Cartas a Cristina
 9789682320255, 9682320259

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CARTAS A CRISTINA Reflexiones sobre mi vida y mi trabajo por PAULO

FREIRE

m

siglo

veintiuno editores

m siglo xxi ed itores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MÉXICO, D. F.

siglo

xxi

editores,

s.a.

TU CU M Ä N 1621, 7o N, C1050AAG , BUENOS AIRES, ARGENTINA

siglo xxi de españa editores, s.a. MENÉNDEZ

PIDAL 3 BIS.

28036,

MADRID,

ESPAÑA

portada de maría luisa martínez passarge primera edición en español, 1996 tercera edición en español, 2008 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 978-968-23-2025-5 primera edición en portugués, 1994 © ana maría araüjo freire publicada por editora paz e térra, s.a., sao paulo, brasil título original: cartas a Cristina derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico

ÍN D IC E

11

PREFACIO, p or ADRIANO S. NOGUEIRA

17

INTRODUCCIÓN

21

PRIMERAS PALABRAS

31

PRIMERA CARTA

38

SEGUNDA CARTA

42

TERCERA CARTA

53

CUARTA CARTA

57

Q UINTA CARTA

66

SEXTA CARTA

75

SÉPTIMA CARTA

85

OCTAVA CARTA

89

NOVENA CARTA

92

DÉCIMA CARTA

97

UNDÉCIMA CARTA

126

DUODÉCIMA CARTA

163

DECIMOTERCERA CARTA

164

DECIMOCUARTA CARTA

178

DECIMOQUINTA CARTA

185

DECIMOSEXTA CARTA

192

DECIMOSÉPTIMA CARTA

198

DECIMOCTAVA CARTA

210

CARTA DE CRISTINA NOTAS, por ANA MARIA ARAÚJO FREIRE

[7 ]

213

A A rn a ld o O rfila R eyn a l, cuyo testim on io de am or a la cultura, expresado en su in can sable dedicación a la cau sa del libro, y su am or a la libertad, lo h acen a cre ed o r de n u estra resp eto y de n u estra adm iración

A A n a M aría, m i m u jer, no sólo con m i a grad ecim ien to por las n ota s con las que p o r seg u n d a vez m ejora un libro m ío, sino tam bién con m i a dm iración por la m a n era seria y rigu rosa con que siem pre trabaja

P R E F A C IO A P a u lo F reire, p ro fe s o r

a m ig o

En realid ad , au n q u e h a y a sido in stiga d o p or el texto de Paulo, es con u s te d le c to r, le c to ra , con q u ie n q u iero c o n v e rs a r. Cartas a Cristina es un texto del recu erdo, sobre la m em oria. A l com ien zo, y a en las "prim eras p a labras", dice: "M e g u sta ría [le dijo C ristin a a Paulo cierto día] que m e fueses escribiendo cartas contando algo de tu p r o p ia v id a , d e tu in fa n c ia , y q u e p o c o a p o c o m e fu e s e s re la ta n d o las idas y ven id a s p o r las qu e te fu iste tra n sfo rm a n d o en el E d u ca d or qu e h o y eres." No en va n o co m ien zo h a b la n d o de la m em o ria . Pido a los le c ­ tores y las lectora s qu e lo ten gan p resen te. V a m o s a averigu ar, a lo la rg o d el lib ro, q u é e s lo q u e h a c e P a u lo F reire con el tra b a jo sobre la m em oria. Los griegos la llam aban M nem osyne. Me parece im portante recordar el significado de este trabajo con M nem osyne: Mnemosyne, o Mnemosina, viene del verbo griego mímnéskeín, "recordar". M nem osina personifica la memoria. Profundam ente am ada por Zeus, ella concibió a las musas. B uscando un nom bre para sus hijas, las m usas, M nem osina derivó de men-dh, que en griego clásico quiere decir: fijar el espíritu sobre u n a idea, fijarlo com o arte-creación. El voca b lo que dio nom bre a las hijas de la M em oria (musa) está relacionado, por lo tanto, con el verb o manthánein, que sign ifica aprender, apren der m ediante el ejercicio del espíritu poyético.

¿Y p o r q u é la d ivin id a d su p rem a h a b ría a m a d o tan p ro fu n d a ­ m ente a M nem osina? ¿P or qué la pasión por la m em oria? ¿Por qué hijas tan especiales? Luego de la victoria sobre los titanes, los elementales, los dioses pidieron a Zeus que crease divinidades m em oriales. Le pidieron divinidades cuyo canto celebrase la victoria de los olímpicos sobre los elementos. En nueve noches, en el lecho de Mnemosyne, fueron concebidas las musas, aquellas cuya lengua preside el Pensamiento en todas sus formas: la sabiduría, la elocuencia, la persuasión, la poesía, la historia, la matemática, la astrono­ mía, la música y la danza.

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A D R IA N O S. N O G U E IR A

El tra b a jo de Pau lo es u n a esp ecie de trayecto, un p a sa m a n os con ayuda del cual hacemos viajes de pensamiento, "idas y venidas" d ice el tex to . A m í m e q u ed ó m u y cla ro lo sig u ien te: n o se tra ta de un recordar ensim ism ado, cosa que los antiguos hacen a fuerza de sa b er qu e tod o día es oca sión de resca ta r los sign ificad os qu e los in d ivid u o s h em os ido p erd ien d o en el d ev en ir de las d eterm i­ n acion es. R ec o rd a r es m ás qu e esto -y por ello la vejez es sabia-, e s u n tr a y e c to d e id a s y v e n id a s . N o s e t r a t a d e u n r e tr o c e s o in term in a b le; el texto no es u n a co rrien te de re cu erd o s de Pau lo Freire qu e su rg iera com o em b u d o de la esp ira l del tiem po. No se trata de estrechar, sino de abarcar y ensanchar la com prensión de lo s e sla b o n es. E ste tra b a jo de m e m o ria t ra s m ite al le c to r y a la lectora cierto bienestar de participar, corno si fuese un viento suave de veran o que am p lia ra y en sa n ch a ra las relacion es del lector y la lectora con su propio país. El B rasil distante, lugar de hace m ucho tiem p o (de los años trein ta o cu arenta), no se presen ta corno u n a estep a rem ota, en vu elta en la n eblin a, re co rrid a ú n ic a m en te por lo s v u e lo s de la v o lu n ta d de lo s a n cia n o s. Y éstos, a q u e llo s con cu ya m e m o ria se configu ran los h ech os de aquel Brasil ancestral, no son una esencia hum ana surgida del tiem po y de la circu nstan­ cia. Son Seres H um anos, siem pre m u y concretos. M e atrevo a decir: ésta es laprim erísim a opción, la marca de Paulo Freire. Decir Seres H u m an os es decir proceso, que exige el trabajo in te ra ctivo del a u to co n o cim ien to . P ero ¿c ó m o es q u e Pau lo d e li­ m ita este trabajo? T o m a r d ista n cia es un acto in telectu al que fo r­ m a liza la experiencia, h u m an izan d o su tiem po. Paulo, y o diría, va sien do poseíd o por la M u sa de la Sabidu ría... [Asomarme al pasado...] es un acto de curiosidad necesario. A l hacerlo tom o distancia de [mi infancia], la objetivo, buscando la razón de ser de los hechos en los que m e vi envuelto y de sus relaciones con la realidad social en la que participé. Recordar es, así, perfilar el tiem po. Es traerlo a sus respon sabi­ lid a d es h u m an as. Se tra ta de asu m ir el tiem p o com o m ed id a h u ­ m a n a , co m o H isto ria . C a d a u n o de lo s p a s o s d a d o s m o d ific a el fu tu ro y, sim u ltá n ea m en te, re ex p lica el pasado. Es u n a p o stu ra frente al presente, sin lu gar a dudas... Los "ojos" con los que "reveo" y a no son los "ojos" con los que "vi". Nadie habla de lo que y a pasó a no ser desde y en la perspectiva de lo que está pasando.

PR E F A C IO

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A fin ca d a en el p resen te h istórico: he aquí una segunah opción de Paulo. El mundo, la vida y las ciudades, siendo hum anes, son m u ­ dables, son el lu ga r ep istem ológico de las tran sform a cion es. Q ue el lecto r y la lecto ra co rro b o re n la co n c ep ció n de esta opción ... Jamás, ni siq u iera cu ando aún m e resu lta b a im p osib le com p ren d er el origen de nuestras dificultades, m e he sentido inclinado a pensar que la vida era lo que era y que lo mejor que se podía hacer frente a lo; obstáculos era sim plem ente aceptarlos [...] desde la más tierna edad y a Tensaba que el m undo tenía que ser transformado.

Pien so qu e va le la p en a averigu a r cóm o se fu e dan do este p ro ­ ceso. La p reg u n ta sería: ¿ cóm o fu e q u e se in corp o ró al m o d o de p e n s a r de P a u lo el so p lo y el cá n tico de la M u s a de la H isto ria ? (a q u ella qu e segú n A ristó teles p resid e el m ovim ien to, el cam b io y la contingencia). E ntre n osotros, estim ado lector, estim ad a lectora, el desafío de la lectu ra de este libro es averigu ar de qu é m odo se constitu yó en él, en Paulo, el Educador. El modo com o él constituye la objetividad es estim u la n te. El trato con el o b jeto m u es tra un cam in o. Q u izá el tra yecto p ed agógico de a p re n d e r a tra vés del ejercicio d el e sp í­ ritu p o yético . B a jo el en fo q u e de la n a rra tiva -q u e en el fo n d o es s u c o n c e p c ió n e n la le c tu ra - u n d e te r m in a d o o b je to n u n c a e s n a tu ra leza m u erta, algo im p u esto p o r lo cotidian o. El objeto y la o b jetivid a d son o ca sión de lectu ra y relectu ra . B a jo el tra b a jo de la cu rio sid a d los ob jetivo s aparecen , d esn u d a d o s en su tra m a de in teracciones. Esto lo observé m u y esp ecialm en te en dos casos: el pian o alem án de la sa la de visita s y la co rb a ta del capitán Tem ístocles. H a cien d o com o un ju e g o teórico (el d ista n cia m ien to re fle ­ x ivo ) el en fo q u e d is c rim in a es to s o b jetos, lo s d es crib e a n a lític a ­ m ente y, hablando de las interacciones del objeto, nos deja entrever el "ejercicio d el esp íritu poyético", co n stru yen d o la a m p litu d h is­ tórica de las sign ificacion es. El lecto r o la lecto ra p o d rá n leer: Dándose a m i curiosidad, el objeto es conocido por mí. Sin em bargo, mi cu riosidad fren te al m undo, al "no yo", pu ede ser tanto pu ram en te es­ pontánea, desarm ada, ingenua, que aprehende al objeto sin alcanzar la posible razón de ser del m ism o, o puede, transform ándose en virtud de u n proceso en lo que llam o cu riosid ad epistem ológica, ap reh en d er no sólo el objeto en sí sino la relación entre los objetos, percibiendo la razón de ser de los mismos.

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A D R IA N O S. N O G U E IR A

P a u lo se d a c u e n ta (y n o s c u e n ta ) de la c o m p le jid a d de e s ta ep istem o log ía . Yo d iría q u e es un m o d o de h a b érse la s con la c u ­ riosid a d , un m o d o de tra ta r la c o rp o ra lid a d de la ep istem o logía. A veces se le ocu rre cierta con versa ción u n ilateral, su bjetivísim a, en a lgu n a in flexión de su corporalidad... ...el hábito que h asta el día de hoy m e acom pañ a de entregarm e de vez en cu an do a un p rofu n d o recogim ien to sobre m í m ism o, casi com o si estuviese aislado del resto [...] Recogido [...] m e gusta pensar, encontrarme en el ju eg o aparente de perderme... A partir de ahí desarrolla aqu ella objetividad que he m en cio n a ­ do. S a le d e sí, al m u n d o . R e la c io n a n d o , te jie n d o , p ro p o n ie n d o hilos de inteligibilidad. B u scando la razón de ser de los fen óm en os y de los objetos. En el texto ese m ovim ien to de b ú sq u ed a p o d ría d ecirse qu e es una tercera opción de Paulo. Se tra ta de la le c tu ra de la realid ad . Pero... ¿qué es lo que la exige? ¿Por qué esa preocupación de Paulo p o r la lectu ra ? O b serven , el le c to r y la lectora, q u e esta m o s d es­ cu b rien d o en Pau lo Freire al E d u cad or. Pau lo "llegó" a la E d u ca ­ c ió n p o r e l v ig o r c o h e r e n te d e u n a c o n v ic c ió n : e l s e r h u m a n o extrae de sí y de sus in teracciones u n a sobrehu m an idad (lo que él d en o m in a v o ca ción de ser m ás). Y edu car (exducere) es extraer, o, utilizan do térm inos "freireanos", es ayu dar a parir. El ser hum ano es partero de su propia sobrehu m anidad educándose para ella. En la co n cep ció n de Pau lo la ed u ca ció n co n stitu ye un cierto tipo de a n tic ip a c ió n : la p r á c tic a e d u c a tiv a a n tic ip a el "ser m á s " d el ser hum ano (sus térm inos son: el gusto vivo por la libertad). La lectura del m u n d o a n teced e a la lectu ra de la palabra. ¿ P o r qu é? Porqu e la c o n c ie n tiz a c ió n r e d a c ta la to m a de c o n c ie n c ia , en el s e n tid o m ism o de redigere: v o lver a digerir. El lector y la lecto ra podrán p rofu n dizar en esta coherencia. La p o sib ilid a d in te lectiva de abstraerse, y de ese m odo co n c eb irs e a sí m is m o y a lo s o b jetos, a lc a n z a (co n s titu ye ) la ra zó n de se r de los fen ó m en os y de los objetos. E sta objetivid a d n ecesa ria es u n a in tera cció n p erm a n en te, es un acto h u m a n o de a su m irse y re co ­ n ocerse dentro de la m u tabilidad del m undo. TODO ESTO dem anda la lectura, estim ado lector, estim ada lectora. E pistem ológicam en te coherente, Paulo propone una tercera opción vital. Yo m e atrevería a decir: la tercera gran opción freirea n a es una determinada concep­ ción de la lectura. Por m edio de la lectu ra u n a racion alidad reflexiva

P R E F A C IO

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t o m a a lg o d e la m a t e r ia b r u t a d e l m u n d o y lo lee. L e e r e s u n en ten d im ien to participativo. Leer y p ron u n ciar la pa la b ra es re co ­ n ocerse d en tro del en gen d ra rse de la realidad. ¿Y cóm o es que Paulo Freire lee la realidad? V oy a citar un caso tom a d o d el libro. H a b la n d o de la a lfa b etiza ció n y el a p ren d iza je, s it ú a (o b je tiv a ) a u n n iñ o d e la p e r ife r ia d e R ec ife. E la b o r a u n perfil de ese niño. A l h acerlo, tra za p arám etros de recon ocim ien to y de in terp retación . No precisaba consultar estudios científicos acerca de la relación entre la desnutrición y las dificultades de aprendizaje. Yo tenía un conocim iento de prim era m ano, existencial, de esa relación. P o d ía v erm e en aqu el p erfil raqu ítico, en los ojos gran d es, a veces tristes, en los brazos alargados, en las piernas flacuchas de m uchos de ellos. En ellos reen con tra b a tam bién a algu n os de m is com pañ eros de infancia [...] Toin h o M orango, Baixa, Dourado, Reginaldo.

La lectu ra "freirea n a" de la re a lid a d es g e og rá fica , es política, es e s té tic a , es o rto p é d ic a , e s p s ic o s o c io ló g ic a , e s filo ló g ic a y es a fe c t iv a (é l u t iliz a e l té r m in o o p t im is t a ). ESTAMOS FRENTE A UN M O D O D E LECTURA QUE A R TIC U LA e le m e n to s d e la re a lid a d q u e cierta tra d ició n occid en ta l in siste en sep arar, d icotom izan d o. En esta lectura SE ARTICULAN su bjetivid ad /objetividad, corporalidad/ abstracción, poesía/ciencia. Esta lectura se sitúa tal y como antaño p o d ría h a b erse situ a d o un griego p o seíd o p o r M n em o syn e y que, "cantado" por las m usas, desarrollara el aprendizaje m ediante m o ­ vim ientos poyéticos del espíritu. Es com o el habla interdisciplinaria de las m u sas, litera lm en te "rea liza n d o" con la m em o ria un m odo de a p re h en d e r (de a sistir al p a rto de) la realidad. R ep itien d o lo qu e y a he dich o, el desafío es a co m p a ñ a r el su r­ gim ien to de u n a co n cien cia de E du cador. En este febrero lluvioso del verano de 1994 A D R IA N O S. NO G U EIRA

IN T R O D U C C IÓ N

Escribir, p ara mí, es tanto un placer profu n dam en te experim en ta­ do co m o u n d e b e r irrecu sa b le, u n a ta rea p o lítica q u e es p reciso cumplir. La a legría de escribir p erm ea tod o m i tiem po. C u an do escribo, cu a n d o leo, c u a n d o leo y re le o lo q u e h e esc rito , cu a n d o re cib o la s p rim e ra s p ru e b a s im p resa s, cu a n d o m e lle g a de la ed ito ria l, a ú n tibio, el p rim er e jem p la r d el lib ro y a editado. E n m i e x p e r ie n c ia p e rs o n a l, esc rib ir, leer, re le e r la s p á g in a s escritas, com o tam bién leer textos, ensayos, capítulos de libros que tratan el m ism o tem a sobre el que estoy escribiendo o tem as afines, es u n p roced im ien to h ab itu al. N u n ca vivo un tiem p o de p u ro es­ crib ir, p o rq u e p a r a m í el tie m p o de la e s c ritu ra e s el tie m p o de lectura y de relectura. Todos los días, antes de com enzar a escribir, ten go qu e re leer las ú ltim a s ve in te o trein ta p á gin a s d el tex to en qu e trabajo, y de esp acio en esp acio m e obligo a leer tod o el texto y a escrito. N u n ca h ago u n a cosa solam ente. V ivo in ten sam en te la re la c ió n in d ic o to m iz a b le e sc ritu ra -lectu ra . L eer lo q u e a ca b o de e s c rib ir m e p e rm ite e s c rib ir m e jo r lo y a e sc rito y m e e s tim u la y a n im a a escribir lo aún no escrito. Leer críticam en te lo qu e escribo, en el preciso m om en to en que esto y en el p roceso de escribir, m e "habla" de lo a certa d o o no de lo q u e e s c rib í, d e l a c la r id a d o n o d e q u e fu i ca p a z . E n ú lt im a in sta n cia , le y e n d o y re le y e n d o lo q u e e s to y e s c rib ie n d o es com o m e v u e lv o m á s a p to p a ra esc rib ir m ejor. A p re n d e m o s a esc rib ir c u a n d o , le y e n d o co n rig o r lo q u e e s c rib im o s , d e s c u b rim o s q u e som os capaces de reescribir lo escrito, m ejorán dolo, o m an tenerlo porque nos satisface. Pero, com o dije antes, escribir no es sólo una cu estió n de s a tisfa cció n p erso n a l. No esc rib o so la m e n te p o rq u e me da placer escribir, sino tam bién porque me siento políticam ente com p rom etid o, p o rq u e m e g u sta ría p o d er co n v en c er a otras p er­ son as, sin m en tirles, de q u e va le la p en a in te n ta r el su eñ o o los s u e ñ o s de q u e h a b lo, so b re lo s q u e esc rib o y p o r lo s q u e lu ch o. L a n a tu ra le z a p o lític a d el a cto de escrib ir, p o r su p a rte, im p o n e com prom isos éticos que debo asu m ir y cum plir. No le puedo m en ­ [1 7 ]

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tir a los lecto res y lectoras, ocu ltan do verd a d es delib eradam en te, n o p u e d o h a c e r a firm a c io n e s sa b ien d o q u e n o son ve ríd ic a s ; n o p u ed o d a r la im p resió n de qu e poseo con o cim ien to s so b re esto o so b re a q u e llo si n o es así. No p u e d o cita r u n a sim p le frase, sugi­ rie n d o a los lecto res que leí la o b ra co m p leta del au tor citado. Me fa lta rá au torid ad p a ra contin u ar escribien do o h ab lan do de Cristo s i d is c r im in o a m i v e c in o p o r q u e e s n e g ro , ig u a l q u e n o p o d r é in sistir en m is decires progresistas si, adem ás de discrim in ar a mi v e c in o p o r ser n egro, ta m b ié n lo d isc rim in o p o rq u e es o b rero, y a su m u jer porqu e es negra, obrera y m ujer. Q u e no se d ig a qu e e s to y d eja n d o el ejercicio de esc rib ir a los puros ángeles. No, escriben hom bres y m ujeres som etidos a límites qu e d eb en ser lo m ás con ocid os p osib le p o r ellos y ellas m ism os. Lím ites ep istem o lógicos, econ óm icos, sociales, raciales, de clase, etc. U n a e x ig e n c ia é tic a fu n d a m e n ta l a n te la cu a l s iem p re d eb o esta r a ten to es la qu e m e im p on e el co n o cim ien to de m is p ropios lím ites. Y es q u e n o p u ed o a s u m ir p le n a m e n te el m a g is te rio sin enseñar, o enseñando mal, desorientando, falseando. En realid ad , no puedo enseñar lo que no sé. No enseño lúcidam ente cuando apenas sé lo que enseño, sino cuando conozco el alcance de m i ignorancia, cu a n d o sé lo qu e sé y lo qu e no sé. S ólo cu a n d o sé ca b a lm e n te qu e no sé o lo qu e no sé, h ab lo de lo n o sa b id o n o co m o si lo su p ies e, sin o co m o u n a a u s e n c ia de c o n o cim ien to su perable. Y así es com o p a rto m e jo r p a ra co n o cer lo aún no sabido. D ifícilm ente cum plo con esta exigen cia sin h u m ildad. Si no soy h u m ilde, m e n iego a recon ocer m i in com peten cia, qu e es el m ejor cam ino para superarla. Y la incom petencia que escondo y disim ulo acaba por, desnudándose, desenm ascararm e. Lo q u e se e s p e r a d e q u ie n e s c rib e co n r e s p o n s a b ilid a d es la b ú sq u ed a perm an en te, in saciable, de la pureza que rech aza la h i­ p o cre sía purita na o la desfachatez del desvergonzado. L o que se espera de qu ien en señ a, h ab lan do o escribien do, en ú ltim a in sta n cia tes­ timoniando, es que sea rigu rosam en te coherente, que no se pierda en la en orm e d ista n cia en tre lo qu e h ace y lo qu e dice. C u m pliendo ahora la vieja prom esa de escribir Cartas a Cristina, en q u e h a b lo de m i in fa n cia , m i a d o lescen cia , m i ju v e n tu d y m i m a d u rez, de lo q u e h ice con la a y u d a de o tro s y el d es a fío de la p r o p ia re a lid a d , te n d r ía q u e p e r c ib ir - a m i m o d o de v e r-, co m o con d ición sine qua non p a ra escrib ir, q u e d eb o s e r lea l ta n to a lo

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qu e viví com o al tiem p o h istórico en qu e escrib o so b re lo vivid o. Y es que cuando escribim os no nos podem os exim ir de 1Gcond ición de seres h istóricos que som os. De seres in serta d os en las tram as sociales en que particip am os com o objetos y sujetos. Cuando hoy, tom ando distancia, recuerdo los m om entos que viví ayer, debo ser, al describir la tram a, lo m ás fiel que p u ed a a lo sucedido, pero por el otro lado debo ser fiel al m om en to en que recon ozco y describo el m o m e n to v iv id o . L o s "o jo s " con lo s q u e "re v e o " y a n o son lo s "o jo s " c o n lo s q u e "vi". N a d ie h a b la d e lo q u e y a p a s ó a n o se r desde y en la p e r s p e c tiv a d e lo q u e está pasando. L o q u e n o m e p a re ce vá lid o es p re te n d e r q u e lo qu e p a só de cierta m a n era d e ­ b ería haber pasado com o posiblem en te pa sa ría en las condiciones d ife r e n t e s d e h o y . P o r ú ltim o , e l p a s a d o s e c o m p r e n d e , n o se cambia. En este sen tid o, al re fe rir m e , p o r e je m p lo , e n d ife r e n te s m o ­ m entos de estas cartas, a las tradiciones autoritarias de la sociedad brasileñ a , al tod op o d erosism o de los señ o res so b re tierra s y p er­ so n a s, ta m b ié n e s tá im p líc ito -cu a n d o n o ex p lícito - el re c o n o c i­ m ien to de que h oy vivim os u n a de las situ a cion es h istórica s m ás significativas de n u estra v id a política en lo que toca al aprendizaje dem ocrático. En la h istoria, h em os llegad o a ser capaces de vedar a un presi­ d e n te ' q u e , e le g id o p o r e l p u e b lo p o r p r im e r a v e z d e s p u é s d e trein ta añ os de régim en p o p u la r arbitrario, tra icio n ó a su propio p u eblo. Si las cosa s no se d ieron con el rig o r qu e se esp eraba, si to d a v ía n o se h a lle g a d o a la s ú ltim a s c o n s e c u e n c ia s , d e b e m o s co n v e n ir en q u e v iv im o s u n p ro ce so . Lo q u e n o s ca b e h a c er, r e ­ co n o cien d o la n a tu ra leza del proceso, la re sisten cia a la seried a d y a la d e c en c ia q u e en tre n o so tro s h a ca ra cteriza d o al p o d er d o ­ m inante, es fortalecer las in stitu cion es dem ocráticas. Lo qu e d eb e p reocu p a rn os es m ejora r la d em o c ra cia y no a p e­ d re a rla , s u p rim irla , c o m o si fu e r a la ra z ó n d e la d e s v e rg ü e n z a im perante. D ebem os preocu p arn os por fortalecer el Congreso. Los que actú an con tra él, los que lo acorralan, son los en em igos de la lib ertad . H a y ta n ta s p ro b a b ilid a d es de qu e en el C o n greso' h a y a h om bres y m u jeres corruptos com o de que los h aya decentes. Pero ta m b ién h a y corru p to s en otras in stitu cion es. C o n sid era n d o qu e som os seres fin itos, su jeto s a la ten tación , lo qu e d eb em o s h acer es p erfecc io n a r las in stitu cion es, red u cien d o las fa cilid a d es p a ra las prácticas antiéticas.

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D ondequ iera que h oy en el m u ndo se esté poniendo al desnudo la co rru p ción , ca stiga n d o con m a y o r e fic a c ia a los cu lp a b les, es obra de la dem ocracia y no de dictadu ras. Lo que debem os hacer, repito, es m ejorar la dem ocracia, h a cerla m ás eficaz, redu cien do, p o r e je m p lo , la d is t a n c ia e n tr e e l e le c to r y e l e le g id o . E l v o to distrital acorta la distan cia, p o sib ilita qu e el elector fiscalice re a l­ m e n te al c a n d id a to q u e v o tó y, h a c ie n d o m e n o s d is p e n d io s o el p leito , p o s ib ilita su m a y o r seried a d . No es con re g ím e n e s de e x ­ cep ción com o le en señ a rem os d em ocra cia a nadie; no es con u na p ren sa a m ord a za d a com o a p ren d erem os a ser p ren s a libre; no es en el mutismo corn o a p ren d erem os a hablar, n i es en la lic e n c ia com o apren d erem os a ser éticos. H a y algo qu e se h a dado en tre n osotros casi a ccid en ta lm en te, y q u e d eb ería ir h a c ién d o se co stu m b re p o r lo evid en te de su n e­ cesidad: la u nid ad pragm ática de las izquierdas. No se explica que con tin u em os sep arados en n om bre de divergen cias a veces adver­ biales, ayudando de esa forma a la derecha singular, que se fortalece frente a la fragilidad provocada por el antidiálogo de las izquierdas entre sí. U n a de las exigen cia s de la p o sm o d ern id a d p rog resis ta es qu e no estem os d em asiado segu ros de n u estras certezas, al contrario de la ex a g era c ió n de certeza s de la m o d ern id a d . T a m b ié n se im ­ p o n e el diálogo entre los diferen tes, p a ra qu e así p od a rn os contra­ decir, con p o sib ilid a d e s de victoria , a los a n ta gó n icos. Lo qu e no podem os hacer es transform ar una divergencia adjetiva en sustan­ tiva ; p ro m o v e r u n d es a c u e rd o co n c ilia b le al ra n go de o b stá cu lo in franqu eable; tratarn os entre las izquierdas com o si estu viésem os entre la izq u ierd a y la derecha: h acien d o pactos entre nosotros, en lu ga r de p rofu n d iza r en el d iá lo go n ecesario. Es evidente que mis nietos y mis nietas verán y vivirán un tiempo m á s crea d o r, m e n o s m a lv a d o y p e rv e rs o q u e el q u e y o v i y viví, pero tu ve y ten go la a legría de esc rib ir y esta r e sc rib ien d o so b re lo que, ocu rrien do ahora, a n u n cia lo qu e ven drá. E s con ese esp íritu en ra iza d o en el a h o ra con el q u e v u e lv o a p e n s a r lo q u e viví. P or ta l m o tiv o e s ta s ca rta s, q u e n o e sc o n d en nostalgias, en n in gú n m om en to son n ostálgicas.

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M i experien cia del exilio no deb e de h a b e r sido n i la m á s n i la m en os rica en cartas a am igos y am igas. M u ch o m ás con stan te e incluso intensa fue m i correspondencia con estudiantes o m aestros que, al pasar por Santiago o al ser in form ados en sus países sobre lo q u e y o h a b ía h e c h o e n e l B r a s il y c o n t in u a b a h a c ie n d o , d e m a n e ra a d ecu a d a , en C h ile, m e e sc rib ía n , y a p a ra c o n tin u a r el diálogo antes iniciado, ya para iniciar pláticas, algunas de las cuales prosigu en h asta hoy. Ese proceso m e acom pañ ó en m is andan zas de exiliado. De Chile a Estados Unidos, de Estados Unidos a Suiza, don d e viví d iez años. No im porta por qué razón despertam os un día en tierra extraña. El hecho de experim entarlo trabaja, con el tiempo, para que nuevas s itu a c io n e s n o s re -p o n g a n en el M u n d o . Lo m is m o o c u rre con quien se quedó en su tierra de origen. La historia no se va a detener por ellos y ellas, a la esp era de que el tiem po de n u estra a u sen cia p a se y al fin al p o d a m o s v o lver a d ecirles en el p rim er en cu en tro, qu e no sería un reen cu en tro : "com o te ib a d icien d o". Las cosas cam biaron y n osotros tam bién. A estas alturas estoy seguro de qu e debo advertir a lectores y lectoras qu e y a h an leído an teriores reflex ion es so b re el exilio en u no u otro de m is libros, qu e no m e esto y d esd icien d o. D e n in g u n a m an era. En los "b a sti­ dores" de estas necesarias "re-posiciones" en el m undo, en el m u n­ do de los qu e ca m b ia ro n de m u n d o y en el origin a l de los qu e se qu edaron , p o rq u e p u d ieron o p o rq u e h iciero n posible, con valor, el acto de q u ed a rse , ex iste tod o el d ra m a tis m o , de q u e ta n to h e h ablado, del desarraigo. E xiste la p len a n ecesid ad , vivid a con a n ­ gustia, de aprender la gran lección h istórico-cultu ral y política de, o cu p á n d on os en el co n tex to prestado, h a c er del nu estro, qu e no abandon arn os pero del que estam os lejos, n u estra pre-ocupación. * Cuando las razones que nos em pujan de nuestro contexto hacia otro con texto diferen te son de n a tu ra leza visib lem en te política, la

* Véase Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza, un reencuentro con la "Pedagogía del oprimido'', México, Siglo XXI, 1994. [2 1 ]

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p osib le corresp o n d en cia en tre los qu e p arten y los que se qu edan co rre in d is c u tib le m e n te el rie sgo de crea rle p r o b le m a s a a m b a s partes. U no de ellos es el m iedo, ba sta n te concreto, a la p ersecu ­ ción, ta n to d el ex ilia d o y su fa m ilia com o del q u e se q u ed ó en el país. Podría escribir largas páginas, en un estilo de "aun qu e u sted no lo crea", sobre persecuciones sufridas por exiliados y sus familias y p o r b ra s ile ñ o s y b ra s ile ñ a s q u e a q u í se q u ed a ro n y a q u ien e s algún amigo menos cauteloso escribió cartas insensatas o demasiado bien escritas que no pu dieron ser correctam en te com pren didas por los m aestros de la censura. N u n c a o lvid o , p o r e je m p lo , la p o s ib ilid a d q u e tu v im o s c ie r ta ta rd e en S an tiago, ofrecid a p o r un so ció logo ra d io a ficio n a d o qu e tra b a ja b a en N acion es U n id as, de con versar, p o r in term ed ia ción de otro radioaficionado de Recife, con n uestros fam iliares. Fuim os absolu tam en te cau telosos. Palabras m edidas. C on versación p u ra ­ m ente afectiva. A con tin u ación , el m ism o a m igo se ofreció p a ra qu e el político pau lista Plínio Sam paio, exiliado com o yo, h ab lase con su fa m ilia en Sao Paulo por in term ed ia ción de otro ra d ioaficion ado, ca su a l­ m e n te a m ig o de Plínio. Y o e s t a b a a l la d o d e Plín io y re cu erd o com o si fu ese a h o ra qu e en cierto m om en to le h ab ló al a m igo de la n osta lgia qu e ten ía de las seren ata s que h acían o en que p a rti­ cip a b a n ju n to s , y a ñ a d ió q u e esta b a seg u ro de q u e p ron to -esas segu ridades de los n ostálgicos- estarían ju n to s cantando y oyendo cantar. A la e s c u c h a e s t a b a u n o d e e s o s g e n io s d e lo s "s e r v ic io s d e in teligen cia". Im agino la alegría con que com u n icó a su no m enos ge n ia l je fe qu e Plínio S am paio se p reparaba para regresar y orga­ nizar la gu errilla en Sao Paulo. S e ría la p r im e r a g u e r r illa de to c a d o r e s d e s e re n a ta , a la qu e ciertam en te no faltarían Silvio C aldas y Nelson Gongalves. Resul­ tado: al am igo de Plínio le cancelaron su licencia para operar como ra d io a ficio n a d o , su sp e n d ié n d o le así su en treten im ien to de fin de sem ana. No sólo su en treten im ien to, sino prin cip alm en te su p o si­ b ilid a d de a yu d a r y de servir a otros -su eñ o de los ra d io a ficio n a ­ dos-, adem ás de haber quedado, de aquella tarde en adelante, bajo la m ira irra cion a l de los a gen tes de la represión . Por todo esto siem p re fui m u y p a rsim on ioso en relación con el h o rizo n te de a m ig o s o a m ig a s a q u ie n e s e s c rib ía en el B ra sil en los tiem p os d el exilio, así co rn o b a sta n te d iscreto en cu a n to a lo

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qu e escribía. T e m ía crear d ificu lta d es a m is am igos por ca u sa de alguna frase m al pensada. A dem ás de m i m adre, que m urió antes de que y o pu diese volver a verla y a qu ien escrib ía casi sem a n a lm en te, a u n q u e fu ese sólo una postal, de mis hermanos y mi hermana, una prima, mis cuñados y d o s so b rin a s, u n a de ella s C ristin a , h a b ía co rn o m á x im o u n a d ocen a de am igos y am igas a qu ienes escrib ía de v e z en cu ando. Estoy convencido, inclusive, de que nosotros, hom bres y mujeres que vivim os la trágica negación de n u estra libertad, desde el dere­ ch o al p a s a p o rte h a s ta el m á s leg ítim o d erech o de volver a casa, pasando por la prerrogativa de escribir despreocupadam ente cartas a n uestros am igos, deberíam os decir constan tem en te a los jó ven es de hoy, m u ch os de los cuales ni siqu iera h abían llegado al m undo p a r a a q u e l e n to n c e s , q u e to d o e s o e s v e r d a d . Q u e to d o e s o y m ucho, m u ch ísim o m ás que eso, sucedió. La in h ib ición qu e se n os im p u so p a ra lim ita r n u estro d erech o de escribir cartas, las fantasías diabólicas y estúpidas alim entadas p o r los ó rga n os de la rep resión p o r ca u sa de tal o cu a l sustantivo, de esta exclamación o de a q u ella interrogación, o por cau sa de esos in ocen tes tres p u n titos casi siem p re in ju stificados, las su pu estas reticencias, todo eso era sólo un segundo en el tiem p o in m en so en el que el arbitrio m ilita r se m o vía en carcelan do, tortu ra n d o h asta m atar, h a cien d o d es a p a recer person as, en sa n g ren ta n d o cu erpos qu e d espu és de las céleb res "sesion es de la verdad" vo lvía n a sus celdas casi sin vida. Cuerpos entorpecidos pero llenos de dignidad, en m a ca b ro d es file p o r el corred or, d es n u d w y m a n ch ad os, an te las celdas en que sus com pañeros y/ o com pañ eras esperaban que les lleg a ra el m om en to. Es p reciso decir, v o lver a decir, m il veces d ec ir qu e tod o esto su ced ió. D ecirlo con m u ch a fu erza p a ra qu e nunca m á s,3 en este p aís, te n g a m o s q u e d e c ir o tr a v e z q u e esta s cosas sucedieron. U n día, en u n a ta rd e del in v ie rn o g in eb rin o , re c ib í u n a b reve ca rta de m i m adre. T riste, m ás qu e triste ofen dida, m e d ecía qu e no co m p ren d ía la razón p o r la q u e y o h a b ía d eja d o de escribirle. U n p oco in g en u a m en te m e p reg u n ta b a si h a b ía d ich o algo e q u i­ v o ca d o en a lg u n a de su s ca rta s p a sa d a s. Lo ú ltim o q u e h u b iera pensado era que, por m aldA±d, solam ente por m aldad, algún bu ró­ crata del golpe interceptara mis cartas o las postales que le enviaba tod as las sem anas. C artas de pu ro cariño, de p u ra esp eran za, de a legría de niño. C a rta s en las qu e ja m á s , ni s iq u iera m e ta fó ric a ­

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mente, se hacía referencia a la política brasileña. Era pura maldad. Entonces le escribí seis cartas, dirigiéndolas a am igos en África, en los E stados U nidos, en Can adá, en A lem an ia, p id ién d o les que se las en via sen a su d irecció n de C am pos, en el esta d o de Río de Janeiro. O bviam ente, a cada uno le expliqué la razón de m i pedido. A lgú n tiem po d espu és ella m e escribió felicísim a, con tán dom e de la alegría de estar recibiendo cartas m ías de tan diferentes lugares del m undo. Entonces debe de h aber com pren dido la m aldad que h ab ía p ro ­ vocado mi silencio, roto por la solidaridad de mis amigos, a quienes e sc rib í a gra d ecien d o , en m i n o m b re y en el de ella, su ge sto fra ­ tern alm en te am oroso. H u b o un tiem p o en qu e la re p res ió n se in ten sificó y la co rre s ­ pondencia necesariam ente dism inuyó, se hizo escasa. Fue el perio­ do in au gu rado por el A I-5 (Acto In stitu cion al nú m ero 5, del 13 de diciem bre de 196 8).4 Mi madre y los m iem bros de mi fam ilia apenas m e escribían. En aquel periodo hubo personas de las que supe que estuvieron en G in eb ra , no im p o rta p o r q u é m otivo, qu e evita ro n visita rn os. T a l v e z p o r m ie d o d e q u e a l v o lv e r a B r a s il lo s lla m a r a n p a r a preguntarles qué habían oído de mí, si estaba pensando en regresar p a ra o rg a n iza r u n a gu errilla . El p o d er a rb itrario lo gra im p on erse en tre otras ra zo n es porqu e, in tro y ecta d o com o miedo, pasa a ha­ bitar el cuerpo de las personas y a controlarlas así a través de ellas m ism as. D e ellas m ism a s o tal vez, dich o con m ás rigor, a través de ellas com o seres duales y am biguos: ellas y el opresor que habita en ellas. P ero ta m b ié n h u b o, y fu ero n la m a y o ría , p e rs o n a s qu e n os bu scaron . Y los qu e n os b u scaban no fu eron solam en te los y las que concordaban p olíticam en te con n osotros, con n u estra p o ­ sición; h u bo tam bién qu ienes, sien do de otra línea, n os traían su solidaridad. Para no com eter n in gu n a in ju sticia provocada por las fallas de n u estra m em oria, om ito los n om b res de los y de las que nos confortaron con su p resen cia am igable en n u estra casa. Estoy segu ro de qu e las y los qu e pasa ron por n u estra casa, dando te s ­ tim o n io de su a fecto , se a c o rd a rá n si le e n este lib ro. A e lla s y a ellos va ya u n a v ez m ás n uestro agradecim iento, despu és de tanto tiem po. U n a de a q u e lla s v is ita s n o s p ro v o c ó in m e n s o dolor. E ra u n a jo v e n p a r e ja con u n a h ijita d e tre s o c u a tro a ñ os. A c a b a b a n de llegar a G in eb ra y se dirigían a París.

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El joven era un m édico sin m ayores com prom isos políticos, pero a b so lu ta m en te solidario con su m u jer. E lla sí esta b a in volu cra d a en actividades con tra la dictadu ra. Sem i o casi destru ida, "h ech a trizas" em ocionalm ente, se salía a veces de lo concreto convencida de estar viviendo en el m om ento lo que narraba, a veces con m ucha v e h e m e n c ia , y d e re p e n te se e n c o g ía s o b re sí m is m a h a s ta ca si desaparecer en la silla frente a nosotros. En ocasion es decía cosas cuya inteligencia sólo sospechábam os. Retazos de discursos apenas im a g in a d o s a y e r en la c e ld a s o b re s u s te rr ib le s e x p e rie n c ia s , o p ron u n cia d os en ella en u n a situ ación de m áxim o riesgo. C a tó lica , tra b a ja b a en u n o d e lo s m o v im ie n to s cla n d e s tin o s ,' única oportunidad que los m ilitares golpistas dejaban a los jóven es en a q u e lla ép o ca . E n re a lid a d , el g o lp e cerró n o só lo la s puertas sino hasta las entreaberturas políticas a quienes lo rechazaban, con excepción del partido de oposición que él m ism o creó p ara hablar de d em ocra cia y qu e irón icam en te, o m ás que irón ica, d ia léctica ­ m en te, la h isto ria tra n sfo rm ó en u n v erd a d ero p a rtid o de o p o s i­ ción." Cayó prisionera, y a ello siguió in m ediatam en te la tortura, 7 p o r cuyas más diferentes y caprichosas form as de hacer sufrir tuvo que pasar. Nos h abló por m ás de tres horas. La escu ch am os com o era nuestro deber de com pañeros escucharla. La escucham os sin decir o s iq u iera in s in u a r un basta, co n v en c id o s de q u e n u e stro s u fri­ m iento de atentos oyentes ja m á s se com pararía con el de ella, que s u fr ie ra el d o lo r en su c u e rp o d e s g a rra d o p o r lo s a z o te s y c u y a m em oria, revivida entonces, ella reincorporaba al cuerpo que sufría y agonizaba de nuevo. Fu e la p erso n a en qu ien, en tod a m i ex p erien c ia de v id a h asta hoy, he sen tid o m ás la n ecesid a d de h a b la r de su p rop io p a d ec i­ m iento, de su h u m illación , de la n ega ció n de su ser, del cero a la izquierda al que h ab ía sido redu cida, ju n to con u n a p rofu n d a tris­ teza: la de que tales cosas sean posibles. Que haya personas capaces de hacerlas. Ella hablaba casi siem pre corno si estuviese discurrien­ do so b re u n a o b ra de ficción . Y lo trá gico p a ra n osotros, a q u ella ta rd e en n u e s tro d e p a rta m e n to de G in eb ra , e r a s a b er q u e en el Brasil de aquellos días la ficción era tratar a los presos con dignidad y respeto. D e re p en te lloró d iscreta m en te. Se reh izo un p oco y en ton ces hizo la afirm ación fu n dam en tal: "Un día, Paulo -m e dijo tran qu ila y m a n sa m en te, a p es a r de la ten sión q u e d eb e de h a b er cau sado

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en ella la ex p erien c ia de la qu e a ca b a b a de em p eza r a h ab lar- yo y a esta b a en la posición regu lar p a ra com en za r la sesión del pa u de-arara. Hablé y dije m uy calm ada: estoy pensando ahora en cómo los ve D ios a u sted es en este m om en to . A rm a d o s, m o n stru osos, robu stos, pron tos p a ra con tin u ar la destru cción de m i cuerpo frá ­ gil, p eq u eñ o, in d efen so ." V isib lem en te am bigu os, com o quien m ás bien no cree en Dios, pero por las dudas es m ejor creer aunque sea un poco, los hom bres perm anecieron una fracción de tiem po indecisos y después com en­ za ro n a d esatarla, en tre rezon gos, y u no de ellos q u e h ab lab a en n om bre del gru po h a sta se arriesgó a decir: "E stá bien, por h oy te vas a salvar, pero qu e D ios cam bió, eso sí, cam bió. Es in com p ren ­ s ib le q u e p u e d a a y u d a r a s u b v e rs iv o s co m o tú y a lo s p a d re s y m o n jas com o esos que andan por ahí." Y a de pie, p ara abrazarnos, ella dijo la frase que probablem en te m ás m e m arcó: "Es terrible, Paulo, pero la ú n ica v ez qu e aquellos h o m b re s d ie ro n s eñ a l de ser h u m a n o s fu e cu a n d o lo s m o v ió el m iedo. No los co n m ovió la fra g ilid a d de m i cu erpo. Sólo el m iedo de la p o sib ilid a d d el in fiern o, in a u g u ra d o p o r un p au-de-arara sui generis, los h izo re tr o c e d e r de la m a ld a d sin lím ite s a la q u e m e som etían." Lo m á s im p o rta n te , sin em b a rg o , d e a q u e lla ta rd e fu e q u e la jo v e n pareja, a p es a r del in en a rra b le su frim ien to qu e h a b ía ex p e­ rim en ta d o y co n tin u a b a ex p erim en tan d o , no reveló siq u iera u na vez, ni siquiera com o recelo, la intención de hundirse en una visión n egativa, fa ta lista de la h istoria. De u n a h istoria sólo de m aldad, de ruindad, sin ju sticia . A m bos se daban cu en ta de que la m aldad ex istía y existe. H abían sido y co n tin u a b a n sien d o objeto de ella, p ero se n ega b a n a a cep ta r qu e no se p u ed e h acer n ad a m ás qu e cru za rse de brazos y, d ócilm en te, b a ja r la ca b eza a la esp era del cuchillo. F u e e n e s a é p o c a , a c o m ie n z o s d e lo s a ñ o s s e te n ta , c u a n d o c o m en cé a re cib ir las cartas de C ristin a, a d olescen te, cu rio sa no sólo de có m o vivía m o s en S uiza, sin o ta m b ién de la re n o m b ra d a b e lle z a d e l p a ís, d el p e r fil d e su d e m o c ra c ia , d e la p r o c la m a d a ed u ca ció n de su pu eblo, de los n iveles de su civiliza ción . A lg o de verdad, algo de mito. Belleza real: m ontes, lagos, cam pos, paisajes, ciudades postales. Fealdad de los prejuicios contra la mujer, contra los negros, con tra los árabes, con tra los h om osexu ales, con tra los trabajadores inm igrantes.

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R esp ecto a la p u n tu a lid a d , virtu d; servilism o al horario, burocratización m ental, enajenación. De casi todo eso le h ab lab a a C ristina, com o es posible hacerlo a u n a adolescen te. Pero tam bién le h ab lab a de otras cosas. De m i n osta lgia de Brasil, que ven ía desde el com ien zo del exilio, p rin ci­ p a lm en te en C hile, a p ren d ien d o a lim itarla, a no p erm itir qu e se transform ase en melancolía. Le hablaba de mi trabajo en el Consejo M u n d ia l d e Ig le s ia s , de a lg u n o s d e m is v ia je s , de n u e s tr a v id a cotidian a en G inebra. A n tes de Cristina, en m i p rim era ép oca de exiliado, la de Chile, después de dos m eses en Bolivia, tuve otra corresponsal, Natercinha, p rim a de C ristin a . C on ella co m p a rtí el a so m b ro y la a legría del niño en qu e m e tran sform é n u evam en te no sólo cuando vi por vez p rim era la n ieve que caía en Santiago, en las proxim id a d es de la cordillera donde vivíam os, sino tam bién cu ando salí a la calle a "a n iñ a rm e " h a c ie n d o b o la s de n ie v e y e x p o n ié n d o m e p o r en tero a la b la n cu ra que caía en form a de copos sobre el pasto, sobre mi cuerpo tropical. El tiem po pasaba. Las cartas de C ristina continuaban llegando. S us in d a g a cio n es a u m en ta b a n . Se a cerca b a el m o m en to de qu e ingresara a la universidad, y fue por ese tiem po cuando, una tarde d e v e r a n o , m e lle g ó u n a c a r t a s u y a c o n la in é d it a p e r o t a l v e z p revisib le cu rio sid a d : "H a sta en ton ces -d ecía- sólo c o n o cía a m i tío por los testim on ios de m i m am á, de m i p a p á y de m i abuelita." A h o ra co m en za b a u n a tím id a in tim id a d con el otro Pau lo Freire, el edu ca d or. Y esta lla la solicitu d, cu ya re sp u esta he co m en za d o h ace ta n to tiem p o y sólo a h o ra em p iezo a co n clu ir. "M e g u sta ría -m e decía- qu e m e fu eses escribien do cartas con tan do algo de tu propia vida, de tu infancia, y que poco a poco m e fu eras relatando las idas y venidas por las que te fuiste transformando en el educador qu e h oy eres." T o d a v ía m e a c u e rd o c u á n to m e c im b ró la le c tu r a d e a q u e lla carta, y em pecé a pensar en la m anera de responderle. En el fondo, lo qu e ten ía fren te a m í, en m i m esa de trabajo, en la carta in te li­ gente de m i sobrina, era la propuesta de un proyecto no sólo viable sino tam bién interesante. In teresante sobre todo, pen saba yo, si al escribir las cartas solicitadas me explayase en el análisis de asuntos sobre cu ya com pren sión pu siese a p ru eba m i posición. Fue en ton ­ ces cu ando m e surgió la id ea de, en el futuro, ju n ta r m is cartas y p u b lic a rla s en fo rm a de lib ro. L ibro al q u e n o p o d ría n fa lta r r e ­

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feren cias varia d a s a los m om en tos de m i p ráctica a lo largo de los años. M e dediqué entonces a recolectar datos, a poner en orden viejas fichas, con o b serva cion es qu e h iciera en diferen tes m o m en to s de m i p rá c tic a . E m p e c é ta m b ié n a c o n v e rs a r co n a m ig o s s o b re el proyecto, recogien do sus im presiones, sus críticas. M esas de cafés de G inebra, París o N u eva Y o rk posibilitaron algu nas de esas con ­ versa cio n es, en las qu e el libro fu e tom a n d o form a in clu so antes d e lle g a r al p a p e l, y en la s q u e fu i p e r c ib ie n d o la n e c e s id a d de d eja r claro d esd e un p rin cip io que, p o r un lado, las ex p erien cias de las qu e h a b la ría no m e p erten ecía n con exclu sivid a d , y p o r el otro que, aun cuando m i intención fuese la de escribir un conjunto de textos autobiográficos, no podría dejar de hacer, evitando cu al­ qu ier ru p tu ra entre el h om bre de h oy y el niño de ayer, referen cia a ciertos a con tecim ien tos de m i in fancia, de m i ad o lescen cia y de m i ju v e n tu d . P o rq u e e s o s m o m e n to s , p o r lo m e n o s en a lg u n o s aspectos, están profundam ente ligados a las opciones que ilum inan el tra b a jo q u e h e v e n id o re a liz a n d o c o m o e d u c a d o r. S e ría u n a in g e n u id a d p re te n d e r o lv id a rlo s o s e p a ra rlo s de la s a c tiv id a d e s m ás recien tes, fijan do rígidas fron teras entre éstas y aquéllas. En e fe c to , u n c o rte q u e s e p a r a s e e n d o s a l n iñ o d e l a d u lto q u e se vien e ded ica n d o, d esd e el co m ien zo de su ju ven tu d , a un trabajo de edu cación en n ada podría ayudar a la com pren sión del hom bre de h oy que, tratando de preservar al niño que un día fue, tam bién b u sca ser el n iño que no pu do ser. R ea lm en te creo q u e es in te resa n te lla m a r la a ten ción , no sólo d e C ris tin a sin o ta m b ié n de lo s p r o b a b le s le c to re s d el lib ro qu e e s ta s c a rta s c o n s titu irá n , s o b re el h e c h o de q u e, al p o n e r en el papel las memorias de los sucesos, es posible que la propia distancia que h oy m e sep ara de ellos in terfiera, alteran do la exacta m a n era en qu e se d ieron en la n arra ció n qu e h ago de ellos. D e cu a lq u ier manera, sin em bargo, todas las veces que me refiero, tanto en estas cartas com o en la Pedagogía de la esperanza, a antiguas tram as en las q u e m e he visto en vu elto, h ago u n serio esfu e rzo p o r m a n te­ n erm e lo m ás fiel p o sib le a los h ech os relata d os. En este tipo de trabajo no podría, por ejem plo, escribir sobre la m udanza de nues­ tra fam ilia, en 1932, de Recife a Jaboatáo, si nos h ub iésem os m u ­ d a d o de u n b a rrio a o tro en la p r o p ia c iu d a d de R ecife. Pero es probable que al describir la m udanza aum ente algunos porm enores qu e se h ab rán in corporado a la m e m o ria de lo su cedido a lo largo

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d e m i v id a y q u e h o y s e m e p r e s e n t a n c o m o c o n c r e to s , c o m o recuerdos incontestables. En este sen tido es im p osib le escap ar de la ficción en cu alqu ier e x p e r ie n c ia d e r e c o r d a r. E so , o a lg o m u y p a r e c id o , fu e lo q u e escu ch é de P ia get en su ú ltim a en trevista p a ra la teleVisión suiza de G in e b ra , a n te s d e m i re g re s o d el ex ilio en 1980. Él h a b la b a p r e c is a m e n te de c ie r ta s tr a ic io n e s a la s q u e la m e m o r ia de lo s h ech os está siem pre su jeta cu an d o n osotros, distan tes de los h e­ chos, los invocam os. H ablando de Jaboatáo, difícilm en te p o d ría olvidar la existen cia (le las dos bandas de música -la Parroquial y la de la Red Ferroviaria Federal- y su s retretas, pero al h acerlo p u ed o h a b er in trod u cid o algú n elem en to que se in corporó a m i recu erdo por a lgu n a razón y q u e h o y te n g o c o m o in d is c u tib le m e n te re c o r d a d o y n o c o m o in sertado en m i recu erdo. A l referirm e al señ o r A rm a d a y a lo qu e re p res en ta b a p a ra los n iños que vivían el peligro de llegar a m atricu larse en su escuela, no sé, tal vez haya fantaseado en algún momento. El señor A rm ada e x istió de v e ra s , sin e m b a rg o , a sí co m o su fa m a de m a e s tro de escu ela au toritario y duro. In s is tie n d o en la p r e s e n c ia de e s o s rie s g o s m e g u s ta ría d ec ir finalm ente que no m e inhiben, pero que m e siento en la obligación (le subrayarlos, lo que no h aría si las cartas a C ristina fu esen u n a o b ra de ficc ió n , p a rtie n d o de la e x is te n c ia de la p ro p ia C ristin a . C ristin a Freire Bruno, m i sobrina, p sicoterap eu ta en C am pos, es­ tado de Rio de Janeiro, ante quien h oy cu m plo m i prom esa h ech a h ace m u ch o tiem po. Más vale tarde que nunca. Sao Paulo, fe b rero de 1994 PAULO FREIRE

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Volverme sobre mi infancia remota es un acto de curiosidad necesario. C u anto m ás m e vu elvo sobre m i in fa n cia distante, tanto m ás des­ cu b ro q u e s iem p re ten g o a lgo q u e a p re n d e r d e ella. D e e lla y de m i difícil adolescen cia. Y es que no h ago este retorn o com o quien se mece sentim entalm ente en una nostalgia lloricona o corno quien tra ta de p resen tar la in fa n cia y la a d o lescen cia poco fá ciles com o u n a es p e c ie d e s a lv o c o n d u c to re v o lu c io n a rio . É s ta sería , p o r lo dem ás, u na pretensión ridicula. En m i caso, sin em bargo, las dificultades que tuve que enfrentar con m i fa m ilia en la in fa n cia y en la a d o lescen cia fo rja ro n en m i ser, n o u n a p o s tu ra c ó m o d a fre n te al d es a fío , sin o, tod o lo c o n ­ trario, una apertura de curiosidad y de esperanza al mundo. Jamás, n i s iq u ie r a c u a n d o a ú n m e r e s u lta b a im p o s ib le c o m p r e n d e r el origen de n u estra s dificu ltades, m e he sen tido in clin a d o a pen sar qu e la v id a era lo que era y qu e lo m ejor que se p o d ía h acer frente a lo s o b s tá c u lo s e r a s im p le m e n te a c e p ta r lo s t a l c o m o era n . A l contrario, desde la más tierna edad y a pensaba que el mundo tenía q u e ser tra n s fo rm a d o . Q u e en el m u n d o h a b ía a lgo eq u iv o c a d o q u e n o p o d ía n i d e b ía c o n tin u a r. T a l v e z é s te fu e s e u n o d e lo s aspectos positivos de lo negativo del contexto real en que m i fam ilia se m o vía : el q u e, al v e r m e s o m e tid o a c ie r to s r ig o r e s q u e o tro s n iñ os n o su frían , fu ese c a p a z de ad m itir, p o r la c o m p a ra c ió n de situaciones contrastantes, que el m u ndo ten ía algo equ ivocado que n ecesita b a reparación . A sp ecto positivo qu e h oy vería en dos m o ­ m entos significativos: 1] el de, ex p erim en tá n d o m e en la ca ren cia , no h a b e r ca íd o en el fatalism o; 2] el de, n a c id o en u n a fa m ilia de fo rm a c ió n cristia n a , n o h a ­ b erm e o rien ta d o a a cep ta r la situ a ció n co m o ex p re sió n de la v o ­ lu n ta d de Dios, co m p ren d ien d o, p o r el co n trario, q u e h a b ía algo equ ivocado en el m u n d o qu e p recisa b a reparación . M i p o s ic ió n d e s d e e n to n c e s h a sid o la d el o p tim is m o crític o , [31

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va le decir, la de la esp era n za que no existe fu era de la acom etida. T a l vez m e ven ga de aquella fase, la de la infancia rem ota, el hábito q u e h a s ta el d ía de h o y m e a c o m p a ñ a de e n tre g a rm e de v e z en cu a n d o a un p ro fu n d o re co g im ien to so b re m í m ism o, ca si com o si estu viese a isla d o del resto, de las p erso n a s y las cosa s q u e m e rodean . R ecogid o so b re m í m ism o, m e g u sta pen sar, encontrarme en el ju e g o a p a re n te de perderme. C asi siem p re m e recojo así, en in d a g a c io n e s , en el sitio m á s a p ro p ia d o , m i es p a c io de tra b a jo . Pero ta m b ién lo h ago en otros esp acios y tiem pos. A sí, v o lv e r m e d e v e z en cu a n d o a m i in fa n c ia r e m o ta es p a ra m í un acto de cu rio sid a d n ecesario. A l h acerlo tom o d ista n cia de ella, la objetivo, bu scando la razón de ser de los hech os en los que m e vi envu elto y de sus relacion es con la realid ad social en la que p a rticip é. En este s en tid o la c o n tin u id a d en tre el n iñ o de a yer y el h om b re de h o y se h ace m ás clara, gra cia s al esfu erzo reflexivo q u e h a c e el h o m b re de h o y p a ra co m p re n d e r la s fo rm a s en qu e el n iño de ayer, en sus relacion es en el sen o de su fam ilia, en su e s c u e la o e n la s c a lle s , v iv ió s u re a lid a d . P ero p o r o tro la d o la a tribu lada exp erien cia del niño de ayer y la actividad educativa, y p o r lo tan to política, del h om b re de hoy, n o p od rá n se r co m p ren ­ didas si se tom an como expresiones de una existencia aislada. Sería im posible negar su dim ensión particular, pero ésta no es suficiente p a ra ex p lica r el sign ificad o m ás p rofu n d o de m i qu eh acer. T a n to d e n iñ o c o m o d e h o m b r e m e e x p e r im e n té s o c ia lm e n te y e n la h is to r ia d e u n a s o c ie d a d d e p e n d ie n te , p a rtic ip a n d o d es d e m u y te m p ra n o en su te rrib le d ra m a tis m o . E s b u e n o su b ra y a r d es d e lu ego q u e es en éste en q u ien se en cu en tra la ra zón o b jetiva qu e explica el crecien te radicalism o de m is opciones. Estarían equ ivo­ cados, co rn o p o r lo d em á s siem p re lo están , a q u ella s o a q u ellos q u e q u is ie s e n v e r en este ra d ic a lis m o -q u e p o r cie rto ja m á s se tran sform ó en sectarism o- la expresión trau m ática de un niño que se h u b iese sen tido no am ado o d esesp era d a m en te solo. De esta form a, m i rech azo radical de la socied a d de clases, por ser n ecesariam en te violenta, sería, p ara esos posibles analistas, el m odo en que esta ría exp resá n d ose h oy el "desen cu en tro" afectivo q u e h ab ría y o vivid o en m i in fancia. Sin em bargo, en realidad no fui un niño desesperadam ente solo, ni tam poco un niño no am ado. J am ás m e sentí ni siqu iera a m en a­ za d o p o r la d u d a so b re el ca riñ o qu e se ten ían m is p adres, com o ta m p o c o d e s u a m o r p o r n o s o tro s , p o r m is h e r m a n o s , p o r m i

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h erm an a y por m í. Y debe de h ab er sido esa segu ridad la que nos ayudó a en frentar razonablem en te el problem a real que nos afligió d u ra n te gra n p a rte de m i in fa n cia y ad olescen cia : el del h am bre. H am bre real, concreta, sin fech a señ a la d a p a ra partir, au nqu e no tan rigu rosa y agresiva com o otras h am bres que conocía. De cu al­ quier manera, no era el ham bre de quien se opera de las am ígdalas n i la d e q u ien h a c e d ie ta p o r e leg a n cia . N u e s tr a h a m b re , p o r el contrario, era la que llegab a sin pedir perm iso, la que se in stalaba y se a com od a b a y se ib a qu edando, sin fech a p a ra partir. H am bre que de no ser am enizada, como lo fue la nuestra, va transform ando el cuerpo de las personas, haciendo de él m uchas veces una escul­ tu ra de aristas, angulosa. V a afin an do las piernas, los brazos, los dedos. Va escarbando las órbitas en las que los ojos casi se pierden. Com o era el h am bre m ás d u ra de m u ch o s com pañ eros nu estros, y continúa siendo el ham bre de m illones de brasileños y brasileñas qu e p o r ella m u eren an u alm en te. C u á n ta s vec es fu i ven cid o p o r ella sin te n e r con qu é re sistir a su fu erza, a su s "ardides", m ien tra s tra ta b a de h a c er m is tareas esc o la re s . A v e c e s m e h a c ía d o rm ir de b ru c e s so b re la m e s a de estu d io , co m o si e s tu v ie s e n a rc o tiz a d o . Y cu a n d o re a c c io n a n d o fren te al su eñ o qu e tra ta b a de d o m in a rm e a b ría g ra n d es los ojos y lo s fija b a c o n d ific u lt a d e n e l te x to d e h is t o r ia o d e c ie n c ia s n a tu ra le s -"le c c io n e s " d e m i e s c u e la p rim a ria -, e r a co m o si la s p alabras fu eran trozos de com ida. En otras ocasion es m e era posible, con m u ch o esfuerzo, leerlas una por una, pero no siem pre consegu ía com pren der el significado del texto qu e con form a b a n . M u y le jo s e s t a b a y o , e n a q u e lla é p o c a , d e p a r tic ip a r e n u n a experien cia edu cativa en la que educandos y educadores, en tanto lectores y lectoras, se supiesen también productores de la inteligencia de los textos. E xp erien cia ed u ca tiva en la cual la co m pren sión de los textos no estuviese depositada por su autor o autora, a la espera (le qu e los lectores la descu briesen . E n tender un texto era p rin ci­ p a lm en te m em o riza rlo m ecá n ica m en te, y la ca p a cid a d de m em oriza rlo era a p recia d a com o señ a l de in teligen cia . C u a n to m ás m e sen tía, en ton ces, in ca p a z de h acerlo, tan to m ás su fría p o r lo qu e ene parecía m i tosquedad insuperable. Fue n ecesa rio que viviese m u ch os m o m en to s com o aquél, pero p rin c ip a lm e n te q u e co m e n za s e a co m er m e jo r y m á s seg u id o, a p a rtir de cie rto tie m p o , p a r a q u e fin a lm e n te p e r c ib ie s e q u e m i

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tosqu ed ad no era tan gra n d e com o p en saba. Por lo m en os no era tan gra n d e com o el h a m b re qu e y o tenía. A ñ o s m ás tarde, co m o d irecto r de la d ivisión de ed u ca ció n de u n a institu ción privada en Recife, m e sería fácil com pren der cuán d ifícil les re su lta b a a los n iñ os p roleta rio s, so m etid o s al rig o r de un h am bre m ayor y m ás sistem ática que la que p adeciera yo y sin n in g u n a de las ven ta jas de que yo h a b ía disfru tad o com o niño de la clase m edia, alcanzar un ín dice razon able de aprendizaje. No precisaba consultar estudios científicos acerca de la relación entre la desnu trición y las dificultades de aprendizaje. Yo ten ía un con ocim ien to de p rim era m ano, existen cial, de esa relación. P o d ía v e r m e en a q u e l p e rfil ra q u ític o , en lo s o jo s g ra n d e s , a veces tristes, en los brazos alargados, en las piernas flacu ch as de m u ch os de ellos. En ellos reen con tra b a tam bién a algu n os de m is com pañ eros de in fa n cia que, si aún están vivos, po sib lem en te no leerán el libro que su rge de estas cartas que escribo ni sabrán que ah ora m e refiero a ellos con respeto y nostalgia. T oin h o M orango, Baixa, D ourado, R eginaldo. Sin e m b a rg o , al re fe rirm e a la re la c ió n e n tre la s c o n d ic io n e s desfavorables concretas y las dificultades de aprendizaje debo dejar clara m i posición frente a la cuestión. En prim er lugar, de ninguna m a n e ra a cep to q u e e s a s c o n d ic io n e s sea n c a p a c e s de crea r, en quien las experim enta, una especie de naturaleza in co m p a ffile con la ca p a c id a d de e s c o la riza ció n . Lo q u e h a esta d o su c e d ie n d o es q u e g e n e ra lm e n te la e s c u e la a u to rita ria y e litis ta q u e e x is te n o considera, ni en la organ ización de sus plan es de estudio ni en la m anera de tratar sus contenidos program áticos, los saberes que se vien en gen era n d o en la co tid ia n eid ad d ram á tica de las clases so­ ciales som etidas y explotadas. Se pasa por alto que las condiciones difíciles, p o r m ás a p la sta n tes qu e sean, ge n era n en los y las qu e las viven saberes sin los cu ales no les sería posible sobrevivir. En el fondo, saberes y cultura de las clases populares dom inadas, que experim en tan diferen tes n iveles de explotación y de con cien cia de la p rop ia explotación . Saberes que en ú ltim a in stan cia son expre­ siones de su resistencia. E stoy convencido de que las dificultades referid as dism inu irían si la escuela tom ase en consideración la cu ltu ra de los oprim idos, su lenguaje, su form a eficiente de hacer cuentas, su saber fragm en­ ta d o del m u n d o d es d e el cu al, fin a lm en te, tra n s ita ría n h a s ta el sa b er m ás sistem a tiza d o , qu e co rresp o n d e a la esc u e la trabajar.

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O bviam ente no es ésta tarea que deba ser cu m p lida per la escuela de la cla se d o m in a n te, p ero sí es ta rea q u e h an de re a liza r en la escu ela de la clase dom inante, entre n osotros, ahora, edu cadores y educadoras progresistas que viven la coherencia entre su discurso y su práctica. M uchas veces, en m is constantes visitas a las escuelas, cuando con versaba con unos y con otros, y no sólo con las m aestras, im a ­ g in a b a de un m o d o b a sta n te realista cu á n to les esta ría costan do a p re n d e r su s leccion es, d es a fia d o s p o r el h a m b re c u a n tita tiva y cualitativa que los consum ía. En u n a de aquellas visitas u n a m aestra m e habló, m u y preocu ­ pada, de uno de ellos. Discretam ente hizo que dirigiese mi atención h a c ia u n a fig u rita m e n u d a qu e, en un rin có n de la sala, p a re cía estar ausente, distante de todo lo que sucedía a su alrededor. "Parte d e la m a ñ a n a -d ijo -- se la p a s a d u rm ie n d o . S e ría u n a v io le n c ia d esp erta rlo. ¿N o lo cree u sted ? ¿Q u é h ago con él?" M ás tarde su pim os que Pedrito era el tercer hijo de u n a fam ilia num erosa. Su padre, trabajador de una fábrica local, no gan aba lo su ficien te p a ra ofrecer a su fa m ilia el m ín im o de co n d icion es m a ­ te ria le s q u e re q u ería n . V iv ía n en p ro m is c u id a d en u n mocambos precario. Pedrito no sólo casi no com ía nada sino que adem ás tenía que trabajar para ayudar a su fam ilia a subsistir. Vendía frutas por las calles, cargaba las com pras del m ercado popu lar de su barrio. En ú ltim a instancia, la escuela era p a ra él com o u n a especie de paréntesis, un esp acio-tiem po donde desca n sa b a de su cansancio diario. P ed rito n o era u n a ex cep ción , y h a b ía situ a cio n es p eores que la de él. T o d a vía m ás dram áticas. Al m irarlos, al con versar con ellos y con ellas, record a b a lo que h a b ía r e p re s e n ta d o ta m b ié n p a r a m í e s tu d ia r con h a m b re . M e acordaba del tiem po que perd ía diciendo y repitiendo, con los ojos cerrados y el cu adern o en las m an os: In glaterra, capital Londres, Francia, capital París, In glaterra, capital Londres. "R epítelo, re p í­ telo que te lo aprendes" era la sugerencia más o menos generalizada en la época de m i niñez. Sin em bargo, ¿cóm o apren der si la ú n ica g e o g ra fía p osib le era la de m i p rop ia h a m b re? La ge o g ra fía de las huertas ajenas, de las huertas de m angos, de guanábanos, de cao­ bas, de pitangas, geografía que T em ístocles -m i herm ano in m ed ia ­ tam ente mayor- y yo sabíam os, ésa sí, de memoria, palmo a palmo. C o n o cía m o s su s secreto s y ten ía m os en la m e m o ria los ca m in os m ás fáciles, que nos llevaban a las m ejores frutas.

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C o n ocía m os los lu gares m ás segu ro s dond e, cu id a d osa m en te, entre hojas secas, acogedoras, tibias, escondíam os los plátanos to­ d avía "en vez"" que así "arropados" m adu rab an "resgu ardados" de otras h am b res, a sí com o, y p rin cip a lm en te, del "d erech o de p ro ­ piedad" de los du eñ os de las h uertas. U no de esos dueños de h u erta m e descu brió un día, de m añ an a tem p ra n o , tra ta n d o de ro b a r de su h u e rta u n a p a p a y a preciosa. A p a re c ió fren te a m í in esp era d a m en te, sin d eja rm e o p o rtu n id a d de huir. D ebo h a b er p a lid ecid o. La so rp re s a m e d escon certó. No sabía qué h acer con m is m an os trém ulas, de las cuales m ecán ica­ m en te se cayó la papaya. No sabía qué h acer con todo m i cu erpo -si p erm a n ecía ergu ido, si m e rela ja b a fren te a la figu ra ceñ u d a y rígida, tod a ella expresión de u n a du ra cen su ra de m i acto. Arrebatándom e la fruta, tan necesaria para mí en aquel instante, d e u n m o d o s ig n ific a tiv a m e n te p o sesiv o , el h o m b re m e ech ó u n serm ón m ora lista qu e n ad a ten ía qu e ver con m i h am bre. S in d e c ir u n a p a la b ra -sí, n o, d isc u lp e o h a s ta lu ego -, d ejé la h u e rta y m e fu i a n d a n d o , en sim is m a d o , d ism in u id o , a ch a ta d o , h a c ia m i casa, m etid o en lo m ás h on d o de m í m ism o. Lo q u e en a q u el in sta n te d es ea b a era un lu g a r d o n d e n i y o m ism o p u d iese verm e. M uchos años después, en circunstancias distintas, experim enté u n a ve z m ás la ex tra ñ a sen sación de no saber qu é h acer con m is m anos, con todo m i cuerpo: "Capitán, otro pajarito p a ra la ja u la", dijo sa rcásticam en te, en el "cu erp o de gu a rd ia" de un cu a rtel del e jé rc ito en R ecife, el p o lic ía q u e m e t r a ía p re s o d e s d e m i casa, lu ego del golpe de estado del 1 de abril de 1964. Los dos, el policía y el capitán, con u n a so n risa iró n ica de desprecio, m e m iraban a mí, de pie, frente a ellos, n uevam en te sin saber qué h acer con m is m an os, con tod o m i cuerpo. Pero u n a cosa yo sabía bien: aqu ella v e z no h ab ía h u rtado n in ­ guna papaya. Ya no m e acuerdo de lo que me habrán "enseñado" en la escuela el día de aquella m añ an a en que fui descubierto con la pap a ya del vecin o en las m anos. Lo que sí sé es que si en la escu ela m e costó resolver algunos problem as de aritm ética, no tu ve n in gu n a dificu l­ tad en aprender el tiem po n ecesario p a ra que m adu rasen los p lá ­ ta n o s, en fu n c ió n d el m o m e n to de m a d u re z en el q u e se e n c o n ­ traban cuando los "arropábam os" en nuestros escondites secretos. Nuestra geografía inm ediata era para nosotros, sin lugar a dudas,

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n o só lo u n a g e o g ra fía d e m a s ia d o co n c reta , si p u e d o d ec irlo así, sino una que tenía especial significación. En ella se interpenetraban dos m u n dos, dos m u n d os qu e vivía m os in ten sam en te. El m u n do de los ju egos en el que, siendo niños, jugábam os fútbol, nadábamos en el río, v o lá b a m o s p a p a lo te s , Q y el m u n d o en el q u e, sien d o niños, éra m os sin em b a rgo h om b res p reco ces, p reo c u p a d o s p o r n u estra h am b re y por el h am bre de los n uestros. En los dos m u n dos tu vim os com pañ eros, pero algu n os de ellos ja m á s supieron, existen cialm en te, lo que sign ificab a pasar un día en tero con un p ed azo de pan, con u n a ta za de café, con un poco de frijoles con arroz; o b u scar por las h u ertas ajen as algu n a fru ta d isp o n ib le. E in c lu s o cu a n d o a lg u n o s de ello s p a rtic ip a b a n con n o s o tro s en la s a c o m e tid a s a la s h u e rta s a jen a s , lo h a c ía n p o r m otivos diferen tes: p o r so lid a rid a d o p o r el g u sto de la aven tu ra. En nuestro caso h ab ía algo m ás vital: el h am bre que aplacar. Esto no significa sin em bargo que no hubiese tam bién en nosotros gusto por la aventura, al lado de la n ecesid ad que n os im pulsaba. En el fondo vivíam os, com o y a lo he señalado, u n a am bigü edad radical: éram os niños que se habían anticipado a ser gente grande. Nuestra n iñ ez q u ed a b a siem p re c o m p rim id a en tre el ju e g o y el "trabajo", entre la libertad y la necesidad. A los once años yo tenía conciencia de las precarias condiciones fin a n cie ra s de m i fam ilia, pero no ten ía m a n era de a y u d a rla d e­ sem peñando un trabajo cualquiera. A sí com o m i padre ja m á s pudo prescin dir de su corbata, qu e m ás que expresión de la m o d a m a s­ c u lin a e r a u n a r e p re s e n ta c ió n de cla se, ta m p o co p o d ía p e rm itir q u e yo, p o r ejem p lo, tra b a ja se en el m e rca d o sem a n a l ca rg a n d o paquetes, o fu ese sirvien te de algu n a casa. En las so cied a d es a lta m en te d esa rro lla d a s los m iem b ros de la clase m edia pueden, principalm ente en m om entos difíciles, realizar tareas consideradas subalternas sin que eso signifique una amenaza o u n a p érd id a real de status.

SEGUNDA CARTA

El piano en nuestra casa era como la corbata al cuello de mi padre. Ni la casa se deshizo del piano ni mi padre de la corbata, a pesar de las dificul­ tades que enfrentamos. Nacidos, así, en una fam ilia de clase m edia que sufriera el impacto de la crisis e co n ó m ica de 1929, éram os "n iñ os co n ectivos": p a r­ ticipando del m undo de los que comían, aunque com iésem os peco, tam bién particip áb am os del m u ndo de los que no com ían, aurque co m iésem os m ás que ellos -el m u n do de los n iñ os y las n iñ a s de lo s a rro y o s , d e lo s m o c a m b o s , d e lo s c e rro s ." A l p r im e r g u a p o estábam os liga d os por n u estra posición de clase, al segundo por nuestra hambre, aunque nuestras dificultades fuesen memores que las de ellos, bastante m enores. En el con sta n te esfu erzo de reverm e recu erdo crom o, :a pesar del h am bre que nos solid a riza b a con los n iños y con las n iñas de las calleju elas, no o bstan te la solid a rid a d que n os unía, tan to en los ju egos com o en la bú squ eda de la supervivencia, 'pilchas veces éra m os p a ra ello s co m o n iñ os de o tro m u n d o, que s('M(i .ncci(lentalmente estaban en el suyo. Esas fronteras de clase que i (►m a más cla ra p o r los p a d res de n u e stro s co m p a ñ ero s de a q u el r ' t or ces. Inm ersos en la cotidianeidad enajenante, sin alcanzas >A»l:render la razón de ser de los hech os en los que se ene ) 1 t . I)an in vo­ lu crados, la m a y oría eran h om b res y m u jeres "exisi :u i,iln lu n te cansados" e "históricam en te anestesiados". No resisto la ten ta ción de h acer un p a rén tesis y llanta! la aten­ ción sobre la relación entre los n iveles p rofu n dos de 1.1 vio len cia de clase, de la explotación de clase, del can san cio existen cial, de la anestesia histórica, del fatalism o frente a un ’pulid() ( olisiderado inmutable, y la ausencia de conciencia de clase (lit e» 1/ / 1 / m i i n a dos y violentados. Por eso, en la medida en que coiniell/ .111 .1 ( “ p r o ­ m eterse con la lu ch a política, a p ren dien do a vivir 13, aria

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en sus diferen tes aspectos, m ovilizán d ose, organ izán dose p a ra la transform ación de la sociedad, se van asum iendo com o ’'cla se para sí" y superan el fatalism o que los "anestesiaba" históricam ente. Por cau sa de ese fatalism o era por lo que los padres de n uestros com ­ p a ñ eros n os m iraban com o si n os estu viesen agrad ecien do el ser a m ig os de su s h ijos. P a ra ellos, n u estro c o m p a ñ eris m o con sus h ijos era u n a especie de favor que n osotros y n u estros padres les hacíam os. En ú ltim a instancia, éram os hijos del capitán T em ístocles, vivía m os en u n a casa diferen te a la de ellos, en otra zon a de la ciudad, que no era la de los m ocam b os. En n u estra ca sa h ab ía un pia n o a lem á n en el qu e n u estra tía Lourdes tocaba Chopin, Beethoven, Mozart. El piano era suficiente para distinguirnos, corno clase, de Dourado, de Reginajdo, de Baixa, de T oin h o M orango, de G erson Macaco, algunos de los am igos de aquella época. El piano en n u estra casa era com o la corbata al cuello de m i padre. Ni la casa se deshizo del piano ni rui padre de la corbata, a pesar de las dificultades que enfrentam os. El piano y la co rb a ta fin a lm en te eran sím bolos qu e n os ayu daban a m a n te­ nernos en la clase social a la que pertenecíam os. Im plicaban cierto e stilo de v id a , c ie r ta fo rm a de ser, cierto le n g u a je , h a s ta cierto m odo de andar o de in clin ar m oderadam en te el cuerpo al quitarse el som brero p a ra salu dar a algu ien, corn o v e ía h acer a m i padre. T o d o e s to e r a n e x p r e s io n e s d e c la s e . T o d o e s to lo d e fe n d ía la fam ilia corno condición indispensable para su propia subsistencia. Ni el piano era solam en te un in stru m en to p a ra el deleite artístico de Lourdes, ni la corbata de m i padre era solam ente una exigencia de la m o d a m ascu lin a, pu esto qu e am bos, el deleite artístico y la m oda, tenían su distinción de clase. Perderlos tam bién podría h a­ ber significado perder la "solidaridad" de los m iem bros de la m ism a clase y m archar, paso a paso, h asta el m ocam bo de las calleju elas o de los m orros, de don d e d ifíc ilm en te h ab ría m o s regresa d o, Por eso mismo, conservarlos fue necesario para que m i fam ilia superase la crisis m an ten ien do su posición de clase. El piano de Lourdes y la corbata de m i padre convert'an nuestra h am bre en un accidente. Con ellos p odríam os en deu darnos, au n ­ que con dificultad; sin ellos sería casi imposible. Con ellos nuestros hurtos, si fuesen descubiertos, serían considerados com o sim ples travesuras; cuando más serían entendidos como motivo de disgusto p a ra n u estros padres. Sin ellos, n u estros h u rtos h abrían sido d e­ lincuencia infantil.

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El pia n o de Lou rdes y la co rb a ta de m i p a d re h acían el m ism o ju e g o de clase que las ja ca ra n d a s y los platos de lo za fin a qu e aún h oy hacen en el N ordeste brasileño entre los aristócratas decad en ­ tes. T a l v e z h oy con m en os eficacia de la que ten ían la co rb a ta de m i p a d re y el pian o de Lou rdes en los años treinta. E s im p o r ta n te s e ñ a la r e l t e m a d e l a c la s e s o c ia l p o rq u e , en discursos elocuentes y sum am ente astutos, los dom inantes insisten en qu e lo qu e va le es el va lo r de trabajar, la disciplin a, las gan as de crecer, de subir. Por lo tanto, ven ce el que tra b a ja con ahínco, sin p rotesta r; el qu e es d iscip lin a d o , y p o r d isc ip lin a d o d eb e en ­ ten d erse no crearle d ificu lta d es al patrón. Por eso he insistido en destacar nuestro origen, nuestra posición de cla se, fu n d a m e n ta l p a r a e x p lic a r la s p r o p ia s mañas12 q u e l a fa m ilia desarrolló p a ra su perar la crisis. Jam ás m e olvido de uno de n u estros "delitos". Era u n a m añ an a de dom in go, tal v e z fu era n las diez, ta l vez las once, no im p orta. H a b ía m os en treten id o el estó m a go apen as con un poco de café y u n a discreta reb a n a d a de pan sin m an tequ illa, in su ficien tes p ara qu e algu ien pasase el día, au nqu e h u b iera com ido el día anterior, lo cual no era n u estro caso. Y a no m e a cu erd o de lo qu e está b a m o s h acien d o, si co n v ersá ­ ba m o s o ju gá b a m o s. Recuerdo solam en te qu e estábam os ju n to s, m is d o s h e rm a n o s m a y o re s y y o , s e n ta d o s al b o rd e de u n p a tio que había en la parte posterior de la casa en que vivíam os. Algunos canteros, rosas, violetas, m argaritas. T a m b ién lech u gas, coles, to ­ m a tes, p la n ta d o s con re a lis m o p o r m i m a d re. L a s le ch u g a s, la s coles y los tom ates m ejoraban n u estra escasa dieta. Las rosas, las violetas y las m argaritas le em bellecían la casa en jarron es del siglo pasado, reliqu ias de la fam ilia. De éstas, m i h erm an a Stela gu arda h a s ta h o y u n a lin d a p a la n g a n a de lo za en la q u e tod os n oso tro s tom am os nuestro prim er baño, o uno de nuestros prim eros baños, al lleg a r al m u n do, así co m o n u estro s h ijos e h ijas. L a m e n ta b le ­ mente, por m otivos ajenos a nuestra voluntad, la tradición fam iliar se rom pió con n u estros n ietos y nietas. En cierto m o m e n to n os lla m ó la a ten ción la p resen cia de u na ga llin a que d eb ería p erten ecer a algu n o de n u estros vecin o s m ás próxim os. B u scan do grillos en el pasto verd e que cu bría el suelo, corría a derech a e izquierda, ib a y venía, evid en tem en te acom pañ an do los saltos qu e los grillos d aban p a ra salvarse. En u n a de esas idas y

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ven idas se aproxim ó dem asiado a nosotros. En un segundo, com o si no sólo n os h u b iésem os p u esto de acu erdo p a ra la acción sino qu e la h u b ié s e m o s p re p a ra d o , te n ía m o s a la in c a u ta g a llin a en nuestras m anos, entre estertores. En s e g u id a lleg ó m i m a d re. Ni u n a p regu n ta . L o s cu a tro n o s m ir a m o s u n o s a o tr o s y m ir a m o s a la g a llin a y a m u e r ta en la s m a n os de algu n o de n osotros. Hoy, a tantos años de aquella m añana, im agino el conflicto que d eb e de h a b er vivid o m i m adre, cristia n a ca tólica, m ien tra s nos m ira b a silen cio sa y atón ita. Su a ltern a tiva d eb e de h a b er estado entre repren dernos severam ente y devolver de inm ediato el cuerpo aún caliente de la gallina a nuestro vecino, ofreciendo mil disculpas, o prep a ra r con ella un sin gu lar alm u erzo. Triun fó el sentido común. D entro del m ism o silencio, llevándose c o n s ig o a la g a llin a , m i m a d r e c a m in ó p o r el p a tio , en tró en la cocin a y "se perdió" en un trabajo que h acía y a m ucho tiem po que no realizaba. Horas más tarde nuestro alm uerzo de aquel dom ingo transcurrió en un tiem po sin palabras. Es posible que sintiésem os cierto sabor de rem ordim ien to entre los con d im en tos que sazon aban la gallin a de nuestro vecino. Allí, sobre nuestros platos, aum entando nuestra ham bre, creo qu e tam bién fu e p a ra n osotros u n a "presencia" a cu ­ sadora de lo que debe de habern os parecido un pecado o un delito co n tra la prop ied a d privada. A l otro día, al p erca ta rse del d es fa lco en su ga llin ero , n u estro vec in o h a de h a b er m a ld e cid o al la d ró n qu e, p a ra él, sólo p o d ría h ab er sido algún "gen tu za", algú n "ladrón de gallin as"." N u n ca se le hubiera ocurrido que cerca, m uy cerca de él, se encontraban los autores del hurto. El piano de Lourdes y la corbata de m i padre eran incom patibles con tal conjetura.

