Conflictos políticos y creación literaria entre Santillana y Gómez Manrique: la "Consolatoria a la condesa de Castro" 9783954878550

Estudio de la "Consolatoria" de Gómez Manrique desde las modernas teorías de la producción ideológica, adaptad

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Spanish; Castilian Pages 188 [185] Year 2016

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Table of contents :
Sumario
Presentación
Senequismo, ideología, poesía
La transmisión textual
Bibliografía
[Consolatoria a la condesa de Castro]
Índice onomástico
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Conflictos políticos y creación literaria entre Santillana y Gómez Manrique: la "Consolatoria a la condesa de Castro"
 9783954878550

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Vicenç Beltran CONFLICTOS POLÍTICOS Y CREACIÓN LITERARIA ENTRE SANTILLANA Y GÓMEZ MANRIQUE La Consolatoria a la condesa de Castro

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MEDIEVALIA HISPANICA Fundador y director Maxim Kerkhof

Vol. 19 Consejo editorial Vicenç Beltran (“La Sapienza” Università di Roma); Hugo Bizzarri (Université de Fribourg); Patrizia Botta (“La Sapienza” Università di Roma); Antonio Cortijo Ocaña (University of California, Santa Barbara); Ángel Gómez Moreno (Universidad Complutense, Madrid); Georges Martin (Université Paris-Sorbonne); Regula Rohland de Langbehn (Universidad de Buenos Aires) y Julian Weiss (King’s College, London)

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CONFLICTOS POLÍTICOS Y CREACIÓN LITERARIA ENTRE SANTILLANA Y GÓMEZ MANRIQUE La Consolatoria a la condesa de Castro

Iberoamericana • Vervuert • 2016

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Este libro ha sido escrito en el desarrollo de los proyectos FFI2012-31896 i 2014 SGR 51 Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2016 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es © Vervuert, 2016 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es

ISBN 978-84-8489-940-2 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-473-6 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-855-0 (e-book)

Diseño de cubierta: Michael Ackermann

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Sumario

Presentación..............................................................................................

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Senequismo, ideología, poesía................................................................... 15 1 Poesía y realidad en el Cuatrocientos............................................. 15 2 Ideología, sociedad y Medioevo..................................................... 23 3 Excursus: el fin de los tiempos y el poder temporal....................... 36 4 El senequismo del Bías y las tribulaciones de un poderoso............ 45 5 Interpretaciones de la Consolatoria................................................ 55 6 El senequismo, el dolor y la ira. La Defunsión de Garci Laso de la Vega......................................................................................... 60 7 La actualización del pensamiento antiguo...................................... 70 8 Las dificultades de los Sandoval..................................................... 83 9 El senequismo como ideología....................................................... 89 10 La religión como ideología............................................................. 92 11 Ideología y literatura....................................................................... 95 La transmisión textual............................................................................. 101 Criterios de edición............................................................................... 106 Normas de presentación del texto......................................................... 106 Bibliografía citada abreviadamente en las notas.................................. 109 Bibliografía...............................................................................................

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[Consolatoria a la condesa de Castro]...................................................... 127 Índice onomástico...................................................................................... 175 Índice de personas, obras y autores antiguos........................................ 175 Índice de estudiosos modernos............................................................. 182

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Para Valerio y Victoria, cinco años después

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Presentación

El presente libro empezó a gestarse hacia 2008, cuando preparaba la obra completa de los Manrique para la Biblioteca Castro; al editar el poema y su comentario observé ciertas expresiones disonantes que para nada se ajustaban a lo que venía considerándose un poema cristiano con algunos toques estoicos: alusiones veladas a la actualidad, expresiones cuando menos ambiguas a la luz de la moral católica e, incluso, de la doctrina senequista, me indujeron a buscar explicaciones e interpretaciones cuya entidad excedía las posibilidades de aquel proyecto. Por una parte, enlazaba muy bien con mi interpretación del cancionero de don Gómez, un poemario nacido al calor de sus afinidades poéticas, linajísticas y políticas, con potencialidades interpretativas poco exploradas; por otra, me encontraba falto del andamiaje teórico necesario para iniciar la investigación que el caso requería: una aplicación válida para el siglo xv de nuestra concepción actual de las luchas políticas y la creación de los correspondientes mensajes publicitarios. La primera fase de la investigación terminó cuando leí, en una reunión del CEMYR de la Universidad de La Laguna, en 2009, mi interpretación histórica, aún falta de algunos datos. Por aquellos años empecé una indagación en la teoría moderna de las ideologías que intenté armonizar con los trabajos de historia y cultura medieval de la escuela francesa y con las investigaciones españolas sobre ceremonia y propaganda; estas aproximaciones desembocaron en una ponencia presentada en el congreso de la SELGYC organizado por la Universidad de Alicante al año siguiente. A partir de ahí, el estudio quedaba perfilado y pensé publicarlo como un cuaderno de Medievalia Hispánica, animado por el estimado amigo Maxim Kerkhof que me incitó a incluir la edición crítica del poema. El tiempo necesario para este trabajo no había culminado aún cuando circunstancias personales me impidieron dedicarle el tiempo necesario para una revisión cuidada, y así hasta anteayer. He de decir, sin embargo, que las posibilidades de aplicación de las teorías ideológicas y de los principios de la pragmática literaria a los textos del primer Renacimiento español que he desarrollado durante los últimos años parten también de esta experiencia.

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Creo que el esfuerzo ha valido la pena. En primer lugar porque, desde mi primera aproximación al complejísimo mundo de los cancioneros, me negué a aceptar el juicio banalizador que esta poesía había merecido en el pasado: era sencillamente incompatible con la proliferación de cancioneros, poetas y poesía, a no ser que hubieran enloquecido todos a la vez. Tras tanta pasión creadora, había de latir alguna pasión humana, y esta ha sido la convicción que me ha guiado desde entonces, hace ya casi medio siglo; desentrañarla no siempre era fácil y sin duda había que hacerlo a diversos niveles. Desde los trabajos de Duby sobre la sociedad cortés conocemos la importancia de esta literatura en la transmisión de los valores aristocráticos, plenamente vigentes en nuestro siglo a pesar de interpretaciones sociológicas facilonas entonces de moda; los estudios sobre el ceremonial, la representación del poder y la propaganda nos han enseñado a valorar los poemas que celebran entradas, salidas o despedidas; los trabajos recientes sobre el arte de motejar y su relevancia social durante el primer Renacimiento nos han permitido valorar de otra manera cierta poesía «de circunstancias» y los estudios sobre las minorías étnicas y sus horribles sufrimientos en los dos siglos sucesivos no permiten seguir juzgando ciertas composiciones como meros debates teológicos en abstracto, o como bromas intrascendentes sobre ciertos hábitos culinarios o de convivencia: lo que se estaba jugando era muy serio, y lo pagaron con sangre tanto los desdichados que perdieron como el país que se perdió tras ellos. A su lado siempre hemos conocido poemas de contenido necesariamente político o programático que hoy estamos en mejores condiciones para valorar y, por supuesto, ciertos homenajes desmadrados a Isabel la Católica (pero no solo estos) los entendemos ahora con mayor propiedad. Hoy el velo se está levantando desde diversos ángulos, pero tengo la seguridad de que los miles de poemas que duermen en los cancioneros nos depararán no pocas sorpresas. El poema y su comentario despiertan interés desde otro punto de vista: su profundidad doctrinal. Don Gómez era uno de aquellos nobles letrados, con muy seria preparación cultural, que nunca faltaron en Castilla desde los tiempos de Alfonso el Sabio (también aquí hemos sufrido la invasión de ciertos tópicos, incrementados por la dificultad o la imposibilidad de adaptar a Castilla un humanismo latino y civil a la italiana); como se podrá ver, cita la Biblia según la Vulgata, había estudiado muy en serio a Séneca (y a otros humanistas) quizá solo en castellano, conocía bien la cronística autóctona y disponía de algún que otro repertorio de sentencias en lengua latina. Y era muy capaz de usar estos conocimientos para arrimarlos a su causa, la de su hermana o la de sus amigos o protectores, con un gran sentido de la oportunidad y de la adecuación. Este poema, especialmente a través del comentario, revela una densidad de lecturas y una maduración intelectual que empezaron a desaparecer del panorama cas-

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Presentación

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tellano tras la muerte de Juan II, Cartagena o el marqués de Santillana, como el mismo poeta puso de manifiesto en la sentida elegía que le destinó. Las emergencias del reinado de Enrique IV, su desinterés por las letras y el uso publicitario y socializador a que las sujetaron los Reyes Católicos dejaron un hueco que solo acertó a cubrir el garcilasismo y sus seguidores, con un talante intelectual ya completamente nuevo, internacional y a la altura de los tiempos. También desde este punto de vista, al poema que nos ocupa le corresponde un lugar de honor en la historia de nuestras letras a pesar de que, probablemente, a don Gómez no se le dio demasiado bien el verso de arte mayor. No puedo en este punto dejar de agradecer a Isabella Proia la cuidada revisón a la que ha sometido este libro y la elaboración de los índices onomásticos. Roma, diciembre de 2015

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1 Poesía y realidad en el Cuatrocientos Uno de los prejuicios críticos que más han condicionado la comprensión de la lírica cuatrocentista fue consolidado por Marcelino Menéndez y Pelayo en su Antología de poetas líricos castellanos: «coplas fútiles, coplas de cancionero, versos de amor sin ningún género de pasión, devaneos tan insulsos que parecen imaginarios, conceptos sutiles y alambicados, agudezas de sarao palaciego tan pronto dichas como olvidadas, burlas y motejos que no sacan sangre: algo, en suma, que recrea agradablemente el oído sin dejar ninguna impresión en el alma»1. Tras un juicio como este, de la pluma de uno de los mejores conocedores de la poesía española de todos los tiempos, la reacción fue inevitable: esta producción quedó fuera del canon y apenas resultó abordada sino como documento lingüístico e histórico por unos pocos beneméritos investigadores que nunca la tomaron demasiado en serio. De ahí algunas ediciones que fueron apenas transcripciones, sin estudio de la transmisión ni anotación, sin un análisis serio del contenido; de ahí algunos análisis superficiales de estudiosos por 1   Primera edición en Madrid, 1890-1908, 13 vols., que cito por la reimpresión en Santander, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945, vol. X, pp. 209. El tema es ya viejo, citaré solo las consideraciones de Keith Whinnom, «Hacia una interpretación y apreciación de las canciones del Cancionero general», Filología, 13, 1968-1969, pp. 361-381, traducción muy incorrecta de «Towards the Interpretation and Appreciation of the Canciones of the Cancionero general of 1511» (que el autor desautorizó en su momento), hoy publicada en su versión original en el volumen póstumo Medieval and Renaissance Spanish Literature. Selected Essays, ed. Alan Deyermond, W. F. Hunter, Joseph Snow, presentación y estudio preliminar de Alan Deyermond, Exeter, University of Exeter Press/Journal of Hispanic Philology, 1994, pp. 114-132, especialmente p. 118; véase también la introducción a mi Poesía española. 2. Edad Media: lírica y cancioneros, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 9 y 10, y a su reedición ampliada y actualizada, Madrid, Visor, 2009.

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otra parte muy rigurosos al abordar aspectos como las composiciones alegóricas, la presencia de los clásicos o los temas filosóficos. Ni que decir tiene que hoy casi nadie suscribe tales consideraciones y que tras el aluvión, y hasta la moda investigadora que se ha volcado sobre el tema en las últimas décadas, la perspectiva ha cambiado por completo; sin embargo, sus consecuencias últimas son dificilísimas de erradicar. Hoy nadie duda ya de que esta poesía pueda tener un valor estético, lingüístico o cultural, incluso al margen de los grandes poetas que sí entraron en el canon: Santillana, Mena y los dos mayores Manrique; contamos con ediciones de gran nivel, con estudios de calidad excelente sobre diversos géneros, autores y obras y con magníficas prospecciones sobre el itinerario de los grandes cancioneros2. Superada la marginalidad, ha pasado a ser un tema central del medievalismo español que, a pesar de los graves problemas de otros medievalismos, se ha situado en nuestros días en el centro de los estudios literarios. Creo, sin embargo, que queda una parcela inmensa sujeta a exploración, prácticamente desconocida todavía: la estricta vinculación de la lírica cortés con la realidad social de su tiempo3 y, más exactamente, su vocación política, su uso constante en las luchas partidistas4. Para ello, partiré de un poema de Gómez Manrique bien conocido, la Consolatoria a la condesa de Castro, del que derivaremos luego hacia otras composiciones del mismo autor y del marqués de Santillana; una vez establecida la vinculación de estas composiciones con las luchas políticas de su tiempo, intentaré establecer su relación con lo que hoy entendemos por ideología y su posible aplicación a los conflictos políticos del siglo xv. Ante todo, y aun a riesgo de repetir un haz de obviedades, habrá que examinar qué se entendía por contienda política en el Medioevo. No se trata de que no existiera nada semejante a lo que hoy entendemos por partidos políticos, sino 2   Para una visión de conjunto, remito a mi Poesía española. 2. Edad Media: lírica y cancioneros. 3   Por mi parte, vengo insistiendo en estos aspectos desde hace tiempo; remito solo a «La poesía es un arma cargada de futuro: polémica y propaganda política en el Cancionero de Baena», en Juan Alfonso de Baena y su cancionero. Actas del I Congreso Internacional sobre el Cancionero de Baena (Baena, del 16 al 20 de febrero de 1999), ed. J. L. Serrano Reyes y J. Fernández Jiménez, Baena, Ayuntamiento de Baena, 2001, pp. 15-52. 4   Véase por ejemplo María Morrás, «La ambivalencia en la poesía de cancionero: algunos poemas en clave política», Iberia cantat. Estudios sobre poesía hispánica medieval, ed. Juan Casas Rigall y Eva Mª Díaz Martínez, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2002, pp. 335-370. Un análisis de conjunto de los problemas políticos involucrados en el Cancionero de Baena puede verse en Óscar Perea Rodríguez, La época del ‘Cancionero de Baena’: los Trastámara y sus poetas, Premio Internacional de Investigación Juan Alfonso de Baena, Baena (Córdoba), Centro de Documentación Juan Alfonso de Baena, 2009.

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que la forma de actuar de los elementos políticamente activos (muy reducidos en el conjunto de la población) difería completamente de los de la Europa posterior a la Revolución Francesa. Los grupos sociales legitimados y más o menos organizados para administrar la cosa pública eran muy reducidos y lo hacían con presupuestos, fines y medios distintos de los que nosotros conocemos. Los sectores políticamente activos son fáciles de identificar: por un lado, estaba la Iglesia con sus diversos instrumentos (las órdenes religiosas y la estructura secular, en particular, el Papado y los obispados); por otro lado, los grandes linajes, articulados alrededor de la monarquía pero casi siempre en conflicto con ella. Un tercer polo de acción política giraba en torno a las ciudades, aunque generalmente les corresponda una función de menor relieve en la producción literaria en castellano, de ámbito preferentemente cortés y eclesiástico. También la Iglesia y las instancias seculares del poder se enfrentaron entre sí, a veces muy violentamente, por el control de la sociedad: la cruzada contra los albigenses y, sobre todo, el choque entre el Papado y el Imperio en los siglos xii y xiii fueron los momentos más duros de estos conflictos, que habrían de desembocar en el cisma de Aviñón y en nuevos episodios de violencia, como el sacco di Roma por las tropas imperiales en 1527. Sin embargo, y a diferencia de nuestro entorno de referencia, la violencia legítima no era solo la del Estado; «la mentalidad caballeresca vino a reforzar la idea de que los nobles tenían derecho a hacer la guerra cuando su honra fuera ultrajada, considerando que los conflictos que se emprendían para evitar una deshonra o para vengarla entraban en la categoría de guerra justa»5, de ahí la frecuencia de la guerra privada. Las querellas entre linajes en algunas ciudades, como por ejemplo Valencia6, o en ciertas regiones, como el País Vasco7, se convirtieron en cánceres sociales contra los que los poderes públi5   Francisco García Fitz, Guerra e ideología. Justificaciones jurídicas y religiosas, Madrid, Sílex, 2003, p. 47; todo ello a pesar de que, desde el punto de vista estrictamente jurídico, el rey se había reservado siempre una de las regalías mayores, el derecho de guerra y paz (véase Isabel Beceiro Pita, «Los estados señoriales como estructura de poder en la Castilla del siglo xv», en Realidad e Imágenes del poder. España a fines de la Edad Media, coordinación Adeline Rucquoi, Valladolid, Ámbito, 1988, pp. 293-325, especialmente p. 295). 6   Salvador Carreres Zacarés, Notes per a la història dels bandos de Valencià, Valencia, Acción Bibliográfica Valenciana, 1930 y el más reciente Rafael Narbona, «Violencias feudales en la ciudad de Valencia», Revista de Historia Medieval, 1, 1990, pp. 59-86. 7   Véase José Ramón Díez de Durana (ed.), La lucha de bandos en el País Vasco: de los Parientes Mayores a la Hidalguía Universal. Guipúzcoa, de los bandos a la provincia, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1998 y José Á. Lema Pueyo, Jon A. Fernández de Larrea Rojas, Ernesto García Fernández, José A. Munita y José R. Díaz de Durana, Los señores de la guerra y de la tierra. Nuevos textos para el estudio de los parientes mayores guipuzcoanos 1265-1548, San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa, 2000.

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cos carecían a menudo de recursos eficaces; en el caso castellano, las luchas de bandos configuraron la vida del reino durante todo el siglo8. La ordalía (particularmente frecuente en el alto medioevo) y el duelo9 ya no eran sino vías institucionalizadas para canalizar la conflictividad aristocrática y evitar la proliferación de guerras privadas, pero en la práctica el ejercicio de la violencia era un recurso habitual en la resolución de los conflictos sociales a todos los niveles10; los motines de todo tipo, incluso los pogromos antijudaicos, adquirían en este contexto cierta legitimación. La plasmación de las ideas políticas en formas literarias —y, por ende, su conversión consecuente en formas públicas de ceremonial y propaganda— ha sido repetidamente estudiada para la Castilla del siglo xv, donde el material es rico y variado, por José Bermejo Cabrero11 o José Manuel Nieto Soria12; la perspectiva que se adopta en estos estudios es, preferentemente, la del poder real. Siendo la Castilla de este siglo el escenario de un perpetuo enfrentamiento entre nobleza y monarquía, según la acertada formulación de Luis Suárez Fernández13, se echa a faltar en los estudios un conocimiento equivalente desde el punto de vista aristocrático que, sin duda, dejó menos documentación, pero que, sobre todo, no fue objeto de una teorización como la que produjo la Iglesia14 o la realeza. En el actual estado de la cuestión, no cabe duda de que la monarquía castellana fue el mayor promotor de las letras; pero, siendo la poesía cortés 8   Véase la sucinta visión de conjunto de Mª Concepción Quintanilla Raso, «Estructura y función de los bandos nobiliarios en Córdoba a fines de la Edad Media», Bandos y querellas dinásticas en España al final de la Edad Media. Coloquio de la Biblioteca española de Paris, Paris, Biblioteca Española, 1991, pp. 157-184, especialmente p. 175, y, para el período que nos ocupa, María Isabel Del Val Valdivieso, «Los bandos nobiliarios durante el reinado de Enrique IV», Hispania, 35, 1975, pp. 249-293. 9  Véase Cartas de batalla, edición de Antonio Orejudo, Barcelona, PPU, 1993, además de los ya clásicos Martín de Riquer, Lletres de batalla, Barcelona, Barcino, 1963, 3 vols., y su Caballeros andantes españoles, col. Austral, 1397, Madrid, Espasa-Calpe, 1967. 10   Véase por ejemplo David Nirenberg, Comunidades de violencia, Barcelona, Península, 2001. 11   Derecho y pensamiento político en la literatura española, Madrid, G. Feijoo, 1980. 12   «Apología y propaganda de la Realeza en los cancioneros castellanos del siglo xv. Diseño literario de un modelo político», En la España Medieval, 11, 1988, pp. 185-221, que citaremos a menudo, así como su Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos xiii-xvi), Madrid, Universidad Complutense, 1988, donde hace acopio de materiales literarios. 13   Nobleza y monarquía. Puntos de vista sobre la historia política castellana del siglo xv, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1975. 14   La teoría política medieval nació en el seno de la Iglesia, de la cancillería imperial o de las monarquías, sobre todo como resultado de sus enfrentamientos, pero partió casi siempre de concepciones teológicas; véase la sucinta presentación de Jürgen Miethke, Las ideas políticas de la Edad Media, Buenos Aires, Biblos, 1993.

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también ocupación cultural favorita de la nobleza, esperaríamos encontrar en ella una notoria presencia de sus propios puntos de vista que, sin embargo, no han sido detectados hasta la fecha. A mi parecer, tanto en los estudios literarios como en los históricos ha faltado la conciencia de que la lírica cuatrocentista en castellano era la plasmación por escrito de las inquietudes, anhelos y manifestaciones vitales de las clases dirigentes, y no una retórica vacua e intemporal como se viene aceptando desde Menéndez y Pelayo. Que el Laberinto de Fortuna sea un manifiesto promonárquico resulta evidente y ha sido estudiado como tal en repetidas ocasiones; pero en los cancioneros se camuflan numerosas composiciones que solo necesitan ser iluminadas desde el ángulo apropiado para poner de manifiesto la voz de los otros agentes políticos y, en particular, la de la nobleza. En esta exposición intentaré demostrar que un supuesto poema religioso-moral de Gómez Manrique, la Consolatoria a la condesa de Castro, no es sino un poema político de celebración y de exaltación linajística. En este contexto, y a diferencia de cuanto sucede en la Europa moderna, la producción escrita, literaria o doctrinal, de contenido manifiestamente político puede parecer secundaria: las bases ideológicas en que se fundaban eran de tipo moral o religioso, no político, y la publicación de manifiestos, proclamas, sátiras o panfletos, lejos de constituir el ámbito privilegiado de los conflictos y el instrumento idóneo para resolverlos, se limitaba a dar soporte teórico y presencia pública a litigios cuya resolución eficaz se oficiaba mediante negociaciones a punta de lanza o de espada (o a golpe de excomunión). El instrumento más eficaz solía ser la correlación de fuerzas militares15 o, en el mejor de los casos, la posibilidad de influir sobre las escasas personas con capacidad decisoria. De ahí que la relación entre ideología, controversia política, propaganda y conflictos públicos durante el medioevo, aunque en la práctica se ha impuesto en los últimos años (en particular en el ámbito de la historia de las sociedades), despierte todavía ciertas reservas por parte de algunos estudiosos16; aspecto muy comprensible si atendemos al intenso etnocentrismo   De ahí el error de Luis Suárez Fernández al proponer la equiparación de las confederaciones nobiliarias y bandos con los actuales partidos políticos en «Gestación de los partidos políticos castellanos en el siglo xv», en Bandos y querellas dinásticas en España al final de la Edad Media, pp. 29-35, donde ofrece por otra parte una magnífica vista de conjunto de esta problemática. 16   Véanse particularmente las observaciones de Stefano Asperti, «Testi poetici volgari di propaganda política (secoli xii e xiii)», en La propaganda politica nel basso medioevo. Atti del XXXVIII convegno storico internazionale. Todi, 14-17 ottobre 2001, Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 2002, pp. 533-558. Para la visión de un historiador de la cultura medieval buen conocedor de estos aspectos, José Manuel Nieto Soria, «La 15

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y hasta miopía histórica de que adolecen ciertos estudios actuales sobre las ideologías, nacidos y desarrollados en el ámbito de la sociología y la ciencia política y de espaldas a las formas sociales del pasado. Por último, ha de tenerse también en cuenta que la literatura vinculada a objetivos políticos, durante la Edad Media y mucho después, no suele tratar directa o aparentemente de política, al menos tal como nosotros la entendemos: «la Edad Media no conoció la teoría política en el sentido moderno del término (...) [el] orden político de la sociedad constituía una parte aún no desvinculada y todavía no claramente deslindada del conjunto de la vida de la época»17; el pensamiento político, aun en sus orientaciones más propensas a reconocer la autonomía del poder secular respecto al Papado, partía siempre de premisas teológicas18. Sería una vacuidad decir que la política como disciplina o herramienta intelectual autónoma nace con Maquiavelo y, por tanto, ya al límite del período que en los estudios literarios españoles definimos como Edad Media; sin embargo, esta obviedad no siempre se tiene en cuenta: «aún no se había llegado a una consideración técnica de la política. En los asuntos de gobernación era siempre el aspecto moral de los reyes y oficiales de la Administración lo que quedaba destacado en primer término»19. Se consideraba que el bien común era fruto de la bondad y de la justicia, a su vez subordinadas a los preceptos divinos20; por tanto, su consecución derivaría necesariamente de la sintonía entre la actuación de los hombres y las normas que deben regirla: «La vida política, según la feliz expresión de [Juan de] Mena, está condicionada en gran medida propaganda política de la teocracia pontificia a las monarquías soberanas», en José Manuel Nieto Soria et al., Propaganda y opinión pública en la historia, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2007, pp. 15-47. 17   J. Miethke y Francisco Bertelloni, Las ideas políticas de la Edad Media, pp. 10-11. 18   Los enfrentamientos entre el Papado y el Imperio desde el siglo xii, después entre Bonifacio VIII y la monarquía francesa, propiciaron una corriente de pensamiento muy ambiciosa que propugnaba la separación de poderes, pero lo hacía con argumentos de base teológica; ha reconstruido este proceso Georges de Lagarde, La naissance de l’esprit laïque au déclin du Moyen Âge, Paris, Nauwelarts, 1956-1970, 5 vols., quizá demasiado polarizado en las figuras de Nicolás de Cusa y Guillermo de Ockam. En realidad, todavía el Tractatus Theologico-Politicus de Baruch Spinoza se basaba exactamente en argumentos teológicos. 19   José Luis Bermejo Cabrero, «Las ideas políticas de Enríquez del Castillo», Revista de la Universidad Complutense de Madrid, 86, 1973, pp. 61-78, especialmente p. 64. Ottavio di Camillo, al analizar las concepciones de Alonso de Cartagena, subraya la ambigüedad derivada de haber subordinado, como todo el pensamiento medieval, «la política a la ética (...) canalizando ambas hacia un común objetivo religioso, la salvación» (El humanismo castellano del siglo xv, Valencia, Fernando Torres, 1976, p. 177). 20   Véase J. M. Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (Siglos xiii-xvi), básicamente pp. 46-48, aunque el tema está en la base de todo el libro.

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por el comportamiento moral de las personas»21. Desde otro punto de vista, si bajamos de las concepciones teóricas a las necesidades de su expresión pública y de la propaganda, habremos de recordar con José Manuel Nieto Soria que «ante la insuficiencia y, a veces, la complejidad (...) del lenguaje político (...) el símbolo religioso cubrirá la necesidad de comunicar mensajes políticos de la forma más vasta posible (...) el símbolo religioso posee un extraordinario poder legitimador por sí mismo aplicado a las realidades políticas, permitiendo la sacrilegización de cualquier pretensión impugnadora del poder político, legitimado y justificado a partir de referencias religiosas»22. A la interpretación religiosa de la vida, derivada de las enseñanzas de la Iglesia y dominante, sin duda, en este período, la cultura cortés superpuso concepciones de tintes más laicos, la caballería y la cortesía durante los siglos xi-xiii, el pensamiento antiguo (especialmente el estoicismo) durante el siglo xv; sus aportaciones emergerán continuamente en este estudio, pero hemos de ser conscientes de que solo dieron variedad al cuadro de referencia sin apenas alterar sus líneas esenciales, pues si la propaganda fue a menudo ocupación de la nobleza y de los letrados a su servicio, la teorización política nunca perdió sus andaderas teológicas. Anticipando algunas referencias que profundizaremos más adelante, basta comparar la Querella de la gobernación de Gómez Manrique con el comentario de Pero Díaz de Toledo para percibir este fenómeno y su profundidad: el primero se limita a enunciar los motivos de descontento de los nobles con la política de Enrique IV, el segundo justifica aquellos versos con argumentos filosóficos, teológico-escriturísticos y de historia antigua23. De ahí que en el ámbito de la literatura política habremos de incluir obras cuya intencionalidad no se deriva necesariamente del contenido explícito de la obra, pero resulta inevitable si atendemos al contexto en que se creó y en que fue recibida. En este ámbito, resultan imprescindibles conceptos como el de horizonte de expectativa24 o el de fuerza   J. L. Bermejo Cabrero, Derecho y pensamiento político en la literatura española, p. 75.   J.M. Nieto Soria, «Apología y propaganda de la Realeza en los cancioneros castellanos del siglo xv. Diseño literario de un modelo político», especialmente p. 198. Para el problema más general del aprovechamiento de los materiales literarios en la historia de las mentalidades, véase Michel Vovelle, «Pertinencia y ambigüedad del testimonio literario», en Ideologías y mentalidades, Barcelona, Ariel, 1985, pp. 37-50. 23   Citaré las obras de Gómez Manrique por mi edición en Poesía cortesana (siglo xv). Rodrigo Manrique, Gómez Manrique, Jorge Manrique, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2009, en este caso el nº 51 y el apéndice 2. Una edición crítica de la «Consolatoria» puede verse en este mismo volumen. 24   El introductor de este concepto en los estudios literarios fue Hans Robert Jauss, Storia della letteratura come provocazione, Torino, Bollati Boringhieri, 1999 (primera edición Literaturgeschichte als Provokation, Frankfurt, Suhrkamp, 1974); una perspectiva metodológica muy próxima es la que adopta Reinhart Koselleck, «“Espacio de experiencia” y “horizonte 21

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elocucionaria; no basta con el contenido de una obra para enjuiciar su impacto, hemos de tener en cuenta su entorno cultural original, la ideología, los intereses y los objetivos de sus creadores y receptores inmediatos. Propondré a continuación la interpretación política de un pequeño grupo de obras que, si nos atenemos a su texto, apenas sugieren esta posibilidad: el Bías contra Fortuna de Santillana, la Consolatoria a la condesa de Castro y la Defunsión de García Laso de la Vega de Gómez Manrique. Recientemente reuní un ramillete de indicios a favor de una lectura en esta clave para gran parte del cancionero de este autor25, especialmente los grandes poemas morales de su madurez. Detrás de la Querella de la gobernación se evidencia la intensa campaña de la nobleza contra el gobierno de Enrique IV (que el comentario de Pero Díaz de Toledo pone paladinamente en primer plano), y el supuesto programa político o modelo de gobernante presentado en el Regimiento de príncipes26 es, en la práctica, un elogio descarado de Isabel y Fernando, de quienes se afirma ya en el prólogo que «avéis menester pocas ayudas humanas para proseguir el virtuoso camino que avéis començado». Basta con leer uno junto al otro los dos textos para percibir cómo los mismos principios podían aplicarse a la denigración de un poderoso o al encumbramiento del otro, cómo don Gómez fue siempre el poeta y portavoz de su propio partido, y su poesía, un instrumento de poder y propaganda. De la misma manera, las Coplas a Diego Arias de Ávila (nº 58) pueden ser la simple admonición a un poderoso engreído, pero la referencia en la epístola inicial a unas «libranzas» (quizá pagos del tesoro real) que el interesado había mandado quitar a don Gómez, junto a las referencias a los tiempos revueltos de Enrique IV y el tono casi amenazante de algunos pasajes de expectativa” dos categorías históricas», en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, pp. 333-357 (primera edición «“Erfahrungsraum” und “Erwartungshorizont” - zwei historische Kategorien», en Soziale Bewegung und politische Verfassung. Beiträge zur Geschichte der modernen Welt, ed. Ulrich Engelhardt, Volker Sellin y Horst Stuke, Stuttgart, Klett Verlag, 1976, pp. 13-33) y en el ámbito de la Historia del Arte lo ha hecho también David Freedberg, El poder de las imágenes: estudios sobre la historia y la teoría de la respuesta, Madrid, Cátedra, 1989. Todos ellos partieron de Hans Georg Gadamer, Wahrheit und Methode: Grundzüge einer philosophischen Hermeneutik, Tübingen, Mohr, 1960, de la que hay edición española Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 1977. 25   Véase el prólogo a mi edición de Poesía cortesana (siglo xv). Rodrigo Manrique, Gómez Manrique, Jorge Manrique, pp. xxvii-xxxi. Había avanzado ya decididamente por este camino, con notable acierto, José María Rodríguez García, «Poetry and Penal Practices in Late-Fifteenth-Century Toledo: Rereading Gómez Manrique», Journal of Medieval and Early Modern Studies, 35, fasc. 2, 2005, pp. 245-288. De otras propuestas de lectura política que afectan a obras concretas objeto de nuestro estudio nos iremos ocupando a lo largo de este trabajo. 26   Nº 83 de mi edición.

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(«fartos te vienen días / de congoxas tan sobradas / que las tus ricas moradas / por las choças o ramadas / de los pobres trocarías») invitan a ver mucho más, sin que pueda limitarse a un fondo antisemita o a una supuesta animadversión contra los conversos27. 2 Ideología, sociedad y Medioevo28 Así como la teoría del análisis ideológico, intensamente desarrollada a lo largo del siglo pasado, es corrientemente aplicada en los estudios de literatura contemporánea, su adaptación a períodos anteriores de la historia literaria resulta menos frecuente y poco precisa, y carecemos en la práctica de una tradición consolidada relativa al análisis de estos fenómenos en la literatura medieval29. Una parte de nuestras dificultades procede de la trayectoria misma de este tipo de estudios: sería pretencioso y simplista pretender una síntesis en pocas líneas de un problema que, desde diversos puntos de vista, se ha convertido en la clave de los estudios sociales del siglo xx, pero no queda más remedio que esbozar un cuadro de referencia. Como es bien sabido, su primera formulación organizada parte de un libro de Karl Marx y Friedrich Engels de publicación tardía, Die deutsche Ideologie30, sobre el cual el pensamiento marxista31 desarrolló su análisis como un instrumento más para la lucha de clases; para sus cultivadores, desdoblados por lo 27   Carl W. Atlee, «A Reassessment of the Satirical Nature of Gómez Manrique’s Coplas para Diego Arias de Ávila», La Corónica, 35, 2007, pp. 173-208. 28   En este apartado y en el siguiente desarrollo el contenido de «Edat mitjana, ideologia i literatura», en Literatures ibériques medievals comparades. Literaturas ibéricas medievales comparadas, Alacant, Universitat d’Alacant/SELGYC, 2012, pp. 113-132. 29   Lo cual no significa que no conozcamos trabajos muy valiosos; anticipo ahora, por ejemplo, Óscar Perea Rodríguez, «Propaganda ideológica pro-Trastámara en el “Cancionero de Baena”», en Castilla y el mundo feudal. Homenaje al profesor Julio Valdéon, Valladolid, Junta de Castilla y León-Universidad de Valladolid, 2009, vol. 2, pp. 583-593, muy ligado a la escuela historiográfica de la Universidad Complutense. 30   Escrita en 1845, fue publicada por primera vez en Karl Marx y Friedrich Engels, Die deutsche Ideologie. Kritik der neuesten deutschen Philosophie in ihren Repräsentanten, Feuerbach, B. Bauer und Stirner, und des deutschen Sozialismus in seinen verschiedenen Propheten, en Historisch-kritische Gesamtausgabe. Werke, Schriften, Briefe, ed. D. Rjazanov, Frankfurt, Auftrage des Marx-Engels-Instituts Moskau, 1933, Abt. 1, Bd. 5. 31   Cuya concepción cambió continuamente, dentro de la obra de Marx y Engels y en las teorizaciones de sus sucesores, como ha puesto de manifiesto Terry Eagleton, Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós, 2005; para la evolución del concepto en la obra de Marx, véanse especialmente pp. 101-118; para sus sucesores inmediatos, pp. 119-127.

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general en estudiosos y en agitadores políticos, la ideología es una herramienta de las clases opresoras, pero la toma de conciencia de los oprimidos puede facilitar su emancipación. Esta tradición ha sido, sin duda, una de las más fértiles durante el tercer cuarto del siglo xx, y resulta imposible repasar la evolución del pensamiento ideológico sin ocuparse de Gramsci o Althusser, por ejemplo. Pasado el período de los grandes enfrentamientos armados en la Europa occidental de la primera mitad del siglo xx, cuando la posibilidad de conseguir la revolución socialista se refugia en la acción política de las masas y gana adeptos entre los universitarios y los intelectuales, la perspectiva teórica se amplía y la ideología pasa a primer plano entre las herramientas para la construcción de una nueva sociedad y para la creación de una conciencia y una cultura liberadoras32; de ahí que conectara fácilmente con otras tradiciones intelectuales que se juzgaban también revolucionarias, el psicoanálisis ante todo33. Desde los orígenes de la sociología de la literatura, una parte muy importante de la crítica literaria se había integrado con naturalidad en este bando, en el que permaneció durante las décadas siguientes: «Theory for this early seventies kind —Marxist, feminist, structuralist— was of a totalizing bent, concerned to put a whole form of political life into question in the name of some desirable alternative [...] It was, to adapt a phrase of Louis Althusser’s, political struggle at the level of theory»34. No en vano, los estudios de literatura y cultura medieval palidecen en este período: la investigación de la gran escuela francesa a la que debemos en última instancia su rehabilitación, la de la revista Annales, se orientaba primero hacia los aspectos económicos, que para la teoría marxista de entonces resultaban determinantes35; con la renovación de perspectivas propia de la segunda mitad del siglo xx, se encamina hacia los estudios de la mentalidad que, según el pensamiento clásico marxista, resultaban secundarios. Por otra parte, proyectar sobre la Edad Media los problemas del presente o buscar referentes útiles para entenderlos resulta complicado si nos apartamos de grandes tópicos historiográficos como la aparición de la burguesía o de la economía de mercado, que difícilmente son transferibles a una producción literaria   El estudio de John B. Thompson, Studies in the theory of ideology, Cambridge, Polity Press, 1984, es fundamentalmente una revisión de la evolución del pensamiento ideológico en el seno del marxismo europeo después de la Segunda Guerra Mundial. 33   Íntimamente asociado con la sociología de la literatura, su presencia es omnipresente en Francia: basta con seguir el estado de la cuestión de Pierre V. Zima, Manuel de sociocritique, Paris, L’Harmattan, 2000. 34   Terry Eagleton, Literary theory: an introduction, Cambridge, Blackwell, 1996, p. 192. 35   Todavía Guy Bois, La Grande dépression médiévale. xive-xve siècles: le précédent d’une crise systémique, Paris, Presses Universitaires de France, 2000, orienta su interpretación de conjunto de la Edad Media a partir de un análisis económico. 32

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centrada, en aquel período, en la corte y en la Iglesia; realmente, era necesaria la capacidad de un Erich Köhler36 para intentarlo, de ahí, en gran medida, la decadencia de estas investigaciones en los años setenta. Desde entonces, estos debates perdieron actualidad: en los años cincuenta y sesenta había aún quien se sentía capaz de justificar, si no de defender, tropelías como la expulsión de los judíos o los desmanes de la Inquisición, por lo que la polémica del presente se podía trasladar a la Edad Media como hicieron, en gran medida, Sánchez Albornoz y Américo Castro. Sin embargo, al quedar relativamente apartados del debate ideológico, los estudios medievales, aun corriendo el peligro de distanciarse de los problemas de nuestro tiempo, se han liberado de un pesado lastre y han recuperado una cierta parte de su interés: el Medioevo es nuestro espejo lejano37, una cultura a la vez nuestra y ajena, que podemos estudiar con cierta distancia sin dejar de estar involucrados en sus consecuencias. Si hemos perdido vigencia para el hombre de la calle, hemos ganado independencia y objetividad en las investigaciones. Aparte de la intelectualidad marxista, el estudio de la ideología fue abordado también por la sociología empírica; una de sus piedras fundacionales, el Traité de sociologie générale de Vilfredo Pareto, resulta ser una densa monografía dedicada exclusivamente al tema, aunque nada fácil de interpretar por su enfoque y por el uso de una terminología hoy olvidada38. En su opinión, las ideologías se fundamentan en los núcleos elementales de la psicología humana (igualdad, poder, libertad...), de ahí su escasa permeabilidad a la crítica racional, y desarrollan concepciones más o menos complejas que resultan útiles para gobernar la sociedad. De ahí que no sean ni verdaderas ni falsas, ni buenas ni malas, aunque en su aplicación puedan producir resultados positivos o negativos; de ahí también que no resulte pertinente preguntarse por la sinceridad o el grado de verdad con que son usadas en las querellas políticas. Podemos decir, en general, que esta escuela tiende a elaborar sus productos con la pretensión de objetividad y de racionalidad propia de las ciencias sociales39, tratando, hasta donde sea posible, de obtener conclusiones al margen de las posiciones ideológicas de los autores; cabe, por tanto, suponer que nos dará un producto más neutro y fácil de utilizar. Nada más alejado (desgraciadamente) de la realidad. 36   Erich Köhler, Sociologia della fin’amor, traducción y edición de M. Mancini, Padova, Liviana Editrice, 1976. 37   Tomo el sugerente título de Barbara W. Tuchman, Un espejo lejano. El calamitoso siglo xiv, Barcelona, Península, 2000. 38   Que no ha dejado de publicarse desde 1916; hoy puede verse en la edición francesa de Pierre Boven (Genève, Droz, 1968). 39   Pierre Zima, Manuel de sociocritique, p. 167, subraya el hecho de que estos planteamientos formalmente cientificistas han sido adaptados artísticamente por el Nouveau roman.

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Los estudios sociológicos carecen, por lo general, de una dimensión histórica en sentido estricto: tratan de explicar el presente, no el pasado, y cuando acuden a él suelen carecer de la perspectiva suficiente. Sorprende, por ejemplo, que un conocido estudioso, en una revista de prestigio, pueda afirmar que «jusqu’en 1914 le système était homogène, parce que européen: les partenaires partageaient un grand nombre de valeurs communes, de telle sorte que l’idéologie pouvait être limitée au minimum»40. Según esto, ni las guerras de religión ni las revoluciones liberales ni la Comuna de 1848 (por no hablar del choque entre los nacionalismos alemán y francés desde la Guerra Franco-prusiana) habrían tenido nada que ver con las ideologías, por no hablar, naturalmente, de la Edad Media; es más: se acepta a menudo que no pudieron existir ideologías antes de la Revolución Francesa41, lo cual puede ser correcto si añadimos la coletilla «tal como se desarrollan en la sociedad contemporánea», que es, precisamente, el problema que tratamos de soslayar. Por otra parte, este tipo de trabajos se dedica de ordinario a explicar los conflictos ideológicos operantes en la sociedad actual, por lo que difícilmente resultan aplicables a otros períodos históricos42. 40   Jean Baechler, «De l’idéologie», Annales. Economie, Sociétés, Civilisations, 27, 1972, pp. 641-664, especialmente p. 661. El párrafo parece un lapsus, pues inmediatamente antes había intentado explicar la evolución de la sociedad europea a partir de la hipótesis de que «l’évolution de la société occidentale, depuis le xie siècle, tend à multiplier les productions idéologiques» (p. 660). Sin embargo, no deja de ser sintomático de su dificultad para manejar criterios históricos. 41   Esta perspectiva era generalmente aceptada en los estudios sociales de hace medio siglo y lo fue aún, aunque con limitaciones conceptuales, por Jürgen Habermas, Technik und Wissenschaft als ‘Ideologie’, Frankfurt, Suhrkamp, 1968 (donde incluye tres ensayos publicados con anterioridad), que cito por la versión española: «Ciencia y técnica como ideología», en el volumen del mismo título, Madrid, Tecnos, 2002, pp. 53-112. Hoy, sin embargo, parece felizmente superada; véase J. B. Thompson, Studies in the theory of ideology, pp. 34-35. 42   Véase, también de Jean Baechler, Qu’est-ce que l’idéologie, Paris, Gallimard, 1976; a pesar de su pobreza teórica y su limitación a las formas políticas del siglo xx, por la extensión de los fenómenos estudiados nos resultará útil a lo largo de nuestra exposición. De todas formas, esta es la orientación general de los estudios sociológicos, fuertemente marcados por el impacto de Jürgen Habermas, Theorie des kommunikativen Handelns. Band I. Handlungsrationalität und gesellschafliche Rationalisierung. Band II. Zur Kritik der funktionalistischen Vernunft, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1981, que cito según la versión castellana de Manuel Jiménez Redondo, Teoría de la acción comunicativa. Tomo I. Racionalidad de la acción y racionalización social. Tomo II. Crítica de la razón funcionalista, Madrid, Trotta, 2010. Para el eco de estos planteamientos en los estudios más recientes, véase J. B. Thompson, Studies in the theory of ideology, pp. 86-90, para la dificultad de conciliar las teorías modernas con las realidades medievales, véase Thomas N. Bisson, La crisis del siglo xii. El poder, la nobleza y los orígenes de la gobernación europea, Barcelona, Crítica, 2010 (el mismo año en que apareció el original inglés en Princeton University Press), pp. 43-47.

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En este contexto, no puede sorprender que la escuela francesa de historia social conocida por la revista Annales, tan atenta al análisis pormenorizado de las mentalidades sociales del pasado, no haya encontrado un hueco cómodo para este tipo de investigaciones. Georges Duby teorizó sobre este concepto43 y lo aplicó muy pronto en su teoría de las concepciones feudales44, siendo seguido por Jean Flori45; sin embargo, en su aplicación práctica, lo que estudian no son tanto ideologías usadas en la acción política cotidiana como construcciones cosmológicas de largo recorrido, interpretables en el contexto de las largas duraciones características de la escuela. Hasta muy recientemente46, la escuela francesa ha preferido enjuiciar estos hechos desde la perspectiva de un tiempo largo donde los planteamientos ideológicos en sentido restringido se difuminan en creencias de arraigo y duración más profundos47; entre los estudiosos de este ámbito con los que es posible identificarse, habría que citar sobre todo los numerosos trabajos de Martin Aurell48. Es cierto que el tipo de estudios que nos interesa ha encontrado otras vías, sea la más genérica del imaginaire49, sea la forma de abordarlo del sociólogo Pierre Bourdieu o de la sociocrítica de Pierre Zima, sobre el que habremos de volver; desde el punto de vista historiográfico resultan también importantes los trabajos sobre legitimación y propaganda, de un ámbito más restringido50. En este período,   Georges Duby, «Historia social e ideologías de las sociedades», en Hacer la historia, ed. Jacques le Goff y Pierre Nora, Barcelona, Laia, 1985, vol. 3, pp. 157-177, edición original Faire l’histoire, Jacques Le Goff y Pierre Nora (dirs.), Paris, Gallimard, 1974-1976. 44   Georges Duby, Les trois ordres ou l’imaginaire du féodalisme, Paris, Gallimard, 1978. 45   Jean Flori, L’idéologie du glaive: préhistoire de la chevalerie, Genève, Droz, 1983. 46   Véase por ejemplo Regards croisés sur la guerre sainte. Guerre, idéologie et religion dans l’espace méditerranéen latin (xie-xiiie siècle). Actes du colloque international tenu à la Casa de Velázquez (Madrid) du 11 au 13 avril 2005, Madrid, Casa de Velázquez, 2006; o Amaury Chauou, L’Idéologie Plantagenêt (xiie-xiiie) siècles, Rennes, 2001, planteados desde una perspectiva perfectamente asumible. 47   Resulta muy significativo el libro de Michel Vovelle, Idéologies et mentalités, Paris, Maspero, 1982; el término «idéologie», usado en la portada, resulta substituido en los títulos de los capítulos por «mentalité». 48   Véase sobre todo Martin Aurell, La vielle et l’épée. Troubadors et politique en Provence au xiiie siècle, Paris, Aubier, 1898 y L’Empire des Plantagenêt, Paris, Perrin, 2004 (2ª ed.), así como numerosos artículos suyos relativos a este período. 49   Para el encuadre filosófico de la relación entre imaginación e ideología véase Paul Ricoeur, «La imaginación en el discurso y en la acción», que cito por la versión española en Del texto a la acción. Ensayos de Hermenéutica II, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 197-218, primero en Savoir, Faire, Espérer. Les limites de la raison, Bruxelles, Publications des Facultés Universitaires Saint-Louis, 1976, pp. 207-228. 50   En el ámbito internacional citaré solo las actas de los congresos Le forme della propaganda politica nel Due e Trecento (Atti del Convegno di Trieste 1993), Roma, École Française de Rome, 1994, La propaganda politica nel basso medioevo. Atti del XXXVIII convegno storico interna43

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algunos medievalistas españoles han abordado los problemas de mentalidad política medieval siguiendo a menudo la iniciativa de José Manuel Nieto Soria, que viene alumbrando publicaciones con este título desde 198851 y ha producido hasta hoy un programa de trabajos complejo y muy útil52. Citaré solo, por servirnos de introducción a la obra en que pretendo basarme, el estudio de Isabel Beceiro Pita53 sobre los bandos aristocráticos en la Castilla del siglo xv, que los analiza no ya como la manifestación del egoísmo de casta, tópico interpretativo de la historiografía liberal española y también de la autoritaria, sino como la ejercitación de un corpus ideológico bien trabado y cimentado en el pensamiento político de la época. Resulta imprescindible detenerse en las propuestas de Ana Isabel Carrasco Manchado54, cuyo estudio sobre el funcionamiento de la ideología en la corte de los Reyes Católicos ha prestado una atención específica al problema de la conciencia ideológica coetánea, explícita y claramente expuesta por sus escritores55. Estos precedentes56 constituyen un punto de partida útil al estudioso de la literatura que pretenda introducirse en tales temas, pero no resuelven ni zionale. Todi, 14-17 ottobre 2001, Spoleto, Centri Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 2002 y Comunicazione e propaganda nei secoli xii e xiii, ed. Rossana Castano, Fortunata Latella y Tania Sorrenti, Roma, Viella, 2007; en el ámbito español puede servir como puesta al día el volumen 17 de los Cuadernos del CEMYR, correspondiente al año 2009, donde avancé los datos contextuales imprescindibles para interpretar correctamente la obra que estudiaré a continuación. 51   José Manuel Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos xiii-xvi), Madrid, Universidad Complutense, 1988. 52   A título de ejemplificación citaré solo Martín Alvira Cabrer, «Guerra e ideología en la España del siglo xiii: la conquista de Mallorca según la crónica de Bernat Desclot», En la España medieval, 19, 1996, pp. 37-50 y Francisco García Fitz, Guerra e ideología. Justificaciones jurídicas y religiosas, Madrid, Sílex, 2003. 53   Véase Isabel Beceiro Pita, «Argumentos ideológicos de la oposición nobiliaria bajo los Trastámaras», Cahiers de Linguistique et de Civilisation Hispaniques Médiévales, 25, 2002, pp. 211-236. 54   Ana Isabel Carrasco Manchado, «Discurso político y propaganda en la corte de los Reyes Católicos (1474-1482)», Madrid, Universidad Complutense, 2000, tesis de doctorado () y sus «Discurso político y propaganda en la corte de los Reyes Católicos: resultados de una primera investigación (1474-1482)», En la España medieval, 25, 2002, pp. 299-379 y «Aproximación al problema de la consciencia propagandística en algunos escritores políticos del siglo xv», En la España medieval, 21, 1998, pp. 229-270. 55   Ana Isabel Carrasco Manchado, «Propaganda política en los panegíricos poéticos de los Reyes Católicos. Una aproximación», Anuario de Estudios Medievales, 25, 1995, pp. 517-543. 56   Por su enfoque, muy ajustado al problema del funcionamiento político de las ideologías durante el Medioevo, citaré también José Ramón Díaz de Durana Ortiz de Urbina y Jon Andoni Fernández de Larrea Rojas, «El discurso político de los protagonistas en el País Vasco al final de la Edad Media», en Lucha política. Condena y legitimación en la España medieval, coord. Isabel Alfonso, Julio Escalona, Georges Martin, Paris, ENS éditions, 2007 (Annexes des Cahiers de Linguistique et de Civilisation Hispaniques Médiévales, vol. 16), pp. 313-336, que describen las proclamas ideológicas de la aristocracia vasca y de las oligarquías de las villas que se les oponían.

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de lejos todos los problemas; la obra literaria produjo en el lector (y aún produce en nosotros, aunque en otra escala) una identificación distinta de la que puede darse con los documentos o testimonios históricos o, en su momento, con los argumentos jurídicos, doctrinales o políticos al uso e incluso sus manifestaciones simbólicas. Este factor permite explicar la difusión e impacto de la ideología que representaba y a su vez hace que la literatura sea instrumento privilegiado para la interpretación de los medios de difusión perdidos u hoy descontextualizados (escudos de armas y emblemas, túmulos funerarios, inscripciones, banderas...) en que se basan los historiadores. Por otra parte, la complejidad conceptual de los instrumentos literarios de difusión ideológica, con la superposición de un nivel interpretativo inmediato de carácter denotativo y un nivel más complejo (el portador de la ideología) de carácter connotativo57 (a los que ha de sumarse la peculiar estructura significativa de la obra literaria58) permite una eficacia a largo plazo que difícilmente encontraríamos en otros medios de difusión de las ideas. Hoy ha perecido casi completamente la producción religiosa, tan importante en la Edad Media, y la literatura de este tipo (por ejemplo, la hagiografía) ha desaparecido del repertorio actual; sin embargo, resultan estéticamente vigentes obras de carácter más estrictamente literario como La Celestina o Tirant lo Blanc, no menos cargadas de ideología específicamente medieval (incluso de contenidos religiosos y morales privativos de su época), pero aún operativos, con otras claves hermenéuticas, sobre la conciencia del lector moderno. La obra literaria es un elemento fundamental en el análisis de las ideologías antiguas, pero su complejidad la vuelve de difícil manejo, especialmente para los historiadores. En este punto resulta difícil escapar a una de las aporías más frecuentes de los estudios sociales: la incapacidad de emitir un juicio histórico que no esté basado en una ideología; el peligro es real, aunque no creo que resulte insuperable. Ya hace siglos que David Hume advertía de la dificultad inmensamente mayor de los estudios humanísticos respecto a las ciencias de la naturaleza, que derivaba, a su juicio, de la complejidad intrínseca de la materia; por otra parte, en la construcción de una ciencia social de la ideología se discutió largamente sobre aspectos hoy lejanos de nuestros planteamientos como si las ciencias exactas son, también ellas, ideologías, así como la rela57   Hago aquí una reinterpretación en clave más lingüística de John B. Thompson, Studies in the Theory of Ideology, pp. 133-139. 58   En el plano de la teoría, quizá los trabajos de mayor influencia sobre la creación de sentido en la lengua literaria hayan sido los de Paul Ricoeur, La Métaphore vive, Paris, Éditions du Seuil, 1975 y Temps et récit, Paris, Éditions du Seuil, 1983-1985.

