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Spanish Pages 326 Year 2016
Capitalismo Financiero y Comunicación
Capitalismo Financiero y Comunicación Francisco Sierra Caballero Francesco Maniglio (Coords.)
Capitalismo Financiero y Comunicación Francisco Sierra Caballero Francesco Maniglio (Coords.) Ciespal Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina Av. Diego de Almagro N32-133 y Andrade Marín • Quito, Ecuador Teléfonos: (593 2) 254 8011 www.ciespal.org http://ediciones.ciespal.org/ Primera edición Diciembre de 2016 Quito, Ecuador ISBN: 878-9978-55-152-3 Edición Noemí Mitter Diagramación Arturo Castañeda Vera Ediciones Ciespal, 2016 Traducción Federica Soro Gabriel Torem Los textos publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores. Reconocimiento-SinObraDerivada CC BY-ND Esta licencia permite la redistribución, comercial y no comercial, siempre y cuando la obra no se modifique y se transmita en su totalidad, reconociendo su autoría.
Contenido Introducción
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Francisco Sierra Caballero y Francesco Maniglio
Parte I. Economía del conocimiento y valorización financiera del Capital Capitalismo cognitivo y economía del conocimiento. Una perspectiva histórica y teórica
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Carlo Vercellone
Trabajo y plustrabajo en la sociedad del conocimiento. Algunas evidencias desde los procesos de financiarización de la economía
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Francesco Maniglio
Economía colaborativa y lucha de clases
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Carlo Formenti
La financiarización de la economía y la nueva estructura de la desigualdad
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Angelo Salento y Joselle Dagnes
Parte II. Comunicación, tecnología y nuevas formas de financiarización de la economía Capitalismo financiero y estado nacional de excepción. El papel de la comunicación social en la acumulación por desposesión Francisco Sierra Caballero
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Encefalización anormal en la era del aprendizaje automático
145
Matteo Pasquinelli
El papel del conocimiento en la restructuración del capitalismo: entre el neodifusionismo y la economía social del conocimiento
165
Javier Moreno Gálvez
Parte III. El poder de la comunicación para la valorización del capital financiero Think tanks y neoliberalismo
195
Núria Almiron
El papel de la Reputación Corporativa como intangible fundamental en la valoración de empresas.
221
Sonia Aránzazu Ferruz González
Medios de comunicación y crisis económicas: representación discursiva de las audiencias
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Damián Fernández Pedemonte y Felicitas Casillo
El capitalismo financiero y la cartelización mundial del fútbol a manos de tres grandes conglomerados estadounidenses 283 Marcos Dantas y Denise Maria Moura da Silva Lopes
Índice de autores
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Introducción Francisco Sierra Caballero Francesco Maniglio
Con la desvinculación del dólar del patrón oro, el sistema monetario imaginado en Bretton Woods en julio de 1944 podía considerarse muerto. En la Conferencia de Jamaica de enero de 1976, los países más importantes del mundo decidieron reemplazarlo por un nuevo modelo de gobernanza económica. A partir de este momento, hace su definitiva aparición la liberalización financiera de la economía. Como es sabido, el propósito del capital financiero es la obtención de valor para el accionista o el mayor retorno para la colocación de capitales (deuda pública, divisas, diferentes empréstitos, obligaciones, etc.), más allá de la rentabilidad empresarial –entendida esta en términos de producción clásica–. En nuestra contemporaneidad el capital financiero es el eje de la apropiación y de la concentración del valor, más que un factor de su generación. La tesis de la financiarización de la economía como característica dominante de la transformación comenzada en 1971 nos permite, en consecuencia, describir fenómenos económicos regulares, así como comprender numerosas coyunturas económico-políticas.
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A partir de ese momento, todas las reformas políticas, económicas y monetarias han estado encaminadas a garantizar esta nueva configuración económica en la que las finanzas predominan sobre el sistema productivo. En este sentido, entender la ‘financiarización de la economía como proceso’ puede responder a una visión menos determinista de la transformación en curso. Bajo esta línea, hemos propuesto una reflexión sobre los aspectos estratégicos y complejos de la comunicación en el proceso de acumulación financiera; aspectos enormemente infravalorados por las Ciencias de la Comunicación contemporáneas. El proceso de valorización financiera del capital ha transformado radicalmente el modelo hegemónico de comunicación que, ahora más que nunca, es liderado por el poder casi absoluto de un corporativismo financiero. El presente volumen tiene el propósito de analizar los aspectos y los cambios de la comunicación en relación con las transformaciones socioeconómicas, marcadas por los procesos de financiarización del capital de las últimas décadas. Lo hace indagando la ‘Comunicación, la tecnología y las nuevas formas de financiarización de la economía’. Sabemos, en efecto, que el capitalismo corporativo e informacional, desde la década de los setenta, ha explotado los mercados de tic, los flujos de bienes simbólicos –sean noticias o contratos de deuda en el corto plazo– que circulan por la infraestructura informacional en un nuevo marco de mediación social. La misma infraestructura hace circular también las transacciones financieras, la mayor parte de estas sin rastro o rescate posible. La velocidad transaccional es simultánea a la creciente difusión de estos negocios. Con esta velocidad de la información y transacciones, el uso recurrente de inside information y poder de agenda forzado para los brokers y agencias especializadas se hace una práctica recurrente. La crisis de la burbuja inmobiliaria en los eeuu ha dado muestras cabales del rol que cumplen los medios especializados en economía y finanzas globales a favor de una perspectiva centrada en el ‘mercado’ como eje central y motor de las sociedades capitalistas. La convergencia entre la supuesta crisis de la Zona Euro y la cobertura mediática, que
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la precede y acompaña, evidencia el papel de la comunicación en los intereses de los agentes económico-mundiales que participan de esta y otras construcciones premeditadas. En este proceso, la comunicación cumple al tiempo una función ambivalente de amortiguamiento o retroalimentación del proceso que aminora las tensiones sistémicas del capitalismo como herramienta de reproducción del proceso impositivo del capital financiero. Es por esto que resulta estratégico preguntarnos sobre ‘el poder de la comunicación para la valorización del capital financiero’. La clase capitalista transnacional se beneficia, en efecto, de una poderosa cola ideológica y organizativa, gracias a diversas actividades llevadas a cabo, en primer lugar, a través de advisory boards, think tanks, regulatory agencies, universidades e institutos de investigación que intervienen en la creación, organización y gestión de las nuevas agendas políticas y preparan los materiales teóricos para los círculos y las élites neo-conservadoras –que, posteriormente, debidamente vulgarizados, serán incluidos en los discursos de los medios de comunicación. Los beneficios están directamente vinculados a la explotación de los nuevos mercados, a los cambios de estructura y de tejido social. Esto no significa que algunos institutos de crédito o el capital financiero hayan tomado el control de los medios de comunicación, es que la vida y el ecosistema informativo entero ha sido objeto de captura por la racionalidad del capital rentista. Por ello empezamos este volumen indagando el desarrollo de la ‘Economía del Conocimiento y valorización financiera del capital’ como un proceso más amplio de transformaciones socioeconómicas. Transformaciones que no se constituyen en el marco de las teorías del crecimiento endógeno, sino en la formación de una economía fundada sobre el conocimiento, enmarcada y subsumida en las leyes de acumulación del capital que responden al nuevo orden financiero. De un lado, esta transformación profunda de la riqueza es el índice de un cambio en las modalidades de acumulación que han generado, como subraya Salento, una creciente desigualdad de las rentas y que coinciden con un proceso de ‘financiarización’ de la economía.
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Por otro lado, con la denominación de ‘capitalismo cognitivo’ se ha distinguido históricamente el proceso de financiarización de la economía, poniendo en relación el capital y los conocimientos. En efecto, la continua y exponencial transformación del saber en capital, o sea, en mercancía ficticia, genera un proceso-fetiche, en el cual el valor de cambio del conocimiento aumenta artificialmente pero su valor de uso social disminuye en razón de su privatización y de su escasez. Es el regreso de la fuerza de la clase rentista transnacional, que Vercellone identifica en el proceso del ‘devenir renta de la ganancia’; es decir, de una situación en la que la captura capitalista del plusvalor apunta a operar a partir de una posición parasitaria y exterior respecto a la organización del proceso de trabajo. Sin embargo, como advierte Pasquinelli, en la fase histórica que se denomina de ‘capitalismo cognitivo’ hemos asistido al cambio de las formas de subsunción al capital, con el concurso de la computación y de la inteligencia artificial que están transformando la relación entre trabajo mental y manual, ‘encefalizando’ el General Intellect en los database. Esto es, en el escenario que configura el capitalismo cognitivo, toda voluntad de construcción de alternativas democráticas es tipificada como utópica, como inviable, o directamente fuera de la ley, en función de un proceso de inversión semiótica por el cual el capital rentista aparece como única garantía de salida a la propia crisis –dado que el capital financiero apuesta sobre el futuro– y funciona como una representación general de nuestras futuras capacidades productivas comunes. En las nuevas condiciones de este capitalismo, por tanto, las clases dominantes recurren a una lógica de los silencios, estableciendo marcos normativos y constitucionales de excepción y exclusión de toda mediación democrática. Como advierte David Harvey, el capitalismo del siglo xxi parece estar tejiendo ahora una red de restricciones en las que los rentistas, los comerciantes, los magnates de los medios de comunicación y, sobre todo, los grandes financieros exprimen despiadadamente el flujo vital del capital industrial productivo, la riqueza social general, en función de sus propios intereses, recurriendo a fórmulas virtuales y físicas de extensión del terror. La pérdida de control de la política monetaria y,
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en general, el dominio del capital financiero internacional en su ofensiva de recomposición de la tasa de ganancia se ha traducido, especialmente en el propio campo de la comunicación, en la imposición de la lógica especulativa, de subasta y concentración, liquidando todo control público. No de otro modo es posible hoy el proceso de acumulación del capital. Ciertamente, la revolución digital ha liquidado, en el tiempo y en el espacio, los límites de explotación, intensificando la movilidad del capital-dinero por medio de la financiarización de la economía; pero básicamente la recomposición de las condiciones sociales existentes para la recuperación de la tasa de beneficio del capital rentista solo es posible a partir de las contrarreformas por las que las políticas públicas de mediación autoritarias –basadas en el principio de gobernanza y excepcionalidad– hacen posible la expropiación de la riqueza y la contención de las demandas sociales. Por todo ello, en Ciespal nos parece pertinente repensar los núcleos concretos correlativos a la dinámica financiera y el papel que posee la información como vector de acumulación especulativa en los procesos que hoy tienen lugar con la desposesión del capital. El libro que tiene el lector en su manos es apenas un aporte colectivo a la discusión y al estudio en un ámbito que como decimos, es poco o nada analizado, aún considerando la conocida sobredeterminación que viene observándose en el sistema de medios. Agradecemos a cada uno de los autores su compromiso con esta agenda, y a la comunidad Ciespal su apoyo para repensar una contradictoria y decisiva relación que, en los tiempos de la cultura Panamá Papers, debe ser develada para una comprensión cabal de los procesos que tienen lugar en nuestras democracias hipermediatizadas. Quito, 6 de diciembre de 2016.
PARTE I Economía del conocimiento y valorización financiera del Capital
Capitalismo cognitivo y economía del conocimiento. Una perspectiva histórica y teórica1 Carlo Vercellone
El objetivo de este trabajo es el de abordar, en un cuadro teórico neo-obrerista, una introducción a las tesis del capitalismo cognitivo. En primer lugar porque queremos aclarar los fundamentos metodológicos de un análisis que se propone como una relectura de la economía del conocimiento desde el antagonismo capital-trabajo para caracterizar el sentido y las transformaciones del capitalismo contemporáneo; en segundo lugar, queremos eliminar de une fois pour toutes el debate surgido a partir de algunos malentendidos que la expresión “capitalismo cognitivo” haya podido causar en las lecturas superficiales de esta tesis, 1 El texto de este artículo es una versión ampliamente actualizada de la conferencia efectuada en julio 2013 a la Universidad de San Martín Buenos Aires, en el marco del seminario organizado por Verónica Gago. Una primera versión titulada “releer la economía del conocimiento desde el antagonismo capital-trabajo” fue publicada por la revista online Tesis 11 en Abril de 2014 con la traducción de Ignacio Paz, a quien agradezco.
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hasta asimilarla como un abandono de los fundamentos marxistas de la teoría del valor y/o como el principio de un nuevo capitalismo, en el cual el trabajo cognitivo se habría por fin liberado de la explotación.2 Desde esa perspectiva, este trabajo se articulará en dos partes. En la primera nos proponemos presentar sintéticamente los conceptos fundamentales y la especificidad del programa de investigación en torno a la tesis del capitalismo cognitivo respecto de otras interpretaciones del nuevo capitalismo –que hacen referencia, por ejemplo, al concepto de economía fundada sobre el conocimiento o al concepto de revolución informática. La segunda parte estará dedicada a la puesta en perspectiva histórica de las transformaciones de la relación capital-trabajo, que se han ido sucediendo desde el capitalismo mercantilista hasta el capitalismo cognitivo, a través de la crisis del fordismo. En este cuadro, intentaremos poner en evidencia la contradicción profunda que opone la lógica del capitalismo cognitivo y financiarizado, de un lado, y las condiciones para el desarrollo de una economía social fundada sobre el conocimiento, de otro. Esta contradicción es complementaria a un regreso de fuerza de la renta, tal y como hemos identificado con la tendencia del becoming rent of profit (Vercellone, 2008), o sea, de una situación en la que la captura capitalista del plusvalor apunta, cada vez más, a operar a partir de una posición parasitaria y exterior respecto a la organización del proceso de trabajo.
De la crítica de las teorías de una economía fundada sobre el conocimiento a la tesis del capitalismo cognitivo A partir de la crisis del fordismo, en los años sesenta, el capitalismo ha entrado en una fase de transformación mayor. Una fase dentro de la cual se encuentra el crecimiento en potencia del rol del conocimiento y de 2 Ejemplos especialmente caricaturescos son los propuestos por Husson (2003) y Pouch (2004).
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la dimensión cognitiva del trabajo. No obstante, el rol clave del conocimiento en la dinámica histórica del capitalismo, del crecimiento y de la crisis, no es, como tal, una novedad histórica. La cuestión que aparece es entonces, y sobre todo, cuáles son sus relaciones con las transformaciones de la producción y la regulación de la relación salarial, donde con este concepto entendemos las condiciones de puesta en marcha de la fuerza de trabajo y la extracción de plusvalía. Quisiéramos de inmediato subrayar la divergencia que, tanto en el plano teórico y metodológico, como en el del análisis concreto, opone el concepto de capitalismo cognitivo y el concepto de una economía basada en el conocimiento, como por ejemplo es identificable en la aproximación de la ocse (1996, 2003). Los principales teóricos de la economía del conocimiento (Arrow, 1962; Foray, 2000 y 2009; Howitt, 1996 y 2004; Mokyr, 2002; Nelson & Winter, 1982; Nonaka & Takeuchi, 1997) no tienen nunca en consideración la relación conflictiva capital-trabajo y, en particular, el conflicto del saber y el poder, que estructura las transformaciones de la división del trabajo. Sobre esta premisa, el desarrollo de una economía basada sobre el conocimiento es explicada esencialmente, como un cambio de la amplitud del fenómeno del conocimiento en la economía, como una especie de paso hegeliano desde la cantidad a la calidad (Kendrick, 1994; Foray, 2000). Más concretamente, en estas aproximaciones verificamos un fuerte determinismo tecnológico fundado sobre el rol motor de las tecnologías de la información, de las comunicaciones y de las industrias intensivas en ciencia y tecnología, en el sentido de Machlup (1962) y de Pavitt (1984). Esta visión reduccionista es coherente con la propuesta de indicadores extremadamente discutibles, como las licencias y patentes consideradas erróneamente como una medida atendible de la eficiencia de una economía basada en el conocimiento, en función del grado de mercantilización del saber; mientras que existe a menudo una relación
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contradictoria entre la producción social del conocimiento y la dinámica de innovación, por un lado, y el nivel de su privatización, por otro.3 Notamos, ademas, que estos indicadores se enfatizan, al mismo tiempo que son ignorados otros indicadores que, como veremos, son centrales para una economía fundada en el conocimiento. Nos referimos, por ejemplo, al rol estratégico desempeñado por las instituciones de servicios públicos del welfare state (estado de bienestar) en la génesis y en la reproducción de una economía basada en el conocimiento (Monnier & Vercellone, 2010). Uno de los límites metodológicos mayores de las aproximaciones del mainstream es el de olvidar que el sentido y la puesta en marcha de la coyuntura histórica actual no consiste en la simple instauración de una economía basada en el conocimiento, sino en una economía basada en el conocimiento sometida y encuadrada en las formas institucionales y estructurales de la lógica de acumulación capitalista. Algo muy distinto. Uno de los ejes del programa de investigación en torno a las tesis del capitalismo cognitivo es, de hecho, la crítica radical de las teorías económicas de una economía basada en el conocimiento. Nuestra perspectiva se traduce en una doble reversión respecto a estas aproximaciones: en el plano conceptual y en el plano metodológico. La primera reversión, en el plano conceptual, puede ser explicada del siguiente modo: la noción incolora de una economía basada en el conocimiento, similar a la noción de mercado (por no hablar de capitalismo), es remplazada por la de capitalismo cognitivo. El concepto de capitalismo cognitivo se propone, de hecho, poner en evidencia la dimensión histórica y la dialéctica conceptual entre los dos términos que componen este concepto : ‘capitalismo’ y ‘cognitivo’. El término capitalismo designa, entonces, la permanencia en los cambios de las variables fundamentales del modo de producción capi3 Como ponen en evidencia tanto los estudios históricos globales como los análisis sectoriales más recientes, llevados a cabo, además, por economistas de diferentes escuelas de pensamiento que incluyen, por ejemplo: Boldrin & Levine, 2008; Mansfield, 1986; Bessen & Maskin, 2000; Mirowski, 2011; Lallement, 2008; Shiva, 2002; Vercellone et al., 2015).
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talista –en particular, el papel motriz de la ganancia y la tendencia a transformar el conjunto de los bienes en capital y mercancías ficticias. El término cognitivo se propone, en cambio, poner en evidencia la nueva naturaleza del trabajo y de las fuentes del valor y del plusvalor, de las formas de propiedad y de las relaciones de explotación sobre las cuales se apoya, hoy, la acumulación del capital. El concepto de capitalismo cognitivo pretende, entonces también, caracterizar los conflictos y la nueva naturaleza de las contradicciones que esta transformación genera. Esto tanto en el plano de la organización del trabajo, como del antagonismo cada vez más marcado entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. En este sentido, quisiera precisar, de inmediato, un punto importante. Contrariamente a cuanto puede sugerir a primera vista la expresión ‘capitalismo cognitivo’, el término ‘cognitivo’ no es un adjetivo de ‘capitalismo’. Hace referencia, en cambio, a la dimensión cada vez más inmaterial y cognitiva del trabajo y de su producto; del cual intenta apropiarse el capitalismo cognitivo. La segunda reversión se sitúa en el plano metodológico. La aproximación del capitalismo cognitivo hace, en cierto sentido, redescender el conocimiento del mundo imaginario y pacífico de la teoría económica a aquel de la dinámica histórica concreta de las relaciones conflictuales del saber y del poder que estructuran las transformaciones históricas de la relación capital-trabajo4. Para comprender mejor esta aproximación es importante recordar una enseñanza, en nuestro criterio esencial, que nos dejara Karl Marx, relacionada a la naturaleza del trabajo vivo. Hago referencia al modo en el cual el trabajo, en cuanto actividad cognitiva, en cuanto potencia conjugada del pensamiento y la acción, es, en ciertos aspectos, la esencia misma de la humanidad. Esto es lo que lo diferen-
4 Desde este punto de vista, vale la pena tener en cuenta la fuerte sinergia que existe entre la inspiración marxista del enfoque obrerista y la análisis de Foucault sobre poder-saber y “de las luchas que lo atraviesan y de las cuales está compuesto, que determinan las formas y los posibles campos del conocimiento” (Foucault, 1975, p. 8).
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cia de todos los otros seres vivientes.5 En esta óptica un punto teórico esencial nos parece ser el siguiente: si la dimensión cognitiva intelectual del trabajo es entonces la esencia misma de la actividad humana, esta conciencia y esta dimensión cognitiva del trabajo son las que pueden revelarse como un obstáculo al control capitalista del proceso de producción, y por lo tanto al proceso de acumulación. En particular, la captura del conocimiento y el savoir faire por el trabajo pueden ser, para el capital, la fuente de una incerteza estructural relacionada con la ejecución del contrato de trabajo. La compraventa de la fuerza de trabajo –es decir, el contrato de trabajo– se relaciona con la puesta a disposición por parte del trabajador de una cantidad de tiempo, y no sobre trabajo efectivo de los asalariados. El concepto marxista ligado a este ‘hiato’ entre la fuerza de trabajo y el trabajo, entre el conocimiento y su puesta en marcha efectiva al servicio del capital y de las empresas, se encuentra –en nuestra opinión– en el origen de aquello que la teoría económica estándar llama “el problema relativo al carácter incompleto del contrato de trabajo”. Simplificando al máximo, es útil entonces ver como teóricamente existen dos soluciones posibles y opuestas a este dilema del capital. La primera solución –que encontrará, en cierto sentido, una concreción en el taylorismo– consiste en hacer pasar el control del conocimiento productivo en las manos del capital, expropiando a los trabajadores de sus saberes y prescribiendo de un modo preciso las diferentes tareas en tiempos y modos operativos. La subjetividad del trabajo está, en este caso, negada y separada del propio trabajador. La segunda solución consiste en aceptar la dimensión cognitiva y, por lo tanto, la autonomía de los trabajadores, lo que implica no ya prescribir el trabajo sino, en cierto sentido, prescribir la subjetividad misma de los trabajadores, con el fin de que pongan voluntariamente sus respectivos saberes al servicio de la empresa y del capital. Volveremos 5 Sobre este punto véase en particular el capítulo siete del libro I de El Capital, donde Marx desarrolla la famosa metáfora de la abeja y el arquitecto.
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a este punto crucial del análisis en el pasaje del fordismo al capitalismo cognitivo y en el de la hegemonía de una división técnica a una división cognitiva del trabajo. De cualquier modo, podemos comprender desde ahora, la puesta en marcha central que atraviesa toda la historia del capitalismo. Puesta en marcha representada por las relaciones del saber y del poder, que se anudan en torno a las transformaciones sociales de la producción. Esto es así por dos razones principales. La primera razón es la siguiente: aquellos que controlan los saberes productivos, codificados o tácitos, pueden entonces determinar, en parte, la calidad y la intensidad del trabajo. Subrayamos también, en este sentido, que la noción de conocimiento tácito no debe ser entendida únicamente en el sentido que le otorgó Michael Polany (1966) –o sea, el hecho de que sabemos siempre más de lo que estamos en condiciones de expresar–; debe ser entendida además como un conocimiento tácito deliberado, que se despliega en el cuadro de la divergencia de intereses que oponen al capital y al trabajo, como reconoce explícitamente Taylor (1911), situando esta cuestión en el centro de sus reflexiones. La segunda razón, en ciertos aspectos todavía más importante, es que aquellos que controlan el saber productivo –eso que Marx llama “la potencia intelectual de la producción”– pueden incluso aspirar a gestionar la producción. Es decir, definir no solo la organización de la producción, sino también determinar el sentido y la finalidad misma de esta producción, respondiendo de esta manera a la cuestión fundamental de la economía política, es decir, cómo producir? ¿Qué producir ¿Para quién producir? ¿Para satisfacer qué necesidades? ¿De qué manera? ¿A través de qué sistema de distribución de la riqueza? Subrayamos que el concepto de explotación no se reduce solamente a la extracción de plusvalor. Designa además, y sobre todo, la ‘alienación’ del trabajo respecto al sentido y la finalidad de su actividad y a la ausencia de democracia en la organización de la producción y de su finalidad. Esta dinámica conflictiva entonces, con relación al control de la potencia intelectual de la producción, explica por qué el desarrollo de la división
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capitalista del trabajo –en particular a partir de la primera revolución industrial– ha consistido en tratar de negar la dimensión cognitiva del trabajo y revertirla, transformarla en su contrario; es decir, transformarla en una actividad mecánica, repetitiva, impersonal –el célebre travail sans phrase–6 y totalmente subordinada o subsumida como esencia incorporada al capital fijo. Tenemos aquí la tendencia que Marx describe como el paso de la ‘subsunción formal’ a la ‘subsunción real’ del trabajo al capital. Paso que se traduce en una forma particular de desarrollo del capital (constante y fijo) y del conocimiento. No obstante, esta tendencia –que encontrará, en muchos aspectos, una especie de concreción en el modelo de crecimiento fordista– siempre se considerará incompleta e imperfecta. De hecho, un nuevo tipo de saber tenderá incesantemente a reconstituirse al nivel más elevado del desarrollo y de la división técnica y social del trabajo, como muestra el fuerte retorno de la dimensión cognitiva del trabajo tras la crisis del fordismo. A este propósito, el propio Marx había identificado en la subsunción real la exaperación de los conflictos, en lo que concierne a las relaciones saber/poder y al control de las ‘potencias intelectuales de la produción’. En particular, en el famoso pasaje del primer libro del Capital, Marx afirmaba que el desarrollo de la maquinaria moderna “convierte en cuestión de vida o muerte el sustituir esa monstruosidad de que se mantenga en reserva una miserable población obrera, pronta para satisfacer las variables necesidades de explotación que experimenta el capital, por la disponibilidad absoluta del hombre para cumplir las variables exigencias laborales, remplazar al individuo parcial, al mero portador de una función social de detalle, por el individuo totalmente desarrollado, para el cual las diversas funciones sociales son modos alternativos de ponerse en actividad” (Marx, 1965, p. 201). Encontramos aquí un aspec6 Marx en Miseria de la Filosofía usa esta expresión para referirse a la tendencia del capitalismo industrial a convertir el trabajo en cada vez más abstracto. No solo en su forma mercantil, sino en su contenido. Y ello hasta convertirlo solo en un gasto de energía medido en unidades de trabajo simple no calificado.
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to clave (desde el punto de vista de la sujetividad del trabajo vivo) de la hipótesis del general intellect y de la crisis de la ley del valor desarrollada por Marx en el “Fragmento sobre las máquinas” de los Grundrisse (Vercellone, 2007).
Del capitalismo mercantil al capitalismo cognitivo: el saber y la metamorfosis de la relación capital/trabajo desde la subsunción formal hasta el general intellect Sobre esta base, pasamos a la segunda parte, dedicada a poner en perspectiva histórica y teórica las transformaciones de la relación capital/ trabajo que han tenido lugar a través de diferentes etapas, a través de distintos sistemas históricos de acumulación, desde el capitalismo mercantil hasta la transición al capitalismo cognitivo y financiarizado. Con este propósito queremos precisar, en el plano teórico, que la elaboración de la tesis del capitalismo cognitivo combina la contribución de Marx con la tesis de Fernando Braudel (1979), autor de Civilizacion material, economía y capitalismo. Según este autor, el capitalismo es una vieja historia, una historia que precede e incluso va más allá de la revolución industrial y el capitalismo industrial, y que puede entonces articularse en formas muy diversas de captación de plusvalor y de dominio de la sociedad y del trabajo. En síntesis, articulando el enfoque de Braudel y el de Marx, identificamos en la larga dinámica del capitalismo y de la relación capital/ trabajo tres principales etapas de su desarrollo en cuanto a la división del trabajo y a la regulación de la relación saber/poder. Estas diferentes etapas están calificadas a través de la noción de ‘sistema histórico de acumulación’.7
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Para una definición teórica mas compleja de este concepto ver Vercellone, 2011.
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Los sistemas históricos de acumulación del capitalismo mercantil y del capitalismo industrial: algunos hechos estilizados La primera etapa es aquella del capitalismo mercantil y pre-industrial. Se funda sobre los modelos productivos de putting out system, de la manufactura dispersa y de la concentrada; es extremadamente interesante notar cómo esta fase presenta analogías significativas con la coyuntura histórica actual. En particular, la sumisión del trabajo al capital era entonces formal, en cuanto no se basaba todavía en una dominación fundada en el saber. La relación capital/trabajo estaba aún caracterizada por la hegemonía del conocimiento tácito y del saber de los artesanos y de los obreros de oficio. Esta hegemonía va significativamente de la mano de la preponderancia de los mecanismos mercantiles y financieros de acumulación, situados fuera de la organización directa de la producción. La segunda etapa es la del capitalismo industrial. Esta se desarrolla en el cuadro de la primera pero, sobre todo, en el de la revolución científica de la segunda revolución industrial, entre fines del siglo xix e inicios del xx, cuando la formación de las grandes empresas va acompañada de otras dos transformaciones mayores: la primera corresponde a la constitución de laboratorios de investigación, al desarrollo de las grandes empresas y a la puesta a punto de un paradigma lineal de programación de las innovaciones. La segunda, al desarrollo de las normas fordistas de organización de la producción en masa, fundadas sobre la asociación de los principios tayloristas de la organización del trabajo, así llamada científica y de los principios de la mecanización centrados sobre la cadena de montaje. Este proceso corresponde, como se ha dicho, al despliegue de la lógica de la subsunción real del trabajo al capital y a un sendero bien preciso de la economía del conocimiento, que encuentra, bajo muchos aspectos, su cumplimiento en el modelo fordista.
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Simplificando, recordamos cuatro tramos principales de esta configuración: en primer lugar, la tendencia a la polarización social del saber que se encarna en una separación cada vez más estrecha entre trabajo de concepción y trabajo de ejecución –como en la empresa fordista–; en segundo lugar, la centralidad del trabajo material sometido a las normas tayloristas de extracción de plusvalor y de expropiación del saber obrero; en tercer lugar, la hegemonía de los saberes incorporados en el capital constante y en la organización y conducción de las empresas respecto a los saberes movilizados e incorporados en el trabajo vivo; por último, el capital material representa, en este contexto, al mismo tiempo la forma principal de la propiedad y del progreso técnico, es decir, del conocimiento aplicado a la producción.
La crisis del fordismo y la génesis del capitalismo cognitivo La tercera etapa es aquella que nos conduce del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo, a través de la crisis del modelo fordista. La crisis del modelo fordista –y, con ella, la crisis actual que muestra su carácter, todavía en gran parte por resolver– corresponde de hecho, en nuestra opinión, a un nivel superior de gran crisis, respecto a las grandes crisis que han caracterizado y articulado la historia del capitalismo industrial. La razón se encuentra en el modo en que la crisis del fordismo ha correspondido a la puesta en tela de juicio de ciertas constantes estructurales del propio capitalismo industrial, en cuanto ‘sistema histórico de acumulación’, y ha determinado, en particular y al mismo tiempo, una crisis tendencial de la lógica de la ‘subsunción real’ del proceso de trabajo al capital (Vercellone, 2011). Esta dimensión de la subsunción es expresión de los conflictos políticos y sociales generados en la organización científica del trabajo y que han llevado a la formación de una intelectualidad difusa. Tenemos aquí la apertura de una fase histórica completamente nueva de la relación
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capital/trabajo y al rol del conocimiento en la economía. Fase caracterizada por dos rupturas mayores, estrechamente entrecruzadas. La primera ruptura se relaciona con el agotamiento progresivo de la esfera de las necesidades que el capitalismo puede satisfacer a través de la producción y el consumo de mercancías materiales destinadas al mercado privado de las familias. Esto se debe a los avances y desarrollo de la producción y del consumo colectivo, en particular, la producción del hombre para el hombre y de los ‘bienes informacionales’ que tienen una doble cualidad: están en la base de una economía fundada sobre el conocimiento, a la vez que su gestión eficaz es incompatible con la racionalidad de la ley del valor. Volveremos pronto sobre este punto crucial que es incluso uno de los aspectos del ‘devenir de la ganancia en renta’. La segunda ruptura está representada por el potente retorno de la dimensión cognitiva del trabajo, que se encarna en la constitución de una inteligencia colectiva. El hecho esencial de esta mutación se encuentra en la afirmación, tanto al nivel de las empresas como de la sociedad, de una nueva preponderancia cualitativa de los saberes vivos, incorporados y movilizados por el trabajo, respecto a los saberes muertos incorporados en el capital constante y en la organización y administración gerencial de la empresa. Sin embargo, es en la afirmación de la hegemonía del saber vivo del trabajo respecto al saber muerto del capital donde se encuentra, en nuestra opinión, la osamenta central de la hipótesis del capitalismo cognitivo –y esto según una aproximación opuesta a la interpretación que hace del saber un factor de producción independiente del capital y del trabajo. Resaltamos que uno de los elementos centrales de la transformación de la cualidad de la fuerza de trabajo y, al mismo tiempo, de las normas de producción y de consumo, se encuentra en la dinámica conflictual que, entre fines de los sesenta y los setenta ha inducido una formidable expansión del salario social (jubilaciones, subsidios para el desempleo, etc.) y de los servicios colectivos del welfare (salud, formación, educación e investigación), más allá de la compatibilidad del fordismo
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y de la lógica mercantil del capital. Esta evolución ha sido a menudo interpretada como un simple factor de crisis del modelo de crecimiento fordista, ligada al aumento de los costos sociales de reproducción de la fuerza de trabajo (Aglietta, 1976). Al contrario, nosotros podemos afirmar hoy, a posteriori, que los servicios colectivos del welfare y la intelectualidad difusa han condicionado esencialmente el desarrollo de una economía fundada sobre el conocimiento y el rol clave de la producción del hombre para el hombre (Vercellone, 2007 y 2013a). Volveremos sobre este aspecto, pero primero es necesario precisar otros dos puntos claves, con el fin de desentrañar de manera adecuada la génesis y la naturaleza del nuevo capitalismo. El primer punto es que el factor primordial del despegue de una economía basada en el conocimiento se encuentra en la potencia del trabajo vivo, o sea, en los factores que han conducido a la formación de una intelectualidad difundida. En suma, las bases de una economía fundada sobre el conocimiento preceden y se oponen, tanto desde un punto de vista lógico, como de un punto de visto histórico, a la formación del capitalismo cognitivo. El capitalismo cognitivo es, en este sentido, el resultado de un proceso de reestructuración del capital, a través del cual este último intenta absorber y someter, a menudo de forma parasitaria, las condiciones colectivas de la producción de conocimientos. Esta lógica genera, paralelamente, escasez y despilfarro de recursos, sofocando el potencial de emancipación inscrito en una economía construida sobre el conocimiento, o en aquella que Marx ha llamado la sociedad del general intellect. Del concepto de capitalismo cognitivo podemos, pues, formular una primera aproximación: se trata de un nuevo ‘sistema histórico de acumulación’, en el cual el valor productivo del trabajo intelectual e inmaterial deviene dominante. En este cuadro, una parte creciente de la producción no se apoya sobre mercancías estandarizadas destinadas al consumo individual, sino sobre producciones y consumos colectivos materiales e inmateriales que
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aseguran la reproducción de una economía basada en el conocimiento, escapando, en gran parte, a la racionalidad económica del capital. La puesta en marcha de la valorización del capital y de las formas de propiedad se apoya directamente sobre las privatizaciones de estas condiciones colectivas y sobre la transformación del conocimiento mismo en una mercancía y en un capital ficticio (Negri & Vercellone, 2008; Vercellone, 2011). El segundo punto es que, contrariamente a la teoría en términos de revolución informática (Castells, 2002), el elemento primordial de la mutación actual del trabajo no puede ser explicado como un determinismo tecnológico fundado sobre el rol casi exclusivo de la tecnología de la información y de la comunicación. Ciertamente –vemos de inmediato–, no se trata de negar de ningún modo el rol clave de las tic (tecnologías de la información y la comunicación) en el desarrollo del capitalismo cognitivo; es, de hecho, indiscutible que las tic han permitido una formidable disminución de los costos y de los tiempos necesarios para la circulación de la información y del conocimiento codificado. Al mismo tiempo, la computadora se presenta como un bien de consumo y un instrumento universal de producción, y contribuye a la ruptura de la distinción tradicional entre trabajo y no trabajo, propia del capitalismo industrial, pero –es necesario subrayar– con efectos extremadamente ambivalentes. Por una parte, las tic pueden favorecer un control total y una puesta al servicio del trabajo del conjunto de los tiempos de vida de los trabajadores, conduciendo a un aumento de la explotación en forma de un crecimiento de la plusvalía absoluta; lo que, por ejemplo en Francia, se constata con el extensión del tiempo efectivo de trabajo de una gran parte de los trabajadores cognitivos (Chenu & Herpin, 2002; Lesnard, L. & De Saint Pol, Th., 2008). Por otra parte, las tic pueden, en cambio, favorecer –como en el modelo de los commons del conocimiento y del free software–, un papel importante en el desarrollo de formas horizontales de subdivision del
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trabajo y de creación del saber alternativas del mercado, así como a la jerarquía como forma de coordinación de la producción. Pero, también en este caso, la existencia de una intelectualidad difusa –y no las tic– es el el principio que explica el desarrollo intensivo de las comunidades productivas en conocimiento, capaces de llevar el conflicto hasta el territorio mismo del desarrollo tecnológico, como oposición a las lógicas de enclosure del saber en el capitalismo cognitivo. Toda la historia de la revolución informática es, en efecto, una ilustración de este aspecto estratégico. Desde la idea del personal computer, hasta los protocolos de internet –Tim Berners Lee en el dominio público–, y al blockchain –sin olvidar la innovación jurídica del copyleft–, la naturaleza abierta de las tecnologías informáticas y de los protocolos de la web es, en cierta medida, esencial para la consecución de la construcción social del común, en contraste con la lógica estadual y con aquella propietaria de los grandes oligopolios de las tic. De cualquier manera, las teorías de la revolución informática olvidan un elemento esencial: las tic no pueden desarrollarse y funcionar correctamente más que gracias a un saber vivo, capaz de ponerlas en marcha –dado que es el conocimiento quien gobierna el tratamiento de la información, información que, de otra manera, se convertiría en un recurso estéril, como lo es el capital sin el trabajo.
Capitalismo cognitivo, finanzas y economía fundadas sobre el conocimiento: una relación contradictoria En síntesis, tres evoluciones principales permiten ilustrar al mismo tiempo la importancia de la transformación actual de la relación capital-trabajo y la contradicción entre la lógica del capitalismo cognitivo y las condiciones de reproducción y desarrollo de una economía fundada sobre el conocimiento.
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El otro lado de la centralidad del capital denominado ‘inmaterial’: las instituciones del Welfare-State y el capital ficticio La primera evolución se refiere a la interpretación de un hecho estilizado, a menudo evocado por la teoría de una economía fundada sobre el conocimiento. Hago referencia a la dinámica histórica a través de la cual, a un nivel macroeconómico, la parte del capital intangible (investigación y desarrollo, pero sobre todo instrucción, formación, sanidad) ha superado, a partir de la mitad de los setenta en eeuu y un poco más tarde en Europa, a la parte del capital material en el stock real de capital y habría de transformarse, entonces, en el factor principal del crecimiento (Kendrick, 1994; Foray, 2000). Concretamente, la interpretación de esta evolución tiene tres significados principales, estrechamente articulados, pero sistemáticamente ocultados por la teoría mainstream. El primer significado es que la tendencia al crecimiento de la parte del capital, así llamado, intangible está estrechamente conectada a la formación de lo que podemos denominar una intelectualidad difusa o una inteligencia colectiva. Y es esta última la que explica la parte más significativa del aumento del llamado capital intangible. El segundo significado es que el capital intangible está, pues, incorporado esencialmente en los hombres, en su fuerza de trabajo, y corresponde a su cualidad intelectual y creadora, incorporada por el trabajo y no por el capital. De lo cual se extrae que el concepto de capital inmaterial es, en gran parte, un síntoma de la crisis misma de la categoría de capital constante, tal y como esta se había afirmado con el capitalismo industrial. En donde C, el capital constante, se presentaba, como había demostrado Marx, como un trabajo muerto –cristalizado en las máquinas– que imponía su dominio al trabajo vivo. Vemos que esta dimensión es también importante para comprender algunas de las causas principales del origen del proceso de financiarización y del comienzo de la crisis actual. La noción de capital inmaterial, de hecho, corresponde, bajo muchos puntos de vista, a un verdadero oxímoron (es decir, la unión de dos términos contradictorios). ¿Por qué? Pues, pese a las distintas versiones de las categorías ‘capital intelectual’
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o ‘capital intangible’ introducidas, tal capital inmaterial corresponde principalmente a la inteligencia colectiva. Es decir, a aquello que, en palabras de Tronti (1966), podríamos llamar el trabajo vivo como “opuesto” al capital, es decir, como “no capital”. Dicho capital escapa, por tanto, a cualquier medición objetiva, a diferencia del capital material. Por otra parte, a partir de los ochenta ha conocido un crecimiento impresionante en lo que concierne a los valores de mercado de las acciones de estas corporaciones. Se calcula que parte de los assets immateriales, en la capitalización bursátil de las 500 principales empresas de eeuu, han incrementado su valor de un 15% a un 85% entre 1975 y 20058 (gráfico 1).9 Gráfico 1: Activos inmateriales por sector de actividad
8 Hay que subrayar cómo con el concepto de capital intangible se entiende aquí un sentido más amplio y menos preciso que la definición ofrecida por Kendrick (1994). Incluye un conjunto diferentes de assets inmateriales de las empresas, compuestos por el capital humano y el aprendizaje organizacional, la propiedad intelectual (marca, patentes, derechos de autor), la reputación, la posición en el mercado, etc. 9 En esta dinámica, los mercados financieros han jugado un papel destacado, empujando –como se nota con la crisis del Nasdaq en 2000– la puesta en marcha de numerosas start-ups de la denominada ‘nueva economía’ para entrar pronto en los mercados de valores, antes de que incluso hayan construido un modelo de negocio mediante la garantía de perspectivas de estabilidad en las ganancias (Coriat & Orsi, 2003). El crack de la ‘nueva economía’ fue una de las principales manifestaciones de la contradicción estructural que opone, de forma más general, las perspectivas financieras a corto plazo y los tiempos largos necesarios para el proceso de acumulación de conocimientos (Mouhoud & Plihon, 2009).
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Esto contribuye a explicar por qué el valor bursátil de este capital, que ahora constituye la mayor parte de la capitalización bursátil, es esencialmente ficticio y se encuentra sometido a fluctuaciones de gran amplitud –en la misma medida en que no corresponde tampoco a una duplicación del capital real pero depende casi exclusivamente de las convenciones que se forman en los mercados financieros. En suma, la dinámica del capitalismo cognitivo, caracterizado por la sucesión de crisis cada vez más graves, no es simplemente producto de una mala regulación de las finanzas. Ella expresa –en cambio y sobre todo–, como subrayaba Gorz (2003), la dificultad intrínseca para hacer funcionar el capital inmaterial como capital y el capitalismo cognitivo como capitalismo. La imposibilidad de determinar una medida fiable y objetiva del capital inmaterial es también confirmada por la controversia sobre el origen del famoso goodwill (que indica la brecha cada vez mayor entre el valor de mercado de las empresas y el valor de sus activos tangibles o intagibles ‘identificables’):10 el principal activo inmaterial, del que dependería el sobre-valor encarnado por el goodwill, no sería, de hecho, nada más que el “capital intelectual” representado por la habilidad, experiencia, conocimiento tácito y capacidad de cooperación de la fuerza-trabajo. Entonces, no se trata de capital (a pesar de la torsión semántica engendrada por los conceptos de ‘capital intelectual’ o de ‘capital humano’) sino, realmente, de la calidad intelectual de la fuerza-trabajo que, por definición (a menos que estuviera reducida a la esclavitud), es un activo no negociable en el mercado. Por esta razón, como observa I. Halary (2004), el intento de explicar el goodwill con la existencia de activos inmateriales no clasificados sigue siendo prisionero de un razonamiento circular, que no permite eliminar la indeterminación del valor de estos activos inmateriales. ¿Por qué un razonamiento circular? Porque a la pregunta: “¿qué determina el goodwill?” Se contesta: “el capital humano de la empresa”. 10 Intangibles claramente identificables en el sentido de que, como en el caso de una patente, pueden ser aislados por las empresas y vendidos en cuanto tales, a diferencia del capital humano y del conocimiento colectivo incorporado en el capital denominado ‘organizativo’.
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Y a la pregunta: “¿cómo determinar el valor del capital humano?” Se contesta: “¡Con el goodwill!” Lo que significa que la medida del capital y la base de su poder sobre la sociedad dependen cada vez menos del trabajo pasado y del saber incorporado al capital constante, sino que se fundan principalmente en una ‘convención’ que halla su resorte principal en el poder de la renta financiera. Un poder que se manifiesta ya en las fases de crecimiento –cuando se apropia de una parte importante del plusvalor11–, ya en las fases póstumas al estallido de la burbuja especulativa, cuando la amenaza de transformar una crisis local en crisis global ha permitido a las finanzas tomar como rehén al conjunto de las instituciones, obteniendo de los bancos centrales y de los gobiernos grandes e incondicionadas concesiones. El tercer significado es que, contrariamente a la idea difundida, las principales instituciones de una economía basada en el conocimiento no pueden reducirse a los laboratorios privados de investigación y desarrollo de las grandes empresas. Las instituciones que desarrollan un rol motriz se encuentran, en cambio, personificadas en aquellas que podemos llamar la ‘producción colectiva del hombre para el hombre’, que tradicionalmente están provistas por instituciones del welfare state, siguiendo una lógica no mercantil. Esta cuestión es sistemáticamente omitida por los economistas mainstream, y esta omisión es aún más significativa en el contexto actual de la crisis de las deudas soberanas y de las políticas de austeridad y de privatizaciones realizadas en su nombre. La explicación de este ocultamiento está ligada al rol estratégico que posee cada vez más el control biopolítico en la valorización del capital y la colaboración mercantil de las instituciones del welfare. Y esto es así por dos razones esenciales. 11 Un dato muy significativo para este propósito: en la década de 1970 los beneficios del sector financiero en la economía de los eeuu representaban aproximadamente el 10% de las ganancias de las empresas estadounidenses. En 2006 este porcentaje representaba el 40% (!); sería mucho más alto si tuviéramos en cuenta las ganancias financieras obtenidas por las empresas no financieras, que nunca fueron víctimas, sino unos de los principales motores del proceso de financiarización.
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La primera razón es que salud, instituciones, formación y cultura estructuran no solo modos de vida, sino que constituyen los pilares de la regulación y de la orientación de una economía basada en el conocimiento. Son las que aseguran una parte esencial del proceso de transmisión y de producción de conocimiento y, por ende, del denominado capital inmaterial, del cual se nutre el capitalismo cognitivo. La segunda razón es que en los países con un capitalismo avanzado, frente a fuertes tendencias estatalizadoras –ahora, además, recesivas–, los sectores en los cuales, en el contexto mismo de la crisis, se registra un aumento constante de la demanda social –al menos esta no se derrumba– son justamente los de la salud y la educación. Son estos factores, y no los pretendidos costos o ineficiencias del welfare, los que permiten explicar las presiones extraordinarias ejercidas para privatizar los servicios colectivos del welfare o subordinarlos a la lógica del new public management. Ciertamente, la extensión de la lógica mercantil a estos sectores es teóricamente posible; no obstante, salud, instrucción e investigación corresponden a actividades que no pueden ser sometidas a la racionalidad económica del capital, solo al precio de inequidades insostenibles, de una distribución artificial de los recursos y de una drástica reducción de la eficacia social de estas producciones. Provocaría una caída ineluctable de la calidad y de la cantidad del llamado capital inmaterial, que, como hemos visto, constituye el factor clave del desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo cognitivo. Tenemos aquí una de las manifestaciones más significativas de la crisis de la racionalidad de la ley del valor, tanto en el plano de la organización de la producción, como en el de la supremacía del valor de cambio como medio para satisfacer las necesidades. Dos argumentos principales permiten corroborar esta tesis: • El primero esta ligado al carácter intrínsecamente cognitivo, interactivo y afectivo de estas actividades. Actividades en las cuales el trabajo no consiste en actuar sobre la materia inanimada,
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sino sobre el hombre mismo, en una relación de co-producción de servicios. En efecto, en el plano de la producción de criterios de eficiencia, estas actividades escapan a la racionalidad económica del capital, que –recordémoslo– se basa en una concepción esencialmente cuantitativa de la productividad. Una concepción que puede ser sintetizada a través de una fórmula lapidaria: producir cada vez más con una menor cantidad de trabajo y de capital, con el fin de reducir de esta manera los costos y aumentar, por supuesto, las ganancias. Ciertamente, este tipo de racionalidad ha dado muestras, sin duda, de una cierta eficacia en la producción de bienes materiales estandarizados, permitiendo, durante el auge fordista, producir una masa creciente de mercancías con cada vez menos trabajo. Es decir, con costos y precios, incluso, decrecientes, satisfaciendo de esta manera una cantidad relevante de necesidades, poco importa si auténticas o superfluas. No obstante, los servicios del welfare, la ‘producción del hombre para el hombre’, obedecen a una racionalidad productiva completamente diferente respecto de aquella del capital. De hecho, ni la actividad del trabajo, ni el producto pueden ser realmente estandarizados. Además, en estas actividades, la eficacia en términos de resultados depende de toda una serie de variables cualitativas ligadas a las comunicaciones, a la densidad de las relaciones humanas, al cuidado desinteresado y, por lo tanto, a la disponibilidad de tiempo para el otro, que la racionalidad empresaria, o del new public management, sería incapaz de integrar (salvo como costos y tiempos muertos improductivos). Las tentativas de elevar la rentabilidad y la productividad de estas actividades no puede ser, entonces, efectuada, excepto en detrimento de su eficacia social. • El segundo argumento, como hemos dicho, está ligado a las distorsiones profundas que la aplicación del principio de la demanda solvente introduciría en la ubicación de los recursos y en el
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derecho al acceso de estos bienes comunes, determinando una drástica reducción de la cantidad y de la calidad de la fuerza de trabajo. Vemos que, incluso desde este punto de vista, la lógica del ‘devenir en renta de la ganancia’ se manifiesta en sus dos expresiones principales (Vercellone, 2011): – el capital no desempeña funciones necesarias en la organización de la producción, que descansa sobre una cooperación autónoma del trabajo; – la integración y la subsunción a la lógica de la mercancía y de la ganancia de estas actividades no se traduce en el aumento de la satisfacción de las necesidades, sino que conduce a una mayor escasez. Y aquí se abre, en nuestra opinión, una contradicción mayor: un conflicto central entre la estrategia neoliberal de privatizacion de la ‘producción del hombre para el hombre’ y un proyecto de sociedad alternativa, basada en la resocialización de la economía y en la reapropiación democrática de las instituciones del welfare, siguiendo los principios de la democracia del común (Vercellone, 2015). Trabajo cognitivo y nuevas formas de la explotación La segunda evolución está ligada al paso de la hegemonía de una división técnica taylorista a una división cognitiva del trabajo que, desde un punto de vista cualitativo y cuantitativo, se encuentra ya en el centro de los procesos de valorizacion del capital.12 En esta mutación, es decir, en 12 Hegemonía que está también refrendada por la encuesta del año 2000 sobre las condiciones de trabajo en Europa (Eurofond, 2000) realizada para la European Foudantion for the Improvement of Living and Working Conditions. Esta encuesta muestra el modo en el que el modelo preponderante de organización del trabajo es el modelo de organización cognitiva, llamado Discretionary Learning Organisation (que corresponde al 39,1% de los trabajadores asalariados en Europa), seguido por el modelo toyotista (28,2%), que podríamos definir como un híbrido entre la división técnica y la división cognitiva del trabajo en las postrimerías del modelo taylorista (que representa solamente el 13,6% de la fuerza de trabajo). Observamos, además, que los resultados de la investigación subestiman fuertemente el impacto real del trabajo cognitivo para la exclusión en la muestra del sector de
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este tránsito de una división técnica a una división cognitiva del trabajo, la organización productiva depende cada vez menos de la segmentación técnica de la producción del trabajo en partes elementales y repetitivas, caracterizadas por un débil nivel de autonomía del trabajo mismo. Se basa, en cambio, cada vez más en la polivalencia y la complementariedad de los distintos bloques del saber, que los trabajadores movilizan colectivamente para realizar un proyecto productivo y adaptarse a una dinámica de cambio continuo. Notamos cómo esta evolución, ligada al crecimiento de la dimensión cognitiva del trabajo, induce además a una doble desestabilización de los principios canónicos que regulaban la relación salarial y los dispositivos de control del trabajo durante el capitalismo industrial. Por una parte, en la actividad cognitiva intensiva –donde el producto del trabajo toma eminentemente una forma inmaterial– asistimos a una rediscusión de una de las condiciones primordiales del contrato de trabajo: la renuncia de parte de los trabajadores, a cambio del salario, a sus reinvidicaciones sobre la propiedad del producto fruto de su trabajo. En actividades como, por ejemplo, la investigación o la producción de software, el trabajo no se cristaliza en un producto separado del trabajador: el producto permanece incorporado al cerebro del trabajador y, en consecuencia, es indisociable de su persona. Este elemento contribuye, entre otras cosas, a explicar la presión ejercida por el sistema empresarial, al imponer reglas de ‘confidencialidad’ cada vez más restrictivas respecto a los asalariados y un refuerzo de sus derechos de propiedad intelectual, con el fin de apropiarse de los conocimientos producidos por el trabajo y bloquear los mecanismos que permitan su circulación (Míguez, 2012). Por otra parte, la delimitación precisa y la unidad sincrónica del tiempo y del lugar de la prestación laboral de los trabajadores que estructuraban las normas fordistas del contrato salarial se encuentran los servicios públicos, el tercer sector y el de empresas con menos de 10 empleados (en las cuales se concetran las start-ups y la producción artesana intensiva del conocimiento).
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profundamente modificadas. Esta desestabilización ataca, al mismo tiempo, a los mecanismos del control del saber y a los de la extracción de plusvalía, con los cuales el taylorismo había pretendido poder eliminar casi toda duda sobre la ejecución del contrato de trabajo. De hecho, en la medida en que el trabajo es cada vez más inmaterial y cognitivo, no puede ser reducido a un simple gasto de energía efectuado en un tiempo determinado (Vercellone, 2013). Además, casi en esencia, el trabajo cognitivo es la combinación compleja de una actividad intelectual de reflexión y de producción que se efectúa tanto dentro como fuera del tiempo oficial de trabajo. En este contexto, el capital está entonces obligado a reconocerle al trabajo una autonomía creciente en la organización de la producción, incluso si esta autonomía se limita a la elección de los medios para realizar los objetivos determinados por la dirección de la empresa. El viejo dilema con relación a la ejecución del contrato de trabajo reaparece así bajo una forma nueva. El capital se ha convertido no solo en dependiente del saber de los asalariados, sino que también debe obtener una movilización y una implicanción activa en el conjunto de los conocimientos y de los tiempos de vida de los trabajadores asalariados. Esta nueva situación, ligada al aumento en potencia de la dimensión cognitiva del trabajo, contribuye a explicar por qué el sistema de las empresas ha impulsado dos mutaciones mayores en la regulación de la relación salarial: de un lado –a un nivel macroeconómico y social–, las viejas garantías aseguradas por la relación salarial fordista, relativas a la seguridad de empleo y protección social, aparecen ahora como otros tantos factores de rigidez y desincentivación del trabajo. Se continúa con la presión de la patronal para obtener una flexibilidad creciente de las condiciones de remuneración del empleo. Con la finalidad de obtener, bajo la acentuación del vínculo de la precariedad, una movilización y una implicanción activa de los trabajadores asalariados. Estaremos, por estas razones entonces, frente al paso del binomio ‘garantía del empleo’/‘trabajo prescrito y poco cualificado’ que caracterizaba al modelo fordista, a uno nuevo, caracterizado por el modo en que el aumento de las cualificaciones y de la capacita-
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ción requeridas a los trabajadores asalariados van hoy de la mano de la precarización del empleo y del fenómeno del ‘desclasamiento’. Con este concepto se entiende un proceso de desvalorización creciente de las condiciones de empleo y de las remuneraciones, respecto a la cualificación certificada mediante diplomas y a los conocimientos efectivamente movilizados por los trabajadores en el proceso de trabajo. La segunda mutación se refiere más concretamente a la práctica de gestión de los recursos humanos a un nivel empresarial. En este contexto, como para la creación de valor, los dispositivos mismos de control del trabajo se movilizan tanto dentro como fuera del acto productivo directo. En cierto sentido, la prescripción del lugar de trabajo cede espacio a la prescripción de la subjetividad y la obligatoriedad de resultados. El trabajo, en este contexto, debe hacerse cargo de la misma obligación: encontrar los medios para realizar los objetivos determinados desde el exterior, esto es, fijados por la dirección empresarial. Es extremadamente significativo, en este sentido, que una de las formas utilizadas en Francia para sintetizar la lógica del nuevo management sea “débrouillez vous!” (¡Arréglense!). Esta lógica puede conducir a lo que se llama el management a través del estrés –con consecuencias a menudo dramáticas en Francia, si se piensa en el impresionante número de suicidios en puestos de trabajo, la punta más visible del iceberg del fenómeno del sufrimiento psíquico laboral (De Gaulejac & Mercier, 2012). En este contexto, los nuevos métodos de gestión del trabajo están asociados y reforzados por la fijación de objetivos deliberadamente irrealistas. La finalidad es la de empujar a los trabajadores a una adaptación total a los objetivos de la empresa, interiorizando , al mismo tiempo, como una culpa, la incapacidad de realizarlos plenamente. Todo esto es completado con una batería de cuestionarios y registros contables de sus capacidades, que se refieren a menudo a las partes más íntimas de la subjetividad de un trabajador y crean un verdadero y propio sistema de imposiciones paradójicas, ya sea respecto a valores éticos (por ejemplo, la fidelidad a la dirección de la impresa versus la solidaridad relacionada con colegas o clientes), como de los resultados que los trabajadores
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deben obtener conciliando objetivos contradictorios, en términos de cantidad y de calidad. Como resultado, al mismo tiempo, se produce una individualización de la relación salarial que ‘aliena’ la subjetividad y una desestabilización de los equipos de trabajo que contradice los mecanismos que asegurarían las formas más eficaces de organización del trabajo cognitivo. Tenemos aquí, además, otra expresión de la contradicción entre la lógica del capitalismo cognitivo y la de una economía basada en el conocimiento. Cercamientos del saber y disociación entre la lógica del valor y la lógica de la riqueza: otra manifestación clave del devenir en renta de la ganancia La tercera evolución se refiere al modo en el que el capitalismo cognitivo va de la mano de una formidable extensión y refuerzo del sistema de derechos de propiedad intelectual y, en particular, de las patentes. Un boom en el proceso de ‘patentar’ que, a partir de los años ochenta, marca una ruptura radical respecto al trend histórico del número de patents filings. Por ejemplo, en los eeuu el número de patents filings pasó, de una media de 90.000 al año en 1960, a 345.000 en los años noventa, para experimentar un nuevo salto en la primera década del siglo xxi (482.871 en 2009, 501.162 en 2013).13 La primera está relacionada con el encuentro entre las ciencias de la información y las ciencias de la vida, que abre nuevas formas de privatización del conocimiento, con la condición de volver a poner en cuestión los límites tradicionales entre el descubrimiento y la invención o entre la investigación básica y la aplicada.14 13 En Europa las demandas presentadas frente al European Patent Register (5000 en 1978) pasan a ser cerca de 120.00 en 2003. 14 En el capitalismo industrial el sistema de patentes exigía que una ‘invención’ no debía tratar de conocimientos de la naturaleza y sus leyes (por ejemplo, descubrimiento de un gen o una bacteria), sino de artefactos industriales inscritos en un dispositivo técnico del cual había que probar su carácter innovador. En el capitalismo cognitivo estas fronteras se quiebran, en la búsqueda cada vez más de una ampliación de los campos de protección respecto a la propiedad intelectual para el capitalista.
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La segunda razon concierne el modo en que los bienes inmateriales y materiales, con alto valor cognoscitivo, se basan ahora en un tiempo de trabajo necesario para una producción muy breve. Se corre así el riesgo de llegar a la drástica reducción del valor monetario de la produccion y, en consecuencia, de la ganacia asociada. Con el desarrollo de la economía inmaterial y de la automatización informática de la producción, estamos muy cerca de la tendencia descrita por Marx en el fragmento sobre las máquinas, cuando subraya cómo “En la medida en que el trabajo en su forma directa ha dejado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo cesa, y debe cesar para ser su medida, y, por ello, el valor de cambio (debe cesar de ser la medida) del valor de uso”. (Marx, Grundrisse, 1977, p. 117). En este cuadro, la estrategia buscada por el capital es extender y profundizar en los derechos de propiedad intelectual, con el fin de incrementar artificialmente los precios y de extraer rentas monopolísticas. La defensa de este proceso de privatizacion del conocimiento por parte de los grandes oligopolios del captalismo cognitivo se fundamenta en el argumento según el cual la base del coste es fija y se encuentra en la producción de la primera unidad y depende de las inversiones privadas en r&d realizadas por las empresas. En resumen, la formidable consolidación del sistema de dpi producido bajo el capitalismo cognitivo sería un “mal necesario” para estimular la producción del conocimiento y la innovación. Al contrario de lo que afirman los grandes lobbies de la industria y sus economistas orgánicos, en realidad puede que se trate de un “mal inútil” sin efectos positivos sobre una dinámica de la innovación radical que, de todos modos, hubiese tenido lugar. Pero, en la mayoría de los casos, este “mal inútil” produce efectos eminentemente dañinos para el conjunto de la economía y de la sociedad, trabando el proceso de circulación de los conocimientos y de la innovación. Tres argumentos principales, documentados por una amplia literatura, confirman este diagnóstico y permiten contradecir la argumentación de los lobbies del capitalismo cognitivo. En síntesis:
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• La explosión de la demanda de patentes producida desde los años ochenta no se tradujo, en comparación con las tendencias anteriores, en un alza del crecimiento de la productividad global de factores, a pesar de ser considerada por los economistas como el principal indicador del progreso técnico (Boldrin & Levine, 2008; Vercellone et al., 2015). En este sentido, podemos afirmar que nos encontramos inmersos en una verdadera ‘burbuja especulativa de las patentes’, sin que los indicadores de desarrollo de la economía real tengan alguna respuesta. De ahí, la relación estrecha entre el crecimiento del capital inmaterial y ficticio que alimenta los ciclos de la especulación financiera. • La reducción de los criterios cualitativos necesarios para obtener una patente y el cuestionamiento de la distinción entre descubrimiento e invento han llevado a una auténtica tragedia de ‘anti comunes del conocimiento’,15 ligada a un exceso de privatizaciones a través del abuso de los derechos de propiedad intelectual. Como lo reconoce un número creciente de observadores, incluso defensores del actual sistema de dpi, esta situatión se traduce en una desaceleración del ritmo de creación de nuevos saberes, el deterioro de la calidad de las patentes y la formación de posiciones dominantes que tienen efectos anti-competitivos y penalizan a los consumidores (Commissariat Général au Plan, 2002; Lallement, 2007 & 2008). • La jurisprudencia que, desde los años ochenta en los Estados Unidos, permitió y reforzó la protección de patentes de software, hizo disminuir la innovación. Aún más, se concretó en un ocaso de la inversión en Investigación y Desarrollo en las industrias 15 Este concepto ha sido desarrollado por Michael A. Heller (1998) y ha encontrado uno de sus primeros campos de aplicación en el análisis de los efectos de las patentes en la investigación biomédica (Heller & Eisenberg, 1998).
