone un beneficio para toda la comunidad, y que
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muchos extranjeros estén intentando adaptarse a la cultura tailandesa. Entre la población tailandesa, los puntos de vista de los ciudadanos con educación formal y los de aquellos que carecen de ella divergen considerablemente. La mayor parte de los residentes de Udon Thani con educación formal opinó que los efectos del traslado de ciudadanos extranjeros a la ciudad son, sobre todo, negativos. Los residentes con unos niveles educativos más bajos, en cambio, tendían hacia la opinión de que los efectos positivos superaban a los impactos negativos. A buena parte de la población local le disgusta los conjuntos de bares, muy visibles, situados en el centro de la ciudad, donde se producen muchos problemas con la comunidad de expatriados y la prostitución es muy evidente. Si considerásemos el modelo Irridex de Doxey (1975), se podría decir que las actitudes de los residentes de Udon Thani evolucionan desde el estado de euforia al de apatía. La planificación actual en el área de Udon Thani El rápido crecimiento de los mercados inmobiliarios, que suele producirse al hilo del aumento de los movimientos de la migración residencial, no va acompañado de la necesaria planificación. Muchos de los destinos carecen de la mano de obra y de los recursos necesarios para un uso eficiente del suelo y no se encuentran bien preparados para el rápido crecimiento urbanístico y las presiones que están experimentando. De acuerdo con la literatura especializada y con nuestra propia experiencia, la planificación comunitaria apenas existe en Tailandia, como sucede en otros destinos de migración residencial. Por ejemplo, la ciudad de Nong Khai, situada a orillas del río Mekong, en el nordeste de Tailandia, disponía de una política oficial para fomentar la construcción de segundas residencias, pero no lleva asociada ningún tipo de planificación. También las autoridades en materia de turismo (Tourism Authority of Thailand) han elaborado políticas oficiales con el
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fin de atraer a jubilados extranjeros. Sin embargo, durante las entrevistas con planificadores locales y funcionarios de otros departamentos gubernamentales en Udon Thani, quedó de manifiesto que buena parte de estos técnicos apenas conocen la migración residencial o a la población de expatriados. Aquellos funcionarios con una actitud más positiva hacia la migración residencial, y mejor informados sobre ella, tenían relación con ciudadanos extranjeros gracias algún matrimonio en su familia. Esto podría tener interesantes consecuencias en el futuro, a medida que la migración residencial crezca y un mayor número de funcionarios tengan parientes expatriados. Se cree que la planificación en la provincia de Nong Khai mantiene la esperanza de convertir la zona en un destino turístico articulado en torno a las segundas residencias. Dicha creencia parece estar notablemente influida por la revista Modern Maturity, de la Asociación Norteamericana de Jubilados (American Association of Retired People), que la ha votado en séptimo lugar entre los mejores emplazamientos del mundo para tener una segunda residencia, y la gigantesca valla publicitaria, en el camino hacia Nong Khai desde Udon Thani, patrocinada por un hospital privado. Según los funcionarios del organismo responsable de los asuntos relacionados con el turismo, la política oficial del distrito turístico que incluye a Udon Thani y las provincias de alrededor, entre ellas Nong Khai, busca convertir a Nong Khai en un destino del turismo residencial. Sin embargo, dicho organismo no tiene entre sus planes convertir a Udon Thani en un destino residencial o para jubilados, aun cuando la ciudad es mucho más popular como destino residencial que Nong Khai. La mayor parte de las actuales promociones inmobiliarias son urbanizaciones que se asientan en terrenos anteriormente no urbanizados y que se extienden de forma irregular fuera de los límites municipales. Durante las conversaciones con técnicos del departamento de urbanismo de Udon Thani, se comprobó que estas nuevas urbanizaciones quedan poste-
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riormente incorporadas a la ciudad a medida que ésta se expande. El aumento del número de bares también se está produciendo sin ningún tipo de control. Los funcionarios del área de planificación urbana apenas conocían la intensa proliferación de los bares de expatriados. Durante la estancia de los investigadores en Udon Thani, el número de bares se multiplicó varias veces. Los nuevos establecimientos se agrupaban en nuevas ubicaciones a una calle de distancia del otro grupo de bares. Cada mes se inauguran y cierran nuevos bares. El departamento encargado de organizar la Policía Turística tailandesa ha llevado a cabo ciertas labores de planificación al crear una policía turística que emplea a voluntarios locales y expatriados para prestar ayuda a turistas y otros expatriados. Un buen número de ciudades tailandesas cuenta con estos voluntarios organizados. En Udon Thani, son muchos los expatriados que colaboran como voluntarios, sin embargo, solo algunos son activos, la mayoría de ellos ciudadanos tailandeses. Discusión En esta sección se analizan diversos modos en los que las comunidades pueden obtener un mayor beneficio de la presencia de los migrantes residenciales. Promover la diversidad, la integración, la educación, las bibliotecas públicas son algunos de ellos. En la parte final de la sección se comenta un modelo de migración de jubilados estrechamente relacionado con la migración residencial y el crecimiento turístico. Promover la diversidad entre los migrantes residenciales Los investigadores deben analizar cuáles son los verdaderos beneficios que una localidad obtiene de la migración residencial, además de los beneficios económicos. Municipios con un elevado porcentaje de mujeres/músicos y jubilados artistas podrían beneficiarse en mayor medida, aun cuando el gasto de estos migrantes sea menor (Florida, 2002).
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Sin embargo, la actual legislación relativa a los visados en Tailandia y otros muchos países no permite excepciones para aquellas personas con profesiones que ofrecen pensiones o ingresos menores, tales como los artistas. En cambio, si estos países considerasen que estas personas pueden aportar más beneficios, el proceso de obtención de un visado debería modificarse para que estos profesionales tuviesen menos limitaciones a la hora de conseguir uno. En el caso de San Miguel y Lago Chapala en México, las comunidades de artistas fueron las precursoras del turismo de masas que las siguió. En el caso de Tailandia, una modificación de la normativa para que las mujeres obtengan su visado de forma más sencilla podría animar a un mayor número de jubiladas. Un equilibrio saludable de géneros puede contrarrestar los impactos negativos de una población predominantemente masculina. No obstante, resulta poco probable que parejas y mujeres occidentales se interesen por retirarse en Udon Thani, debido al limitado número de servicios y recursos culturales y naturales, así como al elevado número de hombres. Educación Se deben llevar a cabo campañas educativas con el fin de instruir a los residentes locales sobre los efectos positivos y negativos de la migración residencial en sus comunidades. Los funcionarios locales deben disponer de un mayor conocimiento de la población de expatriados que reside en su municipio. Muchos de estos funcionarios en Udon Thani desconocían la escala de la población de expatriados y se sorprendieron cuando se les explicó el reciente crecimiento experimentado por la misma. Una elevada proporción de los jubilados occidentales en Udon Thani son ingenieros o desempeñaron otras profesiones que también son necesarias. Si las comunidades de acogida encontraran modos de integrar a estos jubilados en los departamentos de los gobiernos locales, los negocios y las universidades, podrían obtener tremendos beneficios más
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allá de los actuales beneficios económicos. Algunos de los funcionarios locales entrevistados durante esta investigación mencionaron que ya tenían esta idea en mente, mientras que funcionarios de otros departamentos comentaron que el gobernador de Udon Thani ya ha estudiado la cuestión. Bibliotecas Las bibliotecas públicas pueden resultar un excelente recurso para integrar a los jubilados occidentales en las comunidades tailandesas y para que la comunidad se beneficie de la población de expatriados. En San Miguel (México) fueron éstos quienes pusieron en marcha la Bibliotheca, que ofrece su apoyo a un buen número de programas de los que toda la comunidad se beneficia (Zap, 2006). La biblioteca pública existente en Udon Thani y en otros destinos podría convertirse en un centro comunitario similar, así como en un lugar de encuentro clave para la población de expatriados. A través de la biblioteca pública se podrían organizar clubes y encuentros, lo que facilitaría aún más la integración entre residentes locales y expatriados. Las bibliotecas han de ser vistas como oportunidades para establecer contactos y facilitar la interacción social, más que de conocimiento exclusivamente literario, como es habitual. Las bibliotecas con éxito podrían, además, ser utilizadas como estrategia de marketing con el fin de atraer a jubilados con un mayor nivel educativo y cultural. Cabe señalar que en la actualidad Udon Thani no cuenta con ninguna librería, aunque algunos bares disponen de modestos programas de intercambio de libros. Nong Khai dispone de varias librerías que parecen dirigidas, sobre todo, al mercado de los turistas mochileros. Modelo de migración residencial El modelo de migración de jubilados elaborado por Rowles y Watkins (1993), diseñado sobre todo para la migración de jubilados nacional, incluye las fases de «emergencia»,
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«reconocimiento y reestructuración», «saturación» y «nuevas preocupaciones». Muchas regiones y localidades que recientemente se han visto enfrentadas a la migración internacional de jubilados podrían encontrarse ahora en la fase del modelo llamada «emergencia como destino», en tanto que la comunidad empieza a atraer a los migrantes jubilados y se pone de manifiesto el creciente uso de los servicios sociales y de las infraestructuras. Udon Thani se encuentra probablemente en la segunda fase: «reconocimiento y reestructuración». La ciudad reconoce que la migración residencial se está produciendo y algunas empresas privadas están tomando medidas para adaptarse a las nuevas circunstancias. La fase de «saturación» resulta más difícil de detectar en la migración residencial, puesto que se trata del punto en el que los jubilados ya no aportan beneficios a la comunidad. En el caso de Udon Thani, la ciudad se encontrará en esa fase cuando los impactos sociales superen a los beneficios económicos. El reprobable comportamiento exhibido por muchos de los jubilados masculinos en Tailandia, podría acelerar la llegada de la fase de «saturación». Por otra parte, también puede suceder que, en tanto que un buen número de jubilados está incorporando a sus vidas muchos aspectos de la cultura tailandesa, se llegase más lentamente a esa fase. Así, la convivencia sería más fácil y las comunidades se volverían más tolerantes. Por ejemplo, muchas localidades españolas se encuentran hoy en la fase de las «nuevas preocupaciones», pues en ellas se aprecia con nitidez el lastre de la migración residencial: el crecimiento inmobiliario se ha estancado y los municipios se enfrentan a costes más elevados en la dotación de servicios, al tiempo que se transforman en destinos turísticos menos atractivos. La creciente disparidad entre la asistencia sanitaria pública y privada se convertirá en un factor, entre otros muchos, que en un futuro es probable que impulse la entrada en la fase de «nuevas preocupaciones».
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Según el modelo de ciclo de vida de los destinos turísticos de Butler, Udon Thani se encontraría en la fase de «exploración», dado el escaso número de turistas que visitan la ciudad. No obstante, si consideramos como turistas a los jubilados internacionales, entonces Udon Thani se encontraría en la fase de «desarrollo», no en vano existe toda una estrategia publicitaria mediante internet dirigida específicamente a este grupo. Así lo constaría también la presencia de una red de infraestructuras de ocio creada para los jubilados a través de pubs y restaurantes.
8. La búsqueda de la buena vida en un entorno cambiante: el caso de Didim, Turquía 8. La búsqueda de la buena vida en un entorno cambiante
F. Özlem Nudrali y Nilgün Görer Tamer
Comienzo mi paseo por la orilla del mar en Altinkum. A la izquierda de la vía peatonal se vislumbran decenas de cafés y restaurantes: casi todos sirven desayunos al estilo inglés, con anuncios de happy hours y carteles que informan sobre el partido de la liga inglesa que emitirán durante el fin de semana. Hay incluso una curry house india. Bajo la interminable línea de sombrillas se hallan ocupadas algunas mesas, la mayoría por clientes extranjeros que beben sus cervezas o toman un tentempié. Casi todas, parejas que apenas superan los 50 años. La gente pasea por la playa. Esta es la típica escena en un destino turístico turco dirigido al mercado inglés al término de la temporada alta: entre finales de septiembre y principios de octubre. ¡Pero estamos en febrero! La calle se estrecha a la derecha con edificios que obstaculizan la vista: un par de hoteles, algunos edificios públicos, restaurantes. Algunos hoteles están en obras, escena típica de la temporada baja. Entre los restaurantes, los hoteles y las tiendas de regalos nos encontramos con un sinfín de inmobiliarias. Los anuncios de sus escaparates, sólo en inglés, informan de las propiedades en venta, ninguna en alquiler. El precio varía considerablemente: desde pisos de dos habita-
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ciones en el centro por 20.000 libras turcas,* hasta tríplex independientes por 150.000 en Yesilkent. Hay una mezcla de empleados británicos y turcos. En algunos de los establecimientos los promotores venden sobre plano, normalmente proyectos de lujo. En el interior hay pocos clientes […] En el tenderete del pequeño comercio junto a la parada del minibús se venden los tabloides británicos del día anterior y algunos semanarios. Una pareja de poco más de 60 años se sube conmigo en el minibús. Pagan el billete sin preguntar. Nos dirigimos hacia el mercado de los sábados, donde los lugareños venden sus productos: fruta fresca, legumbres, huevos. También hay puestos de ropa, calzado y pequeños regalos. No resulta extraño encontrar extranjeros en medio del tumulto, ni tampoco en las teterías donde se sirve té y dulces turcos a los agotados compradores […] Girando a la izquierda en Gima, un gran supermercado, se llega al barrio de Efeler. A ambos lados de la polvorienta calle principal se extienden complejos de viviendas ya terminados o en construcción. Algunos son edificios de cuatro plantas, otros adosados. En todos se repite el mismo modelo: un amplio jardín con piscina comunitaria rodeado por unidades residenciales […] Bizim Ora (Nuestra Casa) es uno de los locales más populares entre los expatriados. Celal, un jubilado de Ankara, chapurrea inglés con la clientela dispersa entre las mesas. El diseño es bastante simple. Mesas y sillas blancas de plástico que invadieron hace tiempo las costas turcas reemplazando a la madera tradicional, pero decoradas con cojines y mantelería con motivos anatolios. Banderas turcas y británicas cuelgan juntas en las paredes, al igual que las fotos de la boda de la hija de Celal (que atrajo el interés de los medios de comunicación nacionales). El yerno británico de Celal nos cuenta * 1 euro = 1,9889 libras turcas a 5 de octubre de 2010.