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ción entre ideología y religión59. Desde el punto de vista de la epistemología de la ciencia, como ha afirmado repetidamente Karl Popper, basta esforzarse en escribir de forma lo más simple, clara, objetiva y despersonalizada posible para acercarse lentamente a un objetivo que, en sí mismo, resulta difícilmente alcanzable; y si hay alguna constatación de la que no podemos dudar es precisamente que las ciencias experimentales, donde estos principios se han aplicado con mayor rigor y constancia, resultan el componente más fácilmente exportable de cuantos productos del trabajo intelectual ha dado la cultura occidental, por lo que quizá no resulte estéril seguir, hasta donde sea posible, su ejemplo en la creación de un método de trabajo y una forma de expresión lo más neutras posible. Intentaré hacerlo en el resto de esta exposición, si bien trataré de curarme algo en salud utilizando simultáneamente los trabajos teóricos procedentes de las distintas escuelas, cuyas conclusiones, una vez nos alejamos mínimamente de sus posiciones de principio, no resultan de hecho tan alejadas como podría parecer leyendo sus manifiestos. Tratando de sintetizar las principales tendencias de los estudios actuales en su aproximación a las ideologías, Terry Eagleton fijaba seis posibles definiciones, de las que retendré algunas quizá adaptables a nuestro propósito. En primer lugar, «podemos entender por ideología el proceso material general de producción de ideas, creencias y valores en la vida social»60; ni que decir tiene que un concepto tan genérico tiene la ventaja de ser extrapolable a cualquier contexto histórico y cultural, incluso el medieval, pero podría incluir, in extremis, todos los ámbitos de la religión, la filosofía y amplios espacios de la ciencia en cuanto proporcionan explicaciones viables a los problemas vitales; coincide a menudo con el sentido que esta palabra recibía en los estudios clásicos de Georges Duby o Jean Flori. En este punto puede resultar útil uno de los planteamientos de Paul Ricoeur, para quien «todo puede llegar a ser ideológico: la ética, la religión, la filosofía»61; el proceso o procesos de producción de ideas, las religiones, las 59   Carlo Mongardini, Ideologia e società, Roma, Bulzoni, 1969 ha dedicado sendos capítulos a estos problemas. Véase también Jürgen Habermas, «Ciencia y técnica como ideología» y Paul Ricoeur, «Ciencia e ideología», que cito por Del texto a la acción. Ensayos de Hermenéutica II, pp. 279-347. De todos modos, desde Herbert Marcuse, el debate ya no gira en torno a si la ciencia es o no ideología, sino en la conversión de la ciencia en ideología en la Europa moderna, un fenómeno perfectamente encuadrable en el estado de la cuestión actual sobre el tema. 60   Ideología. Una introducción, p. 52. 61   Véase Paul Ricoeur, «Ciencia e ideología», que cito según la versión castellana en Del texto a la acción, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 279-306, especialmente p. 283; véanse para una concreción de estos aspectos las pp. 160-171 de J. Baechler, Qu’est-ce que l’idéologie; el autor, que ha afirmado taxativamente en la p. 160

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escuelas filosóficas (como el senequismo en nuestro caso) y de pensamiento no generan por sí mismos las ideologías, pero las pueden alimentar. Nos aproxima más al objetivo de esta investigación la consideración de reducirlas a «las ideas y creencias (...) que simbolizan las condiciones y experiencias de vida de un grupo o clase concreto, socialmente significativo»62; este planteamiento se acerca aún a una cosmovisión, aunque quizá no tanto como Eagleton teme, pues las visiones del mundo suelen ser comunes a un sector más amplio que un «grupo o clase concreto». Aceptaré por tanto dos restricciones más: por la primera, «la ideología puede contemplarse como un campo discursivo en el que poderes sociales que se promueven a sí mismos entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del poder social», sin desestimar la posibilidad de que las «ideas y creencias» en cuestión «contribuyen a legitimar los intereses de un grupo o clase dominante»63: nos hallamos, en el último caso, ante lo que se viene llamando «visión crítica» de la ideología, defendida, por ejemplo, por John B. Thompson, que la concibe exclusivamente como un instrumento de dominación64. Por otra parte, asentado ampliamente el consenso sobre la inserción de la ideología en el ámbito de las creencias, existe una tendencia muy marcada a denunciar tanto su irracionalidad como su escaso valor de verdad y no resulta menos negativa la insistencia en su uso para la manipulación de los grupos sociales. Resulta imposible negar estos aspectos, indudablemente presentes tanto en la naturaleza de la ideología como en su función; sin embargo, se vuelve imprescindible aceptar con Karl Mannheim que «empezamos a considerar las ideas de nuestro adversario como ideología solo cuando dejamos de considerarlas como mentiras descaradas y cuando percibimos en su total comportamiento una ausencia de fundamento que consideramos como función de la situación social en que se halla»65. El valor explicativo de nuestro concepto que «L’idéologie est un parasite» (las cursivas son suyas) insiste reiteradamente sobre este aspecto, que le lleva a juzgar muy negativamente tanto las ideologías en general como su aplicación y sus agentes en particular. 62   T. Eagleton, Ideología. Una introducción, p. 53. 63  Ibídem, p. 54. 64   J. B. Thompson, Studies in the theory of ideology, especialmente p. 4. Esta definición será enteramente aceptable caso de incluir todas las acepciones del término, aunque el contexto en que se usa parece pensar más bien en la sujeción de los dominados en su sentido más brutal. 65   Ideología y utopía. Introducción a la sociología del conocimiento, que cito por la traducción española de Salvador Echavarría, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 95. Por su parte, Reinhart Koselleck, «Modernidad», en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993 (primera edición «‘Erfahrungsraum’ und ‘Erwartungshorizont’ - zwei historische Kategorien», en Soziale Bewegung und politische Verfassung. Beiträge zur Geschichte der mordernen Welt, ed. Ulrich Engelhardt, Volker Se-

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en las ciencias sociales ha de tener un lugar epistemológico distinto del que ocupa su manipulación por las fuerzas directivas de la sociedad en la gestión de la vida política, aun cuando este componente sea omnipresente en el uso real de todos los tiempos. Conviene poner también de manifiesto otra de las finalidades de las ideologías: aglutinar a los grupos sociales que se adhieren a ellas, organizarlos y separarlos de los otros grupos66; creo que quien lo ha expresado con mayor nitidez es J. Baechler: «la première fonction de l’idéologie réside dans la nécessité de se reconnaître entre amis (...) et de désigner l’ennemi»67. Hay, por fin, una dimensión que, si bien puede observarse en los conflictos políticos, se vincula sobre todo a la subjetividad: la capacidad de interpretar el mundo y, cuando las cosas van mal, de hallar fuerzas en la adversidad y la lucha. Los antropólogos y algunos psicólogos y sociólogos han tendido a valorarlas como un aliviadero de las tensiones psicológicas y sociales que pueden ser interpretadas, encauzadas y canalizadas por un encuadre ideológico apropiado cuando las circunstancias resultan especialmente difíciles: «el pensamiento ideológico es (…) considerado como una (especie de) respuesta a [la] desesperación: “la ideología es una reacción estructurada a las tensiones estructuradas de un rol social”. La ideología proporciona ‘una salida simbólica’ a las agitaciones emocionales generadas por el desequilibrio social»68. Adherirse a una cosmovisión o a una ideología tiene llin y Horst Stuke, Stuttgart, Klett Verlag, 1976, pp. 13-33), pp. 287-332, especialmente, p. 330, explica la función de las ideologías en los tiempos modernos, tras la crisis de la ilustración, observando que «las teorías, los conceptos y actitudes, los programas o modos de comportamiento que se clasifican como ideológicos en nuestra modernidad, se diferencian evidentemente de aquellas manifestaciones que se califican de error, mentira o prejuicio». Quizá el punto en que divergen las concepciones ideológicas modernas de las antiguas (y de unos puntos del planeta a otros) radica en la proscripción de las perspectivas dogmáticas y en su inserción en un ámbito más amplio de principios comúnmente compartidos y respetados, donde es posible el diálogo entre ellas; por eso, como sigue el mismo autor a continuación, «la refutación de los contrarios se realiza a través de criterios cuya comprensión también se puede someter y exigir al interlocutor». 66   J. B. Thompson, Studies in the theory of ideology, p. 5 incluye esta propuesta teórica entre las «misleading assumptions which have often been associated with the notion of ideology». 67   Jean Baechler, Qu’est-ce que l’idéologie?, p. 64. T. Eagleton introduce un matiz a mi ver innecesario: «unificar una formación social de manera que convenga a sus gobernantes» (Ideología..., p. 54); como veremos más adelante, es posible que lo unificado en torno a una ideología sea un grupo de rebeldes. 68   Clifford Geertz, «La ideología como sistema cultural», en La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 2005, pp. 171-202, especialmente p. 179. De estos aspectos se había ocupado también Carlo Mongardini: «Attraverso le ideologie vengono dunque canalizzati i conflitti interni degli individui e i conflitti fra questi e la società (...) Da una parte,

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por tanto implicaciones subjetivas que se incrementan en la medida en que los principios por los que se rige la gestión de la sociedad exceden lo que hoy entendemos como «política»; este factor resulta muy visible en el funcionamiento ideológico de los actuales países del tercer mundo, donde la lucha política no se ha emancipado en la misma medida de los factores religiosos y de las cosmovisiones tradicionales en la gestión social, y puede resultar muy rentable aplicado a la Edad Media. Por último, conviene notar un aspecto que ni a los sociólogos ha pasado por alto en los últimos tiempos: la ideología se transmite de formas muy diversas, desde la solidaridad personal hasta el símbolo (banderas, escudos, himnos...), pero su instrumento más sofisticado es la palabra, desde la arenga o el manifiesto hasta la obra literaria; la atención a este aspecto es más reciente y los estudiosos que se han ocupado de él se basan por lo general en las formas recientes de comunicación y propaganda69. Muy al contrario, esta faceta se vuelve esencial para nosotros porque la controversia ideológica está en la raíz de gran parte de los movimientos literarios, aspecto este utilizado con particular intensidad en la configuración de la identidad colectiva cuando las literaturas se convirtieron en constructoras de nacionalidades70; dejando desgraciadamente de lado este aspecto, cuando el formalismo y el estructuralismo se impusieron en nuestro campo de estudio, la atención de las investigaciones se centró casi exclusivamente en sus elementos constructivos. Es durante los años ochenta del siglo pasado cuando las investigaciones sobre la ideología se orientan hacia los aspectos textuales, incluso desde el campo de la sociología: hemos analizado las interpretaciones de J. B. Thompesse sono “un elemento lenificante e consolatore”, dall’altra rappresentano il “vestito della politica” corrispondendo ad un bisogno della natura umana, a quello cioè “di governare e sentirsi governato non sulla base della forza materiale e intellettuale, ma anche su quella di un principio morale”» (Ideologia e società, pp. 268 y 269, quizá la mejor aproximación para quien desee iniciarse en el tema). 69   Véase Michel Pêcheux, Analyse automatique du discours, Paris, Dunod, 1969; Jean Pierre Faye, Théorie du récit: introduction aux langages totalitaires: critique de la raison, l’économie narrative, Paris, Hermann, 1972; Philippe Hamon, Texte et idéologie: valeurs, hiérarchies et évaluations dans l’oeuvre littéraire, Paris, Presses Universitaires de France, 1984; y Theun van Dijk, Ideología: un enfoque multidisciplinario, Barcelona, Gedisa, 1999; desde el punto de vista teórico interesa muy especialmente el último por relacionar la teoría de la ideología con la psicología del conocimiento y la dinámica de grupos, aunque desde la perspectiva de la teoría del lenguaje quizá el más fructífero de estos trabajos venga del campo de la sociología, J. B. Thompson, Studies in the theory of ideology. De la obra de Ph. Hamon nos ocuparemos específicamente más adelante. 70   Me ocupé de estos problemas en mi «El canon del canon: hipótesis de trabajo para una futura literatura europea», en Il canone europeo, Critica del Testo, X, 1, 2007, pp. 75-93.

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son, pero la formulación más cercana a nuestro objetivo (y quizá también la más restrictiva en cuanto a su propuesta metodológica) la dio Pierre Zima al postular que «la sociologie du texte (...) devrait tenter de dépasser les limites du discours esthétique (philosophique) et de représenter les différents niveaux textuels comme des structures à la foi linguistiques et sociales»71. El autor, por una parte, ha aprovechado la lección de la lingüística y del estructuralismo literario, que orientaron nuestros estudios desde los años sesenta, integrándolos en una visión más empírica de la sociología de la literatura; pero al vincular el análisis sociológico hacia los «sociolectes» particulares de cada corriente ideológica ha invertido completamente los objetivos tradicionales de la disciplina: en el centro ya no están ni la estructura social ni los conflictos entre clases, sino las manifestaciones textuales de las ideologías que los vehiculan. Y el objeto de la investigación literaria ya no es la discusión ideológica ni la función ideológica de la literatura, sino sus modalidades expresivas particulares. Sin duda se trata de una propuesta metodológica interesantísima y muy innovadora, aunque al limitar la disciplina a un objetivo tan concreto quizá restrinja demasiado el alcance y el ámbito deseados para una sociología de la literatura. A su lado resulta necesario reseñar la propuesta de Philippe Hamon, menos radical y menos innovadora, pero también más flexible; aprovecha las aportaciones del estructuralismo y de la semiótica, que articula con el análisis social, y concluye que «une idéologie peut alors être considérée comme une hiérarchie de niveaux de médiations (l’outil, le langage, le sens corporel, la loi, étant les opérateurs-mediateurs de ces niveaux) définissant des actants-sujets soit fixés dans des axiologies (échelles, listes et systèmes de valeurs), soit engagés dans des praxéologies (ensembles de moyens orientés vers des fins), et dotés d’une compétence évaluative variable)»72. A pesar de sus profundas diferencias, tanto Hamon como Zima nos ilustran perfectamente sobre la limitación fundamental de que adolece la sociología de la literatura en general y el estudio de las ideologías en particular: su vinculación a las etapas más recientes de la historia literaria europea. La historia reciente de las ideologías occidentales desde la Revolución Francesa es nuestra propia historia: compartimos básicamente sus problemas, conocemos directamente sus actores y disponemos de cuidadísimos análisis de todas las posiciones ideológicas, de los factores que las condicionaron y de su inte  Ph. Hamon, P. Zima, Manuel de sociocritique, p. 117.   Texte et idéologie: valeurs, hiérarchies et évaluations dans l’ouvre littéraire, p. 219. En las páginas siguientes, el autor resume su doble propuesta teórica (la jerarquía de las valoraciones y el juego significativo de los personajes) que antes había desarrollado en un nivel general, y a continuación la aplica a la novela francesa del siglo xix. 71 72

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rrelación, pero ¿qué sucedió durante la Edad Media? Ya no compartimos una parte muy significativa de sus valores (basta pensar en el papel entonces central de la religión o en la aceptación antaño universal de las jerarquías estamentales, aspectos hoy ampliamente rechazados), apenas disponemos de medios que permitan valorar suficientemente la reacción subjetiva de los lectores, no hemos evaluado adecuadamente la abundante información disponible sobre sus juicios relativos al valor ideológico de la literatura73 y no resulta fácil establecer las bases de una pragmática literaria, del impacto de la literatura sobre la sociedad coetánea. Los materiales que conservamos tienden a ser pobres o parciales y este tipo de análisis suele ser poco transitado por los estudiosos74. En la literatura medieval, la gran mayoría de las obras y géneros manifiestan una marcada orientación a la reproducción de los códigos de conducta característicos de cada grupo social o ideológico; quizá porque aquellos patrones han resultado hoy aceptados e interiorizados por gran parte de la sociedad occidental75, pocas veces ha sido estudiada desde este punto de vista76, que no hemos de confundir con una aplicación mecánica de principios ideológicos o sociológicos actuales como lo han sido, durante mucho tiempo, las interpretaciones como manifestación de la burguesía emergente (a menudo aplicadas a géneros que nada tienen de burgueses) o el supuesto arcaísmo de la cortesía y la caballería tardías. La contraposición, frontal en algunos aspectos (el amor, la guerra, el papel de la mujer, la función de las letras...), entre una cultura eclesiástica y una cultura aristocrática77, que divide en dos grandes sectores todos los géneros 73   Creo que es en esta óptica donde hemos de considerar factores como la condena eclesiástica del amor (incluso el espiritualizado amor cortés de la Baja Edad Media) o de la guerra privada, la crítica aristocrática de las órdenes mendicantes y sus ideales de pobreza y castidad, las posiciones contrapuestas de ambas perspectivas sobre la educación y la sociabilidad (en particular, cuando afecta a la mujer) o los debates entre clérigos y caballeros que cruzan todo el Medioevo. 74   Los recientes estudios sobre sexo y género se basan a menudo en un tipo de materiales que podrían ser muy útiles, pero sujetos por lo general a nuestros juicios actuales no siempre los analizan con la suficiente perspectiva histórica. 75   Aunque se haya basado en materiales distintos de los que nosotros solemos trabajar, me parece ejemplar el estudio de Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, que cito por la traducción de México, Fondo de Cultura Económica, 1989 (2ª ed.). 76   Antes cité los estudios de E. Köhler, los más característicos desde este punto de vista. Una perspectiva distinta adopté en mi «Los primeros pliegos poéticos: alta cultura/cultura popular», Revista de Literatura Medieval, 17, 2005, pp. 71-120. 77   Y no solo estas: habría que incluir también aspectos como la función de algunas minorías culturales que resultaron cruciales, por ejemplo, en la introducción de la filosofía natural durante el siglo xii o del humanismo en el xv, y no habría que olvidar la burguesía ciudadana

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literarios de aquella época, se nos oculta hoy por una razón fundamental: la evolución histórica ha conciliado sus respectivos planteamientos y los ha soldado inseparablemente, limando o armonizando sus diferencias en las formas de vida en que nosotros nos criamos. Por múltiples razones (y varios trabajos de la escuela francesa ilustran suficientemente al respecto), puede resultar muy complejo discriminar las creencias de las ideologías durante el período medieval; por todo ello, sintetizando los análisis precedentes, creo conveniente extractar, jerárquicamente ordenados, los principios que acepto y en los que basaré mis argumentos: 1) La ideología organiza las respuestas de los individuos en las situaciones de conflicto. 2) La ideología es un instrumento de cohesión social en el seno del grupo y sirve para gestionar sus enfrentamientos con otros grupos. 3) La ideología sirve para la gestión de los problemas sociales y políticos y puede funcionar como instrumento de dominación78. Aunque no las considere, ni mucho menos, impertinentes ni de escasa utilidad, en la investigación que abordo en este libro dejaré de lado el estudio de los grandes ámbitos ideológicos, las cosmovisiones medievales, más que suficientemente atendidas en la bibliografía sobre la historia del pensamiento, la cultura y las sociedades medievales. 3 Excursus: el fin de los tiempos y el poder temporal Entrando ya en la tipología de los problemas que nos van a ocupar, un ejemplo de especial significación lo ofrece la literatura sobre el fin de los tiempos, que ocupó un espacio importante desde el siglo xii en latín y a continuación en todas las lenguas románicas; aunque ha sido analizada, muy en particular, desde el punto de vista de literatura de piedad, como un desarrollo de la meditación (empapada, contra lo que suele creerse, de cultura aristocrática; véase, por ejemplo, Jaume Aurell y Alfons Puigarnau, La cultura del mercader en la Barcelona del siglo xv, prólogo de José Enríque Ruiz-Domènec, Barcelona, Omega, 1998; y mejor aún, Jaume Aurell, Els mercaders catalans al Quatre-cents. Mutació de valors i procés d’aristocratització a Barcelona (1370-1470), Lleida, Pagès Editors, 1996) o minorías como los judíos o musulmanes, aunque su papel en la creación y reproducción cultural y literaria sea infinitamente menor y seguramente muy diferente de cuanto pretendió la escuela de Américo Castro. 78   Aceptando este concepto tal como lo aplica la visión «crítica» de las ideologías, o sea, como una herramienta de manipulación social.

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cristiana en torno a los terrores del fin del mundo79, en los últimos años se ha impuesto una perspectiva completamente distinta: su uso partidista en la contienda política por parte de reyes, dinastías y poderes espirituales80. Fue usada como un arma publicitaria en los enfrentamientos entre Federico II y los papas; la instalación en Sicilia de la Casa de Aragón tras las «Vísperas sicilianas» hizo que los publicistas papales identificaran esta dinastía, opuesta a sus designios, con el Anticristo que había de nacer de la estirpe del emperador a través de su nieta Constanza, casada con Pedro el Grande81. El rey siciliano Federico III fue recibido como el heredero de su bisabuelo, y la dinastía catalana, desde el siglo xiv, adoptó como cimera la figura del dragón: aunque su origen es objeto de controversias, no puede descartarse que se identificaran con el Anticristo que tradicionalmente simbolizaba. En este período destacó la actividad profética del   Es la perspectiva adoptada por la bibliografía clásica: José M. Pou y Martí, Visionarios, beguinos y fraticelos catalanes (siglos xiii-xv), Vic, Editorial Seráfica, 1930; hoy reimpreso en Madrid, Colegio Cardenal Cisneros, 1991, con estudio introductorio de J. M. Arcelus Ulibarrena; y en Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1996, con un estudio preliminar de Albert Hauf i Valls; Angelo Messini, Profetismo e profezie ritmiche italiane d’ispirazione Gioachimito-francescana nei secoli xiii, xiv e xv, Roma, Miscellanea Francescana, 1939, y continuada hoy, por ejemplo, por Juana M. Arcelus Ulibarrena, «La literatura joaquinista en la Península Ibérica durante los siglos xiv-xv», en Actes del Simposi Internacional de Filosofia de l’Edat Mitjana. El pensament antropològic medieval en els àmbits islàmic, hebreu i cristià (Vic-Girona, 11-16 d’abril de 1993), Vic, Patronat d’Estudis Osonencs, 1996, pp. 188-193; José Guadalajara Medina, Las profecías del Anticristo en la Edad Media, Madrid, Gredos, 1996 y Sebastián Fuster Perelló, ‘Timete Deum’. El Anticristo y el final de la historia según San Vicente Ferrer, València, Ajuntament de València, 2007. 80  Franz Kampers, Kaiserprophetien und Kaisersagen im Mittelalter, München Neudruck der Ausgabe, 1896; reimpreso con el título Die Deutsche Kaiseridee in Prophetie und Sage en Frauenfeld, Hüber & Co, 1925 y Aalen, Scientia Verlag, 1969; así como Marjorie Reeves, The Influence of Prophecy in the Later Middle Ages. A Study in Joachimism, Oxford, Clarendon Press, 1969, que cito por la edición revisada por la autora de Notre Dame/London, University of Notre Dame Press, 1993. Estos serían los representantes más característicos de esta vertiente en el ámbito internacional. 81   Véanse Andreu Ivars Cardona, «Origen y significació del “Drac alat” i del “Rat-penat” en les insígnies de la ciutat de València», en III Congreso de Historia de la Corona de Aragón dedicado al periodo comprendido entre la muerte de Jaime I y la proclamación del Rey Don Fernando de Antequera, València, Diputación Provincial/Ajuntament de València, 1923, pp. 49-112; Alain Milhou, «La chauve-souris, le Nouveau David et le Roi Caché (trois images de l’empereur des derniers temps dans le monde ibérique: xiiie-xviie ss.)», Mélanges de la Casa de Velázquez, Madrid, Casa de Velázquez, 1982, 18, fasc. 1, pp. 61-78, especialmente pp. 64-67; así como las posturas parcialmente encontradas de Eulàlia Duran, Simbología política catalana a l’inici dels temps moderns, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras, 1987, y de Martin Aurell, «Messianisme royal de la Couronne d’Aragon», Annales. Histoire. Sciences Sociales, 52, gen.-feb. 1997, fasc. 1, pp. 119-156. 79

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infante Pere d’Empúries, tío de Pedro el Ceremonioso82: la alianza entre aquel rey y Enrique de Trastámara durante la guerra civil castellana implicó la importación de la propaganda mesiánica y escatológica en Castilla. En este ámbito, el centro de atención era la profecía de Arnau de Vilanova Vae mundo83: un rey occidental, el último emperador, habría de expulsar a los musulmanes de España, conquistar el norte de África y recuperar Jerusalén, deponiendo después su corona y muriendo al pie de la cruz. Aunque se remonte a profecías antiguas, desarrolladas en Roma y el Imperio Bizantino, fue importada a Occidente, ampliada y reelaborada durante la alta Edad Media y por fin reformulada y adaptada a la dinastía catalana por este visionario; esta es la aportación más importante del mundo ibérico a la literatura profética europea. Juan de Rocatallada aceptaba gran parte de las interpretaciones de Arnau de Vilanova: aunque el papel de último emperador, en su escatología, correspondía a un Capeto, reconocía la función de los reyes ibéricos en la conquista del norte de África, una perspectiva que fue debidamente absorbida y aprovechada por Fernando de Antequera y, muy en particular, por Fernando el Católico84 (o por los portugueses). En los demás países occidentales, la profecía política fue ampliamente utilizada y aplicada a diversos papas85, reyes de Francia y emperadores alemanes; como regla general, fueron especialmente favorecidos los de nombre mítico o místico: Luis, Carlos y Federico; uno de sus últimos beneficiarios fue Carlos V, que reunió en torno a su figura las tradiciones proféticas alemana e ibérica86. Es muy curioso que en el largo enfrentamiento entre Carlos VIII y Fernando el Católico ambos publicitaran sus derechos amparándose en las mismas profecías. Aunque su interpretación en perspectiva política empieza a imponerse, creo que no se ha valorado debidamente el hecho de que, desde una perspectiva metodológica, podemos interpretar este uso como un caso de apropiación ideológica. A partir de concepciones de origen religioso, amparándose en la cosmovisión dominante en la Edad Media, vampirizando la escatología cristiana, se 82   Véase el capítulo que le dedica J. M. Pou y Martí, Visionarios, beguinos y fraticelos catalanes, primera edición, pp. 308-396 y Lluís Cabré, «L’infant Pere d’Empúries i la tradició familiar: estampes en el setè centenari del seu naixement», Mot So Razo, 4, 2005, pp. 69-83. 83   La publicó J. M. Pou y Martí, Visionarios, beguinos y fraticelos catalanes, pp. 54-55. 84   Específicamente dedicadas a un enfoque político son las monografías de Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Casa-Museo de Colón, 1983, y de Eulàlia Duran y Joan Requesens, Profecia i poder al Renaixement: Texts profètics catalans favorables a Ferran el Catòlic, Valencia, Tres i Quatre, 1997. 85   Véase Martin Aurell, «La fin du monde, l’enfer et le roi: une prophétie catalane du xve siècle», Mabillon, 66, 1994, pp. 143-177. 86   Para el punto que aquí nos interesa es especialmente importante el capítulo sobre el último emperador en el estudio de M. Reeves, The Influence of Prophecy in the Later Middle Ages.

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fue organizando un complejo de ideas sobre la sociedad y el fin de los tiempos que identificaba espiritualmente los pueblos con sus soberanos (o los cristianos con el papa), daba a los poderosos la capacidad de legitimar su poder o sus intereses y aglutinaba sus respectivos vasallos en torno a los dirigentes, justificando objetivos políticos con creencias religiosas. Los orígenes de esta ideología se remontan al último período del Imperio Romano y la Alta Edad Media aunque sus formulaciones más complejas e influyentes parten de la obra del cisterciense Gioacchino de Fiore; pero fueron franciscanos y dominicos, los predicadores, quienes desarrollaron este sistema y lo utilizaron en el proceso de convertir el cristianismo, desde la religión ritualista y externa que había sido en un principio, en una religión íntima87, capacitada (dejando ahora de lado su función original de preparar a los cristianos para su fin personal y colectivo) para el control eclesiástico de la sociedad. En este aspecto, el más estudiado hasta hoy, puede considerarse que aún predominaba la función religiosa, el control espiritual de las conciencias, pero tampoco podemos ignorar que el elemento religioso de estas predicciones resultaba un lenitivo inmejorable contra las tensiones sociales y las catástrofes naturales, las pestes, el hambre y la guerra, y permitía afrontar mejor sus padecimientos. Por eso resultaba un instrumento de uso general en el ámbito de la predicación88. Sin embargo, desde que el enfrentamiento entre Federico II y el Papado pusiera en manos del primero estos instrumentos de propaganda, el uso político de la profecía (presente y operante desde muy antiguo) se volvió dominante. En este proceso resultó providencial la intervención de Arnau de Vilanova, un laico vinculado con las corrientes heterodoxas de los franciscanos espirituales y fuertemente involucrado en la política de la Casa de Barcelona. La inmensa capacidad persuasiva de estas doctrinas permitió que fueran usadas simultáneamente por poderes contrapuestos: Federico II contra los papas, los reyes de Francia contra los de Aragón y contra los emperadores alemanes, Carlos VIII contra Fernando el Católico; todos ellos apoyaban sus actuaciones en las mismas autoridades y en profecías semejantes, cuando no idénticas, con pocas variaciones de detalle: la propaganda difundida durante la guerra de Granada o las elucubraciones de Cristóbal Colón son ejemplos magníficos y diversos de aplicación política. En este caso, predomina netamente el uso de la ideología como instrumento de gestión política y de sujeción al soberano, además de co87   Es la tesis central de Raoul Manselli, La religion populaire au Moyen Âge. Problèmes de méthode et d’histoire, Montréal/Paris, Institut d’Études Médiévales Albert-Le-Grand/Vrin, 1975. 88   Son aspectos que ocupan una parte importante de los libros de J. Guadalajara Medina, Las profecías del Anticristo en la Edad Media y S. Fuster Perelló, ‘Timete Deum’. El anticristo y el final de la historia según San Vicente Ferrer.

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hesionar el grupo en torno a unos ideales ampliamente compartidos y reforzar su unidad contra los grupos opuestos. Los estudiosos se han planteado con cierta periodicidad la verosimilitud de estas profecías y sobre todo, hasta qué punto podían creer los magnates a los profetas que ellos mismos pagaban; al respecto suele aducirse el testimonio de Gutierre Díaz de Games, que creo necesario repetir íntegro: non creades falsas profezías ni ayades fiuzia en ellas, ansí como son las de Merlín e otras. Que verdad vos digo que estas cosas fueron engeniadas e sacadas por sotiles honbres e cavilosos para privar e alcançar con los reyes e grandes señores, e ganar dellos, e tenerlos a su voluntad en aquellas vanas fiuzias, en tanto que ellos fazen de sus provechos. E si bien paras mientes, como viene rey nuevo, luego fazen Merlín nuevo. Dizen que aquel rey á de pasar la mar e destruyr toda la morisma, e ganar la casa santa, e á de ser enperador. E después veemos que se faze como a Dios plaze. Ansí dixeron de los pasados, e dirán de los por venir. Lo que Dios non quiso mostrar a los sus escogidos, enfingen de saber los pecadores. Ca todos los verdaderos profetas non fablaron sino a fin de los dos avenimientos de Jesucristo (...) De allí adelante callaron todos, ca después de la venida de Jesucristo no son ya menester89.

Lo más importante es sin duda la última afirmación: después de la venida de Jesucristo ya no hay profetas, porque esta era efectivamente la doctrina oficial de la Iglesia. Pero una cosa era la teología, otra la política, otra la ideología y otra la propaganda; el hecho de que el Papado, que vigilaba con lupa a los divulgadores de profecías y promovió la condena de la mayoría de ellos, Vilanova y Rocatallada inclusive, las utilizara en sus luchas contra los poderes temporales pone de manifiesto que las concepciones entonces vigentes sobre el valor de verdad de los postulados ideológicos no eran muy lejanas de las actuales. De ahí las parodias, de las que destacaré por especialmente obvia y divertida la de Evangelista: el primer día de enero será primero día del mes y primer día del año que todo el mundo no lo estoruará si con tienpo no se remedia. Este amanescerá al alba (...)90.

Abordando el tema desde una perspectiva textual, la literatura profética utilizó los géneros más diversos. Su manifestación original y más prestigiosa fue sin duda el Comentario del Apocalipsis en latín; pero fue objeto de tratados en 89   Gutierre Díez de Games, El Victorial, ed. Rafael Beltrán Llavador, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1997, p. 325. 90   José Manuel Fradejas Rueda, «La Profecía de Evangelista. Un nuevo testimonio», Revista de Literatura Medieval, 21, 2009, pp. 145-155, especialmente p. 150 columna A (texto del ms. Vat. Latino 6966), del que regularizo la acentuación y el uso de las mayúsculas.

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prosa latina como el Breviloquium91, que adaptó la tradición de Juan de Rocatallada en beneficio de Pedro el Ceremonioso, o de exposiciones epistolares como la Epistola Adsonis ad Gerbergam reginam de ortu et tempore antichristi de Adso92 o como la Informació espiritual al rei Frederic de Sicília de Arnau de Vilanova, en lengua vulgar93. La tradición exegética del Apocalipsis, junto a la brevedad de muchas profecías y su lenguaje críptico, privilegiaron la glosa explicativa y el comentario; es el caso, por ejemplo, de la Confessió de Barcelona de Arnau de Vilanova, construida en parte sobre una profecía de Hildegarda de Bingen que cita y traduce94. El comentario fue también una de las vías de difusión de las predicciones merlinianas en el ámbito europeo95. Otra forma textual muy frecuentada es la compilación; esta tiene también una tradición prestigiosa, especialmente en las colecciones atribuidas al sabio Merlín cuyo inventor fue Geoffroy de Monmouth en un apéndice a su Vita Merlini: las colecciones atribuidas a este personaje96 tuvieron amplísima difusión en los medios cortesanos y fueron tomadas muy en serio por los visionarios religiosos. En la Península Ibérica circularon también, como demuestra ya la referencia de El Victorial97, pero merece nuestra atención una compilación es91   Dado a luz e interpretado en Harold Lee, Marjorie Reeves y Giulio Silano, Western Mediterranean Prophecy. The School of Joachim of Fiore and the Fourteenth-Century ‘Breviloquium’, Toronto, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1989. 92   Las profecías antiguas fueron publicadas por Ernst Sackur, Sibillinische Texte und Forschungen, Halle, Max Niemeyer, 1898; nuevamente publicado con una introducción de Raoul Manselli, Torino, Bottega di Erasmo, 1963 (la epístola de Adso puede verse en las pp. 104-113); luego, con una versión francesa y un estudio preliminar, en La fin des temps: terreurs et prophéties au Moyen Age, traducción y posfacio de Claude Carozzi y Huguette Taviani-Carozzi, prefacio de Georges Duby, Paris, Stock, 1982, que incluye también la epístola citada. 93   Obres catalanes, edición de Miquel Batllori, prólogo de Joaquim Carreras i Artau, Els Nostres Clàssics, 53-54, Barcelona, Barcino, 1947, pp. 223-247. 94   Ibídem, pp. 124-130. En esta obra, Arnau de Vilanova hizo una prolija exposición de sus profecías anteriores y de las autoridades en que las fundamentaba. 95   Géraldine Veysseyre y Clare Wille, «Les commentaires latins et français aux Prophetie Merlini de Geoffroy de Monmouth», Médiévales, 55, 2008, pp. 93-114. 96  Véanse dos compilaciones muy diferentes en Les prophecies de Merlin, ed. Lucy Allen Paton, New York / Oxford, D. C. Heath and Co. / Oxford University Press, 1926, 2 vols., y Les Prophesies de Merlin (Cod. Bodmer 116), edición, introducción, glosario e índice de Anne Berthelot, col. Bibliotheca Bodmeriana, Textes, 6, Cologny (Genève), Fondation Martin Bodmer, 1992; así como el estudio de conjunto de Catherine Daniel, Les Prophéties de Merlin et la culture politique (xiie-xvie siècles), Turnhout, Brepols, 2006. 97   Su estudio fue iniciado por Pere Bohigas, «Profecies de Merlí. Altres profecies contingudes en manuscrits catalans», Butlletí de la Biblioteca de Catalunya, 8, 1928-1932, pp. 543-579 y su «La “Visión de Alfonso X” y las “Profecías de Merlín”», Revista de Filología Española, 25, 1941, pp. 383-398, así como José Tarré, «Las profecías del sabio Merlín y sus

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puria y autóctona que fue publicada junto a una versión del Baladro del Sabio Merlín: empezaba con la maldición por la blasfemia de Alfonso X, seguía con la justificación del fratricidio de Montiel y acababa anunciando el futuro esplendoroso de los hijos de Fernando de Antequera98. Procediendo por acumulación de estratos de cronología e intencionalidad diversas, estas colecciones suelen pecar de notables incoherencias internas; sin embargo, lo enigmático de sus referencias al pasado y lo genérico de sus pronósticos permite el ensamblaje sin mayores dificultades o, al menos, sin dificultades insalvables99. Por último, entre las formas textuales de la transmisión ideológica no podemos olvidar la profecía en verso, frecuente, por ejemplo, en el entorno de Fernando el Católico100, aunque los textos conservados son de bajísima calidad formal; sin embargo, esta era una tradición que venía de lejos, pues ya Fernando de Antequera había promovido los versos proféticos en favor propio y de sus hijos en tiempos del Cancionero de Baena101. En la rama aragonesa de la Casa imitaciones», Analecta Sacra Tarraconensia, 16, 1943, pp. 135-171; en los años recientes han recibido amplia atención: Sylvia Roubaud, «La prophétie merlinienne en Espagne: des rois de Grande-Bretagne aux rois de Castille», en La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs (xive-xvie siècles), ed. Augustin Redondo, Paris, Presses de la Sorbonne Nouvelle, 2000, pp. 159-173; Isabelle Rousseau, «La prophétie comme outil de légitimation: trois lectures du Vae mundo», en Lucha política. Condena y legitimación en la España medieval, Paris, ENS Éditions, 2004, pp. 63-99; Maria Mercè López Casas, «Las profecías de Merlín y la legitimación de los Trastámara», en Magia, Brujería y Esoterismo en la Historia, coord. Antonia Víñez Sánchez y Santiago Moreno Tello, Cádiz, Asociación Cultural y Universitaria Ubi Sunt?, 2006, pp. 45-62. 98   Estas profecías fueron publicadas con el Baladro del Sabio Merlín, Sevilla, 1535, ff. 88r-92r y editadas por Adolfo Bonilla y San Martín con su edición de esta obra en Libros de caballerías. I parte: ciclo artúrico, ciclo carolingio, Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 6, Madrid, Bailly-Baillière, 1907. Véase el estudio de Isabelle Rousseau, «Prophétie et réécriture de l’histoire dans les vaticinations de Merlin à Maître Antoine», en La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs (xve-xviie siècles), pp. 175-190; la fuente indispensable para estos textos es todavía Harvey Sharrer, A Critical Bibliography of Hispanic Arthurian Material, London, Grant & Cutler, 1977. 99   Véase el análisis realizado por Isabelle Rousseau, «Une mosaïque prophétique: l’apocryphe Opus magistri Arnaldi de Vilanova», en Cahiers d’Études Hispaniques Médiévales, 29, 2006, pp. 103-149, especialmente pp. 119-124. 100   Véase la edición de E. Duran y J. Requesens, Profecia i poder al Renaixement y la profecía rimada publicada por J. Gili, «“Lucidari”: “profecia” rimada de la Casa d’Antequera», en Estudis de Llengua i Literatura Catalanes. III. Miscel·lània Pere Bohigas 1, Montserrat, Abadía de Montserrat, 1981, pp. 119-127, luego estudiada por Dominique de Courcelles, «La prophétie rimée de la maison d’Antequera à la fin du xve siècle», en La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs, pp. 31-42. 101   Del momento de la muerte de su hermano, Enrique III, es «La noche tercera de la Redención» de Alfonso Álvarez de Villasandino, que estudié en mi «La poesía es un arma

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de Trastámara coincidieron pues nuevamente todas las tradiciones precedentes: la güelfa italiana, la religiosa de Arnau de Vilanova y de Rocatallada y la derivación castellana, nacida de Pedro de Aragón en tiempos de Enrique de Trastámara y la guerra civil contra Pedro el Cruel. Esta panorámica de la aplicación política de la profecía, ámbito religioso por excelencia, nos viene a confirmar que si bien «la Iglesia perdió el monopolio de la producción de bienes simbólicos que tuvo desde la Alta Edad Media hasta principios del siglo xii[,] sin embargo conservó siempre el papel principal y sus discursos y prácticas religiosas fueron los más extendidos, los más influyentes y los más diversificados vectores de difusión y de definición de la norma»102. A primera vista, el ámbito profético tal como fue adaptado por los poderes políticos es el más puro ejemplo de ideología aplicada a la legitimación de un grupo o clase a fin de sustentar las relaciones de dominación103, la definición más radical (crítica la considera J. B. Thompson) para este concepto; basta pensar en el partido que sacaron los Reyes Católicos del mesianismo cristiano, omnipresente durante la guerra de Granada, así como, tras la empresa colombina, la expulsión de los judíos y la conversión forzada de los mudéjares: «La prophétie lui servaient à justifier l’énorme ponction fiscale prélevée sur l’Église, afin de financer des guerres qu’il fallait bien présenter comme des croisades»; «le prophétisme millénariste put avoir, tout comme le messianisme de la propagande officielle, une fonction de formation de l’identité nationale»104. El resultado final de este proceso, completamente político en todos sus aspectos menos en sus justificaciones teóricas (ideológicas), fue la dominación de la nobleza castellana, que había mantenido un duro pulso con la Monarquía desde el reinado de Alfonso X, la neutralización política de las ciudades del Principado y de Valencia, que durante la Baja Edad Media habían mantenido un control incargada de futuro: Poética y propaganda política en el Cancionero de Baena»; Diego de Valencia escribió una profecía dedicada al futuro de sus hijos recientemente estudiada por Isabella Proia, «“Siete planetas reales”: el diseño político de Fernando de Antequera en una composición del Cancionero de Baena (n. 514, ID 1640)», Revista de Poética Medieval, 28, 2014, pp. 93-118. 102   Jean-Philippe Genet, «Modelos sociales, normas sociales y génesis del estado moderno», en Modelos culturales y normas sociales al final de la Edad Media, coord. Patrick Boucheron y Francisco Ruiz Gómez, Cuenca/Paris/Madrid, Universidad de Castilla-La Mancha/Laboratoire de Médiévistique Occidentale de Paris/Casa de Velázquez, 2009, pp. 17-37, especialmente p. 35. 103   T. Eagleton, Ideología, pp. 24-25. 104   Alain Milhou, «Esquisse d’un panorama de la prophétie messianique en Espagne (1482-1614). Thématique, conjoncture et fonction», en La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs (xve-xviie siècles), pp. 11-29, especialmente pp. 24 y 27.

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tenso de las actividades de la Monarquía, la conquista del reino de Nápoles y la victoria contra Francia, enemigo secular de la Corona de Aragón y una espina que Fernando el Católico había heredado de su padre; Cisneros, como preveían las profecías de Arnau de Vilanova, dirigiría la acción contra el norte de África105 y el emperador seguiría este camino, iniciado cien años antes por los portugueses, con el señuelo final de la conquista de Jerusalén y la unificación del cristianismo. O como diría Gutierre de Cetina, «una grey y un pastor solo en el suelo, / por suerte a vuestros tiempos reservada (...), un monarca, un imperio y una espada». A pesar de este marco, y aunque J. B. Thompson lo considere un concepto tan persuasivo como erróneo106, no puedo dejar de concordar con Paolo Evangelisti, que se ha ocupado del uso de la profecía en la Corona de Aragón y en Italia durante el bajo Medioevo, en que «gli habitus della caritas, della sapientia e della potestas vengono utilizzati per raggiungere un doppio e coerente obiettivo: debbono essere sufficienti a combattere contro i saraceni e a mantenere vivi la dedizione e lo spirito comunitario minacciati non soltanto dai musulmani, ma da tutti gli altri infideles. Siamo di fronte ad una funzione coesiva della caritas che, se serve a rafforzare la solidità dell’oste cristiano, si rivela importante argine difensivo rispetto a tutte le infidelitates che possono incrinare il rapporto nella societas christiana. Questo secondo versante, in cui caritas viene associata a devotio, dimostra come essa non svolga un ruolo di coesione proiettato all’‘esterno’, ma assolve ad una funzione tutta interna a quella comunità, divenendo il paradigma per discriminare tra prassi e comportamenti dotati di fidelitas e quelli che ricadono sotto l’ampio spettro delle infidelitates»107. Tampoco podemos dejar de lado el hecho de que la identificación estricta de la ideología con los mecanismos de dominación (según la propuesta de J. B. Thompson) eliminaría la posibilidad de una cierta autonomía en su funcionamiento, aceptada casi sin excepción desde Gramsci108; esta característica resulta imposible   Y organizó la correspondiente campaña de publicidad mesiánica como pone de manifiesto, entre otras fuentes, Martín de Herrera, Divinal victoria de Orán (Logroño, 1510), edición y estudios de Pedro M. Cátedra García, Juan Miguel Valero Moreno y Francisco Bautista Pérez, San Millán de la Cogolla, CiLengua, 2009, 2 vols. 106   Studies in the theory of ideology, p. 5. De todas formas, esta posición resulta minoritaria incluso en el seno de la actual tradición marxista; véase por ejemplo Paul Ricoeur, «Ciencia e ideología». 107   Paolo Evangelisti, I francescani e la costruzione di uno stato. Linguaggi politici, valori identitari, progetti di governo in area catalano-aragonese, Padova, Editrici Francescane, 2005, p. 131. 108   J. B. Thompson, Studies in the Theory of Ideology, especialmente pp. 192-194, sigue fiel a la más antigua tradición marxista al considerar que la ideología es a la vez un sistema de dominación y de simulación en beneficio de las clases dominantes; basta el juicio de valor implícito en esta terminología para desaconsejar su uso en un estudio realmente crítico de los valores ideológicos y su función. 105

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de soslayar, sin embargo, en el análisis del concepto de ideología tal como lo encontramos en los estudios del tercer cuarto del siglo xx. Se me permitirá esta larga digresión, fuera del ámbito estricto de mi investigación y un tanto marginal al contenido de la misma; sin embargo, creo que es un ejemplo arquetípico de cómo fueron manipuladas desde el poder un conjunto de doctrinas de origen religioso con amplísimo consenso social a fin de justificar acciones de gobierno, imponer sacrificios a la población y conseguir la polarización de los vasallos en torno a unos principios que permitirían a la monarquía el control efectivo de la sociedad y su propio engrandecimiento. Por otra parte, es un caso bien conocido en sus líneas maestras por los numerosos estudios que se le han dedicado y, por tanto, resulta una cómoda introducción a los mecanismos más sutiles que habremos de estudiar a continuación. 4 El senequismo del Bías y las tribulaciones de un poderoso El Bías contra Fortuna es uno de los poemas más interesantes del marqués, desde muchos puntos de vista109; a fin de facilitar la exposición daré una breve síntesis del desarrollo del poema: comienza con una discusión en que Bías acusa a Fortuna de haber causado el mal de los humanos, mientras esta le recuerda los bienes que prodigó. Concluye esta parte en los vv. 709-712: Fago fin a mi sermón, e sepas, Bías, que yo quiero que tus días se fenescan en prisión.

La respuesta de Bías es: (...) Nin creas me robarás las letras de los passados, non sus libros nin tractados, por bien que fagas jamás. E con tanto, maguer preso en cadenas, gloria me serán las penas e comer el çibo a peso (vv. 729-736),   Llamé la atención sobre algunos aspectos de construcción y lengua en mi Poesía española. 2. Edad Media: lírica y cancioneros, nº 88, que doy ahora por supuestos. Cito el texto según las Poesías completas, edición de Miguel Ángel Pérez Priego, Madrid, Alhambra, 1991, vol. II, nº 96. 109

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tras lo que enumera a los sabios de la Antigüedad, describe la visión pagana de la creación del mundo y concluye: Pues si tal captividad contemplaçión trae, non será prisión, mas calma felicidad (vv. 885-888).

Fortuna lo amenaza con privarle de la vista, los libros, los bienes y la vida, a lo que replica con el elogio estoico del suicidio: (...) ¿Tú me quieres con muerte fazer temor, que es un tan leve dolor que ya vimos de mugeres fartas de ti, la quisieron por partido? (vv. 945-950).

Sigue la lista de suicidas célebres, entre los que figura Aníbal, v. 970 y termina: te diré por qué non temo pena, mas espero gloria (vv. 999-1000);

enumera entonces la experiencia de su vida como viajero, sabio y gobernante, y concluye: vista la tu calidad y las tus obras congnosçiendo dexé las glorias mundanas e sus pompas, que son como son de trompas, e las sus riquezas vanas. Assí recobré a mí, que non fue poco recabdo, y lloro el tiempo passado que, por mi culpa, perdí (....) Después que me recobré obtuve generalmente el amor de toda gente: ¡mira quánto bien gané! (vv. 1123-1140).

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Fortuna vuelve a amenazar, esta vez con los horrores del infierno y con la privación de sepultura, a lo que Bías replica estar sin temor: ca non fueron quebrantados por mí los santos derechos (vv. 1287-1288)

y afirma esperar el premio del paraíso: En aquellas praderías e planicies purpuradas dizen que son colocadas a perpetuales días las personas que fuyeron los delictos, e los rectíssimos ritos guardaron e mantovieron (vv. 1329-1336).

Tras describir los beneficios de los bienaventurados, apostrofa orgulloso a Fortuna y termina abruptamente el poema: e sin vergüenza ninguna tornaré al nuestro tema e diré ¿Qu’es lo que piensas, Fortuna? (vv. 1438-1440).

