Auto/biografías 9788474767230, 9788474767247


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Auto/biografías
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Cuadernos Metodológicos

17

Auto/biografías

Segunda edición

Jesús M. De Miguel

corregida y ampliada Este libro es un manual para escribir —y analizar de forma sociológica— auto/biografías. Plantea los problemas teóricos y metodológicos en la realización de biografías (de otras personas) y de autobiografías (de uno/a mismo). Sitúa esos análisis dentro del marco de la Sociología cualitativa y de la tradición internacional de este tipo de estudios. Explica el problema central de la coherencia y el de la causalidad. Hay un capítulo sobre dudas teóricas. Presenta las dificultades de pasar de la experiencia personal a una construcción global dedelaentrevistas realidad social. Cita ejemplos reales sacados en profundidad en España. Incluye cinco tipos de autobiografías srcinales como muestra de las diversas formas de teorizar que utilizan las personas. Esta segunda edición ampliada incluye además cuatro ejercicios metodológicos que van a ayudar a solucionar problemas analíticos y de memoria: reautobiografías, relatos paralelos o gemelos, el caso de documentos incompletos o que faltan, y los retratos generacionales. El manual incluye al final una bibliografía comentada que sirve para seguir investigando.

Cuadernos Metodológicos

17

Auto/biografías

Segunda edición

Jesús M. De Miguel

corregida y ampliada

Madrid, 2017

Consejo Editorial de la colección Cuadernos Metodológicos DIRECTOR

Cristóbal Torres Albero,Presidente del CIS CONSEJEROS Francisco Alvira Martín, Universidad Complutense de Madrid M.ª Ángeles Cea D’Ancona, Universidad Complutense de Madrid Jesús M. De Miguel, Universidad de Barcelona Modesto Escobar Mercado, Universidad de Salamanca J. Sebastián Fernández Prados, Universidad de Almería Juan Ignacio Martínez Pastor,Universidad Nacional de Educación a Distancia SECRETARIA M.ª Paz Cristina Rodríguez Vela, Directora del Departamento de Publicaciones y Fomento de la Investigación del CIS

Miguel, Jesús M. De Auto/biografías / Jesús M. De Miguel. - 2.ª ed. corr. y amp. - Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2017 (Cuadernos metodológicos; 17) 1. Autobiografías 2. Métodos cualitativos 82-94.08 Las normas editoriales y las instrucciones para los autores pueden consultarse en: http://www.cis.es/publicaciones/CM/ Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya sea gráfico, electrónico, óptico, químico, mecánico, fotografía, etc.) y el almacenamiento o transmisión de sus contenidos en soportes magnéticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tipo sin permiso expreso del editor. COLECCIÓN «CUADERNOS METODOLÓGICOS», NÚM. 17 Catálogo de Publicaciones de la Administración General del Estado http://publicacionesoficiales.boe.es Primera edición, enero 1996 Segunda edición corregida y ampliada, mayo 2017 © Montalbán, CENTRO DE SOCIOLÓGICAS 8. INVESTIGACIONES 28014 Madrid © Jesús M. De Miguel DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

Impreso y hecho en España Printed and made in Spain

NIPO (papel): 788-17-008-4 / NIPO (electrónico): 788-17-009-X ISBN (papel): 978-84-7476-723-0 / ISBN (electrónico): 978-84-7476-724-7 Depósito Legal: M-13054-2017 Fotocomposición e impresión: RALI, S.A.

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100% reciclado

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El papel utilizado para la impresión de este libro es 100% reciclado y totalmente libre de cloro, de acuerdo con los criterios medioambientales de contratación pública.

Dedicado a mi hijo Max Zhe De Miguel Liao, para siempre.

Índice

PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICIÓN AMPLIADA..............................

9

PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN ...................................................

15

1. SOCIOLOGÍA CUALITATIVA ...............................................................

17

2. ESCRIBIENDO HISTORIAS DE VIDA ................................................

29

3. COHERENCIA Y CAUSALIDAD ...........................................................

47

4. DUDAS TEÓRICAS................................................................................

57

5. PROBLEMAS METODOLÓGICOS ......................................................

69

6. DE LO PERSONAL A LO COLECTIVO................................................

87

7. CINCO EJEMPLOS ...............................................................................

105

Autobiografía de ocupacional .................................................................... Autobiografía enfermedad ................................................................ Autobiografía introspectiva ................................................................... Autobiografía con documentos externos .............................................. Autobiografía grabada y anotada..........................................................

107 120 135 147 166

8. CUATRO EJERCICIOS METODOLÓGICOS .......................................

187

Reautobiografías .................................................................................... 189 Relatos paralelos o gemelos .................................................................. 205 El caso de documentos incompletos..................................................... 218 Retratos generacionales......................................................................... 232 BIBLIOGRAFÍA COMENTADA .................................................................

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Prefacio de la segunda edición ampliada

Escribo este segundo prefacio desde el quinto piso de la Biblioteca Nacion al de Taiwán, en el centro de Taipéi. Desde los ventanales se contempla la puerta con la inscripción (en mandarín) «Plaza de la Libertad». Es una plaza enorme que contiene dos edificios clásicos: el Auditorio Nacional y el Teatro Nacional. Al final, majestuoso —en forma de mausoleo piramidal— se yergue el Memorial por Chiang Kai-Shek. El título de la puerta y de la plaza lo cambiaron hace unos años, cuando ganó las elecciones el partido socialdemócrata por primera vez (el DPP, Partido Progresista Democrático, en el año 2000). Hasta entonces la plaza era en honor al dictador. Sorprende que el Memorial de CKS continúe abierto —y muy visitado portours de chinos mainlanders—, flanqueado por la Puerta de la Lealtad por un lado y la Puerta de la Piedad por el otro. Llama la atención porque Taiwán es un país plenamente democrático. Ocupa el puesto 37.º en el democracy index (España es el 25.º1). Pero siendo un país democrático todavía conserva estatuas, monumentos y monedas delgeneralissimo. Precisamente sobre memoria histórica —dehistory y de story a la vez— trata esta segunda edición del libro. Analizo al biografía de otras personas; o bien las autobiografías. A veces la distinción no es clara, como cuando una investigadora graba en magnetófono o vídeo a una persona explicando su vida. La primera edición deldeseaba libro seampliarla agotó pronto, he tardado en metodológiescribir una segunda edición porque con yunos ejercicios cos reales. La versión actual es considerablemente mayor, aunque el texto base no cambia. Se ha añadido un capítulo extra (el octavo) con esos cuatro ejercicios. Espero que ilustre bien a los/as colegas —estudiantes e investigadores— sobre la forma de realizar auto/biografías sociológicas. En el entretanto, han aparecido varios Cuadernos Metodológicos que complementan al actual 2. Conviene tener a mano el número 5 (agotado) sobre Método biográfi1 Son democracias plenas en el mundo aproximada mente cincuenta países. Puede verse el artículo de Jesús M. De Miguel, y Santiago Martínez-Dordella, «Nuevo índice dedemocracia»,Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 146 (2014), pp. 93-140. hhttp://dx.doi.org/10.5477cis/ reis.146.93. Hay versión en inglés. 2

Este es el número 17 y cuando escribo ya hay 57 ejemplares en la colección.

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co: El uso de las historias de vida en ciencias sociales, de Juanjo Pujadas. Siempre me ha gustado releer el número 22 sobre Metodología cualitativa en España, escrito por los sociólogos Bernabé Sarabia y Juan Zarco, pues es un

marco de referencia útil para situar los trabajos auto/biográficos. Hay un recampo lato singular en Diarios de , número 31 Jorba. de la colección, escrito por el sociólogo y antropólogo Juan Manuel García Debe leerse también popular número 32, sobre Entrevistas cualitativas, de Miguel S. Valles. Recomiendo consultar la Investigación cualitativa longitudinal, bien escrita por Jordi Caïs, Laia Folguera, y Climent Formoso (es el número 52, publicado en 2014). Está a punto de salir un volumen —inapreciable— sobre el análisis sociológico con documentos personales, escrito por María José Rodríguez, y José Ignacio Garrigós, que también debe ser consulado. Aunque el tema se escapa, ayuda leer el volumen 20, sobre Observación participante, de Óscar Guasch. Al leer el presente libro convendría tener a mano estos ejemplares de Cuadernos Metodológicos. La colección entera es un conjunto de libros sobre aspectos diversos de la metodología sociológica. Forman una red en que se relacionan unos libros con

otros. Los libros no deben ser estudiados o utilizados aisladamente. Cu adernos Metodológicos obtuvo el Premio Nacional de Educación Universitaria, concedido por la Unión de Editoriales Universitarias Españolas —en el año 2009—, al ser considerada como «la colección más importante de metodología sociológica en el mundo hispánico». Como es sabido, la colección está orientada tanto al investigador interesado en las técnicas y recursos metodológicos como a los/as estudiantes que se enfrentan consu aprendizaje. Como reza la propaganda, «su enfoque eminentemente práctico y su marcado carácter pedagógico los convierten en herramientas sumamente útiles para la investigación y la docencia». Pero yo creo que lo que distingue a la colección es su srcinalidad, y su nivel internacional. Cuadernos Metodológicos se diseña en el año 1989, con el encargo de producir una colección de libros metodológicos que ayudena elevar la capacidad técnica de la sociología española. El encargo se realiza por el director del Centro de Investigaciones Sociológicas entonces (Luis Rodríguez Zúñiga) y el subdirector (Juan Salcedo) al catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona Jesús M. De Miguel. Los tres escogen entonces un título humilde —Cuadernos Metodológicos—, siguiendo el modelo de colecciones internacionales, como la de Sage. La colección española se inicia en 1991 y en los primeros veinticinco años de existencia aparecen más de medio centenar de números. Recuerdo que el primer número fueMétodos de muestreo, de Jacinto Rodríguez Osuna, y el segundo, sobreMetodología de la evaluación de programas, de Francisco Alvira, los dos ya agotados hace tiempo. El último volumen publicado, como número 56, es sobre elAnálisis cualitativo comparado.La colección es muy exitosa, con reediciones de varios de sus números. Cada uno de los libros tiene que hacer hincapié en el aspecto aplicado y práctico de la investigación, así como facilitar el autoaprendizaje para aque-

AUTO/BIOGRAFÍAS

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llos lectores/as que se introduzcan a una metodología o técnica particular a través de esos textos. Los libros ofrecen ejemplos basados en investigaciones reales. Con este objetivo en la mente, he ampliado el manual de Auto/biografías en esta segunda edición, incluyendo cuatro ejercicios metodológicos reales, variados, de quelapermiten aprender —y aprehender— diversas modalidades o problemas investigación social auto/biográfica. Incluyo lo que puede denominarse reautobiografías, realizadas años después (en este caso son dos, escritas quince años después); la experiencia de relatos paralelos o gemelos; el caso de documentos incompletos o cuando faltan documentos (en el que presento lo que falta es una foto); y el intento de realizar retratos generacionales. Con estos cuatro ejercicios o problemas pienso que el libro mejora, o al menos se hace más útil (y real). Mucho ha llovido en estos veinte años. El mundo se ha transformado. Se anuncia que los diarios y los libros impresos van a desaparecer. Pero el análisis sociológico básico de las auto/biografías ha cambiado poco. Sigue siendo imprescindible leer con atención Hacer la América, de Pancho Marsal, que en inglés es su tesis doctoral de Sociología en Princeton University 3. Recientemente han aparecido algunas autobiografías de sociólogos; y se preparan biografías interesantes (como una sobre el catedrático Enrique Gómez Arboleya realizada por Julio Iglesias de Ussel). El problema es que los sociólogos españoles son unos profesionales excesivamente tímidos, que esconden sus vidas. Esperamos que las sociólogas españolas sean más locuaces. Sería muy interesante contar con las autobiografías de Inés Alberdi, María Ángeles Durán y Carlota Solé —por citar tres ejemplos claros 4—. Para el caso de España, recomiendo —encarecidamente— leer tres excelentes autobiografías sociológicas recientes. En la primera edición del presente libro no las teníamos, pues se publicaron después. Son tres relatos interesantísimos escritos por profesionales españoles. El primero es la autobiografía de Amando de Miguel, titulada Memorias y desahogos, publicada en el año 2010 5. Considero que es un documento autobiográfico esencial para entender al sociólogo que es Amando, y la profesión sociológica española de la segunda mitad del siglo xx. Además de profundo es entretenido, agudo, lleno de datos, y con material gráfico. No puede captarse la sociología española sin leer meticulosamente esa excelente autobiografía, o lo que él denomina «Memorias». Amando sigue vivo, y es posible que se anime a escribir un segundo volumen. 3 En el texto se señala la importancia del libro Hacer la América, y en la bibliografía hay un resumen. Si hubiese que empezar a leer sobre auto/biografías sociológicas yo recomendaría encarecidamente empezar por ese libro. 4 Existe ya una autobiografía parcial de María Ángeles Durán, excelente, que es Diario de batalla: Mi lucha contra el cáncer (Madrid: Santillana, Aguilar, 2003), 297 pp. 5

Amando de Miguel, Memorias y desahogos (Madrid: Ediciones Infova, 2010), 610 pp.

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La autobiografía de Albert J. Jovell, sociólogo y médico, doctor por Harvard University, y doctor en Sociología por la Universidad de Barcelona, es de otro tipo. Es una autobiografía sobre la lucha incansable contra su enfermedad: Cáncer: Biografía de una supervivencia6. Pero no es un manual de vanas espede cocina ranzas, un libro relato serio, ya desventuras veces dramático, se analiza ni la vida de Albert, así, sino comounlas aventuras con eldonde sistema sanitario español. Albert nos dejó hace un par de años, y su libro, que ya no puede ampliarse, es un testimonio y ejemplo autobiográfico sobresaliente. El tercer libro imprescindible es La memoria inquieta, de Esteban Pinilla de las Heras, cuyo título añade: Autobiografía sociológica de los años difíciles 1935-1959. Este libro póstumo de Pinilla estaba en proceso de reconstrucción —y de publicación— cuando escribí la primera edición del presente libro 7. Pero como yo era su editor (junto con Xavier Martín Palomas) ya lo utilicé en Auto/biografías. Se terminó publicando en la colección Academia, del Centro de Investigaciones Sociológicas. Es un libro brillante, esclarecedor, absolutamente obligatorio de leer para entender la sociología en España. Pinilla murió pero nos dejó un testimonio agudo sobre las ciencias sociales en España bajo la dictadura de Franco. Si se conocen estos tres libros —de Amando de Miguel, de Albert J. Jovell y de Esteban Pinilla de las Heras— cualquier investigador/a está preparado para leer el presente libro…, y para superarlo. Además quedará fascinado/a por la posibilidad de realizar auto/biografías. Todo libro lleva agradecimientos. El prefacio de la primera edición (que sigue a este) ya incluía demasiados agradecimientos. De algunos me arrepiento; pues la vida da muchas vueltas. Poreso no es lo mismo la autobiografía de uno ahora que la de quince años después, o veinte, y no digamos cincuenta. Es que en cada etapa de nuestras vidas somos personas distintas. Peroeste debate nos 8 llevaría a un rompecabezas filosófico…, y seguramente a escribir otro libro . 6

Albert J. Jovell, Cáncer: Biografía de una supervivencia (Barcelona: Planeta, 2008), 250 pp.

En la portada se señala: El esperanzador testimonio de un médico enfermo de cáncer. No señala que también es doctor en Sociología. La reseña del editor abunda: «Esta emotiva autobiografía de Albert Jovell habla sobre escritura y supervivencia. El autor lleva más de una década luchando contra el cáncer y sabe que no hay mucho consuelo para una enfermedad así. No busca la autocomplacencia en sus memorias, tampoco ofrece una válvula de escape en la fantasía o la religión. Por el contrario, Albert comparte sus miedos mediante lo que él denomina “escritoterapia”, la única terapia para el cáncer sin efectos secundarios. El diagnóstico de cáncer representa una especie de primera muerte. Pero, si no se frena, aquello puede ser únicamente el principio. El cáncer, en realidad, aúna dos enfermedades más: la crisis emocional y el miedo social». 7 Al final se publicó en el mismo año —1996— que la primera edición de este libro: La memoria inquieta: Autobiografía sociológica de los años difíciles 1935-1959 (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, Colección Academia, 1996), 307 pp. Edición y corrección de la obra de Esteban Pinilla de las Heras a cargo de Jesús M. De Miguel y de Xavier Martín Palomas. 8 Yo ya he empezado en un breve ensayo sociológico sobre «El más allá» (13 pp.) en el libro In Memoriam sobre el sociólogo Benjamín González Rodríguez, que se publica, editado por Amparo Almarcha. Véase en el capítulo 4.

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Hic et nunc, mi mejor agradecimiento es para mi esposa, Ching T. Liao, que es

una persona incomparable. Encontrarme con ella en Londres es lo mejor que me ha ocurrido en mi vida9. Muchas gracias por estos años de felicidad. Este libro está dedicado a nuestro hijo de tresaños, Max Zhe; para que me recuerde, yDaniela me lea,Iubatti, cuandoy yo no esté.Pau Con agradecimiento también para madrina, su ya padrino, Marí-Klose, quienes tendrán quesu encargarse de él en el futuro. ¡Buena suerte! Tengo que dar las gracias aquí a las largas conversaciones con mi hijo Robert, a pesar de que no puede hablar y está en silla de ruedas. Su inteligencia y humanidad son siempre un enorme estímulo para mí. Mi hija Carolina (con mis nietos Elías y Gabriel) son siempre un estímulo vital e intelectual. Agradecidos estamos al doctor Manuel Borrell por su sabiduría y empatía. Gracias a Félix Requena (entonces en el Centro de Investigaciones Sociológicas) por su insistencia en que yo escribiese esta segunda edición. Y a Cristóbal Torres, actual Presidente, por editarlo. A Isabel Solano y al Departamento de Publicaciones por su buen hacer. Gracias a mis colegas Carmen Domínguez-Alcón, y Julio Iglesias de Ussel por su inteligencia. Xavier Coller es siempre un saco de ideas; felicidades por su nuevo Lucas. A nivel institucional (y económico) dar Affairs las gracias a la Taiwan Fellowship Scholars Program, del Ministry ofdebo Foreign (MOFA) de Taiwán, por permitirme unos meses de solaz y tranquilidad para poder escribir esta segunda edición. El Center for Chinese Studies (con Aurora Lee y Rebecca Yen) ha sido de gran ayuda. Estoy también agradecido al excelente Departamento de Sociología de la National Taiwan University, en Taipéi. Gracias a las ideas de I-Ching Liu, Wen-Ti Sung, y Zhou P. Wang. Mis recuerdos desde la National Central Library, de Taiwán, y a su simpar quinto piso, donde pienso y escribo. Animo a las personas que lean este libro, para que se atrevan a realizar auto/biografías, y a publicarlas. Taipéi, septiembre de 2016 Jesús M. De Miguel

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Digo Londres porque los dos estudiábamos un máster en la London School of Economics.

Ahora ella termina el PhD en Management en IESE Business School, en Barcelona.

Prefacio de la primera edición

Escribir sobre auto/biografías tiene un componente personal, autobiográfico. Debo a Juan Francisco [Pancho] Marsal mi interés por las técnicas cualitativas en las ciencias sociales 1. Su influencia ha tardado en hacerse efectiva, pues cuando él vivía yo estaba ilusionado por otros tipos de análisis sociológicos. Pero en la vida casi todo termina haciendo mella, sobre todo los consejos sabios. Un par de décadas después me encuentro nadando en el proceloso mar cualitativo. El presente manual desea ser continuación de la excelente presentación del método de historias de vida realizado por Juan J. Pujadas en esta misma colección 2. Yo enfoco con más detalle las auto/biografías en sociología, y presento las dudas teóricas y los problemas metodológicos con que se enfrentan las sociólogas/os cuando escriben auto/biografías. El libro se divide en siete partes. Entre todas configuran una interpretación personal sobre esta técnica de investigación social. Cada parte y párrafo trata de hacer pensar al investigador/a sobre los problemas con los que se enfrenta al trabajar en este campo. Es un texto didáctico, en que se comparten muchos problemas… y pocas soluciones. Se inicia con una visión introductoria sobre las auto/biografías en sociología, para debatir la tarea de escribirlas. Un tema central es el de la coherencia y causalidad. Presento dudas teóricas recientes, así como algunos de los problemas metodológicos más importantes. Luego se retoma el punto central pasando de lo individual a lo colectivo. Una contribución personal es la distinción entre auto/biografías que sonespejo y las que son ventana. Desde su creación, he dirigido esta colección de Cuadernos Metodológicos con el deseo de compartir con la comunidad científica de nuestro país los problemas que vamos encontrando en el día a día de nuestra profesión, lo que coloquialmente se llama la cocina de la investigación. Es algo que aprendí en el despacho de Serrano 19 (de Amando de Miguel), que luego continué en Yale University (con Juan J. Linz), y años más tarde en Stanford University y en 1 2

Pancho Marsal murió en Bellaterra el 5 de marzo de 1979, a la edad de cincuenta años. Joan J. Pujadas, El método biográfico: El uso de las historias de vida en ciencias sociales (Ma-

drid: Cuadernos Metodológicos del Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992), 107 pp.

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University of California Berkeley. La colección trata también de mezclar, y equilibrar, los aspectos cuantitativos y cualitativos de la metodología sociológica. Su objetivo es enseñar a hacer cosas, también a presentar las dificultades en conseguirlo, así como los avances futuros que tenemos que realizar entre todos/as. Muchos colegas me han animado a seguir en esta dirección; especialmente en el Departamento de Sociología de la Universitat de Barcelona: Nuria R. Ávila, Joan Bellavista, José Luis C. Bosch, Ana Collado, Carmen Domínguez, Juan M. García Jorba, Montse Juan, Manuel Martín, Carmelo Pinto, Omar García Ponce de León, Josep A. [Pep] Rodríguez y Diego Torrente. Las dos personas que más me han ayudado con sus (excelentes) comentarios e ideas son el antropólogo Óscar Guasch y el sociólogo Jaume Farrás. Muchísimas gracias también a la ayuda técnica de Xavier Escandell (en el capítulo 7) y Carolina Salvá. Gracias a Internet —y al tradicional correo— he podido debatir sobre estos temas con Rut Aguilera (en Harvard), Stanley Brandes (University of California Berkeley, y México), Jordi Caïs (UC San Diego), Emilio J. Castilla (Stanford), Laura Chaqués (New School for Social Research), Xavier Coller (Yale),(MIT) Juan Díez (UC(March). San Diego), Pedro Gallo (LSE), Mauro F. Guillén y PauMedrano Marí-Klose Algunos estudiantes han sido de gran ayuda en sus comentarios, sobre todo, Xavier Martín-Palomas (UAB), Gemma Sala Capdevila, y Tamyko Ysa (UB). Los psicoanalistas Juan y Hanne Campos, así como otros/as miembros del grupoanálisis, fueron siempre una fuente de inspiración profunda. El presente manual establece por escrito un debate triangular con Pancho Marsal y con Esteban Pinilla de las Heras, con quienes tuve la oportunidad de discutir extensamente sobre estos temas. A todos ellos/as les debo el deseo de escribir sobre auto/biografías, y no solo vivirlas. Varias instituciones me han ayudado a realizar este tipo de estudios, y han permitido dedicar esfuerzos investigadores: Fundación La Caixa, Fundación Caja Madrid, Fundación Foessa, Ministerio de Educación y Ciencia, Centro de Investigaciones Sociológicas, CICYT 3. Debo agradecer también a la Universidad de Barcelona (en Pedralbes) y a la University of California San Diego (en La Jolla) en California. Sarrià, otoño de 1995 Jesús M. De Miguel

3

Agradezco explícitamente a la CICYT por el proyecto SEC95-0256.

1 Sociología cualitativa

La sociología cualitativa está de moda. Durante décadas la investigación sociológica se centró en lo social, la vida colectiva. Salvo algunos estudios, lo estrictamente personal apenas tenía importancia. Lo central era tratar la vida social desde el análisis de la colectividad, no a través de los ojos del actor/a. Se insistía en entender la realidad social desde lo colectivo, sin preocuparse de su construcción individual. Era una visión social del ser humano comomarioneta. Todo esto ha cambiado. La tradición de la Universidad de Chicago serecupera1. En las últimas décadas la etnometodología, el interaccionismo simbólico y la obra de Goffman manifiestan un nuevo interés por lavisión no-marioneta de la realidad social (Becker y McCall, 1990; Blau, 1994; Eckert, 1989; Denzin, 1989; Goffman, 1979; Riley, 1988). El actor/a ya no es un muñeco a merced de los hilos de la estructura social, la cultura, la lucha de clases o el devenir de la historia, sino que es alguien que puede actuar. Hay un interés renovado por entender la forma en que las personas construyen la realidad social, por sus auto/biografías2. Se afirma que los seres humanos no son prisioneros de las normas y presiones de la sociedad. Incluso aunqueesto fuese mentira, al menos se consigue una visión más empática ypróxima a los seres humanos. Es difícil explicar las relaciones entre la acción individual y la estructura social. Desde los años cincuenta C. Wright Mills insiste en que la verdadera sociología es una conjunción de biografía e historia. Solo analizando ambos aspectos es posible entender la realidad social (1959). Sin biografía es imposible —según Mills— entender la estructura social 3. La auto/biografía no es un mero ejemplo o explicación puntual de la vida social, sino un ele1 Uno de los últimos libros que recupera esa tradición de la Escuela de Chicago es Slim’s Table (subtitulado Race, Respectability, and Masculinity), de Mitchell Duneier (1992). Obtuvo el

premio al mejor libro de Sociología de la American Sociological Association en el congreso de Los Ángeles en el verano de 1994. 2 Véase un buen ejemplo en Paul Feyerabend, Killing Time (1995). 3

Es una idea que repetía Pancho Marsal casi cada día.

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mento clave en el análisis de la realidad social. Desgraciadamente en sociología se considera todavía como un aspecto secundario, marginal, que sirve normalmente como ejemplo, ilustración o complemento de análisis estructurales más profundos. Es importante reivindicar el valor del análisis cualitati4

vo y biográfico porentreteje sí mismo, nourdimbre como ejemplo curiosidadindividuales, . La conductae grupal, social, se enyla de laso relaciones incluso en la historia de una vida sola. De ahí la importancia sociológica del análisis auto/biográfico 5. A partir de los roaring twenties el análisis auto/biográfico es un punto de unión entre sociología y psicoanálisis 6. La sociología de los años veinte en adelante se ve influenciada por el pensamiento freudiano y por la revolución psicoanalítica posterior. La vida social se explica a partir de las pulsiones individuales; a su vez el individuo/a es un fiel reflejo de los conflictos sociales e históricos. Las vidas —de Dora, Juanito, Chic Powell, Stanley, JS, o de los anónimos trabajadores polacos— son tan importantes o más que las historias de personajes famosos. En una tradición psicoanalítica —y médica en general— se enseña a estudiar lo anormal por la significación que tiene para la comprensión de lo normal. En la etnometodología se estudia la disrupción de la cotidianeidad que contiene las claves que explican la vida normal, rutinaria, diaria. Es lo que luego se define como la «significación de lo trivial». El psicoanálisis ayuda a entender las esperanzas, miedos y angustias de las personas; los motivos inconscientes de la acción personal; así como los sentidos y significados sociales que se atribuyen a una vida individual. Nada de eso es banal en un buen análisis sociológico. Interesan las auto/biografías de personajes famosos, varones, blancos, importantes; pero también las de personas normales, incluso marginales en su vida más cotidiana. De esa forma la sociología se acerca a contenidos más psicoanalíticos: la vida no es el desarrollo de una línea única y lógica de crecimiento o de progreso, sino quizá la repetición inconsistente de pautas adquiridas en la infancia. La cotidianeidad de Rosebud termina teniendo más importancia que la magnificencia de Saint Simeón. Desgraciadamente las auto/biografías que se pueden comprar, leer, que están en las librerías, son casi siempre de estilo hagiográfico (o denuncias) de personajes famosos, políticos, estrellas y supuestos hacedores de la historia de la sociedad. Esta tenIgual está sucediendo modernamente con la imagen fotográfica (o de vídeo/film y youtube) que se reivindica como sociológicamente importante por sí misma, y no como «santo» o complemento al texto escrito. 5 Un manual útil es el de Joan J. Pujadas, El método biográfico: El uso de las historias de vida en ciencias sociales (Madrid: Cuadernos Metodológicos del Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992), 107 pp. 6 En español esta expresión se traduce curiosamente como «los locos años veinte». Es la época del The Polish Peasant (1918-1920), así como de la utilización de documentos personales en la 4

sociología de la Escuela de Chicago, sobre todo los publicados entre 1931 y 1937.

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dencia representa la interpretación conservadora y convencional: la historia de la clase dominante. La interpretación de la sociedad suele ser masculina y está escrita a través de los ojos de los varones. Se denuncia el sesgo que representa esa construcción masculinamente. femenino es de lo silente, desocial lo quede nolaserealidad habla, loconstruida que aparece como tabú. HayLo pocas historias vida sobre mujeres, pocas auto/biografías femeninas. En las auto/biografías masculinas las mujeres aparecen poco, de forma difusa, en roles estereotipados. Las auto/biografías masculinas y femeninas no suelen relacionarse entre ellas. El feminismo ha contribuido a la reconstrucción de la realidad social a partir de las vidas individuales de mujeres silenciosas, o mejor dicho silenciadas. El feminismo trata de reconstruir la realidad social, y revelar las claves que impiden comprender la estructura social, así como los factores ocultos que obstaculizan pensar de forma adecuada sobre la vida propia. El impacto del feminismo en el análisis auto/biográfico es considerable, aunque a menudo se ignora. Esta perspectiva, incorporada luego por la sociología reflexiva, supone reelaborar la historia de la humanidad desde planteamientos distintos. El feminismo como movimiento social enfatiza el análisis de la vida de la mujer y de su condición social. Numerosos análisis auto/biográficos olvidan que el feminismo se centra en el tema de las personas individuales (sobre todo mujeres) y en sus vidas como explicación de la estructura social. En la tradición feminista la frontera entre objetividad y subjetividad es tenue. Realidad y conciencia de la realidad son aspectos complementarios. Teoría y práctica no son entidades sólidas; ética y ciencia se entremezclan. El feminismo supone una forma distinta de entender la realidad social, y también una forma diferente de hacer ciencia, de investigar la realidad social… e incluso de escribirla. En la producción feminista la auto/biografía y la condición personal de la mujer son temas legítimos de análisis. El impacto del pensamiento feminista en el análisis auto/biográfico es así fundamental. Las auto/biografías son una construcción de la realidad social (Belenky, 1986; Evans, 1993; Gilmore, 1994; Linde, 1993; Plummer, 1983; Stanley, 1992). No son meros datos referenciales de vidas, sino que articulan la realidad de una vida personal dentro de un contexto social determinado. Tampoco son relatos inocentes. La crítica sociológica ha contribuido a evaluar la coherencia de los relatos de vida distorsionados a través de variables como etnicidad, género, y clase social. Las auto/biografías no son una fuente de información transparente, sino que evidencian algunos de los problemas sociales básicos, a la vez que permiten el análisis de la discriminación y de la desigualdad social. La clasificación de historias de vida por generaciones (o cohortes de edades), género (varones y mujeres), clase social, contexto rural/urbano y regional es imprescindible para un análisis adecuado de la realidad social. Conviene diferenciar entre biografía, autobiografía, e historia de vida. Para un antropólogo posmoderno: «Una autobiografía es como un libro de viajes.

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Pero en vez de hablar de los demás hablas de ti mismo. En definitiva, la conexión teórica entre una y otra cosa es evidente. Lo único que da legitimidad al informe etnográfico (un informe etnográfico es un libro de viajes) es que el autor estuvo y los otros no. Es el síndrome de haber estado allí. A la autobio7

grafía le vida da menos todos estado Pero la historiasede no es importancia nunca de unaporque sola vida. Enhemos el relato de unaquí ser».humano aparecen múltiples personas (amigas, familiares, conocidas, vecinas, personas circunstanciales, audiencia, compañeras de viaje) cuyas vidas también se describen parcialmente. Es posible realizar un análisis de relatos paralelos, o incluso un estudio sistemático de todos los que aparecen en una historia de vida. Pero esas personas se remiten a otras, y así hasta el infinito. El método se complica cada vez más, y es prácticamente imposible —incluso para la vida más aislada— realizar relatos o historias de vida de todas las personas implicadas 8. Pero como estrategia de análisis es fructífera. Una posibilidad es partir de una historia de vida y seguir entrevistando a todas las personas que aparecen en el relato srcinal. El objetivo debe ser cotejar que los hechos ocurrieron de la forma en que se describe, pero sobre todo se trata de resaltar las construcciones diferentes —y a menudo disonantes— de la realidad social9. Tan importante como los datos auto/biográficos son las omisiones y los silencios, lo que no se dice, reprimido, tabú. Lo que se oculta es vital para el análisis. La información silenciada muchas veces es la más importante para entender la construcción social de la realidad. Esas omisiones solo emergen cuando la historia de vida o el relato auto/biográfico es suficientemente elaborado, prolongado, desarrollado. En una historia de vida rápida, la interpretación vital que se ofrece suele ser estereotipada, una especie de videoclip de la realidad social 10. Solo si la historia de vida es prolongada, recogida en un trabajo de campo de semanas, durante bastantes horas de grabación, es posible averiguar —y posteriormente perseguir en el análisis— las omisiones o tabúes en el relato de la vida de una persona. Esas omisiones pueden referirse a menudo a personas enteras, que desaparecen del relato familiar —lo que Juan F. [Pancho] Marsal identificaba como «evaporados». Véase esta idea más desarrollada en Geertz, El antropólogo como actor (1989). Manuel Martín realiza una estrategia de relatos paralelos en el excelente estudio de mujeres que son policías locales: Mujeres policía (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1994), 159 pp. En realidad este libro está escrito enteramente por mí. 9 Pero este método se enfrenta con el problema de la combinación de autobiografía con biografías de otros/as. Además, el proyecto es tan inmenso que no ha habido intentos serios de realizarlo. 10 Esta fue nuestra experiencia en el caso de las historias de vida sobre interrupciones voluntarias del embarazo en mujeres durante los años ochenta y principios de los noventa. El relato inmediato (los primeros diez minutos) oculta sistemáticamente las claves más importantes para entender los procesos de toma de decisión. Véase el libro Salud y poder (Josep A. Rodríguez y 7 8

Jesús M. De Miguel, 1990), especialmente el capítulo quinto, «Minorías y salud» (pp. 218-262).

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Un tema espinoso en el análisis es definir las diferencias entre la vida relatada y la realmente experimentada; entre la auto/biografía como relato y lo que ocurre de verdad 11. Tampoco es igual la vida reciente contada que la interpretación global realizada desde la vejez. La historia de una persona octogenaria, relatándola desde su nacimiento e incluyendo lo queparciales, recuerda de sus abuelos/as y padres, es propio una recreación diferente a los relatos o de tiempos más recientes. La vida en perspectiva puede contener diversos tipos de simulaciones: autojustificación, visión global lógica, narcisismo, testamento, resarcimiento o venganza contra personas concretas, replanteamiento de las decisiones más importantes, enlazamiento de los momentos estelares, resolución artificial de los dramas familiares, etc. Estas variedades pueden combinarse de forma múltiple. Por supuesto todas ellas son interesantes desde un punto de vista científico. Pero la relación entre «representación» y «realidad» es preocupante. La memoria es selectiva. Los momentos estelares de una vida —en una auto/biografía— suelen representar una construcción artificial. La vida se reduce a veces a una sucesión de disrupciones o ceremonias, de la cuna a la tumba: nacimiento, bautizo, comunión, permiso de conducir, mili, boda, nacimiento de hijos/as, muerte de padres, viajes, enfermedad y muerte. Pero las disrupciones entre esos sucesos individuales/sociales son igualmente importantes. La rutina y la vida cotidiana pueden ser tan vitales en el análisis auto/biográfico como los momentos estelares 12. Tampoco es lo mismo una auto/biografía de una persona en su juventud, que en su madurez o en su vejez. En la vejez la vida no se vive hacia adelante; la persona se da cuenta de que ya no está construyendo su vida, sino viviéndola. La vejez es un período de reconstrucción de la vida. Para ciertos investigadores la edad (el proceso de envejecimiento) es una forma de deconstrucción del futuro (Evans, 1993 13). La mayoría de las auto/biografías están escritas cronológicamente, de la cuna a la tumba. Sin embargo, el análisis de una vida no debe ser necesariamente el desarrollo lineal de un proceso, sino quizá el estudio de la repetición, cíclica o no, de pautas y procesos. Una vida contada año a año resulta tediosa. El segundo problema es que ese procedimiento suele tender a ocultar pasajes significativos de una vida, o situaciones importantes no necesariamente relevantes a nivel cronológico. Hay procesos indiviUn antropólogo se pregunta en voz alta: «¿Hay diferencias entre la vida contada y la vida real? ¿Sí? ¿Quién las define? ¿El investigador? ¿Por qué? ¿Con qué derecho?». Este es precisamente el srcen de la discusión antropológica entre interlocutor e informante. 12 Un ejemplo son los diarios (como el de Jovellanos) o las cartas (como las de Simone de Beauvoir a Sartre), que son lectura aburrida y de la vida cotidiana, pero que sirven mejor aún que los momentos críticos (la deportación de Jovellanos o la ceremonia del adiós en Beauvoir) para entender y analizar la realidad social. El diario de Zenobia Camprubí es de gran interés (19931995), y yo recomiendo mucho su lectura. Es la esposa de Juan Ramón Jiménez. 11

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Esto se nota bien en el libro de María Teresa Bazo sobre La ancianidad del futuro (1992).

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duales que no se enmarcan en un período concreto, o que se explican mejor a través de varias épocas vitales. Es importante construir historias de vida no cronológicas, como algunas novelas (y películas) que empiezan por el final para luego rehacer la biografía; o bien en donde existen numerosos flashbacks queEn van la realidad. el reconstruyendo análisis sociológico de auto/biografías no interesa tanto el qué como el porqué y el cómo. Los hechos pierden importancia porque son sucesos individuales. Si se refieren a personas corrientes (gente popular, no famosas ni importantes) se sugiere a veces que tienen una importancia social limitada. Pero la supuesta «vulgaridad» de las personas auto/biografiadas es anecdótica; lo que importa en el análisis son las motivaciones, juicios, valores, explicaciones, justificaciones, propósitos. En el cómo actúa una persona socialmente hay más elementos de análisis sociológico profundo que en lo que en realidad hace. En esos motivos o justificaciones hay además rastros de inacción, de temas silenciados, de sucesos ocultos u ocultados. Son pistas para seguir analizando, para entender la realidad social y la estructura social de épocas ya pasadas. A partir de esos rastros los sociólogos/as logran reconstruir la realidad social. Permiten además describir la forma en que lo social es creado, no necesariamente de forma cronológica. La estrategia cronológica —de la cuna a la tumba— tiende machaconamente a presentar la vida como una sucesión de acontecimientos, reseñados como evidencia. En el intento de presentar la auto/biografía como real se suele tender a los hechos documentados y explicados, y no tanto a la vida vivida entre esos sucesos 14. Los hechos individuales/sociales pueden ser analizados a través de otras fuentes de datos, y no solo a través de las auto/ biografías. El género auto/biográfico es interesante precisamente por los nohechos, es decir, por las ausencias, los silencios; y también por lo que se dice, cómo se dice, explicaciones subjetivas de la acción, inexactitudes, la falsificación de la realidad; así como por las actitudes, valores y relaciones interpersonales. Todo ello descubre aspectos de la estructura social que no suelen mostrar los sucesos históricos 15. Lo trivial o cotidiano (rutinario) no importa por sí mismo; lo esencial es la significación de lo trivial. Interesa analizar el impacto de los dramas familiares no resueltos (a menudo son irresolubles). La sociología ha producido pocos análisis de la vida cotidiana, de los dramas familiares domésticos. La vida cotidiana es un tema poco desarrollado en sociología (e incluso en fotografía 16). Pero en el análisis interesan más los no-hechos (es decir, el cómo y el porqué) que lo que llamamos aquí «momentos estelares» de una vida. 15 Hay un dicho sociológico que afirma que los/as autores de una investigación creen en sus teorías pero suelen dudar de sus datos (y tablas); mientras que los/as lectores son ávidos creyentes de los datos pero críticos negadores de las teorías que se suelen exponer. 16 Ambas ciencias tienen una biografía similar, naciendo hace aproximadamente siglo y me14

dio. Es histórica la exposición del MoMA, Museum of Modern Art en Nueva York, sobre Pleasures

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Los hechos parecen lógicos, puntuales, incontestables. Sin embargo, las vidas reales suelen ser ilógicas, contradictorias, incoherentes, dudosas, inexplicables 17. Como decía Pareto, las personas son seres irracionales que se pasan la vida racionalizando su propia irracionalidad. Como frase es ingeniosa, pero requiere cierto No es que la vida sea simplemente no esun —ni tieneanálisis por quécrítico. ser— lógica. El problema conirracional; las historias de vida (realizadas sobre todo desde la vejez) es que tienden a racionalizar sucesos y decisiones que en momentos anteriores se reconstruirían de otro modo. La racionalización es una forma de legitimación. Las auto/biografías representan un sistema de legitimación de una vida, e incluso de una estructura social determinada. Auto/biografía es auto/biografía escrita, o mejor aún, leída. Las historias de vida se suelen presentar por escrito. Hay intentos de historias de vida en vídeo/cine; alguna tan inteligente como Seven Up. Pero la mayoría de ese tipo de relatos son escritos. Muchas historias de vida grabadas no son luego conocidas sino a través de una transcripción más o menos maquillada. Las historias de vida son luego leídas, y ese es el medio en que son interpretadas. Las auto/ biografías representaciones la vida es individual, vez unalos forma de reconstruirson la vida individual. Eldeobjetivo recuperary aellapasado, hechos ocurridos y las motivaciones de la época; se trata además de una forma de reconstruir la vida individual, de explicarla, y sobre todo de interpretarla desde el presente. Por decirlo de forma más simple: la auto/biografía es diferente si se realiza en momentos diversos del tiempo. La interpretación de lo que ocurrió hace varias décadas no es solo un problema de memoria sino de racionalización (a veces de irracionalización) de lo ocurrido. Otro problema importante es el de la veracidad de los relatos. ¿Cómo se sabe si lo que una persona narra es verdad? Se puede realizar una labor de investigación. Pero es posible que el interlocutor/a mienta; es probable que mienta involuntariamente casi sin saberlo. La mentira es una realidad social tan importante como la verdad. Se aplica aquí el principio de Thomas de que cuando los hechos se consideran como reales son reales en sus consecuencias. La incorporación de la mentira en el análisis de la estructura social es, pues, importante 18. Los sociólogos/as deben analizar además por qué una persona desea (o accede a) contar su vida, a escribirla él/ella misma, a explicársela a alguien (con and Terrors of Domestic Comfort (Galassi, 1991). Hasta entonces la historia de la fotografía se

había preocupado muy poco de la vida doméstica. La mayor parte de las fotografías son de exteriores, de la vida pública, y de la calle. 17 Chesterton señala que la realidad suele parecer siempre más falsa que la mentira. La mentira puede ser lógica, bien estructurada, creíble. La realidad rara vez lo es. 18 Un antropólogo me escribe: «¿Verdad o mentira? En el fondo es una discusión absurda y sin sentido. El interlocutor y el investigador pactan la verdad. Es una verdad construida sobre un diálogo. No es una verdad a partir del monólogo del investigador».

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o sin magnetofón), a grabarla, a realizar un vídeo. Weberianamente el análisis científico debe ser valorativamente neutral; mientras que el tema escogido de investigación usualmente no lo es. En el caso de la auto/biografía eso es más obvio. Las personas que escogen voluntariamente relatar su vida tienen algo que explicar, justificar, legitimar, entender. Esasser condiciones deben serdeexplicitadas e incluso analizadas. Igualmente puede analizado el hecho que una persona no escriba su autobiografía. Pío Baroja, en Ala vuelta del camino (una excelente obra autobiográfica), llama la atención sobre el hecho de que los españoles no escriben su vida; las españolas, aún menos. ¿Por qué19? A través de una vida (auto/biografía) es posible entender los procesos sociales y explicar la estructura de la sociedad. Las historias de vida permiten entender además el cambio, la transformación de las pautas familiares, de trabajo, ocio, estructura política. Pero hay que tener en cuenta que la interpretación de la vida social difiere según la posición. La forma en que se analiza la estructura de la sociedad depende a su vez de la posición en la pirámide social. El conocimiento —el proceso de saber, y de saber cómo se sabe— varía también según el estatus de las personas. El conocimiento es situacional y contextual. Toda auto/biografía supone una audiencia porque está escrita hacia el futuro. En el género autobiográfico la audiencia es elegida por la persona que relata su vida. En las biografías la audiencia depende del relator/a. En el análisis académico la audiencia esademás experta, compuesta de investigadores/as que se dedican a analizar relatos biográficos. Los diarios están escritos para ser leídos: por la propia persona, sus familiares, o el público en general. Es un público (futuro) que no suele pertenecer a la propia historia contada, y que no estará preocupado por las revelaciones personales. Se supone que esa audiencia estimará sobre todo los hechos cómodos, la trama general, la explicación social. Existen al menos cuatro personas distintas: la que relata la vida, la que la escribe (cuando es diferente), la que la lee y la que realmente existió. Hay que diferenciar al menos entre la persona que es, la que fue, y la que escribe. Son tres niveles de realidad que deben ser analizados en el estudio sociológico de historias de vida. El pasado puede ser recuperado por el/la protagonista, o por el lector/a, pero siempre con base en unas cuantas páginas, es decir, no en forma global. Es imposible contarlo todo, y por lo tanto el pasado se analiza a 19 Una explicación la ofrece un antropólogo: «Somos mediterráneos y vivimos el momento. Solo los pueblos amenazados (como Polonia) escriben su vida» (Óscar Guasch, comunicación personal). Y sigue: «Es relevante entender los contextos sociales (a menudo nacionales) que inhiben o impulsan la producción auto/biográfica. En el caso polaco la inmensa producción auto/ biográfica hay que explicarla en el marco de un contexto nacional que pretende afirmar su identidad; en este caso una identidad nacional articulada en torno al conservadurismo católico y campesino. En sociedades individualistas la autobiografía es más frecuente; mientras que en

sociedades colectivas (como la japonesa) la autobiografía es menos frecuente».

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través de aspectos parciales, de hechos sugeridos, de explicaciones sesgadas. Cuanto más global y detallado es el relato de vida más elementos de comprensión existen. Pero la socióloga debe abandonar la pretensión de conocer todo el pasado, incluso si se trata de una sola vida. El actor al relatar su vida, o la escritora al corregir de la vida delademás biografiado/a, no esa solovida, presenta una de las posibles vidas el delestilo actor/a, sino que construye en forma escrita, abreviada, añadiéndole coherencia cronológica. La persona que relata (cuenta o escribe) su vida describe la realidad, con base en una selección de acontecimientos. Es un proceso de selección de la memoria que no siendo culpable tampoco es inocente. Estos hechos y descripciones permiten construir una realidad social y no otra. Se realiza —a veces inconscientemente— una interpretación selectiva del pasado. La memoria es un elemento importante, aunque poco analizado en el género auto/biográfico. La memoria puede estimularse mediante un método cronológico inverso (ir narrando hacia atrás), mediante la reflexión de contextos (por ejemplo las casas en que una persona ha vivido), o mediante imágenes (fotografías antiguas del álbum familiar, películas, vídeos). También se pueden utilizar técnicas psicoanalíticas. Es posible realizar una entrevista a otros actores/as de su época. Una vida individual no puede ser escrita fuera de contexto. La consideración de una vida aislada del contexto social es lo que Wright Mills denominaba el síndrome Robinson Crusoe. Toda auto/biografía es la vida de una persona principal, pero articulada con otras vidas. Los/as «actores secundarios» adquieren a veces una relevancia especial. La auto/biografía guarda relación con unos hechos y con una vida, pero es en sí misma un producto social adicional. La relación entre vida real y auto/biografía es difícil de establecer. Pero al menos el actor/a está sistemáticamente relacionado con el producto escrito, algo que no suele suceder en los análisis cuantitativos de la realidad social20. Una auto/biografía no es una serie de hechos puntuales (omomentos estelares) de la vida, sino una reconstrucción vital. El relato escrito que se obtiene depende de la memoria, del proceso de la vida, asídel como del contexto y temporalidad desde el quedesereconstrucción relata. Las preocupaciones actor/a en el momento de narrar su vida condicionan tanto los temas como las explicaciones, además de la selección de sucesos relevantes. Narrar la historia propia (o la de otra persona) puede cambiar además la vida propia. Es una experiencia que resulta traumática, esperanzadora, renovadora y que puede llevar a decisiones sustantivas sobre el futuro personal. La auto/biografía se convierte entonces en parte de la vida del autor/a. La experiencia de relatarla lleva a replantear la idea de una experiencia estable y coherente, que es luego 20 En fotografía se dice que el fotógrafo/a toma la foto —e incluso a veces la revela— pero luego desaparece, para ser sustituido por la mirada del espectador/a. Es entonces ese espectador/a, en ausencia del autor/a de la foto, quien tiene que interpretar la realidad fotografiada. En el caso

de la auto/biografía el autor/a de la misma —el relator/a— acompaña al lector/a en su lectura.

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entendida globalmente, sin incoherencias, y que puede ser escrita de nuevo. El 21 texto escrito se convierte así en un referente con una importancia singular . El objetivo de la sociología para Norbert Elias es doble: hacer comprensible la situación humana, y averiguar qué puede hacerse para evitar el destino trágico de la vida. «Por lo general, se concibe la sociología como una ciencia reductora y destructiva. Yo no comparto esta concepción. Para mí, la sociología es una ciencia que nos ha de ayudar a explicar y a comprender mejor lo incomprensible de nuestra vida social». La frase es de Elias en su imaginativa biografía de Mozart . Mil seiscientos años antes San Agustín (354-430), en su autobiografía Confesiones, plantea ya una pregunta central: cómo puede una persona llegar a conocerse a sí misma en lo que él denomina la «vida mortal» o la «muerte vital». Señala a la memoria como la admirable virtud y facultad que permite indagar en uno mismo: «Este capacísimo retrete de la memoria recibe, en no sé qué secretos e inexplicables senos que tiene, todas estas cosas, que por las diferentes puertas de los sentidos entran en la memoria, y en ella se depositan y guardan, de modo que puedan volver a descubrirse y presentarse 22

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cuando fuere necesario ». Esel una cuestión lasvida. historias de vida: la búsqueda de una identidad, deseo de dar básica sentidoen a la El segundo consejo de Elias de que «hay que ser más cauto en la vida» vale por todo un tratado filosófico; aunque no queda claro si las auto/biografías realmente enseñan a ser más cauto. 21 Véase, por ejemplo, la autobiografía de Paul Feyerabend, Killing Time (Chicago: The University of Chicago Press, 1995). 22 Es el libro póstumo de Norbert Elias, Mozart, sociología de un genio, editado por su colaborador Michael Schroter un año después de la muerte de Elias (Mozart. Zur Soziologie eines Genies, Stichting, 1991), coincidiendo con el segundo centenario de la muerte de Mozart, en 1791. El objetivo del estudio sociológico —según el mismo párrafo—es «hacer comprensible su situación humana y quizá también ofrecer una modesta aportación para dilucidar la cuestión de qué habría que hacer para evitar un destino como el de Mozart. Cuando se expone su tragedia tal como yo lo

intento hacer —y esto solo es un ejemplo de un problema más amplio— quizá se pueda reforzar la conciencia del ser humano de que ha de ser más cauto con respecto a lo más nuevo» (1991: 24). 23 San Agustín (1954: 207). Es interesante recoger aquí el inicio de la vida de San Agustín tal y como aparece en su autobiografía (nace el 13 de noviembre del año 354): «Ignoro de dónde haya venido a esta vida, que no sé si la llamé vida mortal o muerte vital. Aquí estaban ya para recibirme los consuelos y favores de vuestra misericordia, según oí de los padres que me engendraron y de quien hicisteis que yo naciera, porque a mí no me ha quedado especie alguna de lo que entonces pasó. Recibiéronme, pues, los consuelos y favores que me previno vuestra misericordia, proveyéndome y surtiéndome de la leche que había de mamar y necesitaba para mi sustento. Porque ni mi madre ni las amas que me criaban se llenaban los pechos a sí mismas, sino que Vos, Dios mío, erais quien se los llenaba, ministrándome por medio de ellas el alimento propio de mi infancia, según las determinaciones de vuestra providencia, que surte abundantísimamente de cuanto es necesario a todas las criaturas» (p. 25). Pasa rápido por su infancia temprana, pues como el propio San Agustín señala, no tiene memoria de lo sucedido: «Pero dejo aparte toda aquella edad, porque ¿qué he de hacer ni decir de ella, si no ha dejado algún rastro en mi memoria?» (p. 28). La memoria es para San Agustín un elemento fundamental en el análisis autobiográfico.

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El análisis de auto/biografías sirve, junto con otras técnicas cualitativas (como la observación participante, los diarios de campo, o las entrevistas en profundidad), para analizar aspectos ocultos de la vida social, relaciones interpersonales cotidianas pero desconocidas o procesos oscuros de las relaciones individuo/sociedad. La sociología actual recupera así el análisis de la vida doméstica, personal, íntima, y pasional. Afortunadamente la sociología centra cada vez más el interés en la investigación cualitativa, el análisis de lo cotidiano, y en el ser humano como protagonista de la vida social 24.

24 En la sociología europea ese impulso proviene de la historia social, la demografía histórica, el feminismo e incluso el humor (al estilo de los chistes de Sempé sobre la vida moderna), o la

interpretación de la modernidad en Mon Oncle de Jacques Tati.

2 Escribiendo historias de vida

Una historia de vida es una narración de la vida de una persona, contada en una serie de conversaciones o entrevistas habladas. Existen historias de vida escritas srcinalmente (por ejemplo en forma de cartas como la de JS 1). En ambos casos —escrito u oral— se supone que la descripción es verdadera 2. la América: «Todo cuanto he Como el propio JS Me en elexpresé epílogodedelaHacer escritoseñala es la pura verdad. mejor manera que pude» (Marsal 1972: 320). Es un buen propósito para un minutero (fotógrafo ambulante), una persona acostumbrada a observar la realidad. Pero la auto/biografía es en realidad una historia que nunca puede ser completada. Las vidas siempre continúan, son inconclusivas, ambiguas, incoherentes, abiertas a narraciones múltiples, y a interpretaciones diversas. Lo que se investiga es la forma en que las personas dan sentido a su vida, así como las relaciones entre la sociedad y su vida: oralmente y en un texto. Hay muchas personas que nunca escribieron ni contaron su historia, cuyas vidas permanecen invisibles. Son personas sin voz. Muchas son mujeres y niños/as, enfermos/as, personas marginadas. Otras personas creen que no tienen nada que contar; que sus vidas no tienen sentido, significado, racionalidad. No saben bien para qué viven; creen que no saben para qué viven. Consideran que otras personas sí lo saben. Como Freud señala, la vida no tiene sentido, salvo uno…, vivirla. Norman K. Denzin, autor de uno de los mejores manuales sociológicos sobre auto/biografías, afirma: «Si alimentamos la ilusión de que entendemos lo que no entendemos, o de que hemos encontrado vidas coherentes y con sentido donde no las hay, entonces estamos realizando una prácJS es el protagonista de Hacer la América de Juan F. Marsal, seguramente la historia de vida española más importante. El relato se construye con el material enviado en forma de cartas de un ciudadano español emigrado a Argentina, y que J. F. Marsal pagaba. La investigación se realiza en los años sesenta, se publica en Argentina en 1969, y en España en 1972. 2 Aquí haría mía la confesión de Etsuko, en el libro de Yukio Mishima titulado Sed de amor, de que «para mí este es un diario falso, porque ningún ser humano puede ser tan honesto como 1

para aparecer como completamente falso» (1969: 23).

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tica cultural que es tan represiva como el más represivo de los regímenes políticos» (Denzin, 1989: 83). La realidad social se escapa como el agua entre los dedos. Pero Chic, Stanley, Dora, el Botas, JS, Wladek Wisniewski, Agnes, o Fane Fry —por no citar más que a unos cuantos personajes famosos de los libros entre sin nosotros/as. Losforma sociólogos/as nos especializamosde ensociología— dar voz a lasviven personas voz. Es una radical de transgredir las estructuras de dominación, de poder. Algo así como lo que explícitamente realiza Michel Foucault con el análisis de la vida del parricida Pierre Rivière, o el Menocchio de Cario Ginzburg. Los libros crean esas personas. No sabemos si existieron tal y como aparecen en los libros. Es difícil meter a un ser humano entre los dos cartones de la portada y contraportada. Escribir una historia de vida es tan difícil como describir los colores puros con palabras: ¿cómo explicarle el color azul a un persona ciega? No se trata solo de escribir o elaborar auto/biografías, sino también de leerlas. El investigador/a social puede ser inteligente; pero una buena parte del éxito sociológico de las historias de vida está en la persona que lee luego el libro. Eso sucede obviamente con todo tipo de elaboración intelectual, pero en el género auto/biográfico el esfuerzo que se exige al lector/a es mayor, dado que tanto los hallazgos como las hipótesis están menos elaborados. Pero eso mismo es lo que permite varias lecturas de un texto auto/biográfico. Cuando se lee la historia de Wladek Wisniewski, el famoso emigrante polaco en Chicago, la de Stanley en el Jack Roller, la del Botas en A tumba abierta, la de Chic Conwell, el ladrón profesional, o la de JS en Hacer la América, cada lector/a extrae significados distintos. Esto es evidente cuando la formación metodológica y teórica es diferente: los sociologos/as, antropólogos/as y psicólogos/as suelen entender cosas distintas del mismo texto. Los sentimientos son difíciles de expresar en una historia de vida: «Es tan difícil hablar de subjetividades. Decir algo coherente y que pueda tener sentido para los demás. Hablar de sentimientos es algo tan etéreo, tan poco tangible. Por ejemplo, enamorarte es volverte gilipollas transitoriamente. Después ya llegará el momento en que vuelvas a la condición más o menos normalizada. Más allá cada uno tendrá su forma de sentirlo, pero expresarlo ¡es tan difícil 3!» La palabra «amor» es una convención social para resumir esos sentimientos; las personas entienden rápidamente de qué se trata. Pero no GDI, B. Pero el mismo joven expresa sus dudas: «Parece mentira que seamos sociólogos. Siempre llegamos a las mismas conclusiones. Nos apuntamos a las bandas porque necesitamos apoyo psicológico. Nos enamoramos porque necesitamos apoyo emocional. Siempre recaemos en el mismo tipo de explicaciones. Yo creo que tendríamos que trascender estas explicaciones psicologistas que postulan la preeminencia universal del individuo, e ir un poco más allá» (GDI, B; esta abreviatura significa que es la grabación del Grupo de Discusión 1, y la cinta B, realizada en 1994). Para Mishima, en El templo del alba (1985: 265), «enamorarse era un privilegio especial otorgado a alguien cuyo encanto exterior y sensual, su ignorancia y desorganización interiores y 3

su falta de percepción le permitían crear un tipo de fantasía acerca de otro».

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hay expresiones sencillas para todos los sentimientos. Una autobiografía solo posee el poder de la palabra —que es mucho— pero obviamente es una capacidad limitada de expresión. Quizá una auto/biografía combinada con fotografía (fija) o mejor con vídeo sería más ilustrativa. Pero no hay experiencias importantes de lograrlo (salvo Riis, o Evans).considerable. Los clásicos Pero de laeso auto/ biografía escrita siguen teniendo unaAgee importancia no significa que la vayan a seguir teniendo en el futuro. Se duda de que una vida pueda realmente compendiarse en palabras. Hay serios problemas para que la historia de una persona pueda ser trasladada a un texto escrito, y que ese texto represente realmente a una persona: palabra por palabra, literalmente, al pie de la letra. El libro (frases, párrafos, páginas) crea otra persona, que se parece o recuerda más o menos a la de carne y hueso. El sociólogo/a experimenta la frustración de no poder plasmar en un texto la vida entera, real, de una persona. La historia del análisis sistemático de este género es corta. A partir de los años veinte, y sobre todo en los treinta del siglo pasado, la Escuela de Chicago produjo una serie importante de historias de vida. Pero a nivel profesional internacional no es hasta 1986 cuando la International Sociological Association, en el congreso de Uppsala (en Suecia), crea un research committee sobre el tema, denominado «Biografía y Sociedad». Como concluye Pancho Marsal en su agudo libro La crisis de la sociología norteamericana: «Resulta, pues, ahora que, como en anteriores ocasiones, por mor del viraje teórico, los márgenes metodológicos vuelven al centro y El campesino polaco y tantos estudios sociológicos y antropológicos que pasaron las décadas anteriores llenos de polvo en las bibliotecas de Estados Unidos se convierten ahora en estimables precedentes. El método de casos y las historias de vidas vuelven otra vez a escena, aunque sea con acento fenomenológico o etnometodológico» (Marsal 1977: 322 4). Esto lo escribe Marsal hace cincuenta años, pero en España se tardan dos décadas más en hacer operativa esta afirmación 5. Una auto/biografía una story varias personas, A veces es la visión del es devenir de lade sociedad a través decon losun/a ojos protagonista. de esa persona, que hace de cronista, o de interpretador de los procesos sociales; convirtiéndose en una history peculiar. Lo complejo, aunque importante en la historia de vida, es integrar más o menos personajes, o convertirse bien en una story o bien en una history. Es importante analizar la forma en que las personas dan sentido a su vida, además de entender cómo viven. En una autobiografía la persona suele realizar ella misma ese proceso de dar sentido o 4 Juan Francisco Marsal fue el sociólogo español que más impulsó esta especialidad en España en el siglo pasado. Pero trajo ese enfoque de la mezcla de sus estudios en Princeton University y su trabajo como sociólogo en Latinoamérica. Logró que varios de sus colegas y discípulos iniciasen esta metodología. 5

El influjo intelectual y personal de Marsal es una parte importante de ese éxito.

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coherencia a su vida. El honor, por ejemplo —tan importante en la cultura europea meridional—, es un concepto resbaladizo, que depende mucho del proceso de dar sentido a la vida propia. El sociólogo/a debe estudiar no solo vidas, sino también historias, stories, sobre todo los significados de esas narraciones, y cómo se proporciona a una vida. de Howard Becker en Los sociólogos/as —a pesarsignificado de los sabios consejos Writing for Social Scientists (1986)— siguen escribiendo sus textos científicos en impersonal, a veces en primera persona del plural (nosotros), pocas veces en primera persona (yo). Pienso que eso se hace porque existe un sentimiento generalizado de que solo si se eliminan las experiencias personales de la investigación se está realmente haciendo ciencia. Se entiende que lo científico (como en el caso del fotógrafo/a) es desaparecer de la «escena del crimen» y ampararse en un sujeto indeterminado y pasivo. Sin embargo, cuando se utiliza el yo es cuando me doy cuenta de la importancia del sujeto verbal en que se escribe la historia de vida. Me parece que eliminar el yo es un truco para dejar de ser responsable respecto del texto escrito. Así no hay que dar explicaciones de lo más importante: por qué elegí el tema de investigación, qué problemas he tenido al realizar la investigación, por qué afirmo lo que escribo, qué pienso yo personalmente de lo que estoy escribiendo, quién me obligó a investigar, o cómo me siento ante lo que yo voy descubriendo. La importancia del texto autobiográfico es que normalmente conserva el yo; está escrito en primera persona. Eso proporciona al relato un tono de inmediatez próxima y llamativa; pero implica una posición incómoda dentro de la ciencia sociológica. Yo mismo lo experimento al realizar el presente manual sobre auto/biografías. Parece poco científico presentar textos en primera persona (los que aparecen, por ejemplo, en el capítulo 7 o en el 8). Me siento incómodo al hacerlo, y debe ser justificado con la oportunidad de unos ejemplos didácticos. Se debate la utilización de la primera persona en las investigaciones, salvo en prefacios y agradecimientos en que se suele aceptar e incluso es la norma. Se critica/yo critico abiertamente que la única forma de hacer ciencia sea separando el proceso de investigación de la experiencia personal del investigador/a. La separación entre lo intelectual (científico) y lo personal es artificial, pues las hipótesis científicas parten igualmente de ambos tipos de discursos y experiencias. Considero que cualquier producto académico, investigador, depende de la biografía de la persona que investiga, lo acepte explícitamente o no. Algunos estudios (por ejemplo feministas) son bastante innovadores al mezclar lo científico-objetivo con la experiencia personal. Los/as estudiantes de Sociología suelen recibir instrucciones claras de no escribir sus trabajos científicos en primera persona (yo). Se les obliga a disimular la existencia de una persona real detrás de cualquier escrito. El autor/a se difumina, o incluso desaparece (igual que el fotógrafo/a). A su vez tampoco incluye la experiencia personal como forma de conocimiento dentro del estu-

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dio. Una teorización personal, basada en la experiencia, no se considera legítima. Es difícil integrar la experiencia personal con el discurso sociológico objetivo en un mismo estudio 6. Sin embargo, cada vez está más de moda el escribir en primera persona (yo), explicar las motivaciones más o menos ocultas y subjetivas de la investigación se realiza, yprecisamente dejar hablar aporque los/as informantes. La auto/biografía se pone que de actualidad es un instrumento que deja hablar a las personas, que permite teorizar sobre la realidad social, construir la realidad social y colaborar en el proceso de avance del conocimiento sociológico. Las personas hablando sobre sí mismas parecen más accesibles, más reales y sinceras; aun cuando eso no sea necesariamente cierto. Actualmente la inclusión de lo auto/biográfico en la investigación sociológica se presenta como una alternativa pedagógica avanzada. Es también una forma de analizar los significados ocultos de la vida cotidiana. Belenky habla incluso de «the roar which lies on the other side of silence7». Se refiere a las mujeres que recuperan su propia voz y conquistan el control sobre sus vidas. Es parte de la teoría feminista de lo personal como político8. El sentido pedagógico de la utilización de la experiencia auto/biográfica en un contexto académico lleva a analizar la naturaleza del conocimiento, las diferencias entre el conocimiento institucional y el cotidiano o doméstico, las relaciones entre el saber público y el privado. A pesar de todas esas limitaciones, la sociología incorpora la utilización de lo auto/biográfico como una forma de desarrollar una sociología reflexiva y crítica, como un instrumento de discusión sociológica. A menudo las historias de vida se presentan tal cual, es decir, como una transcripción de la vida pasada, sin comentarios científicos, como la de JS en Hacer la América (Marsal, 1972). Pero esta aparente naturalidad del texto es falsa; primero porque existe siempre una corrección de estilo considerable, reorganización de párrafos, un maquillaje del texto que se presenta. La mano del escriba sentado es invisible, pero está ahí. Además el lector/a es también un personaje activo; no se limita a la interpretación que ofrece el texto auto/biográfico. El lector/a reinterpreta el texto, la estructura de la vida, y saca sus propias conclusiones. En ese sentido la auto/biografía es más similar a una obra de arte —una foto o un cuadro— en donde el autor/a desaparece para dejar sitio al voyeur. Es ese mirón el que tiene que realizar el trabajo de interpretar, de reconstrucción de la vida social. En un texto auto/biográfico el lector/a tiene, pues, un papel importante. 6 Una excepción suelen ser los diarios de campo añadidos a las investigaciones, como el que se incluye en la tesis doctoral El poder azul (1994) del sociólogo Diego Torrente. 7 «El rugido al otro lado del silencio», en Mary F. Belenky et al., Women’s Ways of Knowing: The Development of Self, Voice and Mind (Nueva York: Basic Books, 1986), p. 4. 8 Pero incluso cuando es mujer, la inclusión de lo auto/biográfico no legitima para hablar en

nombre del resto de la Humanidad, sobre todo si la persona que escribe trabaja en la universidad.

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La estructura cronológica es útil, porque la secuencia temporal es definitoria de la propia causalidad. En una auto/biografía el tiempo es una convención construida socialmente. Lo que sucede, y cómo se recuerda, no guarda un orden estrictamente cronológico. La reelaboración de lo sucedido, su legitimación explicación difieren es mástienen evidente los pequeños ydramas familiares. Lassustancialmente. justificaciones aEso posteriori casien tanta importancia como lo realmente sucedido. Los pequeños dramas —verdaderos pleasures and terrors of domestic comfort— no respetan una cronología estricta. La persona que narra su vida suele darse cuenta precisamente de ello en el proceso narrativo de reconstrucción de su vida. La memoria es tanto individual como social, sobre la que la colectividad mantiene una influencia considerable. La memoria es colectiva, generacional, incluso cuando se refiere a sucesos individuales. El tiempo lo cura todo. Lo que fue un drama familiar en su momento no lo es ahora de la misma manera. Los dramas agudos se relativizan posteriormente y se suelen explicar dentro de un contexto más racional, menos dramático. Una explicación de estos procesos es que después del drama el actor/a tiene de obtener relevante,ocomplementaria a la que tenía.oportunidad Puede entender mejor información o al menos legitimar justificar el drama. La memoria es así interpretativa además de social. Cualquier interlocutor/a 9 está preocupado/a por cómo es entendido. En la auto/biografía la teoría deriva directamente de la experiencia vital. Pero a su vez una vida contiene hechos objetivos, situaciones externas al protagonista (por ejemplo, la Guerra Civil, la dictadura de Franco, la muerte de Carrero Blanco, el golpe de Estado de Tejero el 23F). Una auto/biografía contiene, pues, elementos biográficos y colectivos. Aun cuando sean externos, tienen una repercusión sobre la persona. Son documentos de una época, de una situación social, de un grupo o clase social y de un género determinado. Es la vida de muchas vidas. Puede interesar el contenido literario, lingüístico, cultural, personal, intelectual, grupal y social. Suele ser un conjunto considerable de datos, ideas, y teorizaciones. Un aspecto importante de las autobiografías es la capacidad de teorizar de la persona que narra la vida. Todo ser humano tiene posibilidad de teorizar sociológicamente . Pero la persona que narra su propia vida (o la de otra persona) ejercita un esfuerzo singular de teorización. Toda historia de vida termina siendo una legitimación de la propia vida, una justificación de las decisiones tomadas y de las no tomadas. Al narrar la vida hacia atrás, la persona puede llegar a descubrir la racionalidad escondida u oculta de su historia 10. Se suele producir así un proceso elaborado de reconstrucción de la realidad social. 9

Relator, hablante, narrador. Antes se solía decir informante.

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A veces incluso de su Historia.

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La elaboración de una autobiografía mezcla la vida del informante (el/la relator que narra sus hechos vitales) y del escritor/a quien edita, graba y luego transcribe o escribe la historia de vida. Esta relación es especial; no es una interacción inocua o invisible. El escritor/a debe ser consciente de que sus propios prejuicios, y creencias pueden hacer variar la primera historia de vida que edita. Esteorizaciones importante que el investigador/a explique —en persona mejor— el tipo de relación con el/la protagonista, motivaciones, problemas, cambios acaecidos, relaciones interpersonales y experiencias. No es apropiado escamotear esa explicación. Para la escritora la elaboración de la auto/biografía supone un conocimiento mayor del mundo, de la sociedad; pero también la otra historia entra a formar parte de su propia vida. Algunas historias de vida llevan años de elaboración y edición. Investigación académica y amistad (o al menos relación íntima) se entrecruzan en este tipo de trabajos. Como recordaba C. Wright Mills, nadie está fuera de la sociedad; menos aún aquella persona que escribe la historia de vida de otras. Las auto/biografías son también una forma adecuada de presentar y entender la vida de personas marginadas, silenciadas e invisibles. Desde la Sociología la insistencia en realizar autobiografías de personas «normales», anónimas, vulgares, incluso marginales (todo entrecomillado) supone una estrategia científica para investigar la experiencia social de capas amplias de la población sobre las que apenas hay constancia social de su existencia: no aparecen en periódicos, ni en libros, películas, Facebook, TV, ni en las páginas de los libros de historia. En ese sentido se puede hablar de «historias de personas sin historia 11». No suelen ser la crónica de las buenas familias (aunque estas también tengan una importancia antropológica 12) sino de las clases bajas, y cada vez más de la underclass. Dentro del relato de las historias de vida suelen aparecer personas invisibles, evaporados (utilizando la terminología de Juan F. Marsal), las personas nacidas pero de las que no se guarda un recuerdo claro (porque desaparecieron o murieron), los niños/as que murieron al poco de nacer, los/as familiares marginados, discriminados, borrados del blasón familiar, que se fueron a vivir «Dios sabe dónde». Esas personas invisibles son importantes en el análisis auto/biográfico. Suelen existir varias en toda historia de vida. También están —paralelamente— los hechos no ocurridos o silenciados, lo que nunca se cuenta, los matrimonios frustrados, los hijos/as no deseados o las novias que dejaron de serlo. 11 Véase Jesús M. De Miguel, «Las madres solteras: Historias de mujeres sin historia, en la España de los ochenta», pp. 79-97, en Julio Iglesias de Ussel, Familias monoparentales (Madrid: Instituto de la Mujer, Ministerio de Cultura, 1988), 223 pp. Es un juego de palabras que no puede hacerse en inglés, pues se distingue entre history y story. (También se habla de herstory.) Pujadas y otros/as proponen diferenciar entre relato e historia de vida. 12

Un excelente libro es el de Gary McDonogh, The Good Families of Barcelona (1986).

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Las auto/biografías son historias grupales, y como tales deben de entenderse. Junto al protagonista aparecen todo tipo de actores secundarios: abuelos y padres, otros familiares, sirvientes, amistades de diverso tipo, vecinos/as, conocidos, compañeros/as de viaje, prohombres (y promujeres), personajes políticos sociales relevantes la época,etc. hijos/as, cónyuges, las familias políticas (dely cónyuge), novios/as,deamantes, Toda auto/biografía es en el fondo la historia de un grupo social, a menudo la historia de una parentela y de sus conexiones sociales dentro de un contexto social más amplio. Al evaluar una historia de vida se realiza casi siempre un análisis de clase social, en que las posibilidades de elevarse o de descender de clase son vistas en perspectiva social. Como toda auto/biografía es un relato grupal, se le puede dar un significado colectivo, incluso de conciencia de clase. Es posible entender mejor la dinámica de la estratificación y de la desigualdad social dentro de un contexto social amplio, pero desde los ojos de un/a solo protagonista. Cualquier auto/biografía debe de ser primero analizada en su contexto de clase social, de género (del protagonista), y según la etnicidad (sobre todo en países o culturas multiétnicas). Hay diferencias claras en la forma en que las personas narran su vida, o incluso cuando leen y evalúan la vida de otras personas 13. Tradicionalmente un buen sociológo/a establecía la verdad científica distanciando su experiencia personal de la investigación que realizaba. A veces parece como si las investigaciones estuviesen realizadas directamente por ordenadores, Windows, por máquinas calculadoras y harvard-graphics. En un texto sociológico «normal» no suele haber rastros de experiencias personales del investigador/a, de sus problemas personales, ni de los contextos sociales o políticos. Tampoco se proporciona información respecto de las dificultades institucionales y de investigación, ni del tiempo transcurrido en investigar 14. Pero en la realidad nada de eso es posible en las auto/biografías. Si el escritor/a desea obtener una buena historia de vida es preciso que se vea envuelto en ella;o es inevitable que sulaexperiencia personal se mezcle conde la la historia da transcrita. Incluso propia identidad (como persona mismanarraclase social, compañero/a o familiar) es básica para entender el trabajo intelectual posterior en forma de auto/biografía escrita. Las auto/biografías son un ejercicio de temporalidad. Enjuician el presente, reevaluando el pasado, y diseñan un futuro coherente. La auto/biografía trata de desvelar el pasado, en forma de estratos 15. En cada nivel —o vuelta de 13 Un ejemplo excelente en nuestro país es el libro de María Teresa Bazo sobre biografías de viejos/as, ordenadas cronológicamente. Es posible realizar un análisis sociológico de las diferencias entre varones y mujeres, y por clases sociales (Bazo, 1992). 14 Véanse Rabinow (1992) y Malinowski (1989). 15 La vida —afirma un chiste popular— es como una cebolla: cuando quitas una capa hay

siempre otra debajo, la quitas, otra…, y al final lloras.

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tuerca 16— la historia va desvelando niveles de realidad, explicaciones de los dramas familiares, hechos que explican la historia del protagonista y de su familia. Otra modalidad del análisis auto/biográfico es la reconstrucción del pasado de tal manera que se ajuste al presente. No es el presente el que se ajusta al pasado (salvo ena la realidad), sinounque la narración relato interpreta mejor de adelante atrás. Es como libro de historiaoal revés,sedonde las épocas más recientes son más nítidas y extensas que las anteriores. Sin embargo, en una interpretación psicoanalítica debería ser al revés: la infancia debe describirse con más detalle, pues la vida posterior tiende a ser una reproducción de pautas aprendidas en los años infantiles, así como una justificación de los traumas de la infancia 17. Es útil que —supongamos que es mujer— la investigadora realice un diario de campo o notas escritas durante su investigación. La escritura de una auto/ biografía genera cambios sustanciales tanto en la protagonista como en la investigadora. Pero una auto/biografía difícilmente se realiza en sentido cronológico estricto. Hay incursiones continuas al tiempo presente, y flashbacks del pasado. Dado que protagonista e investigadora se transforman (al menos levemente) durante el proceso de investigación es útil conservar esas notas de campo para poder analizar luego mejor el trabajo. A pesar de que se realice ese diario de campo, luego los análisis no se suelen tener en cuenta 18. Una investigación biográfica crea (si no existía ya) una relación duradera e intensa entre protagonista e investigadora. Se habla de la doble subjetividad de las auto/biografías. A la subjetividad del protagonista (quien narra su propia vida) se acumula la subjetividad del escriba, del que transcribe la historia, la ordena, corrige y maquilla. Es una visión subjetiva de una historia ya subjetiva a su vez. El proceso se complica al suponer que quien evalúa la auto/biografía es además una persona ajena, que utiliza una buena dosis de subjetividad al teorizar sobre la vida narrada. El lector/a puede ser una persona cualquiera, quizás un sociológo/a, pero siempre sujeto a su propia experiencia personal. La subjetividad srcinal del texto y los criterios morales y sus valoraciones pueden ser criticados 19. Una autobiografía contiene sucesos objetivos, pero también hechos falsificados y ficciones creadas a partir de una situación familiar. ¿Podemo s llamar a eso subjetividad? Las falsificaciones no son solo «subjet ividades», sino parte del proMe refiero aquí a la técnica narrativa desarrollada en un relato de vida ampliamente conocido: The Turn of the Screw, de Henry James (1993). 17 Los viejos/as a veces recuerdan con más nitidez lo ocurrido hace cuarenta años que lo que les sucedió ayer. 18 Una forma útil consiste en ir numerando con un orden cronológico los párrafos que se escriben, para permitir luego conocer el orden de escritura. 19 «En la antropología norteamericana sobre todo está de moda la antropología interpretat iva. Se parte de que el antropólogo al hacer etnografía ya está teorizando. En un primer nivel en la 16

descripción ya hay teoría» (Óscar Guasch, comunicación personal). Véase Cardín (1990: 17-30).

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ceso de construcción de la realidad individual dentro de un contexto social determinado. Como tal, la construcción de la realidad social es un hecho objetivo, es decir, un suceso más en la vida de una persona. El tema se complica como 20 en el caso de la observación que es además participante . En una auto/biografía la es la forma que el/la protagonista interpreta lo sucedido. Es posible queverdad un mismo hecho en familiar tenga diversas explicaciones, pero la explicación es la que realiza la persona que narra su propia vida. No existe una verdad única de la realidad social. Al sociólogo/a le interesa la verdad subjetiva del actor/a, la 21. forma en que él/ella interpreta lo ocurrido Conviene dar la vuelta al calcetín: se pueden analizar las auto/biografías no solo como una forma de interpretar objetividades sociales, sino también como una estrategia para explorar las respuestas subjetivas ante la realidad social. Lo relevante en una auto/biografía no es si falsifica la realidad o no, ni siquiera si los hechos son verdaderos, sino su potencial para el análisis de la experiencia del lector/a ante su propia vida, cultura y sociedad. Este punto de vista es audaz, y pocas veces se define en la bibliografía sociológica, a pesar de su fecundidad como método de análisis. Quizá es más utilizado desde una perspectiva psicoanalítica. Puede servir para entender cómo los seres humanos construyen y dan sentido a sus propias vidas. Seguramente existen pautas comunes que convendría explicitar. La sociedad no existe afuera, sino que está dentro de los seres humanos. Para el Freud de Moisés y monoteísmo la historia de la humanidad está dentro de nuestra propia cabeza, se hereda de padres (madres) a hijos/as. El concepto del yo (ego/id/superego), la vida como espejo y la significación de mí mismo como persona son parte de una construcción sociológica complicada que un buen análisis auto/biográfico ayuda a desvelar. Como sugiere John Szarkowski las fotografías son mirrors o windows: es decir, que reflejan al protagonista 22 o bien son una ventana abierta al mundo a través de la cual se observa e interpreta la realidad exterior 23. Toda auto/biografía es al mismo tiempo espejo y ventana. La auto/biografía articula al individuo/a con la sociedad, que es uno de los dilemas más antiguos y problemáticos de la sociología. La historia de una vida es una catarsis personal; pero sirve también para entender la forma en que las pautas y normas sociales se integran y reproducen en un individuo/a y su familia. Es fácil discutir de alienación, anomia, autoritarismo, conciencia de clase, marginación, desviación social, estigmatización, rol, inconsistencia de estatus, movilidad ascendente, etc. Pero lo importante es averiguar Véase el excelente libro de Óscar Guasch La sociedad rosa (1991). Pero si se exagera esta realidad, todo lo que siente el/la protagonista tiende a ser visto como adecuado, es verdad. Todo lo personal es político. 22 Que suele salir corriendo inmediatamente después de apretar el disparador… de la cámara. 23 La idea está sacada de la célebre exposición en el MoMA de 1978, titulada Mirrors and 20 21

Windows (Szarkowski, 1978).

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cómo esos conceptos sociológicos funcionan en una persona concreta. Una auto/biografía es convincente cuando sirve para teorizar sociológicamente, y no solo como forma de confesión o expiación personal del protagonista 24. Al narrar su historia, un varón tiende más a presentar el lado público de su vida, mientras que elos diariosfamiliar, o las auto/biografías de mujeres se centran en la parte privada íntima, de su experiencia. Quizá también lo más que varía es el público a quien va dirigida la auto/biografía, que es un punto de referencia esencial para entender y evaluar el relato. Las audiencias pueden variar, pero es posible predecir el tipo de audiencia que va a tener una auto/ biografía. La audiencia no solo lee sino que además interpreta y evalúa la auto/biografía. Un truco de buen investigador/a es profundizar en los aspectos contrarios: por ejemplo, en la vida privada familiar si se trata de un varón, y en la vida pública si se trata de una mujer. Es una forma de corregir el sesgo esperable si se deja narrar voluntariamente la vida al protagonista. En el proceso de leer y entender una auto/biografía la protagonista y la lectora comparten numerosas normas y pautas culturales. Existe un lenguaje común tácito entre ambas. La persona que luego lee la auto/biografía no tiene por qué compartir ese lenguaje común o presuposiciones culturales. El lector/a pierde parte del significado de la auto/biografía, pero a su vez es una persona más imparcial, que puede elaborar pasajes y significados marginales a la historia que pueden ser clave para interpretar la estructura social. En una auto/biografía el/la protagonista tiende a reflejar en los otros/as sus propios problemas. Sobre todo en el caso de personas ancianas, la muerte de sus amistades más cercanas es una premonición de lo que les va a ocurrir a ellos/ as mismos 25. Las autobiografías narradas por personas ancianas suelen ser fascinantes. Pero envejecer, tratar de sobrevivir y además relatar la vida propia es un trabajo considerable. Envejecer es aferrarse al presente. Narrar la vejez deviene un ejercicio de legitimización y de reconstrucción, que se realiza en un momento incertidumbre y de dependencia. No un existe una libertad clara para realizardeuna narración «objetiva». Es también período en que la persona 26 anciana reflexiona sobre su vida . Algo similar ocurre —afirman algunas perVéase la introducción de Howard S. Becker a The Jack-Roller (Shaw 1966: V-XVIII). Las personas ancianas leen las esquelas, hablan continuamente de las personas que enferman y mueren. En parte eso ocurre porque los amigos/as y familiares de su cohorte se van muriendo, representando experiencias vitales importantes para los/as que quedan. Pero a su vez las formas de morir de esas personas conocidas sirven como modelo para su propia moribundez y muerte. Para Sartre la incapacidad mental (el cerebro ya no responde, no entiende, no procesa) le angustia más que el dolor o el deterioro físico. En una auto/biografía narrada, las historias de los demás se mezclan con la vida propia, sirviendo como vehículo de socialización, incluso en temas mórbidos. 26 Cuando la auto/biografía se realiza al final de una vida, hay que tener en cuenta que puede 24 25

ser un período de rutina, que a menudo incluye dependencia, declive físico y mental, además

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sonas— durante la crisis de los cuarenta años de edad 27. Las características sociales y personales de la vejez condicionan la forma en que se estructura y narra la auto/biografía, así como los procesos de teorización que se incluyen en el relato. Para un sociólogo/a es interesante observar el cambio de la teori28

zación en relación con la variable edad . La vida adquiere sentido al final, a social veces para mayor angustia de la persona. Se dice que los ancianos/as desayunan leyendo las esquelas de los periódicos. Es una costumbre que las personas más jóvenes consideran inexplicable e incluso injustificable, además de reflejar una conducta morbosa. Las personas ancianas piensan a menudo en la enfermedad y muerte. Es lo contrario que el resto de la población, para el que el tema de la muerte es tabú. Un anciano español reconoce: «Pienso muy a menudo en la muerte. Es verdad, todo el mundo pensamos en la muerte a nuestra edad. Cuando era joven yo no pensaba en la muerte. No se te pasaba ni por la cabeza pensar que te podías morir. Pero ahora claro que pienso que me puedo morir 29». En la ancianidad es un tema de conversación normal hablar de enfermedades y de conocidos/ as que mueren. Hay personas que no creen, y consideran que «la muerte no es una agradable; lo menos paravida. mí. Hay que son religiosas ycosa consideran quepor luego existe otra Peropersonas yo la verdad estamuy creencia no la tengo. No me gusta pensar en la muerte 30». Hay quienes rezan a Dios: «Me gustaría morir bien. Que Dios me acoja si es que he sido buena. Yo cada día rezo por todos: por mis nietos, por mis hijas, por mis yernos. Siempre rezo. Pero no sé si Dios me escucha o qué 31». Aunque las personas ancianas tienen siempre dudas sobre su futuro. Lo que está presente en las personas ancianas (y en las no ancianas) es un miedo claro al dolor, al sufrimiento: El dolor y el sufrimiento es lo que más me preocupa. Para mí lo ideal sería ponerme a dormir y no despertarme. Es decir, meterme en la cama sin miedo y no despenarme. El tener una enfermedad con dolor, con sufrimiento, es lo más pasar.32.Esperar la muerte encontrándote que te dueleterrorífico todo tieneque queteserpuede tremendo de pérdida de memoria, vista y oído, humillación (real o simbólica), adversidad, pérdida de amistades y familiares cercanos, limitaciones sensoriales, decadencia sexual, discapacidades y deficiencias, autolimitaciones («lo que ya no se puede hacer»), restricción de la movilidad, falta de productividad, enfermedad crónica, finitud. 27 La crisis de los cuarenta es una construcción social y cultural como demuestra el antropólogo Stanley Brandes en su libro Forty: The Age and the Symbol (1985). 28 A veces la edad, o el estado de ancianidad, es negado sistemáticamente por el/la protagonista. Las consecuencias del deterioro de la edad son ocultadas cuidadosamente. 29 E13 (se refiere a la biografía número 13 de una serie realizada por mí en 1994). 30 E17. 31 E7. 32

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El estereotipo es una muerte indolora y súbita. Pero la realidad es que muchas personas ancianas ya sufren dolor: Pienso en la muerte cada día. Rezo para que Dios se me lleve; cuanto antes. Ya estoy harta de este mundo. Me gustaría morirme durmiendo. Sin dar guerra a nadie. No me preocupa el dolor porque ya lo tengo. Más dolor que tengo yo no me creo que tengan otras personas antes de morirse. Yo tengo mucho dolor; lo que pasa es que tengo un carácter muy animado, y me voy tomando calmantes, y voy chutando. Pero lo paso muy mal, particularmente por las noches. Tengo calambres por todo mi cuerpo 33.

Muchas personas ancianas se acostumbran al dolor, a vivir con sufrimiento. Es algo que viene poco a poco, con lo que conviven. Pero si hay mucho dolor o sufrimiento, o simplemente se es una persona muy anciana, a veces en la auto/biografía se expresa el sentimiento de que ya se ha vivido lo suficiente: No pienso mucho en la muerte. Cuando llegue llegó. Ya está. A lo mejor se pasa muy bien al otro lado; eso no lo sabemos. Siempre es una novedad lo desconocido. Quién sabe. Hay que aceptarla como es. Yolo único que me da miedo es una enfermedad, una enfermedad cruel que me haga padecer. Pero si me acuesto y ya no me despierto, ¡mira qué bien! En el otro lado algo hay, así quevería cómo va. No me asusta eso. No pienso; y ya más con los años que tengo. Pero ya a mis 34 años he vivido bastante. He saboreado de todo. No me pasa nada con perder .

Con insistencia en las autobiografías el ideal de la muerte es súbita e indolora. Es un estereotipo que no se razona, ni se compara con otras posibilidades. Es una solución fácil a una angustia vital importante. Muchos ancianos/as quieren morir tranquilos, expresando la preocupación de que no quieren estorbar a nadie, no desean dar trabajo, menos aún a sus seres más queridos: Pienso a menudo en la muerte. Mucho. Veo que cualquier día se puede presentar. La considero muy natural. Me gustaría morirme no dando mucho trabajo. La muerte ideal es la de mi mujer: en un segundo. Y la de mi madre. No me gustaría sufrir, si puede ser, ni dar jaleo. Que te has de morir lo veo clarísimo, lo veo normal. Yo lo que no quisiera es dar jaleo. No quisiera molestar yo. No quiero ser gravoso a nadie. Quiero ser agradable si es posible 35.

Esta generación sacrificada de españoles/as lo es también respecto de su propia muerte. 33 34

E9. E4.

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Varios de los ancianos/as que narran su vida consideran que no vale la pena vivir mal: Hacerme mayor no me da pena, siempre y cuando no dé mucha faena. Para hacerte postrado en una valeymorirse. uno se vivir. hace viejo, o mayor se hacey estar mayor, y caminas, te cama, vistes,más comes te aseasSipuedes Ahora si vives para no vivir y das mucha faena esto tampoco es vivir ni dejar vivir a los demás. Entonces vale más morirte 36.

Se ofrece así una definición de calidad de vida física. Sin embargo, la mayoría de los ancianos/as lo que quieren es seguir viviendo, aún cuando la calidad de vida disminuya: No pienso en la muerte. Lo único que digo siempre es que si me dicen que mañana me tengo que morir, pues muy bien. Y si no, vayan pasando días. Ya vendrá. Pero no pienso. Todo ha salido bien; últimamente con el cáncer en las cuerdas vocales. Pero por ahora parece que sale bien. Pues que vaya tirando yo. Con todo eso ya me doy cuenta de que no sirvo para nada. Pero mira ¡voy haciendo! ¡Voy tirando 37!

Los sociólogos/as hablan insistentemente de calidad de vida, y de que no merece la pena vivir cuando la calidad de vida es muy baja. Pero la experiencia es que los ancianos/as cuando narran su autobiografía se agarran a la vida aunque la calidad de vida descienda mucho. Como la profesión médica conoce, los/as pacientes se suelen dejar hacer de todo resignadamente. Antropológicamente se suele diferenciar entre una buena muerte y una mala muerte. Una buena muerte se entiende que es «con las botas puestas», es decir, en plena actividad, y de forma súbita. Para un anciano este morirse con las botas puestas implica un final suave: «En el futuro, no espero hacer nada. Que tenga una corta enfermedad y una buena muerte. Yo no pido más que eso. Que no dé trabajo a mis hijos ni a nadie 38». Esta visión es repetida por muchos/as, añadiendo que lo mejor es morirse mientras se está durmiendo: Pensar en la muerte, sí que pienso. Pienso que lo peor sería una larga enfermedad, como tuvieron mis abuelos (sobre todo la abuela paterna, que fue horroroso). No lo quisiera. Por las noches rezo para que si no me tengo que levantar pues estaría contenta. Como yo he visto tantas muertes (la muerte de 36 37

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mis padres, de mis abuelos, de mis hermanos, pues que he quedado yo la última de todos), pues eso me ha afectado mucho 39.

La muerte ideal es dormido: «A mí me gustaría morirme rápido. Sin que 40

me moleste molestar nadie. Quedarte dormido y pumba ». Otros/as están a favoryo, de ni este morirseadurmiendo, y además que luego les cremen: No pienso en la muerte. Siempre digo que me quemen, que no me metan en el agujero. Eso sí que no. Que a mí los bichos me dan mucho miedo. Me gustaría morirme como creo que todo el mundo desea: echar a dormir y no despertarse. La mejor muerte es esta: acostarse y no despertarse. Más que por no sufrir, por no dar trabajo. Para evitar que nadie tenga trabajo conmigo. Pero esto es una cosa que no se puede escoger. Viene cuando viene 41.

Hay una actitud —lógica— fatalista respecto de la muerte. Uno/a es poco protagonista de su propia muerte, pero además se renuncia a ese protagonismo en favor de una muerte no esperada, de la que no se es consciente. Hay personas ancianas que en su autobiografía expresan directamente que desean morir. Son pocas: Ahora tengo artrosis degenerativa, tengo calambres, tengo las piernas mal. Yo lo que quiero es morirme; cuanto antes mejor. No salgo a ninguna parte. Me estoy metida todo el día en casa. Tengo «un abuelo» en casa —mi marido— que está enfermo de párkinson. Me da muchísimo trabajo. Mis huesos se quejan mucho. Mi vida, muy mal, muy mal, muy mal. Porque no me deja dormir ni de noche ni de día, y me da mucho que hacer. Mucho. Por lo tanto mi vida, mis próximos años (no creo que sean muchos), ya estoy desesperada. Fatal 42.

Es una situación dramática. Algunas personas piensan incluso en la posibilidad del suicidio. El caso de esta anciana es un suicidio premeditado llamativo: No tengo futuro yo. ¡A los setenta años voy a tener futuro! El problema es este: la vitalidad de la cabeza no está de acuerdo con la del cuerpo. Ahora estoy sola. Pero nunca me siento sola yo. Pinto cuadros, leo, escucho música, muchas cosas. No me aburro nunca. Me moriré pronto, y ¡hay tantos libros por leer! No los podré leer, y me sabe mal. Tengo ratos buenos. Me pongo música sinfónica, haciendo media o leyendo. Soy feliz, me siento bien. Me sabe mal morirme. No tengo miedo. No quiero morirme. Pero no estoy obsesionada con la idea de la muerte. A veces le digo a la perra (porque claro, como no hay nadie aquí hablo 39 40 41

E3. E13. E10.

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E9.

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yo con ella): «Pronto nos vamos a morir las dos». ¡Qué le vamos a hacer! Estas paredes tienen 125 años, son más viejas que yo, pero las quiero. Me sabría mal marcharme de aquí e ir a morir a otro sitio. Me gustaría morir aquí. Le digo a la perra: «Me matare». Pero ¿cómo la mato yo a ella? Entonces le digo: «Nos vamos a colgar». Primero colgaré a la perra, y luego me colgaré yo. ¡Entonces cuando entren se encontrarán con los dos fiambres aquí colgados43!

Es un relato impresionante de una anciana cuya mejor compañía es su perra, hasta el punto de hablar con ella diariamente. La anciana reconduce su autobiografía hacia un suicidio doble. Bastan estos ejemplos para darse cuenta de que el sociólogo/a es un biógrafo complejo, un curioso que sue le inmiscuirse en la auto/biografía de su protagonista. Tiende a ver relevancia y teo rías consistentes en relatos que a menudo carecen de esa característica. Considera importantes y comprensibles vidas que son más incoherentes de lo que supone. Tiende a recrear la realidad social incluso por encima de los relatos de sus propios biografiados/as. sociólogo/a ordenaexplicaciones la auto/biografía, elimina párrafos repeticiones, El escoge entre varias o relatos de un mismoy hecho, cambia la estructura del discurso, maquilla el lenguaje, corrige el estilo, interpreta el manuscrito, decide sobre puntos oscuros o expresiones dudosas, cambia el vocabulario, elimina personajes que aparecen momentáneamente, edita el manuscrito, decide sobre el orden de los transcritos, presupone el orden cronológico de los hechos, añade notas a pie de página, etc. El poder de editar es importante. Hay un nivel de poder más elevado de lo que se supone en el sociólogo/a para transformar la historia de vida, incluso cuando se presenta «tal cual», como si fuese el producto directo de un relato ininterrumpido (cosa que pocas veces sucede 44). Las preguntas o comentarios del entrevistador/a desaparecen normalmente del texto final. Sin embargo, las preguntas no suelen ser neutrales: suponen a menudo legitimación o reprobación de lo narrado. Reconducen la historia de vida hacia sucesos o interpretaciones más legítimas. El papel del sociólogo/a no suele evaluarse (menos aún autoevaluarse) a pesar de ser central para la comprensión de la auto/biografía 45. E12. Un ejemplo de esto es la historia recogida por Oriol Romaní, A tumba abierta: Historia de un grifota (1983). 45 Las preguntas directas sobre creencias, ideologías, prejuicios, etc., no suelen ser productivas. Es más importante dejar hablar, asentir independientemente del juicio moral del entrevistador/a, limitarse a cabecear (decir sí con la cabeza), o exclamar «ajá», «uhm», o simplemente «sí» (aun cuando se piense que «no»). Las ideologías aparecen indirectamente cuando se deja hablar, cuando el/la protagonista cuenta un suceso con detalle, utilizando muchas palabras. Posterior43 44

mente es posible reconstruir el estudio de los valores a partir de esos trozos indirectos del discu rso.