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que el café es una especie de lugar de encuentro para los británicos que viven en los alrededores, la mayor parte de la tercera edad. Los precios son más asequibles que en la localidad costera de Altinkum y aquí todo el mundo se integra con facilidad. Las instantáneas del paisaje urbano que acabamos de describir caracterizan desde hace tiempo el día a día de numerosos destinos turísticos en Turquía. En una década, las ciudades costeras del país, construidas en un principio para atraer la mirada turística, han sufrido un proceso de transformación, siguiendo esta vez los dictámenes de un mercado inmobiliario internacional que se expande a medida que cada vez más personas optan por adquirir una propiedad y trasladarse de sus lugares de origen de forma temporal o permanente. El presente capítulo tiene como objetivo presentar el caso de Turquía como destino residencial emergente, con especial atención a la pequeña ciudad de Didim. También exploraremos qué significa el concepto «lugar» para dos tipos de migrantes residenciales que encajan en dos etapas distintas del proceso de integración de la localidad en el mercado inmobiliario internacional y que, a su vez, repercuten en sus experiencias cotidianas y estrategias discursivas. La migración residencial en Turquía Según Benson y O’Reilly (2009), el concepto «migración residencial» (lifestyle migration) designa la movilidad espacial de individuos relativamente acomodados en cualquier grupo de edad que deciden trasladarse de forma temporal o permanente a lugares que les resultan significativos, pues por diversos motivos les ofrecen la posibilidad de mejorar su calidad de vida. Turquía constituye un destino relativamente nuevo en este flujo migratorio voluntario de norte a sur, que en los últimos años ha ampliado tanto su escala como su alcance. Tal y como se espera de cualquier país con una historia como des-
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tino turístico, ya a finales de la década de los 80 del pasado siglo residía en las costas turcas un buen número de occidentales que habían adquirido cierto afecto por un lugar determinado, generalmente tras su experiencia como turistas o después de trabajar como expatriados. Sin embargo, el inicio del fenómeno migratorio de masas se remonta a principios del nuevo siglo. Como en otros destinos, las pautas geográficas de este movimiento migratorio se han visto predefinidas por los desplazamientos turísticos (O’Reilly y Benson, 2009). Las áreas preferidas por los grupos de turistas de determinadas nacionalidades y que cuentan con una estructura turística y lingüística diseñadas para ellos, han sido testigo recientemente de una concentración de individuos de dichas nacionalidades como grupos migratorios dominantes. Así pues, los alemanes constituyen el grupo más numeroso en Antalya y el sur de Turquía, mientras que la costa Egea es el destino preferido por los anglosajones, el grupo al que la región, como destino turístico, dirigía sus servicios (Tamer-Gorer et al., 2006; isro, 2008). Por su parte, el relativamente reducido número de ciudadanos franceses se concentra en el interior de Capadocia, un destino de lujo dirigido a un turismo más «sofisticado», que busca algo más que sol y playa (BerkmenYakar y Ozugul, 2003). A medida que aumenta el número de migrantes, su presencia se hace más visible en las localidades en las que se asientan, y, finalmente, el fenómeno se pone también de manifiesto a nivel nacional. Desde el año 2004, los medios de comunicación turcos cubren de forma ocasional diversos aspectos de la vida de los expatriados en estos municipios y las historias personales de marcado tono sentimental dominan los artículos publicados. Entre tanto, la cuestión se ha politizado de modo considerable en el discurso público como consecuencia de las enmiendas del 19 de julio de 2003 a la legislación aplicable en la adquisición de títulos de propiedad. Estas enmiendas son
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parte de las reformas emprendidas por el país para la adopción del acervo comunitario. Desde hace mucho, el mercado inmobiliario urbano ha estado abierto a compradores particulares extranjeros sobre la base de la reciprocidad; las enmiendas mencionadas se referían a la adquisición de bienes inmuebles en áreas rurales y a empresas constituidas en otros países. No obstante, las alusiones a los ciudadanos alemanes en Alanya y a los británicos en Didim fueron frecuentes entre la oposición a estas modificaciones, que elaboró un discurso de «alarma social» basado en posibles conspiraciones (Durgun, 2007). El Tribunal Constitucional turco anuló las enmiendas el 26 de abril de 2005 y tras un periodo de ocho meses de incertidumbre legal, la nueva normativa se aprobó el 29 de diciembre de 2005. No obstante, transcurridos 28 meses, el Tribunal Constitucional declaró nula la ley (5444) y una nueva (5782) entró en vigor en julio de 2008. Sin embargo, las imágenes construidas durante este periodo han prevalecido, pues según la isro (International Strategic Research Organization), un centro de estudios sociales turco, que llevó a cabo una investigación financiada por el estado, la cuestión de los extranjeros aquí instalados (término empleado por los investigadores para describir a ‘los ciudadanos de otras nacionalidades que adquieren o arriendan —a largo plazo— bienes inmuebles en Turquía, y pasan un mínimo de seis meses al año en el país’) es debatida con frecuencia en el contexto político-ideológico por actores (en el ruedo público o a través de los medios de comunicación) que parecen carecer de la información fundamental acerca de este tema. Estos debates están dando forma a la opinión pública y, como resultado, «dichos extranjeros son vistos, de manera errónea, como misioneros, espías o alborotadores» (isro, 2008). A pesar de que esta noción equívoca, que los investigadores han expuesto de forma audaz, encierra cierto grado de
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verdad, resultaría engañoso no añadir que las actitudes y las conductas en la vida cotidiana frecuentemente han sido contradictorias, de forma similar a los hallazgos de Yumul (2007) acerca de las actitudes de la sociedad turca contemporánea sobre las empresas internacionales. La dificultad de cuantificar dichos tipos de migración, con las complejas pautas de movilidad de quienes la realizan y su resistencia a empadronarse, existe también en Turquía (ver Casado, 2006; o Warnes y Williams, 2006). El informe elaborado por la isro confirma que no se dispone de cifras oficiales precisas sobre los ciudadanos extranjeros residentes en Turquía, mientras que diferentes fuentes oficiales aportan datos contradictorios (isro, 2008). No obstante, todos los estudios señalan, a partir de las estadísticas sobre bienes inmuebles, que un número significativo de extranjeros reside en Alanya, Fethiye, Didim, Bodrum, Marmaris y Kusadasi (Avci et al., 2008; Balkir y Kirkulak, 2009; isro, 2008; TamerGorer et al., 2006). La mayor parte de estos estudios estima que entre 30.000 y 35.000 británicos residen en Turquía y más de 10.000 en Alanya (isro, 2008). Aunque los estudios de campo pioneros en Turquía tienden a enmarcar el fenómeno dentro la migración internacional de jubilados, sus hallazgos demuestran que el grupo más numeroso no lo constituyen exclusivamente personas ancianas, sino que la edad de estos migrantes se encuentra muy por debajo de la edad oficial de jubilación. Los enfoques de los estudios de campo que se han llevado a cabo en el país pueden dividirse en dos categorías principales. Por un lado, las investigaciones realizadas por urbanistas se centran en los efectos espaciales de la creciente demanda de segundas residencias por parte de los extranjeros y analizan cómo los cambios económicos y sociales en los municipios costeros influyen en la dinámica espacial (Güzey et al., 2010; Tamer-Gorer et al., 2006). Por otro lado, la segunda línea de investigación se ocupa de las causas, motivaciones e integración social de las poblaciones migrantes y de
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sus efectos sobre la gestión local (Balkir y Kirkulak, 2009; ISRO, 2008; Nudrali, 2009; Unutulmaz, 2008). Los hallazgos generales aportados por los estudios cuantitativos revelan que el clima y los factores económicos (el alojamiento barato y el bajo coste de la vida) actúan como elementos de atracción de la migración residencial. El tranquilo entorno social de las poblaciones a las que estas personas migran y la posibilidad de realizar actividades al aire libre también se mencionan (Balkir y Kirkulak, 2009; Güzey et al., 2010; isro, 2008; Tamer-Gorer et al., 2006). Al igual que en otras partes del mundo, el turismo y la internacionalización de los mercados inmobiliarios han facilitado este proceso. Los resultados confirman que el impacto sobre el paisaje es significativo en todas las localidades afectadas. La presión sobre las tierras agrícolas se ha intensificado con rapidez y, tras la enmienda a la legislación aprobada en 2004, éstas se han visto mermadas por la expansión urbana. Dündar et al. (2005) recogieron en su estudio la metáfora empleada por un agente inmobiliario de Dalyan para describir el ritmo de la destrucción: «Plantamos algodón, pero cosechamos pueblos». Los hallazgos de un estudio no publicado realizado por Çankaya (2006) sobre el caso de Didim confirman la acelerada expansión urbana hacia terrenos de uso agrícola. Otro llamativo ejemplo lo aporta Sanver (2008), quien al analizar una zona de 107 kilómetros cuadrados descubrió que tres kilómetros cuadrados de bosque y dos de terreno agrícola, situados en el área protegida alrededor de Fethiye, fueron arrasados en beneficio de la expansión residencial entre 2002 y 2007. La incontrolada expansión urbana hacia terrenos agrícolas en la periferia de los municipios resulta evidente. La aprobación de proyectos urbanísticos de elevada densidad por parte de las pequeñas localidades que rodean a la ciudad de Alanya ha puesto a disposición de los promotores las parcelas dispersas que quedaron libres tras la primera oleada de construcción de segundas residencias en la década de 1970, destinada a cubrir la demanda nacional. A raíz de
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este proceso, las áreas costeras están hoy repletas de bloques de apartamentos de entre 10 y 16 plantas de altura (TamerGorer et al., 2006). Asimismo, las áreas rurales protegidas (conforme el Plan de Acción Mediterráneo) en Dalyan y Ölüdeniz se han dividido en grandes parcelas para la construcción de chalés. Por su parte, la administración no se ha resistido a las propuestas de los municipios para modificar planes urbanísticos a favor del crecimiento residencial. Según Tamer-Gorer et al. (2006), el modelo residencial preferido por los extranjeros residentes en el centro urbano de Alanya consiste en una urbanización cerrada, con bloques de varios pisos, piscina comunitaria, clínica médica y un pequeño centro comercial. También tienden a residir en chalés adosados, o parcialmente adosados, con piscina comunitaria, construidos en huertos de naranjos y bananos situados en la periferia de la ciudad. Sin embargo, en áreas protegidas como Dalyan y Ölüdeniz son más comunes los chalés independientes con piscina privada, debido a las restricciones relativas al tamaño de las parcelas y al índice de edificabilidad (ver fotografía 1).
Fotografía 1. Una de las urbanizaciones cerradas de Ölüdeniz (Fethiye). Fotografía de los autores.
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Estos mismos autores han descubierto que la práctica de marketing habitual entre los agentes inmobiliarios consiste en vender las viviendas en estas urbanizaciones cerradas a grupos de una misma nacionalidad, favoreciendo de esta manera la concentración de ciudadanos del mismo país en localidades como Alanya, Dalyan y Ölüdeniz. Dicha concentración puede producirse incluso de forma espontánea, como es el caso de «Calle Patata», así denominada debido a que está ocupada únicamente por alemanes (Guzey et al., 2005). Por otro lado, los resultados de investigaciones sobre el proceso de integración ponen de manifiesto características diferentes entre unos destinos y otros. Asimismo, la investigación de isro (2008) realizada en diversas localidades, así como el estudio Barkirlar en Antalya, revelan que los británicos residentes en Turquía muestran una tendencia más acentuada hacia la integración que los ciudadanos alemanes. Didim representa un caso particular en la experiencia turca con la migración residencial, dado que el inicio del turismo residencial internacional en esta ciudad es mucho más reciente que en otros destinos. El área estuvo clasificada durante largo tiempo como «zona de seguridad militar de segunda clase», debido a su proximidad con Grecia, lo que impedía a ciudadanos extranjeros adquirir una propiedad allí. Durante el proceso mediante el cual Turquía ha tratado de integrarse en la Unión Europea, el país emprendió un amplio paquete de reformas que favorecieron la normalización de las relaciones con Grecia, por lo que se levantó dicha prohibición. De este modo, tanto el proceso de internacionalización del mercado inmobiliario como los movimientos migratorios empezaron casi desde cero en la ciudad. De aquí en adelante nos centraremos en este caso específico, que nos brinda la oportunidad de observar una rápida transición en dos grupos de migrantes con diferentes perspectivas acerca de lo que entienden por «buena vida» y que, además, están empezando a toparse con conflictos de intereses.
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Los datos empíricos que aquí se presentan proceden de la investigación que Nudrali llevó a cabo en Didim durante 2006. Entre los meses de febrero y septiembre de dicho año se realizaron 21 entrevistas en profundidad a ciudadanos británicos asentados (temporal o permanentemente) en la ciudad y otras 20 entrevistas a ciudadanos turcos residentes en el área durante más de tres años. Asimismo, se entrevistó a 16 funcionarios públicos en Ankara y Didim. Desde entonces, se revisan de forma periódica los semanarios ingleses de la ciudad, así como el foro de internet dedicado a Altinkum en la página web www.turkishliving.com, y las webs de los principales periódicos turcos. Didim: la internacionalización del turismo residencial Didim es una ciudad de la costa Egea de Turquía que cuenta con una avanzada red de carreteras y un litoral que se extiende a lo largo de 30 kilómetros, de fácil acceso a la metrópoli de Izmir. La ciudad se encuentra a una hora y media de distancia de dos aeropuertos internacionales y a una hora en barco de la turística isla griega de Kos, con la que existe un servicio directo de ferry desde el año 2009. Situada en la densamente poblada costa Egea, la ciudad cuenta, según el censo del 2008, con 41.000 habitantes, lo que implica que su población se duplicó en un periodo de ocho años. En verano la población excede las 80.000 personas, sin incluir a los turistas. La actividad turística se limitó, durante un largo tiempo, a cooperativas de segundas viviendas, instalaciones dedicadas al ocio gestionadas por empresas estatales y pequeños bed and breakfast. Dicha actividad se incrementó a medida que las políticas públicas turcas fomentaron la industria turística y los tour operadores británicos descubrieron la zona en 1987. Desde entonces, Didim es denominada Altinkum y se ha convertido en uno de los destinos más populares en el segmento más bajo del mercado del turismo de masas británico. Una encuesta realizada por Thomson la sitúa en el noveno puesto en la lista de los principales desti-
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Mapa 1. Situación geográfica de Didim y sus barrios. Los destinos más populares de la migración residencial en el litoral turco. Fuente: Ayuntamiento de Didim
nos vacacionales de 2009 entre los ciudadanos británicos. Por otro lado, los diez años de auge de las segundas residencias en el mercado turístico nacional llegaron a su fin en la segunda mitad de la década de 1990. El resultado es un mapa urbano en el que cinco de los nueve barrios del municipio (Mavise-
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hir, Altinkum, Efeler, Camlik y Fevzipasa) han quedado definidos por la estacionalidad, muy frecuentemente limitada a tres meses, en la presencia del turismo residencial doméstico y en el resto de turistas. La segunda oleada de turismo residencial, esta vez con un marcado aire británico y caracterizada por estancias más prolongadas, en ocasiones permanentes, se articuló en torno a la pauta espacial preexistente. Se concentró en Altinkum, Camlik y Efeler, reclamando los pastos abiertos de las zonas del interior y expandiéndose con rapidez. Mientras la ciudad se encontraba inmersa en un proceso de transformación con una creciente dependencia respecto al crecimiento urbano estimulado por las autoridades locales y los promotores inmobiliarios —y ambos consideraban la planificación urbana como un elemento disuasorio similar al observado por Aledo y Mazón (2004) en relación al turismo residencial en España—, en 2005 el gobierno central tomó medidas para mejorar el desarrollo turístico y el Ministro de Turismo y Cultura proclamó Didim «ciudad turística». El plan de desarrollo prevé la asignación de extensas parcelas de terreno para atraer a destacados inversores extranjeros. El área designada contempla un puerto deportivo (obra que se completó en 2009), campos de golf y complejos residenciales de primera clase, chalés de vacaciones y hoteles de cinco estrellas. No obstante, la crisis financiera global ha afectado de tal manera a la idea original que, en el momento de escribir estas líneas, se siguen debatiendo propuestas para reducir el tamaño de las parcelas a asignar y buscar inversores locales. Un destino residencial emergente al borde del agotamiento Didim no es ninguna excepción en lo que se refiere a la falta de datos sobre la población de residentes extranjeros. El discurso oficial al respecto afirma que 2.000 ciudadanos extranjeros residen de forma permanente en Didim, cifra que en verano, y gracias a los turistas residenciales, se eleva a 4.000 personas (Ayuntamiento de Didim, 2010). Por otra
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parte, un reciente informe publicado por la Cámara de Comercio de la ciudad (2009) sostiene que 12.000 viviendas de la ciudad son propiedad de dichos ciudadanos. Además, si se incluye a los propietarios de segundas residencias, la población británica de la ciudad asciende a unas 30.000 personas, y se espera que exceda las 50.000 debido a los nuevos proyectos residenciales, que comprenden 10.000 viviendas, el 90% de las cuales están siendo comercializadas entre clientes de dicha nacionalidad. Los datos sobre la titularidad de las viviendas por parte de ciudadanos extranjeros reflejan de modo directo los cambios introducidos en la normativa legal: un inicio gradual en el año 2001 que se acelera en 2003 tras la aprobación de las enmiendas, un estancamiento en 2005 debido a la imposibilidad de legalizar las transacciones, y un nuevo crecimiento en 2006 que alcanza su punto máximo en 2008 hasta la llegada de la crisis financiera (Dirección General del Catastro, 2010). Al igual que en España, el impacto de la crisis se vio agravado por numerosos casos de fraude y estafas de promotores inmobiliarios en quiebra. Según la Asociación de Agentes Inmobiliarios de la ciudad, en 2010 la proporción de propietarios británicos en el mercado inmobiliario anual pasó del 60% alcanzado en su punto de máximo apogeo al 10% (Tremlett, 2009; Net Haber, 2010). Como breve ejemplo de la celeridad con la que el mundo se transforma (Giddens, 1999), no solo en el caso de las personas, sino también de los lugares, en su calidad de destino de la migración residencial, Didim prácticamente ha completado en menos de una década el ciclo previsto por Rowles y Watkins (1993, citado en Truly, 2002) en su modelo de análisis de los impactos de la migración internacional de jubilados: emergencia, reconocimiento, reestructuración, saturación y nuevas preocupaciones. Al igual que los migrantes residenciales británicos en la ciudad, que con independencia de su edad o de si realizan un trabajo remunerado, se consideran a sí mismos jubilados
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(Nudrali y O’Reilly, 2009) y eluden o acortan de este modo algunas de las etapas fundamentales previstas en anteriores publicaciones sobre la migración internacional de jubilados,† la ciudad también ha experimentado una rápida transición entre los diferentes estados. ¿Quién busca la buena vida en Didim? Es posible apreciar tres etapas en la venta de propiedades, paralelas al proceso de internacionalización del mercado inmobiliario en Didim, así como tres grupos de migrantes residenciales, aunque éstos se superponen cronológicamente. Los primeros en adquirir una propiedad en Didim fueron los turistas más fieles. Levantada la prohibición, comenzaron sus adquisiciones, bien escogiendo entre las viviendas ya existentes, bien optando por contratar a profesionales para construir su propia vivienda independiente. No iríamos desencaminados al afirmar que dichos turistas fieles, establecidos o no en la ciudad, así como muchas de las mujeres de los británicos, desempeñaron un importante papel durante los primeros pasos de la internacionalización del mercado inmobiliario (Tamer-Gorer et al., 2006, han observado una pauta similar en Dalyan y Alanya). El mayor contribuyente de la ciudad en 2004 fue un agente inmobiliario británico casado con una ciudadana turca. Este antiguo empleado del sector servicios sacó provecho de sus relaciones personales con turistas para vender propiedades en Gran Bretaña, y estableció alianzas comerciales con modestos agentes inmobiliarios británicos para realizar las ventas. † Casado (2006) afirma que en la mayoría de los casos «antes de que un jubilado (normalmente una pareja) decida migrar a otro país, ha pasado algún tiempo en la zona escogida en calidad de turista y, hasta cierto punto, se ha familiarizado con el estilo de vida, lo que favorecerá su integración cuando decida establecerse en la zona de forma permanente. De este modo, un desplazamiento de la población que comenzó como una extensión del turismo de masas, se transforma en un creciente flujo migratorio con la adquisición de una segunda residencia para su uso durante todo el año, y las migraciones temporales y estacionales durante las épocas vacacionales se convierten en estancias más prolongadas y permanentes tras la jubilación».
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Con el capital acumulado a través de elevadas comisiones, la mayor parte de los agentes inmobiliarios emergentes creó empresas constructoras junto a promotoras ya establecidas. Mientras las nuevas viviendas crecían como setas por toda la zona, la práctica totalidad de ellas con una elevada calidad en la construcción y el diseño, el negocio inmobiliario se convirtió en un pastel inesperado del que casi todos sacaron tajada. En esta segunda etapa, durante la que surgieron las pautas de una cadena migratoria (McDonald y McDo. nald, 1964, citado en Içduygu, 1994), Didim se configuró en torno a las representaciones de la noción «un lugar bajo el sol», al tiempo que, gracias sobre todo a la gran influencia de internet, adquirió una mayor visibilidad en la búsqueda de los migrantes, que dejaron de estar limitados a sus «espacios de actividad» (Williams y Hall, 2000). En esta etapa, la toma de decisiones de los compradores, y finalmente migrantes, fue un proceso menos emocional. A la hora de decidir dónde adquirir su vivienda, sopesaron de forma cuidadosa las distintas alternativas: escogieron Turquía por ser la opción más asequible en la cuenca del Mediterráneo y Didim por ser la opción más económica en Turquía. Los migrantes de este grupo compraron su vivienda sobre todo en las urbanizaciones más recientes. Dicho comportamiento no responde a una preferencia por los enclaves británicos, como aseguraban quienes se oponían a este fenómeno cuando el debate sobre los migrantes europeos se encontraba más caldeado, sino que es el resultado de la dinámica del sector inmobiliario (a modo de ejemplo sobre los discursos de las diferentes partes durante este periodo, ver la crónica de la polémica entre la Cámara de Arquitectos de Didim y el alcalde del municipio publicada en el diario The Dydimian el 15 de febrero de 2006). La tercera etapa se caracteriza por la incorporación de importantes agentes internacionales al mercado inmobiliario de la ciudad. Para entonces Didim ya había conseguido aparecer en los suplementos sobre bienes inmuebles de los prin-
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cipales periódicos del Reino Unido. Durante esta etapa, el «plan de desarrollo» del gobierno central para modernizar el mercado turístico y unas magníficas perspectivas de futuro formaron parte del paquete que se vendió a los visitantes. El grupo que representa este periodo lo componen aquellas personas que adquirieron propiedades como inversión o una segunda residencia en la que instalarse tras la jubilación. En lo que resta del presente capítulo, examinaremos el significado que Didim posee para los migrantes de los dos primeros grupos arriba descritos y sus distintas perspectivas sobre la transformación del paisaje urbano, en la que ellos, de forma deliberada o no, han participado. En busca del idilio rural en un destino turístico Los primeros ciudadanos extranjeros en adquirir una vivienda, y posteriormente establecerse en Didim, fueron aquellos turistas fieles a la ciudad, que durante un largo tiempo la habían visitado con asiduidad y habían desarrollado un vínculo afectivo con el lugar. Al tratarse de un destino turístico relativamente pequeño en comparación con localidades como Marmaris o Bodrum, urbanizadas mucho antes, Didim (o Altinkum como estas personas la conocieron durante sus repetidas visitas) es para ellos mucho más que una extensa playa destinada al ocio vacacional. Didim les ofrece también ese «sabor auténtico», junto con un sentido de pertenencia a la «comunidad». Así lo relata Jen, una mujer de 50 años, empleada del Servicio Nacional de Salud británico, que adquirió una vivienda e inmediatamente se jubiló con los beneficios obtenidos de la venta de su vivienda en el Reino Unido: Llevaba 15 años viniendo a este lugar. En 1991 vinimos por primera vez… pero en ese momento no podíamos comprar una casa así que… […] Durante todos esos años yo sabía que vendría a vivir aquí algún día. No sé por qué. Solo pensaba que viviría aquí algún día.