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y las firmas que más patentes registraban (Bessen & Maskin, 2000). Asimismo, en la industria farmacéutica, la razón principal que llevó a pedir una mayor protección estuvó en realidad vinculada a una bajada del ritmo de la innovación. El rol principal de la patente solamente es, en definitiva, el de prolongar las rentas de monopolios por el aumento de los costos de la imitación (Gagnon, 2015). Y podemos continuar con muchos otros ejemplos sobre los efectos perversos de los sistemas de patentes. En este espacio, lo que hemos descrito es suficiente para constatar que esta estrategia de refuerzo de los derechos de propiedad intelectual corresponde a una lógica que, por cierto, contradice los principios mismos sobre los cuales los padres fundadores de la economía política habían justificado la propiedad privada como un instrumento de lucha contra la escasez. Es ahora, entonces, la misma creación de la propiedad –en particular, de la propiedad inmaterial– la que genera escasez. Se trata de lo que Marx, incluso Ricardo, calificarían como una modalidad para mantener la supremacía artificial del valor de cambio contra la riqueza; riqueza que se basa en la abundancia en valores de uso y, en última instancia, en la gratuidad. Tenemos aquí una de las manifestaciones esenciales de esta disociación entre la lógica del valor y la de la riqueza que caracteriza al capitalismo cognitivo. Finalmente, es necesario observar que la lógica de la privatización del saber se opone, incluso desde un punto de vista extremadamente económico, a las condiciones susceptibles de garantizar los mecanismos sociales más eficaces de la investigación y de la producción de nuevas ideas y conocimientos. Para comprender este nudo crucial, basta recordar el modo en el cual el conocimiento tiene propiedades particulares, propiedades que lo diferencian de otros tipos de bienes materiales. Estas propiedades corresponden a aquello que en la teoría económica llamamos el ‘carácter no rival ni excluyente’ y acumulativo del conocimiento. Dicho en otros
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términos, el conocimiento, a diferencia de un bien material, no se destruye en el acto del consumo, lo que significa que cualquiera puede utilizarlo, libremente y al mismo tiempo, sin privar al otro de la posibilidad de usarlo. Pero no es todo: el conocimiento no solo no se destruye con su uso, sino que se enriquece cuando circula libremente. Esto en la misma medida en que cada nuevo conocimiento nace de uno anterior, siguiendo un proceso acumulativo que genera, a un nivel dinámico, rendimientos sociales crecientes. El conocimiento pertenece, en fin, a una economía abundante que se opone a los postulados de la escasez y de la apropiación privada sobre la base de toda teoría neoclásica. Por estas razones, la privatización del conocimiento solo es realizable a través de la construcción de barreras artificiales al acceso y de una compartimentación de las actividades de investigación –que contradice las dos reglas fundamentales que, como recuerda Paul David (2000), aseguran la eficiencia de la producción de nuevas ideas: en primer lugar, la cooperación de todos aquellos que investigan la solución de un mismo problema; y, en segundo lugar, una vez que el problema haya sido resuelto, el libre uso colectivo de sus aplicaciones, lo que permite crear a su vez nuevos conocimientos; y así repetidamente. Esto explica por qué la tentativa de transformar el conocimiento en un capital, en una mercancía ficticia, genera una situación paradójica, una situación en la cual, cuanto más aumenta artificialmente el valor de cambio del conocimiento, más disminuye su valor de uso social, en razón de su privatización y de su propia rareza (Gorz, 2004). Una última manifestación, pero no menos importante: la crisis de racionalidad de la ley del valor, que expresa la dinámica del capitalismo cognitivo, no consiste solo en crear escasez artificial de recursos de por sí abundantes y gratuitos. También se expresa en la aceleración de una lógica de depredación y enrarecimiento de los recursos naturales no renovables. De hecho, el capitalismo cognitivo no suprime la lógica productiva del capitalismo industrial. La re-articula, sobre todo gracias a una
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subordinación de la ciencia al capital, que plantea –como en el caso de los ogm– el uso de las nuevas tecnologías al servicio de una estrategia de estandarización y transformación mercantil de lo viviente, que acentúa los riesgos de destrucción de la biodiversidad y de desestabilización ecológica del planeta. En conclusión, aunque nos referimos a la organización del trabajo, a las instituciones del Welfare-State, al papel de la propiedad intelectual o de la crisis ecológica, existe una incompatibilidad, una contradicción fundamental entre la lógica del capitalismo cognitivo y la lógica de una economía social basada en el conocimiento y la producción colectiva del hombre para el hombre –una economía que contiene, en su base, la negación potencial de la economía capitalista y la posibilidad de su superación.
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Trabajo y plustrabajo en la sociedad del conocimiento. Algunas evidencias desde los procesos de financiarización de la economía16 Francesco Maniglio17
Introducción La financiarización de la economía es la caza feroz de cualquier aspecto de la naturaleza, de la sociedad y de las personas que pueda ser traducido en capital (Gallino, 2012). En una definición amplia, “financiarización significa el creciente papel de los motivos financieros, los mercados financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en el 16 El presente trabajo fue patrocinado por el proyecto Prometeo de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) de la República del Ecuador. 17 Un agradecimiento especial para Rosimeire Barboza da Silva por sus clases sobre Jacques Lacan y los posibles usos del concepto de latencia en el campo de la teoría crítica del conocimiento.
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funcionamiento de las economías nacionales e internacionales” (Epstein, 2005, p.3). Aunque bajo hipótesis diferentes,18 también Arrighi (2003) describe cómo la forma histórica del capital financiero es, en efecto, la forma más flexible del capital; su campo de actuación no se limita al sector financiero, sino que interviene prepotentemente en las transformaciones del conjunto de las empresas. El proceso de financiarización no concierne solo a las corporaciones financieras, por ello hemos decidido hablar en términos de ‘forma financiera del capital’, en tanto que forma transversal a las relaciones sociales en su conjunto. El capital no es ninguna cosa, al igual que el dinero no lo es. En el capital, como en el dinero, determinadas relaciones de producción sociales entre personas se presentan como relaciones entre cosas y personas, o determinadas relaciones sociales aparecen como cualidades sociales que ciertas cosas tienen por naturaleza (Marx, 2009, p.34).
Siguiendo a Marx, estamos convencidos de que el capital es una relación social. Es por esto que la financiarización de la economía, como proceso inminentemente capitalista, no se refiere “solo a un cambio en los equilibrios de poder entre clases que genera volatilidad económica, sino también a una re-constitución de nuestra compresión de clase (en tanto que categoría económica formal) y de las relaciones de clase” (Bryan, Martin & Rafferty, 2009, p.459). La cuestión es, in primis, teórica y se basa en la hipótesis de la necesidad del capital de incluir en la forma mercancía las nuevas actividades de la vida social y, entre estas, los conocimientos. De este modo, lo que entendemos como producción lingüística, inmaterial o cognitiva es lo que, históricamente, se ha ido estableciendo como factor fundamental 18 En Il lungo XX secolo, Arrighi describe el funcionamiento de cuatros ciclos sistémicos de acumulación del capital en la historia, analizando cada ciclo según un movimiento de oposición entre dos fases: la primera de expansión material (hegemonía sistémica); la segunda de expansión financiera (dominio sistémico). En los últimos cuarenta años, hemos sido testigos de una fase de expansión financiera (dominio anglo-estadounidense).
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de la reproducción social para la puesta en valor de la sociedad en su matriz financiera. Hablamos, pues, de la formación de una economía fundada sobre el conocimiento, enmarcada y subsumida en las leyes de acumulación del capital que responden a un orden (de valor) primariamente financiero. Los procesos de valorización financiera de la mercancía-conocimiento –[M(k)]: [D - C.. M(k) ..C’- D’ < C - M(k) ... M(D) - M(D)’... M(k)’ - C’]– modifican, de un lado, la forma de producción y regulación salarial y, de otro lado, a las formas de circulación y acumulación del capital mismo. Investigar los procesos de valorización del conocimiento nos permite avanzar hacia una crítica de las nuevas teorías liberales, empezando por la noción dominante de knowledge-based economy, porque distinguimos históricamente entre la valorización de las formas mercancía-conocimiento y los procesos de financiarización de la economía. Nuestra hipótesis considera que, en este marco de transformaciones económicas –que podemos denominar de financiarización en tanto que proceso–, el capitalismo sigue siendo sustantivo al constituir una invariante histórica, o sea, de la acumulación como propulsor de la ganancia y de las diferentes relaciones de trabajo sobre las que se perpetúa la extracción de plusvalía. En efecto “el producto del proceso de producción capitalista no es ni un mero producto (valor de uso), ni una mera mercancía, es decir, un producto que tiene valor de cambio; su producto específico es la plusvalía” (Marx, 2009, p.33). La difusión de las formas mercancía-conocimiento precisan tanto de la explotación del trabajo (mecanismos político-sociales) y de captura del valor social (mecanismos político-financieros), como de nuevas formas de propiedad y control (mecanismos político-normativos), sobre las cuales se construyen las bases de la acumulación del capital. En esta aportación, presentamos una reflexión marxista sobre la transformación del trabajo y el desarrollo de la sociedad del conocimiento como dos procesos complementarios en la lógica de la subsunción al capital en su matriz financiera. Este enfoque responde a tres cuestiones principales.
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La primera cuestión es teórica, y se basa sobre la hipótesis de la implementación de mecanismos financieros, como necesidad continua del capital de incluir en las formas mercancías todas las actividades de la vida social, como en las formas mercancías-conocimientos. La segunda cuestión, de carácter histórico, sugiere problematizar el desarrollo de la economía del conocimiento y las transformaciones de los sistemas de educación superior como procesos neurálgicos para la valorización financiera del capital. La tercera cuestión es política, y responde a la necesidad de enfrentar la financiarización de la economía desde la materialidad del trabajo y la valorización de la fuerza-trabajo desde la perspectiva de la desigualdad de clase.
El valor financiero de las formas mercancía-conocimiento El valor político de los knowledge rent Con el desarrollo normativo de la economía financiera, hemos sido testigos de cómo las formas históricas de las mercancías-conocimiento han sido valorizadas cada vez más por medios de rentas financieras (knowledge-rent). Las políticas para la consolidación de la economía del conocimiento han garantizado un cuadro normativo en línea con los principios de acumulación financiera: el riesgo se mueve cada vez más hacia el sector público y el sector privado recibe los beneficiosos intereses –que residen en la explotación de la riqueza que se encuentra más allá de los muros de las empresas. En este sentido, el poder político de los knowledge-rent hay que entenderlo de acuerdo con las palabras de Stiglitz, cuando afirma que el Banco Mundial ha pasado de ser un banco que financia proyectos de infraestructuras a lo que él llama Knowledge Bank.
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We now see economic development as less like the construction business and more like education in the broad and comprehensive sense that covers, knowledge, institutions and culture (Stiglitz, 1999, p.2).
Stiglitz subraya el poder único del que los gobiernos gozan, no solo al nivel de inversión en las infraestructuras, en la medición y control de la formación, sino en todo el proceso de regulación de los flujos de capitales/conocimientos. En esta demarcación reside el poder político de los gobiernos: operar para que los flujos de conocimiento, una vez integrados materialmente o codificados –como en el aprendizaje o en procesos y aplicaciones–, se vuelvan costosos. Las corporaciones, en efecto, piden la protección jurídica de los conocimientos que utilizan para obtener beneficios, justificándose con el hecho de que, de otro modo, no tendrían ningún incentivo para invertir. Si tomamos como ejemplo los sistemas educativos nacionales, podemos observar cómo, a pesar de la reciente ola de reformas en la educación,19 la provisión estatal sigue siendo una forma dominante en la organización del conocimiento. Los procesos de valorización de las formas mercancía-conocimiento constituyen unas nuevas enclosures, crean una nueva forma de rentismo y de capital rentista. Los resultados presentados por Epstein y Jayadev (2005)20 muestran, tanto en términos nominales como en términos ajustados a la inflación, que los ingresos de los rentistas aumentaron drásticamente en la década de los sesenta, setenta y noventa. Los autores
19 Por ejemplo, la Private Finance Initiative (pfi) en el Reino Unido; la Ley Orgánica de Universidades (lou) o Ley Orgánica 6/2001, ley española promulgada el 21 de diciembre de 2001 por el segundo gobierno de José María Aznar; la nueva reforma Gelmini en Italia, con la cual se reafirma la desestructuración de la educación pública y la plena convergencia con el sector privado (ley it-133/2008). 20 El análisis de Epstein y Jayadev sugiere que los ingresos de los rentistas aumentan cuando las tasas de interés reales aumentan; estos son reforzados por la liberalización financiera y la apertura económica; y los rentistas tienden a perder cuando el trabajo es políticamente más sindicalizado. Dado que la financiarización paga a la clase rentistas, se puede suponer que los rentistas promueven políticas que incrementen sus intereses de fondo (Epstein, 2005, p. 67).
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identifican, de esta forma, la estrecha relación de la financiarización de la economía con las políticas neoliberales de las últimas cuatro décadas.21 Este es el contexto en el que discutimos la aparición de nuevas formas de rentas, propias de una sociedad capitalista cada vez más caracterizada por la difusión del conocimiento científico. Estamos hablando de formas de rentas garantizadas directamente por el Estado y que no dependen exclusivamente del sector y las actividades financieras. Con el desarrollo de la economía del conocimiento y de la información, hemos sido testigos de los efectos de la revolución conservadora teorizada por Hayek, experimentando el ataque y el cambio de orden en la provisión, la financiación y la regulación estatal. Sin embargo, el Estado no se debilita, sino que parece asumir un papel aún más estratégico en tanto que stakeholder de sus ciudadanos, porque las condiciones de la formación y de la reproducción de fuerza-trabajo devienen productivas. Mazzucato (2014) analiza propiamente la manera en que el Estado sigue siendo el principal actor en el proceso de acumulación de conocimiento y, por ende, en el desarrollo de la industria con alto valor agregado. Estos aspectos no están presentes en las tradicionales formulaciones sobre el ‘capital monopolista de Estado’ (Baran & Sweezy, 1988): hablamos pues de las formas de reproducción de la medida del valor (mecanismos pedagógicos) y de la necesidad de los monopolios rentistas de ser garantizados por el Estado. En las últimas tres décadas, y al contrario de las tesis sobre el ‘Estado’ mínimo, ha crecido enormemente la importancia de las políticas de los Estados para garantizar la producción y reproducción de mercancías que dependen de la aplicación sistémica del conocimiento.22 Contrariamente a las tesis de Teixeira y Rotta (2012), los knowledge-rent no pueden ser explicados como la dimensión financiera de la 21 No obstante, los mismos autores admiten que estos resultados son parciales, en cuanto que hay que ampliar la noción de ingresos de los rentistas para incluir los beneficios de las corporaciones no financieras que vienen de las actividades financieras. 22 Para un análisis más amplio sobre los aspectos históricos de la conformación de la economía del conocimiento cfr. Maniglio, 2016.
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autonomización del capital, porque no es cierto que las formas sociales del capitalismo se estén volviendo independientes de sus propias bases sociales. El equívoco teórico es pensar que los knowledge-rent sean los únicos mecanismos de valorización financiera de la mercancía-conocimiento, cuando ya sabemos de sobra que el software open y el acceso free está en el centro de modelos de business mainstream (como los de ibm, Alphabet, etc.). En definitiva, (1) los knowledge-rent son mecanismos que intervienen para que la mercancía-conocimiento se valorice según un carácter exclusivo (debe de estar vetado a ciertos usuarios). En este caso, son funcionales a la valorización financiera de las mercancías-conocimiento, porque generan un proceso-fetiche en el cual el valor de cambio del conocimiento aumenta artificialmente, pero su valor de uso social disminuye en razón de su privatización y de su escasez. La producción de conocimiento deviene la oportunidad principal de valorización del capital. En esta transición [del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo] la parte del capital inmaterial e intelectual, definida por la proporción de trabajadores del conocimiento (“knowledge workers”) y de las actividades con alta intensidad en saber (servicios informáticos, I+D, enseñanza, formación, sanidad, multimedia, software,...) es cada vez más la variable clave del crecimiento y de la competitividad de las naciones (Vercellone, 2002, p. 14).
El valor financiero de los knowledge-rent se garantiza según mecanismos políticos y, sobre todo, es directamente valor político. El desarrollo de la economía del conocimiento nos demuestra cómo las participaciones en el mercado de acciones por parte de inversores institucionales (los Estados) han influido radicalmente en los procesos de governance del conocimiento, mientras los stakeholders institucionales y el management expresan convergencias y conflictos en intereses y objetivos. Hablar de valor político de los knowledge-rent amplía la noción de la ‘clase rentista’, de manera que podamos captar mejor su importancia
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estratégica en las economías capitalistas contemporáneas.23 Nos ayudaría a comprender cómo los knowledge-rent son importantes mecanismos de división internacional del conocimiento, del trabajo y de la riqueza porque determinan las bases de las nuevas dependencias, y esto no solo en términos políticos, sino económicos y sociales. Pero no es solo esto, (2) los knowledge-rent son mecanismos que intervienen para que la mercancía-conocimiento se valorice también según un carácter no exclusivo.24 Pensemos en los monopolios digitales –como Alphabet, Facebook o Twitter– que capturan (indexan) el flujo de información viva, para transformarlo en tiempos pedagógicos, en modos de vida (Einav & Levin, 2014). No es suficiente afirmar que el capitalismo de hoy es un capitalismo cognitivo, o sea que valoriza y organiza el conocimiento y las informaciones producidas por el trabajo de una multitud global subyugada a una cadena de montaje numérica y a un dispositivo digital. El capitalis-
23 Es interesante observar el caso del gobierno de Ecuador, que ha promulgado en 2016 una ley para intentar disputar el sentido político de la forma knowlegde rent, como arma de lucha social (garantizada por el Estado) contra la clase rentista transnacional del conocimiento. Los objetivos de la intervención pública que se quieren llevar a cabo con el aporte del Código de Economía Social de los Conocimientos, la Creatividad y la Innovación (Código-ingenios) representan, en este contexto histórico, las estrategias para la capitalización del conocimiento, para la desterritorialización de la información y la tecnologización de la educación (Peters, 2003) del Gobierno de Ecuador. La constitución de principios diferentes (sociales) sobre los cuales calcular la garantía de la renta no elude la puesta en valor de las formas mercancía-conocimiento, sino que las valoriza según su función social, es decir, como garantía de rentas sociales futuras. No hablamos en términos de capital-dinero, hablamos de renta en términos de capital cultural, de capital social, de capital relacional. Pero, y sobre todo, hablamos de un intento de lucha política para que las rentas no sean tan miserables con la base social: una lucha en contra de la desigualdad. 24 El software open y el acceso free está en el centro de modelos de business mainstream, como los de ibm o Google. El éxito de Google, generoso dispensador de informaciones y servicios gratuitos, representa al mismo tiempo un dispositivo formidable para hacer pagar muchos otros productos: “la naturaleza de los servicios ofrecidos por Google es tal que los millones de usuarios que los disfrutan al mismo tiempo forman una mano de obra gratuita para la sociedad de Mountian View: cada búsqueda ayuda a mejorar los algoritmos y a afinar los targets” (Formenti, 2011, p. 17).
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mo ha desarrollado formas de inteligencia autónoma y de escala superior. Se tiene que decir: el capital mismo piensa (Pasquinelli, 2014, p. 9).
La sociedad de los metadatos no se puede considerar como una simple extensión de la sociedad de control: lo que deviene estratégico no es simplemente el conocimiento posicional de una persona (los datos), sino las tendencias generales de los modos de vida (los metadatos) (Pasquinelli, 2014). La expansión y profundización históricas del intercambio desarrollan la antítesis, latente en la naturaleza de la mercancía, entre valor de uso y valor (Marx, 1981, I, p. 106).
En este sentido, la financiarización de la economía se fundamenta sobre procesos de ‘valorización latentes’ de todos los aspectos de la naturaleza, de la sociedad y de las personas que puedan (en potencia) ser traducidos en plusvalía. Los procesos de extracción de plusvalía no se pueden identificar solo con los resultados del proceso de producción inmediato.25 Hablamos pues de una ‘economía de la latencia’ como resultado de los procesos pedagógicos y políticos (y que, como tales, son mediados), que intervienen tanto en el proceso de producción (en la definición de los tiempos del conocimiento socialmente acumulado), como en el proceso de reproducción (en los procesos de socialización primaria): la extracción de plusvalía se constituye sobre la puesta en valor de los tiempos sociales de nuestra existencia. Esto significa que el valor latente no es más que el tiempo mismo de su ser. Y las tecnologías de la financiarización son dispositivos de valorización del tiempo par excellence.
25 Cfr. (Marx, 2009).
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La financiarización de la empresa-universidad Las universidades, en particular, son instituciones que construyen los tiempos sociales que participan en la producción y reproducción económica y social (mecanismos pedagógicos). Como todo el sistema de formación, son instituciones estratégicas para la definición de las formas mercancía-conocimiento (mecanismos políticos normativos), la valorización de las formas concretas mercancía-conocimientos (mecanismos político-financieros), la valorización de la fuerza-trabajo (mecanismos político-sociales).26 Estas funciones encarnan al mismo tiempo lógicas diferentes en el procesos de financiarización de la empresa universidad. En primer lugar, las empresas-universidades miran a la reducción de los costes, a la centralización de la coordinación y el control de los procesos, a la reducción de la autonomía de los agentes. Son estas las transformaciones que están en fuerte conexión con el proceso de financiarización. Se observa una clara gestión finance-oriented y value-based en las transformaciones de la gobernanza académica. Esto ha significado “la externalización de los puestos no académicos (servicios del campus, tic, marketing), la flexibilización de la instrucción rutinaria, seguida de la creación de una clase de trabajadores permanentes-estables con contratos de breve duración y de la preservación de un reducido núcleo de trabajadores a tiempo completo que resultan cruciales en la conformación del logo y el prestigio de la universidad” (Edu-factory, 2010, p. 68). En segundo lugar, las empresas-universidades han debido asumir el modelo de quasi-market: por un lado, externalizando las ramas de los servicios de las universidades (deslocalización de las grandes empresas a los lugares de menor coste, la externalización selectiva de los servicios), 26 Pensemos en el papel de las empresas-universidades para generar la demanda laboral de trabajadores más cualificados, para extender la movilidad internacional y el control de los flujos migratorios, para flexibilizar la fuerza-trabajo con la ampliación de los ciclos formativos y la posibilidad de extensión y ramificación a nivel transnacional. Son estos los mecanismos político-sociales a los que nos estamos refiriendo.
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por otro lado, se centraliza el control debido al compromiso interesado de los gobiernos nacionales (inversores) que financian los sistemas de educación pública y definen las medidas de control (los accesos) para asegurar dichas inversiones. En tercer lugar, hablar de financiarización de la empresa-universidad nos debe situar en un proceso más amplio y complejo respecto a los aspectos estrictamente organizativos, porque implica la migración de cierta mentalidad laboral y de las costumbres académicas hacia los campus corporativos, como parte de aquel proceso epistemológico que se observa con la yuxtaposición de la valorización académica con la valorización económica. Hace más de tres décadas que empezó la progresiva disolución de la línea divisoria entre financiación pública y privada. Con las leyes de incentivos, las grandes corporaciones empiezan concretamente a participar de los procesos de gobernanza de las instituciones universitarias y, con esto, de la posibilidad de determinar los límites epistemológicos del conocimiento y sus representaciones (las formas del valor). Estamos hablando de relaciones de trabajo en los que los trabajadores asumen los riesgos de la puesta en valor de las competencias, donde hay una frenética búsqueda de output (financiación, patentes, publicaciones, etc.) para nuevas formas de mercados que generalmente se traducen en nociones comunes como transferencia tecnológica, expansión del comercio internacional, proceso de democratización político-social.
Economía del Conocimiento y valorización de las formas mercancía-trabajo/conocimiento Investigar la relación entre conocimiento corporativo y medidas cognitivas significa, de hecho, indagar en los mecanismos de acumulación y reproducción del capital: los mecanismos políticos (government finance y cognitive governance) y las nuevas características económico-sociales (mercado de trabajo-inclusión diferencial) de la sociedad del conocimiento.
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Estos mecanismos continúan actuando bajo las leyes de la economía política clásica, transformando el sistema educativo y del conocimiento en empresas financieras adeptas a la producción de escasez, en una situación en la que existe una abundancia y una riqueza potencial.
Medidas cognitivas La imposición de medidas cognitivas27 en los sistemas de educación superior (y educativos en general) es fundamental en este proceso, porque cuantificando la producción y controlando los flujos (codificaciones) de conocimiento, mediante sistemas de monitoreo de entrada (test, standards, selectividades) y continuos (con el sistema de créditos o las categorías específicas del capital humano y social), se permite la valorización de las formas mercancía-trabajo/conocimiento. 27 En el caso de la ue se pueden identificar en: (1) planes de estudios comunes para la internacionalización, formateo y extensión de las competencias básicas curriculares; (2) un desclasamiento continuo de saberes con la multiplicación de licenciaturas y titulaciones; (3) el aumento de los años de formación superior, favoreciendo así nuevas financiaciones para la empresa-universidad, la formación de deuda pedagógica y la precarización de los estudiantes/investigadores. Las reformas universitarias que se han sucedido en la ue desde 1995 se han basado en el modelo anglosajón y han ido estructurando los planes de estudios de la educación superior (isced 5-6-7-8) en tres ciclos de enseñanza. Estos tres ciclos se miden y cuantifican por ects (European Credit Accumulation and Transfer System), es decir, por carga de trabajo (como módulos, unidades de un curso, disertaciones, prácticas de trabajo y de laboratorio) que han de realizar los estudiantes para alcanzar los resultados de aprendizaje en un contexto formal. Generalmente, el primer ciclo (de 180 a 240 créditos), indicado con el nombre de bachelor, tiene una duración de tres años y representa un curso “profesionalizante”, mientras que el segundo ciclo, generalmente de dos años, se denomina ‘máster’ de primer nivel (60 a 120 créditos) y es un curso de especialización. El tercer ciclo, compuesto por un ‘máster’ (segundo nivel) y un curso de doctorado, aún no está totalmente armonizado dentro del eees (Espacio Europeo de Educación Superior). En el bachelor, estructurado para la enseñanza de una profesión, se busca obtener una especialización en cada sector en un tiempo relativamente breve: considerando la cantidad de conocimiento en continua acumulación, se configura como un proceso de control que garantiza la especialización y selección tecnocrática respecto a las finalidades operativas y laborales. El máster o el professional degree son cursos que, en un nivel más alto, tienen que garantizar la formación de competencias no inmediatamente transmisibles.
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Cuando el saber se conforma como medio de producción central, el problema para el capital es su medida. ‘Capitalismo cognitivo’ (Vercellone, 2006) significa también cognitivización de la medida, o sea, continua imposición artificial de una unidad de medición para convertir el saber vivo en saber abstracto (desde el copyright a las patentes, a los créditos, desde la acumulación de capital social y humano a la reference economy para los investigadores y los estudiantes). Estas sirven también para medir el valor de sendas instituciones en la jerarquía de las universidades. Hoy, entonces, la universidad-empresa funciona a través de la renta y la captura de los procesos de cooperación. Desde este punto de vista, es paradigmática del capitalismo contemporáneo (Roggero & De Nicola, 2008).28
La valorización de las formas mercancía-trabajo/conocimiento no se limita solo con los mecanismos de knowledge-rent. Por ejemplo, un estudiante de la ue dentro del eees (Espacio Europeo de Educación Superior), terminado el primer ciclo, tiene la capacidad de producir competencias codificadas dentro de los procesos de trabajo, que las tic –por ejemplo– pueden difundir. En este caso, es el mercado del trabajo el que determina el valor de estas competencias y, por ende, cómo pueden ser utilizadas, recicladas y desechadas (pues siempre habrá alguien que pueda utilizar las mismas competencias, por el hecho de que estas son fácilmente intercambiables). Mientras tanto, quien decide continuar en el proceso de selección entra en posesión de unas competencias “tácitas” (o latentes), o sea, que no son inmediatamente intercambiables a través de las tic, sino que requieren del trabajador para ser utilizables (Fumagalli, 2004). El sistema ects permite extender dentro del eees las competencias codificadas de los estudiantes (primer ciclo), aumentando, bajo el lema de la movilidad, el número potencial de trabajadores por tareas (aumento del capital humano), cara oculta del aumento de la precarización de los estudiantes/trabajadores. De la misma forma, la constitución 28 Traducción del autor.
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del eees –que se propone el objetivo de crear una Europa más competitiva y atractiva para los europeos y los extracomunitarios, gracias a la promoción de la movilidad, con el reconocimiento de los títulos– en realidad permite a las empresas extender el campo de selección de los trabajadores de altas competencias (segundo y tercer ciclo), adquiriendo mayores ventajas comparativas y flexibilidad en los procesos de selección respecto a los objetivos de la empresa.
Riesgos cognitivos y derivados financieros Derivative markets shape the dimension of abstract risk, imposing commensurability upon different concrete risks and establishing an objective measurement for them (LiPuma & Lee, 2004). The multidimensionality of the latter is thus reduced to a single level. The process of financialization is indeed incomplete in the absence of derivatives. They are thus not the “wild beast” of speculation but a fundamental prerequisite for contemporary organization of social power relations (Sotiropoulos & Lapatsioras, 2014, p. 96).
La valorización financiera de las formas mercancía-trabajo/conocimiento es posible gracias al mercado de derivados, en cuanto los procesos pedagógicos y formativos implican una infinita variedad de riesgos concretos. Mientras que en los resultados de proceso de producción inmediata la relación de poder capitalista tiene un objetivo único (ganancia/ salario), los derivados de esta (riesgos) son múltiples y heterogéneos. Es por esto que en los procesos pedagógicos y formativos los riesgos cognitivos se transforman en derivados financieros. Los derivados financieros devienen instrumentos fundamentales para la valorización de las formas mercancía-conocimiento, en tanto que asocian la ‘normalización y las bases del riesgo con la organización de la relaciones sociales’, o sea, convierten a diferentes tipos de riesgo en dimensiones singulares (Sotiropoulos & Lapatsioras, 2014).
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La calidad resulta ser un elemento clave para la normalización de la base del riesgo pedagógico-formativo. Es uno de los objetivos del eees (Kettunen, 2008), por cuanto se define como un mecanismo de valorización (selección, medición y control) del conocimiento. La intención es la de crear unos criterios y unas medidas que sean garantía de las inversiones y permitan controlar de forma más orgánica el cuadro del eees que, compuesto por sistemas nacionales, presenta diferencias socioculturales que no se pueden anular, pues son fuente directa de conocimiento innovador. Los criterios que definen estos “seguros para las inversiones” son identificados por enqa (European Association for Quality Assurance in Higher Education) con la intención de converger y alinearse a una idea global de calidad en los sistemas formativos: la idea de un mercado global del conocimiento.29 Con este objetivo, se creó en 2008 el European Quality Assurance Register for Higher Education (eqar): para extender y estimular el mercado de las Agencias de Calidad (qa, Quality Agency) en la Unión Europea.30 Las Agencias de Calidad son, en la mayoría de los casos, entidades privadas con gobernanza mixta (con y sin ánimo de lucro) que intervienen dentro de la gestión financiera de la educación superior a la hora de decidir las prioridades de los sistemas educativos: los parámetros de benchmarking dictan, en efecto, las transformaciones prescriptivas que los sistemas de educación deben de perseguir (Santos del Cerro & Estarellas, 2010).
29 enqa se ha movido siguiendo las experiencias del International Network for Quality Assurance Agencies in Higher Education (inqaahe), el International Association of University Presidents (iaup), el Council for Higher Education Accreditation in the United States (chea), la oecd y la Unesco. 30 La enqa, eua, Eurashe, esu, ei y Business Europe son las entidades europeas que forman el Register Committee de la eqar. La enqa a su vez es la entidad directora de las distintas agencias europeas nacionales y regionales (en España la aneca, aac, aqu, Acsucyl, Acsug).
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Riesgo pedagógico y deuda financiera De esta forma, el riesgo pedagógico se convierte en deuda financiera. Es el dominio de la concepción de la educación como una inversión individual en tanto que existe un rendimiento privado cuantificado en una diferencia salarial tras la culminación de los estudios. Este enfoque teórico correspondiente a la teoría del capital humano se plasma en informes encargados por los gobiernos y las instituciones públicas, así como por las instituciones internacionales, como es el caso de la ocde-Unesco (Corominas, Sacristán, Berzosa, et al., 2010). A escala internacional, entre los distintos patrones sobre la financiación privada del alumnado, se siguen observando cuatro modelos distintos. Un primer modelo, que corresponde al de los países escandinavos (Finlandia, Suecia, Noruega o Dinamarca), garantiza no solo el carácter universal del acceso a esta etapa del sistema educativo mediante matrículas muy reducidas y financiadas con fondos públicos, sino que además implica igualmente porcentajes muy elevados de estudiantes que reciben becas o préstamos públicos. En el segundo modelo (Estados Unidos) son los estudiantes quienes asumen en gran medida la financiación de la educación mediante altas tasas de matrícula, con un elevado porcentaje de alumnos becados o que reciben préstamos públicos (79%). El tercer modelo, semejante al caso de eeuu, pertenece a Japón, cuya financiación de la educación universitaria recae casi exclusivamente en los alumnos, con altas tasas de matrícula y una proporción de alumnos que recibe becas o préstamos públicos muy baja. El cuarto modelo de financiación es propio de algunos países europeos, entre los que se encuentran los mediterráneos (Italia, España): el porcentaje de alumnos que recibe becas y préstamos públicos no es muy elevado, si bien las tasas de matrícula en la universidad son ciertamente moderadas en comparación con el resto de países. En estos casos, es el coste de la matrícula el que garantiza el carácter universal del acceso a esta etapa del sistema educativo (oecd, 2011, pp. 46-49). Sin embargo, en Europa estas diferencias van limándose con las reformas educativas
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que se suceden desde 1995, convergiendo en sistemas de financiación (tasas/becas/préstamos) que miran hacia una mayor participación de los estudiantes en los costes de la instrucción universitaria (cost-sharing) (Agasisti, 2007, pp. 23-24). En este sentido, las intenciones de la oecd no dejan lugar a dudas al afirmar que “los sistemas de ayudas financieras a los estudiantes que combinan préstamos cuya devolución está condicionada por los ingresos y ayudas sujetas a requisitos económicos, no solamente promueven la equidad y el acceso a la educación superior, sino que también conducen a mejores resultados al final del proceso” (oecd, 2012, p. 4). Se argumenta así que las dificultades debidas a las tasas de acceso cada vez más altas y a la reducción del número de becas serán reabsorbidas con la fórmula de los préstamos, deudas que los estudiantes van a pagar con sus futuros ingresos. Las políticas para el cost-sharing producen una transferencia forzosa de costes, desviando el presupuesto del Estado sobre la renta de los estudiantes y de sus familias. Es esta la experiencia de los países anglosajones, donde la formación origina una inversión económica por la cual el estudiante tiene que asumir los riesgos (financieros) de su aprendizaje para toda la vida (lifelong learning). El crédito financiero permite valorizar las capacidades y las competencias adquiridas (por medio de su fuerza-trabajo) durante el ciclo de estudios y garantizar (con el mercado de derivados) que estas sean vendidas, más tarde, en el mercado de trabajo, también en condiciones poco ventajosas. Seducidos por el chantaje de la deuda contraída, persiguiendo el mito del mérito, las calificaciones, los reconocimientos que tienen la función de estimular el espíritu y la colaboración empresarial, el estudiante llega, en otras palabras, a la base de la misma explotación. Esta es la indudable relación entre la forma de organización y la de financiación de la educación superior. Los altos costes de las tasas universitarias y la amenaza de la deuda son formas de disciplina, donde romper con la regla de la eficiencia comporta el riesgo de no conseguir pagar los gastos
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sostenidos. Los procesos de financiarización de la economía abruman la vida de los estudiantes/trabajadores, valorizando de forma ‘latente’ todos los aspectos de nuestras cotidianidades: el contenido didáctico de los estudios, el tiempo para conseguir los resultados, la calidad del trabajo, la posibilidad de determinar decisiones sobre nuestro propio futuro. Estas son las políticas que permiten el fortalecimiento de los mecanismos de inclusión diferencial (cursos cerrados, requisitos mínimos, universidad élite, ranking) como parte de un diseño más amplio de reorganización y jerarquización de la fuerza de trabajo.
Desclasamiento y precarización Con la financiarización de la empresa-universidad, al lado de las universidades con mejor ranking, crecen las metropolitan universities. Estas instituciones tienen la necesidad de adquirir siempre mayores recursos privados, generando, de forma exponencial, fenómenos de cherry picking (Vignoles, Galindo-Rueda & Feinstein, 2004), al diversificar sus actividades con la activación de ciclos que permiten un mayor residual claim. Dicho de otra forma, se crea una enorme cantidad y variedad de cursos universitarios, profesionalizantes y especializados para atraer a un número siempre mayor de estudiantes. El aumento exponencial del número de licenciaturas en la enseñanza superior, en efecto, describe un proceso de desclasamiento de las competencias y de las habilidades en el mercado de trabajo. En este sentido, la universidad metrópolis no es un lugar destinado a la élite del conocimiento; aunque puede parecer, en términos fordistas, un lugar para la difusión de una educación de masas, en realidad es un dispositivo que regula el valor del trabajo en el mercado del aprendizaje continuo y de por vida. El sujeto precario y desclasado habita en este proceso, en el cual tanto los nuevos trabajos como los viejos necesitan de títulos académicos. En este contexto, hay que ser claros:
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La mercancía particular que produce la fábrica de precarios somos nosotros mismos, producidos por medio de tiempos alienantes en sintonía con los ritmos del trabajo precario, de conocimientos parcelados y segmentados, inscritos en modelos definidos de cooperación y valorización. Un ciclo de estudios sin derechos para evitar que los reclamemos mañana (o tal vez hoy mismo) en los lugares de trabajo (Coordinamento, 2008).31.
El estudiante ya no es un aprendiz de la fuerza de trabajo en período de entrenamiento, sino un trabajador precario en la llamada “fábrica del conocimiento”.32 Crece el número de estudiantes que durante la carrera de licenciatura y de investigación se reciclan en un sinfín de trabajos precarios. Al mismo tiempo, los trabajadores de la universidad han sido crecientemente remodelados a partir de la mentalidad laboral del mundo académico moderno, cuyas tareas no están limitadas ni por el lugar de trabajo ni por un horario preestablecido. Para todos estos trabajadores es difícil delimitar el tiempo de trabajo, dado que es imposible establecer las horas en que se producen las ideas: “emerge de esta imposibilidad la autonomía potencial del trabajo/conocimiento vivo, corporeizado en la nueva figura del estudiante/investigador y el profesor precario o precaria” (Roggero, 2007). Sin embargo, esta autonomía potencial se polariza dentro del mito del self made man y, encaminada hacia la filosofía de la empleabilidad, se transforma constantemente en capacidad de ser: ser ‘empleado’, emplearse, formarse estudiando y autoformarse reciclándose. Definir al estudiante/precario como una figura híbrida (Roggero, 2007) significa, empero, admitir que la línea divisoria entre autonomía, 31 12 tesis para la universidad. Esperando la próxima tormenta, diciembre de 2008, documento del Coordinamento dei Colletivi della Sapienza de Roma. Disponible en: www. ateneinrivolta.org. 32 Desde este punto de vista, debemos señalar también que esta expresión es indudablemente una figura retórica eficaz para aludir a la centralidad de la producción de conocimiento en la actual formación de clase y en el disciplinamiento de las formas de conocimiento vivo. Al mismo tiempo, cualquier otro uso del término ‘fábrica del conocimiento’ puede resultar obsoleto si no se especifica la imposibilidad de imponer la organización científica taylorista del trabajo sobre la actual formación de clase (Roggero, 2007).
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formación, autoformación y trabajo se ha desvanecido del todo. Los grados, las prácticas, el trabajo voluntario33 y cooperativo pasan a configurarse dentro de la carrera de formación, siendo, en realidad, un trabajo no remunerado; las becas se transforman de ‘ayuda al estudio’ ‘en deuda pedagógica’, en un sinfín de adquisiciones de créditos formativos a cambio de créditos financieros y de deudas formativas por deudas monetarias. El sujeto se mueve permanentemente entre el aprendizaje de por vida y el mercado de trabajo, teniendo como marco la precariedad, los procesos de desclasamiento y los mecanismos de inclusión diferencial. Se rompe la linealidad temporal entre formación y trabajo, el futuro se transforma en dispositivo normativo del presente, donde los saberes que vamos a adquirir son solo recursos y medios para la producción. La precarización se redefine así como un marco paradigmático de la valorización de las formas mercancía-trabajo/conocimiento y el resultado es una sociedad marcada por la polarización extrema de la riqueza.
Trabajo y plustrabajo: la valorización de la ‘forma natural’ El concepto de “forma natural” (valor de uso) del discurso de Marx en El Capital no hace referencia a un modo paradisíaco de existencia del ser humano, del que este hubiese sido expulsado por su caída en el pecado original de la vida mercantil y capitalista. La forma social natural de la existencia humana que el comunista Marx quiere liberar de su sujeción a la “tiranía del capital” es por sí misma conflictiva, desgarrada; tanto la felicidad como la desdicha son posibles en ella (Echeverría, 1984, p.46). 33 “Está empezando a surgir un concepto de voluntariado como forma de comportamiento social más que como una categoría de persona: el ‘voluntario’. Se considera que la relación recíproca que sustenta esta conducta genera beneficios tanto para los voluntarios como para los ‘beneficiarios’. Este concepto tendrá importantes consecuencias para las políticas centradas en la promoción y el fortalecimiento de las diversas formas de acción voluntaria. Asimismo, está comenzando a influir en los debates sobre la inclusión social, puesto que el voluntariado ha pasado a ser una vía para escapar de la exclusión” (unv, 2011, p. 60).
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El proceso de valorización de la latencia es (en potencia) la financiarización de “la forma natural” en su totalidad: es la financiarización del drama. En la economía del conocimiento, (1) con el crecimiento de los ‘riesgos cognitivos y derivados financieros, de los riesgos pedagógicos y de las deudas financieras’; (2) ‘con los procesos de desclasamiento y la precarización’, la ‘valorización latente’ de las formas-mercancía-trabajo/ conocimiento se va incorporando como proceso ‘natural’ en las nuevas generaciones. De esta forma podemos considerar que la lógica financiera respecto al trabajo sigue un proceso de difusión (inclusión) y diferenciación (división). El trabajo abstracto ya no puede concebirse como sujeto, sino como momento del proceso de socialización, que abarca al trabajo inmediato pero al mismo tiempo lo supera. Y es por esto que afirmamos suficientemente superada la convicción de Marx según la cual “no se puede tratar al trabajo privado como si fuera trabajo directamente social, como a su contrario” (Marx, 1981, p. 116). While issues of unpaid domestic labor raise the identification of a non-capitalist dimension to the reproduction of labor power, the process of financialization sees the direct incursion of capitalist calculation inside the household (Bryan, Martin & Rafferty, 2009, p. 461).
Desde una óptica distinta respecto a la vieja tesis del ‘trabajo inmaterial’ (Negri & Lazzarato, 2001), o a la más reciente de knowledge labor (Fuchs, 2010), queremos razonar sobre el hecho de que el impacto del proceso de financiarización sobre la valorización de la formas mercancía-trabajo/conocimiento, o sea sobre la fuerza trabajo, no es solo ‘inmediato’ sino ‘latente’.34
34 Dicho de otra forma, estas transformaciones de los modos de vida son prácticas pre-ideológicas, al estar incluidas en los procesos de socialización primaria, que tienen efectos muy sólidos en la construcción de una visión del mundo al ser transmitidos como vivencias.
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Lo hacemos empezando por el análisis del proceso de extracción de plusvalía (de valorización) de la fuerza trabajo sin trabajo: los desempleados. Conocemos el ataque al trabajo generado con las políticas de la sociedad del conocimiento (Maniglio, 2016) o con el paradigma de la producción flexible (Harrison, 1994) y el desarrollo de la economía del conocimiento (Bryan, Martin, Montgomerie, et al., 2012). Las consecuencias directas son la inseguridad económica, la falta total de perspectivas, la dificultad de conciliar los tiempos de vida, la precariedad de cada fase de nuestra existencia (Vasapollo, 2005, p. 46). Además, en los últimos seis años, en el caso de la ue las respuestas políticas a la denominada ‘crisis financiera’ han ido intensificando las diferencias en términos de calidad del empleo entre los países, ya sea en la incidencia del empleo temporal o en el empleo a tiempo parcial: la pobreza en el trabajo, el trabajo informal y ‘en negro’, la polarización de las rentas salariales y la desigualdad de ingresos han aumentado todavía más.35 En resumen, según nuestra hipótesis, los índices de desempleo que se dispararon con la crisis productivo-financiera representan los resultados latentes del proceso de producción de la economía del conocimiento. La relación entre los procesos de financiarización de la economía y el desempleo, hoy por hoy, son pasados por alto en los estudios laborales y en las ciencias sociales en general. En dichas disciplinas, en efecto, el desempleo es generalmente definido como la falta de trabajo y la exclusión de los trabajadores del mercado laboral que, a largo plazo, puede conducir a la exclusión social. Desde una perspectiva estrictamente 35 Hemos tenido ocasión de observar cómo, en las últimas tres décadas, se ha producido una rápida polarización del proceso productivo en el planeta y una nueva división internacional del conocimiento y del trabajo (Maniglio, 2016). En los países “centrales”, el coste del trabajo, que en los años sesenta y setenta había aumentado, ha sido reducido drásticamente: por un lado se ha externalizado a los países “periféricos”, por otro se ha continuado con el proceso de chantaje con la miseria, utilizando el desempleo como arma para colocar a la fuerza de trabajo en una situación de total dependencia. En las zonas de alto desarrollo tecnológico se concentra, por el contrario, el trabajo cognitivo/escaso, con un alto nivel de cualificación y una baja intercambiabilidad.
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productivista, “los desempleados no pueden alterar la acumulación capitalista y su lucha es considerada residual con respecto a la clase trabajadora” (Dinerstein, 2003, p. 3), dado que sus demandas son de reinclusión en el sistema capitalista. El desempleo, lejos de ser una falta de trabajo, es (aunque socialmente parezca lo contrario) una forma del trabajo capitalista producida por la intensificación de los procesos de subsunción real del trabajo y de la sociedad al capital. Si alguien ve la esencia del capitalismo en la circulación monetaria, el nivel de su concepción es inmediato, inclusive si después de diez años de pensar laboriosamente al respecto acaba escribiendo sobre esta concepción un libro de dos mil páginas. En cambio, si un trabajador ha captado instintivamente el problema de la plusvalía, ha salido ya de dicha inmediatez económica, inclusive si las palabras con que se explica a sí mismo y a los demás dicho conocimiento siguen siendo espontáneas, inspiradas en el sentimiento e “inmediatas”. Y es la superación de esta inmediatez la que yo he exigido del escritor (Lukács, 1966, p. 329).
En el transcurso de este análisis, hemos tenido ocasión de demostrar cómo el proceso de valorización de las formas mercancía-trabajo/ conocimiento no se agota con la subordinación inmediata de la fuerza trabajo al capital, sino que también implica la subsunción latente, es decir, que se trata de un proceso de progresiva expansión y subordinación política de toda la sociedad al capital. En este sentido, el problema de las ciencias sociales reside en que no logran ver el espacio de subjetivación generado por las crisis del capital en términos políticos, pues sus estudios y análisis se basan en una visión incompleta de la sociedad capitalista en donde solo se tienen en cuenta los aspectos concretos, visibles de las relaciones sociales. Esto es particularmente así en el caso del desempleo (Dinerstein, 2003, p. 19).
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La contradicción capital/trabajo en el caso del desempleo (fuerza trabajo sin trabajo) es primariamente política. En efecto, solo formalmente (artificialmente) existe una geografía de los excluidos de la esfera productiva, dado que concretamente están incluidos en los procesos de valorización. El desempleo no elimina, sino que intensifica, la subsunción real de una forma contradictoria a la generada en el interior del proceso C-C’ y no en el proceso D-D’: In volume II of Capital, Marx emphasises that the M-M’ circuit is the circuit of the individual capitalist (1885, p. 136), although it does not so well depict the circuit of capital as a whole. The individual capitalist has the objective of amassing monetary profits, but social wealth is not so defined. The circuit of total capital is best depicted as C-C’, because the C at the “beginning” of the circuit already embodies surplus value, and hence presumes prior circuits (1885, p. 177). Indeed, in the first paragraph of volume I of Capital, Marx depicts the wealth of capitalism in terms of the “immense collection of commodities,” not the immense accumulation of money! (Bryan, Martin & Rafferty, 2009, p. 463).
La fórmula de la financiarización clásica D-D’ puede dar respuesta de los resultados del proceso de producción inmediato, porque representa la transformación del capital en su forma más abstracta, o sea en dinero, donde la ausencia de M(k) indica solo aparentemente que el capital se ha retirado del circuito productivo. Recordamos brevemente cómo el paso de la producción de dinero por medio de mercancía conocimiento D-M-D’ a la valorización financiera de las formas de mercancía-conocimiento [M(k)]: [D - C.. M(k) ..C’- D’ < C - M(k) ... M(D) - M(D)’... M(k)’ - C’] ha modificado la forma del trabajo y la regulación salarial. Por esto con el circuito C-C’ evidenciamos, al contrario, que es la explotación del trabajo la que va a ser virtualmente eliminada M(k)’ para reproducirse de forma financiera M(D), generando desempleo y plusvalor M(D)’. El valor de cambio del trabajo deviene, de esta forma, solo un momento del proceso de socialización.
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Conclusiones En las últimas tres décadas con el proceso de financiarización de la economía se han expandido los tiempos sociales del trabajo en términos diacrónicos y sincrónicos, apuntando a disminuir hasta el máximo el tiempo de trabajo necesario, el valor de cambio de la fuerza trabajo misma (y de esta forma el salario), con el fin de aumentar el plustrabajo y el plusvalor. Con los procesos de ‘valorización latente’, se rompe la rigidez del concepto de ‘tiempo de trabajo’ y, de este modo, se expropia ‘nuestro hacer’ de la capacidad de percibirse en términos de cambio capital-trabajo. De aquí que el arma de la reivindicación salarial, cuya eficacia se medía con la variable del tiempo, pase a ser asumida en términos de lucha por el reconocimiento del trabajo necesario: una lucha por la sobrevivencia. “El devenir renta de la ganancia” (Vercellone, 2006, 2011) no debe significar ignorar esta lucha por la supervivencia, ignorar que, cada vez más, somos artífices y víctimas del plusvalor. Hemos visto cómo, en este marco de transformaciones económicas que denominamos ‘financiarización en tanto que proceso’, el capitalismo sigue siendo sustantivo al constituir una invariante histórica, es decir, de la acumulación como propulsor de la ganancia y de las diferentes relaciones de trabajo sobre las que se perpetúa la extracción de plusvalía. En el proceso C-C’, la desaparición virtual de M(k) ... M(k)’ depende, en este sentido, de la efectiva posibilidad del capital de explotar la fuerza de trabajo social, inclusive aquella parte que se encuentra desocupada. Esta desaparición simulada constituye la cuestión política crucial del desempleo, porque implica –en términos concretos, a nivel subjetivo– una contradicción entre el efecto coercitivo del horizonte de la exclusión social por desempleo y la imposibilidad de generar un proceso de auto valorización en términos de autonomía. Este espacio de subjetivación contradictorio es bien definido como la “experiencia de la abstracción” (Dinerstein, 2000). Por un lado, en la expansión del valor como dinero perdemos nuestra vida, no porque nos excluya, sino porque nos somete
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y nos ata a un movimiento social incluyente en el cual los mecanismos de valorización ‘latentes’ se transforman en formas de socialización primaria y secundaria. Es el plano de la experiencia el que puede producir continuamente una pérdida de autoestima y el sentimiento de pertenencia social el que conduce a un progresivo aislamiento. Por otro lado, el proceso continuo de ‘auto’-valorización que deriva de este proceso de expansión del capital, lejos de perfilarse como un movimiento autónomo (exterior), se produce con continuos procesos de reinvención de las formas de existir y resistir generadas en el corazón mismo de la relación capital/trabajo y no fuera de este.
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Economía colaborativa y lucha de clases Carlo Formenti
El texto que vais a leer a continuación retoma y desarrolla algunos pasajes de mi último libro (La variante populista, DeriveApprodi, 2016). En particular, vuelvo a elaborar un párrafo del capítulo primero, en el que analizo la revolución digital como herramienta de ataque capitalista a las relaciones de fuerza de las clases subalternas (en el resto del capítulo se tratan los efectos de los procesos de financiarización y globalización de la economía y de la transición a un régimen político post-democrático). En trabajos anteriores me había centrado en las mitologías de lo digital y en su función legitimadora de nuevas formas de explotación de la fuerza de trabajo (Incantati dalla Rete, Cortina, 2000), en el impacto de las nuevas tecnologías sobre las formas de organización política, ambiguamente suspendidas entre intentos de democratización y procesos de concentración del poder económico y político (Cybersoviet, Cortina, 2008) y en el papel estratégico de los prosumidores (con atención especial a los usuarios de los medios sociales) en los modelos de negocio de las compañías de internet. En mis últimos libros (Utopie letali –Jaca Book, 2013– y el ya mencionado, La variante populista), el tema del uso capita-
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lista de la tecnología ya no es el centro de atención, aunque todavía desarrolla un papel importante en el análisis de la gran transformación que el estilo de producción capitalista (y las resistencias sociales y políticas que este genera) ha ido operando en las últimas tres o cuatro décadas. En particular, en el corto texto que prosigue, dedicado a la “uberización” del trabajo, puede encontrarse un esbozo de análisis crítico de la economía colaborativa (sharing economy) como herramienta poderosa de cooptación de la clase media en el bloque de poder liberal, por un lado, y, por el otro, de reducción del estado de parcial servidumbre de amplios sectores proletarios.
Financiarización de la economía, digitalización de los procesos de producción Una de las muchas narraciones que, en los últimos años, han legitimado la hegemonía neoliberal fundamentada en la financiarización de la economía y la digitalización de los procesos de producción y reproducción, es aquella con la que los medios de comunicación de todo el mundo han construido el mito de la economía colaborativa (o economía “gig”). Se trata de actividades basadas en la capacidad de la red de desencadenar procesos de desintermediación –o, mejor dicho, procesos que sustituyen a los viejos intermediarios con nuevas formas de intermediación–, a través de los cuales se activan relaciones directas entre proveedores y usuarios de un servicio, entre demanda y oferta de trabajo, entre personas que cooperan a distancia en un proyecto de producción compartido, etc. Este fenómeno se exalta como factor capaz de revolucionar la economía entera, fomentando el empleo y dándole al trabajo autónomo la tarea de impulsar la recuperación. Sobre este tema circula un sinfín de noticias falsas. Por ejemplo, según un estudio de la Freelancers Union, los trabajadores autónomos serían más de cincuenta millones, mientras análisis científicamente más fiables registran datos mucho más bajos (menos de la mitad y en dismi-
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nución).36 Otro ejemplo, los trabajadores del mismo país involucrados en el sector que más corresponde a la sharing economy serían menos de un millón. Una investigación37 de la University of Hertfordshire certifica cifras más altas (cerca de nueve millones) para Inglaterra pero, al mismo tiempo, reduce el peso económico del sector y, sobre todo, desmiente su presunta capacidad de impulsar el empleo: para muchos trabajadores solo se trata de actividades colaterales para integrar ingresos insuficientes; quienes trabajan exclusivamente de esta forma necesitan tres o cuatro empleos en diferentes plataformas para buscarse la vida; por último, la tesis según la cual se trataría en la mayoría de jóvenes (en gran medida, estudiantes) no tiene fundamento: la mayoría son adultos infraempleados o jubilados. ¿Cómo se justifica tanta euforia entonces? La respuesta es simple: las personas que desarrollan estas actividades son el retrato perfecto del “hombre nuevo”38 que la utopía ortoliberal querría construir: convencido de ser su propio jefe, flexible, dispuesto a aceptar salarios miserables, poco propenso a la lucha, sometible a controles a distancia para controlar su productividad y fidelidad al papel. Para demostrar esta afirmación voy a analizar modelos de negocios y organización productiva de las dos marcas más conocidas del sector: Uber y Airbnb. Uber es una empresa que gestiona una aplicación para smartphones que pone en contacto a los usuarios con los conductores de coches particulares dispuestos a prestar un servicio de taxi, con precios inferiores a los servicios que ofrecen las sociedades tradicionales de taxis o los conductores independientes con licencia. A los pocos años de su nacimiento, y con una plantilla de poco más de un centenar de dependientes directos, Uber cuenta con un “parque de conductores” de más de 60 mil unidades en diferentes ciudades del mundo (el dato es 36 Cfr. el siguiente artículo del Huffington Post sobre el tema: http://www.huffingtonpost. com/entry/does-the-sharing-economy-exist_us_5668976fe4b0f290e521c9ae. 37 Los datos de la investigación se pueden consultar en la página web http://www.feps-europe.eu/en/publications/details/363. 38 Cfr. Dardot, P. & Laval, C. (2013). La nueva razón del mundo. Barcelona: Gedisa.
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de, aproximadamente, hace un año). La rapidez de su crecimiento es impresionante si consideramos que Uber tiene que encarar retos legales difíciles: en muchos países y ciudades el servicio fue prohibido o sometido a restricciones, acusado de competencia desleal con los servicios tradicionales y de no ofrecer suficientes garantías de seguridad a sus clientes. Uber se enfrenta a estos retos con gran agresividad: tanto contestando a las prohibiciones y restricciones en los foros competentes, como intentando usar en su favor a políticos, medios de comunicación y opinión pública con argumentos de estilo liberal (al desempeñar su papel de desintermediación, argumenta, el servicio vuelve a introducir la libre competencia en un sector monopolizado por asociaciones corporativas, contribuyendo a abaratar los precios, lo que beneficia al ciudadano/consumidor). Son argumentos que gustan a la tecnocracia europea, que se ha declarado abiertamente a favor de estos modelos de negocios “innovadores” y en contra de las prohibiciones establecidas por los estados miembros.39 Para ver qué se esconde detrás de estas tesis, intentaré encontrar una respuesta a las siguientes preguntas: 1) quiénes son los colaboradores de Uber y cuáles son sus condiciones de vida y trabajo; 2) de dónde obtiene beneficio esta empresa; 3) cuál es el bloque que comparte sus intereses. Los conductores de Uber son trabajadores independientes, o sea, trabajadores formalmente autónomos: el coche es propiedad suya, por lo que tienen que asumir todos los riesgos y consiguientes costes (manutención, carburante, seguro, daños a los clientes, etc.). La mayoría, como hemos visto, desarrolla esta actividad para completar ingresos insuficientes procedentes de otras fuentes. Ya que no están protegidos por asociaciones de categoría, como las que representan a los taxistas tradicionales, tienen que aceptar pagos reducidos y estar disponibles en tiempo real en el momento en el que un cliente contacta con ellos a través de la app de Uber. Con el modelo de Uber se ha diseñado un número 39 Cfr. sobre el tema las declaraciones del vicepresidente de la Comisión Europea Jyrki Katainen, en un artículo de la sección de economía de El Mundo del 2 de Junio 2016 (“Bruselas pide paso a la economía colaborativa”).
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creciente de otras actividades tradicionales que las tecnologías digitales permiten descomponer en una serie de tareas discretas distribuidas en tiempo real entre distintos ejecutores, según su exigencia. Los pagos están proporcionados a la productividad (controlada por el software) y a la satisfacción del cliente. En resumen: es un sistema formidable para hacer el trabajo cada vez más flexible y enjaularlo en un sistema que convierte a los trabajadores en un conjunto de individuos “independientes”, obligados a ensamblar paquetes de actividades precarias de bajo precio. Si Uber tuviera que contratar a sus propios conductores y enfrentarse a los gastos correspondientes, quebraría muy rápido, ya que tendría que equiparar el precio de su servicio al de los servicios de taxi normales. Y esto nos lleva directamente a la segunda pregunta: ¿de dónde proceden sus beneficios? En opinión de algunos, es más correcto hablar de renta, ya que Uber no produce nada, sino que se limita, a través de su plataforma, a ofrecerle visibilidad a los conductores con un sistema de geolocalización conductor/usuario, y tiene la posibilidad de quedarse con un porcentaje (o sea, una renta) del precio del trayecto. Esta es la tesis de Lorenzo Mainini, entre otros, quien escribe: “Así como la propiedad inmobiliaria aumenta su valor, o más bien entra en el ciclo de valor, a través de la apertura de un canal, de un camino, el progreso de la población [cita de los Manuscritos filosóficos y económicos de 1844 de Marx] en la zona en su entorno, asimismo Uber entra en el ciclo de valor en el momento en el que el trabajo social crea la posibilidad de beneficiarse del dominio virtual a través de sistemas de geolocalización y desintermediación producidos socialmente, y ya presentes en la sociedad. Uber, por lo tanto, se limita a quedarse con y ejercer la propiedad de un fondo virtual valorizado por el trabajo social y el progreso en general”. 40 Si consideramos este enfoque, se podría afirmar que el enfrentamiento entre Uber y las corporaciones de taxistas es una versión posmoderna de la lucha de clases entre los 40 Cfr. L. Mainini, Uber, la rendita e Marx. El artículo ha sido publicado en la página web “Euronomade” y se puede consultar en el siguente enlace: http://www.euronomade. info/?p=5046.
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pequeños propietarios y el gran latifundio. Personalmente, considero que esta interpretación, aunque contiene elementos ciertos, deja a un lado un aspecto importante: no es correcto afirmar que el capitalismo digital se limita a hacerse con los frutos del trabajo social y de la inteligencia general porque ese tipo de cooperación social no existiría sin las enormes inversiones públicas y privadas que han creado la red y hecho que nacieran las empresas particulares que la dominan. Es verdad que los modelos de negocios “a la Uber” se fundamentan ‘también’ en nuevas formas de renta, pero no tenemos que olvidar que son posibles gracias a procesos de innovación diseñados, desarrollados y puestos en marcha por empresarios capitalistas. Así que el enfrentamiento ve, por un lado, a Uber como un empresario schumpeteriano (que lleva innovaciones radicales) y al otro a las grandes sociedades del taxi, o sea, empresas capitalistas de estilo tradicional; por otro lado, Uber como modelo de empresa que integra beneficio y renta (típico del capitalismo financiarizado y digitalizado) frente a las corporaciones de pequeños dueños, cuya resistencia evoca las luchas de 1800 de ludistas contra la innovación tecnológica. Por último, la tercera pregunta: ¿de dónde llega el aprecio que Uber obtiene de una amplia franja de la opinión pública? De los consumidores, contestan medios de comunicación y políticos liberales. Cierto, pero ¿qué consumidores? Como un sociólogo bien sabe, el consumidor, considerado en su sentido genérico (sin determinación socioeconómica), es una categoría inconsistente, que no dice nada acerca de quién consume qué, cuánto consume y qué precios puede permitirse (o no permitirse) pagar. El foco es: ¿quiénes son los consumidores de un servicio como Uber? Érase una vez el taxi como servicio público. Desde comienzos de los años sesenta –en Italia, por lo menos– la gran mayoría de la población se desplazaba a horas establecidas en trayectos predefinidos y repetitivos (hogar-fábrica u hogar-oficina), usando medios públicos como autobuses, tranvías, metro y trenes. El taxi era un medio público para ricos y el precio (en cualquier caso, elevado) oscilaba entre límites determinados por las administraciones ciudadanas. En las metrópolis posfordistas
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la demanda de movilidad ha incrementado sensiblemente y ha cambiado en su naturaleza: ya no existen horas y recorridos predeterminados, la gente se desplaza más veces a lo largo del día, y los medios de transporte públicos ya no son suficientes para satisfacerla (incluso porque sufre los efectos de los recortes del gasto público). Una solución hubiera podido ser una “popularización” del taxi, que se hubiera conseguido a través de medidas ad hoc por parte de las administraciones públicas. Pero esto entra en conflicto con la filosofía neoliberal, que prefiere la solución que le ofrece Uber: privatización y disminución de los costes a través de una mayor explotación de conductores y de la reducción de la calidad del servicio. Volvamos al interrogante sobre el consumidor típico del servicio. En los centros urbanos gentrificados, las capas sociales medio-bajas siguen usando los medios de transporte público tradicionales, mientras el taxi –tradicional o “uberizado”– sigue siendo el medio de transporte por excelencia de las clases medio-altas: profesionales, directores, creativos, etc. Con una novedad: a los más ricos Uber les ofrece una alternativa de bajo precio que no cambia su vida; en cambio, para las capas inferiores de la clase media (especialmente los jóvenes) representa una novedad que les permite acceder a un servicio hasta ayer “de lujo”, con precios controlados. Por lo tanto, la función de Uber –así como la de Airbnb, del que me ocuparé dentro de poco, o la de las compañías aereas de bajo coste– consiste también en alimentar la ilusión de la clase media empobrecida de formar parte de una élite que tiene el privilegio de poderse permitir altas tasas de movilidad. Viceversa, los taxistas (en la mayoría de países occidentales) forman parte de la masa de trabajadores no cualificados que viven en el centro únicamente de día (por la noche, si no tienen turno, vuelven a la periferia) para venderle sus servicios a la clase medio-alta. La guerra entre taxistas tradicionales y trabajadores independientes de Uber es, por lo tanto, la típica guerra entre pobres. Pero incluso entre conductores y clientes hay lucha de clases. Nos lo recuerda el bonito libro de Biju Mathew acerca de las luchas
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de los taxistas de Nueva York,41 que describe las tensiones entre clientes arrogantes que tratan como esclavos a los conductores (hoy en día, casi todos inmigrantes procedentes del Lejano Oriente y Oriente Medio) y estos últimos, obligados a trabajar horas y horas por las carreteras para buscarse la vida. La opción Uber ha agudizado estos conflictos aún más, ya que ahora el cliente puede tornarse más arrogante, debido al hecho de que la renta y el mantenimiento del empleo del conductor dependen de su satisfacción.42 La capacidad de aprovecharse de las guerras entre pobres y movilizar a las clases medias para respaldar sus propios negocios no es prerrogativa exclusiva de Uber: Airbnb también lo consigue sin problemas. En el caso de esta plataforma, la tesis que ve en los modelos de negocios de la economía colaborativa unas formas de renta inéditas parece más apropiada. Aibnb pone en contacto a propietarios de casas en todo el mundo dispuestos a alquilar sus hogares para cortas estancias: el arrendatario paga la candidad establecida al sitio web, que transmite el pago al propietario, quedándose con un porcentaje por el servicio. También en este caso es patente que no se trata para nada de desintermediación, sino de una nueva forma de intermediación que se aprovecha de internet para competir con agencias inmobiliarias y de viajes, además de hoteles, bed and breakfast y parecidas estructuras hoteleras tradicionales. La invención reside en que se ha elaborado una manera de obtener ingresos de bienes inmobiliarios que no son de propiedad de la empresa que gestiona el negocio: Airbnb les ofrece a los usuarios de su plataforma web la posibilidad de convertir su residencia en una fuente de ingresos a cambio de un porcentaje, o lo que es lo mismo, una renta sobre la renta. 41 Cfr. B. Mathew, Taxi! Cabs and Capitalism in New York City. NY: New Press, New York 2005. 42 Maxime Coulon, un conocido abogado de París, ha obtenido 170 mil Me gusta con la siguiente entrada en su página Facebook: “Estimado taxi de París, no puedo expresar mi gozo en verte gritar, llorar, agonizar frente al éxito de servicios como Uber. ¿Recuerdas cúando me preguntabas cuál era mi destino antes de decidir si yo tenía derecho a subir a tu carruaje?”.