AUTO/BIOGRAFÍAS

45

A la auto/biografía se le puede aplicar la teoría de la carrera moral, en forma de expectativas asociadas a un cambio de estatus. Erving Goffman desarrolla esa teoría respecto del paciente (mental), aplicándola después a otros tipos de personas. Critica o rehace el concepto de rol del paciente (que apareSistema social ce en elelcapítulo ) de Talcott Parsons. Howard Becker utiliza concepto10dedel carrera moral aplicándola a los procesos de desviación social. La carrera moral es cambiante, y permite entender mejor los procesos de cambio social que se producen en la vida de una persona. Si la identidad social se construye a través de un proceso, también la personalidad se construye a través de un proceso. En las auto/biografías se suelen incluir tanto los conflictos como los triunfos. Estos dos aspectos son centrales también en las auto/biografías. Sin embargo, la vida de los seres humanos no es una carrera predeterminada que termina en la ancianidad-moribundez-muerte. La vida da muchas vueltas, acelera y va marcha atrás, se repite, no es necesariamente lineal 46. No existen pautas definidas en la vida, aunque sí se pueden aplicar algunos de los conceptos básicos de la carrera moral goffmaniana. En una vida se pueden analizar evoluciones, transiciones vitales, ritos de paso y de madu-

ración, así como puntos de no retorno 47. En el relato de esa «carrera» las auto/biografías pueden caer en numerosos errores o justificaciones. Algunos de ellos se producen por nostalgia o morriña: una tendencia a edulcorar la realidad y a presentar la parte «rosa» (agradable) de la vida. Cualquier tiempo pasado fue mejor: se recuerdan los buenos momentos y se olvidan las penas, ¡qué verde era mi valle! Una segunda tendencia es la de legitimación compulsiva de la propia vida tratando continuamente de explicar y justificar la conducta propia como la mejor, más adecuada y más justa. El tercer sesgo es la tendencia a presentarse como una persona agradable, seductora, amable, ideal. Es difícil no caer en la tentación de mostrar el lado bueno de uno/a mismo 48. Además de productos biológicos, los seres humanos somos creaciones sociales. La forma en que se interpreta el pasado tiene una importancia sociológica considerable, pues es una forma de conocer ese pasado. La memoria personal es también un fenómeno social; es decir, la memoria individual está condicionada por la estructura social. La interpretación social deriva de las prácticas sociales aceptadas (y aceptables). Tanto la auto/biografía como la «Y ni siquiera acaba con la muerte. Los que quedan siguen interpretando la vida del que se fue» (Tamyko Ysa, comunicación personal). 47 Un análisis interesante de este tipo se realiza con la vida del doctor Isak Borg (de setenta y ocho años) en su viaje —con su nuera Marianne— a la Universidad de Lund, en la famosa película de Fresas salvajes (realmente se refiere a «fresas silvestres», smultronstället en sueco), de Ingmar Bergman realizada en 1957. Véase también el comentario de Erikson (1981). 48 Hay alguna biografía que es exactamente lo contrario, como la de Ingmar Bergman en su Linterna mágica. La continuación es Imágenes (Barcelona: Tusquets, 1992), edición srcinal en 46

sueco en 1990. Ambos libros son excelentes.

46

CUADERNOS METODOLÓGICOS 17

memoria están codificadas en palabras, que mantienen significados sociales, y son en realidad hechos sociales 49. La memoria —las memorias— es el punto de unión entre lo individual y la sociedad. Hay que tener en cuenta además (como ya he dicho) que el texto auto/biográfico está construido no solo por el narrador/a, sino por el transcriptor/a, por el lector/a. Una la vida estápropia llena de discontinuidades e incoherencias. El yproblema de narrar vida es pequeño si se compara con la dificultad de entender la vida de otras personas. La vida real y la vida narrada no son iguales 50. Todo esto es lo que se aprende al tratar de escribir historias de vida.

Una discusión de estas ideas apareceen La cárcel de las palabras (De Miguel y Moyer, 1988). Como en The Wizard of Oz (1939), la realidad es en blanco y negro, mientras que la historia soñada —más allá del arcoíris— suele ir en colores. En la película la parte «real» relativa a Kansas no va en blanco y negro, sino que está virada levemente a sepia (o marrón) y blanco. El «sueño» —desde los munchkins hasta la Ciudad Esmeralda— va en tecnicolor, siguiendo el camino ama49 50

rillo (the yellow brick road).

3 Coherencia y causalidad

Un tema central en las historias de vida (orales) o auto/biografías (escritas) es el de la coherencia. La auto/biografía se negocia entre protagonista y en trevistador/a, y al ponerse por escrito se convierte en un objeto en sí misma. A partir de entonces el nivel de relación deltexto con la verdad, es decir, con los hechos realmente ocurridos, es difícil de establecer. El texto empieza a tener «vida propia», independiente de la protagonista o de la autora material de la compilación. Los/as científicos sociales tratan el texto como una realidad distinta de la verdad (no necesariamente falsa) que se puede analizar por sí misma. El objetivo fundamental de toda historia de vida es expresar el sentido de la vida de una persona. El objetivo del investigador/a suele ser otro: la demostración de una teoría previa, o al menos su redefinición. Pero la persona que cuenta la vida solo trata de dar sentido a su propia vida y/o de justificarse. Además negocia la pertenencia a un grupo social determinado. En algunas auto/biografías de emigrantes hay, por ejemplo, una búsqueda clara de las raíces, de personas que son paisanos (del mismo pueblo, de la misma región). El sentido de la vida se perfila asegurando que la persona es valiosa, y que en su devenir ha seguido las normas de su grupo de referencia —el de sus paisanos/as— con dignidad. Por ejemplo, en el caso español la idea del honor es especialmente importante. Se trata de establecer la coherencia o «racionalidad» de la vida, y su ajuste a las normas establecidas por la sociedad en la que se vive; más bien por el grupo social con el que la persona se identifica. El discurso narrativo debe tener coherencia. Si no la tiene, es el autor/a de la compilación (el entrevistador/a) el encargado de dar coherencia al texto. Normalmente una historia de vida se narra en diversas sesiones, con repeticiones inevitables, saltos en el tiempo, vueltas atrás, incoherencias, lapsus, solapamientos. Cada sesión, cada entrevista, tiene luego que ser ordenada y clasificada en un texto que suele asumir un orden cronológico, es decir, que reconoce el principio de la causalidad. Los materiales auto/biográficos incluyen: hechos, razonamientos, opiniones, sentimientos, narración de sucesos, cartas, fotos, documentos, entrevis-

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tas, diarios, etc. Una historia de vida suele estar compuesta de muchas historias concretas (historietas, anécdotas, situaciones), contadas en pasado, y que se unen o concatenan. Pero no suele ser una colección desordenada, sino que precisa de una secuencia, de un orden (cronológico) que haga entencronológico dible la historia el orden causalidad a la historia de vida, yglobal. por loAsí tanto coherencia interna.proporciona Pero esa coherencia puede 1 ser inventada, y no reflejar la realidad de la vida de esa persona . La narración de una vida lleva a menudo a utilizar la tercera persona, a presentar al protagonista como otra persona relatando sus aventuras y desventuras. Es una estrategia doble. Por un lado permite narrar con más facilidad, ya que distancia al protagonista del narrador/a. Pero en segundo lugar —y más importante— permite que el narrador/a evalúe la conducta moral del protagonista. El uso de la tercera persona es más frecuente cuando se tiene que repasar la vida propia y evaluar si se tomaron decisiones adecuadas. Esta estrategia permite —supongamos que es una mujer— a la narradora (de su vida) estar en desacuerdo con la protagonista (¡es ella misma!), y aceptar por ejemplo que la protagonista se equivocó. Así la narradora es capaz de recono-

cer la equivocación, y por lo tanto proporcionar sentido a su vida. No es admisible dar un sentido incoherente a la vida. Algunas personas reconocen la incoherencia de la vida, pero sujeta a condicionantes sociales: «Plantear la vida como carrera, como programa a cumplimentar, es distorsionador. Esto es más propio de culturas calvinistas. ¿Realmente tú haces una carrera universitaria para llegar a ser algo o la haces porque te toca hacerla? Porque te toca hacerla, por hábito. Por eso plantear la vida como programa, como aspiración para abrazar un cierto éxito, es un planteamiento muy calvinista. En principio mi vida es vivir al día y hacer lo que por clase social, por grupo de adscripción, me corresponde hacer. Luego se da una racionalización posterior que tú te haces. En principio haces lo que estabas llamado a hacer. Después ya te plantearás que a partir de lo que hago, pues puedo llegar a ser esto. Incluso puede llegar a formar parte de tu vida el ideal de llegar a ser algo. Pero en principio tú haces lo que te toca hacer sin ideales que lo respalden 2». Es posible, pues, racionalizar la vida a partir de los propios condicionantes de género, clase social y cultura. La coherencia se construye de varias formas. Una es que la historia sea verosímil, es decir, que se ajuste a la realidad. Los hechos son difíciles de establecer, y la protagonista puede estar equivocada. Pero basta con que crea que dice la verdad; entonces —siguiendo el principio de Thomas— es verdad en sus consecuencias (Merton, 1949). Basta, pues, con que lo crea, o con que lo haga creer. El texto suele adquirir independencia y ser analizado en sí mismo, no en relación a una vida pasada. 1 Obviamente el orden no tiene por qué ser cronológico: ni en la narración, ni en el texto, ni en el análisis. 2

GD2, A. El que habla es un varón de unos veintidós años.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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El orden cronológico suele ser considerado como apropiado por todos/as: protagonista, narradora (la misma persona), autora material del libro (entrevistadora) y la lectora. Si no queda claro el orden secuencial de los acontecimientos, la vida puede perder la coherencia que se busca, e incluso aparecer absurda. El problema es que el orden en cronológico no siempreo es y las experiencias humanas se agrupan períodos concretos, se evidente, reanalizan posteriormente transformando la verdad de lo sucedido. Lo ocurrido se justifica con base en decisiones tomadas antes del hecho, pero también después del hecho. El texto es una realidad nueva, cuya relación con la vida real de una persona, o con lo realmente sucedido, es difícil de establecer. Ya nadie se preocupa de quién era, o de qué le pasó realmente a Stanley o a Chic. Se da por supuesto que los libros de 1930 y 1937 nos cuentan la verdad, o representan la verdad del propio texto. Más que los hechos interesa la reconstrucción de la vida, el sentido que se le da, el planteamiento cognitivo, la personalidad del protagonista y la interpretación que realiza de lo sucedido hasta ahora. Eso no existía antes, o no de la forma en que se presenta en el texto. Una anciana, por ejemplo, da sentido a su vida actual de forma bien diferente a cuando tenía dieciocho años. El perseguir cada hecho sucedido para comprobarlo sería de poca utilidad en un estudio de historias de vida. Incluso puede contradecir el postulado de que lo que importa es la forma en que esa mujer interpreta su vida dándole sentido y coherencia. El proporcionar coherencia a una vida, ya sea por parte del protagonista o por parte del entrevistador/escritor final del libro, es una obligación cultural. Se supone que no tiene objeto publicar la historia de una persona cuya vida no tiene mucho sentido, es irracional, sin objetivos, discontinua, fragmentada, o que no admite una interpretación coherente. Una persona así no sería un representante serio del grupo cultural al que pertenece. La obligación de dar coherencia a la narración implica, pues, un orden cronológico claro, en el que se pueda establecer la supuesta causalidad de los hechos3. La obligación cultural de dar coherencia a la vida (a cualquier vida, pero mucho más a una que es narrada que se va luego a publicar como libro) no es solo una norma social, sino que suele ser interiorizada por las personas. Al contar la vida propia una persona asume la tarea de darle sentido. Dar sentido incluye al menos dos cosas. Primero trata de explicar por qué ha llegado a ser quien es —aquí y ahora—, es decir, mostrando la influencia de las variables internas (personalidad, gusto) y las variables externas (condicionamientos económicos, sociales, recursos) en la vida. Segundo, tiene que definir qué sucesos, hechos, decisiones y trazos de su vida son importantes para otra persona que le quiera conocer. El texto auto/biográfico no puede ser infinito, así que hay que hacer una selección de episodios que dan sentido a una vida. 3

Los «casos» narrados por psicoanalistas, o por Oliver Saks por ejemplo, suelen contradecir

este supuesto.

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Como los seres humanos viven dentro de una comunidad/sociedad es esperable que cada persona narre qué hacía (o qué le sucedió) en momentos históricos importantes. Por ejemplo, es usual preguntar qué le pasó durante la gripe española (de 1918), dónde estaba durante la Guerra Civil, la muerte de Franco (20N), el intento de golpe de de Tejeroesperables, (23F), las primeras elecciones socialistas, las olimpiadas, etc.Estado Son preguntas que tienen la virtud de situar al protagonista en un contexto social menos intimista y más amplio. La historia de vida está compuesta de pequeños sucesos, historietas, batallistas. Pero lo importante no es la colección de esas narraciones sino la forma en que cada una se relaciona con el todo, y las interconexiones entre historietas. Esta red de relaciones entre sucesos (organizados de forma cronológica) es lo que explica la vida en su totalidad, y le da sentido. Toda historia es incompleta (no puede explicarse todo) y es discontinua; se cuenta a trozos, saltándose etapas o sucesos, o no conexionándolos bien 4. En la selección de sucesos importantes que definen una vida, las personas toman decisiones estereotipadas, que no siempre son las más relevantes. Por ejemplo, pocas personas discuten la selección de la escuela a la que fueron, o el tipo de amigos/as que tenían en clase, o las relaciones familiares durante su infancia. Sin embargo, esos tres conjuntos de factores tienen una influencia decisiva en la vida adulta (Willis, 1977; Eckert, 1989). Se tiende a describir la vida a partir del momento en que ya existe una identidad (hacia la adolescencia), pero no cómo se logra esa identidad. Las historias de vida se elaboran como sistemas abiertos. Se acumulan datos, sucesos, relaciones entre esos sucesos, etc., pero nunca se sabe cómo va a ser el producto final. Idealmente se puede seguir entrevistando, y acumulando narraciones que aunque se repitan suelen ser algo diferentes. En algún momento hay que cortar, pero se podría seguir. Se suele terminar por la presión de variables externas: se acaba el tiempo o el dinero de investigación, el protagonista se cansa, parece que empieza a repetirse, ya hay suficientes páginas para lo que se considera «un libro». Es, pues, un sistema abierto que se fuerza a ser cerrado. Una historia de vida va cambiando según se le añaden nuevas historias. El nuevo texto que se añade condiciona una reevaluación de la vida global. Además, según pasa el tiempo, las relaciones entre la persona entrevistada y el entrevistador/a también cambian (normalmente se hacen más íntimas o próximas) y por lo tanto lo que la persona narra es distinto. A pesar de que la historia de vida supuso una negociación entre los dos, muchas veces en forma de dinero, o de pago por el esfuerzo (como en el caso de Chic o en el de JS), posteriormente la persona que narra su historia se ve progresivamente más involucrada en la tarea y sus motivaciones cambian. La amistad se define por 4

Para poder completar una historia de vida oral la persona tendría que estar siendo entrevis-

tada hasta en el lecho de muerte, cosa que no es usual.

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el nivel de intimidad que se tiene con una persona. La historia consiste en lo que otras personas tienen que saber de mí para entender el sentido de mi vida; luego se transforma progresivamente en lo que el/la entrevistador —cada vez más amigo/a— debe conocer para entenderme. Un libro, una historia cualquiera, forma de un relatoy en que(desenlace). hay un principio (planteamiento), unaasume mitad la (argumento, nudo) un el final Es además contado normalmente en ese orden, aunque se permitan a veces algunos flashbacks. Como todo libro, lo que se cuenta se presenta en frases, párrafos e incluso en capítulos, aunque oralmente corresponda a sesiones discontinuas de la entrevista en donde ni siquiera hay párrafos 5. Es frecuente que las historias de vida tiendan hacia la reflexividad, es decir, a referirse a uno/a mismo como si fuese otra persona, vista externamente. El dar sentido a la vida —que es el objetivo básico de cualquier auto/biografía— requiere la evaluación de las acciones realizadas y las decisiones tomadas. Las acciones se miden por un código moral establecido (la persona entrevistada define cuál es el código al que hace referencia) y respecto del cual se considera cada acción como correcta o incorrecta, buena o mala. Para poder juzgar las acciones, el protagonista tiene que dar un paso atrás, coger perspectiva, para evaluar mejor el ajuste entre esa acción y el código moral o social. La persona se divide, pues, en dos: el/la protagonista que vive la vida y el narrador/a que la evalúa: una persona que actúa y otra que mira. Ambas son la misma persona pero no tienen por qué pensar igual. La sorpresa es que el/la protagonista es juzgado —a veces con severidad— por el narrador/a 6. Es más fácil crear un «yo», un ser humano, definiéndolo desde afuera, como si fuera otro de los personajes de la obra. Es el/la protagonista, pero hay otras personas en la historia. Son todas distinguibles desde el momento en que el/la protagonista se desdobla en actor/narrador. Se usa así una narración en tercera persona en que se es espectador de uno mismo. Pero una cosa es la vida vivida, experimentada íntimamente, y otra bien distinta, la vida tal y como presenta, asumiendo losinocente— tabúes y las represiones Una deseesas represiones —no latodos menos es la obligaciónculturales. de dar un sentido coherente a la vida. Para ello se crea un «otro yo» con el que el narra5 En Hacer la América (Marsal, 1972), por ejemplo, esta estructura es clara: primera parte, infancia y juventud en España (tres capítulos), segunda parte, haciendo la América (tres capítulos), tercera parte, raíces nuevas (otros tres capítulos), y cuarta parte, el retorno (dos capítulos y un

epílogo). Es una estructura cronológica, dividida en partes y capítulos, todos simétricos y similares en formato. La historia de vida de JS se delimita además por un prólogo al principio y termina con un apéndice, ambos de Juan F. Marsal. El orden cronológico se considera como el adecuado, proporcionando así el máximo nivel de coherencia a la historia. A través del paso del tiempo se trata de evaluar la continuidad del sentido de la vida de JS. Este libro quizá está formalmente estructurado, pues fue una tesis doctoral de la Universidad de Princeton. 6 En el capítulo 7 se presenta un caso claro bajo el epígrafe de «autobiografía grabada y anotada».

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dor guarda una cierta distancia. La reflexividad es un instrumento para poder presentar el yo en la vida cotidiana 7. Para un narrador/a es más fácil señalar que está de acuerdo con las normas sociales (y culturales). El que narra se puede presentar siempre como una persona adecuada, como una «buena persona» que y está acuerdo moral, con el código moral establecido; incluso cuando el entiende protagonista dede la historia de vida puede ser juzgado (por el propio narrador/a) como una persona temporal u ocasionalmente mala, o incluso accidentalmente inmoral. Así es posible contar que se actuó de forma inadecuada, salvándose moralmente porque el narrador/a asume y acepta la moralidad dominante. Incluso el narrador/a puede compadecerse del protagonista, y llegar a perdonarle (como si fuese un juez legítimo) sin demostrar que ambos yoes son la misma persona. El/la protagonista puede ser juzgado, pero el narrador/a no. Desde una perspectiva psicoanalítica ese desdoblamiento en dos (ego y superego) se puede complicar aún más. Al final el narrador/a es mejor persona que el/la protagonista y demuestra su intención de no volver nunca más a equivocarse. La coherencia de la historia de vida es un principio indeclinable, pues es la razón principal para escribirla. La coherencia se asegura mediante la causalidad y la continuidad. La auto/biografía se presenta en orden cronológico y toda seguida, sin discontinuidades (aunque las haya). Pero la coherencia no es una característica que se dé por igual en todos los grupos sociales. Las personas de clase baja se suelen justificar más por el destino, la casualidad, los accidentes, incluso por códigos menos coherentes como el horóscopo, los signos del zodíaco, la astrología o la suerte (Adorno, 1986 [1975]). La cultura española es eminentemente fatalista: «lo que ha de ser será; es mejor no preocuparse por el futuro; uno no puede cambiar su destino; de algo hay que morir». La obsesión por la coherencia que proporciona sentido a una vida es compatible con que en la narración se presenten casos de causalidad inadecuada. Pero en esos casos hay que justificar lo ocurrido; eso es parte de la tarea de dar sentidodeberse a la vida. Para Charlottedistintas: Linde (1993: 140) yladiscontinuidad. causalidad inadecuada puede a dos situaciones accidente Un accidente es un suceso que no aparece con una causa clara, que no ha sido intencional. Una persona puede elegir carrera o encontrar trabajo por casualidad, por accidente, sin ninguna explicación racional. La discontinuidad es que no hay una relación clara ni esperable entre causa y efecto. En ambos casos el narrador/a tiene una obligación de restablecer la coherencia del relato, justificando lo ocurrido. Puede ser un accidente, por ejemplo, pero al mismo tiempo ser beneficioso para el protagonista 8. Linde (1993) analiza en detalle las diver7

Es importante consultar aquí la obra de Goffman, especialmente The Presentation of Self in

Everyday Life (1959). 8

En la vida nunca se sabe lo que es lo mejor para uno; o como dice Forrest Gump, «la vida es

como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar».

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sas estrategias que se utilizan para superar esta discontinuidad o causalidad inadecuada dentro del relato de la historia de vida. La excusa más interesante es la de juzgar la falta de causalidad (accidente o discontinuidad) con base en qué es lo mejor para una vida; que lo importante es el cambio, la casualidad mejor que la causalidad. La coherencia es una norma social que demanda estructurar el sentido de una vida de forma adecuada. Suele ser tautológica: la vida debe ser coherente, y es coherente porque es la única manera de dar sentido a la vida. La coherencia es precisamente la forma de evaluar, comprender y dar sentido a una vida. Pero tras la idea de la coherencia está la de la conducta futura. Si una vida es coherente, y el/la protagonista (o el narrador/a) es capaz de dar sentido a su vida, sabe también cómo actuar en el futuro, pues conoce el objetivo de su existencia, y reconoce el código normativo que es dominante. Consciente o inconscientemente no solo se asume el objetivo de la coherencia, sino que se identifica con un código normativo establecido, por ejemplo una ideología política, una religión o una escuela de pensamiento teórica. Los sistemas de coherencia que se utilizan son normalmente códigos popularizados, o incluso sistemas de sentido común, que se elaboran a partir de teorías expertas más elaboradas. Cada cultura posee relatos de vida que se consideran como historias típicas (casi como tipos ideales). La cultura «occidental» comparte y populariza esos tipos, que aparte de los héroes locales son personajes de cuentos/novelas como Cenicienta, Caperucita Roja, Lolita, Peter Pan, la Bella Durmiente, Alicia, o los tres amigos de Dorothy en El Mago de Oz. En la cultura actual el poder configurador de algunas estrellas como James Dean o Marilyn Monroe es también evidente. Una vida puede verse estructurada, por ejemplo, siguiendo la historia de Cenicienta, asumiendo no solo el argumento sino incluso el desenlace. La moral de «la virtud recompensada» es parte también de una estrategia común de dar sentido a la vida. Los cuentos, novelas, películas o la televisión ofrecen modelos de roles; también algunas revistas, incluso las llamadas revistas del corazón 9. Los sociólogos/as conocemos la dificultad de articular lo que se dice y lo que se hace, y más entre lo que se dice que se va a hacer y lo que luego se hace. Actitudes y conductas están relacionadas de forma algo misteriosa, y salvo algunos casos (voto en elecciones políticas) de forma poco predecible. Aplicar un patrón de coherencia y dar sentido a una vida sirve no solo para publicar un libro sino sobre todo para definir la conducta futura. Sin embargo, en las historias de vida analizadas por los científicos/as sociales poco importa luego si la persona sigue otra trayectoria. El interés del análisis termina con el propio texto. 9

En el caso español, por ejemplo, es importante tener en cuenta el poder de la revista Hola

como configuradora de roles para una parte de la población.

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La mayoría de las historias de vida conocidas no se ajustan a sistemas normativos expertos, sino que se basan fundamentalmente en el sentido común, y en principios «naturales» y sólidos de la convivencialidad dentro de un grupo social determinado. El sentido común (el más común de los sentidos según 10

Descartes como su nombre es común todos/as, si se que tratase de un hecho), sin discusión. Sinindica, embargo, no hayanada más como discutible los códigos morales que derivan del sentido común. El/la protagonista suele clasificar a otros/as personajes como que pertenecen a un grupo social con un código normativo (moral) determinado; así se clasifican personas (un diego, una gumersinda) o clanes (los cucos, los de judiez 11). La falta de coherencia o de causalidad de una historia de vida no es problemática solo porque contradiga el objetivo principal del esfuerzo narrativo —que es dar sentido a la vida— sino porque además sugiere que la persona no controla su propia vida ni su futuro. Una característica meliorativa de una persona es que no cambia, que no es voluble, que siempre es ella misma. También se utiliza la idea de que es una persona digna de su propia familia: los Fernández somos así. Puede suponer una excusa a la falta de coherencia de una vida. Otra forma de explicar esa aparente coherencia es la de referirse insistentemente a refranes, como sistemas sancionadores de la conducta individual. Como hay refranes o proverbios para todos los gustos (a menudo contradictorios) la vida puede adquirir siempre coherencia mediante el juicio —del sentido común— establecido. El fatalismo tiene así una coartada cultural, ya que son los refranes los que proporcionan coherencia a la vida. «A quien madruga Dios le ayuda». «Lo que pica cura». Las auto/biografías son individualistas aunque la cultura española no lo sea mucho. En los países anglosajones más individualistas las personas tienden a considerar que su vida depende de uno/a mismo. Si las cosas van mal basta con cambiar la propia mente, o tener más fuerza de voluntad, mejor concepto de uno/a mismo, ser más trabajador, tener las ideas más claras, mejorar el carácter o relacionarse consocioculturales otras personas.oLas historias dedevida analizan poco (muy poco) los mejor factores la estructura la sociedad. Todo el esfuerzo por dar sentido a la vida suele basarse en la intros10 «El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él que aun aquellos que son más difíciles de contentar en todo lo demás no acostumbran a desear más del que tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien atestigua ello que el poder de bien juzgar y de distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que se llama el buen sentido o la razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y asimismo, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos las mismas cosas. Pues no basta con tener la mente bien dispuesta, sino que lo principal es aplicarla bien» (Descartes 1954 [1637]: 43). Es el párrafo inicial, con el que da comienzo el libro. 11

Los ejemplos están sacados de la «autobiografía grabada y anotada» del capítulo 7.

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pección sobre uno/a mismo, personalidad, formación y logros. Es, pues, un tema inevitablemente individualista. Dar sentido a la vida supone explicar la forma en que se llegó a ser ese tipo de persona, y no de otra manera. Además se interpretan el sentido de uno mismo/a y laspero estrategias que permiten interpretación. vida puede incoherente, la interpretación de laesa vida y sobre todo La el texto escritoser sí tienen que ser coherentes. Cuando no lo es, el narrador/a, o bien el autor/a material del libro (entrevistador/a), se encarga de darle un final feliz. En la historia de Stanley en The Jack Roller, o de Chic en The Professional Thief, el final es casi lacrimógeno. Después de su conversión y regeneración al mundo no-delincuente ambos esperan el futuro, el great tomorrow, con esperanza. Es un final feliz construido tanto por Shaw como por Sutherland. Toda auto/biografía tiene el objetivo de dar sentido a la vida, es decir, de presentar un marco desde el que se puedan entender las decisiones más importantes de la persona. Muchas historias de vida pueden ser entendidas como estrategias de supervivencia. Ya sean auto/biografías de personas marginadas como de prohombres (sic), las estrategias de supervivencia ante un mundo difícilse y su justificación —según un código que elnormal propio protagonista suele encargar moral de establecer— suelen sermoral el objetivo de las auto/biografías. Se proporciona así una cierta ilusión o apariencia de coherencia. El personaje principal (el auto/biografiado) trata de sobrevivir en un mundo difícil. Va tomando decisiones a lo largo de su vida, todas del mismo estilo, y racionales. Pero la realidad es un poco distinta. Como señalaba Wilfredo Pareto, los seres humanos son eminentemente irracionales en la vida cotidiana, pero se pasan luego el tiempo racionalizando su irracionalidad. Sin embargo, yo personalmente sigo pensando que sí es verdad que muchas historias de vida representan estrategias de supervivencia, aunque esas estrategias no aparezcan nunca muy claras, y a veces sean decididas de forma inconsciente o intuitiva. En resumen, la coherencia es una demanda social, y también una exigencia individual. Las personas que relatan su vida interiorizan la norma de la coherencia vital. Es obligatorio para el narrador/a establecer que la secuencia causal de lo ocurrido es la adecuada. Una forma de demostrar esa coherencia es evaluando positivamente la vida en relación con un código moral establecido. Es el/la protagonista quien elige el código moral por el que va a ser juzgado (¡por él/ella mismo!). Pero no tiene por qué ser un código consistente. La historia de vida puede ajustarse a varios códigos (según grupos sociales, por ejemplo), situaciones (guerras, hambres, catástrofes), o según sistemas normativos populares como los refranes o proverbios que permiten casi siempre posiciones antitéticas. En la duda, el sentido común, el gusto o la personalidad suelen servir como referentes autorizados para proporcionar sentido y coherencia a una vida. Todo ello plantea numerosas dudas teóricas.

4 Dudas teóricas

Las autobiografías pueden ser consideradas como espejos o como ventanas 1. Algunas auto/biografías son ventanas que permiten contemplar o entender el mundo real, y a través de las cuales se puede conocer mejor la realidad social. Son experiencias colectivas, normalmente de una clase o un grupo social determinado. Representan un método de exploración, una ventana abierta a la realidad. Otras auto/biografías son espejos, es decir, métodos de autoexpresión, de entenderse a sí mismo, o de entender a seres queridos o cercanos. No pretenden ser el banderín de un grupo social, ni testimonio de una historia social o colectiva, sino un retrato (más o menos intimista) de la persona que escribe. En las ventanas preocupan los temas sociales o políticos de su tiempo, tal y como la persona los interpreta, o mejor aún en la forma en que se representan esos intereses. Son visiones del mundo. En el caso de las auto/biografías de personas marginadas esas historias suponen una nueva visión de la realidad, una ventana abierta a una realidad social que desde otras capas sociales se ignora. De ahí la popularidad de las historias de vida de personas marginadas, como ventanas nuevas a una exploración social vedada hasta entonces 2. Pero otras auto/biografías son más bien espejos. Se parte de la idea de que muchos temas importantes de la sociedad no pueden describirse bien con palabras; tampoco se pueden fotografiar. Los espejos presentan una introspección en la vida de una persona tal y como es vivida, vista, por ella/él. Ampliando y adaptando el argumento teórico de John Szarkowski en la famosa exposición del MoMA de 1978 (Mirrors and Windows: American Photography Since 1960). 2 Como ejemplo de ventanas está el estudio de W. Eugene Smith sobre «Spanish Village» en la revista Life en abril de 1951, en donde pretende captar el mundo tradicional y antiguo de vida enun pueblo español —en este caso es LaDeleitosa— en diecisiete fotografías. Ese ensayo dio la vuelta al mundo, y representó entonces una ventana, crítica, sobre el modo de vida tradicional, medieval incluso, en la moderna Europa. Obviamente —a pesar de la belleza indeleble de esas fotos, especialmente The Spinner (quizás la foto española más famosa junto con la del miliciano del cerro Muria1

no de Robert Capa)— el contenido ideológico de esa exploración social es evidente.

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Representan una forma de autoexpresión. En ese sentido están más cercanas a las historias clínicas psicoanalíticas, a los relatos de/sobre Dora o el pequeño Hans (Juanito en la traducción española), aunque no importe necesariamente su histeria o su fobia. Las auto/biografías espejos son más provisionales, contradictorias, ambivalentes, conflictivas, centrípetas, sin progreso aparente…, como la vida misma. Cuentanrelativas, más sentimentos que realidades. Se dedican más al autoanálisis. Pero los sentimientos son realidades; incluso realidades sociales de gran calado. Los espejos pueden llegar a ser equivalentes, es decir, mostrar realidades individuales que son sustitutivas de otras realidades, siguiendo aquí el desarrollo teórico paralelo —para la fotografía— de Minor White desde 1957. Así se explica que algunas auto/biografías sean mejores que otras, y que se conviertan en clásicos. De los cientos o miles de auto/biografías más o menos sociológicas producidas en las últimas décadas, las de Chic, Agnes, Stanley, Pierre (Rivière), Menocchio, Dora, JS, los hijos de Sánchez o Wisniewski han resistido el paso del tiempo. Incluso ya no se pueden estudiar ciencias sociales sin haber leído, y entendido, esas auto/biografías. Hay un cierto poder oculto, fuerza, importancia explicatoria de esas historias de 3vida, que las convierten en referentes obligados de la investigación posterior . De la misma forma la historia mundial de la pintura ya no podría entenderse igual sin Las meninas o sin Las señoritas de Avignon. Se convierten además en cánones, como señala agudamente Howard Becker (1982, 1986). Pero en ambos casos —espejos y ventanas— las auto/biografías no son importantes por la historia peculiar que cuentan, sino por la exploración social que realizan con palabras. Traducir lo exterior, la vida social, en palabras no es una tarea personal sino un problema formal y metodológico complicado. Eso se pone en evidencia en el caso del libro de Michel Foucault y Pierre Rivière titulado Moi, Pierre Rivière ayant égorgé ma mère, ma soeur et mon frère…, publicado en 1973. La historia del parricidio —que sucedió 138 años antes— menos la interpretación de losyprocesos de medicalización de importa ese crimen, o deque la distribución del poder del conocimiento en la Francia del siglo XIX (Foucault, 1975). La importancia se basa en si los libros utilizan un método de exploración de la realidad social, o un método de autoexpresión. En ciertos casos las auto/biografías pueden ser las dos cosas al mismo tiempo, normalmente empezando como un relato distante de la realidad social de su tiempo, y terminando en una confesión (agustiniana o roussoniana). En ambos casos tratan de dar significado social o colectivo a una 3 No desdeño la idea de que esas auto/biografías clásicas tienen además un cierto contenido de belleza formal, de buena facturación investigadora y literaria, incluso novelesca (de ficción), que las hace más reales que la propia realidad, hiperreales como señalaría Goffman. Un caso antes no mencionado que se ajusta todavía más a ese modelo es el de Don Juan, de Castañeda, el

mago indio yacqui (1968).

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experiencia individual, que es el destino común de las auto/biografías. Verdaderamente explican la sociedad. A veces las auto/biografías presentan una estructura de historias dentro de historias. Algo así como el cine dentro del cine (en Woody Allen, en Bergman), o el trucolaclásico teatro dentro Shakespeare). historia general, vida dedel una persona —dedellateatro cuna a(en la tumba—, se veUna complicada por historias dentro de esa historia; historias dentro de cada una de esas otras historias; y así sucesivamente. Desentrañar, entender y clasificar ese entramado es complicado. La solución obvia suele ser recurrir al orden cronológico, y dejar que el lector/a entienda el laberinto. El Quijote también es así. La auto/biografía debe tener un objetivo claro. ¿Para qué se escribe? ¿Para quién se escribe? Un buen sociólogo/a se pregunta por el objetivo real de la historia de vida, es decir, de su elaboración y posible análisis. Debe existir una cuestión teórica que se desea descubrir, analizar, explicar, entender. Puede o no quedar explícita, pero tiene que existir. Normalmente el objetivo teórico no es la vida de esa persona. El/la auto/biografiado es una excusa para algo más general, importante (?), universalista. A menudo el señor/a X se convierte en un tipo ideal: el típico emigrante, ladrón, joven descarriado, criminal, prostituta, legionario, toxicómano, niño ruano, enfermo, trasvestido, loco, gitano, asesino, científico, gay, moribundo. No se trata de dar significado a su vida, sino a las vidas del tipo de personas a quien representa, o por lo menos a su generación o cohorte 4. Pero en ese sentido la sociología cualitativa no hace más ni menos que lo que hacen el resto de las sociologías: utilizar a los individuos/as para entender la estructura de la sociedad y los procesos sociales. Se observa una tendencia importante en los historiadores/as y científicos políticos, analizador es de la ciencia y de las artes, por generar biografías de personas «importantes», prohombres, próceres, los que mandan, nobles, generales. En las antípodas, la sociología tiende a producir biografías de gente pobre, marginada, fuera de la «buena sociedad». Son biografías de gente común, personas reales y sin embargo invisibles, sin historia. Pero faltan 4 En Hacer la América Marsal señala en la advertencia preliminar: «Esta es la auténtica historia de vida de un emigrante, escrita de su puño y letra. Su verdadero nombre se oculta bajo las iniciales JS. Los lugares, nombres de personas y hechos que pudieran ayudar a la identificación del autor son ficticios para preservar el anonimato de quien la escribió. Muchos emigrantes, no obstante, creerán reconocerse en el protagonista de esta biografía o creerán reconocer en ella a algún familiar o conocido. Ello es inevitable. Porque en el gran drama del retorno de los emigrantes de América lo común a todos ellos es mucho mayor que las singularidades de cada cual» (Marsal 1972: 7). El poder de esta advertencia es doble si se tiene en cuenta que JS puede ser en realidad una persona cercana a Juan F. Marsal (incluso su padre). Él negó eso durante su vida y tuvo buen cuidado de hacer variar algunos datos importantes. De ahí precisamente la fuerza, el impacto considerable, de esta historia de vida. Las cartas con los textos autobiográficos se man-

daban a Princeton University donde el sociólogo estudiaba.

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biografías de personas integradas , que no viven en los márgenes de la sociedad. La clase media que tanta importancia tiene en los sociólogos que utilizan encuestas, sin embargo, apenas aparece en los estudios cualitativos, sobre todo biográficos. Si no son delincuentes, ni prostitutas, ni héroes, las personas parecen perder valor paramovimiento ser sujetos/as deirinvestigación. embargo, últimamente hay un cierto por en busca de Sin la clase social perdida: la gente tan común que ni siquiera ha merecido la atención de los/as investigadores, salvo en Middletown, Main Street, o Bienvenido, Míster Marshall.

Los hechos o sucesos de una vida (de la historia de una vida) pueden ser narrados. Pero la expresión narrativa y textual de actitudes, y la acumulación de sentimientos a través de los años, es dificultosa. A veces bastan una pincelada, un suceso bien contado, una anécdota, una historieta. Los nietos las conocen como las batallitas del abuelo. Pero los sentimentos son difíciles de expresar, y mucho más si se realiza con palabras. Esta dificultad es más acentuada en situaciones (personas o culturas) en que la expresión de sentimientos está relativamente prohibida, o incluso es un tabú. Eso sucede bastante entre personas mayores, queera hanun vivido sociedad tradicional, en dondevarones, la expresión de sentimientos temauna vedado. Intentar sonsacar (biografía) o explicar (autobiografía) esos sentimientos suele ser una tarea difícil. Cada vida —auto/biografiada— está compuesta de sucesos que marcan o que hacen variar el curso de esa vida. No queda claro cuáles son esos sucesos. A veces pueden ser objetivos: conseguir un trabajo, acabar una carrera, emigración, cambio de vivienda, accidentes, nacimiento de hijos/as, operaciones quirúrgicas; o los ritos de paso típicos: bautismo, comunión, boda, divorcio, enfermedad, muerte. Pero cada vida es una vida, y los sucesos que marcan una historia pueden depender más de sucesos que expresan sentimientos que no de hechos fácticos. La experiencia humana no viene marcada, necesariamente, por hechos o sucesos, sino que pueden ser períodos de reflexión, de cambio personal, de maduración, de alienación, de depresión. La búsqueda de esas marcas —o quizá mejor expresado como marcadores— es importante para la persona que elabora la auto/biografía. Esos marcadores pueden ser vistos también como ritos de paso; como un joven explica: «La selectividad es el gran rito de paso. Es el infligir al adolescente una cierta violencia para cambiarlo de estado 5». Tiende a haber marcadores que separan las diversas etapas de la vida. Los sucesos que marcan una vida dependen de la propia experiencia. Un adolescente recuerda el día más memorable de su vida cuando se emborrachó: «Mi momento memorable fue el primer ciego [borrachera] que cogí. Me acuerdo. Estaba en un pueblo, en la montaña. Era muy guapo. Quizá fue tardío; yo cogí el primer ciego después 5

GD2, A.

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que todos mis amigos. Estaba en tercero de BUP. La sensación, dices: ¡Coño, qué guapo 6!». Otro adolescente tiene el mismo recuerdo: «Hostia, mi primer ciego sí que fue memorable. Al hospital. Me metieron en el hospital. Era el segundo ciego que pillaba. Me tuvieron en la camilla dos o tres horas. 7». Es Lo tres bronca seguidas. Para mí ahora es la mejor pasé partebrutal. de la Luego semana. Lohoras sacasdetodo una persona que seguramente quedó adicta a esos momentos memorables. Es curioso que los jóvenes recuerdan las borracheras o experiencias con drogas como sucesos importantes de sus vidas:

El momento memorable que recuerdo es cuando acabé la selectividad. El día de San Juan nos metimos medio trip y todo; y nos fuimos para el Pueblo Español. Fue increíble. Estábamos siete y compenetración al máximo. Para mí ha sido la experiencia más fuerte que he tenido en mi vida. Porque estábamos allí… y solo éramos nosotros. Había mucha gente. Todos habíamos estado superagobiados, la selectividad, y mogollón de problemas; toda la mierda la saqué fuera. ¡Fue la hostia! Cada uno tiene sus momentos memorables. Ese fue el mío 8.

Es memorable quizá cuando una persona juega con su propia identidad. Se suele entender que los marcadores suponen puntos de inflexión en una vida, situaciones o momentos críticos. Estos momentos dan sentido a la vida, coherencia a la historia contada. Algunos de esos marcadores son secretos; solo aparecen cuando la vida se cuenta de pe a pa. Pueden suponer un cierto nivel de sorpresa. Entonces sucesos posteriores de una vida, que apenas tenían sentido, se ven con una nueva luz, se explican ya solos. A veces —como en temas de deshonor tan caros a nuestra cultura— se convierten en el eje de la historia de toda una familia. Pueden ser voluntariamente secretos, o simplemente no contados por pudor, intimidad, irrelevancia supuesta, olvido freudiano; o bien ser reprimidos, y ocultados deliberadamente. Los marcadores pueden ser grandes o pequeños, traumas o conflictos, felicidades o alegrías. En el caso de una persona marginada suele ser la primera vez que se le aplica públicamente la etiqueta o el sambenito 9. Esos sucesos alteran la vida de una persona. Tienen, pues, una importancia considerable. Un buen análisis metodológico de auto/biografías se dedica a aislar y analizar esos marcadores, como fenómenos o sucesos que dan coherencia (o incoherencia) a una vida. GD1,D. GD1,D. 8 GD1,D. 9 En español «sambenito» es el capotillo o escapulario que se ponía a los penitentes reconciliados por el Tribunal de la Inquisición. El sambenito es una buena traducción de la expresión 6 7

sociológica label. En español existe incluso el verbo sambenitar, o labeling.

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Las batallitas representan el truco literario de historias dentro de historias 10. Cada vida está compuesta de esas historietas. Son experiencias que pueden ser contadas una detrás de otra. La historia de vida se compone, pues, de un esqueleto de batallitas, que se sustentan globalmente. En la vida hay miles esas historietas: cada limitado día suceden Pero elHasta narrador/a de de su propiade vida tiene un repertorio que varias. desea contar. el punto que es usual —sobre todo en personas ancianas— que repitan esas historias, es decir, que las narren repetidas veces, casi siempre con las mismas palabras. Las historietas o experiencias se suceden una detrás de otra (a veces no de forma cronológica estricta) como las cuentas de un rosario. Existe el rosario, es decir, la estructura oculta de una vida, pero es explicado solo a través de sus cuentas, no de su estructura oculta. Cada historia es un ejemplo o una interpretación de algo de mayor alcance. Como todas las interpretaciones suele estar sesgada. La moraleja de cada experiencia es la sustancia que proporciona sentido a la vida. Se dice que los textos biográficos se escriben siempre pensando en quién los va a leer, es decir, con un «otro/a» en la mente. Esto no es necesariamente aunque tendencia a figurarse (saber o sospechar) quién va así, a leer luegohay el una texto.cierta Puede realizarse terapéuticamente, como ejercicio psicoanalítico, personal o de otro ser humano del grupo de referencia. Se trata no tanto de dejarse entender por el otro, como de entenderse a uno/a mismo 11. A veces una vida no empieza con el nacimiento. Se suele entender la vida a partir de un punto determinado, un kilómetro cero, desde el que se empieza a vivir. Los años previos solo sirven de prólogo para interpretar la vida después. Puede ser muy pronto en la vida (como la madrastra de Stanley, en el Jack Roller), o mucho más tardío (la emigración a Latinoamérica de JS). Pero en realidad las vidas no tienen puntos claros de inicio ni de terminación. Se suele empezar naciendo, pero los primeros años —mientras se es bebé— se amoldan a la vida de otras personas. El final no suele existir en las autobiografías: por definición. La autobiografía no termina nunca de ser contada. Primero porque toda porción de la historia personal es ampliable —hasta el infinito— contada de otras maneras, añadiendo nuevos datos y sucesos, insinuando nuevas interpretaciones. No queda claro en qué momento una historia está completamente contada; una autobiografía completa no existe. En segundo lugar, en la autobiografía no hay final, pues el autor/a nunca cuenta su propia Así aparece en numerosas obras literarias, teatrales, como Cervantes y Shakespeare. Pero como ya se explicó antes la mayoría de auto/biografías son sobre varones. El mundo se construye en masculino; esto no es una sorpresa. Los varones viven la vida, tienen el poder, definen la estructura social, y además tratan de entenderse, y de comprenderse unos a otros. La mujer suele permanecer silenciosa en la sociedad, e incluso en las historias de vida. Hasta muy recientemente la realización de auto/biografías de mujeres (historias de mujeres sin historia) no 10 11

era usual.

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muerte. Tampoco se suelen narrar los últimos momentos, días, sucesos. No hay, pues, una historia global, completa. Pero si el final no tiene posibilidad de ser contado, el principio es también problemático. Las historias de vida no suelen empezar con el nacimiento de una persona, sino con biografía esquemática de sus abuelos/as cuatro): la familia del la padre y la familia de la madre. Tampoco (suele queda haber claro hasta dónde debe llegar el investigador/a atrás en el tiempo. A menudo uno trata de narrar la vida hasta la generación de los abuelos/as. No se suele indagar en los bisabuelos, tatarabuelos, o antes. La convención es introducir la vida de aquellos/as familiares que uno conoció en vida —de pequeño— o de los que al menos oyó hablar mucho. Por ese sistema la vida no empieza con uno mismo/a, pero tampoco se retrotrae más allá de la cohorte de los abuelos/as. Esta costumbre supone obstáculos a la investigación. La autobiografía permite vivir a la persona real por encima incluso de su propia vida 12. En el caso de Stanley, de Chic, el Botas, JS, Dora, Rivière, Wisniewski, la familia Sánchez o la familia Martínez ha habido tentativas para entrevistar posteriormente a esas personas legendarias. Pero no se ha realizado nunca una investigación posterior de sus vidas. Son las personas de los relatos escritos, con nombres ficticios, quienes permanecen en la memoria colectiva de las personas o de los/as investigadores. En fotografía existe una cierta corriente por volver a personajes famosos de fotografías clásicas (como la serie de migrant mother de Dorothea Lange, o los protagonistas del beso fotografiado por Robert Doisneau) y tratar de averiguar cómo son ahora, dónde viven. Se puede comparar la famosa foto de Migrant Mother, Nipomo, California 1936, que aparece en el libro In This Proud Land, con la foto real de Florence Thompson en noviembre de 1978. La comparación de ambas fotos no resiste el paso del tiempo, ni el mensaje mundial que proporcionó la primera fotografía 13. En ese sentido el personaje de muchas autobiografías se separa de la realidad, sobre todo si la autobiografía no es total, si no alcanza la vejez de la persona. Las personas que analizan auto/biografías suelen considerar que la vida de las personas viene marcada o definida por unas situaciones puntuales o sucesos importantes. Son momentos clave de una persona, aunque no necesariamente los más traumáticos o penosos de sus vidas. Segundo, las vidas están compuestas además de dramas 14. Es importante entender los conflictos fami12 Un antropólogo me llama la atención: «La autobiografía una vez escrita se convierte en una estructura. Es como haber muerto. Igual que una foto. Pero si la persona sigue viviendo, la foto o la auto/biografía ya no tienen casi nada que ver. La actual vida de el Botas, ciego por una agresión de los fascistas, hace de él otro Botas». 13 El análisis se puede ver en Martha Rosler, «In, around, and afterthoughts (on documentary photography)», pp. 303-340, en Richard Bolton (1989). Lo mismo se puede ver en los estudios sobre Las Hurdes en España. 14

En el sentido español de la palabra (no por teatros o representaciones).

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liares, o historias —tabúes a veces— que hay en las familias, y en toda vida humana. En tercer lugar, la vida familiar está basada en lo que no se sabe, en lo que se ignora, en lo que se sospecha pero nunca se pregunta, en temas tabú. Están también los que Pancho Marsal llamaba «evaporados» o desaparecidos dentro todas familias: personas Las que relaciones desaparecen de las relaciones liares yde sobre laslas que nadie pregunta. familiares parecen famibasadas en ese miedo a saber, en los sucesos que no se preguntan, que a veces ni siquiera se sospechan, pero que representan los temas tabú dentro del círculo familiar incluso más íntimo. El sociólogo/a se acerca a esos temas a partir de los datos incongruentes; o simplemente a través del árbol genealógico familiar en donde si se ahonda se descubren nuevos miembros ignorados hasta entonces. Si se pregunta bien, suelen aparecer nuevos hermanos, tíos, e incluso padres 15. La estructura familiar y de relaciones interpersonales íntimas suele estar basada en la asunción de que la realidad es como se define ahora, no incluyendo ciertas personas o determinados sucesos. A veces la realidad se falsifica efectivamente 16. Cada familia crea así una realidad paralela a la efectivamente vivida, que permite a toda la familia funcionar normalmente. Sin embargo, si se ahonda un poco, y se explora en las causas de los «evaporados», o en los sucesos tabú de la familia, se alcanza un nivel distinto de realidad. Son a menudo esos pequeños dramas familiares los que dan sentido a toda una vida. Hay vidas construidas alrededor precisamente de un drama familiar concreto, como puede ser el honor/deshonor familiar de un embarazo no deseado, o de una ilegitimidad. Hay que recordar aquí el dictum sociológico de que si las personas consideran los hechos como reales son reales, sobre todo en sus consecuencias. Si las familias consiguen hacer creer a los niños/as que su familia es así, lo es en sus consecuencias. A menos que esos niños/as, luego adolescentes, descubran nuevos tíos, primos, padres, hermanos o dramas. Es otra aplicación del principio de Thomas. tumba Hay historias de vida que se leen(Cinco como horas novelas ( A la América), así como hay novelas con Mario, Laabierta, regenta,Hacer San Manuel bueno mártir) que parecen análisis sociológicos. Hay mezcla de arte

y ciencia en ambos casos. En algunas historias de vida el nivel de teorización es bajo. Cuando alguien relata su vida, interpreta; e interpretar ya es teorizar. Las historias hablan por sí mismas, como en el célebre libro de Studs Terkel, Working (1975). En la portada de Working se lee: «People talk about what they do all day and how they feel about what they do». No se ofrecen más interpretaciones que las de los/as propios entrevistados. La teori15 Cuando se anuncia que se está escribiendo un libro sobre la familia se suelen presentar también informantes voluntarios que cuentan secretos de familia al oído. 16 Cambiando por ejemplo el llamado Libro de Familia (de la Dirección General de los Regis-

tros y del Notariado, del Ministerio de Justicia), u otros documentos oficiales.

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zación es dejada a otras personas (los/as lectores) o a otros investigadores/as sociales 17. Suele haber una cierta preocupación por la teorización, pero no suele ser del tipo de la gran teoría social, ni tampoco de la comprobación positivista de la realidad social. Peroaellagénero auto/biográfico naceen deChicago una preocupación teórica obvia, en torno sociología que se realizaba en los años veinte del siglo pasado. Uno de los objetivos era precisamente la mezcla de teoría y método. La selección de los problemas, y de la muestra (a veces un/a solo informante), se realiza también a partir de la teoría sociológica. Las preguntas, lo que se pregunta, e incluso cómo se hace, incluyen también una parte sustancial de teoría. Cuando la persona narra su historia de vida y habla libremente, demostrando inconsistencias, contradicciones y ambigüedades, lo que se busca a veces es demostrar —con una perspectiva interaccionista— la ambigüedad de la vida social, sus aspectos incoherentes, no lineales, y diversos donde se evidencian los aspectos negociables de la vida social. Lo que parece caos teórico es sin embargo una formulación precisa de la teoría y el análisis sociológico. Con el interaccionismo se puede estar en desacuerdo, pero es importante aceptar que tiene un punto de vista teórico interesante, así como reconocer su legitimidad para presentar la incoherencia y ambigüedad como una demostración de su teoría social. El problema es que con los datos auto/biográficos es difícil establecer la conexión con construcciones analíticas precisas y teorías estructuradas. En un aspecto las historias de vida sí han contribuido de forma considerable al avance del conocimiento teórico: se trata de las teorías sobre desviación y control social. Las auto/biografías ayudan a entender las etapas de una vida, y los procesos de cambio 18. Las historias de vida, y las auto/biografías, pueden servir no solo para analizar el mundo social exterior (no individual) sino también para explicar y analizar los documentos personales como textos. La auto/biografía se transforma así en un discurso, que tiene una relevancia histórica y cultural concreta, y que puede ser analizado precisamente como un texto, sin una relación estrecha con la vida real que narra (Geertz, 1989). El protagonista casi desaparece. Es el síndrome inverso de Don Quijote/Cervantes: Clifford R. Shaw es más conocido o importante que Stanley, y Edwin H. Sutherland lo es más que Chic, por no admitir la importancia diferencial de Freud respecto de Dora. En esos tres casos además el nombre de la persona desviada es falso (por ejemplo, Chic es Jones), perdiendo así su propia identidad. Los derechos de autor —el copyright— en esos casos son del sociólogo y no del delincuente. A eso se le podría llamar apropiación indebida. Como el título señala en uno de esos 17 18

A veces ni siquiera se explica cómo se han conseguido los/as informantes. Ayudan también a entender mejor las generaciones, como hemos demostrado en La socie-

dad transversal (De Miguel, Castilla, Caïs, 1994).

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casos, es la historia del The Professional Thief By a Professional Thief. Se busca —como en el caso del Pierre Rivière de Foucault— el análisis de los discursos, de las relaciones de poder, de dominación y de conflicto dentro de esos discursos. El objetivo puede ser, pues, el propio texto como ejemplificador de una teoría. No importan las intenciones del protagonista, incluso tampoco las del autor/a material del libro (el investigador/a) sino que el propio texto tiene una existencia propia, desgajada de sus autores. Es el lector/a, en interacción con el texto, quien proporciona vida teórica y científica a la obra inanimada que es el libro (el texto, el discurso). El símil de Pygmalion (el legendario escultor de Chipre) y Galatea no es coincidencia. Hay una relación —pocas veces analizada— entre el/la protagonista y el autor/a material del libro, entre el en trevistado/a y el entrevistador/a. Al igual que en la metodología de observación-participante el rol profesional del científico/a entra en conflicto con las relaciones de amistad que inevitablemente se generan en la experiencia de realización de una historia de vida. La tensión puede ser considerable. Más complicad as aún pueden resultar las relaciones de amistad que sobreviven a la publicación del libro. La vida es un proyecto, o mejor aún, un conjunto de proyectos inacabados. Por definición, la autobiografía no se puede terminar nunca, pues en cada momento se replantea la vida, y hasta la propia muerte («en el lecho de muerte») no se acaba una vida. A menudo es un proyecto moral. Las personas religiosas dan un sentido sagrado al proyecto vital, a menudo con una segunda vida sobrenatural posterior (después de la muerte), y a veces con una reencarnación. La auto/biografía se puede juzgar como un proyecto moral, trascendente incluso, al que la propia persona le da sentido o justificación. El dar sentido a la vida es uno de los procesos típicos de las historias de vida. En ese proceso se encuentra una lógica (una coherencia) superior incluso a la que tiene la propia vida. Los sociológos/as entendemos que las vidas no solo pueden ser inmorales, sino sobre todo inconsistentes, incoherentes, sin un proyecto vital claro. Hay un cierto peligro analítico en dar sentido racional a una vida que nunca tuvo ese proyecto de coherencia. Es entonces una especie de remake, en que chestertonianamente la mentira parece más real que la verdad. La crítica a esta hiperracionalidad se ha realizado también desde el feminismo. En nuestra sociedad actual las vidas coherentes, lineales, con un proyecto vital, representan un estereotipo masculino. Las mujeres, cuando realizan una auto/biografía suele ser un proyecto menos lineal, quizá con menos coherencia, pero con más deseo de globalidad. Las historias de vida masculinas (que son la mayoría) aparecen más preocupadas con una interpretación lineal de la vida, en que las fuerzas que entran en conflicto (masculino) son las del varón luchando por encontrar un hueco apropiado en la estructura social. Los conflictos son externos: lucha por el poder, por conseguir trabajo, dinero, fama, posición social, enfrente de una comunidad o sociedad determinadas.

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La historia de vida de una mujer suele ser bien distinta, con círculos, una visión menos lineal, en donde la lucha frente a la estructura social se sustituye a menudo por un conflicto con ella misma, con su sentido de realización, mostrando diferentes proyectos vitales. Quizá es que la visión sociológica de la excesivamente por la visión masculina enauto/biografía la tarea de daraparece sentidocontaminada a la vida. Una historia de vida está narrada para una persona concreta, normalmente un investigador/a que a lo largo de las entrevistas se ha ido familiarizando e intimando con la persona biografiada. Hay, pues, un «otro» al que se narra la vida. Pocas veces se tiene en cuenta el destinatario final del libro, que puede ser un público más extenso. Tampoco se imagina el/la biografiado que va a ser leído en el futuro, y por lo tanto entendido de otras maneras. Stanley entrevistado por Shaw en los años veinte o Chic Conwell en los años treinta por Sutherland no tenían idea de que sus vidas iban a ser evaluadas por lectores/as durante décadas y décadas, ni que se iban a convertir en clásicos, en personajes casi míticos. Se produce así una cosificación de Stanley, Chic, JS, el Botas, Wladek, Dora, Agnes, Pierre. Pero no solo existe la interpretación final realizada por un lector/a concreto, sino que esos lectores/as pueden ir variando en el futuro. El lenguaje cambia, y la interpretación de la realidad también. Teorizar supone un cierto nivel de abstracción que las personas no expertas en ciencias sociales ignoran, aunque de forma algo intuitiva sí la realizan. Se trata de relacionar la estructura de la sociedad —el mundo de ahí afuera— con la propia biografía; y de conocer los procesos estructurales que condicionan la vida de una persona o al menos las posibilidades de elección que tienen. Muchas vidas representan una lucha continua de la persona contra el destino, contra las dificultades impuestas por la sociedad. Las teorías pueden relacionar esas experiencias con los resultados, es decir, con las vidas realmente vividas. Todo ello preservando la idea de que cada persona es única, y que vive su vida de forma individual. Pero los científicos sociales pretenden aprender de un delincuentes, caso concreto Dora para aplicarlo a otros miles: Chicpersonas para muchos otros para histéricas, AgnesStanley o Jane opara con identidades sexuales ambiguas, Wladek o JS para migrantes (o bien para polacos el primero y minuteros el segundo), Pierre para parricidas, el Botas para drogadictos, etc. 19. La labor de interpretación y de elaboración teórica reposa en el propio lector/a. Es ese lector/a ilustrado quien debe realizar la labor de interpretación. En este sentido la auto/biografía se convierte en una obra de arte. La 19 Pero curiosamente la abstracción suele ser en una sola dirección. Por ejemplo Juan F. Marsal (1972) presenta a JS como un caso de migrante, siguiendo quizá con demasiada devoción el estudio de Thomas y Znaniecki. ¿Por qué no presenta nunca a JS como un caso típico de minutero o de fotógrafo ambulante? Quizá esa nueva orientación habría sido también fructífera para la

sociología.

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persona que la lee (u oye) es quien luego tiene que interpretarla. Obviamente no es lo mismo que una sinfonía, pues el texto ya ofrece teorizaciones, aunque el protagonista no sea un científico social. Representa ya un principio de teorización importante. tipo de la historias vida suelen incluir una ocurrir interpretación de Otro lo que dice personadeentrevistada. Eso suele más consistemática las historias de vida múltiples. A menudo lo que dice el investigador/a es bastante menos interesante que el discurso de las personas entrevistadas. Puede representar una frustración constante en el lector/a. ¿Por qué no deja el investigador/a hablar más a las personas entrevistadas y se calla él? A menudo las teorizaciones de las personas entrevistadas son más interesantes que las del experto/a. Otras veces no se distingue bien la historia de vida de la interpretación que le quiere dar el investigador/a. No queda claro entonces si el texto auto/biográfico es un ejemplo de una teoría o más bien al revés. En tercer lugar están las historias de vida que no son más que un ejemplo o certificación de las teorías o del texto del experto/a. Lo importante no es la historia en sí, ni siquiera la relación entre el texto auto/biográfico y el personaje sino que es ejemplificar un proceso social de más largoreal, alcance. En el Yo,propósito Pierre Rivière de Michelsobre Foucault, o en la historia de Dora o del pequeño Hans, esta tercera estrategia investigadora es evidente. La historia de vida es una excusa (¡puede ser muy buena excusa!) para analizar una realidad social o antropológica de mayor calado y amplitud. Las auto/biografías suponen, pues, un proceso doble: el de dar sentido a la vida por parte del protagonista; y el de reconstrucción de la realidad por parte del autor/a material del libro, así como por los/as lectores. Ambos roles incluyen entender una vida humana dentro de una sociedad concreta. Los problemas metodológicos al analizar esos dos procesos son considerables.

5 Problemas metodológicos

La autobiografía supone organizar la experiencia, de forma imaginativa, a partir del relato (directo o a través de otra persona) de una experiencia individual. Las experiencias de las relaciones interpersonales representan la sustancia más densa de la sociología. La auto/biografía es siempre una reconstru cción de un proceso social. Es la persona que fue, no la que es actualmente. Si la auto/biografía es de una persona anciana es posible abarcar casi toda su vida. Pero en las biografías de personas jóvenes —ya sean Chic, Stanley o Dora— la experiencia vital aunque intensa es breve, y la posibilidad de que la vida posterior transforme el relato completo es elevada. Poco o nada sabemos de Chic, Stanley o Dora cuando tuvieron sesenta años. Incluso no los podemos imaginar, o dejan ya de ser interesantes. La organización de la experiencia varía, pues, del momento u oportunidad en la realización de la auto/biografía. La auto/biografía no parece sociología porque suele estar escrita en primera persona, en «yo». La sociología contemporánea, científica, tiende a utilizar el impersonal («se mide», «se concluye», «se considera», «se analiza»), y a estar escrita para una serie indeterminada pero numerosa de colegas (el invisible «ellos/as», lectores especialistas). Sin embargo, la auto/biografía suele estar escrita en «yo» y narrada a un «tú». Es difícil imaginar una historia de vida narrada a un «usted», ya que ha supuesto bastantes horas de relación cara a cara. Para una mentalidad norteamericana simple los libros en «yo» y «tú» difícilmente pueden ser considerados ciencia, ni incluso arte. Pero para una persona europea el análisis de la experiencia o la exploración de la realidad social en primera persona suele ser más aceptable. La tradición aristocrática europea permite con más facilidad el tuteo deferencial, y la utilización legítima de la primera persona 1. La producción de documentos personales en España es bastante limitada. Cuando existen documentos personales, como los epistolarios, raras veces 1

En España es obsesiva la importancia del tema del honor, de la reputación, del qué dirán,

del aparentar (Pitt Rjvers, 1992). Ética y estética se suelen confundir o solapar.

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son analizados sociológicamente. Tres ejemplos pueden ser ilustrativos de la importancia de esas minihistorias de vida: las cartas de Pepe a Rosita, las de Antonio a Guiomar, y los diarios de Zenobia Camprubí. El primero incluye las cartas del joven José Ortega y Gasset, desde el año 1891 hasta 1908 (Ortega, 1991). cartasAlemania a su entonces Rosaepistolario Spottorno Topete,Incluye escritaslasdesde entre novia 1905 (luego y 1907.esposa), El segundo ilustre es el de Antonio Machado a Pilar Valderrama (entonces una mujer casada y con hijos), que ha pasado a la historia de la literatura como Guiomar —nombre ficticio que utiliza el poeta—, y que comprende un total de treinta y seis cartas tal y como han sobrevivido (Machado, 1994 2). El tercero no son estrictamente cartas, sino más bien el diario de Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez, escrito desde el exilio norteamericano, y que aparece en tres tomos en Alianza Editorial (Camprubí, 1993, 1995). Estos tres ejemplos muestran el poder explicativo sociológico de los documentos personales para entender no solo a una persona sino sobre todo el entorno social en el que vive. Los tres ejemplos serían lectura obligada en un curso (español) de autobiografías. Además de la distinción teórica entre espejos y ventanas, los/as investigadores consideran que hay dos tipos de vidas en una persona. Hay la que se conoce externamente —superficial se puede denominar—, que se construye con base en los datos básicos públicos y visibles de una vida. Hay también una vida profunda, que está basada más en los deseos, emociones, complejos, problemas, dramas, inconsistencias, vida interior. Esta segunda vida, más profunda, solo puede analizarse mediante un trabajo largo y profundo de la historia de vida de una persona; no sale, obviamente, en entrevistas cortas, sobre temas concretos. Lo ideal para un análisis sociológico es mezclar ambos tipos de auto/biografía, e incluso realizar un análisis comparativo de la vida externa y la profunda. No solo existen inconsistencias dentro de una vida, sino sobre todo de la vida externa, rápida, inmediata, con que se interpretan los hechos más relevantes de la vida (trabajo, casamiento, lugar de residencia) y la vida más profunda que puede ofrecer explicaciones alternativas a esas decisiones o sucesos vitales 3. En el análisis de las auto/biografías hay que distinguir entrela vida realmente vivida por una persona, la vida tal y como esexperimentada por esa misma persona, la vida contada (narrada, escrita, grabada) y la vidaleída. Hay, pues, al menos cuatro niveles de realidad en el género de las historias de vida. No solo hay niveles distintos, sino que pueden existir incongruencias y disimilitudes entre estos niveles. En especial la vida narrada tiene una relación extraña con la 2 En ambos casos se publican las cartas de los varones (José y Antonio) pero no las de las mujeres (Rosa y Pilar). 3 En el capítulo 7 se presenta un ejemplo de cada tipo: «autobiografía introspectiva» y

«autobiografía con documentos externos».

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vida realmente vivida por una persona. Explicar la vida en palabras (y además por escrito) es extraordinariamente complejo, parcial y distorsionador. Normalmente en auto/biografías (escritas) e historias de vida (orales) los sociológos/as manejamos finalmente textos, es decir, material objetivable que representa unElcierto grado la vida de una persona; más bien parte de unacon vida. objetivo finaldedevalidez una auto/biografía suele ser un libro, que supone a su vez un tamaño estándar en la producción editorial de la cultura dominante actual. Un libro se suele dividir en capítulos (si son numerosos, a su vez en partes) y subcapítulos. Suele tener un tamaño que oscila aproximadamente entre las doscientas y las quinientas páginas. El trasladar la narración de una vida a ese formato supone limitaciones. Los libros empiezan y terminan. Las auto/biografías también tienen un principio y un final. Se suele hablar de historias de vida como si fuesen desde la cuna a la tumba, desde el parto-y-el-bautizo hasta la muerte-y-el-funeral. Sin embargo esa visión lineal, global, es una convención. La vida individual está condicionada desde antes de nacer y produce consecuencias después de la muerte 4. El sentido de una vida se suele presentar convencionalmente con dos fechas: las de nacimiento y defunción, como en la losa de la tumba; a menudo con un epitafio. Pero este trozo de una vida está condicionado por convenciones culturales, y no solo por formatos estéticos narrativos o librescos. Una auto/biografía es una serie de experiencias contadas o narradas por el propio protagonista, como un conjunto de sucesos que están interrelacionados. Si el proceso de realizar la historia de vida se alarga, la narración de algunas experiencias empieza a repetirse; no siempre con las mismas palabras, aunque idealmente sí con el mismo sentido o significado. Cada experiencia repetida hay que contrastarla con las versiones anteriores y decidir cuál es la más real, verdadera, o que se acerca mejor a la realidad. Este es un proceso difícil, pues hay que realizar la selección de forma arriesgada, usando la intuición para decidir qué experiencia es la más apropiada. A veces se funden dos. Hay un proceso de selección arriesgado en donde la ideología y los presupuestos culturales (e ideológicos) de ambos tienen importancia 5. Las experiencias pueden ser nuevas (lo son siempre al principio del trabajo de investigación). El trabajo entonces es colocarlas en su sitio, en un cierto orden. El mejor orden suele ser el cronológico. A menudo es difícil datar exactamente una experiencia. El objetivo es introducir la experiencia vital en su sitio justo. Al realizarlo la historia de vida global suele cambiar un poco; se entienden mejor algunas cosas que antes estaban oscurecidas o eran misteriosas. Es como un tablero de ajedrez en donde el mero movimiento de un peón a la casilla siguiente cambia la situación de todas las piezas. 4 Sin incluir aquí la segunda vida sobrenatural (o la reencarnación) en que algunas personas creen a pies juntillas. 5

A veces se pacta con el interlocutor/a como hace Sutherland.

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En ambas tareas —la de introducir la experiencia nueva, o la de decidir entre varias narraciones cuál es la mejor— el poder de decisión del autor/a material del libro es grande. Una posibilidad es presentar la narración exactamente en el mismo orden en que se produce, permitiendo repeticiones e in6

consistencias cronológicas . Perosino la historia no es solo un conjunto de experiencias interrelacionadas, ademásdeunvida proceso atinado de causalidad. Solo queda claro algo en la vida si se entiende lo que ocurrió antes. Por eso el análisis de la causalidad es básico. Por ejemplo, no es lo mismo que la mujer se case antes de dar a luz que después. Una vida —y seguramente la del recién nacido/a— queda transformada por esa «pequeña» diferencia en el orden cronológico. Las historias de vida están llenas de sucesos misteriosos, que no concuerdan, de incongruencias, aspectos dudosos o vagos, acciones poco explicadas o sin aparente justificación. El perseguir esos momentos oscuros es tarea del investigador/a. Normalmente, si se profundiza suele dar srcen a una nueva realidad o a una explicación que tiene carácter de causalidad para una parte importante de esa vida. Un ejemplo puede aclararlo. En las historias de vida sobre interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) realizadas por nosotros en los años setenta y ochenta del siglo pasado, en Barcelona, recuerdo la de una mujer joven que había abortado y que explica que su novio se había ido a la mili. La entrevistada narra que el novio no había querido casarse, ni saber nada de su posible futuro hijo/a, y que se había ido a la mili, sin responsabilizarse del embarazo. Preguntando más, la mujer joven confiesa que realmente ella no sabía de quién era el embarazo, pues esa misma noche de San Juan ella se había acostado con dos varones distintos. Ante esta confesión la causalidad de la IVE cambia de signo. No decide abortar porque el novio no se quiera casar y se haya ido a la mili, ni siquiera porque el novio no quiera responsabilizarse del embarazo, sino porque ella misma no sabe si el embarazo es de su exnovio. En la historia de vida (parte del estudio de historias de mujeres sin historia) no se llegó a averiguar si los dos posibles candidatos conocían la existencia del otro o si la mujer tomó la decisión de otra forma. El ejemplo muestra (en el capítulo cinco del libro de Salud y poder con Josep A. [Pep] Rodríguez) cómo en historias de vida muy breves (una sola sesión) las personas tienden a presentar una visión estereotipada, preparada —casi como un videoclip— de la experiencia concreta sobre la que se les pregunta. Pero que si se ahonda, y se sigue la entrevista en varias sesiones, la realidad de la experiencia aparece de forma distinta. El resultado final suele ser mucho más complicado, confuso y, a menudo, contradictorio 7. El producto final de una auto/biografía no es casi nunca el producto srcinal, ni la documentación personal que se obtiene en su totalidad. La historia 6

Véase el ejemplo en «autobiografía parcial (ocupacional)» en el capítulo 7.

7

Josep A. Rodríguez y Jesús M. De Miguel (1990). Véase sobre todo el capítulo 5.

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de Jane Fry —la transexual (nacido varón pero sintiéndose mujer)— supuso más de 100 horas de entrevistas, más de 750 páginas de transcripciones y el producto final de un libro de 200 páginas (Bogdan, 1974). Tanto en las preguntas informales, como en la selección de las cintas, o en la transcripción final, la selección de textos,esy de el extraordinaria libro final, la mano del autorPrecisamente material —en este caso Robert Bogdan— importancia. el contenido científico de una auto/biografía reside en estos tres mecanismos de cortar y pegar, de selección y de ordenamiento. Estos tres procesos suponen miles de decisiones que el investigador/a debe realizar «científicamente». Lo primero que aprende un investigador/a es que no hay nada sagrado en un texto auto/biográfico, y que puede ser editado con decisión. Lo más importante es no perder el estilo prístino del protagonista. La forma de decir las cosas, de narrar su propia vida, es tan importante como los hechos. En el estilo de explicar una experiencia puede estar la clave de la importancia que tiene esa experiencia, y de su catalogación cultural dentro de la sociedad o comunidad en que vive el protagonista. Los hechos podrían haber ocurrido de otra manera 8. Importa más el cómo que el qué 9. Además, hay que tener en cuenta que a menudo los entrevistados/as suelen engañar al autor/a material del libro. Es una sospecha que suele ir minando la relación, pero que el investigador/a debe esperar que ocurra. En la relación íntima entre auto/biografiado y entrevistador se produce un acuerdo tácito por decir la verdad, pero no necesariamente toda la verdad. En ocasiones ambos saben que se está mintiendo. Los estudios clásicos reconocen incluso esa posibilidad, desde la famosa relación de Dora con Freud, o la de Agnes con Garfinkel. En esta segunda, que aparece en el libro Studies in Ethnomethodology de Harold Garfinkel (1967), Agnes es una persona intersexual o hermafrodita que engaña sistemáticamente a Garfinkel y a sus médicos sobre el hecho de que había estado tomando estrógenos desde los doce años de edad hasta los diecinueve en que se realizó la operación 10. No era, pues, un caso de varón «problemático», sino de la utilización sistemática de hormonas. No queda claro lo que debe hacer un buen investigador/a cuando es engañado por el protagonista de la auto/biografía. Mi posición personal es que debe permitir ser engañado, y que la historia debe ser contada tal y como la 8 Una manera usual de hacer irreconocible un texto auto/biográfico, es decir, no identificable su protagonista, es cambiar hechos relevantes. Dos son de gran contundencia: cambiar el sexo (género), o explicitar que está muerto (si no lo está). Estos dos trucos suelen dar al traste con cualquier posible identificación. Obviamente solo deben utilizarse cuando es totalmente necesario, pues cambia el sentido de la vida, aunque no necesariamente la de los procesos vitales explicados. 9 Aunque las primeras transcripciones no deben considerarse como sagradas, suele ser buena idea el mantener en fichero las versiones realmente srcinales, incluso antes de la primera edición estilística. 10

En el caso de Garfinkel supuso 35 horas de entrevista, durante cinco meses.

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persona la narra, y no como el autor/a la conoce o la interpreta (es decir, al revés de como lo hace Freud con el caso de Dora). Hay una cierta obligación científica de aceptar la mentira consciente del protagonista, de respetar la intimidad sobre ciertos asuntos de su vida. Un lector/a inteligente puede notar inconsistencias en cronología, en hechos, que lleven amaterial deducirdel quelibro está delante de una «mentira vital». Lao inteligencia delleautor/a está en presentar claves suficientes para poder hacer sospechar eso, respetando sin embargo el texto srcinal. El problema aparece cuando la mentira condiciona todo el argumento, o todo el hilo conductor de una vida. Garfinkel lo soluciona, por ejemplo, con un apéndice en su libro 11. Los/as investigadores suelen pensar que las personas son como dicen ser: tal y como se presentan. Pero es obvio que en el proceso de acceder a narrar la vida propia se produce un proceso de regateo: la persona auto/biografiada tiene el privilegio de contar la vida como quiere exponerla al público. No es solo un proceso de racionalización y de coherencia de la vida, sino sobre todo de reconversión moral. El protagonista puede presentarse como un ser moral, bueno, cuya estrategia fundamental ha sido sobrevivir en un mundo difícil. De ahí la que tremenda narrativa auto/biografías de personas marginadas, en su fuerza contexto íntimo de se las presentan como buenas personas perseguidas por la sociedad, que tomaron decisiones apropiadas o al menos las menos malas para ellas. Las historias de vida de personas marginadas (transexuales, personas pobres, delincuentes) han cambiado la forma de entender la sociología de la desviación y del control social precisamente por la visión desde el punto de vista del actor. Obviamente las personas no son lo que dicen ser, o al menos no siempre; pero desempeñan el poder —pequeño pero efectivo— de presentarse como ellas prefieren. Los libros suelen tener un principio y un fin, un clímax, un argumento, e incluso una moraleja. Al convertirse en libro las historias de vida suelen acentuar esa construcción formal de libro. Se supone que tiene que haber una «historia», es decir, un argumento principal en que le pasa algo al protagonista y que este/a resuelve de alguna forma. Luego va y se muere, o simplemente desaparece, pues ya no es interesante para el tema central narrado. Pero la vida real no es tan simple. Puede haber varios argumentos, y desde luego no todos se resuelven; aunque todas las personas terminen muriéndose. La inmensa mayoría de las historias de vida —con la exclusión de las historias clínicas psicoanalíticas— suelen ser de personas que están en sus cabales, que son racionales y que argumentan con lógica sus propias vidas. Cuando se leen en detalle las historias de vida estos criterios no se aplican tan exactamente. Sin embargo, apenas hay historias de personas subnormales, minusválidas (en su capacidad de hablar o de razonar), seniles, moribundas que ya no son conscientes. Hay un cierto tabú en poner por escrito incoherencias. El 11

Es el «Appendix to chapter five» (Garfinkel, 1967: 285-288).

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lenguaje escrito se supone que debe ser coherente, aunque la persona no lo sea 12. Sería importante realizar un esfuerzo investigador por recoger las formas de razonar o de dar sentido a la vida de personas que no controlan bien su propia forma de razonar, y sobre todo de personas que se acercan a su final biológico. así seríamos conscientes de lo que el deterioro Simone deSolo Beauvoir, en el libro La ceremonia del supone adiós (1974), señalamental. que lo que más le preocupaba a Jean-Paul Sartre era precisamente perder la cabeza, disminuir la racionalidad, empezar a no entender bien las cosas. Ese deterioro mental le daba más miedo que la destrucción física y fisiológica. No existen buenas auto/biografías que alcancen esas etapas de deterioro, y por lo tanto no entendemos la forma en que las personas dan sentido a sus vidas precisamente al final de su vida 13. En sociología se aprende que cuando un tema es difícil suele ser también importante. En la muerte debe estar el secreto, incluso para la estructura de la vida social, como señalan Zygmunt Bauman en su libro Mortality Immortality and Other Life Strategies (1992) o Norbert Elias en La soledad de los moribundos (1987). En una de nuestras investigaciones, y en uno de los pocos casos en que el entrevistador/a sí preguntó, las contestaciones fueron evasivas o estereotipadas: Se habla con mucha superficialidad de la muerte. En el caso de los ancianos el tema sale fluidamente. Pero ¿en qué medida esto no es una forma de rehuir hablar seriamente de la muerte? En las entrevistas no se profundizó en el tema: que se afrontaba sin temor, que no causaba traumas especiales. Pero no se comenzó a hablar acerca de las neurosis que te producía en el sentido de llegar a tener una enfermedad, de que te comunicaran la muerte, llegar a tener un accidente. Nunca se habló de haber estado cerca de la muerte, de haber tenido una enfermedad y haberse planteado seriamente la muerte. Se habló en términos muy genéricos de la muerte. La muerte no me preocupa en absoluto, tendrá que llegarme. Pero no se habló de la muerte en concreto. Se hablaba de la muerte pero no como algo familiar 14.

Hay estereotipos para definir el proceso de morir: morir durmiendo, sin sufrir, sin enterarse, sin ser un estorbo o carga para los familiares, rápido, natural 15. Algunos de los libros de Oliver Saks ilustran esta relación, especialmente el de The Man Who Mistook His Wife For a Hat (1986). El título corresponde a uno de los 24 casos de enfermos 12

analizados en el libro. 13 Un acercamiento a ese trabajo es precisamente la obra de Simone de Beauvoir sobre la muerte de su madre: Una muerte muy dulce (1982). 14 GD2, A. 15 No queda claro lo que es una «muerte natural». El DRAE la define como «la que viene por enfermedad y no por lesión traumática». María Moliner especifica que no sea por accidente o violencia. Pero entre la población el término «natural» se acerca más a lo que en antropología se

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El tabú es reconocido por todos/as. La muerte no es un tema de conversación: «Se plantea un tabú frente a la muerte. Nunca se habla directamente de la muerte. De tu muerte. Los ancianos no dicen “yo me moriré”. No lo piensan. Piensan y tienen miedo. No hablan abiertamente 16». Tampoco expresan claro esteElmiedo, la angustia. Es un incluso paraactualmente los/as investigadores sociales. individualismo propio de tabú las generaciones más jóvenes podría llevar a imaginar y reflexionar sobre la propia muerte. Pero para un joven de esa generación el efecto es el contrario: Yo creo que no se piensa en la muerte y es tabú porque cuestiona al individuo. Es lo más sagrado ahora. La muerte es la que cuestiona al individuo; lo cuestiona porque se lo carga, vaya. El individualismo —que es la ideología que impera— se ve amenazado por la muerte y prefiere apartarla. Los viejos, la gente más mayor, que quizá no estén tan imbuidos de este individualismo quizá expliquen esto 17.

Los ancianos/as al narrar su autobiografía no suelen explicar el proceso de la muerte propia. Los ancianos/as que en España se enfrentan actualmente al proceso de morir no solo han sido socializados en la muerte (han visto bastantes, dentro incluso de su propia familia) sino que además han sido socializados en la religión católica (sean o no católicos ellos/as mismos): Todo lo que te imponen muy machaconamente te acabas rebelando contra ello aunque no quieras. ¡Ostras, España un país católico y de repente se acaba la Transición y las iglesias están vacías! Creyentes pero practicantes ya no hay ni uno. Antes eran creyentes por fuerza. Ir a la iglesia era un acto social. Si eras de clase alta tenías tus bancos. Era mucho de mantener un estatus. Era como una muestra pequeñita de la sociedad. Si te clasificaban de ateo era muy malo. Todas las escuelas eran religiosas. Han cambiado, pero la educación que recibieron aún se les nota. Son liberales y más tolerantes, pero en algunos casos lo notas. Les impusieron algunos valores, muy duros, muy estrictos. Después ven que sus hijos han roto con todo, y no les convence. Ellos nunca tuvieron que pensar la religión: estaba ya allí 18.

Esa religión que estaba ya allí les va a permitir interpretar su propio proceso de morir, si es que su familia les deja participar en su propia muerte. Pero las generaciones posteriores lo van a tener más complicado. Muchas personas ancianas desean no ser un estorbo, no hacer sufrir a sus familiares, define como la buena muerte: sin dolor, pacífica, sin gran conciencia, no desfigurante. También se utiliza la expresión de «morir en la cama» o la más popular de «morir con las botas puestas». 16 GD3, B. 17 GD2, A. 18

GD9, B.

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no ser una carga para sus seres queridos. Algunos hacen explícito ese deseo de morir sin estorbar. Un nieto (varón) lo explica así: Los viejos tienen muy asumida la muerte. Yo creo que es un tabú para los de cuarenta a cincuenta años. Es una edad buena, que normalmente la persona está estabilizada, y la muerte representa un mal rollo horroroso. Además es un período en el cual hay mucha preocupación por ataques al corazón, por cáncer. La gente está muy jodida por el tema. En cambio los abuelos y las abuelas están en un plan: «Lo tengo asumidísimo. No quiero estar mal ni dejar mal a la familia. Ni que me cuiden. Ni sentir dolor. Si sufro un poco o soy un estorbo, me muero tranquilísima». Mi abuela siempre dice: «Yo rezo para que un día me quede así, tiesa en la cama. Y ningún problema para nadie: ni para mí ni para nadie 19».

Es un tema de edad. A los ancianos/as más jóvenes les preocupa la muerte, pero no toman decisiones sobre ella. Al narrar su vida, los viejos/as contemplan el proceso de morir como más real y cercano, y son capaces de expresar ya o decisiones. La aceptación del proceso de morir se atribuye conpreferencias facilidad a las personas ancianas: Los ancianos aceptan la muerte. Has de aceptar la vida y has de aceptar la muerte, porque es parte de la vida. Cuando eran jóvenes la muerte no la aceptaban tanto. Estaban igual de cagados que nosotros cuando pensaban en la muerte. ¡Hostias, yo no quiero morir! Pero según te haces mayor lo vas aceptando, que te toca morir un día u otro. Cuando tienes ochenta años piensas: igual mañana la palmo, o pasado mañana. Cuanto mayor te haces es más fácil aceptar la muerte, porque la tienes más cerca 20.

Pero este principio no es tan fácil. Nadie suele querer morir. Vivimos como si nunca fuésemos a morir. Una forma de no pensar en el proceso de morir es no llegar a imaginarse como un anciano/a. Los/as jóvenes tienen serias dificultades para verse como ancianos/as: Yo cuando pienso en la muerte no pienso para nada en la enfermedad. Pienso en accidente o algo súbito. Yo siempre he tenido la manía de que me moriré de joven. No sé si es por el hecho de que yo no me imagino de vieja. Me da la sensación de que no llegaré a vieja, que me moriré de joven. Pero tampoco es que piense «Te vas a morir la semana que viene». Tampoco me preocupa 21. 19 20

GD2, A. GD10, A.

21

GD2, A.

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No se imaginan de ancianos/as y tampoco reflexionan cómo van a morir de adultos. La muerte se escamotea. Los seres humanos no vivimos nuestro nacimiento ni nuestra muerte, por lo que imaginar ambas experiencias es bastante estéril. Incluso puede ser visto como una enfermedad mental o una perversión. casamiento, al ser sino casi también obligatorio y monógamo, solo unaAntes uniónelpara tener hijos/as, para morirse. Unosuponía elegía lano persona con la que quería hacerse viejo y morir (sobre todo los varones). Este ya no es el caso: Lo que ha cambiado es que ahora está mucho más aceptado que no es la primera pareja la que se muere contigo. La vida es muy larga y hay diferentes parejas. A lo mejor tienes hijos con una de estas parejas o no tienes nunca. El matrimonio te puedes equivocar, dejarlo, y volver a comenzar. ¿Qué número de parejas? Eso es lo difícil de saber. Todo el mundo termina viviendo en pareja, con hijos o sin hijos 22.

Eso produce que el tabú de la muerte se incremente, pues el amor no se muerte. identifica con En las biografías aparece que distinta. una persona se enamora de la otra, pero seguramente muerereales en brazos de otra Este proceso no suele indicarse, incluso no se suele tener en cuenta, y sin embargo tiene más importancia de lo que parece. El suicidio no es un pensamiento extraño. Bastantes personas lo piensan alguna vez, aunque pocas se matan. Lógicamente las que se matan no escriben su autobiografía. Pero si la muerte accidental es tabú, el suicidio aún lo es más. Un joven (varón) confiesa:

Prefiero evitar pensar en la muerte. Todo lo que sea pensamientos así tristes es mejor no pensar. De momento no tengo ningunas ganas de morirme. Algunas temporadas dices: «Ahora acabaría con todo ya». Luego lo piensas: «Lo que me queda por ver y tal». Con mis amigos todos en algún momento u otro hemos [ennosuicidarnos]. si es que somosir.degenerados, o que a lo mejorpensado las cosas nos van tan No biensécomo deberían Siempre lo piensas. Empiezas a plantear el suicidio en primero de BUP. Un compañero se tiró de una ventana. En una familia igual que la tuya, vivía cerca de tu casa. Era tope de cercano, no solo porque lo conocieras. Tenía los mismos problemas que tú. Si el fin de semana pillaba unas curdas, las pillaba contigo. Te lo planteas. Esporádicamente y tampoco muy en serio. Si no ya lo hubieras hecho 23.

Automatarse se suele pensar como un acto ilegal, inadecuado, de locos/as. No se suele entender ni debatir como un acto racional. Quizá la generación más joven incorpore un nuevo significado al hecho de suicidarse. 22

GD12, B.

23

GD1, C.

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La eutanasia (y el suicidio asistido) no es tampoco un debate profundo en la sociedad. Poquísimas familias se plantean esa posibilidad: Yo creo que cuando tienen cuarenta años están a favor de la eutanasia; cuando tienen según qué casos; cuando tienen ochenta están ya favor de lasesenta eutanasia ni de nada. Mi pero suegra la hemos tenido muy no enferma siempre dice: «Yo como esté como hasta ahora…». ¡Y mira que está pocha! Ya se habría muerto no sé cuantas veces. Pero siempre se agarra al último clavo ardiendo. «Yo mientras vaya así, yo, al menos si puedo durar dos o tres añitos más». Cada año dice si puede durar dos o tres añitos más. Lo que no quiere es enfrentarse a que se le acaba el camino. Ella lo sabe, y es consciente de que se le acaba. Pero es que enfrentarse a la recta final… 24.

La sociedad española sigue ocultando a los/as moribundos que se están muriendo, y así el debate de la eutanasia se escamotea. Solo algunos entrevistadores/as reconocieron haber tratado el tema: Para mí es más tabú lo de la muerte que no para las personas que entrevistaba. Incluso ellas me han hablado de esto sin que yo les preguntase apenas. Me han llegado a decir que cuando ellas tengan una cierta edad y no puedan manejarse por sí mismas, pues que optarán por la eutanasia. La gente cuando se acerca una determinada edad piensa sobre la muerte, y lo tiene asumido 25.

La afirmación es un poco exagerada; pocos españoles/as tienen asumida su muerte. Hablar de la muerte es un tema casi tabú en las auto/biografías. Otro problema metodológico es que en una auto/biografía, sobre todo en una historia de vida oral, el/la protagonista está en todas partes y en ninguna. Repetidamente suele aparacer el yo. A veces se ve a sí mismo/a, y habla en tercera persona. Esta es una estrategia para poder evaluar la conducta del protagonista, desde la posición objetivable del narrador/a. Se permite así el juego de juzgar una mala acción, y al mismo tiempo conservar la moralidad (o el ajuste a la norma) del narrador/a. Es como si la persona se desdoblase en dos. Pero el personaje real se escapa; solo aparecen sus palabras. El lenguaje es una forma imperfecta de definir una vida humana. Para empezar, hay cosas difíciles de describir con palabras: dolores, colores, olores, amores, problemas, sentimientos, traumas, inquietudes, texturas. Depende de la inteligencia y de la agilidad verbal del relator/a el comunicar mejor o peor algunas de esas experiencias. Pero la vida entera, global, de una persona es imposible de traducir en palabras, en blanco y negro, sobre folios galgo 26. 24 25

GD3, B. GD2, A.

26

J. M. De Miguel, y M. G. Moyer, en La cárcel de las palabras (1988).

80

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Se critica que las auto/biografías son un modo impreciso de conocer la realidad social, la sociedad. Los/as protagonistas solo suelen hacer referencia a la sociedad como un telón de fondo, o cuando hay que dar razones sobre una decisión tomada. La sociedad aparece detrás, difuminada, sin ser explicada. sociedad sociológicamente noexplicar suele serlaelrealidad objetivosocial, de laspero historiasAnalizar de vida. la Las auto/biografías sirven para a partir del punto de vista del protagonista. No interesa lo que realmente sucede en la sociedad, sino la forma en que la persona construye la realidad social y la forma en que da sentido a su vida. El problema es que puede haber versiones múltiples de una vida. Ninguna vida es final, ni es contada en su totalidad. Pero cada versión puede ser verdadera. Basta con que a una persona se le pida contar su vida en momentos diferentes (pongamos cada década). Eso supondría el trabajo de un siglo, y por lo tanto de varios investigadores/as. Es algo que todavía no se ha realizado (una aproximación aparece en la película Seven Up). La sospecha es que la vida narrada a los veinte años de edad, a los treinta años, a los cuarenta… a los ochenta no es igual. En cada etapa se acentúan unos aspectos y no otros, unas experiencias y no otras. Contrario a lo que podría suponerse, la etapa inmediatamente anterior (que está más fresca en la memoria) no es la mejor contada. Las personas ancianas suelen recordar muy bien su niñez y juventud, y solo imperfectamente su adultez. Es obvio que una vida no es igual contada en la juventud que en la madurez, que en la vejez. Quizá para un sociólogo/a interesa más completar una vida, narrar una vida entera, desde la vejez hacia atrás, como la historia de JS. Sin embargo, algunas de las historias de vida más famosas son de personas en su juventud, como Dora, Agnes, Chic, o Stanley. Para el análisis sociológico de las auto/biografías importa poco la verdad absoluta: lo que realmente ocurrió. Lo que se investiga es lo que la persona cree que ocurrió, y la forma en que reconstruye la realidad social 27. Importa la forma en que la persona reacciona ante una situación, no si esa situación fue real. En la mayoría de los seres humanos «normales» o comunes, la historicidad o realidad de los sucesos es indemostrable. Nunca sabremos ya si la madrastra de Stanley —en el Jack Roller— era realmente tan mala como le contó a Clifford R. Shaw en los años veinte (se publica en 1930). Seguramente tampoco importa ya 28. Ante la tarea de dar sentido a una vida, sobre todo si la persona es mayor o ha sufrido un problema agudo de desviación y control social, las personas 27 Es parte del principio de Thomas de que las consecuencias son reales cuando un suceso es considerado como real aunque no lo sea en realidad. 28 Pero en el caso de Dora la realidad sobre las insinuaciones sexuales del Señor K sí tiene

importancia, ya que define o no la enfermedad de Dora.

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tienden a varias estrategias 29. Una es la de presentar unas confesiones, donde la persona se libera del secreto. A veces no existe ese secreto, pero sí una justificación moral de la vida. Se trata de justificar cada decisión importante con un código normativo concreto (puede ser moral, religioso o comunitario). Se observa a presentarse como una personas persona «buena», bondadosa, una que tendencia siempre hatípica querido hacer el bien. Otras ven sus vidas como una historia natural, como una crónica o incluso como un culebrón: cuentan una historia interminable y cíclica que no comienza ni termina nunca y que se va repitiendo. Finalmente, hay personas que toman la tarea de analizar su propia vida, de darle un sentido causal, incluso con una interpretación psicoanalítica. La niñez impregna toda su vida, y es la causa de lo que les ha ocurrido luego. La mayoría de las auto/biografías son una mezcla de estos cuatro tipos, aunque suele dominar uno. Las historias de marginados/as suelen estar llenas de justificaciones de por qué obraron así, intentando demostrar que fueron decisiones apropiadas. En la historia de la sociología a muchas de esas personas marginadas (prostitutas, delincuentes, drogadictos, inmigrantes) se les ofrece, a través de su historia de vida, una oportunidad para ciertacon dignidad social. Ninguna otra ciencia (a excepción de restablecer la medicina,una aunque otros propósitos) trata de conocer el historial de una vida humana. Pero son curiosamente esas personas las que luego no leen libros de sociología. Los textos escritos se dirigen a personas no marginadas, a personas con el poder social controlador. Es una paradoja. Las auto/biografías representan un conjunto complejo de estrategias de interpretación (de dar sentido a una vida). Se mezclan los textos en donde se cuenta una experiencia, se narra, con textos en donde se interpreta lo ocurrido, se justifica a menudo, con otros textos en donde se teoriza, se explica un modelo que interpreta situaciones similares. Estos tres niveles o estadios se realizan desde la posición de no experto/a, de persona que no tiene una preparación teórica y metodológica básica en ciencias sociales. Las tres estrategias (contar, interpretar, teorizar) se suelen realizar siguiendo las etapas vitales, diferenciando inconscientemente las definidas por Erik Erikson (1981) como «etapas sucesivas de la vida»: desde la niñez hasta la vejez, pasando por la infancia, la edad escolar, la adolescencia, la adultez joven, y la madurez. También se suele utilizar una visión más sociológica y menos biológica de las edades: la edad escolar, noviazgo, matrimonio, trabajo, enfermedad, muerte. El protagonista trata de dar sentido a su vida. ¿Qué se entiende por dar sentido o significado a una vida? Es considerarla como una construcción racional, con experiencias, conflictos y problemas ante los cuales el/la protagonista reacciona. Suele ser casi siempre una estrategia de supervivencia: el protagonista toma racionalmente las decisiones que mejor le convienen (o las menos malas). Se supone, pues, que es una construcción racional. El objetivo del análisis es una vida, la vida humana. Pero se aprende poco de las relaciones entre los conflictos reales y la forma 29

—muchas veces incoherente— de enfrentarse a ellos.

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CUADERNOS METODOLÓGICOS 17

Pero el objetivo final siempre es el mismo: teorizar sobre su vida, dar sentido a su existencia y conseguir que ese sentido valga para otras personas. Se buscan así pautas de experiencia y sentido dentro de las vidas humanas. El/la protagonista reconstruye su vida con este objetivo —inconsciente la mayor parte las veces— en su mente. Unde objetivo del análisis es buscar diversas interpretaciones (autobiográficas) de una misma experiencia; preguntar y repreguntar sobre un mismo incidente. La vida está hecha de miles de experiencias pero no es necesario describirlas todas. A menudo vale la pena volver de nuevo sobre las mismas experiencias y analizar los diversos ángulos de la experiencia, las interpretaciones diferentes. El propio protagonista lo hace intuitivamente repitiendo las mismas historietas o batallitas. ¿No te había ya contado esto? es una forma usual de volver a narrar una experiencia ya explicada. Sin embargo, es una forma eficaz de ir entendiendo mejor la historia. Puede observarse un retraso entre los sucesos ocurridos y la experiencia expresada. Los sucesos objetivos de una vida suceden en una serie de momentos cronológicos. Las experiencias o contestaciones a esos hechos objetivos mantienen una estructura temporal algo diferente. No hay una correlación perfecta entre hechos objetivos y experiencias subjetivas 30. Solo analizando la historia de vida de forma retrospectiva es posible explicar el impacto de un hecho objetivo en la experiencia vital de una persona o incluso de sus descendientes. El ejemplo es bueno, pues los hijos/as pueden incluso ignorar el suceso, pero no han sido inmunes a sus consecuencias. Es un caso interesante de consecuencias sociales de un suceso ignorado, pero que está presente en la educación de la persona y en su socialización. Volver a conocer ese hecho real —una metodología típicamente psicoanalítica— es una forma de librar a la persona de la ignorancia, y de asumir mejor su vida. Una auto/biografía está basada en experiencias, pero el texto escrito no son esas experiencias. Los sucesos vitales se narran con dificultad, sobre todo los más penosos. Se puede explicar un hecho de marginación, pero es difícil expresar los sentimientos de exclusión social, los miedos, la angustia, el dolor 31. Una joven con fobia a las palomas (un caso real) que queda paralizada ante la visión de una de esas aves no es capaz de explicar bien lo que realmente siente, aunque lo intenta. Los textos auto/biográficos no pueden nunca sustituir a la realidad; son un mero remedo de una cierta realidad. Es todo lo que conseguimos los sociológos/as, y a ello dedicamos nuestras vidas. 30 Para explicarlo con un ejemplo: el hecho de quedar embarazada sin estar casada puede tener un efecto a largo plazo (cuando la hija es jovencita, por ejemplo, por el miedo de la madre a que su hija reproduzca su propia conducta) que es distinto del rechazo inmediato que se produce en el pueblo ante ese embarazo no deseado. 31 Eso es así casi por definición, pues la angustia es un miedo irracional, por lo tanto difícil

de ser narrado. Claro que también es difícil narrar el amor, la ilusión, la esperanza, etcétera.