No entenderemos la significación real del texto si no lo superponemos sobre los hechos en que se basa. En la sempiterna lucha entre Álvaro de Luna y los partidarios de los infantes de Aragón, tras la estéril victoria de Olmedo (1445), el 11 de mayo de 1448, el condestable propició una reconciliación entre Juan II y el príncipe Enrique que terminó con la prisión de los miembros del bando aragonés: los condes de Alba y de Benavente, Enrique Enríquez, Pedro y Suero de Quiñones; el almirante, el conde de Castro y los hijos del conde de Alba pudieron escapar y se refugiaron en Aragón110. José Manuel Calderón Ortega111 ha puesto de manifiesto que la prisión del conde de Alba era objetivo del príncipe, no de Álvaro de Luna; su proximidad al marqués procedía del hecho de haberse   Luis Suárez Fernández, Nobleza y monarquía. Puntos de vista sobre la historia política castellana del siglo xv, pp. 170-171 y con toda precisión de episodios y detalles en Pedro Porras Arboledas, Juan II. 1406-1454, Palencia, Diputación Provincial/Editorial La Olmeda, 1995, pp. 264-70. 111   «Los riesgos de la política en el siglo xv: la prisión del conde de Alba (1448-1454)», Historia, Instituciones, Documentos, 21, 1994, pp. 41-62, en que me baso para los aspectos que siguen. 110

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criado juntos en casa de Gutierre de Toledo, arcediano de Guadalajara y arzobispo de Toledo desde 1442. Sabemos también que tenían numerosos intereses en común, incluida la fascinación por la cultura antigua112 que pudo estimular al marqués tanto en la motivación del Bías como en su contenido y tono. Nada había de extraño por tanto en que don Íñigo escribiera el Bías contra Fortuna a fin de consolarlo en su prisión; pero hemos de tener en cuenta que por aquel entonces el marqués se mantenía junto al rey y ambos magnates militaban, por tanto, en bandos enfrentados113: la iniciativa, aun siendo personalmente más que justificada, podía tener una lectura política que fue cuidadosamente evitada. Conviene tener en cuenta los elementos fundamentales de esta grave crisis de la Casa de Alba: sus tierras y fortalezas, sus juros y oficios fueron confiscados en beneficio del príncipe Enrique; su esposa, doña Mencía, y su hija se trasladaron a Salvatierra, única posesión que se les permitió conservar. «A la pretensión de recuperar una parte de los bienes del conde correspondientes a la dote, arras, mejora y compras realizadas durante el matrimonio [que, por tanto, eran los unos bienes personales de la condesa, los otros pertenecían a la sociedad de gananciales] contestó con la designación de una comisión para estudiar la solicitud»114. Su hijo, García de Toledo, exiliado en Zaragoza con el almirante, se desplazó con él a Nápoles y consiguió del Magnánimo el apoyo a su causa; la intervención aragonesa y las disensiones castellanas condujeron a la paz de 1450, que no benefició al conde de Alba, por lo que sus hijos García y Pedro se alzaron en armas y consiguieron la recuperación de sus estados por la fuerza desde, al menos, fines de este mismo año. La situación no se resolvió hasta el perdón general proclamado por Enrique IV en la ceremonia de su coronación, el 23 de julio de 1454, aunque la liberación efectiva no tuvo lugar hasta el 10 de septiembre. Quizá a fin de evitar lecturas políticas, don Íñigo no dejó que nada de esto trasluciera en su Bías contra Fortuna», y no le faltaron ocasiones. En el prólogo, la parte más personal, apenas hay una mención genérica: «todo faze a mí   Juan Manuel Cacho Blecua, «De Fernández de Heredia al Marqués de Santillana: la traducción de la Historia romana de Paulo Diácono (Cambridge, Fitzwilliam Museum, Mc Clean, 180)», Archivo de Filología Aragonesa, volumen In memoriam Manuel Alvar (19232001), 59-60, 2002-2004, pp. 1881-1899, especialmente p. 1887: Fernán Álvarez de Toledo hizo copiar el ejemplar que Santillana poseía de la versión castellana de la Historia romana de Paulo Diácono. 113   En agosto de 1447, el marqués había asistido a las bodas de Juan II con Isabel de Portugal (P. Porras Arboledas, Juan II, p. 264); la ruptura con el conde de Alba se debió a que este y el conde de Benavente habían abandonado el sitio de Atienza (que pertenecía a Juan de Navarra y Aragón) en mayo de 1446 (J. M. Calderón Ortega, «Los riesgos de la política», p. 42). 114   J. M. Calderón Ortega, «Los riesgos de la política», p. 44. 112

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firmemente esperar la tu libertad, la qual con salud tuya e de tu noble muger e de tus fijos dignos de ti, Nuestro Señor aderesçe»115. En el poema, ante una amenaza muy concreta de Fortuna («Non miras cómo / se quema tu çibdad?», vv. 213-214), Bías responde displicente: ¿Qué pro me tienen a mí, Fortuna, ricas moradas con marmóreas portadas, porque me sojudgue a ti? Ardan essas demasías que fizieron nuestros padres e creyeron nunca fenesçer sus días (vv. 217-224);

Fortuna replica con un argumento que al lector moderno le resulta difícil no compartir: ¡O bruta feroçidad! ¿Non has fijos o muger? (vv. 225-226),

pero cuyo hilo, curiosamente, el marqués rehúsa aprovechar. En la lectura del poema siempre me ha impresionado la modernidad de su estilo116 y, sobre todo, el esfuerzo (inédito en su siglo) de Santillana para hacer que Bías se exprese como un pagano, en las antípodas de la visión anacrónica de la Antigüedad que domina en su poesía y en la de su época. En lo que

  Bías contra fortuna, p. 162.   Véase la introducción a una selección del poema en mi Edad Media: lírica y cancioneros, nº 89; junto a los Proverbios y alguna obra más, como los Salmos penitenciales de Pero Guillén de Segovia, por su alternancia de octosílabos y de quebrados pero, sobre todo, por el uso del estilo humilde o bajo aplicado a temas elevados, constituyen la peana sobre la que se apoyó Jorge Manrique para la configuración estilística de las Coplas a la muerte de su padre. Por otra parte, Rolf Eberenz llamó la atención sobre el hecho de que «el diálogo de corte humanista (...) se estrena en castellano con el Diálogo de Bías contra Fortuna del Marqués de Santillana» («Cultura lingüística y cultivo del castellano en el otoño de la Edad Media», en Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (Madrid, 29 de septiembre-3 de octubre de 2003), ed. J. J. de Bustos Tovar y J. L. Girón Alconchel, Madrid, Arco/Libros, vol. I, 2006, pp. 85-102), aunque ya hubiera sido usado en esta lengua, como señala Miguel Ángel Pérez Priego, en la traducción castellana del apócrifo senequista De los remedios contra las adversidades de fortuna («Formas del discurso en los poemas mayores de Santillana», en Homenaje al Profesor José Fradejas Lebrero, Madrid, UNED, 1993, vol. I, pp. 173-180, hoy en Estudios sobre la poesía del siglo xv, Madrid, UNED, 2004, pp. 91-98, especialmente pp. 96-97). 115 116

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respecta al cultivo de la forma literaria y de la caracterización del personaje, ya Rafael Lapesa había admirado «la línea ideológica de un poema que había procurado mantener dentro del modo de pensar de la antigüedad clásica»117 y para Karl A. Blüher «representa en la literatura española la primera obra que proyectó una doctrina de la vida casi completamente de signo antiguo y estoica en su esencia»118. Sin menoscabo del esfuerzo cultural, ideológico y literario que debió de exigir, quizá una parte de este extrañamiento, que artísticamente resulta el esfuerzo de construcción histórico-literaria más logrado de su siglo, haya que buscarla en la necesidad de evitar cualquier relación con la situación política del momento, harto delicada: nada permitía entonces suponer un triunfo del bando aragonés, ni siquiera durante el levantamiento e invasión de 1449. En este período, el marqués jugó la carta de la conciliación: primero pidió ayuda a Álvaro de Luna para defender Torija contra Juan de Navarra; después entró en una conspiración que intentaba el perdón de los exiliados, esta vez con el infante Enrique y un grupo de nobles unidos contra el condestable; un pacto de todos ellos aisló a los aragoneses y su conjura fue controlada con relativa facilidad119. En estas circunstancias, el marqués no podía dejar que una muestra de simpatía y afecto personal permitiera suponer su aproximación política a los desterrados del bando aragonés contra el que (a su manera, y de acuerdo con sus intereses) militaba. Por otra parte (aunque en tiempos tan revueltos estos detalles solo servían como instrumentos de propaganda), la situación política del momento y sus concepciones jurídicas eran claramente contrarias al conde de Alba, tanto la acusación explícita de traición por connivencia con Juan de Navarra120 como las concepciones teocráticas del poder real que convertían al soberano en elegido de Dios e igualaban por tanto la deslealtad con la herejía121. Al reducir el caso   Rafael Lapesa, La obra literaria del marqués de Santillana, Madrid, Ínsula, 1957, p. 220.   Karl A. Blüher, Seneca in Spanien. Untersuchungen zur Geschichte der Seneca-rezeption in spanien vom 13. bis 17 jahrhundert, München, Franke Verlag, 1969, que cito por la versión española Séneca en España. Investigación sobre la recepción de Séneca en España desde el siglo xiii hasta el siglo xvii, Madrid, Gredos, 1983, especialmente p. 202. 119   Véase P. Porras Arboledas, Juan II, p. 271. 120   J. M. Calderón Ortega, «Los riesgos de la política», p. 43 y nota. 121   Enrique IV, con ocasión de la llamada «Farsa de Ávila», en que fue destronado por los nobles, le escribía al papa Paulo II: «Haciendo estatua de madera a imagen de mi persona, descompusieron aquella estatua de los ceptros e corona que le posieron e digieron que elegían por Rey e Señor destos mis regnos al dicho Infante D. Alonso mi hermano: lo qual todo quanto esto sea caso de heregía e traición e de cosa sacrílega e de malo e abominable enjemplo e contra Dios e toda justicia en pública ofensa de Dios e de vuestra Santidad, vuestra Santidad mejor que otro lo conoce» (Memorias de D. Enrique IV de Castilla. Tomo II. Contiene la colección diplomática del mismo Rey, Madrid, Real Academia de la Historia, 1835 y 1913, 117

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a la reacción ejemplar de Bías contra la Fortuna adversa, el poema se convierte en una exposición teórica de argumentos estoicos que podían servir lo mismo para consolar a un inculpado que a sus víctimas. El marqués, exquisito cortesano, acertó a cumplir con sus deberes familiares sin menoscabo de los intereses de su linaje y de sus compromisos públicos, como sabría hacer a lo largo de su dilatada vida política y literaria. No puede sorprendernos esta actitud; cada día vamos conociendo mejor su obra y no es la primera o la única vez que actuó con tal habilidad. Sucedió lo mismo con la Comedieta de Ponça, cuya gestación ideal él mismo describió en su epístola a Violante de Prades fechada el cuatro de mayo de 1443: «quando aquella batalla naval acaesçió [1435] çerca de Gayeta (...) yo començé una obra a la qual llamé Comedieta de Ponça (...) la qual Comedieta, muy noble Señora, yo continué fasta que la traxe en fin. E certifícovos, a fe de cavallero, que fasta oy jamás ha salido de mis manos, non enbargante que por los mayores señores, e después por muchos otros grandes omes, mis amigos d’este reyno, me sea estada demandada»122. No mencionando formalmente ninguno de los importantes sucesos posteriores (la muerte del infante Pedro en 1438, la entrada en la ciudad de Nápoles y el fin de la guerra en 1443), Rafael Lapesa dedujo que «hubo de componerse muy a principios de 1436, antes de que llegasen a oídos de su autor noticias de que Alfonso V había reanudado con éxito las campañas de Italia»123; sin embargo, cada vez queda más claro que este efecto fue conscientemente buscado por Santillana que, al adoptar la forma de una profecía (uno de los géneros típicos de la propaganda política como vimos más arriba) sobre el futuro de los Trastámara aragoneses, tan dados a esos experimentos publicitarios, tenía que evitar concreciones e incoherencias internas y presentarlo como una exaltación del linaje a contraluz de su más funesto episodio. En realidad, el cumplimiento de tales profecías no llegó hasta después de 1443, cuando el Magnánimo, dueño ya de Nápoles, emprendió una activa campaña de expansión por el Adriático y una política más agresiva en la Península Ibédoc. nº cxxiv, p. 498); para la contextualización de este argumento, J. M. Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla, especialmente p. 55; este mismo autor ha recogido un haz de formulaciones semejantes que pueden aplicarse a estas circunstancias en «La oratoria como ‘speculum regum’ en la Crónica de Enrique IV de Diego Enríquez del Castillo», Memorabilia, §Ia, 7, 2003 (). He de recordar que, curiosamente, el mismo argumento fue utilizado por Juan II de Aragón y Navarra en la propaganda contra los rebeldes catalanes, unos años más tarde. 122   Cito según la edición de Maxim P. A. Kerkhof, La comedieta de Ponça, col. Clásicos Castellanos. Nueva serie, 4, Madrid, Espasa-Calpe, 1987, pp. 269-277; extracto la argumentación central de la carta, continuamente interrumpida por numerosos incisos. 123   R. Lapesa, La obra literaria del marqués de Santillana, p. 138.

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rica; el momento álgido de este proceso, para un castellano, se produjo durante el gobierno de los infantes de Aragón en Castilla (entre 1439 y 1445)124. Aquella supuesta obra inédita debió ser compuesta, muy probablemente, cuando el poder de los aragoneses en la política castellana le aconsejó al marqués una prueba explícita de acercamiento (evitando la ruptura con sus antiguos aliados) y estaba, por tanto, vinculada a intereses políticos del momento. Volviendo al Bías, en su momento debió levantar notable expectación la justificación explícita y reiterada del suicidio125, avalado por la evocación, entre otros muchos, de Aníbal; el tema resulta inevitable en la revisión cristiana del estoicismo antiguo en general y del senequismo en particular y tuvo notable resonancia en el proceso de recepción de Séneca durante el siglo xv castellano. En sus Proverbios ya había alabado Santillana a algunos suicidas ilustres, aun explicitando en este caso las reservas que imponía la doctrina cristiana: ¡Quánto bien murió Catón, si permitiesse nuestra ley e consistiese tal razón! E non menos la opinión loo de Muçio del qual fazen Livio e Luçio grand mençión126.

124   La posible interpretación política de la Comedieta fue avanzada con argumentos más endebles por Carlos X. Ardavín, «La ambigüedad temática de la Comedieta de Ponza», Hispanófila, 119, 1997, pp. 1-8 y demostrada por Lorenzo Bartoli, «Storia e poesia nella Comedieta de Ponça di Santillana», Critica del Testo, 2, fasc. 2, 2000, pp. 679-701. Véanse las notas que añadí en la presentación de este poema en los apéndices a la segunda edición de mi Poesía española. 2. Edad Media: lírica y cancioneros. 125   Desde el punto de vista histórico, el trabajo más apropiado es quizá el de Jean-Claude Schmitt, «Le suicide au Môyen Age», Annales (E. S. C.), 31, 1976, fasc. 1, pp. 1-28; en los últimos años ha recibido cierta atención entre los estudiosos de la literatura española: véase Pablo César Moya, «La muerte de Alda y el suicidio de Melibea. La ideología del amor como desenlace narrativo», Amor y erotismo en la literatura (Congreso Internacional. Universidad de Salamanca, 1998), Salamanca, Caja Duero, 1999, pp. 205-212; Axayácatl Campos García Rojas, «Formas y estrategias de la persuasión en la narrativa medieval hispánica: consejos y suicidios en los libros de caballerías», Revista de Poética Medieval, 2001, 6, pp. 11-26 y «El suicidio en los libros de caballerías castellanos», Propuestas teórico-metodológicas para el estudio de la literatura hispánica medieval, ed. Lillian von der Walde Moheno, México, Universidad Nacional Autónoma de México / Universidad Autónoma Metropolitana, 2003, pp. 385-413. 126   Edición de M. A. Pérez Priego, nº 97.

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La reserva desaparece en el Bías quizá porque, al poner estas palabras en boca de un sabio de la Antigüedad, el marqués se sintió libre de sus propios temores o prejuicios, quizá porque esta misma circunstancia le permitió expresar con libertad una opinión que compartía. Desde el triunfo del cristianismo, la posición ante el suicidio creó pocos conflictos ideológicos o religiosos, pues estaba definitivamente proscrito desde Agustín de Hipona; pero algo parece haber cambiado profundamente en la sensibilidad de una parte de la élite castellana del siglo xv127. Al traducir el libro cuarto de De Providentia, donde Séneca elogia altamente la entereza de Catón de Útica, Alonso de Cartagena insertó una extensa nota marginal narrando el episodio según otras fuentes, en especial Paulo Orosio, en la que expone también la muerte de Pompeyo en manos de Tolomeo de que tanto provecho sacará, como veremos, don Gómez; tras un largo escolio de todo un folio, el obispo concluyó con una condena: «avnque seneca esto habla hermosamente. ello es grand error. Ca matar a si mesmo no es de loar ni es acto de fortaleza nin de virtud. asi segund la verdad catholica commo segund la doctrina delos philosophos: ante es acto de flaqueza et reprouado»128; e insiste más adelante: «lo qual todo es muy graue alos onbres. mas pusose aello esforçadamente. et en todo ello es de loar saluo enlo de la muerte que erro mucho»129. El conflicto filosófico (y religioso) que parece enfrentar al marqués con el obispo no acabó ahí: Pero Díaz de Toledo, en su Diálogo e razonamiento en la muerte del Marqués de Santillana, a través de un coloquio entre el conde de Alba (destinatario del Bías) y el propio marqués (al que se hace hablar como si estuviera aún vivo) le hace reconocer lo erróneo de sus propuestas. Tras una introducción donde presenta una lista de suicidas prestigiosos (entre ellos, Sansón), pregunta don Íñigo si «non es desaguisada cosa que los ombres, por se mudar de mal en bien, de vida mortal á vida inmortal, que procuren de salir desta vida por qualquier vía que sea», aun apostillando (en concesión a la ver  Véase el estado de la cuestión de este importante problema ético y religioso en Álvaro Alonso, «Suicidio y libertad: Catón de Útica entre Cartagena y Cetina», Il concetto di libertà nel Rinascimento. Atti del XVIII Convegno Internazionale (Chianciano-Pienza 17-20 luglio 2006), Firenze, Franco Cesati, 2008, pp. 211-222, cuya comunicación debo a su innata gentileza. 128   Cito según los Cinco libros de Seneca, Sevilla, Meinardo Ungut y Estanislao Polono, 28 de mayo de 1491, ejemplar de la Universidad de Sevilla (), f. i jv. El pasaje ha sido utilizado repetidamente por los estudiosos: véase por ejemplo Luis Fernández Gallardo, «Tradición clásica, política y humanismo en la Castilla del cuatrocientos. Las glosas de Alonso de Cartagena a De Providentia», Anuario de Estudios Medievales, 24, 1994, pp. 967-1002, especialmente p. 992; y Karl Blüher, Séneca en España, especialmente p. 137. Hago una transcripción paleográfica, en la que solo intervengo sobre el texto para regularizar la separación de palabras. 129   Cito nuevamente por Cinco libros de Seneca, f. i vir. 127

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dad cristiana) «lo qual sería una graue introducion á los ombres, é confusion del universo»; la respuesta de Pero Díaz no puede ser más taxativa: «non se puede fallar con verdad de santa é canónica escritura, de Viejo nin de Nuevo Testamento, que permita nin consienta que ninguno se mate, nin por alcançar la vida inmortal, nin por excusar de sofrir nin padecer mal nin torpeza alguna; ca el mandamiento de Dios que dixo: Non matarás, se entiende é deue entender: Non matarás á tí, nin á otro»130. El capellán aprovechó la ocasión para volver a lo divino la divisa del marqués, Dios e vós, que habría hecho referencia, según él, a la Virgen, y para condenar explícitamente todas las concepciones metafísicas desarrolladas en el Bías131. Es muy probable que al subrayar en los Proverbios la grandeza moral del suicidio estoico, en particular el de Catón, el marqués conociera la glosa condenatoria de Cartagena, unos años anterior132; también Pero Díaz incidió sobre este episodio, afirmando: «Cathon, que fué tenido por ombre recto é sabio, por quanto más judgaron los amigos suyos averlo fecho con poco coraçon que non con virtud, por quanto que sy él creía que matarse era virtuosa cosa, asy por ser libre de las miserias desta vida, como por non consentir las tiranías del César, que fué Señor de Roma, deuiera mandar á su fijo que fiziera aquesto mesmo que él fazía; mas non lo fizo asy (...) Non ovo otra razon sy non que Cathon, por non dar gloria al César, non quiso ser subjeto dél, é con poco coraçon se mató, é por eso mandó á su fijo que se fuese á servir al César»133. Como pone de manifiesto Pero Díaz de Toledo, la postura de Santillana, quizá seguida en sordina por don Gómez, implicó el escándalo de sus coetáneos y la incredulidad de los nuestros: véase la reacción de Ottavio di Camillo, a quien resulta «difícil creer que Santillana estuviera de acuerdo con Bías, que pone el ‘summum bonum’ del hombre en la virtud, que defiende a los suicidas, y que tiene un concepto pagano de la otra vida»134; por su novedad, se vuelve aún

130   Cito según Pero Díaz de Toledo, «Diálogo e razonamiento en la muerte del Marqués de Santillana», Opúsculos literarios de los siglos xiv a xvi, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1892, pp. 247-360, especialmente pp. 264 y 265 respectivamente. 131   Véase al respecto Paolo Cherchi, «Pero Díaz de Toledo y su ‘Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués de Santillana’», Historias y ficciones: coloquio sobre la literatura del siglo xv, 1992, pp. 111-120; para aspectos más generales, Ramón Andrés, Historia del suicidio en occidente, Barcelona, Península, 2003. 132   Remito nuevamente a K. A. Blüher, Séneca en España, pp. 193-194 y 199-201, y a las pp. 142-143 y nota para la cronología de las traducciones. 133   Pero Díaz de Toledo, «Diálogo e razonamiento en la muerte del Marqués de Santillana», p. 268. La información sobre las recomendaciones de Catón a su hijo procede también del escolio de Cartagena. 134   O. di Camillo, El humanismo castellano del siglo xv, p. 185, nota.

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hoy difícil decidir si Santillana ponía sus opiniones (o al menos parte de ellas) en boca de Bías o si se limitaba a lograr una sorprendente coherencia entre la figura de un sabio antiguo y las creencias que le atribuía, de ahí que otros estudiosos, como Karl Blüher135 y Paolo Cherchi136, se han manifestado abiertamente a favor del primer supuesto, convirtiéndolo en un librepensador realmente raro en su tiempo. Salvadas las distancias, resultan secundarias tanto la pureza de doctrina estoica de cada uno de ellos como la coherencia de los valores que, como veremos, profesa o sugiere también don Gómez pues «el estoicismo del siglo xv no se presenta como un sistema coherente de pensamiento; es más bien una actitud de viril resignación frente a los acaecimientos de uno de los más atormentados períodos de la historia de España»137; o sea, la ideología como lenitivo ante las dificultades de la vida. Quizá para un aristócrata ambicioso y vitalista, acostumbrado a dar ejemplo de fortaleza ante sus coetáneos, este resultaba un caso ejemplar y modélico, aunque se opusiera (o quizá mejor porque se oponía) a la visión de la vida dominante en su tiempo. El dato es importante, y especialmente la referencia a Aníbal, pues nos permite enlazar esta obra con la Consolatoria a la condesa de Castro. 5 Interpretaciones de la Consolatoria Este poema se nos presenta, a primera vista, como lo que el autor afirma que es en la carta introductoria: «No pocas veces, muy noble y virtuosa señora, yo he seído por la señoría vuestra rogado y mandado y aún molestado que sobre el caso de esta adversa fortuna vuestra alguna obra compusiesse»138; el resto es una justificación de falsa modestia, motivo muy frecuente en la obra de don Gómez: habría correspondido antes a la petición y si no lo hizo fue por el temor de manifestar su ignorancia. El poema comienza con una afirmación de carácter general sobre la naturaleza inconstante de Fortuna:   «No cabe duda alguna de que esta confesión de Bías es un reflejo de la opinión personal de Santillana», Séneca en España, p. 201. 136   «La alarma que dio Pero Díaz de Toledo era del todo excepcional, y resultaría excesiva si no fuera excepcional también la obra de Santillana (o sea, el Bías), con su justificación del suicidio, con su indiferencia hacia el Infierno, con su predicar una separación entre alma y cuerpo, es decir con una serie de principios y preceptos estoicos que no figuraban en las versiones corrientes del estoicismo» (P. Cherchi, «Pero Díaz de Toledo y su “Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués de Santillana”», p. 120). 137   P. Cherchi, «Pero Díaz de Toledo y su “Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués de Santillana”» p. 120. 138   Véase más adelante, p. 127. 135

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Vicenç Beltran pues no casos faltan de grandes enojos según la costumbre del siglo mundano, el cual torna baxo de lo soberano y faze de ricos en un punto pobres, derrueca las casas de cantos y robres, ensalça las fechas del salze liviano.

La segunda estrofa entra ya en materia: Mas no sé por dónde comience, señora (...), condesa de Castro, de Denia, de Ayora, a vos consolar en vuestras, agora, estremas pasiones, grandes agonías139.

A través de las treinta estrofas y sus correspondientes comentarios en prosa, el autor va desgranando lo que podríamos considerar un poema tópico sobre los «casos de príncipes», tan caros a su siglo, si no lo hubiera vestido con su habitual habilidad. Precisa primero qué cosa es fortuna y cuál es su gloria y cuán poco dura y cómo es mudable140,

y cómo, sin embargo, se integra en el plano de la creación divina: Crió Dios el mundo con las condiciones, señora, que vedes, y a los mundanos los cuales, vistiendo los cuerpos umanos, vestimos con ellos amargas pasiones, angustias, destierros y tribulaciones, a vezes subiendo en grandes estados y otras seyendo de ellos derrocados141.

Tales ideas son desarrolladas en verso y remachadas en prosa mediante ilustraciones entre las que destacan las Horas de difuntos, san Gregorio y los ejemplos de los antiguos: partiendo de la derrota de Atenas ante Esparta, empareja a los rivales en su ruina: Troya y el aqueo Ulises, Pompeyo y César, Escipión el Africano y Aníbal. Por fin, dando seguramente ejemplo a su sobrino don Jorge, propone «traer dos testigos / que fueron ayer en nuestra nación»: «el muncho

  Estrofas I y II, p. 134-135.   Estrofa V, p. 138. 141   Estrofa VII, p. 140. 139 140

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notable, mas mal venturoso» infante don Enrique, a quien la fortuna «aún el sepulcro le dio trabajoso», y su enemigo «el Maestre y gran Condestable, / a quien la fortuna fue tan favorable / que todo le vino según le pedía»; hasta que «su mala costumbre al fin no trocó / que cuantos honores y bienes le dio / le fizo tornar pagando el renuevo; lo cual con la plaça, señora, vos pruevo / do él por justicia la vida perdió»142. En este punto pone fin a su digresión histórica y pasa al centro de su argumentación: su hermana, «a quien fizo Dios tanto virtuosa / que pocas se pueden con vós igualar», digna heredera de su abuela y su madre comunes, Juana y Leonor de Mendoza, es acusada de no usar de la muy perfecta y gran discrición que Dios en vós puso sin comparación, pues de esta fortuna vos tanto clamáis: que no cuido, no, que vós inoráis ser estos bienes que son temporales, vasallos y tierras y todos metales, sujetos a esta de quien querelláis143.

El comentario a esta estrofa es de un estoicismo ejemplar: «la vuestra repruebo discrición porque algunas vezes de esta vos veo quexar fortuna de quexas que en otra persona serían por razonables avidas. Pero en vós, a quien sus leyes son manifiestas, parecen de razón contrarias ca ella usa con vós, señora, como con todas las más personas en virtud fuertes con las cuales continua tiene guerra (...) Sobre lo cual dize Diometrio un dicho digno de nota diziendo: “No sé cosa más desaventurada que aquél a quien nunca vino desaventura alguna”»144. Tales consideraciones son remachadas en la estrofa siguiente: «quien por lo tal gimiendo sospira / non se conforma con buena razón», pues, aclara, «esta fortuna usa de lo suyo como nosotros, que una vez damos nuestras faziendas a unos mayordomos y otras a otros y avemos por muy malo a aquél que por le tirar lo nuestro se entristece y nos lo da con gesto turbado». Y termina en la estrofa siguiente: Las cuales riquezas, triunfos, onores deven procurar en cuanto pudieren con onestad, mas, si las perdieren, non deven por esso mudar sus colores;

  Estrofas XIX-XX, pp. 159-161.   Estrofa XXIV, p. 164. 144   Pp. 164-165. 142 143

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Vicenç Beltran ca estos que nós llamamos dolores y todos deportes y gozos mundanos más presto se pasan que sueños livianos o que los vientos por altos alcores145.

Las cuatro estrofas con que termina el poema siguen por estos mismos derroteros; de los matices que las diferencian me ocuparé después. Si he hecho un análisis tan pormenorizado del desarrollo argumental, ha sido a fin de poner de manifiesto que a primera vista nada se opone, bien al contrario, a interpretar el poema en clave moral y, según el uso del tiempo, senequista146; ni siquiera falta la aceptación del suicidio pues el de Aníbal solo le merece un comentario equívoco: «nunca la fin onrada plañir se debe»147. La explicación que sigue parece limitar el alcance de su pensamiento: «así murió, escapándolo fortuna de tantos peligros en el menor de los cuales morir onrado pudiera; por tanto, nunca la fin onrada plañir se deve»; a tenor del pensamiento cristiano podemos interpretarlo en el sentido de que habiendo tenido ocasión sobrada de morir honrosamente en el campo de batalla, acabó suicidándose. De todos modos, la evitación de una condena explícita, de la que no se priva en tales casos Cartagena, puede ser ya síntoma de cierta simpatía o al menos comprensión por su coraje. En conclusión, el texto bien pudiera ser simplemente, como se viene interpretando, un poema consolatorio a su hermana, casada con Fernando de Sandoval, conde de Castro en el exilio, los bienes de cuyo padre, Diego Gómez de Sandoval, habían sido incautados por Juan II en 1432 por su fidelidad a la causa de los infantes de Aragón. Creo, sin embargo, que, a fin de interpretar

  Estrofa XXVI, pp. 167-168.   Aparte del ya clásico K. A. Blüher, Séneca en España, arriba citado, en los últimos años han proliferado las investigaciones sobre este tema; para una visión de conjunto de las traducciones y el eco del pensador en los escritores españoles, véanse, por ejemplo, Andrea Zinato, «Volgarizzamenti delle Epistulae morales di L. A. Seneca e loro diffusione nella Penisola Iberica», Annali di Ca’Foscari. Rivista della Facoltà di Lingue e Letterature straniere dell’Università di Venezia, 31, 1992, pp. 371-390; Tomàs Martínez Romero, Un clàssic entre els clàssics. Sobre traduccions i recepcions de Senèca a l’època medieval, prólogo de Albert Hauf, València/Barcelona, Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana/Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1998; María Morrás, «Repertorio de obras, manuscritos y documentos de Alfonso de Cartagena», Boletín Bibliográfico de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, 5, 1991, pp. 213-248; María Morrás y Mercè López Casas, «Lectura y difusión de los Libros de Séneca (a propósito de un testimonio desconocido)», Revista de Filología Española, 81, 2001, pp. 137-167; y Gonzalo Pontón, «Un lugar de Séneca en las letras castellanas del siglo xv», Boletín de la Real Academia Española, 81, 2001, pp. 159-172. 147   Véase p. 158; la historia de Aníbal se cuenta a colación de sus luchas con Escipión, a quien dedica una estrofa y un largo comentario. 145 146

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el poema con la distancia debida y en un contexto que lo haga inteligible, deberemos reconstruir tanto su complejo entramado ideológico (que va algo más allá del senequismo) como el contexto histórico y familiar de estos sucesos; solo estos nos permitirán intuir la intención del autor, la fuerza elocucionaria148 que motivó su composición. De hecho, este habría de ser objetivo implícito de toda investigación histórica relativa a una obra antigua, aunque la pérdida del contexto original y las dificultades de su reconstrucción lo vuelven a menudo más que difícil. La interpretación habitual del poema149 lo inserta en la tradición intelectual cristiana que, en su origen, había asimilado las corrientes filosóficas en boga en la Roma imperial, en particular el estoicismo y el platonismo150; la religiosidad medieval había asimilado y reformulado por su parte el pensamiento antiguo y cristiano sobre la fortuna y su relación con la providencia divina siguiendo modelos operativos que, en esencia, partirían de Boecio151. El reencuentro, a lo largo del siglo xv, con el pensamiento senequista a través de las numerosas traducciones y del magisterio del primer humanismo en la corte de Juan II habría profundizado la raíz clásica de este pensamiento sin romper su unidad. De ahí 148   El concepto fue introducido en la teoría lingüística por John L. Austin, How to do Things with Words, Oxford University Press/Clarendon, 1962 (ciclo de conferencias leídas en la Universidad de Harvard en 1955, edición a cargo de J. O. Urmson), Lecture VIII; para una reformulación en estricta teoría semántica, véase John Lyons, Linguistic Semantics. An Introduction, Cambridge University Press, 1995, §8, pp. 234-257. Para la importancia de este factor en la interpretación de los textos y, en este caso, de los literarios, véase David Olson, The World on paper: the conceptual and cognitive implications of writing and reading, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, que cito por la versión española, El mundo sobre el papel. El impacto de la escritura y la lectura en la estructura del conocimiento, Barcelona, Gedisa, 1998, especialmente p. 144. 149   Para la interpretación en el actual estado de la cuestión, véase la larga nota que acompaña la edición de Francisco Vidal González, G. Manrique, Cancionero, Madrid, Cátedra, 2003, p. 419. 150   Para la asimilación por el cristianismo primitivo de las tradiciones intelectuales platónicas y estoicas en el momento de su implantación en Roma, véase Eric R. Dodds, Paganos y cristianos en una época de angustia. Algunos aspectos de la experiencia religiosa desde Marco Aurelio hasta Constantino, Madrid, Cristiandad, 1975. 151   El tema ha sido abundantemente estudiado; baste citar los trabajos clásicos de Otis H. Green, «Sobre las dos fortunas: de tejas arriba y de tejas abajo», Studia Philologica. Homenaje ofrecido a Dámaso Alonso, Madrid, Gredos, 1960-1961, vol. 2, pp. 143-154; Juan de Dios Mendoza Negrillo, Fortuna y Providencia en la literatura castellana del siglo xv, Anejos del Boletín de la Real Academia Española, 27 Madrid, Real Academia Española, 1973; o la tesis de Álvaro Alonso, La Fortuna en la poesía del siglo xv, Madrid, Universidad Complutense, 1985. Puede resultar útil el estado de la cuestión de Julia Santibáñez Escobar, El Laberinto de Fortuna: una alegoría política del siglo xv. Claves de lectura del poema de Juan de Mena, México, JGH Editores, 1997.

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una interpretación de nuestro poema que podemos resumir a través de la expertísima pluma de Rafael Lapesa: «lo fundamental es el sentido cristiano de la existencia: vanidad de los bienes mundanales, Providencia rectora, vida eterna tras la muerte; pero se aprovecha algo de la filosofía estoica y se toman de la antigüedad multitud de ejemplos»152. No voy a discutir estos supuestos, aunque no esté completamente de acuerdo como veremos; creo que ganaremos en eficacia si aplicamos nuestros planteamientos sobre la configuración y funciones de la ideología en las sociedades humanas. 6 El senequismo, el dolor y la ira. La Defunsión de Garci Laso de la Vega Diego Gómez de Sandoval153 había recibido el condado de Castro de Juan de Navarra, pero lo perdió durante la guerra de 1429; en 1436, al liquidarse los tiempos revueltos de los infantes de Aragón, fue desposeído formalmente por rebelión154. Fernán Pérez de Guzmán nos dio una semblanza suya bastante desordenada: «tardio e pesado en sus fechos, pero cobdiçioso de alcançar e de ganar; cuerdo e muy esforçado, pero en su casa e fazienda nigligente e de poca administraçion; no muy franco; plazianle armas e cauallos; cauallero de sana condiçion e sin hufana». Respecto a sus vicisitudes, recuerda cómo intervino 152   Rafael Lapesa, «Poesía docta y afectividad en las “consolatorias” de Gózmez Manrique» en Estudios Sobre Literatura y Arte Dedicados al Profesor Emilio Orozco Díaz, Granada, Universidad de Granada, 1974, vol. 2, pp. 231-239, reimpreso en De Ayala a Ayala: estudios literarios y estilísticos, Madrid, Istmo, 1988, pp. 55-64, por donde cito, especialmente p. 57. 153   Ya Antonio Paz y Melia, en las notas a su edición de Gómez Manrique, Cancionero, Madrid, Imprenta Pérez Dubrull, 1885-1886, vol. 2, pp. 354-356 (cito por la reimpresión facsimilar de Palencia, Diputación Provincial, 1991), había tomado de Prudencio de Sandoval un prontuario de los fracasos y triunfos políticos de su familia durante el siglo xv; habremos de basarnos también en Fernán Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas, que citaré por la edición de Jesús Domínguez Bordona, Madrid, Espasa-Calpe, 1924, reimpresión de 1965 en la colección de Clásicos Castellanos, 61. Hoy disponemos de síntesis como Ismael García Rámila, Estudio histórico-crítico sobre la vida y actuación político-social del burgalés ilustre que se llamó don Diego Gómez de Sandoval, adelantado mayor de Castilla y primer conde de Castro y Denia (1385-1455), Burgos, Diputación Provincial, 1953 y de investigaciones originales, como la de Alfonso Franco Silva, «El linaje de los Sandoval y el señorío de Lerma», Anales de la Universidad de Cádiz, 1, 1984, pp. 45-61, hoy en su Señores y señoríos, Jaén, Universidad de Jaén, 1997, pp. 95-114, por donde cito y la de Agustín Rubio Vela, Joanot Martorell y el condado de Dénia. Una clave en el ‘Tirant’, València, edición del autor, 2010, cap. III, que habremos de citar a menudo. 154   L. Suárez Fernández, Nobleza y monarquía, p. 144 y P. Porras Arboledas, Juan II, pp. 176 y 184.

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a favor de Fernando de Antequera durante la guerra de sucesión a la Corona de Aragón, donde «ouo batalla con el comun de Valençia e vençiolos, que fue un abto asaz notable»; por eso «el rey de Aragon, cuando rigio a Castilla, le acreçento mucho en vasallos e ofiçios, e despues el rey de Nauarra, su fijo, le dio el condado de Castro e, en Aragon, a Denia e Ayora (...) E despues, pasando los fechos de Castilla por grandes e variables mouimientos a gran daño e ditrimento del reyno, este conde de Castro, siguiendo a su señor el rey de Nauarra, fue una vez preso en la batalla de Olmedo, e dos veces desterrado, perdiendo todo su grant patrimonio»155. Concluyendo y ordenando estos datos: por sus servicios, recibió de Juan, rey de Navarra, el condado de Castro, que perdió por su actuación durante las revueltas de los infantes de Aragón, en 1429; perdonado en 1439, lo perdió de nuevo. Finalmente, aunque perdonado en 1446, las dificultades derivadas del reparto de su patrimonio entre el resto de los nobles hicieron que solo pudiera recuperar Lerma, no el resto de sus estados, si bien fue autorizado a seguir usando los títulos. En contrapartida, su fidelidad a Juan de Navarra había sido compensada con la concesión de Denia y Ayora. Muerto en 1455, su hijo y sucesor, Fernando de Sandoval, estaba casado con Juana de Mendoza, la hermana de don Gómez y destinataria de esta Consolatoria. Este sería el fondo del cuadro sobre el que habremos de interpretar el poema. El género consolatorio gozó de notable difusión en la literatura del siglo xv, especialmente en forma poética y epistolar156. Las violentas crisis del siglo xiv habían puesto ya en primer plano la fugacidad de las cosas humanas; en la primera parte del siglo xv, el elevado coste económico, humano, social y vital de las continuadas agitaciones políticas e institucionales, sus crisis continuadas, las repentinas ascensiones y catástrofes de algunos linajes que sus protagonistas nunca dejaron de recordar (los infantes de Aragón, Álvaro de Luna, el arzobispo Carrillo, los Pacheco...), la fragilidad de la vida en un período de guerras continuas y, muy en particular, el descrédito de la Iglesia tras el largo y conflictivo cisma de Aviñón, exigieron la búsqueda de nuevas explicaciones y de consuelo en doctrinas alternativas o complementarias de las que el cristianismo medieval había suministrado.   Ed. cit., pp. 82 y 83.   Pedro Cátedra dedicó un rico haz de estudios a este tema entre los que destacaré «Modos de consolar por carta», en Actas del VI Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, ed. J. M. Lucía, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares, 1997, vol. I, pp. 469-487 y «Prospección sobre el género consolatorio en el siglo xv», Letters and Society in Fifteenth-Century Spain. Studies presented to P. E. Russell on his eightieth birthday, ed. Alan Deyermond y Jeremy Lawrance, Llangrannog, The Dolphin Book Cº, 1993, pp. 1-16. 155

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Como sabemos, los actuales estudios sobre las ideologías, basados en la Europa de nuestro tiempo, cargan a menudo el acento en su función política y su uso en las contiendas por el poder en las sociedades occidentales; por el contrario, los antropólogos y algunos psicólogos han tendido a valorarlas como un aliviadero de las tensiones psicológicas y sociales, que pueden ser interpretadas, encauzadas y canalizadas por un encuadre ideológico apropiado cuando las circunstancias resultan especialmente difíciles. En esta misma dirección, Georges Duby postulaba un haz de características que nos resultan igualmente útiles: las ideologías «aparecen como sistemas completos y son, naturalmente, globalizantes (...) tienen por primera función la de dar seguridad, también son, claro está, deformantes (...) resultan ser igualmente estabilizantes»; además, «en una sociedad dada coexisten varios sistemas de representaciones que, naturalmente (...) están en concurrencia». Por fin, «en las culturas en las que puede escribirse la historia, todos los sistemas ideológicos se fundan en una visión de esta historia, instaurando en un recuerdo de los tiempos pasados, objetivo o mítico, el proyecto de un futuro que vería el advenimiento de una sociedad más perfecta».157 Este contexto socio-histórico y el tipo de reestructuración doctrinal que nos describe Duby resultaron tierra abonada para el estoicismo senequista: no entenderemos la literatura y la vida del siglo xv si no aceptamos que este no respondió solo a una moda intelectual más o menos arraigada, sino que vino a satisfacer una profunda necesidad vital. En sus diversas formas resultó un bálsamo muy eficaz, como lo habría de ser durante las guerras de religión del siglo xvii, y hemos de entenderlo a la luz de la necesidad que los hombres de su tiempo sentían de una explicación y de un consuelo. Basta leer, por ejemplo, la Defunsión de García Laso de la Vega de Gómez Manrique, coetánea de esta Consolatoria, para entender hasta qué punto se adaptaba a las circunstancias del tiempo; así introduce su plática el mensajero que ha de comunicar su muerte a la madre: De los fuertes rayos y casos turbados los valles y llanos son siempre seguros pero no, señora, las torres y muros que son en las cuestas y altos collados; y los pobrezillos que guardan ganados de estas afliciones no sienten ninguna nin temen los golpes que da la fortuna a los que sostienen los altos estados.

  G. Duby, «Historia social e ideologías de las sociedades», especialmente pp. 159-162.

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Pues que venís de grandes varones los cuales pasaron con gestos iguales triunfos, plazeres, angustias y males y buenas andanças y tribulaciones sin fer diferencia en sus coraçones, cuya fortaleza jamás se mudava, aunque la fortuna vos á sido brava non deven turbarvos mis tristes razones158.

Con parecidas consideraciones termina ella su llanto: (...) la continuación de los grandes males un solo bien tiene: fazer a aquéllos a quien sobreviene al fin no sentirlos con tanta pasión; que la costumbre, también la razón, fazen en poco tener los discretos los males y bienes que son imperfetos a los abitantes en este mesón159.

Lo más curioso es que en esta composición, seguramente poco posterior a la que analizamos (García Laso murió durante la campaña granadina de 1458), a pesar del tema y de algunos aspectos que se prestaban a ello, apenas hay referencias de tipo religioso. Solo se nos dice que fue muerto por «los perros paganos», «su orden muy bien guardando, por cierto, / de nuestro patrón señor Santiago»160; a propósito del sepulcro se nos especifica «lo posimos en Santa María / en una capilla, mas no tan onrada / como merecía la su buen espada (...) de pagana sangre asaz manzellada»161. Algo más explícitos en elementos religiosos son algunos pasajes, como la descripción de la muerte: cómo confesó antes que finase, a Dios suplicando que lo perdonase pues a él sirviendo, delante su rey, murió peleando según nuestra ley. No es de dudar que se no salvase

y aún más la fórmula con que el mensajero cierra el discurso:

  Cito nuevamente por mi Poesía cortesana (siglo xv), nº 36, p. 72.   Ibídem, p. 175. 160   Ibídem, pp. 68-69. Recordemos que Garcilaso era caballero santiaguista. 161   Ibídem, p. 70. 158 159

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Vicenç Beltran pues perdió la vida ganando por siempre la celeste gloria, dexando de sí perpetua memoria, no deve de ser su muerte plañida162,

lo mismo que el final del parlamento de su madre: (...) pues Dios así lo mandó, responderé lo que respondió el santo varón cuando fue tentado, veyéndose pobre, de rico, tornado: «Dominus dedit, y él lo tiró»163.

No puedo dejar de pensar que el tema se prestaba a un amplio desarrollo de tipo piadoso y a la introducción de la épica y la religiosidad de cruzada. Comparemos la construcción ideológica de este poema con el desarrollo que dio Jorge Manrique a las Coplas por la muerte de su padre, aun forzando la interpretación de los hechos: en efecto, don Rodrigo no murió combatiendo contra los moros, sino de muerte natural, en medio de una guerra civil y sosteniendo a uno de los partidos; sorprende un tanto que Gómez Manrique evite por completo este tipo de desarrollo. Aun a riesgo de resultar reiterativo, creo conveniente comparar la elegía por Garci Laso con otro lamento fúnebre por un caballero muerto cuarenta años más tarde durante otra guerra de Granada: la «Sepultura de Mossen Françi Aguilar»164 de Joan Roís de Corella, esta vez en prosa. Ya el tópico introductorio del lugar y la fecha va envuelto en retórica religiosa: «Acostauas la ora que la santa religio crestiana se recorda de aquella salutaçio exçelssa, que fou prinçipi de nostra feliçitat eterna (...) endreçaua suaus passos a la santa posada hon se inuocha del glorios Vicent (...) dia que la Esgleya sacra de tots los Sants gran festa (...) vna religiosa capella sots inuocaçio del sant glorios doctor Jeronim (...)»165; como en el llanto por el marqués de Santillana de don Gómez, aparecen las virtudes teologales y cardinales loando al difunto, y el poeta, sorprendido de  Ibídem, p. 73.  Ibídem, p. 75. Eduardo Camacho Guizado, La elegía funeral en la poesía española, Madrid, Gredos, 1969, p. 80, cita estos versos como punto de partida para una interpretación de la elegía en clave religiosa. 164   Véase el estudio que le dedica Óscar Perea Rodríguez, Estudio biográfico sobre los poetas del ‘Cancionero General’, Anejos de la Revista de Filología Española, 98, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007, pp. 19-25. 165   Cito por Obres, introducción R. Miquel y Planas, segons els manuscrits y primeres edicions, Biblioteca Catalana, Barcelona, Fidel Giró, 1913, pp. 351-364, especialmente p. 351. 162 163

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que se le dieran honores de mártir habiendo fallecido de muerte natural, obtiene la explicación pertinente: «martre es aquell qui, testificant la veritat de la catholicha Fe, voluntariament sofir mort violenta»166. En esta tesitura ¿qué no habría podido decir don Gómez? Estos rasgos invitan a tomar en consideración otro punto atípico de esta elegía: la falta de una estrofa introductoria con invocaciones a la divinidad. A lo largo del siglo xv, los decires alegóricos solían empezar con una invocación a las musas o a los dioses antiguos que, en las defunciones y elegías, eran explícitamente rechazados por su inspiración pagana y substituidos por el dios cristiano; solo un poeta tan impregnado de espíritu humanista y paganizante como Juan del Encina (recordemos su Égloga de Plácida y Victoriano, por ejemplo) fue capaz de cantar la muerte del príncipe don Juan invocando a las musas; sin duda, los tiempos habían cambiado profundamente. Si atendemos al comportamiento de Gómez Manrique en sus elegías, rechaza explícitamente la invocación pagana en el Planto por Íñigo López de Mendoza: «Non invoco las planetas...»167. Aunque su técnica compositiva sea muy distinta, pues no se trata de un planto, quizá convenga comparar su contenido ideológico con la Consolatoria a su mujer, Juana de Mendoza con ocasión de «las muertes de aquel hijo y hija que Nuestro Señor nos llevó en espacio de cuatro meses»168: no faltan los elementos senequistas ni la erudición clásica, como la cita de un dicho de Escipión el Africano («las cosas pasadas olvidémoslas, y si no los pudiéremos olvidar, callémoslas»); sin embargo, la primera estrofa contiene ya, indirectamente, una invocación a Dios: ¡O qué materia tan dina de encomendar al papel dio la justicia divina cuya sola melezina es la clemencia de aquél que con mano rigurosa, de mis pecados sañuda y de piadad desnuda, me hizo llaga tan cruda en parte tan dolorosa!169

Más adelante, donde la rúbrica dice «Invocación», comienza:   Obres, p. 361.   Poesía cortesana (siglo xv), nº 57, p. 221. 168  Ibídem, nº 96, p. 376. 169  Ibídem, p. 379. 166 167

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Vicenç Beltran Mas ¿a quién invocaré para sobir esta cuesta? ¿a quién me socorreré? ¿qué subsidio tomaré en jornada tan molesta? ¿llamaré en Elicón a las prudentes hermanas, o a las tesalïanas, o hurtaré las mançanas veladas por el dragón?

Tras amplificar el concepto durante otras dos estrofas concluye: Que mal podrán socorrerme estos que nada sopieron, enseñarme nin valerme, sin dubda, nin bastecerme del saber que no tuvieron; pues iré al hazedor de los cielos estrellados que supo hazer letrados de ombres desenseñados sin escuela ni dotor, al que dio a Salamón un saber tanto profundo, tales fuerças a Sansón y hizo la redención de los pecados del mundo (...)

y continúa con otras tres estrofas del mismo tenor170. La consolatoria está impregnada de resignación ante la muerte y distanciamiento de fortuna; aunque no faltan los elementos de inspiración senequista, su núcleo y leitmotiv es religioso: devemos tragar acá con unas caras seguras estas breves amarguras por gozar de las dulçuras que nos prometen allá (...)171

 Ibídem, pp. 380-383.  Ibídem, p. 386.

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Que tan angustiado padre a quien Dios por su pecar ha querido lastimar (...)172 En ésta permitió Dios fuésemos así heridos (...)173.

Por fin termina con dos estrofas cuya rúbrica dice «Consolaciones fundadas sobre la fe católica», cuyo núcleo central son estos versos: (...) pues que hijos no tenemos, que de padres nos tomemos hijos de Dios verdadero! Y que no çufriendo mal estos golpes lastimeros, de la su gloria eternal y del reino celestial seamos sus herederos (....)174.

No puede sorprender este final, pues ya la carta-prólogo acaba pidiendo «la ayuda de aquel Dios que nos hirió al cual pido que te guarde»175. Aunque menos íntimo en su formulación, también su Planto por el marqués de Santillana tiene notable interés; además de rechazar la invocación a los dioses paganos y describir el día de los hechos usando erudición religiosa, aparecen las virtudes teologales y cardinales que alaban la ciencia y la espada del difunto, puestas al servicio de la fe, y lo comparan al Tostado, Alonso de Cartagena y demás sabios (religiosos y cristianos) de la época. Esta elegía, cuyo elemento religioso radica en las alabanzas de las virtudes, acaba con una oración: «el que nos redimió, / por la pasión que tomó, / sobre nós tenga su mano»176. Muy al contrario, en la Defunsión por García Laso, don Gómez prescinde de toda introducción religiosa, cristiana o pagana, para describir simplemente el tiempo y el lugar del suceso177:  Ibídem, p. 387.  Ibídem, p. 388. 174  Ibídem, p. 388. 175  Ibídem, p. 378. 176  Ibídem, pp. 261-262. 177   La fecha contiene algún tipo de error; la mejor explicación (y propuesta de corrección) es la de Juan Carlos López Nieto, «Cuatro notas al Cancionero de Gómez Manrique», en Medievalismo en Extremadura. Estudios sobre Literatura y Cultura Hispánicas de la Edad Media, eds. J. Cañas Murillo, F. J. Grande Quejigo, J. Roso Díaz, Cáceres, Universidad 172 173

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Vicenç Beltran A veinte y un días del noveno mes, el año de cinco después de cincuenta, cuatro dezenas poniendo en la cuenta nueve centenas y una después, estando bien cerca del lugar que es mayor de la foya de tierra de moros, en nuestras vi gentes sospiros y lloros y vi los contrarios fazer al revés178.

Si consideramos este haz de observaciones, el epicedio de Garci Laso nos sorprende por lo que podríamos definir como un espíritu inesperadamente laico, inspirado en Séneca más que en la doctrina cristiana; tan laico como era imaginable en aquellos tiempos. Al poeta parece interesarle sobre todo el patetismo de la muerte, el desconsuelo de la madre y hermanas del difunto y, sobre todo, la necesidad de una entereza estoica ante la adversidad. Sospecho que estas peculiaridades se deben a que la intencionalidad de la Defunsión de García Laso no es religiosa, sino política: quizá siendo el componente religioso de la guerra contra los moros el fundamento ideológico del programa de gobierno de la monarquía, encarnado en su momento por Álvaro de Luna y revitalizado en estos primeros actos del reinado de Enrique IV179, podemos pensar que a don Gómez, aliado con el arzobispo Carrillo, con el partido aragonés y con cuantos se opusieron al poder real, no le interesaba ponerlo en primer plano. Para percibir cuál era en este momento la sensibilidad de los nobles opuestos al rey basta leer la descripción del suceso en el relato, siempre panfletario, de Alonso de Palencia, que habré de citar por extenso: (...) una escaramuza que fue funesta para el noble y esforzado Garci Laso de la Vega a quien quitó la vida el cruel enemigo, hiriéndole en el cuello con una saeta emponzoñada. Aquel día pudo conocerse con más claridad y evidencia el profundo rencor que contra él abrigaba D. Enrique desde que le viera vencer denodadamente y dar muerte a los moros que le retaban a singular combate, según dejo referido: pues al recibir la noticia de que Garci Laso, mortalmente herido, agonizaba por efecto del veneno, exclamó con alegre semblante: «Vamos a ver la fuerza de la ponzoña, que me dicen le produce horribles gesticulaciones». Acudió luego a todo escape al lado del herido que yacía en brazos de sus angustiados compañeros, y allí estuvo contemplando con alegres ojos aquella agonía semejante a la rabia. Los parientes que le rodeaban, llorando amargamente su suerte desastrada, suplicaron al Rey con toda humildad que en memoria del valor de capitán tan ilustre y esforde Extremadura. Servicio de Publicaciones, vol. 2 (CD), 2009, pp. 847-860. 178   Poesía cortesana (siglo xv), p. 67. 179   Véase J. L. Bermejo Cabrero, «Las ideas políticas de Enríquez del Castillo», pp. 67-68.

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zado, se dignase conceder a su hijo, joven de excelentes prendas, los premios que tan esclarecidas hazañas merecían; y desde luego le hiciese merced de las rentas de la encomienda de Montizón y del hábito de Santiago que tan dignamente había poseído su padre. Encarecidamente se lo pidieron también el conde de Paredes, tío de Garci Laso, sus deudos y sus primos, los hijos del marqués de Santillana y muchos de los presentes, miembros de las más nobles familias. El rey contestó fríamente, sin negarlo ni concederlo; pero aquel mismo día dio la Encomienda a Nicolás Lucas, hermano de Miguel, despojando en cuanto pudo al hijo del difunto de todas las rentas y honores. Tal ingratitud y tan vil crueldad irritaron los ánimos de los Grandes provocándolos al tumulto; pero no llegaron en su indignación hasta donde hubiera convenido180.

Este relato resulta de una parcialidad insultante; Enrique IV tuvo muchos defectos, pero su caracterización como un depravado, islamizante, impotente y sin embargo homosexual activo, enemigo de la virtud y amigo del vicio, solo tiene sentido en la pluma de un panfleto isabelino de la más baja estofa con el que la historiografía actual (a diferencia de cuanto se escribía hasta hace poco) está radicalmente en desacuerdo181. A mi parecer, poniendo uno al lado de otro estos dos testimonios de la muerte de Garci Laso, habremos de interpretar que esta se convirtió en instrumento de lucha de partidos, en pretexto de un levantamiento contra el rey; la indignación de los nobles, capitaneada por el conde de Paredes Rodrigo Manrique, brilla con luz inequívoca si recordamos que nueve años más tarde, titulándose este maestre de Santiago, tras tomar por asalto la disputada encomienda de Montizón, no la dio al hijo de Garci Laso, sino al suyo propio, el poeta Jorge Manrique182. A la luz de tantos indicios, no creo descabellado concluir que el carácter atípico de la Defunsión de García Laso ha de ser entendida en función de la revuelta antimonárquica, de ahí la falta de elementos religiosos. Y volviendo por fin a nuestro punto de partida, si queremos entender la extensión de la doctrina estoica (que tan sorprendentemente señorea esta composición) en la Castilla del siglo xv, habremos de situarla sobre este fondo de inestabilidad política y social que la aristocracia, aun sufriendo intensamente sus consecuencias, habría de incrementar en notable medida con su forma de vida, e interpretarla en consecuencia como un instrumento ideológico para afrontar su dureza. 180   Alonso de Palencia, Crónica de Enrique IV, introducción de A. Paz y Melia, vol. 1, BAE, 257, Madrid, Atlas, 1973, Década I, cap. V, pp. 108-109, 181   Citaré solo dos aportaciones por no ser sus autores nada sospechosos de parcialidad antiisabelina: Tarsicio de Azcona, Juana de Castilla, mal llamada La Beltraneja. 1462-1530, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1998 y Luis Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla, Barcelona, Ariel, 2001. 182   Antonio Serrano de Haro, Personalidad y destino de Jorge Manrique, Madrid, Gredos, 1966, pp. 165-169.