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Para hacer frente a las acusaciones de competencia desleal promovidas por la industria hotelera, Aibnb ha recurrido a argumentos parecidos a los usados por Uber, obteniendo a su vez el respaldo de medios de comunicación liberales y castas políticas, junto a la simpatía de amplios sectores de la clase media. Aquí también el tema central son las ventajas que la desintermediación le ofrece al consumidor, a las que hay que añadir el leitmotiv de las tecnoutopías digitales, es decir, ese concepto de compartir (sharing) que proporciona un aura ideológica positiva (la innovación mejora el mundo) a todas las actividades de intercambio de datos, conocimientos e información mediadas por la red, desde las comunidades de software de código abierto hasta las redes sociales. Gracias al compartir, afirman, viajar es más fácil y menos caro para todos. Ya he mencionado las analogías entre Uber y las líneas aéreas de bajo coste que ofrecen vuelos a precios baratos recortando plantilla y salarios, e imponiendo horarios de trabajo agotadores que reducen la seguridad; Airbnb contribuye a su vez a la creación de una especie de economía estilo Wal Mart en el sector de los servicios de movilidad, permitiendo también a las capas sociales inferiores acceder a determinados consumos. La narración funciona porque en el mundo no son pocas las personas que ven Airbnb como la pieza de un mosaico de expedientes que les permite buscarse la vida. Sin embargo, para hacerlo hay que ser propietarios de un hogar (y esto quita del tablón a la mayoría de miembros de las clases subordinadas). Pero, sobre todo, es preciso subrayar que los que sacan mayor beneficio del servicio son los dueños de grandes propiedades inmobiliarias, quienes pueden, de esta forma, alquilar sus casas durante temporadas cortas y a precios exorbitantes, evitando los vínculos de contratos de arrendamiento regulares. Airbnb afirma respaldar los intereses de la “clase media”, haciéndola libre de los costes exagerados impuestos por los monopolios de la industria hotelera, pero la verdad es que su modelo de negocio contribuye sobre todo a empeorar las condiciones de vida de esas clases subordinadas que no quieren dar la vuelta al mundo, sino tener a su disposición hogares con alquileres asequibles, ya que no pueden comprarse una casa. No es casual que, en
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San Francisco, donde desde hace tiempo se está llevando a cabo un radical proceso de gentrificación, el sindicato de inquilinos haya prometido un referendum para pedirle a los administradores de la ciudad que impongan una duración mínima de los alquileres.43 Como era previsible, Airbnb ha conducido una costosa campaña electoral que le ha permitido hacer que la propuesta fuera rechazada por la mayoría de los votantes.
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43 Sobre el tema léase un artículo de New York Times consultable en la página http://www. nytimes.com/2015/11/02/technology/san-francisco-ballots-turn-up-anger-over-the-technical-divide.html?_r=0.
La financiarización de la economía y la nueva estructura de la desigualdad44 Angelo Salento Joselle Dagnes Se podría pensar entonces en emprender otra senda, aunque no sencilla: intervenir en la distribución de la renta no después de que se ha producido, sino en el momento y en los lugares en los que se produce. Esta salida se llama desde hace aproximadamente un siglo “democracia económica”. Luciano Gallino 45
Introducción Después del colapso financiero de 2008, la literatura socioeconómica en temas de desigualdad se ha caracterizado por rasgos ampliamente nuevos. En primer lugar, volvió a tomar una consistencia que, sobre todo en 44 Este artículo nace de una reflexión común de los autores. Sin embargo, la redacción del texto se atribuye de esta forma: la introducción la han escrito ambos autores; Joselle Dagnes ha escrito la parte sub II del pár. 2 y las partes sub E y F del pár. 3; Angelo Salento se ha ocupado de las demás partes. 45 Gallino, 2015, p. 180. Traducción propia.
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algún contexto (como el italiano), había perdido hace tiempo.46 Esta gran atención radica en la constatación –y este es el segundo aspecto novedoso– de que existe un vínculo estrecho entre la repartición desequilibrada de la riqueza y la inestabilidad económica (véase, por ejemplo, United Nations, 2013); y que la desigualdad está entre las causas, si no se trata de la causa principal, del colapso financiero global (véase, por ejemplo, Milanovic, 2011). En tercer lugar, la atención no se ha centrado solo en la distribución de la renta, sino también en la distribución de los patrimonios. Este es seguramente el aspecto más relevante del estudio de Piketty (2013), quien hace hincapié en la impresionante multiplicación de la riqueza patrimonial, desequilibrada de tal forma que “las fortunas privadas, hoy, parecen estar a punto de regresar a los cinco o seis años de la renta nacional en Gran Bretaña y Francia”, o sea, niveles registrados en vísperas de la Primera Guerra Mundial (Piketty, 2013 [2014, p. 25]). Esta transformación profunda de la naturaleza de la riqueza es un índice muy claro de un aspecto más del fenómeno: su conexión con un cambio en las modalidades de acumulación. La creciente desigualdad de las rentas y el crecimiento vertiginoso del volumen de los patrimonios privados coinciden con un proceso de ‘financiarización’ (y de ‘ampliación de capital’) de la economía.47 46 Como evidenciaba el sociólogo italiano Nicola Negri en 2007, “paradójicamente, justo cuando las desigualdades se intensifican, dejamos de hablar de ellas y la atención se centra en el aumento de los out, del nuevo pauperismo. Sin embargo, de esta forma se quitan de los análisis y de las agendas políticas justo esas dinámicas que constituyen la causa del riesgo de exclusión” (Negri, 2007, p. 195. Traducción propia). 47 Esta es probablemente la razón por la que ha crecido el interés hacia el análisis de las élites económicas, tema que nunca había experimentado tanta atención como en el clásico estudio de Mills (1956). La cuestión se ha analizado tanto desde una perspectiva sociológica (v. Savage e Williams, 2008; Mizruchi, 2013), como desde una perspectiva económico-política, por ejemplo en el best-seller de Piketty (en el panorama italiano, véase Franzini et al., 2014; para un análisis de escala urbano, Belligni e Ravazzi, 2013; Cremonesini, Cristante, Longo, 2014). Incluso los panfletos se han dedicado a estos temas, en la producción anglosajona (véase Freeland, 2012; Jones, 2014) e italiana (donde, sin embargo, los políticos son la diana favorita, y el estilo del análisis es en su mayoría justicialista: véase Rizzo, S., 2010). Para una revisión de análisis europeos contemporáneos de las élites, véase Barbera, D., Salento, 2016a.
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En este aporte vamos a centrarnos justo en este último aspecto. Se examinará no solo la tendencia al crecimiento de la desigualdad en rentas y riqueza patrimonial –la primera se puede explicar en una amplia medida con la segunda (cfr. Nau, 2013)– sino, sobre todo, algunos procesos económico-sociales que resultan especialmente relevantes en la génesis de esta tendencia. Vamos a afirmar que, para comprender la distribución diferente de la riqueza –una verdadera mutación en la estructura misma de la desigualdad–, es esencial considerar la gran transformación en las modalidades de acumulación que se ha registrado a nivel internacional en los últimos 35 años: fenómeno que se llama justamente ‘financiarización’. Sobre la relación entre financiarizazión y desigualdad se ha desarrollado una rama de estudios que todavía no puede darse por satisfecha. Esta literatura establece en su mayoría correlaciones estadísticas, usando datos agrupados. Por ejemplo, Kus (2012) estudia la correlación entre índices e indicadores de desigualdad en veinte países con un indicador sintético de financiarización construido con fuentes ocde. Parecidas son las consideraciones de Assa (2012). Kwon y Roberts (2015) reiteran los efectos acumulativos de la financiarización y la ‘nueva economía’ en la desigualdad. Lin y Tomaskovic-Devey (2015) fortalecen sus argumentos a través de un análisis contrafactual del caso estadounidense. También con un enfoque econométrico, Dünhaupt (2013) examina la relación entre financiarización y reducción de la cuota de salarios en la renta total. En el ámbito de estos estudios, tampoco falta la admisión (véase Kus, 2012, p. 493) de que los análisis macro-comparativos no son adecuados para reconstruir los vínculos entre los fenómenos investigados, y que para elaborar políticas de contraste a la desigualdad son precisos análisis de mayor capacidad explicativa. De manera realista, la posibilidad de llegar a una convalidación empírica persuasiva de los nexos entre financiarización y desigualdad no se puede sobrevalorar; y, más importante aún, también hace falta excluir explicaciones mono-causales. En primer lugar, encontramos una dificultad conceptual: la idea de ‘financiarización’, en todas sus muchas
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variantes (véase Salento & Masino, 2013, cap. 2), es un constructo complejo, que entrecruza planos y ámbitos de análisis diferentes: el de las estrategias de acumulación (con su carga en los aspectos de organización, gestión, contabilidad), pero también el de la mutación institucional y las transformaciones político-culturales. En segundo lugar, hay que reconocer que la estadística oficial casi no proporciona datos e información que ayuden a comprender las modalidades de acumulación; como, por ejemplo, una medición diferente de ingresos financieros e ingresos no financieros de las empresas. Teniendo en cuenta estas dilucidaciones, en este trabajo intentamos ofrecer –también basándonos en más amplias investigaciones anteriores (Salento & Masino, 2013; Dagnes, 2013 y 2014)– una lectura de algunos aspectos de los procesos de financiarización de la economía y de sus relaciones con la distribución de la renta. Nuestro objetivo es, no solo enseñar que existe una coincidencia temporal entre financiarización y crecimiento de la desigualdad, sino también afirmar que no se trata de una coincidencia casual, ya que acerca de la relación financiarización/ desigualdad se pueden presentar hipótesis y validaciones. Haremos referencia, en particular, al caso italiano. En el siguiente párrafo vamos a introducir el constructo de ‘financiarización’, separando, por un lado, los procesos de financiarización de las empresas (no financieras), o sea, la creciente inclinación de los propietarios de grandes empresas a perseguir la acumulación a través de canales fundamentalmente financieros y adoptar la perspectiva de la maximización del valor para el accionista; y, por otro lado, los procesos de financiarización de las familias, es decir, su propensión a invertir recursos en actividades financieras. El párrafo tercero se dedica a la relación entre este proceso dual y el crecimiento de la desigualdad. En lo que atañe a la financiarización de empresas, vemos la acumulación de ingresos financieros por parte de los accionistas y un crecimiento hipertrófico de los sueldos de la cumbre de directores, mientras que, en contraste, se reduce paulatinamente el coste del trabajo, o sea, el volumen de empleo y el nivel de
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salarios. Estre proceso genera dinámicas de enriquecimiento creciente para los titulares del capital, pero –a causa de las elecciones estratégicas y las dinámicas en las que está fundamentado– erosiona los mismos cimientos de una economía capaz de producir valor compartido. En el caso de la financiarización de familias, las dinámicas de la desigualdad involucran, por un lado, la proliferación de herramientas financieras complejas como opciones de inversión disponibles –y a menudo recomendadas– para los pequeños ahorradores; por el otro, la creciente presión a endeudarse para acceder a bienes y servicios que se consideran indispensables. El caudal de los capitales que se poseen, el perfil de riesgo individual y familiar, las competencias en el ámbito financiero, son todos elementos capaces de ensanchar las diferencias en posibilidades y condiciones de acceso a los mercados y, a través de ellos, a condiciones de vida satisfactorias. Siendo estas las pautas de nuestro análisis –no solo los volúmenes de la desigualdad, sino también las dinámicas que la desarrollan– es posible sacar algunas conclusiones en cuanto a la posibilidad de efectuar intervenciones correctivas. En el párrafo cuarto, por tanto, presentaremos la idea de que la intervención para repartir los recursos, aunque sin duda necesaria (y también comprometedora en el plano político), no tiene la capacidad de actuar sobre las causas de la brecha entre las rentas y la riqueza patrimonial. Si el crecimiento de la desigualdad está causado por un cambio en las modalidades de acumulación –y, aún más, si este cambio origina una huida de la economía real y, por consiguiente, una debilitación de la capacidad de los sistemas productivos de generar renta– la consecuencia es que únicamente una intervención en las modalidades de acumulación y las relaciones de producción puede invertir esta tendencia.
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Los procesos de financiarización de la economía La transformación reguladora insólitamente etiquetada como ‘revolución neo-liberal’ (véase Harvey, 2005) ha abierto el camino en todos los países occidentales, desde finales de los años setenta, a una redefinición de las modalidades de acumulación. A un proceso de desregulación de los intercambios financieros de nivel mundial le ha correspondido una reorientación total de la acción económica, que ha visto a los mercados financieros desempeñar un papel cada vez más relevante (para todos, véase Palley, 2007). A pesar de comenzar por iniciativa de las instituciones monetarias estadounidenses (véase Krippner, 2011), la construcción de una regulación apta para la multiplicación de volúmenes de las actividades financieras se ha extendido rápidamente en Europa también, donde ha sido promovida sobre todo por las fuerzas políticas de centro-izquierda, quienes la han representado y legitimado como itinerario de ‘democratización’ y ‘modernización’ de los mercados financieros (Cioffi & Höpner, 2006, p. 464). En Italia, en particular, la apertura a los mercados financieros internacionales –junto con una revisión de las normas de gobernanza de las grandes empresas coherente con el propósito de hacerlas responsables de cara a los mercados de títulos– se ha presentado y practicado como un paso indispensable para superar la tradicional actitud de cierre del capitalismo nacional, ampliamente anclado a coaliciones propietarias familiares y a un accionariado sustancialmente personal (véase, entre los muchos, Giacomelli & Trento, 2005). El objetivo de poner el sistema productivo del país bajo la coordinación de los mercados financieros se ha practicado también a través de un proceso de privatización de las empresas controladas por el Estado: un proceso que ha hecho que, a finales de 2006, 41 de las 290 sociedades cotizadas (por un valor de casi el 60% de la capitalización bursátil) fueran sociedades privatizadas (Barucci & Pierobon, 2007, p. 607), y el ratio entre capitalización bursátil y pib pasara, entre 1990 y 2006, del 13,8% al 52,8%.
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Desde principios de los años noventa, la liberalización de las transacciones financieras en Italia también ha sido imponente (para reconstruir la secuencia de “leyes-reforma”, cuyo elemento más importante es quizás la Ley “Draghi” de 1998, véase Salento & Masino, 2013, cap. 3). En general, el incremento del número y volumen de las transacciónes financieras ha sido macroscópico. Entre los muchos indicadores posibles del fenómeno se puede observar, por ejemplo, que la plusvalía reconducible al sector financiero italiano, registrada en 1990 en un 21% del total, en 2014 llega al 29,4% (para datos de contextos anglosajones, véase Epstein & Jayadev, 2005; para demás datos italianos y europeos, Salento & Masino, 2013, cap. 2). Merece la pena detallar específicamente los dos perfiles del proceso de financiarización de la economía, ya que –como veremos en el siguiente párrafo– tienen una incidencia especialmente importante en la desigualdad. Hablaremos de estos dos fenómenos con las etiquetas convencionales de ‘financiarización de las empresas’ y ‘financiarización de las familias’. I.
La ‘financiarización de las empresas’ es un proceso de orientación gradual de los actores económicos –en particular de las grandes empresas, pero con efectos que repercuten a lo largo de todo el sistema productivo– hacia estrategias de acumulación basadas en canales estrictamente financieros. No solamente, como ya hemos dicho, se ha experimentado un crecimiento en el volumen de actividades e ingresos en los sectores específicamente financieros (y un consecuente empeoramiento de los sectores industriales), sino que también se ha observado un cambio radical en las estrategias de acumulación de las empresas no financieras. El fenómeno se ha ido desarrollando en etapas sucesivas (Fligstein, 1990). Una primera etapa, en la década de los ochenta, estuvo caracterizada por una carrera a las inversiones financieras, pero también por la tendencia a entender la empresa no como entidad unitaria de producción, sino como
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una cartera de actividades susceptibles, según la ocasión, de remodelación, cesión, externalización, para maximizar el valor total de la cartera misma. Los protagonistas de esta ‘gestión de la cartera’ ya no son directores técnicos que poseen vocación y competencias industriales, son “hombres de finanzas”. Una segunda y más madura fase de financiarización de las empresas, desde mitad de los años noventa, está marcada por la difusión de una idea de control de empresa al estilo anglosajón, orientada a la ‘maximización del valor para el accionista’ (shareholder value maximization). Se trata de una concepción de la gestión de empresa que vuelve a declinar las prioridades y las herramientas de gestión y organización, incluso al hablar de empresas no financieras. Ya que se dedican sobre todo a la maximización del rendimiento del capital, las empresas “viran” de manera aún más firme desde una perspectiva estrictamente productiva hacia un enfoque orientado a las finanzas. Los ‘canales’ fundamentales de la transición a la acumulación financiera son tres: b. En primer lugar, la desviación de los flujos de caja para incrementar las inversiones financieras (a menudo también con ajustes de las carteras de valores de las coaliciones propietarias hacia actividades financieras). Como hemos visto en otro foro (Salento & Masino, 2013, cap. 3), entre 1980 y 2010, los productos financieros de las empresas no financieras italianas de la “muestra Mediobanca” se quintuplicaron. c. El desarrollo de actividades financieras ‘al margen’ de las productivas (véase la descripción del fenómeno en Galgano, 1993). d. La adopción, tanto por parte de los accionistas de control como del directorio, del dogma de la maximización del valor para el accionista, que, por lo tanto, persigue un rendimiento de capital creciente en los mercados de títulos.
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II. La ‘financiarización de las familias’ es un proceso que requiere una progresiva penetración de concepciones, estrategias y herramientas de naturaleza financiera en la vida cotidiana de las familias y en la gestión de los recursos que estas tienen a su disposición. Dicho proceso se configura concretamente a través de un progresivo traslado del ahorro familiar –ya acumulado o potencialmente acumulable– al sistema financiero, mediante el doble canal de la inversión y el endeudamiento. En los treinta últimos años los fenómenos ya descritos anteriormente –la afirmación de una lógica orientada a la finanza en las empresas, por un lado; y la acción pública directamente o indirectamente orientada a la valorización de los mercados financieros, por otro– han permitido a los procesos de financiarización de la economía familiar desarrollarse y conquistar una legitimidad creciente. De esta forma se han creado, al mismo tiempo, un ‘espacio de oportunidad’ y un ‘espacio de necesidad’ para el involucramiento de las familias en actividades de tipo financiero. Un paso importante en esta dirección en Italia lo ha marcado la puesta en marcha de la oferta pública de venta de algunas de las mayores sociedades estatales italianas a lo largo de los años noventa. La posibilidad de adquirir cuotas de empresas conocidas y percibidas como sólidas, junto a sistemas de alicientes diseñados por el Ministerio de Hacienda (Draghi, 2002), ha estimulado, de hecho, el acceso de los pequeños inversores al mercado de títulos (Martinelli & Chiesi, 2002); en primer lugar, familias que hasta aquel momento habían dirigido sus ahorros preferentemente hacia productos como bonos ordinarios (bot) y certificados de crédito (cct) del Tesoro italianos. La remodelación de la cartera de las familias italianas hacia herramientas financieras en un sentido estricto, que ha tenido lugar entre la segunda mitad de los noventa y los primeros años 2000, se ha visto respaldada además por factores coyunturales, entre ellos los resultados excelentes de los mer-
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cados internacionales –también gracias a la burbuja especulativa de la nueva economía– y la disminución de los rendimientos de los títulos del Estado y las obligaciones nacionales. Debido a esta remodelación, en la segunda mitad de los años noventa, el porcentaje de familias italianas con inversiones en el mercado de títulos se ha duplicado, pasando de un 23,3% en 1993 a un 47,6% en 1999 (Dagnes, 2010). Este pasaje ha puesto los cimientos para un cambio de perpectiva significativo en sujetos tradicionalmente dotados de elevada propensión al ahorro y baja al riesgo, características hechas patentes por la inversión, en mayor medida, en actividades reales –en primer lugar, la vivienda– o en tipos de inversión a largo plazo. La apertura de los mercados de títulos ha favorecido una progresiva socialización de la valorización del ahorro a corto plazo, a través de la inversión en una multiplicidad de herramientas financieras que, mientras tanto, el mercado había puesto a su alcance, también gracias a medidas de liberalización y transformación reguladora sobre el tema. La participación de los ahorradores italianos en los mercados financieros se ha ampliado hasta involucrar, en los años anteriores a la crisis, a más de cuatro de cada diez familias; sucesivamente, la difusión de herramientas tachadas de arriesgadas se ha reducido (uno de cada tres hogares en 2014) hasta detenerse por completo en valores relevantes (Consob, 2015). El proceso de legitimación de los mercados financieros se ha visto favorecido, además, por la orientación del actor público quien, para hacer frente a la crisis del Estado social, ha promovido la recolección y la inversión financiera del ahorro privado por parte de inversores institucionales. En Italia un mecanismo parecido se ha observado en relación con el sistema de seguridad social, en el que, empezando en la década de los noventa y luego más decididamente a lo largo de los años 2000, el legislador ha respaldado la puesta en marcha de un programa de pensiones complementario, basado en fondos de pensiones cuya inversión en los mercados financieros no está sometida a vínculos específicos de protección del capital (Messori, 2006). Parece que una novedad importante en este sentido la va a introducir la nueva reforma de las pensiones que
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el gobierno Renzi está examinando actualmente. La reforma, si se llega a aprobar, permitirá utilizar un adelanto de la pensión, un verdadero préstamo suscrito por el trabajador con la intermediación de inps (Instituto Nacional de Seguridad Social italiano) para financiar la salida anticipada del mercado laboral, cuya devolución se realizará con plazos mensuales automáticamente detraídos del cheque mensual de la pensión. Pueden observarse dinámicas parecidas en otros países en relación, por ejemplo, con la asistencia sanitaria suplementaria facultativa u obligatoria (véase Thomson, Foubister & Mossialos, 2009). Finalmente, incluso en la vertiente de la deuda los procesos de financiarización han penetrado paulatinamente en la vida cotidiana, siguiendo modalidades complejas y no siempre patentes que, como ya se sabe, han desempeñado un papel fundamental en el origen de la crisis actual (Stiglitz, 2010; Gallino, 2011). La posibilidad de convertir la deuda en títulos, con el objetivo de producir rendimiento, ha generado, de hecho, un empuje sistémico al endeudamiento, que se ha traducido en una oferta de opciones y herramientas crediticias a los hogares, tanto en relación con la compra de bienes inmuebles (como en el caso de las tristemente célebres hipotecas subprime), como tratándose de créditos al consumo (por ejemplo, préstamos personales, pagos a plazos, tarjetas de crédito revolvente, etc). Los niveles de endeudamiento de las familias estadounidenses, también debido a la incidencia de la deuda universitaria (Stiglitz, 2013; véase también Graeber, 2011), resultan especialmente elevados e involucran a casi el 77% de los hogares (Moore & Palumbo, 2010). Al contrario, en Italia la participación en el mercado del crédito queda más contenida, involucrando al 20,9% de hogares en 2010, con un endeudamiento promedio en torno a 19 mil euros por familia (Magri & Pico, 2012). Sin embargo, como vamos a ver a continuación, las tipologías y sostenibilidad del endeudamiento quedan repartidas de forma fuertemente inicua entre la población.
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Financiarización y desigualdad en Italia Si observamos la evolución del índice de Gini en los países europeos, nos damos cuenta de que la desigualdad creciente no es solamente producto de la crisis de los sistemas de redistribución: desde los años ochenta se registra su aumento si la calculamos en la renta disponible –o sea, incluyendo los efectos redistributivos de los impuestos–; pero el incremento es aún más marcado si la calculamos en los ingresos de mercado. En el ejemplo italiano, entre 1985 y 2010 el índice de Gini de la renta disponible ha crecido un 10%; el de los ingresos de mercado un 30%. Esto indica que (a) la recaudación de impuestos no es capaz de conseguir un equilibrio de las rentas (la desigualdad de la renta disponible aumenta); y, sobre todo, que (b) perseguir un equilibrio es cada vez más difícil, ya que la repartición de recursos está más desequilibrada ‘en su origen’ (la desigualdad de los ingresos de mercado crece aún más). El repunte de la desigualdad, en otras palabras, no es solamente resultado de una redistribución insuficiente: es más que nada una consecuencia inmediata de una remodelación de las modalidades de acumulación y las relaciones de producción. No es casual –como hace patente la evolución de la incidencia del 1% más alto de rentas en el total– que el proceso de “redistribución al revés” empieza, en Italia como en gran parte de Europa, a principio de los años ochenta: coincidiendo con la puesta en marcha de los procesos de desregulación y despolitización de la economía, y con el crecimiento de la hegemonía política y cultural del neoliberismo. Las estudios más avanzados sobre la distribución de la riqueza –si estableciéramos un ranking de importancia, el primero sería el de Piketty (2003)– ponen de relieve dos aspectos esenciales de este fenómeno. Antes que nada, más que la brecha de las rentas –ya de por sí cuantiosa–, parecen evidentes el crecimiento y la brecha de los patrimonios privados, que “parecen estar a punto de regresar a los cinco o seis años de la renta nacional en Gran Bretaña y Francia”, o sea, niveles
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registrados en vísperas de la Primera Guerra Mundial (Piketty, 2013 [2014, p. 25]). En segundo lugar, también las rentas van discrepando de forma creciente:48 tanto porque entre ellas van aumentando las rentas de capital (de lo que propiamente se considera ‘renta’: dividendos, intereses, beneficios, plusvalías, cánones de locación, etc.); como porque no paran de crecer las retribuciones-estrella de los consejos de administración de grandes empresas, retribuciones a su vez destinadas a promover la orientación de los directores hacia una gestión empresarial tendente a la maximización de los rendimientos del capital (véase, entre muchos, Fligstein, 1990; para el ejemplo italiano, Catani, 2010; Salento & Masino, 2013).49 Como lo registrado por Franzini et al. (2014, p. 49), los datos disponibles en las diferentes fuentes estadísticas no permiten establecer con certeza el caudal de las rentas de los súper-ricos, y tampoco la composición exacta de dichas rentas. Sin embargo, como señala el informe ocde Divided we stand (oecd, 2011, p. 35), la proporción de renta que deriva de inversiones, propiedades y capital, en las últimas décadas, se ha incrementado –sobre todo para las familias más ricas– y gran parte de este flujo de riquezas ha sufrido una recaudación fiscal más reducida en comparación con la que han experimentado las rentas del trabajo. Pese a que el aumento de la desigualdad parece haber empezado antes de que los procesos de financiarización se difundieran de forma masiva, es totalmente razonable afirmar que la hipertrofia de los patrimonios privados y el crecimiento de las rentas relacionadas con la acumulación financiera estén vinculados a los procesos que hemos tra48 Lo registran también investigaciones italianas: véase Franzini et al., 2014. 49 Cabe añadir que las rentas de capital alimentan a su vez la acumulación de capital, en un proceso circular. De hecho, “Cuando la tasa de rendimiento del capital supera con creces la tasa de crecimiento [...] es necesario guardar solo una parte de ingresos de capital para ver que el capital crece más rápidamente que la economía en su conjunto. En tales condiciones, es casi inevitable que la riqueza heredada dominará a la riqueza amasada del trabajo de toda una vida por un amplio margen, y la concentración de capital alcanzará niveles extremadamente altos” (Piketty, 2013 [2014, p. 26]).
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tado en los párrafos anteriores, que ven el capital –cada vez con mayor frecuencia– sacado de un ‘circuito productivo’ –es decir, una función de ingresos, de trabajo, de utilidad social– para ser ingresado en un ‘circuito monetario’ –la reproducción inmediata del capital mismo. Esta afirmación de carácter general se puede desarrollar con argumentos en torno a hipótesis más específicas, que atañen a los procesos de financiarización de las empresas y los procesos de financiarización de las familias. Los procesos de financiarización de las empresas van acompañados de una reducción radical de la fuerza de trabajo En primer lugar, la expansión de los sectores financieros en detrimento de los no financieros conlleva una tendencia a la desertificación de los ámbitos de la economía con alta densidad de trabajo. La reducción de los volúmenes de mano de obra –bien a través de recortes del personal, bien a través de subcontratación– es una de las herramientas más efectivas de reducción de los gastos fijos, con efectos inmediatos en el rendimiento del capital invertido. Para comprender en qué medida los consejos de administración de empresas, orientados a generar valor para el accionista, pueden inclinarse hacia la reducción de gastos (y la reducción de gastos laborales, antes que nada), hace falta evidenciar que en la base de la perspectiva del valor para el accionista reside la idea de que la empresa no solamente tiene que hacer rentable la inversión del capital, también tiene que hacerla más rentable que otros usos del capital con niveles de riesgo parecidos. En otras palabras, el capital no se considera una herramienta que genera actividades productivas (capital productivo), sino un recurso insuficiente, como mercancía (o capital monetario), que sus poseedores intentan repartir de la forma más rentable (Copeland, Koller & Murrin, 2010). Esta es la diferencia fundamental entre la idea de utilidad y la idea de valor para los accionistas: al calcular las utilidades se restan los gastos a los ingresos (incluido el del capital de deuda, formado básicamente por los intereses pasivos); en el cálculo del valor para los accionistas se toma en consideración también el valor (de mercado) del
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capital propio. Por consiguiente, en esta situación para las empresas es provechoso reducir el capital usado.50 Los procesos de financiarización de las empresas van acompañados de una reducción de los salarios Contextualmente, con el avance de los procesos de financiarización de las empresas se van reduciendo las protecciones del empleo y su retribución, e incluso las entidades que protegen a los trabajadores –como las organizaciones sindicales– se vuelven más débiles. Según esta lógica, estos procesos representan ‘presupuestos’ de la posibilidad de acceder a la producción de rendimiento a corto plazo. No obstante, si consideramos ‘financiarización’ no solo al desarrollo de la acumulación debida a canales financieros, sino también a las transformaciones reguladoras que hacen posible –e implícitamente fomentan– esta tendencia, podemos afirmar que este colapso general de las herramientas de protección y promoción del empleo está estrechamente relacionado con el proceso de financiarización. Para tener una idea del caudal de dichos procesos, en Italia, como en los demás países occidentales, se pueden observar algunos indicadores como la fluctuación de la densidad sindical (que bajó del 50% al 35% entre 1980 y 2010) y el indicador de protección del empleo (que se ha reducido la mitad de 1996 a hoy).51 El impacto de la pérdida de representación y poder del empleo en la distribución de la renta en los cinco últimos años ha sido chocante. Según los datos de la ocde, el total de rentas del trabajo (tanto subordinado como autónomo), aproximadamente el 70% del pib en 1974, en 2010 está en torno al 55%.
50 Una descripción exhaustiva de este principio y sus implicaciones se encuentra en Salento & Coronella, 2015. 51 Ambas voces según datos de la ocde.
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Los procesos de financiarización de las empresas generan un traslado de riqueza desde la empresa propiamente dicha a los accionistas/ inversores A pesar de lo que afirma la literatura empresarial en torno a la maximización del valor para los accionistas, la adopción de este enfoque no se corresponde en la práctica con un incremento del valor de los títulos en los mercados financieros. La evolución de los cursos accionarios muestra que las grandes empresas tienen buenas capacidades de destruir valor en vez de crearlo (para empresas anglosajonas, véase Froud et al., 2006, cap. 4; para empresas italianas, Salento & Masino, 2013, par. 5.3). La evolución de las ganancias del capital –como afirman explícitamente actores protagónicos en los mercados financieros (por ejemplo, Biggs, 2007)– depende mucho más de la orientación voluble de los mercados (Shiller, 2000) que de las cualidades de la acción directiva. Sin embargo, desde que está en boga el dogma de la maximización de valor para el accionista, no solo en su nombre se ve reducido el tamaño productivo de las empresas –conllevando una destrucción de valor a medio-largo plazo–; sino que también se reafirma una jerarquía cuyo objetivo preeminente son los intereses de los accionistas/inversores. Esta jerarquía se refleja claramente en la distribución de la riqueza generada. Por ejemplo, entre 1993 y 2001, en las empresas de la muestra Mediobanca, los dividendos deliberados pasaron de un 10,4% a un 37,1% del ebitda. Los procesos de financiarización de las empresas van acompañados de un aumento de las retribuciones del consejo de administración Según Mishel et al. (2007), entre 1979 y 2005 la retribución de los directores ejecutivos estadounidenses ha pasado de ser 38 veces mayor a ser 262 veces mayor que el salario promedio de un trabajador. Este espectacular aumento de la remuneración de los directores de alta gama es una técnica (basada en la llamada ‘teoría de la agencia’: véase Fama & Jensen, 1983) para asegurar el control de los accionistas en el trabajo de los directores. Para invertir la tendencia del siglo xx a la emersión de un poder de técnicos (Berle & Means, 1932), los directores de nueva genera-
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ción –dotados de formación y competencias mucho más financieras que industriales (Khurana, 2007)– se ven convencidos, a través de técnicas de retribución que hacen las gratificaciones económicas proporcionales a la evolución del rendimiento del capital, para actuar con el objetivo de su maximización. En un contexto como el italiano, en el que el accionariado de control de las grandes empresas a menudo tiene (o tuvo, hasta un pasado cercano) relaciones de tipo personal o familiar con la cumbre directiva (Melis, Carta & Gaia, 2012), el fenómeno es menos impactante, pero en todo caso sigue siendo macroscópico. En cuatro años de expansión fuerte de los mercados financieros (2004-2007), en las empresas presentes en el ftse mib la media de los bonus repartidos ha aumentado un 71%, y el incremento ha sido del 230% en las empresas del entonces índice Midex (Catani, 2010, p. 193). Es probable, como afirman Bivens y Mishel (2013), que el repunte de las retribuciones de los directores ejecutivos haya sido la fuerza impulsora de la remuneración de sujetos que operan en ámbitos diferentes, como las estrellas del deporte y del espectáculo. Los procesos de financiarización de las familias van acompañados de oportunidades y condiciones desiguales de acceso a bienes y servicios fundamentales La penetración de lógicas y herramientas de naturaleza financiera en múltiples ámbitos de la vida cotidiana implica cada vez más la necesidad de recurrir –directa o indirectamente– a los mercados para acceder a bienes y servicios indispensables para la reproducción social y el bienestar individual. La progresiva desaparición de protecciones y garantías públicas en cuanto a acceso a las casas, la sanidad, la seguridad social y la educación52 –solo por poner algunos ejemplos–, introduce importantes elementos de desigualdad, ya que la posibilidad de los sujetos individua52 Esta dinámica se presenta de forma claramente diferenciada en países y ámbitos diferentes, con una tendencia más marcada en contextos de mayor orientación neoliberal; sin embargo, la crisis del Estado social y la remodelación del papel del actor público han
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les de acudir a otros sitios –específicamente, a los mercados financieros– para poder satisfacer sus necesidades está fuertemente condicionada por su disponibilidad de capital y su perfil de riesgo específico. En términos generales, la participación en los mercados financieros resulta extremadamente diferenciada, dependiendo de la clase social. En el caso italiano, por ejemplo, en 2010 solo un 5,4% de las familias de la clase obrera poseía herramientas de inversión de capital no garantizado, mientras el porcentaje subía a aproximadamente un 23% de los hogares de la clase media y más del 35% de la clase superior (Dagnes & Storti, 2012). La distribución resulta muy desigual también en relación con la posesión de productos que, además de permitir una valorización del capital propio, garantizan el acceso a prestaciones precisas para la reproducción social de los individuos. Seguros sanitarios y fondos de pensión complementarios, por ejemplo, muestran una difusión amplia en la franja de rentas más elevadas (en 2014, el 9,8% de familias italianas que se colocan en el último escalón de la renta posee un seguro médico, el 15,1% un seguro de pensiones) pero se encuentran básicamente ausentes entre los hogares de bajos ingresos (0,3% y 4,2% respectivamente en el último escalón) (Dagnes & Filandri, 2016). También el acceso al mercado crediticio para comprar inmuebles resulta más difícil para las familias que se encuentran en una situación de desventaja: en 2010 más del 40% de los hogares de ingresos más bajos que han solicitado una hipoteca no la han obtenido, mientras este porcentaje se reduce al 25%, aproximadamente, en la clase media y al 7% en la clase superior (Magri & Pico, 2012). Si, por un lado, estos datos hacen patente una menor exposición de los hogares económicamente más débiles a las dinámicas internas de los mercados, al mismo tiempo hacen hincapié en una potencial –y, a menudo, concreta– exclusión de bienes y servicios fundamentales y cada vez menos accesibles de otra forma. Es impactante además cómo, frente a esta situación, el recurso a formas de remodelado los criterios de acceso a bienes y servicios fundamentales en todos los países con economías avanzadas.
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crédito al consumo no se ha visto limitado en años recientes. En 2010 una cuarta parte de las familias de muy bajos recursos usaba formas de endeudamiento por razones de consumo, cantidad superior en más de 10 puntos porcentuales a la de hogares de renta media estable (ibídem). Por último, cabe subrayar que, mientras algunos sujetos se ven excluidos completamente de la posibilidad de acceder al mercado crediticio, otros pueden acceder pero con condiciones de oferta muy estrictas y fuertemente penalizadoras, establecidas con base en una evaluación normativa de los diferentes perfiles de deudores y del riesgo de insolvencia asociado a ellos (Moiso, 2014). Los procesos de financiarización de las familias van acompañados por oportunidades y riesgos desiguales en el rendimiento de los ahorros Como se mencionaba anteriormente, el acceso a los mercados financieros tiene una connotación doble: “por un lado, representa un recurso para las familias, especialmente en momentos críticos y relevantes de la vida personal o profesional; por el otro lado, constituye un fuerte factor de riesgo, incrementando la exposición y la vulnerabilidad de los sujetos” (Negri & Filandri, 2010). Si, como se evidenciaba en el apartado anterior, la exclusión financiera puede ser una fuerte penalización a la hora de gozar de ciudadanía social plena, no podemos olvidar que incluso los que poseen los capitales necesarios y el perfil ‘correcto’ en realidad acceden a oportunidades muy diferenciadas. Frente a una multiplicación de las ofertas de inversión, de hecho, aumentan las competencias financieras requeridas a las familias para planificar la gestión de su propio ahorro, en la ausencia casi total de programas de educación financiera. Los sujetos se encuentran así tomando elecciones complejas en un contexto de presión sistémica hacia la valorización de su capital, a menudo sin las herramientas cognitivas necesarias para orientarse en el panorama financiero. A lo largo del tiempo, además, se han difundido retóricas que representan a los mercados financieros como sitios en los que individuos capaces pueden sacar partido de sus capacidades innatas, llegando a multiplicar su
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riqueza sin esfuerzo. Dichas retóricas –que se han visto afectadas solo en parte por la crisis económica de 2008– han alimentado, en ciertas franjas de la población, una fuerte propensión a la inversión, conllevando una sobrevaloración de las habilidades de uno mismo y una paralela infravaloración del papel de eventos exógenos de porte sistémico en los procesos de creación y acumulación de la riqueza. Una investigación llevada a cabo por consob (Comisión italiana para las Sociedades y la Bolsa) revela que más del 80% de los pequeños inversores cree tener capacidad y competencias superiores a la media, mientras en la práctica –en, al menos, uno de cada tres casos– existe una fuerte discrepancia entre habilidad percibida y conocimientos efectivos. La misma investigación evidencia además escasa consciencia de las características intrínsecas de las herramientas financieras evaluadas: entre aquellos que poseen productos de tipo especulativo, por ejemplo, solo el 5% es consciente de los riesgos connaturales de las herramientas derivadas (consob, 2015). La posibilidad de acceder a consultorías rigurosas y personalizadas, en vez de confiar en las capacidades de uno mismo o las indicaciones de intermediarios orientados a la maximización de sus provechos, es, por lo tanto, un factor que puede ser decisivo en la elección de cómo invertir y, por consiguiente, en el rendimiento del capital. A esto hay que añadir que a menudo es el caudal del capital mismo el que marca la diferencia: los grandes inversores privados, además de poder encargar la gestión de su patrimonio a servicios profesionales dedicados, están antes que nada en la condición de poder diversificar en gran medida sus inversiones. Dicha diversificación contribuye a explicar por qué, a pesar de la crisis, los llamados “súper-ricos” –convencionalmente el 1% más rico de la población– no han parado de ver crecer su patrimonio (Sayer, 2015).
Conclusiones: más allá de la redistribución Hay muchas razones para preocuparse por crecimiento desmedido de la riqueza de los “súper-ricos”. El fenómeno levantaría preocupaciones aun
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cuando no implicara un empobrecimiento de otras capas del tejido social porque, de todas formas, tendría un impacto en el nivel de desigualdad, contribuyendo con esto –como han evidenciado investigaciones empíricas de largo período (Wilkinson & Pickett, 2009)– a la corrosión de las relaciones sociales, a la difusión de un espíritu competitivo exasperado, ‘pasiones tristes’ y frustración, a la debilidad de las referencias ético-morales compartidas y al destrozo de la idea de que la prosperidad verdadera se puede alcanzar solo ensanchando el bienestar colectivo. En realidad, el crecimiento de la riqueza de los ricos no representa un mal de por sí. Si “no podemos permitirnos a los ricos” (Sayer, 2015) no es solo por razones patentes de orden ético y psicológico-social. El problema más serio son las modalidades de acumulación de las que se origina este fenómeno. Las tendencias actuales de distribución de la renta y de los patrimonios, como hemos visto, están conectadas con una concepción de la acción económica según la cual la producción de dinero a través de dinero se convierte en un canal ordinario de producción de riqueza, y las mismas empresas, antes que actuar como dispositivos de producción y comercialización de bienes y servicios, se conciben como dispositivos de maximización del rendimiento del capital. Por lo tanto, es necesario entender que la desigualdad se fundamenta hoy en una metamorfosis de la producción de riqueza. Un punto de inflexión en la producción de la desigualdad –pero también en su legitimación– es el paso del bienestar social keynesiano a una etapa neoliberal de políticas de inclusión entre finales de los setenta y principios de los ochenta. Pero la producción de marginalidad y brechas en la riqueza no son solamente un producto de la falta de efectos de redistribución. El incremento de la desigualdad en el sistema socioeconómico global es un elemento constituyente y funcional de la reproducción de sujetos e instituciones plenamente incluidos (Sassen, 2014). La marginalidad de las franjas más vulnerables de la población y la precarización de los derechos relacionados con una ciudadanía social plena –incluso para aquellos que resultan incluidos–, favorecen la penetración de mecanismos de extracción del valor en multíplices esfe-
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ras que, por lo menos a lo largo de todo el período fordista, habían sido objeto de protección específica por parte de las lógicas del mercado. Los resultados sociales de estas transformaciones no son un efecto inesperado de la supresión de las políticas de inclusión fordistas-keynesianas. Estas dinámicas de exclusión son consustanciales a las modalidades de acumulación extractivas de los sistemas reguladores neoliberales y, como tales, no se pueden eliminar ni paliar sino a través de un cambio radical de paradigma (Stiglitz, 2012; Sayer, 2014). Es por esta razón que –como invita a pensar la afirmación de Luciano Gallino que hemos citado al principio– para imaginar cuáles pueden ser los remedios al crecimiento de la desigualdad es preciso rehuir la tentación de pensar que las intervenciones de redistribución van a ser suficientes. El significado de ‘democracia económica’ nos recuerda el sinfín de experimentos de ‘innovación social’ que se llevan a cabo a escala transnacional. Quizás podamos hablar, en el presente, de un ‘movimiento mundial’ de innovación social (Unger, 2015): un movimiento que se puede interpretar como una demanda masiva de ‘reconexión’ con la economía. O, a lo mejor –como afirman Magatti y Gherardi–, se trata de un “plan cultural emergente, en el que las nociones de realización de uno mismo, de relación y de libertad se remodelan siguiendo nuevas perspectivas. Dicha remodelación se desarrolla de una concepción del valor entendido como valor contextual (o compartido), que constituye una premisa para ‘reconectar’ economía y sociedad” (Magatti & Gherardi, 2014, p. 12). Cualquiera que sea su caudal innovador y su eficacia, muchas de estas prácticas indican claramente la posibilidad de sutraer espacios de vida económica a la dinámica de la maximización a corto plazo de los beneficios. En este panorama de experiencias se vislumbra una inspiración polanyiana, o sea, la exigencia de una ‘autodefensa de la sociedad’. Sin embargo, la idea de ‘doble movimiento’ –a la que Polanyi se refería al hablar de una configuración institucional nueva, de un proceso de reorganización empujado por “fuerzas sociales determinadas” (1944 [1974,
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p. 170])– todavía no es más que una sugestión. A pesar de esto, imaginar los términos esenciales de un ajuste institucional de la economía, después de treinta años de experimentos neo-reformistas –patentemente fracasados–, es una necesidad que ya no se puede aplazar. Empezando por el espacio de la ‘economía fundamental’ (Bowman et al., 2014; Barbera, Dagnes & Salento, 2016b; Barbera, Dagnes, Salento & Spina, 2016), es decir, el conjunto de sectores de la economía que constituyen la infraestructura esencial de la vida social, es preciso volver a adoptar una concepción del ‘valor’ que se adapte a la promoción continuadora del bienestar colectivo. El ‘monoteísmo’ de la acción económica, basado en la soberanía del interés de los inversores, tiene que dejar espacio –para usar los términos de la ‘economía de las convenciones’ (Boltanski & Thévenot, 1991)– a una combinación variable de diferentes ‘órdenes de valor’ o ‘principios de justificación’, basados en métricas diferentes y no comparables entre ellas. La configuración de una relación sostenible entre acción económica y espacio social implica la necesidad de poner la acción económica bajo el vínculo de una ‘licencia social’. Como afirma Adolf Berle (1962), [La empresa] existe y tiene derecho a existir bajo, y solamente bajo, un contrato social tácito. El contrato social le requiere a la dirección de empresa que asuma ciertas responsabilidades. El respeto de dichas responsabilidades es lo que le da derecho a la empresa a recibir algunas prerrogativas del Estado y a obtener el permiso de existir de la comunidad económica en la que opera y a la que le presta servicio.53
Retomar esta idea del siglo xx –sin por esto aspirar a una réplica del compromiso fordista– puede ser un esbozo de principio, laico y limpio de connotaciones ideológicas, para vincular la acción económica que debe realizarse en beneficio, y no en detrimento, de la colectividad.
53 Berle, 1962. Traducción propia.
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PARTE II Comunicación, tecnología y nuevas formas de financiarización de la economía
Capitalismo financiero y estado nacional de excepción. El papel de la comunicación social en la acumulación por desposesión Francisco Sierra Caballero La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el estado de excepción en el que vivimos. Walter Benjamin
El abordaje del tema que nos ocupa parte de una premisa: la recomposición de las condiciones sociales existentes para la recuperación de la tasa de beneficio del capital rentista, a partir de las contrarreformas por las que las políticas públicas de mediación autoritarias –basadas en el principio de gobernanza y excepcionalidad– procuran imponer con miedo y violencia las condiciones de captura y acumulación del capital. De acuerdo a esta idea, definimos el neoliberalismo como la mudanza estructural del poder por la fuerza en la construcción de una red de instituciones, agendas e intereses bajo la hegemonía imperial de Estados Unidos, que socava todas las reglas mínimas de representación y control democrático. Como argumentan Duménil y Lévy, el capitalismo neolibe-
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ral está marcado por la autonomización de la propiedad con respecto al objeto poseído, en este caso, el aparato productivo. La separación de la propiedad de la gestión (la Corporate Revolution y la Managerial Revolution) es la condición de la movilidad del capital, eliminando limitaciones a la inversión y acumulación como lógica vectorial. El problema es que se agudizan así las contradicciones: • Entre la realidad de la inversión del capital en la producción y la libertad absoluta que exige el capital financiero. • Entre el sistema productivo y las crisis cíclicas derivadas de los cambios técnicos y la baja tendencial de la tasa de ganancia. • Entre la liberalización de las finanzas y la regulación corporativa del capital. • Entre el crecimiento y el empleo (economía real) y los procesos especulativos de valorización del capital rentista. En este proceso, la comunicación cumple al tiempo una función ambivalente de amortiguamiento o retroalimentación del proceso, que aminora las tensiones sistémicas del capitalismo, y herramienta de reproducción del proceso impositivo del capital financiero. No es que alguna aseguradora y el capital financiero hayan tomado el control de los medios de comunicación –como se podría pensar de diarios de referencia, como El País–, es que la vida y el ecosistema informativo entero ha sido objeto de captura por la racionalidad del capital rentista. Toda información obedece a una lógica económico-política sobredeterminada por el contexto social y el proceso general de subsunción que la industria periodística ha venido experimentando desde finales del siglo xix hasta nuestros días. La noticia, en otras palabras, más aún en la información económica, es una mercancía, un producto o contenido formal que carece de sustancia representacional, salvo la de contribuir en su función al ciclo de acumulación y reproducción ideológica. Así, toda información económica encubre tanto como muestra, calla tanto como informa, y performa tanto como transforma la práctica social,
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como resultado del poder de configuración cognitiva y sociocultural que proyecta en el espacio público. Es por ello que podemos afirmar que, si bien los medios de comunicación son un factor básico de fiabilidad y confianza, desde el punto de vista bursátil, la información económica financiera puede ser más bien considerada contrafáctica. “Cuanto más se socializa y se globaliza la producción, más se presentan las conexiones monetarias (que sirven de base a los instrumentos financieros) como indicadores y expresiones (abstractas y diríamos que incoherentes) de la producción social general y del conjunto de relaciones que reúnen a los distintos agentes económicos. De hecho, solo el poder del dinero puede representar la generalidad de los valores de la producción cuando son expresión de las multitudes globales” (Negri & Hardt, 2004, p. 186). Así, si bien los mercados financieros se manifiestan y funcionan a través de convenciones lingüísticas, por otro lado, las formas actuales de trabajo son afectadas por las condiciones y los medios de desempeño de tales funciones lingüísticas (Marazzi, 2008). La regulación y control de la información en el mercado de valores constituye de hecho un problema estratégico para el capitalismo. Y no tanto por los problemas de corrupción y abuso de información privilegiada en el intercambio bursátil, como por los problemas de confianza y equilibrio global del capitalismo. Pues la subida o brusca caída de la contratación de un valor pueden ocasionar efectos imprevisibles en la estructura económica nacional de un país o amenazar, como estamos viendo, la propia estabilidad del sistema. El papel de los medios en esta estructura es la de ariete o simple correa de transmisión de los intereses especulativos hegemónicos, asumiendo la función desinformadora que la liberalización impulsada en los años ochenta, por la contrarreforma conservadora de Ronald Reagan, marcó como nuevo modelo de referencia. Durante este período, no solo se construyó un entramado jurídico comercial que explica la actual deriva de los mercados bursátiles en virtud de la política de opacidad instaurada por los tiburones de Wall Street, sino, más allá aún, en la década de los ochenta, cabe observar cómo el Estado otorga a las grandes corporaciones capitalistas libertad absoluta
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en sus debidas obligaciones de transparencia, al tiempo que el sector de la comunicación y la cultura es sometida a un proceso intensivo de concentración, participaciones accionariales cruzadas y, claro está, la creciente financiarización de su estructura de propiedad, so pretexto de la necesaria competitividad de las nuevas economías de escala y la modernización tecnológica. En otras palabras, del mismo modo que, en su momento, como criticara Balzac, se experimentara un proceso de cambio de la prensa de opinión y literaria a los periódicos de empresa y grandes grupos editoriales, en las últimas décadas se ha venido produciendo una tensa dialéctica de concentración y abundancia de información, al tiempo que se producía un cuestionamiento de la profesión informativa por la intensiva lógica extendida de colonización del capital y, en general, de toda forma de mediación social contemporánea, resultando –por recordar las palabras de Balzac– que “del generalizador sublime, del profeta, del pastor de ideas que fuera antes, del publicista (que era el profesional de la información) no queda ya más que un hombre ocupado de los despojos de la actualidad” (Balzac, 2009, p. 49). Los mitos de la imparcialidad, la neutralidad y la equidistancia de la prensa progresista han sido sistemáticamente deconstruidas por una praxis que dista mucho de aproximarse a los valores-fuerza y vectores motrices de la actividad informativa, originarios de la que, supuestamente, son deudores en su función y actividad pública. Prueba evidente de ello es el conformismo institucionalizado de la profesión en su deriva actual, que asiste perpleja a los cambios y demandas del nuevo entorno informativo al grado de producirse, formalmente, en la lógica de flujos, una crisis radical de confianza y de sostenibilidad económica que no solo atañe a la interrelación de las presiones políticas y económicas en la estructura dominante de información, sino –más allá aún– afectan significativamente a la razón de ser de la función misma de intermediación ante los avances de la convergencia tecnológica y multimedial y las nuevas prácticas autónomas de los prosumidores en la llamada democracia 4.0.
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Así, de la era Reagan a las proclamas parafascistas de la Fox, pasando por la doctrina del shock de los Chicago Boys, y la instrumentación activa de los medios de comunicación para ampliar las tasas de beneficio del capital especulativo y rentista, es posible rastrear una historia oculta, un hilo rojo y lógica de dominio, eludida y apenas representada por la academia y la opinión pública, que nos permite comprender el papel estratégico de la mediación espectacular en la actual cobertura de la crisis financiera internacional; un proceso que tiene su génesis en la progresiva mercantilización de la industria periodística y en la paulatina dependencia del capital financiero internacional, por las que hoy se restringe y anula toda posibilidad de pluralismo ideológico y diversidad editorial en el tratamiento de las alternativas de salida del círculo vicioso implementado por los amos del mundo y de la información, en lo que –conforme a las tesis de Navarro y Torres– podemos considerar, sin duda alguna, un proceso ideológico de imposición del terror y de propaganda ideado con el único objetivo de imponer la sumisión de la población al entramado de intereses de Wall Street y, en general, el capital financiero internacional (Navarro & Torres, 2012). Apenas tres grandes medios y agencias de referencia (Reuters, Wall Street Journal y Financial Times) controlan el 80% del flujo de la información especializada. Así, cuando observamos la cobertura de la crisis económica, los procesos de volatilidad extrema con bajadas de un 9,1% y rebotes al alza, hay que preguntarse quién está controlando los mercados, qué sentido tiene el proceso de especulación y cuál es la conexión e intereses compartidos de los grandes medios que marcan la agenda de la información económica internacional con los beneficiarios del proceso de especulación. Ello exige, desde una perspectiva crítica, cuestionar el proceso antes citado de financiarización del sistema mediático (Almirón, 2005) partiendo, in media res, del análisis de la Economía Política de la Comunicación. La relevancia económica de la información altera, a partir de la década de los ochenta, los tradicionales vínculos existentes entre la economía, la política y la sociedad, planteando de hecho una reformulación de las funciones productivas y la revisión de la teoría del valor por la
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relevancia que adquiere la informatización de la economía, y del trabajo inmaterial, en el conjunto de la cadena productiva. La cuestión es pensar qué papel desempeñan las políticas públicas en la historia de quiebras, crisis y latrocinios públicos, resultado de la euforia desreguladora de la administración Reagan. Un período, como decimos, de inflexión en los sistemas de información y regulación financiera, que habría de afectar también al sistema mediático, inmerso en un proceso de desregulación y concentración intensiva, sin precedentes en la historia del sector, al tiempo que el despliegue de las nuevas tecnologías daba lugar a lo que Cees Hamelink denominó la financiarización del campo comunicativo, pasando a depender el capital financiero directamente de las redes de telecomunicaciones y los nuevos sistemas de información y comunicación (Hamelink, 1984). En este proceso, los flujos de capitales, y de información, se tornaron más volátiles y menos controlables, precisamente por su dimensión global, y específicamente por las contrarreformas del neoliberalismo, al concentrar en manos privadas la vasta red de telecomunicaciones. Los estudios, sin embargo, sobre la gestión de riesgos derivada de la vulnerabilidad informativa del capitalismo financiero apenas ha abordado cómo afecta al bienestar de la mayoría este gobierno virtual, y mucho menos cómo limita el derecho de transparencia y libertad de expresión constitutivas de la moderna comunicación de masas. Esto es, la actual visión ideológica que gobierna la política financiera no se plantea como reto la democratización (Schiller, 2004) y menos aún la desigualdad informativa y la opacidad que rige la cobertura de los flujos de capitales con el control del propio espacio público, pues este, sin duda, es un problema revelador de los intereses macroeconómicos y especulativos que inspiran la perspectiva neoclásica. Ahora bien, por más que se trate de negar la caja negra de esta visión complaciente de la nueva economía, los tiempos en el que la informatización y el gobierno telemático del flujo acelerado de capitales se ha impuesto en el desarrollo de las finanzas, más pronto que tarde tienen que confrontarse en la gestión del riesgo y las inversiones con la defensa
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de la democracia cuestionando, por ejemplo, el proceso de desmontaje y apropiación de las reglas del juego por un selecto grupo de conspiradores contra el Estado y los bienes comunes. La historia oculta de la revolución conservadora y de la privatización paralegal de los sistemas de información pública, de Reagan a nuestros días, da cuenta de esta tensión y debe ser el punto de partida cuando se cuestiona el papel de los medios y del Estado en el debate público y la salida a la crisis. Pues, como advierten De Soto y Wise: En los últimos veinte años, los estadounidenses y los europeos silenciosamente han ido destruyendo este tipo de información. Los mismos sistemas que podrían haber proporcionado a los mercados y gobiernos los medios para entender la crisis financiera mundial –y para evitar otra– se están socavando. Los gobiernos han permitido que se desarrollen mercados informales y que estos alcancen un tamaño más allá de lo imaginable. Las hipotecas han sido concedidas y registradas con tan poca atención que los propietarios de viviendas y los bancos con frecuencia no saben y no pueden probar quién es dueño de sus hogares. En pocas décadas, Occidente ha echado por tierra 150 años de las reformas legales que hicieron posible la economía mundial. Los resultados no sorprenden. En los Estados Unidos, se ha quebrado la confianza entre los bancos y los titulares de hipotecas de alto riesgo, entre los agentes de ejecución hipotecaria y los tribunales, entre los bancos y sus inversionistas, incluso entre los bancos y otros bancos. En general, el crédito (que proviene del latín ‘confianza’) sigue fluyendo de manera constante, pero una mirada más acuciosa revela que el crédito no gubernamental se ha contraído. Los préstamos privados se han reducido un 21 por ciento desde el 2007. Las proyecciones de préstamos para las pequeñas empresas cayeron más de 6 por ciento en el último año, mientras que los préstamos a grandes empresas, medidos en préstamos comerciales de más de us$ 1 millón, cayeron casi un 9 por ciento (Soto & Wise, 2012).