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Se señalaba antes que en las auto/biografías el/la protagonista está omnipresente pero es difícil de aprehender. Está en todas partes y no está en ninguna. Puede hablar en tercera persona, como si narrase la vida de otra persona; eso es usual. Podemos incluso ignorar el nombre. Por ejemplo, en el caso del ladrón profesional Conwell por —esreferencias. un apodo—Pero la historia 1937 comienza sin nombre, y soloChic lo sabemos lo másde interesante es que el autor material del libro, el investigador/a, está más ausente aún. Es como el pintor o el fotógrafo que pinta (o dispara) y luego desaparece, para dejar su sitio al lector/a o al observador/a. Pero en las historias de vida que conocemos, en el repertorio clásico, hay todo tipo de papeles asumidos por el autor/a material de la obra. El caso más interesante es el sociólogo que desaparece. El texto de muchas historias de vida se lee como una novela. En JS empieza por «Según acta de nacimiento expedida en San Andrés nací a las nueve de la mañana…» y termina: «Ruego que no se haga nada que pueda comprometer su nombre y perturbar su tranquilidad». El autor (Marsal, 1972)incluye una advertencia preliminar (de doce líneas), un breve prefacio y un apéndice de 17 páginas. El resto de las 340 páginas es la autobiografía de JS escrita porél mismo. Pero el investigador está ahí todo el tiempo. Su labor de reconstrucción y de corrección de estilo, ordenación, selección de textos y corta-y-pega es mucho mayor de lo que parece. Otras veces su sombra está enlas notas a pie de página, eruditas, que atestiguan datos, o explican palabras o expresiones dudosas32. Las historias de vida, muchas auto/biografías, parecen novelas. No suele quedar claro si se trata de ensayos (no ficción) o de novelas (ficción). Suelen tener un alto contenido literario. Las palabras, usos del lenguaje, expresiones, tienen una importancia central para que el estudio se convierta en un clásico. No solo depende de la oportunidad del tema, o de la selección del protagonista. Eso sucede incluso cuando la mano del autor/a material (el investigador/a) es invisible. Sin embargo, el texto suele estar editado y corregido. Los relatos suelen ser inconsistentes, y no solo en el caso de las personas marginadas o enfermas. La historia de Dora comienza por una breve disquisición de Freud sobre la dificultad de realizar buenas historias clínicas (historias de vida en el mejor sentido). Freud afirma: Naturalmente, yo inicio luego el tratamiento haciendo que el sujeto me relate su historia y la de su enfermedad; pero lo que así consigo averiguar no llega tampoco a proporcionarme orientación suficiente. Este primer relato puede compararse a un río no navegable, cuyo curso es desviado unas veces por masas de rocas y dividido otras por bancos de arena que le quitan profundidad. No puede menos de producirme asombro encontrar en los autores médicos historiales clínicos minuciosamente precisos y coherentes de casos de 32

Un ejemplo es el de la «autobiografía grabada y anotada» en el capítulo 7.

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histeria. En realidad, los enfermos son incapaces de proporcionar sobre sí mismos informes tan exactos; pueden ilustrar al médico con amplitud y coherencia suficientes sobre alguna época de su vida; pero a estos períodos siguen otros en los que sus informes se agotan, presentan lagunas y plantean enigmas hasta situarnos ante épocas totalmente oscuras, faltas de toda aclaración aprovechable. No existe entre los sucesos relatados la debida conexión, y su orden de sucesión aparece inseguro. En el curso mismo del relato, el enfermo rectifica repetidamente algunos datos o una fecha, volviendo luego muchas veces a su primera versión. La incapacidad de los enfermos para desarrollar una exposición ordenada de la historia de su vida en cuanto la misma coincide con la de su enfermedad no es solo característica de la neurosis, sino que integra, además, una gran importancia teórica (Freud, 1948 [1905]: 513-514).

Mucho de lo que describe es aplicable a las historias de vida de personas normales. La coherencia que se atribuye o que se presenta a una historia de vida se debe más bien a las presiones culturales (también machistas o masculinas) para que exista esa coherencia racional. Otras veces es artesanía del propio investigador/a. Hay una presión considerable para que exista esa coherencia, y la persona que narra su vida cree que está obligada a presentar su vida con coherencia. Pero la realidad suele ser más parecida al río no navegable de Freud, lleno de rocas y bancos de arena. Un cierto truco es que el narrador/a no vea coherencia en su vida, pero que el investigador/a recalque que sí que existe, que hay un hilo conductor. El marco de referencia del investigador/a se impone a la persona que narra la historia, haciendo racional lo que a veces no es más que una mentira (como el caso de Agnes en Garfinkel). Pero no es importante si la coherencia realmente existe o no. Demos por supuesto que no es necesario que exista, que una historia de vida incoherente y plena de inconsistencias e incluso de contradicciones es legítima. Lo que importa es la forma en que las personas atribuyen coherencia a una vida (ya sea la propia o la ajena). ¿Cómo se da significado a una vida? ¿Cómo se interpreta coherentemente? Sonen preguntas culturales, que involucran un temauna másvida amplio sobre las formas que las personas crean y dan sentido a la existencia 33. La mayoría de las historias de vida se retrotraen a la infancia. Se supone una importancia especial en las experiencias (y traumas) de la infancia. Es el caso de Rosebud (¿qué o quién era Rosebud?), o de forma más psicoanalítica el doctor Isak Borg en la película de Ingmar Bergman Fresas salvajes34. Las 33 Una forma de contestar a esto es investigando varias historias de vida de un mismo grupo social, o de una misma generación. Es algo que hemos realizado en nuestro libro La sociedad transversal (De Miguel, Castilla, Caïs, 1994). Si las personas se cuentan las historias unas a otras entonces se puede producir un proceso de generación de conocimiento como en el famoso estudio del colectivo de las mujeres de Boston, Ourbodies, Ourselves. 34

Véase el estudio de «Reflexiones sobre el ciclo de vida del Doctor Borg» (Erikson, 1981: 14-57).

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historias de vida suelen suponer que en esa infancia hay un hecho que indeleblemente condiciona toda la vida posterior. Sin embargo, pocas auto/biografías analizan a los amigos/as durante la adolescencia, o al gupo de amistades (pandilla) durante la época de la enseñanza secundaria. Diversos estudios de ciencias llaman la(Willis, atención sobre la influencia de los colegas osociales de los pringados 1977), jocks o burnoutsconsiderable (Eckert, 1989), es decir, del peer group, y no tanto de los sucesos puntuales en la vida de una persona; aunque sea más peliculero tratar de averiguar quién era Rosebud 35. Suele suceder que el protagonista y el investigador (ellos y ellas) no coinciden en el suceso infantil o adolescente que marca la vida del auto/biografiado. El investigador/a suele insistir en un suceso, que el auto/biografiado rechaza por su carácter determinante. Es obligación del investigador/a insistir en su intuición, e investigar ese suceso retrospectivamente (antes de que ocurriese) con sus efectos posteriores. Puede haber un cierto tabú o rechazo instintivo del protagonista a aceptar el suceso principal de su vida, sobre todo porque desde la nueva reconstrucción moral de la historia de su vida ese suceso puede resultar una molestia. Las incoherencias e inconsistencias suelen ser (desgraciadamente) eliminadas. Se entiende que el éxito de un buen investigador/a reside en hacer inteligible y racional lo que era aparentemente incoherente 36. Sin embargo, las ambigüedades, contradiciones e incoherencias de la vida suelen ser verdaderas. No se trata de que el investigador/a las reinterprete racionalmente estirándolas demasiado. En la duda dejemos al auto/biografiado con sus propias palabras; es mejor un texto srcinal, prístino. Sería excepcional tener en estos momentos una cinta magnetofónica, o una transcripción literal de las entrevistas entre Ida Bauer (Dora) y Sigmund Freud. Solo nos queda un relato breve de dos sueños, y la interpretación del doctor Freud. Es difícil reconstruir la realidad con esos documentos. Lo subjetivo puede ser romantizado. El lector/a queda preso del personaje subjetivo, bien sea JS, Agnes, Chic, Stanley, el Botas, Menocchio, Dora o Pierre. El método biográfico en sociología no trata de poner remedio a vidas problematizadas o llamativamente individuales. Trata más bien de dar sentido a los procesos sociales, analizar las estructuras sociales, imaginar las estrategias por las que se relacionan los procesos de cambio social y los seres humanos individuales, relacionar los procesos sociales con los económicos y los políticos, estudiar todo con base en las transformaciones históricas que se producen en una sociedad determinada. Los objetivos investigadores sociológicos son ambiciosos. No conviene dejarse embobar por una historia concreta, humana, aunque sea dramática. 35 Me refiero, claro, al trineo del ciudadano Charles Forter Kane, Randolph Hearts, según la célebre adaptación cinematográfica de Orson Welles en 1941 de Citizen Kane (119 minutos). 36

Nunca suele ser lo contrario salvo para los/as interaccionistas simbólicos.

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El sentido de la vida se completa al final, con la muerte. Algunas de las brillantes historias de vida clásicas nunca llegaron al final. Quizá falte una mayor atención a historias de vida de personas ancianas, que están ya en el último paseo de sus vidas. Pero las vidas se concatenan —algo que se aprende al estudiar auto/biografías— suponer que una tiene un impacto considerabley es en necesario otras vidas; sobre todo si sehistoria publica.deLavida visión de la delincuencia, en todo el mundo, es distinta gracias a Stanley y a Chic. Ambos vivían en Chicago, y sin embargo actualmente su impacto es considerable en muchas otras ciudades, sociedades e incluso culturas. Ese es el poder de la palabra escrita. Aunque los sociólogos/as somos los primeros en reconocer que el método auto/biográfico puede resultar incompleto e inestable para inferir lo colectivo a partir de lo individual; al igual que otras formas de abordar la realidad social. Pero casi siempre ayuda a teorizar. La dificultad fundamental es pasar de lo individual a lo colectivo.

6 De lo personal a lo colectivo

En el análisis sociológico se pasa de lo personal a lo colectivo. Es importante explorar el papel de la familia en las vidas individuales, porque la familia constituye el elemento básico que engarza la persona con la estructura social. La esperanza de vida es cada año cada vez se vive más añosesy las generaciones conocen y conviven conmayor, más generaciones. Actualmente usual conocer a los bisabuelos (sobre todo a las bisabuelas), pero el conocimiento de las raíces familiares en la sociedad contemporánea es limitado, en parte porque se ha pasado de una sociedad de familias a una sociedad de individuos/as. Pocas personas saben cómo era la vida de sus abuelos/as cuando eran jóvenes. Es usual recordar nombres de abuelos/as pero muy poco de sus vidas. Quizá se deba a un cierto tabú por la vida íntima de las personas, al individualismo creciente, al egoísmo actual, al tabú sobre la vida y la muerte, a la elevada movilidad geográfica de las décadas anteriores o a las diferencias sociales entre generaciones en la España actual. Cuando se realiza una auto/biografía en España la historia empieza levemente con los abuelos/as y las memorias cada vez más difusas de la Guerra Civil. Poco se de la social Esto supone proceso de disociación conconoce respecto delvida pasado queanterior. es alimentado por elun propio proceso de individualización reciente. A pesar del avance demográfico, la memoria de la juventud sobre sus antepasados es reducida. En España apenas saben cómo eran sus bisabuelos/as y abuelos/as, ni de dónde provienen sus familias: «Mis bisabuelos no los he conocido. No sé mucho. Mi bisabuelo —por parte de mi padre— era puertorriqueño y de piel oscura. Pero no sé nada más. Sé que su padre había sido un esclavo negro. Pero no sé nada más 1». La mayoría de las personas jóvenes actuales recuerda poco de sus bisabuelos/as: «Solo conocí a un bisabuelo. Pero ya no vive. No sé nada de ellos, no mucho. No sé que tipo de personas 1

E86.

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eran 2». Solo algunos jóvenes han conocido levemente a un bisabuelo (por razones demográficas más bien a una bisabuela): Mi bisabuela es una persona tranquila, bonachona. No se preocupa demasiado por complicados. los temas de actualidad. Hace su bastante. vida. Tampoco le puedes hablar de temas Normalmente pasa Una vida sencilla. Hablar con sus vecinas y amigas, y hacer alguna que otra fiesta con la familia. Con la familia tiene buenas relaciones. Es la madre, abuela, o tía de toda mi familia. Le guardan un gran respeto 3.

La realidad no es tan simple y estos bisabuelos/as tienen lógicamente una vida más compleja. A menudo la memoria de los bisabuelos/as se mezcla con la Guerra Civil, en un recuerdo poco estructurado: De mis bisabuelos no sé casi nada. Uno de ellos murió después de la Guerra Civil. Era republicano y un vecino lo denunció, y lo fusilaron. Nunca los he conocido. Mi bisabuela era muy autoritaria. Era muy mandona y quería que se hiciese todo como ella pedía. Era la matriarca. Toda la familia dependía de ella. Todos sus hijos ella los intentaba dirigi r. Tenía algún problema. Era una situación tensa. No recuerdo mucho más. Eran de clase trabajadora, humilde 4.

Los bisabuelos/as son un recuerdo lejano, pero todavía suficientemente claro como para realizar un análisis crítico. Coinciden en que es una generación que tuvo una experiencia difícil, y que sufrió mucho. Ellos sí que vivieron una época dura, con la Guerra Civil. Fue un drama para ellos. Muchas personas murieron. Quien más quien menos todo el mundo perdió algún familiar en esa guerra. En la época de posguerra después tuvieron que trabajar duro para reconstruir España, para volver a luchar. Han vivido cuarenta años de dictadura. Fue una generación que lo tuvo difícil realmente. Unos cambios increíbles 5.

Es una generación que luchó mucho, pero que ahora está abandonada: Son gente que se tiene que respetar. Se tiene que intentar que vivan lo mejor que puedan. Porque, esto, son gente que han luchado, para tirar adelante E85. E80. 4 E84. 5 «Lo que me fastidia es que aunque intelectualmente me podían decir cosas muy interesantes, muchos de ellos son mayores. Ya no tienen la capacidad suficiente para hablar, para analizar las cosas, para explicarme, para enseñarme. Eso un poco me fastidia. Algunos momentos de luci2 3

dez que tienen sí que me ilusionan y dicen cosas realmente interesantes» (E84).

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sus familias, han luchado para ca mbiar el país donde vivíamos. Han pasado momentos muy difíciles. Y ahora la gente los tiene cada vez más abandonados. Muchos viven solos. Los otros viven en residencias. Los pocos que tienen la suerte de vivir con la familia los tienen también un poco aban donados. El Gobierno no los apoya nada. Son gente que merece todo el respeto del mundo 6.

La generación joven tiene palabras de respeto y de empatia por sus abuelos/as, y una opinión a veces mejor que sobre sus propios padres. Los abuelos/as son una generación que ha sufrido, pero ahora están relativamente asegurados: «Han estado marcados por la historia. Les ha costado bastante hacerse un sitio en la sociedad. En los últimos años han mejorado mucho su situación, ya sea mediante la ayuda social y la seguridad social; antes impensables para su época 7». En esto coinciden con la opinión de los propios ancianos/as. En las auto/biografías se observa que los abuelos/as están a menudo más cercanos a los nietos/as que los propios padres: Quizá porque no son ellos los que tienen que tomar las decisiones difíciles. Son los padres los que te prohiben salir por la noche, beber alcohol; son los malos de la película. En cambio los abuelos suelen ser más permisivos, no tienen tanta responsabilidad. Es curioso observar lo transigentes y liberales que son los abuelos con los nietos, y lo intransigentes y conservadores que solían ser con sus hijos 8.

Otro joven, tres años mayor, señala la misma idea: «Creo que siempre los abuelos comprenden más a los nietos que los padres. Claro que también es lo único que les queda en la vida 9». Algunos/as jóvenes se identifican más con los abuelos/as que con sus padres: Los abuelos ven el mundo como más pequeño. Pero en cuanto a las cosas importantes pienso que no hay muchas diferencias entre ellos y yo. Mi abuelo materno luchó en la Guerra Civil, luchó por los anarquistas, luchó por la República. Yo noto que hay más afinidad ideológica con mi abuelo materno que con los demás. Incluso hay más conexión. La concepción no es la misma, porque las cosas cambian 10.

Pero se llevan mejor con los abuelos/as que con los padres, en parte porque el diálogo es más superficial: «Con mi abuelo hablamos de temas trascendentales, más importantes. Sobre el futuro. Con mi abuela: ¿Cómo va la cosa? 6 7 8 9

E82. E80. E84. E74.

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Bien. No sé qué. Trabaja, trabaja. Estudia. Lo típico que dicen todos los abuelos. Mis abuelos no son tan críticos conmigo. Mis padres son demasiado críticos conmigo 11». Hay testimonios auto/biográficos frecuentes de esa mayor confianza en un abuelo/a. Sobre todo se observa una relación especial que cada vez es más clara: entre abuela y nieta. Mi abuela está en la otra parte del mundo, y no la he visto nunca. Pero le escribo muy a menudo. Está en Chile. Normalmente le escribo cada fin de semana. Con mi abuela (aunque parezca imposible) tengo mucha más confianza que con nadie. Le cuento realmente todo lo que me pasa y todas mis preocupaciones. Ella intenta contestarme. Siempre he tenido un cariño mucho más grande hacia ella. Fue la persona que me enseñó a montar en bicicleta cuando yo tenía tres años. Es la persona que yo he idealizado desde siempre 12.

Hay algunos casos en que la abuela es más importante que el padre: Vivimos en casa de mis abuelos maternos. Era como tener tres padres. Tengo muy buen recuerdo de mi abuela. nacímuy vivíabien. en casa. Murió mucho. cuando yo tenía once años. Mucho cariño.Cuando Me trataba Me quería Yo me acuerdo que de pequeña mi madre me preguntaba: «¿A quién quieres más?». Yo decía que primero a mi madre, después mi abuela y después mi padre. Esto parece muy crudo, porque parece que a tu padre le pongas en un lugar terciario pero tenía mucha importancia y mucho peso crítico. Mi madre y mi abuela estaban muy unidas. La familia era con la abuela 13.

Es la típica visión de un gineceo familiar. Sin embargo, algunos jóvenes señalan lo contrario, que están más cerca de sus padres que de sus abuelos/as: «Mis abuelos son mucho más conservadores que mis padres, mucho menos comprensivos. Sobre temas polémicos no hablo mucho para evitar conflictos. Intento no discutir. A veces con la abuela hablo sobre temas cristianos, porque 14

ella es muylacristiana ». importancia Hay, pues, experiencias autobiográficas variadas, pero llama atención la relativa de los abuelos/as dentro de la vida familiar cotidiana, algo que apenas se daba en generaciones pasadas. Las relaciones con los abuelos son más frecuentes e íntimas pero su poder es reducido: «Creo que el papel que juegan los abuelos en la estructura familiar cada vez es menor. Antes sí que eran personas venerables que ejercían de cabeza de familia hasta su muerte. Creo que es ahora que viven un poco abanE80. E86. Hay una contradición clara entre que no ha visto nunca a su abuela, y que fue ella quien le enseñó a montar en bicicleta. En cualquier caso el género auto/biográfico está lleno de contradicciones —como en la vida misma—. 13 E70. 11 12

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donados y sin la importancia que se pudieran merecer 15». Los abuelos/as son una experiencia más del mundo de la infancia que de la juventud: Tengo una idea de mis abuelos muy bonita. Era mi infancia; me querían mucho. YoMi lesabuelo queríaestuvo muchoviviendo a ellos. Más nada ahora son un recuerdo. una que época en mi casamis porabuelos problemas de una enfermedad que tuvo. Cuando yo tenía doce años ya vivía en casa. Le ayudaba a hacer la cama, a hacer cosas. Llegaba a casa, hacía los deberes con él. En esa época era, como si dijéramos, mi confidente 16.

Llama la atención la visión positiva que la juventud española actual ofrece de sus abuelos/as, pero reconociendo al mismo tiempo que en la estructura familiar ya no ejercen una influencia importante. La mayoría de los/as jóvenes al narrar su vida tiene un buen recuerdo infantil de sus abuelos/as, o al menos romantiza ese recuerdo: Las relaciones con mi abuelo materno fueron especialmente buenas. Una cosa que siempre me acuerdo es que los fines de semana cuando era pequeño me venía a buscar y me llevaba de paseo. Siempre los domingos ya sabía yo que vendría mi abuelito a buscarme y nos iríamos de paseo, me enseñaría cosas, hablaríamos. Lo recuerdo con especial cariño 17.

Algunos abuelos/as —aunque vivan en otra casa— se integran en la familia como personajes importantes. Tienen un impacto en la vida de sus nietos/as adolescentes y en su formación. El relato es vívido: Mi abuelo cada domingo viene a desayunar a casa. Hay tiempo para charlar. La relación es muy buena. Hablamos. Él habla de política; es de tendencias comunistas. Admira mucho a Anguita 18. Cuando viene muchas veces discute, pero siempre amigablemente, con mi madre. A mi madre le gusta discutir, y los dos se divierten discutiendo. Yo procuro no intervenir pero sí escuchar. Mi madre no es de tendencias comunistas. Más bien le dan miedo todos los extremos: tanto el comunismo como el fascismo. Yo creo que es bueno que discutan. Así me formo. Escucho y me gusta 19.

Representan, pues, un proceso de socialización importante. Hay otros testimonios autobiográficos de una visión positiva de las abuelas: E84. E82. 17 E72. 18 Se refiere a Julio Anguita, comunista, líder de la coalición política Izquierda Unida en ese momento. 15 16

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A mis dos abuelos no llegué a conocerlos. Mis dos abuelas están aún vivas. La abuela por parte materna es una mujer del campo. Vive en un pueblo de menos de cuatrocientos habitantes. Es una mujer sencilla, muy alegre y simpática. Su mentalidad difiere bastante de la mía. Ella me entiende y yo la entiendo a ella. Yo soy su nieto preferido. Mi abuela paterna actualmente es mi vecina, por lo que la veo bastante. También hay un cariño. Sabe más de los problemas de cada día. Se puede decir que mis dos abuelas me tratan muy muy bien. Antes me intentaban satisfacer todo lo que quería (en plan de comida, y regalos). Ahora demuestran sus afectos pero no en plan material sino más emotivamente. Con mis abuelas discusiones discusiones no hay. Hablamos, pero de temas muy concretos 20.

Existen también abuelos/as modernos: «Mi abuela me habla de temas de actualidad; como los preservativos. Cosas así. Es bastante liberal. Me habla de que tenga cuidado, de las relaciones sexuales y esas cosas 21». No es la visión tradicional de abuelas venerables. En otros casos, aunque son los menos, la relación con los abuelos/as es limitada: «Tengo un abuelo, y no está mal. Lo veo bastante. Pero hablamos más bien poco. Siempre se está quejando de que está muy mal. No nos explicamos casi nada. No hay mucha relación. Ya está mayor, no quiere salir de casa. La generación de mi abuelo las pasó putas en su época 22». Según crecen los/as jóvenes sus relaciones con los abuelos/as se deterioran: Yo he tenido una relación muy buena con mis abuelos por parte materna. Pero esto era cuando ellos vivían en su casita y estaban bastante aislados. Los íbamos a ver de vez en cuando, y es cuando iba mejor. Ahora ellos por sus razones no pueden estar allí; han tenido que venir a vivir a casa. Ahora la relación se ha enfriado mucho más. Incluso los he mirado de evitar. No sabes ya qué hablar con ellos 23.

Quizá el problema es que algunos abuelos/as ya no son capaces de mantener conversaciones y discusiones importantes: Ahora que yo soy más mayor y podría hablar con mis abuelos y discutir de cosas, ellos son ya demasiado mayores. Dicen cosas ya que no… Se les va la memoria. Mi abuela es muy mayor, y hablar con ella es realmente difícil. Puedes hablar de cosas, pero nada trascendental. Solo de lo que hizo ayer; ya E78. «Mi padre siempre que salgo por la noche me pregunta si tengo preservativo. Porque hay que tener cuidado» (E85). 22 E79. 23 E81. Otro joven señala: «Es cuando conviven cada día con los abuelos que surgen los problemas. Con los abuelos se llevan mejor que con los padres hasta que los abuelos viven con 20 21

ellos y se dan cuenta de que es muy diferente vivir que ir a verlos de vez en cuando» (E84).

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más no recuerda. Pero me llevo bien y me gusta de vez en cuando ir a verla. Más bien lo hago porque creo que a ella le gusta. Ahora que ya es mayor ya está bien que alguien se preocupe por ella, la visiten. Ahora vive con su hermana gemela. Aunque últimamente veo que son más liberales de lo que yo de más pequeño pensaba. Me ha sorprendido que podía contar con mi abuela. Esto me gusta mucho 24.

La relación, pues, no es muy estrecha, ni se llegan a discutir grandes temas, pero existe cariño y una proximidad emotiva importante. Lógicamente es un problema de edad. Cuando los abuelos/as se hacen muy mayores la relación se dificulta. Este es el testimonio autobiográfico del deterioro de la relación con una abuela: Mi abuela me la quiero muchísimo. Últimamente me está haciendo sufrir muchísimo porque se está haciendo mayor y empieza a patinar. Es chungo. Pero me la quiero cantidad. Ella sí que tiene muchos problemas económicos. Ha tenido problemas con su hijo. La gente se vuelve loca con el tiempo. Mi abuela no es de estas, pero mi tío sí; está como una cabra. Nosotros la ayudamos todo lo que podemos. La cosa está chunga, chunga. Empieza a patinar. Es algo que a mí me cuesta mucho de asimilar. Ver a mi abuela que toda la vida nos había hecho de canguro cuando éramos pequeños, empieza a patinar, y se va de la pelota. Ella misma se da cuenta. Yo me pongo frenético cuando le pasa esto 25.

El argot es típico de la generación. Lo importante es que —aunque existen diferencias y procesos de deterioro— las relaciones con los abuelos/as son a veces bastante mejores que con los padres. En las autobiografías de personas jóvenes aparece a menudo esa relación 26. En estos (y otros) ejemplos al analizar auto/biografías no se averigua demasiado sobre lo que es verdad o mentira, sino sobre la visión cultural de la verdadlossocial, la importancia la racionalización vidaútil contemporánea (bajo estándares de lo que de es verdad y mentira). de Es la poco intentar definir si la narración de una vida es verdad o mentira, o cuánto se acerca a la realidad. Es lo que es; es la visión personal de una vida, según los cánones culturales que integran esa vida. Se tiende a pensar que las auto/biografías deben ser enteras, no fragmentadas, continuas, como la vida misma. Aunque generalmente la vida no sea así. Existe además el mito de la identidad, o la búsqueda de un sentido claro a la vida propia. Las auto/biografías (ya sea el/la protagonista o el autor/a material del libro) suelen tender a buscar ese sentido de iden24 25 26

E84. E74. Véanse además la «autobiografía introspectiva» y la «autobiografía con documentos exter-

nos» en el capítulo 7.

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tidad y crearlo artificialmente si no está claro. Pero existe la verdad contada, y lo que no se cuenta. Es importante lo que se oculta. No necesariamente se miente, simplemente no se cuenta, se evade. Todas las historias de vida contienen secretos, tabúes, experiencias o sucesos que nunca se cuentan, no se repiten, no no se enseñan descendientes. Quizá exista unasentido pauta de lo que se dice esa los común a muchas vidas, y en ese es ocultamiento: importante de conocer sociológicamente, pues representa un modelo consistente. Ya he señalado que una dificultad adicional es que la mayoría de las auto/biografías son de varones. Para las feministas este hecho estadístico —que a su vez depende de la estructura de poder dentro de la sociedad que es machista— explica que el género autobiográfico culturalmente aprobado sea lineal, continuo, con sentido, con un objetivo central en la vida. Algunas de las biografías de mujeres son de prostitutas; otras con nombre de mujer (como la de Agnes, o la de Jane) son en realidad de varones que cambiaron de sexo. Las mujeres aparecen en las auto/biografías de varones, pero desde el punto de vista de ellos (lo cual es obvio). Pero cuando la misma historia (por ejemplo de un matrimonio) es recogida en entrevistas en profundidad al esposo y la esposa, la visión suele ser disimilar. Hay, además, un espacio de intimidad femenino, doméstico, en el que los varones no suelen entrar. Las autobiografías presentan una pauta de coherencia que no queda claro si es una característica del género auto/biográfico, o más bien de la visión masculina de la realidad social. El protagonista suele aparecer con un papel heroico: es la guerra permanente del yo contra el sistema, la lucha por «salir adelante» en la vida, del progreso y desarrollo, la estructura de resolución de conflictos, una visión que se compara moralmente con la norma divina. El modelo cultural predominante es el de coherencia que define la vida de las personas o, mejor aún, de la reinterpretación de la vida en el esfuerzo por dar sentido a la vida. Culturalmente no es permisible una vida ambigua, no competitiva, no lineal, fragmentada, sin sentido, sin competencia, sin deseo de salir adelante. Ese modelo de identidad de una vida está reservado solo para seres marginales (más bien excluidos). Pero incluso en esos casos, las auto/ biografías tienden a justificar esa marginación, a explicar y dar sentido a la desviación. En la producción editorial se tiende a diferenciar bien los géneros: ficción y no ficción es una división tajante típica, sobre todo en el mundo anglosajón. Pero existe también la diferenciación entre prosa y verso, libro y artículo, texto público y cartas privadas, escrito a mano y escrito a máquina (o imprenta). Son divisiones estereotipadas, que llevan a que las producciones intermedias —como las historias de vida— se encuentren un poco huérfanas. En las librerías suele resolverse con una sección sobre «Biografías». Es incómodo ignorar si lo dicho en una auto/biografía es realidad o ficción. Esta dificultad es observable en libros —por otro lado exitosos— como The Teachings of Don Juan de Castañeda (1968) en que, a pesar de ser una tesis doctoral en sociología, inclu-

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ye párrafos que claramente son ficción. ¿Debe ser esto aceptable para una comunidad científica como la de los sociólogos/as? En las historias de vida no hay ficción, porque el texto recoge verbatim lo que el entrevistado/a dice, y de la forma en que lo dice (con las limitaciones de entonación, sarcasmo, silencios, gestos, del etc.). Se entiende que es un calco de lo que es esa persona, sin la intromisión científico/a. En las auto/biografías a veces la protagonista —supongamos que es una mujer que está narrando su vida ante un magnetofón— no utiliza el yo, sino el ella, la tercera persona del singular. Se refierea ella misma como si estuviese contando su vida desde fuera. Incluso llega a definir su propia identidad, o la del clan (la parentela del padre versus la de su madre, o la de los suegros), como una identidad genérica, es decir, de grupo. Contempla su propio ser, teorizando sobre el grupo social en que está inmersa, o la comunidad en la quevive. Es un proceso de teorización incipiente de extraordinario interés. No es solo una estrategia del discurso, ni un recurso de humildad en el uso del lenguaje. El problema de organización de las historias de vida se suele solucionar utilizando el orden cronológico. Puede haber una cierta dificultad en datar algunos sucesos o en ponerlos en un orden cronológico «lógico». Pero una vez que se toma esa determinación, la labor es más fácil. Pero el orden cronológico no es el único posible. Es factible utilizar un orden analítico, o el cronológico pero utilizando flashbacks. También se puede utilizar el de historias dentro de historias. Se puede aislar el tema central y separarlo de lo demás accesorio. Es posible construir con base en otros tipos de periodizaciones: casas en donde se ha vivido, países, familias que ha creado, etc. Cualquiera de estos modelos es aceptable. Incluso puede tratar de darse una orientación de adelante a atrás: de lo más reciente a la infancia. Puede clasificarse en dos partes: el pasado y el presente. O clasificar los textos según el nivel de lenguaje utilizado. También puede conservarse exactamente el orden de las entrevistas. Escribir es más controlable que hablar. Es más fácil autocensurarse por escrito que hablando. La transcripción de una entrevista en profundidad depara siempre sorpresas al ser leída por el/la protagonista. No se suele reconocer, o pretende introducir cambios como si él/ella no hubiese dicho eso, o fuese «falso». Es la misma idea de que los seres humanos nos sentimos extraños al mirarnos en un espejo o vernos en una foto: «no me parezco a mí», se suele decir entonces. Esta actitud puede desalentar al investigador/a y llevarle a la costumbre de no consultar con la persona entrevistada hasta que el texto ya está impreso. A pesar de utilizar las palabras del propio entrevistado/a, las personas auto/biografiadas no suelen quedar contentas. Quizá esperaban otra cosa. No se identifican con la autorepresentación que ellos/as mismos han proporcionado. No queda claro por qué. En parte se debe a un cierto distanciamento del yo con el texto escrito (que obviamente es otro, de otro). No hay un único yo. Los discursos sobre el yo son varios y las personas entrevistadas utilizan todos los recursos existentes en el lenguaje. Las resis-

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tencias, las interrupciones, negaciones, silencios y contradicciones son estrategias de búsqueda de identidad. La persona se refiere a ella misma de forma distinta cuando cuenta su temprana infancia que cuando narra un hecho sucedido ayer. Es como si en realidad hablase de personas distintas. El niño/a es él/ella pero suse vez es otra persona, una cierta en el discurso. Elayo refiere a todos los que yoespermite que la persona ha cosificación sido a lo largo de su vida. Se es consciente de que la identificación con la vida propia ha ido variando significativamente en los diversos yoes. Se trata realmente de vidas diversas. Una persona anciana tiende a recalcar la unidad de su yo, explicando reiteradamente que ella siempre ha sido la misma persona, que nunca ha cambiado, que no ha sido chaquetera. Se pone un énfasis especial en la permanencia: «Yo siempre he sido así», para explicar a continuación ejemplos que son obviamente contradictorios 27. Hay un cierto valor cultural positivo en demostrar ser una persona «madura», que no duda respecto de los valores profundos. La tendencia es siempre a la coherencia, casi nunca a la incoherencia vital. A veces las auto/biografías parecen vidas de santos/as 28. Las autobiografías tienden a ser hagiografías, incluso cuando se realizan sobre «perdedores» o personas marginadas. No por casualidad se presenta uno/a con el lado bueno, coherente, justificativo respecto de la vida propia. En nuestra cultura no es exclusable el ser un perdedor, salvo con base en valores aún más profundos: una vida desgraciada, una infancia deleznable, que solo se superó marginándose con dignidad. Las vidas de marginados célebres tienen un cierto toque de dignidad, incluso en el caso de parricidas 29. Cuando el autor/a material de la historia —del libro— introduce su interpretación (o análisis) la narración de lo ocurrido se subordina peligrosamente a la coherencia interna del analista. El caso es extremo en el caso de Dora, de Sigmund Freud, en donde la historia narrada por Dora se pone continuamente en duda, para resaltar la verdad del análisis freudiano. El diagnóstico es interesante: Dora tiene mentiradmitir precisamente porque enferma.Es Dora desea ser seducida, peroque no puede ese deseo, y porestá eso enferma. un argumento circular que no puede ser contradicho. La única racionalidad posible es la del psicoanalista. Pero lo interesante es que ese razonamiento da paso a la institucionalización de una nueva ciencia, en donde la realidad no es la que cuenta (o cree) la población, sino los expertos/as. A los lectores/as ni siquiera se nos permite conocer la historia de Dora con sus palabras, sino la interpretación que realiza Freud. El lector/a tiende a realizar un esfuerzo especial por entender el discurso de Dora a través de la censura de la interpre27 28 29

Ser fascista y luego socialista, por ejemplo. Los evangelios son historias de una vida. Es como las fotos de la pobreza digna de la Farm Security Administration (de Dorothea

Lange o de Walker Evans, por ejemplo).

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tación psicoanalítica. Quizá nunca sepamos lo que realmente ocurrió entre los señores Bauer y los señores K. En cualquier caso Freud realiza un descubrimiento importante con relación a las historias de vida: que la mentira puede ser tan importante (e interesante) como la verdad. Se observa una tendencia en por falsificardesarrollada sus vidas. Esta línea de argumento psicoanalítico no la hapoblación sido suficientemente en el contexto de las historias de vida de no enfermos. La idealización (ideologización, según algunos/as) de las auto/biografías siguiendo un modelo cultural preciso no solo lleva a la coherencia del yo, de la historia narrada, sino al abandono de los aspectos no mentales del yo. Es curioso que el cuerpo apenas aparece en las auto/biografías. En la división de la mente y cuerpo de la persona que cuenta la vida desaparece elcuerpo por completo. El yo se identifica con la mente y el recuerdo con elalma (aunque no se sabe lo que es el alma). Salvo en la narrativa erótica en donde el cuerpo adquiere importancia (disociándolo entonces de la mente), el cuerpo se escamotea30. Las referencias al cuerpo son mínimas. La imagen del yo y el sentido de la vida se realiza sin el cuerpo en cuestión. Solo existe la estrategia de preguntar por enfermedades, y entonces sí que aparece obligatoriamente el cuerpo; aunque entonces se observa una cierta tendencia a intelectualizar, a mentalizar, las enfermedades. Las visiones del nacimento, enfermedad y muerte suelen ser romantizadas al máximo, es decir, intelectualizadas y dessomatizadas31. Cualquier vida es una compleja mezcla de pasado y presente. El presente está condicionado por el pasado. La representación del pasado se realiza desde el presente, con un poder censurador inequívoco. Hay, pues, una mezcla de pasado y presente, que no es estática, y cuya tensión es evidente si se analizan los procesos de cambio del auto/biografiado. Es aquí donde la doble interpretación —del pasado respecto del presente, del presente desde el pasado— es importante. El protagonista llena esta interacción inestable y caótica de racionalidad, presentando una única interpretación válida. El pasado no vuelve más,la pero sí su ideificación. A menudo se recrea un pasado que no nunca representa realidad. Se suele realizar por imperativo moral: «esideal mejor así para mis hijos/as». Salvo casos raros, la persona que narra su propia vida no se permite concesiones literarias. Cuenta la verdad lo más directamente posible. No sería legítimo enmascarar la realidad con adjetivos, metáforas, opiniones artísticas. Es preferible el silencio. Como en la investigación grupoanalítica, los silencios 30 Una estudiante me llama la atención sobre que el cuerpo es importante en las historias de vida de personas lisiadas, minusválidas, como el conocido caso de Frida Khalo. También es impresionante el relato autobiográfico de la antropóloga Marta Allué (1996). 31 Sobre el cuerpo merece la pena consultar el monográfico de la Revista Española de Investigaciones Sociológicas (número 68) sobre «Perspectivas en Sociología del Cuerpo» (Bañuelos et al.,

1994).

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son tanto o más importantes que lo narrado. Pero desgraciadamente los silencios no suelen ser incluidos en las transcripciones y menos aún en los textos finales escritos. El lenguaje utilizado por el protagonista es llano, a veces ordinario o vulgar (a propósito), para proporcionar un simulacro de realidad 32. cotidiana. El objetivo es dar la idea de que se está contando la verdad, con nombres reales Hay un proceso típico de mentira en una autobiografía, cuando el narrador (la persona que cuenta su vida) asume que no va a decir algo que la otra persona sabe, y que conoce que el otro sabe pero que no va a reconocerlo. Es del estilo de «no voy a decirle ahora que yo ya sabía que…» pero a su vez la otra persona es posible que lo sepa. El engañador puede resultar así engañado, si uno de los dos guarda más información de la que el otro sospecha. Cuando no se juega a la verdad sino a la apariencia de verdad, el engañador/a puede terminar fácilmente siendo el engañado/a. Hay además el rol de la mentira piadosa, la que se dice para encubrir un problema supuestamente mayor 33. En las historias de vida reales de españoles/as las personas suelen morirse sin saber que se están muriendo, pero sospechándolo. Se les priva así del último consuelo posible, que es precisamente el de compartir la verdad con los seres más queridos (Nuland, 1995). Hay una tendencia a conseguir relatos coherentes, o a hacer coherentes las historias de vida conseguidas. Hay reconstrucciones excelentes de las historias de vida a través de documentos concretos. Una especial es a través de los documentos judiciales, transcritos palabra por palabra. Es el caso de El queso y los gusanos, de Cario Ginzburg, en donde se recrea la vida de un molinero del siglo XVI a partir de los interrogatorios con la Inquisición acusado de ser un hereje. Menocchio termina muriendo a manos de la Inquisición, dejando un manuscrito en los archivos de la Inquisición de un centenar de páginas. Ginzburg realiza una reconstrucción sobresaliente a partir de ese documento

32 Los nombres tienen una significación especial. En las autobiografías no suelen aparecer los nombres reales sino los apodos, los nombres familiares. Hay personas que son llamadas consistentemente con otro nombre diferente del suyo propio (a veces no se trata de un diminutivo ni de un apodo). El/la protagonista, al adoptar un lenguaje real, verdadero, cotidiano, tiene que utilizar esos nombres. Los nombres tienen una realidad por encima incluso de las personas. En la tradición española antigua cuando un niño/a moría se ponía su nombre al siguiente niño/a que nacía en la familia, o incluso en familias cercanas. Hay nombres cuya mala suerte ha supuesto el ser utilizados varias veces, pues esos niños/as morían uno detrás de otro. Así el nombre adquiría un nivel de realidad por encima de la persona real. Esa costumbre suponía una cierta ceremonia simbólica de reencarnación. En mi familia es el nombre de «Tomás». 33 Contar la verdad, especialmente en una historia de vida, puede ser una forma de venganza, o de castigo. El cineasta Ingmar Bergman cuenta —con una frialdad llamativa— cómo su madre fue escribiendo un diario a lo largo de su vida para vengarse de su marido. Efectivamente se vengó porque, al morir ella, la lectura de su diario llevó al marido a la tumba (Bergman, 1988). Es una utilización peculiar de las historias de vida: contar la verdad (una verdad) como forma de

castigar a alguien.

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(Ginzburg, 1981 34). Pero no se escriben auto/biografías de personas ilógicas, seniles, enfermas o enfermizas, débiles mentales, minusválidas. Se supone que no son racionales, o que no son valiosas. A veces hay descripciones intimistas sobre la muerte de otra persona —como Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir (1982 [1964]) a la muerte de su pero son escasas, y más especulativas quereferente descripciones realistas. La madre— cultura dominante no acepta fácilmente los accidentes ni la incoherencia ni la muerte. La propia Simone de Beauvoir lo señala al final del relato (nada dulce) de la muerte de su madre: «Todos los hombres [seres humanos] son mortales: pero para todos los hombres la muerte es un accidente y, aunque la conozca y la acepte, es una violencia indebida» (1982: 155 35). Es una idea similar a la de Charles Perrow sobre los accidentes normales, que son predecibles pero rechazados por la sociedad contemporánea (Perrow, 1984 36). No existe un canon sobre auto/biografías. En general, salvo las narraciones filosóficas sobre las muertes de otros (como las realizadas por Simone de Beauvoir sobre su madre en 1964 o Sartre en 1981) no existe una pauta clara de cómo realizar una auto/biografía. Desde la sociología se entiende como una de vida, por escrito, de una que del ejemplifica un temahistoria sociológico. Haypuesta un propósito explícito enpersona la elección tema y del interlocutor/a, que proviene de la idea ya antigua en la sociología (de Weber y Simmel) de los tipos humanos, y posteriormente con el funcionalismo de los tipos de adaptación individual propuestos por Merton (1949). Suele haber, pues, un propósito didáctico o teórico implícito. Pero aparte de eso, el formato no es claro. Suelen ser libros breves; algunos casos representan el capítulo de un libro (como el de Agnes o Dora). Suele ser un tamaño corto, que empieza con la infancia, y desarrolla un conflicto social importante. Termina con la resolución del conflicto y la integración del sujeto en una nueva realidad social. Es un canon simple, ejemplificador, racionalizador. Se enfatiza que debe haber un tema central, una excusa para realizar la historia de vida, un propósito legítimo. Luego, a menudo, el investigador/a ajusta a martillazos la vida narrada a ese eje sociológico investigador. Muchas historias de vida terminan siendo, así, discursos de verdad o de identidad. Siguiendo una tradición que empieza ya en las confesiones de San Agustín o en las de Rousseau, las historias de vida se enfrentan con el problema de las formas en que los seres humanos interpretan su propia vida y el mundo alrededor. Un paso más adelante consiste en dar significado a esa vida. Pero el 34

Un análisis similar aparece en el libro de Judith C. Brown (1986) sobre una monja lesbiana.

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La ceremonia del adiós termina: «Su muerte [la de Sartre] nos separa. Mi muerte no nos

unirá. Así es: ya fue hermoso que nuestras vidas hayan podido estar de acuerdo durante tanto tiempo» (de Beauvoir, 1982: 168). 36 Se rechazan así, por ejemplo, cuando los aviones se estrellan, como si fuese una fatalidad ilógica o irracional —aunque es bastante predecible—, pero en muchos aviones no hay fila 13. Es una contradicción en los presupuestos de racionalidad.

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método auto/biográfico es útil precisamente para descubrir las incoherencias, confusiones, contradicciones e ingenuidades que forman parte de las experiencias vitales. Es también eficaz para medir los procesos sociales, y sobre todo lo que Foucault denomina la micropolítica de la explotación. Los sociólogos/as hablamos mucho de conceptos pero sociales roles, su anomia, estigma, socialización, concienciación) pocas(alienación, veces se describe construcción cotidiana. El método auto/biográfico facilita esa comprensión. Pero el objetivo final de una historia de vida no es ilustrar esos procesos sociales, sino entender un proceso global más importante: la experiencia total de la vida de una persona dentro de una sociedad concreta. A veces la preocupación es estudiar la sociedad en pequeño, como denominó William Caudill a un hospital mental; similar en algunos aspectos a la idea de Erving Goffman sobre la institución total. El análisis de las historias de vida no pretende ser individualístico, sino globalizante. Por eso en los estudios de desviados/as sociales, el/la protagonista se suele poner en relación inmediata con su entorno social. Se realiza tan bien que la persona desviada aparece como no desviada, para gran sorpresa de lectores ingenuos. Las auto/biografías enseñanasíella contenido profundo de normalidad que hay en la anormalidad. Aprueban idea ya famosa de Durkheim en 1897: No hay pueblo cuya moral no sea cotidianamente violada. Así pues, debemos decir que el crimen es necesario, que no puede dejar de existir, que las condiciones fundamentales de la organización social, tal como la conocemos, lo implican lógicamente. Por consecuencia, es normal. En vano es invocar aquí las imperfecciones inevitables de la naturaleza humana y sostener que el mal, si bien no puede impedirse, no deja de ser el mal; este es lenguaje de predicador, no de sabio […] Hay más; es imposible que lo que es necesario no tenga en sí alguna perfección, para emplear el lenguaje un poco teológico de nuestros adversarios. Lo que es condición indispensable de la vida no puede dejar de ser útil, a menos que la vida no sea útil (Durkheim, 1965 [1897]: 292).

Algunas historias de vida ilustran que quizá la vida no sea útil, una presuposición que intranquilizaría al propio Durkheim. Las historias de vida son eficaces en la comprensión del proceso de la normalidad/anormalidad social, es decir, de las conductas desviadas y la creación de la exclusión social. Pero también son importantes para la sociología que pretende entender las visiones globales —holísticas— de la sociedad, en que al mismo tiempo hay que explicar la estructura global y los procesos de cambio. Los sociólogos/as autores de libros que contienen historias de vida son a menudo «asesinos»; en el libro «matan» a sus protagonistas, para evitar una relación personal posterior dentro de un contexto científico37. Chic Conwell, el 37

La confidencialidad en eltratamiento de textos auto/biográficos es una lección bastantebien

aprendida por los/as investigadores sociales. Sin embargo, a veces la realidad posterior es paradó-

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ladrón profesional que escribió el libro de Edwin H. Sutherland publicado en 1937, es «matado» por Sutherland en 1933 tal y como señala en la introducción (página VII: «[…] hasta su muerte en 1933»). Sin embargo, en la realidad todavía en los años cuarenta Chic (alias criminal del exladrón) era amigo personal de Doc Sutherland. Se entiende que son mentiras que protegen ambos: protagonista y autor, entrevistado y entrevistador, aunque supongana un dato inexacto. Marsal explica así su relación final con JS: «Creo que el silencio mío es en esta etapa final de su vida la mejor garantía de su precaria tranquilidad, tan difícilmente lograda. Y aunque he visitado Cataluña otra vez y habría mejorado notablemente esta obra con otra entrevista con él y sus familiares, no lo hice, obligado moralmente a no turbar su paz, a no añadir, como él dijo, «un tormento más» a quien ha sufrido ya mucho. La autolimitación moral que así me impuse, y no los cincuenta dólares, es el mejor precio que como científico social puedo pagar como respeto a la dignidad de un ser humano» (Marsal, 1972: 18-19). En el libroHacer la América algunos de los datos personales de JS aparecen seguramente cambiados. Es incluso posible que JS sea su padre. En la tradición de las historias de vida se observan tres tendencias. Las dos primeras ya han sido citadas: desarrollar una visión de la desviación social, e intentar una visión global de las relaciones entre individuo/a y sociedad. Una tercera tendencia es la de realizar una sociología de las personas comunes, de la calle, de la clase media. Frente a la sociología europea elitista, la sociología americana (no solamente estadounidense) plantea una investigación social más democrática, enfocada al hombre (y mujer) medio, común. Se eligen así historias de personas sin historia, que nunca serían conocidas ni recordadas si no fuese por los sociólogos/as o antropólogos/as. En Europa la novela, el relato y la auto/biografía representan la experiencia o memoria colectiva de la burguesía. En Norteamérica, tras el éxito del enfoque auto/biográfico al estilo de la Escuela de Chicago, se pone de moda la encuesta (a partir de Michigan), en donde se aplica la ideología democrática de «un hombre, un voto» (una mujerigual. también). Es eldel principio constitucional que todos los ciudadanos/as valen Se parte individualismo para irde a la consideración de la sociedad como suma de individualidades 38. Incluso se llega a equiparar la experiencia humana común con el conocimiento científico de los/as expertos. jica. En la realización del libro La sociedad transversal (De Miguel, Castilla, Caïs, 1994), los autores pusimos en práctica un sistema dedoble ciego, por el que ni nosotros mismos conocíamos la identidad (ni datos personales) de las personas entrevistadas. El día de la presentación del libro en Barcelona varias personas se presentaron a mí, estrechando mi mano, dando las gracias por haber sido entrevistadas. Obviamente los/as entrevistadores avisaron a varias de las personas entrevistadas (en algunos casos amistades y familiares) de que «su libro» iba a ser presentado en público. Corrieron a identificarse como las personas reales entrevistadas aunque en el libro aperecen entrecomilladas y anonimizadas. ¡Con el trabajo que nos había costado ignorar su identidad! 38 «La secuela metodológica fue el método de casos que respondía a los problemas de una sociedad en trance de tener que integrar a una gran masa de inmigrantes y a la óptica de estos

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Diversas escuelas científicas han atacado al género auto/biográfico acusándolo de ser poco científico. Se le achaca la dificultad de codificar los datos biográficos, el problema de la veracidad de los datos, la elección parcial del interlocutor/a, el contenido ideológico en la elección del tema de investigación, sesgo de las preguntas parte del Se exagera además lay el identificación del autor/apor material del entrevistador/a. libro con el/la protagonista. Se duda de que un solo caso pueda permitir generalizaciones teóricas. Se es escéptico/a respecto del valor de las teorizaciones sociales a partir de una persona común. Los/as investigadores que se sienten aludidos por estas críticas contestan así: «Ello no garantiza tampoco que por el mero hecho de ser sociólogo o antropólogo el que lo escriba vaya a tener mayor conocimiento que el novelista o el historiador. La creencia en la superioridad de los métodos de la ciencia experimental o las matemáticas aplicadas a lo social no es hoy ni más ni menos que eso: una creencia. Ello no debe servir para escudar tras ella la defensa del statu quo, la ignorancia o simplemente la insulsez. Creo que las historias de vida depuradas por una mayor concientización de los vicios en que incurrimos los primerizos siguen siendo hoy un excelente puente para salvar muchas de las estrecheces academicismo numerológico lado y del activismo anticientífico pordel el otro que son el scila y caribdispor de un nuestra malandanza» (Marsal, 1973: 11). En los últimos años la situación periférica del género auto/biográfico dentro de las ciencias sociales ha cambiado de signo. No hay que disculparse ante la estadística causal, ni ante la ideologización marxista, ya que ambas tendencias a su vez también han madurado y se han transformado. Cada vez se investiga más pero se confía menos en la traslación de la vida a palabras; se investiga más bien con imágenes. Todo lo que manejamos los sociólogos/as son palabras (en letras romanas) y números (en dígitos árabes); las historias de vida tienen que ser contadas con esas palabras y esos números. ¿Cómo explicar la angustia, el sufrimiento, la esperanza, las ilusiones, un parto, la muerte de una hija? Las dificultades de reducir la experiencia humana a palabras y cifras son innúmeras. La dignidad humana es irreducible. Además hay que tener en cuenta que las historias de vida maduran lentamente: Clifford R. Shaw tardó por lo menos desde 1921 hasta 1930 en escribir el Jack Roller (un libro de doscientas páginas). En el siguiente gran clásico, The Professional Thief, publicado en 1937, el ladrón, Chic Conwell, escribió dos tercios de la autobiografía respondiendo a preguntas de Sutherland. Luego, durante varios meses discutieron juntos lo escrito por Chic, realizando Sutherland, después de cada sesión, una transcripción lo más aproximada posible de lo discutido. Con todo eso se compuso un manuscrito que corrigió Chic cuidadosamente. El manuscrito fue luego leído y corregido por otros mismos con su tendencia a reducir todos los problemas sociales a problemas individuales de asimilación o integración» (Marsal, 1973: 7).

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cuatro ladrones y por dos detectives. El proceso total duró aproximadamente una década hasta su publicación final en 1937. La historia del ladrón profesional (by a professional thief) cubre, pues —según se señala en el libro—, el período de 1905 a 1925 pero no se publica hasta una docena de años después. Juan F. Marsal correspondencia con JS en (en 1961, y no publicó la primera versiónempezó del librolaHacer la América hasta 1969 España, en 1972). El caso de Dora (de 53 páginas) analizado por Freud comienza en 1899 y se publica en 1905, pero no es hasta 1923 cuando se completa con las adiciones al caso. A la vista de estos datos no se puede afirmar que las historias de vida sean un método sociológico sencillo ni rápido. Afortunadamente, ya no es necesario pedir perdón por escribir una historia de vida; más bien lo contrario. La auto/biografía es una fantasía de la realidad, no es la realidad misma. Supone la construcción idealizada de un ser humano a través de un texto. De ahí su insistencia con la verdad de lo que se narra, como si eso permitiese finalmente entender a la persona completamente. Como los lingüistas afirman (las lingüistas con más énfasis aún), cualquier texto es parte de un discurso del poder, es la reproducción de la ideología. El placer de la lectura de un texto con auto/biográfico es elyreconocimiento con vida humana, la identificación sus situaciones experiencias, con la otra forma en que construye su realidad social, desde la cuna a la tumba. Veamos cinco ejemplos concretos.

7 Cinco ejemplos

Se presentan cinco ejemplos de textos auto/biográficos. Los cinco son seleccionados por mí, y las personas todavía viven. Al menos en un caso yo he sido el entrevistador. He preferido presentar textos reales, y sobre casos españoles. Los cuatro se presentan en forma provisional, casi en forma de borrador, precisamente para entender mejor la construcción de auto/biografías. Salvo la primera, las demás son inéditas. El primer texto de autobiografía parcial (ocupacional) se refiere a un aspecto concreto de una vida, referente a cómo una persona elige una ocupación, y las primeras experiencias dentro de ese trabajo. Es un caso especial: una mujer policía (policía municipal o local). Es una versión preliminar a la que aparece en el libro de Mujeres policía 1. Es interesante comparar este texto con el definitivamente publicado en 1994 2. También es útil comparar esta autobiografía con otras similares en el clásico libro de Working (Terkel, 1975). Se ha recogido mediante una entrevista oral, con magnetofón, y luego transcrita enteramente. Se presenta en el mismo orden de la entrevista, conservando la mayor parte de las expresiones y localismos. parcial (enfermedad) es una de las catorEl segundoen texto de autobiografía ce entrevistas profundidad realizadas por el sociólogo Ornar García Ponce de León en su tesis doctoral titulada El médico enfermo (1995 3). Es una exce1 Manuel Martín Fernandez, Mujeres policía (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas y Siglo XXI, 1994), 159 pp. Corresponde a la autobiografía del capítulo 2 «Un trabajo seguro», pp. 32-48. Este libro está realmente escrito por mí. 2 Agradezco a Magda Palomas la excelente ayuda técnica yeditorial. 3 Ornar García Ponce de León, El médico enfermo (Barcelona: Universitat de Barcelona, octubre, 1995), 2 vols., 807 páginas, publicada como libro por el Centro de Investigaciones Sociológicas. La tesis fue premiada por el Centro de Investigaciones Sociológicas como la mejor tesis doctoral de ciencias sociales durante el año 1994. La entrevista corresponde al segundo volumen que incluye la transcripción de todas las entrevistas, que no se publicó. Agradezco enormemente a Ornar G. Ponce de León las facilidades que me ha dado para poder incluir esta entrevista aquí,

así como sus excelentes sugerencias e ideas.

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lente autobiografía que cubre el período de formación de un médico, y luego su experiencia personal con dos enfermedades: cáncer e infarto. La breve descripción de la persona entrevistada, realizada por García Ponce de León, incluye los siguientes trazos personales: Es un médico de 55 años de edad. La entrevista se realiza en el consultorio médico después de esperar una hora debido a una consulta que tenía el médico en el ambulatorio. Se trata de una persona robusta, alto, de cabello canoso. Es simpático y le gusta extenderse en la conversación. Es un médico que ha sufrido un ataque al corazón y tres meses después le encuentran un tumor canceroso en el intestino del cual es operado. Su consultorio es amplio, pero con problemas de acústica, lo que dificulta el entendimiento de lo que se dice. Es una mañana de principios de primavera. El consultorio está en una ciudad a dos horas de Barcelona en tren. La entrevista se concierta a través de la esposa del médico, quien a su vez interrumpe la conversación cuando todavía faltaban algunas preguntas. Al final se concentran preguntas y respuestas. Nos despedimos en la calle, y tomo el tren de regreso a Barcelona.

El relato autobiográfico es de gran fuerza y emotividad, pues incluye la experiencia de dos enfermedades mortales, a las que el interlocutor sobrevive. Es el caso de un experto que se convierte en sujeto de su propia experteza: médico/enfermo. Es, pues, un retrato doble, como profesional y como paciente. Ese análisis supone precisamente la hipótesis central de la investigación doctoral, que parte de los planteamientos teóricos de Talcott Parsons (sobre el «rol del paciente») en el capítulo décimo de El sistema social, hasta las ideas sobre la tiranía moral de los/as expertos y los poderes profesionales formuladas por Eliot Freidson. Es una entrevista recogida con magnetofón y luego transcrita en el mismo orden en que aparece aquí 4. La autobiografía introspectiva corresponde a un joven de dieciocho años, estudiante en una universidad española. Proviene de una familia inmigrante andaluza que ahora vive en una ciudad periférica de Barcelona. Plantea su autobiografía escrita como un examen introspectivo en la tradición de las confesiones. Está escrita por él mismo en octubre de 1990 al empezar la carrera, y corregida levemente en octubre de 1995 después de terminar la licenciatura durante una estancia suya en el extranjero. La autobiografía con documentos externos es la reconstrucción de la vida de una persona joven (un antropólogo), de unos diecinueve años a la edad en que está escrita. Se realiza con base en las cartas y documentos que familiares, personas amigas y conocidas escriben sobre su persona. Realiza una selección de diez documentos sobre su propia persona: tal y como su familia y amigos/as 4

Como en los cuatro primeros casos que se presentan en el presente libro, todos los nombres

propios y datos concretos han sido alterados para evitar la identificación.

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le ven. Incluye su propia interpretación de esos documentos. Aparece levemente corregida por él mismo a los veintitrés años. La autobiografía grabada y anotada es recogida en magnetofón, durante numerosas entrevistas personales a lo largo de más de un año, de un anciano de ochenta y cinco recomponiendo años. Se presenta solamente la primera —la deque la niñez y juventud— el orden cronológico de laetapa narración cubre aproximadamente desde 1910 hasta el año 1931, aunque recupera el recuerdo de la vida de los padres y abuelos/as antes de 1910. El texto aparece anotado (por mí) para esclarecer el contenido que se narra 5. El orden de los párrafos aparece elaborado por mí, sobre la base de una autobiografía total de unas trescientas páginas.

Autobiografía ocupacional «Yo nací en Barcelona, soy catalana, mis padres también lo son, igual que mis abuelos abuela materna de un se pueblecito muy pequeño de Aragón, paternos. pero es unMi pueblecito en el queera también habla catalán (o al menos se hablaba). Mi abuelo era también catalán, pero de ascendencia menorquina. En Menorca tenemos familia, creo que nuestro apellido viene de allí. Así que soy, pues, bien catalana, porque todo es Països Catalans. Yo nací el año 1958, o sea que ahora tengo veintisiete años. Tengo dos hermanos, uno de veinticinco y el otro de catorce años. Los dos son muy inteligentes, muy majos, sobre todo el pequeño tiene una capacidad de estudio fabulosa. Supongo que será de entre los tres el que conseguirá tener carrera, pues los niveles de estudio de mi hermano y mío llegan solo hasta graduado escolar. A mi hermano mayor le hicieron empezar el bachillerato elemental, y aunque es muy inteligente no estudió porque era un gandul, y es una lástima porque tiene una gran capacidad. El pequeño tiene capacidad y voluntad. Yo no tengo tanta capacidad, pero tengo mucha voluntad. Nunca he dejado una cosa a medias, todo lo que he empezado lo he terminado. El pequeño sube muy bien, pero ya tiene catorce años y puede que ahora empiecen los problemas. El próximo año me parece que irá a clases mixtas y es posible que el ir con chicas lo estropee. No podemos saberlo, pero desde ahora hasta que tenga dieciocho años es una etapa muy difícil. Con esto no quiero decir que las chicas lo estropeen, pero quizá empiece a tontear y ya sabemos lo que pasa, entre unos y otros todo cambiará mucho. No solo cambiará de escuela sino también de compañeros y esto será la primera vez que lo haga ya que desde que tenía seis años ha tenido siempre los mismos compañeros. 5

Agradezco a las personas entrevistadas, y a las que han prestado sus textos autobiográficos,

aunque por motivos obvios no cito aquí sus nombres.

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Yo también he estudiado, hice idiomas (concretamente inglés). Antes me había preparado para ser secretaria. Era lo más natural, las niñas cuando eran pequeñas habían de hacer comercio. Mi hermano haría bachiller, pero la nena tenía que hacer comercio. La nena había de ser secretaria, pues era el etiquetaje desde que pequeña. El niño podía bachiller porque los niños son más inteligentes las niñas. O sea que hacer yo estudié cálculo comercial, correspondencia mercantil, mecanografía y taquigrafía. Me quedé etiquetada “para secre” desde los diez años. Tenía que hacer mecanografía aunque no llegara a la máquina. Si era necesario hasta me ponían cojines, pero la nena allá, en la máquina, porque tenía que ser secretaria por narices. Así que yo antes de entrar en la Guardia había estado lógicamente de mecanógrafa. Yo empecé a trabajar a los catorce años y desde entonces no he parado nunca. No me han despedido de ningún trabajo, sino al contrario, he estado siempre muy bien considerada. Podría volver a mi primer trabajo porque quedaron encantados conmigo. Todos los trabajos que he tenido han sido en empresas no muy importantes, empresas pequeñas. En uno estuve solo siete meses porque cerró la empresa, pero yo había encontrado trabajo antes de ir al paro. Como siempre, eran empresas pequeñas y ganaba poco dinero; por eso empecé a pensar en cambiar de trabajo. Mi padre es funcionario y quizá por eso es un poco autoritario; o más que autoritario podríamos decir que es un padre de los que se preocupan por los hijos. No es mejor padre el que menos se preocupa, ni el que pone a sus hijos en una caja de cristal. Yo estoy muy contenta de mi padre y le quiero mucho. Le agradezco mucho que haya estado con nosotros como lo ha estado y que me haya llevado como lo ha hecho. En este aspecto yo me le parezco mucho, tenemos los caracteres iguales. Yo también estoy bastante predispuesta a imponerme, aunque ahora he cambiado un poco. Parece que no soy tan agresiva. Quizá aún soy un poco dominante, pero no soy tan agresiva. He cambiado desde que entré en la Guardia Urbana, quizás porque empecé a encontrar una seguridad, una cierta estabilidad, no únicamente a nivel económico sino a todos los niveles, y a mí me gusta la seguridad. Políticamente no estoy afiliada a ningún partido, pero voté a Felipe [González], es decir, socialista. De todas formas no se darán cambios de verdad en la Guardia Urbana aunque gobiernen los socialistas hasta que entre mucha gente joven, gente que esté preparada y dé la vuelta a la situación. Me hice guardia porque trabajaba como secretaria en una empresa en la que había muchos problemas debidos a una fuerte crisis. Ya se habían producido despidos y empecé a espabilarme para buscar otro trabajo. Mi padre me dijo que el único sitio donde me podría presentar en aquel momento era en el Ayuntamiento, y concretamente en la Guardia Urbana, dado que no había en aquel momento oposiciones para administrativos ni mucho menos. Mi estatura era suficiente en relación al mínimo que pedían, así que me presenté a las pruebas de selección, y actualmente estoy muy contenta de haberlo hecho.

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Cuando entré en la Guardia no fui a una oficina. Al principio yo quería estar en la calle y conocer este tipo de servicio. Me dada miedo encasillarme en una oficina, y que un día por cualquier motivo hubiese de salir a la calle y no supiera actuar. Pensé: “¿No soy guardia? Pues a conocer la calle y saber qué hacelaen un accidente y cómo regular tránsito en un Quería estarsebajo lluvia. Pisar la calle, conocer al el menos lo que eracruce”. el servicio de guardia de verdad. Llevo cuatro años en el cuerpo y ya hace un año que estoy en una oficina de dirección, el resto del tiempo estuve en la calle. Cuando decidí entrar en una oficina fue porque entonces preferí hacer este trabajo, pero si tuviera que volver a la calle volvería. No podemos olvidar que somos profesionales, nadie tiene la plaza en propiedad. Te pueden cambiar el turno, de trabajo, o el lugar. Pueden ponerte en la mañana o en la noche, y hemos de saber estar en el lugar donde se nos ponga como buenos profesionales que somos. Todo lo que nos enseñan en la Escuela [de Policía] es muy bonito, pero todo es teórico, en la práctica cambia mucho. Todas la cosas se ven diferentes con la práctica, con el trato, con la gente. Es en la calle donde más se aprende. En la Escuela no pueden enseñarte qué tienes que hacer cuando se meten con tu madre, ni cuando te encuentras con alguien que te insulta, o bien no te hacen caso. Estos casos no te los ponen en la Escuela, y si te los pusiesen, pensarías: “Esto no me pasará nunca a mí”. Y te pasa, ya lo creo que te pasa; y es evidente que no te hace ninguna gracia. Son muchas las situaciones en las que tienes que aprender a salirte por ti sola. Cuando te encuentras “ahogadita” tienes que salir con tus fuerzas, sin que estas cosas teóricas tan bonitas que aprendes en la Escuela te sirvan para nada. Tienes que aprender a salirte por las ramas y abrirte paso como puedas. De todas formas es una suerte que pudiese ir a la Escuela del Cuerpo, pues aunque todo cambia mucho cuando sales a la calle, te sirve para prepararte. Pero tenemos que ser conscientes de que la Escuela es muy bonita pero la realidad de la calle no lo es tanto. Tengo muy buenos recuerdos de mi paso por la Escuela, me lo pasé muy bien. Si nos pagasen lo mismo que cobramos ahora, yo volvería. Los compañeros y los profesores me gustaban mucho. Es una gran pena que después de lo que disfrutamos toda la promoción, ya no nos volvamos a ver más. Es gente con la que conviviste unos meses, en la que te apoyabas cuando había problemas, y con los que pasaste ratos muy divertidos. Pero después te separas y todo se acaba. Da lástima, aunque a todos nos pasa igual. En los cursillos de reciclaje que pasamos periódicamente los guardias todo es diferente. Son de distintas edades, los envían los distritos mezclados, y es muy distinto. No sé si esta mezcla de edades será buena para aprender, ya que hay personas mayores que están preparadísimas, pero esto no es precisamente lo más frecuente. Con esto no quiero decir que las personas mayores sean unas “patatas” ni mucho menos, ya que también puede haber algún joven un poco cortito, pero es más difícil. Sobre todo si es de estas últimas promocio-

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nes, porque nos miraban de arriba a abajo, y casi teníamos que ser unos genios, un tipo de Robert Redford o algo parecido. Se lo miraban mucho antes de cogerte. Es muy importante, pues, la edad, sobre todo a nivel de mandos, porque oficiales jóvenes no hay ninguno, ya que el más joven debe de tener treinta y ochopero o cuarenta años. Si fuesen más jóvenes tendrían mentalidades más abiertas, nos encontramos que todos son mayores. Cabos sí que los hay de jóvenes; hay algunos muy competentes y que me gustan mucho. Estos son la esperanza. Mi marido también es guardia, y una vez le salvó la vida a un compañero. Fue un milagro que no se lo cargaran. Él no tiene permiso de armas y por tanto no lleva. Un día persiguió a un delincuente peligroso, que llevaba droga encima. Al ver que se le acercaba dejó de correr y con un arma blanca se giró para pinchar a mi marido. Suerte que hubo otro compañero que llevaba arma y lo pudieron reducir. Para casos como este opino que se habría que llevar arma, al menos por las calles y según los servicios que se tuviesen que hacer. El guardia de calle tendría que llevar siempre arma, pero si, por ejemplo, está en una oficina puede que no, porque llevarla solo para ir de casa al trabajo es una responsabilidad. Un arma es un objeto del que no te puedes deshacer, es peor que un hijo, la tienes que llevar siempre encima, las 24 horas del día, y no la puedes perder nunca de vista. Pero si estás en un lugar conflictivo, entonces se necesita el arma. Yo no llevo, y no sé si hay alguna chica que lleve, pero me parece que hay alguna que al menos tiene licencia aunque no sé si llevará alguna pistolita o bien alguna cosa parecida. Cuando haya guerra será seguramente cuando haya oposiciones para cabo. Yo no sé lo que pasará, será una locura, porque hay gente que ha estado un montón de años en la profesión. Son los veteranos que querrán ascender a cabo o sargento, y ya veremos cómo irá esto. Ahora entra gente muy preparada, gente con carrera, o al menos gente que está estudiando actualmente, que reparte su tiempo entre el trabajo y los estudios, muchos universitarios. Yo tengo esperanzas de ascender y pienso presentarme enseguida que haya oposiciones para cabo, ya que tal como tengo planteada la vida creo que me quedaré definitivamente en la Guardia Urbana. Quizá es porque me es mucho más cómodo actualmente, pues puedo ir estudiando alguna cosita, mejorando mi inglés, hacer gimnasia y hacer deporte. Algunas mañanas, por ejemplo, mi marido me lleva a hacer deporte con él. Por esto quiero ascender dentro de la Guardia, ser cabo, sargento, progresar en mi carrera, pues no tengo intención de irme de la Guardia. Mi profesión me gusta mucho. Desde el momento que entré en la Escuela ya me gustó, aunque al principio parecía que me imponía un poco esto de la Guardia Urbana, quizá por lo que decían en mi casa. Pero a la que llevaba quince días en la Escuela me cogieron auténticas ansias de empezar a trabajar, de salir a la calle, y de hacer mi trabajo de la mejor manera posible. En ningún momento pensé en la Guardia Urbana como un trabajo que me sirvie-

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se para cobrar un sueldo seguro cada mes, pasándolo de la mejor manera posible. No; yo quería salir a la calle, que la gente perdiese la imagen que tiene de la mujer, de que somos unas patosas, que solo hacemos embotellamientos. Yo quería salir y hacerlo de la mejor manera posible, que me admirase la gente yLa que me respetase. verdad es que no me arrepiento nada, ya que estoy muy contenta. El trabajo no me asusta, pues yo siempre he trabajado mucho y por tanto sé bien lo que es trabajar. He estado en oficinas que tenían mucho trabajo y retribuían muy poco. Cuando entré en la Guardia también hubo días que tuve que trabajar mucho y llegaba a mi casa cansada, habiendo pasado frío, mojada por la lluvia. Muchas veces he llegado a casa verdaderamente agotada, pero todo esto está compensado porque he tenido siempre el horario que más me gustaba. Siempre he hecho la jornada continuada y gracias a esto cuando salgo de aquí puedo hacer otras actividades, como estudiar, leer, y hacer cosas que con una jornada partida no podría estar haciendo todo el día ligada al trabajo, no tendría facilidades para relacionarme tanto con la gente ni para hacer nada. Hemos de contar que con la jornada partida pierdes mucho más tiempo, pues son cuatro viajes diarios. Cuando ingresé en la Guardia Urbana lo hice con ganas de superarme y de encontrar una cosa en la que me sintiese realizada y que me llenase. Aquí me siento bien, no creo que hoy en día encontrara otro trabajo en el que estuviera mejor que aquí, mejor remunerada, o bien más contenta. No solamente estoy bien, sino que estoy a gusto. Aunque gane diez o quince mil pesetas menos seguiría muy a gusto, ya que me gusta mi profesión. Quizá si tuviese que volver al servicio en la calle me daría un poco de pereza, porque en la oficina estoy muy bien, y si me fui de la calle fue precisamente porque prefería estar en una oficina. A nivel de compañeros hay sin embargo muchos problemas, sobre todo envidias. Por suerte o por desgracia hay mucha envidia aquí. Es frecuente oír decir: “Nunca una mujer puede ser como un hombre” sin que se den unas razones claras que justifiquen esta afirmación. Hay mucha gente para la que parece que las mujeres somos una especie de “bichitos”, aunque no sé bien por qué; debe de ser que tenemos la mente diferente, quizá la nuestra es más retrógrada. Cuando yo me he encontrado con alguno de estos casos me he defendido, hasta que he visto que son personas que no pueden dar más de sí; entonces los he dejado estar. Normalmente no podemos llevar una conversación razonada, porque somos personas cerradas y de ideas fijas. La envidia es la razón de estos comportamientos, no son más que envidia. Alguna vez me he encontrado, por ejemplo, que, mientras comíamos en el comedor de la Jefatura, un señor (un señor-guardia, es decir, un compañero mío) me decía: “Las mujeres donde habríais de estar es en casa haciendo jerséis, y la comida y todas las otras cosas, porque estáis muy bien en casa”, añadiendo que su mujer hacía unos jerséis muy bonitos. Ante esta postura recuerdo que una vez le contesté a uno que yo era una nulidad, y que el día

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que me casase tendría que venir una mujer a hacerme el trabajo porque yo sirvo para guardia, no para hacer los trabajos de la casa. Otros comentarios muy típicos se refieren a los ingresos económicos de la pareja en la que ambos trabajan. Yo he oído por ejemplo: “Esto no puede ser, vosotras os casáis y tenéis vuestro sueldo y el detristemente vuestro marido”. normalmente los quecon dicen esto son hombres que tienen Aunque la desgracia de estar casados una mujer que no sirve para nada. Es probable incluso que este señor que me ha dicho esto a mí esté trabajando en dos lugares. Podría ser que saliese a las cinco de la mañana de su casa y no volviese hasta las once de la noche, y entre tanto su esposa se estuviese todo el día en casa escarchuflada. También puede ser que sea un señor que no tiene necesidades económicas, que no tenga hijos ni ninguna otra necesidad. Mientras que hay otros compañeros que cobran únicamente el sueldo de guardia y que tienen cuatro hijos; y que, por tanto, con este sueldo no pueden hacer nada. Tienen que pagar un piso, cuatro colegios, cuatro pares de zapatos, cuatro abrigos, todo por cuatriplicado. No; los que protestan son normalmente señores con una posición acomodada y de los cuales tienes que oírte decir esto. Son estos los que menos motivos tienen para hablar, los que ahora debido queyo hay con es la ley de incompatibilidades amenazan a todos:a los “Loproblemas primero que haría denunciar a las parejas que el marido y la mujer lleven un sueldo de setenta y cinco mil pesetas al mes cada uno, porque a esto no hay derecho”. Sin embargo, yo lo veo muy bien que la mujer trabaje. Si una mujer casada quiere trabajar en casa o fuera de casa, ¿por qué no tiene que hacerlo? Los problemas que verdaderamente he tenido aquí dentro han sido con el sexo contrario; la mayoría con gente más bien mayor, aunque también he tenido algún otro con gente joven, incluso gente de la misma promoción. Hombres jóvenes como yo me han dicho: “No sé que hacéis aquí las mujeres, ni vuestra formación física ni nada, no puede ser nunca igual a la de un hombre, porque no tenéis la misma capacidad”. Algunos de estos eran jóvenes pero sobre todo son los veteranos, la gente mayor es la que más problemas lleva. No se acaba de aceptar que haya mujeres en la Guardia Urbana. La situación, sin embargo, ha mejorado un poco últimamente: supongo que es porque nos ven más. Yo diría que más que aceptarnos se han acostumbrado a nuestra presencia, a tenernos aquí y vernos constantemente. Estas posturas tan radicales se dan individualmente. La Dirección del Cuerpo, como institución, no presenta este tipo de problemas; oficialmente no hay marginación. Al menos en lo que yo conozco, especialmente en la oficina donde estoy ahora. Un problema que tenemos en la Guardia Urbana es la falta de apoyo por parte de los mandos. Aunque tengamos una equivocación nos tendrían que apoyar, no pisarnos como hacen ahora. Está muy mal que cuando hacemos una cosa —aunque esté mal hecha— sabemos que no estamos respaldados ni apoyados. Es muy triste que cuando un guardia tiene una buena intervención, salga felicitado en la Orden del Cuerpo y todo sean laureles y collares de flo-

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res; y que cuando tenga un desliz o cualquier equivocación le hagan un expediente disciplinario. Tienen que tener en cuenta que sienta muy mal que vayas a denunciar a alguien que resulte ser una persona influyente y te meta en un lío (realmente pueden meterte con mucha facilidad). Cuando te encuentras con típico “Usted sabe está mejormarchar que puedes hacerel es decirle: “Ni no lo sé ni con tengoquién ganas de hablando” saberlo”, ylodejarlo sin denunciarle. Si no lo haces así, seguramente tendrás problemas. El hecho de ser mujer me ha supuesto problemas tanto a nivel de la gente de la calle como de compañeros y de jefatura, sobre todo en el trato. En la calle he tenido que oírme decir, cuando iba a denunciar a alguien: “Habríais de estar en casa fregando los platos”. A veces yo les contestaba diciendo: “Oiga, yo los platos ya los dejo limpios cuando salgo de casa”. Cosas de estas me han pasado algunas veces, hasta el punto que incluso me han insultado y me han dicho cosas muy gordas (entre otras faltando a mi madre). Cuando en estos casos yo trataba de cumplir con las órdenes que tenemos y, por tanto, le decía que viniese conmigo a la comisaría correspondiente, me contestaban: “Ya puede esperarme. A mí una mujer no me lleva a la comisaría. No me ha llevado nunca nadie a comisaría y una mujer no será la que lo hará. A ver qué se ha creído”. Estas cosas me han pasado más de una vez. Cuando he encontrado algún conductor que se me pusiese un poco fuera de tono he reaccionado muy bien, aunque en realidad no habría de tener ninguna reacción porque todo el mundo tiene derecho al pataleo. Esta persona ha querido atacarme en el lugar que sabía (o pensaba) que más me podía herir, es decir: “Las mujeres a fregar los platos. Las mujeres en casa. Las mujeres no sirven para nada”. Me ha mirado de pellizcar allí donde él pensaba que me haría más daño; pero esto es todo. Yo, para evitar tener ninguna reacción, intentaba morderme la lengua, aunque me supiese muy mal y me hiciese mucha rabia. Trataba de que mi respuesta no fuese brusca: “Óigame, yo los platos ya los dejo limpios antes de salir de casa” y cosas parecidas. Las mujeres en la Guardia Urbana no perjudican a nadie. Yo al menos no creo perjudicar a nadie, sino al contrario. He estado en la calle dirigiendo el tráfico y si algunos se me han puesto en plan negativo, otros se han puesto en plan positivo. Una vez vino un señor y me dijo: “La felicito, dirige Vd. el tráfico como yo nunca había visto”. Y no solo gente ajena al cuerpo, también me lo han dicho mandos. Un oficial que había estado de paisano mirándome en el cruce de las calles Felipe II y Meridiana me dijo al día siguiente: “Nunca habría pensado que una mujer pudiese manejarse el tráfico de esta manera que lo haces tú. Lo haces estupendamente bien. De verdad que me quedé parado”. O sea que he vivido actitudes negativas pero también las he vivido positivas. He tenido mucha suerte de no tener problemas con mi familia por el hecho de ser guardia; no solo por parte de mi marido, sino también por mis padres y hermanos. A toda mi familia les hizo mucha gracia la idea de que me hiciesen guardia. A nivel familiar estuve apoyadísima. Mi madre les decía a todos:

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“Esta nena es mi hija, ¡es guardia, eh!”. Mi familia, pues, se lo tomó muy bien. Quizá el motivo es que fue por medio de mi padre que me decidí a entrar en la Guardia. Yo al principio no sabía de qué me hablaba cuando me decía que podía ser guardia, pero me animó y probé suerte. Estoy contenta porque me salió muy bien. También misdecían: amigos“Ahora y vecinos les hizo mucha las gracia que me hiciese guardia. Todosa me sí que me sacarás multas, ¿no?”. Lo decían sin mala intención, y yo me lo tomaba muy bien. A nivel particular me he sentido, pues, muy apoyada. Yo considero que la Guardia Urbana es algo más que darle un uniforme a un señor, un bolígrafo y un bloc de multas. La gente tiene que estar preparada y ahora no lo está. Yo he visto, por ejemplo, denuncias de tráfico hechas por compañeros que hacían pena: mal escritas y con faltas. Yo sé que la persona que lo hace no tiene la culpa, pues antes no era como ahora. Cuando ingresé yo tenían que coger poco más de un centenar de guardias y se presentaron más de 2.500 aspirantes. Así que pudieron escoger la flor y nata de los aspirantes. Antes, sin embargo, me han explicado que hacían falta 34 y se presentaban 28, así que les daban un uniforme y a la calle, sin tener la gran suerte que hemos tenido nosotros de hacer un cursillo que nos dio una pequeña preparación. Con mi marido nos llevamos estupendamente, no tenemos ningún problema por el hecho de que yo sea guardia. Todo al contrario, él comprende muy bien lo que me pasa. Cuando llega la noche él me explica los conflictos que ha tenido y yo le explico las cosas que me han pasado. Especialmente cuando yo estaba en la calle, comentábamos las actuaciones. A veces me decía: “Pienso que en lugar de hacerlo de esta forma lo tendrías que haber hecho de esta otra”. Yo le contestaba: “Pues mira, lo he consultado con los mandos y me han dicho que estaba bien así”. Mi marido está encantado de la vida, muy orgulloso de que yo sea guardia. Yo siempre había dicho que cuando me casase mi marido me ayudaría a hacer el trabajo de la casa y, efectivamente, me ayuda bastante ahora, pero de todas formas hay un proceso inevitable de rodaje. Pero soy afortunada, mi marido me ayuda en casa. Lo que pasa es que por mucho que me ayude hay trabajos que un hombre no los puede hacer. Yo no me imagino a mi marido haciendo mil y un cociditos, ni improvisando para ir a comprar. Es decir, hay cosas que siempre las hago yo. Él me ayuda en otras, por ejemplo, si tenemos de ir a la plaza vamos los dos. Cuando llegamos a casa él saca el polvo y barre mientras yo friego. Cuando yo he estado enferma me ha ayudado mucho. Nos combinamos la vida estupendamente. Él hace deporte, y algunos días voy con él al estadio a correr. Es más bonito que vayamos los dos que no que se vaya él solo mientras yo me voy a la peluquería por ejemplo, o a ver a mi madre, o a comprar. Si cada uno hiciese una cosa distinta no nos veríamos nunca, por eso procuramos hacer las mismas cosas. Dado que por la tarde estaremos ocho horas sin vernos, por la mañana tratamos de llevar unas actividades similares, para poder vernos, hacer las cosas juntos. Así y todo se puede decir que el peso de

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los trabajos de la casa los llevo yo. Es normal; yo creo que recae más en la mujer, por mucho que te ayude el hombre; aunque tengas un sol de hombre. Hay amigas mías que su marido es guardia como ellas y las ayuda más que el mío a mí, pero ellas siguen siendo las que hacen más cosas en casa. Tenemos pensardonde también que mi marido catalán, que Cataluña es uno de losque lugares se considera más anolaesmujer. EnyCataluña este tema está muy europeizado, quizá también en Madrid. Pero en otros lugares a la mujer se la tiene más de lado, y se la margina. Ahora nos hemos acostumbrado y él me ayuda. Nos hemos amoldado mucho el uno al otro y estamos muy bien, ya que un matrimonio no la pifia ni mucho menos por esto. Pero no soy yo sola la que lleva más peso del trabajo de la casa, a mis amigas les pasa lo mismo. Por otro lado yo estaba muy bien acostumbrada. Mi madre no ha trabajado nunca fuera de casa y cuando yo estaba soltera no me dejaba hacer nada en la casa. Me decía: “Tú trabajas fuera de casa y yo no, por lo tanto lo haré yo esto”. Cuando me casé, pasé de ser una niña soltera y mimada que siempre encontraba la ropa limpita, y que no había lavado nunca ni una camisa, a tenerlo que hacer todo yo. Y no solo esto, sino también para otra persona. Naturalmente cambia mucho. De todas formas me va muy bien, ahora me sobra tiempo y todo. Yo no he estado nunca embarazada desde que estoy en la Guardia, pero las chicas que lo han estado no han tenido problema de ningún tipo a nivel oficial. Quizá a nivel de compañeros sí que a veces ha habido comentarios. Recuerdo que en el distrito había una chica que se quedó embarazada y la pusieron en la oficina, entonces ya hubo quien comentó: “Esta chica como no podía entrar en la oficina porque es una incompetente se ha quedado embarazada para poderlo conseguir”. Evidentemente esto es una tontería; a veces la gente no sabe decir más que imbecilidades. Esta chica, efectivamente, no servía para estar en la oficina, pero después de tener el crío y pasar los tres meses de dispensa la volvieron a la calle. Cuando dijo “Estoy embarazada” ya no la hicieron salir ni un día más a la calle, la pusieron inmediatamente en la oficina. Esto quiere decir solo que son muy considerados. Cuando dijo: “La falda ya no da más de sí, tengo que venir con vestido de premamá” la dejaron venir al día siguiente con vestido de premamá. Es decir, por parte de los mandos no tuvo ningún problema, estuvo muy bien considerada. Ahora bien, por parte de los compañeros, yo oía algunas tonterías que me sabían mal y me veía obligada a defenderla delante de los que hablaban así. En general, cuando una chica queda embarazada no tiene ningún problema, pero si en un distrito hay cinco chicas y todas las cinco se quedasen embarazadas a la vez, entonces quizá sí que habría algún problema. Pero yo no sé que nunca se haya dado un caso así, aunque se podría dar. Es de suponer que a medida que entren más chicas y vayamos siendo más, podrá darse el caso que en un distrito, por ejemplo, haya veinte chicas y queden tres o cuatro embarazadas a la vez. Supongo que entonces tendrán que ampliar la oficina del distrito o alguna cosa parecida. Es

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una cuestión que yo he pensado a veces. Quizá enviarán alguna a Jefatura, o bien a algún sitio donde haga falta, como a la Central de Radio, que siempre hace falta gente. Quizá entonces las envíen al servicio de noche, ves [sic] a saber. Las que ya estaban en la oficina no tienen problemas porque al quedar embarazadas continúan la mismasino oficina el trabajo Quizá no las manden a tantosenencargos que haciendo envían a otros; peronormal. esto es todo. Me gusta mucho mi trabajo, y en él respeto mucho a las personas, porque me gusta que me respeten a mí, y lo que no quiero que me hagan a mí no soy capaz de hacerlo a los demás. Yo no podría soportar que me pegasen o que me insultasen o que me hiciesen cualquier cosa muy fuerte. Solo pensar que pudiese haber alguien que me odiase hasta este punto me encontraría muy mal. Desgraciadamente en la Guardia se pega, creo que se pega, aunque esté prohibido. Actualmente no sé si se hace con la intensidad de antes, pero he oído conversaciones entre compañeros que me han hecho entristecer mucho. Esto se tendría que acabar, no lo encuentro nada bien. En muchos casos, sin embargo, se tiene que tener en cuenta el estado de ánimo del guardia. Han hecho a veces expedientes disciplinarios a compañeros bellísimas personas, y que en toda su vida no habían hecho daño a nadie. Pero quizá un día no se pueden aguantar porque ellos han dicho alguna cosa muy gorda, que no les coge bien, y dan un cachete a un tío, y los mandos entonces le dan un palo a él. Esto no está bien. Estoy de acuerdo en que tuvo una mala actuación, que merecería un suspenso. Pero naturalmente nos hemos de sentir apoyados en nuestro trabajo. Si los mandos no apoyan al guardia, este saldrá a la calle buscando los bares, los portales y los agujeros para esconderse, no dará la cara para nada. De todas formas, aunque yo crea que se pega, personalmente no he presenciado nunca una escena tan desagradable como la de un compañero mío pegando a un ciudadano. Solo he oído conversaciones comentando que lo hacía. Es posible que yo lo entienda, más que una persona que no sea guardia, pero está muy mal hecho. De todas formas también hay guardias que les pegan y que se juegan la vida. Si yo fuese el Jefe de la Guardia Urbana no sabría qué cambiar, aunque alguna cosa seguramente tendría que cambiar. De hecho es el momento del “cambio”. Quizá una cosa que cambiaría serían las diferencias profesionales entre varones y mujeres. Yo creo que cosas mal hechas igual las hacen los varones que las mujeres. Profesionalmente no hay ninguna diferencia entre ambos. Una mujer que sale hoy a la calle es igual que un varón para ejercer su profesión, siempre y cuando los dos lleven el mismo tiempo en la calle. Cuando yo salí a la calle por primera vez, lo hice con veteranos que llevaban en el cuerpo diez, doce y quince años. Como es natural esto se notaba; la veteranía en la calle es muy importante. Yo pienso que entre una mujer y un varón que tienen la misma experiencia, y que hayan salido a la calle el mismo día, no existe ninguna diferencia (diferencia que por otra parte no tiene por qué

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serlo). El varón y la mujer tiener que hacer las mismas funciones dentro de la Guardia Urbana. Recientemente visité Galicia con mi marido, y allí me di cuenta de lo que es realmente diferenciar el varón de la mujer. Allí tienen una mentalidad mucho más amachista que enenCataluña. gustoYhabría llorado. Me habría puesto hacer mítines medio deDe losbuen pueblos. esto sin ser feminista, pero en Galicia no se puede por menos que ser feminista. En aquellos pueblos vi mujeres llevando en la cabeza unos cestos muy grandes. No sé qué llevaban dentro, si coles o zanahorias. Yo solo pensaba que si fuese yo la que llevase aquello en la cabeza, y me salía un gusano de allí dentro y me quedara colgado delante de la frente tiraría las coles en medio de la montaña. Allí las mujeres llevaban los tractores, hacían los trabajos del campo, vigilaban las vacas, estaban con el rebaño, hacían toda clase de trabajos… y sin embargo no están nada consideradas. Cuando llega la noche, los tíos se van a la tasca y las tías hacen el trabajo; y allí sí que no las ayuda nadie. ¡Probecitas de Dios! No les tienen ninguna consideración. Ellos se van a la tasca mientras ellas a casa a fregar y a muñir las vacas. A la mujer no se le acaba nunca el trabajo. Es muy triste su situación. Aquí, en Cataluña, la cosa es muy distinta. Tengo compañeras con maridos que incluso se ponen en la cocina (algunos hombres tienen un arte culinario de narices). Algunas veces cuando han llegado ellas a casa, él había tenido fiesta y ya estaba hecha la cena. De todas formas, incluso en estos casos, para muchas cosas que ellos hagan en la casa, siempre hacen más ellas. Es lógico que sea así, pues la mujer lleva más peso que el hombre en los trabajos de la casa, porque se tiene que espabilar, ya que si deja alguna cosa sin hacer hoy se encontrará que mañana lo tendrá que hacer igualmente. Es posible que las mujeres al principio pecasen un poco de torpes. Yo incluso hubo un momento que estaba realmente preocupada, sobre todo cuando salí de la Escuela. Al principio todas la mujeres estaban en el grupo especial, y hasta me daba reparo venir a merendar en el bar, porque si me encontraba con alguien o si tenía cualquier incidente, tenía miedo de que me dijesen “torpe”. Una vez se me enganchó el escudo de la manga con el de un compañero y me sofoqué mucho. Pensé: “Ya está, ahora te dirán que eres una patosa, porque eres mujer”. Cosas así me pasaron bastantes al principio. En aquella época me coartaba un poco la idea de encontrarme con los hombres, estaba casi obsesionada. Les iba esquivando como podía, y tenía que circular por la Jefatura casi de lado. No recuerdo quién nos lo había dicho en la Escuela esto. Hubo un profesor que nos comentó el tema y se me quedó grabado. Pensé: “Caramba. Miraré de no encontrarme nunca con nadie, porque quizá sí que se pensarán que soy una patosa”. Había de hacer grandes rodeos para no encontrarme con nadie. Por suerte yo diría que ahora la cosa ha cambiado mucho, y creo que se han acostumbrado a nosotras. En relación a la mujer en la Guardia Urbana la gente es bastante conservadora, pero esto está vinculado con las edades. Las personas que son más

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mayores aceptan difícilmente que haya mujeres en la Guardia. Si intentásemos pasar unos exámenes a un grupo de guardias veríamos que los resultados serían muy distintos los unos de los otros. Esto es debido principalmente a la edad: no podrían hacer los mismos exámenes los que tuviesen veintitrés años que que tuviesen y cinco.depende Es que son muy distintos. Todo esto es muylos conflictivo, perocincuenta en mi opinión de la edad que uno tenga una mentalidad más abierta o cerrada. Esto es así, y no hay vuelta de hoja. De todas formas, la mayoría de las mujeres de la Guardia Urbana están en la calle. No creo que del centenar largo de mujeres que estamos aquí haya más del 20 por ciento que trabajen en oficinas, aunque en las oficinas de los distritos puede haber algunas. Las primeras promociones en las que entraron mujeres en los distritos iban tres a cada uno. Pero en la práctica se quedaban dos, porque el sargento o el oficial se encargaban de que una mujer fuese a la oficina. Les gustaba tener una chica allí. Parecía que les hacía más gracia a estos hombres, quizá porque son gente mayor y les parece más natural que las mujeres estén en la oficina. Nos decían: “Si alguna de ustedes sabe escribir a máquina intentaremos ponerla en la oficina”. Siempre salía alguna que había estado en alguna oficina y que sabía colocaron mecanografía. desde En el principio, desde que fueron a los distritos, variasAsí enque las ya oficinas. las oficinas de Jefatura no hay ninguna discriminación, porque cuando ha habido vacantes para oficinas generalmente han salido en la Orden del Cuerpo, y por tanto lo ha sabido todo el mundo. Se ha podido presentar quien ha querido con lo que igual la podía coger una mujer que un varón. Yo creo que la mujer delante de una intervención concreta no tendría ninguna actuación diferente a la de un varón. Por ejemplo en robos o similares, yo me he encontrado con la necesidad de tener que desnudar totalmente a una chica y la he tenido que registrar y mirarla bien y no me ha hecho ninguna lástima. Quizá me ha sabido mal el pensar que una chiquita de trece o catorce años se tuviese que encontrar así, pero sin perderle el respeto (no se puede perder nunca el respeto a las personas) he hecho lo que tenía que hacer. Más en este caso que ella era la jefa de la banda. De todas maneras no se puede hablar de discriminación en la Guardia Urbana, pues al contrario: los trabajos selectos, las faenas más bonitas nos las dan a nosotras: “Esto que lo hagan las nenas”. Aquí se nos considera mucho, y por eso las faenas más finas y delicadas son siempre para las mujeres. Cuando vas a hacer alguna cosa incómoda o desagradable enseguida te dicen “No, mira, hazme esto” y te dan algún otro trabajo más delicado y más apropiado para nosotras. Es decir, actualmente estoy muy contenta, pues creo que estamos bien consideradas. De todas formas es mala cosa que la mujer no pueda trabajar de noche, ni hacer algunos trabajos reservados al varón en la Guardia Urbana. Aunque se tiene que comprender que aquí hay un problema de fondo. Lo que me parecería a mí bien es que el servicio de noche [de diez de la noche a seis de la mañana] fuera voluntario. Claro que en la práctica no es voluntario ni para los

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chicos, ya que cuando falta gente para ir por la noche pusieron nombres en unos papelitos y sacaron algunos: “Fulano, Mengano y Zutano”, y así los que hacían falta. De todas formas encuentro que el servicio de noche es una de las pocas discriminaciones dentro de la Guardia, aunque no la única. Tampoco vamos con hacemos servicios; yendoQuizá con alguna de nosotras losmoto; cochesnopatrulla no determinados circulan por según qué calles. ahora ha cambiado un poco esto, pero algunas chicas que estaban en el distrito segundo, por ejemplo, se quejaban que por según qué calles no podían pasar si no iban acompañadas de un varón. Todos sabemos que el distrito segundo es más conflictivo que otros, pero solo podían ir si iban con coche. Estas diferenciaciones son un poco ridículas, y a más insisto: pienso que las actuaciones de una mujer no serían diferentes de las de un hombre. Profesionalmente actuarían de la misma manera. Incluso en un caso de violación, por ejemplo, yo pienso que la misma rabia que me pudiese producir a mí que soy una mujer que violasen a otra mujer le produciría a un hombre. Los compañeros que son varones tienen prometida o mujer, quizá tienen hijas; y la misma fobia tendrían ellos que yo en un caso de estos. Por dentro lo pasarían igual o peor que yo. Con esto ya se ve que no soy feminista, sino más bien machista (es broma). Lo cierto es que aunque yo no soy feminista pienso que está muy bien que haya feministas. Es un fenómeno que está aquí y me parece muy bien. Sin embargo, a mí no me gustan los extremismos, ni en un sentido ni en otro. Pero en algunas cosas —las que me convienen— soy un poco feminista. En general me gusta que el varón y la mujer tengan los mismos derechos, pero de una manera equilibrada, no radical. Solo hasta donde puedan llegar las cosas. Yo soy un poco tímida, me cuesta coger confianza con la gente. Soy bastante chascosa con quien no tengo confianza. He tenido que serlo sobre todo en la Jefatura. Al principio de entrar en la Guardia te lo tienes que montar de manera que te hagas respetar mucho, y para hacerlo a veces tienes que ser un poco borde. Los varones se pasan mucho y les tienes que parar los pies. Tienes que marcar unos márgenes, y les tienes que decir: “Hasta aquí puedes llegar, forastero”. Yo he llegado aquí a tener fama de estúpida por esto, pero no me importa. Estoy muy tranquila y satisfecha porque sé que no soy estúpida, sino seria, aunque me gusta hacer broma y tratar con la gente. Creo que soy bastante sociable, pero me gusta marcar unas pautas de comportamiento y unos márgenes para que todos sepan hasta dónde pueden llegar para no pasarse. Cuando alguien se ha pasado, le he tenido que decir: “Tú a tus cosas y yo a las mías”, y adelante. A nivel de compañeros de trabajo, siempre que pueda ayudar y colaborar lo haré con cualquier cosa que pueda, pero nada más. Si yo tuviese que estar todo el día en casa me aburriría, porque soy una persona hiperactiva. Tengo que estar siempre haciendo alguna cosa, leyendo, escuchando música o alguna cosa parecida. Los días que tengo fiesta en el

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trabajo y no coincido con mi marido porque trabaja, me muero de asco si me quedo en casa. Tengo que ir a casa de algún conocido, o escuchar música, o bien leer o buscarme cualquier actividad. La televisión me resulta insoportable más de media hora seguida, así que difícilmente me sirve para hacerme pasar las horas. Supongo que esto Urbana es debido que yo soymucho. muy nerviosa, que desde que estoy en la Guardia heacambiado Quizá el aunmotivo de mi cambio sea que me he quemado mucho, o que me he vuelto más seria, aunque sigo siendo bastante activa. En todo caso he cambiado para mejorar».