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7 La actualización del pensamiento antiguo A pesar de la función que cualquier ideología cumple en la asimilación de las desdichas cotidianas, no cabe duda, incluso desde una perspectiva antropológica y cultural, de que «las ideologías comienzan a convertirse en hechos decisivos como fuentes de significaciones y actitudes sociopolíticas cuando las orientaciones culturales más generales de una sociedad ni sus orientaciones más ‘pragmáticas’ y positivas alcanzan ya a suministrar una imagen adecuada del proceso político»; «el hombre se hace, para bien o para mal, un animal político por obra de la construcción de ideologías, de imágenes esquemáticas de orden social»183. La templanza y la indiferencia estoica ante la adversidad resultaban instrumentos idóneos para afrontar las tensiones que los letrados ejemplificaban con las caídas de príncipes; pero a su vez la inestabilidad institucional y social, la debilidad de la monarquía y la facilidad de enriquecerse mediante las malas artes de la política impulsaban a la aristocracia a una carrera sin término, espoleada por su ambición y su adicción a la violencia. Y en este contexto, como la Defunsión de Garci Laso pone de manifiesto, la tradición intelectual estrictamente cristiana difícilmente podía ser invocada, pues no resultaba fácil explicar la forma de vida aristocrática ajustándose a sus principios ni a los modelos patriarcales que eran punto habitual de referencia. Mucho menos aún cuando la respuesta que propugnaban se oponía a los designios de una monarquía de derecho divino. Fernán Pérez de Guzmán, para caracterizar al primer conde de Castro, usaba la expresión «cobdiçioso de alcançar e de ganar»: define así perfectamente la ideología nobiliaria que motivó los conflictos civiles en la Castilla del siglo xv, convirtiendo a los aristócratas en soldados de fortuna. El mismo Fernán Pérez de Guzmán nos describe al adelantado Pedro Manrique, padre de Gómez y Juana, como onbre de grant coraçon e asaz esforçado. Algunos lo razonaban por bolliçioso e ambiçioso de mandar e rigir; yo non lo se çierto, pero si lo fue non lo aueria a marauilla, porque todos los que se sienten dispuestos e sufiçientes a alguna obra e acto, su propia virtud los punje e estimula a la exerçitar e usar, ca apenas avra onbre alguno bien dispuesto a un ofiçio que non se deleyte en lo usar; e ansi este cauallero que por su grand discriçion era bastante a rigir e gouernar, veyendo un tiempo tan confuso e tan suelto que quien mas tomaua de las cosas mas auia dellas, non es mucho de marauillar si se entremetia dello. La verdad es esta: que en el tiempo del rey don Iohan el segundo, en el cual ouo grandes e diuersos mudamientos, non fue alguno en que el   C. Geertz, «La ideología como sistema cultural», pp. 191 y 190, respectivamente.

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non fuese, non a fin de deseruir al rey nin de procurar daño del reyno, mas por valer e auer poder; de lo cual, muchas vezes se siguen escandalos e males184.

No puede extrañarnos por tanto que Gómez Manrique, hijo del Adelantado, entienda perfectamente que Julio César, del que afirma que «fue noble varón en virtud, aunque de linaje baxo», «procurar el señorío del romano imperio delibró, lo cual no muncho después en obra puso non teniendo al dicho imperio otro título nin derecho salvo el que Tulio por fermosas dize palabras, conviene a saber: que lo pensó y salió con ello»185; por eso recuerda a su hermana que los bienes que le faltan son solo los temporales, que precisa en «vasallos y tierras y todos metales» (est. XXIV): aquellos por los que Julio César combatió con, al parecer, mejor fortuna que los Sandoval. A la vista de los precedentes tampoco puede extrañarnos que afirme, no ya basándose en conceptos escolásticos como Pérez de Guzmán, sino en la ideología oficial de la corte de Juan II, que «procurar deven los nobles y virtuosos onores, riquezas y temporales estados que, como Séneca dize, nunca fue la nobleza y virtud a perpetua pobreza condenada; pero la tal deve ser procuración sin manzellar la fama y menos la conciencia y con esto los ya dichos inquerir pueden los tales bienes y recebir cuantos assí onestamente les vinieren y retenerlos en sus casas, mas non deven fincarlos en los coraçones (...) Y aún lo que más de fazer es grave que, si estas riquezas y movibles estados se fueren, que no corran tras ellos, mas que sin ninguna queden turbación como aquellos a quien estas riquezas no lievan salvo a sí mesmas»186. A primera vista, no resulta excesivamente senequista ni estoica la afirmación «procurar deven los nobles y virtuosos onores, riquezas y temporales estados». No es mi propósito analizar la fidelidad de don Gómez a las ideas de Séneca, ni siquiera hacer aquí un recuento sumario de las numerosas deudas que este poema tiene con sus libros, especialmente De vita beata y De providentia en la versión de Cartagena, que el lector interesado puede seguir por la anotación al poema (a mi parecer, en absoluto exhaustiva); sin embargo, a fin de valorar la acomodación de las mismas a sus peculiares intereses, como en otros aspectos que vamos analizando, deberé destacar que su uso resulta cuanto menos un tanto sui generis. Más ajustado parece a su espíritu el marqués de Santillana cuando aconsejaba:

  Fernán Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas, p. 84.   Consolación a la condesa de Castro que estudiamos, comentario de la estrofa XIV, p. 150. 186   Ibídem, comentario a la estrofa XXVI, p. 168. 184 185

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Vicenç Beltran De los bienes de fortuna, tantos toma que conserves de carcoma tu colupna (...) Que quantos más adquirieres más querrás (...) Las riquezas temporales presto fuyen, e cresçen e diminuyen los caudales; busca los bienes morales, ca son muros firmes, fuertes e seguros (...) (...) non pienses que estado e açensión augmenten la perfecçión en mayor grado, mas acresçientan cuidado anxia e pena (...) Quiere aquello que pudieres e non más (...) Si quieres ser abondado, sé contento solo de sostentamiento mesurado (...)187.

Notemos sobre todo la contraposición entre el «procurar deven los nobles y virtuosos onores, riquezas y temporales estados» de don Gómez y el «De los bienes de fortuna, / tantos toma / que conserves de carcoma / tu colupna» del marqués. A pesar de su indudable alejamiento del espíritu de Séneca, en el pasaje que nos ocupa don Gómez está citando casi literalmente pasajes del filósofo, al menos tal como los vertió su admirado Alonso de Cartagena: «el virtuoso no se iuzga por indigno de dones algunos que le de la fortuna. pero no ama las riquezas. mas quierelas. et no las mete en el coraçon mas ponelas en casa»; solo le sobra, exactamente, la afirmación inicial («procurar deven los nobles...») pues lo que dice Séneca, como hemos visto, es «dones que le de la fortuna»,   Proverbios, vv. 561-620.

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precedida de una referencia a la inmensa riqueza de Marco Catón («commo quier que no tenia tanto commo touo despues craso»): «si mayores riquezas le vinieran tomaralas no las refusara»188. «Tomar los bienes que da fortuna» no es lo mismo que «procurarlos», como don Gómez parece creer, interpretar o pretender. También procede de este Séneca la reserva de don Gómez («deve ser procuración sin manzellar la fama y menos la conciencia»), pues el Séneca de Cartagena decía: «el virtuoso no reçibira dentro del vmbral de su puerta dinero que mal entre. Mas si le diere la fortuna grandes riquezas que es don et fructo que ella puede dar a la virtud: no lo refusara ni echara de su casa»189. El fragmento de don Gómez termina con otro consejo no menos significativo («si estas riquezas y movibles estados se fueren, que no corran tras ellos, mas que sin ninguna queden turbación como aquellos a quien estas riquezas no lievan salvo a sí mesmas»), donde reverbera también el Séneca de Alonso de Cartagena: «si perdiere yo las riquezas, no me lleuaran otra cosa si no a si mesmas»190. Hemos de concluir por tanto que don Gómez, en los comentarios a la Consolatoria, ha aprovechado bien sus lecturas de Séneca, aunque tergiversando parcialmente su sentido y reconduciéndolo a la parte que le interesaba, la justificación de los intereses de su hermana, la condesa de Castro. A propósito de estos aspectos, no podemos dejar de recordar, como recuerda también Fernán Pérez de Guzmán, que en los tiempos revueltos de Juan II, como después en los de Enrique IV, los más arrojados de los nobles consiguieron escalar los mayores estados y fortunas, aunque fueran de origen modesto; condición que nuestro autor no solo atribuye a César sino también a Álvaro de Luna, «a quien la fortuna a ser maestre de Santiago y duque de Trusillo, de asaz baxo estado, subió»191. Tampoco podemos dejar de recordar que este era uno de los argumentos de los grandes para oponerse a los reyes, primero a Juan II, después, sobre todo, a Enrique IV; ambos, ante su debilidad de carácter, ensalzaron a nobles de origen cuando menos mediano a los más altos puestos de la aristocracia y del gobierno con la vana presunción de oponerlos a la grandeza de sangre. A propósito de estos problemas, en la Querella de la gobernación dirá don Gómez que «en un pueblo donde moro / al necio fazen alcalde»192; en   De la vida bienauenturada, en Cinco libros de Seneca, cap. xx, f. c iv.   Ibídem, cap. xxij, f. c iijr 190   Ibídem, cap. xxj, f. c ijr. 191   Véase más adelante, p. 161. 192   De la interpretación política del poema se ha ocupado Nancy F. Marino, «La relación entre historia y poesía: el caso de la “Exclamaçion e querella de la gouernacion” de Gómez Manrique» en Propuestas teórico-metodológicas para el estudio de la literatura hispánica medieval, ed. Lillian von der Walde Moheno, México, Universidad Nacional Autónoma de México / Universidad Autónoma Metropolitana, 2003, pp. 211-225. 188 189

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su comentario, tras una cuidada y compleja argumentación teológica basada en las Escrituras y la Patrística, Pero Díaz de Toledo concluye que «los buenos en aquesta vida han aflicciones y persecuciones y trabajos por esperimento de su virtud y acrecentamiento de su mérito y gloria en la vida perdurable» y que Dios «dispone y ordena de tales governadores de cuales los governados son dignos»193. La facultad regia de elevar a sus súbditos a la condición noble confiriéndoles la caballería se había convertido también en uno de los ejes de la discusión teórica sobre estos problemas durante casi todo el siglo194; nos hallamos sencillamente ante un leitmotiv de las controversias entre la aristocracia y la monarquía en la época de las guerras civiles. Dejando de lado los aspectos filosófico y moral, lo que nos interesa ahora es subrayar, como ya hizo en su momento Mª Concepción Quintanilla Raso, que «dans de nombreuses confédérations les signataires, n’hesitaient pas à admettre qu’en réalité leur objectif principal était la poursuite de leur propre intérêt, la surveillance et l’accroissement de leurs honneurs et seigneuries»195; Luis Suárez Fernández concuerda en que «sus miembros parecen preocupados sobre todo por sus propias ganancias», pues durante los conflictos que culminaron en la crisis de 1429 «se había mostrado a los nobles un camino: ayudando alternativamente a una y otra de las partes en lucha, podían ascender en la escala social»196. No cabe duda de que los nobles procuraron también el apoyo de la teoría política vigente en su tiempo197, pero en todas las luchas del siglo el rasgo más sobresaliente, a la luz de los juramentos, ligas y bandos, era la búsqueda del medro personal y del linaje. El coste individual y social que debían asumir era, sin embargo, elevadísimo, pues las alteraciones políticas, con su corolario de guerras, destierros, prisiones, confiscaciones y muertes incrementaba exponencialmente la inseguridad colectiva y la de todos y cada uno de ellos:

193   Número 51 de mi edición, p. 106. Para el comentario, Apéndice II, pp. 526-533; las citas proceden de la última página. 194   Véase Jesús D. Rodríguez Velasco, El debate sobre la caballería en el siglo xv. La tratadística caballeresca castellana en su marco europeo, Valladolid, Junta de Castilla y León-Consejería de Educación y Cultura, 1996, especialmente pp. 289-298. 195   Mª Concepción Quintanilla Raso, «Les confédérations de nobles et les bandos dans le royaume de Castille au bas Moyen-Âge. L’exemple de Cordoue», Journal of Medieval History, 16, 1990, pp. 165-179, especialmente p. 167. 196   Luis Suárez Fernández, «Gestación de los partidos políticos castellanos en el siglo xv», pp. 34 y 33, respectivamente. 197   J. M. Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla, pp. 172-173, hace un cumplido inventario de los fundamentos teóricos e ideológicos que invocaban a su favor, interpretando según sus puntos de vista las teorías políticas vigentes.

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los distintos linajes luchan entre sí (...) la oligarquía nobiliaria (...) se enfrenta con el Rey (...) arrebatan a otros linajes las tierras que detentan (...) la situación de la nobleza durante el período que nos ocupa está lejos de encontrarse estabilizada, y lo mismo sucede con sus posesiones; sobre ellas pesa siempre el temor de posibles confiscaciones reales, pero también la posibilidad de perder aquello que se ha logrado obtener, sobre todo si ha sido de forma poco clara, ya que cualquier otro noble puede apoderarse de ello, por medio de las armas o del favor real198.

Como veremos en breve, el principal escollo que se oponía a la restitución de los Sandoval radicaba en el hecho de que sus antiguos bienes hubiesen sido distribuidos entre el resto de la nobleza, incluyendo el adelantado Pedro Manrique, padre de don Gómez y de doña Juana. Los problemas derivados de este estado de cosas no pudieron pasar por alto a los propios coetáneos y quedaron en la memoria de los tiempos venideros: Alonso de Cartagena, en epístola al marqués de Santillana, le advertía que «sienpre ouo, e temo que avrá, torvellinos e vientos que en las alturas suelen ferir»199; a mediados del siglo xvi, Francisco de Medina y Mendoza200, en la biografía del cardenal Pedro González de Mendoza, el hijo del marqués a quien don Gómez dedicó su Planto, al explicar la actitud de una parte de la nobleza ante la concordia entre Isabel y Enrique IV tras la muerte del príncipe Alfonso, afirmaba que el cardenal, en coloquio con el conde de Tendilla, el conde de Alba, el de Haro, el de Treviño y el marqués de Astorga, les convenció de la necesidad de «procurar por el sosiego de su propia tierra donde hubieron su nacimiento. Porque si recusaban de lo hacer, aliende de ser yngratos á la tierra que los crió, neçesario es, si ella padeçe, padeçer juntamente con ella»201. El furioso individualismo de la nobleza cuatrocentista halla su exponente más claro en las conclusiones que Gómez Manrique extrae de la suerte de Escipión: «Roma le fue tanto ingrata que por su ingratitud este Cornelio Cipión Aflicano se retraxo a un apartado castillo suyo y allí murió, desechado de la patria que por su braço redimió; en el cual se cumplió bien que quien faze por   María Isabel del Val Valdivieso, «Los bandos nobiliarios durante el reinado de Enrique IV», pp. 249-293, especialmente p. 250. 199   Cito según Ángel Gómez Moreno, «La ‘Qüestión’ del Marqués de Santillana a don Alfonso de Cartagena», El Crotalón. Anuario de Filología Española, 2, 1985, pp. 335-363, especialmente p. 351. 200   Para este personaje, véase Antonio Herrera Casado, «El historiador D. Francisco de Medina y Mendoza (1516-1577)», Wad-al-Hayara: Revista de Estudios de Guadalajara, 8, 1981, pp. 445-452. 201   Cito por «Vida del cardenal D. Pedro González de Mendoza», Memorial Histórico Español, vol. 6, Madrid, Real Academia de la Historia, 1853, pp. 147-310. Existe copia manuscrita en la Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 9848. 198

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común faze por ninguno»202. Desde el punto de vista de la teoría política se trata de una afirmación bastante extraña, pues desde el siglo xiii el «bien común», en diversas formulaciones (‘pro de nuestras tierras e de nuestros regnos’, ‘bien e merced alos dela mi tierra’, ‘bien de la cosa pública’) era la justificación para la promulgación de leyes reales, la promesa que hacían los procuradores en cortes al comienzo de las sesiones o la base de sus acuerdos. «Parece que, sobre todo a lo largo del siglo xv, en Castilla una acción política, para ser reconocida como plenamente legítima, venga de quien venga, del propio rey o de los nobles sublevados, debe contar con la manifestación, al menos retórica, de que está dirigida al Pro de los reinos o a Bien público, Común, Comunal o Universal»203. Resulta fácil documentar esta opinión en un círculo muy cercano a Gómez Manrique, la «Respuesta» de Alonso de Cartagena a la Cuestión fecha por el marqués de Santillana: Entre muchas cosas que al cauallero se cargan para que tome esta orden e dignamente soporte este nonbre, vna es que faga juramento; e qué es lo que ha de jurar diuersos escriptores diuersamente lo escriuieron. Aquel viejo e sotil glosador Acursio legista en algunas leyes del derecho çevill dixo que este sacramento era de non refusar la muerte por la república, es a saber, que non procurará escapar su vida donde al bien público cunpliere morir. E esta dotrina siguen algunos modernos legistas que en pos dél escriuieron; e en efecto tanbién lo siguieron las leyes deste reyno, pero quisiéronlo más declarar diziendo que non refuse la muerte por defensión de su ley o por seruiçio de su rey e señor natural o por el bien de su tierra e pueblo204.

Resultaría ocioso para el lector recordar ahora cuántas manifestaciones de admiración hay por el marqués y por Cartagena en la obra de don Gómez; la afirmación precedente, «quien faze por común faze por ninguno», solo puede responder a intereses circunstanciales. A la luz de esta doctrina particularista, y a tenor de los principios enunciados, en este momento (en tiempos de los Reyes Católicos dirá lo contrario) don Gómez parece mantenerse al margen de cualquier norma que pudiera limitar la acción política de la nobleza supeditándola a los intereses de la comunidad. Tampoco la Monarquía se manifiesta a sus ojos como un factor de cohesión, ni parece legitimada para actuar como árbitro de los intereses contrapuestos, aun  Consolatoria a la condesa de Castro, comentario a la estrofa XV, p. 154.   J. M. Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla, pp. 150-151. Véase además Isabel Beceiro Pita, «Argumentos ideológicos de la oposición nobiliaria bajo los Trastámaras», Cahiers de Linguistique et de Civilisation Hispaniques Médiévales, 25, 2002, pp. 211-236. 204   Ángel Gómez Moreno, «La “Qüestión” del Marqués de Santillana a don Alfonso de Cartagena», p. 362. 202 203

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que en este punto evita ser tan claro: en sus comentarios a la Consolatoria, relatando el fin de Pompeyo en manos de Tolomeo, «a quien él mesmo rey fiziera», explica que, al serle presentada la cabeza de Pompeyo a César, este, «aún aquel su mortal enemigo a mal teniendo, respondió que non quisiera él tanto mal para Pompeo y por esta causa él mesmo [a Tolomeo] lo destruyó». Y concluye con un dicho muy conocido entonces y aún mucho más tarde: «vulgar enxemplo es pagarse los reyes de la traición, mas non del que la faze»205. Al respecto, basta volver a la epístola de Cartagena que acabamos de citar para encontrar formulaciones tan claras como esta: non guardaría bien la república quien a su ley o a su rey o a su pueblo según su poder non guardase. E dezid (...) ¿cómo se diría guardar el bien común de su tierra quien a su rey non guardase? Ca quien las antiguas dotrinas e ylaçiones modernas que dellas se sacan quisiere acatar fallará que toda la virtud de la república está ayuntada e conplicada en el rey, e la virtud del rey desparzida e esplicada en el pueblo; de guisa que lo que el uno tiene por vía de conplicaçión tiene el otro por vía de explicaçión206.

El marqués lo expuso más llanamente: Fijo, sigue al entendido e su ley, e non blasfemes del rey en escondido207.

En todos estos puntos don Gómez se aparta radicalmente de las concepciones políticas imperantes en su tiempo; incluso en los ambientes nobiliarios, que justificaban su propia prosperidad como parte del engrandecimiento común del reino, se solía argumentar que «la gloria del soberano será mayor cuanto mayor es el poder de sus grandes (...) El crecimiento del poder regio no puede producirse al margen del crecimiento del poder nobiliario (...) El ideal político de buena parte de la nobleza castellana consiste en la fragmentación del poder real»208, no en su destrucción. Sospecho que el acendrado individualismo de la aristocracia, sumado al enfrentamiento de los nobles con el rey y al desprestigio de la institución en tiempos de Enrique IV, está en la raíz de las tomas de posición radicales que se imponen en la Defunsión de García Laso de la Vega y, de forma más explícita, en la Consolatoria a la condesa de Castro. 205   Comentario a la estrofa XIII, pp. 148-149. Para la divulgación de esta máxima, véase la nota correspondiente. 206   «Respuesta a la Qüestión fecha por el marqués de Santillana», ed. cit. p. 427. 207   Proverbios, vv. 177-180. 208   J. M. Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla, p. 171.

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Este haz de indicios casi subrepticios sorprende en un contexto donde a primera vista parece imponerse la rigidez de la moral cristiana y estoica. Las conclusiones de Rafael Lapesa, que interpretaba el poema y su comentario a la luz del cristianismo tradicional, están justificadas por ciertos rasgos bastante repetidos, sobre todo al principio y al final: las referencias bíblicas, citas de autoridad (como cuando afirma que «el Salvador nuestro lo retifica en el su segundo mandamiento, por el cual como a nosotros mesmos a nuestros próximos amar nos manda»209) y algunas afirmaciones de principio: «los casos que vienen están destinados / por el fazedor de cielos y tierras»210. Sin embargo, también el sentido general de la obra se aparta de lo que habían sido los postulados consolatorios tradicionales de la literatura cristiana, basados por lo general en el contemptu mundi: el menosprecio de las cosas terrenas y de los bienes perecederos para ganar el cielo, al que se llega con sufrimientos, penitencias y la voluntaria aceptación de la ascesis. La especificidad de la virtud entendida al modo cristiano consiste «nel negare valore e consistenza ad una declinazione laica delle virtù, mentre il costante riferimento polemico alla gloria mondana, sembra capace di perimetrare in senso pienamente devoto l’ufficio delle virtù»211 o, desde otro punto de vista, «el cristiano se defiende contra los altibajos de la Fortuna con las virtudes cardinales y teologales [como el propio don Gómez había puesto de relieve en el planto por el Marqués], no con el desinterés radical en los bienes materiales y menos aún con renunciar a la vida»212. Junto a todo el conjunto de meditaciones estoicas, no siempre compatibles con la religiosidad, con que se construye el poema y, sobre todo, se justifica en los comentarios, destacan estas sorprendentes tomas de posición esporádicas (y casi subrepticias en su conjunto) que ahora analizamos, tan poco afines con la moral eclesiástica y con el pensamiento jurídico y político coetáneo; es precisamente esta extrañeza lo que les da su valor, y quizá se expliquen por la intención concreta de la Consolatoria. Al contrario que la moral cristiana y estoica, Gómez Manrique legitima la codicia de los bienes terrenos con una cita de Séneca y no ofrece en ningún modo una compensación ultraterrena; incluso las referencias bíblicas con que concluye («Si posibile est, transeat a me calix iste; sed non quod ego volo, sed quod tu» y «Mulier, magna est fides tua, fiat sicut petis») son traídas por los pelos para justi-

  Véase p. 137.   Véase estrofa VI, p. 139. 211   Domenico Taranto, Le virtù della politica. Civismo e prudenza tra Machiavelli e gli antichi, Napoli, Bibliopolis, 2003, p. 75. 212   P. Cherchi, «Pero Díaz de Toledo y su “Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués de Santillana”» p. 119. 209 210

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ficar la aquiescencia divina con las reivindicaciones de la Casa de Castro. Quizá el tono doctrinal de la obra nos venga dado por el comentario a la estrofa VIII: San Gregorio, declarando la parábola de la simiente que cayó entre las espinas a las cuales los vanos onores y riquezas umanas compara, dize que con trabajo se ganan y con temor se poseen y con dolor se dexan, y que así como çarças están de todas partes de aguijones cercadas; pero puesto que así sea, y más que nuestro Salvador dixo ser de los pobres de espíritu el reino de los cielos, no veo dexar a ninguno estos onores vanos nin riquezas espinosas, mas a la fin ellas dexan a todos213.

Resulta lícito preguntarse si con esta cita pretende explicar la debilidad humana o mejor aún justificar, por ser común a todos los mortales, el apego a los bienes terrenos. Muy semejante resulta el comentario a la estrofa XIV: al glosar las circunstancias de la agonía de César, observa que «aún allí su esfuerço no menguado, desque vio que la vida defender no podía, se cubrió con el imperial manto por no parecer feo después de muerto, y así murió. ¡O gran coraçón el que en el tal paso tiene cuidado de bien morir, estonces cuanto al mundo y agora cuanto a Dios y a su onra!». Cierto que el autor guarda sus distancias al matizar que los romanos se preocupaban por la fama («cuanto al mundo») donde los cristianos lo hacen por Dios, pero al añadir la coletilla «y a su onra» ya no queda tan claro si propone su ejemplo o lo juzga simplemente de una manifestación de vanagloria. Sí quiero insistir en la solución que le sugiere a su hermana ante los golpes de la adversidad: incide de nuevo en que pueden los nobles «inquerir (...) los tales bienes y recebir cuantos assí onestamente les vinieren y retenerlos en sus casas, mas non deven fincarlos en los coraçones (...) Si estas riquezas y movibles estados se fueren, que no corran tras ellos, mas que sin ninguna queden turbación como aquellos a quien estas riquezas no lievan salvo a sí mesmas»214: ante los golpes de fortuna solo cabe la entereza de ánimo; el autor tampoco sugiere otro premio ni otro consuelo que no sea terreno: «el bien vos verná aunque se demora»215. Por eso no parece tan fuera de lugar la frivolidad de César, que ningún argumento de moral cristiana permitiría aceptar, ni me parecen apropiadas las citas bíblicas porque resultan contradictorias con estos postulados. No podemos atribuir estas opiniones a la circunstancia de que en la pluma de don Gómez resuciten más o menos automática o inconscientemente los ideales éticos antiguos, quizá inherentes a la moda del primer humanismo castellano. Las virtudes republicanas hallaron su mejor formulación, en clave elegíaca, durante la época imperial; sistematizándolas según las formulaciones de Tácito,   Véase p. 141.   Véase el comentario a la estrofa XXVI, pp. 168-169. 215   Véase estrofa XXVIII, p.170. 213 214

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tan leído por los humanistas, la capacidad de Roma para oponerse a la adversa fortuna era el resultado de la adopción por todas las clases sociales de tres valores fundamentales: la anteposición de lo público a lo privado, el respeto de las leyes (totalmente ajeno al pensamiento que analizamos) y la frugalidad de la vida basada en el menosprecio de las riquezas 216; sin embargo, nuestro poeta las somete a tales condicionantes que resulta lícito dedicar la vida a su consecución con tal que no «finquen en los coraçones». Nos hallamos por tanto ante una digestión muy particular de los valores antiguos, tanto como los de la moral cristiana, pues unos y otros resultan especialmente adaptados para justificar el modo de vida de la aristocracia castellana en el período de los bandos y de las guerras civiles y, mucho más específicamente, respaldar los intereses de su hermana y consolarla ante la incertidumbre que en el momento de su composición estaba viviendo la Casa de Castro. En otros contextos, estos mismos principios estaban llevando a los pensadores políticos a conclusiones completamente opuestas. Medio siglo antes, Leonardo Bruni había definido así los valores republicanos adaptados a la situación de Florencia, en guerra contra las potentes signorie del norte de Italia: Il primo onore si deve, a ragione, alla patria. È essa infatti, il primo e principale fondamento della felicità umana, da anteporre giustamente all’osequio verso i genitori (...) Uguale per tutti è la libertà, la quale ubbidisce soltanto alla legge (...) Uguale per tutti è la speranza di raggiungere onori e di elevarsi, purché ci sia l’impegno, l’ingegno e un modo di vivere saggio e meditato. Virtù ed onestà ricerca la nostra città nel suo cittadino. Chiunque possiede tali doti, lo giudica abbastanza idoneo a governare lo Stato. Ma la superbia e l’arroganza dei più potenti le odia tanto che nei confronti di questo genere di uomini ha fissato leggi più numerose e più dure che nei confronti di alcun altro (...) Questa è vera libertà, questa è uguaglianza fra i cittadini: di nessuno temere le forze, di nessuno l’offesa; esserci per i cittadini pari diritti fra di loro, pari possibilità di andare al governo dillo Stato. 217 216   D. Taranto, Le virtù della politica, dedica a las virtudes de la Antigüedad toda la primera parte (pp. 19-54) de su estudio; resumo la síntesis del pensamiento de Tácito, que desarrolla especialmente en las pp. 47-54. 217   Oratio funere Iohannis Strozze, que cito por Le opere letterarie e politiche di Leonardo Bruni, ed. Paolo Viti, Torino, UTET, 1996, p. 713. Véase la contextualización de estos ideales en la evolución del pensamiento humanístico florentino y las circunstancias políticas de la ciudad en la primera mitad del siglo xv según Hans Baron, La crisi del primo Rinascimento italiano: umanesimo civile e libertà repubblicana in un’età di classicismo e di tirannide, Firenze, Sansoni, 1970, pp. 454-455 (Antonio Lanza, Firenze contro Milano: gli intellettuali fiorentini nelle guerre contro i Visconti [1390-1440], Anzio, De Rubeis, 1990, desarrolló este argumento y publicó buena parte de los textos que produjo el conflicto), así como el humus cultural y político en que se fundaban según la reconstrucción de D. Taranto, Le virtù della politica, cap. III.

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Frente al orgullo de linaje y la sed de poder y riquezas de Gómez Manrique hallamos aquí un igualitarismo sin fisuras, la anteposición del deber a la patria sobre todos los demás (rigurosamente fiel, esta vez sí, al espíritu republicano de los antiguos) y una desconfianza radical ante la aristocracia, contra la que dicta imponentes dicterios: nei confronti di questo genere di uomini [la nostra città] ha fissato leggi più numerose e più dure che nei confronti di alcun altro, tanto che ha costretto i superbi, dopo che furono domati e stretti, per così dire, dalle adamantine catene delle, leggi, ad abbassare finalmente il collo e ad umiliarsi anch’essi fra la gente comune: sicché, ormai, il passaggio dalle più elevate famiglie alla plebe viene concesso come un grandissimo beneficio218.

Para mejor aprehender, en el ámbito castellano, la naturaleza política de estos principios habremos de situarlos en el contexto de su época y recordar ante todo que no era la suya la única teoría vigente, ni siquiera la más aceptada; contrario a ellos, y mucho más divulgado en su siglo, es el programa que construye Juan de Mena en su Laberinto, cuyo objetivo radica en denunciar los dapños que causa la triste demanda de la discordia del reino que anda, donde non gana ninguno corona (...)

y en exaltar a los que (...) más aman con justo sentido la recta justicia que non la ganançia219.

En palabras de José Luis Bermejo Cabrero, Juan de Mena «siempre que encuentra hueco para introducir un tópico político, hace elogios de la monarquía o lanza duras invectivas frente a los excesos de la nobleza»220; en una interpretación de carácter más general, José Manuel Nieto Soria concluía que «es inevitable pensar en la posibilidad de interpretar el fenómeno de la poesía cancioneril cortesana de índole política y de carácter apologético como una manifestación de un dirigismo cultural regio relacionado con el control de nuevos medios de exaltación de las pretensiones políticas de la realeza»221.   Oratio funere Iohannis Strozze, p. 717.   Juan de Mena, Laberinto de Fortuna, ed. Maxim P. A. M. Kerkhof, Madrid, Castalia, 1997, vv. 1653-1656 y 1693-1694. 220   Derecho y pensamiento político en la literatura española, p. 70. De la visión del monarca en Juan de Mena y la literatura del período se ocupa por extenso en las pp. 67-94. 221   J. M. Nieto Soria, «Apología y propaganda de la realeza en los cancioneros castellanos del siglo xv», p. 213. 218 219

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Las diferencias entre nobleza y monarquía se volvieron insalvables desde la revuelta nobiliaria de 1274 contra Alfonso el Sabio, pero se agudizaron hasta la saciedad a medida que avanzaba el siglo xv. Ya don Alfonso, en el Fuero Real, había ordenado: «ninguno sea osado por hecho ni por dicho ni por consejo de ir contra el Rey ni contra su señorío, ni hacer levantamiento ni bullicio contra él ni contra su reino»222; en las cortes de 1390, mucho más cercanas a los problemas que habían de seguir, prohibió el rey las «ligas y ayuntamientos [que] la mayor parte de las veces no se hacen con buen propósito, producen escándalos, discordias y enemistades, estorbando nuestra justicia, yendo todo a deservicio nuestro y en daño de nuestros reinos»223. Ni don Gómez ni los nobles sublevados llegaron a formular teorías políticas alternativas; en las propuestas ideológicas que nos han llegado ratificaban las prerrogativas regias, afirmaban actuar en beneficio del rey y del reino, y se justificaban subrayando que se proponían devolver al rey su auténtica libertad224. En el contexto de su tiempo predomina en la conciencia política un programa radicalmente opuesto al de don Gómez: Juan de Mena, cronista y secretario de Juan II, propugnaba la Monarquía como fuerza aglutinadora de un orden social donde los conflictos se resolvieran por su mediación y donde la agresividad de la nobleza se proyectara contra el enemigo exterior y común, el musulmán; este fue el programa de Fernando de Antequera y, en general, el de los letrados; si recordamos las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, justifica su intervención en las guerras civiles por el servicio a su «rey natural» (aunque no fuera sino uno de los reyes que se disputaban la corona) e incide muy particularmente en su participación en las cruzadas contra los musulmanes, que no fueron sino episodios sueltos de juventud225. Estas formulaciones procedían de 222   Citado por Juan Beneyto Pérez, Ideas políticas en la Edad Media, Madrid, 1941 § 85, p. 66. 223   J. Beneyto Pérez, Ideas políticas en la Edad Media, § 36, pp. 43-44. 224   José Luis Bermejo Cabrero, «Orígenes medievales de la idea de soberanía», Revista de Estudios Políticos, 2000-2001, 1975, pp. 283-290, especialmente, p. 286, así como José Manuel Nieto Soria, «El “poderío real absoluto” de Olmedo (1445) a Ocaña (1469): la monarquía como conflicto», En la España Medieval, 21, 1998, pp. 159-228, especialmente pp. 210-212, insisten particularmente en este aspecto. El concepto fue general en la época: Enríquez del Castillo, que escribe desde su perspectiva de servidor fiel de Enrique IV, pone entre las cosas que «mayor dolor y sentimiento suelen poner en los corazones de los buenos (...) cuando los Príncipes e Reyes poderosos son venidos a servidumbre de los siervos e criados que criaron», Crónica de Enrique IV, en Crónicas de los Reyes de Castilla, vol. III, Biblioteca de Autores Españoles, 70, Madrid, Atlas, 1953, pp. 159-160, citado por J. L. Bermejo Cabrero, «Las ideas políticas de Enríquez del Castillo», p. 73. 225   Me ocupé de este tema por extenso en mi edición de Jorge Manrique, Cancionero y coplas a la muerte de su padre, Barcelona, Bruguera, 1981, pp. 79-84, que reduje y sinteticé

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la teocracia pontificia, luego secularizadas en el entorno de los emperadores y, más tarde, en la Sorbona y al servicio de la Monarquía francesa. Acertó Luis Suárez Fernández al interpretar este período como el conflicto entre dos concepciones políticas opuestas, la de la nobleza y la de la Monarquía, pero hasta donde llegan las investigaciones actuales, creo que el punto de vista de don Gómez es el testimonio literario más desarrollado de la justificación ética de la nobleza. Vivió en un siglo violento y convulso; pero fue mediante el uso de esta violencia como ganaron su poder y su riqueza los más osados, incrementando así la frecuencia y la violencia de los casos de fortuna que tanto temían. A la luz de estos datos, siendo tan intensa (y tan poco convencional) la carga ideológica de la Consolatoria a la condesa de Castro, haríamos mal en creerla aplicación mecánica de principios religiosos o morales de carácter general, incluso de postulados senequistas más o menos laicos. A la vista de estos datos y, en particular, de su interés para explicar la acción pública de la nobleza, más bien parece que habremos de aceptar que, en su momento, pudiera ser interpretada e incluso concebida como un manifiesto de partido o de clase. 8 Las dificultades de los Sandoval Una vez fijado en las veinte y dos estrofas primeras el marco ideológico de su meditación, es en las ocho últimas donde el autor particulariza su mensaje y donde hemos de buscar los aspectos concretos de su pensamiento y la intención que lo impulsó. Es aquí donde don Gómez personaliza la consolatoria, tratando de persuadir a su hermana de que no tiene en realidad motivos para la queja; primero porque hay lugar para la esperanza: no deven turbarvos aquestas razones que fueron ayer y no son agora; que el bien vos verná aunque se demora,

y en segundo lugar, porque no faltan los bienes incluso en la peor de las adversidades: Aunque favorable asaz vos a seído pues vos cumplió de gran fermosura, perfeta bondad con desemboltura de muy reposado y bivo sentido luego quizá demasiado escuetamente en la edición de Jorge Manrique, Poesía, Madrid, Real Academia Española, 2013, pp. 166-168.

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Vicenç Beltran y non vos menguó de noble marido, el cual asimesmo no tanto bien ama, y nunca turbó vuestra clara fama y dióvos más fijo no dino de olvido226.

Al margen incluso de estas manifestaciones positivas de la fortuna en la vida de doña Juana, el final del poema y de su comentario resulta un canto a la esperanza. En la exposición de la estrofa ahora citada, don Gómez afirma paladinamente que la fortuna aún fasta agora no á tenido poder, nin Dios gelo dará, para vos tirar aquellos bienes que acostumbra a los que ásperamente persigue; y aún de los que vos á tirado tan grandes vos da esperanças que yo ciertamente no determinarme sabría si con aquellas querría más en vuestras necessidades bevir que muy abastado con los temores que biven algunos de los que agora los bienes de la casa vuestra poseen.

En la estrofa trigésima y última insiste en que «presto avrá vado vuestro disfavor» y en su comentario le aplica un pasaje bíblico: «él vos reparará como reparó a la cananea si con aquella fe le seguís y, faziendolo así, demandalde lo que él mesmo orando en el huerto a Dios padre demandó diziendo: Si posibile est, transeat a me calix iste; sed non quod ego volo, sed quod tu, que dezir quiere: “Padre, si posible es, pase de mi este cáliz pero no la voluntad mía mas la tuya sea fecha”; porque respondérsevos pueda lo que a la dicha Cananea: Mulier, magna est fides tua, fiat sicut petis, es a saber: “Mujer, grande es la tu fe; fágase como tú pides”»227. Podríamos pensar que son meras palabras consolatorias si no fuese por aquella afirmación tan explícita que las precede, «los temores que biven algunos de los que agora los bienes de la casa vuestra poseen». Para entenderlas en su justa medida hemos de recordar que tras la confiscación del Condado de Castro y todos los bienes de los Sandoval, Castrojeriz fue concedido al adelantado Pedro Manrique; Portillo, a Ruiz Díaz de Mendoza; Lerma, a Íñigo de Estúñiga y Saldaña, a Fernando López de Saldaña228. No había solidaridad entre los nobles de cada bando, y la caída del uno implicaba el reparto de sus bienes entre los que le sobrevivían, le hubieran sido antes aliados o contrarios; igual que Montizón acabó en manos de Jorge Manrique, y no de los hijos de García Laso, el propio padre de don Gómez y doña Juana, el adelantado Pedro Manrique, se había visto por tanto beneficiado con el despojo de su consuegro. Pero tales temores podían volverse más que reales en un momento muy concreto que no resulta difícil determinar.   Véase estrofa XXIX, p. 172.   Véase p. 174. 228   A. Paz y Melia, ed. cit., p. 354, reproduciendo información de Prudencio de Sandoval cuyo origen no he podido localizar. 226 227

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La cronología de la Consolatoria229 viene fijada por su referencia a la ejecución de Álvaro de Luna (3 de junio de 1453) y por una cita de los Proverbios del marqués de Santillana que preceden la penúltima estrofa; el autor era hombre respetadísimo por don Gómez: recordemos que este le había pedido un ejemplar de su cancionero, que el marqués le expidió con el ruego de que se lo glosara230, y que a su muerte, el 25 de marzo de 1458, le dedicó una sentida y espléndida elegía231, una de sus más interesantes composiciones. Sabemos que los Proverbios, compuestos con motivo de la educación del príncipe Enrique, datan de 1437232; ahora nos interesa más la referencia con que introduce la cita, pues nos dice de Santillana «que es caudillo», o sea, que está todavía vivo. Hemos de situarnos por tanto antes de mediados de 1458, en los primeros y esperanzados años del reinado de Enrique IV; en la estrofa segunda llama a su hermana «condesa de Castro, de Denia, de Ayora» y aunque durante el reflujo político de 1446 había recuperado el uso legítimo de su título castellano, este verso puede sonar como una reivindicación. En efecto, las perspectivas de los Sandoval cambian por completo tras la ejecución de Álvaro de Luna, cuando los bandos inician las bases de una reconciliación. Poco a poco las posiciones de unos y otros se fueron reajustando; por fin en 1456 Juana Manrique pudo tomar posesión de Cea y se pactó una indemnización a cargo del patrimonio real que substituyera los bienes repartidos a otros nobles. Sin embargo el fracaso de la campaña de Granada en 1457-1458 y la reanudación de las luchas civiles dieron de nuevo al traste con las esperanzas de los Sandoval. Participaron por tanto en la revuelta del infante Alfonso, que decretó la devolución de sus bienes (naturalmente sin efectos prácticos), y solo desde 1469 comenzaron a recibir compensaciones por parte de Isabel y Fernando. Dado que el condado de Castro había pasado a manos de Ruy Díaz de Mendoza, en 1484, Diego de Sandoval, hijo de Fernando y Juana Manrique, fue compensado con el título de conde de Lerma y nuevas concesiones, entre ellas la villa de Gumiel de Izán que, sin embargo, siguió en manos de los condes de Ureña. En 1493 recibieron nuevas compensaciones por su participación en   R. Lapesa, «Poesía docta y afectividad en las consolatorias de Gómez Manrique», pp. 55-56, había fijado ya estos hitos y la cronología efectiva del poema en el mismo contexto que vamos a reconstruir. 230   Se trata sin lugar a dudas del ms. 2655 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, reproducido en Cancionero del Marqués de Santillana (BUS, ms. 2655), ed. facsímil con transcripción de Javier Coca Senande y presentación de Pedro M. Cátedra, Salamanca, Universidad de Salamanca/Iberduero, 1990. La petición del cancionero y la respuesta del marqués que encabezan este manuscrito pueden verse en el nº 33 de mi edición. 231   Número 57 de mi edición. 232   Véase Rafael Lapesa, La obra literaria del marqués de Santillana, p. 206. 229

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la guerra de Portugal, aunque siguieron pleiteando por la posesión de Castro y Gumiel de Izán, fruto de otra transacción con el emperador en una fecha tan avanzada como 1537233. Hacia 1456-1457, la situación castellana de los Sandoval resultaba complicada, aunque nunca desesperada. La recuperación de sus propiedades castellanas (de cuya pérdida deriva, en principio, una compensación) habría sido un gran golpe de fortuna, pero las dificultades se multiplicaron en sus posesiones valencianas. A la muerte de don Diego de Sandoval, en 1454, la herencia se complicó por una triple circunstancia: su condición de intestado234, las reclamaciones de su viuda, Isabel Ladrón, y la reclamación de la propia villa de Denia, que deseaba volver al patrimonio real: de hecho, este fue el problema más apremiante por aquellos años. Hasta la muerte del Magnánimo (verano de 1458), el pleito estuvo en suspenso, apoyando la ciudad de Valencia a la villa de Denia y el lugarteniente, el futuro Juan II, a Fernando de Sandoval; después, el nuevo rey impuso su voluntad y Fernando de Sandoval quedó legalmente en posesión del condado a costa de comprar los derechos de sus hermanos235. Aunque los pleitos interpuestos por la viuda y la intervención de la ciudad de Valencia llevaron, tres años más tarde, a perder de nuevo (solo temporalmente) su posesión236, esta parte de la historia ya queda fuera del ámbito de nuestro estudio. En los años que van de 1454 a 1458 el matrimonio Fernando de Sandoval y Juana Manrique vivió en la zozobra de lo que pudiera pasar en Castilla y en Valencia, entre la esperanza de doblar sus bienes (recuperando Castro y conservando Denia) y el temor (ciertamente no tan apremiante, pues ya habían empezado a recibir compensaciones en Castilla y gozaban del apoyo del heredero Juan de Navarra) de perder quién sabe si los dos estados; su esperanza debió radicar siempre en el apoyo incondicional de Juan II de Aragón, por aquellos años lugarteniente del Reino y heredero legítimo del Magnánimo: sabemos por ejemplo que a Juana Manrique, según queja del Concejo de Valencia, en 1461 el rey la había «tramès en Castella per servey seu» para sobreseer con este pretexto el nuevo pleito interpuesto por Isabel Ladrón237. 233   La reconstrucción de los vaivenes territoriales y jurisdiccionales en Castilla (no así en Valencia, para lo que ha de leerse a Rubio Vela) fue magistralmente sintetizada por A. Franco Silva, «El linaje de los Sandoval y el señorío de Lerma», especialmente pp. 102-104. 234   Agustín Rubio Vela, Joanot Martorell y el condado de Dénia, pp. 50 y 51 nota 5. 235   Ibídem, pp. 51-53. 236   Ibídem, cap. IV. Es en este momento cuando el condado de Denia fue administrado por el novelista Joanot Martorell, según la identificación propuesta por este estudioso. 237   Carta de los jurados de Valencia a Joan Olzina, consejero y mayordomo del rey (11 de septiembre de 1461), en la que le piden su intercesión a favor de la ciudad en el pleito

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Por tanto, en el período de redacción de la Consolatoria, hacia 1456-1457, doña Juana podía estar en suspenso entre una gran esperanza, la recuperación del patrimonio castellano de su marido, y un no menos justificado temor, el de perder el ducado de Denia y el patrimonio valenciano de los Sandoval. Al primero alude don Gómez apuntando a los «temores que biven algunos de los que agora los bienes de la casa vuestra poseen»; a pesar de mencionarlos casi de pasada, eran una causa muy seria de preocupación, no un leve contratiempo como él parece sugerir: se refiere a los intereses y las seguras resistencias de la oligarquía castellana, beneficiaria en última instancia del expolio de los Sandoval. Empezamos así a reconstruir los artificios del autor, las manipulaciones de la realidad que no son pocas. A mi parecer, don Gómez se aparta de la verdad al menos en dos puntos esenciales. El primero es la gran desdicha de que desea consolar a su hermana, la pérdida de «vasallos y tierra y todos metales». Es cierto que su suegro los había perdido mucho antes en Castilla, pero no parece menos cierto que las concesiones territoriales de Juan de Navarra y el Magnánimo en Valencia son una compensación, y difícilmente hubieran tenido lugar sin la hecatombe castellana; la situación hubiera podido plantearse a la inversa: en lugar de llorar la inestabilidad de los bienes de fortuna, exaltar el individualismo y rechazar el servicio desinteresado al común y a la Monarquía, el caso de los condes de Castro pudiera ser presentado como un ejemplo de recompensa a su fidelidad con el linaje real aragonés y a la virtud cívica del servicio fiel, pues incluso en los años 1454-1458, ciertamente azarosos para la posesión del Condado de Denia, jamás perdieron el apoyo de Juan de Navarra. Pero, sobre todo, parece dudoso que en 1456-1457 la condesa de Castro necesitara ser consolada por una desdicha: por vez primera, el linaje de su marido veía factible la devolución completa y definitiva de los estados castellanos (de los que ya habían recibido una parte significativa), pudiéndose acumular estos a las concesiones compensatorias recibidas en Valencia; era precisamente entonces cuando la fortuna les prometía expectativas favorables como no lo había hecho desde la aciaga derrota de 1429. La Consolatoria se escribe por tanto cuando los Sandoval están a punto de recuperar sus bienes castellanos, mientras vislumbran la posibilidad de doblar su patrimonio y su poder por un golpe político afortu-

interpuesto por Isabel Ladrón contra sus hijastros por la posesión del condado de Denia, Archivo Municipal de Valencia, LM 25, f. 22r. La representación del rey por Juana de Mendoza había sido el pretexto con el que aquél sobreseyó el pleito de Isabel Ladrón, defendida por la ciudad, la cual dirigió una nutrida correspondencia al rey reclamando contra esta decisión entre julio de 1461 y febrero de 1462. He de agradecer su comunicación a la generosidad de Agustín Rubio Vela.

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nado, por una coyuntura favorable a su partido; fue así como se enaltecieron, fue así como perdieron Castro y es así como lo pensaban recuperar. Podríamos decir que la doctrina estoica no tenía ninguna relación con el caso, pues los altibajos de fortuna los habían provocado los Sandoval mismos con su acción política, se podía interpretar que la moral cristiana la habían conculcado con actuaciones concebidas desde el más puro egoísmo personal y de clase, por ánimo de lucro, con daño de terceros y perjuicio continuado del común y de la Monarquía. Tampoco podemos olvidar que, ocupados sus bienes por otros nobles, las indemnizaciones se hicieron con cargo al patrimonio regio, sin que ellos renunciaran jamás a incrementarlas reivindicando, a pesar de todo, sus antiguas posesiones. En toda esta historia lo único que destaca es la rapacidad de un linaje que, apoyándose en una parte de la familia real, aspira a incrementar su riqueza y su poder. No cabe sin embargo cargar las tintas en esta dimensión; la incertidumbre que por estos años pesaba sobre sus posesiones valencianas no puede ser desestimada, y pudo ser un ingrediente más para que don Gómez pudiera presentar a su hermana como víctima de un hado adverso. Pero si consideramos por una parte las dificultades que encontraba Enrique IV en su intento de reintegrar en Castilla a los Sandoval y por otra las que se habían creado en Valencia tras la muerte de su suegro Diego de Sandoval (1454), es plausible y justificado interpretar que la condesa de Castro, en este período, podía estar viviendo una situación de notable ansiedad y que este fuera el estado de ánimo que su hermano intentaba combatir. Es, como veíamos antes, una de las aplicaciones que los antropólogos han descrito para las ideologías, especialmente en las sociedades tradicionales de nuestros días. Y esta se convierte en una interpretación justificada y plausible para el poema que estudiamos, aunque quepan otras si atendemos simultáneamente a las circunstancias del momento y al repertorio de los géneros literarios del período. A la luz de estos datos creo posible postular que el uso de la forma consolatoria, además de adaptar un género bien estructurado y ya prestigioso a las circunstancias por las que pasaba su hermana, puede ser también una argucia de don Gómez para dar un marco intemporal y moralmente enaltecedor a los altibajos de fortuna de su familia política y su patrimonio. En aquel momento cabía, ciertamente, consolar a su hermana por tanta incertidumbre; pero esta era debida a la coincidencia entre ciertos temores de caída y unas fundadas esperanzas de mejoría que también cabía, en suma, celebrar. La forma literaria de la consolatoria habría tenido sentido unos años antes; entonces podía ser interpretada como una argucia ennoblecedora: al presentar el caso de los Sandoval como un ejemplo ético se justificaban sus reclamaciones materiales como un acto de reparación justa, no solo desde el punto de vista político, sino también

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desde una perspectiva moral y social. Probablemente, la Consolatoria a la condesa de Castro, desde el punto de vista político y desde la perspectiva pública de su tiempo, ha de ser entendida como un acto de enaltecimiento linajístico, incluso una celebración y pudo ser, asimismo, un instrumento legitimador, un acto de lucha política, un manifiesto de partido y una reclamación de los bienes perdidos; desde el punto de vista privado ha de ser interpretado como un enaltecimiento del coraje de los Sandoval y un estímulo para seguir batallando por lo que creían sus derechos, y quizá como un acicate a su hermana para que no se dejara vencer por las incertidumbres del futuro. 9 El senequismo como ideología Para no dar una imagen falsa de don Gómez conviene recordar aquí de nuevo la advertencia de Karl Mannheim en cuanto a los juicios morales sobre las actitudes públicas: «empezamos a considerar las ideas de nuestro adversario como ideología solo cuando dejamos de considerarlas como mentiras descaradas y cuando percibimos en su total comportamiento una ausencia de fundamento que consideramos como función de la situación social en que se halla»238. El entorno intelectual y jurídico en que se produjeron las luchas de bandos era particularmente incómodo para la nobleza: el pensamiento político y jurídico, a lo largo del Medioevo, se había ido decantando a favor de la autoridad monárquica, y el cesarismo humanista acentuó esta evolución. Hoy mismo se concibe aquel fortalecimiento del poder real como paso necesario en el proceso de creación del Estado moderno, y la historiografía, desde el liberalismo decimonónico hasta el cambio de posición iniciado por Luis Suárez Fernández, juzgó muy negativamente la actitud levantisca de la aristocracia medieval, sin atender a su contexto ni investigar sus razones. En aquel momento, los nobles necesitaban, como toda colectividad que ha de legitimar su actuación, una ideología que la sustentase, basada en una corriente de pensamiento de prestigio reconocido; sobre ella podían desarrollar lo que llamó Mannheim un pensamiento utópico: «incapaz de diagnosticar correctamente una situación real de la sociedad, no les interesa en forma alguna la realidad; antes bien, se esfuerzan en su pensamiento por cambiar el orden vigente. Su pensamiento nunca es un diagnóstico de la situación: solo puede servir para orientar la acción»239. No podemos criticar a don Gómez por hacer un uso tor238   Ideología y utopía. Introducción a la sociología del conocimiento, p. 95. Me he extendido particularmente sobre este aspecto más arriba, p. 31. 239  Ibídem, p. 73.

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ticero de Séneca ni de la doctrina cristiana, pues este parece ser el itinerario habitual del uso ideológico en épocas de gran consenso y, más en concreto, en las llamadas sociedades tradicionales: dans un ordre traditionnel, il suffira que chaque camp détourne à un usage politique une proposition quelconque, pour qu’il puisse rallier ses partisans. Le détournement lui fournira aussi une justification, puisque la proposition détournée fait partie des croyances reçues dans la société considérée. Autrement dit, l’idéologie n’apporte aucune information supplémentaire, il n’y a que un usage idéologique d’une proposition quelconque empruntée à la mythologie, à la religion, aux moeurs, à l’éthique ou à la rationalité240.