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Sally y Gareth, que compraron su propiedad en el año 2002 en uno de los complejos turístico-residenciales nacionales de primera clase, siguen viajando entre Londres y Didim todos los meses y pasan una semana en el Reino Unido, donde Gareth posee un pequeño negocio. Un año después de haberse trasladado a Didim decidieron abrir un café en el que ofrecían también la posibilidad de intercambiar libros. Lo que les atrajo de este estilo de vida itinerante es el convencimiento de que Didim es un lugar donde: … la gente tiene mejores valores morales de los que hoy existen en el Reino Unido. Así que esperábamos tener menos delincuencia, una vida más tranquila, más integridad. Esperábamos que todo lo malo del Reino Unido no existiera aquí. Los delitos causados por las drogas, la delincuencia callejera, el vandalismo a los coches, el estilo de vida frenético, los atentados terroristas en el metro. Todo ese tipo de cosas. Sé que son cosas que pasan en todas las grandes ciudades, pero… La «seguridad» y la recuperación del espacio público constituyen los temas recurrentes en los relatos de los migrantes de este grupo. Frank, de 71 años, afirma que «tomaron la decisión cuando vieron a los niños paseando por la calles a las nueve de la noche» y valora que Jill, que en Inglaterra siempre se quedaba en casa, aquí sale todos los viernes. Me refiero a que cinco o seis chicas salen juntas. Van a la peluquería, dan paseos. Cada tres semanas se van al mercado de Aydin. Y a Soke. Cogen el dolmus (especie de taxi compartido que cubre una ruta determinada) y no hace falta ir en coche. Y disfrutan. Los migrantes de este grupo evitan frecuentar la costa de Altinkum y hacen un mayor uso de los servicios en el centro
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de la ciudad. Aquellos con más medios señalan a menudo que «Olio es el único restaurante de categoría en Didim», de estilo mediterráneo y regentado por una pareja turco-holandesa, mientras que el resto prefiere relatar sus aventuras en este o aquel restaurante turco, en el que solo atienden a locales. La mayor parte de estos migrantes cuenta con un reducido círculo de amigos íntimos, una mezcla de británicos y algunos turcos, y se distinguen a sí mismos de los demás utilizando las mismas imágenes estereotipadas que circulan, no ya en Gran Bretaña (pues los británicos en Turquía resultan prácticamente invisibles en su país de origen), sino en la ciudad. Sin embargo, a diferencia de lo observado en España (O’Reilly, 2000) o Francia (Benson, 2009), y debido probablemente a la desigualdad en términos de poder entre el país de origen y el país de acogida, dicha distinción no se basa en el dominio del idioma turco o la integración en la cultura local, sino en la capacidad de respeto. En este sentido, Frank señala: No tengo tiempo para turistas. Se pasean por la calle sin camiseta. Las mujeres enseñándolo todo. Los residentes… algunos hacen lo mismo, pero no todos. Algunos son gente respetuosa. Yo siempre llevo camisa como muestra de respeto a Turquía. Las mujeres deberían mostrar el mismo respeto a Turquía […] Porque vienen aquí y a veces siento vergüenza de ser británico. Algunos son buena gente, muy agradables. Algunos viven aquí. Hay un bar, Tritón, donde tenemos muchos problemas. Beben mucho, las mujeres se desnudan, hacen mucho ruido. Nunca hemos estado allí. Porque si no bebes como ellos… Y además, todo el mundo sabe lo que hace cada uno, a mí no me interesan esos jodidos ingleses. Otra estrategia discursiva habitual, en este caso para hacer frente a las frustraciones que surgen después del traslado y que estropean el idilio rural, consiste en diferenciar a los residentes de Didim del resto de la gente procedente de
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otros lugares. Así, poner verde a los kurdos se ha convertido en un deporte popular en los círculos turco-británicos. Se reconoce que la estafa, el fraude, los robos ocasionales, la escasa calidad de los trabajos y las obras interminables forman parte de la vida cotidiana, pero todo ello se debe a «los foráneos que acuden a la ciudad en busca de dinero fácil» o «los codiciosos constructores venidos de fuera». Este grupo de migrantes se siente impotente al comprobar cómo «el lugar», antes «agradable y atractivo», se está convirtiendo en algo «ruidoso» y «corrupto», donde no existen restricciones a la altura de los edificios y las viviendas tradicionales se derriban para construir bloques de apartamentos. Mencionan una serie de malos ejemplos que se han de evitar: Falaraki en Grecia, Aianapa en Chipre, Blackpool en el Reino Unido o Tenerife en España. No obstante, su actitud hacia el nuevo plan de desarrollo puesto en marcha por el gobierno central refleja también su ambivalencia. Albergan la esperanza de que Didim se convierta en una ciudad elegante con un bonito puerto deportivo, un destino turístico de primer orden en verano, lo que implicaría el fin de las calles polvorientas, la inadecuada infraestructura y los inviernos grises. Por otra parte, sienten cierta aprensión de que ello suponga la pérdida definitiva del idilio rural y un aumento del coste de la vida hasta niveles inasequibles para ellos, pues la mayor parte de estos migrantes disponen de medios limitados. Sólo un lugar bajo el sol Dada la rápida internacionalización del mercado inmobiliario, el perfil del comprador y migrante ha sufrido una transformación gradual. Después de acoger a aquellos que decidían adquirir una propiedad durante un viaje organizado o a los turistas de visita en casa de «amigos y familiares» (Williams et al., 2000) y que descubrían un alojamiento asequible y el bajo coste de la vida —lo que posibilitaba una jubilación bajo el sol de otro modo inaccesible o una jubila-
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ción anticipada (Nudrali y O’Reilly, 2009)—, Didim consiguió acceder al sector inmobiliario internacional y posicionarse en un mercado más amplio. La historia de Kent, de 61 años, constituye un ejemplo representativo del proceso de toma de decisiones de los migrantes en este grupo. Debido a sus empleos en el ejército, él y su difunta esposa residieron tres años en Chipre y «nos encantaba el estilo de vida y nos prometimos a nosotros mismos que cuando nos jubiláramos, viviríamos en algún lugar del Mediterráneo». Cuando su esposa falleció antes de lo esperado, Kent comenzó la búsqueda solo: Viví [una temporada] en Malta; allí me puse a buscar una propiedad, pero acababan de entrar en la Unión Europea y los precios de las viviendas eran un poco más altos de lo que estaba buscando. Estuve en España y Portugal, pero también allí los precios de las casas estaban subiendo. La idea de trasladarse a Altinkum, zona que nunca había visitado, aunque había pasado unas vacaciones en Marmaris y Kusadasi años atrás, surgió a través de un compañero de trabajo que había comprado una propiedad en la urbanización Oracle: Me contó la historia. Me dio el correo electrónico de Turkish Homes, entré en la web, miré varias viviendas y me pareció que el sitio estaba bien. Me informé sobre Kusadasi y Bodrum, pero Altinkum me gustó más, así que me vine para aquí y encontré una vivienda excelente a un precio más que razonable y me dije «ésta es la mía». Los agentes inmobiliarios ejercen una gran influencia sobre la demanda, de tal manera que resulta difícil encontrar en este grupo a migrantes que no acaben en los bloques residenciales de reciente construcción, comercializados como segundas residencias exclusivamente para ciudadanos britá-
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nicos o familias turcas residentes en Alemania. Resulta bastante habitual que durante el invierno solo los británicos residan en ellos, con la excepción quizás de la familia del promotor. Los migrantes no se limitan a un pequeño círculo de amistades, sino que tienden a socializarse con cualquier persona que se encuentre disponible. Se concentran en los cafés del barrio, como el de Celal anteriormente mencionado, o se reúnen en las áreas costeras de Altinkum. Debby, de 45 años, que prefirió Didim a Marmaris debido a la posibilidad de adquirir una vivienda mejor por el mismo precio, relata cómo hizo gran cantidad de amigos británicos, turcos y kurdos (según recalca ella misma): Supongo que a la mayoría los conocí en el Tritón durante el invierno. El invierno es muy duro, muy largo. Creo que son solo amigos de amigos, o amigos de amigos de amigos. Yo iba allí y hablaba con la gente sin más. Ningún problema […] Hay gente con la que seguramente no te relacionarías en el Reino Unido, pero todos estamos aquí por lo mismo. Todos quieren cambiar de vida. Son buena gente. No crean problemas de ningún tipo […] Los miércoles hay noche de billar en el Tritón, con partidas eliminatorias, que se ha hecho muy popular. Parejas mixtas. Y puedes ganar dinero al final. Era una forma de reunirse. Ya lo hemos hablado; aquí se pueden hacer muchas cosas. Se sienten diferentes por el hecho de haber descubierto el lugar y por el coraje de haberse mudado a una zona donde pueden permitirse una «vida fácil» y la tranquilidad (Nudrali y O’Reilly, 2009), sin embargo, no muestran un interés especial por distinguirse del resto de los británicos residentes en Didim. Incluso su deseo de no ser considerados turistas y el hecho de eludir el área de Altinkum constituyen estrategias bastante convenientes para evitar los precios para turistas y el incordio de los vendedores. Puesto que no sienten un vínculo
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especial con el lugar, sus frustraciones, aunque frecuentes, se refieren a cuestiones cotidianas y prácticas. Tampoco a los migrantes les agrada que el número de viviendas se multiplique debido a su impacto sobre el medio ambiente, pero lo aceptan como algo inevitable, el precio a pagar por el crecimiento, por convertirse en un lugar «bajo el sol». Al hablar sobre el futuro de la ciudad, hacen referencias a Blackpool y a España, aunque en un tono más positivo. Al igual que Kent, que espera con ilusión la construcción de un campo de golf para volver a practicar este deporte, y la posibilidad de tener su propio barco, si se construye el puerto deportivo, prácticamente todos creen que «Didim va a convertirse en una gran ciudad y también en un importante destino turístico, al igual que los que existen en España». Conclusión Como ocurre en otras zonas, la migración residencial ha generado un enorme impacto espacial en las localidades afectadas a lo largo del litoral turco, un destino emergente en la periferia de Europa, donde la incontrolada expansión urbana se está apropiando de terrenos de uso agrícola, y el espacio urbano se encuentra en un proceso de transformación impulsado por el sector inmobiliario internacional y los nuevos estilos de vida multiculturales. El presente capítulo se ha centrado en la pequeña ciudad de Didim, que en menos de una década ha pasado de ser un modesto destino turístico con algo de sabor rural a ser un área de turismo residencial afectada por la crisis económica. La rapidez de los cambios que la ciudad ha sufrido, en los que la internacionalización del sector inmobiliario ha constituido uno de los factores principales, ha dado lugar a la coexistencia de diversos grupos de migrantes, cada uno de los cuales atribuye un significado distinto al lugar y, por consiguiente, posee también una noción distinta de la «buena vida» que uno puede encontrar en Didim. En un corto espacio de tiempo, los turistas fieles a la ciudad, en busca del idilio rural
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a partir de las imágenes que ellos mismos crearon durante sus repetidas visitas como turistas, se han visto superados por un segundo grupo de migrantes para los que Didim supuso una opción racional entre las diferentes alternativas que ofrecían una vida bajo el sol, una opción que conocieron a través de las imágenes publicitadas por el sector inmobiliario. En definitiva, hemos intentado analizar cómo el distinto significado que estos dos grupos de migrantes atribuyen a Didim se ha visto reflejado en sus prácticas diarias, en sus estrategias discursivas y en los espacios sociales que han negociado con la comunidad local.
9. El análisis del entorno construido como un medio para entender la interpretación que los migrantes residenciales hacen de sus nuevas vidas: los británicos en España 9. El análisis del entorno construido…
Alesya Krit
Introducción Vamos a examinar aquí el fenómeno de la migración residencial —personas que deciden trasladarse a otro país en busca de un «mejor estilo de vida», tal y como explican algunos investigadores (Benson y O’Reilly, 2009; D’Andrea, 2010; Korpela, 2009; Sagaza, 1999; Sato, 2001)—. Aunque se trata de una definición tan ambigua como las razones que impulsan a todas estas personas a migrar, la realidad es que aproximadamente 750.000 británicos residen a tiempo completo solamente en España (ippr, 2006). A pesar de hallarnos ante un fenómeno muy extendido y bien conocido, los migrantes residenciales tienden a ser presentados (normalmente por los medios de comunicación y por una parte de la opinión pública) como algo próximo a un conglomerado homogéneo de delincuentes; como personas que, tras no encontrar acomodo en sus sociedades de origen, se han ido a ahogar sus penas a los soleados destinos costeros. Este capítulo tiene el objetivo de proponer un modo diferente de abordar a los migrantes residenciales: a través de su percepción y relación con el entorno construido de los países receptores. Explicaré que las diferentes categorías asociadas a estos movimientos humanos (como «europeo» o «local») no
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funcionan como meras etiquetas, sino que resultan de los complejos procesos de adaptación que experimentamos cuando nos trasladamos a otro país. Para lograr una comprensión más profunda de la interpretación de los migrantes acerca de su nueva vida deberíamos prestar atención tanto a sus experiencias como a sus actitudes. El primer encuentro con el país de destino (comprando una propiedad) sirve para que sus aspiraciones tomen cuerpo. Después, durante la vida en sus casas, los migrantes se enfrentarán a otros significados que los locales atribuyen a sus propiedades y, con el tiempo, ajustarán sus ideales y sus roles en la nueva sociedad. En primer lugar, se subrayará la noción de «materialidad» (materiality). Incluso en el análisis de los movimientos de población más «flexibles» y «fluidos», la observación del entorno material ofrecerá enfoques alternativos para la investigación de las migraciones residenciales. Una «casa» será considerada una unidad de análisis válida que ofrece ventajas a los científicos sociales interesados en el fenómeno de la migración residencial. Seguidamente, se repasarán las perspectivas de los británicos sobre la vivienda, poniéndolas en relación con la evolución histórica, económica y política del país en los últimos setenta años. En modo alguno quiero sugerir que estas sean las maneras en las que los británicos perciben sus viviendas, pues, a pesar de compartir orígenes similares, se aprecia con nitidez que entre las familias del Reino Unido existen concepciones diferentes sobre lo que significa la vivienda, debido a la gran variedad de historias personales, valores e ideales. Más bien, estos argumentos serán introducidos con el fin de poner de manifiesto su capacidad para entender las perspectivas de los migrantes en relación a sus nuevas viviendas en los países de destino. Aún más, se estudiará el entorno construido del país receptor de inmigrantes. El adjetivo «vernáculo» será discutido, sugiriendo que, aunque los científicos sociales tienden a mirar la vivienda indígena a través del prisma de «lo típico» y «lo ver-
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náculo», las expresiones empleadas por la población local se alejan bastante del marco teórico propuesto por los investigadores. Para continuar con este argumento, se explica que tanto los locales como los migrantes toman parte en el proceso de «reinvención» y «redefinición» de lo que se entiende como la «típica casa española». Finalmente, las ventajas de utilizar las perspectivas de la cultura material se ejemplificarán con el caso de los ciudadanos británicos asentados en España que participaron en mi proyecto de investigación. Para empezar, les presentaré a Liam, un británico de 56 años, directivo en una editorial, que vive en la pequeña localidad de Cañara,* en el sudeste español. Liam vivió con sus padres hasta que cumplió los 17, cuando dispuso del dinero suficiente para irse a otro lugar. Se trasladó a la pequeña ciudad de Clevedon, donde trabajó en un periódico local, alojándose en varios apartamentos de alquiler. Después conoció a su primera esposa; se casaron y compraron su primera casa adosada en un barrio obrero de Clevedon, en el suroeste de Inglaterra. Los movimientos de Liam, tal y como sucediera con muchos otros de mis entrevistados, fueron un medio para descubrir sus gustos personales, sus potencialidades, sus deseos por encontrar un lugar perfecto en el que vivir: Vivimos allí un par de años. Sin duda odiaba aquel lugar, no me gustaba la ciudad, no había nada que me gustara. Era muy impersonal, tenía vecinos a cada lado con los que apenas hablaba. En aquellas circunstancias era imposible hacer amigos. No me gustaba. Así que decidimos irnos a algún lugar más pequeño, más al sur. Compramos una casa de campo que necesitaba restaurarse. Un tiempo después la vendí fácilmente. Era un lugar * Este lugar fue identificado como un caso genérico, tipológicamente representativo de otros tantos municipios del sur de España, en los que están presentes las situaciones sociales que interesa investigar. Con el fin de garantizar el anonimato de todos los informantes se ha inventado un nombre para denominar esta área geográfica: «Cañara». Se corresponde con un municipio del interior de la Región de Murcia de unos 15.000 habitantes.
