Analisis Matematico De La Logica

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GEORGE

BOOLE

ANALISIS MATEMATICO DE LA LÓGICA ENSAYO

DE

UN

CÁLCULO

DEL

RAZONAMIENTO

DEDUCTIVO

Έπικο ινωνοΰ σι. δέ πάσαι αί έιαστήμαι άλληλα ι ς κατά τά κοινά. Κοινά δέ λέγω, οίς χρώνται ώς έκ τούτων άποδεικνύντες άλλ' ου περί ών δεικνΰουσιν, ούδε ο δεικνΰουσι. ΑιακτοτίΕ^ ΑηαΙ. Ρο-ϊί.,.ΙΐΙ). I, οαρ. XI.

TRADUCCION Y NOTAS DE

ARMANDO ASTI VERA

0 58

INSTITUTO DE FILOSOFÍA DE LA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS D:E LA EDUCACIÓN UNIVERSIDAD

NACIONAL

1960

DE

LA

PLATA

HOMENAJE DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN AL SESQUICENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO.

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Impreso en la Argentina — Printed in Argentina

ADVERTENCIA

Las notas que complementan esta versión no agotan los comentarios posibles de esta obra, breve pero densa, que refleja cabalmente el pensamiento lógico de su autor. En nuestro libro La lógica matemática, su método y sus aplicaciones intentamos completar la labor iniciada aquí, estudiando preferentemente las proyecciones de la obra de Boole en la matemática, la física y la biología contemporáneas. Las notas del autor se consignan al pie de página, señaladas

con asteriscos; las nuestras llevan números correlativos. La traducción ha sido realizada directamente de la edición de B. Blackwell de 1948, que reproduce el texto original de 1847. EL

TRADUCTOR.

PREFACIO Al dar esta obra a la publicidad, considero necesario señalar que especulaciones similares a las expuestas aquí han ocupado mis pensamientos en distintas épocas. En la primavera de este año, impulsado por el interés que produjo la controversia entre Sir W. Hamilton y el profesor De Morgan (*), me decidí a reasumir el hilo —casi olvidado— de antiguas investigaciones. Me pareció que aunque la Lógica puede ser considerada con referencia a la idea de cantidad (*) implica, además, un sistema de relaciones más profundas. Si bien es lícito examinarla desde afuera como vinculada, a través del número, con las intuiciones de espacio y tiempo, también lo es el considerarla desde adentro como basada en hechos de otra naturaleza que tienen su fundamento en la constitución de la mente (2). Los resultados de este punto de vista y de las investigaciones que ha sugerido han sido incluidos en este Ensayo. En general, a los autores Ies está vedado prescribir la manera en que sus obras debieran ser juzgadas; por mi parte, me aventuro a exigir dos condiciones a aquellos que emprendan la tarea de estimar los méritos de esta obra. La primera es el abandono de toda noción preconcebida acerca de la imposibilidad de esta investigación que pudiera interferir el espíritu sincero e imparcial que requiere la búsqueda de la verdad. La segunda es que su juicio sobre la totalidad del sistema tío se funde en el examen de una sola parte de la obra, ni esté condicionado a su conformidad con algún sistema ya aceptado, considerado como modelo de referencia, y a partir del cual se le niegue interés. (*) V. pág. 89

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Las pretensiones del método a constituirse en un cálculo del razonamiento deductivo se fundamentan en los teoremas generales formulados y desarrollados en los últimos capítulos de este libro, cuyos resultados consideramos originales. En lo que a mí respecta, no deseo ni me cabe el derecho de anticipar un juicio acerca del valor del sistema. La significación de una teoría no está determinada solamente por su verdad sino, además, por la importancia de su tema y por la extensión de sus aplicaciones. Y, por encima de todo esto, algo depende también de la arbitrariedad de la opinión pública. Si la utilidad de la aplicación de formas matemáticas a la ciencia Lógica fuera una mera cuestión de notación, me consideraría satisfecho basando la defensa de este Ensayo en un principio establecido por un competente autor contemporáneo: "Siempre que la naturaleza del asunto permita, sin riesgo, conducir el razonamiento mecánicamente, el lenguaje debe ser tan mecánico como sea posible; en caso contrario, debe hacerse de manera que no pueda prestarse sino muy difícilmente a un empleo puramente mecánico" (*). La ciencia de la Lógica difiere de todas las otras en un aspecto; la perfección de su método es particularmente estimable como una evidencia de la verdad especulativa de sus principios. El reemplazo del razonamiento vulgar, o la sumisión de éste al rigor de las formas técnicas, sería la última aspiración de quien conoce el valor de esa labor intelectual y esa lucha que imprimen a la mente un vigor atlético, y la enseñan a bregar con las dificultades y a confiar en sí misma en cualquier contingencia. Lincoln, octubre 29 de 1847.

(*) St. Mili: System of Logic, Iialiocinative and Inductive, Vol. II, p. 292.

INTRODUCCION Quienes están informados del estado actual de la teoría del Algebra Simbólica saben que la validez de los procedimientos de análisis no depende de la interpretación de los símbolos utilizados, sino exclusivamente de las leyes de su combinación (3). Todos los sistemas de interpretación que no afectan la verdad de las relaciones supuestas son igualmente admisibles y tanto es así que el mismo método, según un esquema interpretativo, representa la solución de un problema sobre propiedades de números, en una segunda interpretación, resuelve un problema geométrico y, en una tercera, soluciona una cuestión de dinámica o de óptica (4). Este principio es, en realidad, de fundamental importancia y se puede afirmar con certeza que los recientes progresos del Análisis puro han sido favorecidos en buena parte por su influencia en la dirección de las investigaciones (5). No obstante, el reconocimiento cabal de las consecuencias de esta importante doctrina ha sido retardado, en cierta medida, por circunstancias accidentales. En todas las formas conocidas del Análisis ha ocurrido que los elementos a determinar han sido considerados como mensurables por comparación con algún modelo prefijado. La idea predominante ha sido la de magnitud

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o, dicho más estrictamente, la de razón numérica. La expresión de la magnitud, o de las operaciones sobre magnitudes, ha sido la finalidad expresa para la cual fueron creados los símbolos del Análisis y la razón de que se investigaran sus leyes. De este modo, tanto las abstracciones del Análisis moderno como los diagramas intuitivos de la Geometría clásica han favorecido el criterio de que la Matemática es esencialmente, y también realmente, la ciencia de la magnitud. La consideración de la perspectiva, ya establecida, que involucra el verdadero principio del Algebra de los símbolos nos lleva a inferir, sin embargo, que esta conclusión de ningún modo es necesaria. Si toda interpretación existente muestra que lleva implícita la idea de magnitud, sólo por inducción podemos asegurar que otra no sea posible. Y cabe dudar de que baste nuestra experiencia para legitimar esa inducción. Se puede afirmar que la historia del Análisis puro es demasiado reciente para permitirnos fijar límites a la extensión de sus aplicaciones. A lo sumo, podríamos conceder a la inferencia un alto grado de probabilidad y afirmar, con razón, la suficiencia de la definición a la cual nos ha conducido el principio establecido. Y considerarla con justicia como el carácter distintivo del verdadero cálculo, porque es un método que se apoya en el empleo de símbolos regidos por leyes combinatorias generales y conocidas, cuyos resultados admiten una interpretación no contradictoria. El asignar una interpretación cuantitativa consistente a las formas existentes del Análisis es el resultado de circunstancias que determinaron a aque-

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lias formas, pero esa interpretación no debe ser considerada una condición universal del Análisis (6). Tomando como fundamento este principio general, me propongo establecer el Cálculo de la Lógica para el que reclamo un lugar entre las formas conocidas del Análisis Matemático, prescindiendo del hecho de que, en la actualidad, sea único tanto por su objeto como por sus instrumentos ( 7 ). Lo que hace posible la Lógica es la existencia de nociones generales en nuestras mentes: nuestra capacidad para concebir una clase y designar sus miembros individuales por medio de un nombre común. La teoría de la Lógica y la teoría del lenguaje resultan, así, íntimamente relacionadas. Un intento afortunado de expresar las proposiciones lógicas por medio de símbolos —cuyas leyes combinatorias podrían basarse en las leyes de los procesos mentales que representan— sería un paso en el camino hacia un lenguaje filosófico ( 8 ). Pero éste es un criterio que no es necesario desarrollar aquí con detalle (*). Supuesta la noción de clase, mediante un acto mental podemos separar de cualquier colección concebible (*) Este p u n t o de vista ha sido muy bien formulado por Blanco White en una de sus Letters: " L a Lógica es, en su mayor parte, una colección de reglas técnicas basadas en la clasificación. El silogismo no es más que el resultado de una clasificación de las cosas, que la mente construye natural y necesariamente al configurar un lenguaje. Todos los términos abstractos son clasificaciones; o, mejor aún, son los rótulos de las clases establecidas por la mente". (Mémoirs of the Rev. Joseph Blanco White. Vol. II, p. 163. V. también una lúcida introducción en la obra del Dr. Latham First Outlines of Logic applied, (o Language y en la Germán Grammar de Becker, etc. El punto de vista opuesto puede verse en Eternal and Inmutable Morality, Book IV, Chap. III, de Cudworth).

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de objetos los que pertenecen a la clase dada y considerarlos independientemente de los otros. Se puede concebir repetidamente éste u otro acto similar de elección. El grupo de los individuos puede ser limitado más aún escogiendo mentalmente entre ellos los que pertenecen a otra clase reconocida, en manera análoga a la considerada primeramente. Y este procedimiento puede ser repetido con otros elementos de diferenciación hasta llegar a un individuo que posea todos los caracteres distintivos que se han tenido en cuenta y sea, al mismo tiempo, miembro de todas las clases enumeradas. En su esencia, este método es similar al que utilizamos en el lenguaje corriente, toda vez que acumulamos epítetos descriptivos con el objeto de llegar a una definición más precisa. Ahora bien, las diversas operaciones mentales —que hemos supuesto realizadas en el caso anterior— están sujetas a leyes particulares. Es posible considerar entre aquéllas ciertas relaciones nunca desmentidas, tanto en lo que se refiere a la repetición de una operación dada o a la sucesión de diferentes operaciones, como a alguna en particular. Por ejemplo, es cierto que el resultado de dos actos sucesivos no es afectado por el orden en que han sido ejecutados. Y existe, por lo menos, otro par de leyes que serán señaladas cuando corresponda. Para algunos, tal vez estas leyes resultarán demasiado obvias para ser incluidas entre las verdades necesarias, y poco importantes para ser destacadas. Y acaso sea en este Ensayo donde por primera vez han sido mencionadas.

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Sin embargo, puede afirmarse con seguridad que si fueran distintas de lo que son, no solo habría que cambiar esencialmente todo el mecanismo del razonamiento sino las leyes y la estructura misma del intelecto humano. Existiría una Lógica pero sería distinta de la que ahora poseemos. Éstas son las leyes elementales sobre cuya existencia y capacidad de expresión simbólica está fundado el método de este Ensayo; y cabe presumir que el objetivo perseguido haya sido logrado plenamente. Toda proposición lógica, categórica o hipotética, deberá poder ser formulada por medio de una expresión exacta y rigurosa, y no solamente podrán deducirse las leyes de la conversión y del silogismo sino que, además, se alcanzará la solución de los más complejos sistemas de proposiciones, la separación de todo elemento propuSfeto y la expresión de su valor en términos de los restantes con todas las relaciones subsidiarias involucradas. Cada procedimiento representará la deducción y toda consecuencia matemática expresará una inferencia lógica. La generalidad del método nos permitirá, asimismo, expresar las operaciones arbitrarias del intelecto y llegar así a la demostración de los teoremas generales de la Lógica, análogos y de no menor importancia que los teoremas de la Matemática ordinaria. Una parte no desestimable del placer que se deriva de aplicar el Análisis a la interpretación de la naturaleza exterior, surge de las concepciones que nos permite formarnos acerca de la universalidad del alcance de la ley. Las fórmulas generales a las que somos conducidos

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parecen conferirle una presencia visible, y la multiplicidad de casos particulares a los cuales se aplica demuestra la extensión de su validez. La simetría, incluso, de su expresión analítica refleja —y nada hay en- ello de fantástico— su armonía y su consistencia (9). Claro está que no pretendemos afirmar hasta qué punto este Ensayo podrá ofrecer análogas perspectivas placenteras. La estimación de la extensión de tales posibilidades las dejamos a aquellos que consideren que este tema es digno de sus investigaciones. No obstante, me aventuro a asegurar que en este trabajo no les faltarán motivos para experimentar ese placer intelectual. Las leyes que vamos a examinar son las de una de las más importantes facultades de nuestra mente; las matemáticas que construiremos son las del intelecto humano. La forma y el carácter del método, aparte de las consideraciones sobre su interpretación, también serán objeto de estudio. Hay, además, en sus teoremas generales, ejemplos edificantes especialmente valiosos por carecer de excepciones. Y esto se comprueba en los ejemplos correspondientes de la Matemática conocida, en los cuales ese carácter no resulta tan manifiesto. Los pocos que creen que hay algo en el Análisis que lo hace digno de estudio en sí mismo, comprobarán que vale la pena hacerlo bajo una forma según la cual todas las ecuaciones pueden ser resueltas y sus soluciones interpretadas. Y aumentará el interés de este estudio el hecho de que las particularidades que se adviertan en la forma del Cálculo representan características correspondientes de la naturaleza de nuestro propio pensamiento.