Don Gómez, durante los años conflictivos de la lucha aristocrática contra Juan II y Enrique IV, estuvo ininterrumpidamente alineado en el bando hostil al rey, con el arzobispo Carrillo y con los miembros del partido aragonés, cuya columna vertebral estaba formada por los Manrique y los Enríquez; en la Querella de la gobernación puso literalmente su pluma al servicio de su partido, como pone de manifiesto la glosa de Pero Díaz de Toledo, servidor de la casa del arzobispo. Su prestigio intelectual debió ser grande, a juzgar por diversos testimonios, en particular el del marqués de Santillana, que lo consideraba Ardid, buen guerrero y gran elocuente, segundo Troilo, otro Claudiano, en versos Oracio, Varrón de la mano nuevo Mantuano en armas volcente; umano, gracioso, afable, plaziente (...) en todas las artes estenso, famoso, (non solamente en una nin dos) secaz y diciplo del Febo delfós, esperto en las lides, valiente, animoso241.

Por su parte, Pedro Díaz de Toledo justifica su glosa a la Querella de la gobernación por el deseo de demostrar «cuán enseñadamente escrivió, y que su escrevir non discrepa de los santos profetas que semejante querella quisieron fazer a Dios de la que este cavallero muestra fazer en sus coplas»242. No tiene nada de extraño, por tanto, que en aquella ocasión se convirtiera en el portavoz intelectual de los rebeldes.

  J. Baechler, Qu’est-ce que l’idéologie, p. 160.   Poesía cortesana (siglo xv), nº 33b, pp. 61-62. 242  Ibídem, pp. 519-520. 240 241

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Por otra parte, el senequismo, en la versión que nos da la Consolatoria a la condesa de Castro, podía ser la coartada perfecta para autorizar a los nobles a «inquerir (...) los tales bienes y recebir cuantos assí onestamente les vinieren y retenerlos en sus casas»; el conocimiento y aceptación de Séneca por los grupos dominantes en las sociedades ibéricas del siglo xv podía dar a sus pretensiones la dignidad intelectual y moral que les faltaba, legitimar, por tanto, la revuelta solitaria de cada noble, o de un grupo de ellos, contra la injusticia que según ellos dominaba la sociedad y los errores en la política regia: «ciertos sistemas ideológicos se transforman cuando el conjunto cultural que los envuelve se halla penetrado por la influencia de culturas extrañas y próximas. En tal caso, la irrupción es a veces insidiosa (...) y resulta de la fascinación que de lejos ejercen las creencias, las ideas o las formas de vivir seductoras»243. Sospecho, como se desprende de mi investigación, que el creador de este uso ideológico de Séneca no fue don Gómez, sino su admirado marqués de Santillana, a quien reconoce como «caudillo»: es el estoicismo el que permite al sabio gobernante Bías enfrentarse a las fuerzas telúricas de la fortuna para reconfortar con su ejemplo los ánimos del conde de Alba, encarcelado por Álvaro de Luna en 1448, legítimamente desde un punto de vista purista, en cuanto actuaba por delegación regia. La diferencia entre los dos estriba sobre todo en la forma literaria y en la posición pública de ambos: los Mendoza practicaron siempre una política de respeto formal al rey y a la Monarquía, aunque de hecho, como todos sus coetáneos, se aplicaron concienzudamente al expolio del patrimonio real aprovechando todas y cada una de las alteraciones que se sucedieron, de ahí la ausencia de circunstancias o de elementos ideológicos ajenos al diálogo consolatorio. Tal como la expresa o refleja en su obra, Santillana conocía mejor la doctrina de Séneca o era más respetuoso con la coherencia interna del pensamiento antiguo; o, quizá mejor, fue capaz de superar el anacronismo y la yuxtaposición contradictoria de pensamiento pagano y cristiano, antiguo y moderno, que había caracterizado la literatura y la intelectualidad del siglo xv en toda Europa. Salvadas estas distancias, tampoco importa demasiado la pureza de la doctrina estoica en cada uno de ellos, ni la coherencia de los valores que profesa o sugiere don Gómez; como se ha dicho, el estoicismo senequista del período fue más una actitud que una doctrina244 y lo que ahora analizamos es, precisamente, su aprovechamiento en la confección de una ideología política.

  G. Duby, «Historia social e ideología de las sociedades», p. 163.   P. Cherchi, «Pero Díaz de Toledo y su “Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués de Santillana”», p. 120, arriba citado. 243 244

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10 La religión como ideología Aunque a otro nivel, como no podía ser menos, no falta en la Consolatoria el argumento religioso para justificar las aspiraciones de los Sandoval. En el comentario el autor intercala algunas citas de textos sagrados, seguramente de memoria, pero casi siempre fieles al texto canónico que corresponde de ordinario con la Vulgata245, sin que falten algunas citas de textos litúrgicos. En el comentario a la estrofa VII encontramos la primera: «Estas afirman bien el comienço de la quinta leción de las oras de defuntos, que dize: Homo natus de muliere brevi vivens tempore, repletur multis miseriis que dezir quiere: “Todo ombre de mujer nacido es poco tiempo biviente y aquél, de miserias y trabajos lleno”»246; la primera parte (Homo natus de muliere, brevi vivens tempore) procede del Libro de Job, el conjunto, de la lección quinta del Officium defunctorum. El objeto de la cita es la afirmación de la caducidad de las cosas, a las que Cristo se sometió igual que el conjunto de los mortales; se trata, por tanto, de un argumento consolatorio típico, incluso exagerado en cuanto no se libró de esta limitación humana ni siquiera su redentor. La mayor acumulación de pasajes bíblicos se da en el comentario a la última estrofa, cuando el poeta necesita remachar su lección y grabar sentencias autorizadas en la memoria de su hermana (o de los lectores), y las dos que utiliza proceden del Evangelio de Mateo. Se me permitirá la longitud de esta cita, que creo importante por su contenido y por su posición, al final mismo de la obra: él vos reparará como reparó a la cananea si con aquella fe le seguís y, faziendolo así, demandalde lo que él mesmo orando en el huerto a Dios padre demandó diziendo: Si posibile est, transeat a me calix iste; sed non quod ego volo, sed quod tu, que dezir quiere: ‘Padre, si posible es, pase de mí este cáliz pero no la voluntad mía mas la tuya sea fecha’; porque respondérsevos pueda lo que a la dicha Cananea: Mulier. magna est fides tua, fiat sicut petis, es a saber: «Mujer, grande es la tu fe; fágase como tu pides».

Esta vez, ambas citas están un tanto manipuladas, quizá por un error de memoria (o, por qué no, de transmisión textual)247, pero el dato no resulta re245   Para compulsar las citas uso la Biblia Sacra. Iuxta Vulgatam Versionem. Bonifatius Fischer, Robert Weber, et al. (eds.), Stuttgart, Deutsche Bibelanstalt, 1994, que consulto en la web , del proyecto Biblia medieval, bajo la dirección de Andrés Enrique-Arias y la dirección técnica de Javier Pueyo. Para las traducciones al español, Sagrada Biblia, versión de Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga, revisión a cargo de Maximiliano García Cordero, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966. 246   Para la fuente exacta de cada cita remito a la anotación correspondiente. 247   Remito de nuevo a la anotación de estos pasajes.

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levante. Lo que nos interesa aquí es la adecuación al objeto de su obra: si Séneca (interpreta don Gómez) justificaba la ambición de bienes mundanos, el evangelista Mateo le da la certeza de que sus súplicas (aun en la petición de bienes mundanos) serán atendidas; con la salvedad de que, si no fuera así, habrá de afrontar la voluntad divina con la misma disposición, «pues él mejor sabe cuál es lo mejor» (est. XXX). El autor no es pues manco a la hora de acumular autoridades que ayuden a su hermana en aquel paso delicado que tanta incertidumbre le producía. No son las únicas autoridades alegadas. Fuera del comentario, al margen de las estrofas en MP3 (en una posición por tanto poco usual en esta escuela), aparecen tres citas latinas con el factor común de reforzar lo allí dicho. En la estrofa XXV desarrolla una larga invocación a su hermana para que acepte con paciencia los cambios de fortuna, a los que los humanos estamos sometidos; al margen del comienzo de la estrofa se copia este largo párrafo: «Los dolores o gozos mundanos, en la breviedad y en lo que de ellos después de pasados queda, a los sueños se pueden bien comparar», que parece una paráfrasis de un soneto de Petrarca. Al final de la estrofa, al margen de los versos «más presto se pasan que sueños livianos / o que los vientos por altos alcores» anota la expresión «Quia ventus est vita mea», que procede de nuevo del Libro de Job. Algo más adelante, en la estrofa XXVII, al margen del verso «así como sombra nos desaparecen», encontramos una nueva cita, esta vez de los Salmos: «Sicut umbra declinaverunt». Por fin, en la estrofa XXVIII, al margen de los versos «y vuestra virtud quedará provada / bien como queda la plata cendrada» se lee Argentum fornace provatur et virtus in adversitate, que no parece una cita bíblica, más bien se acerca al texto latino de De Providentia sin identificarse con él248. La parte final del poema es pues la que recoge el mayor aparato demostrativo en latín, casi todo de origen bíblico. Hay dos excepciones que se sitúan en el comienzo del poema y que tienen un carácter muy diverso. Al margen de la estrofa IX se lee la anotación siguiente: «La nuestra mísera vida humana y bienes y males de ella tiene por los antiguos sabios munchas comparaciones, de lo cual tractando se dize: “serán como nuves de mañana y como rocío del alva pasarán”», de claras reminiscencias escriturísticas, aunque su fuente concreta no la he podido localizar. Junto al primer verso de la estrofa siguiente («Ca nunca los dexa estar en un ser / esta fortuna de quien vos quexáis») encontramos una nueva cita latina: «Esurientes implevit bonis, divites dimisit inanes», que continúa la primera cita del poema: «Deposuit potentes de sede ed exaltavit humiles» justo al margen de los versos «el cual torna baxo de lo soberano / y faze de ricos en un   Véase la anotación en mi edición.

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punto pobres». Se trata de dos versículos del Evangelio de Lucas procedentes del Magnificat: cuando María, embarazada, visitó a Isabel, esta exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!», a lo que María respondió con la oración que la Iglesia conoce con este nombre y que parece proceder de la liturgia hebrea. En la tradición eclesiástica se convirtió en pieza esencial del culto, siendo integrada en la Liturgia de las horas con los rezos de vísperas; debía resultar por tanto bastante conocida. Para lo que nos interesa, don Gómez comete de nuevo una clara manipulación de la fuente: el texto es un canto a la grandeza de Dios, del que ha extractado dos versículos referidos a su poder omnipotente sobre los humanos; en el contexto en que se sitúan, como las citas que terminan el comentario, se convierten en un claro manifiesto a favor de la Casa de Castro. El poeta ha actuado con las citas bíblicas igual que con las de Séneca: situarlas en el contexto de la consolatoria a su hermana e, indirectamente, usarlas como soporte de sus ambiciones y deseos; como todas las ideologías, ha adaptado para fines muy concretos, alejados de su sentido original, las fuentes de legitimación más respetadas por la aristocracia y la sociedad de su tiempo: Séneca y la Biblia. Al margen de su interpretación, que me parece transparente, queda el problema de su misma existencia, pues no es corriente que los poetas acompañen sus composiciones con citas marginales. El comentario, inspirado en los que acompañaban al texto en los libros escolásticos (Biblias, Decretales, etc.), se impone en los grandes poemas durante el segundo cuarto del siglo xv, sea por obra del mismo autor (como el poema que nos ocupa, o como la Coronación de Juan de Mena), sea por autores distintos, destacando en este sentido el letrado Pero Díaz de Toledo, glosador de los Proverbios de Santillana y de la Querella de la gobernación de don Gómez. La fama de letrado de nuestro autor hizo que el marqués, al enviarle su cancionero (seguramente el actual SA8), le dijera: E pues que vos plaze fazerles honor, resçebid mis obras, docto cavallero; fazedles tal glosa qual de vos espero, por tal que vos llamen buen comentador249.

En los libros escolásticos, en cuyo ejemplo se inspiran, la glosa solía disponerse alrededor del texto glosado, este centrado en la página, la explicación alrededor, encuadrándolo por completo, y las palabras de llamada se marcaban mediante signos convencionales, como hace nuestro MN24250. En este contexto, no   Cito según la edición de M. A. Pérez Priego, nº 115, vv. 121-124.   El modelo puede verse en los diversos capítulos que a este tipo de libros dedica el volumen coordinado por Henri-Jean Martin y Jean Vezin, Mise en page et mise en texte du 249 250

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sorprenden las citas incluidas en el comentario, que formaban parte del aparato demostrativo inherente al género; sin embargo, la cita de auctoritates al margen de los poemas me resulta más extraña. Me pregunto si estas expresiones, tan estrechamente vinculadas a los versos que acompañan, no pudieran estar entre los materiales recogidos por el poeta para la elaboración de su poema, y que luego, organizado este, hubiera decidido conservarlos para autorizar mejor sus argumentos; la carencia de casos paralelos en la lírica castellana quizá pueda suplirse con la existencia de un caso tal vez similar en la producción del poeta Joan Berenguer de Masdovelles251. 11 Ideología y literatura No cabe duda de que tanto la conllevancia del suicidio estoico como la adopción de posturas políticamente tan radicales sorprenden un tanto a mediados del siglo xv, cuando tendemos a imaginar la sociedad dominada hasta la médula por el pensamiento cristiano y apenas barnizada con ideas de origen antiguo; quizá convenga empezar a trabajar sobre la hipótesis de que las cosas no fueron exactamente así: lo sugieren tanto las ideas expresadas con tanta contundencia en el Bías como el desarrollo de un pensamiento político individualista y (por decirlo a nuestra manera) laico en Gómez Manrique, ambos igualmente inesperados en su contexto. Al fin y al cabo, estos planteamientos resultan coherentes tanto con la masiva entrada de materiales clásicos y, más concretamente, senequistas durante el reinado de Juan II como con el desarrollo de este pensamiento desde el Bías, y resultan también coherentes con livre manuscrit, Paris, Editions du Cercle de la Livrairie Promodis, 1990; hay numerosas ilustraciones en Curzio Bastianoni et al., Lo Studio e i testi. Il libro universitario a Siena (secoli xii-xviii). Catalogo della mostra, Siena, Biblioteca Comunale, 14-settembre-31 ottobre 1996, con la colaboración de la Università degli Studi di Siena, coord. Mario Ascheri, Siena, Biblioteca Comunale degli Intronati, 1996. En cuanto a la adaptación literaria de la técnica del comentario remonta ya al período trovadoresco (véase Maria Grazia Capusso, «L’Expositio di Guiraut Riquier sulla canzone di Guiraut de Calanson “Celeis cui am de cor e de saber”», Studi Mediolatini e Volgari, 30-31, 1984-1985, pp. 117-166 y 5-189, de la que hay tirada aparte) y tuvo un largo itinerario que no vamos a comentar aquí. 251   Véase mi «Joan Berenguer de Masdovelles et son manuscrit autographe: création, amendement et édition génétique de textes médiévaux», Scriptorium, 69, 2015, pp. 191-216. Lo que conservamos de este autor son expresiones acumuladas sin orden ni concierto en una parte del autógrafo de una de sus poesías que luego irá aprovechando en el resto del poema, tras tanteos muy complejos. No se trata de autoridades, sino de expresiones más o menos acuñadas de la poesía mariana, pero sin duda cumplieron la función de anotaciones en bruto que el autor fue incorporando después.

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más de una obra de don Gómez. Es muy posible que sus propuestas quedaran demasiado alejadas del ámbito de experiencia de su tiempo y superaran excesivamente su horizonte de expectativa, de ahí su aislamiento; quizá si las circunstancias histórico-culturales no hubieran cambiado tan desfavorablemente durante el reinado de Enrique IV, desaparecido el patrocinio regio en la importación del pensamiento antiguo y la iniciativa cultural de la corte, se habrían adelantado no pocos fenómenos de renovación intelectual que apenas volveremos a encontrar hasta la época del emperador, cuando maduró definitivamente el nuevo empuje a la cultura clásica desarrollado en la corte castellana del período anterior, especialmente después de 1490. Hasta hoy, paradójicamente, sabemos muy poco de la relación entre la literatura cortés y la nobleza. En la España medieval, el mayor mecenas fue siempre el rey, y nada tiene de extraño que gran parte de la obra conservada y estudiada gire en torno a su persona, su imagen y sus intereses; lo mismo sucede con la poesía cortés castellana252. Tampoco cabe dudar de la inmensa influencia que la corte ejerció en la configuración de la cultura europea, de nuestras costumbres, ideologías y pautas de conducta253; la centralidad de la pasión amorosa en el itinerario vital y social de la cultura europea desde el siglo xii no tendría explicación si no partiéramos del amor cortés y sus secuelas. De la misma manera, el individualismo, el culto de la libertad personal y de la originalidad, no menos representativas de nuestra forma de ser, resultarían inexplicables sin la   Valga como ejemplo el artículo de J. M. Nieto Soria, «Apología y propaganda de la Realeza en los cancioneros castellanos del siglo xv. Diseño literario de un modelo político», o el capítulo dedicado a Mena en J. L. Bermejo Cabrero, Derecho y pensamiento político en la literatura española. 253   El modelo de este tipo de estudios fue Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, arriba citado, que tuvo numerosa descendencia en el ámbito de los estudios de cultura medieval; entre los trabajos más interesantes, citaré E. Türk, Nugae curialium. Le regne d’Henri II et l’éthique politique, Genève, Slatkine, 1977; C. Stephen Jaeger, The Origins of Courtliness. Civilizing Trends and the Formation of Courtly Ideals 939-1210, Philadelphia, The University of Pennsylvania Press, 1985; Glauco Maria Cantarella, Principi e corti. L’Europa del xii secolo, Torino, Einaudi, 1997; James A. Brundage, The Medieval Origins of the Legal Profession: Canonist, Civilians and Courts, Chicago, University of Chicago Press, 2008; a menudo muy condicionados por sus fuentes (los de Türk y Cantarella, por ejemplo, parten de la perspectiva satírica de W. Map). Otro tipo de trabajos, muy interesantes en cuanto ilustran sobre la prosopografía de la sociedad cortés, pueden ser representados por Rita Costa Gomes, A corte dos reis de Portugal no final da Idade Média, Lisboa, Difel, 1995; véase también Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La Corte de Isabel I. Ritos y ceremonias de una reina (1474-1504), prólogo de Miguel Ángel Ladero, Madrid, Dykinson, 2002. Sería deseable una mayor inserción de los estudiosos españoles en los estudios sobre la literatura cortés, de la que han estado hasta ahora ausentes. 252

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exaltación de las cualidades personales y de la construcción del individuo que la cultura de corte difundió a través primero de los héroes épicos y caballerescos, después, por el prestigio de la creación literaria y, ya durante el Renacimiento, el culto a la personalidad artística254. La rabiosa independencia y egolatría de los aristócratas castellanos del siglo xv ha de interpretarse también sobre este fondo y desde esta perspectiva histórica (no eran muy diferentes, por cierto, de sus coetáneos los condottieri italianos, que aparentemente encarnaban mejor el espíritu de aquella época). Hemos de subrayar además que en este momento, y según un representante autorizado de esta aristocracia, el éxito ya no se fundamentara solo sobre el triunfo militar o la hegemonía social, sino que les resultara tan apremiante la necesidad de apoyarlo sobre cierta entereza de ánimo de raíz más o menos senequista; en esta línea, el primero de los ejemplos antiguos de fortuna adversa expuesto en la Consolatoria ya no es la socorrida Guerra de Troya, que viene a continuación, sino la más insólita de Atenas, cuya fama resulta debida a «el estudio, del cual de los más excelentes que ovo en el mundo salieron filósofos»255. Este resulta un paso esencial en el proceso de psicologización e interiorización de las pautas de conducta que llevan del hombre medieval al moderno, y que encontraría su primera gran eclosión durante el Renacimiento256. Sin renunciar en absoluto al avance que supuso la perspectiva estructuralista y los diversos postestructuralismos en la metodología lingüística y literaria257, cada vez resulta más claro, y no solo en los estudios literarios, que una parte importante de nuestra atención ha de dirigirse a la perspectiva cultural. Puede resultar exagerado leer que «la definición del arte de cualquier sociedad nunca es completamente intra-estética, y además (...) ese tipo de definición raramente supera un carácter marginal. El principal problema que presenta el fenómeno general del impulso estético, en cualquier forma y como resultado de cualquier técnica en que pueda mostrarse, es cómo situarlo dentro de las restantes for-

254   Véase al respecto Édouard Pommier, L’invenzione dell’arte nell’Italia del Rinascimento, Torino, Einaudi, 2007, parte I. 255   Véase el comentario a la estrofa X; la caída de Troya viene en la estrofa siguiente. 256   Para la función de las actitudes estoicas en la construcción de los personajes literarios durante el Renacimiento español, véase por ejemplo el análisis del Abencerraje en Eduardo Torres Corominas, Literatura y facciones cortesanas en la España del siglo xvi. Estudio y edición del “Inventario” de Antonio de Villegas, Madrid, Polifemo, 2008; la penetración de actitudes senequistas en la cultura española, incluso en la cultura popular moderna, ha sido objeto de atención frecuente por los estudiosos: véase, por ejemplo, María Zambrano, Pensamiento y poesía en la vida española, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004. 257   De algunos aspectos retóricos de esta crisis me ocupé en mi La creación de una lengua poética: los trovadores entre oralidad y escritura, Alessandria, Edizioni dell’Orso, 2010, especialmente en el capítulo cuarto.

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mas de la actividad social, cómo incorporarlo a la textura de un modo de vida particular»258; aunque el planteamiento puede parecer exagerado, no lo es tanto si pensamos que fue articulado desde una perspectiva antropológica. Hemos de pensar, sin embargo, que la literatura (y también, en forma menos transparente, las artes figurativas) debe una parte importante de su relevancia histórica a sus implicaciones culturales, ideológicas y sociales. Resulta más aceptable cuando el autor matiza que «no hemos de enfrentarnos únicamente con estatuas (o pinturas, o poemas), sino con los factores que hacen que esas cosas parezcan importantes (...) para aquellos que las elaboran o poseen»259. Nada más lejos de mi intención que enmendar la plana ni al estructuralismo ni a los diversos formalismos: basta ojear superficialmente cualquier poética medieval para percibir la extraordinaria relevancia que se concedía a las formas; pero todas las innovaciones en la teoría de la literatura durante el siglo xx, desde el new criticism y la estilística hasta nuestros días, se han presentado como la nueva panacea que volvía obsoletas todas las propuestas anteriores y este sí es un planteamiento radicalmente erróneo: en realidad, todas ellas han aportado metodologías e interpretaciones que han enriquecido progresivamente nuestra forma de ver, interpretar y estudiar el fenómeno literario. Si en algo vale este trabajo espero que vaya en esta dirección. Por otra parte, si mi análisis es correcto, el caso contribuye a abrir un capítulo apasionante de la historia literaria: su incidencia no ya sobre la serie de las obras que integran una historia de la literatura, sino sobre la estructura de la sociedad; la forma en que la literatura, al hacerse portavoz de una ideología, contribuye a su difusión y al cambio social consecuente. En palabras de Hans R. Jauss, «il rapporto tra letteratura e lettore può essere attualizzato sia nella sfera sensoriale, como stimolo alla percezione estetica, sia in quella etica, come esortazione alla riflessione morale»; un lector puede «percepire un’opera nuova tanto nell’orizzonte ristretto delle sue aspettative letterarie, quanto in quello più ampio della sua esperienza di vita»: «se nella sua storia vengono presi in considerazione i momenti nei quali le opere letterarie hanno provocato il crollo dei tabù della morale dominante o hanno offerto al lettore nuove soluzioni per la casistica morale della sua prassi di vita (...) allora si dischiude allo storico della letteratura un ambito di indagine ancora poco esplorato»260. Poco importa ahora si Santillana o Gómez Manrique llegaron a socavar o no las opiniones de sus 258   Clifford Geertz, «El arte como sistema cultural», en Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Barcelona, Paidós Ibérica, 1994, pp. 117-146, esp. 119-120. 259   Ibídem, p. 144. 260   H. R. Jauss, Storia della letteratura come provocazione, pp. 222 y 224-225, respectivamente.

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coetáneos: quizá su horizonte de expectativa estaba todavía demasiado alejado de posiciones entonces tan radicales; hemos de pensar que lo mismo sucedió con otra innovación literaria de Santillana, el soneto, que no fructificaría y haría necesaria la nueva invención de Garcilaso de la Vega y su círculo. Considerar la literatura como portadora de valores y núcleo de discusiones ideológicas no es ninguna novedad, aunque en la práctica este punto de vista resulta más frecuente (y más fácil de aplicar) en las letras contemporáneas nuestras que en los períodos anteriores a la revolución liberal. Creo en consecuencia que conviene también trascender el contenido explícito de los textos poéticos y situarlos en su contexto si queremos ir más allá de la superficie de las cosas, penetrar en la fuerza elocutiva que los motivó para alcanzar una comprensión más profunda. José Manuel Nieto Soria invitaba a los historiadores «a adoptar una actitud menos despreciativa hacia las obras literarias, sin cuya consideración nunca se podrá llegar (...) a conclusiones definitivas ni siquiera suficientes. Por supuesto, no habrá de hacerse de ellas una lectura ciega, sino cargada de profundo sentido crítico, prestando especial atención a la finalidad y a los móviles del escritor»261. He de insistir al respecto en que la poesía cuatrocentista no es un artificio retórico alejado de la realidad; a veces (en los poemas amorosos, por ejemplo) refleja una utopía personal y social, otras, como en el que estamos estudiando, bajan al nivel del panfleto político, del que solo la dignidad de los principios morales en que se apoyan y su excelente factura artística han sido a veces (no siempre) capaces de rescatarlos. Al emanciparlos de su contexto podemos enaltecer su mérito al plano religioso o ético, como en la Consolatoria, o banalizarlos, como solemos hacer con la poesía erótica. Solo los comprenderemos cabalmente si somos capaces de reconstruir el entramado ideológico que los sostiene (o sea, la intencionalidad del poeta, su fuerza elocucionaria) y situarlos en el horizonte de expectativa de sus destinatarios y lectores; es en estos parámetros donde queda de manifiesto la función que en su momento cumplieron o pretendieron cumplir, la que nos permitirá también ir más allá de la superficie de las cosas. Por otra parte, no creo que el caso sea único: más bien el cancionero de Gómez Manrique es especialmente rico en posibilidades para ser sometido a una investigación de este tipo. Al haber sido conservado en forma muy próxima a la original262, resulta anormalmente extenso en el panorama poético del siglo, 261   José Manuel Nieto Soria, «La ideología política bajomedieval en la historiografía española», Hispania, 50, 1990, pp. 667-681, especialmente p. 680. 262   De las características de los cancioneros personales me ocupé en mi «Tipología y génesis de los cancioneros. Los cancioneros de autor», Revista de Filología Española, 78, pp. 49-101, donde dediqué unos apuntes a los manuscritos de Gómez Manrique.

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contiene indicios cronológicos abundantes y seguros y viene acompañado de rúbricas y escolios que nos ayudan a precisar el contexto y la intencionalidad del autor; al ser don Gómez una personalidad pública de notable relieve en su tiempo, al estar directamente vinculado a la actuación de personajes, linajes y bandos políticos muy bien conocidos (los infantes de Aragón, el arzobispo Alonso Carrillo, el infante don Alfonso, los Reyes Católicos), resulta fácil reconstruir el entramado ideológico y político en que se movió en cada momento. Por otra parte, al ser un personaje de segunda fila necesitaba imperiosamente poner su poesía al servicio de sus protectores como un instrumento de prosperidad personal y de promoción social. No me cabe duda de que el análisis atento de su producción habrá de dar no poca luz no ya sobre sus intereses y compromisos, que los tuvo y muy intensos, sino sobre el funcionamiento de la poesía en la sociedad de su tiempo. Y tengo también la seguridad de que numerosas sorpresas nos están esperando ocultas tras la hojarasca de un centenar de preciosos cancioneros, esperando el ojo avisado capaz de avistarlas. Las circunstancias son favorables para trabajos de este tipo que, en sí mismos, no constituyen ya una novedad. En los últimos treinta años la aportación de los estudiosos de la poesía cuatrocentista ha sido cuantiosa y hoy disponemos de ediciones altamente fiables para los textos significativos y de conocimientos abundantes y precisos sobre los principales poetas del período. A su vez, la investigación histórica ha sido igualmente prolífica y profunda; no solo se han intensificado los estudios sobre cada reinado y las publicaciones de crónicas, sino que han aparecido numerosísimas investigaciones sobre los principales linajes y han sido publicadas ingentes colecciones documentales. En el aspecto metodológico, la atención cada vez más intensa a los aspectos ideológicos y culturales de la historia y la focalización de la teoría de la literatura en los componentes ideológicos, la pragmática del texto literario y los problemas sociales de su recepción, han puesto a nuestra disposición un utillaje antes inimaginable. Por razones de muy diversa índole, el público actual y los creadores de opinión se interesan cada vez menos por los logros de nuestras disciplinas, mientras siguen con pasión los temas imaginativos de ambiente medieval y los estudios culturales sobre el período; quizá el aprovechamiento de este y otros filones más acordes con sus intereses nos ayuden a conservar nuestra posición en el panel de la cultura viva, evitando el peligro de quedar relegados al nivel de un ejercicio académico con escasa proyección sobre los intereses de la sociedad y sobre el panorama de la actual reconstrucción del pasado.

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El poema que nos ocupa nos ha llegado a través de tres testimonios: Madrid, Biblioteca de Palacio o Real Biblioteca, ms II/1250, pp. 135-177. Copiado a fines del siglo xv. Comienza con una epístola al conde de Benavente, Rodrigo Pimentel. Se trata de un manuscrito de gran lujo, cuyo frontispicio lleva en la parte inferior un escudo centrado (que según el catálogo de la biblioteca pertenece a Leonor Manrique) flanqueado por dos escudos con los calderos típicos de las armas del linaje. Fuentes de información: BETA1 manid 1955 y Dutton2 MP3. Examen personal del autor. Consultable hoy en línea en la web . Madrid, Biblioteca Nacional, ms 7817, ff. 41r-45v: acéfalo e incompleto: se ha perdido la rúbrica con el principio de la epístola introductoria más las estrofas I-XII con sus comentarios. Copiado a fines del siglo xv, con técnica más pobre. Comienza con la epístola al conde de Benavente, Rodrigo Pimentel. Fuentes de información BETA manid 1954 y Dutton MN24. Examen personal del autor. Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 18.033, ff. 19r-35r. Manuscrito del siglo xviii, copiado al parecer c. 1750-1755 por el calígrafo Francisco Javier de Santiago y Palomares, quizá para Andrés Marcos Burriel3. Fuentes de información: Dutton MN43, BETA manid 2690. En MP3 y MN43, los comentarios en prosa van copiados a continuación de las estrofas a que refieren; las citas en latín (y alguna expresión en castellano) se disponen por lo general en los márgenes de las estrofas. Por el contrario,   Biblioteca Española de Textos Antiguos, sector de manuscritos medievales hispánicos de Philobiblon, bajo la dirección de Charles B. Faulhaber (). 2   Brian Dutton, El cancionero del siglo xv, c. 1360-1520, cancioneros musicales al cuidado de Jineen Krogstad, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1990-1991, 7 vols. 3   Así lo propone Dennis P. Seniff, Santiago y Palomares. Selected Writings, Exeter, University of Exeter, 1984, p. xxv. 1

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MN24 dispone el comentario en los márgenes, encuadrando el poema al modo de los libros escolásticos, y es allí donde se colocan las citas. Véase lo dicho en p. 132, nota 49. Las relaciones entre los manuscritos, por su proximidad, parecen obvias a primera vista, aunque a nivel ecdótico resultan difíciles de precisar por la escasa entidad de los errores. Los tres textos son muy próximos en todos sus aspectos y solo difieren en variantes casi siempre irrelevantes y en algunos errores de tipo conjuntivo, detectables mediante un análisis cuidado del contexto; expongo algunos que me parecen ilustrativos. Los tres manuscritos ofrecen lecturas singulares más o menos erróneas, algunas de las cuales me parece interesante destacar (los individualizo mediante el número de nota de la variante): a) errores y lagunas de MP34: xliv) no estos a mi sobrar yo creo MN24, MN43 : ...sobrar τ yo MP3 lxxiv) mataronle MN24, MN43 : mataronle le MP3 lxxvi) Julio, a cuyo respecto el seteno mes este mesmo ovo nombre MN43, MN24 : este mesmo falta MP3 b) Errores y lagunas de MN43: cxlix) pasado ovo de los romanos MP3, MN24 / pasados ovo... MN43. cl) y aún si se non detoviera MP3, MN24 / falta non MN43 clxxi) noto que MP3, MN24 / no toque MN43 c) Errores de MN24: vii) yo tanto avría en complir vuestro mandamiento dubdado MP3, MN43 : falta yo tanto MN24 xxiii) perfecta discrición MP3, MN43 : p. descrion MN24. xxix) a la conservación de la virtud MP3, MN43 : a la conuersacion d. l. v. MN24 xxxv) la esamina, tanto errada, corrubta y de vicios llena MP3, MN43 : ... errado... MN24. lxi) non quiere MP3, MN43 : ... querie MN24. lxxxiii) salvo el que Tulio por fermosas dize palabras MP3, MN43 : el que por en... por fermosas dize palabras MN24. cxliii) non le en punto violando MP3, MN43 : ... violado MN24. 4   El texto de referencia, que considero correcto, reproduce el fragmento correspondiente de mi edición, con lo que la ortografía está unificada; el texto alternativo, como se verá, reproduce paleográficamente el manuscrito correspondiente.

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gentes y peñas de estas ásperas montañas MP3, MN43 : ... E destas MN24. cxlviii) non sin innumerables trabajos MP3, MN43 : sin falta MN24. clxxxiv) solas dos brevemente tocaré MP3, MN43 : ...dos breues t... MN24 clxxxx) quiere dezir que non le es semblante fallada MP3, MN43 : ...dezir non le es... MN24 ccv) se pueden bien comparar MP3, MN43 : ... puede... MN24. ccxiv) a quien munchas MP3, MN43 : a qujen en m. MN24. ccxx) me despedí de vuestras recontar MP3, MN43 : ... despide... MN24. cxlv)

Claramente se observa que el manuscrito que más se aparta del resto de la tradición es MN24. Nótense ahora estas interpolaciones: saliendo de ella MP3, MN43 : s. de la batalla MN24. Lucano asaz por istenso trata MP3, MN43 : ... lo tracta en el su libro de las batallas çibdadanas MN24. cxxxiv) se retraxo a un apartado castillo suyo y allí murió MP3, MN43 : ..suyo cerca de roma Τ alli... MN24. lxiv)

lxxix)

Es asimismo muy frecuente la substitución de una lectura concordante de MP3 y MN43 por una variante equipolente, de la que pondré solo este ejemplo: determiné complir el mandado vuestro MP3, MN43 d. de c. e. mandamiento v. MN24.

xii)

Por último, hay un pequeño grupo de errores comunes a MP3 y MN43, no siempre significativos, pero que no podemos ignorar: aguay MN43, MP3 / guay MN24 error conjutivo duque de trusillo MN3, MN43 / trugillo MN24 ccxviii) no deuen turbarnos aquestas rrazones MP3, turbarvos MN43 / turbarnos aquestas pasiones MN24 lvii)

clxxiv)

El último me parece interesante por difícil y por insidioso. Veamos el contexto. La estrofa XXVII empieza: Non son estos males, aunque lo parecen, nin bienes aquellos de que nos gozamos pues unos y otros, si bien lo miramos, así como sombra nos desaparecen...

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El comentario a esta estrofa empieza diciendo: «Con munchas y justas razones vos podría esto provar...». Por fin, la estrofa XXVIII empieza así: Pues decendéis, notable señora, de sangre real y grandes varones, no deven turbarvos aquestas pasiones (MN24) ~ razones (MP3, MN43) que fueron ayer y no son agora...

La variante «pasiones» no puede referirse a las «razones» que aducía el comentario, basadas en el estoicismo senequista y la moral cristiana y que, por tanto, tienen validez permanente y universal, sino a los «males» y «bienes» de la estrofa XXVII: si verificamos la definición de pasión en el Diccionario académico veremos que contiene numerosas acepciones adaptables a este contexto: ‘Acción de padecer’, ‘Perturbación o afecto desordenado del ánimo’, ‘Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona’, ‘Apetito o afición vehemente a algo’, todos ellos aplicables a aquellos «males» y «bienes» que tanto alteraban el corazón de doña Juana, y de los que don Gómez intentaba consolarla. Es quizá el único error significativo de la transmisión del poema, y demuestra la independencia de MN24, que conserva la lectura correcta, respecto a MP3 y MN43, que coinciden en el error. No puede tomarse en consideración la variante del mismo verso «turbarnos ~ turbarvos», pues el contexto inmediato indica claramente que se refiere a doña Juana; cualquier copista puede incurrir en él o, incluso, detectarlo y enmendarlo. La gran cantidad de lecturas singulares de MN24 permite poner en duda que sea el antígrafo de MP3 y de MN43 y muy en especial el error de este testimonio en el v. 29 («conuersacion ~ conservacion»); la laguna de las primeras doce estrofas demuestra que ni MP3 ni MN43 pueden proceder de él en el estado actual, pero este error sugiere que tampoco pueden proceder de su antígrafo si es que ya lo contenía. En su estructura actual, las doce estrofas perdidas debieron ocupar dos folios, pues la copia incluye tres estrofas por página, y hubieron de disponerse entre los actuales folios 42 (que contiene el fin de la carta introductoria) y 43, que hoy se abre con la estrofa XIII. En conclusión, habremos de aceptar la construcción de stemma codicum con dos ramas. Veamos ahora la relación entre MP3 y MN43. Por razones cronológicas, MP3 no puede derivar de MN43 (aunque pudiera hacerlo de un antígrafo suyo); tampoco es probable que suceda lo contrario. Arriba señalamos varios errores y variantes de poca monta del primero, de los que sin embargo me parece interesante esta: 76) Julio, a cuyo respecto el seteno mes este mesmo ovo nombre MN43, MN24 : este mesmo falta MP3.

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La omisión o inclusión de «este mesmo» (cuya presencia en el arquetipo viene demostrada por la coincidencia con MN24) resulta irrelevante para la frase; sin embargo vuelve muy improbable que si MN43 hubiese copiado de MP3 la hubiera reintroducido, a no ser que contaminara con otro testimonio, y de esta posibilidad no se encuentra otro indicio. El stemma codicum más probable es pues el siguiente: α β MN24

MP3 MN43

Ha de tenerse en cuenta además que MN43, a pesar de ser una copia tan tardía, es muy fiel en el respeto de las formas ortográficas medievales, como corresponde a un calígrafo de tanto nivel como Palomares. Por otra parte, la veste gráfica de esta copia coincide a menudo de forma sorprendente con MP3: idéntico timbre de las vocales átonas cuando éste ofrece vacilación, mismas grafías en las sibilantes en general y de los verbos incoativos en particular, idéntica solución para los grupos consonánticos cultos, mismas variantes morfológicas e idénticos hábitos escriturarios en general. Se observan sin embargo zonas más cercanas a MP3 y zonas donde se aleja de él: se mantiene muy cercano en sus hábitos escriturarios en la epístola inicial y en las estrofas XV-XXIII, distanciándose de él a partir de este punto. Parece por tanto haber copiado de algún ejemplar muy próximo a MP3, quizá procedente del mismo taller.5 5   En 1996 recibí un estudio comparativo de los dos manuscritos, con una elaborada interpretación codicológica, de Juan Carlos López Nieto, que debió haber publicado aquellos materiales. Allí señalaba que MN24 «parece haber sido originalmente compuesto, en su mayor parte, sobre la base del contenido de MP3, a partir, seguramente, del cancionero de escritorio que dio origen a éste, aunque retocado», interpretación con la que estoy completamente de acuerdo. Hoy tenemos también la descripción codicológica de Manuel Moreno para ambos manuscritos en la web de Cancionero Virtual ().

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Criterios de edición Para establecer criterios de edición, conviene tener en cuenta también algunos aspectos concernientes al conjunto de los tres códices. Considero que MN43 ha de excluirse como testimonio de base por su condición de copia tardía, aunque parezca haber sido enteramente fiel a un ejemplar antiguo y de gran calidad lingüística; son características que solo conocemos tras su colación con MP3 y que, por tanto, obligan a preferir este. Por su parte, MN23 queda excluido por su laguna de las primeras doce estrofas (con sus comentarios) que nos obligarían a confeccionar un texto compuesto, parte de MN23 y parte de MP3. Por otra parte, MP3 se nos presenta como un ejemplar de lujo y aunque esta característica, por sí misma, no ofrezca ninguna garantía, la cronología interna de las obras induce a datarlo en vida del poeta; no es descabellada, ni mucho menos, la conjetura de que pudiera haber sido una copia controlada o incluso promovida por él para obsequiar al conde de Benavente, pues empieza con una carta-dedicatoria. Tampoco MN24 parece demasiado alejado de este origen, como indicamos más arriba. Nos basaremos pues en el texto de MP3; las lecturas alternativas de los demás códices (incluso las meramente ortográficas), así como las pocas de MP3 que hemos rechazado, se pueden controlar a través del aparato de variantes. Normas de presentación del texto 1) En la edición del paratexto he incluido los comentarios a continuación de la estrofa a que refieren, y antes o después de la misma, las citas en latín o castellano que en los testimonios suelen ir al margen. 2) En la transcripción he intentado simultáneamente el respeto por las características fonológicas de la lengua medieval y por los hábitos lectores del español actual. Por otra parte, he intentado salvar lo que pueda haber de elección personal del poeta, si bien resulta harto difícil (creo que incluso imposible) discriminar sus hábitos escriturísticos de los de sus copistas; algunos de sus aspectos más peculiares (la alternancia de las formas en la conjunción copulativa, por ejemplo, o entre las variantes mucho y muncho) suelen cambiar continuamente en el manuscrito de base, a veces con el cambio de cuaderno. De acuerdo con estos principios generales, he aplicado los siguientes criterios: a) Actualizo las nasales implosivas (-mb-, -mp-, nunca -nb-, -np-) excepto cuando darían lugar a combinaciones absurdas, en cuyo caso respeto la forma de los manuscritos: enbía por envía, y por eso no embía, que volvería la palabra irreconocible.

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b) Actualizo las consonantes finales -t/d en su forma moderna (bondat en bondad). c) De la misma forma y por el mismo criterio, unifico grand y gran en la forma moderna, pues ambas alternan arbitrariamente en los manuscritos. En las Estrenas de Gómez Manrique al señor Arçobispo de Toledo, «Espejo de los perlados»6, encontramos el verso «dina de tan gran renombre» que en MN24 ofrece la variante «grande», incompatible con la métrica. Este y otros muchos ejemplos demuestran la libertad de los copistas en el manejo de estas formas. He tomado la misma decisión en según, segunt y segund. d) Actualizo los grupos ce, ci (reduzco siempre las grafías çe, çi). e) Reduzco al uso moderno los grafemas y, i, j y u, v, incluso en casos como linage por linaje. f) En los casos de aglutinación de vocales, tan típicas de la lengua medieval (dellos, della, questa, entrel, etc.) he preferido resolverlas según la grafía actual (de ellos, que está, entre el, etc.) en lugar de recurrir al uso del apóstrofo (d’ellas, qu’está, entr’el, etc.), totalmente ajeno a la tradición ortográfica española moderna. Lo mismo hago en casos como burla por burla a y similares. g) Respeto los grupos consonánticos cultos resueltos en formas habituales del siglo xv como autos por actos o abtor por autor, inotas por ignotas o las realizaciones gráficas de cultismos en formas distintas de aquellas que después consolidó el uso, como setas por sectas, condepnada por condenada o perfeta por perfecta. En todos estos casos, la forma gráfica puede revelar formas de pronunciación distintas de las hoy aceptadas, como suele poner de relieve la métrica. En la misma línea, conservo también el grupo consonántico -sc- en los verbos procedentes de incoativos latinos. Por el contrario, desarrollo la s- líquida en los contados casos en que aparece en el verso, pues la métrica implica su pronunciación plena como una sílaba, y modernizo las grafías cultas sin significación fonética visible como triunpho por triunfo o therencio por Terencio. h) Respeto formas fonéticas, morfológicas y léxicas típicas del momento o de la lengua del autor, como lieve, piadad, destruyga, munchos, etc. i) Por el mismo principio, y contra lo que es tradicional en la edición de obras medievales, transcribo el signo tironiano mediante y (excepto ante palabra que comienza por la vocal i, en cuyo caso, según el uso moderno, escribo e); en efecto, en el manuscrito, cuando la conjunción copulativa aparece 6  Véase mi edición, Manrique, Rodrigo, Manrique, Gómez, Manrique, Jorge, Poesía cortesana (siglo xv), Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2009, nº 105, «Fin».

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representada fonéticamente, usa muy a menudo la forma y, que alterna con e (menos frecuente) o la más rara et. j) Respeto, por supuesto, las grafías ça, ço, çu, con valor fonológico en la lengua medieval (aunque restauro la ç cuando el manuscrito de base escribe c, como suele suceder) y distribuyo las grafías g/j/i, conservando la distinción antigua entre las consonantes palatales, pero adaptándolas a la distribución de cada grafema en la ortografía moderna. k) Conservo el uso de la h y la alternancia h/f etimológica en los manuscritos de base, aunque tiendo a suprimir la h no etimológica. En este punto, como en la conservación de la v (no de la u) en lugar de la b moderna, me atengo a la fuente para la grafía del verbo aver. Respeto también la grafía de la interjección (¡o!, sin hache). l) Restauro las abreviaturas sin marcas tipográficas específicas. m) Introduzco acento diacrítico en el adverbio ál, en los verbos é, á (de haver), dó (de dar) y só (de ser) y en los pronombres personales tónicos nós y vós. n) En las citas latinas que a menudo salpican su obra he adaptado la grafía al estándar actual. La puntuación de los textos resulta particularmente difícil, y muy en particular el arte mayor y la prosa latinizante, siempre ornada, recargada de incisos, precisiones a veces redundantes, paralelismos de construcción e hipérbatos violentos. Ni que decir tiene que los manuscritos no llevan más puntuación que el calderón, separador de cláusulas (pero no siempre siguiendo nuestra pauta de lectura). La separación de párrafos que nosotros marcamos con los signos de puntuación (especialmente el punto y coma y el punto seguido) se indicaban entonces mediante partículas, por lo general las conjunciones copulativas o causales; dejar que se sucedan sin interrupción los períodos así encadenados crea párrafos larguísimos, insoportables para el lector moderno, pero separar sus miembros mediante puntos (seguidos o aparte) implica un cierto grado de redundancia, lo mismo que en muchos casos pondríamos coma donde una preposición parece suficiente para marcar el cambio de período fono-sintáctico. El resultado no puede ser otro que un compromiso: la intangibilidad del texto obliga por supuesto a dejar todas las partículas en su lugar, pero separo los párrafos ajustándolos a nuestros hábitos de lectura y separo de vez en cuando los períodos mediante paréntesis y signos de puntuación en lugares que me resultan a veces dudosos; a pesar de lo cual, numerosos lectores se encontrarán mucho más desasistidos que cuando se enfrentan a la lectura de nuestra prosa actual.

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[Consolatoria a la condesa de Castro]I [Epístola introductoria]

No pocas vezes, muy noble y virtuosa señora, yo he seído1 por la señoría vuestra rogado y mandado y aún molestado2 que, sobre el caso de esta adversaii fortuna3 vuestra, alguna obra compusiesse4; acaeciendo5 a vós comigo como a las madres, las cuales, ciegas del grande que han amor a los fijos suyos, no solamente el reír y jugar de ellos les bien parece, mas aun llorar les agrada; e cuidan6 que así bien lo faze a cuantos los veen, cumpliéndose

i   MN24 y MP3 carecen de rúbrica general, lo mismo que MN43, por lo que no sabemos cuál podría ser el título o rúbrica que el poeta pudo dar a esta obra, si es que lo hizo. ii   desta vuestra adversa MN43.

1   Esta forma del participio es frecuentísima entre 1400 y 1600 para desaparecer rápidamente después. 2   yo he seído (...) rogado y mandado y aún molestado: nótese el hipérbaton creado por la interposición de un argumento entre el participio y el verbo auxiliar; la prosa de Gómez Manrique, más aún que su poesía, usa a menudo hipérbatos violentos que en general no anotaré por no cansar al lector. 3   Durante el Medioevo no era frecuente el uso de esta palabra con el sentido que hoy suele dársele (‘Suerte favorable’), sino en el sentido más general de ‘Encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito’ o ‘Circunstancia casual de personas y cosas’ con que aparece definida en DLE, o, más precisamente aún, ‘destino’ como la define Tentative s. v. 4   Nótese el verbo al final; esta construcción, con el hipérbaton violento, es frecuentísima en la prosa de don Gómez, creando un texto a veces complejo de seguir. En la puntuación, he procurado marcar los incisos y los cambios de la sintaxis, pero no resulta fácil a veces reconstruir el hilo de su pensamiento. 5   En el sentido de ‘suceder’, ‘ocurrir’. Cuando no cito el origen de mis interpretaciones, es porque uso el DLE. 6   ‘Pensar, creer, considerar’ (Tentative, s. v.).

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en ellas el vulgar refrán que dize: Quien feo ama7, etc..., del cual, vuestra merced, en este mandamiento8 que a mí fazeiii, así bien9 usa. E en esto en dos maneras rescebísiv engaño: la una en que creéis que, pues fazer acostumbro algunas trobas de burla10, que bien faré las que vósv querríades que fiziese, lo cual es regla incierta11, que no pocos ay maestros buenos de martillo y malos de lima e cavalleros que se ensayan bien y justan mal; e así bien fago yo, que de estas cosas ceviles12 y de pequeña importancia, algunas, aunque no bien, no muncho13 mal ordeno14; pero, si con   Con esta palabra comienza el texto de MN24, que resulta acéfalo.  resçibis MN24. v   Que vos que vos en MP3, con la primera expresión tachada. iii

iv

7   ‘Quien feo ama, bonito —o hermoso— le parece’ es la forma en que lo registra Francisco Rodríguez Marín, Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas... Madrid, Tipología de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1926. A pesar de no citarlo Correas, debió de ser muy frecuente en el siglo xv, pues Eleanor S. O’Kane, Refranes y frases proverbiales españolas de la Edad Media, Anejos del Boletín de la Real Academia Española, II, Madrid, Real Academia Española 1959, lo documenta en diversos poetas (G. Manrique, J. Álvarez Gato y Santillana), además de en La Celestina; de ahí que fuera glosado por Sebastián de Horozco, Teatro universal de los proverbios, edición, prólogo, índices, glosario de José Luis Alonso Hernández, Groningen/Salamanca, Rijksuniversiteit Groningen/Universidad de Salamanca, 1986, nº 2533. 8   ‘Orden’. 9   DLE incluye todavía la expresión bien así con el valor de ‘Así también’. 10   Literalmente, ‘de chanza’ (Tentative, s. v.); obras de burlas, en la terminología de los cancioneros, eran las composiciones cómicas, satíricas o jocosas en general. Gómez Manrique cultivó la poesía chocarrera, por ejemplo, en sus sátiras contra Juan Poeta, aunque aquí parece referirse más bien a obra menor, de juego cortesano. 11   En el sentido de ‘No cierta o no verdadera’. 12   DLE registra todavía bajo la forma moderna, civil, la acepción anticuada de ‘Grosero, ruin, mezquino, vil’. 13   MP3 usa siempre la forma muncho, a veces abreviada, a veces sin abreviatura; MN24 suele abreviar. Aunque minoritaria, según los datos de CORDE, esta variante del adverbio resulta muy frecuente durante toda la Edad Media y el Renacimiento, para desaparecer prácticamente después de 1600. 14   DLE conserva dos acepciones que convienen aquí: ‘Colocar de acuerdo con un plan o de modo conveniente’ y ‘encaminar y dirigir a un fin’; por su parte, Tentative, s. v., con mayor precisión, lo define como ‘disponer’, pues la ordinatio era una de las fases de la creación intelectual según la imagen que el Medioevo se formaba de ella; véase Malcolm B. Parkes, «The Influence of the Concepts of “Ordinatio” and “Compilatio” on the Development of the Book», Medieval Learning and Literature. Essays Presented to R. W. Hunt, Oxford, Oxford University Press, 1976, pp. 115-141, luego reimpreso en Malcolm B. Parkes, Scribes, Scripts

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esta engañosa fiuzavi 15 me quiero a más altas estender obras, desmayo en el camino como ombre que, acostumbrado de pasar ríos pequeños en barcas de maromas16, se vée en la fonda mar puesto sin remos y vela. E la otra17, en que piensa la merced vuestra lo que las ya dichas madres: que bien así como a vós, de pasión vencida, parece bien lo que nin comunal18 yo fago, que así parecerá a los que lo vieren, lo cual, si así fuese, non por cierto yo tantovii avría en complir vuestro mandamiento dubdado19. Pero, señora, non las correbciones 20 y discretas reprehensiones de los discretos temiendo mas los escarnios de los maldizientes dubdando21, lo he tanto diferidoviii y siempre lo difiriera si a vós como a mí la inorancia mía fuese manifiesta; mas, porque vuestra señoría por ventura piensa que por haraganíaix 22 o inobedienciax 23 lo yo dexo24, quiero más obedecer que sacrificar25 e, por mejor aviendo ser tenido por necio que por porfiado,   fiuzia MN24.   yo tanto falta MN24. viii   difirido MN24. ix   En MP3 La h aparece sobreescrita en el espacio que antecede a la palabra. x  ynobidiençia MN24. vi

vii

and Readers. Studies in the Communication, Presentation and Dissemination of Medieval Texts, London/Rio Grande, The Hambledon Press, 1991, pp. 35-70. 15   ‘Confianza’ o ‘esperanza’ (Tentative, s. v.). 16   Barcas atadas a cuerdas que servían para cruzar el río en un punto determinado. 17   El autor desarrolla ahora la segunda disyuntiva, que depende de la expresión inicial del párrafo: «E en esto en dos maneras rescebís engaño». 18   ‘Comúnmente, corrientemente’ (Tentative, s. v.). DLE lo define como ‘Mediano, regular, ni grande ni pequeño’ y lo caracteriza como anticuado. 19  «avría en complir vuestro mandamiento dubdado»: nuevo caso de hipérbaton: ‘avria temido en cumplir...’ . Todavía DLE define dudar como ‘temer’, y lo califica como anticuado; véase también Tentative s. v. dubdar. 20   DLE incluye la acepción que aquí interesa (‘Reprensión o censura de un delito, de una falta o de un defecto’); véase también Tentative. Nótese la construcción bimembre: ‘correbciones y discretas reprehensiones de los discretos temiendo’. 21   Otro hipérbaton violento: ‘non (...) temiendo mas (...) dubdando’. Dubdando: ‘temiendo’, como antes. Nótese también la bimembración ‘temiendo... dudando’. 22   ‘Haraganería’ o ‘falta de aplicación al trabajo’ según DLE. 23   inobediencia, ‘falta de obediencia’ en DLE; CORDE pone de manifiesto que este término, aparecido en la prosa de Juan Fernández de Heredia, fue bastante usado durante los siglos xv-xix, cayendo en desuso en el nuestro. 24   ‘yo lo dejo’; la interposición de partículas y pronombres entre el pronombre átono y el verbo es corriente en todo el Medioevo. 25   Se me escapa el sentido de esta expresión.