TER CERA CARTA

En realidad yo no era un niño que hablase de mi mundo particular en forma altanera, con traje, cor­ bata y cuello duro, repitiendo palabras del univer­ so de los adultos. E sto su ced ió en J a b o atá o , u n a p eq u eñ a ciu d a d a d iecioch o k iló ­ m e tr o s d e R e c ife , a d o n d e fu im o s , e n 1932, c o m o q u ie n b u s c a salvación. H a s ta m a rzo de a q u e l a ñ o h a b ía m o s v iv id o en R ec ife en u n a casa m ediana, la m is m a ca sa en la qu e nací, ro d ea d a de árboles, algu n os de los cu ales eran com o p erson as p a ra m í, tal era la in ti­ m id ad que ten ía con ellos. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, sus salas, su terraza es­ trec h a , el ja r d ín a rb o la d o en m e d io d el q u e se en co n tra b a , tod o ello constituyó el mundo de mis primeras experiencias. En él apren­ dí a ca m in a r y a h ab lar. En él e sc u c h é las p rim era s h istoria s de "aparecidos" -ánim as que ja la b a n las piernas de las personas, que apagaban las velas con soplidos helados, que revelaban los escon ­ dites de vasijas llenas de plata, razón de su sufrim iento en cal "otro m undo". M u ch a s de esa s h istoria s m e h iciero n te m b la r de m iedo, u n a v e z a co stad o p a ra d orm ir. C o n los ojos cerra d os, el corazón g o l­ peando, en cogido al m áxim o bajo la sábana, esp eraba a cada m o ­ m ento la llegad a de algún alm a en pena, h ablando gangosam ente. P o r lo g e n e r a l la s a lm a s d el "o tro m u n d o " com enzaban .a hacer s u s a p a ric io n e s a p a rtir de la m e d ia n o c h e , y s ie m p i 1' A la b a n gan gosam en te, por lo m enos en las h istorias que yo escuchütílfe Muchas veces pasé la noche abrazado a mi miedo, bajo la sábana, escu ch a n d o al gra n reloj del co m ed or ro m p er el silero c ° ü s u s golpes sonoros. En tales oportunidades se establecía ennl t (. (.1 reloj grande y yo una relación especial. Reforzando miss ct ios. 1111 i t cc los c o n d ic io n a m ie n to s de m i m ie d o , su tic ta c ritm a d o t, II 1 ’ i(?tt me decía, sobre el fondo de silencio, que él era una p> esc.II( 1.1

h spier-

ta, m a rca n d o el tiem p o qu e y o p recisa b a q u e "c ol i pu m .". Y un [42]

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extraño cariño por el reloj gran de m e tom a b a por com pleto. U nas g a n a s de d ecirle al reloj gran de: "M u ch as gra cia s, p o r esta r ahí, vivo, d esp ierto , ca si v ela n d o p o r m í." H o y, ta n le jo s d e a q u e lla s n o c h e s y d e a q u e lla sensación, al escribir sobre lo que sen tía re-vivo el m ágico afecto que sen tía por el reloj gra n d e. E scu ch o el reloj g ra n d e y de p ro n to ten go , en la m em oria de m i cuerpo, la claridad indecisa de la lam parilla subra­ yan do la oscu ridad de la casa, la geografía de la casa, el cuarto en el q u e d o rm ía , la d is ta n c ia q u e h a b ía en tre éste y la s a la d o n d e son a b a cóm od a m en te el reloj grande. U n m es m ás difícil lo hizo callar en nuestro com edor. Lo vi salir c a rg a d o p o r su c o m p ra d o r, y h o y al h a b la r de él m e d o y c u e n ta de cóm o, en el m o m en to de la ven ta , si p o r un lado p ro p o rc io n ó algú n a livio a la fam ilia, qu e seg u ra m en te resolvió u n a situ a ción m ás difícil, por el otro su a u sen cia m e dejó a solas con m i m iedo. N o d ije n a d a d e e s to a m i p a d r e n i a m i m a d r e . N o q u e r ía expon er m i m ágico cariñ o por el reloj gran de. Pero p rin cip a lm en ­ te n o q u e ría ex p o n e r la ra zó n de ser d e m i m á g ico ca riñ o p o r el reloj. Dem oré un buen tiem po hasta acostum brarm e a la ausencia del re lo j g r a n d e q u e m e a y u d a b a a d is m in u ir m is m ie d o s , q u e m e parecía que velaba por mí en el silencio de las noches interminables. No sé b ien la h is to ria d el reloj gra n d e , sólo sé q u e cu a n d o yo nací y a estaba allí, ocu pando un lu gar especial de la pared p rivile­ g ia d a d el co m ed o r, d e s d e h a c ía m u c h o tiem p o . H a b ía lle g a d o a las m anos de la fam ilia a fines del siglo pasado y todos sentían por él un afecto singular. Pa ra m is p a d res no d eb e de h a b e r sid o fá cil d e s h a cerse de él. T o d a vía m e acu erdo de la tristeza d isim u lad a con la que m i padre lo m iró por ú ltim a vez. Era com o si el reloj fu ese u n a persona. Mi p a d re ca si le h abló, ca si le p id ió d isc u lp a s p o r la in g ra titu d qu e e s ta b a n c o m e tie n d o . Y o m e d a b a c u e n ta , p o r la fo r m a e n q u e m ira b a al señ or qu e ca rga b a el reloj grande, de que eso era ex a c­ tam en te lo que le diría si los relojes hablasen. Las prim eras señ ales de la m a ñ a n a que llegab an ahu yen tan do a las án im as -el sol filtrá n d o se p o r la ven ta n a de m i cu a rto y los pa ja ritos m a d ru ga d o res- m e d evolvía n la co m p le ta tran qu ilidad. Sin em bargo, m i m iedo no era m ayor que yo. C om enzaba a apren ­ der que, au nqu e fu ese u n a m an ifestación de la vida, era necesario que pusiera límites a m i miedo. En el fondo estaba experim entando

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lo s p rim e r o s in te n to s d e e d u c a r a m i m ie d o , sin lo cu a l n o n o s forjam os valor. Creo qu e en ca sa se so sp ech a b a su existen cia, por m ás oculto qu e y o lo gu a rd a se. P rin cip a lm en te m i p adre. D e v e z en cu a n d o p resen tía sus pasos en cam in án dose h asta m i cam a. A yu dado por la discreta llam a de una veladora trataba de saber si yo y a dormía. A lgu n as veces le h ab lab a y le decía que estaba bien, otras, tra gá n ­ d om e el m iedo, fin gía dorm ir. En cu a lq u ier caso su preocu p ación me alentaba. A q u í m e g u sta ría su brayar la im p orta n cia que ten ía p a ra m í el s a b erm e o b jeto d el cu id a d o de m is p a d res. V a le d ecir, s a b erm e q u erid o p o r ellos. L a m e n ta b le m e n te n o s iem p re so m o s c a p a c e s de ex p re sa r con n a tu ra lid a d y m a d u rez n u estro n ecesa rio afecto h acia n u estros h ijos e h ijas a través de diferen tes form as y p ro ce­ dim ientos, en tre ellos el cu idado preciso, ni de m ás ni de m enos. A veces, por m il razones, no sa b em os dem ostrar a n u estros h ijos q u e lo s a m a m o s. T e n e m o s u n m ie d o m is te rio s o de d e c irle s qu e los am am os. Fin alm en te, siem p re que escon d ern os den tro de n o ­ sotros, p o r un p u d o r la m en ta b le, la ex p resión de n u estro afecto, de n u estro am or, acabarn os trabajan d o en con tra de ellos. Sin em bargo, corno y a he señalado, poco a poco fui aprendiendo a s u p e ra r lo s te m o re s fá ciles . A lo s o ch o a ñ o s y a d o rm ía m á s o m en os tran qu ilam ente. Si antes cu alqu ier ru ido era tom ado com o señal de algo extraordinario, p ara entonces, aunque tod avía a d m i­ tiese la posibilidad de una "visita" del otro mundo, buscaba razones p la u sib les p a ra el m iedo. ¿P or qué aceptar de an tem an o qu e algo a n o rm a l esta b a o cu rrie n d o ? ¿ P o r qu é no p en sa r en las h oja s de las palm as agitándose al soplo del vien to? Al día siguiente trataba de identificar algunos ruidos que a la luz del sol se perdían difusos en un tiem p o sin recelos, pero qu e p o r la n och e eran tan s o s p e ­ chosos. A fin an do la percepción du rante esos m om entos com encé a ca p ­ tar, m u ch a s vec es d eslu m b ra d o , un s in n ú m ero de ru id o s a n tes im p erceptibles dentro de la totalidad sonora de los días. Este ejer­ cicio m e fo rta lecía p a ra en fre n ta r la a p ren sió n qu e m e co n su m ía p o r la s n o ch es. En ú ltim a in sta n cia , el d es a fío d e m i m ie d o y la d ec is ió n d e n o s o m e te rm e fá c ilm e n te m e c o n d u je ro n , en tie rn a edad, a tran sform ar m i cam a, dentro del silen cio de m i cuarto, en u n a es p e c ie de co n tex to teó rico sui generis. Desde éste h acía m is prim eras "reflexion es críticas" sobre m i contexto concreto que, en

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a q u e lla época, se red u cía al ja rd ín de m i ca sa y a los trescien to s m e tr o s q u e la s e p a ra b a n d e la e s c u e lita p r im a ria en la q u e m e iniciaba. A s í m e e je rcita b a d esd e tem p ra n o en la b ú sq u ed a de la razón d e ser de los h ech os, a u n q u e en a q u e lla ép o ca n o p u d ies e c o m ­ p re n d e r el real y p rofu n d o sig n ific a d o de tal p roceso. En un m om en to dado a q u e lla b ú sq u ed a fu e co m a un ju eg o , y yo pasé a conocer íntim am ente los m ínim os detalles de la totalidad d el ja rd ín gra n d e de m i casa. Los tocon es de los plátan os, el m a ­ je s tu o s o árbol de cajú, con sus ram as enroscándose sensualm ente sobre el suelo, sus raíces salientes curvándose sobre la tierra como ampliaciones de las venas de una mano vieja, las palmas, los mangos de diferen tes especies. El árbol de pan, el vien to soplan d o fuerte, h aciendo gem ir las ram as de los árboles, el canto de los pajaritos, el sanhagú, el b en teveo , el sabiá, el "m ira-al-cam ino-quién-viene". T o d o se ib a d a n d o a m i d es lu m b ra d a cu rio sid a d de niño. El conocim iento que fui adquiriendo de ese mundo: las som bras ondu lantes, com o si fu esen cu erpos en m ovim iento, que las hojas de los p lá ta n os p royecta b a n m u ltip lica d a s du ran te las n och es de luna llena, el conocim iento de todo aquello pasó a asegurarm e una tra n q u ilid a d q u e o tro s n iñ o s de m i ed a d , o m a y o r e s q u e y o , n o tenían. Y cuanto m ás m e esforzaba por com pren der durante el día có m o se d a b a n la s co s a s en a q u el m u n d o lim ita d o , tra ta n d o de detectar los m ás variados tipos de ru idos y sus causas, tanto m ás m e iba lib era n d o p o r las n och es de los "fan tasm as" qu e m e a m e­ nazaban . Sin em bargo, el em peñ o p or conocerlo no acabó con m i e sp o n ta n eid a d de niño, co lo c a n d o en su lu g a r u n a d eform a ció n ra c io n a lis ta . E n r e a lid a d y o n o e r a u n n iñ o q u e h a b la s e d e su m u n d o p a rtic u la r en fo rm a a lta n era , con tra je, c o rb a ta y cu ello duro, rep itien d o p a la b ra s del u n iverso de los adu ltos. Yo lo vivía in te n s a m e n te . C o n to d o , e n la s e x p e r ie n c ia s e n é l y c o n é l fu i aprendiendo a em erger de su cotidianeidad sin que eso significase el fin de su e n c a n to p a r a m í. S im p le m e n te m e m o v ía en él con segu ridad, fu ese n och e o día. Mi padre tuvo un papel im portan te en m i búsqueda. Afectuoso, inteligente, abierto, ja m á s se negó a escu ch arn os en n u estras cu ­ riosidades. Él y mi madre hacían una pareja armoniosa, cuya unidad sin em b a rgo no sig n ifica b a ni la n ivela ció n de ella a él ni la de él a ella. El testim on io qu e n os dieron siem p re fu e de com pren sión , ja m á s de intolerancia. C atólica ella, espiritista él, se respetaron en

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su s o p cio n es. C on ello s a p re n d í el d iá lo go d es d e m u y tem p ran o. N u n ca m e sentí tem eroso de pregu n tar y no m e acu erdo de h aber sido castigado, o sim p lem en te am on estad o, p or discrepar. Con ellos aprendí a leer m is p rim eras palabras, escrib ién d ola s con palitos en el suelo, a la som bra de los mangos. Palabras y frases relacion a d a s con m i experien cia, no con la de ellos. En v e z de un e n g o rr o s o a b e c e d a rio o, lo q u e es p eo r, d e u n lib ro de te x to de a q u ellos en qu e los n iñ os d eb ía n re c o rre r las letra s d el alfabeto, com o si a p ren d iesen a h a b la r d icien d o letras, tu ve com o p rim era e s c u e la el p ro p io ja r d ín de m i ca sa , m i p rim e r m u n d o . E l su elo p ro te g id o p o r la c o p a de lo s á rb o le s fu e m i p iz a r r a sui generis, y las astillas mis gises. Así, cuando a los seis años llegué a la escuelita de E u nice, m i p rim era ' m a estra form al, yo y a leía y escribía. N u n c a o lv id a ré la a le g r ía co n q u e m e e n tre g a b a a lo q u e ella lla m a b a "form ar oraciones". Prim ero m e p ed ía que alinease tantas palabras com o supiese y quisiese escribir sobre una hoja de papel. L u e g o q u e fu e s e fo rm a n d o o ra c io n e s con ella s, o ra c io n e s cu yo sig n ific a d o p a sá b a m o s a d iscu tir. A s í fu e com o, p oco a poco, fui co n s tru yen d o m i in tim id a d con los verbos, con su s tiem pos, sus m odos, qu e ella m e iba en señ a n d o en fu n ción de las d ificu lta d es q u e su rgía n . Su p reo c u p a c ió n fu n d a m en ta l no era h a c erm e m em oriza r defin icion es gram aticales, sino estim u lar el desarrollo de m i expresividad oral y escrita. En ú ltim a in stan cia no h ab ía n in gu n a ru p tu ra entre la orien ta ­ ción de mis padres, en casa, y la de Eunice en su escuelita particular. T a n to en ca sa co m o en la e sc u e lita y o era in vita d o a con ocer, en vez de verm e redu cido a la condición de "depósito vacío" que había qu e llen a r con conocim ientos. No había ruptura entre la form a en que la pasaba en casa y mis ejercicio s en la escu ela. M o tivo p o r el cu a l ésta no re p res en ta b a u n a a m en a za a m i cu rio sid a d sin o un estím u lo. Si el tiem p o qu e pa saba ju ga n d o y buscando, libre, en m i ja rd ín no era igual al que vivía en la escu ela, ta m p o co se co n tra p o n ía al p u n to de h acerm e sen tir m al de sólo p en sa r en ella. U n tiem p o se filtra b a en el otro y yo me sentía bien en ambos. Finalm ente la escuela, aunque m an­ tenía su especificidad, no abría un paréntesis en m i alegría de vivir. A legría de vivir que m e h a ven ido m arcando tod a la vida. Inclu sive de niño, en los tiem p os m ás difíciles en J aboatáo. H om bre h ech o e n lo s tie m p o s d e n u e s tr o ex ilio . A le g r ía d e v iv ir q u e tie n e q u e ver con m i optim ism o que, sien do crítico, no es paralizan te, y por

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lo tanto me em puja siem pre a com prom eterm e en form as de acción com p a tib les con m i o p ció n política. D esdichadam ente, aqu ella coin ciden cia antes referid a entre m i a le g r ía d e v iv ir e n e l ja r d ín d e m i c a s a y la s e x p e r ie n c ia s d e la e s c u e la n o fu e la tó n ic a q u e p re d o m in ó d u ra n te lo s a ñ o s de m i escolarización. A d e m á s d e E u n ic e , l a m a e s tr a c o n q u ie n a p r e n d i a "fo rm a r oraciones", sólo Áurea, todavía en Recife, y Cecilia, y a en Jaboatáo, m e m arcaron realm ente. El resto de las escuelas prim arias por las que pasé fu eron m ediocres y m olestas, au nqu e no gu ardo ningún m al recu erdo de sus m aestras com o personas. A l referirm e a la escu elita p a rticu la r de E u n ice difícilm en te p o ­ dría olvidar a Adelino, su tío abuelo, a quien veía todas las mañanas cu a n d o iba a "fo rm a r oracion es". "Jaú, jaú , te m eto el cuchillo en la panza", canturreaba, siem pre sem iso n rien te, afectu oso, cu a n d o m e a cerca b a a él, en tre tím ido y cu rioso, sin en ten d er el sen tido de la canción. Rotundo, tota lm en te cercado por u n a b a rriga enorm e, bigotazo ostentoso que lo anunciaba de lejos, ojos pequeños y vivos, Adelino era un p erso n a je de E ga de Q u eirós. E ra un viejo im p resio n a n te en su anonim ato de funcionario público retirado. En sus m om entos de rabia las palabras llam adas feas salían de su boca redondeadas, aunque contundentes, casi acariciadas por su frondoso bigote. Los recuerdos de m i infancia están llenos de instantes de su presencia, en los que el valor personal, la sinceridad en la relación de amistad, la a p ertu ra al otro, en los qu e cierto gu sto qu ijotesco de esta r en el m u n do, gu sto qu ijotesco en cu erpo de S ancho, h ab lab an de él, cóm o era y cóm o se m o vía en el m u n d o. Lo perfila b a n . N unca m e olvido de uno de esos instantes. Era de noche. Llovía m u ch o. La llu via ca ía agu jerean do el suelo, h acien d o la geogra fía qu e le daba la ga n a -islas, lagos, riach u elos. Los relám pagos y los truenos se sucedían, llenando el mundo de barullo y claridad. Entre ello s y el ca n tu rreo de A d elin o: "Jaú, Jaú , te m eto el cu ch illo en la p a n za ", só lo h a b ía u n a d ife re n c ia : de la c a n c ió n n o te n ía y o m iedo. A d e lin o se h a b ía a n tic ip a d o a la te m p e s ta d , lo q u e n o h a b ía su cedido con M artins, en ton ces fu n cion a rio de la oficin a de id e n ­ tific a c ió n de la p o lic ía civil de P ern a m b u co . En c ie rto s a s p e c to s M a rtin s era lo o p u esto de A d elin o. Bajo, ta m b ién gord o, a u n q u e no tanto, risu eñ o en el m om en to preciso, am an te de los h ab an os

48 qu e fu m a b a h a sta el fin, ten ía en la ru tin a b u ro crática el sentido m ism o de su existencia. Sin ella, sin sus papeles, sin sus horarios a los qu e su m aba el ch aleco del que ja m á s se separaba, la v id a y a no sería vida. Sería, tal vez, un p a sa je in cóm od o p o r el m undo. M artins era un personaje de M achado de Assis. Es probable que m u ch a s veces, d esp u és de lleg a r del tra b a jo fa tiga d o p ero "plenifica d o", silen cio so en su m eced o ra , o b serva n d o los d ib u jo s a rb i­ trarios del h u m o de su h aban o, h a y a pen sa d o en los p a p eles que h ab ían p a sa d o p o r su escritorio y qu e él, d esp u és de estu d ia rlos con apasion a d a m eticu losidad, h ab ría en viado al sector A, o al B, n o sólo co m o q u ien re s o lv ía el p r o b le m a de lo s in te re s a d o s sin o tam bién com o quien salvase al m u n do m ism o. R ecién ca sa d o lo visité p o r ú ltim a v e z en su h u m ild e casa, en un b a rrio de R ecife, con m i p rim era m u jer, Elza, p a ra q u e ella lo conociese. A d elin o h a b ía m u erto antes. Q u eb ra n ta d o m ás p o r los m a les qu e lo co n s u m ía n q u e p o r la edad, conservaba la m ism a serenidad en la m irada, a pesar de que y a no p o d ía fu m a r su b ien a m a d o h aban o. N os recib ió en la "sala de visitas", en cu yas paredes se veían viejas fotografías de fam ilia, algunas y a opacadas por los años, am arillentas. É sta era u n a con sta n te en las salas de visita de las fam ilias de la c la s e m e d ia "m e d ia n a " q u e se fu e e x te n d ie n d o a la s de re n ta m ás baja. Fotografías a todo color llenando los espacios de la sala, y abajo siem pre el C orazón de J esú s. U n a de esas fo togra fía s que ra ra m e n te fa lta b a e ra la d el co m p ro m iso o la d el c a sa m ie n to de la pareja, a las que le segu ían las de la "prim era com u nión" de los hijos. H a b ló d e su tie m p o , p a r a él m e jo r q u e el tie m p o d e n u e s tr a visita, h ab ló de m i padre, de m i m adre, de m is tíos y de m is tías. D e R o d o v a lh o , p r in c ip a lm e n te , "a m ig o - d e c ía él- d e t o d a s la s h oras". H abló de A d elin o con u n a so n risa qu e co m b in ó con u n a mirada que se perdía en la distancia, una sonrisa de suave nostalgia. H abló de "algu nas de sus hazañ as", de su valen tía, de su lealtad. E n a q u e lla n o c h e de llu v ia c e rra d a , co n Z é P a iva , q u e e r a el m arido de u n a de m is tías, y m i padre, M artins y A delin o arm aron u n a m esa de póquer. A u n la d o , n i m u y le jo s n i m u y c e r c a de la m esa , m i m a d re y u n a de m is tías bordaban y conversaban . J u n to a ellas estaba m i herm ana Stela. A lrededor de la m esa mis herm anos m ayores y yo observábam os

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el ir y v en ir de las barajas. La a n im a ción del ju e g o dism in u ía, al m e n o s e n m í, lo s te m o r e s p r o v o c a d o s p o r e l e s tr u e n d o d e lo s tru en os y p o r la :larid ad de los relám p a go s qu e ta n to m e gu sta n hoy. Las cartas iban, las cartas venían. Las palabras llenaban los in­ tervalos de esas idas y venidas. Adelino com enzó a perder. Una, dos, tres veces. Si tenía un par, algu ien ten ía dos pares; si ten ía u n a tercia, algu ien ten ía u n a co­ rrida. De repente, ojps chispeantes, m an os encrespadas, arrojó sobre la m esa un monten de cartas, mandándolas, con expresión machistam en te ofen siva p a ra las m ujeres, "a la p u ta qu e las parió". El silen cio qu e se hizo, pesad o, in sop orta b le, lo d ejó d es o rien ­ tado. Se pu so de pie, descon fiado, con trolado pero un poco fu era de sí... y a no sabía dónde poner las m anos. Luego, tod avía visib le­ m en te desequ ilib rado, se a com odó los p a n ta lon es h a s ta cierto lí­ m ite en el q u e la b a rr ig a a c e p ta b a m e jo r el cin tu rón . M iró a su alrededor. Sus ojps brillab an con un brillo diferente. O jos de niño a rrep en tid o de a lgu n a travesu ra. H abló tím id a m en te, a p es a r de toda la fu erza de su carácter. Y es que, a la altura de la cultura de su contexto, se sabía en un error grave: no debió h aber m aldecido las cartas de esa m a n era frente a las señ oras y a las niñas. Sabía q u e era u n a fa lta im p erd o n ab le. No le q u ed a b a m ás qu e a su m ir h u m ildem en te su debilidad. "Perdón", dijo. "E stá perdonado", dijo m i padre. A continuación, sin que m ediase ninguna otra palabra, se dirigió a la p u erta qu e s° le abrió dócilm en te. Llovía tupido. La llu via agu jereaba el suelo, h aciendo la geogra ­ fía que se le daba la ga n a -islas, lagos, riachuelos. A delin o cam inó solo. La lluvia moó su cuerpo, su alma, su rabia, su arrepentimiento. En casa el jueg ) había terminado. Intentam os una plática aguada e in colo ra pero no pu dim os continu arla. Las palabras de A delino, que en un m om ento habían llenado toda la sala, la hicieron vaciar­ se, y un silen cio pesad o se apoderó de todo, cayó sobre todos, se a co stó so b re la m esa, se reca rgó en las p a red es y su b ra y ó el es­ truendo de los truenos. Años después, m i abuela A dozin da le devolvería a m i tía Esther, que fu e m i segu r da m adre, un libro de J osé Lins do Regó por las m ism a s ra zo n es p o r las qu e A d e lin o a b a n d o n ó la m esa de ju e g o en aqu ella n och e de torm enta.

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Recordando ah ora lo que sucedió con A delin o en aquella noche distan te y que en volvió a tod os los que estaban en la sala, pienso sobre todo h asta qué punto u n a form ación m ás libre, m ás crítica, corn o fu e la m ía, n ecesa riam en te ta m b ién se veía lim ita d a por la censura rígida y m oralista de toda form a de expresión m enos pura y d e to d o lo q u e tu v ie s e q u e v e r, a u n q u e fu e r a d e le jo s , c o n e l sexo. É sta h a de ser u n a de las co n trad iccion es qu e experim en té e n m i fo rm a c ió n . P o r u n la d o e s tim u la d o a c re c e r, p o r e l o tro cercen a d o en m i criticid a d p o r la rep resión p u rita n a qu e sin em ­ b a rg o re c o n o zc o q u e n o fu e de la s p eo re s. H a b ía fa m ilia s en tre n u estras relacion es qu e eran m u ch o m ás rígidas qu e la n uestra, m u ch o m ás a torm en tad as por la som b ra a n gu stian te y p erseg u i­ dora del pecado, que siem pre estaba en todo y en todos. Creo que en este sen tido la in flu en cia de m i p adre tam bién fu e decisiva. D e cu a lq u ie r m a n era , cu a n d o a lo s siete a ñ os, "sa lta n d o a la cu erda" con m is h erm an o s al caer la tarde m e q u ebré la p iern a a la altu ra del m uslo, m e en señ aron a decir, en u n a expresión m u y m odosita: "m e fracturé el fémur". M uslo no sonaba bien. Era parte d e la "g eo g ra fía " d el p ec a d o . C o n la g e n e ra c ió n de m i m a d re la s exigencias habían sido mayores. Ella se había detenido en el tobillo. E n a q u e lla é p o c a h a b la r d e la b e lle z a de la s p ie r n a s de a lg u n a m u je r en u n a reu n ió n ín tim a, en u n a "sa la resp eta b le", era u n a A p r u d e n c ia qu e p o d ría costar caro a quien la com etiese, En tales circunstancias, tuve que aprender desde m uy tem prano que había terrenos en los que nuestra curiosidad de niños no podía ejercerse librem ente. Nuestras in dagaciones sobre el problem a se­ x u a l fu eron co n cen trán d o se poco a poco en n osotros m ism os, en n uestros h erm an os y com pañeros m ayores. Si h ubo quien in gen u am en te estableciese u n a coin ciden cia ra ­ d ica l en tre sa b er y virtu d, la g en era ción m a d u ra de m is tiem p os de n iño, p o r el con trario, v e ía en la ig n o ra n c ia de las cu estio n es sexu ales y en su com pren sión distorsion ad a el m ejor cam ino p ara llegar a la virtud. El niño sería tanto más puro cuanto más creyese, o pareciese creer, por poner un ejem plo, que llegábam os al m undo traídos por serviciales cigüeñas. En el m o m en to en qu e estoy escribien do m e acu erdo del testi­ m o n io q u e m e d io u n g r a n a m ig o , u n te ó lo g o a le m á n d e u n a g e n e ra c ió n m á s jo v e n q u e la m ía . V a le la p e n a c ita rlo co m o u n ejem p lo m ás del p u rita n ism o , de la re p res ió n sexu al, tan vieja y universal como castradora, contra la cual urge luchar cada Nez más.

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H a blábam os a la m esa de un b a r de Lim a, h ace años, p recisa ­ m en te so b re la rep resión sexu al, so b re los tabú es in h ib id ores de lo s q u e d ifíc ilm e n te h a b rá e sc a p a d o u n h o m b re o u n a m u je r de m i generación, cuando m e relató lo que le platicara un com pañero suyo del sem inario teológico protestan te cuando eran estudiantes. Lleno de dudas sobre si estaría correcto o no el com portam iento de su padre, el jo v e n co m p a ñ ero de m i a m igo le rep itió el diálogo que oyera cierta noche desde su cuarto, contiguo al de sus padres. "No, no, h o y no", s u p lica b a la m adre, m ien tra s el p a d re d ecía c a tegó ric o: "T en go u n m a n d a to de D io s q u e cu m p lir, el d e tra er m ás pastores al m undo." En las relacion es de a q u ella p a reja no h a b ía fo rm a de a d m itir el placer, el ju e g o sex u a l -éste era p u ro a rd id d el pecad o. Lo qu e h a b ía en el en cu en tro sex u a l era a p en a s el cu m p lim ien to "b u ro ­ crático" de un deber: el de tra er pa sto res al m u n do. Las generaciones jóven es de las ciudades, que se han ido abrien­ do, y a n o p u e d e n c o n v ivir con s em eja n te c o m p re n s ió n d e la s e ­ x u a lid a d . De la sex u a lid a d que, sin a go ta rse en el acto del am or, n o p r e s c in d e d e é s te c o m o e x p r e s ió n p le n a d e u n d e r e c h o : e l legítim o d erech o al placer. Las generaciones jóven es de esas ciudades y de esas culturas, al abrirse, y a no pu ed en aceptar la d ico tom ía in su sten ta b le y en fer­ m iza entre cuerpo y alma. Y a no pu eden con vivir con la convicción (le q u e el c u e rp o e s la fu e n te de la im p e rfe c c ió n , d e lo s d e s e o s p ecam inosos, y de que el alm a, am en azad a en su pureza, perdido el ru m bo por la ten tación del cuerpo m alvado, se extra vía tra sto r­ nada. A m í no m e a som bra ni m e asu sta que las generacion es jó ven es se ex c e d a n a v e c e s n o só lo en la co m p re n s ió n de su sex u a lid a d sin o en su p rá c tic a m ism a. No h a y re b eld ía n ecesa ria qu e n o se ex ced a en el discu rso y en la acción, de ve z en cu ando, al tiem p o qu e critica y b u sca su perar la d esactu a liza ción y las d istorsion es pu ritanas. A veces se exagera p a ra rectificar la exageración. El papel del educador, en esos casos, no consiste en aceptar en paz las exageraciones de la rebeldía sin críticas, ni tam poco en tan sólo negar las den u n cias rebeldes, cosa que lo colocaría al lado de lo s tra d ic io n a lis ta s re a c c io n a rio s . El p a p e l del e d u c a d o r crítico co n siste en, co m p ren d ien d o el fen óm en o, d ec la ra rse fa vo ra b le al o b jetivo de la crítica reb eld e pero su b ra y a r su erro r táctico. Y no p e g a r el a cierto e s tra tég ico de q u ien erró en la tá ctica . N e g a r

¡-a

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TERCERA CARTA

crítica en función del error táctico es u n a form a de oponerse al sueño estratégico, dando la fa lsa im presión de estar con él. Por otro lado, aceptar el error táctico sin com bate, sin protesta, es h acerse cóm plice del error y trabajar contra la utopía. El educador p rogresista coherente tiene que estar atento a las relaciones, siem ­ pre ten sas, en tre la tá ctica y la estrategia. Es a b solu ta m en te fu n ­ d a m e n ta l el a p re n d iza je de a m bas, sin el cu al, resb a la n d o h acia in coh erencias, sa crificam os el sueño estratégico.

CUARTA CARTA

Más que cu alqu ier otra cosa, m e sen tía com o si m e estuviesen expulsando, echando de mi propia seguridad.

D e ja r R e c ife e n 193 2, la c a s a r e la t iv a m e n t e g r a n d e e n l a q u e n a c í -m i p rim e r m u n d o -, y p a rtir h a c ia J a b o a tá o fu e u n a e x p e ­ r ie n c ia tra u m á tic a , con to d o y la c u rio s id a d q u e la p r o p ia m u ­ d a n z a p u d ie r a p ro v o c a r. D e já b a m o s R e c ife p o r la s d ific u lta d e s q u e la fa m ilia h a b ía c o m e n z a d o a e n fr e n t a r h a c ía d o s o tr e s a ñ o s, co m o c o n s e c u e n c ia de la s itu a c ió n de R o d o va lh o , u n o de m is tío s m a te r n o s , q u e e s ta b a a d o s p a s o s d e la q u ieb ra . Y la s dificu ltades se h ab rían anticipado si no h u b iese sido por la ayu da q u e é l n o s v e n ía d a n d o d e s d e e l m o m e n t o e n q u e m i p a d r e qu edara inactivo por razones de salud. El hecho es que en aquella m a ñ a n a de ab ril la m u d a n za m e a rra n ca b a de m is rin co n es p re­ fe rid o s , m e s e p a r a b a d e m is á r b o le s m á s ín tim o s , d e l c a n a r io q u e to d a s la s m a ñ a n a s c a n ta b a te m p ra n ito s o b re la c u m b re r a cíe la casa, de los com p a ñ eros con los que ju g a b a . A lb in o F. V ital e r a u n o de ello s. A m ig o fra te rn o h a s ta el d ía de h oy. C ie n tífic o m á s co n o c id o fu e r a de B ra sil q u e en tre n o so tro s, en su ca m p o: la fito p a to lo g ía . P ed ro y S ergio, h ijo s d el "señ o r" Z u za , m a e s tro d e u n a b a n d a d e m ú s ic a q u e n u n c a p a s ó d e l a e t a p a d e lo s ensayos. U n a n iñ a grande, bonita, a la que todos los días, durante el recorrid o de la ca sa a la escuela, el G ru p o E scola r M ath ias de A lb u q u e r q u e , s o ñ a b a c o n d e c irle , a ú n m á s , p la n e a b a d e c irle : " E r e s lin d a y m e g u s t a s m u c h o " , p e r o c o m o e l v a lo r n o e r a s u fic ie n te m e ib a c o n t e n t a n d o c o n e l g u s to d e q u e r e r d e c ir y n o d ecir. Y el g u sto d e q u e re r d e c ir e r a ta n fu e r te q u e en cierto m o m e n to e r a c o m o s i y a lo h u b ie s e h e c h o . E l s ile n c io e n q u e m u ch a s veces h acíam os casi todo el trayecto de la ca sa al G rupo (e lla e r a m i v e c in a ) y o lo v iv ía c o m o s i fu e s e e l t ie m p o d e u n a la r g a c o n v e rs a c ió n , en la q u e e lla m e d e c ía y m e r e p e tía q u e y o ta m b ién le gu staba. En los idos años de 1932 aquella niña grandota tendría la misma [53]

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im p o rta n cia p a ra m í qu e T e re z a p a ra B an deira.* La m u d a n za m e a rra n ca b a de un m om en to n u evo en m i esc o ­ laridad: cortaba la experiencia que m e estim ulaba desde hacía poco tiempo, casi tres meses, en el G rupo E scolar M athias de A lbu qu er­ q u e, con Á u rea , u n a de la s m a e s tra s q u e y a h e m e n c io n a d o , de fu erte p resen cia en m i m em oria, Á u rea Bahia. M ás qu e cu alqu ier otra cosa, m e sen tía com o si m e estu viesen exp u lsa n d o, ech a n d o de m i p rop ia segu rid a d . S en tía qu e m e en ­ v o lvía un m iedo diferen te, no exp erim en tad o h a sta en ton ces. Era co m o si estu vies e m u rien d o un poco. H oy lo sé. En realid ad , en a q u el m o m e n to viv ía la s eg u n d a e x p erien c ia de exilio sem icon sciente. La p rim era fu e m i llegad a al m u n do, apen as dejé la seg u ­ rid a d d el ú tero de m i m adre. Los dos cam iones que m i padre h ab ía contratado p ara el tran s­ porte de n u estras cosas h ab ían llegado tem prano. Los cargadores com enzaron en segu ida su tarea, a la que asistía yo callado desde un rincón del estrecho patio de la vieja casa, sin obstacu lizar su ir y ven ir apresu rado. U no a u no vi salir los m u ebles. En aquella época y a existía todo un proceso de organización del trabajo, de creación popu lar, con técn icas ru dim en tarias que, se­ guidas al pie de la letra por los cargadores, los calungas'4 de camión com o se les llam aba, los h acían m ás eficaces. T écn ica s de orga n i­ za c ió n de la s q u e el c h o fer ig u a lm e n te en ten d ía . D esd e el lu g a r en el q u e el c a m ió n d e b ía p a ra r, en re la c ió n co n la p u e r ta m á s a decu ada p a ra la salida de los m uebles, h asta la p osición de éstos dentro de aquél. V a le decir, cu áles eran los m u eb les qu e deberían salir en p rim er lu gar, pu esto que su posición en la ca rrocería del veh ícu lo era de gra n im p o rta n cia p a ra el m e jo r a p ro vech a m ien to d el esp a cio d isp o n ib le y el eq u ilib rio d el peso. A n te s d e a q u e lla m u d a n z a h a b ía p r e s e n c ia d o o tr a de m e n o r im p orta n cia , de u n a ca sa a otra en el m ism o barrio. En relación con las técnicas de trabajo lo que más me im presionó fue la m anera en qu e los carga d ores tra n sp orta ron el pian o en la cabeza, p ro te ­ g id o s p o r u n a s ro s c a s de p a ñ o b o n ita s, b ien h e c h a s y de lin d o s colores, y cóm o can tan do, y sien do tod os de la m ism a altura, rit­ m a b a n su cu erp o de tal m a n era qu e d ivid ían el peso en tre ellos, cuatro h om bres fu ertes, los cu erpos sudorosos.

* Manuel Bandeira, Poesías, Río de Janeiro, Livraria José Olimpio Editora, 1955, p. 206.

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P a r e c ía h a b e r u n a r e la c ió n e n tre e l r itm o d e lo s c u e rp o s , la v e lo c id a d con q u e se m o vía n , la d is trib u c ió n del p es o d el o b jeto e n tre lo s cu erp o s , p r o v o c a d a p o r la c a d e n c ia y p o r la v e lo c id a d del m ovim ien to, tod o sella d o p o r la m u sica lid a d de la can ción . Uno a uno vi salir los m uebles. El piano alem án de Lourdes, las sillas de bejuco, la vieja m esa extensible del siglo pasado, el mortero en el que m olíam os el café tostado en la casa, los tachos de cobre en lo s q u e se h a c ía la canjica qu e se servía en las fiesta s de San |Juan. Las "m a n os de m a íz verd e se com praban la víspera. T o m á b a ­ m os p a rte en el tra ta m ien to de los elotes, qu itán doles las h oja s y dejándolos listos para rallarlos. La m asa de m aíz tierno raspado se m e z c la b a c o n u n a p r im e r a p o r c ió n d e le c h e d e c o c o y to d o se lleva b a al fu ego en los tachos de cobre, antes rigu rosam en te la va ­ dos, co m en za n d o el p a cien te tra b a jo de re vo lv er la m asa. Si bien todo el proceso de la producción de la canjica [gachas] me agradaba, m e im p resion ab a particu larm en te el m om ento en que poco a poco la m a sa líq u id a se ib a h a cien d o m ás só lid a h a sta que, al p a recer (le repente, era más sólida que líquida. Era la señal de que la canjica estaba lista. H abía otro m om ento que m e es im posible olvidar: aquel en que, c u c h a ra en m a n o , d is p u tá b a m o s lo q u e q u e d a b a en lo s ta c h o s d esp u és de v e rtid a la canjica en lo s p la to n e s y la s fu e n te s de la vieja va jilla de m i abuela. Por la n och e a lgu n os de esos platon es, a d o rn a d os con dibu jos fech o s con ca n ela en p olvo so b re la canjica, se obsequiaban a los vecinos más próxim os, que tam bién nos obsequiaban de los suyos. E n el fo n d o , p o r d e b a jo de la c o r te s ía h a b ía , p o r p a rte de c a d a fam ilia, u n a esp ecie de c o m p e te n cia lin a r ia , u n a c o m p e t e n c ia tim e no se ex p resa b a o ra lm en te so b re cu ál sería la m e jo r canjica de la calle. E s c la ro q u e c o n la in te n s ific a c ió n d e l a c r is is d is m in u y ó la producción ele la canjica de junio. D ism inuyó, pero de hecho nunca fa ltó. T o d o se lleva b a a cabo bajo la rig u ro sa pero siem pre a fectu osa d irecció n de D adá. D a d á h a b ía "cria d o" a m i m a d re y en a q u e lla época "criaba" a mi herm ana Stela. Su cariño por ella y sus cuidados eran tales que a m en u do la d esp erta b a p a ra v er si dorm ía. T res años despu és de n u estra llegad a a J aboatáo D adá m oriría de tu b ercu lo sis en n u estra casa, y no en la in d igen cia de ningún

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h osp ita l, a p e s a r de la crisis. M o ría ro d ea d a d el ca riñ o de todos. Me acuerdo de u n a conversación seria, equilibrada, n ad a patética, q u e tu v o m i m a d r e co n n o s o tr o s p a r a e x p lic a r q u e te n d ría m o s n ecesid ad de esforzarn os al m áxim o p a ra asegu rarle el m ín im o de c o n d ic io n e s m a te r ia le s en su lu c h a p o r la v id a . E sto e x ig ía q u e n oso tro s en ten d iéra m o s la n ecesa ria d ism in u ció n de un poco de lo que com íam os en favor de ella, asum iendo conscientem ente una parte del com prom iso que la fa m ilia ten ía con ella, dem ostrándole así, en su s ú ltim o s m o m e n to s en este m u n d o, el a m o r q u e le te ­ níamos. No sé si D adá supo que m oría. T a l v e z sólo pen sase que estaba vieja y cansada. En u n a ta rd e tra n q u ila , en el m is m o cu a rto en el q u e u n año antes había m uerto m i padre y para el cual la trasladara m i madre, D adá partió. U no a uno vi salir los m uebles. Pero no era sim plem ente la casa la que se ib a v acian do. E ra y o tam bién , allí parado, callado, en el rin c ó n d el p a tio d e d o n d e sólo m e m o v í p a r a s u b ir a u n o d e lo s dos ca m ion es ju n to con m i padre, tam bién callado. Y a den tro del cam ión , q u e c o m en za b a a a n d a r len tam en te, él m iró p o r ú ltim a vez el ja rd ín que mi m adre tantas veces defendiera de la agresividad de las h orm igas. A pen as m iró, y estu vo sin decir u n a p a la b ra casi todo el tra yecto en tre Recife y Ja b oatá o, qu e en a q u ella ép oca era todo un viaje.

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Hasta el día de hoy, ni le señalo dos veces a una p erson a el error que ha com etido ni soporto que lo hagan conmigo.

N a c id o e n R ío G ra n d e d o N o rte, m i p a d r e e m ig ró h a c ia R e c ife m u y jo ven , a prin cip ios de siglo, trayendo consigo ú n icam en te su certificado de estudios en hum anidades y el gusto por la aventura. P a re c e se r q u e al g u s to p o r la a v e n tu r a él s u m a b a ta m b ié n su disgu sto por la co n viven cia fo rza d a con un p a d rastro que, siendo au toritario, n ad a ten ía qu e ver con su fo rm a a b ierta de ser. Poco tiem p o d esp u és "sen tó plaza" en el ejército, de donde, y a sargen to, pasó a la p o licía m ilita r de Pern am bu co com o ten iente, en el m om ento en que un nuevo gobierno de aquel estado intentaba reform a r esa corporación . Se retiró sien d o capitán , tres años d esp u és de qu e y o n aciera, debido a u na dilatación de la ven a aorta, m ism a que le cau saría la m uerte en 1934. U no de los testim o n ios que tu vim os de él, m u y sign ificativo en n u e s t r a fo rm a c ió n , la d e s u s h ijo s e h ija , y d e l q u e e n c a s a se Hablaba sin hipocresías, fue el de su total ausencia en ciertos hechos qu e in vo lu cra ro n a a lgu n os o ficia les de la p o licía m ilita r de P er­ n a m b u co d u ra n te la d éc a d a de 1910. P a rticip a c ión de m ilita res disfrazados de "m arginales", en realidad delincuentes, asesinos; el "gru p o d el p a ñ u e lo " ,17 co m o eran co n o cid o s, qu e a gred ía n y to r­ tu raban a period istas de la oposición . Fue preciso que en uno de esos actos de violencia, tan com u n es tod avía h oy -n u estra h istoria recien te está rep leta de tortu rados y desaparecidos-, asesin aran a u n p e r io d is ta fa m o s o p a r a q u e se p u s ie s e fin a e s a v e r g o n z o s a violencia. P o r lo g e n e r a l c u a n d o s e p la n e a b a u n a c to d e e s te tip o c o n a lgú n p e rio d ista de la o p o s ició n m i p a d re era en via d o a cu m p lir ítlgu n a m isión fu era de Recife. El h ech o de no c o n ta r con él -en rea lid a d n i s iq u iera llegaron a abordarlo bu scan do su connivencia- lleva b a a la cú pu la respon ­ [57]

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sa b le de estos a ctos tru cu len tos a a leja rlo de R ecife ca d a vez iue p ro g ra m a b a otro atentado. R e c u e rd o q u é b ien n o s h a c ía a n o s o tro s , a p e s a r de n u e s tra tiern a edad, saber qu e n u estro padre no h a b ía m etid o las m an os en un qu ehacer tan sucio. V a lía m ucho m ás, com o realm en te valió p ara todos nosotros, la ex p erien cia de las dificu lta d es que tu vim os; a m í m e va lió m u ch o m ás s o rp ren d er a m i p a d re en su cu arto, a fligid o, llo ra n d o a es­ c o n d id a s de lo s h ijo s y de la h ija , sen ta d o en la c a m a al la d c de su mujer, nuestra madre, por su im potencia frente a los obstáculos q u e d e b ía v e n c e r p a ra o frec er el m ín im o b ie n e s ta r a su fa m ilia . V a lió m u ch o , re a lm e n te m u ch o , el a b ra zo q u e m e dio, sen tir su ro stro m o ja d o en el m ío, cu a n d o yo , m á s q u e a d ivin a r, s a b ía la ra zón p o r la qu e lloraba. V alió m u ch o m ás lo que sufrim os, adem ás de ten er h oy la sen ­ sación -que no tiene precio- de hablarnos a nosotros m ism os sobre nuestro padre sin arrogancia, es verdad, sin fariseísm os, sino con a legría legítim a, com o un h om b re serio y h on rado. Su p e rm a n en c ia fo rza d a en ca sa lo a p ro x im ó in te n sa m en te a todos n osotros. Por regla general a p rovech aba todas las o p ortu n i­ dades, cu a lesq u iera que fu esen, estan do con algu n o de sus h ijos o con la hija, para una plática accesible. Sin em bargo, nunca hacía d isertacion es eruditas ni forzaba un asu nto si éste no nos in tere­ saba. Pregu n taba, desafiab a, al m ism o tiem po qu e n os ib a in tro ­ du cien do en diferen tes tem as. N o sotros lo ten íam os a n u estra d isp osición en tod o m om ento, in clu sive en aquellos en los que se dedicaba a sus lectu ras o a los tra b a jo s de ca rp in tería en su im p rovisa d o y preca rio taller. En varias ocasiones trató de valerse de sus habilidades manrales p a ra su m ar cu a lq u ier cosa qu e pu d iese con segu ir con su trapajo d e c a rp in tero a s u s p a rc a s e n tra d a s de ca p itá n retira d o. H a cía ja u las artísticas, perezosos, tam borcitos, ju ego s de backgammor, de damas, de dominó. El fracaso se repetía y él regalaba su produc:ión entre parien tes y am igos. Un día, aprovechando la ven ida sem anal de un am igo que T raía a R e c ife en su ca m ió n m e rc a d e r ía s d el in te rio r, de u n a cird a d lla m a d a Belo Jardim , de la qu e m i tío M onteiro fu e elegido in te n ­ dente después de la revolución de 1930, m i padre pensó "importar" calabazas, piloncillo, artesanías, m uñecos de barro, cestas parí las com pras, p a ra ven derlas en u n a pequ eñ a tien da de abarrotes que

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quedaba en la m ism a calle en que vivíam os y en la que yo naciera. Y con q u é sa crificio co n sigu ió el escaso din ero p a ra la in versión . Fracaso mayor. M e a cu erd o d el ú ltim o d iá logo de m i p a d re con el du eñ o de la tien da. R esp etu o so pero d ecid id o, el h o m b re d ev o lvió las m e rc a ­ d ería s d eja d a s la sem a n a a n terior y rechazó, o b via m en te, recib ir las nuevas, parte de las cu ales pretendíam os entregar. V o lv im o s a c a s a c a b iz b a jo s y a h o ra , en este m o m e n to en qu e escrib o, tan lejos de a q u el ocaso, n o p u ed o d eja r de p en sar, con em oción revivida, por un lado en el dolor que lo em b a rga b a al ver u n a v ez m ás un su eño suyo deshecho, y por el otro en el dolor, la tristeza, la am argura con que posiblem ente fue, durante el trayecto a ca sa , "b o rd a n d o " el d is c u rs o q u e d a ría a m i m a d re. D iscu rso sufrido sobre su nu evo fracaso. D u ran te m i in fa n cia atribu lada, convivien do con el dolor m oral de m is p adres, ex p erim en ta d o en las m ás d iversa s situ a cio n es y casi siem p re "rellen ado" con un len gu a je irresp etu oso, p rin cip a l­ m en te, claro, cu a n d o el su jeto p a cien te era m i m adre, a p re n d í a ser o a hacerm e intensam ente sensible al deber de respetar a quien se encuentra en situación de debilidad. En situaciones sem ejantes a m í m e d u ele d ec ir d el otro, in clu so p a ra m í m ism o: es un m e n ­ tiroso, es un estafador. C u a n d o p o r ejem p lo m i m adre, d ó cil y tím id a m en te, p id ien d o discu lp as al carn icero p or no h ab er p a gado la ín fim a can tid ad de carne com prada la sem ana anterior y solicitando m ás crédito para otros trescien tos gram os, prom etía que pagaría las dos deudas, en realid ad ella no m en tía ni in ten ta b a estafar. E lla n ecesita b a creer que realm ente pagaría. Y lo necesitaba prim ero por u na razón m uy concreta: el h am bre real de la fam ilia, y luego por u n a razón ética, la ética de la m u jer católica de clase m edia. Y cu ando el carn icero b u rlón , m a ch ista , le fa lta b a el resp eto con su d iscu rso de m ofa, sus palabras la pisoteaban, la destrozaban, la enm udecían. Tím ida y a p la sta d a la veo ahora, en este p reciso in stan te, frágil, con los ojos húm edos, saliendo de aquella carn icería p ara ir a otra, donde casi siem pre se sum aban otras ofensas a las ya recibidas. No estoy ah ora p retendiendo, com o tam poco pretend ía en aqu e­ lla época, qu e el carn icero fin an ciase n u estra crisis a su costa. No era ni es eso. Lo que m e in dign aba era la fa lta de respeto de quien o c u p a b a en p o s ic ió n de p o d e r fre n te a q u ien n o lo ten ía . E ra el to n o h u m illa n te , o fen sivo , e s c a rn e c e d o r co n q u e el c a rn ic e ro le

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h a b la b a a m i m a d re. El to n o de c en su ra , d e re p ro b a c ió n en su discu rso, qu e el ca rn icero d ila ta b a sin n ecesid a d y de fo rm a qu e to d o s en la c a rn ic e r ía lo o y ese n , m e h a c ía ta n to m a l q u e a h o ra ten go qu e esforza rm e p a ra d es crib ir la exp erien cia. H a s ta e l d ía d e h o y , n i le s e ñ a lo d o s v e c e s a u n a p e r s o n a el erro r q u e h a co m etid o n i so p o rto qu e lo h a g a n con m igo. Sin em bargo, en este punto no puedo dejar de h acer un com en ­ ta rio so b re la c u ltu ra m a c h is ta q u e n o s m a rca . S ólo é s ta p u ed e ex p lica r, p o r u n la d o, q u e m i m a d re sie m p re to m a s e so b re sí el d ifíc il e n fr e n ta m ie n to c o n lo s a c r e e d o r e s , y p o r e l o tr o q u e m i padre, tan ju s to y tan bu en o, acep ta se sa b erla ex p u esta com o se exp on ía (au nqu e ella no le con tase lo que oía en las carn icerías y en las tien d a s de a barrotes) y n o a su m iese la resp o n sa b ilid a d de vérsela s con los acreedores. E ra com o si la au torid ad del h om bre debiese perm a n ecer resgu ardada, en el fond o falsam en te resgu a r­ dada, protegida, m ientras la m u jer se en tregab a a las ofensas. Si en a q u e lla época, a h u y en ta d a ta n to de ca rn icería s com o de "puestos" y tien das de abarrotes por no pagar las deudas, n u estra fa m ilia h u b ie s e p e rd id o la fu e r z a o h u b ie s e lle g a d o a lo s g ra d o s m ás p rofu n d o s de ca ren cia , con el re su lta d o de e x p e rim e n ta r lo que m i tía Natércia, dulce persona, acostu m braba llam ar "pobreza a b ierta ", d ifíc ilm e n te n o s h a b ría m o s re cu p era d o . F u e n ec e s a rio q u e a p e s a r d e to d o c o n tin u á s e m o s e n e l e s ta d o q u e N a té r c ia d en o m in a b a "p o b reza cerrada". Lo im p o sib le era ca er en la m e n ­ dicidad, h aciendo pú blica la necesidad, deján dola desnu da e in d e­ fensa. A s í se en tien d e m e jo r la razón p o r la cu al la fa m ilia no se d es­ h a c ía d el p ia n o a lem á n de L o u rd es n i de la c o rb a ta al cu ello de m i padre. Volvamos un poco a su presencia en casa. Invariablemente, cuan­ do no estábam os en la escuela, nos in vitab a a ayu darlo, actividad en la qu e m i h erm an o T e m ístó e les era el m ás eficien te de todos. Fue de m i padre de quien escucham os, por prim era vez, críticas a la sep a ra ció n del tra b a jo m a n u a l y el in telectu al. T a m b ié n fu e en las p lá tica s in fo rm a les con él, a la so m b ra de los á rb o les qu e está b a m os dejan do esa m añ ana, donde recib í las p rim eras in fo r­ m acion es sobre la p olítica b rasileñ a de entonces. A leja d o del cu a rtel y sin n in g u n a fo rm a de p a rticip a c ión siste­ m ática de carácter partidario, él se sentía, sin em bargo, p rofu n da­ m e n te id e n tific a d o co n el m o v im ie n to de o p o s ic ió n al g o b ie rn o

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de W a s h in g to n Luis, q u e llevó a G etu lio V a rg a s a la p resid en cia de la re p ú b lica en 1930. 18 En n u e stra s p lá tica s con él, así com o escuchando atentam ente las suyas con nuestro y a m encionado tío J o á o M on teiro -p eriod ista de o p osición qu e con su va len tía y p u ­ re za p a sa b a dos d ía s en ca sa y tres en la cárcel- tu ve m i p rim er "curso" de realid ad brasileña. R ecuerdo cóm o en sus conversacion es, en sus com en tarios, se referían a la fa lta de respeto por las libertades, a la arrogan cia de los d om in a d ores, al silen cio al qu e som etía n al pu eblo, a la falta de respeto por los asuntos públicos, a la corrupción, que él llamaba "la trocin io desen fren a d o". Él n o s e n s e ñ a b a la d e m o c ra c ia n o sólo con el te s tim o n io qu e n os d a b a -su respeto h a cia n osotros, h a cia n u estros derech os, la form a com o establecía los lím ites necesarios a nuestra libertad, así corno su autoridad- sino por la crítica sensata y ju sta que hacía de los desm anes de los poderosos. Y aquellas lecciones de dem ocracia tenían adem ás algunas partes prácticas. U na de ellas era la posibi­ lidad con creta de m ostrarn os la n egación de la libertad vivid a por J o á o M on teiro. Cabellos sueltos y prem aturam ente blancos, con la paz de quien c u m p le con su d e)er, a ltivo sin ja m á s ser a rro g a n te, lo v e ía m o s a travesan do el ja rd ín de n u estra ca sa -vivía al lado, pero n u estro ja r d ín ib a de u n a ca lle a la otra - a c o m p a ñ a d o p o r el a g e n te qu e lo llevaba a su visita casi sem anal a la "heladera". Así llam aban a la celd a d o n d e lo ’gu a rd a b a n " p o r los crím en es de re iv in d ic a r la libertad y criticar los desm a n es de los poderosos. Ese m ote ven ía d e la p r á c tic a "g e n e r o s a " d e la p o lic ía q u e , p a r a "d e fe n d e r " la d em ocra cia de la acción de los "a gita d ores su b versivo s" de aquel entonces, a cada rato bañ ab a la celda con agu a helada. Jo áo M onteiro fu e víctim a del espíritu del "G ru po del Pañuelo" qu e m ató a C h acón , tal com o lo serían, en otro tiem p o h istórico, H erzo g, R u b e n s P a iva , M irian V e rb e n a '" y m ile s de b ra s ile ñ o s y b ra s ileñ a s c o b a rd e m en te a sesin a d o s d u ra n te el g o lp e m ilita r de 1964. De tanto pasar l i s fin es de sem ana en el "confort" que le reser­ vaba el violento inspector general de la policía civil de Pernam buco, R am os de Freitas, jo á o M onteiro fu e atacado por la tu bercu losis, de la que acabó par fallecer en 1935 cu ando, llen o de esperanza, b u sca b a m ejores aires en el in terior del estado. Yo v iv ía en J a b o atá o y recu erdo qu e fui a la estación del ferro ­

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ca rril p a r a v e rlo -a q u é lla fu e la ú ltim a v ez- d u ra n te la h a b itu a l p a ra d a de cinco m in u tos que h a cía el tren de Sao C aetan o, com o era conocido. E staba qu ebran tad o. Los h om bros caídos. El h a b la ron ca y d i­ fícil. M e m ir ó , so n rió . "D io s te b e n d ig a . V e n a v is ita r m e ", d ijo m ientras el tren com en zaba a andar. En 1928 e s c u c h a b a a m i p a d re y a m i tío M o n teiro h a b la n d o sobre el autoritarism o, sobre la fu erza del poder de los poderosos, sobre el "¿sabe con quién está u sted h ablando?", sobre el arbitrio, sobre los desm anes, sobre los fraudes, sobre la fa lta de respeto al pueblo, sobre su explotación, sobre el silencio que le era im puesto, so b re la im p u n id a d de los g o b ern a n tes y su s secu a ces, so b re la p ráctica segú n la cual: a los am igos, todo; a los enem igos, la ley. En 1928 e s c u c h a b a d ec ir a m i p a d re y a m i tío M o n teiro qu e no sólo era n ecesario cam b iar el estado de cosas en que vivíam os sin o q u e h a b ía q u e h a c erlo con u rg en c ia . El p a ís e s ta b a sien d o destruido, despojado, hum illado. Y entonces, la frase célebre: "Bra­ sil está al borde del abism o." No habla, y cu an d o h a b la es reprim ido. S alu dan do en 1638 al m a rqu és de M ontalváo, virrey de Brasil, en el H o sp ita l de la M ise rico rd ia de B ah ía, V ie ira h ab lab a, en el m ás p o lítico de su s serm o n es, d el silen cio im p u e sto p o r la corte com o el p eo r de tod os los m a les q u e n os afligía. Cito: Bien sabemos los que conocemos la lengua latina que esta palabra, infans, infante, quiere decir el que no habla. En ese estado estab a el B au tista niño cuando lo visitó nuestra Señora, y en ese estado estuvo Brasil muchos años, lo que fue, a mi ver, la mayor ocasión de sus males. Como el paciente no puede hablar, toda otra conjetura dificulta la medicina. Por eso Cristo ningún enfermo curó con más dificultad ni ninguno le tomó más tiempo curar que un endemoniado mudo: el peor accidente que sufrió Brasil, en su enferm edad, fue el de que le qu itaran el habla; m uchas veces quiso quejarse justam ente, muchas veces quiso pedir el remedio de sus males, pero siempre le ahogó las palabras en la garganta el respeto, o la violencia; si algu n a vez llegó un gem ido a los oídos de quien debiera rem ediarlos, llegaron también las voces del poder y vencieron los clamores de la razón... B rasil se pierde, señor [digám oslo en u n a palabra], porque algunos m i­ nistros de Su Majestad no vienen aquí a buscar nuestro bien, sino nuestros bienes.

J u ga n d o con el sign ificad o de la p a la b ra "tom ar", qu e sign ifica a veces c o n tra e r resp o n sa b ilid a d es, to m a r las rien d a s de algo, y

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otras robar, apode'arse de lo ajeno, dice también Vieira al marqués de M ontalváo y a ,us acom pañantes: El rey los m a n d a [refiriéndose a los m inistros] a tom ar Pernambuco, y ellos se contentan con tomar. Este tom ar lo ajeno, o sea lo del rey, lo de los pueblos, es el origen de la enferm edad [de Brasil], y los varios modos y a rtes d e to m a r sere los síntom as que, siendo por su n atu raleza m uy peligrosa, la hacen, ior movimientos, más mortal. Y si no, pregunto, para que las causas de los síntomas se conozcan mejor: ¿tom a en esta tierra el ministro de Justicia? Sí, toma. ¿Tom a el ministro de Hacienda? Sí, toma. ¿ T o m a el m in istro de la re p ú b lica ? Sí, tom a. ¿ T o m a el m in istro de la M ilicia? Sí, toma. ¿T)m a el m inistro del estado? Sí, tom a.*

En 1879 Joaquin Nabuco dice, en un discurso sobre un proyecto de reform a constitucional: Señores, el proyecto que hoy se discute aparece en este registro bajo los más tristes auspicios Es un proyecto que h a sido debatido en el consejo de ministros, resuelto en conferencia ministerial, razón por la que yo dije, y el n oble dip u tad o p o r el estado de Piauí (el s eñ o r D oria) recogió m i expresión, que el auo de cuerpo de delito de la iniciativa parlam entaria estaba sobre la mesa de puño y letra del ministro de Justicia. Es un proyecto que h a sido discutid) con au dien cia del em perador, que h a sido objeto de transacciones entre el m inisterio que determinó incluso la retirada de dos de los m ás ilust-es de sus m iem bros, y que solam ente después de h aber pasado p or todos esos trám ites y depuraciones llegó a esta casa, donde el m ism o día :ue cubierto cora la firm a de u n a gran m ayoría.**

E n e s te p le ito , ;eg ú n d ic e P a u lo Cavalcanti re firié n d o s e a la d isp u ta entre el in lu stria l Joáo C leofa s y el g e n era l C o rd eiro de Farias p o r e l g o b ie r n o d e Pernam bu co e n 19 5 4 , e n e l q u e lo s com u n istas a poyaban al prim ero, el Fren te de R ecife com pareció d ivid id o en tre el vo to a Farias y el voto en blan co: Dos días antes el trano de la calle Im perial, en la p laza Sérgio Loreto,

* P . Antonio V ieira Obras completas. Sermoes, vol. ttt, t. vti, VIII y ix, Portugal, Lello e Irmao Editores, 1959, pp. 342-343. Es interesante leer el análisis de este mismo sermón en E.L. Berlink, Fatores adversos naformagao brasileira, Sao Paulo, Impressora tt'sis, 1959, ed., pp. 86-87 * * Joaquim Nabuco,Publicagao comemorativa do 1 9Centenário do Nascimento do antigo deputado p o r Pemtmbuco. Iniciativa da mesa da Cámara dos Deputados, Río de Janeiro, 1950, p. 64.

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en que se localizaban la redacción y las oñcinas de la Folha do Povo, órgano de los comunistas pernambucanos, quedó sin luz. Las reclam aciones al servicio com peten te de la Pernambuco Transways no surtían efecto. Se decía que la causa del apagón era un defecto técnico no identificado. El sum inistro de electricidad sólo se restableció el día siguiente de las elec­ ciones. E ntre la vísp era y el d ía de la votación se falsificó u n a edición de la Folha do Povo, una réplica absolutam ente igual al original, con los títulos y clisés h ab itu ales. En los titu la res de la ed ición se leía, con gra n d es caracteres: "Los comunistas deben votar en blanco." Y seguía un supuesto m anifiesto de Prestes recom endando no votar por el industrial Cleofas. La d istrib u ción de esa ed ición fa lsifica d a del p eriód ico p rá ctica m en te cubrió todos los barrios de la ciudad. Patrullas de la policía se encargaban de dejar los ejemplares en las puertas de las secciones electorales, cente­ nares de inspectores fueron m ovilizados para el servicio [...] Pero a pesar de ese recurso a bajos expedientes de policialism o, el gen eral Cordeiro de Farias perdió las elecciones en la capital, la "Ciudad Cruel", aparecien­ do nuevam ente en sus m om entos de invencibilidad.*

El au toritarism o continúa, la falta de respeto a la cosa pública, el latrocinio, los escán dalos palaciegos, los PC "colloridos" o "desc o llo rid o s "20 continúan devastando el país. La im punidad descara­ da. Se roba, se m ata, se viola, se secuestra, y no p a sa n ad a o casi nada. Se asesina cobardem ente a una m ultitud de p reso s,2' se echa la culpa a los muertos y todavía se discute la sem ántica de la palabra asesinato. El golpe es la virtud; la ju gada sucia es el modelo; la desvergüenza es el testim on io a seguir. S in e m b a r g o , a p e s a r d e l a la fu e r z a d e la r e p e tic ió n , d e la im pun idad, o de la casi im punidad, n ad a de eso debe constituirse en ra zón p a ra la apatía, p a ra el fa ta lism o . A l co n trario, tod o eso nos debe em pu jar h acia la lu ch a esp eran zada y sin tregua. Es in creíb le cóm o las clases dom in an tes en este país, in clu sive sus sectores capitalistam en te m ás m odernizados, repiten siem pre p r o c e d im ie n to s y h á b ito s q u e tie n e n e l s a b o r r a n c io d e l e s tilo colonial. La arrogancia con que tratan a las clases populares, el poco caso que les hacen, la voracidad con que las explotan, su autoritarism o, el d isc u rso en q u e d e s c a ra d a m e n te d icen lo co n tra rio de lo qu e * P a u lo Cavalcanti, 0 caso eu conto como o caso f o l - D a coluna Prestes á queda de

Arraes. Memorias, Recife, E d itora G u a r a ra p e s Lim itada, 1979, pp. 284-285.

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hacen, los pretextos m ás in sostenibles para ju stifica r las m edidas d e e x c e p c ió n con q u e, a tr a v é s d el tie m p o , v ie n e n a c a lla n d o o tratan do de acallar al pu eblo brasileño. Mi padre y m i pío M onteiro estarían hoy, corno estuvieron ayer, en contra de la opresión de las clases trabajadoras, en d efen sa de lo s d éb iles, c o n tra la a rro g a n c ia de lo s p o d e ro s o s , e s tu p e fa c to s frente a su insensibilidad, lu chando al lado de m iles de brasileños y brasileñas que repiten, a lo largo de n u estra historia, su rechazo fren te al arbitrio. H oy estarían co n tra los qu e con sideran qu e las h u elgas de los trabajadores son la expresión del gu sto su bversivo de los eternos insatisfechos que buscan desestabilizar al gobierno, que según ellos el dem ocráticam en te am an te de los trabajadores. C u án tas veces, la som bra de los árboles de la casa en qu e nací y que dejé para ir v ivir en Jaboatáo, los escuché hablando, aunque a veces no lo en ten d iese todo, sobre la n ecesid ad de cam b io p a ra el país. En a q u ella m a ca n a llu vio sa de abril, en la ca b in a del cam ión, h u n d id o e n e l s ile n c io , m i p a d r e e r a u n h o m b r e d ife re n te . S u silen cio, sin em bargo, qu e en otra circu n sta n cia p o d ría h ab erm e afectado, en aqu éla no m e h acía m al. Su silencio coin cidía con el m ío. A m b o s ten ías la m is m a ra zón de ser, a u n q u e en n iveles d i­ ferentes. No sólo ro le pregunté nada, m ientras el cam ión se arras­ tra b a len to y p ere'oso, sin o q u e ta m b ién m e g u stó q u e él n o m e preguntase nada. El ch o fer, al la to, re s p e tó n u e s tro p a cto . T a m p o c o p re g u n tó n ada. N a d a dijo an o se r u n "m u ch a s gra n ,.-S" c u a n d o a cep tó el cigarrillo que m i m edre le ofreció.

SEXTA CARTA

Hoy, mirando hacia atrás desde mis setenta y dos años, hacia tan lejos, percibo claramente cómo las cuestiones ligadas al lenguaje, a su comprensión, siempre estuvieron presentes en uní.

J a b o a tá o , c iu d a d p eq u eñ a , in te n sa m en te p a rro q u ia l en la ép o ca e n q u e lle g a m o s , e s l a s e d e d e l m u n ic ip io d e l m is m o n o m b re . Form a p a rte de lo que h oy se lla m a G ran Recife, pero y a en 1932 c o m e n z a b a a su frir la ex p a n s ió n d el cen tro m a y o r q u e n a tu ra l­ m en te ten d ía a tra n sfo rm a rla en u n a esp ecie de su bu rbio. In gen ios de azúcar, red u cid os al p a p el de sim ples p roveed o res de ca ñ a a dos o tres p la n ta s m edian as; u n a fá b rica de p a p el p er­ teneciente, en aquella época, a un grupo alemán; algunas pequeñas y prim itivas in du strias de pied ra picada; los talleres m ecánicos de la a n tigu a G reat W estern, h oy Red F erroviaria Federal; un com er­ cio al m enudeo no m uy extenso y dos o tres alm acenes de mayoreo, en los que se abastecían los "barracon es" de los in gen ios" y de las plantas, constitu ían las prin cip ales fu en tes de trabajo p a ra la p o ­ b la c ió n ru r a l y u r b a n a d el m u n ic ip io , a la q u e se s u m a b a u n a in cipien te bu rocracia m u nicipal y estatal. A lgu nas escuelitas prim arias, obviam ente precarias en todos los se n tid o s , se p e rd ía n , co m o s a lp ic a d a s , p o r la z o n a ru ra l. En el centro urbano se les sum aban unas pocas que, aunque regidas por m aestras diplom adas y poseed oras de m ayores recu rsos, eran sin em bargo m ediocres y rutinarias. D o s e d u c a d o ra s n o ta b les: C e c ilia B ra n d á o y O d ete A n tu n es, eran la excepción a la debilidad educacional de la pequeña ciudad; la p r im e r a y a h a sid o m e n c io n a d a en u n a de e s ta s c a rta s y m e ayudó con p acien cia y eficacia a superar las lagu n as de m i escola­ rid a d . A m b a s , a v e c e s en la e n s e ñ a n z a p ú b lic a y a v e c e s en la particu lar, a lo largo de su v id a dieron u n a in d iscu tib le co n trib u ­ ción a la s g e n e ra c io n e s q u e p a sa ro n p o r ellas. C reo q u e la s d o s merecerían que se estudiara su vida y su práctica como educadoras. M u jer re alm en te extraordin aria, C ecilia era u n a m ezcla de tra ­ dición y m odernidad. En sus sesenta años com bin aba los vestidos

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largos, de largas mangas y cuellos cerrados, con la curiosidad acerca de la cien cia y de los p ro b le m a s del m u n do. A los seten ta y pico de años se gradu ó en derech o en la fa cu lta d de Recife, resp eta d a y q u erid a p o r su s co lega s y p rofesores. L a tin ista , g ra m á tic a -sin ser gram atiqu era-, pianista, en am orada tanto de los chorinhos bra­ sileñ os co m o de las crea cion es de B eeth o ven o M ozart. M u chas veces, cu ando nos visita b a en las tardes de sol, tocab a en el p ia n D a lem á n de Lou rdes. D a b a p eq u eñ o s co n c ierto s p a ra la fa m ilia a los que yo siem pre asistía. E lla sa b ía m u y b ien las d ific u lta d es qu e en fre n tá b a m o s, y no poca s vec es n os a yu d ó de u n a m a n era o de otra. Fu e en u n a de a q u ellas visita s cu an d o, a n tes de co m en za r a tocar, le exp resó a m i m a d re la gra n a legría qu e ten d ría si y o fu era su alu m n o; y de m odo delicado, pero sin su bterfu gios, dejó claro que no preten d ía ninguna rem uneración m onetaria por su trabajo. Q uería solam ente ayudarm e, enseñarm e, revisar conm igo las cosas que y o ya sabía y trabajar las que aún no sabía. C ecilia B ran dáo y A lu ízio Pessoa de A ra u jo* tien en m u ch o que ver con m i form ación. Sin C ecilia difícilm en te podría h aber llegado al C olegio O sw aldo Cruz. Sin A lu ízio d ifícilm en te p o d ría h ab erm e experim entado en la vida de la form a como lo he hecho. Fue Cecilia q u ien d es p ertó en m í el g u sto ca si in c o n te n ib le p o r el len gu a je, gu sto que m e a com pañ a h asta hoy, y que en un prim er m om ento abarcó el placer por los estudios gram aticales sin caer jam ás en las gram aticalidades; gusto que sería reforzado y profu n dizado a con ­ tinu ación, y a en el C olegio O sw aldo C ru z,** bajo la in flu en cia del m aestro José Pessoa da Silva, en aquel en ton ces jo v e n estu dian te de d erech o en la fa cu lta d de Recife. Hoy, m ira n d o h a cia a trás d esd e m is seten ta y dos años, h acia tan lejos, p ercib o cla ra m en te cóm o las cu estio n es liga d a s al len ­ gu aje, a su com pren sión , siem pre estu vieron p resen tes en mí. Por ejem p lo , es in te re s a n te n o ta r q u e la p r im e r a in flu e n c ia d e c is iv a qu e recib í en ese ca m p o, y qu e h o y p ercib o fá cilm en te, fu e la de E unice Vasconcelos, y a m encionada en una de m is cartas. Eunice, m i p rim era m a estra profesion a l, la qu e m e en señ ó a "fo rm a r fra ­ s es", a b re u n ca m in o al q u e lu e g o lle g a n C e cilia , J o s é P e s s o a y M o a cir de A lb u q u erq u e.

* P a u lo Freire, Pedagogía de la esperanza, op. cit. ** V é a se n ota de A n a M a ría A ra u jo Freire e n Pedagogía de la esperanza..., op. Clt.

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Fue José Pessoa, en la ép o ca en que^yo era a lu m n o del C olegio O sw aldo Cruz, qu ien su girió a A lu ízio, su director, que m e u tili­ za ra com o m aestro de portu gu és. Pessoa p o n ía sus lib ros a m i disp osición p a ra que yo los leyese y m e p resen ta b a a fa m osos m a estros de Recife, en tre ellos a J o sé Lo u ren go de Lim a y a J o sé Brasileiro, con q u ien a p ren d í m u ch o en pláticas sosegadas y fraternas. M o a cir de Albuquerque, brillante y apasionado por lo que hacía, e n a m o ra d o n o só lo d e la lite r a tu r a q u e e n s e ñ a b a -si es q u e se pu ede enseñar literatura- sino del propio acto de enseñar, agudizó en m í algo qu e Pessoa había insinuado en sus clases. Agu zó en mí el gusto y la necesidad de perseguir el m om ento estético, la belleza del lenguaje. No sólo en su cla se sin o en su casa, cu a n d o de v e z en cu an d o m e in v ita b a a co m e r o a cen a r, m e lla m a b a la a te n c ió n so b re el tratam ien to prim oroso del discurso. E ntonces se refería a G ilberto Freyre, a M ach ado de Assis, a Ega de Q u eiro z -de qu ien se d ijera qu e h a b ía "d esh u esa d o la len gu a p o rtu gu esa "-, a G ra cilia n o R a ­ mos, a Bandeira, a D ru m m ond, a Lins do Regó -a qu ien fu i p re­ s e n ta d o a ñ o s d e s p u é s e n R ío d e J a n e ir o p o r m i a m ig o O dilon R ib eiro C o u tin h o, h o y escritor, q u e d e le ita ría a M oacir de A lb u ­ qu erqu e si viviese. E scritor y con versador com o pocos, y a h able o e s c rib a de lo s "m is te rio s m o ja d o s", "go rd o s", de Lins do Regó o de la eleg a n cia "seca" pero sin aristas de G ra cilia n o o de los co n ­ tornos sen su ales de Freyre. H able de lo que hable. De Picasso, de Matisse, de Lu la C ardoso A ires, de B ren a n d o de R egó M on teiro, p o co im p orta ; O d ilo n ja m á s h a b la por h ab lar o escribe sólo p a ra m ostrar que escribe. G ilberto Freyre m e h ab lab a con adm iración, en u n a p lá tica a la orilla del m ar en la isla de Itam aracá -la p rim era y la ú ltim a desde m i re g r e s o d e l e x ilio -, d e l e s tilo b o h e m io d e O d ilo n para tratar el len gu aje. Del h ab la y la escritu ra de O dilon. P ero p e rm íta n m e v o lv e r a re vivir J a b o a tá o y a a lgu n a s de sus personas; algunas de las tramas en las que participé. Y no es posible h acerlo sin h ab lar de sus ríos, uno de éstos, el que m ás m e m ojó, el Duas U nas, qu e vin o de lejos serp en tea n d o la ciu dad, llen e de rincones bonitos, de pequeñas casi ensenadas que nosotros llam á­ b a m o s "tinas", ro d ea d a s de in gaes qu e d o ra b a n con su polen las agu a s en qu e los n iños se b añ ab an , n ad ab an , p esca b a n y veían, con el corazón agitado, m u jeres desnu das dán dose su baño. El río

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D u a s U n a s, q u e se e n c o n tra b a con otro, el río J a h o a tá o , en la s fron teras de la m ism a fáb rica de papel que los destru yó a am bos, con la co n trib u c ió n efic a z de la s p la n ta s de a zú c a r q u e en ello s depositaban sus caldas. F ábrica de papel y p la n ta s que los co n ta ­ m in aron y los d e s fig u ra ro n ,24 "orin an do" en ellos, corn o d iría G il­ berto Freyre. C u an do llegam os a J aboatáo los ríos tod avía no estaban degra ­ dados en n om b re de u n a con cepción p erversa del desarrollo y en fu n ción del p o d er de qu ien es tien en poder. Los ríos aú n estaban v ivo s. N o s b a ñ á b a m o s en e llo s sin m ie d o ; p o r el c o n tra rio , su s aguas claras y tibias, raram ente frías, nos acariciaban. Guardaban, eso sí, u n a gran am en aza aún descon ocida por las poblaciones de sus costas: la esqu istosom osis. Pero eran vírgen es de la su cied ad que h a acabado con tan tos ríos brasileños, vírgen es de esas orlas de esp u m a b la n ca o b lan qu ecin a que se v a ju n ta n d o en las orillas de los ríos con d en ad os. En ellos había vida: peces, cam arones, langostinos, pájaros. Y en ellos experim en táb am os tam bién in ten sos m om en tos vivenciales. Fue principalm ente en función del río Duas Unas, pues vivíam os casi a su s orillas, corn o m is h erm an o s y y o ca m b iam os de form a de pen sa r -por su pu esto qu e no repen tin am en te- con la m u d a n za de u n ja r d ín a r b o la d o e n e l c e n tro d e l a c iu d a d p a r a e l n u e v o co n tex to so c io ló g ic o -el de p o b la d o re s de la o rilla d el río. C a m b ia rn os de fo rm a de p en sa r en la m ed id a en qu e el n u evo entorno desafiaba nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, con nuevos e s tím u lo s. A n tes , en R ecife, v iv ía m o s en tre á rb o le s fr o n d o s o s y entre nuestros m ayores. En Jaboatáo, en la orilla del río, teníam os la posibilidad de ver cu erpos desnu dos de m u jeres bañ án d ose n a ­ turalmente. S a lim o s del ja rd ín de u n a ca sa p a ra con vivir, con tod o lo qu e e s o im p lic a , c o n e l "c a m in o " d e a g u a d e u n río , r e c ib ie n d o su in v ita c ió n p a r a e x p o n e r n o s en e se "ca m in o ". R á p id a m e n te n o s torn a m os, p rin cip a lm en te m i h erm a n o T em ís to c le s y yo , "ex p lo ­ ra d o re s " de ese "ca m in o " del río. L a crisis, q u e la sim p le m u d a n z a de R ecife p a r a J a b o a tá o no su p era ría com o p o r a rte de m agia, rá p id a m en te nos en señ ó a fa ­ bricar nuestras resorteras y nuestras cañas de pescar con anzuelos h e c h o s de a lfileres. El "ca m in o d el a gu a ", ,el río m is m o q u e n o s llam aba y nos atraía, ofrecía en sus m árgen es pájaros -gallin as de agua, sabiás, sanhagus, f r e í Vicentes- y en sus aguas peces de pequeño

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p o rte -gundelos, piabas, carás, camarones, aratanhas, pitus, aruás. U ba ld in o Figu eroa, Dino, h oy p rósp ero y h on ra d o com ercia n te en Jaboatáo y uno de los mejores amigos que hicimos, cuya am istad sigue sien do h oy tan fratern a com o en 1932, fu e qu ien n os in tro ­ dujo en aqu ella deliciosa a ven tu ra de cortar fron teras de ja rd in es q u e m a rgin a b a n el "ca m in o d el agu a" del Duas Unas. Pescábam os en sus aguas, "cazábam os" en los jardin es bañados por sus aguas. Ju gábam os fútbol en canchas a veces im provisadas y a veces institucionalizadas, localizadas en los terrenos de las orillas del río. H abía una, la m ás fam osa, situ a d a en la p a rte m ás b o n ita del trayecto. A esa altu ra el río corre doscientos m etros en lín ea recta, en aquel entonces con sus márgenes cubiertas de ingaes y arbustos verd es y redon dos. Su n om b re era "V o v ó " [abuelita]. D ispu tábam os anim adísim as partidas de fútbol, y luego h a cía ­ m os n atación. Nado libre, n ad o popu lar, sin estilo ni reglas. A q u e l b o n ito tra m o d el río era u n p u n to de a tra cció n p a ra los niños, así com o para los adultos, de diferentes partes de la ciudad. El agu a fresca y el verd or de las orillas, la posibilidad de practicar la n ata ció n , ta n to el n ad o clá sico com o el n ad o com ú n , tod o eso h acía qu e aquel lu gar se tran sform ase en algo así com o un "club" p opu lar o u n a peq u eñ a playa. S iem pre era posible h acer n u evas am istades. H istorias de apa­ recid os, g e m id o s de dolor, risas b u rlo n as, h a s ta ru ido de ca rros de b u eyes p o b la n d o la o scu rid a d de las n och es de las tierra s de los viejos in gen ios que cercaban la ciu dad de Jaboatáo. U na de las posibilidades que tienen los oprim idos en las culturas de d om in ación , y en los m om en tos pretecn ológicos, qu e op era en el n ivel de lo im aginario, es atribu ir su frim ien tos y padecim ientos, co m o ca stigo divin o, al a lm a de los a g en tes de la o p resión . J efe s de cam po m a lva d os de los qu e al poco tiem po de m orir com ien za a decirse que su alm a en pena acostum bra "aparecer" lam entándose en las n och es de lu n a m en g u a n te, llo ra n d o o ca si "a u lla n d o " de arrepen tim ien to por su m aldad. Para el oprim ido, en este n ivel de com pren sión de la historia, m ás que im aginar, el h ech o de "saber" qu e el alm a del perverso ca p a ta z llo ra y se lam en ta, p en an d o por sus m alas acciones, capataz que en vid a contó siem pre con la pro­ tección del "am o", es u n a certeza q u e lo consu ela. Es p osib le qu e a lgu n as de las h istorias de a p a recid os" qu e es­ cu ch é du ra n te m i in fa n cia -p rin cip alm en te las de J aboatáo, m ás

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qu e las de R ecife-, no sólo las de las alm as de los cru eles m a lh e­ ch ores que están pagan do por su fiereza, sino ta m b ién las de las alm as de ancianos n egros que ben dicen a los m an sos y pacientes, h a y a n te n id o s u in flu jo e n m í, s in q u e m e d ie s e c u e n ta , e n e l a specto de m i com p ren sión de la lucha en la historia. Del derecho y e l d e b e r d e p e le a r q u e lo s o p r im id o s s e d e b e n im p o n e r a s í m ism os p a ra su perar la opresión . Lo ideal es cu ando la m o viliza ­ ción, la organ ización , la lu ch a de los oprim idos com ien zan a ca m ­ biar la calidad de su cultura y de la historia, y los fantasm as pasan a se r s u s titu id o s p o r la p r e s e n c ia v iv a de lo s o p rim id o s , de la s clases populares en la transform ación del mundo. Lo ideal es cuan­ do, ejercien d o su d erech o de creer en D ios, en su bon d ad , en su ju s ticia y en su p resen cia en la historia, los oprim idos, com o clase y corn o in d ivid u os, tom a n d o la h istoria en su s m a n os recon o cen que hacerla, y ser hechos por ella, es tarea de mujeres y de hombres, es p rob lem a de ellos y ellas. Lo ideal es castigar a los perversos, a los asesin os de los líderes popu lares, de cam p esin os y de pu eblos de las selvas, aquí y ahora. C astigarlos en la historia, eficazm ente, con ju sticia . Lo ideal será cu ando, su perando n u estra debilidad y n u estra im poten cia, y a no precisem os con ten tarn os con el castigo de las alm as de los injustos, "haciéndolas" va ga r con llantos p en i­ tentes. Precisam en te p o rq u e es el cu erpo conscien te, vivo, de los crueles el que es necesario que llore, que sea castigado en la cárcel, en la sociedad que se rein ven ta p a ra h um anizarse. U n a c ie r ta m a ñ a n a s o le a d a de d o m in g o , en u n m o m e n to de descanso de n u estro ejercicio de n atación, Tem ístocles, Dino y yo calen táb am os el cuerpo al sol cuando un niño de n u estra edad se n os aproxim ó y se in corporó a n u estra plática. V en ía de u n a zon a m ás h a cia el fondo de la ciudad, bastan te poblada, qu e si bien no era rural era casi rural. Su nom bre es Entre Ríos. Hace m uchos años que no visito Entre R ío s. D e b e d e h a b e r c a m b ia d o ta n to c o m o c a m b ió e l río D u a s U nas, ta n to com o ca m b ió m i p rop io cu erpo. Y a n o r e c u e r d o e l n o m b r e d e l n iñ o y h a s t a la m e n to q u e n o h aya m os creado y estrech ad o n u estra am istad. Pero su recu erdo m o ra en n osotros por u n a experien cia que h ab ía ten ido y que nos p a rticip ó . Su e x p e rie n c ia en la escu ela , su p a v o r d el tru cu len to m a es tro , cu yo p e rfil n o s m o s tra b a m o vien d o tod o el cu erp o, la s m anos, los brazos que abría al m áxim o para sugerir lo rotundo del m aestro. "Señor" A rm a d a era su n om bre. Las p roeza s del "señor"

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A rm ad a, su m odo de p ro ce d er com o c a p a ta z sien d o m aestro, su autoritarism o, sus m étodos violentos, todo los describía m u y bien el recién llegado. H oy, al re c o rd a r el caso, sien to q u e la n a rra c ió n d el n iñ o e ra una form a de la que se servía para extroyectar el m iedo, para poder enfrentar con m enos dificultad al "señor" A rm ada, com o am enaza, al día siguiente. Era como si él necesitase intimar más con el peligro. H ablar del "señor" A rm a d a com o él lo h a cía era un m odo m ágico de m inim izar el riesgo. Y lo hizo tan bien que provocó en ncsotros, en T em ístocles, en D ino y en m í, u n a s gan as in con trola b les de ir a la s p ro x im id a d e s de a q u e l d om in io. Y fu e e x a c ta m e n te lo qu e h icim os dos días después, ayu dados por las in dicaciones 'que nos diera n u estro am igo. El "señor" A rm a d a era un h om b re alto, un h om b re del pu eblo, de pocas letras, gordo com o A delin o, b astan te m ás jo v e n que éste pero ciertam ente sin los m om entos de ternura con los que Adelino puntuaba sus instantes ásperos. S egú n n os dijo n u e stro in form a n te, n in g ú n n iño vivía en paz con sólo pen sa r que un día p o d ría ser m a tricu la d o en su célebre escuela; u n a escu ela particu lar, en la m in ú scu la sala de su casa, con m ás n iños que espacio. "Vamos Pedrito, apúrate muchacho. Si continúas así un día más te mando a la escuela del 'señor' Armada." Éste debía ser el discurso con el q u e la s m a d r e s y lo s p a d r e s tra ta b a n de e s tim u la r a su s Pedritos y a sus Carm encitas. Sólo de c o n o cer las h istorias so b re el m a estro y o rea ccion a b a duramente contra él. Mientras escuchaba, por ejemplo, las historias que n os con taba n u estro am igo en la orilla del río, yo soñ a b a con verlo im p ed id o de te n e r u n a e sc u e la y p u esto de ro d illa s_ so b re gran os de m aíz, tal com o él h a c ía con los niños. M ucho antes de llegar al "feu do" del "señor" A rm a d a sabíam os y a qu e n os está b a m o s a p roxim a n d o. U n a ca n tile n a con aires de letanía decía: una b con a hace ba, una b con e hace be, um b con i h a ce bi, u n a b con o h a ce bo, u n a b con u h a ce bu. Ba, be, bi, bo, bu. Ba, be, bi, bo, bu. B a ba, be be, bi bi, bo bo, bu bu. Ba, be, bi, bo, bu. Nos detuvim os a unos treinta metros de la escuelita, a la som bra de un oití, sin saber exactam en te qué hacer. H ubo un silen:io, de repente otra cantilena recomenzó la cadencia sonora: 1 y 1, 2; 1 y 2, 3; 1 y 3, 4; 1 y 4, 5; 1 y 5, 6; 1 y 6, 7; 1 y 7, 8; 1 y 8, 9; 1 y 9, 10.

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O ía m o s la v o z fu e rte d el "señ o r" A rm a d a , 4 y 2, 6; 4 y 2, 6. De pronto escucham os un barullo in usitado y vim os pasar a un n iño m u y delgadito, rápido com o u n a flecha, casi volando, y atrás de él, el rostro iracu n do, los ojos ra b io so s y los brazos en alto, al "señ or" A rm a d a con to d o s s u s k ilo s c o rrien d o en d es ven ta ja . El n iño p a só ju n to a n oso tro s com o si fu ese u n a bala, p o r lo m enos trein ta o cu a ren ta pa sos a delan te del "señor" A rm ad a, h a s ta que, com o si su p rop ia rabia lo h u b iese atropellado, el "señor" A rm ad a tropezó y cayó al suelo cuan largo era. El pan talón de m ezclilla del m aestro se abrió a la altu ra de la rodilla, que sangraba, la stim a d a e n e l c h o q u e e n tre e l c u e r p o p e s a d o y e l s u e lo s e c o y d u ro . E l "señor" A rm ad a bram a b a al niño qu e no escap aría de su rabia, de su castigo, de su violen cia. M edio sen tado, m ira n d o en d irecció n a la escuelita y a vacía de niños que, en la calle y m u ertos de m iedo, lo m iraban, tirado y airado, al tiem p o qu e m aldecía, am en azan do a tod a la creación. El "señ or" A rm a d a se h a b ía ca íd o a cu a tro pa sos de n osotros. Pu dim os verlo en p len a rabia. R abia por el niño que lo provocara, rabia por la hum illación de ver su cuerpo pesado tirado en el suelo, ra b ia p o r el d o lo r de la ro d illa h erid a , r a b ia p o r el éx ito m o m e n ­ táneo del n iñ o qu e se h a b ía escapado. Pude ver todas esas rabias en su cara, en la ira de sus ojos. Los vecin o s llegaron rápido, atentos, y a yu d a ron al "señor" A r ­ m a d a a leva n ta rse m ien tra s los niños, y a p o seíd o s p o r un m iedo m u ch o m ayor, regresaban silen ciosos al in terior de la escuelita. T a l v e z el tropezón que se llevó el señ or A rm ad a, su corpach ón go lp eá n d o se en el su elo, su esfu erzo p a ra sen tarse, qu e no logró m ás que a m edias, casi ven cido por el accidente; tal vez todo esto, o la m e m o ria de to d o esto r e v iv id a d ia ria m e n te h a b r ía a c a b a d o p o r c o n v e n c e r a los n iñ os de q u e el "señ or" A rm a d a ta m b ién era vu ln era b le. El carcelero h a b ía tropezado, tam baleado, caído. T a l vez esto expliqu e la re b eld ía casi sistem a tiza d a que a su m ie­ ron los n iños de la zon a a partir de la caída de A rm ada. El m ism o M iñ o n o s d ijo , en o tro e n c u e n tro en la o rilla d el río, q u e d es d e en ton ces lo m olestaban ca d a v e z que a n d ab a p or las calles de su b a rrio . S ie m p re h a b ía u n n iñ o q u e, e s c o n d id o en la e s q u in a de u n a calle o detrás de un árbol, le gritaba: -¿ E l "señor" A rm ad a se cayó? - Se cayó. - ¿ E l "señor" A rm a d a lloró?

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-L lo ró . C u a n to m ás se b u rla b a d el o p res o r la vo z tiern a del oprim ido, por su pu esto con el cuerpo del oprim ido escondido, in alcan zable, tan to m ás se vo lvía capaz, la v o z tiern a, de h acer p erd er la calm a al m á s fu erte. En cierto m o m e n to , el fu e rte se v a h a c ie n d o m á s débil. El "señor" A rm a d a com en zó a ten er m iedo de and ar por las calles, a p esar de su poder y, princip alm en te, de su fam a. Hasta es posible, aunque no puedo afirmarlo, que haya suavizado su aspereza en las clases. El "señ or" A rm ad a, sin em bargo, no era u n a ex cep ción ni u n a e x tra va g a n cia cu ltu ra l. H a b ía o tros ta n to s A rm a d a s cu ya férrea d is c ip lin a im p u e sta a los a lu m n os era in clu so re q u erid a p o r los padres y por las m adres, convencidos de que un tratam ien to duro era lo qu e h aría de ellos gen te seria. A ñ o s despu és en Recife, cuando trab a ja b a en el Servicio Social de la Industria, Sesi,* pasé unos quince días visitando diariam ente cerros y arroyos de las zonas populares. Entré en todas las escuelitas pop u la res que en contré p a ra conversar con m aestros y m aestras. El autoritarism o prevalecía. Encontré varias palm atorias en las que, con un cortaplu m as, h abían grabado "calm a, corazones". La tra d ició n a u to rita ria brasileñ a, la m e m o ria esclavócra ta , la e x p erien c ia de la ex a cerb a c ió n d el p o d er q u e co a rta a las cla ses sociales entre nosotros, todo esto explicaba al "señor" A rm ada. En realidad, el "señor" A rm ada no podría existir aislado, com o si fuese u n a in cóm od a excepción . El "señor" A rm ada no im pugnaba, sino, al contrario, confirm aba nuestras tradiciones autoritarias. Hoy, sesenta años después de las aventuras del "señor" Arm ada, la "p e d a g o g ía d e lo s g o lp e s " a ú n es d e fe n d id a y p r a c tic a d a p o r u n a en orm e can tid ad de fam ilias, sin im p orta r la clase social a la que pertenezcan, como una pedagogía eficaz. Contra ésta se levanta otra, no tan n egativa, la de la permisividad, según la cual los niños hacen lo que se les antoja. Negando am bas, la del golpe y la del espontaneísm o, esperam os qu e se a firm e u n a p ráctica d em ocrá tica en la que ni la au torid ad se exacerb e, a h o ga n d o la libertad, ni ésta, h ip ertrofia d a , a n u le a la a u to rid a d , p e r o e n l a q u e, limitando la lib ertad , la a u to rid a d igu alm en te se lim ite.

* P a u lo F reire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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Muchas veces nos quedamos con Temístocles ron­ dando el cine, esperando que el portero, gordo y b o n ach ón , n os dejase en trar a los ú ltim os diez m inutos de la película.

Jaboatáo, 1932. Ni una sola escuela secundaria. Los y las que tenían recu rsos p a ra frecu en tar la secu n d a ria debían desplazarse d ia ria ­ m e n t e a R e c ife e n u n t r e n p e r e z o s o , q u e h a c ía e l t r a y e c t o d e diecioch o k iló m etros en cu a ren ta y cin co m inu tos. El centro de la ciudad estaba habitado preponderantem ente por una clase m edia de funcionarios públicos, m unicipales, estaduales y algu n os federales, p or algu n os com ercian tes, por em pleados de las oficin as de las em presas que y a he referido, por p rofesion istas liberales y por algu n o que otro de los p oten tados de la ciudad, los du eñ os de las plan tas y de los ingenios. U n solo cine. In fe rio r al cin e de b arrio, n ad a bu en o, cerca del cu al n ací en R ecife y en el q u e a p la u d ía , co m o gra n p a rte de los n iñ o s de m i g e n e ra c ió n , a T o m M ix y su c a b a llo b la n co , a B u ch ,D ones y a Rin T in Tin. M uchas veces n os qu edam os con T em ístocles ron dando el cine, esp era n d o qu e el portero, go rd o y bon ach ón , nos d eja se en tra r a lo s ú ltim o s d ie z m in u to s de la p e líc u la . S ie m p re con ex p re s ió n sim pática, lu ego de con su ltar su gru eso reloj de cadenita, nos lla ­ m aba y nos hacía entrar. Lo hizo varias veces, no sólo con nosotros sin o ta m b ién con o tros n iñ os. U n d ía tu vo q u e d eja r de h acerlo, y n os lo com u n icó con tristeza, casi con vergü en za, com o si estu ­ viese pidiendo disculpas. El patrón se h ab ía enterado de su p rod i­ ga lid a d y lo h a b ía a m en azad o con despedirlo. A p a rtir de a q u e lla n o ch e, só lo de tie m p o en tie m p o v e ía m o s la c a ra s im p á tic a de n u e s tro a m ig o el p o rtero . E ra señ a l de qu e habían sobrado algunas m onedas en casa. Dos ban das de m ú sica, u n a de los em pleados de los escritorios de la entonces G reat W estern, h oy Red Ferroviaria Federal; la otra organizada y dirigida por un personaje extraordinario, com o artista [75]

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y com o sa cerd o te, el p a d re C rom á cio Leáo, se tu rn ab an , p rin c i­

p a lm e n te d u ra n te la s n o c h e s d o m in g u e ra s de vera n o . E ran la s célebres retretas que atraían hasta la plaza principal de la m odesta ciu d a d a n iños y n iñas, m u jeres y h om bres, a n cian os y jó ven es, que acudían p ara aplau dir a su ban d a favorita. Las b a n d a s de m ú sic a de las ciu d a d es de la p rovin cia , don d e q u iera que fuese, siem pre ten ían el im p ortan te papel, entre otros, de lleva r a las p erso n a s a la calle, de h a c er qu e se en co n tra ran , que se vieran, que se hablaran. Había una época en el año en que las dos bandas se enfrentaban, se median, se experim entaban, una frente a la otra en sus quioscos adorn ados. E ra en enero, cu an d o se festeja b a -y se co n tin ú a feste ja n d o - a S a n to A m a ro , el p a tro n o de la c iu d a d . T ie m p o , m á s qu e cu a lq u ier otro, de rop a n ueva, de za p a tos n uevos. N u n ca m e o lv id o d e lo s c o lo r e s fu e r te s , d e lo s to n o s p r e d o m in a n te m e n te rojizos que caracterizaban los vestidos de las campesinas que venían a h om en a jea r a su sa n to y, segu ra m en te, a p ed irle qu e les diera u n año m ejor. La m ayor adversaria de la B an d a Parroqu ial -dice V an H oeven Velosoera la Banda Ferroviaria. Entre las dos hubo encuentros m usicales de lo más reñidos. Cierta vez, una conmemoración cívica terminó en una retreta con las dos bandas en la plaza Dantas Barreto. Apenas comenzó la retreta com enzó tam bién la disp u ta m usical. F inalm ente, n in gu n a de las dos qu ería descender prim ero de su quiosco. Y a era m uy tarde en la noche, y el resu lta d o fu e qu e el ju e z de p a z y el je fe d e p o lic ía tu v ie ro n qu e intervenir, terminando la retreta de la siguiente forma: bajaba del quiosco un m úsico de la Ferroviaria, luego uno de la Parroquial, y así hasta que bajara el último. Y todavía hubo u na dificultad que superar: ¿cuál sería el m úsico que bajaría prim ero? ¿De cuál de las bandas?*

D esde tem prano m e in cliné por la B a n d a del Padre, corno ta m ­ b ién era con ocid a . Él, q u e co m o m i p a d re era de Rio G ra n d e del N orte, n o s v in o a v is ita r cu a n d o lle g a m o s a J a b o a tá o . C c n ve rsó largam ente con la fam ilia en aquel prim er encuentro y una am istad franca se creó entre nosotros. Muchas veces fui a su casa, amin niño o y a jo v e n , y él m e re cib ía siem p re con la m is m a a ten ción . N ada forzado, n ad a protocolar, n ad a catequizador. Siem pre m u y h u m a ­

* Veloso V a n H oeven Ferreira, J abo atd o dos meus avós, Biblioteca Pe rn am b u c a n a de H isto ria M u n ic ip a l, Recife, 1982, p. 184.

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no y apasionado al h ablar de la m ú sica en general, al hablar de su b a n d a o del ex celen te orfeón p a rroq u ia l qu e h ab ía creado. En el m o m en to en qu e escrib o vu elvo a vern os, a él y a mí, en u n a de a q u ellas visitas. Eran com o las tres de la ta rd e del d ía de su cum pleaños. Fui a darle un abrazo en n om bre de la fam ilia. Me recibió con m a n ifiesta alegría, o frecién d om e en segu id a u n a d eli­ cio sa porción de "pastel de rollo", h ech o segu ra m en te por algu n a d evota "h ija de M aría". Pastel de rollo com o h asta h oy sólo saben h acer en R ecife y sus alrededores. Q uiso saber cóm o ib a en la escuela, si con tin u ab a gu stán dom e ,Jaboatáo, si h a b ía ido a la ú ltim a re treta en qu e h a b ía tocad o su banda. En cierto m om en to paró de h ab lar e in clin ó la ca b eza en d irec­ ción a la ventana. Se puso de pie, atento a los acordes de un piano qu e en traban en la casa sin ped ir perm iso. S ilencioso aún, y v is i­ blem ente m alhum orado, cam inó de arriba abajo por la sala evitan­ do las sillas. Luego, parándose frente a mí, m e miró profundam ente y dijo: "Paulo, Beethoven, Bach, Chopin, todos los grandes músicos están en el cielo. Pero esta joven -señalando hacia una de las casas de en fren te- co rre el riesgo de irse al in fiern o. N adie p u ed e h a cer lo qu e ella h ace im p u n em en te." Luego, y a sen tado, m e m iró de n uevo. S on rió con u n a so n risa am en a y, m en os en fático, en sayó u n a au tocrítica: "Tal v e z y o sea d em a sia d o exigen te. D e cu a lq u ie r m odo..." No co m p letó la frase, com o si estu viese a rrep en tid o de h a b er co m en za d o a su a viza r la crítica, m ien tra s la jo v e n co n tin u a b a ro m p ien d o el silen cio de la calle en aqu ella tarde calu rosa y pesada. A d em á s de m a estro y co m p o sito r ta m b ién era fu erte latinista, c o n q u ie n C e c ilia s e p e r fe c c io n ó , y p r o fu n d o c o n o c e d o r d e la len gu a p o rtu gu esa , en cu yos estu d io s m ás serios tu ve u n a g u ía eje m p la r d u ra n te m i ju v e n tu d y cu a n d o e r a a lu m n o d el c o legio O sw aldo Cruz. Entre m is vein te y m is vein tiú n años, y a residiendo de nuevo en Recife, fu eron varias las veces que lo visité y qu e con él conversé largam ente, con alegría adolescente, sobre mis estudios dem orados, m etódicos, sobre las veladas gram aticales de Ernesto (a rn e iro R ib e iro , s o b re la R é p lic a y la T r é p l i c a d e R u i B a rb o s a . Sobre m i "convivencia" con gra m á ticos p o rtu gu eses y brasileñ os. A l recordar ah ora no sólo aqu ellas visita s sino tam bién m is leetiras y m i actividad com o m aestro de len gu a portu gu esa, tam bién recu erd o cóm o, bajo la in flu en cia de Pessoa d a Silva, pero princi-

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palm easte de M oacir de A lb u q u e rq u e , la le c tu ra de M a ch a d o de Assis, Ega de Q u eiroz, Lins de Regó, G racilian o Ram os, G ilberto Freyre, M an uel Bandeira, D ru m m ond, acabó por en señ a rm e que no pu ed e h ab er an tagon ism o en tre "escribir co rrectam en te" y es­ cribir sabroso; que escribir sabroso es, en últim a instancia, escribir correcta m en te.* Por eso, a p a rtir de d e term in a d o m o m e n to de m i e x p e rie n c ia in te le c tu a l y a n o m e b a s ta b a q u e m e d ijera n q u e n o e r a p o s ib le c o m e n z a r u n a o ra c ió n co n u n p r o n o m b re o b je tiv o . M e dijeron esto. O qu e el p ron om b re le, p o r ser p ron om b re dativo, no podría ser objeto d e u n v e r b o tra n s itiv o d irecto . P or eso el e rro r de lo s "yo le a m o". E n re a lid a d , p a r a m í d e c ir me a firm aron es m u ch o más sonoro que decir dijéronme, y yo le amo es mucho más amoroso qu e yo lo o la amo. Estoy seguro de que tanto el padre Crom ácio com o Cecíliajam ás escribirían me d ijeron o y o le am o. Sin em bargo, eso ja m á s dism i­ nuiría, com o n u n ca ocurrió, la adm iración y el respeto qu e siento p o r él y p o r ella. Retretas de Jaboatáo. Fiestas de Navidad y de Año Nuevo. Fiestas de Santo A m aro. El tren de las siete de la m añ ana, el trayecto de la estación cen tral al Colegio O sw aldo Cruz, pasan do por el Pedro A u gu sto y por el Nossa Senhora do Carm o, donde se quedaba una p a rte de m i alegría. N ovias de la ju ven tu d . En el tiem po en qu e su fría por la im p o ­ sibilidad de conversar con u n a o con otra, ja m á s pensé que tantos años despu és aún gu ard aría la n ostalgia sosegada y tran qu ila que gu a rd o h a sta hoy. A ú n m ás, la seg u rid a d qu e ten go de la a legría que m e d a ría vo lver a verlas. Tren de las siete de la mañana, estudiantes felices o preocupados por las pruebas parciales -Dulce, Teo, Selma, Iracy, C a rn eir) Leáo, Toscan o. En m edio de ellos y tal ve z sin que ellos m e percibiesen, pobre, flaco, d esaliñ ado, feo, m u ch a s veces m e sen tí in h ibid o. Si yo ten ía un dolor de m u elas, h a cía todo lo p osib le p a ra ocu ltarlo. H ablar del dolor de m u ela s p o d ría p rovo ca r la su geren cia de uno de ello s de q u e fu e r a al d en tista , y y o n o p o d ría . Y corno no iba al den tista la situación em peoraba. Los dolores se h acían reás fre­ cuentes a m edida que las caries se hacían más profundas. Mi inhi­ b ic ió n c r e c ía y t o m a b a n u e v a s fo r m a s c o n e l d e te r io r o d e o tro

* P a u lo Freiré, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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diente. C am b ia b a forzadam en te la m a n era de reír y m e cam b iab a la expresión. En m i lu ch a con tra la in h ibición explicable tuve, en la seriedad de m is estu d ios de portu gu és, la fu erte a yu d a qu e p recisaba. No es que n in gu n o de ellos o de ellas h a y a revelado o in sin u ado, por p alabras o gestos, el m ás m ín im o m altrato h acia mí. No era n ece­ sa rio. B a s ta b a con q u e y o m is m o m e s in tiese in segu ro . No eran ellas o ellos q u ien es m e agredían , era la d ifícil rea lid a d en la qu e me encontraba. Es por todo eso por lo que resolver sus dificultades sobre la sin taxis del pron om bre se, sus dificu ltades con el uso del infinitivo personal, h ab larles sobre el em pleo de la tilde m e d aba la segu ridad que m e faltaba. E l c o n o c im ie n to de la s in ta x is d el p r o n o m b re se suavizaba lo que m e p a recía ser m i a n gu losa fealdad. En aquel en ton ces era alu m no del Colegio O sw aldo Cruz,* u n a de las m ejores in stitu cio n es de en señ a n za del Recife de la época. El d o c to r A lu ízio Araújo, su director, lu ego de c o n v ersa r con m i m adre, despu és de u n a sem ana de peregrinación por las secu n da­ rias recifenses buscando alguien que aceptase a su hijo como alum ­ no gratu ito, le dio el tan esp era d o sí. Ella salía de Jaboatáo todas las m añ anas bien tem prano con la e s p e ra n z a de tra e r co n sigo , al re g re s a r p o r la ta rd e, la ra zó n de ser de la ansiosa alegría suya y mía: el haber conseguido la matrícula gratu ita para mis estudios secundarios. T o d a vía m e acu erdo de su rostro, de su so n risa suave, cu ando m e contó, en el ca m in o en tre la esta ció n del tren y n u e stra ca sa -sa b ía la h ora de su llegad a y fui a esperarla-, de la con versación que había tenido con el doctor A lu ízio y de su instantánea decisión de ofrecerm e la oportu n idad de estudiar. S olam ente hizo u n a exi­ gencia: que yo realm en te m e a p lica ra a los estudios. M u y p ro n to m e s e n tiría lig a d o al c o leg io , a s u s p a tio s , a su s salones, a los árboles de m an go a cu ya som bra nos recreábam os, a a lg u n o s c o m p a ñ e ro s a lo s q u e p o r u n a ra zó n u o tr a e m p ecé a adm irar. Frigio Cavalcanti, M aría Lúcia, Jaim e Gamboa, Pau lo do Couto Malta, Albino Vital, Euler Maia; a algu n os profesores, com o A m aro Quintas, M oacir de A lbu querqu e, V aldem ar Valente, Pessoa da Silva, Julio de M eló, José Cardoso, pero principalm en te a Aluízio

* Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza..., op. c it.,y notas de A n a Mana A. Freire.