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Sería prematuro predecir el valor de este método como instrumento de investigación científica. Me refiero aquí a la teoría del razonamiento y al principio de una verdadera clasificación de las formas y de los casos de la Lógica considerada como ciencia (*). En una primera instancia, la finalidad de estas investigaciones estuvo limitada a la expresión de la Lógica corriente y de las formas de la sistematización aristotélica, pero bien pronto resultó obvio que, de este modo, se introducían restricciones puramente arbitrarias que no estaban fundadas en la naturaleza de las cosas. E^sta observación fue hecha cuando se nos presentó la cuestión y será discutida en el lugar que corresponda. Cuando haya que considerar el problema de las proposiciones hipotéticas (tema relativamente poco estudiado y, más aún, cuando se requiera una interpretación de los teoremas generales del Cálculo habrá que desestimar, por fuerza, los conceptos antiguos y el criterio de autoridad, para considerar el método en sí mismo y en los justos límites de su aplicación. Hasta ahora, sin embargo, no se ha ensayado nada en particular para alcanzar resultados nuevos. No obstante, con respecto a esos resultados que en la época de su descubrimiento se presentaron como novedades, conviene observar lo siguiente. De acuerdo al método que propugnamos en este (*) " E s t r i c t a m e n t e u n a ciencia", también " u n a r t e " (Elementa of Logic, de Whately). E n realidad, n o deberíamos considerar todo arte como ciencia aplicada, a menos que aceptemos, como "la mayoría", que el arte es "conjetura y designio" —como a f i r m a b a P l a t ó n en el Philebus—'

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Ensayo, toda proposición lógica puede ser expresada por una ecuación cuya forma determina las reglas de conversión y transformación que rigen la proposición dada. Así, la ley que los lógicos llaman de conversión simple está determinada por el hecho que las ecuaciones correspondientes son simétricas, es decir que no son afectadas por un cambio mutuo de lugar de aquellos símbolos que corresponden a las clases convertibles ( l0 ). Así fueron determinadas las leyes de conversión aceptadas y, luego, las de otro sistema concebido en forma más elemental y más general. (V. el capítulo De la conversión de las proposiciones). Expresando las premisas de un silogismo por medio de ecuaciones, la eliminación de. un símbolo común de éstas conduce a una tercera ecuación que expresa la conclusión, que es siempre la más general posible (sea o no aristotélica). Entre los casos en los cuales no era posible inferencia alguna, resultaron dos formas distintas de la ecuación final. Transcurrió bastante tiempo hasta que se descubrió la explicación de este hecho y se vio que dependía de la presencia o ausencia de un verdadero medio de comparación entre las premisas. Esta distinción, que es considerada un hallazgo, es ilustrada en el capítulo Sobre los silogismos. E l carácter no exclusivo de la conclusión disyuntiva de un silogismo hipotético se destaca netamente en los ejemplos de esta clase de argumentos. Consideramos que el planteo de los problemas lógicos ilustrados en el capítulo Sobre la solución de las ecuaciones electivas es original y nos parece que el método allí

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expuesto proporciona los medios para un análisis completo de cualquier sistema de proposiciones concebible. Un primer paso hacia esa finalidad ha sido dado al enunciar las reglas para la conversión de una proposición categórica simple. Sin embargo, en lo que respecta a la originalidad de cualquiera de estos puntos de vista, tengo la convicción de que mis conocimientos de la literatura de la ciencia lógica son escasos, especialmente en lo que se refiere a la Lógica clásica, para sentirme completamente seguro. Antes de poner punto final a estas consideraciones, me parece conveniente hacer alguna referencia a la cuestión general del empleo del lenguaje simbólico en la Matemática. Desde antiguo, se han formulado fuertes objeciones a esta práctica, basadas en que tiende a debilitar las facultades racionales porque elimina la necesidad de pensar y sustituye el esfuerzo personal por una referencia a fórmulas generales ( n ). En la actualidad, el problema del uso de los símbolos puede ser examinado desde dos puntos de vista distintos. En primer lugar, hay que considerarlo en relación con el progreso de los descubrimientos científicos y, en segundo término, como el instrumento de una disciplina del intelecto. Con respecto al primer punto de vista, puede observarse que como es el fruto de una labor cumplida —desde que podemos emplearlo en las más arduas tareas— resulta también un corolario necesario del estado avanzado de la ciencia, que nos permite, más aun nos incita, a buscar la solución a pro-

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blemas más elevados que los examinados al principio. La inferencia práctica es inmediata; si a través del poder evolutivo de los métodos científicos, descubrimos que la labor emprendida no nos ofrece ya un campo lo suficientemente amplio para la actividad intelectual, la conducta más adecuada será proceder a profundizar las investigaciones, buscando en nuevas rutas las soluciones a las dificultades no superadas. Y ésta es, en realidad, la verdadera ley del progreso científico. Estamos obligados a emplear los instrumentos del lenguaje simbólico característico del grado de progreso que hemos alcanzado, o de lo contrario habrá que abandonar la esperanza de alcanzar futuras conquistas. Y no hay que arredrarse ante la perspectiva de tener que iniciar uno mismo nuevos caminos. Aun no estamos tan cerca de los límites del conocimiento posible como para temer que pudieran faltarnos objetivos para ejercitar nuestras facultades inventivas. Al discutir el segundo y no menos trascendental problema de la influencia del uso de los símbolos sobre la disciplina del intelecto, hay que hacer una distinción fundamental. Puede entrañar consecuencias materiales importantes el que esos símbolos sean usados con una comprensión completa de su significado, un perfecto conocimiento de lo que legitima su empleo y con habilidad para extender las formas abreviadas de razonamiento a las que aquéllos inducen en su desarrollo silogístico total; o que, por el contrario, sean considerados simples caracteres que nada sugieren y cuyo uso se basa en un criterio de autoridad.

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La respuesta a esta cuestión será diferente según se acepte uno u otro de los supuestos mencionados. En el primer caso, se posee una disciplina intelectual de elevado rango que ejercita no sólo la razón sino, además, la facultad de generalización. En el segundo, no existe disciplina mental alguna. Quizás existiera, por una parte, la máxima seguridad contra el riesgo de una irrazonada confianza en los símbolos y, por la otra, cierta negligencia ante su legítimo derecho a que cada tema de Matemática aplicada sea tratado dentro del espíritu de los métodos conocidos en la época en que se llevó a cabo su aplicación, bajo la forma más perfecta que dichos métodos hayan asumido. El nivel alcanzado por la mente individual implicaría, de este modo, alguna relación con el orden real del descubrimiento científico y los métodos más abstractos del Análisis superior serían ofrecidos solamente a las mentalidades más aptas para recibirlos. La relación establecida en este Ensayo entre la Lógica y la Matemática puede justificar, además, algunas consideraciones sobre el problema, recientemente exhumado, del valor respectivo del estudio de estas dos disciplinas en una educación liberal. Una de las principales objeciones que se han formulado contra el estudio de la Matemática en general, no es sino una nueva forma de lo que ya se había observado con respecto al uso de los símbolos en particular. Y no es necesario que me extienda más, en este lugar, sobre esta cuestión pues basta observar que, aunque este punto de vista fuera de algún provecho, también se opone con igual fuerza

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al estudio de la Lógica (12). Las formas canónicas del silogismo aristotélico son realmente simbólicas; sólo que sus símbolos son de una clase menos perfecta que los de la Matemática. Si son empleados para probar la validez de un argumento, reemplazan el ejercicio de la razón con tanta exactitud como lo hace una referencia a una fórmula del Análisis, Se puede poner en duda que los hombres hagan uso de los cánones aristotélicos excepto para ilustrar especialmente las reglas de la Lógica; sin embargo, es incuestionable que cuando la autoridad de Aristóteles imperaba en las escuelas europeas, estas aplicaciones se realizaban corrientemente. Y, para que nuestro argumento sea aceptado, sólo se requiere que se admita que el caso es posible. Pero este problema ha sido discutido en planos más elevados por William Hamilton, quien considera que la Lógica es una rama de la Filosofía; ésta es, a su vez, "la ciencia de la existencia real" que ''investiga las causas" teniendo como finalidad básica la investigación del "porqué (to Síou)" en tanto que la Matemática despliega el "qué (to ÓTÍ)'\ En consecuencia, llega a afirmar no sólo la superioridad del estudio de la Lógica sino, más aún, sostiene que estudiar Matemáticas es, a la vez, peligroso e inútil (*). Las investigaciones del matemático "no desarrollan en él ese agudo olfato, ese delicado —casi instintivo— tino que exige el estudio y la discriminación de los finísimos actos que se cumplen en la penumbra de la probabilidad. Por el contrario, los matemáticos acaban por endurecer su tacto, cegar (*) V. Edinburgh Review, Vol. LXII, p. 409, y Letter lo A. De Morgan, Esq.

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su visión a toda luz, excepción hecha de las más brillantes, para captar sólo la férrea cadena de la demostración. Pero, fuera de los estrechos límites de su ciencia, se ven sometidos a una pasiva credibilidad en cualquier premisa o a una absoluta incredulidad por todo" (13). En apoyo de éste y de otros ataques se han aducido numerosos argumentos y autoridades (*). No intentaré una discusión detallada de los tópicos sugeridos por estas observaciones; mi propósito no es la controversia. Es por eso que no he formulado las consideraciones siguientes con un espíritu de antagonismo, sino con la esperanza de contribuir a la formación de un criterio justo acerca de tan importante cuestión. No se puede hablar de Sir W. Hamilton sino con el respeto debido a su talento y erudición (14). Según se ha visto, la Filosofía es definida como la ciencia de la existencia real y de la investigación de las causas. Y, como no cabe duda acerca del significado de la palabra causa, se dice más adelante que la Filosofía "investiga fundamentalmente el porqué". Estas definiciones son corrientes entre los autores antiguos. Así Séneca, una de las autoridades que cita Hamilton, dice en la Epístola LXXXVIII: "El filósofo busca y conoce las causas de las cosas naturales, cuyos números y medidas son descubiertos y computados por los matemá(*) En general, los argumentos son mejores que las autoridades. Muchos autores citados por su condenación de la Matemática (Aristón, Séneca, Jerome, Agustín, Cornelius Agrippa, etc). han aportado testimonios no menos explícitos contra otras ciencias, entre ellas la Lógica. El tratado del escritor últimamente nombrado De Vanitale Scientiarum seguramente ha sido citado por error (V. cap. C I I ) .