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determinéxi complir el mandadoxii 26 vuestro, más de fuerça que de voluntad costreñido27. Ca28 notoria29 es a mí la insuficienciaxiii mía para nada de esto ordenar30, para lo cual de los necesarios aparejos31 me fallo carecientexiv 32; de manera que no dezir lo que fallecexv puedo33 porque todo mengua34, sin tener salvo soloxvi lo que algunos pobres que desean edificarxvii tienen, es a saber: la voluntad deseosa de labrar y el solar bueno y bien para lo tal dispuesto35. Este es el evidente caso36 por vós, señora, a mí ofrecidoxviii, sobre el cual, por vos ser obedientexix, esta pequeña y tosca edifiqué obra con aquella mesma necessidadxx que edifican munchos miserables que para fazer casas non tienen facultad e, temiendo las lluvias y tempestades del invierno y losxxi calores del estío, fazen choças que solamente del agua y sol les defiendanxxii; e bien así

  determine de MN24.  mandamiento MN24. xiii   ynsufiçençia MN24. xiv  caresçiente MN24. xv  fallesçe MN24. xvi  solo falta en MN24. xvii   hedeficar MN24. xviii  ofrescido MN24. xix  obidiente MN24. xx  nesçesidad MN24. xxi  las MN24. xxii   defienda MP3, MN24, MN43. xi

xii

  ‘Mandamiento, orden’ (Tentative. s. v.).   ‘Obligado’. 28  ‘Porque’. 29   ‘Clara, evidente’. 30   Véase arriba la nota 14. 31   ‘Preparación, disposición para una cosa’ según DLE; parece derivación metafórica de ‘utensilio, aparato’, que es como lo define Tentative, s. v. 32   La introducción sistemática de participios de presente (muchos de los cuales no se han integrado en la lengua) es uno de los rasgos propios de la expresión latinizante habitual entre los poetas cultos cuatrocentistas. Conviene interpretarlo como adjetivo, ‘falto’. 33   “No puedo decir lo que falta”; el hipérbaton violento, en este caso descolocando el adverbio, es un recurso muy frecuente del autor, sobre todo en su prosa. 34   Entre las muchas acepciones que esta palabra tiene y las muchas más que tuvo durante el Medioevo figura ‘faltar’. 35   “Bien dispuesto para ello”, nuevo hipérbaton. 36   Caso puede tener aquí el valor de ‘Lance, ocasión o coyuntura’ o bien de ‘Asunto de que se trata o que se propone para consultar a alguien y pedirle su dictamen’. 26 27

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esta pajiza37 obra solamente bastará para satisfazer a la obediencia que vos devo. Mas bien conozco que non al querer38 vuestro satisfará si aquél de benivolencia39 no está ocupado, la cual40 a la perfecta discrición vuestra non sin muncha vergueña41 presentando , vos suplico que, midiendo la pobreza del saber mío y la del tiempo breviedad42 e la turbación43 que mi rudo sentido con los negocios44 ajenos tiene (dexando los vuestros45 que por más e muncho más particulares46 tengo que los propios míos), el47 muy grande y puro deseo que tengo para vos servir, recibáis48. xxiii

xxiv

xxv

 descrion MN24.  presentado MP3, MN43. No me cabe duda del error, pues refiriendo presentado a la obra a la cual alude dos veces en el párrafo precedente, de ser la forma correcta el participio debería ser presentada. El error fue quizá inducido por el ocupado de la línea precedente. xxv   agenos negocios MN24. xxiii

xxiv

37   Literalmente, significa ‘de paja’ o ‘del color de la paja’ (DLE, s. v.) pero aquí se usa metafóricamente con el sentido de ‘de tan poco valor como si estuviera hecho de paja’, como las chozas con las que compara su obra. 38   El infinitivo está usado como sustantivo, con la acepción de ‘deseo’. 39   ‘Benevolencia’; hasta el Renacimiento, fue frecuente la vacilación en el timbre de las vocales átonas, como discrición, que sigue por ‘discreción’. 40   Se refiere a la obra que le está dedicando, de cuyas dificultades de composición trata la carta. 41   ‘Verguenza’, aún documentado como anticuado en DLE. 42   Habrá que entender el hipérbaton como “la brevedad del tiempo”. 43   Se trata de un cultismo importado a fines del siglo xiv, pero muy divulgado ya durante el xv en todos los géneros literarios. 44   Gómez Manrique era segundón de una familia cuyo primogénito heredó el condado de Treviño; otro hermano, mayor que él, Rodrigo Manrique, el padre del poeta, hizo carrera en la Orden de Santiago. Él, como hombre con escaso patrimonio, prosperó como cortesano al servicio primero del cardenal Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, y luego, al servicio de los Reyes Católicos. Su esposa fue dama de Isabel. De ahí su insistencia en estar ocupado en negocios o asuntos ajenos. 45   ‘Negocios vuestros’. 46   ‘Propios’, acepción que recoge Tentative y aún es la primera de DLE. 47   Probablemente falte encabezando esta frase la preposición con, cuya ausencia contribuye a dificultar la comprensión. 48   Sujeto de recibáis es la cual [obra], que empezaba el párrafo. Renovando todos los tópicos de humildad desarrollados a lo largo de la carta, el poeta le ruega a su hermana que reciba la obra que por fin le ha dedicado a petición suya.

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E comoquiera que para el más rudo de los que algo an leído el testo tanto sea claro que ninguna conozco declaración49 serle necesaria50, pero porque a las semblantes a vós algunas istorias varoniles que aquí toco son inotas 51 en otras vos ocupando cosas (a la conservación de la virtud y a la buena governación de las casas de vuestros maridos, en sus viriles ocupaciones ocupados) necesarias , acordé de eñadir 52 algunas glosas53 eñadiendo yerros a yerros y simplezas a simplezas; las cuales no, magnífica señora, supláis54 vos xxvi

xxvii

xxviii

xxix

xxx

xxxi

xxxii

xxxiii

 santo MN43.  estorias MN24. xxviii  ignotas MN24. xxix  conuersacion MN24. xxx  veriles MN24. xxxi  nescesarias MN24. xxxii  añadir MN24. xxxiii  añadiendo MN24. xxvi

xxvii

49   “Exposicion, comento, interpretacion de lo que està obscuro ù dificultoso de comprehender” según Autoridades, s. v. En los libros medievales contenía tanto las ilustraciones que hoy suelen incluirse en las notas como las exposiciones más detalladas destinadas a aclarar textos difíciles. Se comentaban, por supuesto, las ediciones de los clásicos latinos, pero, sobre todo, la Biblia y los tratados jurídicos, hasta el punto de haber elaborado un formato de libro ad hoc muy característico del período escolástico. A su imitación, se ilustraron con comentarios algunas obras romances de importancia capital (como la Commedia de Dante, por ejemplo) y los poetas cuatrocentistas castellanos tendieron a ilustrar sus grandes poemas con explicaciones, hechas por ellos mismos (es el caso de este poema, o el de La coronación del marqués de Santillana de Juan de Mena) o encargadas a otros escritores (la Querella de la gobernación del propio don Gómez o los Proverbios de Santillana). También se difundieron acompañadas de comentarios otras especies de obras, como la Sátira de felice e infelice vida de Pedro de Portugal. Véase lo dicho en las páginas 101-102. 50   “ninguna conozco declaración serle necesaria”: ‘no conozco serle necesaria ninguna declaración’ o ‘explicación’. 51   ‘Ignotas, desconocidas’. 52   ‘Añadir’; en los textos medievales y aún posteriores es frecuente la vacilación en el timbre de las vocales átonas. 53   La acumulación de hipérbatos y la interposición de incisos vuelve oscura esta frase, cuya estructura yo resumiría así: ‘ocupandoos vós en otras cosas necesarias (la conservación de la virtud y el gobierno de las casas de vuestros maridos mientras ellos se dedican a sus ocupaciones viriles), por tocar aquí algunas historias de varones quizá a vós desconocidas, acordé añadir algunas glosas...’. 54   El poeta pide a su hermana que no supla las simplezas que la obra contiene con su buena disposición, sino que, como dice después, la queme para que no se difunda más ni ponga de manifiesto la torpeza del autor. Se trata, por supuesto, de falsa modestia, pues don Gómez no solo fue muy buen poeta sino que, a pesar de su formación militar, tenía fama de muy letrado.

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suplico, mas que, toda pospuesta afección55, las escudriñéis : que si el sincero sentido vuestro, de maternal pasión despojado, la esamina, tanto errada , corrubta y de vicios llena la fallará que a mí, por vos ser obediente en caso de mí tan ajeno, dará las gracias dobladas, y a la presente, el devido premio, conviene a saber: el fuego que la consuma, porque de las inorancias mías no pregonera sea. E así, muy noble señora, la mano mía (servidora vuestra) con la grosera pluma avrá satisfecho al mandado vuestro pues, por la indispusiciódel tiempo, con la flaca lança o poco temedera espada no por agora a n vuestro reparo56 sirve nin satisfaze, e su fazedor quedará sin disfamiaxl 57. E no, señora, más groserías despendiendo58, a la epístola presente pongo fin; con temor no pequeño doy comienço a la muy simple obra, suplicando a aquel soberano Dios que vos cumplió59 de virtudes que cumpla vuestros loables deseos y, con luenga60 vida del noble señor marido vuestro y gracioso61 fijo y de las otras personas que bien queréis, vos dé el reposo que por vuestra merced es deseado . xxxiv

xxxv

xxxvi

xxxvii

xxxviii

xxxix

xli

xlii

xliii

De Gómez Manrique Deposuit potentes de sede ed exaltavit humiles62.  escodriñes MN24.  errado MN24. xxxvi  obidiente MN24. xxxvii  mandamiento MN24. xxxviii  indispusçion MP3. xxxix   τ MN24. xl   \no/ quedara en disfamia MN24. xli  con MN24, que luego escribe y con al margen. xlii  aquel MN24, MP3, MN43. Desarrollo habitualmente estas omisiones por haplografía. xliii   MN24 interrumpe el texto tras esta palabra y lo retoma en la estrofa XIII. xxxiv xxxv

55   DLE conserva todavía esta palabra en las acepciones que aquí interesan: ‘Afecto’ y ‘Afición, inclinación, apego’. ‘Cariño, amor, afecto’ es la acepción que conviene de las que contiene Tentative. 56   ‘Remedio’ es la acepción que da Tentative y que conserva todavía en primer lugar DLE. 57   CORDE registra una treintena de casos de disfamia por ‘infamia’, dos tercios de los cuales corresponden al siglo xv y el resto a la primera mitad del xvi. 58   ‘Emplear’, documentado tanto en Prosa como en Tentative. 59   ‘Remediar a alguien y proveerle de lo que le falta’ según DLE; los diccionarios más solventes de la lengua antigua omiten esta acepción. 60   ‘Larga’; la forma actual no se impuso hasta el siglo xvii, conviviendo ambas desde los orígenes de la lengua. 61   ‘Lleno de encantos’ según Tentative. 62   El pasaje fue identificado por F. Vidal González (que hizo un notable esfuerzo de anotación) como Lucas, 1,52; se trata de la oración que este Evangelio pone en boca de

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La péñola63 tengo con tinta en la mano, el blanco papel delante64 mis ojos pues no casos65 faltan de grandes enojos según la costumbre del siglo66 mundano, 5 el cual torna baxo de lo soberano67 y faze de ricos en un punto pobres,

María, quizá preexistente en la liturgia hebraica, que ha pasado a la tradición cristiana como el Magnificat y que fue incluido en el rezo de vísperas por el Oficio divino o Liturgia de las horas. En adelante citaré la Biblia vulgata latina según Biblia Sacra. Iuxta Vulgatam Versionem, Bonifatius Fischer, Robert Weber et al. eds, Stuttgart, Deutsche Bibelanstalt, 1994, que he podido consultar a través de la página web Biblia Medieval () de Andrés Enrique-Arias dir. y Javier Pueyo, dir. técnico, a quienes agradezco su colaboración. Las traducciones al español proceden de Sagrada Biblia, Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga trads., Maximiliano García Cordero, revisión, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966. 63   Péñola y pluma se alternan casi por igual durante el Medioevo, con el mismo significado. 64   Delante con el valor ‘delante de’ es muy frecuente hasta fines del siglo xvi para desaparecer prácticamente después del xvii. 65   Caso solía usarse con el valor de ‘acontecimiento, suceso, ocasión’, que siguen entre las primeras acepciones del DLE. 66   Siglo era ‘Mundo de la vida civil, en oposición al de la vida religiosa’; siglo mundano es, por tanto, un pleonasmo, si bien el segundo término era un cultismo rarísimo antes de 1400 que resultó muy divulgado en todos los registros de la lengua durante el siglo xv. Esta expresión parece responder a un préstamo poético, quizá derivado del Marqués de Santillana que la usó en el Infierno de los enamorados (“e Venus, que non olvida / el nuestro siglo mundano”, en sus Poesías completas, edición de Miguel Ángel Pérez Priego, Madrid, Alhambra, 1983, vol. I 52 [v. 292], y quizá también en el v. 411, donde si bien el editor escoge la lectura «fazes el orbe mundano», la mayoría de los manuscritos leen también «siglo mundano») y en el segundo verso de la Pregunta de nobles («Pregunto qué fue de aquellos que fueron / subjugadores del siglo mundano», ibídem, 1991, vol. II, Madrid Alhambra, 100), donde era quizá más perceptible y que tiene en común con nuestro poema el tono elegíaco y la evocación de los casos de fortuna. Lo encuentro también en una composición amorosa de Juan de Mena, «Presumir de vos loar» (v. 19, «dudo si el Soberano / con quanto poder alcança / pudiesse con la su mano / en este siglo mundano / fazer vuestra semejança», que cito según Juan de Mena, Obra lírica, ed. Miguel Ángel Pérez Priego, Madrid, Alhambra, 1979, Nº 9) y el mismo don Gómez lo usó en la carta introductoria a los momos que compuso para el decimocuarto aniversario del príncipe Alfonso («solamente vos fallescía ser venturoso en este siglo mundano y tan virtuoso que del celeste merescedor vos fiziese», cito por mi edición de Rodrigo Manrique, Gómez Manrique, Jorge Manrique, Poesía cortesana (siglo xv), Madrid Fundación José Antonio de Castro, 2009, nº 72). 67   Soberano es, según DLE, lo ‘Elevado, excelente y no superado’ o, acepción hoy anticuada pero concerniente a nuestro caso, ‘Altivo, soberbio o presumido’.

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derrueca las casas de cantos68 y robres69, ensalça las fechas del salze70 liviano. II

Mas no sé por dónde comience, señora, manífica, noble, gentil doña Juana, en amor sin duda más madre que ermana, condesa de Castro, de Denia, De Ayora71, a vos consolar en vuestras, agora, estremas72 pasiones, grandes agonías, 15 las cuales no menos, mas más que las mías, mi alma sintiendo las plañe y las llora. 10

Difícil de creer cosa parece ninguna persona a otra en el grado que a sí amar73 nin sus bienes y males como los propios suyos sentir, no obstante que munchos que de la verdadera amistad escrivieron afirman poder ser; de algunos de los cuales me recuerdo, conviene a saber, de Terencio, que dixo: “Viejo proverbio es todas las cosas ser entre los amigos comunes, ca el mi amigo es otro yo74”, y así bien Salustio en el Yugurtino dize: “Todos una cosa querer y otra aborrecer, entre los buenos amistança es, entre los malos, feción75”. Algu  Canto es el ‘cantal, piedra empleada en la construcción’ (Tentative).   ‘Robles’, o sea, casas ricas, edificadas con piedra (cantos) y buena madera. 70   ‘Sauce’. 71   De los títulos y de la historia de la Casa de Castro, en la que se integró doña Juana por su matrimonio, nos hemos ocupado en el estudio que introduce este volumen, pp. 83-89. 72   ‘Excesivo, sumo, exagerado’. 73   ‘Parece cosa difícil de creer ninguna persona a otra amar en el grado que a sí [mismo]’, hipérbaton violento habitual en el autor. 74   F. Vidal González señaló la presencia de expresiones semejantes en Aristóteles, Diógenes, Plutarco y Cicerón; en castellano, principios semejantes fueron ya formulados por la literatura sapiencial y los regimientos de príncipes (véase Hugo O. Bizzarri, Diccionario paremiológico e ideológico de la Edad Media (Castilla, siglo xiii), Buenos Aires, Secrit, 2000, A.I.170.4.1. 75   ‘Ficción, engaño’. Este cultismo fue introducido y muy usado durante el siglo xv, con multitud de variantes gráficas (fección, feción, fectión más las que conservan el timbre de la primera vocal). Don Gómez parece haberlo tomado de Pere Torrelles, que lo usó en el Maldecir de mujeres por él glosado; aunque en otros manuscritos aparece con todas las grafías imaginables, feçion es precisamente la que usa la versión que él glosó en su cancionero: «temor e feçión» y «por feçión ascondida» (ed. F. Vidal González, p. 199, vv. 148 y 152 o mi Poesía cortesana [siglo xv], Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2009 Nº 30b: 54); para otras variantes, véase la edición de Robert Archer, Obra completa, Soveria Mannelli, Rubbettino, 2004, pp. 212-213; la edición de Francisco Rodríguez Risquette, Pere Torroella. Obra completa, Barcelona, Barcino, 2011, vol. II, nº xxxviii, simplifica las variantes gráficas en su aparato). 68 69

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nos quisieron dezir los Geriones que Ércoles en España venció ser un ombre que tres tenía cuerpos, lo cual mostruoso sería; pero otros más de fe dignos dixeron estos ser tres ermanos tanto amigos que, unidos por verdadera amistad, se reputava76 uno el espíritu que aquellos separados cuerpos regía77. Pues en amar a vós, señora, no estos a mí sobrar78 yo creo, y tornando al caso xliv

xliv

  ‘τ yo’ MP3.

76   ‘Juzgaba, consideraba’; se trata de un cultismo apenas usado en el siglo xiii, pero frecuentísimo durante el siglo xv en las traducciones del latín y en las obras de tipo erudito. 77   Para esta interpretación del mito de Gerión, F. Vidal González remite a las Etimologías de Isidoro de Sevilla (edición bilingüe preparada por José Oroz Reta y Manuel A. Marcos Casquero, eds., introducción general por Manuel C. Díaz y Díaz, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2 vols., 1982 y 1983) XI,3,28. Existe una traducción de esta obra, quizá alfonsí, pero en la única copia conservada solo llega al libro X, aparte de faltarle otros tres de temática religiosa (Las Etimologías de San Isidoro romanceadas, ed. Joaquín de González Cuenca, Acta Salmanticensia, 139, Salamanca/León, Universidad de Salamanca/CSIC, 1983. 2 vols.); no descarto ni que existiera una traducción completa disponible durante el siglo xv ni que don Gómez conociera el texto latino. De todos modos, este problema requiere un estudio detallado que no sé si existe. Sobre Gerión parecen haber convivido dos tradiciones en la Península Ibérica, la de las Etimologías, que fue recogida parcialmente por Enrique de Villena en Los doce trabajos de Hércules (cito por la edición de P. M. Cátedra en E. de Villena, Obras completas, Madrid, Turner/Biblioteca Castro, 1994, vol. I, pp. 1-112, especialmente p. 81), omitiendo, sin embargo, detalles que conoce don Gómez. Otra arranca al parecer del Toledano (Rodricus Ximenius de Rada. Opera, índices de lugares y personas preparados por Mª Desamparados Cabanes Pecourt, Zaragoza, Anubar, 1985, reimpresión [facsimilar] de la edición de 1793, p. 9 y la versión castellana Estoria de los godos, edición crítica e introducción de Aengus Ward, Oxford, The Society for the Study of Medieval Languages and Literature, 2006, p. 56), que atribuye la multiplicidad de las cabezas de Gerión no a la convivencia de diversas personas, sino al número de reinos que señoreaba; esta fue recogida por Alfonso el Sabio (Primera crónica general de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289, publicada por Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Gredos/Seminario Menéndez Pidal, 1955, vol. I, cap. 7, p. 9, y Alfonso [X] el Sabio, General Estoria. Segunda parte. eds. A. G. Solalinde, Ll. A. Kasten, V. R. B. Oelschläger, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1961, vol. 2, p. 32, cap. cdxxi; véase la colación de las tres versiones en Inés Fernández-Ordóñez, ed., Las ‘Estorias’ de Alfonso el Sabio, Madrid, Itsmo, 1992, p. 131), rodando luego en la historiografía romance. La recoge también Fernán Pérez de Guzmán en los Loores de los claros varones de España, estrofa 15 y su comentario en prosa (cito según el Cancionero castellano del siglo xv, ed. R. Foulché-Delbosch, Madrid, BaylliBaillière, 1912-1915, vol. I, pp. 707-708). 78   DLE aún conserva como primera acepción la ya desusada ‘Superar, exceder, sobrepujar’, que conviene aquí.

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que esto pueda y deva ser, el salvador nuestro lo retifica79 en el su segundo mandamiento, por el cual como a nosotros mesmos a nuestros próximos amar nos manda80; pues claro está que no cosa imposible de fazer nos mandara, así que yo bien con verdad puedo dezir que en el grado que las mías las vuestras siento pasiones81. xlv

III

xlv

Muy poca lumbre abasta82 del día para turbar83 la de una candela, en pequeño nudo se turba84 el açuela85 20 al no buen maestro de carpentería; pues ved qué fará la discrición mía, la cual de sí mesma está muy turbada86, de tantas seyendo87 angustias cercada que la tuliana88 se bien turbaría.

  Falta el artículo MN43.

79   Retificar con el sentido de ‘ratificar’ parece un tecnicismo jurídico que el CORDE registra por primera vez en una carta de concordia del Concejo de Segura en 1406; durante el Cuatrocientos fue usado de vez en cuando por traductores y poetas. 80   Alusión a Mateo, 22,39: «El segundo [mandamiento] es: amarás a prójimo como a ti mismo». 81   ‘Padecimientos, acción de padecer’. 82   ‘Basta’, hoy desusado pero aún presente en el DLE. 83   Turbar ha de interpretarse aquí y en los versos siguientes en su sentido más genérico, ‘Alterar o interrumpir el estado o curso natural de algo’, presente ya en Prosa, aunque el autor parece estar alternando diversas acepciones: en este caso le conviene ‘enturbiar, cegar’. En todas estas acepciones, el término es frecuente desde el siglo xiii en diversos géneros (Cultismo, s. v.). Nótese que el recurso de la annonimatio, tan frecuente en la poesía de este período, parece más propio de los géneros corteses que de la lengua latinizante del arte mayor. 84   En este caso, solo parece convenirle la acepción más genérica, reproducida en la nota anterior; Tentative da la acepción de ‘molestar’, pero con una sola cita cuyo texto no he podido verificar. 85   Azuela es la ‘Herramienta que el carpintero usa para desbastar la madera’, que puede ser detenida por un nudo del árbol. 86   Aquí le conviene el sentido de ‘confusa’, documentada desde Berceo (Cultismo, s. v.). 87   En la lengua antigua en general y durante el siglo xv en particular, esta variante del verbo era la mitad de frecuente que la actual, siendo; por otra parte, el ritmo del hemistiquio asegura que la dicción había de ser trisílaba, y no la moderna bisílaba ‘siendo’. 88   ‘De Tulio’, o sea, de Cicerón; la discrición o ‘discreción’ del autor está turbada con razón, pues el mismo Cicerón, modelo de elocuencia, lo estaría si se viera obligado a corresponder a la petición que al autor le hizo su hermana.

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V

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Mas del filial89, señora, vencido, amor verdadero90, por Dios, que vos é, aquesta blancura de negro pinté91 en lo cual é dos yerros cometido: el uno, mostrando de mi mal sentido92 30 sus grandes simplezas, según aquí muestro, el otro, en yo dar consuelos al vuestro noble coraçón jamás no vencido. 25

En el principio, Condesa notable, me plaze traer a vuestra memoria 35 qué cosa es fortuna y cuál es su gloria y cuán poco dura y cómo es mudable; y, si no me faltan razones que fable, por pruevas algunos93 daré que leí, xlvi

  En el manuscrito se lee qªl uales, y así lo transcriben F. Maguire y D. Severin en su Cancionero virtual; probablemente se copiaron dos veces las letras correspondientes a ual, la primera como abreviatura [qªl], la segunda, desarrolladas [ual], de ahí mi lectura. xlvi

  El calificativo filial cuando se refiere a su hermana ha de entenderse como una hipérbole del respeto y amor que le tiene, y quizá pueda influir la superior condición social que ella ostentaba como condesa de Castro; recuérdese que ya en el verso 11 la ha llamado en amor sin duda más madre que ermana. Este adjetivo es rarísimo durante la primera Edad Media, y parece una incorporación típica del siglo xv a juzgar por los datos de CORDE. 90   ‘Vencido del verdadero amor filial’, hipérbaton violento que rompe además la tendencia a la autonomía sintáctica del verso de arte mayor mediante un encabalgamiento abrupto. 91   Accediendo a la petición de su hermana de que dedique una obra a sus desdichas e infortunios, ha pintado con el negro de su falta de talento lo blanco de su amor fraternal. 92   ‘Entendimiento’. 93   La lectura, concordante en los tres manuscritos, parece dudosa; esperaríamos que algunos concordara con algún sustantivo de la estrofa, pero no se le encuentra antecedente apropiado. Por otra parte, obsérvese el verso siguiente: ...tocando de otros que vi, donde se observa el mismo problema. La interpretación más ajustada al texto, pero semánticamente insatisfactoria, sería que remitieran a corazón con que termina la estrofa anterior, pero no concuerda en número; quizá quepa sobreentender casos (‘sucesos notorios’), implícitos en el período qué cosa es fortuna y cuál es su gloria / y cuán poco dura y cómo es mudable de la estrofa precedente; nótese que es el sustantivo apropiado para servir de base semántica a los tres versos finales de la estrofa. En la estrofa siguiente, sí que introduce el término: los casos que vienen... 89

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abueltas94 tocando95 de otros que vi, 40 que grandes ovieron la fin96 miserable97. VI

Desdichas y dichas, venturas98 y fados99 y esta que nós llamamos fortuna100 es la providencia del alta tribuna101, aunque los vocablos traemos mudados; 45 los casos102 que vienen están destinados103 por el fazedor de cielos y tierras: aqueste permite los males y guerras por nuestro bevir en tantos pecados.

  ‘Juntamente con’, frecuente en todo el Medioevo, registrado por Tentative y todavía como anticuado en DLE. 95   Tocar en la acepción de ‘Tratar o hablar leve o superficialmente de una materia sin hacer asunto principal de ella’: como prueba tocará conjuntamente casos que vio y otros que leyó. 96   Fin, con la acepción de ‘Término, remate o consumación de algo’ admite el género masculino o femenino. 97   ‘que siendo de elevada condición social, tuvieron un fin miserable’. 98   Ventura era ‘destino, fortuna, suerte’ (Tentative, s. v.). 99   Para los antiguos, el fatum o hado era la ‘fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos’, y en este sentido ha sido usado en particular por los escritores que querían ostentar su cultura clásica. Es de destacar que en la «Introduçion» a su versión del De Providentia de Séneca, Alonso de Cartagena se extiende sobre este concepto y su correcta interpretación cristiana, subrayando que para evitar malentendidos «los santos doctores que son verdaderos philosophos no usaron escreuir fado en sus escripturas»; luego desarrolla la distinción teológica entre «providençia τ presçiencia τ predestinaçion τ libro de vida. Pero prouidençia es la mas general palabra» (Cinco libros de Séneca, h iijr-v). Es el concepto que desarrollará en la exposición en prosa que sigue. 100   ‘Suerte o destino’, como queda dicho (Tentative, s. v.). 101   Tribuna es ‘Plataforma elevada y con antepecho, desde donde los oradores de la Antigüedad dirigían la palabra al pueblo’ o ‘cualquier otro lugar desde el cual se dirige el orador a su auditorio’ o sea, por sinécdoque, la divinidad. En palabras mundanas, como dice en el verso siguiente, se está refiriendo a la providencia divina, conocida por los antiguos como suerte, hado o destino. 102   Casus significaba en latín ‘caída, ruina, muerte, fin’, y en este sentido es muy usado durante el siglo xv; su aparición más temprana la localizo a través del CORDE en la traducción de la Historia troyana encargada por Juan Fernández de Heredia: «dubdo los maluados et sinistros casos que pueden sdeuenir», en edición de María Sanz bajo la dirección de Juan Manuel Cacho Blecua, fol. 91v. 103   ‘Ordenados, determinados’. 94

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Diversas tovieron opiniones munchos que de estas cosas escrivieron; pero yo, a mejor correpción me sometiendo, tengo104 estos quedar vocablos de los gentiles y que las buenas y contrarias andanças105 vienen por permisión de Dios, cuyos secretos son inotos a los muy sabidores106 cuanto más a los que nonada107 saben como yo. El cual munchas vezes da bienes a los malos y por el contrario; mas es de creer lo tal ser a los buenos dado108 por prueva de su bondad o por punición109 de algunos umanos vicios, y a los malos por acrecentamiento de pena o para entera satisfación de algún pequeño bien, si en ellos ay. xlvii

VII Crió110 Dios el mundo con las condiciones, 50 señora, que vedes111, y a los mundanos los cuales, vistiendo los cuerpos umanos, vestimos con ellos amargas pasiones, angustias, destierros y tribulaciones, a vezes subiendo en grandes estados112 55 y otras seyendo de ellos derrocados, las cuales muy ciertas nos son posesiones. Estas afirman bien el comienço de la quinta leción de las oras de defuntos, que dize: Homo natus de muliere brevi vivens tempore, repletur multis miseriis113 que dezir quiere: “Todo ombre de mujer nacido es poco tiempo biviente y aquél, de miserias y trabajos lleno”. La cual ley nuestro redentor retifican-

xlvii

 ello MP3 MN43.

  ‘Pienso, considero’; se trata de una oración con infinitivo absoluto, a la latina: ‘pienso que estos vocablos quedaron de los gentiles’, y que por tanto son contrarios a las enseñanzas cristianas. 105   Andanza con la acepción de ‘Suerte, buena o mala’. 106   ‘Sabios’. 107   ‘Nada’. 108   Nueva construcción de infinitivo absoluto: ‘es de creer que lo tal es a los buenos dado’. 109   ‘Acción y efecto de punir’, ‘castigo’. Según la versión de Alonso de Cartagena, al justo “todas las cosas aduersas le son prueua para en que vse de su virtud” (Cinco libros de Séneca, De Providentia, I cap. ii, f. vjr). 110   ‘Creó’, con la vacilación habitual en la vocal átona. 111   ‘Veis’. 112   ‘Condición social’. 113   En su anotación, F. Vidal González identificó la procedencia de esta cita en el Oficio de difuntos, lección quinta (he usado la ed. F. J. Vilsecker, Passau, 1842, p. 41); la parte primera, homo... tempore procede a su vez de Job 14,1. 104

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do non114, con la umana vestidura de la edad mediana pasar quiso y aquella despendió115 con las mesmas condiciones116, según parece por la gran solepnidad117 con que de los tres reyes de Oriente fue adorado y por la trabajosa118 foída que poco después de esto la gloriosa madre suya con él fiço, de Erodes temiendo; y así bien lo aprovó con el solepne recibimiento que en Jerusalém le fue fecho el domingo de ramos y la prisión suya del miércoles siguiente, dexando los otros ecelentes misterios de la su gloriosa vida y muerte, reparo de nuestra humanidad. VIII

Así lo eredamos de nuestros avuelos y lo dexaremos a los subcesores: que bivan penando por vanos onores 60 los cuales posean con grandes recelos; al fin, que los dexen con llantos y duelos como los dexaron y los dexaremos: pues no navegamos con más fuertes remos nin es nuestra vela de más rezios velos119.

San Gregorio, declarando la parábola de la simiente que cayó entre las espinas120 a las cuales los vanos onores y riquezas umanas compara, dize que con trabajo se ganan y con temor se poseen y con dolor se dexan, y que así como çarças están de todas partes de aguijones cercadas; pero puesto que así sea, y más que121 nuestro Salvador dixo ser de los pobres de espíritu el reino de los cielos122, no veo dexar a ninguno estos onores vanos nin riquezas espinosas, mas a la fin ellas dexan a todos.

  ‘Nuestro redentor, no rectificando [‘enmendando, corrigiendo’] la tal ley...’.   ‘Empleó’ (Tentative, s. v.). 116   Jesucristo quiso pasar por la misma experiencia que los humanos y así ocurrió cuando fue enaltecido por la adoración de los magos y cuando hubo de huir a Egipto, cuando fue recibido con palmas el Domingo de Ramos y cuando fue ejecutado como reo pocos días después. O sea, que se sometió a los mismos ‘casos’ que los mortales. 117   ‘Solemnidad’; lo mismo que solepne, que aparece dos líneas más abajo, estas formas del cultismo eran frecuentes desde el siglo xiii, tanto en la forma moderna como la que nos da el texto u otras variantes (solempnidad). 118   Trabajoso en la acepción de ‘Que padece trabajo, penalidad o miseria’. 119   Velo por ‘tela’ parece una sinécdoque, motivada por el deseo de hacer una adnominatio con vela del mismo verso. 120   Se trata de la parábola del sembrador, expuesta en Mateo, 13. C. Vidal González localizó su glosa en la exposición del Libro de Job por san Gregorio, libro I, cap. IV. 121   ‘Aunque’, aún registrado como poco usado por el DLE. 122   Se trata de la primera de las Bienaventuranzas, Mateo, 5,3. 114 115

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La nuestra mísera vida humana y bienes y males de ella tiene por los antiguos sabios munchas comparaciones, de lo cual tractando se dize : “serán como nuves de mañana y como rocío del alva pasarán” 123: xlviii

xlix

IX

Del mesmo madero es nuestro navío que fueron las fustas124 de nuestros pasados nin menos peligros le son aprestados mientra navegare por aqueste río mundano, que es un gran desvarío, 70 pues todas sus pompas y prosperidades y sus infortunios y adversidades non duran más que el blanco rocío. 65

Esurientes implevit bonis, divites dimisit inanes

l

X

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Ca nunca los dexa estar en un ser126 esta fortuna de quien vos quexáis, 75 la cual por el Dios en quien adoráis127 le es otorgado bastante poder para de pobres muy ricos fazer y grandes riquezas tornarlas ajenas;

xlviii   o se dice MN43. Este pasaje del comentario está escrito al margen izquierdo de la copla siguiente. xlix   Este pasaje va al margen en los dos manuscritos que lo conservan, MP3 y MN43, lo mismo que las citas en latín. l   En MN43 esta cita está escrita en el margen izquierdo del íncipit de la copla siguiente.

123   La breve duración del rocío es un símil muy socorrido de la literatura sapiencial, con raíces en la Biblia y conocida en castellano desde la traducción de las Morales de Job de Gregorio el Grande por Pero López de Ayala. Quizá fuera la fuente de Jorge Manrique, que la tomó en el v. 228 de las Coplas a la muerte de su padre (remito a mi anotación en la edición de su Poesía, Madrid, Real Academia Española, 2013). 124   ‘Buque ligero de remos y con uno o dos palos’. 125   Como señaló F. Vidal González, se trata de Lucas, 1,53; es el versículo del Magnificat que sigue al que encabeza la estrofa primera (véase nota 62). 126   ‘En un lugar o situación’, estables. DLE define el valor sustantivo de ser como ‘Esencia o naturaleza’ o ‘Modo de existir’. 127   DLE registra la construcción adorar en con la acepción de ‘Tener puesta la estima o veneración en una persona o cosa’.

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de lo cual testigo podrá ser Atenas si su gran caída quisiéredes leer128.

Esta cibdad (según algunos escrivieron poetas) fue por los dioses fundada, a cuya causa ovo nombre Atenas que quiere dezir ‘inmortal’, el cual es nombre de dios129. Fue grandíssimo y onrado pueblo y cabeça de imperio, y entre las otras ecelencias suyas tovo una en estremidad130 famosa: esta fue el estudio, del cual de los más excelentes que ovo en el mundo salieron filósofos; de estos fue uno Aristótiles, maestro de Alixandre. A esta, fortuna, del su nombre despojando131, causó discordia entre ella y los lacedemones (que a la sazón era gente greciana132 y poderosa) sobre el imperio133, los cuales vinieron sobre ella y destruyéronla del todo según Estacio, poeta tolosano, lo recuenta en la Tebaida134. XI

Aquella cibdad muy fuerte troyana de cuyos triunfos, onores y glorias

128   Aunque el poeta usa la ortografía actual, la cadencia del verso exige interpretarla fonéticamente como ‘ler’; en este período oscilaban con frecuencia las alternancias seer /ser, veer /ver y otras como la que nos ocupa. 129   F. Vidal González señaló como fuente de este pasaje Etimologías XV,1,44, donde lo que sí se dice es que Athéne es el nombre griego de Minerva y que, por tanto, la ciudad recibió el nombre de la diosa. Como queda dicho, esta parte no está en la versión alfonsí conservada de esta obra. Me resulta más complicado explicar su interpretación del nombre como ‘inmortal’; quizá algún glosador leyó τελής donde debía decir τενής. 130   ‘En extremo, extremadamente’. 131   Recuérdese que, según el autor, el nombre de la ciudad significaba ‘inmortal’, a pesar de lo cual fue destruida por los lacedemonios o espartanos. 132   ‘Griega’. 133   El término significa aquí ‘poder soberano’ (Tentative, s. v.), que conserva todavía DLE bajo la definición de ‘acción de imperar’. Es frecuente durante todo el Medioevo. 134   La Tebaida narra la lucha entre Eteocles y Polinices por el trono de Tebas. Quizá hubo en este punto un error de don Gómez, pues lo que cuenta la Tebaida en el canto XII es la victoria de Teseo, rey de Atenas, sobre Tebas. El que contó la caída de Atenas ante los espartanos o “lacedemones” en el año 411 antes de Cristo es Tucídides, traducido al aragonés por iniciativa de Juan Fernández de Heredia aunque solo conservamos el extracto de los discursos (Discursos de la Guerra del Peloponeso. Versión aragonesa de la Historia de la Guerra del Peloponeso patrocinada por Juan Fernández de Heredia, edición, introducción y notas de Adelino Álvarez Rodríguez, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza/Institución Fernando el Católico/Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2007). Otra posible fuente de información es la biografía de Alcibíades por Plutarco, también traducida por el mismo magnate aragonés (Vidas semblantes. Versión aragonesa de las Vidas paralelas patrocinada por Juan Fernández de Heredia, ed. Adelino Álvarez Rodríguez, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza/Instituto de Estudios Altoaragoneses/Instituto de Estudios Turolenses, 2009, vol. 2, 1062-1063). Pero nada de esto explica el error de situar este episodio en la Tebaida.

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están llenos libros y grandes istorias seriá135 cierta prueva de esta gloria vana: 85 tornó136 contra ella fortuna de gana137, de muy favorable, su cara sañuda138, dexóla de bienes en pronto139 desnuda, cubierta de llantos por gente greciana. Aunque no por sus estorias aver leído, mas siquiera por oídas, será a vós, señora, manifiesta la gloria de esta muy nombrada cibdad troyana, la cual en templos, en grandeza y fortaleza, en número y nobleza de gentes, en riquezas, en moradas140 y todos umanos vicios141 a todas las mundanas sobrava142. Esta, estando en el su mayor triunfo, buscó más voluntaria que necesaria guerra con los griegos, el comienço de la cual fue el robo de Elena que fizo Paris; a cuya causa toda Grecia sobre Troya vino en el desembarcar del puerto del Tenedon y en el cerco, según Omero y Ditis y Daires lo recuentan143: de una y de otra parte falleció gran suma144 de gentes y de notables cavalleros, la enojosa y grosera porfía de algunos de los cuales no creo que en la sala de vuestro palacio li

lii

liii

 de MN43.  Dares MN43. liii  nobles MN43. li

lii

  Debería acentuarse seriá para conservar el ritmo habitual del arte mayor; este tipo de licencias no era infrecuente en este período (particularmente en este tipo de verso) como atestigua Juan del Encina en el Arte de trobar, cap. VIII (Obra completa, ed. Miguel Ángel Pérez Priego, Madrid, Biblioteca Castro, 1996, p. 22). Durante los siglos xiii y xiv, incluso hasta el xv, la acentuación de este diptongo en la conjugación verbal fue fluctuante. 136   ‘Mudar’, ‘volver’ y ‘dar la vuelta’ son acepciones que convienen aquí (Tentative, s. v.). 137   ‘Con esfuerzo y diligencia’. 138   ‘Sañosa’. 139   Entre los siglos xv y xvii se encuentran en CORDE casos esporádicos de esta expresión con el valor de ‘al pronto’, ‘en un primer momento, a primera vista’. 140   Morada, en la acepción de ‘Lugar donde se habita’, es un cultismo frecuentísimo desde el Mester de Clerecía (vid. CORDE y Cultismo, s. v.). 141   Se trata de otro cultismo en vigor desde el s. xiii, con la acepción luego perdida de ‘regalo, deleite, descano’ (vid. Cultismo, s. v. y Tentative, s. v.). 142   Es el equivalente patrimonial del actual superaba, verbo que con esta misma acepción aún registra como desusada el DLE. 143   Recontar: ‘Dar a conocer o referir un hecho’. Durante la Edad Media, se tendía a pensar que Homero embelleció y falseó los hechos y, de acuerdo con una teoría de la historia que venía de la Antigüedad, se daba más crédito a Dares y Dictis, apócrifos autores tardíos que cuentan la guerra de Troya fingiendo haber sido testigos presenciales de los hechos. 144   ‘Cantidad’ (Tentative, s. v.). 135

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algunas vezes no se aya debatido145. En conclusión, los griegos por engaño entraron146 la nombrada147 cibdad y todas sus bienandanças148 en desaventuras149 bolvieron, cubriendo los reales estrados del rico Elion150 de la sangre del su rey Príamo y de su mujer y de los fijos que de las batallas avían fincado151 y matando todas las otras personas y robando los ricos templos y, finalmente, non dexando de ella otra memoria salvo los cimientos que oy duran. XII

A estos que fizo así vencedores y robadores de tantos tesoros non dio la vitoria desnuda de lloros mas antes mezclada con grandes langores152 que muertos quedaron los más y mejores; y los que bolvieron en sus propias tierras 95 fallaron sus casas enbueltas en guerras, los lechos violados por los servidores. 90

Si de esta greciana e vencedora gente oviesse de escrevir las muertes y daños de la hueste suya, no poco, mas mucho me deternía153; por tanto, para vuestra información bastar deve saber que les dio fortuna esta antedicha vitoria sobre154 diez años de cerco, en el cual tantos príncipes y nobles varones fallecieron que dubdo poderse contar; a este respecto ved qué tantos155 los comunes ser podrían.   Es muy interesante esta alusión al uso de la literatura en el ocio o los pasatiempos de los nobles, del que tenemos muy pocos datos. 146   ‘Invadir u ocupar a fuerza de armas algo’. 147   ‘Célebre’. 148   ‘Felicidad, dicha, fortuna en los sucesos’. 149   ‘Desventuras’. 150   Ilion, nombre griego de Troya. El término es neutro en griego, de ahí probablemente la concordancia. 151   ‘Habían quedado o sobrevivido’. 152   DLE registra todavía el término con las acepciones de ‘Flaqueza, debilidad, falta de espíritu, valor o energía’. CORDE pone de manifiesto que se ha usado raramente, concentrándose los pocos casos de langor y languor (quizá unos doscientos) durante los siglos xv-xvii; el marqués de Santillana lo usó repetidamente en sus Sonetos y en el Infierno de los enamorados, aplicándolo casi siempre al sentimiento amoroso. Es posible que su uso más frecuente en italiano haya influido en estos escritores. 153   La pérdida de la vocal átona interna en los futuros y potenciales creaba grupos consonánticos anómalos que solían resolverse por metátesis (deternía) o por epéntesis (el moderno detendría). 154   ‘Después de’. 155   Qué tantos: ‘cuántos’. Según CORDE, la expresión es bastante frecuente, aunque solo la encuentro registrada en Prosa y el DLE la documenta solo como un mexicanismo. 145

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Yo soy de opinión que si los troyanos con las vidas quedaran, aunque vencidos, que non en los llantos fueran desiguales156 según la vitoria ovieron sangrienta y la tornada mal venturosa; que los unos por la mar con la gran fortuna157 se perdieron (algunos de los cuales nunca tornaron) y otros, a cabo de158 tantos años que non en sus casas los conocían, así como Ulixes, que non le conoció salvo su perro; y algunos de los que bolvieron fallaron grandes en sus tierras discordias y en sus casas inreparables daños y en sus mujeres algunas violencias, en el número de las cuales no Penélope poner se deve. La cual, castísimamente biviendo, al dicho Ulixes, marido suyo, atendió159, en el cual tiempo ovo de prometer a sus parientes, por los grandes afincos160 que le continuo fazían que, cuando acabase una tela que tenía començada, casaría, el cual plazo a ellos asaz161 breve pareció; pero la onesta dueña, en presencia de algunos de ellos que de día la visitavan, con gran priesa en la dicha obra fazía, mas todo aquello, velando, de noche desatava, por manera que, antes que la tela fin oviese, Ulixes llegó y así satisfizo a su onra y a su verdad162. Y puesto que al liv

 tela MN43.

liv

156   Esta expresión ha de contener una referencia a los griegos (algo así como «que no en los llantos fueran desiguales a los griegos»), comparando su fortuna con la de los troyanos como se ve después. Sospecho que aquí pueda haberse producido una laguna en el arquetipo. Desigual admitía construcciones hoy atípicas con el valor de ‘diferentes’: «los brutos animales / (...) en el bivir, / en el comer e sentir / non te fueron desiguales» (Juan de Mena, Coplas a los pecados mortales, vv. 1793-1796, según El cancionero castellano de la Biblioteca Estense de Modena, ed. M. Ciceri, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995, nº 121, que he localizado gracias a CORDE). La comparación de las desventuras de los vencedores de Troya con las de sus vencidos es un tópico que viene de mucho antes y fue usado, por ejemplo, por Francesco Petrarca en su De casibus virorum illustrium, traducido al castellano por Pero López de Ayala (vid. Isabella Scoma, Caýda de prínçipes, Messina, La Grafica Editoriale, 1993, pp. 57-61), aunque en este caso no se ocupa de las desdichas de Ulises, sino de las de Agamenón. 157   ‘Tempestad en el mar’, documentado en lo antiguo (Tentative, s. v.) y aún presente en el DLE. 158   ‘Al cabo de’, con la acepción de ‘Después de todo, por último, al fin’. 159   ‘Esperó, aguardó’. 160   ‘Eficacia, empeño o diligencia grande con que se hace o solicita algo’. 161   ‘Bastante’. 162   La figura de Penélope era banal en las listas de mujeres ejemplares desde De mulieribus claris de Boccaccio, del que se hizo traducción al castellano (vid. Gloria Boscaini, La traduzione spagnola del ‘De mulieribus claris’’, Verona, Facoltà di Economia e Commercio, 1985, pp. 101-103, así como Diego de Valera Defensa de virtuosas mujeres, edición, introducción y notas de Federica Accorsi, Biblioteca di Studi Ispanici, 22, Pisa, ETS, 2009, pp. 268-269 y Álvaro de Luna, Virtuosas e claras mugeres (1446), ed. Lola Pons Rodríguez, Segovia, Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2008, pp. 371-372); de ahí que don Gómez haya aprovechado la historia de Troya para esta digresión que, como él mismo dice,

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caso esto non fiziesse, plógome ponerlo aquí en loor de las buenas, dexando de nombrar las que digo fazer el contrario porque aún de las en tanta antigüedad pasadas non querría ser maldiziente. lv

XIII

Por más prueva de esto mirad a Pompeo —conquistador de nuestras Españas163 que fue fazedor de nobles fazañas— 100 por un siervo muerto del rey Tolomeo; lo cual, aunque todos dezimos ser feo, el fecho passó, y así pasarán los casos164 que son y los que serán: ¡Guay del que muere fallándose reo165!

lvi

lvii

Pompeo fue muy noble varon, enqueridor 166 grande del pro167 común del romano pueblo en acrecentamiento del cual fizo magníficas conquistas en las cuales, seyendo bien fortunado168, ovo munchas y grandes vitorias alcançando lviii

lix

 al MN43.   Con este verso retoma el texto MN24 en el folio 43r; el comentario va dispuesto al margen, rodeando el texto del poema y vinculado a él mediante llamadas en sus palabras clave. lvii  aguay MN43, MP3. No he podido documentar esta expresión, que corrijo por el bien conocido ‘guay’. lviii  ynquiridor MN24. lix  victorias MN24. lv

lvi

no viene al caso, sino que la juzgó interesante para su hermana. Sin embargo, el material homérico de este comentario no remonta a estos orígenes, pues ninguna de ellos describe la anécdota del reconocimiento del héroe por el perro. 163   En todo lo relativo a Pompeyo, don Gómez sigue de cerca la Estoria de España alfonsí (Primera crónica general de España, especialmente el vol. I); véanse sobre todo los caps. 76, 79, 103, 104 y 106. Las hazañas de Pompeyo en España son el objeto de los capítulos 67 y 84. 164   Nuevamente usa caso con el valor semántico del latín, ‘caída, ruina, muerte, fin’; todavía el DLE registra la acepción de ‘Suceso notorio, escandaloso o incluso delictivo, cuyas circunstancias atraen la curiosidad del público’. Véase la nota 65. 165   Reo tiene la acepción de ‘Acusado, culpado’: «e ya me temía, fallándome reo, / non me acontesçiesse como a Polifemo» (Juan de Mena, Laberinto de Fortuna, ed. Maxim Kerkhof, Madrid, Castalia, 1995, vv. 141-142. 166   Enqueridor es derivado de enquerir o inquirir: ‘Indagar, averiguar o examinar cuidadosamente algo’. 167   ‘Provecho, ventaja’. 168   ‘Afortunado’, ‘Que tiene buena suerte’.