Autobiografía de enfermedad «Estudié en la Universidad de Barcelona, en la Facultad de Medicina del Hospital Clínico. Antes había solo una facultad, ahora hay varias. Empecé la carrera en el año 1954; tenía entonces dieciocho años, y terminé en 1962. Ahora tengo cincuenta y seis años. Tenía mucha vocación. Cuando tienes mucha vocación lo ves bien, te subyuga, te atrae. Representaba para mí una ilusión, porque yo desde pequeño ya quería estudiar Medicina. Cuando entré a la facultad me atraía prácticamente lo que representaba el curar. Parece que no, pero curar es una de las cosas más atractivas que existe. ¡Saber que puedes sanar a una persona! Hay infinidad de recuerdos concretos, pero aquella edad era más que nada un estado, una ilusión. Recuerdas cosas vinculadas a ciertos catedráticos. Un catedrático era una persona casi mítica. De una forma u otra eran médicos que habían creado una escuela, y esto significaba una gran veneración por parte de todo el mundo. Yo asistí a sus enseñanzas, que representaban un atractivo alucinante. Yo no digo que los médicos de ahora sean mejores ni peores, también pueden ser de calidad científica. Pero entonces iban en boga de algo mágico; el catedrático tenía una escuela, eran casi endiosados. Recuerdo quizá más las lecciones de estos, y pensar que uno podía llegar a ser como ellos. Había seguridad en el diagnóstico, en el tratamiento. Lo que decía el doctor Pedro Pons era un dogma, porque, aunque la medicina no es dogmática, pero sí que era casi casi un axioma debido a su prestigio. También las dificultades de la carrera no es que sean de si tienes o no vocación, si estudias. Lo que ocurre es que a veces te tienes que someter a una disciplina, y quizá lo peor de esta disciplina es el estudio. Cuando uno hace la carrera no te gusta todo (no vamos a engañarnos). A mí, por ejemplo, no me gustaba estudiar Ginecología, pero claro, tienes que estudiar porque es imprescindible para poder aprobar. Entonces también hay factores negativos de excepción para todo el mundo que no hay más remedio que pasar.

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Esto quizá no sea atractivo, pero claro, como estudiabas en función de que querías ser médico, no tenías más remedio que hacerlo todo. Todos los recuerdos están vinculados al deber, y a pensar si un día podría llegar a hacer un diagnóstico como lo hacía el doctor Pedro Pons, con el mismo conocimiento. Si un día “Mire, sería capaz dominar todo esto, aque realmente un enfermo pueda decir: doctor,deestoy curado gracias haber hecho esto”. Eso te impulsaba a estudiar algunas asignaturas con más afición que otras debido a que hay algunas materias de Medicina que son de metodología médica. Dan una versión práctica en el sentido de aplicar al enfermo y en cambio hay otras cosas peores. Había asignaturas muy pesadas como Anatomía. No veías una utilidad extraordinaria en relación con lo que te hacían estudiar. Te hacían estudiar mucho y su aplicación práctica era relativa. No te enseñaban lo que había de práctico y de útil en aquella asignatura. Te lo hacían estudiar todo. Pero tampoco eran cosas negativas, eran más o menos ciertos obstáculos pero nada más. Tampoco me entristecía esto. Yo lo pasé muy bien estudiando. Ojalá pudiera seguir estudiando como entonces. Era muy indisciplinado. Era capaz de sacar una matrícula de honor y después dejar algunas materias; era una cosa u otra. Me gustaba estudiar a mi manera y esto me llevó a ciertas irregularidades. Había sacado matrícula en Biología y Psiquiatría, en otras materias notables y sobresalientes. Para no suspender una asignatura no me presentaba. Me gustaba ir alargando las cosas, porque estaba bien. Porque el día que acabes necesariamente tendrás que ponerte. No tenía mucha prisa pero cuando quise me di cuenta de que había que terminarlo, y se terminó al poco tiempo. Yo estuve estudiando aproximadamente desde 1954 a 1962, quizá fueron ocho años. Pude hacerlo en menos, pero no fue por suspender. No lo digo ahora para defender mi prestigio. Lo digo porque también teníamos en casa algunos problemas. Mi hermano tenía una óptica, estaba estudiando en Madrid y yo también, hacían que las cosas fueran tirando. Pero al final me acuerdo de que me quedaron tres quirúrgicas, que son tres asignaturas de las más difíciles, y las pasé todas en un curso. Acabé todo, y lo pasado, pasado. Estudiaba a mi manera, siempre me gustaba más lo que no tocaba, con alguna asignatura quedando pendiente. Este es el resumen de la carrera, siempre pensando en el fin y no me costaba. Cuando quería, pues bueno, no hay más remedio que estudiar Otorrinolaringología porque había examen; pues bueno, nos poníamos a estudiar y pasar a otra cosa. Siempre te irás quejando de asignaturas que al final llevaban un cierto retraso, pero está bien. Estudiaba mucho de Medicina, me preocupaba de asistir a la clase de Soriano, de Pedro Pons. Me gustaba ver a los médicos y a los enfermos, pasarles visita, y no tener que pasar un rollo de Oftalmología. Mi generación fue la primera que hizo unos estudios preuniversitarios como el COU de ahora. Yo hice ciencias pero a mí lo que me gustaban eran las letras. Me gustaban la literatura y las letras pero no ciencia. Pero me gustaba

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la parte que tiene la medicina de la psicología y de filosofía. A mí lo que me gustaba era ver al enfermo integral, me gusta la medicina psicosomática. No comprendo un órgano aislado aunque alguien dirá que no, que no es cierto, que aquel órgano pertenece a una mujer y que tiene sus especificidades. Yo no digo que no Pero yo loenhubiera visto de no unasería manera orgánica. Sihubiera tenido quesea serasí. ginecólogo este momento médico evidentemente. Si hubiera tenido que ser oftalmólogo tampoco hubiera sido médico. Quizá sí me hubiera gustado digestólogo porque es más amplio, quizá cardiólogo también. A mí lo que me gusta es tratar con el paciente y prácticamente el ochenta por ciento de los pacientes de las visitas que hago son por motivos de tipo emotivo; las enfermedades de tipo emotivo como la depresión, la ansiedad, las fobias y las somatizaciones propias de las personas en general. Al gustarme este tipo de medicina es lógico que las especialidades en sí mismas como unas técnicas y de unas exploraciones más bien mecanicistas hacen que no me gusten las especializaciones. A mí no me gusta la técnica, es un hecho mecánico, no es que las desprecie ni mucho menos, porque gracias a ellas la medicina va avanzado y tengo que utilizarlas también. Si viene un enfermo y sospechas que tiene una tumoración cerebral hay que hacerle un escáner. Si se trata de una persona que aparentemente tiene unos cálculos le vas a mandar a hacer una ecografía. Pero utilizar esto como finalidad casi única es de demagogos. Reconozco que las técnicas tienen su parte humana. Hay una anécdota sobre un médico famoso que decía: “Si tuviera un hijo inteligente sería médico, si fuera un hijo práctico sería cirujano, y si fuera tonto sería ginecólogo”. Quizá esto no se pueda decir ahora porque hay que adecuar los criterios de cada época. Pero es un poco de esto: cuatro exploraciones, cuatro cosas, patim, patam. Tal vez la idea de un médico culto sea la más adecuada. Decía un catedrático que un médico que solo sabe medicina ni medicina sabe. Esto conlleva al estudio del hombre en sí mismo. Desgraciadamente la enseñanza es deficitaria. Yo aunque haya hecho una apología de la enseñanza antes en realidad no se hacía ninguna apología. Se hacían ilusiones proyectadas por mí mismo, la enseñanza era deficitaria. El catedrático venía unos días tan solo, no pasaba todo elprograma, excepto algunos que sí se veían por la facultad. La formación médica humanista te la daban a retazos, pero carecíamos de una formación continuada. Yoaprendía algunos puntos o premisas. Pero yo he aprendido la medicina con el enfermo ya siendo médico. Cuando estudiante aprendí la nomenclatura y poca cosa más. Hay unos puntos básicos que como una especie de islotes te han servido para después desarrollar la profesión. Por ejemplo, hay fórmulas complicadas de fisiología y conceptos médicos, indudablemente los aprendí estudiando. Pero eran puntos memorísticos que después han servido para eldesarrollo funcional. Decir que cuando has terminado la carrera eres médico es muy formal. Había altibajos con algunos médicos que sí estaban. Ahora no sé cómo será pero también debe de tener ciertos defectos. Antes te basabas en la memoria

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y se acabó. Yo recuerdo que aprobé asignaturas estudiando en solo una noche; no se puede aprobar a un tío así. No eran exámenes en un sentido correcto de la palabra. El impacto más fuerte que recibí en mi formación fue con un cadáver, cuando estudiábamos técnica anatómica. Eratendido un curso quelaíbamos las tablas de autopsias. Entonces había un cadáver sobre mesa dea autopsias y me le quedé mirando un rato. Sé que este hombre habrá tenido sus ilusiones, habrá tenido también su familia, había tenido un nombre. Ahora está aquí echado con el vientre abierto con los intestinos fuera, con un color pálido y con rigidez. Esto me impactó mucho. Me dio la impresión de que no trataban bien a ese cadáver, que no se le trataba tal como debiera tratarse. Me decía: “¿Cómo lo cogen? Cortan el brazo para que estudiemos esto”. Eso era la antítesis de la medicina. Claro, yo iba con otro espíritu, no iba con el espíritu de autopsia. Respecto a los enfermos también. Recuerdo que en los años cincuenta eran unas aulas altas, de un techo alto donde a ciertas partes no había llegado nunca la luz. Se ponía a los enfermos en la misma sala. Recuerdo a una señora que tenía una ictericia (retención de la bilis, la piel adquiere un color amarillo a verde oscuro debido a la retención de un pigmento). Era una señora que tenía unos meses de no ir a la peluquería y se le veían unos filitos de pelo blanco. Pensé: “¡Cómo se ha degradado la pobre mujer!”. Me acuerdo de que un médico que llevaba a la enferma que estaba prescindiendo de ella. El señor le decía a la enferma: “Tiene este tipo de obstrucción, hay varios tipos de ictericia; hepática, prehepática o poshepática”. Desnudando el enfermo parecía que era un objeto. Me acuerdo de la mirada de aquella mujer y se le veían los ojos humedecidos. Daba la impresión de que de aquella manera no se puede tratar a un ser, como un cuerpo en el que el médico desarrolla su técnica. Estas fueron mis primeras experiencias. También está la utilización del enfermo para la enseñanza. Se le trata al enfermo como un ejemplo digno de estudio. Siendo un enfermo susceptible a muchas acciones se encuentra en una infravaloración. Haciendo ese tipo de acciones lo que se produce es hundir más al paciente. Por otro lado no quiero censurar a nadie, es como se hacía en mi época. Ahora quizá también, pero no es lo que domina. Cuando iba visitando los enfermos de cama en cama siempre veías tú que el enfermo lloraba. Eso sucedía porque el profesor llegaba y auscultaba al enfermo, pero a veces no les habían dicho ni buenos días ni buenas tardes, no se habían preocupado por él. Entonces el enfermo se siente mal; lo que desea es que le curen y le atiendan. En general dominaba el tener al enfermo como un motivo de estudio. Se podían hacer prácticas sobre el enfermo, los médicos pasaban y tocaban la barriga. Hay gente que sabía preparar a los estudiantes de Medicina. Por ejemplo se le decía al paciente: “Este chico estudia Medicina y le va a auscultar. Usted tiene una enfermedad que se la estamos curando nosotros…”. Pero de esto se ve poco. Los chicos para

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aprender necesitan auscultar para ver si hay un soplo del corazón. Esto ya es distinto porque el enfermo se siente importante y lo que le hacen es una obra altruista. Esa es la forma humana en que se hacía. Una de las cosas que más impactan es cuando el enfermo sufre. No he tenido ningún mareo pero (es he estado a punto de tenerlo. Mientras haciendo una laparoscopia un estudio con un objeto con una luz;estaban da mucha información, pero duele mucho), recuerdo que nadie se preocupaba del enfermo, con un dolor importante. Me acerqué a él y le di una palmada, le dije: “Ya estamos terminando, ha ido muy bien”. Yo era un simple alumno y no podía tocarlo. Nadie se preocupaba del sufrimiento del enfermo. Llegó un momento en que a veces sufría tanto el paciente la enfermedad y yo estuve a punto de desmayarme, suerte que había un asiento. No es siempre así esto. Un señor de unos cuarenta años tenía una cirrosis provocada por beber alcohol. Le estaban haciendo el estudio con laparoscopia, insertaron el tubo hasta la pared abdominal, se introduce aire y esto da mucho dolor. Era una exploración desprovista del contacto humano. Es el sufrimiento que siempre me ha preocupado; no se puede tolerar que se haga un daño innecesario a una persona. En las exploraciones donde hay dolor hay que ayudar un poco al enfermo, hay que mostrar interés. El dolor alerta sobre los síntomas pero se siente más el dolor cuando ves que no se atiende y ves que el enfermo sufre, pero no debiera sufrir. He visto exploraciones que no tendrían por qué ser dolorosas. Las fibroscopias son molestas pero gracias al buen hacer del médico no representan ningún trauma para el enfermo. Un tío mío era médico, era hermano de mi madre. De pequeño me gustaba ver su coche, en la puerta decía “Médico”. Así eran los coches de la época, llevaban un aviso. Me entusiasmaba ver aquello. Al principio quise ser veterinario porque me gustaban los animales. Después cuando veía una enfermedad me preguntaba: “¿Y cómo voy a solucionar esto?”. Pensé en poner un consultorio veterinario, yo era muy pequeño. Eso era lo que me gustaba a mí. Me gustaban mucho los nombres de la medicina. Cuando venía mi tío él decía palabras como “espondiartritis” y “aquilopoyético”. Eso me gustaba. También decía “espondialotrosis”; yo buscaba el sentido y el significado. También me gustaba el vocabulario médico como “hematemesis” y me preguntaba lo que quería decir, pues eran vómitos de sangre. Pensaba que estaba bien que las cosas se dijesen de otra manera, me gustaba “eufonía” respecto al lenguaje. Pero sobre todo el hecho de curar fue lo que más me llamó la atención. Pensé que humanamente era algo sensacional pasar la vida curando a la gente. Lo del coche, aunque parecen elementos secundarios o intrascendentes, influye poderosamente en lo que quieres hacer. Las vocaciones empiezan con aparentes tonterías. A mí me influyeron y siempre quise ser médico. Pasas por épocas donde quieres ser diplomático pero al final me decidí por la medicina. Estudié el bachillerato en un colegio de Hermanos Maristas. Sacaba muy buenas notas. Nunca tuve problemas porque era estudioso, pero tenía proble-

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mas con los profesores porque estudiaba libros de medicina, sobre todo de anatomía. Pero comprendían que tampoco era malo en sí. Nunca llegaron a castigarme, pero sí a advertirme de que era la hora de Matemáticas y no de Fisiología. Me parece que en el fondo los maristas se reían por debajo de las narices; en elRecuerdo fondo les que gustaba que llegué tuvieraa esta dedicación, pero tenían que reprimirme. cuando la carrera ya prácticamente me sabía todo de memoria por los vocabularios. Si preguntaban “¿Qué es un enfisema?”, pues yo me lo sabía todo. A veces no lo comprendía, pero sabía casi todos los nombres y nominaciones. A pesar de haber estudiado tanto en librajos (los libros que había leído desde niño de trece o catorce años) recordaba mejor lo que antes ya había leído. Lo que pasaba era que durante la carrera no se llegaba con tanta profundidad con el mismo entusiasmo. He pasado por la muerte de mis padres y yo ya era médico. Mi madre concretamente tuvo una neoplasia de útero que se trató precozmente pero vivió poco. En este caso siempre me alegré de ser médico. En un principio operamos a mi madre sin saber que era un tumor. Había algo en la matriz, y al operar ya se vio que había un tumor, más precoz no podía ser. Gracias a que era médico pude tratar los dolores que tenía, que eran muy fuertes. El cáncer se había propagado por la columna vertebral y pillaba los nervios. Eso le producía un gran malestar y si no hubiera habido un médico no sé cómo hubiera podido vivir; eran dolores atroces. Ahora también fue un sentimiento de impotencia: ver que no podía solucionar un caso tan precoz. Hay un antagonismo entre la impotencia y el beneficio de ser médico y poder ayudar. Mi padre también tuvo un tumor pero en el suelo de la lengua; murió al cabo de tres años. Gracias a que fui médico les pude ayudar dentro de todo. Te das cuenta de que la medicina tiene unos límites que no se pueden traspasar. Mis padres teniendo su enfermedad pudieron vivir durante años. Mi padre vivió tres años y mi madre unos cuatro años y pico. Me parece que vivieran más gracias a los cuidados. A mi madre la dieron por muerta en el hospital, nos la trajimos a casa ya preparando las cosas para la muerte. Pensé: “Vas a intentar una serie de cosas”. Me pareció que mi madre había hecho una parálisis intestinal que era momentánea, y que si se le hidrataba otra vez y se le daba una serie de medicamentos la podía curar. Efectivamente al cabo de 48 horas con un tratamiento de sueros y unas sustancias activaron otra vez el intestino y así vivió tres años y pico. De otra manera hubiera muerto en el hospital ya que la daban prácticamente por muerta. También en una clínica famosa de Barcelona ingresamos a mi madre ya casi al final. Nos dijeron que había pocas posibilidades, se estaba ahogando, tenía manías. Yo fui enseguida y descubrí que tenía un edema de pulmón y, claro, se estaba muriendo. Al aplicar el medicamento se mejoró, todo esto gracias a que era médico y poder asistir. Esto no se le había ocurrido a los médicos, y si no hubieran hecho nada se hubiera muerto aquel día. Estas son las enfermedades más graves que he tenido desde el punto de vista de mi familia.

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Mi padre murió de una manera natural, en el sentido de que su enfermedad había llegado a un estado de muy grave: un estado de shock circulatorio por inanición. Llega un momento en que, por más que le des al cuerpo, no sirve de nada, murió por su vía natural. Mi madre tenía unos sufrimientos horrorosos; yo sabíaa lo que tenía y continuamente le daba calmantes las neuralgias. Debido que le afectaba el riñón, empezaba a hacer crisispara de edema de pulmón y quedaba como bañada en su propia sangre. Tenía una insuficiencia producida por la sangre que queda estancada en el pulmón. Es una situación que es mortal si no se soluciona. Tuvo varias crisis de estas. Los medicamentos que le dábamos eran diuréticos; estrofantina, que es lo que se daba, y teofilina (sustancia para los nervios). Con unos diuréticos fuertes lo solucionábamos y, cada vez, esta mujer salía de esta crisis. Un día mi madre me pidió que si tenía una crisis de este tipo que la dejara tranquila y que no actuara. En un principio no le hice caso, pero llegó un momento en que sí le hice caso a su petición y dejé que se fuera. Tendríamos que hablar de eutanasia pasiva. Ver hasta qué punto se puede juzgar no lo sé, pero el hecho es este. Rigurosamente es cierto que me pidió mi madre varias veces y yo pensé que mientras había vida para tiempo tenía que solucionarlo. Pero llegó un momento que ya no pasaba de ahí, si hubiera actuado como otras veces no sé cuánto hubiera vivido. En este caso sí que tendríamos que hablar de eutanasia pasiva. No he tenido jamás ningún remordimiento. Mi madre me dijo que cuando se muriera que destapara una botella de champagne “porque yo seré la mujer más feliz del mundo”. Hay quien piensa que pasan estas cosas cuando alguien va a morir y se piensa que son unas tonterías. ¡Qué poco saben de esto! Yo creo que hay que individualizarlo. Las instituciones actúan de una manera o de otra, pero hay que precisar con cada enfermo y sobre todo si es un familiar. Hay que actuar según se presentan las situaciones. A veces se piensa que una persona estará bien hospitalizada y no lo está. Esa fue la primera vez que tuve una experiencia de este tipo. Cada caso es diferente, hay que individualizar. Tienes que enfrentarte con tu propia conciencia y esperar que te lleve a actuar lo mejor posible. Dar lo mejor posible la información, no solo es el concepto puramente espiritual sino también técnico y práctico. Dar la máxima información posible aunque hay una frontera que no se puede traspasar. El médico sabe que tiene que actuar en esos momentos, sabe que hay situaciones que no tienen explicación. Son situaciones que no se pueden explicar en forma de palabras, no se pueden comprender. Yo quedé con la muerte de mi madre averiado, pero lo vi clarísimo. Si me hubieran mandado a la cárcel, sí que hubiera estado preocupado, pero no me arrepentiría. En situaciones tal vez no tan nítidas en personas mayores se nos pedía que en caso de situación grave no hiciéramos más allá de lo que se pudiese hacer en el domicilio. Esto tiene cierta semejanza con la situación de mi madre. Eran persona mayores que te pedían: “No me ingresen, no hagan nada. Si

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acaba aquí la historia pues se acaba aquí”. Esto sí que lo hemos hecho. Quizá algunas de estas personas si hubieran ido al hospital tal vez no se hubieran muerto antes. También he actuado en este sentido y he respetado. En estos casos hay que cubrir con mucho entusiasmo al enfermo y atenderlo de una manera más explícitaen que nunca. Tratar de que no“Tal sufra. llegaba un momento que no podía hacer máselyenfermo les decía: vezTambién si le ingresáramos podríamos hacer esto. Poner un pulmón de acero, una hemodiálisis. Quizá esto mejoraría parcialmente”. Pero son situaciones en que sabes que va a morir el enfermo. Hay situaciones en que el enfermo ha pedido que no hiciéramos nada y he tenido que exigir que sí, que sí se hiciera porque estaba claro que el enfermo se podía curar, al menos vivir mucho tiempo. Que no se crea que hay un criterio, esto se impone en el momento, que el curso de la enfermedad puede ser fatal. Hay casos en que el enfermo está condenado a morir, que se está en fase terminal y ponerlo en el hospital supone una supervivencia de unos días. Hay otros casos en que podemos aliviar los síntomas y que puede vivir esa persona en buenas condiciones. En estas situaciones me impondría aunque el enfermo me hubiera dicho que no lo ingresara. Después incluso recibes la satisfacción del enfermo. Yo lo que hago ahora es Medicina. Tengo una parte de medicina general, pero veo enfermos para todo; mujeres que tienen una neo o simplemente porque la mujer ha tenido la regla. Si son situaciones específicas ya se van los enfermos con el especialista, pero también llego a tener casos de este tipo. Pero sobre todo los enfermos me han clasificado mucho dentro de la medicina psicosomática. El 80 por ciento de los enfermos que recibo son psicosomáticos. Suelen ser depresiones. Hay quien también viene a hacerse una revisión porque hay una úlcera de estómago. Si veo que la cosa puede mejorar la mando al digestólogo. También lo que hago es orientar; me piden consejos sobre una enfermedad. Con el tiempo me he ido limitando en el campo psicosomático, entonces la gente te recuerda porque aquí se curan las depresiones. También hay gente que me consulta años y años por la diarrea, una pulmonía. A la gente nueva le recomiendan que venga si está con una depresión. Esto es porque creo en la medicina más integral. Ahora, es imposible atender a todos los deprimidos; y también hay veces que hay que enviar a un psiquiatra. La depresión se manifiesta también en forma enmascarada, es decir, a partir de síntomas físicos. Entonces el médico tiene que estar preparado para esto: miramos la presión, el colesterol, le sometemos a interrogatorio. Porque es muy grave que te venga un enfermo que está muy deprimido y que esté a 24 de presión, pues puede morir al cabo de 48 horas. Antes de dar el tratamiento farmacológico hay que saber cómo está el hígado, hay que entender lo suficiente para catalogar su estado. Yo creo que esto es integral. Un enfermo que viene exclusivamente por una depresión siempre le visitamos y puede tener sus problemas. Hay otro médico que trabaja conmigo y hacemos este tipo de trabajo.

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Yo tengo tres hijas. Ninguna se dedica a la medicina pero hacen otra cosa que también me gusta mucho, que es el teatro. Siempre he hecho teatro y he formado parte de un grupo de teatro desde pequeño. Ahora mismo estamos haciendo una obra con este grupo de teatro. En esta obra participo como director y como ha hecho que dedel mis hijas Tal se hiciese profesional del teatro. Por actor. lo vistoEsto les influyó más launa parte teatro. vez se debió a que la medicina es bastante dura y muy sacrificada. Una de mis hijas es profesional, estuvo en Barcelona estudiando y ahora actúa en un teatro importante de Barcelona. Ahora prepara una obra de teatro. La otra hija es periodista y la tercera trabaja. No tengo ningún hijo. Pensaron que en medicina tenían que sacrificarse mucho. Estoy convencido de que hay que elegir libremente. Me alegró que la primera de mis hijas hiciese teatro porque quieras o no los padres influyeron en ella. Te das cuenta de que de algo sirve haber enseñado una cosa. Mi enfermedad empezó en 1986. He gozado de buena salud, no han sido cosas serias, siempre me encontré bien. He tenido mucho trabajo, quizá me he metido excesivamente en el trabajo, todas las responsabilidades y he tenido suerte. Claro, la gente ha exigido mucho personalmente, en el sentido de que cuando va a un médico se encuentra en una situación de demanda urgente. Esto ha influido mucho en que yo tuviera un cáncer en 1986. Quizá influyan otras cosas; podía haber sido el nivel de colesterol. Primero tuve el infarto. Estuve 25 días en el hospital. Por lo visto era muy grave; digo por lo visto porque yo en aquel momento sabía que era grave, pero no lo percibes como tal. En aquel momento que tú sabes perfectamente “tuve un infarto”, en un tanto por ciento elevado se determina la muerte súbita. Como te encuentras muy mal y tienes un dolor muy fuerte, la visión de la situación es muy estática, no se piensa a ver qué va a pasar después; piensas solo en aquel momento. Es curioso, es como si se parara la vida, estás en foto fija. Piensas que no estás muriendo; no, es un pensamiento muy difuso. No te viene a la cabeza pensar la cantidad de complicaciones que hay y lo que te puede pasar, porque no es muy importante la muerte en aquel momento. Es curioso, pero no es la muerte lo que te preocupa. Es aquel estado que tienes de dolor que no se soporta, es insoportable y muy difícil. Van pasando los minutos entre que te alivian y te pasa una cosa y otra. Pero no piensas en la muerte. No es motivo de pensamiento ni de temor. No me preocupaba morir. Sí que llegué a pensar que podía morirme, pero lo importante es el hecho de que estás viendo la enfermedad que causa un dolor tremendo y que hay que superar aquello porque no se aguanta. Eso te impide hacer pensamientos coherentes, quizá un retazo de pensamientos de que te puedes morir, eres muy joven, y dejas familia. Tienes dolor pero tienes un instinto de conservación que te dice que no estás entre los que se mueren. Posteriormente al problema del corazón me di cuenta de que me estreñí y tuve un trastorno de evacuación. Después vi que salía un poco de sangre y pen-

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sé: aquí hay alguna obstrucción. Me hicieron una laparoscopia a diez centímetros del ano y encontraron un tumor maligno, un carcinoma. Me dijeron: “Tenemos que operarte”. Tuvieron que tomar algunas precauciones porque había pasado un infarto en 1986. En mayo de 1987 me operaron del cáncer. Después estequietecito tiempo, cuando han pasadode seis el tumor desaparecido o estáde muy el pobre. Después la años, operación me ha informaron de cómo había ido. No hubo metástasis. Tampoco exigía nada; estuve calladito, pensaba: “Ya me lo dirán”. Pienso que es muy grave que el médico tenga que comunicar que la enfermedad es incurable. Te dan lástima los que tienen que morir, pero también piensas: “Si estos tienen una información negativa, pobres, ¿cómo te lo van a decir?”. Porque van a pasar un mal rato para decirte esto. Yo procuré no preguntar nada, ni exigir nada. Lo mejor era no ponerlos en aprietos; ellos ya te lo dirán. Después me demostraron que no había ningún ganglio afectado. Fueron dos enfermedades que me podían haber matado. Han pasado seis años de una y seis y medio de otra, y he sobrevivido. Los primeros síntomas del infarto fueron el 23 de octubrede 1986, un lunes. El viernes, cuando venía hacia el consultorio a las cuatro de la tarde, tuve un dolor muy suave pero muy evidente de isquemia coronaria. Tuve un dolor que no había tenido nunca pero de tanto estudiarlo también llegas a saberlo. Me vino un sudor frío y un dolor suave pero significativo. Le dije a mi mujer: “Me parece que tengo una angina de pecho”. “No, hombre, ¿cómo vas a tener una angina de pecho?”. Cuando me paré era solo un dolor y esto tiene mucha relación. Enseguida mi mujer telefoneó a un cardiólogo y acordamos que aquel mismo día lo iba a visitar. Al cardiólogo fui a pie, ya no tenía dolor, me sentía bien. Hay que reconocer que entoncestenía el estómago vacío: cuando tienes el estómago lleno es un desencadenante del dolor. Habían pasado varias horas desde que había comido. Era muy distinto del momento en que había tenido el primer dolor porque hacía poco que había comido y medesencadenaba más el dolor. El cardiólogo me visitó y me dijo: “No te preocupes que estás perfectamente bien”. En ese momento piensas que aquel dolor que yo tenía era una isquemia coronaria. Pero como la ciencia decía que no, pues seguro que no. Aunque estaba convencido de haber tenidola isquemia coronaria. El sábado tuve muchos dolores y me propusieron hacer unos estudios el martes. El lunes, un día antes de las pruebas, mientras estaba visitando aquí en mi consultorio de golpe y porrazo ya tuve un dolor gravísimo. Tuve que quedarme quieto con el dolor. Me retiré de donde estaba atendiendo y fui con mi mujer. Me preguntó: “¿Qué te pasa?”. “Creo que me ha dado un infarto”. Tuve la suerte de tomar un taxi e ir al cardiólogo. El cardiólogo se puso peor que yo. Me echaron en la cama y vi que me miraban desde dentro. Era un claro síntoma de que estaba comprobando si seguía con vida. Incluso a mi mujer le dijeron que me estaba muriendo. Pero en ese momento no piensas que te estés muriendo; al final no pasa nada con morirse. Lo importante es la situación de emergencia que tienes.

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Primero me ingresaron en el hospital de aquí. Antes había ido a un consultorio privado que fue desde donde me trasladaron a la clínica. Fue con el mismo amigo que antes me había dicho que estaba bien. La verdad es que debí tomar una ambulancia desde mi consultorio, pero tomé un taxi y me fui al consultorio de mi amigo. de alauna clínica me de tuvo que recoger una hice ambulancia especializada para Luego llevarme clínica Barcelona. Lo que no se lo aconsejaría a nadie. Quizá actué así porque como somos muy amigos del cardiólogo y te sientes muy amparado… En el hospital te metes en un túnel y ahí vete a saber qué pasa. Pensé que era mejor individualizar la cosa. El doctor con el que fui es además catedrático, es un gran médico. Yo lo que quería era estar con él. Sabía que a partir de él las cosas se iban a organizar bien. También pienso que fue una habilidad de mi parte implicando a este médico, así la cosa iría muy bien. Ahora lo digo en frío, como tiempo pasado. El problema no es morirse solo sino estúpidamente. Si has visitado un médico que ya conoces depositas toda tu confianza. En caso de muerte está más justificado. Es un hecho que el médico protege al paciente, pero en el hospital no sabes con quién llegas, es un monstruo. El hospital no es un lugar de protección, no sabes que salva te va a coger. Cuando estuve enfermo no me esperé a la ambulancia, me tomé el taxi y me fui con mi amigo. Desde un punto de vista médico eso es una imprudencia. Me costó mucho bajar la escalera, no es que no pudiera movilizarme, pero te da ese síntoma famoso de estado de quietud: “No hagas ningún esfuerzo porque el corazón está sufriendo”. Busqué la protección individual. Pasar a ser enfermo es un mundo totalmente distinto. En aquel momento no piensas en cosas médicas. En el primer trayecto de mi consultorio al consultorio de mi amigo estás centrado en el dolor, prevalece el pensamiento de que no vas a soportar aquello. Es una situación nueva en donde no sabes si lo vas a poder soportar. Vas soportando una y otra vez, así es la vida. Pensamientos de que, cuidado, que tienes esto y te puedes morir aparecen más tarde, cuando te han solucionado el dolor. Encontrándote mejor, también piensas que tu caso se va a curar. Luego ya es más fácil cuando estaba en el hospital de Barcelona; estás muy bien y sí que empiezas a ver que no haya quedado ninguna lesión, y cómo ha quedado la fuerza ventricular. Esto ya está dentro de un pensamiento lógico, pero ya muy tarde. Te vas metiendo después. Siempre utilizas el conocimiento médico y te notas como una cosa distinta. Utilizas los conocimientos médicos pero poco. Por ejemplo tuve un dolor muy fuerte y a un médico que estaba de guardia que me estaba vigilando cuando estaba en cuidados intensivos yo le dije: “Tengo un dolor muy fuerte como si fuera una pericarditis”. Fue la única vez que intervine sin darme cuenta. Otro paciente hubiera dicho: “Doctor, tengo unos pinchazos aquí”. Utilicé inconscientemente un concepto médico. No me preocupé de si iba a estar enfermo o no. Después, conforme te van haciendo pruebas, ves cómo has quedado; entras a ser un enfermo abandona-

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do. “¿Cómo voy a quedar yo, si esto se va a repetir?”. Pero en el momento no lo piensas, sientes. El pensamiento está en foto fija. Estás con unos pocos movimientos y, después, ya vas pensando. Luego empiezan algunas intrigas como: ¿qué es lo que te pone el médico? Pero también piensas que si se ha acabado la vida ganas pues bien, se acabó. Jamás pregunté: “¿Qué,ycómo va esto?”. Todos tenemos de vivir pero yo soy un poco fatalista si llega el momento, mejor. El tumor me preocupó, pero tampoco tanto. Cuando fui para el primer hospital, ya me esperaban; me recogió una ambulancia de Sabadell. Es una ambulancia especializada en enfermedades cardiacas. Llegué al hospital y ya conocía a los médicos. Llegué consciente. Te da un poco de alegría provocada por los opiáceos. Estaba preocupado por el dolor, pero no exigí ningún calmante porque, como me vi atendido, estaba tranquilo. Veía que la gente se movía y si me moría, pues me moría con todo y dolor. Todo el proceso entre el hospital y Barcelona era que yo iba viviendo. Ir viviendo y viendo que se estaban haciendo cosas me dejaba tranquilo. Me encontraba humanamente bien porque tenía mucha gente atendiéndome. En ese momento no lo piensas. Es como el torero, no puede estar pensando en la familia mientras está toreando porque sino el toro le cogería. Además tienes una visión muy circunscrita viendo la situación en sí sin que pienses mucho. Tu mente está ocupada por lo que estás sintiendo en ese momento. De igual forma el enfermo siente de forma real su enfermedad. Será después cuando tendrá que adoptar decisiones si es que va a quedar inválido y tiene que seguir un tratamiento. Esto se ve muy escalonadamente. Es una situación circunscrita al hecho en sí pero lo que realmente te tranquiliza es el hecho de estar vivo, comer y dormir es muy importante. También que te den apoyo. Es diferente que un doctor venga y te dé la mano, y otro que solo te revisa. Cuando el enfermo dice que al entrar por la puerta ya se encuentra bien yo decía: “Hombre, no será para tanto”. Después me di cuenta de que sí, ¡y tanto que es verdad! Esa mano que te dan te da alivio, es algo serio. Aquel día que me miraron y me preguntaron: “¿Cómo se encuentra, doctor, ya está mejor?”. Contestaba: “Parece que sí”. “¿Quiere que le tapen un poco?”. Qué bien te encuentras sintiendo esto. Es una sensación tan reconfortante el que haya otro ser que se está preocupando… El médico le da poca importancia porque cada día está haciendo lo mismo. El dolor tiene que ver mucho con el estado de ánimo, aparte de motivos fisiológicos. No quiero decir que se tenga que sobreproteger, que tampoco me gusta. Recuerdo un compañero que me venía a ver y casi no me dijo nada, en cambio creo que se comportó estupendamente. Tan pronto tenía algo de dolor corría para decirme: “No ha pasado nada”. Esa actividad daba una tranquilidad tremenda. La ambulancia fue una situación un poco cómica. Me hacía reír; es el humor del condenado a muerte. Tienes un pensamiento que es distinto del pensamiento habitual, estás más cínico. Cambias de humor, situaciones trágicas se convierten en cómicas. Piensas que no es para tanto, que no va a pasar nada.

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Están algunos medicamentos como los opiáceos que te cambian la conciencia. En ese momento vas pensando en los lugares por los que vas pasando, primero la ambulancia: “Me siento cómodo, estoy bien”. Yo creo que es una etapa regresiva, buscas el bienestar. No me encontraba bien y deseaba recuperarme. estar y, como estaba ya estabavafeliz. El pensamiento Deseaba no va más allá.bien Te das cuenta que locómodo, más importante a venir luego. Tu pensamiento gira en torno del bienestar. Yo iba en la ambulancia solo, y mi esposa y mi hermano venían en taxi detrás. La ambulancia se puso a correr porque querían hacerlo pero yo estaba bien. Yo les dije que tuvieran cuidado y “Avisad a los de atrás que se van a preocupar”. A mí me dijeron: “No se preocupe, doctor, vamos a correr más porque estamos en la autopista”. “Pero cuidado con los de atrás que se van a preocupar”. “No se preocupe, doctor, que nosotros les vamos a hacer una señal”. Pensé que igual nos pasaba algo por correr. Pero es un estado de pam pam pam, no hay lugar al pensamiento. Una vez que llegué al hospital de Barcelona me pusieron en una sala junto con otros enfermos. Supongo que era urgencias, pero como estás mal no me atrevía a levantar mucho la cabeza. Enseguida me atendieron. Te hacen algunas preguntas como en qué trabajas, de dónde vienes. Me pusieron un calmante para el dolor. Mi pensamiento rondaba sobre lo que me iban a hacer. No me cuestionaba la muerte. En esta fase te atienden, te vas sintiendo mejor. Alguien viene y te distrae con lo que hace. Después de urgencias entré a la unidad de cuidados intensivos. Estuve cuatro días en cuidados intensivos que es la fase aguda. Ahí me encontré mal; me dolía mucho pero nunca se complicó, y siempre tuve conciencia de esto. Nunca tuve conciencia de que moriría. Siempre pensé que era un dolor propio del infarto, que el miocardio estaba lesionado y que eso dolía mucho. Pensaba que pasarían unos días y se acabaría. El brazo izquierdo me dolía mucho, pensaba que si en ese momento me dijeran “Doctor, le vamos a cortar el brazo, piense que se va a quedar sin brazo por toda la vida”, yo pensé que sí, que me lo cortaran. Esto lo tenía segurísimo, si pudiera tener esa solución. Yo ya sabía que iba a pasar esto, pero cuando sufres quieres terminar. El dolor también está relacionado con esa parte infantil de reacción, tomas la función del dolor. Entonces como el dolor es lo más importante que tienes lo que quieres es solucionarlo y toda tu energía se centra en ese dolor. Lo das todo por ese dolor. Como el sufrimiento es lo más importante entonces lo más importante es solucionarlo. Pero también recuerdo que si me hubieran dicho que me cortaban yo hubiera dicho: “Corta, corta”. Pero también me imaginaba a mi padre diciendo: “No seas tonto que el dolor se te quita pero si te cortan el brazo no lo recuperas nunca”. Tenía que tener mucho dolor para pensar en esto. Después vino una enfermera que me explicó que ese dolor se me iba a pasar. Me pusieron baños de agua caliente: “No se preocupe, doctor, que con esto se le va a pasar”. Al cabo de media hora ya se me habían pasado todos los dolores. Estaba muy orgulloso de que mi cuerpo reaccionara bien. Después

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mi mujer me dijo que estaba muy grave y que yo no me había dado cuenta: “El médico me dijo que te morías, me dijo que tendrían que pasar 48 horas para saber el pronóstico. Pasaste por una fase peligrosa”. Parecía como si todo eso se lo explicaran a otro enfermo; como todo ya había pasado es como si fuera problema de otro. Pensé que estaba mal pero no reparas demasiado eneso. Yo hubiera sufrido mucho si se hubiera tratado de un familiar, mi mujer o mis hijas. Si se trata de un familiar lo vives con mucha más intensidad. Pero como era yo mismo el que estaba enfermo, pues bueno. Mi esposa no es médica ni sanitaria, atiende las visitas y nada más. Estuve hospitalizado 25 días en Barcelona. Lo pasé muy bien. La primera persona que tuve de compañero fue un señor que había hecho de acomodador en un teatro de revista. Me pareció estupendo, duró un par de semanas. El siguiente fue un escritor, había sido escritor delTBO. Hablamos de muchas anécdotas, había conocido a muchos escritores, yo la pasaba a lo grande. Casi casi me supo mal marcharme. La televisión, la comida, el cacao en la mesa…, me la pasé bien. Me quedé en el hospital todo ese tiempo porque me dijeron que tenía ciclos de isquemia. También me dijeron: “Hasta que la cosa no quede bien clara usted no sale de aquí”. Después se comprobó que estaba muy bien, que todas las arterias coronarias estaban bien. Me dijeron que no tenían que operar pero sí que había que hacer una coronariografía o una angioplastia. Un médico del hospital muy avezado me dijo: “No te preocupes; después del infarto siempre queda una zona de isquemia y no tiene nada que ver. Esto se te va a curar en pocos días. No tenemos que hacerte nada más”. No tuvieron que introducir ni líquidos ni instrumentos de ningún tipo. Queda una cicatriz cuando se va el dolor, a veces hay una disminución de la contracción del corazón. Hay una cuantificación de esto y yo quedé en un grado que quedó bien. Quizá sea bueno que no me apunte a un maratón; no puedo correr pero estoy perfectamente bien. Debo cuidar el peso, no aumentar más de cinco kilos del peso que ya tengo. No debo de comer cosas grasosas, pero esto ya se sabe. Tampoco es difícil seguir estas indicaciones. Hay quien dice que no come algo porque no le gusta y no se trata de eso. Lo importante es que sea nutritivo. Si aparte te gusta, pues qué mejor. Hay una diferencia fundamental entre la primera enfermedad y la segunda. Una fue aguda; la segunda me fui dando cuenta poco a poco, me fui preparando. Primero el sangrado, después ir al digestólogo que me dijo que no había otro remedio que hacer la colonoscopia. Miré los resultados y vi que a veinte centímetros había un tumor. El médico de primeras se quedó peor que yo. Vi que el hombre cogía las pinzas para la biopsia. Yo le dije: “Si quieres ya no me lo digas, porque ya me he dado cuenta”. Me dijo que había que operar y yo le dije que cuando quisiera. La situación es completamente distinta a la anterior, hay evidencia de muerte, sorpresa, esto no me causaba ningún dolor. Sabes que no es solo la enfermedad sino que puedes pasar por todo un calvario. Pero tienes la esperanza de que no va a ser así. Primero la colonoscopia,

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la visión directa, la biopsia, esperar los análisis para ver si esto está diseminado o no. Se van creando una serie de tensiones que te deprimes. Piensas si vas a poder seguir trabajando porque en el análisis puede salir que hay metástasis en el hígado. Sabía que a partir de aquí la vida es muy corta. Pero en esos momentos tan graves te aferras tanto a la vida. tan importante la vida!, que esto te ayuda a vivir. El hecho de sentir tanto¡Es la vida te da estímulo para seguir. Todo eso te ayuda a soportar la incertidumbre. También puedo decir que depende de cada persona elenfrentamiento con la muerte. Tienes una persona que dice: “Igual me muero y se acabó”. Me fui enterando de que en los análisis estaba bien. Me hicieron una prueba muy importante que se llama antígeno-carcinoembrionario, y resultó negativa. Cuando sale negativa supone que el tumor está localizado. Es cierto que antes de la operación te puedes morir, sabes que se van a meter con el intestino bajo, que te van a quitar dos centímetros. Luego vas pensando con lo que te va pasando: primero tienes la operación por encima, después el resultado de la operación. Vas pensando por fases. Después, cuando desperté, miras si tienes algo contra natura. Pero después de la anestesia no tienes fuerzas. Enseguida me lo dijeron: “Doctor, ha ido estupendo esto”. Recuerdo que había uno que estaba entubado por todas partes; en la yugular. Me dije: “¡Madre mía, pero mira este hombre cómo está, tubos por todas partes, hasta en la yugular!”. Luego ya vi que yo llevaba exactamente los mismos tubos que el otro, lo cual me provocó la risa. De los demás te das cuenta pero de timismo no. La operación fue muy bien,tienes la impresión de estar en un examen; de si te han aprobado o no. No te engañas; se soporta bien. Influyó que los análisis anteriores salieran bien. No hay que engañar aunque, cuidado, hay que decir bien las cosas. Se debe conocer el carácter. Me tuvieron que hacer quimioterapia, pero muy suave. El tumor había atravesado parte del intestino, había una posibilidad remota del 20 por ciento de que alguna célula maligna hubiera quedado por ahí. El cirujano me dijo: “No hay necesidad de hacer quimioterapia, yo te lo he extirpado bien”. Pero una neoplásica se pudo haber escapado y entonces con estas cápsulas el 20 por ciento que te queda se soluciona. Entonces el cirujano lo dijo bien para que no hubiera problemas. Me dijeron que había que esperar un par de años para ver si no volvía a aparecer. Yo me lo tomé muy bien; si es solo el 20 por ciento, no había de qué preocuparse. El estado de ánimo es importante incluso para curar enfermedades orgánicas. Estoy convencido de que una depresión es capaz de provocar una enfermedad. No se puede decir que sea la causa principal, pero hay que tener cuidado. He aprendido la importancia que tiene el médico para atender a los pacientes, dar una frase cariñosa. Me doy cuenta de que antes de que me sucedieran las enfermedades ya tenía cuidado en el trato con los enfermos. Sí que es cierto que aquella enfermedad que te ha podido matar le da más importancia a cosas a las que no les había dedicado tiempo. Ahora salgo a pasear en lanaturaleza, hablar con los amigos, hablar con la familia. Me ha hecho más feliz este tiempo.

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Es muy difícil ser un buen enfermo; a todo el mundo le es difícil. Si el médico trata de entrometerse con sus conocimientos en su propio diagnóstico y sobre todo en los tratamientos y las decisiones, entonces esto va para mal. Es cierto que los médicos-enfermos pueden entorpecer la labor de los compañeros. Depende detuve la personalidad del médico como o como En mi caso me que enterar pero no utilicé mihombre, conocimiento enmédico. contra. Creo que el médico-enfermo colabora más. Cuando un médico está enfermo es un poco pintoresco. En general yo creo que un médico es un buen enfermo. Pero si un médico es un mal enfermo, es lo peor que puede haber en el mundo. Lo hace con tal intensidad que parece que lo abarca todo, pero estadísticamente el médico es un buen enfermo. De los veinte médicos enfermos que yo he conocido puedo decir que dieciocho eran magníficos enfermos. Colaboran y ni quieren saber lo que estaban tomando. Pero en dos casos me he encontrado con lo peor de este mundo; acabas discutiendo por todo y quieres mandarlo con alguien que lo soporte. El conocimiento te ayuda a enfrentar el miedo irracional; te ayuda a pensar y a colaborar con el médico».

Autobiografía introspectiva «Han bastado dieciocho años [mi edad actual] para llegar al propio convencimiento casi categórico de que no soy feliz y de que verdaderamente nadie podrá serlo jamás mientras nuestra querida Humanidad se obstine en mantener su posición fatal dentro del realismo ingenuo, cultivado y ficticio. Esta felicidad, en sentido absoluto, está lejos de los fenómenos superfluos y notables de nuestra civilización. Es la superación definitiva y perniciosa de todas las limitaciones actuales que privan a cada individuo humano de su expansionismo liberal, condenándonos a una patria social progresista, a una permanente anulación personal. Esta felicidad podría ser el ofrecer toda una vida al intento, quizá infructuoso, de avanzar por nosotros mismos, en favor de nuestra esencia, interrumpiendo esa seguridad pasiva, esa firmeza psicológica e infundada, que nos ha enseñado el ciclo cultural y social de vida. ¿Felicidad? Ha sido definida social e interesadamente como una seguridad de vida, bienestar prolongado, satisfacción. Es la recompensa por ese orbitar dependiente del ser humano sujeto a las leyes de gravitación impuestas por la comunidad civil. Esta concepción algo alejada de mi realidad está consagrada por la ideología actualizada, alabando el conductismo posmoderno establecido tras la reciente revolución social. Nuestra sociedad confunde felicidad con uno de los medios imprescindibles para conseguirla: el placer. La verdadera felicidad, contraria a dicha definición, ha sido comúnmente calificada de protervo egoísmo, sin tener en cuenta que no favorece la pavorosa disgregación social. La tendencia eudemonista nunca ha pretendido ser antisocial; ahora

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bien, eso no quiere decir que ella en sí misma no defienda las bases de la evolución humana. Impide, de hecho, que los seres humanos participen de una razón ordinariamente impropia, llevados de una manera complaciente por directrices tradicionales. Para que esta plena felicidad sea factible, la persona no debeel obedecer los efectos de unaen conducta pública que busca exclusivamente deleite físico. Debe luchar contra de un comportamiento social catalogado dentro de una jerarquía general. ¿En qué ámbito podemos hallar la citada felicidad? ¿Cómo se puede atrapar sin desfallecer en el intento? ¿Por qué algunos filósofos han alabado la felicidad, y otros, ante la imposibilidad de poseerte, te han mancillado despiadadamente? Son ya dieciocho años y hasta el momento, carezco de certeza sobre la felicidad eterna. Son ya dieciocho años de existencia, tras los cuales he sido objeto de cambio personal, de desarrollo social y cultural. Me veo afectado por el desenvolvimiento histórico, mezquino en comparación con otros ciclos mayores de la historia. Ha habido cambios que alteraron mi moral y entusiasmo intelectual. Dieciocho años transcurridos entre lamentos y alegrías. Dieciocho años tras los cuales aún desconozco si he vivido todo lo que tenía que descubrir, si he pensado sobre todo lo que podía alcanzar o si soy consciente de lo que se me ha permitido expresar. Dieciocho años y aún no sé si he sucumbido inexorablemente ante este arduo y egoísta reto de ser especial, de querer alcanzar metas jamás imaginadas y descubiertas más que por unos pocos, unos bien pocos. Muchos sueños ya los he alcanzado. Estos han dejado de ser deseos; constituyen ahora experiencias y logros personales, triunfos nimios y a veces absurdos, que difícilmente puedo entender por qué significaron tanto para mí. Otras aspiraciones se han ido quedando en la trayectoria: ilusiones cuidadosamente censuradas por los mandamientos sociales todavía ocultos, pero transmitidos de generación en generación. No obstante, otras ambiciones existenciales llegarán a su fin manipuladas, eso sí, por mecanismos invisibles que serpentean entre las oquedades de la estructura social y los fundamentos morales construidos piedra a piedra. Son sueños que se harán realidad con voluntad, mucho esfuerzo y mucha suerte, sueños que no deberían morder el fruto cultural de muchos siglos de humanidad en ningún momento. Sueños que han de ser puros y libres. Espero que así lo sean. Ahora bien, mundo mentidero y cruel, lo más importante es que a pesar de los golpes bajos que me hicieron tal y como soy, y de la monotonía enloquecedora de ciertas épocas de mi vida; a pesar de las aflicciones y arrepentimientos continuos, y de la inseguridad que difuminaba constante y sagaz la línea que separa mi personalidad de la condescendencia social; a pesar de ello, sigo teniendo esperanza en los sueños. Aún puedo advertir que en mí persiste un instinto humano, tal vez una aspiración sobrenatural, divina. Es algo que poco a poco se ha ido convirtiendo en una de las armas dinámicas del ser humano. En mí perdura una capacidad infinita de soñar, de provocar la génesis continua y eterna de pensamientos portentosos, una potencial fuerza suscep-

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tible de borrar por unos momentos la realidad, una potencialidad gracias a la cual se convierte en lícito el romper con la realidad, el intentar ir más allá del simple aceptar lo mero y existente. Evitar dejarse adaptar al mundo exterior: rompiendo con las cadenas adquiridas, para poder descubrir objetivamente el srcen y un finmi metafísico para poder la encontrar lo verdadero. es ciertamente ambiciónhumano, por poder penetrar sensibilidad novedosaEsta y saborear las esencias ideales de la vida humana. Todavía puedo imaginarme transformando los sustentáculos usuales de la sociedad, esquivando las imposiciones marcadas por un materialismo teatral y una cultura bruja en mí, individuo que aspira, para bien o para mal, a la autosuficiencia real y vital. No sé si esta autosuficiencia existe o no es más que un proyecto racional irreal. No sé si esta aportará como resultado la felicidad. Lo que sí sé es que la autosuficiencia es peligrosa y arriesgada por ser parcialmente incompatible con la sociedad de hoy en día. Lo que sí sées que no quiero verme forzado a seguir unas normas sociales, reglas de juego queyo no he creado. La autosuficiencia, que me inspira tanta devoción, es el último nivel del transcurso evolutivo de todas las personas. Primero, tras el nacimiento del ser humano, este crece en el núcleo familiar. Poco a poco se va integrando en la sociedad local, en la cultura nacional, desplegando sus cualidades, ampliando su conocimiento, embriagándose de moral y normas éticas. Con el paso de los años, los ideales y pensamientos van madurando hasta llegar a una fase de crisis, descontento con el medio humano que le envuelve. Es cuando uno se siente defraudado y desanimado. Es, entonces, el momento adecuado para empezar a investigar y a desconfiar, a desarrollar una creencia propia. Es el momento de crearse un mundo propio. Ha despertado en la conciencia del ser humano un egocentrismo tímido y acallado. Todos los principios de antes le han fallado, y han embruteciedo su espíritu noble. Después vendrá esa ansia de autarquía, esa búsqueda fausta del despliegue individual y de la innovación misma. Todavía no he alcanzado la emancipación de la sociedad. Lamentablemente sigo en su búsqueda. Lo más terrible es esa impresión de que mi sociedad no me necesita a mí como individuo que razona, reflexiona e imagina más de lo permitido. Me necesita más bien como fiel componente socializado vacío y manso. Es mi mayor empeño el poder superar el modo pasivo de vida en el cual caemos si nos descuidamos. Mi obstinación intenta justificar este afán por conseguir la libertad, autosuficiencia, independencia que, a causa de su enorme dificultad, son de difícil y discutible consecución. La sociedad puede cercar al individuo, puede ambicionar unos confines que delimiten la Humanidad, puede componérselas para refrenar la voluntad inherente de autonomía, y sin embargo en las tinieblas, aún inmutable, el ser humano buscará su autodeterminación personal. La autoconciencia y razón que hace millones de años fijaron el nacimiento biológico del ser humano, acabando con el papel instintivo animal, posibilitarán el transcender los lazos culturales y artificiales del dominio público. Aunque el ser humano forme

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parte y necesite de una sociedad, intentará salir de ella. Buscará pensamientos propios, indagará en su desarrollo íntegro, deseará enriquecerse plenamente y proclamar un nuevo conocimiento de sí mismo. Esta conciencia de su propia existencia, de su independencia, le obligará a combatir por adquirir su ego, por abandonar el armonioso socialSí. y económico. autoconciencia motivo de aislamientoagregado y desamparo? La evolución¿Es delesta ser humano solo puede tomar dos vertientes. O bien se agarra al mundo cultural para vivir en él con satisfacción inerte y seguridad ideológica que proviene de un no conocimiento: si se vive bien entonces se es feliz (concepción actual de felicidad). O bien, sigue saliendo del estado infrahumano para humanizarse: ir al clímax de la naturaleza individual y concreta de los seres humanos. Esta salida social es tremendamente perseguida por la actual civilización, la cual intenta acallar cualquier brote individualista, llenándolo de soledad, angustia y desesperación. Estas son las condiciones en las cuales caerá la persona que en algún momento dude sobre seguir, y desfallezca en su intento por encontrarse a sí misma volviendo a ser objeto de la brutal opresión social. Es conveniente, por lo tanto, que una vez lanzados y decididos a la ruptura de los fundamentos sociales, continuemos aun a pesar de sus consecuencias más inmediatas. Mientras recurramos a instituciones o poderes sociales que anulen esta proyección individual, las soluciones a nuestros problemas serán proporcionadas gentilmente por la sociedad, la humanidad. La especie humana sobrevivirá, pues postergará la posibilidad del crecimiento personal. Pero una vez desterrados del ámbito social, tras optar por la desintegración social, tendremos que seguir solos el camino de la individuación. Es un fenómeno que nos puede llevar a una insoportable e insostenible levedad del ser, del pensar y del razonar, quizá superior a las posibilidades humanas de hoy. Podría ser que todas estas investigaciones no nos lleven más que a insalvables dicotomías, a depresiones y crisis emocionales, y aún más, a ciertas incompatibilidades entre el yo y la sociedad. ¡Qué duros caminos debe y deberá recorrer el ser humano racional antes de considerarse humano! Dieciocho años han tenido que pasar para que me aterre el insospechado abismo que aleja el individuo probo de la vivienda social, de esta potencialidad secreta del ser humano. ¿Por qué este ser humano íntegro solo se concibe cuando alcanza la emancipación? ¿Por qué la sociedad no acepta la individuación? ¿Pone acaso en peligro el individuo entero a la eternidad de la sociedad? Creo que sí. ¿Son estas opiniones y creencias mías argumentos pasionales de una inquieta juventud? ¿No estaré soñando con una felicidad prácticamente inexistente? El temor a sentirme engañado por mí mismo, por las investigaciones filosóficas a las que recurro con vehemencia, me obliga a permanecer y vivir estratégicamente. Por un lado sueño, pienso. Aparecen en mí definiciones y conceptos que a veces de formainconsciente me atormentan, despertando en mí recelos y juicios en contra de ciertas coyunturas presentes. Pero callo. Con mi silencio quiero mostrarme socialmente. Quiero desarrollar una vida social

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normal y no muy rebelde. Al menos por ahora. Necesito aclarar mis ideas. Tal vez esto pueda recordar aquel conformismo social cartesiano por el cual la opinión continuará siendo dudosa para nuestro entendimiento, pero nuestra voluntad será firme y constante en sus resoluciones. Mientras tanto tengo que encontrar las verdades. Tras esa búsqueda que está de todo todo,ser el individualismo, la autodeterminación. Ahí essédonde estáelelsentido tesoro de humano. Dieciocho años han pasado, ¿cuántos más han de pasar para alcanzar mi realización personal, mi satisfacción y paz interior? ¿Cuántos han de transcurrir para que pueda avanzar personalmente? Pasado, presente y futuro son tres estadios de una vida, imposibles de definir con exactitud. La mayor parte de las experiencias presentes son sospechadas por un pasado velado y latente, pero a su vez están impregnadas de una perspectiva futura que implora realización. Aunque creo que el pasado pasado es, a veces es aconsejable volver a él para aceptar los hechos actuales, analizar aquellas acciones inesperadas o lapsus profundos, para supervisar las direcciones que una vida ha esbozado con el paso de los tiempos. Querer borrar el pasado es desear tachar un presente y, en consecuencia, desear caer en una privación de futuro. Eso significa la muerte del individuo, la no existencia. Y este no dejar huella en los movimientos actuales del orbe es prácticamente el fracaso de una vida. Yo no voy a evitar el pasado pero tampoco voy a vivir del recuerdo. Es aconsejable aceptar y ser consciente de la existencia, de los beneficios y prejuicios, de las particularidades y generalidades del ayer. Nací el 18 de enero en una pequeña localidad de Barcelona de cuyo nombre no quiero acordarme. Mi nombre es Chad Brian (pseudónimo). Por unas circunstancias ajenas a mi voluntad y en favor de un “ahorro lingüístico” al que se tiende inevitablemente, desde siempre se me ha llamado Chad. Chad es, así pues, el ser humano y social que día a día se desenvuelve en un entorno cultural cada vez más europeo. Por otro lado tenemos Chad Brian, que es la esencia verdadera y desconocida por toda la humanidad. Es incluso desconocida para el propio Chad Brian. Con esta sutil diferenciación únicamente distingo las dos funciones con las que cada ser humano vive y subsiste. Es una doble personalidad que echa raíces desde el momento en que nacemos, dos tendencias que conviven en una sola y especial entidad humana. Recurriendo a expresiones freudianas, estas dos instancias psíquicas son realmente sorprendentes. La primera instancia psíquica siguiendo el ordenontológico del ser humano (y a su vez, la más oculta epistemológicamente hablando) es el Ello. El Ello, que reconoceré en mí como Chad Brian, es la sede primera de todos nuestros impulsos y tendencias humanas. Es el ser más inconsciente, innato y puro, el más reprimido por los reguladores culturales y sociales. Podría pensarse que esta existencia del Ello es una existencia instintiva. En verdad no lo es. Su principio puede ser el placer, pero en su simbolismo también constan fundamentos humanos, extraños si los consideramos desde un punto de vista exógeno al propio ser, desde un enfoque particular aportado

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por la comunidad. No obstante, enel peor (o mejor) de los casos, el Ello podría representarse como el ser humano amoral que hay dentro de mí. Por esta razón, el Yo se srcina por la imperiosa necesidad del ser humano deacomodarse en el mundo, de integrarse en un determinado nicho social, comunidad de seres de su(aunque misma en especie. Sinocasiones duda, constituye partecon del capaz de manifestarse muchas este ego tope lossujeto límites del lenguaje: el simbolismo lingüístico no le permite expresarse como quiere). Es el mediador, el que facilita la supervivencia del ser humano dentro de los márgenes de la realidad (y no de la pura necesidad). Es el Yo, aquella parte del ente, inquieta, que estudia, profundiza, dialoga con el vecino y va cada día a la universidad. Por otro lado, está esa parte espiritual que no se srcinó el 18 de enero. No es más que una esfera intelectiva donde se refugian los principios sociales, las prohibiciones del núcleo tradicional, donde se codifican las leyes y costumbres sociales. Es el contorno social interiorizado en el individuo. Es el fantasma del que nadie puede escapar. Su nombre es SuperYo e impone nobles condiciones del habitar en una sociedad, proponiendo comportamientos, codificando los mandatos culturales. Este Chad es el ser social por excelencia. Chad contra Chad Brian, SuperYo contra Ello. Se genera un sinfín de batallas interiores, en mi esencia humana. Solo el Yo puede regularlas sin definirse nunca por alguna de los dos. Toda una serie de hechos que durante mi infancia no pude advertir. Eran enfrentamientos en mi psiquismo que pasaron desapercibidos, o quizá confusos por mi hermetismo pueril. El Yo está capacitado para ser liberal y provocador, o bien, conservador y regulador. Todo ello estará en función de la propia personalidad y consciencia de la persona; todo radicará en si su energía interna se decanta hacia uno de los dos centros, el amoral o el social. Ninguno de estos casos extremos puede ser enteramente beneficioso. Si el Yo, regido y situado en una realidad, se precipita hacia las exigencias del SuperYo, reprimiendo con incordia las pulsiones del inconsciente, nace el individuo moral. Es el ser humano integrado, en el que su personalidad es parte de la esencia social y su conducta responde a estímulos estereotipados y establecidos ya socialmente. No es más que el componente adecuado a las exigencias de la sociedad, pues no aspira más allá de los ordenamientos habituales. Es un ser obediente, controlado y disciplinado. Es el paradigma del personaje social que desaparece como entidad singular para confundirse con el cuerpo social. Sin embargo, en el momento en que el Yo cae en las posesiones del Ello, pierde su carácter de realismo, para ubicarse en el plateresco idealismo. Se vuelve un ser instintivo, infinito. Se crea el neurótico, calificativo despectivo que alguien tiene el privilegio de otorgar. También aparecen instituciones como hospitales y cárceles para evitar cualquier comportamiento no normal, socialmente no aceptado. Ambos estados puros son indeseables puesto que el ser absolutamente sometido desaparece al confundirse entre la multitud y el ser depravado es ais-

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lado, marginado por los demás. Lo loable, a mi parecer, sería una combinación de poderes en distintas proporciones. ¿Cuál es la manifestación adecuada de cada instancia? En vocabulario aristotélico, es preferible reunir en la proporción perfecta, el justo punto medio. Por un lado poder estar dentro de la sociedad, llevar una moral sostenible respetando a loslos demás. Por otro, poder recorrer de lavida mano del Yo, consciente y completo, ignotos parajes del Ello, sin dejar que caiga en la dulce tentación. De esta manera locuaz, el Yo podrá comprender la esencia innata humana además del código social adquirido (o quién sabe, tal vez innato). El punto medio del equilibrio humano se alcanza cuando el Yo se desplaza libremente y sin ningún tipo de coacción por el conjunto sistemático-sociológico o por el simbolismo propio del ser humano que aspira a ser íntegro. Es en el control del Yo, en el manejo del consciente inquieto y laborioso, donde radica la dureza del vivir, del conocer, del pensar: la ardua tarea de arrastrar con una dicotomía humana trascendente. La solución vital ha de estar en un lugar crítico, racional, desde el cual el ser humano pueda vislumbrar las vertientes aceptadas por la sociedad, y los signos que conducen al adelanto humano. Solución tras la cual todas las emociones, afectos y ansiedades encuentran resoluciones nuevas para lases contradicciones del universo humano. Esta propuesta decisiva de desarrollo la del individuo sobre el que no se imponen ideales. Es el propio individuo quien impone y gana. Esa es la élite olvidada en la actualidad. Ignorada. De pequeño no tuve ningún tipo de preocupación terminante, ni aspiración especial, ni tan siquiera personalidad propia. Mi vida consistía en dejarme llevar por los desarrollos y obligaciones sociales, y punto. Era una forma de crecer fácil, cómoda y normal para un infante; pero no deja de ser, a ojos del presente, un modo de forzar una rutina sobre los seres que marque para siempre el pequeño individuo, encadenado, acallado y conquistado. Y es que cuando yo era pequeño, el mundo estaba cerrado para mí. Todo el entorno de mi subsistencia se reducía a mi familia. Fue el ámbito de los primeros años de crecimiento sumiso, de una adaptación paulatina prescrita, de un modo de crear nuevos lazos y dependencias imposibles de romper en el futuro. Mi vida estaba apostada a un malvado hermetismo infranqueable. Era la sociedad de núcleos allegados rebosantes de paz. Era la sociedad de finales de los setenta en plena transformación, que la recuerdo como transfondo de mi infancia. La prosperidad del país se reflejaba en un cada vez mayor confort de los ciudadanos y en una mejora de las relaciones sociales. Todo era correcto y afable, y nada había de extraño en ello (todos los peligros y desastres que pusieran de manifiesto la imperfección de la estructura estatal y social se ocultaban misteriosamente). La ciudad se iba cebando de inmigrantes, comenzaba un mundo nuevo, una nueva era posfranquista. Mientras, el cristianismo populoso continuaba predicando. Se encargó atentamente en ir convirtiendo la vida terrenal en un sacrificio bondadoso, en ir preparando el camino de la salvación ultraterrena. Prometía el ascenso a un

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sistema imaginario que solo existía en las creencias de los pávidos seguidores cristianos. Daba respuestas dogmáticas a los problemas esenciales. Dogmatizaba una felicidad teológica eterna cuando más lo necesitaba una sociedad en vías de cambio. Era el sustento de una decadencia social. La ideología cristiana vigente este naciente capitalismo erayelhoras pilar de básico sobretiempos. el cual seSobre levantaban, conenfidedigno entusiasmo, los días aquellos esta doctrina se fundamentaba una educación algo desfasada, unos poderosos escritos de siglos de antigüedad. Estaba proliferando una imperiosa fe, unos deseos de salvación, pues aquella hegemónica entidad social e ideológica se encontraba ante una fase de crisis, de inestabilidad. Iba a desintegrarse, iba a sufrir un proceso de metamorfosis profundo y necesario. Era un trance paradójicamente inesperado por la Iglesia pero que ya se estaba confeccionando en la mentalidad social del momento. Para mí, toda aquella confianza cristiana (que no era más que un sometimiento irracional) apostaba por salvarse, por perder de vista la innovación ideológica de la Europa protestante. El cristianismo deseaba que el culto continuo a Dios asegurase el auge nuevo de la cristiandad. Aquellos años fueron claves para mí. Un sistema de educación infundaba temor ante cristianos la posibilidad de caer en una programas disposicióningeniosos pecaminosa, bastabay miedo para crear ejemplares. Había quey despertaban bondad y mostraban amor fraternal, y que en realidad, volvían asustadizos a los niños/as. Tras el montaje religioso, la vida cotidiana huía de las maldades y se escondía de la verdadera realidad. A pesar de lo claro que tengo ahora que aquella forma de vida era estrambótica e impersonal, fue entonces cuando más mostré mi dependencia religiosa. Un reflejo palpable de este dominio ocurrió antes de recibir la eucaristía. Tuve que ir por primera vez (y última) al confesionario con elfin de arrepentirme de todos mis pecados. ¿Cómo podía yo tener en aquellos momentos “pecados”? ¿Cómo pude explicar mis “pecados” cuando no eran más que chiquillerías? ¿Por qué querían construir en mí un mecanismo involuntario de arrepentimiento, de culpabilidad, un sentimiento de pánico a desobedecer los mandamientos sagrados, los intereses del momento? Crecía en un pueblo de Dios, miedoso y practicante, deseoso dedogmas y realidades ingenuas que gobernasen sus vidas para así no tener que reflexionar ni atribular. Recuerdo cuál fue en aquel entonces la confesión de mis pecados: era demasiado malo con mis hermanos (las trifulcas y peleas eran bastantes frecuentes y, de hecho, locontinúan siendo), a mis padres les contestaba de manera rebelde, no los respetaba en muchas ocasiones. Insignificancias que al parecer eran undelito para Dios. “Mi” religión nace del miedo del ser humano hacia símismo, hacia sus posibilidades y debilidades humanas; miedo a su total libertad. Temor quefomenta obediencia, sacrificio, humildad. En el nombre deDios uno sacrifica su propio destino, pues es demasiado difícil perseguirlo por uno mismo. Es el temor el que limita la expansión de los seres ylos obliga a ser leales y a eludirlas responsabilidades racionales. La pureza pretendida por la cristiandad es puro teatro;

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en el fondo, oculta, duerme laimpureza, suciedad mezquina. ¿Cómo podía liberarme de aquella opresión cristiana? No lo sabía, ni siquiera me preocupaba. El sistema lograba entrar en mi transfondo cultural. Gracias a la educación laica que me dieron mis padres, el misticismo no ha arraigado fuertemente sobre mí. Y “gracias a Dios”como también puedo decir que no lo ha hecho delounnieguen). modo tan pleno y descarado ha ocurrido conotras personas (aunque En la actualidad, aquella civilización cristianizada no ha perecido, permanece aún en la conciencia de algunos/as. Es parte del estado social actual. Muchos efectos se mantienen ostensiblemente. El catolicismo es un fantasma demasiado presente en el Mediterráneo como para que se pueda borrar completamente de nuestra moral en dos días. Es el nuestro un presente manchado de un cristianismo que fue poderoso, que constituyó los regímenes morales de nuestra humanidad. ¿A qué agarrarse si todo continuaba inestable? Nunca ha habido ni habrá estabilidad. Quizá lo único constante en aquella época fue una fe común que mostraba la gran represión de los individuos. Solo con un crecimiento económico, social y político, nuestra sociedad se ha liberado de las confianzas cristianas, para ambicionar posibles recursos ya no religiosos, ahora capitalistas. El capitalismo empezó a marcar las pautas de una monotonía urbana. El progreso se acentuaba, y la ideología del dinero y del libre comercio comenzaba a formar parte de cientos y cientos de personas. El tiempo posteriormente se encargaría de madurar las bases de un nuevo modo de vida. Al salir de mi colegio, pronto descubrí que al lado de aquel espacio dogmático que se estaba malogrando había una grieta maravillosa que permitía un desahogo vital y especial, que ampliaba parcialmente las potencialidades de entonces. Era una ilusión. Aunque aquel sentimiento no era absoluto ni enigmático, fue suficiente para abrir mis ojos, demasiado cegados con nimiedades y sinrazones. La libertad del mercado desarrolló el pódium económico de una sociedad que saciaba sus necesidades básicas, así como también sus pensamientos básicos en el agua pura capitalizada. Dios había muerto. Era la “muerte de Dios” anunciada por Nietzsche un siglo antes. El Dios creador era asesinado por la aparente racionalidad capitalista de la cultura occidental. Estaba claro que el ser humano dependiente iba a necesitar desenvolverse sobre otras creencias que continuaran regulando su función y que le proporcionaran una experiencia infundada pero básica con la que fuese capaz de predecir el futuro a partir del pasado. Sin darnos cuenta, presenciábamos el nacimiento de valores críticos en apariencia, solo en apariencia. Al salir de la enseñanza general básica puedo decir que todavía era ajeno a mi propia realidad. Había madurado tan precariamente, que desconocía mucho y pretendía poco. Crecía dependiendo de mis padres; ahora eso sí, cada vez era más fuerte el enfrentamiento que existía con ellos. No sabía yo que aquella indocilidad, curiosamente exacerbada por el tiempo, no era más que un pretexto. Todas aquellas discusiones, aquella rebeldía en contra de las actitudes paternales, llegaron incluso a intimidarlos, y a sorprenderlos. Aunque

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supongo que tomarían todo aquello como indecisión, torpeza, tonterías propias de los años de adolescencia. Tonterías que más adelante noté que no lo eran tanto. Hoy en día, ya he adverdido que estas dolorosas “sublevaciones” eran un desplazamiento involuntario de mi agresividad contra la sociedad, contra esa afable disciplina Al menos, el mero hecho de seradaptación conscienteforzada de estoy ha servido abrumadora. para armonizar e incluso mejorar, más allá de lo previsible, las relaciones con mis padres. ¡Cuántas eran y son las cosas ignoradas por mí! Lo mejor de mi vida vino a ocurrirme en el instituto. Inquietudes nuevas se abrían al paso de un niño tímido, introvertido, que buscaba algo pero que no sabía el qué. Quizá era esa extraña aspiración mía, ese orgullo secreto que se muere por alcanzar mi libertad. Tras el primer curso de adaptación, comencé a tener conciencia de mí mismo. Creo que definitivamente me dedicaba no solo a mirar y analizar mi alrededor, sino también en mi interior. Muchos son los recuerdos agradables que tengo de aquella ocasión. Un viaje a Holanda lleno de sorpresas, una visita a Madrid, una excursión teatral a Olot, una convivencia en un refugio de Bruguera, fiestas en el instituto, semanas culturales y un sinfín de momentos que serán inolvidables para mí. En diversos círculos sociales me encontré con un mundo juvenil desde el cual pude conocer muchísima gente especial y diversa. Gente que en algunos casos no se merecía mi autenticidad como persona, ni mis mayores secretos. Ellos/as me daban una amistad superficial e impura, como para salir del trance. Yo no sé concretamente qué les daba a cambio. ¿Hay que ofrecer algo a cambio de impureza y falsedad? No sé. Era este ámbito efímero y aparente el que no me gustaba ni me gusta. Pero que sin embargo necesitamos para estar ahí en el presente de la humanidad. No obstante, en todos los malos momentos, en todos aquellos intervalos en los que veía la suciedad en otras vidas, en otras entidades, estaban allí conmigo los verdaderos amigos, mis amigos. Amigos íntimos que siempre estarán ahí. Éramos cuatro amigos perfectos que entrábamos en los secretos del mundo adulto. Hoy solo quedamos tres, tan fieles como al principio; ya son casi trece años. De todos mis amigos/as siempre he tenido algo que aprender, alguna curiosidad personal que admirar u odiar. Son y han sido tantos los modos de vida de una juventud contemporánea. Para unos/as, la finalidad de la vida es disfrutarla al máximo, mientras el cuerpo aguante; sentir todo lo que pasa y lo que más les agrada. Carpe diem. Otros/as necesitaban estar enamorados y solo cuando se enamoraban platónicamente alcanzaban la plenitud en sus vidas. Apostaban por el amor imposible, por la sempiterna amargura y el llanto imposible. Había los/as que se preocupaban del futuro, descuidándose del vivir en el presente. También aquellos/as preocupados, los sofistas. Otros/as iban de sonámbulos por la vida, de sombras que corretean sigilosamente por la realidad. Luego, están los bohemios, viajantes románticos, filántropos y ascetas. Tendencias que muy pronto opté por investigar y probar con el fin de

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conseguir aquella que más me definiera e hiciera sentir feliz. Buscaba la opción de vida que me idenficase tal y como soy. Ninguna acabó por convencerme. Mi vida ha estado llena de cambios y de imágenes inconstantes. He intentado inclinarme por una vida difícil de definir, indeterminable hasta cierto punto.Una Unavida vidacon queunsea imprevisible y compleja, y quenonoentre se adivine totalmente. solo fin. Una vida propia donde nunca la inefable monotonía. Una vida que tiene que ser individual e íntegra. Solo así podré vivir en armonía y conmigo mismo. ¿Qué vida iba a definirse en mí? Optar por el placer de la vida era excesivamente fugaz. Luego, ¿qué había? Sentí que mi interior pedía algo más absoluto, y no una realidad tan viciosa y dependiente de circunstancias materiales como la realidad de mis jóvenes colegas. El futuro me preocupaba, pero no hasta el extremo de dormirme en el presente. Depender de mis padres no quería; las sombras de la realidad, ese vagabundear desconocido no me atraía. El amor también lo probé. El amargo sabor que queda cuando aquella persona a la que amas, con la que has estado compartiendo tu tiempo, tu corazón, tus pensamientos y deseos, te deja y te olvida. Como si nada. Uno, por más que pase el tiempo, por más que se obsesione en empezar otra vez de nuevo, nunca podrá olvidar del todo. Yo aparentaba fortaleza ante ella y sus amigas, sus confidentes. No quería darle el placer de verme derrumbado. Caprichosa y consentida a más no poder. Fue el primer amor, el más inocente. Es el amor por el que todos apostamos todo y más. Salió mal, y por eso pasó a ser el “primer” amor. Hubo muchos intentos posteriores, muchas aventuras con el fin de empezar, pero todas buscaban aquel primer ardor y sentir. Eso era imposible. Casi dos años llevamos sin dirigirnos la más mínima palabra. Concretamente desde aquel viaje fallido a Madrid. Sé que ella lo siente tanto como yo, pero es demasido orgullosa como para reconocerlo, creo yo. Algún día volveré a hablar con ella. Es una cuestión que aún queda pendiente. Mis amigos y amigas piensan que ya no queda nada. Pero nosotros sabemos que sí. Hay una mirada ciega, que pasa desapercibida y que en la obscuridad de los instantes nos une; unos ojos que se cruzan silenciosamente en una estancia, se miran unos instantes para luego perderse en el infinito. El tiempo acabó con eso. Ahora, maldición, porque aquel amor primero nunca volverá. Más adelante entré en contacto con nuevas personas a las que debo muchísimas cosas. Supongo que el azaroso destino me permitió y me concedió la enorme suerte de poder dirigir mi vida hacia parajes insospechados. Ya empezaba a orientarme por directrices más propias. Memostraron infinitas salidas, fronteras franqueables, trayectorias intelectuales, construcciones suprarracionales. Además no me condicionaba nada. Mesentía libre. Amigos/as, profetas o no sé cómo denominar mejor, que me abrieron las puertas a muchas de mis preguntas, que ni la ciencia, ni la religión, ni la sociedad me habían dado en diecisiete años de existencia. Era maravilloso poder ver cómo otros pensadores habían podido sentir y expresar tan bien todo aquello que yo era incapaz de

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explicar o articular en palabras. Pensadores quesabían construir sus ideas contenidas en imágenes y palabras, en frases y ensus obras. Entré en contacto con verdades subjetivas. Llegué a nuevos estadios de abstracción. Eran viajes al fin de lo conocido, y de lo desconocido que no pretendían dogmatismo o promesa alguna. Tampoco solo certeza, verdad, por el propio placer que ellas implican en sífidelidad. mismas. Tan Soluciones queestaban allí, esperándome. El movimiento no se explicaba con fuerzas, ni con aceleraciones. La energía no se definía mediante entalpias ni entropías, ni corpúsculos. No había fórmulas mágicas definidas. Había opiniones científicas, réplicas concluyentes a mi alcance. Yo las podía encontrar si lo deseaba. Y eso, eso sí que era libertad. Al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar, a la orilla de mi lecho, ¿quién se sentará? Cuando la trémula mano tienda próximo a expirar, buscando una mano amiga, ¿quién la estrechará? Cuando la muerte vidrie de mis ojos el cristal, mis párpados aún abiertos, ¿quién los cerrará? Cuando la campana suene, si suena en mi funeral, una oración al oirla ¿quién murmurará? Cuando mis pálidos restos opriman la tierra ya, sobre la olvidada fosa, ¿quién vendrá a llorar? ¿Quién, en fin, al otro día, cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo, quién se acordará? G. A. Bécquer

Hace poco comencé a notar en mí una tendencia acusada por lo absoluto, por lo esencial. Empezaron a haber momentos que parecían carentes de sen-

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tido alguno para mí. Había acciones que si no se les buscaba su fondo puro e inmóvil se convertían en ridículas y penosas. Me sentía vacío. La verdad independiente y real tenía un valor significativo para mí. Cuando no encontraba sentido a la vida corriente, a la cotidianidad, intentaba justificarla con ideas, esencias, substancias que eran fin de la vida específica humana. Eray una forma de salir de la ruindad civil el para refugiarme en otras ambiciones experiencias más interesantes. Era el momento ideal para iniciar esa búsqueda de mí mismo; dejar de depender de las circunstancias externas de mi ego. Empezaba a soñar con la autarquía, con el proceso de intelectualización que me llevara a una autodeterminación especial. Allí donde la libertad absoluta reina. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¡Pues qué mejor sentido que vivir! ¡Vivir y soñar! Sobre todo no desfallecer. Si ríes y sonríes ciegamente, todo el mundo reirá contigo, te seguirá. Lo malo es cuando uno tiene la necesidad de llorar, cuando uno sufre. Nadie, absolutamente nadie quiere llorar contigo. El llorar y penar, el sentirse sujeto a un lastre, anulado, el querer una libertad, es algo tuyo y no de la sociedad. Parece que la vida nos está siempre poniendo trabas, nos está siempre poniendo a prueba. En verdad no es la vida, sino todo lo que la rodea, y la gente. ¿Qué me pasará si continúo confiando en la existencia de un ámbito ilimitado, de una aspiración humana secreta y poderosa? No lo sé. A veces pienso que es mejor que no lo sepa. Quizá no tenga más remedio que descubrirlo por mí mismo. Es más, tal vez acabe inexorablemente rendido ante los gritos y aullidos de una sociedad. “Este mundo no es de absolutos”. “Lo que pretendes es irreal”. “Toca de pies en el suelo; despierta”. Quizá acabe convencido por la sociedad, pero hasta entonces, y mientras tanto, ¡cuánto les ha de costar!».

Autobiografía con documentos externos «Distinguir la verdad de su apariencia es un cometido harto difícil. “Aquello que es no puede ser verdad”, escribe Ernst Bloch, haciéndose eco de una insatisfacción humana primigenia con aquello que nos es dado. Berthol Brecht aboga por la praxis transformadora para encarar la situación, sostiene que “precisamente porque las cosas son como son, no serán siempre como son”. Una sensación de incomodidad espiritual en un mundo con el cual el individuo no puede identificarse, una sensación de inestabilidad y aislamiento en la sociedad posmoderna —autovalidada por su manifiesta opulencia postiza— son los fundamentos de la ingratitud humana hacia sus circunstancias. Aun así, constituyen nuestra realidad inmediata, y como tal, práctica. Del mundo de la apariencia solo caben opiniones, no verdades. Ello no supone la esterilidad de todo intento para darle una explicación. La ilusión no

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desaparece, pero se intenta mostrar en qué se funda, revelar su realidad. De este modo, el ser humano se instala en un fructífero relativismo epistemológico y acepta de buen grado los condicionamientos del conocimiento. El ser humano es en realidad el conjunto de sus relaciones sociales. Los efectos distorsionadores sobre el conocimiento de representación los idola de la tribu, las cosmovisiones compartidas, los prejuicios y modos de colectiva, ocuparon ya a Bacon en el Renacimiento. Los hechos son sociales en virtud de su aprehensión por una conciencia colectiva (Durkheim). La realidad es convivida por la colectividad y, de este modo, es participada pero también confrontada por los individuos que componen esta unidad social. Estamos emplazados en la hiperrealidad. El sujeto cognoscente es el pilar apuntalador de este sistema de creencias compartidas. Percibe el objeto de conocimiento, en parte, como su producción. No es un registrador pasivo, sino que introduce en el conocimiento un factor subjetivo, ligado a su condicionamiento social. Esta aportación del sujeto explica las diferencias existentes no tan solo en la valoración e interpretación de los hechos, sino también en la percepción y descripción de la realidad. Personas diferentes de una misma comunidad pueden registrar, describir y juzgar acontecimientos idénticos y cuestiones de forma particular, pues perciben, seleccionan y constatan los mismos hechos de modo distinto. El planteamiento metodológico de la presente Autobiografía social obedece a estas premisas. La falta de alicientes que hicieran tentador el consumo de mi autobiografía obligaron a convertirla en una especie de reflexión epistemológica, implícita en un documento biográfico colectivo. Recurro a un elenco de testigos que han compartido —en proximidad afectiva más o menos intensa— mi vida, sus aventuras y desventuras, el contexto social en que hemos sido endoculturados, algunas opciones vitales. El objeto de conocimiento somos “yo y mis circunstancias”. Este repertorio de testimonios se fundamenta en el establecimiento de una serie de categorías. Se calibran dos criterios de elegibilidad: la intensidad del lazo de afinidad (proximidad biográfica) y el carácter formal o informal de la relación personal que une al informante. De la combinación de ambos principios surge la tipología. En relación al lazo de afinidad he distinguido escalonadamente tres niveles, relevante, significativo, y testimonial. El carácter formal de la relación implica un componente compulsivo, una cierta instrumentalidad en el trato —vínculo de parentesco, relación profesor-alumno— y el desarrollo de esta en el seno de una institución social. La informalidad conlleva mayor espontaneidad, una relación eminentemente personal y, si se quiere, un menor grado de hipocresía y más afectividad. Junto a estos criterios básicos, en la medida de lo posible, se considera la extracción social de los seleccionados, su preparación educativa, sus convicciones ideológicas, la edad y el sexo. Procuro, por otra parte, recoger testimonios de informantes

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cuyo conocimiento es principalmente referencial, que basan su relato en el rumor y la opinión más o menos pública. Esta propuesta autobiográfica, herética, ofrece muchos flancos criticables. La condición de biógrafo y la de protagonista del relato no concurren social compartida, en la misma persona. Se trata una autobiografía epíteto que me saca del trance, puesdemantiene el hecho autobiográfico incólume. La generalidad de los encuestados ha atribuido mayor peso al yo que a sus circunstancias. Mi personalidad y su reflejo en la conducta h an sido obsesiones analíticas de mis informantes. Las instrucciones en orden a que priorizaran la dimensión social no tuvieron el efecto deseado. Aún así, la lectura de los testimonios y su examen comparativo inducen a reflexionar —que no es el objetivo explícito de esta autobiografía— sobre el modo en que se forman los estereotipos personales dentro de grupos cuyos miembros mantienen relaciones de afinidad. Las limitaciones son innumerables. El discurso se torna acomodaticio (incluso apologético) en muchos casos, pues los informantes han temido herir mi susceptibilidad, a pesar de que se les rogara la máxima sinceridad, una

frialdad científica, y un distanciamiento en el análisis. En otras ocasiones, el relato ha carecido de la consistencia requerida, por la indiferencia, desinterés y apatía del informante, o por mi incapacidad para suscitar su disposición a colaborar. Considero, aún así, que estas actitudes de mis confidentes son significativas, en cuanto revelan subrepticiamente aspectos de nuestra relación. Las inclinaciones psicologistas, intimistas y moralizantes son rastreables en gran parte de los relatos, pese a que el enfoque adoptado pretende eludirlas; también pondero su aspecto sintomático. Cuento solo con las contribuciones de leales, eso sí, en grado variable. Se trata de personas que permanecen de alguna forma vinculadas a mí. Prescindo imperativamente de la aportación de desertores. Se me antoja demasiado enojoso entablar una relación ya periclitada con el solo fin de completar la autobiografía. En ello radica una limitación importante de esta propuesta metodológica. Sus informes hubieran proporcionado perspectivas ad hoc de enorme interés. En la medida de lo posible, he reemplazado estas ausencias con testimonios de personas que pasarán probablemente a engrosar el grupo de desertores en un futuro próximo. Los seleccionados fueron informados de su encomienda de forma similar. Se les dio carta libre para que expusieran, por escrito, lo que creyeran más conveniente de mi poco azarosa biografía garantizando su anonimato. Los testimonios son los auténticos protagonistas de esta autobiografía social. El autor ejerce únicamente de fiel transcriptor de lo recibido. Reproduce literalmente y en forma íntegra los textos remitidos por sus informantes respetando incluso giros sintácticos incorrectos. Únicamente aporta la composición del conjunto, una reseña personal contextualizadora del personaje y una descripción inicial del escenario en que tienen lugar los hechos.

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Ahora escucha este aparato laparectómico de construcción doméstica la estrofa de hidrógeno la mejor precipitación posible. Piensa en las alegres mutaciones embriónicas generosas, geniales, genocídicas. También es demográfico el hombre quedará fragmentado y todos se elevarán en el mundo libre igualmente en esta iluminación final… Carl Forgsberg,

Lines On a Tijuana John

La lluna sobre el poblet! D’una casa a l’altra, sembla que et dugui de la mà. A la tornada, és més alta, més solitaria la nit, més prestigiosos els estels que consent. A les ciutats es potmodern comprende aquesta amable companyia de la lluna. Elno ciutadà viu desentès de la lluna dels romàntics i dels antics. Ací la nit és la nit, com als primers temps del món. Marià Villangómez,

L’any en estampes 6

El ser humano que se sitúa en el antepalco de la sociedad moderna se enfrenta a cambios incomprensibles, impersonales, la fuerza y dimensión de los cuales generan en él una sensación de impotencia. Se halla rodeado de objetos que son producto de su propia actividad, pero que tienden a escapar a su control. Las relaciones entre los objetos rigen el destino del ser humano. ¿Quién se ocupa de ellos? ¿A quién demandar? ¿Quién ofrece justicia y ayuda? En El proceso deyKafka, unos magistrados inidentificables, juzgan, condenan ejecutan a Joseph K.: es enigmáticos de entrada ele acusado. Análogamente,

Marc R. (es decir, yo) es, sin ningún otro miramiento, culpable. La conciencia de su alienación ha condicionado su proceder incauto. Marc R. es producto de la crisis (= cambio). Asiste impertérrito a la desintegración de una comunidad, a la decadencia de lo que algunos han catalogado como formas tradicionales de vida. Ha testimoniado, en definitiva, el paso de la Gemeinschaft a la Gesellschaft, de un estadio de solidaridad mecánica a otro de solidaridad orgánica. Todo ello se produce en un redil insular que vive esta tran6 «¡La luna sobre la aldea! De una casa a otra parece que te lleve de la mano. A la vuelta, es más alta, más solitaria la noche, más prestigiosas las estrellas que consiente. En las ciudades no se puede comprender esta compañía amable de la luna. El ciudadano moderno vive despreocupado de la

luna de los románticos y de los antiguos. Aquí la noche es la noche, como en lo s primeros tiempos».

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sición de modo conflictivo. Y no lo ha hecho desde el distanciamiento; ha quedado marcado. Coexisten en una misma isla dos realidades, conviven dos musas: Eivissa e Ibiza. Su relación es precaria por no decir inexistente. La primera es arrinconada, postergada, juzgada, condenada y ejecutada en elproceso: los inasequibles magistrados delmaterial Bien son implacables con Eivissa ha muerto. Ibiza ofrece su opulencia a cambio. Eivissa ha ella. transmutado su fisonomía incorporándose a la modernidad de forma traumática. No ha conocido una etapa transicional de readaptación de estructuras. La naturaleza insular de Eivissa había hecho posible la pervivencia de una cultura legitimada por la tradición. Sin embargo, es a la concepción del mundo del morador de esta isla a quien debe su autonomía y srcinalidad la cultura eivissenca. Vive ligado al mundo de la naturaleza, pues su existencia depende de esta realidad inmediata. La naturaleza lo surte de subsistencias y todo tipo de recursos, siendo, además, el anclaje de toda su producción ideológica, e incluso teogónica. La economía está en el pasado restringida a la satisfacción de las necesidades primarias. La familia es un núcleo de producción y consumo autárquico. La labranza ocupa a todos sus miembros. Los roles económicos, si existen, son permutables. La ausencia de un mercado diversificado impone el trueque y la reciprocidad como formas de integración económica. La moneda se reserva para los artículos difíciles de obtener a través del trueque. El intercambio representa una transacción personal, en que el parentesco y la amistad juegan un papel esencial. Prevalece la pequeña propiedad, ligada a la explotación doméstica. Únicamente la extracción de la sal y en menor medida la pesca ofrecen modos de empleo alternativo. Sin excedente en la producción, sin innovación tecnológica ni marcada división del trabajo, no se provocan grandes desigualdades económicas. Solo en la capital se constituye una élite incipiente, reclutada entre el menguado sector comercial y el desmedido funcionariado, en parte de procedencia foránea. El derecho foral instituye al hereu como legítimo depositario de la propiedad, con lo que se evita la fragmentación de las parcelas y se estimula la iniciativa personal de los segundones. La familia se hace cargo del proceso de socialización. No tolera la intromisión de cualquier otra instancia exterior. Incluso, controla estrictamente los vínculos que entabla con otros grupos domésticos a través del matrimonio, restringiendo la libertad de los cónyuges. De forma permanente, el campo de la isla rechaza los modelos económicos, culturales (lengua incluida) y religiosos que intentan transplantar la ciudad y el poder central de la península. Se trata, en definitiva, de una cultura rural reacia a la transformación. Opuesta a injerencias, propone un modelo de autorreproducción social, legítimo en cuanto consentido. Preconiza principios consecuentes con la realidad en la que se desarrolla. La cultura eivissenca se sustenta en la tradición oral y la memoria de sus habitantes. A ellos/as debemos lo que tiene de específico.