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y a G enove, su esp osa y colaboradora. A p re n d í b a sta n te en la relación con m is profesores, en la re la ­ ción con mis colegas y después en la que m antuve con mis alumnos de portu gu és, pero aprendí m u ch o de la b on d ad sim ple y siem pre d isp on ib le de G en ove y A lu ízio. No ob sta n te ja m á s h ab er om itido mi gratitud hacia ellos, es posible, sin em bargo, que él haya muerto sin im a g in a r la d im en s ió n de lo b ien q u e él y ella m e en señ a ro n a quererles. Com o personas, A lu ízio y G enove ocupaban en m i vid a un lugar tan im p ortan te com o la ca sa en que n ací y la ciu dad de Jaboatáo. Por eso no p a sa u n a ú n ica v e z que, estan do en Recife por algunos días, no hable con G enove y no visite Jaboatáo, experim entándom e en a lg u n a s de s u s c a lles, d e s u s p la z a s , u n p o c o p e rd id o en el tiem p o. En esta s o ca sion es siem p re recu rro a D in o qu e, e s tim u ­ land o m i m em oria, m e vu elve a situ ar en el pasado. M orro da Saúde, la ca sa en que viví y en qu e m i padre m u rió.* Estuve allí hace algún tiempo. Quise mostrársela a María de Fátima, u n a de m is h ijas. L a m iré ca lla d o . M o m en to s d ife ren tes, v iv id o s a llí y fu e r a d e a llí, p e r o r e fe r id o s a a q u e l lu g a r, in v a d ie r o n m i m em oria. De pron to tu ve n ítid am en te ante m í la fig u ra su ave, cau telosa, de F ra tern o, u n c a rp in tero c o m p e te n te con q u ien m i p a d re h izo am istad en los p rim eros m eses qu e sigu ieron a n u estra lleg a d a a J a b o a tá o . El viv ía en u n a ca sita al p ie d el morro de Saúde, en su p a rte p o sterio r qu e d a b a a la o rilla d el río D u as U nas. D e v e z en cu an d o íb a m os h a sta su casa. T o m a n d o un cafecito que Jú lia, la esp osa de Fratern o, in m ed ia ta m en te le ofrecía, m i p a d re c o n v er­ sa b a con él sobre lo qu e estaba h acien d o o preten d ien d o h acer en su d e fic ie n te ta lle r de ca rp in tería . F ra te rn o n o só lo b r in d a b a su rigu rosa opinión técn ica sino que p on ía sus herram ien tas a dispo­ sició n de m i padre. A la d e r e c h a d e l a c a s a d e F r a te rn o h a b ía u n a c a s i c a s a d e veran eo, propiedad de un arrogan te señor, con aires de poderoso. "C apitán -dijo Fraterno a m i padre en u n a de n u estras visitas-, tu ve un p ro b le m a con el vecin o de ahí, ese du eñ o del m u n do, por ca u sa de m i pu erqu ito. El co n d en a d o se soltó y a n d u vo h ozan d o e n e l j a r d ín d e e s t e s e ñ o r. É l m e lla m ó c o n e n o jo g r a n d e , d e h o m b re po d eroso , y m e dijo q u e la p ró x im a v e z iba a m a ta r a m i * P a u lo F reire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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p u e rq u ito y q u e q u e ría v e r q u é h a r ía y o ." F ra te rn o h a b la b a con una sonrisa cuidadosa, que debía ser la m ism a que esbozara frente al p o d e ro s o ; e s a s o n r is a d e s c o n fia d a de q u ie n e s d é b il p e ro n o d eb e en treg a rse de in m ed ia to . "Lo m iré -d ijo F ra tern o ca si com o e x p e r im e n ta n d o d e n u e v o l a e m o c ió n o rig in a l, c o m o q u ie n n o te n ía m ie d o p e ro ten ía , y d ijo serio -: U s te d n o v a a m a ta r a m i pu erqu ito, eso y o se lo asegu ro." A l la d o d e m i p a d re , y o a c o m p a ñ a b a e x c ita d o l a h is t o r ia d e Fraterno, a p ostán d ole a él en a q u ella d isp u ta qu e y a p ercib ía ser tan desigual. -¿ P o r q u é n o m a to a su p u erq u ito , señ o r a tre v id o ? -p reg u n tó a u n m á s ir r ita d o e l p o d e r o s o s e ñ o r, s in tié n d o s e d e s a fia d o p o r n uestro pacato am igo. -Porqu e -respondió Fraterno- yo vo y a am arrar a m i pu erqu ito. A partir de aquel día, y por algún tiem po, p asam os a aplicar en c a s a la h is to r ia d el p u e rq u ito , co n h u m o r, en la s m á s d iv e rs a s situaciones. A lg ú n tie m p o d es p u é s d e la m u e rte de m i p a d re, F ra te rn o se m u dó. Se fu e a viv ir a u n a región a leja d a de la n u estra. Nos p er­ dim os de v ista du ran te m u ch o tiem po. A ñ os despu és Fraterno m e buscó, y a tornado por los años pero con el m ism o afecto qu e siem p re n os tuvo, p a ra en tregarm e, con la m ism a so n risa qu e con diferen tes ton a lid a d es u tiliza b a en las m ás diversas ocasiones, u n a carta secreta de u na n ovia proh ibida qu e yo tenía. La m ism a del tren de las siete. En aquel entonces él trabajaba de carpintero en su casa y, con ­ versan d o con la niña, acabó por descu brir el secreto. Ella le habló d e la p ro h ib ició n , de lo s o b s tá c u lo s a su a m o r y , a ta n d o ca b o s, Fratern o m e iden tificó corn o el p erson a je de un ro m a n ce re p rim i­ do. A u n co rrien d o el riesgo de p erd er el em p leo tan n ecesa rio, se o fre c ió a a y u d a rn o s , a e lla y a m í, a ro m p e r el silen cio q u e n o s estaba siendo impuesto. M ie n tra s m ir a b a la c a s a en la q u e v iví, y en la q u e m u rió m i padre, m e p a re cía verlo fren te a m í, gen eroso corn o siem pre, con una carta en la mano, una carta que rom pía el silencio de un mes. J a b o a tá o , ca lle T r e z e de M aio y B a rá o de L u cen a , m is p a s e o s en diferentes tiem pos por esas calles. Novias de fin de adolescencia, p o r q u ien es h oy gu a rd o a q u e lla n o sta lgia tierna, sosegad a, de la que y a he hablado, m ezclada con la nostalgia del fútbol del Pórtela, de los b a ñ os en el río, de las retreta s dom in ica les. R aras h ab rán

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sid o la s q u e m e p e rd í en lo s n u e v e a ñ o s q u e v iv í en J a b o a tá o , y p ara m í ten ía un encanto especial acom pañar a la b an da desde su sed e h a s ta la p la z a y d es d e é s ta h a s ta la sede. A s í fu e co m o fu i aprendiendo' todos los dobrados que toca b a la b a n d a y los rep etía silban do en el cam in o de regreso a casa. Hoy, p a sa d os tan tos años, tod a v ía ten go en la m em o ria trozos de algunos dobrados qu e de v e z en cu ando silbo en la in tim idad de m i cu arto de trabajo. Mientras que las bandas se turnaban para ofrecer sus conciertos, p rin cip a lm en te a la p o b la ció n u rb a n a , dos clu b es de fú tbol, qu e dispu taban partidos con clu bes de otras ciudades, daban sentido a las tardes dom in gu eras. A p a sion a d os por el fútbol, que m is h e r­ m a n o s y y o c o m e n z a m o s a ju g a r a t ie r n a e d a d e n e l ja r d ín d e n u e s tr a c a s a d e R ecife, p e r d e r n o s u n p a rtid o p o r fa lta de u n o s toston es p a ra p a ga r la en tra d a era un verd a d ero su plicio. En cierta ocasión hubo uno im portante. Un club fam oso de u na ciudad vecin a ven d ría a J aboatáo para u na revancha. Tem ístocles y yo pasam os una sem ana entera pensando cómo podríam os asistir al partido, que asu m ía aires de duelo. En la noch e del sábado aún n o te n ía m o s n in g u n a esp era n za . E n la m a ñ a n a d el d o m in go y a ten íam os la segu ridad de no poder en trar a la can ch a legalm ente, es decir, paga n d o las en tradas. Sólo n os restab a u n a posibilidad: su p era r la vig ila n cia de los gu a rd ias y en tra r co m o "gorron es". El p artido prin cip al com en za ría a las cu atro de la ta rd e y sería p r e c e d id o p o r o tr o - e l prelim in a r, com o se llam aba- entre clubes locales, que com en zaba a las dos. A l m e d io d ía y a e s tá b a m o s en p le n a o p e ra c ió n de "in v a s ió n ". Con segu im os, con cierta facilidad, entrar a la can ch a por la parte p osterior del terren o en que se en co n tra b a y p or don d e p a sa b a el río Duas U n a s. A a q u e lla h o r a n o h a b ía n a d ie. E m o c io n a d o s y optim istas, pasam os largo rato silenciosos, en cuclillas, escondidos entre las ram as de u nos arbustos. N u estra in ten ción era, u n a v ez in iciado el partido, salir discretam en te de n uestro escondite y p er­ dernos entre la m a sa de los espectadores. N u e s tra fie s ta a ca b ó u n a h o r a a n te s de esto. No im a g in a m o s qu e la situ ación p reca ria del "estadio" m u ltip lica ría la v ig ilan cia y la eficien cia de los vigilan tes. U no de ellos n os en contró, escon d i­ dos entre los arbu stos que n os parecían tan seguros. Fru strados, deja m os la ca n ch a y fu im os a in corp o ra rn D s, allá afu era, al gru p o de los otros n iñ os qu e no ten ían toston es, com o

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n o so tro s, p a ra lo s q u e a sistir al ju e g o se re d u c ía a e s c u c h a r lo s gritos fren éticos de la asistencia, allá adentro. T a m b ié n nos p erd im o s otros ju e g o s com o aquél, h a sta qu e h i­ cim os am istad con Lam enha, jo v e n ídolo del fú tbol local, defensor del principal club de la ciudad. Prestigiado por la excelen cia de su técnica de ju gador eximio, nos introducía a la cancha sin dificultad. A l con trario, el po rtó n se le a b ría a él y a q u ien con él estu viese. Su m a n o en n u estro s h o m b ro s v a lía m u ch o m ás q u e la en tra d a qu e no p o d ía m o s pagar. Los prim eros m eses en Jaboatáo transcurrieron con normalidad. No au m en taron ni dism inu yeron su stan cialm en te las dificultades que com en zá ra m os a en fren ta r en Recife, por ca u sa de las cu ales nos m udam os a Jaboatáo. Los alrededores de la ca sa en que vivíam os, el cam po que ten ía enfrente, donde ju gá b a m o s fútbol y rem ontábam os com etas; el río que p a sa b a cerca, en el qu e n ad áb a m os y en el que d espu és m ás que n ad ar pescábam os p a ra com er; las casas de cam po a su alre­ dedor, con sus árboles, sus som bras, sus frutas -alred edores aco­ g e d o r e s q u e en p o co tiem p o fu ero n su p era d os. J a b o a tá o se n o s ib a en treg a n d o co m o un n u evo m u n do, m u ch o m ás va sto q u e el q u e e x p e rim e n tá ra m o s h a s ta en to n ces, el d el ja r d ín de n u e s tra c a s a de R ecife. U n m u n d o llen o d el v e rd e de la c a ñ a de azú car, del arom a de su ju go , del a rom a del pilon cillo de sus in gen ios. Un m u n d o llen o de los gem id o s de los ca rros de b u eyes, ja la d o s p o r m ansos anim ales, tal vez más "fatalistas" que m ansos, si es que se p u ed e d ec ir así. El ca rrero fu stiga n d o , p o r costu m b re, co m o por costu m bre decían cosas a Mim o, Pintado, Fandango, que m a rch a ­ ban siem pre lentos, ru m ian do, con ojos de resign ación . Pero ta m ­ b ién un m u n d o en el q u e la e x p lo ta ció n y la m is eria de los c a m ­ p e s in o s se n o s ib a n re v e la n d o en su d ra m á tic o rea lism o . E s a llí donde se en cu en tran las m ás rem otas razon es de m i radicalidad. A m is ta d e s y c a m a r a d e ría s se fu e ro n c re a n d o en el fú tb o l d el cam po, Dino, A rm in d o , Itararé, Júlio, V an-van , el h oy h istoriador del Ja b oatá o de n u estros abu elos: Baé, Joáo R om áo, R egin aldo, Dourado; en la e s c u e la d el e s ta d o q u e fr e c u e n tá b a m o s , en lo s a rro y o s y en lo s ce rro s a lo s q u e n u e s tra s in c u rs io n e s n o s ib a n llevando. En poco tiem p o éram os los "n iñ os co n ectivos" a los qu e a n tes m e h e re fe rid o , con a m ig o s e n tre lo s q u e c o m ía n y lo s q u e ca si nada comían.

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C o n u n o d e ello s, D in o, n iñ o d e c la s e m e d ia c o m o y o , v a ria s veces m en cion ad o antes en estas cartas, acostu m b ra b a con versar en la orilla del río sobre n u estra s dificu lta d es, a la som b ra de los árboles, m ien tra s p escábam os. El fu e qu ien u n d ía m e m ostró u n platillo delicioso, pero principalm en te accesible a nuestras :p osib i­ lidades, que se volvió u na constante en nuestras dietas: el revuelto de p a p a ya . "E s p reciso -d ecía él con a p lo m o - qu e la p a p a y a esté en vez. N i m a d u ra n i verd e. En vez”, re p e tía p a ra q u e y o :no m e equivocase. L o s p a p a y o s d e lo s v e c in o s e s ta b a n a n u e s tro a lc a n c e , y lo s h u e v o s de la s g a llin a s a n d a rie g a s , p o n ie n d o a q u í y allí, n o n o s faltaban. H oy, ta n d ista n te de m i in fa n cia , p ercib o h a s ta qu é p u n to m e m arcaron las retretas de Jaboatáo, el fútbol en el cam po, las in cu r­ s io n e s a lo s a rr o y o s y a lo s c e rro s , en la s q u e m e e n fre n ta b a a situ a cio n es m á s d ra m á tic a s qu e la m ía. C u á n to m e m a rcó el río en el que nadaba y pescaba, y en el que, tal como Manuel Bandeira, "un día vi a una m uchacha desnudita bañándose. Me quedé parado, el corazón palpitante. Ella se rió. Fue m i prim er alu m bram ien to".*

* Manuel Bandeira,

Poesías, op. cit.,

p. 192.

O CTAVA CARTA

La esperanza deshecha.

Era un sábado lluvioso, com o m u chos otros sábados de Jaboatáo, h u m o rís tic a m e n te lla m a d a en la é p o c a de m i in fa n c ia "b a c in ic a d e l c ie lo " , 2ti ta l e r a la m a g n itu d d e su ín d ic e p lu v io m è tr ic o . M i m adre y yo regresábam os a casa con las m agras com pras que, Dios sabe cóm o, ella h ab ía con segu ido h acer en el tradicion al m ercado semanal. Veníam os por la calle Baráo de Lucena cuando, en una esquina, m i m a d re fu e a tra íd a p o r u n a p la c a de m a d e ra c o lo c a d a en u n prim er piso que decía: Secundaria Jaboatáonense, y que anunciaba el h orario de trabajo de la casa. El lunes bien tem prano, com o a las ocho, llegó m i m adre a co m ­ pañada por m í para h ablar con el director. Su sueño era conseguir el cargo de secretaria de la secundaria. Presu m o el fin de sem ana que debe de h ab er vivido. Los castillos, las fa n ta sía s con que ella y m i padre se habrían entusiasm ado. Tu din ha Freire, secretaria de la prim era secundaria de Jaboatáo. Supongo que en sus devaneos ella se im a g in a b a en tra n d o en las m ism a s ca rn icería s en las que era m a ltra ta d a , p ero re cib ien d o el tra to qu e m erecía . -B u en día, señ ora Tu din ha, ¿cuán to va a qu erer hoy? Su ex p erien c ia de la n ecesid ad , de las lim ita cio n es, de la fa lta de las cosas, le aguzaba o le hipertrofiaba las expectativas. Fue así, co n s e m eja n te á n im o, co n s e m eja n te esp era n za , co m o llegó a la secun daria para h ab lar con su director. J o v e n , p o s ib le m e n te e s tu d ia n te d e d e re c h o en la tra d ic io n a l fa c u lta d d e R e c ife , e l d ir e c to r d e la s e c u n d a r ia d e b e d e h a b e r llegado a J aboatáo con sueños m u ch o m ayores y m ás golosos que los de m i m adre. En los cu aren ta y cinco m in u tos que el perezoso tren d em ora b a en tre R ecife y Jaboatáo él debía im aginarse, dentro de algún tiem po, tal vez en su m adu rez, com o rector de la U uiversidad de Jaboatáo, que él crearía a p artir de su secundaria. D ebía p en sa r que en b reve su secu n d a ria sería la m ejor ex p erien cia p e ­ d a gó gica de tod a la región. A tra ería a los estu d ia n tes del agreste y [85]

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del sertao del esta d o q u e en la é p o c a c o n v e rg ía n en lo s fa m o s o s colegios de Recife. En pleno 1933 él ya veía su secundaria liderando el p rim er co n g res o regio n a l de ed u ca ció n , d eb a tien d o tem a s tan actu ales ayer com o hoy. Expulsión escolar, ingenua o astutam ente llam ada evasión Escolar. D éficit de la educación brasileña, cuantitativo y cualitativo. El cen ­ tralism o de la edu cación n acional, etcétera. Com o rector de la futura universidad de Jaboatáo, seguram ente se v e ía d e s p a c h a n d o en su g a b in ete, en d ía s n o rm a les, cD ri lo s directores de las diferentes facultades, de ingeniería, de m edicina, de ed u ca ció n . D ebe de h a b erse visto p ro to co la ria m en te vestid o, con toga de rector, p resid ien d o las so lem n id a d es de gra d u ación , rodeado de au toridades. M a gn ífico re cto r p a ra acá, m a gn ífico re cto r p a ra allá. -B u en día, s eñ o ra -d ijo a m i m adre. - B u en día, señ o r -resp o n d ió ella. Nos m an dó qu e n os sen táram os, pregu n tan do de in m ediato en qué n os p o d ría ser útil. - S u p e el sá b a d o p a sa d o -dijo m i m adre-, p o r la p la ca fren te a la casa, de la existen cia de la secundaria. E ntonces pensé en b u s­ carlo para saber si habría posibilidad de trabajar aquí com o secre­ taria, au nqu e no ten go experien cia en estos qu ehaceres. E l d ir e c t o r n o lo d ijo , p e r o b ie n p o d r ía h a b e r d ic h o q u e é l ta m p o c o te n ía n in g u n a e x p e r ie n c ia s o b re có m o c o m e n z a r algo nuevo en u n a com unidad. H abía llegado a Jaboatáo sin conocer a n ad ie y, sin con su ltar a n adie, ren tó u n a ca sa y fijó el carte en el que daba por existente su secundaria. No había entrado en contacto con la s a u to rid a d e s lo c a le s , n o h a b ía tra ta d o d e c o n o c e r a la s e d u c a d o ra s n i a lo s e d u c a d o re s re c o n o c id o s de la co m u n id a d , c o m o C e c ilia B r a n d á o , O d e te A n tu n e s , C lo d o a ld o d e O liv e ira ; p a ra ver, en u n a ch arla con ellas y con él, si su sueño era viable o no. No sé ni si estaba enterado de las exigencias legales del M inis­ terio de Educación p ara el recon ocim ien to de su secundaria. Todo lo que sabía era que en J aboatáo no h ab ía casas de en señ an za de este nivel, y eso le bastaba. - No sé si usted sabe, señora, pero hace apenas una sem ana que abrí la secundaria para v er si es posible crearla o no. Prim era debo saber si ten dré alum nos; lu ego si ten dré profesores. En el caso de que haya unos y otros, pienso hacer un contrato con una secundaria de Recife, y a regularizada frente al M inisterio, de la que la nuestra

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será apenas u n a extensión. Los alu m n os serán oficialm en te alu m ­ n os de la otra, la de Recife, d o n d e h ará n su s pru ebas. A q u í s o la ­ m en te estudiarán. U n a v e z su perada esa fase experim en tal, y sólo entonces, m e ocu paré de oficializar la nuestra. Sin em bargo, hasta a h o ra tan sólo h an ven id o a verm e tres p rofesores y n in gú n ca n ­ didato a alu m n o. S erá un en orm e p la cer ten erla com o secretaria, p ero debo decirle qu e du ran te esta etapa de ex p erien cia no ten go m edios p a ra pagarle. Si las cosas fu n cion an bien, en ton ces d iscu ­ tirem os su salario. L a s p a la b r a s d e l d ir e c to r h a n d e h a b e r c a la d o h o n d o e n lo s su eñ os de m i m adre. T u vo qu e p en sa r rá p id a m en te p a ra re sp o n ­ d er. S in e m b a rg o , e r a p r e c is o a rr ie s g a r s e . T a l v e z fu e s e m e jo r trabajar sin salario durante parte de sus días, a la espera de lo que v e n d r ía . T a l v e z fu e s e m e jo r j u g a r que no ju g a r. Q u ién sa b e si repen tin am en te no com en zaban a llegar alu m n os y alum nas, p ro ­ fesores y p rofesoras qu e h icieran viable la secundaria. Para quien n o tie n e n ad a, o tien e m u y p o co , cu a lq u ie r p o s ib ilid a d de lle g a r a ten er algo m erece ser vivida. -E n tien d o . A c e p to su p r o p u e s ta -d ijo m i m a d re, y a con a ire s de secretaria, aunque fuese gratuita. A co rd a ro n los h orarios, las tareas. Mi m a d re regresó el m ism o d ía p o r la tarde. D e a h í en a d e la n te fu e ca si u n m e s de ten sió n , e n tre el s u e ñ o de s u p e ra r la s d ific u lta d e s y la im p o s ib ilid a d de h acerlo. A cierta a ltu ra de a q u el m es m i m a d re y a se co n ten ta b a con un m ínim o con el que pu diese dism inuí Y ' las angu stias de mi p a d re y las su ya s p rop ia s fren te a las n eces i d a d es de la fam ilia. T a m b ién es posible que el jo v e n director y a se contentase con una secu n d a ria h um ilde de provincia, que no organ izara con gresos de edu cación ni creciese h a sta convertirse en u n a u niversidad. El h orario de tra b a jo de m i m a d re d u ra n te la eta p a in icia l del p ro y e c to d e la s e c u n d a ria e r a de n u e v e a d o ce y de d o s y m e d ia a cin co p o r la tarde. U n d ía lle g ó a c a s a co m o a la s d ie z de la m a ñ a n a . T r a ía en el cu erpo, ex p re sa d o en la ca ra su frid a , el d o lo r del su eñ o roto, de la esperanza deshecha. El director h a b ía cerrado la secundaria.

p.D. H oy 5 de agosto de 1993 perdí a u no de m is m ejores am igos, A lb in o F ern an des Vital.

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A tierna edad, cuando debíam os tener cinco o seis años, com en­ zam os u n a am istad ja m á s alterada a lo largo de tantos años. Fun­ dam os n u estro afecto en un césped b lan do y a coged or que a lfo m ­ braba el frente de su casa, pequeña, hum ilde, casi vecin a a la casa d o n d e y o n a c í, e n la c a lle d o E n c a n a m e n to , e n R ec ife. F u im o s co m p a ñ ero s en la e sc u e la p rim a ria y en la secu n d a ria , en el Oswaldo Cruz, del que y a he hablado en algunas cartas. Nos separamos en los estu dios cu ando él se dedicó a la agronom ía, en cu ya d isci­ p lin a d e s ta c ó c o m o u n n o ta b le in v e s tig a d o r e n e l c a m p o d e la fito p a to lo gía , y en la qu e es m ás re co n o cid o en el ex tra n je ro qu e e n tr e n o s o tro s . "N a d ie e s p r o fe ta e n s u tie rr a ...", d ic e e l s a b e r popular. A lbin o fue un h om bre extraordinario. D urante todos estos años ja m á s lo escu ch é h acer un com en tario poco elogioso sobre nadie. A s í co m o ja m á s lo e s c u c h é e lo g ia r a n a d ie q u e re a lm e n te n o lo mereciese. H oy estam os, tanto Jandira, su ded ica d a esposa, com o todas y todos los que tuvim os el privilegio de convivir con él, quebrantados por el peso del vacío que nos invadió en la m adrugada que inauguró el p rim er d ía sin él en el m u n do.

NOVENA CARTA

Alguien me sacó de mi cuarto y me llevó a otra parte de la casa desde donde oí, cada vez más débiles, los gemidos con que mi padre se despedía del mundo. T rein ta y uno de octubre de 1934. La puesta del sol de un dom ingo de cielo azul. Ya hacía cuatro días que m i padre, con un aneurism a abdom inal que se ven ía rom piendo, sufría intensam ente y se apro­ x im a b a a la m u erte en form a in ap elable. H asta n osotros, los m ás jó ven es, p resen tía m os el fin al co n tra el qu e n ad a podíam os. M i m a d r e d ifíc ilm e n te se a p a r ta b a d el c u a rto en el q u e él se en co n tra b a . S en ta d a ju n to a su ca b ecera , a c a ricia b a su fren te y sacaba uno u otro tem a, llen a de fe y de esperanza. E sp eran za de qu e él se resta b leciera pron to, p a ra co n tin u a r p o b la n d o su s días de en can to y de tern u ra. E sp era n za qu e aquel dom in go era re fo r­ z a d a p o r la n o ta b le m e jo r ía q u e h a b ía e x p e rim e n ta d o m i p adre. La sabidu ría p opu lar h a dado n om bre a esta m u estra de bienestar que n orm alm en te tienen los enferm os term inales: visita de la salud. Es la ú ltim a e x p erien c ia de vida, en la qu e el en ferm o co m o qu e se despide de la esperanza, de la alegría de sentir las cosas, de ver y oír a los suyos y a sus amigos. Siente todo eso, disfruta todo eso, y no com o si su piese que está por dejarlo todo. A l contrario, nadie experim en ta la visita de la salud com o un anu n cio de m uerte, sino co m o u n a señ al de vida. H asta los qu e la ob serva n en q u ien es la padecen. Me a cu erd o de la alegría fan tástica, in d escrip tib le, qu e viví d u ­ r a n t e a q u e l d o m in g o d e o c tu b r e d e 1934. C a d a v e z q u e ib a a l cuarto m e sen tía alentado. A costado en la cam a, sereno, sin dolor, m i p a d re so n reía y ju g a b a con m igo. A su lado esta b a m i m adre, cariñosa, tierna, diciendo cosas que exteriorizaban su casi paz fren­ te a la m ejora de él. Fue traicion ada, com o tod os n osotros, p or la falsedad de la visita de la salud. Cuando regresé al cuarto, entre las cinco y las cinco y m edia de la tarde, vi a m i padre que, al esforzarse para sentarse en la cama, [89]

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gritó de dolor, con la cara retorcida, y cayó h acia atrás agonizante. N u n ca antes h ab ía visto m orir a nadie, pero estaba segu ro de que m i padre se esta b a m u rien d o. U n a sen sación de pán ico m ezclad a con u n a n o s ta lg ia a n ticip a d a , u n e n o rm e v a cío , u n d o lo r in d e s ­ crip tib le tom a ro n m i se r y m e sen tí p erd id o. A lg u ien m e sa có de m i cu a rto y m e llevó a o tra p a rte de la ca sa d esd e d o n d e oí, cada vez m ás débiles, los ge m id o s fin ales con los qu e m i p a d re se d es­ p ed ía del m u n do. Esos ú ltim os m o m en to s de su vida, las c o n to r­ s io n e s de su ca ra , lo s g e m id o s de dolor, tod o esto e s tá fija d o en m í, e n la m e m o r ia d e m i c u e r p o , c o n la n itid e z c o n q u e e l p e z fo siliza d o se fija en la piedra. Los dos o tres días siguientes al entierro de mi padre envolvieron a las m u jeres de la fam ilia en un qu ehacer típico de las sociedades cerradas, de cuño ru ral, poco roza d a s aún p or los a van ces tecn o ­ ló g ic o s . S e e n tre g a ro n a u n a ta r e a q u e en el fo n d o re v e la b a u n cie rto cu lto , u n cie rto g u s to p o r la m u e rte : la de te ñ ir de n e g ro todas las ropas, en señal de luto. El m ayor rigor era im pu esto a la viu da, cuyo luto cerrado, com o se le llam aba, sólo p o d ía ro m p erse d esp u és de tra n scu rrid os dos añ os de la m u erte d el m arido. Mi m adre siem pre se resistió a a ban d on ar la severidad del luto cerrado, hasta que, bajo la influencia de mi herm ana Stela, consintió, a ñ o s d es p u és de la m u erte de m i padre, en d eja r de lado el rig o r del luto cerrado, adm itien do un luto abierto que la acom pañó hasta sus últim os días en los años setenta. No s ie m p re es fá c il sepultar a n u estros m u ertos. Sin em bargo, so la m en te en la m e d id a en q u e a su m im o s su a u sen cia , p o r m ás doloroso qu e n os re su lte h acerlo, la p res e n c ia de la a u sen cia , el d o lo r de la fa lta v a m e n g u a n d o , m ie n tra s q u e p o r o tro la d o n o s vam os volvien do m ás capaces de volver a ser plen am en te nosotros m ism os. S ólo así p o d re m o s ten er, con sa lu d -b io fílica m en te-, en la au sen cia sentida, u n a p resen cia que no nos im p id a am ar. E n u n a s a n a y d ifíc il e x p e r ie n c ia de lu to , lu to d el q u e n a d ie p u e d e e s c a p a r , n o p o d e m o s lim ita r n o s a p o n e r u n a p a la d a d e tierra sobre la ausencia, com o tam poco, y tam bién sim plistam ente, preten d er qu e n u estra vid a se red u zca al pasado. La ex p erien c ia d el luto, qu e es resu lta d o de la m u erte, sólo es vá lid a cuando se expresa en la lu ch a por la vida. V iv ir el lu to con m a d u rez es a su m ir la ten sión en tre la d es esp era ció n p ro vo ca d a por la pérdida y la esperanza en la reinvención de nosotros mismos.

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Nadie que sufre u n a pérdida su stancial contin ú a siendp el m ism o de antes. La rein ven ción es u n a ex igen cia de la vida. Creo que es im portan te que sepam os que nadie nace preparado p a ra , el d ía de m a ñ a n a , c ru z a r b io fílic a m e n te la e x p e rie n c ia del luto. Ésta, a pesar de su especificidad, es apenas una entre muchas otras por las que pasam os, unas más duras y otras más am enas, a lo largo de n u estra existen cia. Lo q u e q u iero d e c ir es q u e en la su ces ió n de lo s a p re n d iz a je s en los q u e p a rticip a m os se v a acen tu a n d o en n osotros el a m o r a la vida o el am or a la m uerte. La m anera en que nos relacionam os, d esd e la m ás tiern a edad, con los an im ales, con las plan tas, con las flores, con los ju gu etes, con los dem ás. El m odo en que pen sa ­ m os el m u n do, en qu e a ctu am os so b re él; la maldad con que tra­ tam os los objetos, destruyéndolos o despreciándolos. El testim onio q u e d a m o s a lo s h ijo s d e l a fa lt a d e r e s p e to p a r a c o n lo s m á s débiles, el desdén por la vida. A sí en señ am os y ap ren d em os a am ar la v id a o a negarla. A d em á s del va cío afectivo qu e n os dejó la m u erte de m i padre, su d esa p a rició n ta m b ién sign ificó el a gra va m ien to de n u estra s i­ tu ación . Por un lado la a u sen cia del je fe de la fam ilia, p o r el otro la dism inución drástica de la m agra jubilación que mi padre recibía, red u cid a a pensión q u e m i m a d r e p a só a re c ib ir co m o su viu d a . Realm ente algo insign ifican te. Sólo entre 1935 y 1936 hubo u n a m ejoría real con la p a rticip a ­ ción e fe ctiva de m i h erm a n o m ayor, A rm a n d o , q u e co n s igu ió un trabajo en la P refectu ra M u n icipal de Recife; de Stela, qu e recibió su diplom a de m aestra y com enzó a trabajar, y de Tem ístocles, que ca m in a b a todo el día p o r R ecife h acien d o m a n d a d o s p a ra un es­ critorio com ercial. M e s ien to fe liz de p o d e r p u b lic a r en e s ta s c a rta s a C ris tin a el m uchas gracias a ella y a ellos. Con su trabajo, con su dedicación , m e dieron u n a ayu d a in e s ­ tim able p a ra qu e un d ía yo pu diese h acer las cosas qu e he h ech o con la colaboración de m uchos.

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Los saberes indecisos que se gestaron en las expe­ riencias de Jaboatáo se entregaron a la posibilidad de una reflexión más crítica y más trabajada, pro­ piciada por el regreso a Recife.

Vivim os nueve años en Jaboatáo. De abril de 1932 a mayo de 1941, cu ando regresam os a Recife. N uestro regreso se dio en u n a situ a ­ ción in discu tiblem ente superior a la que n os obligó a trasladarn os a Ja b oatá o, n u eve años antes, p en sa n d o que la m a gia de la s im ­ ple "m ovilidad h orizon tal" resolvería n u estros problem as y d ificu l­ tades. La participación y la solidaridad, que nunca faltaron, de los tres h ijos y de la h ija S tela m a n ten ía n a la fa m ilia en con d iciD n es de en fre n ta r los ga sto s n o rm a les de la casa. La m e n o r co la b ora ción era la m ía, qu e p ro ve n ía de las cla ses de len gu a p o rtu gu esa qu e daba en el C olegio O sw aldo C ru z y lu ego en otros, y de lo que m e pagaban mis alum nos particulares. C o n u n a p a r te d e lo q u e g a n á b a m o s c a d a u n o d e n o s o t r o s aten d ía sus n ecesid ad es in dividu ales. La m a yor parte se la en tre­ gábam os a m i madre, con lo que ella adm inistraba la casa. Cuando h ab ía gastos extraordin arios los divid íam os entre todos. De 1941 a 1944, cuando me casé por prim era vez, viví una etapa in te n s a m e n te d e d ic a d a a la s lectu ra s, ta n c rític a s co m o m e e ra posible, de gram áticos brasileños y portugueses. Pa rte de la p o rció n q u e m e co rresp o n d ía de lo qu e y o g a n a b a la destinaba a la adquisición de libros y viejas revistas especializadas. Las revistas y los libros siem pre ponían entre parén tesis la a d ­ qu isición de ropa. S olam en te cu an d o y a no era p osib le p ospon er la com pra de ro p a p ara un después distante m e com praba algu n a p ren d a ordinaria. En aquel periodo de alu m bram ien to en qu e m e encontraba, apasionado, realm en te em brujado por la docen cia en el C olegio O sw aldo Cruz, ra ram en te destin é u n a su m a de dinero c o n s id e ra b le a co m p ra r ro p a , co m o lo h ic e c ie r ta v ez. Irstig a d o p or el com p eten te sastre de un tío m ío, acepté qu e m e confeccio[9 2]

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n ase un traje de lino blanco, pagan do en m en su alidades qu e aún re c u e rd o . L a v e r d a d es q u e n o a n d a b a su cio , p ero a n d a b a m a l vestido. U no de m is atu en dos perm a n en tes -au n qu e no p red ilecto- era un traje de paño tropical m arrón con rayas blancas, que por el uso excesivo ya se había vuelto casi verde, quem ado por el sDl. Un traje caliente hasta para las temperaturas más suaves. Imagínense lo que sería en los 28 y 30 gra d os del vera n o recifen se. U n día, al fin al de u n a clase, al m ed iod ía, un a lm a viva e in te­ ligente, de esa s in teligen cia s qu e de v e z en cu a n d o san sopladas p o r in gen u id a d es casi an gelica les, m e p regu n tó de pron to, com o si no p u d iese dejar la p regu n ta p a ra otro día: - Paulo, ¿u sted no tien e calor con esa ropa? - Sí te n g o -d ije y o -. Pero e s q u e n o ten g o otra. Luego de la clase, cayendo en sí, vino hasta mí un tanto turbada y m e pidió in necesarias disculpas. Fui y o q u ien p o r p oco n o m e d iscu lp o p o r la esc a s a o n in gu n a im p orta n cia que d a b a a m i fo rm a de vestir. Sin em bargo, p a ra m í eran más valiosos las revistas y los libros que com praba y con cuya lectu ra, d esafian te, ib a a p re n d ie n d o a e s tu d ia r y m e ca p a cita b a m e jo r p a r a h a c e r m á s e fic a z m i p r á c tic a d o cen te, m á s q u e con rop a s elegan tes y en m a yor can tidad. Y a h ab ría tiem p o de a d q u i­ rirlas, cuando revistas esenciales y libros indispensables no com pi­ tieran con ellas. O, m ejor aún, cuando ropas y libros pu diesen ser adqu iridos sin que y o tu viese que contar h asta diez antes de elegir qu é com prar. En el itin e ra rio d e a lg u n a s de m is ta rd e s en R e c ife y o ten ía , com o pu n tos obligatorios de escala, dos o m ás librerías que satis­ fa c ía n el g u s to p o r la le c tu r a y el d e le ite p o r la c o n v iv e n c ia con los libros de un buen núm ero de intelectuales del Recife de aquella época, y va ria s lib rería s de viejo que ofrecían p recio sid a d es fu era de im presión. L a L ib re ría E m p era triz, d el vie jo B e ren stein , d o n d e tra b a ja b a uno de los m ayores libreros de Recife: M elkzedec, despu és p ro p ie­ ta rio de u n a ex c e le n te lib r e ría de viejo , la E d ito ra N a cio n a l, con M o u s in h o , p e ro p r in c ip a lm e n te co n A lu íz io -ta n s e n s ib le co m o los m aestros B eren stein y M elkzedec. Allí nos en contrábam os en nuestras peregrin acion es los in telec­ tuales más jóvenes, aprendices de los más maduros, todos curiosos, d ea m b u la n d o en tre los esta n tes, e x a m in a n d o el ín d ice de algú n

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libro, leyendo su presentación, in tercam bian do ideas los unos con los otros. L a E d ito ra N a c io n a l d is p o n ía d e u n a m p lio e s p a c io co n u n a la rg a m esa con sillas a su a lred edor en la que, lu ego de un paseo por los estantes, nos sen tábam os y conversábam os librem ente, co­ m o si estu viésem os particip an do en un sem inario académ ico. En el fondo de la casa tam bién había un espacio donde se abrían las grandes cajas en las que ven ían los libros im portados. H asta el d ía de h o y te n g o en m i c u e rp o el p la c e r con q u e p r e s e n c ia b a la a p ertu ra de las cajas, in vitad o p o r A lu ízio en la E d ito ra N acion al y p o r M elk ze d ec en la E m p era triz. 27 A s í co m o la e m o c ió n co n la qu e ib a h ojean do uno a uno los libros que iban saliendo, antes de ser expu estos a otras cu riosidades en los estantes. O d ilo n R ib eiro C o u tin h o, W a ld e m a r V a len te, A m a ro Q u in tas, J o s é L o u r e n c o d e L im a fu e r o n a lg u n o s d e lo s c o m p a ñ e r o s d e l ejercicio de la cu riosid a d in fan til con que ritu a lm en te n os co locá ­ bam os alred ed or de la caja qu e co m en za b a a ser abierta. ¿Qué libros saldrían? ¿Qué sorpresas iríamos a tener? ¿Qué reim ­ presiones llegarían a nuestras m an os? ¿Q u é textos recién pu b lica ­ dos desafiarían nuestra capacidad de lectura? Esas interrogaciones a n s io s a s e r a n p a r te d e la e m o c ió n g e n e r a l c o n q u e m e p o n ía , o lv id á n d o m e de tod o, a e s p e ra r q u e el o lor de lo s lib ro s n o s e n ­ vo lviese. Prim ero, el o lo r d el libro. En segu id a , m a n os y ojos c u ­ riosos en tregán dose a m orosam en te al p rim er en cu en tro, m ás que e l s im p le c o n ta c to , c o n e llo s y q u e p r o s e g u ir ía e n c a s a , e n m i rin có n esp ecia l de estu dio, con a lgu n o de ellos. Esto a veces sucedía en una m ism a tarde en la Editora N acional y en la Librería Em peratriz, sep aradas por dos o tres casas la u n a de la otra... La a p ertu ra de los ca jo n es p ro vo ca b a so rpresas, a tra ccio n es y alegrías que se convertían en desafíos. D esafíos a m i capacidad de adq u isición , no siem p re a la a ltu ra de los precios, y desafíos p la ­ cen teros a m i capacidad de lectura. En aqu ella ép oca m e ded ica b a principalm en te, m as no ex clu si­ v a m e n te , a lo s es tu d io s g ra m a tic a le s p e rm e a d o s de le c tu ra s de filo so fía d el len gu a je y de en sa yo s in tro d u c to rio s a la lin g ü ística que acababan rem itién dom e a la educación. En realid ad , m i p a sió n ja m á s se cen tró en la gra m á tica por la g r a m á tic a en sí; p o r eso ja m á s h e c o rrid o el rie sgo de ca er en el disgusto del gramaticismo. Mi pasión siem pre se m ovió en dirección

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a los m isterios del lenguaje, hacia la búsqueda, no angustiante pero sí b a sta n te in qu ieta , d el m o m en to de su belleza. Por eso m e en ­ treg a b a con placer, sin h ora m a rca d a p a ra term in ar, a la lectu ra d e G ilb e rto F revre, M a c h a d o de A s s is , E c a d e Q u e iro z, L in s do Regó, G ra cilia n o R am os, D ru m m on d, M a n u el B an dera. N o te n g o p o r q u é n o re p e tir e n e s t a c a r t a q u e la a fir m a c ió n según la cual la preocupación por el m om ento estético de la lengua p u ed e no p re o c u p a r al cien tífico p ero d eb e p re o c u p a r al artista, es fa lsa . E sc rib ir b o n ito es d eb er de q u ien escrib e, sin im p o rta r q u é n i so b re qu é. P or eso m e p a re c e fu n d a m e n ta lm e n te im p o r ­ ta n te , y s ie m p re h a b lo s o b re esto a q u ie n t r a b a ja u n a te s is de m a estría o u n a tesis doctoral, qu e se obligu e -ta rea qu e h ab rá de cu m p lirse rig u ro sa m en te- a la lectu ra de a u to res de bu en gu sto. Lectu ra tan n ecesa ria com o las que tratan su tem a específico. Ejem plos de cómo ju ga r con tal o cual palabra y no con cualquier o tra en cierto m om en to de la escritu ra, de cóm o m a n eja r las p a ­ labras en las relacion es que traban entre sí en la organ ización del discu rso, ejem p los qu e se va n h acien d o m od elos o casi m odelos, sin que ello signifique que cada sujeto que escribe su texto no deba esforzarse por ser ella o él mismo, aunque m arcado o con influencia de algún m odela. No sé si y a os habéis dado cuenta de que por lo general, cuando se in terroga a alguien sobre su preparación profesional, el in terro­ gado al responder tiende a com enzar por enu m erar sus actividades escolares, resaltando su form ación académ ica, su tiem po de expe­ rien cia en la profesión. D ifícilm ente se tom a en consideración, por no rigurosa, la experiencia existencial mayor. La influencia, a veces ca si im p e rc e p tib le , q u e re c ib im o s de ta l o c u a l p e r s o n a con qu e con vivim os, o de tal o cual p rofesor o profesora, a qu ien ja m á s le faltó coherencia, así com o de la com p eten cia ju ic io s a de personas hum ildes y serias. En el fondo, la ex p erien cia p rofesion a l se da en el cu erpo de la existen cia m ayor. Se gesta en ella, recibe su in flu en cia y en cierto m om en to se vu elve in flu yen tem en te sobre ella. In te rro g a d o so b re m i fo rm a c ió n co m o ed u ca d o r, co m o su jeto q u e p ie n s a la p r á c tic a ed u c a tiv a , ja m á s p o n d r ía de la d o , co m o tiem po inexpresivo de m i vida, el que pasé cam inando, casi v agan ­ do, p o r u n a p a rte de R ecife, de lib rería en librería, ga n a n d o in ti­ m id a d con lo s lib ro s , co m o ta m p o c o a q u e l en q u e v is it a b a s u s a rroy os y su s cerros, d isc u tien d o su s p ro b le m a s con los gru p os

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p o p u la res. O co m o el o tro en q u e v iv í d u ra n te d ie z a ñ o s con la te n s ió n en tre la te o ría y la p r á c tic a y a p re n d í a m a n e ja rm e con ella: el tiem po del Sesi. Ni el tiem po de m is estu dios sistem áticos, sin im p o rta r de qu é gra d o, co m o estu d ia n te o com o profesor. Los saberes indecisos que se gestaron en las vivencias de Jaboatáo se en treg a ro n a la p o sib ilid a d de u n a reflex ión m ás crític a y m ás trabajada, p rop icia d a p o r el regreso a Recife.

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E l error de la izquierda es perderse en discursos agresivos, dogmáticos, en análisis y propuestas mecanicistas; es perderse en una com prensión fata­ lista de la historia, finalm ente antihistórica, en la que el futuro, desproblematizado, se vuelve inexo­ rable.

En 1947 llegu é al S ervicio S ocial de la In du stria, el Sesi,* D ep a r­ ta m en to R eg ion a l de P ern a m b u co , d o n d e p e rm a n ecería p o r d iez a ñ o s, e n v u e lto en u n a p r á c tic a p o lític o -p e d a g ó g ic a de la m a y o r im p orta n cia p a ra mí. En u n a p rim era in stan cia debo su brayar que m i llegad a al Sesi p o s ib ilitó m i re e n c u e n tro , re a lm e n te d eterm in a n te, con la cla se tra b a ja d ora . R een cu en tro d el qu e el p rim er en cu en tro h ab ría te ­ n ido lu gar en m i in fa n cia y adolescen cia, en J aboatáo, en m i con ­ viv e n c ia con n iñ os ca m p esin o s y u rb a n os, h ijos de tra b a ja d o res rurales y citadinos. F orm é p a rte del p rim er eq u ip o d el S esi qu e o rga n izó su p re s i­ d en te, el in g e n ie ro C id S a m p a io , con el q u e d is c u tió s u s id e a s centrales sobre cóm o pensaba que debería funcionar la institución, ta n to en el ca m p o a s is ten cia l co m o en el de la ed u ca ció n . En el fondo, lo qu e d isc u tía con tod o el eq u ip o era su visió n de la a sis­ tencia, su p o lítica de acción, en realid ad liberal, pero m ás adela n ­ ta d a que la del prom edio de sus com p a ñ eros de trabajo. H oy m e doy cu en ta de lo acertado que estu ve al recon ocer que a p o ya rlo en su c a m p a ñ a p a ra el g o b iern o del esta d o de P ern a m ­ b u c o , e n 1958, e r a u n a c to p r o g re s is ta ; d e l m is m o m o d o q u e, cu a tro añ os m ás tarde, el acto p ro g resis ta sería a p o y a r a M igu el A rraes, ca si in m ed ia ta m en te a rresta d o e im p ed id o de ejercer sus d e r e c h o s p o lít ic o s p o r e l g o lp e m ilit a r d e l 1 d e a b r il d e 196 4, cu ando se en con traba en plen o ejercicio de su m an dato de go b er­ n ad or del estado.

* V é a s e P a u lo F reire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit. [97]

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A pesar de tod a la im p orta n cia que recon ozco que tu vo m i paso p or el Sesi p a ra m i form ación p olítica y ped agógica, en esta carta v o y a r e fe rirm e s o la m e n te a lo s p u n to s q u e m e p a re cen p rim o r­ diales. H asta es posible qu e m ás adelante, si no m e faltan tiem po, d is p o s ic ió n y gu sto , m e e n tre g u e a u n a n á lis is a m p lio de a q u e l periodo que, en la Pedagogía de la esperanza, llam é el tiempo fundante. L o s p u n to s p r im o rd ia le s a c u y o a n á lis is m e d e d ic a ré so n de ord en p o lítico-p ed a gó gico , a los qu e n ecesa ria m en te se u nen im ­ p lica cio n es de n atu ra leza ética, ideológica, h istórica, sociológica, etcétera. D esde el pu n to de v ista de los in tereses de la clase dom in ante, q u e en u n m o m e n to in te lig e n te de s u s c ú p u la s tu v o la id e a de crear el Sesi com o institución patronal, sería fundam ental que éste dejara de ser asistencial y pasase a ser asistencialista. Esto implicaba que la tarea pedagógica, acom pañando a la práctica asistencial, no se h ic ie s e ja m á s de m a n e r a p ro b le m a tiza n te . P o r lo ta n to n a d a que, giran do en torno a la a sisten cia m édica, dep ortiva, escolar o ju r íd ic a , p u d ie s e p r o p o n e r a lo s asistidos discusiones capaces de d ev e la r v e r d a d e s o re a lid a d e s , con lo q u e lo s asistidos p o d ría n ir h acién d ose m ás críticos en su com pren sión de los hechos. D esd e la p ersp ec tiv a de la cla se d om in a n te, el Sesi, en cu an to asistencial, debía ser asistencialista. Por eso mismo, cualquier prác­ tica qu e p rovocara, o qu e im p licase, u n a p resen cia d em o c rá tica ­ m en te resp o n sa b le por parte de los sesianos en el co m a n d o de los núcleos o centros sociales; que significase un m ínim o de injerencia de los tra b a ja d o res en el p rop io p roceso de la p resta ció n de se r­ vicios de asistencia, ten día a ser rech azada por peligrosa o su bver­ siva. En el fondo, sería ingenuo pensar que el Sesi era una expresión de la enorm e bon d ad de la clase dom in ante que, sen sib iliza d a por las necesidades de sus trabajadores, lo habría creado para ayudarlos. A l co n tra rio , el S esi e x p re s a b a u n m o m e n to in te lig e n te de la cúpula patronal en sus relaciones contradictorias con la clase obrera. Era un intento de su avizar los con flictos de clase y un esfuerzo en el sen tid o de o b sta cu liza r la fo rm ación de u n a co n c ien c ia m i­ litante, política, en tre los trabajadores. Por eso las p rácticas esti­ m u la n te s de u n s a b e r c rític o ta rd e o te m p ra n o era n v is ta s con restricciones. T e n g o v iv o e n l a m e m o r ia e l r e la t o d e u n a e x p e r ie n c ia , e n G in ebra, h ech o por u n a de las person a s qu e p a rticip aron en ella. Un grupo de señoras religiosas se organizó a partir de los trabajos

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pedagógicos con niños y adolescentes, hijos e hijas de trabajadores inm igrantes. C ierto día, la cú p u la d ire c tiv a de a q u el gru p o visitó a a lgu n os in du striales a qu ienes h ablaron sobre el proyecto y solicitaron a l­ gu n a ayu da p ara la contin u ación y am pliación de las actividades. D os m eses d esp u és de re c ib ir un fin a n cia m ien to p a ra u n o de los proyectos, el de edu cación sexual, en el que participaban entre quince y vein te jóven es, las señoras responsables de éste recibieron la visita del in du strial patrocin ador. E n ton ces le h icieron un relato m in u cioso, felices por los re su l­ ta d o s o b te n id o s . T o d o se r e s u m ía en q u e lo s jó v e n e s d is c u tía n librem ente con las educadoras sus preocupaciones sobre la sexua­ lid a d . E n la m e d id a en q u e c o m p r o b a b a n q u e e ra n lib r e s p a r a hacerlo, dialogaban cada v ez m ás sin sentirse inhibidos. A l fin a l d e la r e u n ió n h a b ló e l in d u s tr ia l, s e g ú n n o s d ijo la relatora. S ecam en te y sin rodeos, sin m edias palabras, anu n ció la can celación de su ayu da y dijo categóricam en te: "Si estos jó ven es h oy discuten librem ente las cu estiones ligadas al sexo, ¿qué harán m a ñ a n a frente a las cu estiones ligadas a la ju stic ia social? Quiero o b reros dóciles, no in qu ieto s e in dagadores." Ése fu e el discurso de un in du strial m oderno de la S u iza de los años setenta... D iscurso que se encuentra im buido en las prácticas aisistencialistas. Fue precisam ente en el Sesi, com o una especie de contradicción su y a , d o n d e fu i a p re n d ie n d o , a u n q u e to d a v ía h a b la b a p o c o de cla ses sociales, qu e éstas existen en u n a relación con trad ictoria. Q u e ex p erim en ta n co n flictos de in tereses, q u e está n p erm ea d a s por id eo lo gía s diferen tes, antagón icas. La d o m in a n te, so rd a a la n ecesid a d de u n a lectu ra crític a del m u n d o, in siste en la ca p a cita ció n p u ra m en te té cn ica de la cla se tra b a ja d o ra , con la q u e ésta se re p ro d u ce com o tal; la de los d o ­ m in ados, o id eo lo gía p rogresista, qu e no sep ara la form ación té c ­ n ic a de la fo rm a c ió n p o lítica , la le c tu ra d el m u n d o de la le c tu ra del discurso. La que desvela y desoculta. En este sen tid o , y d e s d e el p u n to de v is ta d o m in a n te, cu a n to m ás se p rocla m e la m e n tira de la n eu tra lid a d de la p ráctica ed u ­ cativa, del tra b a jo asisten cia l, cu a n to m ás se co n siga su a viza r la resistencia a esta m entira, tanto m ejor será para la consecución de sus fines. E ntre paréntesis: no resisto conten er un com en tario sign ificati­

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vo. Tal vez las clases dominantes nunca se sintieron tan libres como h oy p a ra su p ráctica m an ipu ladora. La posm od ern id ad reaccion a ­ r ia v ie n e te n ie n d o c ie r to é x ito e n s u p r o p a g a n d a id e o ló g ic a a l proclam ar la desap arición de las ideologías, el su rgim ien to de u n a n u eva h istoria sin clases sociales, por lo tan to sin in tereses a n ta ­ g ó n ic o s , sin lu c h a s ; al p r e g o n a r q u e n o h a y p o r q u é c o n tin u a r hablando de sueños, de utopías, de ju stic ia social. C o n lo re lig io s o d e b ilita d o en su fu erza , con la im p o s ib ilid a d del socialism o que se acabó, con la desap arición de los a n ta go n is­ m os, dice exu ltan te el d iscu rso pragm ático, a h ora cabe al ca p ita ­ lism o c re a r u n a é tic a en la q u e se b a s e la p r o d u c c ió n e n tre lo s igu a les o casi igu ales. La cu estión y a no es política, ni tien e n ad a qu e ver con la religión, y m en os aún con la ideología. La cu estión es ética, pero de u n a ética "salu dablem ente" capitalista. Por lo tanto, no tenernos por qué seguir hablando y proponiendo u n a p ed a g o g ía del oprim ido, d ev ela d ora de la razón de ser de los h ech os, in stig a d o ra de los o p rim id o s p a ra q u e se a su m a n com o su je to s c rític o s del co n o cim ien to y de la a cció n tra n s fo rm a d o ra del m u n do. P ed agogía qu e no d ico tom iza la capacitación técnica, in d is p e n s a b le p a ra la fo rm a c ió n p ro fe s io n a l, de la c o m p ren sió n en torno a cóm o y por qué la sociedad opera de tal o cual m anera. Lo que ten em os qu e h acer ahora, segú n esta a stu ta ideología, es u nir tod os los esfu erzos en favor de la produ cción , sin p reocu p ar­ nos para nada por la discusión sobre la producción de qué, a favor de qué, co n tra q u ién o con q u é objetivos. Yo no m e p u ed o ve r en tre los in telectu ales, h asta a yer p ro g re­ sistas, que vien en capitu lando frente a las m añ as y artim añ as de esta id eo lo gía m atrera. No veo cóm o ni p o r qu é sen tirm e tím ido, in hibido, sin sa b er qu é h acer con las m an os, al a firm a rm e com o un h o m b re p ro g resis ta o de izq u ierd a . La izq u ie rd a y la d erech a está n a h í, v iv a s ; p e ro d e s d e el p u n to de v is t a d e la d e r e c h a es preciso p rego n a r que y a no existen, lo qu e sign ifica v ig oriza r a la derecha. El error de la izquierda, o de cierta izquierda, que no es ch h oy p ero q u e h o y se h a c e in ju s tific a b le e in to le ra b le , es re a c tiv a r el au toritarism o del que resu lta su falta de gu sto por la dem oc-acia, qu e le p a rece in co m p a tib le con el socialism o. El error de la izquierda es perderse en discursos agresivos, dog­ máticos, en análisis y propuestas m ecanicistas; es perderse en una co m pren sión fa ta lista de la h istoria, en el fond o antih istórica, en

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la qu e el fu tu ro , desproblem atizado, se vu elve inexorable. C om o edu cador p rog resista no pu edo, en n om bre del deber de evitar m ayores su frim ien tos a las clases popu lares, lim itar el u n i­ verso de su cu riosid a d ep istem o lógica al con ocim ien to de objetos deb idam en te despolitizados. En otras palabras, no pu edo d esp oli­ tizar la com pren sión del m u n do y la in terven ción en el m undo, y a sea p o rq u e debo ser caritativo con las clases popu lares, evitan do q u e al sa b e r m ás verd a d es su fra n m ás p o r no te n e r co n d icio n es in m ediatas p ara luchar, o porqu e m e dejé llevar por los "encantos" de la id e o lo g ía n e o lib e ra l en b o ga . Id e o lo g ía d e la p riv a tiz a c ió n , jam ás de los perjuicios, pues éstos deben continuar siendo pagados por las clases populares. Pero re g r e s e m o s al S esi, en el R e c ife de lo s a ñ o s c u a r e n ta y com ien zos de los cincuenta. Me parece im portan te destacar que, a pesar de las décadas que nos separan de aquel periodo, la cuestión del derecho de las clases p op u la res a la voz, que im p lica su m ovilización , su organ ización , u n a edu cación desocu ltadora de verdades, es tan actual h oy com o fu n dam en tal fu e en el pasado. En el fondo se tra ta de la cu estión, tan d iscu tid a y d eb atida ahora, de la ciu dadan ía; tan negada, hoy com o ayer, a las gra n d es m a sa s p op u la res brasileñ as. A los re n e­ g a d o s y re n e g a d a s , a la s v e ta d a s y lo s v e ta d o s , a lo s q u e se les p roh íbe ser. Los n eolib erales que proclam an la in existen cia de las cla ses socia les, y p o r lo ta n to de la lu ch a de clases, esp u m a n de rabia cuando alguien no cree en su discurso. Yo no espum o de ra ­ b ia cuando escucho o leo discursos que niegan la existen cia de las clases socia les y de su s con flictos. Es qu e d esca n so en la verd a d histórica, m ucho m ayor que el discurso frágil que pretende negarla. U n a de la s v e n ta ja s q u e creo ten er, fre n te a lo s in te le c tu a le s intelectualistas, es que este saber al que m e vengo refiriendo jam ás fu e en m í u n a adherencia, algo que vin iese desde afu era y m e fuese periféricam ente sobrespuesto. A l contrario, este saber se ha venido p rod u cien d o en m i p ráctica y en la reflexión crítica sobre ella, así com o en el análisis de la práctica de los otros. El pen sar sobre m i p ro p ia p rá c tic a y so b re la p rá c tic a de los otros m e co n d u cía, p or h a b e r sid o u n p en sa r crítico, p ro fu n d a m en te cu rioso, a lectu ra s te ó ric a s q u e ib a n e x p lic a n d o o c o n firm a n d o el a c ie rto o el erro r com etido en ella a través de la ilum inación de la práctica analizada. La p e rsp ec tiv a p ro g resis ta en la qu e m e c o lo c a b a y m e coloco im plicaba, o revelaba, por un lado u n a posición ética, u n a inclina-

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ción casi in stin tiva a lo ju sto , un rechazo viscera l de la injusticia, la d iscrim in a ció n de raza, de clase, de sexo, de la violen cia, de la explotación; y por el otro un saber no libresco, pero no antilibresco, an titeoría. U n saber forján dose, p rodu cién dose, en proceso, en la ten sa relación entre la p ráctica y la teoría. Y o n o e r a p r o g re s is ta p o rq u e la le c tu r a de a lg u n o s a u to re s o a u to ra s m e d ijes e q u e d e b ía serlo. E ra p r o g re s is ta p o rq u e co m o p e r s o n a m e s e n tía o fe n d id o p o r la p e r v e r s id a d d e u n a r e a lid a d injusta y negadora de lo que cada vez más me parecía ser la vocación o n to lòg ica del ser h u m an o: la de ser m ás.* Yo no era p rog resista p o rq u e estu viese segu ro de qu e el fu tu ro tra ería in exorablem en te el socialism o. A l contrario, yo era p rog re­ sista porque, rechazand o u n a com pren sión m eca n icista de la h is­ toria , e s ta b a seg u ro de q u e el fu tu ro te n d ría q u e ser co n s tru id o por nosotros m ism os, m ujeres y hom bres, en la lucha por la tran s­ fo rm a c ió n d el p re s e n te m a lva d o . O co n s tru id o p o r n o so tro s, lo s progresistas, por la transform ación sustantiva del presente, o cons­ truido por las fuerzas reaccionarias a través de cam bios puram ente adverbiales del presente. T o d o e s to n o só lo d e m a n d a n d o s in o ta m b ié n g e n e r a n d o u n s a b e r de la tra n s fo rm a c ió n co m o u n s a b e r de la c o n s e rv a c ió n . S ab eres de clase. D e un lado el sa b er de los dom in a d os, del otro el saber de los dom in an tes, u no y otro ja m á s en estado puro. L a le c tu ra de p e n s a d o re s re v o lu c io n a rio s , p rin c ip a lm e n te los no dogm áticos, m e ayudaba ofreciéndom e bases científicas con las que reforzab a m i opción política y m i posición ética. Por otro lado, siem pre entendí que la m anera de ser dem ocrática necesariam ente fo rm a b a p a rte de la p rá c tic a p rogresista , p o r eso m is m o n ega d a p o r e l a u to rita ris m o . D e a h í la n e c e s id a d d e l a c o h e re n c ia . E s im p osib le com patibilizar un discurso progresista con u na práctica autoritaria. Hay algo m ás qu e no pu ede subestim arse, m enos aún negarse, en la e x p lic a c ió n de m i o p c ió n p o lític o -p e d a g ó g ic a p ro g re s is ta . A lgo qu e n u n ca h an com p ren d id o cristian o s ni no cristian o s a u ­ toritarios, con trarios, au n qu e igu a les en tre sí, en su sectarism o y en su condición prim itiva: las m arcas de m i form ación cristiana. "Diabólico" para algunos, "idealista burgués" para otros, aprendí

* V é a s e P a u lo Freire, Pedagogia del oprimido, 44a. ed., M éxico, Siglo XXI, 1970, y Pedagogía de la esperanza..., op. CÍt.

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con ellos, con su ra b ia d esm ed id a h a cia los diferen tes, cu án fu n ­ dam ental es la virtu d de la tolerancia, que siendo auténtica no nos em pu ja h acia la connivencia. N u n ca p u d e en ten d er cóm o sería p osib le c o m p a tib iliza r la ca ­ m a ra d ería con C risto con la e x p lo ta ció n de los dem ás, el q u erer bien a Cristo con la discrim in a ción de raza, de sexo, de clase. D el m is m o m o d o n u n c a p u d e a c e p ta r la c o n c ilia c ió n en tre el discurso de izquierda y la práctica discrim inatoria de sexo, de raza, d e cla se. iQ u é c o n tr a d ic c ió n m á s c h o c a n te , s e r d e iz q u ie r d a y ra cista al m ism o tiem po! En los añ os seten ta, co n versa n d o con p eriod ista s de A u stra lia les dije, p a ra asom bro de algu n os, que h a b ía ido a los mocambos y a r r o y o s de R e c ife m o v id o p o r m i amistad con C risto , p o r m i e s ­ peranza en la esperanza que Él representa. Al llegar allá, la realidad trá g ic a de los arroyos, de los mocambos, de los in u n dados, m e re­ m itió a M arx. Mi co n viven cia con M arx ja m á s m e su girió siq u iera el a leja m ien to de Cristo. Para quien entiende la historia como una posibilidad, para quien rechaza radicalm ente los sectarism os y aprende con las diferencias, para quien dem ocráticam ente rechaza las im posiciones, no es difícil en ten d er m i posición . E vid en tem en te rech azada, tan to ayer com o hoy, por los dogm áticos, por los dueños de la verdad que se pierden p o r exceso de certeza. Fue así, convencido de que un presente profundam ente ensopado en las "aguas" histórico-culturales e ideológicas de un pasado agre­ sivam ente au toritario estaba exigiendo a edu cadores y edu cadoras u n a p ráctica ed u ca tiva qu e p rop iciase a qu ien p a rticip a ra en ella exp erien cias de p a rticip ación , com o m e en treg u é a m i tra b a jo en el S esi. E x p e rie n c ia s de o rg a n iz a c ió n , d e in je re n c ia , de a n á lis is crític o d e lo s h ech o s. E x p e rie n c ia s de d e c is ió n , q u e en el fo n d o no ex iste fu era de la p ru e b a a la qu e n os so m eten los con flictos, de va lo ra ció n , de co m p a ración , de ru ptu ra, de opción. U na de nuestras tareas, de los educadores y educadoras progre­ sistas, era, h oy com o ayer, tra b a ja r ese pasado que se in tern a en el p resen te no sólo com o un tiem p o de a u torita rism o, de silen cio im puesto a las m asas populares, sino tam bién com o un tiem po en el que una cultura de la resistencia se fue generando com o respu esta a la vio len cia del poder. El presen te b rasileñ o h a esta d o a va sa lla d o p o r esas h eren cias c o lo n ia le s : la d e l s ile n c io y la d e l a r e s is t e n c ia a é ste, la d e

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b ú s q u e d a de la vo z, la de la re b e ld ía q u e n e c e s ita ir h a c ié n d o s e cada v ez m ás críticam en te revolu cion aria.* É ste fu e el tem a cen tra l de la tesis a ca d ém ica q u e defen d í, en 1959, en la en ton ces U n iv ersid a d de R ecife, h o y F ed era l de P e r­ nam buco: "Educación y actualidad brasileña", de la que aproveché parte p a ra m i prim er libro: La educación como práctica de la libertad. T esis que refleja b a h asta qué pu n to m e estaba m arcan do la ex p e­ rien cia del Sesi, som etida a u n a profu n da reflexión crítica a la que s e u n ía u n a n o m e n o s c r ític a y e x t e n s a le c t u r a d e b ib lio g r a fía fundam ental. C om o se ve, el objetivo que m e im p u ls a b a ex igía p rácticas su s­ ta n tiva m e n te o p u esta s a las de u n a p o lítica a s is ten cia lista -y no a sisten cia l, en co h e re n c ia con el esp íritu d el S esi y con los fin es p a ra el qu e fu era creado. D ebo d ec ir qu e si en a q u el en ton ces esta s co n tra d iccio n es no eran claram ente percibidas, sin em bargo, yo tam poco era com ple­ ta m en te in ocen te en relación con ellas. Por un lado y o sa b ía qu e no p o d ría con vertir al Sesi, librarlo de su "pecado origin al", com o d ecía u n a asisten te social, gran am iga m ía, qu e en a q u ella época trab a ja b a en Rio de Janeiro; por el otro estaba seguro de que, leal a m i su eñ o , n o te n ía p o r q u é n o tra ta r de h a c e r lo q u e p u d ie s e m ien tras pu d iese en favor de él. En ú ltim a in stan cia yo m e em p e­ ñaba en hacer una escuela dem ocrática, estim ulando la cu riosidad crítica de los educandos; u na escuela que, siendo superada, fuese sustituida por otra en la que y a no se recurriese a la m em orización m e c á n ic a d e lo s contenidos transferidos, s in o e n la q u e enseñar y aprender fu e s e n p a rte s in s e p a ra b le s de u n m is m o p ro ce so , el de co n o cer. D e e s ta fo rm a , al en s e ñ a r la e d u c a d o ra re c o n o c e lo y a sabido, m ien tra s el ed u ca n d o co m ien za a c o n o cer lo q u e a ú n no sabía. El educando aprende en la m edida en que aprehende el objeto que la edu cadora le está enseñando. En ú ltim a in s ta n c ia y o m e p r o p o n ía re a liza r, con lo s eq u ip o s con los que trabajaba, u n a adm in istración fu n dam en talm en te d e­ m o crá tica . U n a g e stió n a b ie r ta lo m á s p o s ib le a la in je re n c ia de lo s o b re ro s y su s fa m ilia s en d ife re n te s n iveles, con la q u e ello s fu e s e n a p re n d ie n d o la d e m o c r a c ia a tr a v é s d e la p r á c tic a d e la particip ación . A p ren d ien d o d em ocra cia a tra vés de la exp erien cia de la decisión, de la crítica, de la den u n cia, del anuncio. * V é a s e P a u lo F reire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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En esta carta m e in teresa h ablar sobre dos puntos; en el fondo, de dos p rog ra m a s de tra b a jo en el h orizo n te p o lítico -p ed a g ó g ico del q u e he h ab lad o a n teriorm en te. U n o de ellos d esarro lla d o por m í y p o r m i e q u ip o d u r a n te l a é p o c a e n q u e fu i d ir e c t o r d e la D ivisión de E du cación y C u ltu ra; el otro, cu an d o estu ve al frente de la orga n iza ción com o su p erin ten d en te o d irecto r gen era l. Pro­ gram as político-p edagógicos en total con son an cia ccn los análisis realizados anteriorm en te. V e a m o s el p rim ero , q u e se re a lizó en el á m b ito de la D ivisió n de E du cación y Cultura. Creo que p a ra h ab lar de éste el pu n to de partida debe ser la propia com prensión que teníam os de la escuela y de la ed u ca ció n qu e se h a b ría de p o n e r en p ráctica en ella. Mi ex p erien cia person al en casa, en la relación con m is padres y m is h erm an os, de la que y a he h ablado en cartas anteriores, m e h a b ía m a rc a d o p ro fu n d a m e n te p o r su c a rá c te r d em o c rá tico . El am biente en que vivíam os, en el qu e n u estra libertad, tra ta d a con resp eto por la au torid ad de n u estros padres, era co n sta n tem en te d esafiad a a asu m irse responsablem en te; el recon ocim ien to del p a ­ sa d o b ra s ileñ o co m o u n tiem p o d en sa m e n te a u to rita rio , ca si g i­ ra n d o en to rn o d el p o d e r ex a c e rb a d o d el am o, de la fo rta le z a de ese p o d er y la fragilid a d de los su baltern os, de su acom od a ción o de su rebeldía, todo eso m e orien taba h acia u n a escuela dem ocrá­ tica , en la q u e la s e d u c a d o ra s y lo s e d u c a n d o s se en tre g a s e n al esfu e rzo de re in v e n ta r el a m b ie n te tra d ic io n a lm e n te a u to rita rio de n u estra educación. Las exp erien cias dem ocráticas en el seno de m i fam ilia, m i p a ­ sado personal, en realid ad constitu ían u n a con trad icción al au to­ ritarism o en que se asen taba la sociedad brasileña. Me parece evidente que entre la severidad despótica de la escuela tra d icion al y la a p ertu ra d em ocrá tica del m o vim ien to de la N u eva E scu ela yo m e in clin ase h acia el segundo. Así, era n atu ral qu e yo m e fa m ilia riz a s e con el p e n s a m ie n to eu ro p eo , n o rte a m e ric a n o y b ra s ile ñ o lig a d o a a q u e l m o v im ie n to . P o r eso m is m o n u n c a m e o fen d o cu a n d o a lg u n o s c rític o s m e co n s id era n escolanovista. Lo extraño, sin em bargo, es qu e no siem p re p ercib a n qu e al criticar la relación autoritaria entre educadores y educandos tam bién estoy c ritic a n d o el a u to rita ris m o , g e n e ra d o en el m o d o c a p ita lis ta de produ cción. Mi crítica de la escuela tradicional, que com ien za bajo la in flu en c ia de los p en sa d o res de la N u eva E scu ela, a la qu e se s u m a b a n d a to s de m i e x p e r ie n c ia p e rs o n a l, se ex tie n d e p o c o a

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poco a la crítica del sistem a ca p ita lista p rop ia m en te dicho. Sin em bargo, el qu e p olítica e id eo ló gica m en te no m e sa tisfaga t a l o c u a l p o s ic ió n d e u n A n ís io T e ix e ir a , d e u n F e r n a n d o d e A zeved o , de u n L o u ren go F ilh o, de u n C a rn eiro L eá o -p a ra q u e ­ d a r n o s a p e n a s e n é s to s y e n e l m e d io b r a s ile ñ o - n o m e lle v a a d ec ir sim p lem en te qu e y a está n su p era d os o q u e n u n ca tu vieron ningún valor. El hecho de soñar de una form a diferente de la de ellos no es suficiente para que desconozca su contribución al avance de la reflexión pedagógica entre nosotros. De la reflexión y de la práctica. A l rever hoy, tan tos años después, la p ráctica de aqu ella época, al repen sar los pu n tos prim ordiales del p rogram a que nos desafia­ ba, percibo su actualidad y su vigencia. Lam entablem ente, percibir su a ctu a lid a d h o y n o s ig n ific a qu e m i eq u ip o y y o h a y a m o s sido unos adelantados. Significa lo poco que hemos avanzado en materia de la dem ocratización de n u estra educación. D em ocratización a la q u e n o s e n tre g a m o s p o r en tero . En la D ivisió n d e E d u ca ció n , la de la escuela, la de las diferentes relaciones que en ella se establecen -ed u ca d ora s, edu ca n d os; edu ca d ora s, padres, m adres; porteros, ed u ca d o res; escu ela, co m u n id a d . D em o cra tiza ció n de la esc u e la e n c u a n to a s u m a n e r a d e c o m p r e n d e r e l a c to d e e n s e ñ a r. E l esfuerzo de superación de la transferencia m ecánica de contenidos por u n a form a crítica de en señ ar. El resp eto al co n o cim ien to con el que los edu can dos llegab an a la escuela, el no m en os n ecesario respeto a la identidad cultural de los educandos. La lucha, tan actual, contra los alarm antes índices de reprobados q u e g e n era la expulsión28 de u n esc a n d a lo so n ú m ero de n iñ os de nuestras escuelas, fenóm eno que la ingenuidad o la malicia de m u­ chos edu cadores y edu cadoras lla m a evasión escolar, d en tro de un c a p ítu lo d el n o m e n o s in g e n u o y m a lic io s o c o n c e p to d e fra c a s o escolar. En el fon d o, tod os esos co n c ep to s son ex p re sio n es de la id eo lo gía d o m in a n te qu e lleva a las in stan cia s del poder, in clu so antes de cerciorarse de las verdaderas causas del llam ado "fracaso escolar", a im p u tar la cu lp a de éste a los edu candos. Ellos son los resp o n sa b les por su d eficien cia en el apren dizaje. El sistem a, ¡ja ­ m ás! S iem pre es así, los pobres son los cu lpables p or su p recario estado. Son perezosos, incapaces. N u e s tr a c o m p r e n s ió n d e la "e v a s ió n ", d e la re p ro b a c ió n , e r a otra. U n a escu ela dem ocrática ten dría que preocu p arse por la eva­ lu a ción rig u ro sa de la p ro p ia eva lu a ció n q u e re a liza de su s d ife­ rentes actividades.

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El a p re n d iza je de los ed u ca n d o s está re la c ion a d o con las d ifi­ cu ltades que éstos en frentan en casa, con las posibilidades de que disponen para com er, p a ra vestir, p a ra dorm ir, p a ra ju ga r; con las facilidades y los obstácu los a la exp erien cia in telectu al. E stá re la ­ cionado con su salud, con su equ ilibrio em ocion al. El aprendizaje de los educandos está relacionado con la docencia de los m aestros y de las m aestras, con su seriedad, con su com pe­ ten cia científica, con su capacidad de am ar, con su hum or, con su claridad política, con su coherencia, así como todas estas cualidades están relacion adas con la m an era m ás o m enos ju s ta o decente en que son resp eta d o s o no. P or tod o esto p restá b a m o s gra n aten ción , p o r un lado a la ca ­ p a cita c ió n p e rm a n e n te de la s ed u ca d o ra s , y p o r el o tro a la fo r­ m ación de las m a d res y de los padres. A p re n d im o s b a sta n te de n u estros errores in iciales, tan to en la e x p e r ie n c ia co n la s m a e s tr a s co m o en la q u e te n ía m o s co n la s m adres y los padres. En am bos casos, definitivam ente estábam os en lo co rrecto en cu a n to a los o b jetivo s de la práctica, pero eq u i­ vo ca d o s en cu a n to al m éto d o u tilizado. En ú ltim a in stan cia, nos contradecíamos. Pretendíam os una educación con miras a posturas c rític a s , e n fa v o r d e la o p c ió n , d e l a d e c is ió n , d e la e v a lu a c ió n rigurosa de los hechos, pero antes no escuchábam os a las personas con qu ienes trabajábam os sobre lo que les gu staría discutir, sobre cuáles eran sus m otivaciones y expectativas. N osotros m ism os ele­ gíam os los tem as, y a contin u ación disertábam os sobre ellos.* Insistim os du rante m u cho tiem po en este error, pero evaluando y p en sa n d o la p ráctica, y así re fo rm u la m o s el p roced im ien to, a l­ can zan do la co h eren cia n ecesa ria en tre los objetos de la acción y los cam inos p ara llegar a ésta. En la b ú sq u ed a de la su p era ción de n u estros errores y eq u ivo ­ caciones fue de extraordinaria im portancia la crítica amena, incluso cortés, q u e n os hizo, a m í y a m is c o m p a ñ era s y co m p a ñ ero s de equipo, el padre de un alu m n o n u estro de u no de los n ú cleos del Sesi en Recife. A cababa de hablar sobre el deber que tiene la escuela de respetar el saber con el que el alum no llega a ésta. Sentado en prim era fila, fren te a n osotros, esta b a el aún ba sta n te jo v e n p adre que, d esin ­ h ibido, se leva n tó y dijo: "Si m e pregu n ta n si m e h a gu stado esta * P a u lo F reire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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reun ión, y o no v o y a d ec ir qu e no, p o rq u e a p ren d í a lgu n as cosas de las pala b ra s del doctor. Pero si m e p regu n ta n si era eso lo que y o q u e r ía o ír h o y , y o le s d ig o q u e n o. Lo q u e y o q u e r ía o ír h o y era u nas palabras de esplicación sobre disciprina, porqu e y o estoy ten ien d o en casa, y o y m i m u jer, p o b lem a con los n iño qu e no sé cóm o re so v er [sicj." Lo m is m o s u c e d ía co n lo s s e m in a r io s d e c a p a c ita c ió n de la s m aestras. En éstos discu tíam os los m ism os tem as que serían dis­ cutidos en los círculos de padres y maestras. De cualquier manera, estos temas no eran elegidos arbitrariam ente por mí ni por ninguna otra persona del equipo. Em ergían en nuestras visitas a los núcleos sociales del Sesi, a las escuelas, en nuestras conversaciones con las m aestras. El h ech o, sin em bargo, es qu e por p u ra coin cid en cia el tem a so b re el qu e h a b lá b a m os fo rm ab a p a rte de las exp ecta tiva s del au ditorio. C on tod o, a p a rtir d e a q u e lla n o c h e n o s d im o s c u e n ta de qu e ten dríam os que profu n dizar n u estra exp erien cia dem ocrática. Pa­ samos a discutir con los presentes, m aestras y familias, la tem ática fu n dam en tal p a ra la sigu iente reunión. A l o tr o d ía , e n la s e d e d e l a D iv is ió n , p r e p a r á b a m o s lo q u e pasam os a llam ar Carta Tem ario, para que la firm asen las m aestras de los a lu m n os y la en viasen a cada padre y a ca d a m adre. Por lo general presen tábam os el tem a, y en segu ida dos o tres pregu ntas desafiantes sobre éste. A l fin al de ca d a ca rta su gería m o s a los padres qu e discu tiesen el tem a de la p róx im a reun ión con sus com pañ eros de fábrica, los m ás ín tim os obviam ente, con sus parientes, de m odo que al ven ir al Círcu lo trajesen su opinión y tam bién la de sus am igos. D e esta m a n era está b a m o s p rep a ra n d o un p a so m ás -el paso en que la escu ela tra ta ría de extender su á rea de in flu en cia de las fam ilias de sus alu m n os a la com u n idad en la que se encontraba. P o r o tro la d o , lo s s e m in a r io s de fo rm a c ió n p a r a m a e s tr a s se h icieron m ás dinám icos, en la m ed id a en que discutían los tem as en cu ya organ ización habían tom ado parte. Por sugerencia, pronto generalizada, de una maestra, todas ellas p a sa ro n a d isc u tir los a sp ecto s m ás a ccesib les de la tem á tica de sus sem in arios con los alum nos, la m ism a tem á tica que sería d is­ cu tid a con sus padres, en tre los cu ales h u bo qu ienes sin tieron el vivo in terés de sus hijos, m otiván d olos a no perder las reuniones. Con la m ayor participación de los padres, que sugerían la temá-

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tica de las reu n iones y se preparaban para éstas, con la p resen cia c r ític a d e la s m a e s tr a s y de lo s a lu m n o s , la c o n c u r r e n c ia a lo s círculos de padres y m aestros alcanzó niveles bastante elevados. Tam bién com enzam os a observar diferencias sensibles en la dis­ cip lin a escolar y en el aprendizaje. Escuelas y fam ilias em pezaron a com pren derse m ejor en la m e­ d id a en qu e se ib a n co n o cien d o m ás y re d u cien d o así su m u tu a desconfianza. Q ue yo recu erd e ahora, tu vim os qu e en fren tar dos dificu ltades grandes. La prim era en el campo de la com prensión de la disciplina, referente a nuestras marcas autoritarias, se m anifestaba en las rei­ teradas solicitu des que recibíam os p ara ser in transigen tes, estric­ tos, en el trato con los educandos, sus hijos. Nos decían, con sonrisa d e q u ien sa b e y n o de q u ien p id e a y u d a in s e g u ro , qu e: "Lo qu e h a ce serio al h om b re, de vergü en za , derech o, es el ca stigo duro, la d iscip lin a severa." La segu nda, y a en el cam p o de la a lfa b etiza ­ ció n , d el a p re n d iz a je de la le c tu ra escrita , e r a q u e p a ra ello s no e x istía otro ca m in o qu e la ca rtilla del A BC . Hubo familias que retiraban de nuestras escuelas a sus hijos por esas razon es p ara lu ego m atricularlos en algu n a de las in nú m eras escuelitas particulares que en aquella época existían desparramadas por todas las áreas populares. Yo m ism o m e había pasado sem anas en tera s, cu a n d o a ca b a b a de lleg a r al Sesi, re co rrien d o las á rea s p o p u la res de Recife, visita n d o esas escu elita s y co n versa n d o con sus m aestras o m aestros. En casi todas ellas se aplicaban castigos fís ic o s rig u ro s o s . S ólo en u n a s p o c a s n o m e e n c o n tré , s o b re la pequeña m esa de la maestra, una pesada palm atoria con la que se in fligían los "pasteles" " en las palm as de las frágiles m anos de los alumnos. En una de las palmatorias, jam ás lo olvidaré, estaba escrito en bajorrelieve: "C alm a, corazón ". C u á n to s co ra zon es de n iñ os "en d ia b la d os" o in h ib id o s n o h a ­ brán latido acelerados en sus cu erpos flacos, a pesar de la in scrip ­ ción b u rlon a que exh ib ía la palm atoria. Pronto m e di cu en ta de que no ten dríam os n in gu n a posibilidad de éxito en el diálogo con los p a d res si les p a recía qu e estábam os defendiendo algún tipo de libertinaje. Posiciones perm isivas en las qu e, en n o m b re de la libertad , a ca b a ría m o s esta n d o co n tra ella, p o r la fa lta tota l del p a p el lim ita rte de la a u to rid ad . En el fondo, lo que realm en te n os p reocu p ab a era la cuestión prim ordial de los Límites. D e lo s lím ite s a la lib erta d , de lo s lím ite s a la a u to rid a d .

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No captaban la ten sión d ia léctica en tre au torid ad y libertad, pero c o m o s e d a b a n c u e n t a d e q u e l a u n a n o e x is t e s in la o tra , la exacerbaban. Por lo tanto era preciso que estuviésem os bien seguros y serenos en nuestras conversaciones con las familias sesianas. Era necesario d e fe n d e r p o s ic io n e s , sin p e rm itirn o s ca er en la te n ta c ió n de lo s estilos perm isivos. N uestra crítica del m odelo de los padres y n ues­ tro rech azo de éste no sign ificab an la n ega ción de la im p orta n cia de la autoridad, pues sin ésta no hay disciplina, sino perm isividad; del m ism o m odo que sin libertad no h a y disciplina, sino a u torita ­ rismo. Esta lucha por la form ación de una disciplina, forjándose en las relacion es co n trad ictorias y creadoras en tre au torid ad y libertad, creció con los resu ltados de u n a in vestigación que hicim os y en la qu e tra tá b a m os de saber cóm o era qu e se daban tales relacion es en las fam ilias de n u estros alu m nos. Nos asu stó el én fasis en los castigos violentos en Recife, en el agreste, el sertao, en contradicción con la ca si tota l a u sen cia de ca stigos, y no só lo de los violen tos, en las zon as costeñ as del estado.* C u a lq u iera qu e fu ese la tem á tica esp ecífica por debatir, no era difícil discutir estas relaciones. Y podíam os hacerlo sin m an ipu lar las asam bleas de padres y m aestros. En aqu el tiem p o d ed iq u é p a rte de m i tiem p o a reu n io n es p a r­ ticu lares con parejas de padres que m e bu scaban p a ra desah ogar sus angu stias, fren te lo qu e les p a recía sign ificar la pérd id a de su hijo. "A veces, doctor, pien so que y a no tien e rem edio. Parece que n os h em os en ga ñ ad o. Los go lp es y a no dan resu ltado." A tantos años de esos encuentros, los guardo vivos en la memoria d el cu erpo. Si fu ese p in to r sería ca p a z de re tra ta r a lgu n as de las caras afligidas qu e tu ve frente a mí, tan fu ertes en sus rasgos m e vien en a la m em o ria ahora, cu an d o escribo. L a s e g u n d a d ific u lta d a la q u e m e h e re fe rid o a n terio rm en te, la exigen cia que nos h acían p ara que sus hijos aprendiesen con la c a rtilla d el A B C ,** n os co n su m ió la rgo tiem p o de deb ate. D e vez en cu a n d o u n o de ello s v o lv ía con el m is m o v ie jo a rg u m e n to de s iem p re : "M i a b u elo a p re n d ió así, m i p a d re ta m b ié n , y o m is m o a p ren d í de esa m an era, ¿p o r qu é m i h ijo no pu ede?"

* Paulo I rene, Pedagogía de la esperanza..., op. C¡t. ** Idem.

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La re ivin d ica ció n qu e n os p rivó de va rio s a lu m n os co m en zó a p erd er fu erza cierto d ía cu an d o, en u n a a s a m b le a de pa d res, y o p re g u n té de re p en te : "¿Q u ién d e lo s p re s e n te s h a v is to a a lgú n n iño qu e co m ien ce a h a b la r d icien d o P, M, F, R?" N a d ie, fu e la r e s p u e s ta q u e n o s tra jo el silen cio . E n re a lid a d , n u n c a n a d ie c o m e n z ó a h a b la r d ic ie n d o letra s. C u a n d o el n iñ o dice "m am á", lo que qu iere decir es: "m am á, ten go h am bre, estoy m ojado". Si d e ese m o d o to d o s n o s o tro s , m u je r e s y h o m b re s , e s co rn o com en za rn os a hablar, ¿cóm o es qu e a la h o ra de a pren der a leer qu erernos com en zar con las letras? Piensen en esto. T o d o in d ic a q u e lo p e n s a ro n re a lm en te . L a re iv in d ic a c ió n fu e dism inu yendo pau latin am en te y, com o consecuencia, poco a poco fu e r o n e n m u d e c ie n d o la s c r ític a s q u e n o s h a c ía n p o r n o e s ta r u tilizan do la fa m o sa ca rtilla del ABC . Con conocim ientos generados a todo lo largo de esta experiencia fu e co m o lleg u é a la s u p erin ten d en cia del Sesi. Si al fren te de la D iv is ió n de E d u c a c ió n y C u ltu r a m e e n tre g a b a al es fu e rz o p o r dem ocratizar la escuela, a m plian do cada v e z m ás la particip ación de los edu can dos, de los edu ca d ores y edu cadoras, de los padres y de las m adres en los destinos de la escuela, luchando por mejores salarios, a u n qu e no siem pre con sigu ién dolos, al llegar a la S u p e­ rin ten d en cia traté de d em ocra tiza r la p rop ia adm in istración . A qu í h ablaré rápidam en te de los proyectos principales a los que n os ab oca m os m i equ ipo y yo, equ ipo dirigido por H eloisa Jaqu es Bezerra, com peten te y ded icada asisten te social. E l p r im e r o d e lo s p r o y e c t o s t r a t a b a d e c re a r, e n la s e d e d e l d ep artam en to, d o n d e se en co n tra b a n las direccio n es de las d iv i­ s io n e s y de lo s s e rv ic io s o s e c to re s de la in stitu ció n , u n c o n o c i­ m ien to m u tu o in d isp en sa b le. Y es que, si bien desd e el p u n to de vista de las relacion es person ales entre los directores y asistentes d e la s d iv is io n e s to d o s eran a m ig os, d es d e el p u n to de v is ta del q u eh a ce r qu e realiza b a n -proyectos, p rogra m a s- el u no no sabía c la r a m e n te lo q u e h a c ía l a d iv is ió n d e l otro. P o r es o d e v e z en cuando h ab ía coinciden cias y desaciertos, contradicciones entre la p ráctica de a lgu n a división y la de otra. G astos innecesarios, por ejem plo, de m aterial. A veces salían de tre s d ivis io n es, ca si al m is m o tiem p o , a u to m ó v ile s con p e rs o n a l técnico hacia el m ism o centro social, cuando que si hubiese habido planificación uno habría bastado, lo que hubiera representado eco­

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n om ía de com b u stib le y de desgaste de los veh ícu los. En rea lid a d ta m b ién se im p on ía u n a visió n glo b a l del servicio, que facilitaría o predispondría la solidaridad entre los responsables de in n ú m eros p rogram as que en ton ces se disem in aban por la ciu ­ d a d de R ec ife y p o r el in te rio r d el estado. En aquella época, las dependen cias pú blicas y las em presas p ri­ vadas estaban abiertas los sábados hasta el mediodía. E n u n a p r im e r a re u n ió n co n lo s d ir e c to r e s d e d iv is ió n y su s asistentes discutí el proyecto que preveía el uso de las m añ anas de los sábados para nuestras reuniones. El Sesi suspendería la atención al pú b lico los sábados, ded icá n d ose al con ocim ien to de sí m ism o. U n a v ez a ceptada la propu esta, h icim os u n a segu n da reun ión con todo el personal del departam en to, in clu yen do a los porteros. Sólo d espu és de la a ceptación gen eral com en zam os con el trabajo. O r­ ga n izam os las cu atro p rim eras reu n ion es, eligien d o las division es que h ab larían sobre su práctica, y a las que se segu iría un debate con p a rticip a c ió n de tod os. E n tre p a ré n tesis d iré q u e ahí, en los a ñ os cin cu en ta , está n las raíces, qu e no h an sido cortadas, de la práctica de pensar teóricam ente en la práctica para practicar mejor. Para la cuarta reunión eligieron a Francisco, el portero de m ayor ed a d -no el de m a y o r a n tig ü ed a d en el trabajo. A él le co rresp o n ­ d ería h ab lar sobre un día su yo en el dep artam en to, sobre su vid a c o tid ia n a , s o b re lo q u e le p a r e c ía p o s itiv o o n e g a tiv o d e lo q u e hacía, sobre cóm o se relacionaban con él, en general, los directores y los técnicos, etcétera. En la m ed id a en que las reu n io n es avan zaban e iban p ro fu n d i­ zando el análisis de la p ráctica se p ercib ía u n a n ítid a m ejora en la relación entre todos. Esto es, en la m edida en que se ib a d esocu l­ ta n d o la teo ría em b u tid a en la práctica. M uy pronto com prendí, primero, que era preciso traer a aquellas re u n io n e s a lo s d ire c to re s de lo s n ú c le o s so cia les, p o r lo m e n o s los de la capital. Segundo, que con ellos ten dríam os que com enzar u n a p ráctica idén tica. Esto es, ten d ría m o s que discu tir con ellos, com o ellos discu tirían con las p erson as que estu vieran a su cargo en los núcleos, de qué m an era se estaba llevando a cabo cada uno de los proyectos de las diferentes divisiones bajo su control directo. Las reu n io n es ten dían a ir con virtién d ose en serios sem in arios d e fo rm a c ió n person a l, a co n d ició n de qu e fu ésem o s ca p a ces de evita r qu e se con virtiesen en seminarios academicistas. Q u e fu eran académicos, en sentido literal.

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V a le la p en a record a r a h ora la em oción y la segu ridad con que habló Francisco, el portero m ás viejo, y la sensación que causaron sus palabras. N o ten go m u ch o qu e d ecir so b re u n d ía d e tra b a jo en el DR.* Soy un simple portero que realiza sus tareas, que limpia las salas y las mesas, que com pra cigarrillos para los doctores, que sirve el café, lleva docum entos de una sala a la otra. Desde que supe que hoy iba a hablar frente a tantas personas, de m em oria y leyendo, com encé a preguntarm e qué es un día mío, de trabajo y de vida. Es m u cha cosa. Prim ero porque ju n tan d o un d ía con otro y o lleno el m es, y gano con su dor el sustento mío y de m i familia. Segundo porque sin trabajo no sé vivir. Mi día es un día como el de millares de brasileños com o yo, y m ejor que el d ía de otros m illares, que no tien en ni el poco que y o tengo. Estoy contento con mis días. Soy humilde. Pero hay ciertas cosas que n o en tien d o y que h o y debo d ecir a todos. P or ejem plo, cu an d o entro con la bandeja del café a la sala de un director y él está en una reunión con otros doctores, n ad ie m e ve n i m e resp on d e los b u en os días. Sólo van extendiendo las manos y tom ando las tazas, y nunca dicen "muchas gracias", ni siqu iera u n a vez para ser diferentes. H ay veces que uno de ellos me llama y me da dinero para que le compre un paquete de cigarrillos. Ahí yo voy, bajo las escaleras si el elevador demora, cruzo la calle, compro los cigarrillos, vu elvo y se los entrego al doctor. A h í vien e otro y m e da unas monedas para que le vaya a buscar una caja de cerillos. ¿Por qué no d iscu tieron antes lo que qu erían p a ra que yo no ten ga que ir m ás que u n a vez? ¿P or qué su bir y bajar, bajar y su bir p a ra ir com pran do de a p oq u ito? H a y o ca sion es en las que y o v o y tres o cu atro veces a h acer com pritas por el estilo. A h o ra creo que estas reuniones nos van a ayu dar a todos a m ejorar las cosas. Yo m ism o estoy entendiendo m ucho m ás el trabajo de m ucha gente que yo no sabía qué hacía. Espero que quien nunca me dijo buen día o muchas gracias no se haya enojado conmigo, que soy un hum ilde portero. Conté estas historias por­ que son parte de cada día, aquí en el DR.

S e sen tía el silen cio en el m o vim ien to in q u ieto de las sillas, la sensación de incom odidad que había suscitado el discurso de Fran­ c is c o e n q u ie n e s n u n c a le h a b ía n d a d o u n "b u e n o s d ía s " o u n "m uchas gracias".

* D e p a r t a m e n t o R e g io n a l. É s t a e r a l a f o r m a g e n e r a l q u e u t iliz á b a m o s p a r a t eferirn os a la sed e de la O rgan ización .