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muy clara fama y onra; y así por esta ser entre los grandes tan enbidiosa que non solamente entre los no muy amigos, mas entre los ermanos pone discordia como porque169 el señorear170 non quiere pariedad171 nin la consiente, entró división, por estas causas y porque cada uno se fallava digno de aquel señorío172, entre el dicho Pompeo y el César, suegro suyo173, y así en dos dividieron partes la cibdad y, salidos fuera de ella, la mayor parte del mundo en estas dos contrarias huestes se juntó. Y dexadas las otras ovieron dos principales batallas: la primera cerca la cibdad de Duraz, a do fue César vencido pero non seguido, y la segunda en los campos de Farsalia. En esta lo fue Pompeo y saliendo de ella entró en una fusta174 y aportó175 en Egipto, adonde reinava Tolomeo a quien él mesmo rey fiziera; el cual, como en la contraria fortuna aya verdaderos amigos pocos, temiendo del vencedor o por se con él congraciar, a dos siervos suyos matarlo mandó y después, aportando176 en seguimiento de su vitoria allí el César, le empresentó177 la onrada cabeça . Lo cual, aún aquel su mortal enemigo a lx

lxi

lxii

lxiii

lxv

lxiv

lxvi

lxvii

lxviii

  Falta el adverbio en MN24.  querie MN24. lxii   Falta el artículo en MN43. lxiii   farsalia en la qual fue vencido ponpeo MN24. lxiv   de la batalla MN24. lxv  donde MN24. lxvi  mismo MN43. lxvii   temiendo se MN24. lxviii   de su victoria al çessar por el dicho tolomeo le fue presentada la ynperial cabeça MN24. lxix   a grande mal MN24. lx

lxi

  El párrafo es muy largo y complejo, pero no revela fallas sintácticas; en este punto nótese la correlación así por esta ser (...) como porque...entró división... 170   ‘Regir, gobernar’, registrado en Prosa y muy usado durante el Medioevo; los diccionarios suelen ignorar este uso antiguo, que cubren bajo la acepción moderna de ‘Dominar o mandar en algo como dueño de ello’. 171   ‘Paridad’, en la acepción de ‘igualdad de las cosas entre sí’. 172   ‘Dominio o mando sobre algo’. 173   Como explica la Estoria de España, cap. 79, Pompeyo estaba casado con Julia, hija de Julio César. 174   ‘Buque ligero’. 175   ‘Tomó puerto o arribó a él’ (DLE.) 176   Aportar es «Tomar puerto o arribar a él», según DLE. 177   ‘Empresentar’ se documenta muy raramente desde los orígenes hasta el siglo xvi con el valor de ‘presentar’, como aún se documenta en DLE. 169

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mal teniendo178, respondió que non quisiera él tanto mal para Pompeo179 y por esta causa él mesmo lo destruyó ; que vulgar enxemplo180 es: «paganse los reyes de la traición, mas non del que la faze»181. lxix

lxx

lxxi

lxxii

lxxiii

XIV

Del César182, su suegro, pues ¿qué vos diré? Sojuzgador del pueblo romano de cuyos triunfos recuenta Lucano grandísimas cosas que yo callaré, tan solamente su fin tocaré: 110 el mando de Roma teniendo asoluto183 matáronle Casio y otros con Bruto en el Capitolio, según lo fallé. 105

lxxiv

Munchos césares ovo, pero este de que aquí se faze mención fue llamado Julio, a cuyo respecto184 el seteno mes este mesmo ovo nombre. Fue noble lxxv

lxxvi

lxxvii

 respondio llorando MN24.   el mesmo çessar MN24. lxxii   τ echo de su senorio [sic] auiendolo por yngrato MN24. lxxiii   pagase el rey y MN24. lxxiv   mataronle le MP3. lxxv   En MN24 el texto anterior resulta casi ilegible por estar estropeado en folio en el margen superior. lxxvi   No se lee la palabra en MN24. lxxvii   este mesmo falta en MN24, MN43. En el primer testimonio, el desperfecto del ángulo superior externo del manuscrito no permite realmente verificar la laguna, pero se lee perfectamente al fin de la linea el set.. y la siguiente empieza con las palabras mes ouo. lxx

lxxi

178   Tener a mal, ‘tomar en mala parte’ según Tentative; la locución la encuentro desde el Cifar hasta el siglo xvii. 179   Expresión tomada casi literalmente de la Estoria de España: “non quisiera el tanto mal pora Ponpeyo”, ed. cit., cap. 106, p. 83. 180   Según CORDE, durante el Medioevo y aún en el siglo xvi, enxemplo (‘ejemplo, lección’) es más frecuente que el equivalente exemplo, de donde procede la forma moderna ‘ejemplo’. 181   Es un proverbio repetido por colecciones de los siglos xv-xvi, de Hernán Núñez a Correas, y comentado por Diego García de Castro en su Seniloquium (Diego García de Castro, Refranes que dizen los viejos. Seniloquium. trads. y eds. Fernando Cantalapiedra Erostabe y Juan Moreno Uclés, València, Universitat de València, 2006. §324). 182   Toda la información relativa a Julio César figura en la Primera crónica general alfonsí, especialmente §7, 118, 120. 183   Asoluto o la variante moderna absoluto son rarísimos antes del siglo xv, y se generalizan en este contexto aplicados por lo general al concepto de poder (CORDE). 184   Las expresiones «a cuyo respecto» y «por cuyo respecto» (‘por lo cual’, ‘por quien’) se repiten con cierta frecuencia durante el siglo xv según CORDE: «mil carretas de leña

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varón en virtud, aunque de linaje baxo; de las buenas andanças que ovo y del grandíssimo esfuerço con que las procuró , Lucano asaz185 por istenso trata . Este, seyendo enbiado por los romanos en España por cuistor186, andando por ella dando leyes, aportó187 en los Gades188, que son las colupnas de Ércoles a do la dicha España toma fin de amos mares, y entró en el templo que de Ércoles llaman; y mirando la imagen que allí estava del gran macedón Alexandre dio un gran gemido como quexándose de la perezosa haraganía189 suya porque en la edad que en la sazón era él ya Alixandre el mundo avía ensoñoreado190. Y de allí se dize que procurar el señorío del romano imperio delibró191, lo cual no muncho después en obra puso non teniendo al dicho imperio192 otro título nin derecho salvo el que Tulio por fermosas dize palabras, conviene a saber: que lo pensó y salió con ello193. Antes y después de alcançado194, grandes glorias y triunfos alcançó pero, porno sin dicenso195 quedase, estando un día en el Capitolio, perque la tal subida lxxviii

lxxix

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lxxxiv

  la expresión con que las procuró no se lee bien en MN24.   lo tracta en el su libro de las batallas çibdadanas MN24. lxxx   La palabra se lee mal en MN24. lxxxi   Falta la conjunción en MN24. lxxxii   No se lee el pronombre relativo en MN24. lxxxiii   el que por en... por fermosas. Falta Tulio. MN24. lxxxiv  suvida MN24. lxxxv   a... / ien por el desperfecto del margen en MN24. lxxviii lxxix

cortada, muy dispuesta a cuyo respecto le pusimos nombre el Puerto de la Leña» (Hernán Cortés, Cartas de relación, según CORDE). 185   ‘Bastante’ (DLE). 186   ‘Cuestor’, magistrado romano con poderes fiscales en el ejército y las ciudades. 187   Aportar es ‘Tomar puerto o arribar a él’ (nota 175). 188   Cádiz, donde se encuentran el Mediterráneo con el Atlántico. La figura se viene repitiendo desde Alfonso X, que a su vez la toma de las Etimologías. 189   Haraganía por ‘haraganería’, ‘Falta de aplicación al trabajo’, es un término raro, pero que Gómez Manrique usó otras veces según documenta CORDE. 190   ‘Dominado, hecho señor de algo’ (DLE). 191   ‘Decidió’ (Tentative), acepción que tiene el étimo latino y, por tanto, cultismo semántico, pues el verbo se usó y se usa en castellano con otros sentidos. 192   ‘Poder soberano’ (Tentative) o ‘acción de imperar’ o ‘mandar, regir’, como todavía lo define DLE y que era la acepción ordinaria en latín. 193   Es una cita literal de la introducción de Alonso de Cartagena a su versión de De Providentia, los Cinco libros de Séneca, h ijv: «hermosamente dize del tullio que no ouo otro derecho areynar: sino que lo ymagino τ salio con ello». Nótese cómo esta expresión permitía justificar las rebeliones aristocráticas. 194   Alcançar se documenta con la acepción de ‘coger, prender’ (Tentative). Véase la abundante documentación del DHLE2. 195   Latinismo de descensus, ‘descenso, caída’.

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mitió Fortuna que este, a quien de tantas batallas avía escapado196, allí muriesse a manos de Bruto y Casio y de otros romanos de la secuela197 de su yerno ; pero aún allí su esfuerço no menguado198, desque vio que la vida defender no podía, se cubrió con el imperial manto por no parecer feo después de muerto, y así murió199. ¡O gran coraçón el que en el tal paso tiene cuidado de bien morir, estonces cuanto al mundo y agora cuanto a Dios y a su onra! A este César fallaron después de muerto una cédula en la mano cerrada que parece ser le avía dado en la calle una pobre mujer y pensando ser sobre algún negocio non la leó200 ; la cual contenía : «César, non vayas al Capitolio; si no, sepas que morrás». Por tanto no ninguno deve dexar de leer las letras 201 que le dan. lxxxv

lxxxvi

lxxxvii

lxxxviii

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xc

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xcix

  yerno ponpeo MN24.   a... avn MN24, cortado por margen. lxxxviii   des... vio MN24, cortado por margen. lxxxix   La palabra falta por el corte del margen en MN24. xc  aparecer MN43. xci   De grant coraçon es MN24. xcii  m...do MN24, cortado por margen. xciii  ho…rra MN24, cortado por el margen. xciv  despu... MN24, cortado por el margen. xcv   paresçio auer le d..do MN24, siempre cortado por el margen. xcvi  leyo MN24. xcvii   contenja asi MN24. xcviii  ningu en MP3 xcix  le... MN24 por el corte del margen. lxxxvi

lxxxvii

196   El verbo escapar, como bien registra Tentative, era usado también como transitivo con valor de ‘salvar de, librar de, evitar’; encuentro numerosos casos tanto allí como en el CORDE y en Prosa. 197   Secuela o seqüela con la acepción latina de ‘séquito’ es frecuente desde el siglo xv, según la documentación de CORDE. 198   ‘Disminuido’. 199   Este detalle puede proceder de la Primera crónica general: «e el, que uio que non tenie arma ninguna con que se amparasse (...), non metio en al mientes si non en como cayesse apuestamientre en tierra con la muerte, et que non pareciesse feo depues que fuesse muerto» (cap. 120, p. 96). El detalle debió de impresionar mucho la imaginación de la nobleza de este tiempo, tan preocupada por su imagen pública, pues fue subrayado por Fernán Pérez de Guzmán en un texto que, por la diferencia en los detalles narrativos, no puede ser su fuente: «envolvió la cabeça con la toga e con la syniestra mano cubrióse de la ropa por non caer nin morir feo nin desapuesto» (Fernán Pérez de Guzmán, Mar de historias, ed. Andrea Zinato, Padova, Unipress, 1999, cap. lvi .171). 200   leó es la forma analógica de ‘leyó’, usada esporádicamente en la Edad Media; lo documenta una vez Prosa y repetidamente CORDE: “Cuando leó Darcón la carta” (General Estoria). 201   ‘Cartas’, registrado en todos los diccionarios antiguos, pero ya no en el DLE.

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XV

Aquel Cipión que Roma, vencida de sus enemigos, tornó vencedora 115 y de sus muros cruel cercadora estando ella en punto de ser combatida202, no quiso fortuna que el fin de su vida fuesse tan onrado como su bevir ; y fuera de Roma le fiço morir 120 aquella le siendo desagradecida . c

ci

Linaje de magníficos y nobles varones el de estos Cipiones en Roma fue , y el que menos de ellos acrecentó asaz203 en el nombre204 y honra de esta cibdad205. Pero este de que se aquí memoria faze, llamado Cornelio Cipión, fue el que no solamente la onró, mas librándola de total destruición206 o sojubción 207 perpetua la fizo señora de Cartago , que a la sazón con ella competía de pariedad208. Este, en la primera batalla que los romanos ovieron con cii

ciii

civ

cv

cvi

cvii

cviii

cix

cx

cxi

cxii

 biuir MN24.  desagradescida MN24. cii  de.. MN24 cortado por el margen. ciii  fuese MN24. civ   MN24 falta el artículo por el corte del margen. cv   MN24 falta esta palabra por el corte. cvi  quien MN24. cvii  lla..do MN24 por el corte. cviii  libr..la MN24 por el corte. cix  sujeb... MN24 por el corte. subjecion MN43. cx   MP 3 escribió primero pertua, después, interlineada antes de la palabra, añadió la abreviatura de ‘per’. cxi  carta MN24 por el corte. cxii   falta MN24 por el corte. c

ci

202   Roma, sitiada y próxima a ser atacada por Aníbal, se convirtió en atacante y cercadora de Cartago. 203   ‘Bastante’ (DLE). 204   ‘Fama, opinión, reputación o crédito’ (DLE). 205   ‘Acrecentó bastante el renombre y honra de esta ciudad’. Se encuentra alguna vez el verbo acrecentar construido con un complemento de régimen mediante la preposición en: “ganó grandes tierras y acrecentó en el señorío de su padre” (Primaleón, que cito según CORDE). 206   Destruición por ‘destrucción’ es muy frecuente entre los siglos xv y xvii, para desaparecer después. 207   ‘Sujeción’; es rarísimo en los siglos xv-xvi. 208   Entre los siglos xv y xvii hay algunos casos de pariedad por ‘paridad’.

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Anibal209 a la decendida de los montes Alpineos210, en la cual fueron los romanos vencidos, seyendo muy moço211, escapó212 a Cipión, su padre, que a la sazón era cónsul y de aquella hueste capitán, y lo sacó de la batalla ferido. E después que en España fueron muertos los dos Cipiones, padre y tío suyo, y todas las romanas huestes quebrantadas213, en edad de veinte y dos años, cuando los otros romanos refusavan de tomar la capitanía214 contra este temedero215 enemigo Anibal, procuró esta temerosa 216 empresa y, acebtándola, pasó en España, de la cual por fuerça echando dos poderosas huestes aflicanas 217 la conquistó, faziendo en esta conquista muy notables fechos de fortaleza218 con piedad. cxiii

cxiv

cxv

cxvi

cxvii

cxviii

cxix

cxx

cxxi

cxxii

 fuer... MN24 por el corte.   τ seyendo cxv   Falta el adjetivo posesivo por el corte del margen en MN24. cxvi   capitan... co por el corte del margen en MN24. cxvii  mue... por el corte del margen en MN24. cxviii   romanas... tes por el corte del margen en MN24. cxix  quando... romanos por el corte del margen en MN24. cxx  teme... por el corte del margen en MN24. cxxi  Africanas MN43, MN24. cxxii   africanas l... faziendo por el corte del margen en MN24. cxiii

cxiv

209   ‘Anibal’, con acento agudo, es la forma habitual del siglo xv y aún durante los Siglos de Oro, según señaló ya María Rosa Lida (Juan de Mena, poeta del Prerrenacimiento español, México, El Colegio de México, 1984, p. 283, nota). En las Coplas de Razón contra Voluntad, por ejemplo, leemos «si creyera Anibal / consejo de Maharbal»... (cito por mi edición en Rodrigo Manrique, Gómez Manrique, Jorge Manrique, Poesía cortesana [siglo xv], Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2009, p. 182) y en el Planto... por el Marqués de Santillana, «mayor feziste mal / a los reinos castellanos / que cuantos a los romanos / pudo fazer Anibal» (ibídem, p. 241). 210   Se trata de los Alpes, como se deduce de la descripción de Italia en Marcus Guazzo, Cronica, Venecia, 1553, p. 22. 211   ‘Joven’, es la forma casi única durante el Medioevo; Joven es introducida durante el siglo xv, pero no se impondrá hasta mucho más adelante. 212   Para el uso de ‘escapar’ como transitivo (‘salvar de, librar de’), que comparece varias veces en esta composición, véase nota 195. 213   ‘Vencidas’ (Tentative). 214   ‘Mano o gobierno militar’ (DHLE1). 215   ‘Temible’, documentado en todo el Medioevo; el equivalente moderno no aparece hasta el siglo xvii según CORDE. 216   ‘Temible, espantosa’, según Tentative. El DLE aún registra la acepción de ‘que causa temor’. 217   ‘Africanas’. La vacilación entre las consonantes líquidas es frecuente durante el Medievo; curiosamente, según CORDE, don Gómez usó otras veces esta forma. 218   ‘Fuerza y vigor’ (DLE).

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Este, aunque contra veluntad 219 de algunos senadores , pasó sus huestes en Áflica do venció al poderoso rey Sifas y asentó su real sobre la cibdad de Cartago , en socorro de la cual ovo Anibal, dexando a Italia que quinze años avía poseído, de venir; por cuya venida no este magnífico cónsul dexó su onrado cerco y allí ovieron la çaguera220 batalla en la cual fue Anibal vencido y del todo desfecho , y de la cibdad, con toda Áflica 221, a Roma, que poco antes estava en punto de ser sierva, fizo señora. Y así puso fin a aquella cruda y luenga guerra, por lo cual, no sin gran causa, le fue dado grandíssimo triunfo y ovo por sobrenombre «Africano» . Pero no muncho tiempo después de esto Roma le fue tanto ingrata que por su ingratitud este Cornelio Cipión Aflicano se retraxo a un apartado castillo suyo y allí murió, desechado de la patria que por su braço redimió; en el cual se cumplió bien que quien faze por común faze por ninguno 222. cxxiii

cxxiv

cxxv

cxxvi

cxxvii

cxxviii

cxxix

cxxx

cxxxi

cxxxii

cxxxiii

cxxxiv

cxxxv

cxxxvi

XVI

De grado quisiera por estos romanos tender más la pluma, pues lo comencé,

 voluntad MN24, MN43.   d... senadores por el corte del margen en MN24. cxxv  Africa MN43, MN24. cxxvi  cibdad...tago por el corte del margen en MN24. cxxvii  acorro MN24. cxxviii   por cuya... este por el deterioro del ángulo inferior externo del folio MN24. cxxix   fue anibal... desfecho por el deterioro del ángulo inferior externo del folio MN24. cxxx  Africa MN43, MN24. cxxxi   fiço... puso por el deterioro del ángulo inferior externo del folio MN24. cxxxii   triu.. nombre por el deterioro del ángulo inferior externo del folio MN24; en este punto este escolio pasa al margen superior del f. 43v. cxxxiii   En este caso, los tres manuscritos leen unánimemente africano. cxxxiv  africano MN24, MN43. cxxxv   suyo cerca de roma τ alli MN24. cxxxvi  negunt MN24. cxxiii

cxxiv

219   Veluntad por voluntad está abundantemente documentado en toda la Edad Media, hasta fines del siglo xv, pero desaparece después según los datos de CORDE. 220   ‘Zaguera, Última’. 221   Véase la nota 216. 222   El refrán aparece en Hernán Núñez y con glosa en el Seniloquium (ed. D. García de Castro y J. Moreno, § 429). Nótese que la variante de MN24 coincide con la forma documentada (“Quien faze por común, faze por ningún”); quizá el copista lo conociera y se dejara llevar por la forma memorizada de la paremia.

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mas su mucho crudo223 contrario, que fue 224 emperador de los aflicanos , 125 diziendo los de estos ser casos livianos225, me dize que ponga a él por testigo más verdadero que cuantos yo digo si su vida y muerte paso por mis manos. cxxxvii

cxxxviii

XVII 130

De cuyas vanderas al viento tendidas el pueblo romano nin sus fuertes muros non se tovieron por tanto seguros que ver non temiessen sus casas ardidas226; mas esta fortuna que tales subidas dexó pocas vezes estar en un ser227 cxxxix

  MP 3 (y también MN24) traza una línea sobre la palabra que podría ser interpretada como la abreviatura de la nasal en la forma muncho, la más frecuente en los manuscritos de don Gómez, y esta es la lectura de MN43. No obstante, además del hecho de no ser siempre abreviaturas este tipo de rasgos en varias modalidades de letra coetánea, lo encontramos también con mucha frecuencia sobre la forma plena munchos, por lo que he preferido interpretar muchos. Incluso cabe pensar que ha de leerse muy, pues una escansión correcta de los acentos exigiría leer “más su muy crúdo, contrário que fué”, que no resulta rara, a pesar de lo forzado del primer hemistiquio, entre los versos de arte mayor de su tiempo. cxxxviii  africanos MN24. cxxxix   La ese final fue sobrescrita en un segundo momento. cxxxvii

223   ‘Cruel, áspero, despiadado’, según DLE; lo documenta Tentative con un solo caso en Berceo, pero aparece también en Prosa. Dado que la acepción existía igualmente en latín, puede que don Gómez lo haya usado como un cultismo semántico. 224   La Primera crónica general empareja a todos los antiguos que señorearon la Península Ibérica; puede que don Gómez haya tomado la estructura de esta parte, pues también allí Aníbal aparece intercalado cronológicamente entre los conflictos derivados de la ocupación romana. Además, esta fuente cuenta y equipara las muertes de Aníbal y de Escipión en un mismo capítulo: «desta guisa finaron Scipion e Annibal que fizieron tan grandes fechos e fueron tan grandes omnes com auedes oydo» (ed. cit., cap. 40, «De la muerte de Scipion ell Affricano e de Annibal»). 225   ‘De poca importancia’ (DLE). 226   Este verbo, con la acepción de ‘abrasar, quemar’ y, por tanto, construcción transitiva, está documentado en Prosa y todavía en DLE. 227   Ser parece ser usado aquí como sustantivo en la acepción de ‘Estar en lugar o situación’ (DLE), o sea, ‘estar en situación estable’, ‘ser estable’.

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le truxo228 a tal tiempo que, por más no ver, dio fin a su vida con yervas229 bevidas. cxl

Según Tito Libio en la su segunda Década lo recuenta, este crudo230 a Roma enemigo Anibal fue fijo de Amílcar, emperador de Cartago, el cual, antes que veinte oviesse complidos años231, sucedió por fallecimiento del padre suyo en la herencia del imperio y no menos de la enemistad del romano pueblo, la cual en edad de nueve años jurar el ya dicho padre le fizo por voto y solempne juramento. Y non le en punto232 violando , en seyendo para vestir armas las vistió y començó la segunda guerra, el comienço de la cual fue la cerca y destruición de Cigüença233 que agora se llama Monviedro ; y no su propósito menguando pasó con sus huestes los grandes Alpes, venciendo y quebrantando las bravas gentes y peñas de estas ásperas montañas con fierro y con fuego, a do él , cxli

cxlii

cxliii

cxliv

cxlv

cxlvi

  Un trazo superpuesto a no en MP3 podría ser interpretado como abreviatura de la consonante nasal, y esta es la interpretación que hace MN43, que seguramente copiaba de un manuscrito muy próximo. cxli  titu MN24. Esta forma resulta documentada en una treintena de casos para el siglo xv en CORDE, aunque reducida a unos poquísimos autores. cxlii   MP3 abrevia la nasal, pero se lee solempne en MN43. MN24 lee solepne. cxliii  violado MN24. cxliv  moviedro MN43. cxlv   E destas MN24. cxlvi  el falta MN24. cxl

  Trujo por ‘trajo’ fue abundantemente usado hasta el siglo xvii inclusive, disminuyendo después; desde el siglo xx parece haberse empleado solo como arcaísmo o con valores expresivos específicos (datos de CORDE y CREA). 229   Yerba se usaba como ‘Veneno hecho con hierbas venenosas’ (DLE). 230   Nuevamente ‘cruel’; véase nota 222. 231   Nótese el violento hipérbaton al separar veinte de años. 232   ‘Sin sobra ni falta’ (DLE s. v. ‘punto’). 233   Los historiadores medievales tendían a identificar la antigua Sagunto con Sigüenza en lugar de con Morvedre, que desde 1868 conocemos como Sagunto o Sagunt. Ya Antonio Guevara había dilucidado este punto en sendas epístolas a Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla, y Antonio Manrique, duque de Nájera (Antonio Guevara, Epístolas familiares..., Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1673, pp. 26-35); Florián de Ocampo, en Los cinco libros primeros de la Crónica general de España..., Medina del Campo, Guillermo de Millis, 1553, dedica a dilucidar este punto el libro IV, cap xxv, ff. ccliir-v. En este caso, Gómez Manrique asocia las dos tradiciones, llamando Sigüenza a la ciudad antigua cuya correspondencia a la Morvedre de su tiempo demuestra conocer. 228

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en un paular234 que235 su real tenía, del afortunado236 frío el un ojo perdió237. Y después de en Italia, non sin innumerables trabajos, pasado 238, ovo de los romanos munchas y loables vitorias dignas de memoria; en especial fueron tres, es a saber: la de Trevie y Trasmene y Canas, en las cuales infinitas gentes murieron. Y non más despendiendo239 tinta, él estovo en Italia diez y seis años y llegó a desplegar sus espantables vanderas sobre los romanos muros; y aún si se non detoviera después de esta postrimera batalla créese que non esa poca regiscxlvii

cxlviii

cxlix

cl

 del MN24.  sin falta MP3, MN43. cxlix  pasados MN43. cl   falta el adverbio de negación MN43. cxlvii

cxlviii

  ‘Marisma, laguna’. Se trata de un término bien conocido por los lexicógrafos, incluido en el DLE y en el DCECH. Inicialmente apenas aparece sino en la obra alfonsí, pero durante el siglo xv es utilizado en diversas traducciones, como en la de las Décadas de Tito Livio por Pero López de Ayala: «un canpo que estava cerca de unas marismas, el qual lugar era llamado “el paular o marisma o laguna de la cabra”» (Las Décadas de Tito Livio. Edición crítica de los libros I a III con introducción y notas por Curt J. Witllin, 2 vols., Barcelona, Puvill, 1982, p. 277, cuya localización debo a CORDE) y en otra traducción del mismo autor, las Caýdas de Prínçipes de Petrarca, precisamente en la historia de Aníbal, de donde creo que proceden muchas de las referencias del siglo xv: «con grant trabajo pasó el monte Apenino e desçendió en Toscana, e por todas las tierras llanas falló muchos paulares e grandes lagunas (...) con aquella desordenança muchas murieron e se mataron (...) Aníbal, aun estando sobre un elefante que fincara en medio de aquellas aguas e lagunas, con el grant frío e ayre que fazía perdió un ojo» (Francesco Petrarca, Caýda de prínçipes, ed. I. Scoma. p. 293). Este pasaje debió de ser aprovechado por el marqués de Santillana en la epístola introductoria a los Proverbios («por la segunda Década de Tito Libio fallaremos que Aníbal dexase la pasada de los Alpes que son entre las Galias e Uxonia, nin la del Ruédano, que es el Ros, nin después las çercas de Capoa e de Táranto e de Nola, nin el sitio de los Palulares [sic] de Roma adonde se falla aver perdido el un ojo», ed. M. A. Pérez Priego en sus Poesías completas, vol. II, p. 102). Si en la estrofa 192 de la continuación de las Coplas de Razón contra Voluntad de Juan de Mena don Gómez podría haber usado este epítome, en la glosa que nos ocupa parece partir del Petrarca castellano o de algún derivado suyo. 235   ‘Donde, en el que’. 236   ‘Borrascoso, tempestuoso, exagerado o crudo, hablando del tiempo’, según DHLE2, o ‘Recio, fuerte, referido a fenómenos o agentes naturales’, según DHLE2. 237   Estos detalles no parecen proceder de la Primera crónica general, pero directa o indirectamente podrían remontar a Petrarca, según lo indicado en la nota anterior. 238   El pasaje es difícil por el hipérbaton, de ahí la constelación de lecturas divergentes; creo que ha de interpretarse «después de pasado en Italia non sin innumerables trabajos, ovo de los romanos...». 239   ‘Empleando’ (véase nota 115). 234

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tencia 240 que falló fallara. En este estando triunfo, non su ley fortuna quebrantando, ensalçó el ya nombrado Cipión para destruición suya según en la antepuesta glosa es contenido; y así este valiente capitán, vencido y de gentes y tesoros menguado 241 mas non de coraçón, fue a buscar otros reyes con quien, aunque no por emperador, por un solo ombre de armas contra los romanos guerrear pudiesse. Cuando todo esto le falleció242, falleciéndole el poder y más la esperança de se vengar, él mesmo, con la mano suya de tantas batallas vencedora , bevió una copa de ponçoña y así murió, escapándolo 243 fortuna de tantos peligros en el menor de los cuales morir onrado pudiera244; por tanto, nunca la fin onrada plañir se deve . cli

clii

cliii

cliv

clv

clvi

clvii

clviii

clix

clx

clxi

clxiv

clxvi

clxii

clxiii

clxv

clxvii

 resistencia MN43.   triunffo su ey MN24. La l que falta puede haber sido cubierta por el decorador al dibujar el calderón que indica el comienzo de estrofa en el margen derecho del escolio en prosa. cliii  ...enguado MN24. A partir de este punto, la erosión del margen en la parte inferior del folio ha mutilado el texto. cliv   fue / ...uscar MN24 por la mutilación del folio. clv  ...nque MN24 por la mutilación del folio. clvi   ...o omme MN24 por la mutilación del folio. clvii  rro/...nos MN24 por la mutilación del folio. clviii  ...do MN24 por la mutilación del folio. clix  fallesçiendo/...el MN24 por la mutilación del folio. clx  esperança/...se MN24 por la mutilación del folio. clxi   La s aparece sobrescrita, lo que sucede a menudo cuando su transcripción plena obligaría a prolongar la línea más allá del margen habitualmente respetado. clxii  ...edora MN24 por la mutilación del folio. clxiii  poçoña MN24. clxiv  la MN24. clxv  ...tuna MN24 por la mutilación del folio. clxvi  ...rado MN24 por la mutilación del folio. clxvii   plañjr /...ue etcaetera MN24. cli

clii

  Registencia o registençia por ‘resistencia’ aparecen esporádicamente durante el siglo XV.   De ‘menguar’, ‘Faltar lo que debiera o quisiera tenerse’ (DLE). 242   ‘Faltó’. Véase también la nota 34. 243   Para el uso de escapar como transitivo véase la nota 195. 244   Según comentamos en el estudio preliminar, aquí pudiera manifestarse una visión positiva del suicidio al modo estoico, aunque el conjunto del período también puede sugerir una interpretación contraria: que habría sido mejor morir honradamente en cualquiera de las batallas en que participó; nótese además lo que dice en otra composición: “Poned ya fin a tal vida, / vida tan desesperada / como yo bivo sin vós: / no deve ser deseada / mas con mis manos tirada / si lo permitiese Dios” (cito siempre por mi Poesía cortesana (siglo xv), nº 88). Es de notar que una ambigüedad semejante se observa en la que juzgo fuente de este pasaje, el capítulo que Petrarca dedica a “Aníbal de Cartago” en su Caýda 240

241

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XVIII

Para provar mi propusición245 246 tantos imperios, provincias, rigiones fallo sin duda y grandes varones 135 que, si de todos fiziesse mención, muy tarde vernía a la conclusión; por tanto, dexando ensiemplos247 antigos248, solos vos quiero traer dos testigos que fueron ayer en nuestra nación. clxviii

clxvix

XIX

El muncho notable, mas mal venturoso249 fijo tercero del rey don Fernando250,

140

clxx

  Con la s sobre la caja del renglón MP3. regiones MN24.  dubda MN24. clxx   notable τ mal venturoso MN24. clxviii

clxvix

de Prínçipes, V,x, cuya conclusión reza así: “con venino secretamente se mató. E aquí dio a entender a todos los que la su ystoria leyeren que quanto más dura e cruel muerte pasó, tanto más claramente dio a entender a todos quanto valen e pueden las fuerças de los omes mortales e quanto monta la Fortuna, que nunca queda, e qual es la natura de las cosas que non pueden fazer que perescan”. Nótese que la conclusión de la glosa de don Gómez termina con una afirmación más general sobre los efectos de Fortuna (“nunca la fin onrada plañir se deve”), cubriendo con la misma ambigüedad un modo de morir radicalmente contrario a la ética cristiana. Dada la crítica unánime de la tradición cristiana contra el suicidio, remachada por las anotaciones de Cartagena a Séneca, esta actitud sugiere cuanto menos una manifestación de respeto por los usos de la Antigüedad. 245   Propusición y sus variantes gráficas se encuentran esporádicamente por ‘proposición’ durante los siglos xv y xvi; mientras en el primero, ambas formas se usan casi a la par, en el xvi, se impone decididamente la moderna, más cercana al étimo latino (datos de CORDE). 246   Región y rigión compiten en el siglo xv y aún en el xvi, pero en este se impone la forma moderna (datos de CORDE). 247   Esta variante de exiemplo, la forma más frecuente, se usa esporádicamente durante la Edad Media. 248   Esta variante de antiguo se encuentra esporádicamente durante el Medioevo, aunque predomina siempre la moderna. 249   ‘Desventurado’, variante esta que domina desde los orígenes. 250   Como aclara en el comentario, se refiere al infante Enrique de Aragón, uno de los que cantó Jorge Manrique en sus Coplas, muerto en 1445, tras la batalla de Olmedo. Véase la monografía que dedicó a los hijos de Fernando de Antequera Eloy Benito Ruano, Los infantes de Aragón, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1952, que cito por la reimpresión de Madrid, Real Academia de la Historia, 2002. Recordemos que los Manrique y los Sandoval militaron siempre en el bando de los infantes de Aragón contra Álvaro de Luna, de ahí el toque personal: “ya vós lo vistes…”; por otra parte, la desventurada muerte de don Enrique, de carácter impetuoso y caballeresco, impresionó siempre a sus coetáneos.

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con esta fortuna siempre batallando, gastó su bevir con poco reposo; que ya vós lo vistes tanto poderoso 150 que reyes asaz en poder sobrava251; mas esta enemiga252 le fue tanto brava que aun el sepulcro le dio trabajoso253. En las grandísimas virtudes y buenas andanças y contrarias de este muy virtuoso y esforçado y non menos gracioso infante don Enrique, recontar no que mi pluma trabaje conviene pues a vós, muy noble señora, no menos que a mí son notorias y manifiestas, así las de la loable vida suya (aunque trabajosa) como las de su muerte y sepoltura en Calatayud, debaxo de las banderas de Luna que siempre le fueron enemigas254. El cual enterramiento yo sin dubda a mayor y muncho mayor desaventura255 noto256 que cuantas le vinieron257, que non solo la fortuna con dar a sus enemigos poder por munchas vezes sobre su grande estado y notable persona, en virtudes perfecta, se contentó, que sobre los huesos onrados suyos gelo dio; y por esto dize el sepulcro trabajoso que, amavan y deseavan servir. puesto para él lo ya non sea, eslo para los que le clxxi

clxxii

clxxiii

XX

El otro testigo que dixe daría es el Maestre y gran Condestable 150 a quien la fortuna fue tan favorable258

  no toque MN43.  gela MN24. Creo que ha de referirse a poder y, por tanto, que la forma masculina es la correcta. clxxiii  lo MN24. clxxi

clxxii

  Sobrar en la acepción de ‘Superar, exceder, sobrepujar’ (DLE).   La fortuna. 253   ‘Que padece trabajo, penalidad o miseria, en especial en el orden físico o anímico’ (DLE). 254   Fue enterrado en Calatayud, en una capilla de Juan de Luna, desde donde fue trasladado a Poblet en 1673 según la inscripción que figuraba sobre su tumba, hoy desaparecida (Francesc Xavier Parcerisa Boada, Recuerdos y bellezas de España (...) Principado de Cataluña, Barcelona, Joaquín Verdaguer, 1839, pp. 303-304, nota). 255   ‘Desventura’. Según CORDE, durante el medioevo, la forma aquí documentada resulta mayoritaria, imponiéndose la moderna en el siglo xvi. 256   ‘Reparo, observo’ (DLE). 257   ‘Observo como la mayor desventura de cuantas le sucedieron’. 258   Esta imagen debió de formar parte de la representación publicitaria del maestre de Santiago y condestable Álvaro de Luna, a juzgar por el panegírico que Juan de Mena incluyó en las Trescientas: “Este cavalga sobre la Fortuna / e doma su cuello con ásperas riendas; / 251 252

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que todo le vino según lo pedía; a toda Castilla mandava y regía259 sin otro mayor tener nin igual260, Granada, Aragón, también Portogal 155 fazían lo más de lo que él quería. Con esta mesma causa escusar me puedo de trabajar en recontar la violenta subida del Condestable de Castilla a quien la fortuna a ser maestre de Santiago y duque de Trugillo , de asaz baxo estado, subió, afuera de non le faltar salvo el título para ser rey261, y súbita caída suya, en la cual por cierto la ya nombrada fortuna la gran movilidad de su ley muncho confirmó. Sin dubda grande ensiemplo a los que tras este favor mundano corremos deve ser, aunque nin por este nin porque cada día otro semblante aconteciesse caso no cuido estarían un clxxiv

clxxv

clxxiv  trusillo MP3, MN43. El CORDE registra varios casos de la grafía “Trugillo” durante los siglos xv-xvi (que alternan con “Trujillo” en el xvi), pero ninguno de “Trusillo”; desde 1500, la grafía dominante es con mucho “Truxillo”. La alternancia de las dos formas revela dudas en las sibilantes que no son infrecuentes en los dos manuscritos antiguos de nuestro autor (aunque por lo general afecten a la alternancia -ss-/-s-). clxxv   e la supita MN24.

aunque d’él tenga tan muchas de prendas, / ella no le osa tocar a ninguna” (cito por la edición de Maxim Kerkhof, P. A. M., Madrid, Castalia, 1995, Col. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 9, copla ccxxxv, vv. 1873-1876). No es pequeño acierto poner ambos enemigos uno al lado del otro en esta caída de príncipes. Nótese que hará lo mismo Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre. 259   Dice Hernán Pérez de Guzmán, que le dedicó una envenenada semblanza, que “de treynta y dos años que el gouerno e rigio el reyno, en los veinte dellos no se fizo prouision en lo tenporal nin espiritual si non por su mano e por su consentimiento” (Generaciones y semblanzas, ed. Jesús Domínguez Bordona, Madrid, Espasa-Calpe, 1924; reimpresión de 1965, Clásicos Castellanos, 61, pp. 134-135); en la que dedicó al rey Juan II, afirma que «non solamente los ofiçios e estados e mercedes de que el rey podía prouer, mas las dignidades e benefiçios eclesiasticos non eran en el reino quien osase suplicar al papa nin aun acebtar su prouisión si proprio motu lo fazia sin consentimiento del condestable, ansi que lo temporal e spiritual todo era en su mano» (ibídem, p. 121). 260   Dice también Fernán Pérez de Guzmán que “opinion fue de el solo tener mas tesoro que todos los grandes onbres e perlados de España” (ibídem, p. 134). 261   Me permitirán que siga con el testimonio de Hernán Pérez de Guzmán, ciertamente no imparcial: «del mayor ofiçio del reyno fasta la mas pequeña merçed muy pocos llegauan a la demandar al rey nin le fazian graçia della, mas al condestable se demandaua e a el se regraçiaua» (ibídem, p. 121).

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momento las sillas de las privanças262 vazías , sin se arrepentir que las poseyesen fasta el pie del cadahalso263 llegar . clxxvi

clxxvii

clxxviii

los

clxxix

XXI

XXII

Aquesto que digo, que lo prosperó y puso en lo alto de toda su rueda, aunque la tovo algún tiempo queda264, su mala costumbre al fin no trocó, 165 que cuantos onores y bienes le dio le fizo tornar pagando el renuevo265 ; lo cual con la plaça, señora, vos pruevo do él por justicia la vida perdió266. Munchas y munchas más pruevas troyanas yo darvos podría, si dar las quisiese; pues las de Roma, por bien que escriviese, no fin pornía a sus glorias vanas. Si trastornase istorias grecianas267, tantos testigos allí fallaría 175 que en verlos turbasen la péñola mía, y no menos creo de las castellanas. 170

Aunque en verdad no solamente poco, mas puedo nonada268 dezir he leído, por no ser tantas pruevas para este caso fallo que tarde fin les daría; y assí clxxx

 la... MN24 por el desperfecto en el margen inferior del folio.  vaçias MN43. clxxviii  ar.../pentir MN24 por el desperfecto en el margen inferior del folio. clxxix  ll.../gar MN24 por el desperfecto en el margen inferior del folio. clxxx  asi MN43, MN24. clxxvi

clxxvii

262   ‘Primer lugar en la gracia y confianza de un príncipe o alto personaje’, o sea, posición de privado. 263   Entre los ss. xv y xvii, fue más frecuente esta variante que la moderna cadalso. 264   Recuérdese el panegírico de Juan de Mena en las Trescientas, nota 257. 265   ‘Logro o usura’ (DLE). 266   Álvaro de Luna fue degollado en la plaza pública de Valladolid, según acredita el mismo Hernán Pérez de Guzmán en la Crónica de Juan II que se le atribuye (ed. Caetano Rosell, Crónicas de los reyes de Castilla, vol. II, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, LXVIII, 1877, reimpresión de Madrid, Atlas, 1953, p. 683). 267   Griego (de Graecus) es la forma dominante desde los orígenes de la lengua, aunque durante el siglo xv aparece esporádicamente greciano, derivado romance de Grecia. 268   ‘Nada’.

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prolixo como porque no el poco almazén de mi inorancia se acabe de gastar, doy fin. Y si más testigos quisiere la merced vuestra, remítovos a aquel elocuente Vocacio que las Caídas de los príncipes escrivió. clxxxi

XXIII

Agora me quiero, señora, tornar a vós, en el nuestro linaje famosa, a quien fizo Dios tanto virtuosa 180 que pocas se pueden con vós igualar, de cuyas virtudes quisiera tocar, sino por istenso269, al menos en suma270; pero por ser grosera271 mi pluma y muy sospechosa, lo quiero dexar.

Magnificas y tantas notables señoras an seído y son en el linaje vuestro que, dexando, si de las presentes oviesse de fazer memoria, las pasadas puesto que agradable la calidad de la tal escritura a la mano mía y a las ojos vuestros fuesse, la cantidad sería enojosa. Y por tanto solas dos brevemen-tetocaré272, es a saber: de la muy magnífica señora doña Juana de Mendoça, abuela nuestra , cuya discrición y bondad sus fechos nobles y la fuerça de su segundo casamiento manifestaron, pues de la grandeza del coraçón suyo las magníficas obras suyas dan testimonio; es la segunda la nobilíssima y muy virtuosa señora mi señora doña Leonor , nuestra madre, por la cual lo que los simples dizen dezir se puede: que estava Dios de vagar273 cuando clxxxii

clxxxiii

clxxxiv

clxxxv

clxxxvi

clxxxvii

clxxxviii

clxxxix

 Bocacio MN43.  passadas MN43. clxxxiii  façer MN43. clxxxiv  breues MN24. clxxxv  aguela MN24. clxxxvi  vuestra MN43. clxxxvii   es la segunda mi señora doña leonor MN24. clxxxviii  vuestra MN43. clxxxix  estaria MN24. clxxxi

clxxxii

  ‘Por extenso’. Esta variante se registra de vez en cuando entre los siglos xv y xvi (CORDE). 270   ‘En resumen’ (DLE). 271   ‘Basta, ordinaria y sin arte’ (DLE). 272   Tocar es ‘Tratar o hablar leve o superficialmente de una materia sin hacer asunto principal de ella’ (DLE). 273   Andar de vagar es ‘No tener qué hacer, estar ocioso’ (DLE). 269

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la formó, pues en todo la tal fizo274 que, sin passión fablando, creo que non ser inventa similis ille , que quiere dezir que non le es semblante fallada. Pero esto todo non obstante275 puedo a vós con verdad dezir famosa pues entre las claras famas de estas y de las otras que callé , non la vuestra se ascondiendo, relumbra. cxc

cxci

cxcii

cxciii

cxciv

cxcv

XXIV 185 E digo, señora, que no vós usáis de la muy perfecta y gran discrición que Dios en vós puso sin comparación, pues de esta fortuna vos tanto clamáis276: que no cuido, no, que vós inoráis 190 ser estos bienes que son temporales (vasallos y tierras y todos metales) sujetos a esta de quien querelláis. Aquí, con reverencia fablando, la vuestra repruevo discrición porque algunas vezes de esta vos veo quexar fortuna de quexas que en otra persona serían por razonables avidas. Pero en vós, a quien sus leyes son manifiestas, parecen de razón contrarias ca ella usa con vós, señora, como con todas las más personas en virtud fuertes con las cuales continua tiene guerra277; que con los flacos278 coraçones nunca debate porque sabe estar prestos279 para ser vencidos, los cuales con más razón se pueden llamar desaventurados280 pues por su inabilidad281 son  illi MN24.   Falta la conjunción en MN24. cxcii   todo esto MN43. cxciii  ...dat por la rotura del margen externo MN24. cxciv   famosa dezir MN24. cxcv  callo MN24. cxc

cxci

  ‘La hizo tal que...’   ‘A pesar de todo esto...’ 276   Quiere decir que al quejarse de la fortuna se comporta muy por debajo de como debería por su gran valía. 277   “Los dioses (...) dan mas trabaio a aquellos en quien tienen esperança mas çierta” (Cinco libros de Séneca, Providencia de Dios, cap. xi, f. i viijr). 278   ‘Dicho del espíritu: Falto de vigor y resistencia, fácil de ser movido a cualquier opinión’ (DLE). 279   ‘Aparejado, pronto, preparado o dispuesto’ (DLE). 280   ‘Desventurados’; se trata de una variante más frecuente que la moderna durante el Medioevo y aún en el s. xvi, aunque prácticamente desparece en el xvii. 281   Inhabilidad, ‘Falta de habilidad, talento o instrucción’ (DLE). 274 275

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de ella desechados282. Sobre lo cual dize Diometrio un dicho digno de nota diziendo: «No sé cosa más desaventurada que aquél a quien nunca vino desaventura alguna»283. cxcvi

XXV

La cual, como suyos sin contradición, a unos los da284, a otros los tira285: 195 quien por lo tal gimiendo sospira non se conforma286 con buena razón ca, porque fortuna los bienes que son de su propiedad a nosotros tire, no justo es que nadie por ello sospire, 200 y menos los nobles de generación287.

más cierto fablanAquellos a quien es notoria la poca (o no ninguna do) estabilidad de estos bienes , si tales llamarse pueden, y el dubdoso y el derecho incierto que a ellos tiene, en muncho grado son o deven ser de cxcvii

cxcviii

cxcix

cc

cci

ccii

 notar MN24.  lo MP3. cxcviii   poca / ...nguna por la rotura del margen externo MN24. cxcix   estabilidat / ...os bienes por la rotura del margen externo MN24. cc   y el dub/... y derecho por la rotura del margen externo MN24. cci  mun/... grado por la rotura del margen externo MN24. ccii   son o /... en ser por la rotura del margen externo MN24. A partir de este punto, la estrechez de la columna hace que el texto resulte gravemente alterado; dado que debería anotar una laguna para cada segmento de entre tres y diez caracteres, suprimo desde aquí estas indicaciones, excepto cuando afectan palabras completas; retomaré en su punto las variantes a este comentario en el testimonio indicado. cxcvi

cxcvii

  Sigue de nuevo la versión de De Providentia por Alonso de Cartagena: «la fortuna (...) busca ombres muy fuertes que sean eguales con ella. E dexa algunos flacos por enoio de contender con ellos. τ comete al ombre muy derecho τ muy iusto τ muy porfioso contra quien ella use desu fuerça» (cap. v, f. iijv-iiijr, a continuación de la anécdota de Demetrio). 283   F. Vidal González, en su anotación del poema, localizó este dicho en el senequista De Providentia (ed. cit., p. 442). Se trata en realidad de una cita literal de la versión de Alonso de Cartagena, donde figura esta máxima atribuida al mismo personaje: «no me paresçe cosa mas desauenturada que el onbre a quien nunca vino desauentura alguna» (Cinco libros de Séneca, f. Iiiv). 284   Se refiere a ‘estos bienes que son temporales’ de la estrofa anterior. 285   ‘Quita’ (Tentative); ‘quitar, despojar’ es una acepción que DLE considera anticuada. 286   En el sentido de ‘Ajustar, concordar algo con otra cosa’ o ‘Reducirse, sujetarse voluntariamente a hacer o sufrir algo por lo cual se siente alguna repugnancia’ en definición de DLE. 287   ‘Casta, linaje’ o ‘familia’, como interpreta Tentative; es un cultismo documentado desde el Mester de Clerecía según Cultismo, s. v. 282

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reprehensión dignos si por los cobrar288 se gozan y por los perder se quexan; que esta fortuna usa de lo suyo como nosotros, que una vez damos nuestras faziendas a unos mayordomos y otras a otros, y avemos por muy malo a aquél que por le tirar289 lo nuestro se entristece y nos lo da con gesto turbado290. Pues no menos de reprehender son los que se afligen porque la ya nombrada291 lo propio suyo lieve 292 y, si todos en general los que lo tal fazen son de redargüir293, por cierto más y muncho más las personas generosas y discretas, en el número de las cuales a vós, notable señora, por una de las principales nombrar podría. Por ende, aunque algunas vezes la umanidad, perseguida de los adversos casos, se aflija, deve intervenir vuestro gran coraçón294 y reposado seso menospreciando las tales adversidades, las cuales no son malas salvo a los que las sufren mal295. cciii

cciv

cciii cciv

  Falta el adjetivo demostrativo por la rotura del margen externo MN24.  tiene MP3.

  ‘Adquirir’ (DLE).   ‘Quitar’, como se vio en la nota 284. 290   ‘Afligido’ (Tentative). Como en casi toda la composición, Gómez Manrique sigue muy de cerca la traducción de Séneca por Alonso de Cartagena, en este caso, De la vida bienaventurda: «donde puede la fortuna meior poner sus riquezas que en el lugar de donde quando las demandare ge las tornaran sin querella τ sin gemido»; al margen, el traductor incluyó esta glosa: «ya vós lo vistes tanto poderoso el virtuoso rico. Avnque pierda las riquezas τ gelas lieue la aduersa fortuna no gemira por eso ni se quexara» (cap. xx, f. cjv). 291   ‘La fortuna’. 292   ‘Lleve’, desusado según DLE. El incunable de los Cinco libros de Séneca usa a menudo esta forma; si se remontase al autor, o si fuese también corriente en los manuscritos, se podría justificar el uso que con cierta frecuencia hace de ella don Gómez. 293   ‘Convertir el argumento contra quien lo hace’ (DLE). 294   En el sentido aún vigente de ‘Ánimo, valor, temple’ (DLE). 295   Gómez Manrique está adaptando un pasaje de la versión de De Providentia: «los nobles varones (...) no teman hazer las cosas duras τ graves: ni se quexen del fado. E qualquier cosa que les acaesçiere ayan lo por bueno. τ tomen lo en bien. Ca no es de considerar lo que sufres. Mas commo lo sufres» (Cinco libros de Séneca, cap. ii, f. h vir). 288 289

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Los dolores o gozos mundanos, en la breviedad296 y en lo que de ellos después de pasados queda, a los sueños se pueden bien comparar 297: ccv

ccvii

Quia ventus est vita mea

ccx

ccviii

ccvi

ccix

.

298

XXVI

Las cuales riquezas, triunfos, onores deven299 procurar en cuanto pudieren con onestad mas, si las perdieren, non deven por esso mudar sus colores300; 205 ca estos que nós llamamos dolores

ccv   Este párrafo fue escrito al margen de la estrofa en MP3 y MN43; el copista de MN24 por su parte lo desplazó al final del amplio comentario que en los otros dos testimonios sigue tras la estrofa. ccvi   de ellos falta MN24. ccvii  puede MN24. ccviii   Falta el adverbio en MN43; esta parte del comentario, lo mismo que la cita en latín, van al margen del manuscrito en MN43 y en MP3. ccix   Falta este párrafo en MN24. ccx   Falta la cita MN24.

296   El CORDE registra casos esporádicos de esta variedad de brevedad durante el siglo xv. 297   Este período recuerda el último trístico del soneto introductorio del Canzoniere de Petrarca: “Et del mio vaneggiar vergogna è’l frutto, / e’l pentérsi, e’l conoscer chiaramente / che quanto piace al mondo è breve sogno” (Francesco Petrarca, Opere italiane, ed. M. Santagata, Milano, Mondadori, 1996, nº 1). Aunque este es un tópico del pensamiento moral, no resulta fácil encontrar ejemplos antes del siglo xv, como puso de relieve Félix G. Olmedo, Las fuentes de ‘La vida es sueño’: la idea, el cuento, el drama, Madrid, Voluntad, 1928. Ya Angelo Monteverdi, «Le fonti della “Vida es sueño”», Studi di Filologia Moderna, 6, 1913 (del que uso separata), citó este verso entre los antecedentes de Calderón. 298   Cita del Libro de Job, 7,7. 299   El sujeto de este verbo ha de ser ‘los nobles de generación’ de la estrofa anterior. 300   El autor aprovecha en esta estrofa y en su comentario pasajes diversos de la versión de De la vida bienauenturada de Séneca por Alonso de Cartagena: «deues saber quel virtuoso dize que estas cosas se deuen menospreçiar mas entiendesse asi. No que menospreçiemos delas auer. Mas que las menospreçiemos no seyendo cuydosos por ellas. Ca el virtuoso no echa estas cosas desi. Si ellas se vienen mas si se van: no corre en pos dellas. Ni anda pensoso por las auer. Mas queda seguro τ sin turbaçion (...) el virtuoso no se iuzga por indigno de dones algunos que le de la fortuna. Pero no ama las riquezas. Mas quiere las. τ nolas echa desi quando ellas le quieren. Mas retienelas razonablemente. τ plazele tener mayor materia. Enque exerçite τ vse de su virtud» (cap. xx, f. c jv).

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y todos deportes301 y gozos mundanos más presto302 se pasan que sueños livianos o que los vientos por altos alcores303. Procurar deven los nobles y virtuosos onores, riquezas y temporales estados que, como Séneca304 dize , nunca fue la nobleza y virtud a perpetua pobreza condenada305; pero la tal deve ser procuración306 sin manzellar la fama y menos la conciencia y con esto los ya dichos inquerir307 pueden los tales bienes y recebir cuantos assí onestamente les vinieren y retenerlos en sus casas, mas non deven fincarlos308 en los coraçones. Y serán sus arcas ligeras de abrir, mas non foradadas, por vía que de ellas salgan munchas cosas mas no ninguna se caiga309. Y aun lo que más de fazer es grave que, si estas riquezas y movibles310 estados se fueren, que no corran tras ellos, mas que sin ninguna queden turbación como aquellos a quien estas riquezas no lievan salvo a sí ccxi

ccxii

ccxiii

ccxiv

 dice MN43.  mançellar MN43. ccxiii   Falta el infinitivo MN24. ccxiv  lieban MN43. ccxi

ccxii

  El término tenía en lo antiguo una gama muy amplia de significados, entre los que estaban ‘Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico’. 302   ‘Pronto’. 303   ‘Colinas o collados’. Aunque a este símil no le encuentro su fuente concreta en el Séneca de Alonso de Cartagena, sí hay pasajes que podrían haberlo inspirado: «asi alegran las riquezas al virtuoso. Commo alegra al que navega el buen tiempo. o aca en la tierra nos alegra el dia claro. O commo quando haze frio τ yela. Auemos plazer con el lugar abrigado» (De la vida bienauenturada, cap. xxj, f. c ijr). 304   A pesar de cuanto pueda parecer, el autor parafrasea aquí, aunque traicionando su sentido, una frase de la traducción del De vida bienauenturada por Alonso de Cartagena; véase el estudio preliminar, pp. 70-75. 305   Don Gómez cita aquí literalmente la versión senequista de Alonso de Cartagena, aunque falsea su verdadero sentido: «nunca fue condepnada la sabiduria τ virtud a que fuese pobre» (De la vida bienauenturada, en Cinco libros de Seneca, cap. xxj, f. c ijv). 306   ‘Cuidado o diligencia con que se trata y maneja un negocio’ (DLE). 307   DLE aún registra inquerir con forma desusada de ‘inquirir’ (‘Indagar, averiguar o examinar cuidadosamente algo’). 308   DLE aún registra fincar como sinónimo anticuado de ‘quedar’ (‘Estar, detenerse forzosa o voluntariamente en un lugar’). 309   El equilibrio entre la generosidad y el derroche es uno de los temas constantes en el pensamiento cortés del Medioevo, que rechazaba tanto la inclinación de la burguesía a acumular capital como la tendencia aristocrática a arruinarse por la magnificencia de su forma de vida y la dadivosidad para con quienes les eran sujetos. 310   ‘Variable, voluble’. 301

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mesmas311. De la cual regla, sin ningún lagote312 fablando, vuestro noble coraçón no en nada se desvía, mas como vuestra fortaleza no sea de piedra y vuestra carne de arambre313 (según Job por sí dezía314) non me maravillo que a las vezes vos aflijan las afliciones umanas; que aún el fijo de Dios, en cuanto ombre, las sintió. Sicut umbra declinaverunt

ccxv

315

XXVII Non son estos males, aunque lo parecen, 210 nin bienes aquellos de que nos gozamos pues unos y otros, si bien lo miramos, así como sombra nos desaparecen o porque ellos mesmos de suyo316 perecen o por fenecer317 los sus posesores; 215 y no lievan318 más los emperadores que aquéllos a quien mortajas fallecen319. ccxv   Así en MN24; en MP3 añade al final el pronombre te, probable confusión con la copulativa et que sigue en el texto latino y cuya inclusión parece un error de copia.