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ticos." Cabe destacar, de paso, que cualquiera sea el grado en que haya prevalecido la creencia en que la tarea inmediata de la Filosofía es investigar causas, en la misma medida, toda ciencia cuya finalidad es la investigación de leyes ha sido valorada ligeramente. Es así cómo la Epístola a la que acabamos de referirnos trae, por contraste con la Filosofía, una condenación de la Música, la Gramática, la Matemática y la Astronomía, aunque Sir William Hamilton cita solamente la que se refiere a la Matemática ("). Ahora ya podemos basarnos en la convicción, de muchas mentes esclarecidas y reflexivas, de que la Filosofía no es posible si se la define con la extensión enunciada arriba. La tarea de la verdadera ciencia —concluyen— consiste en investigar leyes y fenómenos. La naturaleza del Ser, el modo de actuar de la Causa, el porqué —afirman— están más allá del alcance de nuestra inteligencia. Pero no hemos de aprovecharnos de la ventaja de esta posición; por otra parte, no puede ponerse en duda que, sea o no alcanzable el fin de la Filosofía, el ansia que nos impele a buscarlo es una característica innata de nuestra naturaleza superior. Permítasenos suponer que el problema que ha frustrado los esfuerzos de todas las épocas no está fuera de nuestras posibilidades y que la "ciencia de la existencia real" y de "la investigación de las causas", "este núcleo" gracias al cual la "filosofía es aún militante", no trasciende los límites del intelecto humano. A pesar de ello, me siento obligado a afirmar que, de acuerdo a esa manera de entender la Filosofía, la Lógica no forma

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parte de ella. Y, siguiendo un principio de clasificación estricta, no hay que asociar más la Lógica y la Metafísica sino la Lógica y la Matemática ( 16 ). Si después de lo dicho alguien abrigase alguna duda al respecto, me permito remitirlo a la evidencia que será ofrecida en este Ensayo, donde se verá que la Lógica, como la Geometría, se basa en verdades axiomáticas (17) y que sus teoremas se construyen teniendo en cuenta esa doctrina general de los símbolos que constituyen la base del Análisis hoy aceptado. En la Lógica aristotélica, será llevado a considerar una colección de fórmulas de la ciencia expresada por medio de otra, pero creemos que se trata de un esquema simbólico menos perfecto. M e siento inclinado a impugnar la exactitud absoluta de este paralelismo. No escapa a la conclusión que aquí se apunta como válida, el que la Lógica no solamente construye una ciencia sino también investiga el origen y la naturaleza de sus principios. Es ésta una característica que no posee la Matemática porque, según se afirma, "la investigación del origen y la naturaleza de sus principios está enteramente fuera de su dominio" (Review, p. 415). Pero, ¿sobre qué base se podrá mantener esta distinción? ¿Qué definición del término "ciencia" será lo bastante arbitraria como para admitir estas diferencias? La aplicación de estas conclusiones a la cuestión que nos atañe es clara y decisiva. La disciplina mental proporcionada por el estudio de la Lógica como una ciencia exacta es, en esencia, la misma que se deriva del estudio del Análisis.

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¿Se afirma, pues, que la Lógica o la Matemática pueden reemplazar a una perfecta disciplina intelectual? El más cuidadoso y desprejuiciado examen de este problema me lleva a dudar de que tal criterio pueda sostenerse. Creo que debe ser desechada la pretensión de exclusividad de cualquiera de ellas, pero también debe rechazarse la idea de que pueda llenar esa función otra ciencia que quiera arrogarse un carácter exclusivo semejante. Una importante observación, que ha sido apuntada más de una vez, es que una cosa es llegar a premisas correctas y otra la deducción de sus consecuencias lógicas, y que los problemas de la vida dependen más de las primeras que de las segundas. El estudio de las ciencias exactas puede enseñarnos éstas y proporcionarnos una preparación general en cuanto a conocimientos y práctica para alcanzar aquéllas, pero para su completo y perfecto cumplimiento se requiere la unión del pensamiento y la acción en el terreno de la Lógica práctica, es decir en la arena de la vida humana. Estoy convencido de que con el progreso de nuestro conocimiento de la verdadera ciencia se pondrá de manifiesto una creciente armonía entre sus diversas ramas. Por eso, el criterio que lleva a desechar una de ellas, si es consistente, debe conducir al rechazo de las otras. Y, en realidad, muchas de las autoridades citadas que se pronunciaron contra la Matemática han sido más explícitas aún en su condenación de la Lógica. Según Chian Aristo, "la ciencia natural está por encima de nosotros y la ciencia Lógica no nos concierne". Cuando estas conclusiones se basan, como ocurre a menudo, en

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una profunda convicción acerca de la importancia y la preeminencia del estudio de la Moral, admitimos las premisas pero nos vemos obligados a objetar la inferencia. Porque —como acertadamente lo dijera un autor clásico—• "es característico de las ciencias liberales que nos preparen para la virtud pero no que nos conduzcan hacia ella"; y la expresión de Melancthon "abcunt studia in mores" ya ha pasado a ser un proverbio. Además, existe un campo común donde se encuentran todos los sinceros buscadores de la verdad y allí intercambian las palabras con las que Flamsteed celebraba a Newton: "Las obras de la Eterna Providencia serán mejor comprendidas a través de nuestra labor conjunta".

(r) Boole se refiere a la polémica que sostuvieron el filósofo Sir William Hamilton (1788-1856) y el matemático y lógico Augustus De Morgan (1806-1871), que se originó cuando aquél acusó a éste de haberle plagiado su idea de la cuantificación del predicado. A juicio de Hamilton, no bastaba la implícita aceptación de que el predicado de las proposiciones afirmativas es particular y el de las negativas universal: los predicados deben cuantificarse explícitamente. Ello equivale, en suma, a determinar si es la totalidad o una parte del predicado la que concuerda o difiere del sujeto. La cuantificación trajo necesariamente la duplicación del cuadro clásico de las proposiciones, desde que el predicado de cada una de éstas puede ser universal o particular: 1. 2. 3. 4. 5.

Todas las X son todas las Y Ninguna X es ninguna Y Todas las X son algunas Y Ninguna X es alguna Y Algunas X son todas las Y

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6. Algunas X no son ninguna Y 7. Algunas X son algunas Y 8. Algunas X no son algunas Y. lias proposiciones 1-2 son toto-totales; las 3-4 toto-parciales; las 5-6 parti-totales y las 7-8 parti-parcíales. En la tabla se suceden las proposiciones en un orden alternadamente positivo-negativo. El arzobispo Thomson redujo estas formas a 6 (V. W. S. Jevons: Lógica, Madrid, Pegaso, 1941, p. 174) y G. Bentham a 5 (V. F. Barone: Alie origini delta lógica fórmale moderna, Filosofía, Torino, Anno X, Fascicolo III, Luglio 1959, p. 433). La polémica empezó a raíz de la publicación del artículo de De Morgan On the Structure of the Syllogism. . e n 1857. En un apéndice a dicho artículo, su autor se refería muy correctamente a los estudios de Hamilton sobre la cuantificación del predicado y a sus propias contribuciones al tema. La ponderación de juicio de De Morgan no impidió la exasperada violencia de Hamilton, que lo acusó repetidamente de plagiario y de ignorar los rudimentos más elementales de la Lógica. A propósito de esta cuestión de la prioridad, varios tratadistas (E. W. Beth, C. I. Lewis, L. Liard, S. Jevons) han observado que la doctrina de la cuantificación fue expuesta por muchos autores, entre ellos: Ammonio Saccas, G. de Shyreswood, J. Bentham, Leibniz, Lambert, Holland, Castillon, De.Morgan, G. Ploucquet y W. Thompson (V. J. Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía, Bs. As., Editorial Sudamericana, 4a. Edición, 1958, p. 1093; C. I. Lewis-. A Survcyof Symbolic Logic, Berkeley, University of California Press, 1918, p. 36, y F. Barone, op. cit., pp. 433-434.) La disputa sobre la prioridad, que tiene un interés meramente histórico, se prolongó durante varios años. Como ocurrió en casos análogos (por ejemplo en la discusión sobre la paternidad del cálculo infinitesimal), la controversia entre Hamilton y De Morgan continuó después de haber desaparecido sus protagonistas. Liard sostuvo, con un entusiasmo excesivo, que la reforma de la Lógica formal llevada a cabo por los lógicos ingleses del siglo

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XIX tuvo su punto de partida en la teoría de la cuantificación del predicado (V. L. Liard: Les logiciens anglais contemporains, París, F. Alean Editeur, 4iéme Edition, 1901, p. 38.) La opinión de Liard habría sido heredada por Bochenski y por Lewis-Langford, a juicio de Barone (op. cit., p. 448). No obstante, Lewís (op. eit., p. 37) concluye que el único mérito de Hamilton fue haber puesto el acento en el punto de vista de la extensión, lo que favoreció el desarrollo ulterior de la Lógica simbólica. En una obra posterior, escrita en colaboración con Langford (Symbolic Logic, New York & London, The Century Co., 1932, p. 7), se lee que la idea "es simple y de escasa importancia para la lógica exacta", como lo prueba el que "ningún uso de ella se haya hecho en los estudios actuales". L. Couturat declaró, en 1914, que la "demasiado famosa cuantificación del predicado no tiene nada de común con la Logística" (Ap, Barone, op. cit., p. 437). El mismo Barone sostiene la "irrelevanza dei contributi hamáltoniani per la constituzione della nuova lógica fórmale aperta ai problemi matematici" (op. cit., p. 437). Considerada desde el punto de vista déla Lógica Cuantificacional Superior, la teoría de la Cuantificacióu del predicado resulta ingenua y superficial. (2) La fundamentación de la Lógica en las "leyes del pensamiento" fue ampliamente expuesta por Boole en un libro posterior titulado An Investigation of the Laws of Thought on which are founded the mathematical theories of logic and probabilities, publicado en 1854 (V. la edición de Dover Puhlicaüons Inc., U.S.A.), en el que se propuso "investigar las leyes fundamentales de las operaciones mentales por medio de las cuales se cumple el razonamiento; expresarlas en el lenguaje simbólico de un cálculo y, sobre esa base, establecer la ciencia de la Lógica. Crear el método de esta disciplica y fundamentar en él un método general para la aplicación de la teoría matemática de las probabilidades; finalmente, recoger en el desarrollo de estas investigaciones algunos indicios probables acerca de la naturaleza y constitución del pensamiento humano". (Op. cit., p. 2.)

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(3) Se puede definir la Aritmética como la teoría de los números naturales y de las operaciones de adición y sustracción que los relacionan. El Algebra clásica es la teoría de las operaciones necesarias para resolver una ecuación, o también, la teoría general de las ecuaciones. Así como el Algebra es una generalización de la Aritmética, el Algebra Abstracta lo es con respecto a aquélla, por ser el resultado de un doble proceso de abstracción: a) generalización de la noción de número (independientemente, por supuesto, de las conocidas "extensiones" del campo natural) y b) generalización del concepto de operación. En las álgebras abstractas, en lugar de números se consideran míes abstractos y en vez de operaciones leyes de composición. Los entes abstractos son objetos cualesquiera y las leyes de composición son procedimientos regulares que a dos elementos de un dominio permiten asociar un nuevo elemento. Las propiedades fundamentales (conmutativa, asociativa, etc.) que deben cumplir estas leyes se llaman, axiomas, y, mediante ellos, se define una estructura algebraica. Es posible, en consecuencia, definir un álgebra abstracta como el estudio de ciertas leyes de composición, de sus propiedades fundamentales (axiomas) y de sus consecuencias, con independencia de la naturaleza de los entes a los cuales estas leyes se refieren. Es obvia, pues, la importancia de la noción de ley de composición {interna y externa) y su carácter eminentemente primitivo, en el sentido formalista del término. El álgebra moderna se puede caracterizar como una teoría de estructuras, lo que posibilita las extensiones sucesivas del respectivo dominio. En dichas extensiones la forma de los cálculos permanece constante variando, en cambio, la naturaleza de los entes, que constituyen las aplicaciones posibles de la estructura abstracta. Hay una despreocupación por los entes y una localización del interés en las relaciones. Una de las ventajas lógicas de la teoría de las estructuras algebraicas reside en la identidad estructural: dos conjuntos pueden diferir en sus elementos, en las propiedades de las operaciones definidas entre ellos, pero si tienen en común los axiomas (es decir, las propiedades fundamentales) pertenecerán al mismo tipo de estructura.