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H o y co m o ayer, cu estio n e s de cla se social. H a y p rog ra m a s de te le v is ió n en q u e en cierto m o m e n to el m e s e ro sirve u n ca fecito al entrevistado y al entrevistador; jam ás vi o escuché a uno de ellos decirle al m esero, m irán dolo cortésm en te a los ojos: "M u ch as gra ­ cias." A veces se tra ta de en trevistados progresistas. Es com o si el m e s e ro n o fu e s e u n a p e rs o n a , sin o u n ro b o t p r o g ra m a d o p a ra servir a los dem ás. El elitism o q u e nos em p a p a no nos p erm ite p ercib ir la in co h e­ ren cia en tre n u estros discu rsos lib ertarios y la in d iferen cia frente a u n a p erso n a re d u cid a a la co n d ició n de ca si cosa. Y qu e no se d iga qu e éste es un p ro b le m a m enor. E l s ig u ie n te p a s o fu e o r g a n iz a r y r e a liz a r r e u n io n e s c o n lo s directores de los n ú cleos socia les y su s asisten tes, con el m ism o esp íritu y con el m is m o o b jetivo . En el fo n d o, re u n io n e s de e v a ­ lu ación de la p ráctica realiza d a en cada núcleo. A l estilo de los círcu los de padres y m aestros, cu yos debates se p a u ta b a n p o r u n te m a r io o rg a n iz a d o s o b re la b a s e d e l d iá lo g o entre padres y m aestros, los directores de los n ú cleos preparaban lo s p u n to s de n u e s tr a re u n ió n en o tr a re u n ió n e n tre e llo s y lo s técn icos de su núcleo. Cada núcleo me enviaba por anticipado sus sugerencias, mismas que, estu d ia d a s p o r m í y p o r m i secretaria, E rem ita de Freitas, y por los directores de la división en cuestión, eran discutidas el día del encuentro. L o s r e s u lta d o s p o s itiv o s n o ta r d a r o n e n a p a re c e r. U n m e jo r c o n o c im ie n to de lo s n ú c le o s en tre sí, la p o s ib ilid a d c o n c re ta de in terca m b io en tre ellos, la ayu d a m u tu a, u n a m a yor eficien cia en el trabajo de las divisiones, de los núcleos. M ayor a pertu ra al diá­ logo a la v e z qu e m a y o r co m p ren sión de las lim ita cio n es de cada uno de n osotros. A h o ra fa lta b a otro p a so tan d ifícil com o im p orta n te. T ra b a ja r, co n m é to d o s s e m e ja n te s , en la p ro fu n d iz a c ió n de u n a p r á c tic a dem ocrática con las cú pu las obreras de los llam ados clubes sesianos. C a d a n ú c leo ten ía su clu b, con su d irectiva e leg id a en libre com petencia. Los clu b es sesian os h ab ían n acid o de la feliz id ea de un jo v e n periodista, J osé D ias d a Silva, gradu ado en D erecho cuando llegó a l S esi, e n e l p r im e r e q u ip o q u e c o n s tit u y e r a e l in g e n ie r o C id Sam paio. Su id ea origin al era ten er en el club sesian o un espacio en el qu e su s a so cia d os tu viesen , d em ocrá tica m en te, un m ín im o

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de voz. Y esto ibi en co n tra d el "p eca d o origin a l" d el Sesi, q u e lo con form aba cono u n a in stitu ción asistencialista. En este sentido, h asta la adm in istración del in du strial H olanda Cavalcanti, tan ab ierta com o la de su com pañ ero Sampaio y en la que fui conducida a la superintendencia del Sesi, los clubes sesianos re cib ía n tod o de DR. Presupuesto para sus fiestas, para la conm e­ m o ra c ió n d el p rim e ro de m a y o , p a r a t o r n e o s d ep o rtiv o s. El d r , en la persona de su superintendente, determ inaba cuánto recibiría cada sesiano pari esto o aquello. Mi su eño era .r rom p ien d o con las estru ctu ras au toritarias tan presentes en nuestra educación, ir superando el asistencialism o de la in stitu ció n , qLe en a lgu n o d e m is in fo rm e s de la é p o c a lla m é "sa n ta cla u sism o" ir d em ocra tiza n d o n u estra p ráctica lo m áxim o posible. Yo no estaba rL estoy en contra de la asistencia que brindábamos, p e r o s í e n c o n t r i d e l asistencialismo, que an estesia la conciencia política de quien recibe la asistencia. La asistencia es buena, n ece­ saria, y en ciertos m om entos absolu tam ente indispensable. El a sisten cia lism o , qu e in fo rm a la p o lítica de a sisten cia , es la tra m p a id e o ló g ic a u tiliz a d a p o r lo s p o d e ro s o s p a r a m a n ip u la r y dom inar a las clases populares. Para el proyecto de en cu en tros sistem áticos con las cú pu las de los clubes sesianos, tanto en Recife com o en el in terior del estado, m ás de u n a v e z can té con la colaboración com p eten te y ded ica d a de la asistente social H elo isa B ezerra. H elo isa era u n a m u y bien c o n c ep tu a d a ex rlu m n a de la E sc u e la de S ervicio S ocia l de Per­ nambuco, m ás tarde in corp o ra d a a la U n iversid ad de Recife, h oy Federal de Pernambuco. Subrayo ahora indiscutibles deudas mías para con algunas de las m aestras y ex alum nas de aquella escuela. M aestras y ex alum nas, que trabajaron en el Sesi o no, com o Lour­ des M oraes, Dolcres C o elh o , H eb e G o n s a lv e s , M a ria H erm inia, Evany M endonga, Lilia C ollier, D eborah V asconcelos, G loria Duar­ te, M aria A m alia, en tre otras. H eloisa e r a q u ien a c tu a b a co m o secretaria en las reuniones y organizaba en form a fidedigna síntesis de las m ism as cu ya contenido nos posibilitaba reflexion es teóricas con las que nos preparábam os para otras reuniones. H eloisa y y 0 visita m o s u n a p o r u n a tod as las d irectiva s de los c lu b e s s e s ia n o s d e la ca p ita l, con la id e a de p re p a ra r el terren o p a ra la p rim era reun ión. En n u estras reu n ion es yo h ab lab a de la !m p orta n cia de u n a crecien te p a rticip ación de los clu bes del Sesi

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en los destinos de los n úcleos sociales, h ab lab a sobre la necesidad de in form a ción y de form ación qu e ten ían las cú pu las p a ra poder ir h acién d ose eficien tes en el p roceso d em ocrático de la p a rticip a ­ ción. En a q u e lla ép o ca y a esta b a con ven cid o, y la ex p erien c ia m e lo v e n ía co n firm a n d o , de la im p o r ta n c ia fu n d a m e n ta l q u e te n ía la ed u ca ció n en el p roce so de ca m b io, va le d e c ir del p eso q u e tien e el conocim iento en ese proceso. Era, pues, preciso ju ntar, a m edida q u e fu ese im p lem en ta d a y con m iras a la a m p lia ció n de la esfera de decisión de los clu bes sesianos, u n a p ráctica edu cativa b a sada en el estím u lo y en el d esarro llo de la cu rio sid a d epistem ológica . Con todo, era n ecesario que m an tu viéram os los ojos bien abiertos p a ra evitar, rig u ro sa m en te, cu a lq u ie r d ico to m ía en tre el h a c e r y e l p e n s a r , e n tr e la p r á c tic a y la te o ría , e n tr e s a b e r o a p r e n d e r técn ica s y con ocer la razón de ser de la p rop ia técn ica, en tre ed u ­ ca ció n y política, en tre in form a ció n y form ación . En realid ad , to d a in fo rm a ció n tra e en sí m is m a la p o sib ilid a d de exten d erse h acia la form ación , siem pre que los conten idos que con stitu yen la in form a ción sean dom in ados por el informado y no sólo deglutidos o sim plem ente sobrepuestos a él. En este caso la in ­ fo rm a c ió n no comunica sino que vehicu la comunicados, palabras de orden. La inform ación es com unicante, o gen era com unicación, cuando a q u e l a q u ie n s e le in fo r m a a lg o aprehende la su sta n tivid ad del c o n te n id o q u e e s t á s ie n d o in fo r m a d o ; c u a n d o e l q u e r e c ib e la in form a ció n va m ás a llá d el acto de re cib ir y, recrea n d o la re c e p ­ ción, la va tra n sfo rm a n d o en p ro d u cc ió n de co n o cim ien to d el co­ municado, v a to rn á n d o se ta m b ién en su jeto del p ro ce so de in fo r­ m ación , qu e p o r eso m ism o se tra n sfo rm a en form ación. Por o tra parte, la edu cación no pu ed e darse en la lim itación a crítica y asfi­ x ia n te de las esp ecia lid a d es. S ólo ex iste ed u ca ció n en la m e d id a en que vam os m ás allá de un saber pu ram en te utilitario. P or eso m is m o , n o e s to y fo rm a n d o , en la p le n itu d de la c o m ­ prensión del concepto, educadores y educadoras que, em briagados por el d iscu rso p ragm á tico n eolib eral, en tien d en que h oy la c u es­ tión esencial p a ra la edu cación es, de m odo general, la información sin form ación ; de datos a los qu e se su m ará la p reparación estric­ tam ente técnico-profesional. Vale decir, una práctica educativa ca­ rente de sueños, de denuncia y de anuncio. U na práctica educativa asexuada, neutra.

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Es m u y cierto, destaqu em os, que por otro lado tam poco va le la p rá c tic a ed u c a tiv a qu e se q u ed a en la d en u n cia y ea el an u n cio, en el a lu m b ra m ien to fren te al su eñ o, y o lvid a o m in im iza la p re­ p aración técnica, la in stru m en tación p a ra el trabajo. El cam in o es la in form a ción form ad ora, es el con ocim ien to crí­ tico que im p lica tan to el dom in io de la técn ica cu anto la reflexión p olítica en torno a quién, en favor de quién y de qué, con tra quién y contra qué se encuentran tales o cuales procedim ientos técnicos. Uno de los problem as que a veces enfrentam os cuando hacem os un poco de m em oria es tratar la práctica de ayer con m atices, por lo m en os del discurso de cu ando escribim os. No escap aría a esto. D e c u a lq u ie r m a n e ra , sin e m b a rg o , a u n cu a n d o al e s c rib ir h o y so b re el a yer m e re c o n o z c a ca y e n d o en e s ta ten ta ció n , ta m b ién re c o n o z c o m i fid e lid a d a la p r á c tic a de e se a yer. A h o r a n o só lo esto y h a b la n d o de lo q u e hice, sin o ta m b ién de lo qu e m e m o vía a hacerlo. De los con ocim ien tos qu e se h ab ían gen erado y se esta ­ b an g e n era n d o en la p rá c tic a re a lm en te rica, so b re la cual, p en ­ sando, y o ib a crecien do en las in tu icion es que m e llegaban . In tu i­ cio n es q u e siem p re h e resp eta d o , qu e n u n ca re ch a cé co m o cosas impuras, p ero qu e ja m á s segu í co m o verdades definitivas. Siem pre sometí mis intuiciones a análisis críticos, a pruebas, a evaluaciones; in dagu é in cesan tem en te sobre la razón de ser de las propias in tu i­ ciones. S obre qu é las h a b ría origin ado. Mi cu riosidad epistem ológica estuvo constan tem en te pron ta p a ­ ra actuar. R e g re s e m o s a la d isc u s ió n d el tra b a jo con la s c ú p u la s de lo s clubes sesianos. U na vez aceptada la propuesta de trabajo por todas las directivas de los clu b es de la ciu d a d de R ecife, escrib í a ca d a u n a su ca rta in form an do a los directores de las division es y a los directores de los núcleos sociales, e invitándolos a una reunión en nuestra casa, a las ocho de la n och e de un viern es. La su p erin ten d en cia ofrecía tra n sp o rte p a ra fa cilita r la realiza ción del en cu en tro. En la carta invitación se proponía un pequeño tem ario con cinco puntos fundam entales: a] A p ertu ra de la sesión, con u n a ligera exposición del su p erin ­ tendente sobre el espíritu del proyecto, que y a había sido expuesto en las reu n ion es prelim in ares con cada directiva. b] E xposición del su perinten den te sobre los objetivos de la n u e­ v a adm in istración del Sesi, al frente del cual se en con traba el em ­

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presario Sebastiao de H olan da Cavalcanti. c] Exposición del director adm inistrativo del Sesi sobre la situ a­ ción actual de la institución, en cuanto a la recaudación, los ;actos de person al y m aterial. Los déficit del Sesi y las ayu das recib id a s p o r el D ep a rta m en to N acional. d] Posición de las directivas sesian as en cu anto a si aceF taban continu ar con el proyecto o no. En caso positivo, sugerencias para el fu n cion am ien to y las reuniones, los plazos p a ra su realización, etcétera. e] Clausura, con ju go s de frutas y sándwiches. A l escribir a h ora sobre lo su cedido m e vien en a la m em oria los sentim ientos que viví aquella noche. Y éstos regresan de tal m anera in tensos y reales que m e hacen casi experim en tarlos otra vez. Eso es lo que se da con la alegría de haber visto realizada la expectativa, de h ab er escu ch ado el discu rso esperado, de h ab er visto rn is in ­ ten cion es p u esta s en tela de ju icio . El am bien te crítico de la re u ­ n ión , a u n q u e p e rm e a d o p o r m o m e n to s in g en u o s, la co n s titu y ó com o una de las tantas que m e han m arcado a lo largo de m i vida. U n a centena de otras con aquellas m ism as cúpulas que, en el pro­ ceso del que p a rticip áb am os ju n to s, crecían en saber del m u n do y en visió n política. Tod os los líderes obreros, directores de clubes sesianos, se in s­ cribieron para hablar. El prim ero de ellos, fran co y articulad), dijo q u e c o m e n z a ría con u n a co n s ta ta c ió n y con u n a in q u ie tu d . L a con sta ta ción de que p or p rim era v e z u n a a d m in istra ción del Sesi se a ven tu ra b a en un ju e g o dem ocrático en relación con los :lubes sesianos, discutiendo presupuestos, déficit, con los docum entos en la m a n o. Le s u rg ía u n a in q u ietu d , q u e lo lle v a b a a p re g u n ta rs e qué habría detrás de la propuesta. En otras palabras, ¿qué pretende realm ente esta adm inistración al ofrecernos este espacio? "Cuando la lim o sn a es gran de h a sta el santo desconfía", dice el pueblo. Sólo la p ráctica n os d a rá la resp u esta a m i in qu ietu d. Mi voto es por la con tin u idad de las reuniones, por la aceptación del p ro ­ yecto. Un segundo elogio a la decisión de la adm inistración de escuchar seriam ente a las bases, de hablar y discutir con ellas. Se declaró a fa vo r del proyecto, p rop o n ien d o qu e las reu n io n es en tre la s u p e­ rin ten d en cia y las d irectivas de los clu bes sesian os se realizasen m ensu alm ente en cada n úcleo social, que se escogería en la parte final de cada sesión.

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D espués de las dos in terven ciones, los dem ás apoyaron u n á n i­ m em en te, p rim ero el p royecto, q u e se co n s id eró a p ro b a d o , y s e ­ gundo, que las reuniones fuesen m ensuales, en cada núcleo, y que se realizasen los dom in gos, en tre las ocho de la m a ñ a n a y la u n a de la tarde. T a m b ién con cordam os en que el proceso de realizar las reu n io ­ nes, de vivirlas, nos iría enseñando a perfeccionarlas. De esta m a ­ n e ra , lo m e jo r s e r ía q u e é s ta s n o tu v ie s e n u n a fo r m a p e r fila d a definitiva. Del m ism o m odo que con las form as, cóm o se p rep a ra ­ rían p ara ellas las directivas sesianas y el equipo de la su perin ten ­ dencia. La ú n ica cosa defin ida y establecida era el derech o a segu ­ rado al habla, a la voz, el derecho a la crítica, resgu ardan do tam bién el d erech o de ca d a u no al resp eto de tod os los dem ás. La p rim era reu n ió n se cla u su ró con u n a sa tisfa cció n g e n era li­ zada. Quince días después estábam os todos a las ocho de la noche en el Núcleo Presidente Dutra, en el Vasco da Gama, en Casa Amarela. A partir de la reunión de V asco da G am a com encé a experim en ­ tar con m ás frecu en cia m i coherencia, m i tolerancia, m i pacien cia im paciente,* cu alidades indispensables de un edu cador o una edu ­ cadora progresista. T a m b ién a partir de aqu ella m a ñ a n a com encé a su m ar a m i ex p erien cia p olítica un saber político de n atu ra leza crítica, s a b er qu e se h a ven id o p ro d u cie n d o en la d efen s a de las p ro p u e s ta s , en la c r ític a de lo s erro res, en el re s p e to a la s te s is que, du ran te los debates, ven cía n a las p rop o sicio n es de la su p e­ rintendencia. U n a de la s te s is q u e co m e n c é a d e fe n d e r en a q u e lla re u n ió n , con m iras a u n a p osición dem ocrática m ás am plia, m ás profunda, que sería a su m ida por los clu bes sesiaios, era la su peración de la g ra tu id a d de la a s is te n c ia p r e s ta d a p o r el Sesi, m é d ic a , d en ta l, dep ortiva, recreativa, escolar, ju ríd ic a . Y o sa b ía q u e en co n tra ría ­ m os op osición en tre las cú p u la s obreras, pero ta m b ién en tre las patron ales. Prop on ía qu e com ision es m ixtas, form ad as por re p re­ sen tantes de los clubes sesianos, de las directivas de los n ú cleos y de las divisiones, estableciesen el costo de las diferentes asistencias o fre c id a s , con e x c e p c ió n d e la esc o la r. P o r e je m p lo , el v a lo r de u n a en trada al cine, el de u n a receta m édica, el de u n a radiografía de tó ra x , el de u n e x a m e n de o rin a , el de u n a o b tu ra c ió n , el de * P au lo Freire, Cartas a quien pretende ensenar, M éx ic o, S iglo X X I, en piensa.

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u n a ex tra cció n , etcétera. C o sto s m ó d ico s, p o r d eb a jo de los qu e se cobraban n orm alm en te. Precios de las en tradas a los bailes, a los espectáculos, etcétera. La propu esta preten d ía que el cin cu en ta por ciento de lo reca u ­ dado por el cobro de la asistencia médica, dental, jurídica, quedase en los clu bes, y el otro cin cu en ta por cien to fu ese p a ra el DR para su reinversión en más asistencia. La totalidad de lo que se recaudase en esas fiestas, en los bailes, en los esp ectá cu los, p erten e cería a los clubes sesianos. Por otro lado, el DR dejaría definitivam ente de programar y asum ir obligaciones relativas a las fiestas de los clubes. Los clubes asu m irían la responsabilidad de su vida. Alcanzarían la m a y o r ía d e ed a d , en c u y o c a so p o d ría n , p o r e je m p lo , p e d ir u n p résta m o al D epartam en to Regional. A sim ism o com petería a las cúpulas de los clubes y a sus asa m ­ b lea s ge n era les determ in a r si pod ría n o no b rin d a r tal o cual tipo de asistencia a sus asociados -asistencia al desem pleado, por ejem ­ plo- y qu é tipo de a sisten cia y p o r cu á n to tiem po. La reu n ió n de V a sco d a G a m a fu e el p u n to de p a rtid a p a ra la discusión que se fue ahondando y se extendió a muchas otras sobre el p o lém ico tern a: co b ra r o n o la a sisten cia b rin d a d a p o r el Sesi, a u ton om ía o d ep en d en cia de los clu bes sesianos. En la p r im e r a d isc u s ió n , u n líd e r de u n o de lo s s e s ia n o s dijo q u e y o esta b a al servicio del ca p ita l y en co n tra d el tra b a jo. Q u e lo que yo proponía representaba no sólo un paso atrás sino muchos en contra de los intereses de los obreros. Irónicam ente, pocos días d e s p u é s de la re u n ió n de V a s c o d a G a m a fu e a v e rm e u n jo v e n in d u stria l m ie m b ro d el C o n sejo d el S esi qu e m e dijo, sir m ed ia s palabras, que m i política era antipatronal. Que la política correcta, d e s d e e l p u n to d e v is t a e m p r e s a r ia l, d e b ía n o s ó lo r e fo r z a r la a sisten cia g ra tu ita sin o in s is tir en p ro c la m a r la g ra tu id a d com o expresión de la m a gn a n im id a d de los patrones. A ta c a d o p o r lo s d o s fla n co s , y o m e v e ía fo rz a d o a a p re n d e r a argu m en ta r y a con tin u ar defen d ien d o m is posiciones. Antes de lo que yo podría haber esperado, las reuniones sesianas se tran sform aron en disciplin ados sem inarios, m om en tos de serio e s tu d io , e n lo s q u e n a d ie se a p o d e r a b a d e u n s a b e r p e n s a n d o im ponérselo a los demás. Fue en aquellas reuniones donde aprendí t a m b ié n a r e s p o n d e r a la s c r ític a s q u e s e m e d ir ig ía n , y d e b ía h a cerlo en el m ism o ton o de v o z y con la m is m a veh em en c ia . No ten ía p o r qu é ser a m en o si m e tra ta b a n con a spereza, ni grosero

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si m e trataban con cortesía. De lo que estaba bastan te seguro era d e n o te n e r d e re c h o a m e n tir, a se r in c o h e re n te , a te n e r m ie d o de co n c o rd a r con el op on en te si éste m e co n v en c ía de su acierto. T a m b ié n e s ta b a seg u ro de q u e u n a v e z v e n c id o p o r el v o to de la m a y oría no p o d ría u tiliza r m i p o d er de su p erin ten d en te p a ra d e­ rrota r a q u el voto. Mi propu esta en el sentido de la m ayor au ton om ía de los clubes fu e d e rro ta d a p o r u n a n im id a d , p ero en el v o to q u e la d e rro ta b a se estableció para cualquier club sesiano la posibilidad de adoptarla individualm ente, u na vez estu diada la propuesta en sus asam bleas y aprobada por éstas. C a b e d e c ir q u e la d erro ta de la p ro p u es ta p o r u n a n im id a d en aquel día n o significaba su definitiva im posibilidad. Podría renacer en uno de los clu bes y, d espu és de ex p erim en tad a en la práctica, regresar a la asam blea de los clubes con la fuerza de la experiencia. A l fin a l d e la s e s ió n la s c ú p u la s e lig ie r o n e l p r ó x im o n ú c le o donde se llevaría a cabo la reunión y la tem ática que sería debatida. Tam b ién se com binó que las directivas de los sesianos deberían reunir a sus com pañeros en cada núcleo, darles inform ación sobre lo que se había discutido y debatir el temario de la próxim a reunión. O tro deber de las directivas era con vocar asam bleas generales, a las que rendirían cu entas de su trabajo. Raram ente hubo un encuentro de los clubes del que no resultase u n a m ejoría en u n o u otro asp ecto del proceso. Por ejem plo, au m en tó el n ú m ero de los asesores por el re co n o ­ cim ien to de la n ecesid ad de asesoría, no sólo en cu anto a H eloisa y a m í, por el lado de la su perin ten den cia, sino tam bién entre las d irectivas de los operarios. Y los asesores p a rticip ab an en los d e­ bates, con d erech o a vo z y voto. U na vez term inada la reunión recibí, a la antigua, oficios de casi todos los clubes sesianos solicitando la program ación de las fiestas p a r a el p ró x im o p e rio d o y la a p ro b a c ió n de lo s p re s u p u e s to s y a solicitados para uno u otro evento. D espaché favorablem ente todos los ped idos de presu pu esto, p ero m a n ifesté m i d esacu erd o. D es­ ta ca r el d esa cu erd o era un acto p o lítico-p ed a gó gico al qu e ja m á s p o d ría faltar. H aber n egado el dinero a los clu bes p a ra castigarlos por el rechazo generalizado a m i propuesta habría sido m ucho más qu e un sim ple error, h ab ría sido u n a ign om in ia. A partir de la seg u n d a reu n ión , lu ego de la p rim era en n u estra casa, H eloisa, rep resen ta n d o a la su p erin ten d en cia , se encontró

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con la s d ir e c tiv a s de lo s se s ia n o s , de n ú c le o s y s u b n ú c le o s d el interior del estado, con quienes discutió el proyecto, ya en m archa e n R ec ife. N u e s tr o p r o p ó s ito , a p o y a d o p o r l a a s a m b le a d e lo s clu b es de Recife, era in corp o ra r a ésta a los sesian os del in terio r del estado. Dos reuniones fueron suficientes para ju n ta r aquellas directivas y discutir el p rogram a de trabajo con ellas. U n a en Caruara, en la que estuvieron presen tes las directivas del agreste; y otra en Ribeiráo, a la qu e com p a recieron las d irectivas de la zon a de Mata. La aceptación general trajo así h a sta Recife la voz, la crítica, la in qu ietu d, las su geren cias del in terior del estado. U no de los opositores m ás fuertes a la idea de cobrar la asisten­ cia, y que había ejercido fuerte liderazgo durante los debates, m an­ ten ía u n a excelen te relación con la su perinten den cia. Se llam aba S everin o, y era o b rero d el sec to r textil y p resid en te d el C lu b Sesiano del Núcleo Presiden te Dutra, en el V a sco da G am a, en C asa Am arela. N uestra cam aradería había nacido en los prim eras deba­ tes, en los círculos de padres y m aestros que él siem pre prestigiara, y no h ab ía dism inu ido por su posición absolu tam en te con traria a la mía. Entre los líderes había otro, tan serio com o Severino, con m enor p o d er de liderazgo, qu e d esd e los p rim eros m o m en to s de las d is­ cu sion es sobre el cobro de la a sisten cia com en zó a revelar fu erte sim p a tía por el p rogram a. El fu e qu ien propu so el artícu lo según el cu al las a sa m b lea s gen era les podrían d ec id ir in d ivid u a lm en te so b re la a p lica ció n de la p rop u esta de cobro. En u n a de las reu n ion es de los clubes, la sexta o la séptim a, él com unicó que su asam blea general había aprobado el cobro de las diferen tes asisten cias y qu e su club estaba trabajando arm ón ica­ m e n t e c o n la d ir e c c ió n d e l n ú c le o p a r a fija r lo s c o s t o s d e lo s diferen tes servicios. S iem pre se in scrib ía p a ra h ab lar al com ien zo de ca d a reunión, h acien d o u n a m in u cio sa relación del cu rso de su s trabajos. C on tres m eses de actividades, el club y a ten ía u n a bu en a can tidad en su cu en ta de ban co, y a h a b ía dejado de ped ir al DR recursos para sus fiestas y y a pensaba en discutir las posibilidades de asistencia a sus asociados. Esos resultados com enzaron a m inar la resistencia d e S everin o qu e, s e ria m en te en ferm o , in v itó a su s c o m p a ñ e ro s para una conversación en la que les m anifestó su posición radical­ m en te m od ificad a. "Si aú n tu viese fu erzas, y o m ism o reafriría la

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cu estión del cobro en la p róx im a reu n ión y lu ch a ría p a ra im p la n ­ tarlo." Severino falleció sin poder hablar con sus colegas en la reunión, pero la cuestión del cobro de las asistencias fue reabierta y su tesis fin alm en te salió victoriosa. Un año y m edio después, todos los sesian os m an ejaban y a sus recursos, au m entaban su asistencia, fin a n cia b a n la c o m id a a lo s participantes de sus asam bleas, la reunión entre ellos y la su perin­ ten d en cia . Los clu b es d el in te rio r d el esta d o a su m ía n los ga sto s de los pasajes y u na noch e en Recife de sus representantes; todos ellos m ejoraban la relación con sus asam bleas generales, a las que rendían cu en tas de la recau d ación y de los gastos. H u b o clu b es q u e crea ro n m o d a lid a d es de a sisten cia a los d e­ sem pleados. S u m in istraban , com o p résta m os sin in tereses, ocho salarios, cu yo tota l en d in ero s ería d evu elto p oco a p o co a p a rtir del m om en to en el qu e el socio vo lviese a trabajar. O bviam ente, tam bién hubo resisten cias por parte de los fu n cio ­ n a rio s d el S esi a la p re s e n c ia c r ític a de lo s c lu b e s s e s ia n o s qu e n ecesa riam en te gan aban espacio y au m en tab an su posibilidad de voz. P ara a lgu n os p rofe sion a les, a u n q u e no p a ra la m a yoría, los asociados del Sesi no podrían ser más que meros asistidos, a quienes ello s h a cía n un cierto favor. Por eso era q u e ca d a v e z se sen tía n m e n o s r e s p e ta d o s fr e n te a la p r e s e n c ia a c tu a n te , y a n o d ó c il y su m isa, de la clien tela. P resen cia vig ila n te del h orario de los m é­ dicos, de los dentistas, de las m aestras, etcétera. U n a v e z m á s, en la r e s is te n c ia de es to s p ro fe s io n a le s , e s ta b a p resen te la fu erza de la id eo lo gía d om in an te, a u torita ria , a n tid e­ m o crática , racista, elitista. No fu eron p oca s las veces en las qu e esas voces retrógradas llegaron al despacho del presidente Holanda C a va lca n ti por p u erta s y ven tan as, pero en tod as las ocasion es él se negó a escucharlas. A l v o lv e r h o y la m ir a d a a lo s tie m p o s id o s m e p re g u n to si la s experiencias vividas y los saberes producidos tuvieron sentido para t o d o s lo s q u e p a r t ic ip a r o n e n e lla s . E n lo q u e a m í s e re fie re , in d u d a b lem en te lo h an ten ido. Fu eron com o u n a a n ticip ación de las cosa s qu e h aría m u ch o tiem p o d espu és, y a la vez un tiem po de a p re n d iz a je in d is p e n s a b le p a r a la s p r á c tic a s en la s q u e h o y participo. Trabajan do en el Sesi con profesionales tan diferentes de niveles tam bién diferentes, y con obreros, a quienes desafié a ir asuniirzido

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ca d a vez m ás a ctitu d es de su jetos, a ir a p ren d ien d o dem ocracia, practicán dola, acabé h aciendo u n a serie de aprendizajes in dispen ­ sables para quien se inserta en el proceso de cam bio de la realidad. A p re n d iza je, p o r ejem p lo, de la im p o rta n cia in ca lcu la b le de la inform ación y d e l a form ación, v a le d ec ir, d e la in fo r m a c ió n q u e, du ran te el proceso de aprendizaje, se v a tran sform an do en fo rm a ­ ción. C osas que y a hacía, y a sea h ab ien d o pen sado antes sobre ellas o pensando sobre ellas luego de haberlas hecho, y que posiblem ente m e tocaron más de lo que tocaron a otros. Por ejemplo, m e acuerdo de la v e z q u e el d ire c to r a d m in is tra tiv o lleg ó h a s ta m i d es p a ch o p ara com u n icarm e u na de las decisiones que h ab ía tom ado. La de re g u la riza r el u so de u n a g o rra de v ise ra p a ra tod os los po rteros del Sesi de P ern am bu co. Y a ten ía la ord en de co m p ra firm ada. V erá u sted, m i estim ado T ra va ssos -dije yo- si y o estu viera en su caso p referiría reu n ir a todos los porteros y pregu n tarles, con u n a g o rra de visera de prueba, qué opinan ellos de la medida. Si quieren usarla o no. Es que la gorra altera la cara de la persona, y nosotros no tenemos derecho a cambiar la cara de nadie sin su autorización. Si se tratara del uso de un casco por cau sa de condiciones de trabajo peligrosas, entonces, bueno, en ton ces el casco fo rm a ría p arte de la in d u m en ta ria p a ra p ro teger al tra b a ja d or de los accidentes. Por lo tan to no h a b ría que pregu n tarles, porque se im pondría la explicación.

E l d ir e c to r c o n c o r d ó c o n m ig o . R e a liz ó la r e u n ió n la s e m a n a sigu ien te. La id ea de la g o rra de vise ra fu e desech ad a. Es p osib le que, y a pasados tantos años, la h istoria de la gorra de visera h aya d esap arecid o de la m em o ria de algu no de sus protagon istas, aún vivo, pero no marcado en absolu to por lo ocu rrido. De m i m e m o ria ja m á s d esa p a reció , y con a legría oí h a b la r de ella en este añ o de 1993, cu a n d o el p ro fe s o r Pau lo R osas, viejo a m ig o y co m p a ñ ero de la lu ch a en Recife, m e p regu n tó si m e a co rd a b a del caso. E n m i v id a , e l c a s o d e la g o r r a d e v is e r a se to r n ó e je m p la r. C u á n ta s "gorras de visera " n os son im p u estas sin qu e n ad ie nos h aya consultado. Y alegan do que es en n om bre de n u estro in terés y de n u estro bienestar. C o n la tecn o lo g ía q u e h o y p o seem os, m e p a so p en sa n d o en lo q u e p o d r ía m o s h a b e r h e c h o c o n e l fa x , c o n l a v id e o y c o n la s c o m p u ta d o ra s en la p ro fu n d iz a c ió n d el co n o c im ie n to m u tu o de los clubes y de los núcleos sociales, en el ritm o de rapidez increíble

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con q u e se d is trib u iría n la s in fo rm a c io n e s , en la p o s ib ilid a d de in vestigación , en el esfu erzo edu cativo. C reo im p o rta n te te rm in a r e s ta c a rta re p itie n d o la a firm a ció n que siem pre hago: "La práctica necesita a la teoría, la teoría necesita a la práctica, así com o el p ez n ecesita el agu a descon tam in ada." La p rá c tic a aislada, qu e no se en trega a la reflexión crítica ilu ­ m in a d o ra , ca p a z de re vela r la teo ría e m b u tid a en ella, in d is c u ti­ blem en te no ayu da al su jeto a m ejorarla, reflexion an do sobre ella. Aun sin som eterse a un análisis crítico y riguroso, que le perm itiría ir m ás allá del "sen tido com ún", la práctica le ofrece, no obstante, cie rto s a b e r o p e ra tiv o . P ero ta m p o c o le d a la ra z ó n d e se r m á s p ro fu n d a de su p rop io saber. B uscando la razón de ser del saber que la p ráctica m e daba fue co m o p roced í a lo la rgo de los añ os y m e e x p erim en té en el Sesi. Por eso es que siem p re so m etía la p ráctica en la qu e particip ab a, a sí co m o la de los d em ás, a u n a in d a ga ció n qu e no se sa tisfa cía con las p rim eras respu estas. A un cu estion a m ien to severo, m e tó ­ d ic a m e n te rig u ro so . A ello se d eb e q u e, d e la s m u c h a s le c tu ra s que hice en aquella época, a m u ch as fui em pu jado por la práctica. Eran lectu ras n ecesarias a las que llegab a con el an sia de co m ­ p ren d er m ejor lo que estaba h aciendo. Lectu ras que ora con firm a ­ ban el a cierto de lo q u e esta b a h acien d o, ora m e a yu d a b a n a co ­ rregirlo. Lectu ra s q u e lu ego m e lleva b a n a otras lectu ra s. En los cam pos de las ciencias sociales, de la lingüística, de la filosofía, de l a t e o r ía d e l c o n o c im ie n to , d e l a p e d a g o g ía , e n e l c a m p o d e la historia, en el de la h istoria de Brasil, en el del análisis de n uestra form ación . L e c tu ra s d e te x to s q u e m e o fre c ía n b a s e s p a ra , p o r un lado, c o n tin u a r la lectu ra d el co n tex to, y p o r el otro in te rven ir en él. En m i paso por el Sesi aprendí p a ra siem pre cóm o trabajar con la ten sa relación en tre la teo ría y la práctica.

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En este sentido, un progresista que actúa y piensa d ialécticam ente es el blanco de los ataques, por un lado, de quien creyéndose progresista también se sumerge en el racionalismo autoritario, especie de "pecado original" de los m ecanicistas, y por el otro de los no m enos autoritarios de la derecha.

Siento qu e no pu edo p asar a la segu n d a parte de estas cartas, en las qu e ex a m in aré cierto n ú m ero de p rob lem a s o de tem as p o líti­ co -p ed a gógicos, sin co n s id era r tod avía algu n os m o m en to s de c a ­ pital im p orta n cia que viví en Recife y a partir de Recife, antes del gra n d es a fío d el exilio, d el q u e y a h e h a b la d o en tra b a jo s a n te ­ riores. El m o m e n to d el M o v im ie n to de C u ltu ra P o p u la r, m c p , el del Servicio de E xtensión Cultural, s e c , de la U n iversid ad Federal de Pern a m b u co, el de la ex p erien c ia de la a lfa b etiza ció n de adu ltos en A n g ic o s , en R ío G ra n d e do N orte. D esd e lu ego, d eseo d e ja r cla ro q u e m i in te n ció n de hoy no es h acer u na h istoria de esos m om entos. D icien do algo sobre ellos y sobre m i p resen cia en ellos estaré, espero, ofreciendo con tribu cio­ nes para su historia. Tam bién debo decir que mi práctica intensa y extensa en el Sesi, sobre la que y a he ahondado, m e perm itió un cierto conocim iento q u e v e n d r ía a se r d e v ita l im p o r ta n c ia p a r a el d e s a rro llo de m i actu ación en el MCP, en el SEC y en la form u la ción p ed a g óg ica de la q u e la c o m p r e n s ió n y la p r á c tic a d e la a lfa b e tiz a c ió n d e lo s adu ltos eran u n a dim ensión indiscutible. El M ovim iento de C u ltu ra Popu lar30 nació de la voluntad política de M igu el A rra e s, en a q u el en to n ces re cién eleg id o a lca ld e de la ciudad de Recife, a la que se unió la voluntad, igualm ente política, de un grupo de líderes obreros, de artistas y de otros intelectuales. Form é parte de ese gru po, al que él invitó p ara u n a con versación en su d esp a ch o en la qu e nos h ab ló sobre su sueño. El su eñ o de hacer posible la existencia de un órgano o un servicio de naturaleza p ed a g ó g ica , im p u ls a d o p o r el g u sto d em o c rá tico de tra b a ja r con [126J

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las cla ses popu lares, y no sobre ellas; de trabajar con ellas y p a ra ellas. Nos adelan tó que la alcaldía carecía de presu pu esto p ara pagar salarios, p ero qu e ten d ría la p o sib ilid a d de o frec er a lgú n tipo de ayu da a la organ ización que llegara a crearse. A l jo v e n p r o fe s o r G e rm a n o C o e lh o le to c ó p r e s e n ta r en la s i­ guiente reunión, quince días después, un proyecto para la creación de la institución. G erm a n o h a b ía llegad o re cien te m en te de París, a d o n d e fu era p a ra re a liza r estu d io s de p o sgra d o en la S orbon a. A llí fu e don d e co n o ció a J o ffre D u m a zid ier, re n o m b ra d o so ció log o fran cés, p re­ sidente del entonces m ovim iento Peuple et Culture, cuyos trabajos lo h a b ía n im p resio n a d o . B a jo la in flu e n c ia de P eu p le et C u ltu re se constitu yó el MCP, au n qu e siem pre m an ten ien d o su perfil ra d i­ calm en te n ordestin o y brasileño. En líneas generales, la propu esta de G erm ano Coelho, aceptada co n a lg u n a q u e o tr a o b s e rv a c ió n , se o rie n ta b a en el s e n tid o de la n z a r la id e a d e la fo r m a c ió n d e u n m o v im ie n t o , y n o d e u n in stitu to o u n a o rga n iza ción de ed u ca ció n o de cu ltu ra popu lar. La idea de un m ovim iento sugería más la de un proceso, la de llegar a ser, la de cambio, la de movilidad. Los y las que llegásem os a participar en él seríamos considerados socios, com pañeros de una m ism a aventura, de u na m ism a misión, y no sim ples técn icos o esp ecialistas en esto o aquello. A u n q u e el MCP nunca había im puesto a nadie para que form ase p a rte d e él, h a b ía u n cierto sine qua non p ara qu ien p reten d iese contin u ar siendo socio: soñar con la transform ación de la sociedad b ra s ile ñ a y lu c h a r p o r ese su eñ o. No era p o sib le p e rm a n e c e r en el MCP sin apostar a la utopía. No a la utopía que se entiende como algo im posible de realizar, sino a la u topía com o un sueño posible. Y e s t o n o p o r q u e e l MCP e x p u lsa se a q u ien n o le a p o sta s e a la utopía. Más bien el que no pa rticip ab a en la a p u esta no se sen tía a g u sto en la a tm ó s fe ra d el m o vim ien to . P o r o tro lado, la p rop ia m a n era de actu ar, a tra vés de p ro y ecto s y n o de d ep artam en to s, h ab lab a del espíritu no burocrático, pero orden ado y disciplinado, nada espon tan eísta ni perm isivo del MCP. Así, había tantos proyec­ tos co m o fu ése m o s ca p a ces de p la n e a r y ejecu ta r. D e a h í q u e la existen cia del proyecto dependiese de su aprobación por parte del con sejo, co m p u es to p o r so cio s fu n d a d ores al fren te de la co o rd i­ n ación de algú n proyecto.

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Ta m b ién fo rm a b a p a rte de la n atu ra leza del m ovim ien to cierta co m p r e n s ió n c r ític a d el p a p e l de la c u ltu r a en el p r o c e s o d e la fo rm a c ió n política , así co m o en el de la lu ch a p o r los n ecesa rios cambios que precisaba y continúa precisando la sociedad brasileña. De la cu ltu ra en general, y en particu lar de la cu ltu ra popular, así com o de la edu cación p rogresista de los niños, de los jó v e n e s y de los adultos. La visión dialéctica del papel de la cultura com o superestructura en el p roceso h istórico situ a b a al m ovim ien to, o tal v e z m ás ex a c­ tam ente a algunos de nosotros, en u n a visión antim ecanicista, an ­ tid eterm in ista , pero no idealista. En la concepción m ecan icista de la H istoria, en la que el fu tu ro , desproblem atizado, es algo conocido con anticipación , el papel de la edu cación es tran sferir paqu etes de con ocim ien tos previam en te con siderados ú tiles p a ra la llegad a del fu tu r o ya conocido. En la co n c ep ció n d ia léctica , y p o r eso m ism o n o m eca n icista , de la historia, el fu tu ro hace eclosión a partir la tran sform ación del presente com o algo dado dándose. De ahí viene el carácter problemático y no inexorable del fu tu ro . * E l fu tu ro n o es lo q u e tie n e q u e ser, sin o lo qu e h aga m os con y del presen te. La com prensión m ecanicista de la H istoria gen era la concepción m eca n icista de la edu cación y de la cultura, de la que el au torita­ rism o es connotación fundam ental. Necesariam ente, cualquier fu n ­ ción im portan te de la conciencia o de la su bjetividad se en cu en tra au sen te de esta com p ren sión de la Historia. El p o d e r q u e el s u b je tiv is m o h a a trib u id o e rró n e a m e n te a la conciencia acaba generando su contrario, tan equ ivocado com o él: la an u lación de la su b jetivid ad qu e h ace el m eca n icism o d eterm i­ nista. En este sen tid o, un p ro g resis ta q u e a ctú a y p ien sa d ia lé c tic a ­ m ente es el blanco de los ataques, por un lado, de quien creyéndose p r o g re s is ta ta m b ié n se s u m e rg e en el ra c io n a lis m o a u to rita rio , e sp ecie de "p eca d o o rigin a l" de los m e ca n icis ta s, y p o r el otro de los no m en os au toritarios de la derecha. E n la m e d id a en q u e la co m p re n s ió n d ia lé c tic a de la H is to ria com o posibilidad, su perando el determ in ism o m ecanicista, su pera

* Véase Erica Sherover Marcuse, Emancipation and consciousness. Dogmatic and cHalecticalperspectives in the early Marx, Nueva York, Basil Blackwell, 1986; y Paulo I rene, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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ta m b ié n la n o ció n de u n fu tu ro in ex o ra b le , de lo q u e re s u lta su p rob lem a tiza ció n , p la n te a a m u jeres y h om b res la cu estión de la responsabilidad en la h istoria. La cu estión de la decisión, de la op­ ción, de la va lo ra ció n , de la ética, de la estética. E vid en tem en te, la cu estión de la opción, de la decisión, im p lica u n a realid ad co n ­ creta, h istórico-cu ltu ral, a la que llegan las generacion es. A partir de esa realid ad con creta m u jeres y h om bres sueñan, escogen, v a ­ lora n y lu ch an p o r su s su eñ os. Y lo h acen n o sólo co m o objetos, sin o com o su jeto s de la h istoria. Pero es ta m b ién en esa realid ad donde las grandes m ayorías populares son explotadas y silenciadas p or las m in oría s dom in an tes. Para referirn os ú n icam en te a n o s o ­ tros, la cu estión cen tral que se p la n tea es saber h a s ta qu é pu n to lo s tr e in ta y d o s m illo n e s -p a ra n o h a b la r m á s q u e de ello s- de h a m b rien to s n acion a les a gu a n ta rá n ca lla d o s y pa cien tes -lo qu e p o r cierto y a h a d eja d o d e o cu rrir, con la s m a n ife s ta c io n e s , qu e tien den a crecer, de la "gu erra de clases" que experim en tam os- la situ ación que se les vien e im p on ien do com o si fu ese destino o sino. Con poqu ísim as excepcion es, la clase dom in ante b rasileñ a aún no se p erca ta del h am bre de u n a parte tan significativa de n uestra población com o u n a afilada y angulosa pornografía. Éste sí es un fe o nombre, y no las qu e así son llam adas. En su m ayoría, las clases dom inantes brasileñas ni siquiera tienen la sim ple sensibilidad que le s h a g a p e r c ib ir , p o r lo m e n o s , e l p e lig ro a l q u e s e e x p o n e n y exponen a la nación, y a que com o personas no se sienten ofendidas con la m iseria de tantos h erm an os y herm anas. Lo q u e v ie n e h a c ie n d o B e tin h o , asisten 4a y n o asistencialismo, d e ta l m a n era q u e la asistencia p u ed a co n vertirse en un estím u lo o en u n d e s a fio c a p a z d e tra n s fo rm a r al "a s is tid o " d e h o y en el sujeto que, tom ando m añ an a a la h istoria en sus m anos, la rehaga p len a de ju sticia , de decencia y de belleza, es un acto de sabidu ría y de esperanza. B etinho no es un su l_ je tiv is ta ni tam poco un mec a n icista . S a b e q u e p o d e m o s tra n s fo rm a r el m u n d o , p e ro sa b e ta m b ién qu e sin la p ráctica de esa tra n sfo rm a ció n no h arem o s la intervención en éste. La transform ación es un proceso del que somos su jetos y objetos, y no algo que se d ará in exorablem en te. M ientras que en la com prensión m ecan icista y autoritaria, en la q u e el fu tu ro , d e s p ro b le m a tiz a d o , s e r á lo q u e te n g a q u e ser, lo que y a se sabe que será, la educación se reduce a una transferencia de recetas, de paquetes de contenidos; en la dialéctica, en la h istoria com o posibilidad, p a ra em pezar no h a y un fu tu r o único, sino dife­

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ren tes h ip ó tes is de fu tu ro. Los h om b res y las m u jeres son seres programados, condicionados, pero no determinados. Y porqu e adem ás d e serlo se sa b en condicionados, p u e d e n in te r v e n ir e n e l p r o p io co n d ic io n a m ie n to . No h a b ría m a n e ra de h a b la r d e lib e ra c ió n si ésta fu ese un dato p resta b lecid o . S ólo h a y lib era ció n porqu e, en lu g a r de ésta, p u ed e p rev a le c e r la d o m in a ción . Es p o r eso p o r lo que en una perspectiva dialéctica, y por eso mismo no determinista, la ed u ca ció n deb e ser ca d a v e z m ás u n a ex p erien c ia de decisión , de ruptura, de pensar correctam ente, de conocim iento crítico. U na experien cia esp eran zada y no desesperanzada, y a que el futuro no es un dato dado, un sino, un destino. Por ello tam bién la edu cación d em a n d a de su s su jetos un alto sen tido de la respon sabilid ad . Al fin y al cabo, no existe el ensayo histórico sin responsabilidad. Vale decir, el cum plim iento de los deberes y de la lucha por la conquista de d erech os form a parte de la n a tu ra leza de la ex p erien cia h istó ­ rica. La edu cación p op u la r y dem ocrática, tal com o h oy la vem os y ayer la anunciam os, rechazando dicotom ías distorsionantes, per­ sigue la com pren sión de los hech os y de la realid ad en la com p le­ jid a d de sus relacion es. L a fo rm a c ió n h a c ia la q u e a p u n ta u n a e d u ca ció n así, crítica, im p lica n ecesa riam en te la in form ación. En ella no nos interesa sólo la inform ación, ni sólo la form ación, sino la relación entre am bas, a fin de alcanzar el m om en to crítico en q u e la in fo rm a ció n se v a tra n sfo rm a n d o en form ación . Es en ese m om ento en el que el supuesto paciente se va asum iendo como su su jeto, en relación con el su jeto in form an te. Por o tro la d o , en u n p ro ce so c o m p ro m e tid o con u n fu tu ro de­ m ocrático, la form ación no pu ede redu cirse a sí m ism a. En prim er lu g a r p o rq u e la tecn o lo g ía y la cien cia n o p u ed en e sc a p a r de las im plicacion es políticas e ideológicas con que son produ cidas y, en segundo lugar, con que son pu estas en práctica. A ú n más, cien cia y tecn olo gía no son q u eh a ceres "asexu ados" o n eu tros. H oy corno ayer, la form ación técn ico-cien tífica no podía ni p u e­ de redu cirse al entrenamiento pu ram ente m ecánico de técn icas o a la m em oriza ción no m en os m ecá n ica de p rin cip ios científicos. La form ación técn ico -cien tífica a barca por un lado la ca p a cita ­ ción técn ica, y p o r el otro la a p reh en sió n de la ra zón de ser de la p rop ia técnica. Más aún, la form ación técn ico -cien tífica no pu ede p re s c in d ir, so p e n a d e m u ltila rs e y m u tila rn o s , de la in c e s a n te b ú sq u ed a de la creación de un saber pensar, de un pensar acertada­

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mente, de un pensar crítico. Pensares y saberes que, no contentándose con la "fo n o lo g ía " y la "m o rfo lo g ía " d e la té c n ic a o de la cien cia , se extienden h acia su "sintaxis". U n torn ero será ta n to m e jo r torn ero cu a n to m ás c o m p e te n te ­ m e n te c o n o z c a c ó m o o p e r a r s u to r n o y m á s lú c id a m e n te s e p a m overse en el mundo. En otras palabras, dentro de una perspectiva d em ocrática, el torn ero será m ejor obrero cu ando, form ad o com o tal, asu m a tam bién su condición de ciudadano. La ciudadanía es una invención social que exige un saber político qu e se gesta en la p ráctica de lu ch ar por ella, a la que se su m a la p r á c tic a d e re fle x io n a r so b re ella. L a lu c h a p o r el e je rcicio de la ciu d a d a n ía ge n era un saber in d isp en sa b le p a ra su invención, del que algu n as o m u ch as de sus fu n dam en tacion es pu eden y deben s e r o b jeto de la cu rio s id a d e p is te m o ló g ic a de q u ien se c a p a c ita p a ra ser tornero. Lo qu e q u iero d ec ir es lo sigu ien te: la fo rm a c ió n p lena del to r­ nero no puede ser exclusivam ente técnica ni exclusivam ente política. U n torn ero no será torn ero si no sabe operar su torno; del m ism o m o d o , el to r n e ro e fic ie n te n o lle g a a h a c e rs e ciudadano si no se en treg a a la lu ch a p o r la ciu d a d a n ía, qu e in clu ye co n o cim ien to s críticos de n u e stra p resen cia en el m u n d o de la p ro d u cc ió n y de la creación en general. Q ue a barca u n a sabidu ría política. A yer fue la derecha la que, oponiéndose duram ente a la práctica educativa progresista, nos acusaba de subversivos e irresponsables p o rq u e p rop o n ía m os u n a ed u ca ció n co m p ro m etid a con la tra n s­ form ación del m undo, con m iras a la su peración de las in justicias sociales. Hoy, la resistencia a la pedagogía progresista se m anifiesta prin ­ cipalm ente a través del discurso neoliberal que habla de una nueva h istoria, sin clases, sin lu ch a, sin id eología s, sin izq u ie rd a y sin derech a. Y m u ch o s de los que ayer se alin eab an en las filas de la izquierda a ú n a n h o y a a q u e l d is c u rs o el su y o p ro p io , en el q u e hablan y afirm an, estupefactos frente a la caída del muro de Berlín, qu e en los n u evos tiem p os n u estra lu ch a es por la dem ocracia. Si las cosas llegan a cam biar, en ton ces verem o s qu é h acem os por el socialismo. Entonces no tenem os que hablar de sueños, de utopías, sino en tregarnos pragm áticam en te a la capacitación técnico-profesional de las clases popu lares. Form ación p a ra la producción. Cu an do, p rogresista s ayer y p ragm á tico s hoy, dicen que a h ora n u estra lu ch a es por la democracia, continúan contraponiendo .50-

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ciclismo y democracia, reprodu cien do, por lo tanto, el antiguo error. Error según el cual la dem ocracia es posesión exclu siva de la b u r­ gu esía.* Revelan u n a com prensión profu n dam en te m ecan icista de la d em ocra cia , tan m e ca n icis ta q u e en ella no h a y n ecesid a d de in d a ga r so b re el m u n d o de los valores, so b re las opcion es, sobre la libertad, so b re el ser o el no ser. No sólo rech a zo ese d iscu rso sin o qu e a firm o qu e ten d rá m u y co rta vida. Es posible que no resista u n a década. A firm ar que el nuevo tiem po es de dem ocracia significa concebir ésta com o un ju ego táctico. En realidad no soy dem ócrata hoy sólo p o rq u e el socialism o no tien e a ctu alm en te o portu n idad h istórica. Siendo radical y su stantivam ente dem ócrata, soy socialista. No es p o s ib le co n tra p o n e r la u n a al otro. É ste fu e u n o de lo s trá g ic o s errores del llam ado socialism o realista. P o r o tr o la d o , "p r o g r a m a d o s p a r a a p re n d e r", y p o r lo ta n to p ara enseñar y en consecu en cia p ara conocer, m u jeres y h om bres se harán m ás au ténticos cuanto m ás desarrollen la curiosidad que h e ven id o lla m a n d o epistemológica. En cuanto que som os epistemo­ lógicamente curiosos es com o conocem os, en el sen tido de qu e p ro ­ d u c im o s el c o n o c im ie n to y n o só lo lo almacenamos mecánicamente en la m em oria. El ejercicio de tal cu riosidad no se realiza en la dicotom ía de lo in d icotom iza b le, sino en la com p ren sión d ia léctica de la realidad. En la fo rm a ción de un torn ero no p u ed o sep arar, a no ser d id á c­ ticam en te, el saber técn ico que éste p recisa p a ra ser un bu en to r­ nero del saber político, el que trata de n u estra p osición en la polis, el que discute la cu estión del poder y aclara las relacion es contra­ dictorias entre las clases sociales en la ciudad. S u eñ o con el tiem p o y la so cied a d en qu e, m ás c o h e ren te con m i n a tu ra leza de ser progra m a d o p a ra a pren der -ep istem o lóg ica ­ m en te cu rioso-, n o m e sa tisfa ga , p o r ejem p lo sien d o ca rp in tero, con saber cóm o u tilizar técn icam en te el serrucho; con saber, casi a d ivin a n d o a yu d a d o p o r el tacto, la m a y o r o m e n o r d o cilid a d de la m a d era con la qu e h ago u n a pu erta, u n a ven ta n a o u n a m esa e s tiliz a d a . E s q u e, s ie n d o c o h e re n te con m i n a tu ra le z a , q u e se constitu ye social e h istóricam ente, debo ir m ás allá de las in d a ga ­ ciones fu n dam en tales sobre lo que hago y sobre cóm o hago lo que

* Véase Francisco Weffort, Por que democracia?, Sao Paulo, Brasiliense, 1986.

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hago, y d es a fia rm e con o tra s p regu n ta s in d isp en sa b les: a qu ién sirvo h acien d o lo que hago, co n tra qué y co n tra quién, a favor de qu é y de q u ién h ago lo q u e hago. Éstos eran algunos de los problem as cuyos secretos íbam os co­ n o c ie n d o , a lg u n o m á s q u e o tro, en lo s d ife re n te s p r o y e c to s d el MCP. Problem as filosóficos, epistem ológicos, estéticos, ideológicos, p o lítico s , m e to d o ló g ic o s y p ed a g ó g ico s. Y es q u e n u e s tra o p ció n co m o m ilita n te s p ro g re s is ta s e r a p o r la p ro m o c ió n de la s c la ses p o p u la res, lo q u e no se co n s ig u e a n o se r p o r la tra n sfo rm a ció n p o lítica y econ óm ico-socia l de la sociedad. Si las cla ses q u e d irigen este país co n tin ú an h u yen d o de Lu la c o m o e l d ia b lo d e l a c ru z ; s i u n o d e s u s m á x im o s e x p o n e n te s anu n ció, en las ú ltim a s eleccion es presiden ciales, el éxodo de los in d u stria les en caso de qu e Lu la triu n fase en las eleccion es; si se d ecía con a b so lu ta con vicción qu e la elección de Lu la sign ificaría el cierre de todas las escuelas particulares de Brasil; si se anunciaba e l fin d e la p r o p ie d a d p r iv a d a c o n L u la a l fr e n te d e l e je c u tiv o ; im a g ín en se cóm o rea ccion a ría n esas m ism a s clases, en los años sesenta, frente a la p olítica popu lar del MCP, asociada adem ás con M igu el A rraes, u n a esp ecie de d em on io d isfra zad o de persona. Se llegó a decir que luego del golpe de 1964 h abían encontrado u n a ca n tid ad en orm e de u n iform es de gu errilleros, y ta m b ién de a rm a s , p a r a la lu c h a a rm a d a q u e p r e p a rá b a m o s en la s ed e d el m ovim ien to. C u a n d o m e fu e in form a lm en te p la n te a d a esta c u e s ­ t ió n e n u n o d e lo s c u a r te le s e n lo s q u e e s tu v e p re s o , n o p u d e m e n o s q u e , c o n u n p o c o d e h u m o r , r e ír m e d e m í m is m o , d e l p ro fe s o r P a u lo R osas, d el p ro fe s o r G erm a n o C oelh o, de la p ro fe ­ so ra A n ita Paes B arreto, del esc u lto r A b ela rd o da H ora, de todos n o so tro s, im a g in á n d o n o s con u n ifo rm e y g o rr a de co m a n d a n te, en trenando a los jó ven es gu errilleros. Incluso personas de nuestro círculo de amistades, consideradas serias y saludables, confirmaron e s ta a lu c in a c ió n , m á s q u e fa lsed a d . Y lo h ic ie ro n co m o b u e n o s alucinados, a b so lu ta m en te segu ro s de la ex isten cia d el o b jeto de su alucinación, de su fantasía, de su insensatez. A m igos m íos, que casi adolescen tes trabajaran conm igo en uno de los p ro y ectos qu e co ord in é, m e d ijeron en París, en el tiem p o de m i exilio, que después del golpe de 1964 habían participado en u n a reunión en Recife en la que cierto intelectual, visto com o m u y sensato, lleno de rabia afirm ó la vera cid a d de este desvarío. Y con a ire s de ju s tic ie r o a firm a b a q u e d e b e ría m o s p a g a r p o r n u e s tra

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in sen sa tez de un m odo u otro: en el exilio, en la cárcel, separados de nuestras actividades académ icas... ¡C óm o n o s lleva n a d is to rs io n a r la v e rd a d de lo s h ech o s, n o s ciegan y nos hacen irracionales las pasiones políticas al servicio de los in tereses de clase! Las ú n icas arm as de las que realm en te disp on íam os en el MCP eran n u e stra certeza de las p rofu n d a s in ju s tic ia s de la so cied a d brasileñ a, el em peñ o con el que n os en tregáb am os a la lu ch a d e­ m ocrática en defensa de los derechos humanos, y nuestra confianza en u n a edu cación progresista que, no siendo con cebida com o p a ­ lan ca de las tran sform acion es sociales, tam poco era en tendida co­ m o el sim p le reñ ejo de éstas. N u estra c o m p ren sió n d el p a p el de la c u ltu ra en g e n e ra l, y en p a rtic u la r de la c u ltu ra p o p u la r, en aquellas tran sform acion es, fu e lo que nos llevó, a unos m ás que a otros, a ser criticados, por m ecanicistas fervorosos, de "burgueses id ea lista s", d en tro del sen o d el m c p y, con m ás in sisten cia, en el cu erpo de las izqu ierdas, fu era del m ovim ien to. En el fondo, sin saberlo estábam os en la p ista de G ram sci y de A m ílc a r C abral, en lo qu e tien e qu e v e r con su co m p ren sión d ia ­ léctica de la cultura, de su p a p el en la lu ch a p o r la lib era ció n de los oprim idos. No era casu al que p a la b ra s com o cultura y p o p u la r apareciesen con tanta frecuencia en el universo del vocabulario del movim iento. M o vim ie n to de C u ltu ra P opu lar. C e n tro s de cu ltu ra , c írcu lo s de cu ltu ra, pla za s de cultura, teatro popu lar, edu cación popu lar, sa b id u ría popu lar, gusto popu lar, cu ltu ra académ ica, cu ltu ra p o ­ pu lar, m ed icin a popu lar, p o esía popu lar, m ú sica popu lar, fiestas populares, m ovilización popular, organización popular, arte p o p u ­ lar, literatu ra popular. U no de los o b jetivos exp lícito s del m ovim ien to era la p reserva ­ ción de las tra d icio n es y de la cu ltu ra p opu lar, de las fiesta s del pu eblo, de los en redos de sus tram as, de sus figu ras legendarias, de la h u m ild a d de su re ligio sid a d , en cu yo cu erp o en co n tra m os no sólo la expresión a com od a d a de los oprim idos sino tam bién su resistencia posible. E n lo s fe s te jo s d e ju n io , lo s maracatus, los bumba-meu-boi, los caboclinhos, el mamulengo, el fandango, las carpideiras, la literatura de cordel, la artesanía, la excelen te escu ltu ra en barro; en todo eso y m u ch o m ás, n ad a p a sa b a por alto el m ovim ien to. En el m om ento en que escribo tengo n ítid a en la m em oria, bajo

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la s o m b r a de la s c o p a s de lo s á rb o le s del ra n c h o T rin id a d , sed e del m ovim iento, la figu ra delgada, la m irada fu erte del artista A b e­ lardo d a H o ra tra b a ja n d o con jó v e n e s d el p u e b lo en su estu d io im p rovisa d o. U n a de su s tesis era qu e dibu jar el m u n do, retratar las cosas, u tiliza r otro len gu a je, n o era p rivilegio de u n o s pocos. T o d a p erso n a p u ed e h a cer arte, lo qu e n o sig n ifica qu e tod a p er­ sona pu eda ser un artista im portante. Por lo general lo que nos inhibe es la escuela, haciéndonos copiar m odelos o sim plem ente ponerle los colores a dibujos que no hemos h e c h o , cu a n d o , p o r el co n tra rio , d e b e ría d e s a fia rn o s a q u e n o s arriesgáram os en experiencias estéticas. A l fin y al cabo la esteticidad es p a rte d e la n a tu r a le z a d e la p r á c tic a e d u c a tiv a , v a le d e c ir la cu alidad de ser estética, de no ser a jen a a la belleza. El trabajo de A b e la rd o d a H ora en el MCP era un testim on io de con fian za en la creatividad y en la capacidad h u m a n a de tran sform ar el m undo. U no de los errores m ecanicistas al pensar en las relaciones entre o p res o res y o p rim id o s ra d ica en no p e rca ta rse de q u e n o tod o lo que resu lta de esas relacion es com o respu esta de los oprim idos es en a jen a ción de éstos. Q ue su creación es tota lm en te la expresión de su alien ación , la p u ra co p ia del m odelo de su opresor. La cosa n o e s a s í e n a b s o lu to . S i a s í fu e s e , e l c u a d ro fe n o m é n ic o s e r ía dem asiado sim ple y claro. Es verdad que las relacion es entre op re­ sores y oprim idos, cuando estos últim os "introyectan" a los prim e­ ro s co m o "s o m b ra s " q u e p a s a n a "h a b ita r" en ello s, se v u e lv e n am b igu as y duales. Pierden su au tenticidad. Son ellos y los o p re­ sores en ellos "introyectados". Pero es exactam en te la parte de ellos en ellos la qu e, a p e s a r de su a m b ig ü ed a d , n o p e rm ite q u e sea n reducidos al o p res o r. Y es e s a m a r c a d e ello s, c a s i te n u e , lo q u e h ace de su creación , de su len gu aje, de su cu ltu ra, algo m ás qu e u n a sim ple copia, con virtién dose en u n a especie de grito ahogado de su rebeldía, de su resistencia. En u n a p ráctica ed u ca tiva re alm en te dem ocrática, n ad a m ecan icista, ra d ic a lm en te p rogresista , el ed u ca d o r o la e d u ca d o ra no pueden despreciar esas señales de rebeldía. A l contrario, al enseñar los conten idos in dispen sables él o ella deben, tom ando la rebeldía en la m an o, estu d ia rla com o p o stu ra que h a de ser su p era d a por otra m ás crítica, m ás com prom etida, m ás co n scien tem en te p o liti­ zada, m ás m etod ológica m en te rigurosa. Lo ideal es la p rom oció n de la co n c ien c ia reb eld e a co n cien cia revolu cionaria. Radical sin llegar a ser sectaria. A stu ta sin llegar a

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ser cínica. Hábil sin ser oportunista. Ética sin llegar al puritanismo. Prom oción que, a pesar de su indiscutible im portancia, se encu en­ tra concretam en te obstaculizada. L a ' conciencia rebelde de las m a­ sas populares urbanas está aterrorizada, verdaderam ente dism inui­ da en los m orros, en los arroyos, en lasfavelas, frente a la virulencia a la qu e ellas, las m a sa s p o p u la res, está n ex p u esta s, fren te a la m aldad de los delin cu en tes fu era de la ley y de los policías, igu a l­ m e n te fu e r a d e la ley , q u e se d is p u ta n el m a n d o d el trá fic o de drogas. El esta d o se d es m o ro n a fren te a n u estro s ojos. La im p u n id a d es uno de los síntom as y u na de las causas del desm oronam iento. Los crim inales de origen popular se anim an a arriesgarse apcyados en la im punidad de los crim inales oriundos de la clase dom inante. P a u lo F a ria s fu g itivo , y el e s tra te g a de su fu g a ex p lic a n d o en e n tre v is ta s lo fá cil q u e fu e sa ca rlo d el B ra sil. F e rn a n d o C o llo r am en azán don os con u na posible elección com o diputado. M illares d e to n e la d a s de a lim e n to s e n te rr a d a s o q u e m a d a s p o r h a b e rs e d e terio ra d o d eb id o a la irre s p o n s a b ilid a d o la in c o m p e te n c ia de los funcionarios que nada pagan por ello. Las multinacionales m an­ dán d on os com o si fu éram os sus objetos. J u eces in volu cra d os en corru p ción . D ip u ta d os fed era les qu e ca m b ian de p artido p o r d ó ­ la res. U n g o b e r n a d o r de e sta d o s o s p e c h o s o de h a b e r m a n d a d o asesin ar a un senador, que por su parte consta que estaba in volu ­ crado con el narcotráfico. Escán dalos en el C ongreso. D iputados, sen adores, m in istros, gobern adores, tod os in volu cra d os en la co­ rru p ció n de la d istrib u ción de los recu rso s del p resu p u esto de la re p ú b lica . H a s ta u n d ip u ta d o q u e h a b la n d o tra n q u ilo , ca si con aires de santo, nos explicaba que había ganado 200 veces la btería en ta n p o c o tie m p o p o rq u e e r a a h ija d o d e C risto , q u e lo q u iere m u ch o y no se can sa de ayudarlo. Prom oción de la conciencia rebelde a conciencia revolucionaria, q u e a p e s a r de se r d ifíc il c o n tin ú a s ie n d o n o só lo fu n d a m e n ta l sino adem ás posible. Com probadam ente posible el proceso de esta p r o m o c ió n . B a s ta r ía c o n q u e a n a liz á s e m o s , e n to d o e l p a ís , e l avance que realizaron los m ovim ien tos popu lares en la décad a de los ochenta, adentrándose en la de los noventa, década considerada p erd id a p o r m u ch a gen te bien ubicada. Los avances de los "sin tierra", con sus victorias en la conquista de tierras, en la explotación coop era tiva de las m ism as, en la in s­ talación de los asentam ientos. Los avances de los "sin casa", de los

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"sin escuela". Las conquistas, al lado de los sacrificios de vidas, de los "pueblos" de la selva. Las escuelas com unitarias. H a ce tres o cu a tro a ñ o s y o m ism o tu ve la o p o rtu n id a d de d a r la ú ltim a cla se a un gru p o de jó ven es, ed u ca d o res popu lares, en la sed e de u n a gra n h a c ien d a en Río G ra n d e do Sul, recién c o n ­ q u istad a por el m ovim iento de los sin tierra. 32 A l día sigu ien te los educadores partirían hacia los diferentes asentam ientos en los que se divid ía la hacienda. En cierto m om en to de la so lem n id a d h ab ló u n o de los jó v e n e s a lfa b etiza d ores, m ilita n te d el m ovim ien to. En su discu rso, lu ego de una ligera pausa como si estuviera organizando su pensamiento, dijo: En uno de los prim eros m om entos de nuestra lucha tuvim os que cortar las cercas de alam bre de púas del latifundio con la fuerza que recibim os de nuestra unión. Cortam os y entramos. Pero cuando llegarnos adentro descubrimos que en nosotros mismos había otras cercas más difíciles que cortar. La del analfabetismo, la de la ignorancia, la del fatalismo. Nuestra ignorancia es la alegría de los latifundistas, así com o nuestra lectura, la m ejo ría de n u estra m em o ria y el p rogreso de n u estra cu ltu ra los hace tem blar de miedo. Por eso tenem os que tran sform ar lo que ayer fue un latifundio en un gran centro de cultura.

El d iscu rso del jo v e n líd er ca m p esin o d el su r del país m e h izo retroceder casi treinta años a las discusiones sobre la cultura, sobre su im p orta n cia en la lu ch a dem ocrática, sobre el papel de la ed u ­ cación crítica; discusiones anim adas, a veces privadas, en m i casa, e n la d e A r g e n t in a y P a u lo R o s a s , e n la d e N o r m a y G e r m a n o C oelh o, en la de A n ita Paes B arreto. El jo v e n líder cam pesino h ab lab a y yo m e decía: no h ay por qué reed ita r el MCP. El MCP está vivo en los m ovim ien tos popu lares de hoy en día, sin ese nom bre, sin su organización, pero con el m ism o e s p íritu de lu ch a . D o n d e q u ie r a q u e e d u c a d o ra s o e d u c a d o re s aprendan con los m ovim ien tos p opu lares y a ellos en señ en estará viv o el MCP del R ecife de los años sesenta. Sin em bargo, h ay algo h o y q u e m e a su sta , y cu a n to m á s m e a s u s ta m á s m e e m p u ja a hablarlo, más que hablarlo a gritarlo, al expresar m i preocupación. Me asusta que el desencanto de millones de brasileños y brasileñas, provoca d o por el cin ism o, por la d esfach atez, por la d em ocra tiza ­ ción entre nosotros de la desvergüenza, por la im punidad que todo escon de, qu e siem p re d eja p a ra m a ñ a n a el ca stigo n ecesa rio qu e

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ja m á s se realiza, a ca b e p o r lleva rlos a la d efen s a de la dic ad u ra qu e em ergería de la dem ocra cia ahogada en las aguas de la prrupción. El cam ino de n u estra rein ven ción no p a sa por la dictadula, p or la clausura del Congreso, por la negación de las libertades. Es falso e in justo el discurso que igu a la a todos los políticos, considerados sapos del m ism o pozo. No existe u nan im idad en la virtud, ni ta m ­ p o co en el error. No será cerrando el C on greso com o sa n earem os n u estra socie­ dad, ni tam poco con las restriccion es a la libertad de prensa. T en ­ drem os que rehacerla. Sin em bargo, si usted que ahora m e lee me pregunta si yo tengo la r e c e ta p a r a la s o lu c ió n le d iré q u e n o la ten g o , q u e n a d ie la tiene. Pero igu a lm e n te sé y digo u n a co sa p o rq u e la h istoria nos la h a enseñado, la h istoria de los otros y la n u estra propia: que el camino no es el cierre antidemocrático de los regím enes de excepción, de los go b iern o s sectarios, in toleran tes y m esiá n ico s de la ¿erecha o d e la izquierda. El ca m in o es el de la lu ch a d em o c rá tica p o r el sueño posible de una sociedad más justa, más humana, más decen­ te, m ás linda, p o r tod o eso. L levé co n m igo al MCP to d o lo q u e h a b ía a p re n d id o de n i rico tie m p o en el S esi, d el q u e h a b lé en la c a r ta a n terio r. L a ú ltim a etapa de la práctica de las relacion es entre escuelas y fam il as, los círculos de padres y maestros, a la que se sum aba el no menDs rico ex p erim en to con las d irectiva s de los clu b es sesian os, esti nulándolos a asu m irse a sí m ism os, d esafián dolos a su perar el zsistencialism o del Sesi. Prácticas d em ocráticas en las que el proceso de co n o cim ien to era vivid o d ia ló gica m en te, d esd e la p rop ia elección de los objetos cognoscibles y en la que, por eso m ism o, conocerno era recibir conocimiento sino produ cirlo. P r e o c u p a d o d e n tro d e l a p r á c tic a e d u c a t iv a in fo r m a l p o r e l a u to rita rism o y el m eca n icism o de la escuela tradicional, pensé en la crea ción de u n a in stitu ció n abierta, viva, cu riosa, en la qu e el ed u ca d o r o la ed u ca d ora , al en señ ar, se estu viese exp o n ien d o al a p re n d e r y en la q u e el e d u c a n d o a p re n d ie s e , en la p r á c ic a de aprender, que sólo aprende realm en te quien produce la comprensión o la inteligencia de lo enseñado. Esto es, sólo aprende quien aprehende y fo r m u la la c o m p r e n s ió n d e lo e n s e ñ a d o . P o r e s o m e m o r iz a r m e cá n ica m en te el perfil del con cepto del objeto no revela n in gú n conocim iento.

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Fue así com o n acieron, en el Proyecto de E du cación de A du ltos qu e coordin é en el m ovim iento, por un lado los cen tros de cu ltu ra y p o r o tr o lo s c ír c u lo s d e c u ltu ra . L o s p r im e r o s e r a n e s p a c io s am plios qu e a b rigaban en sí a círcu los de cu ltu ra, b ib lio teca s p o ­ pulares, representaciones teatrales, actividades recreativas y depor­ tivas. Los círculos de cultura eran espacios en los que se enseñaba y se a p re n d ía d ia ló gica m en te. En los qu e se conocía, en lu ga r de h acer tra n sferen cia de con ocim ien tos. En los qu e se p rod u cía co­ n ocim ien to, en lu gar de la yu xtap osición o de la su perposición de co n o cim ien to p o r el ed u ca d o r al o so b re el edu can do. En los qu e se constru ían nuevas h ipótesis de lectu ra del m undo. Los ed u ca d o res y las ed u ca d o ra s de qu e d isp on ía m o s eran j ó ­ ven es u niversitarios y u niversitarias que, bu scan do el m ovim iento com o volu n tarios y despu és de ser in form ados sobre los diferentes p royectos en curso, elegían aquel o aquellos en los que prestarían su con tribu ción de a cu erd o con sus p referen cias, in clin a cio n es o gustos. L u ego de u n p erio d o de fo rm a c ió n q u e n o se d a b a n u n c a p o r con clu id o -en el fond o la form ación es p erm an en te-, los ca n d id a ­ tos in icia b a n sus la b ores bajo la su pervisión del equ ipo qu e co or­ d in a b a el proyecto. La p rim era serie de círcu los de cu ltu ra se estru ctu ró en áreas p o p u la res de la p eriferia de R ecife. Eran círcu los que se form aban en asociacion es de beneficencia, en clubes de fútbol, en sociedades de am igos del barrio, en iglesias. Los edu cadores se encargaban de preparar el terreno p ara la crea­ ción del círculo, visitaban el club popu lar o la iglesia parroqu ial o la sociedad de amigos del barrio y exponían la idea de la posibilidad, de un trabajo pedagógico. U n a v e z a ceptada la p rop u esta se reali­ z a b a u n a b u en a d ivu lg a ción en tod a la zona, u tilizá n d o se los re­ cu rsos p o p u la res. Se a p ro vec h a b a el p o d er de m u ltip lica ció n de noticias de los bares y las esquinas, de las peluquerías, del servicio de altoparlantes del club y de la parroquia o de la iglesia evangélica. C reados dos o tres círcu los, los edu cadores realiza b a n u n a en ­ cu esta tem á tica entre los participan tes, m ism a que era estu diada por nosotros, reu n idos en equipo, en la sede del m ovim iento. U n a vez "tratados" los tem as, con ellos se organ izab a un progra m a que luego sería discutido con los participantes del círculo, cuyo núm ero va ria b a de un círcu lo a otro, en fu n ción de las p o sib ilid a d es y del in te ré s de su s m ie m b ro s. P re p a rá b a m o s lo s m a te ria le s p a r a la s

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discusion es siem pre observando los recu rsos de que disponíam os. Pizarra, gis, fran elógrafo, p royectores de diapositivas, grabadora. Pienso en lo que podríam os hacer hoy con los recursos tecnológicos a nuestra disposición... Después de algunas encuestas tem áticas yo y a tenía una idea de los tem as fundam entales que surgirían en las nuevas encuestas. N acionalism o, dem ocracia, desarrollo, im perialism o, voto de los analfabetos, reform a agraria, envío de capitales al extranjero, anal­ fabetism o, exclu idos de la edu cación eran, entre otros, los tem as q u e fo rm a b a n p a rte d el u n iv e rs o d e la c u rio s id a d de la s z o n a s p o p u la res del Recife de los años sesenta. Fue p recisa m en te la eficacia de este trabajo, el in terés d es p er­ tado p o r el m ism o, la viva cid a d de las discu sion es, la cu rio sid a d crítica y la capa cid a d de con ocer que revelaban los gru p os p o p u ­ lares lo que me hizo pensar en la hipótesis de elaborar algo parecido con m iras a la alfabetización de los adultos. Los resu lta d os de las a ctivid a d es de los círcu los de cu ltu ra del MCP repetían aciertos m etodológicos de actividades dialógicas re a ­ lizadas antes en el Sesi. C u a n d o co m en cé a en sa ya r ca m in os p a ra la a lfa b etiza ción de los a d u ltos y o y a esta b a co n ven cid o de la va lid ez de ciertos p rin ­ cipios qu e sólo tu ve que p rofu n d iza r y com p ren d er m ejor a la lu z de las p rácticas en qu e p a rticip é y de la reflex ión teó rica a la que siem p re m e entregué. A l esc rib ir h o y un p oco so b re ese m o m en to n o sólo so y el qu e fu i a yer, sin o ta m b ié n el q u e e s to y s ie n d o h oy . H a b lo d e có m o p e n s a b a a y e r y de có m o p ie n s o a h o ra en u n a c o n tin u id a d q u e realm en te existe. Si se p ien sa en m i periodo en el Sesi, en la p ráctica político-ped a gó gica sobre la qu e ja m á s faltó la reflexión crítica, qu e n ecesa ­ riam ente im plicaba la intensa lectura de u na extensa literatura, se p u ed e p ercib ir có m o el MCP, sus principios, sus sueños, coincidían con los m íos y se m e p rop o n ía com o excelen te cam po de activid a ­ des. De 'actividades qu e fin alm en te eran prolon gacion es de otras, v iv id a s en o tro tie m p o y en o tro esp a c io . El tie m p o y el esp a c io del Sesi. Pero con u n a diferen cia. En el Sesi yo era u n a con trad ic­ ción posible. En el MCP y o era u n a coin ciden cia agradable. V ea m o s p or ejem plo algu n o de los su pu estos de los qu e pa rtía y sobre los que no m e dilataré, precisam en te por h ab erlos tratado de form a a veces exh au stiva en estu dios anteriores.

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Ta l vez la m ejor m anera de h ablar de éstos sea tom ar la práctica e d u c a tiv a -u n a s itu a c ió n e d u c a tiv a c u a lq u ie ra - co m o o b jeto de n u estra cu riosidad y tratar, develá n d ola criticam en te, de detectar en ella sus elem entos necesariam en te constitutivos. H a ga m os el ejercicio. M a ría es m aestra. C om o m a estra ella se sien te y se sabe educadora. T ra b a ja tres veces por sem a n a con un gru po de trein ta alu m n as y alu m n os a los qu e en señ a h istoria de Brasil. El p rim er pu n to que h a y que observar es que la situ ación ed u ­ ca tiva se rea liza en un d eterm in a d o espacio al q u e p o r lo g e n era l n o se le d a n in g u n a im p o r ta n c ia , o se le d a m u y p o ca . P ero en rea lid a d el esp acio en el qu e se vive la situ a ción ed u ca tiva es tan im p ortan te p a ra los edu cadores y los edu can dos cu anto es im p or­ ta n te p a r a m í el esp a c io en el q u e tra b a jo en m i ca sa , en d o n d e leo y escribo. El a p a ren te desord en en qu e se en cu en tra la m esa en qu e escrib o tal v e z se co n v ertiría en un a u tén tico desord en si a lgu ien qu e no fu ese y o tra ta se de orden arla. A fin de cu en tas el o rd en de u n a s a la o de u n a m e s a tien e q u e v e r con lo q u e h ag o en ella y p a ra qué, tien e qu e v e r co n m igo m ism o. C on m i gu sto o con m i posible m al gusto sobre el que poco haya yo trabajado para c o n v e rtirlo en b u e n gu sto . N e c e s ita m o s c o n n o ta r el e s p a c io de trabajo con ciertas cualidades que en últim a instancia son nuestras p ro lo n g a c io n e s . H a c e m o s el es p a c io q u e, si b ie n n o n o s re h a c e to ta lm e n te , n o s a y u d a o n o n o s a y u d a e n e l c u m p lim ie n to d e nuestra tarea. En este sentido, lo que h ay de adverbial, de circu ns­ tancial en el espacio educativo, acaba por volverse tan fundam ental co m o el esp a cio p ro p ia m en te dich o. Lo estético, la n ecesa ria b e­ lleza, el cu idado con el que se tra ta el espacio, todo esto tien e que v e r co n cierto e sta d o de e sp íritu in d is p e n s a b le al eje rc ic io de la curiosidad. T a l vez un excelente com ienzo para un año lectivo sería u n a b u e n a c o n v e rs a c ió n en tre lo s e d u c a d o re s y lo s e d u c a n d o s sobre su espacio. Sobre, cóm o h acer o ir h aciendo de éste un lu gar alegre, qu e gen ere bien esta r. E xiste u n a relación n ecesa ria en tre el cu erp o del e d u c a d o r o de la ed u ca d o ra , el cu erp o de lo s e d u ­ ca n d os y el esp a cio en el q u e tra b a ja n . No ex iste un cu erp o vivo q u e n o in te rc a m b ie experiencias co n su e sp a c io . El c u id a d o d el espacio revela la vo lu n ta d de lu ch a por éste, y, por eso m ism o, la com pren sión de su im portan cia. T a m b ién revela qu e el o los cu er­ pos conscientes se resisten a dejarse caer en la indiferencia fatalista p a ra la que y a no h ay n ad a que hacer.

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No por casualidad los anim ales delim itan su espacio, er defensa del cual lu ch an con bravura. Tam p oco es casual que, sen tados en el banco de una plaza, reaccionem os autom áticam ente si un extra­ ño se sien ta dem asiado próxim o de nosotros. E stoy convencido de que el desinterés por el espacio revela cierto "burocratism o mental" fr e n te a l q u e h a c e r q u e s e r e a liz a r á e n él. N o m e p a r e c e q u e el gu sto p o r lo qu e h acem os co in cid a o co n v iva con la in diferen cia, con el d e s c u id o fre n te al es p a c io en el q u e a ctu a m o s . A d e m á s , revelar cuidado y respeto por el espacio de trabajo es una excelente o p o rtu n id a d q u e tien e el e d u c a d o r o la e d u c a d o ra de d a r a su s alu m n os testim on io de su d iscip lin a y de su recon ocim ien to de la im p o rta n c ia del esp a cio y de las co sa s q u e lo co m p o n en p a ra el b u en cu rso de su p ráctica. Lo m ism o se p u ed e d ec ir d el esp acio en el q u e v iv e n lo s n iñ o s , d el e s p a c io en el q u e ju e g a r . ¿ C ó m o p o d rá n m a ñ a n a re sp eta r el sa ló n de cla se si h o y n o re sp eta n la sala de su casa en nom bre de que son libres? ¿Cóm o van a respetar el m u n do de afuera, con sus árboles, sus anim ales, sus aguas, si hoy m altratan los m uebles de su casa, si m altratan a los animales, si destruyen los arbu stos del ja rd ín ? En m is an d an za s por las zon as p op u la res de Recife m e im p re­ sionaba la van idad san a y legítim a con la que las dueñas, de casa realm en te pobres exhibían su sala de suelo batido, 33 absolutam ente lim pio, con sus taburetes barnizados y, de vez en cuando, una silla ostentan do un pañ ito artísticam en te bordado, "brillando' de b la n ­ co. L a s p a re d e s , a v e c e s a t ib o r r a d a s d e fo t o s e n c o lo r e s d e la familia. U n a casa así no coincidía con la in m ovilidad fatalista... J o n a th a n Kosol, u no de los m ás im p orta n tes ed u ca d D res n o r­ team ericanos de hoy, autor de M u erte a tierna edad, * conocido best seller, cuenta su experiencia de m aestro en el sistem a educativo de B oston y h ab la sobre cóm o la discrim inación racial llevaba al m ás absu rd o aban d on o del espacio ped agógico de los discrim in a d os y los oprim idos. M uerte a tierna edad, digo y o en el prefacio de la edición brasileña d e este libro e x cep c io n a l -la m en ta b lem e n te poco leíd o en tre n o ­ sotros-, fu e uno de los p rim eros libros con los que m e "en con tré" en una de m is casi diarias peregrinaciones por las excelentes libre­ r ía s d e C a m b rid g e , a c o m ie n z o s d e 1969. C u a n d o lo re tir é d e l * Jonathan Kosol, Muerte em tenra idade, Sao Paulo, Edigoes Loyola, 1982.

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estante y com encé a hojearlo -repitiendo ese gesto universal y bien conocido de quien casi se pierde recorriendo las diferentes "calles" d e las d iferen tes librerías- y a m e h ab ía sido p resen tad o. A lgu ien m e h ab ía h ablado del libro con entusiasm o, en N u eva York, u nas semanas antes. A ú n e n la lib r e r ía , le í e l p r e fa c io d e R o b e r t C o le s , q u e m e em p u jó -é s ta e s la p a la b ra co rrecta - de re g re s o a c a s a p a r a c o ­ m e n z a r la le c tu r a , q u e re a lic é c a s i d e u n s o lo a lie n to , d e e s te excelen te libro de Jo n a th a n Kosol. A m e d id a q u e lo ib a ley en d o , tod o lo d el lib ro m e ib a ca la n d o h on dam en te, m e h acía cen trarm e en él, sin n in gu n a in ten ción de dejarlo. El estilo suave, sin ser m eloso; enérgico, sin ser arrogante; la p a la b ra adecuada, la aprehen sión exacta del su frim ien to de los niños discrim inados, la capacidad de convivir con ellos, de sentirlos d e c e r c a sin h a c e rle s fa vo res , y s u m a n d o a tod o esto el v a lo r de r e c h a z a r lo m á s fá cil: a c o m o d a rs e al ju e g o d is c rim in a to r io con a ires de q u ien d efien d e el d erech o igu a lita rio de tod os los niños. E n tre el silen cio de q u ien p a cta con la "m u erte a tiern a edad" de los niños, y la práctica y el gesto que denuncia esa "m uerte", Kosol ja m á s dudaría. Practicó la den u n cia y fue separado de su cargo de m a e s tro su p le n te de u n a e s c u e la p ú b lic a d el "terce r m u n d o " en B o sto n ... No es c a su a l q u e este lib ro c o n tin ú e s ien d o a c tu a l en E stados U nidos, con tira jes qu e se su ced en año a año, h ab ien d o ten ido seis re im p resio n es en el m es de su lan zam ien to. El títu lo h ab la m u y bien de lo que Kosol dice apasion adam en te en su lib ro. Y s ie m p re e s c rib e así. K o so l n o p u b lic a lib r o s p a ra a ten d er a u n a ex ig e n c ia b u ro crá tica cu a lq u iera . K osol ge sta su s lib ros con p a sió n y con a m o r en los co m b a tes q u e lib ra con y en la realid ad en la qu e se en cu en tra com p rom etid o. U n m e s d e s p u é s de h a b e r leíd o y re leíd o M u erte a tierna edad, fui coordin ad or de otro curso en C u ernavaca, México, en el centro q u e Iv á n Ilic h m a n t e n ía d in á m ic o y a b ie r to y a l q u e a t r a ía u n sin n ú m ero de in telectu ales la tin o a m erica n o s, n ortea m erica n o s y europeos. En la terra za circ u la r llen a de h elech os de la ca sa acoged ora , Ilich a co stu m b ra b a reu n ir a los in telectu ales que, por u n a u otra ra zó n , se e n c o n tra b a n a llí -a lg u n o s in vestig a n d o , re c o rrie n d o el riq u ísim o acervo de d ocu m en tos del qu e d isp on ía el centro, otros co o rd in a n d o cu rsos, a vec es p erm a n en tem en te , co m o F ra n cisco Juli5o,34 q u e v iv ió n ordestin am en te en Cuernavaca.

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Ya de regreso, yo a Cam bridge y él a Boston, nunca más dejamos de llen ar las tardes de los sábados con conversacion es de am igos. Luego que la ventana se cayera por la fuerza del viento, el portera apareció

y la afianzó con clavos, de m anera que no volviera a caerse -ni tam poco a abrirse. Pasó un mes antes que consiguieran el vidrio que faltaba. Los niños que estaban cerca de la ven tan a tem blaban. La directora pasaba cerca de n osotros con frecu en cia y p od ría h aberlo visto, igu al que las supervisoras escolares.*

¿ Q u é h acer, d esd e el p u n to de vista p ed a g óg ico y h u m an o, en un esp acio a tal pu n to relegado? ¿Q u é h a cer en los esp acios m ás qu e p reca rio s de las escu elas brasileñas de las zonas populares, menospreciadas y discriminadas? P o r e s ta ra z ó n la lu c h a d e la s e d u c a d o ra s y de lo s e d u c a d o re s brasileños, que debe partir de la radical exigencia de salarios menos in m orales, con los que se sien tan resp eta d os en su dign id a d p er­ sonal y profesion al, tien e que exten d erse a la lu ch a por el espacio p e d a g ó g ic o , a la lu c h a p o r su fo rm a c ió n p erm a n e n te , a la lucha p o r un tiem p o rem u n era d o p a ra estu diar. Es necesario llegar al m om ento en que ninguna m ujer u hom bre pú blico p u ed a decirnos: "Los m aestros y las m aestras están en lo c ie rto , g a n a n m u y p o c o , p e r o y o n o c u e n to c o n r e c u r s o s p a r a p a ga rles lo q u e m e piden ." Es preciso que los gobernantes desarrollen en sí m ism os lo que, con raras excepciones, en cierto m odo les vien e faltando: volu ntad p o lític a p a ra n o sólo p ro c la m a r m ie n tra s son c a n d id a to s q u e la edu cación y la salud son prim ordiales, sino proba r que lo son, una v e z electos. Para que la edu cación y la salu d sean prim ordiales es in dispen ­ sable qu e d isp on gan de recu rsos: la p riorid a d se tra d u ce co n cre­ tam en te en dinero p a ra el personal, p a ra el m aterial de in vestiga ­ ción, p a ra la fo rm ación p erm a n en te del personal. Lo que m e parece in m oral es la disp aratada diferen cia entre los niveles salariales. U nos con tanto y otros sin nada, com o es el caso de los edu cadores y de las educadoras. Por eso m ism o es u rgen te no sólo cobrar los im p u estos a quien no los paga, sin o re o rien ta r la p o lítica de los ga stos pú blicos. Es u rgen te extirpar gastos in necesarios, así corno m oralizar la d istri­

* Kosol, op. cit., p. 47.

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bución y la aplicación de los recu rsos presu pu éstales. Tam b ién es p reciso qu e ca stigu em o s con la n ega ció n del vo to fu tu ro a q u ien en su práctica de electo, negando el discurso del candidato, no hace n ad a en fa v o r de la ed u ca ció n . En realid ad , cu a n d o un go b iern o llega al poder h ered a qu inien tos años de descuido de la educación pú blica. Y a es gra n co sa p o d er d ec ir qu e d u ra n te su m a n d a to ha ofrecido au m en tos su periores a la in flación , pero es preciso h acer m ás: su perar la distorsión a que vien en sien do som etidos los ed u ­ cadores y las educadoras. No es posible estar a la altura de nuestro tiempo con escuelas maltratadas, sin equipos, con m aestras y m aes­ tros poco preparados, y no es posible ten er m aestros com petentes y conten tos con los salarios actuales. Es urgente que se realice casi una predicación, a nivel nacional, para despertar la con cien cia de la sociedad civil h acia lo que realm en te sign ifica la educación. D espertar de la con cien cia en el sentido de que, a su m ien d o el p rofu n d o sign ificad o (le la p ráctica edu cativa, asu m am os tam bién ciertos sacrificios n ecesarios en su favor. C u an do los m a estros y las m aestras de u n a red escolar entran en h u elga d efen d ien d o o ex igien d o sa la rios m en os in m orales, en realidad están ejerciendo un derecho legítim o, dem ocrático, y ofre­ ciendo a los niños y a los adolescentes el testim onio de que luchan p or m ejorar la sociedad. En vez de criticar a los m aestros y a las maestras, las fam ilias de los a lu m n os deberían lu ch ar con tra el estado qu e h istórica m en te vien e d esa ten d ien d o el cu m p lim ien to de su d eb er de o frec er ed u ­ cación en cantidad y en calidad a la población. Y no es con salarios de m entiritas con lo que podernos tener una educación de calidad. La lu ch a de los m a estros y de las m a estra s es ju sta , y será tanto m ás bella cuanto m enos hieran la ética mientras luchan. U n s e g u n d o s u p u e s to d e l q u e y o p a r t ía e r a l a e x is te n c ia de sujetos, educadores y educandos, en la práctica educativa; sin que esto sig n ifiq u e q u e lo s u n o s y lo s o tro s sea n ig u a le s en tre sí. El h ech o de que sean su jetos de la p ráctica no an u la la especificidad de cada uno. U no es su jeto del acto de enseñar, los otros del acto de aprender. U no aprende al enseñar, los otros en señ an al ap ren ­ der. T o d o s son su jetos del p roceso de conocer, qu e a b a rca el en ­ señ ar y el apren der.*

* A lo largo de estas cartas, así como en varios trabajos publicados, me he referido a la riqueza de estos procesos.

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U n te rc e r su p u esto es la p re s e n c ia d el co n ten id o o d el o b jeto cogn oscib le en la p rá c tic a edu cativa; pu esto que, por ser co gn os­ citiva , ta l p r á c tic a n o p u e d e e x is tir sin u n objeto de conocim iento qu e, sien d o enseñado p o r e l maestro, d eb e ser aprendido p o r lo s alumnos. P or otro lado, y a h o ra y a esto y h ab lan d o del cu arto su pu esto, no h a y p ráctica ed u ca tiva qu e no se dirija h acia un determ in ado objetivo, qu e no gu a rd e en sí cierto sueño, cierta u topía. La directividad de la práctica educativa explica su condición política (quinto su pu esto), la im p osib ilid a d de un qu eh a cer "asexu ado" o neutro. S in em b a rgo , el h e c h o de q u e la p r á c tic a e d u c a tiv a n o p u e d a ser neutra no debe llevar al edu cador o a la educadora a pretender o a intentar, por cam in os su brepticios o no, im p on er sus gu stos a los educandos, sin im portar cuáles sean. Ésa es la dim ensión ética de la práctica edu cativa (sexto supuesto). D im ensión que se dilata h asta la cuestión de la belleza, de la estética, y no sólo en relación con el p rod u cto de la práctica, sino tam bién con su p roceso (sép ­ tim o supuesto). O tro pu n to de p a rtid a fu n d a m en tal se en cu en tra en el respeto de la id en tid a d cu ltu ra l de los edu ca n d os, del sesgo de cla se qu e m a r c a ta l id en tid a d : v a le d ecir, el re sp eto p o r el le n g u a je de lo s educandos, su sintaxis, su prosodia, su sem ántica, y por los cono­ cim ien tos de ex p erien cia h ech os con qu e llegan a la escuela. Por todo esto basaba la práctica de la alfabetización de los adul­ tos, cuyas in vestigacion es y prim eras experiencias (ancladas en la co m p ren sión crítica de la ed u ca ció n qu e c o m en za ra en el tiem po fu n d a n te del Sesi) realicé en el m c p , en los siguientes puntos: 11 L a a lfa b e tiz a c ió n es u n a cto d e co n o c im ie n to , u n a cto de creación , y no de m em oriza ción m ecá n ica de letras y de sílabas. 2] Los alfabetizandos deben ser desafiados a asu m ir el papel de su jetos del p roceso de ap ren d iza je de la escritu ra y de la lectu ra. 3] El p rog ra m a debe su rgir de la in vestiga ción del u n iverso del vocabu lario de los alfabetizandos, que al m ism o tiem po nos brinda el u n iv e rs o te m á tic o d el área. L a s p rim e ra s c o d ific a c io n e s a ser "leídas" -va le d ec ir d ec o d ifica d a s- p o r los a lfa b etiza n d o s ofrecen la p o s ib ilid a d de u n a d isc u s ió n so b re el co n c ep to de cu ltu ra. La co m p ren sión de la cu ltu ra com o crea ción h u m an a, de la cu ltu ra com o p rolo n g a ción qu e m u jeres y h om b res con su tra b a jo h acen del mundo que no hicieron, ayuda a la superación de la experiencia p o lítica m en te trá gica de la in m ovilid a d p rovo ca d a por el fatalism o.