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La cultura eivissenca ha pasado a la historia. Su estructura tradicional ha cedido frente al impacto arrollador de la “civilización”. Algunas de sus instituciones se han vuelto anacrónicas e inadecuadas a las exigencias de la modernidad. Languidece su factor diferencial, su peculiaridad vertebradora. Pero, en medida en que es su elemento de una Ibizano polimorfa, loscomo sujetoslaque experimentan rupturaconstitutivo de forma angustiante la pierden horizonte referencial, para bien y para mal. Que Domingo [Friday] se entregara por completo a Crusoe para convertirse en su lacayo no basta para arruinar nuestra confianza en el mito del buen salvaje. La “civilización” ha impuesto su criterio bárbaro. La Razón está reñida con la preservación de supercherías obsoletas. En las nuevas circunstancias se requieren falacias inéditas. Desechar lengua, costumbres, rituales, se presenta como la estrategia más racional. Modernidad y cultura autóctona entran en conflicto. La segunda es incorporada mediante un cambio radical o mediante la abolición de las estructuras políticas, económicas y sociales “indígenas” (encapsulamiento depredador). Los valores de unos y otros difieren demasiado radicalmente para hacer concebible el mestizaje. El problema con que se enfrenta toda estructura política encapsulada es la supervivencia: cómo mantenerse a sí misma, con los cambios mínimos e imprescindibles, dentro de un medio cambiado. Ibiza, luces y sombras de un antro divino, estereotipada, poliforme, compleja, marca hoy la pauta. Su lógica dominante es económica, del mismo modo que el lenguaje he gemónico de la sociedad tradicional es el ritu al. El turismo es el fenómeno económico que orienta la mayor parte de las actividades productivas de la isla. Imperan modalidades anárquicas de capitalismo que propician desigualdades lacerantes en el acceso y distribución de la riqueza. Un grupo empresarial, reclutado entre redes caciquiles preexistentes, la banca, el sector hotelero y cada vez más a menudo la propiedad foránea, ha consolidado su hegemonía económica y social. La clase media se nutre del éxodo rural y una fracción privilegiada de los primeros inmigrantes. Junto a ellos figura en el escalafón más bajo la inmigración de temporada, sometida a la explotación más cruenta. Los abusos del grupo dirigente fueron favorecidos por el régimen franquista, que contribuye a armar una estructura caciquil monolítica que pervive en la actualidad. El turismo cataliza el cambio al propiciar la creación de nuevos horizontes de trabajo en la hostelería, la construcción y demás ramas industriales afines. Posibilita igualmente el contacto con nuevos valores, de los que son portadores tanto la inmigración peninsular (consagrados por la cultura nacional-estatal hegemónica) como por los viajeros extranjeros procedentes de la Europa más seductora. El proceso de modernización supone la adopción de técnicas y prácticas que subvierten el orden de los modos de vida y las costumbres tradicionales. Las transformaciones institucionales y la asimilación de formas de vida extrainsulares han hecho mella en las relaciones familiares, dinamitando

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el régimen patriarcal. El desarrollo urbano alcanza proporciones monstruosas, expuesto a los dicterios de la especulación. Los campesinos asisten directamente a la desvaloración de las actividades agrícolas y al derrumbamiento de sus estructuras socioeconómicas. El éxodo rural y la asunción nuevos roles ylaestatus generan en ellos emociones contradictorias. Por unde lado, se observa resistencia e inadaptación a las nuevas formas; por otro, un insólito autoodio motivado por la dificultad con que sobrellevan la presión ambiental ejercida sobre sus formas de vida tradicionales. En algunos casos, el enriquecimiento súbito se acompaña a menudo del abandono de la cultura propia, asociada de forma connotativa al atraso, la incultura y el subdesarrollo. En Ibiza tiene lugar un auténtico genocidio lingüístico. El monolingüismo catalán, en su variante insular, da paso a un bilingüismo unidirecciona l, etapa que ha precedido a la actual “latinización” del catalán. Esta fase final, si no media reacción, conllevará la extinción irremisible del idioma, signo de identidad que, por otra parte, no supone ninguna rémora para el proceso civilizatorio. “La lengua acompaña siempre al Imperio”, sostiene cínicamente Bernardo de Aldrete. Descubiertos todos los ases, se antoja inadmisible aplazar el compromiso social. Optar entre una racionalidad instrumental o una racionalidad de fines es la dialéctica que afronta, de modo conflictivo, la sociedad ibicenca actual. Marc R. no dudó: en ello radica su culpabilidad. La diversidad de nuestras opiniones no procede de que seamos más razonables que otros, sino únicamente de que dirigimos nuestros pensamientos por distintos cauces y no examinamos las mismas cosas. R. Descartes, Discurso del método

Descartes, en su Discurso del método, distinguía dos tipos de personas: quienes a través de la introspección acceden al conocimiento verdadero y “los que teniendo bastante razón o modestia para comprender que no son capaces de distinguir lo verdadero de lo falso deben contentarse con seguir las opiniones de los que pueden instruirlos, más bien que buscar por sí mismos otros mejores”. En esta etnografía, he procurado suscribirme a la segunda opción, sin renunciar por ello a confrontar desde una perspectiva personal opiniones menos comprometidas con el objeto de estudio que las mías. Lo que creemos y hacemos depende en buena medida de las características de nuestro grupo de afines. Se trata de un conjunto abigarrado de personas que comparten ciertos referentes, pero que también difieren en muchos otros. Mi público, en su conjunto, contempla el escenario desde el patio de butacas, los palcos y el gallinero. De forma unánime, únicamente comparten un referente: cierta relación de afinidad con el protagonista. Incorporar a la explicación se-

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mejante declaración de principios, lejos de augurar la discrepancia, hace posible la confluencia de pareceres. En los consensos se prefigura la estereotipación. Ciertos testimonios se valen de un repertorio declichés flotantes para zanjar de forma rápida y expeditiva la tarea que se les encomienda. Para hacer acopio de ellos acudo también que testimonio en el rumor, la comunicación directa,a elinformantes boca a boca. Hebasan aquí elsuresultado: Marcos R. nace el 12 de noviembre de 1971 en Eivissa, hijo de padre ivisenc y madre alemana. Sus primeros años pasan en un ambiente tranquilo y ordenado. Él es un niño cariñoso y alegre que también sabe jugar horas desbordando grandes batallas con sus soldaditos. En 1974 nace su hermana Catalina para quien hoy tiene gran respeto y cariño y se siente responsable por ella. Con cinco años Marcos empieza la escuela. Muestra gran interés en todas asignaturas y así sigue todos los años de EGB. Termina el octavo curso con matrícula de honor. Durante estos años ya ha demostrado que los estudios le importaban más que otras cosas, dejando el deporte en que figuraba de portero para tener más tiempo para sus estudios. La lectura es su gran afición y en los años de escuela y luego instituto se ha comprado de sus ahorros una biblioteca impresionante que llega desde los cuentos de aventura y la literatura universal hasta los grandes filósofos, libros de ciencias, historia, economía, política y sociología. Entre estos libros se encuentra igual la Biblia y el Corán. También le gusta la pintura y arte. En EGB gana dos concursos de pintura, uno del ayuntamiento de San Antonio donde vive y el otro de Eivissa. El año 1986 entra en el instituto de Sa Aubarca. Allí le va bien igual. Su interés literario crece y opta para Letras en el tercer curso. A partir de este momento recibe su formación más importante. La gran influencia de su profesor el sociolingüista Bernat Joan i Mari. Le deja cambiar su decisión de estudiar Derecho como su abuelo materno y se decide para la ciencia política. Su interés se centra ahora en la cultura catalana-ibicenca y defiende la indepedencia para salvar los orígenes y la presencia de esta cultura. En la prensa de Eivissa publica tres artículos vinculados con temas lingüísticos y socialespolíticos. En los últimos años de estudios en el instituto se dedica al deporte de ciclismo en competición que hoy todavía practica. Así se despeja su mente y comparte el compañerismo. Pero siempre vuelve a la lectura y escucha música clásica, música comprometida como la de Lluís Llach u otros. También le encanta la música folclórica eivissenca; como siempre, en sus vueltas en bicicleta busca sitios típicos eivicencs. Critica fuerte a los demás, sintiéndose muy seguro de sí mismo y mostrando una gran lógica. Pero bajo la cáscara dura se esconde un joven sensible y honrado que está muy unido a su familia. Tiene pocos buenos amigos con los que le gusta más tener una buena conversación y discutir que ir de fiestas. El año 1990 termina COU con matrícula de honor y saca buena media de selectividad. Entra en la Universidad de Barcelona en octubre del año 1990.

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Estudia Historia como primer ciclo, para seguir luego con Ciencia Política en la Universidad Autónoma. El segundo año completa sus estudios escogiendo también Economía, que deja después de un año. En octubre de 1994 empieza el nuevo curso de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona siguiendo estudios de Historia con grandes ilusiones. Marquitos, por favor, corrige las faltas y pon las fechas bien. Espero que esto sea más o menos que lo que quieres.

Se conserva la grafía srcinal. Esta afabilidad testimonial se la debo a un informante de excepción, mi sufrida madre, que tras algunos devaneos se ha sobrepuesto a su dificultad para expresarse en español. Junto a mi hermana, aporta un enfoque diacrónico. Catalina escribe: La metamorfosis de Marc: de discreto lazarillo a líder y adoctrinador de masas. Fue mi hermano en su infancia un niño paliducho y enfermizo, retraído y desconfiado, que jamás osó enfrentarse a nadie en aquellas típicas peleas callejeras. Si lo hacía, siempre llevaba las de perder. Aunque poca cosa físicamente, no le faltaba una cierta intuición acertada a la hora de escoger amistades, casi todas ellas de complexión fuerte y carácter autoritario. Porque aquel, el mundo de la infancia, cargado de juegos e inocencia era, en cierto modo también, un mundo regido por la ley del más fuerte. A falta de fuerza, mi hermano pasó a un segundo plano en los clanes infantiles. Eso sí, siempre al lado del líder, como un discreto lazarillo. Tampoco destacó en el deporte. En aquel entonces el fútbol era el deporte por excelencia. Como correspondía a sus aptitudes, lo colocaron en la situación menos comprometida, la menos molesta: la de portero. Por lo que respecta al tema escolar, en la enseñanza primaria no fue deslumbrante, pero sí se halló siempre entre los primeros. Pero la cosa no quedó aquí. A medida que iba creciendo, creció también su esplendor social; lo que intrínsecamente de grande se encontraba en él en potencia se actualizó, germinó por así decirlo. Mi hermano quiso salir del anonimato, de la mediocridad, cosa que despertó en él una gran avidez del conocimiento. Un interés en aumento por cuestiones intelectuales que floreció en su etapa de bachiller. Explotó, por aquel entonces (y ahora), la autoridad que le conferían su inteligencia despierta y su cada vez más creciente ilustración. Fue configurándose como persona ideológicamente hablando, y a su vez configurando a otros cercanos a él. La seguridad tajante con que pronunciaba sus discursos atraían al forzado oyente que, ante la singularidad de sus argumentos, se veía obligado a acatarlos o a repudiarlos. El forzado traslado a Barcelona para continuar sus estudios fue decisivo en el desarrollo completo de su personalidad. Creció su espíritu crítico y analítico acorde a sus estudios, lo que configuró a la vez sus relaciones de alteridad (familia y amistades). La distancia con su tierra natal produjo un efecto positivo, una mayor estimación hacia las costumbres, ritos, tradiciones y lengua propias, lo que incluso ocasionó en él posiciones un tanto exacerba-

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das, apasionadas, sentimientos que a la vez supo encauzar provechosamente iniciándose en lecturas de temas relacionados con la cultura autóctona. El niño apocado y pacífico del pasado inicia ahora su guerra personal que nada tiene de violenta en un sentido físico, pero sí se aprecia en ella la “voluntad de poder” propia de un líder y adoctrinador de masa pero cuya función no es la de espantar moscas (¿o quizá sí?).

El testimonio se lo debo a mi hermana Catalina, potencial filósofa peripatética —estudia Filosofía en la Universidad de Barcelona— con la cual (entre otras cosas) comparto un proceso de socialización dentro de una familia que nos inculcó, con suerte desigual, diversos pilares axiológicos: honradez, trabajo personal, afán competitivo de éxito, etc. Confluyeron en el mismo hogar las prescripciones de una madre luterana, alemana, de extracción burguesa acomodada; y las obsesiones de un campesino ibicenco desclasado (mi padre), que se había labrado un confortable pero siempre muy trabajado estatus económico en el nuevo medio urbano desnaturalizado. El resultado de este proceso de socialización de los vástagos del matrimonio devino explosivo, a juzgar por los siguientes testimonios: Bien, pues, comencemos. La primera idea que me viene a la cabeza no es nada agradable. Hace media hora que pienso y me doy cuenta de que no puedo decir nada de ti. No te conozco. Supongo que deseas que te cuente la idea que se hace de ti la gente cuando te conoce: puedo asegurarte que las bajas esferas del poder y del conocimiento (la chusma) no te consideran un héroe en absoluto. Incluso te llegan a calificar como despreciable. Para esta “clase social” eres un personaje raro que pasa las horas simulando que lee y estudia. Otros piensan que eres un fachendoso (palabra que busqué en el diccionario) soberbio; una especie de Petrovic cuando jugaba en la Cibona. Un poco más arriba están quienes creen que eres un fenómeno de los libros, un genio de las mates, pero que vives amargado. Otros consideran que eres “feliz” con la vida tan peculiar que has escogido, de erudito de aquello que colee, de estudioso y personaje bastante como para que merecer no te conoce. Este tipo desingular gente cree también no se unas debe líneas hablar de de quien inteligencia como si fuera el paracaídas del esfuerzo, que convierte el trabajo en unas vacaciones, y que para llegar donde estás se han de sudar litros de dedicación personal mientras otros salían a divertirse. ¿Qué pienso yo? Yo soy mediocre. Colócame en cualquiera de los cuatro grupos (ahora me juzgas tú a mí) y sabrás qué pienso de ti.

J. M., que mantiene conmigo un lazo de afinidad testimonial y un tipo de relación informal, hace una propuesta fascinante. Por encima de las personas están sus personajes, que incluso parecen escapar al control de quienes sobrellevan su peso. Cada usuario tiene a su disposición un inventario suficientemente surtido de caracterizaciones que integran y someten a un orden un conjunto siempre abundante de datos y experiencias huérfanas de sentido. Su

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peculiaridad reside en que tienen un carácter apremiante e imperativo, que poco tiene que ver con su naturaleza puramente empírica. Se trata de una suerte de marcas o etiquetas psicológicas consumidas no tan solo en virtud de su utilidad, sino de la fascinación que provocan. Propician la fetichización de las relaciones análoga a la fantasmagorización de las relaciones entre las cosas ensociales, el mercado que describe Marx. Inexorablemente se nos insta a prestar lealtad a su simulacro. La profecía se cumple a sí misma. M. Q., a la que me une un lazo de afinidad testimonial y una relación informal, no pertenece propiamente a la chusma (como califica J. M. a quienes se sirven de ciertas marcas). Es una compañera de clase, de esas cuya existencia tiendes a olvidar si te descuidas, reservada, apocada y aparentemente inofensiva. A ella más que a nadie debo agradecer su renuncia a echar mano del repertorio de topicazos. Me cabe, como contrapartida, disculpar su mal disimulada paranoia: ¡Hola, Marcos! Ya es la tercera vez que empiezo esto. De verdad que a este paso no sé si lo voy a acabar hoy o si sería mejor dejarlo para mañana. Lo intentaré y si no me gusta…, papel para reciclar. Por aquellos tiempos recuerdo haber conocido a un nuevo Zaratustra, inteligente, sorprendente. No tú, sino tu personaje, porque aquello era una obra de teatro mala y pendenciera, demasiado preocupado por ti mismo, en tu persona, como para fijarte en alguien que no fueses tú. Me parece todavía extraño todo aquello, ahora más que nunca que vuelvo a recordar todas aquellas cosas. Me refiero a que sabía que tú pensabas que yo era estúpida, o al menos esa impresión me dabas. No me preocupé entonces en indagarlo, pues yo era feliz, estaba a gusto con mi forma de ser, conmigo misma, exactamente igual que tú. Que eres una persona inteligente no lo pongo en duda, que yo también lo soy también, pero yo nunca me eché flores y tú sí. Alardeabas de ser inteligente, de ser superior al resto. Yo eso no lo acepté de ti; siempre pensé que las personas inteligentes deben aprovecharse de ello. No necesitan ir publicándolo ni tienen por qué demostrarlo, pues si tú lo sabes ya basta. Hay gente que alardea de inteligencia y es por pura inseguridad. Tú lo hacías porque te sentías superior. Humillabas al que estaba debajo, y si era mujer ya ni te cuento. ¡Qué asco cuando dijiste que éramos el solaz del hombre! Creo que ninguna de nosotras tiene la culpa de que la naturaleza nos diese la virtud o la desgracia de concebir y dar a luz. Pienso que eso es algo que tú nunca comprenderás, pues aunque a mí también se me escapa, al menos sé que lo sentiré y tú no. Me extrañaste siempre, igual que me sorprende ahora que después de todo te atrevas a decirme que haga memoria y describa si puedo cómo eres, cuando tú nunca te preocupaste de saber cómo era yo entonces. No sé si te das cuenta de que hablo en pasado, porque ahora ya no sé cómo eres. Ya no te conozco, describo cosas del pasado, al igual que tampoco tú ahora me conoces. Así que espero que te sirva esto de algo y si puedes aprovecharlo lo hagas, y si no Susana quizá lo haga mejor que yo.

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Ahora, me hace gracia que consiguieses encenderme la sangre con tus cosas. Recuerdo cuando me dijiste o me llamaste “Unamuno”. La verdad es que diste de lleno, me chiflaba por aquel entonces, ¿recuerdas aquello de “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado”? Tú venías con tus cosas y tu crítica repugnante hacia mi persona. Me fastidiaba, unas veces me enfadaba, otras me hacías daño. Pero entonces aparecían la máscara de indiferencia y el odio, el no querer reconocer que yo era pesimista. ¿Acaso tú no lo eras? Tú y tus tesis del superhombre. Porque en definitiva eres mortal como todos y si Hitler viviera (esto pensaba cuando me enfadaba, no me lo reproches, y espero que no te moleste) tú serías el primer bastardo en morir, pues no creo que pertenezcas a la raza aria, ni mucho menos. Crees que no sé que os dedicábais a criticarme, incluso ni a tres metros de mí. Bueno, son cosas que ahora ya no dan nada de sí. No creas que te guardo rencor. En aquel entonces puede, aunque tampoco me importaba. De la crítica se aprende. Te recuerdo orgulloso y egoísta. Lo que me sorprendía no es que lo fueses, porque yo también lo era, en el fondo, sino que te gustase alardear de eso. Tratabas a la gente de clase como a una masa de gente inferior. “Retirad las mesas, retirad las mesas”, antes de los exámenes, ¿recuerdas? Yo con tal de no oírte separaba la mía enseguida. A veces aparecías silbandoLa Internacional. Yo pensaba que hasta en cuestiones de ideología y política eras un cínico. Pues qué sería de la sociedad si tú fueses el superhombre, el que llevase las riendas en política: un nuevo nazi en definitiva. Todo lo contrario al socialismo, a la lucha del hombre por la libertad y contra la miseria y el hambre. Eliminarías al que no te sirviese, al tonto. Es que me parece que no entendías que en el mundo tiene que haber de todo. En cuestiones de amores me contaron que una chica te iba detrás. Yo pensaba que pobrecita: se enfrentaba al machismo en persona. Yo intentaba creer que solo era una pose para hacerte el interesante como todo lo que decías. Hasta que llegué a pensar que no, que me equivocaba, que realmente eras así, que te salía del alma. Genio, calculador, en fin, un destripacorazones. Me dabas lástima, en algunos aspectos sentía pena de ti, porque en el fondo yo pensaba que eras una persona infeliz. crees Dios, solo ti mismo. Dios ha muerto, y si tea tienes a tiNo mismo No para quéenquieres más.enSí, para qué querías una chica tu lado. la querrás, te aprovecharías de ella. Visto de otra manera, si solo piensas en ti mismo para qué vives, por qué luchas por conocer más y más, para qué estudiar, y estudiar. Me dabas pena. Cuando te desmayaste en clase y Palmira te sacó de clase; sentí verdaderamente pena por ti. Me sentí […]. Tú no me tragas. Yo no hago nada, palidezco y me quedo quieta, helada. Me extraña que haya gente a la que le caigas bien y que en definitiva te admire y te quiera. Yo ya sé con qué monedas les pagas. ¡Qué desastre! Me hubiese gustado odiarte y hacerte la puñeta durante todo el año, o bien podérmelo tomar a cachondeo. Pero eran tiempos difíciles de adolescencia y no podía más que tomármelo en serio y sufrirte por dentro. Parecía que con ello disfrutabas y yo me sentía a veces realmente asqueada de todo. Bueno, Marcos, he intentado no decir cosas negativas de ti, única y exclusivamente, y he puesto un punto crítico a toda mi relación, de lo que espero que

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saques algún provecho. No ya personal, sí académico. Que conste que me he referido a cosas del pasado. Ahora todas me patinan. No podría escribir objetivamente, pues todo son opiniones personales y, por más que quiera, no pueden ir sin connotaciones subjetivas. Quede claro que aún hoy pervive en mí la admiración de entonces hacia ti y espero que esto no te hinche como a un pavo. Aunque ahora ya no te conozco, supongo que sigues siendo un poco vanidoso. Espero de todo corazón que no me guardes ningún resentimiento, me escribas y me digas qué te ha parecido “esto”.

Aquí habría que citar a Nietzsche: “Quien da consejos a un enfermo se asegura un sentimiento de superioridad sobre él, los siga o los rechace. Por eso los enfermos irritables y orgullosos odian a los consejeros más aún que a su enfermedad”. A. T., con el que mantengo un lazo de afinidad significativo y una relación informal, abunda en alguno de los temas abordados por M. Q. Su enjuiciamiento es severo con mi presunto talante vehemente, racional en exceso, que reprueba y censura cualquier expresión humana irreductible a esquemas especulativos. Un compañero de clase siempre. En este sentido, por ambas partes, más infantilismo que edad real. Estudiante que nunca pasa desapercibido, general y específicamente para ser condenado por algo fuera de los límites de lo normal, de lo esperable; extravagante, payaso del lenguaje, cierta farsa irónica e inventor o aplicante de términos en los cuales hacer cuadrar la realidad, nunca al revés. A la par, figurilla que, en una común aura de ardor e ingenuidad (que lo envuelve a él y a nosotros), coadyuva a un más intenso funcionamiento de ciertas mentes que podría agrupar bajo el de “inteligencia del bien”. Pero, por encima de todo, estudiante, libros, y a partir de ahí, creación de una vida bajo parámetros librescos de una realidad previamente concebida mentalmente y a continuación juzgada bajo estos mismos prismas. Las nubes pasan, la nubosidad nunca es variable. En su parnaso celestial está un Diosdel poliforme: ya sea Nietzsche, ya sea Bernat,del yaarte, sea mitos otro tipo de inteligencia mal, opuesta a ases deportivos, estrellas colectivos, humanidad, sentimientos, injerto de vida en la desértica racionalidad poblada de seres espurios y esperpénticos en comunión, de los cuales planea sobre la vida nuestra. No hay cambio. No es Nietzsche; es Schopenhauer, y no es un instituto sino una facultad, ni es Ibiza sino Barcelona. Pero ni física ni en el aspecto mental hay crisis (= cambio): solo un modelar continuo, una idea vital, un solo objetivo. No hay humanismo, no hay vida, no hay abstracciones que encubren sueños en el común sentido del término, problemas de amistad, de amor; problemas interiores a los que se dé una oportunidad: todo es aplastado. No hay cotidianeidad, o si la hay, está al servicio de la irrealidad, de su propia normatividad de su dictado, y no al revés (la vida cuadra en las fórmulas, decía, no al revés). Él, feliz, él, adelante, él, sociólogo, historiador, pensador; así él por fuera y por dentro. Nosotros, subjetivamente, adivinamos que le falta algo, que es

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un caballero demediado, que todavía no ha tomado conciencia de ello; que su vida es como una pintura impresionista; solo algo se plasma en ella; ese algo, lo hace con fuerza, pero el resto se difumina muy lejos, hasta perderse.

Loacorrobora R.,tal amiga de lasaque Compartimos pupitresolo en clase edades enE.que cercanía, los escasean. ojos inquisidores del público, parecía significar una cosa. Éramos los empollones, estigma que tolerábamos mejor a dúo que en solitario. No debíamos defraudar las expectativas en nosotros depositadas, y no lo hicimos. Cada uno como mejor supo: Es curioso. Yo misma me sorprendo de mí misma. Es curioso que si bien durante un tiempo me atribuía “el honor” (por así decirlo) de ser de entre su reducido círculo de amistades quien mejor lo conocía, no sea ahora capaz de escribir tres palabras seguidas sobre su manera de actuar. Tal vez sea porque, si bien fueron muchas las horas que pasamos juntos, nunca dejaron de sorprenderme sus comentarios (cuando los entendía). A pesar de creer conocer su manera de pensar —simplemente antagonista a la de todos los demás— nunca sabía cómo iba a reaccionar ante cualquier comentario: indiferencia, o repulsión la mayoría de las veces. Reconozco que al principio le veía con recelo y que si después de la primera impresión no hubiese tenido oportunidad de conocerle, le odiaría. Su actitud de desprecio ante todo lo humano chocaba de frente con mi mente de infantil cristianismo: esa burla irónica hacia la mayoría de sus compañeros, su eterna búsqueda de discusión, su disconformidad ante todo (la mayoría de veces un tanto absurda, solo para tratar de enfrentar a quienes tenía a su alrededor), sus argumentaciones aplastantes… Poco después, a medida que le conoces —si logras que se deje conocer— aparecen ciertas características que, sin suplir o equilibrar lo anterior, como mínimo parecen justificarlo. Desprecio ante todo porque no acepta leyes que rijan mayorías. Búsqueda de discusión, para tratar de hacer razonar a los demás; en esto él siempre iba por delante. Su afán de ir contra corriente, de ser minoría, sus argumentos aplastantes. Las formas perfectas del lenguaje eran su mejor arma. Aunque a veces no tenían sentido —él mismo lo reconocía— lograba desconcertar al “contrario”.

Con el bautismo los cristianos nacen a una nueva vida; con la extremaunción se preparan para saltar el abismo. Entre ambas absoluciones, las personas celebran o sobrellevan otros cambios de estado. A algunos de ellos los acompaña un sacramento, que es la forma que encarna simbólicamente el misterio. Los jóvenes masai tenían que matar un león para ser considerados adultos, Cristo hubo de bajar a los infiernos, el obispo da un leve bofetón al neófito para confirmarlo en la fe. Al final de la adolescencia en todas las mitologías el héroe emprendía un largo viaje. El paso por el instituto ejerció así una influencia decisiva en mi conformación personal e ideológica. Trajo a mi vida el traslado como rutina. El autobús aprovechaba amaneceres gélidos

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para atravesar diariamente lo que, hasta entonces, había sido percibido solo como un horizonte montañoso. Más allá de las montañas había sido informado de que no eran de curso corriente gran parte de las monedas utilizadas en mis transacciones infantiles. Un instituto público, una ciudad cosmopolita para un lugareño, dispares (muchas veces enconadas) sensibilidades ideológicas, una multiplicidad de estamentos sociales y culturales, conformaban una realidad con la que literalmente topé. Había de propiciar una pérdida traumática de la inocencia, e iniciarme en los misterios de la vida adulta. Atrás quedaba mi primera etapa: Esto es más o menos lo que recuerdo. Espero que te sirva de algo. A Marcos lo conocí en el colegio. Él era el más listo del colegio y siempre procuraba sacar matrícula de honor en sus notas, aunque no siempre lo conseguía. Se fijaba mucho en los defectos de los maestros. A la hora de darnos clase es como si quisiera ser más listo que ellos. Yo creo que le encantaba estudiar y no permitía ni aceptaba que nadie sacara mejores notas que él. No le gustaba que le copiasen en los exámenes pero indirectamente yo conseguía copiarle en algunas ocasiones. Nunca fue muy fuerte. Pero, a pesar de ello, se metía con la gente. Recuerdo una chica que se llamaba Caridad a la cual él y muchos más decían que tenía la peste. La pobre chica era una mártir en el colegio pero nunca le importó. De tal manera que el profesor tomó medidas y se presentó con la chica en clase y llamó a varios compañeros —entre ellos Marcos, cómo no— y les obligó a que hicieran las paces, de forma que le tenían que dar la mano y un beso a la chica. Pero Marcos se negó a hacerlo. Pero a Marcos no solo le gustaba estudiar. También le gustaban otras cosas como el deporte. Al principio le gustaba mucho el fútbol y, si mal no recuerdo, era el mejor portero de la clase. Con sus guantes y rodilleras era el rey debajo de los palos. Pero esto no era lo suyo. Por eso se decidió por el baloncesto, cosa que aprendió antes que ninguno de la clase. Él fue el que nos enseñó a jugar a todos. Bueno, él y su libro de reglas que él tenía en su casa. Pero sucedía que él nos enseñó al principio lo básico, y cuando nos poníamos a jugar sacaba algunas reglas que se había dejado en el tintero. Por eso había gente que se mosqueaba con él, diciendo que aquellas reglas se las inventaba él. Poco a poco aprendimos a jugar muy bien, pero nos esforzamos mucho. Recuerdo que durante todo un verano estuvimos subiendo al campo de fútbol, baloncesto, por la mañana temprano con una cantimplora llena de agua congelada para que nos durara más tiempo. Éramos los reyes del baloncesto. Recuerdo también que por las tardes jugábamos al futbito en los bancos del paseo de San Antonio, y al baloncesto en los árboles del mismo lugar. También recuerdo que jugando al baloncesto, durante un descanso para beber agua, un chico me dio un cigarro. Marcos me echó una bronca mayor que la que me hubiera echado mi padre. Siempre ha sido un tío grande. Era como un hermano para mí. Recuerdo que me apunté a una carrera de cross y él me estuvo entrenando durante varios días. Quedé segundo de mi categoría de todo San Antonio. Durante

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todo lo que duró la carrera él me estuvo animando. También jugamos juntos al ping-pong, porque él se compró una mesa de ping-pong. Una cosa que había olvidado: la pelota con que jugábamos al baloncesto la conseguimos entre los dos subiendo leña al segundo piso de su casa. También jugábamos juntos al tenis de playa por la tarde. Nos quedábamos jugando hasta que oscurecía. Luego, llenos de tierra y tumbados en la arena, conseguíamos ligar con algunas chicas que pasaban por el paseo marítimo. La verdad es que éramos muy afortunados al vivir en una isla tan bonita como Ibiza. A Marcos le gustan mucho el estudio, la radio y ser catalán (o ibicenco, aunque yo piense que es lo mismo). Aunque Marcos, antes de ser catalanista de pies a cabeza, era un verdadero aficionado del Real Madrid. Ahora, como dice él, si eres catalanista no puedes ser del Real Madrid. Y pienso que tiene razón. Marcos está totalmente a favor de la independencia de Catalunya. Le encanta llevar puestas camisetas que provoquen a la gente. Camisetas en las que ponga que él no es español, sino catalán. También ha cambiado su nombre. Pienso que habla con todo el mundo catalán menos conmigo, porque a mí no se me da muy bien. Si no, estoy seguro de que tampoco me respetaría. A Marcos le gustan la música clásica y los sellos. Siempre fue un desastre en cuanto a los arreglos domésticos. No le gustan las comidas de restaurante. Lo que le gusta es tener un amigo, una buena pizza en las manos, una Cocacola, y arena para poderse sentar. Es decir, que de yupi no tiene nada. Es un tío muy seguro de sí mismo. Sabe qué es lo mejor para su futuro, con las ideas claras hasta tal punto que sabe el tipo de mujer con la que se casaría. Sé más cosas de él, pero ahora mismo no me vienen a la cabeza. Por esto voy a acabar con las dos últimas peripecias que recuerdo de él. Una es que él ha sido y es un ciclista acojonante. Es sus mejores tiempos, uno de los mejores de Ibiza. Tiene copas que lo demuestran. La segunda es que es una persona a la que no la intimida nadie, cosa que se demuestra en la siguiente historia. Hace poco Marcos y yo paseábamos por el paseo marítimo. Dos policías municipales aparcaron su coche cerca de nosotros. De repente, uno de ellos salió todo chulo del coche y nos dijo qué era lo que nosotros estábamos diciendo acerca de ellos. Marcos en catalán (pues el policía en un principio habló en castellano) le dijoconversación que nosotros era no estábamos de ellos, y en queabsoluto aunque así fuera nuestra privada y ahablando él no le importaba lo que nosotros estuviéramos diciendo. Entonces, él se quedó callado unos segundos. Luego, en catalán, le dijo el municipal a Marcos que no se pusiera tan chulo o le iba a tener que bajar los humos. Entonces Marcos, sin pensárselo dos veces, le dijo: “A ver quién le va a bajar los humos a quién”, y le repitió que nuestra conversación era privada. El policía no tuvo más remedio que darse vuelta y meterse en el coche. Bueno, así es Marcos: deportista, inteligente, sencillo y con facilidad de palabra. También es muy nervioso y catalanista-independentista. Le gustan la música clásica, escuchar la radio, juega muy bien al ajedrez, y no ha probado nunca el alcohol, ni el tabaco, ni creo que tampoco las mujeres. Pero no es ni mucho menos marica. Él es un buen amigo mío. Espero que algún día llegue a ser un buen sociólogo y que se meta en política. De ser así, yo seré su guardaespaldas.

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Bueno, Marcos, perdona lo mal que he escrito y los tachones, pero es de noche. Mañana a las 7:30 trabajo y me caigo de sueño. Espero que todo esto te sirva para algo. Podría escribir más, pero tengo más sueño que la Bella Durmiente.

Se conserva, claro, la grafía srcinal. J. P. es a quien debo este texto. Es mi mejor amigo; amistad cimentada por el tiempo y las experiencias compartidas. Los roles que comparte conmigo —jugador de baloncesto, de ping-pong, comedor de pizzas sobre la arena de la playa local— no desmerecen sus ocupaciones más importantes: paciente receptáculo de las frustraciones de su amigo, jardinero, peón, camarero, lampista, parado, el primero en las batidas a la caza de la giri cuando el calor aprieta. Todo lo que se precie para sobrellevar una existencia sin sofocos. S. P. me conoce bien. Con ella mantengo un lazo de afinidad relevante. Pero al parecer no me muestro tal como realmente soy: Bueno, ya hace mucho tiempo que nos conocemos. Más que amigos somos compañeros, buenos compañeros. hace es falta ayuda, presta. Lo que he podido descubrir después Cuando de tantoste años que Marcteeslamuy suyo. Suele ser calificado de “tío raro”, y tampoco es eso. Es antihabitual, antinormal… Todas las cosas que se hacen, que son típicas, no van con él. Va a lo suyo y no quiere depender ni de nada ni de nadie. Por todo ello suele ser visto como una persona un tanto desagradable (en el sentido de que todo le parece mal, típico, normal). En las cosas que no le gustan (o que aparentemente no le gustan, no lo sé) es muy flexible. A veces, aunque se queje, las hace, pero muchas veces es inflexible, coge sus cosas y desaparece. Cuando lo vas conociendo te acostumbras. En nuestra amistad no hay manías. Cuando habla de cosas que no entiendo se lo digo y ya está. Él lo acepta, se ríe y pasa. Tiene buen corazón aunque no lo aparente. Si no, una niña pequeña no lo querría como es el caso. Los niños pequeños tienen mucha intuición para estas cosas. Es como un sexto sentido, y parece ser que no falla nunca. Así que, si esta niña es que cosa todo. no seloloaprecia imaginatanto jugando enalguna el suelo conhay unadetrás niña, de pero así En es. principio Tiene esteuno aspecto de que parece que pasa de todo, pero no es así. Él es así, y no me importa (y claro, aunque me importara no podría hacer nada). ¡No te he dejado tan mal, eh!

El lado velado de una personalidad siempre ha ejercido una fascinación inquietante. ¿Qué insoldables recovecos enmascara el estereotipo? Para cierto tipo de consumidores de clichés la conducta está de forma descubierta y declarada dominada por una función propia: mover el consentimiento público, acceder a una vaga aprobación colectiva. Exige la amoldación de la realidad a categorías preestablecidas. El ser humano, en tanto que ser social, sale a la plaza a ofrecerse. Allí no solo se expone al público en el mostrador inclinado de las pescaderías, como los percebes, besugos, merluzas, bacalaos o las

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japutas. Más bien se autopregona, haciéndose así a la vez vendedor y mercancía. Pero para otros el vendedor es ante todo publicista; oculta celosamente su interés. Cierto consumidor inconformista, al no aceptar a catalogar una conducta herética, se empeña en redimirla. Los amigos/as que te encuentras sacian con que tu amistad apetitos personales, conpara independencia que los atributos te adornen parezcan poco dotados satisfacer talde propósito. M. C. es amiga de mis amigas, por lo que el lazo de afinidad con ella es meramente testimonial. Difícilmente la oportunidad de cruzar una palabra con ella de no serlo. Forma parte del amplio elenco de personas que te imponen las circunstancias, sin más. A pesar de la precariedad de la relación, ella sabe cómo soy (diagnóstico) y prescribe el tratamiento que se me debe dispensar para sacar a la luz mi otro yo: Describir a una persona nunca es fácil y pocas veces se puede ser objetivo. Hablar de Marc es una de esas ocasiones en que no se puede ser objetivo porque nuestra amistad no es demasiado fuerte y las posibilidades de enfocar la realidad son mínimas. Marc es una de esas personas que parecen dos. Me explicaré: la imagen que daeso Marc la gente es diferente a la realidad. No es lo que aparenta, o al menos me aparece a mí. Tiene una imagen de persona diferente, fuera de lo normal, pero eso es para mí una careta. Es una de esas personas de las que no puedes decir que las conoces después de haber hablado con ellas solo dos veces. Hay que tratarlo, conocerle con el tiempo. No es una persona que entri pels ulls, no cae bien al principio. Como muchas cosas buenas, se descubren con el tiempo. A mí nunca nadie me ha dicho de él: “¡Qué simpático!”. Nuestra amistad no es de hace muchos años, profunda. Vivir en el mismo pueblo pequeño y tener algunos amigos comunes no es suficiente para conocer a nadie, y a él aún menos. Tiene una personalidad característica, propia y sobre todo fuerte. No le importa llevar la contraria a mucha gente si cree que hace lo que debe hacer. No se deja convencer fácilmente y la idea que yo tengo de él es que su personalidad está muy definida. Definida y muy diferenciada deestos los demás. Lahan nuestra una amistad de deferencias, de comentarios, pero siempre sido es buenos y no demasiado contradictorios. Ya lo dice una frase: “Detrás de una gran personalidad hay un gran amigo”. Seguro.

M. R. es amiga de mi hermana Catalina, por lo que el lazo de afinidad que mantiene conmigo es tan tenue como el de M. C. También me vino impuesta. Sin embargo, se muestra mucho más cauta al emitir dictámenes. Se declara desautorizada para ello. Conoce aspectos muy puntuales de mi vida que se dedica a detallar rigurosamente: Bueno, Marc, yo en realidad no te conozco, o sea que no te tomes demasiado en serio lo que pueda decir en estas cuatro líneas. Como Marc ya sabe, yo aquí hago el papel de la amiga de la hermana. Este personaje, con pocas excepciones, no llega a tener nunca un contacto muy directo con el hermano de su

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amiga, si exceptuamos el inevitable encuentro en su casa. Precisamente mis recuerdos van encaminados a aquellos primeros momentos en que yo iba a casa de Catalina y nos quedábamos en su habitación. Yo no me daba cuenta de la presencia de Marcos hasta que de repente entraba y decía: “Eh, nena. ¡Tienes que leer esto!”. Yo, como es natural, me quedaba un poco desconcertada. Al principio le veía como un bicho raro, un poco loco (que casi nunca saludaba) y un poco excéntrico. A partir de aquellos encuentros esporádicos descubrí la faceta más representativa de Marcos (además de ver que los dos hermanos se llevaban muy bien, algo fuera de lo común en estas edades). Esta se refiere al carácter intelectual de Marcos. ¿Por qué carácter intelectual? El chico, por lo que aparentaba, se pasaba el día leyendo, delante de los libros. Al contrario de muchos otros chicos, no mostraba ningún interés por salir, máquinas de juegos, toda una serie de cosas muy en boga en nuestra sociedad (tremendamente inculta) de hoy. Quizá por eso Marcos es visto como un personaje extraño fuera de lo normal. Lo poco que había oído hablar de él se refería a esto: “Sí, es un chico muy listo…”. Debo reconocer que esto es lo que siempre me ha impresionado más de él, el hecho de tener la sensación de encontrarme a un nivel inferior de conocimientos. Tengo que confesar que antes (ahora ya no tanto) me encontraba incómoda con su presencia. Sentía una especie de inferioridad intelectual. Quizá esto es una locura, pero si se trata de hablar de un Marc (al que no conozco) lo único que puedo hacer es basarme en impresiones sobre su persona. Marc era considerado por mí (y creo que por muchos más) como un bicho raro, que no cumplía con los cánones del típico adolescente que pasa de todo. Yo diría aún más, que Marc vive en un mundo de ideas. Su vida, más que vivencias, es ideológica. Ya que yo desde que lo conocí solo he conocido ciertas facetas ideológicas de Marcos; su amorversus la filosofía de Nietzsche, y su radicalidad política a favor del independentismo [catalán]. Y estas son solo dos, las otras partes ideológicas de Marcos no las conozco. Si las conociera podría escribir mucho mejor sobre él. Esto es una parte importante del individuo, si no todo. Aunque el trabajo autobiográfico pareceantes que un va encaminado quelolosesfuturos estudiosos de la población se estudien poco a sí mis-a mos y se comprendan mejor. Esto ya solo es trabajo de Marcos.

Nos acostumbramos paulatinamente a la maneras de sentir de nuestro entorno. Pronto adquirimos los caracteres y colores del partido al que pertenecemos. La abstención de juicio es difícil, insoportable a nuestra vanidad. Ante la ignorancia nos cobijamos en las opiniones públicas, perezas privadas. Sin embargo, otras veces atribuimos —emulando a un escolástico medieval— sexo a los ángeles. Nunca hemos visto ninguno, pero conocemos sus atributos. Prejuiciamos, unimos arbitrariamente cabos sueltos, tenemos mitos al abasto cuya aplicabilidad es incuestionable —sacralización del mito—, edificamos nuestra propia realidad apelando al lugar común, y la hacemos funcionar conforme a nuestras prescripciones. De este modo, asoman en el juicio

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personal el enfant terrible, el erudito sesudo, el iluminado, el nihilista, el predicador, y el histrión, entre otros. Los mitos son enemigos de la verdad, más poderosos que las mentiras. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia».

Autobiografía grabada y anotada «Piedrahita de Castro era un pueblo zamorano de Castilla puro agrícola, no ganadero 7. Ahora es ya más ganadero porque la gente ha aprendido un poco. Era un pueblo con mucha personalidad porque la estación de tren de Piedrahita de Castro era la primera desde Zamora a Benavente. Entonces los pueblos limítrofes —de Pajares de la Lampreana, Torres del Carrizal, San Cebrián de Castro, Moreruela de los Infanzones, y todos— tenían que venir a la estación de tren de Piedrahita a buscar a sus familiares que viajaban. Como mi padre, que iba a Zamora cada lunes y cada martes 8. Lo mismo que el cura que iba todos los días. Los del pueblo decían “Mira lo que tiene de dinero el cura”. Resulta que cuando se murió se descubrió que el cura le dejó todo el capital a su novia de Zamora, y que tenía un hijo. ¡Qué cosas! Era un tío muy rígido en las cosas de la Iglesia. Pero después ¡mira por dónde nos salió el tío! De las cosas que me acuerdo son tan agradables, tan gratas, que me lo paso pipa. Tan solo recordando mi historia, que he sido don nadie… pero he sido de todo 9. Rico nunca he podido serlo; ni falta que me ha hecho. Pero no me 7 Piedrahita de Castro es un pueblo a unos 30 kilómetros al norte de la ciudad de Zamora, en una desviación de la carretera nacional 630, que va de Zamora a Benavente, bastante apartado de la nacional VI. No está en la carretera principal, sino en la antigua línea férrea (que luego pasó a ser solo de mercancías, y que posteriormente desapareció), siendo la primera estación de Zamora a Benavente (las paradas eran: Zamora, Piedrahita de Castro, Manganeses de la Lampreana, Casa

de Farreras, Casas de Ramos, Barcial del Barco y Benavente). Seguía luego hacia Astorga. Es un pueblo situado en la Tierra del Pan, y limítrofe a la Tierra del Vino, entre San Cebrián de Castro y Cerecinos del Carrizal; entre el río Esla y el río Valderaduey. Piedra-hita; «hita» se refiere a una señal de piedra que se ponía para marcar los límites de un terreno o la dirección de un camino, o incluso para indicar las distancias. «Castro» es un castillo o fortificación iberorromana. Por extensión cualquier altura donde hay vestigios de fortificaciones antiguas. Al lado está Castrotorafe, que se consideran restos de la antigua Zamora. Existe un alto —Raposera— de 716 metros de altura. En la zona hay varios pueblos con el nombre compuesto: Piedrahita de Castro, San Cebrián de Castro y Perilla de Castro; todos están alrededor del embalse de Ricobayo que es parte del río Esla, del Puente de la Estrella, y de las ruinas de Castrotorafe que dan nombre a esos pueblos. Para dejarlo claro: es la autobiografía de mi padre. 8 Con frecuencia, casi todos los días. 9 Un «don nadie» se refiere a un hombre sin valía, poco conocido, de escaso poder e influencia (DRAE, Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española). Todas las citas del DRAE en la primera edición del presente libro corresponden a la vigésima primera edición de 1992.

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ha faltado nada. Eran años difíciles para España, pero para nosotros no. Ahora es cuando es malo; cuando ese pueblo de Piedrahita se hunde por la falta de la vía férrea; porque la vía se ha destrozado. Antes, a aquella estación venían gentes de otros pueblos; los granos y los abonos. Eso desapareció todo. 10

Se marchó la vida; menguó, y se sigue menguando . Mis abuelos eranselos ricos del pueblo, después de Pinilla —ese famoso po11 lítico —. Entonces vivía mi abuela Josefa Sánchez. Mi abuelo Diego Miguel 12 también vivía, pero lo conocí muy poco; tenía mucha riqueza. De mi abuelo Diego lo único que recuerdo es que estaba enfermo de la depresión. Se arruinó y perdió mucho capital. Sembraba ochenta fanegas 13 de terreno en garbanzos, y vino un año malísimo y se hundió. Es lo que pasa con el campo: la sequía. Eran nueve hermanos, y todavía tocaron a treinta y tantas fanegas cada uno de propiedad. Mi abuelo Diego era un buen tipo, un labrador. Venía de gente muy humilde, labradores de Pajares de la Lampreana 14. Se casó con mi abuela Josefa Sánchez, de Cerecinos del Carrizal 15, que debía de ser algo más rica. Montaron el negocio, y lo ampliaron. Debieron de haber sido más ricos antes porque mi tío Marcelino (el hermano de mi abuela), que era mi padrino, era el riquito pueblo. Siguió siempre los destacados, de familia destacada. Losdel demás eran del siendo montón, como de pasaba en todos los pueblos de Castilla. El abuelo Diego murió muy joven. Cayó en una depresión y no volvió a ser muy valiente. Se puso malo, malo y malo, y ya no se le quitaba. Aquello lo llevó a la tumba. Ahora hay mucha depresión por cosas parecidas. Que a lo mejor también es hereditario, de los genes. Mi hermano Pepe tuvo, por ejemplo, la depresión por una cosa parecida. Entonces Pepe está predispuesto. Mi hermano Lucas es depresivo. Y yo, ¡nada depresivo! Yo era el mayor, y todos sus genes podrían haber descargado en mí. Pero no ocurrió así. Mi abuela Josefa era rubia, con ojos azules, no muy alta. Pero cuando yo la conocí era ya baja. Me acuerdo más de mis tías porque eran las que más me atendían. La abuela pasaba en la cama ya mucho tiempo. Mi abuela, recuerdo 10 «Menguar» en el sentido directo de consumirse física y moralmente; y en el significado antiguo de «faltar lo que debiera o quisiera tenerse» (DRAE). 11 Se refiere a Carlos Pinilla, que fue subsecretario de Gobernación durante el Franquismo. 12 «Miguel» es apellido. No es hasta 1954 cuando algunas familias de este apellido cambian a «De Miguel». En mi caso en 2015 cambio a De Miguel. 13 Como medida de superficie la fanega es equivalente a unos 6.600 metros cuadrados. En algunas comarcas son 64 áreas, o tres fanegas cada hectárea. La fanega se divide en celemines, y estos, en cuartillos. El celemín tiene unos 537 metros cuadrados, y es el espacio de terreno que entonces se consideraba necesario para sembrar un celemín de trigo (unos 4,6 litros de trigo). Cada celemín tiene cuatro cuartillos (alrededor de un litro). A su vez existía la carga, que cada una supone tres o cuatro fanegas. 14 A unos siete kilómetros al noroeste de Piedrahita de Castro. 15 Casi un triángulo equilátero con Piedrahita de Castro y Pajares de la Lampreana, en el

vértice oeste, en la Tierra del Pan zamorana pero ya limítrofe a la Tierra del Vino.

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que me trataba como al nieto predilecto. Comían ya en aquel entonces como señores, con dos platos y fideos. De eso me acuerdo mucho. Mis abuelos vivían en Cerecinos del Carrizal (el pueblo de Pinilla). Vivían en una casa de labradores grande, a la que yo iba a temporadas. Me llevaba mi padre, porque yo también el hijo predilecto. Mi padre,era Amando, no era el mayor de sus hermanos. El primogénito era el fraile, Victoriano, que era cura, el director de los Redentoristas 16 de Astorga 17. Era una personalidad; íntimo del Vaticano y del cónsul. Murió porque lo operaron de próstata. Entonces no estaban tan preparados como ahora, y se quedó en la segunda operación, ya muy mayor. Era muy inteligente. De la parte de mi padre todos han sido bastante inteligentes. Le pasó lo que a nosotros: a la escuela todos, pero no tuvieron carrera. Pero de trato eran como si tuvieran bachiller 18. Religiosos en nuestra familia pocos. Tenía ese tío sacerdote. Luego está mi hermana Sole, que quiso ser monja. Tenía ya un primo carnal cura en Venezuela, que se llamaba Paco. Murió de cáncer, y su hermana que estaba en Puerto Rico también murió. Paco era hijo de una hermana de mi padre. Al quedar huérfanos venían los misioneros y se llevaban a la gente que estaba predispuesta. Eran huérfanos de mi tía Tomasa, y fueron a menos, a menos, a menos. Su padre se casó con otra, con Marina. Estos chicos eran majos; y cuando venían los misioneros, pues querían que lesdijeran algo para irse con ellos. Mi padre, Amando, realmente se llamaba Cornelio (no Escipión). Pero todos le llamaban Amando porque fue un capricho del padrino. Mis tías que eran tan presumidas y tan señoritas dijeron: “¡Mira que ponerle al niño Cornelio, un nombre tan estrambótico!”. “Bueno, pero Cornelio ya está puesto”. “Pues no, señor; pues vamos a llamarlo Amando, Amando y Amando”, dijeron. No había ningún Amando en la familia. Amando y Amador eran en aquel entonces nombres bonitos, y Cornelio no. Cornelio sonaba como cornudo, todavía suena mal. Nadie le llamó Cornelio nunca. Solo oficialmente, en las 19

notificaciones. Fue alcalde del problemas pueblo, y en el somatén , y entonces aparecía el nombre Cornelio. Tuvo porque no coincidía; pocossíproblemas, pero sí que los hubo. Ahora cada paso es un gazapo. Entonces no; pero los problemas que había llegaron por esa cosa del nombre cambiado. Mis abuelos y tíos eran gente que vivía muy bien, eran señoritos. Mis tías eran todas solteras. Yo era el nieto que me llevaban con mis tíos. Meaba la cama a mis tías. De joven tuve esa cosa, de la vejiga, que me meaba en la cama. De la congregación fundada por San Alfonso María de Ligorio. En la provincia de León, entre Benavente y Ponferrada, en la carretera nacional VI. 18 Grado que se concedía al terminar la enseñanza secundaría. 19 El somatén era una milicia formada por ciudadanos, que se reunía a toque de campana para perseguir a los criminales o defenderse de un ataque. Era propio de Cataluña, pero aquí debe 16 17

referirse a Zamora.

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¡Pobre tía Toribia! Eran muy ricos en aquellos tiempos. Eran los que figuraban. Mi tío Justiniano era un señorito: ¡iba con sombrilla a trillar la era! Era el hijo más pequeño del abuelo Diego. Murió a los noventa y ocho años. Justiniano se casó y tuvo dos hijos: Justi (José Luis) y Carletes, que es aparejador. Carletes está en ahí (el viveprimer situado. La familia deSevilla, Gonzalopor Sogo esposo de mi madre) eran tuberculosos. Su familia venía de fuera: eran sayagueses 20. Su abuelo Rafael Sogo era un rico sayagués que vino a la fiesta de San Roque 21, se enamoró de la señora Juliana (que era parienta de Isaac y esos ricos), y se afincó en Piedrahita. En Piedrahita amplió sus fincas, las vacas, las tierras, las cortinas 22 y compró muchas tierras (pues tenía mucho capital) y una casa muy grande con muchas higueras y un huerto con árboles frutales. Todo eso se ha venido abajo. Mi casa —nuestra antigua casa— se está cayendo a trozos. ¿Para qué quiere nadie la casa en un pueblo que está en decadencia? Piedrahita de Castro está muriéndose, está en la agonía. La casa todavía existe pero se está cayendo. Teníamos un huerto delantero con su pozo y su jardín. La tía Remigia (que iba mucho a las misas, y era aficionada a las flores de la misa) tenía unas flores muy bonitas y unos árboles frutales también. Había un árbol en ese huerto que tenía cuatro clases de fruta: peras, peruchos de una clase, de otra… cuatro. No se me olvida el peral ese. Mis padres —Amando y Gumersinda— se conocieron a través del tío Paco, médico del pueblo de Piedrahita, que estaba casado con Esperanza, la hermana de mi padre. Fue Paco quien trajo a mi madre, que había quedado viuda de Gonzalo Sogo. Amando se iba quedando añejo y solterón, así que lo cogieron y casaron. Esto a mí nunca me lo han contado, pero lo he adivinado. Casarse con una viuda era un buen plan. Lo casaron; y ahí el amor apareció después. Pero no hubo enamoramiento. Juntaron la vaca con el choto 23. Esto nadie me lo ha dicho, y no creo que lo llegue algún día a aclarar. Mi padre Amando se casó tarde, a los treinta y algo más de años. Yo nací enseguida. Seque casóhacer, tarde porque porque él como era rico, puesDiego lo fue se dejando y dejando. Tenía mucho cuando el abuelo puso enfermo se tuvo que hacer cargo de todo lo que tenían. Después de mi tío el fraile —Victoriano— mi padre era el hijo mayor. Era muy nombrado en toda la región 20 De las Tierras de Sayago, hacia Portugal, cuya capital es Bermillo de Sayago. Existe un pueblo que se llama Sogo, al este de Bermillo, pero la familia (Rafael Sogo, el padre de Gonzalo) provenía de Peñausende, al sur de Pereruela, cercano ya a la frontera con la provincia de Salamanca. 21 La fiesta mayor de Piedrahita de Castro, el 16 de agosto. 22 Se refiere a los pedazos de tierra cercados que quedan dentro del propio pueblo. También pueden ser inmediatas a un pueblo o a unas casas de campo, que ordinariamente se siembran todos los años. En el DRAE aparece como «cortinal» pero en el lenguaje común de la zona se habla siempre de «cortina». 23

En este contexto el choto es un ternero.

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para ir a medir las tierras. Hablaba muy bien, pero no daba ni golpe. Era famoso, pero vago; se cuidó. No tenía estudios, pero era muy inteligente, sabía muchas matemáticas. De los otros abuelos, a Lucas Prieto no le llegué a conocer. Murió antes de que casase madre,de Gumersinda, con mi vivíamos padre, Amando. Nos relacionamosse más con mi la familia mi madre, porque en Piedrahita de Castro. La familia de mi padre, que era de Cerecinos del Carrizal, era más fría. A mi padre, Amando, lo acataban porque era el que iba a hacer las matanzas, el que dirigía todo, contaban con él para todo. Pero después en lo otro no le daban valor; se servían de él. En mi familia ha habido de todo. La madrina mía, Demetria Prieto24, era también buena. Tuvieron que emigrar. Las primeras figuras de Nacimiento que entraron en mi casa fueron un regalo que me hacía ella a mí, venían de Madrid. Me hacía regalos depeccata minuta 25, para entonces era algo: un Nacimiento; después me regaló unas cuantas cosas. Era como mi madre, muy buena. ¡Pero mi tía Consuelo! ¡Y mi tía Remigia que era más loca que un chivo! Era beata, solterona, y no se casaba. Se dedicaba a asistir a la Virgen, y llevarle flores. Mi tío Félix era un dictador. Mi tío Máximo, un solterón, raro. Se marchó a vivir para la finca que le tocó de los abuelos. Era una finca preciosa, que tenía trescientos almendros, tenía guindas, cerezas, melocotones, de todo. Tenía una noria, un pozo, un huerto grande. Tenía unas treinta fanegas de cabida: unas siete hectáreas u ocho, o nueve. Son tres fanegas la hectárea. De la familia de Gumersinda tratábamos con todas las personas: mi tía Consuelo, mi tío Félix, mi tío Máximo y mi tía Remigia. Mi tío Máximo era un solterón que dejó el capital a mi madre. Gumersinda lo rechazó y dijo que para todos. Tenía una finca grande con árboles frutales, que era una alhaja. Mi tío Máximo quería mucho a mi madre, más que a mi tía Consuelo. Mi tía Consuelo era una lagarta 26; lo contrario a mi madre. Pero mi madre renunció a la herencia y la repartió entre todos sus hermanos, con lo que todos mejoraron algo. Incluso Consuelo tocaron unas unas tierras y un dinero que tenía aenmi eltía banco. Todaleesta familia erabodegas, de Piedrahita de Castro. Aunque mi abuela Pepa Junquera era de Villardeciervos 27, pero después se casó y ya no salieron de Piedrahita. Todos mis tíos, y mi madre, eran, pues, hijos de Piedrahita. Mi infancia es toda en Piedrahita, hasta los veintiún años. Tenía mucha relación con mis tíos de Piedrahita, y poca relación con los de Cerecinos del Carrizal. Mi amistad con mi tío Justiniano fue porque iba a Zamora con su caballo, y lo encerraba en casa. Era con quien teníamos más reHermana de su madre, Gumersinda Prieto. No le da el sentido literal de «error, falta o vicio leve» sino que se refiere a que eran regalos pequeños, sin ser de mucho coste. 26 Mujer pícara, taimada. 24 25

27

Entre Zamora y Puebla de Sanabria, cerca de la carretera 525, en Tierra del Pan.

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lación. Especialmente yo, porque era Diego, porque los otros no contaban. Mi padre era caporal 28, el que llevaba todo el negocio de mi abuelo. Para matar la matanza, y para hacer todo lo llamaban. Allá que iba Diego con su padre. Me cogía del borrico, y cantando por el camino. Yo fui el único; los demás no los conocieron mis abuelos. No les del vieron, yo creo, ni a Diego a Josefa, Cerecinos [laa familia de Cerecinos Carrizal]. A todos los tíosnide Piedrahita sí. Teníamos mucha relación con mis primos, hijos de mi tía Consuelo. Estaban las casas contiguas (dos casas grandes). Ocupábamos una manzana, y se podía pasar de una casa a otra por la tapia. Como los hijos de mi tío Félix eran mayores, no coincidíamos. Félix estudió; fue el único que estudió en la familia. Hizo la carrera de veterinario pero se murió del pulmón. Le clavaron —como decía él— como a Jesucristo: la lanza por el costado. Entonces, hasta que se morían, era bestial. La muerte de Félix fue una cosa terrible. Era muy inteligente. Cuando venía de vacaciones, venía a comer a casa. Él era muy campechano. Decía que comer el pollo con el tenedorcito y el cuchillo eran pamplinas, que eran cursilerías. Su hermano Bernardo era un jugador de pelota, murió con la gripe del

dieciocho. Murierony los ocho o diez y fuertessola de Piedrahita. Primero Bernardo, luego Félix, y mimás tío.robustos Quedó Gerarda (pues eran tres). Bueno, una casa desgraciada. Mi tía Consuelo, igual. Murió su hija Angelines, se murió Manuela, se murió Paco. Se murieron los más jóvenes. Y aquí estoy yo, Diego. ¡Hay que joderse, eh! La abuela Pepa Junquera vivió con nosotros, pero estaba mucho tiempo en cama. Recuerdo que mi madre, Gumersinda, y yo le llevábamos por las tardes el chocolate a la cama, y le dábamos una torrija 29. Murió a los sesenta y algo años; decían entonces que estaba mal del corazón. El capital de mi madre era el suyo, así como una heredad 30 que heredó también mi padre cuando se casó. Mi madre tenía ya dos criados. Mi padre entró a mesa puesta 31: a montar a caballito y a ir a ver a los criados. Luego empezó a hacer y hacer hijos 32. Como veníamos de familia bien, teníamos que comer y vestir bien. Entonces se iba menos a la capital. La muerte de mi abuela Pepa no la recuerdo muy bien, pues yo era muy jovencito. Ese recuerdo se difuminó. Además no te dejaban ni te enterabas de cómo morían, ni lo veías, pues a los niños los echaban para un lado. La enterraron, y yo ni fui al entierro. Sí que íbamos a los entierros, pero cuando ya 28 Capataz. También es el que tiene a su cargo el ganado que se emplea en la labranza. En este contexto tiene sentido de jefe, de hermano mayor, del que manda. 29 Rebanada de pan empapada en leche y después rebozada en huevo y frita. A veces se espolvorea luego con azúcar. Se puede hacer también con vino en vez de leche. 30 Porción de terreno cultivado perteneciente a un mismo dueño. Hacienda de campo, bienes raíces o posesiones. 31 «A mesa puesta», es decir, sin trabajo, gasto, ni cuidado. 32

Diez en total, a pesar de ser ella ya viuda.

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era uno mayor. Si eras pequeño e ibas, ibas como si no fueras. Ibas a ver los huesos, y a jugar con las calaveras que salían. Parece que aún las estoy viendo. Nací el 30 de julio de 1910. Me pusieron Diego por el abuelo paterno. Pero me crie más con mis abuelos maternos, con Gumersinda, y tres años con la se33

madres ñora que me crio. Otrasyados que Mi tuvepadre no me daban la leche que sitaba, y una me tenía medio muerto. había comprado una nececabra para que el ama de cría tomara leche, estuviera fuerte y tuviera buena teta. Un día cuando vino mi padre a verme a Cubillos34, un pueblo cerca de Zamora, no sé qué hacía la señora pero yo estaba muy mal. Me sacaron rápidamente de allí, y me llevaron con Eliodora, en Pajares de la Lampreana, y allí nací yo35. Entonces se enviaban los hijos a donde había una recién parida. A Eliodora se le había muerto un hijo, tenía una leche estupenda y me crio muy bien. Eliodora me quería con toda su alma; y yo a ella también. Le tenía mucho afecto y cariño porque vi que era la segunda madre mía. Nunca se puede querer como a la madre de verdad; porque a medida que vas creciendo con una vas perdiendo y con la otra vas ganando. Mi padre me venía a ver todas las tardes enun borrico. Mi madre Eliodora (que era la madre verdadera de Esteban, pues mía erade leche) me crio como a un becerro. A los tres años me llevaron para casa. Había

nacido ya mi hermana Luz, a la que le llevo catorce meses. Pero yo seguía siendo el predilecto de mi padre; y lo fui siempre. Para mi padre no había otro. Además parece ser que es verdad que no le dio gusto ninguno más que yo. Tenía yo dos o tres años, y en Pajares jugaba con Esteban, mi hermano de leche. Luego sí que lo veía. Él venía a comer a casa siempre para San Roque, la fiesta de Piedrahita. Yo iba todos los años a la fiesta de Pajares. Desde que me criaron, me llevaban siempre a Pajares; y después de mayor ya iba con los chicos y las chicas; independiente, pero siempre iba a ver a mi madre Eliodora. Continué luego viendo a Eliodora de mayor. Mi hermano de leche 36 Esteban venía a casa. Nos mandó el vino cuando Amando (mi hijo) estaba en La Granja: ¡un vino que aquello era gloria! Mantuvimos una amistad siempre como hermanos. Yo siempre lo llamaba “mi hermano Esteban”. Esteban se murió porque se estropeó. No tuvo lo que hay que tener: le faltaba al hombre voluntad para no beber y no fumar. Murió de un cáncer. Después murió enseguida la mujer de Esteban. Su madre, Eliodora, había muerto mucho antes. Mi madre, Gumersinda, se había casado primero con Gonzalo Sogo. Tenía un hijo que se llamaba Gonzalo, que fue medio-hermano 37 mío, hermano de Nodrizas. A menos de diez kilómetros al norte de Zamora, en la carretera a Moreruela de los Infanzones. 35 Renací. 36 «Hermano de leche» es el hijo de una nodriza respecto del ajeno que esta crio, y viceversa. Se establecía entonces un vínculo especial, fraternal, similar al de «compadrazgo» (entre padres y padrinos). 33 34

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Hermanastro.

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madre. Gonzalo era un pobre hombre. Aparentaba, parlaba y parlaba, pero no había fondo. Mi padre y él no se podían ver. Esa amargura le hizo escabullirse del lado de mi padre, y de nosotros. Cogió la herencia de su padre, todo el capital, y empezó a comprar ganado. No sabía lo que andaba haciendo; le engañaban. Hasta que se quedó sin plumas y cacareando. que internarlo; últimamente a través de las monjas (de mi Entonces hermana tuvieron Sole) en Almansa, Albacete, en una casa de esas que recogían personas mayores. Allí murió el pobre cuando mejor estaba, le dio una embolia. Fui yo al entierro con mi sobrina Angelines y mi hermana Sole. Mi hermano Gonzalo siempre vivió con nosotros, con mi madre y con nosotros. Entonces éramos ocho hermanos. Él no tenía padre. Cuando empezó a ser mayor fue cuando empezó a tener celos de mi padre, y a pelearse. Mi padre tampoco podía hacer un papel distinto al que se siente con sus hijos propios. A lo mejor, mi padre quería engancharle las tierras a Gonzalo pero era para bien suyo, para administrarlas. Mi madre estaba enamorada de Gonzalo porque era solito —una cosa muy natural— y lo protegía. Él la engañaba; ella le creía todo lo que él decía. Mi padre decía: “No, Gumersinda; que este hijo va mal”. padredel veía que iba que mal,sepero miquedado madre nosin lo padre. veía; elElla amor la cegaba. Era elMi cariño hijo solo, había además veía la tendencia de Gonzalo con mi padre, y mi padre con él. Gonzalo era distinto a nosotros. Él hacía muy poco, le daba yo cien vueltas en la era. En la casa de Piedrahita yo vivía con mi madre, mi padre, mis hermanos, y una tía soltera (hermana de mi madre) que era una beata y se llamaba Remigia. También con mi hermanastro Gonzalo. Todos juntos en Piedrahita, hasta que marchamos a la dehesa de Judiez también junto con Gonzalo. Los siete hermanos Miguel nacieron en Piedrahita, en la misma casa, en el mismo sitio, en la misma cama 38. Mi madre parió siempre en el mismo sitio. Yo recuerdo observar a mi madre de parto por una ventana. Yo me sabía todo pero me callaba. Me asomaba por la ventana y yo sabía que estaba dando a luz, y que iba a tener un niño. En cambio ellos no me decían nada. Siempre andaban que si la cigüeña 39, que los cojones, y eso. Pero yo me sabía todo. La casa de Piedrahita era grande, con corral delantero y trasero, con huerto, árboles frutales, un pozo y todo. Había sitio para siete hijos. En la sala había una cama, había dos habitaciones grandes, en la otra de mis padres, otras dos camas, en la de mi tía Remigia, otra. Alguna vez alguno dormía en un escaño 40. Yo dormía con mi hermano Lucas, que era el que me En realidad fueron diez, ya que los mellizos Bernardo y Gaspar murieron a los dos meses. Una hermana, Soledad, también murió siendo bebé. Todos los demás, desde Diego hasta Nunchi, viven hasta la madurez. Parecía ser costumbre que cuando un niño/a moría se le ponía el mismo nombre a uno/a siguiente. 39 Antes se decía que esta ave zancuda emigrante era la que traía a los/as niños recién nacidos (el DRAE y otros diccionarios no recogen esta acepción popular). 38

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En un banco con respaldo. Seguramente se refiere aquí a una especie de cama nido.

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seguía en edad. Con mi hermano Pepe ya no dormí, pues era el más pequeño 41. Con las hermanas nunca; entonces ni hablar: ¡qué cosa; incluso siendo pequeños! Siempre cocinaba mi madre; mi tía —que era “una monja 42”—, a veces. Había además unaestaba criadapor y una siempre alguien por Eliodora también allí.lavandera. Había otraAndaba lavandera que cada siete o casa. ocho días llevaba la ropa a lavar al río. Mi madre tenía una tabla para contar la ropa. En una tabla con agujeros: tantas prendas de tal, tantas de cual. Era para hacerse cargo de lo que la lavandera se llevaba y de lo que traía. La comida la compraban en los comercios que había en Piedrahita. En Piedrahita nunca hubo cine. A lo último hubo como propaganda de que querían llevar películas. Pero ni siquiera en Pereruela, que era más importante, había cine; luego más tarde. Pero Piedrahita tenía categoría. Siendo un pueblo de unos 120 vecinos solo, tenía su categoría porque estaban todos los otros pueblos supeditados a nosotros. Eramos los amos de aquellos pueblos. Cuando venían a la estación pasaban por la calle Real (la principal), donde está la casa de mis padres, que fue donde yo me crie. En invierno, cuando a las siete ya era de noche, cogíamos los vecinos y yo una soga de un lado a otro de la calle, y según pasaban los caballos… Así me divertía. ¡Qué cosas! El primer recuerdo de mi infancia en Piedrahita es cuando tenía cinco o seis años. Iba a la era llorando. Los criados siempre decían: “Ya viene ahí Diego”. Yo siempre iba rabiando. Tenía muy mala leche y muy mal genio. Iba llorando y me pusieron de mote Llorafanegas. Eso es una de las primeras cosas que recuerdo. Después he sabido que mi hijo Jesús y yo, en cierto sentido, coincidimos mucho en manera de ser: sensibles, de no aguantar ni un pelo, y por nada ponernos… En Piedrahita íbamos todos los domingos a misa. Yo tenía siete años cuando comulgué. Comulgué como hay que comulgar: con un traje nuevo y zapatos de charol. Me acuerdo muy bien. Pero después de que comulgué ya todos los años, que iba a confesarme, nunca les dije la verdad. Nunca creí, y nunca les dije la verdad. Yo creo que en general no creíamos. Mi padre iba a misa también, pero no creía. Las mujeres sí, las beatas iban juntas a misa, o por lo menos nos decían que lo creían. Las madres tenían que ser así: decirles a los hijos, a los hombres, que el cielo, que la Virgen, que el Señor. Estaba muy bien, ¿porque si no dónde hubiéramos ido a parar? Mi tío Gumersindo —es herencia viva— nos cuentan que una vez iba a confesarse, y el cura le preguntó: “Bueno, usted, ¿cuántas veces se ha confesado en el año?”. Él contestaba: “Una”. “¿Ha cumplido?”. “Sí”. “¿Usted ha pecado?”. “No…”. “A usted hay que canonizarlo”, creo que le dijo el cura. 41 De los niños; ya que Diego lleva once años a su hermano Pepe pero dieciocho a su hermana Nunchi. 42

Por el contexto, que era soltera y beata.

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De enfermedades recuerdo la gripe de 1918 43. La gripe fue fatal, pero a nosotros no nos tocó. Yo tenía ocho años e iba a hacer nueve. Me acuerdo perfecto de todo, de los que murieron: mi primo Bernardo, la vecina, el vecino Agustín y Cipriano: los más robustos. Se llevó a muchos. Entonces la medicina muy atrasada; no el cortaban Caía el queAdemás cayera,se hasta queen el los virusestaba se difuminaba. Entraba virus, y eso. al que cogía… cebaba más fuertes. No se sabe por qué, pero está demostrado que se llevaba a los más vigorosos. También recuerdo que teniendo diez añitos cuando en la procesión del Corpus pasaba la procesión por nuestra puerta, estaba yo subido en los tejados, cogiendo unos nidos de pájaros. Entonces me amonestaron. No me pegaron ni nada. Pero aquello fue muy curioso. Las mujeres casaderas de Las Águedas 44 me sacaban a bailar en las fiestas, porque yo sabía bailar muy bien. En los Carnavales a veces mis primas y tías me vestían de señorita, de moza. Iba por ahí disfrazada, porque me prestaba yo para todo eso. El Carnaval, la fiesta de San Roque 45, era muy importante, porque era lo que había. Había que aprovechar. De pequeño no tenía juguetes, nada. Creo que solo una pelota de aquellas con una gomita. Había Reyes Magos pero solo metían un poco de turrón, de dulces o algo así. Era una miseria. Con eso ya éramos felicísimos; porque después no nos faltaba nada de comer. Teníamos fruta,uva, sandía, de todo. Cebábamos cerdos. Teníamos chorizos y jamón. Eramos felices; corriendo por el Se refiere a la llamada «gripe española» (que no fue de srcen español, sino norteamericano). En 1918 murieron en España 693.889 personas, es decir, 229.555 personas más que en un año «normal» como el anterior. Casi todas esas muertes fueron debidas a la pandemia de gripe, especialmente durante su segunda ola, en el mes de octubre de 1918. Véanse Jesús M. De Miguel, El ritmo de la vida social: Análisis sociológico de la dinámica de la población en España (Madrid: Tecnos, 1973), y Beatriz Echeverri Dávila, La gripe española: La pandemia de 1918-19 (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1994). Efectivamente esta pandemia mató mucho más a 43

personas jóvenes/maduras (de 25 a 35 años sobre todo) y mucho menos —que era lo usual de otras gripes— a niños/as y ancianos/as. 44 Fiestas del 5 de febrero (San Blas, como referencia es el 3 de febrero) en que mandan las mujeres. «Es el recuerdo de la alegría que en ella mostraban las mujeres casadas. Tenían tres días de fiesta: las águedas, aguedicas y el bartolo. El primer día se visten las mujeres de charras y manteos; los dos segundos con andrajos. Después de la misa, el primer día, con una varita amenazan a los niños en las escuelas, haciéndoles salir de ellas. A continuación, una de las “águedas” ataba un higo con un hilo y este de la varita; los chiquillos se colocaban debajo de él para alcanzarlo, mientras la “águeda” le dice: “Aliliguí aliliguí/ con la mano, no/ con la boca sí”. En el transcurso de esos tres días, las mujeres no hacían clase alguna de trabajo en la casa, el cual quedaba a cargo de los hombres. Las mujeres pedían la “miaja” (cualquier cosa que se les diera). Esta vieja y señera cofradía que conmemoraba la festividad de Santa Águeda (5 de febrero) ha desaparecido por el modernismo mal entendido de los tiempos presentes, no hace muchos años». Ramón Manuel Carnero Felipe, Pereruela de Sayago: La parroquia, la desamortización y los Docampo (Salamanca: Gráficas Varona, Rúa Mayor 44, 1984), pp. 39-40. El librito tiene 89 pp. 45

El patrón (y las fiestas) de Piedrahita de Castro, el 16 de agosto.

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campo, con los animales, con los borricos. Corriendo por los campos, felices. Era una sociedad nada consumista. Lo justito y nada más. No había dinero. Yo me acuerdo de mi padre, cuando compró una panera46, para unirla a la casa grande. Dijo: “Nada, esa tengo quecomprarla”. Le costó mil pesetas. Unapanera que era de ha diez metros por diez; cuadrada, unedificio. Cada uno sido y es como ha sido, está claro. Como ¡Mil lo delpesetas! turrón que me lo guardaba en Navidad: yo no era muy goloso, y no lo soy. Lo del turrón no era por presumir, era para que me durara. Yo no era glotón, y no me lo comía todo. Me lo guardaba y después me lo comía por la tarde. Pero no me lo guardaba para después dar envidia, no era por eso. Lo guardaba en el papel para que me durara en Navidad. Nos daban un trozo de turrón en casa a cada uno. No tenía mucha hambre; si no no hubiera hecho eso. Yo ya leía como un papagayo, y escribía sin apenas faltas de ortografía. Cuando hice la oposición me dijo mi maestro (que la hizo conmigo, de Salamanca) que no había puesto ni una falta. Es que era la intuición, era de oído todo. Porque los hermanos —Luz y los mayores— para aprender cogíamos unos papeles y escribíamos palabras como “extraordinario”, “exigir”, “exhalar”. Esa ortografía era la que hicimos nosotros. Pero ninguno nunca tuvo estudios; ni los abuelos tampoco. Pero todos teníamos una cultura general. El primero de la familia que tuvo estudios fue mi tío el fraile Victoriano. Ese fue al seminario, e hizo la carrera eclesiástica. Mi hermana Sole, la monja, también estudió. Estudió el bachillerato que se llamaba antes (el elemental). Pero de los demás nadie. De los primos sí, por parte de los dos lados. De los primos tuvimos un veterinario. Uno de los hijos por parte del médico, aquel Paco que intervino para casar a mi padre y a mi madre. Tenía doce años y yo he sido juguetón y trasto, revoltoso, que era muy inquieto. Sin embargo, con los chicos no había manera porque se tiraban con mierda y con cantos, y yo me marchaba con mi madre. Yo no podía aguantar eso. Después yo era en la familia, entre mis primos, el número uno de trasto. Tenía una personalidad muy acusada ya. No jugué a los juegos de las cajas, para nada. A mí me parecían simplezas. ¿Por qué iba a hacer yo eso? No lo podía aguantar. No jugué a juegos de las cajas, y a caer por un atajo. No perdía el tiempo en esos juegos. Menos aún tirarse piedras y mierda unos a otros. Me marchaba para casa con mi mamá, y hacíamos la merienda, el chocolate, a mi abuela Pepa. Yo ayudaba a mi madre con los niños, daba el biberón a mis hermanos. Les hacía el biberón y se lo llevaba por la noche a la cama a mi madre. Un bote de leche condensada lo gastábamos en dos días, ¡y es que yo me chupaba la mitad! Pero no se lo quitaba a nadie, porque si se acababa se encetaba 47 otro bote. 46 47

Troje o cámara donde se guardan los cereales, el pan o la harina. Especie de hórreo. «Encetar» es comenzar o empezar. Aquí con el sentido de abrir otro bote de leche conden-

sada para hacer el biberón.

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En general, todos los chicos eran insoportables. No se podían aguantar esos juegos de tirarse con mierda, ponerse guarros y verdes. Yo decía: “Pero bueno, ¿esto qué es?”. Y me marchaba para casa. Cuando ya tenía quince años empecé a ser un pollito; ya me gustaban las muchachas. Iba al baile y eso. Entonces al irme buscando amigos de los otros Yo (nolos detrataba esos riquitos) cogíloslos de detrás de mí socialmente y económicamente. muy bien, quería mucho y me querían. Entonces yo era feliz y los hacía felices a ellos. Fui a la escuela hasta los trece años. Después dije que ya no iba más porque sabía más que todos ellos. Yo ya sabía leer y contar porque me enseñó mi padre: la regla del tres, la del tres compuesto, la de ligación… Todo eso me lo aprendí yo, por mi padre que era un “matemático”. Entonces yo no iba a la escuela más que a perder el tiempo. Estaba hasta las narices, y me dijeron que sabía más que el maestro. Era muy pronto para trabajar con mi padre o con el ganado; trece años eran muy pocos. A los pobres los ponían a trabajar antes (y para otros), los pobrecitos. “¿Y qué hacemos?”. “Pues algo tendrás que hacer”. Así que me enviaron a guardar viñas en vez del guarda, porque algo había que hacer. Me llevaba la comida que me preparaba mi madre: ¡me hacía cada comida, cada tortilla de jamoncito! Hasta los catorce o quince años mis padres no nos hacían trabajar nada. A los demás chicos del pueblo sí. No siendo los de Isaac, que eran ricos, que no fueron a la escuela por no saber ni la a, nosotros éramos la segunda familia. Pero éramos más ricos de cabeza. De capital eran más ricos ellos. No teníamos muchas cosas pero íbamos bien. Mi madre era muy buena, mi padre igual; trataba a los criados muy bien. Mi madre sí que me daba propinas, pero no mis abuelos. No es como ahora. Gumersinda me daba dos pesetas en plata cada domingo. En aquel entonces dos pesetas de plata ya era dinero. Las fui juntando y juntando y llegué a tener cinco duros amadeos48 en el bolsillo, que no podía gastar. ¡No había donde gastarlos! Me gustaba tenerlos, para presumir, porque hacía ruido con ellos para los chicos y les dieraLucas envidia. Pero me peleé con nadie.que Enlo la sintieran dehesa 49 luego mis hermanos y Pepe senunca han jugado la vida, por tontos, pero Diego nunca. No sé por qué hacía yo aquello. Cuando tenía catorce años cogí el revolver de mi padre y lo llevé al baile. Lo llevaba cargado con cinco balas. Nadie lo sabía; pero yo no llevaba el revólver para disparar. Yo le veía el dinero a mis padres. Lo tenían en una caja. Manejaban duros, pesetas en plata, amadeos y pesetas. Después estaba el billete de mil pesetas 48 Monedas de plata de cinco pesetas, con la efigie del rey Amadeo I. Por extensión se refiere a cualquier duro (moneda de cinco pesetas) de plata de la época. 49 La dehesa se refiere siempre a la casa y tierras de Judiez, cerca de Pereruela, a donde la familia se fue a vivir a partir de 1931. Situada a dos kilómetros de Pereruela, en la dirección a Zamora en el camino viejo, cortado por la carretera del Porvenir. «Dehesa» es un campo acotado,

generalmente de prados, y dedicado a pastos. Tuvieron que construir una casa para vivir la familia.

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que era ya para cosas gordas. Lo demás eran monedas. Los amadeos eran duros. Yo llegué a tener cinco duros ahorrados. Sonaban muy bien. No los gastaba, los llevaba al baile para crujirlos. Los chicos no llevaban cinco duros, pero yo sí. Yo fui extraordinario. Me daba mi madre dos pesetas en plata de 50 o chica 51. Hasta que paga cada y las guardando. ¡Para qué las quería el domingo! Así que las iba domingo, guardando. El iba baile costaba una perra gorda no me hice mozo nada. No había que consumir nada. A las novias no se les pagaba nada. A las novias de quince años, ni un caramelo siquiera. Por eso, claro, no podías exigir ni un beso siquiera. Te decían: “Anda, roñoso, vete por ahí”. ¡Qué cosas! Diego siempre ha destacado en las cosas de labor y eso. No había quien me ganara. Teníamos un melonar muy bueno, y yo a veces iba a dormir para allí. Sabía que al otro melonar iban Crisanto y Paco, un primo mío. Así que una noche, salí de la cabaña y me fui derecho al melonar. Cojo y empiezo a disparar. Salieron corriendo hasta el otro pueblo. Iban que se caían. Luego cuando íbamos a la barbería (que nos cortaban el pelo cada semana o no sé cuando), pues hablaban de lo que le habían hecho a Paco y a Crisanto: un tío que les salió con un revólver tirando tiros. Yo estaba oyendo todo, ¡y era yo! Pero el que lo pasó lo pasó mal. Cinco kilómetros hasta el pueblo detrás de ellos. Cada vez que yo cargaba el revólver y disparaba, los veía que se tiraban al suelo. Eso tardaron en saberlo mucho tiempo. Al final lo supieron, porque yo llegué a decirlo de mayor; aunque ya no se enfadaron. Si hubiera sido una mala persona, entonces sí que no puedes contarlo nunca. Pero es que yo contaba como que yo era una bellísima persona. He sido muy trasto; porque eso es ser trasto e inquieto. ¡Había que hacer algo! Era mentira todo, pero era una comedia. Entonces hacía eso porque me desfogaba. Había que hacer algo; me divertía.

No recuerdo bodas. No se llevaba eso de las bodas. Se llevaban más bien las matanzas. En las matanzas nos reuníamos toda la familia. En nuestra matanza, y en la52de mi tía Consuelo, nos reuníamos todos. Era como una “boda”, ahí pepitoria , desde luego lo mejor. Tres días: el día en que se mataba, el segundo día, y el día de los chorizos. Todos comiendo allí a mogollón. Cuando era el santo de mi abuela, yo me acuerdo que éramos veinte o treinta entre todos. Hacían unos pasteles cuadrados, de Pajares, con guindas. Estaban riquísimos, hechos por Mínguez, el confitero (que era de Pajares de la Lampreana, de donde era mi abuelo Diego). Por San Martín mata el ruin 53, los que tenían Perra gorda o moneda de diez céntimos (de peseta). Perra chica o moneda de cinco céntimos. 52 Guisado que se hace con ave, y cuya salsa tiene yema de huevo. 53 San Martín es el 11 de noviembre, pero no se refiere a una fecha concreta. No se mataba nunca en martes («En martes ni tus hijos cases ni tus puercos mates») ni en domingo (pues era 50 51

pecado).

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poco pienso, los demás hacíamos dos matanzas. Nosotros matábamos poco antes de Navidad, y alguna vez hacíamos una matanza después. Se mataban tres cerdos o cuatro, y además una vaca cebada (o un novillo). ¡Éramos tantos! Hacíamos chorizos, que conservábamos bien después en una bodega. Ha54

cíamos chorizos con la vaca: se envolvía vaca y de se cerdos. hacía de cecina . Era para tener más chorizos, envuelto con los la chorizos De mi infancia recuerdo que yo tenía tiempo para todo. Le limpiaba los zapatos a todos mis hermanos, pelaba las patatas, les echaba de comer a los cerdos. Cogía a mi borrica, y cuando venían las uvas iba todas las semanas a la viña a por dos cestas de uvas para todos, que éramos muchos. Eso no lo hizo nadie más que Diego. No hubieran comido uvas si no es por Diego. Así fue Diego. Diego ha sido coherente, es coherente. Seguiré con mi coherencia pensando, aunque ahora no puedo actuar con los hijos. Pero si yo pudiera actuar con los hijos…, hombre, yo iría derecho. Pero yo ahora no puedo ir a ningún sitio. ¡Yo ya cumplí! Iba por las uvas; eso lo saben todos los hermanos. Comían uvas todos porque Diego no tenía pereza. Las viñas se guardaban de la gente que robaba uvas porque no tenían viñas. ¡Pero yo no estaba guardando todo el día viñas! Yo estaba jugando y estaba con otros dos: Rafael y Adolfo. Como no sabíamos qué hacer, estábamos como cerriles. Yo tenía un cinto 55, los enfrentaba y se pegaban. Se pegaban cada paliza, y yo allí animándolos. Se pegaban unas palizas con el cinto hasta que se cansaban, como dos perritos. Yo era el animador. Yo tenía uvas de albulo 56, una viña que tenía catorce tipos de uva. Y me comía todas las uvas de moscatel 57 que tenían todos. No se enteraban. Es algo que uno hace cuando no es responsable, me parece a mí, porque cuando ya eres mayor ya no haces eso ni nada que se parezca. Pero entonces parece que había que destacar. ¿Y cómo? Pues había que hacer eso. Manolo Heredero —de San Cebrián 58— era mi mejor amigo. Su madre y mi madre se llevaban muy bien. Yo merendaba en su casa y él en la mía. Sus padres me querían mucho. Íbamos a bañarnos a una laguna. Manolo todavía me llama de vez en cuando, y me escribe. Él es el amigo de verdad. Tiotino (que era hijo de un encargado de la vía) y otros eran gente toda mediana 59, pero eran muy buenos y muy amigos. Los quería mucho. No los cambiaba ni por todo el capital de los otros, ni por nada. Ellos a mí yo creo 54 55 56

Carne salada y seca, como chorizo, pero en este caso de res. Cinturón, generalmente de cuero. El albillo es una variedad de uva blanca, de grano pequeño y dorado, hollejo tierno, y muy

dulce. 57 El moscatel es una uva (blanca o morada) de granos grandes, redondos, lisos, muy dulce, y aromática. 58 Se refiere a San Cebrián de Castro, a unos tres kilómetros de Piedrahita de Castro, al noroeste. 59

Mediana en el sentido de personas de clase media, o media baja.

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que lo mismo. Yo me quedaba con ellos porque tenía la seguridad de que éramos felices todos. ¿Cómo voy a ser amigo de quien no es amigo? Porque ¿un amigo qué es? Pues una persona que estimas. Pero yo no podía estimar a los ricos que eran tontos, y soberbios, y trataban a la gente muy mal. Yo los Así deseché enseguida. fue hasta los quince años, que empecé ya a arar con unas burras. Después, ya resolví las cuestiones más importantes, sustituyendo a mi padre: levantándome el primero y acostándome el último, y “dirigiendo la orquesta”. Yo trataba a mis criados como mis hermanos. Iba al baile con mis criados, y venía con ellos para casa. Mis amigos eran mis criados. Eso no era así normalmente. Iba con los criados porque eran más amigos que nadie; eran de verdad. No dormía la siesta. Iba a trillar 60, y era el primero que iba a la era, y el primero del pueblo que terminaba la trilla aquel día; el primero del pueblo entero. Por eso cuando hablan del número uno de alguno de mis hijos, yo digo: “Es que el número uno ya lo era yo”. Donde he estado, no he dejado pasar a nadie. Yo no dejé pasar a nadie por delante de mí: ni a mis hermanos, ni a mis primos, ni a los amigos. Siempre he sido coherente. No me he torcido. Yo era como ahora. En soy cuanto a lo demás, para la conquista, era un chaval con quince años, y ya tenía la primera novia. Los demás estaban locos; los tenía atontados a todos. Enamorados, con quince años, fue mi primera novia seria. Como chiquillos que éramos. Pero a esa edad la ausencia nos hace olvidar, aunque me fui de Piedrahita cuando tenía ya veintiuno. Gonzalo nunca se casó. Nadie de los hermanos se casó en Piedrahita. Fuimos a la dehesa de Judiez vírgenes, pero vírgenes todos, sin pensar en nada. Siendo yo ya mayor tenía novia, de esas novias que se saca uno a los quince años. Teníamos un caballo, y otros amigos tenían su burro y su caballería 61. Íbamos a los pueblos, al baile. No he contado la novia que quería mi padre para mí. Cuando yo ya tenía quince años empezaba a decirme que fuese para allí, que tenía que buscar tierras. No veían más que eso, pero todo el mundo. Los cuatro que tenían algo… Teníamos algo y yo no lo hice nunca. Mi padre, Amando, quería que me fuese a Moreruela 62 a buscarme novia para casarme, porque había una que era muy rica: la Morreña se llamaba. Mi padre la conocía porque su madre había sido novia de él o algo. Me quería juntar. Ya fui una vez con mis amigos, cogimos los caballos un domingo. La cogí y me costó poco conquistarla para ir con ella, para acompañarla. Pero olía tan mal, ¡era más guarra! No volví más. Triturar la mies (el trigo, la cebada) sobre la era, y hacer que el grano se suelte de las espigas o la paja. Se realizaba con el trillo, o con una máquina trilladora. El trillo era un tablón —en forma de trineo— con trozos de pedernal incrustados en la cara de abajo. Venían de fuera artesanos a empedrar los trillos. Luego se utilizaron ya cuchillas de acero. 61 «Caballería» es un genérico que se utiliza para referirse a un animal sobre el que se cabalga: caballo, yegua, mula, borrico, asno. 60

62

Moreruela de los Infanzones.

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Íbamos a la bodega todos los domingos. Merendábamos allí, bebíamos mucho vino, y muy bueno. Teníamos jamones abajo en la bodega. Eramos pollos 63. La cuba 64 era de trescientos cántaros 65. Allí venga: a vaso limpio, vaso limpio. Ellos se emborrachaban, pero yo dejaba caer mi vaso. Cuando salíamos, ellos carretera. Yo tenía que irTeotino, a complacer las novias pues de ellos y atirados la mía.por Melaacuerdo de amigos como Adolfoa y Manolo. Los llevaba a la bodega, y los emborrachaba. Luego iba yo a complacer a las novias. Así todos los domingos. Cuando iba a merendar con mis amigos, llevaba a mis amigos a mi bodega, a mi casa… Y a vaso limpio, venga, de la pipa 66. ¡Que la pipa era una cuba de trescientos cántaros! “A vaso limpio, venga…”, a ver quién bebe más. C ada ronda se bebía un vaso entero cada uno. Cada ronda nada de un trago, sino un vaso entero. Yo era el último y no bebía; cuando estaban descuidados lo vaciaba. Salían más tontos que una lechuga 67. Hay que tener voluntad, porque yo podía haber hecho lo mismo que ellos. No, señor; yo quería ir con las chicas de paseo, a bailar, y eso. Quería oler bien. Yo entonces ya tenía esa cosa. Los otros iban borrachos perdidos, tirados en la cuneta. Pobrecitos; tenía que ir yo a complacer acer lasa novias amigasun (decaramelo. quince a Yo diecisiete Yo teníadeque ir a A complatodas, yy darles tomabaaños). un caramelo menta. pesar de que solo había bebido un poquito no quería ni tan siquiera oler a aquel poquito. Ese es el cuidado que hay que tener en la vida. Pero ¡qué es eso de beber a lo tonto y a lo loco! En el Casino 68 había dos bailes; como en la política entonces también había dos bailes. Yo era el jefe de un bando en el baile. Unos iban con dulzainera 69 y otros íbamos al Casino que había manubrio 70 y piano. Pero estábamos todos mezclados. No había una gran diferencia entre los dos bailes. Caprichos 63 64 65

Jóvenes. Señoritos, muchachos u hombres jóvenes de clase acomodada. Barril o tonel de madera, que contenía vino seguramente elaborado en el propio pueblo. El «cántaro» o «cántara» es una medida usual para vino, pero que varía según las regiones.

La cántara tiene ocho azumbres (el azumbre son unos dos litros), por lo tanto alrededor de 16 litros. Se equipara en peso aproximadamente a la arroba, que es la cuarta parte del quintal, es decir, unos 11,5 kilogramos. La cuba era, pues, de casi cinco mil litros de vino, lo que parece un poco exagerado. En medidas de superficie se utilizaban todavía en aquella época las cargas, fanegas, celemines y cuartillos. 66 Pequeño tonel que sirve para almacenar vino. Aquí se refiere a que bebían vino directamente del tonel. Seguramente un vino joven, mosto incluso, de fabricación casera. 67 La expresión usual es la de más fresco que una lechuga (por descarado/a), aunque aquí se le atribuye más bien tontez. 68 Bar en que se juega a cartas, dominó, y que suele tener un salón de baile (por eso a veces se le denominaba «El Salón»). En este caso tenía también frontón de pelota. 69 La dulzaina es un instrumento musical de viento, de madera, popular, parecido a la chirimía o clarinete pero más pequeño y de notas más agudas. El dulzainero era el hombre que toca la dulzaina. 70 Se refiere seguramente al llamado «piano demanubrio» u organillo. Es un instrumento musical en forma de piano pequeño, que se hace sonar mecánicamente por medio de un cilindro con

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que hay en que nosotros vamos por aquí porque ahora es un baile nuevo, el Casino y todo. Los otros iban porque como el que tocaba la dulzaina tenía familia, por lo que aquella familia y aquellos más allegados pues es lógico que se quedaran con él. Después yo me llevaba bien con todos, yo no perdí la amis71

tadEn conPiedrahita nadie. Pero yo varias era el gerifalte delaese bando. tuve novias: una, Roja, otra, Lucinia, otra, Isidora, otra, Santorián. Esta última dice que me dió calabazas 72 porque no me fui a bailar con ella. Yo cuando decía algo tenía que saber que iba a ser positivo. Si no nada, nunca, nunca. Algo que era normal: el recibir calabazas era corriente. Mis amigos me contaban cómo las mujeres les daban calabazas. A mí no me ha dado calabazas ninguna mujer: porque antes de ir hay que saber si te va a decir que sí o que no. A mí nunca una mujer me ha dicho que no para acompañarla. Yo no le pedía a ninguna nada. Los demás era aquello de ver si yo puedo conseguir salir con fulana. Aquellos no funcionaban. Mi primera novia, la Roja, era una prima de los riquitos del pueblo, que era tonta como todos; era del bando del piano, del nuestro. Su hermana se quedó con el otro lado, que estaba con unas tías ricas, la tía Paca, que era una chula. Una tarde fue sacar alasuquiso hermana estábamos nosotros. Armó un alborotoaporque sacardel y labaile otradonde no quiso. Venían de hacer un casino. La mujer de Heraclio nos guisaba unos conejos y unos pollos… Yo no sé lo que tenía Diego, o lo que dijera Diego, no sé. No había dinero por medio. Aunque llevaba siempre cinco duros de plata, de amadeos, en el bolsillo. Iba rugiéndolos para dar un poco de envidia. Cuando ya era mayor ya no hacía eso; pero cuando tenía quince años sí lo hacía porque me gustaba presumir. Una vez encontré un duro donde estaba sentado un señor. Estaba sentado y según se levantó vi que quedó un duro. Esperé a que se marchara y cogí el duro. ¡Y eran cinco duros! No tenía donde gastarlos. No se me olvida en la vida. Cuando estábamos en Piedrahita íbamos a otros pueblos a ver las muchachas, íbamos a Moreruela 73, Pajares 74, Montamarta 75, San Cebrián 76 y Arquillinos 77. Esos son los cinco pueblos a los que más íbamos con caballería. Yo llevaba mi caballo o mi yegua, y los otros que no tenían yeguas ni caballos iban en burro. Pero bueno, era lo mismo. Yo alternaba con ellos y ellos conpúas. Está movido por un manubrio. No hay que saber música, ni saber tocar, pues solo se gira el cilindro con una manivela. A veces se pueden, cambiar los cilindros, que tienen músicas distintas. 71 «Persona que sobresale en cierta cosa». Se refiere a que él era el jefe de ese bando. 72 Dar calabazas es rechazar un requerimiento amoroso, o negarse a salir, a bailar, o ser novios. 73 Moreruela de los Infanzones, al sur de Piedrahita de Castro, en la dirección de Zamora. 74 Pajares de la Lampreana, unos 6 kilómetros al noroeste de Piedrahita de Castro. 75 Montamarta, en la carretera nacional 630, hacia Zamora. 76 San Cebrián de Castro. 77

Entre Pajares y Cerecinos.