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En nuestro libro La lógica matemática, su método y sus aplicaciones nos hemos referido a la influencia de los matemáticos y lógicos ingleses del siglo X I X en la creación del álgebra moderna. Cabe ahora destacar, dentro de ese movimiento, la importancia de la obra de Boole: su teoría del Algebra Simbólica encierra ya la idea que darla origen después a la doctrina de las álgebras abstractas. Nos referimos a su concepto del valor de las leyes de la combinación de los símbolos con independencia del significado y de las interpretaciones de éstos. Es fácil ver, incluso, la analogía entre la expresión booleana "leyes de combinación" y el concepto actual de leyes de composición. (4) Aquí se plantea —y por cierto que con mucha precisión— , el carácter neutral de las estructuras frente a las posibles interpretaciones de los símbolos. El Algebra Simbólica, como el Algebra Moderna, se ocupa de relaciones definidas entre símbolos (lattices o treülis, según la nomenclatura contemporánea), que, ulteriormente, pueden ser aplicadas a distintos conjuntos de entes (materia) que verifican las leyes establecidas en la estructura (forma). Análogamente, la Lógica Simbólica actual se considera un lenguaje antes que una teoría, es decir, un conjunto de signos y de reglas para su manejo y no un sistema de proposiciones sobre objetos. Más aún que un lenguaje —dice Carnap— es un "esqueleto de lenguaje". (V. su libro Introduction to Symbolic Logic and Its Applications, New York, Dover Publications Inc., 1958, p. 1). (5) La determinación de ciertas leyes de composición referidas a entes cualesquiera, con independencia de sus aplicaciones posibles y sin tener en cuenta números, magnitudes ni medidas, caracteriza al Algebra Abstracta frente al Algebra Ordinaria. Por eso, la contribución de la escuela inglesa, en la cual ocupa un lugar de privilegio Boole, ha sido sintetizada por E. T. Bell como "la comprensión del álgebra como álgebra, es decir como el desarrollo abstracto de las consecuencias de una serie de postulados sin una interpretación o aplicación obligada a números o a cualquier otra cosa". (V. Los grandes matemáticos, Buenos Aires, Losada, 1948,

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p. 510). Cierto es que la formalización creciente de la Matemática ha favorecido la proliferación de Las álgebras abstractas, sobre todo cuando se toma aL pie de la letra la expresión cantoriana de que la esencia de la Matemática reside en su libertad. Sin embargo, no hay que olvidar que el carácter convencional de los postulados que definen una estructura, no significa que la elección de aquéllos sea completamente arbitraria: la generalización matemática debe orientarse en el sentido de que las teorías clásicas constituyan casos particulares dentro de los nuevos dominios abstractos definidos. Esta actitud concuerda, en su esencia, con el principio de E . H. Moore, citado por M. Fréchet en su conocido libro Les espaces abstraits (Gauthier-Villars, París, 1028, p. 16) y con el principio de Hankel, que es el fundamento lógico y epistemológico de toda generalización matemática. (V. nuestro trabajo El método axiomático, en "Revista de la Facultad de Ciencias Económicas ' de la Universidad de Buenos Aires, Año III, N° 27, pp. 813-859, especialmente las pp. 823-833). (6) La clásica concepción de la Matemática como ciencia de la magnitud o de la cantidad ha sido sustituida por las modernas definiciones "ciencia de los conjuntos" o "ciencia de las estructuras abstractas". Por otra parte, hay disciplinas matemáticas como la Topología (General o Conjuntista y Combinatoria o Algebraica) en las cuales la cantidad no interviene. Las figuras geométricas poseen ciertas propiedades cualitativas, independientes de la medida y la magnitud, que son estudiadas en esta moderna rama de la Geometría, definida por M. Fréchet y Ky Fan como "el estudio de las propiedades topológicas, principalmente, de los invariantes topológicos", (V. Introducción a la Topologie Combinatoire. Tome I., Paris, Vuibert, 1946, p. 13). Una propiedad es llamada topológica cuando se la puede expresar por medio de la noción de continuidad e invariante topológico si se conserva en todo homeomorfismo. Se denomina homeomorfismo a una transformación biunívoea y bicontinua. E n consecuencia, dos figuras se dirán homeomorfas si se puede pasar de una a otra por medio de un homeomorfismo. La

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Topología —llamada por Poincaré Analysis Situs y estudiada ya por Euler bajo la denominación de geometría de situación— es una geometría cualitativa. (7) El cálculo de la Lógica es el Algebra de la Lógica o Algebra de Boole, que luego se transformó en lo que se denomina actualmente Algebra de Boole-Schroeder. Se ve que Boole, buen matemático, considera que la Lógica es un capítulo de la Matemática; su discípulo Jevons defendió —como lo hacen los logicistas contemporáneos— la tesis opuesta. La posición de Boole, a este respecto, lo enfrentaba a Hamilton quien, como se verá más adelante, hacía depender la Lógica de la Filosofía. (8) Resurge el viejo proyecto leibniziano de un lenguaje filosófico exacto construido mediante signos y algoritmos matemáticos, cuyo antecedente más lejano sería Ramón Llull (1235-1315), autor de una ciencia más general que la Lógica y la Metafísica, el Ars Magna que se basaba en los siguientes principios: a) Un conjunto de conceptos básicos agrupados en seis clases de a nueve, que constituían el alfabeto del arte; b) ciertas técnicas y procedimientos para relacionar y combinar los conceptos: arte combinatoria; c) un sistema simbólico constituido por signos literales y figuras geométricas (unas fijas y otras móviles). La finalidad del Ars Magna era teológica y metafísica antes que lógica, aunque no se le puede negar su importancia también desde este último punto de vista. La obra de Llull adquirió gran difusión en el Renacimiento, pero como un instrumento racional al que se le babía amputado toda finalidad teológica. (V, una síntesis introductoria en J. Carreras y Artau: De Ramón Llull a los modernos ensayos de formación de una lengua universal, Barcelona, Consejo de Investigaciones Científicas, 1946). Descartes —que condenó la excesiva boga del lulismo— retomó, sin embargo, la idea de un arte inventiva o "máquina para pensar" de estructura matemática y llegó a creer que su Geometría Analítica era esa mathesis universalis. Leibniz, en su precoz ensayo Dissertatio de Arte Combinatoria,

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escrito a los veinte años como un resultado de sus lecturas del Ars Magna, retoma y replantea el problema luliano; reduce los conceptos complejos a conceptos simples irreductibles que serían "el alfabeto de los pensamientos humanos". Luego, por sucesivas combinatorias, se obtienen los términos complejos (binarios, ternarios, etc.). El proyecto de Leibniz se puede sintetizar en dos caracteres básicos: a) la característica universal, un lenguaje ideográfico universal para la expresión científica y b) un cálcalo del razonamiento, o cálculo universal, aplicable a todas las ciencias. La afinidad entre Leibniz y Boole ha sido señalada también por F. Barone en su libro Lógica fórmale e lógica trascendental. I. Da Leibniz a Kant (Tormo, Edizioni di "Filosofía", 1957, p. 4) donde confronta expresiones de ambos autores acerca de la significación del cálculo para la Lógica y la Matemática. Sin embargo, en su libro, ya citado, An Jnvestigation of the Laws of Thought, es donde desarrolla en forma completa su teoría del simbolismo: El lenguaje no es sólo un medio para expresar el pensamiento, sino el verdadero instrumento de la razón humana. El lenguaje está constituido por signos o símbolos, que son sus elementos más analíticos. Ivas palabras son signos que representan: a) los objetos, b) las operaciones mentales creadoras de conceptos, c) las relaciones de acción, pasión o cualidad y d) las emociones de la mente perceptora. Un signo es una marra arbitraria que posee una interpretación determinada y que es susceptible de combinarse con otros signos de acuerdo a ciertas leyes. Todas las operaciones que el lenguaje cumple como instrumento del razonamiento se pueden llevar a cabo por medio de un sistema de signos compuesto de los siguientes elementos: I o ) Símbolos literales —x, y, etc.— que representan las cosas que sometemos a nuestras concepciones. 2 o ) Signos de operaciones K —, X— que representan aquellas operaciones de la mente por medio de las cuales son combinados los conceptos de las cosas. 3Ü) El signo de identidad: —.

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Estos símbolos de la Lógica están sometidos a ciertas reglas que concuerdan, en parte, con las leyes que rigen los símbolos correspondientes del Algebra. (V. G. Boole, op. cit., especialmente, los capítulos I I y III). (9) Estas consideraciones pertenecen a la Estética matemática: la belleza lógica del Análisis reside en sus estructuras abstractas y se revela a través de la simetría, el orden y la armonía. El gran matemático G. Birkhoff (V. su libro Medida estética, Rosario, Edición de la Facultad de Ciencias Matemáticas, del Litoral, 1945) propuso una matematización de la Estética que sintetizó en una fórmula —denominada, precisamente, "medida estética"—:

donde M, O y C son variables medibles y significan: M, la medida estética que es la razón de O, el orden, sobre C, la complejidad del objeto. La experiencia estética se debe a "un grado excepcional de interrelaciones armoniosas dentro del objeto" (op. cit., p. 2). Boole se refiere a la belleza "interna" implícita en la armonía lógico-matemática de las relaciones abstractas expresadas en las fórmulas del Análisis. Algunas de sus expresiones revelan, además, un platonismo implícito, por ejemplo, cuando alude a la "presencia visible" de la ley. El punto de vista es similar al del matemático Hermite cuando, al referirse a un triángulo, escribía: " . . . e s t a figura tiene cierta naturaleza, o forma, o determinada esencia que es inmutable o eterna, que yo no he inventado y que no depende de mi mente"'. (V. E. T. Bell, op. cit., p. 532), Este "misticismo" —como lo denomina ligeramente Bell— no es otra cosa que realismo platónico. (V., además, las obras de A. Lautmann, ITardy, Keyser y, especialmente, las de A. Coomaraswammy). (vo) Las proposiciones cuantificadas (V. Nota 1) pueden ser convertidas directamente, sin que sea necesario distinguir entre la conversión simple y la conversión por accidente. Recuérdese que, en la Lógica clásica, se admitían 3 modos de conversión: los dos

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mencionados y la conversión por contraposición. La teoría de la conversión no se acepta íntegramente en la Lógica actual. (V. el art. de Church en D. Ruñes: Dictionary of Philosophy, New York, Philosophical Library, 1942, p. 176). O1) H e aquí una directa alusión a la crítica que el filósofo William Hamilton formuló contra la Matemática, cuya violencia motivó que Bell la calificara como "el más famoso de los ataques salvajes que ha sufrido la Matemática". Hamilton, cuya preparación matemática era menos que mediocre, tenía una concepción unilateralmente cuantitativa de la Aritmética y la Geometría. En su artículo titulado On the Study of Mathematics, publicado en el N° 126, de enero de 1826, de la Edinburgh Review, replica a un ensayo de W. Whewell sobre la importancia de la Matemática en la educación liberal. (V., en el ensayo ya citado de F. Barone sobre Los orígenes de la Lógica formal, el parágrafo Filosofía e Lógica neüo Hamilton). Contrapone el "método matemático" al "método filosófico" y llega a la conclusión de que "la Matemática «s una ciencia árida, mecanicista y abstracta". Para sostener su aserto trae numerosas citas de autores clásicos y modernos. Como bien lo señala Boole en esta Introducción, esos mismos autores sirven para demostrar la tesis contraria a la que sostiene Hamilton, desde que, con parecidos argumentos, condenan también la enseñanza de la Lógica (y de otras ciencias), cuya primacía sobre la Matemática defendía el irascible filósofo. (En las pp. 512-514 del libro mencionado de E. T. Bell, pueden leerse los gruesos epítetos que dedica Hamilton a la Matemática. Una visión general del problema de las relaciones entre la Filosofía y la Matemática en el Siglo XIX, V. en S loria delta lógica delle scienze csalte, de F. Albergamo, Gius. Laterza & Figli, 1947, Cap. VI). No hay que confundir al filósofo escocés William Hamilton (1788-1856) —a quien nos h^mos referido en esta Nota— con el matemático William Rowan Hamilton, creador de la teoría de los •cuaternios o cuaterniones, números cuadridimensionales que no cumplen la propiedad conmutativa de la multiplicación, ley ma-