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pequeño y bonito. Realmente, no sé qué me llevó a dejar aquel lugar, pero volví a mi ciudad de origen, donde conservaba bastantes amigos. Compré una casa en una zona residencial: tres habitaciones, dos baños, otra vez parecía lo de siempre. Tanto movimiento perjudicaba las relaciones, además de aumentar mi insatisfacción con la vida que llevaba. Yo sólo quería una vida más agradable (Liam, 56 años, Cañara). Liam no es una excepción. La mayoría de mis entrevistados habían cambiado de residencia una media de siete veces en los cincuenta años anteriores a su traslado a España. Para Liam, comprar una casa era un medio para acceder a una nueva subcultura en la que, en parte, quería sumergirse. De joven vivió en pisos de alquiler, vinculándose a los espacios interiores; cuando se casó vivió en una casa de tres habitaciones en una zona residencial. Parece como si aquellos traslados fueran una extensión de él mismo, de la persona que él pensaba que era. Cuando se enfrentó con una crisis vital de autorrealización, sintió la imperiosa necesidad de buscar un lugar al que asociarse, un lugar cuyo entorno lo representara: Podías ganar mucho dinero en el Reino Unido si trabajabas muchas horas. Pero era un estilo de vida muy estresante. Es sólo que todo el mundo quería gastarse hasta el último penique. Era simplemente el sistema. Tenía que trabajar muy duro para ganar el dinero suficiente. Al mismo tiempo quería pasar más tiempo con mi familia. Lo habitual es que solamente pudiéramos salir durante los fines de semana, aunque tampoco todos los domingos, así que a veces no salíamos en ningún momento […] Tampoco me gustaba la situación política, el estado de lo políticamente correcto. Quería más libertad. No me gusta lo que se siente cuando intentan limitarte o relegarte a un segundo plano. Pensé que el gobierno británico estaba empeorando cada vez más ese ambiente de
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corrección política. Yo sabía que en España estaban 15 o 20 años por detrás en esas cosas; decidí venir y quedarme (Liam, 56 años, Cañara). Así que se trasladó a España… ¿Por qué fijarse en el entorno construido? Cuando los científicos sociales escriben acerca de las personas que se mueven de un país a otro con el propósito de mejorar su estilo de vida, usan diferentes adjetivos para explicar más detalladamente la posición que éstas ocupan en la nueva sociedad. Esta ausencia de consenso terminológico no ha contribuido a reducir la ambigüedad que rodea a la definición y clasificación de estas personas. ¿Mantienen la nacionalidad de su país de origen? ¿asumen la nacionalidad del país de destino? ¿acaso entran en una nueva esfera de reconocimiento internacional de difícil precisión? Por ejemplo, un británico que se traslada a España, ¿sigue siendo británico? ¿se hace español? ¿automáticamente se reconoce a sí mismo como europeo? ¿o se incorpora a una categoría como local? Aunque diferentes términos, como «europeo», se adaptan bien a los debates y discusiones de los académicos y de las autoridades responsables de la gestión, lo cierto es que esas expresiones no se ajustan fácilmente a las situaciones cotidianas ni a lo que la gente entiende como pertenencia a un determinado lugar, nación o comunidad. La creciente permeabilidad de los límites territoriales entre los países y la facilidad en los desplazamientos no han cristalizado inmediatamente en un espacio común que lo transforme a uno en «europeo». Más bien, sugiero que la compra de una casa en el país de destino proporciona al migrante residencial una herramienta para definirse previamente en un entorno extraño. Al mismo tiempo, aunque tiene una relación directa con la propiedad, la pertenencia al territorio, entendida desde una perspectiva cosmológica, no se establece mecánicamente. El hecho de trasladarse a España no hace que los británicos pasen de golpe
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a sentirse europeos. Yo diría que es la interacción con el entorno construido local (incluido el entorno construido de sus casas) lo que les permite implicarse en un proceso gradual de convergencia entre distintas categorías personales: entre los migrantes y los autóctonos, he ahí su fricción. Varios factores que determinan la comprensión del nuevo «yo» (self) deberían tenerse en cuenta. Por ejemplo, uno de esos factores es la percepción subconsciente del espacio privado que ha sido interiorizado durante la infancia y que se relaciona intensamente con la noción de «hogar». A la vez, no podemos imaginarnos nuestras vidas sin toda una serie de actividades que realizamos a diario. De forma parecida, las expectativas de cada uno acerca de lo que es el éxito personal desempeñan un papel importante en el futuro proceso de adaptación al nuevo entorno. Todos estos factores, que forman el bagaje cultural de un individuo, podrían ser considerados a la hora de analizar la cultura material de las viviendas que los migrantes escogen para vivir, el uso que hacen de las mismas, así como su interpretación del entorno. Examinar cuidadosamente todos estos aspectos a través de la cultura material proporcionará un conocimiento más profundo de la interpretación que los migrantes residenciales hacen sobre su posición en la nueva sociedad. Y sin embargo, uno puede preguntarse por qué incluir la cultura material como objeto de análisis en una discusión sobre movimientos de población que, a veces, se presentan como el resultado de una mayor fluidez (fluidity) en las vidas de las personas. De acuerdo con Victor Buchli, «la inversión inmobiliaria […] posibilita la producción de sujetos ‘fluidos’ […] dentro de un mercado inmobiliario caracterizado por una fluidez creciente, fijando así los términos de una subjetividad en constante cambio, tal y como requiere la modernidad del capitalismo tardío» (2006: 263). La «modernidad del capitalismo tardío» introdujo ciertos cambios en las estructuras sociales y demográficas de los países occidentales y, por consiguiente, nuevas posibilidades en los modos de habitar.
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En este sentido, y especialmente en el Reino Unido, los cambios en la promoción de viviendas provocaron una disminución tanto en el número de habitantes por vivienda como en las generaciones que convivían bajo un mismo techo. Esos cambios ampliaron las posibilidades de improvisación y, también, sentaron las bases de lo que en el siglo xxi iba a considerarse la casa de una persona con éxito. Por otro lado, se supone que una economía cuya existencia se basa en la consecución de objetivos a corto plazo aparentemente promueve «personas flexibles», siempre dispuestas a cambiar de trabajo o residencia. Esta es la lógica que se emplea a la hora de explicar los traslados de los británicos a España, interesados en obtener satisfacciones inmediatas, como un mejor clima y costes de vida más bajos, y reelaborando una idea abstracta acerca del hogar y de su relación con él. No obstante, ¿permite esto realmente la producción de «sujetos fluidos»? ¿o solamente crea la impresión de que volverse más «fluido» es algo que la gente debería ser capaz de lograr con facilidad, sin que ello implique cambios importantes en la forma de pensar acerca de su reubicación residencial? Los aspectos sociales y psicológicos relativos a la capacidad de una persona para definirse a sí misma como «flexible» podrían ponerse en cuestión. Con el fin de entender mejor los procesos en los que se ve envuelto el migrante residencial, se podría echar un vistazo al trabajo de Christine Geoffroy (2007) sobre los contextos móviles y las culturas inmóviles. La autora sugiere que un potencial migrante tiene algún tipo de experiencia visual previa que, posteriormente, es confrontada con la supuesta libertad para elegir entre diferentes contextos en los que vivir. Sin embargo, teniendo una elevada capacidad de desplazamiento, el migrante residencial antes o después sentirá un desequilibrio entre el «yo permanente» y el «yo reubicado», que necesita vincularse de algún modo al nuevo territorio y establecer lazos de pertenencia mediante los que consolidar su identidad; en otras palabras: encontrar materialidad en su fluidez.
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Como indica Tim Putnam (1993), la tecnología electrónica está erosionando las fronteras del hogar y reajustando el significado del «espacio propio». Al mismo tiempo, el aumento de las inversiones globales en negocios orientados a la producción de bienes materiales para el ámbito doméstico sirve para precisar la definición de lo que se entiende por hogar. Aunque inicialmente estas dos tendencias se presentaron como contradictorias, resulta bastante lógico pensar que con la expansión de la globalización y el debilitamiento de los vínculos de pertenencia a un lugar, las personas progresivamente pasarán a identificar su hogar con una multiplicidad de lugares en los que establecerán lazos de pertenencia. A través de su relación con el entorno local, los migrantes desarrollan sus propias estrategias para enfrentarse de la mejor manera al estrés generado por el traslado, evocando recuerdos y redefiniendo su idea de lo que es el hogar. Los objetos y estructuras situados en el espacio de acción de los migrantes son importantes medios de autorrepresentación de un mundo más amplio y, también, medios para la autodefinición y la producción de recuerdos. De este modo, el análisis de la forma en la que los migrantes (a través de los medios materiales) crean «hogar» en un país en el que no crecieron, nos permite observar cómo negocian su posición en el país de destino, y qué significados se cuestionan y redefinen. De hecho, diría que no podemos dar por sentadas ciertas nociones abstractas, creyendo que se identifican con un grupo determinado (por ejemplo: europeos, españoles) automáticamente cuando una persona se compra una casa en el país de destino; ni que el entorno material de la vivienda permite un ajuste directo de los migrantes a las nuevas nociones relativas a la posesión de una casa. Más bien, la concepción de los desplazamientos residenciales podría ser vista a través de un proceso gradual de negociación de significados que se hallan adheridos al entorno construido y que, finalmente, debería ser abordada desde perspectivas fenomenológicas.
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La casa como unidad de análisis En su libro House life: space, place and family in Europe (1999), Donna Birdwell-Pheasant y Denise Lawrence-Zaniga señalan que «las formas arquitectónicas son algo más que meras expresiones del cambio; por sí mismas promueven los cambios en las sociedades reorganizando físicamente los grupos sociales y canalizando sus actividades e interacciones» (1999: 10). Así pues, el entorno construido del país de destino proporciona a los recién llegados una nueva oportunidad para organizar su existencia, partiendo de un nivel más práctico: la organización de las diferentes habitaciones, de la privacidad, de la adaptación al clima, contribuye a la fusión de los hábitos originales de los migrantes con la manera local de hacer las cosas. Una casa, además de un catalizador social de las actividades cotidianas, es un medio para aunar dos culturas distintas. En La voie des masques (1975), Claude Lévi-Strauss describe la organización social de la tribu Kwakiutl y explica que la casa no es algo vital únicamente por su valor espacial, sino que también es reconocida como un elemento clave de unidad social, poder y filiación política. Aún más, la casa, en tanto que orden institucional, aglutina fuerzas diversas, convirtiendo una dualidad interna de numayms (dos clanes de los Kwakiutl) en una unidad externa. Sin embargo, al intentar aplicar una noción similar de la «casa», como institución o mediador social de las relaciones británico-españolas, el trabajo se complica. En el sistema propuesto por Lévi-Strauss los miembros de la comunidad conocían bien y respetaban las normas que compartían. El medio era considerado vital y universal. En el caso español, por el contrario, no existen esas normas implícitas, tan claras, acerca de los equilibrios del poder. Aunque la gente conoce ciertas pautas gracias a los amigos o a los folletos informativos editados por los gobiernos británico y español, darse cuenta de las reglas sociales del país de destino y de la posición que se ocupa es un proceso de descubrimiento personal e intuitivo.
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Los británicos y sus viviendas Cuando los migrantes residenciales se trasladan a un país diferente y se compran una propiedad, resulta bastante evidente que nos encontramos con grupos de personas procedentes de lugares distintos que intentan convivir juntas. Con el fin de comprender las relaciones que se establecen, deberíamos primero entender el complejo «equipaje» de actitudes y creencias que los recién llegados traen consigo. En el caso del Reino Unido, tras la Segunda Guerra Mundial se construyeron un gran número de viviendas sociales, conocidas como council houses («viviendas de protección oficial»), destinadas a acoger a la creciente población de uno de los países líderes de la Europa industrializada. Al inicio de la década de 1970 surgieron diversas iniciativas políticas, como la orden de poner en venta las viviendas sociales. Con el plan Right to Buy el gobierno ofreció a la gente comprar sus casas a un precio reducido, como si se las estuvieran alquilando al ayuntamiento durante unos años. Algunas otras iniciativas de aquella época, como la desregulación del mercado crediticio, provocaron que los acreedores más competitivos concedieran créditos a los clientes más arriesgados (Ford et al., 2001). Parecía como si todas las situaciones tuvieran cabida; si uno sabía jugar sus cartas lograría el éxito: ser propietario de una casa. Aquel bienestar, basado en el riesgo y la incertidumbre, unido a la ausencia de apoyo por parte del gobierno, trasladó a cada persona toda la responsabilidad a la hora de administrar su propiedad. Y es esa carga la que debe tenerse en cuenta al tratar de comprender las actitudes de los británicos. Primero una pareja ahorraba el dinero suficiente para hacer un depósito bancario —vendiendo su primera casa—. Solamente algunos padres ayudaban a sus hijos a conseguir una casa, así que lo normal era que una familia joven tuviera que pedir prestado el dinero a un banco. Entonces, durante los siguientes 20 o 25 años (o hasta que se terminara de pagar la hipoteca), no eran oficialmente propietarios de su casa. Al
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mismo tiempo, la inestabilidad de los mercados de trabajo constituía un evidente peligro de cara a una potencial pérdida de la propiedad. Después, en tanto que la gente ascendía en sus trabajos y mejoraba su salario, estaba en disposición de comprarse una casa más grande, aumentando al mismo tiempo sus gastos hipotecarios. Esta forma de actuar les permitía progresar en lo que los británicos llaman el escalafón de las propiedades (property ladder)† para, al final, disponer de una casa que puedan considerar como propia. Forrest y otros (1999) apuntan que ser propietario de una casa en el Reino Unido a finales de la década de 1980 significaba esencialmente disponer de una mayor seguridad. Más aún, suponía acceder a cierto estado mental y a entender el mundo de una manera que permitía ver la vida rodeada de seguridad; y esa seguridad venía representada por la posesión de una casa. La inseguridad no desaparecía hasta que no desaparecía la hipoteca. ¿Se accede entonces a la seguridad a través de la adquisición previa de inseguridades? Es interesante recalcar que la mayoría de los entrevistados en mi estudio fueron capaces de comprarse una casa en España sin necesidad de hipotecarse, algo que veían como un gran lujo. Ello les permitió despreocuparse de hacer pagos mensuales a ningún banco. Con todo esto en la cabeza, podemos hacernos una idea más aproximada acerca de cómo algunas aspiraciones fundamentales de los británicos toman forma en el entorno construido de España, y qué tipo de valores van unidos a él. La arquitectura vernácula Cuando hablamos de las casas tradicionales del país de destino, a veces empleamos el término «vernáculo». La arquitectura «vernácula», conocida como «tradicional» o «típica», † La expresión property ladder es de uso común en Reino Unido y se suele utilizar para hacer referencia a la evolución que experimenta un individuo o una familia a lo largo de su vida permitiéndole pasar de residir en casas baratas a vivir en otras de mayor valor económico (N. de la traductora).