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Si h o m b re s y m u je re s p u ed e n con su a cció n , con la tecn o lo gía , in cipien te o sofisticada, cam biar el m u ndo que no hicieron, en ton ­ ces, ¿por qué no pueden cam biar el m undo de la historia, el mundo social, económico y político del qu e son h aced ores? 5] El d iá lo g o co m o c a m in o de co n o cim ien to d eb e ca ra c te riza r a la p ráctica de la alfabetización , lo que no in va lid a la información necesaria hecha discursivam ente y sin la cual no hay conocimiento. 6] Las pala b ra s ge n era d ora s deben ser colocad as en las co d ifi­ caciones cu ya "lectura" p o sib ilita la creación de in n ú m eras frases con ellas. Sólo despu és de u n a larga exp erien cia h aciendo frases, ten ien d o la p a la b ra gen era d ora en d iferen tes p osicion es y fu n cio ­ nes, com ien za el trabajo de decodificación de la palabra en sílabas y, más tarde, el de la com binación de las sílabas en nuevas palabras y de éstas en nuevas frases. 7] Es a b so lu ta m en te n ecesa rio n o d ic o to m iza r la lectu ra de la escritura. No existe la una sin la otra, y es fundam ental ejercitarlas am bas sistem áticam ente. Aún más, el aprendizaje de la escritura y d e la le c tu ra d eb e m e jo ra r la oralidad, de ahí la n ecesid a d de su práctica. 8] Que se tenga en consideración lo que significa para un adulto de treinta, de cu aren ta años, h abitu ado al peso de su h erram ien ta de trabajo, pasar a m anipular el lápiz. A l principio de su experiencia d e b e h a b e r u n a d e s p r o p o r c ió n e n tre la fu e r z a q u e e m p le a y e l peso del lápiz. Y es preciso que se reacon dicion e poco a poco, con la práctica repetida. 9] Adem ás, debem os considerar la in segu ridad del adulto iletra ­ do, que se agravará si se siente tratado como niño. Y no hay manera más eficaz de respetarlo que acatar su conocim iento de experiencia h ech o con el objeto de ir m ás allá de él. T ra b a ja r con los ed u ca n ­ dos con la id ea de crear un am bien te de con fian za en el que p u e ­ d a ex istir la seg u rid a d es d efin itiva m e n te fa vo ra b le al p roceso de aprendizaje. P or ejem p lo , la d isc u s ió n so b re la a firm a c ió n de q u e n a d ie lo sa b e tod o y n a d ie lo ig n o ra tod o, e n riq u e c id a p o r e je m p lo s c o n ­ cretos, p u ed e a y u d a r a q u e el a lfa b etiza n d o a su m a u n a p o stu ra m ás crítica, lo qu e refu erza lo descu b ierto a n teriorm en te sobre la cultura. * * Véanse La educación como práctica de la libertad y Acción cultural para la libertad, ambos publicados por Siglo XXI Editores, en los que me extiendo en el análisis de estos aspectos, razón por la que ahora me limito.

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C on sideran do a h ora los p rin cip ios p o lítico-p ed a gó gico s en que me he basado, así com o ciertas razones epistem ológicas de las que he h ab lad o en d iferen tes textos, n o ten go p o r qu é n eg a r m is p ro ­ posiciones. D entro de u n a persp ectiva progresista, h oy contin ú an siendo tan válidas com o ayer. Sin em bargo, desde el punto de vista de la alfabetización en sí es im p osib le relegar a un segu ndo plan o los estudios actuales de la socio y la psicolingüística, la contribución de Piaget, de V yg o tsk y, de Luria; la de E m ilia F errero, M adalena W e ffo rt, M agda Soares. C o n trib u cio n es que, sien d o bien a p ro ve­ chadas, rectifican y m ejoran algu n as de las propu estas que yo he hecho. Si b ie n m i in te n c ió n al e s c rib ir so b re el m c p era h ab lar sobre m i ex p erien cia en él, no b a sta h ab lar ú n icam en te de los procesos en lo s q u e p a rtic ip é . T o d o o ca si tod o lo q u e se h izo en el co rto periodo de existen cia del m ovim iento tien e u n a im p orta n cia esp e­ cial. Y a h e h a b la d o p o r e jem p lo de la v a lo riz a c ió n de la s fie s ta s p op u la res qu e llen aban de gente sen cilla el A rraial do Bom Jesús o el ran ch o Trinidad, com o tam bién es conocido, p ara bailar, para cantar, p a ra ju g a r, p a ra ser. Y a m e he referid o a las experien cias artísticas de A b ela rd o da Hora, p a ra qu ien el gu sto por la belleza, q u e d eb e ser d e s a fia d o , n o es, sin e m b a rg o , p r o p ie d a d d e u n o s pocos. Dentro de esta línea me gustaría hablar de las plazas de la cultura, p r o y e c to c o o r d in a d o p o r el p r o fe s o r P a u lo R o sa s; la e d u c a c ió n popu lar de n iñ os y adolescen tes, bajo la respon sabilid ad de A n ita Paes Barreto, n otable p sicólo ga y no m en os n otable edu cadora; el teatro popu lar, coord in ad o p o r Luis M en donga y por el qu e pasó A ria n o Suassuna. La cartilla p ara adultos de N orm a C o elh o y J osina Godoi, sobre la q u e A n ís io T e ix e ir a , en a q u e lla é p o c a al fr e n te d el In s titu to N acion al de E stu dios Ped agógicos, in e p , escribió una página alta­ m e n te fa v o ra b le ." El P ro y e c to d e In v e s tig a c io n e s , d el q u e ta m b ié n fo rm é p a rte pero qu e tu vo en Paulo Rosas, sus co laboradores y colaboradoras la p resen cia m ás d esta ca b le, ta m b ién rep res en tó u n im p o rta n te p a p el en el m o vim ien to . A h o ra , v a lié n d o m e a p e n a s d e la m e m o ria , re c u e rd o a lg u n a s ocasion es en que A n ita Paes Barreto, Paulo Rosas y yo debatim os, c o n e l p ú b lic o q u e h a b ía a s is tid o a a lg u n a p ie z a d e te a tro , la s im p licacion es plu rales de la m ism a.

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El p ro y e c to d el te a tro p o p u la r m a n te n ía u n circo a m b u la n te q u e ib a de b a rrio en b a rrio y en el q u e o fre c ía m o s e s p e c tá c u lo s de tea tro y fu n c io n e s de cin e. L a e n tra d a c o s ta b a lo m is m o qu e su equivalente en el cine más barato del barrio. Antes de com enzar el e s p e c tá c u lo a lg u ien a v is a b a q u e u n a v e z te rm in a d a la r e p r e ­ sen tación de la p ieza ven drían tres edu cadores h asta el proscenio p a ra d isc u tir con q u ien q u isiese h a cerlo . E ran p o c o s lo s q u e se retiraban , tal era en tre n osotros el in terés por la d iscu sión en los años sesenta. Discusión de cuestiones políticas, sociales, económ i­ cas, culturales, históricas. Surgidas del proceso histórico, las clases populares se experim entaban curiosas, com o si estuviesen m idien­ do los lím ites de sus derechos. El estilo populista de hacer política, am biguo por naturaleza, posibilitaba por un lado el m ayor espacio de participación de las clases populares, y por el otro lo restringía. Éstas venían a los debates, a los encuentros, a veces porque estaban motivadas para saber más e intervenir, y a veces porque precisaban sa b e r h a s ta q u é p u n to lleg a b a su d erech o de p a rticip ar, d el qu e tanto se hablaba. El MCP se in scrib ía entre los que en tend ían la p ráctica educativo-política y la acción político-edu cativa com o prácticas desocultadoras, d esa lien a n tes, qu e b u sca b a n qu e las cla ses p o p u la res se en treg asen con un m á xim o de co n c ien c ia crítica al esfu erzo p a ra la transform ación de la sociedad brasileña. De una sociedad injusta, au toritaria, en otra m en os perversa, m en os in justa, m ás abierta, más dem ocrática. É sta es la u topía n ecesaria que, siendo h oy tan oportun a y fu n ­ d a m e n ta l co m o a yer, y o o p o n g o al "s u e ñ o " d el antisueño de los pragmatistas qu e d ecreta ro n la m u erte de la u topía, de las id eo lo ­ gías, de las cla ses so cia les y de su s con flictos com o la m u erte de la historia. Hoy existe un tema generador que preocupa, no im p orta que sea de diferen te m anera, a los poderosos y a los sin poder. Es el tem a del con ocim ien to, de la p rod u cción del con ocim ien to, de su ca p a ­ cidad de in stru m en ta ción . C on ocim ien to que, en térm in os p rá c ti­ cos, constitu ye la form ación de m u jeres y h om bres p ara el proceso de la produ cción . La opera tivid a d de los gru p os h u m a n o s d ep en d e ca d a v e z m ás del sa b er técn ico y cien tífico en d iferen tes n iveles. La respuesta neoliberal a este desafío reduce la form ación técnicoc ien tífica al p u ro entrenamiento, en cu yo p ro c e s o el entrenado no

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tie n e c ó m o n i p o r q u é p r e o c u p a r s e p o r l a r a z ó n d e s e r d e lo s hechos que dem anden explicación más allá de la técnica en el nivel de la pu ra práctica. La resp u esta progresista, a cuyo ideal y a he h ech o varias veces referen cia en estas cartas, no distin gu e la h ab ilidad técn ica de la ra zó n filosófica , el u so de las m a n os d el ejercicio de la m en te, lo práctico de lo teórico, la p rod u cción eco n óm ica de la p rod u cción política. Finalm ente, creo que no estaré faltando a la verdad si digo que éste fu e el esp íritu qu e p rep o n d e ra n te m en te m a rcó el ru m bo del tra b a jo del M o vim ien to de C u ltu ra P o p u la r de Recife. T a m b ié n c r e o q u e e l MCP co n tin ú a a la esp era de u n tra b a jo o bjetivo, qu e ta m p o co se re a liza con la n ega ció n im p o sib le de la s u b je tiv id a d de q u ien lo rea lice, q u e lo a n a lice h is tó ric a m e n te y que, por eso m ism o, v a y a m ás allá de en sayos com o éste, m a rca ­ dam ente im presionista.

D e l M CP al Servicio de Extensión Cultural de la Universidad Federal de Pernambuco El S ervicio de E x ten sión C u ltu ra l de la U n iversid a d , lla m a d a en aquel en ton ces de Recife, nació de un sueño nuestro, del entonces rector, d o c to r J o á o A lfre d o G o n g a lves d a C o sta Lim a, y m ío. L o c o n o c í c u a n d o é l d ir ig ía l a d iv is ió n d e S a lu d y y o l a d e Educación y Cultura, Así, m ucho tiem po antes de que fuese rector, cuando aún era vicerrector, solíam os conversar sobre la posibilidad de que la u niversidad, sobrepasando sus muros, extendiese su ac­ ció n a la s á re a s n o a c a d é m ic a s , p ero es c o la riz a d a s , co m o la de estu d ia n tes p reu n iversita rio s y la d el m a g isterio pú b lico de n ivel b ásico. Y su m ar a esa p osib le clien tela la de las zon as popu lares, trabajan d o, p o r ejem plo, a veces con las cú p u la s sin d ica les a las q u e o fre c e ría m o s c u rs o s de fo rm a c ió n , y a v e c e s , ¿ p o r q u é n o?, e n fre n ta n d o d e s a fío s co m o el a n a lfa b e tis m o . L a im p o r ta n c ia de qu e u n a u n iv ersid a d com o la F ed era l de Pern am bu co, en el N o r­ deste brasileño, contribuya a la form ación perm anente de maestras y m a e s tr o s d e la e n s e ñ a n z a b á s ic a y m e d ia d el e sta d o y , p o r lo m en os, de los m u n icip io s de la lla m a d a G ran Recife, así com o la de q u e p a rticip e en la fo rm a c ió n p o p u la r d es d e la a lfa b etiza ció n m is m a , e r a a lgo q u e n o s p a r e c ía s e r ta r e a y d e b e r d e la a cció n

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universitaria, sin que esto significase la dism inución de su seriedad en el ejercicio de la d o cen cia y la in vestiga ción . En realidad, cuando pensábam os en térm inos críticos sobre u ni­ versid a d y zon a s popu lares, u n iversid a d y pu eblo, u n iv ersid a d y cla ses p op u la res, de n in gú n m odo está b a m o s a d m itien d o qu e la u n iv ersid a d d eb a se r in d iferen te a la p reo c u p a c ió n rig u ro sa qu e debe ten er en relación con la in vestiga ción y la docen cia. La fa lta de rig o r o la in co m p eten cia n o fo rm a n p a rte de la n a tu ra le za de su relación o de su com p rom iso con las clases popu lares. A l co n ­ trario, la u n iv ersid a d q u e n o lu ch a p o r u n m a y o r rigor, p o r u n a m a y o r seried a d tan to en el a m b ien te de la in vestiga ció n com o en el de la docencia, siem pre in dicotom izables, no p od rá aproxim arse seriam en te a :as clases populares, com prom eterse con ellas. El d iscu rso qu e su b estim a la A cadem ia, la T eoría , la Reflexión en fa vo r de la p u ra práctica es falso. T a n falso y p erju d icia l com o el qu e exa lta solam en te la reflexión teó rica y n iega la im p orta n cia de la práctica C o m o h e d ich o en tra b a jo s a n terio res, p ero p u ed o y d eb o r e ­ p e tir ,* en el fo n d o la u n iv e rs id a d g ir a en to rn o a d o s p r e o c u p a ­ ciones fundam entales, de las que se derivan otras y que tienen que ver con el ciclo del conocim iento. Por su lado, éste tien e solam ente d o s m o m e n to s , q u e se re la c io n a n p e rm a n e n te m e n te : u n o e s el m om en to en el qu e co n ocem os el con ocim ien to existen te; el otro, el m om en to en el que produ cim os el nuevo conocim iento. A u n qu e insista en la im posibilidad de separar m ecánicam ente un m om ento del otro, aunque haga hincapié en que son m om entos de un mismo ciclo, m e p a re c e im p o rta n te d e s ta c a r q u e el m o m e n to en el qu e c o n o c e m o s el co n o cim ien to e x isten te es p re p o n d e ra n te m e n te el de la docencia, el de enseñar y aprender el otro, el de la producción del n u evo co n o cim ien to , es p rep o n d e ra n te m en te el de la in vesti­ gación. Pero en verd a d tod a d ocen cia im p lica in vestigación y toda in vestig a ció n im p lica d o cen cia . No ex iste v erd a d era d o cen cia en cu yo p r o c e s o n o se e n c u e n tre la in v e s tig a c ió n co m o p re g u n ta , com o indagación, com o curiosidad, creatividad, así com o no existe in vestigación en cuyo curso necesariam en te no se aprenda p orqu e se conoce. Lo q u e m e p a re c e trá g ic o es q u e n u e s tra s u n iv e rs id a d e s ca si nunca puedan dedicarse a la investigación en tanto que producción * V éase Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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de con ocim ien tos, a veces por fa lta de recu rsos, a la que se su m a la ausencia de cuadros com petentes, a veces por am bas razones, y ta m p o co se a firm en com o cen tros en los qu e el co n o cim ien to del con ocim ien to existente, esto es, el acto de enseñar, se dé rigu rosa y seriam ente. Sólo así, inclusive, sería posible form ar personas que lu ego se com prom etiesen en in vestigacion es de alto nivel. El papel de la u niversidad, p rogresista o conservadora, es vivir seriam en te los m o m en to s de ese ciclo. Es en señ a r, es form ar, es in vestigar. Lo que d istin gu e a u n a u n iversid ad co n serva d o ra de u n a p ro g re­ sista ja m á s p od rá ser el hecho de que u n a enseñe e in vestigu e y la otra no h aga nada. Por eso una vez más insisto en que, en nom bre de la d e m o c ra tiza c ió n de la u n iv e rs id a d , n o p o d e m o s d e ja r q u e no sea lo bastante seria en lo que toca a cualquiera de los momentos del ciclo gnoseológico. N in gú n e d u c a d o r o e d u c a d o ra p r o g re s is ta puede reducir la dem ocratización de la universidad a un tratam ien­ to s im p lis ta d e l sa b er. N o e s es o lo q u e s e p r e te n d e . Lo q u e se p reten d e es d ism in u ir la d ista n cia en tre la u n iversid ad , o lo qu e en ella se hace, y las clases popu lares, pero sin p erder la seriedad y e l rig o r. S in s e r n e g lig e n t e s fr e n t e a l d e b e r d e e n s e ñ a r y d e investigar. P a ra q u e esto c o m ie n c e a s u c e d e r p r im e r o es p re c is o q u e la u n iversid ad se va ya tornan do en u n a creación de la ciudad, si aún n o lo es, e x te n d ie n d o p o c o a p o c o su in flu e n c ia a la z o n a en la que se in serta la ciudad. U n a u n iversid ad extraña a su ciudad, superpuesta a ella, es una ficción en ajen ada y en ajenan te. No preten d o decir que la u n iv er­ sidad deba ser la pura expresión de su medio, pero para que pueda m overlo, y n o sim p lem e n te rep ro d u cirlo , es p reciso q u e se id e n ­ tifiqu e o se va ya iden tifican do con él. De la m ism a m a n era en que se im pon e al edu cador singu lar A o B que, p ara trascender el nivel de sa b e r de su s ed u ca n d o s, p a rta de ese n ivel, es in d isp en sa b le que la universidad tenga en su contexto original el punto de partida de su acción. En otras palabras, que la universidad diga su contexto p a r a lu e g o p o d e r desdecirlo. D ecir el co n tex to es a su m irs e com o expresión suya; desdecirlo es condición p a ra intervenir en él, para promoverlo. Por eso n ad ie desdice sin antes o sim ultáneam ente decir. La u niversid ad extraña a su contexto no lo dice, no lo pronuncia. Dice co n texto distan te, ajeno, p o r eso no p u ed e desdecir ni al uno ni al otro. En este sentido es in ju sta y ciega la p olítica p ed agógica de u na

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u n iv ersid a d que, a ten d ien d o a p en a s a la élite de su co n texto, le o fre c e n iv e le s d e e x c e le n c ia p e r o n o h a c e n a d a p a r a m e jo r a r e in c re m e n ta r las p a u ta s de ed u ca ció n b á sica d el co n tex to. Y casi siem p re lo h ace a firm a n d o q u e la u n iv ersid a d no es u n a escu ela secundaria... D en tro de u n a p ersp ec tiv a d em o c rá tica y no elitista de la u n i­ versidad, sabem os qu e sus exigen cias ep istem ológica s son otras, m ás profundas, m ás am plias, pero tam bién sabem os que los estu ­ d io s u n iv e rs ita rio s son u n m o m e n to d el p ro c e s o de co n o c e r del qu e fo rm am os parte. Por eso m ism o im p lica la form ación n ecesa ­ ria, la p reparación in dispensable, p ara que podam os m overnos en ellas eficazm ente, es decir, con bu en os resu ltados. Ningún contexto crece globalm en te si lo tocam os parcialm en te. El desarrollo de u n a región d em a n d a la form ación crítica in te lec­ tu al de las m a y oría s y no só lo de u n a élite eg o ísta y cen tra d a en sí misma. La universidad cuyos contextos local y regional resienten la pro­ fu n d a y e x ten s a c a re n cia de ed u ca ció n de base, con un n ú m ero s o rp ren d en te de los lla m a d o s p ro fe so res m ed iocres, poco p rep a ­ ra d o s, u ltra ja d o s p o r sa la rio s de h a m b re , d e b e ría ten er, en su s cen tros o facu ltades de educación, espacios seriam en te dedicados a la form ación p erm a n en te de ed u ca d ora s y edu cadores. E sas u n iversid ad es d eb ería n m u ltip lica r su s con ven io s con el estado, con los m u n icipios, con los m o vim ien to s popu lares, co o ­ p era tivas de p rod u cción , clu b es recreativos, clu bes de a m igos de barrio, asociaciones, iglesias, a través de los cuales in tensificar su acción form ativa. Desdecir su contexto es contradecirlo en tal o cu al asp ecto p ara m od ificarlo. Si se tra ta de u n co n tex to con a ltos ín d ices de a n a l­ fabetism o, de fa lta de preparación de los m aestros del nivel básico d e la e d u ca ció n , la u n iv e rs id a d n o tien e có m o n e g a rs e a o frec er su contribu ción p ara m ejorar ese cuadro. Ésta es la razón de que, de ju n io de 1963 a a b ril de 1964, cu a n d o el g o lp e d e esta d o , el S ervicio de E x ten sión de la U n iv ersid a d de R ecife p a rticip a ra d i­ rectam en te en los trabajos desarrollados por el Program a Nacional de A lfa b etiza ción , PNA, re sp o n sa b ilid ad del M in isterio de E d u ca ­ ció n y C u ltu ra. P o r fa lta de tiem p o, en a q u e lla ép o ca ni siq u iera llegam os a co m en za r a lgú n esfu erzo en el ca m p o de la form ación perm an ente del m agisterio pú blico fu ndam ental. El SEC tuvo corta vid a bajo n u estra dirección, m en os de dos años, y las d ireccion es

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q u e su ced iero n a la n u e stra n o ten ía n p o r qu é ten er los m ism o s s u e ñ o s q u e n o s o tro s n i la m is m a c o m p re n s ió n d el p a p e l de la s universidades. Sin em b a rg o in ic ia m o s v a rio s p ro y e c to s q u e p e rm itía n al SEC decir su co n tex to : el c o n v e n io con el g o b ie rn o d el e sta d o de Río G r a n d e d o N o rte, q u e h iz o v ia b le l a e x p e r ie n c ia d e A n g ic o s ; e l co n ven io con el M in isterio de E d u ca ció n y C u ltu ra segú n el cu al p articip ab a en la form ación de equipos responsables del program a d e a lfa b e tiz a c ió n e n to d o e l p a ís ; c u r s o s d e e x te n s ió n a v a r io s gru pos de jó v e n e s de las secu n darias de algu n os colegios p a rticu ­ la re s de R ecife; c u rs o s en lo s q u e se d e b a tía n la e d u c a c ió n y la actu alidad brasileñ a con alu m nas de escuelas n orm ales de Recife; cu rs o so b re re a lid a d b r a s ile ñ a y e d u c a c ió n p o p u la r o fre c id o s a diferen tes gru p os com p rom etid os en p rogra m a s de edu cación p o ­ pu lar,* com ien zo del registro de los p rofesores y las p rofesora s de la U n iv e rs id a d de R ecife, con la id e a de d a rle s c o n o c im ie n to de la recep ción de tal o cual docu m en to qu e n os lleg a b a de u n iv ersi­ dades extranjeras con las que m an ten íam os relación. T a m b ién p u b licá b a m os un boletín in form a tivo en el qu e d ivu l­ gábam os lo que h acíam os y lo que p en sábam os hacer. A d em ás de es to s p ro y e c to s c re a m o s la R a d io U n iv ersita ria , con ex c e le n te y va ria d a program ación. E stábam os en cam ino de obtener au toriza­ ción p a ra p ro d u cir p rog ra m a s ra d ia les d irigid o s a Á frica, cu an d o fuim os violentados por el golpe de 1964. G olpe que tam bién frustró el d iá logo qu e ven ía m o s m a n ten ien d o con las cú p u la s sin d ica les con la id ea de crear un espacio y un tiem po p a ra crecer ju n to s en el deb ate de n u estra realidad. P re o c u p a d o p o r p o d e r decir n u e stro co n tex to p a ra p o d e r des­ decirlo v is ité , a c o m p a ñ a d o p o r el e q u ip o d e la d ir e c tiv a d el SEC, cu id a d o sa y seriam en te con stitu ido, las m ás im p orta n tes in stitu ­ ciones del á rea de Recife, u n iversita ria s o no. De in vestigación , de form ación , de in terven ción en la realidad, con cu yos respon sables d ia lo gá b a m o s so b re lo qu e p reten d ía m o s y n os m a n ifestá b a m o s abiertos a sugerencias que nos enriqueciesen. Fue así corno, además de todas las facu ltades e in stitu tos de in vestigación de la u n iversi­ dad, co n ta cta m o s o rga n ism o s com o la S udene, d irigid o en aqu el e n to n c e s p o r e l e c o n o m is ta C e ls o F u rta d o , y e l S e rv ic io S o c ia l

* Entre los varios grupos a los que ofrecimos este curso se destacó el equipo de la directiva de la Ceplar de Paraiba.36

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R u ral, bajo la d irecció n d el p ro fe s o r L a u ro Borba. Creo que, además de cum plir con un deber, resultará interesante h a c e r r e fe r e n c ia a l e x c e le n te e q u ip o c o n e l q u e m e fu e p o s ib le crear el Servicio de Extensión C ultural de la U niversidad de Recife. E q u ip o q u e se d is tr ib u ía en la fo rm u la c ió n y en la co o rd in a c ió n de d iferen tes proyectos. En a q u ella ép o ca tod os eran ba sta n te j ó ­ ven es, y h oy son in telectu ales afirm a d os en u n a u otra área. Luiz C o s ta Lim a, J o s é L a u rén io de M eló, J u ra c y A n d rade, S ebastiáo U c h o a L eite, O rla n d o A g u ila r d a C o s ta F e rre ira , J a rb a s M a ciel, Jom ard M u niz de Brito, Roberto C avalcanti de A lbu querqu e, Fran ­ cisco B an deira de Mello, a los que se unió despu és un bu en grupo de ed u ca d o ra s y ed u ca d o res em p eñ ad os en la co m p ren sión y en la p ráctica de la edu cación popular. A d e m á s de la co n trib u ció n fu n d a m en ta l q u e L u iz C o sta L im a daba al SEC, coordin an do cu rsos sobre teo ría litera ria o sobre lite­ ra tu ra brasileña, o frecid os a jó v e n e s u n iversita rio s o p reu n ive rsi­ tarios, tam bién dirigía la Revista de Cultura da Universidade do Recife. Estudos Universitários, de la que era secretario ejecutivo. O tro p royecto al q u e m e refiero aquí, sólo p o rq u e ca si com o si fu ese u n a p erso n a m e h a ven id o in sistien d o p a ra qu e h ab le de él d esd e qu e co m en cé a o rga n iza r los d atos so b re la b reve pero im ­ p orta n te ex p erien cia del SEC, es el referen te a u n a id ea n acid a en el MCP y a la que pensé sum ar los esfuerzos del SEC a través de un con ven io SEC-MCP. Me refiero a los círcu los de cu ltu ra que y a fu n ­ cionaban en las áreas populares de Recife. El proyecto, igualm ente fru s tra d o p o r el g o lp e de 1964, p r e v e ía a m p lia rlo s y re fo rza rlo s , tran sform án dolos poco a poco en in stitu tos popu lares de estudios brasileños, ip e b . De esta m a n era serían version es popu lares, pero no populistas, del ISEB. 37 T a n to este p roy ecto co m o la p ro p ia idea del SEC y d el MCP d eja b a n ver, p o r un lado, n u estra apuesta a la capacidad de m ovilización, de organización, de asum irse y de saber d e la s c la s e s p o p u la re s ; y p o r e l o tro , n o s ó lo n u e s t r a apuesta, p o rq u e ésa era n u estra opción, sin o n u estra u top ía política, y es m uy posible que estuviéram os im pulsados por un sueño imposible, p ero ta m b ié n b a s a d o s en q u e u n a de la s c o n d ic io n e s de la v id a m is m a es la de no in m o vilizarse ja m á s. No se d iga en el plan o de la existencia humana. El p erm an en te proceso de aprender, y por lo tanto de enseñar, de conocer, h ace im p osib le la inmovilidad, y la presencia hum ana en la ciudad, tradu cida com o práctica social transform adora, pro­

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vo ca m ás saber, m ás enseñar, m ás aprender. Lo que existe en las culturas hum anas es la m ayor o la m enor velocidad en los cambios d en tro de la h istoria. Las clases populares aprenden y saben a pesar de los obstáculos que les son im pu estos. N u estra tesis p o lítico-p ed a gógica era la de ofrecer a las clases popu lares ciertas ocasion es en las que, siendo desafiadas, p u diesen com en zar a desocu ltar, con particip ación de los educadores, verdades escondidas. D esocultación de \derdades a las que debía sum arse la aprehensión de saberes técnicos y cien­ tíficos. N u estra tesis p olítico-p edagógica ten ía así u n a fu n dam en tación ética y o tra cien tífica y filosófica. Hoy como ayer las fuerzas reaccionarias paralizantes han estado, y continúan estando, en contra de la lucidez de las clases populares. A yer la conscientización era vista com o un instrum ento diabólico, y y o e r a e l p r o p io demonio a m en a za n d o con la p erd ició n el a lm a su frida de tantos incautos. H oy la concientización, el sueño, la utopía, nada de eso es válido para los inmovilistas. S egú n ellos sólo es vá lid o lo práctico, y sólo la eficacia cien tífica y técn ica son prácticas. Hoy, por las propias condiciones coyunturales, el discurso n eo ­ liberal, de n a tu ra leza pragm ática, v a ten ien d o m en os posib ilid a d d e p re n d e r q u e lo q u e a y e r p e rd u ra b a n , efic a c e s , lo s d is c u rs o s sobre las am enazas del com unism o. A l contrario, la p rocla m ad a excelen cia del capitalism o, a la que se co n tra p on e la m u erte de la u top ía del socia lism o, p o r un lado su braya cada v e z m ás la p erversidad del capitalism o, y por el otro la vigen cia del sueño socialista, depurando o depurándose a costa d e sa crificio s y su frim ien tos, de la d isto rsió n a u to rita ria . D e ahí qu e se afirm e cada v ez m ás la n ecesa ria coin cid en cia entre socia­ lism o y dem ocracia fren te al fracaso del socialism o au toritario y a la m a ld a d in tr ín s e c a del c a p ita lis m o , in s e n s ib le al d o lo r d e la s m ayorías explotadas. Si el sueño de la b u rgu esía em ergente era el capitalism o en el m arco de la d em ocracia bu rgu esa, está cada v ez m ás claro qu e el su eñ o de las m a yorías p op u la res debe ser el del socialism o tam bién dentro del am biente dem ocrático. La cu estión fu n d a m en tal no es a cabar con la d em ocra cia sino perfeccion arla, ten iendo com o eje central y a no al capitalism o, sino al socialism o. Sin em bargo, es preciso qu e aqu ellas y aqu ellos que su eñ an este su eñ o no se en tregu en a la visió n m e ca n icis ta de la h istoria, tan

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criticada y a en estas cartas, de acuerdo con la cual el futuro es un dato dado, y no un dato dándose, que precisa ser hecho por n osotros en la lucha p o r rehacerlo. No es válido pen sar que a la b u rgu esía le b a stó so ñ a r la u n id a d en tre la d em o c ra cia y el ca p ita lism o p a ra que ésta se realizase. La bu rgu esía tuvo que lu char contra la aris­ tocra cia y co n tra otras fu erzas a n tica p ita lista s p a ra m a n ten e r la u n id ad entre el capitalism o y la dem ocracia. Forjar la unidad entre el socialism o y la dem ocracia es el desafío q u e c la r a m e n te n o s in s t ig a e n e s te fin d e s ig lo y c o m ie n z o d e m ilenio. Desafío, y no destin o cierto; utopía, p ero n o destino o sino. Futuro com o problema, com o posibilidad, y no com o tiempo inexorable.

E l S e rvicio de Extensión C ultu ra l de la U niversidad de R ecife y la E x ­ p e rie n c ia de la A fa b etiza ción de A du ltos de Angicos, R ío G rande do Norte En u n a ta rd e de dom in go, y a no recu erd o de q u é m es, de 1963, c u a n d o lle g a b a de re g re s o a c a s a de n u e s tro p a seo re g u la r con Elza, hijos e hijas, m e en contré a C alazans Fernandes, j o v e n p e ro y a conocido periodista, en aquel en ton ces secretario de Educación d el e sta d o d e R íD G ra n d e d o N orte, e s p e rá n d o m e en la p u erta . C alazan s h a b ía escrito un excelen te rep ortaje sobre A ngola, en el que d esta ca b a la m aldad colon ialista, y no ten ía un espacio para publicarlo. Luiz C o s ta L im a le o fre c ió el de la Revista de Cultura da Universidade do Recife. Estudos Universitários, con lo que les hizo un bien a los am antes de la libertad y de los ideales de au ton om ía de los p u eb lo s y qu e le d eb e de h a b er creado a lgu n os problem as d iplom áticos y p olíticos al rector Joáo A lfred o. V alió la pena. C alazans h ab ía ven ido desde Natal p a ra con versar conm igo so­ bre m is b ú squ edas en torno a los trabajos de alfabetización. O dilon R ibeiro C ou tinh o, viejo y fratern o am igo, tu vo conm igo una de las charlas que acostum brábam os tener y cuya falta siento h oy, p rolo n g a d a ¡ desd ob lán d ose en diferen tes asu ntos, los u nos llevan do h acia los otros, que por su parte se prolongaban en in es­ perados tem as. U no de los m om entos de la p lá tica con O d ilo n fue e x a cta m en te a lred ed o r de las in vestiga cio n es so b re la a lfa b etiza ­ ción. M e acu erd e de qu e le h ab lé so b re la ex p erien c ia qu e h ab ía te n id o e n e l P o p d a P a n e la , e n l a v ie ja c a s a p r o t e g id a p o r le y

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co m o p a rte del P a trim on io H istórico N a cio n al y qu e p erten eciera a la fa m ilia d e O le g a rio M a ria n o . Le c o n té a O d ilo n la em o c ió n qu e sen tí cu an d o J oaqu im , el alfa b etiza n d o -éste era su n om bre, el m ism o de m i padre y de uno de m is h ijos-, escribió su p rim era palabra: NINA, y estalló en u n a risa n erviosa, d ifícil de controlar. Y yo, en vu elto p o r la em oció n del m om en to, le p regu n té, au n q u e no precisase escuchar su repuesta: "¿Qué pasa, por qué tanta risa?" "Nina, Nina", d ijo él y a sin re ír, c o m o si e s tu v ie s e s e g u ro de haber rein ven tado a una persona. "N in a es el nom bre de mi mujer. Es m i m ujer." A q u é l fu e u n o d e lo s m o m e n to s d e r ic a h u m a n id a d q u e v iv í in te n s a m e n te en m i p r á c tic a de ed u ca d o r, el de p a rtic ip a r d e la alegría de alguien que escribía el nom bre de su esposa por prim era vez. Le c o n té a O d ilo n d el a so m b ro ca si in c ré d u lo de u n a a lu m n a de la facu ltad de filosofía que, a com pañ án dom e al P090 da Panela p a ra c o n o cer a Joaquim , le p id ió q u e le y e s e u n a p á g in a del lib ro q u e le h a b ía dado. U n lib ro de M a ch a d o de A ssis. J o a q u im leyó casi sin titu b ear, y ella no creyó que h a s ta h a cía tan poco tiem p o le h ab ría sido im p osib le h acerlo. M ás tarde O dilon co n ta ría estas anécdotas al gobernador, quien a su vez se las trasmitiría a Calazans, p id ién d o le qu e en tra se en co n ta cto conm igo. E ra p o r e s o s m o tiv o s p o r lo s q u e C a la z a n s e s ta b a allí, en m i patio, sen tado frente a m í en aqu ella tarde de dom in go de un m es cu alqu iera de 1963. Q u ería saber sobre la posibilidad de que p res­ ta ra y o a yu d a al esta d o de Río G ra n d e do N orte, en el ca m p o de la alfabetización de los adultos. "¿Q u é p od em os h acer p a ra qu e u sted n os a yu de a en fren ta r el a n a lfa b e tis m o e n R ío G r a n d e d o N o rte ? - m e d ijo F e rn a n d e s -, D is p o n e m o s de re c u rs o s p ro v e n ie n te s de la A lia n z a p a r a el P ro ­ greso, destin ados a la educación." M i co la b ora ción , le d ije yo, d ep en d e ú n ic a m en te de la a c e p ta ­ ció n p o r el g o b ie rn o d el esta d o de R ío G ra n d e do N o rte de u n a s pocas exigen cias que tengo, y que son las siguientes: a] U n c o n v en io en tre el g o b ie rn o del esta d o de Río G ra n d e do N o rte y la U n iv ersid a d de Recife. b] En este convenio se debe establecer que la Secretaría de E du ­ ca ció n del esta d o a su m e la r e s p o n s a b ilid a d d el tra n s p o rte y lo s ga sto s d ia rio s d el eq u ip o q u e m e a co m p a ñ e ca d a v e z q u e v a y a a Natal, adem ás de u n a gratificación por estipular.

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En lo c o n c e rn ie n te a m i p erso n a , el g o b ie rn o del esta d o s o la ­ m ente pagaría los traslados, el hospedaje y las comidas, puesto que la u n iversid ad y a m e paga b a p a ra trabajar doble horario. el E l h e c h o d e c o la b o r a r c o n e l g o b ie r n o d e l E s t a d o n o m e im p e d iría c o la b o ra r ig u a lm e n te con el m u n ic ip io de N atal, cu yo secreta rio de E du cación , M oacir de G ois, e r a y c o n tin ú a sien d o un a m igo fraterno. E x is tía u n a c o n tra d ic c ió n en tre la p o s ic ió n p o lític a del in te n ­ dente D jalm a Maranháo, h om bre de izquierda, y la del gobern ador del esta d o A lu ízio Alves, h om b re de cen tro. d] La coordin ación de los trabajos sería en tregad a a las cúpulas universitarias, en estrecha relación con el secretario de Educación. e] D urante los trabajos, el gobernador del Estado debería abste­ nerse de hacer visitas a los centros o a los círculos de cultura para evitar la explotación política. T o d a v ía re c u e rd o q u e F e rn a n d e s , co n h u m o r, m e p la n te ó la cu estión de la A lia n za p a ra el Progreso (que en el N ord este b ra si­ le ñ o e r a lla m a d a A lia n z a c o n tr a el P ro g reso ) y de si m i re la c ió n con ésta no m e p erju d ica ría políticam en te. En p rim er lu gar, respon dí, m i relación será con el go b iern o de Río G ran de do Norte, por m ed ia ción de su secretaría; en segu ndo lu g a r, lo q u e m e im p o r ta e s la a u to n o m ía q u e te n d r e m o s p a r a decidir, tan to la cú p u la u n iversita ria com o yo; lo qu e m e im p orta es su seriedad y el respeto del gobierno a las exigencias que planteo. No me im porta de dónde viene el dinero m ientras yo pueda trabajar con in d ep en d en cia en fa v o r d el su eñ o p o lítico al q u e m e en trego y sirvo. Estoy seguro de que si la A lianza para el Progreso realm ente pretende cooptarnos, en poco tiem po desistirá por la im posibilidad de hacerlo. En 1970, cuando aún estaba en Cam bridge, com pré el libro The alliance that lost its way, * en cu ya págin a 291 decía, y perm ítasem e ahora una larga cita: El programa de Paulo Freire era naturalmente subversivo en su base técnica de deliberada provocación y en su propósito de desarrollar una conciencia crítica, creando un sentido de capacidad y de responsabilidad moral en el individuo para cambiar su vida y su entorno. En una sociedad

* The alliance tht lost its way. A critical report on the Alliance for Progress, Jeroine Levinson y Jur n de Onís, A Twentieth Centuiy Fund Study, Chicago-Quadrangle Books, 1970, p. 291.

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afirm ó qu e los a lfabetizan dos allí p resen tes no sólo salían leer la cartilla del A B C "de Brasil, su Constitución, sino que tanbién esta­ ban dispuestos a reescribirla", yo recordaba la decisión le la A lia n ­ za p a ra el P rogreso * de co rta r su a p o yo al p ro g ra m a tres m eses antes del golp e de estado de 1964. Q u é a certa d o estu ve al d a r m i co n trib u ción al program a. Q ué eq u ivoca d os estu vieron qu ien es m e criticaron por esto En la cerem onia en que la Cám ara M unicipal me otorgó el título de ciu dadan o de h on or de A n gicos, u n a jo v e n m u jer eltrevista d a por Nita dijo h ab er sido alfa b etiza d a ju n to con sus pacres, que la traían p a ra qu e no se qu edase sola en la casa. En aquel en ton ces ella deb ía tener u nos seis años. A dqu irí un gusto tan gran de por la lectura y por la escriture que ahora soy m aestra. El d ía que term inó el curso y o m e aproxim é a presidente Joáo G ou lart y le dije que y o tam b ién sab ía leer y escribir. R iendo, y a modo de chiste, pidió a uno de sus asistentes que le entregase tn periódico p a ra que y o lo leyese. No tu ve n in gú n problem a, leí b u en a Darte de las noticias de la prim era página. Fue entonces cuando él m e preguntó: - ¿Qué es lo que quieres de regalo? - Una beca para la escuela -respondí. - Y si el p re s id e n te te p re g u n ta s e lo m is m o el d ía d e loy, ¿ q u é le responderías? -indagó Nita. - H oy p e d iría resp eto a las m a estra s y a los m a estros ce este país, salarios decentes y educación seria para todos los niños braáleños.

The alliance that lost its way, op. cit.

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C ristin a , h e lleg a d o al fin a l del p rim er m o m en to de esta s cartas dirigidas a ti. Por ello ésta es una carta de transición entre aquellas en las que, a ten d ien d o a tu solicitu d in icial, h ab lé so b re tod o de mí. De mí, niño; de mí, jo ven ; de mí, adu lto. O ta m b ién en torno a m í, a c ó m o p ie n s o , c ó m o s o m e to s ie m p r e m i p r á c tic a a u n a reflexión teórica, cómo, sin m artirizarm e ni castigarm e, trato cons­ ta n te m e n te de ser co h e ren te, d e d ism in u ir la d is ta n c ia en tre lo q u e d ig o y lo q u e h ago. É s ta es u n a c a rta de tra n s ic ió n en tre el p rim er b loq u e de cartas, en las qu e he h ab lad o acerca de las a le­ grías, los dolores, los su frim ien tos, las exp erien cias p erson ales, y e l s e g u n d o e n e l q u e, a u n q u e s ie m p r e d ic ie n d o a lg o s o b re m í mismo, hablo de una variedad de tem as que m e han sido sugeridos en sem inarios, en entrevistas, en lectu ras de periód icos y revistas, dentro y fu era de Brasil. Sin em bargo, espero que exista cierta arm on ía, desde el pu n to d e v is ta d el le n g u a je o d el estilo , en tre el p rim e r b lo q u e y el s e ­ gu n d o , co m o m e p a re c e q u e ex iste en tre la s c a rta s m is m a s. En realidad, son raras las cartas del primer bloque en las que, hablando de m i padre, de m i m adre o de m í m ism o, no dedico algún tiem po al análisis, a reces m inu cioso, de algún concepto o de algún tema. En qu e, d is c u tie n d o a lgú n p ro b le m a , n o m e d e te n g o en la c o m ­ p ren s ió n de otro o de otros, a u n q u e siem p re sin p erd er de vista el a sp ecto p rL n cip a l de la d iscu sión . P ero p rin cip a lm en te con el d e s e o d e n o d e s e n c a n ta r a le c to ra s y le c to re s q u e p o r v e n tu r a h a y a n en co n tra d o ra zó n o m o tivo de a gra d o en la p rim era p a rte de estas cartas. Tío Paulo

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N o es posible actuar en favor de la igi.aldad, del respeto a los dem ás, del d erech o a la voz, de la participación, de la reinvención del muido, en un régim en que niegue la libertad de trabíjar, de co­ mer, de hablar, de criticar, de leer, dediscrepar, de ir y venir, la libertad de ser.

U no de los aspectos n egativos de estas cartas p osiblem eite acabe p o r v o lv e r s e a lgo p o s itiv o p o r el m a y o r d e s a fío q u e r + p re s e n ta p a r a m í m is m o . M e re fie ro a m i lim ita d o e m p e ñ o de h is c a r s o ­ portes fu era de m i p rop ia reflex ión p a ra el a n á lisis qu e calizo de tal o cual tem a en discusión. T a l vez el espíritu ligero de Las cartas m e h a y a conducido a u tilizar un len gu aje m ás sim ple, a:cesible y p erson al. Pero se h ace m en ester aclarar qu e el evitar la a n gu stia de la b ú sq u ed a n ervio sa de tex to s y de a firm a cio n es coi los qu e dar peso a mis propias afirm aciones de ninguna m anera cebe verse com o a u to su ficien cia o a rrogan cia de quien, "lleno de s] m ism o", n o tie n e p o r q u é a m p a r a r s e en n a d ie. P or el c o n tr a r ia n o só lo n ecesito am paro, ayuda, sino que tam poco m e siento dism inu ido al recibirlos. Por ejem plo, si en el co n tex to de esta s ca rta s h ablo, co m o y a he h ab lad o y vo lveré a hablar, sobre edu cación y d em ocracia, en el estilo en qu e las escrib o m e sa tisfa ce d ec ir de q u é m in era veo y en tien d o el problem a. A l to r n a r c o m o o b je to d e m i c u r io s id a d l a fr a s e e d ic a c ió n y d em ocra cia debo p la n tear u n a p rim era cu estión: ¿Q u é m erem os decir cuando decimos educación y dem ocracia? ¿A qué m econduce m i p rim era aproxim ación a la frase en b u sca de la in teligen cia de la m ism a? Indiscutiblem ente existe en ella la intención dE estable­ cer u n a relación entre los térm in os edu cación y dem ocracia. E du cación p a ra la dem ocracia, edu cación y experien cia d em o­ crática, dem ocracia a través de la educación. Por otro ladi no cabe duda de que la frase sugiere otras indagaciones. ¿Es posibe enseñar d em ocracia? ¿Q u é sign ifica edu car p a ra la d em ocra cia ? Q u e h a ­ re m o s si la s o c ie d a d en la q u e tra b a ja m o s co m o e d u a .d o re s o [164]

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edu cadoras tiene fu ertes tradicion es dem ocráticas? ¿Q u é h acer si, p o r el co n tra rio , n o la s tie n e n p e ro la e d u c a d o ra o el ed u ca d o r, de u n a m a n era coheren te, tien e opcion es p rogresista s? ¿Q u é sig ­ n ifica ser u n a sociedad progresista? O tro a sp ecto so b re el qu e p en sa r en el m o m e n to en q u e in d a ­ gam os acerca de la relación entre educación y dem ocracia se centra en las relacion es co n trad ictorias, dialécticas, en tre la autoridad y la libertad. R ela cion es que, p o r otro lado, no p u ed en ser a jen as a su naturaleza ética. A lo la rg o de m i p r á c tic a ed u c a tiv a , q u e ja m á s se re s in tió de u n a reflexión filosófica, he in sistido en que, seres m ortales, in a ca ­ bados, h om b res y m u jeres ven im o s sien d o seres con vo ca ció n de ser más. Por ello siem p re he a firm a d o q u e la h u m a n iza ción , com o vocación, tiene en la deshum anización su distorsión. De la natu ra­ leza de los seres hum anos, n atu raleza constitu yéndose h istórica y socialm ente, form a parte esa vocación, tal como su distorsión viene siendo u n a posibilidad histórica. N in gu n a reflex ión so b re ed u ca ció n y d em o c ra cia p u ed e ig u a l­ m en te ser ajen a a la cu estión del poder, a la cu estión econ óm ica, a la cuestión de la igualdad, a la cuestión de la justicia y su aplicación y a la cuestión ética. No d u d a ría en a firm a r que, h a b ién d o se h ech o h istó rica m en te el ser más la v o ca ció n o n to ló g ic a d e m u je r e s y h o m b re s , s e r á la democrática la fo rm a de lu ch a o de b ú sq u ed a m ás a d ecu a d a p ara la realiza ción de la vo ca ción h u m a n a de ser más. De esta m anera, e x is te u n a b a s e o n to ló g ic a e h is tó r ic a p a r a la lu c h a p o lític a en torn o n o sólo a la democracia sino tam bién a su constan te p erfec­ c io n a m ie n to . N o e s p o s ib le a c tu a r e n fa v o r d e la ig u a ld a d , d e l resp eto a los dem ás, del d erech o a la voz, de la pa rticip ación , de la re in ve n ció n d el m u n do, en u n régim e n qu e n iegu e la lib erta d de trabajar, de com er, de hablar, de criticar, de leer, de discrepar, de ir y ven ir, la libertad de ser. La dem ocracia que sea estrictamente política se niega a sí misma. En ella, el d erech o q u e se o frec e a las m a sa s p o p u la res es el del voto. D el vo te que, en las circu n sta n cia s p erversa s de la m iseria en la que aqu ellas m asas sobreviven, se envilece y se degrada. En e s a s s o c ie d a d e s la d e m o c ra c ia a s e g u r a a lo s m is e ra b le s y a lo s p o b re s el d e re c h o a m o rir de h a m b re y de dolor. É se e s el ca so brasileño: t r e i:lt a y tres m illon es de M arías, de J osefas, de Pedros y de A n to n io s m u riend o cada día de h am bre y de dolor. La d em o­

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cracia p u ra m en te form al h ace m u y poco, o casi n ada, por la lib e ­ r a c ió n d e lo s o p r im id o s , a n o s e r a t r a v é s d e l a u t iliz a c ió n d e esp acios políticos cu ya existen cia la m ism a dem ocra cia form al no tien e cóm o no adm itir. E sp acios qu e deben ser a p ro vech a d o s por los p rogresista s en la lu ch a por la tra n sfo rm a ció n de la sociedad. P or otro lado, la d em ocra cia qu e se a u to d en o m in a econ óm ica, de cuyo su eñ o fo rm a parte la su p era ción de las in ju sticias p erp e­ tradas en el sistema capitalista, pero en la que los ideales de justicia, igu a ld a d y resp eto a las p erso n a s se en cu en tra n so m etid o s a los estrechos espacios del marco autoritario, se deteriora y se pervierte. No creo en n in gu n a bú sq u ed a ni tam poco en n in gu n a lu ch a en favor de la igu a ld a d de derech os, en favor de la su peración de las in ju s tic ia s , q u e n o se b a s e en el p ro fu n d o re s p e to a la vo c a c ió n para la humanización, para el ser más de m u jeres y de h om bres. C om o siem p re he in sistido, esa vocación n o es la ex p re sió n de un sueño idealista, sino u n a cu alidad que los seres h u m an os han in corporado h istórica y socialm en te a su n atu raleza. En este sen ­ tido, las discrim in aciones de clase, de sexo y de color, a las que se su m e cu a lq u ier tipo de dism in u ción y de fa lta de respeto h a cia el ser hum ano, al negar esa vocación tam bién niegan la dem ocracia. N in gu n a so cied a d a lca n za la p len itu d d em ocrá tica si n o se es­ tru ctu ra legalm en te p a ra defen d erse con vig or fren te a tales arre­ metidas. Más aún, tampoco alcanzará la plenitud si sus leyes contra la d is c r im in a c ió n n o s o n p u e s t a s e n p r á c tic a , o lo s o n d e u n a m anera facciosa. Por todo esto no basta con el aparato de las leyes; es indispensable que se hagan efectivas, sin im portar quiénes sean las personas a quien deban aplicarse. Aunque no siem pre se consiga un buen resultado con el discurso crítico bien articu lado que, apoyado en la n atu raleza hum ana, su ­ b raya la con trad icción en tre la p ráctica d iscrim in a toria y la v o ca ­ ció n de lo s h o m b re s y de la s m u je r e s p a r a la h u m a n iz a c ió n , es necesario hacerlo. Es n ecesario in sistir p a ra develar o desnu dar la farsa de quien, proclam ándose cristiano, discrim ina a otra persona, o de la fa r s a de q u ien , d ic ié n d o s e progresista, h ace lo m ism o. Es a b s o lu ta m e n te n e c e s a rio q u e el d is c rim in a d o r se p e r c ib a co m o con trad ictorio, com o in coh eren te, p a ra qu e así tra b a je su p rop ia contradicción. Es im p orta n te no d a rle treg u a a los d iscrim in a d o res p a ra qu e ellos o ellas no resu elva n su p ro b le m a com o un ju e g o de ardid es entre falsas explicaciones.

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El p ro c e s o d is c rim in a to rio g e n e r a en lo s q u e d is c rim in a n u n m ecanism o de defensa que casi los petrifica o los "im perm eabiliza". A veces h a sta p arece qu e se convencen, pero n o se convierten. Intelectualmente a cep ta n qu e se con trad icen , p ero visceralmente no se s ie n te n en c o n tra d ic c ió n . P a ra e llo s n o h a y fa lta de c o n c ilia c ió n entre el discurso cristian o de "am a a tu prójim o com o a ti m ism o" y la p ráctica racista. Para el racista, el discrim in ado o la d iscrim i­ n a d a n o son el otro, sin o qu e son eso. E s co m o si la p r á c tic a de discrim inar, adem ás de embrutecer a las personas, las hechizara. En el fo n d o la d is c rim in a c ió n , sin im p o rta r en q u é se a p o ye, ataca directam ente a la dem ocracia, uno de cuyos requisitos in dis­ pensables es la tolerancia. L a virtud que nos enseña a con vivir con lo diferente, a apren der con él. C onvivir con lo d iferen te, o b via m en te sin c o n s id era rse su p e rio r o in ferio r a él o a ella, co m o persona. L a to le ra n c ia n o es u n fa v o r q u e la "gen te s u p erio r" le h a c e a la "gen te in ferior", o u n a con cesión qu e las p erso n a s bon d ad osas o a ltru ista s h a cen a las "p erson a s ca ren tes". La to le ra n c ia es un deber de todos en nuestra relación con los demás, deber de respetar el d erech o de tod os de se r d iferen tes. S in em b a rgo , la to le ra n c ia no m e ob liga a c o n c o rd a r con el otro si y o d iscrep o con él p o r las razones que sean. No m e o b liga , u n a v e z a g o ta d o s lo s a rg u m e n to s q u e d efien d o p a ra no a cep ta r la p o sició n del otro, a co n tin u ar, en n o m b re del d iá lo g o n e c e s a r io d e la to le ra n c ia , u n a c o n v e rs a c ió n m o le s ta y repetitiva, in eficaz y desgastante para am bos. Me obliga a respetar e l p e n s a m ie n to c o n tr a r io a l m ío y a l s u je to q u e lo p ie n s a . S er tolera n te no sig n ific a n eg a r el co n flicto o h u ir de él. A l con trario, el to le ra n te s e r á ta n to m á s a u té n tic o cu a n to m e jo r d e fie n d a su posición , si está con ven cido de su ju steza . Por eso el tolera n te no es u n a figu ra pálida, am orfa, q u e pid e d iscu lp a s ca d a v e z q u e se a rriesga a discrepar. El tolera n te sabe que la d iscrep a n cia qu e se apoya en el respeto por aquel y por aquella con quienes se discrepa no sólo es un derech o de tod os sino tam bién u n a fo rm a de crecer y d esarrolla r la produ cción del saber. Pero en la m ed id a en qu e discrepar tien e ta n ta im p orta n cia en las relacion es sociales, discrepar p la n te a u n a p ro fu n d a ex igen cia ética a quien discrepa y critica: el deber de, al h acerlo, no mentir. * F in a lm en te, la to le ra n c ia es u n a v irtu d y n o u n defecto. Sin ella * V éase P au lo Freiré, Política y educación, M éxico, S iglo X X I, 1996.

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no h ay dem ocracia. E n señ ar toleran cia, así com o en señ ar d em o ­ c ra c ia , im p lic a el te s tim o n io c o h e re n te de p a d re s y m a d re s , de m a estra s y m a estros. ¿C óm o en s e ñ a r to le ra n c ia y d em o c ra cia a nuestros hijos e hijas, a nuestros alumnos y alumnas, si les negamos el derech o a ser diferen tes de nosotros, si nos n egam os a discutir con ellos sus posiciones, su lectura del mundo, si no somos capaces de darnos cuenta que su m undo les presenta desafíos y exigencias qu e el n u estro no p o d ría h a b er h ech o? ¿C óm o enseñar dem ocracia y tolerancia a nuestros hijos e hijas, a nuestros alumnos y alumnas si les decimos, o les enseñamos, que exigir sus derechos, luchar contra u n a afirm ación falsa, recu rrir a la ley, son p ru e b a de a u torita rism o, com o si la d em o c ra cia fu ese perm isiva? R ecien tem en te el a lca ld e de Sao Paulo, en u n a en trevista co n ­ c e d id a a u n p e r ió d ic o d e la c a p ita l d el es ta d o , re firié n c h s e a lo que según él era el uso distorsionado de u n a fotografía su ya ju n to a otro político, declaró no h aber acudido a la ju s tic ia p a ra dem an ­ dar al órgan o de p ren s a qu e h a b ía pu b lica d o la foto por ser demó­ cra ta y n o a u torita rio. ¡No! E l a lc a ld e n o a c u d ió a la ju s t ic ia p o r cu alqu ier otra razón, qu e tien e el derech o de no explicar, pero no p or ser demócrata. La dem ocracia le garan tiza el derecho de luchar p a ra su perar ju ríd ic a m e n te el dañ o qu e declaró h ab er sufrido. Lib ertad de p ren sa no es igu a l a perm isivid a d . Sólo es lib re la prensa que no miente, que no tuerce, que no calum nia, que respeta el p en sa m ie n to de los en trevista d o s, en ve z de d e c ir q u e d ijeron A c u a n d o d ijero n B. A l co n tra rio , c re y e n d o re a lm e n te en la lib e rta d de p re n s a , el v e r d a d e r o d e m ó c r a ta sa b e q u e p a rte de la lu c h a en fa v o r d e la p r e n s a lib re es la p e le a ju r íd ic a de la q u e re s u lta el a p re n d iz a je ético sin el cual no existe la p ren s a libre. D efen der n u estros derech os no es p ru e b a de a u toritarism o, es p ru eb a de am or a la libertad, a la d em ocra cia y a la ju sticia . D e cu a lq u ie r m a n era , es in te re s a n te o b s e rv a r có m o n u e s tra s fu ertes tradicion es h istórico-cu ltu rales, de n atu ra leza au toritaria, casi siem pre nos dejan en una posición am bigua, poco clara, frente a la s re la c io n e s co n tra d ic to ria s en tre la lib e rta d y la a u to rid a d . R elacion es dialécticas, y no m ecánicas. A veces u tilizam os apenas la au torid ad n ecesaria, lim itarte, pero n os ju z g a m o s au toritarios. A v e c e s , te m ie n d o co n tin u a r sien d o a u to rita rio s, a c a b a rn o s p or caer en la perm isividad.

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Ninguna de esas posiciones, la autoritaria o la perm isiva, trabaja en fa vo r de la dem ocra cia . En este sen tido, viv ir sa lu d a b lem en te la tensión entre la autoridad y la perm isividad, tanto en casa como en la escu ela, se co n vierte en u n a cu estió n de la m ás a lta im p o r­ tancia. Y es que, fin alm en te, a través de esas relacion es entre a u ­ toridad y libertad se van esta b lecien d o los in d isp en sa b les lím ites a la au torid ad y a la libertad, sin los cu ales, d eteriora d a s am bas, se n iega la dem ocracia. U n o d e lo s e r r o r e s d e la a u to r id a d fa m ilia r o p e d a g ó g ic a e s pensar que la libertad se lim ita por medio del miedo, de la coacción, de los p rem io s y de los castigos. E x p erim en tá n d o m e com o su jeto m oral es com o voy asu m ien do los lím ites necesarios p ara m i lib er­ tad y no porqu e, presion ado, am en azad o, ten go m iedo de la re a c­ ción d el p o d er que, al n o re sp eta r m i libertad, ta m p o co lim ita su autoridad. Es el autoritario el que no se preocupa por el sello m oral en el com portam ien to del sujeto (libertad) a quien su prescripción se dirige. A él o a ella le b a sta con la p a la b ra de orden qu e em ite. Poco le im p orta sa b er h a sta qu é p u n to la o b ed ien cia co n segu id a resu lta de u n a adhesión de la lib erta d qu e la a su m e poco a poco, a m edida que va reconociendo la validez ética de la norma. Tam bién e n e s te s e n tid o e l a u to rita ris m o e s in m o ra l. E l a u to rita rio o la a u to rita ria n iega n no sólo la lib erta d de los dem á s sin o ta m b ién la suya propia, al tra n sfo rm a rla en el derech o in m ora l de aplastar las otras libertades. No existe un verdadero límite sin que el sujeto librem ente asuma la r a z ó n m o r a l d e s e r d e l m is m o . L o exterior d e l lím ite s ó lo se autentica cuando se convierte en algo interior. La autoridad externa debe ser in troyectada, con virtién d ose así en au torid ad in tern a.* No q u iero d ec ir qu e la a u to rid a d qu e c o n fro n ta u n a situ a ción en que la libertad se n iega a asu m ir su lím ite n ecesario deb a cru ­ z a r s e d e b r a z o s y d e ja r q u e la s c o s a s q u e d e n c o m o es tá n . E s a ca p itu la ció n de la a u to rid a d la h a ce p e rm isiv a y de esa m an era, anu lán dose com o autoridad, en n ad a contribu ye p ara la au ten tici­ d a d d e la lib e r ta d . E l e je r c ic io d e m o c r á tic o s e s a c r ific a e n e s a distorsión de la relación en tre la au torid ad y la libertad. A s í co m o la lib erta d n ecesita a su m ir sus lím ites com o algo n e­ cesario, la au toridad n ecesita h acerse respetar. La falta de respeto a am b a s h ace in via b le la d em ocra cia en la fam ilia, en la escuela, * Véase Zevedei Barbu, Democracy and dictatorship.

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así com o en la sociedad p o lítica m en te organ izada. La lib erta d qu e a su m e su s lím ites n ecesa rios es la q u t lu ch a a g u errid a m e n te co n tra la h ip ertro fia de la au torid ad . C u a l eq u i­ v o c a d o s e s t á n lo s p a d r e s q u e to d o s e lo p e r m it e n a s u h ijo s , muchas cosas a las hijas, a veces porque, según dicen, tuvienn una infancia y una adolescencia difícil, y a veces, según afirman, porque qu ieren h ijos e h ijas libres. Así, h ijos e h ijas descrecen en lig a r de crecer bien; h ijas e hijos, sin con cien cia de los lím ites qu r ja m á s e x p e rim e n ta ro n , tie n d e n a p e r d e r s e en la irr e s p o n s a b ilila d d el todo se vale. C reo q u e u n d a to fu n d a m e n ta l en el ejercicio de la a u o rid a d y en su relación con la libertad es la com pren sión clara de que, a p a rtir de cierto n ivel de exp erien cia, n in g u n a a u to rid a d e e x clu ­ sivam ente autoridad, com o n in gu n a libertad es exclu sivam ente li­ bertad. C om o padre no sólo soy la au torid ad patern a, sino tam bién la lib ertad filial, así com o la lib ertad de ciu dadan o. Si p or ditrentes ra zo n es no p u ed o ejercer las tareas de p a d re o ta m p o co s' cóm o actuar como ciudadano, soy una autoridad paterna desaconpasada y u n a libertad ciu dadan a in com peten te. La libertad qu e se "libera" de la au torid ad n iega la dem ocra cia ta n to co m o la a u to rid a d q u e en su e je rcicio a s fix ia a la ib e rta d em b u tid a en ella; a sfix ia n d o la lib ertad de los otros, n iega ig u a l­ m ente la dem ocracia. En últim a instancia, la autoridad es una invención de la ibertad p a ra q u e ella, la lib erta d , p u e d a c o n tin u a r ex istien d o . N( fu e la autoridad paterna o m aterna la que creó la libertad de hijose hijas, s in o la n e c e s id a d d e lib e r t a d d e e llo s y e lla s l a q u e g e le r ò la autoridad de los padres. Por lo tanto la autoridad no tiene sentido, n i se ju s tific a , si se v a c ía d e su ta r e a p rin cip a l: a s e g u ra -le a la libertad la p osib ilid a d de ser o de estar siendo. El a u to rita 'ism o y la perm isividad, com o expresion es por un lado de la exace-bación y p o r el otro d el va cío real de la a u to rid a d im p id en la v erd a d era dem ocracia. Por tal m otivo, en una práctica edu cativa progresista habrá que estim ular, tanto en educandos com o en educadores, el gu sto irres­ tricto p or la libertad. Q ue la ju ven tu d cante, grite, que se pin te la cara,3" q u e s a lg a a la s ca lles, lle n e la s p la za s, p ro te s te c e n tra la mentira, la im punidad, la desfachatez. Que la juventud, asum iendo los lím ites indispensables de su libertad -solam ente con su libertad

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se h a c e v e r d a d e r a -, lu c h e c o n tr a c u a lq u ie r a b u s o d e p o d er. El argum ento de que a la ju ven tu d le corresponde estudiar solam ente es u n a falacia. La defensa de la libertad, la vigilan cia en el sentido de d e te n e r cu a lq u ie r tra ició n a ella, son d eb eres d em o c rá tico s a los qu e no pod ern os ren u n ciar, jó v e n e s o no. A ú n m ás, p rotestar con tra los desvíos éticos de las au torid ad es m oralm en te in com p e­ ten tes es u n a fo rm a no sólo de estu diar sino tam bién de produ cir con ocim ien to, de p ro fu n d iza r y fo rta lecer la m em oria. El gusto de la libertad desaparece si escasea su ejercicio, aunque un día regrese en expresion es literarias. Es que el gusto de la liber­ tad form a parte de la p rop ia n atu ra leza de m u jeres y de hom bres, fo r m a p a r te d e s u v o c a c ió n d e ser más. P o d e m o s h a b la r a sí del su eñ o de la libertad, de la p o sib ilid a d del gu sto por ella en situ a ­ c io n e s en la s q u e, en la re la c ió n necesidad-libertad, la p rim era se im pone a la segunda. Es que la libertad, sine qua non de la vocación de ser más, n o es el p u n to de lleg a d a , sin o s iem p re u n p u n to de partida. Por otro lado, la p rop ia vocación p a ra ser más está condicionada p o r la re a lid a d c o n c r e ta d el c o n te x to . P o r la re a lid a d h is tó ric a , económ ica, social, político-cultu ral, etcétera. Por e jem p lo , u n a c o s a es el sig n ific a d o q u e p u e d e te n e r la li­ bertad de prensa para las poblaciones ham brientas, m iserables, de nuestro país, y otra lo que ésta representa para las clases populares qu e y a m ás o m enos com en, visten y duerm en. Lo trágico es que la libertad de prensa es absolu tam ente fu n d a ­ mental, para los que com en y para los que no comen. Sin embargo, es im p ortan te su brayar que en las cond icion es objetivas de la m i­ s e r ia n o to d o lo q u e e s sentido in m ed ia ta m en te se co n v ierte en algo percib id o en sí m ism o. Y a fu e o está sien do a preh en dido con su co n ju n to de ra z o n e s d e ser. M u y d ifíc ilm e n te u n a p o b la c ió n h am b rien ta , iletrada, a u n q u e a veces sea a lca n za d a por la radio, p u ed e a lca n za r, a n tes de com er, el v a lo r qu e tien e p a ra ella u na p ren sa libre. La p ren sa ni siq u iera se ve. P or el con trario, si u na p o b la c ió n en e s a s c o n d ic io n e s c o n s ig u e c o m e n z a r a co m e r, en a lgú n m o m e n to su co m p re n s ió n de la lib e rta d ca m b ia , y p o co a poco revela fin a lm en te el va lo r de u n a p ren sa libre. U n a vez eje r­ cido el derech o básico de com er, la n ega ción del ejercicio de otros derechos se v a destacando por sí sola. Éste es uno de los aspectos cen trales de la extraordin aria obra del sociólogo H erbert de Souza, a qu ien fra tern a lm en te prefiero lla m a r B etin h o.

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T a l v e z a lgu ien se p regu n te: ¿Y d ó n d e q u ed a la v o ca ció n para ser más? Q u ed a d o n d e las m u jeres y los h om b res la p u sieron a lo largo de la h istoria de sus lu ch as. Q u ed a en la naturaleza humana co m o tal, h is tó ric a m e n te co n d icio n a d a . P re c is a m e n te p o r eso el ser más es una vocación, no es un dato dado, ni un sino, ni un destino seguro. Es vocación del m ism o m odo qu e pu ede, distorsion án dose, co n vertirse en deshumanización. P or eso v iv ir la v o c a c ió n im p lic a la lu c h a p o r ella , sin la cu a l n o se c o n c re ta . E n e s te s e n tid o la lib erta d no es un rega lo q u e se n os brin de, sin o un d erech o qu e co n q u ista m o s, q u e a veces p reserva m o s, a vec es m e jo ra m o s y a veces perdem os. En la que, pese a ser ontològica, la h um anización anunciada en la vocación no es inexorable sino problem ática. Tanto pu ed e con creta rse com o fru strarse. D ep en d erá de lo que estem os h acien d o con n u estro presente. El fu tu ro n o es u n a p rovin cia h istórica m ás allá d el h o y y a la esp era de qu e a llá llegu em o s un d ía y realicem o s la o p era ción de agregar ese mañana ya hecho al hoy, y a v iejo y su perado. El fu tu ro n ace del p resen te, de las p osib ilid a d es en con trad icción , del co m ­ ba te tra b a d o p o r las fu erza s q u e se o p on en d ia léctica m en te. Por eso m ism o, com o siem p re in sisto, el fu tu ro n o es un dato dado, y sí un dato dándose. El fu tu ro es problemático y n o inexorable. Sólo dentro de u n a "dialéctica dom esticada" se pu ede h ablar del futuro com o algo y a sabido. D en tro de u n a p ersp ec tiv a verd a d era m en te dialéctica, el sueño que nos m ueve es una responsabilidad por la que debo luchar para qu e se realice. Y si p a ra su realiza ció n lu ch o con m u ch o s otros y otras es porqu e existen fu erzas que, oponiéndose a la razón de ser de n u estra lucha, se baten, por ejem plo, por el m an ten im ien to de privilegios inconfesables de los que resulta el reinado de alarmantes in ju sticias -m illon es de in dividu os ham brientos, m illon es de niñas y de n iñ o s im p e d id o s de ir a la escu ela , o tro s m illo n e s de n iñ o s ex p u lsa d o s de la esc u e la ca si in m ed ia ta m en te d esp u és de h ab er en trado, un n ú m ero in ca lcu lab le de person a s m u rien d o por falta de un m ínimo de recursos m édico-hospitalarios. La falta de respeto a lo s m á s b á s ic o s d e re c h o s de la m a y o r ía de la p o b la c ió n p o r el arbitrio de la m in o ría en el poder. La d esfach atez, la im p u n idad, la d es verg ü en za qu e vien e g en era n d o la d es esp era n za de las m a ­ y o r ía s q u e , m e te m o , e s t á lle g a n d o a la s v ís p e r a s d e s u lím ite posible. Es en el p resen te co n creto, d in á m ico , co n tra d icto rio d o n d e se

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tra b a la lu c h a de la q u e em e rg e el fu tu ro . S ólo el p a sa d o , com o tiem p o vivido, aunque se entrega a nuestro análisis, a nuestra com ­ p ren sión , no p u ed e se r tra n sfo rm a d o . P u ed e se r a cep ta d o , c o m ­ p ren d id o, pero n u n ca ca m b iad o. No n os es p o sib le in te rven ir en él, p ero en te n d ie n d o s u s m o v im ie n to s c o n tra d ic to rio s p o d e m o s a c tu a r m e jo r en el p resen te. El p resen te y el fu tu ro son tiem p os en constru cción, tran sitan do por el pasado. U n o d e lo; m a y o r e s e rro re s de la p r á c tic a y d el p e n s a m ie n to re a c cio n a rio s es p e n s a r q u e "in m oviliza n d o " el p resen te pu eden tran sform ar el fu tu ro en u n a pu ra repetición del presente. Sucede que cuando el m añ an a del h oy se convierte en el nuevo h oy frente a o tro m a ñ a n a , p r o b le m á tic o p e ro n o in e x o ra b le , el n u e v o h o y ja m á s es la sim ple repetición del h oy anterior. E s to y c o n v e n c id o d e q u e e n e l h o y e n c o n s tr u c c ió n e n q u e vivim os una ce las experiencias que deben ser más destacadas, con m ira s al m e jo ra m ie n to o al p e rfe c c io n a m ie n to de la d e m o c ra c ia entre n osotras, principalm en te consideran do n u estra fu erte tra d i­ ción autoritaria, es la de la creación del gusto por la libertad. Gusto que no crece y se fortalece en au sen cia de responsabilidad. Existe re sp o n sa b ilid ad en el ejercicio de la libertad cu ando ésta v a a su ­ m ien do éticam ente los lím ites que la hacen auténtica. Propon er situ acion es concretas a los edu can dos p a ra que ellos y ellas se m a iiifiesten so b re el resp eto o la fa lta de resp eto de los derech os y deberes, la n egación de la libertad, la fa lta de ética en el trato de los a su n to s p ú b lico s y la p ráctica in d isp en sa b le p ara una educación progresista. In volu crara la ju ven tu d en el proceso de lo que vien e revelando en el C on greso N acion al la C om isión P a rla m en ta ria de In vestig a ­ ción d el P resu p u esto , y a s e a a tra v é s de la le c tu ra de la p r e n s a escrita o a tra vés de la televisión , es u n a p ráctica de in d iscu tib le valor. A u n m ás im portan te será si la ju ven tu d estudiantil, convocada p o r su s o rga iism os, sa le a las ca lles y a las plazas, a p o ya n d o el esfu erzo de h CPI del Presu pu esto, p a ra h acer la m erecid a crítica de los infieles, exigiendo su castigo. C u a lq u iera que sea la edad qu e ten gam os, el color de n u estra piel, el sexo a que pertenezcam os, la com prensión de la sexualidad que tengam o, no podem os dejar que nuestra dem ocracia en apren­ dizaje se ah ogu e en un n u evo "m ar de fango". Enseñar dem ocracia es posible. Para ello es preciso dar testimo-

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nio de ella. A u n m ás: d a n d o testim o n io de ella, lu c h a r p a ra qu e sea vivida, p u esta en p ráctica en el plano de la sociedad com o un tod o. Lo q u e q u iero d ec ir es q u e la e n s e ñ a n z a de la d e m o c ra c ia no se da tan sólo a través del discurso sobre la dem ocracia, no pocas veces contradicho por com portam ientos autoritarios. La enseñanza de la d em o c ra cia im p lica ta m b ién el d iscu rso so b re ella, pero no a bstractam en te hecho, sino realizado sobre ella al ser en señ ada y experim en tada. D iscu rso crítico, bien fu n dam en tado, que an aliza concretam ente sus m om entos, sus incoherencias. D iscurso teórico q u e s u rg e de la c o m p r e n s ió n c r ític a de la p r á c tic a , é tic a m e n te b a sa d o. No en tien d o cóm o p o d re m o s c o n c ilia r la ra d ic a lid a d d e­ m o c r á tic a p o r la q u e lu c h a m o s con u n a co m p re n s ió n gris, sosa, fr ía , de ja práctica educativa, realizándose en salones resguardados del m u n do, con ed u ca d o res y ed u ca d o ra s qu e sólo depositan con­ ten id os en la cabeza vacía de sum isos educandos. T o m a n d o en c u e n ta la fa lta d e e x p e rie n c ia d e m o c rá tic a en la q u e h em os crecido, la e n señ a n za de la d em o c ra c ia no pu ede, de ninguna m anera nocional, palabresca, pactar jam ás con los "¿Sabe u sted con qu ién está h ab lan d o ?" y con los "Ya he dich o y n o h a y n ad a m ás que h ab lar". En realidad nuestra dem ocracia en proceso de aprendizaje tiene q u e e m p e ñ a r s e al m á x im o y en to d o s n iv e le s en e v ita r ta n to el a u to rita rism o com o la p erm isivid a d a la qu e siem p re n os exp on e n u estra in exp erien cia dem ocrática. Ni el m aestro in segu ro qu e no c o n s ig u e a fir m a r s u a u to r id a d n i ta m p o c o e l a rr o g a n te q u e la exacerb a, sin o el m a estro que, sin n ega rse com o a u torid ad , ta m ­ poco n iega la lib ertad de los edu can dos. A u to rita ris m o y p e rm is iv id a d n o son c a m in o s q u e lleve n a la d em ocra cia o qu e la ayu den a p erfeccion arse. E n señ ar d em ocra cia es posible, pero no es ta rea p a ra qu ien se desen can ta del m artes p a ra el m iércoles porqu e las n u b es siguen cargadas y amenazadoras. E n s e ñ a r d e m o c r a c ia es p o s ib le , p e ro n o e s ta r e a p a r a q u ien p ien sa que el m u n do se reh a ce en la ca b eza de las p erso n a s bien intencionadas. E n s e ñ a r d e m o c ra c ia es p o sib le, p ero n o es ta re a p a r a qu ien , s ó lo p a c ie n te , e s p e r a ta n to q u e p ie r d e e l " tr e n d e l a h is to r ia ", com o tam poco es tarea para quien, sólo im paciente, ech a a perder su propio sueño. E n s e ñ a r d e m o c r a c ia es p o s ib le , p e ro n o e s ta r e a p a r a q u ien

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p ercib e la h istoria y en ella a ctú a en form a m eca n icista , p a ra los volu n taristas, "dueños" de la Historia. C om prom eterse en experiencias dem ocráticas, fu era de las cu a­ les no ex iste la en s e ñ a n za d em ocrá tica , es ta rea p erm a n en te de p rog resista s que, co m p ren d ien d o y vivien d o la h istoria com o p o ­ sibilidad, no se can san de lu ch ar por ella. Ésta es la dem anda que nos hace a los progresistas la actualidad brasileñ a, en cu yo ser se en cu en tran co n trad ictoriam en te por un lado las tradicion es antidem ocráticas, y por el otro el su rgim iento d e l p u e b lo e n e l in te n to d e s u p e r a c ió n d e l c ic lo d e g o b ie r n o s m ilitares inaugurado con el golpe de estado del 1 de abril de 1964. É sta es la exigen cia que n os h ace la sociedad b rasileñ a actual, la de no perder tiempo, la de no dejar para m añana lo que podam os h a c e r h oy, en cu a n to al ca rá c te r d em o c rá tic o , ético , de n u e s tra práctica. Cu anto m ás d em ocráticam en te viva m os la contradicción en tre la h e re n c ia a n tid e m o c rá tic a , b ien viva , y el g u sto re cien te p o r la lib ertad , ta n to m ás d eb em o s estim u la r, c o m p e te n te y re s­ pon sab lem en te, el gu sto nu evo por la libertad. E n B r a s il la lu c h a p o r la d e m o c r a c ia p a s a p o r u n a s e r ie d e posibles ángulos que deben ser tratados política y pedagógicam ente --el de la justicia, sin la cual no hay paz, el de los derechos humanos, el del derecho a la vidá, que im p lica los derechos de nacer, comer, dorm ir, tener salud, vestir, llorar a los m uertos, estudiar, trabajar, ser niño, creer o no, vivir cada u no su sexu alidad com o le plazca, critic a r, d is c re p a r d el d is c u rs o o ficia l, le e r la p a la b ra , ju g a r n o im p o rta la edad que se tenga, ser éticam ente in form ado de lo que ocu rre en el n ivel local, region al, n acion a l y m u n dial. El d erech o de m overse, de ir y venir. El derecho de no ser discrim in ado desde el punto de vista del sexo, ni de la clase, ni de la raza ni por ninguna otra razón, com o ser d em asiado gord o o go rd a o dem a sia d o ñaco o flaca. A estos derech os correspon d e un deber fu n dam en tal: el de em ­ p e ñ a r n o s e n e l s e n tid o d e h a c e r lo s p o s ib le s . E n e l fo n d o e s e l d e b e r de, si r e c o n o c e m o s sin s o m b r a d e d u d a e s to s d e re c h o s , lu ch a r p o r ellos in ca n sa b lem en te, sin im p o rta r cu á l sea n u estra ocupación en la sociedad. Ésta es una lucha política a la que indis­ cu tib lem en te la p rá c tic a ed u c a tiv a crític a m en te re a liza d a ofrece una indispensable contribución. Si por un lado la práctica educativa no es la clave p a ra las in dispen sables tran sform acion es que la so­ ciedad necesita para personificar esos y otros tantos derechos, por

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el otro, estas tran sform acion es no se dan sin ella. A u n a m a y o r c la rid a d en la "le c tu ra d el m u n d o " q u e re a lic en la s c la s e s p o p u la res, p ro v e n ie n te de la a cció n ed u ca tiva , p u ed e corresp on d er u n a in terven ción p olítica de la qu e su rja un avance fu n d a m en ta l en el p roceso del a p re n d iza je de la dem ocracia. Lo que necesitan h acer los edu cadores y las edu cadoras progre­ sistas es tra er la vid a m ism a h asta el in terio r del salón de clase. H aciendo u n a lectu ra crítica de lo cotidiano, analizar cen los ed u ­ candos los hechos alarm antes, los contratiem pos de nuestra dem o­ cracia. P resen ta r a los ed u ca n d o s ejem p lo s de la d isc rim in a ció n ex tra íd o s de los su cesos de ca d a día, d isc rim in a ció n de raza, de sexo; experien cias de la fa lta de respeto por los asu ntos pú blicos, de la violen cia, de la arbitrariedad. A n a liza rlos com o pu n tos de la con trad icción a gresiva de lo qu e ven go llam an do la vocación de ser mas h om b res y m u jeres, qu e a lo largo de la h istoria se h a ido c o n s titu y e n d o co m o su n a tu ra le z a . Y ta m b ié n co m o p u n to s de con trad icción de la au ten ticid a d de la vid a dem ocrática. En re a li­ dad, u n a dem ocracia en la que esas discrim in aciones y esas faltas de respeto ocu rren im p u n em en te tod avía tien e m u ch o que ap ren ­ der, o m u ch o qu e h acer, p a ra depu rarse. No e s q u e y o c r e a p o s ib le la e x isten cia , a lgú n día, de u n a d e ­ m ocracia tan p erfecta qu e esas faltas de respeto y a no existan. El sueño posible es la dem ocracia en la que se dan las faltas de re sp eto , p ero en la q u e lo s q u e fa lta n , q u ie n e s q u ie ra q u e sean , son sev era m e n te ca stiga d o s de a cu erd o con la ley. El a cierto o el v a lo r de la d e m o c ra c ia n o e s tá en la s a n tific a c ió n d e m u je r e s y h om bres, sino en el rigor ético con qu e se tratan las desviacion es é tic a s d e la p r o p ia d e m o c ra c ia d e la s q u e s o m o s c a p a c e s com o seres históricos, inconclusos, inacabados. Ninguna dem ocracia pue­ de esperar que su p ráctica ten ga fu erza santificadora. La buena dem ocracia advierte, aclara, enseña, educa, pero tam ­ b ién se d efien d e de las a ccio n es de qu ien, o fen d ien d o a la n a tu ­ ra leza h um ana, la n iega y la rebaja. Y en esta crítica que nos h acem os a n osotros m ism os, tam bién es preciso qu e recon o zcam os qu e la explosión su cesiva de esc á n ­ d a lo s e n to r n o d e la p a r tic ip a c ió n d ir e c t a d e la p e r s o n a d e l ex presiden te de la repú blica en la corrupción, así com o de m inistros de estado, senadores, diputados, em presarios, m agistrados; que la d en u n cia p ú b lica de esos desvíos rep resen ta un in d iscu tib le a d e­ la n to d e m o c rá tic o . O tro a d e la n to p o r el q u e d e b e re m o s lu c h a r

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será el ca stigo rig u ro so de los in fieles. Y ta m b ién es p reciso qu e nos señalem os a nosotros mismos que ni un solo diputado, senador o el presidente llegaron a las cám aras o a la presidencia sin el voto de a lgu ien . L a c o n c lu s ió n a la q u e se lle g a es q u e p o r lo m e n o s n ecesita m o s v o ta r m ejor, a la qu e se su m a la certeza de qu e a la dem ocracia en apren dizaje que vivim os debem os su m arle m ás d e­ m ocracia, y no sustituirla por gobiernos de excepción. No se apren­ de ni se p erfeccion a la dem ocracia con golpes de estado. Es sim ple in gen u id a d a cu sa r a la d em o c ra cia b ra s ileñ a p or los d esm a n es y por los desvíos éticos, com o si los gobiernos de excepción hubiesen co n s titu id o u n a p r o v in c ia h is tó r ic a in m u n e a la co rru p ció n . A l con trario, es p recisa m en te p o rq u e n u estra d em o c ra cia es m ejor, o s im p le m e n te se h izo m á s d e m o c ra cia , p o r lo q u e n o s es ta m o s en tera n d o de tod o esto qu e n os d eja estu pefactos. El pen sam ien to in gen u o es el que, apreh en dien do m al la razón de ser de los hechos, percibe defecto donde h ay virtud. Si no fuese p o r la d e m o c ra c ia q u e e s ta m o s ex p e rim e n ta n d o , a p es a r de su s idas y ven idas, no n os estaríam os enterando. U n g o lp e de esta d o h oy nos a tra sa ría tan to o m ás qu e el golp e de 1964, y nos d ejaría tantas secu elas com o nos dejó aquél. Lo s re g ím e n e s a u to rita rio s son u n a c o n tra d ic c ió n en sí, u n a profunda negación de la naturaleza del ser hum ano que, indigente, in con clu so, n ecesita la lib erta d p a ra ser, com o el pá ja ro n ecesita el h orizo n te p a ra volar. Lejos, m u y lejos de n osotros q u ed e la p osib ilid a d de un n u evo golpe, su eñ o de reaccion a rio s in vetera d os, a m a n tes de la m u erte y en em igos de la vida.

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Desde un principio, incluso en el tiem po m ás in­ deciso, casi nebuloso, en el que visualizaba el pro­ ceso de liberación, ja m á s pude entenderlo com o una expresión de la lucha individual de hombres y de m ujeres; pero por otro lado siem pre rechacé la inteligencia de este proceso corno un fenómeno puram ente social en que se diluyese el individuo, sim ple m anifestación de clase.

El gu sto q u e ten go p o r la libertad, qu e m e h a h ech o so ñ a r desde la m ás tiern a in fa n cia con la ju sticia , con la equidad, con la su p e­ ración de los ob stá cu los p a ra la realización , ja m á s a b so lu ta en la historia, de lo que m ás tarde ven d ría a llam ar la vocación h u m ana para ser mas, m e h a com p rom etid o h asta hoy, a m i m an era, en la lu c h a p o r la lib e r a c ió n d e m u je r e s y h o m b re s . E l g u s to p o r la libertad generándose en el am or a la vida, en el m iedo de perderla. É ste se fu e co n virtien d o en el tem a cen tral, fu n d a m en tal, qu e ven go tratan do, a veces en fo rm a ex p lícita y a veces no, en todos lo s te x to s q u e h e escrito. T a m b ié n h a sid o el te m a cen tra l de la m a y o ría de los en cu en tros a los qu e he asistido, den tro de Brasil o fu era de él. En L a educación com o p rá c tic a de la libertad, en la Pedagogía del oprimido, en Educación y cambio, en A c c ió n cultura l p a ra la libertad y otros escritos, en la P ed agogía de la esperanza, en Cartas a quien pretende enseñar, h a b ré sid o m á s e x p líc ito en el tra ta m ie n to d el tem a referido. En algunos más que en otros habré dejado la m atriz o n tològica de la lucha: la n atu ra leza h u m a n a que social e h istó ri­ cam en te se h a con vertido en la vo ca ción de ser más. Con vocación y n o in e x o ra b le m e n te d e s tin a d a a ser m ás. Por eso es q u e e s ta vo ca ció n tan to p u ed e realiza rse com o frustrarse. D e s d e u n p r in c ip io , in c lu s o e n e l tie m p o m á s in d e c is o , c a s i n e b u lo s o , en el q u e v is u a liz a b a el p ro c e s o de lib e ra c ió n , ja m á s p u d e e n te n d e rlo co m o u n a e x p re s ió n d e la lu c h a in d iv id u a l de h o m b r e s y d e m u je r e s ; p e r o p o r o tr o la d o s ie m p r e r e c h a c é la in te lig e n c ia d e é s te c o m o u n fe n ó m e n o p u ra m e n te s o c ia l en el [178]

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que se dilu yese el individuo, sim ple m an ifestación de clase. Por el co n trario, co m p le jo y plu ral, el p roceso de lib era ció n se envu elve con cuantas dim ension es m arqu en fu n dam en talm en te al ser hum ano: la clase, el sexo, la raza, la cultura. Del m ism o m odo com o ja m á s p u d e aceptar que la lu ch a por la lib era ción p u d iera red u cirse a u n a sim ple p elea entre in dividu os, tampoco acepté que ésta pudiera reducirse a la lucha de las mujeres con tra los h om bres, de los n egros con tra los blancos. La lu ch a es de los seres hum anos por ser más. Por la superación de los obstácu­ los p a ra la real h u m a n iza ció n de todos. Por la crea ción de co n d i­ ciones estructu rales que hagan posible el intento de u na sociedad m ás dem ocrática. C om o y a he dicho en la carta anterior, y vale la p e n a re p e tir, la lu c h a n o es p o r u n a s o c ie d a d d e m o c r á tic a ta n perfecta que elim ine de una vez por todas el m achism o, el racism o, la explotación de clase. La lucha es por la creación de una sociedad capaz de defenderse castigando a los infractores con ju sticia y rigor, por u n a sociedad civil ca p a z de hablar, de protestar, y siem pre dis­ puesta a luchar por la realización de la justicia. Finalmente, la lucha no es por la san tificación de h om b res y m u jeres, sino p or el re c o ­ n ocim ien to de ellos y de ellas com o gen te m ortal, in acab ad a, h is­ tó r ic a , y p o r e s o m is m o c a p a z d e, n e g a n d o l a bondad, hacerse malvada; pero, re co n o cien d o la bondad, hacerse am orosa y justa. Es absolu tam en te cierto que en la lu ch a por la liberación no es p osib le olvidar o m in im iza r aspectos esp ecíficos qu e caracterizan la relación entre h om bres y m ujeres, entre n egros y blancos, entre la clase tra b a ja d o ra y la clase dirigen te. Sin em bargo, p a ra m í, el re con o cim ien to de esas esp ecificid a d es no es su ficien te p a ra qu e n in gu n o de los gru pos en contradicción se con vierta en el fo c o del proceso y agote la im p orta n cia de los otros. En el fondo, no puedo redu cir la lu ch a de las m u jeres a la lu ch a de clases, ni tam poco la lu ch a co n tra la opresión racial a la lu ch a de clases; p ero p or otro lado no puedo prescindir de la com prensión del papel de las clases sociales, a u n q u e sea en u n a so cied a d tan co m p leja com o la n o r­ tea m erica n a , p a ra m i co m p ren sió n del m a ch ism o y d el racism o. Para las propias tácticas de m i lucha. A veces m e critican p o rq u e dicen qu e no h e p resta d o a ten ción a situaciones en las que, am biguos, los individuos se experim entan com o oprim idos e in m ediatam en te despu és se experim en tan com o o p re s o re s . En p r im e r lu g a r d e b o d e c ir q u e y a m e h e re fe rid o a esa am bigüedad en diferentes textos, incluso con insistencia, cuan­

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do ex a m in o las virtudes de los ed u ca d o res y las ed u ca d o ra s p ro ­ gresista s. E n tre esas virtu d es siem p re desta co la coherencia que, ex igién d o n o s humildad, den ota en n uestro com portam iento la con ­ tra d ic c ió n de n u e s tra o p ció n v erb a liza d a . H a c e m o s u n d isc u rso progresista y tenem os una práctica reaccionaria. Ése es el caso por ejem p lo de u n a m a es tra que, lu ch a n d o co n tra la d isc rim in a ció n m achista, al m ism o tiem po m antiene una práctica pedagógica opre­ sora. En su tarea académ ica de orientar a estudiantes de posgrado en la elaboración de sus tesis, se com porta de m a n era tan a u to ri­ taria que les queda m uy poco espacio para crear y para aventurarse in telectu alm en te. E sta m a estra h ip otética , pero qu e es m u y fácil encontrar, es en un tiem po oprim ida y en el otro opresora. Es u na in c o h e re n te . Su lu c h a c o n tr a la v io le n c ia m a c h is ta p ie rd e to d a fu e r z a y s e c o n v ie r te e n p u r a p a la b r e r ía in c o n s e c u e n te . P o r la autenticidad de su lucha ella necesita superar la incoherencia y así, sobrepasando la palabrería, dism inuir la distancia entre lo que dice y lo que hace. En la m ed id a en qu e la m a estra de n u estro ejem p lo reflex ion e críticam ente sobre su práctica le será posible percibir que en última instancia, en la relación entre su autoridad de m aestra y la libertad de sus alum nos, ella los oprim e, y eso contradice su discurso y su práctica antim achista. De esta m a n era sólo hay dos posibilidades: o a su m e cín ica m en te su a u to rita rism o y co n tin ú a fa lsa m en te su lu ch a fe m in is ta o, rech a zá n d olo , re visa su rela ción con los e s tu ­ diantes para así poder continuar su lucha antimachista. Es lo mismo q u e su ced e con el h om b re que, d icié n d o se p rogresista , h ace d is ­ cu rsos veh em en tes en d efen sa de la liberación de la clase tra b a ja ­ dora, p ero en la ca sa es el propietario de su esposa. P o r e llo y o d e fie n d o la p r á c tic a d e exponer al co n tra d icto rio o la con trad ictoria. La p rá c tic a de no d eja rla o no dejarlo en paz. Al fin y al cabo, el cinism o no es el arm a más indicada para la recon s­ tru cción del m undo. Pero in sistam os en que la in coh eren cia es u n a posibilidad y no un dato dado en nuestra existencia. La viabilidad de la incoherencia debe desafiarm e para que no m e vea enredado en ella. Mi hum ildad m e ayu d a en la m ed id a en qu e m e advierte sobre el h ech o de que ta m b ié n p u e d o c a e r en la in c o h e re n c ia . P or o tro la d o , el h e c h o de recon ocer tantas posibilidades de in coh eren cia cu antos puedan s e r lo s d ife r e n te s t ip o s d e r e la c ió n e n lo s q u e c o e x is t e n e n u n m ism o in d ivid u o el p a p el de d o m in a d o y el de d om in a d or, no es

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su ficiente p a ra obstacu lizar el proceso de liberación. En la Pedago­ g ía del oprim ido m e refiero a esto cita n d o a F a n ón y a M em m i.* En el fondo, el oprim ido in tro y ecta al opresor, qu e p a sa a vivir en él. De ahí p rovien e la a m b ig ü ed a d d el o prim ido, qu e es él y el o p res o r d en tro de él. En lo qu e Fanón lla m a "vio len cia h orizon tal", en la qu e el o p ri­ m ido hiere y m altrata al oprim ido com o si fuese opresor, en últim a in s ta n c ia es el op rim id o el q u e m a ta al o p res o r en el o prim ido. Hay otro aspecto que es preciso pen sar en la problem ática edu ­ c a tiv a p ro g re s is ta . E s el q u e tie n e q u e v e r con la r e la c ió n en tre m aestros/m aestras y alumnos. En realidad, en los estudios posteriores a la Pedagogía del oprimido busqué m ayor claridad al tratar de analizar la relación entre m aes­ tros y alu m n os. He in sistido, con la id ea de dejarlo claro, en qu e el m aestro y el alum no son diferentes, pero si el m aestro tiene u na o p ció n d em o c rá tica n o p u ed e p erm itir q u e su d ife ren cia fren te a los alu m nos se tran sform e en antagonism o. Es decir, que su au to­ ridad se exacerbe en autoritarism o. U n a v ez m ás estam os frente a la incoherencia de la q u e y a h e h a b la d o. El m a e s tro o la m a e s tr a haciendo un discurso democrático y teniendo una práctica autoritaria. Pero de cu alquier m anera, en la Pedagogía del oprimido yo decía: El edu cador se enfrenta a los educandos com o su antinom ia necesaria. Reconoce la razón de su existencia en la absolutización de la ignorancia de estos últim os. Los ed u can d os, alien a d os a su vez, a la m a n era del esclavo, en la dialéctica hegeliana, reconocen en su ignorancia la razón de la existencia del educador, pero no llegan, ni siquiera en la form a del esclavo en la dialéctica m encionada, a descubrirse corno educadores del educador. En verd a d , com o d iscu tirem os m ás adelan te, la razón de ser de la educación libertadora radica en su im pulso inicial conciliador. La educa­ ción debe com enzar por la superación de la contradicción educador-educando. Debe fundarse en la conciliación de sus polos, de tal m anera que ambos se hagan, simultáneamente, educadores y educandos. En la con cepción "bancaria" [...] no se verifica, ni pu ede verificarse, esta superación.

Si la opción del m aestro es realm en te dem ocrática, al constatar su in co h eren c ia n o tien e o tro ca m in o qu e el de d ism in u ir la d is­ * Franz Fanón, Los condenados de la tierra; Albert Memmi, Retrato del colonizador precedido del retrato del colonizado.

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ta n cia en tre lo qu e dice y lo qu e hace. N in gú n progresista , m u jer u h om bre, no im p orta su profesión , escap a de esta posib ilid a d de c o n tra d e c irs e q u e e n c u e n tra su su p e ra c ió n en el e je rcicio de la co h eren cia . D esd e el p u n to de vis ta de cu a lq u ie r v isió n políticop e d a g ó g ic a q u e te n g a m o s , co m o q u ie ra q u e la lla m e m o s : p e d a ­ g o g ía fem in is ta , p e d a g o g ía ra d ic a l, p e d a g o g ía crítica , p e d a g o g ía lib era d ora , p ed a g o g ía co n stru ctivista , p recisa m e n te p o r se r p ro ­ gresista , al e n fre n ta r este p r o b le m a te n d re m o s q u e b u sca r, p o r u n o u otro ca m in o, la su p era ció n de la co n tra d icció n qu e re p re ­ sen ta la incoherencia. ¿C óm o puede un m aestro racista hablar sobre dem ocracia, a no ser que sea u n a dem ocra cia m u y especial que ve en la n egritu d la ra zón de su d eterioro? ¿C óm o pu ede un m aestro m a ch ista h ab lar sobre dem ocracia, a no ser que sea una dem ocracia inm une a la presencia de la m ujer? ¿C óm o pu ede un m aestro elitista h ablar sobre dem ocracia, a no ser que sea u n a dem ocra cia que, crecien do sólo con y para la aris­ tocracia, se termine con la presencia en ella de las clases populares? E s in d u d a b le q u e p a r a q u e e l m a e s tr o ra c is ta , o e l m a e s tr o m achista, o el m aestro elitista, que h ab la sobre la dem ocracia y se d ice progresista , p u ed a co m p ro m eters e re a lm en te con la libertad, es preciso que viva su "pascua": que "m uera" com o machista, com o racista, com o elitista, p a r a "ren a cer" co m o v e rd a d e ro p r o g re s is ta in scrito en la lu ch a por la rein ven ció n del m undo. Lo que no es posible es continuar en la am bigüedad que provoca su in c o h e r e n c ia -d isc u rso p r o g re s is ta y p r á c tic a re a c cio n a ria . Y co m o e n tre lo q u e se d ice y lo q u e se h a c e lo q u e se h a c e tie n e prep on d era n cia sobre lo que se dice, serán vistos y com pren didos como antidem ocráticos y reaccionarios. Su lucha por la dem ocracia no tien e vita lid a d ética n i efic a c ia política. En ú ltim a in stan cia no es la au toridad n ecesa ria del m aestro o de la m aestra la que los convierte en obstáculos para la liberación. La au torid ad del m aestro, com o y a he destacado en la carta a n te­ rior, es indispensable para el desarrollo de la libertad del educando. Lo que fru stra este proceso es la exacerb ación de la au torid ad del m a es tro , q u e lo v u e lv e a u to rita rio , o su v a c u id a d , q u e g e n e r a el clim a perm isivo. El saber acumulado del m aestro o de la maestra, que obviam ente refu erza su autoridad, tam poco es en sí m ism o razón p ara antagonizar los polos de la práctica educativa.