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temática que establece que el producto de varios factores es independiente del orden de éstos, es decir que a X b = b Xa. En el Algebra de los cuaterniones, a X b b X a. (12) V. la Nota 11. (13) Tres escuelas de la antigua Grecia se plantearon el problema de las relaciones entre la Lógica y la Filosofía: a) los estoicos, que negaban que la Lógica formara parte de la Filosofía; b) los peripatéticos, que afirmaban que la Lógica era sólo un instrumento de la Filosofía, y c) los platónicos, para quienes la Lógica era, a la vez, un instrumento y una parte de la Filosofía. Lukasiewicz reproduce un argumento de los peripatéticos, conservado por Ammonius en sus Comentarios a los 'Ava^u-mcá irp¿rspa: "Si se consideran silogismos cuyos términos son concretos —como hace Platón cuando prueba silogísticamente la inmortalidad del alma— la Lógica será, entonces, una parte de la Filosofía; pero si se formulan los silogismos como meras reglas referidas a letras, por ejemplo: "A es predicado de toda B, B de toda C, luego A es predicado de toda C" —como lo hacen los peripatéticos, siguiendo a Aristóteles— en ese caso la Lógica debe ser considerada un instrumento de la Filosofía. La parte final del texto griego citado por Lukasiewicz es la demostración (silogística) de la inmortalidad del alma. El lógico polaco se apoya en ese texto para destacar el carácter formal de la silogística aristotélica y su estructura matemática; sólo pertenecen a la Lógica las leyes silogísticas formuladas mediante variables (forma) y no la materia (últj) expresada en términos concretos. Basta considerar la demostración de la tesis platónica para comprobar su intención metafísica y el carácter meramente instrumental de la demostración. El problema que preocupaba a los griegos, también suscitaba el interés de Boole y sus contemporáneos (y nos inquieta a nosotros mismos): ¿cuáles son las relaciones entre la Lógica y la Filosofía? Para resolverlo, habrá que determinar previamente el campo y el objeto de ambas disciplinas y, con ello, se facilitará la solución de los problemas conexos de la autonomía de lógica y de su vinculación con la

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Matemática (V., más adelante, las Notas 15 y 16). Otro medio de acceso al problema es el examen de la significación de los denominados "principios lógicos "en sus tres posibles planteos: a) metafísico, b) ontológico y c) lógico. (Hay, además, el punto de vista sicológico que desestimamos por su trivialidad y porque su refutación es bien conocida). A este respecto, las cuestiones fundamentales que deben ser consideradas son: 1) ¿Existe un orden jerárquico entre los distintos puntos de vista?; 2) ¿La adopción de uno de ellos significa la exclusión de los otros?, y 3) ¿El orden jerárquico es compatible con la validez simultánea de los tres criterios enunciados, en sus niveles respectivos? En la Lógica Matemática contemporánea sólo se acepta el punto de vista lógico, que se bifurca en dos planos: a) el específicamente lógico, o logístico y b) el metalógico. Para los lógicos actuales, los "principios lógicos" son axiomas, teoremas o expresiones metalógicas, y en cualquiera de estos casos, meras fórmulas de significación análoga al de otras expresiones (sentencias, frases o expresiones bien formadas) de un sistema axiomático. El principio de identidad se convierte en la ley lógica de identidad, es decir, en una tautología; el mismo camino seguirán el principio de no contradicción y el de tercero excluido. Algunos de los principios —como el de identidad— se introducen más frecuentemente como teoremas, debido a su esterilidad desde el punto de vista deductivo. (Entre las pocas excepciones a esta práctica, M. L, Roure cita a Lukasiewicz que anota la ley de identidad como un axioma de su sistema formalizado de la silogística aristotélica (V. Lukasiewicz, op. cit., p. 88). Tampoco la validez universal de los principios se ha conservado dentro de la Logística: el tertium non datur ha sido restringido por los intuicionistas. Convertidos en axiomas, teoremas o sentencias metalógicas, los principios han perdido su significación metafísica: son meras fórmulas con las cuales se opera mecánicamente. Por ejemplo: la identidad se puede formular x ^ x o pupo también " ( f ) f x fy"• Es decir que la equivalencia (bicondicional) se puede expresar mediante una condicional. La justificación lógica de esta derivación es inmediata si se aplican ordenadamente las le-

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yes de sustitución, contraposición y doble negación. Sin embargo, la expresión de la identidad por la fórmula "(/) fx z>fy"tropieza con algunos inconvenientes en las aplicaciones de la Lógica porque está basada en el principio de los indiscernibles de Leibniz (llamado ley de extensionalidad) (V. I. M. Bochenski, op. Précis de Logique Mathématique, Pays-Bas, F. G. Kroonder, p. 49). Tampoco es aceptada por los intuicionistas porque su derivación incluye la ley de doble negación, rechazada por esta escuela a raíz de sus restricciones al tertium non datur. En la obra de Aristóteles se encuentran formulaciones lógicas y metalógicas de los principios (V. Bochenski, op. cit., pp. 38-41), pero también encontramos formulaciones metafísicas (V. Aristotle's Metaphysics, A. Revised Text with and Introduction and Commentary by D. Ross, Oxford, At the Clarendon Press, 1953, 1006 a y 1011 b). Sin embargo, la primera formulación metafísica del principio de identidad se encuentra ya en repl tpvcreüi? de Parménides. (Untersteiner, siguiendo a Chemiss, afirma que Parménides habría usado incluso el tertium non datur. V. Parmenide, Testimoníame e Frammenti. A cura di Mario Untersteiner, Firenze, La Nuova Italia, 1958, pp. CXLIVCXLV): o TÍO? IO-TLV re Kdíl a);- ou k Icrrt jui] elvcu (Diels, F. V. S., 28 B 2, 3) que se suele traducir como "el ser es y no puede no ser") Conviene más la expresión "el. ente" (estrictamente "lo ente") más próxima al griego TO OV. La palabra española "ser" es más imprecisa y se presta al equívoco ser-ente. García Bacca traduce, con un sentido más metafísico que filológico: "del ente es propio ser y del ente no es propio no ser" (V. Los presocráticos, T. I., México, El Colegio de México, 1943, p. 116 y siguientes). En Trspl (Jnxrswg- se comprueba que el principio de identidad es una consecuencia (o una explanación) de la infinitud y eternidad del Ente es ingénito (cryÉvijxo^) e imperecedero (áv los objetos pertenecientes a la clase u o a la clase v, que es lo que expresa el segundo miembro de la igualdad xu + xv. Esta expresión se puede traducir como la elección, en x, de los objetos pertenecientes a u(xu), luego la de los pertenecientes a v(xv) y, finalmente, la reunión de las dos elecciones (xu + xv). Como Boole no aceptaba más que la disyunción exclusiva (x aut y), sólo podía

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considerar la ley distributiva en el Algebra numérica, que es la que acabamos de explicar. En Logística, hay otra ley distributiva que relaciona las operaciones de conjunción y disyunción, y que se formula así, algebraicamente: x + (uv) = (x + u)(x + y). Boole ¿no podía aceptar esta última ley por dos razones: I o ) porque no es válida en el Algebra corriente y 2o) porque es preciso introducir previamente la disyunción no-exclusiva (x vcl y). Stanley Jevons fue el encargado de hacerlo generalizando, de este modo, las relaciones distributivas entre las operaciones lógicas de conjunción y disyunción. Hilbert señalaba que las denominaciones "producto lógico" y "suma lógica" son incorrectas, justamente porque estas operaciones lógicas tienen propiedades distintas de sus homónimas matemáticas. En efecto, las operaciones (matemáticas o lógicas) se definen a través de sus propiedades o leyes; y, como hemos visto, hay una ley distributiva que se cumple en la Lógica pero que carece de validez en las operaciones análogas de la Matemática. (V. D. Hilbert y W. Ackermann: Principies of Mathematical Logic, Chelsea Publ, Comp., New York, 1950, p. 7). Una simple comprobación numérica aclarará la cuestión: a) porque:

2(3 + 4) = (2 X 3) + (2 X 4)

,

2 X 7 = 6 4 - 8 = 14; en cambio: b) porque:

2 + (3 X 4 )

(2 + 3 X 2 + 4 )

2 + 12 s* 5 + 6. 21

( ) Esta ley establece una diferencia entre el Algebra de Boole y el Algebra corriente, aunque si se limita el campo de existencia de las variables a los números 0 y 1, también resulta válida en esta última; en efecto, 0.0 — 0 y 1.1 — 1, lo que ya sabía Husserl cuando escribía: "el cálculo algebraico se reduce al cálculo lógico si la sucesión de los números naturales se circunscribe a 0 y 1.

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(V. S. Bachelard: La logique de Husserl, Presses Universitaires de Frailee, París, 1957, p. 84). Un pensamiento similar fue expresado por Boole en An Investigation (op. cit. pág. 37). x.x — x significa que si elegimos en el universo de discurso (1) los objetos de la clase a; y, en seguida, reiteramos esa operación, no se obtendrá una clase nueva, sino, otra vez, la clase x. La ley del índice coi4esponde a la propiedad que los lógicos actuales llaman idempotmte (que es cumplida por la conjunción y la disyunción dentro del cálculo sentencial). En An Investigation (op. cit.) la ley del índice se presenta modificada: en vez de xn — x tenemos solamente x2 = x. La razón del cambio parece haber sido que la forma generalizada no siempre se puede interpretar lógicamente. Por ejemplo, x3 = x no es interpretable lógicamente, porque las expresiones equivalentes: . x ( l — x)(l + x ) = 0, x(l — x)(— 1 — x) = 0, exigen la interpretación de los factores 1 + x y — 1 —x. El primero de ellos no se puede interpretar porque la adición de una clase cualquiera a; al universo de discurso (1) es inconcebible; y el segundo tampoco es interpretable porque el símbolo — 1 no está sujeto a la ley x(l — x) = 0 , que es válida para todo símbolo dentro del sistema de Boole. Como dice Boole (V. op. cit., p, 50) existen operaciones posibles para el matemático que son ajenas al campo lógico y a;3 = x es una de ellas. (Y, desde luego, también lo es xn = x). Como en el desarrollo de los cálculos se pueden presentar expresiones algebraicas no interpretables lógicamente, pero que conducen a resultados finales con sentido lógico, Boole explica que tales expresiones son intermedias y comparables al símbolo -yj—1 en la trigonometría, igualmente ininterpretable pero conducente a una expresión final con sentido matemático. En

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el cap. V de su obra, ya citada, An Investigation. . ., al establecer los principios fundamentales del razonamiento simbólico, destaca en cursiva que "De hecho, es posible poner a un lado la interpretación lógica de los símbolos de una ecuación dada; convertirla en símbolos cuantitativos susceptibles de poseer solamente los valores 0 y 1; realizar con ellos todos los procedimientos que exige la^solución y, finalmente, restituir a dichos símbolos su interpretación lógica (op. cit., p. 69-70). A partir de la ley del índice, se llega a la ley de contradicción (o "ley de dualidad", como la llama Boole), derivada algebraicar mente de la primera. Si: x2 = x, puedo escribir: x — x2 — 0 y, sacando factor común: •

x(\ - *) = 0

Supongamos que x simboliza "la clase de los hombres", luego 1 — x será la de los no-hombres y — x ) será una clase cuyos miernbros son, a la vez, hombres y no-hombres. Ahora bien, esta clase no existe (lo que se expresa por el símbolo 0) porque un individuo no puede ser hombre y no-hombre, lo que es simbolizado por la ecuación: x(l —x) = 0 que se traduce así: es imposible que un individuo posea y no posea una misma propiedad. (V. Boole, op. cit., p. 49-51), formulación que, en esencia, reproduce la del principio de no contradicción, tal como figura en la Metafísica de Aristóteles. (22) De acuerdo a las manifestaciones de su creador, el Algebra Simbólica (que hoy llamamos Algebra de Boole, distinguiéndola del Algebra de Boole-Schroeder y de las álgebras abstractas modernas) es un sistema matemático abstracto cuyas leyes se refieren a símbolos ininterpretados y cuyo significado no interesa. (V. las

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notas 3, 4 y 5). Es evidente, sin embargo, que Boole interpreta los símbolos electivos de dos maneras: una algebraica, según la cual dichos símbolos son variables cuyos valores posibles son sólo 0 y 1; y otra lógica, que traduce los símbolos electivos en clases lógicas (aunque Boole no lo declare explícitamente). Desde este segundo punto de vista, algunas expresiones y ciertas operaciones no son interpretables lógicamente. El escollo es salvado en forma provisoria por el propio Boole quien explica cómo, en tales casos, se suspende momentáneamente la interpretación de las expresiones u operaciones intermedias del cálculo para hacerlo al final, desde que las combinaciones simbólicas últimas son una consecuencia deducida de las premisas. (V. la nota 21 y An Investigation, pp. 69-70). No obstante ello, Lewis (V. A Survey..., pp. 55-56) objeta a Boole su inconsecuencia con respecto a los principios por él mismo estatuidos. En efecto, según la regla formulada en la p. 70 de yin Investigation..., Boole debería haber desarrollado su Algebra sin considerar la significación lógica de los símbolos electivos y, recién al término de las respectivas operaciones, interpretarlos como clases lógicas, señalando, a la vez, los límites de dicha interpretación,. Es decir que el desarrollo del sistema abstracto debió hacerse con un criterio neutral y considerar separadamente las dos interpretaciones, la lógica y la matemática ; lo que no siempre logra cumplir Boole.