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dice bastante sobre el tipo de lugar, las condiciones climáticas, así como de la cultura de la gente que solía vivir en ella. Se presume que el entorno construido contiene y expresa la esencia de la sociedad que lo produjo. Amos Rapoport (1969) contribuyó decisivamente al entendimiento de las diferentes fuerzas que dan forma a las viviendas dotándolas de características claramente identificables. El autor traza un dibujo comprensivo sobre una sociedad en la que cada miembro construye su propia vivienda y, además, encuentra las mejores maneras para incorporar sus necesidades y deseos a la construcción de la casa. De modo persistente y durante largos periodos, los seres humanos han ajustado las formas de sus viviendas hasta que han satisfecho la mayor parte de sus necesidades físicas y culturales. Entonces, las características estéticas no son específicamente creadas para cada casa, son tradicionales y se trasmiten de generación en generación. La tradición es la fuerza respetada por los descendientes de una cultura mediante el consentimiento colectivo. De acuerdo con Rapoport, lo vernáculo «es así aceptado y obedecido, desde el respeto por la tradición que emana del control colectivo, que actúa a modo de disciplina. Este enfoque es útil porque existe una imagen compartida de la vida, un modelo aceptado de los tipos de construcción y, finalmente, una jerarquía aceptada y, por lo tanto, un patrón de asentamiento aceptado» (1969: 6). Así, el significado de lo vernáculo es sólo el resultado de un particular análisis pensado desde la academia. Una persona que vive en una casa nunca diría que su arquitectura es «vernácula». Además, hay algo atemporal en esa definición; no importa lo típicas que sean las casas para que cambien con el paso del tiempo, adaptándose a las necesidades modernas, siendo «moderno» algo que tiene un significado puntual en un momento y en un lugar determinado. Con seguridad, los factores individuales desempeñan un papel importante, aunque la noción de vernáculo apuntada admitiría que incluso las personas que no encajan en las categorías convencionales
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de una sociedad vivirían en casas similares, lo que no siempre ocurre, pues a la gente le gusta sentir que su casa se ajusta a sus gustos personales. Sin embargo, no importa lo abstracto que puede llegar a ser el término «vernáculo», es difícil enfrentarse al hecho de que en el sur de España pueden hallarse diversos estilos arquitectónicos. Estos tipos de viviendas recogen las influencias de tradiciones culturales que provienen desde las riberas del norte y del sur del Mar Mediterráneo hasta el Oriente Medio. De acuerdo con Paul Oliver (1997), un tipo de vivienda vernácula, que es posible encontrar en pequeños pueblos de las regiones occidentales de Andalucía, se presenta en edificaciones de tres o cuatro plantas localizadas en pequeñas parcelas de tierra. Normalmente, esas casas no tienen patio, por lo que muchas actividades se realizan en la calle o en los campos cercanos. Las paredes están encaladas, las ventanas son pequeñas y los tejados están cubiertos por tejas curvas, llamadas «españolas» en el extranjero pero conocidas como «árabes» en España, a pesar de su origen romano. Aunque esas casas son descritas como típicas, pueden ser típicas desde una concepción moderna de lo que tendrían que ser las casas «españolas». Se ha trabajado mucho para popularizar y hacer accesible ese patrimonio cultural (que se ha trasmitido aparentemente a través de las generaciones) a una ciudadanía que lo aprecia y se siente orgullosa de él. No obstante, se han planteado nuevas definiciones de «lo tradicional». En sus escritos sobre los pueblos andaluces, Collier (1997) indica que en la década de 1960 pertenecer a uno de esos pueblos no implicaba pertenecer a otras comunidades cercanas, y en la década de 1980 no implicaba pertenecer a Andalucía entendida como una totalidad. Yo diría que, en la actualidad, pertenecer a uno de esos pueblos no implica necesariamente sentir que se pertenece al sur de España como totalidad, sino que, más bien, se trata de lugares que representan típicamente el área de Andalucía. Es importante recalcar que los habitantes de esos pueblos «pasan de una situación en
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la que se concebían a sí mismos como habitantes rurales ‘tradicionales’ a otra en la que se ven como andaluces que ‘tenían tradiciones’» (1997: 195). Nos referimos con esto a la visión de los locales. Si hablamos de las personas que se han trasladado a la región, como migrantes residenciales, su idea de lo «típicamente español» (typical Spanish) sería puesta en duda. Yo diría que su visión de lo «típicamente español» es tan inventada como vernácula, lo que impacta decisivamente en la forma en la que estas personas hablan acerca de su nuevo entorno y sobre los papeles que creen que desempeñan en él. «Lo reinventado» Eric Hobsbawm y Terence Ranger (1992) estudiaron «tradiciones inventadas» en Europa. Lo que estos autores entienden por «tradiciones inventadas» es un «grupo de prácticas, normalmente orientadas por reglas que son explícita o tácitamente aceptadas y por un ritual o naturaleza simbólica, que busca inculcar ciertos valores y normas de comportamiento mediante la repetición, lo que automáticamente implica la continuidad con el pasado» (1992: 1). Resulta interesante observar cómo algunos de los principales ejemplos tienen que ver con las decisiones tomadas por ciertos gobiernos para reconstruir el significado histórico de edificios en un determinado estilo relacionado con una etapa anterior, con la que se pretende reivindicar una conexión histórica que puede que nunca existiera. Un caso ilustrativo en el siglo fue la decisión premeditada de reconstruir el parlamento británico en estilo gótico. Pero las grandes tradiciones no son las únicas que son reinventadas, también sucede con muchas tradiciones locales. Históricamente, los movimientos campesinos reclamaban derechos sobre el uso de la tierra. Aquella fue una batalla política moderna más que el resultado de un conflicto basado en argumentos históricos. Las implicaciones de este ejemplo podrían arrojar algo de luz sobre el caso que aquí investigamos. Yo diría que los promotores españoles están edificando
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en el «auténtico» estilo español no sólo porque exista una demanda, sino porque esas fachadas auténticas pueden, a un nivel subconsciente, hacer que la intrusión de los extranjeros no sea percibida como algo perjudicial. Ello también puede servir para crear comunidades locales en las que se compartan elementos comunes, en este caso la arquitectura «tradicional española». Hobsbawm y Ranger (1992) también indican que habitualmente las tradiciones son «inventadas» en momentos de rápida transformación de la sociedad, cuando los modelos sociales tienden a debilitarse y se hacen necesarios otros nuevos, más adaptables y flexibles. Cuando el boom inmobiliario estalló en España, los arquitectos y promotores empezaron a trabajar con estilos que satisfacían la demanda de «lo español tradicional». Pero ¿cómo se comunicaba esta versión «reinventada» a los migrantes? ¿cómo se convertía en una realidad para los migrantes residenciales? La primera interacción con el país de destino suele producirse a través de los medios de comunicación: televisión, revistas, páginas web, folletos turísticos. Los medios tienen una gran capacidad para influir en el modo en el que los potenciales migrantes ven el país de destino y, también, en el modo en el que se ven a sí mismos como parte de él. No es un secreto que el primer responsable en la promoción de un país suele ser el Ministerio de Turismo, que intenta crear una imagen atractiva del mundo del que uno puede llegar a formar parte. Posteriormente, esas imágenes son utilizadas por los agentes de viajes y los promotores inmobiliarios. Marilyn Strathern define las imágenes como «significados dispuestos… para el consumo» (1999: 46). Pero lo más importante es que se pueden usar de manera flexible: es posible apartar las imágenes y los significados no deseados, disponiendo de ellos cuando se crea conveniente. Esta facilidad en la gestión de las imágenes puede entenderse en el contexto de un mundo en el que hay que hacer muchas elecciones y en el que hay demasiada ambigüedad. La idea de una imagen detallada viene al
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caso cuando se piensa en la presión constante que ejercen las sociedades euroamericanas sobre la importancia de nuestra afirmación individual y de la definición de nuestra personalidad mediante objetos cuidadosamente escogidos. Esa área es un nicho para los negocios que lleva aparejado un estilo de vida, a modo de «paquete completo», seleccionado al detalle y adaptado a cada persona. Con el ritmo de la vida moderna pensar en esos detalles, acerca de cómo combinar aspiraciones con un número limitado de opciones de vivienda, ocupa bastante tiempo. Yo sugeriría que mediante el consumo de propiedades la gente tiende a creer que posee cierto conocimiento de lo local: a veces las casas son vendidas con todo su mobiliario, incluyendo un contrato con algún agricultor o granjero local que se encarga de cuidar los olivares ubicados en unos cinco acres de tierra.‡ De tal manera, el entorno construido también ofrece un entorno material que lo rodea, en el que tendrán lugar las actividades sociales. Por ejemplo, si eliges vivir en una zona rural del interior con otros veinticinco vecinos, cada uno de los cuales tiene un terreno de unos cinco acres de tierra, será factible que te acerques hasta el pueblo vecino dando un paseo para ir a buscar leche y, en el camino, automáticamente te tropezarás con otros extranjeros que viven en las proximidades. ¡Y allí te encontrarás, viviendo en una bonita zona en la que conocerás a tus vecinos! Podrás darte paseos hasta las tiendas del pueblo respirando el aire fresco y haciendo un poco de ejercicio. ¡Mira qué deportista te has vuelto! Más aún, comerás frutas recogidas de los árboles cercanos y beberás limonada hecha con limones locales. ¡Antes de que te hayas dado cuenta estarás disfrutando de una vida saludable, al aire libre y comerás alimentos orgánicos (probablemente producidos en granjas tradicionales locales)! Todo viene en el mismo paquete. Elegir un estilo de vida tan elevado nunca había sido tan sencillo. ‡ Acre: medida de superficie, usada en agricultura, que equivale a 4.046,8 m2.
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Maurer y Schwab (2006) explican que estamos viviendo en una hiperrealidad en la que todo sucede cada vez más rápido, en proporciones mayores, pero lo que resulta atractivo en esta metáfora es precisamente su alejamiento de la realidad. Ello permite que aspiraciones muy diversas se entremezclen con el vibrante mundo de las imágenes, creando nociones nuevas de lo que los británicos demandan cuando se compran una propiedad en España. Algo que los arquitectos locales llaman «la nueva España tradicional». Según ellos, no hay nada «español» en los arcos, las balaustradas, las terrazas en las azoteas, en las baldosas especiales hechas a mano, en la construcción de torres y en los edificios multinivel (ver fotografías de las nuevas casas tradicionales españolas). Los habitantes del sureste español solían edificar sus casas a partir de la construcción de cuatro paredes, dos entremedio y un sencillo tejado triangular. Solamente algunas familias ricas construirían un segundo piso (ver fotografías de las antiguas casas tradicionales españolas). Las nuevas casas construidas durante los últimos treinta años se asemejan a las edificaciones de Marbella y de otros centros turísticos, así como a urbanizaciones en las que se ha combinado el estilo toscano con variaciones mexicanas. Entonces ¿qué hace que todos esos migrantes que vienen a España se crean que sus ideas se corresponden con lo «típicamente español»? Yo diría que la confrontación diaria con una media de 300 anuncios publicitarios genera un considerable impacto en la adaptación de las actitudes a la arquitectura de las viviendas potenciales. Creo que la ekphrasis actúa en el corazón del proceso a través del cual se forman las ideas preconcebidas. La ekphrasis es una descripción dramatizada hoy empleada principalmente en el ámbito de las artes visuales, aunque también se aplica en el campo publicitario, en el que directamente se impresiona a las audiencias mediante una animada descripción que provoca una aproximación casi física a la pintura, a la escultura o, incluso, al edificio. Hipotéticamente, la ekphrasis puede describir también procesos
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Fotografías 1 y 2. Nuevas casas tradicionales.
mentales, sueños o aspiraciones relacionadas con la obra de arte. Se piensa que tiene tal poder debido a su habilidad para conectar con la persona y crear la experiencia de una presencia casi tangible. Si se estira un poco más este argumento,
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Fotografías 3 y 4. Antiguas casas tradicionales.
podría sostenerse que esta construcción retórica tiene tal poder para crear un mapa mental tan atractivo y sugerente que incluso después de que una persona se haya enfrentado ante la obra de arte o ante el edificio original sus impresiones quedarán ligadas al mapa mental previamente creado.
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Finalmente, cuando la persona se traslada a la casa… El análisis de la cultura material nos permite comprender mejor las demandas de los migrantes residenciales relativas a lo que sus hogares deberían representar y al modo en que se relacionan y forman parte de él. Mientras se observa la valoración de los migrantes residenciales sobre sus nuevas viviendas se puede apreciar el papel que juega la cultura a través de, por ejemplo, su punto de vista acerca de lo que son los requisitos mínimos que debe reunir una casa. Amos Rapoport (1969) explica cómo se producen ciertas variaciones en necesidades que son constantes, algunas de las cuales la gente sitúa al mismo nivel que los instintos. Un caso ilustrativo es la necesidad de seguridad que se expresa en el abrigo que proporciona la vivienda, si bien, la forma en la que esa necesidad se materializa en una edificación con unas características concretas varía enormemente. Puede asumirse que la comprensión de esos factores cambiantes esbozarán las fronteras que marcan los diferentes usos del espacio físico: la manera en la que uno se identifica con un espacio específico, la percepción del cuerpo, la relajación, la privacidad; al respecto, el uso de vallas concede importancia a la independencia entre las casas. En el caso de Liam, y debido al entorno físico que inicialmente se encontró, sus expectativas no se cumplieron rápidamente. Así que le llevó algún tiempo satisfacer los ideales que se había marcado y alcanzar el nivel de requisitos mínimos que debía reunir su casa española: Otra razón por la que me vine fue que me había desencantado con la costa. Allí hay un cierto tipo de británico con el que te tropiezas constantemente. Yo no digo que en la costa no haya gente inglesa agradable, estoy seguro de que la hay, pero no eran los que yo me encontraba continuamente cada vez que iba a un bar o a un restaurante. Van con la cabeza rapada y tatuajes, camisetas sin mangas o directamente sin ningún tipo de camisa. Es grosero. No me gustaba. Y allí había urbanizaciones que ocupaban todo el
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espacio, filas y filas de casas, sin ningún tipo de rasgo característico. Nosotros nos quedamos durante dos meses en una casa alquilada (en una urbanización). Las paredes eran tan finas que podías escuchar todo lo que ocurría en la vivienda de al lado, oías el lavabo, la gente yéndose a la cama, levantándose por la mañana, era una pesadilla, era absolutamente horrible (Liam, 56 años, Cañara). Jean-Sebastian Marcoux (2001) indica que el nuevo «yo» (self) podría ser observado desde el punto de vista de alguien que se muda de casa, momento en el que se tiene la oportunidad de reconsiderar las relaciones y los recuerdos. Señala el autor que la «confrontación con el ‘yo’ tiene lugar especialmente en aquellas ocasiones en las que se produce una situación de ruptura, como puede ser un traslado» (2001: 83). Cuando hacemos estos desplazamientos pensamos más claramente acerca de los objetivos que queremos alcanzar en la vida, entre los que se encuentra el tipo de vivienda que nos gustaría tener, etc. Liam, después de mudarse desde la costa, terminó encontrando un lugar de su gusto en el interior: Así que vinimos hasta este lugar, donde compramos como inversión. Pero tan pronto como llegué a Cañara me enamoré del sitio. Esta casa ya estaba aquí, así que trabajamos duro en ella durante tres o cuatro meses, mientras vivíamos en una casa alquilada. Adoro la situación de la casa. Al final el interior de la casa quedó como queríamos. En un principio se nos presentó como un lienzo en blanco: no tenía tejado, techos, escaleras, nada. Lo que ves lo hemos diseñado nosotros. Pero la razón principal por la que compramos la casa era su situación, las vistas desde las ventanas, y está muy próxima al centro urbano; te facilita las cosas, como encontrarte con amigos los domingos por la tarde, pasear hasta la ciudad, no necesitas coger el coche, tienes sitios en los que tomarte algo (Liam, 56 años, Cañara).
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Históricamente los británicos no han vivido en viviendas murcianas o andaluzas, no han visitado las casas tradicionales de sus abuelos durante las vacaciones de verano ni están familiarizados con las propiedades de los ricos españoles del siglo xvi gracias a viajes culturales o académicos. ¿Cómo pueden disfrutar del frescor veraniego que se respira en los bajos de estas casas de campo restauradas —como suelen hacer los españoles mientras el sol y esas maravillosas vistas les rodean— desde la tercera planta de un edificio de cuatro pisos? ¿Cómo van a escribir su historia en una casa que no tiene un patio privado en el que puedan jugar los niños sin saber que lo tradicional es estar en la calle o en el campo? ¿Es posible tener una sensación de continuidad y de confort si todo lo que quieres es que esas auténticas paredes encaladas no parezcan tan descuidadas y que esas molestas ventanitas situadas en lo alto sean más grandes para poder disfrutar mejor de las vistas? Después de vivir en la casa durante un par de meses, Liam y su mujer reinterpretaron sus características tradicionales para sentirse más en su hogar. Aunque decidieron conservar las pequeñas ventanas en su tamaño original y el balcón tan poco acogedor como era (sin ninguna sombra y bastante pequeño), sí que hicieron de aquel espacio un lugar propio: Decidimos que queríamos un espacio social dentro de la casa, por eso hicimos este bar aquí. Es una zona abierta en la que la gente puede venir, hablar y moverse alrededor. Muchas de las pequeñas casas españolas tienen habitaciones pequeñas, en las que te sientes hacinado, y carecen de esos espacios sociales. No los puedes llamar salas de estar o comedores. Probablemente la casa ya limitaba lo que se podía y lo que no se podía hacer. No lo planeamos. Simplemente hicimos una combinación tradicional-moderno, no para pintar las columnas de negro, sino con el fin de hacer un espacio más cómodo para vivir,
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usando materiales modernos y haciéndolo parecer más convencional (Liam, 56 años, Cañara). Aunque Liam todavía tiene algunas ideas acerca de lo que debería haber construido, como una barbacoa en el exterior o la piscina con la que siempre ha soñado, esas aspiraciones se han ido ajustando a la realidad que se ha encontrado en este lugar, una nueva sociedad entre sus vecinos británicos y españoles, en la parte antigua del pueblo. El análisis de la cultura material permite una mejor comprensión de la experiencia de los migrantes residenciales, el papel de su educación, así como sus expectativas relativas a cómo tendrían que ser sus vidas. Estas personas acaban por tomar la decisión de abandonar su país de origen, tras comprobar que en él son incapaces de alcanzar algunos objetivos fundamentales (tener una casa sin hipotecarse, vivir en el lugar apropiado, tener las habitaciones suficientes para poder realizar las distintas actividades personales, no tener demasiadas normas que regulen y limiten las opciones que cada uno tiene para diseñar la casa deseada). Por una parte, el nuevo entorno físico en el país de destino complica la posibilidad de «sentirse en casa» pero, por otro lado, ese entorno ofrece las condiciones para crear un lugar en el que sentirse bien, entre otras maneras reinterpretando la definición de lo que se entiende por tradicional en la sociedad local.
10. El turista de las mil y una noches. Turismo residencial en Marruecos: transformación funcional y simbólica del patrimonio arquitectónico y del territorio 10. El turista de las mil y una noches
Carmen Gil de Arriba
El estudio African countries of the future 2009/10, efectuado por el fdi Intelligence, una división especializada en fondos de inversión en países emergentes del grupo de prensa económica Financial Times Ltd., sobre un total de 59 países africanos, clasifica a Marruecos como el tercer mejor destino para la inversión extranjera indirecta en África, por detrás de Sudáfrica y Egipto. Junto con los tres anteriores, otros dos países del Magreb, Túnez y Argelia, también aparecen propiciamente clasificados. Los criterios tenidos en cuenta para establecer esta categorización son numerosos y hacen referencia a las infraestructuras, las estrategias destinadas a la captación de fondos extranjeros, el potencial económico, el nivel y la calidad de vida, los recursos humanos y la apertura de los mercados. Bien es cierto que, en lo que respecta a la atracción de inversiones multinacionales, este grupo de países constituye una excepción en el conjunto del continente africano. Por ello y porque una parte notable de estas inversiones se dirigen al terreno de lo inmobiliario y de lo turístico, resultan un ámbito espacial particularmente llamativo e interesante a la hora de abordar, a escala internacional, la articulación de las dinámicas turístico-residenciales y la evolución de las migraciones internacionales orientadas por el consumo de ocio.