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migo. Yo no me creía que era más. En Carnavales enjaezaba 78 mi yegua, mi Niña, y atrás llevaba a una muchacha. Adelante iban mi hermano Pepe y mi hermana Sole vestida de gitana 79. Yo me prestaba a todo eso. Me parece que era muy sociable. Me entregaba a la sociedad como fuera, de lleno. Los pueblos divertidos los dede losla abuelos la eran Lampreana y Cerecinos delmás Carrizal—, loseran pueblos Tierra—Pajares del Vino,de que los más adelantados, modernos y ricos. Los nuestros de la Tierra del Pan eran más austeros, eran de Castilla. Castilla estaba muy sufrida; pero sin embargo en Piedrahita no había pobres-de-hambre. Había pobres que tenían una tierrecitacogían y para tener cerdito, pero que sí tenían para comer. Cuando hacíamos nosotros matanzas, pues repartíamos a unos cuantos, que siempre eran las mismas familias. Eran los mismos que iban a vendimiar, que iban a regar. Siempre los mismos. A Zamora íbamos entonces muy poco. Íbamos los doce a vender o a comprar ganado, igual que después en la dehesa: el doce y el trece de cada mes. El veintiséis era la feria de ganado en Pereruela 80 —y eso restaba— así que no había que ir a Zamora. A veces sí que había que ir porque en Zamora era más importante. Pero de Piedrahita a Zamora siempre el día doce. Llevabas la comida, un buey mula side losmadrugada. querías vender. cuatro o seis que íbamosllevabas dormíamos poro una el camino HayLos veinte kilómetros y había que ir poco a poco con el ganado para caer a las nueve o las diez de la mañana en la feria. El día trece por la tarde si no habías vendido sabías que ya no vendías; así que caminando de vuelta para Piedrahita. No había televisión, ni radio, ni películas. Pero hablábamos. Mi padre ya leía el ABC, y hablábamos de ello. Yo no hacía caso. Pero yo ya oía hablar de Sagasta, y del rey Alfonso XII, y de Alfonso XIII después, y de todo eso. Oía pero como quien oía llover. Yo nunca me enteré de nada, ni me hacía falta. Era cosa de ellos, que nadie se podía entrometer además. No es como ahora que los jóvenes se meten en todo. Entonces no se metía nadie en nada. Todos los días mi padre, que era el alcalde, mi tío, que era el juez, y mi otro tío manejaban todo. Yo lo veía, y yo era uno de los caporales 81. Mi padre y mi madre se llevaban bien. Mi padre nunca se sabe que tuviera ningún ligue. Él se cuidaba, iba para allá para acá con sus criados, buena me78 «Jaezar» o «enjaezar» es poner adornos a las caballerías, especialmente cintas entrelazadas en las crines. 79 Se refiere a agitanada, vestida de andaluza, de flamenca, con vestido de volantes. En la época eso era típico en las fiestas. 80 Pereruela de Sayago, a 16 kilómetros de Zamora, al sureste, en la carretera comarcal 527, que va a Bermillo de Sayago. Se considera el primer pueblo donde empiezan las Tierras de Sayago, pero es un pueblo-frontera con características sayaguesas y de Tierra del Pan. En Pereruela se puede decir de alguien que es «de Sayago» (o sayagués) como si no incluyese a Pereruela. Por debajo del río Duero, a la altura del embalse de San Román. 81 En sentido directo «caporal» es el capataz que tiene a su cargo el ganado que se emplea en

la labranza. Aquí se refiere a que era uno de los jefes, de los que mandaban en el pueblo.

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rienda, buenas magras 82 de jamón. Se batía dos o tres hu evos. Era muy sordo. Dicen —y a mí no me lo hicieron creer— que fue de insolación. Resulta que mi tío Gumersindo, que era su hermano, era también sordo; mi tía Toribia, que era hermana suya, también; mi sobrina Angelines es algo sorda. O sea que está másentonces claro quehabía el agua. no que les gustaba que dijeranLas quetías eraode cia, que esa Pero cosa de era un descrédito. losherenabuelos debieron inventarse lo de la insolación. Mi padre lo seguía diciendo. Decía que le había dado una insolación y que cuando vieron que estaba pasmado 83, entonces no pudo recuperar el oído del todo. ¿Es qué no se habían dado cuenta de que era sordo hasta entonces? Como mi hijo José Luis ahora, o mi nieto Juanito. ¡Pero si tenemos en la familia una docena de ellos, de nuestra rama, que son sordos! Está claro que la sordera viene de la familia de mi padre: mis tíos Gumersindo, Victoriano y Toribia. Pero el más sordo fue mi padre. Amando estuvo hablando hace setenta años con unos alemanes, y probó un aparato. Pero no lo pudo aguantar. Claro, entonces no estaban perfeccionados. Pero sí que oía algo. Había que vocearle; pero él nos entendía más leyendo los movimientos de los labios. sabía que estábamos diciendo. era desconfiado. Además comoYa tenía esalopersonalidad no se fiaba ni Siempre de su sombra. Se ha contado siempre que en toda la familia, y en la de los allegados (de las otras familias que se habían unido), mi padre era el número uno: de competente y de inteligente. En la familia, por parte de mi abuelo paterno, Diego, hubo sordos y reumáticos. Yo he sido reumático y aquí estoy. Mi padre también era reumático, y cuando tenía setenta años ya no tenía reuma. Mi padre, Amando, tuvo en cambio la próstata. Pepe, también con la próstata. Mi tío Victoriano, el fraile, murió de próstata (en la operación; pues no resistió la segunda operación): una hemorragia que no se la pudieron contener y murió. No había adelantos como ahora. Los hermanos de mi madre eran inferiores en naturaleza, y en lo demás. Ahora bien, más buenos que mi madre es difícil. No hay Cielo porque no lo creo; pero si hubiera Cielo mi madre, Gumersinda estaría allí. ¡Lo que pasa es que la pobre está donde todos! De mi madre, Gumersinda, recuerdo que era muy buena. Tan buena era que todas las semanas venían todos los pobres a casa, y cuando matábamos les daba a todos (en Navidad) una colación 84 de garbanzos, tocinos, chorizos, de todo. Así siempre. Gumersinda era muy guapa, cantaba muy bien. Era fuerteja 85. No era un tipazo, pero era muy guapa. Era una persona muy buena para todo el mundo. Lonjas de jamón. El pasmo es el efecto de un enfriamiento. Aquí en el sentido de alelado o traspuesto. 84 «Colación»: porción de cascajo, dulces, frutas u otras cosas de comer, que se daba a los criados el día de Nochebuena (DRAE). 82 83

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Que era fuerte, pero no demasiado. En este caso el -eja es diminutivo pero no despectivo.

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Mi padre, muy excelente, pero claro, más orgullo y más personalidad como hombre. Porque el hombre entonces destacaba más todavía ante las mujeres. El hombre era el que llevaba la voz cantante en todo, en la casa, y en todo. Ahora, ojo que hay que repartirlo. Con mi madre, Gumersinda, yo de mayor compartía sus penas. Lasoído penas de mi no las sabe nadie másesque Muchas penas que le he decir, quemadre no se pueden repetir. Pero queyo. yo lo sé todo. Mi padre tenía hijos y no se preocupaba. La canallería de las tierras, las viñas y los criados; y después a hacer el amor con mi madre y hacerle un hijo. Pero eso era corriente. María, la de Pepe, también. Claro, les salva eso. A ella y a mi madre, Gumersinda, les salva luego que son ejemplares. Son beatas y están equivocadas; pero como lo creen y después lo cumplen ellas… Eso que creen lo llevan a la práctica. Entonces tienen un valor que no se les puede quitar. Porque María, la de Pepe, no puede ser más honrada, y para atender a la gente, caritativa y cariñosa. Mi madre era lo mismo. Entonces ellas si creen en Dios y creen en eso, pues bueno, pues hay que respetar. Si después cumplen con los demás bien, ¡pues que más falta Dios, ni nada! Dios ahí está. EnLos Piedrahita íbamos al baile Era todos losvida domingos, más. demás días se trabajaba. una feliz, no ysélos pordomingos qué. Yo sénada que era felicísimo; más que nunca. Creo que por la edad también. Hasta los veinte años eres más feliz que nadie si no te falta lo indispensable y algo más. A nosotros no nos faltaba nada. No éramos ricos ricos, pero no nos faltaba nada. Hasta los catorce años teníamos nuestros criados. No hacíamos nada, salvo montarnos en las caballerías e ir a trillar. Cositas de esas leves. Los criados te hacían todo. Nosotros vestíamos muy bien siempre. En Piedrahita, no éramos señoritos pero éramos más que nadie. Los había más ricos—los de Isaac y esos— pero comparados con nosotros les dábamos ocho vueltas en todo. Lo que pasa es que no podíamos ir a pretender a una chica de la categoría de ellos, de los ricos, porque nos rechazaba. Ya no íbamos; no perdías el tiempo. Porque eso se llevaba así: “Estos tienen menos tierras. Nada; fuera”. Entonces había que ir más bajo. La gente iba por dinero, no por amor, Siempre era así menos yo, Diego, que siempre fui a una que era muy guapa, muy maja, muy competente y que todavía vive: María. En Piedrahita se pasaba hambre. La gente era pobre. Mi madre atendía a muchos cuando hacíamos la matanza 86. Matábamos tres cerdos y una vaca al año. A ver quién hacía eso. ¡Ni los ricos! O sea que mis padres hicieron todo lo que tenían que hacer por nosotros. Nos dieron una cultura, sin dar estudios. Quisieron darnos estudios a alguno; o colocarnos. Me acuerdo que me 86 La matanza solía hacerse en diciembre (los más pobres ya en noviembre), en los pueblos, matando algún cerdo y preparando la carne y los embutidos (morcillas, chorizos, lomo, etc.). Se hacían fiestas y reuniones familiares con ese motivo. A los que estaban en la mili («los quintos»)

les daban permiso para la matanza.

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intentaron colocar en Zamora, en un comercio 87. Teníamos que hacer algo, porque siendo tantos hermanos íbamos a tocar a nada. En Piedrahita, con el plan que estábamos con las tierras y la labranza, no había para todos. Cuando íbamos creciendo y cuando fuésemos a repartir, aquello no era suficiente: seríamos criados. Así que de Piedrahita de Castro decidimos ir a la dehesa de Judiez, al lado de Pereruela de Sayago. Sin perder el capital, sin venderlo y sin nada. Mi padre veía que aquello de Piedrahita iba a menos, a menos, a menos. Esa fue una visión que tuvo muy buena. Porque la heredad 88 que tenía mi madre se la dejó coger mi padre a otros. La ponían en venta y mi padre ahí no fue valiente. La compraron otros y entonces se mermó nuestra labranza. Al mermarse la labranza entonces ya no se podía vivir con las tierras y las viñas que teníamos propias. No podíamos vivir; solo podíamos malvivir. Teníamos que servir a los de Isaac 89. Ese amor propio mi padre lo tenía como Diego. Hizo bien. Además no nos podíamos casar bien. Uno además piensa siempre que va a terminar siendo criado de alguien, porque no puede…, para ocho no hay. La culpa primera la tuvo mi padre, que venga a hacer hijos, porque no tenía otra cosa que hacer. si élnihubiera tenido dos o tres hijos solo, no hubiera tenido problemas dePues dinero de nada».

87 Tienda o establecimiento comercial. Normalmente de tejidos, alimentación o de mercancías variadas. 88 La heredad es la porción de terreno cultivado perteneciente a un mismo dueño. 89

A los ricos del pueblo; familias como los Lozano.

8 Cuatro ejercicios metodológicos

En este capítulo se incluyen cuatro ejercicios metodológicos o ejemplos de los problemas principales con los que nos enfrentamos al realizar auto/biografías sociológicas. Para prepararse sería aconsejable leer el librito deDavid Silverman —en la excelente colección de libros de metodología de Sage— de 2007titulado: A Very Short, Fairly Interesting and Reasonably Cheap Book about Qualitative Research 1. Deben leerse al menos el capítulo 4, «Applying qualitative research»,

y el capítulo 5, «The aesthetics of qualitative research: Onbullshit and tonsils». El primer ejercicio que se presenta a continuación (A) contiene dos Reautobiografías. Se trata, pues, de dos autobiografías que ya se incluyeron en la primera edición del libro (aparecen en el capítulo séptimo) que son reescritas quince años después por las mismas personas, y que aparecen aquí, en esta segunda edición del libro. Es fascinante observar la forma en que esos dos casos evolucionan, sus ideas, su maduración, y la forma en que presentan su propia «persona». Realizar investigación con un lapsus de quince años es complejo y costoso. Pero lo he conseguido, gracias a su colaboración, presentando así la posibilidad de ahondar en el tema complejo de las reautobiografías. A la sociología, como a la medicina o la fotografía, le interesa el caso de los hermanos gemelos. En (B) Relatos paralelos o gemelos se investiga cómo una misma realidad, o una realidad compartida, es vista de forma diferente por hermanos gemelos. Otro ejemplo sería (no aparece aquí) una biografía familiar, contada por el marido y su esposa, de forma independiente. Una situación especial es cuando falta algo en las autobiografías que no se sabe solucionar. Es El caso de documentos incompletos (C). Lo que faltaba era una foto, desencadenando una investigación que da la vuelta a una autobiografía previa. Es una labor casi detectivesca, con un final doblemente sorprendente estilo Chéjov. 1 Son apenas 159 páginas llenas de ejemplos y consejos prácticos para el análisis en metodología cualitativa. David Silverman, A Very Short, Fairly Interesting and Reasonably Cheap Book

about Qualitative Research (Los Ángeles: Sage Publications, 2007).

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Faltan en España los llamados Retratos generacionales (D 2). Es el caso de un joven que no narra solo su vida, sino además la vida del grupo, de su cohorte generacional. Es un relato impresionante sobre el mundo de las drogas (fundamentalmente heroína), contado desde la visión de insider. Pero no es un relato tópico. En La ese formación literaria, musical, también y culturallas del que lo escribe es sobresaliente. relato cultural demuestra preocupaciones —hitos y mitos— de su generación. Con estos cuatro ejercicios metodológicos la investigación se puede enfrentar a cuatro casos especiales de dificultad, y observar cómo se han solucionado, o al menos tratado. Vuelvo a recomendar tres autobiografías clave en el pensamiento sociológico español que deberían ser leídas de forma previa (o paralelamente) a este capítulo 8. Me refiero a los sociólogos: Amando de Miguel en Memorias y desahogos, Albert J. Jovell con su libroCáncer: Biografía de una supervivencia, y al de Esteban Pinilla de las Heras,La memoria inquieta: Autobiografía sociológica de los años difíciles 1935-1959. Son las tres autobiografías más impresionantes que tenemos en nuestra profesión3. Sobre autobiografías basadas en cartas es obligatorio leer además la de Juan F.Pancho [ ] Hacer la América 4. Soy consciente de que estoy recomendando 1.507 Marsal, páginas de lectura. Pero los cuatro son libros inapreciables, escritos por colegas (sociólogos). Para relatos más antropológicos españoles no puedo dejar de recomendar la escalofriante autonarración de Marta Allué,Perder la piel5. Pero aumentaría las lecturas de verano hasta 1.743 páginas. Todas ellas previas —o paralelas— a los cuatro ejercicios que aparecen a continuación. Una nota editorial: los cuatro ejercicios no están ordenados de ninguna forma (quizá el orden en que los fui elaborando). Pueden ser leídos y estudiados de 6. cualquier forma, según el interés por el problema concreto que presentan

Un típico retrato generacional, pero sobre Estados Unidos, es el de Bret Easton Ellis, Menos que cero (Barcelona: Anagrama, 1992), 182 pp. La edición srcinal en inglés de 1985 es Less Than 2

Zero, que debería haberse traducido como Un cero a la izquierda . 3 Amando de Miguel, Memorias y desahogos (Madrid: Ediciones Infova, 2010), 610 pp. Albert J. Jovell, Cáncer: Biografía de una supervivencia (Barcelona: Planeta, 2008), 250 pp. En la portada se añade: El esperanzador testimonio de un médico enfermo de cáncer. Esteban Pinilla de las Heras, La memoria inquieta: Autobiografía sociológica de los años difíciles 1935-1959 (Madrid: Centro de

Investigaciones Sociológicas, Colección Academia, 1996), 307 pp., edición póstuma y corrección de la obra a cargo de Jesús M. De Miguel y de Xavier Martín Palomas. Sobre cáncer hay también el excelente relato autobiográfico de la socióloga María Ángeles Durán, Diario de batalla: Mi lucha contra el cáncer (Madrid: Santillana, Aguilar, 2003), 297 pp. 4 Juan Francisco Marsal, Hacer la América: Biografía de un emigrante (Barcelona: Ariel, 1972), 340 pp. El libro está agotado pero puede ser consultado en bibliotecas. Es la biografía de JS. 5 Marta Allué, Perder la piel (Barcelona: Planeta/Seix Barral, 1996), 236 pp. De estos libros recomendados, Jovell, Pinilla y Marsal ya han muerto. 6 Sobre relatos ficticios, españoles, yo recomiendo dos: Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, que es el monólogo de Carmen ante su esposo, Mario, muerto; y La familia de Pascual Duarte, de Camilo J. Cela. Ambos excelentes. Hay ediciones de bolsillo diversas.

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Ejercicio A Reautobiografías Un ejercicio metodológico importante en auto/biografías es volver a entrevistar o a redactar historias unos cuantos años después: diez, veinte, o más. Eso requiere dedicar mucho tiempo a una investigación. ¡No hay beca que lo pague! Aquí incluyo dos ejemplos. En la edición srcinal de 1996 incluía varios ejemplos de autobiografías. A continuación aparece la reautobiografía por los propios autores, quince años después. La lectora puede, pues, comparar las autobiografías introspectiva y la de con documentos externos, que aparecen en el capítulo séptimo (en la edición primera y también en esta segunda edición), y compararlas con las que aparecen a continuación. Lógicamente las personas de unos veinte años, que rerredactan su autobiografía a los treinta y cinco años, se enfrentan con tres problemas complejos: (1) son personas más maduras; (2) han vivido mucho más, y (3) supersona es ahora otra. La forma en que ambos casos enfocan esta delicada y compleja tarea es interesante. Aconsejo, pues, leer primero las biografías previas que están en elellas, capítulo imo. dos autobiografías no guardan una relación directa entre sino sépt que sonLas ejemplos autónomos. Pero tienen algo en común, que ellos no esperaban en su primer a biografía: uno se fue a estudiar a Stanford University y el otro, a la University of Chicago. Interesa comparar la forma en que los dos casos solucionan los tres factores de complejidad citados más arriba. Los dos casos han descubierto cosas; me refiero a ideas que no tenían de adolescentes. Como el primer caso cuando afirma: «Soy consciente de lo frágil que son los seres humanos; y de que la vida tiene fin, cosa que ignoraba a los dieciocho años». O cuando reflexiona: «Dar consejo a los/as que una vez me aconsejaron es un acontecimiento que me hace reflexionar». Ambos casos coinciden en la importancia de mirar al futuro. Curiosamente una autobiografía no solo narra el pasado sino que también avanza el futuro. El segundo caso afirma: «Hasta esa fecha de 1993, nunca se me había ocurrido pensar en serio futuro. Nadie había empujado a ello. Supongo que del llegada ciertay edad, en es elinevitable mirarme hacia delante, desprenderse de costras pasado, tomar con firmeza las riendas de la vida propia». Ambos dicen o dejan ver que son personas distintas, que ninguno de los dos preveía antes. A ambos deseamos volver a verles dentro de quince o veinte años, en la tercera edición de este li7 bro… o donde sea. Ambos tienen todavía mucho que contar . * * * 7 Me disculpo de que ambos casos sean varones. Quizá debería haber hecho el esfuerzo —hace quince años— de conseguir más autobiografías de mujeres. Lo hice, pero son autobiografías mucho más breves y que luego no he podido seguir. Pero es un tema que debo subsanar, cuanto antes. Aconsejo a otras investigadoras/es futuras que se planteen el tema del género desde

el principio.

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Reautobiografía introspectiva, quince años después «Ya han pasado quince años, nada más y nada menos, desde que escribí, a mis dieciocho, mi primera autobiografía. Escribí entonces mi autobiografía por obligación académica: era unoAhora de loslarequisitos en lamí, asignatura de Sociología de mi primer año de facultad. escribo para pero también un poco por obligación (no podía decir que no). Esta actualización de mi autobiografía es una reflexión sobre cómo cambia mi vida. Quizá sea algo más, pues explico cómo han cambiado mis presupuestos vitales, los principios básicos que rigen mi vida en este nuevo siglo. No tengo una gran aportación que realizar en este momento; pero mi devenir ha estado —y seguirá estando— lleno de transformaciones personales y profesionales. Advierto de que los párrafos no siguen una secuencia de acontecimientos. La lectora se sorprenderá de que ya no vivo en España. Llevo más de diez años en Estados Unidos; y aquí estoy rescribiendo mi vida y repensando mis propios pensamientos. No es nada fácil ponerse delante del ordenador y reflexionar sobre la existencia después de tanto tiempo. Escribo hoy inspirado. He pensado en las cosas que me gustaría contar en esta autobiografía a mis treinta y tres años de edad, la “edad de Cristo” como se dice. Pero sinceramente también escribo porque a mi Blackberry se le ha acabado hoy la batería. No puedo hacer llamadas de teléfono, tampoco puedo planear dónde ir o qué hacer esta semana sin la ayuda de mi calendario electrónico. Ni tan siquiera puedo contestar correos electrónicos. Es mejor así. Puedo escribir sin interrupción alguna, de la manera que antes era posible concentrarse cuando no estábamos encadenados a la tecnología del estar-permanentemente-conectados y ser siempre productivos/as. Estoy encantado de mi vida, un destino interactuando con seres humanos variados, simples, y complejos. Tempus fugit. El tiempo pasa volando. Es un buen signo. Atrás en el tiempo y espacio se quedó mi España del alma, con mi familia, amigos/as, y las personas que me amaron desde la década de los setenta [del siglo xx]. La verdad es que cuando comencé mi carrera universitaria no tenía ningún plan más allá de licenciarme. Pero conocí a un brillante catedrático, con una carrera superinteresante, y muchas cosas cambiaron a raíz de ello. Me licencié como economista a principios de los noventa y me fui a estudiar un doctorado en Estados Unidos. Dejé atrás mi pubertad, una pequeña localidad en el Mediterráneo donde nací y crie, y mi inocencia. Decidí perseguir el gran sueño de mi vida: aprender y continuar aprendiendo, en nuevas escuelas, con colegas, amigos/as, y héroes que admirar. Pero me fui con mi identidad —dentro de la maleta de cartón— para poder mantenerla y agrandarla. Mi vida cotidiana se convirtió en una lucha romántica entre los valores de antes y los de ahora, en un lugar novedoso con un destino también diferente. Al principio, sufrí mucho por no ser capaz de reconocer caras, valores, costumbres, o incluso sabores; hasta que un día lo desconocido se convirtió en reconocido. Así fue cómo

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muchas personas que suponía ignotas se convirtieron en colegas y amistades entrañables, casi de un día para otro. Empecé de esta manera a disfrutar de mi “hacer la América” personal. Mi doctorado en Estados Unidos y después mi primer trabajo como investigador social ya en serio son ambos en dos universidades (entre lasyo diez primeras del ranking Eso ha marcado miexcelentes vida más de lo que pensé. Son parte de quienmundial). soy ahora, cambiando definitivamente el rumbo de mi vida, y quizá la vida de mis antepasados. Para siempre, amén. A mediados de la década de los noventa, mi vieja Europea queda atrás —bien atrás— con su barroquismo, clasismo redivivo, formalismo de-traje-ycorbata para disimular lo que no se es, represión profunda, control social activo, legión de fobias e ingenuidades. Mi vida se expande en un Mundo Nuevo, poblado de personas con valores y sentimientos propios, una sociedad donde con mérito todavía se pueden subir escalones de la escala social, donde las desigualdades son más pronunciadas pero también lo son las oportunidades. No me queda claro que esto vaya a continuar por mucho tiempo. Amérika está cambiando. Vine a un país donde las clases sociales se mezclan en aeropuertos y cines, conviven en ciudades y barrios, y hablan en el trabajo o el ascensor. Llegué así a la tierra prometida; cuyas promesas se convirtieron en ilusiones por alcanzar. Es curioso que muchas de esas ilusiones se han hecho realidad, como graduarme con un doctorado serio, mi primer trabajo de verdad como profesor e investigador, mi primera casa, y mi primer artículo publicado en una de las mejores revistas profesionales del mundo. Unas cuantas personas en Estados Unidos me asombran, extasían, les tengo admiración y respeto. Ninguno de ellos/as son republicans, ¡qué casualidad! Estados Unidos es un crisol. No solo racial y étnico, sino también de personalidades, profesiones, y experiencias. Algo que no advertí cuando oteaba el horizonte desde el otro lado del Atlántico. La España en la que yo viví era una sociedad tradicional, con un desarrollo social tardío y lento. Donde a la mitad de los españolitos/as se les hiela el corazón (la frase es obviamente de Machado): van al colegio, las vacaciones de verano al pueblo de los padres, en la casa de verano, o en unos de esos tours organizados por Viajes Halcón o El Corte Inglés (no sé cuál es peor). Después unos cuantos van al instituto, las clases medias y altas, luego a la universidad. Unos/as cuantos se convierten —sin saber casi nada— en flamantes economistas, en un país donde hay ya mucho abogado, psicólogo, y licenciado de universidades mediocres. Si eres economista, lo mejor que te puede pasar es que encuentres trabajo en una de las oficinas de la caja de ahorros, u otra entidad bancaria de esas que se adquieren las unas a las otras. Mamá está así orgullosa. El salario es bajo —y el trabajo poco imaginativo— y no permite independizarse de los padres. Así continúa el control social. Se vive todavía con los padres, mientras se busca novia/o. Luego se casan (por la Iglesia), buscan pisito (cerca de la casa de los padres), y se tienen churumbeles que traen alegría

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a la casa. Ese era el perfil que me tocaba reproducir si me hubiera quedado en mi país. Ahora, ya no es lo mismo. Con mi escapada, entendí que tomaba una de las posibles trayectorias vitales en el desarrollo como persona. He hecho amistad con divorciadas con hijos, británicos que llevanysus propias emprendedor empresas, ejecutivos que casados viajan alrededor mundo, empresarios bohemios, es y patriotas, y solteros,del gays y heteros, blancos y negros amén de personas morenas, políticamente más rojos que azules. Se parece a la España de hoy en día, la que yo nunca viví. La experiencia de haber salido de mi patria para conquistar y ser conquistado por otros seres humanos y culturas ha sido increíble. Me siento afortu nado por miles de experiencias. Estoy encantado de cómo me hacen sentirme. Pero también he conocido gente difícil, receta para la desilusión. Estoy contento de lo que he conseguido. En estos años he avanzado en mi forma de reflexionar, y sobre todo en pensar como pienso. Soy consciente de quién soy y tengo confianza en mí mismo. También confío en la gente que me rodea. En estos años he amado y desamado, he hecho sufrir, y me han hecho sufrir. En verdad nunca he querido hacer sufrir a nadie; pero ocurrió a veces. A la “edad de Cristo” tengo algo que no tenía antes: una experiencia vital —tanto profesional como personal— que me hace humano y responsable de mis propias acciones. Me encuentro a gusto conmigo mismo. Quizá porque mi devenir es cada vez más razonable, práctico, intelectual, e internacional. Las aventuras y desventuras continúan, reflejo del torbellino de la vida que me ha tocado vivir. Pero ahora me dan miedo pocas cosas. ¡Hay tanto que experimentar en la vida! El optimismo es mi remedio secreto para todo tipo de errores y aciertos, mi Bálsamo de Fierabrás personal. He cambiado mucho. Si miro lo que escribí hace quince años, noto que ahora tengo opiniones y actitudes distintas hacia la vida. Es como apartar los ojos de aquella esquina que siempre había estado mirando. De pronto me doy cuenta de que hay tres esquinas más en la habitación, e incluso de que hay más habitaciones en las que nunca he entrado. Observo que tales esquinas, y la forma en que las miro, son construcciones sociales que dependen de la cultura, del crecimiento e historia personal. Irme de mi país me ha hecho consciente de la existencia de otros lugares de este planeta que puedo descubrir. Es realmente como un viaje al fin de la noche. Mis actitudes actuales están más diferenciadas de las opiniones de las personas a quienes una vez leí con atención, y sobre todo de los pocos a quienes admiré y escuché con detenimiento. Ahora, a veces soy yo el que da opiniones, el que aconseja y no solo se deja aconsejar, el que ayuda. Seguramente es ley de vida. En esta autobiografía, sería interesante concentrarme en alguna de esas opiniones o de esos cambios. Dejo, pues, libres a las yemas de mis dedos para que escriban el relato, y nos lleven juntos a donde quieran. Este lunes pasado estuve en Nueva York, el martes en Boston, miércoles en Filadelfia, y el resto de la semana en San Francisco. En el último mes he viajado a Atlanta, Chicago, y Filadelfia, e incluso a Madrid. Todo por cuestiones

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laborales. En Estados Unidos he estudiado lo que me ha llamado más la atención. Navego en el mundo de las ciencias sociales, que tienen mucho que decir a la hora de entender la realidad social. Del mismo modo que como y bebo lo que me estimula, leo y releo lo que intuyo que es importante para mí. El tiempo pasa, y mi tiempo es algo que aprecio. Siento no he debo perderlo de forma inadecuada. Se aprende a decir no. Quizá es que me acostumbrado al American Way of Life, donde todo puede pasar en un minuto, y la obsesión es hacer algo en cada momento, así como planificar el día y la noche. Pero lo curioso es que también pierdo el tiempo y ello me parece entrañable. Ojalá el día tuviese unas horas más, para perderlas. Nunca me hubiera imaginado que llegaría a tener una situación tan privilegiada. Es un orgullo humilde, no sé si me explico bien. He encontrado lo que buscaba. Me siento independiente, libre. He estado en tantos lugares, conocido personas magníficas de todos los colores, clases sociales, culturas y profesiones múltiples. Muchas permanecen en mi corazón, pensamientos, acciones de cada día. Sé que muchos/as —en algún momento de su vida— se acordarán de mí, con amor, cariño, respeto, u otro sentimiento. Siempre he deseado rodearme de gente interesante. Pero he descubierto que hay varias formas de ser interesante. Viajo de ciudad en ciudad, con rumbo, aprendiendo y disfrutando. Es curioso que a veces conozco personas que creo que ya las había conocido antes. Debe de ser porque tengo en mi mente una serie de categorías de seres humanos que soy capaz de reconocer en personas nuevas, en parajes ignotos, a través del tiempo. Una especie de déjà vu. Es un ejemplo de cómo mi vida personal es profesional, y que esta es cada vez más profunda y personal. Analizo la realidad social que me rodea, de manera crítica. Cuando conozco seres humanos maravillosos, reinvento rutinas. Pero al mismo tiempo continúo disfrutando de la vida de mis familiares, amigos/as, y colegas más queridos. La vida me resulta mágica, llena de alegrías y sorpresas, empañadas a veces con tristezas y sinsabores. La sorpresa —incluso para mí— es que está sucediendo lo que buscaba vivir hace quince años. Eso me hace sentir afortunado. No tomo antidepresivos, ni vitaminas; tampoco ningún edulcorante artificial. Celebro mi buena salud porque ya he descubierto que it is a matter of time. Soy consciente de lo frágil que son los seres humanos; y de que la vida tiene fin, cosa que ignoraba a los dieciocho años. Físicamente me encuentro bien. Atrás quedó la adolescencia con sus granos, ansiedades, paranoias e inseguridades. Lo que opinan los demás me importa menos que antes. Quizá me opere la nariz. Es broma. Releo la autobiografía de mis dieciocho años. Parece escrita por otra persona. Pero eso sucede con cualquier texto. Alguien puede pensar que estaba confundido, o que veía la vida solo de una manera. No creo que sea así exactamente. Tenía entonces mucho que aprender, y sobre todo entender la vida de maneras distintas, como un cuadro cubista. Ahora que soy mayor, pienso que sigo igual de desorientado y difuminado en la vida. Pero ya no me preo-

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cupa. Lo importante es precisamente que no me obsesiona. Estar desorientado en la vida es un privilegio, pues lleva a reflexionar, e impide dar por sentado lo que se sabe y se tiene. La confusión es esencial, pues permite aproximarse a la vida propia —y a la de los demás— de manera crítica. Permite sobre todo evolucionar. También fuerzasMe para afrontar obstáculos y luchar por objetivos de una proporciona manera dinámica. gusta relacionarme con personas que a los treinta, cuarenta, o incluso sesenta años, no saben lo que quieren ser “de mayor”. Personas admirables que todavía no han descubierto todo lo que quieren en la vida. Si dicen que tienen su vida clara me suelen resultar poco interesantes. Me parecen fascinantes las que están aún descubriendo la dulzura y amargura de la vida, sufriendo o riendo. Ya sé, justifico lo que pienso; suele ser usual. Estoy contento de haber alcanzado cotas —personales y profesionales— que muchas personas en mi país de srcen nunca lograron. Es un sentimiento gratificante, alentador, peligrosamente adictivo. Me apetece seguir sintiéndome así. Pero si me miro para adentro, de forma introspectiva, me doy cuenta de que sigo siendo el mismo. Tengo más años, aspiraciones nuevas, pero soy el mismo individuo ingenuo en busca de la fuente de la eterna felicidad. Conseguir dicha felicidad sigue siendo complicado a medida que se sabe y vive más. A los dieciocho años tenía sueños que perseguía con voluntad. Siempre he tenido una dosis considerable de disciplina y voluntad. Lo sorprendente es que muchos de esos sueños se han hecho realidad. Pero como cuando era adolescente, continúo deseando: “Una vida difícil de definir, indeterminada hasta cierto punto. Una vida que sea imprevisible y compleja, y que no se adivine totalmente”. Así filosofaba yo cuando tenía dieciocho años. No he cambiado en los últimos quince años. Todavía tengo mucho por descubrir, más errores y aciertos de los que aprender. En la vida se aprende… sobre todo de los fracasos. Vivir es lo más emocionante que tiene la vida. No sé si me explico. El conocimiento y la experiencia humana suelen ser positivos, pero a veces negativos. De eso cada vez estoy más seguro. Al escribir estas líneas me doy cuenta de que saber más me hace consciente de la importancia (o nimiedad) de lo que escribo. Pero ya no hay marcha atrás. Tengo mucho que decir, poco tiempo, y un espacio reducido para contarlo. Me apetecería escribir sobre la libertad, individualismo, felicidad, y amor. Pero me he dado cuenta de que amor, felicidad o ansiedad son sentimientos simples (aunque sean estudiados por psicólogos, poetas y filósofas) que tendemos a complicar. A veces pensamos que son complicados porque son sentimientos que vienen en formas y colores distintos. No suelen aparecer solos sino acompañados con un arcoíris de sentimientos, situaciones, y procesos que no controlamos. Los sentimientos se contagian y mezclan. Podría retomar el tema de mi autobiografía hace quince años diciendo que la felicidad no es un estado normal. Aunque muchas personas se pasan la vida intentándola atrapar. El tema no solo me aburre ahora, sino que además me hace poco feliz. ¡Qué curioso! También me gusta-

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ría escribir sobre mis años en la universidad, Europa, mis años como estudiante en el extranjero, mercados laborales, inmigración, desigualdad, o política. Me siento optimista en un mundo moderno. Debe de ser el duende español. dedecir. ponerme a escribir páginas, escribo he pasado horas pensando en lo queAntes quería Es un procesoestas complicado: y no me gusta. Tecleo y borro. Vuelvo a escribir. Tengo mucho que decir, pero es complicado desnudarse delante de una pantalla azulada. Aunque lo estoy consiguiendo. Los silencios son elocuentes. Lo que no es necesario decir suele ser lo mejor. No me muestro de nuevo en cueros, como hice cuando tenía dieciocho años. Evito contar mi vida cronológicamente. Quizá porque la vida no es cronológica. Tampoco voy ahora a recordar a Bécquer, ni siquiera a otros autores que me han impresionado en estos últimos años como Highsmith, Bayly, Easton Ellis, o Murakami (me refiero a Haruki). Yo tengo más que decir. Quizá lo mejor es conectar de nuevo con mi otro yo, el muchacho ese que dejé en España hace quince años, con un hatillo al hombro, lleno de ilusiones. El yo, superyo y ello que describo en mi autobiografía a los dieciocho años, son ahora menos distinguibles. Muchas de mis ilusiones de antes son ahora realidad, y esa nueva realidad genera otras ilusiones. Me pregunto si en el futuro mis deseos de ahora se convertirán en realidad. Es como la Nit de Sant Joan, un fuego continuo donde se apagan unas hogueras y otras comienzan, con el objetivo mágico de convertir a la noche en día. Esos fuegos/ilusiones son la luz de la vida. Quince años atrás me preguntaba acerca del sentido de la vida. Me daba a mí mismo el consejo de simplemente vivir. También escuchaba consejos y frenos a mis sueños: “lo que pretendes es irreal”, “toca de pies en el suelo; despierta”. Mis ilusiones estaban ahí, motivándome a hacer cosas para salir adelante, para poder romper los nudos sociales que me podrían haber ahogado. He visto personas quedarse estancadas en su infancia, en su profesión, entorno familiar, o localidad de nacimiento. Yo me escapé de todo eso, marché de mi barrio para siempre. Soy más optimista, quizá porque controlo mejor mi vida. Es como un rompecabezas en que todo adquiere sentido, aunque todavía faltan algunas piezas por colocar. Suelen ser las más fáciles. Me alegra mucho el haber trabajado por vivir, y haber escuchado a las personas que me alentaron a continuar luchando, por perseguir mis sueños, y por ser quien soy. Soy un hombre libre que no suelo decir “debería hacer” o “me apetecería hacer”. Simplemente voy y lo hago. Todavía estoy lleno de sueños y aspiraciones por realizar. No sé si debo contarlas; dicen que da mala suerte. Creo que ahora adopto una actitud distinta sobre la vida. No suelo pedir disculpas, sino trabajar duro. Espero poder ayudar a tantos como me han ayudado. Me gustaría que nadie tuviese sentimientos de culpabilidad, vergüenza, incapacidad o tristeza, sea cual sea el srcen de tales sentimientos. Lo que he hecho, lo que haré, los sitios donde he estado y los lugares a donde iré son ejemplos de que todo es posible. Con ilusiones compartidas. Me importa

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dónde, cuándo, y con quién camino al lado, hombro con hombro, codo con codo. Me interesa comprender quién soy yo a raíz de ello. Últimamente me doy cuenta de que no he agradecido lo suficiente a las personas cuyas conversaciones, interacciones, o acciones me han hecho pensar. Sobre todo a los que me a cruzar charco [elme océano Atlántico], a quedarme en el creo otro ladoayudaron del charco! Es loelmejor que ha podido pasar¡oen la vida. Ahora que soy mayor, precisamente porque siento el deseo de ayudar. Es curioso cómo —con el paso del tiempo— nuestras funciones y papeles evolucionan. Dar consejo a los/as que una vez me aconsejaron es un acontecimiento que me hace reflexionar. Es reconfortante poder dar apoyo, cariño, y amor a otros seres humanos. A lo mejor eso es la vida. Porque la vida pasa deprisa, y hay que darse prisa. Escribo estas líneas de camino a Madrid, en un vuelo tranquilo, a media bandera, en primera clase. Siempre me entusiasma volver a mi barrio:roda el mon i torna al Born. De Borne, no de born, nacido. Aunque también eso. Esta vez soy yo el que tiene algo que contar a mi país. A los dieciocho años nadie me hacía caso. A los treinta y tres, eso ha cambiado. Será el doctorado, y todo lo que he trabajado para llegar a donde estoy. En unas horas, estaré enfrente de un grupo de unas ochenta personas que me van a escuchar, y estar atentos/as. Les voy a contar cosas nuevas, ideas que apenas conocen. Sé que durante los primeros minutos yo estaré nervioso, pero luego me relajaré e incluso me encantará. Me harán preguntas, bastantes ingenuas. Tendrán curiosidad por saber quién soy, de dónde vengo, y a dónde voy. Son típicas preguntas ignacianas. Analizaré la audiencia silenciosamente. Lo difícil es combinar todo: charla, diálogo, y el estudio de la audiencia, al mismo tiempo. Luego una cena opípara; pesada, con mucha comida, vino con suerte Ribera del Duero, y después postre. Nunca falta postre en una comida en España. Eso me gusta. Es entonces cuando me suelen explicar que “en España se vive mejor”.Whatever. Me digo a mí mismo que más bien están verdes las uvas. Cuando me quedo callado en la conversación es porque estoy meditando en la situación en que me encuentro. A veces me veo como en un teatro. En eso apenas he cambiado: calladito pero analítico. En España las conversaciones diarias son mundanas y bastante prescindibles. A menudo lo más importante es ser gracioso. Las personas se ponen nerviosas cuando hay silencio. Voy a ver amistades de-toda-la-vida, como se dice. A lo mejor les pregunto lo que creen que debería escribir en esta autobiografía. Prefiero preguntar a que me pregunten. Como investigador, mi profesión me ha llevado a investigar los rincones y bordes de la sociedad. Me ha gustado en estos años rodearme de gente con vitalidad, con optimismo irrefrenable, con una devoción por vivir con decisión. Aprender y vivir con esas personas me fascina, intriga, y alienta a continuar. Pero también hay vidas complicadas por la nueva pobreza (económica o personal), por no tener una educación que les ayude a salir adelante (en una sociedad que cada vez valora más la educación y el dinero). He

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trabajado y me he relacionado con seres humanos admirables pero también con marginados. Son las dos caras de una misma realidad socioeconómica. Pienso que no se puede entender una parte de la sociedad sin haber convivido con la otra. A veces las diferencias entre estos dos tipos de personas son nimias, en la naranja [Clockwork Noase puede aprender si como no se abren los ojos.mecánica Pero, atención, que laOrange]. tendencia acomodarse es frecuente. Pero volvamos a mí, pues se supone que esto es una autobiografía introspectiva. Aunque no sé muy bien qué significa eso de “introspectiva”. ¿Que mira para adentro? Cuando ahora vengo a España muchas personas se me quedan mirando, y me dicen que me encuentran cambiado. Que soy más práctico, más crítico, más directo, con sentido del humor. Yo en cambio me siento menos idealista, y nada conformista. También soy más honesto y sincero, especialmente cuando se me pregunta la opinión. Algunos/as me encuentran más independiente, menos romántico, nada becqueriano, más despistado, y ya con alguna cana. Siempre he sido acerado, pero ahora lo soy más. Me han dicho en ocasiones que mi comportamiento es bastante americano, entendiendo por ello el ser exageradamente simpático, vulgar, agresivo, y pragmático. Hay quien encuentra mi humor irónico, casi británico. Dicen que soy demasiado responsable, excepto durante mi tiempo libre, cuando me puedo poner bastante tonto. Demasiado lleno de obligaciones. Tales comentarios me hacen pensar, pues tienen algo de verdad aunque no son una buena definición de mí. Respecto a hace quince años pienso que soy menos impresionable, poco influenciable y más escéptico que antes. Pero afortunadamente, todavía hay personas, situaciones y paisajes que me impresionan o que me influencian. Soy más tierno de lo que parezco. Me inunda un sentimiento entrañable por la Humanidad. En esencia sigo siendo el mismo. El ego apenas cambia; pero tiene la habilidad de crecer y madurar. Se expande a través del tiempo. Ese yo que hace quince años escribía unos párrafos autobiográficos sigue siendo el mismo, y florece entre los pensamientos que en este verano de 2005 me motivan a escribir de nuevo sobre mi vida. Ese yo está aquí, conmigo, y sonríe. Es como el fantasma del pasado. ¡Que nunca se vaya! No deseo olvidar los restos de mis naufragios —como decía Ortega y Gasset— que me hicieron como soy ahora. Será interesante comprobar si eso seguirá ocurriendo en diez o veinte años más. A veces vuelvo a mi inocencia y romanticismo, otras a la picardía española con su salero. Soy consciente de cómo soy, y de cómo son las personas de mi pasado. No quiero presentarme como alguien misterioso, aunque lo parezca. Sé que soy difícil de conocer, de entender, de penetrar. A lo mejor es que soy tímido. Antes de empezar pensé que escribir estos párrafos autobiográficos iba a ser doloroso. Pero no ha sido así. Es estupendo poder expresarme con sinceridad. Me costó sentarme y ponerme a escribir. Quizá porque recordaba cómo redacté mi autobiografía a los dieciocho años. Ahora está siendo un momento

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mágico para mí: es sublime, liberador, poder escribir estos párrafos. Las preguntas siguen siendo las mismas, las respuestas, no muy distintas aunque ahora más elaboradas. Estos últimos quince años de mi vida, en una nueva tierra, han merecido la pena. Últimamente varias personas me han comentado lo “único” quepiensa soy. Seguramente se refieren valor que hay que tenercosas. para decir lo que uno con honestidad. “Único”alpuede significar varias El diccionario de la Real Academia Española lo define como “solo y sin otro de su especie; singular, extraordinario, excelente”. Me agrada ser único, y trataré de seguir siéndolo. Hace quince años también deseaba vivir una vida especial. En el fondo todos/as somos especiales; tan solo hay que descubrir los aspectos de nosotros mismos que nos hacen únicos. Pero unicidad significa también “solo”. A veces me siento solo. Pero ya no me da miedo estar solo; al menos, no me genera tanta incertidumbre como cuando tenía dieciocho años. Mejor solo que mal acompañado, dice el refrán castellano viejo. Aprecio más la soledad cuando estoy con otras personas. A veces quiero que me abracen fuerte, para que no me pueda marchar. Es un sentimiento complejo, pero bonito. Desde diez mil metros de altura se ven las cosas más claras. Podría acabar mi autobiografía como la empecé hace quince años. Han bastado treinta tres años para llegar al convencimiento categórico de que no existe la felicidad absoluta, pero existen momentos de felicidad que perduran en nuestra memoria. Quizá es que la felicidad —tal y como la entiendo ahora— es el recuerdo de una persona entrañable, el sabor de un beso, la caligrafía en un papel, el texto simpático de un correo electrónico, o un atardecer frente al mar “el contemplado”. ¡Tantas cosas nos dan felicidad! Momentos que nos hicieron felices, por unos instantes eternos, y que ahora nos hacen sonreír introspectivamente. Ha merecido la pena vivir estos quince años tan diferentes. We are aproaching Madrid. El avión empieza a descender. Releo lo que he escrito. Montaré en un taxi. Dentro de un rato estaré en una cafetería madrileña, corrigiendo mis ideas, reescribiendo mis ilusiones y preocupaciones. Espero que dentro de otros quince años nos encontremos de nuevo en el secreto de este libro, que reposa luego gentilmente en una estantería entre otros hermanos amarillos. A mis dieciocho años, nunca pensé que mis líneas pudiesen interesar a nadie. Pero me dicen que han inspirado a muchas personas, que se estudia en la universidad. Las palabras que entonces escribí fueron además versos que me guiaron en mi desarrollo personal y profesional. Me gustó volverme a leer. Se lo debo al autor de este libro, entre otras muchas cosas que tengo que agradecerle. Me dice que esta autobiografía mía es un ejemplo de autobiografía introspectiva. Qué bella manera de simplificar con categorías científico-sociales algo tan vaporoso como un ser humano. Recuerdo ahora que a mis dieciocho años tenía mucha ansia y energía por saber, por conocerme, y por entender el mundo. Una autobiografía no acaba nunca, requiere una proyección hacia el futuro. Narré el pasado, escribo sobre el presente, y debo decir algo del futuro. Es

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como una película cuya tercera parte esperamos con ilusión. ¿La vida? Continuará: To be continued. Me recuerda a La Vie en Rose. Me conecto al ipod que viene siempre conmigo. Everything is indeed lovely. Mientras escucho a Piaf, me doy cuenta de lo vivo que estoy, lo mucho que quiero mi vida y la felicidad de personas. Sésabré más de lo que a los dieciocho años,mucha pero sospecho queotras menos de lo que dentro desabía una década. Me produce curiosidad lo que vaya a descubrir en los próximos años.Debo confesar que la vida ha resultado más misteriosa de lo que imaginaba, también más brillante y a la vez llena de ternura. Cariño y odio líquidos, como explica Zygmunt Bauman; junto con un deseo humano indeclinable por conectar con otros seres humanos. Es este, pues, un relato sin terminar, que seguirá. Espero que continúe de manera entretenida, con nuevos espectadores y actores, lleno de crítica social y personal. Con amor, humildad, pasión, y el trabajo que me fascina. Esta autobiografía es anónima… pero yo existo, soy de carne y hueso. Lo juro. Aunque a veces me parezca a Holden Caufield, al Principito, o a Alonso Quijano. Hubo un yo que decidió qué escribir aquí. De la manera que pienso, así vivo mi vida hoy en día. Tomo decisiones independiente —pero al mismo interdependiente— de personas que quiero y respeto. Hay personas que ven lo que sucede en la vida, otras predicen lo que va a pasar en la vida, y otras se aseguran de que las cosas ocurran. Yo intento estar presente en estos tres grupos. Hay un cuarto grupo que es el de los que se preguntan acerca de lo que pasó. No sé cómo explicar lo que me ha pasado. Las palabras —la cárcel de las palabras que decía el filósofo [José Ortega y Gasset]— no nos dejan expresar toda la realidad. Algún día volveré a Europa, donde nunca se sabe lo que puede ocurrir. Quiero volver, para ayudar a cambiar el panorama intelectual, político, empresarial y laboral de nuestro país. Volveré cuando yo esté más preparado y pueda ayudar a más personas. Todavía soy joven. Finalmente, repaso mi memoria sobre las personas que en estos años me enseñaron y me aportaron emociones y sentimientos. Las que me pidieron que nunca las abandonase, con quienes jugué y conspiré para resolver este rompecabezas llamado vida. Son personas maravillosas, brillantes, excelentes colegas, y compañeras en el camino de la vida. Pienso en todo lo que todavía tiene que pasar. Quizá sea algo más intenso que el dolor y la nostalgia, que la distancia y el tiempo. Habrá quienes se conviertan en mi noche y día, a quienes entregue mis ilusiones. A lo mejor continúo siendo aquel romántico empedernido que desde hace tiempo se niega a leer a Bécquer. Habrá otras personas por las que no lloraré igual que lloré en el pasado. Otras personas evaporadas volverán para quedarse y traerán sus buenos ratos, y quizá malos ratos. Nuevos personajes peculiares y especiales, duros y tiernos, humanos y caritativos aparecerán y desaparecerán en mi vida. Me contagiarán con sus vidas caóticas o con orden aparente, juzgarán y serán juzgados, cuando construyen y destruyen. También habrá los/as que falsifiquen el futuro con el fin de conseguir algo en el presente. Es el tiovivo de la vida, con individuos sin

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alma, individuos con dos caras, gente con buen corazón, románticos sin rumbo, cleptómanos, maniaco depresivos, buena gente, freaks, misioneros, sinceros, y demás. Como dice Erving Goffman, todos somos un poco de todo. Yo de momento me quedo en el Nuevo Mundo, cada vez menos nuevo, donde un día desaparecerme e integrarme el aleatoria. Karl de Kafka. Continúo con mi decidí ruleta social y profesional, cada vezcomo menos Visitando restaurantes favoritos, museos impresionantes; disfrutando horas de música clásica y opera, teatro y cine alternativo, y coffee breaks aquí en los estados unidos (sic en minúsculas). El azafato del avión anuncia que hay que apagar todos los aparatos electrónicos para aterrizar en Madrid. Pero mis pensamientos acerca de mi vida, ya no se apagan sino que reverberan. Pienso sentimentalmente sobre quien ahora tiene este libro entre sus manos. ¿Quién me está leyendo? ¿Comprenderá lo que le digo? Las palabras habladas se las lleva el viento, la brisa. Pero lo que queda escrito puede ser leído dentro de unos meses, años, incluso quizá milenios. El secreto está en releer. Cuantas más veces leo estos párrafos más entiendo. Así el documento en blanco con el que comencé pasa a ser un texto eterno. Espero que este relato autobiográfico inspire, ayude a tomar en la hacer vida. Nadie me lea está haga solo. reflexionar, Me puede leer en voz alta, decisiones como conviene con la que poesía. No es un problema de cuántas personas reciten. Basta con que me vean otros dos ojos, para pasar a las mentes de otros muchos. La simple idea de que este texto haga pensar un poco a otro ser humano es recompensa suficiente. Hasta dentro de unos años, volveré… para encontrar las piezas que faltan del rompecabezas. Será».

Reautobiografía con documentos externos, quince años después «Enfrentarse a un texto escrito casi quince años atrás suele ser una experiencia algo angustiosa. Hacerlo a la auto/biografía que escribí entonces es sobrecogedor. El estilo me resulta ajeno, la redacción, inadecuada, muchos planteamientos, ingenuos, otros, oscuros. Un buen número de párrafos me causan rubor. Pero ¿quién puede haberse atrevido a escribir eso? No he podido ser yo. Releer algunos pasajes de la autobiografía me persuade de algo que intuía: las posesiones existen. Son yoes que tomaron control de mi cuerpo hace años. Se atrevieron a escribir sobre ellos mismos, sin sospechar que eran intrusos y, como tales, serían reconocidos y denunciados al cabo de unos cuantos años. ¿Cómo puse mi futuro (es decir, mi presente) en sus manos? Por fortuna, mi devenir no ha dependido únicamente de ellos. De haber sido así, no sé qué podía haber sido de mí. El futuro lo he ido construyendo, día a día, junto a los integrantes de mi (su) entorno social. Entre estos siguieron figurando algunas de las personas a las que había pedido, en un ejercicio de soberbia, que escribieran unas líneas sobre mí. Algunas siguen brindándo-

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me lo mejor de ellas. Con E. R. —quien acerté entonces a describir como “amiga de las que escasean”— terminé casándome nueve años más tarde, cumpliendo casi todos los vaticinios. En mi hermana Catalina y en S. P. sigo encontrando la dosis adecuada de comprensión, afecto, y crítica que merece mi disimulada egolatría… y que estoy condiciones de encajar. margenmal de esas tres supervivientes, desde mi en anterior autobiografía, mi Al círculo social más próximo ha experimentado una recomposición importante. Nuevas personas han ido entrando en mi vida en el contexto de un carrusel vertiginoso en que se iba convirtiendo mi trayectoria biográfica, una especie de ocho y medio de Fellini. Con algunas de las personas que participaron en la auto/biografía social de hace más de una década (M. Q., A. T. y M. R.) perdí el contacto poco tiempo después de que escribieran sobre mí. Aunque resulta tentador pensar lo contrario, en los tres casos la participación en la auto/biografía y el contenido de sus reflexiones —algunos ciertamente severos conmigo— no tuvo nada que ver con ese desenlace. Simplemente, sus trayectorias personales y profesionales fueron apartándose de la mía. Ni por su parte, ni por la mía, hubo empeño en reconducir la situación. Son personas con las que mantenía un vínculo débil. No compartíamos amigos comunes, ni conocidos, familiares, o relaciones profesionales, y por lo tanto, tampoco espacios sociales en que cultivar nuestra relación. Actualmente no sé dónde residen, o a qué se dedican, y me costaría averiguarlo. Otros testimonios corresponden a personas que poblaron los paisajes de mi infancia y adolescencia, pero cuya proximidad ha ido decreciendo significativamente con el paso de los años. A mi mejor amigo durante más de una década, J. P., lo he visto una vez en los últimos dos años, aunque el afecto que siento por él sigue intacto. M. C. sigue siendo “amiga de mis amigas”, pero las ocasiones en que he coincidido con ella han disminuido de forma notable. Con J. M., al que no he visto en los últimos seis años, intercambié algún correo electrónico hace dos años tras hacerme una consulta de tipo profesional. En el debilitamiento de estos vínculos fue determinante mi alejamiento de los escenarios en que se fraguaron esas relaciones: el colegio, la práctica del ciclismo, la playa, o la isla de Ibiza. A los diecisiete años salí de Ibiza con objeto de estudiar la licenciatura de Historia en Barcelona, sin sospechar que nada iba a ser igual cuando volviera. Al principio, durante dos años seguí acudiendo puntualmente a la cita con la isla tan pronto como el calendario me lo permitía. Recuerdo borrosamente mi primer año en la universidad. Pasó sin pena ni gloria. Vivir por primera vez fuera de casa no me causó ningún trauma, pero los días transcurrían al tic-tac del segundero de un reloj, entre las cuatro paredes de una pensión, estudiando sin más preocupación que la de sacar buenas notas. Ni Barcelona ni la universidad consiguieron entonces despertarme entusiasmo o curiosidad. A mis ojos todavía infantiles parecía

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un entorno hosco, despersonalizado, artificioso. Por eso me producía extrañeza la fascinación que la ciudad despertaba en algunos de mis compañeros. Vislumbraban oportunidades vitales que los muchachos de pueblo —como yo mismo— aparentemente no sabían tasar como se merecían. Yo aborrecía entonces las privaciones la vida la gran ciudad y las obligaciones universitarias reclamaban.que Echaba deen menos la vida al aire libre, llegar exhausto a casa después de agotar una larga jornada en la playa o practicando deporte. Recuerdo ahora la ilusión con que afronté mi primer verano en Ibiza, tras varios meses de ausencia. Los planes en que había pensado ocupar dos meses escasos se amontonaban. El tiempo que había pasado lejos de los escenarios con los que me reencontraba se me antojaba como un paréntesis breve, una incursión pasajera en lo que Marc Augé llama un “no lugar”, al que podía acudir sin correr ningún riesgo. Fue una ilusión. Recuerdo vívidamente la frustración que me produjo el intento infructuoso de volver a las viejas rutinas. Mis amigos ya no estaban donde los había dejado. Algunos ni siquiera respondían a las llamadas. Otros habían comenzado a trabajar. Algunos tenían pareja. Nadie parecía tener tiempo o interés para actividades que yo seguía considerando vitales. Con el paso del tiempo se fue acentuando la sensación de que la marcha a la península (así es como llamamos los isleños a la piel de toro) era irreversible. La idea de que lo que había dejado atrás era irrecuperable se iba adueñando lentamente de mí. La desazón agriaba mi carácter. Durante dos o tres años, las ataduras sentimentales a los paisajes de mi infancia alimentaron un discurso personal de idealización de una Ibiza de la que yo creía (ingenuamente) haber sido partícipe, contrapuesta a una Ibiza desnaturalizada en la que ya no me podía sentir a gusto. Quiero creer que las páginas iniciales de la auto/biografía que escribí hace casi quince años —que al releer hoy me causan rubor— son solo producto de una “somatización” ideológica de los avatares psicológicos en que me hallaba inmerso entonces. Mi vida dio un giro radical en 1993, tres años después de llegar a Barcelona. Lo que viene después, quizá los acontecimientos más importantes que jalonan mi vida, son variaciones pequeñas de una misma partitura. Durante ese año, inicio la licenciatura de Ciencia Política, que simultaneo con mis estudios de Historia. En unos meses, mi vida iba a tomar derroteros insospechados. Ya no volví a pisar el suelo de Ibiza en verano. Durante seis años consecutivos compaginé mis estudios de licenciatura primero, y doctorado más tarde, con estancias estivales en universidades internacionales: California Berkeley, Láncaster (en Gran Bretaña), Oslo, Harvard, Míchigan (Ann Arbor). En el año 2001, me traslado a la Universidad de Chicago, donde actualmente prosigo mis estudios de doctorado e investigaciones. Nunca se me había pasado por la cabeza, ni de forma somera, seguir una trayectoria semejante. Hasta esa fecha de 1993, nunca se me había ocurrido pensar en serio en el futuro. Nadie me había empujado a ello. Supongo que llegada cier-

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ta edad, es inevitable mirar hacia delante, desprenderse de costras del pasado, y tomar con firmeza las riendas de la vida propia. En eso consiste hacerse adulto, dicen. No creo que pueda arrogarme el mérito (o la responsabilidad) de ser el artífice único, ni siquiera el más importante, de las primeras decisiones que cambiaron el curso de micercanas vida. Si lo(en hubiera sido, a lomentores mejor lasacadécosas me hubieran ido peor. Personas este caso mis micos) me brindaron las opciones que me convenía elegir: en refulgente bandeja de oro. Todo demasiado atractivo como para decir que no. Recuerdo vívidamente episodios estelares de ese proceso de conversión. En la mayoría de ellos mi papel se limitaba al de testigo mudo, que apenas acertaba a balbucear su conformidad con los proyectos vitales que otros trazaban y yo debía protagonizar. Se vaticinaban hazañas académicas en universidades lejanas, de nombre mítico, peldaños luminosos de una carrera profesional meteórica. En inglés se dice que sobre el hielo fino la salvación está en patinar velozmente. Igualmente uno se sostiene en bicicleta pedaleando. En muy poco tiempo, la vida de un muchacho-de-pueblo, obsesionado por los pasos que cada vez me alejaban más de mi matriz isleña, se convirtió en una carrera insólita en bicicleta. En eso radica mi mérito: en pedalear cada vez más deprisa. Pedalear te cambia. Creo que era Pascal quien decía que no es necesario que un buen cristiano tenga fe. Lo esencial es que cumpla a rajatabla con los sacramentos. La fe ya surgirá con el paso del tiempo. Tal fue mi caso pero con la fe en la ciencia, en la razón. Suena extraño eso de tener fe en la razón. Lo cierto es que no tardé demasiado en sentirme a gusto en mi nuevo papel, en asumir como propios objetivos que unos años atrás hubieran resultado inimaginables, y luchar por ellos como si estuviera predestinado. Fue sorprendentemente fácil, como si me hubiese estado preparando toda mi vida para ello. He encontrado el camino despejado. Durante varios años conseguí todo lo que me propuse: becas para estudiar dentro —y luego fuera— de España, casarme con la mujer que adoraba desde la adolescencia, rodearme de amistades excelentes allí donde he ido. Mi trayectoria puede ilustrar el famoso Principio Mateo, según el cual los golpes de fortuna tocan a quienes ya tienen la suerte de ser afortunados. Nada tiene tanto éxito como el éxito. De Madrid al cielo, y es cierto. En la capital del Reino pasé unos años después de terminar la licenciatura, cursando estudios de posgrado junto a un grupo escogido de estudiantes brillantes y seguros de lo que querían. Se trata de una época de evolución intelectual febril. Mis años en Madrid, y en particular las largas conversaciones de sobremesa con mis compañeros de programa académico, tuvieron un efecto enorme en mi forma de ver la vida, mi disciplina, y España. Gracias a ellos/as, fueron difuminándose algunos de los rasgos atropellados e irreflexivos de mi perfil humano. Descubrí que ante personas inteligentes de nada sirven los aspavientos y contorsiones retóricas que en el pasado me habían sacado de algún trance cuando carecía de argumentos sólidos. Desde el punto de vista intelectual me hice más exigente conmigo

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mismo, y también con los demás. Una lección fundamental que aprendí es a no transigir con la impostura —una enseñanza poco común pero muy necesaria en el mundo académico español—, a no admitir gato por liebre, a valorar solo el trabajo honesto y riguroso. El mejor colofón a esta trayectoria fue sin duda la oportunidad de cursar estudios de doctorado en una universidad de la calidad de la Universidad de Chicago. A los veintisiete años la admisión en Chicago llegó en el momento idóneo para sacarle el máximo partido intelectual y humano. Durante cuatro años he disfrutado de los privilegios que esa universidad brinda a las personas cuyo mayor placer es aprender, investigar y compartir ideas, a pocos metros de distancia de algunas de las mentes mejor dotadas del planeta. Como la inteligencia y la creatividad no son innatas, sino extremadamente contagiosas, creo que algo se me ha pegado. Como languidecen en hábitats hostiles, mi mayor reto es lograr permanecer a resguardo. Chicago es mucho más que una universidad excelente. Es inagotable la capacidad de la ciudad de sorprenderte, si estás dispuesto a darle una oportunidad. A diferencia del muchacho de pueblo retraído y refunfuñón que —a inicios de la década de los noventa— juzgaba a Barcelona con severidad, llegué a Chicago dispuesto a comerme el mundo. Tardé pocos meses en sacarme el carné de conducir (una antigua cuenta pendiente) y comprarme uno de esos coches decrépitos y de chapa descascarillada que, en las carreteras de Estados Unidos, te identifican con el sello inconfundible de la pobreza. No me importaba lo más mínimo. No había ido a Chicago a desfilar. El vehículo —que mi mujer bautizó cariñosamente como “El Azulito”, pese a que el azul se difuminó pronto— cumplió las funciones que le encomendé sin rechistar, abriendo un mundo de oportunidades vitales más allá de la universidad. Desde que abandoné Ibiza, nunca me había sentido tan integrado en una ciudad, tan próximo a sus lugares, sus gentes, o sus aromas como en Chicago. Nunca he tenido tantos amigos, tan diferentes entre sí, blancos, negros, amarillos, de piel tostada, de tantos perfiles, criterios y condiciones. Durante más de un año trabajé como etnógrafo urbano para uno de los centros de investigación social más afamados del mundo, el National Opinion Research Center, y eso en Chicago, que es la cuna de la etnografía urbana moderna, fuente de inspiración de los teóricos más innovadores del urbanismo. Mi trabajo me ha permitido vivir experiencias humanas insólitas, acercarme a realidades que difícilmente hubiera conocido tan de cerca, y que si hubiera tenido la oportunidad de conocer en otro lugar, nunca podría haber entendido mejor que en Chicago. No quiero ocultar momentos en que he tenido que pedalear cuesta arriba. He echado de menos a los míos, en especial a mi mujer, quien solo me ha podido acompañar de forma intermitente en mi aventura norteamericana. Durante los momentos más amargos me ha atormentado el pensamiento de que mi mujer lo podía estar pasando mal cuando yo, a miles de kilómetros de

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distancia, gozaba de tantas oportunidades de disfrutar intensamente de lo que hacía. Me ha torturado la idea de que no pudiera acostumbrarse a mi ausencia, y por qué no reconocerlo, de que sí pudiera hacerlo. Afortunadamente, no ha habido nada que no pudiera aliviarse con maratonianas conversaciones por teléfono viajes relámpago una u dos otraquieren dirección. Es así. increíble lo pequeño que puedey resultar el océanoen cuando verlo He pasado otros malos tragos —pocos, a decir verdad—. A toro pasado, casi todos parecen menores. El peor fue la muerte de mi madre, tras sufrir una hemiplegia, un mes después de iniciar mis estudios de doctorado en Estados Unidos. Sucedió mientras preparaba mis primeros exámenes parciales. Durante tres días se mantuvo cierta incertidumbre sobre la evolución de su estado. El cuarto entró en coma y un día después falleció. En los primeros tres días no acerté a comprar un billete de vuelta. Cuando finalmente lo hice, empujado por el cariz que tomaban las cosas, resultó tarde. Me había demorado demasiado. Durante diez horas interminables supe que mi madre se moría, y que iba a suceder mientras yo volaba. Desde entonces, sé que el modo de vida en que me he embarcado no te ayuda a tomar siempre las decisiones más apropiadas. A golpe de pedaleo, he conseguido que el pasado no exista. Se divisa un horizonte despejado, hasta que cualquier día otro episodio trascendental, al que debía haber prestado más atención, me pille montado en un avión. Hace quince años las personas que me saludaban cada mañana —mis amigos y conocidos— se llamaban Sandra, Julio, Bernat o Xavi. Hoy son Doug, Kathleen, Zohar y Hongxing. En boca de estos últimos, mi propio nombre tiene un timbre exótico. No es extraño, pues se refieren ya a otra persona. Un ser humano al que ayudarán a perfilar como diferente del que es hoy. De aquí a quince años, algunos de ellos/as tendrán poco contacto conmigo (¿o debiera decir con él?), me habrán perdido por completo la pista, o quizá mantengan una relación más intensa de lo que quisieran. Habrá que esperar tres lustros para saber qué lugar ocupan en mi vida, y qué posición mantengo en la vida de ese otro yo, ya adulto plenamente, al que le toque repetir el ejercicio de escribir una autobiografía de aquí a quince años. Sospecho que muchas cosas que escribo hoy le sorprenderán, otras posiblemente van a ruborizarle. Mi empeño es conseguir que así sea».

Ejercicio B Relatos paralelos o gemelos Tanto en sociología como en fotografía es llamativo el tema de los gemelos, dos hijos/as nacidos al mismo tiempo. Si son idénticos a veces se denominan «siameses». En este caso son dos varones muy parecidos físicamente. Se deja-

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ron el pelo algo diferente (uno largo, el otro corto) para diferenciarse. En el análisis interesa cómo una misma realidad —o historia familiar— puede ser vista por otra persona tan parecida, pero al mismo tiempo diferente. Esto puede dar srcen a visiones paralelas, o gemelas. Interesa, pues, leer los dos, y notar las diferencias, laslos incoherencias a veces,Aquí y losserasgos propios. Es un poco como «el truco de espejos» en magia. presentan dos breves historia de vida, de dos hermanos a los que llamo Jordi y Pau. En el momento de la historia de vida tienen veinticinco años, y viven los dos juntos «en un pisito», en Barcelona. Cada uno escribe su autobiografía, sin leer la del otro. En algunos temas su discurso es similar, pero sus perspectivas vitales son bien diferentes. De sus relatos transparenta que son buenas personas, racionales y científicos. Tranquilos, pero buenos y esforzados deportistas. Interesa mucho fijarse en cómo cada uno de los gemelos ve al otro. Sus visiones críticas son interesantes. Hay también un cierto análisis de la sociedad como cuando Jordi expresa: «En la Universidad es muy difícil hacer amigos, cada uno va a su rollo y la mezcla de clases sociales hace casi imposible tener amigos de verdad. Es un entorno un poco hostil». Ambos gemelos realizan un doctorado (en temas diferentes). Son gemelos, pero yo diría Jordi «elsus hermano mayor» y Pau, «el pequeño», aunque nacieron en el que mismo día.esEn relatos llama la atención para lo poco que sirve la universidad en España. Ambos son tan racionales que se autocontrolan, además de hacerlo mutuamente. Es difícil saber cómo van a continuar sus vidas. Sería útil entrevistarles dentro de veinte años. O cada siete años como en el proyecto de Seven Up. Pero eso es tarea para otro libro. Que yo estoy dispuesto a escribir. El sociólogo nunca muere. * * *

La historia de Jordi «Es extraño escribir sobre mi vida. Jamás me ha gustado hablar de mí. Siempre he creído que no interesaría a mucha gente. Mi vida no es excepcional. Recuerdo que era un niño feliz, con una familia estructurada. Siempre me han querido mucho, me protegían bastante, lo cual me hizo ser un poco inútil en mis primeras experiencias con el mundo exterior. Soy generoso con los demás, pues en mi casa lo han sido conmigo. Me educaron para que supiera dar lo mejor de mí, para que fuera educado, honrado y noble. Esto a veces me causa problemas, pues mucha gente suele aprovecharse de mí. Fui un niño bastante pacífico aunque no temía a casi nada, era prudente por lo que me habían enseñado. Pero me gustaba salir con los amigos por las zonas industriales del Poble Nou, meterme en almacenes y fábricas y husmear por allí. Me encantaban los videojuegos. Solía entonces ir con mi mejor amigo

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—y con mi hermano gemelo, Pau— a salas de videojuegos a jugar a las máquinas como un poseso. Luego en casa jugaba a las videoconsolas y a los ordenadores. Recuerdo fingir que me iba a dormir, para levantarme un par de horas más tarde —cuando todo el mundo dormía— y seguir jugando a la consola hasta de la madrugada. Enlas mi tantas casa vivíamos cinco personas, mi padre y mi madre son obreros, de clase media, con una vida rutinaria, tradicional y muy catalana. Con nosotros vivía nuestra abuela paterna, la cual siempre había vivido con mi padre y mi madre. Para mí siempre ha sido muy desconocida la historia de mi familia por la parte de mi padre. Mi padre jamás me había hablado de ello y yo jamás me había molestado en preguntar. Ya desde muy pequeños mi hermano Pau y yo fuimos educados fundamentalmente por nuestra abuela, quien se quedaba al cuidado de nosotros mientras nuestros padres trabajaban. Nos inculcó amor por nuestra tierra y por la naturaleza, respeto a las personas, y mucha generosidad. Mi abuela es una persona extremadamente generosa. No teníamos mucho dinero y aprendimos a ahorrar bastante, nuestro estilo de vida era bastante austero, no teníamos ningún lujo y no gastábamos en ocio. Eso sí, jamás me faltó de nada y nunca dejé de tener nada que yo hubiera querido. El único ocio que nos permitíamos era ir a la montaña cada fin de semana con mi padre. Mis padres intentaron por todos los medios darnos la educación que ellos no pudieron tener, querían que nosotros “despegáramos” desde un sitio más alto del que ellos despegaron. Ese hecho influyó bastante en nuestra forma de ser, pues nuestro objetivo era no defraudar a nuestros padres y ser buenos en los estudios. Desde muy pequeño me costaba integrarme con los demás. No me interesaban las trivialidades de mis compañeros. Consideraba que perdía el tiempo aprendiendo en clase cosas que hacía años que se iban repitiendo. Era bastante listo, y en clase me miraban mal porque sin esforzarme mucho sacaba muy buenas notas. De mi niñez como estudiante recuerdo con mucho afecto a un profesor de Física y Matemáticas. Aprendí las matemáticas como si fueran un juego. Él fue la mayor influencia que he tenido, y ha orientado mi vocación científica. Durante esa época sentía un temor absoluto por el sexo femenino. Creo que era tan tímido e introvertido que jamás llegué a profundizar con ninguna chica. Me sentía raro al estar con ellas. Sentía vergüenza de mí mismo por no sentirme como los demás, que desde mi punto de vista aparentaban demasiado interés por el otro sexo, cosa que yo no hacía. En realidad era por vergüenza y por tener menos carácter que los demás. Pensaba demasiado y veía las relaciones más profundas de lo que los demás las veían. Creo que yo vivía algunos años por delante. Siempre me he relacionado con gente mayor que yo, me sentía mucho más a gusto, más cómodo, podía tener conversaciones más inteligentes y mas enriquecedoras. Mi sentido del humor era más agudo que el de los niños de mi edad, y sus tonterías me parecían trivialidades.

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A los catorce años salí por primera vez de viaje con mis compañeros de clase, a Mallorca. En esa época yo aún era un crío. Mientras el resto de alumnos de mi clase se dedicaba a beber, ligar y tomar drogas, yo pasé esos días en la playa visitando la ciudad, disfrutando de mis amigos más próximos y haciendo cosas normales. Jamás hefines tenido grupo solía de amigos muy cerrado. No hacía actividades en grupo. Los deun semana irme al pueblo, donde me pasaba buena parte del día en la montaña con mi padre y mi hermano. Creo que he sido una persona fugaz en la vida de los demás. Aparezco y desaparezco rápidamente. Soy bondadoso y la gente suele quererme bastante mientras estoy con ellos. Pero de la misma manera que he aparecido, desaparezco y la gente se olvida de mí. En definitiva, que suelo ir solo. Mentira…, pues voy siempre con mi hermano Pau. Es de la única persona de la que dependo —de la que soy totalmente dependiente— y él de mí. No sé por qué temo perderlo. Eso me hace sufrir por él, y protegerlo. Pau, mi hermano gemelo, siempre ha estado muy cerca de mí —y yo de él—. Puedo decir que soy capaz de entenderme con él sin apenas hablar, conozco sus gestos, sus miradas y cualquier aspecto de su carácter y personalidad. De pequeño Pau era un niño flacucho y sonriente, pero hacia los diez años engordó muchísimo, esto marcó su infancia y adolescencia. Aunque a él le cueste reconocerlo, pues es la persona más testaruda que conozco, le causó problemas de relación con los demás durante su adolescencia. Es poco comunicativo, le cuesta expresar sus sentimientos y a veces le falta un poco de picardía, sobre todo con las chicas. Cuando hablas con él es directo, franco, conciso, dice las cosas tal y como las piensa. Es muy inteligente y a veces habla de forma que alguna gente es incapaz de entender. Siendo físico de profesión, tiene la explicación para casi todo; esto le causa problemas, pues a la gente no le gusta que les den la explicación de todo. Les arrebata la felicidad que da el ser ignorantes. No todo son aspectos negativos en la personalidad de mi hermano, puedo destacar su nobleza, su bondad y su templanza. Es una persona en la que sus amigos confían. Siempre se puede acudir a él en busca de ayuda o apoyo. Mi relación con él ha sido cambiante. De pequeños estábamos muy unidos, pues compartíamos el día juntos. Durante la escuela, yo compartía mi tiempo entre mis amigos y mi hermano, esto hacia que aunque él seguía siendo la persona mas próxima a mí, yo destinara parte de mi tiempo a los demás. Diría que era una relación muy sana, yo tenía mi vida y él, la suya. Pero podíamos compartir cualquier cosa. Era como si fuera más que mi mejor amigo. Durante el bachillerato, íbamos a clases distintas, yo hice mi grupo de amigos, forjé mi personalidad de adolescente y dejé de preocuparme de mi hermano, pensando que él haría algo parecido a lo que yo estaba haciendo. En esa época no me di cuenta de que él tenía problemas de integración y de relación con los demás. De todas formas nuestra relación seguía siendo sana, discutíamos poco, compartíamos algunos gustos pero no todos, y teníamos

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cada uno de nosotros nuestras propias aficiones. Durante la universidad nuestra relación se hizo más fuerte, pasamos a depender uno del otro, acabamos por vivir ligados uno al otro. Yo a veces aún me pregunto el porqué. No lo sé muy bien pero creo que es por haber perdido a los demás amigos, al sentirme más solo me agarro a quien tengo más cerca. No quiero perderle a él también. Una de las mejores épocas de mi vida fue entre los diecisiete y los veinte años. Recuerdo esa fase de mi vida con mucho cariño. Es cuando aprendí a disfrutar de mis amigos. Luego he ido descubriendo que por la vida de uno pasan muchas personas pero muy pocas acaban siendo amigos. En esa época solía salir por las tardes y por la noche hasta una hora prudencial. Mis padres seguían siendo proteccionistas, y aunque no me ponían barreras yo prefería no hacerles mucho daño y respetar un poco sus criterios. En esa época descubrí al sexo femenino. Entonces pensé que había descubierto el amor. Pero ahora sé que el amor solo se conoce mucho tiempo después de haber conocido profundamente a alguien. Incluso después de haberte acostado varias veces con esa persona. Erame unseguía adolescente con poca tenían personalidad pero en con carisma. La gente y mis opiniones cierto peso el mucho grupo en el que me movía. Durante ese período consideraba a mi hermano mi mejor amigo. Pero no sentía un afán de protegerlo. Creo que mi vida era independiente de la suya. Lo veía feliz con sus cosas y no había nada que pudiera hacer que me preocupara por él. Yo seguí estudiando en los jesuitas, que me dieron una formación bastante buena. No compartía sus ideologías pero jamás lo dije, pues aprendí a sacar lo mejor de ellos y pasar desapercibido. Mi vocación era eminentemente científica. Jamás he sido bueno en letras, en cambio siempre he amado las matemáticas. Me parecen juegos mentales, entretenidos, a veces mágicos. Cuando tuve que escoger profesión me decidí por la informática. Tenía una vertiente eminentemente matemática y encima era una profesión con mucho futuro. Me refiero a antes del año 2000. En el tema del amor yo seguía enamorado de la hermana de mi mejor amigo de la infancia. Recuerdo que gustaba a muchas de sus amigas pero a ella no. Yo era extremadamente tímido y no me atrevía nunca a confesarle mi atracción por ella. Un día en una discoteca la cogí del brazo, me acerqué a su oído y le confesé lo que sentía por ella. Ella dudó y luego me besó. Al día siguiente fui a su casa e hizo como si no hubiese sucedido nada. Comprendí que con ella había perdido la oportunidad. De todas formas sigue siendo hoy amiga mía. El primer año de carrera fue difícil. La universidad es mucho más dura que una escuela de jesuitas, no por los contenidos de las materias sino por la organización y el desamparo que a veces se siente al no saber a quién acudir. Durante ese primer año continué con mis amigos de la adolescencia. En la universidad es muy difícil hacer amigos, cada uno va a su rollo y la mezcla de

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clases sociales hace casi imposible tener amigos de verdad. Es un entorno un poco hostil. Iba cada semana al pueblo, donde disfrutaba mucho con mis amigos de allí. Aunque yo fuera de Barcelona ellos me consideraban uno más del pueblo, pues meaconocían de toda la vida. Solía ir a distintos sitios: salíamos a cenar, íbamos tomar algo, y luego a la discoteca. Viví las drogas desde muy cerca. Casi todos ellos consumían diariamente cannabis, hachís, cocaína y durante un tiempo ácidos y LSD. Yo siempre he tenido mi criterio en este tema y me mantenía al margen. Pero al verlo desde tan cerca hace que aprendas un montón sobre este tema social. Muchos de ellos eran adictos por ignorancia, aburrimiento, desamparo social, falta de perspectivas de futuro, o algo por qué luchar. Eran muchachos sin estudios, con trabajos precarios y en un pueblo muy pequeño donde no había nada que hacer en cincuenta kilómetros a la redonda. Las drogas eran la vía de escape. Yo seguía siendo tímido y temiendo a las chicas. En el pueblo descubrí a una chica que era un año mayor que yo. Era preciosa. Desde el día que la vi decidí que la conocería y que me convertiría en amigo suyo. Al principio coincidíamos en los bares, donde me sentaba con mis amigos e intentaba hablar con ella. Durante el verano me fui acercando mucho más y me convertí en amigo suyo. Quedábamos diariamente y nos lo pasábamos muy bien. Hablábamos de todo. Conseguí profundizar, me enriquecía muchísimo estar con ella. Durante el año siguiente seguí casi cada día hablando con ella, nos escribíamos diariamente, nos llamábamos, quedábamos de vez en cuando y los fines de semana nos veíamos en el pueblo. Creo que después de un año y medio de conocerla yo sentía algo más que simple amistad, creo que la quería. En el verano nos veíamos durante todo el día. Por las noches me quedaba en su casa hasta las cinco de la madrugada. Veíamos películas o simplemente hablábamos. Mis padres creían que me había vuelto loco pues solo vivía de noche, dormía el resto del día. Un día me pidió que saliera con ella. Yo como un idiota no lo entendí. Ella creyó que no le interesaba. Al cabo de dos meses la encontré en una discoteca besando a un amigo suyo que a veces también venía al pueblo. Recuerdo un pinchazo en el pecho y una inmensa tristeza…, hasta lloré por ella. Llovía, eran las seis de la mañana, y volví a mi casa llorando. Cuando lo recuerdo aún me duele el corazón. Durante el segundo año de universidad me centré en los estudios, pues el primer año no me había ido muy bien. Mi afán de autosuperación hizo que me encerrara mucho para conseguir superar los estudios. Me distancié bastante de los amigos. Aquí es donde creo que los empecé a perder. Solo tenía a mi hermano, Pau, que estaba como yo o peor. Sentía un gran desánimo. Encima la carrera me exigía más esfuerzo del que yo tenía ganas de realizar. Entré en un círculo vicioso de intentar superarme día a día, en todo lo que hacía. Quería ser el mejor en todo. Empecé a hacer deporte, me sobraba tiempo y no tenía amigos. No es del todo cierto; sí que los tenía. Pero me di cuenta

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de que la vida se mueve por intereses y que yo no les era necesario. Hice del deporte mi vía de escape. Me intentaba superar día a día. Mi hermano Pau hacía igual. Él se intentaba superar a sí mismo y a la vez superarme a mí. Yo hacía lo mismo. Esto es muy peligroso porque acaba por destruir tu vida. No tienes ni un minuto de tranquilidad. Estás Te compitiendo todo. Cualquier cosa que te plantees hacer es un suplicio. entregas alpor máximo por todo, hasta un extremo exagerado, que conlleva hasta problemas psicológicos. Subía cada semana a mi pueblo, pero ya no salía. Solo iba a entrenar. Un día entrenando con la bici, me atropelló un coche. No me hice daño pero mi bici quedó destrozada. La llevé a un taller y allí me la repararon. De esta manera conocí al que ahora es el jefe de mi equipo ciclista. El deporte había hundido mi vida pero desde ese momento volví a darle sentido. La carrera universitaria la tenía en marcha y me esforcé mucho por terminarla pronto. Quería vivir mi vida fuera de casa de mis padres. No porque no estuviera bien allí. Al contrario, me querían muchísimo, me daban todo lo que pedía, son casi perfectos, y me ayudaban con todo lo que podían. Pero yo necesitaba una preocupación extra para seguir adelante. Pensé que si conseguía mantenerme solo, sin la ayuda de nadie, mi vida tendría un sentido. Sería mi objetivo y no dejaría de luchar como había hecho unos años atrás. Si me lo daban todo no sabía para qué luchar y perdía interés en la vida. En los dos últimos años he aprendido mucho. El deporte enseña mucho en la vida. La superación de uno mismo no está en dar el máximo de uno día a día, sino que está en el equilibrio. Como mil veces me dice mi padre, hay que pensar y equilibrar las cosas. No sirve de nada entrenar muchísimo cada día. Si no sabes tomarte algún descanso jamás mejoras, porque el cuerpo es muy sabio y se protege. Lo único que he estado haciendo estos años es alimentar mi desánimo con autoexigencia. Día a día combustiéndome y haciendo más pesado el día siguiente. Pero ahora estoy aprendiendo de mis errores. Aprendo a escuchar a la gente, a leer, a saber descansar, a tomarme el trabajo de otra manera. No planeo las cosas a corto plazo, me las miro a una distancia prudencial, buscando el punto de equilibrio. Ya desde que cursaba el cuarto curso de la carrera empecé a trabajar como becario en un proyecto del Ministerio de Ciencia y Tecnología que habían dado a una universidad. Por las mañanas iba a clase y por las tardes, a trabajar. Mis tareas básicamente eran las de desarrollo de un prototipo de software. Como siempre, se empieza desde abajo programando como el que más. En esta fase aprendí muchísimo, creo que más de lo que había aprendido en la carrera. Cuando terminé la ingeniería, me contrataron en el mismo sitio para que siguiera el trabajo que había empezado como becario. El año pasado terminé la carrera y empecé un doctorado, quería alargar mi libertad y mis años de juventud. Creo que he acertado. Me relaciono con gente con mucho conocimiento. Estoy aprendiendo. Aunque sé que una tesis es una tarea extremadamente dura creo que va a ser un esfuerzo más en mi vida. Quiero llegar

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lejos. Me esfuerzo día a día para conseguirlo. Jamás me ha importado sufrir para conseguir alguna cosa. Jamás me he rendido. Mi trabajo es aburrido porque me paso el día delante de un ordenador, escribiendo líneas de código en Java. Trabajo solo, y sé que esto no es positivo, he a buscarme la vida para solucionar losda problemas surgen,aprendido pero a veces tardo demasiado. Muchas veces me rabia queque me me pregunten sobre cómo solucionar un problema que a lo mejor yo he tardado tres o cuatro semanas en saber cómo se solventaba. Quien me lo pregunta no tarda esas dos o tres semanas, y encima si luego pregunto yo nadie sabe nada. Es curioso, ¿no? En abril de este año empecé a dar clases de programación en la Escuela Superior de Ingenieros Industriales. Tengo unos cien alumnos del segundo curso de dicha carrera. Me gusta este trabajo, uno se siente bien cuando consigue que los demás aprendan y entiendan las cosas. Creo que soy buen profesor, aunque a veces peco de inexperiencia. En julio me dieron un beca de una institución privada para que realizara mi tesis. La beca es de cuatro años, aunque espero no tardar tanto en hacer la tesis. Estoy bastante contento porque al menos no me tengo que preocupar por la financiación durante este período. El día que terminé la carrera decidí emanciparme, aunque no del todo, pues me fui a vivir con mi hermano a un pisito cerca de la universidad. De esto ya hace un año y he aprendido bastante a organizar mi tiempo para poder sobrevivir. Un último premio a mis esfuerzos por curarme ha sido conocer a una chica. Diana es morena, preciosa. Da sentido a mi día a día. Con ella comparto mi tiempo, mis experiencias. Es joven pero aprende rápido y sobre todo es inteligente, a veces demasiado. Hace que en estos momentos yo viva una vida feliz. La conocí en mi clase de Inglés, me había matriculado a un curso de la escuela de idiomas modernos. El primer día que fui a clase, había muchas chicas, pues era en la Facultad de Farmacia, no me fijé mucho en ella. Recuerdo que, al salir de clase, ella iba en la misma dirección que yo, así que fuimos juntos un rato. En un principio no le encontraba un atractivo sexual exagerado. Era morena, con el pelo corto (esto ya le quitaba puntos), ojos oscuros y con una sonrisa preciosa. Durante dos o tres semanas fuimos compartiendo el camino de retorno a casa. Un día le pedí un libro para hacer unas fotocopias y le di mi número de teléfono para quedar un día y devolvérselo. Ella me escribió un mensaje al día siguiente y entonces empecé a sentir un cierto interés por ella. Al cabo de dos semanas le pedí que fuera mi novia. Mis expectativas con ella no eran muy grandes, creía que solo era para probar. Intenté no enamorarme mucho de primeras, por si acaso. Pero el tiempo ha ido pasando y la sigo viendo cada día. Parece mentira pero no se nos acaban los temas de conversación, y eso que no hacemos casi nada. Sus padres son un poco restrictivos, no la dejan salir mucho, no la dejan que se venga conmigo de viaje o al pueblo. Ellos prefieren que vaya yo asu casa. Es

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lo que hago, voy a menudo porque sé que es positivo para nuestra relación. Ellos confían en mí y no temen por su hija. Ella estudia Farmacia, es una carrera bastante difícil creo yo, o al menos para mí lo sería. Tienen que memorizar un montón de cosas y todo es muy descriptivo. A veces veo que le cuesta pero luego meladoy cuenta de que no es que le cueste que aún no ha aprendido a enfocar carrera. Esto cuesta bastante perose sino acaba aprendiendo. El cambio más substancial que ha aportado Diana a mi vida ha sido en las relaciones humanas, he mejorado bastante mi relación social con las demás personas, por lo menos ahora salgo de vez en cuando. He aprendido a querer a otra persona que no es mi hermano. Ella ahora me importa tanto como Pau, que ya es decir. Diana es una persona muy sonriente, alegre, divertida. También es bastante presumida, pero me gusta que sea así, le da glamour. De su carácter solo temo sus enfados; parece mentira que alguien se pueda enfadar como lo hace ella. Te das cuenta enseguida de que se ha enfadado por algo, se queda callada, seria y no te dice nada. Hasta a veces no consigo descubrir el porqué de sus enfados. El único aspecto un poco negativo de haber conocido a Diana es que no veo tan a menudo a mis padres. Antes solía verlos durante los deysemana si iba pueblo, ahora voy porque quiero estar confines Diana sus padres noalami dejan venirpero de vez en no cuando conmigo. Supongo que es cuestión de tiempo. He aprendido a tener paciencia y sé que pronto las cosas cambiarán un poco».

La historia de Pau «Mientras escribo sé que refiriéndome al yo se me va a escapar de vez en cuando el nos. La razón es que llevo más de veinticinco años conviviendo —quizá demasiado cerca— con mi hermano gemelo, Jordi. Esto me ha influido bastante a la hora de definir mi propia personalidad e identidad. El hecho de poseer vidas muy paralelas condiciona. Ha sido para mí la única parte negativa de tener un hermano gemelo. Cuando decido escribir sobre mi vida me pregunto —por primera vez— si realmente mi vida es coherente. Llevo bastantes días buscando dónde está la clave de mi vida actual, pensando en mi vida pasada: mi infancia, adolescencia, hasta mi juventud. Después de reflexionar llego a la conclusión de que hay dos puntos clave en mi vida: el primero es tener un hermano gemelo, y el segundo fue un golpe psicológico que me costó tres años asimilar. No quiero contar la historia de mi vida, pues no sería muy excitante ni novedosa. Soy una persona de clase obrera. En su lugar, prefiero contar únicamente aquellos hechos que han forjado mi yo actual. Tengo buenos recuerdos de mi infancia. La viví muy unido a mi familia, especialmente a mi hermano gemelo. Somos una familia estructurada, de clase obrera, catalana. Gente humilde pero trabajadora. Somos distantes con lo que refiere a sentimientos, nunca hablamos de ello. Mis padres y mi abuela

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siempre nos han sobreprotegido. Tampoco es que yo fuese un niño mimado. Pero he vivido aislado de la realidad, supongo que como la mayoría de los niños de mi estatus. Mi abuela paterna siempre ha vivido en casa, con mi padre y mi madre, ella nunca ha abandonado a su Mi padre nació y vivió en unque pueblo ensu el Pirineo catalán. No sé nada dehijo. su padre (mi abuelo). Lo único sé de vida pasada es que pasó una infancia de miseria absoluta. De muy pequeño tuvo que abandonar su casa en el pueblo después de la muerte de su abuelo e irse con su madre a Barcelona, donde se hospedaron en casa de unos parientes. Estos utilizaron a mi abuela como sirvienta. Las penurias económicas que sufrió le marcaron profundamente. Mi madre viene de una familia también muy pobre, su padre murió cuando ella solo tenía trece años y no creo que lo pasara muy bien. No sé cómo se conocieron mis padres, nunca hemos hablado de ello. Mi padre es una persona poco sociable, distante, pero a su vez tenaz y trabajador. Su forma de ver la vida le ha convertido en una persona bastante desconfiada. Mi madre, en cambio, es mucho más social que mi padre. Ella tiene una forma de ser conformista y sosegada, disfruta leyendo y descansando, sabe apreciar su vida y disfrutar de lo que tiene. No recuerdo nunca haber hablado en casa de sexo, ni de amor, ni de sentimientos. Son parámetros que no entran en la visión pragmática del mundo de mis padres. Para ellos no hay razón para no sentirse bien si se tiene todo lo material. Supongo que esta parte no estuvo en su educación y no supieron transmitír-nos-la. Debo decir que yo nunca pregunté nada, pero estoy seguro de que de haberlo hecho hubiera obtenido respuestas. Pensé que sería fácil describir a quien mejor conozco en este planeta, pero la complejidad no es trivial. Mi hermano gemelo, Jordi, es una persona con un carácter bastante especial, yo lo definiría como “mal carácter”. Por suerte con los años he aprendido a tratarlo. Él es muy nervioso, inquieto, tanto que a veces se vuelve irreflexivo; entonces es muy difícil hablar con él. Para mí, su error es que no escucha. Jordi es una persona terriblemente afectuoso, proteccionista hasta posesivo, y no se da cuenta de que a veces por ello me ahoga. De su personalidad destacaría que es rápido de mente, ágil con las palabras, gracioso con la gente, tiene bastante carisma, al contrario que yo. Jordi siempre ha sido celoso y acaparador, por ello es difícil convivir con él. Por no herirle los sentimientos muchas veces he cometido el error de ceder ante sus peticiones, perjudicando con ello mi personalidad. Creo que he llegado a conocerle mucho. Hasta ahora lo hemos compartido todo. Muchas veces mirándole a los ojos intuyo qué es lo que piensa. Físicamente nos parecemos bastante, muchas veces nos confunden por la calle, esto siempre nos ha resultado divertido. En la escuela, siempre fui un alumno sobresaliente y competitivo. Aún lo sigo siendo. Recuerdo que en quinto de EGB yo ya tenía claro que iba a estudiar Física. Quizá por eso me trataban con recelo, por ser el empollón. Aunque en realidad yo nunca estudiaba. Me pasaba las tardes jugando al

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ordenador…, más bien mirando cómo mi hermano jugaba al ordenador. Si yo quería jugar, tenía que discutir por el ordenador. Pasaba la tarde también comiendo bollos en mi casa o en casa de algún amigo. Eso y los mimos de la abuela me convirtieron en un niño gordito. Fui muchas veces objeto de burla por parte de los compañeros mi clase. aAunque creo que esto me importó demasiado, pero quizá de contribuyó mi actual timidez. Nonunca fue hasta los veinte años que deje de ser obeso, no estuve nunca muy preocupado por ello, aunque me llevara problemas. Yo creo que era un reflejo de mi forma desordenada de ser. No diré tampoco que estaba orgulloso de ser obeso, pero nunca me preocupé por perder peso. Ahora soy bastante delgado. Si me preguntaran cómo me defino yo, hace un tiempo hubiese respondido que ese yo no existe. No quería ni pensar en él. Era un escudo para proteger mi extremada timidez. Siempre he sido un poco brusco, seco y directo en el trato. Pero a la vez soy cordial y amable con los demás, siempre que no entren en el terreno de mis emociones. También, me defino como una persona tenaz y perseverante. Entusiasta. Mucho más racional que emocional. Algunos dicen que soy frío pero lo dicen porque no me comprenden. Conocerme bien no es tarea fácil. Puede que enun este mundoespecial solo mi ni hermano conozca. Nunca he tenido carisma muchosgemelo, amigos.Jordi, Pero me los compañeros saben que si necesitan algo siempre pueden recurrir a mí. Este es otro de mis puntos débiles: mi bondad extremada que en algunas ocasiones me crea problemas. Ser bondadoso es una de las cosas que he aprendido de mis padres, ellos siempre han sido muy hospitalarios y amables con los demás. De ellos también he aprendido a analizar bastante mis acciones, con ello seguro que mis padres me han ahorrado muchos problemas en la vida. Pero también me ha quitado un poco de libertad, pues pienso que a veces hace falta vivir las experiencias para madurar. Cuando terminé la educación básica me cambié de colegio para estudiar el BUP y el COU 8. Mis padres me mandaron a los jesuitas. Es una etapa de mi vida donde no hice ni un solo amigo de verdad. Pero compensó, pues la educación fue buenísima. La religión no influyó en mí, pues soy profundamente ateo. En esa época mis notas ya no eran tan buenas excepto en Matemáticas, Física y Química. Pero es porque yo seguía sin estudiar, y la competición y complicación eran crecientes. En esos años —teóricamente de preadolescencia y adolescencia— yo era aún un niño. Durante ese período nunca llegué a exteriorizar ninguna radicalidad. Mi hermano en cambio vivió esa etapa vistiendo camisetas negras y dejándose el pelo largo. Ahora me pregunto por qué no exterioricé mi disconformidad. No supe, o no pude, vencer un cierto punto de racionalidad que siempre está presente en mis pensamientos. Nunca llegué —ni creo que lo haga en el futuro— a desinhibirme y actuar con libertad irracional. Me di cuenta por primera vez de cómo la forma de ser de mis padres 8

BUP, bachillerato unificado polivalente; COU, curso de orientación universitaria.