D E LAS EXPRESIONES Y SU INTERPRETACION Una proposición (23) es una oración que afirma o niega; por ej., Todos los hombres son mortales, Ninguna criatura es independiente. Una proposición posee necesariamente dos términos (24), como hombres, mortales; el primero de ellos, o aquel del que se habla, es el sujeto; el último, o lo que se afirma o niega del sujeto, es el predicado. Ambos términos están conectados por la cópula, es, o no es, o por cualquier otra forma del verbo sustantivo. El verbo sustantivo es el único verbo aceptado en Lógica; todos los otros se pueden reducir al verbo ser con un participio o adjetivo, por ejemplo, Los romanos vencidos; la palabra vencidos es a la vez cópula y predicado, siendo equivalente a fueron (cópula) derrotados (predicado). Una proposición puede ser afirmativa o negativa (25) y también universal o particular. En consecuencia, tenemos en total cuatro clases de proposiciones categóricas puras. I o ) Universal-afirmativa, comúnmente da por A. Ejemplo, todas las X son T.

representa-

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2 o ) Universal-negativa, corrientemente representada por E. Ejemplo, Ninguna X es Y. 3o) Particular-afirmativa, habitualmente simbolizada por I. Ejemplo, Algunas X son Y. o 4 ) Particular-negativa, comúnmente representada por O (*). Ejemplo, Algunas X no son Y. 1. Expresar la clase no-X, es decir la clase que incluye a todos los individuos que no son X. La clase X y la clase no-X juntas constituyen el Universo. Pero el Universo es 1 y la clase X está determinada por el símbolo x, en consecuencia la clase no-X se puede representar por el símbolo: 1 — x. (26) Luego, el símbolo 1 — x} unido a un sujeto dado, tendrá la función de elegir en dicho sujeto todas las no-X que contiene. Y, análogamente, así como el producto xy expresa toda la clase cuyos miembros son a la vez *X e y , el símbolo y( 1 —• x) representará la clase cuyos miembros son Y pero no X, y el símbolo (1 —x) (1 — y ) toda la clase cuyos miembros no son ni X ni Y. 2. Expresar la proposición Todas las X son Y (27). Como todas las X existentes se encuentran en la clase (*) Esta clasificación ha sido tomada, con ligeras variantes, de los Tratados de Aldrich y ' W h a t e l y .

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Y, es obvio que extraer del Universo todas las Y y de ellas escoger todas las X es lo mismo que elegir directamente todas las X del Universo. xy = x, - y ) = 0.

(IV)

Z. Expresar la proposición Ninguna X es F. Afirmar que ninguna X es Y es lo mismo que decir que no existen términos comunes a las clases X e Y. Como todos los individuos comunes a dichas clases son representados por xy, resulta que la proposición Ninguna X es Y puede ser expresada por la ecuación: xy = 0.

(V)

4. Expresar la proposición Algunas A" son Y. Si algunas X son Y hay algunos términos comunes a las clases X e Y, Formemos con estos términos una clase independiente V a la que corresponderá un símbolo electivo propio v. Luego: v ~ xy.

(VI)

Y como v incluye todos los términos comunes a las clases X e Y, podemos interpretar este símbolo indistintamente como Algunas X o Algunas Y. 5. Expresar la proposición Algunas X no son Y. En la ecuación anterior, sustituyamos y por 1 — y y tendremos: v = x(l-y), (VII) siendo la interpretación de v indistintamente Algunas X o Algunas no-Y.

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ANÁLISIS MATEMÁTICO DE LA LOGICA

Las ecuaciones anteriores constituyen la teoría completa de las proposiciones categóricas; nada más cabe esperar en lo que respecta al empleo del análisis para la deducción de las inferencias lógicas. No obstante, puede resultar satisfactorio referirse a algunas formas particulares qne se deducen de las ecuaciones tercera y cuarta y que son susceptibles de aplicaciones similares. Si multiplicamos la ecuación (VI) por x, tenemos vx = x2y =

xy,

en virtud de (III). Comparando con (VI), obtenemos •

O

V = vx,

0(1 — s ) = 0.

*

(VIII)

Y multiplicando (VI) por y, y reduciendo de manera semejante, tenemos o

v = vy, t;(l — y) = Q.

(IX)

Comparando (VIII) y (IX), vx — vy — v.

(X)

Y, además, comparando (VIII) y (IX) con (IV), tenemos como equivalente de este sistema de ecuaciones las proposiciones Todas las V son X. Todas las V son Y. El sistema (X) puede reemplazar a (VI), o la simple ecuación: vx = vy,

(XI)

puede también ser usada, asignando a vx la interpre-

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tación Algunas X y a vy Algunas Y. Sin embargo, se observa que el sistema no expresa mucho más que la simple ecuación (VI) de la cual se ha derivado. En realidad, ambas expresan la proposición Algunas X son Y } pero el sistema (X) no implica que la clase V incluya *iodos los términos que son comunes a X e Y. Del mismo modo, de la ecuación (VII) que expresa la proposición Algunas X no son Y, deducimos el sistema: vx = v{\ — y) = v, (XII) donde la interpretación de — y) es Algunas no-F. Desde que,%n este caso, vy = 0, hay que tener cuidado de interpretar vy como Algunas Y. Si multiplicamos la primera ecuación del sistema (XII), por ejemplo vx = v ( l — y), por y, tenemos vxy = vy(l — y); vxy = 0,

(XIII)

que es una forma que se puede presentar ocasionalmente. Pata interpretarla, no es necesario volver a la ecuación primitiva porque la condición gracias a la cual vx representa Algunas X nos mostró, en virtud de (V), que su significación será: Algunas X no son Y, comprendiendo el sujeto todas las X que se encuentran en la clase V. Umversalmente, en estos casos, la diferencia de forma implica una diferencia de interpretación con res-

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pecto al símbolo auxiliar v, y cada forma es interpretable por sí misma. Además, estas diferencias no introducen en el Cálculo innecesarias confusiones. Al contrario, de aquí en adelante se verá que confieren a sus conclusiones una precisión y una determinación que, de otro modo, no se podrían asegurar. Finalmente, destacamos que todas las ecuaciones por medio de las cuales se expresan las verdades particulares, se deducen de una ecuación general cualquiera, que expresa una proposición general cualquiera, de la cual aquellas proposiciones particulares son deducciones necesarias. Todo ello ya ha sido mostrado parcialmente pero es ejemplificado en forma mucho más completa en el esquema siguiente. La ecuación general x = yt implica que las clases X e Y son equivalentes miembro a miembro; que cada individuo perteneciente a una de ellas también pertenece a la otra. Multipliquemos la ecuación por * y tendremos x2 = xy; x = xy, que implica, por (IV), que todas las X son Y. Multipliquemos la misma ecuación por y y tendremos, análogamente : V = xy; que significa que todas las Y son X. Tomemos cualquie-

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ra de estas ecuaciones, la última por ejemplo, y escribiéndola bajo la forma: (1—3)7, = 0, podemos considerarla como una ecuación en la cual y, 4¿na cantidad desconocida, aparece expresada en términos de x. Cuando volvamos a tratar la solución de las ecuaciones electivas (y el resultado se puede verificar aquí por sustitución), se podrá ver que la solución más general de esta ecuación es: y = vx, que implica Todas las Y son X y Algunas X son Y. Multiplicando por x, obtenemos: vy ='vx, que implica, indistintamente, Algunas Y son X y Algunas X son Y, que es la forma particular a la que llegamos anteriormente. Para facilitar la consulta, el resultado anterior y algunos otros serán clasificados en la Tabla anexa, cuya primera columna contiene proposiciones, la segunda ecuaciones y la tercera las condiciones de la interpretación final. Cabe señalar que las ecuaciones auxiliares formuladas en esta columna no son independientes: están implicadas en la segunda columna o en la condición para la interpretación de v. Pero se ha creído prudente escribirlas por separado por razones de facilidad y conveniencia. Además, es bueno tener presente que, aunque se hayan dado tres formas diferentes para la expresión de cada una de las proposiciones particulares, todas están incluidas en realidad en la primera forma.

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TABLA

La clase X La clas&- no-X

x 1—x

Todas las X son Y Todas las Y son X

x = y

Todas las X son | Y J

x i l — y) = 0

Ninguna X es | Y ' J

xy = 0

Todas las Y son i X Algunas X son Y

y = vx

Ninguna Y es X Algunas no - X son Y

y = y(l —• x)

1

v = xy

Algunas X son r

vx = algunas X v(l — a?) = 0.

v(l —- x) = algunas no-X vx =¡ 0

v ~ algunas X o algunas Y. ó vx = vy vx = algunas X, vy = algunas Y 6 — y) = 0 —s) = 0, v(l — y) = 0

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Algunas X n o ^ ó M c = t/(l— y) son Y

v — algunas X, o algunas no -Y vx = algunas X, v (1 — 2/) algunas no-F y(l



3)

=

0,

vy — 0

(23) Aristóteles definía la proposición (áirópavtus- o Hyogáiro' (1 — z) = 0; véase (a) y (£), o viceversa. Y, por consiguiente, en la ecuación de la conclusión h a b r á u n cambio de z en 1 —- z, o viceversa, lo que equivalente, ein embargo, a un cambio de Z en no~Z o de no-Z en Z. Ahora bien, el s u j e t o d e la conclusión original debe haber involucrado una Z y no u n a no-Z, luego el sujeto de la nueva conclusión implicará una no-Z y l a conclusión no p o d r á ser admitida dentro de las formas aristotélicas excepto por conversión, lo q u e exigiría un cambio d e figura. Las conclusiones de este Cálculo aon siempre las más generales que pueden derivarse, y, en consecuencia, la demostración anterior no debe suponerse q u e puede ser extendida a un silogismo en el cual se deduce una conclusión p a r t i c u l a r cuando es posible u n a universal. E s t e es el caso de bramantip, sólo d e n t r o de las formas aristotélicas, y entonces la transformación de bramantip en camenes, y viceversa, es el caso restrictivo contemplado en la proposición p r e l i m i n a r del teorema. 5") Si sustituimos la premisa menor de un silogismo aristotélico por su contradictoria no se puede deducir ninguna conclusión dentro de la misma figura. Aquí sólo es necesario examinar el caso de bramantip otros están d e t e r m i n a d o s por la última proposición.

porque todos los

C a m b i a n d o la menor de bramantip por su contradictoria, tenemos .10, Fig. 4, q u e no a d m i t e inferencia legítima. E s decir q u e el teorema es verdadero sin excepción. E n manera análoga, se pueden d e m o s t r a r m u c h o s otros teoremas generales.