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En el caso específico de Marruecos esta posición favorable para la inversión internacional se explica no sólo por la proximidad geográfica y los vínculos históricos con Europa, ligados a un reciente pasado colonial, sino también por el compromiso establecido desde el gobierno marroquí y desde el propio entorno de la monarquía para la promoción de las inversiones privadas, nacionales y extranjeras. En este contexto se halla la creación, en 1999, del denominado Fondo Hassan II para el desarrollo económico y social del país, que además de conceder facilidades aduaneras, otorga ayudas directas a la inversión en determinados sectores de actividad, considerados con un especial potencial de desarrollo, como es el caso de los sectores turístico e inmobiliario. El paradigma de los dos principales destinos del turismo extranjero en Marruecos: Agadir y Marraquech. Agadir, en el Sur de Marruecos, es el principal foco de recepción para el turismo de playa, mientras que Marraquech, orientado al turismo cultural, ocupa el primer puesto a escala nacional en cuanto al número de turistas recibidos anualmente, de los cuales aproximadamente unos veinte mil disponen de residencias secundarias, según datos de la Agence Nationale de la Conservation Foncière, du Cadastre et de la Cartographie, en su delegación de Marraquech-Ménara. Ambos enclaves son representativos de los dos grandes tipos de turismo existentes en Marruecos: el turismo litoral y el turismo cultural, desarrollados desde los años 1960 y 1970 a partir, inicialmente, de importantes inversiones públicas promovidas por el Ministerio de Turismo creado en 1965. De hecho, en lo que respecta a la promoción del sector turístico no fue hasta finales de los años 1970 cuando las inversiones privadas empezaron a sobresalir muy por encima de las inversiones públicas (Stafford et al., 1996). Ello coincide con el cambio que se concreta en la década de 1980, período desde el cual una buena porción de las inversiones foráneas se destinan a la construcción de residencias turísti-
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cas, respondiendo tanto a una creciente demanda internacional como al incremento de la propia demanda interna, ya que hasta entonces lo que había predominado eran los complejos hoteleros, con una gran presencia de hoteles de lujo, de cuatro y cinco estrellas. En este sentido, hoy en día, tanto Agadir en la costa como Marraquech en el interior son igualmente los dos ejemplos más representativos del turismo de estancia o residencial. Por otra parte, el desarrollo del turismo residencial en Marruecos, ya en la década de 1990, guarda también relación con un aumento en la diversificación de la oferta turística en general y con la creación de nuevos productos hasta entonces poco extendidos: turismo de montaña, turismo de desierto, turismo de golf, termalismo, etc. En cuanto al caso concreto de la ciudad costera de Agadir, un aspecto a tener presente es que toda ella fue destruida como consecuencia de un seísmo acaecido en el año 1960 y que, en el plan de reconstrucción posterior, la orientación turística alcanzó un papel predominante, pudiendo afirmarse que dicha actividad ha determinado el crecimiento actual de la ciudad, caracterizado desde finales de los 1980 por una progresiva proliferación de hoteles y residencias turísticas que han supuesto una creciente ocupación de espacios, a partir de la construcción de grandes complejos. Esta expansión de alojamientos turísticos ha originado, a su vez, una separación física entre espacios públicos y espacios privados, que se hace evidente en las zonas más próximas al mar y a la playa y que puede observarse fácilmente a través de las vistas aéreas que proporciona Google Earth. Es en esta área inmediatamente limítrofe con el litoral donde la mayoría de los complejos residenciales turísticos y hoteleros se hallan cercados mediante muros o cierres que los separan de la calle, creando una barrera material y simbólica. Surge así la sensación de entornos cerrados sobre sí mismos, inaccesibles y aislados del exterior, que de manera liminal obstaculizan el contacto del turista con la población local. Dentro de
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estos lugares acotados aparece habitualmente un núcleo central formado por la piscina y por distintas zonas ajardinadas, alrededor del cual se organizan los espacios edificados que, a su vez, con frecuencia parecen inspirarse en el modelo de las viviendas tradicionales o «dar», donde las distintas estancias se distribuyen alrededor de un patio central. Con respecto a Marraquech, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos, al pie de la cordillera del Atlas y cuya medina se encuentra inscrita en el listado del patrimonio mundial de la unesco desde 1985, el desarrollo turístico se produce a partir de los años 70 del pasado siglo; inicialmente con la construcción de complejos hoteleros, seguidos desde la década de los 80 por la implantación de apartamentos turísticos y villas residenciales secundarias. A ello se une la aparición de nuevos equipamientos relacionados con la actividad (campo de golf, centro hípico, parque acuático, palacio de congresos). Esta dinámica expansiva da lugar a una creciente dispersión espacial de la actividad turística y constructora y ocasiona el incremento de la ocupación y de la privatización de espacios en toda el área periurbana. De acuerdo con lo anterior, El Faïz (2002) señala que, en tan sólo tres años, entre 1989 y 1992, la superficie de Marraquech pasó de 3.200 a 18.000 hectáreas. En particular, dicha expansión urbana alcanza hoy en día evidentes niveles de saturación y llega a concernir a la zona de palmeral, de unas 12.000 hectáreas, situada al norte de la ciudad. Este espacio de valiosas cualidades ambientales se ha convertido en un atractivo notorio para los promotores inmobiliarios y se encuentra cada vez más afectado por procesos de urbanización, motivados por intereses y demandas externas. Así, por ejemplo, en mayo de 2010, una compañía líder en la actividad inmobiliaria en Marruecos ha puesto en marcha, en pleno corazón del palmeral, una operación urbanística denominada «Les Demeures de Marrakech», concebida sobre una superficie total de 181 hectáreas, subdividida a su vez en parcelas que van de los 225 a los 1.900 metros cua-
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drados. La superficie construida prevista abarcará 9,5 hectáreas, incluyendo residencias, hoteles y equipamientos. Más en concreto, de las noventa villas residenciales anunciadas, cuarenta contarán con piscina privada. Esto último es una muestra contundente de la elevada demanda de agua ocasionada por este tipo de complejos turístico-residenciales, en un territorio donde los recursos hídricos son escasos.
Fotografía 1. Construcciones turísticas en zona de palmeral, pérdida de frondosidad y de valores ambientales. Foto de C. Gil.
Otro aspecto a tener presente en el caso de Marraquech, lo mismo que en varias otras ciudades de rápido crecimiento como Casablanca, es la proliferación de una multiplicidad de formas de hábitat insalubre o de autoconstrucción, también denominadas bidonvilles, con claras carencias en materia de saneamiento o de abastecimiento de agua y de electricidad, por no hablar de la ausencia de equipamientos básicos. Según Ben Taleb (2004), cerca del 21% del total de la población urbana de Marraquech ocupa este tipo de casas, bien dentro
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del propio tejido urbano histórico (determinados barrios de la medina) o bien en las áreas periféricas (douars o antiguas zonas rurales progresivamente anexadas). En este mismo sentido, en 2004, el gobierno marroquí estimaba la insuficiencia de viviendas para todo el país en más de un millón. Por esta razón, en dicho año se puso en marcha el programa Villes sans bidonvilles (Ciudades sin barracas), con una duración prevista de cinco años. El objetivo era proporcionar vivienda a cerca de 280.000 familias.
Fotografía 2. Viviendas de autoconstrucción en contraste con los lujosos alojamientos turísticos. Foto de C. Gil.
De manera indudable, este tipo de viviendas insalubres, donde habita la población pobre y las clases sociales de bajo nivel socioeconómico y que, pese a los esfuerzos acometidos para su eliminación, tiende a reproducirse, contrasta abiertamente con estas otras formas de residencia y de alojamiento turístico a las que nos hemos referido anteriormente y que por el contrario destacan por su carácter suntuoso y los símbolos de opulencia utilizados (zonas ajardinadas, piscinas,
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canchas de tenis, campos de golf y otras dotaciones deportivas, comercios, zonas recreativas, culturales, etc.). En definitiva, ambos ejemplos, el de Agadir y el de Marraquech, resultan paradigmáticos a escala de todo el país y ponen de manifiesto cómo la actividad turística residencial, con la creación de entornos ostentosos y acotados para extranjeros, lejos de contribuir a superar diversas carencias para la población, más bien sirve para acentuar los contrastes, dando lugar a una marcada dualidad espacial, social y cultural y estableciendo relaciones desiguales. Procedencia y características de los inversores y de los turistas internacionales llegados a Marruecos, su incidencia territorial, económica y social Según las estadísticas del gobierno marroquí, en 2005, Marruecos recibió 5,8 millones de turistas extranjeros, en su mayoría europeos. En 2009, esta cifra ascendió a 8,3 millones, generando unos ingresos de 4.800 millones de euros (52.800 millones de dirhams), lo que representa una progresión del 29,2% respecto a los ingresos obtenidos en 2005, pero un retroceso del 5% respecto al volumen alcanzado en 2008. De hecho, los ocho primeros meses de 2009 tuvieron una evolución negativa en comparación con los del año anterior, si bien a partir de septiembre de 2009 se ha retomado la tendencia alcista en lo que respecta a los resultados económicos de la actividad turística. Por su parte, las previsiones oficiales para 2010, formuladas antes del inicio de la crisis económica mundial, establecían que el país llegase a contabilizar unos diez millones de turistas extranjeros (programa Vision 2010). Con este objetivo, a partir de 2007 se puso en marcha el denominado Plan Azur, auténtica base para la realización de considerables transformaciones territoriales previstas de cara a los próximos años. De esta manera, dicho Plan platea la creación de varias unidades residenciales en estaciones turísticas litorales como Mazagan-El Jadida, Mogador-Essaouira y Taghazout.
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En el primero de estos enclaves, situado a 84 kilómetros al Sudoeste de Casablanca, la capacidad de alojamiento estimado en villas y apartamentos es de 3.876 personas y en el segundo de 3.800, mientras que en el tercero, a unos 15 kilómetros al norte de Agadir, se prevé llegar incluso a albergar unas 18.000. En cada uno de estos proyectos intervienen diversos inversores multinacionales relacionados con los sectores turístico e inmobiliario, como los operadores Emaar Internacional y Dubai Holding de los Emiratos Árabes Unidos, la sociedad sudafricana Kerzner Internacional, las compañías franco-belgas Colbert Orco y Thomas&Piron, el fondo de inversión inmobiliaria estadounidense Colony Capital o empresas constructoras canarias como Satocan y Sopesan.
Fotografía 3. Terrenos en venta y nuevas construcciones residenciales turísticas en el litoral de Casablanca. Foto de C. Gil.
En 2006, estas tres últimas compañías, la estadounidense y las dos españolas, obtuvieron la adjudicación para la construcción de un complejo turístico o resort en la localidad de Taghazout, en lo que los propios inversores consideraban «un
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paraje por descubrir». Inicialmente, el proyecto comprendía 25.000 metros cuadrados, hallándose prevista la construcción de un hotel de 165 habitaciones, 60 villas residenciales y un campo de golf de 18 hoyos. Sin embargo, en 2008 el proyecto se amplió hasta plantear la edificación de nueve grandes hoteles, con un promedio de 650 habitaciones cada uno, unas 1.700 villas residenciales, dos campos de golf y zonas para el ocio y los deportes náuticos. La realización del megacomplejo turístico se preveía en varias fases, hasta 2016, pudiendo llegar a alcanzar más de 600 hectáreas. No obstante, en 2009, en el marco de la crisis económica internacional, el gobierno marroquí rescindió el contrato establecido con el colectivo inversor, dadas las dificultades encontradas por las empresas para financiar el proyecto, que por el momento se halla paralizado, pero a la espera de nuevos inversores. Pese a estas circunstancias puntuales de moratoria expuestas en el caso de Taghazout, puede decirse, para el conjunto del país, que el turístico es un sector de actividad en plena expansión. Así, según datos de la omt y del Observatorio del Turismo marroquí, en 2009 Marruecos fue el único Estado de la cuenca mediterránea que sobrepasó el 6% de incremento en relación a 2008 en términos de llegadas internacionales. No en vano, está la proximidad geográfica con Europa, un mercado con unos 500 millones de consumidores potenciales. Por nacionalidades y según las estadísticas del mencionado Observatorio del Turismo en Marruecos (gráficos 1 y 2), sobresalen muy por encima del resto los turistas franceses que entre los meses de enero y junio de 2010 sumaron más de dos millones de llegadas. Estas cifras representan un incremento del 2% respecto a los datos de 2009 para el mismo período del año, es decir los seis primeros meses. Por su parte, las cifras globales de 2009, arrojan un total 3,1 millones de turistas franceses llegados a Marruecos, lo que equivale al 37,4% del total de turistas internacionales recibidos en dicho año.
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En segundo lugar se hallan los turistas españoles, quienes también para la primera mitad del año 2010, contabilizaron cerca de 1,3 millones de llegadas en los diferentes puestos fronterizos de entrada al país, siendo la variación del 4% respecto al mismo período de 2009. En este último año considerado en conjunto, el volumen de turistas españoles (1,85 millones) sobre el total de turistas extranjeros llegados a territorio marroquí fue del 22,2%. Ya por debajo de los dos emisores anteriores, y en una posición bastante similar entre sí, se encuentran los turistas procedentes de Bélgica, Holanda y Alemania. Entre los tres países suman el 16% de los turistas internacionales registrados en 2009, aunque en cada caso con un ritmo de evolución diferenciado, así mientras los turistas belgas han crecido en un 20,9% entre 2006 y 2009, los holandeses lo han hecho en un 42% y los alemanes en un 63%. A su vez, los turistas de procedencia británica han experimentado un crecimiento importante ente 2001 y 2007. Según el Ministerio de Turismo marroquí, la progresión de éstos en 2007 fue del 35% respecto al año anterior, alcanzándose en total una cifra cercana a los 437.000 turistas procedentes de Reino Unido (lo cual representa aproximadamente el 2% de los británicos que viajaron al extranjero durante ese año). En esta línea y una vez más según valoraciones oficiales establecidas en 2007, Marruecos esperaba llegar a recibir en torno a 670.000 turistas británicos para 2010. Sin embargo, pese a estas expectativas optimistas, en 2008 se produjo una regresión y en 2009 tampoco se llegaron a superar los valores de 2007, manteniéndose unas pérdidas del 13,6%. Siguiendo con la procedencia europea, los italianos han seguido una evolución bastante similar a la de los británicos, aunque con un retroceso mayor entre 2007 y 2008 y con una ligera recuperación a partir de 2009. Este estancamiento también se comprueba en el caso de la clientela escandinava que entre 2008 y 2009 ha bajado un 5%.
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Gráficos 1 y 2. Marruecos: evolución de la cifra de llegadas de turistas internacionales (en miles) en los años 2001, y 2006 a 2009
3.000
2.500
2.000
Francia España
1.500
Resto*
1.000
500
0 2001
2006
2007
2008
2009
1) Francia, España y otros países agrupados 1.200
1.000 Bélgica 800
Holanda Alemania Reino Unido
600
Italia Estados Unidos Escandinavia
400
Otros 200
0 2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2) Desglose de los países recogidos conjuntamente en el gráfico anterior Los países representados de manera conjunta en el primer gráfico se desglosan en el segundo con una escala de valores diferente. Indicamos la cifra de partida a comienzos de la década (2001) y la evolución experimentada entre 2006 y 2009. Fuente: Observatoire du Tourisme du Maroc; elaboración propia.
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Finalmente, en cuanto al turismo procedente de Estados Unidos (2,1% del total en 2009 y por tanto inferior en volumen al de los ya citados países europeos) ha aumentado en un 39,5% entre 2001 y 2009, manteniendo una dinámica de crecimiento constante a lo largo de todo el período. Por otra parte, también cabe señalar que en los últimos años, la creciente diversificación del lado de la oferta, a la que ya hemos hecho alusión, se corresponde a su vez con una gradual multiplicidad de procedencias de los turistas extranjeros que anualmente se contabilizan en Marruecos, con llegadas principalmente registradas en los aeropuertos de Casablanca (Mohammed V), Marraquech y Agadir. En cuanto a los grupos de edad de estos turistas internacionales que anualmente llegan o se instalan durante determinados períodos en Marruecos, es de resaltar que, así como a lo largo de los decenios de 1980 y 1990 España y Grecia han sido destinos receptores de un volumen ascendente de jubilados europeos, en la actualidad estas prácticas de turismo de larga estancia y de turismo residencial tienden cada vez más a deslocalizarse hacia las orillas sur del Mediterráneo, es decir esencialmente hacia países como Túnez y Marruecos. En el origen de esta tendencia hallamos la aparición de nuevos perfiles de jubilados que o bien optan por estancias más o menos prolongadas, de unos seis meses al año de media, generalmente coincidiendo con los largos meses del invierno europeo, o bien se deciden por una instalación definitiva, a partir de la cual los desplazamientos de retorno al país de procedencia se convierten en una excepción puntual o esporádica y no en la regla de comportamiento habitual. En los últimos años, de las dos opciones es esta última de estancias permanentes la que está alcanzando mayor volumen e importancia en Marruecos. La presencia de residentes extranjeros no es un fenómeno ni mucho menos nuevo en territorio marroquí, donde, desde el período de los protectorados francés y español (19121956), por no remontarnos a épocas anteriores, son mundial-
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Fotografía 4. Grupo de turistas europeos a su llegada a la fortaleza de los Udayyas, Rabat. Foto de C. Gil.
mente conocidas las estancias residenciales de escritores y artistas viajeros y de determinadas minorías culturales, políticas y económicas internacionales. Lo que sin embargo sí resulta ahora novedoso es el incremento anual de esta tendencia que en épocas pasadas fue minoritaria y elitista. El Ministerio de Turismo marroquí establece que entre 2002 y 2006 cerca de 40.000 turistas extranjeros eligieron residir permanentemente en Marruecos. Incluso tan sólo para el primer semestre de 2007, los cálculos oficiales determinan que unos dos mil quinientos nuevos residentes extranjeros se instalaron en el país. En algunas ciudades, como Marraquech, los jubilados europeos, denominados seniors o snowbirds en el argot de los agentes turísticos, forman ya casi parte del ambiente y del decorado local. Como ya hemos señalado, otros enclaves privilegiados para la instalación de residentes extranjeros son Agadir y el eje Rabat-Casablanca-El Jadida. Varios son los atractivos que han motivado estas dinámicas recientes de movilidad espacial y de asentamiento perma-
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nente de población extranjera. Entre ellos pueden citarse la riqueza y variedad de paisajes con las que cuenta el país, la cada vez mayor presencia de servicios e infraestructuras modernos en las ciudades marroquíes, el buen clima o la menor carestía de precios. No obstante, un factor determinante ha sido de tipo financiero o más exactamente fiscal, ya que para favorecer la entrada de divisas el gobierno marroquí ha establecido importantes exenciones fiscales para todo jubilado extranjero que decida instalarse permanentemente en el país y domiciliar su pensión en un banco marroquí. Estas reducciones fiscales pueden llegar en ocasiones a ser hasta del 80%. También se ha de tener en cuenta la abundante y barata mano de obra, por lo general bien cualificada y probadamente competente en el campo de la construcción y en el turístico. Junto con lo anterior, en los últimos años se ha desarrollado todo un arsenal de medidas destinadas a favorecer la inversión turística e inmobiliaria extranjera. Entre ellas se encuentra la subvención con fondos estatales de la compra de terrenos destinados a proyectos hoteleros y residenciales, que puede alcanzar hasta el 50% de su valor de mercado. Otro ejemplo es la exoneración en el impuesto de sociedades a las empresas constructoras, prolongable durante varios años, y la concesión de préstamos para la renovación y rehabilitación del parque inmobiliario. Impulsado por todo lo anterior, a lo largo de esta primera década del siglo xxi, se ha producido una incursión creciente de empresas constructoras e inmobiliarias españolas en territorio marroquí, aprovechando su propia experiencia en el sector turístico en España. Además de las ya citadas, pueden señalarse la catalana Irusplus que en 2002 inauguró una oficina en Marraquech para llevar a cabo la edificación y venta de viviendas de alto nivel o residencias de lujo para nacionales marroquíes o turistas extranjeros, la gallega Fadesa que en los años 2007-2008 tenía planteados varios importantes proyectos residenciales en Marruecos, lo mismo que
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Fotografía 5. Playa de Port Blondin en Mohammedia. Foto de C. Gil.