Paralelamente, se ha ido imponiendo una nueva forma de organización e información contable, bajo el imperio del sector empresarial y las élites económicas de las grandes compañías industriales y financieras
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del mercado global. Los principios de la International Accounting Standard Borrad (iasb) plantean, a priori, garantizar una mejor información económica adaptada al mundo moderno cuando, en el fondo, con este eufemismo, se encubren las lógicas sociales de un sistema de registro y de información bajo control de la dirigencia tecnocrática de las grandes corporaciones y los accionistas y diversas técnicas de ingeniería, como las que ocultaron el fraude enron o la doble contabilidad de Goldman Sachs, con los resultados por todos conocidos. Y a ello cabe añadir la intervención de la nsa y el control de las telecomunicaciones, que permite la dependencia y satelización de espacios como la ue con respecto al sistema tecnocomunicacional y de información estadounidense. En definitiva, nos encontramos con una situación de clara quiebra de la información de dominio público y de ausencia de fiscalización democrática por la que un grupo privilegiado puede alterar el precio y realidad económica de una empresa o sector sin que el Estado pueda garantizar los derechos sociales de la mayoría. Como resultado de esta estrategia de desreglamentación, “a medida que los mercados se globalizan y que las políticas neoliberales bajan el listón de la regulación política, aumenta el poder financiero. Todo ello ha traído consigo, entre otras cosas, un enorme desarrollo de los productos financieros derivados, es decir, de instrumentos financieros cuyo valor depende de la cotización de otro activo, como una materia prima o una moneda” (Negri & Hardt, 2004, p. 322). Y que fácilmente pueden ser adulterados por la filtración de noticias o informaciones interesadas, además de la publicidad. Si a ellos sumamos la vulnerabilidad del Estado, desprovisto de instrumentos suficientes de regulación bancaria por décadas de privatización y renuncia a sus competencias de los sucesivos gobiernos neoliberales y, lo más importante, sin capacidad de intermediación en el sistema global de medios de los nuevos misioneros del capitalismo corporativo, la explicación del poder e incidencia real de las noticias de las Agencias de Calificación sobre la “deuda pública” de España, Grecia o Portugal es evidente, y deja entrever, de hecho, la interesada adminis-
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tración de la crisis de confianza a golpe de informe, sin que la ciudadanía sea consciente del conflicto de intereses y los procesos de especulación que encierra esta perversa lógica de construcción del acontecimiento informativo. Nueva economía, opacidad y especulación La crisis bursátil del año 2000, con la vertiginosa caída del valor de las nuevas empresas punto.com, y sus secuelas de cierres, absorciones y despidos masivos hasta el año 2003, puso en cuestión por vez primera, tras dos décadas de neoliberalismo, un sistema financiero internacional que hace posible la descapitalización de pequeños y medianos ahorradores en beneficio de los grandes tiburones de Wall Street, mientras en los medios periodísticos se construía una imagen esplendorosa e irreal del turbocapitalismo que tendía a promocionar el libre juego de la economía casino. La experiencia, sin embargo, no habría de sorprender a los críticos de la llamada nueva economía. Pues, históricamente, la lógica especulativa del capitalismo ficción venía jugando sus cartas en perjuicio de los pequeños inversionistas sin información privilegiada, por más que la Dama de Hierro quisiera convencer a la humanidad de las ventajas sociales del capitalismo popular. Tal y como demostraron algunos tribunales de justicia en eeuu, en varios recursos anteriores al descalabro y explosión de la burbuja de las empresas punto.com, el recurso habitual a prácticas ilegales de ocultación y doble contabilidad de los herederos de la “Moral Majority” tiende a ser favorecida por una mediación periodística espectacularizante que, con su apelación al enriquecimiento rápido y el discurso de la innovación, propia de la lógica de la destrucción creativa, acelera el proceso de circulación, mientras se ocultan a la opinión pública las consecuencias de las decisiones bursátiles y el valor real de las operaciones, emplazados como están los públicos a participar activamente del capitalismo ficción. Ejemplos de esta doble articulación de abertura y cierre, de efecto llamada y demostración, de ocultación y publicidad sesgada del mercado son muy comunes. Como también, el uso de la información privilegiada. Recordemos aquí el caso
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de France Telecom y su sospechosa privatización, cuestionada por la Autoridad gala de los Mercados Financieros, ante la evidencia de movimientos accionariales y transacciones previas a la negociación de la teleoperadora francesa, por los que se cedía más del 10 por ciento del capital público a grupos privados. La actual cobertura de la crisis financiera internacional demuestra, antes bien, que el proceder de esta falsa autonomía en manos de los grandes propietarios de la información en el mundo no solo es lesiva a los intereses colectivos de la ciudadanía que sufre estos ataques especulativos sino que, peor aún, atentan diariamente contra los derechos sociales a una comunicación democrática, transparente y accesible para todos. Guerra de clases y propaganda institucional. Un modelo de análisis Hasta aquí, hemos tratado de esbozar los antecedentes y marco general que explica el papel estratégico que la información y la comunicación pública tiene en la hipermediatización del tratamiento de esta guerra económica que, como se va a tratar de argumentar, puede ser analizada como un fenómeno de propaganda y guerra de clases. A partir del marco lógico del análisis institucional, podemos observar los siguientes aspectos en la cobertura de la crisis de los medios nacionales e internacionales de referencia: • El imperio absoluto de la economía política y los intereses de los grandes grupos globales y/o misioneros del capitalismo corporativo que, en virtud de su orientación y maximización de los beneficios, pero sobre todo de su dependencia de los intereses financieros en juego, terminan reeditando una lectura de la crisis prácticamente monolítica. El poder de las élites de Wall Street se impone así al tiempo que se refuerza la hegemonía de Reuters, The Wall Street Journal y Financial Times en la agenda informativa global. De tal modo que el complejo entramado de intereses de Ciudadano Murdoch (The Wall Street Journal) y grandes
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corporaciones como Pearson, contribuyen a reforzar el poder y capacidad de definir el sentido de la realidad de la crisis, por los principales responsables causantes de la misma en Wall Street y con nexos con el gobierno de Estados Unidos o incluso, como citamos con el caso Monti, en Italia o España. Esta capacidad de imponer el sentido común de las salidas posibles a la misma, regulando los tiempos, agendas y principales medidas económicas a partir de los códigos estrictos fijados por el programa neoliberal de los Chicago Boys y la manipulación de la realidad con ella aparejada no sería posible sin la hiperconcentración de la información económica en apenas dos agencias de noticias, básicamente Reuters y Bloomberg lp, propiedad del alcalde de Nueva York, y apenas dos publicaciones de referencia que marcan las concepciones y cobertura del resto de medios, siguiendo el guión milimétricamente expuesto por los amos del mundo cuya agenda mudó de inmediato, en pocos días, merced a esta intermediación, de los timoratos intentos del G8 de refundar el capitalismo con una salida keynesiana a la crisis a la ortodoxia neoliberal del capital especulativo. • La crisis, como consecuencia, ha desacreditado el papel de los medios por su propensión a reforzar las fuentes oficiales autorizadas. Sabemos que todo acceso a productos y servicios de información están predeterminados por el valor semántico asignado por quien domina el código y fuentes de referencia, afectando al mercado con la producción de determinados efectos de sentido en la esfera pública, pero esta espiral del silencio y del disimulo se polariza, en momentos de antagonismo como el que vivimos, deslegitimando el papel de los medios oficiales, paulatinamente sustituidos por las redes sociales como contrainformación al relato y narrativa fingida del capitalismo financiero. • La convergencia de la ideología dominante en el sistema informativo, salvo resquicios en las redes alternativas, ha tendido a criminalizar la acción de respuesta y oposición de la ciudadanía.
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Esta inercia se produce igual en Chile que en México (soy 132), en España que en Grecia, en Inglaterra tanto como en Estados Unidos. Como Humpty Dumpty, el lector puede y tiene derecho a reinterpretar la realidad informada por los medios, pero son los conglomerados multimedia y el capital financiero quienes tienen el poder y la fuerza de enmarcar (framing) los términos del discurso público, los universales abstractos, monológicos y unilaterales de representación de lo real. Esto significa, por principio, que el público no puede oponerse en la praxis, salvo bajo la condición de sufrir las contramedidas y correctivos de la criminalización mediática, tal y como hemos visto en el caso del 25S en España. • Para legitimar esta operación de inversión semiótica, de convertir en agresores y victimarios a los ciudadanos que defienden sus derechos, es preciso varias operaciones de manipulación del lenguaje informativo. Así, “como en la ‘neolengua’ de Orwell, las nuevas nociones son a menudo “negroblancos”, inversiones del significado común de los vocablos. El “Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos” es el programa de recortes del gobierno de Castilla-La Mancha. El “proceso de regularización de activos ocultos” de Montoro es una amnistía fiscal” (Abril; Sánchez Leyva & Tranchel, 2012). En otras ocasiones, se utilizan procedimientos paralingüísticos para enmarcar la realidad. Así, por ejemplo, al hablar de deuda ilegítima, los titulares de los grandes medios suelen entrecomillar la expresión, al tratarse de la crítica de los movimientos sociales a la política de socialización de las pérdidas de la banca por el conjunto de la población y la estructura del Estado. La hegemonía del capital financiero alcanza incluso al discurso de los derechos humanos. El sitio “Business.un.org” ha colonizado Naciones Unidas y la filosofía de la cooperación humanitaria. Vincular las empresas multinacionales con los objetivos y programas de desarrollo es una tónica desde la gestión de Boutros-Ghali a Kofi Annam, quien lanzó en
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el año 2000 el Programa Global Compact asumiendo la ideología mercantil de los derechos humanos (Maurel, 2013). • La producción de efectos cognitivos duraderos, conforme a la teoría del encuadramiento noticioso ( framing analysis), que fijan en el público marcos de sentido y dicotomías de deliberación entre la opinión pública del tipo “es preciso optar qué prefiere la gente financiar: una costosa televisión pública o cerrar un quirófano”. Este operador cognitivo refuerza la naturaleza ingobernable de la crisis, y la única vía posible que es la socialización de las pérdidas y la privatización de los beneficios. En esta lógica de encuadre noticioso, los medios han tratado de situar el marco del debate en el gasto público, o específicamente en la clase política, siempre en el plano local, nunca en el ámbito global del capitalismo financiero que depreda los recursos e impone las condiciones lesivas para los intereses generales. Pues, como advierte Sousa Santos, [...] las empresas transnacionales privilegian la perspectiva del conflicto en pequeña escala, porque esa es la escala en que operan en el mundo. Justamente con las instituciones financieras multilaterales, ellas son los actores en pequeña escala por excelencia, cubriendo vastas regiones del globo y reduciendo drásticamente la cantidad de pormenores o contrastes como condición de eficacia operativa. La economía convencional tiende también a favorecer una visión del conflicto en pequeña escala. El hecho de que esta manera de ver converja con la de las empresas transnacionales es, en términos epistemológicos, una coincidencia y, en términos políticos, el encubrimiento de una combinación de intereses. La economía convencional crea la realidad que maximiza la eficacia de la regulación que propone (Santos, 2011, p. 69).
• La extensión de una campaña de propaganda del miedo. La ruptura de la confianza es impulsada como una estrategia de control que inicia con la frase lapidaria del expresidente Rodríguez Zapatero (“No hay crédito”) y continúa con la velada amenaza de
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la destrucción total de la economía si no se aceptan las medidas de “austeridad”. De esta forma, la domesticación de la economía monetaria, en el sentido de Peter Sloterdijk, tiene lugar con un discurso de agitprop y terror en torno a los efectos previsibles de una negativa a aceptar la ley de hierro del capital rentista. Y dado que existe una relación, como hemos tratado de explicar, inversamente proporcional entre anomalías en el flujo y circulación del capital financiero internacional y el control democrático de escrutinio público, el discurso del miedo, el pesimismo de los dividendos y los mensajes catastrofistas cumplen una función de desmovilización y aceptación de la quiebra del sistema público en beneficio de la apropiación privada. Así, el conjunto de pantallas nos muestra desastres naturales, ficciones apocalípticas o simples noticias de emergencia o alarma alimentaria por sequía a partir de un discurso espectacular del drama humano de la historia en movimiento en medios propiedad del capital financiero, mientras especulan con el desastre en el mercado de valores (Kauchayen, 2014). • La instauración de este sistema hegemónico de dominación espectacular ha supuesto, como consecuencia, una mudanza social tan profunda que, lógicamente ha transformado el arte del gobierno y de la guerra. Y señalamos con ello un tema central en la comunicación contemporánea: la relación estructural entre medios de comunicación y conflictos bélicos. Como bien ha analizado Mattelart, la historia de la comunicación es la historia de las formas de producción simbólica de la cultura bélica, del ser para la guerra. Hoy, sin embargo, esta banalización de la guerra como instrumento ético de las viejas naciones imperiales es reactualizada desde una cultura mediática diferente, en la que la “pantalla total” que coloniza los medios de vida adquiere una relevancia insospechada: la de representar la fuerza del Imperio, la de reproducir la potencia de la soberanía, sobrecodificando la capacidad del Imperio de garantizar policialmente el orden
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al servicio del derecho y la paz, alterando las condiciones de organización y planeación de la guerra informacionalmente. Así, si Clausewitz hizo célebre la distinción entre táctica, como empleo de la fuerza en combate para alcanzar la victoria, y estrategia, como el empleo de las victorias a fin de alcanzar los objetivos de la guerra, hoy la solución de continuidad entre una y otra es prácticamente indiscernible en la definición de la escalada de intensidad, baja o alta, de los conflictos, al punto que toda la vida social aparece como un problema estratégico de seguridad pública, en una concepción de la guerra, representada en los medios, total y prolongada, pensada incluso como la anticipación calculada de previsibles puntos de intervención conforme a lo que Debord denomina “lo espectacular integrado” (Debord, 1999, p. 97). Así, la sofisticación tecnológica y la pregnancia de una retórica de escenificación militar espectacularizada, característica de los sistemas imperiales, envuelven hoy los discursos económicos, informacionales y bélicos de la aldea global. En esta operación, el discurso espectacular es un discurso terrorista. La sociedad del espectáculo manda utilizando una antigua arma. Hobbes reconoció tiempo atrás que a los efectos de una dominación adecuada la Pasión más efectiva es el miedo. Para Hobbes, es el miedo el que conduce a y asegura el orden social, y aún hoy el miedo es el mecanismo primario de control que inunda la sociedad del espectáculo. Aunque el espectáculo parece funcionar mediante el deseo y el placer (deseo de mercancías y placer de consumo), lo hace en verdad mediante la comunicación del miedo –es decir, el espectáculo crea formas de deseos y placer que están íntimamente asociadas al miedo (Negri & Hardt, 2000, p. 157).
De manera que la construcción noticiosa del pánico moral de las multitudes, impulsada por la prensa, valida la hipótesis de Klein sobre la doctrina del shock como pérdida de sensibilidad y conciencia de la situación real vivida. Del Chile de Pinochet a
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la guerra de Irak, pasando por los conflictos de los profesionales del silencio, las ideas de Milton Friedman cobran hoy actualidad en una situación de Estado de emergencia en el que, como critica Agamben, la excepción es la norma y la mediación informativa una comunicación del pavor orientada a reproducir la narrativa estática del neoliberalismo; esto es, el aislamiento físico, psicológico y, claro está, político contra las medidas de expropiación (Klein, 2007). • El juego metafórico de naturalización del proceso de especulación financiera. El lenguaje del periodismo económico, como en otras especializaciones de la actividad informativa, tiende recurrir a tropos que presentan procesos históricos y sociales como fenómenos de la naturaleza. Así, el proceso de destrucción creativa del capitalismo especulativo se presenta como una tormenta financiera, un tsunami, una oleada de caídas, un terremoto económico o, simplemente, una dinámica gravitatoria de caída libre de la economía nacional. Tal proceso de metaforización naturalizada de lo económico y social es reforzada a su vez por el continuo recurso a los eufemismos. Así, el gran atraco estadounidense, así calificado por Stiglitz, es presentado en los medios nacionales como rescate, siendo de facto un secuestro, utilizando un sinfín de acrónimos y abreviaturas (rae, roe, ebitdas, subprime, credit default swaps) que refuerzan la opacidad e incomprensión informativa del público, a cuyos ojos la crisis alcanza dimensiones cuasi sobrenaturales. • Junto a estas estrategias formales, se observa en la cobertura periodística el recurso habitual al rumor como estrategia de orientación de la agenda pública de gobiernos y agentes económicos. Esta forma de comunicación informal tiene su origen en la combinación de varios factores: la prevalencia de un sistema autoritario de ejercicio del poder, elevada incertidumbre por situaciones extremas de crisis y/o inestabilidad, alta presión social y demanda de conocimiento por parte de la ciudadanía y una
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clara falta de transparencia de las fuentes que concentran la información sobre el acontecer social. “La inestabilidad, sistémica y empíricamente comprobada, de los mercados sería causada por aquello que Castells llama turbulencias de información, es decir, informaciones imperfectas provenientes de diversas fuentes que, al proliferar en la red, generan evaluaciones incorrectas o subestimación de las empresas y, en consecuencia, a la inversión o desinversión en capital de riesgo y con eso aceleran o frenan el ritmo de innovación” (Sardinha en Bolaño, 2012, p. 92). Esta dinámica se ve favorecida por la unificación en las últimas décadas de los métodos contables y la flexibilización de las legislaciones que supervisan las transacciones. La comprobación de que tales agencias calificadoras son erráticas y favorables a las empresas contratantes refuerza, por otra parte, las dinámicas de opacidad e incertidumbre y, en consecuencia, las situaciones de riesgo e inestabilidad adecuadas a las filtraciones de información privilegiada y a los ataques especulativos en virtud del proceso de volatilidad y ambivalencia de la información. Así, noticias sobre el rescate o no de España, de la inyección o no del bce de sumas millonarias a la banca, rumores de posibles desplomes o de falta de claridad en las cuentas del Estado, contribuyen de forma interesada al abuso de la información con fines especulativos, además de al histerismo y alarma social de la prensa de referencia, cuyos intereses son convergentes con los actores que impulsan dicho rumor. • Finalmente, otro dispositivo determinante de control de los relatos informativos es el efecto copycat. El cortar y pegar se ha atribuido tradicionalmente a la influencia que tienen los medios audiovisuales entre la población que tiende a imitar conductas, valores y actitudes sobrerepresentadas en los medios. Pero ciertamente esta lógica de la mímesis podría aplicarse también a las rutinas periodísticas que tienden a redundar en el mismo sentido común del marco cognitivo fijado por los medios de re-
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ferencia y los diferentes gatekeepers. Así, “los medios funcionan como laboratorios discursivos que difunden las nuevas expresiones y consignas, y los asesores preparan declaraciones inmediatamente traducibles a un titular. Inversamente proporcional al impacto de estos mensajes resulta la capacidad de contestarlos: los análisis críticos se disuelven en un aluvión de artículos, columnas y editoriales que logran una difusión e influencia mucho menor” (Abril; Sánchez Leyva & Tranchel, 2012). Por lo que prevalece la redundancia y el sentido común de lo decible, pensable y políticamente factible.
Conclusiones Considerando los elementos anteriormente expuestos, conviene a modo de agenda considerar, desde la teoría normativa, las siguientes líneas de fuga: I. “Toda voluntad de construcción de alternativas democráticas, tipificada como utópica, como inviable, o directamente fuera de la ley, en función de un proceso de inversión semiótica y mixtificación por el cual el capital rentista aparece como única garantía de salida a la propia crisis, para por la impugnación y el antagonismo de la representación espectacularizante de la crisis en la medida que el capital financiero apuesta sobre el futuro, y funciona como una representación general de nuestras futuras capacidades productivas comunes. [Aunque] el lucro del capital financiero es probablemente la forma más pura de expropiación de lo común” (Negri & Hardt, 2004, p. 182). Esto es, las políticas públicas recurren a una lógica de los silencios estableciendo marcos normativos y constitucionales de excepción y exclusión de toda mediación democrática. Es el caso, por ejemplo, en España, de la reforma exprés del Artículo 135 de
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la Constitución que impone la estabilidad presupuestaria sin posibilidad de deliberación o consulta ciudadana. II. La pérdida de control de la política monetaria y, en general, el dominio del capital financiero internacional en su ofensiva de recomposición de la tasa de ganancia se ha traducido, especialmente en el propio campo de la comunicación, en la imposición de la lógica especulativa, de subasta y concentración, liquidando todo control público (sea eliminando proyectos institucionales de regulación como el Consejo Estatal de Medios, sea interviniendo los medios públicos en función del programa de legitimación del proceso de expropiación impulsado por el capital financiero internacional). Ello, además, ha redundado en procesos de privatización de los medios públicos, su reducción drástica (en personal laboral e incidencia social) cuando no su cierre extraordinario, como en el caso de Grecia. III. Frente a esta lógica devastadora del capital rentista, es precisa la lucha democrática por la información y las mediaciones simbólicas, comenzando por las redes digitales. De acuerdo con Pierre Lévy, la transparencia financiera ciberdemocrática exige: luchar contra la corrupción impulsando medidas y soluciones de control presupuestario por la función pública; inspirar la confianza de los ciudadanos; e implicar a la ciudadanía en la administración de la prosperidad (Lévy, 2002, p. 154) definiendo otra comunicación del riesgo y la dinámica económica en lo que debería ser una política que pase de lo reactivo a lo proactivo, especialmente pensando en los agentes implicados en la mediación de los abusos especulativos, a saber: poderes públicos, periodistas, agencias reguladoras y sociedad civil. Y es que ahora:
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[...] enfrentamos un desafío jurídico y político. Un desafío legal porque los gobiernos estadounidenses y europeos permitieron que la actividad económica cruzara la línea del sistema de derechos de propiedad gobernada por reglas, dentro del cual se puede establecer las informaciones económicas como hechos verificables, a un espacio de anarquía jurídica, donde los intereses arbitrarios pueden imponerse a los hechos y el papel se mueve en remolinos caóticos. El Estado de derecho es mucho más que un aburrido cuerpo de normas: se trata de un sistema de información y gestión enorme y próspero, que filtra y procesa los datos locales hasta que se transforman en información económica organizada de tal manera que nos permite inferir si encajan y tienen sentido. Sin embargo, principalmente es un desafío político. Los políticos deben elevar el tema de la crisis financiera a los altos puestos de mando, donde los arraigados problemas institucionales de un orden que se desmorona puedan ser abordados. Los mercados nunca estuvieron destinados a ser anárquicos: el Estado siempre tuvo el rol de supervisar las normas, los pesos y medidas, y los registros, y de no tolerar prestidigitación legalizada en las sombras de la economía informal. Para comprender y resolver la crisis de uno de los mayores logros de la humanidad –la creación de información económica que se puede verificar a través de la memoria pública–, se requiere el concurso de los constructores de naciones (Soto & Weise, 2012).
IV. La gobernanza de la información económica y el respeto a los derechos sociales de la comunicación exigen, en fin, otra Ecología Mediática, basada en el control de fuentes y flujos de información, de regulación de los tiempos y actividades bursátiles, de regulación del periodismo económico ante la ineficacia y criminal abuso de la praxis de las élites periodísticas y sus interesados benefactores. Pero dada la complejidad del sistema global de comunicación, esta regulación solo es posible a nivel de organismos internacionales como la Unesco y el sistema de Naciones Unidas, que en las últimas décadas ha dejado de manifiesto la nula voluntad de intervención antes peligrosas
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situaciones de concentración y falta de pluralismo. Deberá ser, como en España, la sociedad civil organizada, las multitudes y movimientos sociales, quienes rescaten el sistema mediático del modelo imperial de terror que nos amenaza, si queremos, de verdad, hacer efectivo un ‘Periodismo Real Ya’ en estos tiempos de propaganda, mentira y desinformación. La democracia es lo que nos va en ello. V. Un eje de estudio en esta línea de cuestionamiento, dada la dimensión espectacular de Eurovegas y, en general, de la ciudad neoliberal, es analizar la producción de megaeventos mediáticos, la excepción de la cultura del ‘Estado de Excepción Permanente’ –llámese Mundial de Fútbol, Olimpiadas o cualesquiera otros programas espectaculares que concentran los procesos de especulación inmobiliaria y financiera–, dado que “la producción de la ciudad es una de las fuerzas más importantes que impulsan la acumulación de capital, tanto durante el siglo xvii como durante la actual época neoliberal” (Colón, 2013, p. 107), generando determinadas relaciones espaciales y de poder en las jerarquías de control y explotación del capital rentista. De acuerdo con Serge Latouche, tres factores determinantes de la lógica del crecimiento capitalista hoy día son la publicidad, el crédito y la obsolescencia programada. La tercera es una variable productiva que atañe al modo de organización de la producción. Pero las otras dos son básicamente mediáticas: afectan a la producción del deseo de consumir y su confianza, a los modelos de representación del valor de uso, y de colonización del tiempo-espacio de vida. VI. El gobierno y desorden del mundo plantea el problema de repensar el papel del Estado y de la política. El Estado liberal, tal y como vislumbrara Horkheimer, ha madurado en una forma autoritaria de control y dominio extensivo que cuestiona y
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pone en crisis el arte de lo posible, la propia mediación representacional. La constitución de nuevas formas de soberanía que se alejan del ámbito supra-estatal para radicarse en un ámbito vacío que el Estado ha dejado a los nuevos Leviatanes, ha permitido la constitución del imperio como forma política de la Globalización. Nos encontramos en una fase histórica en la que el dominio del capital se ha establecido en una doble escala a una misma vez: exterior e interior. El capital ha ocupado todo el espectro planetario (exterior) a la vez que realiza la subsunción de la vida misma (interior). Así el capital se configura en biopolítica, esto es, en la gestión y administración de los cuerpos de la población. Las transformaciones en el plano económico han hecho que el Estado-nación escape, en cierto modo, de la lógica (el contrato) con la que la modernidad lo había fundado (García López, 2013, p. 82).
VII. Todo análisis de las políticas públicas debe asumir las tesis de crítica de la biopolítica y la criminalización de las formas culturales de resistencia de la ciudadanía. La gestión de la crisis representa, en este sentido, el fin de los límites y regulación del Estado social y democrático de derecho ante la exigencia de expansión del espacio vital de reproducción y acumulación del capital financiero internacional imponiendo, como sostenemos a modo de hipótesis, el estado de excepción como regla, frente a todo contractualidad o legitimación democrática. Entre la forma y la fuerza, entre la regla y la excepción, entre la cooperación y la desconfianza, entre la transparencia y la ocultación, la Sociedad de Vigilancia, apunta Mattelart, nos sitúa poco a poco a la multitud como potencialmente sospechosa. El estado de excepción, en el que la nuda vida era, a la vez, excluída del orden jurídico y apresada en él, constituía en verdad, en su separación misma, el fundamento oculto sobre el que reposaba
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todo el sistema político. Cuando sus fronteras se desvanecen y se hacen indeterminadas, la nuda vida que allí habitaba queda liberada en la ciudad y pasa a ser a la vez el sujeto y el objeto del ordenamiento político y de sus conflictos, el lugar único tanto de la organización del poder estatal como de la emancipación de él (García López, 2013, p. 89).
En resumen, la mercantilización a ultranza y la salida a bolsa de los grupos multimedia han significado, como resultado, en las últimas décadas, una huida adelante que, en la práctica, está terminando por horadar las bases materiales y el sentido mismo de la acción informativa. Mientras que, al mismo tiempo, de acuerdo con Julien Assange, tres factores fundamentales sientan las bases del proceso aquí descrito en la llamada crisis del periodismo, a largo de las últimas décadas, amenazando directamente la sobrevivencia de la actividad periodística como esfera relativamente autónoma de mediación social en virtud de: • La crisis de la sociedad civil ante el poder de los flujos financieros internacionales y la debilidad del sector público y las mediaciones precisas para la gobernanza global en la que tradicionalmente intervenían los relatos periodísticos sobre el acontecer de la actualidad, junto al poder político. • El imperio de la doctrina de seguridad y, en consecuencia, la extensión de diversas formas de opacidad y ocultamiento de la llamada información sensible ante la opinión pública mundial, especialmente por lo que se refiere a la actividad ampliada de los denominados ‘profesionales del silencio’, que casos como Wikileaks pondrían en evidencia de forma definitiva. • La baja calidad de la información sujeta a distorsiones y crisis de confianza por la dependencia institucional de las fuentes oficiales y los intereses dominantes de las élites (Ramonet, 2011, p. 94).
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En definitiva, de acuerdo con Christian Salmon, [...] el escenario político se desplaza: de los lugares de deliberación y de toma de decisión política (foros ciudadanos, mítines, parlamentos, ministerios, . . . . ) hacia los nuevos espacios de legitimación (tv, medios de comunicación e internet) [...] [Al tiempo] la función periodística se ha desviado de sus misiones originales –la investigación, el reportaje, el análisis, la información– hacia una función de descifrado destinada a describir, bajo las apariencias engañosas de la vida política, la verdad de un cálculo, los resortes de una historia, el secreto de un montaje narrativo. Los sondeos y el descifrado son las dos facetas de una democracia sin referentes, sin fronteras, desorientada, que ha sustituido el relato por la acción, la distracción por la deliberación, el stage craft (el arte de la puesta en escena) por el state craft (el arte de gobernar) (Salmon, 2013, p. 11).
Todo lo contrario a la encomienda reivindicada en vida por el prestigioso periodista Kapuscinski, al resumir la función periodística en cinco sentidos básicos: Estar, Ver, Oír, Compartir y Pensar.
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Encefalización anormal en la era del aprendizaje-máquina54 Matteo Pasquinelli Para que las máquinas parecieran inteligentes, fue necesario que las fuentes de su poder, la fuerza de trabajo que las rodeaba y operaba, se volvieran invisibles. Simon Schaffer Si una máquina ha de ser infalible, no puede ser inteligente también. Alan Turing
Metacognición en el adulto californiano del siglo xxi La idea de que las “máquinas piensan” manifiesta una solidaridad involuntaria con el animismo de las culturas menos industrializadas, que hace mucho tiempo reconocieron mentes autónomas en entidades no humanas. Se podría decir que la inteligencia artificial es el animismo del 54 Una versión de este capítulo fue publicada por la revista e-flux, n.° 75, septiembre de 2016.
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pudiente. O en otras palabras: el animismo es una especie de inteligencia artificial creada ante la ausencia de la electricidad.55 Las profecías recientes que proclaman la inminente llegada de la Singularidad Tecnológica (que plantea que las máquinas informáticas tendrían vida propia) parecen típicas de la tendencia humana a antropomorfizar lo desconocido. Lo que una vez se atribuyó a la oscura e infinita noche, ahora se proyecta en el abismo abstracto de la computación, los centros de datos y el aprendizaje automático. Representar lo extraordinario (unheimlich) familiar (heimlich), a través de la mitología, es un método establecido de supervivencia para el ser humano en el intento de reconocer su territorio. En un ambiente hostil, la utilidad de la sospecha hacia cualquier objeto extraño es obvia: incluso si no parece moverse, puede tener vida y ser peligroso. El mismo principio funcionaría también en el entorno tecnológico más avanzado. En psicología, esta capacidad de especular que otros seres pueden tener una voluntad, impulsos o “pensamientos” menos amigables de lo que articula el sujeto, se llama metacognición o teoría de la mente (ToM, por sus siglas en inglés). La teoría de la mente es clave en la psicología infantil. Cuando somos bebés, no sabemos lo que piensa nuestra madre: la primera relación que tenemos con ella es un vínculo ciego de índole metabólica, una necesidad de alimentarse, de calor, de atención. Solo con el tiempo comenzamos a entender que nuestra madre no siempre cumple nuestros deseos, que puede tener intenciones y pensamientos diferentes a los nuestros. Ese es el momento traumático en el que proyectamos el teatro de la mente, es decir, ‘teorizamos’ la mente en otro cuerpo. Sin embargo, el psicólogo soviético Lev Vygotsky recalcó que solo creamos la imagen de nuestra mente tras formar una idea de la mente de los adultos que 55 En este artículo, el término ‘inteligencia artificial’ hace referencia a los modelos antropomórficos y biomórficos de inteligencia, mientras que el término ‘inteligencia mecánica’ hace referencia a una forma de inteligencia que no refleja las características de un ser vivo (por ejemplo, sentimientos humanos y la ‘conciencia’). Una definición más secular de la inteligencia mecánica ayudará, eso esperamos, a revelar correlaciones poshumanas y antinormativas en los datos sociales, en lugar de reforzar las normas individuales y sociales de clase, género y raza.
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nos rodean. Al crecer, desarrollamos una interpretación mental aún más sofisticada: cuando jugamos al póker o escuchamos el discurso de un político, siempre nos detenemos a reconstruir lo que hay detrás de la escena, imaginamos los trucos mentales de otras personas más allá de lo que dejan ver. Este proceso puede adquirir dimensiones patológicas, como en los casos de la paranoia y las teorías conspirativas, donde se evoca una mente malvada inalcanzable para explicar catástrofes que son demasiado grandes para elaborar. O podemos, si no, proyectar la existencia de una mente en una caldera o desarrollar objetofilia, como Eija-Riitta Eklöf, que se casó con el muro de Berlín. Como sugiere el crítico y curador de arte, Anselm Franke, el animismo es un buen prisma epistémico para capturar las diversas refracciones y respuestas a la modernidad industrializada. La inteligencia artificial inevitablemente pertenece a esta era: “El animismo dotó a los objetos de almas; el industrialismo convirtió las almas en objetos”.56 El científico informático británico Stephen Wolfram ha sostenido que el universo es fundamentalmente de naturaleza digital y que las leyes naturales se abordan mejor como programas computacionales que con instancias de las matemáticas tradicionales. Wolfram afirma que el animismo es, de alguna manera, un reconocimiento del poder computacional de la naturaleza: una doctrina que se puede llamar “animismo computacional”. Esta nueva corriente convierte el pampsiquismo, la idea de que todo piensa, en un pancomputacionalismo, la idea de que todo computa (especialmente a los fines comerciales).57 El desarrollo anómalo de la ‘teoría de la mente’ se da en cualquier era y en cualquier clase, por lo general, como vía de escape para evitar confrontaciones políticas más fundamentales. No es de extrañar que los ingenieros de la clase dirigente de California hayan comenzado a antropomorfizar a las computadoras más desarrolladas y teman que 56 Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialectic of Enlightenment (Stanford: Stanford University Press, 2002), 21. Citado en Anselm Franke, Animism (Berlín: Sternberg Press, 2010). 57 Stephen Wolfram, A New Kind of Science (Champaign, Il: Wolfram Media, 2002), 845.
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estas despierten como seres conscientes y autónomos, mientras que el empresario de Silicon Valley, Elon Musk, advirtiera sobre el riesgo que plantea la futura inteligencia mecánica.58 En un sentido clínico, el relato de la singularidad es un buen ejemplo de la facultad de la metacognición en el adulto californiano del siglo xxi, tanto como la teoría de la mente explica muchas publicaciones populares sobre la llamada “superinteligencia artificial”. Es hora de invitar a antropólogos occidentales a que visiten los valles del Norte de California.
Dos líneas de inteligencia artificial La historia de la inteligencia artificial puede dividirse, a grandes rasgos, en dos líneas: la analítica, basada en la noción del ‘cerebro representativo’, y la holística, fundada sobre la idea del ‘cerebro adaptativo’.59 Mientras que la vertiente analítica se centra en la lógica, la holística hace hincapié en la abstracción y considera el cerebro del ser humano como un organismo que se esfuerza para ‘adaptarse’ al mundo circundante, y que concibe y proyecta nuevas ideas (Gestalten) durante el curso de este proceso. En la línea holística, siguiendo la tradición adaptativa, la inteligencia se entiende como una relación antagónica y corporizada con el entorno. De hecho, la idea del círculo de retroalimentación cibernética estuvo inspirada en este modelo de adaptación biológica.60 Esta es la línea de Norbert Wiener, William Ross Ashby y la cibernética 58 Las preocupaciones de Musk en relación con la inteligencia artificial probablemente derivan, por cierto, de las prácticas desleales de Google, su principal competidor corporativo. Obsérvese Rich McCormick, “Elon Musk: There’s only one AI company that worries me.” The Verge, 2 de junio de 2016. 59 Ver Andrew Pickering (2010). The Cybernetic Brain: Sketches of Another Future. Chicago: University of Chicago Press, capítulo 1. 60 El biólogo alemán Jakob von Uexküll describió la relación entre el sistema nervioso animal (Innenwelt) y el mundo exterior (Außenwelt) como un “círculo funcional” (Funktionskreis). Al igual que el Funktionskreis, el círculo de retroalimentación de los sistemas cibernéticos se concibe como una circulación de información y respuesta a un estímulo externo.
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angloamericana bajo la influencia de la Naturphilosophie (filosofía de la naturaleza) alemana. El epistemólogo David Bates advirtió que la cibernética inicial, particularmente influenciada por la neurología y las ciencias cognitivas, no solo estaba obsesionada con la mecanización de la razón, sino también con los estados anormales de las máquinas, en las descomposiciones patológicas que podrían llevar a la estructura de la máquina a formar nuevos equilibrios y nuevas composiciones.61 La distinción epistémica entre las dos líneas es la diferencia que existe entre la lógica analítica y la Gestalt perceptual como diagramas universales del pensamiento humano. No son un contraste perfecto: para Weiner, por ejemplo, la Gestalten perceptual estaría ya codificada en forma de información. En cambio, en la lógica analítica, la lógica digital se convertiría en información puramente estadística y “gestáltica” ‘al codificar’ los fenómenos caóticos. En su libro fundador, Cybernetics (1948), Wiener escribió que la cibernética se asemejaría más a una disciplina predictiva y estadística, como la meteorología, que a las leyes exactas de la física. Sería más acertado describir el estudio del cerebro humano como una “meteorología de la inteligencia”.62 Como ya dijimos, la línea analítica ve al cerebro humano como una máquina que ‘representa’ el mundo a través del lenguaje. Específicamente, afirma que el pensamiento humano puede traducirse por la lógica booleana en compuertas lógicas (que, a la vez, son los bloques elementales que construyen circuitos digitales, transistores y microchips). Esta lógica booleana se basa en tres funciones fundamentales: y, o, y no. La mente puede mecanizarse gracias a esta equivalencia entre la lógica humana, la lógica booleana y las compuertas lógicas. Este es el legado de Gottfried Leibniz, Charles Babbage y Alan Turing. Turing es famoso por introducir la máquina universal de Turing, el algoritmo abstracto que 61 David Bates, “Unity, Plasticity, Catastrophe: Order and Pathology in the Cybernetic Era.” En Catastrophe: History and Theory of an Operative Concept, eds. Andreas Killen and Nitzan Lebovic (Berlín: De Gruyter, 2014). 62 Norbert Wiener, Cybernetics: or Control and Communication in the Animal and the Machine (Cambridge, MA: MIT Press, 1948), p. 30.
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separó, por primera vez, el software y el hardware en computación. Pero también contribuyó a la historia de la filosofía con un aporte controvertido en la teoría de la mente: la prueba de Turing.
La incursión de Turing en la teoría de la mente En su ensayo “Computing Machinery and Intelligence”, redactado en 1950, Turing intentó responder el siguiente interrogante: “¿las máquinas pueden pensar?” Propuso hacerlo a través de un experimento de pensamiento negativo, la prueba de Turing, también conocida como el “juego de la imitación”. En lugar de preguntar cuál debe ser el contenido positivo de la conducta inteligente, Turing consideraba que si los humanos no pueden distinguir las respuestas dadas por una máquina de las respuestas de un ser humano (cuando están disfrazadas por una interfaz textual), entonces no podemos decir que las máquinas no piensen. Con su énfasis absoluto en la convención social del lenguaje humano, la prueba de Turing es el máximo Gedankenexperiment (experimento mental) de la filosofía analítica y una reiteración metafísica de la teoría de la mente. La prueba refuerza, en lugar de cuestionar, las afirmaciones metacognitivas que hay detrás de la inteligencia artificial, precisamente al plantear la computación como evidencia empírica del pensamiento en entidades no humanas. La prueba de Turing no demuestra la existencia de la inteligencia mecánica per se, sino que postula que se puede aplicar una teoría antropomórfica de la mente a la computación. Asimismo, no establece que la inteligencia artificial deba tener pretenciosamente un parecido absoluto a la humana (un claro ejemplo de la falacia antropomórfica), sino que presenta la inteligencia artificial como una ‘imitación bruta’ de los hábitos y convenciones del ser humano, una gran máquina de reconocimiento del Uno. Al emplear un esquema de la mente que prioriza los buenos modos y la familiaridad con las convenciones sociales, la prueba de Turing sigue siendo un ejemplo de normativismo social austero: el mismo, se
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ha sugerido, que aquel del que el propio Turing fue objeto por su homosexualidad encubierta. Turing aborda brevemente la cuestión de la metacognición en las respuestas a “Arguments from Various Disabilities” (Argumentos a partir de diversas discapacidades), donde menciona que una máquina podría “ser el sujeto de su propio pensamiento” al ejecutar un programa para revisar su estructura, nuevamente representando la teoría de la mente en términos de computación. En la historia del pensamiento sistémico y holístico, una famosa contrapartida a la prueba de Turing es la dialéctica de Hegel del amo y el esclavo, que también intenta explicar la autoconciencia a través del reconocimiento de la conciencia en el Otro. Bastaría sustituir la inteligencia de Turing con la autoconciencia de Hegel para revelar la similitud entre estos dos enfoques de la teoría de la mente. En la visión de Hegel, no obstante, las estructuras estratégicas de poder siguen siendo obvias, evidentes, inevitables (un aspecto que complacía a Marx), mientras que en la prueba de Turing, la política desaparece del mapa (un aspecto que complace a la comunidad actual que se congrega en torno a la inteligencia artificial). Turing esbozó por primera vez el juego de la imitación en su artículo de 1948 “Intelligent Machinery”, donde propone, de modo más convincente, la idea de una ‘máquina desorganizada’ que podría aprender por medio de interferencias continuas en su estructura abierta.63 Turing hizo un paralelo directo entre la máquina de aprendizaje y la corteza de un niño, y alegremente tomó partido por las máquinas falibles: “Sería muy injusto esperar que una máquina salida directamente de fábrica compitiera en igualdad de condiciones con un universitario”.64 En una conferencia realizada en 1947, llegó incluso a equiparar la inteligencia 63 El modelo estuvo inspirado en el prototipo de redes neuronales de McCulloch y Pitt: no se mencionó su obra, pero tampoco se publicó el artículo de Turing. Consultar Warren McCulloch y Walter Pitts, “A logical calculus of the ideas immanent in nervous activity.” Bulletin of Mathematical Biophysics, vol. 5, n.° 4 (1943). 64 Alan Turing, “Intelligent Machinery” (1948), en The Essential Turing, ed. Jack Copeland (Oxford: Oxford University Press, 2004), pág. 421.
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con la falibilidad: “Si se espera que una máquina sea infalible, no puede ser inteligente también”. Turing planteó la hipótesis, que desconcertó a muchos matemáticos, de que podría programarse una máquina para cometer errores al igual que lo hacen los seres humanos: una declaración que reduciría a la irrelevancia el teorema de la imperfección de Gödel.65 Turing tuvo diferentes concepciones de la inteligencia artificial a lo largo de su vida, pero es la prueba de Turing la que ha monopolizado la atención de los filósofos de la mente y ha galvanizado el neovitalismo de la inteligencia artificial. Cuando Turing desarrolló la hipótesis de que una máquina podía imitar los errores humanos, su argumento corría el riesgo de entrar en un círculo tóxico, ya que contemplaba la inteligencia artificial como un plagio cósmico que reflejaba las rutinas de una humanidad ya aburrida hasta el hartazgo. En este sentido, la prueba de Turing es una premonición de la imitación industrial universal, una máquina universal que reemplazaría no solo la división anterior del trabajo manual y mental, sino que sería capaz de replicar todas las divisiones imaginables del trabajo. La máquina de Turing podría definirse con más precisión como una máquina de imitación social, ya que su poder yace en la capacidad para imitar, amplificar y acumular relaciones sociales. En el núcleo de los centros de datos, la inteligencia artificial ya está emergiendo como una perspectiva novedosa sobre agrupaciones suprahumanas e invisibles de datos sociales, no como la facultad de imitar rasgos y sentimientos humanos. La inteligencia artificial no es antropomórfica, es ‘sociomórfica’: imita y se alimenta de las estructuras ‘condividuales’ de la sociedad, y no de las estructuras individuales.
65 Alan Turing, “Lecture on the Automatic Computing Engine.” (1947). En ibíd., 394. Ver Andrew Hodges, “Alan Turing.” Stanford Encyclopedia of Philosophy, ed. Edward Zalta, edición de invierno de 2013: “Una vez admitida la posibilidad de errores, el teorema de Gödel se vuelve irrelevante. Tanto los matemáticos como las computadoras aplican procesos computables a la hora de juzgar si las afirmaciones son correctas. Ambos, por lo tanto, a veces se equivocan, ya que si bien se sabe que ver la verdad no es una operación computable, no hay razón para que la computadora lo haga peor que el matemático”.
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La mente metaestable y su individuación tecnológica Después de la Segunda Guerra Mundial, el filósofo francés Gilbert Simondon intentó desarrollar una filosofía de la mente que se apartaría tanto del modelo de organismo heredado del vitalismo alemán (todavía influyente en ese momento), como del modelo de información que acababa de introducir la cibernética estadounidense.66 Estas dos polaridades convivían desde hacía mucho tiempo en la filosofía francesa, al menos desde Descartes y la disputa sobre el cuerpo concebido como máquina. En contraste con la primacía de la nueva forma técnica y la antigua Lebensform (forma de vida), Simondon concebía una “mente metaestable” construida en un espacio triangular entre lo biológico, lo tecnológico y lo social, y le daba a este último un rol sustancial, casi constituyente. Simondon no se detenía en las estructuras individualizadas (cerebro, organismo, tecnología, sociedad) tanto como en el proceso colectivo de la individuación (el antiguo principium individuationis) que hacía posible estas estructuras hegemónicas. ¿Qué es lo que forma la mente? Simondon consideraba al mecanicismo (más tarde, informacionalismo) y el holismo (posteriormente, organicismo y Gestalttheorie [teoría de la Gestalt]) como recipientes de un proceso que debe mantenerse conceptualmente abierto. Según Simondon, la mente real emerge para “resolver los problemas que enfrenta el ser vivo”67 generados desde el mundo circundante, y siempre se reinventa en un proceso abierto al entorno social. De acuerdo con Simondon, la construcción de la mente (o la individuación psíquica) no es innata, sino un proceso de individuación colectiva: la mente está construida con personajes, objetos y artefactos 66 Simondon tuvo una gran influencia sobre Gilles Deleuze, que le dedicó una de sus excepcionales reseñas bibliográficas. Consultar Gilles Deleuze (1966). “Gilbert Simondon: L’Individu et sa genèse physico-biologique.” Revue philosophique de la France et de l’étranger, clvi: 1-3. 67 Gilbert Simondon, “Individuation in the Light of the Notions of Form and Information.” Citado en Andrea Bardin, Epistemology and Political Philosophy in Gilbert Simondon (Dordrecht: Springer, 2015), p. 70.
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del mundo exterior y social. En este sentido, todos desarrollamos una “mentalidad técnica” (no obstante, el desarrollo de este tipo de mentalidad, nota bene, no implica el uso de tecnología como modelo de la mente). El filósofo marxista Paolo Virno remarcó la similitud entre la noción de Simondon de individuación y el concepto del psicólogo soviético Lev Vygotsky en torno al desarrollo de las aptitudes del lenguaje y el pensamiento en el niño.68 Para Vygotsky, la facultad del discurso interno en el niño (y, por ende, la teoría de la mente, se podría agregar) es producida por el poder de la individuación del lenguaje social, y este proceso continúa en la vida adulta.69 Simondon comparte el hecho de que los individuos nunca se individualizan por completo, sino que mantienen un exceso de “transindividualidad” que los distingue, tanto de los artefactos tecnológicos como de los animales. En lo que respecta a las formas lógicas, Simondon se desveló por encontrar un concepto que pudiera sintetizar y superar las nociones de la Gestalt orgánica (heredada a través de la Naturphilosophie alemana) y la información tecnológica (recibida de la cibernética). Simondon denominó “transducción” a este concepto que podía cruzar la psique “transindividual” sin encerrarla en una forma orgánica ni tecnológica, dejando su potencialidad excesiva abierta. La transducción no es la idea de la manifestación múltiple de una mente única, sino el concepto de múltiples genealogías de mentalización que traman en forma continua el tejido del mundo, en concordancia con la ‘ontología paralela’ que Deleuze denominaría “empirismo trascendental”. Un modelo de la mente puede transducirse en otro, pero el proceso no es fluido ni está exento de conflictos, como lo es la idea de un universo completo de Turing. La transposición histórica de un modelo de la mente a otro no es un problema tecnológico, sino político.
68 Paolo Virno, When the Word Becomes Flesh: Language and Human Nature (Los Ángeles: Semiotexte, 2015). Ver también Charles Wolfe, “De-ontologizing the Brain: from the fictional self to the social brain,” ctheory, 2007 . 69 Lev Vygotsky (1986 [1934]). Thought and Language. Cambridge, ma: mit Press.
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La obra de Simondon también ha inspirado debates en la comunidad de la inteligencia (general) artificial. El problema de la individuación psíquica en el debate sobre la inteligencia artificial y la prueba de Turing puede traducirse como el problema de la mentalización o ‘encefalización’, tomando prestado un término de la biología evolutiva. ¿Cómo se reconoce una mente? Algunos responden que la mente se reconoce cuando se sabe cómo construirla. En lugar de empezar con el interrogante “¿qué significa ser inteligente?”, David Weinbaum y Viktoras Veitas del Global Brain Institute de Bruselas proponen “¿qué significa hacerse inteligente?”. Partiendo de la idea de Simondon de la individuación, elaboraron el paradigma de la “inteligencia abierta”, que incorpora la vieja noción de la inteligencia como una propiedad emergente de los sistemas naturales. La inteligencia abierta es un proceso en el que una población distribuida de agentes heterogéneos interactivos alcanza niveles cada vez más altos de coordinación. En este contexto, entendemos por ‘coordinación’ la resolución local de las disparidades por medio de la determinación recíproca, lo que genera nuevos individuos en forma de grupos integrados de agentes (agrupamientos) que intercambian información significativa y se diferencian de forma espontánea (dinámica y estructuralmente) de su medio circundante. Esta clase de inteligencia es realmente general, en el sentido de que no está dirigida ni limitada por un objetivo o desafío dado a priori. Además, es intrínseca e indefinidamente escalatizable, al menos, desde un punto de vista teórico. La inteligencia abierta se manifiesta a nuestro alrededor y a muchas escalas: principalmente en la evolución de la vida, en la organización filogenética y ontogenética del cerebro, en el desarrollo cognitivo y semantizante durante el transcurso de la vida y en la autoorganización de sistemas complejos, que van desde el moho, los hongos y las colmenas hasta las entidades sociotecnológicas humanas.70 70 David Weinbaum & Viktoras Veitas (2016). “Open-Ended Intelligence: The Individuation of Intelligent Agents.” Journal of Experimental & Theoretical Artificial Intelligence, pp. 1–26.
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Esta descripción de la inteligencia abierta parece combinar las dos formas que Simondon, en efecto, intentó superar: la biológica y la tecnológica. En otras palabras, se asemeja a una naturalización de la inteligencia artificial: la equiparación de la inteligencia artificial con la inteligencia de un ser vivo. A la hora de explicar la falacia biomórfica, es útil recordar que no diseñamos el avión para volar como lo hacen las aves, por lo cual la inteligencia artificial no necesita seguir el camino de algún antepasado biológico. Aun así, Weinbaum y Veitas destacan que “muchos creen que algún día, en un futuro previsible, internet se despertará y se convertirá en una entidad consciente y superinteligente. Algunos incluso sostienen que ya está ocurriendo”.71 Estas declaraciones de animismo computacional parecen ser un requisito para ingresar en las comunidades tecnológicas mencionadas. El animismo sigue acechando a la inteligencia artificial: se necesitan con urgencia nociones no biomórficas de la inteligencia artificial. Algo más importante, la idea del pancomputacionalismo en la naturaleza enmascara una realidad básica: la computación es, en realidad, un proceso económico que busca extraer información valiosa y descartar aquella que no es útil. En este sentido, la computación es también un proceso de capitalización. Y afirmar, como Stephen Wolfram y Ray Kurzweil, entre otros, que todos los átomos codifican y computan, es equiparar el capital con la naturaleza.72 Los átomos no descartan información inútil para escalar a un mayor grado de complejidad. Disculpas a Kurzweil y su visión de lo sublime computacional frente a un océano tormentoso, como se plantea en el documental Transcendent Man (2009), pero las moléculas de agua no computan.73 Esos somos nosotros.
71 Ibíd. 72 El filósofo francés Michel Serres también abordó el tema del pancomputacionalismo. Ver Matteo Pasquinelli, “On Solar Databases and the Exogenesis of Light.” En “Supercommunity,” edición especial, revista e-flux, 65 (mayo de 2015) . 73 Mis agradecimientos a Lorenzo Sandoval por señalarnos esta sección del documental.
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La inteligencia artificial del mercado Hace tiempo que los mercados son un espacio de inteligencia artificial vernácula. El economista austríaco Friedrich Hayek decía que el mercado es el fundamento de un conocimiento preconsciente y transindividual que no necesita ni centralización estatal (como en la planificación socialista) ni la formulación de leyes económicas objetivas (Hayek es el padrino de la famosa Escuela de Chicago, pero mantuvo –lo que resulta interesante– un gran interés en la psicología y la neurociencia a lo largo de su vida). La ‘infrarracionalidad’ del mercado está, para Hayek, más allá de la comprensión del individuo y del Estado: “El problema económico es […] un problema relacionado con el uso del conocimiento que no se da a nadie en su totalidad” escribió en 1945, en su influyente obra “The Use of Knowledge in Society”.74 Hayek reprochaba las ambiciones de la estadística y también, de forma más explícita, de la computación: “El tipo de conocimiento que he estado abordando es un tipo de conocimiento que, por su naturaleza, no puede cruzarse con las estadísticas y, por lo tanto, no puede ser transmitido a ninguna autoridad central en forma estadística”.75 Hayek creía que los precios eran los mejores indicadores para condensar y transmitir toda la información económica necesaria: actúan, de hecho, como una computadora colectiva (“sistema de telecomunicaciones”, según se expresaba en 1945): Es más que una metáfora describir el sistema de precios como una especie de maquinaria para registrar los cambios, o como un sistema de telecomunicaciones que les permite a los productores individuales observar el movimiento de unos pocos indicadores –como un ingeniero puede observar las manecillas de algunos relojitos– con el fin de adaptar sus actividades a ciertos cambios. Pero el hecho es que de 74 Friedrich Hayek (1945). “The Use of Knowledge in Society.” American Economic Review, p. 520. 75 Ibíd., p. 524.
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esos cambios los sujetos nunca podrán saber más de lo que se refleja en el movimiento de precios.76
Hayek puede haber sido el primero en introducir una noción moderna (es decir, funcional) de la información: no hay que olvidar que Claude Shannon definió la medición matemática de la información recién en 1948, el mismo año en que Norbert Wiener publicó su libro Cybernetics.77 Sin embargo, Hayek describió el mercado como un “aparato cognitivo”, que se asemeja mucho a la cibernética inicial pero mucho antes de que aparecieran las teorías de la sociedad del conocimiento y el capitalismo cognitivo. Desde Adam Smith, se recurre al topos de la “mano invisible” para describir las virtudes del libre mercado, pero la expresión “mente invisible” sería más precisa para retratar una coordinación tan distribuida y espontánea de precios. De acuerdo con la visión de Hayek, pareciera que el mercado es operado por un ‘intelecto general’ invisible que no puede objetivarse en ninguna maquinaria, sino solo en precios de mercancías. Sin embargo, recientemente, entró en contradicción con este idealismo lo que se conoció como “capitalismo algorítmico”. En la actualidad, compañías como Uber y Airbnb pueden centralizar el cálculo de precios por medio de bases de datos globales en tiempo real. En este sentido, el capitalismo algorítmico es el surgimiento de un tercer paradigma: lo más pesadillesco de la planificación centralizada y la desregulación del libre mercado, que se hace realidad bajo el dominio de un algoritmo maestro diseñado por los matemáticos e ingenieros del aprendizaje-máquina.78
76 Ibíd., p. 527. 77 Claude Shannon (1948). “A Mathematical Theory of Communication,” Bell System Technical Journal, vol. 27, n.° 3. 78 “Algoritmo maestro” es una expresión que se emplea en el aprendizaje automático. Consultar Pedro Domingos (2015). The Master Algorithm. New York: Basic Books.
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El capital como encefalización Incluso aunque la inteligencia artificial nunca despierte como un ser sensible, ya hay millones de algoritmos de aprendizaje automático que día a día recorren gigantescos centros de datos sociales para detectar correlaciones, extraer patrones, evaluar normas, predecir tendencias y formar una imagen de metadatos de la población en su conjunto. La inteligencia artificial no es ‘biomórfica’, nunca será autónoma de la humanidad ni –de esto no hay duda– de las dificultades del capital, ya que es un componente funcional de la planificación industrial, las estrategias de mercadotecnia, los aparatos de seguridad y las finanzas. La inteligencia artificial es ‘sociomórfica’, pero no en un buen sentido. La inteligencia artificial refleja la inteligencia social para controlarla. El universo de Turing es una especie de espejo deformante, y hace que el cuerpo colectivo se vea grotesco, desproporcionado, ‘anormalizado’ por las fallas del poder computacional. Alimentamos los algoritmos con nuestros prejuicios racistas, sexistas y clasistas, y al mismo tiempo los algoritmos los devuelven más deformes. Como planteaba Marx, las máquinas, al no contar con medidas políticas, no reemplazan, sino que ‘amplifican’ las divisiones previas en las relaciones laborales y sociales. Las máquinas de Turing no eran una excepción: los registros de poblaciones formadas en el fundamentalismo proyectan un patrón de inteligencia mecánica incluso más fundamentalista. La inteligencia artificial es entonces ‘anamórfica’: en la conferencia dictada en 2016 “Tyranny of the Algorithms? Predictive Analytics and Human Rights”, incluso la policía de Nueva York reconoció el sesgo racial y clasista producido por sus algoritmos de predicción del delito.79 El robot de Microsoft Twitter que ha convertido sus intervenciones en discursos fascistas, es otro ejemplo de cómo puede diseñarse inadecuadamente la inteligencia artificial, en especial, cuando su diseño está a cargo de empresas con estándares dudosos. 79 La conferencia se realizó en la Universidad de Nueva York, el 21 y 22 de marzo de 2016.
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La inteligencia artificial debe volverse sociomórfica en un buen sentido. El aprendizaje informático, junto con el análisis de datos, efectivamente revela una dimensión social superior que es intrínseca a cualquier información digital y que fue intangible e inaccesible hasta el día de hoy. Las técnicas de visualización y navegación de datos dan finalmente una forma empírica a la mente colectiva y a los conceptos modernos de la voluntad colectiva, como el intelecto general de Marx, la episteme de Foucault y el transindividualidad de Simondon, que hasta ahora han sido abstractos e invisibles al ojo de la mente individual. Siempre es fácil imaginar usos alternativos y progresivos de la inteligencia artificial, pero es difícil implementarlos. En este momento, se están explorando técnicas alternativas de data mining en un campo emergente conocido como “activismo informático”, que lucha por la justicia social, los derechos humanos y el acceso igualitario a la educación y la salud. En este aspecto, la comunidad de inteligencia artificial general carece asombrosamente del tipo de principios políticos básicos que se pueden encontrar en otras comunidades tecnológicas (véase la historia de la Free Software Foundation y la Electronic Frontier Foundation). He aquí un breve manifiesto del empirismo trascendental para la comunidad de inteligencia artificial general: no tratar de materializar la Mente Única, intentando reemplazar al camarada Mao por la función de la Inteligencia Artificial, sino tratar de construir una inteligencia colectiva metaestable que podría ser políticamente más ‘inteligente’ que el ideal de la Mente Única. Dentro del régimen del capitalismo cognitivo, la computación está llegando a ocupar un papel hegemónico cada vez más importante: la inteligencia artificial está reemplazando una compleja división del trabajo mental y manual y encefalizando la inteligencia colectiva y el comportamiento social en centros de datos. La filosofía reduccionista de la mente impulsada por la comunidad de inteligencia artificial es, por lo tanto, orgánica a la cuestión del capital como computación y cognición. Históricamente, la creciente hegemonía del paradigma del aprendizaje automático marca la transición final del capitalismo cognitivo al capitalismo computacional y las formas centralizadas de inteligencia artificial.
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De la misma forma que la clase industrial británica veneraba la máquina a vapor como el tótem de una nueva sociedad y la adquisición de poder, la nueva clase vectorialista de inteligencia artificial está comenzando a animizar la supercomputación.80 En relación con esto, la película Esiod 2015, dirigida por el artista alemán Clemens von Wedemeyer, presagia con acierto que, si alguna vez la singularidad se hace realidad, será de índole financiera: es muy probable que sea cualquier banco familiar lo que se convierta en una entidad autónoma y consciente.81 Seguir creyendo en el mito de la autonomía de la inteligencia artificial es respaldar la autonomía del capital frente a la autonomía de la sociedad. El capitalismo es un proceso de ‘encefalización’, es decir, un proceso de acumulación de inteligencia humana. Este proceso ya había comenzado en la fábrica industrial, cuando Charles Babbage diseñó el motor analítico con la idea de absorber y automatizar la división del trabajo mental. Simondon fue el primero en reconocer que la máquina industrial ya era un reemplazo ‘infomecánico’ que separaba la fuente de energía, por un lado, y la información –es decir, de la inteligencia del trabajador–, por el otro. En palabras del historiador científico británico Simon Schaffer: El término [inteligencia] hace referencia a las señales recibidas del exterior y a la capacidad de registrar e interpretar esas señales. A comienzos del siglo xix, la palabra “inteligencia” encarnaba el creciente sistema de vigilancia social y, a la vez, la mecanización emergente de las filosofías naturales de la mente […]. Para que las máquinas parecieran inteligentes, fue necesario que las fuentes de su poder, la fuerza de trabajo que los rodeaba y operaba, se volvieran invisibles […] El reemplazo de la inteligencia humana por la inteligencia mecánica se hizo evidente tanto en los talleres como en las maquinarias. Esta consigna era necesaria desde el punto de vista político y económico.82 80 Para ver una reseña del culto de la clase industrialista británica a la máquina a vapor, consultar Andreas Malm (2016). Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming. Londres: Verso Books. 81 Esiod 2015, dirigida por Clemens von Wedemeyer, 39 min., Austria/Alemania, 2016. 82 Simon Schaffer (1994). “Babbage’s Intelligence: Calculating Engines and the Factory System.” Critical Inquiry, vol. 21, n° 1.
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La computación podría haber tenido un destino diferente, pero rápidamente cayó bajo el dominio del capital y fortaleció una nueva etapa de poder. La computación secularizó la mente humana, solo para industrializar y venerar, inmediatamente después, la automatización del trabajo mental bajo la forma de inteligencia artificial (según la oscilación clásica de la desubjetivación y la resubjetivación). La supercomputación desplazó aún más al sujeto del humanismo occidental del centro del pensamiento, pero solo para que el capital pudiera pensar en su lugar. Como lo indica la raíz de la palabra (caput en latín significa ‘cabeza’), el capital es un vasto proceso de encefalización: destruye y reconstruye de manera constante su propia cabeza.
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El papel del conocimiento en la reestructuración del capitalismo: entre el neodifusionismo y la economía social del conocimiento83 Javier Moreno Gálvez
A pesar de los debates suscitados en torno a las dimensiones y consecuencias de las transformaciones que vienen experimentado las sociedades contemporáneas, es innegable que en las últimas décadas hemos sido testigos de la configuración de una nueva forma de organización mundial, donde se reorganizan las relaciones entre los actores tradicionales a la vez que surgen con fuerza nuevos protagonistas. Resulta complicado –a la vez que poco riguroso– señalar un determinado acontecimiento o delimitar en una fecha específica el origen de tales cambios; sin embargo, parece consensuado situar como punto de inflexión 83 Este trabajo se enmarca dentro del desarrollo del Proyecto I+D “Ciberactivismo, ciudadanía digital y nuevos movimientos urbanos” (cso2016-78386-P) del Programa Estatal de Investigación Científica y Técnica de Excelencia (Ministerio de Economía y Competitividad).
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la crisis capitalista de los años setenta y la posterior reestructuración productiva encaminada a recuperar la tasa de ganancia de las economías más desarrolladas. A partir de este momento, se inaugura un nuevo sistema de relaciones, ya no internacional sino global, pues las coordenadas geopolíticas no se ciñen únicamente a los límites establecidos por las fronteras –físicas e inmateriales– del Estado nación, sino que se abren a una nueva articulación de lo global con lo local. La globalización viene acompañada de nuevas formas de entender el mercado, los intercambios comerciales, el mundo financiero, la fuerza de trabajo, las relaciones políticas, el papel del Estado, la función de los partidos políticos, los conflictos bélicos, los derechos humanos, los procesos migratorios, el medio ambiente, la salud, los intercambios culturales, etc. Igualmente, el mundo se contrae espacial y temporalmente y nuevos escenarios y actores aparecen en la lucha por la hegemonía, en lo que desde la teoría sistémica se llama el ‘sistema-mundo’ (Arrighi & Silver, 2001). Frente al ascenso de nuevas superpotencias, como China, Japón o la India, que plantan cara a la superpotencia eeuu, nuevos organismos globales toman posiciones y, aunque sin desligarse de la lucha interestatal, trascienden la misma y prefiguran un nuevo sistema de dominación, un nuevo orden global, basado en la preeminencia de la economía sobre la política. La crisis del Estado nación viene también determinada por la creciente importancia de las regiones infra y supraestatales, que protagonizan un proceso de reorganización territorial que vacía por arriba y por abajo a las instituciones estatales y que está marcado por una doble dinámica de descentralización y recentralización económica y política –que vuelve obsoleto el ceñirse únicamente a las distinciones tradicionales de Primer y Tercer Mundo o Norte y Sur para hacer referencia a la actual configuración de la desigualdad. Estos cambios se producen en el marco de una progresiva financiarización de la economía que es paralela a la retirada del Estado de la regulación de la política monetaria y los mercados financieros, en una economía mundo, producto de los acuerdos expresados en el denominado Consenso de Washington, en la que los activos financieros suponen un valor varias
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veces superior a las transacciones de bienes materiales (Gutiérrez & Albarracín, 2008, p. 12). En todas estas modificaciones, que contextualizaremos y desarrollaremos en las siguientes líneas, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han tenido y tienen un papel central. Para autores como Castells (2005) o Giddens (2002, p. 75) lo que distingue a nuestra era global de las anteriores es, sobre todo, la denominada ‘revolución de las comunicaciones’, producto de la conjunción entre las comunicaciones y los ordenadores. Esta sería la principal fuerza motriz de las transformaciones globales, inaugurando un período de cambios e incertidumbres que afectan a la forma en que se concibe la relación capital/trabajo, la articulación de espacio y tiempo, la configuración del espacio público o las formas en las que nos relacionamos o en las que construimos nuestras identidades. No obstante, huyendo de posturas tecno-utópicas o deterministas, la relación actual entre progreso técnico y cambio social –muy lejos de ser una panacea para el desarrollo de las economías periféricas– supone generalmente una ampliación de la fractura socioeconómica, ampliando la desigualdad existente entre los centros y los márgenes del capitalismo, en el marco de la reedición de las estrategias difusionistas que acompañaron a las políticas desarrollistas post-iigm, y que vuelven con renovada energía a plantear la transferencia de capital, tecnología e ideología desde los países más dinámicos del capitalismo hacia las regiones periféricas. En las siguientes líneas trataremos de analizar, asumiendo la imposibilidad de tocar todas las teclas de este nuevo orden global, la manera en que la reestructuración del capitalismo –que se inicia en su propia crisis durante los años setenta– encuentra en la utilización intensiva del conocimiento las condiciones para su transformación, con la innovación tecnológica como un eje que va a ayudar a su configuración actual, marcado por la tensión contradictoria entre la tendencia a la privatización propia del capitalismo cognitivo y su expresión de hiperfinanciarización de la economía y la tendencia democratizadora de la economía social del conocimiento.