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El m aestro a rrogan te qu e h ace iron ías sobre la "ign orancia" de los alu m n os, qu e él co n sid era absolu ta, es lo qu e se to rn a in co n ­ ciliable con la d em ocracia, con la libertad. Por lo tanto, no son ni la au toridad del m aestro ni su real saber los que trabajan contra la libertad, sino su autoritarism o, su arro­ gan cia, su visió n in correcta de lo qu e es conocer. Creo que es im portan te subrayar este punto porqu e a veces nos vem os lleva d o s a c o n s id era r qu e la con trad icció n en tre m a estros y alum nos es siem pre inconciliable. La v erd a d es qu e no. La contra­ dicción origin al entre m aestros y alu m n os pu ede h acerse tanto in­ conciliable com o conciliable. Si m i o p ció n p o lític o -id e o ló g ic a e s d e m o c rá tic a , lib e ra d o ra , y yo soy coherente con ella, la contradicción que vivo con la libertad de los alu m n os es conciliable. Por eso d ec ía y o en la Pedagogía del oprimido: En realidad, como más adelante discutiremos, la razón cíe ser de la edu­ cación liberadora radica en su im pulso conciliador. Sin em bargo esto no sign ifica que el edu cador deje de ser edu cador y pare de en señ ar y que el alu m no p are de ap ren d er y deje de ser alum no. Lo que el ed u cad or debe hacer, si es real y coherentem ente dem ócrata, es: "cuidando" bien su a u torid ad , ejercerla. Y la m ejo r m a n e ra q u e tien e el m a estro p a ra cuidar su autoridad es respetar la libertad de los alumnos.

A u n cuando desde "E du cación y actu alid ad brasileña", m i tesis universitaria de 1959, 41 recon o zco qu e la a cció n de los h om b res y las m u jeres se da en u n a realid ad esp aciotem poral en la que ta m ­ b ié n se g e n e r a n s u s id e a s , y q u e n o e s p o s ib le d e s c o n o c e r lo s condicion am ien tos históricos, cu ltu rales, éticos, raciales y de clase a los que estam os som etidos, ta m p oco es p osib le olvidar la razón o n to lò g ic a de m i d ec is ió n d e lu c h a r en fa v o r de la lib e ra c ió n de los oprim idos. El g u s to p o r la lib e rta d , el a m o r a la v id a q u e m e h a c e tem e r perderla, el a m o r a la vid a qu e m e co loca en un p erm a n en te m o ­ vim ien to de b ú squ eda, de in cesan te b ú sq u ed a de SER M AS, como posibilidad, y n u n ca com o un sino o un» destino, constitu yen o han ven ido constitu yendo, social e h istóricam en te, la naturaleza huma­ na. U na de las cosas que más m e agrada de ser una persona, si no e s la q u e m á s, es s a b e r q u e la h is to r ia q u e m e h a c e y en c u y a h e c h u r a p a rtic ip o e s u n tiem p o de p o sib ilid a d , y n o de d e te r m i­ n ism o. R espon sable fren te a la posibilidad de ser y el riesgo de no

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ser, m i lu c h a c o b r a s e n tid o . E n la m e d id a e n q u e e l fu tu r o e s prob lem á tico, la praxis h u m a n a -a cción y reflexión - im p lica d ec i­ sión, ru ptu ra, elección. Im p lica ética. Los con dicion am ien tos concretos de sexo, de raza, de clase, que n o p u ed o m in im iza r, p o r otro lado no p u ed en s o b re p o n erse a la razón ontològica. A u n recon ocién dom e h om bre, brasileñ o del N or­ d este, n a c id o en d e te rm in a d a cla se, en d e te rm in a d a fa m ilia , en cierta gen eración , h ab ien d o recibido d eterm in a d a s in flu en cias en m i in fan cia, en m i a d o lescen cia , en m i m adu rez, m i com p rom iso cu an d o lu ch o por la lib era ción es fu n d a m en talm en te leal a aquel gu sto p o r la lib e rta d , a a q u el a m o r a la v id a , a a q u e l sen tid o de justicia. N u estra lucha, com o m ujer, com o hom bre, com o n egro o negra, com o obrera, com o brasileño, n orteam ericana, fran cés o boliviana, sobre quien pesan los diferentes e im portan tes condicion am ien tos de sexo, de color, de clase, de cultura, de la historia que nos marca, es la que, p a rtien d o de lo co n creto condicionante, con verge en la d irecció n de s e r m á s , en la dirección de los objetivos u niversales. Si no, al m en os p a ra mí, la lu ch a no tien e sentido. U n a d e la s ra z o n e s , s e g ú n y o lo e n tie n d o , d el fra c a s o n o d el socialism o sino de lo que se llam ó "socialism o realista", fue su fa lta de gusto por la libertad, su autoritarism o, su "burocratización m en­ tal" qu e red u cía la v id a a la in m ovilidad. Es la co n cep ció n m ecan icista de la h istoria la que, n egan do la h istoria com o posibilidad, a n u la la lib erta d , la elec ció n , la d ecisión , la op ció n , y a c a b a p o r negar la vid a m ism a.

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No es posible crear sin u n a seria disciplina inte­ lectual, así como no es posible crear con un sistema de reglas fijas, rígidas, impuestas por alguien.

A hora m e gu staría hacer algunas consideraciones sobre un proble­ m a del que uno y otro aspecto están constan tem en te presen tes en las conversacion es de los pasillos de nuestras universidades. M e re fie ro al p r o b le m a de la o rie n ta c ió n de la s d is e rta c io n e s de m a estría o de las tesis de doctorado. Parto del re co n o cim ien to de la n ecesid a d de la ta rea de o rien ­ tación del esfu erzo del orien tan do p a ra escribir su trabajo a ca d é­ m ico. Com o u n a práctica auxiliar, la orientación debe ser la ayu da q u e el o rie n ta d o r o frec e al o rie n ta n d o en el s e n tid o de q u e éste se ayude. P o r eso m ism o , el p a p e l d e l o rie n ta d o r n o p u e d e s e r el de p rogra m a r la 'id a in telectu al del orien tan do, esta b lecien d o reglas sobre lo que pu ed e y lo que no pu ed e escribir. El papel del o rien ­ tador que realm en te orienta, que acom paña las dudas del orientan­ do a las que siempre suma más dudas, es el de, de manera amigable, abierta, a veces aquietar, a veces in qu ietar al orientando. A quietar con la respuesta segura, con la sugerencia oportuna, con la biblio­ grafía necesaria que lo llevarán igualm ente a una nueva inquietud. La quietud no puede ser un estado perm anente. Sólo en la relación con la inquietud cobra sentido la quietud. La vida, que es constante m ovim ien to de bú sq u ed a , n o pu ed e ser in m o viliza d a en n in gu n o de su s m ú ltip les m om en tos, com o a q u el en el qu e escrib im os d i­ s e rta c io n e s o tesis. L a s re la c io n e s en tre el o rie n ta d o r y el o rie n ­ tando, m ás qu e estricta m en te in telectu ales, d eb en ser afectivas, respetu osas, capaces de generar un am biente de m u tu a confianza qu e en vez de in h ib ir estim u le la p rod u cción d el orien tan do. El p a p el d el o rie n ta d o r es d isc u tir con el o rien ta n d o tod as las v e c e s q u e s e a n e c e s a r io , d e n tro d e lo s lím ite s d e su tie m p o , la m a rch a de su in vestigación , el desarrollo de sus ideas, la agu deza de su análisis, la sim plicidad y la b elleza de su len gu aje o las d ifi­ [ 185]

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cu ltades que el orien tan do en fren ta en el trato con su tenia, en la co n su lta de la bibliografía, en el propio acto de leer o de estudiar. La lea lta d con q u e d isc u te los tem a s y las p erso n a s en lu texto. O b v ia m e n te q u e n o s e r á p a r a im p o n e r al o rie n ta n d o su fo rm a personal de estudiar, de analizar, de consultar y de citar dpcum entos, sin o p a r a a p o y a r lo s p ro c e d im ie n to s del o rie n ta n d o o p a ra d eja r cla ra su p o sició n con traria, qu e igu a lm e n te no p o d rá serle impuesta. El p a p e l d el o rie n ta d o r es v a lo riz a r el em p eñ o d el o rien ta n d o o critic a r su in op era n cia . C a lla r fren te a su esfu erzo, cu a n d o de él está resu lta n d o u n a p rod u cción seria, es tan p erju d icia l com o callar frente al descuido de su tarea. En el fondo, si es progresista, el o rie n ta d o r n o p o d r á a c tu a r a u to rita ria m e n te n i ta m p o c o de m a n era p erm isiva . No p u ed e ca lla r n i fren te al m érito d el o rien ­ ta n d o ni fren te a su dem érito. E l p a p e l d e l o r ie n ta d o r e s viabilizar fu e n te s de in fo rm a ció n variadas sobre la tem ática del orientando, llam ar su atención hacia tal o cual docu m en to m ás raro, es estim u lar y m ediar en cu en tros del o rien tan d o con otros in telectu a les del m ism o cam p o o de un cam p o in teresa n te p a ra su in terés cien tífico. Es a y u d a r al o rien ­ tando a que se ayude. Finalm ente, lo que cen tralm en te in teresa a la A c a d e m ia , a l o rie n ta n d o , a l o r ie n ta d o r y a la s o c ie c a d e s la m e jo r fo rm a c ió n c ien tífica p o sib le d el o rien tan d o . El papel del orien tador, ob via m en te den tro de u n a p ersp ectiva d e m o c rá tic a , n o e s el de, a p ro p iá n d o s e d el o rie n ta n d o , es c o g e r p or él el tem a y el títu lo de su disertación , e in clu so im p p n erle el estilo, el n ú m ero de p á gin a s que d eb erá escribir, la lín ea políticoid eo ló gica del trabajo y la exten sión de las citas. U n p u n to q u e m e p a re c e u n iv e rs a lm e n te a c e p ta d o : ta n to el orientador com o el orientando tienen derecho a n egarse a trabajar en o p o s ició n al otro. T a m p o c o ex iste n in g u n a e x ig en cia de plazo p a ra pon er fin a la relación en tre am bos. En el m om en to en que, por "m il razones," ocurre en ésta u n desfase, la A ca d em ia no tiene otra cosa que h acer que aceptar que se establezca u n a n u eva rela­ ción. Lo q u e el o rie n ta d o r ta m p o c o p u e d e es, lu e g o de h a b e r sid o in te le c tu a lm e n te s o lid a rio d u ra n te el p ro ce so de la o rien ta ción , s o rp re n d e r al o rien ta n d o el d ía d el ex a m en con un d isc u rso a d ­ verso a su tesis. U n o rie n ta d o r qu e p roced e de esta m a n era sólo se sien te lib re p a ra h acerlo p o rq u e ja m á s rea liza u n a eva lu a ción

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de su evaluación. Posiblem ente el peor aspecto de tal procedim ien­ to es el testim on io de fa lta de ética que d a a los estu dian tes, que, a la v e z que h ace la v id a aca d ém ica m ás desagradable, nos dism i­ nuye. Lo qu e n o sólo p u ed e sin o qu e d eb e h a c e r es, de u n a m a n era co m p ro m e tid a , re a lm e n te a p a sio n a d a , si e s tá c o n v en c id o de su error, lla m a rlo a la co m p re n s ió n de su d es vío p a r a q u e el o rie n ­ tando, asu m ién dolo, lo supere. S in em bargo, existen ca sos en q u e no se tra ta p ro p ia m en te de u n error, sino de u n a d ivergen cia en la in terp retación . No veo por q u é el o rie n ta d o r y el o rie n ta n d o d eb ería n co in c id ir siem p re. Lo qu e el m a estra n d o o el d octora n d o tien e q u e d em o s tra r a la A c a ­ d e m ia n o es q u e p ie n s a co rn o el o rien ta d o r, sin o q u e osa pensar con in depen den cia, no im p orta qu e a veces se equ ivoqu e. El error n o es p ecad o sin o p a rte d el p roceso d el con o cim ien to . U na disertación puede valer más por lo que posea de curiosidad, de riesgo, de a ven tu ra del espíritu por parte de su autor, que otra que, "m odosita", re vela m ied o al riesgo y a la osadía. Es verd a d qu e no es posible crear sin u n a seria disciplin a in te­ lectu a l, d el m ism o m o d o q u e no es p o sib le crea r con u n sistem a de reglas fijas, rígidas, impuestas por alguien. Reglas que no pueden p o n erse en tela de ju icio . Por eso el b u en o rie n ta d o r es el q u e h u m ild em en te ta n to está a te n to a l a c o n tr ib u c ió n q u e d e b e o fr e c e r a l o r ie n ta n d o c o m o recon oce, sin sen tirse d ism in u id o o im p ortu n a d o, la im p orta n cia de la co n trib u ción qu e el orien tan d o tra e a su ca m p o de estu dio. La A c a d em ia no p u ed e ni d eb e ser un co n texto in h ib id o r de la búsqueda, de la capacidad de pensar, de argum entar, de preguntar, de criticar, de dudar, de ir más allá de los esquem as prestablecidos. Por ello, fiel a sus objetivos críticos, no pu ede aferrarse a un único m o d elo de p en sam ien to, co rrien d o así el riesgo de p erd erse en la estrech ez del pen sam ien to sectario. Creo que tam bién debe ser una de las preocupaciones del orien­ tador, al in icio de su actividad con el orien tan do al que au xilia en su esfu e rzo d e tra b a ja r su d ise rta ció n o su tesis, d isc u tir con él so b re lo q u e s ig n ific a e s c rib ir u n tex to . Lo q u e s ig n ific a esc rib ir un texto n ecesa riam en te im p lica lo qu e sign ifica leer un texto. Es casi im posible escribir sin su perar una de las dificultades que esta ta rea nos plan tea, sin el ejercicio crítico de la lectu ra. En p rim er lu gar, y o leo lo q u e otros escrib en , y esc rib o p a ra qu e o tros lean

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lo q u e esc rib í. En la m e d id a en q u e ejerzo m i cu rio s id a d c rític a con la lectu ra de un texto y v o y dom in an do el p roceso de p ro d u c­ ción de su inteligencia, en v e z de bu scarla hecha, elaborada, rep o ­ san do en el texto y ahí d ejada por su autor, m e estoy p reparan do p a r a e s c rib ir. L a p o s ib ilid a d d e p a r tic ip a r e n la c r e a c ió n d e la co m p ren sió n del texto ta m b ién m e h ace ca p a z de reescribirlo. Para quien quiere y precisa escribir el m ejor cam ino es leer bien y bastante, a lo que corresponde escribir con respeto por el tem a, con elegancia y belleza. E scribir diariam ente una nota sobre algún h ech o referid o en el n oticia rio de la televisión , u n a ca rta a u n q u e n o se rem ita a nadie, un co m en ta rio so b re u n a lectu ra h ech a en un libro o en u n a revista. Lo m ás im p o rta n te es esc rib ir to rn a n d o en cu en ta la cla rid a d d el tex to , la c a p a c id a d d e d e c ir lo q u e h a b ía q u e d ecir, el b u en gu sto del lenguaje. En trabajos anteriores he insistido en que no existe antagonism o e n tr e e s c r ib ir c o n r ig o r y e s c r ib ir b o n ito . H e d e s ta c a d o q u e la b ú sq u ed a de la b elleza en la produ cción del texto no es sólo deber de los artistas de la palabra, sino de todos y de todas los y las que escribim os.* P or eso siem p re m e p a reció im p o rta n te su m a r a la lectu ra in ­ dispensable para la fundam entación de la tesis, o de la disertación, la lectu ra de bu en os escritores, bu en os novelistas, bu en os poetas, bu en os biógrafos. Sólo se p u ed e ga n a r en la co n v iven cia con la so n o rid a d de las frases, con la cla rid a d en la exp osición , con la leved a d d el estilo. O b v ia m e n te la s o n o rid a d de la fra s e o la le v e d a d del estilo sólo son valiosas cuando están asociadas a la im portancia del contenido. D e a h í qu e h a b le de la s o n o rid a d de las frases, de la leved a d del estilo, y n o de palabrería. La p a la b re ría h ueca, ésa sí, no atien d e ni a las ju s ta s exigen cias de la A ca d em ia ni al rigor de las bu en as casas editoriales. En este sentido, un texto qu e no pu ede ser tesis t a m p o c o p u e d e s e r lib ro . Lo q u e m e p a r e c e e x tra ñ o e s q u e u n texto p u ed a ser un bu en libro pero no ten er el n ivel de u n a tesis. En este caso, u n a de las dos está equ ivoca d a : o la A c a d e m ia o la casa editorial. En cierta oportun idad, coordin an do un curso de va ca cion es de

* V éase Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit., y Cartas a quien pretende enseñar, op. cit.

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un mes en una universidad extranjera, en la que pasaba dos horas diarias dedicadas a en trevistas con alu m n os y con alum nas, tuve u n a la rg a c o n v ersa ció n con u n a a lu m n a so b re el p ro y ecto de su tesis. Era un texto bien escrito, que hablaba con claridad sobre los diferen tes pasos del trabajo. En cierto m om ento plan teé u n a cu es­ tión so b re la n eu tra lid a d de la ed u ca ció n y m a n ifesté m i d is c re ­ p an cia. C on a ire triste ella m e resp o n d ió qu e ta m p o co a cep ta b a el tratam ien to que estaba dando a la educación, pero que así p en ­ saba su orientador. Estoy com pletam en te convencido de qu e en casos com o éste la p o sició n c o rrecta d el o rie n ta d o r sería, d isc rep a n d o con la orientanda, a rgu m en tar sobre su posición con traria y ju stifica rla . Y si, p o r e je m p lo , e lla in s is te e n l a n o n e u tr a lid a d d e la e d u c a c ió n , ca b ría al orien tador, prim ero, ren u n cia r a su ta rea o, segu ndo, lo que me parece sería prueba de su tolerancia, continuar con la orien­ tación reserván d o se ética m en te el derech o de opon erse en el ex a ­ m en a la p o sició n de la orien ta n d a . En el ca so qu e esta m o s e x a ­ m in a n d o , el o rie n ta d o r a u to rita ria m e n te im p u s o su o p ció n político -p ed a gó gica a la orien tan da, que se cu rvó fren te a su a u to ri­ tarismo. En la Pon tificia U n iversid ad C atólica de Sáo Paulo particip é en u n a excelen te ex p erien cia en el cam po de la orien tación de d ise r­ taciones y de tesis al lado de la m aestra A na M aría Saúl, hasta hace poco vicerrectora de la m ism a u niversidad. C a d a q u in ce d ía s n os reu n ía m o s con a lu m n a s y a lu m n os del posgra d o vin cu :a d o s al p ro g ra m a p a ra discu tir el relato qu e cada u no o ca d a u n a h a cía del p roceso de red a cción de su disertación o de su tesis. Eran re u n io n es de tres h oras, con un p eq u eñ o in terva lo p a ra el café. Prim era h ab lab a u no de los participantes, partien do de su llegada al program a, de su entrevista inicial, de sus inseguridades, de sus dudas, de la dificultad o no para hacer preguntas de las que p o d ría n a c e r si te m a a ú n n e b u lo s o y v a go . F in a lm e n te h a b la b a sobre su jorn ad a.. De los diferen tes in stan tes del largo proceso de p rod u cción de :u docu m en to académ ico. In m ed ia ta m en te d esp u és so m etía m o s su d iá logo a un debate, casi siem pre rica en in dagaciones y sugerencias. C a d a u n o s e v e ía u n p o c o e n la e x p e r ie n c ia d e l o tro , e n la s d ific u lta d e s p a n p la s m a r en el p a p e l el d is c u rs o en p ro c e s o de organ ización com o p en sam ien to. D ificu lta d es p a ra expresarlo en

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el lenguaje escrito. El ejercicio oral de exponer y debatir su práctica académ ica, el de h ab lar de su tem a com o lo piensa, o de cóm o lee una bibliografía fundam ental, o de cómo trabaja con su orientador, acaba por ayu darlos a todos en el esfuerzo de escribir sus diserta­ ciones o sus tesis. En realidad, hablar s o b re el p r o y e c to e s p a rte d el p r o c e s o de escribir la tesis. El m om en to oral debe preceder al de la escritura, d el q u e d e b e m o s re g re s a r al h a b la , ta n to co m o n o s s e a p o sib le, so b re lo q u e e s ta m o s esc rib ien d o . H a b la r d e lo q u e se p reten d e escribir, hablar de lo que y a se está escribiendo, nos ayuda a escribir m e jo r lo aú n no escrito o a re escrib ir lo y a escrito pero n o term i­ nado. En algu n as ocasion es com p a recía en el sem inario el orien tad or de u no u otro participan te, contribu yen do con su crítica o con su com en tario al curso de la discusión. N unca realizam os u n a evalu ación objetiva de las reuniones, p e­ ro, a ju z g a r p o r la riq u eza de las m ism as, p o r la a ctu a c ió n ca d a v e z m ás crítica de los particip an tes y por las d eclaracion es p erso ­ nales de algunos o de algunas de ellas, no hay duda sobre su eficacia y sobre el acierto de h a b erla s realizado. L a p r o p ia d iv e rs id a d y p lu ra lid a d te m á tic a d e la s re u n io n e s con tribu ía a am pliar el abanico de los desafíos y de la cu riosidad. D e e s a m a n e ra h a b ía u n a p o s ib ilid a d d e e n riq u e c im ie n to p a ra todos los participan tes. No fu eron raras las ocasion es en que, por el m ism o h ech o de estar discu tien do un tem a que no era el suyo, uno de los particip an tes se aven tu raba en su análisis, m ostran do un aspecto que aún no h ab ía sido considerado por quien expon ía su trabajo. R ealizadas en grupo, las reu n ion es en ú ltim a in stan cia p rop o r­ cion a b a n n u eva s visio n es so b re ciertos p rob lem a s y revisiones de n u eva s form as de ser. V isio n e s n u eva s y re-visio n es provo ca n la p ercep ción de la p ercep ción anterior, a la qu e se su m a el c o n o ci­ m iento del conocim iento anterior. Percibir cóm o percibía, conocer cóm o conocía, im p lican fin a lm en te re-confirm ar lo antes afirm ado, o afirm ar u n a n u e v a fo r m a d e p e r c ib ir o u n a n u e v a fo r m a d e conocer, in d isp en sa b le ejercicio p a ra qu ien h ace un posgrado. Por o tra parte, es p reciso q u e el o la estu d ia n te en p roceso de orientación asum a responsablem ente su papel. En general, escribir es un qu eh a cer p la cen tero pero exigente. Escribir se v a torn an do u n a c to p la c e n t e r o e n l a m e d id a e n q u e , c o n h u m ild a d y c o n

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paciencia, vam os superando una u otra dificultad para plantear en el papel n u estro d iscu rso sobre el objeto. La a legría qu e sen tim os al esc rib ir es el p rem io qu e recib im os por el esfuerzo, por la tenacidad con que nos entregam os a la tarea de registrar nuestra inteligencia o nuestra com prensión del objeto. P e ro p o r o tr o la d o n o e s p o s ib le e s c r ib ir s o b r e lo q u e n o se sabe. Por eso es fundam ental que y o sepa sobre qué vo y a escribir, esto es, q u e d elim ite el ca m p o de m i b ú sq u ed a , q u e te n g a c la ra m i p regu n ta y más o m enos clara m i respuesta. Sin trabajar estas exigen cias con el orientador o la orientadora, sin el estudio de u na b ib lio g r a fía b á s ic a q u e c e rq u e m i tem a , es im p o s ib le e s c rib ir la tesis. Sin rigor, sin seriedad, sin d iscip lin a in telectu al, el p roceso de la orientación, que in volu cra al orientador y al orientando, se fru s­ tra y d eja de cu m p lir la ta rea que se esp era de éste. Escribir sobre un tem a im plica lecturas previas y concom itantes so b re éste, así com o la lectu ra de m i p rop ia escritu ra. Y n ad a de eso pu ede realizarse sin esfuerzo, sin dedicación, sin respon sabili­ d ad. E s a b s u rd o q u e el o rie n ta n d o , s o b re to d o si es b ec a rio , se h a g a el que estu d ia o dé la im p resión de que tra b a ja sin abocarse seriam ente a su tarea. L a s e x ig e n c ia s é tic a s d el tra b a jo de o rien ta c ió n n o se lim ita n so la m en te al tra b a jo del orien tad or, sin o qu e n ecesa ria m en te a l­ canzan tam bién a los orientandos. Sin em bargo, de cu a lq u ie r m a n era ten d rem os qu e re co n o cer y h asta d estacar la im p orta n cia de la person a del orien tad or o de la o rie n ta d o r a en el p ro c e s o d e la o rie n ta c ió n . L a im p o r ta n c ia d el e stím u lo q u e el o rien ta n d o re c ib e d el o rien ta d o r, la re p e rc u s ió n en el o rie n ta n d o d e u n g e s to p o c o c o rté s con q u e el o rie n ta d o r maltrata el trabajo del orientando. Por últim o, el orientando es tan p e r s o n a co m o el o rien ta d o r, p e r s o n a q u e sien te, q u e su fre, qu e su eñ a, qu e sa b e y p u ed e sa b er pero q u e ign ora, qu e p recisa estí­ mulos. iEs persona y no cosa!

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Solam ente los mecanicistas, que sin saberlo pier­ den la form a dialéctica de pensar, pueden aceptar un nacim iento de la m u jer y del hom bre nuevos tan sim plista como el de que hablan.

A h o ra m e gu sta ría realiza r un ejercicio diferen te. Me gu sta ría en ­ sayar una aproxim ación crítica a algunas de las muchas preguntas q u e m e h a c e n a v e c e s lo s p a r tic ip a n te s e n lo s e n c u e n tr o s q u e co o rd in o en B ra sil o fu era de él, y a vec es p o r carta. Son p regu n ta s qu e p o r lo g e n era l g ira n en torn o a ciertos n ú ­ cleos básicos, a ciertas preocupaciones fundam entales concern ien ­ tes al tem a de la dom in ación , y a sea de clase, ra za o sexo. No ex iste n in g u n a p r e g u n ta de la q u e p o d a m o s decir: é s ta es la prim era. T od a pregunta revela insatisfacción con respuestas an ­ teriores dadas a preguntas también anteriores. Preguntar es asum ir la posición cu riosa de quien busca. No h ay conocim iento fu era de la in d a ga ció n . F u era del a som b ro. P o r otro lado, q u ien p regu n ta d eb e c o m p ro m eters e o esta r c o m p ro m etid o y a con el p ro ce so de la respuesta tanto com o espera que se com prom eta aquel o aquella a quien se pregunta. Vale decir, quien pregunta no puede quedarse satisfecho con esperar la respuesta. Está claro que quien pregunta esp era respu esta, pero q u ien p regu n ta crítica m en te n o sólo está abierto o disp u esto a lidiar con la re sp u esta o las resp u esta s que le den, sino tam bién a in tentar su propia respuesta. A ú n m ás, h ay preguntas que, trayendo en sí la respuesta de quien las hace, tratan de rectificarla o ratificarla. En últim a instancia, quien form ula este tipo de p regu n ta b u sca som eter su afirm ación ("respu esta") al ju i­ cio de a q u el o de a q u e lla a q u ien in terroga. T e n g o a q u í, en m i m e s a de tra b a jo , cu a tro p re g u n ta s q u e m e acaban de llegar del n orte y qu e repiten, casi con las m ism a s p a ­ labras, otras tantas que recibo. 11 ¿Cóm o explicar los altos índices de fracaso entre los estudian­ tes de color en las sociedades que se consideran progresistas? 2] ¿ P u e d en los o p rim id o s re a lm en te tra b a ja r co m o au tén tico s [192]

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sujetos, en p rogram as progresistas, con el opresor? 3] ¿C óm o explicar que p erdu ren posicion es discrim in atorias de clase, ele sexo, de raza, en u n a sociedad que se dice progresista? 4] ¿La p ráctica edu cativa liberadora pu ede erradicar m an ifesta­ cion es del p o d er d isc rim in a n te de clase, de raza, de sexo, den tro de u n a sociedad progresista? Creo que el punto de pa rtid a p a ra responder a estas preguntas, n o im p o r ta p o r cu á l de ella s c o m en cem o s , es la d isc u s ió n de la d om in a ción y de la lib era ción com o p rocesos con trad ictorios y no m ecánicos. No existe experien cia de dom in ación que no prod u zca en lo s y en la s q u e d o m in a n y en lo s y la s q u e so n d o m in a d o s p o sicio n es y actitu d es, form as de valorar, de leer el m u n do, co n ­ tra ria s u n a s a las otras. Nadie, persona, clase o gru po dom in ado h asta ayer, m artes, revelando su com portam iento am biguo y dual, rasa de la noche a la m añana a ser diferente el m iércoles. El nuevo h o m b re y la n u e v a m u je r ja m á s será n re s u lta d o (le u n a a cció n m ecá n ica , sin o de un p roce so h istórico y so cia l p ro fu n d o y c o m ­ plejo. El nuevo h om b re n ace poco a poco, v a h acién d ose, no n ace hecho. S o la m e n te los m e ca n icis ta s, q u e sin sa b erlo p ierd en la form a d ia léctica de pensar, pu eden aceptar un n acim ien to de la m u jer y del hom bre nuevos tan sim plista corno el de que hablan. Cargarnos con n oso tro s y en n osotros la in ex p erien cia dem ocrática, a veces vigorosa, que nos m arca desde los tiem p os de la colonia, de la que son co n tra d icció n las ex p resion es n u eva s o los n u evos im p u lsos de la dem ocracia. M arcas colon iales qu e perdu ran h a sta hoy. En realid ad , es p reciso in sistir en la n a tu ra leza p rocesa l de la historia. Y la práctica progresista, histórica, no sería una excepción. Por otra parte ningún sueño dem ocrático, ni siqu iera el socialista, p u e d e a lim e n ta r en sí el id e a l de sa n tific a c ió n de lo s h o m b re s y de las m u jeres. El de ser más, ése sí as su vocación h istórica. Sin em b a rg o , p o r lo m is m o q u e es u n a vocación y n o u n sino o un destino seguro, ta n to p u e d e ir c o n s o lid á n d o s e en la lu c h a p o r la lib erta d com o pu ede, desorien tá n d ose, crea r o in te n sifica r la des­ humanización existente. U no de los problem as que en frentaron tod as las revolu cion es y que la m ente m ecanicista jam ás podría entender es la perm anencia de e x p re s io n e s de la v ie ja s u p e re s tru c tu ra en la n u e va , en c o n ­ tra d ic c ió n con la in fra e s tr u c tu r a en p ro c e s o de cre a c ió n p o r la revolu ción . Las form as de ser, de valorar, de p en sa r tan to ciertas

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creen cia s com o ciertos sa b eres del a yer p en etra n en el h o y re v o ­ lu cion ario. Las n u eva s form as de p en sa r y de va lo ra r no se co n s­ titu yen del m a rtes p a ra el m iércoles, com o en u n pase de m agia. U na cosa es cam biar una m esa de un lugar de la casa a otro; basta con ten er fu erza física p a ra h acerlo. Pero ca m b ia r u n h áb ito c u l­ tu ral es otra cosa. Por ejem plo, co n ven cer a los b rasileñ os de que lafe ijo a d a de soya es sabrosa. L a v ie ja ed u ca ció n , elitis ta y a u to rita ria , q u e a u n a n tes de la re vo lu ció n en el p o d er era v iv id a co m o u n a in c o h e re n c ia p o r los educadores y las educadoras revolucionarias, se adentra en el tiem ­ po de la revo lu ció n , d ific u lta n d o la c o n s titu c ió n de la nueva edu­ cación. E n cierto sen tido, p o r o tra p arte, a lgu n o s de los a sp ec to s o m om en tos de la n u eva com pren sión y de la n u eva p ráctica ed u ­ cativa, en contradicción con la vieja superestructura de la sociedad, com ienzan a constituirse en el m ism o proceso de la lucha. El tom ar parte en el con flicto gesta n u estra conciencia. A veces las co n trad iccio n es se daban, en rigor, en tre la p erm a ­ n en cia de las viejas m arcas en el n uevo tiem po revolu cion ario y la fo rm a idealista de pensar de los revolucionarios. Para ellos, la nueva in fra estru ctu ra se co n stitu ía de la n och e a la m añ ana, y la n u eva su perestru ctu ra al m ism o ritm o, m ecánicam ente. U na vez realizadas estas prim eras consideracion es, tom em os la prim era pregunta: ¿Cóm o explicar los altos índices de fracaso entre los estu d ia n tes de color en las sociedades qu e se con sid era n p ro ­ gresistas? Estas sociedades, a pesar de que se piensan y se p rocla­ m a n p r o g re s is ta s y de q u e p o s ib le m e n te h a s ta c u e n ta n co n u n sistem a de leyes contra la discrim inación, casi nunca aplicado equ i­ tativam ente, todavía no han sido capaces de "m orir" com o racistas p a ra "ren acer" com o dem ocrá tica s. E n la m e d id a en qu e la id e o lo g ía ra c is ta sólo es co m b a tid a en e l p a p el, en q u e lo s d is c rim in a d o s se sie n te n im p o te n te s o ca s i im poten tes para apelar a la ley, los estu diantes de color continúan en u na lucha desigual para garantizar sus pautas de eficacia. El alto grado de in coh erencia que este tipo de sociedades revela en su pob la ción tra b a ja en fa vor de ese destiem po. Por u n lado el discu rso dem ocrático, apasionado, de qu ienes m isteriosam en te se recon ocen m aestros de dem ocra cia en el m undo, salvagu ardas de lo s d e r e c h o s h u m a n o s ; p o r el o tro la p r á c tic a r a c is ta m a lv a d a , a gresiva m e n te co n tra d ic to ria de los re a le s id ea les d em ocrá ticos. La lu ch a con tra el racism o, con tra el sexism o, co n tra la d isc rim i­

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nación de clase es u na exigencia in excusable de la sociedad d em o­ crática y de su perfeccion am ien to. No im porta en qué espacio escolar trabajen, en la escuela básica, en la en señ a n za m edia, en la u n iversita ria , en la en señ a n za p r o ­ fe s io n a l o en la e d u c a c ió n p o p u la r, in fo r m a l, lo s e d u c a d o r e s y ed u ca d ora s p rogresista s no tien en otro cam in o que el de la co h e­ ren cia en tre el d iscu rso d em ocrá tico y su p ráctica igu a lm en te d e ­ mocrática. No es posible h ab lar de d em ocra cia y al m ism o tiem p o acep ta r sin n in g u n a r e a c c ió n el d e s c u id o c o n q u e se r e le g a e l e s p a c io ed u ca tivo , la p ro p ia e d u c a c ió n de los n iñ o s p o b res, p ro leta rio s, n egros, com o si ellos fu esen eso, o n to ló g ica m en te in ferio re s o in ­ ferio res p o r n a cim ien to. L a co n n iv e n c ia con sem eja n te d es cu id o nos h ace solidarios con ella, y eso nos hace m enores que aquellos o aquellas que, siendo pequeños, actúan com o lo hacen por con vic­ ción o p o r o p ció n id eo ló gico -p o lítica . Lo extraño en este tipo de sociedades sería q u eco s estu dian tes de color no p resen tasen altos ín d ices de fracaso. Pero m e parece que se hace m en ester insistir, h asta con rabia, en dos puntos obvios: primero, el fracaso de los jóven es estudiantes negros es el éxito del poder racista dom inante; segundo, el fracaso de los jó v e n e s estu d ia n tes n egros no es resp o n sa b ilid a d de ellos, sino de la p o lítica d iscrim in a toria co n tra ellos. La segu n d a pregu n ta: ¿P u eden los o p rim id os realm en te tra b a ­ ja r c o m o a u té n tic o s s u jeto s, en p r o g ra m a s p ro g re s is ta s , c o n el opresor? No im porta si se realiza com o u na táctica explotadora, violenta, de la clase dom inante o es asum ida contradictoriam ente por quien se presen ta com o progresista, la práctica opresora es incom patible con el su eño y con la p ráctica progresistas. S in em b a rg o , s u p e r a r su c o n tr a d ic c ió n es m á s fá cil, o a s í lo p a re ce, p a ra el o p re s o r qu e, h o m b re y b la n co , d is c rim in a -u n a form a de oprim ir- a la m u jer y al negro, pese a decirse progresista, qu e p a ra el o p resor qu e lo es en ra zón de su clase y su poder. El o p re s o r en ra z ó n de su c la se p u ed e in c lu s o d e c irs e d em ó c ra ta , pero su id ea l d em ocrá tico tien e h orizo n tes d em a sia d o estrech os, n o so p o rta al h om b re de co lo r cerca de él. L a d em o c ra cia qu e él d efien d e se sien te en peligro, am en a zad a, si las cla ses p o p u la res lle n a n la s c a lle s y la s p la z a s en d e fe n s a d e su s d e r e c h o s y su s in tereses. La su sta n tivid a d d em o c rá tica exige m a y o r ra d ic a lid a d

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ética. No p u ed e h a cerse de la vista go rd a fren te a n in g u n a form a de discrim inación. Desde este punto de vista, p ara que los p rogre­ sistas trabajen h om bro con h om bro con un in dividu o au toritario, antidem ocrático, es m enester que los progresistas se vuelvan reac­ c io n a rio s, y p o r lo ta n to q u e el p ro y e c to d eje de se r p ro g resis ta , o que el au toritario se co n vierta a la lu ch a progresista. O tra h ipótesis que se en cu adraría en el espíritu de la pregu n ta se puede verificar en las situaciones en que una persona dem ocrá­ tica, p o r u n a cu estión de su p erviven cia , tra b a ja en, y no con, un eq u ip o de ra cista s. E lla s a b e en to n c e s cu á n d o y có m o s a n a r su malestar. L a te rc e ra p r e g u n ta tie n e co m o eje a lgo q u e y a h e v e n id o d i­ cien d o en el tra ta m ien to de las cu estio n es a n teriores: ¿C óm o ex ­ p licar qu e p erdu ren posicion es discrim in atorias de clase, de sexo, de raza, en una sociedad que se dice progresista? En prim er lugar, una cosa es el discurso oficial de la sociedad sobre sí m ism a y otra es su p rá ctica social. Y lo qu e rea lm en te p erfila a u n a so cied a d es su práctica social, y no el discurso oficial sobre ésta. Sin em bargo, el d iscu rso oficial ta m b ién tien e su valor, h istórico p or un lado, y p o r el o tro y p r in c ip a lm e n te , p a r a lo s p r o g r e s is ta s q u e n o só lo podrán sino que deberán usarlo en su lucha. Utilizarlo en el sentido de, m o stra n d o la in co h eren c ia en tre éste y la p rá c tic a social, d e ­ m a n d a r la c r e c ie n te d is m in u c ió n e n tre lo q u e s e p r e d ic a e n e l discu rso y lo qu e se realiza en la práctica. Con todo, no ten go du da de qu e u n a de las razon es por las que p erd u ra n las p rá ctica s d isc rim in a to ria s en las so cied a d e s de las qu e se p ien sa que en cierto sen tido tien en ca ra cterística s p rog re­ s is ta s es la d ific u lta d q u e tie n e n la s lla m a d a s m in o ría s d e esa s sociedades para, su perán d ose a sí m ism as, percibirse com o mayo­ rías. Percibirse y com p orta rse com o m ayorías. Sería m ucho m enos difícil p ara las llam adas m in orías lim ar sus asperezas entre sí, en un ejercicio político diario, y lu ch ar unidas, que con segu ir sus objetivos lu ch an do cada u n a por su lado, d eb i­ litadas.* Esto es parte del sueño de la liberación, de la b ú squ eda p erm a ­ nente de la libertad, de la vida, de la su peración procesal de todas las form as de discrim inación. La edu cación crítica, desocultadora, tiene un papel indiscutible en este proceso. Y será tanto más eficaz * V éase P au lo Freire, Pedagogía de la esperanza..., op. cit.

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cuanto en la experiencia cotidiana de la sociedad d ism in u ya la fu erza de los p rocesos discrim in atorios. No po d em os esp erar u na p rá c tic a ed u ca tiva de n a tu ra leza lib era d o ra de u n a e d u ca d o ra o de un e d u c a d o r rea ccion a rio , d el m ism o m o d o qu e la v erd a d era acción dem ocrática tiene poco efecto si se realiza de m anera aislada en un contexto pesad am en te racista. La p ráctica p olítica de m u jeres y h om b res m adu ros, qu e re co ­ n o cie n d o crític a m en te el p a p el y la n ecesid a d de la u n id a d en la d ive rsid a d -ta m b ién en sí u n a p rá c tic a p ed agógica -, es in d isp en ­ sable p a ra la lu ch a contra la dom inación. La lu ch a p o r u n a d em o c ra cia m en os in ju sta, m ás ética m en te cim entada, también es una obra de arte que nos llam a y nos espera. Es así com o u n a edu cación lib era d ora pu ed e ayu d a r en el p ro ­ ceso de la su p era ció n de las m a n ifesta cio n e s del p o d er d is c rim i­ natorio. Tam bién en la m edida en que se preparen agentes políticos p a ra la in terven ción tra n sform a d ora de las estru ctu ras políticas y econ óm icas del estado.

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La relación amo-esclavo, que poco im porta que se presente con el disfraz más colorido, no deshum a­ niza sólo al esclavo sino tam bién al amo. Desde el punto de vista ético -y la im p ortan cia radical de la ética crece cada vez más- ambos son deshum a­ nizados; el que dom ina y el dominado.

Ahora, al cerrar este conjunto de cartas, quien haya leído este libro h a b rá ca íd o en la cu en ta de q u e de éstas su rg en a lgu n os tem as q u e a m i m o d o de v e r se v ie n e n p la n te a n d o co m o p ro b le m a s de este fin de siglo, qu e ta m b ién es fin de m ilen io. P rob lem a s en tre los cu ales algu n os h an em ergido recien tem en te y otros están p re­ sentes en la h istoria desde h ace m u ch o tiem po, pero a h ora ganan n uevos colores al ocupar espacios visibles. S é q u e n o e s fá c il e n u m e r a r , e n e l fin d e u n s ig lo to c a d o y d esafiad o p or gu erra s m u n diales, por gu erras lo ca les de ca rácter casi m undial, por transform aciones radicales de naturaleza social, política, econ óm ica, ideológica, ética, p o r revolu cio n es er la cie n ­ cia, en la tecn o lo g ía , p o r la su p e ra c ió n de c re e n c ia s y d e m itos, p ero ta m b ié n p o r la re a c tiv a c ió n de a lg u n o s (co m o el m ito n a zi de la raza, de la nación ), por el regreso a la du da que pone en tela de ju icio a la certeza de la m odernidad -sé que no es fácil enum erar todo lo qu e pu ed e p a re c e m o s qu e h oy es fu n d a m en talm en te p ro ­ blem ático. Problem ático para quien vive la ú ltim a décad a del viejo siglo, pero ta m b ién p a ra qu ien viva el co m ien zo del ven idero. Algu nos puntos de indiscutible com plejidad, que abarcan desde la política h asta la epistem ología, pu eden ser inventariadD s.

Relaciones

Norte-Sur

C om o cen tro de poder, el N orte se a costu m b ró a "perfilai" al Sur. E l N o rte "p o rte a "* al Sur. * A p ro p ó s ito d e la id e o lo g ía d e "n o h ea r", v é a s e M árcio Cam pos, (n n o ta de A n a M aria A. Freire, en Pedagogía de la esperanza..., Op. cit. [198J

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Una de las tareas que el Sur, espero, se impondrá en esa relación, e s la de, tra ta n d o d e s u p e r a r s u d e p e n d e n c ia , c o m e n z a r a se r tam bién su jeto de su bú squ eda; a ser un "ser p a ra sí" y no "para el otro", co m o h a sido. Pero m u ch o m ás que b u scar -au nqu e fu ese fácil- debe cam biar de posición: d eja r de se r "n o rtea d o " y p a sa r a "su rear". No du do de qu e el ca m in o no sería ése sin o el de la in te rd ep en d en c ia , en el que uno no pu ede ser si el otro no es. En este caso, al "nortear", el N orte se ex p o n d ría al "su rea m ien to" d el S u r y viceversa. ¿S u eñ o im p osib le? ¡No! U topía. Posibilidad. En realid ad el desequ ilibrio entre Norte y Sur, del qu e resu ltan la d o m in a c ió n d e l s e g u n d o , l a v io le n c ia d e l p r im e r o , e l p o d e r ex a cerb a d o d el N orte, la d eb ilid a d d el Sur, a ca b a p o r a fecta r los in te re s e s d el p ro p io N o rte y p e r ju d ic a r el p r o g re s o g lo b a l d e la dem ocracia. La relación am o-esclavo, que poco im p orta que se presen te con el d isfra z m ás colorido, no d esh u m a n iza sólo al esclavo sino ta m ­ bién al amo. Desde el punto de vista ético -y la im portancia radical de la ética crece cada vez más- am bos son deshum anizados; el que d o m in a y e l d o m in a d o . P o r es o n o h a y c ó m o e s c o g e r e n tre se r d om in a d or o ser dom in ado. Las in d iscu tib les ven ta ja s m ateriales de quien dom in a van m erm ando frente a la resistencia, cu alquiera qu e ésta sea, de qu ien, ofen dido, lu ch a p o r la resta u ra ción o por la "in au gu ración " de la libertad. E n tre ser d om in a d or o ser d o m i­ n ad o el ca m in o es el de la u topía, el del su eñ o p osib le y con creto de la libertad. El cam in o es el de la lu ch a sin tregu a, bien vivida, astutam ente planeada, con la m alicia y la sagacidad de la serpiente y no sólo con la c a n d id ez d el cord ero. C a b e d esta ca r, así, qu e la o p c ió n n o p u e d e se r la in m o la c ió n , el d e s is tim ie n to , sin o la de quien se afirm a, en la lu ch a crítica, en la b ú sq u ed a de su a u ten ti­ cidad. Es obvio que ésta n o es u n a lu ch a fácil. En prim er lu gar es u na lucha para gente obstinada, persistente, esperanzada, pacientem en­ te im paciente. G ente hábil, curiosa, siem pre disp u esta a aprender con lo diferen te, a extraer saber de su relación con lo antagón ico; gen te p o lítica m en te com petente, qu e no se aísla, sino qu e al co n ­ tr a r io a m p lia to d o lo q u e p u e d e e l n ú m e r o d e c o m p a ñ e r o s d e lu ch a. G en te tole ra n te q u e sa b e q u e n o es p o sib le h a c e r p o lítica sin c o n c e s io n e s , p e ro q u e ta m b ié n s a b e q u e c o n c e d e r n o e s lo m ism o que estar en connivencia.

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El p rob lem a de cóm o trabajar la u n id ad de los dom in ados p ara e n fre n ta r al d o m in a d o r c o m ú n en fa v o r d el o b je tiv o m a y o r, de có m o s u p e ra r s u s d ife re n c ia s en c ie r ta fa s e d el p ro c e s o , e s u n obstácu lo casi in fran qu eable. U tilizan do u n a fórm u la tan antigu a com o aú n eficaz, el d o m in a d o r d ivid e en tre sí a los d om in ados, y de esta m a n era con tin ú a reinan do. L a u n id a d d e lo s d ife r e n te s s e im p o n e u n a v e z m á s s i é s to s pretenden ser eficaces en su ju s ta lucha. Es in teresan te observar qu e en 1968 n adie p reveía lo que su ce­ dería en m ayo, no sólo en París o en N u eva Y ork sino en el m undo entero, con más fuerza en una sociedad y con m enos en otra. Nadie p en saba que u n a generación en tera plan tearía exigen cias de lib er­ tad, de a firm a ció n person a l, qu e h a ría n ta m b a lea r los cim ien to s d el p o d er tra d icio n a l y au toritario. A lg u n o s a m ig o s y c o m p a ñ e r o s d e e x ilio e n S a n tia g o h a b ía n lle g a d o a P a rís en a b ril y h a b ía n esta d o con c ie n tífic o s p o lític o s la tin o a m erica n o s y fran ceses del m ás alto n ivel, y en n in gú n m o ­ m en to n i siq u iera u n o de ellos h a b ía so sp ech a d o la reb elió n qu e estaba a punto de estallar. Esto se repitió recientem ente de m anera bastante más profunda con algo qu e cam bió y con tin ú a cam bian do la cara del m undo. El d esm oron a m ien to de lo qu e se llam ó el "socialism o realista" y no, a m i entender, del su eño o de la u top ía socialista. Si h ace diez años algu ien h u biese h ablado de lo que sucedería, inclu so parcialm ente, en el Este de Europa, h ab ría sido tildado de loco y n adie le h ab ría p restado atención. ¿D ón de se h a visto? iQ ue v a a caer el M uro de B erlín! E stá loco. Pero en realid ad no h ab ría sido un "tonto", sino algu ien que creía en el gu sto por la libertad.

L a cuestión del hambre L a c u e s tió n d e l h a m b r e e n e l m u n d o , 43 en c u y a e s ta d ís tic a los b r a s ile ñ o s e n tra m o s con tre in ta y tre s m illo n e s d e b r a s ile ñ o s y brasileñas, de un total de 149 236 984, siendo una horrible realidad tam bién es u n a retu m ban te porn ografía. E s im p o s ib le v iv ir en p a z con la s e s ta d ís tic a s q u e re tra ta n el p ro b le m a d el h a m b re en el m u n d o. D el h a m b re q u e se v a e x te n ­ dien do a un sin n ú m ero de trá gicas derivaciones, ca d a u n a de los cuales constitu ye en sí m ism a un desafío inm enso.

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Es in discu tiblem en te u n a vergü en za que en Brasil llegu em os a este fin de siglo con esa ca n tid a d a la rm a n te de h erm a n o s y h e r­ m a n a s qu e m u eren por no ten er qu é com er. ^ El d esafío qu e el so ció log o H erb ert de Sou za, B e tin h o, vie n e p la n te a n d o al país con la ca m p a ñ a co n tra el h a m b re qu e dirige, h a p ro v o c a d o re p e tid a s v e c e s la p r e g u n ta de si e s a c a m p a ñ a es con scien tiza d ora o no. A pesar de h ab er escrito y a in n ú m era s veces sobre el concepto de conscien tización, debo correr el riesgo de repetirm e. En prim er lugar, me parece fundam ental distinguir, aunque sea rápidam ente, la conscien tizacián de lo que se lla m a la tom a de conciencia -prise de conscience. La tom a de con cien cia se verifica en la p osición espon tán ea que m i cuerpo con scien te asu m e frente al m undo, a lo concreto de los objetos singulares. En últim a instancia la tom a de conciencia es la p re s e n tific a c ió n en m i c o n c ie n c ia de lo s o b je to s q u e ca p to en el mundo en el que y con el que me encuentro. Por otro lado, los objetos son p resen tificados a m i conciencia, no se h allan dentro de ella. Sobre la m esa en que trabajo, escribo y leo, y que m e acom paña casi "fraternalm ente" desde m i llegad a a G in ebra en 1970, en este m om ento tengo libros, papeles, un aparato de sonido, un teléfono, p lu m as. D e ésto; tom o con cien cia. T o d o s está n p resen tifica d o s a m i c o n c ien c ia , p ero n o d en tro de ella. L a t o m a de c o n c ie n c ia es el p u n to de partida. T o m a n d o co n cien cia del objeto es co m o p ri­ m ero m e d o y cu en ta de él. D án d ose a m i cu riosidad, el o b jeto es conocido por m i. Sin em bargo, m i cu riosid a d fren te al m u n do, al no yo", pu ede ser tanto pu ram ente espontánea, desarm ada, in ge­ n ua, que apreh en d e al objeto sin alca n za r la p osib le razón de ser del m ism o, com o puede, tran sform án dose en virtu d de un proceso en lo qu e llam o cu rio sid a d ep istem ológica , a p re h en d e r no sólo el objeto en sí, sino la relación entre los objetos, percibiendo la razón de ser de los m ism os. En el prim er caso, el de la tom a de conciencia, el conocim iento fragm en tario se qu eda en el nivel preponderan te de la sensibilidad d e l o b je to o de! fe n ó m e n o . E n e l s e g u n d o , a p r e h e n d ie n d o la s r e la c io n e s e n tre lo s o b je to s y la ra z ó n d e se r d e lo s m is m o s , el su jeto co g n o s c e n te p ro d u ce la in te lig en cia de los ob jetos, de los hechos, del mundo. El sujeto cognoscente conoce críticam ente, sin q u e esto sig n ifiq u e qu e no p u ed a h ab erse equ ivoca d o. E sto es lo qu e ven go llam an do la lectu ra del m u n do, qu e siem pre preced e a

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la lectu ra de la palabra. L ectu ra del contexto, lectu ra del texto, la u n a im p lica a la otra. T a n to en la t o m a d e c o n c ie n c ia c o rn o en la c o n s cien tiza ció n , que es una profundización de aquélla, leem os el m undo y podem os leer la palabra. En la sim ple tom a de conciencia nuestra lectura es ingenua, m ientras que en la conscien tización nos vam os haciendo más críticos. Por lo m is m o es m u y n o rm a l q u e la s c o m u n id a d e s iletra d a s, fuertem ente castigadas por las injusticias, atribuyan al destino a al hado o a la volu n tad de Dios la cau sa del ham bre que las dilacera. E s en fu n c ió n d e su e x p e r ie n c ia d e lu c h a p a r a s o b re v iv ir co m o com ienzan a superar la percepción ingenua y m ágica del fenómeno. La co n scien tiza ció n a p u n ta a ese ca m b io en la p ercep ción de los h ech os y se b a sa en la com pren sión crítica de los m ism os. La p erso n a con scien tiza d a es capaz de percibir claram ente, sin d ificu lta d es, el h a m b re co m o a lgo m ás qu e lo q u e su o rga n ism o s ie n te al n o co m er; el h a m b re co m o e x p re s ió n d e u n a re a lid a d política, social, de p rofu n d a in ju sticia. Y si la p erso n a co n s cien ti­ z a d a cre e en D io s y h a c e o ra c io n e s , c ie r ta m e n te la s h a r á p a ra pedirle fuerzas para luchar contra la indignidad a que es sometida. L a p e r s o n a c o n s c ie n tiz a d a p ero cre y e n te tien e en D io s u n a p r e ­ sen cia h istórica, p ero no u n a p resen cia q u e h ace la h istoria sin o a los h om b res y las m u jeres. En realid ad es a n oso tro s a qu ienes nos corresponde hacer la historia y ser hechos y rehechos por ella. H aciendo la h istoria de m an era diferente es corno acabarem os con el ham bre. L a p e r s o n a c o n s c ie n tiz a d a es c a p a z d e re la c io n a r en tre sí lo s h echos y los problem as, de com pren der fácilm ente los nexos entre el h a m b re y la p ro d u c c ió n de a lim en to s , en tre la p ro d u c c ió n de alimentos y la reform a agraria, entre la reform a agraria y la reacción contra ésta, entre el h am bre y la p olítica económ ica, entre el h am ­ bre y la violencia; entre el ham bre y el voto consciente por políticos y p a rtid o s p rog resista s; en tre el h a m b re y la n ega ció n d el voto a los p a rtid o s y a los p o líticos reaccion a rios, a veces con d iscu rso s engañosam ente progresistas. La p erso n a co n scien tiza d a tien e u n a com p ren sión diferen te de la historia y de su papel en ella. Se niega a "adaptarse"; se m oviliza y se orga n iza p a ra ca m b ia r el m u n do. La p erso n a co n scien tiza d a sabe qu e es p osib le ca m b iar el m u n do, pero ta m b ién sabe qu e es im p o sib le h acerlo sin la u n ión de los dom in a d os. S ab e m u y bien

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que la v icto ria sobre la m iseria y el h am bre es u n a lu ch a p olítica en favor de la profunda transform ación de las estructuras de la so­ ciedad. Sabe claram ente que la superación del ham bre pasa por la existencia de em pleos en el cam po y en las ciudades, así com o que la creación de los m ism os una vez más pasa por la reform a agraria. U n a de las co n d icio n es p a ra qu e un h ech o, u n fen ó m en o, un problem a sea com prendido en su red de relaciones es que se torne, dialécticam en te, un elem en to destacado percib id o en sí. Prim ero, qu e lo co m p re n d a m o s co m o algo en sí m is m o , p a r a a sí p ercib ir que su comprensión abarca sus relaciones con otros datos o hechos. Creo que esto es exactam ente lo que viene haciendo la cam paña del ham bre dirigida por Betinho. V ien e h aciendo del h am bre entre n oso tro s algo que, a p es a r de lo co n c reto de su situ a ción , an tes no era un elem en to destacado en sí. U n a p resen cia ch ocan te, in ­ cóm oda, in dign ante. No ten go du das de que B etinho ja m á s pensó organ izar u n a cam p añ a pu ram en te asisten cialista, porqu e sé que tam bién él distingue perfectam ente entre la asistencia y el asistencia lism o. La a sisten cia es n ecesa ria. Es ca p a z de d eflagra r, y en realidad y a lo ha hecho, el proceso de conscientización en la m edida en que, su b raya n d o la ca ren cia y co m en za n d o a d es p erta r la c u ­ rio sid a d de los "asistidos", les v a p o sib ilita n d o el a su m irse com o sujetos históricos a través de su com prom iso con la lucha política. R e c ie n te m e n te h e leíd o u n a a firm a c ió n e je m p la r d e B e tin h o qu e tien e qu e ver con estas consideracion es: "N u n ca supe de n in ­ gún ham briento al que le h aya llevado un plato de com ida que m e hiciese un discurso com o éste: 'G racias señor, pero no puedo acep­ tar su gesto porqu e es a sisten cialista. El d iscu rso del que tien e ham bre es su propio acto de com er la comida. Cuando la necesidad qu e lo a cosa dism in u ye, en ton ces co m ien za a hablar. A p a rtir de e s a c o s a c o n c re ta -la c o m id a -, q u e re s p o n d e a o tr a ig u a lm e n te c o n c re ta -el h a m b re -, el h a m b rie n to p u ed e in c lu sive, c o m p re n ­ diendo m ejor o com en zando a com pren der la razón de su ham bre, p re p a ra rs e p a ra c o m p ro m e te rs e en la n e c e s a r ia lu c h a c o n tra la injusticia. Más aún, al com prom eterse un sinnúm ero de personas qu e com en, qre visten , qu e escu ch an m ú sica y que viven bien, la ca m p a ñ a n ecesa ria m en te m o viliza rá a m u ch os, ca m b ián d o les la m anera de ver y de pensar el Brasil. La cam paña las conscientizará y las "convertirá". Yo mismo y a escuché de varias personas para quienes la reform a agraria, la edu cación crítica y la teología de la liberación su gerían

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su b versió n y a u torita rism o, qu e tod o eso era fa lsifica ció n id eo ló ­ gica. Q ue es u rgente que acabem os con el u ltraje del h am bre, que es u rgen te lu ch ar por la rein ven ción de Brasil. Llegará un m om ento en que los jóven es em presarios brasileños, q u e está n d e s c u b rie n d o c u á n to está n d e ja n d o d e g a n a r p o r la in ju sticia en la distribu ción del in greso en este país, com en zarán ta m b ién a p re s io n a r en fa v o r de la re fo rm a a g ra ria co m o u n a de las pied ras angu lares del ju ego . En realid ad no es posible su perar el h a m b re sin la r e fo r m a a g ra ria , sin g e n e ra r em p le o s , sin u n a ju s t a d is trib u c ió n d el in g r e s o .45 En ese p u n to está n de a c u e rd o capitalistas y progresistas críticos. R e c ie n te m e n te u n e m p res a rio b ra s ileñ o , gra n a m ig o m ío , m e com entó u n a conversación qu e m a n tu viera en N u eva Y o rk con un colega estadu n iden se, a quien pregu n tó cóm o veía él n u estra re a ­ lidad. Luego de algu n as referen cias positivas a la econ om ía b ra si­ leña, el norteam ericano le dijo: "Ustedes tienen algunos obstáculos, sin la su p e ra c ió n de lo s cu a le s n o ve o có m o p u e d a n a va n za r: la p ésim a d istrib u ción del in greso y la reticen cia in creíb le e in so s te­ n ib le a re a liz a r u n a r e fo r m a a g r a r ia seria , de lo s q u e r e s u lta la in igu a la b le d ificu lta d p a ra h a c er crecer el m erca d o in tern o, cu yo potencial es indiscu tible, h asta los n iveles necesarios." En realidad, con trein ta y tres m illon es de h am brien tos y otros m u ch o s en la fa ja de la p o b reza , con un d éb il p o d er a d q u isitivo, tenem os más necesidad que libertad. La cam paña contra el ham bre ha venido subrayando esta situ a­ ción lím ite, lo qu e ca ra cteriza un m om en to fu n d a m en tal de cu a l­ qu ier p roceso de con scien tización . Para con clu ir debo lla m a r la atención h a cia el h ech o de qu e la cam paña contra el ham bre no se encuentra en absoluto aislada en sí m is m a , en u n a "e s q u in a " de la h is to ria . L a c a m p a ñ a se e s tá dando en un determ inado tiem po histórico sum am ente im portante y sin gu lar de n u estra h istoria política. V e ta r a un presid en te, con tod o lo qu e ello im plica, la CPI* del Presu pu esto, la posición d esp ierta de la prensa, la in qu ietu d y la p resen cia re ivin d ica to ría de la so cied a d civil, la ju v e n tu d n u e va ­ m ente en las calles. Vivim os un clim a en el que el optim ism o crítico

* Comisión Parlamentaria de Investigación, que descubrió profundas irregula­ ridades en la elaboración del Presupuesto de la República y cuyo informe final, dado a conocer ayer, 21 de enero de 1994, propuso el cese de dieciocho congresistas implicados en los fraudes.

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en la vida nacional se enfrenta con el pesim ism o y las desilusiones. Sin em bargo, creo que la posición que prevalece es la optim ista, así co m o de m o d o o p tim is ta creo q u e la s e le c c io n e s de este año de 1994" presen tarán resu ltados m ás acordes con la expectativas de los optim istas que de los desesperanzados.

L a cuestión de la violen cia La cu estión de la violen cia, no sólo la física, directa, sino tam bién la subrepticia, sim bólica, violen cia y ham bre, violen cia e intereses económ icos de las grandes potencias, violen cia y religión, violen cia y política, violencia y racismo, violencia y sexismo, violencia y clases sociales. La lucha por la paz, que no significa lucha por abolir, ni siquiera por n ega r los conflictos, sin o por el en fren ta m ien to ju s to y crítico de los m ism os y la búsqueda de soluciones correctas para ellos, es u n a exigen cia im p eriosa de n u estra época. Sin em bargo, la paz no p re c e d e a la ju s tic ia . E s p o r eso p o r lo q u e la m e jo r m a n e ra de lu ch ar por la paz es h aciendo ju sticia. N adie d o m in a a nadie, n ad ie ro b a a n adie, n ad ie d isc rim in a a n adie, n ad ie m a ltra ta a n ad ie sin ser legalm en te castigado. Ni los individuos, ni los pueblos, ni las culturas, ni las civilizaciones. Nues­ tra utopía, nuestra sana insanidad, es la creación de un m undo en el qu e el poder se apoye de tal m a n era en la ética que, sin ella, se d esm em bre y no sobreviva. En un m u n do tal, la gran ta rea del poder político es garan tizar la libertad, los derechos y los deberes, la ju sticia , y no respaldar el a rb itrio de u n o s p o c o s c o n tr a la d e b ilid a d de la s m a y o ría s . A sí co m o n o p o d ern o s a c e p ta r lo q u e he ven id o lla m a n d o "fa talism o liberador", que im p lica el fu tu ro desproblem atizado, el fu tu ro in e­ xorable, igu alm en te no p odem os aceptar la dom in ación com o u n a fatalidad. Nadie m e pu ede afirm ar categóricam en te que un m undo así, hecho de utopías, jam ás será construido. Finalm ente éste es el sueño sustantivam ente dem ocrático al que aspiram os si som os co­ h eren tem en te progresistas. Pero soñar con este m u n do no es su ­ ficiente p ara que se h aga realidad. Necesitarnos lu char in cesan te­ m ente para construirlo. Sería terrible que tu viésem os la sen sibilidad del dolor, del h am ­ b re, de la in ju s tic ia , d e la a m en a za , sin n in g u n a p o s ib ilid a d de

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captar la razón o las razon es de la n egatividad. S ería terrib le que sin tiésem os la opresión pero no p u d iésem os im a gin a r un m u n do diferente, soñar con él com o proyecto y en tregarnos a la lu ch a por su co n stru cció n . N os h icim o s h om b res y m u jeres en el ju e g o de estas tram as. No som os, estam os siendo. La lib ertad no se recibe de re g a lo , e s u n b ie n q u e se e n riq u e c e en la lu c h a p o r él, en la b ú s q u e d a p erm a n en te, en la m e d id a m is m a en q u e n o h a y v id a sin la presen cia, por m ín im a qu e sea, de la libertad. Pero a pesar de qu e la v id a en sí im p lica la lib ertad , esto de n in g u n a m a n era sig n ifica qu e la ten ga m os gra tu ita m en te. Los en em igos de la v id a la am en azan constantem ente. Por eso n ecesitam os luchar, a veces p a ra d efen d erla , a vec es p a ra re co n q u ista rla y a vec es p a ra a m ­ pliarla. De cu a lq u ier m an era, sin em bargo, no creo que el n úcleo fu n d a m en ta l de la vida, la lib erta d y el m ied o de perderla, p u ed a ser su p rim id o ja m á s . A m e n a z a d o sí. D e la v id a e n te n d id a en la t o t a lid a d d e l c o n c e p to y n o s ó lo d e la v id a h u m a n a , v id a q u e, im p lican do la libertad com o m ovim ien to o b ú sq u ed a perm an ente, ta m b ié n im p lic a cu id a d o o m ie d o de p erd erla . L ib erta d y m ied o de p erd er la v id a gen erá n d o se en un n ú cleo m ás profu n do, indisp en ilsable p a ra la vida, el de la com u n icación . En este sentido m e parece u n a lam en table contradicción h acer un discurso progresis­ ta, revolucionario, y tener una práctica negadora de la vida. Práctica que contam ina el aire, el agua, el cam po, que devasta las florestas. D estru ctora de árboles, am en a zad ora de anim ales y de aves. En cierta p a rte de E l capital, h ab lan d o del tra b a jo h u m a n o en co m p a ra c ió n con el d el a n im al, M arx dice q u e n in g u n a a b eja se com para al más ínfim o "m aestro de obras". Y es que el ser hum ano, in clu so a n tes de p rod u cir el objeto, tien e la ca pacidad de idearlo. A n tes de h acer la m esa el obrero la tien e d ib u ja d a en la "cabeza". Esta capacidad inventiva, que im plica la com unicativa, existe en to d o s lo s n iv e le s d e la e x p e r ie n c ia vita l. S in em b a rg o , lo s seres h u m anos connotan su actividad creadora y com u n icante con m ar­ cas exclusivamente suyas. La comunicación existe en la vida misma, pero la co m u n ica ción h u m a n a ta m b ién se p rocesa de u n a form a e s p e c ia l en la e x is te n c ia , sien d o u n a d e la s in v e n c io n e s d el ser humano. D e la m is m a m a n e r a e n q u e e l o b re r o t ie n e e n l a c a b e z a e l d ib u jo d e lo q u e v a a p ro d u c ir en su ta ller, n o s o tro s , m u je r e s y hom bres, com o tales, obreras o arquitectas, doctoras o ingenieros, físicos o maestros, también tenemos en nuestra cabeza más o menos

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el dibujo del m u n do en el que n os gu sta ría vivir. É sta es la u topía o el su eño que nos in stigan a luchar. El su eñ o de un m u n d o m e jo r n ace de las p rop ia s en tra ñ a s de s u c o n tr a r io . P o r e s o c o r r e m o s e l r ie s g o ta n to d e id e a liz a r u n m u n d o m e jo r, a p a rtá n d o n o s d el n u e s tro c o n c re to , c o m o el de, dem a sia d o "adh eridos" al m u n d o con creto, su m ergirn o s en el inm ovilism o fatalista. A m bas son posiciones enajenadas. La posición crítica es aquélla en que, tom a n d o d ista n cia ep is te m o lóg ica de la circu n sta n cia en qu e m e en cu en tro, con lo qu e la co n o zco m ejor, d es cu b ro q u e la ú n ic a m a n era de sa lir de ella ra d ica en la co n c reció n d el su eñ o, q u e e n to n c e s se c o n v ie rte en lo c o n c re to n u e vo . Por lo m is m o , a c e p ta r e l s u e ñ o d e l m u n d o m e jo r y a d h e r ir s e a é l e s a c e p ta r p a rticip ar en el p roceso de su creación . Proceso de lu ch a p ro fu n ­ d a m e n te a n c la d o en la ética . D e lu c h a c o n tr a c u a lq u ie r tip o de violen cia. De vio len cia con tra la v id a de los árboles, de los ríos, de los peces, de las m on tañ as, de las ciudades, de las m arcas físicas de m em orias culturales e históricas. De violencia contra los débiles, los in defen sos, con tra las m in orías ofendidas. De vio len cia contra los d iscrim in a d os, sin qu e im p orte la ra zón de la discrim in ación . De la lu ch a con tra la im p u n idad que estim u la en estos m om en tos y e n tre n o s o tr o s el c rim e n , el a b u so , la fa lta d e re s p e to p o r lo s m ás déb iles, la fa lta de re sp eto h a c ia la vida. V id a qu e, en la d e­ sesperada y trágica form a en que cotidianam ente la vive cierta faja de la población, si aún fu era un valor, es un valor sin estim ación. Es a lgo con lo q u e se ju e g a p o r un tiem p o d eterm in a d o q u e sólo el a za r determ in a. Se vive apen as, m ien tras, no esta n d o m u erto, se pu ed e p rovo ca r la vida. Lucha contra la falta de respeto en los asuntos públicos, contra la m entira, contra la falta de escrúpulos. Y todo eso con m om entos de p u ro d esen can to, p ero sin p erd er la esp era n za ja m á s . No im ­ p o rta en qué socied a d estem os ni a qu é sociedad perten ezcam os, u rge lu ch ar con esp eran za y denuedo.

E l renacim iento de la amenaza nazi-fascista El ren acim ien to de la am en a za nazi-fascista, en E u ropa y en todo el m u n d o , con m á s o m e n o s én fa sis, co m o si el m u n d o h u b iese p erd id o la m em oria, es un p ro b le m a m ás gra ve de lo q u e parece.

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V io len ta y n ecrofilica, la id eología n a zi-fa scista odia la v id a y la a le g r ía de v iv ir y rin d e cu lto a la m u erte. P or eso es q u e d e te s ta el m ovim iento, la duda, el gusto por la indagación. T o d a curiosidad que p u ed a llevar a su sujeto a u n a bú sq u ed a de la que resu lte un m ín im o d e d u d a s o b r e e l m ito d e s u c e r t e z a e s v io le n ta m e n t e ahogada y enmudecida. La verdad es la palabra del jefe, cuya validez es sellada por la algarabía de las m asas dom esticadas. Esta am en aza pu ede au m entar en la m edida en que, estu pefac­ tas, las izquierdas sigan oscilando entre la negación de sí m ism as, "creyendo" en el discurso n eolib eral que h ab la de la m u erte de las id e o lo g ía s -y só lo id e o ló g ic a m e n te es p o s ib le m a ta r a la s id e o lo ­ gías-, de la historia, de las clases sociales; que h ab la de la m u erte d e la s u to p ía s y d el su eñ o, de la in v ia b ilid a d del so c ia lis m o y la re a c tiv a c ió n d el sta lin is m o , p o r lo ta n to de la n e g a c ió n de la e x ­ p e r ie n c ia d el lla m a d o so cia lis m o re a lis ta . D e h ech o, u n o de su s gra n d es m ales estu vo en el m arco au toritario stalinista, tal com o fue im puesto; así corno lo positivo del capitalism o está en el marco d em ocrático en qu e se m u eve y no en sí m ism o. En la n atu ra leza del capitalism o está su m aldad, su perversidad sin velo. H u m an i­ zarlo es un sueño im posible al que se entregan espíritus angelicales o falsarios in veterados. En realidad, el cam ino de las izquierdas no es negarse, alegando que son in operantes, y su m irse en u n a cu lp a o en u n a desespera­ ción alentadoras de su contrario antagónico, ni tam poco entregarse co n lo s b r a z o s a b ie r to s a la tr á g ic a n e g a c ió n de sí m is m a s q u e represen ta el au toritarism o stalinista. E l p a p e l d e la s iz q u ie r d a s h o y in d is c u tib le m e n te n o es el de c reer, p o r u n la d o , q u e y a n o e x is te n y , p o r e l o tro , q u e d e b e n contin u ar siendo au toritarias y "religiosas", sino al contrario su pe­ ra r su s erro res h istóricos, filo só ficos, p o líticos, ep istem o lóg icos, com o p o r ejem p lo el de a n ta g o n iza r so cia lism o y dem ocracia.

La cuestión del p a p el de la subjetimdad en la historia C o m o p ro b le m a filosófico, h istórico, ep is te m o ló g ico , político, p e ­ dagógico, que conciern e tanto a la física m o d ern a com o a la p rá c­ tica educativa, a la teoría del conocim iento corno a la dem ocracia, este fin de siglo v u e lv e a p la n te a r la im p o r ta n c ia d el p a p e l de la su b jetivid ad . T e m a que, fin a lm en te, siem p re estu vo p resen te en

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las p reo c u p a c io n es h u m a n a s y q u e h o y revive su p era n d o cierto m eca n icism o de origen m a rxista -pero no de la ex clu siva re sp o n ­ sa b ilid a d de M arx- qu e re d u cía la s u b jetivid a d al p u ro reñ ejo de la objetividad, evitando al m ism o tiem po repetir in gen u idades que absolutizaban esa im portancia y de las que resu ltaba la atribución a la s u b je tiv id a d , o a la c o n c ie n c ia , d e l p a p e l d e h a c e d o r a d e l mundo. U na de las funestas consecuencias de aquella comprensión m ecan icista de la su bjetividad era la com pren sión igu alm ente mec a n icista de la H istoria, de n a tu ra leza d eterm in ista , en la q u e el futuro era visto com o inexorable, y por lo tanto virgen de cualquier prob lem á tica . Es den tro de la H istoria com o posib ilid a d don d e la s u b je tiv id a d a su m e el p a p e l de su jeto y n o só lo de o b jeto de la s tran sform acion es del m undo. E n to n c e s el fu tu ro d e ja de ser in e x o ra b le y p a s a a ser lo qu e h istóricam en te siem pre h a sido: problem ático.

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T ío :

Tus Cartas a C ristina m e h a n p r o p o rc io n a d o u n a g ra n a leg ría , adem ás de u n a in trospección extrem ad am en te placen tera. "Escuchar" sobre tus idas y venidas, las vivencias fam iliares, las o p c io n e s d e v id a , la c o n s tru c c ió n de tu tra b a jo , de tu fo rm a de creer en las in fin itas p osib ilid a d es del h om b re y de la m u jer, fue p a ra m í u n a con firm a ción de que es n ecesa rio soñar. Es im p resc in d ib le lu ch a r p o r n u estro s su eñ os p a ra co n tin u a r vivos, a ctu an tes y so rp ren d ién d on o s con los d estiem p o s sociales en los que estam os insertos. P e rd e r la c a p a c id a d d e s o ñ a r y de s o rp r e n d e rs e e s p e r d e r el d e re c h o a a c tu a r co m o c iu d a d a n o s , c o m o in s tru m e n to s d e lo s cam bios, sean éstos cu ales fueren: sociales, políticos, afectivos, et­ cétera. S ie m p re m e a c u e rd o de a lgo q u e m e su c e d ió en m is tie m p o s en Río de Janeiro, en el año de 1987, con sus cam iones de las siete de la m añana siem pre llenos, las personas y a desde tem prano m al­ humoradas, desesperanzadas de un buen día; la pobreza y la miseria saltando a n uestros ojos por tod a la ciudad. Un señor m e com entó cuán difíciles eran los días así: Hubo un tiem po en el que no podía in iciar el día m ás que de ese modo. A lgú n día, si p u d iese, m e gu s ta ría que esto cam biara, pero n o qu iero olvidarlo jamás, para que la realidad no me sea ajena, para no distanciarme de las dificultades que vive este pueblo.

Siento q u e el ejercicio diario de lidiar con la s d isc rep a n c ia s sociales es a veces terriblem ente agotador y desgastarte, pero siem ­ pre es m u y rico en em ocion es, a p ren dizajes, a gotad or... y p ien so que es esa riqueza la que tú nunca dejaste escapar de tu com pren­ sión del y en el m undo, y la que, en consecuencia, te estim ula para tu trabajo y tu creen cia en la ca p a cid a d del otro. N o so tro s, p ro fe s io n a le s de la sa lu d y de la e d u ca ció n de este p a ís, te n e m o s q u e e n tra r en la lu c h a p o r la c iu d a d a n ía , p o r la [210]

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h um anizaci5n de las relacion es profesionales, respetar al cliente y a su fam ilia com o u su arios y com o ciudadanos, con derecho a voz activa en la gestión de los servicios públicos ofrecidos, aunque sean tan precarios. M e s ie n to fe liz al s e n tir y p e rc ib ir, d e s p u é s d e ta n ta s c a rta s enviadas y recibidas, de tantas nostalgias y curiosidades, a menudo in clu so in fantiles, ta n ta sed de conocer el u niverso, tan tas "idas y ven id a s", cu án im p o rta n te fu e tu presen cia , tu tra b a jo, p a ra m i form ación com o profesional, m ujer y ciudadana, así com o tus cues­ tion es siem p re tan b ien p la n te a d a s y tu h erm o sa in sisten cia en luchar por tus sueños. C on m u ch o carino,

Cris

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Introducción A qu í estoy otra vez con los lectores y las lectoras de Paulo Freire, para m í fuerte, profu n da y sim plem ente Paulo, para, a su solicitu d y con su apoyo, com plem entándolo a él y su trabajo, escribir las notas de Cartas a Cristina. Pensé que m i experien cia de "notista" m e daría la posibilidad de ser más escueta. Me engañé. Estim ulada por la lectura de las cartas y por la realidad m ism a en que se encuentran inmersas, con la certeza de que al escribir sobre esta realidad estoy haciendo por lo m enos un poco de lo que Paulo hace mucho -analizar, reflexionar, denunciar, criticar y escribir; en otras p ala b ra s, leer el m u n d o y escrib ir la p a la b ra qu e equ ivale al m undo del que habla-, escribí mucho. Al así hacer -Paulo con sus cartas y yo con mis notas-, al leer crítica­ m en te los hechos, las situ acion es y las p erson as de n u estra sociedad, intencionalm ente tratamos de conscientizar la posibilidad y la necesidad de la tran sform ación de este m undo brasileño tan perverso, corrupto e injusto, en u r nuevo tiem po histórico brasileño en el que sus hom bres, mujeres y niños tengan espacios y tiempos de vida más iguales. Con temas tan im portantes, no m e he contentado (ni m e he contenido) con elaborar notas breves, "objetivas", rápidas, pensando en no cansar a los lectores y lectoras de Paulo. Sin parsim Dnia fui construyendo -jamás podría decir que sin el bene­ plácito del autor del libro- un espacio p a ra las n otas que, sin dejar en ningún m om ento de serlo, fueron adquiriendo tam bién un alm a propia, una cierta y necesaria autonomía. No podría ni debería ser sólo la "notista" que explica en form a neutra, desapareciendo com o quien escribe notas que, por ser notas, no deben trasm itir los sentim ientos y la razón de quien las escribe. No quise eso. N eg u é eso ten ien d o la seg u rid a d d e no h a b e r in va d id o el texto de Paulo. Así, nuevam ente, otra vez paso inform aciones detalladas (iy refle­ xiones mías!) a sus lectores y lectoras, en notas que por varios motivos él prefirió no hacer. Disfruté de un placer muy especial al hablar sobre las cosas de la cultura nordestina, aunque aún quedo debiendo a los lectores y lectoras el hablar sobre ciertas cosas, tales como el bumba meu boi y el maracatú, porque el poco tiempo que tuve para escribir estas notas, sumado a la distancia que m e separa del lugar donde debería investigarlas, en este caso el Nordeste, [2 13]

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me impidieron hacerlo. Tenía que hablar, que escribir sobre los problemas de la cultura brasileña que, asombrosamente, han cambiado mucho desde los años treinta, cuarenta o cincuenta, pero que contradictoriam ente si­ guen siendo los mismos; su naturaleza sigue siendo la m ism a hasta hoy. Es in teresan te o b servar que en el m ism o m om en to en el que Paulo sabe y siente que algunos de sus lectores y lectoras le dem andan la "sis­ tem atización" de su pensam iento teórico, político-pedagógico, se la niega a quienes se la reclam an, por pensar en form a diferente lo que aquéllos y aquéllas entienden por sistem atización, esa pretensión o esa exigencia m eram ente formal. N iega "poetizan do" y n ieg a escribien do "cartas". A m b a s n egacion es son, evidentemente, negaciones aparentes. Estas formas de decir de Paulo no im piden ni distorsionan la sistem aticidad de su pensam iento teóricopráctico. A l hacer las rem iniscencias de su infancia, en las que se expone en lo m ás ín tim o y en los m ás su frid os días de ese tiem p o, no lo h a h ech o sim plem ente por idealism o o por el rom anticism o que evocan esos días. Lo h a hecho porque esos años fueron realm ente los que prepararon su pensam iento crítico de adulto. Com o hizo cartas pudo haber hecho ensayos en su form a m ás tradi­ cional, en que un capítulo sucede al otro, caracterizándose por una suce­ sión de ideas lógicam ente encadenadas que tienen com ienzo, desarrollo y conclusión en un mismo capítulo y por la sucesión de éstos en el cuerpo del texto, pero prefirió no hacerlo así. Sí hizo ensayos, pero ensayos en form a de cartas, en los que, sin negar las cualidades de los ensayos tra­ dicionales, optó por esta form a m enos habitual por creer que los textos así redactados son más comunicadores. Cada una de las cartas casi llega a tener el punto final. La viv e n c ia dolorosa de Paulo du ran te su in fa n cia debe ser dich a y vu elta a decir, escrita y descrita, no corno oportunidad de lam entación, queja o autoflagelación, sino porque no fue una vivencia singular, aislada, del contexto brasileño. Fue una vivencia con radicación histórica. Traduce el m om ento brasileño de aquel entonces. En la form a de cartas fue m ás fácil y profu n do ir analizando, uno a uno, los problem as brasileños, bajo la form a de m etáforas, con el piano de Lourdes, la corbata de su padre, la ferocidad del m aestro Armada, los protectores de paño de los cargadores de pianos, los calungas del camión, los militares del "grupo del pañuelo", las grandes bodegas de los ingenios, los embrujados, la esperanza de D. Tudinha de ser secretaria de la secun­ daria de Jaboatáo, la m uerte prem atura de su padre, la casa de Olegário M ariano, el grito de los y las "carapintada", la feijoada de soya, y tantos otros pasajes que, hablando de experiencias y sueños frustrados de las personas, en realidad hablan de las m ás distintas facetas de la realidad brasileña: la im potencia de la esperanza, la prepotencia del autoritarismo,

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la explotación y la dom inación, los sueños y lo posible, las estrepitosas diferencias sociales, las deficiencias de la enseñanza y la exigüidad de las escuelas, la pow reza y el hambre, el desem pleo y el subem pleo, en fin, la deshum anización de muchos y la opulencia de pocos. La estrecha relación de estos ensayos de Paulo con su vid a subjetiva no hizo que los textos se volviesen subjetivistas, sino cargados y plenos de subjetividad, porque en realidad traducen el m om ento real, la objeti­ vidad real de uta parte de la historia brasileña. La parte en que él participó corno sujeto o com o m ero objeto. Debo decir u n a cosa m ás para que quede explícitam ente claro a los lectores y lectoras, obviamente a los extranjeros: la presencia en la socie­ dad brasileña de problemas tan grandes, tan profundos y tan graves como los denunciadhs en este libro no traduce la voluntad de los verdaderos ciudadanos y ciudadanas de que éstos permanezcan o aumenten. Muchos de ellos y ellas ciertamente no saben que deben, que quieren, que necesitan hacer algo pala cam biar nuestra sociedad. Las Cartas a Cristina también están dedicadas a ellos y a ellas. No son sól) las instituciones organizadas de la sociedad civil las que vienen dando claras señales, con acciones efectivas, de que es preciso y posible transform ar a Brasil. De que existe esta voluntad política. Hace m uy poco tiem po la población de Río de Janeiro, ciertam ente la ciudad m ás violenta del país, dio su testim onio de la clara conciencia que tiene de la em ociór sufrida y de la volu ntad política de cambiar. Paralizó a la ciudad por cinco minutos. C asi todos vestidos de blanco, hom bres, m ujeres y niños pararon de com er, de estudiar, de d ar clase, de m an ejar su carro, su cam ión o su tren, de ven d er o de com prar, de cantar o de ju g a r fútbol en las playas, de gritar los pregones en la bolsa de valores, de caminar y de rezar misas para, tom ados de la mano, alrededor de la iglesia de N uestra Señora de la Candelaria, en los trenes, en los camiones, en las cesas, en las oñcinas, en las tiendas, en las plazas, en las escuelas, en todas partes, allí donde estuvieran en esta ciudad tan bella, hacer de esos cinco minutos de silencio -sólo in terru m p id o p o r las ca m p a n a s :le las iglesias- el tiem p o de la re fle x ió n y d A la fra te rn id a d , de la s o lid a rid a d y d e la ju s tic ia , d e la esperanza y de la paz, de una sociedad m enos violenta, m ás justa, más dueña de sí. Por m ás que respete a las ciudades y a los pueblos de otros m undos, sólo puedo en tender que ese hecho h aya sucedido en Brasil. En el país de la im punicad, de la corrupción y de la opresión, pero contradictoria­ m ente el país de la alegría sin tensión, del trabajo arduo y de la creación. Creación arrojada, abundante y pujante de sonidos y letras, de tejidos y colores, de :orrrias y de lucidez, de cuentistas populares y de novelistas, de carnaval vivido y fútbol bailado, de científicos y filósofos, de universi­ dades y ciudades diseñadas sobre el papel...

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Las instituciones organizadas por la sociedad civil brasileña, en actos de valiente indignación, han venido m ovilizando a amplios sectores de la sociedad en m ovim ientos com unitarios, urbanos y rurales, de educación en general, y de cuestiones políticas en particular; de estudiantes por una mejor enseñanza y ética en la política; en las pastorales de la Iglesia católica de m enores, de p en iten ciarios, de trab ajad ores y de los "sin tierra"; de educadores y de padres a favor de la escuela pública gratuita, para todos y de calidad; de cam pañas p ara la distribu ción de alim entos y em pleos para los más pobres; de los propios niños y niñas de la calle; de la violencia contra la mujer, los indios, los homosexuales, los negros, las prostitutas, y de rechazo a la explotación sexual de las niñas; de prevención y asistencia a los p o rta d o res del viru s del sida; co n tra la tortu ra, la cen su ra y las drogas. Foros de lo m ás diversos: de educación sexual; de educación en todos los niveles y grados, de alfabetización o de preservación de la selva, de los ríos, de los rasares, de la fauna y de la flora, de la salud pública, de la vivienda, de los transportes, de los sistemas penitenciario y político, de la violencia y exterm inio generalizados — en fin, preocupados por los de­ rechos de las personas de cualquier sexo, clase, raza, religión o edad. Son miles y millones de brasileños los que diariamente piensan, discu­ ten, se organ izan p a ra p resion a r a los p od eres pú b licos y a las clases dominantes en la búsqueda de alternativas viables para mejores condicio­ nes de vida para sí, sus fam ilias y sus com unidades, con resonancias y consecuencias positivas para todo el cuerpo social brasileño. B rasil es así, contradictorio. Es el país donde los desatinos y los des­ m anes de pocos han venido golpeando duram ente a muchos, pero donde hay un esfuerzo inusitado de m uchos, desdichadam ente aún no concre­ tado del todo y definitivam ente. H em os tenido avances, pero los retroce­ sos nos han desanimado. Perm anece encendida la llam a del deseo, de la lucha y de la persistencia de la gran m ayoría de este pueblo oprimido que está, indiscutiblemente, transformando al país con sus luchas cotidianas. No somos solamente el país irresponsable de las altas tasas de natalidad y de mortalidad infantil, de la mayor concentración del ingreso del planeta, en el que las clases populares sólo se interesan por la samba, el carnaval y el fútbol, corno nos acusan m uchos desde el "Norte". Somos un pueblo pleno de vitalidad que valora y centraliza buena parte de su tiem po en la sam ba, en el carnaval y el fútbol, pero que tam bién ha construido con su trabajo la novena econom ía del mundo, C on a leg ría y co n vicción , a través de estas n otas d e d e n u n c ia qu e m uestran la cara más fea de Brasil, hago m i profesión de fe en el pueblo brasileño. En que es capaz de establecer la verdadera dem ocracia entre nosotros.

A n a M aria A ra ú jo Freire

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1. El presidente en cuestión es el señor Fernando Collor de Mello, a quien, habiendo triunfado en la segu n da vu elta de las elecciones de 1989 con 35 m illon es de votos, se le im pidió gob ern a r a la n ación b ra sileñ a dos años después de asum ir el cargo, el 15 de m arzo de 1990. El entusiasmo inicial de sus propios electores y electoras, independien­ tem ente de su clase social, se fue transform ando rápidam ente en desilu­ sión y en indignación. Las medidas autoritarias, radicales e irreflexivas del presidente y de su equipo m inisterial fueron dejando estupefactos a m illones de brasileños y brasileñas. El b loq u eo p o r 18 m eses de tod os los va lo res en m o n ed a n acion al depositados en bancos, como cuentas de ahorro y cuentas corrientes, que e x ced ie s e n los m il d ólares, el m ism o d ía qu e a su m ió el go b iern o , fue recibido por la m ayoría de la población como una auténtica confiscación institucional. Estas medidas tuvieron repercusiones dramáticas en la vida cotidiana de los ciudadanos, de las empresas, de las fábricas y de las artes. El presidente creó una segunda moneda. Despidió o puso a disponibi­ lidad a m iles de funcionarios federales que, recibiendo apenas parte de su salario, tenían prohibido trabajar; también vendió irresponsablem ente las casas con stru idas p a ra resid en cia de los m in istros cu an do se creó B rasilia, para beneficiar a sus paniaguados; y persiguió a los "m arajás" (nom bre con que el presidente designaba, desde su época de gobernador de A lagoas, pero p rin cip a lm en te d u ran te su ca m p a ñ a p a ra je fe de la nación, a los que usufructuaban, muchas veces por iniciativa propia, como funcionarios del gobierno, de los cofres públicos) -todas m edidas dem a­ gógicas, pero proclamadas como salvadoras de las arcas y la moral públicas. Se inició un proceso de privatización de empresas estatales de infraes­ tructura sin es:rúpulos de favorecer a grandes empresarios, brasileños o extranjeros, "ch afarreán dolas", com o se u saba decir, en perjuicio de la nación. Su p olítica econ óm ica in icial -el Plan de E stabilización E conóm icaera en realid ad de ca rácter in ten cion alm en te recesivo e in flacion ario, aunque C ollor y el equipo m inisterial de su gobierno lo negasen. Junto a la im agen de austeridad que quería imponer, ayudado princi­ palm ente por 'in poderoso canal de televisión brasileño que lo produjo, el presidente que gobern aba a la nación dentro de los parám etros de la m odernidad liberalizadora aparecía en nuestra casa todos los viernes ba­ ja n d o la ra m p a del Palácio do Planalto -sede del gob iern o en la capital federal- con gru p os de in vitad os in ocen tes o cóm p lices ven id os de los más diferentes rincones del país para reforzar su intención de parecer un estadista popular, aunque en realidad no hacía más que vaciar los cofres públicos. C ollor com pletaba esa im agen piloteando aviones supersónicos de la Fuerza A érea brasileña o em barcando hacia el fondo del m ar en subm a­

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rinos de la m arina brasileña, corriendo autom óviles, en bicicleta o a pie, o incluso navegando en poderosas motos acuáticas en las aguas de playas concurridas. A sí creía estar prom ovien d o su im agen de p resid en te jo v e n , fuerte, atlético, in teligen te, deportista, arrojado, m odern o, valien te, decidido, em pren dedor, liberal, flexib le y p o p u la r -se refería a la pob lación , con énfasis en el pueblo, a los "descam isados", com o "m i gente". Había optado por vivir en la residencia de su fam ilia en vez de hacerlo en la residencia presidencial proyectada por Oscar Niemeyer cuando con­ cibió Brasilia. En la "Casa da Dinda", como se llam aba esta residencia de propiedad de su madre, gastó dinero público sin que el contribuyente se enterase, evidentem ente para poder atender m ejor sus incontrolables y majestuosos deseos. Mejoró la construcción, construyó u na pista de ate­ rrizaje para los helicópteros que u tilizaba para su transporte diario con piedras brasileñas de gran valor pecuniario y m andó constru ir jard in es en to d a el á re a e x te rn a d el in m e n s o terren o , d o n d e n o fa lta ro n u n a cascada y peces traídos de Japón. Luego de su prim er año de gestión las decepciones con la p olítica de gobierno se fueron sumando a las de su propia persona -surgían sospechas cad a ve z m ás frecu en tes y gen eralizad as sobre su fa lta de decoro en el desem peño de la función pública. Las historias de corrupción com ienzan a aparecer en las primeras pá­ ginas de los periódicos y revistas, así como en las noticias de la televisión y la radio. Crece la m ovilización de los partidos de oposición y los perio­ d istas se em p eñ an m ás y m ás en revela r lo no lícito, lo no ético de la cotidianeidad del presidente en sus artículos para la prensa escrita, ha­ blada y televisada. Su im agen , p ro d u cid a en agen cias de marketing y de televisió n , de hom bre público jo v e n y lúcido, capaz de m odernizar a la nación, estaba en franca caída. De n ada valieron los m illones gastados en propaganda para mantenerla. U n a crisis in stau rada en el seno de la fam ilia C ollor la divide. Pedro C ollor de M ello, sin tién d ose m oral y econ óm icam en te p erju d ica d o por sus propios fam iliares, denu ncia la red de extorsión encabezada p or el ex tesorero de la cam pañ a electoral de su herm ano para la p residen cia -Paulo César Cavalcanti Farias-, quien continuaba sacando provecho para sí, para el presidente y para el pequeño grupo de los paniaguados de éste. A los "sobrantes de la cam paña" electoral, provenientes de las d on a­ ciones millonarias de grandes y medianas empresas nacionales y m ultina­ cion ales aterrad as an te la p o sib ilid a d de la v ic to ria del can d id ato del Partido de los Trabajadores, donaciones que eran ilegales según el Código Electoral Brasileño, sumábanse las nuevas fortunas en dinero provenientes de las más diversas formas de corrupción de los detentadores del capital. La denu ncia era contundente y ven ia de fuente segura. De quien co­

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nocía la v id a pú b lica y privada de los denunciados. Pedro C ollor no es­ catimó acusaciones que reafirmaran las sospechas de graves infracciones de P.C. Farías, en connivencia con los intereses del herm ano presidente. La caída del presidente C ollor y a parecía inm inente desde la entrevista concedida a aria de las principales revistas de noticias del país en m ayo de 1992. El presidente hizo uso de su derecho de hablar en cadena de televisión y, airado, "pidió discu lpas" al pu eblo brasileñ o p or los in con ven ien tes causados por las "acusaciones infundadas de su insano hermano Pedro". La verdad es que las acusaciones directas de Pedro C ollor al tesorero de su herm ano presidente no sólo querían alcanzar al prim ero sino prin­ cip a lm en te a su p rop io h erm an o, que ca d a d ía se h u n d ía m ás en las contradicciones e inconsistencias de sus defensas. La c p i de PC -Comisión Parlamentaria de Investigación sobre la actua­ ción y el origen del patrimonio de las empresas de Paulo César C. Fariasinstaurada por el Congreso Nacional para aclarar esas denuncias escan­ dalizó a la sociedad brasileña. De nada sirvieron las defensas interesadas y m entirosas de la "Tropa de C hoque" vin cu la d a al presiden te, n i las de él m ism o, que reitera d a ­ m ente proclam aba que no le dejaban el derecho de defenderse, ni las del encargado de extorsionar dinero de las empresas brasileñas y m ultinacio­ nales con inverosímiles simulacros. Muchos testigos vencieron el m iedo y probaron la existencia de la red de corru pción , desde los m ás sim ples servidores del gob iern o h asta la secretaria de algún empresario poco escrupuloso que había montado una farsa tratando de salvar al presidente. El 29 de septiem bre de 1992 la Cám ara de Diputados autorizó que se iniciase el proceso que im pediría al presidente C ollor el ejercicio de sus funciones. C o llo r fu e cita d o el d os d e o c tu b re d el m ism o año. S u s a b o ga d o s prepararon su defensa, obviam ente con artim añas ju ríd ica s y a que era im posible sostener su inocencia; entre otras, el propio abandono del caso p o r los d efen sores del presidente, la vísp era del ju ic io ; pero el proceso fue irreversible. De nada sirvieron los obstáculos jurídicos, la nación cla­ m aba por el alejam iento político del presidente que todos sabían que no estaba siendo capaz, política y éticam ente hablando, de gobernar al país. El 29 de diciem bre de 1992, tras la d eliberación con ju n ta del Poder Legislativo y de un juez del Supremo Tribunal Federal, el castigo esperado y soñ ad o p o r la p ob la ción cayó sobre C ollor. En esa asam b lea, com o m edida estratégica, el abogado putativo (el que había sido nom brado por el P od er J u d icia l d ebido a la a u sen cia de los dos ab ogad os origin ales n om brados por el reo) leyó la carta de ren u n cia de F em a n d o C ollor de Mello pocos minutos antes de que se le impusiera la renuncia compulsiva. Sin embargo, todos los brasileños y brasileñas sabemos que no renun­

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ció. N u estra verd ad es que n osotros lo vetam os p o r el cam ino ju ríd ico dem ocrático, dentro de los cauces legales, por la presión organizada de m illones de hom bres, m ujeres y niños, en las calles y en las plazas, en m arch as y m an ifestacion es (véase la n ota 39) p a ra que n o continu ase (des)gobernando irresponsablem ente a la nación brasileña, dilapidándola y vilipendiándola. 2. La era C ollor dejó m ás que sospechas de que la corru pción se había infiltrado, como nunca antes en la historia brasileña, en varios, segmentos de nuestra sociedad política. En octubre de 1993 el econ om ista José C arlos Alves dos Santos, ex director por muchos años del sector de Presupuesto de la Unión, acorra­ lado entre varios millones de dólares, algunos de ellos falsos, escondidos en su casa, y la sospecha de haber asesinado a su propia esposa, denunció un esquema de corrupción en la nominación, distribución y mo de sumas públicas federales, ciertam ente como táctica para esquivar sus crímenes, que en pocos días quedaron expuestos a la nación. In m ed ia ta m en te el s en a d o r del P a rtid o d e los T ra b a ja d o re s p o r el estado de Sao Paulo, Eduardo Suplicy, pidió al C ongreso N acional que utilizase su com petencia para n om brar u n a com isión parlam entaria de investigación que, no teniendo poder de castigar, tuvo sin em bargo am ­ plios poderes para investigar a los diputados, senadores, ministros y hasta gobernadores de estados en ejercicio denunciados por el economista. Noventa y cuatro días de arduos trabajos arrojaron un inform e de 558 páginas, leídas por su relator, el diputado pernambucano del FFL (Partido del Frente Liberal) Roberto Magalháes, desde las 9:30 de la mañana hasta las 17:45 del 21 de enero de 1994. El econ om ista recorría con fam iliarid ad núm eros, valores, gastos y presupuestos, tráñco de influencias con grandes empresas, principalmente constructoras (grandes firmas de ingeniería que construyen obras públicas de gran tamaño, tales como centrales eléctricas, vías férreas, etc.), todas con valores inflados en las obras realizadas, en connivencia con el propio desvío del dinero público por políticos corruptos para sus cuentas bancarias particulares, las de sus paniaguados y las de aquellos que, dirigiendo entidades "filantrópicas", en realidad las usurpaban. Alves dos Santos no m entía cuando acusaba hasta a diputados respe­ tados por la población brasileña por sus virtudes éticas. M entía cuando d ecía no h a b e r p a rticip a d o y no h a b e r sid o el in s tig a d o r d el b á rb a ro asesinato de su propia mujer. La nación acompañó espeluznada la trasmisión en vivo por la televisión de los interrogatorios a que eran som etidos los acusados -que no podían exp licar el origen de su patrim onio-, o leía en los órganos de la prensa escrita y escuchaba por radio las respuestas absurdas e inconsistentes. Su pueblo trabajador y creador h a m anifestado la volu ntad política de que

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los denunciadas no queden impunes por sus crímenes contra él mismo y contra la naciCn por el desvío del dinero público. La CPI del rresupuesto, im pecablem ente presidida por el senador del PSD (Partido Social Democrático) Jarbas Passarinho, en sus poco más de tres m eses de trab ajo serio y p rofu n do, in vestigó docu m en tos, notas, nóminas, vida bancaria y patrimonial de cuarenta y tres personas acusadas por el economsta. De esos cuarenta y tres, en dieciocho casos se recomendó a la Cámara el cese de sus actividades parlam entarias, catorce continuaron teniendo sus cuentas bancarias vigiladas por la M esa de la Cámara, por la Policía Federal y por 1 Ministerio Público, y once fueron absueltos. Las investigaciones continúan en sus diversas áreas por los órganos competentes indicados, mientras la población espera decisiones efectivas p ara poner fin a la im punidad que viene caracterizando a los crím enes com etidos y a sea por la élite política o por la élite económ ica de Brasil. Com o ciudadaios querem os el fin de los corruptos y de los corruptores. El Congresc Nacional, con esta "antropofagia", m anifiesta no sólo la intención de linpiar de sus cuadros a los corruptos, m ostrando que los intereses de lanación deben sobreponerse a los de su propio corporativismo, sino tanbién que es posible y necesario -incluso con las presiones de los grupos ae interés para que esto no suceda- lim piar la vida pública brasileña de su hombres y mujeres nefastos. Desdichadamente, dentro de la sociedad civil hay muchos que piensan que "todo esto es fruto del régim en dem ocrático que perm ite el fu n cio­ nam iento de 1 s cám aras legislativas; de ahí que las palabras de Freire subrayen la necesidad de éstas como condición del perfeccionamiento de nuestra democacia. Al contraria lo que hay que denunciar es que fue precisamente la falta de libertad lo cale favoreció la corrupción, entendiendo que lo que favo­ reció y respaldi im plícitam ente este tipo de com portam iento fue el silen­ cio im puesto pr varios periodos dictatoriales de nuestra historia y no el abierto y tra n p a ren te fu n cio n a m ien to del C on greso N acion al, de las asambleas legilativas estatales y de las cámaras de representantes. En realidad estoy segu ra de que las personas de nuestro pueblo y a saben lo que qiieren, lo que necesitan, cóm o y por qué son explotadas, y lo que sueñas para sí, para sus hijos y para la nación; sin embargo, aún falta que recorD zcan quiénes son los que pueden realizar sus legítim os intereses y los eijan como auténticos representantes suyos en el Congreso Nacional. Así no se deepcionarán y sus votos no serán ultrajados. 3. Frente a esá ex h o rta ció n de F reire no p o d ría d eja r d e h ab lar, por medio de una rjta, de una investigación-denuncia igualmente vehem ente de algunos braileños que tam bién proclam aron el m ismo "nunca más".