Marina d’Or que, antes del inicio de la crisis económica internacional, contemplaba la construcción de unas seis mil nuevas viviendas en Marruecos y mantiene actualmente oficinas de venta en Agadir, Casablanca, Marraquech, Rabat, Tamesna y Tánger. En cifras globales, el periódico marroquí L’Économiste, estimaba que entre los años 2006-2007 las empresas españolas habían invertido cerca de 15.000 millones de dirhams (es decir unos 1.342,7 millones de euros). Según la misma publicación, si a las inversiones españolas sumamos las francesas y belgas, entre los años 2003 y 2006 se habrían llegado a invertir 90.000 millones de dirhams (8.056,5 millones de euros) en el sector inmobiliario en dicho país. Una cifra realmente notable, teniendo en cuenta que en 2007 el pib marroquí fue de 152.500 millones de dólares. A partir de estos ejemplos suficientemente elocuentes puede decirse que el turismo no solamente afecta al desarrollo económico del país, sino también a la transformación de su sociedad y de su territorio, con resultados no siempre favorables para el conjunto de la población receptora.
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Dinámicas de movilidad y transformaciones en el tiempo y en el espacio Entre las fórmulas preferidas para la adquisición de propiedades inmobiliarias por parte de extranjeros en territorio marroquí se encuentran los llamados riads, término de uso habitual por parte de los agentes inmobiliarios, y las villas residenciales de nueva construcción. En relación a los primeros, a comienzos de los años 1980, la mayor parte de la alta burguesía marroquí residente en las principales ciudades del país había abandonado las viviendas vernáculas, heredadas de sus antepasados y situadas en las zonas de medina o centros históricos, para buscar la comodidad de los alojamientos modernos de la denominada «ciudad nueva», con sus áreas de ensanche colonial en la periferia de las ciudades históricas. Desde el punto de vista de las clases burguesas del país, este cambio de residencia suponía también un ostensible factor de ascenso y de promoción social. De esta manera, en algunos entornos urbanos, como Fez, Chauen o Marraquech, los riads o palacios de estilo hispanomoresco de la ciudad histórica, en creciente mal estado de conservación, se iban quedando deshabitados o se mantenían tan sólo ocupados por las familias menos favorecidas y sobre todo por las personas de mayor edad, a pesar de tratarse de conjuntos arquitectónicos de cualidades constructivas y estéticas excepcionales, con sólidos muros exteriores y bellas decoraciones de estuco y mosaicos (zel-ligs) en su interior, además de frecuentes patios ajardinados con fuentes y terrazas que ofrecen vistas panorámicas. Es a partir de esta situación de abandono y desvalorización de un rico y singular patrimonio por parte de las clases altas marroquíes y de su toma en consideración por parte de algunos pequeños promotores inmobiliarios europeos, esencialmente franceses, cuando surge todo un proceso de transformación. Éste arranca del cambio de propiedad, mediante la adquisición del riad, generalmente a precios muy reduci-
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dos, por los nuevos promotores. Continúa con la posterior rehabilitación, a veces mediocre y sin prestar atención a los rasgos arquitectónicos y artísticos originales. En tercer lugar, desemboca en una nueva venta, esta vez a precios mucho más elevados y habitualmente a compradores también extranjeros.
Fotografía 6. Rabat: patio interior de un riad. Foto de C. Gil.
A todo este proceso de transformación inmobiliaria se suma el de modificación de usos: del residencial tradicional a cargo de antiguas y ricas familias marroquíes, al residencial vacacional para turistas europeos ávidos de hallar un ambiente pretendidamente exótico, organizado a la medida de sus necesidades. Por eso en el título de este trabajo hemos utilizado la expresión «el turista de las mil y una noches»: por la duración prolongada y de carácter residencial de la estancia, pero sobre todo por la apetencia de alteridad y de pintoresquismo
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orientalista que motiva, desde el punto de vista simbólico y emocional, a estos turistas extranjeros cuando eligen adquirir estas propiedades inmobiliarias e instalarse en Marruecos durante largos períodos o incluso de manera permanente. La búsqueda de exotismo vinculada a las prácticas turísticas residenciales aparece en la actualidad como un fenómenos de masas, si bien inspirado en una larga raigambre sociohistórica, inicialmente elitista, de fascinación por lo oriental, concretada en la maurofilia y en la seducción que la ciudad mora provoca en el horizonte mental del occidental o del europeo más en concreto, con la idealización de sus habitantes y de sus diversos elementos arquitectónicos. Según cifras de la Agence Nationale de la Conservation Foncière, du Cadastre et de la Cartographie, en 2003 más de 500 riads eran ya propiedad de extranjeros, mientras que en el año 2006 se calcula, según los permisos de obras, que unos mil fueron rehabilitados en la medina de Marraquech, ciudad donde actualmente se censan cerca de cuarenta mil casas tradicionales y riads restaurados (Belhaj Soulami, 2009). Indudablemente podemos pensar que los nuevos usos turístico-residenciales contribuyen a la preservación o a la restauración del tejido urbano tradicional, pero a la par, dicho proceso de apropiación de antiguas viviendas por parte de demandas extranjeras está suponiendo una importante transformación funcional y simbólica, cuando no en ocasiones también morfológica, del hábitat tradicional y de estos lugares de centro histórico, con un pasado a veces milenario y un valor patrimonial muy elevado. Además, el crecimiento de la demanda ha supuesto una subida importante de los precios del sector inmobiliario en todo el país, lo cual ha repercutido negativamente sobre amplios colectivos de población marroquí que constata cómo el precio de la vivienda en general se ha elevado considerablemente a lo largo de esta última década. Por ello, en lo que respecta a la oferta turística, las fórmulas de alquiler también han ido ganando terreno.
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Fotografía 7. Casas restauradas del barrio judío en Fez, el Mellah. Foto de C. Gil.
Dentro de esta coyuntura, como ya hemos señalado, el Estado marroquí ha multiplicado las iniciativas para la promoción de nuevos proyectos turístico-residenciales. De hecho, es consabido que la mayoría de los grandes proyectos turísticos actuales incluyen un componente residencial. Sin embargo, de manera más taimada, en las principales áreas de desarrollo turístico del país, la entrada de capitales y de intereses financieros externos está conduciendo a una pérdida del control local sobre las actividades turística e inmobiliaria, a la vez que el rápido crecimiento de ambas contribuye a desarticular otros sectores productivos tradicionales. Conclusiones: turismo residencial y seducción de lo ficticio Como hemos visto con el caso específico de Marraquech, el desarrollo del turismo asociado a procesos de urbanización afecta tanto a la ciudad histórica o medina, con la proliferación de alojamientos turísticos y segundas residen-
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cias para extranjeros en los antiguos riads y viviendas tradicionales, transformados en lugares para el ocio y el consumo que combinan modernidad y oferta idealizada de exotismo, como también a las áreas de la periferia urbana que, sufriendo fuertes presiones especulativas, son privatizadas y ven alterados su entorno natural y su funcionalidad inicial (pérdida de espacios agrarios de alto valor cultural, deterioro paisajístico, daños en ecosistemas y disminución de la biodiversidad). Otros ejemplos de transformación que también hemos presentado son los espacios acotados y desmembrados que aparecen en enclaves turísticos de borde litoral como el de Agadir, donde además de existir lindes materiales que aíslan las áreas hoteleras y turístico-residenciales, creando una sensación de barrera física y visual, se tiende a uniformizar y banalizar el paisaje con formas de urbanización predefinidas y prototípicas, consideradas no obstante como la quintaesencia de lo original y de lo oriental. Tales tendencias, acentuadas en los últimos años, si bien pueden resultar rentables para determinados grupos minoritarios de poder político y económico, tanto de dentro como de fuera de Marruecos, que controlan los circuitos de producción, por el contrario parecen conducir inevitablemente a un despilfarro del patrimonio cultural, histórico y territorial del país, patrimonio que ve así mermando su papel aglutinador e identitario para el conjunto de la población marroquí. Al mismo tiempo, desde el punto de vista simbólico, como si se tratara de un parque temático, a partir de estos nuevos lugares turísticos se construyen paisajes típicos y se difunde una imagen artificial y atemporal de exotismo, acorde con los gustos del consumidor europeo, pero bastante distante de la realidad; toda vez que se fomenta la falta de contacto directo o de convivencia entre turistas extranjeros y población local, reforzando así las desigualdades y la segregación social.
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En esta línea, cabe también preguntarse por las consecuencias sociales de la implantación, cada vez mayor en el territorio marroquí, de auténticos islotes residenciales turísticos lujosos y con apariencia de concentrar una elevada riqueza, situados en la proximidad de zonas donde se mantienen situaciones de marginación, formas de hábitat insalubres o bidonvilles y una escasez de servicios básicos para sus habitantes. Así pues, se confirma una vez más la máxima de que cuando la actividad turística pone en relación sociedades con distintas cotas de desarrollo (y con distintos modelos sociales y culturales), ineludiblemente se acaban planteando relaciones de intercambio desigual y por ello de supeditación o de dependencia de la sociedad receptora respecto a las sociedades emisoras. Estos flujos migratorios turístico-residenciales de los que Marruecos es receptor establecen nuevas territorialidades y nuevos significados espaciales, basados desde el punto de vista del turista en la contradicción entre el deseo de interacción cultural, por un lado, y el de mantenimiento de la seducción provocada por la búsqueda/demanda constante de alteridad, por otro. En este sentido, podemos afirmar que la seducción experimentada por el turista es domeñada y ficticia, aferrada al arquetipo y a la exhibición. Prueba de ello es el consumo frenético de imágenes visuales inmutables y sublimes (las mezquitas, los minaretes, las torres almenadas, los mesuar, las alcazabas, los patios interiores con fuentes, estanques y frisos de azulejos, las medinas con sus callejuelas, las madrasas, las kisarias, los zocos con su múltiples oficios, los guerrab o aguadores, los grupos folklóricos de músicos y bailarines, los gnauas, los encantadores de serpientes y los exhibidores de monos amaestrados…), banalizadas por su constante repetición fotográfica y además, hoy en día, fácilmente accesibles a través de internet, para ser rápidamente engullidas por el ojo del occidental.
11. Epílogo: los territorios de las nuevas tecnologías y la construcción social del lugar turístico 11. Epílogo: los territorios…
Elena Jorge
El vigente contexto sociotécnico, caracterizado por la ubicuidad de las telecomunicaciones, nos obliga a poner en cuestión muchas de las concepciones que habitualmente orientan el análisis de los procesos sociales. El mundo actual exige una revisión de los supuestos teóricos que guían las investigaciones sobre la construcción de los lugares en los que actúan los protagonistas de las más recientes formas de movilidad internacional. Debe tenerse en cuenta que el «lugar extranjero», el «otro lugar», el «irse de aquí», ya no implica salir de un mismo sistema de imágenes, omnipresentes en la totalidad social de la que formamos parte. El aquí y el allí quedan indiferenciados en el todo. Se han desdibujado los límites entre unos lugares y otros, entre el espacio virtual —ciberespacio— y el espacio actual —lugar—. Las teletecnologías modifican nuestra experiencia de la realidad y hacen converger los lugares, de manera que las imágenes de lo actual y lo virtual se construyen y reconstruyen referenciándose mutuamente. El espacio y el tiempo son las coordenadas estructurales básicas de la existencia humana y de la interacción social. Obviamente, el tiempo necesita una configuración espacial, y el espacio requiere un flujo de tiempo en el que transcurran
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los acontecimientos y se produzca la interacción. Para Manuel Castells (1996), el espacio es la expresión de la sociedad misma, es la cristalización del tiempo y es, también, el soporte material y simbólico donde, en un tiempo determinado, ocurren las prácticas sociales. De este modo, la construcción de los lugares del turismo y de las migraciones residenciales queda alterada. Según el modelo explicativo tradicional, la construcción del lugar se realiza a partir de las interacciones directas, «cara a cara», entre los actores sociales implicados, quienes, necesariamente, han de coincidir a la vez en unos espacios físicos concretos. Éstos se estructuran en torno a un tiempo cronológico, sincrónico y secuencial, asociado a unos ciclos de ocio que se diferencian claramente de los ciclos de trabajo. Esta distinción básica caracteriza al turismo de la sociedad postindustrial, pues únicamente durante el tiempo libre el individuo se desliga de su lugar físico de trabajo y puede disponer de una secuencia temporal lo suficientemente prolongada como para tener la oportunidad de trasladarse, y permanecer, en el lugar físico del destino turístico. El sociólogo John Urry (2002, 2007) es uno de los autores que más se ha esforzado por elaborar un nuevo marco interpretativo de los tipos de movilidad posibles en el mundo global. Para Urry las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten acceder a experiencias turísticas sin que ello conlleve necesariamente ni un desplazamiento físico ni una fragmentación de los ritmos vitales en espacios y tiempos compartimentados y funcionalmente especializados. De la misma forma en que la revolución de los transportes asociada a la industrialización se relaciona intensamente con determinados cambios culturales y socioeconómicos, la irrupción de las tecnologías de la información y la comunicación, junto a la generalización del transporte de alta velocidad, se corresponde con la multiplicación y transformación de las relaciones sociales por todo el planeta. Así, los procesos turísticos y las migraciones orientadas por la búsqueda de
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experiencias de ocio se convierten en flujos dentro de un único sistema de relaciones económicas, culturales y políticas. La constante interacción entre los contextos virtuales y los lugares tangibles convierten paulatinamente a los segundos en un reflejo de los primeros. En un sistema global, el espacio se convierte en un todo asociado a la diferencia/indiferencia entre lo artificial y lo real, entre lo virtual y lo actual. Además, ese espacio se convierte en una amalgama de escenarios de ocio construidos como lugares paradisíacos, superpuestos a zonas miserables, escondidas o, también, expuestas y promocionadas como atractivos destinados a conmover y despertar sentimientos de compasión entre los visitantes. Todo ello hace que se transformen las prácticas y los modos de apropiación y construcción de los territorios del ocio. Las formas turísticas cambian en todas sus etapas, desde la configuración del producto turístico imaginado hasta las posteriores interacciones con los anfitriones. Compramos virtualmente nuestros billetes de avión, recorremos virtualmente las habitaciones y dependencias de los hoteles y viviendas que vamos a habitar, localizamos el lugar seleccionado en una cartografía virtual, la cual nos ayuda a situarnos y a evaluar las distancias reales. De algún modo, las telecomunicaciones nos permiten visitar los lugares anhelados antes de estar físicamente en ellos, y además lo hacen de manera más realista que los medios tradicionales o que las evocadoras narraciones de la literatura y el cine. Nuestra experiencia del destino comienza mucho antes de encontrarnos físicamente en él. La posibilidad de alternar experiencias en espacios virtuales con otras en lugares concretos, dentro de un mismo proceso, puede influir en la construcción de la identidad de quien se desplaza. Para Víctor Silva, en el sistema de flujos global «la característica básica de los territorios es su desterritorialización: pasamos de un sitio a otro en cada momento, no tenemos emplazamientos fijos ni definitivos sino sólo movilidades […] Tenemos, por una parte, las movilizaciones virtuales encapsuladas en las pantallas y, por otra, las migra-
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ciones de personas que ensanchan aún más el planeta» (2006: 8). En definitiva, vivimos en mundos separados que pugnan por amalgamarse a través de los actores que los transitan. Es fácil pensar que la confluencia de estas lógicas espaciales (virtual y actual) pueda generar tensiones y disonancias culturales, pero normalmente no es esto lo que sucede, pues, por el contrario, ambos espacios se construyen y referencian mutuamente, aunque en un proceso creciente de virtualización. Castells (1996/1997) ilustra este asunto recuperando una anécdota contada por Sherry Turkle a partir de su experiencia con su hija cuando tenía siete años: Ella ha crecido en un entorno repleto de ordenadores, o sea que está acostumbrada a ver ordenadores por todas partes. Una vez me la llevé de vacaciones a Italia, estábamos en un barco que surcaba un Mediterráneo tan azul que parecía de postal… y ella miró hacia el agua, señaló emocionada, y me dijo: «¡mira, mami, una medusa! ¡Parece tan realista!» Había crecido con acuarios virtuales, había visto todas esas simulaciones de medusas: así que cuando vio la medusa en el agua dijo que parecía «realista». Le conté la historia a un amigo mío, que por entonces trabajaba para Walt Disney como investigador científico, y él me explicó que en Orlando, Florida, acababan de construir un parque temático de Disney llamado Animal Kingdom, lleno de animales reales, y que los primeros visitantes del parque se habían quejado de que los animales no eran suficientemente realistas, porque estaban comparando esos animales biológicos… ¡con los robots animales de Disney World! Y en el caso de un robot… si representaba un cocodrilo movía la cola, los ojos… reproducía todo tipo de comportamientos «esenciales del cocodrilo»; ¡mientras que los cocodrilos biológicos «reales» simplemente se tumbaban al sol sin moverse demasiado! De modo que la pregunta sobre cuál
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es el criterio de referencia en esta cultura de la simulación es muy real, porque los niños que al crecer ven la simulación primero, tienden a utilizar la simulación, no la biología, como criterio de referencia. Hay que hacer notar que en este relato, la misma Sherry Turkle se refiere a «un Mediterráneo tan azul que parecía de postal». Ese es su referente, esa es su evocación virtual. ¿Se trataría entonces de un nivel distinto de virtualidad? ¿dónde se encuentra la diferencia?, ella misma utiliza una referencia, «parecía de postal», que no percibe como tal y, sin embargo, se asombra ante la observación de su hija. En este sentido, Pierre Lévy (1998) considera que «siempre hemos sido virtuales». Si el proceso de evolución humana es un proceso de creciente virtualización, entonces cabe preguntarse con él ¿qué es lo virtual? La relevancia de esta cuestión, referida a los desplazamientos de carácter turístico y en busca de una mejor calidad de vida, es esencial en nuestro contexto sociotécnico. Sólo a partir de las respuestas que formulemos podremos conceptualizar y entender adecuadamente los procesos de construcción del lugar, del tiempo y de la identidad de los actores participantes en la acción social. La cuestión clave es: ¿existe realmente lo virtual? Erróneamente suele contraponerse lo virtual a lo real, sin embargo Pierre Lévy afina bastante cuando señala que la distancia entre la concepción de lo virtual y lo actual se relaciona con dos maneras de ser diferentes. La palabra virtual procede del latín medieval virtualis, que a su vez deriva de virtus: fuerza, potencia. Lo virtual sería entonces aquello que tiene existencia aparente pero no real. Lo virtual es una existencia potencial, que tiende a actualizarse. Según Lévy, la evolución humana hacia lo virtual se concreta en tres procesos o virtualizaciones fundamentales: 1) la virtualización del lenguaje: hace convivir en el presente (tiempo real), el pasado y el futuro;
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2) la virtualización de la técnica: se generan dispositivos abstractos de funciones físicas o psíquicas (rueda para desplazarse, ábaco para calcular); 3) la virtualización de las instituciones: las religiones, la moral, la ley, las normas económicas y políticas virtualizan, por ejemplo, los conflictos. Pero, si hasta cierto punto siempre «hemos sido virtuales» ¿qué es lo cualitativamente diferente en este nuevo ecosistema tecnológico? La respuesta es la virtualización de la virtualización: el proceso productivo informacional requiere información para recargarse. Lo virtual se retroalimenta de elementos virtuales. Ello nos lleva a una transmutación de parte de la esencia misma de la movilidad humana: «el salir de aquí», la evasión hacia otro lugar, la producción de ritmos temporales distintos de los cotidianos y en los que predomina la vivencia de experiencias reconfortantes puede empujarnos al deseo de «crear una nueva vida», y no únicamente durante el paréntesis de las vacaciones. Los nuevos medios de comunicación y transporte plantean una consideración desterritorializada del espacio y la ruptura de la secuencialidad temporal. Ello abre nuevas posibilidades, impensables hace pocos años, a propósito de la redefinición de nuestros estilos de vida. Como dice Castells, se hace factible una «atemporalidad en la orilla de la eternidad» (1996/1997: 500). No obstante, otros autores tan sólo se fijan en los componentes materiales, físicos y simbólicos de los lugares a la hora de estudiar su proceso de construcción. Al respecto, Thomas Gieryn (2000) indica explícitamente que no hay lugares en el ciberespacio. Los websites de internet, afirma, no son lugares del mismo modo que lo pueden ser una habitación, un edificio o una ciudad. A diferencia de él, considero que una completa revisión de los aspectos relativos a la construcción «del lugar» requiere tener en cuenta conceptos, procesos y hechos asociados a las nuevas tecnologías y a los usos y apropiación que hacemos de las mismas. Es indudable que uno de los mayores retos con los que nos encontraremos durante este
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siglo será el desarrollo de estrategias que permitan la fusión y sinergia de ambos tipos de espacios: flujos y lugares. Así, se hace necesario un análisis teórico y de diferenciación conceptual que nos permita estudiar y entender mejor unos procesos que inciden en todas las esferas de la acción social. Hasta ahora sólo nos hemos referido a las tecnologías de la información y la comunicación, pero cuando nos referimos a las nuevas tecnologías hablamos de algo más. Ya en 1990 la ocde distinguía entre: • • • • •
1) las tecnologías de la información y la comunicación; 2) la biotecnología; 3) las tecnologías de materiales (incluyendo la nanotecnología); 4) la tecnología espacial; 5) la tecnología nuclear.