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había dejado huella en mí. Su presión era constante, diciéndome cómo debía actuar y qué tenía que hacer. Mis padres nos recordaban a menudo lo que ellos sufrían y trabajaban para nuestro futuro. Yo no podía malbaratar su esfuerzo por ahí. Esta especie de egoísmo de mis padres ha marcado demasiado mi personalidad. quiero valorardifusa. si es positivo o negativo. La diferencia entre lo bueno y loNo malo es siempre Mi vida sentimental siempre ha sido un fracaso, aunque hasta ahora no me lo había planteado así. Nunca me ha sido fácil hablar de sentimientos, nunca hablo de mí, y nunca he tenido muchas amigas. Por eso mis habilidades en este campo no son muy buenas. Tuve una adolescencia tardía, en COU empecé a pensar que existían las chicas. Luego perdí tres años, no los viví. Ahora debo empezar pero desgraciadamente el coste es mucho más elevado. Aquellos años con los jesuitas lo pasé muy bien. Quizá es la época en que menos he estado unido a mi hermano. Él tenía su grupo y yo, el mío. Éramos independientes. Yo salía con mis colegas y él, con los suyos. Él tenía su vida y yo la mía. Durante ese período creo que no llegué nunca a interesarme por ninguna chica. Siempre pensaba que era imposible que yo pudiera gustar a alguien. Ese era mi pensamiento. Me he preguntado miles de veces por qué, y no tengo muchas respuestas. Ser obeso seguro que era uno de los factores. Noera un chico muy gracioso ni divertido, mas bien mucho más sensato que la mayoría y por lo tanto a los dieciséis años aburrido. Muchas veces he pensado que también era por temor al fracaso. Lo que no entiendo es por qué nunca nadie se preocupó de que yo fuera así. ¿Por qué era yo capaz de hablar en público pero no con una chica? ¿Por qué nadie me ayudó? ¿Es porque la gente no analiza? ¿O a lo mejor es porque nunca exteriorizo mis pensamientos? Actualmente sigo sinrespuestas. Casi sin darme cuenta llegué a la universidad. No dudé en elegir la carrera de Física. Debo decir que durante los casi cinco años que estuve en la universidad lo pasé fatal. En el primer año de carrera las cosas no fueron tan bien como esperaba. No me extraña, pues no tenía ni un solo método de estudio. A pesar de ello, al final aprobé el 70% de las asignaturas. Después no estoy muy seguro de qué es lo que pasó, pero mi vida empezó a cambiar. Sin darme cuenta me encerré en mí. Fue un rechazo de mi mente a su propia incompetencia para superar el choque con la realidad. En parte fue la dificultad que me suponía entender lo que me contaban en clase. Pero también estaba el altísimo grado de autoexigencia personal y familiar. Ese mismo año me enamoré de una chica de mi clase. Por mi incompetencia en expresar lo que yo sentía la perdí. ¡De hecho nunca la tuve! Me convertí en una persona que nunca expresaba si estaba jodido o no. Entré en un ciclo autodestructivo. Empecé a perder el apetito, la sonrisa, y mi alegría. Dejé de salir con los amigos. Al cabo de un tiempo empecé a hacer deporte. Era la única forma que tenía para canalizar un sentimiento interno de autodestrucción. Estuve tres años así. Me pasaba el día sin comer. Hacía dos o tres horas diarias de deporte. Luego, destrozado, me iba a clase. Cada semestre me matriculaba de un montón de créditos porque

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mi única motivación era terminar la carrera. Por la universidad pasé como una sombra. Recuerdo que muchos días no tenía fuerzas —ni ganas— de quedarme allí. No quería relacionarme con nadie. Yo solo podía pensar en mi autodestrucción, me moría de rabia si no sufría. Recuerdo que cuando llevaba muchas horas sinera comer, el mundo pasaba mis ojos pero yo noPor podía seguirlo, entonces cuando peor estaba. Noante sé cómo lo soportaba. suerte, en el fondo de mis pensamientos, siempre quedaba una luz de racionalidad, involuntaria, que supongo que es lo que me mantuvo en vida. Durante el primer año mi hermano ni se dio cuenta de cómo estaba yo. Él vivía su vida. Lo malo fue el segundo año de universidad. Aún no sé cómo, entramos en una competencia entre los dos. Esto nos unió mucho pero yo diría que demasiado. Pasamos a controlarnos mutuamente para que ninguno se destruyera más que el otro. Era una espiral bastante dura de soportar, pues nos arrebató completamente la libertad y la identidad. Me pregunto cómo pude salir de todo eso. Nadie me ayudó mucho. Fue un proceso personal, lento de asimilación, de la vida. Las cosas no me habían ido tan mal, empezaba a disfrutar de la carrera, había aprendido a estudiar, y por fin sacaba buenas notas. Después de dos años entrenando diariamente mi cuerpo había cambiado, ya no era obeso sino casi un atleta. Me convencieron para que fuera a alguna competición, y los resultados fueron muy buenos. Entonces cambió mi manera de pensar. Yo ya no quería autodestruirme sino mejorar para volver a sentir aquella sensación que sentí de éxito personal. Volví a comer, un montón, como si quisiera recuperar el tiempo perdido, y así recuperé la ilusión por vivir. Poco a poco, descubrí que el proceso no había sido gratuito, el precio era que mi competencia con Jordi en todos los campos se había vuelto insoportable y encima uno no podía vivir sin el otro. Lo más destacable del último año de mi vida es que me he marchado de casa de mis padres, y cómo no…, me he ido con Jordi. En casa de mis padres nos sentíamos ahogados. Marcharnos ha sido una experiencia muy buena, de crecimiento personal, de liberación. Lo malo es que ha aumentado la competencia entre nosotros, pues ahora ya no hay moderador, cualquier cosa es motivo de competición. A veces es agotador. Por suerte, en este último año, Jordi ha conocido a Diana, su novia. Él es feliz con ella. Yo espero que tenga nuevas preocupaciones y se olvide un poco de mí. Una de mis pasiones ha sido siempre la naturaleza, estar en la montaña. Ya de pequeño recuerdo que mi padre nos llevaba a subir montañas. Mis momentos de evasión siempre han estado allí. Andar horas por parajes de increíble belleza siempre me ha llenado de vida. Cuando terminé lacarrera quería hacer un doctorado. Busqué algo relacionado con mi pasión. Me ofrecieron estudiar los aludes de nieve y en eso estoy. Estudiar un doctorado ha cambiado mi vida y mi forma de pensar. Me siento absolutamente realizado con lo que hago. Trabajo a gusto y disfruto aprendiendo. He conocido personas distintas, de otras culturas, muy interesantes. He vivido situaciones inimaginables. Gracias a las

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gélidas montañas de Noruega —donde he pasado innumerables horas de fría soledad— he madurado. Como resultado de mi vida pasada he forjado mi yo. No me arrepiento de nada de lo que he vivido. Aunque tengo la sensación de haber perdido unos años que ahora noto en falta. Me heconvertido en una persona muyestoy. fuerteAhora tanto soy física psicológicamente. Soy felizpor porque valoro lo bien que unacomo persona motivada e ilusionada vivir».

Ejercicio C El caso de documentos incompletos En las auto/biografías a veces falta algo, algún documento queno se encuentra, o algún dato que no concuerda. La falta de documentos es normal, pero puede dar pistas de un relato diferente, u oculto. Es posible, como en este caso, que algo que falta ponga patas arriba toda la narración anterior. Pero la investigación es así: se averiguan muchas cosas porserendipidad, como decía Robert K. Merton. A menudo el investigador/a pasaunpor encima este que falta. Aquí presento un caso en que haciendo seguimiento dedocumento un error —una fotografía que faltaba— se descubre un relato diferente. Este caso deriva de una preocupación: cuando uno realiza una historia de vida, o unrelato con base en una persona, quizá debería comprobar todo con relatos de otros miembros de la familia. Podríamos imaginar en otraHacer la América complementada con un relato de la primera esposa del protagonista, JS. Aquí se realizó una historia de vida de una persona (Diego) pero quizá se debería haber realizado una historia paralela de su esposa (María). En este caso se remedia este problema accidentalmente. La primera historia (la de Diego), pues, se complementa con información de su esposa, cambiando bastante el sentido de la historia que se narra. El consejo, pues, a cualquier investigador/a social es que no crea al cien por ciento a la persona que relata una historia. Sobre todo que siga investigando las inconsistencias, los errores, falta de datos, lo que normalmente se denomina the missing data. Puede ser que nunca existiesen. A veces —como en este caso— el descubrimiento es sorprendente. Lo que faltaba era una foto… de bodas 9. El texto que sigue está escrito srcinalmente en forma de una carta a mi hija Carolina para su decimoctavo cumpleaños; hoy(marzo 2017) acaba de dar a luz a su segundo hijo, Gabriel, en la ciudad de Toronto. El tiempo vuela. * * * 9 Ver también, Jesús M. De Miguel, «La memoria perdida: The lost memory», Revista de Antropología Social (2004), nº 13, pp. 9-35. En la página 34, arriba, hay una foto de Diego durante la

Guerra Civil. Abajo una foto del hermano de Diego, Lucas, en la casa de la finca de Judiez (a las afueras de Pereruela en Zamora), con seguramente una nieta. Y en la página 35, abajo, se puede ver una foto de María y Diego en la boda de una nieta.

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«Vuelvo a casa, asadito de calor, y prendo la televisión. Todas las tardes veo al hombre del tiempo. Explica la temperatura sobre un mapa grande, multicolor, de Estados Unidos. Hay algunas nubes pintadas, pero sobre todo manchas amarillas que representan tiempo soleado. Las zonas en que hay calor aparecen en naranja, y lasSuele altasser temperaturas, en rojo. en Si el supera los 100 grados, aparece en granate. una forma oblonga sudoeste, justo en la frontera con México, a la altura del golfo de California. En todo este agosto no hemos bajado de “el triple dígito”, como dice enfáticamente el hombre del tiempo. Nunca he aprendido a traducir fahrenheits en centígrados, pero sé —por experiencia— que 110 grados Fahrenheit es mucho, muchísimo, calor. En el centro de esa mancha granate vivo yo. En la ciudad de Tucson que los aborígenes se empeñan en pronunciar sin la ce, como “tusson”. Dicen que es indio. A saber. Hace tanto calor que los saguaros echan chispas por sus pinchos, y los ocotillos se desmayan. En casa, thanks god, hay aire acondicionado. Salto al coche y pongo el aire acondicionado al máximo. En el despacho de la universidad hay tanto aire acondicionado que hace frío. Me paso todo el día de frigorífico en frigorífico. Pienso que esto no puede ser bueno y abro las ventanas. Al rato ya las he cerrado. Lo peor son los trayectos intermedios entre casa y coche, parking y oficina. El calor es opresivo. Se siente igual que si una enorme plancha eléctrica estuviese alisando las arrugas de la camisa… mientras la llevas puesta. Todos los días algún mexicano muere cruzando ilegalmente la frontera. No puede llevar suficiente agua para cruzar el desierto andando. En la frontera mexicana de Nogales he fotografiado los carteles que advierten del peligro de morir de calor. Pero los mexicanos no se creen a su Gobierno. Siguen cruzando. El presidente Trump quiere ahora (2017) construir un muro. Llevo varias semanas viendo fotos. Con una lupa de ocho aumentos que me deja Amy acerco el ojo a las hojas de contacto. Paso horas enteras viendo la España de 1950. El Center for Creative Photography, en la Universidad de Arizona, tiene los archivos de W. Eugene Smith. Este americano de Kansas estuvo en España en el verano de 1950 sacando fotos en un pueblo perdido de Extremadura, entre Navalmoral de la Mata y Trujillo. Seguramente escogió el pueblo por su nombre: Deleitosa. Estoy escribiendo un libro sobre cómo Smith fotografió España hace medio siglo. Paso las tardes mirando cuidadosamente las hojas de contacto con sus retratos de Deleitosa. Están en 35 por 25 milímetros, realizadas con la precisión de una Leica. Acerco tanto el ojo a cada foto que es como si me metiese en la escena. Ya llevo dos mil cuatrocientas fotos vistas. Se me escapa de vez en cuando un suspiro de nostalgia. Me imagino alargando la mano y tocando a María Ruiz mientras hila, a Lorenza Curiel vestida de primera comunión, o quitando las moscas de la cabeza de Juan Larrá el día de su velatorio. Me olvido de que han pasado cincuenta años casi, que la hilandera ya no existe, y que Lorenza —con esos ojazos y la tez

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oscura— ya no tiene siete años sino que es una madre de familia de cincuenta y cinco años que vive en Getafe (Madrid 10). Las fotos tienen un poder especial. Basta dejar pasar unas décadas para que cualquier foto antigua te haga suspirar. Te transportan como en un sueño ablanco-y-negro, una realidad que creyendo ahí al lado. Sonyaena puesterminas había poco color enviva, esos agarrable, años del hambre. Distingo muchas personas del pueblo por su nombre y apellidos, como si hubiese vivido entre ellas. Incluso empiezo a sentir un cariño personal por algunas. Después de Smith, soy el primero que mira estas fotos con detalle, una por una. Estoy tan acostumbrado a ver la realidad en imágenes, que casi he olvidado que lo que cambió mi vida no fue una foto, sino la falta de una foto. Una foto missing, que en realidad nunca existió. A finales de los años ochenta iba a Madrid con frecuencia, desde Barcelona, para entrevistar a mi padre. Estaba escribiendo una biografía de mi padre. Durante dos años, una o dos veces al mes cogía el puente aéreo. Agarraba un taxi a casa de mis padres para llegar unos minutos antes. Viven en el castizo barrio de Salamanca, junto a El Corté Inglés de Goya. Cenaba con María y Diego y luego organizábamos la grabación. Diego y yo nos sentábamos en el sofá. Ponía el magnetófono —con micrófono incorporado— en la mesa redonda blanca, que siempre resultó demasiado grande para ese tresillo. Nos poníamos a hablar. Más bien hablaba él. Durante dos años Diego fue contándome su vida 11. Cada vez que aparecía por casa de mis padres era una fiesta. Si decía que iba a llegar a las ocho, Diego —como el Principito y la zorra— empezaba a ser feliz unas horas antes. A los cinco minutos de empezar la grabación se había olvidado de que había un magnetófono funcionando. Yo hablaba poco, lo mínimo. Él contaba su vida. A los dos años teníamos ya 350 páginas de texto. No todo cuadraba, y había lagunas cronológicas. Pero eso me parecía normal. A sus ochenta y cinco años Diego recordaba algunas cosas de su juventud mejor 10 El libro terminó publicándose bajo el título de Sociología visual (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, colección azul de monografías, 2002), 299 pp., en colaboración con Carmelo Pinto. Carmelo murió, y le echamos mucho de menos. Tres años antes introducimos el tema ya en un libro editado por la antropóloga María Jesús Buxó, que incluye fotografía, cine, vídeo y televisión: De la investigación audiovisual (Barcelona: Proyecto A, 1999), 165 pp. Véase también en ese segundo libro la «Bibliografía instantánea». 11 La historia de vida de Diego se terminó, y tiene 350 páginas. Se titula Echa pan y cubre, refrán castellanoviejo que se refiere al mes de octubre. Hay versiones mimeografiadas, pero no se ha llegado a publicar todavía. Una parte puede leerse en el capítulo 7 del presente libro. Es el ejemplo titulado «Autobiografía grabada y anotada». Varios de mis antiguos estudiantes de Sociología de Barcelona transcribieron las entrevistas. Recuerdo al menos a Emilio J. Castilla (ahora de catedrático en el MIT) y a la profesora Elizabeth Vaquera (actualmente en Washington DC). Muchas gracias a los dos, como a mi padre, muerto a los noventa y siete años. La grabación se realizó entre sus ochenta y cinco y ochenta y siete años. Al terminarla, se la dejé leer, y su reacción

fue: «¿Cómo sabe este señor tanto de mí?».

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que los años más recientes. Una vez para estimular su recuerdo miramos juntos los álbumes de fotos de la familia. En uno de los estantes de arriba todavía hay una caja de zapatos llena de fotos, que él me iba explicando. Comprobé así que la realidad puede verse, estimular su recuerdo, mediante fotos. A los dos de entrevistas Diego empiezaenyaArizona, a repetirse, pienso la que la historia está años terminada. Ahora precisamente, estoyy dando última repasada al libro que entre mis hijos (Carolina y Robert) y yo hemos titulado Echa pan y cubre.

Como señala Bergman en sus memorias es difícil imaginar cómo eran los padres antes de que uno naciese. Pensar en Diego y María de novios es algo superior a mi capacidad de imaginar. Diego cuenta que tenía un caballo al que le había enseñado a arrodillarse para poder bajar mejor. Cada tarde el alazán recorría el trayecto desde la dehesa de Judiez, donde vivía la familia de mi padre, hasta la casa de la maestra del pueblo. Al llegar el caballo —según mi padre— llamaba con la pezuña a la puerta. Luego se arrodillaba para que mi padre bajase. Con tanto teatro es fácil entender que mi madre se enamorase de mi padre. Diego advierte de que en aquellos tiempos no es como ahora. Del largo noviazgo toda la experiencia sexual con María fue un par de besitos, algún baile, y poco más. Yo miro a mi padre compadeciéndole. Pienso lo que debió de ser su adolescencia en Castilla la Vieja. Nada más unos besitos a través de la reja de la ventana. Luego otra vez el alazán a arrodillarse, montar, y volver cabalgando hasta la dehesa. El caballo sabía el camino de memoria, asegura Diego, y él aprovechaba para dormir en la montura. Diego soñaba seguramente con años locos de trigo. Claro que no todos los caballos son igual de buenos. Diego abre la boca y enseña cómo una coz de un caballo (era otro caballo, no su alazán) le partió la lengua cuando era pequeño. Bueno, no está totalmente partida; no es un espectáculo horrible. Solo una cicatriz, como un cañón del colorado en miniatura sobre la superficie lunar de la lengua. De pequeño me impresionaba mucho. Me prometí no dejarme nunca cocear por un caballo. Aunque un verano que fui a la era —tendría yo unos trece años— uno de los caballos estuvo a punto de darme un disgusto. Desde entonces les tengo un respeto doble. Las entrevistas con Diego iban aproximadamente en orden cronológico. Recuerdo que una vez pedí a mi padre me contase su boda. “En aquella época” —me cuenta Diego— “no se hacían bodas como ahora”. Apenas fueron familiares a la suya. De los diez hermanos, ninguno. Fue en la iglesia, en una iglesia de Zamora, aunque no recuerda exactamente cuál. Fueron sus padres, los padres de María, y alguno más. No se hicieron foto. Cuánto me hubiese gustado ver la cara que ponían mis padres el día de su boda. Me extraña sobremanera que no se hiciesen foto. Tenían dinero, Diego era el primogénito, y en Zamora había fotógrafos. Malos y cursis, pero fotógrafos. Los recién casados se sacaban fotos; los libros de fotografías están llenos de ejemplos. “No —repetía Diego—, en aquella época no se hacía nada de nada; era la Guerra

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Civil, y no estaba el horno para bollos”. En realidad se casaron justo antes de la Guerra Civil, pero yo le acepto que el 12 de febrero de 1936 la situación debía de ya estar revuelta. Mi hermano mayor nació al empezar 1937, y cinco meses después mi padre tuvo que ir a la guerra. Pero había algoenque encajaba. Diegocomplicada, era el primogénito, y aunque la situación política los no pueblos estuviese casar al primogénito de una familia patriarcal de once hijos era palabras mayores. Había pasado algo que Diego no me contaba. Yo hubiese dado mucho por ver la foto de boda de mis padres. No había duda de que se habían casado. Yo mismo había tenido que presentar el Libro de Familia varias veces en el colegio para matricularme y para examinarme del bachillerato. Pero faltaba la foto de boda. Sencillamente nunca se había hecho. Sospecho, pues, que la realidad que estoy viendo en las miles de fotos del pueblo de Deleitosa no es toda la verdad. Hay muchas fotos missing, fotos que nunca se hicieron. Mis padres son tan mayores —en sus ochentas— que aprovecho siempre la visita a Madrid para poner un poco de orden en casa de Diego y María. Ya se sabe cómo son los viejos: lo guardan todo. Desde calendarios del representante delsiete gas hasta gangas de Galerías Preciados las rebajas de hace años 12las . Así que repaso los papeles, los en diversos sobresdey enero cajas de zapatos, y tiro la mitad. Subconscientemente esperaba que la foto de la boda de María y Diego apareciese en cualquier momento, con marco dorado, debajo de otros sobres marrones de estraza atados con cordel fino. María y Diego me dejaban hacer. Así que un día entre los papeles y carpetas descubrí una foto de boda: la del tío Lucas con Ederlinda. ¿Cómo que no se hacían fotos de boda en la época? Esa noche pregunté otra vez a Diego. Siguió diciendo que en su caso era la guerra, y que no había tiempo para fotos. Que apenas hubo ceremonia. No recuerda ni siquiera la iglesia que era. Pero sí que fueron a comer las dos familias, padres y suegros, a un restaurante de Zamora. Eso fue todo: en la guerra como en la guerra. Yo me sentía desgraciado de pensar que mis padres no habían tenido una boda como Dios manda. No es que yo echase de menos al cura… sino al fotógrafo. El gusanillo de investigador me roía por dentro. No es posible que no se hiciesen ni siquiera una foto amateur. Debían haber pensado en mí, en el libro, en la autobiografía de Diego. Curiosamente, la foto de bodas de Lucas y Ederlinda desapareció. Pero yo ya no pregunté más. No recuerdo cómo averigüé la verdad de por qué faltaba esa foto. Creo que la pista me la dio mi hermana Carmen desde Australia. “Mira el Libro de Familia, míralo bien”. Lo tenía guardado mi madre en un sobre marrón, con alguna mancha de grasa menor que proporcionaba más carácter al envoltorio tradicional. No sé qué excusa di, algo como que lo necesitaba fotocopiar para el libro de Diego. María no preguntó mucho. Me dio la impresión de que me 12

Galerías Preciados luego se transformó en El Corte Inglés.

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lo entregaba como pensando: “Ya era hora, hijo, de que me lo pidieses. He estado esperando este día”. No me atreví a abrirlo hasta el avión de vuelta a Barcelona. Había la foto de mis padres, pero por separado cada uno en una hoja. Eso era lo normal. No era carné y en blanco-y-negro. Mi padre mucho más joven foto que de yo boda, ahora,sino conde cara apuesta. Siempre fue bastante guapo. Recuerdo que de pequeño la foto que más me gustaba de mi padre era una en que está apoyado en un tamarindo. Debe de ser en el Paseo de la Concha, en San Sebastián. He vuelto a ver esos tamarindos muchas veces, y me imagino a mis padres allí. Diego aparece vestido con traje, y corbata. De pie, se apoya sobre el tronco del tamarindo. Posa con una pierda flexionada, el zapato contra el tronco. Mantiene una actitud non chalant, que le da movilidad y a la vez reposo. Diego tiene cara moderna. Es una foto estupenda que no sé quién la hizo, seguramente mi hermano mayor, Amando. En el Libro de Familia aparece una foto de carné de mi madre. Es una mujer joven, guapa, con ojos azules. A veces me parece como si mi madre fuese muda. No dice mucho. Claro, la fotos no hablan. Pero ella parece más callada de lo normal. Con el pelo rizado natural. Cara de buena persona, como siempre ha tenido. Introspectiva. Mirando para adentro, que se dice. Diego, en la hoja de la izquierda, y María, en la de la derecha: la hoja doble del matrimonio. Luego las hojas de los hijos, una para cada uno de los cuatro: Amando, el mayor, José Luis, Jesús (a quien en la familia llaman Chichín), y Carmen, “la nena” (también Mamen). La primera, la de mi hermano mayor, nacido en Pereruela, provincia de Zamora, partido judicial del mismo Zamora, el 20 de enero de 1937. Todo está correcto. “Mira bien el Libro de Familia”, me había advertido mi hermana, Carmen. Casi había tenido que robárselo a mi madre. “Ya se lo devolveré”, pensé. “Total, para poco les sirve ya”. Pero algo tiene que haber en el libro que me explique por qué faltaba la foto de boda de mis padres. Las dos fotos de carné están grapadas, como es costumbre. Pero la de mi madre está doblemente grapada. Noto que curiosamente está un poco más abajo que la de mi padre; de tal forma que el retrato de María tapa el final de la línea que el funcionario escribió. Es precisamente la fecha de la boda: se casaron en primeras nupcias el doce de febrero de mil novecientos treinta y… Ahí la foto tapa parcialmente la última palabra. Es como si la foto se hubiese puesto después de escribir, lo que es raro. Levanto la foto con cuidado. Pone seis. Claro, se casaron en el año 1936, un poco antes de estallar la guerra, como Diego me había contado. Miro con más cuidado. Alguien ha cambiado las letras. Lo ha hecho con cuidado pero se nota. El seis está escrito con ahínco, como si el funcionario se hubiese equivocado, borrado y corregido. Me fijo y veo que realmente decía siete. Sí, efectivamente, es 1937 y no 1936. ¡Mi hermano mayor ya había nacido! Cuando uno escribe una autobiografía, o mejor dicho ayuda a escribir una autobiografía, hace votos especiales. Sobre todo el de creer lo que te dicen.

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Puedes interrogar un poco más, pero si mi padre dice “Diego” yo debo creer que es Diego y no “digo”. Así que durante esos dos años, cerré los ojos y creí como un pardillo todo lo que me contaba mi padre. Que solo se daban besitos, que si apenas alguna vez bailaron juntos, que en aquella época nadie hacía nada…, no Familia como ahora. El astuto Diegopor —quién podría ser sino él— corrigió el Libro de , cambiando el siete un seis, y así había rehecho la historia. El volver a grapar la foto un poco más abajo para disimular mejor el cambio es ya para matrícula de honor. Así se explica mejor que Diego tuviese que ir a la guerra a pesar, como se queja él, de estar casado. ¡Es que no lo estaba! Desde el frente enviaba postales a su hijito querido. Una recuerdo haber visto para el cumpleaños del chiquitín, en verso, escrita desde una batalla. Termina con un ¡Viva España! que ahora suena un poco anacrónico. Desea volver (vivo) lo antes posible para abrazarles. Mi madre había quedado embarazada y dado a luz, antes de casarse. Todo el rompecabezas empieza a adquirir forma. María ocultaría el embarazo hasta casi el final. Luego me lo reconocería ella unos días más tarde. Nadie se dio cuenta hasta casi el día del parto. Don Gregorio, el médico del pueblo, tuvo que ayudarla. María y Diego se casaron, pues, de escopetazo tres semanas después del parto. De Pereruela a Zamora hay una hora de carreta. María tendría que volver inmediatamente para dar de mamar a su hijo que apenas tenía entonces veintitrés días. Se le salía la leche. María siempre ha tenido mucha leche, y ha dado de mamar a todos los hijos bastante. Cuenta que mi hermano mayor, Amando, volvía de le escuela y pedía la teta. Mamaba un rato. Eran otros tiempos. Así hemos salido todos de sanos. No hubo foto de boda, ni tiempo, ni ganas. Luego mi padre siguió viviendo con sus padres. María y el bebé, en casa de mi abuela la maestra. No sé si les dejaban verse mucho, pues a pesar de estar casados fueron divididos. La primera Nochebuena la pasó mi padre solo en el bar del pueblo. Me imagino ahora la cantidad de sufrimiento que tuvieron que pasar los dos. Era un sociedad bastante cruel. La figura de mi madre, una mujer callada, trabajadora infatigable, casi analfabeta, se engrandece de pronto a mis ojos. La foto missing trae una nueva paz y alegría a mi vida. Ahora valoro mejor a María. Imagino lo que debió de pasar a sus veintitrés años. Nueve meses de agonía sabiendo que estaba embarazada. Un matrimonio forzado, sin gracia, sin foto siquiera. El esposo y padre que se va a la guerra. Criando ella sola a su hijo del alma. Mi padre, tres años en el frente, con algunas escapadas fugaces a ver a la familia en la Castilla profunda. Luego la vuelta a la paz, que no al sosiego. El nieto de la maestra señalado con el dedo seguramente en el pueblo. Los hermanos y padres en contra. La España negra en acción. Todo un poco con sabor a La casa de Bernarda Alba. En Pereruela también nació mi hermano José Luis. Mis padres se liaron la manta a la cabeza, literalmente, y en el año 1944 se fueron a vivir a San Sebastián. Allí en “la bodega” (el sótano) de la casa de San Bartolomé 40, nací yo

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tres años después. Mi madre, de portera, mi padre, de subalterno en la Delegación de Hacienda. Sabían leer y escribir por los pelos y salieron adelante, como tantos otros españoles/as de la época. Mi hermano en el pueblo era el número uno en la escuela, pero en San Sebastián agarraba los cuentos de la época nocolegio entendía Llorabamayor de rabia. Menudos años debieron de ser cuandoy el denada. mi hermano —los Marianistas de la Cuesta de Aldapeta— costaba al mes más que el sueldo que ganaba mi padre. Pero María recuerda esos años en San Sebastián, junto a La Concha, como los más felices de su vida. Se había escapado de su familia, del pueblo, de la historia aquella. Habían empezado una nueva vida. Desde entonces fuimos una familia muy unida, con un enorme deseo de seguir adelante, de triunfar. Entiendo ahora el entrañable amor de María por su hijo mayor. Él fue su pasaporte para la libertad, quien le permitió casarse con Diego, el ver dadero hijo de sus entrañas. Durante años me ha emocionado ese amor de María por mi hermano mayor. Mi madre es una mujer reservada, callada, que ve, procesa y calla. Nunca nos ha besado mucho. Dicen los psicólogos/as que aquellas personas que nunca han sido besadas, ni recibieron cariño en su infancia, de mayores a su vez no saben mostrar ese cariño a los suyos. Yo siempre pensé que en España, en los años cincuenta y sesenta, las madres no besaban a sus hijos/as. Pero me equivocaba. Sencillamente mi madre no nos besaba mucho. Eso no significa que no nos tuviese cariño. María ha sido la madre perfecta. Siempre cuidándonos, trabajando desde la salida del sol hasta el ocaso, respetándonos. Consejos pocos pero buenos. Sabiendo siempre más de lo que dice. Con una cierta socarronería, que Diego, cuando se enfada dice que es cuquez. “¡Es que eres una Cuca!”. Insulto que de pequeños los hijos no entendíamos bien. El libro de mi padre, Echa pan y cubre, se me empieza a deslizar de las manos. Pierdo el control. Todo por una foto que nunca existió. Dudé de si debía rehacer la historia o dejarla tal y como me la contaba Diego. No le dije nada. Alguna otra vez removí el cuchillo en la herida preguntando sobre la boda, la iglesia, el restaurante, o la foto. Pero el astuto Diego había urdido la historia bien durante décadas y no pensaba cambiarla ahora. Si Diego no hubiese falsificado el Libro de Familia ni mis hermanos ni yo hubiésemos estudiado en El Pilar, con los marianistas, tampoco habríamos conseguido beca, seguramente nunca habríamos ido a la universidad. Tampoco estaría hoy en Arizona escribiendo esto en el ordenador. Solo se habría salvado mi hermana, que siendo la nena, la pequeñaja, pudo ir al Colegio Estudio en Madrid y gozar de la tradición de la Institución Libre de Enseñanza. Quizá ni siquiera ella, pues mi hermano mayor fue quien abrió camino a nosotros tres. Diego lo reconoce varias veces: “Tu hermano no quiso ponerse a trabajar, dijo que ni hablar, que había que estudiar”. A su vez María apoyaba. Como hija de maestra se ponía de parte del hijo asegurando que estudiar era bueno. Había, pues, que cambiar un siete por un seis, y rehacer la historia. Una mentira blanca en

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la que nadie perdía y todos ganábamos. Algún día, pensaron mis padres, ya nos enteraríamos. Pero cuanto más tarde, mejor. ¡Medio siglo! Cuando iba al cole, de pequeño, yo siempre estaba orgulloso de que mi madre era de Madrid. Mi padre era castellano-viejo, de Zamora, y luego macapital queto el País Vasco. mi madretambién era de la de de madre Madrid.había Además era hija deenmaestra. EstabaPero yo orgulloso que ,mi nacido en un hospital, nada de en casa, en la Maternidad de la calle O’Donnell. Es actualmente una maternidad para señoras pijas, de clase alta. Pero por Diego no averiguaba mucho de María. Repetía que era la esposa perfecta, y que él la había salvado de ser la cenicienta en casa de sus padres. Que la tenían como a una criada, cuidando de la casa y de sus hermanos mientras su madre, maestra, daba clases en la escuela. Que ni siquiera la habían llevado a la escuela. Le pregunté varias veces por qué mi madre había nacido en Madrid, teniendo en cuenta que la familia vivía en Valladolid y luego en Zamora. Tampoco es que les pillase un veraneo, pues mi madre nació un 10 de noviembre, del año 1912; dos años después que mi padre. La abuela Ángela, la madre de María, debía de tener entonces unos veintiún años.

Las fotos missing reverberan en el desván de los libros. No existen pero emanan luz. Quizá había más fotos que faltaban. María apenas aparecía en las fotos. Las de cuando era pequeña quedaron, dice Diego, en casa de la abuela. “Se quedaron con todo, hasta con la herencia”. Prometo, pues, hacer un viaje a Salamanca, a casa de la tía Obdulia, a ver fotos. Dudo. Estoy haciendo un historia oral, no una novela de detectives. Claro que me hubiese encantado ver la foto de mi madre recién nacida, la de su primera comunión, o su primer día de escuela. Ver la cara de la abuela a los veintiún años. A lo mejor mi hija se parece. Así que después de llamar a la tía Obdulia, y casi prometer un viaje, no me atrevo a ir a Salamanca. Empieza a preocuparme saber demasiado. Me da igual de miedo lo que puedo ver en la casa de la abuela, como el hacer un viaje para nada. A lo mejor no hay fotos de María. El libro de Diego se puede eternizar. Ya sé que es la historia de Diego, pero hay algunos datos mínimos de la vida de María que son necesarios para entender la historia de la familia. Diego admite que sabe poco. Bajando la voz me confiesa el secreto de que a veces María se había quejado a su hermano Pepe de que su padre le pegaba. Que no la querían. Una vez Diego vio las marcas de cómo le habían pegado. La sangre le hervía a Diego, pero no dijo nada a María. Pocos años después escaparían de aquel infierno marchándose del pueblo. A María todo lo que se refiere a ese pueblo le da alergia, pero de verdad. Le salen ronchas cada vez que alguien del pueblo viene a casa. Es una alergia real no imaginada, que yo he heredado, y que a veces me sale en la mejilla izquierda. Escribiendo esto me rasco. Es un eczema. Cuando yo era pequeño tanto mi madre como yo nos poníamos un montón de crema cuando nos salía. La alergia venía y se iba, sin avisar. Hace ya tiempo que no da la lata, pero está ahí… latente.

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¿Por qué mi madre había nacido en Madrid? Diego decía que en aquella época era así. Ya me estaban a mí tocando las narices las explicaciones sociológicas de mi padre, de que en aquella época se hacía así. Es obvio que no todos los recién nacidos de España nacían en Madrid. Tenía que haber una razón más plausible. Pensé lo mejor era preguntárselo mi madre. Durante los dos años queque grababa a Diego, María aceptóa que la vida de la familia fuese contada por el “cabeza de familia”. Condescendió a que quedase siempre la interpretación de Diego. Yo sospechaba que ella sabía cosas que Diego ignoraba, pero es complicado escribir dos historias-de-vida distintas al mismo tiempo. Faltaba por describir, entre otras cosas, lo que ella sintió al quedar embarazada, y cómo pudo ocultarlo casi hasta el día del parto. María no se sentía celosa de que Diego contase su historia, o de que yo le dedicase tanto tiempo a mi padre y no a ella. Asumía así gustosamente el papel que le tocó representar en su vida. Durante la historia de la familia se notan algunos bandazos, o cambios de dirección, para los que no hay una explicación clara. Diego asegura que es el destino. Pero detrás de esos cambios yo cada vez noto más un golpe de timón de María. De forma callada, María tomaba algunas decisiones en momentos oportunos. Así que si yo estaba escribiendo una historia de la familia, tenía que preguntarle un par de cosas antes de que fuese tarde. Por ejemplo, debía de haber comprendido antes por qué era ella la que guardaba el Libro de Familia, y por qué al dármelo lo hizo con sus ojos azules extrañamente brillantes. Un día aprovechamos los dos —María y yo— que Diego se había ido a la oficina y que Esperanza estaba arreglando la casa. Nos sentamos a hablar en el sofá. Los dos sabíamos que había poco tiempo, y que convenía ir al grano. La conversación apenas duró un cuarto de hora, pero la recuerdo como un siglo. Mi madre está ya vieja, y a menudo se queda pensando. A veces recuerda detalles pequeños con memoria aguda. En otra ocasiones sencillamente calla. No hubiese sido fácil escribir un libro con su versión de la saga familiar. Debía haberlo hecho unos años antes, pero yo estaba en Estados Unidos. Había dejado pasar la ocasión. Ese día María en Madrid, en la casa de Hermosilla 80, se esforzó en contarme los enigmas que faltaban; las fotos que nunca fueron sacadas, y por qué. El sol entraba a raudales por el ventanal que da al mercado de Torrijos, por la espalda, sobre el sofá, así que apenas veía yo las facciones de María hasta que la oí sollozar. Me contó que efectivamente quedó embarazada de Diego, pero que no dijo nada a nadie. Que ya cerca del parto no lo pudo ocultar y que el médico de la familia, don Gregorio, la trató muy bien. Diego estaba lejos del pueblo, en Sayago vendiendo o comprando ganado. Ni se enteró. Diego y María se casaron unos días después (23 días), pero no hubo tiempo para la foto, pues María tenía que volver rápidamente a dar de mamar al bebé. La leche se le salía. Desde siempre ha querido mucho a ese hijo Amando. Unos años después nació Tomasín, pero murió a los seis meses. Tanto mi padre como mi madre

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lloraron mucho a ese Tomasín. Todavía lo recuerdan. Tomás es nombre de mala suerte en nuestra familia. Un hermano de María llamado Tomás también murió cuando era adolescente. Los demás hermanos nunca supimos mucho de esos Tomases. María hablaba por primera vez, y ya nadie le iba a impedir contarme versión. Le pregunté porsuqué había nacido en Madrid. Ella, claro, no recordaba mucho su propio nacimiento. Su madre había quedado huérfana. El abuelo Tomás —que había sido guardia civil— debió de morir hacia el año 1903, dejando una esposa viuda (Isabel) con su hija Ángela. Esa Ángela es mi abuela, la maestra. Las fechas exactas no importaban, no había tiempo. Ya me encargaría yo luego de averiguarlas. La historia se repite. Cuando mi abuela Ángela queda embarazada de su hija María no estaba todavía casada con mi abuelo Eladio. Mi abuela Ángela descubre que está embarazada y abandona el pueblo, y se va a Madrid. Así nadie en el pueblo se entera de su embarazo. No se trata solo del oprobio de ser madre soltera, sino además seguramente cuestión de dinero. Isabel y Ángela vivían juntas de una módica pensión del abuelo guardia civil. La pensión de orfandad duraba seguramente hasta que la niña se casase. El embarazo fue, pues, doblemente inconveniente. De acuerdo con su madre, Isabel, y en secreto absoluto, Ángela vino embarazada a la capital, y solicitaron el parto en la Maternidad de O’Donnell. La vida cambia y yo, tonto de mí, no había caído en la cuenta. Lo que ahora es maternidad de mujeres de clase alta, y un poco esnob, a principios de siglo era la maternidad del Estado, donde las mujeres pobres, las gitanas —y las embarazadas a destiempo— daban a luz. Allí nació María, mi madre. El orgullo que yo sentía siempre de que mi madre fuera de la capital se tambaleó. Todo mi pedigrí capitalino provenía de que mi abuela Ángela, para ocultar su estado, los últimos meses de embarazo los pasó interna en Madrid, y parió en O’Donnell. Luego se volvió al pueblo. Sin María. Sin María de los Ángeles. No llegó ni siquiera a tenerla en sus brazos. Allí mismo, en el hospital, María fue dada a una familia gitana, mendigos, que la acogieron por unas monedas. Años después, me cuenta María, cuando murió la abuela Ángela, “encontré unos recibos de dinero de la abuela con aquella familia. Me dio tanta rabia que los rompí”. Se puso a llorar. María vivió toda su infancia con esa familia gitana. Tenía una hermana querida, que se llamaba también María. Curiosa casualidad, dos hermanas con el mismo nombre. Era un poco mayor que mi madre, y la cuidaba muy bien. Cada día iba a pedir limosna con ella. También a pedir a las fábricas (a la salida de las fábricas), y pan duro por las casas. Siempre con su hermana María de la mano. La familia la quería muchísimo. “Se portaron muy bien conmigo”, me cuenta mi madre. Recuerda que la querían muchísimo. “Eran muy buena gente”. Nunca averigüé dónde vivió ella en Madrid exactamente; ni el apellido de la familia. Tampoco recordaba ella dónde vivió antes de la guerra. Vagamente

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era detrás de una estación de ferrocarril, pues cada día para ir a pedir tenían que cruzar las vías del tren. Era muy peligroso. Recuerda con angustia el miedo que tenía a los cinco años al cruzar las vías del tren. Mi madre se agarraba a la mano de su hermana María, y las dos juntas cruzaban corriendo las vías. Pasaban a veces por con los pelos. no secuidado. atrevían Mi a cruzar un hombre les dio la mano y cruzó ellas. Un Condía mucho madrey dice que el corazón le golpeaba dentro del pecho por el miedo. Se agarró fuerte a la mano de su hermana. Cuando cruzaron al otro lado lloró de alegría y se lo agradeció a aquel hombre. Nunca podrá olvidarse de aquel día. Las dos hermanas María cada mañana salían a pedir pan duro, algunas monedas. Sobre todo a la salida de las fábricas. La gente les daba algo, y volvían juntas a casa. Vivían de la limosna. Aquella familia no tenía casi nada, eran gitanos, pero la querían mucho, y lo compartieron todo con ella. Mi madre era muy feliz. No conocía otra cosa, pero era dichosa. Mucho más que después. Mi madre tiene los ojos azules, y seguramente era algo rubiales, y quizá como gitana no pegaba mucho. Quería más que a nadie a su madre y a su hermana, María. En la familia había también un padre y un hermano. Mientras tanto, en el macizo de la raza —expresión que le gustaba a Dionisio Ridruejo— la abuela Ángela rehizo su vida. Casó mal, con Eladio, que hacía de prestamista pero en el fondo vivía de ella. Ángela terminó además la carrera de maestra, y ganó su primer trabajo en Orense, en un pueblito que María ya no recuerda si era Villar de Canes o Vilardecás. Ángela fue allí a vivir con su madre, Isabel, el marido, Eladio, y pronto les nacería un hijo varón: Tomás. Era una familia casi feliz. Pero el pasado pesaba como una losa. Como solía decir Pancho Marsal, en todas las familias hay siempre un pariente evaporado (que desapareció de la familia, que estámissing) y un tío buenazo. Efectivamente un tío bueno convenció a mi abuela Ángela de que no podía dejar a su hija en Madrid en manos de unos gitanos. María debía de ser ya una mocita. Tenían que traerla y darle los apellidos de la nueva familia. Así que después de tormentosas deliberaciones decidieron enviar a Madrid a Eladio a recoger a María, y traerla al pueblo de Orense. Allí ya nadie conocía a Ángela, ni sabía su historia. Además ya tenían un hijo varón, Tomás, y nadie notaría la diferencia. Nunca he averiguado si Eladio es realmente mi abuelo. Seguramente no lo es. No me importa. A estas alturas, pienso, ya da igual la historia real. Eladio podría ser el que deja embarazada a mi abuela, ella da a luz secretamente en Madrid, abandona a la hija, y vuelve al pueblo. Unos años después se casa con el mismo novio. Pero mucho más romántico sería que el padre fuese en realidad un capitán alemán de ojos azules, que luego muere en la guerra. Seguramente nunca conoceré a mi abuelo. Las fotos missing se amontonan ya como las cartas del tute. Una foto missing lleva a otra foto missing. Quizá sea mejor dejarlo estar. María no quiere irse de su familia gitana. Es feliz. Le gusta vivir con ellos. La han criado, vestido, alimentado, y ha pasado con ellos toda su infancia.

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Son muy buenos con ella. Quiere mucho a su hermana, María. No le gusta Eladio. Pero la decisión está tomada, y la fuerza de la ley es superior a los sentimientos de una mocita. Dócilmente María recoge sus cuatro cosas, y viaja con Eladio a Orense a vivir con su madre real. Quizá es ya demasiado tarde. María es una extraña deesmaestra no sabemuy leerbien. ni escribir. Tiene además costumbres raras.hija Pero callada,que y trabaja Seguramente mis abuelos no supieron qué hacer con ella. La vistieron de criada, y a limpiar la casa. Cuida de su hermano, Tomás. Está a punto de nacer la segunda hija, Obdulia (en 1923), y la familia redondea luego la descendencia con el nacimiento de otro niño varón, Manuel (para la familia siempre Manolo), tres años después. Ya nadie se preocupa de María. La abuela Ángela seguramente hizo de tripas corazón, y olvidó el romance de su juventud. María cuida de Tomás, de Obdulia y de Manolo. La abuela hace de maestra, y cuando vuelve a casa todo está cuidado por María. Eladio está todo el día en el casino. No tiene trabajo conocido: presta dinero. Seguramente son cuatro perras. Efectivamente, como señalaba Diego, tenían a María de cenicienta; pero no metafóricamente, sino de verdad, de criada. Ahora entiendo el misterio de que mis tíos —tanto Obdulia como Manolo— fueran a la universidad, tengan carrera superior, y que mi madre apenas sí sabe escribir su nombre. Ahora, a sus ochenta y seis años, la médica le ha recomendado que escriba. Dócilmente rellena cuadernos y cuadernos de una caligrafía redonda, angelical, copiando de alguno de los múltiples libros que hemos ido dejando los hijos en la casa de Madrid en los sucesivos naufragios. Dice la médica que es bueno para ella escribir y esforzarse. Me llama la atención ver ahora a María escribiendo por prescripción médica cuando durante su niñez se lo prohibieron. Pero mi madre tiene sus pequeñas venganzas. Aunque realmente se llama María de los Ángeles siempre se ha negado a utilizar ese nombre tan largo, ni tampoco Ángeles, Ángela, o Angelines. “María es más sencillo. María a secas”. Pero ahora entiendo que a sí misma se dice: “María, como mi hermana María”. Es un homenaje minimalista a la persona que más quiso en su infancia. Recuerda Rosebud. No debió de ser una familia feliz. Al menos mi madre no debió de ser feliz en Galicia, ni luego después en Zamora. Era la criada de la casa. La hija real, y primogénita, que nunca fue a la escuela, lavando escaleras y limpiando culos. Aceptó el papel que le tocaba, pues no había otra posibilidad. Cuidó siempre de sus hermanos con enorme cariño. Durante toda la vida siempre le he oído hablar bien de ellos. Los ha querido y ha seguido cuidando de ellos incluso de mayor. De su padre, el abuelo Eladio, nunca le he oído dos palabras. En Orense empezó a aprender a no ser querida, a quedarse callada, muda. Nada de su vida real podía ser contado, ni a su propio marido. Mucho menos a sus hijos. Ojalá que ellos no pasasen por las penalidades de su vida. Con eso le basta a María para ser feliz. Seguimos sentados en el sofá. Mientras me lo va contando todo se le saltan las lágrimas, que bajan a raudales por su regazo,

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inconteniblemente. Ya le queda poco más por contarme. Confía en que yo luego ataré cabos. ¡Ayer vio a su hermana María! Mis padres iban paseando juntos por la calle Goya. De pronto allí mismo, junto a El Corte Inglés, sentada en el suelo pidiendo limosna estaba querida, ella.ojos, Los ymismos ojos. María me asegura que su se hermana reconocieron. Se María. miraronEra a los a su mente vino cuando cruzaban juntas las vías del tren, con el corazón en un puño. En un instante recordaron su infancia, sus manos entrelazadas, el hambre, el frío del invierno de Madrid, todo lo que habían pasado juntas. Quiso darle limosna; pero no. Tenía que seguir del brazo de Diego. Que no se enterase. Le dio mucha pena. Luego después de pasar volvió la mirada y se miraron. Se entendieron las dos. Se dieron un hasta luego, un adiós. La vida las había separado. Pero las dos hermanas llevaban el mismo nombre —María—, lo que es peculiar. Quizá como un homenaje. La figura de mi madre se engrandece por momentos. Durante estos meses he ido explicándome muchas cosas de mi madre, de mi familia, de mí. Entiendo ahora su amor por mi hermano mayor. Su cariño profundo por todos nosotros. Su fidelidad a Diego. Me doy cuenta de por qué durante toda su vida ha sido callada. Nunca ha tenido amigas. Ha trabajado de sol a sol, de noche a noche. Sin embargo, en los momentos decisivos de nuestras vidas María ha dado, sin darse cuenta nadie, un golpecito al timón. Luego toda la familia ha seguido un derrotero nuevo, y el destino ha parecido arreglar todos los problemas. Me explico por qué hemos llegado hasta donde hemos llegado. También sé por qué ahora mismo estoy escribiendo esto. María confía en que lo escriba, sabe que lo voy a hacer. Investigar y escribir es mi oficio. Ha esperado callada toda una vida. Creo que entiendo también a mi abuela Ángela. Debió de pasar por lo mismo; y acorralada no supo otra cosa que abandonar a su propia hija. María en cambio puso todo su amor e ilusión en su hijo, y acertó. Su hijo la salvó. Intuyo por qué mi madre nunca nos besaba, ni tenía aparentemente un cariño táctil por nosotros. Pero ha estado siempre ahí. Donde tenía que estar. Trabajando. Dando su vida por nosotros. Es la mejor madre del mundo. No me importa que no me lo haya contado antes; o que solo me lo haya contado a mí. El libro de Diego puede ya terminarse, aunque nada de esto aparezca. “No se lo digas a Diego”, me ruega, mientras sigue llorando. Pero son lágrimas de alegría que no de pena. Han estado esperando más de sesenta años para poder fluir. Toda una vida con el secreto, con la foto que falta en su corazón. Debo terminar pronto de escribir; y meter estas hojas en un disco de macintosh. Me prometí mandar esta historia a mi hija, a Barcelona, para su 18 cumpleaños. Pasa el cumpleaños solita. Hoy es 14 de agosto, de 1998, y cumple el día 16. Aunque haga tanto calor que los ocotillos se desmayen, aquí en Arizona, voy a salir al post office y mandar esto volando. Mejor por federal express».

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Ejercicio D Retratos generacionales Hay personas que son capaces de relatar su vida como parte de una generació n en que viven. Algunas de esas personas realizan un relato novelado, ficticio, pero cercano a la realidad que han experimentado en primera persona. Este ejemplo es de una persona a la que insistí en que escribiese su vida, o mejor aún, la de su generación, al estilo deLess Than Zero, de Bret Easton Ellis, uOn the Road, de Jack Kerouac. Pero no lo conseguí. Conocí a Pablo cuando iniciaba la carrera de Sociología a los dieciocho años. Le llamabanel Ranita, nunca supe por qué. Pero sí accedió a escribir unas páginas. Son casi alucinantes… pero realistas. Faltan en España retratos generacionales. Este podría haber sido un buen inicio de libro. Es una historia compleja. Pablo es un hijo de un ciego, casado, pero que se enamora de su dentista, una mujer atractiva. Todo visto por su hijo aquí, Pablo, parece una novela, pero no lo es. Ahora, veinticinco años después de haberle conocido, sigo en contacto con él. Es una persona exitosa y creativa, dedicado al arte, la música y el teatro. Su mente sigue siendo brillante. ¿Es posible imaginar a un sociólogo que termina de actor y músico? Pues esta es su historia. España es un país con mucho consumo de drogas (varias), pero casi nadie toma drogas y escribe al mismo tiempo. Por eso este relato generacional, escrito en su mayor parte desde Tarragona, adquiere más valor. Hay un discurso simbólico y analítico sobre el dolor muy interesante. La descripción es minuciosa, a veces repetitiva como la vida misma. Me recuerda a veces a los sueños en Perder la piel, de Marta Allué13. * * * «Lo primero que siento es pánico. Como si escribir sobre mí me fuera a llevar a algún lugar peligroso. Creo que no me conozco. Tal vez por eso el miedo hiende en mi carne. Me asusta leerme. Recuerdo que desde siempre ha habido música en mi vida. Mi padre me ponía conciertos y serenatas de Mozart cuando aún habitaba el útero de mamá. A papá le encanta Mozart. Un día, siendo yo más crecidito, me explicó cómo sujetaba los auriculares con cinta adhesiva al vientre de mi madre. Yo pataleaba de lo que él suponía que era gozo. Por fortuna, Mozart está entre mis favoritos. De modo que crecí en música. Mamá no tuvo un parto sino que tuvo una ouverture, que confundió con un empacho de panellets. Yo nací un primero de noviembre; y el 31 de octubre, en Cataluña, es típico comer castañas y panellets, un dulce horneado hecho de almendra molida, azúcar, piñones e imaginación. Es parecido a lo que en el resto de España se llaman 13

Marta Allué, Perder la piel (Barcelona: Planeta/Seix Barral, 1996), 236 pp. Es también una

autobiografía imprescindible.

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“huesos de santo”. Mamá le puso tanto entusiasmo, que se los comió todos de una sentada. Al día siguiente, achacó los dolores prenatales al empacho de panellets. No estoy diciendo exactamente que lo confundiera: yo estaba ahí, pero el empacho seguramente también. Cuando mi madre fue a parir, de lo que tenía realmente erahaberte de cagar. Luego tecomo pasasdicen toda ellos. la vidaYo maldiciéndolos por ganas haberte traído; por fabricado no tengo hijos. No es posible. No puede ser. Soy demasiado responsable. Al final el monstruo se acaba encarnando. En uno mismo, claro. Recuerdo que en mi casa solo había una abuela: La Abuela. Era la madre de mi madre. También ocupó el lugar de la madre de mi padre, aunque él no la llamara “mamá”. Recuerdo a mi padre echando un pulso con su suegra. Por algún motivo sé que eso tiene que ver con que él abandonara a la madre que en su día lo abandonó a él. ¿Era yo capaz de captar esa relación en aquel momento? ¿Qué tendrá que ver todo esto con mi vida? Recuerdo otro día: mi gata no para de lamentarse ostensiblemente por estar en celo y no encontrar gato que la sacie. Recuerdo a mi padre gritando: “¡Cállate! ¡Cállate!”. La gata no se calla y mi padre termina por agarrarla de los sobacos y sacarla por la ventana, mostrándole el vacío bajo sus patas. Con el pobre animal colgando de esa guisa, intenta hacerle razonar: “¡Cállate! ¡Cállate o te tiro!”. Me pregunto qué tendrá esto que ver con mi vida y empiezo a sospechar que unas cosas explican a otras. ¿Cómo lo hacía mi padre cuando yo no obedecía a la primera? ¿De qué modo se habrá insertado esa táctica de persuasión en mi manera de relacionarme con el mundo? Recuerdo un día en que papá y mamá trajeron un termómetro. Era un aparato especial, valioso: un termómetro para ciegos. Así, ciegos; decir invidente es como decir arrojar en lugar de vomitar; una falsa finura que da náusea. El termómetro tenía una aguja que giraba con la dilatación de una espiral de una rara aleación metálica. Era un objeto frágil. Papá y mamá me advirtieron una y otra vez de que ni se me ocurriera tocarlo. Aquel objeto —decían— no era un juguete. La advertencia se convirtió en desafío: yo tenía que ser capaz de manipular ese termómetro sin estropearlo. Era como tratar de demostrar que estaban equivocados. No hace falta que continúe la historia, pues termina como uno se imagina: el termómetro roto y yo castigado hasta el fin de los días. Pero lo que dura eternamente no es el encierro forzado en mi cuarto o la ausencia de postre en las comidas. No. Lo que dura eternamente es la constatación de que soy un manazas y lo rompo todo. Además está la inmoralidad de la mentira. Actué como ellos habían previsto: aseguré miles y miles de veces —hasta volverme casi transparente— que yo no tenía nada que ver con la rotura del termómetro, lo cual cumplía más sus previsiones: no solo soy un manazas sino también un mentiroso despreciable. Recuerdo que la mentira, en casa, era un monstruo. Ahora soy actor. También soy músico. He heredado de mi padre ciego la compulsión de escuchar cientos de veces una canción hasta agotarla. Como si fuera una araña succio-

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nando los jugos de un insecto hasta dejar la cáscara. También he heredado la certeza de que mi manera de pensar es la única correcta. Es raro y difícil luchar contra eso cuando la realidad cotidiana te aporta pruebas de que precisamente tu manera de pensar es tóxica para la especie. A veces he deseado no solo morirme yo sino extinguir completamente dré hijos. Sabría que les he jodido la vida antes el degénero venir alhumano. mundo.Jamás tenRecuerdo que a los diecisiete años me iba a pasar las horas muertas al barrio viejo de Barcelona. Llevaba conmigo un libro, pero generalmente ni lo leía. Me dedicaba a observar. Aquello sucedía sobre todo en verano. Se podría decir que solo podía suceder en verano. Durante los meses estivales, las noches tienen ese ingrediente canallesco que invita a vagabundear sin destino fijo. En verano, no importa a dónde vayas, la noche no es problema. Observaba a la gente y me dejaba engatusar por los vagabundos, por el gato y la zorra de Pinocho. Me divertía hacerlo a sabiendas. Yo tenía mi escalón en la plaza de San José y me sentaba en él con mi libro, libreta y pluma. A veces leía un poquito, otras escribía poemas, cartas, muchas cartas. En ese escalón leí El perfume y escribí mis Retratos en ojivas. Esos retratos eran como pequeñas acuarelas literarias sobre mis visitantes, mis engatusadores. A veces se trataba solo de personas —en el sentido bergmaniano del término— que hacían lo que podían para sobrevivir mientras yo simplemente observaba. Como si al observar sus modos diferentes de afrontar la vida, la mía propia quedara aparcada. Me he referido antes a esos momentos en la plaza como horas muertas. Es exactamente eso: el tiempo muerto deportivo. Ver vivir, pero sin vivir durante. O eso me creía yo. Recuerdo que, al acercarse septiembre, me angustiaba porque no sabía qué día empezaba el curso. Hasta que encontraba a algún amigo por la calle y me lo decía. ¿Cómo lo sabían? Es como cuando empecé en la universidad: todo el mundo sabía lo que debía hacer, o al menos lo aparentaban. Si no sabían qué hacer, sí sabían disimularlo. Yo no tenía ni idea. La sensación de faltarme alguna pieza se instalaba en mí y aumentaba el peso de mi angustia. Así es cómo dejé los estudios en la universidad. ¿Qué conclusiones saco de este manojo de recuerdos? Pues que he vivido para observar y lo sigo haciendo. Observaba de pequeño y lo hago de mayor. De pequeño sin entender nada. Ahora continúo igual. Me sigue angustiando, y no lo puedo evitar. Es como escribir. Llega un momento en que la escritura se puede volver contra uno, en que acabas creyendo lo que tú mismo escribes. El discurso sobre el papel es nocivo. Si no, que se lo pregunten a Sylvia Plath. Si tuviera que elegir un leitmotiv para hacer andar mi vida por su superficie, ese sería el dolor. Cuando era pequeño, se trataba del dolor físico. Era algo intolerable para mí. El miedo a la herida, a la lesión, me impedía enfrentarme a situaciones donde la probabilidad de hacerme daño era elevada: la clase de Gimnasia con sus aparatos de tortura, la hora del recreo en la que eludía los juegos de acción con balones como proyectiles. Evitaba cualquier tipo de de-

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mostración de fuerza o habilidad motriz. Eso me condujo a hacer migas con “Las Niñas”. “Las Niñas”, así, con mayúsculas, es un nombre cargado de significados. Ir con las niñas era síntoma de debilidad, de fragilidad, pero también de sensibilidad e inteligencia. La huida del dolor me reubicó en un lugar reservado a la feminidad. La primera forma del dolor se adolescencia había desarrollado en mi niñez desde un plano físico a uno conceptual. En la el proceso que va a realizar el dolor se produce en otro lugar, ya no físico sino mental: la emoción. Puedo afirmar que siempre supe que me gustaban los chicos. Aún así, no era algo que me preocupase. El inicio de mi sexualidad fue vivido con toda normalidad. Hacía lo único que debía. Sabía que debía ser así. No experimenté jamás el sexo de modo traumático. En la preadolescencia, no había moral alguna que saltar, o al menos no se manifestaba como barrera. Hasta que llegó el instituto. Entonces el dolor, que llevaba un tiempo aletargado —pensando en la mejor manera de reaparecer en mi vida— se insertó en un terreno inexplorado: la emotividad. Tenía que enamorarme por primera vez para poder desarrollar ese otro estadio del dolor. Así fue cómo el dolor eligió por mí escogiendo a alguien idóneo para su desarrollo: alguien imposible de alcanzar. No había en el instituto nadie más masculino que el Chano. Seguro que él no jugaba con las niñas cuando era pequeño. La reacción fue —otra vez— la única posible. Interpreté, pues, el papel que se me había asignado en la tragedia. Este es otro punto que me interesa: la vida vivida como un guion. Los modelos a seguir para interpretar una adolescencia dramática abarcan desde García Lorca hasta Esquilo; desde Job hasta Elvira (la protagonista de En un año de 13 lunas, de Fassbinder). Buscaba soluciones en los personajes con los que me identificaba, aunque solo fuera parcialmente. Lo que pedía entonces a gritos era salir del mundo en el que creía que sobraba, en el que no había un sitio para mí y mi modo de vivirlo. De lo que no me daba cuenta era de que precisamente ese aullido era lo más característico del momento vital por el que estaba pasando; el gran rasgo distintivo del adolescente. El dolor de amor se filtró por otros lugares y enturbió mi visión genérica del mundo, pero el centro, sin lugar a dudas, era la emoción. “Todo se solucionaría”, pensaba, “si encontrara a mi media naranja”. Curiosamente, por más que lo intentaba, siempre elegía a aquel que menos posibilidades tenía de conquistar. Elegía, menuda palabreja… Del dolor de amor paso al dolor de mundo, que es el estadio en el que me encuentro ahora. Mi último amor —doloroso, por supuesto—, que no me correspondió más que en la cama, hizo evolucionar el dolor: del bosque de la emoción al páramo del mundo. Del “yo” al “ellos”. Javier es un filántropo pesimista doloroso. Un hombre de teatro que hace lo que hace (escribir teatros, dirigirlos) a su pesar. No tiene más remedio. Supura amor por la humanidad. Un amor inmenso, crecido en el detrito de la desesperanza, que sale por un

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agujero minúsculo. El dolor que eso genera es como el de un parto. Para entenderlo, hay que tener en cuenta las proporciones: el volumen de lo que sale afuera y la superficie del orificio de salida. Eso es exactamente desgarrador. Ahora me doy cuenta de lo que (me) he hecho con todos mis amados: pretender convertirme ellos. Para llevar a cabomiese objetivo durante dolorosísimo, pues supone mi previaendesaparición, he surtido biblioteca los últimos años con los manuales para el usuario del dolor: Leopoldo María Panero, Sylvia Plath, Raymond Carver, Peter Handke, Michel Foucault, Pier Paolo Pasolini, Angélica Liddell, Jean Genet y más. Leo para comprender el dolor y aprender así a usarlo, aprovecharlo. Para que hienda sus raíces en mi carne y dé sus frutos redondos, rompiendo mi piel hasta acabar conmigo de una vez por todas. Desde dentro. El dolor es, pues, la única certeza de que estoy vivo. Un bioquímico dirá que nos oxidamos, un físico apreciará la diferencia térmica. Mi evidencia es el dolor. El testigo de esa vida demasiado gruesa que atraviesa la estrecha llaga de nueve agujeros. Nacer es un accidente incómodo. Observar el mundo es una tarea difícil. Pero, como a la viejecita del chiste: “me gusta comentarlo”. Ahora mismo, en realidad tres meses antes, mi brazo continúa palpitando después del pico [de heroína]. Es contradictorio: estoy sorprendido de haber llegado a este punto. Este punto rojo en la flexura de mi codo derecho: Una noche más dormí con el pecado tiritando en el otro lado de la cama y con el punto clavado señalando en mi brazo la puerta de entrada.

Pero, al mismo tiempo, me parece un hecho de una lógica aplastante. La primera vez que probé la heroína tenía veinte o veintiún años. Fue con Lucas, en Vigo. De hecho Vigo y heroína forman un binomio conceptual bastante sólido en mi cabeza. No sé si me explico. Yo llevaba unos años yendo y viniendo de Vigo a Barcelona y al revés. Yendo y viniendo de una costa a la otra, bajo el signo de Jack Kerouak y On the Road. Fue en ese libro donde encontré una de las citas a las que más he recurrido en mi vida: “Desde las orillas donde hombres infinitesimales…”. Es una bella imagen: los seres humanos vistos desde tan lejos que se les puede aprehender como si fueran objetos cósmicos, y sus relaciones se captan como sistemas planetarios. Es curioso cómo las personas pueden llegar a convertirse en centros gravitatorios poderosos. Entonces también distingues sus satélites, sus soles, sus agujeros negros, sus agujeros pegajosos… ¡Se trata de verdaderas galaxias! In einem jahre mit 13 möon (o algo así) de Fassbinder es una película increíble. He dicho increíble. Este año es bisiesto. Tengo que averiguar cuántas lunas va a tener. La forma más rápida de hacerlo es viendo la peli de nuevo.

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Antes de los créditos hay una relación de los próximos años de trece lunas a partir del setenta y pico, pero no sé dónde guardé la peli la última vez que la vi. A veces creo ser, como Cortázar con aquel cuentito, víctima de la continuidad de los parques. Decía decidí probar la heroína, y me sentó de puta madre. Sería por que el año 1999.probarlo, Ha pasado bastante tiempo desde entonces. Desde 1998 hasta 2000 estuve viajando sin parar de una a otra punta de la península. Todo por Arte Nut, mi grupo de música. A nadie se le ocurre tener un grupo de música a mil kilómetros de casa. Vivía dos semanas en Barcelona y tres en Vigo. Tres aquí y un mes allí. Dos semanas, unos días, tres semanas, fin de año… Por eso Jack Kerouac y On the Road. Mientras estaba en Barcelona no pillaba ni metía. Así que desde ese 1999 mi consumo fue intermitente. En alguna ocasión, estando en Barcelona había tenido unas enormes ganas de pegarme una buena fumada, pero no era algo ni mucho menos habitual. Solo se quedaba en las ganas. Todo iba bien. El primer camello que recuerdo se llamaba Waldo (pronunciado güaldo). Era un ser retorcido sobre su propio cuerpo, como una cerilla carbonizada. Gafas como dos culos de botella, pelo rizado a lo Jackson Five, y con visibles entradas. Pantalones de chándal muy viejos y algo guarros y chaqueta tejana de borreguillo sobre una camiseta raída de Mortadelo y Filemón de cuando Verano azul. La ropa apenas le tocaba el cuerpecillo flaco y nudoso que tiritaba dentro de ese envoltorio casi transparente. Entonces eran mocos de mil pelas. Luego con el euro, los jipis los empezarían a pasar a siete euros. Un moco es una papela, es decir, una dosis, hecha con un pedazo de bolsa de plástico y quemada por la punta. Así que pillábamos de mil en mil pelas. “¿Tienes mil pelas?”. Al volver a casa o al llegar determinada hora de la tarde, yo esperaba oír la frase de labios de Lucas,y si no era pronunciada me jodía, pero me callaba. Hasta que pasé de joderme y quedarme callado y empecé a pedir por mi propia boquita. Así fue cómo descubrí una constante en todos los protocolos que rodean a las drogas. He dicho todos. “Romper una norma significa dos cosas. La primera es que esa ruptura es para siempre y es el inicio de una posterior sucesión de rupturas. Lasegunda es que ese proceso es irreversible”. Ayer rompí otra norma. Pillé en Tarragona. Es la primera vez desde que vine aquí a vivir. Llevaba ya más de tres años aquí y durante ese tiempo había evitado la tentación. Pero siempre hay una primera vez.No recuerdo cuál fue la anterior norma que rompí, ni el número que ocupaba como inscrita en esa cadena de rupturas. Pero sí recuerdo que esta vez no ha sido la primera. Recuerdo el primer porro en casa de Luis y Laura en Vallvidrera, en Barcelona. Esa noche acabé vomitando arrodillado ante la chimenea. Recuerdo que, tirado en un sofá, oía a Iván que me decía en tono burlón: “¡No es tan fácil ser quinqui!”. Es cierto. No es fácil. Recuerdo todos los polvos con Rafa. Recuerdo la primera paja en el salón de casa. Recuerdo una imagen mental cuasi fotográfica de la señora Maruja cambiándome los pañales. Recuerdo la

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única visita que mis tíos de Murcia nos hicieron en su vida. Recuerdo muchas cosas, pero no recuerdo cuál fue la última norma que rompí antes de esta. Pero sí recuerdo que esta vez no ha sido la primera. Recuerdo a Bea, mujer verdaderamente felina, en Bouzas, en un rincón del puerto, en el asiento del copiloto del mantener coche de Lucas, girando atrás. Mientras aguanta el aire para el humo dentroeldecuerpo sí, mehacia dice: “Lo mejor que puedes hacer es ni probarlo”, y luego suelta el humo. Lo probé al cabo de dos días. Recuerdo la sensación de bienestar, tumbado en el colchón que tiramos en el suelo, al lado de la cama de Lucas. Lucas acostumbraba a vomitar mucho. Yo casi nunca. Era como si mi cuerpo la hubiera estado esperando desde siempre. Como si la echara tanto de menos que hasta los efectos secundarios, como náuseas y vómitos, fueran bien recibidos y convertidos en más placer. Como con nostalgia. Decía que ayer rompí otra norma. Ayer era lunes de Pascua. En Cataluña es un día festivo. Está todo cerrado y los padrinos regalan monas de chocolate a sus ahijados. Monas de chocolate. A sus ahijados. Yo prefiero las de bizcocho. La mona de las terres de l’Ebre, de masa compacta y pesada, con un huevo duro encima. David se va al campo a comer la mona con sus cientos de sobrinos, y todos le cascan el huevo en la frente. Cuando lo cuenta grita y gesticula mucho, y se descojona de la risa. Es imposible no reírse cuando le oyes narrar la historia de sus sobrinos y la mona. De veras. Todo cerrado, decía. Todo cerrado y, además, la lluvia. Un monótono chispear constante y fino. Como si llovieran mariposas con alas finísimas de cristal. Alas como cuchillas. Cuando llueve así, no hay nadie por la calle. Y cuando no hay nadie por la calle, no puedes preguntarle a un yonqui dónde pillar. Cuando llueve así, además, todavía te sientes más yonqui y te entran aún más ganas de pillar. Le preguntas dónde arreglar algo y le dices que le invitas. Eso funciona siempre. Siempre que no llueva, claro. Puto día de la mona… En cierto modo está bien tener dificultades. Si pillar es tarea difícil, te puede dar más pereza. Eso solo significa que tardarás más. Pero acabarás pillando igual. A estas alturas notas un gusano creciendo dentro de tu cabeza. El yonqui del dolor se ha instalado en lo más recóndito y oscuro y está dispuesto a aniquilarte. Es carne de tu carne y sangre de tu sangre. La carne corrupta y la sangre podrida. Es el nacimiento de la tragedia. Es la Pasión de Cristo y es la Puta de la regeneración, ambas encarnadas al mismo tiempo. La Puta de la regeneración es yonqui. Como Cristo. Ellos son los yonquis del dolor. El nombre de la Puta de la regeneración no es David Nebreda. El nombre de la Puta de la regeneración no es Jesús de Nazaret. El nombre de la Puta de la regeneración es Elvira, la protagonista de In einem jahre mit 13 moön, la película de Fassbinder. Ella encarna a la perfección el ansia que devora al yonqui del dolor. Yo también me llamo Elvira, como todo el mundo. Yo soy la Puta y soy Jesús. Soy el Alfa y la Omega, y el mundo pasa por mí. Ahora os lo voy a explicar.

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El placer es algo difuso. Algo delgado. Se me escapa entre los dedos y solo quedan mis manos desnudas constatando el vacío. Mis manos unidas recogen el vacío. En cambio, el dolor es terriblemente luminoso. De una claridad espeluznante. Su mayor manifestación es la lux æterna que tan bien retrató György Ligeti. dolor es luz hiriente. El inmenso, el inabarcable dolor na de laElbasura deluna mundo refulge como una explosión atómica: hayque queemacontraer las pupilas. Mitigar el dolor cerrando las pupilas. Pupilas diminutas. Pupilas como puntas de alfiler. Por la luz del dolor. Ahora ya he explicado esto. ¿Ahora qué sucede? El goce es mínimo ahora. Aunque creo que siempre… Antes, al principio… O no tan al principio, más bien sería… Sería más correcto decir “Antes, desde el principio hasta hace unas semanas”. El goce es mínimo ahora. Antes, quiero decir desde el principio hasta hace unas semanas, el goce existía. Me metía algo y el dolor se desvanecía y la luz hiriente se oscurecía y el goce florecía en mí. Ahora es diferente. Aunque ya sospechaba algo. Me refiero a la ecuación de Burroughs: “Te lo quita todo, no te da nada”. En el fondo —o no tan en el fondo-fondo— sabía que al principio ya era el fin. Cuando las pupilas se empequeñecen, lo único que hacen es centrar la atención en una única cosa. La acción se va circunscribiendo cada vez más exclusivamente a conseguir más. Más polvo. ¿Cómo se hace un chino? Haces dos pedazos de un trozo de papel de plata. Uno grande, el otro más pequeño. Con el pequeño en una mano y el mechero en la otra, quemas la parte mate para eliminar rastros de humedad y polvo. Doblas hacia atrás los cuatro costados, de modo que obtengas un pequeño rectángulo cuya longitud en el lado más largo sea más o menos la de un cigarrillo con filtro. En uno de los lados cortos, vuelves a doblar hacia atrás las dos esquinas, de forma que quede una punta de flecha cortada. Tomas el papel así doblado en tu mano izquierda en el sentido de las líneas de la mano, cara mate boca arriba, y con el mechero haciendo las veces de rodillo, abarquillas el papel. Así es más fácil enrollarlo en la horma cilíndrica de un cigarrillo. Ya tienes el canelo. Se le puede poner el papel amarillo del filtro de un cigarrillo (sin fumar, claro) a modo de vitola. Es importante tener un buen rulo. La otra parte del papel será la superficie por donde correrá la gota. Realizas el quemado profiláctico de la cara mate y trazas un canal de lado a lado tomando el papel entre los dedos por extremos opuestos. Cortas el moco de caballo justo donde termina la parte quemada del extremo con unas tijeritas o un cortaúñas. Ahora viene una parte delicada. Coges el papel de plata con la mano izquierda y con la diestra viertes el contenido del moco en el canal, más cerca del lado derecho que del centro; con un mechero que dé poquita llama, derrites por debajo el polvo hasta convertirlo en líquido. Se pondrá de color caramelo. La gota está servida. Ha llegado el momento de fumar el caballo. Tomas el canelo suavemente entre tus labios por el extremo opuesto a la punta de flecha partida. Sostienes el papel con la mano izquierda, inclinándolo un poco para que la gota corra

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ayudada por la gravedad. Sueltas aire, enciendes el mechero con poca llama y acercas el canelo al papel, sin tocarlo y un par de dedos detrás de la gota. Sigues el canal con el mechero por debajo del papel y cuando llegas a la altura de la gota, chupas fuerte. Es mejor ir parando y coger poco humo y mucho aire en cada inspiración que dejar que seizquierdo escape porque chupas poco. Cuando la gota esté próxima a llegar al extremo del canal, trazas otro canal desde ese punto hasta el otro lado. Debes hacerlo nada más apagar el mechero, cuando la gota aún está caliente y flexible. Si esperas demasiado, se endurece y puede saltar al doblar el papel de plata. Luego giras 180º el papel y vuelves a empezar. La gota deja un rastro negruzco tras de sí. Hay que evitar pasar dos veces por el mismo sitio. Al final, una forma zigzagueante se ha dibujado en el papel. Es una firma especial. Una carretera con muchas curvas. Peligrosas. Tengo miedo de no tener polvo en los próximos días. Hoy no sé si acabaré yendo a pillar otra vez. Sigue lloviendo y el camello está en Barcelona, a una hora en tren. No quiero volver a pillar aquí. Esto es una locura. Una tensión constante entre el deseo y el mal. Quiero fumar para no sufrir, pero sé que cuando el humo se extinga, el dolor vendrá a por mí. El dolor crece insoportablemente entre las fibras de mi carne al irse los últimos efectos del jaco. Eso es al cabo de unos dos o tres días después de la última dosis. La suavísima solución de codeína que tengo no sé si será suficiente para amortiguar la terrible tristeza. Es el otro mono. El mono que abre las puertas de la cloaca. El mono que te agarra de la cabeza y te rompe el cuello y te abre el cráneo de un mordisco para comerse tus sesos a bocados. El mono te tritura la mente para acabar contigo desde dentro. Como el frío, el famoso frío que se genera en el interior de los huesos y te condena a vivir en un mundo-mazmorra allá donde estés, el mono trabaja desde dentro. Desde que dejé de currar en enero, no ha habido semana en la que no haya metido. Y estamos en abril. El ritmo fue creciendo hasta volverse casi diario. Cuando iba a Barcelona, pillaba calculando para toda la semana. Lo llamábamos “ir al súper”. Ahora he dejado de meter. De momento, no va mal. Algo de frío, pero nada más. Tal vez porque la heroína no ha abandonado del todo mi cuerpo. Solo espero que haga sol durante los próximos cuatro o cinco días. El mono está ahí, agazapado. Atento y expectante para saltar a tu cabeza y devorar tu cerebro a cucharadas. Siempre callado, siempre dormido, pero con un ojo abierto. El mono. Dormido mientras tenga droga, claro. Solo que cada vez pide más. Más droga para dormir. El mono eres tú. Y cada grano de polvo le da más energía al mono para saltar en el momento oportuno, al cortarse el suministro. Son ya las 18:40. Ya no voy. Ya me condené.Call me Ishmael. El leviatán espera su momento con infinita paciencia. Es la tenacidad insidiosa con la que muerde lo que me vuelve loco. Conocetodos mis secretos. Los entresijos de mis deseos más oscuros. Por eso el yonqui cree siempre que su pesar esel más hon-

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do, el más atroz y penoso, porque está diseñado a su medida. Descubres todo eso un poco tarde, pero tampoco demasiado, no jodamos. Hay un momento en el que la cosa es diferente y sabes que tienes que elegir. No sé qué porcentaje de voluntad habrá en esa elección, pero hay un poco. Creedme. A veces no la suficiente, es posible. a las ocasiones en una las que algo de decide por ti.enAunque se trata de eso.Me Sí,refiero al final, resulta que hay porción voluntad ese punto, esa voluntad se desplaza hacia algún objetivo y, al mismo tiempo, encuentra su energía para desplazarse en alguna poderosa motivación. Llega un día en el que te levantas jodido, atormentado. El mundo se muestra ante ti por la puerta de atrás. El retablo de la inmundicia está expuesto ante ti por la mañana, por la tarde, al irse el sol, sobre todo al irse el sol. El delirio opiáceo es así. El delirio, una sorpresa siempre atroz, un vértigo infinito de tristeza. No tienes alternativa. Es como si tuvieras los cristales de las gafas anímicas mal graduados y solo percibes la roída podredumbre. No sabes por qué, pero tienes nociones del motivo. Quiero decir que sabes que estás hundido porque te falta algo. Sabes que el mundo no puede haberse vuelto tan atroz de la noche a la mañana. Sabes que el mundo no ha cambiado, has cambiado tú mismo. Se trata de Sudas tu composición se ilumina y te entra miedo. miedo. química. Tu materia. El mundo Pupilas como puntas de alfiler. Dios ha decidido enviar a la tierra al nuevo Cristo. A la Puta de la regeneración. Un día, por la noche, Elvira florece dolorosamente en ti. Te abre la carne y rasga tu piel. Al despertar, las sábanas manchadas delatan el secreto de tu virgo inmaculado, que ha estallado en el parto. Esa explosión es una supernova y genera la luz que afila tus pupilas. Pero ya no tienes caballo para encoger tus pupilas, ahora tus ojos son dos pozos negros. El mundo reluce con la luz del espanto, te hiere con el brillo atroz del horror. Es la luz de Dios. Estoy seguro de ello. Entonces, rezas. Por primera vez en tu nueva vida, rezas. Como Wiechert, que no sé aún quién era. O como Ángela Figuera, que era mi tía abuela: Señor, guarda tus ángeles contigo. Son demasiado puros para mí. Me dan miedo. No pesan. No vacilan. Tienen cuerpos sin hambre, sin fiebre, sin lujuria. Pies que no dejan huella. Labios sin sed que saben tu palabra. Sus ojos que no lloran son atroces. En sus cándidas manos llevan cálices, palmas, incensarios, coronas, pavorosas espadas con el filo candente. Me dan miedo tus ángeles. Los pienso luminosos. Terribles de pureza. Crueles de hermosura. Impávidos, ungidos por suavísima sangre. Sus alas sobre todo, sus alas, ¿te das cuenta,

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Señor, de que me soldaste los pies a esta montaña, de cómo me dan miedo sus alas poderosas? Y Tú, que me humillaste la frente con ceniza, ¿no ves cómo me espantan sus frentes inmortales? Te alabo por tus ángeles, Señor, pero los temo. Consérvalos contigo. Son tus pájaros, cantan en tu oído el hosanna de la dicha perfecta. Te rodean y giran decorando tu gloria. Movilizan la brisa que perfuma tu trono. Pero Tú solo puedes contemplarlos sin miedo. Sólo Tú disciplinas sus magníficas huestes. Me dan miedo tus ángeles. Si yo encontrara alguno. Si un día, al despertarme, lo viera intacto y fúlgido a los pies de mi cama, yo, carne castigada, llorosa podredumbre, pecado repetido hacia la muerte, tendría que clavarme las uñas en los ojos.

El hábito absorbe e integra cualquier nueva característica. Esa es la historia de la obsesión. Una obsesión con un claro objetivo. En el fondo es la respuesta a un impulso autodestructivo. Quieres morir. Debes morir. No te mereces morir. No mueres en pago de nada. Debes morir y ya está. Un deber que se refiere a la necesidad, no coercitivo. Un deber contingente. Los mexicanos llaman al escalofrío “la muerte chiquita”. El delirio opiáceo podría ser otro tipo de muerte chiquita. Menos chiquita, pero igualmente muerte. Hablo del delirio, el período ansioso del sueño opiáceo. Pero creo que, en definitiva, cuando te metes en el ensueño, es para llegar a su fase delirante. La ansiedad te puede devorar en el intento, pero hay que lograr el objetivo. Se trata de morir en vida. Prepárate para descubrir algo gordo de verdad. Mueres lentamente. Bueno, mueres a la misma velocidad de siempre, lo que pasa es que esta vez te das cuenta. Sientes tu cuerpo luchando, trabajando para vivir. Para mantenerse a flote. Te das cuenta de que carece por completo de sentido. No va a ningún lugar. Está, es, sucede, funciona, pero no va y punto. Un trabajo echado a perder. Se trata —ahí está el srcen, el prana palpitante, pálpito en sí mismo— de aprehender esa noción frágil, sostenerla entre las manos y sentir cómo tiembla, cómo la vida misma vibra a través de ti, y cómo ese paso es doloroso. Te das cuenta de que todo aquello a lo que la gente llama vida no es más que aderezo. Azúcar. Para intentar disimular el dolor que produce la Vida al pasar por nosotros. Es horrible. Pupilas como puntas de alfiler. Un bioquímico diría que simplemente te oxidas. Cada uno espera que el otro pronuncie las palabras mágicas: “¿Vamos a pillar?”. Miro el techo de la habitación de D. Son ya muchos días despertando

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en esta cama, muchas noches dilatando el tiempo en su compañía. El primero que se levanta abre el postigo de la ventana y mira al cielo. Si lo siguiente es abrir la ventana, estamos salvados. Por unas horas: luce el sol. La luz retrasa el momento de ir a pillar. Solo lo retrasa. Nada más. Si lo que sucede es que se cierra deVuelve nuevoaellapostigo, estamos perdidos. se ha levantado, ha abierto y cerrado. cama sin decir nada. CadaD.uno, entonces, espera que el otro pronuncie las palabras mágicas: “¿Vamos a pillar?”. Somos los dos y ninguno. De nuestras gargantas rotas surge la frase, se desliza, repta como una oruga en nuestro oído interno. Pero nadie ha abierto la boca. Sin saber muy bien cómo, hemos llegado hasta ahí: estamos en la calle, vestidos, sucios, arrugados y casi desapareciendo dentro de nuestras pieles blancas. Nuestras bonitas pieles blancas. Nuestras bonitas pieles blancas de muselina. D. parece un fantasma. Así que también yo debo de parecerlo. Sombríos, lúgubres, vamos al café de Marta y desayunamos un café con leche y un bollo. Yo invito. Al salir a la calle, llamo a Begoña. Mis dedos, manchados de café y del azúcar del croissant , se pegan a las teclas. Es una sensación desagrada ble. Marco, sin querer marcar, mientras vamos, sin querer ir, hacia casa de B. Siempre en camino, siempre andando de acá para allá. Buscando al negro Pablo, buscando a Paco el gordito. Con Begoña es distinto. Con Begoña no hay fallo. Un día, alguien me lo dijo: “He descubierto un sitio donde pillar a cualquier hora del día”. Me alegré sin querer alegrarme. Era el supermarket . Miro el techo de la habitación de D. Son ya muchos días despertando en esta cama. El desorden reina en este cuarto. Ropa y más ropa. CD por el suelo, libros abiertos, cajetillas de tabaco vacías sembradas aquí y allá. Las sábanas, llenas de agujeros y manchas de ceniza. No me estorba. De verdad, no me molesta el desorden. Es un paisaje exterior acorde con mi paisaje interior. Hay —¿debe haber?— correspondencia. Por eso, al levantarse y descorrer las cortinas, se decide el modo en que pasaremos las horas siguientes. Por la consonancia del paisaje. La niebla, la lluvia, un cielo gris, nos recuerdan que nos falta algo. Me levanto y abro un postigo de un manotazo: llueve. “Llueve”, digo yo. Y nada. “Llueve”. D. sigue sin decir nada. “¿Vamos a pillar?”. Me ha salido el acento vigués. Normalmente, cada uno espera que sea el otro el que pronuncie las palabras mágicas. Hoy he sido yo, y no he esperado demasiado. David abre los ojos y habla: “Ve tú, si no te importa”. Habla con lentitud y pastosidad: “Ve tú, si no te importa”. Sin abrir la boca, su voz suena lúgubre y opaca. A lo mejor ni siquiera ha hablado, pero yo le he oído. Me visto. Me cuesta encontrar mi ropa. Siempre igual. Al final desisto y me pongo lo primero que encuentro. Ropa de D.: me viene grande. Se nota en los pantalones que, en mi trasero, parecen un saco. Me calzo los tenis sin calcetines. No los he buscado. Tampoco los encontraría. Voy así, disfrazado de aprendiz de yonqui. Bajo las escaleras torcidas tropezando con mis propios pies. Está oscuro, huele a humedad, a col hervida, a huevos podridos. Salgo a

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la calle y por poco no me da un síncope: me ciega la luz, el pesado brillo que refleja todo aquello que apesta, que pesa como doce mantas mojadas. El azote del dolor hincando uñas en mis venas me colapsa. Hay unas gotas finísimas que gravitan en el aire. No terminan de caer, no se deciden a mojar mi cara. Solo están que ahí. es Al como iniciarun la sudor marcha, mi piel tropieza con ellas y se humedece. Una lluvia prestado. Tengo que ir al supermarket. Ver a Begoña ya. Adopto la postura del Vigo-junk —tronco inclinado hacia adelante, manos cogidas por la espalda, mirada al suelo— y voy. Voy veloz a su casa. Me detengo a llamar por teléfono en la cabina de la calle de Sant Pau. Tardan en cogerlo. Descuelga Millaray, la adorable hijita de Begoña: “¿Quién es?”. Su vocecita me paraliza. Es la voz de una niña. Reacciono: “¡Milla! Soy Pau. ¿Te acuerdas de mí?”. Soy tan amable que doy asco. “¿Está tu madre?”. La niña tarda como cinco segundos en contestar. “Está durmiendo”. ¡Dios! ¡Son más de las tres de la tarde y está durmiendo! ¡Putos yonquis de los cojones! ¿Por qué está durmiendo? La mala puta de Begoña vende caballo, yo quiero caballo. ¿Por qué no está lista para vender? “¡Milla! ¡Millaray!”. Nadie contesta. “¡Millaray! ¡Dile quién soy! ¡Despiértala y dile que soy Pau! Anda, Milla… ¡Díselo! ¡Despiértala y díselo!”. Pasa un rato y Millaray contesta. “¿Me llevarás a ver los caballos?”. ¿Los caballos? ¿¡Qué putos caballos!? Dios mío… No me lo puedo creer, estoy camelándome a una niña de cinco años para conseguir droga. “¡Milla! ¡Despierta a mamá, anda! Dile que ha venido Pau. ¡Despiértala!”. Otra pausa. Esto es desesperante. Me quiero ir, joder, quiero salir de esta cabina, salir de este barrio ahora mismo y meterme en una cama. Cuando ya me he olvidado de ella, la niña me sobresalta diciendo: “Si la despierto, luego me regaña”. ¡Mecagüendiós! Tu madre no te va a reñir, niña; le voy a comprar cuatro mocos. Cuatro pollos así de gordos que le voy a pagar. No se va a enfadar. Va a ganar cuarenta euros de mierda solo por salir de la cama y abrir la puerta, no te va a regañar. “Pero Millaray, dile que soy yo, si le dices que soy yo, no te va a reñir”. Silencio, de nuevo. Y, luego, otra vez: “¡Es que luego me regaña! Se enfada cuando la despierto”. “¡Millaray! ¡Vamos! ¡Milla! ¿Estás ahí? ¡Milla!”. ¡Joder! Qué difícil es hacer razonar a una niña. “¡Millaray! ¡Dale el teléfono! Verás como esta vez no se enfada. ¡Dale el teléfono a mamá!”. Millaray está pensando, la oigo resoplar como evaluando diversas posibilidades: esto no…, esto tampoco… Respira profundamente, parece que tenga mocos. Debe de estar resfriada, por eso no está en el colegio. “¿Me llevarás a ver los caballos?”. Intento recordar de qué caballos habla, pero no soy capaz. No deja de ser irónico que la hija de un camello adore los caballos. “¿Los caballos?”, digo al fin. Millaray responde con un deje de esperanza: “¿Me llevarás? ¿Me llevarás a ver los caballos?”. Pienso. Rápido. Ya está: “Sí, ¡claro! Claro que te llevaré a ver los caballos. Ahora mismo te podría llevar. Pero necesito que mamá me dé permiso. Llévale el teléfono y dile que lo coja. ¡Anda, ve!”. “No están”, dice la niña. “¿No está el qué?”, pregunto yo. “No están los caballos”. “¿Por qué no están?”. “Dijiste

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que cuando llueve no están, que cuando llueve se van”. No recuerdo haber hablado de eso con Millaray. “¿Quieres jugar?”, le pregunto al fin. La niña responde con otra pregunta: “¿Por qué se van?”. “¿Quiénes?”. “Los caballos, ¿por qué…, dónde se van?”. “No sé, Milla… Supongo que al establo, eso es, se van al establo”. “¿El establo es su casa?”. “Sí, Millaray, el establo es su es casa. Cuando duermen, creo que también van ahí”. “El sitio donde duermen su casa”. “El sitio donde duermen, esa es su casa, sí”. La teoría funcionalista de Parsons. Es curioso, Leda me dio una bolita de resina de opio y le pregunté a Lucas cuándo me recomendaba tomarlo. “Cuando ardas en deseos de ir a pillar”. Lo curioso es que de eso hace ya tres días y no tengo ningunas ganas de ir a pillar. Tal vez ya he acabado esta fase del proceso. La teoría funcionalista de Parsons vería claramente que el sistema se ha sostenido por la casi perfecta economía del mismo. La mercancía: unas caricias robadas a hurtadillas a cambio de una dosis de lasitud moral: metemos-juntos-y-la-conciencia-nos-pesa-menos-menos. Sería una economía perfecta del todo si los combustibles no fueran limitados y contaminantes. La moneda: una gota que corre delante de ti, que se acaba y te embrutece. Limitado y contaminante. El lobo estepario se inserta. Han pasado cinco días desde el día en que Leda me dio la bolita. No sé qué hacer. Seguramente la guardaré una buena temporada. El opio potencia sus efectos si se cura bien curado. El lobo estepario de Hermann Hesse está siendo un tractact del lobo estepario. Es curiosa la forma en que las lecturas se insertan en los momentos más apropiados. Yo no sabía absolutamente nada de la novela de Hermann Hesse. Ha llegado a mí justo ahora. Cazo rojo. Para ser leído con la… sinfonía de Gustav Mahler o, en su defecto, la de Luciano Berio. Hoy salgo a comprar un cazo. Quiero un cazo rojo como mi viejo cazo rojo. Era un objeto muy preciado. Era del mismo color que mi cocina. Me había comprado mi cazo rojo en la tienda de unos chinos hace más de tres años. Era un objeto que se había conservado exactamente igual que cuando lo compré. No sufrió ningún desconchón. Eso que era un cazo de esos baratos, de latón porcelanizado, tan fácil de descascarillar como un huevo. Pero no se descascarilló, no. Lo chamusqué. Yo quería verlo envejecer, desconcharse conmigo. Era precioso y ligero. Muy ligero. Quiero uno igual, pobre de mí. Salgo tarde de casa. Hacia las 20:05. No sé cómo se me ocurre, teniendo en cuenta que las tiendas cierran a las 20:30. Primero voy a un todo-a-cien en la calle de Augusto. Me cuesta encontrar los cazos. Hay sartenes, muchas sartenes, sartenes grandes, sartenes medianas y pequeñas, cazuelas, ollas, cacer olas y, ahí, al cabo de una dosis de sensación de cinco minutos, aparecen: los cazos. Pocos cazos. Pocos. Pequeños y malos cazos. Cazos malos. Muy pequeños y muy malos. Salgo del todo-a-cien y decido —en tres ápices de segundo— ir al otro todo-a-cien, el de la plaza de Corsini. Llego raudo al mercado y entro al

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todo-a-cien. Voy rezando mi rosario: cazos-cazos-cazos-cazos-cazos-cazos-cazosrojos…, para terminar el recorrido exhaustivo por el local en el lugar de inicio. Ahí están: ¡mecagüendios, son enanos! Salgo. Rápido, a los chinos. Y voy a los chinos. De camino paso entre los puestos del mercadillo que ya están cerrando, me viene ¿Dónde a la cabeza débil noción de puesto de menaje enmi el mismo mercadillo. está, una dónde está? Camino veloz. Pienso veloz: cazo. Pienso: ya, un cazo. No tengo nada más que un bote infecto para calentar la leche. Necesito un cazo. ¡Ya sé! Acabo de recordar a tiempo para desviarme sin necesidad de desandar un trecho ya andado (me da una rabia que te cagas) dónde está el puesto. Siempre está ahí. Siempre. Es una expresión errónea. Lo sé porque he visto cómo el camionazo se largaba del lugar exacto donde, tres minutos antes, aún brillaba el acero moldeado en mil formas. Corrijámosla por siempre que esté, estará ahí. Tenedores, cuchillos, cazuelitas, cafeteras, cazos… Adiós, cazos del mercadillo. Hay que desandar para ir a los chinos. Bueno, pues se desanda. Los chinos no van a fallarte, si hace falta, te abren la tierra para ayudarte. Vamos a los chinos. Vamos. En los chinos, fue donde compré mi cazo rojo. Mi antiguo y bello cazo rojo, que consiguió imponer su color allí donde antes reinó el verde, cambiando el tono y carácter de mi cocina. En el camino, me intercepta el basurero de mi barrio, que tiene un pase anual del puto parque de atracciones donde trabajo. Tiene cara de perro. De culo de perro. Cara de culo peludo de perro. Ya me está tocando los cojones con su vida de perro. ¡Los chinos van a cerrar, joder! Me zafo al fin sin ser demasiado maleducado y llego al bazar de los chinos. Han pasado más de tres años desde que tenían esos preciosos cazos rojos. Era demasiado pedir que aún subsistiera alguno. Esta noche he tenido un sueño. Un sueño horripilante. Un sueño digno de un muerto. Bajo tierra, el mundo se ve de otra manera. Todo va más despacio, todo es más apacible bajo tierra. El dolor, la enfermedad…, todo pesa menos y se lleva mejor. No imaginé jamás que fuera a ser así. No imaginaba que, una vez mi cuerpo descansara a dos metros y medio bajo el suelo, fuera a ser capaz de pensar con esta lucidez, este brillo. Lo que me sorprende aún es esta capacidad de verlo todo, de estar en todo. Pondré un ejemplo: el Pandereta. El Pandereta se llama Joaquín, pero le llaman el Pandereta porque cuando se pone a recordar los viejos tiempos, siempre termina hablando del Seat Panda que tenía como si se tratara de un Alfa Romeo. El Pandereta habla de su linaje citando a los Borgia y a Leonor de Aquitania. Recuerda las inmensas fincas que heredó de su familia en Aragón y en La Rioja, y la media docena de cortijos y caserones que tenía en Jaén. Nadie sabe lo que pasó —él nunca lo explica— pero ahora el Pandereta no tiene nada. Bueno, sí que tiene. En vez del Seat Panda, tiene unas varices en las piernas que parecen lianas, unas varices rollizas que le revientan cada dos por tres, lo que le obliga a llevar las piernas constantemente envueltas en vendas. En ocasiones es papel. Papel higiénico. También tiene, en vez de tierras y casas en Aragón, una barba larga,

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enmarañada y tupida como un nido de arañas. En el fondo, la barba del Pandereta es un criadero de insectos. Esta mañana ha estado más de cuarenta minutos intentando peinarla y comiéndose algún que otro gusano o cualquier mierda con ojosbicho, algún que otro resto seco de comida. Lo sé porque lo he visto. dosinfecto días que bocado, así que, si es comida lo queEl haPandereta rescatado hace del nido deno suprueba barba, debe de estar realmente seca. Veo al Pandereta sentado en un poyo en el escaparate de un concesionario de la Seat. Tal vez sea la nostalgia lo que le ha llevado a elegir este lugar. El Pandereta es un romántico. Se mesa la barba y recuerda su Seat Panda. No mira al escaparate, no. Mira al frente y un poquito arriba. Una vez miró el escaparate y, mientras contemplaba un Seat León que daba vueltas en una plataforma giratoria, se sorprendió reflejado en el cristal. Pasaron cerca de dos horas y cuarto hasta que alguien avisó a una ambulancia. Los enfermeros estuvieron casi una hora sacándole cristales de la cara. Agarraban las pinzas con las manos enfundadas en esos guantes de látex que convierten las manos en manos mecánicas, manos de androide, y se aguantaban las náuseas como podían. El Pandereta les daba asco. Lo tendrían que haber afeitado para asegurarse de que no quedaba ni un solo cristal en su carne, pero lo dejaron así, con su nido de bichos y el dolor de siete cristalitos pequeños y afilados repartidos entre sus dos mejillas. Por eso el Pandereta no se deja tocar la cara. Aunque hace ya mucho tiempo que nadie le toca la cara. Hace ya mucho tiempo que nadie toca al Pandereta. Nadie comprende al Pandereta. También es cierto que nadie hace el esfuerzo por comprenderle. Pero, creedme: bajo tierra es todo tan fácil que casi da risa. Es tan sencillo pensar al Pandereta y saber… Todo el mundo lo cree loco, estúpido, grosero. Solo es porque va sucio y porque de su barba salen babosas y grillos a medio comer. Si hicieran el esfuerzo… De hecho —lo sé porque los veo—, cuando eran pequeños, los dos enfermeros solían cazar saltamontes, escarabajos, arañas y lagartijas, y no les daba asco. Solían quitarles las patas, arrancarles las alas, cortarles la cola, y no les daba asco. En cambio ahora les repugna librar a un mendigo de la tortura de siete cristales cortantes incrustados en la piel. Un mendigo que va sucio porque es un mendigo. Si el Pandereta hubiera sido una bella y limpia mendiga, a los dos enfermeros no les habría dado asco quitarle las patas, le habrían arrancado las alas, le habrían cortado la cola. Le habrían quitado la ropa y le habrían penetrado el coño y el culo con sus pollas enfundadas en esos guantes que convierten las pollas en pollas mecánicas, pollas de androide. Pero las mendigas bellas y limpias no existen, también eso se sabe bajo tierra. El Pandereta hoy está sereno. Triste, pero sereno. Piensa en su Seat Panda, piensa en Teresa, la puta del Acapulco, que de vez en cuando le arregla el precio, más por caridad que por gusto. Piensa en Bach y en la Pasión según San Mateo. El Pandereta conoce la Pasión al dedillo. Es algo que solo él sabe. Aunque ni él mismo sabe dónde la pudo aprender. Recita el aria más hermosa, el

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poema que tiene en su seno todos los poemas, el llanto del género humano que llora por el género humano: Erbarme dich, mein Gott, Schaue hier,um meiner Zähren willen. Herz un Auge weint vor dir bitterlich. Erbarme dich, mein Gott, um meiner Zähren willen.