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Crisis y reestructuración del capitalismo: la conformación de una nueva fase Hablar de crisis del capitalismo no es algo novedoso, como tampoco lo es hablar de la superación de esa crisis mediante estrategias de reestructuración que han ido transformando no solo las relaciones productivas y las formas de obtención del beneficio por parte de las economías capitalistas, sino también las relaciones políticas, sociales y culturales a una escala cada vez mayor. Cada proceso de crisis y reestructuración ha inaugurado una nueva fase dentro del modo de producción capitalista, un nuevo modo de desarrollo, resultado de la combinación entre un determinado régimen de acumulación y un modo de regulación concreto. De esta forma, las crisis, lejos de suponer rupturas definitivas, no son sino cambios cualitativos en el modo de funcionamiento del sistema capitalista. En este sentido, la crisis de los años setenta, cuya génesis situamos simbólicamente en la subida de los precios del petróleo en el año 1973, supuso el punto de inflexión entre un modo de desarrollo fordista y un modo de desarrollo que llamaremos neofordista.84 Decíamos que la crisis capitalista de los años setenta toma como punto de partida simbólico la crisis energética, pues sería caer en una simplificación no entender aquella como el resultado de un proceso que se había ido desarrollando desde hacía décadas. Wallerstein (2003), retomando la teoría de los ciclos económicos de Kondratiev, hace una propuesta de periodización en la que sitúa como un ciclo de onda corta típico de la economía-mundo el período que comprende desde el final 84 Preferimos utilizar el término neofordista frente al posfordista en el sentido planteado por Luis Enrique Alonso (1999), a partir del trabajo del economista Christian Palloix. Así: “el término neofordismo trata de reflejar que las alternativas actuales de modificación en la organización tradicional de las tareas, si bien marcan una nueva pauta de fabricación industrial general, no representan una ruptura radical con el taylorismo y el fordismo dominantes, sino que su reformulación está orientada a adaptarse a unas nuevas condiciones de cambio tecnológico, de composición de la fuerza de trabajo y de configuración del mercado actual” (Alonso, 1999, p. 53).
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de la II Guerra Mundial hasta nuestros días y que estaría dividido en dos fases: una fase A de expansión económica que llegaría hasta los años 1967-1973, que lleva aparejado un proceso de estancamiento, de crisis; y una fase B, de tendencia a la baja y de contracción económica. Si la primera fase corresponde a la creación de un nuevo sistema de relaciones internacionales presidido por organismos como la Organización de las Naciones Unidas (onu), el Fondo Monetario Internacional (fmi) o el Banco Mundial (bm); la segunda fase va a coincidir con los años de las políticas neoliberales de los gobiernos de Tatcher en Reino Unido y Reagan en Estados Unidos, de la creación de organismos multilaterales como el G-7 o la Comisión Trilateral, de la crisis de la onu y la extensión de una nueva lógica global en los organismos internacionales. Encontramos diferentes explicaciones para delimitar los factores que llevaron al agotamiento del modelo de expansión económica y social que caracterizó el período comprendido entre 1945 y 1975 bajo el título de los ‘30 años gloriosos’. Desde algunas posturas heterodoxas se sitúa el origen de la crisis en la madurez alcanzada a finales de los años sesenta, sobre todo al abrigo de las revoluciones del 68, de los ciclos de lucha contra el orden disciplinario internacional propio del desarrollo capitalista específicamente fordista (Hardt & Negri, 2002; 2004). Otros colocan el acento en la crisis del modo de desarrollo a partir de la expresión, en lo interno, de la inversión de la tendencia a largo plazo del coste social de reproducción de la fuerza de trabajo y, en lo externo, de la creciente mundialización de la economía frente a los inoperantes modos de regulación estatales (Delgado Cabeza, 1998, p. 9). De lo que no cabe ninguna duda es de que el capital se ve obligado a modificar sus propias estructuras y a encarar un nuevo paradigma para poder superar las limitaciones a su crecimiento. Los factores anteriores provocaron la caída de los ritmos de productividad, de las tasas de lucro, así como el deterioro de los ritmos de crecimiento y acumulación de los centros capitalistas más desarrollados, los cuales tuvieron que hacer frente a una serie de problemas estructurales: desempleo masivo, inflación, estancamiento de los salarios, crisis
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del Estado del Bienestar, aumento de los conflictos laborales, reducción del ritmo de progreso técnico, etc. A todo esto se le unió la aparición de nuevos actores en la competencia internacional (Japón, Brasil, Taiwán), lo que terminó de configurar un escenario contraproducente para amortizar los altos costes fijos de las empresas. Se hacía necesaria una reestructuración, un cambio en las reglas del juego para poder garantizar los máximos niveles de crecimiento y acumulación para el capital. La reestructuración que se llevó a cabo buscaba reconvertir radicalmente el tejido industrial y el proceso productivo de cara a la configuración de una nueva división internacional del trabajo, como “proceso de reorganización radical del sistema mundo moderno en que cambian sustantivamente el carácter de los elementos del sistema, la forma en que estos se relacionan entre sí y el modo en que el sistema funciona y se reproduce” (Arrighi & Silver, 2001, p. 28). De manera complementaria a la contracción de los procesos productivos y a la reorganización de la división internacional del trabajo, junto con la extensión de la crisis se produce una expansión financiera que señalaría una transición de un régimen de acumulación a escala mundial a otro (Arrighi, 1999, p. 8), una hipertrofia financiera, en palabras de Gutiérrez y Albarracín (2008, pp. 1-3), en la que el capital financiero toma fuerza como eje de la apropiación y concentración del valor, más que como un factor de su generación. Este proceso adopta diferentes apelativos según qué aspectos del cambio se quieran destacar. Así, se habla del paso de una hegemonía del trabajo industrial a otra del trabajo cognitivo, del fordismo al posfordismo o de lo moderno a lo posmoderno (Hardt & Negri, 2004, p. 174). A continuación vamos a describir el paso del modo de desarrollo fordista hacia el neofordista, a partir de la distinción entre paradigma tecnológico, régimen de acumulación y modo de regulación en ambos modelos.85 El paradigma tecnológico que va a dominar el fordismo estaba caracterizado por la producción en masa protagonizada por la gran empresa 85 Para los párrafos que siguen, hemos tomado como referencia las obras de Alonso (1999), Arrighi, Barr & Hisajeda (2001), Castells (1998 y 2005), Delgado Cabeza (1998), Harnecker (1999), Herscovici (2005) y Lash & Urry (1998).
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oligopólica como unidad productiva básica y con el petróleo barato como fuente de energía clave. Su organización del trabajo estaba dominada por los principios de normalización, racionalización y planificación propios de la dinámica taylorista y por el principio de organización científica (división de tareas en todas las áreas y separación de las funciones de ejecución de las administrativas y de investigación y desarrollo). El control patronal iba más allá del control del proceso de trabajo y también determinaba la producción de la demanda, a partir de un modelo de consumo de masas. La producción se articulaba en torno a las grandes ciudades industriales, presentando un escenario de concentración espacial y de economías de aglomeración en los espacios urbanos. Ya en el neofordismo, vamos a ver cómo en las economías desarrolladas caen los sectores tradicionales que habían sido la imagen de marca del fordismo (acero, producciones mecánicas y eléctricas, automóvil), debido –sobre todo– a la relocalización de la producción en países o regiones periféricas con ventajas comparativas (salarios, condiciones laborales, trabas medioambientales, etc.). A su vez, se produce un auge de otros sectores (como la microelectrónica, la informática o las telecomunicaciones) que van a ocupar un lugar estratégico en el nuevo paradigma tecnológico como consecuencia, principalmente, del aumento de las capacidades de procesamiento de datos e información que proporcionan y que permiten mantener los procesos de control y coordinación de la producción con aquellas regiones periféricas que albergan las actividades deslocalizadas. Igualmente, esta disponibilidad de información conlleva un conjunto de innovaciones tecnológicas y organizacionales que buscan recuperar la rentabilidad perdida con la crisis, a través de la generalización del modelo de producción en masa flexible, caracterizado por la integración –fruto de una mayor tasa de utilización de las máquinas gracias a procedimientos informatizados– y por la flexibilidad –que se desarrolla a partir de la utilización de los avances tecnológicos que permiten una mayor coordinación y adaptación de la producción. Asistimos así al paso del sistema de corporaciones multinacionales verticalmente integradas y organizadas burocráticamente –también llamado sistema
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de empresa corporativa– al surgimiento de la empresa red flexible, que descentraliza los procesos y áreas de producción pero que centraliza el control sobre la producción, el mercado y los recursos tecnológicos y financieros. El régimen de acumulación característico del fordismo es el del aumento sostenido de la producción por persona y del volumen de capital fijo per-cápita, acompañado de un incremento de la demanda, de una ampliación del poder de compra por parte de los asalariados y del aumento del trabajo no directamente productivo, todo ello como producto de las políticas públicas keynesianas. En la nueva fase, la producción en masa va cediendo el paso a una progresiva segmentación del mercado, que va a demandar una elaboración individualizada del producto, lo que va a ser posible gracias a la reestructuración organizacional del proceso de producción y a la interconexión en tiempo real entre la oferta y las tendencias de la demanda. Igualmente, asistimos al declive de las políticas públicas de corte keynesiano, que buscaban el objetivo del pleno empleo. Este movimiento no significa que el Estado deje de intervenir, solo que ahora ya no interviene para regular mercados, sino más bien para estimularlos mediante políticas fiscales y monetarias. Por último, el modo de regulación que sostiene al fordismo se basa en una serie de mecanismos socio-institucionales de regulación, adaptados a las necesidades de los grandes mercados para amortizar los altos costes fijos derivados de, por un lado, los convenios colectivos que garantizaban salarios mínimos por el Estado y contratos de larga duración y, por otro lado, la intervención creciente del Estado, cuyas políticas públicas servían para garantizar el crecimiento económico, la estabilidad, el pleno empleo, los servicios sociales, etc. Se implantó así lo que se conoce como ‘Estado del Bienestar’, basado en el consenso keynesiano a partir del pacto capital/trabajo y que implicó al aparato estatal, a las asociaciones de empresarios y a los grandes sindicatos. Por su parte, el nuevo modo de regulación se caracteriza precisamente por el abandono de aquel consenso y por el desmantelamiento del Estado del Bienestar, fruto de políticas fomentadoras de la privatización del sector público y la
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desregulación del sector privado. Uno de los ámbitos que más ha notado la magnitud de los cambios en el paso de un modelo a otro es el del empleo que, marcado por la pérdida progresiva de fuerza de los sindicatos tradicionales, va adoptando una tendencia hacia la precarización y la flexibilización numérica y funcional. No obstante, si en el neofordismo las formas institucionales que dan coherencia y estabilidad al régimen de acumulación han de adaptarse a la necesidad de superar el marco del Estado nación, podríamos decir que aquel es todavía un proceso inacabado, pues no existen instituciones ni un compromiso social que respalden el nuevo modo de regulación (aunque sí que se hacen patentes una serie de tendencias, como la progresiva retirada del Estado o la creciente flexibilización de los mercados). Un aspecto que nos interesa destacar es que, si bien en el modo de desarrollo fordista el Estado nación era el espacio privilegiado de acumulación y regulación, con las transformaciones acaecidas con la internacionalización de los flujos económicos aquel se desplaza y pierde protagonismo en favor de actores supraestatales y subestatales, hacia los que descentraliza parte de sus actividades. La globalización supone la crisis de la soberanía del Estado y la reorganización de sus actividades, que han de articularse convenientemente con actores regionales y locales, por un lado, y con nuevos agentes internacionales que van tomando el funcionamiento de verdaderos organismos globales que no deben lealtad a ningún país, por otro. Culmina de esta forma un proceso de transición que, aunque todavía en proceso de estabilización y con muchos de sus aspectos sin desarrollar, nos ayuda a dibujar los contornos de una nueva fase del capitalismo que va a recibir numerosos apelativos, entre los cuales destacan el de ‘sociedad informacional’ o ‘sociedad-red’ (Castells); ‘tercer entorno’ o ‘Telépolis’ (Echevarría); ‘sociedades del conocimiento’ (Unesco); ‘sociedad de la información’ (uit); ‘sociedad imperial’ (Negri & Hardt); ‘capitalismo desorganizado’ (Lash & Urry) ‘sociedad postindustrial’ (Bell; Touraine); ‘tercera ola’ o ‘sociedad superindustrial’ (Toffler); ‘sociedad telemática’ (Nora & Minc); ‘sociedad del conocimiento’ (Drucker; Pierre
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Levy); ‘sociedad de la comunicación’ (Vattimo); ‘era de la posinformación’ (Negroponte); ‘revolución informacional’ (Miège); ‘sociedad tecnotrónica’ (Brzeninski); ‘segunda ruptura industrial’ (Piore); o ‘nuevo Estado industrial’ (Galbraith). Independientemente de la denominación y de los rasgos que anteriormente hemos señalado como característicos del nuevo paradigma, existen dos aspectos que suponen, no obstante, el corazón de la diferencia con respecto a los períodos históricos anteriores: • En primer lugar, la nueva fase abarca la totalidad espacial mundial. Aunque, ya en los Grundrisse, Marx señalaba la tendencia del capitalismo a aniquilar el espacio por el tiempo a través de las innovaciones tecnológicas, con el fin de disminuir la importancia de la distancia espacial como un obstáculo para la expansión del capital (Mosco, 2009, p. 254), por primera vez en la historia, todo el planeta está organizado en torno a un conjunto de reglas económicas comunes que deja sin un exterior al capitalismo. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han contribuido de forma decisiva a la creación de esta dinámica mediante la velocidad vertiginosa que permiten los enlaces globales y la aplicación inmediata de la innovación tecnológica. Sin embargo, esta extensión de la interconexión no supone, ni mucho menos, el fin de las desigualdades entre regiones y países. En este sentido, se produce una compresión espacio-temporal de los mercados financieros y se desarrolla un sistema de metrópolis globales. El nuevo orden global reorganiza los territorios y rearticula las antiguas desigualdades, en lugar de hacerlas desaparecer. A la dinámica de deslocalización productiva en busca de ventajas fiscales o salarios más bajos le acompaña una tendencia de relocalización de actividades y de concentración espacial de los flujos comerciales, financieros y de inversión en torno a los territorios mejor dotados (Castells, 2005; Delgado Cabeza, 1998: Lash & Urry, 1998).
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• En segundo lugar, la gestión de la información y el conocimiento va a ocupar un espacio central en el nuevo modo de desarrollo. Es cierto que el papel de la información y el conocimiento siempre ha ocupado un lugar importante en el desarrollo del capitalismo, sin embargo, la originalidad de la situación actual deriva del hecho de que ahora se erigen como las principales fuentes de productividad, que se aplica de nuevo a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información/comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativa entre la innovación y sus usos. Se ha producido un desplazamiento de la importancia del trabajo industrial en las fábricas hacia un trabajo cognitivo: [...] que produce bienes inmateriales tales como información, conocimientos, ideas, imágenes, relaciones y afecto, [donde] las cualidades y características de la producción inmaterial tienden a transformar las demás formas de trabajo y, de hecho, la sociedad en su conjunto (Hardt & Negri, 2004, pp. 92-93).
Este trabajo cognitivo, que tiende a adoptar la forma social de redes basadas en la comunicación y en la colaboración, aunque mayoritariamente dentro de un esquema jerárquico que podríamos denominar de ‘geometría variable’, encuentra en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación la flexibilidad y diversidad requeridas por un sistema capitalista que tiene que hacer frente a una serie de retos derivados de la globalización de la producción, de la gestión, de la comercialización y del consumo. Las posibilidades tecnológicas van a permitir un reajuste en la organización del proceso de trabajo, no solo de los sectores en auge, sino también de los sectores ligados a la industria tradicional y a la agricultura. Igualmente, van a posibilitar la comunicación y la coordinación en tiempo real entre las sedes empresariales centrales y sus unidades descentralizadas, con
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fórmulas de control a distancia y con la rapidez y eficiencia de los transportes (Delgado Cabeza, 1998; Castells, 2005; Hardt & Negri, 2004). Merece la pena que profundicemos, más allá de lo expuesto en líneas anteriores, en el papel que las nuevas tecnologías han jugado en la reestructuración fruto de la crisis capitalista y en el surgimiento del nuevo modo de desarrollo que se extiende hasta nuestros días. Es indudable que la superación de los límites para la creación de un mercado global o las transformaciones en el mundo del trabajo no habrían sido posibles sin las puertas que abrió la revolución tecnológica informacional. No obstante, es necesario realizar una puntualización acerca de la interrelación entre reestructuración capitalista y revolución tecnológica. La revolución tecnológica no es producto de la reestructuración capitalista, caer en esta afirmación sería incurrir en un mecanicismo y en una simplificación, de hecho, los orígenes del cambio protagonizado por las nuevas tecnologías se sitúan algunas décadas antes de la caída de los precios del petróleo del año 1973. Posteriormente, la reestructuración capitalista se sirvió de la potencialidad mostrada por el desarrollo y la convergencia de los sectores de la microelectrónica, las telecomunicaciones y la informática para encarar su tarea de recuperación de las tasas de ganancia y de los índices de crecimiento de las economías capitalistas desarrolladas, dando lugar así a un modelo de acumulación flexible. De esta manera, las nuevas tecnologías facilitaron la reestructuración económica y organizativa al hacer posibles las necesidades crecientes de almacenamiento y procesamiento de la información, de individualización coordinada del trabajo o de articulación de procesos de centralización y descentralización en la toma de decisiones. Esta revolución tecnológica, a la que se equipara con la revolución industrial, da lugar a un paradigma tecnológico que está atravesado por tres principios fundamentales para comprender el funcionamiento del capitalismo desorganizado o neofordista: organización en red, flexibi-
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lidad y convergencia (Castells, 2005, pp. 103-105).86 En primer lugar, la lógica de interconexión del conjunto de relaciones que utilizan estas tecnologías de la información es en forma de red, lo que ha facilitado una reorganización productiva de los territorios en función de las ventajas competitivas que en cada área pudiera ofrecer. Si la lógica es en forma de red, la propia configuración de la empresa adopta esta forma reticular para facilitar las tareas de coordinación y control entre sus unidades descentralizadas, así como para aumentar su tasa de lucro. Las tecnologías de la comunicación que posibilitan esas redes se han extendido a todos los ámbitos de nuestra vida constituyendo un eje de transformación de los procesos de producción, la experiencia, el poder y la cultura ya que: [...] las redes son los instrumentos apropiados para una economía capitalista basada en la innovación, la globalización y la concentración descentralizada; para el trabajo, los trabajadores y las empresas que se basan en la flexibilidad y la adaptabilidad; para una cultura de deconstrucción y reconstrucción incesantes; para una política encaminada al procesamiento inmediato de nuevos valores y opiniones públicas; y para una organización social que pretende superar el espacio y aniquilar el tiempo (ibídem, p. 551).
En clara relación con lo anterior, vemos cómo en el nuevo paradigma tecnológico adquiere gran importancia el principio de la flexibilidad. En la reestructuración económica, la segmentación de los ámbitos productivos y de las formas de distribución y consumo requieren de estructuras flexibles que puedan tomar rápidamente, casi en tiempo real, nuevas formas para satisfacer una demanda cada vez más cambiante (Mosco, 2009, p. 289). Igualmente, la globalización de las actividades económicas requiere un nivel de flexibilidad organizativa que haga viable la 86 Si bien es cierto que se pueden presentar críticas fundamentadas a las dimensiones y consecuencias de los fenómenos producto de la revolución tecnológica –como la organización en red, la flexibilidad y la convergencia, tal y como las presenta Castells en relación a la configuración de la sociedad informacional–, de lo que no cabe ninguna duda es de que su articulación se produce de una forma novedosa y adaptada a las nuevas necesidades del modo de desarrollo capitalista.
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gestión de tales procesos. Alonso (1999, p. 60), desde el punto de vista de la sociología del trabajo, coloca como la clave para la salida de la crisis un doble proceso de flexibilización: por un lado, un proceso de flexibilización tecnológica que permite el aumento de la productividad gracias a un proceso de trabajo más capital-intensivo; por otro lado, un proceso de flexibilidad social representado por una serie de políticas estatales de desregulación encaminadas a la generación de una mayor movilidad, disponibilidad y fluidez de la mano de obra en los mercados de trabajo. En último lugar, tenemos una convergencia creciente en el nuevo paradigma tecnológico que se va a expresar a partir de una doble dinámica: a partir de la integración de tecnologías específicas en un sistema altamente integrado o a partir de la combinación entre innovación tecnológica e innovación financiera. La primera expresión de convergencia va a estar protagonizada por los principales sectores productivos de la nueva fase del capitalismo (la microelectrónica, la informática y las telecomunicaciones), que van a desarrollar un proceso de integración y de interrelación sinérgica tal que difícilmente podremos encontrar cualquier elemento de tecnologías de la información que no tenga componentes del sector de las comunicaciones, la informática y la electrónica. La segunda expresión es el resultado de la ya mencionada ‘nueva economía’ y que se caracteriza por la mutua interdependencia entre el capital financiero y la industria de alta tecnología, ya que el primero necesita del conocimiento generado y procesado por la tecnología para operar y competir en la economía global y la industria de alta tecnología necesita capital financiero para poder asumir los altos costes fijos que requiere el proceso de I+D+i (Duménil & Lévy, 2003, pp. 15-17; Castells, 2005, pp. 106-107). El nuevo paradigma tecnológico también presenta importantes continuidades con respecto al paradigma que dominó la cultura industrial, pues sus elementos definitorios (estructura reticular, flexibilidad y convergencia) no hacen sino reproducir las relaciones de dominación y sometimiento que caracterizan unas relaciones de poder ya clásicas entre los integrados y los excluidos (ciudadanía y territorios) de un ca-
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pitalismo que ha demostrado una alta capacidad de transformación y adaptación en virtud de sus necesidades de reproducción y legitimación. En realidad, las continuidades del proceso de reestructuración del capitalismo se pueden seguir hasta el día de hoy, si situamos el origen de la actual crisis económica en las causas estructurales que se han venido gestando en el sistema financiero global desde hace décadas: (a) La progresiva sustitución, gracias –en parte– a las nuevas tecnologías, de la economía productiva por una financiera basada en actividades especulativas, fuente de mayor riesgo pero también de mayor rentabilidad a corto plazo. (b) Extensión de un modelo neoliberal basado en la pérdida del poder adquisitivo y derechos sociales de la población, a favor de la mayor rentabilidad del capital, que encontró en la flexibilización del crédito el camino para mantener los índices de demanda de bienes y servicios de esa población (Navarro, Torres López & Garzón, 2011). De hecho, la actual crisis presenta rasgos similares a los de la denominada ‘crisis del petróleo’ (aumento masivo del desempleo, hundimiento de sectores enteros de la economía, quiebra de empresas, endeudamiento de gobiernos, etc.) aunque también aparecen otros nuevos, como el aumento hasta niveles nunca vistos de la desigualdad y del endeudamiento asociado a la actividad especulativa y financiera alimentada por la banca (Torres López, 2012, pp. 5-8). Cabría preguntarse si las recetas que se han seguido hasta ahora para salir de la crisis, las políticas de austeridad, no esconden la profundización de aquellas tendencias que están en la misma génesis de la crisis: mayor desregulación, trasvase masivo de las rentas del trabajo a las rentas del capital, endeudamiento del Estado para salvar al sistema financiero sin contraprestaciones, desmantelamiento y/o privatización de los servicios públicos en favor de las grandes empresas, aumento de la precariedad y la flexibilidad en el mercado de trabajo. En definitiva, la innovación tecnológica no puede ser desligada del marco en el que se desarrolla, en este caso –como hemos expuesto en detalle–, de reestructuración del capitalismo, un capitalismo financiero
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que conforma un escenario de disputa entre los intentos de control y cercamiento privativo del conocimiento, propios del capitalismo cognitivo, y las posibilidades democráticas que residen en la naturaleza abierta de las tecnologías de la información y la comunicación y que posibilitan el desarrollo de una economía social del conocimiento. A continuación, a partir de una revisión del mismo concepto de desarrollo, vamos a exponer la manera en que estas dos concepciones marcan dos tendencias contrapuestas en relación al papel del conocimiento en el modo de desarrollo.
Hacia un modo de desarrollo basado en el conocimiento: entre el neodifusionismo y el desarrollo endógeno El encontrarnos en un entorno caracterizado por la extensión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y donde las variables inmateriales de conocimiento, cultura y comunicación son ejes dinamizadores del propio modo de desarrollo, justifica retomar el enfoque de la comunicación para el desarrollo, con el fin de comprender el papel del ecosistema comunicativo como vector de progreso y dispositivo de crecimiento y bienestar socioeconómicos. En este sentido, podemos afirmar que la revolución de las tecnologías infocomunicacionales se desenvuelve, actualmente, en un contexto de construcción de la Global Information Society, bajo unos principios de modernización, desarrollo, innovación y progreso heredados de la teoría difusionista, una perspectiva que protagonizó las estrategias de desarrollo impulsadas por organismos internacionales hasta bien entrados los años ochenta y que suscitó un arduo debate que envolvió el campo de los estudios en comunicación. Si en los sesenta y setenta se presentaban las estrategias de desarrollo como encaminadas a cubrir una brecha y a actualizar a las regiones subdesarrolladas –por medio de una dinámica de imitación de aquello que era presentado como lo moderno, lo avanzado o lo civilizado y que se expresaba después en una masiva transferencia de capital, tecnología e ideología (Servaes, 2000)–, hoy, a la brecha se la llama ‘digi-
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tal’ y la imitación se produce por medio de la transferencia de capitales –‘nueva economía’–, ideología –‘sociedad de la información’– y nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Así, vemos cómo se extienden los discursos que sitúan el acceso a las redes tecnológicas y la transferencia de tecnología como la salida ya no solo a la exclusión digital, sino también a la exclusión social, repitiéndose lo que Archer (1990, p. 124) describe con la fórmula “deseo + racionalidad instrumental + tecnología = progreso”, propia de las estrategias neopositivistas y deterministas que configuraron el espíritu post-industrialista y que hoy define el proyecto de sociedad de la información. Este neodifusionismo significó, como apunta Mosco (1999, pp. 192194), una ampliación de la perspectiva difusionista en dos niveles. En primer lugar, el apoyo entusiasta a los medios de comunicación de masas se transforma, en la actualidad, en apoyo entusiasta de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, cuyo desarrollo pasa necesariamente por la construcción de una infraestructura informática y telemática bajo la dirección de las empresas. En segundo lugar, tras reconocer que parte del fracaso de las estrategias desarrollistas fue consecuencia de su poca adaptación a las prácticas culturales locales, se establece una mayor confianza en las estructuras sociales locales y en las prácticas culturales para llevar a cabo el proceso, pero sin modificar los modelos mediáticos ni la vinculación del desarrollo a la adopción de valores occidentales. En ambos niveles, el papel que adquiere la comunicación va más allá del uso del espectro mediático para modificar las actitudes de una determinada población frente a procesos de cambio social, antes bien, se sitúa como una variable central de las estrategias de crecimiento, habida cuenta de que lo inmaterial y lo tecnológico son aspectos centrales del nuevo modo de desarrollo. En este contexto, asistimos a la reedición de una serie de motivos recurrentes que giran en torno a la imitación del ideal de progreso occidental y que se erigen como concepciones dominantes que forman parte de la construcción de la propia modernidad. De entre estos motivos conductores destacan, por su especial relevancia, los siguientes:
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• Modernización, que es concebida como un proceso de difusión en el cual los individuos transitan desde una forma de vida tradicional hacia un modo de vida más desarrollado técnicamente (Servaes, 2000). En realidad, nos encontramos ante el tradicional debate entre lo viejo y lo nuevo, dos estadios que coinciden en el tiempo pero atravesados por la tendencia de evolución desde el primero hacia el segundo, mediante estrategias de imitación que envuelven capitales, ideología y tecnología. Una concepción de la modernidad que anula todo pasado y proclama como un deber histórico e irrenunciable el ayudar a salir de su confusión y atraso a todos aquellos “otros” que todavía no han alcanzado la ansiada modernidad (Morley, 2008, pp. 280-281). • Desarrollo, resultado del proceso de evolución anterior, el ideal de desarrollo, que toma fuerza, sobre todo, gracias a la política exterior estadounidense post iigm; representa la copia del modelo de Estado político y de crecimiento económico que se repite en las regiones centrales del capitalismo, convertidos en meta que busca alcanzar el resto de países y regiones menos desarrolladas según aquellos parámetros.87 • Progreso, idea íntimamente ligada al ideal de desarrollo y que supone la creencia en un avance continuo de la humanidad que se remonta al pasado y que seguirá ese camino imparable en el futuro. Un progreso que se presenta como algo irreversible y como una evolución siempre positiva, pues no hay pasado mejor. • Innovación, definida por Rogers como “una idea, práctica u objeto que el individuo percibe como nuevo […]. Se puede desarrollar el aspecto novedoso de la innovación en términos de conocimiento, actitud y decisión de usarla” (1974, p. 18). La ca87 Cimadevilla (2004, pp. 61-79) resume la evolución de los estilos de desarrollo e intervención de los últimos 50 años en cuatro etapas: desarrollo económico y desarrollismo (años cincuenta); desarrollo económico y social (años sesenta-setenta); desarrollo integrado (años ochenta); desarrollo neoliberal vs. desarrollo sustentable (años noventa).
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pacidad de innovar, directamente relacionada con el sistema de conocimiento científico y tecnológico, se erige entonces como un factor fundamental para el desarrollo de una determinada región, bien para ser competitiva, bien para quedar relegada al cuarto trasero del desarrollo. • Competitividad, consagrada como un principio intocable que justificaría el resto de motivos conductores, conlleva la consagración del modelo de desarrollo económico capitalista propio de las regiones más desarrolladas. Las críticas que se le hicieron a las teorías difusionistas se pueden ampliar hoy, pues parece que los discursos sobre el crecimiento y la modernización que acompañan a la denominada sociedad de la información pueden derivar, como ya lo hicieron las políticas desarrollistas de las décadas anteriores, en una mayor desigualdad y un mayor subdesarrollo, pues en realidad esconden una subordinación a los principios del mercado y a las reglas del juego del capitalismo global, patrones ya familiares desde hace siglos (Robins & Webster, 1999, p. 84). Igualmente, los motivos centrales anteriormente expuestos han sido cuestionados y desmontados en multitud de ocasiones, al hilo de los sucesivos fracasos de las estrategias desarrollistas y modernizadoras que se pusieron en práctica en el pasado, pues “la creencia de que solo existe una manera [de ser moderno], la del capitalismo democrático al estilo norteamericano, y de que esa es siempre la correcta, es pura metafísica” (Morley, 2008, p. 277). Así, la historia se ha encargado de cuestionar la idea de que todo progreso supone una evolución positiva con respecto a la situación anterior o que la competitividad es preferible a la idea de cooperación, principio rector de la producción de lo común. El difusionismo traía consigo la extensión/imposición de un modelo de desarrollo etnocéntrico, evolucionista, funcionalista y exógeno que, incapaz de aprehender la complejidad de los procesos de desarrollo y sus interrelaciones con las condiciones estructurales políticas, económicas, sociales y culturales concretas de cada territorio, impulsaba la occidentalización de las
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regiones objetivo. En las nuevas estrategias difusionistas encontramos al heredero directo del modelo anterior, cuando se exacerban el papel de las nuevas tecnologías, cayendo en una visión instrumental del conocimiento y positivista del propio desarrollo, que esconde en la extensión tecnológica una fórmula para aumentar el consumo (Jambeiro & Ferreira, 2003, p. 175), sin importar –en la implantación tecnológica– la relación con las herencias tecnológicas propias de los diferentes pueblos y culturas (Martín Barbero, 2004, p. 30) ni las necesidades concretas de cada territorio. Se actualiza así también la racionalidad instrumental de la que hablaban Adorno y Horkheimer (1969/2001), al encontrarnos ante una razón impositiva, totalitaria, utilitarista y, en definitiva, poco reflexiva que inspira el desarrollo exponencial de unos medios, en este caso tecnológicos, pero que sirven al fin completamente pragmático e irracional de desarrollo capitalista y tecnocrático, en el que lo que se vende como progreso no sería sino otra forma de dominio que transformaría el desarrollo y el progreso científico en su contrario. Este enfoque neodifusionista resulta afín al desarrollo de lo que se ha venido a denominar capitalismo cognitivo, esto es, un tipo de capitalismo específico que responde a una recomposición productiva en la que continúan las dinámicas de explotación de la fuerza de trabajo, la propiedad privada de los medios de producción y la lógica del máximo beneficio al menor coste, pero en el que lo inmaterial cumple un papel central en su seno –avivado por el cambio tecnológico. Así, pensar el capitalismo cognitivo supone remitirnos a un complejo escenario de metamorfosis y recomposición en las funciones de elementos que hasta ahora habían marcado el papel del conocimiento en el capitalismo fordista. Todo lo que la economía había denostado de su campo de investigación (cultura, comunicación, producción lingüística, producción social del saber, etc.) surge, gracias a la revolución tecnológica, como medios de producción y como productos (Corsani, 2004, p. 91), estableciendo una nueva base de valor que se extiende no solo a los sectores ligados directamente a la innovación tecnológica, sino también a aquellos sectores tradicionales
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que ven sus rutinas y métodos de trabajo profundamente modificados por el avance de las nuevas tecnologías. El concepto ‘capitalismo cognitivo’ nos permite en realidad articular dos dimensiones complementarias que marcan la propia dinámica histórica y dialéctica del modo de desarrollo. Por un lado, el término ‘capitalismo’ nos remite a la permanencia en los cambios de las variables fundamentales del modo de producción capitalista. Por otro lado, el término ‘cognitivo’ nos remite a la nueva naturaleza del trabajo y de las fuentes del valor y plusvalor, de las formas de propiedad y de las relaciones de explotación sobre las cuales se apoya la acumulación del capital (Vercellone, 2015). No obstante, es precisamente de este carácter inmaterial de la producción de donde surge la contradicción que atraviesa al capitalismo cognitivo. Situándonos dentro de la lógica capitalista de la expropiación del plusvalor de todo proceso productivo, la única forma de obtener valor de cambio del conocimiento es limitando su difusión libre, privatizando el acceso, en un intento de someter algo ligado a la abundancia al paradigma de la escasez. Para tal fin, se van a poner en juego toda una serie de estrategias de privatización del conocimiento, de los recursos naturales, de los códigos genéticos, etc. por medios jurídicos –patentes, licencias, derechos de autor, canon, etc.– o monopolistas. Sin embargo, la actuación capitalista, aparte de resultar hipócrita por privatizar algo que proviene del acervo común de la sociedad, cae en el sinsentido de limitar el acceso libre a la información y al conocimiento, lo que termina entorpeciendo el propio desarrollo del proceso de innovación en lo que Blondeau (2004), partiendo del método marxista, declara como la reedición del conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes, convirtiéndose estas en un obstáculo para el pleno progreso de aquellas pues: [...] en la economía de lo inmaterial, las estrechas lógicas financieras en las que se inscriben los fenómenos de concentración monopolista de la información, constituyen trabas, no solo al progreso tecnológico,
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cultural y social, sino también a la propia eficacia económica (ibídem, p. 40).
En el seno de este sistema, el conjunto de conocimiento, relaciones y formas de comunicación social derivadas de la producción inmaterial son aprovechadas por el capital, que no paga por estas fuentes externas de riqueza que son patrimonio colectivo de una comunidad determinada; sin embargo, tampoco puede someterlas por completo –pues no se agota en su uso, es decir, no está fundado en el paradigma de la economía de la escasez ni sobre el principio de la destrucción del producto por su consumo–, al contrario, la comunicación en el marco del capitalismo cognitivo se definiría como un “eje neurálgico de la producción de nueva autonomía” (Sierra Caballero & Gravante, 2012, p. 134). Aquí está la originalidad del capitalismo cognitivo con respecto al industrial, en la propia evolución de la relación entre conocimiento y capital, encontrando este cada vez más dificultades en reducir, de manera simple, a aquel para subsumirlo y transformarlo en valor, así: […] el proceso de transformación del conocimiento en valor no es, de esta suerte, lineal y estable en el tiempo. Al contrario, implica inestabilidad, puntos de discontinuidad, catástrofes, una multiplicidad de caminos posibles […] los obstáculos reencontrados por la valorización del conocimiento ponen al descubierto espacios de “crisis”. Entretanto, en estos espacios, que son también espacios de libertad, pueden insertarse soluciones nuevas y transformaciones institucionales originales. De ahí que, con toda razón, se hable tanto de capitalismo cognitivo (Rullani, 2004, p. 101).
Es precisamente esta relación conflictual entre capitalismo y trabajo inmaterial, mediado por las nuevas tecnologías, la que nos permite poner en evidencia modelos alternativos de construcción de lo común a las formas de apropiación y cercamiento propios de la dinámica capitalista y su correlato neodifusionista en la relación entre tecnología, conocimiento y desarrollo. Progresivamente, se van concretando dos
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tendencias antagónicas en torno al papel del conocimiento en el modo de desarrollo, que darán diferente respuesta al papel del poder, el control y el beneficio a la hora de analizar los cambios sociales que acompañan al desarrollo de las nuevas tecnologías. En la primera tendencia, el capitalismo cognitivo se define como sociedad de control y de dominación disciplinaria en la que se desarrollan los intentos de someter las potencialidades de la revolución tecnológica a las necesidades de un capitalismo financiarizado, fundamentado en los principios de desregulación, liberalización y privatización y enmarcado en una estrategia de dominio y control de la esfera de la producción y la reproducción social. En esta regulación del conjunto de la vida social, la información resulta un componente clave que, a pesar de no ser novedoso (ya Marx apuntaba a que la apropiación de la información y del conocimiento por parte del capital hundía sus raíces en su tendencia a monopolizar la vertiente intelectual del proceso de trabajo para incrementar así la productividad y asegurarse el control), gracias a las nuevas tecnologías resulta en una sofisticación de las formas de organización, vigilancia y control, reestructurando y reorganizando las relaciones de poder, que han encontrado una nueva forma de articularse y expresarse (Robins & Webster, 1999, pp. 124-125). Se configura así una sociedad donde el conocimiento –sobre el que ya nadie cae en la simulación de señalar como neutral– se pone al servicio del poder, dándole nombre al modelo social que ha contribuido a crear y que correspondería con la extensión del principio c4isr –“Command, Control, Communications, Computation, Intelligence, Surveillance, Recognition”– (Mattelart, 2002). La segunda tendencia es precisamente la que supone un peligro para el dominio empresarial de las esferas de la vida: el modelo de sociedad de cooperación y producción de lo común basado en una economía social del conocimiento. Un modelo donde lo inmaterial, el conocimiento y los bienes culturales ocupan el centro de las estrategias de desarrollo y desbordan el sistema a partir de sus dinámicas de cooperación, comunicación y afecto. Desde esta perspectiva, las nuevas tecnologías no suponen ya un peligro asociado a la sociedad de control, que crimi-
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naliza las posibilidades de reproducibilidad de lo inmaterial; por el contrario, suponen la puerta hacia el libre acceso al carácter comunitario y cooperativo del conocimiento acumulado por la sociedad, que se realiza necesariamente en común. Afirmar que lo inmaterial ocupa el centro de las estrategias de desarrollo y crecimiento económicos significa trabajar con una visión ampliada de cultura que, junto a los valores atribuibles a la cultura en sí y al lado económico de la cultura, comprende también el hecho de que la capacidad de procesar símbolos se haya convertido en un elemento directo de la estructura, gracias al estatus del conocimiento como una de las materias primas más valiosas para la esfera de la producción y de la reproducción social. Si bien es cierto que en el surgimiento de la sociedad industrial también asistimos a una importante ligazón entre cultura y producción, lo novedoso en la actualidad vendría definido por el avance del conocimiento frente al factor trabajo que, apoyado por el desarrollo científico-tecnológico, transformaría los procesos de producción, circulación y consumo. Ejemplo de ello es el aumento de las inversiones en los países centrales del capitalismo para la implantación de infraestructuras avanzadas de información y comunicación, o la importancia adquirida por las políticas dirigidas a evitar la fuga de cerebros, tan problemática como la propia fuga de capitales. Pero no hay que reducir el papel de la cultura en el desarrollo a la variable económica, también desempeña un rol específico en la conformación de las sociedades a través de su papel político y de la expansión de las identidades (Garretón et al., 2003, pp. 21-23). En realidad, las líneas anteriores nos remiten al clásico debate sobre las relaciones entre estructura y superestructura, que se vería profundamente alterado en el nuevo modelo de mediación tras la constatación de que cada vez se hace más difícil establecer una distinción entre los fenómenos económicos y los culturales en un modo de producción que destaca por ser marcadamente comunicativo y relacional. A partir de estos postulados, de lo que se trata es de trabajar en torno a un concepto de desarrollo alternativo al impregnado de neodi-
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fusionismo que vimos anteriormente, un concepto alternativo que se construya desde cada realidad de manera endógena y autónoma, con el fin de constituir un proceso integral, multidimensional y dialéctico que pueda diferir de una sociedad a otra; un nuevo enfoque de desarrollo que contenga los criterios de autoconfiabilidad (que cada sociedad confíe básicamente en sus propias fortalezas y recursos, en términos de las capacidades de sus miembros y de su ambiente natural y cultural) y ecología (Servaes, 2000); un nuevo enfoque donde el conocimiento ocupe un lugar privilegiado en la construcción de una sociedad de la democracia y de la cooperación de los saberes (Vercellone, 2004, p. 72); un nuevo enfoque, en definitiva, que vire desde una perspectiva etnocéntrica hacia otra contextual y policéntrica, desde un interés económico a un interés más universal e interdisciplinario y desde una perspectiva de desarrollo administrado tecnocráticamente hacia formas participativas en la resolución de problemas. La superación de definiciones caducas, entendiendo el desarrollo como un proceso y resultado intangible y no como simples avances materiales, nos lleva a reubicar dicho concepto concepto: [...] en un marco constructivista, subjetivo e intersubjetivo, valorativo y axiológico, y, por cierto, endógeno, o sea, directamente dependiente de la autoconfianza colectiva en la capacidad para inventar recursos, movilizar los ya existentes y actuar en forma cooperativa y solidaria, desde el propio territorio, generando, obsérvese, una proalimentación en compensación (Boisier, 2002, p. 30).88
88 La evolución de los principios rectores de las políticas regionales en las últimas décadas nos sirve como muestra de cómo han ido modificándose las variables del desarrollo. En Boisier (2002, p. 19), encontramos un cuadro que resume esta evolución: “1950/1960: infraestructura como condición del crecimiento económico regional; 1960/70: atracción de actividades externas, polos de desarrollo, base exportadora; 1970/80: desarrollo endógeno, pymes, competencias (habilidades y atribuciones) locales; 1980/90: innovación, difusión de tecnología, medios innovadores; 1990/00: conocimiento, factores intangibles, aprendizaje colectivo; 2000/10: capital relacional, interconexión, cultural local, e-trabajo.”
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Esta concepción del desarrollo endógeno fundamentado en una economía social del conocimiento resulta incompatible con el capitalismo cognitivo como marco rector del proceso de acumulación privativa del conocimiento. Podemos concluir, en definitiva, que los dos caminos que se abren para el desarrollo esconden, en realidad, dos discursos en torno a la tecnología. Por un lado, nos encontramos con enfoques que ensalzan el carácter positivo de las nuevas tecnologías en lo que de ruptura tienen con los problemas de producción y reproducción asociados al capitalismo industrial pero que, a la vez, promueven un marco de privatización y cercamiento del conocimiento para –precisamente– favorecer dinámicas de valorización y control del conocimiento dentro de una lógica de acumulación capitalista tradicional. Por otro lado, encontramos aquellas posturas que defienden el potencial tecnológico cuando está al servicio de la lógica democratizadora del conocimiento, en el que el trabajo cognitivo no encuentra restricciones a su difusión y reproducción según principios de colaboración, horizontalidad y libre circulación en pro de lo común. Sin duda, un escenario en disputa donde serán las luchas sociales y el fortalecimiento de la autonomía del trabajo vivo los que determinen la consolidación del capitalismo cognitivo o su crisis por la irrupción de un modo de desarrollo basado en la economía social del conocimiento.
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PARTE III El poder de la comunicación para la valorización del capital financiero
Think tanks y neoliberalismo Núria Almiron
Introducción Durante la crisis de 2008-2016, también llamada ‘gran recesión’, millones de trabajadores en todo el mundo perdieron sus empleos, hogares y, en algunos casos, ahorros de toda una vida debido a las convulsiones –financieras, primero, y económicas, después– que experimentaron sus países. La principal novedad de esta crisis es que afectó también, y muy especialmente, a las clases medias de la Unión Europea y los Estados Unidos, cuyos sistemas financieros fueron en realidad los causantes de esta gran recesión. El estallido de la burbuja de las hipotecas de alto riesgo –las llamadas subprime– en los Estados Unidos en agosto de 2007 (con la histórica quiebra de Lehman Brothers) desató una pesadilla financiera que rápidamente se expandió a Europa y, posteriormente, al resto del mundo. Si bien la crisis no tuvo en todas partes la misma incidencia. En Europa, por ejemplo, las tasas más severas de recesión económica y desempleo
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tuvieron lugar en las economías periféricas de la eurozona (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, peyorativamente llamadas piigs). La situación de la banca privada llegó a tal extremo de gravedad que el riesgo de un derrumbamiento del sistema financiero mundial se hizo más real que nunca, lo cual sirvió de justificación a los gobiernos nacionales para realizar, en distinta medida y con distintas características según los países, un rescate masivo de la banca privada. Este rescate convirtió lo que hasta entonces había sido una crisis de la banca privada en una crisis de deuda pública, la llamada crisis de la deuda soberana. La crisis de la deuda soberana asustó a los inversores ante la posibilidad de que naciones enteras pudieran incumplir sus pagos de deuda; lo cual llevó –de nuevo, en grados distintos según países pero generalizadamente– a la aplicación de un paquete de medidas drásticas para recuperar la confianza de los mercados financieros. En las economías periféricas de la eurozona, por ejemplo, esto significó que los gobiernos hundieron a sus países en la austeridad mediante la subida de impuestos, la reducción de los servicios sociales, la congelación de la inversión pública y la aprobación de leyes laborales que facilitaban todavía más el despido de trabajadores. Todas estas políticas, que representaron un enorme sufrimiento para millones de personas, demostraron ser económicamente ineficientes y socialmente muy perjudiciales (Stiglitz, 2013a; 2013b; Moore, 2012), especialmente para las clases medias y las menos favorecidas (Caritas, 2013; Oxfam, 2013). Por todo lo anterior, describir las enormes turbulencias de la zona Euro, tal y como se hizo en su momento, como simplemente una crisis de la deuda pública, es claramente engañoso. Fueron los gobiernos de la Unión Europea y de los Estados Unidos quienes convirtieron una deuda privada en una deuda pública al rescatar a la banca y los tenedores de bonos privados con problemas. Con la única excepción de Grecia en la Unión Europea, la elevada deuda pública que se alcanzó durante el período 2008-2016 no fue el resultado de la incapacidad de los Estados de controlar el gasto público, sino que se trató de una socialización en toda regla de pérdidas privadas y, más en concreto, de las pérdidas de las éli-
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tes financieras (Blyth, 2013). A pesar de ello, muchos líderes de opinión, editoriales y artículos periodísticos culparon a los Estados nacionales de la crisis y consideraron que los recortes generalizados en el gasto estatal eran la única manera de salir del enorme lío en el que el sistema financiero y las autoridades políticas habían metido a sus ciudadanos. Sin duda, es responsabilidad de los gobiernos haber decidido asumir la deuda de la banca privada y hacer pagar por ello a toda la sociedad, especialmente a la clase trabajadora. El origen de la crisis no estuvo nunca en el gasto público, sino en esa decisión de socializar un problema que era estrictamente privado, aunque con enormes consecuencias para toda la sociedad debido a la financiarización global del capitalismo actual. Desde el punto de vista de la comunicación, esta crisis mundial experimenta al menos tres grandes incongruencias informativas. En primer lugar, ningún medio de comunicación de los llamados mainstream, es decir integrados en el capitalismo global, supo preveer la crisis ni remotamente. Aparte de los círculos mediáticos alternativos tradicionalmente críticos y minoritarios, la crisis sorprendió a periodistas y firmas expertas por igual en los grandes medios y agencias de comunicación (Manning, 2013). En segundo lugar, buena parte de la cobertura mediática derivó primero en una justificación del rescate bancario y, después, en una focalización en el problema de la deuda soberana, dejando en un segundo plano o incluso olvidando el origen de la crisis y el papel clave de los enormes riesgos tomados por las élites financieras para aumentar sus ganancias (Mercille, 2014). Finalmente, las draconianas medidas de austeridad impulsadas por los gobiernos, especialmente de las economías periféricas de la eurozona, fueron asumidas por los grandes medios de comunicación como inevitables y la crítica a las imposiciones de la llamada Troika en Europa (el grupo de decisión formado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) fue mínima fuera de los círculos mediáticos alternativos e independientes de la influencia del capital financiero (Quiring, 2012; Mercille, 2014). Solo después de años de crisis y de evidente ineficacia de las políticas de austeridad, algunos
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grandes medios de comunicación se permitían una tibia crítica al respecto –aunque la verdadera dimensión de la misma está pendiente de confirmar por falta de estudios al respecto. Para entender las tres citadas incongruencias informativas a menudo se hace referencia a la financiarización de los grandes medios de comunicación, es decir, a los enormes vínculos que atan a estos con el gran capital y que, por tanto, limitan su capacidad crítica con respecto a todo lo que tenga que ver con el poder financiero. Las formas tradicionales en que se producen estas ataduras han sido exploradas por la autora de este capítulo en otros textos (ver, por ejemplo, Almiron, 2010). En este capítulo quiero añadir a esta explicación un elemento muy poco estudiado desde la economía política de la comunicación y la información y que, sin embargo, ha tenido un protagonismo creciente en las últimas décadas: el papel de los grupos de interés en la formación de la opinión pública y, más en concreto, el papel de las llamadas coaliciones discursivas impulsadas por unos actores en auge, los think tanks. Este texto se estructura, por este motivo, como sigue. En primer lugar se explica y contextualiza qué son los think tanks desde el punto de vista de las principales perspectivas que los han estudiado. A continuación, se describe el papel que los think tanks han tenido en el impulso, promoción y apoyo de la agenda neoliberal según algunas de las principales investigaciones disponibles. Finalmente, se discute el papel que los economistas políticos de la comunicación pueden tener en el campo de investigación de los grupos de interés en general y de los think tanks en particular.
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Los think tanks como objeto de estudio, también comunicativo
¿Qué son los think tanks? Los think tanks son un tipo de grupos de interés que pretenden influir en las políticas públicas, bien directamente, bien a través de la opinión pública o los medios de comunicación. Desde la teoría política se argumenta que los think tanks tienen capacidad para marcar la diferencia en mayor o menor grado en los procesos de políticas públicas y de formación de la opinión pública. En este sentido, un número creciente de investigadores han hecho hincapié en el papel central de las ideas y los procesos discursivos relacionados con la política y el cambio político (véase, por ejemplo, Béland, 2009). Por este motivo, sus estrategias y mensajes comunicativos son de enorme relevancia para la investigación crítica en comunicación, si bien su estudio ha estado principalmente restringido hasta hace poco al ámbito de las ciencias políticas y las relaciones públicas. La definición del término think tank es, no obstante, una tarea compleja pues, como afirmaron Hart & Vromen, constituye un contenedor verbal que ha incluido hasta hoy un conjunto heterogéneo de significados (2008). Ciertamente, en las últimas décadas el concepto se ha aplicado a muy diferentes tipos de institutos dedicados a la investigación de las políticas públicas y a la generación de conocimiento. Además, la aparición desde la década de los setenta de una literatura académica sobre el tema, claramente monopolizada por la escuela anglo-americana, ha determinado también de forma importante su definición (Pautz, 2011) e incluso su evolución (Medetz, 2012). Pero de lo que no cabe duda es de que el concepto de think tank se origina de hecho en los Estados Unidos
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para definir a las organizaciones que participan e influyen en el proceso político a través de la producción de conocimiento. La realidad de los think tanks en los Estados Unidos no es, además, la misma que luego se exportará y adoptará en otros países, especialmente en Europa, lo cual añade dificultad al intento de establecer una teoría homogénea al respecto, si tal cosa es posible. El resultado de ello ha sido una creciente y dispar literatura, si bien, como se decía, liderada por la escuela anglo-americana, desde la que se pretende describir qué son y qué no son los think tanks, las causas de su enorme crecimiento en las últimas décadas, los actores e intereses que subyacen tras ellos y la influencia que realmente tienen. Los think tanks han sido definidos por igual como institutos o centros de estudios de políticas públicas, como generadores de conocimiento y como advocacy groups o grupos de influencia o de interés. Podemos encontrar todos estos ingredientes en distinta combinación y grado en todos ellos. Entre las muchas organizaciones etiquetadas como centros de pensamiento influyentes por James McGann (2016) –director del equipo de la Universidad de Pennsylvania que elabora la lista anual Global Go to Think Tanks Index (ggtti), la que más ha contribuido a visibilizar a los think tanks en el mundo–, nos encontramos con una amplia gama de intereses políticos, sociales y económicos con un grado de transparencia variable en las distintas organizaciones. Existe además un número importante de think tanks que no aparecen anualmente en esta lista y pueden, no obstante tener también un grado elevado de influencia local, en ámbitos geográficos muy concretos, o puntual, en temas muy concretos. Sin embargo, la de McGann es la única exploración global de relevancia disponible, así que es útil tenerla en cuenta. Según esta fuente (McGann, 2016), en 2015 había 6.846 think tanks en el mundo considerados como los más influyentes para los expertos a los que se consulta para construir este índice. Teniendo en cuenta que aparecieron por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, McGann ha calificado el crecimiento de estas organizaciones como “explosivo” (McGann, 2016, p. 8). Si bien su crecimiento parece haberse ra-
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lentizado en la última etapa, no es menos cierto que desde su aparición los think tanks han aumentado en número, alcance e impacto, y se han convertido en una fuente de información y referencia para los responsables políticos, la opinión pública y los periodistas por igual. El grado de influencia que los think tanks puedan tener sobre los medios de comunicación es uno de los aspectos menos investigado. Sin embargo, todo indica que son, cuanto menos, una referencia cada vez más importante para ellos, dado que habitualmente se pueden encontrar a representantes o expertos de think tanks, o a los think tanks directamente, como fuentes de las noticias, mientras que sus miembros y colaboradores son regularmente invitados a ofrecer su visión como expertos en las secciones de opinión –no siempre de forma transparente (es decir, no siempre indicando su vínculo con un determinado think tank). En todo caso, cualquiera que sea el alcance de su influencia, una cosa está clara: los think tanks se han convertido en una mezcla compleja de conocimiento e intereses, cuyo principal objetivo es influir en la opinión pública. La perspectiva crítica ha abordado el estudio de los think tanks desde el mismo nacimiento de estos. Sin embargo, dado que no es ni mucho menos la perspectiva dominante en el ámbito de la teoría política, las políticas públicas o las relaciones públicas –los principales ámbitos que estudian a los grupos de interés–, es conveniente tener en cuenta todas las visiones y explicaciones de lo que son los think tanks para poder comprender no solo el fenómeno en sí, sino también su evolución –en la medida, como decíamos, en que la literatura sobre el tema ha influido en la propia evolución del fenómeno. Y también porque es cierto que existe toda una tipología de think tanks que funcionan como centros generadores de conocimiento o incluso centros de estudios académicos que han contribuido de forma crítica al conocimiento global sin tener vínculos con los grandes sectores económicos (de la lista de McGann destaca, por ejemplo, el caso de Amnistía Internacional). A continuación se realiza pues una revisión rápida de cuáles son las principales perspectivas desde las que se ha abordado el fenómeno, distinguiendo entre
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los marcos teóricos clásicos y los nuevos marcos teóricos, estos últimos todos ellos adscritos a la teoría crítica, que –a pesar de ser la minoritaria en los círculos anglo-americanos que han liderado el estudio de estas organizaciones– es la que más ha evolucionado y más matices aporta a la descripción del fenómeno.
Marcos teóricos clásicos: pluralismo, elitismo, institucionalismo, economía política y neomarxismo Existen dos grandes tradiciones desde las que se han analizado los grupos de interés en general, y los think tanks en particular: el pluralismo y el elitismo. El enfoque pluralista es el enfoque dominante en la literatura anglo-americana, la más amplia y extendida. En este entorno, el pluralismo es la explicación más aceptada de cómo los grupos de interés se relacionan con el sistema político en las democracias liberales. De acuerdo con esta teoría, los think tanks son simplemente “instrumentos utilizados en la esfera política”, entendida esta como el producto de la interacción dinámica entre intereses organizados. Estos intereses pueden no tener los mismos recursos u objetivos, pero en última instancia existe una representación pluralista de todos los puntos de vista. En este escenario, los think tanks son una más entre las muchas organizaciones que compiten para moldear las políticas públicas. La visión de James McGann refleja perfectamente esta perspectiva: Los think tanks [...] son organizaciones que generan investigación, análisis y asesoramiento orientado a las políticas tanto en temas nacionales como internacionales con el objetivo de ayudar a la clase política y a la opinión pública a tomar decisiones informadas sobre temas relacionados con las políticas públicas [...]. Estas instituciones a menudo actúan como puente entre las comunidades académica y política, sirviendo al interés público como voces independientes que traducen
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investigación básica y aplicada a un lenguaje y forma comprensible, fiable y accesible para los políticos y el público (McGann, 2007, p. 11).89
Si desde la perspectiva pluralista la proliferación de think tanks es un signo de progreso democrático, los autores que adoptan la perspectiva elitista, en cambio, enfatizan que estas organizaciones no son ni actores desinteresados dedicados al progreso del conocimiento ni actores que compitan en igualdad de condiciones para influir en el escenario político y la opinión pública. El enfoque elitista es heredero de la tradición de la teoría elitista postulada por el sociólogo político estadounidense C. Wright Mills en 1956. En consonancia, la perspectiva elitista considera que los think tanks no son organizaciones neutrales y que deben ser analizadas como “herramientas de poder” de la clase capitalista dominante. William G. Domhoff apoya esta visión: En alianza con los grandes bancos y empresas del mundo corporativo, las fundaciones, think tanks y grupos de discusión de políticas [...] proporcionan la base organizativa para el ejercicio del poder en representación de los propietarios de todos los grandes activos generadores de riqueza (Domhoff, 2010, p. 115).
De las perspectivas pluralista y elitista, principalmente de esta última, han emanado en el pasado otras teorías interesantes para el abordaje del estudio de los grupos de interés y los think tanks. Destacan entre ellas el institucionalismo, la economía política y el neomarxismo. El institucionalismo es un enfoque de las ciencias sociales que explica la sociedad a partir de sus instituciones formales, en concreto del funcionamiento y efectividad de las mismas. Así, la institucionalización sería el proceso que obliga a los actores a asumir los atributos formales y sustanciales de las organizaciones (instituciones) dentro de las que interactúan y de las que dependen (Thomas, 2004, p. 65). El institucionalismo 89 Esta y todas las citas directas de este capítulo son traducción de la propia autora.
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aborda los think tanks centrándose en los ‘entornos’ (estructuras, reglas, normas y procesos) que les influyen y moldean. No obstante, los institucionalistas no consideran que el control social y económico de las élites sea la principal característica que determina la relación de fuerzas. Si bien reconocen que este escenario deja poco margen para la autonomía y la independencia, también creen que los think tanks no siempre sirven a los intereses del capital, lo cual no deja de ser cierto en numerosos casos, como señalábamos antes para el caso de Amnistía Internacional y podría serlo también para numerosos think tanks de corte académico nacidos en universidades. La definición de think tank que hace Diane Stone ilustra esta perspectiva: Los think tanks no forman parte de los procesos de gobierno. Sin embargo, los think tanks tampoco se encuentran en el vacío del ámbito sin ánimo de lucro. Estas organizaciones se solapan con el mundo educativo, filantrópico y político [...]. Las interacciones sociales y profesionales de los miembros y patronos de estos institutos y sus actividades tienen lugar a través de diferentes organizaciones, crean un matriz de redes personales. Estos vínculos personales desmontan las diferencias estructurales entre el gobierno y el resto de organizaciones (Stone, 1996, p. 215).
Las perspectivas de economía política –las teorías económicas– se han utilizado desde muy tempranamente en la investigación de ciencia política para analizar y comprender a los grupos de interés (Thomas, 2004). Sin embargo, los enfoques de economía política críticos con el fenómeno de los think tanks –es decir, los marcos teóricos que no solo incluyen la variable económica sino también la variable de las ‘relaciones de poder‘ desde un punto de vista crítico– son muy poco frecuentes. A este respecto, dos ejemplos que merecen mención especial son los trabajos de John McLevey y Thomas Medvetz. McLevey (2014) ha estudiado las relaciones entre los think tanks y sus donantes o patrocinadores en Canadá. Sus resultados sugieren una realidad compleja en la que los think tanks no son ni títeres de los donantes políticos y empresariales ni
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tampoco representantes de grupos de interés compitiendo en igualdad de condiciones. Thomas Medvetz, como se verá en el siguiente apartado, establece un nuevo marco de análisis para, precisamente, abordar esta complejidad de los think tanks. La tercera perspectiva que matiza las visiones dominantes y duales del pluralismo y el elitismo son los enfoques neomarxistas. La perspectiva neomarxista sostiene que los think tanks son más un “producto de la conciencia de clase” que de las élites políticas o de acuerdos entre estamentos sociales. Según Thomas (2004), esta visión es marxista lógicamente porque asume la centralidad de clase y del conflicto de clase en la economía política, y es neomarxista porque se centra en el aparato estatal y explota los mecanismos que llevan a los administradores del Estado a actuar en interés del capital. A este respecto, es útil recordar el análisis Gramsciano del control hegemónico. Desde este punto de vista, el aparato ideológico constriñe las ideas, el debate y el discurso en la sociedad civil y en el Estado (Gramsci, 1971). Harwig Pautz (2011), por ejemplo, asume una enfoque neogramsciano al analizar la función social de los think tanks. Este autor abandona la “ilusión” de la vieja dicotomía que prima el análisis de las organizaciones en función de si estas tienen o no tienen ánimo de lucro, para ir más allá. Pautz, por ejemplo, revela que las redes de cooperación se han convertido en muy influyentes en la formulación de políticas y que “las ideas, las jerarquías de poder y el contexto” son determinantes para la capacidad de influencia de los think tanks (Pautz, 2011, p. 430).