Los avances en la creación de nuevos materiales, la nanoy la biotecnología, los nuevos transportes y la navegación espacial nos remiten a mundos evocados en la literatura y el cine de ciencia ficción. Viajes espaciales (2001: A Space Odyssey, de Kubrick, a partir de una breve novela de Arthur C. Clarke [1948]), memorias implantadas con recuerdos de experiencias turísticas (We Can Remember It for You Wholesale, de Philip K. Dick [1966], llevada al cine por Paul Verhoeven como Total Recall en 1990), realidades virtuales de inmersión (Minority Report, película dirigida por Spielberg en 2002 a partir otra vez de un relato de Philip K. Dick [1956]), viajes en el tiempo, al interior del cuerpo humano o al ciberespacio (por ejemplo en la novela de William Gibson Neuromancer [1984]) juegan a redefinir el paisaje de lo que puede llegar a imaginarse como un lugar turístico o un lugar en el que iniciar una nueva vida. Actualmente la generalización de dispositivos para la visión estereoscópica en las salas de cine y en los videojuegos está orientada a la asimilación de desarrollos informáticos que faciliten la generación y disfrute de entornos de realidad virtual inmersiva. Con su ayuda
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podríamos disfrutar de forma más vívida la experiencia de pasear por un museo, recorrer las ruinas de Pompeya, la biblioteca de Alejandría, la Quinta Avenida o el monte Wutai, en Taiyuan. En todo caso, los lugares se construyen a partir de unos actores y de sus interacciones, sea cual sea su naturaleza. Éstos definen sus comportamientos según unos intereses, deseos, símbolos, valores e imágenes relativos al propio lugar así como al conjunto de acciones que implican el desplazamiento hacia él. La comprensión de este proceso implica el análisis de experiencias que tienen lugar tanto en lugares concretos delimitados físicamente como en espacios más o menos intangibles. Las interacciones sociales y los deseos, intereses, etc. de los actores implicados pueden verse modificados, pues cada entorno posee unas cualidades particulares acerca del discurrir del tiempo y de la configuración del espacio. Nuestra actividad cerebral nos hace percibir el mundo de una manera determinada. Posteriormente, mediante los procesos culturales de construcción social de la realidad, asignamos distintos significados a las realidades que percibimos. En gran medida, los desafíos que la humanidad afronta, y los que cada individuo encara en su día a día, tienen que ver con el sentido que le damos a las cosas, con los criterios, normas y expectativas que regulan lo que consideramos que está bien o está mal, lo que es tolerable o inaceptable. Vivimos mediados por nuestras representaciones mentales acerca de cómo hacemos las cosas, sucediendo que del único lugar del que no podemos migrar es de nuestra mente.
Sobre los autores Sobre los autores
Helene Balslev Clausen es doctora en Antropología por la Københavns Universitet (Universidad de Copenhague), especializada en América Latina y en México en particular. Profesora investigadora en la Aarhus Universitet. Sus áreas de investigación son la migración, el turismo, el transnacionalismo, la política y las identidades nacionales y regionales. Ha publicado diversos artículos sobre migración, ciudadanía e identidad en revistas indexadas, además de haber coordinado la publicación de tres libros sobre estos temas. Recientemente ha realizado un proyecto sobre la influencia cultural, social y política de grupos de inmigrantes estadounidenses que viven en México. También ha participado en un proyecto para el estudio de los imaginarios en zonas turísticas de México y España. Es una analista permanente sobre temas de Latinoamérica en la televisión y la radio de Dinamarca. Trabajó varios años como profesora investigadora en el Colegio de Sonora, México. E-mail: [email protected]
Carmen Gil de Arriba es profesora en el Departamento de Geografía de la Universidad de Cantabria. Una de sus principales líneas de investigación, a la que se viene dedicando desde hace más de una década, es la producción y difusión de representaciones e imaginarios socioespaciales. Igualmente, se interesa por las actividades de ocio y
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turísticas, sobre las que ha trabajado desde una perspectiva cultural, histórica y evolutiva y, más recientemente, en relación con las políticas de desarrollo territorial y la puesta en valor de los recursos patrimoniales. A todos estos temas ha dedicado varias de sus publicaciones, en búsqueda de un aprendizaje permanente, inspirado en el análisis crítico de la realidad social. E-mail: [email protected]
Nilgün Görer Tamer cursó sus estudios universitarios y de máster en el Department of City and Regional Planning de la Middle East Technical University y se doctoró en el Department of Political Science and Public Administration de la Ankara University. Actualmente enseña en el Department of City and Regional Planning de la Gazi University. Sus áreas de estudio abarcan los procesos migratorios, cuestiones relacionadas con la escasez de agua y temas de planificación urbana. Ha formado parte de investigaciones sobre las migraciones de jubilados llevadas a cabo en Alanya, Dalyan y Ölüdeniz. Entre sus publicaciones destaca el trabajo realizado en colaboración con Özlem Güzey, Fatma Erdoanaras y Ülkü Yüksel: «Social economic and physical effects of second-home ownership based on foreign retirement migration in Turkey: Alanya y Dalyan», en Z. Merey Enlil y Pablo Vaggione (eds.): Cities between integration and disintegration (isocarp, 2006). E-mail: [email protected]
Nicole Gurran es profesora en el Urban and Regional Planning Program de la University of Sydney. Sus estudios se centran en el ámbito de la planificación local, las políticas de vivienda y la gestión del desarrollo urbano en contextos ambientales frágiles. Ha llevado a cabo una
Sobre los autores
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serie de estudios dedicados a entender y planificar la migración hacia las costas no metropolitanas de Australia. Es autora de diversos artículos, informes y capítulos de libro sobre estos temas. Su libro Australian Urban Land Use Planning (Sydney University Press, 2007) incluye un capítulo dedicado a analizar las relaciones entre la planificación local y la sostenibilidad ambiental. E-mail: [email protected]
Raquel Huete es profesora en el Departamento de Sociología I y en el Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas de la Universidad de Alicante, donde coordina el Máster Oficial en Dirección y Planificación del Turismo. Es licenciada y doctora en Sociología y diplomada en Turismo. Sus principales líneas de investigación son: la percepción social del turismo, las relaciones entre el turismo y las migraciones residenciales, y la aplicación de las técnicas de investigación social al estudio del turismo. Actualmente dirige el proyecto: La segregación socio-espacial de turistas y residentes europeos en el Mediterráneo y las Islas Canarias. Ha sido investigadora invitada en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, la University of Science de Malasia, Lancaster University (Reino Unido) y la University of Gothenburg (Suecia). E-mail: [email protected]
Michael Janoschka, Marie Curie postdoctoral research fellow (2008-2010) en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic) en Madrid. En enero de 2011 se incorpora como investigador Ramón y Cajal al departamento de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid. Doctor en Filosofía por la Goethe-Universität de Frankfurt (2007), obtuvo un Máster en Geografía, Urbanismo y
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Ciencias Políticas en la Humboldt-Universität de Berlín (2002). Trabajó en las universidades alemanas de Weimar, Kiel y Frankfurt, y ha sido profesor invitado en las universidades de Buenos Aires, Córdoba (Argentina), Hermosillo (México), Madrid y Alicante. Sus investigaciones tratan los conflictos urbanos en la era del neoliberalismo y los procesos migratorios en un mundo globalizado. Se interesa por la participación ciudadana y las estrategias de resistencia a las dinámicas neoliberales. Más información: http://www.michael-janoschka.de
Elena Jorge es licenciada en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Deusto y doctora en Sociología por la Universidad de Alicante. Es profesora titular del departamento de Sociología I de dicha universidad, donde imparte las asignaturas de Técnicas de Investigación y Sociología de la Tecnología. Ha realizado diversas investigaciones en torno al Hogar Digital y Elementos de Innovación en Promociones Inmobiliarias. También ha colaborado en el Máster Universitario en Hogar Digital para el Departamento de Tecnología Informática y Computación de esta misma universidad. Es autora de los libros La investigación social y el dato complejo (2002) y Del Hogar Digital a la Casa Red. El proyecto Ecovilla Digital (2008). E-mail: [email protected]
John Koch-Schulte trabaja como urbanista en la British Columbia, en Canadá, donde se preocupa especialmente de cuestiones relativas al desarrollo y la planificación urbana. Anteriormente vivió en Bangkok y trabajó para la unesco’s Office of the Regional Advisor for Culture in Asia and the Pacific, participando en varios proyectos sobre turismo y patrimonio en diferentes lugares de Asia. Sus principales intereses investigadores tienen que ver
Sobre los autores
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con el estudio de los modos en los que las comunidades pueden planificar y obtener beneficios de las migraciones residenciales (lifestyle migrations), centrándose en los casos de países latinoamericanos y asiáticos. Ha viajado y vivido durante largas temporadas en Asia y México. E-mail: [email protected]
Alesya Krit realiza su tesis doctoral en el programa de «Material Culture» que desarrolla el Department of Anthropology del University College London. Investiga la interacción de los migrantes residenciales (lifestyle migrants) con el entorno construido (arquitectura de las viviendas) y su influencia en la creación de las identidades locales. Su tesis se basa en un trabajo etnográfico con comunidades de británicos —migrantes residenciales permanentes— en el sudeste de España. Formada en Empresariales y Sociología, durante los últimos seis años ha investigado las relaciones que se establecen entre los consumidores y los proveedores de servicios en Irlanda, Estados Unidos y Japón. También se interesa por analizar los papeles que desempeñan tanto los productores del entorno construido en los países de destino como los responsables de su adaptación a las demandas de los migrantes residenciales (arquitectos, promotores, constructores, agentes inmobiliarios y técnicos encargados de la gestión en las instituciones políticas). E-mail: [email protected]
Nik Luka es profesor en la School of Architecture y en la School of Urban Planning de la McGill University, en Montreal, donde es Coordinador del Urban Design Program. Se formó como arquitecto y planificador en Toronto, la ciudad de Quebec, Basilea, Sheffield y Helsinki. Además del presente trabajo sobre los paisajes cul-
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turales y las segundas residencias, su investigación se orienta al diseño urbano, el espacio público y las infraestructuras de transporte accesibles, así como al análisis de las formas urbanas, el diseño ecológico y los usos y representaciones del espacio. El profesor Luka es miembro del consejo del Centre d’écologie urbaine de Montreal. Creció en Toronto y pasó los veranos en casas de campo familiares en Manitoulin Island, Georgian Bay y en Haliburton Lakes. E-mail: [email protected]
Alejandro Mantecón es profesor en el Departamento de Sociología I y en el Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas de la Universidad de Alicante. Es licenciado y doctor en Sociología y máster en Estudios Turísticos. Ha publicado algunos trabajos sobre la historia de las teorías sociales y sobre los jóvenes y la industria del ocio nocturno, aunque su principal línea de investigación tiene que ver con las relaciones que se establecen entre el turismo, los procesos de urbanización y la movilidad residencial. Sus intereses en este ámbito se centran en el análisis de la legitimación social del «crecimiento» turístico-inmobiliario y en el estudio de la formación de espacios duales vinculados a los asentamientos de ciudadanos noreuropeos en el sur de España. E-mail: [email protected]
Tomás Mazón es director de la Cátedra de Estudios Turísticos «Pedro Zaragoza Orts». Profesor titular de Sociología del Turismo, secretario del Departamento de Sociología I y miembro del Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas de la Universidad de Alicante. Forma parte del Equipo de Investigación Consolidado «Planificación y gestión sostenible del turismo» que dirige el profesor Fernando Vera Rebollo. Es miembro del Consejo de Redac-
Sobre los autores
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ción de la Revista Papers de Turisme; del Conselho Consultivo da Revista da Casa da Geografia de Sobral, da Universidade Estadual Vale do Acaraú (Brasil); del Conselho Consultivo da Revista Turismo & Desenvolvimiento (rt&d) de la Universidad de Aveiro (Portugal); del Consejo Editorial de la Revista Ciéntifica Gran Tour (Universidad de Murcia) y de la Junta Rectora del Patronato Municipal de Turismo del Ayuntamiento de Alicante. En los últimos años ha dirigido y participado en una treintena de investigaciones y publicado más de medio centenar de libros, capítulos de libro y artículos. Sus principales líneas de investigación son el turismo y el urbanismo. Antes de su incorporación como profesor en la Universidad de Alicante, en su labor profesional, durante más de 28 años (1964-1992), ocupó diferentes puestos en las recepciones de varios hoteles de la ciudad de Alicante. E-mail: [email protected]
F. Özlem Nudrali ha cursado los programas de máster en International Business (msc) y en Sociología (ma). Sus líneas de investigación incluyen los medios de comunicación globales, las transformaciones urbanas y las migraciones residenciales (lifestyle migrations). Es autora y coautora de varias publicaciones, entre las que destacan el capítulo «Taking the risk: the British in Didim, Turkey» (con Karen O’Reilly), en M. C. Benson y K. O’Reilly (eds.): Lifestyle migration: expectations, aspirations and experiences (Ashgate, 2009), o el libro Sun seeking Britons in coastal Turkey. A case of study of lifestyle migration on the verge of the eu (vdm Verlag, 2009). E-mail: [email protected]
Rémy Tremblay estudió Geografía en la Université Laval y en la Université d’Ottawa, en la que se doctoró. Es profesor
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universitario de Geografía, titular de la Cátedra de investigación de Canadá sobre las ciudades del saber; también se interesa por las movilidades turísticas y los estilos de vida migratorios. Ha trabajado en el inrs-ucs de Montreal, donde profundizó en las dimensiones socio-espaciales de la ciudad; director del grupo de investigación sobre las ciudades del saber (ervs), laboratorio financiado por la Fundación canadiense para la innovación; acreditado para dirigir o codirigir memorias y tesis en los departamentos de Estudios Urbanos y Turísticos y de Geografía de la uqam (L’Université du Québec à Montreal); corredactor de la Revue canadienne des sciences régionales, miembro del comité editorial de las revistas Interventions économiques y International Journal of Knowledge-Based Development; Miembro y Geógrafo Certificado de la Royal Geographical Society del Reino Unido. E-mail: [email protected]
Mario Alberto Velázquez García es doctor en Sociología por el Colegio de México. Profesor-investigador por el Colegio de Sonora, México. Sus áreas de investigación son los movimientos sociales, el turismo y el transnacionalismo. Ha publicado diversos artículos sobre sus temas de análisis en publicaciones de México, España, Dinamarca y Reino Unido, además de contar con dos libros recientes sobre utopías en Latinoamérica y dos movilizaciones ambientales en México. Sobre el tema del turismo, recientemente participó en un proyecto para el estudio de los imaginarios en zonas turísticas de España y México. En 2010 publicó el artículo «La posición social y espacial en una ciudad turística. Las luchas simbólicas de Álamos, Sonora», en Pasos. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 8 (1), 47-59 (en colaboración con Helene Balslev Clausen). E-mail: [email protected]
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