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Partien do del principio de que "la tortu ra es el m ás cru el y bárbaro crim en con tra la p erson a hum ana" (p. 17) y relacionando la tortu ra de los presos políticos con la form ación histórica de Brasil, que creció con el colonialism o y la esclavitud, un grupo de brasileños trabajó de agosto de 1979 a marzo de 1985 haciendo el posible mapa de la represión ejercida por el régim en m ilitar en B rasil durante el periodo que va del 1 de abril de 1964 al 15 de m arzo de 1985. Este estudio, hecho a partir de "707 procesos completos y decenas de autos incompletos" (p. 22), elaborado evidentemente en la clandestinidad, dio com o resultado el libro Brasil: nunca mais, publicado con el auspicio d el C o n sejo M u n d ia l de Iglesias, con sed e en G in eb ra, Su iza, y de la A rqu idiócesis de Sao Paulo en la p erson a de don Paulo E varisto Arns, por la Editora Vozes, de Petrópolis. Todas las citas de esta obra han sido tomadas de la cuarta edición, de 1985. E l o b jetivo d e este g ru p o p io n ero fue, e n tre otros, el m ism o p o r el cual claman Freire y todos aqu ellos y aquellas que h an su frido p o r la tortura infligida por los torturadores: que "nunca más se repitan las vio­ lencias, las ignom inias, las injusticias, las persecuciones practicadas en B rasil en el pasado reciente" (p. 26). A partir de la gestión del gobierno populista del presidente Joáo Goulart, lu ch ar p a ra uno m ism o o p a ra otros u otras por con dicion es m ás hum anas, por la integración de la población m iserable a la ciudadanía, era considerado por los sectores dom inantes civiles y m ilitares -im preg­ nados y com prom etidos con la ideología de la Seguridad Nacional, origi­ nada en Estados Unidos, así como con sus com plementos, entre otros la ■guerra fría" entre los bloques "occidental y cristiano" y "orien tal ateo"com o acto subversivo pasible de enérgico castigo (véanse las notas 4 , 5 , 7 y 19). El g olp e m ilitar del 1 de abril de 1964, ten ien d o com o objetivo p ro ­ clamado el com bate a la inflación, la corrupción y la subversión, instauró en nom bre de esa lu cha la tortura a los presos políticos, a los llam ados subversivos d e l ord en , co m o c a stig o y com o m éto d o d e ex tra c c ió n de in fo rm a c ió n . A los q u e conscientem ente luchaban contra la situación secularm ente vivida en Brasil por las clases populares -la de la injusticia social, política, económ ica y cultural. M uchos y m uchas de los que soñaron y no quisieron o no pudieron, así com o algunos m iles de exiliados -seguram ente m uy pocos siguieron el cam ino de fra y T ito, que d estru ido física y psicológicam en te por las torturas se suicidó en 1974 en París- conocieron lo que fue huir, vivir en la clandestinidad, en las condiciones de vida más precarias, ser apresado, ser torturado, sobrevivir viendo las sombras de sus perseguidores o morir en las prisiones o en los cuarteles bajo tortura, a aun "atropellados" en las banquetas, "ahogados" en las playas o fusilados cuando trataban de "huir" de los cercos político-m ilitar-policiacos.

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Muchas familias recibieron de agentes de la ju sticia y de oficiales m i­ litares explicaciones como éstas cuando buscaban a sus "desaparecidos". Y otras tantas veces recibieron el consejo de no buscarlos más y de guardar silen cio, o de ir a b u sca rlos "forajidos" en las gu errilla s de los p aíses vecinos. Los cementerios clandestinos descubiertos recientemente han devuelto cuerpos antes vivos y am ados de m aridos y m ujeres, de hijos e hijas, de hermanos y hermanas, de padres y madres que, muertos de las más dife­ rentes y viles formas de matar, aún permanecían, como perm anecen m u­ chos, a la espera de los y las que al in vestigar los "archivos del horror" encon traron fotografías de los suyos, m uertos por la tortura, p ara sólo entonces ser sepultados como los hom bres y las mujeres que fueron. En el periodo en cuestión la obra citada, gracias al estudio de los 695 procesos a los que tuvieron acceso, estableció que "7,367 personas fueron llevadas al banquillo de los acusados en procesos políticos form ados en la ju sticia militar', algunos con más de un proceso. Fueron denunciados 284 marinos y fusileros navales. Aproximadamente 88% de los reos eran del sexo m asculino, y apenas 12% del femenino. De ese total, 38.9% -2 868 casos- tenían hasta 25 años de edad, y 91 eran m enores de 18 años. De 4 476 reos cuyo nivel de escolaridad constaba en los procesos, 2 491 tenían un título universitario y apenas 91 se declararon analfabetos (en la época Brasil contaba con 20 m illones de analfabetos y analfabetas). El Ejército Nacional fue responsable directo de 1 043 aprehensiones y de 884 m ás efectuadas por los D O I-C O D I -D estacam ento de O peraciones de Inform ación-C entro de O peraciones de la D efen sa Interna- desparram ados por el país, tam bién com andados por oficiales de esa arm a y organizados, en 1970, con la cooperación financiera de em presarios nacionales y extran­ jeros. En 3 754 casos (51%) no se m enciona, en los procesos correspon­ dientes, el órgano que efectuó la detención (pp. 85-86). El inform e denuncia además que 1 997 aprehensiones fueron efectua­ das antes de la apertura del proceso indagatorio. 3 572 reos habían nacido en el interior y 1 833 en las capitales de los estados, m ientras que 4 077 residían en las capitales y apenas 1 894 en el interior. El m ayor núm ero de los reos residía en Río de Janeiro (1 872) en el m om ento del proceso, y 1 517 en Sao Paulo, lo que perm ite caracterizar el enfrentam iento con el régim en m ilitar com o urbano y a sus m iem bros com o de clase m edia (p. 86). Adem ás, según el mism o trabajo, las acusaciones se refirieron a: militancia en organización partidaria, 4 935 casos; participación en acción violen ta o arm ada, 1 464 casos; participación en diferentes puestos del gobierno depuesto en 1964, o sim ple identificación política con éste, 484 casos; manifestación de ideas a través de la prensa, clases, sermones, etc., 145 casos, y a través del m edio artístico, 18 personas (pp. 85-87). En cuanto a la comunicación al juez sobre las aprehensiones efectuadas:

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■no con sta n in gu n a com unicación, 6 256 casos (84% )"; "com u nicación realizada dentro del plazo legal, 295 casos (4%)"; "comunicación realizada fuera del plazo legal, 816 casos (12%)" (p. 87). De otros 10 034 nom bres involucrados apenas en la fase de investiga­ ciones, 6 385 respondieron com o acusados en las investigaciones, pero no form aron parte de la lista de los acusados en denuncia judicial, y los "3 649 restantes aparecían en la fase de investigaciones com o testigos o declarantes, no pudiendo ser excluidos de la condición de afectados, toda vez que se han registrado innúm eros episodios en los que tam bién éstos eran detenidos durante las investigaciones, llegando algunos a ser tortu­ rados" (p. 88). Los sectores sociales más afectados por el régim en m ilitar durante su represión fueron: los m iem bros de la Marina, del Ejército, de la Aeronáu­ tica y de la B rigada M ilitar de Río G rande do Sul, en un "esfuerzo siste­ mático por expurgar de las corporaciones m ilitares a todos los elementos identificados con el gobiern o depuesto y su proyecto nacionalista", con 38 procesos; el m edio sindical, con 36 procesos; los estudiantes, con 53 procesos; políticos en ejercicio del m andato parlam entario, y a fuese en puestos ejecutivos o disputando elecciones, con 22 procesos; profesionales de la prensa, con 15 procesos, y m iem bros de la Iglesia católica tam bién con 15 procesos (pp. 117-119). Brasil: nunca mais denuncia asim ism o el asesinato de 11 brasileños a través del "testim onio de personas que en las cárceles brasileñas presen­ ciaron la muerte de otros presos políticos bajo tortura" (p. 247), y el hecho de que la detención arbitraria o el secuestro favorecieron la desaparición de víctimas que, contadas una por una con sus nombres, suman un total de 125 desaparecidos políticos (pp. 291-293). Hoy, treinta años después del golpe militar, sabemos que éste prendió a cerca de 50 000 personas, entre hombres y mujeres, brasileños y extran­ jeros, inm olando a gran parte de esos y esas idealistas. T am bién sabem os que la m ayoría de los casos de tortura con m uerte y desaparición de presos políticos se dio durante el periodo presidencial del general Emilio Garrastazu Mèdici (del 30 de octubre de 1969 al 10 de m arzo de 1974), m ientras -es im portante reflexion ar sobre esto- la m a­ y o ría de los brasileños y brasileñas se entretenía con canciones que ince­ santemente repetían "Yo te amo, mi Brasil", con la consagración del fútbol brasileño que recibía la copa Jules Rimet por el tricampeonato en México, y orgu llosa an u n ciab a al m undo su "m ilagro económ ico" proclam ando "¡Adelante, Brasil!". Así, entusiasmados por el "gran destino brasileño" que por fin se estaba realizan d o, d o rm ía n en p a z todos los y las qu e n a d a sab ían o qu e no creían que en los sótanos de los órganos de la represión, en las calles, en las carreteras, en la selva am azónica, m uchas veces bajo el com ando de oficiales de las Fuerzas Armadas, creadas para dar seguridad a la nación

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frente al enem igo externo, m orían o eran m utilados m uchos de los y las que habían com etido el crim en de soñ ar y de lu ch ar por un B rasil del que todos pudiésem os en orgu llecem os por la vigen cia real de su dem o­ cracia. "BBrasil: 1964 nunca más!", es lo que debemos gritar, no sólo en nombre de los torturados y m uertos y sus fam iliares y am igos, sino tam bién en nom bre de los que perdieron la con cien cia h istórica enajenándose y de los que perversam en te q u ed aron m u ch o m ás pobres. Q u edaron en la miseria. 4. A l golpe m ilitar de 1964 siguieron los actos institucionales que dicta­ torialmente normaron la vida tanto de la sociedad civil como de la sociedad política, en una persecución sin precedentes en nuestra historia contra todo lo que a los ojos de los n u evos d u eñ os del p od er fu ese o p u d iese llegar a ser subversión. El Acto Institucional núm. 5 (AI-5), (leí 13 de diciembre cíe 1968, firmado p o r el seg u n d o p resid en te m ilita r d esp u és d el g o lp e d el 1 de a b ril de 1964, el gen era l A rtu r d a C osta e S ilva (15 de m arzo de 1967 a 31 de agosto ele 1969), es sin duda alguna el más duro y arbitrario de esos actos y ciertam ente el que tuvo consecuencias m ás nefastas para la población en toda su historia republicana. E n nom bre de asegu rar el "auténtico orden dem ocrático, basado en la libertad, en el respeto a la dignidad de la persona humana, en el combate a la subversión y a las ideologías contrarias a las tradiciones de nuestro pueblo, en la lucha contra la corrupción", el presidente ilum inado por el Consejo de Seguridad Nacional se otorgó el derecho de decretar el receso del C ongreso Nacional, de las asam bleas legislativas y las cám aras de representantes; la-intervención en los estados y municipios en el sentido de nom brar gobernadores e intendentes; de "suspender los derechos p o­ líticos de cualquier ciudadano por un plazo de diez años y anular mandatos electivos federales, estatales y m u n icipales", en cuyo caso, entre otras lim itaciones, los destituidos podrían, como m edida de seguridad, ver "vi­ gilada su libertad, con prohibición (le frecuentar determ inados lugares y dom icilios determ inados" (la suspensión de los derechos políticos podría extenderse a restricciones o prohibiciones "al ejercicio de cualquier otro derech o p ú blico o p rivado"); de "despedir, reasign ar, ju b ila r o p o n er a disponibilidad" a hom bres públicos electos o em pleados (le autarquías, em presas p ú blicas o sociedades m ixtas, y (le "despedir, tran sferir a la reserva o retirar a militares o m iem bros cíe las policías m ilitares" bajo el estado (le sitio; confiscar bienes "de todos los que se hayan enriquecido ilícitam ente", p revia investigación: cíe su sp en d er "la garan tía de habeas corpus en los casos de crím enes políticos, contra la seguridad nacional o el orden económ ico y social y con tra la econom ía popular". En realidad ese "derecho" de exacerbar el arbitrio, la centralización y

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el au toritarism o no qu edó en la letra de la ley. A q u el m ism o 13 de d i­ ciem bre el Acto Com plem entario núm. 38, con base en el AI-5, cerró las puertas del Congreso Nacional. Siguieron años de persecución y terror, incluso después de la reaper­ tura del Congreso Nacional; los agentes de la "contrasubversión" cumplían m in u ciosa m en te aqu el código cru el y p erverso que p ro cla m a b a h a b er ven ido para im plan tar el "auténtico orden dem ocrático basado en la li­ bertad, en el respeto a la dignidad de la persona hum ana..." Inauguró la tortura "posm odem a" que no dejaba m arcas ni pruebas. Separó fam ilias. Propició un nuevo y m ayor éxodo de científiccs e in te­ lectuales hacia el extranjero. Censuró letras de canciones populares así como las diferentes modalidades de la prensa. Despidió y destituyó. Cons­ truyó cementerios clandestinos. Perm itió que nacieran una corrupción y una falta de ética sin prece­ den tes en la h istoria del país, debido a la fa lta de tra n sp a ren cia de la sociedad política y a que la sociedad civil estaba im posibilitada para par­ ticipar y hasta saber lo que sucedía en la esfera del poder. El 31 de diciembre de 1978, al término del gobierno del general Ernesto G eisel (15 de m arzo de 1974 a 15 de m arzo de 1979), B rasil pudo con alivio conmemorar el fin del AI-5 y comenzar, como resultado de las luchas de su pueblo, a tener su nueva voz. 5. Los estudios realizados por el grupo que editó el y a citado libro Brasil: nunca mais (véa se la n o ta 3) a firm a n qu e dos tercio s d e los p ro ceso s estudiados se refieren a organizaciones que y a estaban prohibidas por la legislación brasileña antes del golpe m ilitar de 1964. Esos casi cincuenta movimientos clandestinos que fueron blanco de la represión, muchos de los cuales tenían orientación marxista, nacidos del Partido Com unista de Brasil (PcB), fundado en marzo de 1922, tenían un punto en común: la búsqueda de una sociedad socialista con la conquista del poder por los trabajadores, pero divergían en las tácticas para con ­ qu istar ese poder. Entre otras, la principal divergencia era sobre el uso o no uso de la violencia. A lgu nos de esos m ovim ientos clandestinos tuvieron com o objetivo la m ovilización de sectores rurales, pero la m ayoría trataba de alcan zar y sensibilizar a los mayores centros urbanos del país. Sus filas estaban for­ m adas por jóvenes estudiantes, intelectuales -principalm ente profesores universitarios-, m ilitares de las tres armas -desde soldados e infantes de m arina hasta mayores y capitanes-, sindicalistas, obreros y campesinos. Las disidencias internas, con subdivisiones y nuevas aglutinaciones, evidenciaban la inviabilidad de esos m ovim ientos com o fuerzas capaces para tom ar el poder, incluso antes de la represión del golpe militar. Sobre estos movimientos pesó negativamente tanto su carácter violento corno el pequeño núm ero de sus m ilitantes en relación con la población

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ole las fuerzas arm adas y policiales y la falta de respaldo de la sociedad civil. La "M archa ce la Fam ilia con Dios por la Libertad", una manifestación o rga n iza d a p o r m u jeres de Sao P a u lo q u e lle v ó a la c a le a m ile s de personas pidiendo (da quién?) el fin del "gobierno com unista" del presi­ dente Joao G oLlart (7 de sep tiem b re de 1961 a 1 de abril de 1964) y a h abía dem ostrado a principios de m arzo de 1964 que la clase m edia se h a b ía adh erido a los deseos, y p o r con sigu ien te a los in tereses, de las clases dominantes. Así, estoy convencida de que esos m ovim ientos clandestinos se carac­ terizaron por 12 ingenuidad casi suicida de sus m ilitantes, que casi sólo con el idealismc de sus sueños trataban de enfrentar a las fuerzas armadas y policiales organizadas, con armas, actos institucionales, soldados, oficia­ les y civiles entrenados para capturar y torturar a los "subversivos", para cuyo fin sus instituciones recibían generosas porciones del presupuesto de la nación y del capital nacional y extranjero. Los principales m ovim ientos clandestinos, revolucionarios, desm ovili­ zados por la represión, cuyos líderes tuvieron casi siem pre m uertes vio­ lentas, fueron: - Acción Liberadora Nacional (ALN), dirigida por el ex diputado Carlos M arigh ella y c ij? o lem a era "La acción hace la vanguardia", tratab a de derrotar al rég:rnen m ilitar a través de la lucha de su "Ejército de Libe­ ración Nacional". La a l n , que actuó entre 1968 y 1973 en cooperación con otro moviriiento, el MR-8, en 1969 secuestró al em bajador norteam e­ ricano en Brasil com o táctica para exigir la liberación de 15 presos polí­ ticos. Su líder fue muerto en noviembre de 1969 en una emboscada armada y comandada por el jefe de la policía, el temido torturador Sérgio Paranhos Fleury, en u n a calle de un elegante barrio de Sao Paulo. El sucesor de M arighella, Job Cám ara Ferreira, fue secuestrado y m uerto bajo tortura en octubre de 1970 por las manos del mismo Fleuiy en una granja utilizada para esos fines en el estado de Sao Paulo. - La Vanguardia Popular Revolucionaria (vPR) se formó en 1969 cuando el entonces capitán del ejército, Carlos Lamarca, estacionado en el cuartel de Quitaúna, Csasco, Sao Paulo, resolvió robar de ese cuartel una cantidad im portante de rrmas y encabezar un movimiento armado, junto con otros militares, c o n ta el régim en estab lecid o en 1964. H asta 1971 el gru p o realizó algunasacciones importantes para la lucha revolucionaria. En 1970 la V P R enfrenté a las fuerzas del ejército y de la policía militar que habían rodeado su ár(a de entrenam iento de guerrillas en la región m ás pobre del estado de iao Paulo, el Vale ola Ribeira. En aquel mismo año de 1970 el movimiento se responsabilizó por el secuestro de tres diplomáticos que actuaban en Brasil: un japonés, un alemán y un suizo. La V P R fue aniquilada en 1973 cuando el cabo Anselm o, agente p olicial in filtrado en el m o vi­ miento, llevó a sus "compañeros" al exterminio cuando "juntos" trataban

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de reorgan izar la V P R en Recife. En realidad la V PR estaba desintegrada desde que su m ayor líder, C arlos Lam arca, fu era m uerto en el sertao de Bahía en septiembre de 1971, ya corroído por el hambre, por el cansancio, p o r la s o le d a d y p o r la fa lta d e a p o y o d e la p o b la c ió n d e l sertao, que asustada por la prédica ideológica e intim idada por las arreas del peder lo había abandonado a su propia suerte. - El M ovim ien to R evolu cion ario 8 de O ctu bre (M R -8), n om b re que preten día in m ortalizar al Che G u evara con la fech a de su m uerte (1 de octubre de 1967), tuvo su origen en 1966 en el m edio universitario. En 1969 com enzó a ser perseguido luego de haber participado, ju n to con la A L N , en el secuestro del embajador de Estados Unidos en Brasil. En 1971 albergó a los militantes de la v p r e incluso a su dirigente más importante, Carlos Lamarca, que en realidad murió siendo militante del MR-8. En 1972 casi todos los militantes del MR-8 perseguidos en Brasil se refugiaron en Chile, derivando de esto la desactivación del mismo. - La A c c ió n P o p u la r (AP) fu e in icia lm en te un m o vim ien to político inspirado en las ideas de pensadores franceses -que por lo demás vienen teniendo in flu en cia entre nosotros desde la época colonial-: de jaequ es M aritain, M ounier, Th eilh ard de C hardin y el padre Lebret, cuando en 1962 muchos estudiantes se agruparon en la Juventud Universitaria Ca­ tólica (ju c), uno de los sectores de la A cción C atólica brasileña, tam bién originada en sus congéneres de Francia. La AP controlaba las direcciones de la U n ión N acional de Estudiantes (uNE) y m uchos de sus m iem bros trabajaron com o voluntarios en uno de los m ayores y m ás im portantes m ovim ientos de educación popular de com ienzos cíe los años sesenta en Brasil, el M ovim iento de E d u cación de B ase (MEB) organ izado por los obispos católicos a través de su órgano máximo, la Conferencia Nacional de Obispos cíe Brasil (C N B B ). Entre 1965 y 1967 la AP fue adoptando cada vez más posiciones marxistas, hasta "caracterizarse como una organización m aoísta típica, que adopta u na línea política bastante sim ilar a la del PC do B" (facción que en 1962 se separó del pcb , el cual había iniciado pus actividades en 1922, adoptando el nombre de Partido Comunista do Brasil; hoy tiene la sigla P P s), ortodoxo y de tendencia stalinista, aunque en la práctica nunca participó en acciones guerrilleras. La identificación de la A P y el PC do B se com pletó alrededor de 19724973. A continuación dos de los principales dirigentes de la AP -Paulo W righ t y Honestino Guimaráes- fu eron apresados y m u ertos por el D O I-CO D I, lo que condujo a la desaparición del m ovim iento alrededor de 1974. - El Partido C om u n ista do B rasil (PC do b ) organizó un m ovim iento guerrillero en la región amazónica, en el sur del estado de Pará, que duró de 1966 a 1975. Sus militantes, sobreviviendo en aquella inhóspita región, tuvieron que enfrentar a cerca de 200 mil soldados del Ejército Nacional. En esos com bates m urieron cerca de 61 m iem bros de las "Fuerzas G ue­ rrilleras del A ragu aia", después que las fuerzas legales reprim ieron bru­

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talm ente a la población local para descubrirlos. Mencionaré tan sólo algunas más de las siglas mencionadas en Brasil: nunca .miau; el lector pod rá en con trar detalles de todos los m ovim ientos aquí citados entre las páginas 89 y 113 de dich a obra. Son: M opilo, TL, T L N E , PC BR , C órtente, F A L N , PCR , M R T , M R M , O P -C O R , PR T , P O L O P , Colina, O L A S , V A R -P alm a re s, P O C , P O R T , F B I, O S I, MIM, M A R , F A P, CSR y MEL. 6. El Acto Institucional núm. 2 (AI-2), del 27 de octubre de 1965, firmado p o r el p rim e r p re s id e n te d el g o b ie rn o m ilitar, m a ris c a l H u m b erto de A len car Castelo Branco (del 15 de abril de 1964 al 15 de marzo de 1967), dice lacónicam ente en su artículo 18: "Q uedan extinguidos los actuales partidos políticos y cancelados sus respectivos registros." Párrafo único: "Para la organización de los nuevos partidos se m antienen los requisitos de la Ley núm. 4.740 del 15 de ju lio de 1965, y sus m odificaciones." El A cto C om plem en tario núm . 4, del 20 de n oviem bre de 1965, con base en el AI-2 y en los requ isitos de la citad a Ley núm . 4.740, fijó las reglas p a ra la creación de los dos nu evos partidos políticos. Los p a rla ­ mentarios, por lo tanto, tuvieron que hacer su elección y vincularse a una de las dos agrupaciones posibles: la Alianza Renovadora Nacional (Arena) 0 el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), oficialm ente oposicionista. P o r el P ro g ra m a d e A c c ió n en el P la n o P o lítico d el MDB, elaborado posteriorm ente en los años setenta, el partido "posicionista" fue explíci­ tam ente abriendo espacio para las acciones que forzaron la apertura po­ lítica a través de norm as que repudiaban la dictadura. A sí se volvió una verdadera oposición. 1 - I m pía i ilación de la normalidad democrática y la consiguiente condena: aJ de todos los tipos de dictadura; b] de la institucionalización (le regímenes de excepción; c] del continuismo [...] vi - El M ovim iento Democrático Brasileño continuará en su lucha: a) por la revocación del Ai-5; [... 1 por la revocación del decreto-ley núni. 477, que somete a la juventud estudiantil y a sus profesores [...1: d] revisión de las leyes cíe prensa y de seguridad para depurarlas cíe normas draconianas y eliminar las penas cíe muerte, de prisión perpetua y de destierro; e] amnistía amplia y total en favor de todos los civiles y m ilitares afectados p or los actos de excepción y arbitrio practicados desde el 1 de abril de 1964; vii - Libertad de organización partidaria... [Documentando e atualidadepolítica, núm. 9, octubre-diciembre (le 1978, Brasilia, 1979, pp. 73-81.]

A fines de 1979, durante la últim a gestión del gobierno m ilitar, la del general Joáo Batista Figueiredo (15 de m arzo de 1979 a 15 de m arzo de 1985), la sociedad brasileña clam aba por "am nistía amplia, total e irres­ tricta". A ren a y el MDB fueron extinguidos. — Así, el MDB se convirtió en PMDB -Partido del M ovim iento Dem ocrático Brasileño- pasando oñcialmente, aunque por pocos años, a tomar efectiva­ mente el estandarte de la lucha por la verdadera democratización de Brasil.

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Los brasileños y las brasileñas deben mucho al diputado Ulysses Guimaráes, m ilitante del m d b p m d b y en realidad su m ayor dirigente, quien luchó valerosam ente por la democracia política y social en Brasil. Ulysses fue realm ente uno de los estadistas más lúcidos, críticos y serios de toda nuestra historia. Con humor, paciencia y sabiduría, este político paulista supo como pocos conocer el m omento de hablar y el de callar, el de amar y el de odiar. S alvó v id a s de las iras de la rep resió n y con el apoyo de parte de las sociedades civil y política estuvo a la cabeza del restableci­ miento de las instituciones democráticas brasileñas, habiendo seguido con gran atención todo el proceso desde el golpe de estado de 1964 h asta el im pedim ento del presidente Collor. B rasil siente su falta. 7- Sobre la tortura, uno de los m ayores psicoanalistas brasileños -H é lio Peregrino- escribió el texto que transcribo en parte, con el objeto de que el lector y la lectora puedan en tender m ejor el relato que Freire hace de su am iga que continu aba torturándose m entalm ente, perseguida por la tortura física que sufriera en Brasil; y tam bién para que puedan percibir con m ayor claridad la inhum anidad de la tortura: ... la tortura busca, por medio del sufrimiento físico insoportable, introducir una cuña que lleva a la escisión entre el cuerpo y la mente. Y más que eso: busca, a todo precio, sembrar la discordia y la guerra entre el cuerpo y la mente. A través de la tortura el cuerpo se vuelve nuestro enemigo y nos persigue. Ése es el modelo básico en que se ap oya la acción de cualqu ier tortu rador [...] En la tortu ra el cuerpo se vuelve con tra nosotros, exigiendo que hablem os. De la m ás íntim a espesura de nuestra propia carne se levanta una voz que nos niega, en 13 medida en que pretende arrancarnos un discurso que lios produce horror, ya que es la negación de nuestra libertad. El problema de la enajenación alcanza aquí su punto crucial. L a tortu ra nos im pone la enajenación total de nuestro propio cuerpo, haciéndolo extraño a nosotros y nuestro enem igo mortal [...] El proyecto de la tortura im plica la negación total -y totalitaria- de la persona, en cuanto ser en­ carnado. El centro de la persona humana es la libertad. Ésta, a su vez, es la invención que el sujeto hace de sí mismo a través de la palabra que lo expresa. El discurso que el tortu rad or quiere arran car al tortu rad o p or m ed io de la to rtu ra es la negación absoluta y radical de su condición de sujeto libre. La tortura apunta a lo contrario de la libertad. E n esa m edida el discurso que busca, a través de la intimidación y de la violencia, es la palabra envilecida de un sujeto que, en manos del torturador, se transform a en objeto. ["La tortu ra política", publicado en el diario Folha de Sao Paulo, 5 de junio de 1982, p. 3, y reproducido en el libro Brasil: nunca mais, pp. 281-282.]

Las técnicas de tortura más utilizadas por el régim en m ilitar brasileño están descritas en el libro citado, sección 2: "M odos e instrum entos de tortura". Fueron el pau-de-arara, el choque eléctrico, la pímentínha y dobladores de tensión, el ahogam iento, la "silla del dragón" (en dos versio­ nes, una de Río de Janeiro y otra de Sao Paulo), el refrigerador, insectos y animales y productos químicos.

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La tortura a que fue som etida la am iga con quien Paulo Freiré dialoga a través de su silencio de solidaridad en esta parte de su texto, el pau-dearara, común ea las cárceles y delegaciones de Brasil desde hace mucho tiempo hasta hoy, ha sido descrita así por otras dos víctim as de la repre­ sión: ... El pau-de-arara consiste en una barra de hierro que se atraviesa entre los puños am arrados y el pliegue de la rodilla, para colgar el 'conjunto' entre dos m esas, de m odo que el cuerpo del torturado qu ed a colgado a cerca de 20 o 30 centímetros del suelo. Este m étodo casi nunca se utiliza aisladamente’ bus "com plem en tos" norm ales son choques eléctricos, la palm atoria y el ahogamiento... (Augusto César Salles Galváo, estudiante, 21 años, Belo Horizonte, carta de su puño y letra, 1970). ...que el pau-de-arara era una estructura metálica, desmontable [...] cons­ tituida por dos triángulos de tubo galvanizado que en uno de los vértices tenían dos medias lunas en las que se apoyaban, y que a su vez se introducía bajo sus rodillas y entre sus ruanos amarradas y colocadas entre las rodi­ llas... (José Milton Ferreira de Alm eida, 31 años, ingeniero, Río de Janeiro; auto de calificzción e interrogatorio, 1976). [D eclaraciones citadas en el libro Brasil: nunca mais, p. 34.] En esa época -del régim en m ilitar- la tortu ra adquirió form as sofisti­ cadas de hacer sufrir y de degradar física y psicológicamente a las víctimas. Aplicada con "métodos científicos" jam ás conocidos antes en los órganos de represión nacional, y con la connivencia de algunos m édicos legistas, no dejaba señales ni m arcas en tantos cuerpos com o envileció. No esca­ paron ni sacerdotes ni mujeres embarazadas ni niños. La tortura no dis­ crim inaba clase social, raza, edad, sexo ni religión. Además de las tecnologías industriales, consumismo, concepciones eco­ nóm icas y financieras, m étodos, libros, organización y estructura educa­ cional, tam bién importamos del país que nos "ayudó" a unirnos al bloque "occidental y cristiano" la tortura posm odem a, para con ella exorcizar a las brujas que el m acartism o colocaba en los cuerpos y en las alm as de nuestros jóvenes, entrenando con m endigos para m ayor eficiencia en la extirpación del "m arxism o dialéctico". _ La enseñanza de este método para arrancar confesiones e informaciones no era meramente teórico. Era práctico; realmente se torturaba a personas que servían de conejillos de Indias en ese macabro aprendizaje. Se sabe que uno de los primeros en introducir esas prácticas en Brasil fue el policía estadunidense Dan Mitrione, que posteriormente se trasladó a Montevideo donde terminó por ser secuestrado y muerto. Cuando era instructor en Belo Horizonte, en los primeros años del régimen militar, se valió de mendigos recogidos en las calles para adiestrar a la policía local. Aquellos pobres hombres torturados en salones de clase permitían que los alumnos aprendiesen los diversos modos de crear en el preso la suprema

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contradicción entre el cuerpo y el espíritu, alcanzándolo en los puntos vulnerables. [A. -J. Langrol ¡, A fa ce oculta do terror, Río de Janeiro, Civilizagáo Brasileira, 1979; reproducido en Brasil: ramea mais, p. 32.]

E sa "escuela" im p la n ta d a aquí dejó un saber que civiles, policías y m ilitares brasileños, muchos con cursos posteriores de "especialización" en diversos países del Norte, utilizaron en form a tan eficiente que dejó, vale la pena repetirlo, a muchas familias brasileñas en luto eterno por sus jóvenes idealistas que lo único que hacían era soñar con un país más serio y más justo, que no se som etiera a órdenes e intereses externos. 8. El mocambo es la vivienda típica del litoral del Nordeste brasileño. Son las casas cié las poblaciones m ás pobres de las grandes ciudades, en las zonas de pantanos o en los cerros. Construido casi por entero con m ateriales hallados en el propio lugar donde se ha de edificar o en sus alrededores, es simple, y si no fuera por su precariedad en térm inos de higiene sanitaria posiblem ente sería, con orien tación com petente de técnicos de la salud, u n a solución ecológica alternativa adecuada para el clim a tropical de una región m uy pobre de un país del tercer mundo. Básicamente, para construir un mocambo hacen falta hojas de palma, varas, tablas, trabes y barro. Las hojas ele palm a se ponen a secar al sol, evidentem ente para aum entar su durabilidad como m aterial de construc­ ción; se llaman entonces pajas de palma. Sobre un suelo sin revestim iento, "suelo batido" (véase la nota 33), se levantan las paredes con pajas de palm a amarradas a las varas verticales cla va d a s en el suelo. D esp u és se recu b re tod o con el b arro b la n d o y húmedo. Una vez que el barro se seca las paredes así hechas son razona­ blemente resistentes. A veces con divisiones internas, con pocas ventanas y apenas dos puer­ tas, c a d a u n a d e ella s de d o s p a rtes, a fin d e q u e la p a rte d e a rrib a p erm anezca abierta dejando en trar el aire com o si fuera otra ven tan a y la parte inferior perm anezca cerrada im pidiendo la entrada de animales. El mocambo tiene siem pre form a rectangular, con las ventanas abiertas en los dos lados m ayores y las dos puertas en los lados menores, que son el frente y el fondo de la casa. No falta el fogón de barro para cocinar, pero casi nunca hay baño. Los mocambos se cu bren tam bién con pajas de palm a, que antes de ponerse a secar al sol se doblan por la m itad en el sentido de su largo. P a ra fa cilita r ese d ob lez se les h ace un corte con cu ch illo sob re el eje central. Sobre las paredes y a secas se arm an las trabes y sobre éstas se colocan las pajas dobladas bien juntas, casi superpuestas, bien amarradas entre ellas y a las trabes, para que el interior del mocambo quede protegido del sol quem ante en el verano y de las lluvias torrenciales en el invierno. Tradicionalmente, los habitantes de los mocambos que viven en los man-

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filares, sobre todo los ninos, buscan cangrejos para alimento de la familia y para la venta, anudando así a la subsistencia familiar. 9. A rran car un racim o de plátanos, o cualquier otra fruta, "en vez" o "de vez" significa en el Nordeste brasileño arrancar la fruta cuando está sufi­ cientem ente desarrollada en cuanto al tamaño, pero todavía no lista para comerse. Esto se hace para que los anim ales, sobre todo las aves, no se anticipen y las saboreen antes que nosotros. A sí arrancadas "en vez" se acostum bra "abogarías" entre hojas secas de la m ism a p la n ta o entre p eriód icos viejos, ab rigán dolas, com o dice Freire, para que maduren, lo que se conoce, en la m ayoría de los varios tip os de p lá ta n o s q u e ten ern o s en el N o rd este de B rasil, p o r el co lo r amarillo oro de la cáscara. 10. V ola r com eta, actividad que tiene u n a gra n variedad de d en om in a­ ciones locales, ha sido y sigue siendo uno de los juegos más populares y difundidos de los niños brasileños de todos los tiempos. Es fácil para el niño construir su propio cometa, y así se siente desafiado en su ingenio c re d o r, escoge tam año, colores y form a para su com eta entre los que le din más satisfacción y alegría y cíe preferencia para que se distinga del de sus compañeros. El corneta no requiere, aparte de esa im agin ación y ese gu sto que d a tenerlo, m ás que un p oco de p apel de seda, unas cuanta; varitas, cola y unos metros de hilo fino y resistente. Es un juego típi:arnente masculino porque para volar y alcanzar grandes alturas, causando deslum bram iento y la delicia de su dueño, el com eta n ecesita del cielo abierto y del am plio espacio que sólo las calles y las plazas pueden ofrecer y que en las sociedades m achistas estaban hasta hace poco prohibidas a las niñas. Una experiencil m uy reciente y localizada -en la ciudad de Campinasen torno al cometa fue su uso como m aterial didáctico para enseñar a los niños varios elementos básicos de las ciencias físicas y matemáticas. Un pequ eñ o gru p o de m aestros de esas cien cias de la U n iversid ad Estadual de Campnas -Unicamp- experimentó la enseñanza de medirlas, aritm ética y geom etría confeccionando y volando com etas con los niños de l&favela de Sar M arcos en esa ciudad. La alegría y el placer de todos los que participaren en ese acto de enseñanza-aprendizaje no hizo menos sistem ático o científico el conocim iento adquirido por los niños. Posteriorm ente el m ism o gru po -los profesores Eduardo Sebastiani, Ubiratan D'Ambrcsio, Carlos y Zoraide Arguello-, al que se unieron Adria­ no N ogu eira -filósofo preocupado tam bién por la educación de las clases p opu lares- y cero de vein te alu m n os de las carreras de m atem áticas, física e ingeniería, creó el M useo Dinám ico de Ciencias. El museo, que funciona hasta el día de hoy en el parque Portugal, en el barrio Taquaral de Campiñas, invitaba a todos los niños interesados

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en la exp erien cia a fin de que ésta se socializara lo m ás posible. E ntre 1985 y 1990, todos los m eses de agosto, cuando los vientos soplan con m ayor generosidad sobre casi todo el territorio brasileño, el m useo aus­ piciaba la "Fiesta de los Cometas". En esas ocasion es, un g ru p o e n señ a b a a los n iñ o s cóm o con stru ir c ien tífica m en te el ap arato, co m o m ed io d e a p re n d e r con a leg ría y de apropiarse de conocimientos básicos de física y matemáticas por el método más fácil, adecuado y eficiente -el de la unidad de teoría y práctica vivida y entendida en form a placentera. Hoy, al hablarm e de esa experiencia, uno de sus profesores revivió la alegría de los tiem p os en que n iñ os y n iñ as -allí se iniciaron- llen aban los cielos de papeles de colores y líneas que iban enseñándoles altura y distancia, catetos e hipotenusas, tensión y presión atmosférica, espacio y tiem po, catenarias y líneas, infinito y finito, vientos y corrientes de aire en un espectáculo que unía manos, cabeza y alma de personas de diferentes grados de conocimiento, de distintas clases sociales, sexos y religiones en un m ism o objetivo -el acto de con ocer con placer y sin com petencia. La "clase" al aire libre no estaba interesada en saber quién había hecho el com eta m ás bon ito, o el rabo m ás largo y con m ás colores, o el que subía m ás alto. Clase de aerodinám ica a cielo abierto y cíe gusto abierto a los acto s d e crea r, d e o b s e rv a rs e , de e n te n d e r y d e a p ro p ia rs e d el conocim iento científico sin la im posición del p rofesor que deposita casi siempre en los alumnos las fórmulas, las ecuaciones y las reglas que éstos d eben apren der de m em oria después que han sido escritas en los piza­ rrones de salones cerrados y tristes. F reire, que tan to h a va lo riza d o el in u n d o com o fu en te y origen del saber de sentido com ún orientado hacia el saber del conocim iento cien­ tífico, sistem atizad o -ese gru p o partió de las prem isas freirean as-, no pudo tener en el com eta sus prim eras clases de ciencias, sino sólo tuvo el p lacer de volarlo. 11. A fines del siglo pasado y principios de éste, cuando los esclavos recién liberados se fueron estableciendo en las m ayores y más im portantes ciu­ dades brasileñas, obviam ente ocuparon las áreas entonces despreciadas por las capas medias y las élites locales. Les sobraban los espacios espurios, como arroyos y cerros. Los arroyos no eran -y m u chos con tin ú an siendo- otra cosa que pe­ queños valles a cielo abierto por los que corrían, gordas y sucias, aguas verdosas e impuras, por donde -debido al exceso de basura allí arrojado, incluyendo aguas negras- y a no pasaban las aguas limpias de las lluvias, y donde niños incautos se divertían nadando, antes que esas aguas cayeran al m ar y a los ríos. En sus m árgenes fétidas, en zonas siem pre expuestas a inundaciones, las poblaciones más pobres construían sus casas y conti­ núan haciéndolo.

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Las viviendas de los cerros no tienen m ás com odidades que esas ins­ taladas a la vera de los arroyos. Sus habitantes tienen que subir y bajar a pie, y si sus casa; no están expuestas a las inundaciones, el viento fuerte o las lluvias torrenciales de la zon a tropical pueden destruirlas con faci­ lidad. Los 'mocambos soportan los estragos de la intem perie m ejor que las viviendas hechas con distintos tipos de chatarra. Las casas de los a rro yo s y de los cerros n o tien en a g u a corrien te, electricidad, desagües ni recolección de basura. Así, cuando Freire h ab la del "m undo de los niños y las niñas de los arroyos, de los mocambos, de los cerros" está hablando de niños excluidos. De los y las excluidos de la posibilidad no sólo cíe com er, sino tam bién de asistir a la escaela, de vestirse y dormir bien, de bañarse en agua limpia y de esperar días m ejores (sobre los mocambos véase la nota 8). 12. Sobre el significado de maña véase el libro de Freire Pedagogía de la esperanza, nota 29, redactada por mí. 13. "Ladrón de gallinas" era la denominación que dábamos en el Nordeste brasileño, cuando la violencia de los asaltantes todavía no había tomado las ciudades, a los que realizaban pequeños hurtos para sobrevivir sin el trabajo que la sociedad, econ óm icam en te poco dinám ica, no les pod ía ofrecer. El térm ino inilicaba al ladrón que robaba fortuitam ente, casi siem pre lo que encontraba en los jardin es de las casas m ás acom odadas: ropas, objetos, frutas e incluso algunas gallinas. "Gentuza" (gevitinha) es como la arrogancia de la clases medias y altas brasileñas designa hasta hoy a los desprovistos de bienes materiales. Este término, además de ser clasista y discriminatorio, pretende herir al otro quitándole, según la intención de quien lo emplea, toda dignidad. Es com o si el que es m u y p ob re o m ísero fu era un ser n efasto y no pudiera de n ingu na m anera p oseer cu alidades m orales o éticas porque no tiene una posición social privilegiada. Así, se considera que la "gentuza", hom bre o m ujer, es un individuo inferior al que no se debe ninguna consideración o aprecio. Es por eso por lo que el térm ino, altam en te peyorativo, es utilizado por Freire entre comillas. 14. En el Pernarxbuco de años pasados llamábamos "calungas de camión" a los hom bres, generalm ente negros -porque siendo uno de los trabajos m anuales m ás pesados de la época "naturalm ente" recaía en ellos-, que efectuaban la caga y descarga de m ercancía de los camiones. C om o el servicio de transporte de m ercaderías dependía de la fuerza humana, los canciones llevaban consigo los hombres necesarios, cerca de cinco o seis, que durante el trayecto iban de pie, firmes y erguidos, aga­

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rrados a la carrocería del vehículo para su m ínim a seguridad. Detrás de la cabina y encubiertos tam bién por los laterales de m adera de la carro­ cería, esos hombres fuertes parecían, a los ojos de las élites, "muñequitos" o "personas de escasa estatura", lectura de menosprecio de las sociedades discriminadoras y autoritarias. Probablem ente el térm ino "calunga de cam ión" tiene relación con las divinidades del culto bantú llamadas calungas, pues como y a se ha dicho los hom bres así llam ados eran generalm ente negros. Los bantúes vinieron como esclavos a Brasil entre los siglos xvi y XIx, siendo llam ados aquí angolas, cabindas, benguelas, congos y inozambiques. 15. El N ordeste brasileñ o tien e la trad ición de festejar, m ás que otras fechas de origen religioso católico, como la Navidad y la Pascua, los días o m ás b ien la n och e de la v ísp era del d ía de San J u a n -24 de ju n io - y San Pedro -29 de junio-, sus santos riiás queridos y venerados. Hasta hoy, las "fiestas juninas" sensibilizan a todas las capas sociales. F u egos artificiales, "traqu es" (paqu etitos de p apel de sed a con u n a cantidad dim inuta de pólvora que estallan al chocar con el suelo); "estrellitas" que lloran en las manos de los niños con gotas de fuego (le colores; "rojdes" (p istolas de p ó lvo ra que estallan con un ru id o en orm e a gran altura, com o si fueran truenos); "buscapiés" (un "fuego" que aprovech a el cam ino abierto por el asustado que corre para "perseguirlo" y estallar entre sus pies), entre otros cohetes, junto con las grandes fogatas de leña y los hilos llenos de banderitas de papel de seda de colores, hacen cíe la ñesta religiosa una ñesta pagana que, llena de barullo y alegría, se prolonga hasta las madrugadas nordestinas. Las danzas de los niños con las niñas o de las jóvenes con los muchachos vestidos como campesinos -la cuadrilla es una imitación (le las danzas de las cortes nobles europeas, anim ada por las órdenes del "puxador" y por las músicas típicas, sobre todo el baiao, el xaxado, el xote, la ranchera y la m azurca— , que se repiten entre "casamientos" de muchachas "embaraza­ das" y n ovios qu e in ten ta n huir, celeb ra d o s p o r d elega d o s de p o licía protectores de las familias y padres preocupados por el "pecado". Am bas simulaciones -las cuadrillas y los "casamientos"- alegran y eternizan actos sociales m uy valorados, dando vid a especial a las fiestas de ju n io en el clim a auténticam ente nordestino del forró. Es la época en que las joven citas piden casam iento de verdad a San Ju an o a San Antonio (su día es el 12 de ju nio, pero tradicionalm ente se conmemora en esas fiestas de finales del mes); en que ven en las sombras el destino registrado en el agua de una palangana de aluminio, de prefe­ rencia viendo el rostro del amado con quien en breve se casarán; en que las g en tes andan sobre las b rasas cu biertas de cen iza que las fogatas dejaron en el suelo por la m adrugada, y no se qu em an los pies porque ésa es la señal de que no m orirán antes de las próximas fiestas juninas.

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Las com idas son parte esencial de esas fiestas. Los cam otes y elotes asados en las brasas de las fogatas se suman a las pamonhas y la canjica. pamonha se cAA c ¡n a ¿entro de un recipiente hecho con las hojas del m ism o elote qu e p ro d u jo la crem a, q u e se ob tien e ra lla n d o el elote y después pasándolo por la peneira [tam iz de fibra vegetal]; a continuación se le agrega azúcar y leche de coco y se pone a cocer bien tapado, durante horas, en enormes ollas con agua. Debe servirse tan caliente que la m an­ tequilla que se le pD ne encim a se derrita, llenándonos la boca de agua. La canjica de que habla Freire se p rep a ra de m a n era p arecid a a la pamonha, pero se (:ocin a directam en te en los tach os de cobre du rante horas y horas, hasta que alcanza la consistencia de un flan suave, aromático y de color am arillo claro. Cuando la canjica está en ese punto se derrama en los platones y se espolvorea con canela en polvo, form ando dibujos y creando ramilletes ele sabores que se mezclan con el sabor incom parable­ m ente delicado de [a canjica, que se sirve fría. Así, en el Nordeste brasileño junio es el mes de las creencias populares, de la fe católica verdadera m ezclada con los sueños de nobleza y dinero, con m úsicas, ruidos, danzas y "casam ientos", de las com idas típicas, de las ropas de colores vivos, del fuego que explícita la pasión por su tierra cíe ese pueblo tan sifrido y, sobre todo en el sertao, de rezar y esperar la dádiva de las lluvias, que hace que de un día para otro la vegetación reseca florezca en un verde exuberante. T a n exuberante y tan fuerte com o su pueblo y sus fiestas 16. Al hablar cíe "IYiinos" de inaíz Freiré recuerda y perpetúa una m edida ya en desuso en Brasil, que indicaba la cantidad de elotes. En Pernambuco una mano tenía cincuenta elotes, en Alagoas veinticinco, en Sáo Paulo sesenta y en Río Grande do Sul sesenta y cuatro. 17. Desde que el gerieral Dantas Barreto, m inistro de la G uerra del pre­ sidente Hernies da Ionseca (15 de noviem bre de 1910 a 15 de noviembre de 1914), fu e presen tad o com o can d id ato al gob iern o de Pernambuco p or Pinheiro Macha_lo, que m andaba abiertamente al jefe supremo de la nación, el gen eral s« consideró gobern ador electo. F u e e le g id o d e le c h o p o r la in te rv e n c ió n d el g o b ie rn o fe d e ra l en Pernambuco a travé! del Comando de Armas local -hoy 7a. Región Militar del M in isterio del E jército- p o r el "voto de p u n ta de p lu m a", es decir, por el fraude electoral que, entre otros vicios, registraba en los libros de tonteo de los votos '1 nom bre de quien las fuerzas en el poder quisieran (véase la nota 46). DE;pués de asumir el gobierno, Dantas Barreto implantó el terror. Su m isión consistía en sustituir a la oligarquía de Rosa e Silva y establecer un gobierno piás fuerte, de carácter militar, atem orizando a los periodistas y a ks "coroneles" más audaces. Para eso, Dantas Barreto creó la "B an d a clel Pañuelo" de que h ab la

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Freire, que se llam ab a así porqu e con un p añ u elo se cu brían el rostro d u ran te sus "a ccion es ejem plares" los pocos oficiales y sold ad os de la P olicía M ilitar de Pernambuco que se prestaban a eso, com andados por el coronel Francisco Meló, de pasado com prom etido en por lo m enos un acto de cobarde masacre. Había sido él quien com andara el fusilam iento de m arineros y a am nistiados de la "Revuelta del Látigo", encabezada por el tem erario m arinero Joáo Cándido, para que dejara de ser norm al cas­ tigar a los m arineros con azotes dentro del propio barco. La "Banda del Pañuelo" m ostró su excelencia en su trabajo golpeando al im portante y respetado periodista Mario Mello y expulsando del estado al periodista Assis Chateaubriand -quien se fue a Río de Janeiro y fundó los Diarios Asociados que hasta hoy son una red de periódicos importante-, entre otras acciones de terror institucionalizado. El famoso periodista asesinado, cuya muerte Freire lamenta, es Trajano Chacón, que a los 34 años de edad, en la plenitud de su carrera profesional, fue la m ayor víctim a (le la perversidad de la "Banda del Pañuelo" cuando, el 11 de agosto de 1913, fue golpeado h asta m orir cuando salía de una conm em oración de la creación de los cursos ju rídicos en Brasil. Los que asistieron a la escena, en verd ad m ás in d ign ad os que am e­ drentados, guardaron silencio ante el bárbaro crimen porque nada podían h acer y porque entendían que la "p en a ejem plar" que el general-gobernador y su "B anda del Pañuelo" estaban ejecutando públicam ente, a os­ curas porque la iluminación pública estaba tácticam ente apagada, no iba destinada sólo a los que estaban allí paralizados sino a todos los pernambucanos y las pernambucanas adversarios políticos del gobernador, a los periodistas críticos. La m uerte vil de Trajano C hacón fue en venganza por dos editoriales supuestam ente redactados por él -en realidad no eran suyos- criticando las actu aciones cobardes del gobernador, pu blicados en el periódico O Pernambuco de p rop ied ad de H enrique M ilet, profesor de la facultad de D erecho de Recife, am igo de T rajan o y de toda la fam ilia Chacón. M ilet, c o n m o v id o p o r la m u e rte in ú til d e su a m ig o y co la b o ra d o r, concluyó su discurso en el entierro del periodista, cuyo cuerpo fue llevado h asta el cem en terio por u n a m u ltitu d, con u n a frase que, por tod a su apariencia fatídica, no era sino una expresión anticipada de lo que hizo la p ro p ia h istoria, com o lo h a ce tan tas veces con los que no son sino verdugos de su pueblo: "iTrajano C hacón está siendo enterrado muerto, el general Dantas Barreto está siendo enterrado vivo!" En realidad el gobernador no consiguió elegir a su sucesor, corno era c o m ú n en la ép o c a . A p e s a r d e to d o el te rro r p o lític o y p o lic ia l del gobierno de Dantas Barreto, enfrentándose al terror y a los que lo hacían, el pueblo eligió para sucederlo al líder de la oposición, M anuel Borba. S egú n las in fo rm a cio n es del sob rin o de T ra ja n o (sin las cu ales no podría haber escrito esta nota puesto que mis búsquedas en los libros de

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historia fueron infru ctu osas), el profesor V am ireh Chacón, de la escuela de Ciencias Políticas de la U niversidad de Brasilia, quien m e respondió prontam ente con la pasión y el interés de qu ien es uno de los m ayores estu d iosos de la h isto ria de las id eas en B ra sil y no sólo p o r afin idad afectiva con el periodista asesinado, esa truculencia para con su tío fue la gota de agua que acabó con la carrera política de Dantas Barreto, quien falleció en Río de Janeiro en total oscuridad. La secular historia de la impunidad de los opresores en Brasil tuvo allí u n b u en y triste ejem plo. Llevad os los asesin os a un trib u n al, fu eron declarados inocentes porque el gobernador destituyó, uno tras otro, a los procuradores encargados del proceso por la m uerte de Chacón: Francisco Barreto Campelo, Joáo de Deus y M ena Barreto de Barros Falcáo (sin parentesco con Dantas, a pesar de tener el mismo apellido), ya que incluso con la "B anda del Pañuelo" apostada a las puertas de los periódicos no había conseguido intim idar a los procuradores, que cum plían su obliga­ ción de denunciar a los asesinos, y no protegerlos. Sustituidos esos dos procuradores, Dantas encontró otro que, defendiendo el crimen ejecutado p o r los p olicías, los a b solvió a tod os con la co n n iven cia de un ju ra d o elegido a dedo, form ad o por fu n cion a rios pú blicos, a p esa r de que los reos habían confesado con detalle cóm o habían m atado a Trajano. Ruy Barbosa, notable ju ris ta y uno de los hom bres públicos de bien de este país, lúcido, valeroso y crítico, colocándose como siem pre lo hacía del lado de la ju s tic ia y de las víctim as de la injusticia, pronu nció en el Senado federal un discurso fúnebre en h onor del periodista pernambucano asesinado, expresando su repudio al gobierno pernambucano y sus crím enes y solidarizándose con la fam ilia del am igo muerto. Trajano Chacón, que supo honrar su ciudadanía luchando siem pre por su país -muy joven empuñó las armas, al lado de Plácido de Castro, para lu ch a r p o r la a n ex ió n a B ra s il d el a ctu a l esta d o d el A cre-, es, p o r su trabajo en pro del periodism o crítico y consciente, el patrono de la A so­ ciación de la Prensa de Pernambuco. 18. El m ovim ien to de que h a b la Freire es con ocid o en B rasil com o la Revolución de 1930. Desde pocos años después de la proclam ación de la República (1889) Brasil venía siendo gobernado por la aristocracia agraria ligada al cultivo del café. Dos estados de la federación -Minas Gerais y Sáo Paulo-, que eran los m ayores productores de la principal riqu eza nacional de entonces, in di­ caban y "elegían" al presidente de la R epública alternándose en el poder pú blico que, com o si fu era privado, p rotegía y servía ú n icam en te a los suyos. Desde los años diez y veinte venían surgiendo movimientos de descon­ tento contra esa política de m onocultivo exportador y agrario que exponía

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a g ra n p a rte d e la p o b la c ió n a la m is e ria -las c la ses p o p u la re s - o la supervivencia -las clases m edias-; al clientelism o del estado que abarro­ taba de funcionarios, necesarios o no, las oficinas públicas, o a lidiar por los pocos em pleos creados en las tres instancias de las actividades p ro­ ductivas por la iniciativa privada, o bien a improvisar pequeños yprecarios trabajos dando origen a u n a econom ía paralela de bajo nivel que, cada vez más hinchada, persiste hasta hoy como única posibilidad de ingreso, sobre todo para las capas populares. El m ovim iento arm ado estalló en octubre de 1930 contra ese estado de cosas, encabezado por Getúlio Vargas, ex m inistro de H acienda del propio presidente W ashington Luiz, todavía en ejercicio, y ex presidente de la p ro v in c ia de R ío G ra n d e do Sul (así se llam aban hasta 1930 los actuales gobernadores de los estados de hoy), que había perdidh las elec­ ciones de marzo de 1930, realizadas de acuerdo con las norm as legales y los vicios prácticos del poder establecido. El asesin ato en ju lio de 1930, siendo presid en te de la p rovin cia de Paraíba, de Joáo Pessoa, que había acom pañado a Vargas en la lista de los derrotados como candidato a vicepresidente, fue la m echa que encen­ dió el m ovim iento armado, a pesar de que en realidad el crim en no tenía relación con la crisis provocada por el continuismo determinado mediante frau des electorales ni con la crisis económ ica que afectaba a todos. La desgracia tenía que dar dividendos políticos 3[ las "fuerzas revolucionarias" supieron catalizar el clim a de derrota y se proclam aron indignadas con el "asesinato político" de Pessoa. El 3 de n oviem b re de 1930 el "gob iern o revolu cion ario", qu e h ab ía depuesto a W ashington Luiz p ocos días an tes de la fech a en que éste debía pasar el poder a los victoriosos candidatos gobiernistas -encabezados, h ay que decirlo, por u n paulista m ás-, indicó a través de la Junta Pacificad ora que su m áxim o je fe Getúlio V argas era quien ocu paría el m áxim o cargo de la nación. Después de dificultades y conflictos, en 1933 se elige por voto directo u na Asam blea Constituyente. La nueva Constitución fue proclam ada en 1934 y rezaba que el presidente debía ser elegido por el Congreso Nacional para una gestión de cuatro años. Señal evidente de las maniobras varguistas que le perm itieron continu ar en el poder. Cuando el país, tres años después, se preparaba para nuevas elecciones, V argas dio un golpe de estado, el 10 de noviem bre de 1937, y desde entonces gobernó Brasil en dictadura declarada hasta ser depuesto, el 29 de octubre de 1945. Su caída se debió sobre todo a las contradicciones que se evidenciaron entre su form a de gobernar y el deseo de la necesaria libertad creado por el clima de la segunda guerra mundial que se generalizó no sólo en Europa y Estados Unidos, sino también en Brasil. Con innegable vocación caudillesca y autoritaria, y adem ás siguiendo la propia tradición brasileña, pero con una alta capacidad de gobernar,

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V argas fue ciertam en te el m an datario que m ás revolu cion ó la h istoria política y económ ica del país. Por eso volvió en 1951, elegido por el pueblo, para una nueva gestión que debía durar cinco años pero fue bruscam ente interrum pida por su suicidio, el 24 de agosto de 1954, como respuesta a sus enem igos que lo acusaban de corrupción, a él y a sus familiares. 1930 fue realm ente un despertar al desarrollo. Fue un hito entre el Brasil arcaico y retrógrado y la constitución de un estado m oderno con la creación del aparato burocrático de estado; con el surgim iento de una clase m ed ia m ás consistente y num erosa; con la p reocu pación por los p rob lem a s social°s -fue V a rga s qu ien creó, en 1930, el M in isterio del T ra b a jo y el de E d u ca ció n y S alu d Pú b lica-; con el resp eto a la clase trabajadora a través de las nuevas leyes laborales, aunque es cierto que en parte con valer proclam ado típico de los gobiernos populistas; con la creación de la infraestructura política, económ ica y legal necesaria para la industrialización. Los historiadores brasileños difieren en su interpretación de la "Revo­ lución de 1930". ¿H abrá sido prom ovida por la burguesía, que quería y habría obtenido el poder, hasta entonces secularmente detentado por los latifundistas, o habrá sido un m ovim iento de las capas m edias, civiles y militares, con el objeto de establecer la justicia social y política en Brasil? No quiero dejar de señalar el perfil y el carácter sin par de Vargas, así como su voluntad política de comandar la construcción de un país mejor, más serio y más susto, realmente dinámico en todos los aspectos. H om bre de p equ eñ a estatura, fu m ad or de puros, gordo, de m irada profunda y comunicativa, que gustaba de recibir, de leer y de guardar en sus bolsillos las notas que le llegaban del pueblo en las raras ocasiones en que aparecía en público; risueño y afable; de gran poder de persuasión, p ero seren o y jo v ia l cu a n d o le con ven ía; de v id a reg u la r y reservad a; agnóstico, pero cercano al clero católico; carism àtico y de risa fácil; caudillesco, conciliador y estadista al m ism o tiempo; hom bre de clem encia, pero im placable con sus m ayores enemigos, político lúcido y ágil; austero con los deberes sagaz y sensible con los problem as n acionales, fue sin duda el m ayor representante del populism o brasileño. Así, ayudando y valorizando al proletariado, permitió que se consagra­ ran sus reivindicaciones, le dio leyes proteccionistas y le impuso coerciones al m ism o tiem po que quem aba los excedentes para proteger a los cafeticultores y beneficiaba a la burguesía con medidas industrialistas que real­ mente desarrollaron el país, aunque tampoco dejaron de enriquecer enor­ m emente a esa nueva facción dominante. Vargas, sobre todo en su prim era gestión de quince años ininterrum ­ pidos, d in am izó a la n ación b ra sileñ a en todos sus niveles, án gu los y aspectos, aunque desdichadam em nte no en lo que se refiere a la conscientización política.

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T e n ía u n p ro y ecto u tó p ico y lu ch ó p o r él v a le ro s a m e n te , p ero sin distanciarse del nacionalism o y del populismo. Dictó e impuso, pero tam ­ bién transform ó y construyó, con su idealism o m uy poco dem ocrático y su sensibilidad patriótica, las posibilidades de un país que el pueblo bra­ sileño aú n no h a logrado concretar, en parte p or su m odo despótico de gobern ar por tantos años nuestra república naciente, frágil y dem ocráti­ cam ente inexperiente. 19. W ladirnir Herzog era un respetado periodista brasileño cuando, a los 38 años de edad, fue in tim ado a declarar por los órgan os de represión del gobierno militar. Se presentó en la m añana del 25 de octubre de 1975 y en la tarde de ese m ism o día m u rió en las depen den cias del d o i c o d i -Destacam ento de O p era cion es de In form acion es, C en tro de O p era cion es de D efen sa In tern a-, en esa ép o ca órgan o de segu rid ad de las F u erzas A rm ad as, c e n tra liza d o en el e jé rc ito y c rea d o en 1970 d u ra n te el g o b ie rn o d el gen eral M èdici (30 de octubre de 1969 a 15 de m arzo de 1974). El perio­ dista había sido bárbaram ente torturado. El com andante del II Ejército, con sede en Sáo Paulo, responsable del hecho, distribuyó a la pren sa al día siguiente u na n ota inform ando del suicidio de Herzog. El cuerpo del periodista fue ultrajado tam bién después de m uerto, al ser utilizado para la farsa de ser fotograñado como si se hubiese ahorcado. La silla colocada frente a su cuerpo inerte, como "prueba" de que se había subido a ella p a ra arrojarse, no escondía, por el contrario, el hecho de que sus pies llegaban al suelo, y su cintura a nivel de la silla baja deja ver las rodillas flexionadas y las piernas paralelas al piso. La fam ilia y la sociedad se m ovilizaron y el 25 de octubre de 1978 el ju e z M arcio José de M oráis declaró en su sentencia que era la U nión la responsable por la prisión, tortura y m uerte de W ladienir Herzog. Rubens B eirodt Paiva fue apresado en su casa, en Río de Janeiro, el día 20 de enero de 1971, después de una llam ada telefónica que, con el pretexto de entregar correspondencia llegada de Chile, pedía su dirección. In m ediatam en te seis personas con ropas civiles invadieron su casa, todos armados, y sin identificarse se llevaron al diputado federal, sin que pudiera apelar a ningún derecho político, a las dependencias del cuartel de la Policía del Ejército, donde operaba el d o i c o d i del I Ejército. Esa división del Ejército negó, a pesar de las pruebas, que Rubens Paiva estu viera detenido allí. A llí había sido visto p or otros presos políticos, y su fam ilia había firm ado un recibo cuando les devolvieron el auto de su propiedad que el diputado había conducido personalmente hasta el cuartel. Rubens Paiva había estado vinculado desde su juventud con las causas nacionalistas, corno la lu cha por la creación de la Petrobrás, cuyo lem a era "el petróleo es nuestro". Siendo diputado había sido m iem bro de la

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( Comisión Parlam entaria de Investigación del Instituto Brasileño de A cción D em ocrática), "que com probó que los generales com prom eti­ dos con el golpe militar habían recibido abultadas sumas en dólares pro­ ven ien tes del gobiern o de E stados U nidos en 1963" (Brasil: nunca mais, CPI-IB AD

pp. 269-270). Ese hecho, com prom etedor tanto para los corruptores -gobernantes de la n a ción que cree y p ro p a la a los cu atro vien to s ser la c rea d o ra y m aestra de la democracia- como para los corrompidos -los generales que hicieron la "revolución" en nombre, entre otras cosas, de la lucha contra la corrupción-, cayó sobre Paiva por haber sido uno de los denunciantes. El Acto Institucianal núm. 1, del 9 de abril de 1964, anuló su m andato parlamentario. U n a vez presa), acusado del "crim en" de m an ten er correspon den cia con exiliados políticos brasileños residentes en Chile, las "averiguaciones" fueron torturas que su cuerpo no resistió. "Desaparecido", su m uerte sólo fue reconocida diez años después de su secuestro y muerte. Sus restos mortales jam ás fueron entregados a su fam ilia y a quieres lo adm iraron com o uno de los grandes hom bres pú ­ blicos de Brasil. M iriam V erb en a creció ju n to a los hijos de Freire com o si fu era en verdad una prinna. N acida en B elém do Pará, en u n a fam ilia am iga de Esther Monteiro, una de las tías de Freire que en los días de Jaboatáo casi hizo las veas de madre, M iriam fue a vivir en Recife a los siete años de edad, acogidi p o r la gen ero sid a d de E sther, y se crió al lado de los hijos de ésta, Dcsa y Joáo, com o una herm ana anás. En esa época sólo una pared, en la que se abrió una puerta que no se cerraba nunca, separaba la casa de Paulo de la ole su tía Esther. Era una gran fam ilia que soñaba con un nuevo Brasil. En los añ os seten ta M iriam , com o un sin n ú m ero de jó v e n e s de su generación, se ardió a uno de los m ovim ientos revolucionarios clandesti­ nos que luchaban por establecer aquí una sociedad menos malvada, como suele decir Freire, más justa y más humana. Por eso fue asesinada por las fuerzas de la represión, ju n to con su com pañero, cuando viajaba en au­ tom óvil por una carretera de Pernambuco. Com o en los otros casos, el poder no se responsabilizó del hecho. El discurso oficial declaró que se trataba de un mero accidente autom ovilís­ tico como tanto;. Hoy, 1 de abril de 1994, al escribir esta nota, Brasil recuerda con pesar el golpe militar. "Í64 nunca más!" -gritan muchos. N u n ca m ás n u ertes y tortu ras con tra H erzogs,

Rubens y Miriams.

Nunca más! -debemos gritar todos. 20. Hoy en Brasil llamamos

PC

[Paulo César] colloridos, y Freire agrega

descolloridos, a todos los y las que perm anecen leales o que dejaron de

creer en Paulo César Farías y Fernando Collor de Mello, o que a semejanza de los dos vienen enriqueciéndose deshonestam ente, y a sea porque dila­ pidan dineros y bienes públicos -desviando sum as hacia sus bolsillos o m ediante obras públicas de valores m uy recargados y otras distorsioneso porque estafan a la sociedad con negocios ilícitos, ilegales o "fantasmas", sobre todo cu an do explotan a la clase trab ajad ora, sin que im p orte la p ob reza p rovoca d a en ésta por la p lu sva lía exagerada, p o r los p recios abusivos de los artículos de consumo, o incluso porque ven en las acciones corruptas e inconfesables de Farías y Collor prácticas naturales y válidas. O bviam ente en esta parte de su trabajo Freire se refiere a la falta de respeto a la población que constituyen las diferentes form as de com por­ tam iento ético-político-social que hem os conocido en las élites políticas y eco n óm icas que vien en vilip en d ia n d o a to d a la pob lación b ra sileñ a al m od o de PC y de C ollor, protegidos p or la im pu n id ad casi total y ge n e ­ ralizada que impera en Brasil desde la invasión de sus tierras por Portugal en el año 1500 (véanse notas 1, 2 y 3). 21. La h istoriogra fía b rasileñ a ven ía registran d o el carácter del pueblo brasileño com o de hom bres y m ujeres dóciles. E sta interpretación ideo­ ló g ic a no h a ten id o co n firm a ció n , s o b re tod o en los ú ltim o s a ñ os de nuestra historia. Las grandes contradicciones generadas por las míseras condiciones de vid a de m uchos de los oprim idos, por un lado, y por el otro la tradición arrogante, a u toritaria y d iscrim in a toria de los op resores que, h a y que decirlo, secularmente ha generado las terribles diferencias entre las clases sociales, vienen transform ándose en episodios de lam entables y vergon­ zosas vio len cia s de los segu n dos con tra los prim eros, con h ech os que dejan a la población en un clim a de inseguridad insoportable. Me refiero en particular a los acontecimientos de los que los oprimidos no tienen cómo defenderse o responder. Hablo del exterminio sistemático d e a q u ello s a q u ien es p oco o n in g ú n v a lo r so c ia l se a trib u y e p o r los poderes con stitu idos en B rasil, o por los que, siendo parte de ellos, se arrogan funciones de justicieros en sus días u horas libres del trabajo en los órganos policiales estaduales, o por m iem bros de grupos alternativos autodenom inados "justicieros". La p olém ica de la au toridad del E stado brasileñ o y de los gobiern os constituidos viene favoreciendo esa práctica del bandolerism o por parte de los m alos p olicías y de otros gru p os que se con sid eran dotad os del derecho de "hacer ju sticia con sus propias manos", los "justicieros" cons­ tituyen, en verdad, un poder arm ado paralelo al del Estado. A sí, en las gran d es m etrópolis brasileñ as está ocu rrien do lo que los estudiosos del tem a denominan mando dual, uno derivado del alto mando p olicial y otro proven ien te del medio social. Los com andantes de los cuarteles, com o representantes legítim os del

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aparato represiva del estado, recom iendan todos los días a sus policías que traten con rigor a los "m argin ales", en un discu rso velad o que en realidad predica la violencia para con las clases populares. L a p ob lación en gen eral, ign oran te de los verd a d eros m otivos de la delincuencia, can sada de ser víctim a de ésta y deseosa, sobre todo las personas de las cipas populares, en cuanto trabajadores, dem ostrar que "no somos de esa .aya", incitan, y los pequeños comerciantes y prestadores de servicios exigai, acciones de exterm inio p or parte de quienes, en tre­ nados en las policías, en m isiones oficiales u oficiosas, o por alguno de esos grupos de ju sticieros", siem pre con acceso y experiencia en arm as mortíferas, las usan para "limpiar" la ciudad de los indeseables, "borrán­ dolos" para siempre. No abogo por la protección indiscrim inada de los delincuentes, lejos de ello, ni por el ilvido de la responsabilidad de los delincuentes por sus acciones antisociales. Los crím en es com etidos h oy en B rasil con tra la sociedad corno un todo por hom bres, m ujeres y niños m arginados del proceso político-(Conóm ico-social infunden tem or y aun pánico en la p o­ blación porque son realm ente crímenes bárbaros, hediondos. Es induda­ ble que ellos y el as merecen castigo por sus actos, aunque sepamos que ellos y ellas son p-oducto de nuestra sociedad, y que ésta es terriblemente inju sta con ellos ellas. Pero tam bién es cierto que la sociedad brasileña no puede seguir .xpuesta a cualquier tipo de m asacre im puesto pública­ mente a sus miembros. Ellos y ellas deben ser juzgados y castigados como p erson as por un Poder Ju d icial legalm en te con stitu ido p a ra eso, y no com o cosas por cu alquiera de los grupos que se creen "justicieros". La p o licía es la ú n ic a in stitu ció n del ap arato de estado que pu ed e em plear la fuerzz con respaldo legal en nom bre de la seguridad interna del país, pero en verdad abusa de ese poder y lo distorsiona, fortalecién­ dose e im p on ién dose p or el uso in discrim in ad o de la fu erza física, g o l­ peando, m altratan do, in frin gien do derechos, pren dien do, hu m illando, torturando y matando, en sus funciones "legales" o en las legitimadas por quienes, sin conciencia política ni sentim ientos hum anitarios, prefieren castigar a las víctim as de los problem as político-económ ico-éticos de la nación en lugar de luchar contra los opresores, que son en última instancia y verd a d era m en te los verd u go s de casi tod os n o so tro s y de la n ación brasileña. Entre los exterm inios sistem áticos de m enores -práctica siniestra que viene generalizánlose en los más variados rincones de Brasil en los últimos años-, ese p od er paralelo y altam ente arbitrario fusiló el 23 de ju lio de 1993 a ocho "nifos de la calle" que dorm ían, envu eltos h asta la cabeza en cobertores de trapos, en las banquetas de la iglesia de Nuestra Señora de la C a n d e la ria u n o de los sím b o lo s de R ío de J a n eiro. P olicías con rop as civiles los a m etra lla ron sin ten er siq u iera la certeza de a qu ién mataban, simplenente porque sus cuerpos olían mal, no comían, no eran

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acogidos por sus familias y así, desdichadam ente, para sobrevivir tenían que ven der droga y robar. B rasil en sus verdaderos ciudadanos lloró, se avergonzó y se puso de guardia y de luto. Im p u n e y autoritaria, la Policía M ilitar de Río in vad ió a fin es de ese m ism o año de 1993 u n a favela, la V igário G eral, y en el silen cio de la noche algunos de sus hombres, vestidos de civil y encapuchados, ejecuta­ ron su venganza contra los traficantes de drogas que viven en los morros, que no estaban dán doles el m on to p rom etido com o su p rop in a ilegal e ilícita. M ataron uno a uno a varias m ujeres y hom bres, todos inocentes, algunos que estaban tornando cerveza y conversando tranquilam ente en un bar, otros y otras que dorm ían en las pocas horas que les quedaban entre las m uchas horas ele trabajo pesado de cada día. En el bar cayeron siete cuerpos. Invadieron una casa y fusilaron a ocho personas de una m ism a fam ilia trabajadora, evangélicos que hacían de la fe el im p u ls o d e su ex isten cia , d e ja n d o con v id a ta n sólo a u n niño. D espués de lavar la sangre, la tenacidad de esa com unidad transform ó esa casa en un centro de cultura y de resistencia. En las calles los policías cobraron otras seis víctimas, incluso algunos que clamaron por su vida y gritaron desesperadam ente que eran trabaja­ dores y no vagabundos. Todos vieron y oyeron, pero nada pudieron hacer salvo desesperarse. V ein tiú n in ocen tes p agaron p o r los días vivid os en los m i t o s de la m iseria, de la injusticia y del dinero de la corrupción no recibido. Sus familias y la sociedad continúan clamando por una ju sticia y una paz que aún no han llegado. Los morros de Río continúan siendo fustigados d iariam en te p o r la p olicía, p o r los "ju sticieros", p o r los tra fica n tes de drogas que hacen allí sus "cuarteles generales", y por la miseria. U n año antes un episodio igualm ente aterrador ocurrió en la ciudad de Sáo Paulo, con el agravante de que la violencia recayó sobre hombres presos bajo la tutela y responsabilidad del estado. Del estado más progre­ sista del país, Sáo Paulo. Asesinados por las fuerzas en el poder, los presos del Pabellón 9 de la Casa de Detención del Complejo Penitenciario de Carandiru fueron blan­ co de esa tiranía desenfrenada de los que se creen hacedores de la justicia y del orden. La m asacre ocurrió el 2 de octubre de 1992, pero sólo se hizo pública a la tarde del día siguiente porque "era preciso" esconder el hecho para que las elecciones para alcalde de la capital tran scu rrieran de acuerdo con los intereses de los dueños del poder. En ocasión de una pelea entre los presos ele ese pabellón, porque uno de ellos, "p a sa d o r de d rogas", h a b ía recib id o el d in ero p ero no h a b ía distribuido la droga -práctica com ú n en los presidios, patrocin ada por los prop ios p olicías corru ptos-, fu n cion arios "diligen tes" p roclam aron

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que lo que estaba ocurriendo era una rebelión. Los guardias de los muros, pese a no tener com petencia para hacerlo, llam aron por teléfono al C om ando de la Policía M etroplitana. In m ed ia­ tam ente llegó el com andante y con él las tropas de cholue célebres por su violencia: R )T A -Rondas Ostensivas Tobías de Aguiar-, COE -C om ando de Operagóes Especiáis- y GATE -G rupam ento de Agoes Táticas Especiáis. Cuando llegaron tam bién el secretario adjunto para Asuntos Penitencia­ rios y jueces de la Sala de Ejecuciones Criminales, todos se reunieron en la dirección del presidio. Telefonearon al secretario de Seguridad Pública de entonces y éste ordenó al director de la Casa de Detención que pasara el m an d o al coron el U biratán, com an d an te del C om an do de la P olicía M etropolitaw . C on esa orden el secretario ren u n ciaba a su poder civil y político en el área de la seguridad pública, entregando, indebidam ente en ese caso, la población presa a la m asacre de la policía militar. El coronel, dotado de am plios poderes, no quiso a ningún civil en su "operación de guerra", dejando fu era de "su" cam po de acción h asta la vo z de los ju e c e s que y a se en con trab an en el presidio, en u n a acción militar en un área civil sin precedentes en la historia carcelaria de Brasil. Las barricadas apresuradam ente montadas por los presos no im pidie­ ron que esas :ropas, célebres por su violencia, entraran en el Pabellón 9 y fu eran ejecu tan do a todos sus ocu pantes, celd a tras celda, en pocos minutos. Puertas ele celda herrumbradas que no se abrieron detuvieron, a veces por pocos m inutos, a los hom bres que en la prisa p or m atar no podían esperar a abrirlas con un poco más de esfuerzo que una patada. Eran 300 policías armados hasta los dientes contra cerca de mil hombres indefensos. Los que scbrevivieron, heridos y aterrorizad c' fu e ro n re u n id o s en el patio central del m ism o pabellón, totalm ente desnudos, sentados con la cabeza inclinada sobre las rodillas, y obedecían todas las órdenes porque, evidentem ente, y a estaban rendidos. Los s e m o v í a n e r a n m o r d i d o s por perros entrenados para matar. Otros, -después de ser interrogados a cerca del crim en que h a b ía n com etid o an tes de ser ap resad os, eran retirados del patio y desaparecían. Irónicam ente, el causante de la pelea se salvó porque estaba en la enferm ería siendo atendido. E sa práctica com ún en todos los presidios del m undo, de dejar a los presos desnudos después de rebeliones o tumultos, a veces por muchos días, y que no por ser común deja de ser launillante, degradante y repro­ bable, indica evidentemente, en este como en otros casos, que los presos va se habían rendido. Éste h a sido uno de los argumentos de los criminalistas paulistas que protestan contra la ofensa, las torturas infligidas y la muerte ele los presos, y defienden [a cau sa de las fam ilias de esos ciento once muertos. Esas familias exigen una indemnización del estado alegando que sus parientes

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no estaban tratando de huir, no respondieron, y que la m asacre fue pura barbarie intencional para elim inar a algunos de los "elementos" allí dete­ nidos, según la interpretación de esos criminalistas. El principio es obvio: hombres desnudos no atacan ni huyen; sólo obedecen y se someten incluso como estrategia para tratar de sobrevivir. Exterminar a presos indefensos es un crimen contra los derechos humanos. A las primeras noticias de la "rebelión", todavía al anochecer del viernes 2 de octubre, dos m iem bros de la Com isión de Derechos Hum anos de la O rden de los Abogados de B rasil -la o a b ha sido en los últimos años una de las instituciones más atentas y preocupadas por todo lo referente a las cuestiones político-jurídico-éticas de la sociedad brasileña- se dirigieron a C aran dirú , pero no se les perm itió entrar. El director les dijo que el presidio estaba bajo el m ando de la Policía M ilitar, que no au torizaba la entrada de nadie. Eran los licenciados Flavio Straus y M argarida Helena de Paula. El sábado, 3 de octubre, con las prim eras filtraciones del "secreto cíe estado", otros dos m iem bros de la q a b fueron al presidio, consiguiendo entonces entrar y recoger más inform ación acerca de las dimensiones de la tragedia. Regresaron y m ovilizaron a la sociedad civil. Eran Joáo Benedito de A zevedo M arques y Ricardo Carrara. La o a b , a traVgS su Com isión de Derechos Humanos, y otras orga­ nizaciones vigilantes ante las injusticias político-sociales que vienen su­ frien d o los segm en to s o p rim id o s de B rasil, c o n vo ca ro n en to n ces a la pren sa nacional y extran jera para que sem ejante ignom inia no qu edara en el silencio de la conciencia y de la im punidad de los opresores. El lunes, 5 de octubre, un ju ris ta de clara y explícita opción política en favor de los oprim idos, m iem bro de los m ás activos de la OAB ^ g ao Paulo, el crim inalista Jairo Fonseca, quien m e proporcionó detalles para la redacción de esta nota, consiguió entrar y conversar con los sobrevi­ vien tes del Pabellón 9, en com p a ñ ía de la prensa. En esa ocasión, los sobrevivientes afirmaron que se encontraban en sus celdas, que no estaban intentando hu ir com o alegaban sus agresores, que algunos com pañeros a los que habían visto en el patio habían desaparecido del presidio y otros detalles degradantes de aquella tarde de horror. La mayoría de los presos del Pabellón 9 eran reos primarios que estaban esperando su ju icio; unos pocos cu m plían penas y otros y a las habían cumplido y estaban allí debido a la retrógrada, lenta e injusta maquinaria ju dicial de Brasil. La m ovilización de varias entidades nacionales organizadas, a las que se su m aron A m erica 's W atch , que m an d ó in m ed ia ta m en te u n a rep re­ sentante, y Am nistía Internacional, exigió una investigación de los hechos para castigar a los culpables. Desdichadamente el autoritarismo brasileño, después de meses de indagaciones e interrogatorios, resolvió que no había pruebas suficientes para incriminar a la cúpula político-policial del estado.

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Se abrió sum ario a los policías que habían actuado siguiendo "ordenes superiores". Todos, evicenternente, encubiertos por la im punidad insti­ tu cion aliza d a p o r los opresores, pu esto que h a sta h oy ni siqu iera han term inado sus interrogatorios en la ju sticia militar. El Instituto Médico Legal de Sao Paulo en sus dictámenes señaló como causa 'mortis ^os ^ ^ presos las heridas causadas en sus cuerpos por cuchillos, bayonetas, revólveres y mordidas de perros. La ROTA hizo honor a su fama, puesto que era responsabe por el tercer piso del Pabellón 9 y allí se encontraron ochenta cadáveres, sobre un total de 111 muertos. En el m omento de la masare, los presos tenían consigo muchas armas blancas: barras de hierro y estiletes que ellos mismos fabrican dentro del p resid o afilan do lám in as de acero p a ra su p rotección p erson al con tra otros presos y los agentes carcelarios. Oficialm ente tenían en sus manos 13 revólveres, uno de ellos, inexplicablem ente, perteneciente al Ejército Nacional, pero todos con herrum bre y otros indicios de que no estaban en u so, segú n fu e com p rob a d o p o r el p erita je técn ico del In stitu to de Crim inalística de Sáo Paulo. Otro hecho sum am ente com prom etedor para los invasores de Carandiru es que todas las arm as fueron guardadas la m ism a noche de la "re­ belión", con el Pabellón a oscuras, lleno de destrozos y de agua, debido a llaves ab iertas y cañ os perforad os, lo que h izo qu e on ce cu erp os de presos sólo fueran encon trados a la m añ an a siguiente. Para tener una id ea del fraude de los policías, en los últim os doce años sólo se habían recogid o cinco a rm as de fu ego entre to d o s los d eten id os del presidio. Evidentemente fue la "eficiencia" policial la que plantó esas armas después de la m atanza, como buenos represores que son. Es importante destacar que ningún policía fue herido por los detenidos, m ucho m enos m uerto, en ese triste episodio. Com o se h ab ía cortado la lu z en el p resid io en a q u el a n o c h e c e r llu vioso, la o scu rid a d h izo qu e trop ezaran con p aredes ásperas y obstácu los en el cam ino, por lo que algunos policías, entre ellos el jefe, presentaban raspones y excoriaciones. V ale la pen a su brayar que la natu raleza y el grad o de las heridas en los cuerpos de los policías y en los de los detenidos eran concretamente, siguen siendo por principio ético, cualitativa y cuantitativam ente dife­ rentes. U nos son de op resores que todo lo pu eden, otros de oprim idos que no son n ada delante de los primeros. Las filas (le fam iliares que se form aron frente a la C asa de D etención de Carandiru, en el centro de la ciudad m ás im portante del país, desde que se dio a conocer la m asacre, eran señal de la im potencia y la indig­ nación de los y las que ni siquiera podían saber el destino -avivo o muerto?- de sus maridos, padres, hijos o hermanos, en los largos días y noches de espera. S e en tera ro n de la d im isió n d el d ire c to r d el p resid io y del secretario de S egu rid ad P ú b lica entre lágrim as de d esesp eración y de dolor, de desesperanza y de rabia frente a los cuerpos desnudos de sus

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familiares, expuestos uno al lado del otro en cajones abiertos, m ostrados al mundo sin dignidad alguna. 22. Los "barracones", hoy prácticam ente inexistentes, eran las "tiendas" co n stru id a s cerca de la ca sa del señ or del in gen io y de su prop ied ad , d o n d e el ca m p e s in o q u e la b ra b a la tie rra d el am o se a b a s te c ía d e lo necesario para su supervivencia. En el barracón el labrador, el "morador de ingenio" y su fam ilia podían com prar "fiado", es d ecir que podían com prar sin desem bolsar el dinero en el m om ento, llevando para su hum ilde y poco confortable casa todo lo que precisaban para cada día. Apenas algunos alimentos básicos, frijo­ les, h arina de m andioca, el propio azú car fabricado en el ingenio, carne seca, café, aceite, pan, coco seco y posiblem ente algo más que la fam ilia sum aba a su propia y parca producción de jerim um , camotes y yuca, más la cría de puercos y gallinas. El barracón los proveía adem ás de petróleo p a ra los quinqués, velas p a ra los candeleros, fósforos, ja b ó n , cuerdas, escobas, sábanas, la "cama de lona" y algunas otras cosas, que utilizaban p a ra "ir lleva n d o la vid a ", es decir, lo m ín im o p a ra s o b re v iv ir y ten er fuerzas para el trabajo de sol a sol que les rajaba la piel y les envejecía el cuerpo. El barracón tenía una función política de igual m agnitud o m ayor que su función de proveedor de artículos de consumo, nunca expresada y que ciertam ente m uchos de sus u suarios no percibieron ja m á s durante los siglos de su existencia. A l final del m es el consum o del labrador en el barracón generalm ente era mayor que su salario mensual. Así, por más que tratara de economizar p a ra p a ga r las cu en tas que se a cu m u lab an m es a m es, año a año, el " m orador" ib a quedando am arrado a las labores de siem bra, lim pieza y corte de la caña y a la m olienda y purga en el ingenio propiam ente dicho, servil y agradecido al señ or que "generosam ente" le ad elan taba com ida y lo necesario para su vida cotidiana. Eran los rasgos de la esclavitud que perduraban en muchas de sus maneras perversas aún después de la "eman­ cipación". Las facilidades de transporte -que perm itieron a los trabajadores m o­ vilizarse con relativa facilidad—, la conscientización de los trabajadores rurales (véanse las notas 32 y 34) y el propio trabajo nóm ada de ingenio en in gen io, o de h a cien d a en h acien d a, com o b ó ia fria ["ran ch o frío"] (nombre derivado del modo como se alimentan hombres, mujeres y niños h asta hoy, llevando a los cam pos la com ida que com en ahí m ism o fría, usando la marmita como plato), al cine fueron condenados por los mismos señ ores que an tes les im p ed ía n salir y que los d esp id ieron cu an d o la legislación laboral p rotegió al trab ajad or ru ral en 1963, p rovocaron la bancarrota de los barracones de los dueños de los ingenios.