311   Nueva cita de Séneca: «si perdiere yo las riquezas. No me lleuaran otra cosa si no asi mesmas» (De la vida bienauenturada, cap. xxj, f. c ijr). 312   ‘Zalamería’. DLE aún registra ‘lagotería’ (‘Zalamería para congraciarse con alguien o lograr algo’) y ‘lagotero’ (‘que hace lagoterías’). 313   DLE aún registra ‘arambre’ como desusado de ‘alambre’, seguramente en su acepción de ‘Cobre y sus dos aleaciones, bronce y latón’. 314   Job, 6,12: “¿Es mi fortaleza la de las piedras, o es de bronce mi carne?”. 315   Biblia Vulgata Latina, Salmo 101,12: «Dies mei sicut umbra declinaverunt: et ego sicut foenum arui» («mis días son como sombra que se inclina, y me seco como hierba», Salmo 102,12). 316   ‘Naturalmente, propiamente o sin sugestión ni ayuda ajena’ (DLE). 317   ‘Morir’ (DLE). 318   No se llevan consigo tras la muerte. 319   El contenido de esta estrofa y del comentario sigue muy de cerca el pensamiento de Séneca, aunque no encuentro lugar concreto que se haya citado. El tratado De la prouidençia de Dios se plantea en torno a la pregunta «porque acaesçen muchos males a los buenos varones» (cap. i, f. h iiijv), y gira en torno a los bienes que suceden a los malos y los males (para mantener el paralelismo buscado por el autor) que sufren los buenos, que son justificados como pruebas para los últimos o como tentaciones para los primeros y, por tanto, sucesos adventicios al alma, no consubstanciales a ella. Hay pasajes muy cercanos en los cap. xiij y xiiij. Séneca concluye su tratado con unas palabras que, por supuesto, don Gómez no podía reproducir ni aceptar por blasfemas pero que resumen muy bien estos conceptos: «esto es vna cosa en que [los hombres] llauareys ventaia a dios. Es asaber que el esta fuera de la sufrençia delos males. Ca no le viene mal algun. E vos estays sobre la sufrençia delos males. Ca vienen vos los males τ vençeys los sufriendo» (cap. xiiij, f. k vv).

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Con munchas y justas razones vos podría esto provar pero porque ya la gruessa pluma mía va cansando, diré una320 que a la sazón321 me ocurre, conviene a saber: que si estos que dezimos males tales fuessen, farían mal a las buenos a quien munchas vezes sobrevienen y, por consiguiente, bien a las malos. Mas esto es por el contrario: que la maldad, con estos que bienes llamamos, por la mayor parte se acrecienta y, aunque non en calidad, crece con ellos en cantidad para más mal fazer; y la virtud y bondad, con estos que dezimos males, se faze mas pura, que las duras adversidades ocasión son de virtud. Mas puesto que322 los tales males y bienes su propio nombre consiguiessen, tanto es breve su dolor y su gozo que ninguno se puede reputar. ccxvi

ccxvii

XXVIII Pues decendéis, notable señora, de sangre real323 y grandes varones, 324 no deven turbarvos aquestas pasiones 220 que fueron ayer y no son agora; que el bien vos verná aunque se demora y vuestra virtud quedará provada bien como queda la plata cendrada325, y de esta fortuna seréis vencedora. 225 Argentum fornace provatur et virtus in adversitate326. ccxviii

ccxix

  a qujen en MN24.  goço MN43. ccxviii  razones MP3, MN43. ccxix   probatum ut MN43. ccxvi

ccxvii

  ‘Una razón’.   ‘En aquel tiempo u ocasión’ (DLE). 322   ‘Aunque’ (DLE). 323   La rama central de los Manrique del siglo xv descendía de Pedro Manrique de Lara, adelantado mayor de León, y de Leonor de Castilla, descendiente por vía bastarda de la Casa Real de Castilla. 324   Acojo la lectura de MN24 en cuanto que el autor parece referirse a las pasiones del ánimo (‘Acción de padecer’ o bien ‘Perturbación o afecto desordenado del ánimo’) descritas en la estrofa anterior, y sobre las que vuelve en el verso siguiente: «que fueron ayer y no son agora». Creo que el copista se ha dejado llevar por la expresión «con munchas y justas razones... », que encabeza el comentario antecedente. Podría ser el único error de transmisión en el poema. 325   ‘Acendrada’ según DLE. 326   Esta expresión proverbial parece cercana a Sabiduría, 3,6: «tamquam aurum in fornace probavit illos» («Como el oro en el crisol los probó»); se parece menos a Proverbios 27,22: «quomodo probatur in conflatorio argentum et in fornace aurum sic probatur homo ore laudantis» («Como el crisol para la plata y la hornaza para el oro, así es para el hombre la boca que le alaba»). De todos modos, el conjunto de la expresión parece acercarla más al pensamiento 320 321

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Con la mesma escusa que en la copla veinte y tres me despedí 327 de vuestras recontar virtudes328, me despacho329 de ensalçar vuestra generación, pues en ello ensalçaría mi propia causa lo cual es por los sabios antigos reprovado y por los presentes, según el magnífico señor marqués de Santillana y conde del Real, que es caudillo, lo muestra por uno de los sus proverbios diziendo assí: ccxx

ccxxi

ccxxii

ccxxiii

ccxxiv

ccxxvi

ccxxv

ccxxvii

Porque la mesma loor en tu boca non ensalça, mas apoca tu valor330. ccxx   MN24, como el resto de los comentarios, pone este al margen como ilustración de la estrofa que en MP3 resulta prologada por el mismo texto. ccxxi  veyente MP3 .xxiij. MN24. ccxxii  despide MP3, MN43. ccxxiii  ensalzar MN43. ccxxiv  ensalzaria MN43. ccxxv  reprobado MN43. ccxxvi   Falta el pronombre MN43. ccxxvii   Falta el adjetivo posesivo MN24.

estoico. Hay una fórmula semejante en Los cinco libros de Séneca de Alonso de Cartagena: «en el fuego se prueua el oro : τ enla aduersidad τ trabaios los buenos varones τ fuertes» (De Providentia, libro I, cap. xiii, f. k ijv), que responde al texto latino «Ignis aurum probat, miseria fortes viros», de donde, por la diversidad del metal, no puede proceder si no suponemos una deturpación de copia (he cotejado dos ediciones: Seneca, L. Annaei. Dialogorum libri duodecim, ed. L. D. Reynolds, Oxford, Clarendon Press, 1977, p. 14; y De providentia. De constantia sapiens (Dialogui I-II), ed. Giovanni Viansino, Roma, Edizioni dell’Ateneo, 1968, p. 21, donde no figura ninguna variante cercana a esta lectura). Resulta más cercana una sentencia de Agustín de Hipona: «Sicut fornace probatur aurum et argentum, sic probat iustos tentatio tribulationis» (Opera omnia, vol. VI, Sermones ad populum. Pars tertia, Venecia, 1846, sermo XXIV, 104B), información que agradezco a Tomás Martínez Romero. La equivalencia entre esta paremia y los últimos versos de la estrofa precedente podría sugerir que son anotaciones marginales del autor en su autógrafo (incluso, apuntes para la composición de los versos) que luego, por alguna razón (por descuido o por considerarlos dignos de autorizar lo expuesto en sus versos), habrían sido incluidos en el antígrafo. 327   Despedir se usa en la acepción de ‘Apartar o arrojar de sí algo no material’, que se entiende mejor con el ejemplo que da Autoridades (‘despedir el dolor’), o con la cita con que lo autoriza: «peleó con este pensamiento muchos dias, y como no le pudiesse despedir se si, se sentó a la puerta de su celda». 328   Nótese nuevamente el hipérbaton violento por ‘vuestras virtudes recontar’. recontar: ‘Dar a conocer o referir un hecho’. 329   despachar: ‘Abreviar y concluir un negocio u otra cosa’. 330   La cita procede de la estrofa 61 de los Proverbios del marqués de Santillana (cito por la edición de Pérez Priego, Poesías completas, vol. II, Madrid, Alhambra, 1991, p. 136).

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XXIX

Aunque favorable asaz vos a seído , pues vos cumplió331 de gran fermosura, perfeta bondad con desemboltura de muy reposado y bivo sentido 230 y non vos menguó de noble marido, el332 cual asimesmo no tanto bien ama, y nunca turbó vuestra clara fama y dióvos más333 fijo no dino de olvido. ccxxviii

ccxxix

Aquí yo fablo o querría fablar si supiesse en favor de esta fortuna que a vós muy contraria ser vos parece, y digo que aún fasta agora no á tenido poder, nin Dios gelo dará, para vos tirar aquellos bienes que acostumbra a los que ásperamente persigue; y aún de los que vos á tirado tan grandes vos da esperanças que yo ciertamente no determinarme sabría si con aquellas querría más en vuestras necessidades bevir que muy abastado334 con los temores que biven algunos de los que agora los bienes de la casa vuestra poseen. Que aunque en esta parte algún poco adversa vos a seído, lo cual no confieso, pues en favor y acrecentamiento de vuestra clara fama son los que ella vos da trabajos335, ciertamente en otras cosas a vuestra merced fue y es asaz favorable; que no pocas336 conozco de grandes y pacíficos estados poseedoras que sus reposos, vicios y riquezas, por vuestros trabajos, afanes, necesidades ccxxx

ccxxxi

ccxxviii  sydo MN24. La cadencia del segundo hemistiquio quedaría mejor con un texto ‘assáz vos ha sído’, pero la dificultad de ajustar el primer hemistiquio a una pauta métrica regular del tipo óooó (fenómeno frecuente en el arte mayor de don Gómez) invita a conservar la lectura de MP3. ccxxix   assi mesmo MN43. ccxxx  vevir MN43. ccxxxi  aya MN24.

  ‘Cumplir’ es ‘Remediar a alguien y proveerle de lo que le falta’.   Así en los dos testimonios que conocemos; la sintaxis exigiría al cual, ya que nos dice ser su marido también desasistido de la fortuna. 333   ‘También’ (Tentative, s. v.). 334   ‘Proveído’. 335   Esta es la línea argumental con que comienza el tratado De Providentia de Séneca, y expresiones de este tenor se encuentran a menudo en la traducción de Alonso de Cartagena, como, por ejemplo, «dios que es muy amador de los buenos da a la fortuna con que se exerçiten τ contra quien vsen de su virtud a aquellos que el quiere que sean muy buenos τ muy exçelentes» (f. h[vi]v, cap. iij). 336   Ha de sobreentenderse ‘mujeres’, como se desprende del final del período. 331 332

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Consolatoria a la condesa de Castro

trocarían, así por a vós, señora, en todo ser parecientes337 como por ser mujeres de maridos tan nobles como el vuestro, de los cuales fuesen , como lo vós sois, amadas y acatadas, y madres de sendos fijos non más fermosos nin virtuosos que el vuestro que Dios vos guarde. ccxxxii

Fin XXX

Así concluyendo, pues fustes338 la flor 235 en todo de todas, dueñas y donzellas, las vuestras muy grandes ya cesen querellas que presto avrá vado vuestro disfavor339; y vós conformadvos con el fazedor y vuestro querer con lo que él quisiere 240 aviendo por bien el mal si viniere, pues él mejor sabe cuál es lo mejor340. ccxxxiii

ccxxxiv

En conclusion de esta mal dolada341 obra , mi muy noble señora, digo que non seyendo ingrata de los grandes beneficios por vós de Dios recebidos , más que otra a le dar loores y no quexas le sois tenuda342, ccxxxv

ccxxxvi

ccxxxviii

ccxxxvii

ccxxxix

 fuessen MN43.   Esta estrofa aparece copiada a renglón seguido en MN43. ccxxxiv  habiendo MN43.º ccxxxv   maldolada... /mia muy MP3 por haber sido cosido el folio recortando el margen interno. La misma mutilación afecta al resto del comentario a esta estrofa. ccxxxvi  seye.../grata MN24. Más que a la mutilación del folio, en este caso la mala lectura parece deberse a un error de copia luego mal corregido o cancelado. ccxxxvii   Falta el adjetivo MN24. ccxxxviii  res.../dos MN24. ccxxxix  quexas.../ ys MN24. ccxxxii

ccxxxiii

  ‘Semejantes’.   ‘Fuisteis’. 339   ‘Acción o dicho no favorable que ocasiona alguna contrariedad o daño’, aquí equivalente a ‘desventura’. 340   Es la interpretación que de los bienes de la Fortuna da Séneca: «dios (...) no dexa al buen varon andar en deleytes. Mas pueualo τ endureçelo τ apareia lo para si. Porende muchas cosas aduersas vienen a los buenos varones» (A. de Cartagena, De la prouidençia de Dios, en Cinco libros de Seneca, h vv, cap. iv). 341   ‘Desbastada, acabada, labrada’ (DLE). 342   ‘Estáis obligada’ (Tentative, s. v. acepción 46). Aunque los participios en -udo (por lo general de la segunda conjugación) desaparecen prácticamente en el siglo xv, este es, sin embargo, frecuentísimo en este período según CORDE. 337 338

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aviendo conocimiento que, si algunas vos da persecuciones, lo faze porque non vos tiene olvidada, que Dios a los suyos prueva 343; pero tened firme fe y verdadera esperança en él solo, non confiando en los príncipes terrenales y en los fijos de los ombres en los cuales no ay salud según en la santa se lee escritura. Y él vos reparará como reparó a la cananea si con aquella fe le seguís 344 lo que él mesmo orando en el huerto a Dios y, faziendolo así, demandalde padre demandó diziendo: Si posibile est, transeat a me calix iste; sed non quod ego volo, sed quod tu345, que dezir quiere : «Padre, si posible es, pase de mí este cáliz pero no la voluntad mía mas la tuya sea fecha»; porque respondérsevos pueda lo que a la dicha Cananea: Mulier. magna est fides tua, fiat sicut petis346, es a saber: «Mujer, grande es la tu fe; fágase como tu pides». Y con vuestra merced. ccxl

ccxli

ccxlii

ccxliii

ccxliv

ccxlv

ccxlvi

ccxlvii

ccxlviii

  Falta el pronombre por el desperfecto del margen MN24.  tie por el desperfecto del margen MN24. En lo sucesivo dejo de señalar estas lagunas por su densidad y escaso interés. ccxlii  prueba MN43. ccxliii  demandat l... MN24. ccxliv  possibile MN43. ccxlv  decir MN43. En MN24 no se lee la palabra por lo ajustado de la encuadernación en este lugar. ccxlvi  que qujere d... MN24. ccxlvii  possible MN43. ccxlviii  passe MN24, MN43. ccxl

ccxli

343   Aparte de lo dicho en la nota 319, puedo aducir otros pasajes como este de Séneca en la traducción de Alonso de Cartagena: «no son males estos que lo paresçen ser (...) dire que son en fauor de todos los onbres de los quales en vniuersal tienen los dioses mayor cuydado» (Cinco libros de Séneca, De la prouidençia de dios, cap. f. i ijr, cap. iiij). 344   ‘Demandadle, pedidle’. 345   Mateo, 26,39; el texto oficial de la Vulgata dice (marco en cursiva las variantes): «Pater mi, si possibile est, transeat a me calix iste; verumtamen non sicut ego volo, sed sicut tu». 346   Mateo, 15,28; el texto oficial (marco de nuevo las variantes) dice: «mulier, magna est fides tua! Fiat tibi, sicut vis».

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Índice onomástico

1. Índice de personas, obras y autores antiguos Accursio 76 Adelantado mayor v. Manrique de Lara y Mendoza, Pedro Adso de Montier en Der 41 y n. 92 Epistola ad Gerbergam reginam de ortu et tempore antichristi 41 Agamenón 146 n. 156 Agustín de Hipona 53 Alcibíades 143 n. 134 Alejandro Magno 143, 150 Alfonso de Castilla, infante, príncipe de Asturias (†1468) 50 n. 121, 75, 85, 100, 134 n. 66 Alfonso V de Aragón «el Magnánimo» 48, 51, 86, 87 Alfonso X de Castilla «el Sabio» 12, 42, 43, 82, 136 n. 77, 150 n. 188 Estoria de España v. Primera crónica general de España Fuero Real 82 General Estoria 136 n. 77, 151 n. 200 Las Etimologías de San Isidoro romanceadas 136 n. 77 Primera crónica general de España (Estoria de España) 136 n. 77, 147 n. 163, 148 n. 173, 149 nn. 179 y 182, 151 n. 199, 155 n. 224, 157 n. 237

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Alighieri, Dante 132 n. 49 Divina commedia 132 n. 49 Almirante de Castilla v. Enríquez de Mendoza, Fadrique Álvarez de Toledo, Fernán, conde de Alba 47 y nn. 112-113, 50, 53, 91 Álvarez de Toledo, García, I duque de Alba 48, 75 Álvarez de Toledo, Pedro 48 Álvarez de Villasandino, Alfonso 42 n. 101 Álvarez Gato, Juan 128 n. 7 Álvaro de Luna v. Luna, Álvaro de Amílcar Barca v. Barca, Amílcar Aníbal Barca v. Barca, Aníbal Apolo 90 Aristóteles 135 n. 74, 143 Arzobispo de Sevilla v. Manrique, Alfonso Arzobispo de Toledo v. Carrillo de Acuña, Alfonso; Toledo, Gutierre de Baladro del Sabio Merlín 42 y n. 98 Barca, Amílcar, padre de Aníbal 156 Barca, Aníbal 46, 52, 55, 56, 58 y n. 147, 152 n. 202, 153, 154, 155 n. 224, 156, 157 n. 234, 158 n. 244 Berceo, Gonzalo de 136 n. 86, 155 n. 223

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176 Berenguer de Masdovelles, Joan 95 Bías 45, 47, 48, 49, 51, 54, 55 y n. 135, 91 Biblia 12, 92, 94, 132 n. 49, 142 n. 123 (Vulgata 12, 92, 134 n. 62, 169 n. 315, 174 n. 345) Apocalipsis 40, 41 Evangelio de Lucas 94, 133 n. 62, 142 n. 125 Evangelio de Mateo 92, 137 n. 79, 141 nn. 120 y 122, 174 nn. 345346 Libro de Job 92, 93, 140 n. 113, 141 n. 120, 167 n. 298, 169 y n. 314 Proverbios 170 n. 326 Sabiduría 170 n. 326 Salmos 93, 169 n. 315 Bingen, Hildegarda de 41 Boccaccio, Giovanni 146 n. 162, 163 De casibus virorum illustrium (Caídas de los príncipes) 163 De mulieribus claris 146 n. 162 Boecio, Anicio Manlio Torcuato Severino 59 Bonifacio VIII, papa 20 Breviloquium 41 Bruni, Leonardo 80 Oratio in funere Iohannis Strozze 80 n. 217, 81 n. 218 Bruto, Marco Junio 149, 151 Burriel, Andrés Marcos 101 Calderón de la Barca, Pedro 167 n. 297 Cancionero de Baena 42 Cardenal de España, Gran v. González de Mendoza, Pedro Carlos V, emperador 38, 86, 96 Carlos VIII de Francia 38, 39 Carrillo de Acuña, Alfonso, arzobispo de Toledo 61, 68, 90, 100, 131 n. 44

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Carrillo, Mencía, condesa de Alba 48 Cartagena, Alfonso de 20 n. 19, 53, 54 y n. 133, 58, 67, 71, 72, 73, 75, 76, 77, 139 n. 99, 140 n. 109, 150 n. 193, 159 n. 244, 165 nn. 282283, 166 n. 290, 167 n. 300, 168 nn. 303-305, 171 n. 326, 172 n. 335, 173 n. 340, 174 n. 343 De la vida bienaventurada v. Los cinco libros de Séneca Los cinco libros de Séneca 53 nn. 128-129, 73 n. 188, 139 n. 99, 140 n. 109, 150 n. 193, 164 n. 277, 165 n. 283, 166 nn. 290, 292 y 295, 167 n. 300, 168 nn. 303-305, 169 nn. 311 y 319, 171 n. 326, 173 n. 340, 174 n. 343 Providencia de Dios v. Los cinco libros de Séneca Casio Longino, Cayo, asesino de César 149, 151 Castillo, Diego Enríquez del 82 n. 224 Crónica de Enrique IV 82 n. 224 Catón, Marco Porcio «el Joven» o «de Útica» 52, 53, 54 y n. 133, 73 César, Cayo Julio 54, 55, 71, 73, 77, 79, 148 y n. 173, 149 y n. 182, 151 Cetina, Gutierre de 44 Cicerón, Marco Tulio 135 n. 74, 137 n. 88, 150 Cisneros, Francisco Jiménez de, cardenal 44 Claudiano, Claudio 90 Colón, Cristóbal 39 Comendador de Montizón v. Lucas de Iranzo, Nicolás Conde de Alba v. Álvarez de Toledo, Fernán

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Conde de Ampurias v. Pedro de Aragón Conde de Benavente v. Pimentel, Alfonso; Pimentel, Rodrigo Conde de Castro v. Gómez de Sandoval y Rojas, Diego; Sandoval y Rojas, Fernando de Conde de Haro v. Fernández de Velasco, Pedro Conde de Lerma v. Gómez de Sandoval y Rojas, Diego Conde de Paredes v. Manrique, Rodrigo Conde de Tendilla v. López de Mendoza y Quiñones, Íñigo Conde de Treviño v. Manrique de Lara y Sandoval, Pedro Condesa de Alba v. Carrillo, Mencía Condesa de Castro v. Manrique, Juana Condestable de Castilla v. Lucas de Iranzo, Miguel; Luna, Álvaro de Condestable de Portugal v. Pedro de Portugal Constanza de Sicilia y de Aragón 37 Correas, Gonzalo 128 n. 7, 149 n. 181 Cortés, Hernán 150 n. 184 Cartas de relación 150 n. 184 Cristóbal Colón v. Colón, Cristóbal Cusa, Nicolás de 20 n. 18 Dante Alighieri v. Alighieri, Dante Dares Frigio 144 y n. 143 De los remedios contra las adversidades de fortuna 49 n. 116 Demetrio 57, 165 y n. 282 Diácono, Paulo v. Paulo Diácono Díaz de Games, Gutierre 40 y n. 89 El Victorial 40 n. 89, 41 Díaz de Mendoza, Ruiz 84, 85 Díaz de Toledo, Pero 21, 22, 53, 54 y nn. 130 y 133, 55 n. 136, 74, 90, 94

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177 Diálogo e razonamiento en la muerte del Marqués de Santillana 53, 54 nn. 130 y 133 Dictis de Creta 144 y n. 143 Diógenes 135 n. 74 Duque de Alba v. Álvarez de Toledo, García Duque de Benavente v. Pimentel, Rodrigo Duque de Nájera v. Manrique, Antonio Encina, Juan del 65, 144 n. 135 Arte de trobar 144 n. 135 Égloga de Plácida y Vitoriano 65 Enrique de Aragón, infante, maestre de Santiago 47, 48, 50, 57, 159 y n. 250 Enrique de Trastámara v. Enrique II de Castilla Enrique II de Castilla 38, 43 Enrique III de Castilla «el Doliente» 42 n. 101 Enrique IV de Castilla 13, 21, 22, 48, 50 n. 121, 68, 69, 73, 75, 77, 82 n. 224, 85, 88, 90, 96 Enríquez de Mendoza, Fadrique, almirante de Castilla 47, 48 Enríquez, Enrique 47 Escévola, Cayo Mucio 52 Escipión, Cneo Cornelio, tío del «Africano» 153 Escipión, Publio Cornelio «el Africano» 56, 58 n. 147, 65, 75, 152, 153, 154, 155 n. 224, 158 Escipión, Publio Cornelio, padre del «Africano» 153 Estacio, Publio Papinio 143 Tebaida 143 y n. 134 Estúñiga, Íñigo de 84 Eteocles 143 n. 134

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178 Evangelista 40 Profecía 40 Federico II de Hohenstaufen 37, 39 Federico III de Sicilia 37 Fernández de Heredia, Juan 129 n. 23, 139 n. 102, 143 n. 134 Historia troyana 139 n. 102 Fernández de Velasco, Pedro, I conde de Haro 75 Fernando I de Aragón «el de Antequera» 38, 42, 61, 82, 159 y n. 250 Fernando II de Aragón «el Católico» 22, 38, 39, 42, 44, 85 Fiore, Gioacchino de 39 Fortuna 45, 46, 47, 49, 51, 55, 56, 57, 72, 78, 142, 144, 145, 151, 152, 155, 158, 159 n. 244, 161, 164, 166, 172, 173 n. 340 García de Castro, Diego 149 n. 181, 154 n. 222 Seniloquium 149 n. 181, 154 n. 222 Garcilaso de la Vega v. Laso de la Vega, Garci Gato, Juan Álvarez v. Álvarez Gato, Juan Gerión 136 y n. 77 Gómez de Sandoval y Rojas, Diego, I conde de Castro (†1454) 47, 58, 60, 61, 70, 86, 87, 88 Gómez de Sandoval y Rojas, Diego, I conde de Lerma 85 Gómez Manrique v. Manrique, Gómez González de Mendoza, Pedro, cardenal 75 Gregorio I Magno, papa 56, 79, 141 n. 120, 141, 142 n. 123 Moralia in Iob (Morales de Job) 142 n. 123 Guazzo, Marcus 153 n. 210 Cronica 153 n. 210

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Guevara, Antonio 156 n. 233 Epístolas familiares 156 n. 233 Guillén de Segovia, Pero 49 n. 116 Salmos penitenciales 49 n. 116 Helena de Troya 144 Hércules 136, 150 Heredia, Juan Fernández de v. Fernández de Heredia, Juan Herodes, rey de Judea 141 Herrera, Martín de 44 n. 105 Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa 97 Homero 144 y n. 143 Horacio Flaco, Quinto 90 Horozco, Sebastián de 128 n. 7 Hume, David 29 Infantes de Aragón 47, 58, 60, 61, 100, 159 n. 250 Isabel de Portugal, esposa de Juan II de Castilla 48 n. 113 Isabel I de Castilla «la Católica» 12, 22, 75, 85, 131 n. 44 Isidoro de Sevilla 136 n. 77 Etimologías 136 n. 77, 143 n. 129, 150 n. 188 Las Etimologías de San Isidoro romanceadas v. Alfonso X de Castilla «el Sabio» Jiménez de Cisneros, Francisco v. Cisneros, Francisco Jiménez de Jiménez de Rada, Rodrigo «el Toledano» 136 n. 77 De Rebus Hispaniae (Estoria de los godos) 136 n. 77 Jorge Manrique v. Manrique, Jorge Juan de Aragón, príncipe de Asturias, hijo de Fernando e Isabel de Castilla 65 Juan de Mena v. Mena, Juan de Juan del Encina v. Encina, Juan del

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Juan II de Aragón y Navarra 47, 48 n. 113, 50, 51 n. 121, 60, 61, 86 y n. 237, 87 y n. 237 Juan II de Castilla 13, 48 n. 113, 58, 59, 70, 71, 73, 82, 90, 95, 161 n. 259 Juan Poeta 128 n. 10 Julia, hija de Julio César 148 n. 173 Ladrón, Isabel 86-87 n. 237 Laso de la Vega, Garci (†1536) 99 Laso de la Vega, García (†1456) 63 y n. 160, 64, 68, 69, 84 Laso de la Vega, García, hijo de García Laso de la Vega 69 Leonor de Castilla, madre de Gómez Manrique 57, 163, 170 n. 323 Libro del caballero Zifar 149 n. 178 Liturgia de las horas 93, 134 n. 62, 140 y n. 113 Livio, Tito 52, 156, 157 n. 234 Décadas 156, 157 n. 234 López de Ayala, Pero 142 n. 123, 146 n. 156 Caída de príncipes v. Petrarca, Francesco Décadas v. Livio, Tito Morales de Job v. Gregorio I Magno López de Mendoza y Quiñones, Íñigo, conde de Tendilla 75 López de Mendoza, Íñigo, I marqués de Santillana 13, 16, 22, 45, 47, 48 y nn. 112-113, 49 y n. 116, 50, 51, 52, 53, 54, 55 y n. 136, 64, 71, 72, 75, 76, 77, 78, 85 y n. 230, 90, 91, 94, 98, 99, 128 n. 7, 132 n. 49, 134 n. 66, 145 n. 152, 157 n. 234, 171 y n. 330 Bías contra Fortuna 22, 45, 48, 49 nn. 115-116, 52, 53, 54, 55 n. 136, 95

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179 Comedieta de Ponza 51, 52 n. 124 Infierno de los enamorados 134 n. 66, 145 n. 152 Pregunta de nobles 134 n. 66 Proverbios 49 n. 116, 52, 54, 72 n. 187, 77 n. 207, 85, 94, 132 n. 49, 157 n. 234, 171 y n. 330 Qüestión del Marqués de Santillana a don Alfonso de Cartagena 76 Sonetos al itálico modo 145 n. 152 López de Saldaña, Fernando 84 Lucano, Marco Anneo 149, 150 Lucas de Iranzo, Miguel, condestable de Castilla 69 Lucas de Iranzo, Nicolás, comendador de Montizón 69 Luna, Álvaro de, condestable de Castilla 47, 50, 61, 68, 73, 85, 91, 146 n. 162, 161, 159 n. 250, 160 n. 258, 162 n. 266 Virtuosas e claras mugeres 146 n. 162 Luna, Juan de 160 n. 254 Madrigal, Alfonso Fernández de «el Tostado» 67 Manrique de Lara y Mendoza, Pedro, adelantado mayor 70, 71, 75, 84, 170 n. 323 Manrique de Lara y Sandoval, Pedro, II conde de Treviño 75 Manrique, Alfonso, arzobispo de Sevilla 156 n. 233 Manrique, Antonio, duque de Nájera 156 n. 233 Manrique, Gómez 11, 12, 13, 16, 19, 21 y n. 23, 22, 53, 54, 55, 59 n. 149, 60 n. 153, 61, 62, 64, 65, 67, 68, 70, 71, 72, 73, 75, 76, 77, 78, 79, 81, 82, 83, 84, 85, 87, 88, 89, 90, 91, 93, 94, 95, 96, 98, 99 y n. 262, 100, 104, 107 n. 6, 127 nn.

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180 2 y 4, 128 nn. 7 y 10, 131 n. 44, 132 nn. 49 y 54, 133, 134 n. 66, 135 n. 75, 136 n. 77, 137 n. 88, 143 n. 134, 146 n. 162, 147 n. 163, 150 n. 189, 153 nn. 209 y 217, 155 nn. 223-224, 156 n. 233, 157 n. 234, 159 n. 244, 166 nn. 290, 292 y 295, 168 n. 305, 169 n. 319, 170 n. 324, 171 n. 326, 172 Cancionero 59 n. 149, 60 n. 153 Consolatoria a la condesa de Castro 16, 19, 21 n. 23, 22, 55 ss., 61, 62, 71 n. 185, 73, 76 n. 202, 77, 78, 83, 85, 87, 89, 91, 92, 97, 99, 127 ss. Consolatoria a su mujer, Juana de Mendoza 65 Coplas a Diego Arias de Ávila 22 Coplas de Razón contra Voluntad 153 n. 209, 157 n. 234 Defunsión de García Laso de la Vega 22, 60, 62, 67, 68, 69, 70, 77 Estrenas de Gómez Manrique al señor Arçobispo de Toledo 107 Planto por Íñigo López de Mendoza 65, 67, 75, 85, 153 n. 209 Querella de la gobernación 21, 22, 73, 90, 94, 132 n. 49 Regimiento de príncipes 22 Manrique, Jorge 16, 49 n. 116, 56, 64, 69, 82, 83 n. 225, 84, 107 n. 6, 134 n. 66, 142 n. 123, 153 n. 209, 159 n. 250, 161 n. 258 Coplas a la muerte de su padre 49 n. 116, 64, 82 y n. 225, 142 n. 123, 159 n. 250, 161 n. 258 Manrique, Juana, condesa de Castro 56, 57, 58, 61, 70, 73, 75, 79, 80, 83, 84, 85, 86, 87 y n. 237, 88, 89,

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92, 93, 104, 131 n. 48, 132 n. 54, 135 y n. 71, 137 n. 88, 138 y nn. 89 y 91, 147 n. 162 Manrique, Leonor, hermana de Gómez Manrique 101 Manrique, Rodrigo, conde de Paredes, maestre de Santiago 64, 69, 107 n. 6, 131 n. 44, 134 n. 66, 153 n. 209 Map, Walter 96 n. 253 Maquiavelo, Nicolás 20 Marqués de Astorga v. Osorio, Álvar Pérez Marqués de Santillana v. López de Mendoza, Íñigo Martorell, Joanot 86 n. 236 Tirant lo Blanc 29 Mateo, evangelista 93 Medina y Mendoza, Francisco de 75 Mena, Juan de 16, 20, 81 y n. 220, 82, 94, 96, 132 n. 49, 134 n. 66, 147 n. 163, 157 n. 234, 160 n. 258, 162 n. 264 Coplas a los pecados mortales 146 n. 156 Coplas de Razón contra Voluntad 157 n. 234 Coronación del marqués de Santillana 94, 132 n. 49 Laberinto de Fortuna (las Trescientas) 19, 81 y n. 219, 147 n. 165, 160 n. 258, 162 n. 264 Presumir de vos loar 134 n. 66 Mendoza, Juana de, abuela de Gómez Manrique 57, 163 Mendoza, Juana de, esposa de Gómez Manrique 131 n. 44 Merlín 40, 41 Minerva 143 n. 129 Monmouth, Geoffroy de 41 Vita Merlini 41

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Núñez, Hernán 149 n. 181, 154 n. 222 Ocampo, Florián de 156 n. 233 Los cinco libros primeros de la Crónica general de España 156 n. 233 Ockam, Guillermo de 20 n. 18 Officium defunctorum v. Liturgia de las horas Olzina, Joan 86 n. 237 Orosio, Paulo 53 Osorio, Álvar Pérez, I marqués de Astorga 75 Palencia, Alfonso de 68, 69 n. 180 Crónica de Enrique IV 69 n. 180 Paris, príncipe troyano 144 Paulo Diácono 48 n. 112 Historia romana 48 n. 112 Paulo II, papa 50 n. 121 Pedro de Aragón, conde de Ampurias 38, 43 Pedro de Aragón, infante, hijo de Fernando de Antequera 51 Pedro de Portugal, condestable 132 n. 49 Sátira de felice e infelice vida 132 n. 49 Pedro I de Castilla «el Cruel» 43 Pedro III de Aragón «el Grande» 37 Pedro IV de Aragón «el Ceremonioso» 38, 41 Penélope 146 y n. 162 Pérez de Guzmán, Fernán 60 y n. 153, 70, 71, 73, 151 n. 199, 161 nn. 259-261, 162 n. 266 Crónica de Juan II 162 n. 266 Generaciones y semblanzas 60 n. 153, 161 n. 259 Loores de los claros varones de España 136 n. 77

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181 Petrarca, Francesco 93, 146 n. 156, 157 n. 234, 157 n. 237, 158 n. 244, 167 n. 297 Canzoniere 167 n. 297 De casibus virorum illustrium (Caída de príncipes) 146 n. 156, 157 n. 234, 158 n. 244 Pimentel, Alfonso, III conde de Benavente 47, 48 n. 113 Pimentel, Rodrigo, IV conde y I duque de Benavente 101, 106 Plutarco 135 n. 74 Vidas semblantes 143 n. 134 Polinices 143 n. 134 Pompeyo, Cneo «Magno» 53, 56, 77, 147 y n. 163, 148 y n. 173, 149 Prades, Violante de 51 Príamo, rey de Troya 145 Primaleón 152 n. 205 Providencia 60 Quiñones, Pedro de 47 Quiñones, Suero de 47 Reyes Católicos 13, 28, 43, 76, 100, 131 n. 44 Rocatallada, Juan de 38, 40, 41, 43 Roís de Corella, Joan 64 Sepultura de Mossen Françi Aguilar 64 Rojas, Fernando de La Celestina 29, 128 n. 7 Salomón, rey de Israel 66 Salustio 135 La guerra de Jugurta 135 Sandoval y Rojas, Fernando de, II conde de Castro 58, 61, 85, 86, 172 Sandoval, Prudencio de 60 n. 153, 84 n. 228 Sansón 53, 66 Santiago y Palomares, Francisco Javier de 101, 105

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182 Sebastián de Horozco v. Horozco, Sebastián de Séneca, Lucio Anneo 12, 52, 53, 68, 71, 72, 73, 78, 91, 93, 94, 139 n. 99, 140 n. 109, 159 n. 244, 166 n. 290, 167 n. 300, 168 y n. 303, 169 nn. 311 y 319, 172 n. 335, 173 n. 340, 174 n. 343 De Providentia (ver también Cartagena, Alfonso de) 53, 71, 93, 139 n. 99, 140 n. 109, 150 n. 193, 165 nn. 282-283, 166 n. 295, 172 n. 335 De vita beata (ver también Cartagena, Alfonso de) 71 Seniloquium v. García de Castro, Diego Sifas, rey de África 154 Spinoza, Baruch 20 n. 18 Tractatus Theologico-Politicus 20 n. 18 Tácito, Publio Cornelio 79 y n. 216 Terencio Afro, Publio 135 Teseo 143 n. 134 Tito Livio v. Livio, Tito Toledo, Gutierre de, arcediano de Guadalajara y arzobispo de Toledo 48

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Tolomeo XIII, rey de Egipto 53, 77, 147, 148 Torrella, Pere 135 n. 75 Maldecir de mujeres 135 n. 75 Troilo 90 Tucídides 143 n. 134 Discursos de la Guerra del Peloponeso 143 n. 134 Ulises 56, 146 y n. 156 Valencia de León, Diego de 43 n. 101 Valera, Diego de 146 n. 162 Defensa de virtuosas mujeres 146 n. 162 Varrón, Marco Terencio 90 Vilanova, Arnau de 38, 39, 40, 41 y n. 94, 43, 44 Confessió de Barcelona 41 Informació espiritual al rei Frederic de Sicília 41 Vae mundo in centum annis 38 Villasandino, Alfonso Álvarez de v. Álvarez de Villasandino, Alfonso Villena, Enrique de 136 n. 77 Los doce trabajos de Hércules 136 n. 77 Virgilio Marón, Publio 90

2. Índice de estudiosos modernos Accorsi, Federica 146 n. 162 Alfonso, Isabel 28 n. 56 Alonso Hernández, José Luis 128 n. 7 Alonso, Álvaro 53 n. 127, 59 n. 151 Althusser, Louis 24 Álvarez Rodríguez, Adelino 143 n. 134 Alvira Cabrer, Martín 28 n. 52 Andrés, Ramón 54 n. 131

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Arcelus Ulibarrena, Juana M. 37 n. 79 Archer, Robert 135 n. 75 Ardavín, Carlos X. 52 n. 124 Ascheri, Mario 95 n. 250 Asperti, Stefano 19 n. 16 Atlee, Carl W. 23 n. 27 Aurell, Jaume 36 n. 77 Aurell, Martin 27 y n. 48, 37 n. 81, 38 n. 85

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Austin, John L. 59 n. 148 Azcona, Tarsicio de 69 n. 181 Baechler, Jean 26 nn. 40 y 42, 30 n. 61, 32 y n. 67, 90 n. 240 Baron, Hans 80 n. 217 Bartoli, Lorenzo 52 n. 124 Bastianoni, Curzio 95 n. 250 Batllori, Miquel 41 n. 93 Bautista Pérez, Francisco 44 n. 105 Beceiro Pita, Isabel 17 n. 5, 28 y n. 53, 76 n. 203 Beltrán Llavador, Rafael 40 n. 89 Beltran, Vicenç 15 n. 1, 16 nn. 2-3, 21 n. 23, 22 n. 25, 33 n. 70, 35 n. 76, 42 n. 101, 45 n. 109, 49 n. 116, 52 n. 124, 74 n. 193, 82 n. 225, 83 n. 225, 95 n. 251, 97 n. 257, 99 n. 262, 107 n. 6, 134 n. 66, 135 n. 75, 142 n. 123, 153 n. 209 Beneyto Pérez, Juan 82 nn. 222-223 Benito Ruano, Eloy 159 n. 250 Bermejo Cabrero, José 18, 20 n. 19, 21 n. 21, 68 n. 179, 81, 82 n. 224, 96 n. 252 Bertelloni, Francisco 20 n. 17 Berthelot, Anne 41 n. 96 Bisson, Thomas N. 26 n. 42 Bizzarri, Hugo O. 135 n. 74 Blüher, Karl A. 50 n. 118, 53 n. 128, 54 n. 132, 55, 58 n. 146 Bohigas, Pere 41 n. 97 Bois, Guy 24 n. 35 Bonilla y San Martín, Adolfo 42 n. 98 Boscaini, Gloria 146 n. 162 Boucheron, Patrick 43 n. 102 Bourdieu, Pierre 27 Boven, Pierre 25 n. 38 Brundage, James A. 96 n. 253 Bustos Tovar, José Jesús de 49 n. 116

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183 Cabanes Pecourt, M. Desamparados 136 n. 77 Cabré, Lluís 38 n. 82 Cacho Blecua, Juan Manuel 48 n. 112, 139 n. 102 Calderón Ortega, José Manuel 47, 48 nn. 113-114, 50 n. 120 Camacho Guizado, Eduardo 64 n. 163 Campos García Rojas, Axayácatl 52 n. 125 Cañas Murillo, Jesús 67 n. 177 Cantalapiedra Erostabe, Fernando 149 n. 181 Cantarella, Glauco Maria 96 n. 253 Capusso, Maria Grazia 95 n. 250 Carozzi, Claude 41 n. 92 Carrasco Manchado, Ana Isabel 28 y nn. 54-55 Carreras i Artau, Joaquim 41 n. 93 Carreres Zacarés, Salvador 17 n. 6 Casas Rigall, Juan 16 n. 4 Castano, Rossana 28 n. 50 Castro, Américo 25, 36 n. 77 Cátedra García, Pedro M. 44 n. 105, 61 n. 156, 85 n. 230, 136 n. 77 Chauou, Amaury 27 n. 46 Cherchi, Paolo 54 n. 131, 55 y nn. 136-137, 78 n. 212, 91 n. 244 Ciceri, Marcella 146 n. 156 Coca Senande, Javier 85 n. 230 Colunga, Alberto 92 n. 245, 134 n. 62 Costa Gomes, Rita 96 n. 253 Courcelles, Dominique de 42 n. 100 Daniel, Catherine 41 n. 96 Deyermond, Alan 15 n. 1, 61 n. 156 Di Camillo, Ottavio 20 n. 19, 54 y n. 134 Díaz de Durana Ortiz de Urbina, José Ramón 17 n. 7, 28 n. 56 Díaz Martínez, Eva M. 16 n. 4

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184 Díaz y Díaz, Manuel C. 136 n. 77 Dijk, Theun van 33 n. 69 Dodds, Eric R. 59 n. 150 Domínguez Bordona, Jesús 60 n. 153, 161 n. 259 Duby, Georges 12, 27 y nn. 43-44, 30, 41 n. 92, 62 y n. 157, 91 n. 243 Duran, Eulàlia 37 n. 81, 38 n. 84, 42 n. 100 Dutton, Brian 101 n. 2 Eagleton, Terry 23 n. 31, 24 n. 34, 30, 31, 32 n. 67, 43 n. 103 Eberenz, Rolf 49 n. 116 Echavarría, Salvador 31 n. 65 Elias, Norbert 35 n. 75, 96 n. 253 Engelhardt, Ulrich 22 n. 24, 31 n. 65 Engels, Friedrich 23 y nn. 30-31 Enrique-Arias, Andrés 92 n. 245, 134 n. 62 Escalona, Julio 28 n. 56 Evangelisti, Paolo 44 y n. 107 Faulhaber, Charles B. 101 n. 1 Faye, Jean Pierre 33 n. 69 Fernández de Córdova Miralles, Álvaro 96 n. 253 Fernández de Larrea Rojas, Jon Andoni 17 n. 7, 28 n. 56 Fernández Gallardo, Luis 53 n. 128 Fernández Jiménez, Juan 16 n. 3 Fernández-Ordóñez, Inés 136 n. 77 Fischer, Bonifatius 92 n. 245, 134 n. 62 Flori, Jean 27 y n. 45, 30 Foulché-Delbosch, Raymond 136 n. 77 Fradejas Rueda, José Manuel 40 n. 90 Franco Silva, Alfonso 60 n. 153, 86 n. 233 Freedberg, David 22 n. 24 Fuster Perelló, Sebastián 37 n. 79, 39 n. 88

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Gadamer, Hans Georg 22 n. 24 García Cordero, Maximiliano 92 n. 245, 134 n. 62 García Fernández, Ernesto 17 n. 7 García Fitz, Francisco 17 n. 5, 28 n. 52 Geertz, Cifford 32 n. 68, 70 n. 183, 98 n. 258 Genet, Jean-Philippe 43 n. 102 Gili, Joan, 42 n. 100 Girón Alconchel, José Luis 49 n. 116 Gómez Moreno, Ángel 75 n. 199, 76 n. 204 González Cuenca, Joaquín 136 n. 77 Gramsci, Antonio 24, 44 Grande Quejigo, Francisco Javier 67 n. 177 Green, Otis H. 59 n. 151 Guadalajara Medina, José 37 n. 79, 39 n. 88 Habermas, Jürgen 26 n. 41, 26 n. 42, 30 n. 59 Hamon, Philippe 33 n. 69, 34 y n. 71 Hauf i Valls, Albert 37 n. 79, 58 n. 146 Herrera Casado, Antonio 75 n. 200 Hunter, W. F. 15 n. 1 Ivars Cardona, Andreu 37 n. 81 Jaeger, C. Stephen 96 n. 253 Jauss, Hans Robert 21 n. 24, 98 y n. 260 Jiménez Redondo, Manuel 26 n. 42 Kampers, Franz 37 n. 80 Kasten, Lloyd A. 136 n. 77 Kerkhof, Maxim P. A. M. 11, 51 n. 122, 81 n. 219, 147 n. 165, 161 n. 258 Köhler, Erich 25 y n. 36, 35 n. 76 Koselleck, Reinhart 21 n. 24, 31 n. 65 Krogstad, Jineen 101 n. 2 Ladero, Miguel Ángel 96 n. 253 Lagarde, Georges de 20 n. 18

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Lanza, Antonio 80 n. 217 Lapesa, Rafael 50 y n. 117, 51 y n. 123, 60 y n. 152, 78, 85 nn. 229 y 232 Latella, Fortunata 28 n. 50 Lawrance, Jeremy 61 n. 156 Le Goff, Jacques 27 n. 43 Lee, Harold 41 n. 91 Lema Pueyo, José Á. 17 n. 7 Lida de Malkiel, María Rosa 153 n. 209 López Casas, Maria Mercè 42 n. 97, 58 n. 146 López Nieto, Juan Carlos 67 n. 177, 105 n. 5 Lucía Megías, José Manuel 61 n. 156 Lyons, John 59 n. 148 Maguire, Fiona 138 Mancini, Mario 25 n. 36 Mannheim, Karl 31, 89 Manselli, Raoul 39 n. 87, 41 n. 92 Marcos Casquero, Manuel Antonio 136 n. 77 Marcuse, Herbert 30 n. 59 Marino, Nancy F. 73 n. 192 Martin, Georges 28 n. 56 Martin, Henri-Jean 94 n. 250 Martínez Romero, Tomàs 58 n. 146 y 171 n. 326 Marx, Karl 23 y nn. 30-31 Mendoza Negrillo, Juan de Dios 59 n. 151 Menéndez Pidal, Ramón 136 n. 77 Menéndez y Pelayo, Marcelino 15, 19 Messini, Angelo 37 n. 79 Miethke, Jürgen 18 n. 14, 20 n. 17 Milhou, Alain 37 n. 81, 38 n. 84, 43 n. 104 Miquel y Planas, Ramón 64 n. 165 Mongardini, Carlo 30 n. 59, 32 n. 68

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185 Monteverdi, Angelo 167 n. 297 Moreno Tello, Santiago 42 n. 97 Moreno Uclés, Juan 149 n. 181, 154 n. 222 Moreno, Manuel 105 n. 5 Morrás, María, 16 n. 4, 58 n. 146 Moya, Pablo César 52 n. 125 Munita, José A. 17 n. 7 Nácar Fuster, Eloíno 92 n. 245, 134 n. 62 Narbona, Rafael 17 n. 6 Nieto Soria, José Manuel 18, 19 n. 16, 20 nn. 16 y 20, 21 y n. 22, 28 y n. 51, 51 n. 121, 74 n. 197, 76 n. 203, 77 n. 208, 81 y n. 221, 82 n. 224, 96 n. 252, 99 y n. 261 Nora, Pierre 27 n. 43 O’Kane, Eleanor S. 128 n. 7 Oelschläger, Victor R. B. 136 n. 77 Olmedo, Félix G. 167 n. 297 Olson, David 59 n. 148 Orejudo, Antonio 18 n. 9 Oroz Reta, José 136 n. 77 Parcerisa Boada, Francesc Xavier 160 n. 254 Pareto, Vilfredo 25 Parkes, Malcolm B. 128 n. 14 Paton, Lucy Allen 41 n. 96 Paz y Melia, Antonio 60 n. 153, 69 n. 180, 84 n. 228 Pêcheux, Michel 33 n. 69 Perea Rodríguez, Óscar 16 n. 4, 23 n. 29, 64 n. 164 Pérez Priego, Miguel Ángel 45 n. 109, 49 n. 116, 52 n. 126, 94 n. 249, 134 n. 66, 144 n. 135, 157 n. 234, 171 n. 330 Pommier, Édouard 97 n. 254 Pons Rodríguez, Lola 146 n. 162 Pontón, Gonzalo 58 n. 146

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186 Popper, Karl 30 Porras Arboledas, Pedro 47 n. 110, 48 n. 113, 50 n. 119, 60 n. 154 Pou y Martí, José 37 n. 79, 38 nn. 82-83 Proia, Isabella 43 n. 101 Pueyo, Javier 92 n. 245, 134 n. 62 Puigarnau, Alfons 36 n. 77 Quintanilla Raso, María Concepción 18 n. 8, 74 y n. 195 Redondo, Augustin 42 n. 97 Reeves, Marjorie 37 n. 80, 38 n. 86, 41 n. 91 Requesens, Joan 38 n. 84, 42 n. 100 Reynolds, Leighton D. 171 n. 326 Ricoeur, Paul 27 n. 49, 29 n. 58, 30 y nn. 59 y 61, 44 n. 106 Riquer, Martín de 18 n. 9 Rjazanov, David 23 n. 30 Rodríguez García, José María 22 n. 25 Rodríguez Marín, Francisco 128 n. 7 Rodríguez Risquette, Francisco 135 n. 75 Rodríguez Velasco, Jesús D. 74 n. 194 Rosell, Caetano 162 n. 266 Roso Díaz, José 67 n. 177 Roubaud, Sylvia 42 n. 97 Rousseau, Isabelle 42 nn. 97-99 Rubio Vela, Agustín 60 n. 153, 86 nn. 233-234, 87 n. 237 Rucquoi, Adeline 17 n. 5 Ruiz Gómez, Francisco 43 n. 102 Ruiz-Domènec, José Enrique 36 n. 77 Sackur, Ernst 41 n. 92 Sánchez Albornoz, Claudio 25 Santagata, Marco 167 n. 297 Santibáñez Escobar, Julia 59 n. 151 Sanz, María 139 n. 102 Schmitt, Jean-Claude 52 n. 125 Scoma, Isabella 146 n. 156, 157 n. 234

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Sellin, Volker 22 n. 24, 31 n. 65 Seniff, Dennis P. 101 n. 3 Serrano de Haro, Antonio 69 n. 182 Serrano Reyes, Jesús L. 16 n. 3 Severin, Dorothy Sherman 138 Sharrer, Harvey 42 n. 98 Silano, Giulio 41 n. 91 Snow, Joseph Thomas 15 n. 1 Solalinde, Antonio G. de 136 n. 77 Sorrenti, Tania 28 n. 50 Stuke, Horst 22 n 24, 32 n. 65 Suárez Fernández, Luis 18, 19 n. 15, 47 n. 110, 60 n. 154, 69 n. 181, 74 y n. 196, 83, 89 Taranto, Domenico 78 n. 211, 80 nn. 216-217 Tarré, José 41 n. 97 Taviani-Carozzi, Huguette 41 n. 92 Thompson, John B. 24 n. 32, 26 nn. 41-42, 29 n. 57, 31 y nn. 62 y 64, 32 n. 66, 33 y n. 69, 43, 44 y n. 108 Torres Corominas, Eduardo 97 n. 256 Tuchman, Barbara W. 25 n. 37 Türk, Egbert 96 n. 253 Urmson, James Opie 59 n. 148 Val Valdivieso, María Isabel del 18 n. 8, 75 n. 198 Valero Moreno, Juan Miguel 44 n. 105 Veysseyre, Géraldine 41 n. 95 Vezin, Jean 94 n. 250 Viansino, Giovanni 171 n. 326 Vidal González, Francisco 59 n. 149, 133 n. 62, 135 nn. 74-75, 136 n. 77, 140 n. 113, 141 n. 120, 142 n. 125, 143 n. 129, 165 n. 283 Vilsecker, Franz Joseph 140 n. 113 Víñez Sánchez, Antonia 42 n. 97 Viti, Paolo 80 n. 217 Vovelle, Michel 21 n. 22, 27 n. 47

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Walde Moheno, Lilian von der 52 n. 125, 73 n. 192 Ward, Aengus 136 n. 77 Weber, Robert 92 n. 245, 134 n. 62 Whinnom, Keith 15 n. 1 Wille, Clare 41 n. 95 Witllin, Curt J. 157 n. 234 Zambrano, María 97 n. 256 Zima, Pierre V. 24 n. 33, 25 n. 39, 27, 34 y n. 71 Zinato, Andrea 58 n. 146, 151 n. 199

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