Los nuevos marcos teóricos: los campos sociales y las coaliciones discursivas La teoría de los grupos de interés, en la que se enmarca el estudio de los think tanks, se benefició a principios del siglo xxi de contribuciones que han enriquecido y actualizado considerablemente el estudio de este fenómeno. Estas nuevas contribuciones constituyen, en realidad, una
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ampliación y sofisticación de la perspectiva crítica y parecen estar en su mayor parte inspiradas en las visiones elitista, de la economía política crítica y neomarxista. Por un lado, el trabajo Think tanks in America (2012) de Thomas Medvetz representa una contribución que incorpora el análisis sociológico, histórico, político, económico y también de relación con los medios de comunicación. Se trata esta de la aportación crítica probablemente más completa para analizar los think tanks desde su aparición, y una perspectiva de economía política crítica que lleva al propio autor a un nuevo paradigma de análisis que, siguiendo a Bourdieu, define como “teoría de los campos”. En la teoría de los campos el foco no se pone en si los think tanks son o no meros instrumentos de los grandes grupos de poder, sino en los complejos entornos políticos y organizacionales en los que los think tanks operan y en las dependencias subyacentes que tienen con patrocinadores poderosos. El argumento central de Medvetz es que los think tanks se han convertido en los principales instrumentos para vincular la práctica política y la práctica intelectual en la vida estadounidense y que su crecimiento en los últimos cuarenta años ha acabado por “socavar el valor del conocimiento producido de forma independiente en los Estados Unidos” al institucionalizar una forma de práctica intelectual al margen de los clásicos centros de creación de conocimiento, tradicionalmente vinculados a las universidades (Medvetz, 2012, p. 7). Según la investigación de Medvetz, los think tanks dependen sistemáticamente de tres tipos de clientes: los clientes políticos, los económicos y los mediáticos. Los clientes políticos (especialmente la clase política, los partidos políticos y las redes de activistas) son necesarios por el acceso político que pueden proporcionar. Los clientes económicos (especialmente fundaciones, empresas y donantes ricos) proporcionan el apoyo financiero. Y los clientes mediáticos (especialmente periodistas y medios de comunicación, como periódicos, revistas y programas de radio y televisión) confieren la visibilidad pública necesaria.
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Además, los think tanks, según Medvetz, también tienen lazos importantes, aunque ambivalentes, con el mundo académico. Una mayoría de las organizaciones tiene fuertes vínculos académicos pero su compromiso con la objetividad y el rigor académico es dudoso debido a las constantes servidumbres políticas y económicas que también mantienen. Por lo tanto, concluye este autor, no tiene sentido tratar de definir a los think tanks en función de su independencia, como los enfoques pluralistas e institucionalitas intentan hacer. Sin embargo, Medvetz se abstiene de la típica crítica elitista en su análisis porque reconoce que las mismas condiciones que limitan la libertad de los think tanks también funcionan como variables que otorgan flexibilidad y poder. Por otro lado, la teoría de las coaliciones discursivas es un enfoque crítico desarrollado para estudiar el cambio institucional y las transformaciones estructurales más allá de los límites nacionales. Esta teoría ha sido aplicada a los grupos de interés, y particularmente a los think tanks, por Dieter Plehwe. Plehwe (2011) define las coaliciones discursivas como “fuerzas sociales que actúan conjuntamente, aunque no necesariamente en directa interacción, en pos de un objetivo común” (p. 130). Mediante el estudio de estas “fuerzas sociales”, incluidos los think tanks, podemos identificar y medir las redes nacionales e internacionales, las constelaciones de actores institucionalizados y las relaciones de poder de la coalición discursiva neoliberal hegemónica. Es decir, podemos vislumbrar la economía política de la comunicación de la narrativa neoliberal dominante. Al igual que Medvetz, Plehwe (2011) insta a adoptar un punto de vista sociológico, que no aísle a las organizaciones de “las circunstancias sociales relevantes” (p. 131) a cada momento. La teoría de los campos y la teoría de las coaliciones discursivas, aplicadas a los think tanks, han contribuido a enriquecer el análisis crítico de estas organizaciones al ir más allá del enfoque polarizado que ofrecían las tradicionales visiones pluralista y elitista, proporcionando herramientas actualizadas y más sofisticadas para el análisis. Sin embargo, merece la pena recordar que ambas, así como las otras tradiciones críticas, son evoluciones de la teoría elistista, que sigue siendo vigente
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para explicar la realidad. Y al mismo tiempo, también la teoría pluralista es relevante en la medida en que existen think tanks que quedan fuera de las relaciones de dependencia capitalistas más extendidas. Podríamos concluir, pues, que todas las teorías aportan algo de verdad que contribuye a acercarnos a la realidad del fenómeno, si bien las teorías críticas claramente han evolucionado y afinado mucho más el análisis.
Coaliciones discursivas y think tanks en la construcción de la agenda neoliberal El papel de los grupos de interés en la formación de la opinión pública y, más en concreto, el papel de las llamadas coaliciones discursivas construidas e impulsadas por los think tanks, son aspectos de especial interés para comprender algunas de las narrativas dominantes más importantes en el capitalismo actual. De entre ellas, la narrativa neoliberal ha sido ya relativamente estudiada con respecto a los think tanks. Aquí vamos a intentar recopilar los principales resultados obtenidos al respecto para ella. En primer lugar es preciso recordar una vez más que el camino que condujo a la crisis de 2008-2016 y a las subsiguientes políticas de austeridad en los países de la ue, así como a la conversión de la deuda privada en deuda soberana, fue ante todo el resultado directo de las decisiones políticas de los Estados Unidos y de la Unión Europea en las últimas tres décadas. Estas decisiones permitieron la desregulación de los mercados financieros y establecieron una forma de ortodoxia, también conocida como el “Consenso de Washington”, entre las élites políticas y económicas (Grant & Wilson, 2012). Algunos han calificado el resultado de este consenso como “capitalismo-casino” (Lordon, 2010), una metáfora que encaja muy bien, ya que el rasgo principal de un casino es que la “casa” nunca pierde. Aquí, la “casa”, es decir, las élites –una coalición formada por gobiernos, autoridades financieras, auditores, asesores y grandes corporaciones– lograron imponer medidas globales contra la crisis que
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convirtieron lo que era un problema del sector privado provocado por las propias élites en un problema público cargado sobre las espaldas de la clase trabajadora. Hoy en día sabemos que los políticos y las élites financieras cooperan a nivel internacional, que comparten un amplio consenso en sus decisiones y que su agenda y argumentos se caracterizan por una gran homogeneidad a nivel global (véase para el consenso de Washington, por ejemplo, Pilkington, 2014 o Lin, 2013). Esta consistencia del discurso ha recibido además un considerable apoyo periodístico (Davis, 2012). Por otra parte, la investigación sobre grupos de interés ha proporcionado ya conocimientos relevantes sobre la función de los grupos de presión en la financiarización de la economía internacional durante las últimas cuatro décadas (por ejemplo, Hdez. Vigueras, 2013; Igan, Mishra, & Tressel, 2009), incluyendo el papel destacado en ello de los Estados Unidos (Seabrooke, 2001) y la creación de la agenda y hegemonía neoliberal (Plehwe & Walpen, 2006). De lo anterior se ha concluido que esta combinación de conocimiento e interés, que algunos autores denominan el “nexo conocimiento-interés” (knowledge-interest nexus) (Plehwe, 2014), es la que permitiría explicar la difusión exitosa entre las élites de las narrativas que prestan apoyo ideológico a la socialización de los costes de la crisis y de los problemas de la banca en general –y permitiría entender también la mínima oposición presentada por los actores tradicionalmente considerados como “guardianes” de la democracia (destacadamente los medios de comunicación). A continuación analizamos las principales evidencias de esto. En 2006, Plehwe y Walpen sostuvieron –con razón– que el fin de la hegemonía neoliberal no estaba todavía a la vista, debido a la persistente fortaleza de los paradigmas neoliberales. De acuerdo con estos autores, esta fortaleza se debía a las bien desarrolladas y profundamente arraigadas redes de producción y difusión del ideario neoliberal –formadas por intelectuales y think tanks– que son capaces de articular los principios básicos del neoliberalismo de manera transversal no solo en el ámbito de la política, sino también de la sociedad civil. Para apoyar esto, Ple-
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hwe y Walpen aportan el ejemplo de la creación de la red formada por la Sociedad Mont Pelerin, una red organizada por los promotores del neoliberalismo, así como el ejemplo de los orígenes y el ascenso de los primeros think tanks activistas (advocacy think tanks), estrechamente conectados a individuos o grupos que pertenecen a dicha sociedad. Tal y como recuerdan Plehwe y Walpen (2006) es preciso no olvidar que el grupo central de actores que crearía la Sociedad Mont Pelerin fue el que previamente acuñó el término ‘neoliberalismo’ en una reunión en París en 1938. En esta misma reunión se impulsaría la creación del Centre International d’Études pour la Rénovation du Libéralisme, un think tank creado por intelectuales neoliberales pero que no sobreviviría a la Segunda Guerra Mundial. En 1947, cuando algunos participantes de la reunión de 1938 se reunieron bajo la dirección de Friedrich August von Hayek, la Sociedad Mont Pelerin nació. Poco después, en 1949, Hayek publicó un artículo (“Los intelectuales y el socialismo”)90 que resumía los principios rectores de la agenda neoliberal impulsada por esta sociedad. En este artículo, el economista de la escuela austríaca hacía esencialmente dos cosas. Por un lado, criticaba que el “socialismo” (los defensores del ideal de la igualdad) se había “infiltrado” en la sociedad por haber sido capaz de promover sus ideas de forma muy eficaz a través de la intelectualidad, mientras que los “conservadores” (los defensores del ideal de la libertad) carecían de científicos y expertos reputados capaces de propagar conocimientos y ciencia antisocialista con la misma efectividad. Por ello, y en segundo lugar, Hayek reclamaba en este artículo la necesidad de atacar esta infiltración y sesgo socialista en las principales instituciones difusoras de conocimiento (universidades, institutos, fundaciones, medios de comunicación) mediante la creación de una intelectualidad activista de derechas que diseminara el ideario de lo que él denominaba el “verdadero radicalismo liberal” (hoy calificado como “neoliberalismo”). Esta segunda cuestión impulsaba a una “aventura in90 Puede encontrarse una traducción al castellano del artículo de Hayek aquí: https:// studentsforliberty.org/wp-content/uploads/2012/05/Hayek-Los-Intelectuales-y-elSocialismo11.pdf.
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telectual” de perfil “utópico” que promovería la creación de los primeros think tanks neoliberales, lo que Hayek llamó el “renacimiento liberal”. Siguiendo estos principios, en 1950, gracias a la financiación de un empresario británico, Hayek creó en Londres el segundo think tank destinado estrictamente a la promoción de la agenda neoliberal, el Institute of Economic Affairs –el prototipo de los muchos think tanks de difusión del neoliberalismo que aparecerían a continuación en todo el mundo con enorme éxito. De acuerdo con Plehwe y Walpen, a pesar de los muchos intentos de la izquierda para emular esta estrategia, hasta 2006, momento de publicación del trabajo de Plehwe y Walpen, no existía nada que pudiera igualar a las redes neoliberales “en términos de capacidad de organización, producción y difusión de conocimientos sobre una amplia gama de cuestiones de política” (Plehwe & Walpen, 2006, p. 41). Esta afirmación seguía siendo totalmente vigente una década después. Otros trabajos también han analizado el papel de los think tanks neoliberales con respecto a la privatización (Stone, 1996), la desregulación (Plehwe, 2000), el consenso en la austeridad (Blyth, 2013), el discurso de la coalición transnacional de think tanks para apoyar la agenda neoliberal en países como Argentina (Plehwe, 2011), y la economía política de los think tanks en España durante la crisis financiera de 2008-2016 (Parrilla, Almiron, Xifra, 2016). En el caso de Argentina, Plehwe (2011) constata cómo, a pesar del fracaso de las recetas neoliberales en este país, el discurso neoliberal sobrevivió, y lo hizo gracias a los think tanks. La comparación entre 1985 y 2001 muestra cómo la esfera de asesores y expertos experimenta en este país una transformación radical durante el período. Si en 1985 el 50% de los expertos citados por tres periódicos en relación al plan Austral del presidente Raúl Alfonsín estaban relacionados con partidos políticos del país y el número total de expertos citados que estaban ubicados en universidades superaba al número de expertos pertenecientes a think tanks o empresas, en 2001 más del 50% de los expertos citados con respecto a la Caja de Conversión (una institución financiera pública) pertenecían a think tanks y empresas, mientras que los expertos relacionados con par-
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tidos políticos representaban un mero 6% del total de expertos citados por los periódicos –y las universidades privadas proporcionaban más expertos citados que las universidades públicas. En este trabajo, Plehwe demuestra el peso que la coalición discursiva transnacional de organismos como los think tanks tuvo en el caso de Argentina para explicar determinadas orientaciones políticas y regulaciones concretas, incluso para ir aparentemente en contra de recomendaciones específicas del consenso de Washington. El análisis de Plehwe muestra no obstante que no existió oposición en realidad, sino una combinación determinada de actores y agentes neoliberales profundamente anclada en el universo de la coalición discursiva hegemónica de la era del consenso de Washington. Lo cual lleva al autor a concluir que, en realidad, este consenso no es tal, pues contiene una heterogeneidad de posiciones en su interior, si bien todas ellas ancladas en los principios neoliberales. Parrilla, Almiron y Xifra (2016), por su lado, analizan el grado en que los think tanks que abordan temas económicos y financieros en España se entrelazan con los defensores del Consenso de Washington durante el período de crisis económica de 2008-2015, una crisis que se caracteriza por un claro compromiso con la austeridad por parte de todos los gobiernos españoles, independientemente de su color político. Según este estudio se hace evidente que los think tanks líderes en España en materia de economía y finanzas estaban en gran medida, y con muy pocas y menos influyentes excepciones, alineados con los defensores del Consenso de Washington (es decir, con una agenda neoliberal), que promovió el rescate del sistema bancario y la aplicación de las políticas de austeridad para la clase trabajadora en España. El escenario para España muestra, de hecho, que existe pluralismo, ya que incorpora las voces más relevantes tanto del espectro ideológico (de izquierda a derecha) como social (de la academia, el mundo de los negocios, los medios de comunicación y el gobierno). Sin embargo, estas voces no compiten por igual (en términos de financiación y plantilla de expertos) y no son neutrales (están vinculadas a intereses concretos). Este estudio también muestra, además, que los intereses de los actores capitalistas están muy bien representados
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en forma de donantes privados en todos los tipos de think tank. Incluso el importante papel desempeñado en España por el Estado como fundador y financiador de think tanks no entra en contradicción con esta elevada representación de los intereses del capital, que está también muy bien conectado con los principales partidos políticos: es decir, en el modelo bipartidista español, el clientelismo al Estado no impide que los intereses de los actores procapitalistas se vean satisfechos. El escenario español del período 2008-2015 confirma, en definitiva, las conclusiones de Plehwe y Walpen de 2006 en cuanto al alcance y organización de la coalición neoliberal de intereses y el papel de los think tanks en ella.
Discusión: el papel de la economía política de la comunicación en el estudio de los think tanks y las redes y coaliciones de intereses El estudio de los grupos de interés, tanto de lobbies como think tanks, estuvo circunscrito durante mucho tiempo a los ámbitos de la teoría política y las políticas públicas. Solo posteriormente fue incorporado al ámbito de estudio de las relaciones públicas y los llamados asuntos públicos (public affairs), si bien mayoritariamente para formar a lobistas o expertos influyentes y no tanto para analizar críticamente a estas instituciones como los actores comunicativos que son. Sin embargo, los think tanks se han convertido en uno de los principales actores de la comunicación en el espacio público en la mayoría de democracias liberales y merecen, por tanto, ser abordados como tales también. La comunicación constituye tanto una herramienta como una finalidad en sí misma para los think tanks, como lo es para todo actor que pretenda influir en otro. Para confirmar este extremo basta con atender a las principales funciones de los think tanks. Weidenbaum las definía así en 2011 para los cinco mayores think tanks de Washington (The American Enterprise Institute, the Brookings Institution, the Center for Strategic and International Studies, the Cato Institute y the Heritage Foundation):
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1. Investigar y analizar los temas de interés público. 2. Encargar investigaciones y crear redes de investigadores. 3. Difundir los resultados de su trabajo. 4. Celebrar conferencias, seminarios y otros encuentros de trabajo. 5. Proporcionar formación y educación. Al menos los puntos 3 y 4 se corresponden con funciones que requieren un alto grado de habilidades comunicativas. De hecho, los think tanks dedican un esfuerzo considerable a la diseminación de ideas a través de publicaciones de diversa índole (académicas, de divulgación, memorándums, informes, colecciones editoriales, etc.), recursos online (páginas web, redes sociales, etc.), presentaciones a profesionales y representantes gubernamentales y, por supuesto, a través de los medios de comunicación. Tal y como Weidenbaum (2011) reconoce, los think tanks dedican una buena parte de sus recursos en definitiva al marketing, a hacer publicidad y promocionar su trabajo. Dos son los canales utilizados: directos (enviando cientos o miles de copias de sus informes gratuitamente a listas de personas del sector público y privado que puedan tener interés o simpatía por el think tank o ser influenciables) e indirectos (a través de los medios de comunicación, bien consiguiendo cobertura de los mismos para sus trabajos o insertando a sus expertos en los programas, secciones de opinión, etc.). Hasta tal punto es importante su rol de actores de la comunicación que Weidenbaum tituló su libro The Competition of Ideas y se ha extendido también el concepto de “mercado de las ideas” para referirse a la difusión comunicativa que hacen los think tanks. Hoy en día, la relevancia, capacidad de influencia e impacto de los think tanks está fuera de discusión. La cuestión no es si son influyentes o no, sino cuán influyentes son, a través de qué canales, en qué áreas y con qué objetivos e intereses. Si bien los think tanks nacen para influir en las políticas públicas, se hace evidente muy pronto que tal influencia no puede ejercerse solo directamente a través del contacto con los actores políticos sino también –y muy efectivamente–, indirectamente, a través de influir en la opinión pública en general. Para esto último, los
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medios de comunicación constituyen en una herramienta inestimable y ellos mismos, los think tanks, actúan asímismo como actores de la comunicación. Por supuesto, evaluar cómo los think tanks contribuyen a promover la desigualdad (o cualquier otro tipo de ideas) requiere en última instancia de un análisis de su discurso y narrativa, algo que en principio no forma parte del ámbito de la economía política de la comunicación pero que, sin embargo, no debería realizarse sin tener a esta en cuenta. Como sucede en todos los análisis del mensaje, es esencial, antes de abordar los mensajes, realizar un análisis previo que es indispensable para situar el texto en su contexto (social, político, económico, etc.). Como afirma Weidenbaum (2011), antes de analizar el trabajo de los think tanks (el output), los investigadores deberían siempre abordar su estructura, relaciones y recursos (el input). Y, de entre todo ello, muy especialmente lo que Weidenbaum denomina “constituencies” y que podríamos traducir como los “clientes” del think tank o aquellos actores de los que depende, o a los que se debe el think tank. Los clientes de un think tank pueden tener, según Plehwe, un “fuerte impacto en las características, tareas, output y rendimiento de la organización” (2014, p. 112). De modo que analizar la estructura, relaciones, recursos y clientes de los think tanks puede ampliar enormemente nuestra comprensión de quiénes son los que “tienen el poder de redirigir, y colaborar dentro y fuera, del espacio de los think tanks” (Plehwe, 2013, p. 473). En las páginas anteriores hemos visto cómo, para Medvetz, estos “clientes” son esencialmente políticos, económicos y mediáticos. En este contexto, la economía política de la comunicación (epc) puede contribuir de forma muy efectiva al trabajo hasta ahora limitado a los economistas políticos e investigadores de políticas internacionales. La epc puede jugar un papel destacado en la investigación de la economía política de los think tanks porque, hasta el momento, los pocos investigadores críticos en este ámbito no han tenido en cuenta la perspectiva comunicacional de estas organizaciones y, más en concreto, las herramientas de persuasión y las relaciones públicas que utilizan.
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A su vez, los think tanks deberían constituir una prioridad para la epc porque son grupos de presión que influyen en los medios de comunicación y juegan un papel muy relevante en la formación de la opinión pública, donde un mayor o menor dominio de las herramientas comunicativas marca la diferencia. La epc puede combinar su larga tradición de investigación en estructura y recursos de las organizaciones comunicativas y el análisis clientelar con la teoría de las relaciones públicas y los grupos de interés presentados en este texto. Los inputs a estudiar pueden incluir a inversores, donantes, corporaciones vinculadas, miembros del consejo de administración, miembros del patronato, expertos y colaboradores, etc. El análisis de los inputs puede aportar datos sobre las relaciones de los think tanks con los actores procapitalistas, el diverso grado de financiación y de recursos humanos que los distintos tipos de think tanks poseen, las estrategias que utilizan para dar reputación a su trabajo o la capacidad de construir redes y coaliciones discursivas. Por ejemplo, para el caso español antes citado (Parrilla, Almiron & Xifra, 2016) relativo al perfil de los think tanks durante la crisis económica, se observó que, a pesar de que todos los think tanks (independientemente de su ideología) formaban parte de redes de think tanks o estaban aliados con otras organizaciones, las organizaciones de perfil más conservador destacaban especialmente en este aspecto. De hecho, el think tank con mayor número de actores precapitalistas entre sus clientes y más abiertamente a favor del libertarismo económico, la fundación faes vinculada al Partido Popular y situada en el extremo más a la derecha del espectro político, era la organización que había tenido más éxito en la construcción de una red, hasta el punto de cooperar en 2015 bilateralmente con hasta 67 think tanks de Europa, los Estados Unidos y América Latina y ser miembro de cuatro redes de think tanks internacionales de carácter conservador y orientados al libre mercado. A pesar de la amplia literatura publicada sobre grupos de interés en general y lobbies y think tanks en particular, los think tanks y las redes de think tanks siguen siendo un fenómeno ampliamente incomprendido por causa de diversos motivos, entre ellos: su rápida proliferación y
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expansión en las últimas décadas; la transformación que han provocado en el mundo de los expertos; la formación de enormes y muy influyentes redes de influencia y coaliciones discursivas (redes de influyencia que comparten un mismo discurso de forma hegemónica); y la falta de análisis que ha recibido la perspectiva comunicativa del fenómeno. El estudio de la economía política de los think tanks con respecto a la hegemonía neoliberal de las últimas décadas puede ayudar a explicar la difusión exitosa entre las élites de las narrativas que prestan apoyo ideológico a la socialización de los costes de la crisis y de los problemas del sector financiero en general, a pesar de su demostrada ineficacia económica y su devastador impacto social.
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El papel de la Reputación Corporativa como intangible fundamental en la valoración de empresas Sonia Aránzazu Ferruz González
Concepto general de Reputación La reputación unida al concepto de credibilidad es, desde antiguo, la base de la participación enla vida pública. Aristóteles la presentaba como el “mayor de los bienes exteriores” y resultado de la virtud (premium virtutis, tradujo Cicerón); Sócrates la definió en el siglo V a.C. con sencillez y exactitud: “Alcanzarás buena reputación esforzándote en ser lo que quieres parecer” (Walter, 1999, p. 460). La idea y el hecho de la credibilidad como virtud pública, fuente de reputación, recorre todo el pensamiento occidental hasta nuestros días (Álvarez, 2013, introducción). De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (Diccionario de la Lengua Española, 2001) reputación, que proviene del latín reputatĭo,-ōnis tiene dos acepciones:
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– 1. f. Opinión o consideración en que se tiene a alguien o algo. – 2. f. Prestigio o estima en que son tenidos alguien o algo. Como vemos, la primera explica en parte el concepto de reputación en tanto que habla de opinión o consideración, pero no menciona el vínculo de esta con las acciones o hechos que la provocan (resultado de la virtud). Y la segunda, por su parte, concreta más esa opinión matizándola como “prestigio o estima” es decir, dándole una connotación directamente positiva. Por tanto, en ninguna de ellas se hace referencia a que la reputación se derive de un acto realizado por alguien o algo, lo que dista del uso del concepto mencionado anteriormente. Algunos autores citan la segunda acepción del término como la noción común de la que se desprenden los rasgos que mantendrá la definición profesional del término, afirmando que “La reputación es una propiedad de la audiencia, un juicio de valor que tiene la audiencia sobre la persona u objeto” (Alloza, Carreras y Carreras, 2013, pp. 66-67). Esos mismos autores, hacen referencia a la definición de reputación desde el mundo anglosajón, citando la definición del Diccionario de Cambridge: “The opinion that people in general have about someone or something, or how much respect or admiration someone or something receives, based on past behavior or caracter” (La opinión que la gente en general tiene sobre alguien o algo, o la cantidad de admiración o respeto que alguien o algo recibe, basado en su comportamiento pasado o carácter). Citan también a teóricos alemanes y su definición del concepto (Schwaiger, 2004, p. 48): “Prestigio que goza una persona o institución como resultado de un rendimiento excepcional”. Resaltan que ambas definiciones mencionan la opinión o juicio de valor de la audiencia como característica fundamental de la reputación y, si bien reconocen que incorpora un matiz al hacer referencia al comportamiento como lo que da forma a esa reputación, lo relegan claramente a un segundo plano y, en la práctica, lo obvian, dando claro protagonismo a la opinión y/o juicio de valor que tiene la audiencia como conformador de la reputación.
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Veamos qué significa la acción de creación de reputación, es decir, reputar; de nuevo, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, encontramos dos acepciones: – (Del lat. reputāre). – 1. tr. Juzgar o hacer concepto del estado o calidad de alguien o algo. U. t. c. prnl. – 2. tr. Apreciar o estimar el mérito. Comprobamos aquí sí, en la segunda acepción, que existe un vínculo directo entre la acción y la consecuencia de la misma, en tanto que reputar hace referencia al aprecio o la estima del mérito, y este, directamente a la acción que hace al hombre digno de premio o de castigo, o al resultado de las buenas acciones que hacen digna de aprecio a una persona (de acuerdo también al Diccionario de la Lengua Española). Y si reputar es apreciar o estimar el mérito, reputación como consecuencia del acto de reputar, debiera ser el resultado de esa apreciación o estimación basada en las acciones que lo han hecho digno de mérito (o demérito). El concepto de reputación perdió una parte fundamental de su definición, la que le supedita directamente a los hechos que la provocan, como consecuencia de la irrupción de las técnicas del marketing y el poder que adquirió la imagen de marca tras el nacimiento de los medios de comunicación de masas a mediados del siglo xx. El crecimiento exacerbado de las herramientas del marketing y la publicidad, han servido de perfectos instrumentos al servicio de la imagen y la han posicionado a esta por encima de la reputación, sobre todo en el ámbito empresarial (reputación corporativa).
Concepto de Reputación aplicado al ámbito empresarial: La reputación corporativa El estudio y conceptualización de la reputación aplicada al ámbito empresarial o reputación corporativa entendida esta como la que se
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refiere a las corporaciones, viene siendo objeto de debate desde hace varias décadas y, especialmente, desde los años 90 del pasado siglo, donde numerosos teóricos, en su mayoría del ámbito de la comunicación pero también de la economía, el marketing y las ciencias empresariales, han tratado de definirla (Balmer & Greyser, 2006; Barnett et al., 2006; Bromley, 2002; Caruana & Chircop, 2000; Chun, 2005; Deephouse, 2000; Gotsi & Wilson, 2001; Helm, 2005; Herbig & Milewicz, 1993; Caruana en Melewar, 2008; Ponzi et al., 2011; Pruzan, 2001; Schwaiger, 2004; Shenkar & Yuchtman-Yaar, 1997; Van Riel & Fombrun, 2007; Villafañe, 2004; Weigelt & Camerer, 1988). En algunos casos las definiciones tienen aspectos en común y en otros son contradictorias. Para algunos autores, estamos ante una “Torre de Babel” (Hatch & Schultz, 2000, pp. 12-35) o una “niebla” conceptual (Balmer, 2001, pp. 248-291) y existe claramente un problema de consenso en su definición en la literatura académica. Varios de estos teóricos datan el origen del concepto de reputación corporativa en 1958 en el artículo de Pierre Martineau (1958, p. 53). Martineau teoriza sobre el concepto de imagen corporativa por primera vez e introduce aspectos muy relevantes, pero ciertamente no habla en ningún caso de reputación. Estos autores, sin embargo, dado que consideran la imagen corporativa como el “alma” de la reputación, toman el escrito de Martineau como punto de referencia. Tras dicho texto, durante las dos décadas siguientes se produce un vacío en cuanto al estudio de la reputación aplicada al ámbito empresarial. Algunos autores denominan a esta etapa “el desencanto” (Brown & Dacin, 1997, p. 69), por la escasez de producción científica motivada por el auge de los estudios vinculados a los efectos de la publicidad sobre la audiencia (imagen de marca y preferencia de compra, etc.). En la década de los sesenta y setenta, los estudios sobre la imagen corporativa eran un campo de investigación muy atractivo, mientras que el término reputación corporativa no era muy común en la literatura de comunicación y marketing de esa época. Estos planteamientos se han mantenido en muchos autores hasta la actualidad. En este sentido, la similitud (planteada como conceptos sinónimos) se sustenta sobre
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la idea que ambos conceptos son constructos de recepción, en cuanto los públicos son quienes se forman tales percepciones en función de la conducta y de la información que reciben acerca de una organización (Capriotti, 2009, pp. 93-97). Esto se puede observar claramente en las investigaciones de mercado sobre imagen y reputación. En ambos casos, se estudian las asociaciones, atributos, valores, etc., que cada uno de los públicos tiene sobre las distintas organizaciones. Como ejemplo de esta similitud, se puede observar cómo el mismo sistema de representación gráfica de las asociaciones de un público (un conjunto de atributos valorados a partir de una escala impar de opciones) puede ser utilizado por Van Riel (2000) para ejemplificar un estudio de reputación, mientras que Dowling (1993) lo utiliza para mostrar una investigación de imagen. No será hasta 1982 que la revista norteamericana Fortune decidió por primera vez publicar su ya legendario ranking sobre las empresas más admiradas Most Admired Companies, cuando se reconozca de facto el valor que la reputación corporativa aporta a las empresas. Hoy en día, la edición que publica esa investigación es el número más vendido en el año y el listado de empresas que figuran en él continúa siendo el patrón de medida más popular de imagen corporativa en todo el mundo (Ritter, 2013, p. 8) A partir de ese momento, pero sobre todo durante los años 90 y el primer lustro del siglo xxi, la proliferación de estudios se multiplica. Estos estudios realizados desde distintas líneas de pensamiento evidencian las diferencias de criterio y teorización de la reputación corporativa. El concepto de reputación corporativa va a ir adquiriendo cada vez más peso como elemento fundamental de la gestión empresarial. Muchos autores coinciden en que el cambio de sensibilidad desde la imagen corporativa hacia la reputación se produce porque esta segunda se disocia por primera vez del mundo de la imagen, de la publicidad y la venta, para asociarse al mercado, como fuente de valor y rendimiento financiero para las empresas, pasando a considerarse un activo capaz de general valor para las mismas. Citando a Villafañe (2013): “Una buena reputación mejorará la capacidad de una empresa para sostener en el tiempo unos
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rendimientos financieros”, Roberts y Dowling (2002). A partir de ese momento, muchas son las investigaciones que trabajan sobre el concepto de reputación en esa línea (Weigelt & Camerer, 1988; Hall, 1992, Rindova & Fombrun, 2001; Dowling, 2002; etc.). De acuerdo con Rosa Chung, autora muy citada en la literatura sobre reputación, han sido fundamentalmente dos las perspectivas de estudio desde las que se ha estudiado la reputación: la perspectiva económica y la del marketing, comunicación y estrategia (Chung, 2005, p. 92). Desde la perspectiva económica, la reputación es, en esencia, entendida como la percepción de la probabilidad futura de proteger su cuota de mercado y beneficios (“The perceived likelihood that it will defend its markets”; Clark & Montgomery, 1998; Weigelt & Camerer 1988; etc.). Varios autores destacan en esta línea de pensamiento donde la reputación cumple claramente un papel de activo y/o recurso intangible de gran relevancia, dada la influencia que tiene en otras variables, como la creación de valor (De Quevedo, 2003; Borraz & Fuentelsaz, 2005; De Quevedo, De la Fuente & Delgado, 2005), y la generación de beneficios empresariales. Dichos beneficios hacen que las organizaciones se esfuercen en la adecuada gestión de la reputación para mejorar sus resultados, su solidez en el medio y largo plazo, y la creación de ventajas competitivas (Martínez & Olmedo, 2010, p.60). Las definiciones que provienen del marketing, la comunicación y la estrategia, la definen básicamente como la impresión acumulada que los stakeholders se forman sobre la compañía, resultado de sus interacciones con ella y de la información recibida sobre la misma. Muchos autores hacen hincapié en la imagen y la identidad corporativa como el corazón de la reputación y ponen el foco en el proceso configurador de la misma como un proceso básicamente comunicativo, donde la percepción cumple un papel fundamental, dejando en un segundo plano el comportamiento corporativo. No obstante, hay voces disonantes que reconocen la importancia de los hechos como configuradores de la reputación corporativa, destacando la relevancia de la gestión reputacional
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para el buen funcionamiento de una empresa y su aportación sin duda a los resultados económicos.
La Reputación desde el ámbito económico Diferentes teóricos han puesto su foco en la reputación desde puntos de vista relacionados directamente con la gestión empresarial, la contabilidad y las finanzas y la teoría de mercado. Porque el peso que ha adquirido la reputación en las grandes compañías en las últimas décadas viene derivado de su valor económico y su valor estratégico: “La reputación no se puede copiar y no se fuga con la marcha de los directivos. Es una decisión que determina el comportamiento y la gestión de las operaciones. Por tanto, la reputación es en sí misma una estrategia de crecimiento” (Manfredi & Cachinero, 2013, pp. 61-73). Existe un consenso general entre los teóricos y nadie pone en duda su importancia como intangible fundamental a tomar en consideración a la hora de gestionar una empresa, y herramienta clave en la creación de valor para todos sus stakeholders (Porter & Kramer, 2011, pp. 12-17). Cientos de expertos en todo el mundo escriben sobre reputación y ha pasado a ser un recurso intangible tan importante, que su medida y cuantificación permite manejar lo que es con frecuencia el valor dominante en la evaluación total de una empresa. Y así es reconocida por muchos de los primeros ejecutivos de grandes empresas de cuatro grandes economías mundiales (Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y China), según una investigación realizada por Weber Shandwick, que consideran que la reputación es el principal factor para sostener el valor en bolsa de sus compañías, por encima del propio estado financiero de la firma (60% del valor, según los ceo es atribuible a la reputación, siendo los brasileños los más optimistas en este sentido, otorgando un 76%). Incluso un 58% de ellos prefiere obtener una cobertura mediática que hable de su reputación y el respeto que merece su compañía en la sociedad, frente a un 37% que sigue prefiriendo leer
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noticias sobre las previsiones de un incremento futuro del valor de su acción (Reputation Institute, 2011). Para Alloza (2016, p. 4), la oportunidad de competir por la ‘buena reputación’ ha impulsado el nacimiento de un nuevo liderazgo basado en el reconocimiento y la confianza que los stakeholders otorgan a una empresa, institución, país o profesional. La economía de los intangibles configura una gran oportunidad para aquellas organizaciones y líderes que sean capaces de adaptarse con éxito y rapidez a este nuevo contexto. Pero la reputación, ¿es un activo o un recurso intangible? Tal y como ponen de manifiesto Cañibano y Gisbert (2003, p. 190), la normativa contable española no recogía ninguna definición sobre el concepto de “activo intangible”, tan solo se limitaba a inventariar todos los elementos clasificados bajo la rúbrica de “inmovilizado inmaterial” así como a describir el tratamiento contable para cada uno de ellos. La definición del concepto de “activo intangible” recogida en la normativa contable de otros organismos internacionales como el iasb, va más allá de una simple definición, al recogerse en esta, de forma implícita, los requisitos generales de reconocimiento para los activos de esta naturaleza. El Plan General Contable (pgc), continúa sin ofrecer una definición específica de los “activos intangibles”, si bien la norma 5ª de la segunda parte del pgc, dedicada a las normas de registro y valoración del inmovilizado intangible, hace referencia a la definición de activo del marco conceptual así como a la característica de “identificabilidad”, como parte de los requisitos necesarios de reconocimiento que en definitiva permiten, al igual que en la nic 38 (2004), discriminar entre recursos vs. activos intangibles . Bajo el marco conceptual del pgc, los activos son aquellos “bienes, derechos y otros recursos controlados económicamente por la empresa resultantes de sucesos pasados, de los que se espera que la empresa obtenga beneficios o rendimientos económicos en el futuro1”. (pgc, 2007, Marco conceptual, 4º párr. 1). No obstante, para su reconocimiento, los activos de naturaleza intangible no solo deben cumplir con la definición anterior sino que, además, como ya ha quedado señalado, es necesario que sean “identificables”. Se trata de un concepto nuevo, hasta ahora
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ausente en el ordenamiento contable español, cuyo cumplimiento por el activo intangible en cuestión implica bien su procedencia de derechos legales o contractuales, bien su separabilidad, es decir, la posibilidad de que el activo pueda ser arrendado, vendido, intercambiado etc.; en definitiva, separado de la empresa (pgc, 2007, Normas de registro y valoración, 5ª párr. 1). Pero, ¿es la reputación un activo de estas características? Las diferentes aproximaciones teóricas que venimos estudiando ponen de manifiesto cómo existe un nexo inseparable entre la empresa y su reputación. Algunos autores lo denominan movilidad imperfecta, refiriéndose a que los activos que cumplen este atributo no se pueden transferir, vender, adquirir o comercializar, puesto que son intrínsecos y propios a la firma, tal y como le sucede a la reputación. Parece inviable definir la reputación como un activo tomando en consideración la normativa contable actual. Más bien, podemos hablar de la reputación como un recurso o una capacidad dinámica. La Teoría de los Recursos y Capacidades tiene un papel destacado en el desarrollo de los fundamentos teóricos de la reputación empresarial en su etapa más reciente y prolífica, desarrollada en la década de los 90 y en los inicios del siglo xxi. Este enfoque ha introducido dos nuevos conceptos de estudio: los recursos y capacidades que tiene la empresa, caracterizando aquéllos que le ayudan a crear ventajas competitivas y a hacerlas sostenibles. La reputación no ha sido ajena a esta consideración y en este sentido, trabajos como el de Barney (2001) y Borraz y Fuentelsalz (2005) ayudan a esclarecer sus principales características y a entender este concepto como un recurso, una capacidad organizativa y un activo intangible (Hall, 1992 y 1993; Fombrun, 1996) siendo, como tal, fuente de ventaja competitiva (Barney, 1991; Grant, 1991; Hall, 1992; Amit & Schoemaker, 1993; Helfat & Peteraf, 2003; Teece et al., 1997). Desde este enfoque, surge la problemática entre considerar la reputación corporativa como un recurso o como una capacidad. Aunque es común identificar la reputación como un recurso de la empresa (Grant, 1991; Hall, 1992), para algunos autores se puede clasificar como una capacidad (Borraz & Fuentelsaz, 2005), en tanto en cuanto integra una serie
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de recursos que la empresa pone en juego de modo lo suficientemente hábil como para crear una identidad empresarial que se puede transmitir al exterior y difundir de modo interno (Teece et al., 1997). Es por ello que Barney (1999) la identifica como una de las principales capacidades organizativas. Como capacidad organizativa, la reputación es heterogénea puesto que cada organización dispone de un conjunto único de recursos que varían según el momento del tiempo en que se estimen (Barney, 1991; Helfat & Peteraf, 2003; Ventura, 1996; Deephouse, 2000). La reputación actual de una empresa se construye o acumula en un contexto histórico y en unas circunstancias únicas, que raramente se van a volver a repetir. Por tanto, no es algo que surge espontáneamente, sino que necesita tiempo para conseguirse, lo que implica el análisis del pasado, del presente y también la proyección futura (tal y como veíamos anteriormente). Por todo ello, la reputación llega a ser altamente específica para cada firma. De las características descritas, se deduce que la reputación es fuente de ventaja competitiva, pues además cumple las cualidades de un recurso estratégico (Barney, 1991): valor o relevancia, escasez y carácter específico, junto a las de complejidad, lenta acumulación y complementariedad. Por todo ello, parece ajustado considerar la reputación como un recurso estratégico (Barney, 1991) y una capacidad dinámica que se debe incentivar continuamente (Amit & Schoemaker, 1993; Teece et al., 1997; Borraz & Fuentelsaz, 2005).
El concepto de Reputación desde el ámbito comunicacional Han sido los teóricos del ámbito de la comunicación y la estrategia empresarial los más prolíficos a lo largo de los últimos 30 años en el estudio de la reputación y la imagen corporativa como las bases de la nueva economía de los intangibles.
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Cada autor ha incidido en distintos aspectos configuradores de la reputación pero hay, como es lógico, varios elementos en los que de alguna u otra forma confluyen. Haciendo una revisión de las aportaciones teóricas de los últimos 30 años en Europa y eeuu se pueden identificar varios aspectos que los autores vinculan a la reputación y que la definen: la percepción, como elemento básico de la reputación y, en un segundo estadio, el reconocimiento; el paso de cierto tiempo como condición para la configuración de esa percepción; y el papel del sujeto emisor y del sujeto receptor como constructores de la reputación. La consideración de la percepción como elemento básico de la reputación es un aspecto en el que insisten muchos autores en tanto que entienden que la reputación se conforma como resultado de la percepción que los públicos tienen de una compañía. En este sentido, Fombrun (1996) delimita el término como una “percepción representativa de la compañía, basada en su actuación en el pasado así como en su proyección futura, lo que permite diferenciarla de otras empresas rivales”. El trabajo de Fombrun (1996) avanza respecto a los de otros contemporáneos en lo que se refiere a la concepción del tiempo al introducir la proyección futura de la empresa, de ahí que los elementos básicos que componen la reputación para este autor sean: la actuación pasada de la empresa, las expectativas de futuro, la admiración que despierta, la comparación con los rivales y la percepción. En esta misma línea se centran las aportaciones de Weiss, Anderson y MacInnis (1999) que entienden la reputación como “una percepción global de alcance por la cual una organización es ayudada a conseguir mayores estimaciones o respeto”, y también de Rodríguez (2004) al definirla como “una percepción que se tiene desde el exterior de la empresa sobre una o varias cualidades de esta”. Otro autor que trabaja en esta línea es Larkin (2003), para el que la reputación, “está basada en percepciones de las características, actuaciones y comportamiento de una organización. Esencialmente, la reputación es el reflejo bueno o malo que los grupos de interés ven en un nombre comercial. Implica un juicio de valor acerca de los atributos de la organización y generalmente se establece con el tiempo”.
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Esta primacía de la percepción como el “corazón” de muchas definiciones de reputación lleva, en algunos casos, a la confusión del concepto de reputación con el de imagen corporativa; no obstante, existen notables diferencias entre ambas. Un segundo estadio de este planteamiento lo encontramos en las aportaciones del Prof. Villafañe (2004, 2013) que identifica como elemento básico de la reputación al reconocimiento y no a la percepción, entendiendo que el primero implica un proceso cognitivo resultado de las experiencias y el conocimiento que de una compañía tiene el público. Este enfoque se acerca con mayor exactitud al concepto general de reputación y a la acción de reputar que implica, como hemos visto, la estima del mérito. El segundo elemento configurador de la reputación es la idea de que se desarrolla a lo largo del tiempo, como indican los autores Martínez y Olmedo (2010, pp. 59-78). En este sentido, Weigelt y Camerer (1988) definieron este concepto como el conjunto de atributos económicos y no económicos vinculados a la empresa, que generan valor y son el resultado de acciones pasadas. Asimismo, Gotsi y Wilson (2001) concluyen, tras analizar diferentes definiciones sobre el concepto, que la reputación corporativa es la evaluación total de una organización a través del paso del tiempo. Este aspecto temporal, es decir, su formación a través de la consolidación en el transcurso del tiempo, es recordado también por Barnett et al. (2006), para quienes la reputación son los juicios colectivos de los observadores sobre una organización basados en valoraciones de los impactos financieros, sociales y ambientales atribuidos a la organización con el tiempo. Por su parte, Villafañe (2013) lo expresa con claridad al afirmar que “una marca es fuerte, creíble, generadora de confianza y de buena reputación para la empresa que la posee en la medida en que no exista disonancia entre las percepciones o expectativas que genera y las experiencias o realidades que entrega, es decir, cuando la marca dice lo que hace y hace lo que dice. La reputación es el resultado de este proceso cuando se mantiene a lo largo del tiempo”.
Capitalismo Financiero y Comunicación
233
En tercer lugar, la mayor parte de los autores al definir la reputación (y de forma similar otros conceptos relacionados como la imagen y el posicionamiento) la vinculan al ámbito de alguno de los sujetos dentro del proceso general de comunicación, esto es, hacia el emisor o el receptor como constructores de la misma. De acuerdo a Capriotti (2007), se pueden establecer dos grandes concepciones: el enfoque vinculado al emisor (sender-oriented), que son aquellas definiciones que relacionan el concepto a la esfera del Emisor, y el enfoque vinculado al Receptor (receiver-oriented), que son aquellas definiciones que ligan el concepto a la esfera del Receptor. No obstante, y según el mismo autor, en el proceso general de comunicación, la elaboración e interpretación de la información no es una acción individualizada del emisor (la construcción) y del receptor (la interpretación). Más bien puede considerarse que la construcción de sentido es un proceso de interacción mutuo y compartido entre emisor y receptor. Podemos hablar de un contrato de sentido entre un emisor-organización y unos destinatarios-públicos, en el cual hay una parte que elabora y propone un sentido a la información (el emisor-organización) y otra parte que interpreta y otorga un sentido a la información (los destinatarios-públicos). Respecto a la consideración del emisor como responsable de la construcción de la reputación, el concepto general de Reputación, como hemos visto al principio, deja claro que se trata de un elemento donde el emisor tiene un papel configurador, es decir, establece con sus actos la configuración de la reputación y la transmisión de la misma. Trasladado al ámbito de la empresa, podemos por tanto afirmar que se trata de un elemento intangible que es configurado y gestionado directamente por la organización y que esta hace llegar a sus públicos. Tal afirmación pone de manifiesto la existencia de un control directo de la organización sobre ella, que decide el modo de construir tal reputación para sí misma. Sería así la reputación un resultado de la acción y comunicación de la empresa. Pocos autores reconocen este planteamiento en su definición de la reputación y dotan al emisor –la empresa– como el responsable de la
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Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
configuración de la misma en tanto que sin acción no cabe relación con un tercero y, por tanto, es imprescindible para su configuración que el emisor implemente una acción y con ello dé la oportunidad al emisor de reconocerla como merecedora de reputación. Tal es el caso de Villafañe (2013), quien sitúa a la reputación como el resultado de comportamientos, de realidades objetivables de una empresa. El autor pone de manifiesto la diferencia que existe entre percepción y reconocimiento en tanto que la primera no requiere de una experiencia por parte del receptor y la segunda sí. Otros autores mencionan asimismo al emisor como fuente de reputación y responsable configurador de la misma. Es el caso de Fombrun (2001), quien señala que la reputación es un activo económico y, por lo tanto, puede ser construida a partir de una serie de acciones y reacciones hacia el entorno en el que las compañías están inmersas. Los autores que defienden esta postura entienden que la reputación es consecuencia de una relación comprometida de la organización con sus públicos. Entienden que cada organización puede gestionar su reputación directamente por medio de la gestión de su comportamiento y de su comunicación, reconociendo que la reputación corporativa es un activo conocido por la organización y que, por lo tanto, no solo se puede verificar a través de hechos sólidos que permiten su contraste con los de otras organizaciones, sino que también se puede evaluar y es mensurable. Por tanto, la reputación puede ser gestionada y orientada por la organización en función de sus objetivos. De este modo, los diferentes teóricos entienden la reputación desde un enfoque económico o estratégico y se centran en los beneficios que la gestión de este intangible estratégico reporta a la organización.
La Medición de la Marca y la Reputación Dado que como hemos visto la reputación es un recurso intangible y que algunos autores lo consideran un activo y lo entrelazan casi igualándolo al concepto de imagen de marca, habremos de hacer un repaso en pri-
Capitalismo Financiero y Comunicación
235
mer lugar de cuáles son las metodologías que se vienen utilizando en general para valorar la Marca. Aunque el carácter multifacético de la cuestión hace que sean distintas las disciplinas, académicos y profesionales que se han preocupado desde hace varias décadas de la medición de este intangible y que han propuesto métodos de cierto peso –Skandia, Kaplan & Norton, etc.–, vamos a centrarnos en las mediciones que consultores de negocio y de comunicación y/o marca han venido desarrollando. Para consultoras y escuelas de negocio la marca ha sido objeto de medición con el objeto de calcular su valor en el entorno financiero. Se trata de mediciones que tienen un carácter transaccional, que persiguen alcanzar objetivos contables, determinar tasas de loyalty y servir a procesos de compra-venta de empresas, fusiones, etc. y que se han centrado en la medición de la marca como activo más fácilmente cuantificable en términos económicos. En este sentido, consultoras, auditoras y escuelas de negocio como Ernst & Young, kpmg, Morgan Stanley, Deloitte, iese, Instituto de Empresa, eoi, London Business School, etc., han desarrollado y paulatinamente mejorado sus propias metodologías de evaluación de activos intangibles siempre de acuerdo a las normas internacionales de contabilidad (nic) y al estándar de valoración de marcas, la iso 10668. En general los métodos de evaluación de intangibles de las consultoras tienen en común el uso de indicadores para medir aspectos que complementan los ratios financieros, por ejemplo, la fidelidad de los empleados y la experiencia profesional que aportan las nuevas contrataciones cuando se trata de evaluar el capital humano, el número de proyectos de I+D como capital de innovación, etc. Su objetivo fundamental es realizar un análisis comparativo que permita observar la tendencia en su evolución (Lev, 2003). Asimismo, y en cuanto a la aplicación de la iso 10668, el análisis financiero de la marca se realiza según Martín Benito (2011), de acuerdo a 3 métodos: market approach, o el análisis de operaciones de marca similares en el mercado; cost approach, o el coste asumido por una empresa para llegar a la situación actual de la marca; e income approach, o estimación de ingresos asociados a la marca (royalties relief).
236
Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
El primero de los métodos es el enfoque del mercado, mediante el cual el precio viene determinado por la concurrencia de los agentes económicos que intervienen en él. Este método requiere la existencia de un mercado abierto, dinámico y de amplia concurrencia. El segundo método que se utiliza es el enfoque del coste. Este se utiliza para establecer el valor del activo mediante la determinación de su coste de reposición. Este enfoque presupone que el precio del activo nuevo mantiene una proporción con el valor del servicio que facilita a lo largo de su vida útil. La principal desventaja de este método consiste precisamente en esa correlación de coste y valor, problema que por otra parte es muy habitual en las actividades de tecnología punta. El tercer y último método más habitual es el enfoque de los ingresos. En este sistema el valor del activo se centra en su capacidad para generar ingresos. Como es bien sabido, se equiparan los beneficios económicos futuros al valor actual de los cash-flows netos esperados por la propiedad de dichos activos (Timoteo et al., 2015). Pero a pesar de las normativas y de la existencia de estos enfoques generales sobre valoración, cada consultora implementa su propio método adaptado y muchas de ellas publican rankings anuales que muestran la disparidad de criterio subyacente: desde el año 2000 hasta hoy se han publicado más de 80 rankings de valoración de marcas con diferentes formas de estimar el valor y con resultados diversos sobre las mismas marcas; como ejemplo, esta comparación de la estimación de valor de varias marcas internacionales por tres de las más importantes consultoras (resultados de 2012 en billones de dólares usa). Y lo mismo sucede con la medición de las actividades que dotan de valor a las empresas: índices de evaluación de intangibles entre los que destacan monitores específicos de calidad del empleo, de sostenibilidad y de buen gobierno o rsc, que valoran las actividades realizadas en cada ámbito –incluso incorporan resultados concretos derivados de encuestas cualitativas y cuantitativas–, pero cuya finalidad es la de complementar a los primeros y servir así a las empresas para identificar, cuantificar
237
Capitalismo Financiero y Comunicación
y comunicar los factores de éxito generadores de valor para los grupos de interés. Gráfico 1: Ranking de valoración de marcas
15,2 12,8 9,2
IKEA
4,8
SHELL
BRAND FINANCE INTERBRAND
22
MILLWARD BROWN OPTIMOR
17,8 11,4
HSBC
27,6 19,3 22,2 40,1
MCDONALD´S
95,2 47,5 69,7
GOOGLE
107,9 39,1
75,5
IBM
116
0
20
40
60
80
100
120
Fuente: Salinas (2013)
Hay que señalar en este punto que, por el momento, en este ámbito sucede como con los índices de valoración de marcas, que no existe una metodología común e internacionalmente reconocida para su evaluación, salvo en la elaboración de los citados informes denominados de forma genérica “Informes de rsc” que parece que toda la comunidad empresarial reconoce el estándar del Global Reporting Initiative como válido y afirman respetarlo.
Métodos de valoración de la reputación En lo que tiene que ver en exclusiva con la reputación y su análisis y evaluación, han surgido organizaciones que trabajan en el ámbito de la gestión y la medición de intangibles empresariales como el Corporate
238
Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
Excellence Centre for Reputation Leadership91 en España que reconoce entre sus áreas de trabajo una específica de “Métricas y formación”; y fuera de España, encontramos algunos ejemplos como la herramienta The RepuStars® Variety Corporate Reputation Index de C. Huygens & Co., que utilizando los índices del Dow Jones calcula el impacto de la reputación corporativa en el precio de las acciones cotizadas92. De acuerdo con Berens y Van Riel (2004) la literatura sobre medición de la reputación corporativa se basa en tres conceptos principales: el primero tiene que ver con las expectativas sociales que la gente tiene respecto de las compañías; el segundo son los diferentes rasgos de personalidad corporativa que la gente atribuye a las marcas; y el tercero el nivel de confianza o desconfianza que la gente tiene con una compañía. En todo caso, el formato que se ha venido desarrollando en las últimas décadas para la medición de la reputación ha sido el de rankings de empresas, por lo que a continuación analizaremos en profundidad los más relevantes. Han sido los consultores de comunicación los que han dado un fuerte empuje a la valoración de la reputación a través de índices de valoración de reputación que, con carácter general, se publican anualmente vinculados a medios de comunicación y que son reconocidos por la comunidad empresarial como herramientas que generan cierta influencia en las estrategias empresariales. Los más reconocidos: Global Most Admired Companies de Hay Group, Reputation Quotient de Harris Interactive, Global RepTraktm Pulse del Reputation Institute, el Brandztm Top 100 de MillwardBrown, World´s Most Respected Companies de Barron, y en España y países iberoamericanos el Merco (Monitor Empresarial de 91 www.corporateexcellence.org. Otros centros de referencia y de interés son el “European Centre for Reputation Studies” y el Oxford University Centre for Corporate Reputation. 92 RepuStars Variety Corporate Reputation Index es el primer índice basado en un modelo cuantitativo para determinar el impacto de la reputación en los precios de las acciones. Las empresas seleccionadas para el índice son elegidas algorítmicamente tras detectar disparidad entre el valor de cotización y el valor calculado por la herramienta (métrica reputacional).
Capitalismo Financiero y Comunicación
239
Reputación Corporativa) que elabora la empresa Análisis e Investigación para Villafañe y Asociados. Todos los índices o rankings mencionados de valoración de la reputación toman en consideración distintas variables para su evaluación. Con uno u otro nombre, en general y de acuerdo con Villafañe (2004), podemos agruparlas en seis grupos de atributos: resultados económicos, calidad comercial, calidad laboral, innovación, internacionalización, ética y rsc. A pesar de ello, los resultados a los que llegan son muy diferentes, tal como se muestra en el siguiente cuadro comparativo del ranking de las diez empresas más reputadas de los principales índices mundiales citados anteriormente93 del 2015 donde vemos que solo hay 2 compañías que aparecen en todos los índices –Apple y Google- (Tabla 1). Como podemos observar, la diversidad de empresas incluidas entre los diez primeros puestos de cada ranking es notable (si nos vamos a los 25 o 50 puestos las diferencias siguen siendo numerosas tanto en empresas contenidas como en su posición). De hecho, solo una de ellas aparece en todos los índices –Apple– y en alguno en posición muy distinta con respecto al resto –Global Reptrack. Cabe señalar aquí que se toman en consideración solo los 10 primeros puestos puesto que entendemos que las variaciones deben ser menores entre los que lideran los mercados –la posición de líder no se “gana” con facilidad, es necesario implementar una estrategia a lo largo de cierto tiempo para alcanzar posiciones de liderazgo en un sector en particular y en el mercado en general, por eso entendemos que los puestos son más estables en estas posiciones de cabecera de los rankings. A pesar de ello, el lector podría pensar que es un análisis muy simplista, pero, en todo caso, refleja con sencilla rotundidad la falta de criterio en la medición de la reputación, y pone en duda la fiabilidad de los sistemas de cálculo de la misma. Sin duda nos reafirma en que es necesario entrar en profundidad en las fórmulas de evaluación de cada 93 Excluimos de la comparativa el Monitor Español de Reputación corporativa (Merco) por su carácter local.
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Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
índice para analizar cuáles son los motivos por los que sus resultados son tan dispares. Tabla 1: Comparativa de los resultados de los índices de 2015 2015
Rank
Global most Admired Comp.
Global Reptrak Pulse
Brandz Top 100
World´s most Respected Companies
Reputation Quotient [1]
1º
Apple
BMW
Apple
Apple
Wegmans Food Markets
2º
Google
Google
Google
Walt Disney
Amazon.com
3º
Berkshire Hathaway
Daimler
Microsoft
Berkshire Hathaway
Samsung
4º
Amazon. com
Rolex
IBM
Visa
Cost&co
5º
Starbucks
Lego
Visa
Google
Johnson & Johnson
6º
Walt Disney
Walt Disney
AT&T
Johnson & Johnson
Kraft Foods
7º
SouthWest Airlines
Canon
Verizon
Wells Fargo
L.L. Bean
8º
American Express
Apple
Coca-Cola
MasterCard
Publix Supermarkets
9º
General Electric
Sony
McDonald´s
Nike
Apple
10º
Coca-Cola
Intel
Marlboro
Boeing
Google
Fuente: elaboración propia. [1] Aunque esté índice no es mundial como los anteriores puesto que se circunscribe solo a USA, lo hemos incluido por la relevancia a nivel internacional del índice y de las empresas.
Pero antes, y para reforzar el argumento de la falta de criterio en la evaluación de la reputación, vemos en la tabla siguiente (Tabla 2) relativa a los resultados de los últimos 5 años, que vienen repitiéndose las distin-
241
Capitalismo Financiero y Comunicación
ciones e incluso, dentro de un mismo índice, de año a año se dan casos donde las diferencias parecen demasiado “exageradas”; por ejemplo, el caso de Apple que no aparece en el 2013 en el índice Global Reptrack Pulse habiendo estado años antes y después; o Berkshire Hathaway en el índice World´s most Respected Companies que después de ser la 3ª más reputada en el 2011, al año siguiente desaparece de los diez primeros puestos –solo unos meses después– y vuelve a entrar en primer puesto en la edición siguiente; o el caso de Sony que solo aparece en un índice a lo largo de tres años consecutivos a pesar de su buena posición en el mismo. Tabla 2: Comparativa de los resultados de los índices de 2011-2015 2011 Rank
Global most Admired Comp.
Global Reptrak PulseTM
Brandz Top 100
World´s most Reputation Respected Quotient Companies
1º
Apple
Google
Apple
Apple
Google
2º
Google
Apple
Google
Amazon.com
Johnson & Johnson
3º
Berkshire Hathaway
Disney
IBM
Berkshire Hathaway
3M Company
4º
Southwest Airlines
BMW
Mc Amazon Donald´s
Berkshire Hathaway
5º
Procter & Gamble
Lego
Microsoft McDonald´s
Apple
6º
Coca Cola
Sony
Coca Cola Google
Intel
7º
Amazon.com
Daimler
AT&T
Kraft Foods
8º
FedEx
Canon
Marlboro Coca Cola
Amazon.com
9º
Microsoft
Intel
China Mobile
General Mills
10º
McDonald´s
Volkswa- G eneral Procter gen Electric Gamble
3M
Pepsico
& Disney
242
Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
2012 Rank Global most Admired Comp.
Global Reptrak Pulse
Brandz Top 100
World´s most Respected Companies
Reputation Quotient
1º
Apple
BMW
Apple
Apple
Apple
2º
Google
Sony
IBM
IBM
Google
3º
Amazon.com
Disney
Google
McDonald´s
Coca-Cola
4º
Coca Cola
Daimler
McDonald´s
Amazon.com
Amazon.com
5º
IBM
Apple
Microsoft
Caterpillar
Kraft Foods
6º
FedEx
Google
Coca Cola
3M
Disney
7º
Berkshire Hathaway
Microsoft
Marlboro
UPS
Johnson & Johnson
8º
Starbucks
Volkswagen AT&T
Coca-Cola
Whole Foods Market
9º
Procter & Gamble
Canon
Verizone
Nestlé
Microsoft
10º
Southwest Airlines
Lego
China Mobile
Intel
UPS
2013 Rank Global most Admired Comp.
Global Reptrak Pulse
Brandz Top 100
1º
Apple
BMW
Apple
2º
Google
Walt Disney
3º
Amazon.com
Rolex
4º
Coca-Cola
5º
Starbucks
6º
World´s most Respected Companies
Reputation Quotient
Berkshire Hathaway
Amazon.com
Google
Walt Disney
Apple
IBM
Apple
Walt Disney
Google
McDonald´s
Google
Google
Daimler
Coca-Cola
Coca-Cola
J. & Johnson
IBM
Sony
AT&T
Amazon.com
Coca-Cola
7º
SouthWest Airlines
Microsoft
Microsoft
3M
Whole Foods Market
8º
B. Hathaway
Canon
Marlboro
McDonald´s
Sony
9º
Walt Disney
Nestle
Visa
UPS
Procter & Gamble
10º
FedEx
Lego
ChinaMobile IBM
Cost&co
243
Capitalismo Financiero y Comunicación
2014 Rank Global most Admired Comp.
Global Reptrak Pulse
Brandz Top 100
World's most Respected Companies
Reputation Quotient
1º
Apple
Walt Disney
Google
Apple
Amazon.com
2º
Amazon. com
Google
Apple
Berkshire Hathaway
Coca-Cola
3º
Google
BMW
IBM
Boing
Apple
4º
Berkshire Hathaway
Rolex
Microsoft
Google
Walt Disney
5º
Starbucks
Sony
McDonald´s
J. & Johnson
Honda
6º
Coca-Cola
Canon
Coca Cola
Walt Disney
Cost&co
7º
Walt Disney
Apple
Visa
Amazon.com
Samsung
8º
FedEx
Daimler
AT&T
Visa
Whole F.Market
9º
SouthWest Airlines
Lego
Marlboro
MasterCard
Microsoft
10º
General Electric
Samsung
amazon.com 3M
Sony
2015 Rank
Global most Admired Comp.
Global Reptrak Pulse
Brandz Top 100
World´s most Respected Reputation Companies Quotient
1º
Apple
BMW
Apple
Apple
Wegmans Food Markets
2º
Google
Google
Google
Walt Disney
Amazon.com
3º
B.Hathaway
Daimler
Microsoft
B.Hathaway
Samsung
4º
Amazon.com
Rolex
IBM
Visa
Cost&co
5º
Starbucks
Lego
Visa
Google
Johnson & J.
6º
Walt Disney
W. Disney
AT&T
J. & Johnson
Kraft Foods
7º
SouthWest A.
Canon
Verizon
Wells Fargo
L.L. Bean
8º
American Express
Apple
Coca-Cola
MasterCard
Publix Supermarkets
9º
GeneralElectric Sony
McDonald´s
Nike
Apple
10º
Coca-Cola
Marlboro
Boeing
Google
Fuente: elaboración propia.