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23. El A lu izio citado p o r F reire es A lu izio P esso a de A raú jo. S obre él, véase la nota 4 del libro Pedagogía de la esperanza. Sobre el Colegio Oswaldo Cruz, véase ibid., nota 2. 24. La cuestión de la contaminación de las aguas en Brasil es m uy seria, tanto las del m ar com o las de los ríos. A ella s se a rm a n d e s p erd icio s d e to d a ín d ole, in c lu y e n d o h eces y desechos industriales. Las caldas de los ingenios de azúcar de que habla Freire en esta p arle del libro, d en u n cian do la in sen satez de qu ien es lo hacían, son uno entre innumerables desechos arrojados a las aguas, con­ taminadas desde hace mucho tiempo, cíe una infinidad de nuestros ríos. La producción del alcohol a partir de la caña de azúcar, práctica común en las regiones Nordeste y Sudeste de Brasil, para ser utilizado entre otras cosas como com bustible para automóviles, y por lo tanto industrializado en gran escala, es uno de los m ayores generadores de la contam inación de muchos ríos del país. D espu és de la m o lien d a de la cañ a se ob tien e el "calcio de caña", y mediante su cocción y depuración se produce el jarabe o "miel de ingenio". A continuación se introducen ciertos m icroorganism os que hacen que la m iel ferm ente produciendo alcohol, al que después se retiran los exce­ dentes como el agua y las propias células vivas introducidas. Sin embargo, hzy un residuo que hasta ahora no se aprovecha, llamado calda, vinhoto o tibcrna, y es ese residuo putrescible el que, al ser arrojado irresponsablem ente a los ríos, los desvitaliza. E ste p roceso, que aqu í he descrito en fo rm a sim plificada, pero que ilu stra bien el desprecio de em p resarios y g o b ern a n tes p o r la v ic ia en nombre del desarriDllo, ha hecho que ríos antes bellos y de aguas límpidas se transformen en ríos inmóviles que exhiben, tristemente, un sinnúmero de flores, plantas, algas y peces m uertos. Y es que la calda, siendo un m aterial orgánico, necesita oxígeno, y lo "roba" de las aguas de los ríos, provocando la m uerte de sus verdaderos habitantes m icroscópicos y m a­ croscópicos, anim ales y vegetales, por la falta del oxígeno que antes era natural, original y totalmente suyo. 25. Sabemos que en muchas partes del mundo son populares las historias de aparecidos, som bras de d ifu n tos y d ifu n tas que va ga n p o r casas y palacios, de preferencia en las noches oscuras o ilum inadas tan sólo por la luna llena. Sin embargo, croo que en el Nordeste brasileño hay un gusto especial, p rovocad o p o r el m iedo m ism o, m ás bien casi terror que p araliza, p or hablar y dar vida a esos m uertos o m uertas que no tienen espacio, inse­ pultos, así como para descubrir cuentos que hagan historia. En m i infancia conocí m il y u na historias de ésas, que oía de María, mi "mamá negra", v de su viejo y negro padre, de Rosinha, de don Cándido

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-fieles y queridos servidores por décadas ininterrum pidas- y de Corina, am iga querida, que vivía con mi familia. V iví tam bién esas historias, ex­ perim entándolas, cuando residí en una enorm e casa que mi padre pudo com prar porque sus propietarios la habían abandonado, evidentem ente debido a que por sus innumerables habitaciones rondaban y se escondían "almas en pena", aparecidos. Mi padre la adquirió en rem ate público por el precio mínimo, no tanto por el trabajo y los gastos que exigía su tam año sino porque en aquellos idos años cu aren ta en R ecife fue el único candidato a la com pra de un enorme espacio donde vagaba el alma de un ama de llaves alemana, muerta por los soldados de la "Revolución de 1930" (véase la nota 18), que además del acto vil habían alcanzado con sus tiros tam bién un gran espejo, que, dicen los creyentes, atraen aparecidos. Yo, niña, al m irarm e en él tenía m ied o de v e r el rostro de ella y no el m ío, y de top a rm e con las alm as de otros m uertos de aqu ella casa, hijos e hijas que las enferm edades se habían llevado tem prano al "otro mundo". Recientem ente, en visita al gob ern ad or de Pem am bu co, departiendo am igablem ente sobre arquitectura francesa y el lugar escogido por M au­ ricio de Nassau, una ñnca parecida a la que tenía en La Haya, para edificar aquel palacio de gobierno en que nos hallábam os, él, yo, Paulo, el secre­ tario de Educación y Paulo Rosas, la plática derivó hacia las tan saboreadas historias de aparecidos, tan del gusto, repito, del pueblo pernam bucano. El gobernador narró entonces, con hum or y risa respetuosa, las dife­ rentes versiones que funcionarios y visitantes, declaradam ente creyentes o no, h an repetido por décadas, sobre los aparecidos de la casa de g o ­ bierno. U n a de ellas se refiere a A gam en ón M agalh áes, que fu e in terven tor del estado du ran te m u ch os años, que aparece con m u ch a frecu en cia, desde las ocho de la noche, vagando por las salas y habitaciones donde vivió. A veces aparece de cuerpo entero, otras sin cabeza, corriendo detrás de las personas o superponiendo su rostro de rasgos chinos a los rostros de los retratos al óleo de otros go b ern a d o res colgad os en la g a lería de los m andatarios del estado, com o sugiriendo el vacío de poder entre sus sucesores. Se dice que Agam enón, pernam bucano y estadista de veras, aparece casi siem pre gim iendo o gritando, casi siem pre pidiendo rezos y misas, pero siem pre dem ostrando su preocupación por el pueblo al que dedicó tanto de su atención cuando era gobernador. Creo que esas im ágen es aterrorizadoras de A gam en ón n acieron por instigación de sus enem igos políticos, que deseaban destruir su im agen de hom bre público, y por la capacidad creativa de su pueblo. Las g en tes del pu eb lo creen, p o r un lado, que esa "a lm a en pena", com o tantas otras, tien e que vo lver al m u ndo p a ra su frir por el m iedo que provoca a los vivos y así purgar los pecados com etidos siendo m an­ datario público (no le faltó a A gam enón esa faceta condenable); pero por

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el otro cree en ella para no olvidarlo, para perpetuarlo como el gobernante que fue, preocupado por los problemas sociales y económicos de las clases populares. Esas historias míticas son la verbalización, creo, del inconsciente po­ pular, para dar cuerpc en una sola persona a los aspectos diferentes, casi antagónicos, que todos llevam os dentro, del bien y el mal. Así, esas historias de aparecidos que todavía aterrorizan tanto a niños y adultos nos hacen com prender, com o le ocurrió a Freire, la unidad del b ien y el m al, de lo real y lo im agin ario, en esa d icotom ía que la v id a m ism a exige en la construcción histórica. 26. B acinica del cielo, com o dice Freire, es el térm ino popular que, indi­ cando el alto índice pluviom ètrico de un área determinada, dem uestra la irritación de quienes 7iven en esos espacios cuando las lluvias, cayendo en áreas urbanas, son vistas únicam ente por las molestias que causan a los habitantes. De ahí el térm ino poco respetuoso y n ada refinado, que obviamente no utilizar, los hombres y las mujeres del campo que necesitan de la lluvia. Bacinica (pinico) del cielo es lo mismo que bacinica del mundo, término y a explicado por mí en la nota 23 de la Pedagogía de la esperanza de Paulo Freire. 27. En esa época, y como resultado de esas ruedas de intelectuales curiosos en torno a los cajones de libros im portados, que traían ideas de "otros mundos", Freire comenzó a form ar su biblioteca. En su libro de regstro de las obras adqu iridas, que a h ora consu lto (que comienza en 1942 y continúa, anotando pacientemente autor, título, valor pagado u "oferta." y núm ero de volúm enes de cada obra, año tras año, hasta 1955), encuentro catalogadas obras de autores nacionales y de au tores extranjeros, editados estos ú ltim os en el "Sur" de B rasil, o en m ucho m ayor núm erc en editoriales de España, Argen tin a y M éxico; de F ra n c ia o de In g la terra y E sta d os U n id os, e in clu so de P ortu gal. Los b ra sileñ o s eran siem bre editados en Río de J an eiro o en Sáo Paulo e "im portados" por las librerías de Recife. En este registro, dh p u ñ o y letra de Freire, de 572 libros podem os ob servar que com enzó a leer obras en españ ol en 1943; en fran cés en 1944 y en inglés en 19L7, si suponemos que después de comprar los libros los leía. Cito, entre otros, estos autores extranjeros, que constan en ese libro de registro suyo: Aguayo, Claparéde, Dewey, Lasky, Ingenieros, Maritain, Balmes, Taine, Sforza, Snedden, Duquit, Kant, O rtega y Gasset, Trancovich, Mourrais, M ax 8ser, Durkheim, Chesterton, Aldous Huxley, B urck­ hardt, Raymond Aron, Croce, Vaissière, Gerald Walsh, Macnab, Labriola, Platón, Schopenhauer Haechel, Berdiaeff, Cam panella, A n d ré Cresson,

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Gustavo Le Boun, Hom e, Aristóteles, Messer, Elizondo, Charlotte Burkler, Bastide, Adler, Toynbee, W eigert, Enrique Pita, Brunner, Vico, Spengler, Shakespeare, Nordeaux, Reinach, Rousseau, Bally, Backhauser, Vossler, Maeterlinck, Saussure, Douzat, Bernanos, Montavani, Leite de Vasconce­ los, T o m á s de A qu in o, S arm ien to, R enan, G u rvitch, N ietzsch e, Lu cien Febvre, Dante, Laski, Jean de Léiy, Piaget, Fritz Tiahn, Fouillé, Scheller, San Agustín, Mallart, Bergson, W erner Jaeger, Ballesteros, W illielm Dilthey, Richard W ickert, Lorenzo Luzuriaga, Paul Monroe, Espasandier, H. Marrou, Riboulet, René H ubert, Richard Lewis, W ilcken, V irgil Gheorghiu, Martin Grabunann, De Havre, Lewis Mumford, Peter Petersan, Bühler, Gregovius, Winn, Dottrans, José Forgione, Luella Cole, A d o lf M eyer, Charles Norris Cochrane, Butts, P. Barth, Hobbes, Klineberg, Juan Gomes, A rn o ld Rose, L.C. Dunn, Michael Leiris, H om ero, Louis Halphen, Charles B ern ou t, R o ger D ou cet, E rw in R oh de, K ilp atrick , Z an iew sk i, Pierson, Erich Kahler, Lowie, Spencer, Roger Ginot, W.A. Lay, Ernesto Neumann, Frank Freeman, Hermann Nahl, Spranger, Margaret Mead, Huizinga, Castiglioni, Kaufm ann, Radice, Vanquelin, E ga de Queiroz, Gentile, Olsen, Fernandez Ruiz, Ponce, Bode, Perkins, Skinner, Kronem berg, Charrnat, Zulliger, Richepin, Ebagné, N icholas Hans, M augier, O'Shea, G onzague de Reynold, R oger Cousinet, Nelly W olffneu r, Jam es Conant, Charlotte W olff, N icholas H ans, E rnest Schneider, Kieffer, Findlay, Ju liu s Koch, K arl R oth, H erb ert R ead, A n d re B eley, G eron im o de M oragas, Stekel, Schumpeter, Krieck, Baudonnin, Elmer von Karman, Comenius, Bodino, De Havre, D ostoievski, F rederick Eby, E rnest Green, J. B. Bury, M. A. Block, Slavson, Emile Callot, Labrousse, James Campbell, Bertrand Russell, Sidney Hook, Berenice Baxter, Rose Marie Mossé-Bastides, Pierce, John W ynne, Volpicelli, Joh n Scott, Pitirim Sorokin y H ariy Brandy. Entre los autores nacionales que parecen en la lista de Freire citaría, entre otros: T ristáo de A tayde, G ilberto Freyre, Joaqu im Ribeiro, A rtu r Ram os, M. Q uerino, Leonel Franca, Pedro Calm on, Otávio de Freitas Júnior, A nísio Teixeira, H erm es Lim a, Otto Maria Carpeaux, Oswald de Andrade, José Veríssimo, Oliveira Viana, Antonio Candido, Florestan Fer­ nandes, A lfran io Peixoto, A donias Filho, M urilo M endes, Plínio Salgado, V aldem ar V alente, C arneiro Ribeiro, Euclides da Cunha, Pinto Ferreira, Silvio Rom ero, Am aro Quintas, Joaquim Nabuco, Sergio Buarque de H o­ landa, Silvio Rabelo, Viriato Corréa, Fernando de A zevedo, Pascoal Leme, Carneiro Leáo, Graciliano Ramos, Olívio M ontenegro, Machado de Assis, Carlos D rum m ond de Andrade, Manuel Bandeira, Vinicius de Moraes, M auro M ota y Ruy Barbosa. Es importante destacar que sobre los temas de su interés -antropología, lingüística, filosofía, literatura, gram ática, h istoria y educación- Freire leyó más autores extranjeros que autores brasileños. Eso no significa una elección deliberada de las obras extranjeras, más bien muestra lo reducida que era la producción nacional en esas áreas del saber (y por lo dem ás

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en todas) en el Brasil de los años cuarenta y cincuenta. Es im portante percibir esto y destacarlo. Así, antes de la farm ación de su pensamiento genuinam ente brasileño, preocupado por la realidad na­ cional, Freire se ocupó y se preocupó con más de un centenar de autores europeos, estadunidenses y latinoamericanos, al mismo tiempo que esco­ gía los maestros dd pensam iento y del bien hablar y escribí:, interesado en el lenguaje estéticam ente bello y correcto tanto com o por la "lectura del mundo" de los pocos teóricos entonces existentes de la educación en general, y de la educación brasileña en particular. Vivió, por lo tanto, la contradicción entre las ideas de tantos lúcidos pensadores extranjeros para "dar a luz" sus experiencias educativas, y de esas ideas, aunadas tanto a las de los pensadores nacionales como a sus vivencias y experiencias de la infancia -como lo ha afirmado en su obra-, su m anera m uy pe:uliar de pensar a B rasil y a los brasileñcs. Partiendo de todas esas influencias devolvió al inundo sus "lecturas" y sus vivencias reelaboradas críticamente. Es una lástima que Freire no haya continuado con ese registro, porque con él podríamos acompañar paso a paso sus lecturas, con su comprensión y expresión acerca de las mismas, su reinvención de los textos leídos, su producción intelec.ual que, partiendo de lo socialm ente divulgado, llega a ser individual y peculiarm ente suya para volver a socializarse entre sus lectores y lectoras. Las anotaciones hasta 1955, con todo, no son suficientes para explicar por entero la reno ación del pensam iento pedagógico brasileño por Frei­ re, ni en su actuación en el II Congreso Nacional de Educación de Adultos, en 1958, ni en la elaboración de su tesis de Doctorado y Libre Docencia, en 1959 (véanse, respectivamente, la nota 46 de la Pedagogía de la esperanza y la 40 de esta obra, mucho menos explicar las obras que escribió a partir de la Pedagogía del oprimido. Faltó agregar a M arx, M erleau -Pon ty, A lvaro V ieira Pinto, G ram sci, Memmi, Fanón, Barbu, entre otros que tanto influyeron en él a partir de los años sesenta. 28. La cuestión de la repetición escolar en B rasil es grave, lo que indica una vez más que la sociedad brasileña es una sociedad elitista, autoritaria y discrim inadora, que cierra sus espacios privilegiados, en este caso la escuela, a los segmentos más desvalorizados socialmente. El Censo Educativo de 1988, elaborado conjuntam ente por el M iniste­ rio de Educación, la Secretaría de Adm inistración General, la C oordina­ ción de Planeam iento Sectorial, la Coordinación de Inform aciones para el Planeam iento, apunta en su "Sinopsis estadística: enseñanza regular prim aria" que el total de m atrícu las de alu m n os rep etid ores de la en ­ señanza básica o primaria, destinada oficialm ente a los alumnos y alumnas de 7 a 14 años de edad, en el año de 1988 fue de 4 933 863 alumnos

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(p. 73), de un total de 26 754 501 alum nos de "menos de 7 años" a "más de 14 años" m atriculados en los ocho grados de la enseñanza regular de prim aria (p. 37). El cuadro no indica cuántas veces el alumno se ha venido matriculando com o repetidor, y sab em os que esa d istorsión es com ú n d en tro de la escuela, sobre todo en el prim er año de prim aria. En los estados en que el alum no tiene "prom oción autom ática" la repetición se desplaza al se­ gundo año, porque su tentativa de recuperarse casi siem pre se frustra. Esos puntos de estrangulamiento al comienzo mismo de la escolarización son terriblemente injustos y crueles porque los niños se alejan de la escuela para no volver nunca, casi siempre sin haberse siquiera alfabetizado. Otro punto de estrangulamiento se da en el quinto año de la primaria, mostrando que el elitismo persiste aún después de superadas las primeras barreras de la escolarización. Entendem os m ejor este hecho si com para­ mos las dos estructuras educacionales brasileñas, la anterior y la posterior a 1971, fecha en que los cursos primarios y secundarios fueron unificados en un program a de ocho años, proclam ados continuos en la letra de la ley. El alto índice de repeticiones en el quinto año dem uestra ese elitismo que separaba a los que podían pasar a la enseñanza secundaria de los que no podían, porque el quinto año equivale al prim er año de secundaria y viene repitiendo el papel selectivo que éste desem peñaba. Las repeticiones que inciden en las capas populares, ya sean únicas o varias sucesivas, llevan inexorablemente al abandono de la escuela o, como dicen los técnicos que Freire tanto repudia, a la "deserción escolar". En la m ism a sin opsis citad a pod em os leer que 3 212 734 alu m n os qu edaron "alejados por abandono" de la en señ an za prim aria en el año de 1987 (p. 79). Otro dato expresa bien el desprecio por la escuela pública, la escuela frecuentada por las clases populares, puesto que el 61.8% de los alumnos "alejados por abandono" asistía a escuelas mantenidas por las administra­ ciones estaduales; 32.3% a escuelas mantenidas por las administraciones m unicipales; 0.4% a escuelas m antenidas por la adm inistración federal (pocas en el país, generalmente de formación profesional, aunque también administran cultura general), contra apenas un 5.5% de alumnos "alejados por abandono" de escuelas particulares, sin duda de familias acomodadas, puesto que podían asistir a tales instituciones y cuya enseñanza es segu­ ram en te de m ejor calid ad que la de casi tod as las escu ela s p rim arias públicas de hoy (Sinopsis, p. 82). Lamentablemente éstos son los datos oficiales más recientes. Sabemos que en los últim os cinco años la situación no ha m ejorado. 29. S obre la p a lm a to ria y los "p asteles", el lecto r y la lecto ra p u ed en consultar la nota 12 de Pedagogía de la esperanza.

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30. El M ovim iento de C u ltu ra Popular -MCP-, dicho sea en justicia, fue el primero de una serie de m ovim ientos político-educaticos que surgieron en los años sesenta en Brasil, que intentó, rescatando la cultura popular, con el pueblo orientado por intelectuales, llevar a la praxis revolucionaria para la transform ación del país. El M CP nació oficialmente en Recife el 13 de mayo de 1960 Sus estatutos fueron publicados en el D ia rio Oficial del estado de Pernambuco el 23 de agosto y el 12 de septiem bre de 1961, siendo registrado conto persona ju ríd ic a el 19 de septiem bre del m ism o año en la O ficin a del 2o. O ficio del B achiller Em ilio T.R. dos Anjos, de Recife. Según sus estatutos, la finalidad del MCP era educativa y cultural, y sus objetivos eran: 1 ] Promover e incentivar, con la ayuda de particulares y de los poderes públicos, la educación de niños y adultos; 2] atender al objetivo fundamental de la educación que es el de desarrollar plenamente todas las potencialidades del ser humano, a través de la educación integral de base comunitaria, que asegure también, de acuerdo con la Constitución, la enseñanza religiosa facultativa; 3] proporcionar la elevación del nivel cultural del pueblo preparándolo para la vida y el trabajo; 4] colaborar para el mejoramiento del nivel material del pueblo a través de la edu­ cación especializada; 5] formar cuadros destinados a interpretar, sistematizar y trasmitir los múltiples aspectos de la cultura popular. [Memorial do m c p , Colección Recife, vol. x l i x , Recife, Fundagáo de Cultura do Recife, 1986, pp. 56 y 57.] 31. F ern an d o C ollor de M ello, al p reten d er v o lv e r a la escen a p olítica brasileña, dejó a la nación espantada y atem orizada por el hecho en sí y p or la actu alid ad de u n a legislación casu ística y ob soleta que p erm ite aberraciones de tamaña ignominia, decretadas evidentemente por la clase dominante para preservarse como tal y poder así go ?ar de todas las ventajas y privilegios derivados de su posición (véanse i ,Iotas 1, 2 y 20). El ex presidente depuesto tenía intención dt establecerse en la ciudad de Sao Paulo, abandonando su estado natal ce Alagoas, para poder lan­ zarse como candidato a diputado federal en Ls elecciones del 3 de octubre de 1994, como representante del pueblo 1)2 alista que, magnánimamente, le dio m uchos votos cuando fue elegido presidente en 1989. El proceso de castigo que los b rasileñ os y las brasileñ as en su casi totalidad están esperando desde que fuera vetado aún no ha term inado. Al escribir esta nota, en febrero de 1994, ya tenemos la certeza de que sólo en el próxim o m ilenio podrá presentarse nuevam ente com o can di­ dato a cargos electivos. Por decisión del P od er Ju dicial, que ratificó la decisión del Congreso Nacional durante el proceso en el que fue vetado, Collor perdió sus derechos políticos por ocho años. Paulo César Cavalcanti Farías tam poco está ya fugitivo. Después que la ju s tic ia brasileñ a decretó su p rocesam ien to, escapó de Alagoas por Pernambuco y de ahí pasó, a través de Paraguay y Argentina, a Europa.

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Atrapado en Bangkok, el 29 de noviem bre de 1993, por veinte policías tailandeses, pe llegó de vuelta a Brasil después de 156 días de fuga, y hoy se en cu en tra d eten id o en la P o licía M ilita r del DF, en B rasilia, don de espera ju icio y sentencia del Suprem o Tribu n al Federal. Sobre el empresario alagoano pesan treinta y nueve cargos, por: fraude, em isión de docum entos sin fondos, form ación de bandas, falsedad ideo­ lógica, uso de docum entos falsos, concusión, corrupción pasiva, explota­ ción de prestigio, corrupción activa y corrupción de testigos. Así, Fernando Collor de Mello y Paulo César Cavalcanti Farías son hoy en Brasil los símbolos de la corrupción, del cinismo y de la falta de civismo y de ética que la m ayor parte de la p oblación b rasileñ a rep u d ia y, m ás aún, quiere ver extirpada del país, con el comienzo del ñn de la impunidad de las élites que parece estar surgiendo en la sociedad brasileña. 32. Llegar a ese asentam iento fue, ante todo, un acto de valor. Salim os Paulo, fray Sergio y yo de Pelotas a Bagé, una mañana de sábado de 199 1, en un carro bastan te u sado y viejo, el m ism o en que la n och e anterior habíam os viajado de Porto A legre a Pelotas. En el punto en que term inaba el asfalto nos aguardaban, en una casa semidestruida y pobre, los educadores y las educadoras que querían unirse a nosotros para llegar en caravana al asentam iento "C onquista d a Fronteira", en Río G rande do Sul. C o n q u ista sí, de los Sin Tierra. F ro n tera tam b ién , la de B rasil con Uruguay. En el frío húm edo e irritante del invierno fueron necesarios un carro m ejor y un "piloto" -en verd a d un sim ple ch ofer no p od ía cu m p lir esa misión- para cubrir, con grandes peligros, los casi 60 kilómetros de lodazal que separaban a la "civilización" del asentamiento. Pocos carros más nos acom p a ñ a ron -los co n d u ctores de los ó m n ib u s fleta d os se n ega ron a em p ren d er la aven tu ra-, cu yos colores al fin al del via je era im p osib le saber, pues quedaron com pletam ente cubiertos del lodo oscuro y resba­ ladizo de la región. Supimos entonces que los esfuerzos de los asentados ante los poderes públicos locales en el sentido de que por lo menos cubrieran aquel camino de cascajo y grava venían siendo infructuosos. A cada periodo prolongado de lluvias correspon día una zafra de alim entos perdidos, sufridam ente soportada por quien los plantara. La "concesión" de la donación de tierras a los Sin T ierra no incluía el éxito de una hacienda autoadministrada por aquellas familias, muchas de ellas analfabetas, que trabajaban allí en forma comunitaria y en paz. Desde el punto de vista del opresor, era preciso que la experiencia fracasara. A p esa r del lodo, de la fa lta de cam in o a sfaltad o y del a n alfab etism o, la obstinación de la gente en la superación de dichas situaciones adversas estaba teniendo éxito.

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33. Llamamos sala de suelo batido, o cuarto o incluso casa de suelo batido, al espacio o la casa cuyo suelo no está revestido de m adera o cerám ica ni de concreto o siqu iera de ladrillo. El suelo batido, m uy com ún en las viviendas de las poblaciones más pobres del Nordeste, tanto en los mocambos como en otros asentamientos (véanse las notas 8 y 11), es un suelo de tierra preparado para no ceder o levantar polvo cuando se anda sobre él, obtenido por técnicas rudim en­ tarias para la com pactación de la tierra. 34. Francisco Juliáo salió de Brasil para vivir "nordestinam ente en Cuer­ n avaca", com o d ice F reire, d esp u és d el g o lp e m ilita r d e 1964, qu e lo p erseg u ía p o r ca u sa de su lu c h a p o lítica al lado de los ca m p esin os y campesinas del Nordeste. La explotación de los trabajadores de la región cañera ha sido, desde la época colonial, de las más terribles y crueles: esclavitud hasta fines del siglo xix, falta de garantías en el trabajo, salarios ínfimos, al lado de otras explotaciones financieras (véase la nota 22), asesinatos de dirigentes y de los que sim plem ente reclam aban sus salarios atrasados, acum ulados a veces p o r días y m eses, era y sigu e sien d o el co tid ia n o a c o n te c e r del hom bre de los cañaverales brasileños. Las primeras expresiones de rebeldía y negación de la vida de m iseria que hasta hoy viven ocurrieron en 1955 cuando los trabajadores del in­ genio Galilea, en Pernambuco, fundaron la Sociedad A grícola y Pecuaria de los Trabajadores de Pernam buco. E sa prim era "liga cam pesina" tenía com o objetivo luchar por la posesión de tierras y la reform a agraria. Los cantores y violeiros de las ferias y plazas del interior del Nordeste se encargaron de difu ndir la "liga" entre los labradores. U n a de las fu n ­ ciones de esos "hombres de letras" ha sido, históricamente, la de perpetuar el viejo saber y trasmitir y divulgar las creaciones e ideas nuevas a los que no saben leer. Cantando versos suyos, generalm ente im provisados en el m omento, o los de otros poetas publicados en la "literatura de cordel" (folletos im pre­ sos en forma casi artesanal que se venden en los lugares frecuentados por las capas populares, que tratan desde asuntos políticos hasta escándalos sexuales, se exhiben, para lucir sus xilograbados, colgados de cordeles tendidos de un árbol a otro, de un poste a otro), la verdad es que la idea de la "liga" arraigó porque traducía sueños antiguos y profundos. Así, esa población analfabeta estaba consiguiendo organizarse en torno de una asociación propia para reivindicar m ejores días para los trabaja­ dores y sus familias. Juliáo, abogado, diputado estadual y después federal, socialista, esti­ m ulaba la form ación de otras ligas, y éstas proliferaron bajo su dirección y la de otros. Se calcula que en 1963 ya existían 2 18 ligas distribuidas por todo el país, con 64 sólo en Pernam buco.

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En 1961, el m ovim iento cam pesino había adquirido carácter nacional y en ese m ism o año las ligas realizaron el I C ongreso Nacional de C am ­ pesinos y Trabajadores Agrícolas, cuyas reivindicaciones incluían: reforma agraria, lib erta d de orga n iza ció n de los ca m p esin o s y exten sió n a los trabajadores rurales de los derechos de los trabajadores urbanos. Los otros qu e o rien ta b a n la orga n iza ció n de esas ligar, a d em á s de Juliáo, eran curas católicos, en el Norte y Nordeste del país, y comunistas de varias orientaciones, por ejem plo la u l t a b -U n iáo dos Lavradores e Trabalhadores A g ríc o la s do B ra s il-, q u e a c tu ó en el C e n tro y S u r del país.* La conciencia política y la organización de esos m ovim ientos provoca­ ron en los latifundistas, y sobre todo en los todopoderosos propietarios de fáb rica s de azú car, el tem o r de p erd er siq u iera u n os pocos d e sus privilegios. La situación se fue haciendo cada vez más insoportable para los dom i­ n a d ores cu a n d o la v o z del ca m p esin a d o se trad u jo en u n d ecreto del gobierno federal estableciendo sus derechos laborales, en 1963, y el g o ­ bern ador de Pernambuco M iguel Arraes, elegido en 1962 por una coali­ ción que incluía a socialistas y comunistas, apoyaba abierta y claramente las luchas campesinas. La élite nordestina ligada a la industria azucarera, que hasta hoy se da aires de aristocracia poderosa, se hizo entonces aliada de todos los que con sp irab an con tra el p od er establecido, el del gob iern o p op u lista del presidente Joáo Goulart y de los gobernadores sensibles a las aspiraciones y las necesidades de las capas populares. Las ligas camponezas, divididas, fueron aniquiladas con facilidad por el ré­ gim en militar. Su dirigente principal, Francisco Juliáo, se asiló en México. Pero los campesinos guardaron la sim iente y desde la apertura política de 1979 están haciéndola germ inar. El m ovim iento de los "Sin Tierra" es fu erte (véase la n o ta 32), aun cu an do m u ch os de sus dirigen tes están siendo injusta y cruelm ente silenciados para siempre. 35. Según declaración del propio Paulo Rosas, entonces coordinador de investigaciones del MCP, sólo se llegó a publicar un pequeño artículo: "Dos flashes do carnaval pernambucano". * El tono coloquial de esta obra y en especial de las notas anima a esta traductora a intervenir en el asunto. En enero de 1978 tuve ocasión de visitar la muy nordestina casa de Juliáo en Cuernavaca, en compañía de dos pastores protestantes brasileños. A lo largo de u n a prolon gad a y fascinante plática, el doutor Juliáo (que había escogido Cuernavaca para vivir, según dijo, a la sombra de Zapata) recordó emo­ cionado la ayuda que recibió de ministros de las iglesias protestantes del Nordeste, afirmando que éstos habían sido los primeros aliados del movimiento campesino, y evocando las primeras reuniones de formación del movimiento de las ligas cam­ ponezas, que según dijo se realizaron todas en casas de pastores. [T.]

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O tras in vestiga cio n es que no llega ron a con clu irse y cuyo m aterial recolectad o no pudo ser localizad o son: "Um século de carnaval: 18611961", cu yo o b jetivo era "n o e stu d ia r el ca rn a va l en sí, sin o to m a r el carnaval como referencia para analizar los cambios ocurridos en el com ­ portam iento y en los valores sociales en el periodo indicado". Los "Libros de la suerte", con el m ism o objetivo, y "El ín dice de espíritu crítico del pueblo". En una declaración corta pero importante que hizo para mí el psicólogo y respetado educador brasileño Paulo Rosas, siem pre generoso en ayudas verd ad eras, dijo: "U n docu m en tal sobre pu b licacion es periód icas para niños y adolescen tes (que yo elaboré p ara el MCP) fue rem itido form al­ m ente por el MCP y por la entonces Universidad de Recife a la Presidencia de la R ep ú b lica [JSnio Q uadros], c o rn o d e n u n c ia y p ed id o d e q u e se tom aran medidas..." Sobre el m encionado prim er trabajo elaborado por el m c p a través de u n p eq u eñ o gru p o de in vestiga d o res d irigid o p o r Maria Isabel Araújo (Lins) podem os, sucintam ente, decir algo. D espués de u n a p equ eñ a in trodu cción a la prim era parte o "Prim er flash: form ación del carnaval pernambucano (1860 a 1890)", analiza el carnaval callejero -Cavalhada, Entrado, La Música y las Máscaras, Maracatu, Fandango, Bumba-meu-boi y Pastoril- y el carnaval de salón: Música, Salones de B aile y Decoración. El "Segundo flash: tres días de libertades amplias (1910 a 1920)" analiza el carnaval callejero -Desfiles, A gru pacion es Desfilantes, D ecoraciones, M úsica y Corso- así com o el de salón. 36. Según Sudene dez anos, editado p or el propio organism o y publicado por el Ministerio del Interior en 1969: "La Superintendencia del Desarrollo del Nordeste (Sudene) fue creada el 15 de diciem bre de 1959, por la Ley núm. 3 692, con el objetivo principal de ejecu tar una n u eva p olítica de desarrollo del Nordeste. Su creación, resultante de la afirm ación de una nueva m entalidad, presuponía la introducción de nuevos m étodos adm i­ n istra tivos y m o d ifica cion es del esq u em a op erativo del gob iern o en la región, en vista de lo cual la ley le asignó las siguientes finalidades: a] estudiar y proponer directivas para el desarrollo del Nordeste; b] supervisar, c o rd in a ry controlar la elaboración y ejecu ción de pro­ yectos a cargo de organism os federales en la región y relacionados espe­ cíficam ente con su desarrollo; c] ejecutar, directam ente o m ediante convenio, acuerdo o contrato, los proyectos relativos al desarrollo del Nordeste que por ley le correspondan; d] coordinar los programas de asistencia técnica, nacional o extranjera, al Nordeste. C om o instrum ento de trabajo para la ejecución por la Sudene de las d irectivas de la n u eva política, se estab lecería p o r ley un Plano R ector

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plurienal, en el que los diferentes sectores discrim inarían los proyectos y tra b a jos d estin a d os al d esarrollo esp ecífico de la región. A d em á s la Sudene, con la cooperación de todos los organ ism os activos en el N or­ deste, d ebía elaborar un plan de em ergen cia para enfren tar los efectos de las sequías y socorrer a las poblaciones afectadas, en caso de producirse. En función de la estrategia de desarrollo establecida, el área del N or­ deste fue redefinida, incluyendo los estados de Maranháo, Piauí, Ceará, Río G rande del Norte, Paraíba, Pernam buco, Alagoas, Sergipe y Bahía, el te rrito rio de F e rn a n d o d e N o ro n h a y la p a rte d el es ta d o d e M in a s Gerais com prendida en el Polígono de las Sequías. P revien d o las resisten cia s con qu e se en fren ta ría u n orga n ism o de fin alid ad tan in n ovadora, y de carácter em in en tem en te técn ico, la ley procuró estructurar la Sudene de modo que su autoridad de organismo de planeamiento se beneficiase del respaldo de las representaciones políticas regionales, h acien do m iem bros de su consejo directivo a los gob iern os de los n u eve estad os que in tegra n la re d e fin id a á rea del N ordeste. La cohesión de la actuación federal sería asegurada a su vez por la partici­ pación en el consejo deliberante del director del Departam ento N acional de Obras contra las Sequías (DNOCS), el superintendente de la Comisión del Valle del Río San Francisco (cvsF), un representante del estado mayor de las fuerzas armadas, representantes de los organismos financieros gu ­ b ern am en tales (B anco do N ordeste, B an co do B rasil y B anco N acional de D esenvolvim ento Económ ico) y un representante de cada uno de los m inisterios civiles (p. 29). L a Sudene, cread a d u ran te el gob iern o del presid en te d esarrollista Juscelino Kubitschek, con el esfuerzo com petente del econom ista Celso Furtado, quien fue su prim er superintendente, partía de las necesidades reales d e la región y a e lla se d estin a b a , con el ob jeto de a te n u a r las contradicciones internas generadas por las diferentes etapas de desarrollo econ óm ico y las d iferen tes con dicion es de v id a de las poblacion es nordestinas respecto a las del Centro, Sur y Sudeste del país. Hace diez años el N ordeste destacaba por su subdesarrollo entre las áreas del territorio brasileño marginadas por el desarrollo desencadenado en el Centro-Sur. La gran disparidad de los niveles de crecimiento económico alcanzados por esas dos importantes regiones del país, además de constituir un grave problema para la continuidad del desarrollo brasileño, daba lugar al surgimiento de amenazas de disgregación de la unidad nacional, amenazas que tenían su origen en posiciones divergentes acerca de las soluciones que había que adoptar para la corrección de esa disparidad. La creación de la Superintendencia del Desarrollo del Nordeste -Sudene- en 1959 constituyó una respuesta de la nación brasileña a esos desafios y a los del propio desarrollo nordestino. Tocó a la Sudene, gracias a objetivos explícitamente definidos en un plan de desarrollo regional, orientar y conducir los esfuerzos que desarrollaron con miras a la solución de los problemas de una región donde vive un tercio de la población nacional. [Sudene dez anos, p. 11.]

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37. El i s e b -Instituto Superior de Estudios Brasileños- fue, cmo su nombre lo indica, un centro de altos estudios de nuestros problemas político-económ ico-socio-culturales cuyas preocupaciones se centraban en el nacio­ nalismo desarrollista. Nació de un gru po de intelectu ales interesados en d ebatir la proble­ m á tic a b rasileñ a, no com o un sim p le ejercicio acad ém ico sino con la intención de form u lar un proyecto para el desarrollo nacional, pues es­ taban preocupados por el subdesarrollo del país y el contingente cada vez m ayor de personas en la miseria. La segunda guerra m undial había agu­ dizado las contradicciones brasileñas, y el clima de libertades y aspiración a m ejores condiciones de vida que se creó con el fin de la gu erra y de la dictadura de Vargas (1930-1945) era propicio para los debates intelectuales y los sueños de igualdad y paz. De ese grupo, que se reunió en el Parque Nacional de Itatiaia en 1952, surgió oficialm ente el i s e b , el 14 de ju lio de 1955, por decreto del p resi­ dente a la sazón, Café Filho, que había sustituido a V argas después del suicidio de éste en 1954, com pletando el m andato presidencial p ara el que habían sido elegidos por el voto popu lar en 1950. Los isebianos elaboraron u n a filosofía o ideología del desarrollo con la que soñaban influir en las acciones de gobiernos, intelectuales, estu ­ diantes, sindicalistas y m ilitares, que de ese m odo podrían transform ar conscientemente a Brasil en un país desarrollado y justo, sin concentración del ingreso y con reform a agraria, entre otras m edidas necesarias. Los principales temas de discusión y divulgación (también tenían cursos de formación) eran: industrialización o no; perm anecer como país "esen­ c ia lm e n te a grícola " o no; si el esta d o d e b ía p a rtic ip a r en el p ro yecto desarrollista o sólo planificar; si el estado habría de intervenir en la in i­ ciativa privada o se optaría por la libre ley del mercado; si aceptar capital extran jero o no aceptarlo, o aceptarlo asocián d olo al capital nacion al; nacionalism o o "entreguisrno" (entregarse al capitalism o internacional), modelos económico-financieros capaces de llevar al desarrollo; autonomía o dependencia; cam bios cualitativos o cu antitativos del proceso de pro­ ducción; edu cación de las m asas y valorización de la cu ltu ra nacional, enajenación y niveles de conciencia del pueblo brasileño, etcétera. En la tesis de doctorado de Freire (véase la n o ta 40) es in n egable la influencia de Alvaro Vieira Pinto, uno de los isebianos históricos, cuando adopta las categorías de "conciencia ingenua" y "conciencia crítica". Juscelino Kubitschek y Joáo Goulart, presidentes de la república en el p eriodo áureo del i s e b , tuvieron estrecha relación con ese instituto, ab­ sorbiendo elementos de las elaboraciones y a desarrolladas para acciones efectiva s de sus g o b iern o s y asim ism o va lién d o se de las id eología s y a creadas para posiciones políticas de gran alcance. El i s e b fue otra de las instituciones brasileñas que cerraron sus puertas después del golpe m ilitar de 1964.

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38. Una de las ex profesoras presentes en ese encuentro recordó la historia de un h om b re que, tras con segu ir la dirección de ella en la ciu dad de Natal donde vivía, pidió ayuda financiera a los otros alfabetizandos y viajó precariam ente de Angicos a la capital del estado. L a loca lizó y "golp eó" -térm in o qu e u tiliza m o s en el N o rd este para indicar que alguien llama a la puerta de nuestra casa golpeando las manosen su residencia, porque quería tener una conversación con ella. Una sola pregunta: el porqué de la "m isteriosa desaparición" de ella y de todos los d em ás p rofesores y p ro feso ra s de A n gicos, que acabó de rep en te con aquella cosa tan sabrosa que era enseñar-aprender a leer. Aterrada, en el portón de su casa, sin siquiera invitarlo a la som bra de la terraza, com o es com ún en el Nordeste, le dijo nerviosam ente: "¡Vuél­ vase a su casa! ¡V u elva a Angicos! ¡Yo tam poco sé por qué dejam os de alfabetizar! ¡No sé! ¡ No sé!! iiiN o sé!!!" D espués que el hom bre se fue -rem em oraba-, "supuse que algún día él com prendería lo que pasaba, por qué no pude invitarlo a entrar en mi casa, por qué no pude darle inform ación sobre la interrupción de nuestro trabajo", m ientras m iraba hacia todos lados en la calle para asegurarse de qu e no h a b ía h a b id o testigos. L u ego se m etió de p risa y, en p len o terror, trancó todo para reponerse. Más tarde ju ntó todo su "material subversivo" y rápidam ente se ocupó de enterrarlo en el fondo de su casa. Pero no enterró tan sólo un m aterial de alfabetización, sino la posibilidad de continuar de inmediato el proceso, ya bastante adelantado, de alfabetizar a aquella gente mísera, conscientizando y politizando no sólo a aquel hom bre que viajó de Angicos a Natal y a sus compañeros que habían financiado el viaje en busca de la reanu­ dación del proceso de leer y escribir. Regresó sin entender, sin com prender claram ente que en la búsqueda de alfabetizarse estaba escondida su esperanza y su sueño de ser más. Pero la sim iente de la con scien tización y a se h ab ía echado y la historia m ostró que ese proceso era irreversible. Ella sabía claramente, en aquellos días de terror de 1964, por qué no podía volver a Angicos; había entendido y sentido en carne propia lo que estaba ocurriendo en B rasil contra su población oprimida. Ése era el clim a im pu esto no sólo a ella sino tam b ién a m illon es de brasileños por el régim en m ilitar nacido en abril de 1964, y es bueno que no lo olvidemos. En agosto de 1993, cuando m e relató estos hechos, no sólo ella sino todos nosotros tuvimos la certeza de que la interrupción de la lectura de la palabra no había impedido, sino que contradictoriam ente había aguza­ do, la le c tu ra del m u n d o de los op rim id os de B rasil. D el m u n d o de la interdicción y la opresión de aquellos a quienes, en distintos lugares del país, se les había prohibido alfabetizarse, leer la palabra y el mundo.

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39. La juventud estudiantil empezó a organizarse independientem ente en B ra sil desd e 1937, pero sólo alcan zó su fo rm a p o lítica m ás a u tén tica cuando term inaba la segu n da gu erra m undial, y en el país luchábam os contra la dictadura de Vargas. De ese clima de búsqueda de libertad surgieron la u n e -U nión Nacional de los Estudiantes--, que aglutinaba a los universitarios; la u m e -U n ió n M etropolitana de les Estudiantes—, y la u e e , Unión Estadual de los Estu­ diantes-, esta ú ltim a bajo la dirección de la u n e . La m ás im p orta n te de esas agru pacion es, la u n e , fu e p u esta en la ilegalidad en abril de 1964, pero aun así con tin u aba reuniéndose y ac­ tuando políticam ente en la clandestinidad. Uno de esos encuentros clandestinos se produjo en octubre de 1968 en Ibiúna, en el interior del estado de Sáo Paulo, cuando entre lluvias y denuncias de los residentes 800 estudiantes fueron detenidos para inves­ tigación. M uchos de ellos perm anecieron encerrados, algunos por varios años. La u n e resurgió con la apertu ra p olítica en 1979, pero sólo en 1992 com enzó a actuar en form a más significativa, políticam ente hablando. Fue cuando la u n e convocó a los estudiantes, universitarios y "secundaristas", para que, unidos por millares, en manifestaciones por las calles o en mítines, en las principales ciudades de Brasil, con las "caras pintadas", generalm ente de verde y am arillo, para dar la señal de la gu erra contra la falta de ética en la política y contra el gobierno y la persona del presi­ dente del mom ento, C ollor (véanse las notas 1, 2, 20 y 31). Al lado de los miembros de las instituciones más progresistas de Brasil, la o a b ( O rden de los A b oga d os de B ra s il), la a b i (Asociación Brasileña de Prensa) y partidos políticos de orien tación ideológica de izqu ierd a e incluso algunos de centro, de los líderes sindicales y de diferentes iglesias, esos jó v e n e s "cara pin tada" grita ron a coro: "¡F u era C ollor!" "¡A bajo la corrupción!" "i Ética en la política!" Entre risas y lágrimas, canciones e himnos, dirigentes históricos de la o a b , de la a b i y de los sindicatos, discursos de repudio y banderas agitán­ dose en plazas y calles, los estudiantes de caras pintadas m ostraron a la nación que los años de represión, la enseñanza de nuestra historia distor­ sionada u "olvidada" por las escuelas, el m iedo que silenció a sus padres y tíos, estaban estallando, contradictoriam ente, en la vitalidad de su ju ­ ventud. Estallando en el repudio a la corrupción y en la esperanza de construir un Brasil mejor, más serio y más justo, demostraban que habían tomado para sí la fuerza política que habían tenido en los años cincuenta y sesenta. Los adolescentes, pintándose la cara a la m anera de nuestros indios, que se pintan el cuerpo para anunciar que están en guerra, estaban en realidad declarando la gu erra a la deshonestidad, a la irresponsabilidad y a la corrupción.

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40. Las ideas centrales de esta tesis de Freire fu eron elaboradas en un lenguaje nuevo, dando origen a su libro La educación como práctica de la libertad (M éxico, Siglo XXI, 1969), prim er libro publicado por él cuando, y a exiliado, residía en Chile. L a tesis en cu estión -"L a ed u ca ción y la actu a lid a d b rasileñ a"- fue escrita para concursar por el cargo de profesor catedrático en la Escuela de B ellas A rtes de la entonces U niversidad de Recife. Cuando fue aprobada en ese concurso público, que entre otras condi­ ciones exigía la preparación y aprobación de u n a tesis, obtuvo Freire el título de doctor en historia y filosofía de la educación e inm ediatam ente después, conforme a la legislación vigente en la época, el de libre docente. 41. A com ien zos de los añ os trein ta Getúlio V argas (véase la n ota 18), preocu pado p o r el estado de su bn u trición de la gran m ayoría de la p o ­ blación brasileña, quiso introducir en la dieta gen eral el uso de la soya, pu esto que y a se sab ía que ese gran o tien e m ás p roteín as que el frijol, que es tra d icio n a lm en te y h a s ta h oy el elem en to diario y p rin cip a l de nuestras comidas. Sin embargo, el paladar, que es una de las m anifestaciones culturales de un pueblo, habló m ás alto, y en parte debido a falta de com prensión real del asunto, pero segu ra y p reponderantem ente por su sabor, poco agradable para nosotros brasileños y brasileñas, la soya fue rechazada. C om o "lech e" y com o "carn e vegeta l", pero sobre todo com o su stitu to del frijol. La feijoada es el plato m ás típico y más apreciado por el pueblo brasi­ leño. Se com pone de carne de puerco de diferentes partes, saladas, ahu­ madas y embutidas, que se dejan cocer durante horas junto con los frijoles negros y la carne bovina seca, agregando a todo un buen picadillo de ajo, cebolla, cheiros verdes (hierbas frescas) y unas hojas secas de laurel, y es realm ente un plato de sabor incom parable. Fuerte, suculento y generoso com o el propio pu eblo brasileño, es un plato que se sirve con naranja, harina de mandioca, una buena cerveza bien helada y un vasito de aguar­ diente de caña. S ab oread a trad icion alm en te el m iércoles o el sábado, en m esas con muchas personas, mientras se conversa sobre el sabor de la propia feijoada y otros asuntos nacionales como el fútbol y la samba, ese plato no podía, com o tam poco y m ucho m enos puede hoy, hacerse con soya. H oy B rasil es el m ayor p rod u ctor de soya del m u ndo y tien e en ella u n a de sus m ayores fu en tes de ingresos. La produ cción se d ed ica a la fabricación de aceites comestibles y margarinas y también entra en diversas raciones para animales, tanto para consumo interno como para la expor­ tación. Pero es im posible pen sar en com er, m ucho m enos saborear, una fe i­ joada de soya.

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42. Si el "fracaso escolar" de las capas populares en general, en Brasil, es algo aterrador (véase la nota 28) dentro de los preceptos de lo que vengo llam ando ideología de la interdicción del cuerpo (véase la n ota 39 de la

Pedagogía de la esberanza) que nace de la m ism a sociedad autoritaria, discrim in ad ora y elitista que tam bién con tribu ye a perpetu ar, cuando se estudia ese fenómeno entre la población negra los hechos y sus resultados numéricos se agudizan. En Brasil casi la totalidad de la población negra pertenece a las capas populares, com o uno de los legados de la esclavocracia que heredam os del elitism o d isc-im in a d or e interdictor. Por eso entre les n egros y las negras, que padecen las interdicciones de raza y de clase, los datos de "fracasos escolares" son más resonantes. Según datos dhl Anuário estatístico do Brasil - 1992, del i b g e , el prom edio de años de estucio de las personas de 10 años de edad o más, según su color, era en 1990 de 5.7 años para las de "color blanco", de 3.4 para las de "color negro" y de 3.7 p a ra las de "color pardo" (p. 370). H oy los n egros y las n egras conscien tes de su n egritu d y a no están admitiendo esos matices de color, de modo que en realidad en 1990 unos y otros tendrían aproximadamente 3.6 años de estudios, es decir 2.1 años m en os que los cue tu vieron op ortu n id ad de asistir a la escu ela de los hom bres y las m ajeres de "color blanco". Esta discriminación, junto con otras, se traduce en fríos datos estadís­ ticos de "fracaso escolar." Llamo la aten:ión tam bién hacia el hecho de que 5.7 o 3.7 o 3.4 años de estudios no significan necesariam ente el m ismo tiempo de escolarización, porque el fenómeno de la repetición es muy elevado en Brasil (véase la nota 28). Otros datos qie dem uestran la tendencia a la exclusión de los negros y las negras de 12 esfera del conocimiento, a su aislamiento cultural, son los referentes al ,analfabetismo. Ese fenómeno es, la mayoría de las veces, anterior al "fracaso escolar", porque en esa m ayoría de las veces la pobla­ ción n egra ni siq u iera llegó a en trar a la escuela. Fue ex clu id a de ella antes de conocerla. El mismo anuario de 1992 indica que en 1990 el 80.4% de la población brasileña estaba alfabetizada, de m odo que la tasa de analfabetism o era de 19.6 por ciento. Los datos de alfabetizados y analfabetos eran, respectivamente, de 87.9 y 12.1% entre la 3oblación "blanca" (por encim a del prom edio), m ientras que entre la poklación "negra" los porcen tajes eran de 69.9 y 30.1%, y los de la población "parda" eran de 70.7 y 29.3%, indicando una vez más que el m estizaje legro-blanca o negra-blanco da cierta "superioridad" en relación con el negro y la negra, que tienen las tasas de analfabetism o más altas y las tasas de alfabetización más bajas en Brasil.

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43. Es im posible hablar del ham bre en el Inundo sin perm itir que J O S U É D E c a s t r o , m édico, sociólogo, antropólogo, escritor, ensayista, profesor universitario y geógrafo nacido en Pernambuco, Brasil, en 1908, ocupe el lu ga r que su trabajo y su p erso n a m erecen y están m ás que n u n ca reclamando. Su p rim er trabajo publicado sobre el tema, 0 problema da alimentagáo no Brasil, data de 1933. Lo siguieron m uchos otros, entre los cuales los más famosos son Geografía del hambre, de 1946, y Geopolítica del hambre, de 1952. Fue fundador y miembro de varias organizaciones internacionales relacion adas con el p rob lem a del ham bre. Fue p residen te de la f a o , la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, de 1952 a 1956. C ientífico persp icaz y alm a gen erosa, preocu pado por aqu ellos a los qu e el alim en to les está ved a d o en el m u n d o, en 1964, siendo embajador de Brasil ante los organismos de la O N U , se vio despojado de sus derechos políticos, que fu eron anu lados por el gobiern o militar. Falleció en 1973, hallándose exiliado en Francia, cuando ejercía la docen­ cia en la U niversidad de París, respetado por todo el m undo pero im po­ sibilitado de entrar en su propio país. En la C on feren cia M u n dial sobre M edio A m bien te H um ano de Estocolm o, en 1972, con plena conciencia científica y política de ciudadano del mundo, coherente con el trabajo al que dedicó casi toda su vida y con su opción de conscientizador y luchador contra el ham bre en el mundo, dijo: Es preciso considerar la degradación de la economía de los países subdesarrollados como una contaminación de su ambiente humano, causada por los abusos econó­ micos de las zonas de dominio de la economía mundial; el hambre, la miseria, los altos índices de frecuencia de enfermedades incompatibles con un mínimo de higiene, la brevedad de la duración inedia de la vida, todo eso es producto de la acción destructiva de la explotación del inundo según el modelo de la economía dominante. ...se dice que en las regiones subdesarrolladas no existe preocupación por los aspectos cualitativos de la vida, sino sólo por la posibilidad de sobrevivir, es decir por la lucha contra el hambre, contra las epidemias y contra la ignorancia gene­ ralizada. Esta posición olvida que ésos son tan sólo los síntomas de una grave enfermedad social: el subdesarrollo como producto del desarrollo. [Cf. las citas en la revista Polis, edición especial "Alternativas contra a fome", p. 31, Gobierno de Sao Paulo, sin fecha.] Josué de C astro, recon ocid o com o el m a yor estu dioso del p rob lem a del ham bre en el mundo, que aflige a dos terceras partes de la población m undial, com prendía la dificultad política de la situación: Cuando en 1943 los delegados de las Naciones Uniidas, reunidos en Hot Springs para tratar los problemas de alimentación y nutrición, firmaron un protocolo comprometiéndose a promover la elevación de los niveles de vida y de nutrición

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de sus pueblos, quizás estaban lejos de evaluar el alcance y al mismo tiempo la complejidad del compromiso que asumían. Sólo con el correr del tiempo se verificó la dificultad para estructurar una política para la rno, es decir, pala el organismo encargado de enfrentar el problema en su expresión universal. [Geopolítica da Tome, 4a. ed., Brasiliense, vol. li, p. 411.]

La agudeza de] pensam iento de Josué de Castro, ju nto con su concep­ ción política, científica y hum anística de la vida, lo llevaron a publicar, antes de cum plir 10 años, el libro Geografía del hambre, en que aborda en form a clara y lúcida el tem a del hambre, quebrantando tabúes arraigados y com p ren d ien d o el fen óm en o de la totalid ad de la v id a h u m a n a y su ambiente. Ciertam ente hablaba, se preocupaba y relacionaba el ham bre y su solución, por prim era vez en Brasil, con la cuestión de la arm onía y el equilibrio ecológicos. Del cuidado del ser humano y del medio ambiente para la supervivencia digna de ambos. No queremos decir con eso que nuestro trabajo es estrictamente una monogra­ fía geográfica del hambre, en su sentido más restringido, dejando al margen los aspectos biológicos, médicos e higiénicos del problema; sino que al encarar esos diferentes aspectos [o haremos siempre orientados por los principios fundamen­ tales de la ciencia geográfica, cuyo objetivo básico es localizar con precisión, de­ lim itar y correlacionar los fenóm enos naturales y culturales que ocurren en la superficie de la tieira. Es entre esos principios geográficos, de localización, de extensión, de causalidad, de correlación y de unidad terrestre, donde nos propo­ nem os encarar el fenómeno del hambre. En otras palabras, procuraremos realizar u n sondeo de naturaleza ecológica dentro de ese concepto tan fecundo de "eco­ logía", es decir, del estudio de las acciones y reacciones de los seres vivos ante las influencias del medio. /T b i d p. 18.]

Fue a raíz del ham bre en Brasil, que entendió com o consecuencia de la form a en que ven ía dándose el proceso político-económ ico del país: El hambre en Brasil es consecuencia, ante todo, de su pasado histórico, siempre en lucha y casi nunca en armonía con los cuadros naturales. Lucha provocada en algunos casos y por lo tanto por cu lpa de la agresividad del m edio, que inició abiertam ente las hostilidades, pero casi siempre por inhabilidad del elem ento colonizador, indiferente a todo lo que no significase una ventaja directa e inmediata para sus planes de aventura mercantil. Aventura desdoblada en ciclos sucesivos de econom ía destructiva o por lo m enos desequilibradora de la salud económ i­ ca de la nación: el del palo brasil, el de la caña de azúcar, el de la caza de indios, el de la minería, el del "cultivo nómada" del café, el de la extracción de caucho y finalmene el de la industrialización artificial basada en la ficción de las barreras aduaneras y en el régimen de inflación.

[.„i En último análisis, esta situación de desajuste económico y social fue conse­ cuencia de la ineptitud del estado político para funcionar como poder equilibrador entre los intereses privados y el interés colectivo. Incapacidad del poder político para dirigir, en moldes sensatos, la aventura de la colonización y de la organización

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social de la nacionalidad, al principio por su tenuidad y debilidad potencial frente a la fortaleza e independencia de los dueños de las tierras, los "mandamás" en sus dominios de portones trancados, indiferentes a los reglamentos y a las órdenes del gobierno que pudieran contrariar sus intereses; y últimamente, en contrastante exageración en sentido contri .rio, por el exceso centralizador del poder, que quita a las unidades regionales todos sus ingresos y todos sus derechos para depositarlos en los brazos, un tanto cortos para distribuir los beneficios, del poder central. Siempre, por lo tanto, el gobierno actuando con una concepción inadecuada del uso de la fuerza política para llevar a buen término la empresa de administrar tan extenso territorio. /i b i d pp. 216-218.] Con sus estudios traspuso los límites de Brasil, sobre todo al escribir

Geopolítica del hambre, en 1952, sobre las más diversas facetas del hambre en el mundo. La obra h a sido traducida a 25 idiom as y sirvió para esta­ blecer en gra n parte la política oficial de la f a o , aunque m odestam ente afirm aba en ella: Este libro es una pequeña contribución individual al indispensable trabajo colectivo tendiente a apresurar la maduración de esta idea -la urgente necesidad de iniciar una batalla mundial por el exterminio del hambre. [ Geopolítica dafome, 8a. ed., Brasiliense, vol. 1, p. 69.] Y agrega: El primero de nuestros objetivos es demostrar que el hambre, a pesar de que constituye un fenómeno u n ive rs a ln o traduce una imposición de la naturaleza. Estudiando el hambre en diferentes regiones de la Tierra pondremos en evidencia el hecho de que, casi siempre, no son las condiciones naturales las que colocan a los grupos humanos en situación de hambre, sino ciertos factores culturales, producto de errores y defectos graves de las organizaciones sociales enjuego. El hambre deter­ minada por la inclemencia de la naturaleza constituye un accidente excepcional, mientras que el hambre como plaga creada por el hombre constituye una condición habitual en las más diferentes regiones de la Tierra; toda tierra ocupada por el hombre ha sido transformada por él en tierra de hambre. [Ibid., p- 72; cursivas mías.] P or en cim a de todo, de los partidos políticos, de las razas, del color, del sexo, sin negar jam ás su ideología, vio el problem a del ham bre como el hum anista político que fue, sin prejuicios ci priori. ...encararemos la realidad del hambre sin prejuicios políticos, sin una idea precon­ cebida de cuál será la ideología política apta para resolver el problema. Aborda­ remos el estudio del hambre como problema humano, como el problema más agudo de toda la humanidad, y por lo tanto de todos los partidos. [Ibid., p. 71; cursivas mías.] Su más polém ica afirmación hizo tambalear la creencia elitista de Malthus y sus seguidores, cuando estudió a la luz de la ciencia de entonces

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las afirm acion es del filósofo y dem ógrafo T. D oubleday, de 1853, sobre la relación entre ham bre y m ayor reproducción hum ana (ibid., p. 238): ...punto crucial de nuestro ensayo, que es aquel en que intentaremos demostrar que no es la superpoblación lo que crea y mantiene el hambre en ciertas áreas del mundo, sino que es el hambre lo que origina la superpoblación. Esta afirmación es sin duda paradójica en apariencia, puesto que, siendo el hambre causa de muerte y de degradación, parece poco propicia para provocar el crecimiento demográfico excesivo... [Ibid., vol. t, p. 73.] Optim ista y 11er. o de confianza en los mismos hombres que crearon el hambre, afirmaba: Para combatir las teorías neomalthusianas que preconizan el control de la natalidad como única salvaciót posible para un inundo en supuesta bancarrota, echaremos mano de los actuales conocimientos de las ciencias geográficas y sociales, que ya no pueden aceptar ringún determinismo rígido de la naturaleza, en ninguna de sus formas. Admitir que la Tierra determina un límite fijo, insuperable, para el contingente humano es volver a las viejas teorías del determinismo geográfico de los tiempos de Ratze., según las cuales el medio natural hace y deshace, mientras que el hombre no paca de ser una simple pieza pasiva en el juego de la naturaleza, sin fuerza creadora, sin voluntad, sin posibilidades de escapar y de reaccionnar frente a las abrumadoras imposiciones de las fuerzas naturales. Pero eso está lo más lejos que se puece estar de la verdad de los hechos. El hombre, con su técnica creadora y su inventiva, consigue escapar de la coerción y de los límites impuestos por la naturaleza, librándose de los determinismos geográficos, que transforma en posibilismos sociales, ¡ibid., vol. I, p. 73.] Insistiendo en que el hambre es un problema político-social-económico, afirmó: Mediante el estudio del mapa mundial del hambre y el análisis de los factores que condicionan su distrbución regional quedó demostrado, en forma evidente, que el hambre colectiva es zn fenómeno de categoría social, provocado generalmente por el aprovechamiento inadecuado de las posibilidades y los recursos naturaes 0 pQr la mala distribución dé los bienes de consumo obtenidos. Frente a la evidencia de los hechos presentados y2 no es posible admitir que el hambre es un fenómeno natural, puesto que es condicionada mucho más por factores de naturaleza económica que por los de naturaleza geográfica. La verdad difícil de ocultar es que el mundo dispone de recursos suficientes para permitir e¡ uso tipos adecuados de alimentación por parte de todas las colectividades, y si hasta hoy muchos de los huéspedes de la Tierra continúan sin

participar en el banqsete es porque todas las civilizaciones, incluso la nuestra, se han estructurado y mantenido con base en una extrema desigualdad económica. ¡ I b i d vol. II, p. 383; cursivas mías.] Hizo estimaciones y cálculos que quizá hayan perdido actualidad, pero sus principios siguen siendo verdaderos. Para la lucha contra el hambre presentó soluciones técnicas y políticas:

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El primer objetivo que habrá que conquistar es, sin duda alguna, un aumento ;onsiderable de la producción mundial de alimentos. Para eso es necesario ampliar las íreas cultivadas, a través de su uso adecuado, y elevar la productividad per cápita y por midad de área. La ampliación del área de cultivo mundial es una aspiración legítima lue podrá ser lograda principalmente mediante la incorporación a la agricultura de 'xtensas zonas tropicales de suelos y de zonas subtropicales de podzols. Según Robert ;alter, esos tipos de suelos recubren cerca del 28% de la superficie de la Tierra, V sin embargo la agricultura no utiliza actualmente más del l% d e l total... La verdad es que no basta con producir alimentos echando mano a todas las técnicas disponibles; es preciso que esos alimentos puedan ser adquiridos y consumidos bor los grupos humanos que los necesiten, porque si no se procede a la adecuada distribución y expansión de los correspondientes niveles de consumo, pronto se Formarán excedentes agrícolas, creándose el grave problema de la superproducción al lado del subconsumo. De ahí la necesidad de que la política de alimentación se ocupe tanto

de la producción como de la distribución adecuada de los productos alimenticios, de ahí la necesidad de que esa política sea planeada en escala mundial. [Ibid., voi. II, p. 408; cursivas mías.]

y

...los nuevos conceptos de fertilidad, que muestran las posibilidades de renovación de los suelos, y las más recientes adquisiciones en el campo de la física nuclear y la química, que han permitido obtener la síntesis artificial de alimentos, han venido a dar la victoria a nuestra causa contra los neomalthusianos y sus profecías maca­ bras... [Prefacio del autor a la 4a. ed., voi. 1, p. 39.] Seguro de que el problema del hambre podía resolverse con la voluntad política de los hom bres, de los gobiernos y de los organism os m undiales d ed ica d o s a ese fin, a n ticip ó lo qu e h oy es claro: el co la p so del N orte destrozado por el ham bre del "Sur": La lucha contra el hambre y su posible eliminación de la faz de la Tierra no constituye por lo tanto una utopía, ni el sueño fantástico de un inundo de hadas, sino un objetivo perfectamente realizable dentro de los límites de la capacidad de los hombres y de las posibilidades de la Tierra. Lo que es necesario es proceder a un mejor ajuste de los hombres a las tierras ocupadas por ellos y una mejor distribución de los beneficios que la tierra suele brindar al hombre. En el momento actual, esa batalla contra el hambre no constituye ya una tarea de idealismo qui­ jotesco, sino una necesidad que surge del análisis frío y realista de la actual situación política y económica del inundo. Del resultado de esa batalla depende incluso la supervivencia de nuestra civilización, puesto que sólo mediante la eliminación de los focos de miseria que gangrenan nuestro

inundo será posible la economía masiva, a la que nos lanzamos con tanta avidez sin tomar en cuenta que no estábamos socialmente preparados para esa aventura económica. Sin una elevación de los niveles de vida de las poblaciones más pobres, que constituyen dos tercios de la humanidad, es imposible mantener los niveles de civilización en que vive el tercio restante. Y esto porque la civilización se basa en los altos niveles de pro­

ducción, que exigen la constante ampliación de los mercados, la cual sólo es posible mediante la incorporación a la economía mundial de los dos tercios que hoy viven al margen de ella. Así, sólo ampliando el poder adquisitivo y la capacidad de consumo

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de esos grupos marginales podrá nuestra civilización sobrevivir y prospera , dentro de su actual estructura económica y social. [Ib id v o l. II, p. 384; cursivas mías.]

Insiste Josu é de Castro en el desacierto del desequilibrio económ ico mundial: Hay ciertos tipos de explotación económica que imponen, invariablemente, niveles de productividad infrahumanos -de productividad mucho menor que las necesi­ dades mínimas de la sida-; mientras imperen esos tipos de explotación económica, el hambre continuará desafiando a nuestra civilización. La llamada economía co­ lonial, con base en la cual prosperaron las potencias industrializadas, obteniendo de las colonias materias primas a bajo precio, constituye uno de esos tipos de explotación económica incompatibles con el equilibrio económico del mundo. [Ibid., vol. ir, p. 409.] Es preciso ante todo procurar extirpar del pensamiento político contemporáneo esa errada concepción de le economía como un juego en el que siempre debe haber unos que pierden todo para que otros ganen todo. [Ibid., vol. tt. p. 385.] A firm a n d o qu e "el h a m b re y la g u e rra no o b ed ecen a n in g u n a ley natural, sino que en realidad son creaciones humanas" [ibid., vol. I, p. 59), J osu é de C astro n os in vita a la reflexión y a la hu m an ización . Así, nos propone: El camino de la supervivencia está en la decisión de enfrentar valerosamente la realidad social y superar las dificultades naturales, sin temores injustificados. [Ibid., vol. ti, p. 419.] Indicando para la concreción de esa utopía el camino dem ocrático del derecho a com er ...para mantener en el inundo principios democráticos que dignifiquen la condición humana, el mundo tendrá, antes que cualquier otra cosa, que eliminar por completo el degradante estigma del hambre. [Ibid., vol. II, p. 418.] Josu é de C astro sab ía que las élites del m undo reaccion aban con tra sus teorías y sus acciones, pero en ningún momento de su vida disminuyó su entusiasm o de luchador y su esperanza de una nueva sociedad en la que todos pu d iesen com er. Lu chó in fatigab lem en te por un m u n do sin ham brientos, un m undo realm ente democrático. Es in con ceb ib le que u n a ob ra tan im p orta n te com o la de J o su é de C astro esté agotada, y que en el m om en to en que el m u ndo vu elve los ojos hacia Biafra y Somalia y Brasil está emprendiendo la mayor campaña contra el ham bre de toda su historia, el pensam iento teórico (aunque ya no sea del todo actual) y las soluciones (éstas sí todavía actuales) señaladas por ese notable hom bre brasileño sean poco conocidas y no estén expues­

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tas en las librerías para que todos podam os tom arlas con orgullo, pero sobre todo con con fian za, p a ra la n ecesa ria con scien tización de todos sobre el terrible problem a del hambre. No p od em os olvid ar que fu e ese brasileñ o qu ien, sin tem o r alguno, desm itificó tabúes y creencias elitistas y dio categoría de conocim iento científico al problem a del ham bre. Fue pioriéro cuando puso énfasis en que ese nuevo cam po de investigación fuera considerado desde el punto de vista político, económ ico, social y ecológico. T a m b ién fue pionero al presentar soluciones viables -aunque no deseadas por los dom inadoresp a ra el p rob lem a del ham bre. Por todo eso debem os y n ecesitam os co ­ nocer el pensam iento de Josué de Castro. O tro brasileñ o tam b ién p reocu p a d o p o r el p ro b lem a del h am b re es M elhem Adas, quien publicó sobre el tem a un libro im portante que nos in teresa y nos h a ce reflex io n a r d esd e su título, igu a l q u e lo h a c ía su maestro: A forre: crise ou escándalo? Afirm ando que la f a o ha concluido desde 1974 (pero Josué de Castro lo a firm a b a d esd e 1950) q u e "la ca n tid a d d e a lim en to s d isp o n ib le es suficiente para proporcionar a todo el m undo una dieta adecuada", su b­ raya nuevam ente la certeza de que la cuestión del ham bre todavía no se "d iscu te de frente, es esca m o tea d a [...] los fa ctores políticos, sociales, económ icos y culturales son subestim ados e ignorados", y que son esos factores y no el exceso de p oblación los respon sables del ham bre en el m undo (Adas, op. cit., 14a. ed., 1988, p. 33), continuando y reafirm ando el p en sa m ien to p ion ero de J o s u é de C astro so b re ese p ro b lem a en el mundo. Didácticamente, Adas enum era los verdaderos determinantes del ham bre en la actualidad: - el contraste en la concentración del ingreso y de la tierra en el inundo subdesarrollado; - el subaprovechamiento del espacio rural por las actividades agropastoríles, mientras millones de seres humanos pasan hambre y no tienen tierras para cultivar; - la utilización de la tierra para una agricultura comercial de exportación, en detrimento de la agricultura de productos alimenticios, resultado de la división internacional de la producción realizada por las antiguas metrópolis colonialistas y mantenida hasta hoy, a través de un orden económico mundial injusto; - la injusta y antidemocrática estructura de tenencia de la tierra, marcada por la concentración de la propiedad en manos de unos pocos; - lo dificultoso del acceso a los medios de producción para los trabajadores rurales, los sin tierra y la población en general; - el avance del capitalismo en el campo, que provoca la proletarización de los trabajadores rurales; - la influencia de las transnacionales de alimentos en la producción agrícola y en los hábitos alimenticios de las poblaciones del tercer inundo; - la utilización del "agropoder" o de la "diplomacia de alimentos" como arma en las relaciones entre los países; - la canalización de grandes recursos financieros y humanos hacia la producción

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de material bélico, :nientras millones de seres humanos viven desnutridos o mueren por inanición; - el gran consumo de cereales en la alimentación de animases en los países desarrollados (60.6%), en contraste con la falta de alimentos en los paises subdesarrollados; - la relación entre la deuda externa del tercer inundo y el deterioro cada vez mayor de su nivel alimentario; - la relación entre cultura y alimentación. [Adas, ibid, pp. 33-34.] El ham bre como consecuencia de la pobreza lleva no sólo a la falta de alimentos, sino tam bién, obviamente, a un cuadro de carencias que per­ petúa, dialécticam ente, el ham bre y la pobreza. Podem os com probar esta afirm ación por medio del cuadro 28, "Salud y nutrición", del Informe sobre el desarrollo mundial - 1990. La pobreza, del que he tom ado algunos datos entre los de m ayor valor en la actualidad para m edir el hambre y sus consecuencias funestas. - Suecia y Estados Unidos, dos de los países de "altos ingresos", tienen respectivam ente 390 y 470 habitantes p or m édico (en 1984) y 100 y 70 habitantes por enferm ero (en 1984); 100 y 100% de los partos atendidos por equipo médico (en 1985) y 4 y 7% de recién nacidos de bajo peso (en 1985); 6 p o r m il y 10 p o r m il casos de m ortalid ad in fan til (en 1988), y sus poblaciones tienen la oportunidad de consumir 3 064 y 3 645 calorías par cápita (en 1986). - Para Uruguay y Argentina, dos de los países de "ingreso medio alto", los datos son: 520 y 370 habitantes por médico (en 1984); sin información y 980 habitantes por enfermero (en 1984); sin información sobre los partos atendidos por equipo médico (en 1985); 8 y 6% de recién nacidos de bajo peso (en 1985); la tasa de m ortalidad infantil es de 23 y 31 por cada mil n acidos vivos (en 1988), y 2 648 y 3 210 calorías ingeridas por d ía por persona (en 1986). - B rasil y Angola, los dos países destacados por m í com o ejem plo de los de "ingreso m edio bajo", presen tan los sigu ientes datos: 1 080 y 17 790 habitantes por médico (en 1984); 1 210 y 1 020 habitantes por enfer­ mero (en 1984); 28 y 58% de los partos atendidos por equipo m édico (en 1985); 8 y 17% d e re c ié n n a c id o s d e b a jo p eso (en 1985); la ta s a de m ortalidad infantil es de 63 y 135 por cada m il nacidos vivos (en 1988), y 2 656 y 1 880 calorías diarias por persona (en 1986). - A l m ism o tiem po M ozam bique y Etiopía, los dos prim eros países en la lista de los de "ingreso bajo", tienen respectivam ente: 37 960 y 78 970 habitantes por médico (en 1984); 5 760 y 5 400 habitantes por enfermero (en 1984); 28 y 58% de los partos atendidos por equipo médico (en 1985); 1 5 % y sin inform ación sobre los recién nacidos de bajo peso (en 1985); 139 y 135 las tasas de m ortalidad infantil por cada mil nacidos vivos (en 1988), y 1 595 y 1 749 calorías diarias por persona (en 1986). E stá com probado que la con cen tración de la riqu eza en unos pocos

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países con prom edios sum am ente generosos en la relación de m édico y enferm ero por habitante y los alim entos ingeridos por día corresponde a las altas tasas de m ortalidad infantil y las cantidades insuficientes de alimentos ingeridos por día, en promedio, por los habitantes de casi todos los p a íses e x clu id o s del p rim e r gru p o, los de "in greso s altos", los del "Norte", los "dueños del mundo". Com probado, desdichadam ente, lo que Josué de Castro denunciaba hace cincuenta años. Así, m ientras que de la lista de las econom ías de "ingresos altos" sólo J ap ón con 2 864, S in gapu r con 2 840 y H on g K on g con 2 859 calorías d ia ria s p or p erso n a in gieren m en os de las 3 000 ca loría s d ia ria s por persona que se consideran ideales, todas las economías clasificadas como de "ingresos bajos" tien en ín dices de in gestión de calorías que oscilan entre 2 630 (China) y 1 595 (Mozambique). iY eso es hambre! iY es creación de la m aldad hum ana! No de los que no com en, sino de los que hacen que dos tercios de la hum anidad pasen hambre. Sobre esa con cen tra ción o p olarización del ingreso, estrech am en te vinculada con el hambre, dice el econom ista brasileño Ladislau Dowbor: ...la polarización entre ricos y pobres alcanza en este fin de siglo una profundidad y un ritmo desconocidos en eras anteriores. Los datos del Informe sobre el desarro­ llo mundial de 1992, del Banco Mundial, indican que en 1990 somos 5 300 millo­ nes de habitantes, para un pib mundial de 22 trillones de dólares, lo que significa 4 200 dólares por habitante: el planeta ya produce ampliamente lo suficiente para todos los ciudadanos. Sin embargo, 16 trillones de esos recursos, es decir el 72%, pertenecen a 800 millones de habitantes, de los países del "Norte", que represen­ tan el 15% de la población mundial. El efecto práctico es que nuestro planeta tiene 3 000 millones de personas con un ingreso medio de 350 dólares por año por persona, menos de la mitad del salario mínimo en Brasil. El ciudadano del "Norte" dispone en promedio de 60 veces más recursos que los 3 000 millones de pobres del planeta, aunque seguramente no tiene 60 veces más hijos que educar. Es fácil comprender que esa diferencia, ya de por sí catastrófica, se ahonda; en 1990, por ejemplo, el ingreso per cápita de los pobres aumentó un 2.4%, es decir 8 dólares, mientras que el de los ricos aumentó 1.6%, correspondiente a 338 dólares. La población de los ricos aumenta 4 millones por año, mientras que la de los pobres aumenta 59 millones de habitantes por año. [Cf. "O espago do conhecimento", en IPSO, a revolugao tecnológica e os novos paradigmas da sociedade, Belo Horizonte, Oficina de Livros, 1994, pp. 116-1171 Dice además el economista, y continúo citando porque este fragmento m uestra y destaca la relación de la concentración del ingreso con la m i­ seria/ham bre, m edida ahora por la categoría educación (relación ya de­ nunciada en esta nota y tesis de Freire): El impacto de esta realidad económica en el inundo de la educación es inmediato. Los gastos mundiales en educación en 1988 fueron de 1 024 000 millones de dólares, cerca de 5.5% del producto mundial. De esos recursos, los países desa­ rrollados gastaron 898 000 millones, mientras que los subdesarrollados se limitaron

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a 126 000 millones. Como la población de los países subdesarrollados supera los 4 000 millones de habitantes, el resultado práctico es que en 1988 el gasto promedio anual por alumno fue de 2 888 dólares por alumno en los países ricos, y de 129 dólares en los países subdesarrollados, es decir 22 veces menos. [Cf. Dowbor, op. cit., p. 117. Datos tomados por él del informe: u n e s c o , Informe mundial sobre la educación - 1991, París, 1992.] Sobre la concentración de la tierra el mismo Melhem Adas ríos informa sobre datos de Am érica Latina, entre países que el Banco Mundial incluye entre los de econ om ías de "ingreso m edio bajo" e "ingreso m edio alto", pues ningún país latinoam ericano figura en la lista que prueba que esa concentración es la mayor responsable del hambre (cf. el cuadro 28, ibid, pp. 238-239): Según datos de la c e p a l , la estructura de tenencia de la tierra de América Latina al término de la década de 1970 presentaba contrastes violentos: la minoría de los propietarios rurales (1.2%) era dueña de la mayor parte del área ocupada por establecimientos rurales (70.6%), mientras que la mayoría de los propietarios (74.4%) poseía la menor parte del área ocupada (2.9%). En el caso de Guatemala, tierra de los mayas, la distribución de la tierra llegaba a ser aún más desigual: 0.1% de los propietarios detentaba el 40.8% de las tierras ocupadas, al tiempo que 88.4% de los propietarios tenían apenas 14.3% de las tierras (véase el cuadro 7). CUADRO

7

E S T R U C T U R A DE T E N E N C IA DE L A T IE R R A DE A M É R IC A L A T IN A -

Dimensiones de las propiedades

de 1 a 20 ha de 21 a 100 ha de 101 a 1 000 ha más de 1 000 ha fuente

:

1975

Porcentaje

Porcentaje del total

de establecimientos

del área ocupada por

o de propietarios

los establecimientos

74.4 18.0 6.4 1.2

2.9 6.8 19.7 70.6

cepal.

Esta situación no sólo subsiste hoy, sino que ha alcanzado nuevas pro­ porciones, contribu yendo aún m ás a m an ten er y extender el estado de pobreza, m iseria y h am b re de las p ob lacion es del tercer m undo. "Las contradicciones entre la estructura de tenencia de la tierra y el hambre van haciéndose más profundas” (Adas, op. cit., pp. 58-59; cursivas mías). Podemos concluir fácilmente que en el circuito del hambre y la miseria estaría en relación dialéctica con él la concentración del ingreso y de la tierra que determina, por parte de los segm entos dom inantes, la falta de políticas públicas para viviendas dignas, así como de médicos, hospitales y sanidad básico; de la división de la tierra por la reform a agraria, para

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la producción y distribución m ás equitativa de alim entos; de em pleos y salarios com patibles con el nivel m ínim o de vid a saludable; por último, en el circuito del ham bre y la m iseria están presentes la enferm edad y la in an ición , el an alfabetism o y las explicacion es m íticas o m ísticas para todos los fen óm en os h u m an os; la b a ja exp ecta tiva de v id a y los niños nacidos muertos o con bajo peso; las altas tasas de natalidad y la mortalidad infantil; el desempleo y la apatía; el vivir sin rumbo deam bulando por las ciudades o esperar la dádiva divina o las mercedes del señor en el campo, que la injusticia social viene distribuyendo, sin parsimonia, repito, por la alta concentración del ingreso y de la tierra, derivada, obviam ente, de la explotación económica de los países del tercer mundo por los del primero, y dentro de los países del tercer mundo, de la m ayor parte de la población por la clase dominante. No p od em os con tin u a r evad ién d on os de la realidad. Los p aíses del "Norte", antiguos colonialistas, hoy casi siem pre imperialistas, no pueden seguir culpando a los explotados y oprimidos del "Sur", ni tam poco a las élites de éstos, la elevada tasa de natalidad y la pereza o la indolencia o la inferioridad intrínseca de los africanos o sudam ericanos o asiáticos de ser la causa prim era de su hambre. Está claramente denunciado que ésas son interpretaciones ideológicas de las élites -países ricos y personas- ricas que en realidad están castigando desp iad ad am en te a los p ob res y a los p aíses del tercer m u n d o p o r las heridas de las desigualdades económ ico-sociales, éstas sí determinantes del ham bre en el mundo. Y esto es realm ente un escándalo. 44. La "Cam paña de Betinho" surgió en y del am biente que acabaría por derroca r al en ton ces p resid en te C ollor, cu an d o el "M ovim ien to p o r la Ética" se transform ó en el "M ovim iento A cción de la C iu dadan ía contra el H am bre y la M iseria y por la. Vida", dem ostrando una vez más que el pregonado escepticism o brasileño no era real. Esta cam pañ a su prapartidaria com enzó en abril de 1993, debiendo term inar cuando "sea erradicada el ham bre y la m iseria de 32 m illones de personas y no antes", según declaró el propio Betinho -H erbert José de Souza- en u n a en trevista al periódico M uito M a is (año III, núm. 15, m arzo de 1994, p. 12). O ptim ista y crítico, en esta recien te en trevista el sociólogo dice que en 1993 la miseria brasileña consiguió tener nombre, rostro, dirección. El hambre nacional, producto de una sociedad pródiga en excluir a muchos y privilegiar a pocos, invadió el horario a a a de la televisión, exhibió su cara fea incluso a los que se negaban a mirarla, se inscribió en la agenda nacional y ganó el estatus de emer­ gencia [p. 12].

N OTAS

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L a cam pan a viene conscientizando a la p oblación sobre el ham bre y la m iseria com o un problem a de toda la sociedad y no sólo c o m o u n a c u e s t ió n q u e h a d e s e r r e s u e lt a p o r lo s q u e t ie n e n h a m b r e y q u ie n e s s o n g o b ie r n o , p o d e r , e s t a d o [...] L a c a m p a ñ a s ie m p r e h a d is c u t id o l a d if e r e n c ia en tre la s a c c io n e s de e m e rg e n c ia y la s a c c io n e s e s tru ctu ra les , la n e c e s id a d de tra ta r c o n la s d o s d im e n s io n e s y d e ir p r o fu n d iz a n d o la s a c c io n e s , a m a: ¡era d e a ta c a r la s c a u s a s e s tr u c tu r a le s d e l h a m b r e y d e la m is e r ia [p. 12).

P a ra ten er u n a id ea de la cam p a ñ a p od rem os decir que ésta posee comités en 22 de los 27 estados brasileños con la "participación de todas las entidades de la sociedad civil; como sindicatos, empresas, universidades e iglesias, así com o con la colaboración de las diferentes esferas del g o ­ bierno". En pocas palabras, de abril a d iciem bre de 1993 la cam pañ a h a b ía distribuido, en la gran Sao Paulo, mil toneladas de alimentos a través de sus comités, y en la "Navidad sin hambre" (23 y 24 de diciembre) repartió 30 520 canastas conteniendo varios alimentos; en Brasilia, D.F., 50 000 fam ilias recibieron 30 toneladas de alim ento; en la ciudad de Londrina en el estado de Paraná, ciudad progresista de la zona oeste, región cono­ cida por sus tierras fértiles que exporta productos agrícolas, 13 431 familias m iserab les recibieron 470 ton elad as de alim entos; la A rqu id iócesis de Belén, en el estado de Pará, distribuyó 117 toneladas de alimentos en 20 m unicipios, 19 000 pares de zapatos y 18 toneladas de ropa; familias de Salvador, en el estado de Bahía, recibieron 100 toneladas de alim entos, las de Recife, en el estado de Pernambuco, recibieron 200 toneladas; las de Santos, en el estado de Sao Paulo, recibieron 70 toneladas, además de regalos de N avidad y canastas básicas de alim entos; el estado de Río de Janeiro distribuyó 5 000 canastas de alimentos hí;icos. La distribu ción de los alim entos se rea liza pu l casi todo el territorio brasileño a través de los com ités propios de la C am paña y de otros seg­ m entos de la sociedad civil organizada e inc liso a través de los soldados del ejército. El diez de marzo de 1994 la "Acción de a Ciudadanía contra el Hambre y la M iseria y por la Vida" entró en su segunda fase, la de la creación de nuevos empleos. La m eta persegu id a era h u m ild e en lo que con ciern e al va lo r de los salarios de los empleos que se crearían: el salario m ínim o brasileño, que hoy equivale aproxim adam ente a 65 dólares, pero la pretensión cuantita­ tiva era audaz: 9 m illones de em pleos a través de u na "acción conjunta entre el poder público y la sociedad, particularm ente en las 4 500 inten­ dencias del país, puede ser el camino concreto para realizar este objetivo. Pensar las obras públicas y todos los gastos públicos bajo la perspectiva del em p leo, d ecid ir qu e p o r lo m en os d u ra n te u n año tod o el país se m ovilizará para colocar a 9 m illones de personas en actividad. Sólo así

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será posible detener este proceso m alsano de destruir personas a través de la exclusión social más brutal de la que hayamos tenido noticia", declaró Betinho (p. 12). Realm ente los datos estadísticos de Brasil siem pre apuntan hacia una dura realidad: somos u na sociedad productora de excluidos. A p ed id o d el p ro p io H e rb e rt de S ou za, B etin h o , el i b g e elaboró el "M apa del m ercado de trabajo en B rasil" para su bsidiar los trabajos de la cam paña (publicado en la Folha de Sao Paulo, el 11 de m arzo de 1994). Algunos datos publicados son: - 5.2 millones de personas trabajan y no son remuneradas; 2.4 millones de personas se encuentran desem pleadas; 12.3 m illones de personas re­ ciben menos de un salario mínimo por mes (aproximadamente 65 dólares); 15 millones reciben entre uno y dos salarios mínimos por mes, y 5 millones ganan más de diez salarios mínimos por mes (pp. 1-15). - 64.5 m illones de personas son la población económ icam ente activa, sien d o q u e 62 m illo n es tien en a lgú n tip o de ocu p a ción ; de éstas, 31 millones no contribuyen (pp. 1-15), según lo prevé la legislación brasileña, a la Seguridad Social, y de este modo no gozan de sus beneficios, ni ahora ni luego de su jubilación. - El prom edio salarial es de 4.1 salarios m ínim os. Los estados que pagan m enos, todos del Nordeste, son: Piauí, 1.6 S.M ./m es; M aranháo, 1.7 S.M./mes, y Caerá, 1.9 S.M./mes. Los que más pagan son Sáo Paulo, 6.1 S.M ./m es; Río de Janeiro, 4.8 S.M ./m es, y Brasilia, capital federal, 8.0 S.M./mes (pp. 1-15). - 64.5% de la población trabajadora tiene p or lo m enos cuatro años de estudios (no necesariam ente cuatro años de escolaridad); 16.4% nin­ guna instrucción o menos de un año de estudios; 19.1% de 1 a 3 años de estudio; 32.9% de 4 a 7 años de estudio; 12.2% de 8 a 10 años de estudio, y 19.4% tienen l i o más años de estudio (pp. 1-16). - Trabajadores no remunerados que reciben casa y espacio para plantar y aveces pequeños beneñcios. Estados con mayores índices: Piauí, 23.3%, Paraná, 14.9%, y Santa Catarina, 19.5%. Estados con los menores índices: B rasilia (D.F.), 1.6%, Río de Janeiro, 1.2%, y Sáo Paulo, 2.6%. Regiones metropolitanas: con m ayor índice Curitiba, 3.8%, y con menor índice Sáo Paulo, 1.1 por ciento. - Los 31 millones que no contribuyen a la Seguridad Social representan el 49.9% de las personas que tienen alguna ocupación. Catorce millones, 34.7%, trabajan sin contrato laboral válido, lo que es una situación ilegal. - El 14.2% de los n iñ os entre 10 y 13 años de edad, vale decir 1.9 m illones, y a se han incorporado a la fu erza de trabajo (la C onstitución prohíbe el trabajo de menores de 14 años). En esa edad de los 10 a los 13 años, en Piauí, 28.4%, en Maranháo, 24.8%, y en Paraná, 20.1% de sus niños ya están trabajando. Los estados con menor concentración de niños trabaja­ dores son: Distrito Federal, 4.2%, Río de Janeiro, 5 .6 %, y Sáo Paulo, 7 .3 %

NOTAS

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- Diferencias salariales m edidas en la renta prom edio m ensual de sa­ larios mínimos: hom bres 4 .6 % y m ujeres 2.6%, siendo que los hombres blancos reciben el 6.3% y los hom bres negros o m ulatos reciben el 2.9%, y las mujeres blancas el 3.6% y las mujeres negras o mulatas el 1.7% del salario mínimo al mes (pp. 1-17). En la m ism a neta del periódico paulista el periodista Gilberto Dimenstein, que y a escribió algunos trabajos sobre la explotación de los menores en Brasil, señaló: La prostitución no aparece en el mapa del ibge como un empleo, pero es una de las principales ocupaciones de la menor carenciada. Datos oficiales revelan que serían cerca de 500 000 las prostitutas menores de edad, la mayoría de ellas sin ningún tipo de atención pública o privada. Una parte de ellas vive en régimen de esclavitud, prisioneras en los prostíbulos del Norte y del Nordeste, con la conni­ vencia o hasta con la participación de la policía. En las ciudades de playa se constata la industria del sexc para turistas, utilizando moteles y un esquema policial [pp. 1-171. De estos turistas, gran parte son extranjeros llegados del primer mundo, del "Norte" -Alem ania, Italia y Francia-, que llenan la región del litoral del N ord este b ra sileñ o y en tran en con tacto con estas jó v e n e s que se venden con la esperanza de días mejores, durante todo el año. Si queremos construir una sociedad realmente dem ocrática tendremos que ir matando las discriminaciones y las consecuentes discrepancias entre las clases sociales, las razas, los sexos, y entre las propias regiones brasi­ leñas, tan visibles en estos pocos datos presentados, si no queremos verlo con nuestros propios ojos en este Brasil. Entre las tareas urgentes de la construcción de la democracia brasileña están, como lo ha priorizado la campaña de Betinho, el combate al hambre y al desempleo. 45. La distribución de la renta en Brasil es terriblem ente injusta, denun­ ciando la sociedad elitista, discriminadora y autoritaria, en ñn, que excluye a la gran mayoría de la población que secularmente constituye a la sociedad brasileña. Para com probar esta inform ación sum aré a los tristes y duros datos, y a expuestos en diversas notas anteriores, otros tomados de investigacio­ nes en los textos y en las tablas del m áxim o órgano de estudio para las estadísticas brasileñas, el i b g e . El Anuário estatístico do Brasil de 1992 publicó, en la sección 2, p. 235, la "Distribución de las familias residentes en dom icilios particulares, por grupos de rendim iento familiar, según el núm ero de com ponentes y per­ sonas ocupadas - 1989-1990", cuyos resultados para 1990 fueron: en un total de 38 002 4A2 fam ilias ocupadas, 11.3% de éstas tenían un rendi­ miento m ensual fam iliar de hasta un salario mínimo,

15.3% entre uno y

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dos salarios m ínim os, 2 9.4% entre dos y cinco salarios m ínim os, 20.1% entre cinco y diez salarios m ínim os, 12.4% entre diez y vien te salarios m ínim os, 8.1% más de veinte salarios m ínim os, 2 .2 % sin rendim iento, y 1.2% sin declaración. Pues bien, si el salario m ín im o de B rasil en los ú ltim os 20 añ os h a venido oscilando entre el equivalente en moneda nacional de 50 y 80 dóla­ res mensuales, podemos deducir que estando el grupo de asalariados más privilegiado com puesto por el 8.1% de esta población com putada, éstos tenían com o rendim iento fam iliar (de fam ilias que van desde una hasta siete o m ás p erson as en su integración) prom edio entre 1 000 y 1 600 dólares m ensuales, precisando del trabajo de tres o m ás personas para obtener este rendim iento. Por la m ism a ta b la p odrem os con statar la enorm e p ob reza a la que están sujetas las familias que obtienen hasta un salario mínimo. De estas familias, el 21.5% estaban integradas por una y dos personas, siendo que 17.3% de éstas tenían apenas un integrante en actividad, y 5.1% tenían dos integrantes ocupados; 9.6% eran familias formadas por tres miembros cuya renta era obtenida por una sola persona (11.3%), por dos personas (3.9%) y por tres personas (4.0%); 6.7% eran familias de cuatro miembros cuya renta de hasta un salario m ínim o era obtenida por una persona en actividad (9.0%), por dos personas (3.2%) y por tres o más personas (3.3%); 6.5% eran familias de cinco o seis m iem bros cuya renta era obtenida por un a p erson a en actividad (10.3% ), por dos personas (4.1%) y por tres o m ás personas (3.1%), y por últim o las fam ilias de siete o m ás m iem bros con renta de h asta un salario m ínim o, que era obtenida apenas por una persona (19.3%), por dos personas (8.7%) y por tres o m ás (5.0%). De esta manera, la faja trabajadora más bajam ente rem unerada -hasta un salario mínimo- tiene en su núcleo fam iliar el índice de 19.3% de jefes de fam ilia -pudiendo ser el hom bre o la m ujer adultos, y a veces menores de 18 años- sustentando fam ilias de siete o m ás personas (Anuário estatístico do Brasil - 1992, sec. 2). Otros datos, tam bién del i b g e , que refuerzan claram ente la presencia de la con cen tración de la ren ta en B rasil son los que indican la partici­ pación en la renta nacional, en 1990. El 50% m ás pobre de la sociedad tien e el 12% de d ic h a ren ta, m ien tra s qu e el 1% m ás rico p o see u n a porción mayor, el 13.9% de la renta nacional. En 1990 el 10% más pobre de la población brasileña hacía usufructo de apenas el 0.8% de la renta nacion al, m ien tras que igu al nú m ero de b rasileñ os y de brasileñas, es d ecir el 10% m ás rico, g o za b a n del 4 8 .1 % de la m ism a ren ta n acion al (I B G E . p n a d , datos elaborados por el d i e e s e ). El Banco M undial, en su in fo rm e d e 1993, p re s e n ta la re n ta d el 10% m ás rico de la so cied a d brasileña com o del 51.3 por ciento. Todos estos datos hacen patente la extrem a pobreza de la m itad de la población brasileña, m ientras que apenas uno de cada cien de los "ciu­

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dadanos" brasileños posee y hace usufructo de todos los bienes materiales, y consecuentem ente bienes culturales, construidos para toda la sociedad brasileña, colocándonos com o el país que detenta la m ás perversa con­ centración de renta de todo el m undo. 46. B rasil tien e un sistem a dem ocrático m u y frágil. Las eleccion es y a realizadas en toda su historia son una prueba irrefutable. En la "Primera República" (1889-1930) las elecciones se caracterizaron por los fraudes, por los votos inducidos, por los votos comprados, por los vetos declarados en v o z a lta y a n ota d os p o r el fu n cion a rio, p o r la im p u g n a ció n d e los candidatos electos m al vistos por el poder, y por toda clase de trampas. De 1930 a 1945 tuvimos a G etúlio V argas otorgándose el poder por la fuerza de las armas (en 1930) o electo por el Congreso que él m anipulaba (1934) o continuando en el poder por un golpe de estado (en 1937 y hasta 1945) (véase la nota 18.) Tu vim os elecciones libres, pero no totalm ente libres, en 1945, 1950, 1955 y 1960, cuando resultaron electos el general Gaspar Dutra, Vargas, Juscelino Kubitschek y Jánio Quadros, respectivamente. Dutra gobern ó durante todo el periodo para el que fue electo (del 31 de en ero de 1946 al 31 de en ero de 1951). V a rg a s a su m ió su p rim er m a n d a to ele c to p o r el p u e b lo el 31 d e en ero d e 1951, p ero co rn o se suicidó el 24 de agosto de 1954 no lo pudo concluir, para desesperación del pueblo. Para com pletar este m andato le sucedieron el vicepresidente Café Filho, el presidente de la C ám ara de D iputados y el presidente del Sen ad o, h isto ria sin p reced en tes de in ten to s de g o lp e de la d erech a y contragolpes de los legalistas, aquéllos tratando de im pedir y éstos tra­ tando de garan tizar la tom a de p osesión del recién electo Juscelino Ku­ bitschek. Éste gobern ó del 3 de enero cíe 1956 al 31 de enero de 1961, haciendo uno de los gobiernos m ás dinám icos y dem ocráticos que haya­ mos conocido. Construyó Brasilia y transfirió la capital federal de Río de J a n e iro al B ra s il C en tra l el 21 de a b ril de 1960. Su g o b ie rn o n o hizo ningún preso político y la pren sa fue libre. Jánio Quadros, quien le sucedió en el cargo, considerado un fenómeno político, de v o c a c ió n d ictatorial, si no es q u e a u torita ria , ren u n ció al máxim o cargo de la nación luego de siete meses en el poder (31 de enero de 1961 a 25 de agosto de 1961). A su m ió el vicep resid en te electo Joáo Goulart, y a m arcado para ser destituido del poder por las fuerzas im pe­ rialistas internacionales y por los golpes militares. Gobernó del 7 de no­ viem bre de 1961 hasta el golpe del 1 de abril de 1964. Los gobiern os m ilitares se sucedieron, evidentem ente sin elecciones amplias y libres, hasta que, gracias a la apertura política posible, Tancredo Neves y J o sé S a rn ey fu eron electos p o r el C on greso N acion al el 15 de enero de 1985. Tancredo cayó gravem ente enferm o en la m adrugada del día que debía asum ir el cargo. Así, quien asum ió el cargo de presidente

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de la república fue el vicepresidente electo, según determ inaba el restrin­ gido código electoral (no obstante la gran m ovilización popular que había llevado m ultitudes a las calles exigiendo "Directas ya", esto es, elecciones directas en 1985), quien luego de la m uerte de Tancredo Neves, el 21 de abril de 1985, se convirtió efectivam ente en presidente para todo el p e­ riodo p ara el qu e h a b ían sido in d irecta m en te electos (15 de m arzo de 1985 a 15 de marzo de 1990). En 1989, al con m em o ra r u n siglo de la repú blica, la in ex p erien cia dem ocrática de los brasileños y de las brasileñas (que habían votado y sido votad as p or prim era ve z en m ayo de 1933) eligió presid en te de la república a Fernando Collor de Mello, que asumió el cargo el 15 de marzo de 1990 y al que se im pidió continu ar gobernando el 29 de septiem bre de 1992 (véanse las notas 1, 2, 20 y 31). Una vez más estamos siendo gobernados por un vicepresidente, electo por el pueblo al m ism o tiem po que el presidente depuesto, y que deberá entregar la banda presidencial al nuevo electo el 1 de enero de 1995. El sueño de las elecciones presidenciales del 3 de octubre de 1994, en una prim era ronda, y en una segunda ronda el 15 de noviem bre de 1994 si el candidato con más votos no alcanza el 50%®, ya moviliza a gran parte de la sociedad civil, como parte necesaria para el ejercicio y la constitución de un verdadero estado dem ocrático. Las prim eras elecciones también abarcarán la elección de los goberna­ d ores de los estados, de los in ten d en tes, de los d ip u ta d os fed era les y estatales, de los ediles y de los senadores. El ca n d id a to del P a rtid o de los T ra b a ja d o re s (PT) p a ra el cargo de presidente de la república, el metalúrgico Luiz Inácio "Lula" da Silva, está al fren te de las en cu esta s con u n 4 0 % de las in ten cio n es de vo to del electorado. Así, los dem ás partidos y a se m ovilizan para presentar sus candidatos y tam bién planean organizar un frente de todos los partidos de derecha y de centro para enfrentar la candidatura de Lula, el m ism o que, h a b ien d o p erd id o en la segu n d a ro n d a las eleccio n es de 1989 y contando con la decepción de la m ayoría de los 35 m illones de electores de Collor m ás sus verdaderos electores, es el nom bre m ás cotizado para go b ern a r a B rasil p or u n p eriod o de cu atro años, segú n d eterm in a la Constitución luego de la revisión que ahora se lleva a cabo.

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impreso en litogràfica tauro, s a. andrés mol ina enríquez nùm. 4428 col. viaducto piedad cp 08200 - méxico, d.f. enero de 2008