Pero no levanta la voz. No. El rosario particular del Pandereta no traspasa la maraña de su barba, no se eleva en el aire como si fueran mariposas de colores. Musita los versos de Picander murmurando en voz baja, para sus babosas y sus grillos a medio comer. El Pandereta sabe que el dolor que siente es suyo y de nadie más. Es lo único de valor que tiene. Eso y la llave del Seat Panda que cuelga en su cuello con un cordel mugriento. Las dos propiedades más valiosas del Pandereta solo tienen valor para él. Nadie creería que esa llave es cierta. Nadie creería que esos versos y esas melodías son la verdadera Matthäus Passion de Bach. El Pandereta descubrió que sabía de memoria esa bendita música una noche en la que por poco pierde la vida. La poca vida que algunos creen que le queda. En esta noche, el Pandereta duerme como puede, aterido de frío bajo un porche, a la entrada de un supermercado Dia, protegido por una caja de nevera y dos mantas bastante sucias. Se despierta porque alguien le moja la cara. Es agradable: un líquido caliente le empapa la barba y la ropa. Abre los ojos: dos chavalines, uno con chándal del ejército español de tierra, el otro, con una cazadora Alfa y tejanos subidos de tiro, están de pie ante él. De sus pollas salen dos copiosos chorros de orina que impactan bellísimos, dorados, sobre la cara del Pandereta y empapan su ropa, las mantas, el cartón. El Pandereta tarda en reaccionar; bueno, no reacciona, se queda ahí, en sus cartones. En el fondo está caliente. “¿Aún tienes frío?”. Entonces ve la lata de gasolina a los pies del chavalito del chándal y todo sucede tan de prisa que no tiene tiempo ni siquiera para… Arder no es tan agradable como sentir el chorro de orina en la cara. El Pandereta y sus mantas y su caja de nevera son una bola de fuego. Le duele la piel, le duele el pelo, la barba, le duelen los ojos incendiados. Son cuchillos clavados en la piel, clavados en el pelo, en la barba, cuchillos clavados en sus ojos incendiados. Pero en vez de chillar como un puerco, el Pandereta abre la boca y entona el primer coro de la Pasión: Komt, ihr Töchter, helft mir klagen. Empieza a cantar por el principio y continúa. Interpreta todos los personajes, todas las voces, el Evangelista, Jesús, Pedro, Judas, Pilatos… Así hasta el fin, hasta el último gran coro que despide a Jesús en la tumba. Wir setzen un mit

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Tränen nieder. Su alemán es perfecto, su voz, afinadísima, un tenue murmullo

entre las llamas que nadie oye, ni siquiera él mismo sabe que está cantando. Al día siguiente, al abrir el súper, la chica tuvo que dar parte a la dirección para que viniera alguien a borrar la pintada en la persiana: “CONTRA LA INMIGRACIÓN, UNIDAD conidoesa de tan pie lúgubres resonancias. El Pandereta yaNAZIONAL”. no estaba. SeAsí, había porzeta su propio después de limpiarlo todo. Apenas quedaban restos de ceniza sobre la gran mancha negra que el fuego había dejado en el suelo. La mancha tenía forma de cara. Si uno se fijaba bien, podía distinguir unos ojos y una gran barba en esa mancha. He vuelto a pecar y lo estoy pagando. No he respetado la frecuencia escrupulosamente semanal de mis dosis y ahora estoy jodido. Aún me dejo engañar por la falsa sensación de “no pasará nada” al ir a pillar la segunda papela. Debería dejar de ver a D. si quiero abandonar el consumo. Ver esto escrito es crudo de cojones. Dejar de ver a alguien para no pillar. Nos necesitamos. Requerimos la presencia del otro para conseguir aflojar el cinturón de la conciencia. Quid pro quo. Uno enfría al otro los fuegos morales que le quieren impedir pecar contra sí mismo. Prefiero no seguir desarrollando ese tema. Me pone triste de verdad. De hecho, no sé de qué escribir. Tengo la sensación de que me repetiría sin parar. O peor aún: relataría cosas nuevas, pero parecerían las mismas. Hoy ha hecho un viento terrible. Un viento que quería barrer el planeta. No sé cómo no se me ha llevado. Tan poco era mi peso en el mundo. El viento soplaba fuerte —aún lo hace— y el aire se ha ido secando a lo largo del día. La sensación física es muy desagradable: la piel tira como si hubiera encogido dos tallas, parece que se vaya a romper en cualquier momento. Los labios se cortan y los ojos se irritan. Todo porque falta agua en el aire. Menuda frase, también, esta. El terror a que mi cuerpo traspasara mi piel, a que la máscara se levantara de una vez por todas, me ha mantenido pequeño, pequeñito en un rincón durante todo el día. Esta vez he logrado vivir con ello, en lugar de combatirlo. También soy así. Un poco eso. Un poco lo otro. El término de los días es la franja horaria en la que me encuentro mejor. Las mañanas son horribles. Desentrañar la madeja es una tarea difícil. Deshacer los nudos y verter la sangre podrida son tareas difíciles. Tirar del hilo y los tendones devorados. Georges Bataille decía que el residuo final, el éter o la nada en que se convierte la sangre podrida, salía por el culo. Otros decían que por la boca. Y aún había unos terceros que aseguraban que salía por el sexo. Yo digo que hay que cambiar el eje del punto de mira. No rotar sobre él, sino inclinarlo, mutarlo. Estamos poniendo ambos extremos del eje sobre un solo plano. Hay que imaginar qué pasa si no sale por fuera. Yo digo que no sale por fuera. Yo digo que sale por dentro. La comprensión del mundo abre llagas en las venas y la sangre podrida supura. Se derrama hacia adentro. Una vez allí, desaparece. La comprensión del mundo se realiza a través del método indirecto. Es una prueba sin el cadá-

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ver. Es el peso del alma. El sonido de la palmada con una sola mano, y el peso de la masa eléctrica. Como en esa canción de “Calla” que tanto me gusta. Es el peso del humo hallado en la ceniza. En el residuo. Comprender el mundo a través del desperdicio desvanecido del mundo. Podríamos decir que se trata del secreto deballenas la muerte del alma. somos el monstruo. Elinfinita obeso Leviatán. Las del horror nos Nosotros trituran las entrañas surcando la caverna de nuestros cuerpos. Me pregunto cómo lo hacen. Me lo he preguntado muchas veces: ¿cómo lo hacen? Quiero decir, toda esa gente, ¿cómo lo hacen? Cómo lo hacen para sobrevivir. Claro, lo deben de hacer como buenamente puedan. Como yo. Pero su método es distinto. Tal vez lo peor sea creerse todas estas películas. Lo digo por lo de la continuidad de los parques. En los últimos años he aprendido muchas cosas. He aprendido a besar a un hombre y a cruzar la calle sin que se note. He aprendido a negar la limosna y a vender el pan a precio de oro. A fundir un cuarto de polvo en una cucharilla y perforar mi piel sin sangrar ni una gota. Ahora se trata de aprender a vivir en el mundo olvidando las cuatro cosas que he aprendido. Me voy a la cama. Espero que mañana haya dejado de llover. Solo los días soleados me salvan de estallar en pedazos una y otra vez a cada rato, a cada paso. Este mensaje, profesor, es para pedirte un poco más de tiempo. Tengo escrita la re-re-re-corrección (todavía a mano) y ya estoy por cambiarla de nuevo. Algo no me gusta y lo quiero dejar un par de días en el cajón para leerlo después a ver qué pasa. Hablar de Javier no me acaba de convencer. Tú dirías que no se lo merece. Aunque no es guapo. Estate tranquilo que no te llegará más allá del martes o miércoles. Quique vuelve del festival de Avignon con su novia mulata que te cagas de buena y tres años menor que yo (doce menor que Quique) y, aparte de bloquearme y detenerme como una lápida, tendré mucho trabajo para deprimirme escuchando cómo follan sin parar en el piso de arriba de mi casa. Esta vez viene hasta con la gata (!). Será verdaderamente desesperante. Incluso he detectado una correlación entre las venidas a Tarragona de Adéline y los picos en mi obsesión autolesiva. Como un niño con síndrome de abandono. El caso es que cuando viene Adéline, soy incapaz de salir de un estado de caída perpetua. No consigo reponerme ni reaccionar ante nada porque toda mi atención está centrada en librarme de ellos. El problema, aparte de los usuales contratiempos derivados del amor tóxico del que acostumbro a adolecer, es que Quique vive en el piso inmediatamente superior al mío. Un piso exactamente igual al mío. Su cama presiona la mía. Sé, en todo momento, en qué parte de la casa está, sé si está meando, cagando, haciendo la comida o sacándose un moco. El techo de mi casa baja unos centímetros cada día dejándome menos aire que respirar. Sé que es absurdo seguir deseando que la situación (física) cambie, pero también se me hace imposible encontrar una sola pista que me acerque a la

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solución. Además Quique es una persona con una artillería repleta de ética y buenas intenciones que inutilizan cualquier insulto, cualquier caricia, cualquier cosa. Haga lo que haga, siempre creo que, si lo hago yo, le va a molestar (en el sentido de perturbar la paz y la calma, en el sentido de “ahora voy a tener queEstoy dedicar parte de mi escaso tiempo aunirme apaciguar los movimientos de Pau”). desorientadísimo. He intentado a ellos, pero no soporto escuchar cómo se llaman “cariño” el uno al otro. Es un pecado de envidia, claro: yo nunca pude llamarle cariño a él. No éramos novios. Sólo follábamos con un alto grado de complicidad, sí, pero todo de puertas para adentro. Que nada saliera afuera, que nadie supiera nada. Ahora me pesa su cuerpo sobre mí. Es como tener un fantasma. Hace ya más de un año que decidimos dejar de follar. Por un ataque de celos mío. El primero en cuatro años de relación abierta. ¿Por qué me dio entonces? Creo que empezó todo (ese punto en el que el proyectil lanzado al aire alcanza la velocidad cero y empieza a descender) un día en que volvíamos de un concierto de Don Simón y Telefunken. Fue en agosto. Volvíamos en coche y pasamos por “los campos de Dios”, un lugar entre Montblanc y Solivella en el que Dios se tumba a descansar escuchando algo de Bach. A Quique le entró el calentón y aPero mí me follar en La la carretera. ¡Mira que éramos desvergonzados! no,dio no corte me apetecía. sensación fue extraña. Extraña para los dos. Un poco como en aquel relato del “Autostop” que Kundera insertó en El libro de los amores ridículos (creo que era ahí). Me recordó a la misma sensación que tuve al detener un juego de cambio de identidades un día en que follábamos en mi casa y Quique interpretaba a Arcadio, un mago de Port Aventura que me gustaba mucho. Aquello me dio miedo. Lo otro, también. No sabría decir por qué. Quisiera que me dejaran en paz. Quisiera dejarlos enpaz. Pero ¿cómo hacerlo en estas circunstancias? Es como una canción que canto en mis conciertos: Te odio y sin embargo te quiero. Te odio y no puedo olvidarte. Me muero, vida mía, por verte. Porque si es que te quiero y te adoro y te quiero y no vivo sin ti. Mis noches son tristes. Me ciegan los celos. Quisiera matarte y besarte a la vez. El odio es cariño. No me cabe duda. Porque te odio y te quiero a la vez y no vivo sin ti.

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¿Qué hacer con todo esto? ¿Cómo librarme de ello? Ayer volvíamos en coche del parque [de atracciones] y le pregunté a Quique qué podía regalarle a Natalia. Él contestó, y luego le pregunté qué le diría a alguien que le hiciera la misma pregunta sobre mí. Me contestó que algo de literatura alemana, Holderlin o algopuedes así. Alpedir cabo una”. de unTras rato,unos me preguntó cosa pediría yo paraligeser feliz. “Solo minutos,qué le respondí que quería reza en mi mente. No quería algo más, sino algo menos. Menos peso, menos gravedad en mi cabeza, por favor. Recuerdo ahora el día en que mi padre vino a visitarme a donde ahora vivo. Yo llevaba ya cuatro años fuera de casa y él no había venido ni una sola vez. Entre su casa y la mía hay apenas cien kilómetros, y un buen surtido de trenes y carreteras. Considero que es poca distancia. Quiero decir con todo esto que me jodía que no viniera, que no tuviera curiosidad por saber cómo es mi primera casa propia. Lo que más me jodía era que me jodiese tanto. Hasta que un día me anuncia su venida para mañana. Pasé la noche en vela, discutiendo con un amigo sobre la necesidad de pedir cuentas a un padre. La necesidad de reparación: que sí, que no, que sí, que no…, hasta que amaneció. Mi padre llegó acompañado por mi hermano con su novia embarazada. Esa era toda la familia reunida. Cuando vamos a cenar, les cuento mi vida durante los últimos años. Explico que tengo un grupo de música, y que estoy cantando acompañado por mi propio instrumento. Que esa es mi apuesta para salir adelante. Les enseño mi álbum de proyectos vitales. Un poco para tranquilizarles a ellos, para decirles: “Eh, que todo va bien, estoy ocupado. Esta es mi vida y os invito a alegraros conmigo y por mí”. Un poco para tranquilizarme a mí, para sosegarme: “Tienes una vida como las demás. Es tuya y la estás contando a los que te quieren. Todo irá bien”. Hasta que mi padre me suelta: “Pero… con lo bien que lo haces, ¿por qué no te dedicas a tocar a Bach? Eres un genio, deberías tocar a Bach”. Escuchar esas palabras es como un eco de otra ocasión: en otro momento, seis o siete años atrás, mi padre me dijo exactamente lo mismo cuando le di a escuchar la maqueta de mi primer grupo de música, el grupo que tenía que cambiar el mundo. Entonces me peleé con él y estuvimos cerca de dos semanas sin hablarnos. Pero ahora, en mi terreno, mi reacción es distinta. Sin enfrentarme frontalmente, me pongo en su piel y uso su estilo. Sin gritar, no me cuesta trabajo iniciar un razonamiento casi cartesiano para captar su atención sin riesgo a desviarme del tema. No quiero hacerle cambiar de opinión. Solo deseo que él conozca mis razones y descubra el peso específico que estas tienen en el mundo, al margen de sus opiniones y deseos. “Papá, gracias por llamarme genio, sé que lo haces con la mejor intención del mundo, pero no vuelvas a hacerlo. Aunque lo pienses. No quiero tener tan alto el listón porque… ¿qué pasará cuando haga algo no genial? Papá, gracias por tus consejos, pero creo que sería mejor si tú escucharas la música que toco. Papá, no tienes la obligación de que te guste la música que interpreto. Si quieres,

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puedes aprender a tocar el piano y estudiar por ti mismo los preludios y fugas de Bach. Será mucho más agradable que pretender escucharlos de mis manos. No voy a tocar a Bach. Menos aún porque tú me lo pidas. Ya hay mucha gente tocando a Bach. No hay nadie tocando lo que yo toco. Si n o lo hago yo,tiende nadie hacia lo hará en mi lugar”. En ese momento comprendo queUna mi persona algún punto determinado. Una especie de sosiego. necesidad de calma o equilibrio». * * *

Bibliografía comentada

La presente bibliografía incluye las obras citadas en el texto del presente manual sobre auto/biografías, así como los estudios centrales sobre metodología cualitativa, especialmente sobre el análisis de historias de vida, así como lo especifico al envejecimiento y muerte. Incluye la bibliografía sociológica producida en España y las contribuciones internacionales más esenciales. Aparece brevemente comentada, para resaltar la importancia de las obras y ser más útil para continuar la investigación. Adorno, Theodor W. (1987). Bajo el signo de los astros. Barcelona: Laia,127 pp. La edición srcinal alemana es de 1975. Es un estudio de los horoscópos de periódicos en Los Ángeles en los años 1952 y 1953, con un análisis sociológico critico sobre el factor suerte en la vida humana. Agee, James y Evans, Walker (1965). Let Us Now Praise Famous Men: Three Tenant Families. London: Peter Owen. Existe una traducción al español: Elogiemos ahora a hombres famosos (Barcelona: Seix Barral, 1993), 397 pp., con un grupo de fotografías delante. La edición srcinal es de 1941, y es parte del proyecto sobre las condiciones de vida de tres familias de campesinos algodoneros de Alabama, dentro del trabajo de investigación que llevó a cabo la Farm Security Administration. Representa un estudio de historias de vida (tres familias) donde se resalta la dignidad de la pobreza. Es un clásico del análisis biográfico y comunitario, en que se combinan texto y fotografía. Aging and Society. Es la revista publicada por Cambridge University Press desde 1980. The Journal of The Centre for Policy on Ageing y The British Society of Gerontology. Es importante consultar los últimos números. Agustín, San (1954). Confesiones. Madrid: Espasa Calpe, 242 pp. (Colección Austral). Hay doce ediciones en esta colección entre 1954 y 1988. San Agustín nace en el año 354 (en Tagaste, Numidia) y muere en el año 430 (en Hipona). Alberdi, Inés y Escario, Pilar (1988). Estudio sociológico sobre las viudas en España. Madrid: Siglo XXI, 122 pp. Es parte del estudio doble —cuantitativo y cualitativo— de las viudas en España, realizado con un enfoque sociológico. Aporta datos e ideas valiosas. Allué, Marta (1996). Perder la piel. Barcelona: Seix Barral. Autobiografía de una antropóloga en que relata su accidente, y el itinerario dentro del hospital, así como las relaciones con el personal sanitario. Escalofriante.

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Almarcha, Amparo; González, Patricia y Román, Laura (eds.) (2017). Donde la sociología te lleve: Miscelánea en torno a la figura de Benjamín González Rodríguez. La Coruña: Servicio de Publicaciones de la Universidad de la Coruña, 700 pp. Es un libro in memoriam del sociólogo español Benjamín González. Incluye diversas memorias biográficas. Excelente ejemplo de una persona vista desde diversos ángulos. Léase mi contribución en este volumen sobre «El más allá» y todo el capítulo 4. Altarriba, Francesc X.; Cammany, Rosa y Corominas, August (1989). La tercera edad . Barcelona: La Vanguardia, 1989, 63 pp. Es el número 6 de la conocida colección de Guías. Es un manual de difusión popular (se regalaba con el ejemplar dominical del periódico La Vanguardia). Incluye temas de ancianidad relacionados con nutrición, sexualidad, rehabilitación, familia, ocio, instituciones e incluso unas «normas básicas para envejecer mejor». Álvarez, Carlos; Buxó, M. Jesús y Rodríguez Becerra, Salvador (eds.) (1989). La religiosidad popular. Vol. 2, Vida y muerte: La imaginación religiosa. Barcelona: Anthropos y Fundación Machado, 1989, 637 pp. Incluye diez trabajos sobre «La muerte y su entorno». Ariès, Philippe (1974). Western Attitudes Toward Death: From the Middle Ages to the Present. Baltimore: Johns Hopkins Press, 111 pp. Son cuatro conferencias en The Johns Hopkins in Comparative History en abril de 1973, sobre la visión histórica de la Symposia muerte propia y la de otras personas en Occidente, así como las razones del tabú actual sobre la muerte. Ariès, Philippe (1981). The Hour of Our Death. London: Penguin, 1981. Edición srcinal en 1977. Ariès, Philippe (1982). La muerte en Occidente . Barcelona: Argos Vergara. Aristóteles (1962). Del sentido y lo sensible y De la memoria y el recuerdo. Madrid: Aguilar, 99 pp. Es traducción del griego de Francisco de P. Samaranch. De la memoria y el recuerdo aparece en las páginas 81-98. Balán, Jorge (ed.) (1974). Las historias de vida en ciencias sociales: teoría y técnica. Buenos Aires: Nueva Visión. Aunque antiguo es el mejor texto en español anterior al de Juan J. Pujadas. Incluye un artículo seminal de Juan F. Marsal. Bañuelos, Carmen (ed.) (1994). «Perspectivas en Sociología del Cuerpo». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 68: 261. Incluye nueve artículos, entre otros de Bryan S. Turner y de David Le Breton (entre los extranjeros). Incluye una bibliografía interesante (pp. 225-233). Barenys, María Pía (1991). Residencias de ancianos: análisis sociológico. Barcelona: Fundación Caixa de Pensions, 191 pp. Estudio premiado sobre los ancianos/as en residencias en el ámbito catalán. Investigación con un enfoque netamente sociológico. Bauman, Zygmunt (1989). Modernity and the Holocaust. Cambridge: Polity. Bauman, Zygmunt (1992). Mortality and Immortality and Other Life Strategies. Cambridge: Polity Press. Uno de los libros sociológicos teóricos más importantes sobre el tema de la muerte. Intento de reinterpretación del proceso de morir, ser moribundo, y muerte desde un análisis posmoderno. Bauman, Zygmunt (1995). Life in Fragments: Essays in Postmodern Morality. Oxford: Blackwell, 293 pp. Es continuación de Postmodern Ethics (Blackwell, 1993). Es un excelente libro sobre la teoría del posmodernismo. Es importante leer el capítulo 2,

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«Forms of togetherness» (pp. 44-71), y el capítulo 3, «Broken lives, broken strategies» (pp. 72-104). Bauman, Zygmunt (2000). Liquid Modernity. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 228 pp. Libro en el que se expone la teoría de la sociedad líquida. Posibilidad de aplicarla a las auto/biografías actuales. Bazo, María Teresa (1990). La sociedad anciana. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, Siglo XXI, 223 pp. Un estudio sociológico global sobre la ancianidad en Bilbao, utilizando una encuesta. Es uno de los mejores estudios sociológicos sobre el tema de la ancianidad en España. Bazo, María Teresa (1992). «La ancianidad a través de los/as jóvenes». Papers: Revista de Sociología, 40: 57-73. Un artículo analizando la visión de los jóvenes (277 universitarios/as en el País Vasco) ante la vejez y las personas ancianas. Bazo, María Teresa (1992). La ancianidad del futuro. Barcelona: SG Editores y Fundación Caja de Madrid, 326 pp. Un análisis cualitativo de la ancianidad positiva. Incluye una docena de entrevistas en profundidad ordenadas por edades (de 65 a 103 años). Incluye un estudio sobre la sociología de la vejez, y unas conclusiones analíticas de las entrevistas. Obtuvo el primer premio de investigación de la Fundación Caja Madrid en 1992. Sociedades y solidaridad Bazo, María Teresa (1993). . Lejona: Universidad del País Vasco, 161envejecidas pp, mimeografiado. Un intergeneracional libro inédito sobre la vejez en sus relaciones familiares, el intercambio entre generaciones, y las relaciones específicas entre jóvenes y personas ancianas (del estilo de abuelos-nietos, ambos géneros). Incluye además algunas ideas básicas sobre educación para la vejez. Beauvoir, Simone de (1974). La ceremonia del adiós, seguido de Conversaciones con Jean Paul Sartre agosto-septiembre. Barcelona: Edhasa, 1982, 551 pp. Edición srcinal en francés en 1981. Incluye una narración de su relación con Sartre entre los años 1970 y 1980, y de la senilidad de Sartre. Beauvoir, Simone de (1982). Una muerte muy dulce . Barcelona: Edhasa-Sudamericana, 155 pp. Primero publicada en francés en 1964. Es una reflexión intimista y un diario sobre la muerte de su madre. Becker, Ernest (1973). The Denial of Death. New York: Free Press, 1973, 314 pp. Una visión antropológica y filosófica de la muerte desde las hipótesis del heroísmo en la sociedad contemporánea. Becker, Howard S. (1982). Art Worlds. Berkeley: University of California Press, 392 pp. Discute el concepto de canon. Becker, Howard S. (1986). Doing Things Together: Selected Papers. Evanston, Illinois: Northwestern University Press, 342 pp. Una colección de sus mejores artículos. Becker, Howard S. (1986). Writing For Social Scientists. Chicago, University Press. Uno de los capítulos está escrito por Pamela Richards. Becker, Howard S. y McCall, Michal M. (1990). Symbolic Interaction and Cultural Studies. Chicago: The University of Chicago Press, 286 pp. Behar, Ruth (1991). «Death and memory: from Santa María del Monte to Miami Beach». Cultural Antropology, 6 (3): 346-384. Belenky, Mary F. et al. (1986). Women’s Ways of Knowing: The Development of Self, Voice And Mind. New York: Basic Book.

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Bellah, Robert N., et al. (1985). Habits of the Heart: Individualism and Commitment in American Life. New York: Harper and Row, 356 pp. Un análisis de los valores de los/as estadounidenses, especialmente sobre el individualismo de los años ochenta. Se divide en dos partes: la vida privada y la vida pública. Berger, John y Mohr, Jean (1967). A Fortunate Man. New York: Pantheon Books. 177 pp. Es la historia de John Sassall, un médico de pueblo en Inglaterra, incluyendo una mezcla bien lograda de fotografías y texto. Berger, Peter (1967). The Sacred Canopy: Elements of A Sociological Theory of Religion. New York: Doubleday. Presenta algunas ideas básicas sobre muerte. Bergman, Ingmar (1988). Linterna mágica. Barcelona: Tusquets, 319 pp. Veáse la continuación en la misma editorial, Imágenes (1992). Es una autobiografía intimista y profesional. Bertaux, Daniel (ed.) (1981). Biography and Society: The Life History Approach in the Social Sciences. Beverly Hills, California: Sage, 309 pp. Uno de los manuales básicos del análisis biográfico. Incluye 17 estudios diferentes. «Biography and Autobiography in Sociology» (1993). Sociology: The Journal of the British Sociological Association, 27(1, febrero): 1-197 (número monográfico). Colección de 15 artículos sobre los métodos biográficos y las historias de vida, también sobreEstudia el análisis con autobiografías. Incluye aspectos éticos de veracidad histórica. la forma en que lo personal puede convertirse enysocial, y las limitaciones (y ventajas) sociológicas. Blau, Francine D.; Brinton, Mary C. y Grusky, David B. (eds.) (2006). The Declining Significance of Gender? New York: Russell Sage Foundation, 296 pp. Es importante para la elaboración de auto/biografías de mujeres. Ver especialmente los capítulos 1, «The declining significance of gender» (por los tres autores), capítulo 3, «The rising (and then declining) significance of gender» (por Claudia Goldin), capítulo 7, «Opposing forces: How, why, and when will gender inequality disappear?» (por Robert M. Jackson), y capítulo 8, «Toward gender equality: Progress and bottlenecks» (por Paula England), pp. 245-264. Blau, Peter M. (1994). Structural Contexts of Opportunities. Chicago: The University of Chicago Press, 1994, 229 pp. Blumer, Herbert (1982). El interaccionismo simbólico. Barcelona: Hora. La edición srcinal en inglés es de 1969 editada por Prentice Hall. Bogdan, Robert (1974). Being Different: The Autobiography of Jane Fry. London: John Wiley. Es la historia de una transexual (nacido varón pero) que se considera mujer. Es una de las historias de vida clásicas, que forma parte del repertorio estándar. Bok, Derek (2010). The Politics of Happiness: What Government Can Learn From the New Research on Well-Being. Princeton: Princeton University Press, 262 pp. Leer especialmente el capítulo «What investigators have discovered» (pp. 9-31). Tiene muchas ideas sobre los estilos de vida, itinerario vitales, y la calidad de vida. Bok, Sissela (2010). Exploring Happiness: From Aristotle to Brain Science. New Haven, Connecticut: Yale University Press, 218 pp. Es una visión más filosófica de la felicidad. Bolton, Richard (ed.) (1989). The Contest of Meaning: Critical Histories of Photography. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press, 407 pp. Leer muy especialmente el apartado final sobre «What are the politics of photographic truth?», especialmente

AUTO/BIOGRAFÍAS

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el capítulo de Martha Rosler titulado «In, around, and afterthoughts (on documentary photography)», pp. 303-340 en donde se analiza la refotografía. Bourdieu, Pierre (1989). «La ilusión biográfica». Historia y Fuente Oral 2, pp. 27-33. Brandes, Stanley (1980). Methaphors of Masculinity: Sex and Status in Andalusian Folklore. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 236 pp. La edición española es: Metáforas de la masculinidad. Madrid: Taurus, 1991. Brandes, Stanley (1983). «Les autobiografies etnogràfiques en l’antropologia americana». Arxiu d’Etnografía de Catalunya, 2: 99-128. Brandes, Stanley (1985). Forty: The Age and the Symbol. Knoxville: The University of Tennessee Press, 153 pp. Un análisis de la simbología cultural del número 40, y sobre todo de la llamada crisis de madurez de esos años. Su hipótesis es que es una invención cultural. Es un libro agudo, lleno de ideas generacionales y antropológicas. Brim, Orville G.; Freeman, Howard E.; Levine, Sol y Scotch, Norman A. (eds.) (1970). The Dying Patient. New York: Russell Sage Foundation, 390 pp. Uno de los estudios clásicos sobre el proceso de morir. Incluye 14 capítulos y una bibliografía comentada sobre el tema. Brown, Doress Paula; Siegal Laskin, Diana et al. (1987). Ourselves, Growing Older. New York: Simon and Schuster, 511 pp. Uno de los estudios más importantes sobre el tema de la ancianidad, realizado por el Colectivo de Salud de las Mujeres de Boston. Mantiene un enfoque innovador, comprehensivo, con un análisis cualitativo importante. No existe un estudio similar en nuestro país. Se pueden comparar algunos datos e ideas con el informe srcinario Our Bodies, Ourselves. Brown, Judith C. (1986). Immodest Acts: The Life of a Lesbian Nun in Renaissance Italy. New York: Oxford University Press, 1986, 214 pp. La reconstrucción de la vida monacal en Italia con base en los archivos de la Inquisición por el juicio de una abadesa lesbiana. Un trabajo de historias de vida similar al de Carlo Ginzburg. Buxó, María Jesús (ed.) (1999). De la investigación audiovisual. Barcelona: Proyecto A, 165 pp. Incluye fotografía, cine, vídeo, y televisión. Importante para la aplicación de la imagen a las auto/biografías, e incluso para realización de auto/biografías visuales. Caballero, Marta (2014). Tres tiempos: Cambio social en tres generaciones de mujeres en México. Se trata de abuelas, madres, e hijas. Es una tesis doctoral en El Colegio de México, en México Ciudad. Luego publicada en AM Editores y la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (en Cuernavaca), 339 pp. Excelente entrelazado de mujeres mexicanas, con estudios universitarios, entrevistando también a sus madres y abuelas. Marta Caballero es una investigadora social catalana, afincada en México, con una (relativa) perspectiva de outsider. Excelente. Caïs, Jordi; Castilla, Emilio J. y Miguel, Jesús M. De (1993). Desigualdad y morbilidad. Madrid: Fundación Argentaria, 91 pp. Es parte del primer congreso sobre desigualdad organizado por la Fundación Argentaria en Madrid (Palacio de Congresos, mayo, 1993). Un estudio detallado de la Encuesta de Morbilidad Hospitalaria del INE, y los procesos de cambio durante una década (1980-1990). Estudia con especial detalle las diferencias por grupos de edad, incluyendo diversos tipos de ancianos/as. Campo, Salustiano del (1991). La nueva familia española. Madrid: Eudema. Manual revisado de sociología de la familia en nuestro país, que incluye los temas básicos

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de ancianidad. Pone al día un manual de 1985 (con Manuel Navarro) publicado por Ariel. Campo, Salustiano del y Navarro, Manuel (1987). Nuevo análisis de la población española. Barcelona: Ariel, 261 pp. Un estudio global sobre población en nuestro país, realizado por estos dos catedráticos de la Universidad Complutense. Recoge hipótesis y debates sobre los temas de población, incluyendo el tema de envejecimiento general de la población, y estructura de edades. Campo, Salustiano del (ed.) (1991). Tendencias sociales en España, 1960-1990. Bilbao: Fundación BBV, 3 vols. (pp. 585, 607 y 559). Análisis sobre el cambio social en España como parte de los estudios del Grupo Internacional de Cartografía Social Comparada (son ocho países). Incluye capítulos sobre juventud, tercera edad y relaciones de parentesco (los tres escritos por Manuel Navarro), y una parte final sobre actitudes y valores. Camprubí, Zenobia (1993-1995). Diarios. Madrid: Alianza. Son dos volúmenes (de los tres que se publican) con los diarios sobre su vida con su marido (Juan R. Jiménez) en el exilio. El primer volumen abarca la estancia en Cuba (1937-1939), y el segundo volumen, en Estados Unidos (1939-1951). El tercero se refiere a la última estancia en Puerto Rico (1951-1956). Cardín, Alberto (1990). Lo próximo y lo ajeno. Barcelona: Icaria. Carnero Felipe, Ramón Manuel (1984). Pereruela de Sayago: La parroquia, la desamortización y los Docampo. Salamanca: Gráfica Varona, 89 pp. Un libro pequeño, autoeditado, sobre el pueblo de Pereruela, en Zamora, que incluye la finca de Judiez. Cartwright, Anne, et al. (1973). Life Before Death. London: Routledge, 1973. Castaneda, Carlos (1968). The Teachings of Don Juan. Harmondsworth: Penguin. La historia de un mago indio yacqui, que bordea la ficción. Referente obligado en la literatura de las historias de vida. Es una tesis doctoral de sociología, a pesar de incluir aspectos ficticios en el relato. Castilla, Emilio J. (1992). «Para la investigación de estructuras grandes, procesos amplios, y comparaciones enormes». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 60: 129-145. Cátedra, María (1988). La muerte y otros mundos. Madrid: Júcar Universidad, 488 pp. El subtítulo describe el estudio: Enfermedad, suicidio, muerte y más allá entre los vaqueiros alzada Es una de las mejoresIndirectamente investigacionesse antropológicas españolas sobre eldetema de. enfermedad y muerte. trata el tema de enve-

jecimiento en relación con la morbilidad y la mortalidad. Castro, Luis N. de (1932). Hombres rotos: la emoción, el dolor, la enfermedad, el deseo de vivir y la muerte de los tuberculosos. Madrid: Ediciones Ulises, 206 pp. Chaves Nogales, Manuel (2016). Juan Belmonte, matador de toros: Su vida y sus hazañas. 9ª ed. Barcelona: Libros del Asteroide, 343 pp. La edición srcinal es de 1935. Biografía —pero en primer persona— del mítico torero Belmonte. En abril de 1962, casi con 70 años, Belmonte se suicida con un tiro en la sien. Es en parte una biografía novelada, de extraordinario valor. Cibrián, Ramiro (2016). «Benjamín González y otros compañeros de Yale» (14 pp.). En: Almarcha, Amparo; González, Patricia y Román, Laura (eds.). Donde la Sociología te lleve: Miscelánea en torno a la figura de Benjamín González Rodríguez. La Coruña: Universidad de A Coruña, y Centro de Investigaciones Sociológicas, en el capítulo 4, a partir de la página 366. Recomiendo mucho su lectura.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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Clark, David, (ed.) (1993). The Sociology of Death: Theory, Culture, Practice. Oxford: Blackwell Publishers y The Sociological Review, 302 pp. Trece artículos sobre sociología de la muerte. Uno de los libros más interesantes de sociología de la muerte. Es importante leer los artículos de Philip Mellor («Death in high modernity: The contemporary presence and absence of death»), Michael Mulkay («Social death in Britain»), Sheila Adams («A gendered history of the social management of death and dying in Foleshill, Coventry, during the inter-war years»), y sobre todo Tony Walter («Sociologists never die: British sociology and death»). Collado, Ana (1989). «Efectos no deseados del proceso de envejecimento de la sociedad española». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 48: 199-209. Un artículo sobre la demografía del proceso de envejecimiento de la población española. Collado, Ana, Domínguez Alcón, Carmen y Miguel, Jesús M. De (1991). Estructuras de la prevención de deficiencias: El caso de Barcelona. Madrid: Real Patronato de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalías del Ministerio de Asuntos Sociales, 500 pp. Un análisis de dedimi (deficiencias, discapacidades y minusvalías) utilizando los datos del INE, y una encuesta ad hoc realizada en la provincia de Barcelona. Incluye un análisis detallado de las relaciones entre vejez y dedimi. Los datos de la «Encuesta sobre discapacidades, deficiencias, y minusvalías» del INE, de 1987, se analizan con detalle. Conwell, Chic, veáse Sutherland, Edwin H. Coupeland, Douglas (1993). Generación X. Barcelona: Ediciones B, 256 pp. El libro que dio srcen a la polémica sobre la «generación X». Cruz, Pepa y Cobo, Rosa (1990). Situación social de los viejos en España. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 100 pp. Es el número 21 de la colección de Estudios y Encuestas, en que se analiza una encuesta general sobre el tema realizado por el CIS, a una muestra nacional. De Miguel, Amando (1995). La España de nuestros abuelos: Historia íntima de una época. Madrid: Espasa Calpe, 325 pp. Es un excelente análisis de la vida cotidiana española de a principios del siglo XX a partir de las novelas costumbristas de la época. Está organizado en forma de diccionario. De Miguel, Amando (2010). Memorias y desahogos. Madrid: Ediciones Infova, 610 pp. Una autobiografía excelente de un sociólogo español. Imprescindible para entender el desarrollo de la sociología en España en el siglo XX. Contiene abundante material gráfico. Es lectura indispensable. De Miguel, Jesús M. (1979). El mito de la inmaculada concepción. Barcelona: Anagrama, 158 pp. Ideologías de los ginecólogos españoles sobre la mujer. De Miguel, Jesús M. (1984). La amorosa dictadura. Barcelona: Anagrama, 238 pp. Ideologías de los pediatras españoles sobre los niños/as. De Miguel, Jesús M. y Díez Nicolás, Juan (1985). Políticas de población. Madrid: Espasa Calpe, 302 pp. Es un primer estudio sobre políticas de población en España, analizando globalmente desde los procesos demográficos a los de salud pública, en el panorama europeo y mundial. Incluye un capítulo entero (el noveno) sobre tendencias en la ancianidad (pp. 181-203). Es un texto básico para entender los procesos de cambio generacional en el contexto de las sociedades avanzadas. Contiene numerosos datos españoles y mundiales.

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De Miguel, Jesús M. y Moyer, Melissa G.(1988). La cárcel de las palabras. Bilbao: Desclée De Brouwer. Un análisis sobre la utilización de las palabras para generar y reflejar desigualdades por género, edad y clase social. De Miguel, Jesús M. (1988). «Las madres solteras: Historias de mujeres sin historia». En: Iglesias de Ussel, Julio (ed.). Familias monoparentales. Madrid: Instituto de la Mujer, 223 pp.: 79-97 De Miguel, Jesús M. (1990). El mito de la sociedad organizada. Barcelona: Península. De Miguel, Jesús M. y Kirp, David L. (1992). «Spain: an Epidemic of Denial». En: Kirp, David L. y Ronald Bayer, Ronald (eds.). AIDS in the Industrialized Democracies: Passions, Politics, and Policies. New Brunswick, New Jersey: Rutgers University Press, pp. 168-184. De Miguel, Jesús M. (1994). «La España del cambio». En: Fundación Foessa (ed.). Quinto informe sociológico sobre la situación social en España: La sociedad para todos en el año 2000. Madrid: Fundación Foessa, pp. 1-144. De Miguel, Jesús M.; Castilla, Emilio J. y Caïs, Jordi (1994). La sociedad transversal.

Barcelona: Fundación La Caixa, 312 pp. Un análisis de los valores, historias de vida, y creencias de tres generaciones de españoles en un corte del tiempo: generación de la Guerra Civil, la generación del 68, y la generación X. Realizado con entrevistas en profundidad e historias de vida. Incluye un capítulo teórico y metodológico sobre la construcción de la realidad social a partir de textos autobiográficos. De Miguel, Jesús M. (1995). «Matar al padre: Un modelo de reconstrucción del conflicto social desde la Sociología de las Organizaciones». Papers: Revista de Sociología, 47 (1995): 31-53. De Miguel, Jesús M. (1995). Análisis sociológico del rol social del anciano por cohortes en España . Madrid: Fundación Caja de Madrid, mimeografiado. De Miguel, Jesús M. (1995). «El último deseo: Moribundez y muerte por cohortes en España», Quinto Congreso Español de Sociología (Granada, 28-30 septiembre 1995). Presentado en el Grupo de Trabajo 12, Sociología de la Salud. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 71/72: 109-156. De Miguel, Jesús M. (1998). Estructura y cambio social en España. Madrid: Alianza Editorial, 681 pp. Sirve para encajar una auto/biografía dentro del cambio social español. Sociología Visual. Madrid: De Miguel, Jesús Sociológicas, M. y Pinto, Carmelo Centro de Investigaciones 299 pp.(2002). Es el análisis monográfico del estudio fotográfico y de encuesta de Eugene W. Smith sobre Deleitosa, en Extremadura, en el año 1950 «A Spanish Village» a partir de los ficheros y archivos del Center for Creative Photography, en la Universidad de Arizona. Carmelo Pinto realizó luego un vídeo sobre El Americano, muy interesante de visionar. De Miguel, Jesús M. (2004). «La memoria perdida: The lost memory». Revista de Antropología Social, 13, pp. 9-35. Un análisis de auto/biografía sobre documentos incompletos. De Miguel, Jesús M. (2018). Echa pan y cubre. Barcelona: Universitat de Barcelona, 312 pp. Historia de vida de Diego de Miguel ordenada cronológicamente y dividida en ocho períodos. Incluye una introducción teórica sobre autobiografías ventana y autobiografías espejo. Realizado mediante entrevistas grabadas magnetofónicamente durante un período de más de un año. Incluye su nacimiento en Castilla,

estancia de una década en el País Vasco, y su migración definitiva a Madrid. Es

AUTO/BIOGRAFÍAS

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también la historia del paso de la vida rural a la vida urbana; así como un proceso de movilidad social descendente y luego ascendente (intergeneracional). Denzin, Norman K. (1989). Interpretive Biography. Newbury Park, California: Sage, 93 pp. Es parte de la colección de libros de Qualitative Research Methods Series (número 17). Es un manual excelente sobre análisis biográfico. Denzin, Norman K. (1989).Interpretive Interactionism. Newbury Park, California: Sage, 160 pp. En la colección Applied Social Research Methods Series (es el número 16). Descartes, René (1954). Discurso del método. Buenos Aires: Aguilar, 127 pp. Edición srcinal en 1637 publicada en Leyden, y titulada Discours de la méthode pour bien conduire sa raison et chercher la vérité dans les sciences. Desroche, Henri (1984). Theorie et pratique de I’autobiographic raisonnée. Ottawa: Université d’Ottawa, 125 pp. Es una versión mimeografiada publicada por el Réseau Canadien de L’Université Coopérative Internationale. DiGiacomo, Susan M. (1987). «Biomedicine as a Cultural System: an Anthropologist in the Kingdom of the Sick». En: Baer, Hans A. (ed.). Encounters with Biomedicine: Case Studies in Medical Anthropology. New York: Gordon and Breach Science, pp. 315-346. DiGiacomo, Susan M. (1992). «Metaphor as illness: Postmodern Dilemmas in the Representation of Body, Mind and Disorder».Medical Anthropology, 14(1992): 109-137. Domínguez Alcón, Carmen (1993). «Envejecimiento y familia». Papers: Revista de Sociología, 40: 61-73. Domínguez Alcón, Carmen (2017). Evolución del cuidado y profesión enfermera. Barcelona: Ediciones San Juan de Dios, 681 pp. Domínguez Alcón, Carmen y Rodríguez, Josep A. (1987). Estudio de necesidades de la población anciana. Barcelona: Generalitat de Catalunya, mimeografiado. Es un informe lleno de ideas; que es parte del Libro Blanco del Envejecimiento en Cataluña. Es básico para conocer la situación social de los/as ancianos en Cataluña, con ideas aplicables a otras regiones. Douglass, William A. (1969). Death in Murelaga: Funerary Ritual in a Spanish Basque Village. Seattle: University of Washington Press, 240 pp. Es un análisis antropológico. Dumont, Richard G. y Foss, Dennis C. (1972). The American View of Death: Acceptance or Denial? Cambridge, Massachusetts: Schenkman Publishing Company, 117 pp. Slim’s Table: Respectability and Masculinity Duneier, Mitchell (1992). . Chicago: The University of Chicago Press, 192Race, pp. Un magnífico estudio de las historias de vida que ocurren en un restaurante, en Chicago, alrededor de la mesa de Slim (un negro). La historia de Bart, al inicio del libro, es una mezcla excelente de realidad y ficción (o historia novelada), de datos y teoría. Primer premio al mejor libro de sociología de la ASA en 1994. Durán, María Ángeles (2003). Diario de batalla: Mi lucha contra el cáncer. Madrid: Santillana: Aguilar, 297 pp. Un relato biográfico por una de las mejores sociólogas españolas. Durkheim, Emilio (1965). El suicidio: estudio de Sociología. Buenos Aires: Schapire, 315 pp., manejamos la edición española de 1928 (Madrid: Editorial Reus, Biblioteca Jurídica de Autores Españoles y Extranjeros, vol. 127), 450 pp., que incluye un estudio preliminar de Mariano Ruiz-Funes, también traductor (catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Murcia) sobre «Etiología del suicidio en España»,

pp. I-XXXIX (aparece dedicado a Constancio Bernaldo de Quirós). La primera edi-

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ción en francés es de 1897. La primera edición en inglés no es hasta 1951. Se produce, pues, un impacto bastante temprano de esta obra en España. Eckerct, Penelope (1989). Jocks and Burnouts. Michigan: Teachers College Press. Un estudio sobre el impacto diferencial de la educación secundaria en la vida posterior de las personas. Elias, Norbert (1987). La soledad de los moribundos. México: Fondo de Cultura Económica, 111 pp. Uno de los estudios teóricos más interesantes sobre el tema de la ancianidad, y muerte, desde una perspectiva sociológica, analizando los procesos de soledad y dependencia. Originalmente publicado en 1982 y 1985 con el título The Loneliness of the Dying. Oxford: Blackwell. Elias, Norbert (1991). Mozart, sociología de un genio. Barcelona: Península. Es la biografía sociológica del compositor, analizada como una historia de vida en que se muestra el conflicto entre clases sociales. Fue publicado póstumamente por su discípulo y colaborador Michael Schröter. Elias, Norbert (1991). Sociología del tiempo. Madrid: Fondo de Cultura Económica. Ellis, Bret Easton (1992). Menos que cero. Barcelona: Anagrama,182 pp. Es un retrato generacional ficticio, sobre los jóvenes de los años ochenta en el área de Los Ángeles. Excelente lectura. La edición srcinal en inglés es de 1985: Less Than Zero, cuya traducción real sería Un cero a la izquierda. De Ellis véase además The Rules of Atraction, también como relato generacional. Erikson, Erik (1963). Childhood and Society. New York: W. W. Norton. Erikson, Erik (1981).La adultez. México: Fondo de Cultura Económica. Conviene leer el capítulo «Reflexiones sobre el ciclo devida del Doctor Borg» (pp. 14-57)sobre la película Las fresas silvestres (en España traducida comoFresas salvajes). El libro Adulthood se publicó en inglés en 1978. Veáse especialmente el cuadro de la página 49. Evans, Mary (1993). «Reading lives: How the personal might be social». Sociology, 27(1): 5-13. Fernández-Ballesteros, Rocío (1992). Mitos y realidades sobre la vejez y la salud. Barcelona: SG Editores y Fundación Caja de Madrid, 159 pp. Un estudio empírico esencial sobre el rol de la ancianidad en España. Investigación premiada por la Fundación Caja de Madrid. Ferrarotti, Franco (1981). Storia e storie di vita. Bari: Laterza. Time Feyerabend, Paul escrita (1995).enKilling . Chicago: University of Chicago Press. Es su autobiografía, el último año de su vida. Field, D. (1989). Nursing the Dying. London: Tavistocky Routledge. Flaquer, Lluís (1990). «La familia española: Cambio y perspectivas». En: Giner, Salvador (ed.). España: sociedad y política. Madrid: Espasa Calpe, pp. 509-550. Uno de los mejores resúmenes sobre la situación de la familia en nuestro país. Previo a un artículo de Lluís Flaquer con Julio Iglesias de Ussel sobre el mismo tema en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas (1993). Foucault, Michel (1979). The History of Sexuality. London: Allen Lane (v. 1, 168 pp.). La primera edición en francés es de 1976. Veáse la Historia de la sexualidad. Vol. I, La voluntad del saber (Madrid: Siglo XXI, 1990, 200 pp.). Foucault, Michel (1980). Herculine Barbin: Being the Recently Discovered Memoirs of a Nineteenth Century French Hermaphrodite . New York: Pantheon. Foucault, Michel (1984). Yo, Pierre Rivière. Barcelona: Tusquets. Aquí he manejado la

edición en inglés: I, Pierre Rivière, Having Slaughtered my Mother, my Sister, and my

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Brother… A Case of Parricide in the 19th Century edited by Michel Foucault. Lin-

coln: University of Nebraska Press, 1975, 289 pp. Un análisis teórico de la historia del parricida normando que en 1835 para librar a su padre mata a su madre, a su hermana de 18 años, y a su hermanito de 7 años. En la cárcel escribe su historia. Foucault incluye el testimonio médico y legal, así como las investigaciones policiales, además de las memorias de Rivière. Está menos preocupado por la historia de P. R. en sí que por la visión de la enfermedad mental, la justicia y el crimen, así como los procesos de psiquiatrización de la justicia, y la medicalización del crimen. La autobiografía sirve de excusa a Foucault para analizar las estructuras de poder, conocimiento e ideologías en Francia. Fraser, Ronald (1970). Hablan los trabajadores . Barcelona: Nova Terra. Fraser, Ronald (1979). Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: historia oral de la Guerra Civil española. Barcelona: Crítica. Un estudio clásico de historia oral sobre la Guerra Civil española (1936-1939), recogiendo testimonios de personas que vivieron la guerra. Freixas, Anna (1993). Mujer y envejecimiento: aspectos psicosociales. Barcelona: Fundación La Caixa, 195 pp. Análisis psicológico y feminista de los procesos de envejecimiento, menopausia, relaciones materno-filiales, vivencias personales y evaluación de la vida en una muestra de 31 mujeres de 50 a 60 años, residentes en Córdoba capital. Utiliza una metodología de entrevistas en profundidad. Freud, Sigmund (1986). El malestar en la cultura. Madrid: Alianza. Edición srcinal en 1930. Freud, Sigmund (1948). «Historiales clínicos». En: Freud, Simundg [Sic. Es una errata, ya que obviamente es Sigmund]. Obras completas. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1948, v. II, pp. 509-750, este segundo volumen. Interesa muy especialmente el llamado caso de Dora , que constituye el segundo apartado: «Análisis fragmentario de una histeria» (pp. 513-566). Es la historia de «Dora», en realidad se trata de Ida Bauer y su tentativa de suicidio a los 18 años, y de Herr K, a quien ella acusa de tratar de seducirla. Es, pues, la relación de la adolescente con sus padres, y con el matrimonio K, desde la perspectiva de 1899, aunque el análisis no se publicó hasta 1905. Es uno de los casos más conocidos e importantes, en donde se mezcla el análisis de Dora (autobiográfico), con cartas del padre a Freud, y la interpretación de lo ocurrido según el propio Freud. En algunos casos la historia de Dora suele venir junto con la del pequeño Hans («Análisis de la fobia de un niño de cinco años» a quien en español se le conoce como Juanito). Fuchs, Victor R. (1974). Who Shall Live? Health, Economics, and Social Choice. New York: Basic Books. Uno de los libros esenciales sobre el coste de la supervivencia de grupos sociales ancianos en la sociedad contemporánea. Fue continuado posteriormente en The Health Economy (publicado por Harvard University Press en 1986). Fundació CIREM. Gent gran i adolescents: Estudi d’una relació. Barcelona: Fundación La Caixa, 223 pp. Resultado de una encuesta a 1.250 personas entrevistadas (625 personas mayores y otras tantas adolescentes). Fundación Foessa (1994) (ed.). Quinto informe sociológico sobre la situación social en España: sociedad para todos en el año 2000. Madrid: Fundación Foessa, 1994, 2.313 pp. Se trata del quinto informe Foessa, que incluye capítulos relevantes sobre población y estructura social, sobre salud y sanidad, estilos de vida, etc. Incluye

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datos srcinales de una encuesta nacional. Es el estudio más ambicioso de análisis de la realidad social española en los años noventa. De Jesús De Miguel veánse sobre todo el capítulo 1, «La España del cambio» (pp. 1-144), y el capítulo 6, «Salud y sanidad» (pp. 823-1106). Los datos sobre seguros de vida aparecen en ese capítulo sexto, así como una discusión sobre la epidemia de sida. Gabarrón, Luis R. y Hernández Landa, Libertad (1994). Investigación participativa. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (Colección Cuadernos Metodológicos), 82 pp. Un manual sobre trabajo comunitario. Leer con atención la creación de espacios educativos contra hegemónicos. Imaginativo y crítico. Galassi, Petered (1991). Pleasures and Terrors of Domestic Comfort. New York: The Museum of Modern Art, 1991, 128 pp. Análisis de la vida doméstica en Estados Unidos en 125 fotos. Catálogo de la exposición en el MOMA. García Ponce de León, Omar, veáse Ponce de León, Omar G. García-Robles, Jorge (1985). ¿Qué transa con las bandas? México DF: Editorial Posada, 268 pp., con un ensayo fotográfico de Fabrizio León y de Pedro Valtierra. Un excelente estudio de los chavos banda, y sus bandas juveniles. Incluye —afortunadamente— un glosario. Garfinkel, Harold (1967). Studies in Ethnomethodology. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 288 pp. Incluye la famosa historia de Agnes, como una persona intersexual que engañó a los propios médicos y sociológos/as. Es el capítulo 5: «Passing and the managed achievement of sex status in an intersexed person, Part 1», pp. 116-185. Es importante leer también el apéndice referente a este caso (pp. 285-288). Es una de las historias de vida clásicas. Garrido, Luis y Gil Calvo, Enrique (eds.) (1993). Estrategias familiares. Madrid: Alianza Editorial, 358 pp. Reúne 16 estudios pluridisciplinares (sociológicos, económicos, demográficos) sobre los cambios de las familias españolas en el contexto mundial. Incluye una primera parte extensa sobre capital humano y familia, y un capítulo sobre formas de familia en la España contemporánea (de Miguel Requena). Geertz, Clifford (1989). El antropólogo como actor. Barcelona: Paidós, 163 pp. Gilmore, Leigh (1994). Autobiographies: A Feminist Theory of Women’s Self-Representation. Ithaca: Cornell University Press, 255 pp. Un estudio teórico sobre el género y la construcción autobiográfica de la realidad social, debatiendo los temas de verdad e ideología, cuerpo, identidad, género, violencia y autorrepresentación, e incluyendo un apartado sobre autobiografía lesbiana. Analiza teóricamente cada uno de esos temas, y discute obras importantes. Ginzburg, Carlo (1981). El queso y los gusanos: El cosmos, según un molinero del siglo XVI. Barcelona: Muchnik Editores, 257 pp. Primera edición en italiano en 1976. La historia del hereje Menocchio, ajusticiado por la Inquisición. Ginzburg reconstruye la vida del molinero en el siglo XVI a través del manuscrito de los interrogatorios. Es una obra de arte. Glasser, B. G. y Strauss, A.L. (1965). Awakeness of Dying. Chicago: Chicago University Press. Considerado ya como un clásico. Glasser, B. G. y Strauss, A. L. (1968). Time For Dying. Chicago: Aldine. Glasser, B. G. y Strauss, A. L. (1971). Status Passage. London: Routledge and Kegan Paul. Goffman, Erving (1959). The Presentation of Self in Everyday Life. Garden City, New York: Doubleday Anchor Books, 259 pp.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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Goffman, Erving (1961). Asylums: Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates. Garden City, New York: Anchor Books, 386 pp. Incluye una selección de sus artículos entre 1957y 1959. Goffman, Erving (1961). Encounters: Two Studies in the Sociology of Interaction. Indianapolis: The Bobbs-Merrill Co., 152 pp. Goffman, Erving (1963). Stigma: Notes on the Management of Spoiled Identity. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 147pp. Goffman, Erving (1967). Interaction Ritual: Essays on Face-to-Face Behavior. Garden City, New York: Anchor Books, 270 pp. Goffman, Erving (1969). Strategic Interaction. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 145 pp. Goffman, Erving (1971). Relations in Public: Microstudies of the Public Order. New York: Harper Colophon Books, 396 pp. Goffman, Erving (1974). Frame Analysis: An Essay on the Organization of Experience. New York: Harper Colophon Books, 586 pp. Goffman, Erving (1979).Gender Advertisements. New York: Harper and Row, 1979, 84 pp. Gol Gurina, Jordi et al. (1980). Ensayo sobre la vida y la muerte . Barcelona: Teide, 145 pp. Publicado por el Colegio de Médicos de Barcelona, incluye el texto de seis conferencias. Gorer, G. (1965). Death, Grief and Mourning in Contemporary Britain. London: Cresset. Incluye una visión revisada de su trabajo sobre «The pornography of death», publicada en Encounter en octubre de 1955, donde establece como tabú que la muerte ha sustituido al sexo en la sociedad contemporánea. Guasch, Óscar (1991). La sociedad rosa. Barcelona: Anagrama, 179 pp. Excelente estudio de interaccionismo simbólico sobre la comunidad gay en España. Hertz, Robert (1960). Death and the Right Hand . Aberdeen: Cohen and West, 174 pp. La edición srcinal en francés es de 1907 y 1909. Hinton, John (1967). Dying. Harmondsworth: Penguin, 208 pp. Un punto de vista social y psiquiátrico. Hockey, J. (1990). Experiences of Death: An Anthropological Account. Edinburgh: Edinburgh University Press. Iglesias de Ussel, Julio; Marí-Klose, Pau y Marí-Klose, Marga (2009).Matrimonios y parejas jóvenes:de España 2009. Madrid: Fundación SM, 270 pp. Importante para evaluar los cambios familia de las nuevas generaciones. Resultado de una encuesta. Iglesias de Ussel, Julio; Trinidad, Antonio y Soriano, Rosa M. (2016). La sociedad desde la sociología: Una introducción a la sociología general. Madrid: Tecnos, incluye 23

capítulos escritos por diferentes autores. Una excelente introducción a la sociología y a las investigaciones sociológicas. Iglesias de Ussel, Julio (ed.) (2017). La felicidad de los españoles. Madrid: Tecnos. Con nueve capítulos con estudios diferentes sobre la felicidad, basado en una encuesta nacional realizada en el año 2014. Es el primer estudio se rio en España sobre el tema de felicidad. James, Henry (1993). Otra vuelta de tuerca. Madrid: Siruela, 202 pp. En inglés: The Turn of the Screw. Jano: Medicina y Humanidades, 949 (2 mayo 1991). Incluye varios estudios bajo el título general de «Hacia una sociedad anciana», en las pp. 55-95, con artículos de Jesús M. De Miguel, Josep A. Rodríguez, Ana Collado, Josep M. Comelles, María Teresa Bazo y Carmen Domínguez Alcón.

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Jones, Thom (1993). «I want to live!». En: Erdrich, Louise y Kenison, Katrina (eds.). The Best American Short Stories. Boston: Houghton Mifflin, 1993, pp. 126-145. Una historia ficticia pero realista de una mujer que muere de cáncer, publicada srcinalmente en Harper’s Magazine (1992). Jovell, Albert J. (2008). Biografía de una supervivencia: El esperanzador testimonio de un médico enfermo de cáncer. Barcelona: Planeta, 250 pp. En realidad no es una supervivencia, ni un relato esperanzador, pues el escritor muere tempranamente. Es una excelente autobiografía de un médico y sociólogo. Uno de los tres libros más importantes para leer sobre auto/biografías. Es una crítica inapreciable del sistema sanitario español. Juan, Montserrat y Rodríguez, Josep A. (1994). «El cuerpo humano y las nuevas tecnologías médicas: hacia una redefinición del principio y el fin». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 68: 173-196. Kane, Rosalie A. y Kane, Robert L. (1992). Evaluación de las necesidades en los ancianos: guía práctica sobre los instrumentos de medición. Barcelona: SG Editores y Fundación Caja de Madrid, 334 pp. Un manual metodológico de evaluación de programas y necesidades de la población. Kearl, M. C. (1989). Ending: a Sociology of Death and Dying. Oxford: Oxford University Press. Kenny, Michael et al. (1980). La antropología médica en España. Barcelona: Anagrama, 1980, 353 pp. Es un reader esencial para el tema de los aspectos antropológicos y culturales de la salud, la medicina, enfermedad y muerte, incluyendo los procesos de envejecimiento. En su área es el primer manual importante en nuestro país. Key, Sarah (1991). Freddie: A Diary of a Cot Death. London: Mandarin, 104 pp. La historia de la muerte súbita de un hijo contada por su madre, una psiquiatra británica que reside en Australia. Klein, Max H. (1990). What I Still Remember. Barcelona, mimeografiado, 88 pp. Autobiografía con anécdotas personales de un americano (rico) en Barcelona. Kübler-Ross, Elisabeth (1969). On Death and Dying. New York: Macmillan. Küibler-Ross, Elisabeth (1983). On Children and Death. New York: Macmillan. Kübler-Ross, Elisabeth (1991). Vivir hasta despedirnos. Barcelona: Lucièrnaga, 1991, 155 pp. Análisis cualitativo (mediante entrevistas en profundidad, documentos y diario de campo) de historias de morbilidad y mortalidad de personas ancianas. El tema que desarrolla es el de calidad de muerte. Incluye un estudio fotográfico. La Sociología (1994). Madrid: Acento Editorial, 92 pp. Es un libro sin autor claro, que incluye una excelente biografía intelectual de Juan J. Linz realizada por su esposa, Rocío de Terán: «Hablando con Juan J. Linz», pp. 3-56. Lamo de Espinosa, Emilio (1993) (ed.). Monográfico sobre Karl Mannheim. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 62: 1-256. Incluye una reproducción del texto de Karl Mannheim sobre «El problema de las generaciones», traducido por, y con una presentación teórica de, Ignacio Sánchez de la Yncera; así como una compilación actualizada de los escritos más relevantes de Mannheim. Levy, Elizabeth y Miller, Mara (1977). Doctors For the People: Profiles of Six Who Serve. New York: Alfred A. Knopf, 108 pp. Lewis, Óscar (1959). Five Families. New York: Basic Books.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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Lewis, Óscar (1961). Children of Sanchez: Autobiography of a Mexican Family. New York: Random House. Existe una edición en español: Los hijos de Sánchez. México: Mortiz, 1971 y también en el Fondo de Cultura Económica. Lewis, Óscar (1964). Pedro Martinez: a Mexican Peasant and His Family. London: Seeker and Warburg y en New York: Random House. Lewis, Óscar (1965). La Vida: A Puerto Rican Family in the Culture of Poverty. New York: Random House. Lewis, Óscar (1970). A Death in the Sanchez Family. London: Seeker & Warburg. Liao, Ching T. y De Miguel, Jesús M. (2015). «Análisis de la felicidad y el bienestar social», parte del capítulo 12 «Calidad de vida». En: Torres, Cristóbal (ed.). Situación social de España 2015. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. Incluye el análisis de las encuesta de la Fundación Philips. Lifton, Robert Jay (1961). History and Human Survival: Essays on the Young and Old, Survivors and the Dead, Peace and War, and on Contemporary Psychohistory . New York: Vintage Books, Random House, 404 pp. Linde, Charlotte (1993). Life Stories: The Creation of Coherence. New York: Oxford University Press, 242 pp. Metodología de análisis de historias de vida y método biográfico desde una perspectiva lingüística. Estudia sobre todo la causalidad, continuidad del discurso, sistemas de coherencia y sentido común. Analiza la historia de vida desde la norma cultural de dar obligada coherencia y sentido a una vida estudiando los textos como discursos. Littlewoow, Jane(1992). Aspects of Grief Bereavement in Adult Life. London: Routledge. Littlewood, Jane (1993). «The Denial of Death and Rites of Passage in Contemporary Societies». En: Clark, David (ed.). The Sociology of Death: Theory, Culture, Practice. Oxford: Blackwell Publishers y The Sociological Review (302 pp.: 69-86). López Aller, Nora y López-Accotto, Ana I. (1993). Andares y caminos: Historias de seis familias españolas. Madrid: Fundación Argentaria, 197 pp. Es parte de los estudios realizados para el Primer Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza organizado, en Madrid, por la Fundación Argentaria. Originalmente iba a ser un estudio de cien familias. El análisis se presenta cronológicamente en siete capítulos, desde antes de la Guerra Civil hasta «los años ochenta y principios de los noventa» del siglo pasado. Middletown: Study in American CultuLynd, S. yHarcourt Merrell Lynd, (1929). 550 re. Robert New York: BraceHelen Jovanovich, pp. HuboAuna continuación titulada Middletown in Transition en 1935. Macklin, Ruth (1987). Mortal Choices: Ethical Dilemmas in Modern Medicine. Boston: Houghton Mifflin Company, 1987, 246 pp. Machado, Antonio (1994). Cartas a Pilar. Madrid: Anaya y Mario Muchnik, 305 pp. Edición y prólogo de Giancarlo Depretis. Se refiere a las 36 cartas de amor de Machado a una señora casada, Pilar de Valderrama —en la literatura, Guiomar— escritas entre 1929 y 1931. Maestre Alfonso, Juan (1976). Testimonio de un rebelde. Madrid: Editorial Cuadernos para el Diálogo, 352 pp. La autobiografía de un socialista que vive en el exilio, después de tres estancias en la cárcel en España; y su vuelta. Una de las autobiografías fundamentales en la bibliografía española. Malinowski, Bronislaw (1989). Diario de campo en Melanesia. Madrid: Júcar. Original-

mente publicado en 1967.

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Mannheim, Karl (1993). «El problema de las generaciones». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 62: 193-242. Edición srcinal: «Das problem der generationen» (publicado en 1928). Marañón, Gregorio (1993). Viaje a las Hurdes: El manuscrito inédito de Gregorio Marañón y las fotografías de la visita de Alfonso XIII. Madrid: El País Aguilar y la Fundación Gregorio Marañon, 205 pp. Marí-Klose, Pau y Marí-Klose, Marga (2006). Edad del cambio: Jóvenes en los circuitos de solidaridad intergeneracional. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 248 pp. Excelente para el análisis de las relaciones intergeneracionales, e intrafamiliares. Marías, Julián (1949). El método histórico de las generaciones . Madrid: Revista de Occidente. Marías, Julián (1989). Generaciones y constelaciones. Madrid: Alianza, 1989. [Revisión del libro de 1949]. Marsal, Juan F. (1972) [Pancho]. Hacer la America: Biografía de un emigrante. Barcelona: Ariel, 340 pp. Uno de los estudios sociológicos españoles más interesantes sobre historias de vida, con el relato de JS —un minutero (fotógrafo) ambulante— a través de las cartas enviadas por él a Princeton University. El libro se empieza a escribir en 1961, y se publica en 1969, con el apéndice metodológico en primera versión escrito en 1966. El libro se centra en torno al proceso de maduración y envejecimiento, combinado con el de migración, y las tendencias de cambio social. Texto imprescindible a nivel de metodología biográfica y de valores. Sin embargo el apéndice metodológico «Historias de vida y ciencias sociales» no se publica en la edición española de 1972. Hay que leerlo en la edición srcinal: Hacer la América: Autobiografía de un inmigrante español en la Argentina (Buenos Aires: Instituto Torcuato Ditella, 1969), pp. 409-434. También aparece en J. Balán (ed.), Las historias de vida en ciencias sociales (1974), pp. 43-63. Hay una revisión crítica más interesante en Las historias de vida como Sociología y como vida: A modo de postdata autocrítica (Asunción: Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, número 39, en 1973), que conviene leer con la edición española de un año antes. Es el libro/artículo español más importante sobre el tema. El libro es más impresionante aún si se sospecha la vinculación autobiográfica de la historia de JS (siglas ficticias) con el autor de la recopilación (Pancho Marsal). Marsal, Juan F. (1973). «Las historias de vida como sociología y como vida: A modo de postdata autocrítica». Revista Paraguaya de Sociología, 10(28): 3-12. Resume bien su punto de vista en la frase final: «Creo que las historias de vidas depuradas por una mayor concientización de los vicios en que incurrimos los primerizos siguen siendo hoy un excelente puente para salvar muchas de las estrecheces del academicismo numerológico, por un lado, y del activismo anticientífico, por el otro, que son el scila y caribdis de nuestra malandanza» (p. 11). Hemos manejado la edición en forma de separata, número 89 de la Colección de Reimpresiones. Marsal, Juan F. (1977). La crisis de la sociología norteamericana. Barcelona: Península, 323 pp. Es interesante leer el apéndice «Las implicaciones metodológicas de la crisis» (pp. 291-322), especialmente el capítulo 11, «La investigación sociológica y lo cualitativo» a partir de la página 307. Martín Fernández, Manuel (1994). Mujeres policía. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas y Siglo XXI, 159 pp. Libro realmente escrito por Jesús M. De Miguel.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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Uno de los primeros estudios del proceso de feminización de una profesión en España. Realizado con una metodología cualitativa: historias de vida, y una entrevista en grupo con mujeres que son policías locales. Es también indirectamente un excelente análisis de generaciones femeninas. Maurer, Harry (1994). Sex: an Oral History. London: New English Library, Hodder and Stoughton, 564 pp. Un estudio sobre la vida sexual utilizando entrevistas en profundidad, con 55 relatos clasificados en diez temas cubriendo sexo entre parejas, SM, gays/lesbianismo, prostitución, sexo en grupo, etc. Originalmente se entrevistó 120 personas. Son relatos directos, explicando los detalles de las relaciones interpersonales y sexuales con las distintas parejas, normalmente a lo largo de una parte de la vida. Incluye una descripción y mínima biografía de cada persona entrevistada, así como una introducción a cada parte temática. McDonogh, Gary W. (1989). Las buenas familias de Barcelona: Historia social de poder en la era industrial. Barcelona: Ediciones Omega, 333 pp. La edición srcinal en inglés es de 1986 (Princeton University Press). Mead, George H. (1934). Self and Society: From the Standpoint of a Social Behaviorist. Chicago: The University of Chicago Press. Mellor, Philip (1993). «Death in high modernity: The contemporary presence and The Sociology of Death: Theory, Culture, absence death»: En: Clark, David (ed.). Practice. of Oxford: Blackwell Publishers y The Sociological Review, 302 pp.: 11-30. Mellor, Philip A. y Shilling, C. (1993). «Modernity, self-identity and the sequestration of death». Sociology, 27. Mercadé, Francesc (1986). «Metodología cualitativa e historias de vida ». Revista Internacional de Sociología, 44(3): 295-319. Merece la pena leer todo el volumen monográfico. Merton, Robert K. (1949). Social Theory and Social Structure. Glencoe, Illinois: Free Press. Mills, C. Wright (1950). The Puerto Rican Journey. New York: Harper. Mills, C. Wright (1959). Sociological Imagination. Oxford: Oxford University Press. Mills, C. Wright (1970). La imaginación sociológica. Buenos Aires: Nueva Visión. En México hay una edición en Fondo de Cultura Económica, 1961. For Love Mishima, (1969). Thirst York: Alfred A. Knopf, pp. Es novela.Yukio La descripción de diferencias. New generacionales, clase social, y175 muerte esuna excelente. Mitford, Jessica (1963). The American Way of Death. Greenwich, Conn.: A Fawcett Crest Book, 288 pp. Análisis crítico sobre la industria funeraria en Estados Unidos. Moix, Terenci (1970). El sadismo de nuestra infancia. Barcelona: Editorial Kairós, 189 pp. Prólogo de Rafael Alberti. Retrato de una generación, desde la visión catalana. Moragas, Ricardo (1991). Gerontología social: Envejecimiento y calidad de vida. Barcelona: Herder, 304 pp. Un enfoque sociológico básico del tema de gerontología social, con las innovaciones estadounidenses. Incluye la bibliografía internacional. Morgan, D. H. J. y Scott, S. (eds.). Body Matters: Essays On the Sociology of the Body. London: The Falmer Press. Mulkay, Michael y Ernst, J. (1991). «The changing profile of social death». European Journal of Sociology, 32: 172-196.

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CUADERNOS METODOLÓGICOS 17

Mulkay, Michael (1993). «Social death in Britain». 31-49 pp. En: Clark, David (ed .). The Sociology of Death: Theory, Culture, Practice. Oxford: Blackwell Publishers y The Sociological Review, 1993), 302. Negre, Pere (1988). La prostitución popular: Relatos de vida . Barcelona: Fundación La Caixa, 128 pp. Las explicaciones sociológicas del autor son menos interesantes que las propias teorizaciones de las prostitutas. El texto las deja hablar poco. Nuland, Sherwin B. (1995). Cómo morimos: Reflexiones sobre el último capítulo de la vida . Madrid: Alianza Editorial, 260 pp. Publicado srcinalmente en inglés en 1993. Una visión médica, con interpretaciones filosóficas personales (catedrático de Medicina de la Universidad de Yale) so bre las diversas formas de morir, según las enfermedades más comunes. Una contribución realista, para una audiencia extensa. OECD (1988). Aeging Populations: The Social Policy Implications. Paris: OECD, 90 pp. Uno de los informes dentro de la colección de OECD Social Policy Studies. Contiene los mejores datos sobre los países avanzados del mundo (los de la OCDE), con las estadísticas del Health Data File. Incluye tendencias demográficas, implicaciones para el gasto social y público, políticas sociales, así como proyecciones demográficas importantes. Oltra, Benjamín (1995). Cultura y tiempo: Investigaciones de Sociología de la Cultura. Alicante: Editorial Aguaclara, 237 pp. Véase especialmente el capítulo 3, «Tiempo y cultura», pp. 43-55. Ortega y Gasset (1923). El tema de nuestro tiempo. Madrid: Revista de Occidente, especialmente el capítulo 1, «La idea de las generaciones». Ortega y Gasset, José (1991). Cartas de un joven español (1891-1908). Madrid: Fundación José Ortega y Gasset y Ediciones El Arquero. Incluye las cartas a su novia Rosita (Rosa Sppotorno Topete) desde Alemania —especialmente Leipzig, Berlín y Marburgo— entre 1905 y 1907. El volumen aparece editado y seleccionado por Soledad Ortega Spottorno. Es un conjunto inapreciable de cartas que merecen un análisis sociológico cuidadoso. Ozouf, Joacques (1973). Nous les maitres d’ecole: Autobiographies d’instituteurs de la Belle Epoque . Paris: Gallimard, 313 pp. Papers Revista de Sociología (1993). Monográfico sobre envejecimiento. Número extraordinario 40 compilado por María Pía Barenys. Entre otros artículos es importante el de Carmen Domínguez Alcón, «Envejecimiento y familia», pp. 61-73. Parsons, Talcott et al. (1972). «Death in American Experience». Social Research, 39(3): 367-567, número monográfico. Incluye el conocido artículo de «The “gift of life” and its reciprocication» de Talcott Parsons, Renée C. Fox y Victor M. Lidz, además de otros artículos por Bloom, Cassell, etc. Perrow, Charles (1984). Normal Accidents: Living With High-Risk Technologies. New York: Basic Books, 386 pp. Peset, Mariano, y Peset, José L. (1972). Muerte en España: Política y sociedad entre la peste y el cólera . Madrid: Seminarios y Ediciones, 256 pp. Pinilla de las Heras, Esteban (1996). La memoria inquieta: autobiografía sociológica de los años difíciles 1935-1959. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. Es un ejemplo excelente de mezcla de autobiografía personal y de crítica intelectual y política, utilizando los propios diarios escritos en esos años. El libro está editado y corregido por Jesús M. De Miguel y Xavier Martín. Es de lectura obligatoria.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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Pitt-Rivers, Julian (1992). «La enfermedad del honor». En: Gautheron, M. (ed.). El honor: Imagen de sí mismo o don desí, un ideal equívoco. Madrid: Cátedra, pp. 19-34. Platón (1960). Critón. Madrid: Aguilar, 45 pp. Escrito srcinalmente entre el año 399 y el 394 antes de c., inmediatamente después de la muerte de Sócrates. Plummer, Ken (1983). Documents of Life: An Introduction to the Problems and Literature of a Humanistic Method. London: Unwin Hyman, 175 pp. Es parte de la colección de Contemporary Social Research (vol. 7). Es un manual importante. Hay una versión en español: Los documentos personales (Madrid: Siglo XXI, 1989). Es un manual general, sobre todo tipo de documentos biográficos y autobiográficos. Sistemático, incluye la metodología, formas de obtener y analizar los datos, problemas prácticos y los usos teóricos de las historias de vida y otros documentos biográficos. Incluye una excelente bibliografía así como revisión de los estudios principales. Ponce de León, Omar G. [García] (1995). El médico enfermo. Barcelona: Universidad de Barcelona. [Tesis doctoral]. Ochocientas siete páginas con la investigación de médicos y médicas enfermos, sobre la forma de enfrentarse a su propia enfermedad. Realizado con entrevistas en profundidad. Primer premio a la mejor tesis doctoral de sociología de 1995 en España, por el CIS. Un estudio de médicos/as de diversas generaciones y dolencias en su experiencia con la enfermedad, dolor/sufrimiento, soledad y muerte. Es un excelente estudio de los conflictos entre el rol del paciente y el rol de expertos. Un ejemplo de utilización de historias de vida con un objetivo teórico sobresaliente. Pujadas, Juan J. (1992). El método biográfico: El uso de las historias de vida en ciencias sociales. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 107 pp. Es el número 5 de la colección de Cuadernos Metodológicos. Es un manual de gran utilidad para la investigación cualitativa (especialmente método biográfico) en sociología y antropología. Analiza las historias de vida y sus usos, así como los procesos de elaboración, y las diversas perspectivas. La bibliografía es excelente (pp. 91-107). Rabinow, Paul (1992). Reflexiones sobre el trabajo de campo en Marruecos. Madrid: Júcar. Ramos, Ramón (ed.) (1993). Tiempo y sociedad. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. Reflexiones sobre laenpropia muerteClínico Ribera, José M. de (1982). . Madrid: Mezquita, 125 pp. El resultado una encuesta realizada el Hospital de Madrid. Riis, Jacob A. (1971). How the Other Half Lives: Studies Among the Tenements of New York. New York: Dover. La edición srcinal es de 1890 pero no incluía fotos sino 37 dibujos copiando las fotos del estudio srcinal. La edición de 1971 incluye 100 fotos de la colección de Jacob A. Riis del Museo de la Ciudad de Nueva York. Uno de los estudios sociológicos y fotográficos más interesantes sobre la pobreza en una gran ciudad (en Nueva York) que a pesar de su antigüedad no ha sido mejorado después. Riley, Mathilda W. (1987). «On the significance of age in society». American Sociological Review. Uno de los artículos más importantes sobre la importancia del factor edad en la sociedad contemporánea, desde una perspectiva de las ciencias sociales. Riley, Mathilda W. (1988). Sociological Lives: Social Change and the Life Course. Newbury Park, California: Sage, 185 pp., volumen 2 de Social Change and the Life Course. Con una introducción de R. K. Merton, incluye las reflexiones autobiográ-

ficas de ocho sociólogos/as.

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CUADERNOS METODOLÓGICOS 17

Robinson, David (1971). The Process of Becoming III. London: Routledge & Kegan Paul, 132 pp. Rodríguez, Josep A. (1994). Ancianidad y familia. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. Rodríguez, Josep A. y De Miguel, Jesús M. (1990). Salud y poder. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas y Siglo XXI, 271 pp. Un estudio empírico sobre las desigualdades sociales y sanitarias en España, y el impacto de las políticas sanitarias. Estudia también la importancia de las profesiones, y de sus intereses. Se pasa revista a los cambios producidos fundamentalmente a partir de 1982. El capítulo 5 («Minorías y salud», pp. 218-262) incluye un análisis de historias de vida. Rodríguez Ibáñez, José E. (1979). «Perspectiva sociológica de la vejez». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 7: 65-85. Artículo incisivo sobre la sociología de la ancianidad y los procesos de cambio diferenciales ocurridos con el envejecimiento. Romaní, Oriol (1983). A tumba abierta: Autobiografía de un grifota. Barcelona: Anagrama, 155 pp. La historia de vida de un legionario nacido en 1937, el Botas, que se casa con una sueca. Ilustra el mundo social desde los grifotas a los hippies. Esta historia de vida (oral) es parte de la tesis doctoral de Romaní sobre droga y subcultura, una historia la marihuana enen Barcelona de Botas, 1960 a dividida 1980. Salvo un brevísimo prólogo,cultural el librode incluye la historia directo del cronológicamente en cinco capítulos. Saks, Oliver (1986). The Man Who Mistook His Wife For a Hat. London: Picador, 233 pp. Análisis de 24 casos de enfermos/as neurológicos. El título del libro corresponde al primer caso. Saks, Oliver (1989). Seeing Voices: A Journey Into the World of the Deaf. Berkeley: University of California Press, 180 pp. San Román, Teresa (1990). Vejez y cultura: Hacia los límites del sistema . Barcelona: Fundació Caixa de Pensions, 219 pp. Análisis antropológico sobre los procesos de vejez en la sociedad contemporánea, y las teorías al respecto. Análisis concreto sobre ancianidad y marginación. Sánchez de la Yncera, Ignacio (1993). «La sociología ante el problema generacional: Anotaciones al trabajo de Karl Mannheim». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 62: 147-192. Sánchez Vera, Pedro (ed.) (1993). Sociedad y población anciana. Murcia: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Murcia, 331 pp. Trece trabajos de investigación diferentes sobre el tema, en torno a la construcción de una sociología de la vejez y del envejecimiento; conceptos básicos sobre tercera edad y envejecimiento; política social y perspectiva jurídica; y algunos enfoques económicos y sociales sobre el proceso de envejecimiento. Incluye una interesante presentación del sociólogo Juan Monreal. Sander, August (1986). Citizens of the Twentieth Century: Portrait Photographs 18921952. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press. 63 pp. de texto y 431 fotografías. Descripción de diversas clases, generaciones, ocupaciones, tipos humanos. Schuman, Howard, y Scott, Jacqueline (1989). «Generations and collective memories». American Sociological Review, 54: 359-381. Artículo seminal sobre generaciones, estudios de vida, y memoria colectiva con base en una muestra de estadounidenses

AUTO/BIOGRAFÍAS

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preguntados en una encuesta nacional sobre los cambios sociales ocurridos en el último medio siglo. Analiza cohortes, generaciones, y sus diferencias. Seale, Clive, F. (1995). «Heroic death». Sociology, 29(4): 597-613. Discute la hipótesis de la negación de la muerte. Seale, Clive F. y Cartwright, Ann (1994). The Year Before Death. Aldeshot, Hampshire: Averbury. Sen, Amartya (1990). «More than 100 million women are missing». New York Review of Books, 37(20): 61-66. Shaw, Clifford R. (1966). The Jack-Roller: A Delinquent Boy’s Own Story . Chicago: The University of Chicago Press, 205 pp. La edición srcinal es de 1930. La presente edición incluye una introducción por Howard S. Becker que es importante. Es uno de los clásicos fundamentales de la sociología, con la historia autobiográfica de Stanley. El libro srcinal incluye una explicación de la vida de Stanley por Shaw, luego la autobiografía, y al final un comentario por Ernest W. Burgess. El final de la historia de Stanley como delincuente «reformado» es típica de la época: «La noche antes de que me soltaran estuve echado en la cama pensando en el gran mañana» (p. 163). Shaw, Clifford R. (1931). The Natural History of a Delinquent Career. Chicago: University of Chicago Press. Shay, Hanna (1987). Growing Up Under the Cloud of Hitler. Los Angeles: H. Shay, 85 pp., mimeografiado. Una autobiografía personal. Silverman, David (2007). A Very Short, Fairly Interesting and Reasonably Cheap Book about Qualitative Research. Los Angeles: Sage Publications, 159 pp. Un manual, breve, muy personal, e innovador. Small, Neil (1993). «Dying in a public space: AIDS deaths». En: David, C. (ed.). The Sociology of Death: Theory, Culture, Practice. Oxford: Blackwell Publishers y The Sociological Review, pp. 87-111. Sociology: The Journal of the British Sociological Association (1993) (vol. 27, n.º 1). Número extraordinario dedicado a Auto/Biography in Sociology. Es el libro más importante sobre el tema de análisis cualitativo biográfico. Incluye 15 artículos de excelente calidad, sobre temas de escribir, investigar, textos, historias de vida, así como un artículo especial sobre autobiografías en sociología. Illness aslaMetaphor Sontag, Susan (1978). . NewnoYork: Farrar, Straus andlaGiroux, 88 pp. La tesis de Sontag es que enfermedad es una metáfora. Véase continuación en Aids and Its Metaphor (London: Allen Lane, 1988). Stanley, Liz (1992). The Auto/biographical I: The Theory and Practice of Feminist Auto/ bio-Graphy. Manchester: Manchester University Press, 289 pp. Uno de los manuales críticos (feministas) del análisis auto/biográfico. Imprescindible. Sudnow, David (1967). Passing On: The Social Organization of Dying. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 212 pp. Uno de los textos clásicos de sociología de la muerte. Sutherland, Edwin H. (1988). Ladrones profesionales: Texto elaborado a partir de la narración de Chic Conwell, un profesional del robo. Madrid: Ediciones La Piqueta, 236 pp. Traducción de la edición srcinal de 1937 (publicada por Chicago University Press) y titulada: The Professional Thief: By a Professional Thief, señalando que es «Annotated and interpreted by Edwin H. Sutherland». A veces el libro se cita como

de Chic Conwell y Edwin H. Sutherland. Este clásico de las historias de vida se di-

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CUADERNOS METODOLÓGICOS 17

vide en dos partes: la primera (hasta la página 193) es «The profesional thief, written by a professional thief and annotated by Edwin H. Sutherland». El inicio es claro: «El ladrón profesional es uno que roba profesionalmente». El final es ingenuamente optimista, después de que Chic Conwell se reforma confiesa: «La mayoría de los americanos no son ladrones profesionales, y yo me siento mejor siendo de la mayoría». Esta primera parte no es una transcripción literal de la historia de Chic. La segunda parte del libro, «Interpretation and conclusion» (pp. 197-231), es un análisis de la primera parte. El libro incluye un glosario. Szarkowski, John (1978) (ed.). Mirrors and Windows: American Photography Since 1960. New York: The Museum of Modern Art, 152 pp. Es importante leer la introducción (pp. 11-25) donde se analiza la diferencia entre espejos y ventanas. Posible aplicación a la metodología de las historias de vida. Szczepanski, Jan (1978). «El metodo biográfico». Papers: Revista de Sociología, 10: 231-256. Una de las primeras publicaciones en España sobre historias de vida y auto/biografías. Publicado srcinalmente en alemán en 1967. Traducido por Juan F. Marsal y publicado en 1978, representa el inicio del análisis biográfico en España realizado por sociólogos/as. Taylor, Steve J. y Bogdan, Robert (1992). Introducción a los métodos cualitativos: La búsqueda de significados . Barcelona: Paidós, 343 pp. Es traducción del manual en inglés (Wiley and Sons, 1984).

Terkel, Studs (1970). Hard Times: An Oral History of the Great Depression. London: Allen Lane. Terkel, Studs (1975). Working. New York: Avon, 762 pp. Más de 130 relatos de norteamericanos/as sobre lo que hacen en su trabajo, clasificados en nueve «libros» con una estructura confusa. Uno de los best sellers más importantes de la sociología contemporánea. De consulta obligada para entender el método auto/biográfico. La edición srcinal en Pantheon Books es de 1972, e incluye el subtítulo: People Talk About What They Do All Day and How They Feel About What They Do . The Up Series. Vídeo del que hay ya ocho episodios en 13 partes: Seven Up + 7 Plus Seven, 21 Up, 28 Up, 35 Up, 42 Up, 49 Up y 56 Up (el primero, en 1964, el último —por ahora—, en 2012, 769 min. en total, en inglés británico). Proyecto longitudinal dirigido por el sociólogo Michael Apted. Producido por Granada Televisión para BBC One. Documental, con una muestra de catorce niños de siete años de edad (entre ellos cuatro niñas) de diferentes clases sociales en Reino Unido, filmados y entrevistados cada siete años. La hipótesis central —sorprendentemente demostrada— es que la clase social determina el futuro. Es un trabajo auto/biográfico de medio siglo con la misma muestra. Una investigación excelente, única. Thomas, W. I. y Znaniecki, Florian (1958). The Polish Peasant in Europe and America. New York: Dover. Edición srcinal en 1918-1920: los dos primeros tomos por The University of Chicago Press, y los tomos 3 a 5 en Boston por Badger Press. Hay una segunda edición en 1927 (New York: Knopf). Es el estudio de historias de vida más famoso de la sociología. Incluye la vida de Wladek Wisniewski, en trescientas páginas: polaco, aprendiz de panadero, emigra a Alemania y finalmente a Chicago. Thrasher, Frederic M. (1963). The Gang: A Study of 1,313 Gangs in Chicago. Chicago: The University of Chicago Press, 388 pp. Es una edición abreviada de la srcinal de 1927, con una introducción de James F. Short.

AUTO/BIOGRAFÍAS

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Torrente, Diego (1994). El poder azul. Barcelona: Universitat de Barcelona. [Tesis doctoral]. El volumen segundo incluye el diario de campo. Torres, Cristóbal (2015). España 2015: Situación social. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1.739 pp. Seguramente el volumen más importante para situar cualquier estudio dentro de la estructura social y el cambio social en España. Representa un esfuerzo inapreciable. Trilogía de Apu (1955, 1956 y 1959, son 342 minutos en total, blanco y negro, en bengalí). Pather Panchali («Canción del pequeño camino»), Aparajito («El invencible»), y Apu Sansar («El mundo de Apu»), por Satyajit Ray. Película impresionante sobre un niño bengalí pobre pero de una casta elevada en India. Describe admirablemente la infancia de Apu, su educación, así como casamiento y madurez. Dramática y realista. Una de las mejores películas de la historia de la cinematografía mundial. Es ficción. Interpretada por tres personas diferentes. Visionado obligatorio para la realización de auto/biografías. Turner, B. (1984). The Body and Society. Oxford: Blackwell. Via, Josep M. y Portella, Eduard (1993) (eds.). La sociedad ante el envejecimiento y la minusvalía. Barcelona: SG Editores, (2 vols.), 1.182 pp. Contiene los trabajos y ponencias presentadas en la Cuarta Conferencia International SYSTED 91 (celebrada en Barcelona). Incluye temas de sociedad, políticas sociales, soporte social, necesidades, información, demanda y utilización de costes, organización de servicios, capital humano, planificación, modelos de intervención, evaluación de programas, así como programas alternativos a la hospitalización. Walter, Tony (1990). Funerals: And How to Improve Them. London: Hodder and Stoughton. Walter, Tony (1991). «Modern death: Taboo or not taboo». Sociology, 25: 293-310. Walter, Tony (1993). «Sociologists never die: British sociology and death». En: Clark, D. (ed.). The Sociology of Death: Theory, Culture, Practice. Oxford: Blackwell Publishers y The Sociological Review, pp. 264-295. Walter, Tony (1994). The Revival of Death. London: Routledge. Walter, Tony; Littlewood, Jane y Pickering, Michael (1995). «Death in the news: The public invigilacion of private emotion». Sociology, 29(4): 579-596. Crítica de la idea de que la muerte no se discute en público, y que el discurso público es fundamentalmente médico. Willis, Paul (1977). Learning to Labor: How Working Class Kids, Get Working Class Jobs. New York: Columbia University Press, 226 pp. También está la versión en español: Aprendiendo a trabajar: Como los chicos de la clase obrera consiguen trabajos de clase obrera (Madrid: Akal Universitaria, 1988, 230 pp.). Parte de la hipótesis del impacto del grupo de referencia durante la juventud en la vida posterior de las personas. Znaniecki, Florian (1934). The Method of Sociology. New York: Farrar & Rhinehart. Por el autor del estudio sobre el campesinado polaco.

Cuadernos Metodológicos ha sido galardonada con el Premio a la Mejor Colección en los XIII Premios

Nacionales de Edición Universitaria otorgados por la UNE.

Números publicados 56. Análisis Cualitativo Comparado (QCA) Iván Medina, Pablo José Castillo Ortiz, Priscilla ÁlamosConcha y Benoît Rihoux 55. Análisis on line del Banco de Datos del CIS Jesús Bouso Freijo 54. Análisis discriminante M.ª Ángeles Cea D'Ancona 53. Simulación basada en agentes. Introducción a NetLogo José Ignacio García-Valdecasas 52. Investigación Cualitativa Longitudinal Jordi Caïs, Laia Folguera y Climent Formoso 51. Indicadores de partidos y sistemas de partidos Leticia M. Ruiz Rodríguez y Patricia Otero Felipe 50. Representación espacial y mapas Rodrigo Rodrigues-Silveira 49. Introducción al análisis multinivel Héctor Cebolla Boado

48. El paquete estadístico R Jesús Bouso Freijo 47. Análisis de contenido de textos políticos. Un enfoque cuantitativo Sonia Alonso, Andrea Volkens y Braulio Gómez 46. Análisis de datos incompletos en ciencias sociales Gonzalo Rivero Rodríguez

45. Análisis de datos con Stata Modesto Escobar Mercado, Enrique Fernández Macías y Fabrizio Bernardi 44. La investigación sobre el uso del tiempo M.ª Ángeles Durán y Jesús Rogero 43. Análisis sociológico del sistema de discursos Fernando Conde Gutiérrez del Álamo 42. Encuesta deliberativa María Cuesta, Joan Font, Ernesto Ganuza, Braulio Gómez y Sara Pasadas 41. Dinámica del grupo de discusión Jesús Gutiérrez Brito 40. Evolución de la Teoría Fundamentada como técnica de análisis cualitativo Jaime Andréu Abela, Antonio García-Nieto y Ana M.ª Pérez Corbacho 39. El análisis de segmentación: técnicas y aplicaciones de los árboles de clasificación Modesto Escobar Mercado 38. Análisis de la Historia de Acontecimientos Fabrizio Bernardi 37. Teoría Fundamentada Grounded Theory: El desarrollo de teoría desde la generalización conceptual Virginia Carrero Planes, Rosa M.ª Soriano Miras y Antonio Trinidad Requena 36. Manual de trabajo de campo en la encuesta Vidal Díaz de Rada

35. La encuesta: una perspectiva general metodológica Francisco Alvira Martín 34. Teoría de juegos Ignacio Sánchez-Cuenca 33. Introducción a las matemáticas para las ciencias sociales Francisca Blanco Moreno

Jesús M. De Miguel (San Sebastián, 1947) es Máster por la London School of Economics, PhD por Yale University, y Doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Discípulo y colaborador de Juan J. Linz. Actualmente es catedrático de Sociología en la Universidad de Barcelona (donde en 1992 diseñó la primera carrera de Sociología), y catedrático visitante en la National Taiwan University (donde además es Taiwan Fellow). Ha sido profesor e investigador también dos años en la University of California Berkeley, en Harvard University, Stanford University, University of Cambridge, y profesor visitante en otras universidades. Primer «Catedrático Príncipe de Asturias» en Georgetown University (en Washington D.C.). Creador y Director durante un lustro del «Summer Seminar on Sociological and Political Research» en Harvard University. Autor de libros como Sociology in Spain, El ritmo de la vida social, Estructura y cambio social, La inmaculada concepción, La amorosa dictadura, Sociología visual, Sistemas y políticas de educación superior, Salud y poder, Excelencia: calidad de las universidades españolas, Universidad y democracia, La cárcel de las palabras, El mito de la sociedad organizada, La sociedad transversal, y Políticas de población. Ha coeditado también Spain in America. Durante varios años fue gestor nacional de ciencias sociales del Plan Nacional de la Ciencia I+D. Vicepresidente del programa COST de ciencias sociales de la Unión Europea. Ha sido miembro del Consejo Editorial de Contemporary Sociology, de la Revista Española de Investigaciones Sociológicas, y de Papers Revista de Sociologia. Creador y Director durante años de Cuadernos Metodológicos. Es fellow Fulbright, de la Fundación Rockefeller (Bellagio Center), del Minda de Gunzburg Center for European Studies (en Harvard University), Salzburg Seminar en Austria, Goodenough College en Londres, Darwin College en University of Cambridge, Real Colegio de la Complutense (en Harvard), y del Colegio de España en París. Tiene once premios nacionales e internacionales. Actualmente profesor invitado en la Universidad de Copenhague (en Dinamarca). [email protected].

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