Intel
244
Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
En la comparativa anterior no hemos incluido el índice de referencia de las empresas españolas dado que no se pueden comparar. Nos referirnos aquí al Merco –Monitor Empresarial de Reputación Corporativa–, herramienta como decíamos de referencia en la medición de la reputación corporativa de las empresas que operan en nuestro país, tanto desde el punto de vista de la opinión pública como de las propias organizaciones. De nuevo, incluimos una tabla comparativa –Tabla 3– donde pueden observarse los resultados del Merco en los últimos 5 años (2011-2015) y comprobamos que las variaciones son menores que en los rankings internacionales, no obstante, algunas empresas han alcanzado posiciones dispares en los últimos años –El Corte Inglés, bbva– aunque no resultan significativas analizando sus posiciones comparadas dentro de sus sectores.94 En todo caso, insistimos en que, a la vista de las comparativas, parece razonable plantearse cómo mide la reputación cada Monitor para comprender las diferencias y evitar que los resultados de los índices pierdan credibilidad para los stakeholders. En concreto, es necesario examinar la metodología que utilizan dichos monitores de valoración de la reputación para obtener la información necesaria y realizar el análisis de los datos recabados. Tabla 3: Comparativa de los resultados del Merco 2011-2015 Merco Rank/ Año
2011
2012
2013
2014
2015
1º
Santander
Inditex
Inditex
Inditex
2º
Inditex
Mercadona
Mercadona
Mercadona Mercadona
Inditex
3º
Telefónica
Repsol
Santander
Santander
Santander
4º
Repsol
Santander
Repsol
Repsol
Repsol
5º
Caixabank
Telefónica
Iberdrola
Telefónica
Telefónica
94 El Merco incluye en cada edición ranking por sectores (las 3 primeras empresas).
245
Capitalismo Financiero y Comunicación
6º
Mercadona
Iberdrola
Telefónica
BBVA
BBVA
7º
Iberdrola
Caixabank
BBVA
Iberdrola
Iberdrola
8º
BBVA
El Corte Inglés Mapfre
Mapfre
Caixabank
9º
El Corte Inglés
Google
Coca-Cola
Caixabank
Mapfre
10º
Mapfre
Mapfre
Caixabank
Google
Google
Fuente: elaboración propia.
Cada consultora, de la mano de un medio de comunicación que da difusión a los resultados, ha creado sus propios índices de reputación, con distintas denominaciones comerciales y con distintas metodologías y variables de análisis. Cabe señalar aquí que no todos son igual de transparentes a la hora de explicar el proceso metodológico que llevan a cabo; por eso, es necesario identificar criterios comunes que nos permitan realizar un análisis comparativo en términos similares. En este sentido, se han identificado con claridad cuatro aspectos que comparten todos ellos y que son los que vamos a tomar en consideración para analizarlos; estos son: – Variables que tienen en cuenta. – Método de evaluación que utilizan. – Nº de evaluaciones que realizan. – Personas que evalúan u opinan. En primer lugar, el Índice de Hay Group Global Most Admired Companies Tiene en cuenta nueve variables distintas, con predominio de las denominadas variables “duras” (las 6 primeras): – Calidad de la gestión y de los productos / servicios – Innovación – Solidez financiera – Uso de los activos corporativos – Inversiones a largo plazo
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Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
– Gestión de personas – Responsabilidad social y medioambiental – Perspectiva de negocio global El método que utiliza para recabar la información de dichas variables es una encuesta que realizan 4.170 personas entre los que se encuentran públicos bien informados (ejecutivos y directores de empresas) y profesionales (analistas) a los que se pregunta sobre 667 empresas de 33 países, tanto la comparación general como por sectores. Únicamente realiza una evaluación en formato ranking. De todos los Índices, este es el que menor número de encuestas hace y además solo realiza una evaluación de esas encuestas; en contraposición, toma en consideración más empresas que otros. Con todo, el principal defecto de este ranking es que todos los evaluadores son públicos informados y, por tanto, no sirve como barómetro de opinión pública lo que representa una carencia muy importante para valorar la reputación de empresas de bienes de consumo, puesto que la opinión de los consumidores desinformados tiene un papel relevante en los resultados económicos de este tipo de empresas. En segundo lugar, el Reputation Quotient de Harris Interactive. Utiliza menos variables en su análisis y da más importancia a las variables “blandas”. Las variables que considera: – Atractivo emocional. – Productos y servicios. – Visión y liderazgo. – Ambiente en el trabajo. – Responsabilidad social y medioambiental. – Comportamiento financiero . Utiliza también una encuesta online para recabar la información, en este caso a más de 30.000 personas, pero al contrario que el índice de Hay Group, no considera públicos informados y profesionales si no
Capitalismo Financiero y Comunicación
247
únicamente público general, ciudadanos. La encuesta se realiza en dos fases: una primera fase donde se recaba información sobre las empresas consideradas con mayor y menor reputación y una segunda fase en la que cada entrevistado selecciona 1 ó 2 empresas que le son más “familiares” y es preguntado en profundidad sobre las mismas. Este segundo índice adolece de lo contrario al anterior. Si bien toma en consideración un universo mucho más amplio que el primero y, por tanto, su coeficiente de error es menor, solo pregunta al público general, lo que hace que resulte una evaluación incompleta puesto que, para determinados sectores, la opinión de expertos tiene mucho peso como configuradora de estados de opinión y es muy valorada por los stakeholders. Por el contrario, su fuerte es la evaluación en dos fases, una de ellas en profundidad. En tercer lugar, el Global RepTrakTM Pulse del Reputation Institute. Utiliza una metodología de evaluación en dos fases. En la primera fase realiza dos niveles de análisis. El primer nivel de análisis mide cuatro variables “blandas” que una empresa despierta entre sus grupos de interés: – Admiración. – Respeto. – Confianza. – Buena impresión. En el segundo nivel utiliza una serie de atributos de la reputación para explicar racionalmente los resultados del primer nivel y que el algoritmo matemático en el que se basa RepTrakTM agrupa en siete dimensiones: – Liderazgo. – Finanzas. – Oferta. – Innovación. – Entorno de trabajo. – Integridad. – Ciudadanía.
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Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
En la segunda fase realiza un análisis estadístico que relaciona los atributos anteriores con un conjunto de comportamientos favorables de los grupos de interés hacia la empresa. Para la recopilación de datos utiliza una encuesta online que envía a más de 100.000 consumidores preguntando sobre las 2.000 mayores empresas del mundo (por volumen de facturación y por su familiaridad con el público general). Este ranking, que puede parecer más “complejo” en realidad, utiliza una metodología relativamente similar al Reputation Quotient en la medida en que realiza dos fases y en una de ellas un análisis en profundidad de los atributos más importantes vinculados con dichas variables. Además, tiene sentido que esa segunda fase de valoración por parte de los encuestados solo se haga de aquellas empresas que le resulten familiares y no de todas, como hace el Reputation Quotient, puesto que se corre el riesgo de que el encuestado conteste “aleatoriamente” en la segunda fase dado su desconocimiento de las empresas (no es posible conocer todas en profundidad como para verter opiniones consistentes). Esto produciría resultados sesgados por su irrelevancia y aleatoriedad. Por eso el RepTrak, para la selección de las empresas a incluir en su encuesta, toma en consideración además del tamaño de la misma la fama entre el público general. Sin embargo, es el índice que mayor número de encuestas realiza con diferencia y ahí es donde radica su reconocimiento, a pesar de que no da muchos detalles sobre el análisis estadístico que lleva a cabo en la segunda fase. Continuamos con el BrandzTM Top 100 de Millward Brown Utiliza una metodología similar a la empleada por analistas y contables ya que el valor dado a cada empresa se basa en el valor intrínseco de la marca –derivado de su habilidad para generar demanda-: el valor económico de la marca es la suma de todas las ganancias futuras que la empresa prevé generar, descontado el valor de marca presente. Utiliza dos fuentes de recopilación de datos: el índice WPP Brandz de comportamiento del consumidor y percepción de marca, un estudio cuantitativo anual en el que consumidores y clientes familiarizados con
Capitalismo Financiero y Comunicación
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una categoría evalúan el valor de las marcas; y los datos financieros que proporciona Bloomberg, analistas e informes industriales, así como los informes contables que las empresas presentan a los reguladores. Adicionalmente, utilizan los datos del panel mundial Kantar Worldpanel como fuente de datos de ventas en ciertas categorías. Con todos los datos, realizan un informe de cada marca vinculando las percepciones de marca con los ingresos de la empresa y su valoración, y por último, al valor de marca y accionistas. Este índice enlaza resultados de varias fuentes para su evaluación conjunta. Claramente parece más objetivo, puesto que toma en consideración, por un lado, el valor intrínseco de la marca –calculado con metodología contable– junto con datos financieros fiables, y por otro la opinión de los consumidores familiarizados –por categorías– y las vincula para cada marca. Asimismo, tiene en cuenta tanto a públicos expertos como a consumidor general, lo cual enriquece el análisis. Sin embargo, no tiene en cuenta intangibles tan importantes hoy en día como el talento en las empresas y el ambiente laboral, las políticas de responsabilidad corporativa, el peso de la innovación, etc… variables “blandas” fundamentales en los mercados actuales. Podríamos pensar que de alguna forma están imbuidas en el valor intrínseco de la marca, pero, en todo caso, resultan variables tan importantes que deberían evaluarse de forma directa para poder ser ponderadas. Índice World's Most Respected Companies de Barron Se trata de una encuesta anual que realizan a empresas de inversión y profesionales del mundo de los negocios y la contabilidad financiera acerca de sus opiniones sobre las 100 mayores compañías del mundo, basado en el total de capitalización bursátil al cierre del ejercicio, según lo determinado por los índices del Dow Jones. La metodología de la encuesta: se les pide a los participantes que seleccione una de las cuatro opciones que reflejan su punto de vista de cada empresa: – Altamente reputada. – Reputada.
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– Poco reputada. – Nada reputada. A cada opción le dan un valor numérico y sacan la puntuación media de cada empresa considerada en la encuesta. En el caso de que varias empresas alcancen la misma puntuación, será más reputada la que tenga más votos como “altamente reputada”. También piden a los encuestados que indiquen cuáles son los factores que consideran más importantes para determinar el respeto ó reputación de las corporaciones. Es, sin duda, el índice más simplista puesto que no “cualifica” la reputación empresarial ni pondera las variables que la conforman. Aunque obtienen un análisis cualitativo derivado de la opinión de los encuestados acerca de los factores que determinan la reputación, no son válidos en la medida en que no están estandarizados para todos, lo que permitiría realizar comparaciones y ponderaciones entre empresas. Además, no se sabe el número de encuestas que realizan y solo efectúan 1 evaluación de los resultados. Y, por último, el Merco de Villafañe y Asociados Se sustenta sobre una metodología basada en diversas etapas destinadas a recopilar los datos procedentes de diferentes fuentes de información: encuesta a directivos, evaluación de expertos, evaluación directa (Merco consumo), Merco Personas (índice que tiene su metodología particular y que reflejan la opinión de expertos y no expertos sobre el atractivo laboral de las empresas) y los propios técnicos que realizan la investigación. Todas ellas utilizan como base para la recopilación de información encuestas bien postales u online. Para la encuesta a directivos se seleccionan a las principales empresas del país y se les piden dos valoraciones: que enuncien las 10 empresas que consideran mejor reputadas del país y las dos más reputadas de su sector, y que las evalúen de acuerdo a distintas variables: – Resultados económicos. – Oferta comercial.
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– Reputación interna. – Ética y RSC. – Internacionalización. – Innovación. Todas las variables son puntuadas con un sistema de coeficientes y factores de ponderación predeterminados por Merco. Tras la definición del ranking provisional de empresas reputadas, comienza la segunda fase de evaluación de expertos donde las empresas seleccionadas en el proceso anterior son valoradas por 5 grupos de expertos: analistas financieros, asociaciones de consumidores, ong, sindicatos y periodistas económicos. Cada grupo de expertos evalúa, de 0 a 100 solo aquellas variables que constituyen su principal ámbito de especialización: – Analistas financieros > Resultados Económico-Financieros – ong > Ética y Responsabilidad Corporativa – Asociaciones de consumidores > Calidad de la Oferta Comercial – Sindicatos > Reputación Interna – Periodistas Económicos > Ética y Responsabilidad Corporativa – Catedráticos de Economía y Empresa > Dirección y Gestión Como tercera fase, se realiza una evaluación directa a las empresas del ranking provisional, mediante la aplicación de un cuestionario que recoge indicadores destinados a evaluar la reputación corporativa, estructurados en 7 capítulos. Posteriormente se toma en consideración la valoración de la reputación de las empresas seleccionadas por parte de la población general a través de la valoración específica realizada dentro de Merco Tracking. Para finalizar se tienen en cuenta los resultados del Merco Personas, un monitor que trata de valorar el atractivo de las diferentes empresas como lugares para trabajar. Todas las evaluaciones anteriores darán como resultado una puntuación entre 0 y 100 puntos que será computada para el cálculo del ranking definitivo. El ranking final se calcula como la suma ponderada
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de las puntuaciones obtenidas en cada fase a las que les dan distinto peso: ranking general 37%, ranking sectorial 8%, analistas financieros 8%, sindicatos 6%, asociaciones de consumidores 6%, ong 6%, periodistas económicos 8%, tracking Merco 6%, Merco Personas 9%, y evaluación directa 6%. Parece obvio que la metodología del Merco es la más completa y objetiva, puesto que, no solo realiza más evaluaciones y a más públicos que ningún otro índice, sino porque es la única que incorpora procesos internos de control de idoneidad de encuestados, de duplicidades de resultados, etc. que minimizan los posibles errores en los resultados. Vistos los índices que nos ocupan, en la siguiente tabla –Tabla 4– podemos ver un resumen de las características de los índices expuestos que pone de manifiesto la diversidad de criterios de evaluación, de metodologías de cuantificación de los resultados y de público tomado en consideración para realizar las evaluaciones. Tabla 4: comparativa de los índices Índices
Variables
Método de evaluación
Número evaluaciones
Público Evaluador
Global most Admired Companies
9 (duras y blandas)
Encuesta a 4.170 1 personas
Reputation Quotient
6 (predominio de blandas)
Encuesta a 30.000 personas
1 en dos fases
Público general
Global Reptrak PulseTM
4 (blandas) evaluando 7 dimensiones
Encuesta a 100.000 personas + comportamientos stakeholders
1 en dos fases
Consumidores y grupos de interés (públicos informados)
Brandz Top 100
Económico-financieras + valor de marca
Encuesta + informes contables
2
Consumidores y expertos
Profesionales y públicos informados
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World´s Económico-fimost Resnancieras pected Companies
Encuesta
1
Solo expertos
MERCO
Encuestas
5
Público general + grupos de expertos + empresas
6 (4 duras y 2 blandas)
Fuente: elaboración propia.
Críticas a los métodos descritos Podemos identificar, tras el análisis de los distintos índices, diversas carencias que nos sirven, además, para ir definiendo una metodología de consenso para evaluar la reputación. En general se observa una falta de transparencia de los índices. La mayoría no explica cuál es el proceso de elección de las empresas que van a formar parte de su análisis, y casi todas parten de un universo predefinido de empresas. La predefinición del universo limita en sí misma la evaluación de empresas bien reputadas por los públicos. Por otro lado, existen muchas diferencias a la hora de evaluar por parte de cada público. No todos los públicos evalúan lo mismo y tiene el mismo peso su evaluación en el cómputo general. Sin embargo, no se define el peso de cada uno y las razones por las que es necesario tenerlos en cuenta. Podría suceder que un mismo público sea relevante para evaluar una empresa y no para evaluar otra. Además, el proceso de evaluación se hace desde la empresa hacia fuera y no al revés, es decir, se debería en primer lugar ver qué es lo que dota de valor a la empresa de acuerdo a sus públicos y después contrastar con la empresa si su comportamiento es acorde. La inversión en acciones de comunicación puede magnificar una empresa; por eso, sería necesario tener en cuenta el peso de la inversión
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en comunicación como factor amplificador de sus actividades entre el público evaluador. Y como ya se ha mencionado, es clara la falta de unidad en cuanto a variables de evaluación y públicos evaluadores. Por último, se obvia el reflejo de la conversación online en torno a una marca/empresa. El ámbito online es sin duda en la actualidad el entorno en el que muchos stakeholders se fijan de forma importante para forjarse su opinión acerca de una empresa, un producto, etc. En ese ámbito existen profesionales informados –blogueros–, líderes de opinión –influencers– y consumidores organizados en grupos que deberían ser tenidos en cuenta en los análisis puesto que es en ese entorno online en el que se dan muchas transacciones y desde el que se toma, en muchos casos, la decisión de compra de un producto/servicio. Podemos concluir, por tanto, que existe claramente un abanico de metodologías diversas, o lo que es lo mismo, una carencia de herramientas de medición unificadas; y para evaluar y cuantificar la reputación en un sistema que se erija en modelo de evaluación válido y reconocido para todas las empresas y stakeholders, es necesario trabajar en las críticas definidas para proponer un sistema de consenso.
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Medios de comunicación y crisis económicas: representación discursiva de las audiencias Damián Fernández Pedemonte Felicitas Casillo
Comunicación, política y economía: una interdependencia creciente Desde las últimas décadas del siglo xx y durante el comienzo del siglo xxi puede observarse una aceleración del fenómeno de la “desmaterialización” de la actividad económica. Este proceso se caracteriza por la creciente desvinculación de los capitales financieros y los diferentes procesos productivos. Estos fenómenos integran el concepto de “Economía de la Información” (Arrow, 1996). Esta se basa esencialmente en transacciones financieras virtuales, resultado de intercambios de informaciones, a las que se les suma el incremento de la participación de los ciudadanos en el sistema económico. La nueva economía se desarrolla a escala global, acoplada a un sistema de comunicación que permite el acceso a la información de los tomadores de decisiones, independien-
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temente de su posición social. Mediante la comunicación se globalizan los mercados y se aceleran los procesos económicos y financieros. Por esto, actualmente, quizás más que en décadas pasadas, las crisis financieras acarrean consecuencias políticas y sociales devastadoras, porque son ahora crisis axiales al sistema. Sus consecuencias son inmediatas y perceptibles para la ciudadanía. Al referirse a estos procesos de inestabilidad económica, el discurso periodístico hacer circular acuñaciones como “pánico”, “confianza”, “incertidumbre”, “temor”. Estos vocablos se ligan a elementos o procesos indispensables en una economía de la información, pero no suelen ser suficientemente explicados desde una óptica económica para los protagonistas de ese mismo sistema. Parece necesario, entonces, para alcanzar la comprensión de estas crisis, estudiar el aspecto comunicacional, centro mismo de su propagación. La presente investigación se basó, por un lado, en la crisis económica y financiera que atravesó la República Argentina en el año 2001-2002, y por otro lado, en la crisis internacional financiera que empezó en 2007-2008. El abordaje dado a ambas coyunturas fue histórico comparativo. Dentro de un mismo período de tiempo y a pesar de responder a contextos diversos, ambas crisis mantienen similitudes, e incluso podrían presentarse como parte un mismo proceso crítico e histórico de la economía mundial. En ambos casos, el sistema de información se vinculó de forma específica al sistema político y al financiero. La interdependencia de los sistemas financiero, político y mediático, tanto en el orden local como en el global, aumentó la complejidad de la gestión de los procesos de crisis y de estabilización y ajuste de expectativas. Además de implicar a la industria cultural, el de la información es un sistema complejo de producción y distribución de textos que expresan las posiciones de diversos actores sociales, incluyendo los propios medios, de forma más o menos implícita, y son consumidos por audiencias múltiples, con diversa aproximación a los problemas financieros. Este sistema de comunicación se encuentra administrado por jugadores que realizan diferentes estrategias persiguiendo intereses, rutinas y motivaciones propias del sector, y reciben, a su vez, la influencia de
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otros jugadores no mediáticos como pueden ser bancos, instituciones y organismos financieros, empresarios, sindicatos, políticos, organismos gubernamentales, etc. El sistema informativo atraviesa hoy en día transformaciones que le son propias, además de establecer conexiones intersistémicas: existe, por ejemplo, una creciente convergencia de medios, que acompaña la globalización económica, que se funda en la creencia de que, como consecuencia de la digitalización de la información, el contenido será accesible desde cualquier lugar y en todo momento para cualquier ciudadano del mundo, conectado a un costo bajo. Finalmente, el sistema financiero globalizado se ha vuelto más permeable a los actores individuales, por ejemplo, ciudadanos no especializados en asuntos económicos que carecen de la formación para decodificar el léxico críptico de las finanzas: ahorristas, dueños de pequeñas empresas, productores, etc. Cabe preguntarse entonces, ¿cuál fue la recepción prevista por los medios en relación con el origen, desarrollo, gestión y resolución de una crisis financiera? Este problema se abordó a partir del análisis textual del sistema informativo, en su relación con los sistemas económico y político, entre los que existe, como se afirmó, una mutua dependencia dentro del espacio público. En los procesos relacionados a la economía de la información del siglo xxi hay una distancia cada vez mayor entre el sistema financiero y el sistema productivo. Contar con información pertinente durante el proceso de transacciones resulta cada vez más decisivo aunque estas se realicen sobre todo en un plano virtual. En este contexto, el sistema financiero resulta cada vez más complejo y autorreferencial, gestionable solo por expertos. Además de concretarse el intercambio de capitales, la misma condición de poder se consolida en el mercado, en la medida en que se administra un recurso indispensable y se instaura una relación de superioridad respecto del común de las personas. Más aún en el caso de transacciones líquidas, que pueden repercutir de forma diversa para unos y otros: ganancias colosales o pérdidas.
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En la Economía de la Información, se incrementó también, como se mencionó, la injerencia de ciudadanos comunes. El mercado se conforma, muchas veces, por sociedades cuyo capital se distribuye entre millones de pequeños usuarios, quienes, además, negocian sus propias carteras de inversores y toman decisiones que en conjunto repercuten en el nivel económico financiero general, como por ejemplo, cómo “capitalizarse” para enfrentar la jubilación o la extracción de fondos del sistema bancario en determinados contextos de crisis. En definitiva, la globalización de los mercados es interdependiente con la globalización de la comunicación. En estas tres notas del sistema financiero –la Economía de la Información, la participación de personas comunes y la Globalización– se evidencia el rol fundamental y transversal de la comunicación. Resultaría beneficioso, porque alentaría el ejercicio de la libertad y elevaría la calidad democrática, que los grandes actores de la actividad financiera y los medios de comunicación aseguraran la difusión de información útil, clara, oportuna y equitativa. La complicación creciente del sistema financiero no lo transforma en un proceso autosuficiente, por más que así aparezca en comunicaciones mediáticas. Siempre hay actores que se encuentran en la cúspide de la toma de decisiones y, por lo tanto, con mayor responsabilidad social. La penetración del sistema financiero globalizado en la organización política de los países y en la vida de los ciudadanos, y la interpenetración de este sistema con el sistema de información, hacen de él un punto neurálgico de las sociedades democráticas contemporáneas. Estudiar el papel de los medios de comunicación y de las estrategias de comunicación de los jugadores públicos durante las crisis financieras parece especialmente relevante en países con sistemas económicos y políticos de precariedad institucional, como es el caso de la Argentina, donde la comunicación pública suele tener una función determinante en la evolución de los procesos políticos críticos.
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Al comparar dos coyunturas de crisis, la siguiente investigación constituye un aporte al estudio de las transformaciones que se están desarrollando en el mundo de la información. A pesar de la compleja y profunda relación del sistema financiero con la comunicación, por la influencia que factores como la “confianza” o la “certidumbre” tienen en su desempeño, las disciplinas interesadas por la comunicación pública le han dedicado insuficiente atención. En las investigaciones sobre medios de comunicación realizadas dentro de la tradición del Análisis de Discurso son infrecuentes en el contexto latinoamericano dos tipos de extensiones que fue posible concretar en este proyecto de investigación. Primero, la de combinar el Análisis del Discurso con el Análisis de Contenido Estadístico, que constituye un primer filtro analítico, no interpretativo, y que permite relevar el contenido expreso de los textos. Segundo, sumar a las categorías de análisis semiótico de procedencia francesa (la Teoría de la Enunciación, la noción de Representaciones Sociales), otras categorías de origen anglosajón, como los temas de agenda o los encuadres cognitivos ( frames) de la información. Para esto se trabajó con la Teoría del Framing o encuadre. Los fundamentos de esta teoría se hallan en la sociología interpretativa: el Interaccionismo simbólico, la Fenomenología y la Etnometodología, aunque ha sido aplicada ampliamente en los estudios de comunicación. Sus búsquedas implican la descripción de la construcción social de la realidad y la producción de sentido.
Simulacros textuales de los públicos Los medios de comunicación no solamente escenifican y narran la realidad, sino que a la par construyen modelos interpretativos que tanto los medios como las audiencias retienen de forma más o menos consciente para futuras situaciones informativas similares. En un análisis anterior al presente (Fernández Pedemonte, 2010), se sugiere que, du-
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rante el tratamiento mediático de las protestas sociales ocurridas el 19 y 20 de diciembre de 2001, las imágenes sobre los hechos y los actores protagonistas, que los medios de comunicación difundieron, tendían a construir ciertos estereotipos de la policía, los manifestantes y las fuerzas políticas, mediante la redundancia, valoración u omisión en algunas etapas. En este caso se construyeron y circularon modelos interpretativos convergentes desde una perspectiva psicosocial. En dicha coyuntura también se observó cierta dificultad de los medios para explicar qué estaba aconteciendo realmente. En parte esta carencia se debió a la vertiginosa sucesión de hechos noticiosos y a las rutinas de cobertura más o menos eficientes. Existió, por ejemplo, una dificultad para etiquetar a los actores y calificar sus acciones. Primero fueron representados los ‘saqueos’, relacionados exclusivamente con actores marginales despersonalizados, sin embargo al día siguiente el relato ascendió a un nivel político más complejo y solamente fueron representados los ciudadanos que protagonizaban cacerolazos en sitios de connotación política alta, como por ejemplo la Plaza de Mayo, emblemática plaza central de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se encuentra junto a la casa de gobierno. A diferencia del anterior, este segundo tipo de actor fue presentado de manera personalizada como ciudadano de clase media, comprometido con asuntos políticos. En cierta medida, la presente investigación continuó esta línea de análisis pero en este caso se focalizó no en los hechos sociales, sino en la información económica. Algunas de las preguntas que surgieron a partir de las conclusiones de aquella primera investigación, giraron en torno a si los diarios habían alertado a esos actores sobre la crisis que se estaba gestando; si aquellas publicaciones tematizaron los acontecimientos como críticos con antelación suficiente; y finalmente, hasta qué punto brindaron información económica a esos jugadores que no eran expertos en la materia. Para responder a estas preguntas fue analizado el Pacto de Lectura propuesto por cada publicación. El concepto de Lector Modelo (Eco, 1987) resulta relevante en tanto que una de las variables de análisis fue la
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del Destinatario de los textos periodísticos. El concepto de Lector Modelo consiste en que un texto alberga un conjunto de artificios expresivos que el destinatario debe actualizar. En la medida en que debe ser actualizado, un texto está incompleto y espera la cooperación de un lector. El destinatario debe realizar una cooperación con el código planteado por el autor. Al decir de Eco, “un texto es un mecanismo perezoso [o económico] que vive de la plusvalía de sentido que el destinatario introduce en él”. En este caso, los simulacros de destinatario fueron de dos tipos: experto o inexperto. En síntesis, el Lector Modelo es la hipótesis del autor sobre las competencias del lector, en tanto que el Autor Modelo, figura contrapuesta pero que forma parte de un mismo proceso, es la hipótesis que el lector proyecta sobre el autor a partir de marcas en el texto, como son el estilo personal y las referencias al sujeto de la enunciación. La lectura es entonces un pacto por medio del cual un lector realiza ciertas inferencias sobre el texto. El propio Eco explicó en otra obra (1990) que en realidad existen al menos dos Lectores Modelo: el lector semántico, aquél que relaciona el significado con la manifestación lineal del texto y el lector crítico que se pregunta por las razones estructurales para producir la interpretación. La nociones de Autor y Lector Modelo y de Pacto de Lectura, provenientes de la Semiótica, se vinculan con la concepción lingüística de la Teoría de la Enunciación francesa en lo que respecta a las figuras discursivas de los diversos enunciadores que aparecen en los textos y, sobre todo, la previsión de sus destinatarios (Benveniste, 1966; Ducrot, 1984; Kerbrat-Orecchioni, 1986; Manetti, 1995). La figura del Lector Modelo y la de destinatario de la Enunciación se relacionaron en este caso con la aparición pública del “ahorrista”, ya que este es uno de los simulacros previstos en los textos. Identificado como aquel ciudadano de conocimiento económico limitado pero con intereses inmediatos en el sistema económico financiero, la figura del ahorrista apareció en la Argentina a partir de medidas del Gobierno nacional entre diciembre y febrero de 2002, con las cuales se restringió
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el acceso a los depósitos bancarios, fenómeno conocido popularmente como ‘corralito’. Durante la década anterior a la de la crisis descrita, el sistema financiero argentino había atravesado un proceso de concentración y extranjerización, y sin embargo fue poco tiempo después cuando emergió este nuevo actor, distinguible como público y relacionado con ciudadanos comunes que se mostraban particularmente vinculados a posibles acciones sobre el sistema (Liuzzi, 2008). La noción de público es otro de los conceptos relevantes para la presente investigación. Fue desarrollada por autores europeos como Sonia Livingstone y Daniel Dayan (Livingstone, 2005), entre otros. Se trata de audiencias que comparecen en el espacio público y se manifiestan sobre issues que los afectan directamente. De comprobarse la emergencia de estos públicos, y no solo su función de fuente o de objeto de representación textual en las noticias, sería posible reconsiderar a los medios en tanto activadores de la movilización en lugar solo de su más estudiado rol narcotizante. Este estudio se enriquece con la teoría de los casos mediáticos conmocionantes (Fernández Pedemonte, 2016b), permitiendo aportar nuevos enfoques sobre el tema. Durante el período que duran los casos, las audiencias, especialmente sensibilizadas por un asunto que está fuera del control de la institución política, son proclives a las manifestaciones públicas de protesta: requieren soluciones, plantean preguntas, opinan, emiten juicios, se interesan y exigen cambios. Desde esta sociabilidad propiciada por el ecosistema mediático se accede a la mencionada condición de público que, a diferencia de la de mera audiencia, debe emerger de un debate, manifestarse a través de la presentación a otros públicos, caracterizarse por la lealtad a valores en relación con el bien común, ser capaz de transformar sus gustos en demandas y existir de manera reflexiva (Dayan, 2001).
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Justificación y diseño metodológico Las crisis financieras tienen una dimensión comunicativa y mediática que debería ser analizada sobre la base de la diferencia entre los ‘mercados’ (audiencias de ‘especialistas’) y los ‘ahorristas’ (audiencias de ‘no especialistas’). Una gran dificultad que tienen los medios a lo largo de las crisis es la necesidad de plantear una comunicación en dos niveles diferentes o dirigidos hacia dos tipos diversos de audiencias. La dificultad radica, entre otras cosas, en que estas audiencias no pueden ser aisladas una de otra, con lo cual, hay ‘mensajes no dirigidos’ a cada una, que de todos modos llegan a esos receptores no destinatarios. Por lo tanto, si hay dos tipos de públicos o de audiencias, los mensajes que les llegan deberían significar aportes sustanciales para los objetivos de cada audiencia y al mismo tiempo deberían corresponderse con su capacidad de comprenderlos. La presente investigación consideró que los textos necesitaban un Destinatario Experto cuando abundaban en tecnicismos o explicaban mecanismos económicos o financieros, en términos de los profesionales del sector. El Destinatario Inexperto, por el contrario, era aquel que podía comprender la información que se le dirigía, sin abandonar su horizonte social de comprensión.
Hipótesis de trabajo y objetivos La comunicación pública, entonces, afectaría la dinámica de la crisis financiera en tanto y en cuanto las diferencias entre las expectativas, las percepciones, las interpretaciones y las decisiones de los ‘especialistas’ (mercados), por un lado, y de los ‘no especialistas’ (ahorristas), por otro, determinen los cambios abruptos del sistema dentro del contexto de crisis y, de este modo, condicionen la entrada y la salida de la crisis.
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Los objetivos de la investigación fueron en primer lugar identificar y analizar los modelos interpretativos generados y puestos en circulación por los medios de comunicación en diversos textos informativos. En segundo lugar fue diferenciar los distintos tipos de destinatarios que prevén las noticias y el grado de especialización de sus respectivos lectores modelos. Se trabajó con un corpus de noticias y de textos publicados en diarios argentinos, sobre los que se aplicó una matriz de análisis derivada de la Teoría de la Enunciación. De acuerdo con el corpus de noticias seleccionado, se extrajeron las “versiones” que cada uno de los jugadores presentó públicamente acerca del problema y de la solución del problema. Las “versiones” son representaciones formadas por conjuntos de noticias, acontecimientos y acciones en las que se plantea, desde el punto de vista de cada jugador, su propia visión del problema y de la solución posible. Se partió de un estudio de la cobertura hecha por los medios gráficos de la crisis financiera argentina de los años 2001-2002 (muestra principal) y del proceso de crisis financiera mundial, desde el segundo semestre de 2007 a 2009 (muestra de contraste). De los medios gráficos se eligieron, para la muestra principal, los diarios argentinos Clarín, La Nación, Página 12 y Ámbito financiero, por ser los de mayor tirada, los más leídos por los tomadores de decisiones económicas o políticas y los de mayor especialización en temas económico-financieros. Al mismo tiempo estos medios aportaron a la muestra diversas perspectivas ideológicas. En el caso del diario La Nación la muestra fue más acotada que en el resto de las publicaciones. Esto se debió a las complicaciones para obtener los archivos originales de los artículos: al momento de comenzar la investigación (marzo 2011) había pasado más de una década de la crisis y los soportes digitales del diario no contaban con todos los textos digitalizados. Sobre la base de la lectura exploratoria de los medios escogidos y de otras fuentes, como otras publicaciones referidas a la crisis, se elaboró una línea del tiempo con los hitos de mayor relevancia pública, en orden cronológico.
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Con los medios escogidos se confeccionó una muestra intencional que incluyó una semana previa y la semana completa a partir de algunos de los acontecimientos definidos como cruciales en la línea del tiempo, desde fines de 1999, cuando se registran los primeros antecedentes de la crisis hasta fines de 2002 cuando el ministro de Economía Roberto Lavagna levantó las restricciones sobre los depósitos bancarios. Esta muestra se analizó con una doble técnica, cuantitativa, de Análisis de Contenido y, cualitativa, de Análisis de Discurso. Con la primera se buscó describir los textos y relevar su contenido manifiesto. Con la segunda se buscó reconstruir la enunciación. Las matrices de análisis elaboradas para la recolección de datos incluyeron categorías que permitieron dar cuenta de los modelos descriptivos y explicativos sobre el origen, el desarrollo y la superación de la crisis suministrados por los medios, los orígenes y fuentes de las diversas versiones sobre los principales episodios que circularon en los medios, las representaciones textuales de los principales actores del proceso, y los destinatarios, es decir, las diversas hipótesis de recepción de sus textos, construidas por los medios. Como se dijo, a esta muestra se sumó otra de contraste, conformada por una selección de noticias publicadas en los mismos medios nacionales o extranjeros de la muestra anterior, sobre el proceso de crisis global, desde el segundo semestre de 2007 a 2009. El motivo de este segundo corpus fue advertir diferencias en las formas de comunicar información económica con el paso del tiempo y el cambio de contexto.
La muestra La muestra se construyó por medio de palabras clave relacionadas a ambas crisis a partir de los hitos en que se desarrolló el conflicto. Estos fueron elegidos teniendo en cuenta los acontecimientos económicos, po-
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líticos y sociales más relevantes. Luego se discriminó entre las piezas informativas y se analizaron solo aquellas que hacían referencia directa al conflicto.
Variables de la matriz de análisis • Destinatario experto: se consideró que la pieza informativa requería un destinatario experto cuando para su comprensión era necesario conocimiento de acontecimientos previos solo mencionados o directamente no aludidos en la nota. También, cuando se incluían tecnicismos que no eran suficientemente explicados, ni se ahondaba en las repercusiones de las medidas económicas en la economía doméstica. • Destinatario inexperto: se consideró que la pieza informativa requería un destinatario inexperto cuando para su comprensión no era necesario el conocimiento de acontecimientos previos o cuando las alusiones a acontecimientos previos eran explicadas. También, cuando se explicaba suficientemente los tecnicismos económicos y se ahondaba en las repercusiones cotidianas de los acontecimientos económicos. • Extensión: se contabilizó por párrafos. • Sección: sección del diario donde se encontraba la pieza informativa: Política, Economía, Sociales, etc. • Enfoque: por esta variable se consideró cuál era el frame temático de la nota, el campo desde el que se abordaba el acontecimiento: político, económico, técnico o social. • Tono: esta variable sirvió para establecer un nivel pragmático del discurso por parte del enunciador. Explicativo –si el periodista realizaba un esfuerzo por hacer comprensible la información–, descriptivo –si se observaban detalles acerca de procesos pero no se ahondaba en explicaciones–, argumentativo –cuando el conte-
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nido estaba editorializado y se argumentaba en favor de una tesis. • Tema: tópico de la noticia, en general provisto por alguna de las parte del encabezado. • Metáfora: palabra o concepto con que se etiquetaba el proceso. Ejemplo: cambio, crisis, catástrofe, cambio abrupto, conflicto. Esta variable se vincula con la de Enfoque.
Relevamiento del corpus Durante la crisis de 2001, la información estuvo dirigida sobre todo a un destinatario experto. Si bien los porcentajes de piezas informativas con destinatario experto no son amplia mayoría, la cantidad de artículos con destinatario inexperto pero con tono explicativo son un porcentaje muy bajo. Esto representa un problema para las audiencias porque los artículos destinados a inexpertos versaban sobre asuntos que repercutían en la vida cotidiana, como precios, movimientos bancarios, consecuencias sobre la situación financiera del Estado, etc. Estos asuntos cotidianos no fueron suficientemente explicados por las publicaciones. Tabla 1: % Noticias por diario y destinatario Clarín | C 2001
65 n DI
55 n DE
6 n TE / 65 n
Ámbito | C 2001
12 n DI
60 n DE
0 n TE / 12 n
Página 12 | C 2001
20 n DI
33 n DE
0 n TE / 20 n
La Nación | C 2001
10 n DI
14 n DE
1 n TE / 10 n
*n: Noticias; DI: Destinatario Inexperto; DE: Destinatario Experto; TE: Tratamiento explicativo.
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Gráfico 1: % Noticias por diario
*C: Clarín; Á: Ámbito Financiero; P: Página 12; LN: La Nación. Tabla 2: % Noticias por diario y destinatario Clarín | C 2008
4 n DI
5 n DE
0 n TE / 4 n
Ámbito | C 2008
4 n DI
21 n DE
0 n TE / 4 n
Página 12 | C 2008
19 n DI
9 n DE
0 n TE / 19 n
La Nación | C 2008
3n DI
21 n DE
0 n TE / 3 n
*n: Noticias; DI: Destinatario Inexperto; DE: Destinatario Experto; TE: Tratamiento explicativo.
Diario Clarín En el caso del diario Clarín la destinación experta e inexperta por parte del diario estuvo relativamente equiparada (65 DI; 55 DE). Sin embargo,
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del total de noticias con Destinatario Inexperto solo 6 mantuvieron un Tono Explicativo. Si bien la información compleja se simplificó, no se observa un esfuerzo por explicar procesos económicos y financieros al público afectado. Esta ambivalencia entre una noticia destinada a un público inexperto pero que sin embargo no implica un Tono Explicativo es posible debido a que, por ejemplo, muchas noticias no requerían la comprensión de acontecimientos pasados ni adelantaban consecuencias, pero sin embargo el autor permanecía en un nivel descriptivo. En el caso de las siguientes noticias, por ejemplo, no se observó una suficiente explicación al destinatario común (que coincide con la figura de ‘ahorrista’) de hechos que afectarían tanto política como económicamente a la Argentina y a sus ciudadanos. En todos los casos actores nacionales sostenían negociaciones con actores o procesos internacionales, sin embargo no se especificó qué consecuencias tangibles y cotidianas acarrearían a los habitantes del país: • 12.12.2000: De la Rúa negó cambios, pero elogió a Cavallo ante la ucr95 • 18.12.2000: De la Rúa anuncia hoy el blindaje financiero • 16.3.2001: Sale hoy, por decreto, el ajuste de López Murphy En otros casos, el encabezado de las notas hacía referencia a procesos bursátiles o financieros abstractos que, sin embargo, afectarían a pequeños ahorristas. En dichos casos tampoco se explicitaron las consecuencias para los ciudadanos: • 19.03.2001: La City apuesta a que puede cambiar el clima de los mercados 95 Domingo Cavallo fue Ministro de Economía de la Argentina de 1991 a 1996, siendo presidente Carlos Menem, y el presidente Fernando De la Rúa lo convocó nuevamente el 20 de marzo de 2001, a pesar de la resistencia de su partido (ucr) por sus antecedentes liberales ortodoxos. Su antecesor fue Ricardo López Murphy a quien obligó a renunciar la protesta social ocasionada por el drástico ajuste fiscal que intentó aplicar.
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• 28.4.2001: Después de los anuncios, el Fondo Monetario quiere hablar de la deuda • 1.12.2001: Cavallo dijo que el canje de la deuda superó US$ 50.000 millones Respecto de la variable ‘uso de metáforas’, Clarín etiquetó 53 artículos como Cambio, mientras que solo en 41 casos denominó el contexto como Crisis. En el resto de las ocurrencias, alternó entre metáforas de Negociación y Pacto. Con relación al enfoque, en 57 casos fue político, mientras que en 49 casos el enfoque fue económico. Esto resulta llamativo porque 92 de los artículos estuvieron en la sección de Economía del diario, por lo tanto una parte considerable de las noticias habría mantenido un enfoque distinto al anunciado por la sección. Pero con respecto a los Temas, solo 37 artículos contaron con temas políticos. Por ende, una parte considerable de los artículos que estaban en la sección Económica, tuvieron un enfoque político, aunque no todos ellos eran sobre temas abiertamente políticos. Esto sugiere que se han cubierto temas económicos bajo una óptica política. Finalmente, 97 artículos tuvieron una extensión mediana o larga, de cinco o más párrafos. En el caso de la crisis internacional 2007-2009, la cobertura fue previsiblemente menor y por ende la muestra, al ser de contraste, también fue más restringida. Clarín conservó, sin embargo, la paridad entre diferentes tipos de lectores, pero no asumió un tono más explicativo acerca de procesos económico/financieros. • 03/10/2008: Cristina habló de “efecto jazz” en la onu: “Hoy la crisis arranca en la primera potencia” • 21/01/2008: Juró Obama: “seguimos siendo la Nación más rica y poderosa de la tierra” • 30/01/2009: La crisis económica de eeuu, en la mira de todo el mundo
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Diario Ámbito Financiero En el caso de esta publicación especializada en asuntos económicos era esperable que la destinación experta superara a la inexperta. Ciertamente, fue esta la diferencia más significativa (12 DI; 60 DE) respecto de los demás periódicos analizados. Ninguno de los artículos que preveían un lector modelo inexperto mantuvieron un tono explicativo. La audiencia de Ámbito Financiero está conformada en su mayoría por miembros del empresariado local o profesionales con mayor conocimiento económico. • 7.10.2000: Voto de confianza del mercado: baja riesgo-país y Bolsa sube 8% • 20.03.2001: Negocia el Gobierno con el fmi adelantar 2 cuotas el blindaje • 23.3.2001: Rockefeller y Rhodes le prometieron a Cavallo ayuda financiera extra Con respecto a la metáfora utilizada por el diario para etiquetar los acontecimientos, en 34 artículos se los identificó como Cambio, mientras que en 24 como Crisis. En el resto de los artículos se observó la etiqueta de Negociación, Pacto o Salida. Con respecto al enfoque utilizado por el diario, en 48 casos fue un enfoque económico, como era previsible en este tipo de publicación; en 12 casos el enfoque fue técnico (financiero), y solo en 9 casos, político. Esto coincide con la ubicación por sección: solo 3 artículos se ubicaron en la sección de Política, el resto en Economía. De los Temas de los artículos, solo cuatro fueron únicamente políticos, mientras el resto fue exclusivamente económico. Con respecto a la extensión, 49 artículos tuvieron 5 o más párrafos. En la crisis de 2007-2009, Ámbito repitió el patrón de cobertura para un destinatario experto sin asumir un tono explicativo. En este caso la información fue mayormente técnica, sobre financieras, Bancos y movimientos de rescate.
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• 15/09/2008: Gobierno de Bush decidió no aportar fondos a rescatar y fracasaron gestiones de Bank of America y Barclays • 18/09/2008: Pagó Barclays us$ 1.750 M por los activos de Lehman • 21/09/2009: Obama, sin luna de miel: Wall Street bajó un 4%
Diario Página 12 En el caso de Página 12, la destinación experta superó la destinación inexperta (20 DI; 33 DE). Esto resulta particularmente sorprendente debido a la línea editorial de izquierda del periódico y a la denuncia anti-imperialista que asumió durante la crisis. Si el propósito del diario fue el de alertar a la población local sobre un avance norteamericano en la economía nacional, el relato que se llevó adelante no prefiguró un simulacro de lector modelo ligado a un ahorrista común de conocimientos económicos no expertos. Más llamativo resulta el hecho de que ninguna de las notas que el diario destinó a los inexpertos mantuvo un tono explicativo. Una explicación posible es que, si bien el medio defiende posiciones populares de izquierda, está dirigido a intelectuales con gran interés por la política, aunque en general escaso dominio de la economía. En artículos que tuvieron como protagonistas actores de la política nacional, no se ahondó en una explicación relevante acerca de las consecuencias a nivel social, incluso en casos como el segundo titular, que trataba sobre cuestiones impositivas. • 8.12.1999: Diputados de la Alianza apuraron un poco a Machinea • 19.12.2000: El Gobierno anunció un paquete de apoyo financiero por 39.700 millones de dólares • 20.12.2001: De la Rúa duda, Cavallo ya maneja todo En otros casos se observó información de corte técnico que no representaba un aporte significativo para una audiencia no experta, in-
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cluso cuando se trató de temas de amplia repercusión social, como las variaciones cambiarias. • 30.11.2001: Riesgo país en 3242 puntos, call al 250% y caída de acciones • 10.12.2001. Una devaluación no contagiaría la crisis a otros emergentes • 26.12.2001. El Argentino sería igual a 70 centavos de dólar Con respecto a la metáfora utilizada por el diario para etiquetar los acontecimientos, en 31 artículos se detectó la metáfora de Crisis, en 10 artículos la metáfora de Cambio, y en el resto, la metáfora de Negociación. Esto resulta llamativo porque a pesar de que el diario mantuvo un relato de denuncia, no alertó a sus lectores acerca de la debacle político económica que se avecinaba. Con respecto al enfoque solo en 16 casos se detectó un enfoque político, en 11, técnico, y en el resto económico. Esto coincidió con la ubicación de los artículos en la sección del diario: solo 18 fueron ubicado en política, mientras que el resto se ubicó en la sección económica. Con respecto a los temas surge un resultado llamativo, porque solo 35 artículos fueron sobre todo económicos, mientras que el resto fue político. Finalmente, 44 artículos tuvieron una extensión de 5 o más párrafos. En el caso de la cobertura de 2007-2009, Página 12 parece haber revertido en parte la destinación experta. De 28 noticias, 19 contaron con un Destinatario Inexperto, mientras que 9, Destinatario Experto. Sin embargo, el tono explicativo no se registró en ninguno de los casos. Esto podría señalar una mayor simplificación de la información, pero una ausencia de información referida a las causas y consecuencias tangibles del conflicto. • 15/09/2008: Lehman Brothers al borde de la quiebra • 20/01/2009: Gatopardismo imperial • 21/02/2009: Juró Obama en un acto cargado de simbolismo
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Diario La Nación En el caso del diario La Nación, los resultados son menos elocuentes debido a las dificultadas experimentadas a la hora de conformar la muestra. De la muestra acotada resulta una relativa paridad entre los dos tipos de lectores previstos (10 DI; 14 DE). Del total de noticias con destinatario inexperto solo una presentó tono explicativo. • 9.12.1999: Más luces que sombras en el nuevo ajuste • 16.3.2001: El ajuste toca la política y la educación • 4.07.2001: Cavallo negó futuros cambios en el Gobierno Con respecto a la utilización de Metáforas, en 12 artículos La Nación identificó los sucesos como Cambio; en 9 como Crisis, y en el resto como Negociación. El Enfoque fue en 12 casos económico; en 11, político, y uno solo se registró como técnico. Con respecto a la Sección, 13 artículos estuvieron en la sección de política, 8 en la sección de economía, y dos, en editorial. Solamente 6 artículos de 24 trataron Temas exclusivamente políticos. Con respecto a la Extensión, 15 artículos tuvieron 5 o más párrafos de extensión. En el caso de la Crisis 2007-2009, La Nación previó una lectura experta. De 24 artículos, solo 3 prefiguraron un Destinatario Inexperto mientras que el resto implicó un destinatario experto. En ningún caso se registró tono explicativo. • 15/09/2008: Fed libera fondos para evitar que la crisis se expanda • 16/09/2008: Se hundieron las utilidades de Goldman Sachs como consecuencia de la crisis • 21/01/2009: Obama: “Hoy elegimos la esperanza en lugar del miedo”
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Conclusiones El sistema financiero global recibe actualmente la influencia de actores individuales, dueños de reservas crecientemente atomizadas. Como se describió al comienzo, estos son ciudadanos que carecen de la formación para decodificar la intrincada retórica de las finanzas. Se observa una paradoja en el escenario informativo: por un lado se reconoce la injerencia de estos ciudadanos pero por el otro lado, los mensajes que se les destinan son de gran complejidad. Una inapropiada traducción de la realidad financiera a un horizonte cotidiano podría tener implicancias severas para el funcionamiento de ese mismo sistema. El ejercicio de una ciudadanía activa a partir de la participación y debate en una esfera pública, no ligada exclusivamente al consumo privado, sino al acceso público de las audiencias a las plataformas mediáticas y a los nuevos medios de comunicación, requiere que desde la emisión mediática se realice un esfuerzo por asegurar la claridad e igualdad en la información económica. Este esfuerzo, además de motivar el acceso no solo al mercado sino también al ámbito de la discusión, reforzaría en consecuencia la calidad institucional de democracias todavía frágiles, donde el poder suele construirse a partir de mecanismos de opacidad en la gestión de recursos y no en su transparencia. En la presente investigación se trabajó con cuatro publicaciones argentinas de gran tirada y prestigio local y regional. Los textos relevados fueron recogidos mediante un sistema de hitos, teniendo en cuenta acontecimientos relevantes en ambas crisis. La muestra principal fue la de la crisis de 2001, y la muestra de comparación, la de la crisis internacional de 2008. La ventaja metodológica de la presente investigación fue la triangulación metodológica entre una primera aplicación de análisis de contenidos cuantitativo, y un segundo análisis del discurso cualitativo. A partir del relevamiento, se observaron dos tipos de lectores prefigurados en los textos: un lector experto y otro inexperto. A menudo la
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información que resultaría de interés al lector inexperto se cubrió con estrategias que únicamente podría decodificar un experto, como son el uso de vocabulario específico, las alusiones no explicitadas de temas o contextos económicos o financieros o la ausencia de explicaciones pertinentes. El único caso en que la destinación inexperta superó a la experta fue en el Diario Clarín, aunque no se registró mayor esfuerzo explicativo en el tono de las noticias. Resultó confusa la coordinación entre tema del artículo, enfoque y sección de diario en que se la ubicaba. En ocasiones los temas políticos fueron cubiertos bajo un enfoque económico y fueron ubicados también en la sección de economía. O, al contrario, temas económicos fueron cubiertos con enfoques exclusivamente políticos y se ubicaron en la sección política. Esta confusión en la clasificación de la información, que el lector tipo de un diario maneja intuitivamente y por de la cual guía su lectura, podría hacer aún más inaccesible la información. En la mayoría de los casos, la extensión de los artículos fue de cinco o más párrafos. Esto indicaría que el problema de la enunciación no se relacionó a la falta de información o espacio mediático destinado al tema, sino a la calidad de dicha información y a falta de explicaciones adecuadas. Esto demuestra también que el asunto de las noticias ocupó un sitio relevante en la agenda mediática. Durante la crisis financiera de 2007-2009 los periódicos analizados tuvieron la posibilidad de alertar sobre posibles consecuencias en la economía nacional. Algunas de estas consecuencias se relacionaban directamente con los ahorristas, como por ejemplo desde el punto de vista estructural o financiero, las fluctuaciones del mercado de capitales podían deteriorar los haberes de los afiliados al momento de su jubilación. También las finanzas públicas se vieron condicionadas porque, bajo el sistema jubilatorio mixto vigente hasta diciembre de 2008, el Estado garantizaba un haber mínimo a todos los jubilados independientemente de si al momento de retirarse se encontraban afiliados al sistema estatal de reparto o al de capitalización (Abeles, 2009).
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En el caso de la Crisis 2007-2008 la información fue cubierta de forma similar a la de 2001, a excepción de una disminución considerable de la cantidad de artículos. En este caso, faltaron explicaciones contundentes sobre el nexo de esta crisis internacional y el contexto nacional. El lector modelo mayormente presente en los textos periodísticos de ambas muestras se identifica con una competencia enciclopédica experta en relación con la economía y las finanzas. Debido a los tecnicismos, guarismos, alusiones no explicitadas, mención de procesos e instituciones especializadas, es posible recomponer un lector modelo especialista. De esta forma solamente uno de los destinatarios –el experto– podría actualizar el texto con una lectura más o menos prevista por el autor. El ahorrista, pequeño inversor o el simple ciudadano, podría haber relevado solo parcialmente las marcas textuales dejadas por el autor.
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El capitalismo financiero y la cartelización mundial del fútbol a manos de tres grandes conglomerados estadounidenses Marcos Dantas Denise Maria Moura da Silva Lopes
Cuando alguien paga una entrada para ir al cine a ver una película o cuando paga para ver una película por cable u otra forma de suscripción, o cuando paga la entrada a un estadio de fútbol o, igualmente, cuando paga para ver ese mismo partido por cable en su casa, lo hace porque esos materiales semióticos poseen, para él o ella, un valor de uso. Podemos suponer, entonces, que ese valor de uso es el soporte del valor de cambio, que es la referencia del precio. Por lo tanto, ese material semiótico sería una forma de mercancía. Ahora bien: al adquirir una entrada de cine o de un partido de fútbol (lo mismo vale para el caso en que se adquieran los derechos para ver los respectivos espectáculos en casa), uno está adquiriendo un bien no exclusivo, en efecto, compartido por miles o millones de otros espectadores. En cambio, cuando uno adquiere una mercancía tangible, la adquiere exclusivamente para sí. Esa diferencia esencial entre la naturaleza de la mercancía y la de estos materiales
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semióticos transables, tales como espectáculos en vivo o transmitidos por medios electrónicos será, probablemente, el principal problema que tendremos para comprender las condiciones de acumulación del capitalismo contemporáneo, o el capital-información96 Esa especificidad del valor creado a partir de los espectáculos, tras todo un proceso de acumulación fundado en la producción y el consumo de valores “estéticos” (Jameson, 2006; Dantas, 2016) hace que la apropiación capitalista se apoye cada vez más en los derechos de propiedad intelectual y en modelos de negocios vinculados con plataformas cerradas, o “jardines vallados”. La propiedad intelectual es, en principio, un derecho (autoral) inherente al artista, el deportista, u otro trabajador de características similares. Sin embargo, al carecer de los recursos necesarios para la producción y distribución de esa propiedad, el artista se ve obligado a ceder ese derecho a un productor capitalista. A partir de ese instante, se origina una cadena de trabajo y valorización que concluirá en el consumo, solo si el consumidor acepta suscribirse a los canales por los que se organiza y transmite esa producción (Dantas, 2016). Huelga decir que uno de los productos que cautiva más espectadores hoy por hoy son los deportes y sobre todo, aunque no exclusivamente, el fútbol. Por eso, el sector del capital que cuenta con las licencias de las transmisiones pagas intenta, en su voracidad, adquirir los derechos de transmisión de los espectáculos deportivos, que han de cotizar a valores muy elevados en el mercado. El objetivo de este artículo es proporcionar un breve análisis de ese mercado monopolístico de las transmisiones audiovisuales deportivas y presentar información sobre tres de las mayores corporaciones que 96 La categoría “capital-información” como expresión que define la etapa actual del capitalismo fue introducida por Dantas (1996 2ª ed: 2002), quien se refería a la cualidad esencial del trabajo que genera valor y acumulación capitalista, por lo menos desde la gran crisis de la década de 1970: el trabajo material semiótico que implica captar, recoger, procesar, analizar, registrar y comunicar información semiótica en sus diversas formas (científica, tecnológica, imagética, del espectáculo, etc.). Para que ese trabajo sea más productivo, adecuado y veloz, el capital desarrolló las tecnologías digitales de procesamiento y comunicación de la información.
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dominan este mercado: Time Warner, Disney y 21th Century Fox (anteriormente News Corp.). Antes de empezar, brindaremos una breve reseña teórica introductoria, con el fin de aclarar el papel de los derechos de propiedad intelectual y de los “jardines vallados” en la construcción de estos monopolios. Detrás de esos monopolios, invirtiendo en todas las etapas de producción y distribución, e incluso en el financiamiento de los mismos consumidores, se encuentra el capital financiero. El estudio de ese “nicho” nos dice mucho acerca de las relaciones y determinaciones de la totalidad del capitalismo contemporáneo basado en el espectáculo y las finanzas.
En busca del tiempo cero La búsqueda incesante de la minimización de los tiempos de producción y de realización del dinero invertido (el ciclo D – D’, donde D’ > D) comanda la lógica de acumulación del capital desde sus albores, como ya señalara Marx, en especial en el Libro IV de los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Marx, 1973: v. 2, pp 12 passim) y en el Capítulo 1 del Tomo II de El Capital (Marx, 1983–1984, v. 2,, pp. 25 passim): En la medida en que las metamorfosis de la circulación del capital adquiera un carácter meramente ideal, esto es, en la medida en que el tiempo de circulación sea igual a cero o se aproxime a cero, mejor funciona el capital, mayor se vuelve su productividad y su autovalorización (Marx, 1983-1984, v. 2, p. 91).
El desarrollo industrial y tecnológico de los medios de comunicación a partir del siglo xix siempre ha obedecido a esa lógica. Simultáneamente y en ese proceso, los mismos medios de comunicación han introducido prácticas sociales, tanto económicas como culturales que realimentaban dialécticamente el circuito de innovación y desarrollo de
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esas industrias y tecnologías. Estas servían tanto a sus negocios como al desarrollo de una esfera pública político-cultural, entendida en el sentido de Habermas (1986), la cual a su vez, también se transformaba en ellas y con ellas. En particular, las industrias radiofónica, cinematográfica y discográfica, más allá de expandir sus propias cadenas de producción y valor, avanzarían en esa búsqueda de minimización de tiempos, de obliteración de los tiempos de realización, para lo cual producían comportamientos socioculturales cada vez más imbricados en el consumo capitalista. Esa creación de consumo, si bien ya estaba desde mucho antes vinculada a los espectáculos radiofónicos o cinematográficos, recién la teorizaría Guy Debord en la década de 1960 (1997 [1ª ed., 1968]). Lejos de ignorar el concepto de “industria cultural” de Adorno y Horkheimer (1985), Debord lo emplearía como un pasaje teórico necesario. Sin embargo, parafraseando a Marx, Debord entendía que: Toda vida en una sociedad donde reinan las condiciones de producción modernas se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, ahora es representación […]. El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediada por imágenes (Debord, 1997, pp. 13-14).
La mercancía, que es en sí un fetiche, se subsumió en el espectáculo: la mercancía, en cuanto idea, en cuanto representación, en cuanto, subrayémoslo, marca. Ya no se consume por la utilidad funcional o instrumental de algo, sino por las representaciones sociales, distintivas, expresadas en las marcas y sus significados identitarios (Fontenelle, 2002; Bourdieu, 2007; Baudrillard, s/d). El espectáculo funciona no solo como vehículo para la difusión de determinadas marcas, sino también como representación mayor de una sociedad consumidora de valores de uso estéticos, en tanto imagéticos; valores de uso, como diría Marx, “ideales”. Sucede que, al promover la especialización del trabajo, el capitalismo habría llevado al trabajador a perder su visión unitaria de la actividad
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realizada: aquí, Debord nos remite al joven Lukács. Desconectado de lo que produce, el trabajador pierde su vaso comunicativo personal directo con el conjunto de los productores. Solo puede recuperar esa unidad y esa comunicación aquel que dirige el sistema, o sea, el capital. Entonces, el origen del espectáculo, en los términos aquí estipulados, estaría en esa pérdida de la unicidad del mundo, o de esa visión de totalidad. Los espectadores están aislados, apenas unidos por ese espectáculo, en virtud de sus propias reglas, que son las que los mantienen separados. La realidad vivida en la materialidad toma la forma de espectáculo. La realidad surge en el espectáculo y el espectáculo se vuelve real en una sociedad alienada. El espectáculo es la afirmación de la apariencia y percibe a la vida humana como una simple apariencia. En el terreno del espectáculo, la economía conquista, para siempre, su propia autonomía, se desarrolla por sí misma, alienada de la sociedad humana viva. Las imágenes, surgidas ellas sí de fragmentos de realidad, son las que guiarán la vida. Lo no vivo controla lo vivo. Basado en la economía, el espectáculo es el que sustenta las decisiones que se toman en el campo de la producción, para lo cual estimula el consumo, ofreciéndole al individuo fragmentado un paraíso terrenal, al que accedería consumiendo bienes o servicios funcionales (ropa, autos, viajes, etc.) mediados por el fútbol, el cine, los musicales y haciendo que más imágenes ocupen su tiempo de trabajo, pero sobre todo, de ocio y entretenimiento. El espectáculo hace que la ilusión de ser parte de la sociedad sea real. El valor de uso debe ser declamado primero en la realidad invertida del espectáculo para que lo pueda reformular el propio valor de cambio. Cuanto mayor fuera la audiencia de un espectáculo, mayor será el consumo, lo que hace imperiosa la unificación del planeta como mercado mundial. En ese mercado mundial, existe también una división internacional de las tarifas de espectáculos, que conserva el orden social existente, preservando el polo dominante. En otras palabras, la sociedad que provee el espectáculo, a través de este, reforzará su dominio sobre las regiones subdesarrolladas. Piénsese, por caso, en el dominio de Hollywood en todo el mundo. Quien detenta el espectáculo,
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detenta el poder. El arte y la cultura, subordinadas al circuito mercantil, se vuelven las vedetes de la sociedad del espectáculo, los motores de la economía. Esta comprensión debordiana del espectáculo como categoría económico-cultural central del capitalismo contemporáneo nos ayuda a entender dos fenómenos típicos del capital-información. El primero tiene que ver con la producción y las características de la “audiencia”, es decir, los segmentos espacio-temporales de población a los que se dirigen las unidades de espectáculo (partidos de fútbol, películas, etc.). El segundo remite a las propias condiciones de realización del valor, cuando el valor de cambio se realiza a través de una utilidad estética cuyo tiempo social medio de reproducción y conservación por parte del trabajo vivo tiende al límite de cero, porque, casi en su totalidad, estos tiempos corresponden al trabajo muerto. La audiencia no es la “destinataria” del espectáculo; es un componente más de este: integra el proceso productivo, no menos que los artistas u otros productores, aunque es cierto que ocupando papeles distintos. Esto se hace evidente en los programas de televisión que salen al aire con público, o en las tribunas de los estadios deportivos. Ahora bien, también en su sillón, el individuo que ve un programa de televisión se emociona, ríe, llora, hace hinchada. El espectador participa del espectáculo desde su afuera, y esa participación es avalada de maneras distintas por los investigadores, quienes hacen encuestas especializadas, las que hoy se pueden hacer con más precisión gracias a Internet. La audiencia no es, ni nunca fue, pasiva. Y esto es así porque la audiencia es la misma sociedad (del espectáculo y del consumo) de donde salen los artistas o deportistas que, por sus destrezas específicas, satisfarán sus demandas estéticas o simbólicas a su vez participando en telenovelas, películas, partidos de fútbol, espectáculos musicales, etc. La así llamada “cultura de masas” que produce el espectáculo, funciona porque, como sostiene Martin-Barbero (2009), expresa los elementos cotidianos comunes, rutinarios, familiares, parroquiales, de la mayor parte de la población que se vincula con ella; está en consonancia psicológica y cultural con los
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anhelos de esa población (si es que acaso los tiene), sus valores, sueños o frustraciones. En ese sentido, podemos reconocer que la audiencia también “trabaja”, como ya propusiera Dallas Smythe (1994) en sus estudios pioneros de la década de 1960, aunque no se trate de un trabajo remunerado. Siendo que debe poner en movimiento (aunque más no sea, neurológico) esas necesidades culturales o psicológicas, la audiencia busca en los productos de la industria cultural del espectáculo las herramientas semióticas que le permitirán reproducir simbólicamente esos deseos y afectos. Ya lo diría Marx: “La producción es inmediatamente consumo, y el consumo es inmediatamente producción” (Marx, 1974, v. 1, p. 11). El consumo del espectáculo es de inmediato también su producción. Cualquier programa que triunfe en los niveles de audiencia expresa ese éxito en atender las necesidades de un amplio segmento espacio-temporal de la población, de activar sus posibilidades semióticas (simbólicas) de trabajo, mediante las cuales el público puede expresar, así sea por repetición, sus deseos y afectos en la sociedad capitalista del espectáculo. El espectáculo, observó David Harvey, también tendría en consideración las estrictas determinaciones económicas del capital. Bien podría ser que: [...] la necesidad de achicar los tiempos de rotación en el consumo haya producido un cambio de orientación, por el cual en vez de producir bienes (muchos de los cuales, como los cuchillos y los tenedores, tienen un tiempo de vida sustancial), se empiecen a producir más eventos (como espectáculos, que tienen un tiempo de rotación casi instantáneo) (Harvey, 1996, p. 149).