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veniente por su simplicidad y por la mutua analogía de sus formas. Lo aplicaremos al teorema siguiente (*). Dadas las tres proposiciones de un silogismo, demostrar que existe un orden en el que pueden ser colocadas legítimamente y determinar dicho orden. Todas las formas dadas más arriba para la expresión de proposiciones son casos particulares de la forma general : a + bx + cy — 0. Supongamos, para las premisas del silogismo dado, las ecuaciones: a + bx + cy = 0 (XVIII) a' + b'z + c'y = 0, (XIX) (*) Este elegante teorema me fue comunicado por el Reverendo Charles Graves, Fellow y Profesor de Matemáticas en el Trinity College (Dublin), a quien deseo expresar aquí mi profundo reconocimiento por su acertadísimo análisis de la primera parte de eete libro y por algunas aplicaciones nuevas del método. El ejemplo siguiente de reducción ad impossibile figura entre ellos: Modo a reducir Baroko

Todaa las X son Y, Algunas Z no son Y

, ,. Modo reducido Barbara

Algunas Z no son X

\ — y — f'(l—x) vz =

— y)

vz —vv'( 1 — x )

Todas las X son Y Todas las Z son X

1— y = v'(l—x) 3(1 — x) = 0

Todas las Z son Y

z{ 1 — y) = 0.

La conclusión del modo reducido es la contradictoria de la premisa menor suprimida. Luego, etc. H a y que destacar que la prueba matemática de las proposiciones contradictorias es que al eliminar un símbolo electivo de sus ecuaciones el otro símbolo electivo también desaparece. La reducción ostensiva de Baroko y Bokardo carece de dificultad. El Profesor Graves sugiere el empleo de la ecuación x = vy para la expresión primaria de la proposición Todas las X son Y y observa que multiplicando ambos miembros por 1 — y obtenemos x ( l — y) = 0 , que es la ecuación que establecimos en el texto, siendo la primera una solución de ésta.

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luego, eliminando yy tendremos como conclusión: ac' — a'c + bc'x — b'cz = 0, (XX) Si tomamos ésta como una de nuestras premisas y cualquiera de las ecuaciones originales, por ejemplo (XVIII), como la otra, y eliminando un término común x de ellas obtenemos un resultado equivalente a la restante premisa (XIX), resulta que hay más de un orden en el que las proposiciones pueden ser escritas legítimamente ; pero si ello no ocurre sólo es válido un ordenamiento único. Efectuando, luego, las eliminaciones, tenemos: bc(af + b'z + c'y) - 0, (XXI) que equivale a (XIX) multiplicado por un factor be. Ahora, examinando el valor de este factor en las ecuaciones A, Ey I, O, encontramos que en cada caso es v o — v. Pero es evidente que si una ecuación que expresa una proposición dada es multiplicada por un factor extraño derivado de otra ecuación, su interpretación estará limitada o resultará imposible. De este modo, o no habrá resultado en absoluto o el resultado será una limitación de la proposición restante. Sin embargo, si una de las ecuaciones originales fuera: x — y 6 x —y = 0, el factor be sería — 1 y no limitaría la interpretación de las otras premisas. Por consiguiente, si el primer miembro de un silogismo fuera interpretado como la representación de la proposición doble Todas las X son Y y Todas las Y son X, el orden de las otras premisas sería indiferente.

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Una forma más general de la investigación anterior podría ser la expresión de las premisas por las ecuaciones : a + bx + cy + dxy = 0, (XXII) o! + b'z + c'y + d'zy = 0, (XXIII) Después de la doble eliminación de y y x, tendríamos: (bc~ ad)(a' + b'z + c'y + d'zy) = 0; y se vería que el factor be — ad debe, en cada caso, o desaparecer o expresar una limitación del significado. La determinación del orden de las proposiciones es lo suficientemente obvia. (28) El método de desarrollo de una función es expuesto en el Cap. V de An Investigatión. . . Se llama f unción de x —f(x)— a una expresión algebraica que contiene un símbolo x; cuando la expresión contiene dos símbolos — f ( x , y ) — se dice que es una función de x e y 1 + x etc., etc. Verbigracia: 1 — x , son funciones de x\ pero 1— x x — y7

x+ y x — 2y

.

son funciones cíe x e y.

Si en una función /(x) sustituimos x por 1 el resultado se expresa / ( l ) y, análogamente, si sustituimos x por 0 escribiremos /(O). Siendo x un símbolo lógico, o una variable algebraica cuyos únicos valores son 0 y 1, se dice que una función f(x) está desarroHada cuando se la ha reducido a la forma ax + b(l — x); a y b deben estar determinados de manera tal que el resultado sea equivalente a la función de la cual dicha forma fue derivada. La regla general del desarrollo de una función consta de dos partes: la primera se relaciona con los constituyentes de la expansión, la segunda se refiere a la determinación de los coeficientes respectivos (V. las reglas en Boole: An Investigation..., pp. 75-76, y en Lewis, op. cit., p. 59). W

D E LAS PROPOSICIONES Y LOS SILOGISMOS HIPOTETICOS Una proposición hipotética se define como la resultante de dos o más proposiciones categóricas unidas por una cópula (o conjunción). Las diferentes clases de proposiciones hipotéticas se denominan, a partir de sus conjunciones respectivas, condicional (si), disyuntiva (o), etc. En las proposiciones condicionales, la proposición categórica de la que resulta la otra se llama antecedente y la resultante de ésta consecuente. Existen dos y solamente dos fórmulas del silogismo condicional. I o ) La constructiva: Si A es B, entonces C es D, A es B, en consecuencia C es D. o 2 ) La destructiva: Si A es B, entonces C es D. C no es D, en consecuencia A no es B. Un dilema es un silogismo condicional complejo, con varios antecedentes en la mayor y una menor disyuntiva. Si examinamos cada una de las formas del silogismo condicional expresado más arriba, veremos que la validez del argumento no depende de ninguna considera-

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ción que tenga conexión con los términos A, B, C, D, en cuanto representantes de individuos o de clases. De hecho, podemos representar las proposiciones A es B, C es D, por medio de los símbolos arbitrarios X e Y, respectivamente, y expresar nuestros silogismos en formas como las siguientes: Si X es verdadera, entonces Y es verdadera, X es verdadera, en consecuencia Y es verdadera. De esta manera, lo que vamos a considerar no son objetos o clases de objetos sino las verdades de las proposiciones, es decir de esas proposiciones elementales que están incorporadas en los términos de nuestras premisas hipotéticas. Podemos adecuar a los símbolos X, Y, Z, que representan las proposiciones, los símbolos electivos x, y, z, en el sentido siguiente: El Universo hipotético, 1, comprenderá todos los casos concebibles y las circunstancias anexas. El símbolo electivo x, junto a cada sujeto que exprese dichos casos, elegirá aquellos en los que la proposición X es verdadera y del mismo modo en lo que respecta a Y y Z. Si nos limitamos a considerar una proposición dada X manteniendo en suspenso cualquier otra estimación, sólo serán concebibles dos casos: I o ) que la proposición dada sea verdadera y 2 o ) que sea falsa (28). (ÍS) Basándose, en el principio obvio de que una proposición es verdadera o falsa, y aplicándolo también a aserciones referentes a hechos futuros, los estoicos intentaron f u n d a r la doctrina del destino. Se ha refutado este argumento observando que implica " u n abuso de la palabra verdad, cuyo signi-

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Estos casos constituyen la totalidad del Universo de la proposición, de manera que como el primero está determinado por el símbolo electivo x el último lo está por el símbolo 1 — x, Pero, si se aceptan otros planteos, cada uno de estos casos se resuelve en otros, particularmente menos extensos, cuyo número dependerá de la cantidad de consideraciones exteriores admitidas. Así, si relacionamos las proposiciones X e Y, el número total de casos concebibles se encontrarán expuestos en el esquema siguiente. o

I ) 2o) 3o) 4o)

Casos X verdadera, Y verdadera X verdadera, Y falsa X falsa, Y verdadera X falsa, Y falsa

Expresiones electivas V xy — y) (1 — x)y (1 — x) (1 — y) (XXIV)

ficado preciso es id quod rest est. Una aserción sobre el futuro no es ni verdadera ni falsa". {Necesidad y predestinación, de Copleston, p. 36). Sin embargo, si el axioma estoico fuera presentado bajo la forma: " E s cierto que un acontecimiento tendrá lugar o no tendrá lugar", la refutación anterior no lograría encontrar la dificultad señalada. Iva respuesta apropiada tendría que ser que ninguna definición meramente verbal puede definir la cuestión acerca de cuál sea el curso y la constitución real de la Naturaleza. Cuando afirmamos que es cierto que un hecho tendrá o no lugar, suponemos tácitamente que el orden de los acontecimientos es necesario y que el Futuro no es sino una evolución del Presente; por consiguiente, el estado actual de las cosas determina completamente el que vendrá. Y ésta es (por lo menos en lo que respecta a la conducta de los agentes morales) la verdadera cuestión disputada. Expuesto en su f o r m a propia, el razonamiento estoieo no implica un abuso de lenguaje sino una petitio principii. Habría la doctrina vés de los enfermizas

que agregar que, en la actualidad, los iluminados defensores de de la Necesidad, contemplando el fin como señalado sólo en y a tramedios, repudian acertadamente esas consecuencias prácticamente que son el reproche formulado al Fatalismo.

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Si agregamos las expresiones electivas para los dos primeros casos del esquema precedente, la suma será x, que es el símbolo electivo adecuado para el caso más general en que X es verdadera con independencia de toda consideración acerca de Y; y si añadimos las expresiones electivas en los dos últimos casos simultáneamente, el resultado será 1 —•x que es la expresión electiva apropiada al caso más general en que X es falsa. De esta manera, la extensión del Universo hipotético no depende absolutamente del número de las circunstancias consideradas. Y conviene destacar que, independientemente de que dichas circunstancias sean pocas o muchas, la suma de las expresiones electivas que representan todos los casos concebibles seguirá siendo la unidad. Consideremos, en consecuencia, las tres proposiciones X, llueve; Y, graniza; Z, hiela. Los casos r posibles son los siguientes: Casos 1°) Llueve, graniza y hiela 2 o ) Llueve y graniza, pero no hiela o 3 ) Llueve y hiela, pero no graniza 4 ) Hiela y graniza, pero no llueve o 5 ) Llueve, pero ni graniza ni hiela o 6 ) Graniza, pero ni llueve ni hiela

Expresiones electivas xyz xy{l — z) xz( 1 — y) zy (1—s) O x ( l — y ) ( l -•2) y{ 1 - * ) ( ! -

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7°) Hiela, pero ni graniza ni llueve 2(1 — x)(l — y) 8 o ) Ni llueve, ni graniza ni hiela (1 — g ) ( l — g 1 = suma Expresión

de las proposiciones

)

hipotéticas

Expresar que una proposición dada X es verdadera. El símbolo 1 — x elige los casos en los que la proposición X es falsa. Pero, si la proposición es verdadera, no existen tales casos en su Universo hipotético, por consiguiente: 1 — x = 0, o X = 1, (XXV) Expresar que una proposición dada X es falsa. El símbolo electivo x elige todos aquellos casos en los cuales la proposición es verdadera, de manera que si la proposición es falsa: £ = 0, (XXVI) Y, en todos los casos, habiendo determinado la expresión electiva adecuada a una proposición dada, afirmamos la verdad de esa proposición igualando la expresión electiva a la unidad, y su falsedad igualando la misma expresión a 0. Expresar que dos proposiciones, X e Y, son simultáneamente verdaderas. El símbolo electivo apropiado a este caso es xy, por consiguiente la ecuación considerada es: xy = 1, (XXVII)

ANÁLISIS MATEMÁTICO DE LA LÓGICA

Expresar que dos proposiciones, l e táneamente falsas. Evidentemente, la condición será: o

(1 — s ) ( l — y) - 1, x + y —xy = 0,

IfljÉk

F, son simul-

(XXVIII)

Expresar que la proposición X es verdadera o la proposición Y es verdadera. Afirmar que una u otra de las dos proposiciones es verdadera equivale a decir que no es verdad que ambas son falsas. Como la expresión electiva adecuada a las mismas, siendo ambas falsas, es (1 — x)(l — y), la ecuación requerida será: (i

o

,a

0(l

x+y

y) ~ 0, — xy = 1,

(XXIX)