Es decir que el espectáculo puede llevar el tiempo del ciclo D – D’ a dimensiones mucho más próximas a cero. Es cierto que la producción puede tomar meses y la producción de los medios de presentación y difusión (desde los estadios hasta los televisores, considerando el tiempo total, es decir: elaboración del proyecto, fabricación, montaje, distribución, etc.) llevará tiempos aun mayores. Con todo, una unidad de espectáculo
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dura una o dos horas. Entre la facturación de esas dos horas, en la que se suman la recaudación de taquilla (si la hay), las ventas de publicidad e incluso las ventas de bienes y servicios conexos (remeras, los alimentos y golosinas, etc.), se realiza la totalidad del ciclo que, de inmediato volverá a iniciarse pensando en el próximo espectáculo. El show debe continuar… El tiempo de realización del espectáculo se despega del tiempo de producción y realización de sus medios (Dantas, 1999; 2012). Pese a ello, esos medios que, como en el caso de la industria electrónica, impulsan buena parte de la industria capitalista hoy en día, no podrían producirse ni realizarse si no hubiera espectáculos. Así, gracias al espectáculo, el dinero encuentra un vector de realización que ya no debe “esperar” los tiempos de producción. La conocida fórmula: D – M ...P... M’ – D’
Donde los puntos indican una interrupción de la circulación durante el ciclo de producción (P), ahora sería: D – I – D’ M – P – M’
Donde I indica los procesos de trabajo y valorización implicados en producir, registrar y comunicar información (por ejemplo, en la forma de espectáculos, aunque también podría ser ciencia y tecnología, servicios varios, etc.). Estos procesos emplean productos materiales no para transformarlos efectivamente, sino como soportes para el registro y la comunicación de la información procesada (Dantas, 1999; 2006). El capital financiero, parece, encontró allí su solución ideal. Puesto que “el tiempo es dinero”, cuanto más veloz es el circuito de la reinversión, mayor será su valorización. Si este circuito (D – I – D’) directamente no pasa por la producción fabril, se despega de la economía real y se
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acerca a aquello que los agentes financieros denominan, en su lenguaje propio, “valor de mercado”. Lo que interesa es el precio de las acciones y los derivados en las bolsas, que reflejan la velocidad de los tiempos de transacción, y no los activos ni los flujos de caja de las empresas. El espectáculo, entonces, por un lado sirve para valorizar los mercados financieros y, por el otro, sustenta la economía real, al movilizar también el consumo de bienes y servicios por parte del espectáculo mismo, o que se anuncian en él. No obstante, el espectáculo no es mercancía. Mientras que esta obedece al principio de la escasez (su consumo reduce su disponibilidad), en tanto es de naturaleza entrópica (sometida a las leyes de la termodinámica), el espectáculo puede repetirse una y otra vez, ya sea en vivo, ya en sus soportes de reproducción (libros, discos, videos, etc.). El espectáculo no está sometido al principio del rendimiento decreciente; al contrario: es un bien de rendimiento creciente, pues es una forma de información de naturaleza negentrópica (Dantas, 2016). El espectáculo no puede ser “transado”, no puede ser “alienado”. Quien lo provee no pierde su “posesión”, por más que lo hayan “adquirido” millones de personas. El espectáculo, para realizarse como valor, tiene que ser obligatoriamente compartido. Por eso, en el régimen capitalista fundado sobre la apropiación privada, la realización del valor no puede darse en la forma meramente mercantil, y mucho menos, claro está, en forma de ningún modo socialista de distribución de la riqueza. Para ello, el valor se realiza en la forma rentística de los derechos de propiedad intelectual. Se organiza así una cadena de valorización del trabajo que comienza en los derechos autorales, de imagen y demás del artista, a través de los cuales este se asocia con un inversor (productor), que será el encargado de negociar sus condiciones de trabajo y vinculación. Ese productor, a su vez, se inserta en una cadena aun mayor, que le “compra” los derechos para incluirlos en una programación (de cine, de televisión, editorial, o incluso de redes sociales) por medio de la cual el productor llegará a “su” audiencia (Dantas, 2016). El financiamiento (esto es, el dinero D adelantado) de todos esos
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eslabones articulados, vendrá del capital financiero. Y el retorno (D’ > D) regresará al capital financiero, para inmediatamente expresarse en el “valor de mercado” de los grandes conglomerados mediático-financieros que, en todo el mundo, comandan toda esa cadena de trabajo y valorización del capital, lo cual quedará para la parte siguiente de este capítulo. Dados los tiempos volátiles durante los que dura un espectáculo asociado a sus rendimientos crecientes, no le alcanza al capital con monopolizar los derechos de propiedad intelectual para apropiarse de la realización de ese valor. Con el fin de evitar, dentro de lo posible, la reproducibilidad del espectáculo fuera de su órbita, aunque siempre incurriendo en unos costos marginales cercanos a cero, el capital desarrolló un modelo de negocios que, en su jerga, se denomina “jardines vallados”. Se trata de “vallas” que impiden el acceso a ningún espectáculo a nadie que no haya pagado o cumplido ciertas condiciones. Son ejemplos de los “jardines vallados” los sistemas como i-Pod-iTunes, Kindle-Amazon, Netflix o el servicio de televisión por suscripción (en remplazo de la televisión abierta y “gratuita”). El “consumidor” paga por adquirir un programa o una programación, pero no tiene derecho a considerarse “dueño” de aquello por lo que pagó. Ya no es más como antes, cuando podíamos llevarnos, digamos, un libro a casa y decir que el libro era “nuestro”. Podíamos prestarlo o regalarlo sin problema. Intentemos, si no, “prestar”, mediante transferencia de archivo, un libro bajado a la Kindle… El control y la monopolización de los derechos de propiedad intelectual asociados a los “jardines vallados” serán los fundamentos de las estrategias así llamadas competitivas de los conglomerados mediático-financieros mundializados. A continuación, examinaremos tres de esos conglomerados: Time-Warner, Disney y News Corp. Veremos –para sorpresa de algunos– que los intereses de unos y otros están tan imbricados que nos costará visualizar diferencias competitivas ciertas entre ellos. En el fondo, los programas y las programaciones son muy similares. De hecho, las audiencias tampoco se diferenciarán mucho en sus patrones culturales subyacentes de recepción de espectáculos. Sí se diferencian por los gustos, deseos, placeres; y en estas categorías, las diferencias se
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dan por franjas etarias, niveles de ingresos o escolaridad, sexo, barrios o situación habitacional. Sin embargo, todas las audiencias, en lo esencial, se insertan en un mismo mundo del espectáculo y el consumo, y las marcas fetiches que los expresan.
La televisión “vallada” El negocio de la televisión cerrada se basa, en esencia, en el poder que tienen las operadoras, dueñas de las infraestructuras, de cobrar una suscripción al “cliente” o bloquearle el acceso en caso de mora. Para las operadoras, a mayor cantidad de abonados, más rentable es el negocio. Para eso, ofrecen “paquetes” de canales que podrían atraer a una gran cantidad de abonados, lo cual debe pensarse en términos de la lógica de la economía del espectáculo, tal como la explicamos anteriormente. Esos canales ofrecen programaciones lineales de películas, documentales, dibujos infantiles, deportes, propuestas musicales, programas culinarios o turísticos y noticieros (sin hablar de los llamados “canales para adultos”), que pueden movilizar en la audiencia un cierto trabajo semiótico en la forma de emociones y afectos. La gran mayoría de esos canales tiene un perfil temático u orientado a determinados segmentos (hay pocos canales generalistas), con lo cual captan a un público cuya atracción hacia el espectáculo estará igual de segmentada por sus “gustos”, “estilos”, “identidades” u otros elementos distintivos, para decirlo en los términos de Bourdieu (2007). Por lo tanto, así como las operadoras buscan llegar a una “masa” indiferenciada, las programadoras, en cambio, buscan atender a distintos segmentos o nichos de mercado. Pero cuanto mayor sea la población de ese nicho, mayor será el poder de negociación de la programadora para fijar el “abono” de determinados “paquetes”. En este sentido, las programadoras que detentan los derechos de propiedad intelectual de los espectáculos deportivos, y sobre todo de los campeonatos nacionales o internacionales de fútbol, llevan una gran ventaja sobre las demás, en virtud del gran atractivo de este tipo de programaciones.
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Si le damos la derecha a Wikipedia, espn en Estados Unidos cobra usd 4,69 por abonado por cada “paquete” (line up), mientras que las demás programadoras deben contentarse con valores inferiores a 1 dólar. 97 Según una investigación de ibope,98 entre los canales de tv cerrada más vistos en Brasil durante 2014 estaban los infantiles (Discovery Kids, Carton Network, Disney Channel y Nickelodeon), los deportivos (Sportv y espn Brasil), los de películas y series (Fox, tnt, Megapix, Space, Universal Channel, fx, axn y Telecines Pipoca, Action y Premium), los de entretenimiento (Viva, Multishow y Home & Health), los de documentales (Discovery Channel y National Geographic) y un solo canal de noticias (Globo News).99 Para la mayor parte de los abonados adultos, el principal atractivo de la televisión cerrada es presenciar sin salir de casa los partidos de fútbol u otros deportes organizados en torneos nacionales e internacionales. A continuación, se sitúa un vasto catálogo de obras cinematográficas que, por la legislación brasileña (Ley 12.485/2011), constituyen el “espacio calificado”. Los canales del “espacio calificado” constituyen un segmento de programación que básicamente está en manos de programadoras controladas por grupos internacionales de medios y contenidos, como Discovery, 21st Century Fox (ex News Corporation), Disney Time Warner y Viacom. La excepción es el grupo Globo, que está en manos de Globosat, una empresa genuinamente brasileña. Este dominio se explica principalmente por el gran atractivo que ejercen las producciones hollywoodenses y, en segundo lugar, por la baja producción cuantitativa y el relativo bajo atractivo cualitativo de la producción cinematográfica brasileña. En el informe anual de Turner (subsidiaria del conglomerado Time Warner)
97 Wikpedia, entrada “Cable television in the United States”. 98 Instituto privado brasileño tradicional dedicado a las encuestas de audiencias televisivas y otras investigaciones de interés mercadotécnico. 99 Ver “Na tv paga, Discovery Kids passa Band; canal Viva dispara” [En la tv paga, Discovery Kids supera a Band; el canal Viva se dispara].
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de 2013, se notan claramente las estrategias por las que se da ese dominio de mercado, tanto en Brasil como en el mundo: La principal contribución al éxito de Turner la dan las marcas fuertes y las inversiones continuas en programación popular de alta calidad, enfocada en los deportes, las series originales, las noticias, las películas y la animación, todo lo cual garantiza el producto que se entrega al público y el crecimiento de los beneficios. Turner también busca ampliar y profundizar su relación con el público expandiendo sus redes a las plataformas digitales, incluidos sus propios entornos digitales. Más allá de eso, Turner ha continuado con su expansión internacional en ciertas regiones seleccionadas, y prevé que esta seguirá siendo prioritaria en el futuro.100
“Marcas fuertes”: ya vimos que el capital vende y el consumidor compra “marcas”. “Programación popular de alta calidad”: la calidad es, sin dudas, un concepto muy subjetivo; sin embargo, el informe dice que Turner invierte en valores de uso que atiendan una demanda realmente existente, en los términos (¿“cualitativos”?) que establece esa misma demanda, es decir, conforme a sus expectativas y “deseos”. Turner profundiza su relación (interacción, conectividad) con su público a través de todos los canales de comunicación posibles: es importante que el público pueda acceder al programa que le interesa en cualquier condición de tiempo y espacio. Por ello, como ya veremos, no le va a interesar, ni a Turner ni a ninguna de las otras grandes programadoras, detentar medios exclusivos de transporte o distribución, sino simplemente poder entregar una programación por cualquier medio disponible. Y a la vez, 100 “Key contributors to Turner’s success are its strong brands and its continued investments in high-quality popular programming focused on sports, original and syndicated series, news, motion pictures and animation to drive audience delivery and revenue growth. Turner is also focused on broadening and deepening its relationships with its audiences through the expansion of its networks to digital platforms, including its own digital properties. In addition, Turner has been pursuing international expansion in select regions, and the Company anticipates that international expansion will continue to be an area of focus at Turner for the foreseeable future.” [Texto original en inglés].
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no les interesará a los detentores de esos medios prestar servicios exclusivos a Turner en detrimento de ciertos programas o programaciones que también les podrían captar audiencias y abonados. Por eso, como indicaran Arsenault y Castells (2008), las relaciones entre esos grandes grupos tienden a tornarse cada vez más simbióticas. Lo mismo surge de los informes de Disney. Veamos ante todo el sector de la tv por suscripción: El grupo de redes de canales de cable produce sus propios programas o adquiere derechos de terceros para transmitir programas por nuestras redes. La empresa también tiene intereses en emprendimientos conjuntos que operan programación por cable y servicios de radiodifusión […].El sector de televisión por cable obtiene la mayoría de sus ingresos de los abonos y, para ciertas redes (principalmente espn y la familia abc), de la venta de publicidad. En general, las redes de cable de la Empresa ofrecen una programación y otros servicios a partir de acuerdos de varios años de duración con sus distribuidores, los cuales incluyen tasas contractuales. Las cuantías que podemos cobrarles a las operadoras por nuestros servicios para redes de cable dependen en buena medida de la calidad y el volumen de programación que podamos ofrecer y de la competencia del mercado. La capacidad de vender publicidad y los montos recibidos dependen principalmente del volumen y la naturaleza del público que puede ofrecerle la red al anunciante, y de la demanda global del anunciante. También vendemos programación desarrollada por nuestras redes de cable a mercados televisivos de todo el mundo, la cual se comercializa por suscripción en forma de video-on-demand, vía proveedores tales como Netflix, Hulu y Amazon, y en formatos físicos electrónicos (dvd y Blu-ray).101 101 “The cable networks group produces its own programs or acquires rights from third parties to air programs on our networks. The Company also has interests in joint ventures that operate cable and broadcast programming services [...]. Cable networks derive the majority of their revenues from affiliate fees and, for certain networks (primarily espn and abc Family), ad sales. Generally, the Company’s cable networks provide programming and other services under multi-year agreements with mvpds that include contractually determined fees. The amounts that we can charge to mvpds for our cable network services are largely dependent on the quality and quantity of programming that we can provide and the competitive market. The ability to sell time for commercial announcements and
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Asimismo, Disney está presente en distintos medios o canales de distribución, lo que confirma que la “calidad y volumen” de programación son los determinantes de los precios que esta puede cobrarles a los operadores. De ahí surgen los altos precios por abonado que puede cobrar la red espn, que es propiedad suya.
Derechos de transmisión de eventos deportivos De acuerdo con la Ley 9.615 del 24 de marzo de 1998, conocida también como la Ley Pelé, en Brasil, las entidades deportivas son las principales beneficiarias de la comercialización de los derechos de transmisión de los eventos deportivos. Según el artículo 42 de dicha ley, los clubes tienen el derecho de arena, que consiste en la “prerrogativa exclusiva de negociar, autorizar o prohibir la captura, fijación, la emisión, la transmisión, la retransmisión o la reproducción de imágenes por cualquier medio o proceso, de todo espectáculo deportivo en el que participen” (Brasil, 1998). La Ley Pelé reconoce que la propiedad intelectual del evento deportivo pertenece a los clubes que participan en la competencia, que son los que pueden negociarla individualmente o en grupo. En la tv abierta, hasta 2015, la red Globo de Televisão desembolsaba, sumando todos los contratos individuales con los clubes, el valor de 1.100 millones de reales por el Campeonato Brasileño. En 2016, ese valor se acrecentó en 200 millones, según informaciones del sitio esporteemidia. com.102 En el caso de la tv cerrada, esos valores son algo menores, ya que la audiencia potencial es menor que la de la tv abierta. Según datos
the rates received are primarily dependent on the size and nature of the audience that the network can deliver to the advertiser as well as overall advertiser demand. We also sell programming developed by our cable networks in television markets worldwide, to subscription video-on-demand (SVOD) services, such as Netflix, Hulu and Amazon, and in electronic and physical (DVD and Blu-ray) formats.” [Texto original en inglés]. 102 Disponible en: http://www.esporteemidia.com/2015/12/valor-pago-pela-fox-por-jogoda.html. Último acceso: 11 de enero de 2016.
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publicados en el sitio midiaesportiva.net,103 los valores negociados por los derechos de transmisión del campeonato inglés (“Premier League”) en los próximos tres años por canales de tv cerrada giran en torno a los usd 600 millones: casi cuatro veces más que lo que se pagó por las últimas ediciones de ese campeonato. En una negociación que aún no se cerró, Esporte Interativo, un canal perteneciente a Turner, del grupo Time Warner, ofreció R$ 600 millones por los derechos de transmisión en tv cerrada de las temporadas 2019 a 2024 del Campeonato Brasileño. Estos valores siderales de negociación se explican por las altas expectativas de retorno sobre la inversión, habida cuenta de que el fútbol es en Brasil pasión nacional. Comprar los derechos de televisación de determinado campeonato significa aumentar la audiencia del canal y, con eso, los valores de la pauta publicitaria para los partidos y en los entretiempos; implica, también, aumentar la facturación por fuera de lo que son los réditos del espectáculo en sí, a través de la construcción de ídolos y la venta de determinados íconos; implica, asimismo, ampliar el abanico de productos que pueden otorgarse bajo licencia, más allá de aumentar el poder de negociación del canal de cara a las distribuidoras. Y no es solo en fútbol que invierten los canales. Últimamente, están llamando la atención de las programadoras otros deportes, como las mma (Mixed Martial Arts)104, el surf, el handball femenino, el básquet y el vóley, entre otros. En 2012, por ejemplo, las peleas de la mma eran transmitidas para mil millones de hogares de todo el mundo; en Brasil, es el tercer deporte más visto, por debajo únicamente del fútbol y la Fórmula 1. Ese año, el canal Combate, de Sky, poseía 202.200 abonados, un 54% más que el año anterior, y vendió 200.000 paquetes de pay per view para las peleas del ufc (Ultimate Fighting Championship). El año anterior, la venta de productos con la marca ufc había alcanzado 140
103 Disponible en: www.midiaesportiva.net/2015/09/direitos-de-transmissao-da-premier. html. 104 Artes Marciales Mixtas, en español.
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millones de dólares105, dato que sugiere lo lucrativa que es la inversión para todos los eslabones de la cadena: los promotores del evento, los canales que lo transmiten y los operadores que lo incluyen en el line-up de sus canales, más allá de los patrocinadores y las empresas que adquieren las licencias para adosar su marca a los productos en cuestión. El ciclo virtuoso depende directamente del alcance mediático del espectáculo. Hasta 2012, básicamente, el mercado de las transmisiones de eventos deportivos estaba dominado por dos programadoras: espn Brasil (franquicia de espn controlada por The Walt Disney Company a través de la American Broadcasting Company, con participación de la Hearst Corporation) y Globosat Canais (perteneciente al grupo Globo, el mayor holding de comunicaciones de Brasil). La primera, espn, poseyó mucho tiempo los derechos de transmisión de los principales campeonatos internacionales; transmitió, por ejemplo, los Juegos Olímpicos de 1996, 2000, 2004 y 2008, la Copa del Mundo fifa en 1998 y 2006, y los Juegos Panamericanos de 1999, 2003 y 2007. Y todo eso, más allá de los campeonatos de fútbol español, inglés y alemán, de la “Champions League” de la uefa (Union of European Football Associations), de los torneos norteamericanos de básquet, de importantes torneos de tenis, como el Abierto de Australia y Wimbledon, de la Liga Mundial de Surf y tantos otros. A Globosat, a través del canal Sportv, le tocaba la transmisión de los principales torneos brasileños, como: el Campeonato Brasileño de Fútbol (series A y B), la Copa do Brasil, y los campeonatos carioca, paulista y mineiro de fútbol. Más allá de todo eso, Globosat también se quedó con algunos campeonatos de fútbol de América del Sur, como la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana. Las dos programadoras tenían sus canales deportivos distribuidos por las principales operadoras del país, con lo cual dominaban prácticamente todo el mercado de las transmisiones deportivas.
105 Datos publicados en la revista IstoÉ Dinheiro, en un artículo titulado “O golpe de mestre da ufc” [El golpe maestro de la ufc], el 5/4/2012.
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Fox, que pertenece al grupo 21st Century Fox, poseía los derechos de transmisión de la Copa Libertadores de América para toda América Latina, pero no tenía ningún canal de deportes en Brasil y por eso debió permitir que Sportv transmitiese esos partidos. En 2012, con la creación de Fox Sports, Fox pasa a transmitir también la Copa Libertadores en Brasil. A comienzos de 2013, el canal Fox Sports estaba disponible apenas en Claro tv, gvt tv, net y los asociados de neotv,106 y no estaba incluido en los paquetes ofrecidos por Sky, pese a tener la exclusividad de un torneo cuya audiencia en Brasil es inmensa. A primera vista, la razón podría ser la participación en Sky del grupo Globo, el cual tenía poder de veto para cerrarles la puerta a aquellos canales que compitieran directamente o en buena medida con Globosat;107 piénsese que Fox Sport estaba entrando en competencia directa con SporTV. Sin embargo, en febrero de 2014, Fox lanzó su segundo canal de deportes –Fox Sport 2– y, en noviembre, este pasó a integrar los paquetes ofrecidos por Sky. De este modo, Fox consolidó su presencia en las principales operadoras del país y, con eso, se colocó como gran competidor de los otros dos canales. Una situación parecida a la de Fox Sport, del grupo del multimillonario Rupert Murdoch, viviría el canal Esporte Interativo con la llegada de Turner Bradcasting System, una empresa en la que Time Warner era accionista controlante y que estaba dispuesta a invertir en la transmisión de eventos deportivos, para lo cual debería enfrentar la resistencia de las operadoras a su inclusión. Esporte Interativo nació como proyecto en 2003, a partir de la televisación abierta del Campeonato Europeo de Fútbol y se convirtió en emisora en 2007, bajo el control de TopSports. Inicialmente estaba acotada a Río de Janeiro, pero a partir de 2010, y mediante un acuerdo con el Grupo Estado, que controla el influyente periódico O Estado de São Paulo, además de emisoras radiales y otros 106 Ver “Fox Sports anuncia abertura de sinal” [“Fox Sports anuncia nueva señal”], disponible en: http://www.maxpressnet.com.br/Conteudo/1,563012,Fox_Sports_anuncia_abertura_de_sinal,563012,2.htm. 107 Ver “Globo vai sair do controle da Sky” [“Globo va a dejar el control de Sky”], disponible en: http://www.telesintese.com.br/globo-vai-sair-do-controle-da-sky/.
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medios impresos, se expandió a São Paulo utilizando la señal de uhf. Para hacer frente a la competencia de otros canales deportivos, el canal adoptó como estrategia inicial la adquisición de derechos de eventos deportivos con menor visibilidad, como la Copa del Mundo Sub-17, la Copa del Mundo Sub-20, la Copa del Mundo de Fútbol Femenino, la Copa del Mundo de Fútbol Playero y otros. En 2012, el canal hizo una sociedad con Yahoo! Brasil para lanzar un portal al que subiría sus contenidos para que pudieran accederse en línea. El canal se volvería una amenaza para sus competidores a partir de 2013, cuando una sociedad de TopSports, junto con la programadora Turner (del grupo Time Warner), adquiriría el 20% de él. Turner ingresó en el canal con una inversión de R$ 80 millones, lo que le facilitó la compra de derechos de transmisión para los campeonatos estaduales del Nordeste y lo que le permitiría lanzar un segundo canal mediante el grupo Esporte Interativo Nordeste. A principios de 2015, en una transacción de R$ 400 millones, Turner adquirió el resto de TopSports, tras lo cual pasó a ser la propietaria integral de los canales Esporte Interativo (ahora ei maxx y ei maxx 2). Gracias a ese aporte financiero, el canal se volvió competitivo para comprar los derechos de transmisión de grandes eventos deportivos internacionales, de modo que entró en la disputa con los otros tres grandes competidores: espn, Sportv y Fox Sports. Pese a que habían adquirido los derechos de transmisión de la Liga de Campeones de Europa hasta 2018, hasta 2015 los canales EI maxx y ei maxx 2 no pudieron salir ni en Net ni en Sky, que son de las dos mayores operadoras. Con todo, net los incluyó el 14 de enero de 2016, fecha que bien podría significar la consolidación del canal entre los grandes players, tal como ocurriera con Fox Sports. En relación con la propiedad de los derechos de transmisión de eventos deportivos, la programadora se ha agenciado otras victorias: en efecto, adquirió los derechos de la Major League Baseball (mlb) hasta 2021, así como los derechos sobre la National Basketball Association (nba), la ncaa, la nascar y la Professional Golfer’s Association (pga). En ese escenario, también sale ganando otro player, la operadora net, hoy controlada por América Móvil, vía Claro/
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Embratel, en tanto cuenta en su grilla con canales de 4 programadoras deportivas poderosas. Por su parte, el Grupo Globo deberá invertir aun más si quiere mantenerse en carrera, habida cuenta de las grandes inversiones de los grupos mediáticos internacionales. La mediatización del evento no solo aumenta el poder de negociación de los canales que poseen los derechos de transmisión junto a las operadoras, toda vez que aumenta la audiencia de los primeros y la suscripción de paquetes deportivos en las segundas, sino que también valoriza la licencia de los productos relacionados y la venta de publicad en los canales. De acuerdo con los datos de Ibope publicados en el sitio brasilamericaeconomia.com.br, en 2014, los canales deportivos –o mejor dicho, su público– atraían R$ 2.100 millones pauta publicitaria.108 Con eso, también aumenta el valor desembolsado para adquirir los derechos sobre los campeonatos más atractivos para el público. En el intento de acelerar el proceso de reproducción del capital, puede que no alcance con asegurarse la exclusividad sobre un evento deportivo para conquistar un lugar en todas las plazas. También puede usarse como arma de negociación la presencia de los otros canales de un grupo que ya se encuentran en la grilla de las operadoras. De acuerdo con el informe de noticias de la revista electrónica Tela Viva, 109 esa es el arma que se empleó en las negociaciones entre Turner y Net, quienes habrían renovado el contrato vigente entre ellas reviendo en su totalidad el paquete ofertado por Turner. Cabe recordar que Turner (brazo del grupo Time-Warner) controla también los canales cnn, Cartoon Network y hbo, entre otros. En el Cuadro 1, se resume la disputa actual por los derechos de televisación del fútbol, los cuales se han constituido en un elemento importante de valorización del capital de las programadoras. 108 Ver “A batalha pelos fãs do esporte” [“La batalla por los fanáticos del deporte”, disponible en: http://brasilamericaeconomia.com.br/revista/a-batalha-pelos-fas-do-esporte/. 109 Ver “Esporte Interativo confirma entrada na Net e Claro” [“Esporte Interativo confirma su entrada en Net y Claro”, disponible en: http://convergecom.com.br/telaviva/ paytv/18/12/2015/esporte-interativo-entra-na-net-e-claro/.
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Cuadro 1. Canales deportivos, controladores y principales campeonatos adquiridos Canales
Controladores
Derechos de transmisión de campeonatos
ESPN
The Walt Disney Company
“Premier League” (hasta 2015, dividido con Fox) “Bundesliga”, Campeonato alemán. (hasta 2018, sublicenciada por Fox) Campeonato español (hasta 2020, dividido con Fox) Campeonato italiano (hasta 2018, dividido con Fox) Campeonato Francés (sublicenciado) Campeonato Portugués (licenciado para un partido no exclusivo por SporTV) Liga Europea (sublicenciada a Fox)
SporTV
Globosat (Grupo Globo)
Campeonato Francés Campeonato Portugués (exclusivo, con una salvedad: licencia para un partido sin exclusividad a ESPN) Copa Libertadores (dividida con Fox, que es quien tiene los derechos) Copa Sudamericana (dividida con Fox, que es quien tiene los derechos) Copa do Brasil (dividida con Fox) Campeonato Brasileño Copa del Mundo 2014 Juegos Olímpicos 2016
Fox Sports
Twenty-first Century Fox (ex-News Corporation))
Premier League” (hasta 2015, dividido con ESPN) “Bundesliga”, Campeonato alemán. (hasta 2018, dividida con ESPN) Campeonato español (hasta 2020, sublicenciado por ESPN) Campeonato italiano (hasta 2018, dividido con ESPN) Liga Europea (sublicenciada de ESPN) Copa Libertadores (dividida con SporTV, aunque los derechos pertenecen a Fox) Copa Sudamericana (dividida con SporTV, aunque los derechos pertenecen a Fox) Copa do Brasil (dividida con SporTV, que es quien posee los derechos) Copa del Mundo 2014 (dividida con SporTV, que es quien posee los derechos) Juegos Olímpicos 2016 (dividida con SporTV, que es quien posee los derechos) Campeonato argentino (exclusivo)
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Esporte Interativo
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Turner “Champions League (Liga de Campeones) 2015/2016 Broadcasting hasta 2017/2018 (exclusivo) System Copa do Nordeste (Time Warner) Copa Verde (exclusivo)
Fuente: elaborado por Denise Moura con información del sitio uol.110
El análisis del cuadro nos lleva a reflexionar sobre las estrategias de los grupos en lo que respecta a la exclusividad del contenido. Para los canales Fox Sports y Esporte Interativo, adquirir los derechos de transmisión de dos campeonatos que le son muy importantes al telespectador brasileño, la Copa Libertadores y la Champions League, representó más que un aumento en la audiencia de sus canales111 (de acuerdo con los datos de la revista Placar, la audiencia de Fox Sports creció 157% entre enero y abril de 2015); fue, en realidad, el pasaje de entrada a las principales operadoras de tv por suscripción, que saben estar al corriente de los deseos de sus abonados. Por otro lado, en el registro histórico, esos canales suelen restringir la exclusividad sobre un campeonato a la primera temporada; luego, la usan como fuente de renta, sublicenciándosela a otros canales. Como advierte Vasconcelos (2005, p. 50): “La exclusividad es crucial en el sector de los medios porque protege el valor del contenido existente y genera incentivos para la producción de contenidos futuros”. En otras palabras, garantiza el monopolio. Como se trata de un mercado complejo 110 Ver “Futebol na tv: veja que emissoras transmitirão os principais campeonatos” [“El fútbol en la tv: qué emisoras transmitirán los principales campeonatos”]. Disponible en: http://www1.folha.uol.com.br/asmais/2015/07/1657065-futebol-na-tv-veja-que-emissoras-transmitirao-os-principais-campeonatos.shtml. Último acceso: 15 de diciembre de 2015; y “Campeonato por campeonato, canal por canal: veja quem passa o que na televisão brasileira” [“Campeonato por campeonato, canal por canal: quién transmite qué en la televisión brasileña”]. 111 Según la revista, “La transmisión exclusiva de Guaraní de Paraguay y Corinthians le valió el liderazgo entre todos los canales de la tv paga, inclusive lo situó por encima de algunos canales de la tv abierta”. Ver “Por trás das câmeras: Como ficaram os canais de esporte em 2015?” [“Detrás de las cámaras: ¿cómo quedaron los canales deportivos en 2015?”].
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y disputado, los contratos varían bastante: por ejemplo, pueden contemplar la exclusividad para un torneo o dejar lugar a eventos compartidos, en los que algunos canales solo pueden transmitir algunos partidos. La ecuación debe tener en cuenta el interés de las ligas deportivas, las emisoras de televisión y las especificidades de cada país. Así, la exclusividad puede salir de la esfera global de un torneo y pasar al nivel de determinados partidos, que se dividen entre los canales competidores, como ocurrió con espn Brasil y Fox Sports hasta la temporada de la “Premier League” de 2005, cuando en la primera ronda una de las emisoras se quedaba con las fechas 1, 4, 5, 7 y 9 y la otra, con las fechas 2, 3, 6, 8 y 10, y a la ronda siguiente hacían al revés. La exclusividad de los derechos de transmisión es una barrera de entrada. Por eso se la emplea como moneda de cambio: las emisoras competidoras acuerdan dividir las fechas de determinado torneo, con tal de tener acceso a los campeonatos transmitidos por el canal de la competencia. Así se ha manejado Sportv para mantenerse en la posición líder frente a las embestidas de los grandes grupos internacionales. Para competir con Fox (a la cual controla el gigante News Corp), el Grupo Globo tuvo que negociar con esta, sublicenciándole los torneos brasileños a cambio de que se le permitiera exhibir algunos partidos de la Copa Libertadores. 112 Los grandes players mundiales, espn y Fox han realizado movimientos semejantes entre sí en los torneos italiano, alemán y español, y en la Liga Europea. 113 Más que de competencia, debiéramos hablar de una auténtica cartelización.
112 Ver “Sportv fecha acordo com Fox Sports, transmitirá a Libertadores e cede direitos do Brasileirão” [“SporTV cierra acuerdo con Fox Sports: transmitirá la Copa Libertadores y cede derechos sobre el Torneo Brasileño”, disponible en: http://zh.clicrbs.com.br/rs/ esportes/noticia/2012/12/sportv-fecha-acordo-com-fox-sports-transmitira-a-libertadores-e-cede-direitos-do-brasileirao-3971517.html. 113 Ver “Fox confirma Espanhol e consolida parceria com espn Brasil” [“Fox confirma el fútbol español y consolida su sociedad con espn Brasil”], disponible en: http://doentesporfutebol.com.br/2015/08/fox-confirma-espanhol-e-consolida-parceria-com-a-espn-brasil/.
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Inversiones en áreas relacionadas La valorización de las programadoras está condicionada a variables que van más allá de la oferta de programas para los abonados a la tv por suscripción y la venta de espacios publicitarios. Día tras día, las empresas invierten más en áreas relacionadas estratégicas, lo que posibilita la sinergia en diversos sectores y facilita la expansión e innovación mediante la oferta de productos y servicios a través de nuevas plataformas. Por ejemplo, Time Warner, controladora de Turner Broadcasting System Latin America, anuncia en su sitio de Internet cuáles son las principales empresas en las que ha invertido: empresas con un potencial innovador, capaces de establecer sociedades, ya sea a partir de sus divisiones de negocios o vinculándose con otras industrias de los medios y el entretenimiento. Los negocios desarrollados por estas empresas van desde la oferta de publicidad en línea hasta el procesamiento de big data y la generación de contenidos algorítmicos, pasando por el desarrollo de contenidos y soluciones interactivas para juegos, contenidos para celulares y plataformas en línea, o el diseño de software y hardware para redes de cable. La información, el entretenimiento y la publicidad son la base de las inversiones realizadas por Time Warner. De las 48 empresas que recibieron algún tipo de inversión por parte del conglomerado, 13 actuaban en el rubro de la publicidad. Tumri, Admeld, Adify, Epoxy, AudienceScience, Adaptly, Tremor Video y ScanScout son empresas que se desempeñan en el mundo de la publicidad en línea (las dos últimas, especializadas en los formatos de video), en general creando y distribuyendo publicidad en sitios y redes sociales. Visible World y Silmulmedia ya están produciendo publicidad personalizada para tv, es decir, publicidad basada en análisis de datos sobre las audiencias. También actúan en la publicidad personalizada Isocket, Double Fusion, la cual se especializa en videojuegos, y Yieldmo, la cual se concentra en la publicidad para celulares y tablets.
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Con respecto a otras plataformas, Time Warner hizo las siguientes inversiones: • en servicios y contenidos para celulares, a través de las empresas Vindigo (adquirida luego por For-Side) y GetGlue (que luego sería propiedad de i.tv); • en la oferta de soluciones de software y hardware para su distribución a través de redes mso (operadores de sistemas múltiples), a través de las empresas Skystream Netowrks,114 N2broadband,115 Entropic Communications,116 Bradlogic,117 BigBand Networks118 y Arroyo;119 • en los juegos en línea, a través de Turbine 120 (una empresa que desarrolla, opera y edita juegos multiplayer online basados en IP licenciados), Extent (una plataforma que ofrece juegos a demanda sobre banda ancha), Trion (una empresa que desarrolla y edita juegos en línea), Crowdstar (una empresa que desarrolla y edita juegos para mujeres), y Playspan121 (una empresa que provee infraestructura para juegos, en forma de soluciones para su economía interna, o sea, mercaderías virtuales); • en el negocio de las licencias sobre imágenes, fotografías y vi114 Skystream Networks es un proveedor de software y hardware para la transmisión de contenidos a través de las redes de cable e infraestructura IP. Con posterioridad, fue adquirida por Tandberg tv. 115 La empresa es una operadora de cable, que ofrece soluciones de plataformas abiertas on demand. También fue adquirida por Tandberg tv. 116 Desarrolladora de software y circuitos integrados para redes domésticas de cable. La empresa sacó sus acciones a oferta pública en diciembre de 2007. 117 Broadlogic desarrolla chips semiconductores para redes mso y operadores de red de banda ancha. Fue adquirida por Broadcom. 118 La empresa trabaja con la venta de soluciones de video, voz y datos para operadores de redes mso. Fue adquirida en 2011 por el grupo Arris. 119 Arroyo es una empresa de servidores de video para la provisión de video on demand a través de redes mso. Fue adquirida por Cisco en 2006. 120 Adquirida por la Warner Bros. 121 Playspan fue adquirida por Visa.
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deos de Internet, mediante la agencia de fotografía digital MediaVast, 122 la cual ofrece además modelos de atribución para sus clientes mediáticos; en el comercio electrónico orientado al público femenino, a través de Joyus; en el procesamiento de big data, mediante las empresas Krux (una plataforma de gestión de datos) y Conviva (una empresa que se especializa en mapear las experiencias de visualización de vídeos); en la provisión de servicios de redes sociales y mensajería instantánea, mediante las empresas Meebo (que luego sería adquirida por Google), Weheartit (una red social de intercambio de imágenes orientada a mujeres de hasta 24 años), Hammerandchisel (una empresa que ofrece servicios de voz y texto para los videojuegos “Discord”), y GaiaOnline (una empresa dedicada a la realidad virtual y las redes sociales, enfocada en la franja etaria de entre 13 y 24 años). En relación con las redes sociales, Time Warner invirtió, además, en Buefin Labs,123 una plataforma analítica de medios que combina la transmisión en vivo de ciertos contenidos insertando discusiones en Twitter, Facebook y ciertos blogs. Y en la creación y transformación de imágenes corporativas, a través de Dynamic Signal.
En términos de contenidos, la empresa invirtió en PlanetOut Inc. (una empresa de medios y entretenimiento orientada al público LGBT, cuyas acciones salieron a oferta pública en 2004), en Goldpocket Interactive124 (una desarrolladora de contenidos y proveedora de infraestructura para aplicaciones destinadas a redes móviles o inalámbricas, 122 Comprada por Getty Images. 123 Adquirida por Twitter. 124 Adquirida por Tandberg tv.
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videojuegos e iTV), en Everyday Health125 (una empresa que trabaja con contenidos orientados a la salud), en Mashable (una productora de contenido digital, noticias, entretenimiento, etc.), en Fuse (una empresa que ofrece contenidos digitales multiculturales para jóvenes de entre 18 y 34 años), en FanDuel (una plataforma de entretenimiento orientada a los deportes), y en Bastle (una empresa que ofrece contenido digital para mujeres jóvenes, de entre 18 y 34 años). Hubo, además, una inversión en una red de multicanales de Youtube (Maker, más tarde adquirida por Disney). Por último, estuvo también la inversión en Kosmix126 (una empresa que gestiona contenidos por algoritmos). La diversificación de las inversiones también está entre las estrategias de The Walt Disney Company. Esta empresa, que se desenvuelve en Brasil en el área de la programación, cuenta con los canales Disney y espn. The Walt Disney Company posee divisiones dedicadas a la administración de parques temáticos y resorts, estudios cinematográficos, de teatro y de música, la venta de licencias para productos mediáticos y digitales (lo que incluye juegos, sitios web, aplicaciones para celulares), y más. La década del 2000 marcó la entrada de la empresa en diversos sectores para fortalecer su producto principal: el contenido diferenciado. En el sector de los medios digitales, Disney adquirió: los estudios Avalanche Software y Minds Eye Production en 2005; Junction Point Studios en 2007; Gamestar, en 2008, y Wideload Games, en 2009. En 2010, el grupo adquirió el estudio de desarrollos para smartphones Tapulous, con lo que fortaleció su presencia en la producción digital. También en la plataforma digital, el grupo invirtió en la provisión de contenidos para distintos tipos de público: para niños: con los sitios Club Penguin en 2007, y Kerpoof en 2009; para las fábulas de ficción: a través del sitio Fanlib en 2008; para toda la familia: con iParenting Media en 2007; para los usuarios de celular: a través de Enorbus en 2009; para aquellos clientes premium que abonan un adicional por determinados videos: a través de 125 La empresa sacó sus acciones a oferta pública en marzo de 2014. 126 Adquirida por Walmart.
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DigiSynd Inc en 2009, y para los usuarios de redes sociales: a través de la compra de Playdom (una empresa que provee juegos en redes sociales). El año 2009 fue también el año en que ingresó en la joint venture Hulu, un proveedor de contenidos en línea cuyo control accionario es compartido por Disney (32%), nbc Universal Television Group (32%) y Fox Broadcasting Company (36%). En 2014, Disney compró Maker Studios (una red de contenidos de video en línea) para reforzar la presencia de su marca y sus franquicias, mediante el uso de su propia plataforma de distribución. Sin embargo, las adquisiciones más importantes del grupo se centraron en los derechos de propiedad intelectual de los productos ya consagrados en el mercado. En 2004, Disney adquirió el estudio The Muppets Studio, que poseía los derechos sobre el famoso espectáculo infantil de títeres homónimo y a partir de allí originó películas y vendió licencias para diversos productos. El año 2006 estuvo signado por la adquisición de Pixar.127 La compra se cerró en 7.400 millones de dólares, cifra que bien refleja la importancia de este estudio de animación, que a la sazón llevaba producidos grandes éxitos como128 Toy Story; Bichos, una aventura en miniatura; Monsters S.A.; Buscando a Nemo; Los Increíbles y Cars. Toy Story 3 e Inside Out129, producidos por Pixar luego de que la adquiriera Disney están entre las 50 películas de mayor taquilla de todos los tiempos; Toy Story 3 ocupa el tercer lugar en el escalafón general. Otra gran compra de derechos de propiedad intelectual fue la de los estudios Marvel en 2009. Marvel tenía los derechos de superhéroes como el Capitán América, el Hombre Araña, Hulk, Iron-Man y Wolverine. En 2012, Disney hizo una nueva incursión en el mercado al 127 Pixar comenzó como una división informática de Lucasfilm (la productora de Star Wars) y luego se transformó en una empresa independiente de esta, con financiamiento de Apple Inc. (la empresa de Steve Jobs). 128 Pixar comenzó como una división informática de Lucasfilm (la productora de Star Wars) y luego se transformó en una empresa independiente de esta, con financiamiento de Apple Inc. (la empresa de Steve Jobs). 129 En Brasil, se tradujo como Divertidamente; en los países de habla hispana de América Latina se tradujo como Intensamente.
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comprar Lucasfilm, la dueña de los derechos de Star Wars, por cuatro mil millones de dólares. Con esa adquisición, Disney se garantizó para sí la “fuerza” del mercado cinematográfico en 2015. El lanzamiento de Star Wars, el despertar de la fuerza, le dio la mayor recaudación de taquilla de Estados Unidos, con un total de 812 millones de dólares. Fue la tercera película más taquillera de todos los tiempos en el mundo (y la primera en Inglaterra),130 con una recaudación de más de mil millones de dólares. Además, en 2012, el grupo compró la empresa utv Software Communication, propietaria de canales de tv en India, y una productora cinematográfica en Hollywood. En el caso de Fox, la estrategia para mantenerse y ampliar su cuota de mercado se basó en la producción y venta de licencias de contenidos, sobre todo relacionados con los deportes y las noticias. Así, las inversiones en áreas correlacionadas tienen como fin verdadero fortalecer los dos focos de la compañía. La 21st Century Fox, que produce y comercializa licencias de noticias, deportes, entretenimiento general, realidad ficcionada y producción fílmica para distribuir por cable o satélite, y también a través de empresas de telecomunicaciones y distribuidoras de video en línea, viene invirtiendo en redes de canales de todo el mundo y en la provisión de contenidos premium. En lo que se refiere a redes de canales, las principales inversiones fueron la adquisición de la red maa Television Network, que opera canales de entretenimiento en India, la compra de las estaciones de televisión ktvu-tv Fox (canal 2) y kicu-tv (canal 36), del grupo de medios cox, en la región de San Francisco (eeuu), la compra de Latin America Pay Television, una distribuidora de canales básicos y premium en América Latina, la adquisición de la Yankees Entertainment and Sports Network, una red deportiva regional de Estados Unidos, la adquisición de espn Star Sports, que luego se transformaría en Fox Spots Asia, la compra de la red regional estadounidense Sports130 Ver el artículo “Satr Wars” é a maior bilheteria dos eua e fica em 3º no ranking mundial” [“Star Wars alcanza el récord de taquilla en eeuu y queda 3.ra en el ránking mundial”], disponible en: http://cinema.uol.com.br/noticias/redacao/2016/01/10/star-wars-e-a-maiorbilheteria-dos-eua-e-fica-em-3-no-ranking-mundial.htm.
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Time Ohio, y la compra de una red de canales de India llamada Asianet Communications Limited. En relación con la oferta de contenidos, en la actualidad Fox posee 50% de las acciones de Endemol, tiene la franquicia, entre otros, del reality “Big Brother”, tiene el 51% de Eredivisie Media & Marketing, una empresa que ostenta los derechos de transmisión y publicidad de la “Dutch Premier League”. El otro accionista de Eredivisie es la proveedora de contenidos multiplataforma globales Endemol Shine Group, una joint venture de la que forma parte la propia 21st Century Fox. Además entre eso, 21st Century Fox posee participaciones minoritarias en DraftKings Inc., un proveedor de contenidos deportivos ficcionales en forma de juegos, en Vice Holdings Inc., una empresa a cargo de revistas, edición de libros, música y una serie de canales digitales, y de Hulu, una joint venture con Disney y nbc, como ya mencionáramos anteriormente. La empresa invirtió también en Roku Inc., una proveedora de infraestructura para medios digitales. Las inversiones de Fox no dejan lugar a dudas en cuanto a su interés en los retornos que puede rendirle el deporte. La compra de varias redes dedicadas a este nicho señala a las claras su estrategia: estar presente en los principales mercados deportivos del mundo. Y por eso también se explican las inversiones inmensas que hizo en Brasil para insertar al canal Fox Sports en las grillas de las principales operadoras del país.
Corporaciones mediáticas y capital financiero Detrás de todas esas inversiones se encuentra el capital financiero. The Walt Disney Company,131 que se negocia en el Nasdaq bajo el nombre de dis, tiene 61,43% de sus acciones, es decir, más de mil millones de 131 De acuerdo con el informe anual del grupo, The Walt Diney Company cerró el ejercicio fiscal de 2005 con ganancias por US$ 52,5 millones. Estas ganancias provinieron de sus divisiones de medios, parque y resorts, sus estudios de espectáculos, y la división interactiva y de productos de consumo, y los ingresos netos fueron US$ 8.382 millones Hasta el 3 de octubre de 2015, el conglomerado empleaba de forma directa a 185.000 personas. Con respecto a su división de medios, la red deportiva ESPN llega a 60 países/territorios,
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acciones,132 en manos de 1.814 instituciones financieras o inversores. El mayor accionista institucional, la administradora de carteras The Vanguard Group Inc, posee 5,32% de esas acciones, u 87.348.806 acciones. Las siguientes son algunas de las diez instituciones que más acciones poseen: State Street Corporation (un holding financiero), fmr llc, más conocida como Fidelity Investments, State Farm Mutual Automobile Insurance Co. (una empresa aseguradora y administradora de carteras con sede en Estados Unidos), BlackRock Institutional Trust Company N.A (una administradora de carteras, con sede en San Francisco, California), Massachusetts Financial Services Co. (una administradora de carteras propiedad de la aseguradora canadiense Sun Life Financial), Bank of New York Mellon Corporation (un banco y compañía financiera surgida de la fusión del Bank of New York con la Mellon Financial Corporation), Price (T. Rowe) Associates Inc. (una empresa de inversiones pública estadounidense), la Northern Trust Corporation (una empresa de servicios financieros con base en Chicago), Capital World Investors (una administradora de carteras con sede en Los Ángeles), y la ya citada The Vanguard Group. Juntas, esas diez corporaciones financieras responden por el 24,63% de las acciones en poder de instituciones inversoras, es decir, casi un cuarto. En el caso de Time Warner Inc.,133 1.026 instituciones tienen 83,29% (aproximadamente 666 millones de acciones) de las acciones negociadas en el Nasdaq. The Vanguard Group Inc., también aparece como el mayor inversor institucional, seguido por: Massachusetts Financial Services Co, Dodge & Cox Inc., jp Morgan Chase & Company; State Street Corporation; BlackRock Institutional Trust Company N.A, Capital Research y transmite en cuatro idiomas. La red Disney ya está compuesta por más de 100 canales, está disponible en 34 idiomas y llega a 163 países/territorios. 132 En números precisos: 1.008.480.615 133 En el ejercicio fiscal de 2014, Time Warner facturó un total de US$ 27.400 millones, a través de sus tres divisiones de negocios, Turner, HBO y Warner Bros, y obtuvo ganancias netas por US$ 3.827 millones. Hasta el 31 de diciembre de 2014, el conglomerado empleaba a aproximadamente 25.600 personas. Su red de cable y medios, Turner, operaba 165 canales en total y llegaba a más de 200 países.
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Global Investors, Capital World Investors, Morgan Stanley y Oz Management llc. Todos ellos tienen sede en Estados Unidos. Los diez mayores inversores financieros acumulan un tercio de las acciones negociadas en la Bolsa de Nueva York. En 2013, News Corporation se había dividido y había dado origen a dos empresas: News Corp, un spin-off que reúne periódicos, revistas y otras empresas de prensa escrita del grupo, y la 21st Century Fox, sucesor legal de la antigua News Corporation, que mantiene todas sus propiedades audiovisuales y de radiodifusión. Las acciones de la 21st Century Fox134 se negocian en el Nasdaq bajo dos denominaciones: foxa135 y fox. Las instituciones financieras poseen 93,38% de las acciones tipo foxa. En total, son 704 instituciones que tienen un poco más de mil millones de acciones.136 Los cinco accionistas principales son: Capital World Investors, The Vanguard Group Inc., jp Morgan Chase, State Street Corp. y Capital Research Global Investors. En las acciones tipo fox, la participación de las instituciones no llega al 50%. Concretamente, 396 instituciones reúnen 48,22% de esas acciones comercializadas en bolsa. Entre los mayores accionistas se encuentran: Valueact Holdings lp, Yacktman Asset Management lp, Eagle Capital Management, Franklin Resources Inc., Morgan Stanley, Invesco Ltd., State Street Corporation, BlackRock Institutional Trust Company N.A, jp Morgan, y Diamond Hill Capital Management Inc. A nivel mundial, la expansión de esos conglomerados a través de fusiones, adquisiciones y monopolios de derechos de propiedad intelectual y de exhibición de eventos aumenta la concentración del mercado 134 En el ejercicio fiscal 2015, Twenty-first Century Fox obtuvo US$ 28.987, a través de sus divisiones de programación, televisión, entretenimiento fílmico, distribución por satélite, y otros negocios, y su ganancia neta fue de US$ 8.306 millones. El conglomerado empleaba a aproximadamente 20.500 personas y su red de canales internacionales llega a 180 países. 135 Las acciones de clase A, como las acciones foxa, son acciones preferenciales con ciertos derechos y restricciones. En general, las acciones preferenciales no tienen derecho a voto en las asambleas, pero cuentan con preferencia a la hora de distribuir dividendos y otras ganancias de la empresa. 136 En números precisos: 1.093.224.161 acciones.
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y reduce la cantidad de players en ese juego. Aun compitiendo entre sí, los conglomerados del mercado de los medios suelen tener los mismos inversores principales, como se observa en el cuadro 2. Cuadro 2. Cruces de tenencias de los 10 mayores inversores financieros de cada grupo Inversores financieros en común
The Walt Disney Company
Time Warner
21st Century Fox
The Vanguard Group Inc
5,32
5,35
7,67 (foxa)
State Street Corporation
3,94
3,81
1,70 (fox) 4,54 (foxa)
BlackRock Institutional Trust Company N.A.
2,48
2,81
1,39 (fox) 2,65 (foxa)
Massachustes Financial Services Co
1,71
5,31
Capital World Investors
1,37
1,96
11,70 (foxa)
JP Morgan Chase & Company -
4,34
1,22 (fox) 4,63 (foxa)
Capital Research Global Investors
-
2,40
4,15 (foxa)
Morgan Stanley
-
1,47
1,94 (fox)
-
Fuente: elaborado por Denise Moura con datos del sitio de la Bolsa de Valores Nasdaq.
Consideraciones finales Hemos visto que, en términos debordianos, el espectáculo expresa, por un lado, la totalidad de la vida capitalista de nuestros tempos –la ideología cotidiana de todos los hombres, mujeres e incluso niños ya incorporados a las condiciones capitalistas de existencia– y, por otro, la búsqueda incesante del capital de reducir sus tiempos de circulación
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y realización. Cada unidad de espectáculo, que dura pocas horas pero moviliza en todo el mundo a millones de corazones y mentes para el consumo tanto de productos y servicios informacionales como de las mercancías entrópicas que le dan sustento, proporciona una rentabilidad elevada sobre la inversión financiera, en tanto independiza el valor generado de sus condiciones y tiempos materiales de producción. Ese valor es transferido a la renta de quienes detentan los monopolios sobre los derechos de propiedad intelectual, los cuales, a su vez, están cada vez más guarecidos dentro de los llamados “jardines vallados”. Un ejemplo de ese proceso es la inversión que hacen los grandes conglomerados mediático-financieros ya no en el fútbol solamente, sino en el deporte en general. El deporte acompaña a las marcas-fetiches del consumismo y las asocia a representaciones identitarias, culturales, distintivas e idiosincrásicas de los diversos segmentos de seguidores, quienes a la vez actúan como agentes activos del espectáculo, así sea participando en las tribunas, sentados frente al televisor, o luciendo por las calles la camiseta de su equipo o deportista favorito, cuyos dones artísticos o deportivos han sido remunerados por las marcas por el hecho de movilizar el trabajo semiótico general de esos millones de aficionados. Para abreviar los tiempos de realización del capital, la oferta de productos tiende a cubrir las más diversas plataformas, lo que también incentiva el consumo por todos los medios posibles. La búsqueda de la aceleración del ciclo del capital amplía la concentración vertical, horizontal y cruzada, transformando los conglomerados mediáticos-financieros internacionales en agentes poderosos, incluso en el plano político e ideológico, que se tornan a la vez en detentores del monopolio de la palabra. Es un proceso que ha de demandar una enorme atención por parte de los estados, los que deberían regular las comunicaciones para garantizar el acceso a estas por parte de las culturas locales, así como la diversidad e, incluso, la lisa y llana competencia.
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Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
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Índice de autores Francisco Sierra Caballero
Director General de Ciespal. Catedrático de Teoría de la Comunicación e investigador del Instituto Universitario de Estudios sobre América Latina (IEAL), es director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org) y editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (redes.com, www.revista-redes.com). Autor, entre otras publicaciones, de Políticas de comunicación y educación. Crítica y desarrollo de la sociedad del conocimiento (Gedisa, Barcelona, 2006) y Los profesionales del silencio: la información y la guerra en la doctrina de los EEUU (Hiru, Gipuzkoa, 2002). En la actualidad, es presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (www. ulepicc.org).
Francesco Maniglio
Es investigador en el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) por el proyecto Prometeo de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) de Ecuador. Es doctor en Comunicación y Crítica de la Cultura por la Universidad de Sevilla, master en Filosofía del Derecho por la Universidad Pablo de Olavide. Es investigador asociado al grupo Compoliticas de la Universidad de Sevilla y Laboratorio de Estudios Críticos del Discurso (Labec) de la Universidad de Brasilia. Entre sus últimas publicaciones destacamos El gobierno del General Intellect (Ed. Ciespal, 2016); To lead without governing in the knowledge society (Discourse and Society, Sage 2015); La invención del sur (Chasqui, 2016).
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Francisco Sierra Caballero / Francesco Maniglio (Coords.)
Carlo Vercellone
Carlo Vercellone es uno de los principales referentes teóricos del capitalismo cognitivo y desarrolla sus actividades como economista en el laboratorio CNRS del Centro de Economía (CES), Eje Instituciones, Universidad de París I-Sorbona, Francia. Entre sus obras recordamos From formal subsumption to general intellect (Historical materialism, 2007); The foundations and funding of basic income as primary income (Basic Income Studies, 2014); Capitalismo cognitivo: renta, saber y valor en la época posfordista (Prometeo, 2011).
Carlo Formenti
Carlo Formenti es licenciado en Ciancias Politicas. Entre 1980 y 1989 fue co-director del mensual Alfabeta; desde 1989 hasta 2006 ha trabajado para el Corriere della Sera; desde 2002 hasta el 2012 ha sido docente de Teorías de los nuevos medios en la Universidad del Salento. Entre sus publicacione principales recordamos: La fine del valore d’uso (Feltrinelli, 1980); Piccole apocalissi (Cortina, 1991); Incantati dalla Rete (Cortina, 2000); Cybersoviet (Cortina, 2008); Felici e sfruttati (EGEA, 2011); Utopie letali (Jaca Book, 2013); La variante populista (DeriveApprodi, 2016).
Angelo Salento
Es profesor de Análisis Sociológico de los procesos de desarrollo en la Universidad del Salento. Sus investigaciones principales abarcan el campo de las transformaciones regulatorias de la economía. En particular se ocupa de los procesos de financiarización de las empresas y de las consecuencias en el plano de la organización del trabajo. Con investigadores de Turín, Manchester, Ámsterdam y Madrid lidera un programa de investigación de la UE sobre la innovación social en la economía fundamental.
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Joselle Dagnes
Es investigadora posdoctoral de Sociología económica en la Universidad de Turín. Entre sus publicaciones: Building Alternatives from the Bottom-up: The Case of Alternative Food Networks, en (Agriculture and Agricultural Science Procedia, 2016); The Italian Way to Financial Accumulation. Personal Networks and Informal Practices of the Italian Economic Elites (Sociologija, 2016).
Matteo Pasquinelli
Es profesor invitado en Teoría de los medios, en la Universidad de Arte y Diseño, Karlsruhe. Recientemente editó la antología Alleys of Your Mind: Augmented Intelligence and its Traumas (Meson Press, 2015), entre otras publicaciones.
Javier Moreno
Doctor en Comunicación con Mención Internacional por la Universidad de Sevilla dentro del programa “Comunicación y Crítica de la Cultura”, es también experto universitario en “Comunicación y Desarrollo Local”. Cuenta con una amplia experiencia investigadora participando en proyectos de ámbito internacional y desarrollando estancias de investigación en la Universidad de Brasilia (UnB), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad París 8 y la California State University Northridge (CSUN). Como autor ha participado, entre otros libros, en Políticas de comunicación y ciudadanía cultural iberoamericana (Gedisa), Economia Política da Comunicação: Digitalização e Sociedade (Cultura Acadêmica) y Politicas de Comunicação. Buscas teóricas e práticas (Paulus).
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Núria Almiron
Núria Almiron es profesora titular del Departamento de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Sus principales áreas de investigación incluyen y combinan la economía política de la comunicación, la ética de la mediación, los grupos de interés y los estudios críticos sobre animales y la ética ambiental. Su trabajo ha sido publicado en revistas académicas como Journalism Studies, Environmental Communication, International Journal of Communication, International Communication Gazette, Triple-C y American Behavioral Scientist. Es autora y editora de diversos libros en varias lenguas, incluyendo El Mito Digital (Anthropos, 2008, con José Manuel Jarque), Journalism in Crisis. Corporate Media and Financialization (Hampton Press, 2010) y Critical Animal and Media Studies (Routledge, 2016, junto a Matthew Cole y Carrie P. Freeman).
Damián Fernández Pedemonte
Es doctor en Letras, con estancias posdoctorales en Ohio University y en la Universidad Católica de Milán. Es profesor de Grado y Posgrado en el área de Análisis del Discurso y de las Audiencias, y profesor visitante en posgrados en comunicación de universidades de América Latina y Europa. Es autor de numerosos libros sobre comunicación y de decenas de artículos científicos. Sus últimos títulos son: Comunicación aplicada, Teoría y Método; La gestión del disenso. La comunicación gubernamental en problemas, ambos con colaboración, y Conmoción Pública. Los casos mediáticos y sus públicos. Es editor de Austral Comunicación, la revista científica de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, y director de la colección Inclusiones de editorial.
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Felicitas Casillo
Estudió Comunicación Social en la Universidad Austral de Buenos Aires. Cursó estudios de Posgrado en Historia del Arte (Museo Nacional de Bellas Artes) y es magister en Gestión de Contenidos (Universidad Austral). Actualmente se encuentra realizando su investigación de doctorado (Conicet). Formó parte de equipos de investigación en los organismos FONCyT (Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica) y CECAP. Se desempeñó como expositora en ciclos de la Sociedad Argentina de Escritores y del Centro Cultural de la Cooperación, y como editora en la European Cultural Foundation.
Sonia Aránzazu Ferruz González
Es consultora de comunicación para empresas e investigadora como miembro del Grupo de investigación “ThinkCom” de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Con una tesis doctoral sobre Índices de Reputación Corporativa, es autora de varios artículos sobre medición de intangibles y reputación, y ha estado presente como investigadora en varios congresos internacionales. Lleva trabajando en el ámbito profesional en comunicación y gestión de intangibles desde 2001, labor que ha compaginado con la docencia en relaciones públicas, comunicación corporativa y reputación.
Marcos Dantas
Profesor titular de la Facultad de Comunicación de la UFRJ (Rio de Janeiro, Brasil); doctor en Ingeniería de la Producción por la COPPE-UFRJ; presidente de la sección brasileña de la Unión Latina de la Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (ULEPICC-Br). Es profesor e investigador del Programa de Posgrado de la Facultad de Comunicación de la UFRJ; profesor colaborador del Programa de Posgrado en Ciencias de la Información del Instituto Brasileiro de Informação
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em Ciência e Tecnologia. Es autor de Trabalho com informaçao: valor, acumulação, apropiração nas redes do capital y otros libros, así como de múltiples artículos sobre economía política de la información y de la comunicación, que es su principal objeto de estudio e investigación.
Denise Maria Moura da Silva Lopes
Doctoranda en comunicación y cultura en la Facultad de Comunicación de la Universidade Federal do Rio de Janeiro (ECO/UFRJ); su objeto de estudio son las estructuras y dinámicas del sector de la TV por suscripción. Profesora de Letras por la Universidade Federal do Piauí (UFPi). Graduada en Comunicación Social es especialista en comunicación y lenguajes. Se ha desempeñado como asesora de comunicaciones en diversas organizaciones y empresas. Es miembro del grupo de investigación Políticas e Economia da Informação e da Cultura (PEIC), en el marco de la ECO-UFRJ.
Este libro se terminó de imprimir en diciembre de 2016, siendo Director General de CIESPAL Francisco SIERRA CABALLERO