Y, mediante consideraciones indirectas de esta naturaleza, se pueden expresar todas las proposiciones disyuntivas por numerosos que sean sus miembros. Pero, en la práctica, será siempre preferible la regla general siguiente. Regla. — Considérese cuáles son los casos distintos y mutuamente exclusivos en los cuales está implícito, en el enunciado de la proposición dada, que algunos de ellos es verdadero e iguálese a la unidad la suma de sus expresiones electivas. Esta será la ecuación de la proposición dada. En efecto, la suma de las expresiones electivas para todos los distintos casos concebibles será la unidad. Pero, como todos estos casos son mutuamente exclusivos y se ha afirmado en la proposición dada que algún caso

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—de un conjunto dado de ellos— es verdadero, resulta que todos los que no están incluidos en dicho conjunto son falsos y que sus expresiones electivas son, respectivamente, iguales a 0. Luego, las urna de las expresiones electivas para los casos restantes, es decir aquellos que están incluidos en el conjunto dado, será igual a la unidad. En consecuencia, alguno de esos casos será verdadero pero, como se excluyen mutuamente, es imposible que más de uno sea verdadero. De donde, la regla en cuestión. Y, en la aplicación de esta regla, hay que observar que si los casos considerados en la proposición disyuntiva dada no son mutuamente exclusivos, deben ser resueltos en una serie equivalente de casos que sí lo sean. D e este modo, si consideramos la proposición del ejemplo anterior, X es verdadera o Y es verdadera, y suponemos que sus dos miembros no son exclusivos hasta el punto que en la enumeración de los casos posibles calculamos que las proposiciones X e Y son ambas verdaderas, entonces los casos que integran el Universo de la proposición con sus expresiones electivas son: I o ) X verdadera e Y falsa, x{\— y) o 2 ) Y verdadera y X falsa, y(l — x) o 3 ) X verdadera e Y verdadera, xy y la suma de todas estas expresiones electivas, igualadas a la unidad, da: x + y — xy = 1

(XXX)

como antes. Pero si suponemos que los miembros de

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la proposición disyuntiva son exclusivos entonces los únicos casos a considerar son: I o ) X verdadera, Y falsa, z(l ~y) 2 o ) Y verdadera, X falsa, y( 1 — x) Y la suma de estas expresiones electivas, igualada a 0, da x — 2xy + y = 1 (XXXI) Los ejemplos adjuntos ilustrarán mejor este método. Expresar la proposición X no es verdadera o y no es verdadera, siendo sus miembros exclusivos. Los casos mutuamente exclusivos son: I o ) X no verdadera, y verdadera, y(l — x) 2 o ) Y no verdadera, X verdadera, x(l — y) y la suma de ellos, igualada a la unidad, da: s — 2xy + y = 1, (XXXII) que es igual a (XXXI), y de hecho las proposiciones que representan son equivalentes. Expresar la proposición X no es verdadera o Y no es verdadera, no siendo sus miembros exclusivos. A los casos considerados en el último ejemplo, hay que agregar el siguiente: X no verdadera, Y no verdadera, (1 — x)(l — y). La suma de las expresiones electivas da: x(l — y) + y(l - x) + (1 - x)(l - y) = 1, o xy = 0, (XXXIII) Expresar la proposición disyuntiva X es verdadera, o Y es verdadera, o Z es verdadera, siendo sus miembros exclusivos.

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Aquí los casos I ) X verdadera, 2 o ) Y verdadera, B°) Z verdadera, o

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mutuamente exclusivos son: Y falsa, Z falsa, x(l -—y){ 1 — z ) } Z falsa, X falsa, y{l — z)(l— x), X falsa, Y falsa, «(1 — x)(l — y),

e, igualando la suma de las expresiones electivas a 1, después de la reducción obtenemos: x -)r y 2 (xy + yz 4- zx) + • = (xxxrv) La expresión de la misma proposición cuando sus .miembros no son exclusivos, será: (1 —.x)(l - y)(l - z) = 0, (XXXV) Y es fácil ver que nuestro método es aplicable a la expresión de toda proposición semejante cuyos miembros estén sujetos a cualquier cuantificación específica y a la condición de exclusión. Expresar la proposición condicional Si X es verdadera Y es verdadera. Esta expresión implica que todos los casos de X verdadera son también casos de Y verdadera. Los primeros están determinados por el símbolo electivo x y los últimos por y, por consiguiente, en virtud de (IV), tenemos: x ( l - i j ) = ü, (XXXVI) Expresar la proposición condicional Si X es verdadera Y no es verdadera. La ecuación, será evidentemente, xy = 0,

(XXXVII)

que es equivalente a (XXXIII) y, en realidad, la pro-

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posición disyuntiva X no es verdadera o Y no es verdadera y la proposición condicional Si X es verdadera Y no es verdadera, son equivalentes. Expresar que Si X no es verdadera Y no es verdadera. En (XXXVI), reemplacemos x por 1 — x e y por 1 V y y tendremos: (l~x) y = 0. Los resultados obtenidos admiten ser verificados en varias formas diferentes. Bástenos examinar en modo más detenido la ecuación: x — 2xy + y = 1, (XXXVIII) que expresa la proposición condicional X es verdadera o Y es verdadera, siendo, en este caso, sus miembros exclusivos. En primer término, supongamos que la proposición X sea verdadera, entonces x = 1, y sustituyendo tenemos : 1 — 2y + y = 1 —y 0, o y = 0, que significa que Y no es verdadera. En segundo lugar, supongamos que X no sea verdadera, entonces x = 0 y la ecuación correspondiente será:

~

y

= 1

(XXXIX)

o sea que Y es verdadera. Podemos proceder en manera análoga suponiendo que Y sea verdadera o que Y sea falsa. Además, en virtud de la propiedad x2 = x, y2 = y, podemos escribir la ecuación en la forma siguiente: 2 . — 2 xy + y = 1,

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y, extrayendo la raíz cuadrada, obtenemos: x — y = ± 1, (XL) que representa el caso real, porque si X es verdadera o falsa Y será, respectivamente, falsa o verdadera, y tenemos: x = 1 ó 0, y = 0 6 1, x— y = 1 ó — 1 El análisis de los otros casos no presentará dificultades. Ejemplos de silogismo hipotético El tratamiento de cada una de las formas de silogismo hipotético consistirá en formar las ecuaciones de las premisas y eliminar el símbolo o los símbolos que se encuentren en más de una de ellas. El resultado obtenido será la expresión de la conclusión. I o ) Silogismo disyuntivo. O X es verdadera o Y es verdadera (exclusivas), X es verdadera, En consecuencia, Y no es verdadera, X es verdadera o Y es verdadera (no exclusivas), X no es verdadera, En consecuencia Y es verdadera,

x -b y — 2xy = 1 x = 1 y — 0 x + y •—• xy = l x = 0 y = 1

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2 o ) Silogismo condicional constructivo. Si X es verdadera, Y es verdadera, x(l — y) = 0 X es verdadera, x = 1 En consecuencia Y es verdadera, .'. 1 —- y = 0 o y = 1 o 3 ) Silogismo condicional destructivo. Si X es verdadera Y es verdadera, as(l — y) — 0 Y no es verdadera, y = 0 En consecuencia X no es verdadera x = 0 o 4 ) Dilema constructivo simple, la premisa menor exclusiva. Si X es verdadera, Y es verdadera, z(l — y) = 0 , (XLI) Si Z es verdadera, Y es verdadera, z( 1 — y) = 0 , (XLII) X es verdadera, o Z es verdadera, x + z — 2xz — 1, (XLII1) De las ecuaciones (XLI), (XLII), (XLIII), tenemos que eliminar x y z. Por cualquier procedimiento que lo hagamos, el resultado es: -y =

i;

lo que significa que la proposición Y es verdadera. 5o) Dilema constructivo complejo, la premisa menor no exclusiva. Si X es verdadera, Y es verdadera, x(l — y) = 0

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Si W es verdadera Z es verdadera, X es verdadera o W es verdadera,

w(l — z) = 0 X

+w —

xw = 1

Eliminando £ de estas ecuaciones, tenemos: y + z — yz = 1, que expresa la conclusión F es verdadera o Z es verdadera, siendo los miembros no exclusivos. 6 o ) Dilema destructivo exclusiva. Si X es verdadera dadera, Si W es verdadera dadera, ... Y no es verdadera verdadera,

complejo, la premisa menor Y es verz ( l — y) = 0 Z es verw(l — z) = 0 o Z no es y + z — 2 yz = 1

Hay que eliminar y y z de las ecuaciones precedentes. El resultado es: xw — 0, que expresa la conclusión X no es verdadera o Y no es verdadera, siendo los miembros no exclusivos. 7 o ) Dilema destructivo complejo, la premisa menor no exclusiva. Si X es verdadera Y es verdadera, x(\ — y) = 0 Si W es verdadera Z es verdadera, w(l — z) = 0

ANÁLISIS MATEMÁTICO DE LA LÓGICA

Y no es verdadera o Z no es verdadera, Eliminando y y z tenemos:

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yz = 0

xw — 0, que indica la misma conclusión del ejemplo anterior. De éste y de otros casos similares, resulta que sean o no exclusivos los miembros de la premisa menor de un dilema los miembros de la conclusión (disyuntiva) nunca son exclusivos. Este hecho parece haber escapado a la observación de los lógicos. Las anteriores son las principales formas del silogismo hipotético reconocidas por los lógicos. Sería fácil, sin embargo, ampliar la lista especialmente mediante la fusión de los caracteres disyuntivos y condicional en la misma proposición; el siguiente es un ejemplo. Si X es verdadera, entonces Y es verdadera o Z es verdadera, x ( l — y — z + yz) = 0 Y no es verdadera, y = 0 En consecuencia, si X es verdadera Z es verdadera, x(l — z) = 0 Lo que los lógicos llaman una proposición causal es en realidad un silogismo condicional cuya premisa mayor ha sido suprimida. La aserción La proposición X es verdadera porque la proposición Y es verdadera, equivale a la aserción: La proposición Y es verdadera. En consecuencia la proposición X es verdadera, y

118

GEORGE BOOLE

estas dos proposiciones son la premisa menor y la conclusión del silogismo condicional: ;

Si Y es verdadera, X es verdadera, Y es verdadera, E n consecuencia X es verdadera.

Y , de este modo, las proposiciones causales se consideran incluidas entre las aplicaciones de nuestro método general. Nótese que hay una familia de proposiciones disyuntivas condicionales que no pertenecen, en rigor, a la clase considerada en este capítulo. Estas proposiciones son aquellas en las cuales la fuerza de la partícula disyuntiva o condicional se apoya en el predicado de la proposición como si, hablando de los habitantes de una isla particular, dijéramos que todos ellos son europeos o asiáticos; significando que es verdadero de cada individuo el ser europeo o asiático. Si adjudicamos el símbolo electivo x a los habitantes, y a los europeos y z a los asiáticos, la ecuación correspondiente a la proposición anterior será: x = xy + xz,

o

— y — z) =0,

(a)

a la cual debemos agregar la condición yz = 0, desde que ningún europeo es asiático. La naturaleza de los símbolos x,y,z, está indicando que la proposición pertenece a aquellas que hemos denominado anteriormente categóricas. Muy distinta de la precedente es la proposición Todos los habitantes son europeos o todos son asiáticos. Aquí la partícula disyuntiva separa proposiciones. El caso es el que ya ha sido considerado en

ANÁLISIS MATEMÁTICO DE LA LÓGICA

119

(XXXI), en este mismo capítulo; y los símbolos por medio de los cuales ha sido expresado, aunque están sujetos a las mismas leyes de (a), tienen una interpre! tación completamente distinta (*). La distinción es real e importante. Es posible representar por medio de signos electivos toda proposición que pueda ser formulada en un lenguaje; y las leyes de combinación de dichos símbolos son las mismas en todos los casos. Pero, mientras en una clase de ejemplos los símbolos hacen referencia a colecciones de objetos, en la otra se refieren a las verdades de las proposiciones constituyentes.

(*) Algunos autores, entre ellos el Dr. Latham (First Quilines), consideran (x) = *(0) + > ' ( 0 ) » H

— x2 + &c.,

(XLIV)

1.2

Pero, como x2 = x, x3 = x, &c., entonces: = 0(0) + x\'(fl) +

+ &c.|,

1.2

(XLV)

Si, en (XLIV) hacemos x = 1, tenemos: = *(G) + *'(0) + — — 1.2

+